Elvis Karlsson - Maria Gripe

April 10, 2024 | Author: Anonymous | Category: N/A
Share Embed Donate


Short Description

Download Elvis Karlsson - Maria Gripe...

Description

La autora aborda un tema común a toda su obra: las relaciones familiares, la incomunicación entre el adulto y el niño. Elvis, hijo único de seis o siete años, sufre la incomunicación con sus padres, en especial, la incomprensión de su madre. Ésta quería una niña, el padre quiere que sea un gran deportista. Elvis siente el rechazo pero lo compensa relacionándose con amigos mayores o imaginarios. La narración, en tercera persona, sigue al personaje, describe su entorno externo y muestra el rico mundo interior del protagonista.

www.lectulandia.com - Página 2

Maria Gripe

Elvis Karlsson ePub r1.0 Titivillus 06.11.2018

www.lectulandia.com - Página 3

Título original: Elvis Karlsson Maria Gripe, 1972 Traducción: Leopoldo Rodriguez Ilustraciones: Harald Gripe Editor digital: Titivillus ePub base r2.0

www.lectulandia.com - Página 4

Índice de contenido Cubierta Elvis Karlsson Sobre la autora

www.lectulandia.com - Página 5

Elvis está sentado en la cama jugando con los botones de la chaqueta del pijama. Es domingo y ya hace bastante rato que está despierto. Entre las maderas de la persiana se ve cómo brilla el sol. La mañana ya casi pasó y es cerca del mediodía. Prueba con varios ojales. Desabrocha un botón, abrocha otro. Empieza a hacer bastante calor en la habitación. ¡Hala, allá va un botón!, parece que cayó debajo de la cama. Pero no puede verlo… tendrá que levantarse y buscarlo. Pero claro, eso los despertaría… Mira a papá y a mamá que están muy quietos en sus camas, durmiendo, durmiendo. Así es todos los domingos. No pueden levantarse porque ayer estuvieron de fiesta y ya casi era por la mañana cuando se acostaron. Dicen que todos los papás y mamás hacen lo mismo los sábados por la noche. Hay que tener alguna diversión cuando se está libre porque durante la semana no tienen más que trabajo y problemas. Cuando se trabaja no hay tiempo para fiestas. Y Elvis tiene que comprenderlo, dice mamá, como el resto de los niños. Los niños lo pasan bien, tienen todo el tiempo libre que quieren y no necesitan desahogarse.

A Elvis le parece que eso de desahogarse quiere decir lo mismo que tener fiestas, lo cual también quiere decir que uno ha de tener visitas o ir de visita. Sin embargo, Elvis tiene muchas ocupaciones, no está todo el tiempo libre. Pero no vale la pena decirlo, porque ahora que todavía no va a la escuela no puede tener mucho que hacer, le dicen. Cuando empiece en la escuela ya verá, entonces sí que va a empezar la vida en serio, le dicen. Elvis se olvida del botón y coge una de las revistas de mamá. La vida en serio, ¿qué será eso? www.lectulandia.com - Página 6

No puede imaginarse la escuela. ¿Cómo será? Un montón de profesores y niños, todos mezclados. Así no debe ser posible hacer nada. ¿Se despertarán alguna vez? Escucha su respiración. Conoce todos sus sonidos y sabe perfectamente cómo hacen cuando están a punto de despertarse. Papá empieza a hacer ruidos con la nariz y ronca, mamá bosteza un par de veces, se calla un rato y después se oye un bostezo largo y profundo que suena triste, porque a mamá no le gusta despertarse. A papá le gusta, pero no los domingos después de una fiesta. A Elvis también le gusta levantarse, aunque mamá dice que está mejor cuando duerme. —Estás mejor cuando duermes, Elvis —le dice—. Entonces sí que estás guapo. Desearía poder dormir ahora, así evitaría tener que estar sentado esperando. No es nada agradable. Desaprovecha el domingo. El domingo, que podría ser su mejor día tan solo con poder salir de aquella habitación sin despertarlos. Podría tener toda la mañana para él solo y hacer lo que quisiera. Pero no se atreve ni a intentarlo. Si se despiertan puede haber una escena. Están bastante enfadados después de «desahogarse». Mamá se despierta con mucha facilidad. Con tan solo poner los pies en el suelo ya puede suceder. Entonces, al oír la voz de mamá, «Laila» empieza a ladrar en la cocina y despierta a papá, que se enfada. —¿Es que no se puede dormir en esta casa? —grita. Entonces se arma. Todo el día podría estropearse. Lo único que se puede hacer es esperar… Y esperar… Hojea la revista. Solamente tiene señores y señoras, ningún niño, excepto en un sitio, pero no son niños normales. Siempre es así en las revistas de mamá. El abuelo también lo ha notado. Los niños son solamente para adornar, dice. Solamente están allí para que las mamás parezcan más dulces, no por ser niños. Pero Elvis no sirve para eso, mamá no parece más dulce cuando está con él. Ella no quiere hacerse fotos con él porque Elvis sale enfadado en las fotografías. No importa. Elvis coge un lápiz negro y empieza a enmarcar en rectángulos las caras de la revista. Menos las de los niños. A los niños les pinta ojos grandes para que puedan tener más ojos con que mirar y más ojos que cerrar. Ojalá que mamá no se enfade por haber estropeado la revista. —Naciste por mis pecados —acostumbra a decirle mamá. Quiere decir que lo tuvo como castigo por algo que había hecho hace mucho tiempo, piensa Elvis. Exactamente igual que cuando uno hace algo malo y se lastima. Los castigos hacen daño; una vez que estaba saltando en el sofá de la cocina lo rompió y se lastimó un pie como castigo. Y cuando mamá lo tuvo también le hizo

www.lectulandia.com - Página 7

tanto daño que ya no quiere tener más hijos; eso lo dijo una vez por teléfono, ya es bastante con uno, añadió. Ser un castigo no le resulta muy agradable, pero ahora ya no le importa tanto, lo ha oído demasiadas veces. Algo que le preocupa es saber quién le ideó a él. Pero siempre que lo pregunta le dan respuestas distintas. Algunas veces mamá le dice que fue ella misma y que no sabía lo que hacía, otras veces le dice que fue papá, pero Elvis no está muy convencido. Papá piensa en cosas muy prácticas. No le parece muy propio de él el pensar en un hijo como Elvis, que ni tan siquiera sabe jugar al fútbol. Pero una vez mamá le dijo algo. Le dijo que había sido Dios el que había enviado a Elvis. Entonces sí que se asustó, porque nadie puede pensar en castigos tan terribles como Dios. Lo había visto en la televisión. Guerras, accidentes y toda clase de cosas terribles las piensa Dios. Cada vez que se ven cosas así, dice mamá que son castigos que Dios manda a los hombres. La abuela dice lo mismo. O sea, que si fue Dios el que ideó a Elvis, la cosa no resulta demasiado agradable. Al saber esto sintió pena por mamá. —Sí, es horrible —le dijo él una vez que ella se estaba lamentando. Se lo dijo para consolarla, como dice papá. Pero ella le dio una bofetada y él se la tuvo que devolver. O sea, que no sirve de nada consolarla. Elvis no sabe lo que hacer. —¿Le pegaste a tu madre? —le dijo papá muy serio después de que mamá se lo contó. El nunca dice «madre», solamente lo dijo cuando Elvis le devolvió la bofetada.Hay niños que cuando sus padres les pegan no se revuelven. Solamente lloran. Él no llora, las devuelve. Se arrepiente nada más hacerlo, pero no lo puede remediar. Lo peor que puede hacer un niño es pegar a su mamá, y él lo sabe. Las mamás pueden pegar a los hijos, pero los hijos no pueden pegar a sus mamás, porque entonces mamá se convierte en «madre» y eso es algo muy serio. Pero el abuelo dice que los niños tienen que defenderse y que las mamás tienen que entenderlo. Pero eso lo dice el abuelo… Y mamá no tiene mucho en cuenta lo que él dice. Ella solamente hace caso de lo que dicen las amigas con las que habla por teléfono: Mai, Karin e Ingrid. Habla con ellas todos los días. Lo que ellas dicen sí que le interesa. Todo lo que Elvis hace se lo cuenta a ellas y después hablan de la educación de los niños. Pero los hijos de las amigas no son tan malos como él, ellos son como la mayoría de los niños. Elvis no es así, él es desesperante. No hay forma de educarle. Y eso que ha pedido «perdón» cientos de veces. Prácticamente ha pedido perdón por casi todas las tonterías que ha hecho en su vida. Mamá no es fácil de conformar. Desde luego que él puede llegar a ser bastante rebelde. Pero lo más extraño es que cuanto más malo es, más amable está mamá. Algunas veces piensa que va a enfadarse, y entonces, a lo mejor, incluso le da dinero para un www.lectulandia.com - Página 8

helado. Es como si no notara lo malo que había sido. Sin embargo, otras veces le da una bofetada por casi nada. Elvis no lo comprende. Cuando ella está amable y cariñosa le gustarla haber venido al mundo como otra cosa que no fuera un castigo para mamá. Elvis mira otra vez para la cama. Ni un movimiento. ¡Si papá tuviera ganas de ir al baño! Algunas veces pasa, que se levanta para ir al cuarto de baño. Entonces puede ponerse la ropa y salir de la habitación y esconderse. Por lo general sale bien, porque papá aún está medio dormido y no nota nada, cuando vuelve se mete en la cama y sigue durmiendo. Lo mejor de todo es que mamá no se despierta cuando papá va al cuarto de baño y entonces tampoco se entera de lo que hace Elvis. Cuando «Laila» empieza a ladrar en la cocina, mamá se cree que es porque papá se ha levantado. Es fantástico, porque así puede jugar varias horas en la calle hasta que mamá le llama por la ventana. Pero hoy no hay suerte. Ni tan siquiera suena el teléfono. A lo mejor está descolgado. Esa es una de las cosas que puede despertarlos, aunque no es demasiado buena. Normalmente les molesta y discuten para ver quién se levanta a contestar. Además, las amigas que llaman por teléfono saben que papá está en casa y por eso casi nunca llaman los domingos. Seguramente tampoco hay hoy ningún partido que papá quiera ver. Una cosa buena del fútbol es que puede hacer que papá se levante los domingos. Él juega al fútbol y trató de que Elvis se interesara. Elvis iba con él al fútbol cuando jugaba o cuando iba a ver un partido. Papá le ha explicado el juego y ha jugado con Elvis, incluso le ha prometido un balón si practica, pero no ha conseguido nada. Elvis no está interesado. —Aún es muy pequeño —dice mamá. Pero papá dice que a la edad de Elvis él ya jugaba y ya era una promesa al empezar la escuela. Pero Elvis ciertamente no lo es. —De este crío nunca saldrá un jugador de fútbol —dice papá. Da la impresión de sentirse fracasado. Sigue los deportes en el periódico, la radio y la televisión, ni mamá ni Elvis le molestan, porque saben que para él es muy importante. Últimamente Elvis tiene que sentarse con papá delante de la televisión para ver el programa de deportes. Papá quiere descubrir si hay algún deporte que le guste a Elvis. Le enseña y le explica. Elvis escucha y dice sí y no cuando puede. Pero todavía no saben qué tipo de deporte puede gustarle. —No creo que de este crío salga ningún deportista —afirma papá—. Dios sabe lo que será, empiezo a creer que no tiene condiciones.

www.lectulandia.com - Página 9

Se nota que papá está triste. Mamá no arregla mucho las cosas tratando de animarle, interesándose ella misma por los deportes. Se pasó toda la temporada de hockey sobre hielo animando al Söndertälje y fue el Brynäs el que resultó vencedor. —Ya se nota a quién sale el pequeño —dice papá. Con eso quiere decir que es a mamá y que la razón de que Elvis sea tan torpe es que se parece a ella y no a él. Mamá se enfada, con razón, ella solamente quería ser amable. Entonces discuten. Siempre que papá trata de que Elvis se interese por los deportes terminan discutiendo. Parece que papá empieza a darse por vencido. Da la impresión de que ya no tiene muchas esperanzas con Elvis. Y Elvis no puede hacer nada por él. Los deportes son aburridos. Todos parecen enfadados y sudan, todos tratan de escapar de todos lo más aprisa posible, en los deportes nadie se preocupa de nadie. De todas formas lo siente por papá, que hizo todo lo que pudo. Elvis sabe lo que es fracasar. Una vez plantó una pepita de naranja en una maceta y la regó durante varios meses. No salió nada. —La semilla no debía de ser buena —le dijo mamá y tiró todo a la basura—. Sabes, no siempre sale algo. —No, no siempre… Elvis mira otra vez hacia las camas. ¿No pensarán despertarse nunca? ¿Cómo no oirán los ruidos de la calle? ¡Niños que corren y juegan!, ¡gente que pasa hablando!, ¡las puertas de los coches al cerrarse!, ¡los pelotazos contra las paredes de las casas! Deben de estar muy cansados… Todo el mundo está despierto. Solamente ellos duermen. Se oye el tic-tac del despertador. Si pone atención puede oír incluso el reloj de papá…, y el de mamá…, el tiempo pasa, suenan timbres… ¡Por fin!, mamá bosteza al fin. Elvis queda tenso escuchando. Silencio otra vez. ¿Va a dormirse de nuevo? No, hay otro bostezo más y después viene la queja. Estupendo. Entonces ya está despierta. Está reposando un poco más antes de decidirse. Elvis está muy quieto y la mira. No dice nada. Es importante que el día empiece bien para todos. De pronto se sienta en la cama y mira a Elvis. —¿Estás despierto? —le pregunta. Él le dice que sí con la cabeza. Ella se despereza y bosteza otra vez. —¡Oh, no me mires así! ¿Tienes envidia de que durmamos hasta tarde, eh? —le dice, pero no parece enfadada, simplemente está dormida. Entonces Elvis salta de la cama. El domingo acaba de empezar.

www.lectulandia.com - Página 10

www.lectulandia.com - Página 11

Es el mismo día a la hora del desayuno. Justo cuando Elvis se está levantando de la mesa le dice mamá: —No se te ocurra desaparecer, vamos a ir al campo. —Yo quiero quedarme en la ciudad —dice Elvis con voz prudente. Pero papá le dice, levantando la vista del periódico: —¿Qué tontería es esa?, tú te vienes con nosotros, ¿entendido? —Yo solo pensaba… —empezó a decir Elvis—. ¡Ya oíste lo que dijo papá! —le interrumpe mamá. Después de desayunar se van al campo. La cabaña está a varios kilómetros de la ciudad. Es un sitio muy bonito y por lo general a Elvis le gusta mucho ir allí, pero este año no ha ido mucho porque mamá no quiso. A ella le resultaba incómodo ir allí. Los vecinos con los que se trataban habían estado en Italia el verano pasado y estaban como locos con eso. «No hacen más que presumir y hablar de lo mismo todo el tiempo», dice mamá, por eso no tenía ganas de encontrarlos. Por otra parte, papá tiene que trabajar muchas horas extras para que mamá y él puedan ahorrar e ir de viaje a algún sitio y así no sentirse menos. Por eso Elvis tiene menos que hacer en el campo, ya no es igual que antes. Ahora ha adaptado su forma de jugar a la ciudad. De todas maneras a él no le importa el sitio, siempre y cuando pueda obrar libremente. Es de esa clase de personas que les gusta planear las cosas con anticipación, pero todo el mundo trata de mezclarse y estropearlo todo. En el coche va pensando en lo que puede hacer cuando llegue allá, para que el día no resulte perdido. En la ciudad siempre se necesitan flores. Quizá pueda coger algunas semillas y plantarlas en algún parque de esos que solamente tienen hierba. Quedan más bonitos si se adornan con unas pocas flores. Eso le parece una buena idea. Hace buen tiempo y seguramente resultará un día agradable. Empiezan tomando café en el jardín. Mamá está ahora más contenta, papá está un poco enfurruñado todavía, pero es porque la hierba está tan crecida que tiene que cortarla con una guadaña antes de poderla segar con la máquina y eso no es lo que más le apetece después de una fiesta. Pero le ha prometido a mamá que arreglaría el césped y tiene que hacerlo. De otra manera haría mal efecto porque los vecinos tienen su jardín muy cuidado. Después del café Elvis se va a hacer sus cosas. Para llegar hasta las flores tiene que atravesar un bosquecillo. Es lo suficientemente grande y está en el sitio apropiado. Así papá y mamá están a un lado del bosque, y él al otro. Así no se molestan. Hoy no hay semillas y entonces se dedica a ayudar a los insectos que están en apuros. Afortunadamente llega a tiempo, porque hay muchos en apuros. Vienen volando de las flores y tropiezan con una tela de araña, sin tan siquiera encontrar www.lectulandia.com - Página 12

miel. Los insectos no son tan listos para dar con la flor justa como uno se cree. O no se orientan bien o se confunden. Por eso se alegran de que los ayuden. Por ejemplo, hay dos hormigas que se están mudando de casa. ¿Cómo se arreglarían sin él? Van casi aplastadas debido a que llevan cosas demasiado pesadas y además no saben bien a dónde van. Hay varios hormigueros pequeños alrededor, probablemente están recién construidos. Primero hay que saber hacia cuál de ellos dirigirse. Pero van de uno a otro sin decidirse. Hasta que él tiene que decidir por ellas. También hay que tener cuidado de no ir demasiado rápido con el transporte, porque se enfadan. Una de las hormigas es especialmente sensible, se queda siempre retrasada y enseguida aparecen otras que quieren cogerle la carga. Entonces discuten y se pelean. En aquella confusión no es fácil saber quién es la legítima propietaria. Hay que tener mucha paciencia para averiguarlo, y Elvis la tiene. Elvis está tan concentrado en su trabajo que no se da cuenta de que pasa el tiempo. Mamá le llama una y otra vez. Pero tendrá que esperar. Esta vez les toca a ellos. Aunque se enfaden. No les gusta esperar; a Elvis tampoco le gusta. Pero él está acostumbrado. Por ejemplo, los domingos por la mañana, o cuando mamá habla por teléfono, o cuando están viendo en la televisión alguno de esos, programas tan aburridos. Elvis siempre sabe esperar muy bien. Esta vez les toca a ellos tener paciencia. Es justo. Ahora el sol calienta más y los insectos zumban alegres. Pero de repente se da cuenta de que no está solo. Hay alguien cerca. Alguien que le está mirando, lo presiente. No oye ningún ruido ni ve a nadie. Pero eso no importa, sabe que hay alguien. ¿Quién será? Todos los músculos del cuerpo se ponen en tensión, pero no tiene miedo. Solamente se prepara. Despacio va volviendo la cabeza a un lado y a otro.

www.lectulandia.com - Página 13

¡Nada! ¡Nada! Y, sin embargo, nota perfectamente que unos ojos le están mirando. Al cabo de un momento se asoma una cabeza un poco más abajo. Elvis puede ver los ojos verdes de un animal. Los ojos de Elvis y los verdes se encuentran y se miran atentamente, sin pestañear. El corazón de Elvis late con fuerza, no son unos ojos extraños los que ve. Los reconoce. Los conoce muy bien, muy bien. Los conoce desde que estaban casi cerrados, y también cuando parecían dos pequeñas moras azules. Se acuerda de que primero eran grises y se fueron haciendo verdes, qué orgulloso se sentía de que fueran verdes y no amarillentos como pasa en la mayoría de los gatitos cuando crecen. La cabeza de los ojos verdes es blanca, pero tiene una preciosa mancha marrón encima de un ojo. Las orejas también son marrones y puntiagudas. Las patas se oscurecen hasta llegar a las garras, que son de color marrón. Pero el cuerpo es blanco como la nieve. La gruesa cola, tiesa y brillante con el sol, también es marrón. Es un gato precioso el que sale de las matas mirando a Elvis. Elvis mueve los labios un poquito, tratando de decir «Bisi», «Bisi».

www.lectulandia.com - Página 14

Esta gata había sido suya. Pero de eso ya hace dos veranos. Se la dieron cuando aún era muy pequeñita, en primavera, todavía no andaba. Él la había cuidado desde el principio, en aquella época conocía perfectamente todos sus movimientos. Había sido total y completamente suya. Al principio no sabía cómo llamarla, fue mamá la que le puso el nombre, pero eso no importaba. A los gatos no les preocupa mucho eso del nombre. Y «Bisi» era, de todas formas, de Elvis. Mamá había tratado de que también fuera suya, igual que había hecho con «Laila», pero no le salió bien, «Bisi» no había querido. Ella quería ser libre, igual que Elvis, y andar a su aire. Había querido ser de Elvis, y eso era estupendo; con mamá no quería saber nada, hiciera lo que hiciera para conseguirlo. Elvis no se había sentido nunca tan compenetrado con nadie como con «Bisi». Nada ni nadie en el mundo había significado tanto para él como «Bisi». Hoy es la primera vez que la ve este verano. ¡Y está viva! ¡Está como siempre y parece que tiene buena salud! ¿Cómo habrá pasado el invierno? ¿Y el anterior, sin ayuda de nadie? Aquí estaba Elvis ayudando a las abejas a encontrar flores y a las hormigas a llevar su carga, pero ¿quién ayudaba a «Bisi»? La mayor vergüenza que había sentido y el pecado más grande que había cometido era dejar a «Bisi» abandonada al final de verano. La excusa que dieron sus padres era que no tenían tiempo de andarla buscando, que la encontrarían la próxima vez que volvieran al campo. Pero ya habían decidido dejarla allí para siempre. Elvis lo sabía, y también sabía la razón. Por navidades le habían regalado a «Laila». Había sido una gran sorpresa, desde luego. No había pedido ningún perro, ya tenía a «Bisi», pero naturalmente que estaba contento, y «Bisi» podría tener compañía. Pero papá y mamá habían decidido que los perros y los gatos no pueden estar juntos. Estaban muy seguros de eso. Pero no era cierto, porque «Bisi» y «Laila» jugaban muy bien juntos. Cuando crezcan ya no será igual, dijeron mamá y papá. Pero ¿qué sabían ellos de esas cosas? —Ya lo verás tú mismo —le dijeron—. El día menos pensado se pelearán. Estaban tan seguros de lo que decían que trataban a «Bisi» y a «Laila» como si en realidad no se pudieran ver. Elvis lo había notado y así lo dijo. —A los perros y a los gatos hay que tratarlos como a perros y a gatos —le dijeron con una sonrisa. Aún hoy se creen eso de que existen animales que no pueden jugar juntos, que han nacido enemigos. Naturalmente, eso no es cierto. El abuelo también lo decía, pensaba igual que Elvis. Todos los animales que no necesitan comerse unos a otros para vivir, porque eso ya es otra cuestión, desde luego que pueden vivir juntos y ser amigos. Pero si uno los trata como «el perro y el gato», entonces claro que se llevarán como «el perro y el gato». www.lectulandia.com - Página 15

Al final fue lo que pasó con «Bisi» y «Laila». Pero Elvis se preguntaba que cuál sería la razón, porque cuando estaban con él no pasaba nada y jugaban juntas. El día que se pelearon por primera vez Elvis no estaba en casa. Cuando llegó, la pelea ya había empezado y habían roto floreros y macetas. De todas formas consiguió calmarlas y que fueran amigas otra vez. Pero mamá le dijo que eso pasaría cada vez que Elvis estuviera fuera, que se pelearían otra vez. En ese caso tenía que ser culpa de mamá, dijo Elvis, y eso fue el final porque también terminaron peleándose. La cosa fue de mal en peor. Decían que la culpa era de «Bisi», que «Laila» era mucho más buena y cariñosa. Por otra parte «Laila» era un perra y había costado dinero, o sea, que tenía un valor, mientras que «Bisi» no, por «Bisi» no habían pagado ni una peseta. Con eso querían decir que no tenía ningún valor. Elvis les preguntó que cuánto habían pagado por «Laila», pero no le contestaron. Solo le dijeron, como siempre, que era un descarado. Así pasó la primavera. Al llegar el verano llevaban a los dos animales al campo los fines de semana. Al volver a casa los domingos por la tarde sucedió un par de veces que «Bisi» no aparecía, daba la impresión de que quería marcharse. Tuvieron que buscarla y papá y mamá se enfadaron, pero ni siquiera mencionaron la idea de marcharse sin ella. Al llegar las vacaciones de verano de papá, se fueron al campo varias semanas. En todo el tiempo no hubo ningún problema con los animales, estaban casi siempre con Elvis y se pasaban el día fuera de casa. Pero mamá empezaba a encariñarse más y más con «Laila». Se notaba muy bien que le gustaba más porque solamente acariciaba a la perra. A «Bisi» ni siquiera la miraba. Pero a «Bisi» tampoco le importaba mucho. No le gustaba ese tipo de cariños. No quería ser tratada como si fuera un bebé. Es una gata muy valiente y sabe defenderse muy bien, si no fuera así no hubiera podido sobrevivir al quedarse abandonada. «Laila» tiene un carácter más tranquilo. Las vacaciones de papá terminaron y ya iban a salir para la ciudad. Todo estaba preparado. Pero en el último minuto, cuando estaban a punto de meterse en el coche, «Bisi» desapareció. Y ya no hubo forma de que la esperasen, tenían muchísima prisa y había que salir inmediatamente. Lógicamente Elvis se negó a irse. Cuando papá iba a poner en marcha el coche se bajó y se fue corriendo al bosque. Pero papá le cogió enseguida. Hubo pelea. Elvis mordía y pataleaba. Nunca hubiera creído que pensaran seriamente abandonar a «Bisi», pero ahora lo veía claro y no quería ser su cómplice. Se rebeló con todas sus fuerzas, pero papá le dominó. Le tuvieron que llevar en brazos y meterle en el coche a la fuerza. Intentó escaparse nuevamente, pero no lo consiguió. El coche arrancó y salió a toda velocidad para la ciudad. Le prometieron volver el domingo siguiente y coger a «Bisi». Pero no lo cumplieron. El próximo domingo, y el próximo, se lo volvieron a prometer…, pero www.lectulandia.com - Página 16

no eran más que palabras. Después o hacía mal tiempo o no se encontraban bien. Elvis trató de ir solo. Intentó hacer auto-stop, pero no consiguió llegar, le habían entendido mal y le llevaron a otro sitio. Después le llevaron a casa, eran dos señores mayores muy amables, pero no le llevaron al campo. También habló con el abuelo. El abuelo fue al campo varias veces y buscó a «Bisi», pero no la encontró. Seguro que se escondía. Siempre había sido un poco desconfiada con los desconocidos y ella no conocía al abuelo, si no habría vuelto con él. Papá y mamá le dijeron que a «Bisi» no le pasaría nada, porque los gatos son buenos cazadores y había muchos ratones en el bosque. Se las arreglará bien, le dijeron. Pero Elvis sabía que los gatos domésticos lo pasan mal, porque no están acostumbrados a la vida salvaje y muy raras veces sobreviven al primer invierno. El que «Bisi» lo hubiera conseguido era un milagro y ahora ya era su segundo invierno. El verano pasado la había visto muchas veces. «Bisi» se acercaba muchas veces hasta la casa, pero nunca entraba. Si veía a alguien desaparecía rápida como el viento. De Elvis nunca escapaba. Se quedaban los dos mirándose, como ahora, muy quietos. Se miraban largo rato… Pero ninguno de los dos se acercaba, ninguno de los dos decía nada. «Bisi», que sabía maullar y ronronear al mismo tiempo, se había convertido en un gato silencioso. A Elvis no le preocupaban mucho las palabras, por eso no era raro que se estuviera callado, pero «Bisi»… De todas formas «Bisi» y Elvis no necesitan decirse nada, se conocen muy bien. Cómo se conocen no lo saben, pero el caso es que se conocen. La primera vez que, después de la traición, Elvis se encontró con «Bisi», estaba terriblemente avergonzado. Él creyó que le miraba acusadoramente, como si le dijera «¿cómo pudiste hacerlo?», pero después se dio cuenta de que no era así. En su mirada no había ninguna acusación. Ni tan siquiera una pregunta. Pero se la veía muy seria. Seguro que es porque ella lo entiende. Elvis cree que ella sabe cómo sucedió todo, que no había sido culpa suya, que él no había podido hacer nada. Porque en realidad nunca puede decidir nada, son papá y mamá los que deciden. Ella comprendía perfectamente lo triste que había sido para Elvis, y sabe que todavía está dolido. Por eso aún puede mirarla directamente a los ojos. Le hace daño interiormente, pero ya no siente vergüenza. —¡Ese viejo gato que anda por ahí! —dice mamá a veces. —¿De dónde habrá salido? —dice papá. ¿Será posible que no se acuerden de «Bisi»? No, Elvis tiene sus propias ideas sobre el caso. Un día pasó por la casa el guardabosques y les preguntó si habían visto un gato salvaje por aquella parte, un gato blanco con la cola marrón. Entonces mamá y papá se miraron extrañados. Casi parecían asustados y sin saber qué contestar. Pero Elvis sabía lo que quería decir aquella pregunta. Iba a matar a www.lectulandia.com - Página 17

«Bisi», si se enteraba de que era salvaje, y fue el propio Elvis el que dijo que no había ningún gato salvaje. Papá y mamá se callaron. Cuando el guardabosques les preguntó si no habían visto ningún gato se limitaron a negar con la cabeza. Por eso Elvis cree que disimulan cuando hacen que no se acuerdan de «Bisi». No quieren pensar en ella, quieren olvidar lo que hicieron. De vez en cuanto mamá pone fuera un plato con leche para «el viejo gato», pero Elvis le da una patada y lo tira. Qué importancia puede tener un poco de leche en medio del verano si a uno lo abandonan totalmente en invierno, cuando es cuestión de vida o muerte. Por otra parte, «Bisi» no quiere ni tocar la leche, es muy inteligente. Elvis está orgulloso de ella. En principio había pensado llevársela a escondidas a la ciudad. Pero después pensó que la vida no sería mucho mejor para ella en la ciudad, con todo el tráfico, las personas, los coches… Además, ¿dónde podría tenerla? En casa era imposible. No, no hay nada que Elvis pueda hacer por «Bisi». Lo sabe perfectamente, se siente impotente. No hay ninguna esperanza de podérsela llevar. Al otro lado del bosque mamá grita otra vez y «Bisi» desaparece como una exhalación. Elvis vuelve a la casa. Papá está tocando la bocina del coche. Se acabó el domingo.

www.lectulandia.com - Página 18

Lo primero que hace mamá por la mañana es poner la radio. Ya la deja puesta todo el día y se acabó la tranquilidad, no hay ni un momento de silencio en casa. Siempre hay voces o música por todas partes. Después, en cuanto empieza, pone la televisión. La televisión está en el salón y la radio en la cocina. Entre las dos está el teléfono, en la salita, que es donde mamá se sienta a hablar, con la radio a un lado y la televisión a otro. A ella le gusta tener ruido por todas partes. Pero a Elvis, no. A Elvis le gusta el silencio, es más agradable. Mamá conoce a muchas amigas: las amigas del teléfono, las vecinas y las amigas de la ventana, que son las que van a pasear sus perros, y por eso Elvis algunas veces las llama las amigas de los perros. Todas tienen distintos sitios para hablar. Las vecinas toman café en la cocina y hablan, sobre todo, de los otros vecinos y de dónde se puede comprar mejor y más barato. Las amigas de los perros se paran delante de la ventana con sus perros, no son peligrosas, solamente hablan de perros y, algunas veces, del tiempo. Las peores son las amigas del teléfono. Son las que hablan de él, y siempre lo saben todo. Mamá tiene tantas preocupaciones que necesita alguien a quién «confiarse». Elvis sabe que él es el origen de todas las preocupaciones de mamá. Él no ha salido como ella esperaba. En el salón, sobre el tocadiscos, hay una fotografía de un cantante. Tiene el pelo fuerte y negro cayendo en bucles. Mamá tiene muchos discos de él y los pone muchas veces. Uno no tiene ni idea de lo que canta, porque canta en inglés, pero lo hace muy fuerte. Algunas veces mamá hasta baila con su música. Cuando está contenta y recuerda otros tiempos, antes de casarse. Cuando él era el «ídolo» al que ella admiraba. El ídolo se llama Elvis, y por esa razón él también se llama Elvis, para que se pareciera al auténtico Elvis de la fotografía. Pero no resultó así. Su pelo es castaño y tieso como un cepillo. Además tiene la voz ronca y no canta nunca. O sea, que es lógico que mamá tenga preocupaciones. Otro de los problemas es que no haya nacido niña, las niñas son más tranquilas y se les pueden hacer vestidos, pero a los niños no vale la pena hacerles nada. Y como además mamá no va a tener más hijos no va a poder conseguir una niña, ya tiene a Elvis. Otra cosa buena de las niñas es que son más amables y más fáciles de educar. Por lo menos eso es lo que dicen las amigas del teléfono. Muchas personas tienen teléfonos blancos, pero el de ellos es negro, a lo mejor es porque mamá le cuenta tantas preocupaciones y problemas. Es un aparato de tristezas. Elvis también sabe que es desobediente, terrible y muchas cosas más. El ser así también es una desgracia para él, pero parece que nadie se para a pensarlo.

www.lectulandia.com - Página 19

Nadie entiende por qué no obedece, pero es tan solo porque quieren que haga lo que él no quiere hacer. Mamá puede equivocarse, incluso con los consejos de sus amigas del teléfono. Como aquella vez que la abuela le había dado dinero para comprar un regalo de pascua y él había comprado unos tapones para los oídos. Mamá se enfadó muchísimo. Era lo más descarado que habían oído, dijeron las amigas del teléfono. Todos pensaron que lo había hecho simplemente por ser malo. Pero él necesitaba de verdad los tapones, porque en casa nunca hay silencio y alguna vez tiene que poder pensar con tranquilidad. En casa no puede ni siquiera hablar, no es que eso le importe mucho, pero pensar sí que tiene que pensar. Si no hubiera necesitado los tapones, se hubiera comprado unas semillas. ¿No podían comprenderlo? Además no se los dejaron, mamá se los quitó enseguida. —Encima de que no escuchas a nadie —le dijo—. No se necesitan tapones para tapar unos oídos que no oyen. Si quiere tener tranquilidad lo único que puede hacer es salir a la calle. Está acostumbrado a la vida de la calle y le gusta. Uno sale y se pasea entre las casas sin que nadie le moleste, es muy agradable. Algunas veces las ventanas están en sombra, otras veces relucen al sol. Las calles cambian de un día para otro, cada minuto. El agua que cae por los desagües nunca es igual, ni el viento en los árboles. No hay nada que sea igual. Si uno sale todos los días lo nota enseguida, hasta el olor es distinto. En la calle se le ocurren muchísimas cosas. Uno anda y anda, como esperando encontrar algo, una aventura. Allá adelante, en la próxima esquina puede pasar alguna cosa… O, quizá, detrás de los árboles de la acera de enfrente… A lo lejos, al final de cada calle parece que sé juntan las aceras, allí siempre hay como más luz. Precisamente allí puede suceder cualquier cosa, a lo mejor es allí donde empieza la vida. No tiene por qué ser hoy precisamente, puede ser otro día cualquiera. Uno no sabe cuándo puede ser, nadie lo sabe. Elvis puede esperar. Todos los que tienen algo en qué pensar pueden esperar. A Elvis le ocurre así, sabe que tiene su Secreto. De eso está segurísimo. Cómo lo sabe o quién se lo dijo no lo recuerda. Se dio cuenta un día de repente. Fue malo y le pegaron; más tarde fue malo otra vez, y le pegaron más. Entonces se revolvió y aunque todavía era de día le mandaron a la cama. Bajaron las cortinas y cerraron la puerta, aquel día no le dejaron levantarse otra vez. Era bastante pequeño, pero no tan pequeño. Estaba en la cama, sentado. No lloraba, pero estaba triste. Era como si estuviera vacío por dentro. Sin tener nada que hacer.

www.lectulandia.com - Página 20

En la calle maulló un gato, no era «Bisi», era mucho antes de que ella hubiera nacido. El gato maullaba muy fuerte, pasó mucho tiempo, más del que podía recordar. Después alguien cantó debajo de la ventana. Debía de ser el mismo día, pero había empezado a llover, porque se notaba que cantaban mientras llovía. Entonces fue cuando descubrió el Secreto, se le había volado allí durante ese tiempo. O quizá ya lo tuviera allí desde siempre sin haberlo descubierto. Estaba allí, precisamente en el sitio donde había sentido el vacío, entre el estómago y el pecho. Se puso muy contento. Desde aquel día siempre está en el mismo sitio. Nunca le ha abandonado. Qué tipo de Secreto era, no lo había sabido nunca. Tenía que descubrirlo por sí mismo. Un día tendría que buscarlo, pero no corre prisa. Además, era emocionante así, sin saber lo que era, pero teniéndolo dentro del pecho. Así siempre tenía algo en qué pensar.

A veces casi lo descubría, lo sentía muy cerca, tan cerca que casi tropezaba con él. Entonces ¡paf!, desaparecía otra vez en su interior. Era como una luz en la noche. Luce, pero uno no sabe si está cerca o lejos. Un día trató de dibujar el Secreto, pero no pudo. Es muy difícil, Elvis sabe cómo lo siente, pero no sabe cómo es. No se puede dibujar. Entonces encontró una piedra negra y le pintó colores, sobre todo rojo y amarillo, aunque también le puso bastante de los otros. Hizo una caja verde justo a la medida de la piedra y cuando metió la piedra en la caja y la cerró, notó que quizás a lo mejor el Secreto era algo así. Pero casi, porque nadie sabe cómo es el Secreto.

www.lectulandia.com - Página 21

En cierto modo cree que está en relación con cosas que se ajustan unas a otras, como la caja y la piedra. De todas formas es lo más parecido al Secreto que pudo conseguir. Tenía que esconderlo bien, para que nadie lo viera. Alrededor del cementerio hay un seto. Enterró la caja en un lugar del seto. Fue una medida muy inteligente. Nadie se fija si alguien hace un agujero en un cementerio. Cuando Elvis quiere ver la figura solamente tiene que ir allí y desenterrarla. Nunca la vuelve a enterrar en el mismo sitio. La cambia siempre unos tres pasos. Pronto habrá dado toda la vuelta al cementerio. Esto todavía lo hace todo más extraordinario. Pero su Secreto es del tipo de los que hay que compartir con alguien. Es grande y quiere ser conocido, por eso tiene que comunicarlo. Pero ¿cómo va a hacerlo si ni siquiera él mismo sabe lo que es? La figura solo es una representación y además no está hecha para enseñársela a nadie. Elvis lo pensó un momento y dio con la solución. La solución es tan fácil que se le debiera haber ocurrido antes. ¡Las semillas! Las semillas también son secretos que tiene la naturaleza. Hasta las hay en las tiendas. Pero hay poca gente que las plante en la tierra para que crezcan. La gente no tiene idea de lo que es una semilla. Quizá uno tenga que tener un Secreto para entenderlo. Si se cogen unas cuantas semillas y se plantan en los sitios que frecuenta la gente que te gusta, es casi lo mismo que compartir el Secreto, además de la alegría que les das. A Elvis le gustan muchísimas personas, no las conoce a todas, pero eso no tiene importancia: el hombre que da la salida al tren, el hombre de la facturación, el hombre de los telegramas, el hombre del quiosco de salchichas y muchos más. Por eso hay tantas plantas alrededor de la estación, de la central de Telégrafos y del quiosco. También hay en muchos otros sitios de la ciudad. Es muy importante que nadie sepa quién plantó las flores, porque entonces desaparecería el placer del secreto. Elvis se preocupa de que crezcan las plantas. Algunas veces no crecen y entonces Elvis planta flores ya crecidas que coge en el parque. Pero eso puede ser peligroso porque está prohibido coger las plantas que crecen allí. Puede aparecer un policía. Hay que tener cuidado. Una vez casi le arrestaron. Pero le explicó al policía sus razones. Hay muchas plantas en el parque que están muy descuidadas, las plantas crecen demasiado juntas y él solamente coge aquellas plantas que estorban. Era un policía bueno. Estaba interesado en las plantas y le dio la razón a Elvis. Pero le dijo que tuviera más cuidado, porque otros compañeros no estaban tan interesados en esas cosas. Elvis se dio cuenta de que era cierto y aunque solamente trabaja en los parques en caso de necesidad, siempre estaba en guardia. www.lectulandia.com - Página 22

Desgraciadamente el policía vive en una casa que solamente tiene asfalto a su alrededor. Tuvo que plantar la flor en una maceta y se la puso delante de la puerta. Fue de parque en parque y cogió la rosa más bonita de la ciudad. Realmente esa rosa no necesitaba ser cortada, fue la única vez que Elvis hizo algo en contra de sus principios, pero el policía valía cualquier sacrificio. Estaba un poco preocupado por la rosa, pero creció bien. Pudo verla a través de la ventana del policía. Elvis tiene una regadera verde, se la regaló el abuelo. El abuelo vive en el campo y sabe casi tanto de semillas como Elvis. Cada vez que se ven se cambian información, son muy amigos. Mamá dice que el abuelo bebe «de una forma…». Se bebe casi «un litro» cada vez que baja a la ciudad. Pero realmente eso es cosa del abuelo, porque es él quien compra el «litro». Cuando mamá trata de esconder la botella del abuelo, Elvis procura fijarse para dársela. El abuelo no necesita ser tratado como Elvis. Mamá no tiene que preocuparse por él. Ha nacido antes que ella y puede pensar y decidir solo. A Elvis le guarda la regadera verde el hombre de la facturación. Allí puede ir a buscarla y llenarla para hacer el recorrido y regar. De vez en cuanto llueve poco y entonces tiene que regar sus jardines por toda la ciudad. Conoce todas las fuentes de la ciudad. Hay algunos jardines que tienen su propia fuente. Lo peor son las partes modernas, todas de asfalto. Entonces tiene que ir bastante lejos por el agua. Pero no le importa, todas las flores han de tener agua. Es una suerte que haya tantas flores distintas, así cada uno tiene la suya. Las personas son tan distintas. No siempre es fácil elegir la flor adecuada. Hay que pensarlo bien antes. De la flor que está más orgulloso es del girasol que plantó en la primavera en el jardín de Julia, debajo de su ventana. Iban a tirar la casa, Julia estaba enfadada y triste, y Peter también. Pero no podían hacer nada. Entonces Elvis pensó que debía ayudarlos. A Julia la conoce algo, pero a Peter no lo conoce. De todas formas le gustan los dos. Peter es el papá de noche de Julia, viene por la tarde a cuidarla, cuando la mamá de Julia trabaja por la noche. Cuando la mamá vuelve del hospital Peter se marcha, no se ven nunca. No están casados. Era triste que tiraran la casa. Elvis tenía que ayudarlos. Entonces se le ocurrió que si plantaba al lado de la pared la flor más grande que encontrara, nadie se atrevería a tirar la casa. Por eso plantó una semilla de girasol debajo de la ventana de Julia. Prendió y empezó a crecer y a crecer. Cuando llegó la excavadora la planta ya le llegaba a Elvis por la rodilla. No tiraron la casa. La casa todavía está en pie.

www.lectulandia.com - Página 23

www.lectulandia.com - Página 24

Aún falta bastante para el cumpleaños de Elvis y él se alegra. Los cumpleaños y las Navidades son días «desagradables». Antes de Navidad mamá le dice siempre: —Si no eres bueno y obediente, y no haces lo que te digan, no vendrá Papá Noel a verte, porque le aviso y le digo que no te traiga ningún regalo porque no has sido bueno. Se lo repite todos los días antes de Navidad. Pero al mismo tiempo también le pregunta qué regalos quiere. ¿Qué puede contestar? En principio Elvis ya sabe que no tiene por qué llamar a Papá Noel, es suficiente con que se lo diga a papá. Por otra parte, tampoco quiere decir lo que desea. Es imposible, porque eso es algo demasiado íntimo, tan íntimo que solamente se lo puede confiar a sí mismo. Nadie debe saberlo. Además hay que saber lo que se desea, y eso lleva mucho tiempo. Elvis no quiere apurarse, no le gusta, él es de naturaleza pensativa. Pero mamá no para con eso de los regalos, Elvis no lo comprende, si siempre le está diciendo que no va a tener nada. Debe de ser una especie de juego de mamá, porque cuando llega Navidad siempre le hacen a Elvis muchos regalos. Mamá acostumbra a contarlos el día anterior y así le puede decir a las amigas del teléfono cuántos regalos va a tener. Los hijos de las amigas no van a tener tantos, le dice Elvis, él siempre tiene muchos más. Incluso desagradecido como es, que nunca agradece lo suficiente, añade mamá. Pero Elvis es agradecido, siempre dice gracias cuando le mandan. Pero siempre hay tantas cosas, que no puede atender a todas y no sabe lo que hacer con ellas. Y además los regalos de Navidad y los deseos son cosas distintas. Con los regalos de cumpleaños pasa lo mismo. Varias semanas antes mamá empieza a preguntarle: —¿Qué quieres por tu cumpleaños? Después le dice que si no es bueno no le va a regalar nada, y más tarde le vuelve a decir que la abuela y los otros quieren saber lo que quiere. En otros momentos le dice que no merece nada y que se lo va a decir a la abuela y a los otros para que no le regalen nada. Pero al llegar el cumpleaños vienen todos, como siempre. La casa se llena de gente, mamá hace una tarta y todos toman café y le dan los regalos. Él siempre da las gracias, las da muchas veces. Pero siempre tiene que oír la misma canción, que nunca da las gracias «como es debido». Y eso es porque es un niño muy desagradecido. No sabe agradecer como es debido cuando ha de dar las gracias. Por eso, la Navidad como el cumpleaños, son fechas desagradables. Elvis desearía que no existieran. Todos los otros niños son buenos, alegres y agradecidos en Navidad y en su cumpleaños, le dice mamá, y eso demuestra la diferencia que hay entre él y los otros niños mucho mejor que en otras ocasiones. www.lectulandia.com - Página 25

Los únicos que no vienen a la ciudad a visitar a Elvis en su cumpleaños son el abuelo y la abuela. El abuelo ya sabe cómo es todo eso. Elvis se lo ha dicho claramente. Y el abuelo piensa lo mismo. A él tampoco le gusta que existan determinados días en los que ya se sabe, mucho antes de que lleguen, que se van a recibir muchos regalos y que toda la casa va a estar llena de gente, tropezándose unos con otros, tomando café y hablando todos al mismo tiempo, él también cree que es desagradable. Por eso Elvis puede decidir cuando le apetece que venga el abuelo a celebrarlo con él. —No tienes más que decírmelo, cuando tengas ganas vengo —le dice el abuelo —. Con mandarme recado es suficiente. Elvis aún no lo ha hecho, prefiere esperar para tener algo en que pensar. La abuela es distinta; ella viene todos los años, pero no por el cumpleaños de Elvis, viene por el de Juan. Juan era el hermano menor de papá, que no llegó a ser mayor porque se murió. Al principio, Elvis no entendía eso de que Juan estuviera muerto, nadie se lo había dicho. No se atrevían, porque como había heredado toda la ropa de Juan creían que si lo sabía a lo mejor no quería ponérsela. Por eso le dicen que Juan está fuera. Que se ha ido muy muy lejos y que no va a volver más. ¿Habría sido él también un castigo? ¿Sería que no había conseguido ser igual al ídolo de la abuela? Ella tiene un cuadro de Jesús a la cabecera de la cama… ¿No habría sido, tampoco él, capaz de aprender a jugar al fútbol? Si esas eras las razones, entonces creía que Juan había hecho bien en marcharse. Pero Elvis no puede marcharse. Tiene que quedarse, y tiene que hacerlo porque aquí es donde ha vivido toda la vida y siempre pasan muchas cosas. Y otra razón es que tiene demasiadas cosas que le están esperando por todas partes. Además está el Secreto. No, definitivamente Elvis tiene que quedarse. Quizá para Juan las cosas hubieran sido distintas. Quizá él no tuviera tantas cosas que le esperaran. Eso era lo que pensaba Elvis antes de saber la verdad: que Juan no se había ido a ninguna parte, que estaba muerto. Le habían dicho que Juan era muy delicado, que siempre estaba enfermo. Por eso sus ropas estaban tan nuevas, porque casi no las había usado, estaba demasiado débil para gastarlas. Entonces fue cuando Elvis se dio cuenta del tipo de viaje que Juan había hecho. El mismo que hacen todos los que mueren. Mamá nunca dice «morir», ella dice «abandonarnos» o «irse», igual que la abuela. No se atreven a decir la verdad claramente. Y él hace como que no entiende, tampoco se atreve a decir nada. No sabe cómo pueden tomarlo. Tiene la impresión de www.lectulandia.com - Página 26

haber comprendido algo que uno no debe comprender hasta ser mayor. A lo mejor creen que es una cosa demasiado seria para un niño. Elvis se da cuenta de que mamá y papá siempre se avergüenzan de las cosas serias. A lo mejor creen que él también se avergüenza. Pero si él se avergüenza es porque ellos se avergüenzan. Por eso no le dicen las cosas como son. Cuando Elvis está delante todos hacen como si Juan estuviera vivo. Él también, claro. Y la abuela todavía celebra el cumpleaños de Juan. Entonces es cuando viene a la ciudad a visitar a Elvis. En la habitación en que vivía Juan hay un baúl con juguetes. Algunas veces, cuando Elvis va al pueblo a visitar a la abuela y al abuelo, la abuela le lleva a la habitación de Juan y le abre el baúl para que Elvis pueda ver las cosas, pero no le deja tocarlas. Tiene que esperar al cumpleaños de Juan, entonces serán para él, una cosa después de otra. La abuela mantiene su promesa. Primero le dio el oso. Un viejo oso con ojos enormes que le habían regalado a Juan al cumplir los dos años. No tenía nombre, Juan nunca se lo había puesto, la abuela le dijo que Juan solamente le llamaba «oso».

www.lectulandia.com - Página 27

Elvis no quiere herirla y por eso no le dice lo que piensa, pero seguro que Juan le había puesto nombre, aunque no se lo hubiera dicho a nadie. Elvis lo sabe porque él hace exactamente lo mismo. Por ejemplo, ¿qué necesidad hay de que mamá sepa el nombre de su mono? Le dijo que se llamaba «Pelé» por decir algo, pero está claro que no se llama «Pelé». Tiene un nombre secreto que solamente sabe Elvis. Por eso cuando mamá habla por teléfono y dice: «Ese “Pelé”, todo gastado», Elvis se sonríe. No está hablando de su mono, pero ella no lo sabe. Ya hace bastante tiempo que Elvis no ve el baúl de la casa de los abuelos. Pero pronto tendrá todos los juguetes, Juan no tenía muchos. —Aún así era agradecido —le dice mamá. Elvis también está agradecido por las cosas de Juan, pero la abuela no quiere que le dé las gracias. —No me des las gracias a mí, dáselas a Juan —le dice siempre. Mamá dice que eso le parece una tontería, pero Elvis hace lo que le dice la abuela y cuando nadie le oye le da las gracias a Juan. www.lectulandia.com - Página 28

Hay, sobre todo, dos cosas de las que está muy orgulloso. Nadie sabe que las heredó de Juan. No se las dieron, las encontró él mismo, en dos ocasiones distintas, estaban olvidadas allí, en los bolsillos de la ropa de Juan. Son una pieza de rompecabezas y una llave pequeñita. Una llave de una cerradura desconocida y una pieza de un rompecabezas también desconocido. Justo el tipo de cosas que le gustan a Elvis. Cosas que no están completas, que son parte de algo más grande y que uno no sabe lo que es, entonces es cuando uno puede desear y desear. Siempre se puede desear. Lleva mucho tiempo desear cosas así, pero cuando se encuentran es como un milagro. La llave estaba en una chaqueta de verano. Es pequeña y brillante, y reluce mucho cuando le da el sol. La pieza del rompecabezas la encontró antes. Estaba entre la ropa de verano, es azul y blanca y parece una liebre saltando. Tiene también un ojo, pero no está donde debe, está en el lomo de la liebre. Es un ojo grande y oscuro. Es una sensación muy extraña ver un ojo que no se sabe a quién pertenece. De la liebre no puede ser, es parte de alguna otra cosa… Elvis tiene escondidos los tesoros de Juan. Le gustaría llevarlos en el bolsillo, pero es demasiado arriesgado. Mamá revisa y limpia todo el tiempo, no hay nada que se le escape, sus ojos lo ven todo. Los tiene escondidos por Juan. La llave y la pieza del rompecabezas estaban metidas entre el forro de los bolsillos. Por eso, la abuela no las encontró. Posiblemente Juan las había escondido y es natural que Elvis le guarde el secreto. Se llevó los tesoros al campo y los escondió. Al fondo de la leñera, debajo de una pila de troncos. En la parte de abajo de la pila hay un tronco que se puede sacar sin que se caigan los otros. Solo él sabe cuál es, detrás del tronco están la llave y la pieza del rompecabezas.

www.lectulandia.com - Página 29

El día que Elvis ayudó a salvar la casa de Julia fue muy divertido. Había fiesta, pompas de jabón, música y montones de gente. Pero Julia se mudó y la casa quedó vacía y el jardín descuidado. Eso no le gustaba mucho. Lo sentía por la casa. Se suponía que era un sitio al que todos podían ir, por eso se había salvado, no para estar así abandonada y triste. Algunas veces, Elvis se encuentra con Niño, el pintor, el que pintó un enorme cuadro de la casa, para que todo el mundo pudiera ver lo bonito que era y comprender que una casa así no podía tirarse. Niño y él son amigos. Se hicieron amigos el día que le enseñó a Niño el girasol que había plantado para evitar que tiraran la casa. A Niño le pareció una idea muy buena y le pidió permiso para pintar el girasol en el cuadro. Elvis no tenía nada en contra y Niño pintó un girasol que llegaba casi hasta la ventana de Julia. Lo pintó como si ya hubiera crecido del todo, con su gran flor amarilla en todo su esplendor. Estaba muy bonito. El girasol aún no es tan grande como en el cuadro, pero sigue creciendo y Elvis va a cuidarlo casi todos los días. Cada vez que se encuentran Niño le pregunta por el girasol y Elvis le pregunta a Niño si sabe a dónde se fueron Julia y Peter. Elvis no los ha visto desde el día de la fiesta. Niño tampoco, pero cree que están de viaje. Julia está de vacaciones, quizá vuelvan cuando empiece la escuela. A Niño también le parece triste que la casa esté vacía. No era así como debía estar. Él también está tan disgustado como Elvis. Pero un día Elvis vio que había gente en el jardín. Al principio se alegró. Creyó que al fin iban a hacer algo con la casa. Pero después se dio cuenta de que no era así. No le dejan entrar en el jardín. Cuando va allí con la regadera le echan fuera. Los niños no tienen nada que ir a buscar allí, le dicen gritando. Desde ese día siempre hay gente alrededor de la casa. Elvis tiene que andarse con cuidado cuando va a regar el girasol. Tiene que ir cuando no hay nadie cerca. A Elvis le preocupa mucho el girasol. La gente que va por allí ahora no es buena. Solamente van a romper y destrozar cosas, no van para cuidar la casa. Tiran piedras y rompen los cristales, rompen las cerraduras de las puertas. Corren por dentro y fuera de la casa, rompiendo y tirando basura al jardín. Cada vez que pasan por la puerta la abren de una patada y ya no se puede cerrar sin darle un golpe. El jardín empieza a estar terrible. Lo han convertido en un cementerio de coches. Llevan allí coches viejos y los destrozan. Hay piezas oxidadas por todas partes. Pisan las flores y rompen las ramas de los árboles. Tiran latas de cerveza, bolsas de plástico y periódicos viejos por donde pasan. No hay más que escombros por todas partes. Toda la casa está siendo destrozada sin que les preocupe nada, solamente gritan y se ríen. Es un milagro que todavía sobreviva el girasol, porque destrozan todo lo que es bonito. Seguro que se creen que es una planta cualquiera. Es una suerte que aún no haya florecido. www.lectulandia.com - Página 30

Tampoco se atreve a decirles nada, son mucho mayores que él, casi personas mayores. Y pueden pegarle con toda facilidad. Por otra parte, Elvis no tiene mucha facilidad de palabra y nunca sale bien de las discusiones. No tiene a nadie a quien decírselo. ¡A mamá y a papá no les preocupa la casa! Y las otras personas que conoce están de vacaciones fuera de la ciudad. Hasta Niño está fuera. Da la impresión de que la casa solamente le preocupa a él. Un día que fue a la casa y creía que estaba solo, sucedió algo. De pronto se dio cuenta de que alguien le estaba vigilando. Eso es algo que notaba enseguida. Siempre lo notó, desde que era muy pequeño y dormía en la cuna, se despertaba siempre que alguien le observaba. En este momento estaba en guardia, muy atento. Había un búho en el castaño. Se acercó hasta ponerse debajo. El búho estaba en una rama baja y seguía allí, sin asustarse. Elvis se dio cuenta de que debía de ser el búho amaestrado de Peter. Anda volando por todas partes, en libertad. —¡«Contrabandista»! —dijo. Sabía que el búho se llamaba así. Pensó que Peter no podía andar muy lejos y eso le alegró. —¡«Contrabandista»! —dijo Elvis otra vez. El búho levantó el vuelo y vino hacia él. Elvis se quedó quieto en el sitio, no estaba asustado. «Contrabandista» se posó suavemente sobre su cabeza. Elvis se alegró tanto que se le puso la cara colorada. No hubiera creído nunca que «Contrabandista» se posara en otras cabezas que no fueran la de Peter o la de Julia. Pero el búho se acercó al llamarlo y ahora estaba sobre su cabeza. Elvis no se atrevía a moverse y «Contrabandista» no se movió de allí durante un rato.

www.lectulandia.com - Página 31

De pronto se elevó, voló alrededor de Elvis y se metió por una de las destrozadas ventanas. Elvis corrió detrás. Naturalmente no siguió el mismo camino que «Contrabandista», era demasiado alto, se metió por la puerta. «Contrabandista» se le acercó y se fue volando a una de las habitaciones. Estaba terrible. En el suelo había un armario roto. Parecía como si lo utilizaran para hacer fuego en la chimenea. Había manchas de ceniza por todas partes. Cuando el búho entró volando, levantó una nube de ceniza y polvo. «Contrabandista» se lanzó en picado a un montón de escombros y cogió con el pico una libreta de esas que se usan en la escuela. Con la libreta en el pico se elevó otra vez y se posó nuevamente en la cabeza de Elvis. Elvis se había quitado la gorra para notar mejor las patas de «Contrabandista». Era una sensación muy agradable. Sentía como si tuviera la cabeza llena de risa y notaba un cosquilleo por todo el cuerpo cada vez que «Contrabandista» movía las alas para guardar el equilibrio. Aún tenía la libreta en el pico, colgando justo delante de los ojos de Elvis. Pero de pronto «Contrabandista» perdió la presa y la libreta cayó al suelo. Empezó a moverse en la cabeza de Elvis que no pudo resistir más y rompió a reír. «Contrabandista» se entusiasmó y empezó a botar como una pelota. En ese momento se oyeron pasos. Alguien pisaba la grava del jardín. www.lectulandia.com - Página 32

Elvis pensó si sería Peter. Pero enseguida se dio cuenta, por «Contrabandista», de que no era él. El búho erizó las plumas y se puso en plan amenazador. Ahora estaba en el brazo de Elvis. Justo en el momento en que alguien se acercó a la puerta, se elevó hacia el techo y cuando la puerta se abrió dejando ver una cabeza, «Contrabandista» se lanzó en picado, con tanta fuerza y emitiendo un grito tan terrible que la persona que trataba de entrar escapó aterrorizada. El que venía era uno de los que destrozaban la casa, uno de los peores. «Contrabandista» le persiguió por todo el jardín hasta la calle. Elvis pudo ver por la ventana cómo el gamberro entraba en el coche a toda prisa y salía disparado. Pero «Contrabandista» también desapareció persiguiendo al coche y ya no volvió. Elvis quedó solo. En la casa empezaba a estar bastante oscuro y a Elvis no le apetecía seguir allí más tiempo, porque además hacía frío. Ya se iba hacia la puerta cuando se dio la vuelta. ¡La libreta! Debía de ser de Julia. No podía dejarla allí para que la destrozaran. La recogió del suelo y salió a la calle. Estaba algo rota y sucia por fuera. No tenía nada escrito, solamente en la última página. ¡Qué raro! Julia la había empezado por el final. ¿Sería un secreto? Si era eso, ¿por qué no se la había llevado con ella? Quizá lo había hecho para que nadie leyera lo que había escrito. Era una suerte que la hubiera encontrado él. Eran solamente unas líneas cortas. Las miró un rato, pero no pudo descifrar nada porque no sabía leer. Se metió la libreta dentro de la chaqueta, metió las manos en los bolsillos y se alejó pensando muy seriamente sobre aquello. ¿Tendría que aprender a leer? ¿Cómo lo conseguiría, si aún no iba a la escuela? De pronto se paró en mitad de la calle, se le acababa de ocurrir que, después de todo, él sabía escribir. Y escribir y leer van juntos. Lo único que hay que hacer es saber lo que se escribe. Él sabía escribir su nombre completo. Lo escribió con el pie sobre la tierra: ELVIS KARLSSON. Lo miró y se puso a silbar. No era muy difícil imaginar lo que ponía allí. Al contrario, parecía bastante sencillo. Un día, al llegar a casa, se encontró al abuelo y a la abuela sentados en la cocina. Es el cumpleaños de Juan. El último antes de su marcha. —El sexto —dice la abuela. —Yo tengo también seis años —dice Elvis. Hace tiempo que los cumplió y aún falta bastante para el próximo. Se sintió seguro, todavía no le tocaba a él. A Elvis no le importa celebrar el cumpleaños de Juan. La abuela le dio una caja con galletas que ella misma había hecho, a Juan también se las hacía. Después le dio www.lectulandia.com - Página 33

una caja de color azul oscuro con un rompecabezas. En la caja dice: «Buenos amigos»; la abuela se lo lee. Así se llama el rompecabezas, pero no tiene ningún dibujo para ver lo que va a ser cuando esté terminado. —Ya lo verás cuando lo hagas —le dice el abuelo. —Espero que tenga todas las piezas —dice la abuela—. Aunque estoy casi segura; a Juan le gustó mucho cuando se lo regalamos y lo cuidaba muy bien. Elvis preguntó si se lo habían dado al cumplir los seis años, porque a él le habían regalado uno a los cinco. Elvis era muy bueno haciendo rompecabezas, y aunque el que le habían regalado era bastante complicado para su edad, consiguió hacerlo. —No, a los seis años le regalamos otra cosa —le dice la abuela. —¿Qué? —pregunta Elvis. Parece tan llena de secretos que Elvis está intrigado. Pero el abuelo le dice que ya lo sabrá a su tiempo. —Eso, ya lo sabremos otro día —dice mamá cortando la conversación. Elvis sigue aún más intrigado, ¿qué le regalarían a Juan? Pero no hace más preguntas. Si no quieren decírselo no se lo van a decir. Mamá sirve refrescos y pastas. Hace tanto calor que nadie quiere café. A Elvis le ponen hielo en el zumo, le gusta mucho. La abuela mira a Elvis y dice que es una pena que esté en la ciudad en un día tan bueno, debería estar en el campo. —¿Quieres venirte con nosotros? —le pregunta el abuelo. —Sí —dice mamá—. Es una buena idea. Pero Elvis dice que no, que no tiene tiempo. Precisamente ahora tiene tanto que hacer que no puede salir de la ciudad. —No creo que sea tan importante —dice mamá—. Aprovecha que te invitan a ir al campo y no digas tonterías. Debes ir. Elvis vuelve a decir que no. La abuela no dice nada, cierra la boca y se pone a mirar dentro del vaso, pero el abuelo dice que el único que puede decir lo importante que son sus cosas es el propio Elvis. —Nosotros no queremos obligarte. Sabes que puedes venir cuando quieras. Si no es ahora ya será más adelante, otro día. Entonces la abuela, dejando de mirar al vaso, dice que está bien, que Elvis puede ir cuando quiera. Pero a mamá eso no le parece bien. —No es el niño quien tiene que decidir —dice—. Le mimáis demasiado. —No es mimarlo —responde el abuelo—. No es nada de eso; pero hay que oírle lo que tiene que decir. Ahora no tiene tiempo y eso debe saberlo él mejor que nadie —le dice el abuelo a mamá, y continúa—, cuando tú dices que no tienes tiempo, ¿no quieres que se respete? —Eso es distinto —dice mamá—. No puede compararse con un niño que lo único que hace es andar todo el día corriendo por ahí, perdiendo el tiempo. www.lectulandia.com - Página 34

Pero el abuelo le contesta y le dice que es exactamente igual. Los niños no pierden el tiempo más que los mayores. —¡Claro que sí! —dice mamá. Elvis ha estado callado todo el tiempo, juega con el hielo del vaso y escucha. El abuelo tiene razón y le gusta oírle, pero desearía no estar allí, lo siente por mamá que tiene la cara sofocada. —¡Está bien, no digo más! —dice mamá——. No es bastante con que el niño haga siempre lo que le viene en gana, sino que aún encima le defendéis. Cómo se nota que no vive con vosotros. Está muy irritada. Elvis tiene que hacer algo para terminar con la discusión. Ha estado allí sentado, masticando el mismo trozo de tarta desde hace un rato. Lo traga, pone el vaso en la mesa y dice: —Es el cumpleaños de Juan. Todos se callan, la abuela le coge la mano y le dice que tiene razón. Empiezan a hablar de otras cosas y al cabo de un momento mamá vuelve a estar tranquila. La abuela y mamá van a ir de compras y Elvis y el abuelo se quedarán solos en casa. —Podemos hacer el rompecabezas —dice el abuelo vaciando las piezas encima de la mesa. A Elvis le gusta hacer rompecabezas con el abuelo. Los dos son buenos haciéndolos, pero Elvis es más rápido. Sin embargo, hoy está como distraído. No tiene demasiadas ganas, no sabe lo que le pasa. Por alguna razón no le salen bien las cosas. Y cuando a Elvis no le va bien, al abuelo tampoco. Es extraño, pero es así. Hoy no son capaces de ensamblar las piezas. —¿Qué nos pasa hoy? —dice el abuelo. Elvis busca entre las fichas. Los colores son bonitos. Pero no sabe lo que resultará cuando esté terminado. —¿Fue el último rompecabezas de Juan? —pregunta Elvis. —Sí —le dice el abuelo. —¿Está muerto, verdad? —le pregunta Elvis de repente. —Sí —responde el abuelo. Se callan un momento. —Pero no debemos decírselo a nadie, ¿verdad? —le dice Elvis. —No, es mejor que no lo sepan —dice el abuelo. Quiere decir que es mejor que nadie sepa que Elvis está enterado de que Juan ha muerto. Elvis asiente muy serio. Siguen un rato más con el rompecabezas, pero no consiguen gran cosa. —Por lo visto hoy las cosas no nos salen bien —dice el abuelo. Elvis prueba un par de piezas más y como no casan ya no sigue probando. —¿Sabe cantar Jesús? —pregunta. El abuelo le mira un momento y sonríe. www.lectulandia.com - Página 35

—Eso tienes que preguntárselo a la abuela, ella lo sabe mejor que yo —le responde. Pero entonces se da cuenta de que Elvis pregunta en serio, que nunca pregunta sin necesidad y que nunca se atreverá a preguntarle a la abuela. Por eso debe procurar darle una respuesta adecuada. Puede que sea importante para Elvis. —Bueno, mira —le dice tratando de recordar todo lo que sabe de Jesús—. Espera un momento…

Elvis espera. Mira al abuelo confiado y atento. —No —dice el abuelo finalmente—. Nunca he oído que Jesús tuviera una voz especialmente buena. La Biblia no dice nada sobre eso. Elvis parece satisfecho con la respuesta. —Entonces Juan no tenía ese problema —dice—. ¿Sabía jugar al fútbol? —¿Quién…?, ¿Jesús? —pregunta el abuelo. —No, Juan —le dice Elvis. El abuelo se sonríe levemente, algunas veces tiene un tipo de humor un poco raro. Jesús habría sido un buen portero, solamente habría dejado pasar los goles que hubiese querido. Se ríe hasta ponerse colorado y le dice a Elvis que es mejor que la abuela no se entere de esta conversación. Elvis le promete no decir nada, aunque no está demasiado seguro de haber comprendido.

www.lectulandia.com - Página 36

—Me refiero a Juan —dice. Entonces el abuelo se pone serio. Se da cuenta de que es una conversación importante. —No, Juan no tenía tiempo para jugar al fútbol —dice—. Tenía otras cosas en que pensar. Elvis se siente complacido. El no tener tiempo para jugar al fútbol es algo que también le pasa a él. ¿O eso solamente vale para Juan porque está muerto? —Yo tampoco tengo tiempo para jugar al fútbol —dice Elvis tanteando el terreno. —Te comprendo —le dice el abuelo—. ¿Quién tiene tiempo? Se levanta, va hacia el fregadero y escupe. ¡Si lo viera mamá…! Elvis va detrás y hace lo mismo. Lo hace con tranquilidad y decisión. Pero es demasiado pequeño para alcanzar y escupe contra el borde. —Sí, el fútbol es una mierda —dice mientras limpia el sitio donde escupió. El abuelo no se lo toma a mal. —Depende, si a uno le gusta está bien, pero no a todo el mundo le gusta. Tampoco le gusta a todo el mundo plantar cosas, como a ti y a mí —le dice. —Eso sí que ya no lo entiendo —dice Elvis pensativo. —¿Por qué? —le pregunta el abuelo. —Porque es lógico, todo el mundo debiera estar interesado en semillas y en cosas que crecen. Las semillas tienen algo de secreto. Pero hay mucha gente que ni tan siquiera tiene un secreto. Quizá sea a esos a los que les va bien el fútbol. El abuelo, al igual que Elvis, es de los que tienen secretos. —Eres de esos, ¿no? —le pregunta Elvis. —Naturalmente —contesta el abuelo—. Pero no digas nada. Es mejor que nadie lo sepa, es más prudente, ¿sabes?

www.lectulandia.com - Página 37

O sea, que se creen que Elvis no hace otra cosa que deambular por las calles. Pues que se lo crean si quieren. La verdad es muy otra. Él es una de las personas más ocupadas de la ciudad, siempre lo ha sido y en este momento está más ocupado que nunca. Para empezar, tiene la responsabilidad de la casa de Julia y al mismo tiempo anda a la búsqueda de Peter. En segundo lugar, está tratando de aprender a leer. Además tiene su trabajo normal de cuidar las plantas de la ciudad. Está tan atareado que solamente va por casa un par de veces al día, para comer algo y salir corriendo otra vez a sus ocupaciones. A mamá no le gusta nada todo eso, se empeñó en que Elvis anda por mal camino y se imagina cosas rarísimas. Le vieron por la casa de Julia. Fue una de las amigas de los perros, quien le vio cuando iba paseando al perro y se lo dijo a mamá. Por eso mamá se cree que anda con malas compañías, porque la casa de Julia cogió mala fama, como escondrijo de randas. En casa le tienen prohibido que vaya por allí. Él les ha asegurado una y mil veces que no tiene nada que ver con los randas de la casa, sin resultado alguno. —Tienes que prometer que no vas a ir allí o no te dejo salir de casa —le dice mamá. Pero Elvis no puede prometérselo. Tiene que cuidar el girasol, como sea. La casa también necesita que la vigilen. Por eso no puede prometer nada. Mamá le obliga a quedarse en casa, pero hace tan buen tiempo que al final no tiene más remedio que dejarle salir. Por otra parte, arma tanto revuelo en casa, que mamá muchas veces cierra los ojos para que se escape. Sin embargo, todos los días le dice: —Como vayas por allí llamo a la policía. Elvis tiene que hacer las escapadas a la casa lo más rápido posible. Sabe que tan pronto como papá vuelva del trabajo mamá le mandará allí a buscarle y por eso a esa hora ya tiene que haber terminado. No pueden encontrarle allí. Ya es más que suficiente que desconfíen. Cada vez que llega a casa, mamá le empieza a oler por todas partes. Leyó en el periódico que había niños de la edad de Elvis que ya fumaban y se le metió en la cabeza que a lo mejor él también lo hace y todo le huele a tabaco. Le echa la culpa a papá y quiere que deje de fumar para que le dé ejemplo. Papá se enfada y culpa a Elvis, es inaguantable y además precisamente ahora que está haciendo tantas cosas importantes. Pero no se echa para atrás. Los paseos en busca de Peter es lo que le ocupa más tiempo, parece que es imposible encontrarlo. Ya recorrió toda la ciudad, a todas horas y en todas direcciones, incluso se salió bastante de la ciudad, pero sin éxito. De todas formas Peter no puede andar muy lejos, cuando «Contrabandista» anda por ahí. A no ser que baje a la ciudad de vez en cuando y se marchen otra vez. www.lectulandia.com - Página 38

De Julia tampoco tiene noticias. No sabe dónde puede estar. Pero no puede ser en cualquier sitio, eso lo sabe bien, porque en toda la ciudad no hay ninguna casa que sea tan bonita como la suya. Para Elvis, Julia es la persona más especial y con más clase de todas cuantas conoce. A veces mamá habla de «gente fina», de esa que es «distinguida». En sus revistas hay fotografías de esa gente. Viven en casas muy buenas que son para ellos solos. Muchas veces busca en las revistas de mamá para ver si encuentra a Julia y a su mamá en ellas. Nunca las vio, ni a Peter tampoco. —¿Está toda la gente distinguida aquí? —le preguntó un día a mamá. Por lo visto solamente están los más distinguidos, dice mamá, o sea, que Julia no es de esos. Mejor, porque parece ser que él tampoco es de esa «gente fina». No tenía ni por qué preguntarlo, pero sin saber cómo, ni cómo no, se lo preguntó a mamá, le preguntó si ella y papá eran de esos. Hubiera sido mejor quedarse callado. —¿Con este abrigo que tengo, y con el viejo «Volvo» de papá? ¿Tú te crees que somos finos? —le preguntó mamá como respuesta. Entonces papá se enfadó y dijo que no veía nada raro ni en el abrigo ni en el «Volvo», y se pusieron a discutir, o sea, que fue una tontería por parte de Elvis el sacar a relucir la cuestión. Por otra parte, la mamá de Julia tampoco tiene coche. ¿Qué son los que no son «gente fina»? Un día que estaba solo en casa llamó al abuelo para preguntárselo. El abuelo le dijo que no hay gente fina o gente vulgar, que lo único que hay son personas normales, y el abuelo suele saber las cosas. Pero esta vez Elvis se preguntó si no estaría equivocado. Porque es evidente que Julia es mejor que el resto de las personas. Y no queda ahí la cosa. El abuelo tampoco es ninguna persona corriente. Aunque a lo mejor no sea «distinguido». Cuando Elvis se pone a pensarlo se da cuenta de que no conoce ninguna persona normal, los recorrió a todos y nada, ni uno. La siguiente vez que vio al abuelo se lo dijo. El abuelo le escuchó atentamente y le dijo que estaba de acuerdo, que había entendido perfectamente lo que Elvis quería decir. —Tienes razón —le dijo—. En realidad, solamente hay gente extraordinaria. Me alegro de que te vayas dando cuenta por ti mismo, porque tan pronto como uno lo sabe resulta más fácil llevarse bien con la gente. Sí, uno se debe de poder llevar bien con la gente, como dice el abuelo. Pero ¿cómo va a hacer para llevarse bien con mamá y papá?, no sabe tan siquiera si resultará bien. Se lo dijo a mamá claramente, pero ella se enfadó y le dijo que era un descarado. —No eres tú el que tiene que llevarse con nadie, somos nosotros los que tenemos que preocuparnos de ti, ¿entendido? —le dijo enfadada. Él tan solo quería hablar sobre el caso y tratar de encontrar una solución, pero le salió mal. Tenía que seguir sin meterse en nada, evitándolos al máximo, y eso le www.lectulandia.com - Página 39

resultaba incómodo. Había pensado por un momento en pedir ayuda para aprender a leer, pero se dio cuenta de que no valía la pena. No resultaría bien. Si ahora pidiera ayuda para aprender a leer, empezarían a preguntarle las razones y quizá empezaran a investigar. Y él sabe que la nota de Julia no puede ser vista por cualquiera. Ni tan siquiera se atreve a tenerla en casa. Arrancó la última hoja del cuaderno, la que estaba escrita y la guardó. Se fue hasta el cementerio y desenterró la caja con la piedra, dobló la hoja hasta que pudo meterla en la caja, la puso en el fondo y le colocó la piedra encima. Después, para mayor seguridad, para que no se fuera a caer la tapa, la ató con una cuerda. Hizo otro agujero y enterró la caja otra vez. Así nadie podrá encontrar la nota, está bien segura. Ahora no tiene que preocuparse. De todas formas había aprendido algo: uno tiene que resolver solo sus propios problemas. Tiene muchas ganas de aprender a leer pero tiene que hacerlo con cuidado. Nadie debe saber que lo está haciendo. Necesita algunos periódicos viejos que nadie eche de menos. Cuando sale se los lleva con él. Empieza a probar con los titulares. Pronto conoce las letras que van juntas. Las compara con las de su propio nombre y recorta todas las que se parecen. Hay diez letras distintas. Cuando se las sabe empieza a estudiar los anuncios. Si uno los mira con atención y es un poco inteligente puede sacar mucho de ellos. Lo mismo se puede hacer con los anuncios del correo. Comparando las palabras con los dibujos se van sacando unas detrás de otras. Naturalmente, se equivoca muchas veces y le lleva tiempo, porque tiene que andar con mucho cuidado. Solamente cuando la misma letra aparece repetida en distintos sitios puede uno estar seguro. Pero hay muchas formas de practicar. Elvis va por la calle tratando de conocer las letras de todos los letreros. Entra en las tiendas y mira todo lo que tiene letras y números, no puede olvidarse de los números. Los números son totalmente distintos. Desde luego, aprender a leer lleva tiempo, pero es muy divertido. Elvis ha decidido no volver a ver la nota de Julia hasta que sepa leer alguna cosa. Quiere estar totalmente seguro cuando lea la nota. No pierde el tiempo, mientras va por la calle en busca de Peter aprovecha para ver letras y tratar de formar palabras. La última vez que estuvo en el cementerio fue paseando entre las tumbas, leyendo las lápidas. Allí hay montones de letras y números. Consiguió leer varios nombres.

www.lectulandia.com - Página 40

El primero fue: JUAN. Tuvo un sentimiento raro cuando de pronto lo vio. ¿Estaría Juan allí? Nunca se le había ocurrido. Creía que estaría en el pueblo, cerca de los abuelos. Entonces vio que ponía Juan en más lápidas, tantas que no podía ni contarlas. Había muchos Juanes muertos. Sin embargo, no había ningún Elvis. Miró todas las lápidas. No vio ningún Elvis por ninguna parte. ¡Qué raro! Se quedó muy extrañado, aquello era muy raro. Entonces se fijó en que había muchas tumbas sin lápida. Esa tenía que ser la razón. Debía ser en esas tumbas donde estaban enterrados los Elvis. Pero ¿por qué no tenían lápida? ¿Era una injusticia o es que no la habían querido? Resultaba difícil de saber, él mismo no estaba seguro de lo que le gustaría, ni tan siquiera tenía una idea formada sobre las lápidas. Pero semillas sí que tendrían. Se fue a la tienda más próxima, compró una bolsa de semillas de amapola y las plantó en todas las tumbas que no tenían lápida, también en las que tenían cruz sin lápida, para estar seguro de que ningún Elvis se quedaría sin ellas. Pero después tuvo mala conciencia por Juan. Le habían dado todas sus ropas y un montón de juguetes. Además de la llave y de la pieza del rompecabezas. Allí estaba, vestido con sus ropas y se había olvidado de comprar semillas. Eso no estaba bien. Porque estaba, de verdad, orgulloso de las ropas, aunque ellos no lo creyeran, porque habían sido de alguien que ya no estaría más, que estaba muerto.

www.lectulandia.com - Página 41

Tenía que pagarle a Juan de alguna forma, era lo menos que podía hacer. Salió corriendo a comprar más semillas, pero no de amapola. Las amapolas son flores rojas, grandes y alegres que se deshojan con el viento y desaparecen pronto. Lucen mucho, pero no duran. Compró semillas variadas para tener muchas clases distintas de flores, y así cuando unas flores se marchitasen saldrían otras y después otras. De esta forma, habría flores durante mucho tiempo en todos los Juanes. Quizá incluso hasta el otoño.

www.lectulandia.com - Página 42

Aunque ya es bastante tarde, todavía hace sol. Es verano y en el campo hace muy buen tiempo, por eso a Elvis le apetece ir, aún a sabiendas de que no tiene tiempo. Van a pasar el fin de semana, hasta el lunes por la mañana. Hoy es viernes. Elvis prepara su equipaje. Hacer un equipaje es muy interesante. Mamá nunca sabe lo que va a llevar, pero Elvis lo sabe perfectamente. Llenar su bolsa es para él algo muy sencillo y rápido, sin embargo, a mamá le lleva mucho tiempo. Papá va de la casa al coche con las cosas que van a llevarse, está bastante impaciente porque mamá no acaba nunca. Mamá se pone nerviosa porque papá le apura y «Laila» gruñe porque mamá no le hace caso. Elvis conoce todo esto de otras veces y sabe que lo mejor es no meterse en el medio, por eso ya está sentado en el coche. Mira por la ventanilla. En la calle hay varios niños jugando, no los conoce. Les ve todos los días y ellos le ven a él. Pero no se miran. Quizá nunca llegue a conocerlos, piensa Elvis. Sobre todo después de lo que pasó aquella vez. Ya hace tiempo. Un día, cuando iba por la calle vio a dos niños que no había visto antes. Ya iban a la escuela, lo notó porque llevaban cartera y eran mayores que él. Cómo fue, no puede acordarse. El caso es que se puso delante de ellos y les dijo que no los había visto antes. En aquellos tiempos hacía cosas así de vez en cuando, pero ahora piensa las cosas dos veces antes de hacerlas. Al principio, los niños le miraron, pero no directamente a los ojos. Le miraron de arriba abajo, por delante y por detrás, la ropa y la gorra. —¿Qué es lo que llevas puesto? —dijo uno de los niños. Como es lógico, Elvis se lo dijo, le dijo que eran las ropas de Juan, que se las habían dado porque Juan estaba muerto. Entonces empezaron a señalarlo y a reírse. Repetían todo lo que les había dicho, que no los había visto antes y que era la ropa de Juan y que Juan estaba muerto. Eran muy extraños. Ninguno de ellos le miraba a los ojos, como hace uno cuando quiere conocer a alguien igual que hacen los animales. Entonces se marchó. Pero le siguieron, diciéndole todo el tiempo las mismas cosas. Fueron juntándose más y más niños, hasta que se formó un grupo bastante grande detrás de él, todos gritando y diciendo las mismas cosas, imitándole. Estaba bastante asustado y sin saber qué hacer. Si echaba a correr, ellos también corrían detrás. Si decía algo, no le contestaban, repetían lo mismo. Todo lo que hacía lo imitaban ellos, pero ya no se reían, parecía como si se hubieran enfadado con él. Se le acercaban cada vez más, los tenía casi pegados y echó a correr. Ellos también empezaron a correr, cada vez más enfadados. Alguien le golpeó con la cartera y se tambaleó. Entonces le golpearon otra vez y al caer al suelo empezaron a tirarle las carteras con todas sus fuerzas. En ese momento apareció Julia corriendo. Elvis aún no la conocía, solamente la había visto. Pero ella le ayudó a levantarse y le dijo que se marchara. No se fue enseguida. Entonces ella le dijo otra vez que se fuera y él no se atrevió a www.lectulandia.com - Página 43

desobedecerla. No supo lo que sucedió a continuación, solamente les oyó discutir y notó que Julia estaba encolerizada. Nunca quiso preguntarle a Julia lo que había sucedido, ni aún después, cuando ya la conocía. Fue Julia la que le habló a él, cuando se encontraron otra vez. Sin embargo, con Peter no habló nunca. Peter le decía hola de vez en cuando, pero como Elvis nunca le contestaba, porque se sentía un poco intimidado, Peter dejó de saludarle. Pero de todas formas se miran directamente a los ojos, o sea, que de alguna forma se conocen. Por lo menos un poco. Pero a los niños no, a los niños no los conoce ni tan siquiera un poco. Sentado en el coche Elvis está pensando en todo esto mientras espera a papá y mamá. Por fin ya están listos. Mamá viene con «Laila» y se sienta al lado de Elvis. Papá se sienta solo al volante y pone el coche en marcha. Es viernes por la tarde y se van al campo. Por la mañana hace sol. Mamá y papá están de muy buen humor. Desayunan en el jardín y hacen muchas bromas. Hoy están verdaderamente amables. Después del desayuno van a ir a bañarse al lago. A Elvis le gustaría acompañarlos, más que nada por hacerles un favor, pero no puede. Tiene una idea metida en la cabeza. Eso le pasa muchas veces, que quiere hacer lo que ellos dicen, pero no puede. En esas ocasiones le resulta difícil decidir lo que es más importante. Por eso los observa bien antes de decir nada. Ahora están alegres, ¿se enfadarán si no va con ellos?, en ese caso tendrá que acompañarlos. Pero si siguieran igual de contentos, entonces la idea sería más importante y no iría con ellos. Tiene que dar con la respuesta. Ya han cogido los bañadores y están listos para marchar. —¡Vamos, Elvis! —dice mamá. —¡Venga, corre! —le dice papá. «Laila» está saltando alrededor de ellos. Se les ve muy contentos al sol. Sí, se tiene que ir con ellos. Ahora no puede contrariarlos, es demasiado tarde. La idea tendrá que esperar. Se va corriendo detrás de ellos. En el lago se lo pasan bien. Papá trata de enseñarle a nadar, la experiencia sale mal, muy mal. No se atreve a levantar los pies del suelo, aún sabiendo que papá le aguanta. De todas formas papá no se enfada. Solamente se ríe y mamá también. El mismo Elvis se ríe. Hoy se ríen todos. Pero cuando después de comer, mamá y papá cogen el coche para bajar al pueblo, Elvis no quiere ir. Ahora le toca dedicarse a sus cosas. Ellos no se enfadan. —¡Qué tonto!, quedarse aquí encerrado, con el día tan bueno que hace —dice mamá, y ni tan siquiera se molesta cuando Elvis le dice que también ellos están encerrados en el coche. Hoy se ríen de todo. Algunas veces pasa eso, son los días mejores.

www.lectulandia.com - Página 44

Cuando Elvis se queda solo, cierra todas las puertas y ventanas de la casa, para sentirse en la mayor intimidad. Después coge el último rompecabezas de Juan, el que se llama «Buenos amigos», se va a la cocina y vacía todas las piezas en el suelo. La casa está tranquila y silenciosa, solamente se oye el reloj de la cocina. Es el ambiente apropiado para armar un rompecabezas. Está tumbado boca abajo y empieza palpando las piezas. Así hace siempre que se toma un rompecabezas en serio, para familiarizarse con las piezas. Las coge una por una y sigue las formas con la punta de los dedos, las aprieta en la palpa de la mano para conocerlas al tacto. Después las huele, observa bien los colores y las va poniendo en grupos que cree pueden ir juntos. Después de todo esto es cuando empieza a juntarlas. Hoy no hay ningún problema, parece que las piezas se juntan solas, tan fácilmente como si fuera un sueño. Y de pronto allí está el cuadro terminado. Solamente falta una pieza pequeña. Pero se puede ver perfectamente lo que es. Dos caballos, uno blanco y otro negro, tienen la cabeza levantada y se miran pensativos. Sobre ellos está el cielo, están en el patio de una granja, alrededor todo es verde. Es un cuadro realmente bonito. Elvis se pone a buscar la pieza que falta. Debe de estar por algún sitio, seguramente se extravió al vaciar la caja. Mira debajo de la mesa y de las sillas, dentro de la caja. ¿Dónde podrá estar? No hay forma de encontrarla. La abuela temía que faltara alguna pieza. Tenía razón. Es una pena, una verdadera pena. El caballo blanco, sin la última pieza, no tiene cara. Elvis miró apenado el cuadro. Se asoma a la ventana de la cocina. Es agradable mirar desde la ventana. Podría quedarse así mucho tiempo. De pronto algo se movió allí abajo. Puede verse algo blanco. Se queda quieto, sin moverse para nada. El sol brilla, y, sin embargo, le parece como si una nube blanca y fría lo envolviera todo. Pero la nube está realmente dentro de Elvis. La tiene dentro del pecho. Él sabe por qué, lo sabe muy bien. Todavía no la ve, pero… Es «Bisi», que se mueve por entre la hierba, allí afuera. Salta al camino y se pone a mirar a la ventana donde está él. Sus ojos se encuentran a través del cristal. Se oye el tic-tac del reloj de la cocina. Pero el tiempo parece pararse. No hay ni minutos ni segundos. «Bisi» y Elvis no dejan de mirarse.

www.lectulandia.com - Página 45

Volvía a sentir el dolor y la pena de cuando le quitaron a «Bisi». Es como si le cayera una tormenta encima. Pero se va animando a medida que le mira a los ojos, la pena va desapareciendo poco a poco. Es una suerte que se puedan comunicar con los ojos, porque si no, si ella se fuera, le quedaría el dolor allí dentro clavado. Se alegra de que ella comprenda que tiene que quedarse hasta que él se calme. A lo mejor a ella le pasa lo mismo… Un poco después «Bisi» mueve las orejas y se va por entre la hierba. Elvis se separa de la ventana. Ahora ya está contento. Ya no siente aquel dolor, solamente está un poco nervioso interiormente, cómo si tuviera una herida recién curada dentro del pecho. Vuelve al rompecabezas. Mira pensativo al caballo, sin cara ni ojo… ¡Eso es! Ya lo tiene… Sale corriendo hacia la leñera, se va directamente hacia los troncos. En la última fila, debajo de todo. Quita un tronco y coge la caja con la pieza del rompecabezas y la llave. Pero la llave, por el momento, tendrá que quedarse allí. Hasta que le llegue la ocasión. Vuelve corriendo con la pieza y deja la puerta abierta, se olvida de cerrarla. Ya en la cocina se queda un rato de pie, mirando al cuadro. Tiene la pieza en la mano, sigue el perfil con la punta de los dedos. No hay duda alguna. La cabeza del caballo con su ojo negro estaba allí, esperando durante años. Se pone de rodillas y coloca la última pieza. Es como un milagro. Todo el cuadro cambia, el ojo del caballo le está mirando. En ese mismo momento se le acerca «Bisi», está a su lado, podría alargar la mano y acariciarla, pero no lo hace, no quiere molestarla. Ella también está mirando el

www.lectulandia.com - Página 46

cuadro, sus ojos verdes brillan. Es un momento muy importante. La perfección está muy cerca. Lo presiente. Pasa un rato, largo… Un coche entra en el jardín. «Bisi» se asusta y desparrama las piezas del rompecabezas. «Bisi» sale como una flecha por la puerta. Elvis se apresura a recoger todas las piezas y guardarlas. Ya están de vuelta.

www.lectulandia.com - Página 47

Aunque ya es bastante tarde, todavía hace sol. Es verano y en el campo hace muy buen tiempo, por eso a Elvis le apetece ir, aún a sabiendas de que no tiene tiempo. Van a pasar el fin de semana, hasta el lunes por la mañana. Hoy es viernes. Elvis prepara su equipaje. Hacer un equipaje es muy interesante. Mamá nunca sabe lo que va a llevar, pero Elvis lo sabe perfectamente. Llenar su bolsa es para él algo muy sencillo y rápido, sin embargo, a mamá le lleva mucho tiempo. Papá va de la casa al coche con las cosas que van a llevarse, está bastante impaciente porque mamá no acaba nunca. Mamá se pone nerviosa porque papá le apura y «Laila» gruñe porque mamá no le hace caso. Elvis conoce todo esto de otras veces y sabe que lo mejor es no meterse en el medio, por eso ya está sentado en el coche. Mira por la ventanilla. En la calle hay varios niños jugando, no los conoce. Les ve todos los días y ellos le ven a él. Pero no se miran. Quizá nunca llegue a conocerlos, piensa Elvis. Sobre todo después de lo que pasó aquella vez. Ya hace tiempo. Un día, cuando iba por la calle vio a dos niños que no había visto antes. Ya iban a la escuela, lo notó porque llevaban cartera y eran mayores que él. Cómo fue, no puede acordarse. El caso es que se puso delante de ellos y les dijo que no los había visto antes. En aquellos tiempos hacía cosas así de vez en cuando, pero ahora piensa las cosas dos veces antes de hacerlas. Al principio, los niños le miraron, pero no directamente a los ojos. Le miraron de arriba abajo, por delante y por detrás, la ropa y la gorra. —¿Qué es lo que llevas puesto? —dijo uno de los niños. Como es lógico, Elvis se lo dijo, le dijo que eran las ropas de Juan, que se las habían dado porque Juan estaba muerto. Entonces empezaron a señalarlo y a reírse. Repetían todo lo que les había dicho, que no los había visto antes y que era la ropa de Juan y que Juan estaba muerto. Eran muy extraños. Ninguno de ellos le miraba a los ojos, como hace uno cuando quiere conocer a alguien igual que hacen los animales. Entonces se marchó. Pero le siguieron, diciéndole todo el tiempo las mismas cosas. Fueron juntándose más y más niños, hasta que se formó un grupo bastante grande detrás de él, todos gritando y diciendo las mismas cosas, imitándole. Estaba bastante asustado y sin saber qué hacer. Si echaba a correr, ellos también corrían detrás. Si decía algo, no le contestaban, repetían lo mismo. Todo lo que hacía lo imitaban ellos, pero ya no se reían, parecía como si se hubieran enfadado con él. Se le acercaban cada vez más, los tenía casi pegados y echó a correr. Ellos también empezaron a correr, cada vez más enfadados. Alguien le golpeó con la cartera y se tambaleó. Entonces le golpearon otra vez y al caer al suelo empezaron a tirarle las carteras con todas sus fuerzas. En ese momento apareció Julia corriendo. Elvis aún no la conocía, solamente la había visto. Pero ella le ayudó a levantarse y le dijo que se marchara. No se fue enseguida. Entonces ella le dijo otra vez que se fuera y él no se atrevió a www.lectulandia.com - Página 48

desobedecerla. No supo lo que sucedió a continuación, solamente les oyó discutir y notó que Julia estaba encolerizada. Nunca quiso preguntarle a Julia lo que había sucedido, ni aún después, cuando ya la conocía. Fue Julia la que le habló a él, cuando se encontraron otra vez. Sin embargo, con Peter no habló nunca. Peter le decía hola de vez en cuando, pero como Elvis nunca le contestaba, porque se sentía un poco intimidado, Peter dejó de saludarle. Pero de todas formas se miran directamente a los ojos, o sea, que de alguna forma se conocen. Por lo menos un poco. Pero a los niños no, a los niños no los conoce ni tan siquiera un poco. Sentado en el coche Elvis está pensando en todo esto mientras espera a papá y mamá. Por fin ya están listos. Mamá viene con «Laila» y se sienta al lado de Elvis. Papá se sienta solo al volante y pone el coche en marcha. Es viernes por la tarde y se van al campo. Por la mañana hace sol. Mamá y papá están de muy buen humor. Desayunan en el jardín y hacen muchas bromas. Hoy están verdaderamente amables. Después del desayuno van a ir a bañarse al lago. A Elvis le gustaría acompañarlos, más que nada por hacerles un favor, pero no puede. Tiene una idea metida en la cabeza. Eso le pasa muchas veces, que quiere hacer lo que ellos dicen, pero no puede. En esas ocasiones le resulta difícil decidir lo que es más importante. Por eso los observa bien antes de decir nada. Ahora están alegres, ¿se enfadarán si no va con ellos?, en ese caso tendrá que acompañarlos. Pero si siguieran igual de contentos, entonces la idea sería más importante y no iría con ellos. Tiene que dar con la respuesta. Ya han cogido los bañadores y están listos para marchar. —¡Vamos, Elvis! —dice mamá. —¡Venga, corre! —le dice papá. «Laila» está saltando alrededor de ellos. Se les ve muy contentos al sol. Sí, se tiene que ir con ellos. Ahora no puede contrariarlos, es demasiado tarde. La idea tendrá que esperar. Se va corriendo detrás de ellos. En el lago se lo pasan bien. Papá trata de enseñarle a nadar, la experiencia sale mal, muy mal. No se atreve a levantar los pies del suelo, aún sabiendo que papá le aguanta. De todas formas papá no se enfada. Solamente se ríe y mamá también. El mismo Elvis se ríe. Hoy se ríen todos. Pero cuando después de comer, mamá y papá cogen el coche para bajar al pueblo, Elvis no quiere ir. Ahora le toca dedicarse a sus cosas. Ellos no se enfadan. —¡Qué tonto!, quedarse aquí encerrado, con el día tan bueno que hace —dice mamá, y ni tan siquiera se molesta cuando Elvis le dice que también ellos están encerrados en el coche. Hoy se ríen de todo. Algunas veces pasa eso, son los días mejores.

www.lectulandia.com - Página 49

Cuando Elvis se queda solo, cierra todas las puertas y ventanas de la casa, para sentirse en la mayor intimidad. Después coge el último rompecabezas de Juan, el que se llama «Buenos amigos», se va a la cocina y vacía todas las piezas en el suelo. La casa está tranquila y silenciosa, solamente se oye el reloj de la cocina. Es el ambiente apropiado para armar un rompecabezas. Está tumbado boca abajo y empieza palpando las piezas. Así hace siempre que se toma un rompecabezas en serio, para familiarizarse con las piezas. Las coge una por una y sigue las formas con la punta de los dedos, las aprieta en la palpa de la mano para conocerlas al tacto. Después las huele, observa bien los colores y las va poniendo en grupos que cree pueden ir juntos. Después de todo esto es cuando empieza a juntarlas. Hoy no hay ningún problema, parece que las piezas se juntan solas, tan fácilmente como si fuera un sueño. Y de pronto allí está el cuadro terminado. Solamente falta una pieza pequeña. Pero se puede ver perfectamente lo que es. Dos caballos, uno blanco y otro negro, tienen la cabeza levantada y se miran pensativos. Sobre ellos está el cielo, están en el patio de una granja, alrededor todo es verde. Es un cuadro realmente bonito. Elvis se pone a buscar la pieza que falta. Debe de estar por algún sitio, seguramente se extravió al vaciar la caja. Mira debajo de la mesa y de las sillas, dentro de la caja. ¿Dónde podrá estar? No hay forma de encontrarla. La abuela temía que faltara alguna pieza. Tenía razón. Es una pena, una verdadera pena. El caballo blanco, sin la última pieza, no tiene cara. Elvis miró apenado el cuadro. Se asoma a la ventana de la cocina. Es agradable mirar desde la ventana. Podría quedarse así mucho tiempo. De pronto algo se movió allí abajo. Puede verse algo blanco. Se queda quieto, sin moverse para nada. El sol brilla, y, sin embargo, le parece como si una nube blanca y fría lo envolviera todo. Pero la nube está realmente dentro de Elvis. La tiene dentro del pecho. Él sabe por qué, lo sabe muy bien. Todavía no la ve, pero… Es «Bisi», que se mueve por entre la hierba, allí afuera. Salta al camino y se pone a mirar a la ventana donde está él. Sus ojos se encuentran a través del cristal. Se oye el tic-tac del reloj de la cocina. Pero el tiempo parece pararse. No hay ni minutos ni segundos. «Bisi» y Elvis no dejan de mirarse.

www.lectulandia.com - Página 50

Volvía a sentir el dolor y la pena de cuando le quitaron a «Bisi». Es como si le cayera una tormenta encima. Pero se va animando a medida que le mira a los ojos, la pena va desapareciendo poco a poco. Es una suerte que se puedan comunicar con los ojos, porque si no, si ella se fuera, le quedaría el dolor allí dentro clavado. Se alegra de que ella comprenda que tiene que quedarse hasta que él se calme. A lo mejor a ella le pasa lo mismo… Un poco después «Bisi» mueve las orejas y se va por entre la hierba. Elvis se separa de la ventana. Ahora ya está contento. Ya no siente aquel dolor, solamente está un poco nervioso interiormente, cómo si tuviera una herida recién curada dentro del pecho. Vuelve al rompecabezas. Mira pensativo al caballo, sin cara ni ojo… ¡Eso es! Ya lo tiene… Sale corriendo hacia la leñera, se va directamente hacia los troncos. En la última fila, debajo de todo. Quita un tronco y coge la caja con la pieza del rompecabezas y la llave. Pero la llave, por el momento, tendrá que quedarse allí. Hasta que le llegue la ocasión. Vuelve corriendo con la pieza y deja la puerta abierta, se olvida de cerrarla. Ya en la cocina se queda un rato de pie, mirando al cuadro. Tiene la pieza en la mano, sigue el perfil con la punta de los dedos. No hay duda alguna. La cabeza del caballo con su ojo negro estaba allí, esperando durante años. Se pone de rodillas y coloca la última pieza. Es como un milagro. Todo el cuadro cambia, el ojo del caballo le está mirando. En ese mismo momento se le acerca «Bisi», está a su lado, podría alargar la mano y acariciarla, pero no lo hace, no quiere molestarla. Ella también está mirando el

www.lectulandia.com - Página 51

cuadro, sus ojos verdes brillan. Es un momento muy importante. La perfección está muy cerca. Lo presiente. Pasa un rato, largo… Un coche entra en el jardín. «Bisi» se asusta y desparrama las piezas del rompecabezas. «Bisi» sale como una flecha por la puerta. Elvis se apresura a recoger todas las piezas y guardarlas. Ya están de vuelta. —¿Has estado aquí dentro todo el tiempo? —le pregunta mamá—. ¿Con el buen día que hace?

www.lectulandia.com - Página 52

Ahora es peligroso ir a casa de Julia. Elvis tiene ocasión de comprobarlo. Cuando entra en el jardín siempre lo hace con mucho cuidado, para no encontrarse con nadie. Se pasa fuera un rato y espera, para estar seguro de que no hay nadie. Hoy hace lo mismo. Parece que todo está tranquilo, entra en el jardín y se pone a trabajar. Se pone muy contento cuando ve que el girasol sigue creciendo. Ya empieza a estar muy bonito y es más alto que él. Además parece que empieza a salirle la flor. Tiene que verla. Mira a su alrededor, hay una caja de cerveza allí tirada en la hierba. Si se sube a ella quizá alcance a ver la punta del girasol y el brote. Seguro que fueron los randas los que tiraron la caja. Podían haberla quemado en la chimenea, en vez de quemar el armario, piensa Elvis. De todas formas, la coge para subirse a ella y ver el girasol. Al subirse a la caja se da cuenta de que no está solo. Al lado del girasol hay una ventana. Alguien saca por ella un atizador, Elvis no puede evitarlo y el atizador le da en el pecho, con tanta fuerza que lo tira de espaldas al suelo. Antes de tener tiempo de levantarse y escapar, ve que se le echan encima tres de los randas, dos chicos y una chica, son mucho mayores que él, son casi personas mayores. Los ve salir por la ventana, uno detrás de otro.

Los tres se le echan encima. —¿Qué andas buscando por aquí, imbécil? —le gritan.

www.lectulandia.com - Página 53

Entonces le dan patadas y le escupen. No puede levantarse, tan pronto como lo intenta le tiran otra vez. El suelo está mojado, ha estado lloviendo y el día está gris y húmedo. —¿Qué vamos a hacer con el crío? —dice uno de los chicos—. Si lo dejamos marchar va a ir por ahí con el cuento. —¡Como lo hagas somos capaces de matarte! —le dice la chica. La chica hace un haz de ramas. —¿Sabes lo que es esto? —le pregunta—. Es para quitarle a los niños las ganas de espiar. Sabemos dónde vives, o sea, que será mejor que te andes con cuidado. —No podemos soltarlo —dice uno de los chicos—. Seguro que se irá de la lengua. —¡No lo haré!, ¡lo prometo! —dice Elvis. —¡Cállate! —le dice uno de los chicos. —No sabe quiénes somos —dice el otro chico, que parece menos brusco que los otros—. No importa demasiado si dice algo. Por otra parte, aquí no podemos dejarlo, sería demasiado complicado. ¡Dejadlo ir! La chica acerca las ramas a la cara de Elvis. —¡Mira bien esto! —le dice moviéndolas con fuerza delante de la cara de Elvis. El chico más agresivo se agacha y empieza a tirarle de los pantalones. —Unos buenos azotes no le vendrán mal —dice—. Así sabrá lo que puede pasarle si dice algo. Vamos a quitarle los pantalones. Pero Elvis no tiene intención de dejarse. Empieza a patear, a morder y a revolverse como una fiera acorralada. Se revuelve con tanta fuerza que los coge por sorpresa. Al chico le da una patada tan fuerte en la cara que le suelta diciendo una palabrota. La chica tiene el pelo largo y Elvis se agarra a él con fuerza, pero ella le da un golpe con las ramas en la cara y tiene que soltarla, de todas formas no se deja vencer y sigue peleando. En mitad de la pelea entra un coche en el jardín. Los tres dejan la pelea y desaparecen dentro de la casa. Elvis se queda solo y aprovecha la oportunidad para ponerse de pie. Pero no sabe hacia dónde ir. No sabe quién está en el coche. Al principio piensa en ir hacia él, pero duda y tiene suerte, porque de pronto ve a los otros tres dirigirse hacia el coche. Conocen al del coche, por allí no puede escaparse. Elvis se esconde detrás de una esquina de la casa, puede verlos sin ser visto. Se da cuenta de que están contándole al del coche lo sucedido, porque hablan y hacen señas. El nuevo sale del coche y parece muy enfadado. —¡Idiotas!, sabéis perfectamente que no debéis dejarle escapar —dice con rabia. Los otros se van hasta la verja, creen que Elvis se fue por allí. —No puede haber ido lejos —dice la chica. Todos, menos el del coche, salen a la calle; el tipo del coche se queda allí, fumando. Elvis sigue escondido en el mismo sitio. ¿Cómo terminará todo? No puede escaparse. Aun en el caso de poder burlar al chico que está fumando, no podrá www.lectulandia.com - Página 54

escapar de los otros tres cuando vuelvan. Volverán pronto, tan pronto como se den cuenta de que no está en la calle. Tiene que esconderse aquí, aún está a tiempo. Pero ¿dónde? Si se queda en el jardín lo verán. A poco que busquen lo encontrarán. No hay ningún sitio apropiado. Tiene que esconderse dentro de la casa. No le apetece mucho, pero es el sitio más seguro. Nunca se les ocurrirá pensar que se atrevió a esconderse allí mismo. Se pone a mirar la pared para ver si encuentra un sitio para entrar. No, las ventanas están demasiado altas. A la puerta de delante no puede llegar sin que lo vean. Con la puerta de la cocina pasa igual. En la parte de atrás de la casa hay una puerta que da al porche. ¡Si estuviera abierta…! Pero no lo sabe. Vuelve a oír sus voces, ya están de vuelta. Elvis se va a la parte de atrás. Sube al porche y corre hacia la puerta. No se abre. ¡Está perdido! Con todas sus fuerzas se cuelga de la manilla con las dos manos, desesperado. Hace un último intento, haciendo fuerza con todo el peso de su cuerpo. Cede y la puerta se abre. La cerradura solamente estaba recia. Entra en la casa, pero con la prisa se deja la puerta abierta y al darse cuenta vuelve corriendo y se cuelga otra vez de la manilla para cerrar. No puede dejarla abierta, porque entonces notarían enseguida que había entrado por allí. Puede oírlos en el jardín. ¡Ojalá no miren dentro de la casa! Las voces suenan acaloradas y de mal humor. Sube por las escaleras y se sienta debajo de una de las destrozadas ventanas de la habitación del fondo del primer piso. Puede oír lo que dicen, cada palabra. —Desapareció como tragado por la tierra —dice uno de los chicos. Pero la chica recorre el jardín buscándolo, lleva las ramas en la mano. —No pudo haber escapado —dice la chica—. Es imposible. Dice que Elvis debe de estar escondido entre alguno de los arbustos del jardín y los otros dos la ayudan a buscarlo. Pero el recién llegado sigue apoyado en el coche, fumando. Después de buscar inútilmente, el tipo del coche empieza a preguntarles, como probándolos. —¿Qué quería el crío? —pregunta. —No lo sé. Espiar, supongo —dicen los otros. Da la impresión de que están atemorizados por el del coche. Es mayor que ellos. Ya es un hombre y además es más alto y fuerte. Tratan de defenderse. Ya le dieron a Elvis lo que se merecía, no se atreverá a decir nada; por otra parte, los niños suelen tener miedo de los guardias. Pero el del coche ni los escucha. —Sois unos malditos idiotas —les dice—. Teníais que dejármelo a mí. Sé muy bien cómo tratar a esa clase de niños. A Elvis le da un escalofrío cuando oye esto. Los otros se defienden, no quieren que les llamen idiotas y empiezan a protestar y a competir sobre quién de ellos www.lectulandia.com - Página 55

manejaría mejor a alguien como Elvis. No es muy agradable oír todo aquello. Elvis está atemorizado, oyendo lo que le harían si lo cogieran. Ahora sabe perfectamente lo que le puede pasar si lo encuentran. ¿Cómo salir de allí? ¿Se marcharán pronto? Pero ellos se toman las cosas con calma. Van a buscar algo al coche y, para empeorarlo todo, entran en la casa. Elvis está atrapado. No tiene posibilidad de poder escapar. Lo único que puede esperar es que se queden en el piso de abajo y no suban. Sigue sentado en el suelo, inmóvil, sin atreverse a mover ni un dedo. Se va calmando poco a poco. Parece que se quedarán abajo. No le queda más remedio que esperar a que se marchen. Lo malo es tener que estar allí sin hacer nada. Sentado como una momia mirando al aire, con todo lo que tiene que hacer. Al otro lado de la habitación hay una revista. ¡Si pudiera cogerla! Podría practicar la lectura, así, por lo menos, no perdería el tiempo del todo. Si probara… Pero la habitación es tan grande. Parece como un mar de grande. De pie no se atreve a ir, puede crujir. Quizá arrastrándose… Empieza a moverse, cruje el piso. Parece que nadie oyó el ruido, pero para mayor seguridad espera un poco. Se echa boca abajo y empieza a arrastrarse, es bastante fatigoso, pero resulta bien. Ya tiene la revista. ¡Bravo! Es una revista del automóvil con muchos coches. Hay «Volvos» como el de papá. «Volvo» es una palabra fácil de leer. Elvis casi se olvida del tiempo. Hasta que empieza a oscurecer no se da cuenta de que se está haciendo tarde. ¿Cuánto tiempo llevará allí sentado? No tiene ni la menor idea. La casa está en silencio. Escucha. ¿Se habrán marchado sin que los oyera? No es posible, un coche no arranca sin hacer ruido. ¿Se habrá quedado dormido? ¿Serán ellos los que se han quedado dormidos? A lo mejor esa es la razón de que todo esté tan silencioso. ¿Qué puede hacer? No puede quedarse allí toda la noche. Pero si están durmiendo abajo no va a poder pasar, se despertarán. Se arrastra hasta la ventana para ver si el coche aún está allí. ¡Qué mala suerte!, no puede ver nada. Afuera está todo blanco. Como si toda la casa estuviera envuelta en una gran nube blanca. ¿Será humo? ¿Estará ardiendo? ¿Habrán puesto fuego a la casa antes de marcharse? Pero si es humo tiene que oler a fuego. Se asoma a la ventana y huele, no huele a nada, solamente se nota humedad. Debe de ser niebla. Entonces…

www.lectulandia.com - Página 56

Tiene que salir de allí. Pero antes tiene que estar seguro de que no están abajo. No puede ver el coche por culpa de la niebla. Se queda allí pensando. Le gustaría que la niebla entrara en la casa, así podría ampararse en ella y pasar por delante de ellos sin que le vieran. La mayoría de las ventanas están rotas, quizá si espera un poco más la niebla entre. Se sienta y espera un rato, y otro… Le entra el sueño y duerme un poco. Cuando despierta ya es casi de noche, sobre todo dentro de la casa. Fuera hay un poco más de luz, pero sigue la niebla. Ya no puede esperar más tiempo. Tiene que hacer algo para marcharse. Se acerca a la puerta y la abre sin hacer ruido. Silencio por todas partes. Va bajando despacio, escalón a escalón. Se para a escuchar en cada peldaño. El corazón le palpita con fuerza. Desearía que latiera en silencio, porque no le deja oír bien. Ya está abajo, puede ver el salón. Se para. Está tan oscuro y lleno de sombras que es difícil saber lo que son personas y lo que son sombras. Pero todo está tranquilo. Ni un movimiento, ni un ruido. Da un paso más, y otro… No pasa nada. Cruza el salón silenciosamente hasta llegar a la puerta. La abre y se queda parado en las escaleras de la entrada. Delante de él hay una cortina de niebla casi negra. La puerta se cierra a sus espaldas. No se mueve, no quiere volver a la casa y no se atreve a seguir adelante. No sabe qué decisión tomar, seguir o volverse. Entonces se acuerda de que tiene una linterna pequeña en el bolsillo. La coge y la enciende. No alumbra gran cosa… Guarda otra vez la linterna y se adentra en la niebla.

www.lectulandia.com - Página 57

Elvis corre unos cuantos pasos… De pronto se encuentra frente a un árbol y tiene que poner las manos para no tropezar con él. No puede ver a dónde va, está tan oscuro y hay tanta niebla… No se ve ni una luz en ninguna parte, se para a escuchar. Silencio por todas partes, parece como si ni la luz ni los sonidos pudieran atravesar la niebla, la niebla lo apaga todo. Se coge al árbol fuertemente, no se atreve a soltarlo. No sabe el tiempo que lleva allí parado, no tiene ni un solo pensamiento en la cabeza, como si la niebla también le tapara los pensamientos. Poco a poco se va dando cuenta de que no puede quedarse parado. Tiene que volver a casa. Se separa del árbol y empieza a andar, con las manos por delante, para no tropezar con nada. Con mucho cuidado, paso a paso va avanzando, orientándose con los pies. Va por la hierba. ¿Va en buena dirección? ¿Cómo puede saberlo? A lo mejor solamente está dando vueltas y vueltas alrededor del mismo sitio. Nota un crujido debajo de los pies, es la grava, tiene la sensación de encontrarse en tierra firme. Ahora sabe que está en el camino, entre la casa y la verja. Si lo sigue podrá llegar alguna vez a la calle. Anda y anda. No sabía que el camino fuera tan largo, parece que no termina nunca. Por la noche todas las cosas son distintas. ¿Dónde estará la verja? ¿La habrá pasado sin darse cuenta? Pero entonces notaría el asfalto en los pies, y no hay, todavía hay grava. A lo mejor quitaron la verja, pata poder pasar con el coche. No, allí está, no está cerrada. Elvis sale y cierra. Bueno, por lo menos ya sabe que se encuentra en la calle. Ahora solo falta cruzar el puente de madera, en ese momento lo está cruzando un coche, va con las luces encendidas y puede verse muy bien. El coche va hacia Elvis, le adelanta lentamente y se para un poco más adelante. Puede que sean los randas que vuelven. No espera a averiguarlo, cruza el puente corriendo cuanto puede, sigue llevando las manos por delante. Ahora ya todo es cuestión de andar. Por las calles se ve mejor, pero tiene que ir por el lado de las casas, para no aparecer en medio de la calle. Las luces de los coches que pasan le molestan. También es desagradable cuando se acaba la acera y tiene que cruzar una calle. Le da la impresión de meterse en una inmensa boca. De vez en cuando se oyen pasos y voces, y se ven figuras que pasan, es todo tan desagradable… Aparece una cara justo delante de la suya, dos ojos le miran fijamente, los ve brillar por un momento. Es otro niño, su cara desaparece antes de que ninguno de los dos tenga tiempo de reaccionar. Elvis se vuelve, pero no ve al niño, y si el otro se vuelve tampoco verá a Elvis. Ninguno de los dos se atreve a llamar al otro. www.lectulandia.com - Página 58

Después de este encuentro Elvis tiene más esperanzas, no está solo, hay otra persona cruzando la niebla.

De vez en cuando pasa por delante de ventanas con luz. Las cosas dejan de ser terroríficas y va perdiendo el miedo, el mundo sigue aquí, no ha desaparecido como parecía. Quizá todo siga siendo igual que antes. Ya pronto estará en casa. La última parte del camino va mucho más rápido. ¡Por fin está delante de la puerta! Se para a escuchar. Por primera vez en su vida desea oír la radio. Pero todo está en silencio. Lo único que oye es una ventana que se cierra en alguna parte. La puerta no está cerrada. No tiene más que empujar y entrar… ¡Qué fácil resulta…! ¡Ningún problema! En estos momentos solamente desea acostarse y dormir. Pero nada más abrir la puerta se da cuenta de que aún le falta un poco. En el centro de la sala, bajo la luz de la lámpara están mamá y papá, mirándole muy serios.

www.lectulandia.com - Página 59

Como si vieran visiones. Sus miradas están llenas de reproche. No dicen nada, ni tan siquiera funcionan la radio ni la televisión. El silencio se le hace a Elvis mil veces más pesado que las palabras. Entonces «Laila» empieza a ladrar y a continuado llueven las preguntas. Elvis parpadea a causa de la luz y se refriega los ojos. Es terrible el sueño que puede entrarle a uno de pronto. Las preguntas le tropiezan en los oídos sin conseguir entrar. Tiene tanto que explicar, tantas cosas. Bosteza un poco. Mamá se le acerca señalando la ropa y empieza a sacudirle el polvo. Mamá le dice que está todo de blanco, ¿qué significa ese polvo blanco? —La niebla —contesta Elvis. —¿Quieres burlarte de nosotros? —Papá parece muy enfadado y le da una sacudida cogiéndolo de un brazo. Mamá cepilla y cepilla. También está enfadada. Los dos le dicen cosas y Elvis hace todo lo posible por despertarse y entender lo que le dicen. Pero es como si la niebla se le hubiera metido en la cabeza, como si estuviera completamente lleno de ella. Tiene la cabeza toda nublada por dentro. No se burla de ellos cuando les dice que las manchas blancas de la ropa son de la niebla. Pero también hay manchas negras y cuando mamá se lo dice le contesta que no es extraño, porque la niebla al principio era blanca y se fue volviendo negra. Es la única respuesta que puede dar. No comprende cómo se pueden enfadar por una cosa que es tan sencilla y evidente. Finalmente le dejan, sigue siendo tan descarado e imposible como siempre, le dicen. Deberían mandarle a la cama sin cena, como castigo. Pero mamá le prepara algo de comer en la cocina, diciéndole que lo hace porque es buena, pero que él no se lo merece. Sin embargo, Elvis no tiene hambre, solamente sueño. Es increíble lo cansado que uno se puede quedar con la niebla. Deja la comida, no puede ni masticar. Al fin puede desnudarse y meterse en la cama, ¿o es mamá la que le desnuda?, ni lo sabe, ya está dormido.

www.lectulandia.com - Página 60

Al otro día ya está despejado otra vez. La niebla ha desaparecido, de su cabeza y de la calle. Hace un día de sol precioso. Papá se levanta temprano y Elvis se levanta con él, están sentados en la cocina, comiendo. Mamá todavía está acostada, papá preparó el desayuno para los dos. Hoy todo parece mejor. En la cocina hay calma y silencio, no hay preguntas. Se está bien con papá por las mañanas. Papá no habla sin necesidad y la radio está apagada. Papá solamente lee el periódico y come. De vez en cuando murmura algo, si el periódico dice alguna tontería sobre deportes, pero no es necesario contestarle, uno puede seguir pensado en sus cosas. Los días de diario por las mañanas se está bien en la cocina con papá, lo malo es cuando se marcha. Elvis siempre trata de salir con él, pero papá no le deja. Normalmente tiene que esperar hasta que mamá se levanta. Es ella la que decide cuándo puede salir. Mamá ha decidido que hoy no puede salir. Se tiene que quedar castigado en su habitación, todo el día. Realmente tendría que haberse quedado en la cama, sería lo justo, y aunque mamá le suaviza el castigo, no le deja salir a la calle, eso sí que no. Hoy no hay manera de convencerla, está muy firme. No es muy cómodo tenerlo en casa todo el día, le dice mamá. Pero es mejor que estar angustiada y preocupada por él. Porque además no quiere decirle dónde ha estado ayer, ni da ninguna explicación de por qué llegó tan sucio y roto. La culpa solo puede echársela a él mismo, le dice mamá. «No me das pena ninguna». —¿No te das cuenta de que solamente queremos tu bien? —le pregunta. Sí, en realidad se da cuenta, y desearía poderle contar todo, pero es imposible. Cuanto más habla mamá, más imposible resulta. —Si no quieres decirlo es que debió de ser algo muy malo —le dice mirándole fijamente. También le dice eso de que si no se lo dice va a arrepentirse, porque ella no se atreverá a dejarle salir más a la calle. Elvis no sabe qué contestar a todo eso. Ya fue bastante malo ayer y si cuenta algo aún será peor hoy. Mamá está de muy mal humor. Es preferible procurar olvidarse de todo. No pensar más en eso. Pero de todas formas dice, con intención de tranquilizar a mamá a sí mismo: —Después de todo no fue peor que lo que pasa en la televisión. Quiere decir que ya han visto cosas mucho peores. Pero eso no tranquiliza a mamá lo más mínimo. Ella y él no parecen hablar la misma lengua, no se entienden. El teléfono no deja de sonar en toda la mañana, mamá se lo cuenta todo a las amigas del teléfono, todas están de acuerdo con ella. Si Elvis fuera hijo de ellas iba a aprender, dice mamá que le dicen todas. Eso suena como una amenaza, pero Elvis no se asusta. Ya lo ha oído más veces. Ni tan siquiera le pregunta qué quieren decir con eso de que «iba a aprender», porque generalmente mamá no sabe qué contestarle. www.lectulandia.com - Página 61

Algunas veces siente pena por mamá, siempre dice las mismas cosas, le gustaría que dijera algo nuevo. Tanto si habla del tiempo como si habla de comida o dinero. Pero, sobre todo, cuando se trata de su educación, siempre repite las mismas cosas, un día detrás de otro. Él ya se sabe todas sus frases de memoria. ¿Cómo no se dará cuenta ella misma? Pero es evidente que no lo hace. Sin embargo, por el tono de voz, parece que dice algo distinto. Es extraño… Mientras mamá está limpiando el cuarto de baño, Elvis trata de hacer una escapada, pero le coge y llega el desastre. Ella se dirige al teléfono. —¡Voy a llamar a la policía! —dice cogiendo el auricular, marca un número y cuando le contestan dice: —¿Es la policía? Al otro lado del teléfono dicen algo. Mamá dice «muy bien, gracias», un par de veces. Después dice que es la señora Karlsson, que llama porque tiene un hijo tan terriblemente difícil que no saca partido de él. El niño se llama Elvis Karlsson. ¡No me diga! ¿Dice que es conocido por la policía? Sí, ¿que es muy conocido por rebelde? Sí, sí. Mamá mira a Elvis con ojos tristes, suspira y continúa hablando: sí, me imagino que eso ya lo sabe él también. Ahora se trata de que sepa lo que ha pasado. Ayer estuvo fuera de casa todo el día y llegó muy tarde, por la noche, todo sucio y con la ropa destrozada. No nos quiso decir dónde había estado, y como comprenderá no es difícil imaginarse que no pudo ser en ningún sitio bueno. Bueno, pues eso no es todo, hoy está intentando todo el tiempo escaparse. Claro, como es lógico no le dejo salir. Pero lo que yo me pregunto es ¿qué puedo hacer?, porque es seguro que tratará de escaparse. ¿Podría la policía ayudarme? Es usted muy amable. Sí, se lo diré…, no sabe usted bien lo difícil que es tratar con niños como Elvis, estoy terriblemente desorientada. A continuación le da las gracias por lo menos un ciento de veces y cuelga el teléfono. Mira para Elvis y le dice: —¡Ya lo oíste! El policía te conoce. Supo enseguida de quién se trataba. Me dijo que era mejor que te anduvieras con cuidado. Va a venir por aquí. Me prometió que vigilaría la calle todo el día. Tan pronto como asomes la nariz por la puerta te llevará a la comisaría. ¡Ya lo sabes! Será mejor que ni tan siquiera lo intentes. Elvis no contesta. Ha estado escuchando la conversación muy intrigado. No es la primera vez que llama a la policía. Ya lo hizo más veces. La policía es una de las amigas del teléfono. Nada más que eso. Por lo visto están de acuerdo en llamarse unas a otras cuando los niños han sido más desobedientes que de costumbre. Es un juego que se traen. Mamá ya ha sido policía más de una vez. Un día qué llamó una de las amigas, mamá trató de aparentar que era un hombre muy enfadado. Después se sonrió y le dijo a Elvis que había tenido que hacer de

www.lectulandia.com - Página 62

policía porque el hijo de la amiga había sido malo. Y después de eso se piensa que se lo puede creer. Eso es pedir demasiado. De todas formas hace como que se cree el juego. Mamá se queda tan satisfecha cada vez que llama «a la policía». Es lo mismo que pasa con papá, cuando se disfraza de Papá Noel y viene después preguntando si ya ha llegado Papá Noel. No quiere defraudarle, pero ya sabe desde el principio que se trata de papá, se le nota demasiado en la voz, de todas formas nunca le dijo nada. Aún piensan que cree en Papá Noel. Sin embargo, es algo distinto, porque lo de Papá Noel lo hacen para darle regalos, pero lo de la policía lo hacen por asustarle. Ya lo ha comentado con el abuelo. El abuelo es el único que sabe que Elvis no se cree esas cosas. Al abuelo le ha pasado lo mismo. Cuando era pequeño lo asustaban con el hombre del saco. Le decían que el hombre del saco se llevaba a los niños malos. Porque en aquel tiempo, y sobre todo en el campo, no había muchos policías, pero había muchos hombres del saco.

El abuelo nunca había tenido miedo del hombre del saco, pero tampoco lo había dicho nunca a nadie. Simplemente pensaba que era una tontería, uno tiene que www.lectulandia.com - Página 63

comprender que los mayores, a veces, se comportan como niños. El abuelo también está de acuerdo en que no se debe desilusionar a la gente y por eso es mejor dejar que papá se divierta con su Papá Noel. Sin embargo, lo de la policía de mamá ya es más dudoso, pero quizá tampoco estuviera demasiado bien el quitarle la ilusión. Lo más importante es que Elvis no se lo crea. Tampoco es necesario que disimule y haga como que tiene miedo. El abuelo cree que es suficiente con que no interrumpa la función. Eso mismo piensa Elvis. Algo hay que aguantar. Uno no puede andarse preocupando por cualquier pequeñez. Por eso, se lo toma con bastante tranquilidad. Después de haber hablado mamá con la policía la mira seriamente, pero no dice nada. —Sí, ¡mírame! —le dice mamá—. ¿Qué tendrás tú que mirar? Después lo mete en la habitación y cierra la puerta. Elvis ya está acostumbrado a que le encierren. Cuando era más pequeño se ponía triste si le encerraban. Pero ya se había acostumbrado. Ahora no le importa demasiado, uno no puede ponerse triste siempre por la misma cosa. Mamá está hablando otra vez por teléfono. Está preocupada por él, es tan terco. Parece que está hablando con la abuela. —Ahora ya no se asusta ni con la policía —suspira mamá—. No puedo con él. Dice que tiene miedo de que nunca le vaya a ir bien en la vida. Eso mismo se lo ha dicho muchas veces a él. A Elvis le desagrada oír eso, porque mamá no lo dice para asustarlo, lo dice porque lo cree en serio. Ella tiene miedo y eso es lo que la pone triste. A Elvis le da pena, porque él no puede hacer nada para ayudarla. Ella cree que él ha nacido por sus culpas, como castigo, y además ni tiene bucles ni sabe cantar. No hay nada que él pueda hacer por ella. El abuelo dice que lo que les pasa, tanto a ella como a papá, es que se han ido a vivir a la ciudad. Dejaron el pueblo en que habían nacido porque se creyeron que la vida era más fácil y mejor en la ciudad. Que encontrarían más gente, podrían pasear por la calle y ver escaparates. Se habían creído que todo iba a ser más alegre y animado. Pero se habían equivocado. Antes de mudarse, mamá era mucho más alegre. Andaba de un lado para otro todo el día y nunca estaba triste. Siempre tenía algo útil que hacer. Pero eso es lo que pasa, dice el abuelo, cuando uno se cree que es más fino sentarse al teléfono y hablar que dar de comer a las gallinas. A Elvis le parece que al abuelo no le gusta que mamá y papá vivan en la ciudad. El abuelo cree que en la ciudad la gente se vuelve nerviosa y excitable. Uno no abandona su lugar de nacimiento, como lo habían hecho papá y mamá, sin pagar por eso de alguna forma. —Esa es la verdad —dice el abuelo—. No tienen motivo para echarte la culpa a ti.

www.lectulandia.com - Página 64

Elvis no sabe qué pensar. El abuelo, por lo general, tiene razón. Pero el cambiarse de sitio no puede ser pecado. —Sí, si uno se equivoca de sitio —dice el abuelo—. Y si además no tiene algo interesante que hacer, entonces es un pecado. Sin embargo, papá trabaja todo el día en la gasolinera y mamá limpia y algunas veces hace pan en casa… Elvis mismo tiene muchas cosas que hacer en la ciudad. Las semillas que planta, por ejemplo, son más necesarias en la ciudad que en el campo. De todas formas, a lo mejor el abuelo tiene razón… En el campo, mamá no repite siempre lo mismo. Nunca tiene miedo de dejar salir a Elvis. Puede salir tan pronto como se levanta. Ella no está tan angustiada ni dice nunca que a Elvis le va a ir mal en la vida. En el fondo a Elvis le da igual el campo que la ciudad. No ve la diferencia. Por otra parte, también está seguro de que no todo le va a ir mal. Confía en sí mismo. Ellos pueden decir lo que quieran. Algo en su interior le dice: Yo sé lo que sé. Ellos no lo saben, pero yo soy yo, y ellos son ellos. Punto final. De alguna forma esto tiene que ver con el Secreto y no tiene por qué preocuparse en tanto siga conservando el Secreto. Si pudiera hacer que mamá comprendiera esto, seguro que se tranquilizaría. ¡Si ella también tuviera un Secreto…! Papá, por lo menos, tiene el fútbol, pero mamá…, ¡pobre!, solamente tiene a «Laila».

www.lectulandia.com - Página 65

Elvis sigue encerrado. Mamá le dejó salir para comer con ella en la cocina y después le volvió a mandar a la habitación. Hoy no hay forma de convencer a mamá, se la nota muy preocupada. —No creas que me gusta hacer esto —le dice—. Me disgusta tanto como a ti, pero ¿qué puedo hacer? Tienes que aprender que no es bueno para ti el andar de golfo por ahí. ¿No lo comprendes? A Elvis le gustaría comprenderlo, pero no puede. Anda por la habitación, se pasea por entre las camas. Las de papá y mamá están a un lado de la habitación y la suya, más pequeña, al otro lado. Hay un pasillo entre las camas. Mamá y papá tienen una mesilla de noche cada uno, también hay una mesa de escritorio y dos sillas. No tiene nada que hacer. Los juguetes están en una caja debajo de la cama, pero no tiene ganas de cogerlos. Cuando los coge suele jugar con ellos en la cocina, en el salón no le dejan jugar. El salón tiene que estar siempre arreglado, allí solamente se puede ver la televisión. En una de las sillas está el viejo oso de Juan, nadie sabe cómo se llama. Resulta muy extraña que Juan nunca se lo hubiera dicho a nadie. La abuela cree que no le había dado ningún nombre… Pero eso no es posible, seguro que sí, que lo tiene. Elvis coge el oso y lo mira atentamente. Desearía saber cómo se llama. Se le debería notar en algo, en la nariz, en las orejas, en los ojos… Pero la nariz no dice nada. La nariz nunca ha dicho su nombre, eso se le nota enseguida, lo único que dijo fue «Juan», pero fue solamente una vez y ya hace mucho tiempo. Ahora está callada. Nunca ha dicho «Elvis». ¿Las orejas? Deben haber oído su nombre miles de veces, ya deberían tener hasta la forma del nombre. Pero nada, solamente son redondas y suaves, pero no dicen nada. Están derechas, como si esperaran oír algo, la voz de Juan, seguramente. A lo mejor se preguntan dónde está. Pero a Elvis no le escuchan. ¿Y los ojos? Elvis lleva el oso hasta la ventana para poderlo ver mejor. Las pupilas son negras y bastante grandes. Alrededor tienen un alegre círculo amarillo. ¡Ya está! Los ojos parecen girasoles. El nombre del oso tiene que estar en relación con los ojos. Pero un oso no puede llamarse «girasol». Solamente las vacas tienen nombres así. Elvis sienta al oso en el borde de la ventana para que vea la calle. Va a buscar el cajón de los juguetes. La bolsa de las semillas de girasol debe de estar allí en el cajón. Se acuerda de que la guardó porque la flor que tenía era muy bonita. ¡Aquí está! Se vuelve a la ventana, junto al oso, y mira la bolsa. Sin necesidad de leer las letras antes, como suele hacer, lee la palabra «girasol». Las letras se le metieron directamente en la cabeza sin tan siquiera tener que pensarlas. Fue como por arte de magia. Seguidamente viene otra palabra, esta ya no es tan fácil de leer, pero de todas formas lo consigue: www.lectulandia.com - Página 66

—H-E-L-I-A-N-T-H-U-S —dice. Ha oído que las flores también tienen nombres extranjeros. O sea, que debe de ser eso. Entonces mira escéptico al oso. —¿De verdad te llamas así? —le pregunta. No, no lo parece. En realidad, es un poco difícil de creer que alguien se pueda llamar Helianthus. En las lápidas del cementerio ha visto muchos nombres largos y extraños que no era capaz de entender, pero eso pasa en las lápidas, y Juan estaba vivo cuando había bautizado al oso. Los ojos de Elvis van de la bolsa de semillas al oso y del oso a la bolsa. Allí dice «girasol» bien claro, de pronto se da cuenta de que «girasol» también puede ser un nombre apropiado para un oso con unos ojos como aquellos. Prueba el nombre varias veces, y sí, no hay ninguna duda. Acaba de descubrir el nombre que Juan le había dado al oso. Pero toma la determinación de guardar el secreto. La abuela dice muchas veces que «no hay mal que por bien no venga». Elvis nunca se lo había creído. Pero ahora empieza a dudar, porque si hoy no lo hubieran castigado sin salir, no hubiera podido descubrir el nombre. Ahora que lo piensa, casi le está agradecido a mamá. Por otra parte, tampoco se lo está pasando tan mal. La radio casi no se oye, y estar solo, con la oportunidad de pensar, es una de las cosas que más le gustan. Es cuando descubre cosas. Si no fuera por la sensación de estar encerrado y porque tiene tanto que hacer, incluso lo hubiera pasado bien. Allí, con «Girasol», que acaba de recuperar su nombre y que se le nota que está satisfecho. Elvis apoya la frente contra el cristal de la ventana. El contacto es fresco y agradable. El cielo está azul. Bueno, en realidad no es azul, solamente lo parece. Se lo dijo Julia, a ella se lo había dicho Peter que sabe mucho de esas cosas y, por tanto, debe ser cierto. El cielo es negro.

www.lectulandia.com - Página 67

El cielo solamente es una enorme nada negra que no se termina nunca. El azul no existe. Son las nubes, que al flotar sobre lo negro hacen que parezca azul, cuando no hay demasiadas nubes, claro. Pero la verdad es que el cielo es negro. Al principio, cuando se enteró, estaba un poco preocupado. Eso significaba que la noche era antes que el día. Daba la impresión de estar hecho al revés. El día, cuando uno está despierto, debería venir antes y a continuación la noche, para dormir. Pero pensándolo bien se dio cuenta de que aquello no estaba tan equivocado como le parecía. Quizá fuera mejor que la noche terminara en día que al revés. Porque es mejor dormir y después despertar, que estar despierto y después dormir. El abuelo también piensa lo mismo. Pero mamá no. Pero es que a mamá no le gusta despertar, ella prefiere dormir. Quizá no importe mucho que el cielo sea negro. Pero resulta extraño. Elvis echa el aliento en el cristal y dibuja un círculo en el aliento. En ese momento alguien se para delante de la ventana y le saluda con la mano. ¡Peter! Peter, la persona que andaba buscando, está allí delante. Delante de su misma ventana. Le hace señas a Elvis para que abra. Elvis se sube a una silla y trata de abrir el pestillo. Peco está tan nervioso que no acierta. ¡Al fin puede abrir! —¡Hola! —le dice Peter. —¡Hola! —le responde Elvis.

www.lectulandia.com - Página 68

Entonces se da cuenta de que nunca se habían dicho nada antes. Esta es la primera vez. Pero enseguida se olvida de todo esto porque Peter tiene los brazos levantados y le dice: —¡Salta! Le dice que salte por la ventana, que él lo recoge abajo. No es muy alto, solamente un par de metros. Elvis se sube al bordillo de la ventana, coge a «Girasol» y se echa en brazos de Peter. —Hoy no me dejan salir —dice Elvis. Elvis trata de escaparse siempre que puede, pero hoy no le apetece. No siente la necesidad de hacerlo. —Podemos ir un momento a decírselo a tu mamá —le dice Peter. Mamá se queda muy sorprendida cuando abre la puerta y se encuentra con Elvis y Peter. —Pero ¿qué es esto? —dice ella—. ¿Es que se escapó el niño?, ¿cómo? —Sí, yo lo cogí —le dice Peter, como si fuera lo más natural del mundo. Pero mamá, que tiene todas las puertas cerradas no entiende nada. Elvis trata de explicárselo. —Bueno, salté por la ventana —dice. —No, yo le dije a Elvis que saltara y entonces él lo hizo —aclara Peter. —Eso, entonces yo salté —confirma Elvis. —Y yo lo cogí —dice Peter. —Sí, y él me cogió —repite Elvis. Entonces mamá comprende. —O sea, que te escapaste por la ventana —dice mamá. Elvis niega con la cabeza. —No me escapé, solamente salté —dice Elvis muy seguro. —Elvis no quiso escaparse, por eso venimos aquí a decírselo —dice Peter. —Sí, por eso venimos a decírtelo —dice Elvis. —Ya… Claro… —Pero mamá mira a uno y a otro. No sabe qué pensar. ¿Estarán tratando de engañarla? —Habíamos pensado en ir a dar un paseo —le dice Peter. —Sí, eso pensábamos —dice Elvis. —Y hablar un poco… —continúa Peter. —Porque nunca hemos hablado —dice Elvis. —¿No os conocéis? —pregunta mamá desconfiada. —Desde luego, nos conocemos desde hace tiempo —dice Peter. —Entonces, ¿cómo no habéis hablado antes? —dice mamá mirándolos. Da la impresión de que no comprende. —Eso no es muy importante —dice Peter. www.lectulandia.com - Página 69

—No es muy importante —repite Elvis. —¿Cómo se puede conocer a alguien con el que no se habló nunca?, no lo comprendo —dice mamá con firmeza. —No, pero es así, y es posible —dice Peter cogiendo a Elvis de la mano. Mamá le mira extrañada. ¿Le estará tomando el pelo? ¿Qué tipo de maquinación estarán tramando? Mira a Elvis. Entonces se olvida de lo que iba a decir. Nunca lo había visto así. Tiene los ojos azules, clarísimos. Siempre había creído que eran grises. Y parece tan formal. Nunca había creído que pudiera parecer tan formal. Casi, casi demasiado formal… Desde luego que Elvis puede ir a pasear con Peter, claro que sí. Indudablemente, no faltaría más. Se van. Mamá se queda mirándolos desde la puerta. Después entra y se asoma a la ventana para verlos también desde allí. Le dicen adiós al pasar por delante. Se queda allí mirándolos hasta que desaparecen. Entonces entra y se sienta junto al teléfono, coge el auricular y lo deja otra vez. Necesita hablar con alguien… Coge el auricular otra vez y lo apoya en las rodillas. El teléfono da la señal de marcar, pero ella sigue allí sentada… Desde luego que necesita hablar con alguien, pero ¿qué va a decir? Pensar que el niño tiene los ojos tan azules… Finalmente se va hacia la cocina y sube el volumen de la radio.

www.lectulandia.com - Página 70

Después de pasear un rato dice Elvis: —¿Por qué le dijiste a mamá que nos conocíamos? —¿No nos conocemos?, ¿crees que mentí? —le pregunta Peter. —Es que… —¿Quieres decir que nunca nos habíamos hablado? Elvis asiente. Piensa en lo que dijo mamá, de que uno solamente conoce a aquellas personas con las que ha hablado. El mismo cree que es así, pero a lo mejor está equivocado. En estos momentos, paseando con Peter se siente igual que si estuviera con el abuelo, con la misma confianza, a veces hablan y a veces no, según les viene en gana. Si uno no tiene nada que decir se calla y no por eso es más aburrido. Con el abuelo y con Peter uno se encuentra a gusto, aún sin decir nada. A veces, se miran y sonríen. Con ellos nunca se siente inseguro. Peter le dice: —Yo creo que en realidad te conozco, ¿sabes? Te he visto muchas veces delante de la casa de Julia, tú venías por allí a menudo. —Sí… —Y cuando te veía, pensaba «un día Elvis y yo nos hablaremos, pero antes podemos irnos conociendo un poco, así sabremos de qué hablar». —¿Lo sabemos ahora? —preguntó Elvis. Peter sonrió en silencio. —Podemos probar —le dice—. Y en caso contrario podemos esperar otro poco. —Yo no quiero esperar —dice Elvis inquieto—. Coge a Peter de la mano, igual que hace con el abuelo, y hace que le siga. —Ven, te voy a enseñar una cosa —le dice—. Vamos por aquí. Peter le sigue. Por el camino se cruzan con otros niños. De vez en cuando Peter saluda a alguno, pero Elvis no saluda a nadie. No los conoce, a pesar de que los ha visto muchas veces. Mamá dice que es porque no sabe tratar a los otros niños. Por eso, ninguno quiere salir con él. Al principio no se lo creía, pero desde que le pegaron con las carteras comprendía que era cierto. Pero la culpa no es solamente suya. Los otros niños tampoco saben tratarle a él. Y entonces es mejor dejar las cosas como están, piensa Elvis. —¿Cómo lo consigues? —le pregunta Peter de pronto. Elvis le mira. ¿Qué querrá decir? ¿Cómo puede saber lo que va pensando? ¿Irá pensando en voz alta? Peter está parado en mitad de la acera. —¿Cómo haces para no conocer a nadie? —le pregunta. Elvis mueve la cabeza. Es una pregunta importante, pero no sabe qué contestar. —¿Cómo lo haces? —le pregunta Peter otra vez. —No les miro —contesta Elvis. —¿Y ellos no te miran?

www.lectulandia.com - Página 71

Elvis se encoge de hombros y le dice que sí, que realmente le miran, pero que lo que miran es la ropa. Peter le pone una mano en el hombro y siguen andando, callados. Entonces Peter le pregunta lo que hará el día que quiera conocer a alguien. Elvis le dice que no quiere conocer a nadie, porque no resultaría bien. —¿Y si resultara bien? Entonces Elvis dice que le miraría directamente a los ojos, igual que había hecho con Peter. Pero con los niños eso no resulta, porque ellos no devuelven la mirada. —¿Por qué? —pregunta Peter. —Pues, porque no quieren, supongo —dice Elvis, y se encoge otra vez de hombros, como si no le importara el que ningún niño quisiera conocerle. —¿Por qué crees que no quieren? Es interesante que Peter no deje de preguntarle, porque aunque le da igual, son cuestiones importantes. Elvis le tiene algo de miedo a los niños, no mucho, pero un poco sí, y podría ser conveniente el perder ese miedo. —¿Por qué crees que no quieren? —le repite Peter. —Porque ya conocen a muchos otros —contesta Elvis con un poco de duda—, y no me necesitan. —¿No te necesitan? —le dice Peter, parece que no ha comprendido bien y Elvis tiene que aclarárselo. —La gente solitaria no es tan necesaria como la otra. Pero Peter sigue sin comprender. Elvis está completamente equivocado, lo entiende todo al revés de como es, le dice. —La gente solitaria es tan necesaria como la otra, o más —le dice Peter. Elvis sacude la cabeza. Sabe perfectamente de lo que está hablando. Sin embargo, Peter razona igual que el abuelo algunas veces, con cariño, en vez de con entendimiento. Porque si los solitarios se necesitaran ya no estarían solos, eso puede entenderlo hasta un tonto. —Yo no soy ningún tonto —le dice Peter—. Lo que pasa es que razonas al revés. Entonces le dice que le deje pensar un momento antes de seguir, porque es una cuestión muy importante. Elvis lo comprende y, por eso, no le importa esperar. Al cabo de un momento Peter le pregunta a Elvis si no le gustaría estar solo de vez en cuando. —Porque a mí me gusta —le dice. Elvis le dice que sí, que algunas veces le gustaría estar solo. Es decir… —Quiero estar solo, pero no sentirme solo… Es algo muy distinto. Peter comprende lo que quiere decir. Lo suficientemente solo como para estar a gusto, pero no tanto como para sentirse triste. Porque si nadie quiere estar con uno, al final tampoco uno se soporta a sí mismo y uno tiene que estar a gusto con uno mismo. Mientras todo va bien, Elvis no tiene nada en contra de la soledad, pero le gustaría encontrarse con alguien que le hiciera comprender la www.lectulandia.com - Página 72

importancia de todo eso. Cuando uno está solo no siempre se siente importante ni especial. Por eso, quiere saber lo que Peter quiere decir con eso de que los solitarios son necesarios. —Saben más sobre la soledad —contesta Peter—. Saben cómo se siente. —Pero los otro saben cómo relacionarse con la gente —dice Elvis. Peter le dice que no siempre saben. Están tan acostumbrados a estar acompañados que se descuidan de los demás y no les dan tanta importancia como aquellos que saben lo que es la soledad. Y eso es lo más importante, apreciar la compañía de los otros. Elvis no pregunta nada más. Es posible que sea como dice Peter, pero también es posible que sea como él cree que es, que él no es necesario. El tiempo lo dirá. Por el momento seguirá dedicándose a las cosas que conoce bien y de las que está seguro. Por ejemplo, nadie puede negar que la tierra necesita semillas y que los campos necesitan flores.

—¿Dónde está Julia? —pregunta para cambiar de tema.

www.lectulandia.com - Página 73

Peter le dice que está fuera. Su mamá tiene vacaciones y se fueron al campo. Peter también ha estado fuera pero solamente a unos cuantos kilómetros de la ciudad. No se fue más lejos a causa de «Contrabandista». A «Contrabandista» no le gusta viajar y aunque se las puede arreglar muy bien solo, a Peter no le gusta alejarse mucho de él, porque lo viene a visitar todos los días. Por ejemplo, ahora está durmiendo en casa de Peter. —Pero ¿adónde me llevas ahora? —pregunta Peter. Elvis le dice que a casa de Julia, que es muy importante que la vea. Peter no ha ido por allí desde que Julia salió de vacaciones, pero nota por el tono de Elvis que las cosas no están como debieran. ¿Habrá sucedido algo? —¿No habrán tirado la casa? —pregunta sorprendido. Elvis le cuenta lo sucedido. El estado en que se encuentra el jardín, con todos lo coches viejos y la chatarra por allí tirada. Y la casa toda destrozada. Él ha tratado de adecentar aquello un poco, pero es imposible, porque los que van por allí ahora ya le han pegado una vez. Los golfos esos solamente se pelean, gritan y lo destrozan todo. Casi ni se atreve a acercarse a la casa. —¿Y el girasol? —le pregunta Peter muy serio—. ¿Cómo está? Elvis le dice que de momento no corre peligro porque todavía no lo descubrieron. Pero que es una cuestión de tiempo el que eso suceda, porque ya empieza a estar muy alto y la flor saldrá pronto. —Vamos a tratar de arreglar las cosas antes de que le salga la flor —le dice Peter resuelto. Se sube a Elvis a los hombros y apura el paso. Está muy excitado. Es una vergüenza que nadie se haya cuidado de la casa. Da la impresión de que quieren destrozarla para que después la tiren. Es una suerte que Julia no sepa lo que pasa, se llevaría un disgusto. La casa debe de estar presentable antes de que ella llegue. —¡Se las van a tener que ver conmigo! —dice Peter, está muy enfadado. Elvis le advierte. —Son peligrosos —le dice—. Pueden pegarte. Pero Peter no está asustado. Se van a arrepentir, ¡ya lo verán! Lo van a pagar, dice Peter. Sigue andando, sin hablar. Sus pasos se van haciendo más rápidos a medida que se acercan a la casa. Cuando llegan a la verja, baja a Elvis y se ponen a recorrer el jardín y la casa. Está terrible. Lo único bueno es el girasol. —Me alegro de que lo hayas plantado —le dice Peter, después de revisarlo todo —. Mientras el girasol esté ahí hay esperanza. —Espero que sí —dice Elvis—. ¿Ves el brote?

www.lectulandia.com - Página 74

En casa están muy intrigados con Peter. Sobre todo mamá. Habla y pregunta sobre él y trata de averiguar qué clase de persona es. Y le pregunta a Elvis cómo le conoció. —Nos conocemos —es lo único que contesta Elvis. —Eso ya lo sé. Pero ¿cómo os conocisteis? —le pregunta mamá. —Nos hicimos amigos —dice Elvis. Entonces mamá le mira y le dice, a punto de perder la paciencia: —¿Cómo puede ser amigo tuyo, si es mucho mayor que tú? Eso no tiene sentido. —El abuelo es mucho más viejo aún —dice Elvis sin dudar. Parece que mamá sigue sin entender nada. —No digas tonterías, ¿qué tiene que ver el abuelo en todo esto? —También somos amigos —dice Elvis. Eso la hace reír, le dice mamá, pero más bien da la impresión de que está resoplando. —¡El abuelo! —dice. Como si el abuelo fuera motivo para resoplar. Elvis la mira serio, casi censurándola. Utiliza el mismo tono de voz que le sale tantas veces y que a ella tanto le molesta. Y la misma forma de mirar. Ella no sabe lo que le va a decir. —¿Entonces tú y papá no sois amigos? —pregunta. Mamá se remueve inquieta en el sofá. —Elvis, cariño… ¿Cuántas veces tengo que decirte que nosotros somos tus padres? Somos tu mamá y tu papá, y tú eres nuestro hijo. Nosotros somos una familia —le aclara ella. Le recalca las palabras, para que Elvis comprenda que una familia es algo muy especial y que ha de estar por encima de todo. Elvis agacha la cabeza y mete las manos en los bolsillos. A mamá le recuerda uno de esos toros de su niñez, dispuesto a defender su sitio a cornadas, mirándola de soslayo y amenazador. —La familia no será amiga —dice con resolución—. Pero el abuelo sí que lo es. —Pero Elvis, ¿qué tonterías dices? Claro que somos amigos. Pero no un amigo cualquiera. Somos tus padres, que es algo más. ¿No lo comprendes? Elvis sacude la cabeza. —Más que amigo no se puede ser —le responde en tono agresivo. Mamá suspira. Ella solo quiere que comprenda bien lo que eso quiere decir, para que no se equivoque. Es muy amable por parte de Peter el ocuparse de él. A Peter deben de gustarle mucho los niños, o quizá le dé pena que Elvis siempre esté solo. Por eso Elvis no debe darse tanta importancia, creyendo que una persona que es mucho mayor que él pueda ser su amigo. Tiene que comprenderlo… Y en lo que respecta al abuelo, es que siempre ha sido muy especial e infantil, y no hay que tomárselo demasiado en serio. www.lectulandia.com - Página 75

Elvis la escucha sin decir nada. Él sabe lo que sabe. Lo que dice mamá no le interesa, ni en lo que respecta a Peter ni al abuelo. Pero le duele la opinión que tiene del abuelo. Siente no haberlo defendido mejor. En las discusiones nunca encuentra las palabras, por eso tiene que callarse. Pero eso no quiere decir que no le importe que hablen mal del abuelo. Al contrario, le duele. Lo que siente por el abuelo no podrá cambiarlo nadie. Porque conoce bien al abuelo. Y a Peter también… Trata de rebatir a mamá. Pero hay algo que le preocupa. Algo que se le viene de pronto a la cabeza, pero que desecha enseguida. ¿Conoce a Peter? Sin embargo, Peter también saluda a muchos otros niños, eso es cierto… ¿Y si fuera cierto que sale con Elvis porque le gustan los niños, y no porque le gusta su compañía? Mamá no le ha dicho todo eso para defraudarle, sino para que lo pensara. Pero Elvis no puede creer que sea así. No quiere que salgan con él solo porque es un niño, quiere que lo hagan por ser Elvis. ¿Será eso «darse importancia»? Según mamá es así. Pero con mamá y papá, ¿qué pasa? ¿Tiene que quererlos solamente porque son papá y mamá, y no por ellos mismos? Eso parece… Pero si es así, no está bien, y él no puede aceptarlo. Sin embargo, le es imposible olvidar las palabras de mamá, porque ella lo está repitiendo por teléfono continuamente. Habla de «Peter, que le gustan tanto los niños», y al final Elvis no piensa en otra cosa que en Peter rodeado de cientos de niños, todos con su cartera de la escuela. Al día siguiente Peter viene a buscarlo, pero Elvis no aparece por ninguna parte. —¿Dónde se habrá metido?, estaba aquí ahora mismo —dice mamá. —Quizá haya salido —dice Peter. —Es posible —dice mamá—. Yo no lo vi, además con la radio no le oí. —Él sabía que yo iba a venir a buscarlo —dice Peter—. Seguramente está por la calle. Ya le encontraré. Peter se va a la calle a buscar a Elvis. Mamá se asoma a la ventana para tratar de localizarlo. Peter tampoco lo encuentra. Elvis no aparece por ninguna parte. —¡Qué niño más raro! —dice mamá, parece que está contrariada. —Seguro que aparece en cualquier momento —dice Peter, optimista. —Siempre hace igual —dice ella—. Con nosotros hace lo mismo. No puede una fiarse de él. —Sí, sí que se puede confiar —dice Peter—. Seguro que le pasó algo, ya trataré de saber lo que fue. Voy a ver si lo encuentro por ahí. www.lectulandia.com - Página 76

Peter se marcha a buscar a Elvis. Mamá se ase la a la ventana y se pone a llamar a Elvis; grita tan fuerte que resuena en toda la calle. Después cierra la ventana y se va a la cocina. Entonces aparece Elvis. Había estado en casa todo el rato. Oyéndolo todo, desde debajo de la cama de mamá, impaciente. Está arrepentido. Fue una tontería esconderse. Una tontería increíble. No sabe ni por qué lo hizo. Sabía que Peter vendría a buscarlo. Lo estaba esperando muy contento. Pero cuando llamaron a la puerta se metió debajo de la cama. Sin pensarlo ni por un momento. No fue premeditado. Pasó simplemente así. Sin saber por qué. Fue como si se le parara el cerebro, no fue ninguna otra cosa. La próxima vez esperaría a Peter en la calle, para evitar cualquier indecisión. Peter había dicho que confiaba en Elvis. Pudo oír muy bien. Y Peter no confía en cualquiera. Pero ¿qué pensará ahora? No debe creer que Elvis es de los que no acuden a las citas. Tiene que encontrarle pronto. Consigue salir de casa sin que mamá le vea. Pero Peter ya se ha ido. ¡Si supiera por dónde! Oye abrir la ventana y a mamá que le llama otra vez. Rápidamente se esconde detrás de la puerta, y cuando mamá se mete dentro sale corriendo a la calle y se va en dirección a la casa de Peter. Sabe el camino, pero no sabe qué casa. Al cabo de un momento ve venir a Peter en bicicleta. No parece extrañado de encontrarse con Elvis aquí, en vez de en casa. Solamente le pregunta si quiere montar. Le sienta en el manillar y dan unas vueltas por las calles. —Vamos a pasar por tu casa, para que mamá sepa que todo va bien —dice Peter. Quizá sea lo mejor. Mamá está llamando a Elvis otra vez. Se la oye en toda la ciudad. Elvis siempre se siente incómodo cuando le llama. Normalmente hace que no oye, o como si el grito no fuera con él. Pero en el fondo sabe que va con él. Peter aumenta la velocidad de la bicicleta y se para un momento delante de la casa de Elvis. —Vamos a dar un paseo y estaremos fuera un par de horas —dice. Mamá le agradece mucho a Peter el ser tan amable y preocuparse por Elvis. Le da las gracias un montón de veces. Elvis encoge la cabeza. Vuelve a ser como un cordero. Según mamá, Peter se está haciendo cargo de un pobre tonto. Como si fuera un gran sacrificio el estar con Elvis. Pero Peter no hace mucho caso a todo eso, simplemente le dice: —Elvis y yo tenemos algunas cosas que hacer —y se marchan. Pasan por casa de Peter para preparar unos bocadillos. Peter corta el pan, y Elvis le pone mantequilla y chorizo. —Soy un desastre para esto —dice Elvis, pensando en lo que diría mamá si le viera.

www.lectulandia.com - Página 77

—¿Sí? —dice Peter sin darle importancia. Le da igual, siempre y cuando ponga bastante chorizo, y Elvis lo está poniendo. Peter coge un termo con chocolate caliente. —Ya estamos listos —dice—. Voy a coger un libro. Quiero leer algo, si no te importa. —Yo también debería leer algo —dice Elvis. —Puedes mirar ahí en la librería, quizá haya alguno que te interese. Elvis coge un libro de plantas. Trae los nombres de todas las flores. Fotografías con los nombres debajo. —Ahora sí que ya debemos estar listos —dice Peter, dirigiéndose hacia la bicicleta—. La merienda y los libros van en la cesta. Elvis se sienta en el manillar. Le gusta más que ir en coche. Es más divertido. Ya en las afueras de la ciudad ven una colina con árboles. Abajo hay un lago y a lo lejos puede verse la torre de una iglesia. Parece un buen sitio para quedarse. Primero comen y después se ponen a leer un rato. Peter está leyendo un libro sobre piedras y Elvis deletrea en voz alta nombres de plantas. Un poco después también Peter lee en alto los nombres de las piedras. —Pensar que las piedras corrientes tienen nombre. Yo creí que las únicas piedras que tenían nombre eran las lápidas. Pero es lógico. Las piedras son algo tan especial como cualquier otra cosa. Ahora se da cuenta. Nunca antes se le había ocurrido pensar si le gustaban las piedras o no, ni tan siquiera las lápidas. Se lo dice a Peter. Lo de tantas lápidas del cementerio que tienen el nombre de Juan, y que no hay ninguna que tenga el de Elvis. Le dice que no sabe qué pensar sobre eso.

www.lectulandia.com - Página 78

Peter asiente. Pero le dice que no es necesario poner ninguna lápida. Elvis dice que le gustaría tener una piedra en su tumba, una piedra pequeña; no más grande que un huevo de pájaro. Sí, una piedra así le gustaría también a Peter, pero no más grande. Parece que las piedras tienen nombres bonitos, tan bonitos como las flores y, a veces, aún más. Es rarísimo… —«Piedra de luna»… —dice Peter—. «Ojo de tigre»… —Pero «Hierba belida» también es bonito —le dice Elvis—. Y «Eufrasia». Peter se sonríe. —«Botón de oro» y «Vellosilla» —dice—, son preciosos. Elvis también se sonríe. Pero ¿Botón de oro? ¿Hay alguna planta que se llame así? —¡Claro que sí! —dice Peter—. Pertenece a la misma familia que la «Hierba belida». —Las anémonas y los ranúnculos también son de esa familia —le dice Peter—, y enseña a Elvis cómo descubrir a qué grupo familiar pertenece una planta. Elvis le mira con desconfianza. —¿También las flores tienen familia? —pregunta sin creerlo. —Claro, ¿por qué? De esa forma es más fácil clasificarlas. Elvis asiente, pero se nota que la idea no le agrada demasiado. Porque para él las familias solo sirven para vigilar a uno. —Entonces las flores tampoco son libres —dice—. ¿Y las piedras? ¿También tienen familia? www.lectulandia.com - Página 79

—Hasta cierto punto —contesta Peter—. Pero es mejor así, porque de esa forma es más fácil ver la relación que unas cosas tienen con otras. ¿Por qué te molesta? Elvis le mira disgustado. —¿Entonces, si uno no pertenece a la misma familia no se puede relacionar? — pregunta Elvis. —Claro que sí —dice Peter—. No te pongas tan serio. Solamente es algo que resulta práctico. —No, no es práctico —dice Elvis con tristeza. —De acuerdo, vamos a dejar lo de las familias. Pero las cosas siguen estando en relación unas con otras —dice Peter, riéndose, y Elvis sacude la cabeza. —Sí, pero ¿qué van a hacer las flores y las piedras? Ellas no pueden razonar como nosotros. Entonces Peter le dice que no saben que tienen familia, y Elvis lo mira sorprendido. ¿No lo saben? —No —dice Peter—. No tienen ni la menor idea. —Entonces… —Elvis parece más aliviado—. Si uno no lo sabe… Se quedan callados un momento. A lo lejos se oye sonar el reloj de la iglesia. —Peter —dice Elvis. —¿Sí? —¿Puedo preguntarte una cosa? —Desde luego, pregunta. Elvis piensa un poco. El reloj de la iglesia sigue sonando. Por fin pregunta: —¿Te gustan los niños? Está muy serio, y Peter también le contesta muy serio. —¿Te gustan los mayores, Elvis? Entonces se echan a reír a la vez, se ríen de lo tonta que es la pregunta. —¡Botón de oro! ¡Vellosilla! —grita Elvis, contento. —¡Piedra de jabón! ¡Cinabrio! —le contesta Peter.

www.lectulandia.com - Página 80

Hay algo que le preocupa a Elvis seriamente. Ayer por la tarde Peter cogió su saco de dormir y se fue a la casa de Julia para vigilarla. Se llevó con él a «Contrabandista», pero no quiso que Elvis le acompañara. No quiere que vaya por allí hasta haber arreglado todo el asunto. Tiene miedo de que le pueda pasar algo a Elvis en caso de haber pelea. El propio Elvis sabe que puede pasar cualquier cosa. Por eso teme por Peter y le resulta muy difícil mantenerse alejado. No es que quiera desobedecer a Peter, pero tampoco cree que deba dejarlo solo en estos momentos. Quiere ayudarlo, pero ¿cómo? Lo piensa… Por fin se le ocurre una buena idea, solamente falta que Peter esté de acuerdo con ella. Tiene que discutirla con él antes de nada. Pero para hablar con Peter tiene que ir a la casa de Julia y no puede. Aunque tampoco es necesario que entre en la casa. Puede ponerse enfrente de la casa y si Peter sale al jardín puede llamarlo y discutir el plan. Es por la tarde, hace muy buen tiempo, pero mamá dice que está tormentoso, puede notarlo muy bien y al principio no quiere dejarle salir. Tiene mucho miedo de los truenos. Pero después termina dejándolo, seguramente lo hace porque cree que va a buscar a Peter. Desde que apareció Peter en escena todo es mucho más fácil. Mamá piensa que Peter es «estupendo» e «inteligente». Eso le ha dicho a las amigas del teléfono. Además tiene «clase» y «le gustan los niños». Cuando habla de Peter da la impresión de que habla del otro Elvis, del que está en la foto de la pared y canta. Se le pone la misma voz melosa. Sin embargo Peter no canta, aunque Elvis y él algunas veces, cuando tienen ganas, cantan. Por ejemplo, cuando van en bicicleta, pero no cantan ninguna canción determinada, cantan cosas que se les ocurren y les hacen gracia. Elvis se dirige a la casa de Julia. Desde lejos puede ver que hay coches y bicicletas delante de la verja. Quiere decir que los golfos ya han llegado y Peter está solo contra todos. Elvis olvida todas las precauciones y echa a correr hacia la casa. Cuando ya se encuentra cerca puede oír que hay una discusión muy fuerte. Elvis se para, no tiene sentido ir a dar al mismo centro de la discusión, para que le peguen otra vez. Porque además, así tampoco podrá ayudar a Peter. Antes de nada tiene que enterarse de lo que pasa. Se va por la parte de atrás de la casa, por el lado de la cocina, por esa parte hay una valla muy alta. Es demasiado alta para saltarla. Pero no hay necesidad de hacerlo, porque por suerte está caída. Alguien chocó contra ella con uno de los coches viejos que están en el jardín. Antes había allí legumbres, ahora solamente hay ortigas y hierbajos. Lo único que todavía crecen allí son las plantas de ruibarbo. Elvis se acerca al sitio donde cayó la valla y se queda allí. Desde su escondite puede ver y oír sin que le vean. Las hojas de ruibarbo le tapan completamente.

www.lectulandia.com - Página 81

En el jardín hay mucha gente. Están concentrados en el camino de grava, delante de la casa. Son los golfos, los reconoce enseguida. Cuando los ve se le pone la carne de gallina. También están los tres que le habían pegado. Y el tipo del coche, el que dijera eso de que sabía como tratar a los críos como Elvis. Está allí, fumando, con chulería y aire burlón. Nadie hace nada. Simplemente están allí mirando embobados. Alguna vez que otra sueltan un taco y dicen cosas. Todos miran al mismo lugar de la casa. Desde ese lugar sale un auténtico río de palabras. Porque en realidad solamente es uno el que grita. Elvis se da cuenta enseguida y se queda muy asombrado al saber quién es. No se imaginaba a Peter de aquella forma. Pero allí está, asomado a una de las ventanas del segundo piso gritándoles a los de abajo. Está hecho una furia. De vez en cuando tira por la ventana algún trasto viejo, lleno de rabia. Elvis solamente puede verlo de lado, cuando se asoma a la ventana. —¿Qué es lo que tenéis en la cabeza?, ¿serrín? —les grita—. ¿Os habéis vuelto tontos? ¿No os dais cuenta de lo que significa esta casa? ¿No habéis estado todos aquí para evitar que la tiraran, o lo habéis olvidado? Se oye un murmullo que viene del jardín. El tipo del coche tira el cigarrillo y dice en voz alta que eso es mentira. —Yo nunca estuve aquí para salvar esta casa —dice despectivo—. Ni se me hubiera ocurrido nunca, no soy tan idiota. —En ese caso —le dice Peter con toda la calma— lárgate. No tienes nada que hacer aquí, si es así como piensas. Peter hace una pausa y continúa diciendo que si hay alguien que piense igual es mejor que lo diga cuanto antes. Quiere saberlo desde el principio. Nadie dice nada. Solamente se oye un murmullo de voces, pero es difícil saber si hablan en contra de Peter o en contra del tipo del coche. —El resto de nosotros hemos estado aquí para salvar la casa —dice Peter—. Y yo creí que íbamos a seguir juntos en esa tarea. Íbamos a arreglarla y hacerla presentable para tener un sitio donde estar. ¿No era esa la idea? Pero lo único que se os ocurre es venir aquí y destrozarlo todo, tirando la porquería por todas partes. Así, cuando vengan los que quieren tirar la casa y vean toda esta porquería, pensarán que no vale la pena conservarla. Os habéis puesto de su parte. ¿No os dais cuenta? Os traicionáis a vosotros mismos. Es lo que pasa cuando unas personas que debían de saber lo que hacen, hacen las cosas sin pensarlas. Por pura idiotez. Sí, no se le puede llamar otra cosa que idiotez. Por un momento Peter abandona el tono agresivo, está triste, pero enseguida vuelve a estar enfadado. No le afecta el que alguno trate de hablar y contradecirle, los hace callar a todos. Es el único que tiene algo que decir. Los otros solamente sueltan algún taco que otro. En ese momento alguien le tira una piedra. Elvis no pudo verlo, pero está seguro de que debió de ser el tipo del coche. www.lectulandia.com - Página 82

La piedra entró por la ventana sin acertar, se la oyó caer dentro de la habitación. —¡Qué pena! —dice Peter—. ¡Fallaste! No tiran más piedras. Pero Peter tira una bota vieja de goma y un cojín, tan lleno de polvo que parece que echa humo. A continuación tira un montón de discos viejos. Peter dice, que acaba de empezar a limpiar. Los otros siguen sin moverse del sitio, hablando entre ellos. ¿Y si estuvieran tramando algo? Peter está solo contra todos. Elvis tiene que hacer algo. No puede quedarse allí parado sin hacer nada. Si pudiera acercarse un poco más y oír lo que dicen, quizá pudiera ir por la parte de atrás y contárselo a Peter. Además también podría ayudar a tirar cosas por la ventana. No sabe mucho de peleas, pero tirar cosas sí que sabe. Siempre podrá ayudar en algo. Elvis empieza a moverse por entre el ruibarbo, afortunadamente nadie mira en aquella dirección, porque las hojas se mueven mucho. El próximo paso es el primer coche. Espera un momento hasta que las hojas se quedan quietas y sale. Pero hay una tabla tirada entre la hierba, Elvis no la ve, tropieza y cae contra una lata. Está caído de bruces sin atreverse a mirar a ninguna parte. Oye unos pasos en la grava. Se levanta corriendo, se mete dentro del coche y se esconde detrás del destrozado asiento trasero, se encoge todo cuanto puede. Pero sabe que no tiene salvación. Se oye un grito de triunfo y un brazo le coge y le saca del coche de un tirón. Es uno de los golfos, un tipo muy alto y fuerte. Se lleva a Elvis junto a los otros. Elvis se revuelve, pero el enorme tipo le sujeta y le sacude como si fuera un guante. Los otros se ponen a gritar y se arma un gran revuelo cuando ven a Elvis. —¡Pero si es el pequeño espía! —dice alguien. Es uno de los golfos que le habían pegado. —¿Ah, sí? —dice el tipo del coche acercándose lentamente—. Parece peligroso. Dame al crío —dice. Pero Elvis se agarra al chico alto, parece menos peligroso. Está avergonzado y ni se atreve a mirar hacia la ventana donde está Peter. Casi se olvida del miedo para sentir tan solo vergüenza. —¡Hop!, ¡hop! —grita el chico, balanceando a Elvis. Después, en el mismo momento que el tipo del coche se les acerca, lanza a Elvis en medio del grupo de los otros. Un montón de brazos cogen a Elvis por el aire, todos gritan y ríen y se pasan a Elvis de unos a otros como si fuera una pelota.

www.lectulandia.com - Página 83

El chico alto y el tipo del coche empiezan a pelearse. No se ve a Peter por ninguna parte. Pero de pronto se oye un estruendo enorme: ¡BOOOM! Es un bidón lleno de latas de cerveza vacías que cae al jardín, delante de todos, haciendo un ruido peor que el de una explosión. Todo el mundo se queda paralizado. Parece que lo golfos se asustan. No reaccionan. A Elvis le tienen cogido entre dos, colgando como un muñeco. Está agotado. —¡Soltad al crío! —ordena Peter. Le sueltan al momento y Elvis cae al suelo y se queda allí sentado. —¡Levántate! —grita Peter. No puede decir si está enfadado o no. Elvis se levanta, le tiemblan las piernas. La cabeza le da vueltas y las piernas no le sostienen, está allí sin saber lo que hacer. Peter saca el brazo por la ventana señalándole. —¡No volváis a tocar al crío! —dice—. Tiene más sentido que todos vosotros juntos. Ha estado tratando de arreglar esto, un poco mientras vosotros solamente pensabais en destrozar. ¡Dejadle sitio para que se vaya! ¡Venga, moveos! Los que están más cerca de Elvis se echan atrás para dejarle sitio. Ninguno dice una palabra. Solamente el tipo del coche, que se adelanta y le dice a Peter con voz amenazadora. —¡No te metas en esto!, yo me encargaré del crío. Es un maldito entrometido y sé muy bien como hay que tratarlos. Empieza a avanzar en dirección a Elvis, que está como clavado en el suelo. Paralizado por la mirada fría del tipo. www.lectulandia.com - Página 84

Pero cuando está a un par de metros de Elvis, pasa algo. Dos chicas y un chico se interponen escudándolo. —¡Dejadme pasar! —dice el tipo. Ellos siguen allí sin moverse. En vez de eso, dos chicos fuertes se le ponen a los lados y le sujetan fuertemente por los brazos. El tipo trata de soltarse sin conseguirlo. Empieza a dar órdenes, pero nadie le hace caso. —Empezamos a estar hartos de ti y de tus malditas ideas —le dicen. Se arma otra vez un gran revuelo. Pero ahora ya no va en contra de Peter, que sigue asomado a la ventana. Elvis le mira tímidamente y Peter le devuelve la mirada. —Ahora vete a casa —le dice. Nada más. Elvis mete las manos en los bolsillos y se marcha. Sabe que no puede hacer otra cosa. No mira a ningún lado, los golfos le dejan paso libre para que se vaya. Solamente mira hacia delante. Ni tan siquiera una sola vez vuelve la mirada. Todavía nota los efectos del juego de pelota que hicieron con él y no está muy seguro de haber ayudado en nada. ¿Estará Peter enfadado, o no? Elvis está decidido a llevar a cabo su plan. Después de la pelea en el jardín se va a casa. Tan pronto como mamá salga de compras y quede el teléfono libre va a llamar al abuelo. Tiene suerte, es el propio abuelo quien contesta. —¿Podemos celebrar hoy mi cumpleaños? —le pregunta. El abuelo le dice que sí. —¿Puedes venir ahora mismo? Le dice que va a lavarse y a cambiarse de ropa y que sale. Elvis no tiene pensado cambiarse, por eso le pregunta: —¿Qué tienes puesto? El abuelo le dice que lleva la ropa que usa cuando tiene que andar con el estiércol. —Estupendo —dice Elvis—. Entonces es mejor que no te cambies. Pero no puede hacer eso, le dice el abuelo dudando, la abuela no le dejará salir así, y mucho menos a la ciudad. La abuela es de los que creen que la gente debe de vestirse bien para ir a la ciudad. —Dile que vamos a celebrar mi cumpleaños —le dice Elvis. No va a servir de mucho, pero el abuelo le promete intentarlo. Irá lo antes posible, en el primer autobús que salga para la ciudad. Quedan citados junto al puesto de salchichas, así se evitarán problemas. Después de colgar el teléfono Elvis sale a la calle antes de que vuelva mamá. Se va directamente a ver al hombre del servicio de recados y habla con él. Está de acuerdo. Después se va a ver al de la facturación y también está de acuerdo. Esos

www.lectulandia.com - Página 85

hombres nunca ponen dificultades. Comprenden todo enseguida. Son más serios que el abuelo, pero casi igual de listos. Y además son de toda confianza. En último lugar va a ver a su amigo el hombre del puesto de salchichas, que también es bastante listo. Se queda allí esperando al abuelo. No tarda más que un cuarto de hora en llegar, pero no trae la ropa de trabajar con el estiércol. —Fue de todo punto imposible —le dice—. Era perder el tiempo inútilmente. Tú ya sabes cómo son estas cosas. Sí, Elvis lo sabe perfectamente. Sabe que el abuelo hizo lo que pudo, por otra parte tampoco trae la mejor ropa de ciudad. Con esta ropa no necesita preocuparse, aguanta mucho, le dice. Después el abuelo le pregunta dónde van a celebrar el cumpleaños. Si ya lo ha pensado. —Podemos empezar comiendo una salchicha cada uno —dice— mientras lo hablamos. A Elvis le parece buena idea. Se sientan a comer las salchichas en un banco al lado del puesto. Elvis le cuenta al abuelo lo que pasa con la casa de Julia y le informa de lo que está pasando allí en aquellos momentos. El abuelo lo comprende todo enseguida. Nunca tiene problemas para entender las cosas. Está claro que no pueden dejar a Peter arreglar todo aquello solo. Tienen que hacer algo inmediatamente. Está muy inquieto. —¡Voy a ir allá y les voy a dar una lección! —dice. —Eso ya lo hizo Peter —dice Elvis. Pero el abuelo no cree que Peter les haya podido dar una lección de verdad. Es demasiado joven para eso, piensa el abuelo. —¡Qué va! —dice Elvis, orgulloso de Peter—. Sí que puede. Lo he visto yo mismo. En ese momento llegan el hombre de la facturación y el hombre del servicio de recados. Ya han terminado el trabajo y están preparados para la faena. Toman una salchicha mientras conocen al abuelo y hablan del problema. Elvis pregunta si también puede avisar al policía que conoce para que venga con ellos. Lo discuten un momento. Pero el abuelo cree que no es necesario. Ellos podrán arreglarlo. Además hay el peligro de que aún sea peor, si los golfos ven venir a un policía. Eso podría hacer que tuvieran que venir más policías y entonces se podrían complicar las cosas más de lo conveniente. Además, el hombre de las salchichas dice que va a cerrar el puesto para ir con ellos. No se necesita más gente. El hombre de la oficina de recados y el hombre de la facturación tienen camiones. Elvis y el abuelo se suben en el de la oficina de recados porque es más grande. El hombre del puesto de salchichas se va con el de la facturación. Se separan y se suben www.lectulandia.com - Página 86

a los coches después de ponerse de acuerdo para llegar a la casa de Julia al mismo tiempo. Al sentarse en el coche Elvis empieza a inquietarse por Peter. Piensa en si le habrá pasado algo y llegan demasiado tarde. —¿Cuánto tiempo hace que te llamé? —le pregunta al abuelo. —Media hora —le contesta el abuelo mirando el reloj. —¿Es mucho tiempo? —Depende… A veces es una eternidad y a veces pasa muy rápido. Depende de la compañía. Esa respuesta no tranquiliza nada a Elvis, precisamente por la compañía que tiene Peter. La conoce muy bien. —¿Piensas en Peter? —le pregunta el abuelo. Elvis dice que sí y el abuelo le dice que no tiene por qué preocuparse. Una persona que sabe darle una lección a la gente, se las puede arreglar muy bien. Eso es mucho más importante que saber pelear. —Además, ya estamos llegando —le dice el abuelo para tranquilizarlo. Los coches se paran delante de la verja, el coche de la facturación viene en dirección contraria. El hombre del puesto de salchichas se baja y abre la verja para que puedan entrar los coches. Al entrar en el jardín por el camino de grava, Elvis está muy sorprendido. ¿Qué habrá pasado? No se ve ni un solo golfo por ninguna parte. Todo está tranquilo y en calma. Ni un camorrista… Todo lo contrario, un montón de gente va de un lado para otro limpiando y ordenando el jardín. Ya hay un montón de basura y escombros apilado. Otros se dedican a juntar la chatarra de los coches y dentro de la casa hay también gente ordenando y limpiando. Todo el mundo está ocupado en hacer algo. Hasta en los árboles. En casi todos los árboles hay alguien subido, librando las ramas de porquería. Tan pronto como bajan de los coches aparece Peter corriendo. —¡Bravo, Elvis!, ¡eres estupendo! —dice. En esos momentos estaba pensado en cómo conseguir un camión para llevarse toda la chatarra y aparece Elvis con los dos camiones como por arte de magia. Elvis no puede creer lo que está viendo. Los golfos de hace un momento arreglándolo y limpiándolo todo. Al marcharse había una pelea horrible. ¿Qué habrá pasado? Es increíble que sean las mismas personas, pero, sin embargo, lo son. —No es tan extraño —le dice Peter—. En el fondo no son ningunos golfos, no más golfos que tú o que yo, en realidad prefieren pasárselo bien sin hacer daño. Fue un momento de ceguera en que no sabían muy bien lo que querían. Pero ahora ya lo saben otra vez. El abuelo le preguntó a Peter cómo había conseguido que lo comprendieran.

www.lectulandia.com - Página 87

—Lo comprendieron por ellos mismos —le contesta Peter—. Después de hablar un rato se dieron cuenta. Había solamente uno que no estaba de acuerdo. Pero se marchó al ver que los demás no le hacían caso. Elvis se da cuenta de que debía de tratarse del tipo del coche, porque no le ve por ninguna parte. —No está allí, ni volverá —le dice Peter—. Los otros ya no quieren saber nada de él, porque lo único que le interesa es romper y destrozarlo todo. Mejor dicho, quiere que otros lo hagan por él. Él solamente quiere mandar y dar órdenes. Pero eso ya se acabó. Tan pronto como los otros se deshicieron de él volvieron a ser ellos mismos. Nada peligrosos, porque en realidad son buenos chicos. Se pusieron a trabajar enseguida. Lo están haciendo con ganas y buen humor. —Tenemos que ayudarles —dice Elvis. Peter dice que pueden empezar a cargar la chatarra en los camiones, y pensar en cómo podrían deshacerse de los coches viejos. Porque ya había gente suficiente limpiando. El abuelo, el hombre del puesto de salchichas, el del servicio de recados y el de la facturación se ponen manos a la obra. Los camiones quedan cargados en un santiamén. Todo resultó mucho más rápido de lo que pensaban. La casa, por dentro, también está libre de porquería, pero está sucia, muy sucia. —Eso podemos hacerlo mañana —dice Peter. Por hoy ya han terminado la faena y los coches están listos para marcharse a descargar. Entonces le dice el abuelo al hombre del puesto de salchichas: —Vamos a ir a buscar todas las salchichas, el pan y la mostaza que tienes, voy a invitar a todo el mundo, se lo merecen. Se suben a uno de los coches. Después de descargar los coches irán por las salchichas y volverán con ellas. Lo coches salen del jardín, cargados de chatarra y porquería. Mientras esperan, Elvis y Peter van a ver el girasol. Ahora ya está a salvo, ya no corre ningún peligro. Es una suerte, porque la flor no va a tardar mucho en salir. —Es el girasol de Julia —dice Elvis. Peter asiente y le dice: —Julia vuelve dentro de cuatro días. —¿Cuatro días? Elvis coge la mano y cuenta, dobla el dedo gordo y le quedan cuatro dedos. Al cabo de un momento vuelven los coches, pero ahora se quedan fuera de la verja. Algunos chicos se acercan para ayudar a traer las salchichas. También traen puré de patatas, salsa de tomate y pepinillos, así pueden elegir lo que más le guste a cada uno. Hacen una pequeña fiesta en el jardín, el sol empieza a estar más bajo. Hablan de cómo van a organizar el resto del trabajo. Quién se va a encargar de los coches viejos.

www.lectulandia.com - Página 88

Quién se dedicará a arreglar las ventanas y la cerca del jardín. De cómo van a hacer la limpieza de la casa y el resto de las cosas.

Elvis se dedica a escuchar y a procurar que no se les olvide nada. Por ejemplo, tiene que recordarles lo de la cerca varias veces, porque se les olvida. Cuesta trabajo creer que los que están allí sentados hubieran sido unos golfos y que ahora ya no lo sean. La chica que lo había amenazado con las ramas está allí, sentada a su lado, preocupada de ponerle salsa de tomate y pepinillos en la salchicha, en vez de mostaza. También le ha dado una coca-cola. Es muy atenta, todos son amables. —Menos el crío —dice alguien—. Él no ha roto nada. —No, claro que no, a Elvis no le toca —dicen todos de acuerdo, nunca tantos ojos se habían fijado al mismo tiempo en Elvis. —Eres un buen chico, Elvis. Eres un buen chico. Más tarde cantan, tocan instrumentos y bailan. —Fue un cumpleaños muy bonito —le dice Elvis al abuelo, camino de casa. —El mejor que yo recuerdo —le dice el abuelo. —Para mí también —le dice Elvis contento. Se miran la ropa y se dan cuenta de que no están demasiado limpios. —Fue una suerte que no te pusieras la ropa de venir a la ciudad —dice Elvis consolándole.

www.lectulandia.com - Página 89

—No te preocupes —le dice el abuelo mientras se sacude—, pero seguro que la abuela se va a llevar una sorpresa. —Dile que estuvimos celebrando el cumpleaños —dice Elvis. El abuelo se para y empieza a sacudir la ropa de Elvis. —Para ti será peor —le dice preocupado—. Será mejor que vaya contigo a casa y les explique algo. Pero Elvis le dice que no es necesario. Que todavía sería peor. Sabe la opinión que mamá tiene del abuelo y se va a creer que tiene él la culpa de que Elvis se haya puesto así. Y eso no es justo. —No te preocupes por mí, preocúpate de la abuela que yo me encargo de mamá, ya estoy acostumbrado.

www.lectulandia.com - Página 90

La abuela suspira mientras pone un lío de ropa en el sofá de la cocina. —¡Bueno!, esto es lo último que me queda de Juan —dice. La cocina se queda en silencio. Se sienta en el sofá y se pone a remover la ropa que ha traído. Es para Elvis. Desde muy pequeño se ha vestido con ropa de la abuela. Mejor dicho, con la ropa de Juan. Nadie dice nada. Mamá va a la cocina, coge la cafetera, la enjuaga, y después la pone debajo del grifo y deja correr el agua. Elvis mira a la abuela, que está sentada acariciando las ropas de Juan. Quiere a la abuela, pero piensa mucho más en el abuelo. La abuela es tan callada, casi no dice nada. Cuando viene con el abuelo uno no se da cuenta, pero cuando viene sola, como ahora, la casa se llena de silencio. Echa mucho de menos al abuelo. Sin embargo, cuando el abuelo viene solo no echa de menos a la abuela, se olvida de ella completamente. En realidad no debiera ser así, no es justo. Mamá cierra el grifo. —¿Quieres un café? —pregunta. —Sí, gracias —le responde la abuela, pero casi no se la oye. El ruido de la llave de la cocina puede oírse perfectamente, y la puerta del aparador al cerrarse, cómo era, pensar en él y tenerlo presente un rato. Pero es una pena que tenga que estar allí sentada haciendo como que Juan se ha ido de viaje. Siempre igual. A Elvis no le cabe en la cabeza. La mira atentamente. Quizá debería decirle ahora que ya sabe lo de Juan. Mira a mamá y toma una decisión. No, no dirá nada. Mamá no podría soportarlo. —Bueno, el próximo año tendréis que comprarle ropa vosotros —dice la abuela con resignación—. Ya no hay más. Juan ya no tenía nada más. —¡Qué le vamos a hacer! —dice mamá. —Este que tiene ahora puesto Elvis fue su último traje —dice la abuela mirando pensativa para Elvis y apoyando las manos en la rodillas. —Se lo hicimos el otoño anterior a… —dice muy bajito. Después alza la voz y dice que a Juan le quedaba algo grande, tiene bastante para bajar en la chaqueta y en el pantalón. De todas formas a Elvis aún le queda algo grande. Elvis se da cuenta de que la ropa de Juan siempre es grande y la gasta antes de que le quede a la medida. Elvis no es demasiado cuidadoso con la ropa. Mamá mira, le mira y mueve la cabeza. —No creo que a este el traje le aguante tanto —dice mamá señalando a Elvis. La abuela le mira a los ojos y le dice: —Cuídame bien este traje, Elvis —le dice muy seria—. Tu tío Juan estaba muy orgulloso de él cuando se lo hicimos. —¿Cuántos años tenía… al irse? —pregunta mamá. www.lectulandia.com - Página 91

La abuela se levanta para pasear un poco y contesta.

—Pues espera, te lo voy a decir. Tenía exactamente la misma edad que Elvis hoy, seis años, siete meses y dieciocho días. Por eso vine hoy con la ropa. —¿Cuánto tiempo hace de eso? —pregunta mamá. —Doce años… Cumpliría los diecinueve en el invierno. Elvis se encuentra incómodo con el traje de J Juan. Mamá mira, le mira, tiene la misma expresión que cuando ponen algún programa triste en la televisión. La abuela está mirando el grifo que no para de gotear. De pronto mamá se levanta de un salto y abraza a Elvis tan fuerte que casi lo tira contra el vertedero. Pero le suelta enseguida, porque «Laila» empieza a ladrar y a saltar a su alrededor. —¿Tienes celos? —dice riendo y cogiendo a «Laila»—. ¿De verdad?, tú por lo menos te dejas acariciar —dice—. Tú no te echas para atrás como ese zoquete. Señala a Elvis, pero no está enfadada. Por un momento lo creyó, al llamarle aquello. Y se le ocurrió que a lo mejor ella no quiere decir realmente lo que dice. A lo www.lectulandia.com - Página 92

mejor es que no puede remediarlo. Este pensamiento es nuevo para Elvis. Después de marcharse la abuela, se queda pensando en eso un rato. Estaría bien que fuera así, que mamá en el fondo no creyera todas las cosas que le dice. ¡A lo mejor a él también le pasa lo mismo! ¿Será así? En algunas ocasiones ha llegado a decir muchas tonterías y cosas feas… En esos momentos sentía lo que decía, pero ¿se lo creía? En ese caso sería terrible… No, no siempre se cree uno todo lo que dice. Tiene que meterse eso bien en la cabeza. Quizá entonces no se sintiera tan triste y enfadado cuando mamá le dijera alguna cosa. Ni tan disgustado con mamá cuando se enfadara por haberle dicho algo. Elvis se quita despacio la ropa de Juan, el traje que a ninguno de ellos le sentaría bien nunca, al uno por ser demasiado delgado y al otro por ser demasiado robusto. Tiene el pantalón en la mano y lo mira de arriba abajo. Era el que se ponía Juan, ya hace tanto tiempo, cuando tenía que estar arreglado. De ahora en adelante se lo pondría Elvis. Desde ahora ya sabe más cosas. Sabe, por ejemplo, que hoy tiene seis años, siete meses y dieciocho días. Desde ahora será cada día un día mayor de lo que Juan había sido. Ahora ya sabe eso. Mamá coge el pantalón y lo pone en una percha con la chaqueta. Después vuelve a poner la radio. Había estado apagada durante la visita de la abuela, porque dice que su vieja cabeza se cansa con la radio. —Mi joven cabeza también se cansa —dice Elvis, pero mamá no le oye. Le dan ganas de gritárselo al oído, pero lo deja. Para qué va a hacerlo, eso solamente empezaría una discusión. En vez de eso sale a la calle y se va a casa de Peter. A lo mejor le encuentra. De repente se para y levanta la mano, primero dobla el dedo gordo y después el meñique. Solamente faltan tres días para que vuelva Julia.

www.lectulandia.com - Página 93

A papá se le acaba de ocurrir, así de repente, que Elvis tiene que aprender a montar en bicicleta. Dice que hay un motivo muy importante. —¿Cuál? —le pregunta Elvis, pero papá no se lo quiere decir. —Ya lo sabrás cuando sepas montar —le contesta. Mamá no es de la misma opinión que papá. Dice que es muy pronto para montar en bicicleta, que es muy pequeño y debería esperar un poco. Elvis por su parte quiere aprender. Lo que más le gusta es ir con Peter en la bicicleta, por la carretera y meterse por los caminos del bosque. Pero las bicicletas solamente tienen dos ruedas, parecen peligrosas, debe de ser muy fácil caerse. Y Elvis tiene miedo a caerse. Tiene un miedo especial, no es por el golpe en sí, sino por el hecho de caer. Lo peor es cuando se está cayendo. Cuando ya se ha caído, por lo general no resulta tan duro como uno esperaba. Por esa razón, cuando papá coge la bicicleta de mamá del garaje y le ve acercarse con ella, Elvis tiene todo el cuerpo en tensión. No dice nada, sigue a papá. El corazón le late con fuerza, como si tuviera una pelota botando dentro del pecho. Se van a la calle que casi no tiene tráfico. Papá va a enseñarle a montar allí. ¡Ojalá todo vaya bien! Lo desea ardientemente. Ya que no tiene condiciones para el fútbol, le gustaría tenerlas para la bicicleta. Porque ni tan siquiera ha sido capaz de aprender a nadar, y eso que papá ha tratado de enseñarle durante dos veranos. Si por lo menos esta vez pudiera hacer algo. Tiene verdaderos deseos de conseguirlo. Papá lo hace como una atención, eso se nota bien claro. No es lo mismo que con el fútbol y los otros deportes, que papá se enfada porque no consigue hacer de él un deportista. En este caso es distinto. Cuando le dijo que había «un motivo muy importante», tenía una expresión alegre y llena de promesas. Por eso Elvis quiere realmente hacerlo. Piensa hacerlo lo mejor que pueda. Papá se monta primero para enseñarle lo que tiene que hacer. Elvis le mira con atención. Parece fácil, como si nada. Tan fácil como el volar de los pájaros. Pero cuando prueba Elvis, toda la facilidad desaparece. Va colgado del manillar como un saco y las piernas parecen enrollársele por todas partes. No se aclara. Está tieso como un palo y, sin embargo, le tiembla todo el cuerpo. Papá no suelta la bicicleta, no hay peligro de caerse, pero de todas formas sigue teniendo miedo. Nunca se enfada consigo mismo, pero en este momento sí que lo hace. Y cuanto más se enfada peor le sale. Papá le anima y le ayuda, le enseña cómo ha de poner los pies y mover los pedales, sujeta la bicicleta por el manillar y por el sillín, para que se sienta más seguro. Pero ni así. Elvis se agarra fuertemente al manillar, parece casi una cosa. Tampoco sirve para la bicicleta. Está desolado por papá, que se esfuerza tanto inútilmente.

www.lectulandia.com - Página 94

Los dos están cansados. Papá apoya la bicicleta y Elvis se sienta al lado de la rueda delantera. —¿Nos vamos para casa? —le pregunta papá. Elvis sigue sentado en el mismo sitio, pensando entristecido en su cuerpo inservible. —No hay forma de hacer nada bueno de mí —dice, más que nada por consolar a papá. —¿Cómo dices? —le pregunta papá. Mira a Elvis y le dice: —Sí, hombre, no te preocupes, algo se podrá hacer. Pero no parece muy convencido. Se van a casa con la bicicleta. El corazón de Elvis ya no salta como una pelota. Se siente pesado como un saco. Papá le consuela, le dice que nadie aprende a montar en bicicleta el primer día. Ni tan siquiera él, que es deportista. A él también le llevó su tiempo aprender. Lo que tiene que hacer es no darse por vencido. Seguro que aprenderá pronto si no lo abandona. Elvis no dice nada, pero está decidido a no dejarlo. Quiere y tiene que aprender. Aún sabiendo que le va a costar trabajo. Si hubiera una fórmula para mejorar a los niños que no tienen condiciones, piensa, para hacer felices a sus padres, pero sin tener que cambiar, porque cambiar no quiere. En general, quiere seguir siendo el que es, y no otra persona que a lo mejor ni tiene secretos. Cuando llegan a casa mamá ha decidido ir al campo enseguida. Los vecinos, que acaban de llegar de Italia, les han invitado a tomar café con ellos. —Pero si tú no quieres ni verlos —dice papá—. Estas diciendo que solamente saben presumir de sus viajes y ahora quieres ir. Mamá sigue pensado lo mismo de ellos, pero tiene curiosidad y quiere ver todo lo que han traído de Italia. —¿Para ponerte furiosa otra vez? —le dice papá de mal humor. Pero terminan haciendo lo que dice mamá. Se van al campo y Elvis tiene que ir con ellos. Hubiera preferido ir a ver a Peter, pero no dice nada. Está demasiado cansado por la paliza de la bicicleta y además papá le da un poco de pena, porque no solo ha estado perdiendo el tiempo en enseñar a montar en bicicleta a un tonto, sino que encima tiene que ir a perder el resto de la tarde oyendo presumir a los vecinos. Además, a sabiendas de cómo se va a poner mamá después porque ella no puede conseguir todas aquellas cosas. El viaje de vuelta va a ser muy triste para ella. Pero no hay nada que hacer. Por lo menos a la ida ella está de buen humor. Hace comentarios sobre lo de la bicicleta y dice que se alegra de que Elvis tarde en aprender. Porque no se atrevería a dejarlo salir con todo el tráfico, tiene demasiado miedo de que le pueda pasar algo.

www.lectulandia.com - Página 95

Cuando llegan al campo ya ha oscurecido. Pero hace una noche muy agradable y las estrellas empiezan a salir. El cielo parece un jardín lleno de flores blancas. Sería extraordinario poder andar en bicicleta por allí arriba. Elvis no va con ellos a casa de los vecinos. Pero puede verlos y oírlos, pues están al lado del camino. Están sentados en la terraza que tiene luces de colores y no pueden ver las estrellas. Puede oír perfectamente todo lo que dicen, pero no le interesa. En ese momento mamá está hablando de Peter, «de ese chico tan agradable y culto que educa a mi hijo», realmente no es muy interesante lo que dicen. Se va a la leñera y separa el tronco detrás del que está escondida la caja con los secretos de Juan. La pieza del rompecabezas ya tiene explicación porque ya sabe a dónde pertenece. Pero la llave todavía no tiene solución. La coge y sale a sentarse afuera.

«Bisi» se acerca sigilosamente entre la hierba y se para a unos metros de donde él está sentado. Elvis estira el brazo en dirección hacia ella. Ella se acerca, sin dudarlo, hasta ponerse casi a su lado. Se miran a los ojos, como siempre que se encuentran, él le enseña la llave, que brilla en la oscuridad, y la balancea delante de ella. La gata se echa a ella tratando de cogerla, exactamente igual que en otros tiempos, cuando jugaban juntos. A ella siempre le gustaron las cosas brillantes. Elvis habla con ella en voz baja. Al cabo de un rato la gata se sube a su regazo y se acuesta allí. Él la acaricia suavemente en el lomo y ella empieza a ronronear igual que hada antes. Elvis se alegra. Había creído que ella ya no se acordaba de ronronear. www.lectulandia.com - Página 96

Se quedan así sentados, sin moverse, el resto de la tarde. De vez en cuando una de las flores del cielo se cae y la siguen con la vista. Elvis mira para la llave, la tiene en la mano, brillando con un reflejo misterioso. La mira y piensa. Desea tardar en encontrar la cerradura a la que pertenece. Un día lo descubrirá, está seguro. Totalmente seguro de que Juan lo había pensado así. Cuando Juan olvidó, o escondió la llave en el forro del bolsillo, era indudable que lo había hecho para que alguien la encontrara alguna vez. Y el que encontrara la llave también descubriría alguna vez la cerradura. Eso era evidente. Elvis hubiera hecho lo mismo. Por eso tiene que buscar la cerradura. Pero aún no. El secreto de la llave todavía quiere guardarlo un tiempo. Para tener algo concreto en qué pensar. Juan también hubiera esperado, si hubiera vivido tanto tiempo como va a vivir Elvis. Elvis tiene la mano abierta, con la llave en la palma. Primero dobla el dedo gordo, después el meñique. Duda un momento y después también dobla el anular. Le quedan el índice y el mayor. Faltan dos días para que llegue Julia.

www.lectulandia.com - Página 97

El jardín de la casa donde había vivido Julia está ya limpio y arreglado. Peter se ha ido a vivir allí para guardar la casa hasta que decidan lo que van a hacer con ella. Se ha llevado allí su cama y algunos muebles. También se ha llevado la gran jaula de «Contrabandista» y todos sus libros. Tiene la bicicleta en el jardín, apoyada contra un castaño. Cuando Elvis pasa por delante de los árboles ve brillar las ruedas de la bicicleta con el sol. Se para y la mira. Se acerca a ella, la coge por el manillar y se la lleva al camino. A lo mejor es más fácil aprender en la bicicleta de Peter. En ese momento Peter le llama desde dentro de la casa. —¡Hola! ¡Ahora mismo voy! —dice gritando. Elvis se para con la bicicleta y espera. Al llegar Peter le cuenta lo de ayer con la bicicleta, cuando papá trató de enseñarle a montar. —¿Crees que podré aprender? —le pregunta a Peter. Peter no le contesta enseguida. Apoya la bicicleta contra un árbol y se queda pensativo. —¿No lo crees? —dice Elvis intranquilo. —Desde luego —dice Peter—. Pero no con esta bicicleta. Le dice que es demasiado grande para él. Por eso papá había cogido la bicicleta de mamá y no la suya propia. Pero la bicicleta de Julia está allí detrás y aún es algo más pequeña que la de mamá. —¿Crees que podemos cogerla prestada? —pregunta Elvis. Peter le dice que sí, que Julia se alegrará de saber que sirvió para algo. Se van a buscar la bicicleta. Es una bicicleta roja muy bonita. Peter hincha las ruedas y Elvis salta de contento. Esta bicicleta le parece más manejable y fácil, y además no parece tan peligrosa. De todas formas tampoco hoy le sale demasiado bien. Quizás un poquito mejor, porque no se siente tan torpe. Sigue agarrotado al manillar, pero no como un palo, se siente más como un saco. Además tampoco siente tanto miedo. Peter le pregunta cómo se siente y él se lo dice exactamente. —Estupendo —dice Peter—. Los sacos pueden vaciarse, pero los palos no. Entonces coge a Elvis y hace como que lo vacía de cosas. Le levanta y le sacude en el aire hasta que les da la risa a los dos. Hay tantas cosas dentro del saco que pesa demasiado, le dice Peter, por eso hay que sacudirlo bien para que caigan todas esas tonterías. —¡Oy!, escucha eso. Acaba de caer una cosa grande y gris. ¿Sabes lo que es? Elvis abre los ojos asombrado y mira. Le parece ver esa cosa gris que dice Peter. —¡Noo! —dice Elvis sorprendido. —Son todas las mentiras que has inventado —le dice Peter—. Ahora ya se han caído. www.lectulandia.com - Página 98

—¿Se fueron todas? —pregunta Elvis. —Eso parece —contesta Peter. —¿Las viste?, ¿eran muchas? —dice Elvis con voz un tanto cortada. —¿Tú qué crees? —dice Peter riéndose. Elvis también se ríe, aquello le resulta un poco raro. Debía de ser un bulto de mentiras bastante grande, por la gran cantidad de veces que le había mentido a mamá, para salir de casa o cuando volvía tarde y no quería decir dónde había estado. —Bueno, era bastante grande —dice finalmente. Peter da una patada fuerte al aire. —¡Allá va! —¿Dónde? —pregunta Elvis mirando hacia arriba. —Por el aire —dice Peter—. Es mejor, ¿no? Siguieron un poco más y Elvis se deshizo de una caja de terquedad, de otra de presunción y de un par de cosas más que no recuerda bien. —Bueno, será mejor —dice Peter—. Porque si no, vas a estar demasiado ligero y se te va a ir la bicicleta sola. ¿Probamos otra vez? Pero Elvis está sobreexcitado y va de un lado a otro sin poder contener la risa, se ríe de todo. No sabe por qué, pero se ríe. Al fin se calma y va todo decidido a coger la bicicleta que ahora sujeta Peter. Sin más se monta, pone un pie en cada pedal y lo mueve adelante y atrás, para familiarizarse con ellos. El sillín le da en la espalda. No alcanza a sentarse, pero puede mover los pedales y la bicicleta empieza a avanzar. Es una sensación muy agradable, además no tiene miedo, porque Peter tiene cogido el sillín y va corriendo a su lado. Es tan agradable que Elvis no quiere parar. Siguen y siguen, de la verja a la casa y vuelta. Después de un rato Peter cambia la mano del sillín al portapaquetes. Elvis no nota nada, va pedaleando y haciendo ruido con los labios como si fuera un motor. Peter suelta también el portapaquetes. Elvis va solo.

www.lectulandia.com - Página 99

Al principio no se da cuenta, sigue como si nada, va seguro y feliz. Pero entonces ve que Peter va corriendo a su lado y no detrás, como debía. También le ve saludarlo con la mano que tenía que estar cogiendo el sillín. En ese momento Elvis se cae. Allí está, tirado como un pájaro herido, con la bicicleta encima y moviendo los brazos. Peter coge la bicicleta y levanta a Elvis. Elvis no se ha hecho daño, no le duele en ninguna parte. —Entonces puedes volver a montar otra vez —le dice Peter. Elvis lo hace sin decir nada. Ni tan siquiera le pregunta a Peter si va a aguantar la bicicleta. Pero Peter la aguanta y sabe que no le va a dejar caer otra vez. De todas formas, Elvis está en guardia. Porque ahora se da cuenta cuándo Peter cambia la mano del sillín al portapaquetes. Pero no se cae, porque Peter lo coge y no tiene más que seguir adelante. Esta vez Peter espera un poco más a quitar la mano. Cada vez que Elvis mira para atrás, ve el brazo de Peter. Lo que no sabe es que Peter solamente está tocando el sillín con un dedo. Al cabo de un momento tiene la mano a más de diez centímetros del sillín. Elvis aumenta la velocidad y empieza a cantar. Peter también canta con él. Ahora ya hay medio metro de distancia entre Peter y la bicicleta. Peter corre más aprisa y se pone otra vez al lado de la bicicleta. Elvis lo ve. Peter le vuelve a hacer señas con la mano que debía estar cogida de la bicicleta. Elvis también lo ve. Deja de cantar y aprieta los labios, pero sigue. Ya sabe montar en bicicleta.

www.lectulandia.com - Página 100

No se para hasta que casi va a chocar contra la casa, justo contra el girasol. Bueno, realmente es Peter quien lo para. Pero Elvis se queda con los pies en los pedales, no se baja. Peter aguanta la bicicleta y Elvis trata de mantener el balance. Nota los pedales tan seguros como los peldaños de una escalera. Estando así es casi tan alto como Peter y puede ver perfectamente el brote del girasol. Está a punto de abrir. Puede vérsele ya algo amarillo dentro. La flor va a salir. Elvis quita una mano del manillar y se la muestra a Peter. Tiene todos los dedos cerrados menos el índice y dice: —Solamente falta un día para que llegue Julia.

www.lectulandia.com - Página 101

Elvis no dice en casa que ya sabe andar en bicicleta. Había pensado hacerlo. Incluso le hacía ilusión contarlo y después ir a demostrárselo a papá. Se lo había pensado todo muy bien, lo que iba a decir, lo que le iban a contestar mamá y papá, y lo que se iban a sorprender, se lo sabía todo muy bien. Pero tan pronto como iba a abrir la boca para decirlo, no le sale. Los labios se le cierran solos y se queda callado como un pez. Es algo extraño, pero eso le pasa algunas veces, cuando va a decir algo. No sabe la razón, pero se queda mudo y no es capaz de soltar una palabra. Pero a continuación siempre pasa algo que le hace alegrarse de haber callado. Mamá se va de la lengua. Habían decidido no decirle nada a Elvis, iba a ser una sorpresa. Papá se lleva una desilusión cuando mamá lo descubre. Ella dice que le parece una tontería que el abuelo le dé ahora la bicicleta a Elvis. Debería esperar un par de años más. Que debe de empezar en la escuela antes. Elvis escucha con los ojos saliéndosele de las órbitas. ¡La bicicleta!; ¿qué bicicleta? Entonces no le queda más remedio que preguntar y terminan diciéndoselo. Juan tenía una bicicleta. Se la habían regalado el verano anterior a «irse», pero nunca había aprendido a montar. Estaba ya demasiado débil. Por eso, la bicicleta está como nueva, nunca fue usada, nadie ha montado nunca en ella. Y ahora está en el garaje, en el pueblo, esperando a Elvis. El abuelo quiere dársela ahora, para que Elvis tenga bicicleta cuando empiece en la escuela. A papá le parece bien, pero mamá cree que es una tontería. ¿Qué cree Elvis? No sabe. —¿Vas a preguntarle su opinión al niño? —le dice mamá a papá—. En mi vida oí nada semejante. ¿Cómo va a saberlo él, que no tiene ni idea de lo que le conviene? Elvis no dice nada. No puede, porque en ese momento no sabe lo que quiere. Hay demasiada discusión. Pero cuando se queda solo sí que lo sabe. La cabeza se le aclara otra vez. Elvis llama por teléfono al abuelo y le dice que ya sabe que Juan tenía una bicicleta. Es una pena, habían pensado darle una sorpresa, le dice el abuelo, pero que bueno, que ya no importa. Así Elvis puede decidir cuándo la quiere. Porque ahora hay muchas opiniones distintas. La abuela piensa igual que mamá, que todavía es pronto. A Juan se la habían regalado porque tenía muchas ganas de ella y en el pueblo no hay tanto tráfico como en la ciudad. En realidad era demasiado joven, pero como estaba tan enfermo querían que fuera feliz. Después estaba tan débil que no había aprendido a montar en ella. Ni tan siquiera se atrevía. Pero estaba muy contento con www.lectulandia.com - Página 102

la bicicleta. Tocaba el timbre y jugaba con el candado de la cadena. La bicicleta sigue en el garaje, cerrada con el candado, igual que él la había dejado. Nadie más la había tocado desde entonces. —Creí que te agradaría tenerla antes de empezar en la escuela —le dice el abuelo. Entonces Elvis le explica el caso. Le dice que ya sabe andar en bicicleta, que ha aprendido ayer. Pero aún no lo sabe nadie. Ni piensa decirlo. Elvis quiere estar seguro antes. Ayer sabía, pero a lo mejor ya se había olvidado. —No lo creo —le dice el abuelo. Pero Elvis le dice que con él uno nunca sabe lo que puede pasar de un día para otro. Por ejemplo, un día había hecho equilibrio. Le pregunta al abuelo si conoce la barandilla que hay en el campo, al lado de la carretera. —¿Por dónde pasa el autobús? —pregunta el abuelo. Exactamente. Un día Elvis anduvo por ella igual que si fuera por el suelo. Pero al día siguiente, cuando se lo iba a demostrar a papá ya no sabía y se había caído. Le pregunta al abuelo si lo comprende. Tiene que estar bien seguro antes de que papá le vea. Montar en la bicicleta de Julia, delante de Peter es una cosa, y montar en la bicicleta de mamá, delante de papá es otra muy distinta. Uno tiene que pensárselo muy bien antes. Sí, es cierto. El abuelo lo comprende. Se alegra de que Elvis lo haya llamado, le dice, porque en realidad había pensado sobre lo que podía hacer con la bicicleta de Juan. Entonces papá y él habían decidido que a Elvis le gustaría tener una bicicleta para ir a la escuela. Pero la escuela no tiene nada que ver con la bicicleta, piensa Elvis. No hay por qué pensar en eso todavía. Ya sabrá cómo es cuando empiece. Ahora es mejor pensar en otras cosas. Por eso, Elvis quiere esperar por la bicicleta de Juan. Se alegra de saber que existe, porque así tiene otra cosa más en qué pensar. Pero con algunas cosas es mejor esperar. ¿No es cierto? Elvis se dirige al cementerio. Al principio va corriendo. Pero se para de repente, mete las manos en los bolsillos y continúa andando. Una lavandera va saltando delante de él. Si sigue corriendo la asustará y se echará a volar, y quizá ahora no tenga ganas de hacerlo. A lo mejor prefiere ir andando, puede que sea importante para ella, porque a lo mejor busca algo. Elvis ajusta su paso al de la lavandera. Tiene que ir despacio hasta que ella vuele cuando le parezca bien hacerlo. Por otra parte no hay ninguna razón para correr. Hace buen tiempo y pronto será por la tarde. Va a ver la figura que había hecho del Secreto. Le apetece verlo y cogerlo. Ya hace tiempo que no tiene oportunidad de hacerlo. El mensaje de Julia está con la figura. www.lectulandia.com - Página 103

Ella llega mañana. La lavandera sigue andando a saltitos delante de él. Le apetece que venga Julia, pero eso no es motivo para apurarse tanto. Si puede leer el mensaje, pues mejor. Si no puede hacerlo, pues ya lo leerá más adelante. ¡Quién sabe!, en realidad quizá sea lo mismo. A Julia le da igual. A ella no le importa cuándo se lea. A lo mejor ni tan siquiera le importa quién lo lea. Siempre y cuando el que lo lea lo entienda. No está muy seguro de poderlo hacer aún. A veces lleva tiempo entender algunas cosas. La lavandera sigue a saltitos delante de él. A veces cambia de dirección y se va hacia un lado, y él tiene que pararse y esperar. Tampoco tiene importancia el retrasarse un poco, si uno sabe que llegará a comprender algo algún día. Elvis está seguro de eso. Es parte de su Secreto, en realidad todo forma parte del Secreto. Hoy le toca decidir a la lavandera. Él puede ir tranquilamente al mismo paso que ella. Tiene tiempo suficiente. No hay necesidad de andar corriendo de un lado para otro como viene haciendo últimamente. Uno también tiene que gozar de la vida, como dice el abuelo. Sin embargo, Elvis goza… Realmente no hace otra cosa. No puede remediarlo. La cuestión está en si puede gozar aún más. Quizá pudiera, si tuviera un jardín propio… Ya llegaron al cementerio. Él y la lavandera. Él se para y la lavandera sigue su camino. Se queda mirándola hasta que desaparece, como una manchita negra, a lo lejos. Después se pone a buscar el sitio donde enterró la cajita verde con la figura del Secreto y la nota de Julia. Cuando va a desenterrarlo oye en el aire un ruido tremendo. Tiene que ver lo que es. Es una bandada de gaviotas blancas. Al otro lado del camino hay un jardín abandonado, en él no hay ninguna casa. Las gaviotas vienen de todas partes, volando de un lado para otro, chillando. A un lado del jardín hay un viejo frutal solitario, cuando lo ven aumenta el griterío y se posan en él, todas al mismo tiempo, como si hubieran visto algo; sin embargo, Elvis no ve nada. De pronto levantan el vuelo y se ponen a volar en círculo sobre la capa del árbol, vuelan todas en la misma dirección. Ahora vuelan en círculo sobre el árbol. Es algo digno de verse. Planeando sin mover las alas ni lanzar un solo grito. En el suelo, un mirlo que Elvis no puede ver, empieza a cantar, mientras las gaviotas evolucionan en el cielo. Elvis no ha visto nada más bonito en su vida. Las gaviotas siguen volando más y más alto, haciendo círculos y escuchando al mirlo. Al final desaparecen en lo alto, www.lectulandia.com - Página 104

como una nube que se desvanece. Elvis decide desenterrar el Secreto. La piedra sigue siendo tan inexplicable como siempre. Con ella en la mano desdobla el papel y lee el mensaje de Julia. No se ha olvidado de leer. El mensaje es muy corto. Dice: Ahora es ahora. Yo soy yo. Peter es Peter. Lo lee varias veces y le parece muy fácil de entender. De todas formas no está demasiado seguro de entenderlo totalmente. Sabe que estas palabras esconden un significado más profundo. No le sirve de gran cosa coger el lápiz y escribir más abajo: Elvis es Elvis. Sigue sin comprender, ni tan siquiera comprende lo que él mismo ha escrito. Significa mucho más de lo que parece. Allí hay mucho que entender. Se queda un momento mirando al mensaje… El mirlo ha dejado de cantar. Ya es bastante tarde y está oscureciendo. Al final del seto hay un farol. Dentro de poco se encenderá el farol. Hará muy bonito. El girasol echará mañana la flor. También estará muy bonito.

www.lectulandia.com - Página 105

www.lectulandia.com - Página 106

María Walter (Vaxholm 1923 - 2007), fue una escritora sueca de literatura infantil y juvenil. Tras licenciarse en Filosofía e Historia de las religiones en la Universidad de Estocolmo se dedico a la enseñanza. Tomó el apellido de su marido, el ilustrador Harald Gripe, con quien se casó en 1946 y que ilustraría muchos de sus libros. Sus obras se caracterizan por mezclar el realismo con elementos mágicos o surrealistas y por destacar la profundidad y complejidad del mundo infantil.

www.lectulandia.com - Página 107

www.lectulandia.com - Página 108

www.lectulandia.com - Página 109

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF