Elegia A La Madre Muerta

 

 

Autor: RICARDO NIETO (colombiano (colombiano)) Silencio!...las Silencio!...l as manos que nos bendijeron

Como dos claveles,

Cuando sonreíamos en la blanca cuna,

Esos mismos labios que nos bendecían

Esas manos dulces, esas manos santas,

Llenos de perfume, de amor y de mieles,

Hechas de fulgores y de luz de luna,

Esos mismos labios que nos enseñaron

Esas mismas manos que a nuestras gargantas

A decir: ¡Bendito y alabado sea!,

Colgaron un día...

De donde salieron tantos, tantos besos

El escapulario donde está María.

Que fueron el alma la primera idea, El primer arrullo y el primer amor,

Esas manos suaves, esas manos buenas Como dos jazmines o dos azucenas,

Ahora se encuentran tristes, desteñidos... Al irse las aves, se quedan los nidos

Que sintieron siempre nuestras alegrías,

¡Temblando en las ramas con hondo dolor!

Que nos redimieron de todas las penas, Esos ojos puros que nunca tuvieron Ahora se hallan inmóviles, frías... Traiciones ni celos, Pobres manos santas, pobres manos buenas, Que nos endulzaron todos nuestros días!

Esos ojos dulces que en la vida fueron La esperanza misma que flota en los cielos,

Las venas azules se tornaron pálidas,

En donde nos vimos siempre retratados

Rompieron su estuche las rojas crisálidas,

Y que realizaban todos los anhelos,

Y se transformaron transformaron en dos mariposas,

Esos mismos ojos se encuentran cerrados...

Que se fueron raudas por el horizonte...

Los cerró la mano de la torva muerte... Si tu madre vive, llévale este beso....

¡Silencio!...Esos ¡Silencio!... Esos labios que nos sonreían

¡Si quieres, hermano, cambiamos de suerte!

 

¡Silencio! ¡Silencio!...

Feliz el que lleva sobre el corazón

Se encuentra dormida.

Un clavel purpúreo como una ilusión!

Nos queda el recuerdo de lo que era ella.

¿Qué ilusión más grande, qué ilusión más bella

Al irse la madre, se acaba la vida,

Que tener al lado la mística estrella

Pero entre las nubes se mece una estrella.

De la madre viva?... ¿Qué placer más hondo

Estrella lejana que en el firmamento

Que asomarse al lago y ver en su fondo,

Como una gotita de luz apareces:

Como en el tranquilo cristal de un espejo,

¿Eres el espíritu de la madre ausente

Y ser para todos un hombre ya viejo

Que nos mira a veces

Pero para ella no ser si no un niño?

Y que desde lejos nos besa en la frente?... Era un hombre joven, de esbelta apostura; Rosal que sembraron sus manos benditas

Rico y poderoso, gentil y galante;

Y sigues y sigues produciendo flores:

Miraba a sus plantas el mundo, triunfante:

En mi alma, si nacen, ya nacen marchitas,

Una hada le trajo la buena ventura,

Porque en sus raíces están los dolores.

Más vino la guerra, se fue a las trincheras; Las balas y obuses le hicieron pedazos;

Preso pobre y triste que en tu celda lloras Sin ojos, sin piernas, ardido, sin brazos, Tú arrogante y noble libertad cautiva, Mira: tras la reja te ven dos auroras. ¡Son los ojos dulces de tu madre viva!

Fue un monstruo muy digno de echarlo a las fieras. Regresó a su casa y todos le huyeron: La esposa, los hijos...Trémulo de hastío,

Enfermo que sufres con grandes quebrantos Iba ya a arrojarse sobre las baldosas, Y ves extenderse las llanuras yermas: Cuando oyó una frase de amor: ¿Al pie de tu lecho no escuchas los cantos? ¡Hijo mío!... ¡Tu madre te arrulla para que te duermas! Y en el alma muerta florecieron rosas, ¡Y hasta el árbol seco descendió el roció....!