March 19, 2017 | Author: Libros Catolicos | Category: N/A
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Publicado originalmente The Marriage Book © 2000, Nicky y Sila Lee Traducido en español © 2007 por Alpha Américas, 2275 Half Day Road, Suite 185, Deerfield, IL 60015 Él y Ella: Cómo establecer una relation duradera por Nicky y Sila Lee Todos los derechos reservados en todo el mundo. Ninguna parte de esta publicación puede ser duplicada o transmitida en forma alguna o por medio alguno, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabaciones o cualquier otro sistema de almacenamiento de información, sin el permiso por escrito de Alpha Américas 2275 Half Day Road, Suite 185, Deerfield, Il 60015. Textos bíblicos tomados de LA SANTA BIBLIA, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL® NVI® © 2005 por la Sociedad Bíblica Internacional y La Sociedad Bíblica de España. Texto (en castellano peninsular): 1a revisión, 2005. Usado con permiso. Primer traducción del inglés al español por Carlos y Emma Allemand Edición 2006, traducción actualizada por Arnaldo Fernández-Arias Primera edición en eBook, 2012 Edición latinoamericana Material gráfico de cubierta por Button Design Ilustraciones por Charlie Mackesy ISBN 978-1-938328-23-7
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Índice
Prólogo Prefacio Introducción ¿Por qué el matrimonio? Sección 1 Construyendo cimientos sólidos Capítulo 1 Una visión de largo alcance Capítulo 2 Planificando el éxito Sección 2 El arte de la comunicación Capítulo 3 Cómo hablar más eficazmente Capítulo 4 Cómo escuchar más eficazmente Sección 3 Amor en acción Capítulo 5 Las cinco expresiones del amor Capítulo 6 Palabras y acciones Capítulo 7 Tiempo, regalos y contacto físico Sección 4 Resolviendo conflictos Capítulo 8 Apreciar nuestras diferencias Capítulo 9 Enfocar el asunto Capítulo 10 Centrar nuestras vidas Sección 5 El poder del perdón Capítulo 11 ¿Cómo se puede perder la intimidad? Capítulo 12 ¿Cómo puede restaurarse la intimidad? Sección 6 Padres y suegros Capítulo 13 Cómo llevarnos bien con nuestros padres y suegros Capítulo 14 Cómo dejar atrás el control de nuestros padres Capítulo 15 Cómo tratar los efectos de los males de la infancia Sección 7 Vida sexual sana Capítulo 16 Sexualidad, ¿de qué se trata? Capítulo 17 Seis cualidades de los grandes amantes Capítulo 18 Proteger nuestro matrimonio Capítulo 19 Mantener viva la sexualidad Epílogo
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Capítulo 20 La oportunidad de tu vida Apéndices ¿Preparados para el matrimonio? Compromiso, sexualidad y luna de miel Preparar un presupuesto Orar juntos Notas Lectura recomendada
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Prólogo
En
nuestra sociedad el matrimonio se ve atacado. Muchos piensan que es una institución pasada de moda. En el Reino Unido el número de bodas se ha ido reduciendo cada año. Los que se casan encuentran cada vez más difícil perseverar en el matrimonio. Ha habido un aumento alarmante de divorcios. ¿Cuál es la respuesta a todo esto? ¿Por qué deberíamos casarnos? ¿Cómo podemos permanecer casados? En este libro Nicky y Sila responden a estas preguntas, mostrándonos el valor y el potencial de cualquier matrimonio. Sugieren no solamente cómo podemos permanecer casados, sino también cómo lograr juntos lo máximo de nuestra vida matrimonial. Nicky ha sido durante más de treinta años mi amigo más íntimo. Íbamos juntos a la escuela y compartimos el alojamiento en la universidad. Siempre ha ido delante de mí y yo he tratado de seguir sus pasos. Es cristiano desde el 14 de febrero de 1974. Cuarenta y ocho horas después me guió a Cristo. Nicky y Sila se casaron en 1976. Dieciocho meses más tarde Pippa y yo hicimos lo mismo. Nuestros primeros tres hijos tienen aproximadamente la misma edad. Luego ellos tuvieron un cuarto hijo. Después de la universidad nuestros caminos se separaron cuando Nicky se fue al Japón para enseñar y yo me dediqué a la práctica de la abogacía. Más tarde Nicky ingresó en el seminario teológico y yo lo seguí al año siguiente. Nicky y Sila regresaron a Londres para unirse al personal de la parroquia anglicana de la Santísima Trinidad en el barrio de Brompton, (en inglés: Holy Trinity Brompton church, HTB). Les seguimos un año más tarde. Nicky y Sila se ocuparon de los cursos Alpha durante cuatro años, pasándonos esa tarea en 1990. Nos han enseñado muchas cosas. Particularmente hemos aprendido mucho del ejemplo de su vida matrimonial y familiar. Hemos observado actitudes en su hogar a las que podemos aspirar. Desde 1996, Nicky y Sila han llevado adelante el Curso para Matrimonios en HTB y ya son muchas las parejas que han enriquecido su relación a través del mismo. Para algunos, este curso literalmente ha salvado su matrimonio de la separación o el divorcio. Para otros, ha transformado el agua de una pareja normal en un vino de una fuerte relación, una transformación posible por la presencia de Jesucristo. Y hay a quienes, incluso, el curso les ha provisto de un espacio para pensar creativamente y transformar un matrimonio bueno y saludable en uno todavía mejor. Al leer este libro, se puede pensar que el matrimonio de los Lee “es demasiado bueno para ser verdad,” pero habiéndolo observado durante más de veinticuatro años, puedo decir con toda seguridad que es totalmente cierto y que nos ha sido de inspiración para poder aspirar a lo más elevado, a lo mejor. Mi esperanza y ruego es que a través de este libro, muchas más personas puedan gozar el fruto del ejemplo y la sabiduría de Nicky y Sila. Nicky Gumbel
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Prefacio
Quisiéramos agradecer a las muchas personas que nos han ayudado con este libro. Se han empleado centenas de horas leyendo los manuscritos y sugiriendo cambios y adiciones. El libro no podría haber sido escrito sin su ayuda. Estamos particularmente agradecidos a John y Diana Collins, Sandy y Annette Millar, que nos han inspirado a través de sus enseñanzas y sus vidas. También estamos agradecidos a quienes nos han contado historias de sus propios matrimonios, que nos han permitido enraizar la teoría en experiencias diarias de la vida real. Quisiéramos expresar nuestra enorme gratitud a Philippa Pearson-Miles, Mary Ellis y Joanna Desmond por escribir y volver a escribir los continuos cambios con gran velocidad, habilidad y paciencia y a Charlie Mackesy por el humor que trajo a la familia como también al libro. A Jo Glen, el editor, queremos expresar nuestra especial gratitud. Sin su contagioso entusiasmo, humor, imaginación y nuevas ideas cada vez que nos atascábamos en el camino, tal vez este libro no se hubiera terminado. Queremos dar las gracias a Nicky y Pippa Gumbel no sólo por su amistad y ánimo durante tantos años sino también por persuadirnos a comenzar este proyecto. Finalmente, queremos dar las gracias a nuestros propios padres por su constante amor y el modelo de dos largos y felices matrimonios. Nicky y Sila Lee
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El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso, ni jactancioso, ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor jamás se extingue. 1 Corintios 13:4-8a
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Introducción La historia de Nicky Fijé mis ojos en Sila por primera vez en el puerto de Swansea. Habiendo recién terminado el colegio, estaba de camino hacia el Sudoeste de Irlanda para las vacaciones de verano. Yo tenía dieciocho años; ella diecisiete. Fue amor a primera vista. Pasamos dos semanas en cabañas contiguas en uno de los rincones más hermosos y bien conservados de las Islas Británicas—en Cork. Durante la mayoría de ese tiempo ni me atrevía a creer que ella pudiese sentir algo hacia mí. Dos días antes de que se fuera me animé y le manifesté mis sentimientos y descubrí, para mi sorpresa, que ella sentía lo mismo. ¡Casi no podía creerlo! Sila estaba todavía en el colegio y tenía que presentarse aún a varios exámenes del Nivel Avanzado. Me faltaban nueve meses antes de empezar la universidad y me daba cuenta de que probablemente ella no pasaría ninguno de sus exámenes si yo me quedaba en la misma localidad, así que me fui sólo con mi mochila a África. África fue diferente a todo lo que había experimentado anteriormente. Sentí una gran admiración por su paisaje, su gente y su cultura, pero secretamente ansiaba volver a Inglaterra para estar con Sila. Estaba solo durante la mayor parte del tiempo y vivía esperando las cartas que ella me escribía a las capitales de los países a los que viajaba, desde Addis Abeba a Ciudad del Cabo. Funcionó bien hasta que llegué a Sudáfrica. Habían pasado más de seis semanas cuando llegué a Ciudad del Cabo, centrando toda mi esperanza en encontrar una carta allí, pero no había nada (sólo una carta de mi madre). Estaba desesperado. Comencé a preguntarme si Sila se había enfriado a causa del tiempo que hacía que yo estaba ausente. Si ese era el caso no tenía deseos de regresar a Inglaterra. Después de varias semanas yendo cada día a correos para preguntar si había una carta, volví “a dedo” a Johannesburgo como última esperanza y fue una euforia el encontrar allí una carta que no me llegó a tiempo cuando pasé por allí cuatro semanas antes. Tomé el primer vuelo de regreso a casa. Fui inmediatamente a ver a Sila al internado de su colegio, que era una mezcla de prisión para mantener a las chicas dentro, y de fortaleza para mantener a los chicos fuera. Después de pasar juntos tres horas maravillosas, nos dimos cuenta demasiado tarde de que habían cerrado las puertas dejándola fuera. La descubrieron a medianoche trepando a través de una ventana y fue castigada sin salir durante las últimas dos semanas de vida escolar. Yo entré a la universidad y Sila se mudó a Londres al terminar el colegio. En esa época comencé a escuchar a gente que hablaba de la fe cristiana de una manera nueva para mí. Cada vez más le encontraba sentido a lo que decían y eso me hizo pensar seriamente sobre el significado de mi vida. Pero al mismo
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tiempo, guardaba cierta distancia porque mi relación con Sila era la cosa más importante de mi vida. Temía que si llegaba a ser cristiano y Sila no, eso podría separarnos. Después de cinco meses de una investigación cuidadosa me di cuenta que había llegado un momento de decisión en mi vida. Tenía que decidir un camino o el otro. Hablé sobre el tema con Sila, quien respondió con su entusiasmo habitual. Al escuchar ella misma las reivindicaciones del cristianismo, lo mismo que yo, Sila sintió que había descubierto la verdad y ambos la aceptamos. Nuestra nueva fe, en lugar de separarnos, parecía agregar una dimensión novedosa y emocionante a nuestra relación. De hecho abrió la puerta a una perspectiva en la vida cuya existencia antes yo no conocía. Parecía como si todas las diferentes partes de mi existencia fueran las piezas de un rompecabezas: Todo, mi pasado, mi relación con Sila, mis estudios de inglés y el estar en la universidad. De repente, todas las piezas encontraban su lugar. En el otoño de 1974, después de dos años de salir juntos, ambos sentimos independientemente que si queríamos estar seguros de pasar juntos el resto de nuestras vidas tendríamos que separarnos por un tiempo. Así que, temprano un lunes por la mañana al comienzo de octubre, caminé con Sila a la estación del tren. Acordamos que no nos veríamos ni hablaríamos hasta Navidad. Era una hermosa mañana de otoño con un manto de niebla en el amanecer ligeramente anaranjado. Sila agitaba sus manos en señal de despedida a través de la ventanilla del tren y yo me preguntaba si la vería algún día de nuevo. Regresé por las calles aún desiertas de Cambridge sintiéndome más desanimado de lo que nunca había estado en mi vida. Decidí no ir para nada a Londres durante ese período, ya que era demasiado doloroso ir allí y no ver a Sila. Sin embargo, una semana más tarde, estaba jugando al fútbol con algunos amigos de mi antiguo colegio. Al comenzar el viaje de regreso, el amigo (dueño del automóvil en el que viajábamos) dijo, “espero que no os importe regresar vía Londres, ya que debo recoger algo en mi casa.” Yo estaba horrorizado, pero no le dije nada. Sólo esperé que no le tomara demasiado tiempo. De todas maneras Sila vivía en otra parte de Londres. El amigo nos dejó en la High Street Kensington diciéndonos, “os recojo aquí en cuarenta y cinco minutos” y se fue. Llovía fuerte y nos refugiamos en la acera tratando de decidir lo que haríamos. Al levantar mis ojos vi, allí, a unos cincuenta metros, a Sila que venía caminando en mi dirección. Abandoné a mis dos amigos sin decirles ni una palabra de explicación y corrí hacia ella. Entonces ella me vio. Comenzó a correr hacia mí. Estrechamos nuestros brazos el uno al otro, nos abrazamos y recuerdo que la hice girar y girar en mis brazos. Les grité a mis amigos que no me esperaran. Fuimos a un café y hablamos durante horas. Descubrí que Sila había estado viajando en el autobús a lo largo de High Street Kensington, y como había un
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atasco de tráfico, decidió bajarse e ir andando los setecientos metros que le faltaban para llegar a su destino. Así fue como me vio. Existía una posibilidad entre un millón de encontrarnos así y lo interpretamos como una señal de Dios. Ambos sentimos que si Dios podía hacer que nos encontráramos de esta forma extraordinaria cuando ambos estábamos haciendo todo lo posible para evitarnos, entonces Él era más que capaz de mostrarnos en los próximos tres meses si debíamos pasar el resto de nuestras vidas juntos. Acordamos de nuevo no vernos hasta Navidad. Esta vez lo asumimos de forma diferente. Todavía hubo lágrimas pero creímos que Dios nos guiaría. Fue duro estar separados, pero al término de este período no había ninguna duda en mi mente de que lo que yo quería era pasar el resto de mi vida con Sila. Volvimos a salir juntos a principios de 1975. Todavía me quedaba año y medio en la universidad. Como Sila venía a verme la mayoría de los fines de semana, ése fue uno de los tiempos más felices que recuerdo en toda mi vida. Nos casamos el 17 de julio de 1976 en Escocia, el hogar de Sila, dos semanas después de mi graduación en la universidad. La historia de Sila Crecí en la región montañosa de Escocia y mi niñez fue feliz y exenta de acontecimientos notables. Me encantaba el campo y pensaba que vivía en el mejor lugar del mundo. Había sólo una desventaja: la falta de gente. Así que cuando Penny, mi mejor amiga de la escuela, me invitó a pasar dos semanas de las vacaciones de verano con ella en el sudoeste de Irlanda junto con su familia y amigos, aproveché esta oportunidad. Sólo tenía 17 años y ninguna idea de que esas dos semanas cambiarían mi vida. Teníamos que viajar en ferry desde Swansea hasta Cork. El puerto de Swansea es uno de los lugares menos atractivos que conozco y sin embargo fue allí donde lo encontré. Nicky estaba conduciendo en la fila justo detrás nuestro, descendió de un viejo mini verde y me sonrió—fue amor a primera vista (o para ser más exacta, una poderosa atracción a primera vista). Llevaba un sombrero grande de felpa negra (eran los años setenta), vaqueros, una camisa blanca y estaba muy moreno. Tenía dieciocho años y pensé: “¡Qué bien está!” Pasamos dos semanas románticas con un gran grupo de amigos. Navegamos a vela y nadamos, pescamos y remamos hasta unas islas para hacer barbacoas a media noche y nos sentamos bajo las estrellas hablando hasta altas horas. Todo el tiempo me sentía profunda y locamente enamorada. No dije ni una palabra sobre mis sentimientos a Penny y no tenía ni idea de si los sentimientos eran mutuos. Cuarenta y ocho horas antes de regresar a Escocia descubrí que sí lo eran, y Nicky me besó por primera vez. Ya entonces, aunque sólo tenía diecisiete años (¡y él no era el primer muchacho que besaba!), recuerdo que permanecí despierta en la cama esa noche pensando que me casaría con él. Habíamos
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estado juntos diariamente durante dos semanas y sentía que ya no podía vivir sin él. Entonces Nicky se fue a África durante seis meses, lo que representó una agonía, pues hacía poco que habíamos empezado a conocernos. Todos mis amigos en el colegio me aconsejaron que no pusiera muchas esperanzas en esa relación: África estaba lejos y seis meses era mucho tiempo y seguramente él encontraría alguna otra chica durante sus viajes. Pero nuestra relación se fortaleció a miles de kilómetros de distancia entre nosotros, al escribirnos largas cartas que aumentaban en intimidad, descubriendo más cosas el uno del otro de lo que hubiésemos descubierto estando juntos. En el momento en que oí su voz por teléfono diciendo que estaba de regreso, me pareció que mi corazón se detenía. La fuerza de mis sentimientos era casi incontenible. Aquella noche, al separarnos del encuentro, ambos estábamos seguros de que nuestro amor realmente había crecido durante los meses de distancia. En el otoño de 1973 Nicky se fue a la universidad y yo me mudé a Londres. Durante el día estaba aprendiendo mecanografía y por la noche tomaba clases de pintura, preparando una documentación para la escuela de arte. Pero la atracción de la vida universitaria y mi deseo de estar con Nicky significaron que pasé más tiempo en su universidad que lo que hice en mis propios cursos. Nuestra relación llegó a ser estrecha e íntima, de alguna forma demasiado intensa para nuestro propio bien. En mi infancia y juventud aprendí acerca de Dios y nunca dudé de su existencia, pero mis creencias no tenían efecto alguno en mi estilo de vida, excepto por el hecho de que Nicky y yo íbamos ocasionalmente a la capilla del colegio el domingo para el primer culto de Santa Cena. Tenía un vago sentimiento de que un día, cuando creciera lo suficiente, ganaría mi entrada al cielo si hacía algunas plegarias más, fuera a algunos cultos religiosos e hiciera unas pocas buenas obras más en mi vida. Por el momento no necesitaba nada. Tenía a Nicky. En Año Nuevo recibí la aceptación en la Escuela de Bellas Artes de Chelsea para empezar el siguiente mes de septiembre. La vida parecía ofrecer nuevas posibilidades en cada esquina. Así que cuando Nicky vino a Londres para verme una tarde de febrero de 1974 y comenzó a hablarme sobre el cristianismo yo estaba tan entusiasmada sobre el tema como con la mayoría de cosas que él sugería. Pero me faltaba una comprensión verdadera de lo que él estaba hablando y no tenía ni idea de sus implicaciones. Cuando fui a visitar a Nicky ese fin de semana me llevó directamente a escuchar a un predicador cristiano llamado David MacInnes. Estaba impactada con lo que oí. Lo que le había sucedido a Nicky durante un período de cinco meses lo experimenté yo en el espacio de veinticuatro horas. Lo que dijo David me fascinó. No había escuchado nunca antes a nadie
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hablar de Jesucristo de esa manera. Jamás me habían dicho que yo podía tener una relación con Dios. Para mí las relaciones eran todo. Ese viernes hablamos hasta bien entrada la noche con Nicky Gumbel, el mejor amigo de Nicky, que en ese momento estaba algo receloso de lo que nos estaba ocurriendo a nosotros. El sábado fuimos de nuevo a escuchar a David MacInnes. Habló sobre la cruz. Fue una revelación para mí. Me decía a mi misma, “¿Por qué nadie me había dicho antes el motivo por el cual Jesús murió en la cruz?”1 Era como si todo lo que yo había conocido siempre encajara ahora, no solo intelectualmente, sino también emocional y espiritualmente. Todo recobró sentido al explicar el significado de la cruz. Era como si mi vida hasta entonces hubiera sido una fotografía en blanco y negro y que de repente empezara a moverse, primero en una especie de movimiento lento y borroso y luego, más y más ligero hasta llegar a estar bien enfocada y con hermosos colores. La vida llegó a ser tan real, como nunca antes la había conocido. Fue un cambio radical de perspectiva y el comienzo de una nueva libertad en nuestra relación que nunca hubiese imaginado que fuera posible. Vivir la vida con una nueva fe era estimulante. Nicky y yo estábamos aún más profundamente comprometidos. Pero ocho meses más tarde ambos sentimos que Dios nos guiaba para poder distinguir entre nuestra fe y nuestro amor mutuo. Este fue uno de los periodos de prueba más difíciles de mi vida— aún más difícil que cuando Nicky se fue a África. Era muy duro aprender a confiar que Dios tenía el mejor plan para nosotros. Fue una experiencia notable ver cómo Dios intervenía en nuestras vidas, de una manera en que nos parecía que solamente podía haber sido Él. En High Street Kensington cuando corrimos a abrazarnos y yo grité con todas mis fuerzas “Nicky,” pensaba a la vez, “Dios, nunca más dudaré de ti.” Sabía con profunda convicción que podía confiar en Él en todo, aún en la parte más preciosa de mi vida, mi relación con Nicky. Creo que ese día Dios me mostró que, por mucho que amara a Nicky, mi amor por Dios y su amor por mí era lo más importante en mi vida. Durante esos tres meses separados, ambos crecimos en la relación personal con Dios. Cuando volvimos a vernos de nuevo fue sobre un cimiento diferente en nuestras vidas, un fundamento de fe personal que desde entonces nos ha fortalecido en la relación mutua. Nicky me propuso el matrimonio en febrero de 1976 y nos casamos en julio. Yo tenía veintiún años y el veintidós. Escribimos desde el punto de vista de veinticuatro años de casados. Durante estos años hemos vivido en Japón, en el noroeste de Inglaterra y en el centro de Londres. Hemos experimentado juntos el nacimiento de cuatro hijos y aproximadamente mil quinientas veintiocho noches en vela. Hemos conocido el estrés y gozo de tener cuatro niños menores de 8 años, como también la turbulencia y complejidad de ser padres de
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adolescentes. Hemos pasado juntos por enfermedades y dificultades económicas. Nuestra experiencia no ha sido distinta a la de muchas otras parejas. Debemos haber hecho más de trescientos mil kilómetros juntos, hablado más de diez mil horas y dormido ocho mil noches en la misma cama. Hemos trabajado y jugado juntos. Hemos reído y llorado. Hemos estado frustrados, irritados, perplejos y embelesados mutuamente. Todavía sentimos pasión mutua y pasión por nuestro matrimonio. En ningún caso estamos sugiriendo que nuestro matrimonio sea más especial que cualquier otro. En realidad, no existe un matrimonio conforme a un libro de texto, ni modelo ideal o prototipo infalible. Cada pareja es única y tiene su propia historia para contar. Pero, ¿acaso los que llegan a la cima lo hacen por azar? ¿Y es acaso cierto que los que se sienten desilusionados de su matrimonio es simplemente porque se casaron con la persona equivocada? Nuestra propia experiencia nos ha mostrado que necesitamos algunas herramientas para construir un matrimonio fuerte y feliz. Hemos tenido que descubrir cosas sobre la comunicación y las formas de hacernos sentir mutuamente amados. Hemos tenido que aprender a resolver conflictos y a practicar el perdón. Hemos descubierto que el gozo de la intimidad sexual no puede tomarse como un derecho. Durante los últimos quince años hemos estado cada vez más involucrados en ayudar a otros matrimonios. Hemos visto a centenares de parejas y hemos confrontado con ellos una gama de distintos y difíciles temas. De todo ello y de nuestro propio matrimonio, hemos aprendido que la relación de pareja no es siempre fácil, pero que es altamente gratificante. Estas experiencias, combinadas con nuestra propia investigación y mucho asesoramiento de otros en este campo, nos han permitido desarrollar un Curso de Preparación al Matrimonio de cuatro semanas y otro Curso para Matrimonios de siete semanas de duración para parejas en cualquier etapa de su matrimonio. Centenares de parejas han participado en estos cursos y actualmente los ofrecemos tres veces al año. El Curso para Matrimonios sobre el cual se basa este libro, ha sido diseñado para ayudar a toda pareja a invertir en su matrimonio y hacerlo más fuerte y mejor. Hemos escrito este libro con el deseo de transmitir a otros lo que nos ha llevado a estar ahora más enamorados que cuando nos casamos. Nuestra fe cristiana ha tenido un enorme impacto en la manera en que buscamos amarnos mutuamente y en distintos momentos tratamos de explicar la diferencia que esto ha hecho en nuestro matrimonio. Sin embargo, no necesitas ser cristiano para beneficiarte de este libro. La mayoría de los consejos que se dan pueden ser descritos como guías prácticas para hacer que no sólo una relación funcione, sino que florezca. Hemos incluido muchas historias de nuestro propio matrimonio y historias de otros. Algunos ejemplos os podrán parecer triviales, pero son los pequeños detalles los que pueden hacer o romper un matrimonio. Las otras parejas cuyas historias narramos han tenido la amabilidad de compartir sus experiencias con la esperanza de que puedan inspirar a otros a perseverar y a descubrir por sí mismos lo que un matrimonio puede llegar a ser con un compartir dinámico. (En la mayoría de los casos, hemos cambiado los nombres para mantener la confidencialidad).
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La rueda del matrimonio impresa más abajo contiene lo que creemos que toda pareja necesita para mantenerse unida durante la duración del viaje. Cada sección del libro (y cada semana del Curso para Matrimonios) representa una sección de la rueda. Nuestra experiencia nos ha demostrado que cada parte es necesaria si no queremos que la rueda del matrimonio salte y se atasque especialmente cuando el camino es malo. En el capítulo 10 explicamos detalladamente el hecho de que si se tiene a Dios en el centro del matrimonio, eso puede, como un eje bien engrasado, hacer toda la diferencia.
El borde de la rueda, que representa el compromiso mutuo, mantiene unida la relación. Hay quienes argumentan que el ideal de un matrimonio que dure toda la vida debería abandonarse, para así dar la oportunidad a los ajustes que se puedan hacer de “acoplarse y desacoplarse” tan fácilmente como sea posible. ¿Hay todavía lugar para el punto de vista tradicional sobre el matrimonio? Respondemos con un rotundo, “¡SÍ!” Nuestro punto de vista es que el matrimonio sigue siendo de importancia vital, no sólo para nosotros como individuos, sino como fundamento de cualquier sociedad. El matrimonio es la base ideal dada por Dios para la vida familiar, particularmente porque los niños aprenden mejor lo que es un compromiso y las relaciones de amor a través de la experiencia de promesas vividas entre su madre y su padre. Nada hay más importante en la educación de un hijo. Los niños, como los adultos, siempre aprenden más por lo que ven que por lo que se les dice. Un padre nos dijo recientemente, “Me he dado cuenta de que la mejor manera de amar a mis hijos es amar a mi esposa.”
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Pero el matrimonio no es solamente para el beneficio de los niños. Hay un profundo deseo dentro de todos nosotros de tener a alguien con quien podamos ser totalmente abiertos y honestos emocional, espiritual y físicamente. Tal intimidad solamente es posible cuando existe compromiso. Sólo nos atreveremos a exponer nuestro fuero íntimo si estamos seguros de no ser traicionados. El matrimonio está diseñado por Dios para ser una relación en la que un hombre y una mujer se ofrecen mutuamente en una confianza radical y total. En la ceremonia de la boda, el ministro religioso, sacerdote o pastor, puede bendecir a la pareja, orar por ellos, declarar que a los ojos de Dios y del pueblo se han casado, pero son las promesas que el hombre y la mujer se han hecho mutuamente las que establecen el matrimonio y cada frase de los votos subraya este compromiso a vida: Novio: Yo, N, te tomo a ti, S, para ser mi esposa, para tenerte de hoy en adelante, para lo mejor o lo peor, en la riqueza y en la pobreza, en la enfermedad o en la salud, para amarte y cuidarte, hasta que la muerte nos separe, de acuerdo con el mandamiento de Dios, y esto lo declaro por mi honor.
Novia: Yo, S., te tomo a ti, N, para ser mi esposa, para tenerte de hoy en adelante, para lo mejor o lo peor, en la riqueza y en la pobreza, en la enfermedad o en la salud, para amarte y cuidarte, hasta que la muerte nos separe, de acuerdo con el mandamiento de Dios, y esto lo declaro por mi honor.1
La relación del matrimonio está diseñada por Dios para ser una aventura de amor que dure toda la vida. La Biblia contiene muchos consejos prácticos para hacer que ésta relación íntima funcione. Jesucristo dijo que todo aquel que escucha sus palabras y las pone en práctica es como un hombre sabio que construye su casa sobre unos cimientos seguros. Cuando las tormentas vienen y soplan los vientos contra ella, como lo harán en cualquier matrimonio, la casa permanecerá firme.
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Sección 1—Construyendo cimientos sólidos
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1 Una visión de largo alcance
En la cama tengo una mujer a mi lado. Podría alargar mi brazo y tocarla en este mismo instante tan fácilmente como me toco a mí mismo, y el pensar en ello me resulta más sugestivo que pensar en la luna o en cualquier montaña. Incluso si esta mujer fuese un ángel (que pensándolo bien quizás tal vez lo sea) creo que aún sería más sugestivo. Hay sólo dos factores que impiden que esta situación tan increíblemente abrumadora no me haga estallar el corazón al tratar de entenderla: una es que me he despertado así, con esta misma mujer junto a mí, centenares de veces antes; y la otra, es que millones de hombres y mujeres se están despertando uno al lado del otro, de la misma forma, cada día y todos los días en todo el mundo, y lo han estado haciendo así durante miles de años. MIKE MASON1
El matrimonio es una oportunidad única. Tenemos la oportunidad de compartir cada aspecto de nuestra vida con otro ser humano. Nos hemos prometido que estaremos unidos a través de los altibajos de la vida y, con la seguridad de esta promesa mutua, nos atrevemos a desvelar todo sobre nosotros mismos. Nos relacionamos en nuestra común humanidad, sintiendo el dolor de la otra persona y cubriendo las debilidades mutuas. Nos regocijamos con los puntos fuertes de cada uno y nos deleitamos con los éxitos del otro. Nos ha sido dado un consejero, un compañero, un mejor amigo—en resumen—un cónyuge para toda la vida. Y si somos lo suficientemente pacientes, amables y faltos de egoísmo, descubriremos que cada uno de nosotros posee una riqueza inagotable.
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El matrimonio ha aportado un gozo indescriptible a millones de parejas y ha sido celebrado en todo el mundo con ceremonia, poesía, prosa y canción. ¿QUÉ ES EL MATRIMONIO? “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser” (Génesis 2:24). El matrimonio concierne a dos personas que se unen para llegar a ser una, y, por lo tanto, ésta es la relación más estrecha e íntima de la que son capaces los seres humanos. Algunos pueden objetar que la relación madre-hijo es más estrecha dado que la vida del niño comienza dentro de la madre. Sin embargo, una relación sana entre padres e hijos tenderá a una separación gradual que aumentará hasta la independencia de cada hijo que abandona el nido paterno para construir su propio hogar. La relación matrimonial va en sentido contrario. Dos personas, en una época extraños el uno para el otro, se encuentran y luego se casan. Entran en una relación óptima, caracterizada por una creciente interdependencia. En las Memorias de Iris Murdoch, John Bayley escribe acerca de sus cincuenta años de casado con su esposa ya fallecida. Hacia el final de su vida, la esposa sufrió la enfermedad de Alzheimer y el mismo la cuidó: Mirando hacia atrás, yo me separaba de ella con dificultad. Parecía que siempre habíamos estado juntos. . . . Pero en lo que concierne a Iris, mi memoria parece haberse cerrado hasta el momento presente como una prenda de vestir ajustada. Mientras trabajo temprano por la mañana escribiendo en mi vieja máquina de escribir portátil, con Iris durmiendo silenciosamente a mi lado, su presencia ahora
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parece ser como fue siempre y como siempre lo será. Sé que en algún momento ella debió ser diferente, pero no recuerdo haberla conocido de otra manera.2
Este proceso de crecer juntos no es automático. La mayoría de las parejas entran en el matrimonio con grandes expectativas. Al dejar su fiesta de boda en medio de una lluvia de confetis deambulando hacia el crepúsculo, ni siquiera pueden imaginar el no estar juntos por un momento. La realidad a largo plazo es diferente y, potencialmente, puede ser mucho mejor. Ambos, esposo y esposa, han de estar preparados para construir su matrimonio. Cada etapa del proceso conlleva sus propios desafíos y oportunidades. En los primeros días quizás nos asustamos de las cosas que descubrimos el uno del otro y que no aparecieron durante el período de noviazgo y compromiso. Nosotros mismos, aún cuando nos conocíamos cuatro años antes de casarnos, tuvimos que ajustarnos en vista de lo que la vida de casados revelaba: costumbres que irritaban, comportamientos que sorprendían, valores que diferían de los que teníamos cada uno. La primera lección del matrimonio es aceptar a nuestro esposo o esposa como es, en lugar de tratar de cambiarlos en la persona que esperábamos que fueran. Esta aceptación mutua debe continuar a medida que pasan los años y llegan los inevitables cambios. Como reflexionó Shakespeare: No es amor el amor, que enseguida se altera, cuando descubre cambios o tiende a separarse de aquel que se separa . . . No es juguete del Tiempo, aun si rosados labios o mejillas alcanza, la guadaña del Tiempo. Ni se altera con horas o semanas fugaces, sino que aguanta y dura hasta el último abismo.3 A pesar de nuestros esfuerzos, por grandes que sean, no podemos permanecer
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siempre iguales. No cambia sólo nuestra apariencia, sino que también madura el pensamiento, el carácter se desarrolla y las circunstancias se modifican. Tal vez el mayor cambio vendrá con la llegada de los hijos, aunque la esterilidad puede suponer el mismo desafío y experiencias traumáticas. Las dificultades para concebir requerirán mucha paciencia, apoyo amoroso y el rechazo a culpabilizarse. El nacimiento de un bebé trae consigo un gozo supremo, pero también está acompañado a menudo de agotamiento físico. Más tarde, los años de la adolescencia pueden ser muy divertidos y dar oportunidades para que crezca una amistad con nuestro hijo, pero normalmente producen un agotamiento emocional. Cuando finalmente dejan el hogar, podemos encontrarnos lamentando su ausencia, según la expresión usada por una madre cuyos hijos fueron abandonando gradualmente el hogar después de cumplir los veinte años. Durante estos años de educación de los hijos, cuando hay tanto en qué pensar y las cosas por lo menos han de seguir su curso, es demasiado fácil no prestar atención a nuestro matrimonio. Lógicamente, los hijos se han de alimentar, pero el matrimonio también. Cuando una pareja ha continuado invirtiendo en su relación y ambos se han apoyado mutuamente a través de las diversas presiones de la vida familiar, los veinticinco años finales pueden ser los más valiosos. Recientemente, un amigo nuestro quería saber algo sobre el matrimonio de sus padres. El padre se volvió hacia la madre y le dijo, “Creo que hemos tenido un buen matrimonio, pero han habido momentos difíciles y otros maravillosos.” Ambos estaban de acuerdo en que la fase más difícil fue entre los treinta y cuarenta años cuando los niños eran pequeños, tenían muy poco dinero y había muchas presiones en el trabajo. Pero a medida que los hijos se independizaron progresivamente (aunque siempre fueron parte importante de sus vidas), las presiones cedieron y tuvieron tiempo y oportunidad para volver a descubrirse mutuamente de diversas maneras. En su autobiografía, Frank Muir describió lo que significó para él esta última etapa de su largo matrimonio con Polly: Cuando mi hermano Carlos y yo éramos adolescentes, nuestra abuelita decidió regalarnos un anillo. Yo odiaba la idea de usar joyas, así que me regaló otra cosa. Unos días antes de celebrar nuestro cuarenta y siete aniversario de bodas, Polly me preguntó si había algo que me gustaría recibir como recuerdo. Inmediatamente supe lo que quería. “Por favor, ¿puedes regalarme un anillo de boda?” Polly estaba muy sorprendida y me respondió, “Dime por qué después de todos estos años quieres un anillo de boda y lo tendrás.” “Bueno, quería estar seguro que tú eras la mujer correcta para mí,” dije, empleando una especie de broma inadecuada en un momento emocional, pero que me dio tiempo para pensar. . . . Me resulta imposible visualizar lo que la vida sin Polly hubiese sido para mí. Encontrarla fue como hallar la costilla o la media naranja que buscamos, para
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completarnos en el proceso que Platón llamó “el deseo y la búsqueda del todo.” En mi caso fue un proceso maravilloso coronado por el éxito. Pedí un anillo de matrimonio para poder utilizarlo como símbolo de la felicidad que me ha dado mi matrimonio con Pol. Ahora que trabajo en casa es tan bueno saber que Pol está cerca, aún cuando no la vea, tal vez escogiendo unas grosellas en su cesta de fruta y refunfuñando gentilmente, o en el piso de arriba acortando una falda para una nieta. Lo más agradable es saber que Pol está cerca.4 ¿POR QUÉ SE ROMPEN ALGUNOS MATRIMONIOS? Por desgracia, hoy día oímos de muchos matrimonios que no llegan a experimentar este tipo de unidad. Para algunos, después de los primeros años de iniciar la relación, un creciente distanciamiento les lleva a desconectarse. Esto puede ocurrir cuando los hijos son pequeños y requieren atención o cuando dejan el hogar. En este último caso la pareja puede descubrir que no tienen nada que decirse el uno al otro y se divorcian, asumiendo que realmente nunca debieron haberse casado. Crecemos creyendo en un mito romántico: si la Cenicienta tiene la suerte de encontrar a su Príncipe Azul, vivirán felices para siempre. Pero si llegan los desacuerdos y nos desenamoramos, como todavía el mito permanece, concluimos que nos hemos casado con la persona equivocada, estando destinados a vivir infelices para siempre o a divorciarnos. Este mensaje se ve reforzado para los adultos a través de cantos de amor, libros y películas. Subyacente a este mito penetrante y peligroso está la creencia de que el verdadero amor es algo que nos sucede a nosotros y sobre lo que tenemos ningún o muy poco control. Este punto de vista se presenta a menudo en la prensa como una verdad indiscutible. Un artículo reciente en el periódico inglés The Guardian decía que algunas “almas felices” mantienen una relación íntima matrimonial durante veinte años o más, pero que el límite natural está más cerca de los cuatro años. Una vez que lo has perdido, “nada en el mundo puede darte de nuevo la chispa mágica. . . . La sientes o no y ése es el final de la historia.” Y con una aparente consolación el artículo concluye, “Siempre puede volver a reavivarse la chispa con una nueva persona.”5 Pero quien ha formado parte de un matrimonio estable durante unos cuantos años dirá que una relación debe trabajarse. Se necesita algo más que sentimientos románticos para mantener a una pareja junta. Ha supuesto el tener que escoger a diario; en algunas ocasiones tener que hablar sobre asuntos delicados, en otras tener que controlar una atracción hacia otro hombre o mujer y, si los sentimientos románticos desaparecen por un tiempo, luego vuelven a un nivel más profundo y enriquecedor. Las parejas que se casan pensando que la frase de sus promesas “en la prosperidad y en la adversidad” realmente no se aplica a ellos, se enfrentarán con una sorpresa desagradable o fracasarán en su matrimonio. Los matrimonios que se rompen son generalmente el resultado de un proceso de
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separación a lo largo de muchos años, como lo describe este poema anónimo titulado El Muro: Su retrato de bodas se burlaba desde la estantería De estas dos vidas que ya no se comunicaban. Se amaban con una barricada tan gruesa entre ellos Que ni una batería de palabras Ni una artillería de gestos podrían romperla. En algún lugar entre el primer diente del hijo mayor Y la graduación de la hija menor Se perdieron mutuamente. A través de los años cada uno desovilló La enredada bola de hilo llamada ‘yo’ Y mientras luchaban con los obstinados nudos Cada uno escondía del otro su búsqueda. A veces ella sollozaba de noche y rogaba A la susurrante oscuridad que le dijera quién era Mientras él yacía a su lado roncando como Un oso en letargo ignorante de su invierno. En una ocasión después de hacer el amor el quería decirle a ella Cuánto miedo tenía de morir Pero temiendo mostrar su alma desnuda le habló, en vez de ello, Acerca de la belleza de sus senos. Ella siguió un curso de arte moderno intentando encontrarse a sí misma En los colores salpicados en el lienzo Y quejándose a otras mujeres sobre los hombres Que son insensibles. El subió a una tumba llamada oficina Envolvió su mente en una mortaja de papeles Y se enterró en los clientes. Lentamente el muro entre ellos se solidificó Con el mortero de la indiferencia. Un día estirándose para tocarse mutuamente Encontraron una infranqueable barrera Y retrocediendo del frío de la piedra Cada cual se alejó del desconocido por su camino.
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Porque cuando el amor muere No es en un momento de enojosa batalla Ni cuando los cuerpos encendidos pierden su calor. Sino que yace jadeante, exhausto, expirando Al pie de un muro que no pudo escalar.6 Muchos matrimonios se rompen no por incompatibilidad, sino porque esposo y esposa nunca supieron lo que se necesitaba para mantener viva una relación. En nuestra sociedad, la gente crece viendo cada vez menos el ejemplo de una fuerte relación entre sus padres. Vivimos en una sociedad de consumo en la que la gente no está acostumbrada a reparar nada. Si algo no funciona, es más fácil y más barato comprarlo nuevo. La poderosa publicidad nos estimula a centrarnos en querer lo que no poseemos en vez de estar agradecidos por lo que tenemos. Aumentan las expectativas de satisfacer nuestros deseos rápidamente, como el anuncio de la tarjeta de crédito que prometía “eliminar la espera del deseo.” Nos vemos incitados a creer que el logro se obtiene a través de lo que podemos adquirir con el menor esfuerzo posible en lugar de esforzarnos para conseguirlo. Alvin Toffler, sociólogo y escritor reconocido, escribió que la gente hoy en día tiene una “mentalidad de despilfarro”: No sólo los objetos son desechables, sino que los amigos también lo son, siendo ésta la mentalidad que produce matrimonios desechables.7 Hoy en día muchos ven el matrimonio como un contrato entre una pareja mientras que el amor dure. Nuestra cultura resalta la libertad del individuo. Si la relación no es personalmente satisfactoria, entonces es mejor dejarla. Si no existe más amor en el matrimonio, es mejor terminarlo. Pero como sociedad estamos descubriendo que no podemos ignorar tan fácilmente las consecuencias de ello. La unidad del vínculo matrimonial significa que dos personas no pueden separarse delicadamente y sin dolor. Es como si unimos con pegamento dos hojas de papel. Ambas se convierten en una, y no podemos separarlas sin dañarlas. En una reciente entrevista, el actor Michael Caine, habló sobre la ruptura de su primer matrimonio. Necesitaba dinero y su mujer, Patricia, trató de persuadirlo para que abandonara el teatro, “… antes que abandonar mis sueños, abandoné mi matrimonio.” Ahora, dice, que si hubiese sabido la angustia que eso conlleva, “Hubiese perseverado a cualquier precio. De haber sido tan fuerte como Pat, creo que lo hubiéramos logrado. . . .”8 Michael Caine está en lo cierto. Se puede lograr que un matrimonio tenga éxito, pero es necesaria una acción deliberada y específica. Durante los dos últimos años, nuestra familia ha vivido a pocos metros de una de las mayores construcciones de apartamentos de Londres. En medio del ruido y del polvo hemos experimentado desde la ventana de nuestro dormitorio una visión aérea de cada etapa de la construcción. Vimos la profundidad y minuciosidad del trabajo en el subsuelo. Durante varios meses, cuatro máquinas perforaron más de doscientos hoyos llenándolos de cemento para crear cimientos seguros. Entonces, y sólo en ese momento, la
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impresionante estructura comenzó a erigirse. Si queremos construir un matrimonio sólido, necesitamos establecer cimientos profundos. Hacerlo lleva tiempo y quizás produzca ruido y polvo. Tal vez, en ciertos momentos esa construcción nos parezca dolorosamente lenta. Puede que sea necesario desarrollar nuevas formas de comunicación. Quizás sea necesario también hablar sobre temas conflictivos o sensibles, y el perdón tendrá que convertirse en un hábito. Para quienes llevan muchos años de casados, quizás sea urgente efectuar un apuntalamiento de los cimientos. Oímos recientemente que se habían hecho algunas reformas en una casa de estilo eduardiano en el norte de Londres. A las dos semanas de empezar los trabajos, uno de los constructores que estaba solo en la casa sintió como una sacudida en la planta baja. Salió corriendo por la puerta trasera y tras él toda la casa se desplomó quedando en ruinas. A nuestro alrededor, hay matrimonios que ya están en ruinas. Pero conocemos a otros que han podido ser rescatados cuando estaban al borde del desastre para vivir una nueva experiencia de amor y compromiso. El matrimonio, como una vivienda, necesita mantenimiento y ocasionalmente una reparación menor (o incluso mayor), pero tanto en las viviendas como en los matrimonios hay un sinfín de oportunidades para ser creativos y hacer algo diferente, o cambiar un poco las cosas. Un matrimonio puede llegar a ser estático y hacer que la pareja se sienta atrapada y aburrida. La creatividad y las nuevas iniciativas hacen florecer el matrimonio. Para que cualquiera de nosotros crezca más cercano como pareja debemos ser proactivos en nuestro matrimonio. Muy a menudo somos solamente re-activos. Reaccionamos negativamente al comportamiento o a los comentarios del otro, culpándonos mutuamente cuando las cosas van mal y respondiendo abruptamente cuando estamos heridos. El propósito de este libro es ofrecer herramientas para construir un matrimonio sólido. Cada capítulo proporciona una herramienta diferente con la que se podrá dar forma, fijar, mantener o reparar la relación. Creemos que utilizando tan sólo una de estas herramientas, ya se comenzará a ver mejoras. Confiamos que al leer y compartir los siguientes capítulos será más fácil hablar mutuamente del matrimonio. Algunos descubrirán aspectos maravillosos de su esposo o esposa que nunca antes habían descubierto. Otros descubrirán zonas de su matrimonio que necesitan atención. Al principio algunas de las aplicaciones prácticas pueden parecer artificiales, pero sabemos por propia experiencia que, con perseverancia, llegarán a ser una parte normal y natural de nuestra relación. La consultora sentimental Claire Rayner, hablando de su matrimonio con su marido Desmond, dijo: Este año cumpliremos cuarenta y tres años de casados. No fue un accidente. No fue la suerte. Mientras más trabajas en favor de tu matrimonio, más suerte tienes. Nos hemos convertido en una pareja, no en dos individuos. Nos divertimos juntos, más que cuando estamos separados. Yo todavía le gusto y, gracias a Dios,
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él todavía me gusta.9
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2 Planificando el éxito
“Mientras tanto, el tiempo vuela, vuela irrecuperablemente.” VIRGILIO1 “Debemos utilizar el tiempo como una herramienta, no como un sofá.” JOHN FITZGERALD KENNEDY2
Aún recordamos claramente la primera vez que una pareja nos pidió consejo acerca de su relación. Habían estado casados durante dieciséis años y tenían dos hijos. El marido, un próspero hombre de negocios en la cumbre de su carrera, nos llamó por teléfono desesperado para decirnos que su esposa estaba a punto de dejarle. Llegaron juntos a casa sintiéndose algo incómodos. Abrimos la puerta sintiéndonos igualmente incómodos y dudando si tendríamos algo que decir y que pudiera ayudarles. Comenzamos preguntándoles cuándo y dónde se habían desencaminado las cosas. Ambos fueron muy francos al describir su versión sobre los acontecimientos de los meses y años precedentes. Ninguno de los dos permitía que el otro terminara una frase. Diez minutos más tarde vimos claramente que estaban más interesados en atacarse mutuamente que en responder a nuestra pregunta. Su matrimonio parecía una madeja de hilo tan enredada que hubiera sido más fácil tirarla y comprar una nueva que deshacer cada nudo pacientemente. Por fortuna estaban dispuestos a hacer un esfuerzo para permanecer juntos. Vimos que era necesario cambiar dos cosas si querían darle una oportunidad a su matrimonio. Primero, necesitaban pasar mucho más tiempo juntos. En segundo lugar, necesitaban usar ese tiempo de forma efectiva. Así que les sugerimos que reservaran cada día treinta minutos para hablar juntos. Cada uno permitiría al otro expresar sus sentimientos por lo menos durante cinco minutos sin interrumpirle. También les animamos a que planearan una noche por semana para salir como pareja, de la misma forma que lo hacían antes de casarse. Dos semanas más tarde, abrimos la puerta a dos personas diferentes. Habían comenzado a andar en el camino de la comprensión mutua. Nos entusiasmó ver cómo un matrimonio podía transformarse cuando una pareja dejaba de ser re-activa para
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convertirse en pro-activa y cuando ambos estaban dispuestos a dedicar tiempo exclusivamente para ellos. TIEMPO JUNTOS Privar al matrimonio de pasar tiempo juntos es el equivalente a privar a una persona del aire o a una planta del agua. Algunas plantas pueden sobrevivir más tiempo que otras, pero tarde o temprano se marchitan y mueren. Rob Parsons, el director ejecutivo de CARE for the Family, (organización para el cuidado de la familia), describe lo que él llama “la gran ilusión”: Puedes jugar con varias barajas en la vida, pero no puedes jugar con todas a la vez sin que alguien pague el precio. . . . Tenemos tantas excusas . . . La principal es el convencimiento de que va a venir un día más sereno. Nos decimos, “Cuando la casa esté decorada, cuando tenga mi ascenso, cuando apruebe esos exámenes—entonces tendré más tiempo.” Cada vez tenemos que decir, “Ahora no, cariño . . .” y nos convencemos de que no hay problema porque ese día sereno se acerca. Es mejor que nos demos cuenta aquí y ahora de que ese día sereno es una ilusión, pues no llega nunca. No importa cuál sea nuestra situación, todos tenemos el potencial de llenar nuestro tiempo. Debido a ello necesitamos hacer tiempo para las cosas que consideramos importantes—y debemos hacerlo ahora.3 Anna Murdoch atribuía la ruptura de su matrimonio con Rupert a la falta de pasar tiempo el uno con el otro. En una entrevista que concedió en 1988 cuando publicó su segunda novela Family Business (Negocio de Familia), dijo de su libro, “Necesitaba hacer algo con mi tiempo. Tengo un marido super-ocupado y mis hijos ya no me necesitan tanto. Escribo para llenar mi soledad.”4 Un amigo de los Murdoch comentaba: Creo que Anna está cansada de que él trabaje tanto y le está insinuando que no es ésa la manera en la que quiere vivir su matrimonio. A mí me parece que ella está tratando de que él aminore la marcha. . . . Rupert está completamente dedicado al trabajo. Si haces negocios con los Estados Unidos, el Reino Unido, el lejano Oriente y Australia, significa que te pasas todo el tiempo hablando por teléfono.5 Rupert Murdoch mismo, en una entrevista con su biógrafo, William Showcross en 1999, dio razones similares cuando le preguntaron sobre las causas de la ruptura de su matrimonio: Viajaba mucho y estaba obsesionado con los negocios y tal vez era menos considerado de lo normal con la familia, en una etapa en la que los hijos crecen y en la que de repente el hogar se convierte en un nido vacío. Rápidamente el hogar se transforma en un lugar para dos personas sin intereses centrales compartidos,
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que se han dispersado por todas partes. Ésas son las razones básicas de nuestra separación.6 En total contraste y a pesar de las presiones de la fama, el antiguo Beatle, Paul McCartney y su difunta esposa Linda, eran muy exigentes en reservar tiempo para estar juntos. Hunter Davies, su amigo y biógrafo, recuerda que Paul había decidido que las dos cosas más importantes eran: estar con su familia y hacer música. Estuvo dispuesto a retroceder y a comenzar a partir de cero, tocando en locales y en universidades. Me impresionó su madurez e inteligencia, tan adulta, al darse cuenta de esto y actuar en consecuencia. Así nació Wings, uniendo las dos pasiones de su vida. Podría llevar a Linda y a sus hijos con él en las giras a través del país y dormirían en caravanas si fuera necesario. Naturalmente, las críticas hacia Linda fueron horribles, juzgando sus talentos musicales o la falta de ellos, y mezquinas con Paul, señalando cuán estúpido era por llevarla con él en sus giras. Al principio Wings no fueron siempre brillantes, pero mejoraron, aprendieron y progresaron juntos, tal como lo hicieron en su matrimonio.7 Pasar tiempo con la gente que más nos importa no es algo que sucede automáticamente. Se necesita una decisión deliberada y determinada. Antes de la boda, los futuros esposos se las ingenian para compartir todo minuto disponible. Gary Chapman, un consejero matrimonial, lo describe muy bien: En el momento de mayor intensidad, la experiencia del “enamoramiento” es eufórica. Estamos emocionalmente obsesionados el uno con el otro. Nos vamos a dormir pensando en el otro. Cuando nos levantamos, el pensamiento de esa persona es lo primero que viene a nuestras mentes. Ansiamos estar juntos. . . . Cuando nos tomamos de la mano, nuestra sangre parece fluir junta. . . . Nuestro error es pensar que eso durará para siempre.8 Nos han hecho creer que si estamos realmente enamorados esas emociones no fallarán nunca. Sin embargo, la investigación psicológica indica que ese estado dura un promedio de dos años. Después del mismo una pareja no puede confiar solamente en sus sentimientos. Deben elegir amarse mutuamente.
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Una vez casados, pasar tiempo juntos puede dejar de ser una prioridad rápidamente. Al vivir bajo el mismo techo, fácilmente creemos que no necesitamos coordinar ya nuestras agendas, empezando así a dejar de valorarnos. Pero nosotros estamos convencidos de que las parejas necesitan seguir planificando ciertos momentos especiales para sí mismos. Cuando primeramente nos enamoramos, el esfuerzo hecho para vernos, la anticipación, la excitación, la variedad de horas y lugares, eran ingredientes que añadían encanto. Si en el matrimonio continuamos reservando tiempo para estar juntos, el idilio del amor se mantendrá vivo, tendremos la oportunidad de comunicarnos de forma efectiva y nuestra comprensión mutua se hará más profunda. La naturaleza y regularidad de ese tiempo juntos entrelazará el tejido de nuestra relación a lo largo de toda la vida. En nuestro propio matrimonio nos hemos propuesto fijar una pauta de tiempos concretos para estar juntos. Lo que es posible y práctico variará para cada pareja, pero sabemos que sin esa pauta no habríamos conseguido pasar juntos el tiempo suficiente. Cuando la gente nos pregunta cuál es la clave para que una pareja pueda mantener vivo su matrimonio y que su amor crezca a través de los años, nuestra respuesta es la siguiente: Planifica un tiempo regular cada semana, por lo menos dos horas, para pasarlo juntos y a solas. En el Curso para Matrimonios recomendamos que las parejas busquen su propio tiempo, un “tiempo juntos.” Es de esperar que éste sea un tiempo diferente de las otras horas que pasamos juntos durante el resto de la semana. Una noche en casa puede convertirse fácilmente en otra noche más, cuando preparamos el pago de las facturas, arreglamos la manivela rota de la puerta o planchamos la ropa. Estas necesidades domésticas aburridas forman parte inevitable de la vida matrimonial, pero si sólo nos juntamos para ver nuestra cuenta bancaria o echar mano de la caja de herramientas, la comunicación significativa se asfixiará y nuestro amor se debilitará. Un tiempo a solas, planificado cuidadosamente anima el romance amoroso en el matrimonio. No se precisa una organización exhaustiva, todo lo que se necesita es tener velas en la mesa, música de fondo, hacer un pedido de comida a domicilio (para dar un descanso a quien cocina) y conectar el contestador automático. Estos momentos deben
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ser divertidos y agradables de recordar. Podemos ir al cine o salir a cenar. Se trata de tener tiempo para tomarnos de la mano, reírnos juntos, reservar momentos para disfrutar haciendo cosas juntos y sobre todo tiempo para hablar. Éste es el momento para compartir nuestras esperanzas y temores, lo que nos emociona y nos preocupa, nuestras luchas y logros. El compartir todo esto construye la intimidad. Es sencillo, pero muy vigoroso a la vez. Ahora bien, mantener este “tiempo juntos” no es fácil. Hay obstáculos que se presentan en el camino: exigencias del trabajo sobre las que no tenemos control, la necesidad de llevar a los hijos de un sitio a otro o una presión auto-impuesta que dice “siempre hay otras cosas que debemos hacer.” Muchos llegamos al final del día exhaustos y la solución más fácil es sentarnos a ver la televisión; físicamente estamos juntos pero mentalmente estamos separados. La experiencia nos ha demostrado que para mantener nuestro “tiempo juntos” semanalmente se requieren los tres compromisos siguientes: El primero es planificarlo. Tanto el esposo como la esposa deben ponerse de acuerdo para encontrar el mejor momento cada semana. Esto dependerá de si tenemos hijos, sus edades, si trabajamos en casa o a cierta distancia. Debemos considerar lo que más nos conviene. Ahora que nuestros propios hijos son mayores, y a causa de las características de nuestros trabajos, hemos descubierto que generalmente el mejor momento para nosotros son dos horas durante la comida del mediodía. Lo anotamos en nuestras agendas, una vez por semana, y le damos tanta importancia como a una invitación o una cita que hayamos aceptado. Por lo general, debido a nuestras ocupaciones, planificamos el tiempo de pareja semanal con tres meses de antelación, poniendo cada semana el nombre del cónyuge en la agenda, como cualquier otra cita. Esta idea de planificar un “tiempo juntos” con el esposo o la esposa puede parecer artificial. Sin embargo, es lo primero que puede escaparse imperceptiblemente de una relación amorosa. No nos proponemos dejarnos de lado mutuamente. Simplemente las rutinas diarias de la vida nos roban el tiempo que antes pasábamos juntos. El segundo compromiso es hacer de este “tiempo juntos” una prioridad. Esto significa reconocer la importancia que tiene por encima de muchas otras cosas buenas que podríamos hacer con nuestro tiempo libre, tales como visitar a la familia, recibir visitas en casa, ir a una fiesta, ver un partido de fútbol con amigos o ir a una reunión de la iglesia. Darle máxima prioridad al “tiempo juntos” es una poderosa indicación de nuestro amor. Cuando estábamos recién casados, a menudo fallamos en esto. Cuando otras personas nos invitaban a hacer algo con ellos, nos parecía una falta de cortesía decirles que guardábamos esa noche para estar a solas. Así que ahora, en lugar de decirles, “vamos a tener una noche en casa,” decimos, “lo lamentamos, pero estamos ocupados” sin decir qué es lo que vamos a hacer. Si recibimos una invitación atractiva que choca con nuestro “tiempo juntos” hemos acordado que no la aceptaremos sin consultar antes al cónyuge y generalmente sólo cambiaremos la fecha si encontramos en esa misma semana un momento alternativo para nuestro “tiempo juntos.”
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El tercer compromiso es proteger este “tiempo juntos.” Las interrupciones pueden destruirlo. El teléfono puede mantenernos prisioneros. Algunos de nosotros no podemos resistir sin responder a una llamada; otros encuentran difícil no hablar durante horas. Si estamos en una de estas categorías deberíamos pensar en conectar el contestador automático o simplemente descolgar el teléfono. Para otros, la televisión es el intruso primordial. La televisión puede reclamarnos muy fácilmente muchas horas cada semana, algunas de las cuales podrían ser empleadas en conversación. El escritor británico Alan Storkey en su libro Marriage and its Modern Crisis (El matrimonio y sus crisis modernas) escribe, “. . . el poder de la televisión como retroceso de las relaciones en el hogar es grande y su impacto en el compartir conyugal devastador. La televisión engendra y promueve una cultura de gratificación individual.”9 Si el televisor es un problema, haz algo. Sácalo de la sala de estar, o haz de tu casa una zona libre sin televisión.
Tratamos de programar nuestro tiempo semanal en un lugar donde no vayamos a encontrarnos con gente conocida. Las necesidades de la familia y los amigos son importantes, pero ninguna de ellas son tan importantes como la necesidad de invertir tiempo en nuestro matrimonio. Cuanto más ocupados estemos, el “tiempo juntos” se hace más importante e indispensable. En algunos momentos, uno de nosotros, o ambos, nos hemos distraído con otras demandas urgentes, pero es mucho más fácil resistir la tentación de cancelar nuestro “tiempo juntos” cuando estamos convencidos de sus beneficios a largo plazo. Claro está que ha habido semanas cuando nos ha sido imposible, pero hemos descubierto que dos semanas sin la oportunidad de relajarnos juntos y comunicarnos como se debe, es un plazo de tiempo largo en un matrimonio. Rápidamente nos damos cuenta de que estamos perdiendo contacto mutuo y nos sentimos descontentos. Cuando hemos pasado momentos juntos experimentamos un sentimiento de bienestar: la semana parece más equilibrada, las exigencias de la vida no nos pesan tanto y nos relacionamos mejor como pareja y con los hijos. Un día juntos Cada cuatro o seis meses planificamos una salida para nosotros solos. Este es el
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momento para compartir aquellas cosas que en la vida cotidiana no tenemos tiempo o energía para hacerlo. Es una oportunidad para mirar hacia atrás y ver lo que funciona bien y lo que necesita más atención, considerar nuestras finanzas, mirar juntos con tiempo nuestros planes de futuro y soñar nuevas ideas para nuestro matrimonio y nuestra vida familiar. Reservar un tiempo así, cada pocos meses, nos ayuda a prevenir un cúmulo de asuntos importantes. Esos días se han convertido en momentos especiales y divertidos. Ya que vivimos en una ciudad, tratamos de salir al campo. Hacemos una caminata y luego comemos juntos, dándonos un tiempo amplio para conversar. A veces hemos escrito planes y proyectos a los que podamos referirnos en los meses futuros. Vacaciones Hemos descubierto la necesidad de considerar con sumo cuidado cómo y dónde pasaremos nuestras vacaciones. Es muy fácil pensar que “seguiremos la corriente,” que veremos lo que surge y aceptaremos la primera invitación para irnos con otra gente. Hemos salido de vacaciones sin haberlas planeado lo suficiente y a nuestro regreso hemos sentido que necesitábamos otras vacaciones para reponernos. El propósito principal de las vacaciones es divertirnos y pasarlo juntos fuera de nuestra rutina habitual. Hemos comprobado que las vacaciones con muchos amigos, los hijos de los amigos o con la familia son maravillosas durante parte del tiempo, pero no durante todo el tiempo. Mini lunas de miel Una vez al año, dos o tres días como pareja, sin los hijos, han tenido un efecto revitalizador sorprendente sobre nuestra relación. Para los matrimonios con niños pequeños puede resultarles difícil organizarlo, pero vale la pena perseverar. Si no tienen familia que puedan cuidar de los niños, ¿no cabría la posibilidad de hacer un cambio con amigos que tengan niños de la misma edad? Si salir a otro lugar es demasiado caro, pueden quedarse en casa (pero sin los hijos) y hacer algo completamente diferente. Otra alternativa: intercambiar casa con amigos o familiares que vivan en otra parte del país. Vemos este tiempo como una mini-luna de miel anual. Los beneficios compensan ampliamente el esfuerzo que significa organizarla. TIEMPO APARTE Si bien hemos puesto el énfasis en la necesidad de disfrutar un tiempo juntos, la mayoría de los esposos y esposas pasan separados un cierto tiempo. Unos amigos nuestros, que han estado casados felizmente durante varios años, recuerdan que él, tan sólo tres meses después de la boda, tuvo que ausentarse una semana. Todos expresaron pena por la pobre esposa abandonada. En cambio, ella estaba encantada. Podría dormir bien de nuevo. Las complejidades de compartir una cama sintiendo piernas que se mueven y otras actividades nocturnas la habían dejado totalmente exhausta. Una semana de
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recuperación era exactamente lo que necesitaba. Aunque el tiempo de separación no es una obligación, deberá ser negociado con el acuerdo libre y genuino de ambos esposos. Una sobredosis de “fines de semana de hombres” o “noches femeninas” no ayudarán al matrimonio y toda invitación de este tipo tendrá que ser considerada cuidadosa y conjuntamente. Antes que dañar el matrimonio, es preferible decepcionar a los amigos. Algunas amistades de la vida de solteros pueden profundizarse cuando la relación es agradable tanto para el esposo como para su esposa. Sin embargo, es imposible mantener todas las amistades. Aquello que represente de cualquier manera una amenaza para el matrimonio debe dejarse de lado, particularmente si existe el peligro de una atracción física. De esta manera seremos fieles a nuestras promesas de boda, “renunciando a cualquier otro hombre (o mujer), ser fieles todo el tiempo que Dios os conceda de vida.” Esto forma parte del nuevo comienzo que el casamiento conlleva. Lo que acabamos de decir no significa que debamos hacer todas las cosas juntos. No debemos tratar de forzar a nuestro cónyuge para que sea en todo como nosotros. Puede haber ocasiones sociales, actividades en la iglesia, eventos en la comunidad, en el trabajo o invitaciones recreativas sobre las que opinemos de manera diferente. Esto puede tener mucho que ver con nuestro tipo de personalidad, o la habilidad que tenemos para ciertas cosas o nuestro nivel de autoestima. Naturalmente, nuestra prioridad está en encontrar actividades en las que ambos disfrutemos, pero habrá algunos puntos de interés que las parejas no compartirán. Muchas parejas tienen problemas con este aspecto del matrimonio. Se sienten abandonadas cuando el cónyuge quiere un tiempo separado. En realidad, los esposos necesitan un tiempo aparte, que les haga darse cuenta de la necesitad de estar juntos nuevamente. En una relación saludable, los esposos aprecian el espacio de cada uno y son paladines en defender la causa del otro.10 Hay cuatro puntos a considerar, especialmente si tenemos hijos pequeños: 1. ¿Tienen los cónyuges oportunidades para desarrollar sus intereses individuales? 2. ¿Causan los intereses de los cónyuges por separado un resentimiento mutuo o están realmente contentos en darse mutuamente ese tiempo? 3. ¿Procuran dar ambos la oportunidad de pasar tiempo el uno con el otro, en vez de tomar sólo tiempo para ellos mismos individualmente? 4. ¿Están los cónyuges dispuestos a abandonar sus propios intereses individuales si las circunstancias familiares lo requirieran? Si la actitud tanto del esposo como de la esposa es correcta, desarrollar intereses por separado puede prevenir que una relación se convierta en unidimensional o claustrofóbica y por el contrario aporte a la pareja nuevos estímulos, pensamientos e historias para compartir. Sin embargo, habrá que cortar o abandonar algunos intereses si crean una
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distancia entre nosotros o causan tensión en nuestro matrimonio. Sila
Una de las pasiones de Nicky es la navegación a vela. Cuando nos encontramos por primera vez en el sudoeste de Irlanda me di cuenta de ello y yo era siempre la primera en ofrecerme como voluntaria para navegar con él durante las dos semanas de regatas en el mes de agosto. Algunos años más tarde, descubrimos que los veleros eran totalmente incompatibles con nuestros hijos pequeños. Después de mucha tensión, un resentimiento ocasional y mucha angustia, decidimos que llevar a nuestra familia, con cuatro niños menores de ocho años, de vacaciones durante las dos semanas de regatas iba a causar más conflicto de lo que merecía la pena. Como resultado, durante muchos años hicimos que nuestras vacaciones coincidieran tres o cuatro días con las regatas para darle a Nicky la oportunidad de competir en alguna de ellas y luego tener el resto del tiempo libre para pasarlo todos juntos. Ahora todos nuestros hijos son marineros expertos y me encuentro compitiendo con ellos para formar parte de la tripulación de Nicky. MANTENERSE EN CONTACTO
El proceso de integración de dos vidas en una sola puede ocurrir cuando, el uno y el otro, desarrollamos una apertura regular de nuestros diferentes mundos. En algunas ocasiones esto demandará un gran esfuerzo, pero nuestras aportaciones diferentes a lo largo de la vida establecen una reserva de experiencias compartidas y un nivel de comprensión mutua que nos acerca. Normalmente comenzamos cada día hablando sobre nuestros planes, como también de cualquier tema potencial de estrés o ansiedad, y luego oramos el uno por el otro antes de separarnos. (Describimos con más detalle nuestra forma de hacerlo en el Apéndice D.) Estos pocos minutos se han ido acomodando al ritmo cambiante de la vida familiar. Cuando nuestros hijos eran pequeños, hablábamos y orábamos (¡con gran dificultad!) antes de levantarnos. Ahora que son más grandes lo hacemos inmediatamente después de que ellos salen para el colegio. Los beneficios a largo plazo si nos mantenemos en contacto y compartimos las menudencias de nuestras vidas son enormes. Cuando debemos pasar una o más noches separados, tratamos de mantenernos en contacto llamándonos por teléfono por lo menos una vez al día. Esto nos permite formar parte del mundo de cada uno y tiene un profundo efecto en nuestra comprensión mutua. También nos ayuda a reaclimatarnos mutuamente cuando estamos nuevamente juntos. Por la noche, el día puede terminar de forma gradual y separadamente hasta llegar a un toque de alerta: uno de nosotros se queda dormido sobre el sofá y el otro se mete solo en la cama. Por el bien de nuestra relación y a pesar de nuestro cansancio, tratamos generalmente de conectarnos el uno con el otro al terminar el día, mientras tomamos un baño o nos preparamos para ir a la cama. Una esposa después de veinticinco años de
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casada describió así el final de la noche, “Esta es la crema de nuestro matrimonio: ese encuentro nocturno compartiendo la bolsita llena de recuerdos del día.”
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Sección 1 – Construyendo cimientos sólidos CONCLUSIÓN La esencia para un matrimonio sólido es una amistad fuerte. Incluso las buenas amistades se alejan si no se alimentan y se mantienen unidas de forma positiva. Un patrón de tiempo regular compartido juntos, diariamente, semanalmente y anualmente es la primera inversión que necesitamos para mantener nuestra amistad creciente y esto proporcionará unos cimientos sólidos para un matrimonio fuerte.
Nuestro tiempo de pareja semanal ha sido para nosotros una inversión maravillosa y ha llegado a ser el medio individual más importante para mantenernos estrechamente unidos el uno con el otro y mantener vivo el idilio amoroso. El tiempo planificado, en prioridad y protegido, se contrapone a la ilusión de que los “días serenos” están de camino. A menudo nos acordamos de las palabras de Rob Parson, “tenemos que hacer tiempo para las cosas que creemos que son importantes—y lo tenemos que hacer ahora.”11
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Primera regla de oro para el matrimonio Asegurarse de reservar tiempo el uno para el otro y pasarlo bien.
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Sección 2 — El arte de la comunicación
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3 Cómo hablar más eficazmente
Lo verdaderamente esencial es continuar con la conversación que empezaste. LIBBY PURVES1
En diciembre de 1986 Ana dejó a su marido Santiago, después de tres años de casados y formó pareja con otro hombre. Quería el divorcio y había iniciado los trámites. Santiago comenzó a orar por una reconciliación, aunque ella rechazaba verle. Al cabo de dos años y medio se les otorgó el “decree nisi” (la primera fase en el proceso del divorcio). En julio de 1989 Santiago envió a Ana y a su nuevo compañero dos entradas para escuchar al evangelista Billy Graham. Ella se las devolvió. Sucedió que Billy Graham decidió prolongar una noche más su estancia para hablar en el estadio de Wembley. Santiago le envió otras dos entradas. Ella le telefoneó y le dijo que su compañero no quería ir, pero que ella iría si él la acompañaba. Más tarde escribió, “Todo lo que Billy Graham decía parecía tocar mi corazón. Mi trabajo iba bien; tenía otra relación y sin embargo no era feliz. Billy Graham habló mucho sobre empezar de nuevo. Mentalmente pensaba, ‘He de terminar el proceso de divorcio y tengo que empezar de nuevo con mi compañero o sola.’” Al final de la conferencia, Ana bajó a la pista para entregar su vida a Cristo. “A través de las lágrimas tuve una increíble sensación del amor de Dios y un reajuste de todas las prioridades en mi vida. Creí que Dios me estaba dando un nuevo comienzo, pero también sentí claramente que me decía, ‘Ahora voy a reconstruir tu matrimonio.’ En ese momento me di cuenta de que nuestra unión era muy preciosa para Dios y que Él iba a hacer algo extraordinario. De alguna manera me aseguró que no iba a ponerle solamente un parche a mi matrimonio, sino que más bien lo renovaría completamente.” Una consejera de la Asociación Billy Graham se le acercó en la pista y le preguntó si había venido con alguien. Con lágrimas Ana le respondió afirmativamente. La consejera le preguntó si esa persona era cristiana. Nuevamente la respuesta fue afirmativa. La consejera sugirió que fuese y buscara a esa persona. Ana respondió, “¡Pero, es mi marido!” La consejera le dijo, “¡Fantástico!” A lo que Ana respondió, “Usted no entiende; es la primera vez que lo he visto en los últimos dos años y medio.” En ese momento fue la consejera la que empezó a llorar.
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Ana entendió que necesitaba volver con su marido. Ella y Santiago tenían que volver al juzgado para suspender el decree nisi. El juez estaba encantado y el ujier lloró de alegría. Ahora, diez años más tarde, tienen dos hijos y están profundamente entregados el uno al otro. Recientemente les pedimos que reflexionaran sobre lo que había ido mal cuando se separaron. Ambos estaban de acuerdo que fue el resultado de una falta de comunicación. Ana escribió: Nuestro matrimonio se fue a pique porque fallamos en compartir nuestros sentimientos reales el uno con el otro. Yo compartía confidencias con mis hermanas y amigas cercanas en lugar de con mi marido. Esto empezó sutilmente a crear una separación entre nosotros. Cuando volvimos a vivir juntos, decidí no tener ningún pensamiento que fuera secreto para Santiago. En el pasado me concentraba en los aspectos negativos de nuestra relación pero rara vez compartía mis sentimientos. En realidad estaba estableciendo un juicio contra él sin permitirle defenderse. Hemos mejorado mucho en reconocer cuando uno de nosotros está molesto con algo e insistimos en hacer preguntas para sacar el tema a la superficie. Yo tiendo a tener cambios de humor más drásticos que Santiago y si me siento decaída, me resulta difícil conversar, ya que tiendo a cerrarme emocionalmente. Debemos trabajar más duro durante esos momentos para mantener una verdadera comunicación. Santiago escribió: Si tuviese que identificar la razón que causó nuestra separación, ésta sería la de una comunicación ineficaz. Recuerdo muy bien lo fácil que era contentarse con una norma en la que el aire estaba lleno de palabras que realmente no decían nada. Toda la sabiduría actual en este tema habla de la importancia de reservar un tiempo cualitativo en nuestras sobrecargadas agendas. Pero en mi experiencia, esto sólo marca el espacio. Una comunicación efectiva significa revelar todos los aspectos de nuestras vidas; para mí, aquellos a los que estoy habituado a ocultar. En mi caso, se requiere más que tiempo: se precisa valor. Era imperioso saber que Ana me aceptaba incondicionalmente, pero también necesitaba tener valor, más allá de mis fuerzas naturales. He descubierto que este coraje se logra sólo utilizando los recursos de Dios. Sin Él, era y me hubiese quedado, como un caso perdido. Mis mejores intenciones de cambio hubiesen llegado a la nada. La frase más común que decían todas las mujeres que me conocían antes de ser cristiano era: “Nunca sabemos lo que sientes.” En verdad pensé que tenía un retraso emocional y que una parte de mi ser de alguna manera había quedado congelada. Era como andar con una minusvalía escondida, oculta hasta que trataba de acercarme a alguien. En los últimos doce años me he dado cuenta de que mediante la gracia de
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Dios es posible crecer juntos—tener una relación que mejora con el paso de los años. Lo he experimentado yo mismo y lo he visto vez tras vez en otras parejas cristianas. Es lo que siempre quise, pero antes pensaba que sólo era el argumento de películas románticas o de novelas sentimentales. ________________________ Lo que fue cierto en las dificultades de comunicación entre Santiago y Ana acontece en muchos matrimonios. Comunicarse no es meramente intercambiar información, sino que significa literalmente poner en común nuestros pensamientos y sentimientos. De esta manera nos damos a conocer mutuamente. Aún cuando Winston y Clementine Churchill pasaron muchos de sus cincuenta y seis años de casados separados por las demandas políticas y las dos guerras mundiales, se comunicaban constantemente por carta, notas, telegramas y memos, de los cuales existen aún más de mil setecientos.2 Mantuvieron mutuamente la costumbre de poner en común todo lo que estaban pensando y sintiendo. Esta constante comunicación evidencia el amor que se tuvieron durante toda la vida. En los mejores matrimonios no hay secretos entre el esposo y la esposa. En una reciente pieza teatral de televisión sobre la Reina Victoria de Inglaterra, había una conversación entre la reina y su primer ministro, Lord Melbourne. La reina quería un consejo sobre si debería mencionar a su nuevo marido, el príncipe Alberto, asuntos de estado sobre los que él, siendo alemán, podría no estar de acuerdo. La respuesta de Lord Melbourne fue muy sabia, “En el matrimonio los desacuerdos no son tan peligrosos como los secretos. Los secretos engendran desconfianza.” Claro está que necesitamos aprender cómo comunicarnos el uno con el otro. Un artículo en un periódico dominical inglés The Mail on Sunday, al describir la ruptura del matrimonio de una celebridad, cita al esposo diciendo, “Cuando fuimos al consejero matrimonial, me quedé impresionado al comprobar que realmente nunca hablábamos. Escuché a mi mujer contándole a alguien completamente extraño sentimientos que nunca supe que existían. Y me escuché a mí mismo hacer lo mismo. Sólo podíamos comunicarnos a través de una tercera persona.”3 El profesor John Gottman, que dirige el Family Research Laboratory de la Universidad de Washington y ha estado analizando las relaciones matrimoniales durante más de veinte años, observa: Lo que típicamente ocurre es que una persona busca a su pareja para que se interese por ella, lo cual falla estrepitosamente. El problema básico es la falta de conexión emocional . . . la gente está diciendo a su pareja, “muéstrame que me amas.” Mucha gente vive en un desierto emocional. Por eso están tan necesitados.4 Algunos de nosotros fallamos al no saber cómo escuchar bien. Otros fallamos en la
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manera de expresar nuestros sentimientos, como Santiago lo describió anteriormente. Necesitamos aprender a ser competentes tanto en hablar como en escuchar. HABLAR La importancia de la conversación Robert Louis Stevenson describió el matrimonio de la siguiente manera: El matrimonio es una larga conversación puesta a prueba por las disputas. Dos personas adaptan más y más sus nociones para acomodarlas al otro y, con el paso del tiempo, sin hacer alarde, se conducen mutuamente a nuevos mundos de pensamiento.5 Hace algunos años, cuando nuestros hijos eran pequeños, los dejamos durante tres días con los abuelos para poder pasar algún tiempo solos. Fuimos a un pequeño hotel en la zona montañosa de Escocia; habíamos esperado con ansiedad este descanso, especialmente porque íbamos a tener una gran oportunidad para hablar. Llegamos al hotel de noche, deshicimos las maletas y bajamos al comedor. La sala estaba llena de parejas; parecía que la mayoría llevaban casadas más de veinticinco años. Sin embargo, aparte del sonido de cuchillos y tenedores sobre los platos, había un silencio total. Se nos condujo a una mesa en el medio del salón comedor y nos sentamos tan cerca como pudimos, hablando susurradamente para no ser oídos por los demás. Estábamos seguros de que si esas mismas parejas hubieran salido con amigos o si estuvieran en una fiesta con gente completamente desconocida, no permanecerían sentados en silencio durante toda la cena. Habrían hecho un esfuerzo para iniciar la conversación. El problema con muchas parejas es que fallan en reconocer que su mayor esfuerzo es el que tienen que hacer entre ellos. Claro está que si no planificamos un tiempo por adelantado para estar juntos el uno con el otro, nos reuniremos normalmente en los peores momentos: a primera hora de la mañana cuando apenas estamos despiertos o a última hora de la noche cuando estamos exhaustos. La televisión o la prensa ocupan el lugar de la conversación. Lo poco que se habla es más bien para pedir algo, “¿Por favor, podrías llevar mi abrigo a la tintorería?” o “¿Me podrías echar esta carta en el correo?” o simplemente un intercambio de informaciones, “Han ascendido a Roberto” o “La vecina de enfrente ha tenido un niño.” Hacer un esfuerzo Si la primera vez que salimos con nuestro esposo o esposa no nos hubiésemos molestado en hablarle, lo más probable es que ahora no estaríamos casados. Las relaciones crecen cuando hacemos un esfuerzo. Una mujer que estaba a punto de enamorarse de otro hombre nos dijo lo que le atrajo de él, “Parecía estar interesado en mí—haciéndome preguntas y cosas por el estilo.”
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No descubriremos lo interesante que es alguien a menos que hagamos el esfuerzo de sentir interés por esa persona. Un gran secreto en el matrimonio es hacer preguntas sobre qué tal fue el día, sobre las actividades de cada uno, sobre lo que le interesa o preocupa, sobre sus esperanzas y planes. Podemos descubrir las opiniones de ambos sobre asuntos cotidianos como también nuestro punto de vista sobre temas de mayor importancia. Muchas parejas pasan sus días de forma diferente. Recientemente hablábamos con un hombre de negocios de Australia. Tiene un trabajo frenético y pasa la mayor parte de su tiempo con el teléfono móvil. Cuando sube a su automóvil por la mañana el teléfono suena y no para durante todo el día hasta que llega de vuelta a su casa. Su esposa, que solía tener también un trabajo similar con un horario muy exigente, está ahora en su hogar todo el tiempo, cuidando de tres hijos menores de cinco años. En cuanto oye abrirse la puerta de casa, está desesperada por hablar con un adulto inteligente y aspira a tener una conversación estimulante durante la cena. Al entrar en el santuario de su hogar, todo lo que él quiere es relajarse y estar solo. Ambos saben que necesitan hacer un esfuerzo supremo para ser sensibles a las necesidades de cada uno. Otra pareja que conocemos, ha diseñado una estrategia para tratar esta situación. Tan pronto como el marido deja el trabajo, considera que su tiempo pertenece a su esposa. Así que durante el regreso a casa, comienza a pensar en ella y en cómo ella habrá pasado el día, preparándose así para verla de nuevo y pasar la tarde juntos. Ella hace lo mismo antes de su llegada. Este esfuerzo mutuo les permite entrar fácilmente en conversación y raras veces falla en el propósito de acercar a la pareja y en profundizar su amistad. Hay otras situaciones que requieren un grado similar de esfuerzo. Pensemos en la enfermera que trabaja en una sala con enfermos de cáncer, casada con un empleado bancario: cada uno deberá esforzarse para comprender las presiones de su cónyuge y respetar el trabajo del otro. El esposo o la esposa de un maestro de escuela necesitará ser extremadamente paciente en lo que a tiempo se refiere, ya que una parte considerable de cada noche se ha de emplear en preparar las clases y en corregir ejercicios que reducirán el tiempo de conversación y relax que puedan pasar juntos. Las presiones tendrán un peso diferente durante las vacaciones ya que el maestro podrá disfrutar al levantarse más tarde, mientras que su cónyuge sale para su trabajo. Aumentar nuestros temas de conversación Algunas parejas se encuentran con que tienen pocos temas de conversación. En este caso necesitarán aumentar el número de intereses comunes. Compartir experiencias ayuda de forma natural a estimular la conversación. Un amigo nos ha contado los intereses que sus padres han aprendido a compartir durante los últimos cuarenta años: Cuando mi madre conoció a mi padre, nunca había mirado a través de un par de binóculos y su conocimiento de las aves alcanzaba apenas al gorrión. Es emocionante ver su increíble conocimiento ornitológico a la edad de sesenta y cinco años. Se interesó porque amaba a mi padre y ésta era su pasión. Han
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caminado miles de kilómetros juntos observando las aves durante sus más de cuarenta años de casados. De igual modo, mi padre no sentía ningún interés por el arte y de joven no hubiera escogido pasar una velada en el teatro o escuchando ópera. Pero esto era lo que le agradaba a mamá. A través de los años, escogió ir con ella y tratar por todos los medios de interesarse. Algunas veces regresó a casa habiendo disfrutado genuinamente de una obra de teatro o de una ópera, pero a veces también se durmió y a menudo no podía recordar ni el título ni nada de lo que sucedió, pero había pasado la noche interesándose por el mecanismo del escenario. A veces será necesaria una decisión consciente para poder mostrar un interés con lo que el esposo o la esposa ya disfruta. Esto puede significar hacer nuevamente lo que hicimos cuando nos encontramos por primera vez; o tal vez necesitemos buscar una nueva actividad que interese a ambos. La lista de posibilidades es interminable y podría incluir: participar en un nuevo deporte; comenzar con la fotografía y hacer un álbum de la vida familiar, redecorar la casa, trabajar en el jardín, ir a los mercadillos o tiendas de segunda mano (ya sea como clientes o para vender cosas), visitar lugares que no conocemos (con un libro guía), ir a espectáculos deportivos, aún si son equipos locales, ir al cine o al teatro, leer poesía, hacer caminatas, escuchar música. Luego podemos compartir nuestras diferentes reacciones. Debemos extraer del otro sus pensamientos y sentimientos: lo que le gustó y lo que no le gustó, lo que desearía hacer la próxima vez, etc. Hacer un buen uso de las comidas. El significado original de compañerismo es compartir juntos el pan. El comediante y comentarista de viajes Michael Palin, después de su viaje alrededor del mundo escribió: En casi cada país que visité de Polo a Polo, el comer juntos era una actividad social importante, que es lo que debe ser. Una comida compartida es el mejor foro que haya sido inventado para airear las quejas y celebrar los placeres. En los tiempos bíblicos, las comidas eran una oportunidad para desarrollar las amistades. Tal vez esto explique la elección de las palabras de Jesús cuando describe su deseo de tener una relación con nosotros, “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). Comer juntos ha sido considerado siempre un medio para mantener a la familia unida, y solamente en la segunda mitad del siglo veinte se ha descuidado esto en los países occidentales. El peligro de las comidas pre-cocinadas y del microondas es que permite a la gente comer rápido y separadamente. En algunas partes de los Estados Unidos esto ha llegado a tales extremos que algunas casas ya se han diseñado sin un lugar para una comida en familia, pero con sitio para una televisión en cada habitación. Esto es una gran pérdida. Una pareja nos comentó, “Para nosotros el momento de la comida es
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una de las ocasiones más importantes para conversar. No importa lo sencilla que sea la comida, ya que poner la mesa y sentarnos juntos para comer sin interrupciones o distracciones es siempre beneficioso.”
Hablar sobre nuestros sentimientos Hace muchos años recibimos una triste carta de una mujer que había estado casada menos de un año. Nos decía, “Para todo el mundo parecíamos una pareja feliz de recién casados. Él era diferente cuando estábamos con otros. Pero pocas semanas después de la boda me sentí muy desilusionada. Pensé que podríamos hablar sobre todo, pero él nunca me expresaba sus sentimientos.” En nuestra cultura los hombres tienen más dificultad que las mujeres para expresar sus emociones. Ciertamente en el pasado y hasta cierto punto aún hoy día, se espera que los hombres no demuestren sus sentimientos, mientras que a las mujeres se les estimula a compartir los suyos con sus amigas y con la familia. Como Ana dijo sobre la ruptura de su matrimonio con Santiago, “Comencé a confiar en mis hermanas y amigas íntimas más que en mi marido.” Algunas personas piensan de sí mismas que “no son del tipo emocional.” Sin embargo, las emociones son una parte fundamental de las relaciones humanas y debemos aprender a hablar sobre nuestros sentimientos si queremos comunicarnos de forma efectiva con nuestro cónyuge. A una mujer que recientemente hizo el Curso para Matrimonios, cuando se le preguntó lo que más le había gustado del curso, escribió, “Que mi marido tuvo que comunicar conmigo sus pensamientos y sentimientos. Hay muchas cosas hermosas que él piensa; pero que nunca pone en palabras.” Preguntarle al esposo o la esposa en momentos apropiados, “¿Cómo te sientes?” puede ayudarle a hablar con mayor libertad. Si aprendemos a expresar nuestros sentimientos cuando nos sentimos bien, tendremos muchas más posibilidades de poderlos compartir cuando estemos bajo presión.
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En el transcurso de la vida matrimonial, es muy probable que pasemos por tiempos difíciles, tales como problemas financieros, enfermedades serias, accidentes de carretera, problemas con los hijos adolescentes, interrupción del embarazo, duelo. La forma de enfrentar una crisis puede fortalecer o romper un matrimonio. En particular, el fallecimiento de un hijo pone una enorme tensión en una relación y en esas circunstancias el incremento de divorcios es significativamente más alto. En tiempo de duelo o tristeza nos deslizamos fácilmente hacia una negación de nuestros sentimientos, aislándonos mutuamente o refugiándonos en nuestro trabajo. Pero una parte esencial para resolver estas experiencias juntos es hablar de nuestros sentimientos sin importar lo dolorosos que sean, para permitirnos así responder de forma diferente y buscar juntos la salida a ese dolor. En el artículo de una revista titulado “Do Men Understand Intimacy?” (¿Comprenden los hombres la intimidad?) se cita a una esposa llamada Álison, que dice, “Jaime depende de mí para que sea yo la que tenga todos los sentimientos en nuestra relación . . . Él es inglés y muy distante—lo enviaron a un internado cuando tenía ocho años. Un niño pequeño a quien le sucede esto aprende pronto que tener emociones le hará la vida mucho más dura.” Después de que Álison sufriera la interrupción de un embarazo, la pareja comenzó a distanciarse. Álison siguió diciendo, “Hablar de esta tragedia me servía de ayuda, pero Jaime ocultaba sus sentimientos. Reaccionaba siendo muy crítico conmigo y se enojaba por cualquier cosa. Pero una noche en la cama, me di cuenta de que él también se había sentido deprimido durante semanas. ‘¿Por qué no me dijiste que te sentías así?’ le pregunté.”6 Una comunicación profunda requiere que seamos abiertos respecto a nuestros sentimientos y que nos hagamos mutuamente vulnerables. Si fallamos en comunicarnos las emociones dolorosas y complejas y tratamos de salir adelante solos, nos distanciaremos. Para los que sentimos nuestra incapacidad de reconocer, y más aún de hablar de nuestros sentimientos, el cambio es posible. Una buena forma es comenzar por escribir tres o cuatro cosas (de menor o mayor importancia) que nos han sucedido en el curso de un día normal. Al lado de cada acontecimiento escribiremos cuál fue nuestro sentimiento sobre el mismo. Por ejemplo: Tomé el tren—me sentí aburrido-alerta/cansado; llamé por teléfono—me sentí ansioso-esperanzado-enojado; fui al Banco—me sentí avergonzado-tranquilomolesto; me reuní con mi cónyuge—me sentí feliz/tenso-emocionado. Se necesitará un esfuerzo para empezar a articular estas emociones si no estamos acostumbrados a hacerlo. Como probablemente nos sintamos inquietos y vulnerables, debemos estar seguros de que nuestro esposo o esposa no va a rechazarnos, enojarse o culparnos por lo que revelamos. Escoger el momento oportuno
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Aún cuando sea importante que no tengamos secretos el uno con el otro y que podamos expresar nuestros sentimientos, no siempre será conveniente decir inmediatamente lo que pensamos. Debemos considerar cuidadosamente el efecto de nuestras palabras. Hay un proverbio en la Biblia que dice, “Como naranjas de oro con incrustaciones de plata son las palabras dichas a tiempo” (Proverbios 25:11).7 Refrenarnos hasta un momento más adecuado es parte del coste del amor. Esto puede requerir tener que esperar hasta que ninguno de los dos estemos cansados o preocupados y tengamos tiempo para hablar las cosas con calma. Una pareja describió lo que hacían cuando estaban irritados por el comportamiento del otro y sabían que eso sería un punto sensible. En lugar de discutirlo inmediatamente, le hablaban primero a Dios sobre el asunto, pidiéndole que les ayudara a sacar el tema en el momento adecuado. Estaban sorprendidos al ver que a menudo era el otro miembro de la pareja el que tomaba la iniciativa de empezar el tema. Expresar afecto Mientras que debemos ser prudentes para encontrar el momento de tratar temas delicados en los que haya desacuerdo, no hay buenos o malos momentos sin embargo para expresar los sentimientos positivos hacia nuestro cónyuge. Hacerlo, tiene a menudo un efecto benéfico en nuestro matrimonio, como cuenta Frank Muir: En lo que concierne a Pol y a mí, el estar enamorados desembocó en algo más duradero: el amor. Y el amor es algo mucho más profundo que dar-y-recibir, es una relación más afectiva que sólo “estar enamorados.” Pol y yo confirmamos nuestros mutuos sentimientos cada noche a la vez que oramos por el resto de la familia, el perro Dálmata de nuestra hija y por el gato Cinto (que tiene el nombre de la montaña más alta de Córcega—un nombre muy apropiado para un gato abisinio), de tal manera que si un periodista de una revista femenina me llamara hoy por teléfono y me preguntara con cuánta frecuencia le digo a mi esposa que la quiero, le respondería (después de un rápido tecleado en mi calculadora para verificar), que aproximadamente dieciséis mil ochocientas veintidós veces. Y que se lo dije de verdad cada vez.8
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4 Cómo escuchar más eficazmente
Dos personas pueden hablar juntas bajo el mismo techo durante años, sin encontrarse jamás. MARY CATTERWOOD1
Nuestro
cónyuge nos está hablando sobre su día. Nosotros continuamos viendo la televisión o leyendo el periódico, dando un gruñido de vez en cuando. Suena el teléfono. Es uno de nuestros amigos. Dejamos el periódico y escuchamos cada palabra que dice. Nuestro cónyuge nos oye responder animadamente, mostrando un gran interés, ya sea una profunda simpatía o un gozo entusiasta durante la conversación. Se producen largos silencios mientras registramos exactamente lo que nuestro amigo dice. Hacemos señas a nuestro cónyuge para que baje el sonido del televisor y nos sentamos en una silla dándole la espalda para prestar una completa atención al teléfono.
La mayoría de nosotros somos perfectamente capaces de escuchar, pero a menudo descuidamos hacerlo con la persona a quien más vemos y oímos. Es fácil pensar que la parte más importante de una conversación es hablar, articular bien, contar bien las cosas y tener conocimientos para divulgar y opiniones para proclamar. La Biblia desafía fuertemente este punto de vista, dando mucho mayor énfasis a la necesidad de escuchar. Se nos dice en el libro de Proverbios que “Es necio y vergonzoso responder antes de
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escuchar” (Proverbios 18:13). ¿Pero cuántos de nosotros hacemos justamente eso? De igual manera en el Nuevo Testamento el apóstol Santiago nos insta diciendo, “Mis queridos hermanos, tened presente esto: Todos debéis estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojaros” (Santiago 1:19). Tal vez es por eso que Dios nos creó con dos orejas y una boca—para que aprendamos a escuchar el doble de lo que hablamos. Cuando seguimos el consejo de Santiago, nuestras relaciones funcionan mejor. Como seres humanos, uno de nuestros mayores anhelos es el de ser escuchados y comprendidos. Eso satisface una necesidad fundamental que tenemos todos de no estar solos. Una organización benéfica británica llamada los Samaritanos lanzó una de sus campañas anuales de publicidad con un cartel en el que había una enorme oreja y un anuncio en la parte inferior: “Abierto 24 horas al día.” Este organismo ha sido creado para ayudar por medio de la escucha a cualquier persona en cualquier momento. Muchos consultan a consejeros o terapeutas simplemente para asegurarse de que por lo menos alguien les escucha durante aproximadamente una hora. Pero ciertamente no deberíamos tener que pagar para que nos escuchen. El peligro es que en el matrimonio no nos molestamos en escucharnos, ya sea por vagancia o porque pensamos que ya sabemos lo que se va a decir. Caemos fácilmente en hábitos tan malos como interrumpir, desconectar o finalizar la frase de quien habla. Como decía un buen consejero: El don de escuchar bien, algo que requiere una práctica constante, es tal vez el mayor don curativo que alguien pueda poseer; porque le permite al otro ser uno mismo, lo envuelve en un lugar seguro, no juzga ni da consejos y comunica apoyo a un nivel más profundo que las palabras.2 Escuchar es una forma óptima de mostrar que nos valoramos mutuamente, pero cuesta. Requiere esfuerzo el escuchar a nuestro cónyuge, el compartir ampliamente los sentimientos o expresar las opiniones. Muchos de nosotros no escuchamos tan bien como deberíamos. Sin embargo mejorar nuestra escucha es hacer prosperar nuestro matrimonio. Hemos visto que las siguientes cinco pautas sirven de ayuda para reconocer dónde nos equivocamos.3 (¡Uno de nosotros llegó a descubrir que podía identificarse con las cinco!)
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CINCO PERFILES DE UN MAL ESCUCHADOR El Consejero En lugar de tratar de identificarse con su cónyuge, el consejero quiere resolver el problema, sugiriendo rápidamente, “Esto es lo que necesitas hacer.” Llevado al extremo y sin control, puede destruir una pareja: Conocí a Patrick cuando tenía cuarenta y tres años y llevaba casado diecisiete. Lo recuerdo porque sus primeras palabras fueron muy dramáticas. Se sentó en el sillón de cuero de mi oficina y después de una breve presentación de sí mismo, se inclinó hacia delante y con gran emoción me dijo, “Dr. Chapman, he sido un tonto, un verdadero tonto.” “¿Qué le lleva a esa conclusión?” le pregunté. “He estado casado durante diecisiete años,” respondió, “y mi mujer me ha dejado. Ahora me doy cuenta qué tonto he sido.” Repetí mi pregunta anterior: “¿De que manera ha sido usted tonto?” “Mi esposa regresaba a casa de su trabajo y me contaba los problemas de su oficina. La escuchaba y luego le decía lo que tenía que hacer. Siempre le aconsejé. Le dije que tenía que hacer frente a los problemas. ‘Los problemas no van a huir. Tienes que hablar con la gente involucrada o tu supervisor. Tienes que afrontar los problemas.’ “Al día siguiente regresaba a casa del trabajo y me hablaba de los mismos problemas. Le preguntaba si había hecho lo que le había sugerido el día anterior. Meneaba su cabeza y respondía que no. Así que volvía a repetir mi consejo. Le dije que esa era la forma de enfrentar la situación. Volvía a casa al día siguiente y me contaba los mismos problemas. Nuevamente le preguntaba si había hecho lo que yo le sugerí y nuevamente meneaba su cabeza y decía que no. “Después de tres o cuatro noches así, yo me enfadaba. Le decía que no esperara ninguna simpatía de mi parte si ella no estaba dispuesta a seguir mis
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consejos. . . . “Me retiraba y continuaba ocupándome de mis asuntos. ¡Qué tonto fui!” me dijo, “¡fui un tonto! Ahora me doy cuenta de que ella no buscaba consejos cuando me hablaba de sus dificultades en el trabajo. Quería simpatía. Necesitaba que yo la escuchara, que le prestara atención, que le dejara saber que yo podía comprender su molestia, el estrés, la presión. Quería saber que yo la amaba y que estaba con ella. No quería consejos: sólo quería saber que yo la comprendía. Pero nunca traté de comprenderla. Estaba demasiado ocupado aconsejándola.”4 El Interruptor En lugar de escuchar cuando el otro está hablando podemos fácilmente estar preparando qué es lo próximo que vamos a decir. Stephen Covey, autor de libros superventas dice: La mayoría de la gente no escucha con la intención de comprender; sino que lo hacen con la intención de responder. Están hablando o preparándose para hablar. Están . . . leyendo su autobiografía en las vidas de otras personas.5 Hace unos pocos años, estando de vacaciones, nuestros hijos habían estado practicando el esquí acuático y hablaban con entusiasmo de sus logros. Un hombre que estaba cerca de ellos se sumó a la conversación. En cuanto se dio cuenta del tema de la misma comenzó a contarles anécdotas de sus propias proezas en esquí acuático, las de sus hijos, la velocidad de su bote, el precio de sus equipos acuáticos, etc. Aún cuando entonces nuestros hijos eran pequeños, no lo han olvidado. Les estropeó una tarde feliz tarde por su incapacidad de escuchar y por su tendencia a interrumpir con su autobiografía. El promedio es que un individuo escucha durante diecisiete segundos antes de interrumpir. A veces esto se ha convertido en un hábito y los maridos y esposas ni siquiera se dan cuenta de que lo están haciendo mutuamente. Se convierte en un peligro especial para alguien que se exprese mejor que su cónyuge. Algunos tienden a descubrir lo que piensan mientras hablan, mientras que el método del otro miembro de la pareja es pensar primero y luego hablar. En estos casos, es preciso frenarse mucho para no completar la frase de nuestro cónyuge o responder a lo que pensamos que va a decir. Necesitamos aprender a esperar y escuchar ya que el interruptor puede desalentar completamente a su cónyuge a expresarse, incluso más allá de lo indispensablemente requerido en la vida cotidiana. El Tranquilizador El tranquilizador es la persona que interviene prematuramente, antes de que se finalice una frase, con comentarios de esta clase, “Probablemente no es tan malo como imaginas,’ o ‘Estoy seguro de que saldrá bien,” o “Te sentirás mejor mañana.” Los
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tranquilizadores prohíben una verdadera expresión de los sentimientos, ya sea de ansiedad, decepción o dolor. A menudo lo hacen porque ellos mismos necesitan asegurarse de que no hay ningún problema mayor y que su propia vida puede continuar sin interrupciones. El Racionalista El racionalista, en lugar de escuchar, se preocupa de tratar sentimos de esa manera. En respuesta a “He tenido un día podría ser, “Sin duda eso es el resultado de una combinación sido pesado, estás bajo presión en el trabajo y probablemente finanzas.”
de explicar por qué nos horrible,” su comentario de factores: el tiempo ha preocupado con nuestras
El Desviador Algunas personas, en lugar de comentar el tema que ha surgido, desvían la conver-sación por la tangente, generalmente hacia un acontecimiento de su propio interés. Dicen, “Esto me recuerda cuando . . .” y así se apartan del tema. Todos podemos convertirnos en buenos escuchadores pero necesitamos estar dispuestos a reconocer donde fallamos y luego aprender nuevas habilidades. Las siguientes sugerencias pueden parecer artificiales en primera instancia, pero son esenciales para escuchar bien y nos han ayudado a mejorar nuestra comunicación a través de los años. APRENDER A ESCUCHAR Prestar atención completa Hace poco vimos una película de una adolescente que se rebelaba contra los valores paternos. En una escena anterior la hija quería hablar con su padre acerca de algunos temas que le preocupaban. Él estaba desesperado por terminar un escrito y continuaba trabajando en la computadora mientras la hija se esforzaba por expresar sus preocupaciones. Los ojos del padre nunca abandonaban la pantalla de la computadora y
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después de unos minutos la hija decidió no decir nada. La negligencia del padre para escucharla tuvo consecuencias desastrosas en la vida de su hija. En contraste, una mujer escribió sobre su padre: ¡Me he sentido tan orgullosa de él, con su alto puesto en el gobierno de la India! Todavía puedo verle, impecablemente vestido, ajustando su turbante delante del espejo antes de salir para su oficina. Sus ojos amigables bajo las frondosas cejas, su sonrisa suave, su nariz aguileña y sus rasgos característicos. Uno de mis mejores recuerdos era verle trabajar en su estudio . . . A menudo, cuando era niña, quería hacerle una pregunta y espiaba detrás de la puerta de su oficina, con la duda de si debía interrumpirle o no. Y entonces su vista se cruzaba con la mía. Dejando su pluma a un lado, se recostaba sobre la silla y me llamaba, “¿Keecha?” Lentamente entraba en su oficina con el rostro inclinado. Él sonreía y palmeaba la silla a su lado. “Ven, preciosa, siéntate aquí.” Luego, colocando su brazo a mi alrededor, me atraía hacia él y me decía, “Ahora, mi pequeña Keecha, ¿que puedo hacer por ti?” Siempre era así con mi padre. A él no le importaba si yo le molestaba. Cada vez que yo tenía una pregunta o un problema, no importa lo ocupado que estuviese, dejaba a un lado su trabajo para darme su completa atención.6 Un padre mostró que estaba escuchando. El otro falló en hacerlo. En el matrimonio, como en la paternidad, dar nuestra más completa atención comunica nuestro amor. Los estudios sobre la comunicación revelan que menos del diez por ciento de lo que queremos comunicar depende de las palabras que usamos. El tono de voz que empleamos cuenta aproximadamente por un cuarenta por ciento y el cincuenta por ciento restante depende de nuestro lenguaje corporal. Esto es tan significativo al escuchar como al hablar. La proximidad física ayuda a la comunicación: vociferar nuestras palabras de una habitación a otra no es muy efectivo. Si nuestro cónyuge necesita decirnos algo que le ha molestado, el sentarnos cerca, rodearle con nuestro brazo y especialmente mirarle, mostrará que nos importan sus sentimientos. El contacto visual comunica el mensaje, “Estoy interesado en lo que estás diciendo y te estoy dando mi completa atención.” Superar las interrupciones
Sila
Encuentro difícil dar atención completa a Nicky si hay trabajos prácticos que están por hacer. Nicky puede sentarse alegremente en medio del caos, o poner orden y mantener una conversación profunda al mismo tiempo. En todo lo que yo puedo pensar es en quitar los restos del desayuno de la mesa, poner orden en la casa y la ropa sucia en la lavadora. Sé que no me estoy concentrando en lo que Nicky está diciendo, así que es mejor que le pregunte, “¿Puedes darme diez minutos para poner orden?” Sin embargo, a veces no hay tiempo para ello y tengo que hacer un gran esfuerzo para detener lo que estoy haciendo, mirarle
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y prestarle toda mi atención.
Es también muy difícil escuchar a alguien cuando hay mucho ruido de fondo.
Nicky
Si hay un televisor encendido en la habitación, me es prácticamente imposible concentrarme en lo que alguien dice. De la misma manera me distraigo fácilmente si hay otra conversación en la misma sala o un editorial interesante en un periódico.
Pero, para llegar a escuchar bien, mucho peor aún que la televisión o el periódico es el hecho de que a menudo, inconscientemente, ocupamos el tiempo de conversación escuchando nuestros pensamientos. Es como si hubiera una televisión encendida dentro de nosotros que distrae constantemente nuestra atención. Las palabras de nuestro interlocutor disparan pensamientos y recuerdos propios. Si él dice, “Estaba hablando hoy con Cristina; su madre acaba de fallecer,” ella comienza a pensar inmediatamente de cómo nos sentimos cuando uno de nuestros padres falleció. Si nuestra esposa dice: “Mientras conducía hacia casa, quedé maravillada de lo hermosas que eran las flores . . .” Nuestra mente se apesadumbra pensando en cuánto trabajo nos espera en el jardín. Así nuestros propios pensamientos y recuerdos obstruyen la escucha y, por consiguiente, nuestro próximo comentario puede que no tenga ninguna relación con lo que estaba diciendo nuestro cónyuge. Puede ser difícil no mantener una conversación separada interiormente, en especial si estamos ocupados y nuestra mente está muy cargada. La meta debería ser dejar de lado los puntos de vista y pensamientos propios y tratar de comprender lo que nuestro cónyuge está diciendo. Steven Covey subraya el impacto que esto produce: Si debo resumir en una frase el punto más importante que he aprendido en el campo de las relaciones interpersonales, lo diría así: Trata primero de entender, secundo ser entendido.7 Es interesante que el carácter de la escritura china para escuchar incluye los símbolos de los ojos, el corazón y la mente así como de los oídos. Mostrar interés Si estamos dispuestos a interesarnos en lo que dice la otra persona, escucharemos con atención; de lo contrario nos desconectaremos fácilmente. Una mujer nos habló de sus visitas a su madre. Quería tener la oportunidad de hablar sobre asuntos importantes: el significado de la vida, etc. Sin embargo, su madre disfrutaba hablando de cosas más corrientes como el precio de las patatas, el perro del vecino o un programa reciente de televisión. Su hija dejó rápidamente de escucharla, pensando en la vida tan aburrida que tenía su madre.
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Luego un día, de repente se dio cuenta de que ésa era la vida de su madre. Eso la sacudió. Recuerda que “me dije a mí misma, ‘Mi madre está siempre interesada en todo lo que hago’—y de repente me di cuenta de que no había sido muy magnánima con ella. Así que hice un esfuerzo consciente para interesarme y escucharla, y eso produjo una gran diferencia en nuestra relación.” Es inevitable que las personas tengan distintos intereses. Hacer un esfuerzo para escuchar lo que resulta interesante a otros es una buena forma de mostrar nuestro amor. El autor y conferenciante Dale Carnegie, habla de la habilidad de ser un buen interlocutor: Para ser interesante, interésate por el otro. Haz preguntas que la otra persona disfrute en responder.8 Escuchar inteligentemente Revivir y describir detalladamente un antiguo asunto problemático puede ser muy costoso. Es más fácil eludirlo o referirse a él con humor. A veces es necesario saber descifrar las palabras de cada uno para detectar el mensaje oculto. El buen escuchador tendrá el valor de ayudarle al otro a expresarse por medio de preguntas amables en el momento adecuado. Debemos darnos mutuamente suficiente tiempo para hablar, pues a menudo somos sólo semiconscientes de por qué nos sentimos como nos sentimos. Poder articular nuestro dolor nos permite empezar a ver las cosas en su perspectiva. No temáis a los silencios. A algunas personas el silencio les permite organizar sus pensamientos y el hecho de esperar pacientemente manifiesta nuestro interés.
Escuchar sin criticar La comunicación florece gracias a la aceptación mutua y se marchita con la crítica. Necesitamos aprender a escuchar sin estar a la defensiva y sin interrumpir. Si podemos percibir lo que nuestro cónyuge siente, estaremos por lo menos a medio camino de resolver una situación difícil. Muchas veces hablamos con nuestro cónyuge cuando las emociones están en ebullición. Las palabras pueden parecer confusas y contradictorias. Podemos cambiar de sentimientos al mismo tiempo que lo expresamos. Quien escucha, fracasa totalmente (y cruelmente), si comienza a señalar las contradicciones en lo que expresa su cónyuge
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diciendo que es ilógico. Reconocer los sentimientos de nuestro cónyuge Puede ser muy útil repetir mediante nuestras propias palabras lo que el cónyuge ha estado diciendo, especialmente cuando se expresan sentimientos profundos. Esto le permite a nuestro esposo o esposa, darse cuenta de que estamos en la misma onda y que le hemos comprendido bien. Por ejemplo, ella dice, “Los chicos me han vuelto loca—no han parado de gritar y discutir en todo el día.” En lugar de sugerir inmediatamente una solución, el marido puede reconocer los sentimientos de su esposa diciendo, “Esto debe haberte resultado realmente duro.” O él dice, “No sé cómo vamos a cubrir los gastos. No puedo ganar más dinero. Realmente me preocupa esta situación.” Su esposa puede demostrar que ha escuchado sus sentimientos respondiendo, “Lamento mucho que hayas estado tan preocupado. ¿Podemos hablar sobre este tema?” O ella dice, “Realmente me molestó cuando me hablaste repentinamente de la posibilidad de un nuevo trabajo. Si tenemos que mudarnos, odio la idea de perder el contacto con nuestros amigos.” Nuevamente, su marido ha de manifestar que ha escuchado y comprendido sus sentimientos y tal vez pueda contestar algo así como, “No me di cuenta de que estarías preocupada por la posibilidad de perder el contacto con nuestros amigos.” El usar exactamente las mismas palabras indica por lo menos que hemos escuchado. Reconocer de este modo los sentimientos del otro, puede parecer al principio algo forzado y poco natural, pero es una herramienta eficaz para aprender a escuchar y construir una intimidad emocional. Nicky Hace unos meses uno de los líderes de nuestro curso se despidió. Aunque mi agenda estaba ya repleta de compromisos en esas horas, no tuve más remedio que cambiarlos y dirigir yo mismo esos cursos durante cuatro tardes. Cuando se lo dije a Sila, esperaba de ella comprensión y simpatía por el tiempo extra de trabajo y compromiso. En lugar de ello, Sila se enfadó y reaccionó en forma irracional, o al menos así me lo pareció a mí. Unas pocas semanas más tarde comenzó a decirme lo ofendida que estaba por haber dado yo algunas de nuestras tardes libres sin consultarlo previamente con ella. Con un sentimiento de autocompasión, empecé inmediatamente a defender mi decisión. Me di cuenta más tarde de que lo que realmente necesitaba era escuchar a Sila y comprender sus sentimientos. Estaba ofendida. Sentía que las personas del curso eran más importantes para mí que nuestra familia. En situaciones así la meta de la escucha es comprender y aceptar los sentimientos de nuestro cónyuge, no juzgarlos para ver si están bien o mal.
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Dar consejos solamente si nos los piden Debemos ponernos en guardia contra el deseo de reparar la situación. Dar consejos es a menudo contraproducente, porque buscar una solución rápida no es lo que se necesita en ese momento. Puede parecer que el consejo no dé importancia a lo que sentimos. El proceso de explorar nuestros sentimientos y aceptarlos con empatía es la solución. Normalmente nuestro cónyuge nos pedirá un consejo si es eso lo que busca. Aprender a escucharse mutuamente puede transformar nuestro matrimonio. Muchas parejas, en el Curso para Matrimonios han comentado la diferencia que el curso les ha producido: • “Nos escuchamos mucho mejor y no sentimos que hayamos de culparnos mutuamente.” • “Aprendí a escuchar lo que realmente eran las necesidades de mi esposa.” • “Nos ha ayudado a escucharnos mutuamente con oídos compasivos.” • “La escucha ha mejorado para ambos. Permitimos que cada uno termine de hablar.” • “He aprendido a escuchar con oídos nuevos que las cosas pequeñas son importantes.”
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Sección 2 – El arte de la comunicación CONCLUSIÓN Diane Vaughan, una socióloga de la Universidad de Oxford, pasó diez años estudiando las razones del fracaso matrimonial. Como parte de su conclusión escribió: Empieza con el primero que se siente descontento. Al principio, él o ella procurarán esconder sus sentimientos, pretendiendo creer que no existen, o que desaparecerán. Pero, por el contrario, van creciendo con más fuerza y después de un tiempo el que empezó tratará de comunicar a su cónyuge su descontento, generalmente con alusiones vagas o quejas que son casi siempre ignoradas o pasadas por alto (cursivas de los autores).9 En otras palabras, sus diez años de estudios revelan que, en casi cada matrimonio que se rompe, hay un fallo en la comunicación. No hay sustituto en el matrimonio para una forma efectiva de hablar y una buena escucha. Dos individuos con pensamientos diversos y sentimientos distintos vienen a unirse. La comunicación es el puente que conecta al uno con el otro porque no podemos leer en la mente del otro ni ver dentro de su corazón. Si fallamos en comunicarnos, estamos retirando el puente y recluyéndonos en nuestro castillo solitario. Al escoger comunicarnos, decidimos colocar el puente e invitarnos mutuamente. Nos permitimos mutuamente el acceso a los lugares secretos.
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Segunda regla de oro del matrimonio ¡Hay que continuar hablando y escuchándonos mutuamente!
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Sección 3 — Amor en acción
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5 Las cinco expresiones del amor
Es posible dar sin amar, pero es imposible amar sin dar. ANÓNIMO
A un grupo de niños se les preguntó su opinión sobre por qué la gente se enamora. Un muchachito de nueve años respondió, “Nadie está seguro de por qué sucede, pero he oído que tiene algo que ver con el olor. Por eso los perfumes y desodorantes son tan populares.” Otro de ocho años tenía una teoría diferente, “Creo que se supone que uno recibe una flechazo o algo así, pero lo demás no parece ser doloroso.” Gary, de siete años estaba convencido de que tenía que ver con algo más que la apariencia, “No depende siempre de tu aspecto. Mírame a mí. Soy guapo y todavía no tengo a nadie con quien casarme.” Algunos adultos están en la misma oscuridad en cuanto a la naturaleza real del amor. Han crecido creyendo que el amor es principalmente una emoción sobre la que casi no tenemos control, una creencia que está reforzada por las palabras de muchas canciones populares. Recientemente, nuestros hijos se divirtieron mucho al descubrir en casa los discos de los años sesenta con frases tales como: Antes de que el baile terminara Sabía que de ti me enamoraba Y como no supe lo qué hacer Te susurré: “Te quiero.” El enamoramiento, que puede producirse tan fácilmente por la apariencia física como por cualquier descubrimiento de la otra persona, y que puede irse tan misteriosamente como vino, es a menudo presentado como la suma total del amor. La comprensión popular del amor se ha visto totalmente reducida a sentimientos. Pero existe otra clase de amor que es premeditado y cuidado durante un lapso de tiempo. En la novela de Louis de Bernière, La Mandolina del Capitán Corelli, el Dr. Iannis describe a su hija este tipo de amor que perdura: El amor no es quedarse sin aliento, no es la excitación, no es la promulgación de
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promesas de eterna pasión, no es el deseo de hacer el amor todo el día, no es yacer despierto durante la noche imaginando que él besa cada rincón de tu cuerpo. No, no te ruborices; te estoy diciendo algunas verdades. Eso es sólo estar “enamorados,” algo que cualquier tonto puede sentir. Pero el amor en sí es lo que queda cuando el enamoramiento se ha consumido . . . Tu madre y yo lo tuvimos; teníamos raíces subterráneas que crecieron del uno hacia el otro, y cuando las flores y hojas cayeron de las ramas, descubrimos que éramos un árbol y no dos.1 Algunas personas se casan basadas en el enamoramiento. Creen que los fuertes sentimientos de atracción mutua serán suficientes para que el matrimonio sobreviva. Sin embargo, final e inevitablemente el enamoramiento se desgasta y entonces, si no hay una comprensión de cómo crear un amor que se desarrolle con el tiempo, sus raíces no se entrelazarán y el matrimonio se secará. El amor cristiano descrito en el Nuevo Testamento no es tanto un sustantivo abstracto sino más bien un verbo activo. El amor implica hechos. Significa salir de uno mismo para satisfacer las necesidades del otro, a menudo, a un costo personal. En el matrimonio puede significar fregar los platos por amor a nuestra pareja cuando preferiríamos estar viendo la televisión. Puede significar sentarnos a hablar con nuestro esposo o esposa cuando hubiésemos querido adelantar otras tareas. Puede ser abrazar a nuestra pareja cuando sabemos que ha tenido un día difícil. Sólo este tipo de amor puede mantener una relación matrimonial a través de muchos años, haciéndolo madurar y profundizar.
En la práctica, hay cinco maneras en las que podemos mostrar activamente el amor a nuestro esposo o esposa: Palabras amorosas Acciones amables
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Tiempo con calidad Regalos bien pensados Afecto físico Estas formas de poner el amor en acción se denominan The Five Love Languages (Los cinco lenguajes del amor) en el excelente libro de Gary Chapman, en el que utiliza la metáfora del lenguaje para examinar las distintas maneras en que comunicamos y entendemos el amor.2 Su labor como consejero matrimonial durante muchos años ha revelado que, del mismo modo que todos utilizamos nuestra lengua materna para hablar y comprender con facilidad, así también cada uno de nosotros tenemos un primer idioma del amor con el que lo comprendemos más fácilmente. Las cinco son maneras importantes de mostrar amor, pero ¿cuál es la principal? Un esposo podría inundar a su esposa con regalos, pero ella necesitaría primeramente y sobre todo escuchar de él palabras amables para sentirse amada. Una esposa podría trabajar arduamente en casa para su marido, pero él necesitaría afecto físico regular para sentirse amado por ella. La mayor necesidad que todos tenemos es saber que somos amados, que somos importantes y especiales para alguien. Debemos preguntarnos por lo tanto, “¿Qué es lo que nos hace sentir más amados como individuos en la pareja?” Podemos descubrir esto en la conversación y mediante una observación cuidadosa y deliberada. Un amigo nuestro que ha estado casado durante muchos años asegura que para tener un matrimonio feliz, esposo y esposa deben “estudiarse mutuamente.” Al hacerlo, descubrimos información importante y a veces insospechada. Aún cuando debe haber muchas formas románticas durante la luna de miel para demostrar el amor con el mínimo de palabras, en la vida cotidiana sería casi imposible sin hablar el mismo idioma. El amor de cada día será imposible si no descubrimos y aprendemos el primer lenguaje del amor de nuestro esposo o esposa (y probablemente también el segundo y tercer lenguaje de amor).
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Me he dado cuenta de que el pasar tiempo y el tacto comunica más intensamente el amor a Sila, mientras que las palabras y las acciones son más importantes para mí. Por lo tanto, sería desastroso para nuestra relación si yo sólo le diera tiempo y tacto a mi computadora pero no a Sila, o si ella demostrara el amor con palabras y acciones a nuestros hijos y no hacia mí.
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Una vez que descubrimos lo que hace a nuestro cónyuge sentirse amado, debemos entonces decidir actuar con lo que sabemos. Al comienzo puede parecer artificial, y de la misma manera que sucede al aprender un idioma extranjero, requerirá tiempo, determinación y un buen grado de práctica. Algunos han nacido en un hogar donde casi no se ha expresado el afecto físico, de modo que no lo expresarán natural y espontáneamente. Pero esta expresión de amor puede ser aprendida. Y será esencial hacerlo, si ésta es la forma en que nuestro esposo o esposa se siente amado. Otros no han escuchado palabras afirmativas y amorosas cuando crecían. En tal caso, si esto es particularmente importante para tu pareja, necesitarás practicar esta forma de expresar el amor. Con la práctica aprenderéis a expresarlo más fluidamente. Escribimos detalladamente sobre estas cinco expresiones del amor porque sabemos por nuestra propia experiencia que en su simplicidad son unos principios profundos y de largo alcance que toda pareja puede utilizar para fortalecer y mejorar su relación. Muchas parejas que conocemos están todavía “enamoradas” muchos años después de que los sentimientos iniciales se hayan extinguido, porque miles de veces cada año se han demostrado mutuamente el amor en la forma en que él o ella lo comprendían mejor. Algunas parejas no descubren nunca lo que a su esposo o esposa le hace sentirse amado. Se estudian mutuamente, pero con intenciones equivocadas—buscan criticarse en lugar de averiguar lo que el otro necesita. En una breve historia: The Eyes of Love (Los ojos del amor), se nos habla sobre Kenneth y Shannon, una pareja norteamericana que regresa a casa en su auto después de una fiesta familiar. Antes de que él pueda remediarlo, ella se pone roja de ira, “Bueno, ¿qué pasa?” pregunta él. Ella no responde enseguida. “Estoy cansada,” contesta sin mirarlo. “No es verdad,” dice él. “Quiero saberlo. ¡Vamos, dímelo!” Ahora ella sí se vuelve hacia él. “Te lo he dicho esta mañana. No me gusta escuchar las mismas historias todo el tiempo.”
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“No son todas las mismas,” replica él, sintiéndose irrazonablemente enojado. “Claro que lo son. . . . Tu madre merece una medalla.” “A mí me gustan. A mamá le gustan. A todo el mundo le gustan. A tu padre y a tus hermanas les gustaron.” “Una y otra vez,” murmura ella, alejando de nuevo la mirada. “Sólo quiero irme a dormir.” “¿Sabes cual es tu problema?” recalca él. “Eres una criticona. Ése es tu problema. Evalúas todas las cosas y decides lo que tú piensas. Aún sobre mí. Especialmente sobre mí.” “Sobre ti,” dice ella. “Sí, sobre mí,” responde él. “Porque esto no tiene que ver nada con mi padre. Se trata de nosotros.” Según Kenneth, su esposa ha considerado la velada y las historias que contó su padre de la misma forma en que ella lo considera a él, con crítica. La conversación continúa. Durante unos minutos él permanece en silencio, pero el enfado todavía está ahí. “¿Sabes cual es tu problema?” dice. “No ves nada con el corazón. Lo ves todo con la cabeza.” “Lo que tú digas,” responde ella. “Todo lo tienes metido en la cabeza,” agrega él, aspirando una larga bocanada del cigarrillo y apagándolo en el cenicero. Pone el auto en marcha. “¿Conoces a esa gente que vive detrás nuestro?” El momento se ha vuelto casi filosófico para él. Ella lo mira con ojos húmedos y sabe que él se siente fuerte y feliz. “¿Los conoces?” repite él. “¡Claro que los conozco!” “Bien, les estaba observando el otro día. Cómo cuidaba el jardín, ¿eh? Nos hemos estado burlando de él todo el verano. Hemos sido tan listos sobre su obsesión con las malas hierbas y cortar el césped.” “Me imagino que es muy importante que hablemos de esas personas ahora,” replicó ella. “Te estoy diciendo algo que necesitas escuchar,” le dijo Kenneth. “No quiero escucharlo ahora,” dijo ella. “He estado todo el día escuchando hablar. Estoy cansada de tanta charla.” Kenneth ahora le está gritando. “Digo solamente esto y después me callo por el resto del año si es lo que quieres.” Ella no dijo nada. “Te estaba hablando de estos vecinos. El hombre estaba andando con una bolsa de plástico en la mano recogiendo la porquería del perro. Y su esposa recortaba uno de los arbustos. Estaba recortando uno de los arbustos y por un instante creí que sabía lo que ella estaba pensando. No había ninguna expresión
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en su rostro, pero como yo era tan listo, tal como tú y yo somos ¿verdad Shannon? tan inteligente que yo sabía lo que ella pensaba. Era tan perspicaz sobre esta gente a la que ni siquiera conocemos. Nos sentimos demasiado superiores para entablar conversación con esta gente.” “Eres tú quien se mofa de ellos,” comentó Shannon. “Déjame terminar,” dijo él, “vi cómo la mujer lo miraba a él desde el otro lado del jardín y era como si pudiera oír las palabras en su mente, ‘Ya está otra vez quitando la porquería del perro. No puedo soportarlo ni un minuto.’ ¿Sabes? Pero no era eso lo que ella pensaba. Porque vino luego hacia él para ayudarle— señalando un par de sitios que él había dejado. Y luego ambos entraron en casa cogidos del brazo con la porquería del perro. ¿Ves lo que estoy diciendo Shannon? Esa mujer lo miraba con amor. No vio lo que yo veía—no había ninguna crítica.” Finalmente Kenneth y Shannon pararon de discutir. Termina la pelea, se han reconciliado. Ella alarga su brazo y le da un apretón cariñoso en el brazo. Él le toma la mano y la aprieta igualmente. Luego pone nuevamente ambas manos en el volante. El apartamento donde viven está ya a la vista, bajando la calle a la izquierda. Se vuelve para mirar a su esposa, aquí en la penumbra, y rápidamente mira de nuevo hacia el camino. Con temor se da cuenta de que en el instante en que la ha mirado ha percibido involuntariamente el desagradable arco descendiente de su boca, la curva demasiado pronunciada de su mandíbula, su apariencia desgreñada y, como si fuera un extraño, se vio incapaz de imaginar que alguien, cualquier hombre, otros hombres, alguien como él, pudiera ver algo en ella para amarla. Al terminar la historia, percibimos que, a diferencia del hombre y la mujer que vivían detrás de su casa, Kenneth y Shannon se habían convertido en críticos el uno del otro. Cosechamos lo que sembramos. “No ves nada con amor,” dijo Kenneth. Pero tampoco él la mira con amor. En un mundo lleno de críticas, esposos y esposas somos llamados a estudiarnos mutuamente, no con ojos críticos, sino con los ojos del amor, buscando lo que necesita nuestro cónyuge para que podamos hacerle sentirse amado y especial. En los próximos dos capítulos describiremos cada una de las cinco expresiones del amor. Al leerlo, hazte a ti mismo estas tres preguntas: 1. ¿Expreso regularmente el amor de este modo? 2. ¿En qué medida es importante esta expresión de amor para que mi cónyuge se sienta amado? 3. ¿En qué medida es importante esta expresión de amor para mí?
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Es fácil esperar que nuestro esposo o esposa sepa instintivamente nuestras necesidades y luego sentirse herido cuando las ignora. Todos tendemos a expresar el amor de la manera en que quisiéramos recibirlo. A pesar de nuestras buenas intenciones, esto no dará resultado si nuestro esposo o esposa tienen necesidades diferentes a las nuestras. Podemos dejar que nuestro matrimonio decaiga. O podemos aprovechar la oportunidad para tener el mejor matrimonio posible. Si queremos tener un sentido real de intimidad y un verdadero gozo mutuo, debemos estudiarnos el uno al otro con los ojos del amor y luego emplear consecuentemente nuestras vidas—nuestras palabras, nuestras acciones, nuestro dinero, nuestro cuerpo—para comunicar el amor de forma efectiva.
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6 Palabras y acciones
Panal de miel son las palabras amables: Endulzan la vida y dan salud al cuerpo. PROVERBIOS 16:24 Donde falta amor, siembra amor y cosecharás amor. SAN JUAN DE LA CRUZ
PALABRAS AMOROSAS
En inglés hay un dicho, “Palos y piedras pueden romper mis huesos, pero las palabras nunca pueden dañarme.” Esto es cierto solo físicamente. A menudo la Biblia nos recuerda el poder de las palabras, “En la lengua hay poder de vida y muerte . . .” (Proverbios 18:21). Las investigaciones han demostrado que las palabras pueden afectar extraordinariamente al comportamiento y la habilidad. Si se les dice a los niños que son inútiles en matemáticas, probablemente les irá muy mal en esa materia. Si por el contrario, se les dice que su escritura creativa es brillante, posiblemente se convertirán rápidamente en aspirantes a escritores. La gente vivirá según la reputación que se les ha dado. Esto tiene unas implicaciones muy grandes en la forma en cómo nos hablamos el uno al otro en el matrimonio. Necesitamos mantener el amor, la amabilidad y el respeto en nuestra manera de hablar y evitar al mismo tiempo la costumbre de humillarnos mutuamente. Es necesario edificar a nuestro esposo o esposa tanto en casa como en público; es muy dañino hacerle objeto de nuestros chistes o burlas.
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La manera de hacernos sentir amados el uno al otro a través de lo que decimos se hace posible mediante la afirmación mutua. Aquí entrará la forma en cómo halagamos, cómo expresamos gratitud, cómo animamos, cómo mostramos bondad y cómo pedimos las cosas. Si fallamos en hacerlo apropiadamente y con gracia, dejamos a nuestra pareja abierta a las tentaciones externas. El siguiente extracto de un poema, escrito hace más de un siglo por Ella Wheeler Wilcox, es la explicación (y no la excusa) de una esposa de por qué tuvo un amante: Cada día, Nuestras vidas que habían sido una al comenzar Parecían separarse más y más. Muerto estaba el romance del joven y la doncella. Tu hablar era todo política y negocios. Tu trabajo, tu club, tu loca carrera en busca de oro Absorbía tus pensamientos. Tu beso obligatorio sentía frío En mis labios. La vida perdió gusto, sabor, Hasta que Un día fatal cuando el mundo parecía muy opaco, De repente creció brillante y hermoso. Hablé un poquito y él me escuchó mucho; Había atención en sus ojos, Y tal nota de compañerismo en el bajo tono de su voz Que no me sentí más sola. Había un amable interés en el aire; Me habló de la forma en que me peinaba. Y me dijo lo bonito que era el vestido que llevaba puesto. Parecía que habían pasado miles y miles de años o más,
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Desde que alguien se había fijado en mí. Si mis oídos hubiesen estado acostumbrados al halago año tras año, Si te hubiese escuchado hablar como este hombre me habló, Yo no hubiese sido tan débil.1 Hay muchas formas distintas de utilizar las palabras para comunicar el amor del uno al otro. Elogiar Las personas que no han estado acostumbradas a recibir elogios durante su educación no pueden aceptarlos fácilmente y menos aún darlos. Pero se puede aprender. El cumplido centra la atención en lo que admiramos y apreciamos de nuestro esposo o de nuestra esposa. Muchos de nosotros encerramos esto en nuestra mente, pensando que es demasiado trivial o superfluo para decirlo porque nuestro cónyuge ya sabe que le amamos. Sin embargo, la ceremonia de bodas habla de apreciarse el uno al otro. Hacer elogios es una excelente manera de apreciarse mutuamente y todos podemos aprender a hacerlo. Probad algo así: “Se te ve realmente bien con ese traje.” “Dirigiste brillantemente esa reunión.” “Me encanta cómo siempre piensas en decir lo apropiado.” Agradecer El agradecimiento confiere aprecio y valor a la persona. Cuando vivimos juntos día tras día, fácilmente pasamos por alto lo mucho que nuestro cónyuge hace por nosotros. Algunas son pequeñas y normales; otras muestran un verdadero cuidado y requieren un gran esfuerzo. “Gracias por tirar la basura” o “Gracias por llevar mis pantalones a la tintorería” son frases que suenan a algo normal, pero es importante reconocer los pequeños actos de amor. “Te agradezco tanto que te hayas acordado del cumpleaños de mi madre” muestra aprecio por lo que fácilmente se podría tomar como derecho. “Gracias por haber ayudado tanto en la fiesta de cumpleaños de Tomás; yo no hubiese podido hacerlo sin tu ayuda,” muestra gratitud por la participación del otro. Animar Otra manera en que podemos utilizar las palabras de forma positiva es animando, infundiéndonos fuerza mutuamente. Cada uno de nosotros tenemos zonas de nuestras vidas donde nos sentimos inseguros: nos falta valor. Está a nuestro alcance dar ánimo a nuestro esposo o esposa, ánimo que les permitirá alcanzar su potencial. Por el contrario, si criticamos, nuestras palabras tendrán el poder de robarle gradualmente su autoestima y confianza. Cuando animamos, nos estamos diciendo mutuamente, “Yo creo en ti.”
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Sila:
Desde que estamos casados, ha habido muchos aspectos en mi vida en los que Nicky me ha animado a hacer cosas que de otra forma no hubiera hecho. Como madre, dedicada completamente a los hijos, a menudo sus palabras han marcado toda la diferencia, dándome confianza y autoestima, especialmente en el rol de madre que está tan devaluado hoy en día.
Ser atento Las palabras cariñosas pueden cimentar a alguien, mientras que las palabras desconsideradas pueden causar mucho daño en una relación.
Sila: En nuestro matrimonio he tenido que aprender a ser cuidadosa con mis palabras. Me gusta discutir las cosas inmediatamente después de que ha sucedido algo, pero de recién casada no me daba cuenta que necesitaba escoger un mejor momento para airear mi opinión a Nicky, en particular cuando él se sentía vulnerable. Me llevó tiempo el darme cuenta de que el almuerzo del domingo no era el momento adecuado para presentar mi análisis del sermón o del servicio religioso que acababa de escuchar. He descubierto que es mejor esperar por lo menos hasta el día siguiente, cuando él puede ser más objetivo. Aún entonces tengo que escoger bien mis palabras. No estoy insinuando un falso halago, pero se necesita un esfuerzo consciente para asegurarse de que nuestras palabras son de ánimo, bondadosas y positivas, y que contribuirán a elevar a nuestro compañero. A través de los años me he dado cuenta de lo importantes que son estas palabras para Nicky. Para él mis palabras de afirmación son la clave a través de la cual siente mi amor y le brindan una base de confianza que afecta a todos los demás aspectos de su vida. Requerir En el matrimonio hay un abismo de diferencia entre demandar y pedir. Cuando pedimos algo a nuestro esposo o esposa estamos afirmando su valor y sus habilidades. A menudo, sin darnos cuenta, si demandamos algo, nos convertimos en intolerantes y tiranos en
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nuestro propio hogar. No es ni fácil ni agradable vivir con este tipo de persona. Podemos convertirnos en demandantes cuando comenzamos a dar por hecho a nuestro cónyuge (y sus dones y habilidades).
Sila:
Nicky es muy habilidoso y capaz de arreglar cualquier desperfecto que surge en casa. Pero hay ocasiones en que puedo estar satisfecha de ello y me escucho decir, “Todavía no has arreglado la rueda pinchada, ¿verdad? Necesito la bicicleta mañana.” Una mejor forma de decirlo sería, “Nicky, ¿podrás arreglarme la rueda pinchada antes de mañana?” Una petición de esta naturaleza crea la posibilidad de que él exprese su amor hacia mí respondiéndome. Una demanda excluye esa posibilidad.
Si la afirmación verbal es profundamente importante para el esposo o la esposa, y no han recibido ninguna durante un tiempo, probablemente se sientan desanimados. Escuchar de nuevo palabras positivas del otro será como llegar a un oasis en el desierto. Mientras aprendemos cómo ayudar a nuestra pareja a través de las palabras, alcanzaremos un nuevo nivel de amor e intimidad en nuestro matrimonio. Las palabras que utilicemos tendrán el poder de renovar diariamente nuestro amor. La crítica y la auto-compasión separan. Las palabras afirmativas unen. ACCIONES BONDADOSAS El apóstol Pablo describe la bondad como la segunda característica del amor. El amor puede ser expresado sirviéndonos mutuamente de forma práctica. En el matrimonio, esto puede aparecer bajo distintas formas: preparar una taza de café, sacar la basura, limpiar los cristales del automóvil, preparar la tarta favorita, planchar una camisa. Naturalmente, las actividades rutinarias se pueden llegar a tomar como un derecho, pero si se realizan con buena voluntad, expresan constantemente el amor. Sin embargo, los actos prácticos de servicio no rutinarios son los que comunican más poderosamente el amor a quienes se sienten queridos de esta manera. Nicky Puedo recordar muchas ocasiones cuando Sila hizo cosas para mí que yo no esperaba. Me ha hecho las maletas cuando he tenido que pasar una noche fuera de casa y estaba bajo presión. Me ha traído té y tostadas a mi estudio cuando he estado luchando para preparar una conferencia. A menudo la crisis ha sido autoinfligida por haber asumido demasiados compromisos y me he sentido muy querido por el cuidado y la atención de Sila. Después de muchos años de casados, continúo sorprendiéndome y encantado por todo lo que Sila hace por mí, sea o no rutinario. A veces me pregunto por qué lo hace. Y la única respuesta que me viene a la mente cada vez es ¡porque me ama! En La mandolina del Capitán Corelli, el Dr. Iannis cura con éxito la sordera a un
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hombre mayor llamado Stamatis, quitándole un guisante seco que estaba en su oído desde la infancia. Stamatis vuelve al médico pidiéndole que le vuelva a colocar el guisante, ya que no aguanta las murmuraciones continuas de su mujer. El Dr. Iannis rechaza esta petición pero sugiere una alternativa. Recomienda una cura para los refunfuños de su mujer: “Mi consejo es que seas amable con ella.” Stamatis estaba ofuscado. Era algo tan inconcebible que nunca se le hubiese ocurrido el pensarlo. “Iatre . . .” protestó, pero no pudo encontrar otras palabras. “Simplemente trae la leña antes de que ella te la pida, y llévale una flor cada vez que vengas del campo. Si hace frío ponle un chal sobre sus hombros y si hace calor tráele un vaso de agua. Es sencillo . . .” “Entonces ¿no volverás a colocarme el . . . el . . . bueno . . . la extraordinaria personificación del querelloso y pendenciero?” [refiriéndose al guisante seco]. “Ciertamente que no. Está contra el juramento hipocrático. No puedo permitir eso. Fue justamente Hipócrates quien dijo que ‘los remedios extremos son apropiados para enfermedades extremas.’” Stamatis parecía desanimado, “¿Eso dijo Hipócrates? ¿Así que tengo que ser amable con ella?” El médico movió su cabeza afirmativamente de una forma paternal y Stamatis se puso nuevamente su sombrero. Observó al hombre a través de la ventana. Stamatis salió a la calle y comenzó a alejarse. Se detuvo y observó una pequeña flor violeta en el terraplén. Se agachó para cogerla, pero inmediatamente se enderezó. Miró a su alrededor para asegurarse de que nadie lo observaba. Se ajustó el cinturón, miró la flor y siguió su camino. Pero se detuvo nuevamente. Como un muchachito efectuando un robo menor, se apresuró a volver hacia atrás, arrancó de cuajo la flor y la escondió en su abrigo y se alejó despacio exagerando una actitud casual y despreocupada. El médico se asomó a la ventana y le gritó, “Bravo Stamatis,” por el simple placer de ver su confusión y vergüenza.2 Un matrimonio sólido está formado por ambos, esposo y esposa, que buscan oportunidades para servirse mutuamente y expresan su aprecio por lo que hace el otro. Cuando nuestro cónyuge pregunta: “¿Qué puedo hacer para ayudarte?” o hace espontáneamente la labor que menos nos gusta, se trata sin duda de “amor en acción.” Una amiga describe el efecto que tienen sobre ella esos actos de amor sacrificado: A menudo mi marido debe salir para el trabajo muy temprano por la mañana, antes de que los niños y yo nos despertemos. Muchas veces, cuando bajamos a la cocina, el lavavajillas ya está vacío, la mesa está preparada para el desayuno y ha dejado una sorpresa para cada hijo—unos pequeños detalles—un muñequito de gelatina en la huevera o una crema catalana. Cuando eso sucede, casi puedo sentir físicamente latir mi corazón al entrar a la cocina, y los tres parecemos
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empezar el día con un paso más ligero (a veces esa sensación dura durante todo el desayuno). El próximo desafío al que me enfrento es sentirme feliz cuando estas cosas no ocurren. ¡Que rápido damos por hechos mutuamente estos detalles!
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7 Tiempo, regalos y contacto físico
Sabes muy bien que, sobre todas las cosas, el amor es darse a sí mismo. JEAN ANOUILH1
TIEMPO DE CALIDAD
Una
pareja que hizo el Curso para Matrimonios hace dos años, regresaban recientemente de Australia a Londres. Su vuelo se retrasó en ruta y como consecuencia pasaron juntos cuatro horas en el aeropuerto de Hong Kong leyendo periódicos, revistas y entreteniendo a su hija pequeña. Luego continuaron doce horas más sentados el uno al lado del otro en el avión. De camino a casa, desde el aeropuerto, el marido le dijo a su esposa, “Últimamente, he echado de menos nuestro ‘tiempo juntos.’ Debemos fijar una fecha.” Su esposa estaba sorprendida, “¿Qué quieres decir?” contestó. “¡Acabamos de estar juntos dieciséis horas!” Pero su esposo necesitaba más. Necesitaba un tiempo y un lugar donde él y su esposa pudieran mutuamente darse plena atención sin preocuparse sobre cuando saldría el avión o a que hora llegarían a casa. Como señalamos en el capítulo 2, cada pareja necesita pasar un “tiempo juntos” regularmente, pero para algunos, este “tiempo de calidad” es su forma primordial del lenguaje del amor. Así, la ansiada unión es más que una proximidad física; en realidad es una necesidad, un apetito de atención total. Nicky Para Sila, el lugar y la actividad son secundarios cuando se trata de pasar tiempo juntos, hablando y escuchándonos, debatiendo ideas y compartiendo nuestros temores y esperanzas. Esos tiempos que pasamos juntos con regularidad le permiten enfrentar las presiones de su vida porque está segura del amor en nuestro matrimonio. Yo he descubierto que el valor de nuestro tiempo semanal juntos se duplica si logro poder ir a un lugar donde no corramos el riesgo de encontrarnos con gente conocida. En el capítulo 2 escribimos sobre nuestro plan anual de irnos solos durante dos o tres noches. En los últimos dos años fuimos a París. Recorrimos la ciudad, visitamos galerías de arte y comimos en pequeños cafés. Esos dos o tres
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días fueron románticos y divertidos. Pero para Sila eso tiene un efecto multiplicador en su sentimiento de sentirse querida. Por bastante tiempo después de nuestro regreso, nada ha hecho disminuir su sentimiento de gozo y bienestar. Gradualmente me he percatado de que estas salidas son la mejor inversión que puedo hacer en nuestro matrimonio. La Biblia nos dice que “. . . llevad una vida de amor,” siguiendo el ejemplo de Cristo, que “se entregó por nosotros . . .” (Efesios 5:2). La mayoría de nosotros no seremos llamados a dar nuestras vidas por el otro, pero podemos demostrar amor a nuestro esposo o esposa dándole tiempo regularmente. Esto puede significar sentarse juntos media hora después del trabajo para escuchar cómo fue el día. Puede ser levantarse más temprano para estar un momento juntos por la mañana. Puede ser organizar las cosas para poder almorzar juntos, o para que alguien se ocupe de los niños permitiéndonos tener así un “tiempo juntos” a solas. El amor en acción requiere esfuerzo y sacrifico, pero el beneficio supera el costo. REGALOS BIEN PENSADOS Dar regalos es una expresión fundamental del amor que trasciende todas las barreras culturales. Son símbolos visuales que tienen un fuerte valor emocional. Para algunos de nosotros estos símbolos son tan importantes que sin ellos nos preguntaríamos si en verdad somos queridos. A la persona que es buena para dar regalos, probablemente le gusta recibirlos. Si esto es cierto en nuestro esposo o esposa, necesitaremos practicar ese arte. De las cinco expresiones de amor, esta es la más fácil de aprender. Sin embargo, tal vez necesitemos cambiar nuestra actitud hacia el dinero. Si somos gastadores naturales, no nos será difícil. Pero si por naturaleza somos ahorradores, tal vez tengamos que luchar con la idea de gastar dinero como una expresión de amor. No nos estamos refiriendo aquí a la diferencia entre ser generosos y ser avaros.
Sila
Nicky es una de las personas más generosas que conozco, pero su tendencia natural es la de ahorrar. Como no gasta fácilmente dinero en cosas que no son esenciales para él, sé que le resulta difícil comprar cosas para mí. Sin embargo ha descubierto que los regalos son otra forma de invertir. Para mí, los regalos no son la forma más importante de expresar el amor, pero cuando Nicky espontáneamente (sin ser mi cumpleaños o nuestro aniversario de bodas) viene a casa con flores o chocolate, me hace sentir nuevamente consciente de que me quiere y de que ha estado pensando en mí.
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Vale la pena considerar ciertos criterios a la hora de comprar regalos: Los regalos no tienen por qué ser caros, pero han de tener un alto valor. Por ejemplo, una flor recogida en el jardín y entregada con una nota puede expresar un amor tan fuerte como el ramo comprado en una floristería. No esperes una ocasión especial. Los regalos espontáneos e inesperados traen, a quien los recibe, mucho gozo y el sentimiento de sentirse especial y amado. Un regalo puede animar a una persona que está pasando por un momento difícil, ya sea que no esté bien, se encuentre bajo presión o tenga dificultades en el trabajo. De la misma manera, si nuestro esposo o esposa ha hecho algo que nos ha ayudado de manera especial, un regalo puede demostrar que no lo damos por hecho. Descubre aquello en particular que a tu cónyuge le gusta recibir. Vale la pena tomar nota de cuáles son los regalos que le han proporcionado mayor placer a nuestro cónyuge a través de los años, ya sean regalos nuestros o de otras personas. Cuando salimos juntos, podemos anotar mentalmente algo que hayan señalado al mirar el escaparate de una tienda.
Sila
A través de los años hemos coleccionado vajilla azul y blanca de toda clase y diseño. Una vez Nicky me regaló un par de tazones grandes en azul y blanco para usar en el desayuno y se convirtieron en algo muy especial. Los asocio con los largos y prolongados desayunos de los sábados por la mañana. Cada vez que los uso, recuerdo el cuidado y la atención que Nicky tuvo al elegirlos para mí.
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Hay un sinfín de posibilidades. La clave para ser un buen “dador” de regalos es la siguiente: el regalo debe ser algo que la otra persona va a disfrutar, y no algo que nos gustaría tener a nosotros mismos. Es fácil rechazar esta expresión de amor como materialista o ligera. Pero todos somos diferentes. Un esposo que no daba mayor importancia a los regalos, sólo comprendió después de varios años de casado lo importante que eran para que su esposa se sintiese apreciada y amada. Al principio no prestó atención a la forma de envolverlos o de presentárselos. Ahora comprende que el pensamiento y cuidado que pone en la presentación es tan importante para su esposa como el mismo regalo. Si nuestro esposo o esposa pidieran un anillo de diamantes o un automóvil deportivo cada semana, probablemente tendríamos razón en cuestionar sus motivos. Tampoco debemos atosigar a nuestro cónyuge con regalos como substituto del pasar tiempo juntos o de hablar de nuestras dificultades. El tiempo y el pensamiento que suponen escoger un regalo lo transforma en un verdadero obsequio. El valor de un regalo ofrecido apropiadamente excede en mucho su costo. AFECTO FÍSICO Muchas parejas que desean fervientemente un largo abrazo o un revolcón en la cama, tienen que conformarse con una nueva cocina u otras vacaciones en las Bahamas.2 Una necesidad básica para todos es que se nos muestre el amor por medio del contacto físico. Los bebés necesitan que se les muestre el cariño físico para desarrollarse sanamente. Las fotos de orfelinatos en Rumania y China ponen de manifiesto una trágica evidencia de esta realidad. La Madre Teresa comprendió claramente la importancia de la caricia. Siempre que estaba con personas, ya fueran bebés, niños o personas de edad, que morían de enfermedades incurables, ella les tocaba y acariciaba. Sabía que hay momentos en los que el contacto físico puede comunicar efectivamente más amor que las palabras. El afecto físico es un comunicador poderoso en el amor conyugal y no es solamente un preludio del coito. Como lo describe un autor, “Tocar mi cuerpo es tocarme a mí. Alejarse de mi cuerpo es tomar distancia respecto a mí emocionalmente.”3 Para quienes necesitan muestras de afecto, un abrazo puede solucionar todos los problemas de la semana, mientras que la carencia de ese gesto causa aislamiento, vacío y un profundo sentimiento de rechazo. Si hemos crecido en una familia en la que faltaba afecto físico, será ciertamente necesario aprender la práctica de demostrar amor de esa forma. Y es importante comprender que si a uno de nosotros nos fue negado por aquel entonces el afecto físico, mientras que el otro lo tuvo, al principio ese contacto físico podrá resultar extraño. ¡Persevera, no obstante! En el matrimonio, la demostración de amor puede aparecer bajo distintas formas: darse las manos, poner un brazo sobre los hombros o alrededor de la cintura, dar un
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beso, un abrazo, rozar el cuerpo al pasar, dar un masaje en la espalda, como también la variedad y riqueza de excitación mutua como preludio de hacer el amor. Sila
Me encanta ir cogidos de la mano cuando caminamos juntos Nicky y yo. Aunque sé que en algunas situaciones él no lo haría espontáneamente, ha aprendido que vale la pena experimentar una cierta incomodidad por su parte a fin de tener una esposa que se sienta querida. Él también sabe, después de muchos años de experiencia, que cuando estoy ansiosa o preocupada, lo mejor que puede hacer es tomarme en sus brazos, abrazarme y besarme tiernamente; ¡en ese momento, mis preocupaciones desaparecen!
Ambos, el contacto sexual y no sexual tienen su lugar, pero debemos reconocer que generalmente los hombres y las mujeres funcionamos de manera diferente en este campo. Para la mayoría de las mujeres, generalmente su deseo de contacto físico se debe más a la necesidad de afecto que al deseo sexual. En contraposición, los hombres a menudo ven el contacto físico como parte del preámbulo sexual y en consecuencia se excitan rápidamente. Estos modos distintos de respuesta pueden convertirse en un círculo vicioso. Si una esposa no recibe suficiente afecto, a menudo excluirá sexualmente a su esposo. Y si un esposo no recibe suficiente sexo, lo último que desea es ser afectuoso. Por lo general es frecuente que esto lleve a un atolladero. De esta manera es como la relación sexual, a veces, comienza a menguar. Necesitamos reconocer lo que está sucediendo, hablar sobre ello y luego acordar cómo ayudarnos mutualmente para romper este círculo peligroso. Matt y Penny, uno de los matrimonios que participaban en el Curso del Matrimonio, estaban experimentando una gran tensión después del nacimiento de su segundo bebé. Penny no deseaba hacer el amor, pero Matt estaba frustrado y trataba de persuadirla. Ella dejó de tocarlo para evitar que él lo interpretara como una insinuación para tener relaciones sexuales. Mientras él más quería tener relaciones sexuales, menos lo deseaba ella; y mientras ella menos lo deseaba, él insistía más, hundiéndose en una espiral de tristeza. Matt estaba confuso, sin comprender por qué su mujer no lo quería. Al ser el contacto físico su forma primaria de sentir el amor, se consideraba infravalorado y no querido. Entretanto, Penny se sentía ofendida y enojada e interpretaba su insistencia como insensibilidad, pensando que ignoraba su estado emocional. El resultado es que ambos estaban bloqueados en un ciclo en el que se herían y culpaban mutuamente, sin tener contacto físico alguno. Finalmente, siguiendo los consejos de los amigos, Matt le pidió perdón a Penny por poner sus necesidades antes que las de ella, y ella lo perdonó. Entonces él se abstuvo sexualmente durante un período de dos meses. Esto fue una prueba importante para Penny de que él era sincero en su arrepentimiento, y así la herida fue sanando. Como resultado, ella comenzó a abrirse nuevamente a él. Con las líneas de comunicación
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abiertas, pudieron acercarse y comenzar a acariciarse mutuamente sin temer a los malentendidos. Pronto Penny pudo aceptar las insinuaciones de Matt e incluso hacer algunas ella misma. Si el afecto físico es la expresión de amor más importante de nuestro esposo o esposa, en un tiempo de crisis, el tenerse y abrazarse comunicará lo mucho que él o ella nos importa. Esos toques y caricias tiernas se recordarán aún mucho más después del final de la crisis.
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Sección 3 – Amor en acción CONCLUSIÓN Pocas hay cosas más importantes en el matrimonio que el descubrir lo que permite a nuestro esposo o esposa sentirse amados y luego hacer el esfuerzo para amarles de ese modo, recordando que sus necesidades pueden variar con el tiempo y bajo distintas circunstancias. Más que tratar de cambiar a nuestro cónyuge, debemos aceptar sus necesidades y aprender, en consecuencia, a comunicarles nuestro amor. Merece la pena notar que en los Evangelios, Jesucristo mostró su amor por medio de estas cinco formas diferentes: a través de sus palabras, acciones, tiempo, regalos y tacto. Le dijo a sus discípulos palabras de afirmación, “Os he llamado amigos . . . No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os escogí . . .” Les sirvió con hechos prácticos, lavando sus pies cuando ninguna otra persona estaba dispuesta a hacer esta tarea común y desagradable. Reservó tiempo para estar con ellos, llevándoles a lugares apartados de la muchedumbre. Les dio dones, de forma especial, el don del Espíritu Santo. Y mostró su amor hacia muchos a través del contacto físico: teniendo a los niños en sus brazos, poniendo su mano sobre el leproso y permitiendo a la prostituta que secara sus pies con su cabello. Durante la última Cena, Jesús le dijo a sus discípulos “. . . que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:12). Debemos cumplir este mandamiento en primer lugar con nuestra esposa o esposo, mostrándoles amor de tal manera que se sientan seguros de que son importantes y especiales para nosotros. ¿Sabes cuál es el primer lenguaje del amor de tu pareja? ¿Y cuál es el tuyo? Debemos comenzar hablando juntos sobre lo que cada uno de nosotros hacemos o dejamos de hacer y sobre lo que hace que el otro se sienta más querido o más abandonado. ¡No lo pospongas! Puede llevarte a un sorprendente descubrimiento de tu esposo o esposa.
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Tercera regla de oro del matrimonio ¡Estudia las distintas maneras en que tu pareja se siente amada!
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Sección 4 — Resolviendo conflictos
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8 Apreciar nuestras diferencias
En teoría, Polly y yo somos razonablemente incompatibles, un ingrediente tan importante en una buena pareja. FRANK MUIR1 Un cambio no se realiza sin inconvenientes, aún cuando sea para mejorar. RICHARD HOOKER2
Nicky
Recuerdo claramente cuando a la edad de 7 años practicaba la carrera a tres piernas para participar en el día deportivo de la escuela. Durante varias semanas anteriores, me paseaba con mi pierna izquierda atada con un pañuelo rojo a la pierna derecha de mi amigo. Al principio era una agonía. Nuestros pasos eran diferentes, olvidábamos continuamente con qué pierna habíamos convenido empezar, nos caíamos al suelo, el pañuelo raspaba nuestros tobillos y tuvimos varias discusiones acaloradas. Sin embargo, cuando llegó el día deportivo de la escuela, casi podíamos correr juntos tan rápidamente como separados. ¡Y ganamos la carrera!
El matrimonio es como correr una carrera a tres piernas y sería sorprendente si a veces no prefiriéramos correr solos. Según Paul Tournier, el autor del libro Marriage Difficulties (Dificultades en el matrimonio), “Los desacuerdos son completamente normales. De hecho, son algo bueno. Quienes tienen éxito en su matrimonio son los que se han enfrentado juntos a los problemas y los han resuelto.”3
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Una encuesta realizada en 1998, sobre los motivos principales de discusión entre las parejas británicas, reveló que el dinero ocupaba el primer lugar, seguido por los hábitos personales (especialmente el desorden), luego venían los hijos, el trabajo doméstico, el sexo, los padres y los amigos. El periódico inglés The Times, refiriéndose a una encuesta realizada dos días antes del día de San Valentín, comentaba, “La forma más común de una discusión es una ruidosa pelea, seguida por una falta total de comunicación.” Desde el punto de vista de un consejero matrimonial, “La forma en que una pareja maneja o expresa sus argumentos es la clave indicativa más importante para saber si una relación tendrá éxito o no.”4 El matrimonio involucra a dos personas con diferentes raíces, personalidades, deseos, puntos de vista y prioridades distintas que se han unido para el resto de sus vidas en la más íntima relación posible. Hay que agregar a esto el egoísmo inherente de la naturaleza humana: el deseo de hacer las cosas a mi manera, tener mis derechos, forzar mis opiniones y seguir mis intereses. Una mujer que llevaba seis meses de casada hizo el comentario de que estaba más sorprendida por las cosas que descubrió sobre ella misma, en su matrimonio, que las de su marido, “Era como tener un espejo frente a mi rostro y ver realmente lo egoísta que era yo.” En contraposición a todos los goces de la intimidad marital, nuestra libertad para hacer lo que queramos está seriamente limitada.
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Sila
Recuerdo muy bien una discusión que tuvimos. Nuestra hija mayor tenía seis meses, estábamos viviendo en Japón y un amigo soltero que vivía a trescientos kilómetros nos invitó a pasar el fin de semana con él. Era una persona muy divertida, con una enorme energía y siempre que íbamos a pasar un fin de semana a su casa, ¡programaba fiestas para el desayuno, invitaba amigos a tomar un café a media mañana y luego tenía invitados para el almuerzo, la merienda y la cena! El miércoles anterior a nuestra supuesta partida, expresé mi ansiedad acerca del fin de semana porque me sentía exhausta de cuidar al bebé de seis meses y presentía que pasar un fin de semana en sociedad con mi hija a la vista de todos, acabaría conmigo misma. Nicky se mantuvo inflexible. Teníamos que ir. Habíamos aceptado la invitación y sabíamos que ya se habían organizado unas cuantas fiestas. Ambos estábamos convencidos de nuestros propios puntos de vista. Cuando no pude convencer a Nicky con mis palabras y parecía que no apreciaba lo cansada que estaba, me enfurecí. Desafortunadamente para Nicky, esto sucedió cuando era la época de las manzanas en Japón y acabábamos de comprar una gran cantidad. Estaban colocadas en forma de pirámide en un canasto y, empezando por la cúspide, comencé a tirárselas una a una en la habitación. Logró evitar una herida grave agachándose detrás del sofá hasta que el canasto de manzanas se vació. Me alegra decir que éstos fueron los únicos objetos que le he tirado a Nicky, aunque a menudo puedo lanzarle fácilmente palabras cuando estoy enojada. La conclusión de esta historia sigue más adelante en esta sección.
Los desacuerdos y conflictos, construyen o destruyen un matrimonio. Cuando el esposo y la esposa están determinados a salirse con la suya y a hacer todo lo posible para
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que la otra persona coincida con su punto de vista, el resultado es generalmente una guerra de trincheras. Excavamos para construir nuestra propia defensa, protegiéndonos a nosotros mismos, acorralando al otro y lanzando de vez en cuando ofensivas. Parecerá que uno de nosotros ganamos el ataque, pero en realidad los dos perdemos, ya que se ha establecido un vacío de cien metros entre ambos, con alambrada de púas y comentarios punzantes, bombas sin explotar y asuntos no resueltos. El conflicto ha destruido nuestra intimidad. Sin embargo, los desacuerdos pueden llevar a un crecimiento cuando cada miembro de la pareja está dispuesto a afrontarlos juntos. La solución puede requerir un cambio profundo, claro está. La carrera a tres piernas necesita que ambos corredores ajusten sus pasos el uno al otro. El reformador Martín Lutero señaló que había dos maneras para ser menos egoístas y asemejarse más a Jesucristo. La primera, era convertirse en monje y vivir en un monasterio; ¡la segunda, embarcarse en el matrimonio!
A continuación señalamos el primer paso hacia la resolución efectiva de los conflictos. RECONOCER NUESTRAS DIFERENCIAS El hecho de que cada uno es único produce conflicto pero brinda también excitación y color a la vida. Si tuviésemos los mismos puntos de vista en todo, el matrimonio sería aburrido. Se trata de una labor en equipo. Y en la mayoría de los equipos efectivos, la gente aporta sus diferentes dones, temperamentos y percepciones para el beneficio de todos. Un equipo de fútbol no es efectivo si los once jugadores son todos defensas. Un negocio no operará con éxito si todos los miembros son los que tienen las ideas y ninguno está interesado en ponerlas en práctica. En la última sección consideraremos una diferencia común: la manera en que cada uno de nosotros se siente querido. Habrá muchas otras diferencias al afrontar la vida, ya que normalmente los polos opuestos se atraen. Inconscientemente somos atraídos por alguien que nos hace sentir completos, alguien que tiene las cualidades que a nosotros nos faltan. Típicamente, al principio de nuestra relación nos acomodamos el uno al otro. Muchas
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parejas ni siquiera son conscientes de sus diferencias fundamentales. El enamoramiento hace que seamos muy tolerantes y que adaptemos nuestro comportamiento para acomodarnos mutuamente. Luego, cuando la “fase de luna de miel” pasa, esas diferencias que nos atrajeron pueden convertirse en irritantes y causar conflictos. En esta etapa, la adaptación mutua es reemplazada por esfuerzos para eliminar las diferencias. Tratamos de forzar a nuestra pareja para que piense y se comporte como nosotros. Si nos gusta planificar de antemano, esperamos que a él o a ella le guste planificar de antemano. Si colocamos nuestra ropa en el guardarropa cada noche, esperamos que nuestro cónyuge haga lo mismo. Si apretamos el tubo de pasta dentífrica desde el fondo, queremos que el otro lo haga igual. Demandamos, manipulamos, nos irritamos y expresamos en voz alta nuestra insatisfacción. Inevitablemente todo esto elimina la intimidad. Tristemente, entonces, muchas parejas piensan que no son compatibles. Pero eso no es cierto. Las diferencias pueden ser complementarias y obrar en nuestro favor. Necesitamos pasar de un esfuerzo de eliminación a un deliberado aprecio de nuestra diversidad. Nuestras personalidades distintas A continuación describimos cinco tipos de categorías de la personalidad. En cada categoría tenemos preferencias que pueden ser medias o extremas. Cuando los rasgos son extremos, nos resultará fácil reconocernos en ellos; cuando son moderados, tal vez sólo podamos reconocerlos en contraste con nuestro cónyuge. Al mirar estas cinco categorías, pregúntate a ti mismo a qué tipo de personalidad perteneces tú y a cuál pertenece tu pareja. Allí donde diferimos, necesitamos considerar si estas diferencias causan conflicto o un mayor aprecio mutuo. Primera categoría: extrovertido o introvertido Esta primera categoría se refiere a la fuente de nuestra energía. Los extrovertidos reciben su energía de su interacción con otras personas. Quieren pasar mucho tiempo con otros y se sienten más vibrantes en las fiestas. Hablar es importante, ya que les permite organizarse y clarificar sus pensamientos. En realidad, mucho de su hablar es meramente pensar en voz alta. Los extrovertidos gozan de la soledad de vez en cuando; pero si es durante demasiado tiempo, eso los consume emocionalmente. Necesitan ser estimulados por el mundo exterior para recargar sus baterías. En contraste, los introvertidos obtienen su energía a través de la reflexión silenciosa. Su enfoque natural está en el mundo interior de pensamientos e ideas. Pueden ser entusiastas, amigables y bondadosos, pero demasiada interacción social los desgasta y necesitan tiempo para estar solos y recuperarse. Normalmente prefieren unos pocos amigos íntimos más que muchos conocidos y a menudo prefieren más fácilmente una velada en casa que una fiesta. Tienden a ser más silenciosos y a organizar sus pensamientos antes de hablar. Los introvertidos valoran la facilidad que tienen los extrovertidos para relacionarse
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con mucha gente, mientras que éstos valoran la actitud silenciosa y pensativa de los introvertidos. Segunda categoría: lógico o intuitivo Esta categoría incluye la forma en que vemos el mundo a nuestro alrededor. Quienes tienen una preferencia por la lógica utilizan sus cinco sentidos para reunir información. Quieren datos precisos. Miran al pasado y aprenden de la experiencia. Necesitan las cosas claras y prefieren asuntos de importancia práctica más que conjeturas. Están interesados en los detalles y resuelven los problemas mediante un cuidadoso análisis de todos los datos. Otros los describirían como metódicos, pragmáticos y enfocados en el aquí y ahora. Quienes son intuitivos prefieren más las ideas que los hechos. Son más innovadores que prácticos. Miran al cuadro globalmente más que a los detalles. Les encanta especular sobre lo que podría ser y son propensos a concentrarse en el futuro. A menudo, resuelven problemas con corazonadas y saltarán fácilmente de una actividad a otra. Otros les ven como imaginativos y poco convencionales. El primer tipo puede ser visto como “detallista insistente,” mientras que el segundo, puede ser descrito como que tiene “la cabeza en las nubes.” Pero todo proyecto necesita de ambas personalidades. La persona más intuitiva aporta la visión, las ideas y las metas; la persona lógica se concentra en los detalles prácticos y en el plan de acción. Tercera categoría: centrado en las tareas o en las personas Esta categoría determina la forma de tomar las decisiones según la información que recibimos. Aquellos que están centrados en la tarea tienen metas claras. Están motivados por la eficacia, la justicia y la verdad. La productividad y la ganancia tienen la prioridad mayor en los negocios. Si se les da un objetivo claro, se mueven rápidamente y en forma ordenada hacia esa dirección. Para quienes se centran más en las personas, su corazón gobierna sobre la cabeza y las relaciones son más importantes que los objetivos. Ellos mismos sienten profundamente y se identifican fácilmente con los sentimientos de otros. Toman sus decisiones considerando el modo en que sus elecciones afectan a los demás. Tienden a buscar excusas más que a culpar a los demás, y a menudo verán gris mientras que la persona centrada en la tarea ve blanco o negro. Quien se centra más en las personas puede admirar la determinación del que está centrado en la tarea, buscando una visión, mientras que éste puede valorar la habilidad del otro para crear una atmósfera de tolerancia, estímulo y respeto hacia los demás. Un equipo efectivo necesita de ambas personalidades. Cuarta categoría: estructurado o flexible Esta categoría se refiere a la preferencia de trazar planes por adelantado o a la tendencia
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a ser espontáneos. Quienes prefieren una vida estructurada deciden fácilmente el curso de su acción y lo siguen. Quienes dan preferencia a la flexibilidad, tratan de guardar abiertas las opciones tanto como sea posible en caso de que reciban nueva información, una mejor oferta o una ganga. Quienes gozan de lo estructurado son buenos para fijar las prioridades. Tienden a ser bien organizados. Obtienen satisfacción al cumplir los planes en la fecha prevista, pero les cuesta más manejar lo inesperado. Los que prefieren permanecer flexibles tienden a seguir la corriente. Les gusta la libertad y espontaneidad y dudan en finalizar los planes. Parecen muy dejados y no se preocupan en hacer las cosas a tiempo, ya que confían en que finalmente las cosas saldrán bien. A veces pierden oportunidades retrasando una decisión. Sin embargo, tienen facilidad de ajustarse a lo imprevisto y podrán salir con éxito donde otros fallan. Quinta categoría: iniciadores o seguidores Esta categoría refleja las preferencias naturales de dirigir o de seguir a otros. Los iniciadores disfrutan teniendo nuevas ideas, toman decisiones fácilmente y no tienen miedo al cambio. Les gusta asumir responsabilidades y son buenos líderes. Los seguidores prefieren que otros tomen las iniciativas. Escuchan con atención y dudan en expresar sus opiniones. Prefieren evitar la confrontación y están preparados para adaptar sus propias preferencias a fin de mantener la armonía. Para lograr un buen equilibrio entre líder y seguidor, hay que evitar dos riesgos. Los iniciadores pueden fallar por no consultar a su cónyuge. Los seguidores pueden remitir toda la responsabilidad de decisiones conjuntas a su esposo o esposa. Ninguna de estas dos tendencias es saludable en un matrimonio, ya que cada uno debería estar incluido en todas las decisiones que le afecta como pareja. Vale la pena recordar que “liderazgo” no significa dominio, control o imposición de nuestras propias ideas. Ni ser “seguidor” significa seguir pasivamente o permanecer sin ser escuchado. Para poder funcionar efectivamente como equipo, el iniciador sugiere e implementa, mientras que el seguidor anima y ayuda. Los matrimonios marchan mejor cuando cada cónyuge toma la inicíativa en algunas cosas y apoya a su esposo o esposa en otras. SACAR EL MÁXIMO PARTIDO DE NUESTRAS DIFERENCIAS Alistarnos en estas categorías no es negar el hecho de que somos únicos. Cada tipo diferente de personalidad contiene una enorme variedad. No significa de ninguna manera que nuestras respuestas típicas no puedan desarrollar características del lado opuesto de la balanza. Estos trazos no sugieren que la persona centrada en la tarea no tenga sentimientos o que quien está centrado en las personas no posea objetivos, ni sugiere que el introvertido no se goce de una fiesta o el extrovertido no disfrute de una caminata solo por el campo. No obstante, estas preferencias son fundamentales en nuestras diferentes maneras de mirar la vida.
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El primer paso es reconocer nuestras diferencias. El segundo es aceptar que no hay ni bueno ni malo en este sentido. Nuestra forma instintiva de pensar no es ni mejor ni peor que la de nuestro compañero. Simplemente es diferente. Cada una aporta una contribución válida, pero limitada si está sola. Si consideramos “normal” nuestra forma de comportamiento y “defectuosa” la de los demás, tendremos dificultad para llegar a la intimidad en el matrimonio. El tercer paso es creer que las diferencias pueden ser complementarias. Un matrimonio se fortalece inmensurablemente cuando nos concentramos en lo que admiramos de la personalidad de cada uno, en lugar de centrarnos en lo que nos irrita. Para Bill y Lynne Hybels, líderes de una de las mayores iglesias en los Estados Unidos, el hecho de discernir las diferencias en sus personalidades transformó su relación de irritación y frustración en una de comprensión y aprecio. Bill escribe acerca de su esposa: Lynne era más estructurada y organizada que yo. Yo prefiero una visión más espontánea de la vida, dejando que las cosas vengan y entonces ver qué hacemos. La necesidad que ella tenía de planificar me parecía encantadora . . . pero después de varios años de casados esta fascinación se convirtió en frustración. Comencé a resentirme de algunas de las cualidades que me habían atraído de ella al inicio de nuestra relación . . . esa forma de ser estructurada. Simplemente ella no podía vivir con incertidumbre. Siempre quería saber el plan de antemano—cómo, dónde iríamos de vacaciones, cuándo saldríamos y cuándo regresaríamos a casa—¡todo por adelantado! . . . Ahora he vuelto a mi posición inicial y tengo un profundo aprecio de las diferencias entre nosotros. Por ser Lynne introvertida, nuestro hogar es un lugar tranquilo y seguro. Es un refugio. Mi vida está llena, con multitud de gente . . . Necesito una esposa que sepa poner orden. Gracias a la preferencia que Lynne tiene por una vida estructurada, tenemos un hogar organizado. Tenemos ropa limpia, una dieta sana, un presupuesto equilibrado. Tenemos dos hijos que saben cómo sentarse y terminar sus deberes. Y debo admitir que algunas de nuestras aventuras han sido mejoradas por su detallado planeamiento. Muchas veces tuve la tentación de coger un martillo y un formón para esculpir una Lynne que fuese una réplica mía. Hasta lo probé de vez en cuando. ¡Gracias a Dios, no tuve éxito! Ahora me doy cuenta de que con uno como yo ya es suficiente en nuestro hogar.5 Lynne narra una parte de esta historia desde su punto de vista: He aprendido de Bill a aflojar un poco en lo que concierne a la organización. En general, todavía prefiero planificar de antemano y mantener una rutina y un orden, pero he descubierto que salpicarla con un poco de espontaneidad de vez en cuando puede ser divertido y mejora nuestras relaciones. Esto es especialmente cierto como padres. Algunos de los mejores momentos que he
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compartido con mis hijos fueron acontecimientos en los que me dejé guiar por corazonadas, momentos que me hubiese perdido si no me hubiera influenciado la actitud distendida de Bill hacia la vida.6 En el cuadro del final de este capítulo, hemos enumerado algunas de las áreas donde esposo y esposa pueden tener opciones diferentes. Hay que decidir en cada tema, cuánto puede cada cónyuge desplazarse a lo largo de la línea. Luego, hay que observar en dónde se difiere y preguntarse si esto causa problemas o no. Al final del cuadro hay un espacio en el que se pueden escribir otras áreas en las que haya diferencias entre los cónyuges. DISCUTIR LAS DIFERENCIAS EN CUANTO AL DINERO En cada punto del citado cuadro, sería fácil pensar que mi manera es la mejor y debería criticar a mi cónyuge por pensar en forma diferente. Esto parece aún más claro cuando hablamos de dinero. Quien tiene la tendencia natural a economizar, culpa a quien gasta naturalmente y asume que toda la virtud está de su parte. Nicky Sila y yo fuimos al matrimonio con actitudes muy diferentes en lo que concierne al dinero. Esto reflejaba la personalidad de cada uno, aunque probablemente, nuestros padres nos ayudaron a formar nuestros puntos de vista. Con el dinero, hay tres opciones; ahorrarlo, gastarlo o darlo. No teníamos ningún problema en ponernos de acuerdo en cuánto y cuándo debíamos darlo. En las otras dos opciones somos polos opuestos. Sila es buena para gastarlo y yo prefiero ahorrarlo. Recuerdo que cuando era niño, ahorraba las moneditas de plata de seis peniques. Finalmente descubrí que las monedas ya no eran válidas y que ¡mi alcancía llena no tenía ningún valor! Cuando éramos recién casados yo estaba empleado y Sila todavía era una estudiante. Cada mes yo le daba a ella una parte de mi salario para los gastos del hogar. Esperaba que ella evitara gastar más de lo debido. Esperaba en vano. Siempre guardé algo de dinero para pagar los gastos que ella hacía de más, pero mientras ella se culpabilizaba, yo me resentía por la evidente incapacidad de Sila para controlar lo que gastaba. Ambos pensábamos que yo era mejor que Sila con el dinero porque no lo gastaba tan fácilmente como ella. De repente, después de quince años de casados, me di cuenta de que yo estaba en un error. Comprendí que éramos mejores en aspectos diferentes. Sila es mejor en gastar: Ella es buena en calcular lo que se necesita cada semana, como también en comprar algo extra ocasionalmente, sorpresas para la familia y regalos para otros. Por el contrario, yo soy mejor en ahorrar. No me importa calcular cuánto tenemos (o no tenemos). Yo administro nuestros ahorros y me aseguro de que podamos pagar las cuentas. Desde entonces nos dimos cuenta de que nuestras diferentes tendencias son complementarias y el dinero ha dejado de ser una fuente de tensión. Discutiendo cuánto dinero debíamos ahorrar y cuánto podíamos gastar cada mes, hemos
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identificado aspectos en los que cada uno podría ayudar al otro. Sila me ha ayudado a no ser demasiado cuidadoso y a utilizar el dinero más libremente para beneficio nuestro y de otros. Como dinero semanal para sus gastos, nuestros hijos solían tener 1 penique por cada año de edad (el penique era la moneda más pequeña): 6 peniques cuando tenían seis años, 8 cuando tenían ocho años, etc. Yo no veía ningún problema con esto hasta que Sila me señaló que 10 peniques no iban a enseñarle a nuestra hija de diez años cómo utilizar bien el dinero. ¡Estoy contento ahora de que Sila, con el fuerte apoyo de los hijos, me persuadieran a cambiar! Por otro lado, me gusta pensar que he ayudado a Sila a guardar un control de nuestros gastos y a mantenernos dentro de un presupuesto. Ahora, en vez de guardar un dinero de reserva cada mes con la vana esperanza de que pudiéramos ahorrar para emergencias, le doy todo lo que hemos convenido gastar durante el mes y ella lo utiliza para lo que ve que necesitamos. Sila
A mí no me es fácil la disciplina presupuestaria. El hecho de que no me gustan los números tiene algo que ver con esto. No me describiré como extravagante y no me gusta mucho hacer las compras. Sin embargo, compro la mayor parte de las cosas que necesitamos para vivir como familia y me encargo de los extras para salidas o regalos. En general yo hago la mayoría de los gastos mientras que Nicky hace la mayoría de los ahorros. Esto sucedió sin planearlo. Cada mes me sentía culpable de sobrepasar los gastos (aún cuando estaba convencida de que no podíamos arreglarnos con menos) y Nicky se sentía frustrado por el hecho de que yo no lograba limitarme. Como a Nicky le costaba muy poco perdonar, no nos confrontamos con nuestras diferencias hasta que pasaron varios años de matrimonio. Finalmente tuvimos una conversación sincera sobre lo que sentíamos y sobre lo que podíamos hacer en esta situación. Desde entonces, nuestras funciones o responsabilidades han continuado siendo prácticamente las mismas, pero con la ayuda de Nicky comencé a planear por anticipado, y lo que es más importante, a decírselo cuando pensaba que había gastado más de la cuenta. Ahora me doy cuenta de que es mejor hablar de esto abiertamente, en lugar de esperar a que, de alguna manera, el problema se resuelva solo. En el pasado yo no entendía de dinero, le tenía respeto y no me gustaba hablar sobre ello. Reconocer mi debilidad y estar dispuesta a hablar sobre la situación financiera ha representado una gran diferencia sobre mis sentimientos.
Como las finanzas son la mayor fuente de tensión en los matrimonios, cada pareja necesita hablar sobre el uso del dinero. Esto parece obvio, pero es increíble y absurdo ver qué pocas parejas lo hacen. A menudo las parejas tienen prioridades distintas para gastar el dinero, así que es importante planificar de antemano y ponerse de acuerdo en asignar una cierta suma a
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cada partida. Puede ser de ayuda mantener cuentas separadas: una cuenta conjunta para los gastos del hogar, las facturas y otras necesidades; cuentas separadas para comprar regalos el uno al otro y otros gastos no esenciales. De este modo, cada miembro de la pareja tendrá un espacio donde tomar sus propias decisiones. Si encontramos difícil no sobrepasarnos, debemos pagar al contado, evitando utilizar las tarjetas de crédito. (Si un miembro de la pareja tiene problemas serios en este sentido o están muy endeudados, debe buscar ayuda. Hemos incluido al final del libro tres recursos de ayuda). Si por el contrario, reconocemos que somos demasiado cuidadosos con el dinero, entonces deberíamos ponernos de acuerdo en asignar una cantidad para diversiones, salidas con amigos, visitas en casa, regalos, obras de caridad, etc. Cuando un miembro de la pareja trabaja mientras el otro está en casa, resulta fácil a quien gana el sueldo pensar, “Me consumo ganando el dinero y todo lo que hace es gastarlo.” Claro que el otro miembro de la pareja que no recibe “paga” también se está consumiendo trabajando en casa. En esta situación puede haber fácilmente malentendidos acerca de la vida diaria de cada uno. “Todo lo que haces es estar todo el día sentado en casa,” puede ser contraatacado con, “Todo lo que haces es salir a almorzar con otros.” El matrimonio debe estar basado en la comprensión de que todo lo que tenemos, incluyendo los salarios o ganancias, pertenece a ambos. Tanto el hombre como la mujer deben estar al tanto de la verdadera situación financiera. Si un miembro de la pareja ignora el ingreso financiero o el monto de los ahorros o la extensión de las deudas, esto puede ser la causa de graves problemas, no sólo en cuanto a los gastos, sino también a sentimientos de decepción y traición. Necesitamos determinar juntos, cómo vamos a utilizar el dinero. Una buena idea es establecer un límite de cuánto puede gastar cada uno de nosotros en un artículo o en una actividad, sin consultarlo antes con el otro. Una pareja en el Curso para Matrimonios nos contó que discutían constantemente por la forma en que gastaban el dinero. La esposa no sabía cuánto dinero tenían, sin embargo el esposo le reprochaba regularmente que gastara demasiado. Hace dos años establecieron juntos un presupuesto detallado, decidiendo ambos cómo utilizarían el dinero y asegurándose de que sus gastos estaban balanceados con sus ingresos. Aunque antes era él quien guardaba un registro de las cuentas (hechas al azar) acordaron que ella estaba más capacitada para esta tarea. Desde entonces no han tenido ni siquiera una pelea por los asuntos financieros. El hablar sobre las finanzas puede acercarnos mutuamente, pero la falta de comunicación lleva a la falta de entendimiento y al resentimiento que nos distanciará. Para ayudarnos a tomar decisiones bien informadas, hemos incluido un apéndice sobre cómo hacer un presupuesto. El hecho mismo de hacerlo juntos, nos permitirá hablar como pareja sobre nuestros temores y frustraciones en cuanto al dinero se refiere, y nos ayudará a reconocer nuestros respectivos puntos fuertes y débiles. MANTENER EL SENTIDO DEL HUMOR
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De las diferencias entre nosotros surge el conflicto o la variedad. Apreciar nuestras diferencias significa continuar disfrutando del hecho de que cada uno es único. Para la mayoría de las parejas, cuando empiezan a salir juntos, la risa es una parte, a veces importante, en su relación. Les divierte aquellos comportamientos y aspectos de la personalidad de cada uno que son diferentes a los propios, y a medida que su relación se desarrolla, empezarán a menudo a reírse de esos rasgos individuales del carácter. Las bromas al respecto aumentan el disfrute y el aprecio mutuo. Esto es lo opuesto a las burlas pesadas y crueles que buscan poner en ridículo y humillar. Las bromas suaves, afectuosas expresan una intimidad creciente en el matrimonio: nuestra risa mutua marca el territorio exclusivo de nuestra relación, un lugar para chistes privados, recuerdos cómicos compartidos y una historia de vida de humor recíproco. Todo esto previene el tomarnos a nosotros mismos demasiado en serio y evita que nuestra relación se torne demasiado intensa y pesada. En su encuesta a cincuenta familias felices, en la que buscaba descubrir los factores en común que hacen que un matrimonio perdure, Judith Wallerstein identifica el humor como un ingrediente clave: Una y otra vez estos matrimonios felices dijeron que la risa era uno de los lazos más importantes que les unían. Muchos utilizaron la palabra “cómico” para describir a su pareja. Pero al decir “humor” y “cómico,” hablaban de algo más profundo que los últimos chistes de moda. Se referían a una forma íntima de relacionarse: discretas, bromas espontáneas que les mantenían conectados.7 Continuar disfrutando de nuestras diferencias y hacernos bromas mutuamente de forma cariñosa y respetuosa conservará la risa y el humor vivo en nuestro matrimonio. Esto es lo opuesto a dar por descontado al otro y ayudará a poner en perspectiva muchas de las pequeñas molestias de la vida. Cuando se le preguntó a Joan Erikson qué factor consideraba más importante y que le había permitido mantener su matrimonio con el psicoanalista Erik Erikson durante sesenta años, respondió sin dudar, “El sentido del humor. Sin humor, ¿qué es lo que tienes? El humor es lo que mantiene todas las cosas en su sitio.”8 ESTAR DISPUESTOS A CAMBIAR Si bien no podemos cambiar nuestra propia personalidad, ni la de nuestra pareja, podemos cambiar nuestros hábitos y comportamientos. En realidad el matrimonio requiere que hagamos ese cambio para que nuestras metas coincidan. De nada sirve decir, “Es que yo soy así.” Al resolver nuestras diferencias, hay un principio simple pero importante para tener un matrimonio feliz: Podemos cambiarnos a nosotros mismos, pero no podemos cambiar al otro. Los ajustes necesitan continuar a través de la vida matrimonial. Richard Selzer, un
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cirujano, describe así lo que esto puede significar: Estoy al pie de la cama donde yace una mujer joven, con su rostro postoperatorio y con su boca torcida por la parálisis, como un payaso. Ha sido necesario cortar una pequeña ramificación del nervio facial, la de los músculos de su boca. Ella quedará así de ahora en adelante. El cirujano ha seguido con fervor religioso la curva de su carne, os lo aseguro. Sin embargo, para quitar el tumor de su mejilla, he tenido que cortar un pequeño nervio. Su joven esposo está en la habitación. Está de pie, en el lado opuesto de la cama y juntos parecen permanecer en la penumbra de la luz nocturna, aislados de mí, en privado. “¿Quiénes son?” me pregunté. “¿Él y esta boca cómica que yo he hecho, que se miran y tocan mutuamente con tanta avidez?” La joven mujer pregunta, “¿Quedará siempre así mi boca?” Yo contesto, “Sí. Es que hemos cortado el nervio.” Ella asiente con la cabeza y permanece en silencio, pero el joven sonríe, “Me gusta,” le dice. “Te queda bien.” Y de golpe sé quién es él y desvío mi mirada, porque uno no es atrevido al encontrarse con un dios. Haciendo caso omiso, él se inclina para besar su boca torcida, y yo, tan cerca, puedo ver cómo tuerce sus propios labios para acomodarlos a los de ella, para mostrarle que el beso todavía funciona. Entonces recuerdo que en los tiempos antiguos los dioses aparecían como mortales y mantengo mi respiración, quedándome maravillado.9 Cuando tanto el esposo como la esposa están dispuestos a aceptar los inconvenientes del cambio, el matrimonio tiene posibilidades de avanzar. Cuando ambos escogen cambiar juntos, un matrimonio estático y estancado puede descubrir un nuevo e incitador horizonte. Nancy, cuyo matrimonio con Ric estuvo al borde del desastre, describió la más importante percepción que obtuvo de esta experiencia: . . . una relación no funcionará si tratas de hacer que el otro encaje en tu manera de pensar. Para hacer que el matrimonio tenga éxito, no se trata de tolerar las diferencias de tu cónyuge, sino de atesorarlas.10 Marca en la línea con tu inicial, dónde sitúas tus distintas preferencias. Por ejemplo: (N = Nicky; S = Sila)
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9 Enfocar el asunto
Habla cuando estés enojado y harás el mejor discurso que siempre lamentarás. ANÓNIMO
En El amor en tiempos del cólera, Gabriel García Márquez retrata un matrimonio que se desintegra por causa de una pastilla de jabón. El esposo siente que su esposa le ha fallado soberanamente olvidando reponer el jabón y comenta en tono acusador, “Me he estado bañando casi una semana sin jabón.” Ella niega vigorosamente este error, así que durante los siguientes siete meses duermen en habitaciones separadas y comen en silencio. “Aún cuando eran ancianos y apacibles,” escribe García Márquez, “tenían sumo cuidado de no recordar este episodio, porque las heridas apenas cicatrizadas podrían comenzar a sangrar nuevamente como si sólo hubiesen sido infligidas ayer.”1 Cuando surge el conflicto es demasiado fácil retirarse enfurruñados y silenciosos, construyendo un muro que se agranda cada hora, día, semana, mes y año. O, alternativamente, comenzamos a atacar por todos los frentes—mar, tierra y aire— tratando de debilitar la posición de nuestro compañero y persuadirle para que se rinda. Esto puede llevar a un abuso verbal o aún físico, al tratar de forzar a que el otro se someta a nuestro punto de vista.
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Cualquiera que sea nuestra tendencia, el siguiente consejo nos ha ayudado a enfrentar nuestro punto de conflicto concentrándonos en el asunto en lugar de atacar al otro. El objetivo es prevenir ciertas zonas de discordia que afectan a toda nuestra relación. NEGOCIAR NUESTRAS DIFERENCIAS Habrá momentos en todos los matrimonios, cuando nuestras diferentes maneras de ver las cosas requerirán discusión.
Nicky Una de las diferencias entre Sila y yo es el tiempo que nos damos para tomar un tren o un avión. Si se la deja sola, Sila llegaría con tiempo suficiente para tomar el vuelo o el tren anterior. Yo por mi parte prefiero “darle una oportunidad” al tren o al avión y llegar con el tiempo justo para la hora exacta de la partida. De otro modo, siento que estoy desperdiciando un tiempo útil que podría usarse mejor. Sila puede disfrutar el tiempo de espera en una estación o en un aeropuerto hablando, observando a la gente o leyendo una revista. Durante muchos años no discutimos las razones de nuestras distintas preferencias, pero éramos conscientes de que los viajes estaban siempre precedidos por algunos de los momentos de mayor estrés en nuestro matrimonio. Era obvio que necesitábamos hacer algunos cambios.
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¿Qué hacemos cuando nuestro comportamiento es incompatible? Hay cuatro opciones principales: atacar, rendirnos, regatear o negociar. Algunas personas atacan, tratando de forzar a su pareja a aceptar su forma de pensar. Esto no dará resultado. Las reacciones más comunes frente a la coacción son, o bien ponernos a la defensiva y plantarnos de brazos cruzados, o cooperar externamente mientras hervimos por dentro. Otros se rinden: dejan que su esposo o esposa lo hagan todo a su manera y nunca expresan sus puntos de vista. Esto tampoco es saludable y no producirá un compañerismo dinámico. Aún otros regatean, tratando de encontrar un punto medio, “Yo cedo un poco si tu cedes otro poco.” La dificultad aquí está en el hecho de que dependemos de la respuesta de nuestra pareja. Cuando miramos al matrimonio como un “dar y recibir” en proporciones iguales, nos enfocamos fácilmente en lo que estamos dando y en lo que nuestro cónyuge está recibiendo. Y cada uno de nosotros tenemos nuestra propia percepción de dónde está el punto medio. Si sentimos que nuestra pareja no está dando su parte, dejamos de dar la nuestra. La cuarta y mejor manera es negociar nuestras diferencias. Esto requiere que ambos estemos dispuestos a acercarnos mutuamente. A diferencia del ataque que está “centrado en mí,” o del rendirse que está “centrado erróneamente en ti,” o el regateo que también está “centrado en mí,” la negociación está “centrada en nosotros.” Ambos estamos preguntándonos, “¿Cuál es la mejor solución para los dos?” A veces el esposo dirá, “Necesito cambiar.” A veces la esposa dirá, “Necesito hacer las cosas de forma diferente.” Generalmente ambos necesitarán hacer ajustes.
Nicky
A veces logramos reducir la tensión antes de los viajes teniendo una conversación por adelantado sobre la hora en la que deberíamos salir, dejándonos suficiente tiempo para evitar carreras. Generalmente yo tengo que luchar contra mi instinto de que estoy perdiendo el tiempo al llegar temprano y Sila debe a veces ajustar su preocupación excesiva para evitar que
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tengamos que esperar demasiado.
La negociación es una habilidad que se puede aprender y practicar escogiendo adherirse a ciertos principios básicos. ENCONTRAR EL MEJOR MOMENTO Un estudio hecho por Relate (agencia británica de Consejería conyugal) revela que “La mitad de las discusiones entre las parejas tienen lugar por la noche y una cuarta parte de los encuestados admiten que discuten en los momentos de estrés anteriores a una ocasión especial.”2 Unos amigos íntimos nos comentaron una regla simple pero altamente efectiva que se impusieron en su matrimonio. La denominan la regla de las 10 en punto. La regla especifica que si después de las 10 de la noche ha surgido un desacuerdo entre ellos y hay fuertes emociones que surgen, tanto uno como el otro tienen el derecho de posponer la discusión para un momento más favorable. Nosotros adoptamos enseguida una regla similar. Reconocimos que la mayoría de nuestras discusiones ocurrían ya entrada la noche cuando el cansancio distorsiona más nuestra perspectiva. En esos momentos nos resulta más difícil escuchar y contemplar el punto de vista de cada uno. La regla de las 10 en punto requiere un gran control, pero previene el desarrollo de muchos desacuerdos por argumentos fútiles y dañinos. En general no hay un tiempo perfecto para airear nuestras ofensas o diferencias de opinión, pero es bueno determinar los momentos que hay que evitar. Estos incluirán los minutos previos antes de irse a trabajar o prepararse para salir. El tiempo a veces pone sobre cada uno una mayor presión para persuadir al otro sobre el propio punto de vista y una proporcional mala voluntad para no escucharnos mutuamente. Hemos tratado de evitar el uso de nuestro “tiempo juntos” semanal como oportunidad para solventar nuestras diferencias. Supimos de unos esposos que llegaron a temer la salida semanal, ya que temblaban a la espera de saber ¡qué es lo que habían hecho mal esa semana! El beneficio de este tiempo semanal juntos se perderá si no es un momento de disfrute para ambos. ESTAR LISTOS PARA ESCUCHAR Un desacuerdo, en lugar de ser visto como el problema de nuestro cónyuge, deberíamos percibirlo de forma tal que fuese un problema conjunto para el cual necesitamos buscar juntos una solución. Llegar a un acuerdo puede requerir hablar claramente, pero en lugar de pelearnos, estamos del mismo lado al abordar una dificultad que ambos tenemos. A menudo es una buena ayuda el escribir una lista de todas las soluciones posibles y luego sopesar juntos las cosas en contra y a favor de cada solución. Escuchar es vital. En un desacuerdo acalorado, queremos instintivamente asegurarnos de que nuestro cónyuge ha comprendido realmente nuestro punto de vista,
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pero no nos sentimos tan entusiasmados cuando se trata de comprender el suyo. Al escuchar mutuamente la perspectiva de cada uno, a menudo podremos ver una forma de avanzar que no es ni la nuestra ni la suya, sino una nueva. ESTAR PREPARADOS PARA EXPRESAR NUESTRA OPINIÓN Si bien el conflicto hace que algunas personas levanten la voz y discutan, otras se callan y se retiran. Estos últimos tal vez guarden la paz, pero esa actitud no sirve para construir intimidad en el matrimonio. Mientras los extrovertidos necesitan a menudo aprender a controlar la expresión de sus sentimientos y aprender a escuchar, los introvertidos necesitan estar preparados para expresar sus opiniones y aprender a ser abiertos sobre sus sentimientos.
Una mujer llamada Jane, logró esa confianza cuando ella y su marido Rick se convirtieron al cristianismo: Durante los primeros años de mi matrimonio fui muy pasiva y complaciente; raramente exponía mis opiniones. A través de mi relación con Dios he logrado una nueva confianza en mí misma que me permite expresarme más libremente. Tampoco temo que Rick me deje si la relación se torna difícil, como solía temer. Sé que podemos afrontar nuestras diferencias y eso me da la libertad de discrepar con él. Soy más firme pero juzgo menos. La forma en que manejamos el conflicto ha cambiado . . . No dejo más que se acumulen las cosas; nuestra relación es más honesta y las diferencias pueden ser aireadas.3 EVITAR ACUSACIONES Unas semanas antes de nuestra boda, el ministro religioso que nos casó nos dio un buen consejo. Veinticuatro años más tarde seguimos recordándolo: En el matrimonio hay dos frases que deben evitarse a toda costa: “tú siempre” y “tú nunca.” En aquel momento, la sabiduría que contenía esa simple regla no fue evidente, pero
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llegamos a ver cómo en una batalla acalorada esas dos frases pueden utilizarse fácilmente como etiquetas para denigrarnos mutuamente: “Tú nunca levantas un dedo para ayudarme.”
“Tú siempre regresas tarde a casa.” “Tú nunca piensas en otro excepto en ti mismo.” “Tú estás siempre hablando por teléfono.” Si nos encontramos diciendo “nunca” o “siempre” en medio de un conflicto, probablemente hemos dejado de enfocar el asunto y comenzado a atacar el carácter del otro. La utilización del tú con “nunca” o “siempre” es una combinación explosiva. Frases que comiencen con Yo o A mí, y que expresan nuestros propios sentimientos, son más productivas que acusar a nuestra pareja. Las frases anteriores podrían expresarse como sigue: “Estoy cansada y realmente apreciaría tu ayuda en la casa.” “Me siento sola y te echo de menos cuando vienes tarde por la noche.” “Estoy disgustado porque cuando estamos juntos, no estás interesada en mí.” “Me siento mal cuando pasas tanto tiempo al teléfono en lugar de hablar conmigo.” El hablar de esta manera muestra amabilidad, un componente vital del amor. Los desacuerdos pueden ser fácilmente una especie de refriega con espadas, sólo que las palabras ofensivas dejan heridas más profundas y que tardan más en sanar que los cortes físicos. La periodista, comentarista radiofónica y escritora Libby Purves subraya esto firmemente al citar a una joven esposa, Maureen, conocida suya: “Una vez mi esposo me dijo que yo era egoísta, estúpida, gorda, y una perra frígida. Admito que yo acababa de decirle cosas peores, pero cuando dijo que yo era frígida, eso no lo pude olvidar. Ahora, cada vez que hacemos el amor viene a mi mente que eso es lo que él piensa de mí. Por eso ya dejé de confiar en él.” También, aunque es delgada, está haciendo un régimen excesivo para adelgazar más, porque él la llamó “gorda” cuando la insultó. Está muy bien decir “no lo creía” o “no quise decirlo” pero en esas circunstancias la víctima lo rumia: ¿qué es lo que le ha hecho decir eso? La excusa de que la gente enojada “siempre dice cosas que no siente” tiene como contrapartida a quiénes dicen que “solamente
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cuando estás enojado te animas a decir lo que realmente piensas.” La mayoría de nosotros recordamos bastante bien lo que se nos ha dicho en momentos de ira.4 Debemos tener cuidado en no sacar a relucir incidentes del pasado ni de hacer comentarios personales crueles; de igual manera, si los comentarios de nuestra pareja nos han herido, debemos resistir la tentación de hacer lo mismo. Moderarse y contenerse, es parte del precio del verdadero amor. Ninguna diferencia de razonamiento, no importa lo fuerte que la sintamos, es más importante que nuestra relación matrimonial. La Biblia señala la potencia de nuestras palabras para herir o para sanar: “Sed gentiles en vuestro hablar. La meta es sacar a la luz en conversación lo mejor en los demás, no rebajarles, no reducirles” (Colosenses 4:6). “Haced lo más claro posible que estáis de su lado, trabajando con ellos y no contra ellos” (Filipenses 4:5).5 En ningún lugar esto es más importante que en el matrimonio. ESTAR PREPARADOS PARA RETROCEDER Pocas cosas resultan más difíciles que admitir que estamos equivocados. Queremos justificarnos desesperadamente para mostrar que tenemos razón y reivindicarnos. Rob Parsons describe este proceso: Cada uno de nosotros tenemos lo que llamaría un “abogado interno,” un abogado escondido dentro de nosotros que salta en nuestra defensa cada vez que estamos en una situación de conflicto. Este orador elocuente está siempre preparado para presentar a nuestra mente los mejores argumentos a nuestro favor . . . Se nos describe como sensatos, lógicos y atentos—mientras que la otra parte aparece como delirante e irrazonable . . . Para cuando este abogado retoma su lugar, estamos totalmente justificados; el jurado ha dado su veredicto: “Inocente.” Y todo estaría bien si no fuera por el hecho de que en ese mismo momento, no muy lejos de allí, el abogado de la otra persona está terminando su discurso e, increíblemente, obteniendo el mismo veredicto.6 Ganar un argumento puede resultar contraproducente. Quienes se manejan bien con las palabras, con las que pueden rebajar o hacerle sentir estúpido al otro, encontrarán que la habilidad de ganar es, a largo plazo, una desventaja. Muy a menudo sentimos que admitir nuestro error nos pone en una situación de debilidad. Pero, cuando decidimos que no tenemos que ganar siempre y por el contrario tratamos de ver las cosas desde el punto de vista de nuestra pareja, no necesitaremos más defender nuestra opinión. Como dice el libro de los Proverbios, “Iniciar una pelea es como romper una represa; vale más retirarse que comenzarla” (Proverbios 17:14). Dar
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marcha atrás y si es necesario, pedir perdón, dañará nuestro orgullo pero ganaremos en felicidad en nuestro matrimonio. Si encontramos difícil perder un argumento, deberíamos probarlo más a menudo y ver lo que sucede. AFRONTAR JUNTOS EL ASUNTO Los padres de Martín se separaron cuando él era pequeño. Su padre vivía en el extranjero y su madre se volvió alcohólica. A la edad de siete años Martín fue enviado a un internado. A menudo sus padres olvidaban su cumpleaños y tenía suerte si recibía un regalo de ellos para Navidad. De vez en cuando había algún detalle, pero ciertamente nunca estaba envuelto. Con la adaptabilidad que es tan sorprendente en los niños, Martín aceptó sus circunstancias y se acostumbró a la vida escolar. Cuando fue adulto, tuvo dificultad para establecer relaciones duraderas. Pero en una ocasión se enamoró locamente y se casó soñando que su vida de pareja y de familia rescataría y sanaría todas las miserias y fracasos del pasado. Su esposa Lucy venía de una familia muy unida y ella idolatraba a sus padres. En particular le encantaba la forma en que siempre había celebrado los cumpleaños y la Navidad con tantos misterios y diversión: las sorpresas, los regalos, todas las tonterías y secretitos. Pocos meses después de casada llegó la fecha de su cumpleaños. Martín le preguntó qué es lo que le gustaría recibir. Ella dio algunas sugerencias, esperando que él también pensara en algunas sorpresas. Él compró dos de los objetos de la lista y los dejó sin envolver dentro de la bolsa de plástico sobre el refrigerador. Él pensó que estaba haciendo algo especial para ella—nunca nadie le había traído a él dos regalos caros para un cumpleaños. Tres días antes de su cumpleaños ella vio los dos objetos sobre el refrigerador, sin envolver y se sintió confusa y no querida, pero guardó en su interior estos pensamientos. ¿Qué podía decir? Llegado el día, se despertaron—no había una tarjeta, ni desayuno en la cama, ni flores. Luego, justo antes de salir para el trabajo, Martín buscó los dos regalos (todavía en la bolsa de plástico sobre el refrigerador) y sonriendo, se los dio a su mujer. Ella estalló en sollozos y salió corriendo de la casa. La relación nunca se recuperó de los hechos de aquella mañana. Nunca lo hablaron. Lucy supuso que él no la amaba o que era por naturaleza egoísta e indiferente o posiblemente ambas cosas. Martín notó que Lucy actuaba fríamente hacia él y supuso que simplemente su amor había mermado. El rechazo mutuo se estableció en sus vidas. Para Martín y Lucy siguieron años de tristeza con malentendidos similares que no se aclararon hasta que finalmente se divorciaron. ¡Qué tragedia originó ese fatal día del cumpleaños de Lucy, al no ver la necesidad de enfrentarse juntos al asunto! Podrían haber escuchado las experiencias que cada uno había tenido en sus cumpleaños como niños. Podrían haber expresado sus puntos de vista, sus sentimientos, sus esperanzas y sus decepciones. Habrían comprendido que existía solamente una situación que causaba conflicto en su pareja ese día. ¡Lo podrían
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haber resuelto tan fácilmente! En lugar de ello, se convirtió en el primer borrón de sus relaciones, que luego se expandió, como tinta en papel secante, hasta oscurecer y destruir su matrimonio. Si hay elementos no resueltos en el matrimonio, hay que hacerse las siguientes preguntas: 1. ¿Cuál es el elemento principal que causa conflictos? 2. ¿Cuándo sería el mejor momento para hablar de ello? 3. ¿Hemos escuchado el punto de vista de cada uno? 4. ¿Cuáles son las soluciones posibles que podamos imaginar juntos? 5. ¿Qué solución trataremos de implementar primero?
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10 Centrar nuestras vidas
El matrimonio: una invención absurda que solamente puede existir por la infinita gracia de Dios. GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ1 Querido Dios, apuesto a que es muy difícil para ti amar todo en todas las personas del mundo. ¡Somos sólo cuatro en mi familia y yo nunca lo puedo hacer! DAN2
Dan está en lo cierto. El conflicto es inevitable con quienes están más cerca de nosotros y no siempre es fácil encontrar el amor que necesitamos. La mayoría de los matrimonios pasan por tiempos de sequedad. En nuestra propia pareja hemos descubierto que la presencia de Dios es una fuente de vida. Cuando ambos, esposo y esposa, colocan sus vidas en las manos de Dios y le piden que Él esté en el centro de su matrimonio, las relaciones son regadas desde el interior y alimentadas de una fuerza externa. Para algunos, la presencia de Dios en el matrimonio permite restablecer la confianza; para otros una preocupación amorosa remplazará al egoísmo; y hay para quienes las pautas de comportamiento destructivo serán transformadas. David y Ana se conocieron cuando ambos tenían quince años y comenzaron a salir juntos a los dieciocho. Después de diecisiete años de casados y teniendo dos hijos adolescentes, Ana estaba a punto de abandonar. David, que venía de una familia con dificultades se dio a la bebida para escapar de las presiones de su trabajo. En sus propias palabras, “No tenía ningún otro recurso donde acudir. Tenía debilidades a las que no lograba hacer frente. Parecían más fáciles después de una o dos copas.” El matrimonio se derrumbaba. El temperamento cambiante de David y su mal genio terminaban en críticas y en gritos mutuos. Ana defendía su posición pero la forma en que él la ridiculizaba socavaba totalmente su papel como esposa y madre. Se habían perdido el respeto mutuamente. Ambos se sentían aislados. En abril de 1996 David fue invitado a participar en un curso Alpha—un curso de diez semanas diseñado como introducción práctica a la fe cristiana.3 Había comenzado recientemente un nuevo trabajo, pero sabía que fallaría el examen médico y perdería el
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trabajo si no dejaba de beber. En la tercera semana del curso, su desesperación le llevó a confiarse a algunos de los dirigentes del mismo. Ellos prometieron orar con él y esa noche David puso su futuro en las manos de Dios, rogándole su ayuda. No estaba preparado para el cambio y se sorprendió que a la hora del almuerzo del día siguiente no tuviera deseos de beber. Normalmente hubiese estado desesperado por tomar un trago a las 11:30 horas y hubiese necesitado varias copas a la hora de la comida que le permitieran hacer frente al resto del día. Milagrosamente su adicción desapareció, sin dejar ningún efecto físico secundario. David comenzó a orar por Ana y para que su matrimonio se sanase. Aún cuando Ana desconfiaba de la relación de David con la iglesia y se burlaba de ello, tanto ella como los hijos notaron la diferencia. David no respondía cuando ella lo criticaba y Ana sintió que él comenzaba nuevamente a interesarse por ella. Ana se inscribió en el siguiente curso Alpha, principalmente para averiguar qué le había sucedido a David. Siendo un testigo constante del profundo cambio en él, su comprensión del cristianismo aumentó y su confianza en David se vio restablecida. Ana recuerda que “hubo un perdón total, sin palabras entre nosotros.” En el curso, en lugar de atacarse mutuamente, comenzaron a conversar juntos sobre los temas que surgían semana tras semana. A veces se llamaban por teléfono durante el día para decirse el uno al otro una nueva idea que se les había ocurrido. El amor estaba regresando a su matrimonio, afectando en forma creciente a su hogar y a sus hijos. “David me cortejaba de nuevo,” dijo Ana, “y la segunda luna de miel fue aún mejor que la primera.” Para David, “Nuestro amor se arraigó más profundamente. Yo no recaí, y la novedad y frescura no se fueron como antes.” Hay momentos en los que David y Ana se irritan mutuamente, pero ya no aparecen las antiguas pautas de comportamiento que buscaban vencer al otro, para apuntarse un tanto. Ahora tienen a alguien a quien dirigirse. David resume la diferencia, “Somos más moderados tratando de no responder cuando nos sentimos atacados injustamente. No estoy siempre a la defensiva. He comenzado a pensar que tengo valor—sin necesidad del alcohol. Antes de ser cristiano, yo era como un misil sin dirección fija. Ahora tengo esta influencia estabilizadora interior—como un giroscopio.” Ana lo expresa así, “Cuando uno de nosotros se siente perdido, abrimos la Biblia y oramos para colocar nuevamente a Dios en el centro de nuestras vidas. Él nos llena de amor para continuar con nuestro matrimonio.” Dios es el sanador final del conflicto. Conocemos a muchas parejas como David y Ana, y Jaime y Ana (mencionados en el capítulo 3) que no estarían juntos si no fuese porque Dios está en el centro de sus matrimonios. Ya sea porque tengamos enormes obstáculos que afrontar o simplemente pequeños asuntos de la vida cotidiana, el tener a Dios en el centro de nuestras vidas constituye una enorme diferencia. Sugerimos cuatro razones que muestran por qué esto es así. EL MATRIMONIO ES UN DON DE DIOS
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Cuando Adán vio a Eva por primera vez, dijo, “Ésta sí es hueso de mis huesos, y carne de mi carne” (Génesis 2:23). Hermosas palabras que expresan identificación, intimidad, celebración y un sentimiento de culminación. A menudo, sin darnos cuenta, después de varios años o incluso meses de casados, nos encontramos con que criticamos y analizamos mutuamente las faltas del otro. En cambio, si nos concentramos en lo bueno que es tener el compañerismo mutuo y en tratar de ver los puntos fuertes de cada uno, dando gracias a Dios por ellos, nuestro amor se fortalecerá. Nuestros pensamientos nunca deben centrarse en, “¿Por qué me casé con mi esposo o esposa en lugar de con cualquier otro?” En cambio, al dar gracias a Dios regularmente por nuestro esposo o esposa, nuestro aprecio mutuo crecerá. La crítica y la ingratitud sólo subrayan los puntos débiles del otro. Cuando percibimos a nuestro esposo o esposa como un don de Dios, permanecemos agradecidos el uno al otro. LA BIBLIA EXIGE RESPETO MUTUO Las enseñanzas de Jesús sobre el matrimonio fueron dadas en una época en que la mujer era considerada inferior y se esperaba que el hombre impusiera su voluntad sobre ella. Bajo la ley romana, los esposos tenían derechos totales sobre su casa: su esposa, sus hijos, sus esclavos. Su esposa no tenía ninguna protección contra el abuso que la superioridad física del esposo le permitía. Así que las enseñanzas del Nuevo Testamento fueron revolucionarias, “Esposos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella” y “Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo” (Efesios 5:25, 28). Las instrucciones de Pablo reflejan el extraordinario respeto y preocupación que Jesús demostró hacia las mujeres. En una ocasión, contra la opinión de la muchedumbre, Jesús aceptó y perdonó a una mujer arrestada por cometer adulterio (Juan 8:1-11). En otra ocasión leemos que, rompiendo con las tradiciones sociales, habló en público con una mujer desconocida (Juan 4:4-10). En una cena, y para escándalo de sus anfitriones, le permitió a una prostituta regar con lágrimas sus pies, ungiéndolos con perfume y secándolos con su cabello (Lucas 7:36-50). Jesús dio a los hombres y a las mujeres el mismo valor. La expansión de las creencias y enseñanzas cristianas en Europa afectó profundamente a las relaciones matrimoniales. Seguir el ejemplo de Jesús significa respetarse mutuamente y valorar las opiniones de cada uno. Esto elimina la posibilidad de que uno de los dos anhele imponer su voluntad en decisiones que afectan a ambos. DIOS ES LA FUENTE DEL AMOR Mucha gente se casa con expectativas poco realistas sobre su esposo o esposa: esperan encontrar en el otro la respuesta a todas sus necesidades; que su inseguridad será resuelta a través del amor seguro e incondicional del cónyuge; que su vida le dará un propósito y
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significado final a través de esa relación. Pero la experiencia nos demuestra que otra persona nunca puede satisfacer esas necesidades. Sólo Dios puede hacerlo.
La persona que se casa esperando que su esposo o esposa pueda satisfacer sus más profundas necesidades, terminará defraudada. Las expectativas poco realistas pueden llevar a un camino vertiginoso hacia abajo con demandas seguidas de culpabilidad, como se muestra en el diagrama en la página 155. La Biblia nos anima a mirar hacia Dios con grandes expectativas y clamar a Él por el amor, la paciencia, la esperanza, el perdón, la fortaleza (o cualquier otra cosa) que nos haga falta. Podemos extraer de sus recursos ilimitados y encontrar en su inagotable amor la seguridad y significado que ansiamos. La pauta cristiana es recibir amor por medio de una estrecha relación personal con Dios y luego dar ese amor a otros. Recientemente supimos de una pareja llamados Guillermo y Débora que viven en Irlanda del Norte. Se casaron hace ocho años y ninguno de ellos tenía creencias religiosas. Su matrimonio era una pesadilla. En 1994 la madre de Guillermo murió de cáncer y el padre en un accidente. Guillermo se expresa como sigue, “Cuando murió mi padre, decidí que nunca más iba a dejarme herir de esa manera e hice una decisión consciente de endurecerme y no permitir que nadie se me acercara. Llegué al estado de ser realmente una persona horrible. . . . Tenía mal genio y no era fácil para nadie.” En 1996 murió la madre de Débora y Guillermo no podía ni quería ayudarle en su duelo. “Pensé, ‘Débora no me fue de gran ayuda cuando mis padres fallecieron, así que ¿por qué debería ayudarle yo ahora?’ Esto significó que Débora no pudo compartir para nada sus sentimientos. En cambio, yo comencé a culparle porque toda la familia se estaba desintegrando.” En 1999, se fueron a París en un vano intento de restaurar el amor en su matrimonio, pero descubrieron que ya no podían ni hablarse. Débora dijo, “Nuestra relación estaba llegando a su fin. Todo estaba decayendo rápidamente y yo no podía detener la caída y Guillermo tampoco.” Según Guillermo, “Yo sabía que quería a Débora pero era una pendiente hacia abajo. Estábamos cayendo sin control. Había sólo una salida—la separación.”
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Fue entonces cuando se encontraron con un matrimonio cristiano que les invitó a participar en un curso Alpha en su hogar. Para su sorpresa, Guillermo y Débora lo encontraron fascinante y se interesaron más y más en lo que escuchaban. Guillermo describe lo que sucedió después de la tercera semana del curso, cuando Débora ya había entregado su vida a Cristo, “Le dije a Débora, ‘Yo quiero ser cristiano desde esta noche.’ Y eso fue lo que sucedió. “Me senté en la cama y dije, ‘Señor, he vivido en el mundo durante treinta y dos años sin ti y acabo de oír acerca de ti por primera vez. Estoy tan sumamente triste por todas las cosas malas que he hecho en mi vida. Te necesito porque estoy perdido sin ti.’ “A medida que transcurrieron las semanas, comencé a perdonar a todos los que me habían hecho daño y sentí que la amargura se iba de mi corazón.” Débora describe el efecto sobre sus relaciones, “Después de esto, nuestro matrimonio comenzó a mejorar. Sentí que habíamos comenzado de nuevo y que todos los años anteriores no valían nada. Sentí como si no hubiese vivido. Sentí como si abriera mis ojos por primera vez. “En cuanto a Guillermo, era como una nueva persona—más amante, más cuidadoso y me enamoré de él completamente de nuevo.” Débora continúa, “Antes de hacer el curso, sentía que había estado sin amor por tanto tiempo, que no podía dar amor ni quería recibirlo de nadie. Después sentí que iba a estallar si recibía más amor.” Guillermo concluye, “Lo que Dios ha hecho en mi vida es sorprendente. Yo era la persona más ruda que podríais haber encontrado y Él entró en mi vida y la cambió totalmente. La paciencia no era una de mis virtudes—no la tenía—pero ahora parece que tengo mucha. Rara vez me enfado. No levanto la voz. Básicamente, hubiese sido imposible para mí hacer tales cambios yo solo. Hay sólo una persona responsable de ello: Jesucristo. “Siempre pensé que el cristianismo se refería a lo que no se podía hacer: ‘no puedes hacer esto’ o, ‘no puedes hacer lo otro’—pero no es así. Se trata de lo que sí puedes hacer.” El matrimonio recibe la fuerza de una fuente exterior cuando pide la ayuda de Jesucristo. Somos libres para amar como resultado del conocimiento y la experiencia de que nosotros somos amados apasionadamente e incondicionalmente por Dios. Como el apóstol Juan lo expresó en su carta, “Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Somos liberados para darnos mutuamente en la confianza de que Dios sabe todas nuestras necesidades y promete cuidar de nosotros.
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DIOS TRAE ARMONÍA AL MATRIMONIO En el transcurso de nuestro matrimonio, hemos tratado de someter las decisiones y desacuerdos importantes a Dios, buscado su dirección. Una vez tras otra hemos encontrado que la oración trae gran armonía a la pareja. La Biblia nos asegura el poder que tienen dos personas que oran juntas y el poder cuando oran la una por la otra. “Confesaos unos a otros vuestros pecados, y orad unos por otros, para que seáis sanados” (Santiago 5:16). Esto es una promesa tanto para sanar nuestras relaciones como para la sanidad física. Ha habido ocasiones en las que hemos estado en desacuerdo y no parecía haber un camino hacia delante. ¡Orar por el asunto no significa pedir la ayuda divina para conseguir su apoyo en favor de nuestro punto de vista en particular! Orar con integridad significa pedir a Dios que nos dé la sabiduría y nos muestre su camino para poder seguir adelante. Después de orar juntos, aún entre dientes, a menudo nos ha sorprendido descubrir que podemos apreciar el punto de vista de cada uno y ver una tercera opción que anteriormente no habíamos percibido. En el proceso de traer nuestro asunto a Dios, nuestro sentimiento de ira y resentimiento había desaparecido y terminábamos más cerca el uno del otro.
Nicky Volviendo a la escena descrita en el capítulo 8, con el suceso de las manzanas, esa noche Sila y yo decidimos que deberíamos orar juntos pidiéndole a Dios su sabiduría y ayuda. Ambos estábamos todavía convencidos de que cada uno tenía razón.
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Sin embargo, al terminar, descubrí que yo tenía una nueva perspectiva. Me di cuenta de que yo no había considerado suficientemente el cansancio de Sila, que era consecuencia de dar de mamar al bebé. También me di cuenta de que su batalla era más importante que mi incomodidad frente a nuestro amigo. Sila sintió que, si yo era consciente de su necesidad, ella podría hacer frente a la situación. Terminamos por ir y tuvimos un magnífico fin de semana, sobre todo porque yo había comprendido que mi primera prioridad era apoyar a Sila. Es difícil orar en momentos de conflicto. Nos vemos forzados a examinar nuestro comportamiento y las emociones que estamos acumulando. La oración, la ira y el resentimiento no van juntos. Claro está que solamente podremos orar en tiempo de desacuerdo si oramos juntos en otras ocasiones. En el Apéndice D damos algunas sugerencias prácticas de cómo una pareja puede comenzar a orar juntos.4 Cuando un matrimonio parece seco, Dios puede regarlo. Cuando un matrimonio está obstruido, Dios puede remover el obstáculo. Cuando un matrimonio parece estar muriéndose, Dios puede alentar una nueva vida.
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Sección 4 – Resolviendo conflictos CONCLUSIÓN Las diferencias y los desacuerdos no tienen por qué destruir un matrimonio. En realidad puede ser la misma solución de esos problemas lo que fortalezca y desarrolle la relación. En el matrimonio no se trata de suprimir la personalidad de cada uno. Más bien, se debería hablar de los diferentes puntos de vista, buscando comprenderse mutuamente y encontrar formas de combinar nuestra sabiduría y nuestros dones. Cuando lo hacemos, descubrimos entonces que los problemas que amenazaban con dividirnos, nos acercan más el uno al otro y hacen que nuestra relación matrimonial avance. Vivir conscientemente en la presencia de Dios—sabiendo que Él está cerca de nosotros, en nosotros y con nosotros en nuestro matrimonio—y solicitar de Él la sabiduría y el amor, no es dejar de lado el arduo trabajo para lograr acuerdos y unidad. Es más bien reafirmar nuestra creencia de que Dios nos ha unido y por lo tanto, siempre hay una posibilidad para seguir adelante.
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Cuarta regla de oro del matrimonio Hablar sobre las diferencias y orar juntos.
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Sección 5 — El poder del perdón
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11 ¿Cómo se puede perder la intimidad?
“No dejéis que el sol se ponga estando aún enojados.” Efesios 4:26
Dos semanas antes de la boda, Débora fue a hacerse la última prueba de su traje de novia. “Iba en taxi desde mi oficina—era la época de Navidad, así que Londres estaba repleta de gente,” explica ella. “Detenidos en un atasco de tráfico, me sentí muy emocionada, cuando vi a una pareja alejándose de mí con sus brazos entrelazados y pensé: ‘Se les ve muy bien juntos.’ “Cuando el taxi se acercó a ellos tuve un impacto terrible al ver que era Miguel—mi novio—con su brazo alrededor de otra mujer. Peor aún, la conocía y sabía que Miguel salía con ella antes de ser mi novio. Era como mirar una película de horror. “Mi taxi avanzaba muy lentamente, así que les observé un poco más y pensé: ‘¿Qué debo hacer? ¿Debería bajar del taxi?’ Mi corazón latía desesperadamente. No podía creer lo que veía. Luego les vi llegar a la puerta de la oficina donde ella trabaja. Se despidieron dándose un beso. No era un beso apasionado, pero era un buen beso. Y de repente mi taxi tomó velocidad y yo llegué al sitio para probarme el vestido. Estaba tan afectada que ni siquiera podía llorar. “Durante la prueba del vestido pedía constantemente que se dieran prisa. Todo lo que quería hacer era llamar por teléfono. En cuanto pude llamé a Miguel y le pregunté: ‘¿Tuviste un buen almuerzo?’ Respondió, ‘¿Qué quieres decir?’ Le dije, ‘Lo vi todo.’ ‘¿Qué quieres decir?’ repitió. Yo le dije nuevamente, ‘Lo vi todo.’ Me respondió, ‘Bueno, quería llamarte esta mañana para decírtelo, traté de telefonearte para decirte que me iba a encontrar con Ana al mediodía.’ “Le colgué el teléfono y regresé a mi oficina con los ojos fuera de órbita. Miguel trató de llamarme pero no quería hablar con él. Cuando al día siguiente quise explicarle lo que significaba para mí la escena del día anterior, él no comprendió cómo me sentía. “Luego nos casamos y, para ‘echar más leña al fuego,’ esta historia resurgía en forma de chiste en las fiestas. Miguel la contaba como su pieza maestra, ‘Adivina lo que sucedió cuando Débora estaba en camino para probarse el traje de novia . . .’”
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Miguel narra la historia desde su punto de vista: “Realmente lo eché a perder. Me di cuenta de que antes de casarme necesitaba pedirle disculpas a Ana por mi manera incorrecta de romper mi relación con ella. Conversamos y tuvimos un magnífico almuerzo. Estaba satisfecho de haber terminado esa historia. Había tratado un par de veces de llamar a Débora para decirle lo que iba a hacer. Desafortunadamente no había conseguido comunicarme con ella. “Una vez que le había pedido perdón a Ana, fue un gran alivio para ambos, así que puse mi brazo a su alrededor y le di un fuerte beso antes de separarnos. Cuando estaba de regreso en la oficina, Débora me llamó por teléfono y me preguntó, ‘¿Cómo fue tu almuerzo?’ Le respondí, ‘Traté de llamarte.’ Así que para mí, había hecho lo que debía y mis intenciones eran honradas. En realidad me puse a la defensiva. Nunca le dije a Débora que lo lamentaba, porque no sentí la necesidad de hacerlo. “Luego, en el Curso para Matrimonios, cuando se nos pidió que escribiéramos de qué manera nos habíamos herido mutuamente, cada uno de nosotros escribimos cuatro o cinco cosas. Las de Débora eran todas del pasado y ésta era la número uno. Así que lo hablamos en conversación. “Realmente traté de verlo desde su punto de vista, sentada en un taxi viendo a su futuro marido caminando por la calle con su brazo alrededor de otra mujer. No importa cuál fuese la razón, me di cuenta de que el problema estaba simplemente en haber experimentado eso y que yo nunca haya reconocido o aceptado el sufrimiento que tuvo. Aún entonces lo encontré difícil. Dije murmurando, ‘Bien, hablemos de eso ahora.’ “Fue cuando le pedí perdón a Dios cuando me di cuenta de lo mucho que había herido a Débora con todo ello. Así que le dije que estaba realmente arrepentido y le pedí que me perdonara. Lo hizo y fue maravilloso. Fue un proceso muy intenso el que atravesamos, paso a paso, enfrentándonos a las emociones que surgían, pero que nos ha acercado mucho más el uno al otro.” Débora concluye: “Cuando comencé a hablar con Miguel me di cuenta de que había reprimido mi enojo porque este incidente se había convertido en toda una historieta. Como resultado, yo había continuado sintiéndome herida. Cada vez que surgía el tema, me hería un poco más. Pero, como sentía que Miguel no me entendería, traté de que no me afectara. Durante el Curso para Matrimonios, cuando él me escuchó por primera vez, sentí que mis emociones eran válidas y que Miguel las comprendió. Eso fue importante para mí. Entonces pude perdonarle y dejar atrás todo el asunto.” _______________________
Tratar las formas en que nos hemos herido mutuamente restaura la confianza. La confianza es tan vital para el matrimonio como el cristal para la ventana. La función del cristal es permitir que entre la luz y mantener el viento y la lluvia fuera. Siendo uno de los materiales más duros, es capaz de soportar las tormentas más violentas. Sin embargo,
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puede ser hecho pedazos con el golpe de un ladrillo o de un martillo. La confianza entre un esposo y esposa, aunque haya crecido muy fuerte, es igualmente frágil. Puede hacerse pedazos con un solo acto de adulterio, abuso o violencia. O puede ser destruida por la acumulación de mentiras “piadosas,” decepción, comentarios críticos o la falta de amabilidad. Son como la suciedad que se puede acumular en una ventana y que no deja entrar la luz. Las relaciones íntimas están construidas sobre la base de la confianza y franqueza. Estas dos cualidades van juntas y se alimentan mutuamente. Donde existe la confianza, esposo y esposa pueden comunicarse abiertamente sobre sus sentimientos más profundos, sus esperanzas y temores, sus gozos y penas, sus pensamientos y sueños. Permiten que el otro entre en su mundo interior para conocerlo tal como es. Entonces esta franqueza hace que la confianza se refuerce, lo cual permite una franqueza todavía mayor. Cuando nos herimos mutuamente, ya sea intencionalmente o no, arruinamos la confianza y somos menos francos. Nuestra tendencia al ser heridos es cerrarnos, a veces inconscientemente, para mantener a nuestro cónyuge a distancia y protegernos de heridas posteriores. Cuanto más grande sea la herida, mayor será el daño. A menudo, no es solamente una acción deliberada la que destruye la intimidad entre nosotros, sino la acumulación de pequeñas heridas que se dejan sin hablar y sin ser atendidas. Un marido, cuyo matrimonio había fallado, describió una conmovedora situación en la que se habían metido él y su esposa: Después de todo, nuestro matrimonio no era un infierno; simplemente era desalentador. Mi esposa y yo no nos odiábamos, simplemente nos crispábamos mutuamente. A través de los años cada uno había acumulado una cantidad de ofensas menores no resueltas. Nuestro matrimonio era como un engranaje tan lleno de de pequeñas desilusiones e insignificantes ofensas, que ya no encajaban las piezas.1 Nos herimos cada vez que nos comportamos mutuamente de forma desconsiderada: cuando tomamos decisiones importantes sin consultarnos el uno al otro; cuando el deseo de una conversación íntima se ve rechazado fríamente; cuando la crítica supera al estímulo; cuando el tiempo que pasamos juntos como pareja es utilizado por otras personas y en otras actividades; cuando no hay regalos de cumpleaños y los aniversarios pasan sin notarlos; cuando la pereza y el egoísmo reemplazan los actos amorosos; cuando la bondad es respondida con ingratitud; cuando una intención de abrazar es respondida con un “¿No ves que estoy ocupado?” Aún en los matrimonios más cariñosos, hay momentos en que el esposo y la esposa se herirán mutuamente. A veces se hace deliberadamente, pero generalmente se hace sin querer y no nos damos cuenta del dolor que hemos causado. Tales heridas tienen que ser resueltas para que la confianza y la franqueza puedan crecer. En realidad, el proceso mismo de resolver las heridas construye una mayor comprensión y cercanía. Pero
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cuando esto no sucede, el muro alrededor del corazón crece y el cemento se endurece hasta que no queda ninguna intimidad y, a veces, no queda nada del matrimonio. En esta sección queremos facilitar los mecanismos que nos permitan aclarar las heridas del pasado, desmantelar cualquier muro que haya sido construido y prevenir daños futuros que tengan serias consecuencias. El proceso no es complicado, pero contiene un desafío y siempre involucra una elección. La elección es la siguiente: si vamos a dejar que la herida infecte y envenene nuestra relación, o si vamos a tratarla. Cuanto más dispuestos estemos a tratarla, más fácil será, pero si no lo hacemos, aún los temas pequeños pueden convertirse en grandes montañas que nos separarán.2 ENFADÁNDONOS Después de haber sido heridos, a veces una décima de segundo más tarde, surge la próxima emoción: la ira. Si la herida o el dolor es lo que sentimos sobre nosotros mismos, la ira es lo que sentimos instintivamente hacia quienes nos han herido. Es importante reconocer que el sentimiento de ira en sí no es malo. Es lo que hagamos con ese sentimiento lo que puede hacer daño. El comportamiento de dos animales cuando son heridos físicamente o amenazados ilustran reacciones típicas de los humanos. Un rinoceronte reacciona agresivamente y si es provocado, te atacará. Por el contrario, el erizo, cuando está en peligro, despliega un escudo protector erizándose y mostrando así las púas para mantener alejado a su atacante. De la misma manera como los animales responden de forma distinta a los ataques, las personas reaccionan de manera diferente cuando han sido heridas o están enfadadas. Hay dos pautas principales de comportamiento y de acuerdo a lo encuestado en el Curso para Matrimonios, parecería que la población se divide de forma igual en un 50 por ciento. La mitad son como los rinocerontes: cuando están enfadados, te lo hacen notar. La otra mitad de la población son como el erizo: cuando están enojados, esconden sus sentimientos. Se quedan silenciosos o se encierran en sí mismos. No significa que no continúen con su enfado. Más bien tienden a expresarlo de formas menos obvias: no muestran su afecto, de repente desarrollan una escucha selectiva hacia su pareja o disminuyen su acompañamiento. A veces este grupo se considera más virtuoso que los rinocerontes, pero sus reacciones pueden ser igualmente peligrosas al causar daño en la relación. Muchas parejas, como la nuestra, están compuestas de uno que puede responder como un rinoceronte y el otro como un erizo. La historia de las manzanas en el capítulo anterior ilustra bien gráficamente en qué categoría entra Sila. El siguiente ejemplo muestra lo que suele ser la reacción natural de Nicky.
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Nicky Una de las diferencias ente Sila y yo es que cuando vamos a una fiesta por la noche, tenemos una forma muy distinta de salir de la misma. Cuando hemos convenido que es hora de regresar a casa, mi manera es expresar agradecimiento a los anfitriones, desearles buenas noches y salir. El sistema de Sila es comenzar a despedirse y entonces sumergirse en lo que generalmente se convierte en la conversación más interesante de toda la noche. Después de veinticuatro años de casados he descubierto que si queremos llegar a casa a la hora que habíamos convenido, necesitamos empezar a despedirnos cuando están sirviendo la sopa. Recientemente fuimos a una fiesta de cumpleaños de un gran amigo. Como el día siguiente iba a ser muy pesado, mientras nos dirigíamos a la fiesta acordamos que estaríamos de regreso en casa a medianoche. Para que esto fuera posible, decidí multiplicar por dos el tiempo necesario para el regreso y ambos comenzamos a salir a las 11.30 de la noche. Dije debidamente adiós y para estimular a que Sila saliese, fui a buscar el automóvil que habíamos estacionado al otro lado de la calle donde viven nuestros amigos. Me detuve en doble fila frente a su casa, en una estrecha calle de Londres y esperé a que Sila saliera. Quince minutos más tarde no había ninguna señal de ella. Decidí nuevamente buscar un sitio para estacionar el automóvil, cosa que no había sido fácil antes y que nuevamente no fue fácil. Caminé de regreso a casa de nuestros amigos, toqué el timbre, y entré para encontrar a Sila hablando al pie de la escalera que va al sótano en profunda conversación con la amiga que nos había invitado. Manteniendo una sonrisa fija en mi rostro, para no arruinar la velada, le mencioné que le había estado esperando en el automóvil y que ya era pasada medianoche. “Oh, ni siquiera sabía que te habías ido,” respondió Sila. Llegado a ese punto no sólo debía soportar mi frustración de llegar tarde a casa, sino también el hecho de que ella ni siquiera había notado mi ausencia. Por segunda vez fui a buscar el automóvil y unos diez minutos más tarde ella llegó. De camino a casa hablábamos de la fiesta. Sila estaba contenta por la gente que había visto y las conversaciones interesantes que había tenido. Yo mantenía
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una apariencia de felicidad mientras hervía interiormente. Es sorprendente cómo nuestra mente puede operar en dos niveles. Al mismo tiempo que mantenía una conversación, estaba sopesando si decir algo sobre mi frustración por el hecho de que nos íbamos a dormir bastante más tarde de lo planeado. No quería echar a perder el buen espíritu de Sila, y me resultaba difícil estar relajado como ella. Finalmente luché contra mi tendencia a ocultar mis sentimientos y le dije tan casualmente como pude, “¿Te diste cuenta de que estuve sentado quince minutos esperándote en el automóvil?” Sila toda sorprendida me miró y con voz preocupada dijo, “¡Oh no! ¿Estabas enfadado conmigo?” Cuando le conté mis verdaderos sentimientos de frustración, inmediatamente me dijo, “Lo siento mucho. Por favor perdóname.” En cuanto expresé mis sentimientos abiertamente, no fue difícil perdonar y mi ira se evaporó más rápidamente que el inicio de la misma. Mi tendencia a enterrar la ira es potencialmente tan dañina para nuestra relación como la tendencia de Sila a desahogar la suya. Para vivir bien el matrimonio he tenido que aprender a hablar sobre mis sentimientos y Sila ha tenido que controlar la forma en que expresa los suyos. AJUSTANDO CUENTAS Si la herida y el enojo consiguiente permanecen, nuestra próxima reacción instintiva es el deseo de revancha: herida por herida, insulto por insulto, rechazo por rechazo. Deseamos devolver lo que hemos recibido, por lo menos para que nuestro cónyuge sepa lo que se siente al haber sido tratado de esa manera. Buscamos el empate. Unas vacaciones de verano viajamos al extremo sur de Grecia, una región del Peloponeso llamada El Maní. Es una zona calurosa y con escasa población, pero el número de ruinas y pueblecitos abandonados evidenciaba que en otra época había vivido allí una población mayor. Nos extrañaba ver los restos de muchas torres particularmente altas, construidas como parte de las casas. Supimos que eran el resultado de contiendas entre las familias del mismo pueblo. Una familia ofendida construía una casa más alta que las de su alrededor para poder arrojar piedras o derramar aceite caliente a sus oponentes. Entonces los vecinos construían otra aún más alta para sacarles ventaja y poder vengarse. Finalmente estas luchas destrozaron todo el pueblo. Existe una pauta similar en el matrimonio cuando ambos miembros de la pareja intentan buscar justicia y revancha. Una pauta a la que ningún matrimonio puede sobrevivir. RINDIÉNDOSE AL TEMOR Una tercera reacción al ser heridos es el temor: tenemos miedo de ser heridos nuevamente y, en consecuencia, nos retiramos. Esto es particularmente cierto para quienes, como el erizo, mantienen a distancia a las otras personas con el fin de
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autoprotegerse. Cesamos de ser abiertos y nos cerramos a una comunicación profunda. C. S. Lewis lo expresaba así: Amar en realidad es ser vulnerable. No importa lo que ames, tu corazón estará atormentado y tal vez roto. Si quieres asegurarte de mantenerlo intacto, no debes dar tu corazón a nadie, ni siquiera a un animal. Envuélvelo cuidadosamente con placeres y pequeños lujos, evita toda complicación; guárdalo en el cofre o joyero seguro de tu egoísmo. Pero en ese cofre—seguro, oscuro, sin movimiento y sin aire—tu corazón cambiará. No se romperá; será irrompible, impenetrable, irredimible.3 ARRASTRANDO CULPABILIDAD En el matrimonio, las ofensas nunca irán todas en una sola dirección. Damos y recibimos. Hay un poder muy destructor en la culpabilidad que acarreamos, si nos negamos a admitir que tenemos parte en la ofensa de nuestra pareja. El autoengaño al negar la responsabilidad nos precipita hacia una separación emocional. _______________________________
Estos cuatro efectos de la ofensa—ira, venganza, temor y culpabilidad—acechan bajo la superficie del matrimonio. El peligro de tales problemas no resueltos a nivel doméstico tiene su paralelo en la problemática internacional de cómo eliminar, en antiguos campos de guerra, las minas, escondidas de la vista, pero que pueden mutilar y matar. En un matrimonio, todo puede parecer que está bien en la superficie, pero uno o ambos miembros de la pareja se ven forzados a caminar cuidadosamente, sin saber cuándo tendrá lugar la próxima explosión. Así hay una pérdida de confianza y apertura, que generalmente se ha alimentado gradualmente a través de varios años, al acumularse las ofensas. Finalmente la intimidad se extingue. Cuando sucede esto en un matrimonio, los síntomas pueden ser una falta de comunicación, las críticas, los ataques de rabia, el resentimiento, poco o ningún interés por el otro, ausencia del deseo de hacer el amor y una preferencia a hacer las cosas por separado. Pueden existir otros efectos emocionales tales como una baja autoestima, depresión y, para algunos, es más fácil no permitirse tener sentimiento alguno, para evitar el dolor. Hay quienes, estando al borde de la separación, dicen cosas como, “No siento más amor. De hecho, no siento nada; estoy adormecido.” No debe sorprendernos. El daño sin reparar que se ha acumulado interiormente necesita ser tratado antes de que pueda haber espacio para la recuperación de sentimientos positivos de amor, romance y atracción. No se trata tanto de que no haya posibilidad de restaurar el amor; sino más bien de que el amor ha sido extirpado a través de las heridas y el enojo. La escritora Valerie Windsor narra la historia de una mujer inglesa que, estando en
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París de vacaciones, decide repentinamente dejar a su marido. Está claro que la intimidad que habían tenido en su matrimonio se había perdido: Trato de pensar qué fue lo que me hizo hacerlo, y no tengo ni idea. Quiero decir, qué circunstancia específica me hizo escoger ese momento en vez de cualquier otro. Era una tarde extraña. No sé lo que me sucedía. Hacía viento: el viento o el ruido de las sillas de plástico raspando el pavimento crearon una sensación extraña en mis huesos y en mi cabeza. Tony escogió el café, uno de esos salones de helados donde sirven costosos cócteles. “¿Está bien aquí?” me preguntó, mientras sacudía el asiento con su pañuelo. “No te sientes todavía, aún no los han limpiado.” Pero deliberadamente me senté, sin mirar siquiera, aún cuando llevaba una falda blanca. Me enojaba verle dando vueltas por pequeñeces. Un hombre no debería ocuparse de tales cosas. Un hombre ni siquiera debería darse cuenta de ellas. Yo no me di cuenta. Así que ¿pensaba él que yo lo tendría que haber visto; que porque yo había fallado manifiestamente en advertir eso, él estaba forzado a hacerlo, ¿en contra de su voluntad? La extraña sensación en mi cabeza se convirtió en un zumbido fino y agudo, como si una avispa estuviese atrapada en mi cabeza. “¿Qué quieres tomar?” me preguntó. Creo que era el mes de junio, mayo o junio, no recuerdo bien. Pero hacía fresco. Una buena temperatura como para sentarse en las mesas exteriores del café, pero suficientemente fresco como para tomar una bebida caliente. “Café,” le respondí. Él leía el menú. Detrás de él había un macetón de plantas con la flor del naranjo. “De plástico,” dijo Tony, volviéndose para observarlas. “¿De veras? No lo creo.” Me estiré para tocarlas. Quería que fuesen reales. Aunque suena mal, quería que estuviesen vivas. Pero él tenía razón, claro: eran artificiales. El zumbido en mi cabeza empeoró. “¿Qué sucede?” preguntó. Mentí: “Creo que hay una avispa.” “¿Dónde?” “No sé.” Cualquier incertidumbre lo ponía furioso: “Bien, ¿hay o no hay?” “No sé lo que pasa,” le dije, presionando mis dedos sobre las sienes. Entonces vino el camarero. “Deux cafés,” dijo Tony, sin ni siquiera mirarle. Tuve que sonreír yo en nombre de los dos. El mozo sonrió de vuelta. “D’accord,” dijo y limpió la mesa. Tony se echó hacia atrás sobre el respaldo de la silla y suspiró. “¡Qué hermoso!” dijo. Y eso fue todo. Esto era la suma de lo que nos había sucedido. No había ambiente. Lo desagradable del día anterior cuando me perdí
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en Neuilly a causa de la incompetencia en leer el mapa se había olvidado. Por mutuo acuerdo nunca dejábamos que la superficie fuese perturbada mencionando rituales nocturnos insatisfactorios que, por falta de imaginación, nunca podía relacionarlos con el amor. Me senté allí con mis manos unidas sobre mi falda y el zumbido en mi cabeza aumentó más fino y agudo, como un silbido eléctrico en mis huesos. Me levanté.4 Ella se levanta y abandona su matrimonio. En la vida real hay muchas personas que abandonan un matrimonio lleno de trastornos no resueltos, lo cual les conduce a otra relación. Pero las heridas sin curar pueden ser causa de ruptura con la próxima pareja—a menudo de forma más rápida que en la primera. Lo vemos en quienes se casan varias veces y se encuentran con que cada matrimonio sucesivo falla por las mismas razones. No debemos sorprendernos de que la Biblia diga, “No dejéis que el sol se ponga estando aún enojados” (Efesios 4:26). El enojo, ya sea expresado o reprimido, debe ser tratado, y la herida que se ha causado tiene que ser curada para que la relación pueda crecer. Lo maravilloso es que no necesitamos dejar que el dolor destruya nuestra intimidad. Aunque el proceso descrito en el próximo capítulo puede ser difícil y costoso, nos liberará a nosotros y a nuestro matrimonio.
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12 ¿Cómo puede restaurarse la intimidad?
El perdón no es una acción ocasional, sino una actitud permanente. MARTIN LUTHER KING1
LLEGAR A LA RAÍZ DEL PROBLEMA
A menudo, cuando se ha perdido la intimidad, no buscamos profundamente las razones. Somos sólo conscientes de los síntomas en lugar de las causas subyacentes. Nicky Cuando nos mudamos a Londres en 1985, descubrí que trabajar en una iglesia tiene más facetas de las que imaginaba, y que no había sido formado para ellas en la facultad de teología. Un día, en medio de una lluvia torrencial, las tuberías de los aseos de la iglesia se bloquearon y el corredor contiguo a nuestra casa estaba inundado con dos palmos de agua. Junto con Derek, el asistente social de los jóvenes, logramos abrir la tapa de las tuberías. La alcantarilla estaba completamente llena y su contenido comenzaba a mezclarse con el agua de la lluvia. En esas circunstancias la inundación en sí misma no merecía nuestra atención. Tratamos de eliminar el bloqueo con varillas de desagüe, pero pronto nos dimos cuenta de que era imposible hacerlo desde arriba. Alguien debía bajar a la alcantarilla, donde el agua llegaba hasta la cintura, para poder utilizar las varillas desde un ángulo diferente. Antes de poder ofrecerme a hacerlo, Derek, que es uno de los hombres menos egoístas que he tenido el placer de conocer, ya estaba allí, con la varilla en las manos, hundido hasta la cintura en el agua fétida. Empujó la varilla tan fuerte como pudo y después de unos breves instantes se escuchó el melodioso gorgoteo seguido por un maravilloso sonido de agua corriendo al desbloquearse la tubería y permitir el rápido desagüe. En poco tiempo el corredor estaba desaguado. Lo limpiamos con agua de la manguera; el olor desapareció y la crisis terminó. De nada hubiera servido si, en lugar de solucionar el bloqueo, Derek y yo hubiéramos tratado de sacar el agua del corredor con la bayeta. La próxima vez
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que lloviera o que alguien hiciera funcionar la cisterna del aseo, el corredor se hubiera inundado de nuevo. Observar las maneras cómo nos hemos herido puede ser un proceso engorroso y lleno de dolor, que rehusamos por instinto. Pero cuando los dos miembros de la pareja se arman de valor para confrontarse con el pasado, los resultados traen un cambio duradero. Cuando existe un cúmulo de heridas y enojos sin resolver, debemos desbloquear las tuberías haciendo lo siguiente: 1. Hablar acerca de las heridas. 2. Estar preparados a decir que lo sentimos. 3. Escoger perdonarnos mutuamente. Este proceso actúa como un desagüe que se lleva las heridas para que no se arruinen nuestras relaciones. Una vez que hemos aclarado los temas pendientes acumulados durante días, semanas, meses o incluso años, ambos debemos tratar de solucionar cada daño, sea pequeño o grande, cuando ocurra y no permitir nunca más la acumulación de los mismos. Para quienes hayan estado casados largo tiempo y nunca se han sentido capaces para tratar de resolver estos temas dolorosos de forma efectiva, este triple proceso les llevará tiempo y puede ser una gran prueba, aunque resulte finalmente liberadora. Las emociones positivas tal vez no vuelvan enseguida. Pero al perseverar, este proceso de sanar las heridas se convertirá en un hábito natural y nuestro matrimonio mejorará. HABLAR SOBRE LAS HERIDAS Sila
Cuando Nicky y yo llevábamos casados unos nueve meses, fuimos invitados a quedarnos con un amigo para celebrar su vigésimo primer aniversario. Estábamos ilusionados con la perspectiva de pasar juntos un fin de semana romántico. Sin embargo, durante el viaje, Nicky hizo o dijo algo—no recuerdo lo que era—que realmente me hirió y molestó. Aunque me sentía muy ofendida, cuando llegamos allí pensé, “No voy a dejar que esto perjudique el fin de semana.” Me quería convencer a mí misma de que estaba bien, de que no importaba y de que pasaríamos un buen fin de semana. Traté de olvidarlo. Traté de enterrarlo y pretender que había desaparecido, pero en realidad empeoró y mis emociones interiores estaban hirviendo. Me di cuenta de que no podía excusar a Nicky diciéndome a mí misma, “Le amo mucho así que pasaré por alto cuando me hiera.” No podía evitar revivir una vez tras otra el incidente. En lugar de disminuir, el resentimiento aumentó. Finalmente no podía aguantar más y supe que debía hacerle saber a Nicky cómo me sentía. Probablemente escogí el peor momento, justo antes de que comenzara la fiesta. Analizamos todo lo que había ocurrido; yo le dije cómo me había herido,
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Nicky se disculpó y yo le perdoné. Fue un descubrimiento en nuestro matrimonio y una lección para aprender que el perdón no es decir “No importa.” Sí, la herida importaba y necesitaba ser tratada. Esta parte del proceso es como tomar la decisión de bajar al alcantarillado. De nada sirve pretender que todo está bien. Las heridas actúan como esas grandes pelotas de plástico con las que jugamos en el mar. Con dificultad puedes hundirla en el agua por un instante, pero de golpe, sale a flote de nuevo, cuando menos lo esperas. Debemos decir a nuestro cónyuge cuándo y cómo nos ha herido. No tenemos que hacerlo de malas maneras o de forma condenatoria. En realidad, debemos decírselo amablemente, facilitándole así la posibilidad de disculparse. Vale la pena ensayar nuevamente el consejo dado en el capítulo 9 sobre las declaraciones que comienzan con “Yo.” Más que una crítica general o un ataque contra el carácter de nuestra pareja, debemos buscar hacer comprender a nuestro cónyuge cómo nos sentimos en un incidente en particular, como cuando Débora le dijo a Miguel lo doloroso que era para ella oírle contar la historia de su almuerzo con Ana (ver capítulo 11). Así, por ejemplo, podemos decir: “Me sentí herida y rechazada cuando te apartaste de mí en la cama la otra noche,” es mucho mejor que decir, “Nunca muestras ningún afecto físico hacia mí.” “Me sentí sin apoyo y sin aprecio cuando no tuviste en cuenta todo el trabajo que había puesto en decorar la casa para Navidad,” es mucho mejor que decir, “Nunca muestras ninguna gratitud por lo que yo hago.” “No me puedo sobreponer al hecho de que no fueses sincero conmigo sobre esa carta,” es más fácil que decir, “Eres un mentiroso y no puedo confiar en ti.” “Me afectó mucho cuando te fuiste al bar la primera noche a la vuelta de nuestra luna de miel,” es preferible que decir, “Para ti, tus amigos son más importantes que yo.” “Me sentí herida y humillada esta noche cuando dijiste que ‘era tan lenta’ enfrente de tus amigos,” es más amable que decir, “Esta noche, realmente me traicionaste.” Podemos sentir que nuestra pareja es como un rinoceronte, con piel gruesa, corto de vista, atacando a su alrededor y causando mucho daño, en cuyo caso no será obvio para él o ella darse cuenta de que nos ha herido. Lo que interesa es identificar las heridas y no si nuestro cónyuge intentaba herirnos. Como lo expresaba un consejero de matrimonios, “Normalmente no tratamos con mucha gente que tenga un plan premeditado de ‘Cómo voy a destruir mi matrimonio.’” Necesitamos oportunidades regulares y privadas para tratar las heridas que nos hemos ocasionado mutuamente, ya sean grandes o pequeñas, a fin de no dejar que el sol se ponga estando aún enojados. Afortunadamente, esta necesidad no ocurrirá muy a menudo, particularmente en los primeros días de nuestro matrimonio, pero es importante tener un marco de referencia preparado para tratar estos incidentes. Tarde o temprano será necesario, aún en las relaciones más armoniosas. ESTAR DISPUESTOS A DECIR: LO SIENTO
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En los años 1970, la película Love Story (Historia de Amor) fue anunciada con un lema publicitario que decía: “Amar significa no tener que decir nunca lo siento.” Esta frase no podía estar más equivocada. En un verdadero matrimonio lleno de amor, a menudo, quizás a diario, debemos pedirnos perdón. A muchos de nosotros no nos gusta responsabilizarnos de nuestros errores. Los padres ven esto en los niños pequeños, que a menudo piden perdón a regañadientes para evitar mayores y desagradables consecuencias. Es más fácil racionalizar lo que hemos hecho y culpar a los demás. Algunas personas justifican su comportamiento culpando a sus padres por la forma de cómo les educaron. Otros culpan a las circunstancias, diciendo, “Si tuviéramos un poco más de dinero . . ,” o “Si tan sólo no estuviera bajo tanta presión . . .” Nicky Recuerdo que hace unos años me encontré en el hospital con una mujer muy enferma de cáncer en los pulmones. Me pidió que orara con ella y como parte de mi plegaria incluí un elemento de confesión, pidiendo a Dios que nos perdonara por las cosas malas que habíamos hecho. Inmediatamente ella abrió sus ojos y me interrumpió diciendo, “Yo no puedo decir que estoy arrepentida por cosas que haya hecho mal. No he hecho nada malo. He tratado de ser amable con todos. De vez en cuando tengo malos pensamientos sobre la gente, pero los saco de mi mente tan rápido como puedo. Pero me pregunto si puede orar por mi marido, porque tiene muy mal carácter y me trata como si fuera su criada.” Más tarde hablé con las enfermeras de la sala, que me dijeron que esta mujer era una de las pacientes más difíciles que habían tenido que cuidar. Nunca es fácil escuchar la forma en que hemos sido responsables de herir a otros. No obstante, necesitamos tratar de ver las cosas desde su punto de vista. Cuando nuestro esposo o esposa saben que comprendemos hasta qué punto nos sentimos heridos, nuestra disculpa será más convincente. Si sienten que no comprendemos cuánto les hemos herido, temerán de que fácilmente lo hagamos de nuevo. Algunos incidentes como los de la historia de Miguel y Débora pueden parecer triviales o hasta cómicos, pero tal vez descubramos que han causado un profundo dolor a nuestra pareja. Para que sea efectiva, nuestra disculpa debe ser incondicional. En lugar de decir, “Si hubieses sido más razonable, no me habría enfadado” o “Si no nos hubieras hecho llegar tarde, yo no me hubiera olvidado de echar esa carta.” Necesitamos tragarnos nuestro orgullo y decir simplemente, “Lamento haberme enfadado” o “Lo siento por haberme olvidado de echar la carta.” De igual manera debemos asegurarnos que el tono de nuestra voz y el lenguaje corporal no contradigan lo que estamos diciendo verbalmente. Se puede decir, “Lo lamento” de una manera que signifique “Lo lamento, pero . . .” o “Realmente fue culpa tuya.” Pedir disculpas de manera genuina e incondicional es muy efectivo en el matrimonio
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porque ya no necesitaremos más estar a la defensiva, decididos a vengarnos, ni a lanzarnos acusaciones como una pelota de ping-pong. De repente ambos estamos de nuevo en el mismo lado, y eso permite que el enfado se disipe y que la herida se cure. ESCOGER EL PERDÓN MUTUO Esta es la tercera y para algunos la parte más difícil del proceso. El perdón es esencial y tiene un poder incomparable para sanar el matrimonio. La historia que narramos en el capítulo 3 sobre la reconciliación entre Santiago y Ana no hubiese sido posible sin el perdón. Les hemos pedido que describan cómo lo lograron: Santiago: Ana me dejó a principios de enero de 1987. Recuerdo claramente que trataba de explicar a mis amigos en el trabajo lo que había sucedido y—lo que era mucho más difícil—por qué había sucedido. La verdad es que tenía mucho que ver con la falta de comunicación, pero aún ahora, trece años más tarde, todavía no sé exactamente por qué nuestro matrimonio se rompió. Mis amigos fueron amables y comprensivos pero la mayor ayuda que pudieron ofrecerme fue decirme, “El tiempo lo cura todo.” Los días se diluyeron en meses sin ningún sentido real de curación. En realidad, el dolor comenzó a crecer en un cóctel explosivo de rabia y arrepentimiento y esto me trajo aún más dolor. Recuerdo despertar por la mañana y sentir inmediatamente como si estuviese en un pozo oscuro tremendamente profundo. Era como si mi mente estuviese ligeramente detrás de mi corazón, necesitando unos momentos antes de recordar lo que había sucedido. Dos años antes había tenido sentimientos similares durante los meses siguientes al fallecimiento de mi padre. Hay un incidente que quedó grabado en mi mente. Un par de meses después de dejar la casa, Ana quiso volver para recoger el resto de sus pertenencias. Recuerdo que cambié la cerradura de la puerta de la calle, no porque desconfiara de ella, sino simplemente porque quería herirla. Fue uno de los momentos más terribles porque sabía que mi comportamiento no era bueno, pero me sentí impotente para detenerme. Dos días más tarde estaba volando hacia Londres en viaje de vacaciones a la India y recuerdo haber llorado incontroladamente al sobrevolar Londres y recordar lo que había hecho. Fue este preciso incidente el que vino a mi mente en diciembre de 1987, cuando me encontraba en la iglesia londinense Holy Trinity Brompton, respondiendo a la invitación de un colega de trabajo. Lamentaba profundamente lo que hice con la cerradura y quería liberarme de la sombra cada vez más grande en que se estaba convirtiendo mi vida. Nuevamente lloré, pero estas lágrimas eran diferentes. Esta vez estaba solicitando, no la ayuda para tratar de perdonar a Ana, sino el perdón para mí mismo. Estaba llorando por mí, por la parte que yo había jugado en la ruptura, por mi falta de sensibilidad, por la importancia suprema que había dado al éxito en mi trabajo sin importarme lo que eso costara a nuestra relación. No estaba más feliz cuando acabó ese culto religioso; las circunstancias no habían cambiado: Ana vivía todavía con otra persona y aún quería el divorcio. Pero, por primera vez en casi un año, sentí que estaba vivo.
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Sinceramente, no puedo deciros cómo se efectuó ese cambio. Me sentí capaz de perdonar a Ana y toda la ira que había sido como un veneno en mi cuerpo parecía desaparecer. En ese preciso momento Dios cambió la dirección de mi vida. Y ahora al mirar a Ana y a nuestras dos hermosas hijas, doy gracias a Dios. Ana: El perdón de Santiago fue tan completo que en los primeros días lo encontré a la vez liberador y desconcertante. ¿Cómo podía él perdonar cada incidente, cada herida, sin siquiera recordarme una vez algo de lo que yo había hecho, o utilizarlo de alguna forma contra mí? Al conocer a Jesucristo y su perdón para mí, comencé a comprender que Dios había realizado una obra sorprendente en el corazón de Santiago y que no importaba cuántas veces yo le preguntara, “¿Estás seguro de que me has perdonado por eso?” su respuesta era, “Sí, no pienses más en ello.” Santiago: Creo que a veces la gente supone que a estos acontecimientos extraordinarios les sigue una especie de romanticismo celestial donde no hay discusiones, tensiones, heridas ni incomprensión. El acto de perdón fue inmediato. Pero hubo asuntos complicados por resolver que en primera instancia nos habían causado la separación. Vivir el perdón ha sido un proceso en el que ambos hemos querido participar. Por mi parte, pienso en nuestra nueva vida juntos como una secuencia continua de elecciones vividas tan abiertamente como podamos, delante de Dios y de cada uno. Cuando cometemos fallos, somos mucho más rápidos en ir hacia el otro, en decir que lo lamentamos y perdonarnos. Éste parece ser el punto donde Dios puede comenzar a obrar y sabemos que necesitamos toda la ayuda que Él pueda darnos.
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El perdón no se gana C. S. Lewis escribió, “El perdón va más allá que la justicia humana; es perdonar aquellas cosas que no son fácilmente perdonables.”1 Es por ello que siempre es costoso perdonar; debemos sacrificar el orgullo, la auto-compasión y el ansia de justicia. Nuestra cultura pone un énfasis tremendo en hacer todo lo posible por mantener los derechos. Cuando perdonamos estamos abandonando el derecho de justicia y nuestro deseo de venganza. No podemos exigir a nuestra pareja que se gane el perdón ni estar seguros de que no nos lastimará otra vez de la misma forma. Hay momentos en que sospechamos que lo volverá a hacer, a pesar de sus buenas intenciones. La enseñanza de Jesús sobre el perdón mutuo, si es necesario, “hasta siete veces en un día” (Lucas 17:4) no es una simple exageración para ilustrar una verdad. Esto no significa que debamos tolerar el comportamiento de nuestra pareja si hay violencia física, crueldad verbal, abuso sexual o infidelidad. Tales violaciones de los votos
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matrimoniales son una terrible traición a la confianza y se deben confrontar. Cuando tales comportamientos destructivos se han convertido en un patrón y se teme que haya más abuso, es mejor que se confronten en presencia de una tercera persona. Para quienes estén en esta situación, recomendamos los libros de Gary Chapman: Hope for the Separated (Esperanza para los separados) y el de James Dobson: Love must be Tough (El amor debe ser fuerte). La corriente del perdón El mensaje cristiano dice que si nos acercamos a Dios confesando genuinamente nuestras faltas, Él nos ofrece su perdón gratuitamente. Jesús murió por nosotros, asumiendo las consecuencias por todo lo que hemos hecho, dicho o pensado que estaba mal. Dios nos perdona libremente, aún cuando sabe que fallaremos nuevamente. Él es nuestro modelo de perdón. San Pablo escribe, “Sed bondadosos y compasivos unos con otros, perdonándoos mutuamente, así como Dios os perdonó en Cristo” (Efesios 4:32). A medida que empezamos a percibir la increíble verdad del continuo perdón de Dios por nuestras faltas, Él se convierte no sólo en el modelo, sino también en la motivación para perdonar a otros. Nos vemos inspirados a hacernos eco de su generosidad en nuestra relación con otras personas. Pero aún con un modelo, con su inspiración, el perdón puede parecer una meta imposible. ¿Dónde encontraremos los medios para perdonar? Podemos sentirnos bloqueados. No percibimos perdón en nuestro corazón. Sólo encontramos el deseo de que se haga justicia. Repetidamente la Biblia nos encomienda dejar las consecuencias a Dios. “No os venguéis, hermanos míos, sino dejad el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré,’ dice el Señor” (Romanos 12:19). Podemos dejar la justicia de nuestro caso a Dios. Se nos dice: “No devolváis mal por mal ni insulto por insulto; más bien, bendecid porque para esto fuisteis llamados, para heredar una bendición.” (1 Pedro 3:9). Al abandonar nuestro deseo de devolver el mal, Dios promete ocuparse de nosotros y derramar su bendición en nuestras vidas.
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Un lago necesita agua nueva que fluya y agua que salga para evitar que se estanque. Precisamos desesperadamente este flujo de perdón en todas nuestras relaciones y especialmente en nuestro matrimonio. El perdón de Dios debe fluir en nuestras vidas. Pero de nada sirve si se estanca allí. Con la ayuda de Dios debemos dejar que fluya hacia las vidas de nuestro entorno, especialmente de las personas más cercanas. El perdón es una elección y no un sentimiento El perdón significa escoger no recordar el pasado en contra del otro. La pregunta no es, “¿sentimos deseos de perdonar?” A menudo no tenemos ningún deseo de perdonar. Sino que más bien la pregunta es, “¿Perdonaremos?” “¿Pasaremos por alto la ofensa?” Claro está que hay cosas que son mucho más difíciles de perdonar porque la herida es mucho mayor. A veces la gente nos dice, “Yo no le puedo perdonar.” En realidad, “no puedo” es otra forma de decir “no quiero,” o “no sé cómo hacerlo.” Muy a menudo la gente está esperando que vengan buenos sentimientos o que se haga justicia antes de perdonar. No queremos subestimar lo difícil que es perdonar y, como dijo anteriormente Santiago en este capítulo, a menudo necesitamos pedir la ayuda de Dios. Pero si escogemos perdonar como un acto de nuestra voluntad, los sentimientos de perdón aparecerán. Para algunos esto sucederá rápidamente y para otros paulatinamente a través de un largo periodo. El perdón nos libera Cuando perdonamos, el perdón puede beneficiar a nuestro cónyuge, pero finalmente nosotros mismos nos beneficiamos más al ser liberados. Según el escritor cristiano Philip Yancey: La palabra resentimiento, expresa lo que sucede si el ciclo continúa ininterrumpido. Significa literalmente “sentir de nuevo”: el resentimiento se aferra al pasado, lo revive una y otra vez, quita cada costra nueva de forma tal que la herida nunca sana.3 Corrie ten Boom, fue una prisionera de guerra holandesa en el campo de concentración de Ravensbrück, donde vio a su hermana Betsie morir a manos de los guardias. En su libro He Sets the Captives Free (Él libera a los cautivos), recuerda el momento después de la guerra cuando estuvo cara a cara frente a uno de los antiguos guardias, que se había convertido al cristianismo y venía a pedirle perdón. Sólo pidiendo silenciosamente la ayuda a Dios pudo luchar contra el instinto humano de odio y revancha, y de hacer lo imposible. Más tarde escribió: En ese momento, cuando pude perdonar, mi odio despareció. ¡Qué liberación! El perdón es la llave que abre la cerradura de la puerta de resentimiento y las ataduras del odio. Es un poder que rompe las cadenas de la amargura y las trabas
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del egoísmo. ¡Qué liberación es cuando puedes perdonar!4 Solamente por medio del perdón podemos ser liberados del dolor de una relación previa. Irene era una joven sudafricana, recién graduada en la universidad, que disfrutaba con su vida y su trabajo en Londres. Un día conoció a Rogelio, un hombre mayor que le hizo sentir que volaba en el aire. La persuadió para que abandonara su trabajo y se fuera a vivir con él; se quedó embarazada. Se casaron y se mudaron a un pequeño pueblo en las afueras de Londres. Unos pocos meses más tarde nació su hijo Timoteo. Aislada en casa con un bebé, separada de la familia, los amigos y el trabajo, Irene se vio asediada rápidamente con pensamientos horribles; sospechaba que su marido tenía una amante. Rogelio justificaba el aumento de sus ausencias y su frecuente necesidad de hacer llamadas telefónicas desde un teléfono público por estar relacionado con un trabajo muy secreto del gobierno. Parecía inverosímil, pero era muy convincente. Las peores sospechas de Irene se confirmaron una noche cuando una mujer de mediana edad que vivía en el pueblo llamó a su puerta. Tenía en sus manos una carta de amor que Rogelio había escrito a su hija de dieciséis años. Él y su hija eran amantes. La madre estaba muy furiosa porque ella misma también era amante de Rogelio. Se descubrió luego que su marido no sólo mantenía relación sexual tanto con la madre y con su hija, sino que también tenía una amante en Londres. Más tarde le confesó a Irene que tuvo su primera relación extramatrimonial al día siguiente de la boda. Rogelio era un adicto sexual y un mentiroso compulsivo. El mundo en torno a Irene se derrumbó. Irene y Rogelio siguieron sesiones de consejería conyugal durante meses. Gradualmente ella puso en práctica los principios bíblicos, aprendiendo a perdonar y aún a amarlo nuevamente, admitiendo que nunca se creyó capaz de hacerlo. Pensó que se les había dado una segunda oportunidad para hacer que su relación funcionara. Pero un año más tarde, finalmente Rogelio abandonó a Irene y a Timoteo para irse a vivir con su secretaria, que estaba encinta de él mismo. Sola y abandonada, Irene sintió que la ira y la amargura hacia Rogelio crecían constantemente en sus pensamientos. A veces se planteaba el suicidio. Entonces un día, mientras oraba, se dio cuenta de que su falta de perdón era como un parásito que se alimentaba de ella y crecía cada vez con más fuerza al permitírsele crecer. Por una decisión de su voluntad eligió perdonar. Cada vez que repasaba su video mental sobre las formas en que él la había herido y humillado, se recordaba a sí misma todas aquellas cosas por las que había buscado el perdón de Dios. Entonces comenzaba a orar por Rogelio y su nueva familia. Al principio lo hizo a regañadientes, pero después de un tiempo comenzó a ser sincera con su oración. Gradualmente la amargura y la falta de perdón desaparecieron. Comenzó a sentirse maravillosamente aliviada, en paz y libre—la libertad para comenzar una nueva vida. Escoger perdonar nos permite avanzar sin el peso de “las cadenas de la amargura y las ataduras del odio.” Al principio, podemos todavía sentir un profundo dolor, pero el perdón permite que comience la recuperación. Es como cuando nos pica una abeja. Al
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retirarse el aguijón, la piel no se restaura instantáneamente, pero se abre el camino para empezar a sanar. Cuando perdonamos, todavía podemos recordar lo que nos ha sucedido; pero al continuar perdonando, los recuerdos tienen cada vez menos poder sobre nosotros. La falta de perdón no solo afecta a nuestra relación con la persona o las personas que nos hicieron daño, sino también a toda relación que tengamos. Así pues, nuestro matrimonio puede verse arruinado si guardamos ira contra una tercera persona. Tenemos una amiga japonesa que ha trabajado mucho para traer la reconciliación entre los antiguos prisioneros de guerra y su propio pueblo. Cuando los maridos que sufrieron terriblemente durante la guerra pudieron expresar perdón hacia quienes los maltrataron, a menudo las esposas empezaron a ver el cambio que eso significaba en sus matrimonios. Los maridos duermen bien nuevamente y ya no se irritan con tanta facilidad por las pequeñas cosas cotidianas. El tiempo sólo no sana las heridas. Únicamente el perdón puede hacerlo, pero esto conlleva un proceso. A menudo parece que perdonamos capa a capa, como el proceso de pelar una cebolla, de manera que podemos necesitar seguir escogiendo perdonar diariamente una misma herida para ser liberados. Mientras menos perdonemos, más difícil será perdonar. Pero, si perdonamos una vez, será más fácil hacerlo la próxima. Y al perdonar, las heridas emocionales sanarán gradualmente y nuestro matrimonio progresará.
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Sección 5 – El poder del perdón CONCLUSIÓN Si este proceso para tratar las heridas y la ira del pasado es nuevo para ti, especialmente si has estado casado durante cierto tiempo, necesitarás actuar delicada y progresivamente. Pídele a Dios que te ayude para poder ir a su ritmo. Cuando identificamos de qué manera nos han herido, nos sentimos muy débiles y vulnerables. Necesitaremos ser amables el uno con el otro para que nuestra pareja sepa que nos identificamos con sus sentimientos. Cuando se ha roto la confianza, hará falta tiempo para restaurarla. No esperes que el que haya sido herido pueda olvidar y recuperarse inmediatamente. Como parte de su descripción del amor, San Pablo escribe que el amor “no guarda rencor” (1 Corintios 13:5). Imagina por un momento que cada día de tu matrimonio es como una nueva página en un cuaderno de espiral. Diariamente hacemos o decimos cosas, o dejamos de hacer o decir aquello que hiere a nuestra pareja, a veces ligeramente y otras, de manera profunda. Algunos días la lista será más larga que otros, pero cada día habrá algo anotado en la página. Si estas cosas no son tratadas y perdonadas, daremos la vuelta a la página y la lista quedará intacta. Comenzaremos así a guardar un registro de resentimientos y amarguras. Aunque no podamos recordar los detalles de cada lista, el cúmulo de ofensas estará allí y con el tiempo se grabará en nuestra relación y extinguirá nuestra intimidad. Aprender a perdonar diariamente es como arrancar cada página al final del día y tirarla. Comenzamos cada día de nuestro matrimonio con una página nueva y no con un cúmulo de ofensas. Ninguno de los dos viviremos en el ataque o en la defensa. Estaremos actuando con amor, sin guardar un registro de los errores de cada uno.
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Quinta regla de oro del matrimonio Practica el perdón.
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Sección 6 — Padres y suegros
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13 Cómo llevarnos bien con nuestros padres y suegros
Cuando yo era un muchacho de catorce años, mi padre era tan ignorante que no podía soportar el tenerle cerca. Pero cuando tenía veintiún años, me sorprendió ver cuánto había aprendido el viejo en siete años. MARK TWAIN Amy dijo: “Los padres son extraños, por su edad.” AMANDA VAIL1
No deberíamos subestimar el profundo impacto de las relaciones con la familia en el matrimonio. Las familias son complejas; algunas han sido causa de indecibles heridas y dolores secretos que han perdurado durante años y aún generaciones; otras han sido una tremenda fuente de gozo y felicidad, donde la reacción en cadena que han producido sobre numerosas vidas ha traído mucho bien y bendiciones. Para que las relaciones con la familia obren en beneficio de cada generación, necesitamos primero comprender cómo debería haberse desarrollado la relación con los padres durante el crecimiento de los hijos. EL PROGRESO DESDE LA DEPENDENCIA A LA INDEPENDENCIA Nuestro progreso desde la completa dependencia respecto a los padres durante la niñez hasta la definitiva independencia, es de vital importancia para nuestro matrimonio. Pasamos por distintas etapas al transformarnos de niños en adolescentes, después en adultos y finalmente en personas casadas. Hemos diseñado cuatro diagramas que ayudan a ilustrar las relaciones apropiadas entre padres e hijos en estas cuatro fases. Claro está que ninguna experiencia de vida familiar se ajustará plenamente a lo que estos diagramas sugieren. Hay quienes han sido criados en hogares monoparentales. Hay muchos padres y madres solos, que con mucho amor y gran eficacia han creado hogares felices y saludables donde crecer. Puede haber habido divorcios, muertes, segundas nupcias, padrastros, madrastras y familias de segundas nupcias. Pero los mismos principios generales para pasar por cada etapa se aplican a cada uno de nosotros.
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Juntos, como pareja, contemplad estos diagramas, recordando que una vez fuisteis el niño en esta situación. Al hacer esto, lo que buscamos es comprender más sobre nuestra propia infancia y crecimiento y la del otro, y saber si la relación con nuestros padres cambió como debía en cada etapa. Necesitamos hablar abiertamente sobre los puntos fuertes y débiles de nuestros padres y sus respectivos matrimonios. Una relación de adultos con ellos requiere que abandonemos tanto las fantasías de la niñez en la que idealizábamos a nuestros padres, como también la común desilusión durante nuestros años de adolescencia cuando pensábamos que ellos no podían hacer nada bien, y verlos como realmente son. Confiamos que, al contemplar estas cuatro etapas distintas, podáis lograrlo. Los primeros años Durante los primeros años, nuestros padres saciaron nuestras necesidades físicas, tales como comida, bebida, sueño, limpieza, calor y medicinas. También eran responsables de nuestras necesidades emotivas, representadas por las flechas en el diagrama. Estas incluyen el afecto, la aceptación, la seguridad, el estímulo, el consuelo, etc. Nuestras necesidades emocionales eran tan vitales como las físicas, aunque no eran obvias de manera inmediata. La experiencia del amor paternal construye la autoconfianza del niño, una cualidad esencial para establecer relaciones posteriores en la vida. Éstas siempre implican correr riesgos, y todos necesitamos autoconfianza para arriesgarnos a que nuestro amor sea rechazado. La experiencia del amor incondicional de nuestros padres nos permite correr este riesgo y amar a otros.
El círculo del diagrama representa las fronteras que nuestros padres debieron fijar para nuestra seguridad. Las actividades de un niño pequeño deben estar bien controladas. Hay que evitar peligros y prohibir los sitios donde no hay seguridad para que jueguen los
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niños. Cuando éramos niños no teníamos madurez para juzgar apropiadamente estos temas. Adolescentes ¿Recuerdas tus años de adolescencia? Durante esa etapa, nuestros padres nos dieron una independencia progresiva, permitiéndonos tomar decisiones propias en tantos asuntos como fuera posible. Esto pudo incluir la elección de amigos, la utilización de nuestro tiempo libre, de nuestra ropa, el estilo de nuestro peinado (¡si se atrevían!) y la forma de decorar nuestra habitación. Esta gradual cesión es una parte esencial en la transición entre un control paternal total y una independencia definitiva. Sin embargo, como adolescentes, todavía necesitábamos fronteras que delimitaran nuestras actividades. El cambio de un círculo a un óvalo representa la creciente libertad dentro de límites fijos. Todavía no éramos suficientemente maduros para tomar nuestras propias decisiones y, bajo presión, generalmente hubiésemos admitido que apreciábamos la seguridad que estos límites nos aportaban. Los años de la adolescencia implicaron mucho autocuestionamiento para establecer nuestra propia identidad, y la necesidad del continuo apoyo emocional de nuestros padres.
En este período tal vez hayamos empezado a comprender cómo podíamos ayudar a nuestros padres. Esto está representado por la tenue línea punteada. “La mayoría de edad” / Dejar el hogar Entre los 18 y 21 años, muchos de nosotros vivíamos todavía en el hogar paterno. Sin embargo, estábamos aprendiendo a ser independientes, tomando nuestras propias decisiones sobre la educación, la elección de una carrera, otras relaciones, el uso del dinero, etc. A esa edad, si las cosas salían mal, la mayoría de nosotros continuábamos buscando
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a nuestros padres para pedirles consejo, apoyo financiero y consuelo. Pero se trataba de una relación entre adultos. Era de esperar que entonces estuviéramos menos centrados en nosotros mismos y aceptáramos responsabilidades hacia nuestros padres, tales como mantener el contacto (si vivíamos fuera del hogar) y reconocer sus necesidades de aprecio, apoyo, afecto y estímulo.
Casarse Muchas situaciones parecen más complicadas que las del siguiente diagrama, pero no importa cuáles fueran nuestras circunstancias particulares, el tema es el mismo. El círculo a nuestro alrededor como pareja casada representa la necesidad de establecer nuestro propio hogar, tomar nosotros mismos las decisiones que nos conciernen y satisfacer nuestras necesidades mutuas. Ahora nuestra primera lealtad debe darse entre nosotros dos y debemos dejar atrás toda dependencia emocional respecto a los padres. El cambio de lealtades no significa aislarnos de nuestras familias. Cuando la relación conyugal es equilibrada, los padres (y hermanos) pueden ser un gran apoyo para el matrimonio. Ésta ha sido nuestra propia experiencia y nuestros padres fueron una maravillosa fuente de amor, apoyo, gozo y amistad. También apreciamos grandemente la relación estrecha y especial que tenemos con nuestros hermanos y hermanas y sus familias. A pesar de vivir a cientos de kilómetros de distancia, estas relaciones desempeñan un papel importante en nuestras vidas y en la de nuestros hijos. Han tenido que ser cultivadas a través de los años, ya que se requiere un esfuerzo de ambas partes para mantenerse en contacto y pasar tiempos juntos.
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Las reuniones con la familia en Navidad, Año Nuevo, vacaciones escolares, así como fiestas especiales de cumpleaños y aniversarios, han sido ocasiones valiosísimas para que se reúnan las diferentes generaciones. Vale la pena aprovechar al máximo tales oportunidades, ya que las demandas y presiones de la vida pueden fácilmente dejar de lado estas relaciones únicas. En el próximo capítulo veremos de qué manera establecer nuestra independencia como pareja. Aquí consideramos los aspectos para desarrollar una relación fuerte, feliz y de apoyo mutuo con nuestros padres, suegros y la familia en sentido amplio. SER RAZONABLES CON LOS PREPARATIVOS DE LA BODA Generalmente, la oportunidad de comenzar a construir el futuro empieza con los preparativos para la boda. Es raro que se organice una boda sin que se subleven las emociones. A menudo hay puntos de vista fijos por ambos lados. Algunos padres han estado anticipando y planeando en sus mentes este día, durante muchos años.
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Entretanto el novio y la novia escuchan a sus amigos decirles que, de todos los días, éste es su día. En verdad, le pertenece predominantemente a la pareja, pero en parte involucra también a los padres, porque tal vez son ellos quienes pagan (y muestran gran generosidad), y también porque una buena parte de los invitados serán familiares mayores y amigos de la familia de muchos años, cuya opinión es importante para los padres. Es natural que los padres estén involucrados en los planes y en la preparación. Se trata del acto final que dan a su hijo o hija antes de casarse, lo cual les ayuda a dejarles que se vayan. Organizar una boda puede significar un trabajo arduo durante muchas semanas y a menudo las parejas comprometidas se sorprenden al descubrir cuántas decisiones tienen que tomar. Los puntos de vista divergentes, una situación emotiva y el cansancio forman un poderoso cóctel para producir tensión y discusiones. Se requiere una escucha paciente y, cuando es posible, compromisos para mantener la paz. MOSTRAR NUESTRO APRECIO Todos los padres están encantados cuando sus hijos les demuestran su aprecio. Las semanas previas a una boda son una buena oportunidad para hacerlo. Aunque no vengamos de un hogar feliz y armonioso y tengamos una relación difícil con nuestros padres, generalmente podremos pensar en las maneras en las que nos han cuidado cuando éramos pequeños o cuando estábamos enfermos. Son muy pocos los padres que no hayan hecho sacrificio alguno por sus hijos. Algunas parejas escriben una carta a sus padres expresando su gratitud. Esto puede aumentar inmensamente el gozo y el orgullo de los padres al dejar partir a su hijo o a su hija, y también crea un buen clima para las relaciones futuras.
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Si ya estamos casados, podemos tratar de encontrar la oportunidad para poner por escrito nuestra gratitud, tal vez en una tarjeta de cumpleaños o del Día de la Madre o del Padre. Una amiga nuestra escribió una carta larga a su padre cuando este cumplía sesenta años, relatando felices recuerdos de su amor y apoyo durante su educación. Nos ha permitido reproducir una parte de la misma: Me gustaban nuestros viajes, especialmente cuando podía comer uno de esos caramelos escoceses que venían en la lata redonda. También me gustaba la forma en que ponías en perspectiva los dramas escolares, aparentando estar divertido o exasperado por algunas de las maestras más escrupulosas. Me hacías sentir que estabas absolutamente de mi lado y no del de ellas. Nunca dudé de que me creyeras más a mí que a ellas. Ahora veo que eso es poco corriente y es maravilloso. Lo mismo en la reunión de padres cuando te reías de uno de los maestros que me aterrorizaba. Yo esperaba ansiosa en el corredor, pero siempre era felicitada, aunque no en exceso. Siempre sabía que me considerabas más importante que a la nota máxima. Sin ninguna presión, con suficiente lugar para tomar mis propias decisiones. Su padre no era consciente de lo que había significado todo esto para su hija y esa carta les ayudó a mantener una relación estrecha y especial entre ellos que ha beneficiado no sólo a su hija, sino también a su yerno y a sus nietos. MANTENERSE EN CONTACTO Una vez casados, es importante planear juntos cómo guardar el contacto con nuestros padres. Mantener conversaciones regulares puede ser de gran valor, aunque el hábito de
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llamar por teléfono cada mañana o noche a casa de los padres, puede crear resentimiento en la pareja, especialmente si tales conversaciones son largas o tienen lugar justo al llegar a casa por la noche. Tomad una decisión consciente de guardar el mejor momento para conversar entre vosotros. Para el bien de vuestros padres, mantened el contacto. Para el bien de vuestro matrimonio, mantened el control. Debemos decidir juntos la frecuencia con que vamos a ver a nuestros padres. Si uno de nosotros tiende a una dependencia regresiva o no es capaz de resistir presiones que no ayudan, será mejor que el encuentro sea en nuestro propio hogar. Si las relaciones son tensas, las visitas cortas y más frecuentes pueden ayudar a construir una mejor relación. Es más fácil mantener una buena atmósfera en períodos cortos. Si nos quedamos demasiado tiempo sin nada que hacer o decir, la tensión puede crecer. Una mujer nos contó que no simpatizaba con su suegro y que le era muy difícil pasar tiempo con él. No podemos cambiar esos sentimientos de la noche a la mañana. Pero podemos utilizar las herramientas descritas en las primeras cinco secciones de este libro, para construir las relaciones, considerando particularmente cuáles de las cinco expresiones de amor son más importantes para ellos. Así, después de un tiempo, comenzaremos a reconocer más sus buenas cualidades y como consecuencia la relación mejorará. Ésta es una elección que debemos hacer por el bien de nuestro cónyuge. Una amiga nuestra descubrió, por accidente, el camino al corazón de su suegro y su relación con él cambió considerablemente: Mi suegro es alguien que cree en conceptos tales como deber y esfuerzo, particularmente en las relaciones familiares. Sabía que esto siempre me irritaba, ya que pienso que las relaciones deben ser fáciles, espontáneas y sin exigencias. Así que las nuestras no eran desastrosas pero sí mediocres. Entonces en un cumpleaños, yo no se por qué, decidí que iba a hacerle una tarta de frutas. Creo que se me ocurrió esto porque no sabíamos qué comprarle. Había dicho que no quería más la suscripción a la revista de jardinería que nos había solucionado el problema los últimos tres cumpleaños. Yo sabía que le encantaba la tarta de frutas y también que yo no tenía ni idea de cómo hacer una. Pero me di cuenta de que aún si compraba la mejor tarta de frutas del mundo, no comunicaría el concepto tan importante para él de esfuerzo. Luché y finalmente hice una tarta con no muy buena apariencia. La puse en una caja y disculpándome, se la presenté como regalo de cumpleaños. Estaba completamente entusiasmado, “Debe haberte llevado mucho tiempo, y tú estás tan ocupada en tu trabajo.” Mi suegro encuentra extraño que yo, como mujer, trabaje en lo que él considera el dominio de las tareas masculinas en la ciudad. Esto ocasionaba otro problema entre nosotros: nuestros puntos de vista sobre la mujer no coincidían. Pero esta extraña mujer moderna le había hecho una tarta de frutas—y trabajó y luchó sólo para él. Cuando todos la degustamos, le obligué a confesar que no era la mejor tarta que él había comido—y entonces también hubo risas. Desde ese día nos hemos
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reído no sólo de la tarta de frutas, sino también de muchas otras cosas— incluyendo nuestros puntos de vista diferentes sobre las mujeres. Cuando hice el Curso para Matrimonios me di cuenta de que las acciones eran el lenguaje del amor de mi suegro. Si se hace algo especialmente para él, se siente querido. No tenía realmente importancia si la tarta de frutas era rica o no. Así que he aprendido la importancia de los lenguajes del amor (y del sentido del humor) no sólo en el matrimonio, sino también en esta compleja relación con los suegros. También necesitamos decidir hasta qué punto vamos a estar implicados con nuestros padres. Muchos son un gran apoyo, especialmente cuando una pareja está bajo presión con niños pequeños. Pero si queremos que ellos pinten toda la casa, nos hagan las cortinas y cuiden de nuestros hijos dos veces por semana, les estamos invitando a compartir profundamente nuestra vida cotidiana. Sería una falta de amor y una manipulación extrema interesarnos en ellos solamente cuando están haciendo tareas que nos son útiles. Después de contemplar juntos estos aspectos, tal vez lleguemos a la conclusión de que es mejor vivir nuestra vida sin involucrarlos a ellos diariamente. Debemos ser íntegros con nuestros padres y no aprovecharnos de su amor. TRATAR DE RESOLVER CONFLICTOS Aun cuando exista una relación estrecha con nuestros padres y suegros, siempre habrá algunas diferencias de opiniones. Las tensiones y las situaciones difíciles deben resolverse con los mismos principios señalados en el capítulo 12: hablar, disculparse y perdonarse. Conocimos a una mujer que llevaba siete años de casada y que continuamente se sentía disminuida por su suegra. Tenían poco en común y la conversación era difícil. El esposo, a los ojos de su madre, no podía hacer nada malo. Los sentimientos heridos de la esposa se complicaban con las frecuentes comparaciones desfavorables que su suegra hacía con las otras nueras. Algunos comentarios causaban una fuerte reacción emocional, completamente desproporcionada. Sin embargo, la relación se mantuvo gracias a la comprensión y el estímulo del marido, y la determinación de la esposa a seguir perdonando y amando con la ayuda de Dios. Como resultado, las cosas mejoraron gradualmente a través de los años, y hoy, cuando están juntas, la suegra es menos crítica y la esposa tiene más confianza. Idealmente, antes de casarse, es importante aclarar todo conflicto del pasado no resuelto. Si no lo hacemos, más tarde, de una forma u otra, la ira, la amargura, el resentimiento o la culpabilidad, volverán nuevamente a la superficie. Algunas personas se casan determinadas a no actuar nunca como sus padres. Tal vez tenían padres que se irritaban y gritaban frecuentemente, que eran descuidados y desconsiderados hacia su cónyuge, que eran emocionalmente fríos y distantes o que tenían hijos favoritos. Sin embargo, después de unos pocos meses de casados empiezan a comportarse gradualmente de la misma forma. Esto es porque no han abordado sus propios
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sentimientos de ira y resentimiento hacia el comportamiento de sus padres. Según el análisis de un consejero matrimonial, tendemos a imitar todo aquello en lo que nos concentramos en la vida. Si podemos perdonar a nuestros padres y avanzar, cesará nuestra fijación hacia sus faltas y debilidades y estaremos libres para despojarnos de cualquier imitación inconsciente de ellos. Si nosotros, como hijos, somos incluso parcialmente culpables de la ruptura de su relación, necesitamos pedir disculpas a nuestros padres sin acusarles ni tratar de racionalizar nuestro comportamiento. Los resultados pueden ser de largo alcance, como lo demuestra Mary Pytches, una experimentada consejera conyugal: Recuerdo el relato que escuché sobre una mujer anciana que se estaba muriendo de cáncer. Su hijo la visitó en el hospital y luego regresó al hogar y le dijo a su mujer que su madre se estaba muriendo y que los médicos no podían hacer nada más por ella. Al oír esto, la esposa le dijo a su marido que tenía asuntos pendientes con su madre que eran preciso arreglar antes de que ella muriera. Le recordó entonces un período cuando él era mucho más joven y dejó su hogar, perdiendo el contacto durante todo un año. “Necesitas hablar con tu madre sobre ello antes de que fallezca.” Su esposo estuvo de acuerdo y volvió al hospital y le pidió perdón a su madre por su comportamiento todos esos años atrás. Ella estaba muy emocionada y con gusto le perdonó y le pidió que a la vez él la perdonara a ella, por haberle causado tanta infelicidad hasta el punto de que se tuvo que ir del hogar. Se reconciliaron completamente y el hijo volvió a su casa. La semana siguiente, su madre fue dada de alta del hospital, completamente sanada. Gozó de buena salud durante muchos años y finalmente murió muy anciana.2 CONSIDERAR SUS NECESIDADES Cuando éramos niños, nuestros padres (o tutores) tomaron la iniciativa de cuidar de nuestras necesidades; ahora tenemos la oportunidad de hacer lo recíproco. Los hijos van de una relación de dependencia total de sus padres a una relación de apoyo mutuo como adultos, hasta que, para algunos, los papeles se invierten completamente y los padres dependen totalmente del hijo o de la hija. La actriz Sheila Hancock, escribe afectuosamente acerca del cuidado recibido de su hija, Melanie Thaw, a quien se refiere por su apodo, Ellie Jane: Hace algunos años, yo me desplomaba enferma de cáncer, y dejé que Ellie Jane se ocupara de mí. Estoy absolutamente convencida de que enfermé a causa del estrés obsesivo. Solía correr pensando que podía salvar a todos, lo cual era una manera de evitar mirar a lo que estaba haciendo con mi vida. Después de seguir el tratamiento clásico, fui a la Clínica de Bristol y Ellie Jane vino conmigo. Ella era tan estable y de tanto apoyo que nuestros roles se invirtieron. Tiene una fortaleza interior y no puedo explicar lo asombroso que todo esto fue para mí. Si
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alguien hubiese dicho que ella sería así de mayor, me hubiese reído . . . ¡la amo tanto!3 Aunque dejamos de ser responsables ante nuestros padres, continuamos teniendo una obligación hacia ellos. El quinto mandamiento: “Honrarás a tu padre y a tu madre,” no deja de ser relevante para nosotros ni cuando somos mayores de edad, ni cuando nos casamos. A medida que envejecen, la dependencia de nuestros padres aumentará y tendremos la oportunidad de devolverles algo del amor y de los sacrificios que mostraron hacia nosotros. Esto puede incluir trabajos prácticos en casa, ayuda con las finanzas o con la planificación del futuro. La escritora y locutora Victoria Glendinning, describe el gran cuidado que recibe de su hijo Matthew, ya adulto, y lo mucho que él significa para su vida: Siempre me escucha atentamente, comprende lo que digo, hace comentarios adecuados e iluminadores, se da por completo al problema y no trata de apurarme para que haga otra cosa. Recientemente, ya se había levantado para salir, cuando yo dije algo sobre problemas. “¿Problemas? ¿Qué problemas?” Y se sentó nuevamente frente a la mesa de la cocina como si tuviese todo el tiempo del mundo.4 Si uno de los padres vive solo, su necesidad mayor será probablemente hablar y tener compañía. Algunos amigos nuestros, con hijos adolescentes, tienen el padre o la madre superviviente viviendo en una parte de su casa. Esta solución les ha dado suficiente independencia no sólo a la pareja y a la abuela o al abuelo, sino que ha permitido también una amistad especial entre las tres generaciones.
VALORAR LA FAMILIA EXTENDIDA Algunas veces las nuevas parejas descartan los clanes de los que proceden de manera ciega, cruel y también valiente. A veces lo hacen por discriminación de clase, raza o religión, ya que el clan tiene una actitud totalmente intolerante con respecto a la boda. Pero pienso que más a menudo lo hacen por falta de
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consideración: se mudan lejos, lanzándose juntos al amplio mundo, comenzando de nuevo. Pero con el nacimiento de los hijos llega un momento en el que es saludable, aún placentero, dejar que el clan se acerque nuevamente y rodee la nueva familia con sus viejos ecos. En otras palabras, no importa lo decrépito que te parezca tu árbol familiar, no seas tan desdeñoso en querer cortar la rama en la que estás sentado. Cuando comienzas a ser una familia, la que ya está allí resulta tener toda clase de ventajas insospechadas—así como bien conocidos problemas.5 Claro está que ninguna familia es perfecta. Estamos lejos de ese ideal, pero en la diversidad de edades, personalidades y puntos de vista está la variedad de muchos colores. Vivimos en una era de núcleos familiares que a menudo cierran la puerta a otros del mismo apellido o linaje. Pero fácilmente nos convertimos en unidireccionales y aún claustrofóbicos al hacerlo. ¿Por qué no reunirse en ocasiones especiales? Libby Purves recomienda lo siguiente: El año familiar necesita hitos, acontecimientos en el calendario que podemos anticipar con interés. Puedes justificarlos diciendo que representan una herencia cultural, o fe religiosa, o los puedes considerar simplemente como un poco de diversión, especialmente en las temporadas más sombrías del año. En nuestra época hemos celebrado no sólo todos los cumpleaños de los cuatro, sino también Navidad, el Año Nuevo, la Epifanía, el Día de las Tortitas (martes de carnaval), la Pascua, la Fiesta de la Cosecha . . . Guy Fawkes (cuando hacen hogueras), el Día del Trabajo, el Día de San Nicolás, el Jueves del Pudín (esta es una fiesta un poco extraña y todo lo que se hace es comer una comida inglesa llamada Yorkshire pudding). Denme una fecha e inventaré formas de celebrar el nacimiento de Shakespeare, el Día de San Miguel, el solsticio de verano, el Día de San Andrés, de San Patricio (fiesta para los escoceses e irlandeses), el día del santo de su nombre para los católicos y si hubiese un americano incluiría con placer el Día de Acción de Gracias y el Día de la marmota. Celebrar no necesita ser costoso: una o dos banderas pintadas en papel, una comida alrededor de la mesa y si puedes, un juego.6 La reunión de los clanes tiene sus puntos positivos: los adultos, tenemos la oportunidad de ser tratados como hijos y cuidados de forma especial por los más sabios y ancianos y tener algunos ejemplos vivos de lo que nuestros hijos están llamados a convertirse. Los chicos gozan con los primos, especialmente los que se comportan peor, y todos tenemos una adorable abuela o un tío excéntrico. Esto es parte de los aspectos tumultuosos de la vida real que nos forman. Si no tenemos una parentela, hay otras maneras de crear la misma atmósfera. Una amiga nuestra, madre soltera, hizo este año una Fiesta de las Tortitas el martes de carnaval, a la que invitó a veinte representantes pintorescos de todas las generaciones. De igual manera que los encuentros con la parentela tienen su razón de ser, así
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también la tiene el cuidar de las relaciones intergeneracionales. No sólo nosotros nos beneficiaremos de una relación estrecha con nuestros padres. Un abuelo o una abuela pueden tener un rol muy especial en la vida de un niño o una niña.
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Cuando yo era niño iba a menudo con mi madre a visitar los sábados por la mañana a mi abuela en su casa. Esos momentos se han convertido en una parte especial de mis recuerdos de infancia. También debo haber satisfecho las necesidades de mi abuela, aunque yo no pensaba en ello en esa época.
A través del contacto que mantenemos con nuestros padres, permitimos que nuestros hijos lleguen a conocer a sus abuelos y que nosotros mismos podamos ver a nuestros padres en una nueva perspectiva.
Nicky
Yo llegué a apreciar mejor las maravillosas cualidades de gentileza y humor de mi propio padre al verle jugar con nuestros hijos. Supongo que yo había olvidado estas cualidades en mi niñez o las había tomado por supuestas. Una vez jubilado, él tenía más tiempo libre y sus nietos fueron los principales beneficiarios.
Algunos abuelos pueden jugar un papel muy especial en la vida de sus nietos, y un nuevo bebé en la familia puede arreglar o cimentar las relaciones familiares más amplias. Justine, la hija de Anita Roddick, fundadora del comercio The Body Shop, escribe: Mamá me sorprendió realmente, ya que adoraba a mi bebé desde el momento en que Maiya nació, y vi que re-emergía en ella una actitud maternal completamente nueva. Tuve la peor depresión post-parto y me dirigí a mi mamá: ella se quedó toda la noche despierta cuidando del bebé . . . Ahora que Sammy (la hermana de Justine) y yo, obviamente, hemos dejado el hogar, creo que Maiya ha unido a la familia; le ha dado a mis padres otro lazo de unión que les ha ayudado en su relación.7 Muchos abuelos hablan sobre el gozo de tener niños a su alrededor de los cuales no son los últimos responsables y que pueden entregar al final del día. Pero hay abuelos distintos. Algunos darían cualquier cosa para poder pasar tiempo con sus nietos. Si es así, los abuelos pueden estar implicados en el cuidado habitual de los niños, e inevitablemente tendrán una influencia mayor en su educación. Otros abuelos no son tan entusiastas en cuidar prolongadamente a los nietos, o tal vez lleguen a tener mejor relación cuando los niños sean mayores. No debemos esperar demasiado de nuestros padres. Después de todo, ellos no escogieron tener a sus nietos y no son responsables de la manera en que los padres lo somos. Si nuestros padres han fallecido, o viven lejos, vale la pena tratar de ayudar a
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nuestros hijos para que tengan amistad con otras personas de la generación mayor. Es maravilloso cuando hemos visto suceder esto en nuestra iglesia, dando así alegría a ambos grupos generacionales. COMPRENSIÓN MUTUA Aun cuando las relaciones entre nosotros y nuestros padres y suegros sean saludables y gozosas, hay un peligro potencial de conflicto. Somos de una generación diferente y la distancia entre los abuelos y los nietos es aún mayor. Justamente cuando nuestras vidas están entrando en su fase más intensa, la de nuestros padres tiende a ser más lenta. Puede suceder que necesitemos trabajar arduamente para comprenderlos. Tal vez tengamos que hacer frente no sólo al dolor de las enfermedades, sino también a la logística complicada de dar prioridad a las responsabilidades hacia nuestros hijos y hacia nuestros padres. Si a veces no podemos comprender las actitudes y opiniones de nuestros padres y suegros, tal vez deberíamos dejar de tratar de comprenderlas. En lugar de eso, podríamos relajarnos un poco y apreciarles por lo que son en lugar de juzgarles por lo que no son. No vivirán para siempre. Los pensamientos de Sheila Hancock al tratar de conocer a su madre reflejan el calidoscopio de emociones que muchos experimentan: Después del fallecimiento de mi padre, traje a mi madre a vivir a Londres, en un apartamento cerca del mío. Por entonces ya tenía a Ellie Jane, así que había resentimiento acerca de su interferencia entre nosotras dos. Cuando no estaba conmigo, mi madre se quedaba en su pequeño apartamento, sola; yo no la quería conmigo todo el tiempo pues yo debía seguir con mi vida. Debe haber estado tan triste, habiendo podido yo tratarla mejor, pero no me mostró que estaba dolorida. Ahora comprendo lo que se experimenta cuando los hijos crecen y uno se siente excluida de su mundo. Estoy realmente arrepentida de no haber extendido más mi mano hacia ella. Lamento amargamente no haber conocido mejor a mi madre como mujer. Hacia el final de su vida, cuando la estaba cuidando, recuerdo que la lavaba y le decía, “Tienes una nariz hermosa.” Me respondió, “He pasado mi vida odiando mi nariz. Creía que era horrible.” Estaba sorprendida de que mi madre tuviera ansiedad por su apariencia. Le dije, “No lo puedo creer. Es una nariz maravillosa. La mía es rara, ¡y tú eres tan hermosa!” No tenía ni idea de que era hermosa. Pero probablemente yo nunca se lo había dicho. Todo lo que le dije fue, “No vas a ponerte eso para el día de los padres en la escuela.” Creo que bajo su apariencia de efectividad era una mujer insegura, particularmente cuando su engreída hija fue a la escuela secundaria y tuvo más estudios que ella. Estaba a la vez tremendamente orgullosa de mí y temerosa por mí. Pienso que a veces fui extremadamente desagradable, y hacía alarde de mis nuevos conocimientos de forma que no eran propiamente humillantes pero sí
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exageradamente molestos. Intelectualmente comencé a superar a mis padres, y por aquel entonces no valoré la clase de sabiduría que ellos tenían. Ciertamente lo hago ahora. Los archivos de la Real Academia de Arte Dramático donde estudié, guardan una carta de mi padre dirigida al director de la misma preguntando, “¿Está usted seguro de que nuestra hija tiene talento?” Mis padres tenían mucho miedo y una enorme ambición para mí. Me causó placer que me vieran empezando a tener éxito, pero estaban muy abrumados por ese mundo—y también yo. Cuando estaba haciendo las giras de práctica de teatro, mi madre me escribió diciendo, “Cuida de tu marido” y cosas que no diríamos a nuestras hijas hoy en día. Mis hijas se molestan y avergüenzan de mí en forma diferente. Soy un poco extravagante, y afirmo mis opiniones muy firmemente; grito cuando estoy conduciendo el automóvil y mi lenguaje es lamentable. Cuando mis hijas iban a la escuela, yo aparecía mal vestida—¡como mi madre! Ahora pienso que ojalá hubiera valorado más lo extraordinarios que eran mis padres. De la misma manera miro hacia atrás y al saber de donde venían mis padres, tengo tanta admiración por lo que lograron.8 Ya sea que tengamos recuerdos felices o tristes de nuestra niñez o que nuestras relaciones y la de nuestros padres sean pacíficas o tensas, compartimos un pasado común, estamos en el mismo árbol familiar; emanamos de la misma sangre; compartimos los recuerdos de unos y otros. Es natural querer formar parte del presente de cada uno; preocuparse por la vida del otro; compartir los respectivos fracasos y éxitos; apoyarse en las debilidades de cada uno, así como también valorar sus puntos fuertes.
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14 Cómo dejar atrás el control de nuestros padres
Debemos dejar a nuestros padres en el sentido de que no nos quedamos dando vueltas esperando que ellos nos den algo más. ROBIN SKINNER Y JOHN CLEESE1
La risa, las lágrimas, los nudos en la garganta, la expectativa, los nervios y la emoción, son cosas que forman parte del día de la boda. Todo esto es lo mismo para la novia y el novio, y lo es también normalmente para los padres. La Biblia, en el libro de Génesis, expresa de forma muy sencilla el significado de la boda, “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre . . .” (Génesis 2:24). Recientemente hablamos con un padre al día siguiente de la boda de su hijo. Sabíamos que eran una familia muy unida y que él apreciaba mucho a su nueva nuera, así que le preguntamos si había disfrutado con la boda. Vaciló antes de responder, “Es difícil expresar en palabras lo que sentí—fue más complicado de lo que pensaba.” A pesar de que su hijo ya había vivido fuera del hogar paterno durante varios años, este padre había comprendido que una parte vital del matrimonio era dejar padre y madre. Como resultado, ese día le produjo una mezcla de gozo y de pérdida, el poder mirar hacia delante con orgullo y el mirar hacia atrás con nostalgia.
Nicky
Al presidir una ceremonia de bodas, hay un instante particularmente emocionante cuando el padre de la novia me da la mano de su hija para que se la pase al novio. Esta acción simboliza el hecho de que ambas parejas de padres están dejando libres a su hijo e hija, transfiriéndolos de sus manos al cuidado mutuo. Es la culminación de años de responsabilidad desde la concepción del hijo o de la hija, hasta la boda, cuando se establece una nueva unidad familiar. Los padres del novio y de la novia, que fueron una vez las personas más importantes en la vida de su hijo, ahora deben retirarse un paso, para beneficio del matrimonio y amarles y estimularles de una forma nueva.
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Algunos padres encuentran que dejar ir a los hijos es la parte más difícil de la paternidad, como lo recuerda Victoria Glendinning: Encontré este proceso tan doloroso que cuando Simón, mi hijo menor, dejó el hogar, y por primera vez no había ningún “niño” en casa, tuve que escribirme a mí misma un severo recordatorio. Recuerdo que estaba en un tren y lo escribí mientras las lágrimas se deslizaban por mis mejillas—evocando no tener ningún derecho sobre ellos, que sólo me fueron prestados y que si yo esperaba que todos ellos me llamaran por teléfono virtualmente cada día, yo era un monstruo y una tonta . . . Algunos quieren más contacto que otros. Hay quienes son naturalmente más comunicativos. Y esto no tiene nada que ver con quién ama más a quién.2 La necesidad de dejar a nuestros padres, un aspecto esencial del matrimonio, hoy en día se pierde fácilmente, porque por lo menos en el mundo occidental, la mayoría de la gente que se va a casar abandonó el hogar paterno algunos años antes. Sin embargo, el significado del “dejar atrás” no es tanto el desplazamiento físico sino más bien el psicológico y espiritual. Por muchos años, el hogar donde nacimos fue el centro de gravedad desde donde salimos hacia círculos cada vez más amplios de exploración e independencia. Pero el centro permanecía: el hogar al que inicialmente debíamos regresar y al que más tarde elegíamos retornar cuando buscábamos apoyo, necesitábamos consejos, estábamos cortos de dinero o se nos había amontonado la ropa para lavar. El hogar familiar era el lugar de autoridad, provisión y seguridad. Después de la boda, hay un nuevo centro, una estructura nueva para tomar decisiones, un nuevo hogar. El cordón umbilical sentimental debe ser cortado. Nuestro mayor compromiso y nuestra principal lealtad ahora deben ser para nuestro cónyuge. Aunque ya llevemos muchos años de casados, necesitamos preguntarnos a nosotros mismos si hemos dejado atrás a nuestros padres. Considerad juntos las siguientes preguntas: ¿Es más importante para nosotros uno de los padres que nuestra pareja? ¿Aún dependemos emocionalmente de los padres? ¿Están tratando ellos de controlar nuestra vida? ¿Esperamos que nuestro matrimonio sea como el de ellos? En este capítulo miraremos las estrategias que nos ayudarán a dejar atrás el nocivo control paterno para poder proteger y cuidar nuestro propio matrimonio. RECONOCER NUESTRA PRIMERA LEALTAD Una mujer a punto de casarse nos describió a su madre como “mi mejor amiga.” Estaba debidamente agradecida por la maravillosa educación que había tenido, pero desde aquel momento, era una evolución importante que ella viera a su marido como su mejor amigo, en quien podría confiar y recibir el apoyo emocional. Ahora, el nuevo centro de gravedad debe ser nuestro flamante hogar y la relación mutua. Aun si nuestros padres están pasando por dificultades, nuestra lealtad debe cambiar. La escritora y periodista Julie Myerson, escribe sobre su propia experiencia:
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Mi madre había sido abandonada por el hombre que amaba y yo había encontrado el amor de mi vida. ¿Es que Jonathan había reemplazado a mi madre como la persona más importante? Probablemente. Jonathan señaló que yo no me había separado emocionalmente de ella. Yo había sido una niña de catorce años que le contaba todo a mi madre y me convertí en una joven de veintiún años que le confiaba todo. Pero después de un tiempo, uno no debe hacer eso.3 En muchos matrimonios, nunca se plantea esta necesidad de cambiar las lealtades. En algunos casos continúa existiendo una influencia dañina y negativa de los padres hacia los hijos, causando resentimiento en su pareja y creando una tensión en el matrimonio. En otras familias la causa es que los padres han fallado en reconocer que su hijo necesita tomar sus propias decisiones. El temor y la inseguridad por parte de los padres les pueden haber llevado a un control excesivo. Otros padres han tratado de aferrarse a su hijo para satisfacer sus propias necesidades afectivas y de apoyo. No es común que los padres quieran romper el matrimonio de sus hijos. Si interfieren de manera inapropiada con críticas o consejos no solicitados generalmente es porque piensan que están ayudándoles. Nuestra responsabilidad conjunta es resistir esa interferencia de forma amable pero firme.
Esto resultará difícil si toda nuestra vida hemos sido sumisos o si uno de los padres es manipulador y adicto al control. Tal vez se ejerza presión emocional sugiriendo que hemos sido descuidados y desagradecidos. Puede parecer desleal no aceptar lo que nuestros padres quieren. Pero debemos recordarnos dónde debe ejercerse ahora nuestra primera lealtad. TOMAR NUESTRAS PROPIAS DECISIONES
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Es de crucial importancia para el matrimonio hablar sobre los diferentes temas conjuntamente y tomar las decisiones de común acuerdo. Debemos tomar nuestras propias decisiones sobre las vacaciones, el uso del dinero, la decoración y el mobiliario del hogar, nuestra elección de empleo, la educación de los hijos, la frecuencia de las visitas, etc. Hace un año, cuando Tomás y Cristina se casaron, se fueron a vivir a su propio hogar. Tomás puede trabajar sólo cuatro días a la semana debido a una enfermedad y ocurre que sus padres viven cerca. Le preguntamos a Cristina cómo le iba con su nueva vida de casados y nos contó un incidente que había causado irritación entre ellos. Regresó a casa uno de los días en que su marido no trabajaba, para descubrir que él y su madre habían colocado de forma diferente algunos de los muebles en la casa. No tenía gran importancia porque se podían haber colocado nuevamente como estaban. Pero ella se sintió muy molesta por ello, su reacción fue desproporcionada respecto a lo que había sucedido, y le llevó un cierto tiempo a Tomás comprender porqué a Cristina le afectaba tanto. Le preguntamos si su reacción había sido más fuerte por el hecho de que la casa fuera suya antes de la boda. Reconoció que tal vez eso tenía algo que ver. Sin embargo, la mayor dificultad radicaba en que la decisión sobre el mobiliario no había sido tomada por Tomás y ella, sino por Tomás y su madre. Se trataba de un incidente menor y sin embargo los sentimientos que causó fueron ciertamente muy fuertes. Si se deja así, esta clase de situación puede causar una seria división entre una pareja. Por su propia experiencia, a menudo los padres pueden ofrecer consejos valiosos y es de sentido común que la pareja les escuche. Pero es de suma importancia que sean libres de tomar o dejar el consejo recibido. Nunca debemos tomar una decisión importante con uno de nuestros padres sin hablarlo primero con nuestra pareja. Tampoco debiéramos dar la impresión a nuestro cónyuge de que valoramos la opinión de nuestros padres por encima de la suya propia. Esto debilitaría su confianza y causaría tensiones y conflictos. Aun cuando una pareja esté recibiendo apoyo financiero de los padres, debe tener la libertad de decidir cómo utilizarlo. Conocemos una situación donde el marido es norteamericano y la esposa inglesa. Ahora viven en Estados Unidos, en una casa construida para ellos por sus padres, que viven cerca. La esposa, especialmente, se ha sentido presionada en sus ideas de decoración del hogar, sabiendo que sus suegros no siempre han aprobado su gusto. Como resultado, la pareja ha encontrado difícil hacer que se sintieran realmente en su hogar, ya que siempre ha habido un sentimiento de control externo. Estas interferencias en la toma de decisiones pueden empeorar cuando nace un hijo. La mayoría de las parejas tienen poca o ninguna experiencia en el cuidado de los niños antes de tener el suyo propio. Los consejos de los padres pueden fácilmente ser interpretados como crítica o interferencia, en particular si la pareja se siente insegura ante su nuevo papel. Además, puede haber aspectos en los que hayamos decidido educar a nuestros hijos de forma diferente a la que nosotros fuimos enseñados.
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Nicky Nuestros padres nos dieron todo el estímulo y la libertad que necesitábamos para desarrollar la vida familiar según nuestros propios criterios. Sin embargo, nos hemos enfrentado con diferencias de opiniones que podrían haber causado dificultades. Un ejemplo relativamente trivial lo demuestra. Cuando era niño, me peinaban firmemente de izquierda a derecha con una raya recta que lo dividía en un lado (aunque en los últimos veinte años la raya se ha ensanchado tanto que ahora es difícil saber de que lado está). Por el contrario, Sila y yo hemos tomado una actitud más liberal en cuanto a la elección del estilo de peinado de nuestros hijos. Se han peinado hacia delante, hacia atrás, hacia arriba, le han hecho una raya en el medio, se lo han teñido y a veces se lo han cortado a pocos milímetros del cuero cabelludo. Para nosotros, esta era una forma de permitirles a nuestros hijos tomar sus propias decisiones y expresar así su personalidad. A nuestros padres, con una actitud más tradicional, no siempre les han gustado estos estilos de peinado y generalmente lo han dicho. Según qué padre hiciera el comentario, uno de nosotros estaba tentado a estar de acuerdo, ya que la lealtad hacia los padres está profundamente arraigada en nosotros. En tales ocasiones, hemos tenido que tomar una decisión consciente de permanecer unidos en lo que habíamos decidido para nuestra vida familiar.
Recientemente, oímos de un matrimonio que se había roto después de treinta años. La razón dada fue que la esposa nunca se había liberado de una madre muy dominante. Aun después de tanto tiempo, la interferencia de los padres llega a ser un problema. No se puede ignorar con la esperanza de que se resuelva por sí misma. APOYO MUTUO Unos amigos nuestros, poco tiempo después de haber tenido su primer hijo, tuvieron una
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diferencia de opinión con los abuelos paternos que provocaron fuertes emociones. La pareja había decidido que el bebé usara el chupete para que dejara de llorar. La esposa sabía que su suegra lo desaprobaría fuertemente y su ansiedad crecía, ya que debía quedarse con los suegros mientras su marido estuviera ausente en viaje de negocios. Sabía que no podría esconderlo durante toda una semana. En sus propias palabras, “Estaba aterrorizada de tener que enfrentarla.” Cuando le comentó sus temores a su marido, el respondió, “No hay problema. Llamaré por teléfono a mi madre y arreglo esto.” Su madre explotó por teléfono al escucharlo, “Ningún hijo mío utilizó un chupete y ningún nieto mío será visto jamás con uno.” Después de una discusión muy acalorada, el marido terminó la conversación diciéndole a su madre, “Ya está. He dicho lo que tenía que decir y no quiero que se hable más del asunto.” Aun antes de ir a quedarse con sus suegros, la intervención del marido tuvo un efecto vigoroso sobre su esposa. Ella dijo, “Sentí que habíamos hecho esta decisión juntos y él se puso de mi lado; eso era todo lo que yo necesitaba. Ya no me importaba lo que mi suegra dijera después.” De hecho, esa semana mi suegra nunca dijo una palabra sobre el chupete y nunca más lo ha mencionado. David Mace, antiguo director de la Asociación Norteamericana de Consejeros Matrimoniales y Familiares, da el siguiente consejo: Cuando esposo y esposa acuerdan una política y ambos la ponen en práctica firmemente, los intentos de sabotearla y manipularla siempre fallan. Pero toda debilidad, cualquier fractura en la unión del esposo y su esposa permite que los suegros abran una brecha entre ellos.4 Debemos presentar un frente unido. Esto significa el rechazar tomar partido con los padres y si es necesario, defender a nuestro esposo o esposa contra la crítica. El apoyarnos mutuamente de manera consistente, a lo largo del tiempo, tiene un efecto vigoroso, no sólo uniéndonos como pareja, sino también enviando un mensaje amable pero claro a nuestros padres. ESTABLECER FRONTERAS, SI FUERA NECESARIO Una pareja del Curso para Matrimonios nos dijo que el padre del esposo había vivido solo durante muchos años. El padre telefoneaba a su hijo una o dos veces al día, a menudo justo cuando iban a sentarse a cenar o cuando ya estaban yéndose a la cama. La madre del esposo había fallecido cuando él tenía quince años y, siendo el hijo mayor, había formado una relación muy especial y estrecha con su padre. Esto no causó ningún problema antes de casarse.
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Sin embargo, una vez casados, fue un gran problema para la esposa quien se sentía cada vez más molesta. Como el suegro vivía solo y la relación con su hijo era tan importante para él, se sentía culpable de decirle algo a su marido. Finalmente, ella se dio cuenta de que tenía que hacer frente a la situación y dijo, “Estoy encontrando tus conversaciones con tu padre cada vez más difíciles. El momento en que llama es mal momento para nosotros y el que tu padre escuche el primero tus noticias me hace sentirme excluida. Luego, cuando me las cuentas a mí, ya no tienes ganas de decirlas nuevamente.” Hablaron sobre esta situación y encontraron una solución: que el padre le llamaría una vez al día a la oficina. Al principio no dio resultado ya que el padre llamaba lo mismo cada noche. Luego, el marido le dijo a su padre, “Cuando te levantes por la mañana, llámame por teléfono a la oficina y entonces me encantará hablar contigo, de otra manera esto no va a funcionar.” En los días siguientes el padre los puso a prueba varias veces. Cada vez que llamaba por la noche, el marido respondía, “Lo lamento papá, ahora no puedo hablar contigo. ¿Te importaría llamarme por la mañana y entonces podremos tener una buena charla?” Después de dos semanas, en palabras del esposo, “¡Lo comprendió!” La esposa dijo que como consecuencia, muchas cosas cambiaron en el matrimonio, “Mi marido estaba dando más importancia a nuestro matrimonio, dándole prioridad, y eso me hizo sentirme muy bien.” También comentó que ambas relaciones, la suya y la de su marido con su padre fueron más estrechas que antes. En tales situaciones, el primer paso debe ser el hablar juntos sobre el problema y tratar de comprender los sentimientos de cada uno. Esto no será fácil. Instintivamente queremos excusar a nuestros padres o acomodarnos a sus deseos, particularmente si los hemos idealizado o si están enfermos o viven solos. A la vez, esto hace que estemos a la defensiva o rechacemos la perspectiva del otro. Tal vez ni siquiera reconozcamos el
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problema. Necesitamos escuchar cuidadosamente a nuestro esposo o esposa (tal como está descrito en el capítulo 4) y reconocer que existe un problema para ellos. Generalmente, el hecho de escuchar con simpatía ya está a medio camino de resolver la situación. También tenemos que reconocer que nuestra pareja no está atacando a los padres o a la familia, sino que protege debidamente nuestra relación matrimonial. Así estaremos en buena posición de trabajar juntos para buscar una solución, obteniendo si es necesario, consejo o ayuda exterior. Una pareja de recién casados pasaron una hora describiéndonos las dificultades que estaban teniendo con los padres de la esposa. Estaba claro que los padres querían continuar controlando la vida de su hija y no habían hecho ningún esfuerzo para establecer una relación con el yerno. Habiendo mutuamente escuchado y comprendido los sentimientos de cada uno, decidieron que la mejor forma de avanzar era tener un encuentro con sus padres. No sabíamos exactamente lo que planeaban decirles, pero les recomendamos que incluyeran lo siguiente: • su aprecio por la manera en que los padres de ella habían buscado ayudarles y apoyarles. • su deseo de mantener una relación estrecha y estable con ellos. • una explicación (con algunos ejemplos reales) de por qué el marido se estaba sintiendo excluido y por qué esto estaba creando una tensión en el matrimonio. • unas pocas sugerencias prácticas de cómo podían actuar juntos para mejorar la situación. Fueron un sábado a casa de los padres de ella y sacaron valientemente este difícil tema más o menos una hora antes del momento en que debían irse. La atmósfera era tensa. Los padres no querían escuchar lo que tenían que decir. Sin embargo, durante las próximas semanas la joven pareja hizo todo lo que estuvo de su parte para mantener la comunicación y la situación mejoró progresivamente. La confrontación fue dolorosa, pero a largo plazo, valió realmente la pena. PONER PRIMERO AL OTRO Eric, que ahora está divorciado, admite que cuando su joven esposa estaba luchando con un hijo de cuatro años, un bebé, un trabajo a tiempo parcial y una casa grande y fría en un vecindario desconocido, él se detenía regularmente en el chalet de sus padres, cerca de su trabajo, para tomar una copa y tener una charla con ellos antes de regresar a casa. Allí, con una gruesa alfombra a sus pies y un plato sopero con pastelillos caseros de queso a su alcance, relataba a su madre sus pruebas y triunfos del día. Ella le prestaba mucha atención de forma inteligente y estimulante. Como todos lo haremos un día, cuando podamos dormir lo suficiente y no ser responsables de nadie, sino de nosotros mismos. Cuando llegaba a casa para encontrarse con una
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mujer físicamente exhausta después de bañar a los bebés y mirando aún desesperada el contenido del refrigerador, no podía evitar comparar los dos hogares y las dos mujeres. Y lo hacía en voz alta. Fue su padre quien finalmente tocó el silbato de alarma al llegar una tarde con su madre y remarcando (con un alarde de sabiduría para su generación) que tal vez la nuera apreciaría un poco de ayuda para dar de comer a los bebés. Pero entonces ya era demasiado tarde. Elena y los niños se fueron a la casa de su madre.5 Si establecemos bien nuestras prioridades, no tiene por qué ser así. Melanie Thaw explica cómo su relación con su madre, Sheila Hancock, es ahora más fuerte, aunque diferente: La maternidad definitivamente nos ha acercado, pero ha cambiado también la relación, ya que uno experimenta un giro en las responsabilidades. Ahora mi obligación ha de ser para mi pareja y mi hijo. No quisiera que parezca que estoy abandonando a mi madre, pero tal vez eso es lo que ella sienta. Ya no es más la única persona importante en mi vida. Su papel ha cambiado . . . Y mamá es una excelente abuelita. . . .6
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15 Cómo tratar los efectos de los males de la infancia
El amor… tiene el poder de rehacer las situaciones. ALAN STORKEY1
Nuestro pasado afecta al presente, y a su vez, al futuro. En ningún lugar esto es tan cierto como en las relaciones de familia—ya sea para bien o para mal. Este capítulo lo escribimos para aquellos cuya infancia y educación están arrojando una sombra sobre su propio matrimonio. Tal vez estén luchando para hacer frente a un pasado traumático o quizás no tengan conciencia de la relación entre sus propias experiencias de entonces y su comportamiento actual. La madre de Samuel era una mujer fuerte y dinámica. Tenía una energía sin límites, que canalizaba hacia sus tres hijos esforzándoles a lograr éxito en todo. Estaba motivada por una ambición obsesiva que no había satisfecho en su propia vida. El hermano mayor de Samuel era extraordinario en los deportes y su hermana tocaba dos instrumentos musicales a alto nivel. Siempre se esperó que Samuel siguiera sus pasos. “Samuel,” decía su madre, “entrarás en el equipo de primera como tu hermano Roberto.” “He organizado para ti dos semanas de entrenamiento durante las vacaciones.” “No, no puedes ir y quedarte con Felipe, porque he hecho la reserva de una semana de navegación para que el año próximo puedas competir con Juanita.” La vida de Samuel había sido organizada y planificada desde el momento en que nació. Nunca se le permitió estar en desacuerdo ni expresar sus sentimientos. Cuando Julia, su esposa, sugirió que podrían ir el fin de semana a hacer ciclismo en el Distrito de los Lagos, su respuesta fue abrupta e hiriente, “¿Por qué estás siempre tratando de controlar mi vida?” lo que desató una calurosa discusión. Las acusaciones fueron de ida y vuelta, olvidando el tema de las bicicletas en el intercambio de disparos. Para entonces Samuel se había perfeccionado en el arte de acabar las discusiones con un comentario sarcástico que generalmente dejaba a Julia en lágrimas. El resentimiento por los intentos de su madre de controlar su vida más la ira
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contenida, habían permanecido en Samuel a través de los años. Estalló sin embargo, no contra su madre, sino contra Julia, su esposa. Dada la confusión existente sobre la fuente de tanto conflicto en su matrimonio, esto les llevó finalmente a buscar ayuda. No existe padre o madre que sean perfectos y ninguno de nosotros hemos tenido una educación perfecta. A veces no era la falta de nuestros padres, y a veces lo era. El dolor o la ira no resueltos podrían ser la secuela de una muerte o de una larga ausencia en el extranjero. O puede haber surgido del divorcio de nuestros padres, del abuso (ya sea físico o emocional), de un control excesivo o de la supresión de las emociones. Algunos han crecido en un hogar donde el amor que recibían estaba condicionado a su inteligencia, su apariencia, sus habilidades, sus éxitos estudiantiles o su buen comportamiento en el hogar. El fracaso de los padres en demostrar amor incondicional puede dejar heridas profundas. La clave es si los recuerdos de nuestra infancia son felices o tristes. Para algunos, han provocado tanta aflicción que se ha instalado la amnesia y fácilmente dejan de evocar lo que sintieron durante su crecimiento. Como resultado de las experiencias durante la niñez, podemos descubrir que a veces reaccionamos de manera irracional hacia nuestra pareja u otra tercera persona. Estas reacciones pueden perturbar mucho a nuestro esposo o esposa. Poco tiempo después de que Miranda se casara, comenzó a experimentar una gran dificultad en su relación con su suegro. Él había tenido solamente hijos, y no estaba acostumbrado a relacionarse con mujeres de la generación de sus hijos. Mientras más vulnerable se sentía ella, su suegro era más dogmático. En varias ocasiones, cuando visitaban a los padres de Patricio, Miranda terminaba en lágrimas y Patricio en plena confusión. La situación llegó a ser tan seria que ella se sintió físicamente enferma y llena de temores al acercarse la visita de Navidad. Patricio se dio cuenta de que había un problema y ambos buscaron ayuda profesional. Resultó que la infancia de Miranda había sido traumática. Su hermana siempre fue tratada como la favorita. A la edad de dieciocho años Miranda había sido golpeada por su padre, quien le dijo que se fuera de casa y de la familia y no regresara nunca más. Más tarde, sus padres se divorciaron. Cuando Patricio y Miranda lo hablaron, ella se dio cuenta de que sus dificultades con su suegro eran una reacción exagerada como resultado de su profundo dolor en el pasado. Heridas como éstas pueden ser sanadas en una relación matrimonial amorosa y con la ayuda de Dios. Buscar una cura rápida es perjudicial, pero con el tiempo, los sentimientos pueden cambiar y nuestra habilidad para relacionarnos íntimamente puede ser restaurada. Debemos ser conscientes de dos peligros relacionados con los males de la infancia. Uno, es la falta de esperanza de la persona que ha sido herida. Tal vez digáis, “Es imposible evitar comportarme y reaccionar de la forma como lo hago. Soy una víctima. Soy así y es la culpa de mis padres.” No debemos abdicar así de nuestra responsabilidad. En todo momento, aún acarreando las heridas del pasado, podemos escoger mirar al exterior y ver las necesidades de los demás, incluyendo las de nuestro esposo o esposa. El segundo peligro es la falta de comprensión del cónyuge, quien le quiere culpar en
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lugar de ofrecerle ayuda. Su pareja debe comprender que, si bien la sanidad es posible, a menudo lleva tiempo. Quienes han sido profundamente heridos pueden necesitar la ayuda de un consejero o de un psicólogo experimentado. Durante el proceso de curación, se beneficiarán mucho del amor, el estímulo y las oraciones de su pareja. Si tienes recuerdos particularmente dolorosos de tu infancia que pueden estar afectando a tu matrimonio, te animamos a hablar con tu cónyuge sobre los puntos siguientes. Si en cualquier etapa te bloqueas o experimentas sentimientos que parecen incontrolables o peligrosamente fuertes, es sabio buscar la ayuda pastoral cristiana o consultar a un consejero. RECONOCER LA FUENTE DEL MAL Al comienzo del último capítulo, hablamos del papel de los padres para satisfacer las necesidades físicas y emocionales de sus hijos. Miremos de nuevo a los dos diagramas de los años de la “infancia” y la “adolescencia” y preguntémonos si nuestros padres, o quienes fueran los responsables, las satisficieron durante la infancia. Puede resultar difícil encarar la situación con sinceridad. Para la mayoría de las personas hay un sentido de lealtad hacia sus padres y no quieren parecer desagradecidos con ellos. Quienes no tuvieron esas necesidades satisfechas piensan fácilmente que ellos mismos son culpables de no haber sido queridos. Se suponen indignos de ser queridos, sin que valiera la pena molestarse por ellos y ésa es la razón por la que sus padres no los afirmaron. Es importante mirar sinceramente a lo que faltaba y a las consecuencias que eso acarrea ahora en nuestras relaciones. No debe sorprendernos si al hacer esto, encontramos un fuerte sentido de ira, u otras emociones tales como tristeza, rechazo, temor y vergüenza. Estas emociones han sido contenidas durante un largo período. Una mujer joven que participó en el Curso para Matrimonios, y que había tenido una relación difícil con su madre, describió cómo pasó una noche arrojando zapatos por toda su habitación. No había reconocido previamente la ira escondida. Si experimentamos tales emociones, siempre podemos decirle a Dios lo que sentimos y buscar su consuelo. Cuanto más honrados seamos en la oración, mejor. La Biblia utiliza imágenes que representan a Dios como padre y madre, lleno de compasión hacia nosotros y estimulándonos a llevarle a Él todas nuestras necesidades. Los escritores de los Salmos podían expresarle a Dios toda la gama completa de emociones humanas: ira, frustración, dolor, lamentos, así como también gratitud y gozo; nosotros también podemos hacerlo. Según las palabras del apóstol Pedro: “Depositad en él toda ansiedad, porque él cuida de vosotros.” (1 Pedro 5:7). VIVID JUNTOS EL LUTO Las necesidades insatisfechas de la infancia constituyen una especie de duelo. Si el marido o la mujer pueden hablar de lo que les faltó en el pasado, es posible para su
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pareja proveer apoyo emocional a través de su disponibilidad a escuchar, sin tratar de explicar los sentimientos o minimizar sus efectos. La Biblia nos dice, “Llorad con los que lloran” (Romanos 12:15). Este mismo proceso de hablar abiertamente con alguien que se interesa sobre su sentimiento de pérdida trae sanidad y contribuye al proceso del duelo. Si un esposo o esposa habla de una falta de afecto, de afirmación u apoyo en su niñez, debemos tener mucho cuidado en no aumentar aún más el dolor ignorando estas carencias emocionales en nuestro matrimonio. Quienes muestran abiertamente los sufrimientos de la infancia necesitan recibir apoyo de su pareja, sin tener que solicitarlo. PERDONA A QUIENES HAYAN CAUSADO DAÑO En el capítulo 12 hablábamos sobre el proceso del perdón. Aquí están nuevamente los puntos principales: Primero, perdonar es un acto de la voluntad. Debemos perdonar a quienes nos han lastimado, aún cuando no sintamos deseos de hacerlo. Para algunos, las experiencias de la niñez han llegado a ser una “zona prohibida.” Recientemente recibimos una carta de una mujer llamada Jennifer, que participó en el Curso para Matrimonios y se había dado cuenta de que necesitaba perdonar a su padrastro. Nos escribió: Tuve un padrastro que se llamaba Juan. Yo tenía siete años cuando mi madre se casó con él, y quince años cuando se divorciaron. La demanda de divorcio fue hecha sobre la base de “crueldad mental.” Mi niñez fue una pesadilla. Mi mayor ambición era crecer tan rápidamente como fuera posible para huir de esa situación. Ahora tengo treinta y tres años. A pesar de que desde hace dos años soy una cristiana comprometida, he acarreado el peso de esos recuerdos y el odio durante dieciocho años. Esto era una “zona prohibida” de mi vida. Estaba destruida. ¿Cómo podía “perdonar” a Juan por lo que me había hecho? ¿Dónde estaba la justicia allí? Yo era una niña. Fui una víctima. No lo vi desde que tenía quince años y él ni siquiera pidió (yo hubiese preferido imploró) perdón. La combinación del Curso para Matrimonios y del libro de Philip Yancey, What’s So Amazing About Grace? (Gracia divina versus condena humana) y la obra de Dios en mi vida, me han permitido ver claramente que necesitaba enfrentar este problema de una vez por todas, a no ser que quisiera que estos dieciocho años se convirtieran en veintiocho, treinta y ocho, cuarenta y ocho . . . sin fin. Oré, permanecí despierta varias noches, lloré y oré más todavía. Entonces le escribí una carta a Juan perdonándole por el daño y la angustia que yo había experimentado de niña bajo su cuidado. Mientras le escribía, ni siquiera tenía idea de si él era consciente del impacto que esa parte de su vida había tenido sobre la mía; decidí dejar este aspecto a Dios. Pero al enviar por correo esta carta, sabía que yo había sido liberada. Oímos que como resultado, el padrastro de Jennifer se puso en contacto con ella. Él
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no podía ver el daño que le había causado ni porqué necesitaba su perdón. Sin embargo, a pesar de su respuesta, Jennifer experimentó una completa liberación del dolor que él le había causado. En primer lugar, el perdón es un acto de la voluntad. En segundo lugar es una decisión continua. Allí donde hayamos sido heridos profundamente necesitaremos continuar decidiendo, aún diariamente, perdonar la misma ofensa. Cuando perdonamos en un acto consciente, como hizo Jennifer, los sentimientos seguirán. En tercer lugar, como hemos visto en la historia de Jennifer, nuestro perdón no debe estar condicionado a que nuestros padres (o padrastros) comprendan en qué nos han fallado, ni depender de un cambio de actitud por su parte. El perdón significa a la vez abandonar el deseo de vengarse así como también la expectativa de que ahora nuestros padres aportarán lo que necesitamos. Esto forma parte de la ruptura de nuestra dependencia respecto a ellos. No siempre será aconsejable ni posible expresar nuestro perdón directamente a quienes nos han herido. Si ambos padres han fallecido o se ha perdido todo contacto, también necesitamos abandonar todo enojo contra ellos, por eso sugerimos en la página siguiente un esquema de oración que podría ayudarte a liberarte de esos sentimientos, dejándoselos a Dios. BUSCA EL AMOR DE DIOS Podemos pedirle a Dios que sane nuestro sentimiento de pérdida, invitándole a Él, como padre perfecto, a darnos la seguridad que no recibimos de nuestros padres. Su promesa hacia nosotros es la siguiente: “Con amor eterno te he amado; por eso te sigo con fidelidad” (Jeremías 31:3). Así que su amor puede saciar nuestras más profundas necesidades de aceptación, seguridad, atención, estímulo, etc. El amor paterno, aún en su mejor condición, puede ser sólo un pálido reflejo del fuerte, constante e incondicional amor de Dios hacia nosotros. Dios nos invita a formar parte de su familia y a experimentarlo como Padre, “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre [Jesucristo], les dio el derecho de ser hijos de Dios” (Juan 1:12). Cuando ponemos nuestras vidas en las manos de Dios, Él nos da su Espíritu, que nos llena con la seguridad de su amor, “Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado” (Romanos 5:5). A continuación sugerimos una oración que tal vez quieras utilizar si estás acarreando heridas desde tu infancia: Señor, gracias por tu amor incondicional hacia mí y por tu voluntad de perdonarme libremente. Gracias por todo aquello bueno que mis padres me dieron. [Expresa aquí en palabras tus buenos recuerdos.] Ahora te presento las maneras en que me fallaron y te pido que me ayudes a perdonarles. [Ahora di:] Mi padre o madre (o el término que usas normalmente) hicieron que me sintiera así al fallar en . . . [nombra las necesidades de la infancia que
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no tuviste] . . . pero decido perdonarles. Gracias Señor, porque tú eres un Padre perfecto. Por favor lléname ahora de tu Espíritu Santo para que pueda conocer tu amor en mi propia experiencia. Gracias por tu promesa de darnos tu Espíritu de amor a todos los que te lo pedimos. Amén. Al final de este capítulo hemos enumerado algunas de las promesas divinas. Piensa en esas palabras. Atrévete a creer en el amor incondicional de Dios hacia ti. Al hacerlo, gradualmente, Dios reemplazará el dolor por las necesidades no satisfechas de tu infancia con un sentido de seguridad y consuelo. AVANZA Al perdonar a nuestros padres, podremos darnos cuenta de que, con la motivación inconsciente de satisfacer necesidades de la infancia, nos hemos comportado irracionalmente y molestado a otros, especialmente a quienes queremos más. Puede haber habido explosiones de enojo hacia nuestro esposo o esposa sin causa aparente, o negación, odio propio o alejamiento de aquellas personas que trataron de amarnos o acercarse a nosotros. Tal vez hayamos visitado o telefoneado a nuestros padres demasiado a menudo, contándoles nuestros éxitos y deseándoles oír decir el ¡Bien hecho! que nos faltó en nuestra infancia. Aunque a veces parezca difícil e imposible, con la ayuda de Dios, el estímulo de nuestro cónyuge, y si es necesario de otros, podemos dejar atrás este comportamiento. Sin embargo el cambio nos hace sentir inseguros. Victor Frankel describe la liberación de los judíos supervivientes del campo de concentración Dachau, al final de la guerra. Los prisioneros salieron a la luz del sol, pero quedaron tan deslumbrados por ella, que volvieron a sus celdas.2 A veces preferiríamos volver a la familiaridad y seguridad de nuestras relaciones obviamente imperfectas y a las viejas pautas de comportamiento. Al avanzar, tal vez nos sintamos expuestos y necesitemos tener seguridad. No debemos sorprendernos de esto ni abandonar por ello. Si un miembro de la pareja ha tenido que aguantar lo más duro del comportamiento irracional, no se deberían esperar cambios instantáneos. Se necesita tiempo para que las viejas costumbres sean remplazadas por las nuevas. Sed gentiles, pacientes y estimulantes. TEN ESPERANZA No hemos escrito este capítulo para todos, sino para aquellos a quienes la ira y los males no resueltos de la infancia han causado un gran estrés en sus relaciones. Si este capítulo fuera relevante para los dos cónyuges, por el bien del matrimonio y a pesar de la energía emocional requerida, se les anima a que puedan ir juntos, y con otra persona si fuera necesario, al fondo de esos aspectos dolorosos. Los esfuerzos de restaurar las relaciones
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con la familia en sentido amplio pueden o no ser recíprocos. Aún así, vale la pena, por el bien del matrimonio. Tenemos en Dios un Padre perfecto, “. . . lento para la ira y lleno de amor” (Jonás 4:2), siempre dispuesto a escucharnos, a consolarnos y ayudarnos. Si nuestros propios padres fallaron en amarnos, al principio tendremos dificultad en aceptar esto. Las palabras tan conocidas de 1 Corintios 13:7 sobre el amor, “Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” Estas palabras son una inspiración y un estímulo para pasar por este proceso. Hemos escrito aquí una selección de las promesas del amor de Dios que han ofrecido seguridad a muchos: “Lo halló en una tierra desolada, en la rugiente soledad del yermo. Lo protegió y lo cuidó; lo guardó como a la niña de sus ojos; como un águila que agita el nido y revolotea sobre sus polluelos, que despliega su plumaje y los lleva sobre sus alas” (Deuteronomio 32:10).
“Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y se compadeció de él; salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó” (Lucas 15:20). “Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos” (Salmo 103:13). “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré: Te sostendré con mi diestra victoriosa,” (Isaías 41:10).
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“Vosotros ya sois hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: ‘¡Abba! ¡Padre!’” (Gálatas 4:6). “Y nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama” (1 Juan 4:16).
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Sección 6 – Padres y suegros CONCLUSIÓN Esta es la experiencia de una mujer casada y su relación con sus familiares: Cuando oigo a mis amigos que están luchando contra madres manipuladoras y padres distantes y glaciales, abuelitas que interfieren y abuelos obsesivos, me pregunto si mi educación fue simplemente aburrida. Pero ahora me doy cuenta de que, a veces, debió haber sido mentalmente tensa y compleja. Mamá y papá nos dieron a mi hermano y a mí una vida familiar muy real y normal. Claro que de vez en cuando todos discutíamos (según mi madre), en las etapas entre aprender a caminar y aprender a conducir un automóvil, cuando mi hermano y yo teníamos altercados a cada hora. Pero a través de los altibajos de la vida familiar (y a pesar de todas nuestras imperfecciones) siempre nos comunicábamos, y todavía lo hacemos. Generalmente, cada noche nos sentábamos a cenar y hablábamos de nuestros respectivos días, pidiendo el punto de vista de cada uno y preocupándonos de las dificultades de unos y otros. Mi primer novio llegó una noche en su moto, todo vestido de cuero. Inmediatamente lo invitamos a cenar con nosotros, sin complicaciones, comentarios ni movimientos de cejas. Todo continuó como de costumbre, excepto las palabras de mi padre, “¿Por qué no te quitas la chaqueta, muchacho? Las borlas se están ensuciando con la crema de puerros.” Y así continuó. Entonces me casé y creció la relación entre Tim, mi marido, mi hermano y lógicamente mis padres. Mi propia relación con ellos se expandió para incluir a Tim y debió haber cambiado también—pero no sé cómo. Sin ni siquiera pensarlo, tal vez nos permitimos reagruparnos y acomodarnos de acuerdo con nuestros nuevos papeles. Luego, tuvimos hijos y probablemente nos ajustamos nuevamente. Nos hablamos por teléfono; llamamos para saber cuántas veces se puede recalentar la carne picada, le preguntamos a papá cómo se pueden construir unas estanterías y confiamos en que él se ofreciera para hacerlo. Nos encontramos a la hora del almuerzo y cena. A veces ellos cuidan de los niños y nosotros hacemos alguna escapada. Están increíblemente ocupados. Nosotros también. En el período en que nos mudábamos de casa, tuvimos que vivir con ellos, teniendo un hijo de dieciocho meses que tenía tendencia a vaciar los armarios y despertarse de madrugada. Pero eso es otra historia. Sí, todo es espectacularmente normal. Y realmente les quiero a todos. Si bien los miembros de esa familia estaban lejos de ser perfectos—ya que en
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realidad ellos señalaban sus muchas imperfecciones—experimentaron unos fundamentos firmes en su niñez sobre los cuales construir sus matrimonios. Para muchas personas, éste no es el caso. En estos capítulos hemos visto ejemplos de situaciones familiares difíciles y a veces extremadamente dolorosas. No tenemos que dañar nuestro matrimonio aun cuando nuestro pasado haya sido doloroso. En realidad, el matrimonio mismo puede ser una relación que sane las heridas. Una amiga nos contaba, hace unos días, lo doloroso que había sido para ella descubrir en su niñez que había sido adoptada. No podía aceptar que no conocía a nadie de su misma sangre. Al quedar embarazada y comenzar su propia familia, encontró que este dolor había desaparecido. Lo había logrado gracias a su matrimonio y a la experiencia de la vida familiar. Otro hombre que tenía una relación difícil con su padre, habló de la emoción al establecer una relación saludable y cariñosa con su suegro. Finalmente se convenció de que no había nada malo con él. Él era una persona aceptable. Quienes tuvieron padres negligentes o crueles a veces dudan de su propia habilidad para ser buenos padres. Pero al descubrir el gozo de tener y amar a sus propios hijos, nuevamente, el pasado puede ser sanado. Victoria Glendinning escribe: Yo misma tuve una infancia difícil. La escribí de nuevo, felizmente, a través de la infancia de mis hijos.3 Para todos nosotros, el matrimonio puede ser una relación sanadora. Es el lugar donde nuestras inseguridades y dudas que acarreamos del pasado pueden ser manifestadas e invertidas. Mediante el amor de Dios y de nuestro esposo y esposa, podemos llenar los vacíos, repeler las palabras hirientes y así reconstruir la confianza en quiénes somos.
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Sexta regla de oro del matrimonio Honra a tus padres, pero no seas controlado por ellos.
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Sección 7 — Vida sexual sana
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16 Sexualidad — ¿De qué se trata?
La sexualidad tiene un propósito . . . evitar el aislamiento. Algunas personas eligen aislarse. No lo hacen porque en el fondo lo prefieran, sino porque temen ser rechazadas y relegadas. Y sin embargo, si no corro el riesgo de exponerme, ¿cómo podré descubrir la maravilla de abrazarme y perderme en el otro? JOHN WHITE1
La sexualidad es la mayor constructora natural de intimidad. Hemos dejado este tema hasta ahora, no porque no sea una parte importante del matrimonio, sino porque todos los demás aspectos del mismo afectan a la manera en la que hacemos el amor, y nuestras relaciones sexuales afectan a todos los demás aspectos de nuestra unión. Cuando las relaciones sexuales son una expresión vital de nuestro amor mutuo, experimentamos una unidad que penetra en cada nivel de nuestro ser. Dios ama la sexualidad. Él la ha inventado. Estamos diseñados para gozar de la atracción que sentimos hacia el esposo o esposa. La habilidad de expresar el amor uniendo nuestros cuerpos es un don de aquél que es puro amor. Su intención es que lo disfrutemos plenamente dentro de la entrega amorosa del matrimonio donde no hay nada que esconder o retener el uno del otro. Mike Mason describe este acto como “una desnudez total.” Estar al desnudo con otra persona es una especie de imagen o demostración simbólica de una armonía perfecta, una absoluta confianza, una entrega y un compromiso cabal y si el corazón no está desnudo con el cuerpo, entonces todo el acto se convierte en una mentira y una burla. Llega a ser una relación con una contradicción absurda y trágica: el dar el cuerpo y retener el ser. La exposición del cuerpo en un encuentro personal, es como expresar nuestro más profundo secreto: después no hay posibilidad de volver atrás, no se puede pretender que el secreto sea todavía nuestro y que el otro no lo sepa. Es, en efecto, el último paso en las relaciones humanas y por lo tanto, no debe ser tomado a la ligera. No es el paso para establecer una intimidad profunda, si no más bien el que la presupone.2 Nuestra propia percepción y experiencia de la sexualidad puede ser muy diferente. En
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la segunda mitad del siglo veinte el sexo se ha exagerado, se le ha dado excesivo énfasis y expuesto en demasía. Lo hemos visto por todos lados, a veces abaratado, sentimentalizado, idolatrado, pero siempre fuera del contexto del matrimonio. Algunos se han convertido en adictos al sexo. Otros se han hartado de él, como lo declaraba recientemente el titular de un periódico: “Por qué el sexo ya no es sexy.” Muchas personas (incluyéndonos a nosotros) aprendimos sobre la sexualidad de jóvenes de nuestra propia edad, quienes a una edad increíblemente temprana, parecían ser una autoridad en la materia. Más tarde supimos que eran tan ignorantes o estaban tan mal informados como nosotros. Nuestra educación ha contribuido en la manera en la que vemos la sexualidad. Libby Purves escribió sobre las actitudes que encontró en la escuela, “Había una o dos [maestras] excesivamente modestas, como la responsable de la disciplina, que prohibió las radios en los cuartos de baño por la mañana, porque no era decente escuchar profundas voces masculinas en un cuarto donde las adolescentes estaban desnudas.”3 Qué contraste con la actitud de muchas escuelas hoy en día, en las que no se pone ninguna barrera, excepto, si es posible, que el sexo sea seguro. Históricamente, la iglesia debe asumir parte de la culpa de una falsa comprensión. La Biblia es clara sobre el hecho de que el sexo dentro del matrimonio es bueno, pero la iglesia no siempre ha reflejado claramente esta enseñanza. En el siglo cuarto, Agustín habló de “la vergüenza que acompaña toda relación sexual.” Otros teólogos fueron más lejos. Algunos avisaron a las parejas casadas de que el Espíritu Santo abandonaba el dormitorio cuando tenían relaciones sexuales. Por lo tanto cuanto menos se practicara el sexo, mejor. Pero tal vez la mayor influencia en la formación de nuestras actitudes es el punto de vista de nuestros padres. En algunos hogares el tema nunca se habla abiertamente, o se comenta de forma inapropiada—chistes soeces o lenguaje grosero. Para otros el temor de sus padres y la excesiva protección, les ha causado una falsa culpabilidad y les ha dejado con el sentimiento de que todo sexo es sucio. Trágicamente algunas personas combaten con una visión distorsionada del sexo porque han sufrido los horrores del abuso sexual, mientras que otros traen a su matrimonio las consecuencias dolorosas de relaciones sexuales del pasado. Hoy, se supone que hay una mayor apertura hacia el sexo y la sexualidad, sin embargo, muchas personas todavía se avergüenzan de hablar honestamente sobre el sexo en su matrimonio. Es una extraña paradoja: se habla bastante del sexo en la sociedad, pero privadamente no lo mencionamos, especialmente si tenemos problemas. Antes de hablar sobre la sexualidad a un nivel práctico, señalaremos cuatro principios bíblicos que proveerán el marco para que una relación sexual satisfaga dentro de un matrimonio amoroso y permanente. LA SEXUALIDAD—UNA FUERZA PODEROSA “El hombre exclamó: Ésta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Se
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llamará ‘mujer’ porque del hombre fue sacada. Por eso el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y los dos se funden en un solo ser” (Génesis 2:23-24). El equivalente moderno de las palabras de Adán cuando vio por primera vez a Eva podría comenzar con un lento y prolongado, “¡Uauuu!” El gran plan de Dios para el matrimonio es que el anhelo que tengan un esposo y una esposa de estar juntos, culmine en la unión sexual. Cuando se practica amorosamente, expresa y crea unidad. Esta es la razón por la cual el sexo fuera del matrimonio es dañino. La unión sexual de un hombre y de una mujer traerá siempre más que un lazo físico momentáneo. Queramos o no, nos afecta profundamente a nivel emocional, psicológico y espiritual. Las dos hojas de papel a las que nos referimos en el capítulo 1, pegadas para convertirse en una sola hoja, no pueden separarse sin que ambas se dañen. La sexualidad está diseñada por Dios para ser la expresión de una relación exclusiva y comprometida entre un hombre y una mujer. Cada vez que expresamos nuestro amor mutuo a través de esta unión física de nuestros cuerpos, el vínculo entre nosotros se hace más fuerte y profundo. LA SEXUALIDAD—UN DESCUBRIMIENTO PARA TODA LA VIDA La segunda referencia bíblica viene del Cantar de los Cantares. En la parte central de la Biblia hay un hermoso poema erótico que describe la relación apasionada entre un amante y su nueva esposa. Sin vergüenza alguna, el escritor celebra el poder misterioso del don divino del amor sexual. La imagen poética, aunque al principio parece oscura, no nos deja duda sobre el hecho de que Dios quiso que gozáramos de los cuerpos recíprocamente, deleitándonos en nuestra atracción mutua, en la excitación sexual y en el orgasmo. No hay ninguna señal de vergüenza, culpa o timidez. ¡Comed y bebed, amigos, y embriagaos de amor! (Cantares 5:1) El cortejo amoroso en el Cantar de los Cantares madura gradualmente en el poema a medida en que se desarrolla la relación de la pareja. Tal vez esto nos da otra indicación de por qué el propósito de Dios es que el sexo se mantenga dentro del matrimonio. En contraste, la impresión dada actualmente por innumerables películas es que el sexo es más excitante cuando una relación es nueva o adúltera. Esto puede llevar a que muchos supongan que, cuando un esposo y una esposa lleguen a conocerse bien, la excitación inevitablemente disminuirá. Que sólo la aventura y el secreto de un lío amoroso pueden proveer nuevamente un éxtasis sexual. Pero ésta no es la manera en que Dios diseñó nuestros cuerpos, sino que más bien al crecer en la comprensión de cómo excitar y dar placer mutuo, nuestra relación sexual se desarrolla y el goce aumenta con los años, alimentando la totalidad del matrimonio al expresar y recibir amor. Esta convicción llevó al autor de los Proverbios a expresar tales
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sentimientos exclamando: “. . . ¡Goza con la esposa de tu juventud! …¡Que sus pechos te satisfagan siempre! ¡Que su amor te cautive todo el tiempo!” (Proverbios 5:18-19).
Una pareja casi septuagenaria escribe sobre su propia experiencia después de treinta y seis años de casados: La relación sexual primeramente es para profundizar la relación de amor de una pareja. Si no fuese así, Dios no hubiese permitido que esta parte de nuestro ser siguiera con vigor y ardor mucho más allá de los años de fecundidad hasta los cincuenta, sesenta y setenta (¡y nos alegra de que sea así!).4 Cuando un esposo y una esposa se fijan una meta a largo plazo, serán recompensados ampliamente. John White, psiquiatra y escritor cristiano, comenta: La intención del sexo fue evitar la soledad . . . la comunión (la cercanía, la intimidad, el conocerse y ser conocido, el amar y ser amado) es una estructura compleja del vivir que conlleva años de crecimiento. Comienza como una planta delicada y hermosa, vibrante de vida. Crece hasta convertirse en un árbol sólido con profundas raíces para sostenerlo a través de sequías y tormentas.5 Dado el poder del sexo para crear placer e intimidad, la imagen sexual apasionada del Cantar de los Cantares, es utilizada también como una metáfora de una estrecha relación personal que Dios desea tener con nosotros. LA SEXUALIDAD—UN INGREDIENTE ESENCIAL La tercera referencia bíblica viene de la primera carta de Pablo a los Corintios, una ciudad conocida por su libertinaje sexual y su suburbio de prostitución:
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El hombre debe cumplir su deber conyugal con su esposa, e igualmente la mujer con su esposo. La mujer ya no tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposo. Tampoco el hombre tiene derecho sobre su propio cuerpo, sino su esposa. No os neguéis el uno al otro, a no ser de común acuerdo, y sólo por un tiempo, para dedicarse a la oración. No tardéis en volveros a unir nuevamente; de lo contrario, podéis caer en tentación de Satanás, por falta de dominio propio (1 Corintios 7:3-5). A veces estos versículos han sido mal utilizados, especialmente por esposos que querían imponer a su esposa ciertas prácticas para satisfacer sus apetitos y caprichos sexuales. Esto contradice el punto principal de este texto que es recordar a los esposos y esposas que se trata más bien de un deber mutuo que de un derecho. Ni el esposo ni la esposa deben negarse a hacer el amor físicamente, excepto por mutuo acuerdo y por un tiempo limitado. Ambos necesitan reconocer que la relación sexual no es la guinda que corona el pastel en el matrimonio, sino un ingrediente esencial del mismo. Como lo mencionamos antes, la ley romana daba al esposo derechos absolutos sobre su esposa. Por lo tanto, la enseñanza de Pablo sobre el darse físicamente el uno al otro, era revolucionaria en el primer siglo, pero también es relevante en la actualidad. Un artículo del periódico inglés The Sunday Times, publicaba el resultado de la Encuesta Nacional sobre las Actitudes y Estilo de Vida Sexual en Gran Bretaña. Éste demostraba que mientras el sexo fuera del matrimonio se consideraba como parte normal de las relaciones, miles de parejas casadas “han desechado el sexo, en favor de la castidad . . . Los estudios demuestran que una de cada treinta parejas está optando por el celibato en sus relaciones, ya sea porque no tienen tiempo o porque no tienen inclinación hacia el sexo.”6 Generalmente, se supone que las relaciones sexuales tienen una duración limitada natural. Liz Hodgkinson, autora del libro Sex is Not Compulsory (El sexo no es obligatorio), escribe, “Para algunos esto puede ser una semana, para otros veinte años. Pero si tratas de extender tu relación sexual más allá de tu vida natural, entonces estás buscando problemas porque ya no es ni espontáneo ni un placer.”7 Esto es una triste falta de comprensión del funcionamiento de la sexualidad. Dios diseñó la sexualidad para una relación matrimonial que dure toda la vida y deseó que fuera satisfactoria (aunque cambiante) a lo largo de toda nuestra existencia. Al llegar a conocernos mejor a través de los años, el potencial de intimidad y goce de la unión sexual no disminuye, sino que aumenta. Lejos de abandonarlo cuando el deseo sexual disminuye por un tiempo, una pareja necesita descubrir nuevas formas de excitarse y satisfacerse. Si ignoramos la enseñanza bíblica y nos privamos de un tiempo regular para hacer el amor (excepto por razones tales como enfermedad, recuperación después de un parto, etc.), nos separamos en todos los niveles. La falta de relaciones sexuales en un matrimonio debe considerarse un problema serio. Puede llevar a sentimientos de aislamiento y soledad. Y cuando nos sentimos solos somos más vulnerables a las
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tentaciones que vienen de otros lugares. LA SEXUALIDAD—UNA ACCIÓN DE DAR La cuarta referencia viene de la enseñanza más completa sobre el matrimonio en el Nuevo Testamento. No trata exclusivamente de las relaciones sexuales, pero ciertamente las incluye: Someteos unos a otros, por reverencia a Cristo. Esposas, someteos a vuestros propios esposos como al Señor. . . . Esposos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella. . . . Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo.” Esto es un misterio profundo, yo me refiero a Cristo y a la iglesia. En todo caso, cada uno de vosotros ame también a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete a su esposo (Efesios 5:21- 22, 25, 2833). Una buena relación sexual requiere que tanto el esposo como la esposa piensen de qué modo pueden darse placer mutuo, haciéndose el amor. Hoy en día, mucha de la estimulación y satisfacción del deseo sexual se ha vuelto auto-orientada. El énfasis es sobre mi derecho a satisfacer mi deseo en la forma que yo escoja. Sin embargo, la sexualidad no es un don para la auto-satisfacción. Es una forma de darnos nosotros mismos al otro, sometiéndonos a las necesidades y deseos de cada uno.
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El coito es la forma más íntima de demostrar el amor a nuestro esposo o esposa e implica hacer sacrificios en favor del otro. Una pareja necesita aprender cómo darse mutuamente. En distintas épocas y por razones diferentes, cada uno tendremos un nivel de deseo sexual distinto, especialmente durante períodos de estrés o a la llegada de un bebé. Para uno, el amor sacrificado puede ser imponerse una restricción. Para el otro puede significar hacer el amor a pesar del cansancio. El concepto de dar a través del sexo puede resultar difícil de comprender. Estamos realmente más preocupados en recibir más que en dar. Muchas personas crecen pensando que el sexo es algo que se obtiene, que se gana o que se manipula. El arte de dar de sí mismo a otra persona puede por lo tanto parecer extraño al comienzo; pero es un arte que debe ser cultivado en cada aspecto del matrimonio, en particular en lo que concierne a la sexualidad. No nos casamos para copular . . . Nos casamos para hacer una alianza de ayuda y servicio mutuo, y como una expresión de amor. La intimidad [sexual] en tales circunstancias es un sello de compromiso. Es también una delicada comunicación de amor y confianza mediante la cual un hombre y una mujer se llegan a conocer más profundamente.8
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17 Seis cualidades de los grandes amantes
El sexo celebra lo que está sucediendo en el resto de la vida de la pareja. ALAN STORKEY1
El factor básico, y sin embargo más importante a tener en cuenta, es que la sexualidad del hombre y de la mujer es diferente. Alguien ha descrito estas diferencias así:
Los hombres, pareciera que nunca tienen suficiente sexo, ni las mujeres suficiente romance. Los hombres piensan en la meta; las mujeres en el camino. Los hombres son como cocinas de gas: se encienden al instante y se enfrían rápidamente. Las mujeres son como las cocinas eléctricas: necesitan tiempo para calentarse, pero permanecen calientes durante mucho más tiempo. Dios diseñó a los hombres y a las mujeres para que se exciten sexualmente de manera diferente, y es la combinación de ello lo que puede producir una larga y satisfactoria relación sexual. Si las mujeres hubieran sido hechas como los hombres, en treinta segundos se terminaría todo y la sexualidad no sería la gran constructora de intimidad que Dios tuvo la intención que fuera. Tanto los esposos como las esposas deben comprender y gozar estas diferencias; de lo contrario les parecerán problemas insuperables. El esposo debe aprender a ser gentil y
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paciente y darle tiempo a su esposa para excitarse. Entre tanto, la esposa necesita comprender su propia sexualidad, como así también la de su esposo. Para ella, el proceso de excitación es generalmente más complejo que para su marido y el sexo no puede separarse tan fácilmente del resto de la vida. Estas diferencias en nuestras respuestas sexuales conducen a menudo a malos entendidos y conflictos que irán en detrimento de la totalidad del matrimonio. A continuación mencionamos la primera de las seis cualidades importantes que nos permitirán mejorar nuestra forma de hacer el amor. COMUNICACIÓN Para algunas personas, todo el tema de la intimidad sexual es sumamente privado. Sin embargo, si podemos ser sinceros y honestos el uno con el otro, esto acrecentará considerablemente la confianza mutua y nuestra cercanía. Un matrimonio que participó en el Curso para Matrimonios describió los resultados de conversaciones más francas: Carolina: Para mí, antes de seguir el Curso para Matrimonios, nuestra vida sexual estaba bien. Pensaba que mi marido tenía todos los problemas y yo ninguno. Estaba muy feliz de cómo nos iban las cosas. Ricardo: Si me hubiesen preguntado “¿Tienes algún problema en tu vida sexual?” probablemente hubiese respondido que no. Sin embargo había algo que me molestaba. Parecía que era siempre yo quien debía preguntar, “¿Tienes ganas?” y me sentía indefenso. Parecía que no había forma en que yo pudiera influenciar la respuesta de Carolina. Carolina: Durante el Curso tuvimos que dar notas para evaluar la amistad, la intimidad espiritual y física de nuestro matrimonio. Me impactó ver lo que mi marido había puesto. De un máximo de 20 puntos, nuestra amistad tenía 18; nuestra relación espiritual, 19; y ¡nuestra relación física 2! ¡Realmente era así! Luego, cuando hablamos juntos, escuché por primera vez a Ricardo y traté realmente de comprender qué era lo que le causaba problema. Lo tomé en serio. Hasta ese momento, yo pensaba que él era exigente y que no me comprendía; pero ahora me daba cuenta de lo importante que era para él esta parte de nuestro matrimonio. Antes del Curso para Matrimonios, yo no había sostenido nunca un punto de vista cristiano sobre el sexo. No me había dado cuenta de lo determinante que era esto. Pensaba que éramos buenos amigos, que nos comprendíamos espiritualmente y que si nuestra relación sexual no era buena, no importaba mucho. Durante el curso comprendí que sufría de ciertos bloqueos y que éstos nos impedían sentirnos libres sexualmente el uno con el otro. Cuando tenía doce años, entré a la habitación de mis padres mientras ellos estaban haciendo el amor. Nunca nadie, incluyendo a mis padres, me había hablado sobre el sexo. No entendí lo que estaban haciendo pero no me sonaba como algo que tuviese que
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ver con el amor. Estaba tan avergonzada de lo que vi, que al día siguiente me fui a la escuela antes de que mis padres se levantaran. Esa noche me hicieron sentar y, sintiéndose muy incómodos, trataron de explicarme lo ocurrido. Desde ese día, la sexualidad se convirtió para mí en un tema muy vergonzoso. Unos años más tarde descubrí que mi padre había sido infiel a mi madre e interiormente comencé a creer que era imposible confiar sexualmente en los hombres. Nunca había hablado de esto con Ricardo antes del Curso para Matrimonios, pero él vivía bajo la sombra del efecto que estas experiencias habían tenido en mí. Cuando se lo conté una noche, a oscuras, sintiéndome tan avergonzada y molesta, él fue muy amable y gentil. Luego, pasé cierto tiempo hablando y orando con una de las líderes del curso sobre este tema y, con el amor y apoyo de Ricardo, el problema se resolvió. Ricardo: Me alegré mucho de haber podido ser honesto y evaluar con un 2 nuestras relaciones sexuales. Lo mejor de ello fue que se me escuchó y se me tomó en serio, en lugar de sentirme como un animal quejándose, tal como creía que se me trataba antes. Además decidí calmarme un poco y comenzar a buscar acuerdos. Acordamos hacer el amor una vez por semana. Entretanto trataría de ser más romántico. Tener una perspectiva cristiana es fantástico, porque significa que el sexo es más que un proceso físico instintivo. Ha llegado a ser algo que es parte de nuestra relación íntima. También me di cuenta de que me había estado comportando como una víctima, en lugar de ser directo con lo que quería. Carolina: Desde que completamos el Curso para Matrimonios, he descubierto lo maravillosa que puede ser la sexualidad. De repente, el crecimiento de nuestra unión se ha convertido en realidad; ahora que nuestra relación física ha dejado de ser algo separado. Yo pensaba que si hablábamos sobre todo, nuestro matrimonio estaría bien. Ahora he comprendido que nuestra relación sexual es una forma de comunicación en el matrimonio tan importante como las palabras que decimos. Muchos esposos tienen un apetito sexual más fuerte que su esposa, lo que sin una buena comunicación, deja a muchas mujeres sintiéndose sexualmente inadecuadas o intimidadas. Necesitamos aprender a ser francos con nuestra pareja, expresando nuestros deseos de hacer el amor, diciéndole a nuestro cónyuge lo que nos da y lo que no nos da placer. Las presuposiciones sobre cómo es cada uno o las generalizaciones sobre cómo son los hombres o las mujeres no ayudan. Algunas esposas tienen un apetito sexual más fuerte que su esposo y algunos de ellos se sienten inadecuados porque no alcanzan las expectativas que la sociedad les impone. Ninguna pareja es un estereotipo. Todos diferimos en los momentos cumbres o puntos bajos de nuestros deseos sexuales. El escucharnos mutuamente y expresar nuestros sentimientos sobre el sexo es tan importante, como cualquier otra esfera de comunicación en nuestro matrimonio. Mientras se hace el amor, las esposas necesitan decirle al esposo lo que las excita y el momento en que están listas para el coito; entretanto los hombres deben decirle a su mujer lo que no tienen que hacer si ellos se están esforzando para demorar el orgasmo.
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Cuanto más descubramos uno del otro, gozaremos más de hacer el amor. Toda vergüenza desaparece rápidamente una vez que esta clase de comunicación ha comenzado. Las experiencias sexuales del pasado a veces nos afectan profundamente: puede haber una reticencia a entregarnos por temor a ser heridos nuevamente o a causa de malos recuerdos que inhiben nuestra libertad. En este complejo aspecto de la personalidad, es importante que expongamos mutuamente los temores más profundos. Pues, en la medida en que nos comuniquemos verbalmente (a menudo con dolorosos sentimientos de vulnerabilidad), nuestro esposo o esposa podrá apoyarnos y estimularnos, y los sentimientos de rechazo y distanciamiento serán reemplazados por la aceptación y el cariño. Esto puede ser expresado mediante una amorosa relación sexual. Entonces, el tema se convierte en un círculo completo: al hacer el amor, sanamos los malos recuerdos, lo que disminuye el temor y aumenta nuestro deseo. TERNURA La intimidad sexual surge de la ternura: son los dos lados de la misma moneda. La ternura es un aspecto vital de nuestra relación y sin ella, hacer el amor será unidimensional y se sentirá su ausencia. La ternura implica tomar su tiempo haciendo el amor. Tiempo para relajarnos de las presiones del día. Tiempo para hacer crecer el romance y el deseo. Tiempo para gozar la cercanía física. Tiempo para amarnos mutuamente con palabras: cariñosas, tiernas y positivas. No importa si utilizamos cada vez las mismas palabras, siempre que expresen realmente lo que sentimos. De la misma manera en que una orquesta comienza con el oboe y luego los demás instrumentos se afinan, así la ternura significa afinar, armonizar las necesidades de cada uno. Si no tomamos tiempo y sólo buscamos lograr el orgasmo, el sexo será mecánico. Algunos esposos tocan a su esposa solamente cuando quieren relaciones sexuales. Esto le envía a ella señales terribles. Puede terminar en un matrimonio sin ningún contacto físico, ya que la mujer, resintiéndose de la actitud y las intenciones de su marido, se retraerá. Si de alguna manera ella se siente utilizada, su cuerpo se cerrará. Para que una mujer se entregue a su marido, debe sentirse segura, amada y especial. No estamos sugiriendo que la ternura y la pasión no puedan cohabitar, pero para la mujer, en especial, el sentirse realizada emocionalmente puede ser tan satisfactorio como lograr el orgasmo. Las noticias principales de la BBC (famosa cadena de televisión británica), informaron recientemente de que, en el Reino Unido, una de cada tres esposas sufre la violencia doméstica en alguna etapa de su vida. Esto es una contradicción terrible con las palabras de la epístola a los Efesios que citamos en el capítulo anterior, “Esposos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia . . .” (Efesios 5:25). En una boda tradicional judía, en lugar de colocar una alianza en el dedo de la novia, el novio se quita su manto y lo coloca sobre los hombros de ella, simbolizando su promesa de protegerla. A un cierto número de mujeres se les preguntó qué es lo que hacía de un hombre un
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buen amante. Sus respuestas revelaron que no eran ni las proezas atléticas, ni el tamaño de sus músculos ni la dimensión de ninguna otra cosa, sino su ternura. Ésta obtuvo una clasificación mayor que la técnica física. El amor sexual no puede comunicarse en un trasfondo de egoísmo, explotación, crítica o dureza.
Cuando una mujer se siente segura, especial y hermosa, su mente y su cuerpo responderán sexualmente a su marido, y esto enriquecerá la satisfacción mutua. El dormitorio debe ser el lugar donde la mujer sabe que, “seré cuidada, amada, deseada. En un mundo que puede devaluarme, ridiculizarme o burlarse de mí, hay un hombre que me conoce más que cualquier otra persona y es tierno conmigo.” GRADO DE RESPUESTA Si se les pregunta a muchos esposos como Ricardo sobre su vida sexual, responderán que su esposa no es muy sensible, no responde. La Biblia habla de la mujer como de un jardín secreto, “¡jardín cerrado, sellado manantial!” (Cantar de Cantares 4:12). Sila
Conozco un antiguo y hermoso jardín inglés que me gusta mucho. Frente a la casa hay setos. Al doblar la esquina, a lo largo de un extenso césped hay un cerco de arbustos, divididos por un arco. Al pasar por el arco se desciende unos peldaños hacia un jardín secreto que está en un nivel inferior. En el extremo hay una abertura en un viejo muro que conduce a través de una pequeña e íntima rosaleda con una fuente circular en medio. Más allá, pasando las glicinas trepadoras, las rosas y clemátides, se llega a un amplio jardín vegetal rodeado de una muralla. En verano, hay viveros de amapolas rosadas, anaranjadas y rojas mezcladas. El jardín nos lleva a un huerto lleno de manzanos, ciruelos y damascenos con un portal al final que permite el paso hacia el campo. No importa cuál sea la época del año o el tiempo que haga, este jardín excita la curiosidad e invita a explorarlo, ofreciendo siempre un nuevo descubrimiento en rincones hasta entonces inexplorados. Es en este sentido que el Cantar de Cantares hace mención de un jardín como símbolo de la sexualidad femenina; hay mucho para descubrir y deleitarse durante toda una vida.
Para ambos amantes, la imagen en el Cantar de Cantares resuena con placer y
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deleite. Esta mujer es consciente de su propia sexualidad y no está contaminada por la timidez o la restricción. Toma la iniciativa de darle a su esposo la bienvenida al jardín. “¡Viento del norte, despierta! ¡Viento del sur, ven acá! Soplad en mi jardín, ¡esparcid vuestra fragancia! Que venga mi amado a su jardín y pruebe sus frutos exquisitos” (Cantar de Cantares 4:16). El grado de respuesta de una esposa es el secreto al placer de su esposo. Un esposo necesita saber que su esposa lo encuentra atractivo. Quiere sentir lo mucho que su esposa desea su amor. Aprecia que su esposa le diga lo especial que es él para ella (tanto en lo físico como en otras maneras). Un esposo necesita sentir la excitación y la anticipación del deseo de su esposa y todas las delicias que ella desea compartir con él. A sabiendas o no, la esposa tiene la llave para abrir este jardín. Debe escoger explorarlo junto con su marido. Sin embargo, algunas mujeres no saben que existe la llave, ni siquiera que existe el jardín; algunas tienen temor de lo que pueda haber más allá del portal; para otras la experiencia anterior del jardín ha sido negativa y traumática. Estos temas pueden ser tratados dentro de la seguridad y el compromiso del matrimonio. La esposa necesita creer en la posibilidad de tener placer y realizarse haciendo el amor. En algunos casos se requiere mucha valentía. Necesitará ayuda y apoyo de un esposo paciente, cuidadoso y sensible para poder entregarse libremente a él. Lo ideal es que el esposo y la esposa entren en el jardín, tomados de la mano, para comenzar a explorarlo y gozarlo juntos. Más tarde en el poema, la amada dice: “Vayamos temprano a los viñedos . . . ¡Allí te brindaré mis caricias! . . . hay a nuestras puertas toda clase de exquisitos frutos, lo mismo nuevos que añejos, que he guardado para ti, amor mío” (Cantar de Cantares 7:12-13). La mayoría de los esposos, si escucharan proposiciones como éstas por parte de su esposa, anticiparían la llegada al hogar. ROMANCE El romance tiene el potencial de llevarnos a un mundo que pertenece solamente a nosotros dos: un universo en el que se despierta la imaginación y se estimulan nuestros sentidos. Hace que la relación sexual deje de ser mecánica y rutinaria. El romance crea el ambiente para hacer el amor, incluyendo cada porción de nuestro ser, nos atrae y juega un papel más importante en la excitación sexual de las mujeres que la de los hombres.
Nicky
En un Día de la Madre, decidí hacer una cena especial para Sila. Luego le pregunté qué le gustaría hacer durante el resto de la velada. Por la tarde ella, con nuestros hijos, había visto en televisión la primera parte de la película de Jane Eyre y grabó en video lo que seguía. Sugirió que la viésemos juntos. En ese film, no había nada al desnudo, sin embargo, ¡yo no podía creer lo excitante que era para Sila esta romántica historia de amor!
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Si se descuida el romance y nuestro matrimonio gira entre hacer las tareas de la casa y pagar las cuentas, podremos convertirnos en compañeros de equipo, en lugar de amantes. En lo que respecta a la sexualidad, puede aún llegar a haber insuficiencia e incomodidad entre nosotros, cosa que hubiera parecido inconcebible al comienzo. La pareja puede crear el romanticismo entre ellos. No se necesitan grandes gastos. Sólo hacer algo que se distinga de la rutina normal: un paseo a lo largo del río, un picnic en el parque o una salida al cine. Si pueden salir juntos un fin de semana, el cambio de ambiente crea a menudo sentimientos románticos.
Nicky
Sila
A lo largo de los años he probado varias cosas románticas, no habiendo tenido éxito en todas. Un recuerdo particularmente molesto de nuestro décimo aniversario de bodas fue la salida a un teatro para ver el musical Los Miserables. Ingenuamente, yo había planeado combinarlo con un picnic en algún parque cercano. No fue sólo el hecho de que no había un parque cerca, sino que el entreacto fue de una brevedad extrema, y dado el tamaño exageradamente grande de mi picnic romántico, tuve que pasar toda la noche con una gran cesta que se me clavaba en las rodillas.
Nicky estaba determinado a llevar a cabo su plan y a no desperdiciar el picnic romántico que había preparado como cena. Finalizamos abriendo nuestro mantel en las escaleras, entre el palco y el anfiteatro. Yo me senté en un extremo de la estrecha escalera de estilo eduardiana, mientras Nicky se sentó al otro lado, pasándome una rosa roja que acompañaba una copa de champagne y un plato de deliciosa comida fría, mientras la gente al subir y bajar las escaleras, se nos quedaba mirando. Fue una noche memorable (¡de hecho, nunca podré olvidarla!), y estuve muy contenta de no haber reconocido a nadie entre el público, especialmente en las escaleras. Y la buena intención de Nicky significó mucho para mí, aun cuando la velada no resultó como él la había planeado. ANTICIPACIÓN
Uno de los secretos de la buena sexualidad es darnos cuenta que la mente es nuestro
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recurso sexual más importante. En una relación sana, la anticipación construye el deseo que nos conduce a la relación sexual más satisfactoria. Como lo expresa un esposo: “La mejor relación sexual comienza en el desayuno.” Algunas parejas desarrollan un código secreto para crear la anticipación. Una mujer nos contó que su marido y ella habían reservado una noche para pasarla juntos. Estaban a punto de subir las escaleras hacia su habitación, cuando una amiga llamó por teléfono para anunciarles que pasaba a traer una fuente de comida para la fiesta que tendrían al día siguiente. Reaccionando rápidamente, ella le dijo que dejara la bandeja de pasta en los peldaños de la puerta. Desde esa noche, la expresión “bandeja de pasta en los peldaños” tuvo todo un nuevo significado para ellos. Nicky Dada la importancia de la mente en nuestras relaciones sexuales, un esposo debe guardar sus pensamientos sexuales para su esposa y viceversa. En algún momento de sus vidas, a menudo durante la época escolar, muchos hombres se han visto expuestos a la pornografía. Actualmente, la tentación es peor que nunca dada la pornografía en Internet. El peligro del material pornográfico es que excita nuestros deseos sexuales de forma tal que conduce más bien a la lujuria que a una relación amorosa. Puede llegar a convertirse en adicción. La pornografía nos deshumaniza y puede robarnos la verdadera satisfacción sexual. Las mujeres se convierten en objetos para que los hombres se exciten y luego satisfagan sus deseos sexuales. En la cultura de nuestra época, es difícil para un hombre evitar algún tipo de excitación a través de lo que ve en los paneles de publicidad, en las carátulas de las revistas o en las películas. Es vital que para el bien de su matrimonio, cualquier pensamiento erótico se centre en su esposa. Además, tal vez necesitemos encontrar maneras para autoprotegernos. La televisión puede ser una gran trampa para quienes tienen que viajar y quedarse solos en hoteles, especialmente cuando tienen disponibles canales pornográficos. Esto será una gran tentación para un hombre cansado a quien le falte una relación íntima con su esposa. Un amigo nuestro solicita al hotel que retire la televisión de su habitación, o si está fija en la pared, entrega el control remoto a la recepción del hotel. Tengo otro amigo que tiene un programa en su computadora para bloquear la pornografía del buscador en la Web. Auto-imponerse barreras como éstas, no es un signo de debilidad, sino más bien de sabiduría y en consecuencia la relación matrimonial se verá reforzada. Si uno de los cónyuges tiene un problema con la pornografía, le recomendamos encarecidamente que busque a otra persona del mismo sexo con quien hablarlo, y luege, le pida a Dios perdón y su ayuda para liberarse de esta adicción. Será importante que en el futuro le dé a la persona cierto permiso, para que pueda preguntarle libremente cómo sigue con el problema.
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Sila
Si bien para muchos hombres el falso placer viene a través de la pornografía, para muchas mujeres hay un peligro de fantasear. Una actriz famosa, en una entrevista para un periódico dominical habló cándidamente sobre sus relaciones sexuales y le dijo al periodista que regularmente piensa en otros hombres cuando hace el amor con su marido. Esto puede haber aumentado su apetito sexual pero no habrá ayudado a su matrimonio. Una mujer puede llegar a ser adicta a la fantasía a través de lo que lee o ve, haciendo que, en comparación, la vida real se torne opaca, rutinaria, vacía del amor y la intimidad que ella ansía. Muchas novelas populares estimulan tales fantasías. Pero buscar regularmente escapar a la realidad mediante lo que a menudo se considera entretenimientos inofensivos puede ser peligroso para el matrimonio. El Nuevo Testamento señala la necesidad de disciplinar nuestras mentes: “Por último, hermanos, considerad bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio” (Filipenses 4:8). VARIEDAD
Crear variedad es la sexta y última cualidad esencial para una buena relación amorosa. Todos tenemos la tendencia a cuidar de forma especial las cosas nuevas. Hace unos ocho años compramos un automóvil y lo cuidamos con guantes. Mientras era nuevo, no permitíamos a nuestros hijos comer en su interior; pero ahora ni nos molesta que consuman un menú completo de MacDonald con ketchup, bebidas y helados derritiéndose. Nuestra actitud ha cambiado totalmente. Cuidamos menos algo que no es nuevo. La familiaridad produce autosuficiencia.
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Es en este punto de familiaridad en nuestra relación sexual que el pensamiento de una infidelidad puede parecer atractivo. Una vida sexual necesita creatividad, pensamiento y variedad. Algunas de las siguientes sugerencias pueden parecer poco prácticas, pero es sorprendente cuánto esfuerzo pone la gente para tener una aventura amorosa. Necesitamos tener un nivel de imaginación similar o mayor en nuestro matrimonio. • Se puede variar el lugar donde se hace el amor. No tiene que hacerse en el dormitorio. ¿Qué os parece en el sofá, en la ducha o enfrente del fuego de la estufa hogar? Si hay otros adultos que viven en la casa, vale la pena hacer que una noche por semana sea nuestra noche para estar solos en casa. Podemos arreglar fácilmente el horario en que queramos estar solos. Esto resulta más difícil cuando tenemos hijos. Es importante tener una cerradura discreta, pero eficaz, en nuestro dormitorio cuando los hijos ya tienen edad de pasearse por la casa, tanto por el bien de los niños como para hacer posible que nosotros estemos totalmente relajados. Esto es esencial para tener una buena relación sexual. Planear una o dos noches fuera, en un ambiente diferente puede ser un gran antídoto contra el aburrimiento y demasiada familiaridad. No hace falta que sea costoso. Una o dos veces al año se podría pedir a amigos que vinieran para cuidar a los hijos, o aun intercambiar las viviendas, como lo sugeríamos en el capítulo 1. • Se puede variar la hora de hacer el amor, no siempre a última hora, por la noche, cuando nos sentimos exhaustos. Nuevamente, esto es más difícil si hay niños en la casa. Tan pronto como estemos seguros de que se han dormido es una posibilidad para hacer el amor, o si son mayores, preguntarles si les gustaría de vez en cuando
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pasar una noche en casa de un amigo. Tratad de hacer el amor antes de comer. Ni los hombres ni las mujeres están en su mejor estado sexual después de una gran comida, especialmente si han cenado tarde. El alcohol puede tener también un efecto perjudicial. Dos o tres vasos de vino pueden impedirle a una mujer la capacidad de tener un orgasmo o a un hombre mantener una erección. Algunos cambios en nuestros hábitos de alimentación y bebidas pueden regenerar la calidad de nuestra vida sexual. Reservar tiempo para hacer el amor es tan importante como hacer tiempo para salir juntos.
• Se puede variar el ambiente. Por ejemplo, poniendo música o probando una iluminación diferente. Hacer el amor bajo una lamparilla de 100 vatios no crea el ambiente más romántico. Se puede experimentar con velas, oscuridad, a la luz de la luna o de hogueras. En el Cantar de Cantares, hacer el amor involucra evocar y disfrutar cada uno de los cinco sentidos. Como dijo una mujer: “Hacer el amor es por lo menos un 75 por ciento de sensualidad y un 25 por ciento de sexualidad.”2 La sensualidad estimula la imaginación y aumenta el placer. • Se pueden variar las costumbres. Podemos caer fácilmente en la rutina de hacer siempre el amor de la misma forma porque da resultado. Estamos conformes con lo que sabemos y con lo que estamos acostumbrados. Hay que ser creativos y mantener siempre la sensibilidad al placer de cada uno. Permitid la variedad entre vosotros para comenzar algo. La variedad y el romanticismo nos ayudan a tener buenos pensamientos y deseos eróticos en la mente de cada uno, aumentando la pasión mutua. Sin embargo, habrá periodos en los que demasiada experimentación será
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inapropiada, especialmente si una mujer se recupera de un parto y se siente incómoda con el sexo. A veces la gente nos pregunta qué es lo que la Biblia permite en términos de práctica sexual en el matrimonio. Aunque no es específica dando detalles, hay ciertos principios que actúan como fronteras seguras, siendo el más importante el de hacer lo que es agradable para ambos y con respeto para la dignidad del otro. ¿Tal o cual práctica trae placer y satisfacción a ambos? ¿O hace que nuestra pareja se sienta incómoda, avergonzada o utilizada? ¿Conducirá a un orgasmo mutuo? ¿Hace que enfoquemos nuestros pensamientos exclusivamente en nuestro esposo o esposa? Es la intención de Dios que nos amáramos a través de la relación sexual dentro del matrimonio, por lo tanto, no se sorprende o escandaliza de que lo disfrutemos. Ha sido idea suya. Él nos ha hecho seres espirituales, emocionales y sexuales. Su intención es que nuestros cuerpos llegaran a ser deseables y se dieran placer mutuo y así, deliberadamente, en la unión sexual creó posibilidades de exploración para toda la vida.
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18 Proteger nuestro matrimonio
Una vez, traté de clasificar tontamente a la gente que tiene relaciones amorosas extramatrimoniales de la misma manera que un ornitólogo clasifica a los pájaros. Pero abandoné ese intento. Los adúlteros no pueden ser clasificados. Pueden ser viejos, jóvenes, cultos, toscos, lujuriosos, refinados, egoístas, generosos, cariñosos, crueles y aun—si utilizamos el término con un leve grado de flexibilidad—espirituales o carnales . . . Cualquier persona casada puede cometer adulterio. Un judío, un católico, un reformado y un pentecostal, todos pueden ser adúlteros; una convención de negocios y un encuentro de avivamiento religioso, ambos pueden ser ocasiones para ello, a la vez que los automóviles, las consultas de médicos, oficinas de iglesias o casas particulares, todos son lugares posibles para su práctica. JOHN WHITE1
Ninguno de nosotros está exento del peligro de una aventura amorosa. A veces, cuando menos lo esperamos, todos somos capaces de ser atraídos por otra persona. El Rey David, el más famoso del Antiguo Testamento sucumbió una noche mientras caminaba en la azotea de su palacio. “. . . desde allí vio a una mujer que se estaba bañando. La mujer era sumamente hermosa, por lo que David mandó que averiguaran quién era” (2 Samuel 11:2-3). La mujer, cuyo nombre era Betsabé era la esposa de un leal soldado del ejército de David. Pero ya era tarde: aún antes de ordenar que la llevaran a su cama, David ya había ido demasiado lejos. Cuando se recreó con pensamientos adúlteros, ya había establecido el rumbo de sus acciones, que tendrían terribles consecuencias para su familia, durante muchos años. La frecuencia del adulterio y su amplia aceptabilidad hoy en día, no disminuye el dolor que causa a cada individuo involucrado. La siguiente historia de una adolescente llamada Judit apareció en un periódico nacional: Judit pensó que los veintitrés años de matrimonio de sus padres eran inquebrantables, pero hace dieciocho meses, en una tarde gris, su padre le dijo que había estado teniendo una aventura amorosa durante dos años con una amiga de la familia. Ella describió sus sentimientos de traición, ofensa e ira por la infidelidad de su padre, “No sé si puedo perdonarle . . . Los amigos me dicen, ‘Es
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tu papá. Mira todas las cosas que ha hecho por ti,’ ” pero yo pienso, “Sí, es verdad, me leía historias a la hora de dormir, pero esto no lo absuelve de lo que ha hecho.” Es una de las cosas más egoístas que se pueda hacer. Éramos la típica familia feliz, tres hijos, dos gatos y un perro. Siento pena, una gran pena que mi padre hiciera esto y pensé que se arreglaría. Ahora, mi único contacto con él es el dinero que envía cada mes a mi cuenta.2 Es fácil tener aventuras amorosas, pero los daños y las heridas que siguen no se reparan tan fácilmente. Un matrimonio se basa en la confianza y cuando ésta ha sido abusada, el restablecimiento de la misma es un proceso lento y doloroso. A corto plazo, una aventura amorosa parece algo seductor y atractivo, prometiendo una cercanía emocional, conversaciones íntimas y sexo excitante. Pero a largo plazo conduce a muchos lamentos en donde se rompe un matrimonio y se destruye la vida familiar. En los votos de una boda cristiana, hacemos eco a las Escrituras bíblicas cuando, en presencia de nuestra familia y amigos y delante de Dios, prometemos “ser fieles . . . olvidando a todos los otros hombres y mujeres.” Cuando un esposo o esposa quiebra ese voto, su pareja (y sus hijos, si los tiene) sufren un terrible sentimiento de traición. Porque la traición de una promesa es la traición a una persona. En la traición, “lo malo” no es la copulación. El acto sexual es bueno, así como las manzanas son buenas. Es el robar y engañar lo que hace al adulterio malo y no la copulación. Una manzana robada, puede ser dulce y comérsela ser una profunda y saludable experiencia. Nunca en mi vida probé algo tan bueno como una trucha de una pesca furtiva en la Isla de Skye. La cocinamos en la playa con un fuego que hicimos con madera de deriva al ponerse el sol y mientras las olas azul verdosas golpeaban sobre las rocas de la playa. Mi corazón estaba alegre y calmado. Realmente no me sentía mal de haber pescado en un lugar prohibido. Pero el haber gozado esa trucha escalfada no hizo correcta la pesca furtiva.3 Hoy en día, la gente prefiere vivir más bien basados en los sentimientos que en las reglas, pero los sentimientos son cambiantes y notoriamente engañosos. Dios nos ha dado una ley que prohíbe el adulterio, no para arruinar nuestra diversión, sino para proteger la vida familiar y para evitar herirnos mutuamente, como también a nosotros mismos. En el Nuevo Testamento se nos dice: “Tened todos en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal” (Hebreos 13:4). Sin embargo, tal vez haya algunos lectores que están teniendo una relación secreta, desconocida por su esposo o esposa; otros, saben que su pareja está teniendo una aventura amorosa, y aún otros, que se están sintiendo atraídos por el adulterio y se sienten divididos entre el poder de la atracción o permanecer fieles. HAY QUE SER SABIOS Generalmente una aventura amorosa no es premeditada. Catalina, una mujer casada,
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quien se sintió atraída hacia una relación con otro hombre, nos narró su experiencia. Estaba sorprendida por la fuerza de sus emociones tan repentinas. Como la atracción no era sexual, inicialmente le parecía “pura y buena.” Había estado casada durante siete años y se sintió fuertemente atraída por Roberto, un compañero de trabajo. Durante seis semanas luchó en privado con sus sentimientos. Luego, una noche salió con un grupo de compañeros de trabajo, incluyendo a Roberto. Después de haber tomado unas copas, se vio a sí misma contándole sus sentimientos. A él le interesaba esa relación. Para Catalina, la atracción era esa sensación de proximidad con un hombre que la escuchaba y parecía comprenderla. Él deseaba una relación sexual con una mujer que le parecía atractiva. Catalina nos contó que la reflexión sobre dos cosas, la salvaron de comenzar una aventura amorosa. La primera, fue un libro cristiano sobre el matrimonio, que le permitió distinguir entre una atracción inicial, de la que ella no era responsable, y la elección de llevar a cabo esos pensamientos, de la que sí lo era. La segunda cosa fue darse cuenta de que no era lo suficientemente fuerte como para sobrellevar sola esa tentación. Clamó a Dios, solicitando su perdón y ayuda. En consecuencia, buscó el apoyo y consejo de una mujer mayor en quien tenía confianza y compartió con ella sus sentimientos. Habiendo expresado su confusión interna, ya no se sintió sola en su lucha y pudo ver más claramente lo que estaba en juego. Entonces Catalina tomó la determinación de establecer fronteras para evitar caer en la infidelidad. Como su trabajo la forzaba a estar con Roberto, decidió cambiar de trabajo si fuera necesario, aunque aconteció que él fue trasladado a otra oficina. Mientras tanto, el mantener en secreto estos pensamientos de su esposo Simón, acrecentó la distancia entre ellos. Él sintió que ella rechazaba la comunicación, sin saber porqué. Después de empezar a tomar medidas para prevenir una aventura amorosa, Catalina se sintió capaz de decirle las razones de su cambio de actitud. Luego le pidió perdón. Desde que aclaró esta situación, Catalina se determinó a enfocar sus pensamientos hacia su marido y hacia todo lo que es bueno en su matrimonio. Simón ha sido más cuidadoso en escucharla, estimularla y apoyarla. Como resultado de haber estado a las puertas de una crisis, no solamente han salvado su matrimonio, sino que se sienten más unidos. Ciertamente, los amigos que no sabían nada de lo sucedido, comentaron espontáneamente que parecían una pareja de recién enamorados. INVIERTE TIEMPO Y ENERGÍA EN LA RELACIÓN MATRIMONIAL Casi siempre, la raíz fundamental del adulterio es la falta de intimidad en el matrimonio. Una relación extramatrimonial colma la insatisfacción que un esposo o esposa tienen al desear atención, respeto, afecto o emoción. Por lo tanto la mejor protección contra la infidelidad es cuidar nuestro matrimonio de modo que la relación de pareja crezca en fortaleza, intimidad y profundidad. Carlota, madre de dos hijos y empleada bancaria en la Ciudad de Londres, describe lo que le sucedió a ella:
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Cuando me casé con Juan, no me di cuenta de que mi actitud hacia él cambió y comencé a darle por hecho. Él había anticipado nuestra unión, pero yo todavía quería ser la chica libre en la ciudad, así que salía continuamente a divertirme, teniendo la seguridad de que contaba con el apoyo de mi marido en el hogar. Continuamos llevando vidas separadas pero perfectamente felices hasta que nació nuestro primer hijo. Me encantaba ser madre, pero seguí saliendo tanto como pude. Allí fue donde empezaron los problemas entre Juan y yo, porque ya no teníamos tiempo para nosotros. Nunca cesé de amarlo, pero lo trataba con mal genio y me irritaba más y más. No me daba cuenta de que él estaba cada vez menos enamorado de mí, pero el resentimiento crecía y para cuando nació nuestro segundo hijo, Juan tenía una aventura amorosa.4 Al fallar en el cuidado de su relación, Carlota y Juan se fueron separando. No supieron establecer raíces que se entrelazaran. Si no pasamos tiempo juntos, si no ahondamos en nuestra comunicación, si no hacemos el amor, si no curamos las heridas, nuestra relación tendrá cimientos débiles. Si nuestro amor es solamente superficial, estaremos más propensos a la tentación, seremos más críticos, menos comprensivos y perdonaremos menos. Tendremos problemas para aceptar los cambios que conllevan la llegada de los hijos o el avance de la edad. Tal vez idealizaremos las relaciones de otras personas y tendremos fantasías con otro hombre o mujer. Como un árbol sin raíces, no resistiremos las tormentas. También perderemos nuestra oportunidad. El gozo no se encuentra en una relación nueva y superficial, ni en la habitación de un hotel bajo nombres falsos, ni en vacaciones que culpabilizan. El verdadero gozo se encuentra en “la belleza de esas manos; reconociendo el sonido de las pisadas en el corredor o mirando al rostro en el que puedes leer hasta el último milímetro del movimiento de sus músculos.”5 ESTABLECE FRONTERAS La infidelidad comienza y se detiene en la mente. Esto fue verdad para el rey David. Fue verdad para Catalina. Ha sido verdad para todos a través de los siglos, sin tener en cuenta la edad, cultura o género. No podemos siempre impedir vernos atraídos por alguien, pero la decisión de controlar o no tales pensamientos es nuestra. Por el bienestar de nuestro matrimonio, estos pensamientos deben desecharse de nuestra mente antes de que lleguen a hacerse habituales. Las enseñanzas de Jesús establecen límites que protegen nuestros corazones y nuestras mentes: “Habéis oído que se dijo: ‘No cometas adulterio.’ Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón” (Mateo 5:27-28). La enseñanza de Jesús se aplica lo mismo a una mujer que piensa lujuriosamente en un hombre. Cuando somos conscientes de una atracción creciente, debemos
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determinarnos a no pasar tiempo a solas con tal persona o tal vez, no verla para nada. Se debe rechazar una invitación para comer juntos a solas. Decir que no al comienzo puede evitarnos muchos problemas más tarde. Muchas infidelidades no empiezan con una atracción sexual inmediata sino a través de conversaciones íntimas. Cuando una persona del sexo opuesto nos permite entrar en el mundo privado de sus sentimientos y emociones, se crea una cercanía peligrosa (y seductora). Al ser atraídos por esta relación, podemos comenzar a sentir que somos mejor comprendidos y más necesitados por esa persona que por nuestro cónyuge. Si en alguna ocasión sentimos que hemos sobrepasado (aun levemente) esta frontera, lo mejor es decirle a nuestro cónyuge tan pronto como nos sea posible, el contenido de la conversación. HABLA CON ALGUIEN SOBRE ESOS SENTIMIENTOS Si has permitido que se desarrollen fuertes sentimientos o si éstos te han sorprendido, el hablar sobre ellos con otra persona a menudo les robará el poder que tienen sobre ti. Una pareja nos contó que en su primer año de casados ambos tuvieron, en diferentes momentos, una fuerte atracción hacia otras personas. Cuanto más tiempo lo guardaban en secreto, más se reforzaban sus sentimientos. Fue cuando se los confesaron mutuamente que la burbuja reventó y el atractivo murió rápidamente. Si nos parece imposible hablarlo con nuestro esposo o esposa, necesitaremos encontrar a alguien para confiarnos plenamente. Mientras más se alargue la infidelidad, es más difícil dar marcha atrás. Quienes se han encaminado por esa vía, hablan a menudo de los poderosos sentimientos que les produce. Dicen que nunca antes habían experimentado hacia otra persona, emociones tan intensas, y que ellas parecen auténticas y buenas. A veces mantienen que por primera vez sienten que viven y que ésta puede ser la única oportunidad que tienen en sus vidas para experimentar tal “amor.” Sienten que están siendo llevados irremediablemente hacia un futuro de libertad y felicidad. Tales sentimientos son muy poco fiables. Se necesita una perspectiva de largo alcance; a su debido tiempo este entusiasmo (como cualquier otro) pasará, y entonces su compañero de matrimonio no parecerá tan inadecuado y frecuentemente, mirarán hacia el pasado, con profundo pesar por la vida de pareja y de familia que han destruido. Aunque terminar una relación extramatrimonial pueda ser la resolución más difícil que tengan que hacer en su vida, años más tarde mirarán el pasado y la verán como la mejor decisión. TOMA UNA POSICIÓN FIRME ¿Qué debemos hacer si descubrimos que nuestra pareja nos es infiel? ¿Se pretende que la perdonemos y continuemos amándola con la esperanza de reconquistarla? Ciertamente, tanto el perdón como el amor son esenciales. Pero eso no significa permitir a nuestra
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pareja dicho comportamiento que destruye nuestro matrimonio. Hay ocasiones en las que se requiere ser fuertes para actuar con gran amor y tomar una posición firme. Gary Chapman da el siguiente consejo: Hay ciertas cosas que no son permisibles en el matrimonio. Cuando existe el abuso físico, la infidelidad sexual, el abuso sexual hacia los hijos, el alcoholismo o la adicción a las drogas, es hora de actuar por amor.6 Tales actitudes y acciones, si se dejan sin control, destruirán el matrimonio y a nosotros mismos. El amor requiere perdón, pero también a veces, una confrontación. Elisa nunca se había opuesto a las tácticas intimidantes de su marido Martín. Él siempre se salía con la suya y ella perdió totalmente la confianza en sí misma. Después de ocho años de casada, descubrió que él le era infiel con una vecina. Prometió que terminaría la relación por el bien del matrimonio y los tres hijos, pero, en otras tres ocasiones ella descubrió que la aventura continuaba. Cada vez él le aseguraba que lo iba a dejar. Finalmente, ella siguió el consejo de una amiga, y actuó. Le dijo que había minado la confianza en la relación y que debía dejar el hogar. Si persistía en ser infiel, el matrimonio estaba acabado. Sin embargo, si probaba con sus acciones como con sus palabras que quería regresar, habría la posibilidad que el matrimonio pudiese salvarse. Por primera vez en su vida de casados, Elisa sostuvo firmemente lo que creía correcto. Les encontramos cuando ya habían estado separados durante varios meses y para entonces, Martín quería regresar al hogar. Su respeto por su esposa había crecido, ya que ella había trazado un límite a su comportamiento. Se dio cuenta de que no podía seguir teniendo todo según sus antojos. Tuvo que hacer una elección entre ser infiel o tener a su familia. La firme posición de Elisa mostraba más amor que su previo consentimiento o tolerancia, porque proporcionó mayor esperanza para volver a unirse y restaurar el matrimonio. NO ABANDONES DEMASIADO RÁPIDO Carlota, la empleada bancaria, no perdió la esperanza de que su marido Juan volviera a ella. Finalmente él le dijo que la aventura amorosa había terminado y estuvo de acuerdo en regresar al hogar. Carlota explica: Se comprometió a quedarse, pero le llevó un año sentirse feliz en casa y durante ese tiempo no me tocaba en la cama, apenas me hablaba, parecía estar furioso conmigo y me seguía diciendo que todavía estaba enamorado de la otra mujer. El verano siguiente a su regreso, me fui de vacaciones con un hijo, dejando al otro con Juan. Fueron unas vacaciones maravillosas y no llamé a Juan por teléfono ni siquiera una sola vez. Sin embargo, al quinto día fue él quien me telefoneó para decirme cuánto nos echaba de menos. Éste fue el punto clave en el que comenzó a cambiar la situación. Volvió a mí, exactamente dos años después
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de abandonar la casa. Comenzamos lentamente a reconstruir nuestro matrimonio.7 Si alguno de los cónyuges ha estado envuelto en infidelidad, y se lucha para reconstruir el matrimonio, se recomienda leer uno de los libros mencionados en la lectura recomendada titulado Reconstruyendo el Matrimonio. Conocemos parejas, algunas las hemos citado en este libro, que están nuevamente unidas después de una relación adúltera, y que están determinadas a promover y proteger su matrimonio. Pero es importante reconocer que lleva tiempo reconstruir de nuevo la confianza. Un esposo o una esposa infiel no pueden pretender que su pareja actúe como si nada hubiese sucedido. Tendrán que ser sensibles y pacientes, comprendiendo la diversidad de emociones por las que atravesará probablemente su pareja, desde la ira hasta el temor. Para algunos, el perdón tendrá que ser una decisión diaria. Un hombre, cuya esposa le fue infiel, nos dijo que cada vez que discuten, él piensa, “¿Después de lo que me hizo, qué derecho tiene ella a no estar de acuerdo?” Pero él sabe que el perdón no significa encerrarla en el pasado. Debe concederle a ella y a su matrimonio un nuevo comienzo. Entre tanto, la esposa ha tenido que aprender cómo estar libre de una constante culpabilidad, y creer que tanto Dios como su marido le han perdonado el comportamiento de su pasado.
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19 Mantener viva la sexualidad
La unión sexual dice verdaderamente: “Te amo” y este mensaje es portador de mucha repetición. ALAN STORKEY1
Fallar en discutir cualquiera de las áreas expuestas en este libro puede exponer a una pareja a la infidelidad matrimonial, pero fallar en el desarrollo de las relaciones sexuales la hace especialmente vulnerable. Nuestros deseos y respuestas sexuales son complejos. Aún los matrimonios más sólidos tienen épocas en las que los deseos disminuyen y surgen dificultades. Esto hay que tratarlo y buscar una solución sin demora. Si se permite que la intimidad sexual se extinga silenciosamente en nuestro matrimonio, la relación perderá su cualidad especial. Hay algunas parejas que encuentran difícil la relación sexual a causa de una enfermedad extenuante. Pero la dimensión sexual de su relación es todavía vital y aparte del coito completo, existen medios por los cuales podemos responder a nuestra pareja en su necesidad de ser amada y apreciada en una forma sexualmente satisfactoria. Esta sección no es una guía comprensiva de cada dificultad sexual. No trataremos áreas dolorosas como el abuso sexual, la violencia o el descubrimiento de tendencias homosexuales del esposo o la esposa. Tampoco hablaremos de las consecuencias de la infertilidad, interrupción del embarazo o aborto. Todo esto conlleva cicatrices emocionales, tristeza reprimida, culpabilidad persistente y sentimientos de miedo o desesperación en lo que se refiere a la sexualidad. Recomendaríamos hablar en privado con una persona (o una pareja) bien capacitada en ofrecer consejo sobre estos asuntos tan dolorosos. Un médico o un líder religioso pueden recomendar a un consejero o psicólogo especializado. Al final, hemos incluido una lista de libros con un punto de vista cristiano sobre estos asuntos como también las direcciones de organismos que proveen de ayuda especializada. Si te identificas con uno de los aspectos que acabamos de señalar, no abandones. Conocemos a muchos que, a través de un nuevo descubrimiento del amor y del poder de Dios, han encontrado la sanidad para su pasado y la esperanza para el futuro. De vez en cuando, la mayoría de los matrimonios son susceptibles a las dificultades.
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Algunas parejas se quedan encerradas en una rutina sin pasión, ya sea porque no saben cómo resolver el problema, o porque han dejado pasar tanto tiempo que ya no están lo suficientemente cercanos como para enfrentar juntos el obstáculo. Hemos visto a parejas salir de rutinas insondables, simplemente por el hecho de querer enfrentar la situación, hablar juntos y estar dispuestos a cambiar. A continuación hay cinco razones comunes por las que las relaciones sexuales en una pareja pueden atravesar por dificultades, extinguirse o no establecerse nunca. Cualquiera de ellas puede ser tratada y rectificada. BAJA AUTOESTIMA La autoestima y la actitud hacia nuestro propio cuerpo tienen un efecto profundo sobre los deseos sexuales. El Cantar de Cantares habla explícitamente sobre los atributos físicos que atrajeron y cautivaron al hombre y a la mujer (ver Cantar de Cantares 1:15-16; 4:17). La perspectiva bíblica es una aceptación franca de nuestro propio cuerpo y el de nuestra pareja. Dios no nos creó a todos con cuerpos de atletas o supermodelos. Existe una variedad infinita y nos ha hecho únicos en nuestro género. Nos creó altos o bajos, grandes o pequeños, negros, morenos o blancos, con muchos matices y formatos intermedios. Actualmente los medios de comunicación nos dictan lo que significa ser hermoso. Los detalles específicos cambian a medida que las o los modelos vienen y van, pero el mensaje queda claro: tienes que ser una mujer muy delgada o un hombre alto y musculoso. En especial las mujeres se sienten presionadas a optar por un modelo particular. Según algunas encuestas, más del ochenta por ciento de las mujeres en el Reino Unido están insatisfechas con sus cuerpos y el treinta por ciento tienen desórdenes en su alimentación. Un número creciente de mujeres no saben cuál es el peso natural y más saludable para sus cuerpos y viven bajo un régimen famélico. Si se desvían de este régimen, adquieren aumento de peso y eso les produce un sentimiento de culpa y desazón. Es importante que busques ayuda si sientes que tienes tendencias de anorexia o bulimia o si estás haciendo tontamente demasiados ejercicios para mantener tu peso (al final sugerimos algunos libros). Pero podemos escoger ayudarnos a nosotros mismos, así como también mutuamente. No debemos comparar nuestro cuerpo o el de nuestra pareja con los que están actualmente de moda. Especialmente, el goce sexual de la mujer es afectado profundamente por la manera en que se siente. El sentirse cohibida y tener una imagen pobre de su cuerpo, impedirá que se excite sexualmente y llegue al orgasmo. Cada uno de nosotros podemos estimular la autoestima de nuestro esposo o esposa, diciéndoles regularmente lo atractiva y hermosa que es. (Si no lo hacemos, probablemente escucharán a otra persona que se lo diga, y así abriremos nuestro matrimonio al peligro de una infidelidad). Debe existir una ley tácita entre nosotros de nunca criticar o tener expectativas exuberantes sobre el cuerpo del otro. Al mismo tiempo, es importante reconocer que necesitamos continuar realizando un
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esfuerzo dentro del matrimonio con la apariencia que presentamos a nuestra pareja, como lo hicimos cuando comenzamos a salir juntos. De lo contrario, pronto podremos encontrarnos en un círculo vicioso. Pensaremos, “Mi pareja no se interesa más en mi apariencia;” “Nunca me dice que me encuentra atractivo” o “Ahora ya no me dice que le excito.” Y entonces perderemos la confianza y la motivación para tratar de estar mutuamente atractivos: es muy incómodo e innecesario. Pero es casi seguro que nuestra pareja se sintió atraída físicamente cuando nos casamos y hay mucho que podemos hacer para que esto continúe así. Debemos resaltar la hermosura inherente en cada uno, al hacer el amor, verbal y físicamente, tierna y apasionadamente. A menudo, notamos que cuando alguien sabe que es amado, aumenta su belleza. Hay una hermosura interior que brilla en ellos y que puede producir en forma sutil un cambio en la apariencia física. La belleza crece en una cultura de amor. EMOCIONES NO RESUELTAS El sexo nunca debe utilizarse como una alternativa para resolver problemas o conflictos. Los sentimientos no expresados, tales como la ansiedad, la desconfianza o el resentimiento, todos afectan a nuestra intimidad sexual. Los hombres, típicamente, pueden utilizar el sexo como un escape temporal del dolor o de la ira, mientras que las emociones negativas harán que una mujer se retire y se encierre. La falta de deseo sexual o la incapacidad para entregarnos al cien por cien, pueden ser el resultado de heridas que no se han resuelto en el matrimonio, de relaciones sexuales previas, o incluso de problemas en nuestra educación. Si es necesario, volved a leer el capítulo 12 que habla sobre el proceso de solucionar heridas que se han causado mutuamente y el capítulo 15, para ver maneras de tratar problemas de la infancia. Muchas parejas nos han hablado del beneficio que tuvieron sus relaciones sexuales cuando trataron juntos estos temas. Se descarga una nueva energía y se experimenta un nuevo nivel de intimidad. PROBLEMAS FÍSICOS Hay tres problemas físicos que afectan a muchas parejas. En primer lugar, para la esposa, la imposibilidad de alcanzar el orgasmo. En segundo lugar, la incapacidad del hombre para controlar la eyaculación durante el tiempo necesario para que su esposa llegue al orgasmo. En tercer lugar, la dificultad para el esposo de mantener una erección, es decir la impotencia. Es posible superar estos problemas con la ayuda e información de un médico, un consejero especializado, o incluso de un buen libro. Rara vez estos problemas son causados por un defecto físico. Casi todas las mujeres son físicamente capaces de lograr un orgasmo y la mayoría de los hombres pueden aprender a controlar la eyaculación. La impotencia no es una condición desesperada y muchos de los casos pueden ser curados, ya sea con medicación o con un buen asesoramiento.
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Para superar estos problemas físicos, hay un libro del Ed y Gaye Wheat, escrito desde una perspectiva médica y cristiana. Su título es El placer sexual: Ordenado por Díos. Además de buenos consejos sobre cómo desarrollar una relación sexual, este libro contiene una descripción detallada de distintas maneras para ayudarnos mutuamente en estas tres áreas.
CANSANCIO Probablemente el cansancio es el factor más común que trastorna la vida sexual de una pareja. Esto puede suceder en cualquier etapa del matrimonio, ya sea en los primeros meses, unos años más tarde cuando llegan los hijos o a medida que una carrera profesional aumenta su demanda. No importa cuáles sean las presiones, nuestra vida sexual es la primera perjudicada como resultado de estar exhaustos, ya sea física o mentalmente. Este descuido puede ser imperceptible al comienzo, pero si se deja que se transforme en un hábito, fácilmente el sexo puede llegar a ser inexistente. Bill Hybels escribe: Dios nos pide que seamos seres sexuales en un mundo imperfecto. A medida que las hormonas y el romanticismo inicial se desvanecen en nuestros matrimonios, las realidades del día a día intervienen, demandando nuestro tiempo, energía y compromiso. Ya no se trata más de “tú y yo” sino de “tú y yo y los bebés, el trabajo, el perro, la iglesia, las cuentas y la lavadora estropeada.”2
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El cansancio significa que lo más fácil de hacer durante las noches es dejarse caer frente al televisor y dejar de comunicar verbal y físicamente. No hay un remedio fácil. La mitad de la batalla está en ser conscientes del peligro que representa para nuestras relaciones sexuales. Algunos cambios en nuestro estilo de vida ayudan también. Por extraño que parezca, realizar más ejercicio nos puede hacer sentir menos cansados. Algunos de nosotros hacemos poco, o ningún, ejercicio. Estamos sentados todo el día, ya sea en el automóvil, frente al escritorio o en casa. De todas formas, el ejercicio es benéfico para nuestra salud (a no ser que se vuelva obsesivo) y en especial, para gozar del sexo. Nos sentimos con mayor energía. Vale la pena encontrar una forma de ejercicio que sea adecuado para vosotros, tal vez quince minutos de marcha rápida o ir en bicicleta al trabajo. Para otros, se necesitará establecer límites claros en lo que concierne al tiempo dedicado al trabajo profesional, como también al hogar. Crear períodos románticos y de relajamiento para ambos, y un “tiempo juntos” semanal, ayudará para prevenir el agotamiento. A la larga, a pesar de sentirnos cansados, menos horas de sueño del que nos gustaría o del que pensamos que necesitamos, valdrá la pena sacrificarlas si eso significa que esta dimensión esencial de nuestro matrimonio permanece viva y activa. HAY QUE HACER LOS AJUSTES Y CAMBIOS NECESARIOS DESPUÉS DEL NACIMIENTO DE UN BEBÉ Durante el tiempo de embarazo y de dar a luz, la mujer está en su estado más vulnerable. Inevitablemente hay un cambio drástico en la relación sexual de la pareja. El esposo necesita ser lo más sensible, cuidadoso y protector posible. Hay vida (sexual) después de un nacimiento, pero se requiere un amor comprensivo y sin egoísmo tanto por parte del marido como de su esposa. Un esposo debe apreciar totalmente los cambios que ocurren en su esposa antes, durante y después de dar a luz. Entonces podrá brindarle todo el cariño necesario y ser guiado por ella para saber cuándo pueden recomenzar a hacer el amor. El cambio en la forma de la vagina, la tendencia a estar menos lubricada y las posibles huellas de un desgarro, todo ello son aspectos a considerar.
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El esposo tiene un camino delicado que recorrer entre dos extremos: está demasiado entusiasmado por reanudar la relación sexual, y al mismo tiempo, teme tocar a su esposa por miedo a hacerle daño antes de que ella se sienta en forma físicamente. Cada pareja debe buscar lo que es conveniente para ambos. Esto requiere que se hable abierta y honestamente, en especial la esposa al explicar cómo se siente física y emocionalmente. El dar de mamar y su correspondiente cansancio afectan a la libido de la mujer. ¡No te desesperes! El tiempo trae la salud y los ejercicios de la base pélvica ayudan también. Éstos están diseñados no sólo para obtener nuevamente la forma anterior al parto, sino también para asegurarse de que una mujer pueda continuar gozando de un orgasmo que satisfaga (ver El placer sexual: Ordenado por Dios—El placer sexual para obtener detalles sobre los músculos pélvicos). A menudo, durante un corto lapso, una madre se despreocupa de la sexualidad al establecer un vínculo con su nuevo bebé y alimentarlo. Esto es natural. Lo que no es normal es cuando se utiliza como excusa para continuar sin relaciones sexuales durante muchos meses o incluso, un año. La esposa debe comprender la dificultad que experimenta su esposo al verla en su papel cambiante de ser esposa y amante, a esposa y madre. Sus senos, que han sido una fuente de placer sólo para él, ahora están, aparentemente monopolizados por otro. Una esposa necesita ayudar a su esposo para que se adapte a la nueva situación y capte nuevamente la imagen de ella como un ser sexual. Los esposos se sentirán más atractivos y cercanos el uno al otro, cuando estén muy involucrados con el bebé que han procreado, aprendiendo y asumiendo ambos las responsabilidades sobre la marcha. Si el marido continúa como si nada hubiera cambiado, es fácil entonces que se instale el aislamiento y la separación. Para una mujer, el marido más deseado es aquel que comparte con ella toda la experiencia. Ella lo ve bajo una nueva luz y eso crea intimidad y atracción sexual. Más que en cualquier otro momento, una pareja debe darse cuenta de lo que significa el cuidado mutuo y los gestos cariñosos que se brinden. No es inusitado que le lleve un año a una mujer poder normalizar su vida sexual. Finalmente, debemos tener cuidado con llevar al bebé a nuestra cama. Obviamente, cuando son pequeñitos, es natural hacerlo para darle de mamar por la noche, aunque aún entonces, algunas madres prefieren levantarse y sentarse en una silla. Sin embargo, una vez que pasa la etapa de recién nacido, tener al bebé en nuestra cama, rápidamente se convierte en algo nocivo. Es difícil cambiar los hábitos en los bebés y tratar de hacerlo a los dieciocho meses puede ser una experiencia traumática para todos. ¡Un bebé en la cama (o dormitorio) perturbará seriamente la vida sexual de la pareja! Sugerimos que, en primer lugar, no se establezca tal costumbre. El nacimiento de un hijo no debería llevar a una disminución del goce sexual—en realidad, tendría que ser todo lo contrario—al contemplar como pareja, el milagro de la creación de una nueva vida haciendo el amor. Aun si se está haciendo (todo lo que se puede) para evitar que otro milagro
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suceda enseguida, el sentimiento permanece: el milagro de la Vida pugna por ocurrir. Y el hecho extraordinario es que, en realidad, el sexo es bueno—aunque diferente—también sin procrear. Los hombres y mujeres que comprenden esto permanecen unidos. Quienes no lo comprenden—las mujeres desalentadas completamente, que se brindan como un favor o a regañadientes; los hombres que no ven la diferencia y se quejan de la redondez y el cansancio maternal de la mujer—son susceptibles de caer en el miserable caos de distanciamientos y aventuras amorosas. Escoge qué es lo que deseas. Prepárate para aceptar el cambio, como la primavera se transforma en verano y luego en otoño. Como en tantos otros aspectos de la vida familiar, no siempre se obtiene todo, pero sí puedes, con paciencia y humor, tener mucho placer y una gran oportunidad.3
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Sección 7 – Vida sexual sana CONCLUSIÓN Nuestra cultura nos bombardea con mucha información errónea sobre la sexualidad. “Hazlo con muchas personas diferentes; así serás alguien más maduro y un mejor amante.” “El sexo es simplemente una forma de divertirse. ¡Si apetece, se hace!” “Si hay amor mutuo, se hace el amor. No hay necesidad de esperar hasta que se esté casado.” Y luego, están las mentiras sobre el sexo dentro del matrimonio. “Cásate con alguien que te atraiga físicamente y el sexo será instantáneamente maravilloso.” “No pretendas estar sexualmente satisfecho con un solo hombre o mujer durante toda la vida. ¡Experimenta! ¡Ten fantasías! ¡Flirtea con otros! Sé realista. El sexo siempre decae.” Es fácil estar confuso y ser engañado. La verdad es que Dios nos da la sexualidad como un don de amor. Miles de parejas han descubierto que la mejor vida sexual se experimenta dentro de un matrimonio amoroso. Tal experiencia va mucho más allá de la gratificación física. Crea profundos lazos emocionales, psicológicos y aun espirituales que tienen el poder de comunicar el amor de manera tal que transciende las palabras. Nuestra relación sexual puede expresar el amor mutuo de forma cariñosa, regular y apasionada, durante años de vida conyugal. Cuando se utiliza mal, la sexualidad tiene la capacidad de hundirnos en las profundidades del dolor y la soledad; pero cuando se hace buen uso de ella, puede entonces elevarnos a una unidad plena y a un gozo embriagador.
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Séptima regla de oro del matrimonio No hay que descuidar la intimidad sexual.
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Epílogo
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20 La oportunidad de tu vida
¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente! ECLESIASTÉS 4:12
Una
pareja de ancianos estaba celebrando su aniversario de bodas de platino. Un reportero de radio fue enviado a cubrir esta historia e hizo lo mejor para que el anciano (que era bastante sordo) comprendiera sus preguntas. “Setenta años es mucho tiempo,” le gritó al oído al hombre. “¿Pensó alguna vez en divorciarse?” El anciano reflexionó un momento y luego respondió, “¿Divorcio? No. No puedo decir que lo haya pensado. ¡Pero muchas veces pensé en asesinato!” El secreto de una larga y feliz vida de matrimonio se encuentra en las palabras del salmista, donde “El amor y la verdad se encontrarán” (Salmo 85:10). Esperamos que conozcáis a parejas que han estado casadas durante veinticinco años o más, y cuyas vidas se han entretejido en una intrincada interdependencia. A través de los años han desarrollado una profunda comprensión de los deseos y las necesidades de cada uno; su amor ha madurado y crecido firmemente con el paso del tiempo; juntos han enfrentado las tormentas de las desilusiones y tragedias de la vida; aprecian los puntos fuertes de cada uno y aceptan sus debilidades; han aprendido a pedir disculpas por sus acciones egoístas y a perdonarse mutuamente, se han apoyado el uno al otro a través del estrés físico en la crianza de niños pequeños y el agotamiento emocional para guiar a los adolescentes; y ahora, se gozan en las nuevas oportunidades de estar juntos que les presenta el “nido vacío.” En tales matrimonios, el amor y la fidelidad se han encontrado, y es por eso que Dios ha dado el matrimonio, para que fuera una gran bendición para la humanidad. Ciertamente, ésta es una posibilidad para todos los matrimonios. Al haber sido creados para amar por el Dios que es amor, somos capaces de dar y recibir amistad, compañerismo, amor romántico y amor sexual. Hemos sido creados para sentir el amor y dar el amor. Junto con ello, Dios, que guarda sus promesas, nos creó para que fuéramos fieles. Somos capaces de comprometernos y tenemos la habilidad de elegir leal y honestamente. El amor y la fidelidad son las fuerzas del bien más poderosas en el mundo, y Dios
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planeó que estén en el corazón de la relación matrimonial. En palabras de Martín Luther King, Jr., esta clase de amor “es la fuerza más duradera del mundo. Es la llave que abre la cerradura de la puerta que conduce a la última realidad.” Muchas personas se preguntan por qué, hoy en día, el matrimonio pasa por tantos problemas. La razón suprema es que se ha separado el amor y la fidelidad. El compromiso no está muy de moda. El amor sin la fidelidad es voluble, dañino y doloroso —como mucho no es más que un capricho físico que se va de forma tan aleatoria como vino, evaporándose como el rocío. Aparte de todo el humor (y a pesar de varias bodas), el punto culminante de la película Cuatro Bodas y un Funeral es una justa reflexión sobre el temor que tiene la sociedad occidental al compromiso. Al principio del film, Charles, el personaje central, comienza su discurso durante la boda de su mejor amigo diciendo, “Por supuesto, estoy profundamente impresionado ante cualquiera que pueda comprometerse de esta manera.” La obra continúa y él hace una media-propuesta poco convincente a Carrie, la heroína. Las tomas finales de la película dan la impresión de que vivieron felices para siempre. El problema es que en la vida real las relaciones estrechas se construyen con compromisos. Tom Marshall, en su libro Relaciones Justas, dice, “. . . ya que la intimidad produce vulnerabilidad, para su seguridad se requiere un compromiso . . . La tragedia en el día de hoy es que la gente tiene tantas ansias de intimidad y tanto temor al compromiso, que buscan la intimidad en relaciones sin atadura alguna y una vez tras otra cosechan daños demoledores.”2 En términos bíblicos, el matrimonio es un pacto en el que un hombre y una mujer hacen promesas que los atan el uno al otro. Algunas parejas que cohabitan afirman, tal vez correctamente, que están más comprometidos mutuamente en comparación con otras parejas casadas que conocen. Ciertamente el comprometerse al ochenta por ciento es mejor que hacerlo al sesenta por ciento. Pero esa no es la cuestión. El matrimonio es un compromiso mutuo al cien por cien, sabiendo así que nuestro esposo o esposa no se irá si hay un desacuerdo demasiado serio o la relación sexual no resulta lo suficientemente buena. Es la única manera de construir una verdadera confianza. Con un pacto tal, hay un terreno seguro donde construir un matrimonio sólido e íntimo. Sin tal compromiso, inevitablemente, cada uno frena el avance por temor a desilusionarse. El compromiso provee seguridad y confianza: no existe nada que no pueda ser examinado y solucionado. La fidelidad en el amor fiel requiere que vayamos en contra de la cultura contemporánea. La construcción de relaciones a largo plazo necesita un costo mayor que la satisfacción de deseos a corto plazo. Para algunas parejas, el primer año, aun la luna de miel, es una agonía. Cada día los dolorosos ajustes les tientan a mirar hacia atrás y poner en duda su decisión. Mike Mason describe un cuadro realista de lo que esto implica: Un matrimonio . . . puede ser comparado con un gran árbol que crece justo en
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medio de nuestra sala de estar. Simplemente está allí, y es enorme, y todo debe ser construido a su alrededor, y no importa dónde uno vaya—al refrigerador, a la cama, a la sala de baño, o a la puerta de entrada—se debe tener en cuenta al árbol. No se le puede atravesar; debemos pasar respetuosamente junto a él. Es más grande y más fuerte que uno mismo. Es verdad que podríamos troncharlo, pero también destruiríamos la casa. Y ciertamente, es hermoso, único, exótico; pero también, aceptémoslo, a veces es un enorme inconveniente.3 Ser fiel en el amor significa que debemos estar preparados para cambiar y adaptarnos el uno al otro. Un padre, cuya hija tocaba el violín, descubrió un instrumento de gran valor en una tienda de segunda mano a un precio muy barato. Estaba encantado, hasta que se percató de que las clavijas para afinar las notas no se podían girar. Alguien las había pegado. Pero claro, el violín no estaba afinado. La afinación es un ejercicio rutinario para cada músico. También lo es en el matrimonio. Se necesitan ajustes frecuentes. Para muchas personas, el logro más significativo de sus vidas será la construcción de un matrimonio amoroso. Los hijos se beneficiarán de la seguridad de un hogar amoroso y estable. Sus amigos disfrutarán con la influencia y calor de ese amor. La sociedad será más fuerte y más sana gracias a su contribución. Bárbara Bush, la ex primera dama de los Estados Unidos, dijo en su discurso a los estudiantes que se graduaban de la Universidad de Wellesley: No se trata de lo importantes que sean tus obligaciones como médico, abogado o persona de negocios—ante todo eres un ser humano, y esas conexiones humanas —con un esposo o esposa, con los hijos, con los amigos—son la inversión más importante que jamás puedas hacer. Al final de la vida nunca te lamentarás de no haber pasado un examen, ni haber ganado un veredicto más, o no haber concluido un negocio. Pero sí puedes lamentar el tiempo que no hayas pasado con tu cónyuge, con un hijo, con un amigo, con tu padre . . . Nuestro éxito como sociedad no depende de lo que suceda en la Casa Blanca, sino de lo que ocurre en el interior de tu hogar.4 Construir un matrimonio sólido no sólo brinda el mayor beneficio sino que cumple también una noble y santa tarea en los propósitos de Dios. Dietrich Bonhoeffer, el pastor luterano alemán que fue ejecutado durante la Segunda Guerra Mundial por su oposición al Tercer Reich, escribió una carta desde la prisión a una sobrina en la víspera de su boda: El matrimonio es más que el amor mutuo. Tiene una dignidad y poder superior pues es la santa ordenanza de Dios a través de la cual desea perpetuar la raza humana hasta el fin de los tiempos. En el amor se ve a los dos cónyuges solos en el mundo, pero en el matrimonio se es un eslabón en la cadena de generaciones que Dios hace venir, para pasar a su gloria y llamarlas a su reino. En el amor se
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ve tan sólo el cielo de la felicidad mutua, pero en el matrimonio se está colocado en un puesto de responsabilidad hacia el mundo y la humanidad. El amor es la posesión mutua, propia y privada, pero el matrimonio es más que algo personal, es un estado, un cargo, una función.5 La Biblia ve el matrimonio como un compromiso de entrega de vida, producido por nuestro amor hacia la otra persona. “Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella” (Efesios 5:25). El ejemplo de su amor hacia nosotros es el modelo para amar a nuestro esposo o esposa. Cuando nos casamos nos estamos entregando completamente, con todo incluido, el uno al otro. Hacer el amor, que es un acto central del matrimonio, es simplemente otra forma de entregarnos mutuamente. El abandonarse totalmente en esta acción es lo más cercano, en este lado del cielo, al éxtasis espiritual y a la intimidad que gozaremos un día con Dios. Así es como Cristo nos amó, se brindó profusa y completamente a nosotros. No hubo ninguna retención.6 El día de nuestra boda, los dos hilos de nuestras vidas se anudan juntos, y durante nuestro matrimonio esos hilos se envuelven el uno en el otro, enroscándose juntos en una unidad. ¿Pero cómo pueden mantenerse juntos en armonía, sin desenredarse, deshilacharse o cortarse? ¿Qué debemos hacer en la dura realidad del día a día, cuando parece que el amor se termina o se seca? ¿Qué pasa si no podemos encontrar los recursos o la voluntad para continuar amando a nuestro esposo o esposa? ¿Existen respuestas? Creemos que la única respuesta segura nos viene del exterior. “¡La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente!” dice el autor de Eclesiastés en el Antiguo Testamento (Eclesiastés 4:12). Hay una tercera cuerda, una tercera persona en la relación. Es Jesucristo, que alimenta el matrimonio desde su comienzo, de manera que no tengamos que depender solamente de nuestra buena voluntad. Él es el hilo invisible que entorna el doble hilo entrelazado de la relación humana en una fuerte cuerda de tres hilos, entretejidos juntos por las manos de Dios. Señor, haz de mí un instrumento de tu paz; Donde haya odio, que siembre el amor; Donde haya ofensa, perdón; Donde haya discordia, unión; Donde haya duda, fe; Donde haya desesperación, esperanza; Donde haya tinieblas, luz; Donde haya tristeza, gozo. Concédeme que no busque ser consolado, sino consolar; Ser comprendido, sino comprender; Ser amado, sino amar.
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Porque dando, es como recibimos; Perdonando, es como somos perdonados; Y muriendo, es como nacemos a la vida eterna. Oración de San Francisco de Asís (1182-1226)
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Apéndice A
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¿Preparados para el matrimonio?
¿Cómo sabemos que somos el uno para el otro? ¿Qué sucede si no somos compatibles? Y si tengo dudas, ¿soy normal? Éstas pueden ser algunas de las preguntas que nos hacemos cuando estamos pensando en casarnos y deben ser consideradas sinceramente. En este apéndice, mencionamos siete pruebas de amor diseñadas para descubrir si tenemos bases sólidas sobre las que construir un buen matrimonio.1 Estas pruebas mostrarán no solamente si estamos preparados para la unión, sino también si somos el uno para el otro. El matrimonio debe estar basado en algo más que un capricho. Los sentimientos de “estar enamorados” no sostendrán un matrimonio a lo largo de toda la vida. El capricho se pasará pero los siete aspectos siguientes del amor pueden crecer más fuertes a través de los años.
PRUEBA 1: ¿QUIERO COMPARTIR CON ESTA PERSONA EL RESTO DE MI VIDA? El matrimonio concierne a dos seres, que han estado viviendo sus vidas individualmente y que se unen para compartirlo todo. Pensar en hacer esto, ¿me llena de emoción o de inseguridad? El matrimonio no nos permite continuar siendo personas independientes, que viven en la misma casa, usan la misma cama y pasan juntos mucho tiempo. Esta unión significa que estamos dispuestos a compartir la totalidad de nuestras vidas con la otra persona. ¿Estoy preparado para compartir mi tiempo? He estado acostumbrado a organizar mi tiempo a mi manera. Ahora necesitaremos coordinar nuestras agendas. El matrimonio no significa utilizar juntos cada minuto, pero ciertamente requiere que tomemos en cuenta al otro para hacer nuestros planes. ¿Estoy listo para compartir mi dinero? ¿Puedo decir honradamente, “Todo lo que es mío será tuyo”? En el matrimonio, no hay nada que permanezca mío solamente, ya que prometemos compartirlo todo. Cada posesión que yo tenga, grande o pequeña, de valor
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financiero o sentimental, ha de ser compartida con la otra persona. ¿Estoy dispuesto a ello? PRUEBA 2: ¿ME PROPORCIONA NUESTRO AMOR ENERGÍA Y FORTALEZA O ME AGOTA? Si la relación es sana, cuando estamos juntos nos sentiremos más vivaces y más motivados para desarrollar al máximo nuestro potencial. El amor de la otra persona debe liberarnos de forma tal, que seamos exactamente la persona para lo cual fuimos creados. El matrimonio, a pesar de la percepción que tiene mucha gente, puede ser liberador. La experiencia de una unión sólida es vivir una vida renovada por el amor del otro. A menudo, nuestros amigos íntimos y nuestra familia son quienes reconocen con mayor precisión el efecto que tiene sobre nosotros esa relación. Si ponemos de manifiesto lo mejor de cada uno, otras personas querrán estar a nuestro lado. El estar juntos, ¿nos eleva o nos degrada como individuos?
Esta segunda prueba, revela si nuestro amor nos motiva e inspira. Para algunas parejas, simplemente el esfuerzo que requiere mantener la relación, les agota y les hace sentirse atrapados. Ésa no es una base saludable para el matrimonio. Quizás han estado saliendo con su pareja por algún tiempo y tienen temor de herirle al romper la relación. Pero es mejor romper más pronto que tarde si la relación a la larga no tiene futuro. PRUEBA 3: ¿RESPETO YO A ESTA PERSONA? Hay distintos aspectos que nos atrajeron el uno al otro. Sin embargo, el respeto es más profundo que una mera atracción. ¿Respeto yo el carácter de esta persona? Descubrimos el carácter de alguien al observar la forma en que se relaciona con los demás: cómo trata a las personas mayores, a los jóvenes, a su familia, a sus compañeros, a los que proceden de una clase social, cultural o racial diferente. ¿Muestra gentileza, compasión, valor, perseverancia, paciencia, consistencia y cualquier otra cualidad que valoramos mucho? Puede que tengan un aspecto fantástico, un trabajo de categoría, sea un cocinero perfecto o un atleta
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destacado, pero ¿son amables? (Si hubiera duda, fíjate en la manera que tratan a su madre.)
¿Respeto su criterio? ¿Qué ocurre acerca con las decisiones que él toma, ya sean grandes o pequeñas, en cuanto a su trabajo, dinero o familia? ¿Somos compatibles en las creencias y en los valores básicos? No sería sabio casarse con alguien que tenga fuertes puntos de vista contrarios a los que nosotros consideramos importantes. Por ejemplo: ¿estamos de acuerdo en asuntos como la fe, los aspectos éticos, la educación o los hijos? Descubrir que nuestra pareja no desea hijos puede ser una experiencia muy dolorosa con implicaciones para el resto de nuestra vida. Si tú eres creyente, la exhortación bíblica que dice “no forméis yunta con los incrédulos” (2 Corintios 6:14) es un consejo importante para quienes están considerando el matrimonio. ¿Desea esta persona seguir y servir a Dios de todo corazón en todos los aspectos de su existencia? ¿Cree él o ella que Dios tiene un plan y propósito para su vida (y por consiguiente para sus vidas unidas)?
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¿Puedo decirme a mí mismo: “Estoy orgulloso de estar unido a esta persona”? Hay que hacerse una pregunta clave: “¿Me gustaría que esta persona fuese la madre o el padre de mis hijos?” PRUEBA 4: ¿ACEPTO A ESTA PERSONA TAL COMO ES? Ninguno de nosotros es perfecto. Todos tenemos nuestras debilidades y nuestros malos hábitos. ¿Qué nos fastidia de esa persona? Debemos estar seguros de poder vivir juntos y de amarnos mutuamente aunque ninguna de estas cosas cambiara. No debemos casarnos esperando que poco a poco, una vez casados, podremos cambiar éste o aquél aspecto de nuestra pareja porque, muy probablemente, nos llevaremos una decepción. El comportamiento adictivo, como el alcohol, drogas, apuestas o pornografía, requerirá frecuentemente ayuda profesional y debería resolverse antes de casarse, porque por casarse no se resolverán por sí solas estas adicciones. PRUEBA 5: ¿SOMOS CAPACES DE ADMITIR NUESTROS ERRORES, PEDIR DISCULPAS Y PERDONARNOS MUTUAMENTE? Las ideas conflictivas y los sentimientos negativos son parte inevitable en cualquier relación estrecha. Paul Tournier en su libro Marriage Dificulties (Dificultades en el matrimonio) declara, “Los desacuerdos son completamente normales. De hecho, son buenos. Los que tienen éxito en su matrimonio son los que abordan juntos sus problemas y los superan.”2 Cuando nos herimos mutuamente, tenemos que estar dispuestos a sacar los problemas a la luz, desechar nuestro orgullo, pedir disculpas y perdonar. Esto requiere tener una buena comunicación. Como pareja ¿hemos arreglado las diferencias de forma constructiva? Lo importante de esta prueba no es la existencia o la ausencia de conflictos, sino nuestra habilidad para resolverlos. PRUEBA 6: ¿TENEMOS INTERESES EN COMÚN QUE CIMIENTEN NUESTRA AMISTAD? ¿Lo pasamos bien juntos? Las amistades se construyen al compartir experiencias. Compartir actividades conduce a compartir confidencias y recuerdos. ¿Hemos encontrado intereses mutuos que los dos disfrutamos? ¿Obtenemos satisfacción cuando hacemos las cosas juntos? El matrimonio no significa compartir cada uno de los intereses, pero será importante continuar con esos y otras actividades comunes una vez casados, para que nuestra amistad siga creciendo. PRUEBA 7: ¿HEMOS HECHO FRENTE A TODAS LAS ESTACIONES DEL AÑO Y A UNA VARIEDAD DE SITUACIONES JUNTOS? ¿Nos hemos visto durante el invierno y el verano, tanto con los abrigos puestos, como en
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pantalones cortos? ¿O nos vimos solamente con el pelo limpio y listos para salir? ¿Conocemos totalmente a nuestra pareja? ¿Nos hemos tratado tanto en momentos buenos como también en tiempos difíciles? ¿Cómo respondemos bajo el estrés o ante una crisis? Algunas personas se apresuran a casarse porque han salido heridas de una relación previa o han sufrido mucho en una tragedia. Casarse como un escape del dolor es una base poco sólida para una relación. La persona se revelará realmente tal como es al pasar suficiente tiempo viviendo juntos. Como se ha dicho, “El amor es lo que has vivido a través del tiempo con alguien.” _______________________
Algunas personas pueden responder sí a las siete pruebas y sin embargo tener un conflicto para comprometerse al matrimonio, porque en el pasado les falló alguien en quien confiaban. El matrimonio de sus padres pudo haber sido abusivo; su padre o madre pudieron haber dejado el hogar cuando tenían una edad influenciable; quizás sufrieron una crisis nerviosa por una relación previa que pensaban duraría toda la vida. El primer paso para superar el temor al compromiso es reconocer la raíz. Ayuda el hablarlo con un amigo de confianza, líder de iglesia o consejero. (En general, es mejor discutir con otros nuestras dudas sobre nuestra relación que con nuestra pareja.) El segundo paso es perdonar a aquellos que nos han herido (Si es uno de los padres, usa la oración del capítulo 15 como base.) Cuando el perdón es un proceso continuo, cada vez que el dolor, la ira o la desilusión aparecen, los recuerdos tienden gradualmente a perder su fuerza sobre nosotros. Para muchos, sin embargo, el temor al compromiso se resuelve finalmente por el conocimiento de la fidelidad del cónyuge, por el aumento de la confianza y por experimentar de primera mano un matrimonio amoroso. Tenemos amigos felizmente casados que han respondido afirmativamente a todas las siete pruebas, pero el día de su boda todavía vacilaban y tenían dudas. Se necesita valor para casarse y hacerse promesas que afectarán al resto de nuestras vidas. Conocemos a otros que han tenido la valentía de romper el compromiso semanas, o incluso, días antes de la fecha de la boda. Algunos, luego se han casado con otra persona; otros se han quedado solteros. Pero no han lamentado su decisión. Mucho mejor que sufrir las consecuencias de un esposo o esposa mal elegidos es ser soltero e independiente, utilizando la libertad para servir a Dios y encontrar en Él todo nuestro potencial, incrementando numerosas amistades a lo largo del camino. Si haces una decisión de ir adelante o ya estás prometido, te recomendamos que te prepares para el matrimonio haciendo un curso de preparación para el matrimonio. El noviazgo, con todos los quehaceres de organizar la boda, te puede hacer sentir como si estuvieses entrando en un torbellino de planes y actividades. Un curso de preparación provee la oportunidad de concentrarte en tu matrimonio y construir cimientos fuertes para el futuro.
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Los matrimonios deben nutrirse constantemente y por eso impartimos el Curso para Matrimonios, al que recomendamos que asistan las parejas que llevan unos dos años de casados.
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Apéndice B
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Compromiso, sexualidad y luna de miel
EL COMPROMISO
El noviazgo es un tiempo de preparación,
no solamente para la boda, sino para el matrimonio. Es un tiempo para desarrollar nuestra amistad, comprendernos más y, sobre todo, descubrir las expectativas que cada uno tiene sobre la vida de casados. Esperamos que os ayude el poder discutir el contenido de este libro. Es normal encontrar algunas tensiones y malentendidos; a menudo, los planes para la boda actúan como catalizador. Aprender a resolver los desacuerdos es una parte importante de la preparación. LÍMITES SEXUALES DURANTE EL NOVIAZGO El compromiso puede ser también un tiempo para aprender a controlar nuestros deseos físicos. En los planes de Dios, el momento para entregarnos mutuamente en el acto sexual, sigue al compromiso que hemos hecho en los votos matrimoniales. Mike Mason escribe sobre la relación sexual: Como gesto simbólico de una perfecta confianza y entrega, el acto sexual requiere condiciones seguras donde realizarlo. Se necesita la seguridad de una perfecta confianza y un compromiso que no es otro que el amoroso contrato matrimonial, al que dos personas puedan incorporarse.1 Hay quienes mantienen que debemos descubrir si somos sexualmente compatibles antes de la boda. Pero vivir juntos “a prueba” no garantiza nada. En Julio de 1998, el Grupo de Protección a la Infancia y a la Familia nombrado por la dos Cámaras legislativas en el Reino Unido, envió un informe al Ministro del Interior titulado “Asuntos de Familia.” El grupo descubrió que “la cohabitación no construye relaciones seguras según la experiencia de una vasta mayoría de quienes vivían juntos antes de la boda. . . .” La tasa de divorcios entre quienes habían cohabitado era casi el doble que entre los que no lo habían hecho. La razón para ello, es que las relaciones sexuales nos hacen vulnerables. Dicha vulnerabilidad requiere confianza, y esta confianza puede existir solamente dentro del marco de los votos matrimoniales. En el interior de una relación de total entrega y compromiso, somos verdaderamente libres para entregarnos mutuamente sin reservas. La mayor importancia para hacer bien el acto sexual, no radica en la experiencia sexual, en los atributos físicos o en una buena química entre la pareja, sino más bien en la entrega, el compromiso y el amor que se sacrifica a sí mismo.
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El estribillo en el Cantar de Cantares, que se repite en tres ocasiones, reconoce esta necesidad de mantener bajo control el deseo físico hasta que llegue el momento oportuno para entregarnos mutuamente: “Yo os ruego, mujeres de Jerusalén,… que no desveléis ni molestéis a mi amada hasta que ella quiera despertar.” (Cantar de Cantares 2:7; 3:5; 8:4). Dado el poder del deseo sexual, tenemos la responsabilidad mutua de no “despertar” o “excitar” al otro más allá de los límites del autocontrol. Nosotros descubrimos mucho acerca de este aspecto de la sexualidad durante los cuatro años que pasamos juntos antes de casarnos. Nicky
Después de habernos conocido durante dieciséis meses, estábamos muy enamorados, involucrados en un compromiso serio y parecía normal comenzar a acostarnos juntos.
Sila
Yo tenía dieciocho años, era independiente y amaba a Nicky tanto como podía imaginar que era posible amar. Mirando retrospectivamente, reconozco que cuando comenzamos a acostarnos juntos, nuestra relación adquirió intensidad pero también, aunque enterrado lo más posible, un sentimiento intenso de culpabilidad. Conocía los puntos de vista de mis padres sobre el sexo fuera del matrimonio, pero siempre los rechacé como principios cristianos tradicionales que no tenían importancia para mí. Mi amor por Nicky era diferente. Estaba profundamente comprometida con esta relación; no estaba yendo de cama en cama con diferentes hombres, y me parecía la forma más natural de expresar mi enorme amor hacia él. Me convencí a mí misma de que esto era razonable, porque así quería que fuese. A principios de 1974, cuando Nicky y yo comenzamos a hablar del cristianismo, no tenía una verdadera comprensión de las implicaciones que esto tenía para nuestra relación.
Nicky
Gradualmente, al empezar a considerar y explorar la fe cristiana, mi conciencia me dijo que si yo iba a confiar mi vida a Jesucristo, eso significaría no volver a acostarnos juntos antes del matrimonio. Eso me hizo temer de que luego comenzáramos a distanciarnos. Así que guardé para mí los pensamientos sin compartirlos con Sila, tanto como pude. Cuando sentí que debía tomar una decisión de una forma u otra, recuerdo que escribí una especie de oración: “Dios, creo que estás aquí. Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios, que Él resucitó de entre los muertos, y por lo tanto, necesito hacerte una promesa. Pero no tengo la fortaleza para hacerlo, a no ser de que también convenzas a Sila.” Cuando escuché a David MacInnes hablar acerca de Jesucristo, hablaba como si le conociera personalmente—así como yo conocía a Nicky. Esto fue
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Sila
Nicky
una revelación para mí. Gradualmente comencé a percibir que si yo abrazaba la fe cristiana, cambiarían ciertas cosas de mi vida, incluyendo las relaciones sexuales. Nadie nos lo había dicho. Fue una percepción gradual que culminó en una clara convicción del mejor camino para ambos. La noche que nos comprometimos a seguir el camino de Dios, sabíamos que debíamos esperar hasta la boda antes de hacer nuevamente el amor.
En las siguientes semanas dormí sobre el suelo, porque descubrimos que la cercanía íntima al dormir en la misma cama, sin hacer el amor, era demasiado difícil para nosotros. Algunos meses más tarde, nos dimos cuenta de que sería más fácil no dormir en la misma habitación. Comprendimos que esta clase de intimidad es mejor guardarla para el matrimonio. Para nosotros, este cambio fue un proceso y estábamos agradecidos por la forma en que Dios nos llevó de una etapa a la próxima. Lejos de separarnos, Él proporcionó una nueva libertad a nuestra relación, una cercanía que no habíamos conocido antes y una mayor confianza mutua.
En los dos años y medio, entre el tiempo que dejamos de acostarnos juntos y la boda, aprendimos mucho. El aspecto físico de nuestra relación no era siempre fácil, pero fuimos comprendiendo mejor por qué Dios creó el sexo para una profunda relación a lo largo de la vida matrimonial. Aprendimos la diferencia entre la lujuria y encontrar formas de demostrar nuestro amor a través del cuidado y el afecto físico apropiado. Ahora podemos ver que esto fue una lección importante que debíamos aprender, porque aun dentro del matrimonio, tenemos la capacidad de herirnos mutuamente a través de la relación sexual. Es posible buscar sólo el gratificar nuestros propios deseos en lugar de amar y brindarnos el uno al otro. También aprendimos la necesidad de ayudarnos mutuamente. Es fácil jugar un juego que implica el excitar al otro para que nos haga algo que nos excita y que nos lleva a responder . . . etc. Si vamos más allá de nuestra intención, decimos, “¡No es mi culpa porque tú me incitaste!” Comprendimos que ambos debíamos asumir la responsabilidad de ayudarnos. Procurando guardar la relación sexual para el matrimonio, otras parejas y nosotros mismos, hemos encontrado de ayuda algunos consejos prácticos que mencionamos a continuación: • Hay que identificar lo que cada uno siente que le excita particularmente, ya sea a través de la vista, de las palabras o del tacto. En general, los hombres se excitan rápido a través de la vista, mientras que las mujeres son estimuladas mediante la intimidad emocional. (Dentro del matrimonio, cuando buscamos deliberadamente excitarnos el uno al otro, es también importante reconocer estas diferencias.)
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• Hay que tratar de no ponerse en situaciones en las que sería posible ir fácilmente a la cama sin temor de ser interrumpidos o descubiertos. Por ejemplo, quedarse una noche a solas en una casa o ir de vacaciones solos producirá para muchas parejas una tentación mayor de lo que es posible resistir. Es mejor ir con otros amigos. El tener terceras personas “para vigilar” puede parecer anticuado, ¡pero es especialmente efectivo! • Recomendamos fuertemente no dormir en la misma cama, aun si se haya decidido no hacer el amor. Ese nivel de intimidad conduce naturalmente al acto sexual. Las parejas que se han puesto en situaciones que requieren un enorme auto-control, encuentran que esto puede acarrear sentimientos de culpabilidad en cuanto al sexo dentro del matrimonio. Una pareja que dormía regularmente en la misma cama luchó tanto para restringirse antes de la boda, que una vez casados, tenían dificultad para hacer el amor libremente. • En lo que se refiere hasta donde llegar en el terreno sexual antes de la boda, cada pareja necesita establecer sus propios límites. Los nuestros incluían no acostarnos uno al lado del otro y evitar estar desnudos o parcialmente desnudos enfrente del otro. Dicha exposición debería ser debidamente guardada para la noche de boda.
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Practicar tales restricciones es duro, pero retendremos la maravillosa anticipación de entregarnos mutuamente en el momento más perfecto. Un amigo nuestro escribió: Antes de ser creyente, había asistido a muchas bodas. Como Charles en Cuatro bodas y un funeral, encontraba que casi no había un sábado sin una boda. Generalmente, eran actos emotivos, con hermosos vestidos, palabras amables y buen vino. Sin embargo, nunca olvidaré la primera boda a la que asistí en donde yo sabía con seguridad que el día de la boda marcaba el comienzo de la relación sexual de la pareja. Había algo distinto en el ambiente: una claridad perceptible, un sentimiento impresionante de fragilidad, preciosidad y pureza. La mirada en sus ojos al hacerse los votos es algo que describiré a mis hijos. EL PASADO DE NUESTRA HISTORIA SEXUAL La intención de Dios es que tanto el esposo como la esposa sean vírgenes cuando se casen. Ya hemos hablado de las razones para el celibato. Pero si a causa de experiencias sexuales del pasado hay dolor, culpabilidad, celos o falta de perdón, será necesario tratar estas emociones antes de la boda. Una relación sexual previa, ya sea secreta o no, puede empañar nuestro matrimonio. Lejos de proveer una experiencia que ayude, puede dar lugar a falta de confianza, a celos y a recuerdos destructores. La respuesta cristiana es llevar nuestro pasado sexual a Dios y buscar su perdón y limpieza de los errores del pasado. Sugerimos que se revelen al prometido o a la prometida, las relaciones sexuales del pasado, pidiéndole su perdón. No necesitamos entrar en detalles ya que eso sería dañino y podría causar mayor dolor. Así Dios podrá aportar la sanidad, la libertad y el gozo de un nuevo comienzo. Tal vez tengamos temor de herir a nuestro prometido, pero los secretos son peligrosos en el matrimonio. Los secretos pueden herir y causar enormes daños cuando se revelan tarde en la relación de la pareja. Si declarar esto mutuamente preocupa, un
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buen líder de la iglesia o un consejero podrían ayudar. Se necesitará valor, pero tales confesiones asegurarán que el futuro juntos esté basado firmemente en un fundamento de confianza, apertura y perdón. Es sabio buscar asesoramiento antes de hablar sobre temas como el aborto, la adicción, la pornografía, la prostitución, el travestismo o las experiencias homosexuales. Busca a alguien que comprenda estos temas. Esto podría iniciar un proceso para tratar sobre el pasado, que puede llevar meses o incluso años, en los que el apoyo mutuo será esencial. Algunas parejas se culpabilizan por haber ido más allá de sus primeras intenciones en su mutua relación sexual antes de la boda. Sus deseos sexuales se han desatado y uno de ellos ha excitado al otro contra sus propios deseos. Estos pesares pueden ser llevados a Dios, y comentados en pareja, buscando perdón y paz. Al hablar abierta y honestamente a Dios, su promesa hacia nosotros es, “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” (2 Corintios 5:17). Entonces, de forma maravillosa podemos entrar en el matrimonio conociendo una liberación del pasado. LA LUNA DE MIEL Hay que estar preparados Para estar bien informados, se sugiere que más o menos un mes antes de la boda, los dos cónyuges lean un buen libro sobre las relaciones sexuales desde una perspectiva cristiana (ver la lectura recomendada al final). Una vez casados, hay que tratar de comentar juntos dicho libro. Esto facilitará empezar a hablar sobre el sexo de forma abierta (¡entre los dos!). También dará una buena base por si más tarde hay problemas. Toda relación a lo largo de la vida encontrará períodos en que las cosas no van tan bien. En cierta etapa y muy a menudo debido al estrés, muchos hombres experimentarán algún grado de impotencia, y una gran cantidad de mujeres, cuando llegan los hijos, tienen menos deseos sexuales. Si hay ansiedades o preguntas para las que no se sabe la respuesta, un médico podría ayudar, o bien hay que hablar con un amigo que conozca bien a los dos y en quien se pueda confiar. Hay que ser realistas Se debería reconocer la necesidad de recuperarse de las muchas demandas del día de la boda. También, se debería tratar de organizar una luna de miel en la que los dos cónyuges pudieran relajarse más allá de lo imaginado. Probablemente, no es el momento para ir a descubrir la Antártica, recorrer el Amazonas en una canoa o escalar los montes del Himalaya. El propósito de la luna de miel es relajarse, adaptarse y gozar del tiempo juntos. Demasiados viajes penosos o visitas turísticas, arruinan este propósito. No es el
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momento para planificar las vacaciones más espectaculares de toda la vida. Hay que guardad eso para dentro de un año o más adelante; probablemente entonces será mucho más divertido. No se debería, ni esperar demasiado ni ir tan rápido La luna de miel es solamente el principio de una vida de descubrimientos. Hay que tener una visión a largo alcance. Con respecto al sexo, no se debería pretender disfrutar de todo el “paquete” enseguida. Es un tiempo para el cariño, la ternura y la paciencia. Guardar el sentido del humor ayudará a permanecer relajados. No hay que asustarse si las cosas no resultan como en las películas—por ej., sexo instantáneo, espontáneo y multi-orgásmico. Puede pasar cierto tiempo antes de experimentar un orgasmo mutuo o simultáneo. Tanto durante y después del momento en que se hace el amor, no hay que tener temor de hablar sobre lo que da, o no da, placer. Ello aumentará la comprensión de cómo excitarse mutuamente.
Al principio esto puede parecer extraño y poco natural, pero si la relaciones físicas van a desarrollarse, la comunicación es esencial. Toda timidez pronto desaparecerá. Se debería hablar de las expectativas mutuas Es fácil tener mutuamente expectativas no comunicadas e irrealistas. Los cónyuges no deberían sentirse presionados a hacer el amor en el instante en que se cruza el umbral del dormitorio. Pero hay que sentirse libres de hacerlo. Hay que estar seguros de haber hablado sobre este momento para no comenzar el matrimonio con inseguridad o incomprensión. De repente, haber cruzado la frontera entre el “no está bien” al “está bien” puede parecer extraño y tal vez se pueda reaccionar de forma diferente. Un marido nos contó que, mientras él estaba todavía en el cuarto de baño, su esposa desde hacía nueve horas estaba tan exhausta por la boda que enseguida se durmió.
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Permaneció despierto toda la noche muy desilusionado, pensando que al casarse había cometido un terrible error. Las cosas mejoraron considerablemente cuando hablaron al día siguiente sobre sus diferentes expectativas; tuvieron una maravillosa luna de miel. Se debería mantener el sentido del humor Las lunas de miel no se pueden pronosticar. Una pareja nos contó que en su primer día se quemaron tanto bajo el sol, que no pudieron tocarse durante todo el resto de la semana. Afortunadamente, vieron el lado cómico de la situación. Otro marido recién casado describe cómo, en la primera noche, las cosas no fueron según lo planeado: Cuando finalmente llegamos al hotel eran las once de la noche. Lo vimos más pequeño de lo que parecía en el prospecto y sentí que mi corazón se hundía. Prácticamente, la única contribución que yo hice para la boda, había sido los arreglos del hotel. El día había transcurrido bien y mi esposa estaba radiante. ¡Quería tanto que esa noche fuese memorable! Encontramos nuestra habitación y era hermosa; Juana sonrió al ver la botella fría de vino y las rosas sobre la cama. Comencé a relajarme; todo iba a ser fantástico. Y podría haberlo sido. Pero horrorizado noté que no había una cama de matrimonio, sino dos individuales. Rápidamente busqué al director. “Es nuestra luna de miel y se supone que esta es nuestra habitación para la luna de miel,” protesté. Disculpándose, me explicó que, debido a un error, otra pareja ocupó la habitación para los recién casados y ya estaban instalados en ella. “Pero aquí hay camas individuales,” le dije. En ese momento debería haber argumentado y exigido mis derechos. Pero, cuando el director sugirió una solución, la acepté, al decirme que antes había dado resultado. Nos dijo, “Les envío unas cuerdas y pueden atar las dos camas juntas.” “¡Envíenlas enseguida!” le contesté. Y así, la noche que esperé durante veintiocho años, la noche por la cual había soñado largamente, las camas se separaron cuando estaba haciendo mis mejores esfuerzos. Juana y yo caímos al suelo. Miré al techo y quería morirme, pero justo entonces Juana se acercó a mi oído y me susurró, “Querido . . . creo haber sentido que la tierra se movía.”2
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Apéndice C
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Preparar un presupuesto
Según una
encuesta de Relate, un Servicio de Consejería Matrimonial en el Reino Unido, la mayoría de las discusiones sobre dinero se centran en las prioridades para gastarlo. Si las finanzas causan problemas en vuestro matrimonio, sería beneficioso ponerse de acuerdo en un plan de cómo las vais a utilizar como matrimonio o familia. Claro está que un presupuesto no es una fórmula mágica, pero el proceso de confeccionarlo juntos, ya tiene un buen número de beneficios. El primero es que nuestra posición financiera es evidentemente clara para ambos. En segundo lugar, debemos hablar sobre cómo vamos a gastar el dinero. En tercer lugar, al asignar una cantidad para cada tipo de gasto, ambos estamos libres para escoger lo que compramos dentro de ciertos límites. Como en cualquier zona de conflicto, el dinero puede ser un elemento que se interpone y afecta a toda nuestra relación, o un problema que al tratarlo juntos, nos acerca mutuamente en ese proceso. Preparar un presupuesto puede eliminar el temor de sentirse fuera de control, la culpabilidad de haber derrochado el dinero y el conflicto que surge al echarnos mutuamente la culpa cuando hay un déficit. Sabemos que algunos matrimonios han pasado de la aspereza a la armonía gracias a hablar y tomar decisiones conjuntas sobre las finanzas. Si el dinero es una fuente de tensión, os recomendamos seguir los tres pasos siguientes. (Parecen obvios y simples, pero es sorprendente saber cuán pocos de nosotros nos sentamos y resolvemos juntos este tema.) SE DEBERÍA DESCUBRIR LA VERDADERA SITUACIÓN ECONÓMICA Hay que detallar cuánto se tiene o se debe Hay que buscar un momento en que no se esté cansado, ni distraído, ni se corra peligro de ser molestados. Hay que poner juntos el estado de las cuentas bancarias, las facturas impagadas, las libretas de ahorro, los estados de cuenta de las tarjetas de crédito, etc. Hay que se honrados el uno con el otro. Si se ha gastado demasiado y se está endeudado, resultará difícil, pero vale la pena. La ansiedad acerca del dinero puede convertirse en un secreto oscuro. Cuando los temores están al descubierto, pierden su poder sobre nosotros. Hay que ser mutuamente amables—ninguno de nosotros logra hacer siempre bien las cosas. Si vemos que estamos en deuda, parte de la conversación deberá versar en cómo
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salir de ella. No hay que tener miedo ni vergüenza de solicitar la ayuda de personas con experiencia. Cuanto más rápido se trate el problema, más pronto se solucionará. Hay que calcular los ingresos mutuos Para planificar nuestros gastos necesitamos saber cuánto dinero ingresamos y a dónde va a parar. Lo más sencillo es ver cuál es el total de lo que ganamos conjuntamente. Necesitamos anotar todas las fuentes de ingresos y cantidades que obtenemos, deduciendo los impuestos allí donde sea necesario. Esta cifra puede ser establecida como el promedio de ingreso mensual. Registra este importe en la “Hoja de planeamiento mensual de un presupuesto” como la que encontrarás al final de este apéndice. Hay que calcular lo que se gasta Muchas parejas se encuentran con demasiadas limitaciones económicas, pero no son conscientes de adónde va su dinero. En consecuencia, pueden echar la culpa erróneamente a ciertos gastos, como causantes de la deuda. Para tener un cuadro justo de nuestros gastos, puede ser necesario escribir durante el transcurso de uno o dos meses cada pago que hacemos. Esta información, junto con el estado de cuentas bancario y de la tarjeta de crédito, debería permitirnos establecer nuestro promedio de gastos mensuales. (Para aquellos gastos que no se pagan mensualmente, tales como los del automóvil, seguros, vacaciones, etc., hay que establecer un importe anual y dividirlo entre doce.) Hay que registrar esta información en la hoja de planeamiento del presupuesto, creando tantas categorías como sea necesario. Se debería empezar con los gastos fijos, tales como hipotecas o alquiler, gas y electricidad, seguro y costos de transporte. Después hay que colocar los gastos donde haya posibilidad de mayor flexibilidad, tales como los de la comida, limpieza y mantenimiento de la casa, ropa, regalos, hospitalidad y deportes. Lo siguiente es restar lo que gastamos de lo que ganamos. (Si el resultado no concuerda con el estado bancario, entonces ¡el banco ha cometido un error o nosotros hemos olvidado algo!) Sí averiguamos que estamos en números rojos, evidentemente estamos gastando más de lo que ganamos y necesitamos tomar decisiones urgentes. HAY QUE PLANIFICAR EL FUTURO El segundo paso es planear el uso del dinero, asignando cantidades específicas a los diferentes tipos de gastos. El objetivo es establecer un presupuesto dentro de lo que son nuestros ingresos y que refleje las prioridades que hemos acordado, ahorrando lo suficiente para lo inesperado. Tanto el esposo como la esposa necesitarán hacer sacrificios, pero la mayoría de las parejas encuentran más fácil hablar sobre el futuro que explicar el pasado. Si no es posible ponerse de acuerdo, hay que interrumpir las discusiones para dar tiempo a considerar (y orar) el punto de vista del otro. Es importante buscar otra oportunidad para
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volver a hablar cuando el ambiente esté más calmado. La gran ventaja de llegar a un acuerdo es que entonces podremos gastar el dinero hasta la suma límite acordada, sin sentirnos culpables u ocultarnos la verdad. HAY QUE DECIDIR CÓMO MANTENER EL CONTROL Hay que nombrar un director financiero Una cosa es establecer un presupuesto y otra es cumplirlo. Es conveniente decidir quién de nosotros está más preparado para llevar las cuentas, pagar las facturas e iniciar una revisión regular. Cuidado con las tarjetas de crédito Para muchas personas la mayor dificultad en controlar sus gastos son las tarjetas de crédito. Hay dos peligros. El primero, es que uno no nota que está gastando dinero. El segundo, es que no hay un medio automático para saber cuánto nos queda en el presupuesto. Así, algunas parejas han dejado de utilizar las tarjetas de crédito y vuelven a usar solamente dinero en efectivo. Aunque es menos cómodo, les ha permitido controlar lo que gastan y han evitado así un sinnúmero de conflictos en el matrimonio. Diez sugerencias para gastar sin tener mala conciencia He aquí un sistema sencillo. Nos llevó casi diez años lograrlo. 1. Se toma una hoja en blanco. Se escribe en ella la cifra total del dinero que se ha asignado para las cosas esenciales este mes (alimentos, tienda de comestibles, medicamentos, etc.) 2. Se anota cada vez que se gaste dinero en cosas esenciales, deduciéndolo del total. Los dos cónyuges deben hacerlo. 3. Si retiras dinero del cajero automático, probablemente lo gastes en cosas esenciales. Resta esta cantidad también. Es fácil olvidar lo que se saca del cajero automático, especialmente si uno lo desea así. 4. Se ve cómo van las cosas al final de una semana. ¿Se deberían reducir gastos durante la semana próxima o se puede uno relajar un poco? Hay que ser sinceros y, si es necesario, se retira el filete de ternera del carro de la compra. 5. Se empieza cada semana una página en blanco, con el nuevo total. Se continúa restando todo lo que se gaste en cosas esenciales. 6. No es extraño que en la última semana del mes, se mienta, se abandone o se coman muchas legumbres. ¡Por lo visto son muy buenas para la salud! 7. Otros gastos como ropa nueva y salir de paseo deben ser puestos (lamentablemente), en la categoría de no-esenciales. 8. Nota: No tenemos que comprar cosas no-esenciales. Podemos vivir (aunque nos cueste) sin encargar comida ya hecha, ni ir al partido de fútbol o sin comprarnos
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calzado nuevo. Hay ciertos momentos en que debemos decir no, preferentemente a nosotros mismos, más bien que uno al otro. 9. Utiliza el mismo sistema para “no-esenciales” que usas para las “esenciales.” El deseo de mentir, olvidar u omitir ciertas cosas puede ser mayor. 10. Cuando queda dinero disponible, es posible disfrutar al máximo de las compras, de una cena romántica, de un fin de semana en un balneario, o asistir a un partido del equipo favorito de fútbol fuera de casa. Debemos admitir que el sistema es sólo bueno si lo son los que lo utilizan. Ha habido períodos en nuestro matrimonio en los que el dinero ha sido escaso y tuvimos que administrarlo rigurosamente. En otras épocas, ha habido más y fuimos menos cuidadosos en apuntar todos los gastos. Sin embargo, tarde o temprano, hemos debido volver al sistema de revisar nuestra economía y controlarla nuevamente. De vez en cuando, cuando una pareja no puede llegar a fin de mes, el problema puede consistir en que no cuentan con ingresos suficientes para mantenerse a sí mismos. A menudo ocurre que el problema está en los gastos. Rob Parsons escribe sobre su infancia: Mi padre era cartero y mi madre hacía limpiezas a domicilio. Vivíamos en una casa alquilada y se puede decir que nuestra vida era por lo menos sencilla. Las cosas no esenciales como calefacción en las habitaciones, alfombras, papel higiénico (¡no preguntes!) eran cosas de otro mundo. No comí en un restaurante hasta tener dieciséis años. Pero en ese hogar, tenía todo lo que necesitaba, incluyendo consejos sabios de un padre, que a veces se sentaba aparte conmigo para recitarme las palabras de Mr. Micawber de la obra David Copperfield, de Dickens, “Ingreso anual: veinte chelines; gastos: diecinueve chelines y seis peniques—resultado: felicidad. Ingreso anual: veinte chelines; gastos: veinte chelines y seis peniques—resultado: tristeza.” Creer en ese principio significó que mi padre nunca estaba endeudado. Pensarás que pagó un precio inaceptable por eso. Nunca pasó vacaciones fuera de casa, ni tuvo su propia cuenta bancaria, nunca llegó a probar los espaguetis—pero jamás conocí a un hombre tan satisfecho.1
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Planificador del Presupuesto Mensual
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Apéndice D
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Orar juntos
Para algunos lectores, pensar en orar es algo extraño, un concepto desconocido. Hay quienes opinan que la oración es un signo de debilidad y que demuestra inmadurez intelectual. Se les ha enseñado que crecer, significa aprender a hacer frente por sí mismo. En consecuencia, la gente ni siquiera se atreve a admitirse a ellos mismos, y menos aún a su pareja, que están en apuros en ciertas áreas de sus vidas. Otros piensan que la idea de orar en voz alta, es embarazosa. En el Curso para Matrimonios una mujer nos dijo que preferiría correr por la calle desnuda, antes que orar con su marido. Siendo que la oración es una actividad muy personal y aun íntima, bien puede ser que nos haga sentir desnudos y vulnerables, pero no tiene porqué ser tan difícil. Orar juntos significa que extraemos de una fuente exterior sabiduría, amor y poder. En lugar de desesperación, engendra un sentimiento de esperanza. Algunas parejas que conocemos, han dicho lo siguiente sobre el efecto de la oración conjunta en su matrimonio: • “La oración, principalmente, elimina la preocupación en nuestras vidas. Se las entregamos a Dios y ambos nos relajamos un poco.” • “Por la noche, antes de dormirnos, tratamos de orar brevemente. Es como si nos uniesen con pegamento.” • “Procuramos orar los domingos por la noche. Esto significa que nos deja menos ansiosos por cosas que de otra manera nos preocuparían, ya que las hemos puesto en la ‘cesta de asuntos a tratar’ de Dios.” • “Cuando no oramos juntos, la vida parece mucho más difícil, porque al dirigirnos a Dios, nos brinda la unidad.” CÓMO EMPEZAR Para nosotros, el orar juntos ha tenido una parte importante en nuestro matrimonio, en particular, una vez que superamos algunas expectativas iniciales no realistas. Éstas sólo se podían comparar a las expectativas que teníamos sobre nuestra capacidad para comer. Nicky Cuando nos casamos, Sila cocinaba regularmente platos gastronómicos con comida suficiente para alimentar a seis personas. Varias noches por semana preparaba una nueva receta, hasta que después de tres meses con los estómagos sobrecargados y una esposa exhausta, no podíamos seguir ese ritmo y cambiamos a una dieta nocturna de pan tostado y queso o encargábamos comida china a
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domicilio. La oración conjunta comenzó de la misma manera. Parecía que siempre había tanto sobre lo que orar, que si nos arreglábamos para hacerlo al final del día, la oración continuaba más allá de lo que podíamos soportar. Generalmente era tarde y estábamos muy cansados. Después de un tiempo, ninguno de los dos sugirió orar, ya que no podíamos hacer frente a la perspectiva de otra larga sesión. Luego, alguien nos recomendó que tratásemos de orar juntos al comienzo del día, durante cinco o diez minutos y eso fue mejor. Fijamos la hora de modo que sólo teníamos diez minutos antes de que uno de nosotros saliera a trabajar. Esto eliminó todo peligro de que se extendiera demasiado tiempo. Durante los últimos veinticuatro años, nuestro propósito ha sido comenzar el día orando juntos durante un breve período; hemos ajustado el horario según las edades de los niños, el programa y las demandas de nuestro trabajo. Ciertamente no alcanzamos a hacerlo cada día, pero teniéndolo como nuestro propósito, lo logramos la mayor parte de las veces y el beneficio que nos aporta nos estimula a hacerlo regularmente. CÓMO ORAR POR Y CON NUESTRA PAREJA Orar juntos, de manera regular, no tiene por qué ser algo extraño. Necesitamos empezar a orar como podamos y no de una forma en que no podamos. Para algunos esto significará usar un libro de oraciones escritas que leerán en voz alta. Para otros, la manera de empezar, podría ser la de leer algunos versículos de la Biblia y orar en silencio el uno por el otro. Ha sido de ayuda para muchos, el libro en inglés 30 Days1 o Daily Light2 (Manantiales en el Desierto o Nuestro Pan Diario) que contienen algunos versículos de la Biblia para cada día del año. Otros estarán acostumbrados y preferirán decir sus propias oraciones en voz alta. Nuestro consejo sería comenzar en la forma en que se sienta uno más cómodo y en la que se pueda aspirar a la sencillez y sinceridad. Hace unos meses nos encontramos con una pareja que iba a celebrar su 40 aniversario de bodas. Les preguntamos qué es lo que habían encontrado más importante al construir una relación matrimonial tan sólida. Dijeron varias cosas amables el uno del otro y describieron cómo habían crecido juntos. Pero fue lo que expresaron después lo que resultó más revelador. Ambos estaban de acuerdo en que lo que más había contribuido a fortalecer y a armonizar su matrimonio era el orar juntos cada mañana. Pensando que habían hecho esto durante los últimos cuarenta años, les preguntamos cuándo habían comenzado a orar. Respondieron, “Hace unos dieciocho meses.” Luego añadieron que si alguien les hubiera sugerido hace un par de años que esto se convertiría en algo importante para ellos, lo hubiesen considerado muy extraño. Nunca es demasiado tarde para empezar. De igual manera que nunca es demasiado
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temprano. A continuación hemos escrito algunas sugerencias que nos han ayudado enormemente para lograr orar juntos. Se comienza dando gracias a Dios La gratitud re-orienta nuestro pensamiento. Si nos sentimos presionados o abrumados, el escoger ser agradecidos puede cambiar drásticamente nuestra perspectiva. Pablo, el apóstol, escribió varias de sus epístolas bajo la presión de la cárcel, sin embargo rebosaban agradecimiento, y agradecimiento hacia Dios. “Estad siempre alegres, orad sin cesar. Dad gracias a Dios en toda situación, porque esta es su voluntad para vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:16-18). Esta actitud va en contra de la corriente actual de insatisfacción y la búsqueda por algo más, más grande y mejor. El agradecimiento a Dios, incluyendo la gratitud del uno por el otro, cambiará nuestra perspectiva. Hay que orar el uno por el otro El propósito principal de ello es descubrir las necesidades diarias de cada uno o las preocupaciones por el día que se tienen por delante y traerlas a Dios. A veces se tratará de uno de nuestros hijos; algunas veces será porque estamos escasos de dinero; en otras ocasiones será porque nos sentimos inadecuados para hacer frente a los desafíos del día. Si uno de nosotros está luchando para relacionarse con una persona en particular, hemos pedido que el otro ore para que Dios cambie nuestro corazón y nos llene de su amor hacia ella. Nuestro orgullo y testarudez pueden fácilmente interferir con nuestro acercamiento en nuestra petición de ayuda a Dios. Pero Él quiere que oremos acerca de todas las cosas, especialmente aquellas para las que no tenemos respuesta humana. No hay que preocuparse si cada día hace falta hacer la misma oración Jesús nos dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá la puerta” (Lucas 11:9). El sentido del texto original significa que debemos seguir pidiendo, buscando, llamando y no abandonar después de haberlo hecho una vez. Sila
Cuando nuestros hijos eran pequeños, me di cuenta de que le pedía a Nicky que orase por mí en el mismo sentido, día tras día. Necesitaba continuamente más paciencia y más energía física y las oraciones de Nicky hicieron una diferencia sorprendente en mi relación con nuestros hijos. El hecho de que necesitemos seguir pidiendo por las mismas cosas no significa que Dios no esté contestando a nuestras oraciones, sino más bien, es un reconocimiento de nuestra dependencia de Él.
Hay que asegurarse de que las oraciones sean verticales, y no horizontales o manipuladoras
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La oración no es un medio para atacar al otro. Yo (Sila) no debo orar diciendo, “Señor, por favor, ayuda a Nicky a dejar de trabajar tanto y a pasar más tiempo con los hijos” a no ser, claro está, que él me haya pedido que ore específicamente por ello. Ni tampoco debemos utilizar la oración como una oportunidad para comunicar cosas a nuestro esposo o esposa porque sabemos que no van a interrumpirnos. No hay que rendirse Esto es especialmente cierto para los que tienen hijos pequeños. Esta etapa de la paternidad parece ser interminable y recordamos haber pensado que nunca más lograríamos orar juntos ni siquiera cinco minutos. Parecía que gastábamos mucha energía física y emocional llevando a un niño a su habitación con un juguete o una cinta grabada y diciéndole, “Estamos orando. Todavía no es hora de levantarse.” Entonces volvíamos rápido a nuestra habitación para lograr otro minuto de oración antes de que la puerta se abriera y tuviéramos que empezar con el mismo asunto. ¿Valía la pena? En retrospectiva, aun cuando sólo, dos o tres veces por semana, lográbamos orar el uno por el otro, esos pocos minutos nos ayudaban definitivamente, así como también nos permitían transmitir a nuestros hijos la importancia que dábamos a la oración. Cuando los hijos crecen, orar juntos vuelve a ser nuevamente más fácil. Hay que buscar las promesas de Dios Es un gran recurso para nosotros, familiarizarnos con las promesas de Dios en la Biblia. Crecemos en sabiduría al leer la Biblia juntos e individualmente. A medida que aprendemos a aplicar sus consejos en nuestra vida diaria, nos moldea y cambia nuestras actitudes y comportamiento. Así como hay poder en la oración, también lo hay al leer juntos la Biblia. A menudo, hemos descubierto que los pocos versículos que leemos en un Salmo o en los Evangelios antes de orar, parecen aplicarse a nosotros, de forma muy personal, ese día en particular. CONCLUSIÓN Mucha gente piensa que Dios está buscando atraparlos, o acusarlos o limitarles sus vidas. Nada puede estar más alejado del carácter de Dios revelado en Jesucristo. Dios es generoso en ayudarnos, liberarnos del pasado y permitirnos mirar abiertamente hacia los demás con amor. Él no se nos impone, pero desea que respondamos a su acercamiento de amor. La instrucción bíblica, “Someteos unos a otros, por reverencia a Cristo” está puesta en el contexto de la búsqueda de la voluntad de Dios para nuestras vidas, “Y comprobad lo que agrada al Señor. . . . No viváis como necios, sino como sabios . . . entended cuál es la voluntad del Señor.” (Efesios 5:21, 10, 15, 17). Cuando ambos, el esposo y la esposa están decididos a buscar la voluntad de Dios en las decisiones más importantes de sus vidas, descubrirán una libertad que superará las preocupaciones y contribuirá
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profundamente a su matrimonio. San Pablo escribió, de su propia experiencia, “No os inquietéis por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presentad vuestras peticiones a Dios y dadle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7). Orar puede ser lo más importante que hagamos juntos.
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Notas
Introducción 1. Para una respuesta a la pregunta: “¿Por qué murió Jesús?”, recomendamos leer Alpha —Preguntas de la Vida por Nicky Gumbel (Alpha Américas, 2006), particularmente el capítulo 3. 2. De la liturgia de bodas de la Iglesia Anglicana, The Alternative Service Book, 1980. Capítulo 1 – Una visión de largo alcance 1. Mike Mason, The Mystery of Marriage (Triangle, 1997), p. 160. 2. John Bayley, Iris, A Memoir of Iris Murdoch (Duckworth, 1998), p. 57. 3. Extracto del Soneto Nº 116 de Stanley Wells (Ed.) Shakespeare’s Sonnets and a Lover’s Complaint (Oxford University Press, 1987), p. 130. 4. Frank Muir, A Kentish Lad (Corgi, 1997), pp. 404-405. 5. The Guardian, 24 octubre 1998, p. 3. 6. Cita de una grabación de radio de Sam Thompson “Communion in Marriage” Part 2, tape 2 Anaheim: VMI 1984. 7. Cita en Selwyn Hughes, Marriage as God Intended (Kingsway Publications, 1983), p. 13. 8. The Daily Mail Weekend, 9 de enero 1999 [Entrevista con Lynda Lee-Porter]. 9. The Times, 15 de febrero 2000 [Entrevista con Celia Brayfield]. Capítulo 2 – Planificando el exito
1. Virgil: 29 BC Georgics Book III. 2. John Fitzgerald Kennedy, The Observer, 10 de diciembre 1961. 3. Rob Parsons, Loving against the Odds (Hodder & Stoughton, 1994), p. 39. 4. Raymond Snoddy & Carol Midgley, The Times, 22 abril 1998, p. 5. 271
5. Ibid. 6. Vanity Fair, octubre 1999, p. 135. 7. The Daily Mail, 20 abril 1998. 8. Gary Chapman, The Five Love Languages (Northfield Publishing, 1995), pp. 29, 36. 9. Alan Storkey, Marriage and its Modern Crisis (Hodder & Stoughton, 1996), p. 25. 10. Dr. Henry Cloud y Dr. John Townsend, Boundaries (Zondervan Publishing House, 1992), p. 160. 11. Rob Parsons, Loving Against the Odds (Hodder & Stoughton, 1994), p. 39. Capítulo 3 – Cómo hablar más eficazmente 1. Libby Purves, Nature’s Masterpiece, A Family Survival Book (Hodder & Stoughton, 2000), pp. 221-222. 2. Speaking for Themselves, Las cartas personales de Winston y Clementine Churchill, Edited by Mary Soames (Black Swan, 1999). 3. The Mail on Sunday. 4. Cherry Norton, The Independent on Sunday, 3 octubre 1999, pp. 6-7. 5. Libby Purves, Nature’s Masterpiece, A Family Survival Book (Hodder & Stoughton, 2000), p. 221. 6. Sonia Leach, “Do Men Understand Intimacy?” Good Housekeeping, agosto 1994. 7. The Message, una traducción de la Biblia en un idioma contemporáneo, por Eugene H. Peterson (Navpress, 1993). 8. Frank Muir, A Kentish Lad (Corgi, 1997), pp. 404-405. Capítulo 4 – Cómo escuchar más eficazmente 1. Mary Catterwood, 1847-1901, U.S. escritora estadounidense, Mackinac and Late Stories (Marianson). 2. Gerard Hughes. 3. Estas cinco categorías de gente que no sabe escuchar, han sido desarrolladas por la Acorn Christian Foundation – Tel: 0044 1420 478121; página web:
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4. 5. 6. 7. 8. 9.
www.acornchristian.org. Gary Chapman, The Five Love Languages (Northfield Publishing, 1995), pp. 61-63. Stephen Covey, The Seven Habits of Highly Effective People (Simon & Schuster), p.239. Bilquis Sheikh, I Dared to Call Him Father (Kingsway Publications 1978), pp. 40-41. Stephen R. Covey, The Seven Habits of Highly Effective People (Simon and Schuster, 1999), p. 237. Dale Carnegie, How to Win Friends and Influence People (Simon and Schuster, 1964). Diane Vaughan, Uncoupling. Turning Points in Intimate Relationships (Oxford University Press, 1984).
Capítulo 5 – Las cinco expresiones del amor 1. Louis de Bernière, Captain Correli’s Mandolin (Secker & Warburg, 1994), p. 281. 2. Gary Chapman, The First Love Languages (Northfield Publising, 1995). 3. Richard Bausch, The Eyes of Love (Macmillan, 1995), pp. 258-259, 261-262, 264. Capítulo 6 – Palabras y acciones 1. Ella Wheeler Wilcox, “An Unfaithful Wife to Her Husband,” en Charles Mylander, Running the Red Lights (Ventura, CA: Regal Books, 1986), pp. 30-32. 2. Louis de Bernière, Captain Correlli’s Mandolin (Secker & Warburg, 1994), pp. 4344. Capítulo 7 – Tiempo, regalos y contacto físico 1. Jean Anouilh (1910-1987) from Adele (1949). 2. Alan Storkey, The Meanings of Love (IVP, 1994), p. 117. 3. Gary Chapman, The Five Love Languages (Northfield Publishing, 1995), p. 107. Capítulo 8 – Apreciar nuestras diferencias
1. Frank Muir: A Kentish Lad (Corgi Books, 1997). 2. Richard Hooker (1554-1660), teólogo inglés. 3. Paul Tournier, Marriage Difficulties (SCM Press, 1971), p. 26. 273
4. Susan Quillam and Relate, Stop Arguing Start Talking by Relate (Vermilion, 1998). 5. Bill and Lynne Hybels, Love that Lasts (Marshall Pickering, 1995), pp. 12-14. 6. Ibid., pp. 15-16. 7. Judith S. Wallerstein and Sandra Blakeslee, The Good Marriage (Houghton Mifflin Company, 1995). 8. Ibid. 9. Richard Selzer, Mortal Lessons: Notes in the Art of Surgery. 10. Red magazine, marzo 2000. Capítulo 9 – Enfocar el asunto 1. Cita en el libro de Philip Yancey, What’s So Amazing about Grace? (Zondervan Publishing House, 1997), pp. 97-98. 2. Philip Delves Broughton, The Times, 12 febrero 1998, p. 9. 3. Paul Simmonds & Mark Silversides (eds), Marriage in Mind (The Church Pastoral Aid Society, 1993), p. 34. 4. Libby Purves, Nature’s Masterpiece, A Family Survival Book (Hodder & Stoughton, 2000), p. 227. 5. Colosenses 4:6; Filipenses 4:5 from The Message, una traducción del Nuevo Testamento en lenguaje contemporáneo por Eugene H. Peterson (Navpress, 1993). 6. Rob Parsons, Loving Against the Odds (Hodder & Stoughton, 1994), pp. 65-66. Capítulo 10 – Centrar nuestras vidas 1. Gabriel García Marquez, Love in the Time of Cholera (Penguin Books, 1989), p. 209. El Amor en Tiempos del Cólera. 2. Children’s Letters to God, compilado por Stuart Hemple y Eric Marshall (Collins, 1996).
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3. El curso Alpha ofrece oportunidades para escuchar y debatir la relevancia y las verdades del mensaje cristiano. Actualmente se está dando en más de mil setecientas iglesias en el Reino Unido y en muchas más alrededor del mundo. Conocemos personalmente a muchas parejas cuyos matrimonios han sido transformados como resultado de ese curso. 4. Para quienes quieran saber más acerca de la oración, una buena introducción básica se puede encontrar en el capítulo 5 de Alpha—Preguntas de la vida por Nicky Gumbel (Alpha Américas, 2006). También en el libro Más Allá de la Coincidencia por ‘Epafrodito’, Arnaldo Fernández-Arias, (Puertas Abiertas, España, 2005). Capítulo 11 – ¿Cómo se puede perder la intimidad? 1. John Taylor, Falling (Victor Gollancz, 1999), pp. 3-4. 2. Para esta sección, estamos particularmente agradecidos a David y Teresa Ferguson por la inspiración y percepción que hemos recibido a través de su libro, Intimate Encounters (Nelson, 1997), y en cursos de la vida familiar. 3. C. S. Lewis, The Four Loves (Fount, Harper Collins Religious, 1998), p. 116. 4. Valerie Windsor, “Telling Stories,” Fresh Talent (W. H. Smith), pp. 39-40. Capítulo 12 – ¿Cómo puede restaurarse la intimidad? 1. Martin Luther King Jr., citado en Philip Yancey, What’s So Amazing about Grace? (Zondervan Publishing House, 1997). 2. Readings for Meditation and Reflection editadas por Walter Hooper (New York: Harper Collins, 1996), p. 63. 3. Philip Yancey, What’s So Amazing about Grace? (Zondervan Publishing House, 1997), p. 97. 4. Corrie ten Boom, He Sets the Captives Free (Kingsway Publications, 1977), p. 38. Capítulo 13 – Cómo llevarse bien con nuestros padres y suegros 1. Amanda Vail, Love Me Little. 2. Mary Pytches, Yesterday’s Child (Hodder & Stoughton, 1990), pp. 147-148. 3. Ann McFerran, Motherland—Interviews with Mothers and Daughters (Virago Press, 1998), p. 22. 4. Victoria Glendinning, Sons and Mothers (Virago Press, 1997), p. 248. 5. Libby Purves, Nature’s Masterpiece (Hodder & Stoughton, 2000), p. 260. 6. Ibid. pp. 337-338. 7. Ann McFerran, Motherland—Interviews with Mothers and Daughters (Virago Press, 1998), p. 119-120. 8. Ibid. pp. 15-17.
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Capítulo 14 – Cómo dejar atrás el control de nuestros padres 1. Robin Skinner and John Cleese, Families and How to Survive Them (Mandarin, 1990), p. 298. 2. Victoria Glendinning, Sons and Mothers (Virago Press, 1997), p. 256. 3. Ann McFerran, Motherland—Interviews with Mothers and Daughters (Virago Press, 1998), p. 168. 4. Dr. David Mace, Getting Ready for Marriage. 5. Libby Purves, Nature’s Masterpiece (Hodder & Stoughton, 2000), p. 262. 6. Ann McFerran, Motherland—Interviews with Mothers and Daughters (Virago Press, 1998), p. 28-29. Capítulo 15 – Cómo tratar los efectos de los males de la infancia 1. Alan Storkey, The Meanings of Love (IVP, 1994). 2. Victor Frankel, Man’s Search for Meaning (Hodder & Stoughton, 1992). 3. Victoria Glendinning, Sons and Mothers (Virago Press, 1997), p. 255. Capítulo 16 – Sexualidad, ¿de qué se trata? 1. John White, Eros Defiled (IVP, 1977), p. 20. 2. Mike Mason, The Mystery of Marriage (Triangle, 1997), p. 100. 3. Libby Purves, Holy Smoke (Hodder and Stoughton, 1998), p. 85. 4. Michael and Myrtle Baughen, Your Marriage (Hodder & Stoughton, 1994), p. 62. 5. John White, Eros Defiled (IVP, 1977), p. 86. 6. The Sunday Times, 2 noviembre 1997, News, p. 14. 7. The Guardian, 17 octubre 1998, p. 3. 8. John White, Eros Defiled (IVP, 1977), p. 15. Capítulo 17 – Seis cualidades de los grandes amantes 1. Alan Storkey, The Meanings of Love (IVP, 1994), p. 98. 2. Michael Castleman, Sexual Solutions (Simon & Schuster, 1983), p. 162. Capítulo 18 – Proteger nuestro matrimonio 1. John White, Eros Defiled (IVP, 1977), p. 75-76. 2. Kathryn Knight, The Times, 17 marzo 1996. 3. John White, Eros Defiled (IVP, 1977), p. 81. 4. Good Housekeeping, marzo 2000, p. 64. 5. Alan Storkey, The Meanings of Love (IVP, 1994), p. 83. 6. Gary Chapman, Hope for the Separated (Moody Press, 1982), p. 78. 7. Good Housekeeping, marzo 2000, p. 64.
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Capítulo 19 – Mantener viva la sexualidad 1. Alan Storkey, The Meanings of Love (IVP, 1994), p. 164. 2. Bill Hybels, Tender Love (Moody Press, 1993), p. 106. 3. Libby Purves, Nature’s Masterpiece (Hodder & Stoughton, 2000), p. 225. Capítulo 20 – La oportunidad de tu vida 1. Ian and Ruth Coffey, Friends, Helpers, Lovers (IVP, 1996), p. 177. 2. Tom Marshall, Right Relationships (Sovereign World, 1992), p. 24. 3. Mike Mason, The Mystery of Marriage (Triangle, 1997), p. 20. 4. Comienzo del discurso de Barbara Bush en la graduación de estudiantes, año 1990, en el Colegio Wellesley (Wellesley College Library, Wellesley, Mass.) pp. 4-5. 5. Dietrich Bonhoeffer, Letters and Papers from Prison (S.C.M. Press, 1971), p. 42f. 6. Clio Turner, Closer to God April-May-June 1999 (Scripture Union, 1999), p. 127. Apéndice A – ¿Preparados para el matrimonio? 1. Estas pruebas han sido adaptadas del libro I Married You by Walter Trobisch (IVP, 1971), pp. 89-92. 2. Paul Tournier, Marriage Difficulties (SCM Press, 1971), p. 26. Apéndice B – Compromiso, sexualidad y luna de miel 1. Mike Mason, The Mystery of Marriage (Triangle, 1997), p. 100. 2. Paul Francis, Teenagers: The Parents’ One Hour Survival Guide (Marshal Pickering, 1998), pp. 88-89. Apéndice C – Preparar un presupuesto 1. Rob Parsons, Loving against the Odds (Hodder & Stoughton, 1994), p. 190. Apéndice D – Orar juntos 1. Nicky Gumbel, 30 Days (Alpha International Publications, 1999). 2. Daily Light—the Classic Scripture Selection (Hodder & Stoughton, 1982).
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278
Lectura recomendada EL MATRIMONIO EN GENERAL Gary Chapman, Los cinco lenguages del amor (Editorial Unilit, 2005) Ed y Gaye Wheat, El amor que no se apaga (Editorial Betania, 1984) Mike Mason, The Mystery of Marriage (Triangle, 1997) Rob Parsons, The Sixty Minute Marriage (Hodder and Stoughton, 1997) Bill and Lynne Hybels, Love That Lasts (Marshall Pickering, 1999) Rob Parsons, Loving against the Odds (Hodder & Stoughton, 1994) Judith Wallerstein, Sandra Blakeslee, The Good Marriage: How and Why Love Lasts (Houghton Mifflin Company, 1995) CONSTRUYENDO LA RELACIÓN SEXUAL Ed y Gaye Wheat, El placer sexual: Ordenado por Dios (Editorial Betania, 1980) Richard and Lorraine Meier, Frank Minirth, and Paul Meier, Sex in the Christian Marriage (Fleming H. Revell Company/Baker Book House, 1997) SANANDO LOS EFECTOS DE LAS HERIDAS DE LA NIÑEZ Gary Chapman, The Other Side of Love—Handling Anger in Godly Way (Moody Press, 1999) Mary Pytches, Yesterday’s Child (Hodder and Stoughton, London, 1990) Dr. David Ferguson and Dr. Don McMinn, Top 10 Intimacy Needs (Intimacy Press, 1994) ENFRENTANDO ASUNTOS FINANCIEROS Keith Tondeur y Larry Burkett, La vida libre de deudas (Unilit, 1995) Keith Tondeur, Financial Tips for the Family (Hodder and Stoughton, 1997) Ron and Judy Blue, Money Talks and So Can We (Zondervan Publishing House, 1999) ENFRENTANDO DESÓRDENES ALIMENTICIOS Helen Wilkinson, Beyond Chaotic Eating (Zondervan Publishing House, 1993) Jo Ind, Fat Is a Spiritual Issue (Mowbray, 1993) RECONSTRUYENDO EL MATRIMONIO James Dobson, El amor debe ser firme (Editorial Vida, 1990) Gary Chapman, Hope for the Separated (Moody Press, 1996) OTROS RECURSOS DE AYUDA www.foccusinc.com
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Focus on the Family Colorado Springs, CO 80995 www.family.org (U.S.) 1-800-A-FAMILY (Canada) 1-800-661-9800
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El Curso para Matrimonios, basado en Él y Ella, está diseñado para construir matrimonios sanos que duren toda la vida. Si estás interesado en conseguir información sobre el Curso para Matrimonios por favor ponte en contacto con una de las siguientes fuentes: Alpha International Holy Trinity Brompton t: +44 (0) 845.644.7544 e:
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[email protected] www.alpha.org Alpha EE.UU. t: 800.362.5742 t: + 212.406.5269 e:
[email protected] www.alpha.org Alpha México t: +(52) 5555.6302.02 e:
[email protected] www.alpha.org Alpha España t: +34 881 99 05 70 e:
[email protected] www.alpha.org Alpha Canadá t: 800.743.0899 e:
[email protected] www.alpha.org
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Visita nuestra página Web: www.relationshipcentral.org Recursos que se están traduciendo: • Curso para matrimonios DVD • Curso para matrimonios manual • Curso para matrimonios guía del líder Si estás interesado en conocer más sobre la fe cristiana y quisieras ponerte en contacto con tu oficina Alpha más cercana, por favor dirígete a una de las oficinas mencionadas arriba.
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Index Cubrir Título De La Página Derechos De Autor Página Índice Prólogo Prefacio Introducción: ¿Por qué el matrimonio? Sección 1: Construyendo cimientos sólidos Capítulo 1: Una visión de largo alcance Capítulo 2: Planificando el éxito
2 4 5 6 9 12 15 25 27 36
Sección 2: El arte de la comunicación
49
Capítulo 3: Cómo hablar más eficazmente Capítulo 4: Cómo escuchar más eficazmente
51 60
Sección 3: Amor en acción
73
Capítulo 5: Las cinco expresiones del amor Capítulo 6: Palabras y acciones Capítulo 7: Tiempo, regalos y contacto físico
Sección 4: Resolviendo conflictos
75 82 89
98
Capítulo 8: Apreciar nuestras diferencias Capítulo 9: Enfocar el asunto Capítulo 10: Centrar nuestras vidas
Sección 5: El poder del perdón
100 114 123
133
Capítulo 11: ¿Cómo se puede perder la intimidad? Capítulo 12: ¿Cómo puede restaurarse la intimidad?
Sección 6: Padres y suegros
135 144
157
Capítulo 13: Cómo llevarnos bien con nuestros padres y suegros Capítulo 14: Cómo dejar atrás el control de nuestros padres Capítulo 15: Cómo tratar los efectos de los males de la infancia
Sección 7: Vida sexual sana
159 174 183
195
Capítulo 16: Sexualidad, ¿de qué se trata?
283
197
Capítulo 17: Seis cualidades de los grandes amantes Capítulo 18: Proteger nuestro matrimonio Capítulo 19: Mantener viva la sexualidad
Epílogo
204 216 223
233
Capítulo 20: La oportunidad de tu vida
235
Apéndices
240
¿Preparados para el matrimonio? Compromiso, sexualidad y luna de miel Preparar un presupuesto Orar juntos
241 247 256 264
Notas Lectura recomendada
270 278
284