Elzo, Javier - Los Jovenes y La Felicidad

August 29, 2017 | Author: amccorreo664 | Category: Happiness & Self-Help, Family, Youth, Spain, Learning
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¿DÓNDE LA BUSCAN?

Y LA

¿DÓNDE LA ENCUENTRAN?

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JAVIER ELZO

LOS JÓVENES Y E.A FELICIDAD ¿Dónde la buscan? ¿Dónde la encuentran?

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INTRODUCCIÓN

Diseno: Estudio SM © 2006, Javier Elzo Imaz © 2006, PPC, Editorial y Distribuidora, SA Impresores, 15 Urbanización Prado del Espino 28660 Boadilla del Monte (Madrid) [email protected] www.ppc-editorial.com ISBN 84-288-1573-9 Depósito legal: M-36.257-2006 Impreso en España / Printed in Spain Imprime Grefol, S.L.

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la Ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de su propiedad intelectual. La infracción de los derechos de difusión de la obra puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos vela por el respeto de los citados derechos.

Sería febrero o marzo de 2005 cuando Adela Cortina me invitó a participar, en Valencia, en un curso en el marco de los que organiza allí la Universidad Internacional Menéndez Pelayo durante el verano. El tema genérico del curso era «Felicidad y proyectos de vida buena». Me pidió que reflexionara sobre la felicidad y los jóvenes. Acepté inmediatamente y preparé unas páginas que ahora se han convertido en el embrión de este libro. Obviamente, al comenzar una reflexión acerca de si los jóvenes son felices o qué es lo que entienden por felicidad, cómo alcanzarla, etc., hay una cuestión previa, a saber, preguntarnos qué es lo que ponemos bajo la capucha del término «felicidad». Pero responder a tal cuestión me hubiera llevado toda la conferencia, y aquí todo el libro. Además, otras personas con más conocimiento y dedicación al tema se han ocupado del asunto. Además me vino a la memoria un suceso, que paso a relatar brevemente, que me disuadió de empecinarme en ese empeño. En San Sebastián, allá a comienzos de los años ochenta, un grupo de personas dedicó un año entero, con reuniones quincenales de mañana y tarde, a estudiar la cultura vasca. Para ello se necesitaba desentrañar previamente cuáles podrían ser las especificidades, particularidades, componentes, etc. de la cultura vasca, para saber en qué fijarse. Al término del año pregunté a uno de los componentes del grupo por las conclusiones del trabajo. Me contestó que no habían llegado a ponerse de acuerdo, no sobre lo que podrían suponer los elementos de una cultura vasca, sino, más simple y básicamente, sobre lo que habría que entender por cultura. Creo que con el término «felicidad» puede suceder lo mismo. Si el lector tiene alguna duda, le recomiendo que se acerque, 5

como lo hice yo al inicio de este texto, a u n reciente libro de Gustavo Bueno que lleva por título El mito de la felicidad \ 394 páginas donde podemos encontrar, entre otras cosas, mil y una definiciones de felicidad en los cinco estratos o ámbitos que comprende, según el autor, el campo de abordaje de la felicidad: las dimensiones psicológicas, conceptual, la de las ideas con sus teorías (concatenación de conceptos) y doctrinas (concatenación de ideas). No voy a adentrarme en esos vericuetos que, además de no ser los míos, llenarían en demasía las páginas de este trabajo. Abordaré la cuestión más simplemente preguntándome sobre la percepción que tienen los jóvenes de su talante vital. ¿Se sienten felices los jóvenes? ¿Qué es para ellos la felicidad? ¿Quienes son los más felices? Esto nos llevará, en primer lugar, a preguntarnos directamente qué responden los jóvenes cuando se les pregunta si se sienten felices, contentos en la vida. Estaremos atentos a lo que ellos mismos dicen que les da la felicidad. Pero iremos más allá. Parece normal pensar que, salvo masoquismo colectivo, las personas anhelan la felicidad, luego parece lógico pensar que hay correlación entre lo que les parece más importante en su vida, los objetivos que quieren alcanzar en ella, el tiempo que dedican a esto y aquello, especialmente el tiempo libre, y la felicidad. Veo difícil, pongo por caso, que quien deteste el fútbol vaya todos los domingos al campo de fútbol. Asimismo, quien solo piense en sí mismo y en su bienestar, difícilmente se comprometerá a ir los fines de semana a colaborar en una ONG. Estos dos simples ejemplos nos indican que hay también una forma indirecta de abordar el tema de la felicidad de los jóvenes: analizar cuáles son las prioridades, en qué emplean su tiempo y su dinero, cuáles son los comportamientos que consideran aceptables y cuáles rechazables, qué esperan de la familia, de la amistad, si su mundo se reduce a lo empíricamente contrastable o hay una apertura a lo metaempíG. BUENO, El mito de la felicidad. Barcelona, Ediciones B, 2005.

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rico -apertura a la trascendencia, diríamos en lenguaje cristiano- (y también qué lectura de la trascendencia), y cotejar todo esto con el sentido de la felicidad, con la percepción que tienen de su felicidad. Cuestión compleja y que, no sin cierto temor, abordo en estas páginas. Pero quiero decir de entrada dos cosas: primera, no quiero probar tesis alguna, y segunda, si hubiera tal tesis, habría que tratarla con sumo cuidado, pues mostraría no pocas excepciones. Sin embargo, sí creo que cabe sostener una línea básica de fondo: la felicidad, la sensación personal de felicidad, de sentirse bien, está más correlacionada con la virtud y con cierto desprendimiento que con la mera búsqueda de satisfacción inmediata, y ello desde la perspectiva del individualismo de deseo, dejando a un lado el individualismo de construcción personal. A primera vista parecería que los jóvenes, al menos muchos jóvenes, serían epicúreos, en el sentido trivial del término: el que solamente busca el placer, un gozador, un libredisfrutador, como definimos en Jóvenes españoles 19992 al quinto «cluster» de nuestra tipología: «Hedonista, libredisfrutador», que se mantendrá en la tipología de 2005 3 . Pero hay otros jóvenes, otros muchos jóvenes, que saben aliar la responsabilidad con la diversión, el tiempo de trabajo con el de ocio, jóvenes que se divierten con red, que de alguna manera saben limitar sus deseos a lo posible, a lo alcanzable. No me atrevo a decir que se acerquen al concepto de eudaimonía de Epicuro, con su análisis de los deseos naturales y los necesarios, limitando solo a ellos sus deseos para alcanzar la felicidad. De ahí que más prosaica2

J. ELZO (dir.) / F. ANDRÉS ORIZO / J. GONZÁLEZ-ANLEO / P. GONZÁLEZ

BLASCO / M. T. LAESPADA / L. SALAZAR, jóvenes españoles 1999. Madrid, Funda-

ción Santa María - SM, 1999. 3

R GONZÁLEZ BLASCO (dir.) / J. GONZÁLEZ-ANLEO / J. ELZO / J. M. GONZÁLEZ- ANLEO SÁNCHEZ / J. A. LÓPEZ RUIZ / M. VALLS IPARRAGUIRRE, Jóvenes espa-

ñoles 2005. Madrid, Fundación Santa María - SM, 2006. Este es el principal libro fuente para este trabajo, pero la redacción de lo que aquí se escribe es, en más del 90%, inédita.

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mente he dicho que son jóvenes que se divierten con red, saben distinguir los tiempos, jerarquizar sus deseos, limitarlos, balizarlos e incluso posponerlos. Un mero recordatorio del principio socrático de que no existe felicidad sin virtud, y que la virtud es la condición necesaria y suficiente para la felicidad, nos sirve par afirmar que también cabe aplicarla, aunque solo a una parte, y cada día más exigua, de nuestra juventud. Sí, además de los libredisfrutadores y de los jóvenes bien integrados y «correctos», en nuestra sociedad también tenemos la saga menguante de los jóvenes altruistas y comprometidos, que son, junto a los integrados, los jóvenes que comparativamente con el conjunto juvenil español más arriba se colocan en la escala de los jóvenes «metro-felices», valga la expresión. En ellos se conjuga la felicidad total de quienes viviendo bien también se comportan bien. Disfrute y virtud, la felicidad socrática. Pero ciertamente no faltan, y no son cuatro o cinco, los que siguiendo al pragmático Aristóteles entienden que la virtud no da necesariamente la felicidad (pues hay virtuosos infelices) y que es necesario un poco de suerte en la vida: haber nacido, si no en una familia diez, sí en una familia no muy desquiciada, tener una inteligencia suficiente, si no hermosura, tampoco estar marcados por fealdad o discapacidad grave. También, y sobre todo, la suerte, la fortuna, la inmensa fortuna de tener buenos amigos. Ya lo veremos, buena familia y buenos amigos -sin olvidar la salud-, he aquí, si no el colmo de la felicidad, sí las condiciones sine qua non es impensable la felicidad para los jóvenes de hoy. Pero, ¿como se ven los jóvenes a sí mismos?

1. Los jóvenes, ¿se dicen felices o infelices? Muchas veces se oye decir que tenemos una juventud desarraigada, indolente, vaga, acomodada en casa, triste, errante y hasta violenta. Puede que haya algo de esto en algunos jóvenes (¿y en los adultos no?) e incluso que en algún segmento juvenil 8

esos aspectos negativos sean los prevalentes. Pero, como hemos mostrado en infinidad de trabajos, la juventud como categoría sociológica uniforme no existe. Sin estar completamente de acuerdo con la boutade de Bourdieu, cuando dijo aquello de que «la juventud no es sino una palabra», es evidente que es absolutamente central distinguir entre unos jóvenes y otros. De ahí la importancia de trabajar con tipologías de jóvenes, pese al riesgo de etiqueta que conllevan, aunque siempre menor que cuando se etiqueta al conjunto juvenil de esto o de aquello. Pero ya de entrada cabe preguntarse en esta cuestión de la felicidad cómo se ven los jóvenes a sí mismos, si felices o infelices. De hecho, al considerar las respuestas de los mismos jóvenes, que contrapesan a la vez variados aspectos de sus propias vidas, podemos afirmar que los jóvenes españoles están mayoritariamente satisfechos con sus propias vidas. Preguntados directamente en el citado estudio de Jóvenes españoles 1999 sobre cómo valoran la vida que llevan, el 82% responde que su vida le satisface mucho o bastante. Un 14% se sitúa en términos un tanto «pasotas»: simplemente vive, y no se plantea problemas de ningún tipo. Un muy escaso 4% de jóvenes responde que está poco o nada contento con la vida que lleva. Así, en el capítulo de reflexiones finales del estudio, concluíamos que la cifra del 82% de los jóvenes españoles afirmando que está contento con la vida que lleva nos parecía relevante. Según ellos mismos, estamos, en efecto, ante una juventud contenta, feliz, bien inserta en la sociedad, sin mayores problemas ni con los profesores, ni con sus padres, ni con sus hermanos. Menos aún con sus compañeros y amigos. A mayor abundamiento, en el estudio de 2005, el 69% dice tener un nivel adecuado de libertad; el 22%, más libertad de la que, a su juicio, debería tener, y un escaso 9% señala que tiene menos libertad de la que debería tener, lo que otros estudios posteriores han confirmado. Llamativa constatación que, a nuestro juicio, no es sino una soterrada e implícita demanda de referentes, de balizas de comportamiento, de concreción de 9

indicadores de lo que vale y no vale, de lo que está bien y de lo que está mal. Es un grito silencioso de demanda de sentido. De hecho se sienten y, cuando se les pregunta, se dicen libres, pero no son libres. Tienen fuertes ataduras con la familia de origen y viven muchos años, demasiados, en la dependencia familiar, escolar, social, experimentando en lo que quieren, pero sin la responsabilidad de tener que dar cuenta de lo que hacen. Quiero significar que nunca generación alguna ha sido tan autónoma, con un horizonte menos predeterminado, más abierto. Esta es su ventaja y su riesgo, su fuerza y su debilidad. Detengámonos brevemente en el Informe 2004 Juventud en España, realizado en el marco de los que habitualmente realiza el INJUVE, del Ministerio de Asuntos Sociales, en el que hay un apartado donde se aborda esta cuestión 4 . Los jóvenes españoles «afirman que son más felices que los adultos, y cuando los comparamos con nuestros vecinos europeos indican índices de felicidad superiores a la media», señala el autor de esta parte del Informe, Jaume Andreu (p. 483). En los gráficos y tablas que se ofrecen en el estudio podemos leer que, con formulaciones similares, los jóvenes, en cifras que varían entre el 81% y el 89%, se dicen felices (muy o bastante felices) en diversas investigaciones realizadas en España entre 1991 y 2003. Asimismo, según una encuesta social europea que se reproduce, en una escala de felicidad de elaboración propia, de 1 a 10 los jóvenes españoles se sitúan en el punto 7,9, siendo los valores extremos los de Dinamarca, con 8,2, en el extremo superior y, sorprendentemente para el que suscribe, Grecia e Italia en el extremo inferior, con cifras de 7,1 y 6,7 respectivamente 5 . En todo caso, con cifras no muy diferenciadas. 4 Informe 2004, juventud en España. Madrid, INJUVE. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2005. Cf. pp. 483ss (se puede consultar el estudio en la web del Ministerio). 5 Por el contexto, supongo que el autor ha privilegiado la dimensión económica, pues en los primeros lugares están, además de Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suiza, y en el inferior, además de Italia y Grecia, Polonia, Hungría y la República Checa.

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En otro momento se preguntan los autores del estudio qué es lo que hace felices a los jóvenes. Pese al excesivo agrupamiento de indicadores en el segundo ítem, nos parece interesante transcribir la tabla en la que los investigadores de este estudio resumen las razones que dieron los jóvenes españoles cuando se les preguntó, en pregunta abierta, los años 1991, 2000 y 2004, por las «causas de su felicidad». Tabla 1. Las causas d e la felicidad juvenil. Evolución e n los ú l t i m o s quince a ñ o s (en %) 1991

2000

2004

Relaciones personales

39

40

44

Estado personal (salud, independencia personal, estado de ánimo, autoimagen, aceptación)

31

19

15

Ocupación profesional (estudio/trabajo)

15

7

9

Diversión, viajes

9

10

8

Bienes materiales

3

5

5

Asuntos colectivos

2

1

-

Todo

-

15 2

15 1

-

3

1.226

6.492

5.014

Nada Otros N=

Estudios de la juventud de INJUVE. Siempre preguntas abiertas. El año 1991, máximo de tres respuestas. En 2000 y 2004, solo una respuesta admitida

Fuente: INJUVE, Informe 2004, Juventud en España, p. 485

La conclusión que retiene Jaume Andreu es la siguiente: «A los jóvenes, lo que les hace felices son las relaciones que mantienen con sus familiares, amistad y pareja. Mantener un entorno íntimo armonioso es clave para que un joven se sienta feliz. Esta paz externa con su entorno más cercano hace que la mayoría de ellos conteste en las encuestas que se siente bastante feliz». A lo largo de este trabajo, y especialmente en el último capítulo, vamos a profundizar en esta afirmación que consideramos de todo punto acertada, aunque precise profundización y matizaciones. 11

En todo caso, los jóvenes parecen estar contentos con sus vidas. Así, en la última frase del capítulo de reflexiones finales del estudio de la Fundación Santa María del año 1999 decíamos que los jóvenes españoles «están bastante contentos con el trabajo los que trabajan, con los estudios los que estudian, y la gran mayoría razonablemente satisfecha con la vida en general». Trabajos posteriores, y entre ellos el del año 2005 de la misma Fundación Santa María, nos hacen atemperar un poco esa afirmación. En realidad es la lectura del investigador la que pone en duda la propia aseveración del investigado. Cuestión siempre peligrosa, pero, como vamos a ver inmediatamente, no es una proyección del investigador, de Javier Elzo en este caso, y de su escala de valores sobre los investigados, los jóvenes españoles de hoy, sino consecuencia de la lectura de otros datos que nos suministran los propios jóvenes. Concretamente vamos a analizar ahora cuáles son, según ellos mismos, los rasgos que les definen. Después nos detendremos en la comparación de las dos percepciones que los jóvenes nos transmiten de sí mismos: sus sentimientos de felicidad e infelicidad y los rasgos que según ellos les definen.

Respecto a la primera cuestión, la única que aquí nos interesa, formulada abiertamente, llegaron a este ranking de respuestas, limitándonos en esta presentación a las que obtuvieron como mínimo un 10% de menciones. Tabla 2. Adjetivos q u e , s e g ú n los jóvenes, mejor les definen (cinco adjetivos m á x i m o ) Adjetivo calificativo de la juventud actual

Porcentajes de menciones

Divertida

51

Trabajadora

23

Dinámica

22

Extrovertida

19

Libre

18 17

Pasota Moderna

14

Irresponsable

13

Inconformista

11

Liberal

10

Responsable

10

Viciosa

10 N = 393

2. Imagen que los jóvenes tienen de sí mismos En una investigación realizada durante los meses de octubre y noviembre de 2003 a 393 jóvenes, con edades comprendidas entre los 18 y los 25 años, de ambos sexos, en las ciudades de Madrid, Barcelona y Sevilla, mediante entrevista personal, se pretende obtener, en primer lugar, una autoimagen de ellos mismos, y a continuación cuáles son las marcas comerciales que más les atraen 6 . 6

MILLWARD BROWN SPAIN, LOS jóvenes españoles y sus marcas. Noviembre de

2003. Millward Brown Spain pertenece a una empresa internacional de investigación en cultura, entretenimiento y mercados. Hay otro trabajo suyo muy interesante, y similar al que aquí presentamos, pero con trabajo de campo cualitativo entre la juventud europea. Cf. http://www.emprendedorxxi.es/ html/publicaciones_home.asp (20 de agosto 2004).

12

Fuente: MILLWARD BROWN SPAIN, Los jóvenes españoles y sus marcas. Noviembre de 200

Aunque la comparación con los estudios de la Fundación Santa María es muy difícil de realizar (la lista de adjetivos propuesta en estos últimos es distinta, la edad es diferente, así como, muy probablemente, el sistema de obtención de información, domiciliaria en la Fundación y, suponemos, que en la calle en Millward Brown, así y todo las diferencias que obtenemos no soy muy relevantes, bien al contrario, son más las similitudes. En efecto, observará el lector que hay muchos elementos comunes en ambos estudios: los jóvenes se ven trabajadores, consumistas, egoístas/irresponsables, rebeldes/inconformistas, etc. En realidad, la mayor diferencia viene del hecho de que en nuestros trabajos no hemos introducido el adjetivo de juventud 13

«divertida», que es, por el contrario, el que en mayor grado es mencionado en el estudio de Millward Brown Spain, indicador, evidente a nuestro juicio, de la importancia del tiempo libre y de ocio en sus vidas. Tabla 3. Rasgos que caracterizan a los jóvenes. Comparación 1994-1999-2005. En % de menciones el año 2005 (respuestas múltiples) Rasgos atribuidos a los jóvenes de su edad

Evolución rasgos Positivos Negativos +9,3 +9,3 +3,2 +3,2

2005 1999 1994 2005-1994

Consumistas

59,8 46,4 50,5

Rebeldes

54,1 42,9 50,9

+6,4 Pensando sólo en el presente 38,3 31,9 Independientes 34,1 38,2 55,1 -21,0 +8,3 Egoístas 31,0 21,7 22,7 Poco sentido del deber

26,7 20,7 16,9

-

-4,0

Leales en amistad

25,5 29,5

24,8 16,6 16,8

Solidarios

22,5 27,9 25,9 -3,4 +2,5 20,3 27,2 17,8 -4,4 20,3 24,7

Tolerantes Generosos Maduros NS/NC

13,4 13,6 17,7 -4,3 11,4 21,1 16,9 -5,5 1,5

0,3

+8,3

+9,8

Poco sentido del sacrificio

Trabajadores

+6,4 -21,0 +9,8 -4,0

+8,0

+8,0 -3,4 +2,5 -4,4 -4,3 -5,5

0,6

4.000 3.853 2.028

-40,1

+41,8

Fuente: Jóvenes españoles 2005. Fundación Santa María.

Centrándonos en la tabla 3 con los datos de la Fundación Santa María de los últimos diez años, la observación mayor que hay que retener es la baja autoestima de los jóvenes cuando se les pregunta por los rasgos que les caracterizan. En los datos de 2005 constataremos cómo los rasgos de «consumistas», «pensando solo en el presente», «egoístas» y «con poco sentido del deber y del sacrificio» aparecen entre los que el mayor número de encuestados señalan atribuyéndoselos al conjunto de los jóvenes. En sentido contrario, y mencionados comenzando 14

por el que menos, la condición de «maduros», «generosos», «tolerantes», «trabajadores», «solidarios» y «leales en amistad» se sitúan como los rasgos que, a su juicio, menos caracterizan a los jóvenes españoles de hoy. En otras palabras, los jóvenes se atribuyen en notorio mayor grado los rasgos negativos que los positivos. Probablemente estemos ante una de las notas más negativas da la juventud española a tenor de los datos del presente estudio. Qué haya en esta valoración de asunción de lo que perciben de la atribución del mundo adulto hacia la juventud actual (identidad externa) y qué de introspección de su propia conciencia de su forma de ser y estar en la sociedad (identidad interna) es cuestión particularmente compleja, aunque a priori nos inclinaríamos más por subrayar la dimensión inducida del exterior, aun sin olvidar su cómoda instalación en la adolescencia despreocupada. Los jóvenes, precisamente por su condición de tales, reproducen en su «imaginario» (aunque menos en sus actos) lo que perciben del mundo exterior. Además, este diagnóstico se ha acentuado en los últimos años de forma palmaria. Hay más jóvenes el año 2005 que el año 1994 que consideran a la juventud de su momento concreto, esto es, a sí mismos como colectividad, consumistas, presentistas, egoístas, etc., y menos que los ven (que se ven) maduros, generosos, trabajadores, solidarios y leales en la amistad. La tabla 3 es concluyente al respecto. Con la única excepción del rasgo de tolerantes, y por bien poco, en todos los demás caracteres sube la proporción de atribuciones negativas (41,8% más de atribuciones negativas) a la par que desciende cuando de rasgos positivos se trata (40,1% menos el año 2005 que el año 1994). Es preocupante que, en comparación con los jóvenes de 1994, los del año 2005 se consideren todavía mas consumistas, pensando en mayor grado en el presente y obviando el futuro, que se vean a sí mismos aún más egoístas, con poco sentido del deber, con poco sentido del sacrificio, rasgos todos ellos negativos que, además de mencionarlos entre los que en mayor grado los definen, lo hacen aún con mayor intensidad el año 2005 que diez años antes. Además, es particularmente llamativo que el 15

año 1994, el rasgo que en mayor grado se atribuyeran los jóvenes fuera el de ser independientes, con un 55% de menciones, y que descienda 21 puntos el año 2005, dejando en primer y destacado lugar en el ranking de atribuciones el de consumistas, coincidiendo en esta atribución, por cierto, con el que resumiría a los jóvenes según el trabajo de Millward Brown Spain arriba referenciado. La condición de «rebeldes» e «independientes» exige un breve comentario aparte. Los jóvenes se han considerado siempre «rebeldes». Así lo indica más del 50% de los jóvenes el año 2005, incluso unos pocos más que el año 1994. No lo consideramos en ningún polo -aunque nos inclinaríamos a situarlo en el positivo- por la dificultad de interpretar su significado, máxime visto el conjunto de sus auto-atribuciones. Por el contrario, el rasgo de independiente es más claro y, si se me permite el juicio de valor, más preocupante. En efecto, como acabamos de ver, cada día hay menos jóvenes que se sienten independientes: 55% el año 1994, 38% el año 1999 y apenas el 34% el año 2005. Es difícil no pensar en una juventud que se siente en stand by, relativamente instalada, que se dirá feliz aunque en realidad lo es menos de lo que incluso se dice. Todo este conjunto de datos de alta atribución de los rasgos más negativos y baja de los más positivos no admite dudas en el triste autodiagnóstico que se hacen de sí mismos los jóvenes españoles el año 2005. Más aún si analizamos los datos de forma diacrónica. Estamos ante una juventud que se valora poco, que tiene muy baja imagen de sí misma. Si la felicidad hubiera de medirse por la virtud, por hacer el bien, preocuparse de los demás, etc., no cabe decir que esta juventud se perciba feliz. Peor aún, cada vez menos feliz y cada vez más dependiente, no autónoma, precisamente cuando una de sus notas dominantes es la de querer ser autónoma, construir el puzzle de su vida ella sola, ella con su sola experiencia y durante un período prolongado, lo que dure la adolescencia hasta que se hagan, propiamente hablando, jóvenes, básicamente en su grupo de conocidos y amigos con los que comparten su tiempo libre. 16

3. Plan y contenido del libro Tras esta introducción, donde hemos abordado sucintamente el concepto de felicidad y unos datos elementales de estudios recientes que nos muestran hasta qué punto se sientes felices los jóvenes, nos centraremos, en los tres primeros capítulos, en tres aspectos que consideramos importantes en la juventud actual, antes de abordar en el cuarto una tipología inédita de los jóvenes españoles. En el quinto, recogiendo parte de lo que hemos ofrecidos en los capítulos anteriores, presentaremos un ensayo sobre la felicidad subjetiva de esos mismos jóvenes. Cerraremos el libro con unas reflexiones finales sobre los jóvenes de hoy y los de mañana, atendiendo a su felicidad. En el capítulo 1, que hemos titulado «La educación familiar en un mundo en cambio», de forma muy sucinta estudiamos la realidad de la sociedad actual como un mundo en mutación, con unas referencias a la sociedad española de 2006, y la necesidad de abordar, en este contexto, la educación de forma global. Veremos dónde reside, a nuestro juicio, lo esencial del cambio familiar hoy en España, y nos interrogaremos sobre sus capacidades para educar a las nuevas generaciones. En el capítulo 2 hemos reflexionado sobre la realidad de la violencia juvenil en España. Tras unos breves datos de su prevalencia, nos detenemos en algunas teorías que explican los orígenes de la violencia juvenil y la necesidad de introducir la lectura que el propio joven realiza de la violencia para entenderla y abordarla. Tras presentar algunas modalidades actuales de violencia juvenil (familiar, escolar, en relación con el ocio y consumo abusivo de alcohol y drogas, etc.), nos detendremos en sus causas o factores y en la forma de prevenirlos. Cerramos el capítulo con unos elementos interpretativos de la violencia actual en los adolescentes españoles. Nadie pondrá en d u d a la conveniencia de introducir los dos capítulos anteriores en un libro que aborde la felicidad juvenil. Además, como se comprobará en el capítulo 5, forman parte de la construcción del índice subjetivo de felicidad. Pero 17

introducir un capítulo sobre la dimensión religiosa, máxime -lo a d e l a n t o - cuando su papel en el referido índice al final será menor, muchos lectores quizá no lo entiendan. Sin embargo hay dos razones básicas para este capítulo. En primer lugar la importancia que concedemos a la dimensión religiosa, que, aunque en declive en gran parte de la juventud, especialmente en su dimensión institucional, resulta, sin embargo, muy relevante para comprender determinados comportamientos. En segundo lugar, la escasez en la literatura española de trabajos concernientes a la religiosidad juvenil (los que hay son relativamente breves, aunque fundamentados en datos sólidos). Este será, en consecuencia, el capítulo 3 de este trabajo. Entre otras cuestiones, pasaremos revista en ese capítulo, de forma casi telegráfica, a las prácticas religiosas, creencias, niveles de oración, asociacionismo religioso, la cuestión de las vocaciones religiosas, las actitudes de los jóvenes hacia la Iglesia católica, la dimensión experiencial de lo religioso en los jóvenes y los agentes de socialización religiosa. Concluiremos el capítulo con dos apartados. En el primero ofreceremos a la consideración crítica de los lectores una explicación sociológica de las relaciones de los jóvenes con la Iglesia católica y, en el segundo, propugnaremos un nuevo paradigma para la Iglesia en la sociedad de hoy. En el capítulo 4 presentamos una tipología de los jóvenes españoles de 2005 redactada para este libro, por tanto no incluida en el Informe de ese año presentado en abril de 2006. Además, y tras un somero repaso a la tipología de 1999, que tuvo un eco importante en varios ambientes de la sociedad española, comparo ambas tipologías. Esto nos permitirá observar cuál ha sido la evolución de los jóvenes españoles en estos seis años, con la ayuda del instrumento sintético que es la tipología y, sin perdernos en detalles, subrayar las líneas de fuerza subyacentes en el cambio habido. Pues cambio hay. En el capítulo 5, que hemos titulado «¿Es maravilloso ser joven?», hemos elaborado un índice subjetivo de felicidad en la 18

juventud actual española. Insistimos que, con este índice, no somos nosotros los que vamos a decir quiénes son los jóvenes más felices y quiénes menos. De eso hablaremos en el capítulo final. En este capítulo 5 comenzamos por pasar revista a varios estudios recientes, todos posteriores al año 2000, en los que hemos participado y que abordan la cuestión de la felicidad juvenil, para extraer de ellos las conclusiones principales. A continuación, y en base al reciente estudio de la Fundación Santa María Jóvenes españoles 2005, hemos construido para este libro un índice que nos permitirá alinear, en un ranking de felicidad subjetiva, los cinco colectivos que conforman la tipología que hemos presentado en el capítulo precedente. Si en todo el libro hay bastantes tablas, en este aún más, y más complejas, pero es necesario para justificar, con rigor científico -y por tanto criticable-, el índice que presentamos. Sí, en este libro hay muchas tablas, pero hemos cuidado la redacción de tal modo que todo lector alérgico a los números y a las cifras pueda seguir la lectura sin necesidad de detenerse a leer las tablas. Incluso cuando hago referencia explícita a las tablas (estoy obligado a hacerlo para significar en qué datos me baso), el lector puede seguir su lectura haciendo caso omiso de mis referencias. Por último, el capítulo 6, el de las reflexiones finales, ya sin tablas, pretende ser el colofón de todo el trabajo. Lo dividimos en tres partes. En primer lugar analizamos los cinco colectivos de nuestra tipología en orden a sus niveles de felicidad. En segundo lugar nos detenemos en los rasgos y perfiles de los jóvenes atendiendo a su felicidad y ofrecemos un cuadro resumen de los factores que cabe asociar a los mayores niveles de felicidad. Pero todo esto está pensado y trabajado con informaciones sobre los jóvenes de hoy. Ser feliz hoy no quiere decir que ese joven vaya a serlo mañana, ya adulto. De ahí que el libro se cierre con el interrogante de saber, a propósito de los jóvenes de hoy y que he analizado en este libro, cuáles tienen mas probabilidades de serlo en un futuro próximo cuando sean adultos. Arriesgado trabajo que aquí no 19

pretende el marchamo de cientificidad, obviamente, pero sí el de la racionalidad. Quiero agradecer a PPC la atención y paciencia que ha tenido conmigo. Pero más aún a mi esposa, a mi hijo y a mi hija, que me han visto pegado al ordenador tantos días y tantos fines de semana.

1 LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y ESCOLAR EN UN MUNDO EN CAMBIO

Donostia / San Sebastián, 3 de mayo de 2006 En noviembre de 2005 fui invitado por la Universidad Pontificia Comillas a pronunciar la conferencia inaugural de un congreso sobre «Educación y familia». Estas fueron las preguntas que me formularon y sobre las que me pedían unas reflexiones: «¿Qué retos impone la sociedad actual en cambio a los padres en la educación de sus hijos? ¿Está educando la familia a sus hijos? ¿En qué está educando? ¿Qué relación puede tener la respuesta a estas cuestiones con el sistema educativo formal?». Cuestiones de gran calado que llevo trabajando estos últimos años. En estas páginas voy a presentar, resumidas, algunas de las reflexiones que ofrecí en Comillas, aunque completadas con otras de nuevo cuño. Comenzaremos con una brevísima pero fundamental reflexión sobre la importancia de tomar conciencia de que vivimos realmente en un mundo en cambio, en mutación histórica. Después reflexionaremos sobre la educación en ese contexto. En tercer lugar nos detendremos en varios modelos de familia emergentes en estos momentos y en su capacidad educadora, para, en cuarto lugar, centrarnos en lo que consideramos central y básico en la educación actual de los adolescentes, a saber, el paso del modelo tradicional, mediterráneo y católico, de familia al modelo posmoderno, nórdico y protestante. 1. Un mundo en cambio, un mundo en mutación El mundo está cambiando a pasos acelerados, delante de nuestros ojos, sin que apenas nos demos cuenta. Por concretar, distinguiré los cambios en el ámbito occidental, aun sin olvidar, como se verá, el globo terráqueo y, dentro del mundo occidental, los cambios en España. 20

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a) La dimensión occidental Vivimos un período de mutación histórica. Un período que, en su fase cumbre, abarca el último cuarto del siglo xx y lo que llevamos del presente, solamente equiparable a otros señalados períodos de la historia que solemos asociar, por simplificación, a acontecimientos concretos: la revolución rusa en los inicios del siglo xx; la revolución industrial a mediados del xix; la revolución francesa en los finales del xvm; la creación de la imprenta, el descubrimiento de América y la Reforma de Lutero, a caballo entre los siglos xv y xvi. En los últimos tiempos hay unos cambios y transformaciones en la sociedad que hacen difícil la percepción de lo que es esencial respecto a lo accesorio. Aquí vale aquello de que el bosque no permite ver el árbol. Unos hablarán de la crisis de valores, otros del pensamiento único, los terceros del nuevo papel de la mujer, sin olvidar a los que señalarán como paradigmático el terrorismo como la forma de violencia del siglo xxi, etc. En realidad, lo que subyace es la cada día más evidente constatación de que nos encontramos ante una nueva etapa, ante una mutación histórica, ante el tránsito de la llamada sociedad moderna hacia la posmodernidad, sea como «modernidad avanzada» o como «alta modernidad», como dijera en un libro poco leído José Luis Pinillos 7, sea, más radicalmente, como nueva sociedad, apareciendo la globalización y el desafío de las nuevas tecnologías como dos de los elementos centrales y configuradores, a los que suelo añadir, con fuerza, el nuevo papel de la mujer en la sociedad del denominado mundo occidental, auténtica revolución silenciosa de la nueva sociedad. Uno de los mayores retos al que nos enfrenta la actual situación de globalización y desarrollo tecnológico desbrujulado, y socialmente incontrolado, es el de un individualismo creciente, 7

22

J. L.

PINILLOS, El

corazón del laberinto. Madrid, Espasa Calpe, 1997.

temeroso, apocado, con la percepción en la gran mayoría de las personas de pequenez, fragilidad, en definitiva, de incertidumbre, término este que probablemente define mejor el rasgo capital de los ciudadanos de la sociedad occidental en la que estamos inmersos. Una sociedad con abundancia de bienes, pero temerosa de perderlos, que siente a veces el escozor de su riqueza cuando no puede por menos de compararse con la suerte que corren las gentes de otros países. La globalización y mundialización, junto a la irrupción de las nuevas tecnologías, de las que Internet aparece como el buque insignia en estos últimos años, atraviesan la realidad social creando nuevas dualidades entre los que saben acomodarse o adelantarse a los nuevos tiempos (aunque muchas veces por mera habilidad en el manejo de los instrumentos, pero sin capacidad de controlar la finalidad de su uso) y los que, perplejos o adormecidos, ven pasar la historia arrinconados en sus seguridades y temores. Solamente el que sea capaz de controlar el alfabeto, la lengua y el lenguaje informáticos y haya adquirido la formación para «aprender a aprender», como señala el olvidado Informe Delors sobre la educación, estará en condiciones de ser competente en el siglo entrante. Además, cuando, desde una perspectiva diacrónica, se analiza la evolución de los valores en la sociedad en mutación en la que nos encontramos, constatamos que hay una gran línea de fuerza que atraviesa todo este proceso: en la sociedad moderna existía la plausibilidad de un proyecto global, holístico, de una idea matriz, de un norte como faro de acción social, a diferencia de lo que sucede en la sociedad emergente, que se caracteriza por la incertidumbre, la duda, el repliegue en lo cotidiano, en lo emocional, en la proxemia. Así valoramos lo subjetivo sobre lo objetivo, la fiesta sobre la formación y el trabajo, la responsabilidad diferida sobre la autoresponsabilidad, la dimensión experiencial de lo religioso, dando crédito a toda suerte de fenómenos para-religiosos sobre la institucionalización en Iglesias que, también hay que decirlo, a veces se anquilosan en añoranzas estériles. Aceptamos 23

el compromiso puntual, sobre todo si es lejano, pero no nos comprometemos en lo duradero, valoramos el presente sobre el futuro, quedando relegado el pasado a entretenimiento cultural, aunque, cada vez más, adquirirá fuerza como referente. Como la familia extensa, dicho sea de paso, si la experiencia francesa se confirma.

b) La dimensión española En España vivimos obviamente la mutación occidental con algunas especificidades que solamente voy a apuntar, deteniéndome en lo que considero más central para el tema que nos ocupa. Nadie discutirá que hemos pasado de ser un país de emigrantes a otro de inmigrantes, y que nuestra situación económica y social es de las mejores del mundo. Ahora bien, con la actual tasa de natalidad no somos capaces de reproducirnos y, dada la calidad de nuestra sanidad, cada vez nos morimos con más edad, generando una pirámide de edades que cada día es menos pirámide. Tras cuarenta años de la dictadura franquista pasamos, sin solución de continuidad, a cuarenta de terrorismo etarra, para vivir ahora, tras la matanza del 11 de marzo, con la amenaza del terrorismo de origen islámico. En consecuencia, España se repliega y los sentimientos localistas y regionalistas o nacionalistas se hacen más fuertes (es la cara opuesta a la mundialización, como es bien sabido), sin que eso suponga, si sabemos ser social y políticamente inteligentes, que deba hacerse en detrimento de la españolidad. Sería letal -creo que debo decirlo- que se instaurara un conflicto de identidades, peor aún de sentimientos de pertenencia contrapuestos en el interior del Estado español, en el interior de España. Tengo miedo de que la tenebrosa historia de las dos Españas vuelva a implantarse entre nosotros. Esa es una amenaza para nuestra convivencia y la de nuestros hijos. La labor educativa en los medios de comunicación, en las escuelas, en los discursos políticos y, por supuesto, en las familias, es central en ese punto. 24

De todas formas, el telón de fondo que está atravesando la sociedad española es el de la secularización. En realidad es lo que sucedió en Europa durante el siglo pasado, y aquí lo hemos vivido, quizá con la excepción de Cataluña, que viene de más lejos, durante los últimos treinta años. Y de forma extremadamente acelerada, desordenada, cuando no revanchista. No puedo entrar en este punto aquí, pero las encuestas europeas de valores que manejamos nos muestra paladinamente esta realidad. Como señala el profesor Kerkhofs, fundador de la Encuesta Europea de Valores, cuando vino invitado por nosotros al «Forum Deusto» para hablarnos de la evolución de valores en Europa: «Nuestras encuestas de 1981,1990 y 1999-2000 revelan unas tendencias en las que participan la mayor parte de los países. Nombro en primer lugar la individualización progresiva, en seguida (...) la secularización, cada día mas generalizada. Estas dos tendencias, de hecho, están religadas entre sí. (...) Las causas principales han sido, en primer lugar, la democratización de la enseñanza y a continuación la industrialización, con el impacto fulminante de las nuevas tecnologías. En un segundo momento hay que subrayar la democratización de la enseñanza secundaria y superior en las chicas. Este último factor es de enorme importancia, pues son las madres las que transmiten los valores. Su emancipación es probablemente el fenómeno más importante del período posterior a la segunda guerra mundial». Aplicado a España, modifico algo las fechas: es probablemente el fenómeno más importante entre los años 1975 y 2000. Hoy, en la universidad española, hay mas chicas estudiando que chicos, obtienen mejores calificaciones que los chicos, más becas que los chicos y, en determinados ámbitos profesionales, hay ya más chicas que chicos. Se divierten hasta el amanecer como los chicos (aunque saben hacerlo, al menos la mayoría, con red), y saben congeniar mejor que los chicos la diversión con el trabajo y la formación. Pero solamente el 4% se proyecta en el futuro como amas de casa, con lo que un modelo de familia, que más adelante mostramos, está irremisiblemente tocado de ala. Mortalmente tocado de ala, sospecho. 25

En este contexto, muy esquemática y parcialmente esbozado, hay que entender la evolución de la familia y la educación en España y la imbricación entre ambas.

2. Una educación en cambio Hablando de la educación suelo traer a colación un documento de trabajo de la Comisión de las Comunidades Europeas titulado Memorándum sobre la educación a lo largo de toda la vida, fechado en Bruselas el 30 de noviembre de 2000 (SEC-2000,1832), con la pretensión de abrir un debate sobre la educación en la Unión Europea. El Memorándum señala la urgencia del empeño, pues 1) Europa ha evolucionado hacia una sociedad y una economía basadas en el conocimiento, y 2) los europeos de hoy viven en un m u n d o social y político complejo, de tal suerte que más que nunca los ciudadanos que desean planear sus propias vidas tienen que participar activamente en la sociedad y deben aprender a convivir de forma positiva con la diversidad cultural, étnica y lingüística. «La educación, en el más amplio sentido de la palabra, es la clave para aprender y comprender cómo afrontar esos retos», concluye. En este punto distingue tres modalidades -aunque sabidas, poco asimiladas- de aprendizaje: formal, no formal e informal. (Obsérvese que no se habla de enseñanza, sino de aprendizaje.) 1) El aprendizaje formal se desarrolla en los centros de educación y formación, y conduce a la obtención de diplomas y cualificaciones reconocidos. Es lo que hasta ahora han hecho las universidades y los centros docentes. 2) El aprendizaje no formal se realiza paralelamente a los principales sistemas de educación y formación, y no suele proporcionar títulos formales. Este tipo de aprendizaje puede adquirirse, por ejemplo, merced a organizaciones o servicios establecidos para completar los sistemas formales (como cursos 26

de arte, música, idiomas, habilidades sociales, reciclajes, congresos, etc.). 3) El aprendizaje informal es un complemento natural de la vida cotidiana. A diferencia del aprendizaje formal y no formal, el aprendizaje informal no es necesariamente intencionado y, por ello, puede no ser reconocido por los propios interesados como positivo para sus conocimientos y aptitudes. Lo hacemos en nuestra casa, en nuestra vida cotidiana, en el ocio, en el uso del tiempo libre, en la amistad, en los medios de comunicación, etc. Añade el Memorándum, creo que con razón, que «el aprendizaje informal corre el riesgo de quedar excluido por completo del panorama, a pesar de que es la forma más antigua de aprender y sigue formando la base del aprendizaje en la primera infancia. La aparición de la tecnología informática en las casas antes que en las escuelas subraya la importancia del aprendizaje informal. Los contextos informales representan una enorme reserva educativa y podrían ser una importante fuente de innovación para los métodos didácticos». Añadimos nosotros que es cada día más importante en la primera infancia, en la adolescencia y en todas las edades de la vida, pese a la brecha digital que, según un reciente trabajo del BBVA, puede estar instalándose en España. Hablando de la escuela y de nosotros, los profesores, una de las explicaciones, que se me antoja muy importante, aunque quizá no la más importante, viene de lo que vengo señalando desde hace años en la priorización que de hecho damos a la labor y las funciones de la escuela. Entre otras funciones asignadas a la escuela cabe recordar estas tres: 1) la transmisión de conocimientos, de tal suerte que obtengamos alumnos lo más instruidos y cultos posibles, 2) la formación, para que obtengan las habilidades necesarias a fin de que puedan insertarse socialmente en un puesto de trabajo, y 3) la educación, con el objetivo de lograr alumnos que se conviertan en ciudadanos responsables. Estoy plenamente de 27

acuerdo con el profesor Defrance 8 cuando, estudiando el fenómeno de la violencia escolar, señala que de las tres es la tercera la más urgente e importante hoy en día, y no solamente en el tema de la violencia escolar, me permito añadir. Pero los que estamos en la docencia sabemos que no es esa, en absoluto, la primera de nuestras prioridades en nuestra labor cotidiana, más allá de proclamaciones, idearios, objetivos programáticos, etc. Por otra parte, preguntados los escolares españoles por las razones para estudiar, la obtención de un título y conseguir un trabajo son, indiscutiblemente, las que más les motivan y aducen en primer lugar 9 . Predomina la dimensión instrumental de los estudios sobre la expresiva-afectiva, y no digamos formativa, como señala González-Anleo, lo que explica no poco la escasa importancia que conceden a la escuela como agente de socialización, como mostraremos en el capítulo 3. No extrañará que, preguntados los universitarios de mi Universidad de Deusto por las razones por las que habían escogido esa Universidad para cursar sus estudios superiores, dándoseles tres opciones de respuesta, el 61% adujera su prestigio, el 52%, su cercanía, y solamente el 6% mencionara el carácter religioso del titular de la Universidad 10 . Sin embargo, y volviendo al Memorándum europeo y a las tres modalidades de aprendizaje, es evidente que la escuela es el espacio por excelencia del aprendizaje formal, por su sistematicidad, continuidad y control", pero a condición, permítaseme repetirlo una vez más, de que sepa aliar la función instructora con la educadora, sabiendo que la buena calidad de ambas ayudará al joven en su inserción laboral y social. 8 9

B. DEFRANCE, «Violence de l'école», en Panoramiques 44 (2000), p. 101. Jóvenes españoles 1999. Fundación Santa María, o. c, cf. p. 170 y comenta-

rios de GONZÁLEZ-ANLEO. 10 En J. ELZO / T. LAESPADA / T. VICENTE, La religiosidad en los universitarios de

Deusto. Cuadernos de Teología Deusto 32. Bilbao, Universidad de Deusto, 2004. 11 Me he ocupado de este tema en L'educado del futur i els valors. Debats d'Educació. Barcelona, Fundació Jaume Bofill, 2005. El original en castellano puede consultarse e imprimirse en la web de la Fundación Bofill.

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3. Una familia en cambio Es un lugar común decir que la familia está viviendo un rápido y profundo proceso de cambio. También en España. Creo que hay dos dimensiones que debemos distinguir en este punto: la dimensión formal, con las nuevas modalidades de familia o de parejas, por un lado, y la evolución en el seno de la familia nuclear y de la pareja (hombre y mujer) que la origina, por el otro. Con la evolución formal de la familia nos referimos a la emergencia y consolidación de familias monoparentales, familias reconstituidas, familias interraciales e interreligiosas, parejas del mismo sexo, etc. Con la evolución del contenido de las familias nucleares nos referimos a la capacidad educadora de diferentes tipos de familia.

a) Las nuevas formas de la familia La composición de los hogares españoles, según se desprende del Informe del Instituto Nacional de Estadística dado a conocer en mayo de 2004, nos muestra que todavía el modelo nuclear tradicional de familia (padre, madre con o sin hijos) sigue siendo el mayoritario en la sociedad española actual. Bajo el concepto de «otro tipo de hogar» se engloba al 12% de hogares y a casi el 15% de personas. Si añadimos un 7% de hogares conformados por adultos con hijos (donde caben los viudos con hijos y las denominadas familias monoparentales), que agrupan al 6% de personas, llegamos al 20% de hogares españoles. Si se prefiere, alrededor del 80% de hogares y personas viven hoy, en España, según el modelo tradicional, nuclear, al incluir ahí también las personas solteras sin hijos a cargo. Otra cosa distinta es que, según la misma fuente, del año 1996 al 2002 se haya casi doblado el porcentaje de hijos nacidos fuera del matrimonio, que pasa en las fechas señaladas del 11,7% al 21,4%. Este hecho muestra que, más allá de la continuación del modelo tradicional del hogar familiar, no solamente las relacio29

nes sexuales, sino también los nacimientos, tienen lugar cada vez en mayor medida fuera del hogar. Con estos datos emitiríamos esta hipótesis: la perdurabilidad, y hasta el deseo de mantener la familia tradicional (como muestran la alta valoración que reciben en las encuestas), se están disociando cada vez más, de facto, de la procreación. El íter y los perfiles diferenciales de esta disociación, así como la percepción de lo que la familia sea, merecen atención preferente. En el apartado sobre la evolución del contenido en las familias nucleares avanzaremos unas reflexiones en ese sentido, pero antes, por su pertinencia mediática, un párrafo dedicado al tema de las uniones homosexuales. En realidad trascribo un anécdota, que es más que una anécdota, de lo sucedido en un congreso español sobre la familia. Composición de los hogares españoles el año 2001 Situación

Hogares (en %)

Personas (en %)

Pareja sin hijos

19,4

12,8

Pareja con un hijo

18,5

Pareja con dos hijos

22,2

18,3 29,2

8,1

14,0

Total hogar tradicional/nuclear

68,2

74,3

Persona sola menor de 65 años

5,0

Persona sola de 65 años o más

8,0

1,6 2,6

Pareja con tres hijos o más

Un adulto con hijos

7,0

5,9

Otro tipo de hogar

12,0

Total otros tipos de hogares

32,0

15,6 25,7

Fuente: INE 6/2004 (reelaboración propia).

«Es lo que le pasó en agosto (supongo que del año 2005) a Turid Noack, una flemática profesora de sociología de la Universidad de Oslo. La señora Noack vino a El Escorial a dictar una ponencia sobre la evolución de las parejas homosexuales registradas en Noruega durante los doce años de vigor de la ley en ese país. Una norma que las excluye expresamente de la adopción y el acceso a la reproducción asistida. "Los homosexuales se casan en menor proporción que los heterosexuales. Hay más 30

uniones de gays que de lesbianas. Ambos se divorcian en mayor grado que los heterosexuales. Y, atención, las lesbianas se separan el doble que los gays y el triple que los heterosexuales"», vino a decir, según trascribe Luz Sánchez-Mellado en su interesante reportaje en El País Semanal del 9 de octubre de 2005 titulado «La revolución familiar», de donde tomo literalmente esta anécdota, que continúa así: «Fue luego, en el debate, cuando claudicó ante el bombardeo de preguntas de los asistentes. "¿Es usted partidaria de que los homosexuales adopten? ¿Cómo evolucionan los hijos en las familias homoparentales? ¿Qué le parece la ley española de matrimonio gay?" Noack, muy científica, presentó sus excusas: "Solo tenemos 70 niños nacidos en parejas del mismo sexo, y aún no hay datos sobre su desarrollo. Y, por supuesto, no tengo opinión al respecto. Creo que se está produciendo una sobrevaloración de un fenómeno que es aislado. La familia más común en Noruega es la de un hombre y una mujer que se casan y tienen dos hijos", zanjó sobrepasada». Hasta aquí la anécdota. Permítaseme añadir que yo comulgo con los planteamientos de la profesora noruega, que no me siento para nada sobrepasado y que estoy seguro de que no vamos a necesitar doce años para llegar a las mismas conclusiones que ella. Yo también creo que estamos sobrevalorando un fenómeno cuando el fondo del problema está en otro sitio: no tanto en que haya cada vez más divorcios, no en que haya cada vez más familias reconstituidas, familias con parejas del mismo sexo, todo esto es obvio y muy visible en una sociedad en mutación, en sus estructuras y hasta en sus valores. Pero hay un cambio más soterrado, menos visible, pero no por ello menos profundo. Bien al contrario. Me refiero al hecho de que en las familias nucleares cada vez son menos las que educan, que las parejas y su promoción social son cada vez más importantes que las familias como unidad social, e incluso que en las parejas los individuos buscan más su propia promoción y desarrollo personal que el de la pareja, origen -aunque no sea más que cronológico- de la familia futura. Esta sí, esta es la gran revolución de la familia española, 31

esta es la revolución a la que debiéramos prestar tiempo y reflexión. Mucho más importante es, a nuestro juicio, que los padres dejen de serlo que las parejas, ya irremisiblemente rotas, busquen una nueva oportunidad. Mucho más importante es discutir sobre la capacidad educadora de la unidad parental que hacerlo sobre la forma que esta adopte y las modificaciones que, a lo largo de una existencia con una esperanza de vida cada día mayor, puedan darse. Digo que es lo más importante porque pongo el acento en la parte más débil en esta aventura de la vida: los niños, que, no lo olvidemos, son siempre los hijos de alguien. De ahí mi insistencia estos últimos tiempos en la capacidad educadora de la familia nuclear, todavía la mayoritaria y la más deseada por la gran mayoría de ciudadanos españoles de toda edad, sexo, condición social e ideología política y religiosa. No pongamos en demasía la lupa en los fenómenos, reales y dignos de análisis, pero minoritarios, desenfocando, arrinconando y ocultado la realidad mayoritaria, que es otra. Volveré a este punto central al final de este capítulo, pero antes quiero trasladar aquí los resultados de otro trabajo que considero importante y que he tenido ocasión de presentar en diferentes foros y congresos. Lo traigo aquí de forma resumida y centrada, al final, en la capacidad educativa de la familia.

b) La capacidad educadora de las familias nucleares Hace ya cuatro años que presentamos una tipología de familias españolas atendiendo, entre otros criterios, a su capacidad socializadoras 12 . Recuerdo aquí, brevemente, los tipos resultantes. Hay dos tipos o modelos de familia nuclear que tienen escasa o nula capacidad socializadora, y otros dos con capacidad socializadora fuerte, por utilizar la terminología de González Blasco. 12

E. MECÍAS (coord.) / J. ELZO / I. MECÍAS / S. MÉNDEZ / F. J. NAVARRO /

E. RODRÍGUEZ, Hijos y padres: comunicación y conflictos. Madrid, FAD, 2002. Cf. el capítulo de la tipología.

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Las dos primeras son las que denominé como familia «nominal» (43% de las familias españolas) y familia «conflictiva» (15%), que rozan ambas el 60% de las familias nucleares españolas, y que, a nuestro juicio, tienen muy escasa capacidad educadora. Las que sí tienen esa capacidad son la familia que denominé «familista endogámica» (24% de las familias) y la «adaptativa», con el 18%, lo que juntas nos dan algo más del 40% de las familias nucleares españolas. La familia nominal, la más numerosa de las familias españolas, tiene de familia solamente el nombre. En su seno hay una situación de coexistencia pacífica que pensamos que ha llegado también a cierta «convivialidad democrática» en no pocas familias. No hay conflictos en casa, sencillamente porque los padres han decidido que no los haya. Es el liberalismo familiar del laissez faire, laissez passer, dejar hacer y mirar a otro lado si algo no gusta. Cada cónyuge acusa al otro de no ocuparse de los hijos y de dejarles hacer lo que quieran, y ambos acusan de lo mismo a la escuela. Evidentemente, la capacidad socializadora, de forma tematizada y holística, de esta familia es prácticamente nula. Pero lo hace al modo del xirimiñ vasco, que no moja pero cala, lo que al final, en este caso, puede ser peor. La familia conflictiva es aquella en que los hijos y los padres están a la greña continua. Sospecho que en muchos casos, no en todos, la causa está en la impotencia de los padres para entender el cambio social, el miedo ante las derivas de algunos jóvenes (drogas, alcohol, robos, etc.), de tal suerte que ante la primera manifestación en ese sentido de un hijo suyo reaccionan fuertemente, ahondando una distancia que -quizá al inicio- era pequeña. Aquí la socialización puede ser contrasocialización, los hijos adoptando valores antitéticos de los de sus padres. Los hijos se afirman negando los que se suponen que son los valores de sus padres. La familia familista, así llamada siguiendo a Andrés Orizo, es vina familia muy centrada en sí misma, una familia en la que las relaciones son excelentes, los conflictos muy escasos, si no inexistentes, los hijos contentos con sus padres y los padres con los 33

hijos. Lógicamente, esta familia es transmisora de valores, y además de forma tematizada, estructurada. El riesgo de esta familia, cuando la transmisión de valores esté anclada básicamente en la sutura emocional más que en la vertebración intelectual, es que no prepare suficientemente al hijo para el momento en que salga a la intemperie, cuando salga del nicho familiar y tenga que crear su propia familia o, simplemente, salga de casa a estudiar lejos del hogar paterno. Es el riesgo de la sobreprotección emocional, que hace que «pase» el discurso ideológico, el constructo intelectual, el universo de valores, sin resistencia alguna, esto es, sin haber sido matizado, internalizado por el cedazo de la duda, de la reflexión personal, de la asunción personal. Además, y esto es clave en perspectiva de futuro, hay que añadir que este modelo familiar pivota sobre una figura que, estadística y sociológicamente hablando, está desapareciendo ante nuestros ojos: la figura del ama de casa. Sería nefasto, lo digo con rotundidad, que se proyectara el futuro de la familia exclusivamente sobre este modelo. Equivaldría a ponerse una venda en los ojos, habida cuenta de la fragilidad sobre la que se asienta. Los datos de las Encuestas de Valores nos dicen, por ejemplo, que en España solamente uno de cada tres jóvenes entre los 18 y 24 años están «muy o bastante» de acuerdo con la idea de que «ser ama de casa llena tanto como trabajar por un salario», y todavía menos con la afirmación de que «un trabajo está bien, pero lo que la mayoría de las mujeres quieren en realidad es un hogar y unos hijos». Esta vez, poco mas de uno de cada cuatro (el 26%) están de acuerdo con el ítem, menos aún entre los universitarios (23%), y aunque no tengo la cifra, no me cabe duda de que entre las chicas universitarias la cifra es todavía inferior13. 13

Cf. F. ANDRÉS ORIZO / J. ELZO (dirs.) / M. AYERBE / J. CORRAL / J. DÍEZ N I COLÁS / J. GONZÁLEZ-ANLEO / P. GONZÁLEZ BLASCO / M. L. SETIÉN / L. SIERRA

/ M. SILVESTRE / C. VALDIVIA, España 2000, entre el localismo y la globalidad. La Encuesta Europea de Valores en su tercera aplicación, 1981-1999. Madrid-Bilbao, Universidad de Deusto - SM, 2000. Cf. el capítulo de Carmen Valdivia sobre la familia en la página 138, tabla y comentarios.

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Queda el cuarto modelo, el que hemos denominado familia adaptativa, que puede parecer un cajón de sastre, pero que tiene algunas notas muy definidas, como la búsqueda de acomodo, de adaptación a las nuevas condiciones, a los nuevos papeles del hombre y de la mujer en el microcosmos familiar de hoy, el reconocimiento del creciente protagonismo de los hijos, que vienen pidiendo autonomía nómica (quieren crear «su» universo de valores) y que también pretenden libertad en el uso y disfrute del tiempo libre, a la par que acompañamiento (discreto, pero efectivo) de los padres en su inexorable autonomización, etc. Se trata de una familia con buena comunicación entre padres e hijos, con capacidad y voluntad de transmitir opiniones y creencias, de ser una familia educadora, abierta al exterior, familia no exenta de conflictos, de desavenencias, a veces graves, fruto básicamente de situaciones nuevas en los papeles de sus integrantes, mujer y hombre, madre y padre, padres e hijos. A diferencia de lo que sucede con el modelo anterior, en el que los papeles y estatus están claros, en este modelo las responsabilidades de cada uno están en revisión continua y el trabajo o las acciones familiares, en tanto que familiares, no resultan evidentes y son objeto de tanteos y de incertidumbres. De ahí la presencia de conflictos derivados de un ajuste de roles en las nuevas estructuras familiares y societales, de la necesidad de ir creando una nueva cultura, de la búsqueda conjunta de un acuerdo ante las nuevas formas de trabajo y ocio de las generaciones emergentes, de la imperiosa necesidad de conciliar vida laboral y vida familiar, etc. Esta familia (mosaico de familias, más exactamente) emergente, que hemos denominado adaptativa, parece ser la familia de la «negociación», de la búsqueda, del acomodo, no llegando siempre, y menos aún a corto plazo, a los resultados deseados. Pero las familias que atraviesen con éxito la prueba de la adaptación a la modernidad permitirán a las nuevas generaciones insertarse con mayores garantías en la sociedad del futuro. Ausencia de conflicto en la adolescencia, en el seno de las familias, 35

no es garantía de solidez en las estructuras nómicas adquiridas y conformadas con las que andar por la vida, ya adultos, con criterios autónomos, en una sociedad individualista a ultranza. Es precisamente este individualismo lo que puede ser letal para la familia si esta lo adopta mimética y acríticamente. Lo voy a ilustrar trayendo a colación las opiniones sobre la familia de dos pensadores en boga y el avance de resultados de una encuesta recientemente presentada.

c) El reto del individualismo en el futuro de las familias Gilíes Lipovetsky, en la conferencia que pronunció en el congreso de 2003, «La familia en la sociedad del siglo xxi», lo dice con claridad meridiana con estas palabras: «La familia posmoderna es la familia en la que los individuos construyen y vuelven a construir libremente, durante todo el tiempo que les de la gana y como les de la gana. No se respeta la familia como familia, no se respeta la familia como institución, pero se respeta la familia como instrumento de complemento psicológico de las personas. (...) Es como una prótesis individualista. La familia es ahora una institución dentro de la cual los derechos y los deseos subjetivos son más fuertes que las obligaciones colectivas» u. Este modelo de familia (que yo prefiero llamar pareja) existe, qué duda cabe. Pero no es el único, ni es el, estadísticamente hablando, más numeroso, ni tampoco el más deseado por hombres y mujeres jóvenes en edad de emancipación de la familia de origen y con deseos de conformar, sea una familia propia, sea una pareja estable. Al menos en España al día de hoy. La segunda referencia la tomo de Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim, dada su fuerte presencia en España entre los estudiosos de la sociología de la familia. En su libro de 1990, tra14

Cf. «La familia ante el reto de la tercera mujer: amor y trabajo», en ponencias del Congreso La familia en la sociedad del siglo xxi. Madrid, FAD, 2003, p. 83.

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ducido al español ocho años después bajo el título de El normal caos del amor. Las nuevas formas de la relación amorosa, tras señalar en la introducción que «los matrimonios que se mantienen han sido posibles porque la elección de la pareja ya no está sujeta a influencias y poderes ajenos (....), puesto que corresponden al ideal del amor romántico», afirman con fuerza en sus conclusiones que «la individualización produce el ideal del matrimonio por amor» 15 . En el cuerpo del libro desarrollan las siguientes tesis. «¿No se está creando quizá (...) una utopía de pequeño formato, más allá -subrayan ellos- de las grandes tradiciones de sentido, una utopía no tradicional (no codificable, no institucíonalizable, no obligada a legitimarse) adaptada a la base de la existencia individualizada...?» (p. 234). Y se preguntan inmediatamente después dónde encontrar «un sentido poscristiano e mframoderno -subrayan ellos-» a esta nueva realidad, para responder que «este sentido es el amor». De ahí que titulen el capítulo como «la religión terrenal del amor», amor que «constituye el modelo de sentido para los mundos de la vida individualizados, para la arquitectura de su vida, de lo que consideran "social", de lo que tienen que inventar por su propia cuenta. Para el amor destradicionalizado, todo se presenta en forma de "yo": la verdad, el derecho, la moral, la salvación, el más allá y la autenticidad -subrayan los autores-. Este amor moderno tiene su fundamento en sí mismo, por tanto en los individuos que lo viven» (p. 236). En otras palabras, no hay norma externa a la pareja. La norma la establece cada pareja, cuando no cada individuo en la pareja. Son o pretenden ser autónomos, esto es, creadores de sus propias normas. Esta es la fuerza y la debilidad del matrimonio moderno y la causa del vértigo y de sus múltiples incertidumbres. No otra cosa es lo que llevamos años diciendo cuando nos referimos al modo de socialización de los jóvenes y adolescentes de la llamada posmodernidad, en el ámbito occidental, que se 15

U. BECK / E. BECK-GERNSHEIM, El normal caos del amor. Las nuevas formas de la relación amorosa. Barcelona, Paidós, 1998 (las citas provienen de las pp. 13 y 263, respectivamente).

37

realiza básicamente desde la experimentación grupal (compartir y ensayar conductas y valores) con otros adolescentes y jóvenes, y no tanto desde la reproducción, aun crítica, de lo transmitido por otras instancias históricas de socialización como la familia, la escuela, las Iglesias, los partidos políticos e incluso los medios de comunicación social. Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim han continuado su reflexión en u n libro más reciente que lleva el significativo título de La individualización: el individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas16. El libro dedica un lugar más que destacado a la cuestión familiar, pues dos terceras partes de sus 350 páginas se refieren a lo que denominan ya en el encabezamiento del capítulo 6, «Hacia la familia posfamiliar: de la comunidad de necesidades a las afinidades electivas». No es difícil adivinar el contenido del capítulo, luego no nos ocuparemos aquí de ello. Pero hay un aspecto del trabajo de los Beck que quiero resaltar: los hijos ocupan en toda su reflexión un segundo lugar. No digo que no los tengan en cuenta. El capítulo 12 se titula «Hijos de la libertad», pero se refiere, entre otras cosas, a los nuevos valores de los que han nacido tras la caída del muro de Berlín. Pero si uno se fija en el índice analítico que se incluye al final de la publicación, es particularmente llamativo que no aparezcan los términos de «padre», «madre» e «hijo», sino los de «hombre» (2 veces), «mujer» (26 veces) y «niños» (10 veces). Por último, la encuesta a la que me he referido más arriba, de la que todavía tengo referencia limitada, señala que los padres con estudios universitarios son mayoría en los grupos menos implicados en la crianza. «Es un efecto paradójico, porque a mayor nivel educativo debería haber mayor preocupación y mayor reflexión sobre la importancia de la educación», afirma Itziar Etxebarria, una de las autoras. «Ocurre que, además de la

presión laboral, se ha elevado el nivel social de expectativas y el acceso a mayores comodidades y goces» 17 . Este dato me parece extremadamente revelador. Si los padres y madres de las élites abandonan la crianza y educación de sus hijos, por mor de sus expectativas de bienestar social, las señales de alarma para la familia se han puesto en rojo. Nos enfrentamos a una decisión de fondo. Si priorizamos el éxito y la promoción individual sobre la educación amorosa y personalizada de los hijos (que serán, en ese supuesto, meramente niños), Lipovetsky, Beck y toda la sociología familiar individualista tendrán razón: la familia (en realidad, la pareja) será una prótesis individualista como complemento psicológico de cada miembro de la pareja, que, como toda prótesis, será desechada cuando sea inservible. Ahora bien, si priorizamos la educación de los hijos será preciso que no dejemos a los padres solos en la asunción de semejante responsabilidad. Menos aún culpabilicemos a las madres pidiéndoles, sin más, que vuelvan a casa. Se impone una acción de toda la sociedad, a través de los poderes públicos, para que se haga corresponsable de la educación de los hijos, sin menoscabo de la autonomía nómica de los padres y de la legítima promoción social de los padres (padre y madre). Pero eso no solamente en los discursos, sino en la práctica, esto es, en los presupuestos que se aprueben en los parlamentos correspondientes y en la legislación laboral pertinente. Ahí está el dilema y el futuro de la familia, tal como yo lo veo. El futuro de la familia, de su capacidad de educar y de transmitir valores, depende, en primera y última instancia, de los valores que prioricemos en el futuro. Un futuro que ya es presente.

17

16 U. BECK / E. BECK-GERNSHEIM, La individualización: el individualismo institucionalizado y sus consecuencias sociales y políticas. Barcelona, Paidós, 2003 (el original alemán es de 2001).

38

María José Ortiz e Itziar Etxebarria, investigadoras de la Facultad de Psicología de la Universidad del País Vasco, en San Sebastián, han elaborado el estudio a partir de encuestas a 3.700 padres y madres de centros escolares públicos y privados de Andalucía, Castilla-León, Extremadura y País Vasco (en El Diario Vasco, 5 de octubre de 2005).

39

2 LA VIOLENCIA EN LOS JÓVENES

Vengo diciendo estos últimos años que en nuestra sociedad actual probablemente hay m e n o s violencia juvenil que la que teníamos hace treinta o cuarenta años, pero más grave. Mi hipótesis, en esta dimensión diacrónica, señalaría dos cosas. Por u n lado, que hoy la sensibilidad social ante la violencia es mayor que la existente hace treinta años, lo que hace también que los adolescentes, como víctimas o agredidos, soporten más difícilmente cualquier burla, menosprecio y maltrato psicológico, pero también que hoy los actos violentos, a u n q u e en menor n ú m e r o que antaño - l o r e p i t o - , pueden sin embargo ser más graves, siendo la frontera menos clara entre la violencia tolerable y la intolerable, la «correcta» y la «incorrecta», la permisible y la rechazable, tanto para el agresor o victimario como para el agredido o víctima. Recordemos, antes de avanzar, que la violencia juvenil no es de hoy, no hay que olvidarlo. Hay mucha literatura en el campo sociológico, psicológico, pedagógico, etc. que lo atestigua. Recuérdense los trabajos de Cohén sobre las bandas juveniles 18, por ejemplo, ya en los años cincuenta. 18

A. K. COHÉN, Delinquent Boys: The culture of the gang. Glencoe, IL, Free Press, 1955. En castellano cabe citar, de épocas algo más cercanas, a D. J. WEST, La delincuencia juvenil. Barcelona, Labor, 1973. La Fundación Santa María, y ya en fechas más próximas a las actuales, edita el trabajo de E. GONZÁLEZ GONZÁLEZ, Delincuencia juvenil. Sus causas. Madrid, SM, 1987. Cito también el estudio de P. O. COSTA / J. M. PÉREZ TORNERO / F. TROPEA, Tribus urbanas. El ansia

de identidad juvenil: entre el culto a la imagen y la autoafirmación a través de la violencia. Barcelona, Paidós, 1996, así como el trabajo de C. FEIXA, De jóvenes, bandas y tribus. Barcelona, Ariel, 1998.

41

Cuando leemos el Informe de la Fundación Encuentro «España 2005» 19, constatamos dos cosas. En primer lugar que, analizando los datos oficiales, la violencia en su conjunto, no solamente la juvenil, ha aumentado en España los últimos años. El gráfico que ofrece sobre «la evolución de los delitos y faltas conocidos por el Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil entre los años 1980 y 2003» (p. 9) no admite duda alguna, aunque siempre los estudiosos de este tema decimos que no hay que confundir la violencia existente con la conocida, menos aún con la controlada. Es sabido, por ejemplo, que, en España, el terrorismo de ETA centró durante muchos años la labor de la policía. Asimismo, en el mismo estudio de la Fundación Encuentro podemos leer en detalle la naturaleza de esos «delitos conocidos» por la Policía Nacional, Guardia Civil y Ertzaintza (en el caso del País Vasco) entre los años 1998 y 2003, siempre con una resultante final al alza en el cómputo de los delitos (pp. 24 y 25). Finalmente, esta vez sobre la base de los diferentes informes de la Fiscalía General del Estado entre los años 1998 a 2003, se llega a la misma conclusión (p. 26). Pero, en segundo lugar, al referirse el Informe de la Fundación Encuentro más en concreto al tema que aquí nos ocupa, titula muy significativamente el epígrafe correspondiente como «violencia juvenil y matonismo escolar» (cf. las pp. 34-38). Al introducirnos en la lectura del apartado constataremos que no ofrece un solo estudio sobre violencia juvenil por la sencilla razón de que solamente hay uno de ámbito español 2 0 , como vengo señalando desde el año 1997. El Informe de la Fundación Encuentro se limita a presentar datos de violencia escolar, del también único estudio existente de ámbito español, realizado por encargo del entonces Defensor del Pueblo, Fernando Álva19

Cf. el capítulo 1 (pp. 1-71) del Informe España 2005. Una interpretación de su realidad social, trabajo colectivo coordinado por J. M. MARTÍN PATINO. Madrid, Fundación Encuentro, 2005. 20

C. RECHEA / R. BARBERET / J. MONTAÑÉS / L. ARROYO, La delincuencia juve-

nil en España. Autoinforme de los jóvenes. Universidad de Castilla-La Mancha. Madrid, Ministerio de Justicia e Interior, 1995.

42

rez de Miranda, y que circuló en literatura gris hasta su publicación el año 200021. Hay estudios parciales (yo hice uno en Cataluña, por ejemplo), hay preguntas sobre violencia juvenil en investigaciones sobre la juventud, pero no hay más que las que he indicado que tengan como universo la totalidad de la población juvenil española. Esa es la miseria de la investigación sobre la violencia juvenil en España. Siendo muy conocidos los datos del Defensor del Pueblo y la investigación de Cristina Rechea, ya u n tanto alejada en el tiempo (por tanto con un contexto social y cultural distinto), me limitaré a presentar algunas cifras oficiales, pocas, de violencia asociada a menores, y ofreceré más abajo algunas cifras muéstrales referidas a jóvenes. José Miguel de la Rosa Cortina, fiscal del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, al comienzo de su trabajo El fenómeno de la delincuencia juvenil: causas y tratamientos, señala «sobre la base al Informe del Defensor del Pueblo del año 2002 que el número de menores detenidos en el año 2001 ascendió a 22.906, lo que representa el 10,48% del total de personas detenidas durante ese período». En todo caso, añade, «la valoración de estos datos de delincuencia juvenil en relación con otros países de nuestro entorno cultural no es especialmente negativa» 22 . 21

C. DEL BARRIO MARTÍNEZ / E. MARTÍN ORTEGA (dirs.) / E. OCHAÍTA (co-

ord.), Violencia escolar: el maltrato entre iguales en la Enseñanza Secundaria Obligatoria. Madrid, Oficina del Defensor del Pueblo, 2000. Quiero añadir un extraordinario trabajo en siete volúmenes, prácticamente desconocido, que solamente la amistad con alguno de los autores me permitió acceder gratuitamente al mismo, y que probablemente dormita en algún cajón del Ministerio. Esta es la referencia del volumen que nos interesa en este campo: A. Bouj GiMENO ET AL., Diagnóstico del sistema educativo. La escuela secundaria obligatoria. 4. Funcionamiento de los centros. Madrid, Instituto Nacional de Calidad y Evaluación. Ministerio de Educación y Cultura. 1998 (cf. pp. 84ss). 22 El texto de De la Rosa Cortina puede consultarse en www.encuentrosmultidisciplinares.org/Revistan°13/2003 (26 de agosto de 2004). Para las apoyaturas estadísticas, además de a la del Informe del Fiscal General del Estado, las remite al trabajo de C. HERRERO, «Tipologías de delitos y de delincuentes en la delincuencia juvenil actual. Perspectiva criminológica», en Actualidad Penal (noviembre de 2002).

43

Tabla 1. M e n o r e s d e t e n i d o s e n E s p a ñ a 1995

1996

1997

1998

1999

2000

Menores de 14 años

3.303

14 y 15 años

5.095

3.663

3.052

3.685

3.885

2.766

5.163

4.587

6.027

7.040

7.660

16 y 17 años

12.831

13.123

11.398

13.489

14.931

17.252

Total

21.229

21.949

19.037

23.201

23.856

27.678

Fuente: Ministerio de Interior.

Para la tipificación de los delitos cometidos por los menores traslado la tabla realizada por Jesús Morant sin mayores comentarios, dada la claridad de la misma. Tabla 2. Delitos c o m e t i d o s p o r m e n o r e s el a ñ o 2000 14-15 años

16-17 años

Total

3

19

57

79

Lesiones

89

257

718

1.064

Contra la libertad sexual

78

124

145

347

Robo con violencia o intimidación

520

1.337

563

1.580

2.415 3.097

4.272

Robo con fuerza Hurto

207

513

1.211

1.931

Tirones

168 527

446

663

Sustracción en interior de vehículos

49 177

1.839

2.543

Sustracción de vehículos

467

1.545

2.687

4.699

Infracción Homicidio-asesinato

Menores de 14 años

5.240

343

Tráfico de estupefacientes

179 47

938

116

779

1.460 892

Otros delitos

387

1.131

2.920

4.432

7.660

17.252

27.678

Otros delitos contra el patrimonio

N=

2.766

Fuente: Anuario Estadístico del Ministerio del Interior. Madrid, 2001. Elaboración de J. MORANT en Noticias Jurídicas (julio de 2003).

En mayo de 2005, el fiscal jefe de Madrid, Manuel Moix, señaló que si bien el número de faltas y delitos cometidos por menores de 18 años registró un ligero descenso en 2004 respecto a 2003, sin embargo los hechos delictivos que protagonizan son cada vez más graves, concretamente el uso de armas y 44

las agresiones con lesiones. El número total de delitos cometidos por menores en 2004, según la Fiscalía de Menores de Madrid, ascendió a 7.553, ligeramente menor que los 7.800 del año anterior. Pero varios de los delitos más graves crecieron. Así, las lesiones han pasado de 1.520 en 2003 a 1.789 durante 2004, subiendo, en consecuencia, en un 17,7%. Los homicidios, que incluyen aquellos en grado de tentativa y los consumados, también aumentan: de 19 en 2003 a 22 en 2004. Y los ataques contra la libertad sexual suben un 10,5%: 115 el año 2004 frente a los 104 de 2003. Según leo en la prensa del día siguiente, el Sr. Moix, en cita textual, señala que «es un fenómeno que se consolida. Es necesario que se plantee el problema de que hay que atajarlo no solo con medidas legales, sino también sociales, de forma que los menores sean educados en la concepción de valores como la vida o el respeto a las personas». No puedo sino estar plenamente de acuerdo con su diagnóstico.

1. Tres teorías explicativas de la etiología de la violencia juvenil Tres teorías generales se utilizan, desde la psicología social y la criminología, para explicar las «causas» de la delincuencia juvenil 23 : la teoría del control, la del aprendizaje y la de la tensión. La teoría del control viene a decir que los individuos delincuentes escapan a la normas convencionales de la sociedad, tienen una integración social deficitaria que incluso puede ser un rechazo de integración social si se siguen los análisis de la criminología crítica tan en boga en España en los años setenta y co23

Seguimos, en gran parte, la ponencia pronunciada por L. BEGUE, director del Departamento de Psicología en la Universidad Pierre Mendés-FranceGrenoble 2, titulada «Les causes de la délinquance», en un Coloquio interdisciplinar en octubre de 2002 y que conforma el capítulo 2 (pp. 85-106) de N. SiLLAMY (ed.), Jeunes-Ville-Violence. París, L'Harmattan, 2004, a modo de actas del citado Coloquio.

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mienzos de los ochenta 24 , y hoy casi en el olvido. Estos planteamientos del control e integración social han sido teorizados ya desde Durkheim, y más recientemente, entre otros, por Hirchi. El control puede ser externo e interno. Por decirlo en dos palabras, el externo se refiere por ejemplo a las leyes y su aplicación, o aplicabilidad, añadiría yo, pues es bien sabido que hay leyes saludadas positivamente y que nunca se han aplicado por falta de recursos, por ejemplo la ley del menor en España del año 2000. Pero el control externo lo realizan también - l o digo en lenguaje sociológico- los agentes de socialización, y en primer lugar la familia y la escuela. Desde esta perspectiva es imposible pasar por alto, cuando se estudia la delincuencia juvenil, y más ampliamente la violencia juvenil, la situación de las familias y de la escuela en el momento en que se efectúa el análisis, como agentes de socialización 25 . Pero los teóricos del déficit del control social como causa (yo prefiero ser más modesto y hablar de concomitancia o de correlación estadística) señalan justamente la importancia del control interno, esto es, la justificación de los comportamientos delictivos o violentos por parte de los sujetos, los adolescentes en nuestro caso. Ciertamente es un tema clave y se podría empapelar más de una habitación con datos de nuestras propias Encuestas de Valores, aplicadas tanto a jóvenes como a adultos, siguiendo un modelo ya avalado por centenares de estudios en el marco del European Valúes Study cuando estudiamos los «valores» como justificación de comportamientos, los «valores» como criterios de acción social. Hay más de mil evidencias empíricas, en trabajos de toda solvencia a través de 24

Cf. I. TAYLOR / P. WALTON / J. YOUNG, Criminología crítica. México, Si-

glo XXI, 1977. 25 Los agentes socializadores de la juventud española los hemos analizado, por ejemplo, en J. ELZO, «El papel de la escuela como agente de socialización», en Contextos educativos y acción tutorial. Actas del Curso de Verano de 2003 celebrado en Segovia en la Fundación Universidad de Verano de Castilla y León. Madrid, Instituto Superior de Formación del Profesorado. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2004, pp. 129-152.

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toda Europa, que muestran la correlación entre la justificación de determinados comportamientos (suicidio, causar destrozos en la calle, pena de muerte, terrorismo, rechazo a la autoridad legítima, etc.) y la práctica de la violencia en general y de los comportamientos delictivos más en concreto. Asimismo, la justificación del consumo abusivo de drogas va a la par con la de su mayor consumo. Mas aún, la percepción del riesgo y el balance riesgos-ven tajas en el consumo de drogas es más favorable a las ventajas entre los más consumidores o, si se prefiere, la percepción del riesgo es menor entre los que más consumen. Sabiendo la correlación estadísticamente positiva entre consumo y comportamientos violentos, la conclusión es obvia. A esta teoría de control se le ha venido a superponer, que no a contraponer, la teoría del aprendizaje, que casi con la misma terminología, si mis recuerdos de antiguo profesor de «conducta desviada» no me traicionan, ya denominaba en la década de los años treinta del siglo xx Sutherland como la teoría del aprendizaje diferencial, últimamente desarrollada entre otros por R. L. Akers. La idea central viene a decir que la conducta desviada o delincuencial no es tanto consecuencia de una ausencia de control social cuanto de procesos de imitación y reproducción adquiridos en ámbitos delincuenciales del orden que sean. Los que ha nacido en la cultura del robo, robar les parecerá desde su infancia la cosa más natural del mundo. En el País Vasco, en otro orden de cosas, la teoría del aprendizaje diferencial es pertinente para explicar la kale borroka. Los jóvenes que la practicaban no lo hacían por ausencia de control social externo (aunque sí interno), sino básicamente por imitar modelos referenciales que justifican la práctica del terrorismo, básicamente en su familia o entre sus amigos, cuando no en ambos a la vez. Un tercer ejemplo, también desgraciadamente próximo a nosotros, lo tenemos en el terrorismo islámico, donde la teoría del aprendizaje tiene plena validez. Los tres casos que hemos dado como ejemplos del aprendizaje diferencial nos permiten mostrar, al mismo tiempo, la pertinencia de la teoría y su insu47

ficiencia, pues a todas luces no se puede meter en el mismo saco las bandas de ladrones, las mafias, la kale borroka y el terrorismo islámico, aunque se pueda explicar su paso al acto por la inmersión de sus componentes en una subcultura de la delincuencia o de la violencia. En este punto es imposible no tener en cuenta la influencia del grupo de amigos en el aprendizaje del consumo de drogas, especialmente cuando el consumo adquiere valores importantes. La teoría de la tensión tampoco es de ahora. Tiene sus orígenes en un famoso trabajo del sociólogo americano Robert K. Merton escrito el año 1938 26 . La tesis central de Merton viene a decir que la delincuencia es el fruto de la tensión que se produce cuando hay una «disociación entre las aspiraciones culturalmente prescritas (en una sociedad concreta) y las vías socialmente estructuradas para realizar esas aspiraciones». Ciertamente hay que observar que Merton se refiere en sus análisis a la sociedad americana de su época, pero, aun con infinitos debates posteriores, la línea central de su razonamiento arriba expresada sigue siendo válida, a condición de adecuarla a la realidad concreta de cada momento y sociedad concretos. La teoría de la tensión sostenida últimamente por Agnew 2 7 es un esfuerzo por esa actualización. Nosotros, modestamente, con la ayuda inestimable del maestro José Jiménez Blanco, presentamos en nuestro trabajo sobre la juventud vasca del año 1986 28 otra actualización de la teoría mertoniana aplicada al contexto vasco de entonces. 26

R. K. MERTON, «Estructura social y anomía», en Teoría y estructuras sociales. México, FCE, 1987 (2a reimp. de la 3 a ed. en inglés), pp. 209-274. 27 R. AGNEW, «Foundation for a general strain theory of crime and delinquency», en Criminology 30 (1992), pp. 47-87. 28 Cf. Cf. «Anomía y cambio social. Tipología», pp. 511-514, en J. ELZO (dir.) / F. ANDRÉS ORIZO / S. ATESTARÁN / M. J. AZURMENDI / M. GONZÁLEZ DE AUDÍCANA / P. GONZÁLEZ BLASCO / J. JIMÉNEZ BLANCO / J. J. TOHARIA CORTÉS, Juven-

tud vasca 1986. Informe sociológico sobre comportamientos, actitudes y valores de la juventud vasca actual. Vitoria-Gasteiz, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, 1986.

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Actualmente se pone el acento en otras fuentes de tensión distintas a las del éxito social que estaban en la base de la teoría mertoniana aplicada a la sociedad americana. No que esas circunstancias hayan desaparecido, pues hoy en día, en la sociedad española, gran parte de los conflictos provienen precisamente de la disociación entre los objetivos socialmente prescritos para ser feliz, para tener presencia socialmente valorada (tal marca, tal coche, tal viaje, etc.), y la dificultad para procurarse, por vías legales, los recursos para alcanzarlos, y ello, en muchos casos, independientemente de la clase social de pertenencia. Pero además han surgido otras fuentes de tensiones que tienen mucho que ver, en última instancia, con los valores dominantes de nuestra sociedad. Así, la tensión que se produce cuando el disfrute del gozo deseado es imposible de alcanzar o simplemente es diferido en el tiempo, y no digamos si requiere un esfuerzo prolongado. Es exactamente lo que sucede en no pocos casos en la juventud actual. Cuando afirmamos que nuestros jóvenes, en una gran proporción, aunque obviamente con acentos distintos, son inmediatistas y presentistas, es exactamente esto lo que queremos decir. Obviamente lo son con acentuaciones diversas y que parten de estructuras psicológicas, educativas y familiares propias en cada individuo, conformando personalidades diferentes. Aquí el sociólogo debe callar y estar atento a lo que diga el psicólogo o el psiquiatra, según los casos. Laurent Begue, cuyo hilo conductor, aun críticamente, estoy siguiendo en estas líneas acaba sosteniendo que esta teoría de la tensión sería la que mejor da cuenta de la situación actual de la delincuencia juvenil 29 , a la que asocia lo esencial de las dos teorías anteriores. Siguiendo a Agnew añade que el riesgo de conductas delincuentes consecutivas a la tensión vivida está 29

Desde su específica perspectiva, aunque obviamente no olvida -ni yo con él- la dimensión genética o biosocial, lo que aprovecho para subrayar su importancia, aunque no debo ni puedo entrar en ellas por incompetencia manifiesta.

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modulado por cuatro características asociadas a esa tensión, de tal suerte que el riesgo de delinquir aumenta cuando la tensión es percibida como injusta (sentimiento de injusticia), es intensa (y continuada), se asocia con un débil control social (primera de las teorías arriba mostradas) y crea presiones o incitaciones para comprometerse hacia un final delincuencial en la tensión vivida (segunda de las teorías). Al final es un compendio de todas las teorías mostradas, pero privilegiando la tercera, la del tensionamiento vivido por el adolescente. Estos planteamientos, bien conocidos en la criminología y en lo que antaño se llamaba la sociología de la conducta desviada, requieren, a nuestro juicio, un complemento en razón del propio actor social y de la lectura que él hace de su comportamiento violento. En efecto, no se puede obviar cuál es la razón, motivación o legitimación que el agente activo de la violencia, el delincuente en el derecho penal, el victimario en la literatura criminológica actual, se da a sí mismo y presenta ante los demás, sea para justificar, sea para explicar su comportamiento violento. Desde este punto de vista llevamos años ofreciendo una tipología de modalidades de violencia que presento, actualizada, a continuación.

También en España, y pienso que es una de las modalidades que hay que tener en cuenta ya, aunque no solamente en los jóvenes. El último trabajo de la Fundación Encuentro ya nos advierte de esta realidad, que vemos corroborada en el estudio Jóvenes españoles 2005, de la Fundación Santa María, lo que ya anticipábamos en el estudio de 1999 de la misma Fundación 30 . Hay diferentes causas para ello. Citemos sin más el miedo y la inseguridad ante una sociedad día a día más abierta, más competitiva, la percepción de fracaso vital, ya desde la escuela, cuando no se es capaz de seguir el ritmo impuesto, siendo mayor el riesgo en los chicos; la búsqueda de la identidad por diferenciación, sea étnica, sea nacional (o nacionalista, de la nación que sea), sea meramente grupal; el aumento de las diferencias en los niveles de vida entre los diferentes países, con la consecuencia de las fuertes corrientes migratorias, grandes desplazamientos y enormes diferencias en las tasas de natalidad de los diferentes países o colectivos. De hecho, mucha gente de los países del primer mundo acaba temiendo al de fuera, al otro. De ahí a aborrecerlo hay un paso que muchos han franqueado ya. Consecuencia: las expresiones como: «Los franceses primero», de Le Pen, reciben excelente acogida, con todo lo que ello conlleva.

2. Una tipología de modalidades de la violencia atendiendo a la «justificación» dada por el sujeto

En efecto, no hay que olvidar nunca que debajo de muchas actitudes racistas y xenófobas está el temor a perder los niveles de vida, los estándares de vida de las sociedades ricas, opulentas y saciadas.

1) La violencia de signo claramente racista, en la que cabe incluir los movimientos neonazi y skinhead, muchas veces cercanos a la derecha extrema, que los justifica, ampara y encubre, cuando no aupa.

3) La violencia nacionalista, con carga fundamentalmente étnica, en la que cabe incluir los casos irlandés, palestino-israelí, kurdo, toda la problemática de la ex-Yugoslavia, Chechenia...

2) La violencia de carácter xenófobo, que, sin ser puramente racista, se le parece, si no en la ideología sí en la práctica. Es la que ve al extranjero como un peligro para su propia comodidad, su nivel de vida. Es una modalidad de violencia que, me temo, está desgraciadamente más extendida de lo que parece. 50

4) La violencia de signo revolucionario-nacionalista, que hemos padecido en el País Vasco con el autodenominado Movimiento de Liberación Nacional Vasco, que comprende, entre 30

Para el estudio de 2005, cf. las pp. 157ss. Para el estudio de 1999, las pp. 27ss.

51

oíros, a ETA, Jarrai, Haika, Segi, etc., y los diversos comandos que protagonizaron desde el año 1994 la llamada kale borroka (violencia callejera), por centrarme en la violencia juvenil 3 1 , aunque no hay que olvidar que las bombas de ETA y la kale borroka formaban un todo. 5) La violencia antisocial, que se puede parecer a una violencia de revuelta social protagonizada por jóvenes desarraigados que, frustrados por su imposibilidad o gran dificultad de adquirir los bienes que les ofrece la sociedad del bienestar (sociedad de la opulencia, dirán otros), sencillamente «se revuelven» a las primeras de cambio. Los sucesos de Francia, con la quema de coches durante últimos meses de 2005, tienen su encaje, al menos parcial, en esta modalidad de violencia. Es en este tipo de violencia en el que se piensa cuando se habla de «potencial de violencia» en ciertas capas de la juventud, o de factores sociales que pueden engendrar situaciones «explosivas» por marginación de un número importante de jóvenes. Pienso que en este registro cabe incluir no pocas de las manifestaciones de violencia juvenil que se pueden encontrar en las capas más desfavorecidas de la sociedad, aunque sin duda alguna esta no es la causa principal de violencia juvenil en España. En efecto, vivimos en uno de los países de todo el planeta, y ya es decir, donde las diferencias de clases sociales son menores, aún habiéndolas, obviamente. 6) Una manifestación particular de esta violencia antisocial, y que está adquiriendo alguna fuerza en fechas recientes, es la adoptada por las bandas organizadas. Son nuevas manifestaciones de un fenómeno ya conocido: el de las bandas callejeras. 31 He tratado este tema en «The Problem of Violence in the Basque Country», en J. S. GRISOLÍA ET AL. (eds.), Violence: From Biology to Society. Ámsterdam, Elseviers Science, 1997, pp. 203-210. En español en «Problemática de la violencia en el País Vasco», en La Factoría 4 (octubre de 1997), pp. 41-50. Más recientemente, J. ELZO / F. ARRIETA, «Historia y sociología de los movimientos juveniles encuadrados en el MLNV», en Ayer. Revista de Historia Contemporánea 59 (2005), pp. 173-197.

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Según leí en la prensa catalana hace unos meses 32 , esta modalidad de violencia en Cataluña la generan treinta grupos de skinheads nazis y unas diez células o capítulos de los Latin Kings y Netas. En total son casi un millar de jóvenes con problemas que buscan su identidad personal y colectiva en las calles de Barcelona y en las ciudades de su entorno. El auge de la inmigración en Cataluña ha hecho resurgir los grupos violentos de inspiración nazi o ultraderechista. Según un experto policial en este fenómeno, «se trata de grupúsculos formados por varias decenas de jóvenes, de entre 14 y 27 años. La mayoría de ellos no ha leído Mi lucha, de Adolf Hitler, ni sabe nada de Franco». Y añade: «Sin embargo, han hecho de la caza del inmigrante o del militante de izquierdas una forma de vida». Aunque los miembros de estos colectivos no tienen formación ideológica, las conexiones con grupos de la extrema derecha parecen probadas y pueden ser los que los manipulen para sus fines. La principal preocupación policial es una posible confrontación entre esos grupos de inmigrantes, en su mayoría ecuatorianos, y los skins. Alguna conversación personal con altos responsables policiales me confirma lo que leo en la prensa. La Brigada Provincial de Información de la Comunidad de Madrid señaló, en mayo de 2005, que había identificado en los últimos meses a 410 integrantes de las bandas de los Netas y los Latin Kings que actúan en Madrid capital y en la Comunidad 33 . 7) La violencia gratuita, término que, cual comodín, estamos utilizando quizá sin demasiada precisión. Decimos gratuita, pues no parece responder ni a objetivos estratégicos (como las violencias racistas, revolucionarias o nacionalistas) ni corresponderse a situaciones de marginalidad o desarraigo social. Es la violencia que se manifiesta, por ejemplo, en la rotura de los faros de un coche, en quemar una bolsa de basura, pero que también puede 32

Cf. el dossier que le dedica El Periódico de Catalunya el 4 de abril de 2004. En El País de 30 de mayo de 2005. Cf. también el capítulo 1 del Informe «España 2005», de la Fundación Encuentro. 33

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tener una mayor gravedad, como la quema de un anciano desvalido, sin que aparentemente seamos capaces de denotar una motivación a esos actos. Difícil de olvidar el dramático episodio vivido en diciembre de 2005 en Barcelona, donde tres jóvenes, tras atacar y maltratar a una mendiga que se había refugiado en el habitáculo de un cajero automático, acabaron con su vida rociándola con gasolina y prendiéndole fuego posteriormente. Las imágenes captadas por la cámara de seguridad de la entidad crediticia donde se había refugiado la mujer muestran la tranquilidad y determinación con la que los victimarios procedieron al asesinato. Pero no hay violencia que no responda a una insatisfacción, necesidad o falta. Distinguiría, sucintamente, varias causalidades o motivaciones. - En unos casos se puede tratar de un mero juego (trágico, ciertamente, pero juego al fin). De ahí que se hable también de violencia lúdica. Muchas veces esta manifestación de violencia no es sino la consecuencia del aburrimiento, hastío y falta de alicientes en la vida cotidiana de no pocos adolescentes y jóvenes. Puede ser indicador de la necesidad de llenar un vacío vital, más profundo de lo que pensamos los adultos. - Pero en otros casos se puede tratar de una violencia «identitaria», una violencia que no es sino la manifestación de una búsqueda de identidad. Pero nos referimos en este punto a la identidad meramente grupal, sin connotaciones ideológicas, étnicas, religiosas o nacionales, que requiere tratamiento propio. Esta violencia grupal adquiere carta de naturaleza como modelo de identificación. Más aún, la repetición de actos violentos se corresponde con una forma («la» forma, en no pocos casos) de identidad en determinados adolescentes y jóvenes. Es lo que puede hacer que conductas que en un primer momento pueden entenderse como violencias instintivas, agresividades con paso al acto, aunque no planificadas, pueden pasar a ser sistemáticas, estratégicas, organizadas y, a la postre, modos de vida. También desde este registro cabe entender los comportamientos de los adolescentes incendiarios de los arrabales franceses del otoño de 2005. 54

- Un ejemplo particular de violencia identitaria, que podría también denominar violencia de género, la encontramos en ciertas manifestaciones de la violencia en los chicos que se sienten relegados, por ejemplo en la escuela, por el empuje y protagonismo de las chicas. En una especie de revival del machismo, pero con otras connotaciones a las tradicionales. No obstante, la violencia de carácter sexual exige tratamiento propio. Baste aquí haberla mentado 34 . - En este heteróclito colchón de la denominada violencia gratuita, por último, pero no por ello menos importante -mucho menos en la actual generación juvenil-, hay que destacar la violencia como consecuencia de la dificultad de asumir cualquier frustración y diferir en el tiempo lo deseado en el presente, la no aceptación del límite, sea el que sea, así como todo lo que connote autoridad exterior a la del grupo de pares. Esta modalidad de violencia, que tiene su origen, en última instancia, en la falla de los sistemas de valores dominantes en la educación (familiar, escolar, societal, etc.) en las últimas décadas, explica no pocas de las específicas manifestaciones de violencia imputadas a los adolescentes y jóvenes de hoy. Esta es una modalidad de violencia a la que concedemos una gran importancia, especialmente cuando va acompañada de alcohol y / o drogas en un ambiente nocturno. Creo que, en el estado actual de las cosas, seguirá siendo importante esta modalidad de violencia, aparentemente inexplicable, en jóvenes «que tienen de todo», pero que siempre quieren más, que no saben qué hacer con lo que tienen, que lo que quieren lo quieren en el momento y que no toleran ninguna dilación al respecto. ¿Violencia de frustración? Pero, a la postre, todas son violencias de frustración de algo. Esta modalidad de violencia me parece extremadamente importante para ser analizada en una sociedad donde la evolución de la familia hace que haya perdido gran parte de su capacidad educadora. Los hijos, cada día en mayor número, crecen más solos. 34

Hemos abordado este tema en «Chicos y chicas: tan similares y tan diferentes», en Educación Social 29 (enero-abril de 2005), pp. 39-61.

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3. Algunos ámbitos singulares de violencia juvenil a) La violencia de ámbito familiar Un Informe del Centro de Estudios Jurídicos, de la Consejería de Justicia de la Generalidad de Cataluña, presentado el 7 de junio de 2005, señala que las denuncias presentadas por los padres contra sus hijos en Cataluña ascendieron en 2004 a 178. Supone el 2,9% de los delitos cometidos por los menores, cifra que parece ir en aumento, aunque no se sabe hasta dónde quepa imputar el aumento a la ley de menores, modificada el año 2003, haciendo delito o falta lo que antes se archivaba, o al hecho de que realmente haya aumentado esa modalidad de violencia. En todo caso, estas situaciones no son nuevas, y son más preocupantes de lo que esas cifras muestran. En un estudio que presenté el año 2001 sobre los comportamientos problemáticos en jóvenes escolarizados de Cataluña (12 a 18 años), el 2,6% de jóvenes (199 escolares sobre los 7.416 encuestados) afirma que «ha amenazado o agredido a su padre o a su madre». En España, según los datos del estudio Jóvenes españoles 2005, el 11,4% de los jóvenes entre los 15 y 24 años de edad dicen que sus padres les han pegado 35 . En todos estos casos estamos hablando de jóvenes violentos. Pero también hay jóvenes violentados, agredidos. En muchos casos, los agresores son también otros jóvenes, ciertamente, pero en no pocos casos son personas adultas. Es evidente que hay jóvenes violentos, pero la correlación «jóvenes-violencia» no deja de ser un constructo social inexacto e injusto. No solamente porque ni todos ni la mayoría de los jóvenes sean violen35

Estas son las referencias: foventut i seguretat a Catalunya: els comportaments problematics deis joves escolaritzats. Enquesta ais joves escolaritzats de 12 a 18 anys. Curs 2000-2001 (por encargo deis Departament d'Ensenyament i Departament d'Interior, de la Generalitat de Catalunya). 176 pp. + cuestionario (redacción original del Informe en castellano por Javier Elzo). Noviembre de 2001. Se puede consultar en www.gencat.net. Para España, Jóvenes españoles 2005, o. c. Cf. también la tipología en esta publicación.

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tos, sino porque está lejos de haberse demostrado que los jóvenes sean más violentos que los adultos. En efecto, a raíz de los datos de la Consejería de Justicia de la Generalidad de Cataluña mostré en un artículo de prensa 36 que, si bien es cierto que hay violencia de hijos hacia sus padres (hay que añadir que la violencia la dirigen en mayor grado y extensión hacia las madres, especialmente cuando se trata de madres solteras, separadas o divorciadas), hay que subrayar que todavía hay más violencia de los padres hacia sus hijos. Y mostré algunos datos. Preguntados los escolares catalanes del estudio de 2001 sobre los lugares en los que consideraban que se producían agresiones físicas a la gente joven, el 17% señala la «propia familia», del que el 3,8% dice que tales agresiones se producen «muchas o bastantes veces». En España, durante año 1999, el 15,2% de alumnos de Primaria y ESO decía que sus padres les habían pegado (el 1,3%, varias veces). En San Sebastián, en una investigación propia del año 200237, también en escolares de 12 a 18 años, casi uno de cada tres afirma que «mis padres me castigan con dureza», de los que hay un 13% que señala que eso ha ocurrido «bastantes» o «muchas» veces. También en San Sebastián -atención a la cifra-, el 16% dijo que sus padres les habían pegado, y el 4,3% que muchas o bastantes veces. Sí, hay hijos que agreden a sus padres, pero son más los padres que agreden a sus hijos. Tenemos una imagen muy idealizada de la familia. Ciertamente, en la mayor parte de las familias no hay violencia. En bastantes familias existe incluso una muy buena convivencia. En otras familias, en otras muchas familias, la cosa no pasa de coexistencia, eso sí, coexistencia pacífica. Pero queda u n resto que, en razón de nuestros estudios, me atrevo a cifrar en alrededor del 15% que no he dudado en 36

«La violencia más oculta», en El Periódico de Catalunya (6 de junio de 2005).

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J. ELZO (dir.) / N. GARCÍA / M. T. LAESPADA / M. ZULUETA, Drogas y es-

cuela. VI. Evolución del consumo de drogas en escolares donostiarras (1981-2002). San Sebastián, Escuela Universitaria de Trabajo Social, 2003 (incluye cuestionarios en castellano y euskera).

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denominar «familias violentas» 38 , familias donde hay un evidente nivel de violencia, física en algunos casos, aunque en otros, en los hijos precisamente, la violencia psicológica (no hacerles caso, el menosprecio, la comparación negativa con un hermano, etc.) puede ser sentida con mayor daño. La cifra negra de la violencia, la menos conocida, la que en mayor grado permanece oculta, pues en gran medida es ocultada por víctimas y victimarios, es, ciertamente, la violencia intrafamiliar. La llamada violencia de género aflora, al fin, estos últimos tiempos. Algo sabemos de la violencia contra los padres por parte de sus hijos. Muchos menos sabemos de la violencia contra las personas ancianas, aunque ya hay algún estudio al respecto, pero prácticamente nada de la violencia contra los hijos por parte de sus padres.

b) La violencia escolar Hay que comenzar diciendo que muchos estudios, la mayoría incluso, cuando tratan de violencia escolar se refieren a violencia dentro de la escuela e incluso a violencia dentro del aula escolar. Otros estudios tratan de violencia juvenil en general y, si cabe, hacen una distinción entre jóvenes escolarizados y jóvenes no escolarizados, pero dentro de un mismo universo de estudio, jóvenes de tal a cual edad. Sin embargo sostenemos que cada día es menos válida, para entender en profundidad las manifestaciones de violencia juvenil, la distinción entre la violencia «fuera de la escuela» y la violencia «dentro de la escuela». El objeto de estudio deben ser los jóvenes escolarizados, victimas o victimarios, tanto dentro como fuera de la escuela. Otra cosa es que se aborde la forma de prevenir, atajar o reconducir la violencia que se da dentro del recinto escolar, cuestión central para los escolares, sus profesores y padres, sin hablar del rendimiento escolar, no solamente académico, por supuesto. Hijos y padres, comunicación y conflictos, o. c , cf. capítulo 7.

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Nos limitamos en este texto, sin una sola cifra, a presentar una tipología de cuatro modalidades de violencia en relación con la escuela. La violencia interna asociada a la masificación, a los problemas inherentes a la propia estructura escolar, a los conflictos entre los objetivos manifiestos y las estructuras latentes del sistema escolar. Violencia exógena a la escuela, violencia extema a la escuela, violencia en la sociedad, de la sociedad donde esté ubicada la escuela, y que tiene su traslado con las incidencias presumibles en la propia escuela. Violencia antiescolar, a veces como consecuencia de los problemas inherentes a la escuela y que el alumno revierte al centro escolar, en el personal, profesores principalmente, o contra el mobiliario. A veces el alumno ve en la institución escolar, en la obligatoriedad de la presencia en la escuela, el obstáculo para su emancipación o para sus objetivos inmediatos, y recurre a la violencia. Busca en algunos casos que le expulsen. En fin, violencia identitaria también exógena a la escuela, también antiescolar, viendo a la escuela como la institución que les impide crecer y desarrollar su propia identidad colectiva -real o pretendida, poco importa-, pero identidad que evidentemente consideran pura y sin mezclas. La escuela se les aparece a los escolares como el agente institucionalizado por el poder para impedir que su identidad personal y colectiva se desarrolle. En estas cuatro modalidades de violencia estamos hablando de lógicas distintas que exigen planteamientos diferentes en su abordaje y resolución. Estas cuatro modalidades son síntomas y manifestaciones de cuatro formas de fracaso escolar. La primera procede de la propia institución, de la propia organización del sistema escolar. Sea de forma estructural, por desajustes en la organización de los escolares y de los profesores, sea de forma curricular, por la selección y priorización de determinados contenidos en lugar de otros, sea en fin por la optimización de unos u otros objetivos del sistema educativo, el objetivo de transmitir conocimientos, el de preparar para la salida laboral o el de educar al adolescente y hacerle ciudadano. 59

En la segunda modalidad, el fracaso vendrá de un repliegue de cada centro a la mera labor transmisora de conocimientos, al margen del contexto concreto en el que está inserto. Aquí el fracaso vendrá de hacer una formación sin tener en cuenta dónde, en qué circunstancias, y con qué alumnado haya de ejercerse la docencia. Es obvio que no es idéntico el contexto en España que en Colombia, Argentina o México, por citar solamente estos países. Además, en cada país, e incluso en cada municipio, hay que estudiar con rigor el entorno de cada centro escolar. Similar consideración cabe hacer de la tercera modalidad de fracaso escolar, especialmente cuando me refiero a la decisión del alumno de querer abandonar el centro porque no ve utilidad alguna a su presencia en él, pues puede subvenir a sus necesidades con comodidad fuera del centro escolar. Es lo que sucede en determinadas localidades turísticas con fuerte necesidad de mano de obra barata y joven. O también en situación de fuertes carencias económicas en la familia de origen. Por último, el cuarto modelo de violencia identitaria es evidente que puede conllevar un absentismo escolar, un desinterés por las enseñanzas recibidas, cuando no una revuelta frente a ellas que incluso pueden ser leídas por los escolares como vehículos de desidentificación nacional. Es lo que hemos visto en algunos escolares en el País Vasco, sucede muy marcadamente en Francia y me temo que cada vez va a ser más fuerte en España al ser ya un país de inmigrantes. Entramos ya aquí en un tema que considero central en la España de los próximos años y décadas 39 . 39

Hemos desarrollado, a veces con detalle, estos puntos en varios trabajos nuestros. Una referencia, creemos que la que recoge nuestra aportación más reciente y centrada directamente en el tema, aunque ignoro si está publicada, es esta: «La violencia en jóvenes escolarizados», en mi intervención en el curso de «Orientación escolar» organizado por la Fundación Universidad de Castilla y León en Segovia el día 12 de septiembre de 2003. Cf. también en J. ELZO (dir.), Drogas y escuela. VI. Evolución del consumo de drogas en escolares donostiarras (1981-2002), o. c , capítulo 5, con profusión de datos. También en Valencia en el / Congreso Internacional sobre «Educación e inmigración: el reto de la inierculturalidad para la educación del siglo xxi», organizado por la Consejería de Educación de la Generalidad de Valencia en noviembre de 2004, con un texto

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Últimamente se habla mucho de maltrato escolar. Es un término ya acuñado en la literatura científica sobre el tema de la violencia escolar como maltrato entre iguales, con abuso de poder y de forma reiterada. El iniciador de este planteamiento fue el sueco Dan Olweus, que comenzó a realizar estas investigaciones el año 1973 en la Universidad de Bergen. Después ha tenido buena fortuna y muchos investigadores le han seguido. Entre nosotros citemos a Rosario Ortega en Sevilla, María José Aguado en Madrid, Félix Echeverría en San Sebastián, los estudios del Gabinete del Defensor del Pueblo (Alvarez de Miranda y después Múgica Herzog) y un etcétera cada vez más largo. Nos limitamos aquí a presentar unos pocos resultados de dos trabajos en los que hemos participado. En el primero, sobre los escolares catalanes, nos inspiramos también, para una parte del estudio, en los trabajos anteriores. En el estudio de San Sebastián repetimos, de forma abreviada y a efectos comparativos, nuestro informe catalán. ¿Cuál es la realidad del maltrato escolar entre los escolares donostiarras en comparación con la que hemos encontrado de los escolares catalanes? Vale la pena que le lector sepa con claridad qué es lo que preguntamos a los escolares como maltrato escolar. Esta es la pregunta que se les formulaba: «A ti, durante este curso, ¿te han tratado mal otros alumnos de tu centro escolar?» y más en concreto, estos son los ítems o las cuestiones que les planteamos: - Se han burlado de ti, se han reído de ti o te han insultado. - Te han robado, te han roto o estropeado cosas. - Te han golpeado o pegado, te han dado patadas o te han encerrado en algún lugar para molestarte - Te han amenazado para obligarte a hacer cosas que tú no querías. Les dábamos tres opciones de respuesta: «Nunca», «una o dos veces» o bien «tres o más veces». que titulé: «Juventud e inmigración: las actitudes de los jóvenes europeos ante la inmigración», aunque las Actas del Congreso no se han publicado en el momento de redactar estas líneas.

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En la tabla siguiente ofrecemos los resultados comparados de las respuestas dadas por los escolares de 12 a 18 años donostiarras y catalanes 40 . C o m p a r a c i ó n d e m a l t r a t o escolar p a d e c i d o e n escolares d e San Sebastián y C a t a l u ñ a (en % verticales)

Cat. 56,4

S.S. 64,2

Te han dado Te han amenazaTe han robado golpes o pegado do para obligarte o destrozado patadas o te han a hacer cosas cosas tuyas encerrado que tú no querías S.S. Cat. S.S. Cat. S.S. Cat. 81,4 84,8 91,7 82,7 95,8 95,0

Una o dos veces

25,8

24,7

13,4

15,3

10,0

6,0

2,6

3,6

Tres o más veces

17,2

10,5

3,2

2,8

4,6

1,8

0,9

0,9

0,6

0,6

0,6

0,5

0,6

0,5

0,6

0,5

7.426

2.329

7.416

2.329

7.416

2.329

7.416

2.329

Se han burlado o reído de ti o te han insultado

Nunca

NS/NC N=

100% Campo: Cataluña: Auto administrado en 112 centros, 325 aulas, a una muestra de 7.416 alumnos entre los 12 y los 18 años (con 216 fuera de esos límites de edad, de los que 145 con más de 18 años), durante los meses de noviembre y diciembre de 2000. San Sebastián: Auto administrado en 15 centros, 107 aulas, a una muestra de 2.329 alumnos entre los 12 y 18 años (con 108 alumnos de 19 años y más), durante los meses de febrero y marzo de 2002.

40 La comparación es lo más exacta posible. Trabajamos con los mismos segmentos de edad y con los mismos niveles educativos. El proceso de recogida de información es también idéntico. Las preguntas de San Sebastián han sido adaptadas del cuestionario catalán. En la redacción de los mismos ha estado la misma persona, J. Elzo, así como en el análisis posterior. Las diferencias vienen, en primer lugar, de la siempre problemática comparabilidad de dos enclaves distintos, San Sebastián y Cataluña. Pensamos en comparar San Sebastián con Gerona, pero rápidamente nos preguntamos que por qué Gerona y no Lérida o Tarragona. Además, ¿cómo neutralizamos el factor kale borroka en San Sebastián o el factor inmigración en Cataluña? Optamos por no tocar los marginales totales y presentar la comparación tal cual, aun advirtiendo de estos sesgos posibles. No son los únicos. Añadamos dos. El primero es raramente indicado en los estudios científicos. En el cuestionario catalán, las preguntas de maltrato vienen al inicio del cuestionario, mientras que en el de San Sebastián lo están al final, después de cuestiones de mayor calado en

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Señalemos, de entrada, que los datos son perfectamente comparables, y en algunos supuestos (robo y amenazas) prácticamente idénticos. Las cifras nos hablan de un escolar de cada diez en San Sebastián (uno cada seis en Cataluña) que refieren ser objeto repetido de maltrato psicológico en su centro por parte de sus propios compañeros. No son cifras triviales. Ni en número estadístico ni en gravedad para el que lo padece. En el informe catalán, orientado básicamente al estudio de los comportamientos problemáticos de los escolares, y muy secundariamente a los temas de drogadicción, exactamente la acentuación contraria a la del trabajo de San Sebastián, constatamos que los escolares consideraban, en la mayoría de los casos, más grave, más dañoso, más difícilmente soportable el maltrato psicológico que el físico. La burla, el menosprecio, la desconsideración, el insulto son duramente percibidos por los que lo sufren. A veces más que un puñetazo o el robo de algún objeto. El robo lo padecen dos de cada diez escolares, y el 3% de forma reiterada. La violencia física (recibir patadas, golpes, ser encerrado contra su voluntad) es referido por el 8% de los jóvenes donostiarras, y no llega al 2% el que señala que esa circunstancia es repetida, siendo esta cifra del 5% en los escolares catalanes. En consecuencia, no cabe hablar de escolares que reciben violencias físicas más que en niveles, estadísticamente hablando, muy reducidos. No hay agresiones físicas en nuestras escuelas de forma reiterada. En fin, las amenazas para que hagan lo que no quieren hacer (racket llaman a esto los franceses, cuando además hay violencia) no llegan al 5% de los casos, y solamente en un escolar sobre cien de forma reiterada. Aunque la percepción imaginaría de los ciudadanos en lo que a fenómenos de desviación se refiere. De ahí que en la comparación pueda haber un ligero sesgo a la baja en las cifras de maltrato señaladas por los escolares donostiarras. Pero, por el contrario, el trabajo de campo tuvo lugar en Cataluña entre el 15 de noviembre y el 12 de diciembre de 2000. El de San Sebastián, entre el 4 y el 22 de marzo de 2002. Esta vez el sesgo juega a favor de un aumento del maltrato señalado entre los escolares de San Sebastián. Quizá lo uno compense lo otro, pero no es evidente.

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en estos puntos también cabe decir que una sola patada, más aún una amenaza con violencia, es ya digna de ser mencionada, los datos informan rotundamente de que estemos ante una situación de violencia física, o amenazas de tal, de forma generalizada en los centros analizados. Otra cosa es -repetimos- la violencia psicológica. Señalemos brevemente que el maltrato psicológico lo padecen en mayor medida los escolares en edades comprendidas entre los 12 y los 15 años, chicos mayoritariamente, con mala relación eos sus compañeros, y algo más entre los menos aventajados de la clase. Hay correlación entre el maltrato psicológico y el físico. El que padece el psicológico tiene más probabilidades de sufrir también el físico y viceversa. El perfil de los maltratadores nos señala que son mayoría los chicos: 60% de chicos frente a poco más del 40% de chicas. Cuando de maltrato reiterado se refiere, la proporción de chicos maltratados dobla claramente al de chicas. Al igual que entre los maltratados, hay mayor presencia de escolares -entre los 12 y los 15 años- entre los maltratadores, pero las diferencias, según la edad, son ahora menores. Es decir, siendo básicamente una violencia de preadolescentes en edades comprendidas entre los 12 y los 15 años, así y todo esta afirmación es más exacta en los «que reciben» que en los «que dan» (entre los que hay no pocos de más de 15 años). Dar y recibir, no se olvide, se refiere al maltrato psicológico. Si nos referimos a su valoración del rendimiento escolar, de nuevo los que peores rendimientos señalan son los que en que en mayor grado refieren agresiones a sus compañeros. Pero - y el pero se nos antoja digno de mención- no hay linealidad en la correlación. Los escolares que dicen tener los mejores rendimientos escolares siguen a los que señalan los peores rendimientos a la hora de «confesar» maltrato a sus compañeros. Esto es, no es evidente que la «inquina» por sus compañeros esté motivada por el bajo rendimiento escolar. Hay otras variables que habrá que considerar con tiento. Valga aquí esta precaución. Por último, señalemos que la clase social se nos apa64

rece como no discriminante. Allí donde hay inmigrantes en proporción destacable, como en Cataluña, tampoco. No se olvide que hablamos de emigrantes escolarizados.

c) La violencia relacionada con el alcohol y las drogas Llevo muchos años trabajando este tema de la relación entre la violencia juvenil el alcohol y las drogas. Mi conocimiento en esta campo es acumulativo, eliminando hipótesis, confirmando algunas e introduciendo nuevas. En estas breves líneas resumo lo esencial de mis planteamientos y las conclusiones a las que he llegado después de más de veinte años analizando el tema. 1) El contexto geográfico y temporal en el que se enmarca la relación droga-delincuencia es clave. No se pueden comparar, sin más, datos referentes a Estados Unidos, con una sociedad muy desestructurada, particularmente en las grandes ciudades, y donde más estudios se realizan, con los datos resultantes de los estudios en España. Afinando más, incluso en Comunidades Autónomas, como en el caso del País Vasco, donde más hemos investigado, las conclusiones a las que llegábamos hace quince o veinte años requieren matizaciones y hasta rectificaciones en nuestros días. Asimismo considero que en un mismo marco geográfico, España, en cada Comunidad Autónoma hay que tener en cuenta la evolución sociodemográfica y actitudinal de los jóvenes en los últimos años 2) Que hay alguna relación entre drogas y delincuencia parece claro. Pero con afirmar eso poco hemos avanzado, mientras no seamos capaces de «cuantificar» esa afirmación con precisión superior a la que hasta ahora se está dando y, sobre todo, se lleve a cabo una «cuantificación comparativa» con otras circunstancias o factores que se pueden relacionar con la delincuencia, el alcohol por un lado y la situación de «necesidad grave» por el otro, por poner dos ejemplos que nos parecen particularmente relevantes. Asimismo parece fundamental no per65

der de vista la dimensión lúdica en determinadas manifestaciones de la violencia juvenil, como hemos señalado más arriba. 3) Pero no solamente cuantificar la relación entre delincuencia y droga (y qué drogas), sino «cualificar» esa relación. N o deja de ser llamativo que mientras la percepción social concede una gravedad particular a la delincuencia asociada a las drogas ilegales, que en la mayoría de los lugares tiene una incidencia casi exclusiva en delitos contra la propiedad, no se dé esa misma percepción en delitos relacionados con el alcohol, que tienen una incidencia mucho mayor en delitos contra las personas. Además, pese a los avances documentales de los últimos años, aún estamos ayunos de estudios rigurosos sobre este fenómeno. Hay demasiado opinión y ausencia casi total de estudios científicos. Nosotros mostramos, en un estudio publicado el año 1992 sobre la base del estudio de las sentencias judiciales de la Comunidad Autónoma Vasca, que la delincuencia relacionada con el alcohol era superior en cantidad y gravedad a la relacionada con las drogas ilegales 41 . 4) En efecto, hace años que sostenemos que, si revisamos la literatura científica sobre este tema y si la comparamos con la literatura no científica, así como con la percepción social, más acorde con esta última, constataremos que se da un hiato claro entre ambas literaturas. Mientras para la percepción social y la literatura no científica la relación entre delincuencia y drogas es muy grande, hasta el punto de que para muchos vendrían prácticamente a superponerse, especialmente en los delitos contra la propiedad, la literatura científica es mucho más cauta. Ya decíamos hace seis años que «la correlación droga-delincuencia-desviación social (y valdría la pena continuar el análisis con la intro41

ducción de conceptos tales como "marginación" y "exclusión social"), si bien existe y se confirma en relaciones estadísticamente significativas, no es capaz por sí sola de dar cuenta ni del hecho de la drogadicción, ni del hecho de la delincuencia, ni del hecho de la desviación social (ni de la marginación ni de la exclusión social). Más aún, no se puede afirmar que la mayor parte de las personas que se drogan delinquen, menos aún que sean "desviadas", ni que la mayor parte de las personas que delinquen sean drogadictas, ni que la mayor parte de las personas marginadas (auto o heteromarginadas) sean delincuentes o drogadictas» 42. 5) En ese mismo texto sostuvimos que «un estilo de vida, un determinado sistema de valores o un proyecto de vida (incluso la ausencia de proyecto puede ser, de forma latente, u n proyecto de vida alternativo al dominante), puede asociarse a u n determinado modo de consumir drogas (ciertas drogas), así como lo fue una cierta disidencia social y política en tiempos no muy lejanos (y lo es todavía, pero en tono mucho menor y con menor capacidad de explicación en nuestros días)». Aun sin negar toda validez a ese planteamiento, pensamos que hoy debemos poner el acento en otras dimensiones como el uso del tiempo libre, la capacidad socializadora de unos y otros modelos familiares, el papel fundamental del grupo de pares y la relación del joven escolarizado con su centro docente. 6) Más recientemente, en otro trabajo nuestro, Drogas y escuela VI, constatamos que los escolares con dificultades en las relaciones con sus padres y renqueando en su rendimiento escolar son los que más probablemente tendrán comportamientos inadecuados con sus profesores. Es un dramático círculo el que así se va cerrando. Escolares con dificultad para integrarse y sentirse emocionalmente asentados en su familia son los que peor rendimiento escolar presentan, los que mayores cotas de

J. ELZO (dir.) / J. M. LIDON / M. L. URQUIJO (colaboradores: A. HUARTE /

A. MINTIAGA / M. A. REMÍREZ / A. I. DEL VALLE), Delincuencia y drogas: análisis

jurídico y sociológico de sentencias emitidas en las audiencias provinciales y en los juzgados de Ia Instancia de la C. A. V. Vitoria, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, 1992.

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42

En J. ELZO, «Jóvenes en crisis. Aspectos de jóvenes violentos. Violencia y drogas», en Cuadernos de Derecho Penal. II. La criminología aplicada. Madrid, Consejo General del Poder Judicial, 1999, pp. 195-221.

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conflictividad con sus profesores alcanzan, con lo que al déficit de inserción y asentamiento afectivo familiar añaden el escolar. No extrañará, en consecuencia, que sea entre ellos donde encontremos los mayores consumidores de drogas. Por otra parte, en la tipología de adolescentes que presentamos en el capítulo 4 de este libro comprobamos la relación existente entre un determinado estilo de vida y sus valores asociados, tanto con el consumo de drogas como con las diferentes modalidades de actitudes violentas.

4. Causas o factores de violencia juvenil Son muchas las «causas» o «factores» que se pueden aducir a la hora de explicar las diversas modalidades de violencia juvenil. Distinguiré dos ámbitos de explicación: las de orden más genérico y global, y las de orden más cercano, más próximo. Siendo extremadamente limitativo, distinguiré en cada caso tres factores que creo pueden dar cuenta de más del 90% de las manifestaciones de las violencias juveniles.

a) Factores genéricos y globales de violencia juvenil 1) Las situaciones de marginación social. Todo parece indicar que, salvo cambio de rumbo, las diferencias entre países así como las diferencias en el interior de los países están aumentando y, lo que puede ser peor, las diferencias entre las expectativas y las posibilidades, esto es, las diferencias entre lo que es expuesto como deseable y exigible para aparecer como triunfador en la vida y las posibilidades de conseguirlo por las vías normalizadas, están en aumento constante. 2) El auge de los fundamentalismos de todo color: político, religioso, étnico, racial, nacional, etc. en un mundo que se dice plural, pero que debajo del pluralismo esconde el relativismo 68

total, que hay que distinguir cuidadosamente de la necesaria relatividad de toda pretensión absolutista de poseer la única verdad absoluta. Entre la deriva fundamentalista, «solo yo y los míos somos portadores de la única verdad y proyecto legítimos», por un lado, y el relativismo total del «todo vale», por otro, parece que ya no queda espacio para la reflexión, el discernimiento, el respeto al «otro», para la resolución de los conflictos mediante las reglas democráticas. Pero sí para la violencia como medio para defender la «única verdad» en el primer caso o como deriva identitaria en el segundo. 3) La incapacidad para asumir el límite, prácticamente cualquier límite, como consecuencia de un tipo de educación e ideología dominantes en el mundo occidental, que ha privilegiado ciertos valores sobre otros. En dos palabras: se ha hecho hincapié, y con razón, en los valores inherentes a los derechos de la persona, pero se ha olvidado que esos valores no son traducibles en la práctica si no llevan el correlato de determinados deberes.

b) Factores más próximos e inmediatos Señalaré, sin mayores comentarios, tres, pues son muy conocidos. 1) Las familias destrozadas así como las familias que, por diversas causas, han dimitido de su función educadora. Los psicólogos y psiquiatras insisten en la importancia de los primeros años de la vida. Los datos sociológicos hablan de correlaciones entre situaciones de carencias familiares y manifestaciones de violencia en la juventud (así como en la edad adulta). Tanto cuando los padres son prepotentes y quieren reproducir en sus hijos, como único válido, el mundo en el que ellos se educaron siendo jóvenes, como cuando son impotentes porque no entienden nada del nuevo mundo en el que estamos entrando. 2) Los estragos del consumo abusivo de las drogas y, de modo particular, del alcohol. Todos los trabajos científicos son forma69

les en este punto. El control del modo y circunstancias de consumo desenfrenado de alcohol y drogas durante los fines de semana y en las fiestas en general nos parece una causa cercana de primer orden en no pocas de las manifestaciones de violencia juvenil en nuestra sociedad española hoy. También en Latinoamérica. Por ejemplo en las modalidades de violencia sexual, violencia «gratuita» y, aunque en menor medida, también en la que he denominado violencia «antisocial». Asimismo, para desencadenar físicamente una agresión en las manifestaciones violentas raciales, xenófobas y a veces en las de signo revolucionario y nacionalista, el factor alcohol también está muy presente. 3) Aunque hay mucha discusión en este punto, parece que la trivialización de la violencia, por su repetición, su carácter Indico y su presencia como exigencia para lograr fines, aun positivos, en los medios de comunicación social, especialmente en la televisión, puede ser un factor que, en determinados jóvenes, puede ser inductor de imitación.

5. La prevención de la violencia juvenil Como hemos señalado más arriba, bajo la denominación de violencia juvenil se incluyen diversas modalidades de violencia que responden a realidades muy diversas. En consecuencia, para hablar de prevención habrá que delimitar de qué violencia estamos hablando. Me atrevería incluso a decir que la primera medida que hay que adoptar cuando de prevención de violencia juvenil se trata será la de diagnosticar, lo más precisamente posible, el alcance, motivaciones, justificaciones, ramificaciones, actores, etc. de la violencia cuyas manifestaciones se quieren prevenir. En efecto, las medidas preventivas serán distintas si nos enfrentamos a la violencia de signo racista o xenófoba, a las violencias de matriz nacionalista o revolucionario-nacionalista o si nos referimos a las violencias de carácter antisocial, así como la que hemos denominado más arriba como violencia gratuita y sus di70

ferentes raíces y motivaciones, que nos hemos limitado a enumerar y que requieren, evidentemente, un más amplio tratamiento. De todas formas, más del 90% de las manifestaciones de violencia juvenil responden a tres grandes capítulos, como acabamos de indicar: en respuesta a situaciones de marginación social, como consecuencia de algún tipo de fundamentalismo y fruto de la disociación entre «objetivos y medios», instaurando un sistema de valores en el que el goce de lo deseado no puede ser diferido, mucho menos cuestionado. Las situaciones de marginación social se previenen, hasta donde sea posible, mediante la eliminación de la injusticia social, mediante la lucha contra la exclusión social. Es un problema, en última instancia, de orden político, salvo que hayamos dimitido en favor del mercado como único referente de acción social. No se puede pedir a la educación ni al sistema educativo, aun al mejor y más dotado en cantidad y calidad, que resuelva problemas que son anteriores y previos a la educación. No se puede pedir a la educación, como se soñó en la década de los sesenta con la teoría de la igualdad de oportunidades, que se resuelvan las desigualdades sociales. No quiero negar con esto la bondad del principio de la igualdad de oportunidades. Quiero señalar, sencillamente, que la reiteración del principio e incluso los intentos de aplicarlo no resuelven la desigualdad originaria, que es una desigualdad de estratificación social. Los otros dos capítulos explicativos de la violencia juvenil tienen mucho que ver con la educación, en el sentido más amplio del término. La lucha contra los fundamentalismos, esto es, la pretensión de que uno es portador de la única verdad, exige educar en la tolerancia activa, en la instauración del pluralismo como modo de regular la vida ciudadana, teniendo como norte la defensa de los derechos de la persona, de cada persona, sea quien sea y haya hecho lo que haya hecho. Asimismo, el tercer y más actual rasgo de la violencia, el que proviene de la dificultad para afrontar toda frustración, así como diferir en el tiempo lo deseado en cada momento o aceptar un límite en su tiempo de ocio, exige un cambio de rumbo 71

en los sistemas de valores que padres y profesores tratamos de inculcar en los adolescentes, así como en los modelos educativos al uso para transmitir esos valores. Respecto a los sistemas de valores que inculcar, pienso, de forma particular, en la necesidad de introducir la responsabilidad en la vida diaria, familiar, escolar y social de los adolescentes y jóvenes. El concepto de responsabilidad se corresponde con el del deber. Las encuestas de opinión indican que nos encontramos ante una población, especialmente la más joven, que apuesta más por exigir a los demás la resolución de sus problemas que por la iniciativa personal para afrontarlos con el esfuerzo que ello conlleva. Las causas de este estado de cosas son múltiples y de órdenes diversos. En mi opinión, algunas explicaciones, las más de fondo, aunque puedan parecer las más alejadas de problemáticas individuales actuales y de resolución más compleja, corresponden a los sistemas de valores dominantes en la sociedad occidental durante los últimos años y que se reflejan en los sistemas de valores que, consiguientemente, han adoptado los jóvenes. Refiriéndome a los jóvenes he sostenido que, junto a graves situaciones estructurales carenciales, que sería ceguera negar (el problema de la carestía de la vivienda, por tanto las posibilidades de emancipación familiar difíciles y el horizonte inmediato a la hora de su inserción en la sociedad precario), han recibido una socialización que no les ha armado, me atrevo a decir que ni psicológicamente, para afrontar convenientemente la sociedad en la que les ha tocado vivir. Mi tesis es que gran parte de los actuales adolescentes, los que provienen de la gran clase media que conforma la mayoría de la sociedad actual, han crecido en una infancia dulce, sobreprotegida, con más recursos materiales que adolescencia y juventud alguna hayan tenido en la historia de este pueblo, a la par que nadie, o casi nadie, les ha hablado y educado en la importancia del sacrificio para la obtención de fines, en la abnegación, en el esfuerzo, en una palabra, en la autoresponsabilidad. Nunca juventud alguna ha accedido a la universidad en la proporción en la que lo hace la actual, y puede estar tantos años en la universidad con tan escaso rendimiento 72

sin provenir necesariamente de las clases adineradas, sino del amplio colchón de la clase media. En definitiva, la prevención de la violencia juvenil exige, a mi juicio, comenzar por un diagnóstico exacto de lo que estamos hablando para aplicar medidas de prevención específica a cada situación concreta. Como prevención global, o inespecífica, hay que trabajar en dos registros principalmente: en el de la eliminación de la exclusión social, por un lado, y en una educación en el respeto a los derechos humanos y en la responsabilidad de lo que se hace y dice, tanto por parte de los alumnos como por parte de los padres y educadores, por el otro. Educar en la responsabilidad, en el valor del esfuerzo, del trabajo, de la disciplina, de la abnegación, etc., es poner en su lugar unos «valores» no suficientemente reconocidos en los últimos tiempos, pero sin los cuales otros «valores», esto sí, muy reconocidos (y justamente reconocidos), como la solidaridad, la tolerancia, el rechazo de la exclusión social, etc., no son sino papel mojado. La prevención de la violencia juvenil pasa por fomentar la tolerancia y la solidaridad, pero el ejercicio concreto de la tolerancia y la solidaridad, además de la justa proclamación de su conveniencia y absoluta necesidad, exige día a día esfuerzo y trabajo, constancia y disciplina, reflexión y estudio.

6. A modo de resumen interpretativo de la situación actual de la violencia en los adolescentes y jóvenes Sería injusto e inexacto decir que la totalidad de la cultura dominante en nuestra sociedad fomenta, incita o crea las coordenadas de base para la proliferación de actos delictivos, de comportamiento violentos. Según la moderna sociología europea de los valores, hay un acuerdo en señalar que, aun con fallas importantes, cabe hablar de tres órdenes de valores a los que cabe denominar de valores universales, en el sentido de que suscitan el consenso y la aquiescencia de una gran mayoría de ciudadanos. Nos referimos a la asunción del carácter inalienable de los dere73

chos individuales y, aunque con más dificultades, también los colectivos, derechos de los individuos constituidos en personas en lo particular, ciudadanos en lo social. En segundo lugar, encontraríamos el rechazo al uso de toda violencia para la resolución de los conflictos, con la exclusión de la legítimamente utilizada por los agentes del Estado. En fin, en tercer lugar, la necesidad de encontrar un acuerdo planetario de la raza humana con los animales y, en general, lo que ha dado en llamar el medio ambiente, la tierra en su conjunto. No es poca cosa, y solamente este «acuerdo» con todas las fragilidades e incumplimientos concretos, imposibles de olvidar, sin embargo infirma la idea de que el mal esté instalado en el m u n d o occidental, como a veces se oye en voces de los que Juan XXIII hubiera denominado «profetas de calamidades». Ahora bien, dicho lo anterior, y con fuerza, hay que decir, con la misma fuerza, que también hay elementos de la cultura dominante que favorecen no solo la delincuencia, sino las modalidades de delincuencia que hemos reseñado. Dado el tenor de este texto, parece normal que nos detengamos en estos aspectos. - Vivimos en una cultura de la transgresión, de la trivialización, de la ordinariez en muchos medios de comunicación, en la erotización de la publicidad y de los contenidos de las revistas para jóvenes, especialmente las que van dirigidas a las chicas, en la lenta pero persistente deriva de los telediarios de la información política y social hacia la de los sucesos, cuanto mas truculentos, mejor. - Se ha hecho mucha investigación sobre las correlaciones entre violencia en los medios y violencia real, sin llegar a ninguna conclusión clara. Ahora algunos estudiosos 43 empiezan a apuntar a que el catastrofismo de los «telediarios», la repetición constante de los hechos más terribles y el paso inmediato de esas noticias a otras ligeras es lo que crea la idea de la trivialización de la violencia. Esa forma de dar las noticias sería un factor 43

Se leerá con sumo provecho el dossier elaborado por M. DAGNEAU, «Medias et violence. L'état du débat», en el n. 886 (marzo de 2003) de La Documentatíon Frangaise.

74

potenciador de la violencia. Además, creo yo, aunque no puedo probarlo científicamente, que la trivialización de la violencia se relaciona en el fondo con la trivialización de todo. Muchos programas crean o fomentan un contexto de desresponsabilización, generando un caldo de cultivo en el que todo se reduce al principio del placer. - Hay una nivelación de valores, y más aún un rechazo a toda jerarquización de valores bajo el sacrosanto principio de que cada cual puede decir y pensar lo que quiera con tal de hacerlo sin violencia (y no siempre) y en tanto que respete los derechos del otro (y no siempre, piénsese en el martirio de los ancianos faltos de recursos económicos y que viven en espacios de ocio nocturno de fin de semana). - En España hemos pasado muy rápidamente de una moral religiosa, que en su vertiente extrema basaba la salvación en el sufrimiento (y aún quedan secuelas preocupantes), a una moral de la salvación por el cambio político, el cambio de estructuras políticas, pensando ilusa y trágicamente que así se cambiada la sociedad (piénsese en la experiencia de la dictadura soviética y la ceguera de décadas de los intelectuales europeos), que ha dado paso a una moral centrada en el bienestar, en el disfrute del momento presente, a lo que Paul Valadier ha denominado, no recuerdo dónde, la moral libertaria. La última razón de este deslizamiento, en mi opinión, hay que verla en la gran mutación histórica a la que estamos asistiendo, lo que provoca zozobras, incertidumbres y al final repliegues en zonas de intimidad, personal y colectiva, que, en última instancia, pueden provocar reagrupamientos en colectivos de afinidades de toda suerte. Vivimos en Europa una sociedad rica en recursos y pobre en proyectos colectivos. - Los jóvenes españoles de hoy están centrados en lo próximo, en lo actual, en lo cercano, en lo cotidiano, etc., la historia como pasado no les interesa más que anecdóticamente, y el futuro, que lo quieren alejar lo más posible, lo vislumbran con más temor en lo personal que en lo profesional. (Aunque no hay que olvidar nunca que no hay juventud, sino jóvenes.) Asimismo, 75

frente al «gran discurso», a la explicación holista (que se les escapa por inasible conceptualmente), prefieren el «pequeño relato», la concreción del día a día, la respuesta a sus cuestiones habituales. Sin embargo, las grandes preguntas, aun no explicitadas, no formuladas temáticamente, están ahí, en lo más profundo y en la periferia de ellos mismos: quién soy yo, de dónde vengo, a dónde voy, qué sentido tiene mi vida, por qué hacer el bien y no el mal, por qué he de ocuparme del otro y no centrarme en mí mismo, si el mundo se acaba aquí, si hay un más allá... Y no encuentran quién les dé, no diré respuestas, sino, más básica y fundamentalmente, elementos para aproximarse a esas grandes cuestiones con la fuerza de la razón y la determinación de la voluntad. Es la falla de la teoría del control la que aquí encontramos. De ahí la fragilidad intelectual y volitiva en no pocos jóvenes y el riesgo de que puedan ser presa de colectivos que, esos sí, saben lo que quieren, y aquí encontramos el peso de la teoría de la afinidad selectiva. Nunca la filosofía, la ética, la espiritualidad y la religión para los creyentes (aunque sin la pretensión de ser los únicos depositarios de la única verdad revelada) han sido tan necesarias como en estos tiempos. - La familia está en un proceso de cambio vertiginoso, y nos encontramos ante muchos hijos únicos en el seno de un hogar en el que la madre ha salido de casa sin que el padre haya entrado. En la familia está buena parte de la clave del problema, aunque me temo que no la solución. En este punto hay acuerdo entre los investigadores, que sitúan en la crisis de la institución familiar, en las familias que se buscan, en la reordenación de los roles paterno y materno, uno de los factores centrales de las modalidades de violencia juvenil. Hay un 15% de familias en España con un clima de agresividad que puede llegar a derivar en violencia física. Y luego hay otro tipo de convivencia familiar que, si bien no propicia la violencia, tampoco arma a los jóvenes contra la modalidad de violencia que hemos definido como «gratuita» más arriba. Es lo que hemos denominado «familia nominal»: aquella en la que los padres han dimitido de la tarea de educar. No es un fenómeno aislado: estamos hablando 76

de más del 40% de las familias españolas en este supuesto 4 4 . Aquí falla el control familiar, la educación familiar, y algunos muchachos terminan juntándose con jóvenes matones. - La educación que no educa y que se limita a instruir y, a lo que parece, tampoco demasiado bien. Necesitamos pasar de la mera transmisión de conocimientos, siempre necesarios, por supuesto, a la formación, a la educación de personas autónomas y responsables. Nunca la educación, el aprendizaje, más precisamente, han sido tan importantes como en un momento en el que la socialización del joven se hace cada vez más al modo individual y experiencial en el grupo -«solipsismo grupal e imitativo, pretendidamente autónomo» lo vengo definiendo-, siendo el último referente de lo bueno y de lo malo, de lo correcto e incorrecto, de lo esencial y secundario el propio joven. Nunca se dirá suficientemente que «todo pasa por la educación». - Al final todo se conjuga. Es la conjunción de la trivialización de la violencia con el hecho de que los jóvenes crecen solos, sin que nadie les proponga y, si fuera preciso, imponga límites, balizas de comportamiento, en un clima festivo en el que el alcohol y las drogas forman parte de un hábito para demasiados jóvenes, lo que conlleva la presencia de la violencia, especialmente la que hemos denominado «violencia gratuita».

44

Cf. el capítulo tipológico de Hijos y padres: comunicación y conflictos, o. c. Más recientemente, J. ELZO, «Tipología y socialización de las familias españolas», en Arbor 702, tomo CLXXVIII: «La familia en el XXV aniversario de la Constitución Española», ed. por S. UKL CAMI'O (junio de 2004), pp. 205-229, donde concreto y avanzo algunas reflexiones más sobre el texto anterior. Cf. también mi texto: «Padres e hijos. Valores de ida y vuelta», conferencia de clausura en la Jornada «Los hijos raros», celebrada en Madrid el 3 de noviembre de 2004. Madrid, DAD, 2005. pp. 117-142. Más allá de estudios empíricos, es de justicia reseñar el trabajo, profesional e investigador, de Javier URRA desde su vertiente de psicología clínica y su enorme conocimiento de la realidad de los menores. Su publicación Escuela práctica para padres. Madrid, La Esfera de los Libros, 1994, es un compendio de su saber. Nos decía cuando lo publicó «que se había vaciado» en ese libro. Pero cerrando estas páginas saludo ya un nuevo libro suyo: El pequeño dictador. Madrid, La Esfera de los Libros, 2006.

77

- Otero López, en la tercera hipótesis de un importante trabajo suyo del año 1994 sobre la relación entre delincuencia y drogas, afirma que «no existe relación causal entre ambas conductas (...) y que la relación es artificiosa o espuria, y que ambas conductas son el resultado de factores comunes, de manera que los sujetos expuestos a esos factores pueden desarrollar las dos conductas indistinta o conjuntamente» 45 . Nosotros ya decíamos el año 1989 que «el factor más explicativo, el más concomitante con el consumo abusivo de las drogas, no convencionales especialmente (...), es el que se refiere al mundo valorativo, al modo de entender la sociedad, a la mentalidad con la que el joven se enfrenta a la sociedad en la que vive», y que nos inclinábamos, en última instancia, por interpretaciones de signo cultural para dar cuenta del fenómeno de la drogodependencia juvenil en el País Vasco 46 . Más de quince años después, seguimos sosteniendo, y es nuestra tesis de fondo, que un estilo de vida, un determinado sistema de valores o un determinado proyecto de vida (incluso la ausencia de proyecto) puede asociarse a un determinado modo de consumir drogas (ciertas drogas) y a determinadas actitudes y comportamientos de carácter violento. Defendemos el planteamiento de orden cultural, pues nos parece mucho más explicativo que el meramente social, aun sin negarlo, por supuesto. Pensamos que hoy más que nunca debemos poner el acento en dimensiones como el uso del tiempo libre, introduciendo también Internet y los chats, la capacidad educadora de unos y otros modelos familiares, el mundo asociativo de unos y otros jóvenes, el peso de los diferentes agentes de socialización, el papel fundamental del grupo de pares y la relación del joven escolarizado con su centro docente y, por encima de todo, lo reitero, su proyecto vital, tematizado o no, latente o manifiesto, pero siempre presente. Así como no hay gente sin valores, tampoco hay nadie sin proyecto de vida.

3 LA DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LOS JÓVENES

En este capítulo vamos a presentar varios aspectos significativos de la dimensión religiosa de los jóvenes españoles, sirviéndonos básicamente de los últimos estudios de la Fundación Santa María. Pretendemos ofrecer al lector una síntesis para que, en un número limitado de páginas, tenga lo esencial de nuestros estudios y le sirva de introducción comprensiva de este aspecto de la realidad juvenil tan poco conocida y muchas veces adulterada. Pasaremos revista a la práctica religiosa dominical, las creencias religiosas de los jóvenes, lo que supone ser religioso para ellos, la presencia de los jóvenes en las asociaciones juveniles, especialmente en los nuevos movimientos religiosos, y el juicio que les merecen, la impronta de las sectas en la juventud española, las actitudes que manifiestan ante la Iglesia, etc. Cerraremos con unas reflexiones propugnando un nuevo paradigma en las relaciones entre la Iglesia y el Estado, entre la Iglesia y la sociedad. Nos serviremos de un número importante de tablas para ilustrar y dar fe de lo que decimos, pero el lector alérgico a las cifras podrá seguir el texto sin apenas consultar las tablas.

1. La práctica religiosa

45

Así como hace veinte años se concedía, incluso en la propia Iglesia institucional, escasa importancia a la práctica religiosa en detrimento de otros indicadores, ya desde comienzos de los años noventa del siglo pasado, en los estudios de sociología religiosa, la práctica religiosa aparece como uno de los más potentes predictores y delimitadores de la dimensión religiosa con

78

79

J. M. OTERO LÓPEZ, Delincuencia y droga: concepto, medida y estado actúa] del conocimiento. Madrid, Eudema, 1994. 4 '' J. Hi.zo, Los jóvenes y su relación con las drogas. Vitoria-Gasteiz, Ediciones del Gobierno Vasco, 1989, pp. 138ss.

su traslado a los comportamientos de los jóvenes y adultos. En la tabla 1 presentamos la evolución de esta práctica, ir a misa, en los jóvenes españoles, ajustando los datos de los diferentes estudios a la franja de edad de los 15 a los 24 años. Tabla 1. Evolución de la práctica religiosa (ir a la iglesia) de los jóvenes españoles (15-24 años), excluyendo bodas, bautizos y funerales (en %) 1984 1989 1994 1999 2002 2005 3

4

2

1

3

1

Una vez a la semana

17

17

15

11

10

4

Una vez al mes

10

10

9

9

6

5

13

16

16

14

Más de una vez a la semana

Por Navidad, Semana Santa y en algunas festividades concretas Con ocasión de una romería, reunión de confirmación, peregrinación, año santo, visita a monasterios, fiestas de la localidad donde vivo, etc.

10 27

-

-

12

10

-

-

5

8

7

5

Una vez al año o con menos frecuencia

12

Nunca, prácticamente nunca

43

16 37

50

53

57

69

En ocasiones comprometidas (exámenes, enfermedades, búsqueda de trabajo, problemas afectivos, etc.)

N=

9

estos últimos cinco años hacia arriba (más desenganche), y ahora estamos en cifras que nos dicen que siete de cada diez jóvenes no pisan nunca, o prácticamente nunca, una iglesia, excepción hecha de bodas, bautizos y, sobre todo, pensamos, funerales. Nos acercamos ya a una práctica religiosa semanal, en los jóvenes, que cabe hablar de residual: 5% el año 2005, uno de cada veinte. Cualquiera que se asome un domingo a la eucaristía observará que, además de poca gente, pues la práctica religiosa no solamente ha descendido en la población joven, se acentúa aún más en la juventud.

2. Las creencias religiosas Nos detenemos ahora en la evolución de las creencias religiosas, en primer lugar en la lista de creencias que se ofrecen en las encuestas europeas de valores (EVS) del año 1980 y a continuación en la idea de Dios y del más allá que introdujimos nosotros a partir del año 1990. Veamos en la tabla 2 la evolución de creencias siguiendo la lista de la EVS. Tabla 2. Evolución de las creencias religiosas de los jóvenes españoles en edades comprendidas entre 18 y 24 años (en %)

3.343 4.585 2.028 3.853 935 4.000 Fuente: Estudios de la Fundación Santa María.

La práctica religiosa semanal está disminuyendo paulatinamente, así como la mensual. En la sociología europea ya se entiende como persona practicante la que al menos una vez al mes va a la iglesia, a misa o a un oficio religioso, según la diferente confesión religiosa. En España, entre los jóvenes de 15 a 24 años, si el año 1984 iban a misa, al menos una vez al mes, el 30%, esta cifra se sitúa el año 2005 en el 10%. Aunque básicamente el descenso se produce en la misa semanal, también desciende la práctica mensual. Además, dato muy importante, lo que Toharia llamaba hace veinte años el «desenganche total», no ir nunca o prácticamente nunca a la iglesia, se ha movido en 80

1981

1984

1989

1999

2002

2005

65

68

54

43

46 23

31 -

35

-

Dios

78

71

71

Vida después de la muerte Infierno

44

42

42

20

15

34

27

16 32

21

Cielo

34

Pecado

41

36

38

36

38

26

Resurrección de los muertos

-

-

-

24

Resurrección de Jesucristo

-

-

-

-

23 -

25

Reencarnación N=

16

-

-

-

27

27

17

543

2.239

3.079

2.665

786

4.000

Fuentes: Para 2002,1999,1989 y 1984, los trabajos de juventud de la Fundación Santa María. Para 1981, la submuestra de 18-24 años de Andrés Orizo 1983 (detalles en el estudio 1999).

81

Algunos han discutido la validez de estos indicadores, señalando que no sabemos bien qué entienden los jóvenes por pecado, vida después de la muerte y, no digamos, cielo o infierno, por ejemplo. Ciertamente, pero yo no limitaría la duda a los jóvenes, sino también a los adultos, incluidos sacerdotes y religiosos, sin olvidar a los teólogos. Pero, y es la razón central para mantener los ítems, la evolución en el tiempo y la comparación con los datos de otros países (la lista de ítems proviene de los estudios europeos de valores) permite situar bien a nuestros jóvenes y analizar las tendencias. Es lo que hace González-Anleo en los dos últimos estudios de la Fundación Santa Maria, y a ellos remito al lector. Nosotros decíamos comentando estos datos en el estudio sobre las vocaciones religiosas 47 que «la estabilidad de las cifras (hasta el año 2002) es, posiblemente, el dato más significativo y el que hay que situar en primer lugar. Así y todo, hay que señalar que hay un significativo descenso en el porcentaje de jóvenes que dicen creer en Dios y que, sin embargo, manifiesta un repunte en el estudio que habrá que comprobar, si se confirma, en estudios posteriores». Pues bien, el estudio de 2005 nos muestra claramente, tanto en este dato como en la mayoría de los demás, que las cifras de 2002 son un diente de sierra, pues los datos de 2005 confirman la tendencia de los últimos años. Es más, la tendencia se acelera en los últimos cinco o seis años, lo que nos confirma en la importancia del cambio que está teniendo lugar ante nuestros ojos con los actuales adolescentes y jóvenes, que tiene también su traslado en su dimensión religiosa. Es particularmente importante constatar que apenas uno de cada dos jóvenes españoles dicen creer en Dios. La cuestión es todavía más importante cuando profundizamos en el Dios en el que dicen creer, como nos muestra la tabla 3. 47

J. ELZO, «Jóvenes españoles y vocación», en Seminarios sobre los ministerios en la Iglesia 172-173 (abril-septiembre de 2004), pp. 151-400. Número completo con una introducción de Alonso MORATA. Cf. el capítulo 2, que seguimos parcialmente en estas hojas, aunque modificadas a tenor de los datos del estudio de 2005. 82

Tabla 3. Evolución d e la idea d e Dios y ante la posibilidad d e q u e h a y a algo o alguien s u p e r i o r a los h o m b r e s e n los jóvenes (15-24 años). En % 1994 1999 2002 2005 2005-1994 Dios existe y se ha dado a conocer en la persona de Jesucristo

70

60

54

42

-28

Lo que llamamos Dios no es otra cosa que lo que hay de positivo en los hombres y en las mujeres

54

43

31

31

-23

Dios es Algo superior que creó todo y de quien depende todo

59

46

34

35

-24

Dios es nuestro Padre bondadoso que nos cuida y nos ama

58

46

44

34

-24

Dios es el Juez supremo, de él dependemos 51 y él nos juzgará

39

-

28

-23

Hay fuerzas o energías que no controlamos en el universo, que influyen en la vida 52 de los hombres y mujeres

52

63

44

-8

No sé si Dios existe o no, pero no tengo motivos para creer en él

32

34

30

25

+5

Yo paso de Dios. No me interesa el tema

18

24

20

25

+7

Para mí Dios no existe N=

18

22

21

28

+10

2.028 3.853 935 4.000 Fuentes: Estudios de la Fundación Santa María.

Las creencias claramente cristianas han descendido varios puntos. Así, la idea del «Dios revelado en Jesucristo» pasa de un 70% de jóvenes, que manifiesta su acuerdo con esa fórmula el año 1994, al 42%, once años después. Descenso importante y continuado. El «Padre bondadoso que nos ama y nos cuida» recibe el acuerdo del 58% de jóvenes el año 1994 y desciende al 34% en los jóvenes del año 2005. También descenso importante en el ítem que habla del «Dios creador» y del «Dios Juez», imágenes tradicionales de Dios en la catequesis de la Iglesia católica. También desciende de forma clarísima la concepción esotérica de un Dios como «lo que hay de positivo en hombres y mujeres», pero ha crecido, particularmente los últimos años, la creencia en el Dios-energía-del-universo, idea que, como 83

señala González-Anleo, se alimenta probablemente en las mismas fuentes que las querencias ecologistas de nuestros tiempos. No podemos dejar de señalar que en el estudio de 2005 es esta última imagen, aún en descenso respecto a 1994, la que suscita el mayor porcentaje de adeptos entre los jóvenes españoles. En efecto, hay más jóvenes que sostienen que «hay fuerzas o energías que no controlamos en el universo, que influyen en la vida de los hombres y mujeres» que jóvenes que creen que «Dios existe y se ha manifestado en la persona de Jesucristo». La imagen cosmovitalista supera ya a la del Dios de Jesucristo, y no digamos a la del Dios Creador o el Dios Juez. Asimismo, los planteamientos agnósticos, no creyentes o indiferentes ante la idea de Dios han crecido estos últimos años, así como la proporción de jóvenes que o no saben o no contestan a estas cuestiones. ¿Que decir? La idea de algo superior sigue viva y presente en los jóvenes, aunque cada vez en menor número. La idea puramente inmanentista, no hay nada mas allá de lo material, de lo empírico, de lo físicamente constatable, no alcanza a la mitad de los jóvenes españoles, pero se acerca claramente. Sin embargo, es claro el descenso del «imaginario» clásico de la tradición católica. No corresponde a este sociólogo aventurarse en cuestiones teológicas, pero ¿es plausible en la sociedad actual la secuencia de una creación donde se sitúa a los primeros hombres en un paraíso, hombre y mujer, que a las primeras de cambio cometen un pecado cuyas consecuencia abarcan al resto de la humanidad y que solamente la muerte de Jesús en la cruz vendrá a liberar? Si bien es cierto que la inmanencia gana algunos enteros en la juventud actual, es el «imaginario» de la trascendencia cristiana el que pierde claramente terreno. Precisando más cabria decir que es ese «imaginario» concreto el que está perdiendo terreno inexorablemente y que otros «imaginarios», otras explicaciones de la creación y de la salvación no han pasado de la discusión de los teólogos.

3. Quién es una persona religiosa Por primera vez en el estudio de Jóvenes españoles 1999 quisimos conocer qué significa para un joven ser religioso. La pregunta, largamente meditada dentro y fuera del equipo redactor, pues no conocemos referentes en la literatura científica, estaba así formulada: «Quisiera tu opinión sobre las condiciones que se requieren para que uno pueda ser considerado como una persona religiosa. Tú, personalmente, ¿qué esperarías del comportamiento de una persona que se diga religiosa?». Se le ofrecía una batería de posibles respuestas de las que podía seleccionar tantas cuantas considerara pertinentes. En el estudio de 1999 llegamos a la siguiente conclusión: A fin de cuentas, para los jóvenes, ser una persona religiosa quiere decir, y por este orden, creer en Dios y ser honrado, humanitario, en primer lugar; rezar, aunque sea de vez en cuando, y tener alguna práctica religiosa, en segundo lugar; mantener alguna ligazón con su Iglesia, en tercer lugar; y, por último, preguntarse por el sentido de la vida. Tener una práctica sexual acorde con la doctrina oficial de la Iglesia católica, así como aquiescer con su postura ante el aborto y la eutanasia, no aparecen como condiciones para ser una persona religiosa48. Seis años después, en el último trabajo del año 2005, reformulamos exactamente la misma pregunta, de la misma forma, esto es, sin limitación de respuestas. En la tabla 4 reproducimos los resultados obtenidos en los dos estudios. La similitud es llamativa, aunque con un ligero descenso en casi todas las manifestaciones, indicativo del menor peso de la dimensión religiosa en sus vidas. Pero hay que remarcar la similitud de resultados, pues nos indica que, muy probablemente, estamos ante una certeza científica. Aquí tenemos el reflejo de lo que los jóvenes españoles entienden que es una persona religiosa, y Jóvenes españoles 1999, o. c , p. 288.

84

85

estamos tentados de decir que los jóvenes «dan en el clavo». Ser una persona religiosa quiere decir estar abierto a la trascendencia, creer en Dios, lo que supone mantener algún tipo de relación con esa trascendencia, mediante una práctica religiosa o mediante la oración, a la par que esa religiosidad debe traducirse en una honrada apertura a los demás, ayudando a los necesitados. Amor a Dios y amor al prójimo. La mayoría de los jóvenes españoles están de acuerdo con esta visión de lo que supone ser religioso, de las condiciones requeribles a una persona para ser calificada como persona religiosa. Son las condiciones de la trascendencia y de la solidaridad las que son señaladas por delante de las de las normas de comportamiento, como «no mantener relaciones sexuales completas hasta formar una pareja para casarse» (solamente el 6% lo señala) o no tomar drogas (el 8% lo dice). Una y mil veces hay que decir que, para los adolescentes y jóvenes españoles, la religión va por delante de la moral y de la norma. Especialmente de la norma sexual, aunque mucho menos de la norma genérica que supone decirse perteneciente a una Iglesia.

religioso quiere decir creer en Dios, sostenida, lo repetimos, por mas del 70% de los jóvenes españoles. La idea de Dios, la concepción de Dios, está en el centro del debate socio-religioso, debate que se nos antoja tan teológico como sociológico, o quizá más teológico que sociológico.

En medio, para algo más de uno de cada dos jóvenes, la religiosidad va también ligada a la eclesialidad. «Pertenecer a una Iglesia», «seguir las normas de la Iglesia», es señalado como condición para ser considerada una persona religiosa por uno de cada cuatro jóvenes, cifra que está en consonancia con el porcentaje de jóvenes que dicen tener alguna confianza en la Iglesia católica. Pero bastantes menos señalan al hecho de «casarse por la Iglesia» como requisito para considerarse una persona religiosa, indicador también del descenso de jóvenes que proyectan casarse por la Iglesia, aunque esa cifra es todavía del 43%. Queremos llamar la atención sobre el 71% de jóvenes que el año 2005 señala que decirse una persona religiosa quiere decir creer en Dios. Cuando sabemos por las tablas anteriores que solamente el 54% dicen creer en Dios y que el Dios que se ha manifestado en Jesucristo es aceptado por el 42% de los jóvenes, el Dios creador por el 35% y el Dios Juez por el 28%, es inevitable reflexionar sobre el hiato que existe entre el Dios que ellos perciben en la Iglesia católica con la idea trascendente de que ser 86

Tabla 4. Condiciones para que una persona pueda ser considerada religiosa (en % ordenados según menciones. Sin límite de respuestas) 1999 2005 2005-1999 Creer en Dios

78

71

Ser una persona honrada

45

45

Ayudar a los necesitados, marginados, excluidos, etc.

44

-6

Rezar, aunque sea de vez en cuando

34

38 32

Pertenecer a alguna Iglesia

26

25

-1

Seguir las normas que establece la Iglesia

26

22

-A

Preguntarse por el sentido de la vida, por qué estoy aquí, qué quiero hacer con mi vida, etc.

15

14

-1

Que se case por su Iglesia

14

13

-1

No aceptar el aborto y la eutanasia (ayudar a morir a alguien que tenga una enfermedad incurable)

11

11

=

No tomar drogas

8

8

=

No mantener relaciones sexuales completas hasta formar una pareja para casarse

6

6

=

N=

-7

= -2

3.853 4.000 Fuente: Estudios de la Fundación Santa María.

4. La oración La oración es el reducto privilegiado de la religiosidad no institucional, de lo que hace años venimos denominando como religiosidad experiencial, la religiosidad más personalizada. La oración representa en cierta manera el núcleo más íntimo de la religiosidad, en el que, como dice González-Anleo, a quien seguimos en gran parte en estas líneas, «confluyen misteriosamente creencias, sentimientos, esperanzas, nostalgias 87

religiosas y necesidades profundamente hincadas en el hondón del alma. Y en la biografía de cada persona. No debe extrañar, por eso, que casi el 40% de los españoles rece al menos una vez por semana, de los cuales el 25% lo hace diariamente», según datos del último estudio del CIS 49 . Los jóvenes rezan bastante menos que la población en general. La forma de oración que predomina entre los jóvenes es la oración de petición, 35%, seguida muy de cerca por las fórmulas tradicionales como el Padrenuestro o el Avemaria, y la oración libre y espontánea. La meditación y la oración en la parroquia vienen a continuación, el 15% de los jóvenes lo indica, y proporciones menores de jóvenes señalan la acción de gracias, la lectura meditada de un texto religioso y la oración comunitaria. La oración comunitaria, con un grupo de amigos, indica la existencia de núcleos de comunidades cristianas o asociaciones religiosas, básicamente alrededor de las parroquias o colegios religiosos, en notoria mayor proporción que en los nuevos movimientos religiosos, como veremos más abajo. Son pocos, apenas el 6%, los jóvenes que se apuntan a este tipo de oración, que será mencionada, casi exclusivamente, por los jóvenes que se declaran «muy buenos católicos» o «católicos practicantes». Algo similar puede decirse de la oración en la parroquia, bastante frecuente en esos grupos de chicos y chicas católicos practicantes y entre los creyentes de otra religión. Debe añadirse aquí que la práctica de la oración suele variar de forma concomitante con las demás prácticas instituidas y, obviamente, depende en gran medida de la religiosidad personal. Con otras palabras, la oración no viene a llenar el hueco dejado por la caída de la asistencia a misa. Lo confirman los datos de este Informe, y lo había comprobado Bertrand en el caso de Francia: «Mientras menos se practica, menos se reza» 50 . 49

A. PÉREZ AGOTE / J. A. GARCÍA, La situación de la religión en España a principios del siglo xxi. Madrid, CIS, 2005, p. 81. 50 M. BERTRAND, Pratiques de la priére dans la France contemporaine. París, Cerf, 1993, p. 33.

88

Rezan más las chicas que los chicos, pero las demás variables tradicionales - e d a d , nivel de estudios, clase social, habitatapenas introducen diferencias de importancia. Las mujeres se inclinan con más frecuencia por oraciones tradicionales, rezan con mayor libertad y espontaneidad y, sobre todo, acuden más frecuentemente a la oración de petición. En el marco de una mayor religiosidad femenina, puesta de manifiesto a lo largo de muchos análisis, es llamativo constatar que la diferencia en religiosidad entre ambos sexos sea muy reducida en la asistencia regular a misa, en parte por la escasez de tiempo disponible los fines de semana, circunstancia común a ambos sexos. La práctica de la oración, en cambio - e n todas sus modalidades-, es significativamente más frecuente entre las chicas, quizá porque la oración, siendo más autónoma, depende en mayor grado de la maduración interior, que, como es sabido, en esas edades es superior en las chicas que en los chicos. Añadamos, para terminar, esta comparación de valores socio-religiosos según el sexo, que, a diferencia de lo que hasta ahora sucedía, las vocaciones religiosas, muy escasas en los últimos decenios, lo son todavía más entre las chicas. La explicación es evidente: la nueva condición femenina hace más difícil la aceptación de la situación de la mujer en la Iglesia. Tabla 5. Oración juvenil en sus diversas formas (en %) Lectura Padre- Oración MeditameditaOración nuestro, libre y ción, da de un de Avema- esponcontemtexto repetición ria... tánea plación ligioso

Oración No rezo Oración comuni- Acción nunca o en la taria, de práctiparrocon gracias camente quia amigos nunca

Total Varón

29

29

35

15

7

6

11

14

42

22

23

27

11

6

5

8

11

46

Mujer

35

35

42

19

8

8

13

16

37

Hay un último dato que no queremos dejar de señalar. Obviamente, los jóvenes que se dicen religiosos son los que más acuden a la oración. Pero, como resalta con razón GonzálezAnleo, «el hallazgo sobresaliente es el relativamente alto por89

centaje de jóvenes no religiosos que reconocen algún tipo de oración en sus vidas, sobre todo la de petición y la oración libre y espontánea. Los datos nos dicen que los porcentajes de jóvenes no religiosos que nunca rezan no superan en ningún caso el 60%, lo que indica un 40% que sí lo hace» (cf. en su capítulo de Jóvenes españoles 2005 la tabla 26). Personalmente veo en este dato otro indicador más de una demanda implícita de trascendencia, manifiestamente no cubierta por las «ofertas» institucionales de las confesiones religiosas, lo que en España quiere decir, muy mayoritariamente, Iglesia católica, en todas sus manifestaciones.

5. El asociacionismo religioso El asociacionismo juvenil, sabiendo la importancia de los amigos y su peso en la socialización, es un elemento central para entender el universo juvenil. De hecho, no hay organismo oficial que no manifieste su inquietud y preocupación acerca del «encuadramiento juvenil» en toda suerte de asociaciones y organismos existentes. La Iglesia tampoco, evidentemente. Señalemos, de entrada, que el nivel del asociacionismo juvenil español, siendo históricamente escaso, lo es todavía más en los últimos tiempos, como mostramos en el estudio de 2005 de la Fundación Santa María y el de INJUVE para 2004. Además es inferior al de la media europea. Son muy pocos los jóvenes españoles que pertenecen a una asociación. Una sola cifra: si el año 1999 el 41% de los jóvenes españoles pertenecía a alguna asociación, en el año 2005 la cifra había bajado al 26%. Incluso en asociaciones juveniles (pensadas por y para los jóvenes) hay poco joven. De hecho, preguntados (los asociados) qué buscan en el asociacionismo juvenil, muy pocos señalan lo que, sin embargo, es esencial para ellos, estar juntos con los amigos. Estamos ante dos espacios y dos lógicas distintas, la lógica asociativa y la de la amistad, que se manifiesta básicamente en el tiempo libre, al margen del asociacionismo. 90

Anotemos que hay una correlación prácticamente negativa entre las asociaciones que más aparecen en los medios de comunicación (feministas, antiglobalización) con las que más adeptos concitan entre los jóvenes, que son las asociaciones culturales, educativas, a d e m á s de los g r u p o s deportivos, obviamente. Hay más chicas en las asociaciones altruistas y más chicos en las deportistas, así como en los partidos políticos y, dato relativamente novedoso, también hay más chicos en las asociaciones religiosas, globalmente consideradas. Los jóvenes de izquierdas y los que se sitúan, bien como católicos practicantes, bien como agnósticos (a veces también como no creyentes/ateos), son los que en mayor grado participan de los movimientos de carácter altruista y de ayuda a los demás. Obviamente, los católicos practicantes son los más en los organismos religiosos, así como, menos obviamente, los de derecha extrema e izquierda moderada, por este orden. Apenas hay diferencias en el asociacionismo deportivo, y casi siempre los jóvenes que se dicen indiferentes en materia religiosa (y también, aunque en menor medida, los católicos no muy practicantes), así como los que se posicionan en la derecha moderada, son, claramente, los jóvenes que menos están asociados. Incluso en las asociaciones deportivas o juveniles, luego su desinterés por las asociaciones juveniles no se explica solamente por el carácter altruista o ideológico de las demás asociaciones puestas a su consideración. Sencillamente «pasan» de las asociaciones, de todas. El 4% de los jóvenes dicen pertenecer a una asociación religiosa cuando se formula la pregunta al detalle de catorce asociaciones diferentes. No son las que salen en los medios (Legionarios de Cristo, Opus Dei, Neocatecumenales, Comunión y Liberación...) las que más adeptos tienen (no pasan del 0,2% en nuestra encuesta), sino las parroquiales, los scouts católicos y las vinculadas a las congregaciones religiosas de siempre. Veámoslo, dada su novedad, con detalle en la tabla 6. 91

Tabla 6. Pertenencia a determinadas asociaciones religiosas de los jóvenes españoles por sexo. En datos en número absolutos, excepto la primera columna, dada en porcentajes sobre el total de jóvenes

Comunidades parroquiales Scouts católicos

Todos Absoluto En% 50 1,2 25 0,6

Sexo Hombre Mujer 21 29 12

12

Fraternidades o asociaciones vinculadas a una congregación religiosa, como franciscanos, marianistas...

0,5

19

11

8

Acción Católica (JOC, JAC, JEC)

0,3

12

3

9

Cooperadores Salesianos

0,3

11

Cofradía/Hermandad

0,2

8

6 4

5 4

Comunión y Liberación

0,2

7

5

2

Neocatecumenales

0,2

6

3

3

Opus Dei

0,1

5

Comunidades Cristianas de Base

1

Focolares

0,1 0,1

5 4

Legión de María

0,1

Legionarios de Cristo

0,0

Otras

0,2 95,5

Pertenecen

1,0 4,0

A más de una

0,5 3,5

139

68

72

4.000

2.027

1.973

Ninguna No Contesta

Solamente a una N=

204%*

3

3 1

3

1

1

6

2

4

3.821

1.939

1.991

40

20

20

159

78

81

20

10

11

2

1

* Respuestas múltiples

Solamente resaltaremos un comentario ya adelantado. Así como señalábamos más arriba que no son las asociaciones que más salen en los medios de comunicación (feministas y antiglobalización, por ejemplo) las que más adeptos concitan, aquí, al referirnos a las asociaciones religiosas específicas, tampoco son las que están en los medios de comunicación las que se llevan el 92

mayor porcentaje de jóvenes asociados. No pasan del 0,1%, con valores absolutos escasísimos, los jóvenes que dicen pertenecer al Opus Dei, a la Legión de María o a los Legionarios de Cristo. Solamente el 0,2% dice pertenecer al camino Neocatecumenal o a Comunión y Liberación. Los porcentajes de asociacionismo más elevados los encontramos en las comunidades parroquiales, en los scouts católicos o en asociaciones vinculadas a alguna congregación religiosa. Pero esos jóvenes rara vez son noticia. Una vez más hay que decir que los espacios principales de evangelización juvenil en la Iglesia española de hoy se encuentran en las parroquias, en los centros religiosos y en los organismos católicos de tiempo libre. Apenas hay diferencias según el sexo. Quizá quepa decir que las asociaciones parroquiales y la Acción Católica parecen destacar por tener alguna mujer más, y los asociados a comunidades religiosas y los nuevos movimientos algún hombre más. Digamos también que, en contra de lo que a veces se dice, a medida que se avanza en edad, aumenta ligeramente el asociacionismo religioso 51 . A efectos comparativos, dada la escasez de datos en este tema, y como validación de los resultados anteriores, traemos aquí los datos de otras investigaciones donde se aborda esta misma cuestión. En una encuesta realizada a los universitarios de Deusto el año 2003, ya referenciada, se les preguntó por el conocimiento que tenían de una serie de organismos y asociaciones de signo religioso, su nivel de pertenencia a ellos, así como el de sus propios padres, y exclusivamente a los que habían señalado que conocían los organismos y asociaciones religiosas, les preguntamos por la valoración que les merecían. Trasladamos los resultados a la tabla 7.

51

Dada la escasísima afiliación a la mayoría de asociaciones religiosas, damos los datos en valores absolutos. El lector interesado puede calcular los porcentajes correspondientes. 93

Tabla 7. Identificación, pertenencia y valoraciones d e diferentes asociaciones religiosas (en % y e n m e d i a s )

Acción Católica Comunidades Cristianas de Base

Datos en porcentajes Valor medio He oído Pertenezco Mis padres 1-mínimo; hablar a este pertenecen 10-máximo de ellos grupo 26,7 2,0 0,6 4,44 12,3 1,5 4,47 1,2

Comunidades Pedro Arrupe

33,5

1,3

0,2

4,77

Fraternidades y asociaciones vinculadas a congregaciones religiosas: franciscanos, jesuitas, marianistas, salesianos....

74,7

3,5

1

5,13

Itaka

13,1

0,3

0,2

3,93

Legión de María

7,6

0

0,9

3,32

Neocatecumenales Opus Dei

7,8

0,4

0,2

3,21

88,0

0,2

0,2

2,49

Renovación carismática Scouts católicos Otros

Pertenece actualmente

Ha pertenecido, pero ya no pertenece

Camino Neocatecumenal

0,9

0,9

Movimiento

0

0,6

2,91

Comunión y Liberación

0,4

0,8

2,0

0,8

5,09

0,2

2,0

2,2

0,9

-

Opus Dei Movimiento Carismático

0,2

1,1 0,9

Focolares

0,1

0,7

Verbum Dei

0,1

0,7

3,9

Andrés Canteras, en su último trabajo sobre este mismo tema 52 , formula una pregunta similar, aunque no tan completa como la nuestra en Deusto, al conjunto de jóvenes españoles de 15 a 29 años. Entre los que se dicen católicos, el 61,1% del total según su encuesta. Las cifras de pertenencia a los nuevos movimientos religiosos de signo católico son las que presentamos en la tabla 8. Como vemos, las cifras de los tres trabajos son concordantes y no se diferencian, en ningún caso, más allá de los márgenes de error admitidos en las encuestas. Lo que valida los resultados.

A. CANTERAS MURILLO, Sentido, valores y creencias en los jóvenes. Madrid, INJUVE - Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2003. Las referencias están tomadas de la tabla 3.45, p. 147. El trabajo de campo lo llevó a cabo el CIS con una muestra de 2.471 jóvenes, representativa del conjunto español.

94

Tabla 8. Jóvenes católicos q u e p e r t e n e c e n o h a n p e r t e n e c i d o a diferentes m o v i m i e n t o s católicos

33,3

Fuente: Jóvenes de Deusto y religión, p. 104.

52

La conclusión se impone. El asociacionismo juvenil religioso es escaso, ya lo sabemos. Pero el que hay no se encuentra principalmente, ni mucho menos, en los nuevos movimientos religiosos, como se dice muchas veces. Bien al contrario, la gran mayoría de jóvenes asociados en movimientos religiosos la encontramos en las parroquias y las congregaciones religiosas tradicionales (tradicionales en el sentido de que no acaban de surgir recientemente) y que más trabajan con los jóvenes, así como en los espacios de ocio juvenil, particularmente los scouts católicos.

JV =

1.509 (100%)

Base

Se dicen católicos Fuente: A. CANTERAS, Sentido, valores y creencias en los jóvenes, p. 118.

6. La penetración de las sectas y de los nuevos movimientos religiosos no católicos A pesar de la más que moderada atracción que las sectas parecen ejercer sobre los jóvenes españoles y del juicio poco halagüeño que les merecen, no debe olvidarse que la fascinación de las sectas no ha desaparecido. El contexto cultural de nuestros tiempos les es propicio. Y en un contexto propicio cobran especial relieve los tres déficits de que habla Juan González-Anleo: el déficit religioso, el cultural y el social, de los que no faltan 95

síntomas en la juventud española actual. El déficit religioso, que consiste en un cierto desplazamiento de lo sagrado, desde un Dios personal a un dios-sin-rostro, y en el que ha jugado un papel de primer orden el malestar religioso de los jóvenes - y de no pocos adultos- con la Iglesia institucional y su oferta espiritual. El déficit cultural, el vacío o la debilidad e incoherencia de los valores actuales, y el rechazo juvenil consiguiente de la sociedad en la que vivimos, de sus objetivos, sus modelos y sus pautas de funcionamiento. Y el déficit social y comunitario, que brinda a las sectas la oportunidad de ofrecer a los jóvenes un tejido social cálido, una válvula de escape para las tensiones de grupos fracasados o marginados, y consuelo para aliviar a los ansiosos, reintegrar a los marginados, orientar a los que han perdido objetivos sociales y viven en la anomía, etc 53 . Veamos algunas cifras en la tabla 9. El año 1999, el juicio más negativo, así como el conocimiento menor, recaía sobre Nueva Acrópolis, la Iglesia de la Cienciología y el Bahaísmo, de ahí que no los hayamos retenido en el último trabajo de 2003. Constatamos también que la Iglesia Moon 53

«Hay un período en la historia de Europa que arroja una luz muy viva sobre la fascinación de las sectas o NRM. A medida que la Ilustración fue ganando terreno -explica Keith Thomas en un trabajo bien documentado sobre la religión y el declive de la magia (THOMAS, 1971)- se produjo un vuelco espectacular en la conciencia del hombre europeo: del fanatismo y el abandono en las oscuras fuerzas del destino, el hombre común se instaló plácidamente en una creciente confianza, nacida tanto de convicciones religiosas como racional-científicas, de que podía modelar su propia vida e influir personalmente en su destino. Muchas prácticas religiosas, espirituales y mágicas, toleradas anteriormente por las mismas Iglesias, perdieron la mayor parte de su atractivo en las poblaciones europeas. Fue el triunfo de la primera secularización real del pensar religioso. Pero esta confianza empezó a cuartearse en el mundo occidental cuando la ciencia y la técnica se revelaron incapaces de proporcionar al hombre fines valiosos y sentidos últimos. Y, sobre todo, cuando esa misma técnica se convirtió en amenaza para el futuro mismo del hombre. El gran dique de contención de la magia y de las "religiones ocultas" -la razón luminosa y triunfadora- deja ya filtrar muchas aguas taciturnas» (J. GONZÁLEZ-ANLEO, «El zoco del espíritu», en Cuadernos de Realidades Sociales 35-36 [1990], pp. 102-103).

96

y New Age son también fuertemente criticados por su apariencia de negocio, y Haré Krishna por su orientación a la fantasía. Pero el juicio, favorable o desfavorable, puede quedarse en un mero juicio, con mejor o peor fundamento, pero sin el paso a la acción, es decir, a la pertenencia. Los jóvenes adeptos son escasos: el 0,5% de la muestra estudiada por Andrés Canteras en 1992 (p. 82). Y su perfil podría caracterizarse así, según el mismo autor: «En definitiva, si hubiéramos de etiquetar con algunos calificativos a dicho grupo de jóvenes pertenecientes a sectas, habríamos de destacar la precariedad económica y cultural familiar de donde provienen, su mayor satisfacción con sus vidas a nivel espiritual, su gusto por las ciencias ocultas, su radicalismo, pacifismo, su posicionamiento ideológico como demócratas de izquierdas, su capacidad asociativa, su conservadurismo en cuanto a las prácticas sexuales y la multitud de problemas personales -drogas- y familiares -malas relaciones- que padecen y les lleva a reclamar esas asociaciones en general, y de las sectas religiosas, comunicación, orientación y felicidad». Hay un estudio posterior del mismo autor que confirma estos predicamentos.

Tabla 9. Proporción d e jóvenes (15-24 años) q u e conocen los m o v i m i e n t o s religiosos y dicen q u e es u n a forma d e religión válida (solamente e n 1999 y 2002) Es una forma de religión válida (base: conocen)

Conocen 1999

2002

1999

2002

27

Testigos de Jehová

89

82

2005 91

Mormones

43

45

48

34

26 32

Iglesia Moon

8

10

9

20

20

Haré Krishna

42

41

38

26

26

Nueva Acrópolis

13

8

18

-

11

Iglesia de la Cienciología

38

13

-

Movimiento Nueva Era o New Age

11

17

13

12

15

-

7

12

-

Bahaísmo

5,0

Fuente: Estudios de la Fundación Santa María.

97

Tabla 10. Porcentajes d e jóvenes d e 15 a 24 a ñ o s q u e se h a n p l a n t e a d o la e v e n t u a l i d a d d e u n a vocación religiosa

En Jóvenes españoles 1999, el juicio más severo sobre estos movimientos religiosos se encuentra en los grupos y categorías siguientes:

Se han planteado la vocación religiosa

- los jóvenes con estudios superiores;

1999 92,9

Años 2002 94,2

2005 93,7

- los católicos practicantes;

Nunca se la han planteado

- los jóvenes de Andalucía y de la Comunidad Valenciana.

Alguna vez

5,9

4,8

3,5

Más veces (1999) Con seriedad (2002) A menudo (2005)

0,5

0,8

1,1

0,7

0,2

3.853

935

1,7 4.000

Por el contrario, los jóvenes de Cataluña, Castilla y León y, sobre todo, Galicia se muestran mucho más benévolos. La comparación de datos de los estudios de 1999 y 2002, siendo muy similar, nos dice que estamos trabajando en terreno seguro y que la información es fiable. De ahí que, para no alargar demasiado el cuestionario, no se formuló esa pregunta, limitándonos a detectar el grado de conocimiento sin pedirles la valoración. En este punto observamos también una coincidencia en los tres estudios con la importante excepción de la Iglesia de Cienciología, que manifiestamente ha penetrado en la sociedad española, al menos en el paisaje mediático.

7. La cuestión de las vocaciones religiosas Desde el estudio de Jóvenes españoles 1999 hemos querido saber si los jóvenes se han planteado alguna vez en su vida la vocación religiosa. Ahora ya tenemos información de cuatro estudios diferentes. Información concordante. Empecemos por la que nos arrojan los estudios sobre los jóvenes españoles, ajusfando los datos a las edades comprendidas entre los 15 y los 24 años. Hemos formulado la pregunta con tres posibilidades de respuesta: nunca ha pensado en esa eventualidad, es algo que se le ha pasado por la cabeza alguna vez y, en tercer lugar, «es una posibilidad que se la han planteado más veces» (estudio de 1999), «con seriedad» (estudio de 2002) y «a menudo» (estudio de 2005). Las respuestas las presentamos en la tabla 10. 98

NS/NC N=

Fuente: Estudios de la Fundación Santa María.

Estamos trabajando con porcentajes muy reducidos, pues son escasas las vocaciones religiosas, como es bien sabido, pero la similitud de las cifras en tres estudios diferentes y, lo que es mas importante -el especialista convendrá conmigo-, con tres trabajos de campo ejecutados por tres empresas diferentes, es garantía de fiabilidad de los datos. Podemos dar por buenas esas cifras. Esto quiere decir, por ejemplo, que si en España el año 2001 había 6.000.000 de jóvenes, en números redondos, en edades comprendidas entre los 13 y los 24 años 54 , en el 5% de entre ellos, esto es, en 300.000 adolescentes y jóvenes, afloró en algún momento de su vida la eventualidad de una vocación religiosa o sacerdotal, y en un 0,7% suplementario, alrededor de 40.000 jóvenes, se lo plantearon, según dicen, «con cierta seriedad». Añadamos que en esos años el número de seminaristas diocesanos rondaba los 2.000 en toda España. Por otra parte, según la CONFER (Confederación de Religiosos de España), 54

Hicimos el cálculo para el estudio de 2002, según datos del INE, sobre la base del avance de resultados del censo de 2001. Contabilizando los que en aquel momento tenían entre 11 y 22 años suman exactamente 5.988.183. Vale la pena detenerse en el descenso de natalidad. El año 2001 había en España 635.681 jóvenes de 22 años de edad, cifra que desciende hasta 413.449 adolescentes de 11 años, esto es un descenso de natalidad de 220.000 en números redondos en once años de diferencia.

99

habría «590 jóvenes que se preparan en estos momentos para entrar en alguna congregación religiosa: 221 en congregaciones masculinas y 369 en congregaciones femeninas» 55 , leemos en Vertías en enero de 2006. No puedo entrar aquí en el detalle de este tema, y me permito dirigir al lector interesado al exhaustivo trabajo que realicé sobre esta cuestión en una revista especializada y que ya he referenciado anteriormente 5 6 . En cualquier caso, la diferencia entre el número de seminaristas y novicios respecto al de jóvenes que han pensado, con seriedad, en la eventualidad de una vocación religiosa es muy grande. Hemos hecho mención de un cuarto trabajo. Nos referimos al de la Universidad de Deusto, donde también planteamos esta pregunta. A continuación, en la tabla 11, transcribimos los resultados que obtuvimos de los universitarios de Deusto en comparación con los universitarios del Estado español de las investigaciones de la Fundación Santa María de 2002 y 2005. Tabla 11. ¿Has pensado alguna vez en la vida religiosa o sacerdotal como una posibilidad en tu vida (hacerte cura, religioso/a...)? Datos de alumnos de la Universidad de Deusto -excluyendo los alumnos y alumnas que estudian teología o ciencias religiosas- y de universitarios españoles en los años 2002 y 2005 (en % verticales)

Nunca me lo he planteado

Deusto 2003

España 2002

España 2005

89,4

93,3

92,1

Alguna vez me lo he planteado

8,6

6,2

5,1

Me lo he planteado «con cierta seriedad» (2002 y Deusto). Me lo he planteado «a menudo» (2005)

1,2

0,4

0,5

0,4

0,1 222

NS/NC N=

778

2,4

Digamos, de entrada, que hemos tenido buen cuidado de excluir del análisis de Deusto aquellos alumnos que estudian teología y ciencias religiosas, pues entre ellos hay un buen número de seminaristas y novicios (aunque no todos) y, en todo caso, es legítimo pensar que manifestarían alguna predisposición favorable a la dimensión religiosa de la vida. Excluidos ellos de nuestro trabajo, constatamos que entre los universitarios de Deusto, en cerca de nueve de cada cien alumnos, la posibilidad de la vocación religiosa ya ha pasado por sus mentes, y en el 1% con cierta seriedad. Cifras importantes y claramente superiores a las que obtenemos del conjunto universitario español. En el estudio correspondiente lo denominé «el efecto Deusto». Ahora bien, los datos de los universitarios, tanto los de Deusto como los del conjunto español en los dos estudios de 2002 y 2005, muestran paladinamente que la vocación religiosa no es necesariamente cosa de jóvenes sin instrucción, como puede comprobar el lector comparando las dos tablas precedentes. Luego no estamos solamente ante lo que cabría denominar como «el factor Deusto» -universidad de la Iglesia regentada y dirigida por los jesuítas-, aunque no es difícil pronosticar que también habrá influido. Nos parece importante detenernos, aun brevemente, en la vocación religiosa según el sexo. En la tabla 12 presentamos los datos de Deusto distinguiendo en las respuestas el sexo. Tabla 12. ¿Has pensado alguna vez en la vida religiosa o sacerdotal como una posibilidad en tu vida (hacerte cura, religioso/a...? Datos de alumnos de la Universidad de Deusto -excluyendo los alumnos y alumnas que estudian teología o ciencias religiosas-, según el sexo (en % verticales)

569

Fuentes: Para España, Fundación Santa María. Para Deusto, jóvenes 1/ religión en Deusto.

Nunca Se me pasó por la cabeza alguna vez

55

Datos que encontramos en Ventas el 27 de enero de 2006. «Jóvenes españoles y vocación», en Seminarios sobre los ministerios en la Iglesia, a. c. 56

100

Me lo he planteado con cierta seriedad

Todos

Alumnos

Alumnas

89,4

84,9

92,5

8,6 1,2(/; = 9)

12,1

6,7

2,9 (n = 8)

0,002 (n = l)

NS/NC

0,04

N=

778

171

0,05 506

101

Hay que señalar que la vocación entre los alumnos de Deusto es cosa de alumnos más que de alumnas, de hombres más que de mujeres. El dato es importante, y está corroborado por algunos trabajos de mis alumnos que han trabajado esta cuestión 57 en el marco de mis asignaturas. Con 778 universitarios, hay que constatar que el porcentaje de chicos que han pensado alguna vez en la eventualidad de la vocación religiosa dobla claramente al de las chicas; es un dato que debe ser tenido en cuenta. Más aún, de los nueve universitarios de Deusto que «se han planteado con cierta seriedad» la posibilidad de la vida consagrada, ocho son chicos y una solamente es chica. Juan González-Anleo, en su comentario de esta cuestión en el estudio de 2005, constata lo mismo para el conjunto de los 4.000 encuestados, con una ligera variante: si bien las chicas (3,8%) refieren, en ligero mayor porcentaje que los chicos (3,2%), haber pensado «alguna vez» en la eventualidad de una vocación religiosa, sin embargo hay más chicos (1,4%) que chicas (0,8%) en referir que lo han pensado «a menudo». Tampoco podemos entretenernos aquí en la cuestión de las dificultades para que florezca una eventual vocación religiosa o para que llegue a prosperar una vez que haya apuntado. De nuevo remitimos a nuestro trabajo «Jóvenes españoles y vocación». De este trabajo extraemos solamente un par de resultadosmayores. Las razones que dan los jóvenes que ya han experimentado la posibilidad de la vocación religiosa para no seguir ese camino son, por orden de importancia, estas: en primer 57

Así, esta estudiante de 3 o de carrera, Silvia Felipe, que concluye su trabajo constatando que los alumnos de Deusto ven en mayor grado que las alumnas a la Iglesia católica como instancia de educación moral. Si el 59% de los alumnos está de acuerdo con el ítem que dice que las normas de la Iglesia ayudan a vivir más moralmente, esta cifra desciende al 41% entre las chicas. En la encuesta española de 2002, los datos son distintos: el 47% de los chicos está de acuerdo con el ítem frente al 51% de las chicas. A nuestro juicio, es claramente el efecto conjunto de ser mujer, con alta formación y edad joven, ya superada la adolescencia (situación de las universitarias de Deusto), lo que explica estas divergencias.

102

lugar, la dificultad para comprometerse toda la vida; en segundo lugar, y con similar peso, que aspiran a una profesión prestigiada (ser sacerdote o religioso es juzgado por el conjunto de jóvenes como una profesión poco útil para la sociedad); en tercer lugar, por la cuestión del celibato, y, en cuarto lugar, porque señalan no estar conformes con el papel de la Iglesia en la sociedad actual. También, aunque en menor proporción, los que quieren darse un tiempo de reflexión. Ahora bien, y ahora en el conjunto juvenil no solamente entre quienes han experimentado la eventualidad de una vocación religiosa, las motivaciones que aducen se modifican, pero solamente en el ranking de prioridades. Ahora, en primer lugar, señalan el celibato, a continuación la posibilidad de compaginar el trabajo sacerdotal o religioso con otra profesión y, en tercer lugar, un compromiso temporal. Materia más que interesante para reflexionar: es el compromiso «para siempre», así como la utilidad del trabajo, los que aparecen entre los que ya han experimentado la eventualidad de la vocación. El celibato lo ven en tercer lugar, a diferencia de lo que opina la generalidad de los jóvenes.

8. Los jóvenes y la Iglesia católica Juan González-Anleo, al abordar el punto de las relaciones de los jóvenes con la Iglesia, en su capítulo «Jóvenes y religiosidad» del último estudio de la Fundación Santa María, refiere que «uno de los datos más estremecedores del presente Informe es la penosa imagen juvenil de la Iglesia católica como institución, y la consiguiente negativa a concederle una confianza que, desde el punto de vista de no pocos, se merece por su dedicación a los pobres y marginados, estilo sencillo y modesto de vida, alejamiento general de intereses políticos partidistas y apertura a los problemas sociales de la sociedad española. Todo ello pese a sus reconocidas deficiencias y tropiezos de los últimos años». Añade líneas abajo que «se ha dicho con frecuencia, hasta convertirse 103

en un tópico bastante desgastado, que la Iglesia perdió a los intelectuales en el siglo xvm, a la clase obrera en el xix y a las mujeres en el xx. En el siglo xxi está perdiendo a los jóvenes, hasta ahora la gran reserva del idealismo, de los sueños utópicos, del sano descontento con el mundo y de la promesa de cambios hacia un nuevo paradigma, idealismos y sueños que muchas veces encontraron un hogar privilegiado en la vida sacerdotal, religiosa y misionera. Los datos de este Informe no ofrecen demasiadas razones para el optimismo sobre esta pérdida eclesial, que da su título al cuarto apartado del capítulo. Esta pérdida se ido fraguando lentamente desde los años 60», concluye González-Anleo. Ofrece como datos esenciales que guían la elaboración de su capítulo los que reproducimos en la tabla 13: Tabla 13. Algunas actitudes y valoraciones de los jóvenes ante la Iglesia católica

Tabla 14. Evolución de indicadores juveniles (15 -24 años) acerca de la Iglesia católica (en %)

1984

1989

1994

1999

Tengo mucha o bastante confianza en la Iglesia

28

33

32

29

21

-7%

En la Iglesia se dicen cosas importantes en cuanto a ideas e interpretaciones del mundo

-

16

4

3

2

-14%

En general, estoy de acuerdo con las directrices de la jerarquía de la Iglesia

-

-

36

28

17

-19%

Soy miembro de la Iglesia católica y pienso continuar siéndolo

-

-

64

51

29

-35%

Soy católico practicante

16

17

16

11

8

-8%

Pertenezco a asociaciones religiosas Asisto semanalmente a misa

Aspectos positivos de la Iglesia católica

Pienso casarme por la Iglesia

Creen que la Iglesia ayuda a pobres y marginados

51%

Creen que las normas de la Iglesia ayudan a vivir más moralmente

35%

Aspectos negativos de la Iglesia católica Creen que es demasiado anticuada en materia sexual

82%

No confían en la Iglesia

80%

Creen que la Iglesia es demasiado rica

79%

No se consideran miembros de la Iglesia

70%

Creen que se mete demasiado en política

69%

N=

4.000 Fuente: Jóvenes españoles 2005.

Pensamos que la tabla no precisa mayores comentarios, pero quizá valga la pena remontarnos a la evolución de algunos indicadores, no tanto a los años sesenta, pues el contexto sociopolítico era muy distinto y su análisis escapa a las posibilidades de este capítulo, pero sí, cuando sea posible, al año 1984, ya básicamente asentada la transición, y siempre sobre la base de los estudios de la Fundación Santa María. Es lo que ofrecemos en la tabla 14. 104

2005fecha 2005 más lejana

N=

4

4

17

15

11

4

-13%

64

57

43

-10%

53

63

3,5

2,5 -3,5%

6 17

3.343 4.548 2.028 3.853 4.000 Fuente: Estudios de la Fundación Santa María.

En todos los indicadores observamos un innegable descenso, una pérdida de confianza en la Iglesia católica, una peor valoración, una visión más crítica hacia la Iglesia católica. Hay datos sangrantes. La absoluta irrelevancia de la Iglesia para la inmensa mayoría de los jóvenes como espacio donde se dicen cosas importantes para orientarse en el vida, el vertiginoso descenso de los jóvenes que se manifiestan miembros de la Iglesia católica y que piensan «seguir siéndolo», que el año 2005 no llega al 30%, menos de la mitad que diez años atrás. ¡Impresionante, ciertamente! Solo el 17% señala que «en general» están de acuerdo con las directrices de la jerarquía de la Iglesia. He entrecomillado «en general», pues en determinadas cuestiones el desapego es brutal. En nuestro trabajo sobre los universitarios de Deusto mostramos cómo para el 86%, la Iglesia tiene una postura anticuada sobre las libertades sexuales en general. 105

En el conjunto de los universitarios españoles, esta cifra sube al 93%. Si tenemos en cuenta el porcentaje de los que no contestan a la cuestión, no llegamos al 5% de jóvenes españoles que esté de acuerdo con los planteamientos de la jerarquía católica en estos puntos. La práctica religiosa dominical es ya casi inexistente, y solo se mantiene el matrimonio «por la Iglesia» en u n 43% de casos, pero ya hay regiones en España donde el número de matrimonios no canónicos supera al de los canónicos. En fin, la confianza (mucha y bastante confianza) en la Iglesia nunca ha sido muy grande entre los jóvenes españoles, pero el año 2005 apenas supera a uno de cada cinco jóvenes. Los que nos decimos católicos y ejercemos profesionalmente, como el que suscribe, en una Universidad de la Iglesia, no podemos no reflexionar seriamente sobre lo que está sucediendo. El análisis de las relaciones que mantienen los jóvenes con la Iglesia exige un abordaje sistémico desde diferentes perspectivas. Las reflexiones que aquí presentamos han sido en gran medida presentadas en otros lugares, pero las estamos revisando y reordenado de forma permanente a medida que disponemos de más información contrastable. Es lo que aquí hacemos después de la publicación de Jóvenes españoles 2005, de la Fundación Santa María, y también como consecuencia de lecturas de estos últimos meses. Así avanza la investigación científica. Es preciso insistir que estas reflexiones se limitan a la visión sociológica, aunque realizada desde la imposible neutralidad axiológica de quién se pretende creyente y católico y no aborda, más que tangencialmente, y al final del presente texto, las cuestiones pastorales. Sigo manteniendo (desde Jóvenes españoles 1999, y antes en un artículo en Sal Terrae) un diagnóstico básico, comprobable con las armas de la investigación social, que resumiría en dos afirmaciones básicas: 1) la gran masa de jóvenes españoles mantiene con la Iglesia una situación de divorcio asimétrico y distante; 106

2) la distinción entre la dimensión institucional de lo religioso y la dimensión experiencia sigue siendo central y atraviesa la religiosidad juvenil española y la de gran parte de Europa occidental. Respecto al primer punto, digamos aquí solamente, pues le dedicaremos un apartado prolongado más abajo, que frente al manifiesto interés de la Iglesia por establecer nuevos puentes con la juventud o mantener los ya existentes, los jóvenes, en su gran mayoría, «ningunean» a la Iglesia, y algunos la rechazan. Otros, bastante menos, la aceptan más como un espacio acogedor y cálido que como instancia dadora de sentido y portadora y manifestación visible de la trascendencia y de demanda de sentido. Concluyendo el estudio de 2002 58 decía que «resulta difícil encontrar un colectivo de jóvenes, estadísticamente relevante, que se corresponda plenamente con la ortodoxia y ortopraxis (como se decía antaño) de la Iglesia católica». Apuntaba, como hipótesis que había que verificar en estudios posteriores, que «hay un núcleo de jóvenes españoles, reducido pero real, que se identifica con una definición centrada y centralizada en la Iglesia institución, en su dimensión espiritual, emocional y hasta ritual, con escasa implicación en la sociedad (el mundo), que perciben, a lo sumo, como tierra de misión, pues entienden que es un mundo en "crisis de valores"». Cifré este colectivo en una publicación posterior en aproximadamente el 5% de los jóvenes españoles 5 9 . Pues bien, tras el estudio de 2005 sigo pensando que ese colectivo existe, la cifra puede darse por válida, aunque algo a la baja y como más muestra de la capacidad de penetración de la Iglesia que como manifestación de un núcleo potente y eclesialmente comprometido, que manifiestamente no llega a ese 5%.

58

J. GONZÁLEZ-ANLEO (dir.) / P. GONZÁLEZ BLASCO / J. ELZO / F. CARMONA,

Jóvenes 2000 y religión. Madrid, Fundación Santa María - SM, 2004. 59 J. ELZO, «A vueltas con los jóvenes y la Iglesia católica», en Misión Joven 342-343 (julio-agosto de 2005), pp. 5-16.

107

La tasa de jóvenes que dicen pertenecer a los nuevos movimientos eclesiales hemos visto mas arriba que es mucho mas reducida, e incluso inferior al de los jóvenes que se mueven alrededor de las parroquias, organizaciones de pastoral próximas a los colegios religiosos, así como en los círculos de ocio y tiempo libre de cariz católico. Respecto al segundo punto, sostenemos que hay una demanda de espiritualidad, de mística dirán otros, que manifiestamente la sociedad secular, por un lado, y las religiones históricas, en el caso español, la Iglesia católica, por el otro, tienen enormes dificultades en cubrir. Las razones o causas de este redimensionamiento son complejas y requieren tratamiento propio. Algo diremos al final de este capítulo. Apuntemos aquí brevemente que, en lo que concierne a la sociedad secular, parece haberse olvidado de lo que ya Max Weber señalara al afirmar que lo meramente racional no agota lo humano. En efecto, hemos tardado demasiado en comprender que la secularidad está ya limitada en su propio proyecto, y que estaba llamada a ser superada una vez reconocida la limitación del conocimiento científico-técnico como único modo de aprehender la realidad, con la mentalidad asociada a este planteamiento, que hacía decir que el modo de conocimiento religioso, e incluso el hecho mismo del fenómeno religioso, estaba abocado a la extinción en una sociedad moderna. La historia reciente está infirmando claramente este pronóstico. Añádase a ello el fracaso de la alternativa marxista como modelo de sociedad, aun cuando mantenga vigencia en muchos aspectos su crítica al capitalismo. Incluso algunas derivas fundamentalistas de lo religioso que estamos presenciando en el presente pueden leerse como consecuencias de una determinada prepotencia de la racionalidad científico-técnica del mundo occidental, que ha pretendido imponer un único modelo de progreso a todo el orbe terráqueo, menospreciando la dimensión trascendente como cosa de pueblerinos, incultos y atrasados.

108

9. La inquietud religiosa en los jóvenes: la dimensión experiencial de lo religioso Acabamos de mostrar, con la ayuda de los últimos datos existentes, la evolución de los parámetros religiosos de los jóvenes, al menos en las dimensiones que podemos controlar con los métodos de la sociología, que se limitan a lo que externamente podemos constatar y a lo que los propios jóvenes quieran declarar. La sociología no puede medir, por ejemplo, la fe de una persona, más allá de lo que ella quiera declarar. Pues bien, todos los datos parecen apuntar a un debilitamiento de la dimensión religiosa en los jóvenes. Es un diagnóstico que hemos repetido en muchas ocasiones, también en estas páginas. Pero hemos añadido también numerosas veces que la demanda religiosa, de espiritualidad, de trascendencia, de algo, cuando no de alguien, que fuera más allá de lo meramente empírico y con fecha y ámbito de caducidad terrenos, era palpable a poco que leyéramos con detalle los datos de las encuestas. Vamos a mostrarlo a continuación con estas pocas tablas 15,16 y 17, que provienen de estudios de 2002 para los jóvenes españoles y de 2003 para los universitarios de Deusto 60 . Tabla 15. ¿Te planteas a menudo los grandes problemas (cuestiones) de la vida: el fracaso, la felicidad, el dolor, la violencia, el sentido de la vida, el mal...? Jóvenes españoles

Universitarios España Deusto

Son temas que me preocupan, a menudo pienso en ellos

30

35

70

Algunas veces pienso en ellos, pero con poca frecuencia

45

46

25

No me preocupo de esos temas, nunca o casi nunca

25

19

4

1.072

222

804

N=

Fuente: Jóvenes 2000 y religión y jóvenes de Deusto y religión, elaboración propia. 60

J. GONZÁLEZ-ANLEO (dir.) / P. GONZÁLEZ BLASCO /J. ELZO / F. CARMONA, Jóvenes 2000 y religión, o. c, y J. ELZO / M. T. LAESPADA / T. L. VICENTE, Jóvenes de Deusto y religión, o. c.

109

Tabla 16. ¿Con quién compartes esas inquietudes? (Respuestas múltiples) Jóvenes españoles

Universitarios España Deusto 77 71

Con tus amigos

70

Con tus padres/tu familia

36

Con tu pareja (si la tienes)

43 27

50

29

Con algún sacerdote o religioso/a

4

7

6

Con algún profesor

2

2

2

38

15

16

15

N = (solo los que se plantean esas cuestiones) 803

180

764

No lo compartes con nadie

Fuente: Jóvenes 2000 y religión y Jóvenes de Deusto y religión, elaboración propia.

Tabla 17. ¿Qué importancia tiene la religión para ti, en tu vida personal? Jóvenes españoles 9

Mucha

Universitarios España Deusto 10 10

Bastante

24

22

25

Poca

40

43

38

Ninguna N=

26

23

25

1.072

222

804

Fuente: Jóvenes 2000 y religión y Jóvenes de Deusto y religión, elaboración propia.

Las tablas son extremadamente interesantes. Además del 10% de jóvenes que manifiesta «mucho» interés y otro 25% «bastante» por la religión «en su vida personal», las cifras muestran que hay cantidades importantes de jóvenes a quienes les importan las grandes cuestiones de la vida, el fracaso, la felicidad, el dolor, la violencia, el sentido de la vida, el mal, etc. Son algunas de las grandes cuestiones previas y concomitantes con las religiones a lo largo y ancho de la historia y del mundo entero. Esas preguntas, esas inquietudes no han desaparecido, en absoluto, en la juventud actual. Además en proporciones altamente significativas. El 30% de los jóvenes españoles en edades comprendidas entre los 13 y los 24 años afirman plantearse 110

«a menudo» esas cuestiones, el 45% se lo plantea «a veces» y solamente uno de cada cuatro jóvenes se dice completamente ajeno a estas cuestiones. Cifras importantes, cifras que, como era lógicamente esperable, son superiores entre los universitarios. Es miopía ideológica seguir sosteniendo que las cuestiones religiosas son cosa de gente sin formación. Otra cosa es decir que las respuestas que se den a esas cuestiones serán atendidas, evidentemente, con mayor aparato crítico por quienes su formación se lo permita, y que no solamente se van a decantar por la fe religiosa. Los datos de Deusto, muy llamativos y que analizamos en el estudio correspondiente, y al que remitimos al lector interesado, los explicamos por lo que venimos denominando como el propio «efecto Deusto». Nos referimos, en primer lugar, al hecho de la selección de esa universidad por los alumnos, no sola ni principalmente porque es una universidad de la Iglesia, aunque sí por la calidad que esperan recibir mas allá del título que les vaya a otorgar. Pero hay más. Una vez dentro de la universidad, la demanda de presencia cristiana supera incluso el posible rechazo a un exceso de presencia. Así, poco más de un tercio de los estudiantes de la Universidad de Deusto (el 36%) entiende que el espíritu cristiano está «muy» (el 6%) o «bastante» (el 30%) presente. En consecuencia, cerca de dos de cada tres estudiantes entienden que está poco (el 53%) o nada (10%) presente. Esta presencia es, por otro lado, estimada como suficiente por la mayoría de los estudiantes entrevistados (63%), o incluso como excesiva por el 12%, mientras que una de cada cuatro personas que estudia en la Universidad de Deusto opina, por el contrario, que esta presencia cristiana es insuficiente (19%) y hasta nula (6%). Luego la valoración crítica, más allá de la gran mayoría, que estima suficiente (cabe añadir que correcta) la presencia cristiana en Deusto, se inclina por la insuficiencia. En otras palabras, según sus alumnos, si algo habría que cambiar en la Universidad de Deusto sería hacia una mayor presencia o visibilidad de la dimensión cristiana. Este dato muestra que, aunque la secularización ha sido brutal y rápida 111

en la sociedad vasca, la demanda religiosa, y explícitamente cristiana en la Universidad de Deusto, no ha desparecido en absoluto. A mayor abundamiento hay que añadir que, entre los alumnos de fin de carrera, esta demanda se hace aún más patente a la par que disminuye el porcentaje de los que la estiman excesiva61. La conclusión se impone: entre los universitarios de Deusto, a más formación, más demanda religiosa. Pero a continuación hay que leer con suma atención los resultados que nos ofrece la tabla 16, pues nos va a dar una de las claves para entender la desafección institucional de lo religioso, de la búsqueda de una «religión a la carta» y hasta de la inconsistencia cognoscitiva de muchos de los planteamientos religiosos juveniles. Nos interrogamos con quién comentan nuestros jóvenes sus inquietudes sobre el sentido de la vida, sobre el fracaso, la felicidad, el dolor, la violencia, el mal, etc. La respuesta que nos dan los propios jóvenes es sumamente importante. Estas cuestiones las comentan, en primer y destacado lugar, con los amigos; con la familia en segundo lugar; con su pareja, los que la tienen, en tercer lugar (pero si el porcentaje lo hiciéramos solamente sobre los que tienen pareja, subiría al primero o segundo lugar, dejando atrás a los padres), y en el furgón de cola encontramos a los sacerdotes o religiosos y, en menor proporción aún, a los profesores. Este dato es clave y muestra de forma evidente que, incluso en temas de este calado, los amigos y la pareja (cuando la tienen) ocupan el primer lugar de socialización, de referencia, de persona donde encontrar ayuda, insisto que para los temas centrales de la vida, no simplemente para comentar sus cosas de todos los días, las clases para los estudiantes, el trabajo para lo que están ya en ese mundo, las chicas para los chicos y los chicos para ellas, etc. Hemos dicho más arriba que este ámbito de inquietudes se corresponde como el previo o el concomitante con el ámbito religioso. Otros hablan de cuestiones pre-religiosas. Sea lo Jóvenes de Deusto y religión, o. c , p. 41 (cf. tabla 3).

112

que sea, lo cierto es que, cuando nos interrogamos sobre los agentes de socialización juvenil en general y después profundizamos en los agentes de socialización pertinentemente religiosa, llegamos a las mismas conclusiones: la Iglesia como institución apenas tiene predicamento como agente de socialización, y los padres (sin más precisiones sobre su fe religiosa) dejan de tenerlo cuando pasamos de las cuestiones más genéricas a las de la socialización religiosa. De nuevo los amigos, y la pareja cuando existe, se llevan la palma. Lo vemos en el punto siguiente.

10. Los agentes de socialización religiosa En los estudios de la Fundación Santa María se analiza en diferentes capítulos esta cuestión central bajo la fórmula de preguntarles, muy al inicio del cuestionario: «Dónde piensas tú que se dicen las cosas más importantes en cuanto a ideas e interpretaciones del mundo». Es una cuestión ya clásica de los estudios de juventud donde se incida en la importancia de los valores (y sus agentes de transmisión), para comprender los comportamientos de las personas. En la tabla 18 presentamos la evolución en los últimos años, desde que tenemos la cuestión así formulada. Lo primero que hay que decir es que el año 2005 se introduce, por primera vez, «la calle» e «Internet». Esto es, a los jóvenes se les proporcionaban más posibilidades de respuesta, lo que a priori quiere decir que van a bajar los porcentajes de los demás agentes de socialización puestos a su consideración. Sin embargo, la evolución del ranking sigue la misma tónica de los años anteriores. En efecto, los medios más influyentes siguen siendo los grupos primarios: familia y amigos. Que además han ido ganando terreno a través de los años. Los medios de comunicación convencionales (prensa, radio y televisión) vienen luego, manteniéndose en esta posición a lo largo de los años. La escuela está 113

ganando posiciones, lo que es una excelente noticia. Y los que siguen perdiendo fuerza son los medios institucionales: Iglesia y partidos. La Iglesia y los partidos políticos, asociaciones de carácter ideológico en sentido amplio, han dejado prácticamente de contar como agencias de socialización. Los libros pierden posiciones y «la calle» ocupa un nada desdeñable lugar, que incluso -sostenemos- será superior al indicado por los jóvenes. En fin, el escaso papel socializador de Internet pensamos que no es tan bajo como nos dicen esas cifras (pese a estar también avaladas por otros estudios que hemos realizado en el País Vasco), aunque tampoco son tan importantes como a veces se dice. Sencillamente, los jóvenes ven Internet como un hobby, y los escolares como un auxiliar para hacer trabajos, muchos mediante el sistema del «copiar y pegar». Tabla 18. Dónde se dicen las cosas más importantes en cuanto a ideas e interpretaciones del mundo. Evolución en los últimos años. Respuestas en °/o* 1989 1994 1999 2005 2005-1989 En casa, con la familia

23

50

53

50

+27

Entre los amigos

31

35

47

39

+19

En los medios de comunicación

34

30

34

37

+3

En los libros

28

21

14

20 21

22

En los centros de enseñanza (profesores)

19

21

En la Iglesia (sacerdotes, parroquias, obispos)

16

4

3

2,2

En la calle*** En Internet***

-

-

-

17

16

4

-

5 7

En otros

4

1

1

En ningún sitio

8

2

3

NS/NC

4

0,4

En los partidos políticos**

N=

0,1 3

7 4.548 2.028 3.853 4.000

-7 +7 -14 -9 -A -5 +3

* La suma de respuestas es superior a 100% en cada columna porque los jóvenes podían dar tantas respuestas, indicar tantos espacios de socialización, cuanto quisieran. ** No se preguntó por los partidos políticos el año 1999. El año 2005 se preguntó por «la política». Se incluyen por primera vez en 2005.

114

La red social de los amigos, unida a la calle, ocupa un lugar privilegiado en la socialización juvenil. Con ello se muestra el peso de los grupos primarios frente a los institucionales, lo que supone una tendencia que ya se venía produciendo años atrás. En efecto, los amigos conforman el espacio en el que las relaciones están menos formalizadas, son más horizontales (junto a los medios de comunicación; pero, frente a estos, los adolescentes son más pasivos y con menor o nula interacción), son más próximas, con todo lo que ello conlleva de participación en experiencias comunes, muchas veces en un marco no normativizado (o no formal y visiblemente normativizado), con la percepción de vivir en libertad, de estar con los suyos, sin tutelas, aspectos estos que, en plena edad de experimentación y descubrimiento, tienen una capacidad de penetración, quizá epidérmica o puntual, pero no por ello menos trascendente en un período de su vida, en el período que ahora están viviendo. En este ámbito, la noche, la dimensión de la noche, es central en la socialización de los adolescentes españoles. Pero volvamos a la socialización religiosa. En el estudio de 2002 de la Fundación Santa María se abordó esta cuestión. Acabamos de constatar que la familia y el grupo de amigos son los dos agentes básicos de socialización de la juventud española actual. Pues bien, el papel de la familia en la socialización juvenil se mantiene también en la socialización religiosa, pese a la falla experimentada en los últimos quince o veinte años, aunque nos apresuramos a decir dos cosas: la incidencia es menor cuando de socialización fuerte se trata, y, en segundo lugar, la incidencia no va necesariamente a favor de la educación religiosa, más bien lo contrario. Difícilmente los padres que han abandonado las creencias y valencias religiosas católicas, siguiendo en ello la secularización de la sociedad española durante los últimos cuarenta años, podrán transmitirlas a sus hijos. Más bien transmitirán la no creencia o la indiferencia religiosa, lo que ya mostramos con datos internacionales en el estudio jóvenes españoles 1999 (cf. las pp. 304-307). 115

Según el estudio de 2002, es la familia la que en más alto grado ha influido en las ideas y posturas que mantienen los jóvenes españoles en el terreno religioso. El 66% de los jóvenes así lo señala. A gran distancia vienen las demás opciones posibles. Pero vale la pena detenerse, aun brevemente, en el ranking de las mismas. Después de la familia, lo que ven en la sociedad, en su entorno, en la calle, aparece señalado en segundo lugar. En tercer lugar, prácticamente con el mismo porcentaje de menciones, encontramos «lo que veo en la Iglesia y en los curas» (14%) y «algún profesor» (13%). Inmediatamente después, «algún amigo o amiga» (12%), y ya en valores más bajos, «otra persona mayor» (8%), «la televisión, radio o prensa» (6%), «algunos libros» (6%) y, cerrando la tabla, «mi pareja» (los que tienen, claro está, con el 2% de menciones) y «las revistas», con el 0,1% de menciones en el nivel nacional. No hemos olvidado, pero lo dejamos para el final, el 14% que señala que en ninguno de los sitios anteriores encuentran su espacio de socialización religiosa, cifra que pone de relieve que algo se nos ha escapado. La relación de estos datos es sumamente sugerente. En efecto, este ranking nos dice también en qué espacios, para el conjunto de los jóvenes españoles, la dimensión religiosa tiene presencia y en cuáles no. Familia en destacado lugar, la calle en segundo lugar y la escuela (algún profesor más exactamente) y la Iglesia o los curas muy en tercer lugar son los espacios por excelencia de la socialización religiosa de nuestros jóvenes. Los amigos y los medios de comunicación social, tan importantes en la socialización general, prácticamente no tienen incidencia alguna en la socialización religiosa. Los libros tampoco. Las revistas que leen, menos, lo que se entenderá muy bien si se consulta la lista de revistas que leen los adolescentes 62 . Pero todo lo anterior -insistimos en ello- no es sino manifestación de una socialización débil y, sobre todo, no nos indica en qué sentido hay que leer la socialización religiosa, si en la transmisión de la fe o en la transmisión de la increencia o de la indiferencia religiosa. 116

Antes de pasar a un caso de socialización religiosa fuerte detengámonos en la cuestión anterior, pero limitándonos solo a los universitarios y comparando sus resultados con los que hemos obtenido de los universitarios de Deusto. Pueden leerse los datos en la tabla 19. Tabla 19. ¿Quién ha influido más en que tengas las ideas y postura en el terreno religioso que ahora tienes? (Respuestas de universitarios. Datos en % ordenados según la frecuencia de las menciones) España Mi familia

Deusto

64

65

(no se preguntó)

40

Lo que veo en la sociedad, en torno a mí

34

35

Lo que veo en la Iglesia y en los curas

19

22

Algún profesor

15

10

Algún amigo o amiga

12

12

Otra persona mayor

11

9

Algunos libros

La educación que he recibido en el colegio

11

10

Lo que veo en la televisión, escucho en la radio y leo en la prensa

8

6

Mi pareja (si la tienen)

2

3

Algunas revistas

0

1

Ninguna de ellas

14

9

N=

222

804

La primera cosa que hay que decir es la extraordinaria similitud de datos entre los universitarios del conjunto español y los específicos de Deusto. En consecuencia ahorro al lector el comentario global de la tabla y me limito a unas notas. En primer lugar, si nos detenemos en los datos españoles de las tablas 18 y 19, observaremos que los universitarios señalan, en mayor proporción, el papel de los libros como agente socializador en temas religiosos, doblando las cifras del conjunto español y triplicando -añadimos sin tablas esta vez- a los jóvenes

Cf., por ejemplo, J. ELZO, El silencio de los adolescentes, o. c, pp. 189 y 1 117

que tienen 13 y 14 años. El doble efecto de ser universitarios y de que los chavales de 13 y 14 años se están educando en plena era digital explica esta importante diferencia. Cuestión de edad o de generación, el tiempo lo dirá. Siguiendo con los datos españoles se observará que el papel atribuido a la Iglesia y a los curas en la socialización religiosa es superior en cinco puntos porcentuales (de 14% a 19%) entre los universitarios. No podemos decir en qué sentido (hacia la creencia o hacia la increencia), aunque, lo adelantamos, ante un ejemplo de socialización fuerte, a la hora de pensar en la eventualidad de una vocación religiosa, el papel de un sacerdote, religioso o religiosa es señalado de nuevo en mayor proporción por los universitarios. Al realizar la investigación entre los alumnos de Deusto, sabedor ya de la importancia del colegio en la socialización de la vocación religiosa, introduje ese ítem también en la socialización religiosa general. La confirmación salta a la vista, pues el centro docente se sitúa inmediatamente después de la familia, que también en Deusto ocupa el primer lugar en las menciones. Recapitulemos: familia, centro donde han estudiado, lo que ve en la sociedad en torno suyo y lo que perciben en la Iglesia y en los curas (especialmente en los curas y religiosos que frecuentan), y por ese orden, conforman los espacios de socialización religiosa básicos, socialización débil, donde se nutren los universitarios españoles de hoy. Pero en el estudio Jóvenes 2000 y religión en España también se formula la cuestión de la vocación religiosa, profundizando en la cuestión ya experimentada en el estudio de 1999. Además, y es lo que aquí nos interesa, a los jóvenes que previamente habían indicado que en alguna ocasión pensaron en la vida religiosa o sacerdotal como una posibilidad en su vida se les formuló la cuestión de saber en qué ámbito o momento surgió esa posibilidad. Es un indicador de lo que denominamos, siguiendo a Pedro González Blasco, socialización religiosa fuerte, o al menos con consecuencias que pueden ser más duraderas hasta el punto de suponer, si persisten, un nuevo estatus de vida. Trasladamos sus respuestas a la tabla 20. 118

Tabla 20. Para los jóvenes que previamente han indicado que en alguna ocasión pensaron en la vida religiosa o sacerdotal como una posibilidad en su vida, ¿en qué ámbito o momento surgió esa posibilidad? (Respuesta múltiple sin limitación de menciones. En % ordenados según menciones) En el colegio o la escuela

43%

En la parroquia

31%

En grupos de confirmación o catequesis

20%

En la familia

20%

En otra ocasión

16%

Por el influjo o el ejemplo de un cura, religioso o religiosa que conozco personalmente

15%

En un grupo de oración o meditación

14%

En un grupo de amigos

9%

Por el influjo o el ejemplo de un cura, religioso o religiosa que he conocido

6%

Con motivo de los encuentros del Papa con los jóvenes, aunque tú no hayas asistido

2%

Con ocasión de la Confirmación, una romería, una peregrinación

2%

Por la televisión, radio, prensa

64

Total de jóvenes que se han planteado la vocación religiosa N =

Fuente: ]. GONZÁLEZ-ANLEO (dir.), Jóvenes 2000 y religión en España. Madrid, Fundación Santa María - SM, 2003.

Señalemos, de entrada, que estamos trabajando con cifras muy bajas (aunque se corresponden, al menos en el ranking, con las de Deusto), por lo que los porcentajes hay que leerlos con cuidado. Lo fundamental que hay que decir es lo siguiente: el ranking de instituciones o entidades donde la socialización religiosa es más importante cambia de forma sustancial cuando hablamos de decisiones fuertes, como es el hecho de pensar en la posibilidad de una vocación religiosa, respecto del ranking que acabamos de mostrar referente a la socialización de ideas y posturas en materia religiosa, expresión mucho más suave y, sobre todo, sin compromiso alguno y sin dirección específica, esto es, socialización hacia planteamientos ya sea religiosos, ya sea no religiosos o indiferentes. Ahora constatamos 119

que, cuando hablamos de decisiones que pueden entrañar compromisos duraderos, la escuela o colegio y la parroquia, por este orden, destacan de forma clara, así como, aunque ya en un rango menor, los grupos de confirmación y catequesis, oración, y, en el mismo nivel, la familia, sin olvidar el ejemplo de un cura, religioso o religiosa que el joven conoce personalmente. Muy abajo quedan los amigos que, con la familia, son los dos agentes por excelencia de la socialización juvenil, e incluso de la religiosa pero no comprometida. Escuela y parroquia, y por este orden, son los espacios y ámbitos en los que surge primordialmente la vocación religiosa, al decir de los jóvenes españoles. Nada que ver con la socialización en general. Estos datos, aun en su debilidad numérica, nos reafirman en la gran falla de la socialización religiosa en las familias españolas de los últimos veinte o veinticinco años que ya señalamos en el estudio Jóvenes españoles 1999. En efecto, la familia aparece como el espacio por excelencia cuando se trata de socialización religiosa light, débil, seguido por la calle, el entorno social, etc., pero a la hora de pensar en una socialización fuer te con exigencias de compromiso el locus básico se traslada al entorno escolar y a la parroquia, así como a los espacios de oración, que se sitúan en el mismo nivel que la familia como agente de socialización, quedando relegados a planos anecdóticos el grupo de amigos y la calle. No hay que olvidar tampoco el influjo de los sacerdotes, religiosos o religiosas que han conocido o conocen los jóvenes a la hora de aflorar una vocación religiosa. Sumando los dos indicadores relacionados con los sacerdotes, religiosos y religiosas, en las tablas llegamos al 21% de los casos de jóvenes españoles que los mencionan. Notemos, por último, que son escasísimos los que señalan los viajes del papa y la asistencia a romerías o peregrinaciones como lugares de surgimiento de la posibilidad de la vocación. El dato tiene su importancia, pues nos señala que los jóvenes no responden pensando en un hecho puntual de sus vidas (visita del papa, una romería, etc.), sino en algo que sucedió en su 120

vida cotidiana, en su escuela, en su parroquia, en un grupo de confirmación, de oración, en su familia... Para ser completos, anotemos también que ni uno solo se refiere a los medios de comunicación social. Claro que lo menos que cabe decir de las revistas que leen los jóvenes y de las televisiones y radios que frecuentan es que tengan algún interés, no diremos sobre la vocación religiosa, sino meramente sobre la dimensión religiosa tratada con alguna seriedad 63 .

11. Hacia una explicación sociológica de las relaciones de los jóvenes con la Iglesia y de sus demandas en el campo religioso Vamos a presentar una serie de aspectos que, a nuestro juicio, deben ser tenidos en cuenta a la hora de entender las actitudes y valoraciones que mantienen los jóvenes españoles hacia la Iglesia católica. Son reflexiones que llevamos haciendo estos últimos años y que actualizamos para este texto. Distinguimos tres niveles en estas reflexiones. Por un lado, la situación ad intra de la propia Iglesia. En segundo lugar, el contexto global de secularización en que se encuentra la sociedad europea y occidental en general y la española en particular. En tercer lugar, los rasgos fundamentales de los jóvenes españoles 63

En el libro Curas del 2000, del Secretariado de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades. Madrid, 2000, sobre la base del testimonio de 65 seminaristas españoles a punto de ser ordenados sacerdotes, se les planteó esta cuestión bajo la pregunta de: «¿Cómo surgió tu vocación?». No podemos extendernos aquí, con el detalle y el rigor exigibles, en las respuestas de los seminaristas. Aun sin haber procedido al cómputo estadístico de las 65 respuestas, en líneas generales cabe decir que no hay divergencias con el ranking que nos ofrecen las respuestas de nuestra encuesta. Quizá es mencionado en menos ocasiones el colegio o centro escolar entre los seminaristas, y algo más el ejemplo de algún sacerdote. También hay que reseñar que mencionan determinadas comunidades religiosas, de antiguo y nuevo cuño, que nosotros no introdujimos en nuestro cuestionario. Probablemente aquí esté parte del 14% de menciones no especificadas de nuestra encuesta.

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de hoy, especialmente, aunque no de forma exclusiva, en lo que se refiere a su «capacidad» o «plausibilidad» para que aflore la dimensión religiosa en sus horizontes vitales. Las tres listas que señalamos a continuación no deben interpretarse como resumen valorativo de los pros y los contras del papel de la Iglesia en la sociedad actual, del papel de lo religioso en esa sociedad y de los valores de los jóvenes. Pretendemos simplemente resaltar telegráficamente aquellos aspectos que en las tres dimensiones, y más aún en la conjunción de las mismas, nos ayudan a comprender el divorcio asimétrico de la gran mayoría de los jóvenes españoles de hoy con la Iglesia católica española de hoy.

a) Factores relacionados con la propia Iglesia (mencionados sin orden de importancia) - La ausencia de instancias eclesiales atractivas para los jóvenes más allá de algunos espacios cálidos, donde además se nota que hay cada vez menos sacerdotes, religiosas y religiosos. - La lejanía de la parroquia como espacio vital para muchos jóvenes, aunque los colegios religiosos mantienen su peso y emergen, con fuerza, aunque en muy pocos jóvenes, en los nuevos movimientos religiosos. - La disociación entre la religión del libro y la sociedad del espectáculo. - La casi total ausencia de la información religiosa en los espacios vitales juveniles. - La difícil asunción por los jóvenes de la proclamada opción preferencial por los pobres. - El prolongado, y a veces insólito, ocultamiento de la matriz católica en algunas «obras» eclesiales. - La situación de la mujer en la estructura eclesial, y la cada día mayor percepción que ellas tienen de relegación, incomprensión e injusticia por parte de la jerarquía eclesiástica. 122

La absoluta irrelevancia e incomprensión para los jóvenes de algunas disputas internas en la Iglesia, que además son trasladadas por los medios de comunicación como meras disputas entre progresistas y conservadores. El gigantesco foso entre la doctrina oficial de la Iglesia en el campo de la sexualidad y la práctica juvenil en ese terreno. El envejecimiento del clero y de los religiosos y religiosas, así como del laicado próximo a la actividad cultual. La dificultad para los jóvenes de contemplar unos «líderes» eclesiales (papa, cardenales y obispos) de edad avanzada y con jubilaciones tan tardías, más abuelos que padres. La insistencia por parte de la Iglesia en cuestiones de moral privada, especialmente de signo sexual, o del comienzo y del final de la vida, cuando la demanda de los jóvenes es de sentido vital a lo largo de la vida. La percepción juvenil de la falta de liderazgo en la mayoría de los obispos en sus diócesis, aliada con la sistemática posición «anti» y «a la contra» de los «tenores» de la Conferencia Episcopal. Una cadena de radio, la COPE, oficialmente católica, aparece con connotaciones políticas de un signo concreto, provocando el rechazo de los que políticamente -sean o no religiosos- se sitúan en otras coordenadas políticas. Amén de muchos católicos, que en absoluto se reconocen en ella o incluso la ven como un «problema» para su manifestación externa como católicos. La percepción de la escasa utilidad social de los sacerdotes, religiosos y religiosas, en lo más bajo de la escala social, y ello pese a la buena consideración que merece a la mayoría juvenil los sacerdotes, religiosos y religiosas que conocen y tratan, valoración claramente superior que la que emiten los jóvenes que apenas han tratado con ellos, quienes emiten la opinión dominante. Un modelo de salvación que refleja un Dios inasumible en la cultura actual. 123

b) Factores relacionados con el entorno socio-cultural (mencionados sin orden de importancia) - El difícil discernimiento de la distinción entre el principio de verdad absoluta con pretensiones de universalidad y el relativismo del «toda opinión vale», imposibilitando, de hecho, un planteamiento holístico intelectualmente riguroso. Es preciso distinguir el «relativismo» del todo vale de la «relatividad» frente a la pretensión de verdad única universalizable a todo el género humano. Es preciso superar la polaridad entre, por un lado, el imperio de lo efímero, fragmentario, de lo meramente subjetivo, y, por el otro, la pretensión de ser los únicos ostentadores de la única verdad (religiosa u otra). - El proceso de socialización, con dos ámbitos diferenciados: • la dimensión occidental: aunque la dimensión religiosa, como tal, tiene un espacio cada día más importante, incluso en los estudios de ciencia sociológica, la plausibilidad del mensaje eclesial es cada día menor; • en España no acabamos de salir de la memoria histórica del nacional-catolicismo: especialmente en los adultos y en los medios de comunicación social, cada día más ideológicamente sesgados hacia los partidos políticos que defienden. ¿Volvemos a las dos Españas? - El indiferentismo religioso reinante, así como la sustitución de la religiosidad institucionalizada por fenómenos pseudo-religiosos, como quiromancia, astrología, ocultismos, religiones cosmovitalistas, religiones de reemplazo (políticas, ecologistas, de culto y cultivo del cuerpo, etc.), sin olvidar la floración de novelas de ficción para-religiosas cuyo éxito, independientemente de sus cualidades intrínsecas, está aliado con el morbo de atacar a la Iglesia o a determinados organismos de la Iglesia. - La práctica ausencia de cristianos, manifestándose en tanto que cristianos, en la vida cultural, intelectual, política, etc. en los últimos años. 124

- La lectura de la dimensión religiosa como relacionada con algo caduco, viejo, tradicional, de gente mayor, en la inmensa mayoría de la prensa escrita, radiada y televisada. - La ausencia de toda referencia religiosa mínimamente positiva en las revistas que leen los jóvenes. - La falla de la socialización familiar: la primera generación de jóvenes que no ha sido educada religiosamente en sus propias casas. La pérdida de socialización materna es determinante, y nada hace pensar que no continúe en las generaciones venideras. - La dificultad de introducir la «especificidad» religiosa en los centros de enseñanza, no solamente en los públicos. - La percepción de que, en los últimos años, se ha producido un acercamiento entre los planteamientos políticos de derechas, la Iglesia oficial y muchos de los nuevos movimientos religiosos. - La lectura elemental del islam como agente de terrorismo, las disputas sobre el laicismo en Francia y su repercusión en España, el nuevo confesionalismo cristiano de Estados Unidos, entre otros factores, condicionan muy fuertemente una aproximación a la dimensión trascendente, mas allá de la meramente experiencial, sin olvidar los movimientos parareligiosos, exóticos, quiromancias, ocultismo, astrologías etc.

c) Factores relacionados con el ser joven de hoy (mencionados sin orden de importancia) - El hiato entre los valores finalistas y los valores instrumentales. - La socialización por experimentación y no por reproducción, aun crítica, de lo heredado. Sin embargo es innegable la demanda, aun implícita y soterrada, de referentes. - La pérdida de la impronta de los agentes tradicionales de socialización, como la escuela y la mayor parte de las familias y, de forma especial, la Iglesia. 125

- La influencia determinante del grupo de pares, de amigos. - La incógnita de la impronta de las nuevas tecnologías en unas familias desbrujuladas, de hijo único, en una sociedad abierta, con una Europa en construcción y en tierra de inmigrantes extranjeros. - La fractura entre el tiempo normativo y el tiempo de ocio: la impronta de la noche y el cambio en las costumbres horarias. - Omnipresencia de la sexualidad. La ambivalencia del preservativo como icono del «amor seguro» y desconfiado: pulsión de vida, con barreras, por temor a la muerte. . . y a la vida por venir. También la trivialización de la relación sexual entre adolescentes, e incluso preadolescentes, que alguna guía oficial de educación sexual viene a legitimar, cuando no a impulsar. - El peso de lo visto y experimentado frente a lo leído y razonado. La dificultad (¿imposibilidad?) de discernimiento ante la multiplicación desordenada de los inputs recibidos. - El presentismo e inmediatismo en una lógica de moral libertaria. El pasado relegado al olvido o rescatado como ocio cultural y el futuro percibido como incertidumbre. - Un humanismo indoloro y puntual. - La dificultad de adquirir compromisos duraderos en el tiempo. - Adolescentes que crecen solos, con padres agobiados y estresados, y que no saben qué hacer con ellos.

12. Por un nuevo paradigma en la Iglesia en la sociedad de hoy Decíamos más arriba que son pocos los jóvenes españoles que estén de acuerdo con la generalidad de los planteamientos de la jerarquía católica, particularmente con los de signo sexual. Pero hay también jóvenes implicados en el quehacer social y político 126

(por ejemplo en el País Vasco en los movimientos pacifistas y contra ETA) que se dicen creyentes, e incluso no pocos eclesiales, y que miran a la Iglesia como espacio de iluminación, dadora de sentido pues, portadora privilegiada de lo que desde claves teológicas denominaríamos la Buena Nueva, el Reino de Dios, y no solamente como mero nicho cálido, fuente de seguridad e identidad. No significa que este nicho no sea real, sino que no cabe reducir la lectura que hacen estos jóvenes de la Iglesia en esos solos términos. Concluimos recientemente nuestro trabajo sobre las vocaciones religiosas con la cita que trasladamos a continuación, con algunas ligeras correcciones. En estos tiempos de secularidad, que en España se ha realizado de forma abrupta a la par que silenciosa, caben, en los extremos, dos reacciones de los estamentos eclesiales y, concomitantemente, en los jóvenes que se identifiquen con una u otra de ellas. Se trata, en el fondo, de dos lógicas eclesiales distintas que tienen su correspondiente correlato en los propios jóvenes. Por un lado, una Iglesia que busca recentrarse en su identidad tradicional con reafirmación de principios y praxis ad intra, aun a riesgo de «separarse» de los valores y comportamientos del mundo circundante, mundo que lo ven con sospecha cuando no con pura negatividad. El mundo a un lado y nosotros por el otro. Pero cabe también una Iglesia que ponga el acento en la comunicación y diálogo con el mundo circundante, mundo que lo perciben con luces y sombras, sin pretensiones de ser la poseedora en exclusiva de «la» verdad, de la única verdad (incluso en el seno de la propia sociedad católica, nada homogénea), aunque, obviamente, desde su singularidad eclesial sin mera dilución en la sociedad secular. Iglesia como testigo de lo invisible, comunidad actualizada de los seguidores de lesús (que ellos también eran plurales), Iglesia que en estos tiempos de globalización tiene el gran desafío del pluralismo religioso y el gran aval de ser la única gran religión deslocalizada, despatriotizada, realmente universal, en una sociedad ávida de sen127

tido y comunidad. Aquí se juega, en nuestra modesta opinión, meramente sociológica, el futuro de las vocaciones religiosas M. Pero se trata de algo más que de las vocaciones religiosas. Nos referimos al futuro de la propia Iglesia en nuestra sociedad y, en consecuencia, pues de eso tratamos aquí, de los jóvenes «ante» y «en» la Iglesia. Estos últimos tiempos, tras el fallecimiento de Juan Pablo II y la elección de Benedicto XVI, he escrito en varios medios sobre lo que los jóvenes retendrán de Juan Pablo n y lo que esperan del nuevo. En Vida Nueva lo resumí con un título muy expresivo: un líder religioso 65 . En el fondo es lo que esperan de la Iglesia, bien que personalizada en su primera figura, el papa, máxime en un tiempo de incertidumbres, ayuno de líderes. Retomo algunas ideas, pero trasladadas al conjunto eclesial. En una sociedad en la que parece que solo cuenta el dinero y el poder, la apariencia, el espectáculo que deslumbra con sus luces ocultando la sed de autenticidad y verdad, una sociedad que no sabe distinguir secularismo de secularidad, laicismo de laicidad, los jóvenes recordarán de Juan Pablo II, se lo pedirán a Benedicto XVI y a toda la Iglesia, que proclame con fuerza que la vida tiene un sentido, que hay que afrontar las primeras y últimas preguntas de la vida: quién soy yo, por qué estoy aquí, por qué he de hacer el bien y no el mal, por qué el otro es mi hermano y no mi enemigo; una Iglesia que les abra a la trascendencia, que el mundo no se acaba aquí; que hay un alfa y una omega; una Iglesia que sea compasiva, humana (jamás entenderán una Iglesia inhumana, y todavía hoy a veces lo es), una Iglesia que muestre, como acaba de hacerlo, aún titubeante, Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est, que Dios es amor, un 64 J. ELZO, «Jóvenes españoles y vocación», en Seminarios sobre los ministerios en la Iglesia, nn. 172-173, a. c , pp. 248-249. 65 J. ELZO, «Un líder religioso a quien poder seguir», en Vida Nueva, número especial del nuevo pontificado, n. 2468 (23 de abril de 2005), pp. 14-15.

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amor que tiene su traslado en la vida interpersonal, un amor que no se agota en el eros y que tiene su cima en el ágape, un amor que debe marcar el ser y el estar en la sociedad de la Iglesia católica. También una Iglesia que proclame que la persona no es solo sujeto de derechos, sino también de deberes. Sí, una Iglesia que defiende los derechos humanos, que se opone a la guerra, como se opuso Juan Pablo II a la guerra del Golfo, a la de Iraq. Una Iglesia que proclame, como el papa en el increíble encuentro de Tor Vergata, cuando afirmó con fuerza a los jóvenes: «Es Jesucristo el que vosotros buscáis cuando soñáis con la felicidad». Personalmente creo que los jóvenes, los que han experimentado la presencia de Juan Pablo II, sea físicamente, sea a través de los medios, no retendrán de sus discursos lo que decía sobre la sexualidad ni lo que decía sobre el aborto, la eutanasia, la manipulación genética, sus opiniones sobre la homosexualidad, etc. Es el papa religioso el que retendrán los jóvenes de Juan Pablo II, y eso será lo que busquen en su sucesor. Un papa que les hable de Dios, del Dios que se ha manifestado, entre nosotros, en Jesucristo, un Dios único que ha tenido también otras manifestaciones históricas. Un papa que, igual que Juan Pablo n rezó en Asís, abrazó al rabino de Roma y visitó su sinagoga, rece también en una mezquita y dé un paso más en el largo y complicado camino, aunque imprescindible a mi juicio, hacia el reconocimiento, en las diferentes Iglesias y confesiones religiosas, del pluralismo religioso. Juan Pablo II ha situado la pregunta religiosa en el centro de esta sociedad europea, para asombro e incredulidad de tantos para quienes Dios y la religión no son sino manifestación de una sociedad retrógrada y que pensaban ver desaparecer con la alta modernidad. Benedicto XVI, en su primera encíclica, ha remachado con fuerza dónde está la esencia del Dios de los católicos: en el amor como entrega. Digámoslo una y mil veces. Los jóvenes que miran, a sus modos y maneras, a la Iglesia le piden que ponga el acento en la dimensión religiosa más que en el cumplimiento de normas 129

que, en gran medida, no entienden y rara vez ven cumplir en los mayores. Una Iglesia que muestre a Dios, al Dios que se ha manifestado, entre nosotros, en Jesucristo, un Dios entendible mas allá de la concepción mítica de la salvación, según el esquema «paraíso-caída-castigo-redención-gloria», que deje paso a la secuencia «creación (desde el amor)-crecimiento histórico-culminación en Cristo-gloria» que tan lúcida y gráficamente ha mostrado A. Torres Queiruga 6 6 , un Dios que, aunque único, ha tenido también otras manifestaciones históricas. Una Iglesia que avance, sin prepotencias ni temores, hacia el diálogo con otras confesiones religiosas en la aceptación sincera del pluralismo religioso, omnipresente en una sociedad globalizada. Una Iglesia que, al fin, invite a las mujeres á participar y ejercer en la Iglesia al mismo rango que los hombres. Una Iglesia que no mire con recelo a la ciencia, tanto a las llamadas puras como sociales, que no tenga miedo de los hombres de ciencia que buscan honradamente el bienestar de las gentes, el progreso y, a la postre, la felicidad. Una Iglesia que rompa con la tradición eclesial de aceptar la evolución de las cosas siempre con años, cuando no siglos, de retraso. Una Iglesia que participe, sin miedo de nuevo, de la conversación de las gentes del mundo, mostrando la luz del Evangelio. Una Iglesia que también sepa decir «no» cuando haya que decir «no». Una Iglesia que ante el dinero como mera acumulación de riquezas anteponga la solidaridad; ante el poder como agente de influencia de los «míos» anteponga el poder como servicio; ante el sexo seguro como solo placer sitúe, en un plano superior, el amor, sin trabas, con el ser querido con quien se quiere construir un proyecto de vida compartido. Los jóvenes le entenderán, y muchos le seguirán. En definitiva, una Iglesia que los jóvenes vean próxima, una Iglesia de su mundo y de su tiempo. 66 A. TORRES QUEIRUGA, «La imagen de Dios tras la ruptura de la modernidad», en J. M. MARDONES (coord.), ¿Hay lugar para Dios hoy? Madrid, PPC, 2 2005, pp. 54-56.

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Pero todo esto, centrándonos en la Iglesia española, exige un nuevo paradigma. En España todavía no hemos salido del modelo «Iglesia-Estado» como el de las relaciones entre un Estado que obviamente es neutro en materia religiosa y una Iglesia muy pendiente aún de su dimensión institucional, de los Acuerdos con la Santa Sede del año 1976 a la hora de proyectar su «estar en la sociedad española». Incluso esta realidad es poco dependiente del color político del gobierno de turno. Por ejemplo, la espinosa cuestión de la financiación de la Iglesia católica vía IRPF quedó inconclusa tras ocho años de gobierno del Partido Popular. La cuestión de la clase de religión no se resolvió más que al final de esos ocho años, y la solución entonces adoptada es hoy cuestionada. Pero hay algo quizá más importante, a nuestro juicio. Si nos detuviéramos en las diferentes Comunidades Autónomas del Estado español, a tenor del color político de sus dirigentes, y comparáramos la religiosidad de sus gentes nos llevaríamos algunas sorpresas. Por ejemplo, como nos muestran las repetidas encuestas de la Fundación Santa María sobre los jóvenes y las diferentes oleadas de las Encuestas Europeas de Valores, los niveles socio-religiosos son más elevados en Comunidades gobernadas desde hace más de veinte años por el PSOE (Andalucía y Extremadura), incluso, como parece claro en el caso de Andalucía, cuando hay un hostigamiento institucional a la enseñanza religiosa católica. Ciertamente también la dimensión religiosa es elevada en Castilla-León, gobernada en esos mismos años por el PP, pero no en Euskadi y Cataluña, donde gobernaban el PNV y CIU (hasta finales del año 2003 en este segundo caso), donde obtenemos claramente los más bajos indicadores socio-religiosos. El lector, estoy seguro, ya habrá pensado particularmente ante Cataluña, y más aún ante Euskadi, que hay algo anterior al color político de sus dirigentes a la hora de explicar los niveles de práctica, creencias, confianza en la Iglesia y demás indicadores religiosos. Es la composición de la sociedad y su historia y evolución recientes, se dirá. Lo que es evidente. Pero no solamente en Euskadi y Cataluña, también en Andalucía y Extre131

madura y en todas las demás regiones españolas. Esto es tan evidente que resulta difícil entender por qué no se aplica el mismo criterio de discernimiento al conjunto de la sociedad española y, en ella, en sus índices religiosos más allá del color político del gobierno de turno, aun sin olvidarlo, aunque no sea más que para no pretender explicar desde él, desde el color de los partidos políticos que nos gobiernen, la situación religiosa de su zona de influencia. Con ese «más allá» nos referimos al peso de las relaciones institucionales que mantiene la Iglesia institución y el Estado, especialmente cuando estas relaciones se llevan a cabo al amparo de los Acuerdos con la Santa Sede. Digámoslo rotundamente: esos Acuerdos son ya un anacronismo y, lo que es peor, desde una perspectiva de evangelización, un obstáculo mayor para el papel de la Iglesia en una sociedad que ya no es una sociedad de cristiandad. Lo decimos con las palabras que utiliza Claude Dagens, obispo de Angulema, refiriéndose, obviamente, a la Iglesia de Francia: Emerge hoy una situación relativamente nueva para la religión cristiana en nuestras democracias occidentales. Hemos salido o estamos saliendo del sistema de relaciones institucionales de fuerza que han dominado durante mucho tiempo las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Traduzcamos esto para Francia: la Iglesia católica ya no tiene una posición hegemónica. La Iglesia ya no pretende cuadricular la sociedad, pero no se resigna a la privatización de la fe. Desea que la propuesta cristiana, el Evangelio de Cristo, contribuya a la vida de nuestra sociedad... El desafío ante el que nos encontramos es relativamente nuevo: se trata de inscribir nuestra experiencia cristiana en el interior del tejido social, deseando que esta voluntad pueda ser reconocida no en razón de un poder institucional, sino a partir de nuestra fe vivida y libremente propuesta67. 67

C. DAGENS, La nouvauté chrétienne dans la société francaisc. Espoirs et combáis d'un évéque. París, Cerf, 2005, p. 158.

132

Este planteamiento no excluye las relaciones institucionales entre la Iglesia y el Estado, pero las sitúa, con todas las salvedades y peculiaridades que se quieran, en las que existen en el seno de una sociedad moderna entre sociedades y entidades que agrupan a diferentes personas y el Estado, en el marco de la autonomía de las realidades terrenas, por seguir la terminología de Gaudium et spes del Concilio Vaticano II, como una realidad aceptada por la Iglesia institución. Parece claro que el Estado democrático (que no se pretenda militantemente ateo o que sostenga el carácter exclusivamente privado de lo religioso, lo que no sé qué es peor) no puede no reconocer, respetar y procurar satisfacer, por ejemplo, la voluntad de millones de sus ciudadanos que quieren una determinada educación para sus hijos. Pero esa negociación debe hacerse no en virtud de anacrónicos acuerdos interestatales, sino como respuesta de un Estado que se pretende democrático a las exigencias de sus ciudadanos creyentes agrupados, en este caso de forma mayoritaria, en la Iglesia católica. Lo que no supone que no deba atender las demandas de las personas de otras confesiones religiosas. También si son inmigrantes. Lo que, a su vez, reenvía la cuestión a los miembros de la propia Iglesia, no sola ni principalmente a sus obispos, si nos centramos de nuevo en la Iglesia católica. En última instancia, será la vitalidad de la Iglesia, de los miembros de la Iglesia, inteligentemente encuadrados -pero esta es otra cuestión, apenas abordada-, la que determine no solamente las relaciones de la Iglesia con el Estado, sino, mucho más profundamente, la presencia de la Iglesia, como seguidores de la fe en Jesucristo, en la sociedad. Así las cosas, será el dinamismo de la fe de los cristianos y su visibilidad social lo que hará más presente su mensaje en la sociedad. Los católicos no conforman un colectivo apartado de la sociedad, retirado de la sociedad (salvo carismas particulares, minoritarios y bienvenidos), sino miembros como los demás de la misma sociedad, partícipes como ellos del momento histórico que les ha tocado vivir, que, en el momento actual, es un momento de mutación ante un pasado que se nos 133

aleja sin que nos sirva de referente, un futuro del que apenas nada podemos prever mas allá de los próximos meses, generando como consecuencia lógica un presente azaroso en el que la tentación de encerrarse en su mundo próximo y seguro, «entre los suyos», es una tentación permanente. Es en esta incertidumbre social en la que el católico español debe vivir su fe. Vivir su fe, anunciar a Jesús resucitado, es la causa y razón última de su auto-afirmación como cristiano, como católico adulto. Ciertamente se es católico, en primer lugar, porque se ha nacido en un lugar concreto y en una familia concreta. Pero un cristianismo y una fe adultos exige posicionarse en una sociedad que se ha emancipado, en una sociedad que se ha hecho autónoma, en una sociedad que ha aceptado, como recordábamos más arriba, la autonomía de las realidades terrenas. De ahí que la cuestión sociológica se convierta en cuestión teológica. De qué estamos hablamos cuando decimos que tenemos fe, de qué Dios hablamos cuando decimos que creemos en Dios, de qué salvación hablamos cuando decimos que Jesús vino al m u n d o para salvarnos, en qué consiste el Reino de Dios, etc. Cuestiones de una acuidad central en una sociedad en la que ya no vale aquello de que se adopta, sin más, la religión de quien nos gobierna, en una sociedad que ha asumido la autonomía, aunque eso no suponga en absoluto que haya vuelto la espalda a la trascendencia. La sociedad actual no ha evacuado a Dios de sus vidas. Simplemente se pregunta quién ese Dios en quien decimos los creyentes que creemos. Y un cristiano adulto, contemporáneo con la sociedad del siglo xxi en la que vive y sin estériles y esterilizantes añoranzas de otros tiempos, debe dar cuenta, con la razón y el compromiso, de lo que dice que cree. En mi trabajo sobre las vocaciones religiosas publicado en septiembre de 2004, ya referenciado páginas arriba, me hacía eco de estas cuestiones pensando en los jóvenes con estas palabras que aquí traigo con algunos retoques y añadidos. Un joven que analice los escritos de Escrivá de Balaguer, Kiko Arguello o Hans Küng - m e preguntaba y o - ¿tendrá la sensación de que está en la misma Iglesia, más aún, ante la misma fe cristiana? La especifici134

dad de la mirada cristiana de los nombres arriba citados, ¿no se le aparecerá más determinante del cristianismo que aquello en lo que, si se les interrogara, todos estarían de acuerdo, por ejemplo en la divinidad de Jesús? Más importante aún, ¿entenderán de la misma manera la resurrección de Jesús? (pero ¿la entienden de la misma manera los propios teólogos hoy?). Ciertamente, a lo largo de la historia ha habido notables diferencias en la interpretación de lo que quiere decir ser cristiano, hasta el punto de que ha dado lugar a fracturas que aún están vivas, incluso bajo denominaciones confesionales distintas: ortodoxos, protestantes, etc. Pero en nuestros días se viven esas diferencias en un clima de secularidad, lo que supone que una de las respuestas de los ciudadanos, la mayoritaria incluso en nuestros lares, sea la de la indiferencia religiosa o el alejamiento total. Llegados a este punto, la pregunta que se impone es la de saber qué lectura católica -insisto en que digo lectura católicadel anuncio de Jesús tiene más verosimilitud, más plausibilidad en el mundo juvenil actual. No se trata de acomodaciones o atajos. Menos aún de rebajas. Sino del núcleo central de la fe para el joven de hoy. Junto a ello hay que preguntarse qué perfil de joven cabe asociar a unos u otros «conocimientos de Cristo», cuestión esta que nadie parece atreverse a formular, y qué consecuencia tiene todo esto en la presencia de las vocaciones religiosas y, más importante todavía, en la capacidad de levadura en la sociedad concreta actual. Cuando el papa Juan Pablo II señalaba que el «deseo de ser sacerdote se alimenta esencialmente de la intimidad con el Señor, en un diálogo verdaderamente personal, que se expresa ante todo como el deseo de estar con él», es imposible no estar de acuerdo, como es imposible no preguntarse de qué Señor estamos hablando. Aquí estamos, en mi modesta opinión, en el punto neurálgico. Todo pasa por la concepción del Dios que se ha manifestado en Jesús encarnado y resucitado que se sostenga en y para los jóvenes de hoy, no para los jóvenes atemporales, lo que se corresponde con la concepción de Dios que se sostiene, ofrece y presenta a la sociedad, a la sociedad real y concreta de hoy. 135

4 U N A TIPOLOGÍA DE LOS JÓVENES ESPAÑOLES DEL AÑO 2 0 0 5

Llevamos muchos años insistiendo en el principio, elemental por otra parte, de que no hay juventud, sino jóvenes, que la juventud es un concepto útil cuando se diferencia a los jóvenes de los menores, de los adultos y de los mayores, pero la juventud como tal engloba colectivos harto diferentes cuando se analiza con cierto rigor. Lo que también cabe decir de la adolescencia, de los adultos y de los mayores, por supuesto. Además sostenemos que, si abordamos la realidad social desde la perspectiva de los valores latentes o manifiestos de las personas, encontraremos mayores diferencias entre los propios jóvenes que entre estos y sus padres biológicos, lo que ya probamos, creo que suficientemente, en otro estudio 68 . De ahí la conveniencia de proceder a establecer tipologías. Los estudios de juventud de la Fundación Santa María son un ejemplo de este modo de proceder, que consideramos muy fructífero. Esta tipología que ahora presentamos es inédita para esta publicación, y está realizada sobre la base de los datos que han servido para el recientemente editado Informe Jóvenes españoles 2005, también de la Fundación Santa María, pero no está en esa publicación. Por problemas de espacio, pero también de tiempo para su elaboración, que al final ha resultado bien costosa. 1. Introducción Una tipología es un intento de distinguir en un universo concreto una serie de grupos lo más heterogéneos entre sí, a la par que, internamente, lo más homogéneos posibles. Técnicamente Hijos y padres: comunicación y conflictos, o. c.

137

solemos decir que se trata de obtener la mínima varianza intragrupal y la máxima intergrupal, esto es, grupos que sean internamente lo más homogéneos y compactos posibles, y entre ellos lo más dispares y distintos posibles. No es otro el principio en el que se basa el programa informático para construir la tipología. En efecto, el objetivo de toda tipología es muy claro: diferenciar, dentro de un único universo, grupos diversos a tenor de una serie de características sobre las que se desea investigar. De ahí que sobre un mismo universo quepan tantas tipologías cuantas quiera el investigador (y se lo permitan los datos recolectados). Es, pues, preciso tener muy en cuenta que la tipología que aquí se presenta no es la única posible de los jóvenes españoles de 2005, incluso con los datos de que disponemos, y es evidente que pueden redactarse otras distintas. La que se puede leer a continuación no es «la» tipología de los jóvenes españoles, sino «una» de las posibles tipologías de estos jóvenes. Todo depende del «material» con que la construyamos. De ahí la importancia de señalar cuáles han sido las cuestiones que nos han servido para elaborar la presente tipología y por qué. Podemos construir tipologías sobre la base de los condicionantes socio-demográficos básicos seleccionados entre la edad, el género, el habitat (rural o urbano, grandes, medianas o pequeñas ciudades, si viven en el interior de España o en las islas), el estatus ocupacional (trabaja, está en paro o estudia), clase social, nivel de estudios, Comunidad Autónoma de pertenencia, etc., bajo la hipótesis de que las situaciones «materiales» son las que informan (condicionan o determinan) opciones «inmateriales». Sin embargo, hemos optado por privilegiar en la elaboración de la tipología los factores nómicos, sus sistemas de valores, aunque, una vez elaborados los tipos, hayamos analizado entre otras variables también el perfil socio-demográfico de los mismos. De hecho, hemos tenido en cuenta para la redacción la totalidad de las variables que conformaban el cuestionario de Jóvenes españoles 2005. Pero la causa de la selección retenida tiene otro calado más importante. Desde el inicio de nuestros trabajos sobre los jóve138

nes y sus valores sostenemos la hipótesis subyacente de que en la constitución y formación de los valores, tanto individuales como colectivos, los factores socio-demográficos, aun siendo importantes, no son determinantes, salvo en casos extremos (de pobreza o enfermedad graves, por ejemplo), por tener los valores su espesura propia y, en todo caso, su propia dinámica, que va más allá de los condicionantes materiales, aun sin olvidarlos totalmente, de los que la edad y el género, y por este orden, nos parecen los más importantes. Ahora bien, siguiendo este razonamiento, hubiéramos podido elaborar la tipología basándonos en actitudes y preferencias de marcado signo valorativo, por ejemplo las opciones políticas y las religiosas. En efecto, sabemos por infinidad de estudios que los factores religiosos y políticos, como variables independientes, son de las más potentes, de las más discriminantes. Sin embargo nos parecen excesivamente inmediatistas y primarias, y muy posiblemente hubiéramos llegado a tipologías obvias y relativamente estereotipadas del tipo «los ateos son así», «los católicos de este modo», «los de izquierdas tienen este perfil», «los de derechas aquel otro». No niego que el intento sea baldío (de hecho, en los estudios de juventud analizamos estos puntos), pero no es tan fácil como parece definir el concepto de «joven de izquierdas», menos aún el de «joven católico» 69. De ahí la búsqueda de análisis, en base nómica sí, en base a los valores de los jóvenes, pero con análisis secundarios mediante preguntas indirectas. Estas son, en definitiva, las variables que hemos retenido para la construcción de la tipología de los jóvenes españoles sobre la base del cuestionario empleado el año 2005. Hemos manejado cuatro órdenes de factores. En primer lugar, la impor69

El año 1997, en un gran Congreso que organizó la Conferencia Episcopal Española en torno a la figura de Jesucristo, intenté algo que, al final, no salió: cuáles son los valores específicos de una persona católica en la España actual. Similar empeño en definir lo que quiere decir hoy «ser un joven católico» en España me temo que tampoco fructificaría. Aunque no por razones metodológicas, estadísticas o sociológicas, sino básicamente teológicas.

139

tancia que los jóvenes españoles conceden a una serie de aspectos importantes de su vida, como la familia, el trabajo, los amigos, «ganar dinero», un total de 11 ítems, tradicional pregunta de los cuestionarios de valores. Ya nos servimos de esta cuestión en la tipología de 1999 de los jóvenes españoles. También nos hemos servido de cuestiones con las que ya elaboramos las tipologías de los años 1994 y 1999. Son las referidas a los niveles de justificación de una larga serie de 21 comportamientos diversos (suicidio, soborno, tomar drogas, adopción de hijos por homosexuales, mentir en interés propio, pena de muerte, causar destrozos en la calle, etc.) y la cuestión que mide los niveles de confianza en una lista de 16 instituciones (Iglesia, Parlamento, sistema educativo, judicial, Corona, organizaciones de voluntariado, Prensa, etc.). El cuarto ámbito retenido es el de la tolerancia vecinal, inspirada en la escala de Bogardus de la distancia social, que mide la aceptación y rechazo de una serie de once colectivos (drogadictos, neonazis, musulmanes radicales, miembros de ETA, inmigrantes, etc.), como ya hiciéramos en la tipología de la encuesta española de 2000 dirigida al conjunto poblacional, luego no solamente a jóvenes 70 . Como se ve, las cuatro cuestiones o ámbitos se refieren a cuestiones nómicas, a sistemas de valores, entendiendo el término «valor» en la doble acepción con que es utilizado en sociología, que recordamos brevemente. En una primera aproximación cabe decir que en los ámbitos de la filosofía y la sociología se entiende por valores las definiciones de lo bueno y de lo malo, de lo aceptable y de lo rechazable, de lo admitido y de lo prohibido, de lo que hay que hacer y de lo que hay que evitar. Es lo que medimos cuando les preguntamos por su nivel de justificación de determinados comportamientos, por ejemplo. También el término «valor» suele entenderse en las ciencias sociales como un criterio de acción social al cual se adhiere de forma 70

F. ANDRÉS ORIZO / J. ELZO (dirs.), España 2000, entre el localismo y la globalidad. La Encuesta Europea de Valores en su tercera aplicación, 1981-1999, o. c. (cf. capítulo tipológico, pp. 311-343).

140

más emocional que meramente racional (lo que no quiere decir, en absoluto, que se trate de algo irracional), y que no es puesto en duda a corto plazo. Es exactamente lo que controlamos, por ejemplo, cuando pedimos a los jóvenes que nos digan la importancia que conceden a determinados aspectos (la familia, el trabajo, la política, etc.), y en otra pregunta, al solicitarles que nos indiquen la confianza que otorgan a las instituciones, sabemos si aceptan o rechazan las instituciones que la sociedad se ha dado y que la encuadran. En todos los casos se trata de ítems de preguntas ya validadas en estudios anteriores. Solamente hemos mentado aquí las de ámbito exclusivamente español, pero también han sido utilizadas en estudios autonómicos. Así en la Comunidad Autónoma Vasca, en Navarra, en Baleares y en Cataluña. En definitiva, 59 informaciones sobre valores finalistas, justificación de comportamientos, niveles de confianza en instituciones y tolerancia vecinal. Con estos mimbres hemos construido la tipología que resumimos en el cuadro siguiente. C u a d r o 1. Tipología d e los jóvenes españoles d e 2005 Tipo

Denominación

% sobre el total



Liberal, integrado

27,5%



Moralista, privatista

15,8%

3o

Retraído, permisivo social

7,8%

o

Institucional, conservador

24,7"/,,

Libredisfrutador, no institucional

24,2%

4

5o

N = 4.000 (100%)

2. Descripción de la tipología de 2005 a) Tipo 1: 27,5% del total. Liberal, integrado Colectivo conformado por algo más del 25% de la juventud española, con una edad media ligeramente superior a la del conjunto poblacional. Mayor presencia de mujeres, 54,5%, cinco 141

puntos porcentuales más que la media, se distribuye uniformemente por toda la geografía española. Se reparte en clases sociales también de forma similar a la del conjunto, aunque tiene u n nivel educativo algo superior al del conjunto, en parte por la edad, en parte porque hay más mujeres y también porque valoran más que los demás los estudios. Un rasgo central en su caracterización es su posicionamiento ante los valores éticos: muy tolerantes ante unos (los estrictamente de ámbito proxémico y privado) y muy estrictos ante todos los demás. Así, son muy liberales y justifican en proporciones claramente superiores a las de la media los comportamientos privados, como el divorcio, aborto, eutanasia (pero en el suicidio siguen la media general), así como la adopción de hijos por homosexuales, por adultos sin relación estable. También ante el hecho de que una mujer decida tener un hijo sin relación estable son muy liberales. Pero son muchos más estrictos, los más estrictos en algunos casos, ante todos los demás comportamientos. Así, ante los comportamientos incívicos (dañar farolas, hacer ruido impidiendo el descanso nocturno), ante el ventajismo económico (no pagar impuestos, aceptar u n soborno, no pagar el autobús), consumo de drogas y alcohol, relativismo sexual (de personas casadas o de menores) y cualquier modalidad de violencia (terrorista o de género), siempre son más exigentes que la media del conjunto de jóvenes. De forma nítida y sobresaliente muestran una nota que creo ideal típica del joven moderno: exigente en las virtudes públicas o con directa incidencia colectiva a la par que permisivo en las virtudes privadas o con incidencia próxima, las reducidas prácticamente al ámbito familiar. Esta nota, que está muy generalizada en el conjunto juvenil, aunque con variantes que veremos en esta tipología, es la más marcada en este amplio colectivo de la juventud española. Estos jóvenes son los que en mayor grado confían en las instituciones civiles, especialmente en las organizaciones de voluntariado. También confían más que la media en la ense142

ñanza (junto a los jóvenes de los cluster 2 o y 4o) y en la Seguridad Social (también en el mismo nivel que los del 2° cluster). En líneas generales presentan una aceptación de las instituciones similar, con ligeras fluctuaciones, a las del conjunto juvenil. La excepción, y de talla, es su notoria menor confianza en la Iglesia. Son los jóvenes que en mayor grado dicen que es muy importante en sus vidas la salud, la familia, los estudios y la formación para lograr la competencia profesional. Pero además, y será otro rasgo muy significativo de este colectivo, también valoran en muy alto grado, tanto o más que los demás jóvenes, el tiempo libre y de ocio, los amigos y conocidos y, aunque algo menos, también tener una vida sexual satisfactoria. Ante el dinero y el trabajo siguen la media poblacional, de la que solamente se alejan, a la baja, en la menor importancia que conceden a la religión que sus coetáneos. Como vemos, jóvenes que saben conjugar el estudio y la preparación para el futuro con el ocio, la familia con los amigos, se divierten hasta altas horas de la noche como los demás, pero lo hacen con red, pues saben controlar claramente lo que consumen, de ahí que valoren tanto la salud. Les importa el dinero y el trabajo, pero sin destacar. Diría que se sienten seguros y perciben que eso les llegará en su momento. Son laicos, poco religiosos, aunque cerca de cuatro de cada diez señalan que se casarán por la Iglesia, la misma proporción que reconoce la divinidad de Jesús. Casi uno de cada dos sigue diciéndose católico. Sin embargo, ante la frase rotunda de «soy miembro de la Iglesia católica y pienso seguir siéndolo», solamente el 27% responde afirmativamente. De hecho son muy críticos con la Iglesia, bastante más que la media juvenil, aunque no tanto como los componentes del grupo 5 o . Se posicionan claramente más a la izquierda que la media, lo que se traduce por un ligero deslizamiento en sus preferencias de voto hacia el PSOE e IU y un muy ligero detrimento del voto hacia el PP. Son los que en mayor grado valoran la democracia como la mejor forma de gobierno. 143

Tienen una actitud más favorable que la media hacia los inmigrantes. De hecho son los que en menor grado señalan que habría que prohibir su entrada. Sin embargo son también los que en mayor grado rechazan a los musulmanes radicales. Dentro de una tónica general que viene a decir que «emigrantes sí, pero mientras haya trabajo para ellos», que veremos, aunque con serios matices diferenciales, en todos los colectivos (en particular en el 3o), estos jóvenes del tipo que analizamos se posicionan en la postura media, aunque escorados hacia planteamientos más tolerantes con los emigrantes que busquen la integración. En la fiesta buscan divertirse, bailar, conversar con los amigos como los demás jóvenes. Pero no buscan beber mucho alcohol o hacer botellón (así como tampoco los de grupo 2"). Son también menos los que «al salir de marcha», al ir de fiesta las noches de los fines de semana, buscan sexo, menos aún tomar drogas. Pese a su edad superior a la de la media, tienen menos dinero de bolsillo que esa misma media. En este estudio, incluso en un análisis complejo como este, se confirma una vez más la correlación «más dinero de bolsillo, más drogas». No es de extrañar que, con los jóvenes del colectivo 2 o , sean los que en mayor grado apenas pidan nada a las drogas. En este punto de la problemática de las drogas, lo veremos más adelante, son los colectivos 3 o , especialmente, y 5 o los que requerirán nuestra atención. Se sirven de Internet en el mismo nivel que la media, pero «chatean» algo menos que esa media y, sobre todo, son los que en menor proporción han quedado, por medio de un chai, con un desconocido. Leen más libros por elección propia (no solamente por obligación de estudios) que la media juvenil, pero menos prensa diaria. En definitiva, colectivo algo coloreado por la mayor presencia femenina (así y todo el 45,5% son chicos), críticamente centrado en la sociedad, moderadamente institucional, con aceptación de la inmigración a condición de que no sea radical. Muy tolerante con las cuestiones de divorcio, aborto, eutanasia, adopciones, etc., que considera como formando parte de la pri144

vacidad, es, sin embargo, muy exigente con la ética pública, con las incivilidades, con las violencias, con los ventajismos de signo económico. Vive el presente, pero no está instalado en el presente, pues se prepara ya para el futuro, sabiendo conjugar como nadie la diversión con la salud, los amigos con la familia, los estudios con la fiesta. Sale de juerga como los que más, pero sabe controlarse. Más allá de su edad, muy ligeramente superior a la de la media, son claramente los menos adolescentes y los más jóvenes de todos. Laico, arreligioso, no desdeña decirse católico, pero es muy crítico con la Iglesia católica. Los líderes del futuro están, en gran medida, en este colectivo, aunque del grupo 5o, una vez controlados y enderezados los excesos del «todo para la fiesta», también saldrán otros líderes, incluso con más creatividad. Tabla resumen de datos de la tipología de Jóvenes españoles 2005 Variable Edad 15-17 años 18-20

Todos

2 1 3 Dalos socio-demográficos básicos (en %) 25,3 23,2 29,3 30,5 28,5 28,1 28,6 29,1

4

5

26,9

21,8

27,4

30,1

21-24

46,2

48,7 42,1

40,5

45,8

48,2

Sexo varón

50,7

45,5 46,0

69,2

52,5

51,8

Mujer

49,3

54,5 54,0

30,8

47,5

48,2

Ha nacido fuera de España

3,7

5,7

2,9 5,1 Dinero semanal de bolsillo (en euros) 40,38 38,41 38,12 45,77 38,42 44,31 3,3

9,7

Aborto

Justificación de comportamientos (1, nunca; 10, siempre) 5,29 6,91 2,80 5,00 3,32

7,26

Suicidio

3,29

3,29

1,58

5,03

1,94

5,23

Adopción de hijos por homosexuales

6,00

7,43

6,53

4,60

2,96

7,83

Emborracharse a propósito

3,79

2,40

2,42

6,60

2,74

6,36

Engañar en el pago de impuestos

2,92

2,09

2,05 5,59 2,32 4,15 Pena de muerte 2,33 2,18 1,72 4,96 2,15 2,24 Confían «mucho + bastante» en estas instituciones (en %) 69 67 57 Organizaciones de voluntariado 76 64 69 37 38 42 33 El Parlamento del Estado 41 28 La Iglesia

21

14

26

27

34

8

145

Tabla resumen de datos de la tipología de jóvenes españoles 2005 (cont.) Todos

Variable

1

2

3

4

5

En religión y político se iposiciona como {en %)

Católico practicante

8

5

11

8

13

3

Agnóstico

7

7

2

7

5

11

No creyente / ateo

21

22

15

24

14

32

Dios existe y se ha dado a conocer en la persona de Jesucristo

42

38

55

41

58

22

Para mí Dios no existe

28

28

20

40

17

40

Soy miembro de la Iglesia católica y pienso continuar siéndolo

29

27

40

24

39

15

Manifestaciones de violencia padecidas (en %)

Agresión física por amigos o conocidos 12,0 11,4 Mis padres me han pegado Obligado a una práctica sexual no deseada

1,7

7,8

10,5

22,5

10,2

14,6

7,5

8,9

20,0

11,8

14,4

0,7

0,8

8,5

1,4

1,6

4,49

4,81

3,66

Varios

En política, en la escala: izquierda, 1; derecha, 10, la media es de

4,28

En alguna ocasión he quedado a través 24 del chat con alguien que no conocía (en %) Importancia en su vida de los estudios, formación y competencia profesional Escala 1 (nada) - 4 (muy) importante En el último año ha leído libros por elección propia (en %)

3,25 49,4

Totalmente de acuerdo con «los inmigrantes les quitan a los españoles 16 el trabajo» (en %) N=

4,18 4,52 19 3,34

21 3,25

54,2 42,4 13

4.000 2.099

16 634

41 3,08

22 3,22

28 3,25

38,9

48,2

53,0

30

19

11

990

967

311

b) Tipo 2:15,8% del total. Moralista, privatista Los llamaría «pro vida» si no tuviera la connotación marcadamente católica que presenta entre nosotros. No que no se digan católicos en ligera mayor proporción que la media, pero se sitúan más bien entre los católicos no practicantes. Una de sus notas dominantes nos habla del joven español que, en mayor 146

grado, rechaza la eutanasia, el suicidio, el aborto, la pena de muerte y el terrorismo, como se ve comportamientos conducentes a la muerte bajo diferentes modalidades. Son también los que en mayor grado se oponen a la clonación humana. Esta actitud pro vida es radical en ellos, como lo muestra el hecho de que sean, y por gran diferencia, los que en mayor grado justifican que una mujer, sin pareja estable, decida tener un hijo, así como la adopción de hijos, sea por adultos sin relación estable, sea por homosexuales, aspecto este que los diferencia nítidamente de los planteamientos defendidos por la jerarquía católica. De hecho, aunque se digan religiosos en ligera mayor proporción que la media, tengan una actitud ligeramente más favorable hacia la institución eclesial católica y señalen alguna mayor disposición a casarse por la Iglesia que la media poblacional, presentan rasgos de religiosidad cosmovitalista como ningún otro colectivo, bajo el indicador de que «hay fuerzas y energías que no controlamos en el universo que influyen en la vida de los hombres y mujeres». Es el colectivo que en menor grado se posiciona como agnóstico y también, por debajo de la media, no creyente/ateo. Además de ser los más exigentes con la moral pro vida, lo son también, por encima de la media poblacional, en la dimensión de la moral económica (aceptar u n soborno, no pagar el autobús, etc., mentir en propio interés), aunque algo menos que los componentes del grupo I o . Son los más estrictos en la justificación de comportamientos incívicos propios de algunos jóvenes durante los fines de semana, por ejemplo haciendo ruido e impidiendo el descanso a los vecinos. También son los que en menor grado justifican el consumo de marihuana (pese a ser el segundo colectivo más joven de los cinco de esta tipología), así como en otros comportamientos muy específicos de la juventud, como tener relaciones sexuales entre menores o emborracharse a propósito. En definitiva, son muy rigurosos en la justificación de comportamientos, especialmente los que atañen a la interrupción de la vida o a los comportamientos proxémicos. De ahí el etiquetaje de «moralistas privatistas». 147

Son más estrictos que la media en la aceptación de emigrantes, que solamente serían bien vistos si tienen trabajo y, atención al dato, si se acomodan a las costumbres y hábitos de los autóctonos. En general tienen una aceptación moderada de las instituciones, con valencias ligeramente superiores a las de la media poblacional, aunque con la significativa excepción de los movimientos de voluntariado, frente a los cuales se sienten más lejanos. Entre sus objetivos prioritarios destacan sobre los demás colectivos por ser los que en mayor grado valoran «llevar una vida moral y digna» y los que menos por «tener una vida sexual satisfactoria» y por la «política». Como problemas más importantes en la sociedad actual mencionan, al alza, el terrorismo, la droga y la violencia doméstica. Serán, en consecuencia, los componentes de este colectivo los que destaquen sobre los demás en no desear tener como vecinos a miembros de ETA y a drogadictos. Todos estos rasgos, además de confirmarnos su rechazo a la interrupción de la vida, lo hacen también en su repliegue hacia lo próximo, incluso relativamente cerrado en su mundo, sin mayores compromisos con el diferente, aunque sin discriminarlo directamente, así como la alta valoración de una sociedad bien ordenada y de un comportamiento individual caracterizado por el rigor moral. Todo lo anterior tiene también sus consecuencia con un comportamiento más recatado en sus horas de ocio: buscan básicamente bailar, escuchar música, pero muchos menos el sexo, hacer botellón, menos aún tomar drogas. Preguntados por lo que esperarían de una noche de juerga con drogas, son los que en notorio mayor grado responden que nada en particular. Son, junto a los jóvenes del grupo 4°, los que antes vuelven a casa las noches de los fines de semana, destacando como los del grupo 4o en señalar que los jóvenes tienen más libertad que la que debieran tener, rasgo este que nos parece muy definitorio de la juventud española actual, pues los jóvenes de los cinco tipos, aunque en grados diversos, participan de esta opinión. Joven de centro-derecha, pero básicamente alejado de inquietudes políticas, es el que en menor grado vota (o votaría entre 148

los que aún no tienen edad de votar); en sus preferencias hacia los partidos políticos destacan por distanciarse de IU, de los Verdes y de los partidos nacionalistas. Utilizan menos Internet que la media, luego «chatean» también en menor grado que la media. También leen algún libro menos que la media, y algo menos el periódico. Pero todo esto sin diferencias realmente significativas. Tienen buenas relaciones con sus padres y, como la mayoría de los jóvenes, se proyectan en el futuro como casados, y por la Iglesia, más del 50%, aunque conviviendo antes con su pareja, también como la mayoría de los jóvenes. Destacan sobre la media por existir una mayor presencia de castellano-leoneses, así como madrileños, pero notoriamente menos vascos. Tienen una edad media algo inferior a la del conjunto poblacional y, al igual que en el colectivo I o , hay bastantes mas chicas (54%) que chicos, lo que de nuevo colorea este colectivo. Por ejemplo en sus expectativas en ocio y tiempo, en su desinterés por lo político, aunque las primeras tienen un carácter mucho más abierto. Conforman el colectivo de más baja clase social, con menos recursos económicos (son los que menos dinero de bolsillo tienen) y, lo que es más significativo, con un nivel de estudios inferior al de la media y con una presencia de emigrantes superior a la de la media. Todo esto explica, el menos en parte, su repliegue hacia la intimidad, su escasa relevancia e interés por lo público. En definitiva, colectivo con alto rigor moral, especialmente en la dimensión privada y, más en concreto, en el rotundo rechazo a la interrupción de la vida y en el apoyo decidido a la adopción y procreación por encima de las condiciones formales de los padres, homosexuales o heterosexuales, en pareja o monoparentales. Además, esta nota no viene acompañada, como a priori cabría pensar, por un pensamiento o un talante de izquierdas; bien al contrario, estos jóvenes son relativamente conservadores, muy centrados en su propio entorno, alejados de la política, aceptando, aunque pasivamente, por encima de la media las instituciones, con la significativa excepción de las orga149

nizaciones de voluntariado y los sindicatos, muestran una mitigada aceptación del inmigrante, pese a haber entre ellos algunos emigrantes más que en la media poblacional. Tienen una religiosidad bastante difusa, con algunos más que se dicen católicos, pero son también los que en mayor grado se apuntan al modelo cosmovitalista de lo religioso. Más chicas que en la media, con menor edad que esa media, de clase social baja, con menos estudios que la media, conforman probablemente esa parte del «retraído social», de la tipología de 1999 que, sin embargo, no tendría mayores problemas de inserción social, situándose en la tranquila barrera contemplando distraídamente el ruedo social. Será en el grupo siguiente donde, con fuerza esta vez, incluso superior, obviamente por el desdoblamiento en dos, a la del estudio de 1999, donde vamos a encontrar al «retraído social» con muchas connotaciones problemáticas.

c) Tipo 3: 7,8% del total. Retraído Es el colectivo menos numeroso de nuestra actual tipología, y, en parte por ello, muy bien definido. El más permisivo en todo lo que tenga que ver con comportamientos violentos o incívicos como «hacer ruido por las noches impidiendo el descanso de los vecinos», «causar destrozos en la calle, como rayar un coche, romper papeleras, farolas», así como ante la pena de muerte, de lejos la máxima justificación (4,99, cuando la media poblacional se sitúa en 2,33 sobre 10), así como ante la violencia de género y el terrorismo, doblando en ambas manifestaciones de violencia la media justificativa del conjunto poblacional. Este permisivismo social y violento se alia con el más alto nivel de justificación en el ventajismo económico en comportamientos como evitar pagar el transporte público, aceptación de sobornos, engañar en el pago de impuestos o mentir en interés propio. Añádase a ello la máxima justificación en el hecho de «emborracharse a propósito» y «tomar drogas», y concluiremos que su cosmovisión de valores finalistas nos habla de un joven 150

con escasos frenos en los comportamientos, callejeros u otros, que denoten incivismo, permisividad social, violencia y consumo excesivo de alcohol y drogas. Su permisividad es, sin embargo, notoriamente menor ante la adopción de hijos por homosexuales o por un adulto sin relación estable, así como ante el hecho de que una mujer decida tener un hijo sin pareja estable, lo que denota una permisividad en comportamientos proxémicos mucho menor, aun sin llegar al rigor que encontraremos en estos puntos en el grupo 4o. Quizá haya que señalar, de entrada, que es el colectivo con mayor presencia de jóvenes de sexo masculino (69,2%) y con la más baja edad media de los cinco tipos, aunque hay que añadir inmediatamente que los del grupo 2 o tienen una edad media ligeramente superior, pero en este colectivo, como se recordará, había más chicas que chicos. Pero más importante es lo siguiente: pese a su menor edad media, son los que en mayor porcentaje están trabajando, los que presentan el más bajo nivel de estudios y los que más dinero de bolsillo tienen. Como su clase social de origen, de escorarse hacia algún lado lo hacen, muy ligeramente, hacia la clase media alta; concluiremos que son estos jóvenes, probablemente por desarraigo y desinterés propio o por desajustes familiares, los que antes han dejado la escuela y antes han entrado en el mundo del trabajo. Son los que más televisión ven y los que menos libros leen de los cinco tipos de esta tipología. De hecho, en sus objetivos vitales, en sus valores finalistas, destacan al alza sobre los demás por la importancia que conceden a ganar dinero, y a la baja por la escasa importancia que para ellos tienen los estudios, la formación y la competencia profesional. Ante la familia y la salud, dos de los pilares de la tríada básica del universo nómico de los jóvenes, se sitúan claramente a la baja, y ante el tercero, «amigos y conocidos», también ligeramente por debajo de la medía. Sus actitudes ante el emigrante hacen sospechar que lo vean, bien como un intruso, bien como una competencia en su puesto de trabajo, en clara mayor proporción a la del conjunto poblacional. Así, son los que en mayor grado sostienen que los inmi151

grantes le quitan el trabajo a los españoles, los más exigentes con la entrada de emigrantes en España, quienes en menor grado quisieran tener inmigrantes como vecinos, lo que se correlaciona con el hecho de que sean quienes en mayor proporción sitúan la inmigración como uno de los cuatro problemas principales que tiene la sociedad, donde también mencionan significativamente al alza del sida. Será entre ellos donde encontremos el máximo porcentaje de jóvenes que han sufrido la violencia en sus carnes. Todos estos rasgos los emparentan con los «retraídos sociales» de la tipología de 1999. Hay que detenerse en el dato de la violencia, pues son los jóvenes que en mayor grado han padecido todas las manifestaciones de violencia por las que hemos preguntado en el cuestionario. Así, son los que más maltrato han sufrido en la escuela por parte de sus compañeros. También los que en mayor grado señalan haber sufrido violencia por parte de sus profesores, por sus padres, por un agente de policía y por un agente privado de seguridad (por el portero de una discoteca, por ejemplo). También los que en mayor grado han sido agredidos tanto por gente desconocida como por amigos y conocidos, y, dato muy llamativo, los que en notorio mayor grado han sido obligados a «realizar alguna práctica sexual que nos les apetecía» (8,5%, siendo la media poblacional en padecer la violencia sexual del 1,7%). No hemos preguntado esta vez por la violencia por ellos ejercida -por limitaciones del cuestionario-, y no podemos llegar al final de la argumentación, pero, a tenor de otros estudios, parece claro que nos encontramos ante jóvenes que han padecido y han ejercido la violencia. Un argumento poderoso que lo avala lo hemos indicado ya: son los que en mayor grado legitiman todo tipo de violencia. Lo que no sabemos es el itinerario de la violencia en sus vidas: si la han padecido ellos en primer lugar o si es circular. Salen de noche los fines de semana y vuelven tarde a casa, como la mayoría de los jóvenes, pero lo que les singulariza es que valoran en sus juergas nocturnas, mucho más que los demás, beber alcohol y hacer botellón, buscar pareja y sexo, y sobre todo tomar drogas, drogas con las que muchos de sus com152

ponentes esperan salir de lo cotidiano, olvidar problemas, relajarse, sentirse bien, seguir aguantando y continuar la fiesta... Siempre comparativamente con el conjunto poblacional son los que en mayor grado señalan que los jóvenes tienen menos libertad que la que deberían tener, aunque la mayoría de entre ellos, como los demás, dicen que los jóvenes tienen un grado adecuado de libertad. Son los que más sexo se bajan por Internet, los que en mayor grado «chatean» sobre cuestiones personales con gentes a las que no conocen, los que en menor grado refieren su auténtica personalidad cuando «chatean» y, como era esperable, son también los que con mayor frecuencia han quedado con desconocidos a través del chat. Son, con diferencia, los que peor relación dicen mantener con sus padres, quejándose algunos (25%) de que sus padres apenas se ocupan de ellos; otros (18%), de que sus padres «se pasan en eso de la disciplina y el orden», refiriendo un 11% que tiene problemas muy serios con sus padres, y un 5% que apenas tiene relaciones con ellos, aunque no falten (32%) los que dicen que se llevan estupendamente con sus padres (39% en el conjunto poblacional). Ideológicamente se posicionan, como media, en el centro-derecha, aunque con una gran desviación estándar, lo que significa que hay de todo entre ellos. Sus preferencias de voto son muy dispares. Son, en todo caso, los únicos en posicionarse ellos mismos más a la derecha que como posicionan a sus propios padres, a diferencia de todos los demás jóvenes, que sitúan a sus padres más a la derecha de donde ellos se auto-posicionan. Hay que añadir que son los más críticos con la democracia, a la hora de valorarla como forma de gobierno, sea por preferir un gobierno mas autoritario, sea por no considerarse concernidos por el tipo de gobierno, democrático u otro más autoritario. Religiosamente son los que en mayor grado se declaran indiferentes, «pasan de Dios» y dicen que «Dios no existe» en mayor grado que la media poblacional, aunque, para cerca de la mitad, Dios se ha manifestado en Jesucristo. Ante la Iglesia católica se 153

sitúan en una posición media: ni grandes rechazos ni aprobación clara. Al igual que en el posicionamiento político, nos encontramos con jóvenes de valencias religiosas muy dispersas. En definitiva, colectivo que no llega al 8% del total juvenil, con gran presencia masculina, de edad claramente inferior a la de la media poblacional, que ha dejado muy pronto los estudios, sin que la clase social de origen, muy ligeramente escorada hacia las clases medias y altas, sea la causa, muchos tienen serios problemas con sus padres. Muy dispersos ideológicamente, nos encontramos con jóvenes provenientes de clase media alta, y de derechas, en lo político y lo religioso, junto a jóvenes de clase media baja, de izquierdas y no creyentes, aunque la nota media dominante en todos sea la de la indiferencia. El estilo de vida va más allá de planteamientos ideológicos, que en cualquier caso son bastante primarios, poco reflexivos, menos aún argumentados. Lo que a la postre les singulariza son sus elevados niveles de violencia, padecida y justificada, su permisividad hacia los comportamientos incívicos, su preocupación y temor ante los inmigrantes, por ser distintos y posibles competidores en el trabajo, su desidia ante los estudios y formación para el futuro, sus expectativas en las fiestas de fin de semana como espacios para beber mucho, tomar drogas y practicar sexo, con un comportamiento ante el chat buscando encuentros, sin manifestar, de entrada, su propia identidad. Todo esto nos muestra un joven inseguro, temeroso, socialmente retraído, encajonado en el día a día, sin horizontes vitales, lo que, vistos sus niveles de violencia padecida así como de legitimación de todo tipo de violencias, le hace potencialmente problemático.

d) Tipo 4: 24,7% del total. Institucional, conservador En el conjunto de los 21 comportamientos propuestos a la consideración de los jóvenes, los que conforman este colectivo dan el perfil más estricto, el que en menor grado, globalmente considerados, los justificarían. En algunas cuestiones los hay aún 154

más estrictos y rigurosos, así ante la eutanasia, el suicidio y el aborto los componentes del grupo 2 o , ante la violencia de género los grupos I o , 5 o y 2o, ante el soborno y violencia callejera contra las cosas los colectivos I o y 2o, pero, a diferencia de todos los demás colectivos, los componentes de este 4 o tipo de nuestra tipología son mas estrictos que la media en todos y cada uno de los comportamientos retenidos. Además, en algunos son los más estrictos. Vale la pena reseñarlos: son los referidos a la adopción de hijos por homosexuales (2,96 de aceptación frente a 6,00 sobre 10 en el conjunto poblacional), la adopción de un niño por un adulto sin relación estable (2,80 y 5,64 en el conjunto), que una mujer decida tener un hijo sin pareja estable (3,65 y 6,89 en el conjunto), cuestiones, como sabemos, ante las que la Iglesia católica se ha manifestado nítidamente estos últimos tiempos. Asimismo son los más estrictos ante las relaciones sexuales entre menores y ante las «aventuras fuera del matrimonio, hombres y mujeres casados». Manifiestan en general una alta aceptación de las instituciones. De forma clara ante las de control y encuadramiento social, manifestando los mayores valores de confianza ante la policía, la Iglesia católica, las fuerzas armadas, la Corona, la Unión Europa, la ONU, la OTAN, el Parlamento de su Comunidad Autónoma, el sistema de enseñanza y las grandes empresas y las multinacionales. Ante las restantes instituciones, su nivel de confianza es mayor que el de la media poblacional en los casos de la Seguridad Social, la Prensa, la administración de justicia y el Parlamento del Estado. En fin, manifiestan una muy ligera menor confianza que esa misma media ante los sindicatos y más clara, y significativa, ante las organizaciones de voluntariado. Su actitud ante los inmigrantes es de recelo. Son los que en mayor grado consideran que son ya demasiados, que tienen demasiadas facilidades para entrar y, en todo caso, que deben adaptarse a las costumbres de los españoles, y no viceversa. Asimismo piensan que han hecho crecer la delincuencia en España y que quitan el trabajo a los españoles, aunque no con tanta rotundidad como lo sienten los componentes del grupo 3°, 155

de los que les diferencia también que piensan, en clara mayor proporción, que «España necesita a los inmigrantes para mantener su nivel de vida» y en el rechazo a prohibirles la entrada, sin distinciones. En general, lo repetimos, es un colectivo que mira con recelo al inmigrante, mucho más que los colectivos I o , 2o y 5 o , aunque menos que el 3 o . El dato es tanto más llamativo al constatar que en este colectivo tenemos la mayor proporción de inmigrantes de los cinco que conforman esta tipología: el 9,7% son inmigrantes, cuando en el conjunto de nuestra muestra esta cifra es de 5,1, luego prácticamente doblan la cifra. Señalan, en proporciones que rondan el 10%, que su madre y su padre son también inmigrantes. Esta es prácticamente la única singularidad socio-demográfica de este colectivo. Tienen una edad acorde a la de la media poblacional, y en su distribución, según el sexo, apenas se separan de esa media, si no es por una muy ligera mayor presencia de chicos, 52,5%, siendo la proporción de chicos en el conjunto de la población del 50,7%. Se distribuyen uniformemente por toda la geografía española. Quizá unos pocos más en ambas Castillas y León, y claramente menos en el País Vasco. También siguen la distribución global en cuanto al nivel de estudios, con unos pocos menos en estudios superiores, lo que se traduce por unos pocos más en el mundo del trabajo, aunque ello no conlleva ni muchos menos, como sucediera con el grupo 3 o -que además son más jóvenes-, que tengan más dinero de bolsillo, bien al contrario: tienen menos dinero que la media poblacional. No habiendo diferencia en edad, siendo algunos chicos más (que en general tienen más dinero de bolsillo que las chicas), con más jóvenes trabajando que en la media y con una distribución de clase similar a la de esa media, el dato de su menor dinero de bolsillo se correlaciona y, a la postre, se explica por su estilo de vida: mucho más controlado que el de los demás, similar en muchos aspectos al del segundo colectivo, pero en este último más del 54% son chicas. Es significativo que el 40% de los miembros de este colectivo que analizamos considere que los jóvenes tienen más libertad que la que debieran tener. 156

En consecuencia, con todo lo anterior no extrañará si añadimos que son los que antes llegan a casa las noches de fin de semana y que sean los que menos importancia conceden a los diferentes aspectos que conlleva salir de marcha: compartir con los amigos, bailar, hacer botellón, beber alcohol, tomar drogas, etc. No extrañará tampoco que destaquen sobre los demás por considerar el consumo de drogas como uno de los problemas principales de la sociedad y que, siempre en referencia al conjunto poblacional, valoren más que los demás el trabajo y menos los amigos y conocidos. Son los más religiosos y eclesiales de todos. Tanto de la Iglesia católica como de otras confesiones religiosas. De todas formas, estas referencias comparativas con los demás jóvenes no deben inducir a error: si bien el 58% (frente al 42% en el conjunto) sostiene que Dios existe y se ha dado a conocer en la figura de Jesucristo, no pasa del 29% los que dicen estar de acuerdo con las directrices de la Iglesia (17% en el total juvenil), y apenas el 39% dice ser miembro de la Iglesia católica y que piensa seguir siéndolo (29% en el conjunto). Asimismo, no pasa del 17% la proporción de jóvenes que se dicen católicos y practicantes habituales (10% en el conjunto) y, aunque en el total de jóvenes haya un 21% que se diga no creyente o ateo, en este colectivo esta cifra llega al 14%. Un último dato muy revelador y clarificador: si bien son los que en mayor grado se casarían por la Iglesia, el 55%, hay que añadir que el 47% dice que antes de casarse piensa convivir con su pareja, y solamente el 16% que no piensa convivir antes de casarte con su pareja. En otras palabras, aunque es el colectivo más religioso de todos, lo que explica algunas de sus singularidades, no puede en absoluto decirse que sea un colectivo mayoritariamente religioso, menos aún que siga las directrices eclesiales. En efecto, este es un ejemplo de que, incluso entre los jóvenes más religiosos de nuestra tipología, el seguimiento de las normas de la jerarquía católica en los temas relacionados con la sexualidad tiene poco apoyo. Anotemos también que el 4% se dice perteneciente a otra religión, siendo en el total esta cifra del 2%, doblándola en conse157

cuencia. Siendo la proporción de inmigrantes del 10% en este colectivo y del 5% en el conjunto poblacional de nuestra muestra, bajo la hipótesis de que los miembros de otras religiones que la católica provengan básicamente de ese núcleo de inmigrantes, la ratio de jóvenes religiosos es muchísimo mayor entre los inmigrantes que entre los autóctonos. No nos extendemos más dada la precariedad de los datos, pero ante su rotundidad no podemos dejar de señalarlo. Son los que más a la derecha del espectro político se posicionan, y los que más a la derecha posicionan a sus padres. Son los que en mayor grado optan por el PP, aunque no falten los que lo hagan, con profusión, al PSOE, destacando claramente a la baja en sus preferencias por IU, así como por los nacionalismos, especialmente los de izquierdas. Mantienen buenas relaciones con sus padres, aunque afinando más cabe decir que lo que les singulariza es no tenerlas malas más que tenerlas, propiamente hablando, buenas, aspecto este en el que los miembros de los grupos I o y 2 o les aventajan claramente, e incluso apenas se diferencian de los del grupo 5 o , aunque entre estos últimos no pocos tienen malas relaciones familiares, aun sin llegar al nivel de los del grupo 3 o , que son, con diferencia, los que peores relaciones tienen con sus padres, se mire por donde se mire. En definitiva, importante colectivo conformado por el 25% de la población española, que sigue, en prácticamente todas sus características socio-demográficas la distribución de la media global, con unos pocos chicos más, algunos pocos más también en el mercado laboral. Presenta la mayor presencia de inmigrantes, que llega al 10%. Es el más institucional de todos, el más conservador, en el sentido de riguroso con las practicas tradicionales (por ejemplo las relaciones sexuales fuera del matrimonio o entre menores) y menos dado a aceptar las novedosas (por ejemplo las adopciones por homosexuales). Pero, además de conservador, es un joven éticamente exigente con toda suerte de comportamientos, tanto los relacionados con las prácticas de ventajismo económico, diferentes manifestaciones de la 158

violencia, interrupciones de la vida, etc., aunque en uno u otro de estos aspectos otros colectivos lo sean aún más que ellos. El 40% estima que los jóvenes tienen más libertad de la que debieran tener. Son los más religiosos y eclesiales de todos, pero no se puede decir que sean en su totalidad religiosos, menos aún eclesiales. Son los que menos importancia conceden al tiempo libre nocturno y los que antes vuelven a casa. No tienen malas relaciones familiares, bien al contrario, son los que en mayor grado señalan mantener buenas relaciones con su padre y con su madre, pero tampoco parecen ser, por el contrario, los que más disfrutan del acompañamiento y convivencia familiares. Son recelosos con los inmigrantes, aunque no tanto como los del grupo 3 o . Estamos ante un joven asentado socialmente, acomodado y cómodo con las instituciones, que disfruta con doble red, más preocupado del trabajo que de los amigos, probablemente un excelente trabajador del futuro, incluso en cargos medios relevantes, bien integrado en el sistema, mucho más fiel ejecutor que, propiamente hablando, líder.

e) Tipo 5: 24,2% del total. Libredisfrutador, no institucional He aquí otro numeroso colectivo con cerca de la cuarta parte de los jóvenes españoles que, en muchos aspectos, se asemeja al libredisfrutador de la tipología de 1999. De ahí que hayamos guardado la misma denominación. Son muy liberales y permisivos en casi todo. De hecho son los que en mayor grado justifican los comportamientos proxémicos de divorcio, aborto, eutanasia y suicidio, así como el que una mujer decida tener un hijo sin pareja estable y la adopción de hijos por homosexuales. También son los más permisivos con las relaciones sexuales entre menores de edad, con «emborracharse a propósito» y con tomar drogas (después del grupo 3° en este último comportamiento). Además, ante todos los demás comportamientos retenidos en este trabajo, los de violencia contra cosas, ventajismo económico, incivilidades, mentir en interés propio, etc., se 159

muestran más tolerantes, permisivos o justificadores, como se quiera adjetivar, que la media poblacional. Hay dos excepciones, y que deben ser resaltadas: son los más exigentes y rigurosos en el rechazo a la pena de muerte y algo más que la media ante la violencia de género. Otra nota muy definitoria nos la ofrece su dimensión escasamente institucional. Son los que menor confianza manifiestan ante 14 de las 16 instituciones que les presentamos en nuestro cuestionario. Las excepciones son, además, de poca monta: el mismo nivel de confianza que la media ante las organizaciones de voluntariado y solo dos puntos porcentuales más que la media hacia los sindicatos. Pero, ante la Iglesia, solamente el 8% manifiesta confianza (21% en el conjunto poblacional), 15% ante las multinacionales (24% en el total), 24% ante la Corona (37% en el conjunto), 13 puntos porcentuales debajo en la confianza ante las fuerzas armadas, 15 puntos menos ante la policía, 12 ante el sistema de enseñanza, 11 ante el Parlamento del Estado, 6 menos ante la Prensa, etc., y así ante todas las instituciones. De ahí el segundo calificativo de «No institucional» que hemos agregado al de «Libredisfrutador» en el etiquetaje de este 5 o tipo de nuestra tipología de los jóvenes españoles de 2005. Entre sus objetivos vitales destacan por conceder más importancia que los demás a tener una vida sexual satisfactoria, a los amigos y conocidos, y menos que los demás al trabajo, a llevar «una vida moral y digna», a ganar dinero y a la religión, pero no ante la importancia que dan a la política, donde se posicionan un codo por encima que sus coetáneos. Esto es: dan más importancia que la media poblacional a la vida sexual, a los amigos y a la política, y menos a un estilo de vida impregnado por la moral, a ganar dinero, al trabajo y, sobre todo, a la dimensión religiosa en sus vidas. Manifiestan una sensibilidad social por encima de la media poblacional, y en algunos aspectos los que más. Así, junto a los miembros del primer colectivo, son los más abiertos hacia los inmigrantes, los más sensibles de todos ante el racismo y la 160

xenofobia, la creciente pobreza en el mundo, la corrupción de la vida política, la violencia política, a la par que son los que menos problemas ven en las drogas. Pese a su alto nivel social y económico, son los más preocupados por la vivienda y el futuro de los jóvenes, lo que muestra, una vez más, que las necesidades sentidas no están necesariamente ligadas a las carencias objetivas. Los jóvenes de este colectivo son los que menos problemas manifiestan en tener como vecinos a drogadictos, gente dada a la bebida, punkies, «okupas», personas con antecedentes penales, inmigrantes, gente de otra raza, miembros de ETA... a la par que son los que en mayor grado no quisieran tener como vecinos a skinheads, neonazis y gentes de extrema derecha. Su coloración política parece, pues, clara: son los que más a la izquierda se posicionan de los cinco colectivos, y los que más a la izquierda posicionan también a sus padres. Destacan en sus preferencias políticas su simpatía hacia IU, HB, ERC, BNG, los Verdes, su lejanía del PP, situándose ante el PSOE acorde a la media poblacional. Son, con gran diferencia, los menos religiosos y eclesiales de todos, en todos los indicadores. Menor práctica religiosa, menor interés por lo religioso, el mayor porcentaje de los que se dicen «no creyentes y ateos» (32%), manifestando el 40% que «para mí, Dios no existe», mientras apenas el 22% señala que Dios se ha manifestado en Jesucristo... Solamente el 6% manifiesta estar de acuerdo con las directrices de la jerarquía católica, y u n 15% que es miembro de la Iglesia católica y que piensa seguir siéndolo. Así y todo, un 27% dice que se casaría por la Iglesia (aunque son los menos de los cinco tipos), los mismos que señalan que, aunque piensan casarse, lo harán sin contrato legal alguno. Ante el futuro, aunque la mayoría se ven casados y tras convivir antes con su pareja -solamente el 2% señala que piensa permanecer soltero-, entre los miembros de este colectivo encontramos, además de la mayor proporción de los que se unirían sin contrato legal alguno, también los que en mayor pro161

porción dudan si se casarán o no. Su relación con la familia de origen presenta parámetros de descontento mayores a los de la media, aun sin llegar a los grandes desajustes de muchos jóvenes del grupo 3 o . Son los que más tarde llegan a casa, lo que se explica, además de por su talante, por su edad. En la fiesta buscan de todo con mayor profusión que la media poblacional: estar con los amigos, romper la rutina, beber alcohol, buscar sexo y drogas, aunque en estas tres últimas, los componentes del grupo 3 o les superan con creces. Son también, después de los miembros del grupo 3°, los que más esperan de las drogas: relajarse, aguantar hasta el amanecer, disfrutar más del sexo, salir de lo cotidiano, olvidar los problemas... Estos dos colectivos, 3 o y 5 o , y por este orden, son los que más «enganchados» están con el alcohol y las drogas, lo que no quiere decir que sean necesariamente drogodependientes. Pero mientras los del grupo 3 o son los más jóvenes de todos, estos del 5 o son los de mayor edad media. Es llamativo constatar que tienen una baja imagen de la juventud en general: son los que en más alto grado ven a los jóvenes como consumistas, pensando solo en el presente, con poco sentido del deber y del sacrificio, y los que en menor grado los ven como rebeldes, independientes y tolerantes. ¿Reflejo de como se ven a sí mismos? Imposible afirmarlo con certeza, pero en otra investigación sobre valores sociales y drogas que estamos analizando en la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (y que será publicado en el otoño de 2006), en la primera explotación de datos constatamos que siempre hay una correlación entre la imagen que el joven atribuye a sus coetáneos y la que tiene de sí mismo, aunque, lógica y afortunadamente, ellos se ven mejor a sí mismo que a los demás. Ya hemos dicho que tienen la media de edad más elevada de los cinco tipos, con una distribución, según el sexo, que nos muestra una ligerísima mayor presencia de chicos, y con la mayor presencia de estudiantes, también en ciclos superiores, justo algo más incluso que los que componen el grupo 1°, lo que, habida cuenta su edad, se explica en parte al menos por162

que son los que provienen, en mayor grado, de las clases sociales alta y media-alta. Tienen también más dinero de bolsillo que los demás, aunque menos que los del grupo 3 o , porque estos, aunque los más jóvenes y provenientes de clases sociales más bajas, son los que en mayor proporción están ya en el mundo del trabajo. En definitiva, colectivo con los jóvenes de más edad de los cinco tipos, de clase social más elevada, con la mayor presencia de estudiantes en sus filas, con más dinero de bolsillo que la media, jóvenes que se singularizan por su permisividad ante los comportamientos privados, el ventajismo económico, algunas manifestaciones de incivilidad como no pagar en un transporte público y algo más que la media ante la violencia callejera contra las cosas. Muy tolerantes ante el hecho de emborracharse a propósito y tomar drogas. Sin embargo son los más exigentes ante el rechazo a la pena de muerte y la violencia de género. Son, por gran diferencia, los menos institucionales de todos, los más escorados a la izquierda política, los menos religiosos y eclesiales de todos. Manifiestan una mayor preocupación que los demás por los inmigrantes, los excluidos, los problemas de contaminación y medio ambiente, etc., pero teniendo en cuenta el uso que hacen de su tiempo libre (los que más tarde vuelven a casa las noches de los fines de semana) y que valoran más que sus coetáneos las relaciones sexuales, ganar dinero, los amigos y conocidos, pero mucho menos llevar una vida moral y digna, así como el trabajo, parece claro que difícilmente podrán llevar a buen puerto lo que sin embargo tanto dicen valorar. Siguen la lógica dominante de un mundo «progre», intelectualmente avanzado y socialmente descomprometido. Tienen una mala imagen de los jóvenes, mala imagen con la que, sospechamos, se identifican. Pero no está dicho que, asentada la cabeza e introducidos en el mundo de la responsabilidad del trabajo (que tratarán de diferir lo más posible, felizmente instalados como dicen estar en la Arcadia parafamiliar), de entre ellos surjan en el futuro los líderes más creativos de todos. 163

Cinco colectivos con pesos diversos y, sobre todo, con estilos de vida y valores diferentes. Dos ejes principales atraviesan los cinco tipos de nuestra tipología. El eje que va de la integración a la desimplicación y retraimiento social de los jóvenes, y el eje que va del rigor al permisivismo ético, aunque estos ejes, especialmente el segundo, no sean unívocos, pues hay colectivos que son muy exigentes con respecto a determinados ámbitos de comportamientos y mucho mas permisivos o tolerantes ante otros. El caso del grupo I o es paradigmático: muy exigente ante las virtudes públicas es, sin embargo, extremadamente exigente y riguroso ante determinadas manifestaciones del ámbito próximo y privado. Pero quizá valga la pena detenernos brevemente en la tipología del estudio de 1999 (con trabajo de campo de 1998) y, constatando las diferencias que separan las dos tipologías de jóvenes españoles en los siete años transcurridos, analizar la evolución experimentada en la juventud española, por un lado, así como profundizar en las características básicas de los jóvenes de 2005 a tenor de su diferenciación en cinco grandes tipos, por otra.

entre nosotros la presencia de la inmigración. Esto hace que la comparación entre ambas tipologías no pueda hacerse de forma totalmente mimética, pero habida cuenta que tres de los cuatro ámbitos retenidos han sido los mismos, y sobre todo que en ambas tipologías sus ámbitos más explicativos y conformadores han sido precisamente los utilizados en ellas, nos permiten avanzar con tranquilidad en la comparación. En fin, indiquemos que en la tipología de 1999 utilizamos 53 informaciones diferentes, referidas a los cuatro grandes ámbitos que acabamos de indicar, y que presentamos sucintamente a continuación 71 . He aquí, de forma resumida, la tabla con los cinco tipos resultantes. U n a tipología d e jóvenes españoles e n cinco g r u p o s el año 1999 N° 1 2

3. Resumen de la tipología de los jóvenes españoles del año 1999 Señalemos, de entrada, que en la construcción de la tipología nos servimos también de cuatro órdenes de factores. Al presentar más arriba la tipología de 2005 ya hemos indicado que tres de los factores retenidos ya los habíamos utilizado en la tipología de 1999. Los recordamos: nivel de justificación de una serie de comportamientos (valores asociados a comportamientos), prioridades vitales (valores asociados a finalidades) y niveles de confianza en instituciones (valores asociados a la integración social). El cuarto factor es diferente: el año 1999 nos inclinamos por el uso del tiempo libre. Este año 2005 hemos retenido la cuestión de la tolerancia vecinal, teniendo en cuenta la importancia, aunque no sea más que numérica, que está teniendo 164

Denominación Anti-institucional Altruista, comprometido

N"de jóvenes 193

5,00

471

12,22 28,30 29,67

3

Retraído social

1.094

4

Institucional, ilustrado

1.143

5

Libredisfrutador Total

%

951 3.853

24,68 100

De forma muy resumida, hasta esquemática, con los riesgos que ello conlleva, así es cómo cabría presentar los cinco grupos resultantes 72 :

71

En el primer capítulo del estudio Jóvenes españoles 1999 se explica pormenorizadamente el procedimiento utilizado para la construcción de la tipología y en un largo Anexo las tablas elaboradas para su redacción. Cf. Jóvenes españoles 1999, o. c.,pp. 13-51). 72 Hemos mantenido la redacción de 1999, incluso con referencias ya periclitadas (por ejemplo a HB), en una redacción muy parecida a la que ofrezco en nuestro trabajo jóvenes españoles y vocación, o. c. No nos parece correcto modificar un texto que hace referencia exclusivamente a una información del año 1999.

165

a) Grupo 1: Anti-institucional (193 jóvenes, 5,00%)

b) Grupo 2: Altruista, comprometido (471 jóvenes, 12,22%)

Este grupo, compuesto por un escaso 5% de jóvenes españoles, de los que dos tercios son chicos, se define de forma clarísima por representar al contingente de jóvenes españoles que se distinguen de los demás por legitimar y justificar dos formas de comportamiento violento: el terrorismo y el vandalismo callejero. Tienen una confianza muy escasa en todo tipo de instituciones, como la Iglesia, las fuerzas armadas, la policía y el sistema de enseñanza, así como en las instituciones públicas, como los Parlamentos (del Estado o el de sus Autonomías), la OTAN, las grandes empresas, la justicia, etc. Conceden menor importancia que sus coetáneos a la familia, al trabajo, al hecho de llevar una vida digna y moral, a los estudios, a la par que justifican en muy alto grado el aborto y el suicidio, la eutanasia y el divorcio. También justifican más que la media emborracharse a propósito, no pagar el autobús, tomar drogas (marihuana o similares), aventuras extramatrimoniales, hacer ruido las noches de los fines de semana, impidiendo el descanso de los vecinos. Son los jóvenes que menos contentos dicen estar de la vida que llevan. Tienen la mayor tolerancia vecinal hacia los drogadictos, punkies y «okupas», miembros de ETA o gente dada a la bebida. Por el contrario, son los que menos aceptan a trabajadores inmigrantes y extranjeros entre sus vecinos. En los parámetros de la religiosidad institucional católica, arrojan valores notoriamente inferiores a los de la media poblacional, y, en algunas dimensiones, los más bajos valores. Políticamente es el colectivo que más a la izquierda se sitúa, con una más que notoria súper-representación de jóvenes votantes a HB. Grandes consumidores de tabaco, alcohol, cannabis y demás drogas. Estamos ante el grupo que en más alto grado afirma haber sido víctima de acciones violentas, a la par que agente activo (agresor) de la violencia. Hay notoriamente más vascos y navarros, y menos andaluces y valencianos.

En resumen, tres notas sirven para definir a este grupo, con un 55% de chicas, que comprende al 12,22% de jóvenes españoles: son prácticamente los únicos que colaboran en una ONG, así como en una organización religiosa, y los que en mayor proporción realizan algún trabajo eventual. Son los que en más alto grado consideran la religión como algo relativamente importante en sus vidas. Conceden más importancia que la media, aunque menos que los del grupo 4, a la familia, el trabajo, a llevar una vida moral digna, a los estudios, a formarse profesionalmente. Por el contrario, son los que«menos valoran el hecho de ganar mucho dinero y llevar una vida sexual satisfactoria. Presentan la más baja justificación de la eutanasia, el aborto y el suicidio de los cinco grupos que conforman esta tipología. Se sienten contentos con la vida, más contentos que la media de sus coetáneos. Son los más religiosos (católicos) de los cinco grupos de la tipología, los que más a la derecha se sitúan y los que más a la derecha sitúan a sus padres. Son los jóvenes que antes llegan a casa las noches de los fines de semana. Están entre los que menos drogas, legales e ilegales, han consumido, aunque en este punto no hay grandes diferencias en los consumos de los componentes de los grupos 2, 3 y 4. Han sido víctimas de la violencia en proporciones muy similares a las de la media poblacional, pero victimarios en mucha menor proporción. Mayor presencia de andaluces y castellanos que en la media poblacional.

166

c) Grupo 3: Retraído social (1.094 jóvenes, 28,3%) Joven muy retraído socialmente, como en un segundo plano respecto de las corrientes y hábitos mayoritarios de sus coetáneos. De extracción social algo más baja que la media, con una mayoría masculina, se dan en su grupo dos características que como contraposición lo delimitan y definen muy bien: son los 167

más jóvenes y los que en menor grado están estudiando. Además, los que estudian lo hacen singularizándose en este punto de los demás, porque así lo piden sus padres y no porque estudiando piensen realizarse. Al retraimiento social se une el retraimiento personal. Son los que menos leen, los que a menos conferencias y coloquios asisten, los que menos trabajan con un ordenador... Preocupados por las drogas como uno de los grandes problemas del país, aunque las consumen en menor cantidad que sus coetáneos, por el contrario están algo menos sensibilizados por los problemas de pobreza, marginación y medio ambiente. Son los que menor confianza conceden a los sindicatos. Rechazan más que la media a los drogadictos, homosexuales, personas con sida, punkies y «okupas», y menos que la media a los neonazis, sin que pueda decirse en absoluto que lo sean o que simpaticen con los neonazis o gentes de la extrema derecha. Aunque cabe decir que sociológicamente son de una derecha moderada, lo esencial que hay que resaltar en este punto es que son los jóvenes para quienes la política es menos importante en sus vidas. Realmente resulta difícil decir qué es importante para ellos en la vida. Al menos algo que, por el interés que les suscite, los diferencie de los demás. Se distribuyen con relativa uniformidad por toda la geografía española.

d) Grupo 4: Institucional, ilustrado (1.143 jóvenes, 29,67%) Estamos ante un joven que tiene la máxima confianza, de los cinco grupos de nuestra tipología, en las instituciones públicas (Parlamentos, OTAN, justicia, policía, fuerzas armadas, prensa, sindicatos, UE, enseñanza, Seguridad Social, grandes empresas), presenta los más bajos valores en los parámetros de la transgresión y el hedonismo (emborracharse, tomar drogas, aventuras extramatrimoniales, relaciones sexuales entre menores, engañar en el pago de impuestos, mentir en interés propio, hacer ruido las noches de los fines de semana, causar 168

destrozos en la calle, el soborno) y visita museos y exposiciones, asiste a conferencias, lee libros y trabaja con el ordenador con mayor frecuencia que los demás. Es el colectivo con mayor presencia femenina de los cinco grupos. Son los que más contentos dicen estar con la vida y los que en mayor grado manifiestan tener libertad para escoger sus opciones preferentes. Se llevan muy bien con sus padres, con la menor distancia en las formas de pensar entre padres e hijos en casi todas las cuestiones. Más religiosos que la media, especialmente a la hora de considerar los nuevos movimientos religiosos como formas válidas de religión. El que más en el centro político se sitúa, el más partidario del euro, con súper-representación de jóvenes de CiU y también del PP, así como, aunque algo menos, del PSOE. Ninguno de HB. Consumen menos droga que la media poblacional, y son notoriamente los que en menor grado han sido víctimas o victimarios de diferentes modalidades de violencia sometida a la consideración de los jóvenes. En definitiva, grupo con aceptación razonable de las instituciones públicas, relativamente ilustrado, con valores más laicos que tradicionalmente religiosos, «de centro», consumidor moderado de drogas, abierto al nuevo mundo, es, quizá con el joven del grupo 5, uno de los dos prototipos, estadísticamente hablando, que mejor representa uno de los dos perfiles del nuevo joven (mejor la nueva joven en este caso) en este final de siglo y, probablemente, adalid del próximo. Más catalanes y, sobre todo, gallegos, y menos vascos y navarros que en la media, dicho sea con el cuidado que las bajas submuestras imponen.

e) Grupo 5: Libredisfrutador (951 jóvenes, 24,68%) Colectivo de edad ligeramente superior a la media, con predominancia masculina, con mayor presencia de habitantes en las grandes ciudades, el que dispone de más dinero de bolsillo y que básicamente es un disfrutador, un «libredisfrutador», para 169

quien lo esencial de la vida es «andar por libre» y «pasarlo lo mejor posible». Así, son los que en más alto grado valoran el hecho de ganar dinero, llevar una vida sexual satisfactoria, estar con sus amigos y conocidos, así como el tiempo libre y el ocio (notoriamente más que la familia), ir de bares y cafeterías. El resto es secundario para la gran mayoría. Los jóvenes de este grupo son anti-institucionales, aunque en menor medida que los del grupo 1, bien que la mayoría lo son más por distanciamiento vital, desinterés y «ninguneo» del papel de las instituciones que por distancia crítica o ideológica, aunque entre ellos hay un subgrupo (alrededor del 15% o 20%) bastante ideologizado. Pero ninguno, o casi ninguno, justifica prácticas violentas en la manifestación de su rechazo institucional. Son, después de los jóvenes del grupo 1, los que menos contentos dicen estar con la vida que llevan. El lugar de socialización por excelencia para ellos lo encuentran entre los amigos. Presentan muy escasos valores en los parámetros de la religiosidad católica, pero no así en las modalidades pseudorreligiosas (horóscopos, videntes, etc.), donde siguen la media e incluso la superan ligeramente, así como en los nuevos movimientos religiosos. Políticamente se posicionan más a la izquierda que la media, aunque son pocos los que lo hacen en izquierda extrema. Máximos bebedores de alcohol los fines de semana, también consumen más drogas ilegales que la media poblacional. Es, junto con el grupo anteriormente presentado, el otro modelo dominante en esta sociedad de fin de siglo. Algunos andaluces y castellanos menos, algunos madrileños y valencianos más, y bastantes más vascos que en la media. Esta tipología de los jóvenes españoles de 1999 la he presentado y comentado en muchos lugares de la geografía española en otras tantas charlas y conferencias. Ha tenido una buena aceptación, siendo la dimensión estadística del grupo 3, el de los que hemos denominado «retraídos sociales», con el 28,3% de la población juvenil, la que más reticencias ha causado. A mí también desde el primer momento, pero los datos son los datos y siempre los he mantenido, amén de que ya había encontrado 170

un grupo similar (aunque menos numeroso) en otro estudio mío sobre los jóvenes vascos, como ya indiqué en el estudio Jóvenes españoles 1999. Además, otros estudios realizados por otros investigadores no infirman en absoluto nuestra tipología de 1999 en sus líneas básicas 73 .

4. Evolución de los jóvenes españoles a partir de la tipología de 1999 y análisis de los del año 2005 Hay dos colectivos de la tipología de 1999 que se mantienen en la tipología de 2005, el «institucional, ilustrado», aunque con algunos cambios, que se convierte en el «liberal integrado» y el «libredisfrutador», al que incluso le hemos mantenido la misma denominación el año 2005. En ambos casos con un peso similar en el conjunto juvenil español, sumando en conjunto algo más del 50% de los jóvenes españoles. Al igual que el año 1999, retratan bien dos modelos relevantes de la juventud española: el «liberal integrado» es ese joven que sabe aliar la diversión con el estudio o con el trabajo, la autonomía familiar con unas relaciones básicamente buenas con sus padres; es el joven que ya piensa en el futuro y se prepara a conciencia para ello. Estos jóvenes de 2005, aun con características similares a los de 1999 (hay mayoría de chicas, tienen una buena aceptación, aunque crítica, de las instituciones, son los mas estudiosos, por dar tres notas a título de ejemplo), son, sin embargo, menos eclesiales y más laicos que los de 1999, aunque esta laicidad (no laicismo, término que quizá queda adjudicar a los «libredisfrutadores») ya se apuntaba seis años antes. El siguiente gran modelo que cabe poner en contraposición al «liberal integrado» es el «libre73

Así, en el estudio dirigido por un buen amigo, Domingo Comas, y que se publicó el año 2003, hay dos tipologías, pero la más extensa y comentada la realiza sobre la base de comportamientos de los jóvenes. D. COMAS (dir.) / J. AGUINAGA / F. ANDRÉS ORIZO / A. ESPINOSA / E. OCHAÍTA, Jóvenes y estilos de

vida. Madrid, Fundación de Ayuda contra la Drogadicción - INJUVE, 2003.

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disfrutador, no institucional», que se define con las mismas características del de 1999. Quizá al haber absorbido los restos del «anti-institucional» de la tipología de 1999, que desaparece en la de 2005, apunta no la fuga anti-institucional de aquel, pero se ha quedado con su desapego hacia toda institución. Es el otro gran modelo de joven español, el del joven pensando más en el presente, cuando no solo en él, un presente en el que la fiesta de los fines de semanas y demás ocasiones adquiere un papel muy relevante en su vida. Vive para la fiesta. Es significativo y pertinente observar que en estos dos modelos, la presencia femenina es superior en el primero de ellos, el «liberal integrado», y la masculina lo es en el «libredisfrutador, no institucional». Como el año 1999. El tercer gran colectivo en la tipología de 1999, el de los «retraídos sociales», está mucho mejor dibujado en la tipología de 2005, seguramente porque en la construcción de la tipología de este año hemos preferido incluir la escala de distancia social o tolerancia vecinal en vez de la más genérica del uso del tiempo libre, como el año 1999, siendo idénticos los otros tres ámbitos retenidos, como hemos indicado en la introducción de este capítulo. Sea lo que sea, el 28% de los «retraídos sociales» de 1999 se ha escindido el año 2005 en al menos dos colectivos, los que hemos denominado, muy benévolamente, «retraídos, permisivos sociales», con un 8% de jóvenes, y la mayoría de los «moralistas privatistas», con un 16%, yendo el resto muy probablemente a engrosar y conformar el colectivo de cerca del 25% de jóvenes que hemos denominado «institucional, conservador». En este amplio colectivo de los «institucionales, conservadores» han desembocado también gran parte de los «altruistas» de la tipología de 1999 y, en todo caso, los más religiosos de entre ellos, que eran además la mayoría. Ya hemos dicho más arriba que el colectivo de los «anti-institucionales» que no nos atrevimos a denominar «violentos» el año 1999 se ha diluido en su mayor parte en el «libredisfrutador» de 2005 (ya no violento), y los pocos, si no violentos sí con serio riesgo de llegar a serlo, en el de «retraídos, permisivos sociales» también de 2005. 172

Esta recomposición nos permite visualizar qué es lo que se ha movido en profundidad en la juventud española estos últimos seis años y qué se ha mantenido más o menos estable. Veámoslo rápidamente. Los dos núcleos centrales se mantienen: los jóvenes adolescentes despreocupados de su futuro, y «pasando» de todo lo que no sea fiesta en el presente, en situación de stand by, muchos provenientes de las clases medias altas, luego con recursos y estudios, y con mayoría de chicos, por un lado. Por el otro, esta vez con mayoría de chicas, jóvenes, en el sentido propio del termino, críticamente insertados en la sociedad de hoy, laicos, liberales, muy permisivos con la moral de proximidad y exigentes con la ética cívica, divirtiéndose con red, sabiendo conjugar como nadie el trabajo, o el estudio, con la diversión. Esta diferenciación, que ya existía el año 1999, se mantiene seis años después, e incluso parece más clara. La moderación en el beber y en las noches de los fines de semana de los «liberales, integrados» ha ido en aumento, así como la incipiente autonomía familiar, que ya se apunta claramente en el nivel nómico, aunque no tan claramente, ni mucho menos, en el económico y social (dificultad objetiva de emancipación por el aumento constante del precio de la vivienda). Por otra parte, los «libredisfrutadores, no institucionales» están aún más alejados de la «cosa pública» que el año 1999, más allá de algunos enunciados en favor de los más necesitados, que no pasa a lo sumo de una firma y participar en una manifestación... bien regada hasta altas horas de la noche una vez terminada. Los jóvenes, en su gran mayoría chicos, de los «retraídos, permisivos sociales», ya lo hemos dicho, son mucho mas compactos el año 2005 que el año 1999, donde habitaban almas diferentes. Ahora están conformados por los más nucleares en su distanciación ante los emigrantes, su proximidad con la violencia ejercida y padecida y por su desimplicación ante su futuro. No están en stand by, como los jóvenes «libredisfrutadores». Están out, y son concientes de ello. Veremos al término del siguiente capítulo que ellos serán los menos felices de los cinco colectivos que estamos analizando. 173

Dos colectivos aparecen relativamente novedosos en la tipología de 2005, los «moralistas privatistas» y los «institucionales conservadores». Ambos, como he indicado más arriba, recogen parte de los «retraídos sociales» de 1999, y los «institucionales conservadores» a la mayor parte de los «altruistas» de 1999, pero la recomposición muestra más cosas. Ambos colectivos son bastantes conservadores; los «moralistas privatistas», muy centrados en sí mismos, muy alejados de toda preocupación social y política (es el que en menor grado votaría), con una religiosidad muy confusa y difusa, con un rechazo radical a la interrupción de la vida y un apoyo total a la adopción y procreación más allá de la condición homo u heterosexual de los progenitores, manifiestan un talante muy precavido hacia los inmigrantes. Tienen un comportamiento más recatado en sus horas de ocio: buscan básicamente bailar, escuchar música, pero muchos menos el sexo, hacer botellón, menos aún tomar drogas. Son, junto a los jóvenes del grupo 4, los que antes vuelven a casa las noches de los fines de semana, destacando con ellos en señalar que los jóvenes tienen más libertad que la que debieran tener. Al igual que en el colectivo primero, hay bastantes más chicas (54%) que chicos, aunque las chicas del grupo primero son mucho mas abiertas, autónomas y expeditivas. El hecho de que los «moralistas privatistas» conformen el colectivo de más baja clase social, con menos recursos económicos y menos estudios explica también su repliegue hacia la intimidad, así como su escasa relevancia e interés por lo público. El colectivo «institucionales conservadores», lo hemos dicho ya varias veces, acoge a lo que queda de los «altruistas» religiosos de 1999, pero con una salvedad muy importante: los «altruistas» han dejado de serlo en gran medida. Ha descendido la valoración del voluntariado, aun siendo la más elevada de todas las instituciones, y, sobre todo, ha descendido la proporción de jóvenes que pertenecen a asociaciones de voluntariado. Pero hay otro dato importante que hay que reseñar. A diferencia de lo que sucedía en el estudio de 1999, donde había una fuerte relación entre jóvenes altruistas e implicados en labores de volun174

tariado con la dimensión religiosa, en el estudio de 2005 esta relación, aun sin desparecer del todo, se ha diluido bastante. En este amplio colectivo, con el 25% de los jóvenes españoles, se concentran, sin olvidar a los del grupo 2, los «moralistas privatistas», los jóvenes más conservadores de la juventud española. Es una decantación mucho más clara la que nos muestra el estudio de 2005 en comparación con el de 1999 entre jóvenes de talante conservador y jóvenes de talante progresista, por utilizar, aunque no sea más que una sola vez, unas denominaciones al uso. Estos jóvenes «institucionales conservadores» son los más religiosos de todos. Muy mayoritariamente católicos, aunque también en este colectivo tenemos la máxima proporción de jóvenes inmigrantes de otras confesiones religiosas, quienes manifiestan una práctica religiosa muy superior a la de los católicos. En definitiva, los jóvenes de 2005 son más «compactos» entre sí. Los extremos tienden a desaparecer o a diluirse en los demás. Es lo que sucede con los colectivos «altruistas» y con los «anti-institucionales». De hecho, la evolución de las tipologías resultantes en los Informes de 1999 y de 2005 nos muestra a los jóvenes actuales más acomodaticios, menos implicados en las causas sociales, haciendo que desaparezca, como grupo propio, el de los «altruistas». También desaparece el de los «anti-institucionales», pero los así denominados el año 1999 eran, casi orgánicamente, violentos, mientras que ahora, exceptuando las bandas (que no son captadas en las encuestas), la violencia es individual. De ahí que los que quedan se hayan integrado en el colectivo de los «libredisfrutadores» y en el de los «retraídos, permisivos sociales». Los jóvenes de 2005 son más laicos que los de 1999, especialmente en la dimensión institucional de lo religioso, lo que no es óbice para que también sean más conservadores, aunque se digan más de izquierdas. Es significativo que aumente el número de jóvenes que dice que tienen más libertad de la que a su juicio debieran tener, como lo es que descienda el porcentaje de jóvenes que se autocalifican como «independientes». 175

Pero no todos son iguales, claro está. Así, las mujeres han adquirido una fuerza y un protagonismo mayor en la avanzadilla juvenil, son más solidarias que los chicos, amén de mucho mejor preparadas, pero el futuro del trabajo lo tienen más complicado que ellos. Por el entorno social, sí, y por sus propios valores, también, aunque esto último les cueste admitirlo. La gran y bienvenida revolución femenina corre el riesgo de quedarse en revuelta, aunque, eso sí, con gran trascendencia social en todos los ámbitos de socialización y atención directa a las personas en los campos sanitarios, judiciales, asistenciales y educativos prioritariamente. Pero ese es otro tema.

5 ¿ES MARAVILLOSO SER JOVEN? HACIA UN RANKING DE FELICIDAD SUBJETIVA EN LOS JÓVENES

Este era el título de una película para quinceañeros de los años sesenta o setenta. Todavía hoy ser joven o aparecer como tal es uno de los objetivos vitales para mucha gente. Decir a una persona que parece tener menos edad de la que realmente tiene es entendido como halago, y la publicidad no se priva de mostrarnos imágenes, más o menos trucadas, de personas «antes y después» de haberse sometido a tal tratamiento, haber probado aquella pócima, un crecepelos por ejemplo. El «imaginario» social asocia juventud con felicidad y desenfado, edad adulta con laboriosidad, vejez con tristeza y pena. También los jóvenes, como hemos visto en la introducción, se ven a sí mismos contentos con su vida y más felices que las personas mayores. En este capítulo final de este libro vamos a reflexionar sobre esta cuestión. ¿Son realmente felices los jóvenes? ¿Cabe hablar de algunos jóvenes que sean más felices que otros? ¿Qué rasgos caracterizan a los jóvenes más felices y cuáles a los menos? Vamos a proceder en dos etapas. En primer lugar, y sobre la base de algún trabajo nuestro en el País Vasco y de los estudios sobre la juventud de 1999 y 2005 de la Fundación Santa María, veremos lo que podemos extraer de lo que los propios jóvenes nos dicen cuando se aborda la cuestión de la felicidad, de la satisfacción en sus vidas. En segundo lugar, al término de este trabajo, ofreceremos algunas reflexiones.

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1. Lo que nos dicen las investigaciones Vamos a referirnos a cuatro investigaciones en las que nosotros mismos hemos trabajado. El primero, y el que de alguna manera levantó la liebre sobre este tema de la felicidad de los jóvenes en relación con el uso del tiempo libre, es un estudio realizado en el País Vasco, prácticamente desconocido salvo por el reducido colectivo de los investigadores españoles en el tema de las drogodependencias. El segundo es un trabajo de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) dirigido por Eusebio Megías y publicado el año 2001. El tercero es el trabajo de la Fundación Santa María Jóvenes españoles 1999, y el cuarto, al que dedicaremos más espacio, está basado en informaciones provenientes del estudio, también de esa Fundación, Jóvenes españoles 2005, aunque lo que aquí podrá leerse está redactado en su totalidad para esta publicación. Con sus datos construiremos el índice subjetivo de felicidad de los jóvenes españoles de hoy.

a) Las culturas de las drogas en los jóvenes: ritos y fiestas Bajo ese título, que reproduzco en su literalidad en el encabezado de este apartado, publicamos el año 2000 una investigación propiciada por el Instituto de Drogodependencias de la Universidad de Deusto 74 . Trabajamos con jóvenes en edades comprendidas entre los 15 y los 24 años de la Comunidad Autónoma Vasca mediante procedimientos cuantitativos (entrevistas domiciliarias a 1.202 jóvenes) y cualitativos, con grupos de trabajo y 100 entrevistas en profundidad a consumidores 74

J. ELZO (dir.) / D. COMAS / M. T. LAESPADA / L. SALAZAR / I. VIELVA, Las

culturas de las drogas en los jóvenes: ritos y fiestas. Vitoria-Gasteiz, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco. Departamento de Justicia, Trabajo y Seguridad Social, 2000.

178

de cierto nivel de cannabis. Es un trabajo del que estamos particularmente satisfechos, pues va mucho más allá del recuento de consumos y factores asociados, aunque esta cuestión es clave y sin ella nada riguroso se puede decir. En el trabajo del año 2000 intentamos profundizar en la importancia de la lectura que los propios jóvenes hacen de sus usos festivos, en las ventajas y riesgos que perciben en los consumos de las diferentes drogas, en el papel que conceden al cannabis (trabajamos la hipótesis del cannabis como gozne entre las drogas ilegales y las legales), insistimos en la necesidad de asociar consumos, valores y estilos de vida mediante una tipología particularmente exitosa por iluminadora. El estudio, como hemos indicado más arriba, apenas es conocido fuera de los ámbitos científicos, entre otras razones porque editado por el Gobierno Vasco, sucede con muchas publicaciones oficiales, que nunca llegan a los puntos de venta naturales de los libros, las librerías. En esa publicación abordamos una cuestión de la felicidad subjetiva bajo el único indicador de «cómo se lo pasa» en su tiempo libre (formulada al inicio del cuestionario, antes de preguntarles por sus niveles de consumo de alcohol y drogas, luego no contaminada la pregunta por las respuestas dadas a los consumos), mediante una batería de respuestas que recorre un abanico de respuestas desde «disfruto mucho de mi tiempo libre y lo aprovecho plenamente» hasta «no disfruto nada, no encuentro la forma de llenar mi tiempo libre», con otras tres respuestas intermedias. Es ya un dato adquirido que los nuevos patrones de consumo de droga están ligados o relacionados con los motivos de esparcimiento y diversión de los adolescentes y jóvenes. Parecería que no hay posibilidad, para un número importante de estos jóvenes, una juerga, una noche de fiesta sin la presencia de drogas. En todo caso, la percepción social, y la propia lectura de los jóvenes, es la que relaciona drogas y fiesta, fiesta y drogas. Para divertirse habría que consumir droga, y sin droga no habría diversión. Pero esta percepción descansa en un equí179

voco, a saber, que los jóvenes que más se divierten son los que más droga consumen. Los datos de esta investigación, por primera vez en España, salvo error por nuestra parte, desmienten este aserto. La realidad medida por la propia valoración que hacen los jóvenes de «cómo se lo pasan en su tiempo libre» muestra algo bien diferente. Es lo que se podrá comprobar en la tabla n. 1. Los jóvenes que mejor dicen pasarlo en su tiempo libre, los que en mayor grado dicen disfrutar de su tiempo de ocio, son los componentes del grupo primero de nuestra tipología, que resultan ser los más comprometidos de todos en su vida cotidiana, y los que peor los del grupo quinto, precisamente los que consumen más droga y los que llegan más tarde a casa las noches de los fines de semana y de las fiestas locales o juveniles, precisamente los más hedonistas de todos. La línea de fondo de la felicidad subjetiva que vamos a encontrar en otros trabajos ya se dibuja en este. Es la que va del compromiso y del altruismo al puro hedonismo, siendo los primeros los que en mayor grado se dicen contentos en su vida y los segundos los que menos. Este dato nos parece muy importante, así como nos parece importante que se sepa y se diga, pues rompe con el «imaginario» social y juvenil de la unívoca y mecánica relación «felicidad = drogas = fiesta = diversión sin límites», sin límites en la toma de los productos y sin límites en la organización horaria del tiempo de fiesta. Los jóvenes se divierten en el tiempo de fiesta. A Dios gracias, estamos tentados de añadir. En una escala donde 1 significa «no disfrutar nada» y 5 «disfrutar mucho», la media de la totalidad de los jóvenes se sitúa en el punto 4,15. Se lo pasan bien, francamente bien, de lo que debemos alegrarnos, pero no son en absoluto los que más beben, los que más droga consumen, los que más tarde llegan a casa, etc., los que, según ellos mismos testimonian, mejor dicen pasárselo las noches de fiesta, los que, a la postre, más dicen divertirse. Es la gran lección que hay que retener de la tabla 1.

180

Tabla 1. La noche, el consumo de drogas y la satisfacción en el ocio en general Grupos 1 2 4 5 3 Todos Comprometi- Apocado. Pragmático. Deportista. Hedonista. do, inquieto Retraído Hogareño Adolescente Disfrutador Sale de noche los fines de semana (en %)

5

3

21

2

5

-

Muy de vez en cuando

12

8

33

13

10

3

Unas o dos veces al mes

14

15

14

12

15

15

Todos los fines de semana

70

74

32

73

70

82

No sale nunca

Llega a casa, habitualmente (en %)

Antes de las 12 de la noche

13

11

20

9

21

7

Entre las 12 y las 2 de la madrugada

18

17

26

16

23

8

Entre las 2 y las 4 de la madrugada

32

38

28

39

28

26

A partir de las 4 o al día siguiente

34

32

14

35

26

59

Niveles de consumo los últimos 30 días (en %)

Alcohol, en 10 o más ocasiones

18

21

8

15

15

29

Fuma más de 10 cigarrillos al día

21

20

12

19

18

31

Cannabis, en 10 o más ocasiones

10

8

3

2

8

27

Cómo se lo pasa en su tiempo libre

Disfruta mucho o bastante

86

95

82

88

86

79

Pasa el rato, o disfruta poco o nada

13

5

17

12

14

21

índice (1: disfruta 4,25 nada, 5: mucho)

4,37

4,06

4,16

4,17

3,98

Fuente: J. ELZO (dir.), Las culturas de las drogas en los jóvenes (elaboración propia).

181

Ahora bien, si los que peor dicen que se lo pasan (o menos bien, siendo más precisos) son los del grupo 5°, los máximos consumidores que siguen en este triste ranking de los jóvenes que menos dicen disfrutar de su tiempo libre son los componentes del grupo 2 o , los que menos consumen 7 5 . Luego tampoco cabe decir que los que menos droga consumen sean los que mejor se lo pasen. La relación no es mecánica, y exige introducir otras variables. Un joven puede quedarse en casa y no consumir droga alguna, pero no por ello tendrá la percepción de ser feliz. Hay que introducir otras variables como cuáles sean las relaciones que mantengan con sus amigos, no solamente con sus compañeros, con sus padres, su talante vital, su situación en la escuela, su proyección ante el futuro, la violencia padecida y la justificada y un largo etcétera. Concluyamos este recordatorio de nuestro trabajo del año 2000 señalando que la relación drogas-diversión es más compleja de lo que solemos dar a entender muchas veces, y que no vale decir que a más droga más diversión (ni lo contrario). La consecuencia para una política preventiva nos parece clara, y es la necesidad de hacer sentir a los jóvenes y adolescentes que no se lo van a pasar necesariamente mejor porque consuman más droga sin caer, por el contrario, en la moralina de que todo acceso a las drogas es fatalmente nefasto y que «se lo van a pasar mal», máxime cuando su propia experiencia les dice lo contrario. A fin de cuentas nos parece que la relación con el producto, la relación que se establece entre el consumidor -individualmente en primer lugar y en su grupo de pares en segundo lugar- y los diferentes productos está en el fondo de las diferentes derivas y consecuencias de dicho consumo. Un joven con un proyecto de vida, aun en estado muy embrionario, que no se centre exclusivamente en su «yoidad», en su mismidad, tendrá un acceso al producto individual y habitualmente grupal, sí, pero no individualista y gregario del 75

No entramos a describir los grupos para no alargar demasiado este texto. Las denominaciones retenidas que pueden leerse en el encabezado de la tabla permiten hacerse una idea de las notas dominantes de cada tipo.

182

grupo en el que se inserte. Ese joven «difícilmente se hará drogodependiente, aunque consuma alcohol y cannabis de forma habitual durante un período de su vida» (p. 62).

b) Valores sociales, drogas y felicidad Los diferentes estudios realizados en el ámbito juvenil son formales a la hora de correlacionar los consumos de drogas (particularmente cuando son de alguna entidad) y la aceptación y potenciación de determinados valores, entendido el termino «valor» en el doble sentido con el que habitualmente lo trabajamos en sociología: «valor» como objetivo o finalidad que consideramos importante en nuestra vida, por u n lado, y «valor» como criterio de acción social al que se adhiere de forma más emocional que meramente racional (lo que no supone en absoluto que sea irracional) y que se mantiene en el tiempo. La Fundación de Ayuda contra la Drogadiccion prolongó esta reflexión al conjunto de la sociedad española con un trabajo titulado Valores sociales y drogas76, que en su versión más reducida se publicó bajo el título de Los valores de la sociedad española y su relación con las drogas77. Uno de los objetivos de este estudio era precisamente conocer qué tipos de valores se asociaban con los consumos de drogas. En este sentido aparecen claramente una serie de valores de riesgo, de riesgo para los consumos, no necesariamente para otras circunstancias de la vida, donde incluso pueden entenderse como deseables. Entre estos valores de riesgo estarían la competitividad, el afán de experimentación, el 76

E. MECÍAS (dir.) / D. COMAS / J. ELZO / I. MFGÍAS / J. NAVARRO / E. R O -

DRÍGUEZ / O. ROMANÍ, Valores sociales y drogas. Madrid, FAD, 2001. 77

E. MECÍAS (dir.) / D. COMAS / J. ELZO / I. MECÍAS / J. NAVARRO / E. RO-

DRÍGUEZ / O. ROMANÍ, LOS valores de la sociedad española y su relación con las drogas. Madrid-Barcelona, Fundación de Ayuda contra la Drogadiccion - La Caixa, 2000, (incluye bibliografía y tres anexos: datos muéstrales, tablas de resultados del análisis de las baterías de los valores y cuestionario utilizado. Hay traducción en catalán, editada también por La Caixa (2000).

183

inmediatismo, la insolidaridad, el no convencionalismo, el liberalismo sexual, la enfatización de la autonomía o su opuesto, la intensa necesidad de integración grupal, etc. Por el contrario, como valores que suponen una cierta disuasión o protección de los consumos, encontraríamos el humanismo, los valores éticos, el igualitarismo, los valores familistas, la dimensión religiosa, el conservadurismo, etc. Ahora bien, pese a la indiscutible pertinencia estadística, y en cierta medida también sociológica, de la asociación arriba mentada, sin embargo con ella no se agota ni mucho menos la cuestión de la relación drogas-valores. En ese mismo trabajo de la FAD se realizó una tipología de ciudadanos españoles en relación con sus sistemas de valores. La metodología utilizada, de una cierta complejidad de elaboración, permitió profundizar en la asociación de valores y consumos de drogas, asociación que corre el riesgo, considerada ella sola, de caer en cierto mecanicismo. Trasladamos aquí la tipología resultante y su correlación con el consumo de drogas. De nuevo la denominación utilizada para cada tipo es suficientemente ilustrativa y nos ahorramos la descripción de los tipos. Tabla 2. Correlación entre diferentes tipos de españoles (15 a 65 años) y niveles de consumo de drogas Tabaco

Alcohol

Cannabis

Otras drogas

Hipnosedantes

Altruista

-

-

-

--

+

Normativo

+

+

-

--

+

+ +

+

+

-

Aventurero

+

+ +

++

+ + +

--

Ventajista

+

+ +

+

+

+ +

Presentista

+ +

+

+ + +

+ +

+

Incívico

+ +

+

+ +

+ +

+ +

++ +

+ +

++ + +

++ + +

+ +

Irreligioso

Xenófoboasocial

No consumen

-

--

--

(+) índica correlación positiva entre el consumo del producto y el tipo, según sus valores. (-) Indica correlación negativa. Cuantos más signos haya, mayor es la correlación. Fuente: E. MECÍAS (dir.), Valores sociales y drogas. Madrid, FAD, 2001, p. 132.

184

Del estudio se concluyó que, en la tipología elaborada con los valores básicos de las personas, los tipos que tienen más probabilidad de asociarse con consumos de drogas serían fundamentalmente el «xenófobo asocial», el «incívico» y el «ventajista», seguidos muy de cerca por el «aventurero» y el «presentista», y mucho más lejanamente por el «arreligioso». Tipos claramente opuestos a los consumos serían el «normativo» y sobre todo el «altruista». Más fácilmente se asocian con los consumos de drogas valores como «justificar el robo en grandes almacenes», «comprar algo sabiendo que ha sido robado», «enfrentarse violentamente a los agentes de la policía», «no pagar en un transporte público» (que conforman el tipo «incívico»), «buscar la aventura en la vida», «tener sensaciones y experiencias nuevas y distintas a las habituales y a las consideradas como convencionales», personas que en más alto grado señalan que «les gustaría ser diferentes, aunque eso moleste a otra gente», etc. (características que conforman el grupo «aventurero») o bien «admitir beneficiarse de una promoción, jugando con ventaja», «admitir la modificación artificial de alimentos» y «admitir que se haga trampa en exámenes u oposiciones» (estamos aquí en el cluster «ventajista»). También se correlaciona positivamente con el mayor consumo de drogas todo lo ligado al presentismo, como la importancia que se concede al hecho de vivir al día, vivir el presente sin preocuparse demasiado por el futuro, la búsqueda inmediata del bien corporal, no tanto desde la perspectiva de la salud cuanto de la estética, de la figura corporal, la particular importancia que se le da al tiempo libre, características estas últimas del colectivo que hemos denominado «presentista». Así podríamos seguir con el «arreligioso» y con el «xenófobo asocial». En el extremo opuesto, en los valores preventivos del consumo de drogas, encontramos a los que conforman el colectivo de nuestra tipología que hemos denominado «altruista». Los valores que lo conforman se refieren a la importancia de «preocuparse por lo que ocurre en otros lugares del mundo», «hacer 185

cosas por mejorar su barrio o comunidad» y en general «interesarse por temas políticos». Asimismo son los que más valor conceden a la dimensión religiosa en sus vidas. Estamos claramente ante colectivos que, con planteamientos ideológicos diversos, manifiestan un interés por algo más que ellos mismos y su propio y particular bienestar. Aquí podemos hablar, con seguridad, de correlación positiva con un menor consumo de drogas y de valores que suponen un freno al consumo de drogas, al menos al consumo abusivo y dependiente de las drogas, esto es, a lo que suponga vivir para las drogas o no poder vivir al margen de las drogas, hasta el punto de que la dependencia hacia las drogas acabe siendo prioritaria en sus vidas. En ese estudio, aunque dirigido al conjunto poblacional español, hay un apéndice que lleva por título «una mirada particular sobre jóvenes y valores» (pp. 235-252), sobre la base de la submuestra del estudio global y de otro trabajo que sobre la juventud madrileña estaba acometiendo la FAD. Los resultados que habíamos obtenido sobre el conjunto poblacional se confirmaron, como era esperable, con los obtenidos con los jóvenes, confirmándose una vez más que no hay subcultura juvenil, sino una cultura común que se manifiesta de forma singular según las edades 78 . Así podemos leer que «el tipo de valores más 78 En realidad hay que detenerse en aspectos muy puntuales (lo que no quiere decir que sean poco importantes) para ver diferencias importantes. Así en el uso del tiempo libre, aunque la diferencia es de grado más que de naturaleza, siguiendo los viejos cánones de la filosofía escolática. Otros autores, por ejemplo Pierre Bréchon, en un trabajo de 2004, muestran que las personas de edad avanzada (60 años y más) siguen más marcadas que los jóvenes (18-29 años) por la dimensión cristiana en sus vidas (en «L'heritage chrétien de l'Europe occidental: qu'en ont fait les nouvelles générations?», en Social Compass 51 [2004], pp. 203-219). Ciertamente, pero hay que añadir que también las personas de edad avanzada están hoy más alejadas de lo religioso que hace veinticinco años, y siendo esa generación la que ha transmitido la fe es evidente que ello repercute, a su vez, en las nuevas generaciones. Y, como en todo tiempo, como los más jóvenes han dado valores socio-religiosos más bajos que las personas de más edad, la conclusión se impone: es el cambio global el que repercute, aunque de forma diferente, en todas las edades.

186

protector de los jóvenes es el "altruista-normativo", con una baja intensidad de protección en el tabaco y en el alcohol, cuyos consumos están muy generalizados y normalizados en los jóvenes, pero con muy alta intensidad protectora en el cannabis y en las otras drogas ilegales. En el polo opuesto, de riesgo o mayor consumo, tendríamos dos tipos de valores: el «hedonista» y el «incívico-ventajista», ambos con una intensidad media y alta en el tabaco y el alcohol, y muy alta intensidad en el cannabis y las drogas ilegales» (pp. 251-252). En fin, y para lo que aquí más interesa, cuando se relacionan estos diferentes tipos o sistemas de valores con el nivel de felicidad o satisfacción vital, siempre, tanto en la población general como en la específicamente juvenil, los altruistas-normativos presentan las cifras más elevadas de satisfacción. En este estudio de la FAD sobre valores y drogas hay cinco cuestiones que miden el nivel de satisfacción de los encuestados. Satisfacción en el ocio y tiempo libre, en las relaciones familiares de padres e hijos, en las relaciones con su cónyuge o pareja, en el grado de integración con sus amigos y compañeros, y la calificación de la relación con su grupo de amigos. Sin embargo, en el análisis, ya de por sí muy extenso (el libro tiene cerca de 400 páginas), nos limitamos a un índice sintético de satisfacción en dos variable de «muy y bastante» satisfecho o de «regular, poco o nada» satisfecho. Traemos aquí solamente un ejemplo, como botón de muestra, de la correlación que se da entre determinados valores sociales relacionados con el grado de tolerancia o permisividad en el consumo de varios productos, con el consumo efectivo de esos mismo productos, y el nivel de satisfacción sintético señalado por los encuestados. Véase la tabla 3 7 9 . 79

En el libro nos hacemos eco en diferentes momentos de esta cuestión de la correlación entre nivel de satisfacción en la vida, consumo de productos, justificación de comportamientos, valores que se priorizan etc. El lector interesado puede dirigirse, por ejemplo, a las pp. 61, 71, 99, 211 y 212, así como al Anexo de tablas del final del volumen, donde encontrará varias tablas que miden los niveles de consumo (así en las pp. 317-318, de donde entresacamos la tabla 3 del presente trabajo), sus valores y el grado de satisfacción.

187

Tabla 4. Valoración de determinados aspectos vitales (en números índices o en %) de Jóvenes españoles 1999

Tabla 3. Justificación de comportamiento (1, nunca; 10, siempre) en razón de su nivel de satisfacción global (en la familia, amigos, tiempo libre, etc.) y del consumo de productos

Comportamiento

Nivel de Consume No satisfacción Todos Regular Canna- Cocaína Tranq. consume Alto Tabaco Alcohol /bajo bis /heroína /Hip.

Fumar marihuana 2,38 en público

2,26

2,44

2,86

2,62

5,99

6,60

3,49

1,62

Conducir bebido

1,62

1,54

1,66

1,74

1,70

2,26

2,67

1,79

1,29

Emborracharse en público

3,05

2,84

3,16

3,49

3,33

5,65

6,09

3,12

2,29

Fumar en lugares 4,02 públicos

4,05

4,00

4,80

4,30

5,50

6,15

5,14

2,72

Anti-institucional

Altruista comprometido

Retraído social

Institucional ilustrado

Libredisfrutador

Hora de vuelta a casa cuando sale de noche (en %) 22

12

30

26

23

14

Entre las 2 y las 4

33

26

39

31

37

29

D e s p u é s d e las 4

44

61

30

40

39

57

A n t e s d e las 2

Ha consumido 20 veces o más en su vida los siguientes productos (en %)

Obsérvese cómo en los tres comportamientos retenidos, «fumar marihuana» y «emborracharse» en público, así como «conducir bebido», los que en mayor grado los justifican coinciden con los que consumen de forma significativa (no de forma esporádica) tabaco, alcohol y, sobre todo, drogas ilegales, siendo también los que señalan un más bajo nivel de satisfacción. El círculo se cierra de nuevo: mayor insatisfacción equivale a mayor consumo, y los dos con los valores hedonistas y transgresores. Nótese, en la última columna de la tabla, cómo los no consumidores son asimismo los más estrictos y los que denotan un mayor nivel de satisfacción en la vida.

c) El estudio Jóvenes españoles 1999 Seremos muy breves en este apartado, pues en el siguiente nos ocuparemos más en extenso de Jóvenes españoles 2005, aunque con una aproximación distinta y más compleja al tema que nos ocupa. Además, el estudio de 1999 viene a confirmar lo que ya venimos diciendo analizando los resultados de los dos estudios anteriores, aunque con algunos elementos añadidos sumamente interesantes en los que nos detendremos. 188

Todos

Variable

70

37

46

43

64

77

54

56

56

84

14

40

6

7

6

32

Anfetaminas

1,2

4,1

0,5

0,4

0,4

3,0

Éxtasis ( d r o g a s d e síntesis)

1,2

2,7

0,5

0,5

0,3

3,4

C o c a í n a (tres y m á s veces)

4,4

12,9

1,3

2,3

1,0

10,9

Tabaco

51

Alcohol Cannabis

70

Cómo califica su rendimiento escolar (solo estudiantes) (en %) Encima del promedio

23

18

29

21

26

20

Como el promedio

66

67

63

68

65

67

Debajo del promedio

10

15

6

11

9

13

Dinero semanal para gastos personales, de bolsillo (en pesetas) En p e s e t a s

3.459

3.847

3.298

3.591

3.617

4.011

Dónde se dicen las cosas más importantes en cuanto a ideas e interpretaciones (en %) En casa, en la familia

53

41

61

52

61

43

Entre los a m i g o s

47

56

45

40

41

62

E n los libros

22

23

24

18

23

24

En los medios de comunicación, prensa, televisión

34

23

36

37

35

30

En los centros de enseñanza

19

13

22

19

23

13

En la Iglesia (sacerdotes, p a rroquias, obispos)

2,7

0,6

8,3

2,4

2,2

1,2

En otro sitio

0,6

2,2

0,8

0,3

0,4

1,0

En n i n g ú n sitio

2,6

4,9

1,8

2,8

1,4

3,9

189

Tabla 4. Valoración d e d e t e r m i n a d o s aspectos vitales (en números índices o en %) de Jóvenes españoles 1999 (cont.)

Variable

Todos

Anti-institucional

Altruista comprometido

Retraído social

InstitucioLibredisnal ilusfrutador trado

Se siente entre muy (5) y nada (1) contento con la vida que lleva 4,14 3,92 4,24 4,12 4,30 3,95 Ranking defelicidad 5o 2o 3o 1° 4o N=

3.853 %

293 5%

471 12,22%

1.094 28,3%

1.143 29,67%

951 24,68%

Los jóvenes «institucionales, ilustrados» seguidos de cerca por los jóvenes «altruistas» aparecen, a tenor de su propia apreciación, como los más felices de todos. Los menos son, casi a la par, los «anti-institucionales» y los «libredisfrutadores», situándose en una posición intermedia, aunque más próxima a la de estos últimos, los «retraídos sociales». Invito al lector, incluso al reticente a las tablas y los números, a que se concentre un momento en los datos de la tabla 4. Los máximos consumidores de tabaco, alcohol y drogas, que coinciden con quienes más tarde llegan a casa las noches de los fines de semana, los colectivos 1° y 5 o de esta tipología, son los que, comparativamente con los demás jóvenes, dicen estar menos contentos con su vida. De nuevo, como hemos mostrado en los trabajos anteriores, beber mucho, fumar mucho, tomar muchas drogas y llegar tarde a casa no rima con felicidad, sino con todo lo contrario, con mayor descontento con la vida, con su vida. Lo que rima con felicidad, por el contrario, es el menor consumo de drogas y alcohol y u n mayor control de las salidas nocturnas, pero no necesariamente con quedarse en casa, insistimos. Nótese también que tener más dinero no conlleva más felicidad: los que menos dinero tienen son los jóvenes altruistas, que son también quienes menos droga consumen, confirmándose aquí también que los que más dinero de bolsillo tienen son también quienes más beben, más fuman y más droga consumen. Es dramático constatar también que la menor felicidad vital va unida a un menor rendimiento escolar, así como al hecho de 190

que sean los amigos sus principales agentes de socialización, incluso por delante de la familia, lo que sucede claramente con los colectivos menos felices, los anti-institucionales y los libredisfrutadores. Es u n círculo el que se cierra así en el que el grupo de amigos, más bien simples compañeros de correrías nocturnas muchas veces, se convierte en auto-referencial. Pero pasemos ya al último estudio, donde abordaremos con mayor complejidad este asunto.

d) El estudio Jóvenes españoles 2005. Hacia un ranking subjetivo de felicidad en los jóvenes de 2005 En el estudio Jóvenes españoles 2005 no se introdujo ninguna pregunta específica y concreta sobre el nivel de satisfacción con la vida que llevaba el joven, como en el estudio de 1999. De ahí la imposibilidad de medir, mediante un indicador concreto, los niveles de felicidad de unos jóvenes y otros. Pero esta dificultad nos ha obligado a reflexionar de forma más compleja e indirecta sobre lo que pueda suponer la felicidad en los jóvenes. Siempre sobre la base de sus propias estimaciones, hemos retenido de los datos disponibles aquellos que inequívocamente se refieren a ámbitos relacionados con la satisfacción vital. Sabiendo que dos de sus principales prioridades vitales son la familia y los amigos, hemos retenido del cuestionario aquellos indicadores que nos refieren la calidad de sus relaciones con sus padres y con sus amigos. En el primer caso era fácil, pues tenemos tres cuestiones directas sobre cómo califican las relaciones que mantienen con su padre, con su madre y la que tienen sus padres entre sí. Para los compañeros y amigos hemos trabajado con la tesis que distingue a los compañeros, con los que poder charlar y divertirse, de los amigos, para los momentos difíciles80, sobre la base de una cues80

Pensamos en el trabajo de E. RODRÍGUEZ / I. MECÍAS / E. SÁNCHEZ, jóvenes

y relaciones grupales: dinámica relacional para los tiempos de trabajo y ocio. Madrid, Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) - INJUVE, 2002.

191

tión doble del cuestionario formulada precisamente para validar esa tesis. Cinco indicadores de felicidad en este doble ámbito de proximidad: familia de origen, amigos y conocidos. A continuación nos hemos servido de dos factores que sin duda tienen relación con la satisfacción en la vida. Por un lado, el detalle de las diferentes manifestaciones de violencia que dicen los jóvenes haber padecido, desde recibir insultos y agresiones físicas por desconocidos a ser obligados a una práctica sexual que no deseaban, pasando por la violencia próxima, sea de sus compañeros, de sus profesores o de sus padres, cuando no de su pareja. Diez indicadores de violencia padecida, de infelicidad en este caso. Como indicador de infelicidad será que los jóvenes manifiesten no tener libertad, sea total, sea parcial, para decidir sobre una serie de siete ámbitos diferentes: los estudios que quieren realizar, sus opiniones políticas, religiosas, afectivas, etc., así como sus diversiones preferidas. En total, 22 indicadores sobre cuatro ámbitos centrales: relaciones con sus padres y amigos, libertad para decidir en su vida y agresiones y violencias padecidas. Insistimos que en todos los casos se trata de apreciaciones de los propios jóvenes, de ahí que lo hayamos titulado «índice subjetivo de felicidad». No somos nosotros los que vamos a decir quiénes son los jóvenes que son más o menos felices. Nos limitamos a controlar en cuatro ámbitos, que consideramos claramente relacionados con la felicidad personal, cómo se posicionan los jóvenes. Obviamente, si se ponen en cuestión los indicadores retenidos -lo que es perfectamente legítimo, por supuesto-, los resultados pueden ser diferentes. Queremos insistir en este punto: lo que aquí decimos es tributario de los indicadores retenidos. Pero así funciona el conocimiento científico. En la tabla 5 hemos trasladado los resultados obtenidos para los 22 indicadores, divididos en los cuatro ámbitos retenidos para su mejor y más fácil lectura, en el conjunto poblacional juvenil y en los cinco tipos de nuestra tipología de los jóvenes españoles de 2005 que hemos presentado en el capítulo anterior de este estudio. 192

Tabla 5. Datos para la construcción de un índice subjetivo de felicidad en los cinco tipos de la tipología de jóvenes españoles de 2005 1 Liberal, Todos integrado

2 3 4 5 Moralista, Retraído, Institucio- Hbredisfmprivatista permisivo nal, con- tador,no servador institucional social

En sus relaciones familiares (escala: 1, nada; 5, muy satisfactoria)

Calificación de las relaciones 4,43 con su madre

4,49

4,45

4,31

4,50

4,30

Calificación de las relaciones 4,18 con su padre

4,24

4,25

3,95

4,31

4,02

Calificación de las relaciones 4,18 entre sus padres

4,22

4,26

4,00

4,28

4,03

En sus relaciones con conocidos y amigos (A) (en escala: 1, ninguno; 5, muchos)

Amigos para mo3,15 mentos difíciles

3,17

3,18

3,21

3,17

3,07

En sus relaciones con conocidos y amigos (B). Distancia escalar entre amigos para momentos difíciles y compañeros para charlar sin más (siempre negativa)

Distancia escalar 0,68

0,66

0,57

0,73

0,60

0,84

Manifestaciones de violencia padecidas (en %)

Insultos con 18,3 amenazas graves

13,3

16,4

27,9

16,4

24,3

Agresión física (desconocidos)

12,6

10,2

10,1

22,0

11,3

15,0

Agresión física 12,0 (amigos o conocidos)

7,8

10,5

22,5

10,2

14,6

Mis padres me han pegado

11,4

7,5

8,9

20,0

11,8

14,4

Maltrato en la escuela o lugar de trabajo

6,9

4,0

6,5

14,5

7,1

7,7

Algún profesor me ha pegado

6,3

5,1

3,7

11,6

6,8

7,1

La policía me ha pegado (manifestación)

3,7

2,2

1,9

10,2

2,4

5,9

193

Tabla 5. Datos para la construcción de un índice subjetivo de felicidad en los cinco tipos de la tipología de jóvenes españoles de 2005 (cont.) 1 2 3 4 5 Liberal, Moralista, Retraído, Institucio- LibredisfruTodos integrado privatista permisivo nal, con- tador, no social servador institucional Un agente de seguridad me ha pe- 2,9 gado (discoteca...) Mi pareja 2,0 me ha pegado Obligado a una práctica sexual no deseada

1,7

1,4

1,6

9,6

2,7

3,2

0,5

1,5

4,9

2,3

2,7

0,7

0,8

8,5

1,4

1,6

Manifiesta no tener libertad total o parcial para decidir en (en %) Los estudios 13,5 9,2 15,5 14,7 13,1 17,4 que quiere El trabajo que prefiere

33,6

28,7

30,5

40,7

31,1

41,6

Sus opiniones religiosas

6,8

4,9

6,1

14,2

8,3

5,7

Sus opiniones políticas

7,6

5,3

7,1

12,6

8,7

7,8

Sus relaciones afectivas

6,2

3,7

7,4

8,1

7,9

6,2

Sus relaciones sexuales

8,7

5,9

9,8

12,3

10,3

8,4

Las diversiones que quiere

12,4

10,7

13,5

18,0

11,0

13,1

4.000

1.099

634

311

990

967

N=

Fuente: Base de datos de jóvenes españoles 2005 (elaboración propia). La tabla es extraordinariamente rica en información, y el lector la recorrerá con arreglo a sus propios intereses. N o s limitamos a resaltar algunas cuestiones de carácter general - s i n entrar en diferenciaciones por tipos, lo que haremos más a d e l a n t e - que nos parecen particularmente relevantes. Las relaciones familiares, cuando se pregunta por sus niveles de satisfacción, siempre obtienen valores muy e l e v a d o s . Los 194

datos de este trabajo lo confirman una vez más, aunque, si se profundiza en la cuestión, hay que distinguir la coexistencia pacífica de la convivencia ilusionada. Un 40% de jóvenes son los que dicen que se llevan estupendamente con sus padres, cifras que coinciden con la suma de lo que hemos denominado «familia familista» y «familia adaptativa» en nuestra tipología de familias españolas del año 200281. Las relaciones con los amigos nos muestran que incluso cuando se trata de amigos para los momentos difíciles, son pocos los jóvenes que dicen no tenerlos. El dato, en sí mismo considerado, es ya muy positivo e indicativo del peso de los amigos en la socialización juvenil. Pero hay que añadir que la importancia que han adquirido los amigos y conocidos se ha hecho, en parte al menos, en detrimento del peso que a nuestro juicio debieran tener los adultos, padres y profesores a la cabeza. Esta ausencia de referentes adultos -nunca se dirá suficientemente- es uno de los principales problemas con los que tiene que lidiar la juventud actual. Juventud que manifiesta en altísimas proporciones tener libertad para decidir lo que quiere hacer con sus estudios y sus diversiones. También la gran mayoría se sienten libres para opinar lo que desean en cuestiones religiosas, políticas, afectivas o sexuales. Solamente cuando del trabajo se trata encontramos muy significativos porcentajes de jóvenes que señalan tener cercenada su libertad para decidir el trabajo que prefieren. Las tres características anteriores nos hablan de jóvenes que, en general, tienen razones para estar satisfechos con su vida. De ahí que cuando así se les pregunta responden afirmativamente, como hemos tenido ocasión de mostrar en la introducción de este trabajo sobre la base del estudio de INJUVE sobre los jóvenes españoles de 2004, y páginas arriba al recordar los datos del estudio de la Fundación Santa María de 1999. Por eso, 81

Cf., por ejemplo, el capítulo 7 de E. MECÍAS (dir.), Hijos y padres: comunica ción y conflictos. Madrid, FAD, 2002. 195

al construir el índice subjetivo de felicidad, las diferencias entre los tipos, aunque notables -como veremos-, se sitúan dentro de un cuadro de satisfacción general. Comentar los datos de violencia padecida exige entrar en otro registro. Es difícil afirmar, por ejemplo, que «solamente» el 11% dice que sus padres le han pegado o que «apenas» el 1,7% señale que ha sido «obligado a una práctica sexual que no deseaba». Los niveles de violencia padecida, afortunadamente no están generalizados en la mayoría de los jóvenes, pero las cifras existentes son ya más que preocupantes. Con estos cuatro ámbitos de percepción subjetiva vamos a construir nuestro índice de felicidad. Tras muchas dudas hemos optado por una solución ordinal comparativa entre los cinco grupos. Esto es, en vez de medir hasta qué punto son felices los jóvenes españoles, pues la vara de medir la felicidad se nos antoja muy compleja de elaborar, vamos a construir un instrumento sencillo que nos permita decir cuál de los cinco tipos, a tenor de las variables utilizadas, sería el más feliz de todos, cuál el más infeliz y cómo se posicionan los demás entre los dos extremos. Para ello, para cada uno de los 22 ítems de los cuatro ámbitos retenidos hemos establecido, ordinalmente, qué grupo presenta los valores más positivos, luego sería el más feliz a tenor de ese indicador. Lo puntuamos con un 5. Al siguiente más feliz con un 4, y así hasta el menos feliz, al que le adjudicamos un 1. Por ejemplo, ante la «calificación de las relaciones que mantiene con su madre», el grupo 4o, el que manifiesta tener mejores relaciones con su madre de los cinco colectivos de nuestra tipología, le adjudicamos un 5; al grupo 1°, con la segunda puntuación más elevada, un 4; al grupo 2 o , con la tercera valoración más elevada, un 3; al grupo 3 o , con la cuarta valoración más alta, le anotamos un 2, y así llegamos al grupo 5 o , el cual, dando el valor medio más bajo de satisfacción en las relaciones con su madre, le anotamos un 1. Este procedimiento lo hemos efectuado, uno a uno, con los 22 indicadores, con el resultado que trasladamos a la tabla 6. 196

Tabla 6. Ranking ordinal de felicidad en cada uno de los 22 indicadores, en los 4 ámbitos retenidos y en el cómputo global I Liberal, integrado

2 Moralista, privatista

3 Retraído, permisivo social

4 5 Institucio- Ltinedisfrunal, contador,no servador instituríonal

En sus relaciones familiares (puntúa con 5 el más feliz, 1 el menos feliz)

Con su madre

4

Con su padre

4

3

2

5

1

3

2

5

1

Entre sus padres

3

4

1

5

2

Total

11

10

5

15

4

R a n k i n g de felicidad en sus relaciones familiares

2"

3"

4"

V 5" (el más feliz) (el menos feliz)

En sus relaciones con conocidos y amigos (puntúa con 5 el más feliz, 1 el menos feliz)

Amigos para momentos difíciles

3

4

5

2

1

Distancia amigos y compañeros

3

5

2

4

1

Total

6

9

7

6

R a n k i n g de felicidad con los conocidos y amigos

3"

7" (el más feliz)

2"

3"

2 5" (el menos feliz)

Manifestaciones de violencia padecidas (puntúa con 5 el más feliz, 1 el menos feliz)

Insultos con amenazas graves

5

3

1

4

2

Agresión física por desconocidos

4

5

1

3

2

Agresión física por amigos o conocidos

5

3

1

4

2

Los padres le han pegado

5

4

1

3

2

Maltrato en la escuela o lugar de trabajo

5

4

1

3

2

4

5

1

3

2

4

5

1

3

2

5

4

1

3

2

Algún profesor me ha pegado Algún policía me ha pegado (manifestación) Algún agente de seguridad me ha pegado (discoteca...)

197

Tabla 6. Ranking ordinal de felicidad en cada uno de los 22 indicadores, en los 4 ámbitos retenidos y en el cómputo global (cont.) 1 Liberal, integrado

2 Moralista, privatista

3 Retraído, permisivo social

4 5 Institucio- Libredisfrunal, contador, no servador institucional

Su pareja le ha pegado

5

4

1

3

2

Obligado a una práctica sexual no deseada

5

4

1

3

2

Total

47

41

10

32

20 4»

R a n k i n g de felicidad según violencia padecida

2" (el más feliz)

2o

5o (el menos feliz)

3"

Cuadro resumen del ranking ordinal de felicidad subjetiva de los cinco tipos de jóvenes españoles de 2005

Manifiesta no tener libertad total o parcial para decidir en... (puntúa con 5 el más feliz, 1 el menos feliz) El trabajo q u e prefiere

5

4

2

3

1

Sus opiniones religiosas

5

3

1

2

4

Sus opiniones políticas

5

4

1

2

3

Sus relaciones afectivas

5

3

1

2

4

Sus relaciones sexuales

5

3

1

2

4

Las diversiones que quiere

5

2

1

4

3

35

21

19

20

40

3"

72

45

Total

2" Ranking de felicidad según falta de libertad para decidir (el más feliz) Total de los cuatro ámbitos (suma de los 22 ítems) Ranking global de felicidad subjetiva

99 1° (el más feliz)

2"

81

10 5" (el menos feliz) 32

su vida. Representan al 43,3% de los jóvenes españoles del año 2005. En el extremo opuesto, los colectivos «Libredisfrutador no institucional», y sobre todo el «Retraído, permisivo social», conforman los jóvenes no felices o al menos manifiestamente los menos felices de todos. Representan el 32% de la juventud española. En medio, cerca de uno de cada cuatro se sitúa en la franja media, aunque algo escorado hacia los más felices. Hablamos del joven que hemos denominado «institucional, conservador». Ahora nos queda dejar los números y centrarnos en los rasgos y perfiles de unos y otros en el siguiente y último capítulo de este libro.

Ranking de felicidad

Denominación

% de jóvenes

Puntuación*

El más feliz

Liberal, integrado

27,5%

99

El 2 o más feliz

Moralista, privatista

15,8%

81

El intermedio

Institucional, conservador

24,7%

72

El 2° menos feliz

Libred isfrutador no institucional

24,2%

45

El menos feliz

Retraído, permisivo social

7,8%

32

* el valor máximo sería 110 (22 ítems x 5, máxima felicidad en cada ítem) * el valor mínimo sería 22 (22 ítems x 1, mínima felicidad en cada ítem)

2o 5o 4o 3o o (el 2 más (el menos (el 3° más (el 4° más feliz) feliz) feliz) feliz)

Concluyamos. Teniendo en cuenta que el valor medio en nuestro ranking es de 66 (110 + 22 / 2), tendríamos a tres grupos por encima de la media, aunque uno de ellos, el «institucional, conservador» por bien poco, y dos claramente por debajo. En otras palabras, los colectivos "liberal, integrado», en primer y destacado lugar, y el «moralista, privatista», en segundo lugar, conforman los dos colectivos de jóvenes que, según nuestro trabajo, cabe denominar como jóvenes francamente contentos con 198

199

6 REFLEXIONES FINALES

En estas últimas páginas nos detendremos en tres cuestiones. En primer lugar, en el peso específico de los cuatro ámbitos retenidos en la elaboración de nuestro «índice subjetivo de felicidad»: familia, amigos y conocidos, libertad en las toma de decisiones y violencia padecida. En segundo lugar, con la ayuda de la tipología elaborada y presentada en el capítulo precedente, profundizaremos en los perfiles de los jóvenes según su nivel de felicidad, y cerraremos el estudio con un breve intento de prospectiva preguntándonos sobre el futuro de estos jóvenes, especialmente acerca de su felicidad, ya adultos, en relación con el ranking de felicidad que hemos desarrollado en las páginas precedentes.

1. El peso de los cuatro ámbitos retenidos para elaborar el «índice subjetivo de felicidad» juvenil En primer y principal lugar hay que reiterar que, según los indicadores utilizados, los niveles de felicidad van a ser distintos. Veámoslo ahora con detalle, lo que nos permitirá valorar la importancia que conceden los jóvenes españoles de hoy a la familia, a los amigos y conocidos, a su capacidad de elección y a la violencia padecida en su felicidad. En las relaciones familiares, los jóvenes del tipo 4 o , los que hemos denominado como «institucionales conservadores» presentan los más elevados valores de felicidad, son los que mejor se llevan con sus padres y los que manifiestan que mejor se llevan los padres entre sí. Estamos con toda certeza ante los que en el estudio Hijos y padres, comunicación y con201

flictos82, de 2002, denominamos como conformando la familia tradicional, familista, endogámica. Familia en la que las relaciones entre padres e hijos son muy buenas, con apenas conflictos entre ellos. Los padres tienen convicciones fuertes (mayor presencia de católicos practicantes, pero también hay agnósticos y no creyentes por encima de la media), con opciones probablemente ya asentadas. De hecho, en nuestra tipología es entre estos jóvenes donde encontramos la mayor proporción de personas con inquietudes y prácticas religiosas, así como la mayor proporción con convicciones católicas. Continuando con el ámbito de las relaciones familiares, constatamos que los componentes de los grupos 5° y 3° de nuestra tipología, los que hemos denominado «libredisfrutadores» y «retraídos» son los que peores relaciones dicen mantener con sus padres, situándose, en consecuencia, en nuestro ranking de felicidad en los últimos lugares en este punto. En el caso de los «libredisfrutadores», nada nuevo de lo que ya sabíamos por otros estudios: las grandes juergas nocturnas, las horas tardías en volver a casa, los consumos abusivos de alcohol y drogas, unido todo ello a un desentendimiento de la vida familiar, hacen que esta se resienta fuertemente. En el caso del «retraído» encontramos también, aunque con menos fuerza, malas relaciones con sus familias y, sobre todo, de sus padres entre sí, aspecto que se correlaciona con su propio retraimiento. Vale la pena detenerse en el ranking, que, en este punto de las relaciones familiares, presentan los colectivos I o y 2 o , «liberal integrado» y «moralista privatista», que serán, y por este orden, los que tras el recuento final aparezcan como los dos colectivos más felices. Constatamos que, en las relaciones familiares, se posicionan en los lugares 2 o y 3°. Este resultado ya lo reflejamos, con otras palabras y otros indicadores, similares pero no coincidentes con los de esta investigación, en nuestro trabajo E. MECÍAS (dir.), Hijos y padres, comunicación y conflictos, o. c. (cf. capítulo 7).

202

Hijos y padres, comunicación y conflictos, al afirmar que la ausencia de conflictos familiares en la adolescencia no era garantía de una buena inserción social en la juventud y en la edad adulta. Más bien podría derivar, por mor de una sobreprotección en la infancia y primera adolescencia, en dificultad para afrontar el conflicto una vez fuera del cálido nicho familiar. Esto parece suceder en esta tipología. Los jóvenes «liberales integrados», los componentes del primer grupo, los más felices en el ranking global no lo son en el ranking de las relaciones con su familia, aunque se mantienen en un buen lugar. De hecho mantienen buenas relaciones con sus padres, pero dentro de cierta distancia y autonomía y, en todo caso, recibiendo explicaciones de sus padres cuando les dan una orden. Algo similar, aunque en tono menor, cabe decir de los componentes del segundo tipo, quienes, siendo además más jóvenes, están viviendo con fuerza la adolescencia y primera juventud. Aunque volveremos a este punto, nótese que en los colectivos I o y 2 o hay mayoría de mujeres, mientras que, en el 3 o , el que mejor se lleva con sus padres, son más los chicos. Cuestión novedosa y que hay que atribuir al nuevo modelo de mujer emergente. En definitiva, retengamos de este punto lo siguiente: - Los que peor se llevan con sus padres son los «libredisfrutadores». - Los que mejor, los más hogareños, son los «institucionales, conservadores». Esto no significa que sean los más felices en la vida, situándose en el ranking global en una posición intermedia. - Además, en la tipología, los colectivos con más chicas, que acabarán dando los mayores índices de felicidad subjetiva, no son las que mejores relaciones tienen en su casa -aunque notoriamente superiores a las de la media poblacional-, pues son los «retraídos» y los «libredisfrutadores» los que peores relaciones familiares tienen. - En fin, y fundamentalmente, una buena relación familiar se correlaciona positivamente con una mejor inserción 203

social y con u n mayor sentimiento de felicidad, pero la correlación no es mecánica, de tal suerte que un exceso de protección en el seno familiar puede dificultar la necesaria autonomización e inserción social posterior de los hijos. Saber vivir y resolver el conflicto de la necesaria emancipación familiar es una excelente base para situarse bien en la vida extra y posfamiliar. Si nos detenemos ahora en las relaciones que mantienen los cinco colectivos de nuestra tipología con sus amigos y conocidos constatamos de nuevo que el colectivo de los «libredisfrutadores», los cuales participan más tiempo de la fiesta, los que en mayor grado dicen valorar en sus vidas a los amigos y conocidos, sin embargo, preguntados directamente, son los que menos amigos y compañeros dicen tener, especialmente amigos con quienes compartir las dificultades de la vida. No hay que olvidar que tienen una mala imagen de los jóvenes y, como ya indicamos en la presentación de la tipología en el capítulo 4, sospechamos que en esa mala imagen de los jóvenes se incluyen ellos mismos. Este joven libredisfrutador, máximo exponente del gran juerguista de fin de semana, sin red (hasta que el cuerpo y el bolsillo aguanten), verbalmente «progre» a la par que socialmente descomprometido con lo próximo, muestra la distancia que media entre el colega de francachela y el amigo con quien compartir algo más que unos combinados, media docena de porros y alguna anfeta o una rayita de coca, si se tercia. Y es consciente de ello. La situación del colectivo de los «retraídos, permisivos sociales», en realidad rayando en incívicos, muestra de forma aún mas clara la distancia que hay entre compañeros de fortuna (pues son los que en mayor número dicen tener) y amigos con quienes compartir ilusiones y fracasos, alegrías y penas, confidencias, etc., donde se sitúan casi a la cola, después de los libredisfrutadores. Muchos compañeros sí, pocos amigos también. 204

Los jóvenes conservadores, los que conforman el cuarto colectivo de nuestra tipología, siendo los más religiosos, lo que coincide también, lo sabemos por estudios anteriores, con los que antes llegan a casa las noches de los fines de semana, son quienes menos drogas consumen y, comparativamente con los demás jóvenes, los que menos importancia conceden en sus vidas a las relaciones sexuales, a las relaciones de cierta intimidad. Estas características se traducen, en el punto que estamos abordando, por ser ellos, detrás de los libredisfrutadores, quienes menos amigos y compañeros tienen, aunque hay que añadir a renglón seguido que la gran mayoría de los que son compañeros son también amigos. Esto cabría resumirse de la siguiente forma. Tienen relativamente pocos compañeros, pero los que son, son también amigos. De ahí que en el ranking de felicidad en sus relaciones con los compañeros y amigos se sitúen en muy buena posición, justo detrás de los componentes del grupo 2°, los «moralistas privatistas», pero quizá en estos la distinción entre amigos y compañeros todavía no se haya decantado suficientemente. En fin, el grupo I o , el que al final, una vez computados todos los indicadores va a situarse en el primer lugar del orden de felicidad subjetiva, en este ámbito de los amigos y compañeros se queda en u n lugar medio, aunque claramente más próximo a los dos colectivos que mejor se posicionan en sus relaciones con los amigos, los colectivos 2 o y 4 o y claramente más alejados de los que peor llevan sus relaciones de amistad y compañerismo, los colectivos 3 o y 5". El lector amante de los números puede comprobarlo consultado la tabla 5 del precedente capítulo. El capitulo de la violencia es muy claro. Son los jóvenes «retraídos» quienes en mayor grado la padecen, y ello en todas sus manifestaciones. Inmediatamente después, los libredisfrutadores. Si recordamos el perfil de ambos colectivos comprenderemos esta realidad. En el primer caso, en los jóvenes «retraídos» no hay que olvidar que les hemos denominado también «permisivos sociales». En efecto, ellos son los que en mayor grado 205

muestran elevados niveles de permisividad hacia los comportamientos incívicos, como causar destrozos en la calle, rayar un coche, romper papeleras o farolas, así como la violencia de género y la pena de muerte. También son quienes en mayor grado justifican que se pueda hacer ruido las noches de los fines de semana impidiendo el descanso de los vecinos. Como se ve, máxima tolerancia y permisividad ante las conductas incívicas y violentas. Parece lógico pensar que sean también ellos los que en mayor grado las padezcan. Es, de nuevo, u n dramático círculo el que se cierra en este colectivo del 8% de nuestros jóvenes, desarraigados en casa, habiendo abandonado los estudios muy pronto, sin fuerzas para pensar en el futuro, muchos sufren manifestaciones de violencia, violencia que, dado el nivel en que la justifican, seguro que también la ejercen. El caso de los jóvenes libredisfrutadores es muy distinto. Ellos también padecen, aunque en notorio menor grado, episodios de violencia, frecuentemente circunscrita a agresiones y amenazas de amigos y conocidos, y ya en mucha menor proporción en la clase o lugar de trabajo, así como por agresiones de la policía, de un profesor... Esto es, sus episodios de violencia se relacionan básica (pero no exclusivamente) con el ocio y tiempo libre, a diferencia de los retraídos e incívicos del tipo 3 o , que destacaban por padecer violencia en todas las modalidades: también en su domicilio, en su casa, también de la policía, también de su pareja, e incluso cerca del 9% había padecido una práctica sexual no deseada. Son dos estilos de vida lo que nos muestran los colectivos 3 o y 5 o , lo que se correlaciona con dos modalidades mayores de violencia padecida: muy general y extendida en el caso de los jóvenes retraídos y permisivos sociales, muy centrada en la fiesta en los libredisfrutadores, quienes además son muy críticos con algunas formas de violencia, la pena de muerte por ejemplo, lo que no les impide ser de lo más permisivos con los ruidos nocturnos, forma de amargar la vida cotidiana de los lugareños. Exigentes en los grandes principios, permisivos en los incordios -¿solo incordios?- de la vida cotidiana. 206

2. Rasgos y perfiles de los jóvenes atendiendo a su felicidad En este punto vamos a presentar algunos rasgos centrales que explican por qué unos y otros jóvenes tienen sentimientos de mayor o menor felicidad. Buscamos los factores que se correlacionan con la percepción de felicidad en los jóvenes de hoy. Comencemos con la edad para decir que no es un factor determinante. Los colectivos de más edad, el de los «libredisfrutadores» y el del «liberal integrado», se sitúan en el cuarto y primer lugar del ranking subjetivo de felicidad, respectivamente. (El lector interesado en consultar las cifras que avalan la gran mayoría de lo que digamos en este punto - a veces razonamos también con todo el conjunto de datos del Informe Jóvenes españoles 2005- puede dirigirse a la tabla resumen del cluster en el capítulo 4 y las que hemos ofrecido en el precedente capítulo). Asimismo, los colectivos de menor edad, el de los «retraídos y permisivos sociales» y el de los «moralistas privatistas», se sitúan respectivamente en los puestos último y segundo del ranking de felicidad subjetiva. Sí, las diferencias de edad, en la franja de 15 a 24 años que estamos contemplando en este estudio, poco tienen que ver con la felicidad. Pero sí el sexo. En efecto, las mujeres, las chicas, están más presentes en los colectivos que se dicen más felices y mucho menos en los menos felices. Además, de forma clara tanto entre los dos más felices, con más del 54% de chicas, como sobre todo en el menos feliz, donde apenas hay un 31% de chicas. En la franja de edad con la que estamos trabajando, y de forma sobresaliente si son estudiantes, las chicas están más insertas socialmente, son más solidarias con el diferente, se perciben con el viento en popa en los estudios, en las calificaciones escolares, en la autoestima personal, rasgos todos ellos que explican en gran medida su mayor presencia en los colectivos más felices. Sin olvidar que, socialmente, la feminidad es un valor en alza, a diferencia de la masculinidad. Una persona puede decirse, 207

con orgullo incluso, feminista, pero no su homólogo, machista. La historia se hace presente y determina los juicios de actualidad. Máximo rigor en la ética económica no justificando los sobornos, los viajes en autobús sin pagar el billete y, en general, todo lo que suponga un ventajismo financiero se asocia claramente con mayores niveles de felicidad. Lo mismo cabe decir del rechazo hacia toda suerte de conductas incívicas, como causar destrozos en la calle, rayar un coche, romper papeleras, farolas, hacer ruido las noches de los fines de semana impidiendo el descanso de los vecinos, etc. Asimismo, la legitimación de las diferentes modalidades de violencia (terrorismo, violencia de género, pena de muerte) se correlaciona negativamente con la felicidad subjetiva. Las cosas son más complejas con la legitimación de los comportamientos de signo privado, especialmente aborto, divorcio y eutanasia (pero no suicidio), donde los colectivos «liberal integrado», el más feliz de todos, y el «libredisfrutador no institucional», claramente el segundo menos feliz, se sitúan a la par. En este punto, la dimensión ideológica, ser más de izquierdas y rompedores con la norma tradicional, les une sin que ello suponga traslado automático a los niveles de felicidad. La dimensión ideológica, a diferencia de lo que sucede con otros muchos aspectos de la vida de los jóvenes, no les discrimina con claridad cuando de ser felices se trata. Tanto si abordamos la cuestión ideológica desde sus opciones religiosas como políticas. En la cuestión religiosa, si utilizamos el indicador de su catolicidad, la menor proporción de jóvenes que se dicen católicos practicantes, que sabemos que se encuentran en los colectivos «libredisfrutadores» y «liberales integrados», se sitúan, respectivamente, 4 o y I o en nuestro ranking de felicidad. Luego no hay correlación. Además, los que en mayor grado se manifiestan de acuerdo con la Iglesia católica los encontramos en la zona templada de nuestro ranking, los puestos 2 o y 3 o , «moralistas privatistas» e «institucional conservador», respectivamente. 208

Las cosas se modifican un tanto cuando utilizamos como indicador de religiosidad no la mayor o menor cercanía a la Iglesia católica cuanto su posicionamiento ante la negación de Dios. Aquí los dos colectivos menos felices destacan por su mayor negación de un Dios. También en el autoposicionamiento como «no creyentes/ateos». Pero añadamos inmediatamente que las diferencias no son espectaculares y que, sin más precisiones, la afirmación de que los jóvenes más religiosos sean más felices (menos aún lo contrario) no se puede sostener empíricamente. Hay que introducir mil matices. Al final emitiríamos la hipótesis de que la apertura a la trascendencia, unida a la posición razonada y reflexiva, sea de su duda (algunos agnósticos), sea de su negación (algunos ateos), parece correlacionarse con un mayor grado de felicidad en la vida, dejando en los puestos menores de felicidad a los no creyentes sociológicos en Dios, que harían pina más o menos compacta con los católicos sociológicos, los no practicantes y los indiferentes. Si en la cuestión religiosa no vemos correlaciones evidentes con la felicidad, sino apuntes e hipótesis, en la cuestión política nada podemos decir con seguridad empírica. Más bien habría que decir que no hay tal relación y, sin necesidad de utilizar artefactos estadísticos, una lectura limpia de las tablas lo muestra. Los colectivos que se posicionan más a la izquierda, los «libredisfrutadores no institucionales» y los «liberales integrados», se sitúan en el ranking de felicidad en el cuarto y en el primer puesto, respectivamente. De nuevo lejos de toda correlación. El colectivo que, con diferencia, más a la derecha se sitúa, el formado por los «institucionales conservadores», ya sabemos que está en el centro del ranking de felicidad. Los más infelices y los segundos más felices son los más escorados hacia la derecha y con similares cifras entre ellos, en el indicador que estamos utilizando, autoposicionamiento en la escala izquierda-derecha. Como hay correlación entre este indicador político y los demás indicadores (por ejemplo la inclinación a uno partido político u otro), podemos concluir diciendo que no hay relación entre el posicionamiento político y la felicidad subjetiva. 209

Sin embargo hay otros indicadores vitales de gran importancia que manifiestan evidentes correlaciones con la felicidad subjetiva. Es llamativo constatar que los menos felices de todos, los jóvenes del colectivo de los «retraídos y permisivos sociales», son quienes en notoria mayor proporción han quedado a través del chut con alguien que no conocían, indicador evidente de una necesidad de afecto y encuentro que su gran número de compañeros (pero menor de amigos, recuérdese) no cubría. Recuérdese también que estos jóvenes destacaban por unas relaciones familiares claramente peores que las de la media poblacional y concluiremos en un evidente déficit en las relaciones personales habituales que deben ser suplidas por encuentros de fortuna. A mayor abundamiento, son los colectivos más felices los que menos se sirven de este medio, anónimo y sin control, en el indicador que estamos utilizando. Otro indicador que se correlaciona también positivamente con los mayores índices de felicidad subjetiva es la importancia que conceden a los estudios y a la formación y competencias profesionales. El colectivo más feliz es el que destaca al alza en valorar la importancia de la formación para el futuro y el menos feliz, de forma alarmante, el que menos. Lo mismo cabe decir de la lectura de libros (no por obligación escolar), aunque en este indicador hay que reseñar que los «libredisfrutadores» también leen (algo menos así y todo) que los más felices, siendo de nuevo los menos felices los que menos libros leen. En fin, último indicador que aquí traemos, son también los menos felices los que más dificultades tienen con los emigrantes, los cuales en mayor grado señalan que «los inmigrantes les quitan el trabajo a los españoles». Es razonable pensar que están pensando en sí mismos. En definitiva, el perfil del joven menos feliz nos muestra una compleja relación y emancipación familiar, tener más compañeros que amigos, temor al trabajo del futuro por presencia de emigrantes, futuro para el que apenas se preparan, jóvenes (la gran mayoría chicos) con difícil inserción social y con muy escasas actitudes altruistas, replegados en sí mismos, en la bús210

queda inmediata de satisfacción, con drogas y alcohol si se tercia. Por otra parte, los dos colectivos que se sienten más felices manifiestan, al mismo tiempo, determinados elementos comunes, pero también algunos elementos diferenciales importantes que muestran que el camino de la felicidad no es unívoco. Los dos colectivos se caracterizan por un cierta centralidad e inserción social que a la postre les hace sentirse cómodos en su vida. El primer colectivo, con cerca del 28% de jóvenes, es paradigma del camino de la centralidad y de la inserción, con cierto grado de implicación, a diferencia del segundo, rozando el 16% de los jóvenes, que sería el paradigma de la centralidad desimplicada, encerrados un tanto en sí mismos, mirando los toros desde la barrera, aunque sin rechazar al diferente. Ambos colectivos presentan un alto rigor moral en todo lo que suponga ética pública, ventajismo económico, incivilidades, las violencias y los consumos desaforados de alcohol y drogas. Pero les separa la mayor tolerancia hacia la moral privada en lo referente a la interrupción de la vida y la moral sexual (permisivos los primeros, estrictos los segundos), aunque vuelven a unirse en el apoyo decidido a la adopción de menores y a la procreación más allá de las condiciones formales de los padres, heterosexuales u homosexuales, en pareja o monoparentales, biológicos o sociales. Ambos están coloreados por la mayor presencia femenina, pero, en cada grupo, los chicos llegan o se acercan al 46%. El primer modelo nos habla de jóvenes digamos que moderadamente de izquierdas, mientras el segundo, moderadamente de derechas, con lo que les une la moderación y les diferencia el color de esa moderación. El colectivo más feliz, el primero de nuestra tipología, es claramente laico, pero no laicista, arreligioso, pero no antirreligioso, no desdeña decirse católico, pero es muy crítico con la Iglesia católica como institución. El segundo colectivo que en nuestro análisis resulta ser el segundo más feliz tiene unas valencias religiosas más elevadas, pero muchos creen al mismo tiempo en el Dios que se manifiesta en 211

Jesucristo y en el modelo cosmovitalista de lo religioso (son los que en mayor número creen que hay fuerzas y energías que no controlamos y que influyen en la vida de los hombres y mujeres), lo que muestra la debilidad conceptual de la dimensión religiosa de los jóvenes, incluso entre los que, como estos que aquí analizamos, mantienen alguna valencia religiosa. Esta afirmación es también válida para los jóvenes del grupo 4 o de nuestra tipología, los más religiosos de todos y que en el ranking de felicidad han quedado en el tercer lugar, aunque más próximos a los más felices, ciertamente. La teoría socrática de que la felicidad está aliada con la virtud recibe un empírico y claro refrendo en la juventud española cuando por virtud se entiende la no discriminación del diferente, la aceptación del distinto y la preocupación por la «cosa pública». Es lo que venimos llamando las virtudes o valores públicos, que tiene su máxima manifestación en el altruismo. También la perspectiva de no buscar más que lo razonablemente deseable, huyendo, por ejemplo, del descontrol en el consumo de alcohol y drogas (el tabaco es otro registro), recibe el marchamo empírico de los jóvenes como camino hacia la felicidad. Desde una perspectiva cristiana, en lo que tiene de ayuda al necesitado (el juicio final según Mt 25), así como una vida controlada en sus horas libres (pero sin quedarse encerrado en casa), se alia también con los modelos dominantes de felicidad juvenil. Sin embargo, la doctrina eclesial ante la interrupción de la vida y la legitimación de las relaciones sexuales solamente dentro del matrimonio, y con la exigencia de que deben estar abiertas a la procreación, recibe un mentís rotundo en el colectivo que en mayor grado se percibe feliz, pero no en el segundo, lo que tampoco quiere decir que reciba el apoyo mayoritario. Sin embargo, ambos se posicionan claramente en contra de la doctrina de la jerarquía católica ante la adopción de hijos por homosexuales (donde solamente concuerdan con la doctrina de la jerarquía católica los jóvenes del cuarto tipo de nuestra tipología) y, por último, donde la fosa entre en la jerarquía católica y los jóvenes es enorme es en el tema de las rela212

ciones sexuales, donde, si no todos, sí la inmensa mayoría de los jóvenes españoles mantienen posiciones absolutamente divergentes con ella. Si tuviéramos que resumir, con el riesgo que ello conlleva, cuáles son los rasgos y perfiles que apuntan hacia los jóvenes más felices, señalaríamos los siguientes, no sin advertir con fuerza que la presencia de un rasgo no supone que todos los que lo tengan son ya felices y los que no infelices. Así, por ejemplo, al mencionar «chicas» no queremos decir que todas las chicas son felices y los chicos infelices, sino que en general encontramos en la franja de edad de nuestro estudio que hay más chicas que chicos felices. He aquí una recapitulación de rasgos y factores que se asocian con mayores niveles de felicidad en los jóvenes hoy.

-

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Ser chica. Buenas relaciones familiares. Menos dinero de bolsillo que la media. Máximo rigor en la ética económica y ventajista. Máximo rigor hacia las conductas incívicas. Máximo rigor al rechazar la pena de muerte. Potenciación de los valores altruistas (preocupación por el necesitado). Control del consumo de alcohol y drogas, así como de la hora de llegar a casa los fines de semana. No quedarse en casa solo o sola. Tener amigos, no solamente compañeros. Aceptación por encima de la media de la adopción de hijos por homosexuales, pero la mayor o menor aceptación de los comportamientos privados o de proximidad (divorcio, eutanasia, suicidio, aborto) no se correlaciona con niveles de felicidad. Ser muy precavidos ante el chat (no quedar con desconocidos).

213

- Conceder máxima importancia a los estudios y la formación para el futuro. - Confianza en las instituciones superior a la media. - No hay correlación entre el posicionamiento político en la escala izquierda-derecha y la felicidad. - Tampoco entre las diferentes actitudes hacia la Iglesia católica. - Posiblemente (aunque exige comprobación en otros trabajos) quienes manifiestan una apertura a la trascendencia y un agnosticismo o un ateísmo razonado serían más felices que los católicos no practicantes, indiferentes y no creyentes sociológicos. Es la actitud vital y reflexiva ante lo religioso lo que los diferencia.

3. Mirando al futuro: ¿que jóvenes, ya adultos, serán más felices? Si nos preguntáramos sobre el futuro de estos jóvenes, las hipótesis siguen en gran parte abiertas. ¿Se mantendrá dentro de diez o veinte años el mismo ranking de felicidad que aquí hemos encontrado? Los jóvenes que hoy son felices ¿lo serán dentro de veinte años o es todo cosa de estos años de juventud? Los que hoy aparecen como los más infelices, ¿están condenados a serlo una vez adultos? Obviamente no lo sabemos y nada podemos decir con criterios de rigor científico, pero así y todo algo creo que podemos afirmar. La sociedad actual nos muestra que las chicas que triunfan incontestablemente en el ámbito escolar (hasta el punto de que en determinadas carreras consideradas como masculinas se empieza a pensar en discriminación positiva para los chicos en los ingresos...) no tienen el refrendo consiguiente en la vida laboral, una vez obtenido el título universitario. Esta situación, si se prolonga en el tiempo (y la sociedad y el mercado del trabajo se modifican a un ritmo 214

mucho más lento que la evolución de matrículas en las aulas escolares, sean de la carrera que sean), puede traer como consecuencia un agrietamiento en los sentimientos de felicidad de las chicas, ya mujeres, que ven frustrados sus deseos de inserción y promoción social a lo que podrían aspirar y a lo que les da derecho su indudable mejor preparación intelectual. Esto es muy importante. En muchos lugares he sostenido que la revolución silenciosa de la alta modernidad (o posmodernidad, como se prefiera) es la inserción social de la mujer, el fin de la era de la mujer que, sociológicamente, era definida como «ama de casa», y en las estadísticas del trabajo aparecía, cuando aparecía, con la etiqueta de «sus labores». Eso es pasado y la nueva situación está propiciada, en gran parte, porque por primera vez en la historia de la humanidad la mujer (en los países desarrollados) ha adquirido la llave de la natalidad. La llave de la natalidad y la formación han propiciado esta gran y bienvenida revolución social, y es la que, en última instancia, en una sociedad como la española que se hace individualista a pasos agigantados, está produciendo cambios en la familia, en las relaciones intersexuales, en la educación de los hijos, en la conciencia social de los hombres como hombres, cambios que, obviamente, no se producen sin conflictos, dificultades, progresos y regresiones. Una posible regresión es el desencanto de no pocas mujeres que no ven correspondido su esfuerzo en los estudios con su inserción laboral y así haya una añoranza frustrante hacia tiempos que solo han conocido de oídas o leídas. Pero la historia no se repite y, si bien cabe hablar de una aceleración, en algunos puntos excesiva, de la inserción social de la mujer, con efectos contrarios para ellas mismas («ministras de cupo», por ejemplo, lo que me cuesta entender que aún no se hayan percatado), sin embargo sería desastroso que todo lo que los valores de la feminidad pueden aportar en la construcción de una sociedad más justa, más equilibrada, una sociedad en la que se distinguiera el nivel de vida de la calidad de vida, poniendo coto a la maximización de los beneficios ante el altar del mercado, se desperdiciara por un 215

retraimiento de la mujer en la esfera social. Estamos, en mi opinión, ante un tema clave para el futuro de la sociedad. Necesitamos reinventar la familia. La familia de ayer mismo ya no sirve y es una gran irresponsabilidad poner como único modelo válido de familia la familia tradicional, con un padre que trae los recursos financieros a casa y una madre que, quedándose casi de por vida en ella, los administre y eduque ella sola a sus hijos. Este es el riego para los dos primeros tipos de nuestra tipología en lo que tienen de mayoría femenina, aunque, lo repetimos una vez más, no todo se reduce a ese aspecto. Otro colectivo entre cuyos miembros podemos prever cambios en el futuro es el de los «libredisfrutadores, no institucionales». En efecto, en este orden de cosas acerca del futuro de su felicidad, de este colectivo, aquellos que sepan ver a tiempo las orejas al lobo antes de caer en la dependencia de la fiesta y lleguen a controlar en sus fines de semana, puentes, acueductos y fiestas diversas sus niveles de consumo de alcohol, drogas y horas de sueño, estos jóvenes, repetimos, pueden no solamente subir en el ranking de felicidad, sino, conscientes de sus potencialidades, situarse entre los líderes del futuro. Su origen social les da alguna ventaja, su condición masculina aliada con sus elevados niveles de estudio, se diga lo que se diga, también. A condición, lo repetimos, de que sepan controlarse no demasiado tarde, esto es, que dejen la adolescencia en la que están más o menos inconscientemente instalados diciéndose felices, pero sabiendo que lo son menos. En otras palabras, haciéndose jóvenes. Quizá los colectivos que menos cambios vayan a experimentar en el futuro respecto a su actual posición en el ranking de nuestro trabajo sean los «institucionales conservadores» y los «retraídos, permisivos sociales». El primero, con el que cabe identificar a uno de cada cuatro jóvenes españoles, representa en sus características de edad, sexo, clase social, distribución geográfica, proporción de estudiantes y trabajadores etc., a la media de la totalidad de la juventud española. Se distingue de los demás en que es el colectivo más institucional de todos, 216

quien en mayor grado acepta las prácticas tradicionales y menos dado está a aceptar las novedosas. De ahí que sea entre ellos donde encontremos la mayor proporción en considerar que los jóvenes tienen más libertad de la que debieran tener. Esto hace que, al final, acaben acomodándose, aun con retraso, al color de los tiempos. Esta ausencia de sobresaltos, este andar en la vida en los furgones, si no de cola tampoco en los de cabeza, hace de ellos unos jóvenes poco exigentes con sus niveles vitales y, a la postre, medianamente felices. Esta ausencia de ambición vital, unida a un conservadurismo de fondo, aceptación moderada de la dimensión religiosa en sus vidas, los hace poco propicios al cambio y, pensamos, sus niveles de felicidad no se moverán en los próximos años. Pero hay que añadir que todo lo que decimos en el párrafo anterior hay que ponerlo entre paréntesis si pensamos en el 10% de sus componentes (10% del 25% del total de jóvenes que conforman este colectivo, precisemos), que son inmigrantes. Nada me atrevo a decir de su futuro, pero es ya sintomático que, en el momento actual, la mayor proporción de inmigrantes jóvenes los encontremos en este colectivo. Solamente este dato debiera servir para poner sordina, cuando no ejercer de mentís rotundo, la idea de que inmigrante equivale a conflicto. Que sea en el colectivo más conservador e institucional de todos donde destaque su presencia nos parece que no avala, sino todo lo contrario, semejante prejuicio. Cómo se sentirán dentro de diez o veinte años dependerá de muchos factores, pero sin duda alguna uno de los más importantes, si no el más importante, será el de su integración en la sociedad española. En fin, el colectivo que menos feliz se percibe en este momento, ese colectivo conformado por el 8% de jóvenes españoles y que hemos etiquetado benévolamente como de «retraídos, permisivos sociales», mucho nos tememos que será también el menos feliz, si no claramente infeliz, en los próximos años. Estos sí que están en el furgón de cola de la juventud española y su indolente despreocupación por la formación les hace candidatos a ser dependientes de alguien en toda su vida adulta, ani217

dando en ellos un sentimiento de frustración vital que el paso del tiempo no hará sino aumentar. Salvo que el milagro surja en sus vidas. Milagro en forma de un buen amigo, unos padres que ejerzan de tales y valoren correctamente la situación, una novia (el 70% son chicos, no se olvide) que sepa aliar el amor con la inteligencia, un adulto (profesor, sacerdote, jefe de taller, etc.) para quien la persona sea lo primero... Ciertamente estamos ante los jóvenes más problemáticos de la juventud española de 2005. Lo decimos con más rotundidad que tras el estudio de 1999, pues, en la tipología que ahora hemos elaborado, este colectivo es más compacto y está mejor definido que el de los «retraídos sociales» de 1999. El lector que haya llegado hasta aquí se preguntará si todo esto de la felicidad no es demasiado complejo. Yo también he llegado a la misma conclusión. Hubiera sido más fácil concluir diciendo que esto o aquello da la felicidad. Pero la felicidad, tanto la objetiva, si fuera posible definirla, como la subjetiva, la percepción subjetiva de que se es feliz, se escurre como el agua fresca que bebemos sedientos de una fuente virgen en la montaña en el cuenco de las manos. Solo algunos borbotones pasan por la garganta, y la mayor parte del agua se desparrama por el suelo. La felicidad es inasible y más difícilmente aún definible. Imposible de circundar, de racionalizar suficientemente sus causas o motivos, sin embargo la felicidad, la felicidad subjetiva, la sensación íntima, profunda, de «bien-ser», no solamente de «bien-estar», no es por ello menos real. Y al término de mi periplo, en lo mas íntimo de mí mismo, creo que la idea socrática de felicidad aliada con la virtud y la justicia, y la quintaesencia del cristianismo como caridad, el universalismo del amor universal, de poner al «otro» en el centro, superando la centralidad del «ego», al final resulta ser, incluso empíricamente hablando, lo más certero, lo que en mayor grado explica que unos sean más felices que otros.

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN

1. Los jóvenes, ¿se dicen felices o infelices? 2. Imagen que los jóvenes tienen de sí mismos 3. Plan y contenido del libro

5

8 12 17

1. LA EDUCACIÓN FAMILIAR Y ESCOLAR EN UN MUNDO EN CAMBIO .

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1. Un mundo en cambio, un mundo en mutación a) La dimensión occidental b) La dimensión española 2. Una educación en cambio 3. Una familia en cambio a) Las nuevas formas de la familia b) La capacidad educadora de las familias nucleares .. c) El reto del individualismo en el futuro de las familias

21 22 24 26 29 29 32 36

2. LA VIOLENCIA EN LOS JÓVENES

1. Tres teorías explicativas de la etiología de la violencia juvenil 2. Una tipología de modalidades de la violencia atendiendo a la «justificación» dad por el sujeto 3. Algunos ámbitos singulares de violencia juvenil a) La violencia de ámbito familiar b) La violencia escolar c) La violencia relacionada con el alcohol y las drogas .. 4. Causas o factores de violencia juvenil a) Factores genéricos y globales de violencia juvenil... b) Factores más próximos e inmediatos 5. La prevención de la violencia juvenil 6. A modo de resumen interpretativo de la situación actual de la violencia en los adolescentes y jóvenes ...

41

45 50 56 56 58 65 68 68 69 70 73

3. LA DIMENSIÓN RELIGIOSA DE LOS JÓVENES

1. La práctica religiosa 2. Las creencias religiosas 3. Quién es una persona religiosa 4. La oración 5. El asociacionismo religioso 6. La penetración de las sectas y de los nuevos movimientos religiosos no católicos 7. La cuestión de las vocaciones religiosas 8. Los jóvenes y la Iglesia católica 9. La inquietud religiosa en los jóvenes: la dimensión experiencial de lo religioso 10. Los agentes de socialización religiosa 11. Hacia una explicación sociológica de las relaciones de los jóvenes con la Iglesia y de sus demandas en el campo religioso a) Factores relacionados con la propia Iglesia (mencionados sin orden de importancia) b) Factores relacionados con el entorno socio-cultural (mencionados sin orden de importancia) c) Factores relacionados con el ser joven de hoy (mencionados sin orden de importancia) 12. Por un nuevo paradigma en la Iglesia en la sociedad de hoy 4. UNA TIPOLOGÍA DE LOS JÓVENES ESPAÑOLES DEL AÑO 2005 ... 1. Introducción 2. Descripción de la tipología de 2005 a) Tipo 1: 27,5% del total. Liberal, integrado b) Tipo 2: 15,8% del total. Moralista, privatista c) Tipo 3: 7,8% del total. Retraído d) Tipo 4: 24,7% del total. Institucional, conservador .. e) Tipo 5: 24,2% del total. Libredisfrutador, no institucional 3. Resumen de la tipología de los jóvenes españoles del año 2005 220

79

79 81 85 87 90 95 98 103

a) Grupo 1: Anti-institucional (193 jóvenes, 5,00%) ... b) Grupo 2: Altruista, comprometido (471 jóvenes, 12,22%) c) Grupo 3: Retraído social (1.094 jóvenes, 28,3%) d) Grupo 4: Institucional, ilustrado (1.143 jóvenes, 29,67%) e) Grupo 5: Libredisfrutador (951 jóvenes, 24,68%) ... 4. Evolución de los jóvenes españoles a partir de la tipología de 1999 y análisis de los del año 2005

166 167 167 168 169 171

5. ¿ES MARAVILLOSO SER JOVEN? HACIA UN RANKING DE FELICI-

109 113

121 122

DAD SUBJETIVA EN LOS JÓVENES

177

1. Lo que nos dicen las investigaciones a) Las culturas de las drogas en los jóvenes: ritos y fiestas b) Valores sociales, drogas y felicidad c) El estudio Jóvenes españoles 1999 d) El estudio Jóvenes españoles 2005. Hacia un ranking subjetivo de felicidad en los jóvenes de 2005

178 178 183 188 191

124 6. REFLEXIONES FINALES

125 126 137 137 141 141 146 150 154

201

1. El peso de los cuatro ámbitos retenidos para elaborar el «índice subjetivo de felicidad» juvenil 201 2. Rasgos y perfiles de los jóvenes atendiendo a su felicidad 207 3. Mirando al futuro: ¿qué jóvenes, ya adultos, serán más felices? 214

159 164 221

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