Elías Trabulse - Los orígenes de la ciencia en México

December 9, 2017 | Author: J Sabás Medrano C | Category: New Spain, Spanish Inquisition, Mexico, Science, Libraries
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BREVIARIOS del F o n d o d e C ultu ra E c o n o m ic a

526 LOS ORIGENES DE LA CIENCIA MODERNA EN MEXICO (

1630- 1680)

LOS ORIGENES DE LA CIENCIA MODERNA EN MEXICO ( 1630- 1680)

por ELIAS TRABULSE

60 A N I V E R S A R I O

FONDO DE CULTURA ECONOMICA MEXICO

SIGLAS UTXLIZADAS

AGNM BINAH

BNM AGI

Archivo General de la Nacion (Mexico, D.F.) Biblioteca del Instituto Nacional de Antropologia e Historia (Mexico, D.F.) Biblioteca Nacional de Mexico (Mexico, D.F.) Archivo General de Indias (Sevilla, Espana)

PREFACIO

Este libro describe la trayectoria de una disidencia. Entre 1630 y 1680 la ciencia moderna, pro­ ducto de la Revolution Cientifica, penetro en Mexico con lo que la antigua ciencia medieval y renacentista comenzo a desaparecer de los esquemas mentales de los cientificos mexicanos. Este proceso, iniciado en esos cinco decenios, prolongo sus efectos hasta principios del siglo xix. Es por ello que la he llamado la trayectoria de una disidencia: la del transito gradual de una conception fisica del mundo a otra. Sin embargo este no fue un proceso cultural sencillo ya que esa nueva racionalidad cientifica corrio paralela a lo que en Mexico fue el despertar de la conciencia criolla con todas sus mani­ festationes politicas, sociales, economicas y re­ ligiosas. La interrelation entre la ciencia y las nuevas actitudes que tendian a afianzar la identidad del mexicano, como hijo de esta tierra privilegiada y feraz, fue muy fuerte, y ayudo a consolidar la idea criolla de patria asi como la muy particular conception de la historia de esta entidad geografica llamada Mexico. En ese periodo la ciencia como conocimiento del mundo fisico, pero tambien como forma de exaltation de la naturaleza de la “patria”, fue uno 9

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PREFACIO

de los soportes del naciente e incipiente espiritu nacional, que cristalizaria a finales del siglo x v iii y que llevaria a la emancipation politica. La ciencia moderna, que se difunde en Europa en esas mismas fechas, surge en Mexico en el pe­ riodo mas obscuro de la epoca colonial, por lo que resulta hasta cierto punto explicable que ese fenomeno capital haya pasado desapercibido de nuestros historiadores. Este hecho no deja de resultar paradojico, ya que fue precisamente en ese lapso perdido para la historia que va de 1630 a 1680 cuando se consolida el ideario crio­ llo que ha llegado hasta nosotros, con todos sus mitos patrios, y en los cuales la vision cientifica como confirmation objetiva de la realidad excep­ tional de la naturaleza fisica de Mexico, desempeno un papel relevante. Es por eso que todo estudio de la ciencia me­ xicana, y en particular el de sus origenes, debe intentar comprender los factores extracientificos que convergen con ella en todos los periodos de su historia. La ciencia en Mexico jamas ha estado desligada de otras manifestationes de la cultura, que en un juego de ecos y reflejos nos permite comprender su alcance e importantia en el desarrollo historico de nuestro pals. E lias T ra bu lse

2 8 dejulio de 1992

I. LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA E l a m b ie n te jntelectual necesario para los es­ tudios cientificos en la Nueva Espana se formo paulatinamente durante el medio siglo posterior a la caida de Tenochtitlan. El proceso fue lento en un principio, pero con la fundacion de la Real y Pontificia Universidad, del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco y de los colegios agustinos de San Pablo, en la ciudad de Mexico, y de Tiripetio en Michoacan, comenzaron a darse las condicio­ nes propicias para los trabajos cientificos. A fin de evaluar este proceso en sus diferentes etapas de gestation, desarrollo y madurez uno de los mejores indices es el analisis de las lecturas que hicieron las diversas comunidades de hombres de ciencia que se suceden a lo largo de los siglos xvi y x v ii . Durante toda la epoca colonial Mexico fue, hasta cierto punto, un lugar privilegiado en el aspecto bibliografico. Poseyo la primera impren­ ta del Nuevo Mundo y comenzo a imprimir li­ bros antes que lo hicieran varias importantes ciudades europeas. Ademas, desde fecha temprana empezo a recibir remesas de los libros prove­ nientes de distintos puntos de Europa, de tal ma­ nera que algunos de los mas destacados huma11

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nistas tales como don Vasco de Quiroga o fray Juan de Zumarraga,1 pronto poseyeron bibliote­ cas en las que estaba representado lo mas selec­ to del pensamiento occidental; y si una biblio­ teca es el reflejo del espiritu de su dueno, es evidente que un recorrido por los titulos que la formaban es la mejor manera de conocer sus intereses intelectuales entre los que pueden estar los temas cientificos. Los intelectuales y bibliofilos de esa epoca seleccionaban con gran cui­ dado sus lecturas pues los libros eran articulos por lo general costosos y no faciles de conseguir, sobre todo si se buscaba un titulo especifico de un autor determinado, y aunque las librerias de la capital novohispana estaban abastecidas y vendian cantidades no desdenables de libros,2 a veces era dificil hacerse de ciertas obras. Por contraparte' muchos de los libros que llegaron a Mexico durante esa epoca habrian de convertirse a los pocos anos en rarezas bibliograficas, y no solo aqui sino tambien en Europa, de tal forma que a la riqueza cuantitativa algunas bi­ bliotecas anadian tambien la cualitativa. Eguiara afirmaba, a mediados del siglo x v i i i , que en las bibliotecas mexicanas existian impresos que era dificil encontrar aun en Europa. Sin embargo, no 1 Ignacio Osorio Romero, Historia de las Bibliotecas Novohispanas, Mexico, Secretaria de Education Publica, Direction Gene­ ral de Bibliotecas, 1986, pp. 14-17, 35-36. 2 Francisco Fernandez del Castillo, Librosy libreros del siglo xvi. Segunda edition, (facsimilar) “Proemio” de Elias Trabulse, Mexi­ co, Fondo de Cultura Economica —Archivo General de la Nation, 1982, pp. 554-557.

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dejo de lamentar el hecho de que “el amor y aficion de los mexicanos hacia el cultivo de las letras” se viera obstaculizado por los altos precios de los libros europeos que, traidos a Mexi­ co, costaban tres o cuatro veces mas. Obstaculo relativo, pues el mismo Eguiara al referirse a la riqueza de las bibliotecas de su pais afirma con orgullo que los novohispanos: a fuerza de dinero conseguimos, no obstante, cuantos libros habemos menester, pues movidos los libreros y comerciantes europeos dei incentivo dei lucro, traen a estas tierras numerosas cajas de se­ lectos volumenes, que nos permiten recibir cada dia los insignes y riquisimos tesoros de la sabiduria europea y poseer ejemplares muy poco corrientes.3 En efecto, es un hecho que los estudiosos novohispanos de toda la epoca colonial siempre fueron proclives a tener buenas bibliotecas sea particulares, si eran laicos, sea comunitarias, si eran miembros de alguna orden religiosa. Por lo general eran avidos lectores y a mas de uno se le llego a imponer el mote de helluo librorum, devorador de libros, que en el siglo xvn alguien le puso al padre Antonio Nunez de Miranda, el confesor de Sor Juana. Este hecho explica las dimensiones que alcanzaron en los siglos xvn y xviii ciertas bibliotecas particulares que com3 Juan Jose de Eguiara y Eguren, Prologos a la Biblioteca Mexi­ cana, Mexico, Fondo de Cultura Economica, 1944, p. 121.

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petian con algunas de las mejores europeas. Hubo bibliofilos notables que reunieron colecciones de gran valor y que ahora nos parecen in­ solitas. Muchos de los miembros de la elite culta cientifica fueron coleccionistas incansables de libros y papeles viejos que cuidaban con gran celo. A lo largo de los anos han salido a la luz diversos registros historicos que catalogan con varios fines el contenido de muchas de esas bi­ bliotecas: informes notariales de la epoca, inventarios, listas de libros presentadas a la Inqui­ sition, testamentos, documentos comerciales.4 Todos ellos reflejan a sus propietarios: teologos, filosofos, cientificos, historiadores, medicos, li­ breros, clerigos, o simples bibliofilos; y nos dicen si dichas bibliotecas eran privadas, conventuales o institucionales. A veces nos dan datos sobre su destino ulterior, el cual por desgracia, frecuentemente era la dispersion y la perdida. No es necesario insistir sobre el interes que esos viejos catalogos tienen para el historiador de la ciencia: son un indice fiel del estado de la cultura cienti­ fica en la Nueva Espana.5 Por medio de ellos es posible comprender la complejidad del proceso que permitio la reception y aceptacion de la ciencia moderna en Mexico en el segundo tercio del siglo xvii.

Los libros del conquistador Mexico,

4 Irving A. Leonard, ; Fondo de Cultura Economica, 1953. 5 Edmundo O’Gorman “Bibliotecas y librerias coloniales” x, 4, (1939), pp. 664-665.

lettn del Archivo General de la Nation,

Bo-

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Por otra parte esas largas listas de libros abarcan todos los temas imaginables: poesia, teatro, clasicos griegos y latinos, teologia, filosofia, novelas, ciencia. Autores y titulos aparecen a menudo en forma abreviada —pues es bien sabido que en esa epoca los titulos largos y prolijos estaban de moda— , a veces se daba el sitio de impresion y otros datos bibliograficos esclarecedores que han permitido a los estudiosos reconstruir, tras pacientes compulsas, esas bibliotecas, y en algunos casos han abierto el camino a obras notables de reconstruction historica.6 Ahi aparecen los libros y sus lectores, las peripetias de su largo viaje desde Europa, la censura inqui­ sitorial y los riesgos de confiscation, su venta y destino final en los anaqueles de tal o cual estudioso, y finalmente su dispersion, desaparicion o destruction. Para la historia de la ciencia novohispana es interesante saber que la mayor parte de los libros cientificos que llegaron a Me­ xico en los siglos xvi y x v ii provenian de paises como Francia, Belgica, Austria, Portugal, Italia y, por supuesto, en su gran mayoria, de Espana. En menor medida lograban librar la barrera inquisi­ torial libros ingleses, holandeses, y de los otros estados protestantes europeos. Este hecho ex­ plica en buena parte la naturaleza de la ciencia que se cultivo en Mexico en esas dos centurias. 6 Uno de los mas brillantes ejemplos de la utilization de este tipo de documentos para reconstruir la vida cultural y las lecturas de la sociedad novohispana en el primer siglo de la Colonia es el de Irving A. Leonard.

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Muchos autores de primera fila pudieron ser leidos en sus textos originales, tales como Galileo, Descartes o los algebristas italianos del siglo xvi. Otros debieron ser a traves de comentaristas y glosadores, por ejemplo Newton. Sin embargo, un hecho caracteriza la cultura libresca de nuestros cientificos: nunca carecieron de information acerca de los avances de la ciencia europea.7 A veces incluso se hadan traer del Viejo Mundo por medio de agentes comerciales, los libros que necesitaban y que fueron conocidos en la Colo­ nia antes que en la metropoli, por ejemplo, los tratados matematicos de Neper sobre los logarit­ mos o los de fisica de Stevin y Guericke, todos ellos publicados en paises sobre los que la cen­ sura inquisitorial espanola ejertia la maxima vi­ gilantia. De hecho, no parece que la represion libresca del Santo Oficio haya sido un obstaculo lo suficientemente poderoso como para ahogar el desa­ rrollo cientifico de la Nueva Espana. Los censo­ res no pocas veces fueron tolerantes al permitir que se introdujesen en la Colonia libros de cien­ cia aparentemente inocuos y cuyos temas abtrusos debieron series casi siempre incomprensibles. Solo cuando la prohibition aparecia registrada en el Indice de libros prohibidos el libro era con7 Jose Torre Revello, El libro, la imprenta y el periodismo en America durante la domination espanola, Buenos Aires, 1940, pp. 132-133. Dice este autor lo siguiente: “los hombres ilustrados de America no carecieron nunca de los necesarios elementos de cultura, y sus estudios destruyeron sin esfuerzo retorico la tradicional leyenda de la persecution al libro durante la era colonial.”

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fiscado y destruido. Pero a menudo ese Indice resultaba obsoleto pues no registraba publicaciones de diez o veinte anos atras algunas de las cuales, aunque posteriormente fueran declaradas prohibidas, pudieron circular con cierta facilidad mientras se actualizaba el Indice, por ejemplo algunos textos de Gassendi o de Des­ cartes. Otro medio de eludir a la censura fue la de introducir, sin obstaculo alguno, las obras cientificas de autores de ortodoxia indiscutible que contenian amplias exposiciones de tesis de autores modernos. Este fue un fenomeno que vemos repetirse varias veces entre los cientificos del siglo xvii: el estudio y la aceptacion de un autor heterodoxo a traves de los comentarios casi siempre adversos de un escritor ortodoxo. Copernico y Kepler fueron conocidos principalmente de esa manera. Por lo demas, son escasas las referencias a li­ bros cientificos dentro de las multiples disposiciones inquisitoriales y eclesiasticas de los siglos xvi y x v ii contra libros prohibidos. Cosa extrana: pareceria que la ciencia gozo en esa epoca de una especie de inmunidad. Solo cuando las obras rozaban la heterodoxia (pero no por el cambio de la ciencia pura, sino de las ciencias ocultas: astrologia judiciaria, demonologia, geomancia) se daba el caso de que las autoridades inquisito­ riales tomaran medidas represivas. De la otra he­ terodoxia —la cientifica pura— pocas noticias nos ban llegado, sea porque la Inquisicion no capto nunca lo revolucionario de sus teorias y el

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peligro que entranaba para el dogma, sea que los cientificos se mantuvieran siempre vigilantes para no atraer demasiado la atencion sobre sus estudios. Ciertamente, en 1571, en el celebre edic­ to del primer inquisidor general don Pedro Moya de Contreras se exigia que todos los vendedores de libros y propietarios de bibliotecas presentaran listas detalladas de las obras que poseyeran, a efecto de que el Santo Oficio pudiese controlar su circulation y evitar asi la difusion de libros prohibidos. En la segunda seccion de dicho edicto se ordenaba pormenorizar en orden alfabetico los titulos y autores, asi como el lugar y fecha de publication de la obra de “logica, filosofia, medicina y mathematicas”,8 o sea de todas las ciencias segun la clasificacion de la epo­ ca. Cabe decir que a pesar del rigor con que se procedia en los escrutinios, los libros de ciencia pocas veces fueron decomisados. Existe un evi­ dente contraste entre lo que acontecia con los li­ bros sospechosos de herejia o de corromper las costumbres, y los libros de ciencia: las confisca­ tiones sorpresivas incautaban los primeros y por lo general dejaban sin tocar los segundos. Ello explica que los autores que se han ocupado del pensamiento heterodoxo en Mexico casi nunca se hayan detenido a analizar las obras cientificas que circulaban por el virreinato, obras que a menudo representaban un evidente desafio a mas de uno de los dogmas de la ortodoxia religiosa imperante. 8 Fernandez del Castillo,

op. cit., pp. 459-463.

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Ademas, los estudiosos contaban con la apatia burocratica de los censores que por largos periodos de tiempo los dejaban en paz. Solo la llegada de un nuevo inquisidor, o el descubrimiento casi siempre accidental, de la circulacion de libros heterodoxos, ponia en movimiento al Santo Oficio, el cual expedia edictos, solicitaba listas de libros, practicaba visitas sorpresivas a las casas de los sospechosos y decomisaba los titu­ los que consideraba daninos. Despues de unos meses de agitacion y represion, tornaba a sumirse en la indiferencia. En estos lapsos de relativa calma vemos que las corrientes de la ciencia moderna se difunden con cierta facilidad: los li­ bros de ciencia se vendian bien y algunos inclu­ sive pasaban por varias manos, las tertulias de cientificos se hacian mas nutridas y sus discusiones mas interesantes y se publicaban algunos trabajos cientificos de cierto valor. Sin embargo, vemos que en los breves periodos de represion esta actividad intelectual no se manifiesta abiertamente, lo que no quiere decir que no existiera. En 1585, 1602,1607,1612,1613,1618, 1620, y 1621 el Santo Oficio expidio edictos e instructivos y dio a conocer listas de libros prohibidos,9 9 Diversos testimonios sobre libros prohibidos de esos anos son los siguientes: “Fray Bartolome Alonso, franciscano, avisa a los Inquisidores lo que de malo ha encontrado en los libros prohibidos” (1585) en: a g n m , vol. 139. Num. 24; “carta de Pedro de Irala contra Garcia de Cuadros por ciertos libros que vinieron de Espana sin licencia" (Puebla, 1602), en: a g n m , vol. 256, Num. 7-G; “Carta del Comisario de Manila Fray Bernardo de Santa Catalina acerca de libros prohibidos” (Manila, 1602), en: a g n m ,

Inquisition,

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en los cuales no existe ninguna obra de ciencia, lo que no deja de resultar extrano ya que desde finales del siglo xvi empezaron a llegar a la Nue­ va Espana obras cientificas heterodoxas. Quizas influyo en esto el hecho de que los censores oficiales no siempre se consideraron suficientemente capaces como para dictaminar sobre te­ mas que les eran ajenos, por lo que se vieron precisados a recurrir a algunos sabios novohispanos para que los auxiliaran.10 Estas “personas doc­ tas” debieron ser bastante tolerantes con las obras de ciencia pues sus dictamenes no parecen ha­ ber sido nunca desfavorables a ese tipo de libros. En el ano de l6 l6 se presento un caso excepcional de censura que arroja luz sobre el tipo de obras de ciencia que las autoridades no acepta-

Inquisicion, vol. 263, Num. IX; “Lista de libros que se prohiben’ (1607), en: a g n m , Inquisition, vol. 467, pp. 293-294; “Cartas del Comisario de Manila y unos religiosos de la orden de Santo Do­ mingo, sobre las instrucciones y modo que se ha de tener para examinar y corregir biblias, libros y toda clase de impresos” (Mani­ la, 1612), en: a g n m , vol. 293, pp. 30-52, 105-106; “Cuademo de la publication del Breve de S.S. y provision del Cardenal Arzobispo de Toledo Inquisidor General Bernardo de Sando­ val Rojas, del nuevo indice y catalogo de libros prohibidos y expurgados” (1613), en: a g n m , vol. 299, Num. 4; “Autos relativos a la lectura del edicto sobre libros prohibidos y expurgatorio leido en Puebla” (Puebla, 1613), en: a g n m , vol. 299, Num. 5; “Edicto del Santo Oficio contra libros prohibidos” (1618), en: a g n m , vol. 317, Num: 9; “Autos relativos a la revision de libros por el Santo Oficio” (1620), en: a g n m , vol. 289, Num. 9; “Edicto contra los libros prohibidos” (junio 12, 1621), en: a g n m , vol. 289, Num. 13. 10 “Memoria de las personas doctas de esta Nueva Espana a quienes se puede someter la correction de libros” ( 1 6 2 0 ) , en: a g n m , vol. 289, (2 ff).

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Inquisi­

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ban. En ese ano el Santo Oficio publico un edic­ to contra la practica de la astrologia judiciaria en la Nueva Espana. Por este notable documento sabemos que existia toda una comunidad de as­ tronomos adictos a la astrologia. Los inquisido­ res denunciaban y condenaban este hecho en los siguientes terminos: Hacemos saber, que ante nos parecio el Promotor Fiscal de este Santo Oficio, y nos hizo relacion di­ dendo, que a su noticia habia venido, que muchas y diversas personas de este nuestro distrito con poco temor de Dios y en grave dano de sus almas y conciendas, y escandalos del pueblo Cristiano; y contraviniendo a los preceptos de la Santa Madre Iglesia, y a lo que por nos, y por los edictos ge­ nerales de la Fe, que cada ano mandamos publicar, esta proveydo y mandado, se dan al estudio de la Astrologia judiciaria, y la ejercitan con mezcla de muchas supersticiones, haciendo juicios por las estrellas y sus aspectos sobre los futuros contingentes, sucesos, y casos fortuitos, o acciones dependientes de la voluntad divina, o del libre albedrio de los hombres, adivinando por el dia y hora en que nacieron, y por otros tiempos e interrogaciones, los sucesos y acaecimientos que han tenido por lo pasado, o han de tener para adelante.11

Ahi mismo denunciaban las otras ciencias ocultas, que tambien eran practicadas por esos as11 Nos los Inquisidores contra la heretica pravedady apostasia en la ciudad de Mexico... [Mexico], 8 de marzo de I6 l6 , f. lr.

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trologos deseosos de “saber y adivinar los futu­ ros contingentes y casos ocultos, pasados o por venir”, a saber: nigromancia, geomancia, hidromancia, piromancia, onomancia y quiromancia. Con terminos inequivocos condenaban vigorosamente todas esas artes “vanas, supersticiones y reprobadas”, para despues senalar a los causantes de esas practicas heterodoxas: los libros. Al efecto decian: Sin embargo de que por los indices y catalogos de libros prohibidos, publicados por la Santa Sede apostolica, y por el Santo Oficio de la Inquisition, estan mandados recoger los libros que tratan de la dicha Astrologia judiciaria, y todos los demas tra­ tados, indices, cartapacios, memoriales y papeles impresos o de mano, que tratan de cualquier mane­ ra de estas ciencias o artes, con reglas para saber los futuros contingentes, y que nadie los tenga, lea, ensene, ni venda, muchas personas, menospreciando las penas y censuras contenidas en los di­ chos edictos y catalogos, retienen los dichos libros y papeles y los leen y comunican a otras personas, siendo gravisimo el dano que de la dicha leccion y ensenanza resulta.12

Ordenaban que los que poseyeran “libros, cartapacios o papeles” de esas artes ocultas los declararan dentro de los seis dias siguientes a la fecha dei edicto so pena de excomunion mayor y de ser declarados “rebeldes e inobedientes”, asi como “fautores y encubridores de herejes”, con 12

Ibid., f. 2r.

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los castigos consiguientes.13 En suma, la Inquisicion o los censores y correctores de libros du­ rante los siglos xvi y xvn siempre identificaron a la ciencia heterodoxa con el ocultismo, la ma­ gia, los sortilegios o la astrologia judiciaria. Las ciencias que no cayeran en esta clasificacion eran consideradas inocuas. Ciertamente a veces la linea divisoria entre unas y otras —por ejem­ plo entre astrologia y astronomia— era tenue e incluso inexistente pero a pesar de esta circunstancia las ciencia puras — sobre todo en su ver­ sion moderna— no cayeron bajo la mirada inqui­ sitorial casi nunca. Sin embargo, las excepciones existen. Asi por ejemplo en 1626 el Santo Oficio daba a las prensas un edicto en el que con ex­ tremo rigor condenaba la obra Philosophi perigmen propositiones notatu dignae de Juan Bautis­ ta van Helmont, obra impresa en Colonia apenas dos anos antes, y que desperto las sospechas de los censores ya que su obra previa, impresa en 1621, De magnetica Vulnerum curatione habia sido condenada por sus tesis medicas y quimicas heterodoxas y por sus criticas a Galeno.14 No es facil explicar la existencia en la Nueva Espana de obras como estas si no consideramos seriamente que muchas de ellas debieron ser introducidas en el virreinato de contrabando. Nunca aparecen en los registros de envios ni en las lis-

Ibid., f. 3r. Nos los Inquisidores contra la heretica pravedad y apostasia en la ciudad de Mexico... [Mexico], 20 de octubre de 1626. 13 14

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tas que los libreros entregaban periodicamente al Santo Oficio. Mercaderes, particulares y aun religiosos lograban introdudr libros sin que las precauciones de los comisarios y las estrictas regulaciones aduanales sirvieran para impedirlo.15 Las obras entraban dentro de las barricas de vi­ no o en toneles de fruta seca, o bien se disimulaban entre el equipaje. Ademas se recurrfa al expediente de encuademar dos y tres obras en un solo “cuerpo de libro”, con lo que se evadia el escrutinio inquisitorial con cierta facilidad. Por otra parte, no debemos descontar el soborno a los oficiales del Santo Oficio y otras variantes de la corrupcion burocratica.16 Inclusive se presento un caso en el ano de 1621 en el que el Santo Oficio exento a un personaje llamado Fernando Lopez de declarar lo que contenian los seis cajones de libros que habia traido de Espana.17 Los inquisidores habilmente evitaron dar cual­ quier explication de su proceder. El contrabando fue la respuesta de los comerciantes y los intelectuales novohispanos a los rigidos controles impuestos por Moya de Con­ treras, que el Tribunal debio renovar periodica­ mente ante la evidente falta de efectividad de los anteriores. El exito de este trafico ilicito se 15 Jose Toribio Medina, Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisition en Mexico, Mexico, Ediciones Fuente Cultural, 1952, p. 321. 16 Leonard, Los libros del conquistador, pp. 153-154. 17 Information de por que Fernando Lopez no declaro en Vera­ cruz seis cajones de libros” (1621), en: , Inquisition, vol. 339, agnm

Num. 61 (5 fl).

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explica por varias circunstancias: en primer lugar por su rentabilidad y en segundo termino por el manifiesto interes que los intelectuales tenian en conseguir las producciones intelectuales europeas entre las que las obras cientificas ocupaban un buen lugar. Es claro que esas obras no aparecieron nunca en las listas de los libreros o en los catalogos de bibliotecas: su simple enumera­ tion equivalia a una confesion de culpa pues en ningun sitio existia el registro legal que justificara su presencia en la Nueva Espana. Este he­ cho explica por que los cientificos mexicanos de esa epoca pudieran citar obras que no encontramos en ninguna lista o catalogo de esos anos y, ademas, permite suponer que los envios de libros debieran ser mas frecuentes de lo que habitualmente se cree. Es probable tambien que muchos de ellos nunca se registraron pese a ser introducidos legalmente. Por otra parte, es evidente que los libros cientificos llegaban uno a dos anos despues de haber sido editados en Europa, lo que permitia que los hombres de cien­ cia estuvieran al tanto de lo que acontetia en el mundo cientifico de Ultramar. Ya vimos que la obra de Van Helmont circulaba dos anos des­ pues de haber sido impresa en una ciudad protestante. El sabio Juan de Cardenas, que edito su enjundioso libro Problemas y Secretos Maravillosos de las Indias en Mexico en 1591, cito obras del ano de 1587 y si pensamos que desde 1590 lo debio entregar a las prensas es factible suponer que sus fuentes de 1587 debieron estar

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en la Nueva Espana en 1588 o 1589, a tiempo para ser leidas e incorporadas a su trabajo.18 Todos los factores hasta aqui apuntados configuraron sin duda la cultura cientifica de una elite reducida, amante de los libros y las novedades. La information cientifica les llegaba con bastante prontitud sin importar su lugar de origen. Es obvio que la vieja teoria que supone a nuestros cientificos coloniales en un cronico atraso informativo y en un estado de abandono permanente no se sostiene. Las comunidades cientificas que se escalonan entre 1550 y 1700 dispusieron de elementos renovadores de los que, ciertamente, no siempre hicieron uso. Hubo — como en Europa— grupos reaccionarios, refractarios a cualquier novedad. Ni en la Nueva Espana ni en el Viejo Mundo la ciencia moder­ na, en cualquiera de sus manifestationes, se abrio camino con facilidad. Aqui y alia siempre fue vista con recelo, y aqui y alia fueron solo unos pocos los que abrieron la brecha por la que to­ dos sus sucesores penetrarian.

Las bibliotecas mas ricas de la Nueva Espana fueron sin duda las pertenecientes a las ordenes religiosas. Eguiara afirmaba que algunas-eran 18 German Somolinos D’Ardois, “Medicos y libros en el primer siglo de la Colonia", en: Segun­ da Epoca, x v i i i , (1968), Nums. 1-4, pp. 114-115.

Boletin de la Biblioteca Nacional,

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muy antiguas lo que habia permitido que reunieran “no pocos millares de libros”. Su descrip­ tion es una apretada smtesis de la historia de esos desapercibidos testimonios de la cultura de la Nueva Espana: Desde la fundacion en Mexico de casas de religio­ sos, a raiz de su conquista, comenzaron a crearse bibliotecas por los padres franciscanos, a quienes se unieron poco despues los dominicos y no mucho mas tarde los agustinos, viiyeron luego los je­ suitas, los carmelitas descalzos y los mercedarios, en cuyos conventos y colegios asi de la capital como de Tlaxcala, Puebla de los Angeles Guate­ mala, Oaxaca, Durango, Yucatan y La Habana se hallaran bibliotecas mayores o menores, segun la importanda de las provincias, ciudades y aldeas, pudiendo decirse que casi no hay ninguna de es­ tas, por separadas que esten de las poblaciones, que carezca de su correspondiente libreria.19

Reconocio que ninguna de ellas competia con la Vaticana o con los Reales de Paris o Madrid, “ni en la antigua y opulenta riqueza que en sus manuscritos se esconde, ni en el numero y abundancia de sus impresos”, pero insistio en que no pocas de las novohispanas eran “nota­ bles y en nada inferiores a las que justo titulo se tienen por celebres entre los europeos”. 19 Eguiara y Eguren, op. cit., pp. 116-117; Jose Luis Martinez, El libro en Hispanoamerica. Origen y desarrollo, Segunda Edition, Madrid, Fundacion German Sanchez Ruiperez, Ediciones Piramide, S.A., 1986, p. 56.

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La afirmacion de Eguiara dista mucho de ser una exageracion retorica dictada por el amor a su patria. No hay duda de la inmensa riqueza bibliografica de muchas de las bibliotecas de las ordenes religiosas de la Nueva Espana, y no solo en disciplinas teologicas y filosoficas sino tam­ bien historicas y cientificas. Por otra parte, un gran numero de los cientificos novohispanos de los siglos xvi y x v ii fueron religiosos a los cuales sus superiores autorizaban para que poseyeran en sus celdas bibliotecas personales que solo a su muerte se incorporaban al acervo general del convento. Estas bibliotecas de uso particular contenian a menudo obras cientificas de gran valor que habian sido traidas de Europa a un alto cos­ to. Algunos de los ejemplares que han sobrevivido poseen el ex libris manuscrito de su poseedor y la marca de fuego de su convento. En el siglo xvi la biblioteca franciscana de Tlatelolco y la agustiniana de San Pablo poseyeron obras cientificas. Sabemos que la de Tlatelolco tenia en 1572 un ejemplar “encuademado en ta­ blas” de la Historia Natural de Plinio, obra que ejercio una gran influenda en los herbarios, bes­ tiarios y lapidarios americanos de los siglos xvi y xvii; asi como la Cosmografia de Giovani Cam­ pano de Novara, fuente obligada de los autores novohispanos que tocaron temas astronomicos.20

Codice Mendieta. Documentos franciscanos siglos xvi y xvii, La education como conquista,

20 Mexico, Imprenta de Francisco Diaz de Leon, 1892, II, pp. 255256; Jose Maria Kobayashi, Mexi­ co, El Colegio de Mexico, 1974, pp. 390-391.

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Poseia ademas las obras medicas de Jeronimo Capivacceus, de Gomez Pereira, de Francisco Va­ lles y de Juan Jacobo Wecker,21 textos que veremos citados frecuentemente en los registros de libros enviados de Espana en la segunda mitad del siglo. Menos comunes eran la Geografia de Ptolomeo y las Obras de Seneca y aun la edi­ tion no expurgada del enjundioso libro de Alejo de Venegas, Diferencia de Libros que hay en el Universo?2 Pero son sin duda las obras colindantes con la heterodoxia cientifica, en cualquiera de sus vertientes, las que resultan de mayor interes, sobre todo si consideramos que eran tiempos post-tridentinos. Ahi aparece el De Mira­ culis occultis naturae de Levinius Lemnius, verdadera enciclopedia del hermetismo renacentista, la Opera Omnia de Pico della Mirandola, que contenia sus escritos sobre la cabala cristiana y la Opera de Arnaldo de Villanova, con sus interpretationes alquimistas y astrologicas.23 En cuanto al Colegio agustiniano de San Pa­ blo sabemos que en 1575 fray Alonso de la Ve­ racruz fundo la biblioteca que llego a poseer no solo numerosos libros cientificos sino tambien una buena coleccion de instrumentos y mapas. El cronista de la orden fray Juan de Grijalva la describe de la siguiente manera: 21 Miguel Mathes, Santa Cruz de Hatelolco: la primera biblioteca academica de las Americas, Mexico, Secretaria de Relaciones Ex­ teriores, 1982, pp. 51, 63, 68, 69; Osorio Romero, op. cit., pp. 19-22. 22 Ibid., pp. 51, 65, 68. 23 Ibid., pp. 59, 64, 69.

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LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

Puso en el Colegio N.P.M. [fray Alonso de la Vera­ cruz] una insigne libreria, que el ano antes habia traido de Espana buscada (como el mismo dice) de diversas partes universidades donde habia libros de todas facultades, de todas las Artes y lenguas de que se tenia noticia. El primer puesto fue de sesenta cajones de libros, a los cuales fue anadiendo este gran varon todos aquellos que venian a su noticia y no estaban en la libreria. Adorno la libreria con Mapas, Globos celestes y terrestres, Astrolabios, Orologios, Ballestillas, Planisferios, y al fin de todos aquellos instrumen­ tos que sirven a las Artes liberales. Con que quedo la cosa mas ilustre, y de mayor precio del Reyno.24

El mismo autor consigna que fray Alonso era un avido lector y que tanto en la biblioteca de San Pablo de la ciudad de Mexico como en la que fundo en el convento de Tiripetio en Michoacan, no habia libro que no estuviese “rayado y margenado desde la primera hoja hasta la ultima” con su anotaciones. Y todas estas lec­ turas se reflejan en sus obras donde abordo te­ mas cientificos, en particular la Resolutio Dia­ lectica y la Physica Speculatio. Apoyado en los autores clasicos y medievales tales como Aris­ toteles, Galeno, Ptolomeo, Avicena, Campano y otros muchos, expuso su conception enciclopedica de las ciencias, su Arbor Universalium dei conocimiento, tomado de Aristoteles y que iba 24 Fray Juan de Grijalva, Cronica de la Orden de N.P.S. Agustin en las provincias de Nueva Espana, Segunda edicion, Mexico, Im­ prenta Victoria, 1924, p. 485; Osorio Romero, op. cit., pp. 38-39.

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desde los fundamentos del conocimiento cien­ tifico y la naturaleza de las matematicas25 hasta la fisica, la astronomia, la botanica, la meteorologia, la medicina y la psicologia de su epoca.26 Tambien incluyo ahi sus estudios geograficos, ya que calculo la position de la ciudad de Mexi­ co a la cual le asigno 19 grados de latitud boreal y siete horas de longitud occidental desde Tole­ do en Espana.27 Asimismo trato largamente de la interrelation entre la aritmetica, la geometria y la musica28 a la cual definio, con un lenguaje mas propio de un pitagorico que de un escolastico, como “numerum sonorum, sub Arithmeti­ cae”,29 lo que permite suponer que conocia los textos hermeticos y neoplatonicos cuya difusion en la Nueva Espana podemos fijar desde mediados del siglo xvi. La biblioteca de San Pablo, de la que desafortunadamente no se conserva ningun catalogo todavia poseia, a finales del siglo xvi, los instru­ mentos con que la habia dotado fray Alonso de la Veracruz. Ahi en 1598, otro agustino, fray Diego Basalenque siendo todavia novicio pudo recorrer los estanteros y leer los libros donados para su fundador lo que desperto su aficion por

Resolutio Dialectica, 26 Contribution al estudio bibliografico de fray Alonso de la Veracruz, op. cit., Ibid., Ibid.,

25 Fray Alonso de la Veracruz, Salmanticae, Apudjoannem Baptistam aTerranova, 1573, p. 32. Amancio Bolano e Isla, Mexico, Antigua Libreria Robredo, 1947, pp. 99-106. 27 Fray Alonso de la Veracruz, p. 125. 28 pp. 178-192. 29 p. 187.

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las ciencias.30 A partir de sus escritos, y en parti­ cular de sus obras tituladas Commentaria in Octo libros Aristotelis de Physica que data de 1603 y Conocimiento de la cuenta que llaman Qua­ drante, perteneciente a las Cathedrales que es de 1605 y que se conservan manuscritos,31 podemos conjeturar que autores —ademas de los mencionados por fray Alonso— pudo contener esa esplendida biblioteca. En la primera vemos citado in extenso el voluminoso Comentario de santo Tomas de Aquino a los ocho libros De Physico auditu, a los cuatro De Coelo et Mundo y a los De generatione et Corruptione de Aristo­ teles en su edicion de Roma del ano 1570. Esta obra fundamental aparece citada en todos los textos cientifico-escolasticos de la epaca colo­ nial (el ejemplar que hemos consultado tiene el ex-libris manuscrito del colegio jesuita de San Ildefonso de Mexico). Basalenque menciona ademas a Euclides, Perez de Moya y los Comentarios de Cordova y Soto a las obras de Aristote­ les. En su segunda obra cita las Tablas de Alfonso el Sabio, los Comentarios de Clavio a la Esfera de Sacrobosco, y los celebres textos del mismo 30 Fray Pedro Salguero, Vida del Venerable Padre, y exemplari­ ssimo varon el Maestro Fr. Diego Basalenque, Roma, Imprenta de los herederos de Barbielini, 1761, p. 20. 31 Ambos se conservan actualmente en el Archivo Agustino de la Provincia de San Nicolas Tolentino de Michoacan, en Mexico, D.F., y ocupan dos de los siete tomos de manuscritos de Basalen­ que. La primera obra, ocupa un tomo completo; la segunda esta incluida en un tomo miscelaneo.

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Clavio y de Gaurico sobre el Calendario. Un repaso de estas obras nos permite ver que los textos consultados por Basalenque representan una ciencia que, para su momento, ya resulta en gran parte envejecida. La biblioteca de San Pablo, que apenas treinta anos antes con fray Alonso de la Veracruz era representativa de la ciencia de su epoca, no supo o no pudo mantener esa vigen­ tia ante los avances de la ciencia europea que a partir del ultimo cuarto del siglo xvi comienza a revolucionar las concepciones antigua y me­ dieval sobre la naturaleza del mundo fisico. Es interesante comprobar que los registros de otras bibliotecas de ordenes religiosas que han llegado hasta nosotros pocas veces nos dan el espectro de la ciencia novohispana entre 1550 y 1700. En 1618 el convento de Santo Domingo recibio en deposito una serie de libros donde las obras cientificas apenas estan representadas por autores tradicionales.32 Lo mismo sucede con las bibliotecas de los monasterios franciscanos de San Cosme, que llego a poseer 1686 volumenes,33 de Atzompan34 y de Totimehua32 “Memoria de los libros que se depositaron en el Convento de Santo Domingo para su examen” (1618), en: a g n m , vol. 317, Num. 59. 33 “Inventario de los libros de este Convento de la Santa Recoleccion de San Cosme” (56 ff), en: b i n a h , Seccion de Manuscritos. Signatura: 43FF (Reserva); “Inventario del Noviciado de San Cos­ me”, (ff. 31 a 37), en: b i n a h , Seccion de Manuscritos. Signatura: 39FF (473 ant. 489). (Registra 248 obras). 34 “Inventario del Convento de Atzompan” (Convento de Santa Maria) ( f f . 11-12), en: b i n a h , Seccion de Manuscritos. Signatura: 39FF (473 ant. 489). (Vease tambien: 36FF (404 ant. E.C.T. 1. 319).

Inquisition,

34

LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

can,35 o la que existia en el convento de monjas llamado de la Purisima Concepcion en la ciudad de Mexico36 Ahi encontramos entre algunos libros de medicina practica publicados en la Nue­ va Espana los textos propios de la escolastica decadente del siglo xvii: largos y tediosos comentarios a Aristoteles o prolijas disertaciones sobre los principales topicos de la metafisica tomista. Todos estos registros revelan que la ciencia moderna debio penetrar en Mexico a traves de otros conductos y que tuvo que vivir durante muchos anos al lado de los numerosos restos de una ciencia ya periclitada. Este fue un fenomeno que se dio tanto en Mexico como en Europa entre los siglos xvi y x v i i i . Entre las diversas vias por las que esa n’leva ciencia penetro en Mexico podemos mencionar la labor de algunas ordenes religiosas consagradas a la investigation y a la docencia, tales como los jesuitas y los mercedarios, en cuyas biblio­ tecas hallaron cabida un tipo de libros que reve­ lan esa inquietud intelectual. En dos de las mas importantes bibliotecas de la Compania de Jesus en la Nueva Espana —la de San Ildefonso y la de Tepotzotlan— existieron desde mediados del siglo x v ii obras de ciencia, algunas de autores 35 “Inventario de la Biblioteca del Convento Franciscano de Totimehuacan” (MS) (42. ff) (Coleccion Particular) (Registra 896 titu­ los). 36 “Convento de la Pura y Limpia Concepcion de la Ciudad de Mexico” (1681), en: b i n a h , Seccion de Manuscritos. Signatura: 38FF (329 ant. 347).

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avanzados o comentarios y estudios, hechos ca­ si siempre por jesuitas, que hacian referencia a los cientificos modernos.37 No de otra manera se explican las citas que de estos ultimos hicieron en sus obras algunos sabios novohispanos de esa epoca que pudieron consultar esas ricas bibliotecas, o bien los mismos miembros de la Compania dados a los estudios cientificos —principalmente matematicos, astronomicos y cartograficos— , que mencionan en sus escritos a diversos autores europeos que encabezaban la renovation en esos campos del saber. Pero fue probablemente la biblioteca del convento gran­ de de la Merced de la ciudad de Mexico la que, en razon de los intereses intelectuales de algu­ nos de sus religiosos, llego a poseer la mejor biblioteca cientifica del siglo x v i i , si no en canti37 “Sebastian de Estrada envia nota de libros que se encontraron en la libreria del Colegio de Tepotzotlan” (1697), en: a g n m , vol. 536, Num. 81. En su valioso estudio sobre las bi­ bliotecas novohispanas Ignacio Osorio Romero hace un analisis de los libros existentes en la Biblioteca de San Pedro y San Pablo a partir del “Yndice de todos los libros impresos del Colegio de San Pedro y San Pablo de Mexico. Ano de 1769”, documento que existe en el Ramo Jesuita, vol. Ill, 30 del Archivo General de la Nation. (Osorio Romero, pp. 67-74). Sobre este y otros in­ dices de la biblioteca de San Pedro y San Pablo puede verse tam­ bien: Clementina Diaz y de Ovando, Segunda edicion, Mexico, Universidad Nacio­ nal Autonoma de Mexico, 1985, pp. 29-39; Ernest J. Burrus, “Clavijero and the lost Sigiienza y Gongora Manuscritos”, en: 1, (Mexico), 1959, pp. 68-69. En cuanto a la bi­ blioteca del colegio de Tepotzotlan, vease: Rafael Heliodoro Valle, Mexico, Talleres Graficos del Museo Nacional de Arqueologia, Historia y Etnografia, 1924, p. 37.

In­

quisition,

op. cit.,

Pedro y San Pablo,

Cultura Nahuatl, El Convento de Tepotzotlan,

El Colegio Maximo de San

Estudios de

36

LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

dad al menos en calidad. Creada desde principios de esta centuria conto entre sus miembros a distinguidos hombres de ciencia y catedraticos universitarios que la enriquecieron con sucesivos aportes de libros. Inclusive llego a tener una buena coleccion de aparatos cientificos asi como una galena de los retratos de algunos religiosos notables por su ciencia o santidad pintados por distinguidos maestros tales como Luis Juarez.38 Debio ser una biblioteca no solo rica sino tam­ bien atractiva, sobre todo cuando la prosperidad economica de la orden le permitio construir el esplendido convento, parte del cual ha llegado hasta nuestros dias.39 El cronista de los mer­ cedarios, fray Francisco de Pareja al referirse a los estudios que hacian, nos da las siguientes noticias sobre la creation y acrecentamiento de dicha biblioteca: Para el efecto de dichos estudios, luego que se empezaron, se trato de formar libreria comun en este convento, y este mismo ano se compraron mil pesos de libros de todas facultades y se pusieron en forma de libreria en una celda capaz con sus estantes para el socorro de los religiosos que tuviesen que estudiar, asi para lo que toca a lo esco38 Fray Francisco de Pareja, Cronica de la Provincia de la Visi­ tation de Ntra. Sra. de la Merced Redencion de Cautivos de la Nueva Espana, Mexico, Imprenta de J. R. Barbedillo y Cia., 1882,1, pp. 513-514; II, p. 220. 39 Adalberto A. Esteva, Mexico Pintoresco. Antologia de articu­ los descriptivos del pais, Mexico, Tip. y Lit. “La Europea” de J. Aguilar y Compania, 1905, pp. 43-55.

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lar en sus lecturas como para los predicadores y los moralistas en los casos de conciencia que ca­ da dia se ofrecen, asi en los confesionarios como en consultas particulares, que para eso tenia la di­ cha libreria de todo, aunque en poca cantidad de libros entonces, aunque despues se ha ido aumentando con muchos y selectos libros de todas facultades, no solo con muchos que se han ido comprando de los que salen de nuevo sino con los que algunos religiosos curiosos y aplicados han adquirido en particular, para gozarlos, con licencia de los Prelados, en vida, y despues de muertos se han aplicado para la libreria comun, segun lo disponen nuestras sagradas constituciones. A l o la r g o d e l s ig lo x v ii la b ib li o t e c a d e lo s m e r c e d a r io s s e e n r i q u e c i o t a m b ie n c o n l o s t e x ­ t o s o r ig in a le s m a n u s c r it o s d e a lg u n o s h o m b r e s d e c i e n c i a d e la o r d e n , a s i c o m o c o n s u s lib r o s e in s tr u m e n t o s c ie n t if ic o s .

No fueron pocos los bibliografos que durante el periodo colonial lograron reunir importantes bibliotecas particulares. Eguiara, que era uno de ellos, dice al respecto: existen muchisimas e importantes [bibliotecas] ya por el numero de sus volumenes ya por el valor de estos, que pertenecen a los oidores reales, canonigos, profesores universitarios, doctores, abogados, medicos y otras personas, en particular a los individuos de las Ordenes religiosas.41

op. cit.,

40 Pareja, I, pp. 246-247. 41 Eguiara y Eguren, pp. 119-120.

op. cit.,

38

LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

De hecho casi no hubo persona de regular cultura que no poseyera su modesta biblioteca. Entre los profesionales de la jurisprudentia o de la medicina siempre existio una cierta inclinaci6n a tener buenos libros de su especialidad. A principios del siglo x v i i , Bartolome Gonzalez y Francisco Alonso de Sosa poseian sendas bi­ bliotecas: el primero de 103 obras y el segundo de 80 que eran basicamente de literatura y juris­ prudentia. Y a finales de esa centuria, un abogado, don Francisco Flores de Valdes, poseia, en el ano de 1692, “una libreria que se compone de un mil y seiscientos libros de jurisprudentia y otras facultades”.42 Y estos casos distan mucho de ser ejemplos aislados. En cuanto a las bibliotecas particulares predominaban los temas cientificos, desde el siglo xvi, existieron medicos y astronomos que formaron colecciones de importantia. El doctor Juan de la Fuente, una de las figuras mas relevan­ tes de la medicina novohispana del siglo xvi, ya que desempeno la unica catedra de medicina de su tiempo, formo una buena biblioteca y era un asiduo lector de obras de ciencia europeas, aun­ que lamentablemente no nos ha llegado ningun escrito suyo. En 1573 creyo necesario declarar ante el Santo Oficio que en su haber existian diversas obras prohibidas. En la “Lista” de esos libros que se redacto, al efecto, se dice que po­

42 op. cit., de la Biblioteca National,

Osorio Romero, 45-48; Salvador Cruz, “Un bibliofilo del siglo xvii: el licenciado Francisco Flores de Valdes”, en: Segunda Epoca, T-XVt, Nums. 3-4, (1965).

Boletin

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seia las Instituciones Dialecticarum del heterodoxo frances Petrus Ramus critico de Aristoteles y de la escolastica; el De Miraculis occultis natu­ rae de Levinius Lemnius, obra que, como ya vimos, tambien existia en la biblioteca del Cole­ gio de Tlatelolco, una Biblia que debia ser corregida, los Adagios de Erasmo y los Opusculos de Nicolas Leoni.43 Anos despues su nombre vuelve a aparecer en una relacion de libros traidos desde Espana por Juan Perez de Aparicio: una de las 51 cajas de este embarque estaba dirigida al doctor De la Fuente, aunque lamentablemente no se detallo el contenido de la misma. Otra biblioteca particular fue la de Juan de Luyando, “vecino de la villa de Guazacualco”, quien el 16 de julio de 1585 firmo una Memoria presentada al Santo Oficio donde declaraba los libros que obraban en su poder. Entre los 17 ti­ tulos que componian su biblioteca aparecen la Suma y Recopilacion de Cirugta de Lopez de Hinojosos, un Monardes al cual describe como un “libro de las propiedades de algunas yerbas de esta tierra” y, por ultimo, una Cosmografia de los Tiempos de Jeronimo de Chavez, que probablemente era el celebre Reportorio de los Tiem­ pos de este autor. A estas dos bibliotecas cientificas debemos anadir la del medico Alfonso Nunez, quien a prin­ cipios del siglo x v ii poseia 72 libros de los cua­ les 57 trataba de temas medicos. Entre ellos se 43 Fernandez del Castillo,

op. cit., p. 486.

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LOS ORfGENES DE LA CIENCIA

hallaban obras tan excepcionales como la de Guido de Chauliac, asi como el texto de Andres Laguna sobre la peste y su edition de Dioscorides. Ademas poseia las obras medicas de Luis Lobera de Avila, Luis Valles y Luis Mercado. En suma era la medicina traditional, tal como se practicaba en Espana en esos anos y se seguiria practicando en Mexico a todo lo largo del siglo xvn.44 A traves de las citas bibliograficas hechas por los cientificos novohispanos que publicaron sus obras entre 1570 y 1620, es posible hacernos una idea de los autores y titulos que contenian sus bibliotecas, ya que los catalogos de las mismas, si es que alguna vez existieron, no han llegado hasta nosotros. El primer libro de mate­ maticas impreso en el Nuevo Mundo, el celebre Sumario Compendioso de las Quentas de Plata y Oro de Juan Diez Freyle, publicado en Mexico por Juan Pablos en 1556, posee una seccion de algebra que los estudiosos de ese autor han senalado como novedosa para su momento45 y que aborda los problemas de las ecuaciones cuadraticas y revela que su autor ya conocia el Ars Magna de Cardano publicada en 1545. De hecho, las obras de este matematico fueron conocidas y estudiadas en la Nueva Espana desde

op. cit.,

op. cit., The Sumario Compendioso o f brother Juan Diez. The earliest mathematical work o f the New World. 44 O ’Gorman, pp. 667-668; Osorio Romero, pp. 50-52. 45 David Eugene Smith,

Boston y Londres, 1921, p. 8.

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mediados del siglo xvi, asi como las de Tartaglia y los demas algebristas italianos de esa centuria, de tal forma que hay razones suficientes para pensar que las ciencias exactas que se cultivaron en la Nueva Espana durante dicho siglo no eran unicamente la de los textos de Perez de Moya y otros vulgarizadores. Los Dialogos Mili­ tares (1583) de Diego Garcia de Palacio, reconocen su deuda con los estudios de balistica de Tartaglia,46 y su Instruction Nautica se inserta dentro de la larga tradition de estudios del ge­ nero que se publicaron en Espana a todo lo lago del siglo xvi y que constituyeron uno de los aportes mas notables de ese pais a la cosmografia, la astronomia y la ingenieria naval de la epoca. No es de extranar entonces que la apertura a la modernidad cientifica en la Nueva Espana se diera primero en el area de las ciencias exactas. A traves de los astronomos, los matematicos y los “ingenieros y maquinistas”, esas nuevas tendencias se manifestaron en esta colonia de ultramar. Es interesante observar que la apertura no llego a darse en campos tales como la medicina, la cual durante gran parte de los tres siglos coloniales mostro siempre — salvo en el rico campo de la farmacopea botanica indigena— una fuerte resistencia a las novedades. Este desfasamiento

46

Dialogos Militares,

Diego Garcia de Palacio, Madrid, Ediciones Cultura Hispanica, 1944, ff. 122 v-144r. Un interesante y ameno estudio sobre la vida y obra de Garcia de Palacio es el de: Othon Arroniz, Mexico, Universidad Autonoma Metropolitana, 1980.

El despertar cientifico en America. La vida de Diego Garcia de Palacio,

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entre el desarrollo de las ciencias exactas y las biologicas se inicia a principios del siglo x v i i , y debe tenerse muy en consideration a la hora de evaluar el desarrollo cientifico de la Nueva Es­ pana ya que, al haber seguido procesos distin­ tos, no puede atribuirse a las primeras el retraso de las segundas ni a estas el estado de avance de las primeras. La primatia que han tenido en nues­ tro pais los estudios de historia de la medicina han permitido hacer extensivas a las otras areas del saber cientifico las conclusiones obtenidas al estudiar aquella; estas conclusiones no son otras que las de mostrar a las ciencias medicas como absolutamente refractarias a las novedades, ancladas en un vano verbalismo y en los preceptos de Hipocrates, Galeno y Avicena. La distincion es fundamental y se torna necesaria para entender las caracteristicas de la reception y difusion de la ciencia moderna, la cual se dio en el segundo tercio del siglo xvii en el campo de las matemati­ cas y la astronomia pero no en el de las ciencias de la vida.47 Este fenomeno resulta claro cuando trazamos la linea que une a los cientificos del siglo xvi y principios del siglo xvii consagrados a las matematicas y a la astronomia pero que no estaban comprometidos con la dogmatica de la escolastica tardia (como fue el caso de Basalenque), con los que florecen entre 1630 y 1680. Esta linea revela una continuidad, un avance

Historia de la ciencia en Mexico,

47 Elias Trabulse, Fondo de Cultura Economica, Mexico, 1983,1, p. 65.

Conacyt-

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA

43

acumulativo de information y un progreso en el tipo de fuentes que utilizan. En cambio las ciencias de la vida, aunque muestran tambien continuidad esta no se da en el avance sino en el estancamiento: la information utilizada evoluciona muy poco y casi no hay progreso en el tipo de fuentes que utilizan. Un autor como Diego de Osorio y Peralta que publica en 1685 su Princi­ pia medicinae, epitome, et totius hum ani corpo­ risfabrica, utiliza las mismas obras y los mismos conceptos que los medicos de un siglo antes.48 Aun el celebre Cursus Medicus Mexicanus de Marcos Jose Salgado, el primer tratado de fisiologia impreso en America, publicado en 1727 todavia esta anclado en la medicina galenica y sus teorias ya resultan completamente arcaicas para su epoca.49 Las fuentes utilizadas por los medi­ cos entre 1570 y 1620 ponen de manifiesto este paulatino desfasamiento entre ambos tipos de actividad cientifica, que a medida que corre el si­ glo xvii se tornara cada vez mas evidente. El 48 La obra esta basada en trabajos de Hipocrates, Galeno y Avicena. Esta dividida en siete partes: 1) Explication de la anatomia para principiantes; 2) Partes del cuerpo humano; 3) Los dias de­ cretorios, los sintomas y las crisis; 4) El mal de San Lazaro; 5) Ex­ plication de la anatomia en castellano para los cirujanos que no saben latin; 6) Exposition de varios aforismos de Hipocrates; 7) Enfermedades que pueden curarse aplicando esos aforismos. Osorio dejo un MS titulado

Hipocrates.

Comentarios sobre los Aforismos de

op. cit., Memorias y Revista de la Academia Nacional de Ciencias “Antonio Alzate",

49 Trabulse, I, pp. 79-80; Jose Joaquin Izquierdo, “El pri­ mer libro de filosofia escrito y publicado en America es mexicano”, en: 54, (Mexico, 1937), Nums. 1,2,3-

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LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

primer autor al que nos referiremos es Francisco Bravo, quien publica en 1570 su Opera Medici­ nalia donde trata, entre otros temas, del tabardillo, de la vena que debe sangrarse en la pleuresia, de los dias criticos y de la zarzaparrilla. Sus fuentes son Hipocrates, Galeno, Avicena, Races, Valles, Fracastoro y Monardes. De otro celebre medico, Alonso Lopez de Hinojosos, autor menos academico que Bravo, tenemos su Summa y Recopilacion de Cbirugta impresa por primera vez en 1578, la cual posee datos interesantes pa­ ra la medicina mexicana, como los referentes a la epidemia de cocolixtle que diezmo al pais en 1576. No obstante, sus fuentes son en su mayoria arcaicas: Guido de Chauliac, Juan de Vigo, Luis Lobera de Avila, Nicolas Monardes, Juan Fragoso, asi como Dioscorides, Hipocrates, Ga­ leno y Avicena. Estos cuatro ultimos fueron los autores mas citados — casi los unicos— por Agustin Farfan en su obra Tractado breve de me­ dicina y de todas las enfermedades, que data de 1592. Otros textos cientificos como los de Juan de Cardenas, Enrico Martinez o Diego de Cisne­ ros, tambien son representatives de esta tenden­ da arcaizante de la medicina mexicana, ya que sus obras — quitando los mas o menos extensos pasajes donde se ocupan estrictamente de la na­ turaleza de Mexico— no son sino glosas de los autores antes mencionados, a los que podemos anadir, en el caso de Cardenas sus referencias a Oliva Sabuco, en el de Martinez a Alfonso el Sa­ bio, Ptolomeo, Aristoteles, Alberto Magno, Plinio,

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Alfragano y Columela, y en el caso de Cisneros a Valles y a Cristobal de la Vega. En cuanto a la obra de fray Francisco Ximenez titulada Quatro libros de la Naturaleza, impresa en 1615, diremos que por su caracteristica de ser un libro especializado en farmacopea botanica mexicana, sus fuentes basicas son Fernandez de Oviedo, Monardes, Cardenas y principalmente Francisco Hernandez. De hecho, la obra no es sino una traduction al castellano del resumen de los escritos de este autor hecha por el italiano Nardo Antonio Recco, que Ximenez enriquecio con sus observationes personales. En cuanto al ameno libro de Juan de Barrios, Verdadera medici­ na, cirugta y astrologia, publicado en 1607, por su misma naturaleza de ser un tratado a la vez medico astrologo, sus fuentes muy heterogeneas. Junto a los clasicos antiguos aparecen Gabriel Falopio, Vesalio —citado para ser refutado— , Ambrosio Pare, Jeronimo Mercurialis, Nicolo Mas­ sa, Andrea Mathiolo, y Juan Valverde de Huamusco. Sin embargo, las citas de estos autores son aisladas y breves, no asi las de Galeno, Hi­ pocrates, Aristoteles y Avicena — los comunes a todas esas obras— que llenan las paginas del libro.50

50 Somolinos,

op. cit., pp. 102-123.

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Al estudiar algunas de las bibliotecas coloniales de los siglos xvi y x v i i , sean privadas o comunitarias, y al repasar los autores citados en las obras de los cientificos mexicanos que publicaron sus obras entre 1570 y 1620 hemos visto que las obras cientificas que ahi aparecen ocupan una amplia gama que va desde la vieja ciencia antigua y medieval, hasta las obras modernas y avanzadas. Hubo bibliotecas que nunca dieron entrada a las obras de la nueva ciencia en tanto que otras si se abrieron a ella; algunos cientificos se mostraron siempre refractarios a las novedades en tanto que otros las aceptaron en mayor o menor grado. Asi, lo que caracteriza al ambiente cienti­ fico de los siglos xvi y x v ii es la mas amplia diversidad de tendencias, que se manifiesta en la existencia simultanea de las teorias mas contrapuestas y no pocas veces irreductibles. Este hecho ha obscurecido sin duda el panorama historico de la ciencia colonial, ya que junto a los representantes de las viejas teorias, existen los protagonistas de la renovacion, y al lado de las biblio­ tecas envejecidas existen las que conservaban libros revolucionarios y aun heterodoxos. No es de extranar entonces que la tarea de los que han estudiado la ciencia de ese periodo haya sido particularmente dificil a la hora de evaluar las aportaciones mexicanas, las cuales por importan­ tes que hayan sido, se vieron siempre rodeadas de trabajos cientificos atrasados y arcaicos. Esta misma dificultad se presenta al intentar estudiar la naturaleza de los libros cientificos que

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entraron legalmente a la Nueva Espana entre 1550 y 1700 y de los cuales existen registros oficiales. Al lado de los libros de ciencia moderna —y acaso en la misma caja— llegaban los vetustos tex­ tos de la antigua y medieval. Un Copemico junto a un Ptolomeo, un Kepler junto a un santo To­ mas, un Galileo junto a un Aristoteles, un Des­ cartes junto a un Euclides. Ciertamente al realizarse la renovation cientifica en el segundo tercio del siglo xvii —principalmente como ya dijimos en el campo de las ciencias exactas— esta si­ tuation se agudiza aun mas; sin embargo, desde mediados del siglo xvi ya existia esta interesante dualidad libresca que alineaba a los antiguos con los modernos, de ahi que las listas de libros llegadas a la Nueva Espana en ese siglo y medio, mas que darnos escuetamente titulos y autores nos revelan un proceso. No son testimonios estaticos sino dinamicos y por eso deben verse en conjunto y no separadamente. Son los puntos de una unica curva intelectual en la que existen simultaneamente tradition y renovation. Libros cientificos llegaron a Mexico poco des­ pues de la conquista. No existen registros de estos primeros embarques pero sabemos que ya circulaban ejemplares de obras tales como el tratado De Re Aedificatoria de Leon Bautista Al­ berti, obra que poseyo y anoto el virrey Antonio de Mendoza y que inspiro sus disposiciones urbanisticas sobre la ciudad de Mexico.51 Aunque 51 Guillermo Tovar de Teresa, La ciudad de Mexico y la utopia en el siglo xvi, Mexico, Seguros de Mexico, S A., 1987, pp. 72-96.

V 48 X

LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

los primeros registros de libros que han llegado hasta hoy son posteriores de cuatro decenios a la fecha en que Mendoza leia su ejemplar de Al­ berti, es evidente que con la apertura de la Uni­ versidad en 1553 y la del Colegio de Tlatelolco en 1536 llegaron libros de ciencia, particularmente de medicina botanica, ademas de diversos comentarios escolasticos a Aristoteles. En el ano de 1576 se efectuaron en la ciudad de Mexico dos transacciones comerciales en las cuales se vendieron 341 y 1190 libros respectivamente.52 El primero de estos tratos es del 21 de julio y se llevo a cabo entre Alonso Losa, librero local, y Pablo Garcia. Consistia no solo de libros sino tambien de mapas, grabados en madera estampas sagradas y profanas. Los 341 volumenes comprendian 121 titulos, en su mayor parte de temas teologicos, piadosos o religiosos. El segundo documento data del 22 de diciembre, fecha en que el mismo Alonso Losa formalizo un pedido de libros a Diego de Mexia, en Sevilla. Ahi Losa afirmaba que en la Nueva Es­ pana existia un “mercado seguro” para esas obras. En ambas listas de libros predominan los de medicina tales como el De Materia Medica de Dioscorides, el Libro de Anathomta del Hom-

Los libros del conquistador, pp. Nueva Revista de Filologta His­ Hispanic Review,

52 Leonard, 171-180 y Apendices I y II (pp. 271-289). Vease tambien: Irving A. Leonard, “Una venta de libros en Mexico, 1576”, (Mexico), ano II, (1948), Num. 2, pp. 174-185; Irving A. Leonard, “On the Mexican Book Trade, 1576”, vol. 17, (1949), pp. 18-34.

panica,

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA

49

bre, de Bernardino Montana, los Problemas de Francisco Lopez de Villalobos, asi como diver­ sos tratados de Antonio de Aguilera. Todas estas obras son representativas de la medicina europea traditional. En la lista del 21 de julio aparecen dos ejemplares de los Secretos de Chirugta (impresa en Valladolid en 1567) de Pedro Arias de Benavides,.obra de interes para conocer as­ pectos de la farmacoterapia botanica americana y en particular de la mexicana que conviene que analicemos. En la primera parte de esa obra trata de la zarzaparrilla, el ruibarbo, la “planta de Michoacan”, el guayacan, la “higuera del infierno” o catapucia, y del maguey, las tunas, los aguacates y las guayabas. Asimismo describe el celebre balsamo de las Indias, el liquidambar y la tecomhaca, entre otras gomas y resinas. En la segunda parte habia del morbo galico, o sea la sifilis y de otras enfermedades. Esta obra, carente de erudition, fue resultado de las perso­ nales observationes del autor en Guatemala y Mexico — donde dirigio durante algun tiempo el Hospital del Amor de Dios que estaba dedicado a la curacion de las enfermedades venereas— abunda en interesantes noticias que no hallamos en otros autores; noticias que, como el mismo Arias dice, son “cosas nuevas y secretos nuevos”. Esta obra, junto con la de Monardes, muestra la difusion en Europa de la farmacopea botani­ ca indigena, cuyo impacto en la medicina de la epoca no podemos pasar por alto. Sin embargo, cabe decir que tanto en Mexico como en Euro-

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LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

pa esos conocimientos fueron enmarcados desde fecha temprana, dentro de los esquemas clasicos de un Plinio, un Dioscorides o un Teofrasto, y asi pervivieron hasta la epoca de Toumefort y de Linneo. En este sentido, por novedosas que resulten las obras de Oviedo, Monardes o Arias de Benavides, es claro que solamente lo son en cuanto al fondo —la enumeracion de los farmacos— pero no en cuanto a la forma —la taxonomia que utilizan— que resulta obsoleta e insuficiente ante los numerosos especimenes botanicos nuevos que incorporaron en sus obras. Las sec­ ciones que Farfan y Barrios dedican a la terapeutica botanica indigena, y los tratados de Her­ nandez y Ximenez consagrados completamente a ellas, siguen siendo obras arcaicas a pesar de la novedad de su tema. Los nuevos datos de la medicina indigena que recogieron no impulsaron el cambio sino que fueron interpretados de acuerdo con las teorias hipocratico-galenicas sobre la naturaleza de las enfermedades y su tratamiento. En este sentido la medicina academica mexicana de los siglos xvi, x v i i y gran parte del xviii se mostro tan reacia a aceptar novedades como en los otros aspectos de su disciplina. Los dos registros del ano 1576 que aqui estudiamos contienen tambien diversos comentarios a la Fisica de Aristoteles asi como varios Reportorios o Cronografias muy en boga de la Nueva Espana entre los astronomos, cartografos y na­ vegantes.53 Este tipo de obras ayudaron a difun53 Los

Reportorios mas comunes en Mexico en la segunda mitad

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA

51

dir los conocimientos astronomicos entre los estudiosos novohispanos y permitieron realizar las primeras estimaciones de la position geografica de algunos puntos del virreinato tales como la ciudad de Mexico o Veracruz.54 Por otra parte, y dentro de las ciencias aplicadas aparecen el ce­ lebre Tratado de Agricultura de Alonso de He­ rrera obra que gozo tambien de gran difusion en la Colonia’ durante los siglos xvi y xvii. El tercer registro de libros del ^siglo xvi que ha llegado hasta hoy data de 1584.55 El 3 de octubre de ese ano fiie redactado como “Memoria” de los libros que, en cuarenta cajas, Benito Boyer, vecino de Medina del Campo, enviaba a Mexico consignados a Diego Navarro Maldona­ do. Los temas cientificos variaron poco respecto de las listas de ocho anos antes. Sigue predominando la medicina, la cual se ve representada por los libros de cirugia de Francisco Diaz y de Juan de Vigo. Se enumeraron varios ejemplares de los tratados de Alberti y de Serlio, asi como del xvi fueron los de Rodrigo Zamorano, Jeronimo Cortes y Jeroni­ mo de Chavez. La influenda de este ultimo en el de Enrico Martinez ha sido estudiada por Jose Miguel Quintana. Vease de este autor: Mexico, Bibliofilos Mexicanos, 1969, pp. 37-46. 54 Elias Trabulse, “Antonio de Leon y Gama, Astronomo Novohispano”, (Universidad Iberoamericana), Num. 3, (1975), pp. 203-204; Manuel Orozco y Berra, Mexico, Imprenta de Francisco Diaz de Leon, 1881, pp. 150-151. 55 Fernandez del Castillo, pp. 263-281.

tiempos e Historia Natural de Nueva Espana

Reportorio de los

La Astrologia en la Nueva Espana en el siglo xvu,

Humanidades. Anuario del Instituto de Investigationes Humamsticas Apuntes para la Historia de la Geografia en Mexico, op. cit.,

52

LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

un Vitrubio. Las matematicas aparecen con Eucli­ des y con Perez de Moya; y la ciencia de la escolastica registra dos ejemplares de los comentarios a la Fisica de El Estagirita. El erudito tratado de Alejo de Vanegas titulado Diferencias de Li­ bros que hay en el Universo, tan citado por nuestros cronistas, historiadores y cientificos de la segunda mitad del siglo xvi, aparece ahi posiblemente en su edicion expurgada. Pero la obra que sin duda mas destaca en esa lista es la enciclopedia medieval del fraile dominico Johannes de Geminiano, Summa de Exemplis ac Similitu­ dinibus Rerum, obra que alcanzo gran difusion en los siglos xv y xvi en Espana, y que creemos inspiro varios de los trabajos de historia natural realizados en la Nueva Espana en el siglo pos­ terior a la Conquista. Algunos autores que han rastreado los antecedentes cientificos de fray Ber­ nardino de Sahagun entre las enciclopedias medievales se han inclinado a pensar que la obra de Bartholomaeus Anglicus, De Proprietatibus Rerum,56 que esta dividida en xix libros, bien pudo servir de modelo a la Historia General de 56 Bartholomaei Anglici, De Genuinis Rerum Coelestium, Ter­ restrium et Inferarum Proprietatibus, Francofurti, apud Wolfgangum Richterum , 1601. Esta gran enciclopedia medieval de historia natural fue compilada hacia 1235 por el franciscano Bartolome de Inglaterra, que enseno teologia en Oxford, Paris y en el colegio de los franciscanos en Magdeburgo. La obra es un sumario de los conocimientos comunes entre los letrados de la Edad Media. Sus temas son: Dios y los angeles, el alma, el cuerpo humano, geografia fisica, fauna y flora, medicina, de los colores y olores, de los pesos y medidas, de los instrumentos musicales.

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las Cosas de la Nueva Espana,57 pues su estructura y metodo de exposition son semejantes.58 Se comprende el peso de esta posible influentia al repasar esa enjundiosa enciclopedia del siglo x i i i . Sin embargo, nosotros consideramos mas probable el ascendiente que pudo tener sobre Sahagun la obra de Johannes de Geminiano. Este autor del siglo xrv se apoyo ampliamente en las obras cientificas de Aristoteles, Teofrasto y Pli­ nio y dividio su extenso trabajo en diez libros. La tematica es: Del cielo y los elementos, de los metales y piedras, de los vegetales y plantas, de los peces y aves, de los animales terrestres del hombre y las partes de su cuerpo, de las visio­ nes y los suenos, de las leyes, de las artes y los oficios y por ultimo, de la vida y costumbres de los hombres.59 Sus temas y estructura, asi como su metodo de exposition nos parecen mas cercanos a la Historia General que la enciclopedia de Anglicus, y aunque la posible influentia de 57 Donald Robertson, “The Sixteenth Century Mexican Encyclo­ pedia of Fray Bernardino de Sahagun”, IX, 3, (1966), pp. 617-628. 58 Alfredo Lopez Austin, “The Research Method of fray Bernar­ dino de Sahagun: The Questionnaires”, en: Munro S. Edmonson (cotnpilador), Alburquerque, University of New Mexico Press, 1974, pp. 120 y 141; Miguel Leon-Portilla, “The Problematics of Sahagiin: Certain Topics Needing Investigation”, en: pp. 242 y 247. 59 Johannes de Geminiano, Impressum aut Venetiis per Johannes et Gregorioum de Gregoriis, m c c c c x c i x , die XII Julii. (1499). Esta edicion de Geminiano no contiene los diez tratados, sino solo los siete primeros.

Cuademos de Historia

Mundial,

Sixteenth Century Mexico. The Work o f Sahagun,

dinibus rerum,

Ibid, Suma de Exemplis ac Similitu­

54

LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

una u otra no deja de ser solamente una hipote­ sis plausible cabe decir que la Summa de exem­ plis tiene a su favor el hecho de que, como ya vimos, si fue conocida en la Nueva Espana en 1584 y posiblemente antes.60 Nada revela mejor el cambio en el clima intelectual de la Nueva Espana que la llegada, a fi­ nales del siglo xvi, de libros que ya indicaban que en Europa se habia iniciado una dura bata11a contra las tradiciones cientificas que estaban apoyadas en gran medida solamente en el argu­ mento de autoridad. La timida apertura iniciada en Mexico unos anos antes en el area de las ciencias exactas recibe un fuerte impulso. Pero no solo se dio un avance cuantitativo sino tam­ bien cualitativo pues empezaron a llegar obras que revelaban nuevos panoramas cientificos has­ ta entonces desconocidos. El primer tercio del siglo xvii estas novedosas perspectivas se irian difundiendo lentamente, en medio de grandes resistencias, pero a partir de 1630 las veremos imponerse y ser aceptadas por la brillante comunidad cientifica que llenaria con sus aportaciones el segundo tercio de dicha centuria. Desde 1590, segun los escasos pero muy reveladores registros de libros de Espana, vemos 60 El ejemplar que hemos consultado de la obra de Geminiano carece de portada. Se trata de una edicion impresa hacia 1550, probablemente en Lyon de Francia. Pertenecio a los franciscanos de Mexico y posee algunas apostillas manuscritas de letra del siglo xvi. Esta edicion si contiene los diez libros en que esta dividida originalmente esa enciclopedia medieval.

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que el numero de obras cientificas espanolas desciende notablemente no solo en la cantidad sino tambien en la calidad. En cambio con los libros de ciencia impresos en otras partes de Eu­ ropa sucedio lo contrario: llegaron mas y su contenido era no solamente novedoso sino hasta revolucionario. La Nueva Espana se veia alimentada en su cultura cientifica con lo mejor que por entonces se publicaba en el Viejo Mundo. No es exagerado afirmar que a esta colonia llegaban libros que en la peninsula estaban proscritos y eran perseguidos, y que los mercaderes peninsulares, deseosos de mantener sus ganancias en un buen nivel, no tenian escrupulos en enviar a la Nueva Espana conscientes de que aqui eran muchos los medios para introducir esas obras sin caer en manos de la censura inquisitorial. No de otra manera se explica la literatura cientifica avanzada publicada en paises protestantes que circulo en Mexico desde principios del x v ii y a todo lo largo del siglo; libros que no vemos en los catalogos de las bibliotecas cientificas espa­ nolas de la epoca.61 Es indudable que su caracter de colonia ultramarina le permitio a la Nueva Espana desarrollar una cultura cientifica propia y en muchos aspectos avanzada. No deja de resultar paradojico que la lejania de Europa, lejos de ser un obstaculo, permitio un desarrollo autonomo ajeno a las censuras dogmaticas y a las 61 Jose Maria Lopez Pinero. La introduction de la ciencia mo­ derna en Espana, Barcelona, Ediciones Ariel, pp. 46-54.

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LOS ORIGE me s

d e la c ie n c ia

disputas ideologicas. gs evidente que cuando hablamos de la ciencia mexicana del siglo x v ii la palabra lejania no eqUjvaje a aislamiento sino a una mayor libertad. En el ano de 1600 partio para la Nueva Es­ pana una flota al mando del general don Pablo de Colon Melgarejo. Uno de ios navios que la formaban, de nombre La Trinidad, conducia 678 libros debidamente empacados en cajas. El remitente era el librero Lujs Padilla quien se los en­ viaba a Martin Ibarra, de San Juan de Ulua, para que los vendiese al contado o a credito. El registro que se hizo de dicfoos libros fue mas detallado de lo que habitualmente se hacia de tal for­ ma que incluye datos bibliograficos tales como el idioma en que esta escrito, si posee figuras, el numero de tomos y a veces ej nombre del edi­ tor. 2 La ciencia esta ampliamente representada por un extraordinario conjunto de obras que revelan, como ningun otro envio de libros a la Nue­ va Espana hecho en esos anos, la importancia de las obras cientificas qUe llegaban de Europa, y que representaba^ ej quince por ciento del volumen total. Aqui Se percibe con claridad ese desfasamiento que rnencionamos mas arriba en­ tre las obras medicas y las de ciencias exactas, aquellas ancladas fuertemente en la tradicion, es­ tas ya abiertas a la modernidad. Asi, la medicina esta representada pQr Gaien0; Avicena, Laguna,

Leonard, los libros del conquistador,

62 diceV, (pp. 303-333).

pp. 206-214, y Apen-

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA

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^ar^> ^alles, Gesner, Massa y Fracastoro; la bota™ca P o r Fuchs y Mattioli. Entre los textos sobre ^fica destaca la Historia natural y moral de naticos antiguos, como Fineb, Pedro Nunez y Clavio entre los modernos; mientras pUe k Astronomia tiene como representantes a ^urbach, Regiomontano, Erasmo Reinhold, CoPernic0) Stoffler y Pedro Apiano. La ciencia espanQja aparece con jos nombres de Pedro 11 Juan Martinez Siliceo, Juan Arfe de Via afte; Jeronimo de Chavez, Alfonso el Sabio y juan Perez de Moya. La fisica moderna esta representada por Besson Benedetti. Menudean tamien los tratados monograficos acerca de temas como la cuacJratura del circulo, los meteoros los cometas, ej uso dei astrolabio y la construction re*ojes,7 asi como diversas tablas astronomi•j-a ciencia militar aparece con el De Re Milia n de Valturrius. Existen ademas diversos escris°bre arquitectura, agricultura y ganaderia. Las encicl0pedias medievales estan representadas por ° s n°rnbres antes citados: Bartholomaeus Angucus y Johannes de Geminiano. Los textos de metalurgia de Agricola y de Perez de Vargas nos revelan ia necesidad que siempre tuvo la Nueva spafta de este tipo de obras. a simple enumeration de este elenco de sa10s Permite un primer acercamiento a la forma p n o

T

'

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LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

en que la ciencia moderna penetro en Mexico. Los nombres de Reinhold, Copernico, Benedetti, Nunez, Clavio y Apiano nos ponen en contacto con el nuevo mundo de la ciencia del siglo xvi. Sin embargo, la lista de estos autores, por ilustrativa que sea, no nos dice todo acerca de lo que debio ser un proceso muy complejo. En efecto, aunque ellos fueron en su momento los innovadores, su influencia estuvo enmarcada por una conception global mas vasta. Un analisis mas profundo de las ideas cientificas del xvi y principios del xvn nos pone de manifiesto que las nuevas teorias se difundieron a traves de la imponente estructura conceptual del hermetismo y del neoplatonismo renacentistas. Este fue el conducto por el que la cosmologia, la astronomia, la fisica y las matematicas modernas fueron conocidas en Mexico. Las ideas de los cientificos antes mencionados fueron incorporadas a ese vasto edificio, y ahi, en ese marco, estudiadas y aceptadas. Resulta entonces evidente que el envio del ano 1600 por su riqueza de este tipo de obras tiene un significado particular que ayuda a comprender la reception y aceptacion en Mexico, de esa tendencia filosoficocientifica. Esos libros abrieron a los cientificos novohispanos las puertas de un universo desconocido. La lista comprende las obras origina­ les de Lulio, Boecio, Plotino (con el comentario de Marsilio Ficino), Jamblico, Filon Hebreo, Ma­ ximo de Tiro, Horapolo, Natal Conti, Ficino, Pico della Mirandola, Leon Hebreo, Porta, Paracelso,

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Fioravanti, Piero Valeriano, Tritemio, Andreas Bacci y Ludovico Dolce. Todos ellos son autores que veremos citados a lo largo del siglo x v ii y no solo en trabajos de ciencia sino tambien en obras filosoficas, religiosas o literarias. Esto se explica por la naturaleza misma del hermetismo, que era tanto una conception filosofica como una vision estetica, religiosa y cientifica del mundo: una forma de conocimiento que abarco y fecundo todas las ramas del saber humano. De las obras de fray Diego Valades, casi a finales del siglo xvi, a las de Sor Juana y Siguenza existe una vigorosa corriente cultural fincada sobre esta cosmovision. Desde el punto de vista de la historia de la ciencia, el hermetismo europeo de los siglos xvi y xvii cubrio con sus producciones el amplio espectro que va de la cosmologia heliocentrista y la astronomia de observation hasta la alquimia y la astronomia; de la ciencia de los numeros y el algebra superior a la criptografia y del arte de la memoria a la emblematica. Se comprende entonces por que su influentia en la cien­ cia novohispana del xvn fue tan grande.63 Era 63 La bibliografia sobre este tema es muy amplia. Los autores que se han ocupado de la influencia del hermetismo en la Revolucion Cientifica del siglo xvn son principalmente: Hugh Kearney, Madrid, Ediciones Guadarrama. S. A., 1970, pp. 37-40, 97-140; John Losee, Londres, Oxford Uni­ versity Press, 1972, pp. 52-53; Eugenio Garin, Bari, Laterza, 1967, pp. 142-157; Frances A. Yates, Chicago, Roudedge and Kegan Paul, 1977, pp. 151-156. Particularmente

genes de la Ciencia Modema 1500-1700,

Ori-

A Historical Introduction to the Philosophy of Science, La cultura del Rinascimento. Profilo Storico, Giordano Bruno and the Hermetic Tradition,

60

LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

una respuesta a los excesos de la ciencia deduc­ tiva de los escolasticos: la oposicion entre el sa­ ber matematico y empirico de la ciencia modema y el conocimiento puramente verbalista y fincado en el argumento de autoridad de la ciencia aristotelica.

Al recorrer el siglo xvn es facil comprobar que no son pocos los registros oficiales de libros que han llegado hasta nosotros. Algunos de ellos in­ cluso de gran riqueza y variedad. Sin embargo, salvo contadas excepciones, las obras modernas de ciencia, y en particular las que difundian las doctrinas hermeticas, disminuyen sensiblemente en numero, aunque es bien sabido que esas obras llegaron a Mexico en cantidad no despreciable a todo lo largo de la centuria. Las fuentes citadas por nuestros cientificos asi nos lo indican. Ademas, los inventarios hechos sorpresivamente en bibliotecas sospechosas de heterodoxia nos permiten ver que existian libros que no encontramos registrados en ninguna lista oficial importante es el estudio de Robert S. Westman y J. E. Moguire, Los Angeles, Universi­ ty of California, 1977. Para el caso especxfico de Mexico puede verse: Ellas Trabulse, Mexico, Fondo de Cultura Economica-Secretaria de Educacion Publica, 1984, pp. 66-91; Elias Trabulse, Mexico, Fondo de Cultura Economica, 1985, pp. 11-12; Elias Trabulse, I, pp. 19-23, 2930, ed. cit.

Hermeticism and the Scientific Revolution.

siglo xvn,

El circulo roto, La ciencia perdida. Fray Diego Rodriguez, un sabio del Historia de la ciencia en Mexico,

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA

61

del tipo que fuere. Se dan ausencias evidentes y desconcertantes de autores cientificos europeos, los cuales sabemos que si eran leidos. Parece existir un doble mundo libresco: el abierto y el secreto.64 Esto se explica por el hecho de que las doctrinas hermeticas que eran el vehiculo de las nuevas teorias cientificas, abarcaban tambien a un gran numero de ciencias ocultas que — co­ mo ya vimos— resultaban sospechosas a los ojos de la censura eclesiastica, tales como la astrolo­ gia judiciana, la cabala y la alquimia, asi como la quiromancia, la geomancia y otras artes adivinatorias. Los libros cientificos de la epoca a menudo incluyen ambos aspectos de la ciencia del siglo xvii; aspectos que estaban fuertemente interrelacionados y cuyo deslinde es en no pocas ocasiones practicamente imposible. Era preferible ocultar la obra completa a exponerse a su censura parcial o total. Las ausencias en los registros no prueban que esas obras no existieran, solo muestran que habia omisiones voluntarias lo que nos indica que nuestros cientificos eran conscientes del valor —y del peligro— de los li­ bros que leian. Ocultar fue la solution. Asi, de los 7761 libros registrados en 35 listas oficiales que han llegado hasta nosotros y que abarcan de 1585 a 1694, apenas un dos por ciento lo forman obras cientificas.65 Existen ausencias ob-

64

op. cit.,

664-66

O’Gorman, pp. 5. 65 pp. 661-1066. Estas 35 listas divididas en 24 secciones comprenden 7761 titulos presentados por propietarios o libreros ante el Santo Oficio para su revision. (Vease: Jose Luis Martinez,

Ibid.,

LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

62

vias como Copemico, Galileo, Descartes, Kircher, Schott, Guericke, Zaragoza, Neper, Gassendi, Stevin y Tartaglia, que sabemos fueron conocidos en la Nueva Espana. Son listas que enumeran libros envejecidos, tradicionales, que no revelan el verdadero estado de la ciencia novo­ hispana en el siglo xvn.66 Hubo mucho de clandestinidad en la difusion de las tendencias modernas de la ciencia en Me­ xico. La historiografia traditional de la ciencia siempre ha sostenido que el clima intelectual fue poco propicio para aceptar novedades; de ahi que sea mas facil dudar de la modernidad de los estudios cientificos entre 1630 y 1680, que aceptar el hecho de que esa apertura si se llevo a cabo. Fue indudablemente un camino lleno de dificultades, sembrado de censuras y temores,

op. cit.,

pp. 72-74). Los autores cientificos que se registran hacen un total de 147 obras, algunas de ellas son obras repetidas de un mismo autor. Las obras cientificas que aparecen son de los siguientes autores: Apiano, Arenas, Arquimedes, Aristoteles, J. y W. Blaeu, Borelli, Caramuel, Cardano, Carduchio, Clavio, Dioscorides, Euclides, Galeno, Hipocrates, Lansbergio, Magino, Perez de Moya, Porta, Atanasio Reaton, Sacrobosco, Tacquet, Pedro de Medina Jeronimo de Chavez, Monardes, Antich Rocha. Rodrigo Zamorano, Diego Garcia de Palacio. Pedro Nunez, Bartolome Hidalgo, Claudio Clemente, Dionisio Daza, Diego Perez de Bustos, Juan Correa, Lopez de Hinojosos, Agustin Farfan, Juan de Carde­ nas, Enrico Martinez, Francisco Ximenez, Diego de Cisneros, Pedro de Paz, Luis Berrio de Montalvo, Fernando Becerra, Juan Calvo, Juan Fragoso y Georgius Agricola. Otros testimonios sobre la introduccion de libros prohibidos a la Nueva Espana en el siglo xvii tampoco arrojan mucha luz sobre las obras cientificas modemas que se leian. Vease por ejemplo: “Denuncia contra Juan Alberto, artillero, sobre traer unas obras prohibidas” (c. 1610) en: a g n m , vol. 283, ff. 371-372.

66

Inquisition,

LOS ORIGENES DE LA TRADICION CIENTIFICA

63

que llevaron ineludiblemente al silencio. Algu­ nos lograron imprimir sus trabajos, pero son los menos. Los mas dejaron sus obras en manus­ crito, en el mejor de los casos. Por otra parte, unos y otros, aun reunidos, forman solo una pequena comunidad de hombres de ciencia interesados en los nuevos descubrimientos,67 de ahi que sea explicable que su presencia histori­ ca no haya sido apreciada en todo su valor. Y a este olvido vino a sumarse otro hecho altamente significativo: el desplazamiento del foco de inte­ res por parte de los cientificos novohispanos de la ciencia de la vida a las ciencias exactas. Este es un fenomeno medular en la comprension del camino que siguio la modernidad cientifica en la Nueva Espana, pues la historiografia traditio­ nal de la ciencia, al olvidar el desarrollo de las ciencias exactas en Mexico entre 1630 y 1680, dejo de lado uno de los periodos decisivos de la ciencia mexicana, precisamente aquel en el que se llevo acabo una transformation intelectual sin precedentes.

67 Iris M. Zavala, Clandestinidad y libertinaje erudito en los al­ bores del siglo xvni, Barcelona, Editorial Ariel, 1978, p. 84.

II. LA APERTURA CIENTIFICA de la Nueva Espana a la ciencia mo­ derna en el segundo tercio del siglo x v i i fue un fenomeno de gran complejidad historica; un mo­ vimiento atravesado por multiples corrientes que no son faciles de delimitar en cuanto a contenido y alcances. Sin embargo, a pesar del tiempo que nos separa de ese hecho, es evidente que en aquellos anos aparecio un conjunto de ten­ dendas cientificas que no tenian precedente en el ambito cultural novohispano; tendencias que surgen en medio de las antiguas estructuras del conocimiento cientifico apoyado en Aristoteles, Ptolomeo y Galeno. Fue un movimiento renovador que se dio al lado de la ciencia verbalista y deductiva de la escolastica tardia, y que pone de manifiesto una voluntad explicita de apertura ante ese tipo de saber envejecido y anquilosado. Ciertamente en esos anos —tanto aqui como en Europa— la ensenanza estaba fuertemente dominada por las disciplinas teologicas, de tal forma que diversos autores han puesto en duda la existencia de una corriente cientifica moderna nacida precisamente en el seno de una comunidad intelectual donde los temas de estudio predominantes eran los relativos a esas disciplinas.68 La

apertu ra

68 Octavio Paz. SorJuana Ines de la Cruz o Las trampas de la

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LA APERTURA CIENTIFICA

65

En esos cinco decenios centrales del siglo x v i i percibimos un cambio en el tipo de fuentes que nuestros cientificos utilizan y que dan la tonica del proceso que va del arcaismo a la modernidad. Asimismo, las obras que se producen pasan de un difuso enciclopedismo a ser estudios mas especializados y profundos. Ademas se desplaza el centro de interes de las ciencias biologicas a las fisico-matematicas, lo que indica que el viejo paradigma del organicismo aristotelico ha sido sustituido por el del hermetismo renacentista. Por otra parte, los nuevos estudios cien­ tificos buscan una mayor objetividad en sus des­ criptiones y tienden a apoyarse en la experientia y en la cuantificacion.69 A todo esto debemos anadir un elemento de la mayor importantia: la aparicion de un componente ideologico que podemos denominar “la conciencia criolla de patria”, es decir, la idea ampliamente difundida entre los cientificos nacidos en la Nueva Espana de que vivian en un lugar privilegiado por Dios y por la naturaleza, y cuyos habitantes eran mas capaces intelectualmente que los que habian nacido en le Viejo Mundo. Esta idea, que aparece ya en la segunda mitad del siglo xvi, se consolida durante los primeros decenios del siguiente; lo que en el campo de las ciencias condujo a una paulatina desvinculacion con la metropoli y la busqueda de una fe, Segunda edicion, Mexico, Fondo de Cultura Economica, 1983, pp. 344-345. 69 Trabulse, La ciencia perdida, p. 11.

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LOS ORIGENES DE LA CIENCIA

ciencia autonoma, propia, que pusiera de manifiesto las aptitudes de los hombres de ciencia novohispanos. En diversos campos del saber cientifico —botanica, zoologia, farmacopea, geografia, matematicas y astronomia— los cientifi­ cos mexicanos de los siglos xvii y x v i i i hicieron positivas aportaciones y en muchos otros estuvieron no pocas veces mas adelantados que sus colegas espanoles. El estudio de la ciencia cualitativa en Mexico en esas dos centurias requiere por lo tanto de un analisis detenido de sus logros, del cual quede excluido el prejuicio de la dependenda cientifica de la metropoli que ha hecho de la ciencia de la Nueva Espana un sim­ ple reflejo, mas atrasado y arcaico todavia, de la que se hacia en la metropoli. La difusion de la ciencia moderna coincide con uno de los momentos de mayor signification en el desenvolvimiento de la conciencia criolla. Du­ rante los tres primeros decenios del siglo xvn se afianza notablemente ese orgullo de ser “hijos de la tierra” y por lo tanto distintos de sus pa­ dres peninsulares.70 Tanto los cronistas religio­ sos como los poetas exaltaron esa idea de singularidad, de ser diferentes. En los festejos con los que la ciudad de Mexico conmemoro en 1621 el primer centenario de la Conquista hubo un certamen poetico patrocinado por el ayuntamiento de donde resulto premiado un traba70 Fray Diego de Medina Reynoso, Panegtrico del santo y glo­ rioso martir San Hipolito, Patron de Mexico, Mexico, Juan de Alc&zar, 1621, f. 6r.

LA APERTURA CIENTIFICA

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jo71 en que el ideario criollo ya aparece estructurado en todos sus puntos: los mexicanos son herederos tanto de los espanoles como de los indios, y son por lo tanto distintos de los peninsulares; su “patria” es la Nueva Espana que an­ tes de la Conquista fue sede del mayor imperio de America. Los criollos son los herederos de am­ bas traditiones y su tierra es de promision pues ha sido bendecida por la aparicion de la Madre del Creador. Una tonica semejante encontramos en los cronistas de la epoca.72 Se trata entonces de toda una nueva mentalidad que influyo poderosamente en todas las actividades culturales de la Nueva Espana; y la ciencia no fue la excep­ tion. Para los miembros de la comunidad novo­ hispana que desarrollan sus actividades entre 1630 y 1680, la aceptacion de la ciencia moderna fue la prueba patente de la superioridad intelec­ tual de la Nueva sobre la Vieja Espana. La ciencia fue entonces un estimulo de esa mentalidad, aun­ que haya sido cultivada por un reducido nume­ ro de sabios. Empero cabe aclarar que al hablar de la privilegiada naturaleza de la patria que habitaban siempre buscaron la maxima objetividad y pocas veces se dejaron llevar del entusiasmo. Como buenos cientificos supieron deslindar los campos, lo que da a sus producciones un indiscutible valor. No mezclaron su trabajo con su 71 Ibid., f. 8r-v. 72 Jacques Lafaye, Quetzalcoatl y Guadalupe, Mexico, Fondo de Cultura Economica, 1977, p. 111.

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ideario de “hijos de la tierra”, pues fueron cons­ cientes de que ambos operaban a dos niveles interrelacionados pero diferentes. Por otra parte, es evidente que dicha comunidad cientifica habia abrazado los postulados del hermetismo renacentista —y mas tarde los del mecanicismo— pues ambos paradigmas, que enmarcaron la Revolution Cientifica del siglo x v i i , no solo eran aceptables como explicatio­ nes mas validas de la naturaleza del mundo fisico, sino tambien porque entranaban un rechazo al universo jerarquizado y rigido de los aristotelicos. Vista de esta manera la action cientifica innovadora de los sabios novohispanos, en su mayoria criollos, que laboraron entre 1630 y 1680, debe considerarse como un eslabon mas en la larga pugna entre criollos y peninsulares. En la labor cientifica de esos anos iba implicita una critica del peripatetismo, que era la doctrina profesada por la mayor parte de los intelectuales y medicos peninsulares. Pero no solo fue eso, ya que dicha critica iba mas alia de las teorias estrictamente cientificas. Los nuevos descubrimientos no unicamente cuestionaban la estructura jerarquica del universo aristotelico sino tambien la paralela y concomitante estructura jerarquica de la sociedad.73 De esta forma la re­ ception y difusion de la ciencia moderna en Mexico fue, como en Europa, un movimiento in­ telectual de largo alcance que comenzo impug73 Trabulse, La ciencia perdida, pp. 16 y 29.

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nando la vision arcaica de un cosmos jerarquizado y termino, siglo y medio mas tarde, cuestionando la conception, tambien arcaica, de una sociedad de jerarquias inmutables.74 La continuidad historica de ese movimiento se extiende entonces desde la tercera decada del siglo x v i i hasta principios del xix: los innovadores que en­ tre 1630 y 1680 aceptaron las nuevas teorias fue­ ron el origen no solo del movimiento cientifico de finales de este siglo, que giro en tomo a la figura de Sigiienza y Gongora, sino del amplio desarrollo de la primera mitad del siglo xvin y de la Ilustracion que abarca la segunda mitad y los inicios del xix.75 Este largo proceso que corre a lo largo de esos dos siglos se realizo en el marco tanto de las doc­ trinas hermeticas como de las mecanicistas 76 El triunfo final de estas ultimas coincide con los primeros sacudimientos sociales que condujeron a la Independencia. Es pertinente senalar, sin em­ bargo, que dicho triunfo del mecanicismo condujo a un progresivo olvido del otro paradigma, el cual tambien habia enfrentado con exito las tesis aristotelicas: el hermetismo. Y este olvido —producto de la historiografia de la ciencia del siglo xrx y buena parte del xx— cayo asimismo sobre algunos de los protagonistas de esa trans­ formation ideologica mas o menos adictos a las 74 Morris Berman, The Re-enchantment of the World. Toronto, Bantam Books, 1984, pp. 37-43. 75 Trabulse, Historia de la ciencia en Mexico, I, pp. 26-27. 76 Kearney, op. cit., pp. 24-25.

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tesis hermeticas, los cuales solamente fueron reconocidos y parcialmente rescatados en la medida en que sus teorias y experiendas se acercaron a las tesis mecanicistas.77 Esta concepcion historica falsifico la vision del pasado cientifico de Mexico y descarto una gran parte de los hechos que lo comportan, pues al pasar por alto la obra de los promotores de la transformacion eliminaron uno de los eslabones fundamentales del proceso rompiendo su indiscutible continuidad. La comunidad cientifica que desarrollo sus la­ bores entre 1630 y 1680 conto entre sus miembros a destacados astronomos, matematicos e ingenieros. Sin embargo, a acercarnos a ese grupo de sabios nos percatamos de que entre ellos existio una figura central en torno a la cual giro el movimiento de apertura a la modernidad: el fraile mercedario Diego Rodriguez, sin duda una de las personalidades cientificas mas notables de la epoca colonial. Nacio en el pueblo de Atitalaquia, cercano a la capital, en el ano de 1569. Sus padres eran cristianos viejos aunque de escasos recursos, lo que no fue obstaculo para que lo enviaran a la ciudad de Mexico a estudiar gramatica. Antes de cursar estudios mayores de filosofia ingreso en la orden de la Merced en la cual profeso el 8 de abril de I 6 l 3 78 Curso estu­ dios de artes y teologia en la Universidad79 y hacia 77 Salvio Turro, Descartes. Del hermetismo a la nueva ciencia, Barcelona, Anthropos, 1985, p. 177. 78 Pareja, op. cit., II, p. 243. 79 a g n m , Universidad, vol. 89. f. 245. v.

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1620 inicio sus estudios de matematicas y astro­ nomia para lo cual conto con la ayuda de otro mercedario llamado Juan Gomez tambien adicto a estos estudios.80 Su evidente capacidad para estas disciplinas permitio que el claustro de la Real y Pontificia Universidad lo eligiera para ocupar la primera catedra de astrologia y matema­ ticas que se.impartio en ella.81 Por un mandamiento del 22 de febrero de 1637, confirmado por el virrey marques de Cadereyta el 23 de marzo siguiente, fue designado catedratico propietario. Tres dias despues tomo posesion de dicho puesto con un sueldo de cien pesos.82 La asignatura era obligatoria para los estudiantes de la Facultad de Medicina y para los de Artes.83 Anos despues, al ser implantadas en la Universidad las Constitutiones de don Juan de Palafox, la cate­ dra fue establecida como “de propiedad”. En un principio los cursos se dictaron en latin pero poco despues lo fueron en castellano. Eran impartidos en el aula denominada “El Ge­ neral”, de diez a once de la manana. Si el estudiante aprobaba el curso, el catedratico expedia el certificado correspondiente.84 Varias genera­ tiones de medicos, astronomos, matematicos, in80 Pareja, op, cit., II pp. 244-245. 81 Francisco Fernandez del Castillo, La Facultad de Medicina, Mexico, u n a m , 1953, pp. 39 y 143 s s . 82 Pareja, op. cit., pp. 245-246. 83 Jose Luis Becerra Lopez, La organization de los estudios en la Nueva Espana, Mexico, 1963, p. 10. 84 Cristobal de la Plaza y Jaen, Cronica de la Real y Pontificia Universidad de Mexico, Mexico, 1 9 3 1 ,1, pp. 341-342.

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genieros y agrimensores fueron beneficiarios de sus ensenanzas y del giro moderno que supo imprimirle a su catedra. Su influentia se dejo sentir a todo lo largo del siglo. Junto a esta importante actividad que marca un hito en la historia de la ciencia mexicana, el padre Rodriguez desempeno otras labores dentro del claustro universitario. Por su capacidad como “aritmetico” fue nombrado en 1645 el contador de la Real y Pontificia Universidad cargo que ocupo por mas de dos decenios y que le acarreo no pocos problemas.85 Es facil imaginar el tiempo que destino a estas actividades que distaban mucho de ser sencillas, y que debieron distraerlo no poco de sus tareas cientificas. Sus conocimientos tecnicos fueron amplios. Fue un experto en asuntos de hidraulica, maquinaria, agrimensura y en la construction de apa­ ratos de medicion, lo que sin duda es una prueba fehaciente de su conception moderna del caracter experimental y cuantitativo del conocimiento cientifico. Dichos conocimientos los puso en practica en repetidas ocasiones: en 1654 fue designado para realizar los trabajos de ascenso de las pesadas campanas de la Catedral de la ciudad de Mexico;86 y dos anos despues propuso a las autoridades diversos metodos de me­ dicion de tierras que no eran los tradicionales, sino que se basaban en tecnicas trigonometricas 85 Trabulse, La ciencia perdida, pp. 31-37. 86 Ibid., pp. 47-50.

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modernas.87 Por otra parte, desde fecha temprana — hacia 1637— emprendio la construction de diversos instrumentos y aparatos cientificos y de relojes de precision, labor en la que fue un verdadero experto y por la cual gozo de merecida fama. En cuanto a sus conocimientos de ingenieria y de hidraulica, estos se pusieron de manifiesto en los cfrctamenes que emitio en el ano de 1637 referentes a las obras del desague de la ca­ pital y en las labores que en 1652 realizo en las bovedas de la Catedral de la ciudad de Mexico.88 Todas las actividades cientificas y tecnologicas de fray Diego Rodriguez giraron en torno a su catedra universitaria de matematicas. A traves de ella la ciencia novohispana encontro un nuevo codigo cientifico y un marco teorico apropiado para sus estudios. Ahi fue donde por primera vez se expusieron en Mexico las teorias astrono­ micas de Copernico, Kepler y Ticho Brahe, las fisicas de Gilbert, Stevin y Galileo o las matema­ ticas de Cardano, Tartaglia, Bombelli y Neper.89 Fue una catedra de alto nivei y abierta a las novedades, es decir, hacia el futuro, lo que provo­ co confrontaciones con los partidarios de la tra­ dition. Fue en el aula universitaria donde, entre 1637 y 1668 —ano de su muerte— , fray Diego inicio el cambio, la transition del viejo al nuevo 87 Elias Trabulse, Cartografia Mexicana-Tesoros de la Nation, Mexico, Archivo General de la Nacion, 1983. 88 Trabulse, La ciencia perdida, pp. 69-82; Martha Fernandez, Arquitectura y Gobiemo Virreinal, Mexico, u n a m , 1985, pp. 211-21. 89 Ibid., pp. 26-27.

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paradigma cientifico. En esos treinta y un anos redacto diversos y voluminosos escritos sobre matematicas, astronomia y fisica que constituyeron todo un corpus enciclopedico de las cien­ cias exactas de la primera mitad dei siglo xvn. La vieja notion de “filosofia natural” que abarcaba a todas esas disciplinas ha desaparecido en sus obras para dar lugar a la division en ciencias diferenciadas que ya apuntaban, aunque sea en forma rudimentaria, hacia ese tipo de especializacion peculiar propia de la ciencia dei siglo xvni. Ademas —y esta no fue la menor de sus aportaciones— logro desvincular definitivamente a las ciencias exactas de la metafisica y de la teologia, tal como aparecian en el paradigma escolastico-medieval profesado en la Universidad, y aunque no hay duda de que esta impedimenta teologica perduro todavia muchos decenios en los estudios de filosofia que se realizaron en la Nueva Espana —basta recordar las satiras de Gamarra, Mozino o Alzate en el ultimo tercio dei siglo x v i i i — , es indiscutible que a partir de la apertura de la catedra de matematicas en el ano de 1637 gran parte de la ciencia colonial fue hecha por individuos alejados de esas viejas preocupaciones metafisicas, tales como ingenieros, astronomos o naturalistas que laboraron en sus investigaciones al margen de la Universidad y de los prejuicios escolasticos que la paralizaban. Por otra parte, toda esta actitud revela que la Co­ lonia acepto las nuevas tendencias antes que lo hiciera la metropoli. En efecto, es un hecho que

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la comunidad cientifica novohispana, encabezada por el padre Rodriguez, acepto los postulados de la ciencia moderna —primeramente en su version hermetica y despues en la mecanicista— dos o tres decenios antes que los novatore s lo hicieran en Espana.90

Donde mas claramente se puso de manifiesto que algunos miembros de la comunidad cienti­ fica novohispana del segundo tercio del siglo x v i i trabajaban ya alejados de la vision escolastica de la ciencia fue en el campo de la tecnologia. Los escritos tecnicos de la epoca revelan la conviction completamente moderna de que el mundo fisico puede ser transformado por me­ dio de las ciencias aplicadas. No es casual que uno de los tratados tecnologicos fundamentales de toda la epoca colonial haya sido publicado en el mismo ano en que se inauguro la catedra universitaria de fray Diego. Ambos hechos se complementan y constituyen la manifestation palpable de un cambio en la tonica cientifica de la Nueva Espana. Ambos fueron, cada uno a su manera, una critica del peripatetismo: aquel en el terreno de las ciencias aplicadas y este en el de las ciencias puras. Los principios aristotelicos impugnados teoricamente en la catedra tambien

90Ibid., pp. 22-24.

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lo fueron en el terreno practico de las obras pu­ blicas que requerian de una tecnologia avan­ zada para su realization, tales como el desague de la ciudad de Mexico. La catastrofica inunda­ tion de la capital virreinal que duro de 1629 a 163591 no solo mostro lo inoperante de las viejas concepciones cientificas y tecnicas sino que permitio que la comunidad cientifica novohispana colaborara en una empresa comun partiendo de presupuestos tecnologicos distintos, mismos que aparecen en esa obra que mencionabamos y que lleva por titulo Relacion Universal, Legi­ tima y Verdadera del sitio que esta fundada la muy noble y leal ciudad de Mexico 92 Este valioso texto, junto con los numerosos documentos manuscritos que lo complementan,93 pone en evidencia que los tecnicos novohispanos que estudiaron y discutieron el gran problema del desague —la obra de ingenieria de mayor envergadura de toda la epoca colonial— lo hicieron conscientes de que sus propuestas practicas debian apoyarse en datos cientificos aprobados 91 Richard E. Boyer, La gran inundation, Mexico Secretaria de Educacion Publica, 1975, passim. Vease, infra, cap. IV. 92 De esta obra impresa en Mexico por Francisco Salbago en 1637 se imprimieron quinientos ejemplares. Sus autores fueron Fernando de Cepeda y Fernando Alonso Carrillo. 93 “Autos y diligendas tocantes a las obras del Desague de Me­ xico, por Huehuetoca, desde 17 de Agosto de 1637 ano en que el Exmo. Sr. Virrey con su resolucion y Real Acuerdo, nombro Superintendente General al Reverendo Fray Luis Flores, de la Orden de San Francisco, Comisario General, hasta el primero de junio de 1638 en que se juntaron para seguir la resolucion general”, a g n m , Desagiie, vol. 4, exp. 1, (3 00 ff).

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por la experientia y no en consideraciones aprioristicas que habian mostrado ser absolutamente inoperantes 94 Desde septiembre de 1635 en que el virrey marques de Cadereyta llevo a cabo las primeras medidas tendientes a salvar a la capital de otra devastadora inundation semejante a la que por esos meses tocaba a su fin, hasta agosto de 1637, en que fue designado el franciscano Luis Flores superintendente de las obras del desagiie, los ingenieros, alarifes y arquitectos novo­ hispanos convocados por el virrey presentaron todo tipo de proyectos 95 Ahi figuraron, como personajes destacados por sus conocimientos de ingenieria y de hidraulica, entre muchos otros el matematico fray Diego Rodriguez, el cartografo Juan Gomez de Trasmonte, el maestro y excelente “ingeniero” Juan Serrano, el sabio carmelita fray Andres de San Miguel, y los expertos Andres Oviedo de Benesa y Francisco del Vivero.96 Algunos de ellos, como fray Diego, practicaron periodicas inspectiones a las obras a efec­ to de rendir un informe sobre la marcha de las mismas.97 No fue, ni con mucho, una empresa facil. Despues de que se aprobo que el desagiie 94 Luis Gonzalez Obregon, Memoria historica, tecnica y admi­ nistrativa de las obras del desagiie del Valle de Mexico, 14491900, Mexico, 1 9 0 2 ,1, pp. 142-145; Alejandro de Humboldt, Ensayo Politico sobre el Reino de la Nueva Espana, Estudio preliminar, re­ vision del texto cotejos, notas y anexos de Juan A. Ortega y Medi­ na, Mexico, Editorial Porrua, S. A., 1966, pp. 140-143. 95 Francisco Gonzalez de Cosio, Historia de las Obras Publicas en Mexico, Mexico, Secretaria de Obras Publicas, 1973, II, 275-277. 96 Trabulse, La ciencia perdida, pp. 42-43. 97 Ibid., p. 45.

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fuera hecho a “tajo abierto” habia que calcular los volumenes de tierra por mover, los diferentes niveles del terreno, el caudal de los rios que confluirian hacia el desagiie, la presion ejercida por las aguas vertidas por los lagos que circundaban a la ciudad y la rapidez con la que esos vo­ lumenes de agua podian conducirse al desagiie sin que se desviaran derramandose sobre la ca­ pital. Todos los recursos de las tecnicas hidraulicas modernas fueron puestos al servicio de una obra vital para la sobrevivencia de la capital de la Nueva Espana. Cuando siglo y medio des­ pues el baron Alejandro de Humboldt califico las obras del desagiie como “una de las obras hidraulicas mas gigantescas que han ejecutado los hombres”,98 hacia un merecido reconocimiento de todos los ingenieros maestros y alarifes que habian intervenido en su construction, y sobre todo de los millares de indigenas que ahi habian laborado, y de los muchos que perecieron en esas agotadoras y peligrosas faenas. Por lo demas, sean cuales fueren los sucesivos avatares por los que atravesaban las obras del desagiie en las decadas posteriores a los traba­ jos tecnicos emprendidos en 1637, es evidente que una nueva mentalidad cientifica habia he­ cho su aparicion. Ciertamente su influentia no se hizo sentir en su plenitud de inmediato; fue una lenta asimilacion que duro muchos anos y que se fue reflejando paulatinamente en areas 98 Humboldt, op. cit., p. 146.

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como la ingenieria militar, la planeacion urbana o las labores mineras. Ademas, constituyo un fenomeno que tuvo indudables repercusiones sociales, ya que en esas decadas hizo su aparicion una clase dedicada especificamente a solucionar problemas tecnicos; esa clase era la de los “ingenieros”, denomination que aparece por primera vez en.Mexico en 1598." Como ya dijimos, fue a traves de este nuevo grupo social —que cobraba por su trabajo y que gozaba de un status reconocido— que empezaron a ser desmentidos en la practica muchos de los fundamentos teoricos del paradigma aristotelico. Su aparicion dentro de la sociedad no­ vohispana responde tanto a las necesidades del desarrollo urbano de la Colonia, como a la estrategia defensiva de su puertos principales. Casi todos ellos posetan buenos conocimientos em­ piricos que a menudo combinaban con estudios de fisica y matematicas teoricas: geometria, pers­ pectiva, mecanica o hidraulica. Su labor, aunque a menudo menospreciada por los filosofos adictos a las doctrinas escolasticas, los situo de facto dentro de los postulados de la ciencia moderna, de tal forma que si a esta actividad practica de los “ingenieros” sumamos la que fray Diego Ro­ driguez llevaba a cabo en las aulas universitarias, es posible que podamos captar la profundidad y los alcances de la renovation cientifica que ex­ perimento la Nueva Espana en el segundo tercio del siglo x v i i . 99 Trabulse, La cienciaperdida, p. 37, nota 38.

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La creation de la catedra universitaria de ma­ tematicas en 1637 propicio que se formara a prin­ cipios de la cuarta decada del siglo una acade­ mia informal, una tertulia cientifica, una especie de confratemidad formada por aquellos sabios novohispanos, nunca demasiados en numero, interesados en las ciencias, en particular en las matematicas y la astronomia. Esta tertulia tuvo durante mas de un decenio su centro en el Con­ vento Grande de la Merced, aunque sus reuniones las llevaban a cabo en las casas de algunos de sus miembros propietarios de ricas bibliote­ cas, o en librerias o imprentas cuyos duenos eran casi siempre proclives a las labores intelectuales. Un miembro de la tertulia afirmo que estaba formada por sabios maestros universitarios, me­ dicos, bachilleres, latinistas, arquitectos, “chymicos”, y por todos aquellos “que sin haber cursado por destino las facultades, con su mucho ingenio y alguna aplicacion pueden hacer, no en vano, muy buen juicio de todo”,100 a ellos debemos sumar los discipulos del padre Rodriguez, uno de los cuales llamado Francisco Ruiz Lozano, peruano de nacimiento, fue activo corresponsal suyo y llego, anos mas tarde, a ser Cosmografo Mayor de aquellos reinos.101 La tertulia cientifica de fray Diego fue una respuesta de la comunidad de hombres de ciencia 100 Ibid., pp. 15-16. 101 Gerardo Ramos, “El desarrollo de la matematica en el Peru”, en: Ernesto Yepes (compilador ), Algunos aportes para el estudio de la Historia de la Ciencia en el Peru, Lima, Concytec, s/f, pp. 15-16.

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al excesivo caracter teologico de la education universitaria. Casi todos sus miembros fueron criollos, adictos a las doctrinas hermeticas y pro­ clives a las matematicas, a la astronomia y a la astrologia tal como la practicaban en Europa muchos de los astronomos mas destacados. El lenguaje que empleaban en sus escritos era a menudo solo para iniciados: el lenguaje semisecreto propio de las doctrinas hermeticas. Sus textos sobre cometas, eclipses y fenomenos meteorologicos, asi como los numerosos lunarios, almanaques y pronosticos que elaboraron, revelan este deseo de ocultar ciertos conocimientos y mantenerlos solo en el circulo de los intimos. Incluso las obras religiosas y hagiograficas que algunos de ellos escribieron poseen esta caracteristica. En suma, era una academia de lectura, discusion y proselitismo moderado donde se puso de manifiesto que las doctrinas hermeticas que profesaban representaban un cuestionamiento profundo no solo de la cosmovision jerarquizada de los aristotelicos sino de la paralela jerarquizacion de una sociedad donde ellos, los criollos, eran desplazados de los principales puestos politicos y eclesiasticos, detentados por peninsulares. Sin embargo, antes de 1646 las autoridades no miraron con suspicacia a esa inocua reunion de cientificos. Incluso conto con el apoyo de algunos personajes de la burocracia tanto civil como eclesiastica y aunque la Inqui­ sition siempre vio con aprension a algunos de sus miembros, eso no impidio que durante va-

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rios anos publicaran, previa aprobacion de fray Diego Rodriguez, sus lunarios y almanaques que los ayudaban economicamente aunque su prestigio sufriera serio deterioro dado que la exactitud de dichos pronosticos siempre dejaba mucho que desear. A partir de 1646 la “academia” entro en un largo periodo de declive que duraria hasta 1655, ano de su extincion. Los problemas politicos que aquejaron a la Nueva Espana en aquel ano fueron la causa principal de la crisis por la que atraveso la “academia”.102 Ademas, un nuevo grupo de sagaces y fanaticos inquisidores entro en funciones y una de sus primeras disposiciones fue la expedition en el ano de 1647 de un edicto, de inusitado rigor, donde se ordenaba someter a minuciosa censura todos los pronosticos, luna­ rios y almanaques para entonces considerados subversivos, asi como todo tipo de publication cientifica sobre fenomenos que rozaran siquiera los dominios de la astrologia judiciaria. Se mencionaron varios nombres de contertulios de fray Diego entre quienes tenian prohibido publicar, y se le retiraba a este el permiso de autorizar anualmente la edicion de lunarios y almanaques.103 Aunque los escrutinios bibliotecarios debieron ser rigurosos, es indudable que los propietarios supieran eludir la censura ocultando las obras 102 Jonathan Israel, Razas, closes sociales y vida politica en el Mexico colonial, 1610-1670, Mexico, Fondo de Cultura Economi­ ca, J980, pp. 230-231. 103 Trabulse, La ciencia perdida, p. 17. Vease infra, nota 138.

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sospechosas, sobre todo cientificas, a la mirada de los alguaciles inquisitoriales. Posiblemente fue por esos anos que fray Diego opto por ocultar sus manuscritos cientificos que podrian despertar dudas sobre su ortodoxia, encuadernandolos con obras que no era susceptibles de censura. Su tratado astronomico mas importante, la Doc­ trina general- repartida por capttulos de los eclip­ ses de sol y luna, en el cual profesa abiertamente las tesis heliocentristas y se adhiere a la cosmologia kepleriana, lo encuaderno en pergamino junto con una obra del astronomo italiano An­ tonio Magini que no despertaba ningun tipo de sospechas.104 Como ya dijimos, desde 1646 la represion in­ quisitorial se torno mas severa. En es ano se inician los procesos contra algunos miembros de la tertulia academica del padre Rodriguez acusados de heterodoxia cientifica o de ser practicantes de la astrologia judiciaria. Sus bibliotecas son confiscadas y se les decomisan manuscritos. Una y otra vez son citados sus amigos a declarar, y una y otra vez, con bastante osadia a veces, no solo dan testimonio de la ortodoxia del acusado sino que tambien se atreven a expresar que en materia de ciencias no existe autoridad reconocida ni debe existir censura eclesiastica. Por ejemplo, en el sonado y largo proceso contra fray Nicolas de Alarcon, por astrologo, intervinieron como testigos varios miembros de la “academia” 104 Ibid., p. 59, nota 8.

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amigos suyos. Uno de ellos fue fray Diego quien el once de enero de 1646 rindio testimonio en su caracter de catedratico de matematicas. Declaro haber leido los manuscritos cientificos del padre Alarcon que le habian sido confiscados para ser sometidos a revision y censura. Tambien dijo que algunas secciones de dichos manuscritos ha­ bian sido escritas por el mismo, quien se las facilito al procesado en ocasion de un viaje que este habia hecho a Guatemala, aclarando que dichas secciones s61o contenian “las figuras del ano de mil seiscientos y treinta y nueve para el Reportorio de el y el Juicio de los temporales de dicho ano; que se lo di —anade fray Diego— para ejemplar de reportorios y modo de fabricarlos”. A continuation emprendio la defensa de Alarcon argumentando que era necesario comprender que una era la astrologia judiciaria — prohibida por los pontifices y los concilios— y otra, muy distinta, la astrologia racional (lo que para nosotros es la astronomia y la meteorologia), que era licita, “porque si esta materia fuera de todo pun­ to prohibida todos los libros de astrologia de cualquier calidad [que] fuesen serian prohibi­ dos, y no se consentirian astrologos en la cristiandad”. Su defensa surti6 efecto pues fray Nicolas fue absuelto, y se le libero devolviendosele to­ dos sus papeles.105 En toda esta actitud represiva de los inquisii°5 “pie ito y causa criminal contra fray Nicolas de Alarcon de la Orden de N. S. de la Merced, por astrologo judiciario”, (195 ff), a g n m , Inquisition, v. 370, Num. 1.

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dores contra los hombres de ciencia sospechosos de heterodoxia tuvo mucho que ver el cele­ bre proceso contra Guillen de Lampart por sus ideas independentistas y por ser astrologo y hereje manifiesto. Su causa ante el Santo Oficio, que se reinicio en 1650, creo un clima de incertidumbre. El Gran Auto de Fe de 1649 es la prueba evidente de dicha hostilidad hacia las actividades sospechosas de heterodoxia. Pero fue sin duda el juicio contra Lampart el que re­ velo a las autoridades tanto civiles como eclesiasticas las potencialidades de subversion po­ litica que se ocultaban tras esas aparentemente inocuas tertulias de cientificos criollos.106 Lam­ part era astrologo, pero tambien, como todos en su epoca, astronomo, matematico y agrimensor, de tal forma que no fue dificil para los inquisidores identificar a los astrologos con conspiradores encubiertos y a las tertulias con focos de disidencia politica. Las causas inquisitoriales que se suceder entre 1650 y 1655 ya revelan esta nueva preocupacion. Asi, el 3 de noviembre de 1650 el Santo Oficio arresto al astrologo mulato Gaspar Rivero Vasconcelos, acusandolo de practicar la judiciaria, de haber calumniado al Santo Oficio y a sus ministros y de ser sospechoso de herejia. En su proceso fueron mencionados va­ rias veces los nombres de fray Diego Rodriguez y del “maestro mayor de obras” de la Catedral, el

106 Luis Gonzalez Obregon, Rebeliones indigenas y precursores de la Independencia mexicana en los siglos xvi, xvn y xvin, Mexi­ co, Ediciones Fuente Cultural, 1952, pp. 241-276.

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arquitecto, bibliofilo y astrologo Melchor Perez de Soto; y aunque los cargos eran graves y am­ bos paretian suficientemente implicados en practicas astrologicas consideradas ilicitas, solo Pe­ rez de Soto fue encarcelado y procesado.107 Los documentos que existieron sobre esta cau­ sa inquisitorial, que ha llegado a ser famosa por la extraordinaria biblioteca que le fue confiscada al reo, arrojan luz sobre las razones que tuvo el Santo Oficio para no procesar tambien al ca­ tedratico de matematicas. Los motivos por los que el padre Rodriguez fue eximido de culpas no son otros que los que ocho anos antes permitieron que fray Nicolas de Alarcon fuera liberado de la acusacion de practicar la astrologia judiciaria, es decir, la distincion que existia entre esta y la astrologia racional que comprendia a la astronomia de observation y el estudio de los fenomenos meteorologicos utiles a la agricultu­ ra y a la medicina. Este ultimo tipo de “astrolo­ gia” era la que fray Diego practicaba y fue la que, dos decenios despues, practicaria tambien Siguenza y Gongora. Ciertamente, en su proce­ so Perez de Soto confeso que sus maestros en el 107 “Causa criminal contra Melchor Perez de Soto, astrologo, so­ bre tener libros prohibidos de la astrologia judiciaria y usar de ella”, en: b i n a h , Seccion de Manuscritos, Inquisition, vol. 2 (16491654), ff. 224-327. Sobre este celebre proceso pueden verse tam­ bien; Marques de San Francisco, Un bibliofilo en el Santo Oficio, Mexico, Libreria de Pedro Robredo, 1920; Donald G. Castanien, A Seventeenth Century Mexican Library and the Inquisition (tesis), University of Michigan, 1951; Julio Jimenez Rueda, Herejias y Su­ perstitiones en la Nueva Espana, Mexico, On a m , 1946, pp. 218-219.

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estudio de la astrologia habian sido el agustino Felipe de Castro y nuestro mercedario; sin em­ bargo, un testigo del proceso llamado Nicolas de Robles declaro que fray Diego siempre se mostro renuente a aceptar los puntos de vista astrologicos de Perez de Soto al que inclusive en varias ocasiones reconvino indicandole el peligro que Gorria al exagerar en su anhelo de adivinar los “futuros contingentes”.108 Sin em­ bargo, el bibliofilo no parece haber hecho caso del consejo y cuando el Santo Oficio reunio un numero suficiente de pruebas en su contra, or­ deno su arresto.109 El 12 de diciembre de 1654, Perez de Soto fue acusado formalmente “por sus muchos delitos contra la fe”, por poseer libros prohibidos y por que vivia “usando y practicando la judiciaria”. Un mes mas tarde, expedidos lo tramites propios de la lentisima burocracia inquisitorial, fue arrestado en su domicilio confiscandosele una rica biblio­ teca. Era el 13 de enero de 1655; al dia siguiente se inicio su proceso.110 Como era logico, varios miembros de la tertulia de fray Diego, incluido el mismo, fueron llamados a declarar. Ahi comparecieron entre otros, el medico Gabriel Lopez de Bonilla, quien habia sido testigo en el pro­ ceso contra Lampart111 y anos despues llegaria a ser cunado de Sigiienza y Gongora, el almirante 108 Ibid., f. 231. 109 Ibid., ff. 226-238. 110 Castanien, op. cit., pp. 45. ss. 111 Gonzalez Obregon, op. cit., p. 253.

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Pedro Porter y Casanate, con quien Perez de Soto habia realizado un viaje a California en 1643, el librero Antonio Calderon Benavides y el ya mencionado Nicolas de Robles quien era un buen latinista.112 De las declaraciones de los testigos se desprende que el padre Rodriguez y Gabriel Lopez de Bonilla eran los mas cercanos al acusado y que su interes por las ciencias astronomicas era compartida por igual, pero que el procesado habia traspasado el umbral de lo permitido. Mas aun, esa relation intelectual entre los tres explicaba el intercambio de libros que existia entre ellos. Perez de Soto declaro que fray Diego le prestaba libros de astrologia;113 y si pensamos que uno de los motivos para llevarlo ante la Inquisition y decomisarle su biblioteca fue precisamente porque se le acuso de tener libros prohibidos, es facil suponer que algunos de los que fueron secuestrados al momento de su arresto pudieran pertenecer a nuestro merce­ dario. No es aventurado pensar que tanto el co­ mo Lopez de Bonilla debieron seguir el proceso de su contertulio con cierta preocupacion ya que muchos signos ominosos apuntaban hacia am­ bos; y no se debieron de llamar a engano cuan­ do el tribunal los citaba a declarar: era una cla­ ra manera de reconvenir al grupo de cientificos —heterodoxos o no— que en una discreta tertulia se reunian desde hacia mas de tres lustros. 112 “Causa criminal contra Melchor Perez de Soto”, ff. 241, 245 y 255. 113 Ibid., f. 297.

LA APERTURA CIENTIFICA

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La tragica muerte de Perez de Soto el 16 de mar20 de 1655, asesinado por su companero de celda, puso fin al proceso que quedo bien grabado en la memoria de sus amigos. La esplendida biblioteca le fue devuelta casi integra a la viuda del infortunado maestro mayor. Algunos de los libros los pudo vender, acaso otros los devolveria a fray Diego pues eran suyos, pero al ma­ yor parte los vendio por necesidad como “papel viejo” con lo que uno de los mejores conjuntos de obras cientificas de los siglos xvi y xvii se per­ dio irremisiblemente. Pero no todo quedo ahi. Por un Auto inquisitorial del 30 de julio de 1655 — reflejo evidente del temor que les causo ver que podrian circular impunemente libros pro­ hibidos como los encontrados en la biblioteca de Perez de Soto— se exigio que los seis libreros de la ciudad de Mexico presentaran inventarios detallados de los libros que poseian so pena de multa y excomunion. Este fue otro as­ pecto que adopto la represion en esos anos y que culmino en 1655. A partir de entonces la “aca­ demia” practicamente desaparece y aunque los almanaques y lunarios se vuelven a editar con regularidad desde 1656, es evidente que la comunidad cientifica trabajaba en forma distinta. Fray Diego murio el 9 de marzo de 1668. El virrey marques de Mancera, que era su amigo y gustaba de dialogar con el, le rindio postu­ mo homenaje enviando su familia a los solemnes funerales que se le hicieron. Anos mas tarde. al recordarlo, don Carlos de Sigiienza afirmo

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que en el tuvo la Nueva Espana a un “excelen tisimo matematico y muy igual a cuantos han si do grandes en este siglo”.

III. LA D IFU SIO N D E LA CIENCIA M O DERNA

Al e s t u d i a r el movimiento cientifico de ese perio­ do crucial de lg. ciencia mexicana que va de 1630 a 1680, un fenomeno peculiar capta de inmediato nuestra atencion: el cambio que se dio en la cultura libresca de esta epoca respecto de las de los ochenta anos anteriores. Es evidente que la apertura a la modernidad de la comunidad cien­ tifica que fray Diego Rodriguez encabezo solo pudo ser posible por el tipo de lecturas que esos sabios hicieron. Algunos de sus libros han llegado hasta nosotros. Todavia poseen las se­ nates que les dejaron sus sucesivos propietarios: ex-libris manuscritos, apostillas marginales, marcas de fuego, sellos de todo tipo. Todas ellas nos habian de quienes los tuvieron en sus manos y los leyeron penetrando asi en un cosmos desconocido. Sus libros fueron sus interlocutores; a veces los unicos que tuvieron. Y a traves de los siglos esos mismos libros vuelven a hablarnos para describirnos un mundo desaparecido. En ellos encontramos todos los temas que durante muchas decadas inquietaron a sus lectores. Pocos testimonios del pasado dicen tanto como un antiguo libro de ciencia. Tambien nos sorprende su capacidad de sobrevivencia como simple objeto fisico de gran 91

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fragilidad que son. Despues de tres siglos o mas de existir, los libros han debido estar sujetos a todo tipo de contingencias que en un tiempo relativamente breve pudieron destruirlos. Y el riesgo adquiere proporciones exponenciales cuando se trata no de un libro, del que probablemente haya varias copias, sino de un manuscrito del que solo existe o existio una. La cultura cientifica novohispana de la epoca colonial estuvo en buena medida formada de unos y otros. Muchos li­ bros se han perdido con los signos de sus lecto­ res, pero es mas de lamentar la perdida de sus manuscritos, de los que solo nos ha llegado el ti­ tulo o, en el mejor de los casos, algunos fragmentos. Y sin embargo, los que quedan ahi estan, para recordarnos a los que hemos perdido. Al verlos, y al recorrer sus amarillentas paginas todavia escuchamos el eco de una epoca de luces y de sombras. Y es que a una comunidad cientifica la definen tanto sus producciones como sus lecturas; y los sabios contemporaneos de fray Diego, y el mis­ mo, no son la exception. Su cultura cientifica fue amplia porque tambien sus lecturas lo fueron. Y estas lecturas reflejan sus intereses: astronomia, astrologia, matematicas, metalurgia, cosmografia y geografia. Estos cientificos calculaban eclip­ ses, observaban las fases lunares, median los paralajes de los cometas, confeccionaban cartas geograficas, estudiaban los procesos metalurgicos, construian instrumentos de medicion, hacian calculos cronometricos y elaboraban arduas

LA DIFUSION DE LA CIENCIA MODERNA

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tablas cronologicas. Es logico entonces suponer que buena parte de sus bibliotecas estuviese formada por obras que trataban esta amplia gama de asuntos. Sin embargo, las catalogos de biblio­ tecas cientificas que han llegado hasta nosotros son escasos y las listas elaboradas por libreros o comerciantes, aunque mas numerosas, pocas veces registran las obras fundamentales que le dan ese caracter peculiar al movimiento cientifico de esos cinco decenios. Empero no hay duda de que esas obras llegaban a la Nueva Espana y eran leidas y citadas. Y aqui conviene hacer una puntualizacion necesaria. Varios autores, al no encontrar esas obras fundamentales de la Revolu­ tion cientifica del x v i i debidamente registradas en las escasas listas de envios de Espana o en las Memorias que los libreros debian rendir ante la Inquisition, han concluido que no se conotian en Mexico y que por lo tanto es incuestionable el atraso que padecio la ciencia novohispana en ese periodo. Pero esto no fue asi. Las listas, ciertamente, pocas veces enumeran las obras de cien­ cia de vanguardia, pero esas relaciones distan mucho de proporcionar un argumento concluyente en contra del desarrollo cientifico de Me­ xico, pues
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