El Viaje Milagroso de Edward Tulane

April 2, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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El Viaje Milagroso de Edward Tulane CAPITULO I

Una vez, en una casa en la Calle Egypt, vivía un conejo que estaba hecho casi por 

 

completo de porcelana. Tenía brazos de  porcelana y piernas de porcelana, patas de  porcelana y una cabeza de porcelana, un torso de  porcelana y una nariz dee porcelana, sus brazos y piernas estaban articulados y unidos por cable, así que sus codos de porcelana y sus rodillas de  porcelana se podian ser doblados, dandole mucha libertad de movimiento. Sus orejas estaban hechas de piel real de cone co nejjo, y debaj ebajo o de la piel piel,, ha habi bian an fuer fuerte tess e ingeni inge nios osos os cabl cables es,, los los cual cuales es perm permit itia ian n a la lass orejas ser arregladas en poses que reflejaban el esttado es ado de anim animo o del conej onejo o - fe feli liz, z, cansa ansado do,, lleno de tedio. Su cola, tambien, estaba hecha de  piel deal de conejo, y estaba esponjosa y suave y  bien arreglada. El nombre del conejo era Edward Tulane, y era alto. Medía casi tres pies desde la punta de sus orejas a la punta de sus pies; pies ; sus ojos estaban  pintados de un azul penetrante e inteligente. En todo, Edward Tulanesentia ser un esp es pecim ecimen en exce excepc pcio iona nal. l. Solo Solo sus sus bigo bigottes le  ponian pausa. Eran largos y elegantes (como deberian ser), pero eran de un origen incierto.

 

Edward se sentía realmente seguro que no eran los bigotes de un conejo. ¿A quién habian  pertenecido los bigotes incialmente? - a que dessagra de agrada dabl blee anim animal al - era era una una preg pregun unta ta que que Edward no podia soportar considerar por  demasiado tiempo. Y entonces no lo hizo. Prefería, como una regla, no pensar    pensamientos desagradables. La señora de Edward era una niña de diez años, cabello oscuro, llamada Abilene Tulane, quien pensó casi tanto de Edward como Edward  pensó de si mismo. Cada mañana despues de que ella se vestía para la escuela, Abilen vestía a Edward. El conejo de porcelana estaba en posesion de un extr extrao aord rdin inar ario io guar guarda daro ropa pa comp compue ueto to de tajes de seda hechos a mano, zapatos  personalizados a la moda del mas fino cuero y diseñado especialmente para sus pies de conejo, y un ancho arreglo de sombreros equipados con agujeros, así podían encajar facilmente las largas y expr expres esiv ivas as orej orejas as de Edwa Edward rd.. Ca Cada da par par de  pantalones a la medida tenian un pequeño  bolsillo para el reloj de bolsillo de oro de

 

Edward. Abilene Edward. Abilene daba cuerda a este reloj para él cada mañana. "Ahora, Edward", le dijo ella a el, luego de que terminara de darle cuerda al reloj, "cuando la aguja grande esté sobre el doce y la aguja  pequeña esté sobre el tres, estaré de vuelta en casa para ti". Ella colocó a Edward en una silla en el comedor y posicionó la silla de tal manera que Edwa Ed ward rd estab stabaa vi vien endo do fuera uera de la ve vent ntan anaa y  pudiese ver le sendero que llevaba la puerta frontal de los Tulane. Abilene equilibro el reloj en su pierna izquierda. Besó la punta de sus orejas, y entonces, dejó a Edward pasó el dia mirando mirand o a la Egypt Street, escuchando escuchando el tick de su reloj y esperando. De todas las temporadas del año, el conejo  preferia más el invierno, por el sol se ocultaba temprano, y así la ventana del comedor se ponia oscura y Edward podía ver su propio reflejo en el vidrio. ¡Y que reflexión era!, ¡Que figura tan elegante poseía!, Edward nunca dejó de estar  sorprendido de su propia finura. Por la tarde, Edward se sentaba en la mesa

 

del comedor con los otros miembros de la familia Tulane: Abilene; Su madre y padre; y la abuela de Abilene, quien se llamaba Pellegrina. Es cierto, las orejas de Edward apenas se acercaban a la superficie de la mesa, y tambien es verdad, el pasaba la duracion de la comida mirando directamente a nada, excepto al  brillante y cegador blanco del mantel. Pero él estaba allí, un conejo en la mesa. Los padres de Abilene encontraban encontraban adorable adorable que Abilene considerara a Edward real, y que ella alguna veces pedía que una frase o historia sea repetida por que Edward no la había escuchado. "Papá", solía decir Abilene, "Me temo que Edward no entendió eso último" El papa de abel beline volvería a dirigir en dirección a las orejas de Edward y hablaría dir lentamente, repitiendo lo que acababa de decir   para el beneficio del conejo de porcelana. Edward pretendía, fuera de la cortesia de Abelina, escuchar. Pero, en realidad, el no estaba muy interesado en lo que las personas tenían que decir. Y tambien, a el no le importaba le

 

importaban los pares de Abilen y su condescendiente manera de tratarlo. Todos los adultos, de hecho, lo condescendian. Solo la abuela de Abilene le habló como Abilene lo hacía, como un igual a otro. Pellegrina era muy vieja. ella tenía una larga, narriz perfilada y brillante na ntes ojos negro gros que  brillaban como estrellas oscuras. Fue Pellegrina la responsable por la existencia de Edward. Fue ella quien habia encargado su fabricación, ella quien quie n ha habi biaa orden ordenad ado o sus tr traj ajes es de seda seda y su reloj de bolsillo, sus elegantes sombreros y sus ingeniosas orejas, sus finos zapados de cuero y sus articulados brazos y piernas, todo por un maestro artesano en su nativa francia. Fue Pellegrina quien lo habia dado como regalo a Abilene en su septimo cumpleaños. Y fué pellegrina quien vino cada noche a arropar a Abilene en su cama y a Edward en la suya. "¿Noss cont "¿No contar aras as una una hist histor oria ia,, Pe Pele lelg lgri rina na?" ?" Pregunto Abilene cada noche a su abuela. "No esta noche, señorita", decía Pellegrina.

 

"¿Cuándo?", noche?"

preguntó

Abilene.

"¿Cuál

"Pronto", dijo Pellegrina. "Pronto habrá una historia" Y luego ella apagó la luz, y Edward y Abilene yacieron en la oscuridad del cuarto. "Te amo, "Te amo, Edw Edwar ard" d",, decía ecía A Abi bile len ne cad ado o noche después que Pellegrina se habia ido. Ella decía estas balabras y luego esperaba, casi como si esperara que Edwatd dijera algo de vuelta. Edward Edwar d no decía nada porque, por supuesto, el no podía hablar. El yacía en su pequeña cama al lado de la grande de Abilene. Comenzó a levantarse levant arse en el tope y escuchaba escuchaba el sonido de la respiracion entrando y saliendo de su cuerpo. Sabiendo que pronto ella estaría dormida. Ya Ya que los ojos de Edward estaban pintados y el no  podia cerrarlos, el siempre estaba despierto. Algunas veces, si Abilene lo ponia a el dentro de su cama a su lado en lugar de su espalda, el podia ver atravez de las grietas en las cortinas y fuera en la oscuridad. En las noches clar cl aras as,, las estr estrel ella lass bril brilla laba ban, n, y su luz tenu tenuee

 

confortaba a Edward en una manera que el no  podia entender. entender. A menudo, el observala las estrellas toda la noche hasta que la oscuridad daba paso finalmente al amanecer. amanecer.

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