El Vendedor de Felicidad
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Juan M. Taveras
El Vendedor de Felicidad Autor: Juan M. Taveras Writing: 2011 Edition Copyright 2011: Juan M. Taveras Dirección General y Diseño de Portada: Cesar Leo Marcus International Windmills Edition www.windmillsedition.com
[email protected] ISBN: 978-1-257-97670-6 Renuncia Responsabilidad: 2
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El Vendedor de Felicidad
International Windmills Edition, sus directores, empleados y colaboradores, no se responsabilizan del contenido de este libro. Los puntos de vista, opiniones y creencias, expresados en el mismo, representan exclusivamente, el pensamiento del autor, y propietario del Copyright. Todos los derechos reservados Es un delito la reproducción total o parcial de este libro, su 3
Juan M. Taveras
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El Vendedor de Felicidad
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Juan M. Taveras
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El Vendedor De Felicidad
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El Vendedor de Felicidad
JUAN M. TAVERAS
International Windmills Edition California - USA – 2011
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Juan M. Taveras
Juan M. Taveras Nació en Santiago de los Caballeros,
República
Dominicana, el 24 de Abril de 1937 y efectuó sus estudios en la carrera de administración de 8
El Vendedor de Felicidad
negocios
en
la
Universidad
Autónoma de Santo Domingo Ha
sido
Facultad
decano de
de
la
Ciencias
Económicas de la UASD y profesor de varias asignaturas en ese alto centro de estudios. Ha escrito
cuatro
anterioridad centenares
al de
libros presente
con y
artículos
periodísticos. Ha sido presidente del Consejo de Administración 9
Juan M. Taveras
de
innumerables
comerciales,
empresas
industriales
y
bancarias. Se desempeñó como funcionario
del
Gobierno
Dominicano en la Corporación de Fomento Industrial, en la Secretaria
de
Comercio,
en
Industria la
y
Secretaria
Técnica de la Presidencia, en la Secretaria de Estado de Trabajo y actualmente se desempeña como Comisario de Cuentas del 10
El Vendedor de Felicidad
Banco Nacional de la Vivienda y Fomento de la Producción. En su tiempo libre, escribe una nueva novela.
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Juan M. Taveras
A mi adorada esposa, Por su comprensión y tolerancia.
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El Vendedor de Felicidad
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Juan M. Taveras
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El Vendedor de Felicidad
INDICE Prologo…09 1…13 2…17 3…21 4…29 5…33
6…39 7…53 8…61 9…71 10…77 15
Juan M. Taveras
11…85 12…87 13…91 14…95 15…101 16…105 17…111 18…115 19…119 20…131 21…141 22…149 23…157 24…161 25…167 2
26…185 27…189 28…197 29…201 30…245 31…261 32…263 33...269 34…311 35…313 36…321 37…325 38…329 39…335
El Vendedor de Felicidad
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Juan M. Taveras
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El Vendedor de Felicidad
Prólogo
“Creo que podría transformarme y vivir con los animales. ¡Son tan plácidos y dueños de sí mismos! Me paro a contemplarlos días y días sin cansarme. 9
Juan M. Taveras
No preguntan, ni se quejan de su condición; No se pasan despiertos por la noche, ni lloran por sus pecados. Y no me fastidian hablando de sus deberes para con Dios... No hay ninguno descontento, ni embriagado por la locura de poseer cosas. Ninguno se arrodilla ante los otros, ni ante los muertos de su clase que vivieron miles de siglos antes que él. Y en toda la tierra no hay un solo animal que sea respetable o desdichado” 10
El Vendedor de Felicidad
Con estas reflexiones, el excelso poeta norteamericano Walt
Whitman,
intenta
responder, desde lo más hondo de su ser, a la confrontación perenne
entre
las
querellas
existenciales del hombre y su eterna búsqueda de la felicidad. Comparto
su
pensamiento,
aunque no creo que los animales 11
Juan M. Taveras
sean felices siendo como son y dudo que los hombres, imitando a los animales, encuentren la felicidad. Bertrand Russell, escribió en 1930, una enjundiosa obra y la tituló “La Conquista de la Felicidad” ¡Excelente libro! Sin embargo, me resisto a creer que nadie haya conquistado jamás la felicidad apoyándose en las recomendaciones y ejercicios 12
El Vendedor de Felicidad
sugeridos
por
el
célebre
pensador británico en su libro. Cuando
pienso
felicidad
en
la
arribo,
inevitablemente, a la conclusión de que tiene tantas formas como el
descontento.
Por
consiguiente, estimo imposible preparar una receta genérica de tan fácil administración que pueda envasarse en cualquier libro motivacional y distribuirse 13
Juan M. Taveras
por igual entre tantos millones de seres que confrontan visiones tan diversas en torno a la felicidad. A
decir
verdad,
la
ingenuidad como la ignorancia, solo engendran efímeras Millones viven
inocentes
y
satisfacciones. de seres un
eterno
humanos vacío
existencial porque desconocen las causas de lo que sienten. El 14
El Vendedor de Felicidad
pequeño Tom, de la obra El Príncipe y El Mendigo de Mark Twain,
dormía
noche
tras
noches sobre paja mal oliente e infectada de repugnantes pulgas; pasaba hambre todos los días de su vida y vivía en el lugar más inmundo que se pueda imaginar. Sin embargo, el muchacho no percibía que le faltaba nada y no era infeliz. Tom la pasaba bastante mal, pero no lo sabía. 15
Juan M. Taveras
Simplemente ignoraba que se podía vivir mejor y era feliz viviendo en la promiscuidad y miseria más degradantes. Pasa igual con muchos millones de seres humanos a quienes, como a los animales, la ingenuidad y la ignorancia los hacen ser como son. Pero ¡ay! ¿Y qué pasaría, digamos con los animales, si un día llegaran a descubrir que pueden vivir tan confortables y 16
El Vendedor de Felicidad
libres como los hombres? Me temo que gustarían del fruto del conocimiento;
perderían
su
inocencia; soñarían con poseer y vivirían
tan
excitados
e
inconforme como los hombres. ¿Y qué significa todo esto? Que la felicidad no puede nacer de la ignorancia ni tiene nada que ver con la inocencia. El dicho de “El Eclesiastés”: “donde hay mucha ciencia hay 17
Juan M. Taveras
mucha molestia, y creciendo el saber, crece el dolor” es pura falacia religiosa. Sostengo, muy por el contrario, que cuando crece el saber disminuye el dolor.
Por
plenamente
eso,
comparto
la
lapidaria
expresión de Sócrates: “Solo el sabio
es
feliz”
como
comprobará el lector con la lectura del VENDEDOR DE FELICIDAD. 18
El Vendedor de Felicidad
Me
anticipo
en
dejar
constancia de que el presente libro no es uno más de esos panfletos
de
autoayuda
destinados a enseñar la práctica de un montón de ejercicios inútiles dizque para alcanzar e incluso para
incrementar
la
felicidad. Los que tales cosas busquen no las encontrarán en este libro, porque de lo que la presente obra trata es de la 19
Juan M. Taveras
felicidad y de su relación con el conocimiento. Lo que este libro atestigua es que la felicidad es un estado mental y un producto neto del conocimiento. EL
VENDEDOR
FELICIDAD estructurado
ha con
DE sido sobrada
objetividad para hacer la obra instructiva, aleccionadora y para orientarla, desapasionadamente, a tratar el tema de la felicidad, 20
El Vendedor de Felicidad
despojado de mitos, cuentos de hadas,
odiosas
creencias
ancestrales y de las falsas verdades que desde siempre han amargado humano
la y
vida
del
ser
obscurecido
su
sendero a la felicidad. ”El saber vence siempre a la ignorancia” Y, sobre esa verdad, es donde se apoya el presente libro.
21
Juan M. Taveras
“Y con mi aliento puro comienzo a cantar hoy y no terminaré mi canto hasta que muera. Que se callen ahora las escuelas y los credos. ¡Atrás! ¡Atrás! ¡A su sitio! Sé cuál es su misión y no la olvidaré; que nadie la olvide. Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al 22
El Vendedor de Felicidad
mal, dejo hablar a todos sin restricción, y abro de par en par las puertas a la energía original de la naturaleza desenfrenada”. Walt Whitman
23
Juan M. Taveras
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El Vendedor de Felicidad
25
Juan M. Taveras
1 – ¡Se nos pasa el tiempo Sara! ¡Debemos irnos ya o llegaremos tarde a Misa!.. –Son
los
siempre
Joel,
retrasan. 26
niños, los
que
como nos
El Vendedor de Felicidad
–Lo sé. Pero debemos irnos, con ellos o sin ellos. –Dame un momento y lo arreglaré todo. Tres minutos después Sara respondió: –Ya
estamos
preparados.
Podemos irnos. Joel Fuertes, presidente del Banco DLF, acostumbraba ir a Misa todos los domingos y lo hacía siempre en compañía de 27
Juan M. Taveras
su esposa y sus tres hijos. La ceremonia resultaba monótona al banquero y los sermones de los
curas
algo
trivial
y
sumamente aburridos. Pero la costumbre hace ley, a más de que ir a alguna iglesia cristiana los domingos constituye una práctica común, sobre todo para la clase adinerada y de alta sociedad, siempre, 28
que sus
utiliza, visitas
casi a
las
El Vendedor de Felicidad
iglesias, no para encontrarse con Dios, sino para mostrarse al mundo como seres rescatados, libres de pecado y debidamente santificados primera
para
piedra.
arrojar
la
¡Hipócritas,
diría Jesús, El Nazareno! Ese domingo, sermón
sin
embargo,
pronunciado
por
el el
sacerdote fue, no solo ameno, según lo entendió Joel, sino que contenía
algunas
reflexiones 29
Juan M. Taveras
sobre felicidad que impactaron sutilmente
la
psiquis
del
banquero. Del sermón pronunciado por el sacerdote, lo siguiente quedó bailoteando en la cabeza de Joel: “Todos
los
hombres,
incluyéndome a mí, simple cura parroquial, pero cura al fin, padecemos las consecuencias de un vacío existencial que amarga nuestras vidas hasta la muerte. 30
El Vendedor de Felicidad
Y ese frío y perturbador vacío, nunca se achica sino que tiende a
agrandarse
porque
todos
constantemente queremos
ser
felices y no sabemos cómo alcanzar tan ansiado objetivo. Yo he creído satisfacer mis anhelos en torno a la felicidad abrazando el sacerdocio. Pero, infinidad
de
pensamientos perturban
mi
veces, obscuros
mente…
¿He 31
Juan M. Taveras
logrado mi meta? En realidad no lo sé, La inconformidad es parte de la naturaleza humana. ¡Hay tantos caminos que conducen a la felicidad que la mayoría de nosotros suele equivocarse de dirección! El instante.
cura
pausó
Luego,
por
un
elevando
desmesuradamente la voz y señalando al auditorio con el índice de su mano derecha, dijo: 32
El Vendedor de Felicidad
¡Tú!.. ¡Párete y piensa!: 1.- ¿Deseas ser feliz? 2.- ¿Estás seguro de ir en la dirección correcta? 3.- ¿Estas satisfecho con la vida que llevas? 4.- ¿Crees que vale la pena continuar por el camino que vas? Luego, respondiendo a sus propias preguntas, señaló:
33
Juan M. Taveras
”Si tus ansias de felicidad crecen cada día, y si sientes una creciente sensación de vacío interior, puede que te hayas equivocado de camino, en cuyo caso,
debes
rectificar
de
inmediato. ¡NO ESPERES A QUE
SEA
DEMASIADO
TARDE! A Joel le pareció como si el sermón que escuchaba hubiera sido especialmente elaborado 34
El Vendedor de Felicidad
para él. No sabía si le agradaba o molestaba lo dicho, hasta ese momento, por el cura, pero sintió como si algo en su vida no anduviera del todo bien y, encendido su cerebro por la creciente
inquietud
pensamiento, analizar
el
empezaba contenido
del a del
sermón, cuando la voz, ahora pausada y risueña del cura, reseñó la siguiente historia: 35
Juan M. Taveras
•
“Una
muchísimo
tarde,
hace
tiempo,
Dios
convocó a una reunión e invitó a un ejemplar de cada especie. Una vez reunidos, y después de escuchar muchas quejas, el Señor soltó una sencilla
pregunta:
"¿Entonces, qué te gustaría ser?”
Cada
animal
respondió sin tapujos y a corazón abierto: La jirafa 36
El Vendedor de Felicidad
dijo que le gustaría ser un oso panda, el elefante pidió ser mosquito. El águila, serpiente. La liebre quiso ser Tortuga, y la tortuga, golondrina. El león rogó ser gato. La nutria, carpincho. El caballo, orquídea. Y la ballena
solicitó
permiso
para ser ruiseñor... Entonces llegó el turno al hombre, quien casualmente venía de 37
Juan M. Taveras
recorrer un largo camino en procura de la verdad; hizo una pausa, y esclarecido exclamó:
"Señor,
yo
quisiera ser... feliz… deseo conquistar la felicidad" •
Al llegar a este punto del
sermón, decenas de vivencias pasaron en caravana por la mente de Joel Fuertes, que procuraba encajar lo que acaba de escuchar con su propia vida 38
El Vendedor de Felicidad
y con las de muchas personas que conocía, las cuales andaban continuamente en procura de la felicidad
pero,
al
parecer,
ninguna había conquistado su meta, porque todas, tenían las mismas inquietudes que los animales convocados por Dios: estaban inconformes con lo que eran y con lo que poseían. Era evidente que en todas ellas se conjugaba aquel pensamiento 39
Juan M. Taveras
profundo
de
Rabindranath
Tagore: “Tengo lo que no quiero y quiero lo que no tengo”. Lo cierto es que Joel revisó
mentalmente
el
inventario completo de todos sus
allegados,
amigos
y
familiares, sin encontrar a nadie que pareciera realmente feliz. •
Enfrascado
disquisiciones
en
mentales,
esas la
Misa terminó y Joel regresó con 40
El Vendedor de Felicidad
su familia a su confortable hábitat. Pero continuó pensando y
revisando
su
inventario
mental en procura de encontrar a
alguien
alcanzado, medianamente
que aunque la
hubiera fuera felicidad.
Pero tampoco tuvo éxito. Pasó varios días reflexionando sobre el tema, hasta que, dirigiéndose repentinamente a su esposa, dijo: 41
Juan M. Taveras
•
– No sé Sara por qué te
comento algo que tal vez ni te interese. El punto es que, como tú bien sabes, raramente presto atención a los sermones casi siempre vacíos de los curas. Sin embargo, te confieso que el sermón del domingo, enfocado sobre el tema de la felicidad, me impresionó bastante, tal vez porque yo nunca he creído que se pueda ser enteramente feliz. 42
El Vendedor de Felicidad
Por el contrario, me parece que la felicidad es inalcanzable. • en
Sara, sutilmente herida su
ego,
lo
desconfianza.
miró
Pero
con
guardó
silencio. •
Joel
calló.
Estaba
inmerso en sus pensamientos. Luego inesperadamente, dijo: •
–Sara…,
espero
no
sorprenderte con mi actitud, pero siento la necesidad de 43
Juan M. Taveras
confesarte
que
mientras
escuchaba el interesante sermón del último domingo, recreé en mi mente muchas de mis propias
experiencias
y
he
llegado a la conclusión de que la mayoría de ellas confirman, al menos en parte, lo dicho por el cura en torno a la felicidad. •
– ¡Qué interesante Joel!
Al expresarte así, despiertas mi curiosidad. ¿Por qué no me 44
El Vendedor de Felicidad
cuentas
algunas
de
esas
vivencias? ¡Soy mujer y me interesa todo lo relacionado con la felicidad! –Dijo Sara– con el rostro iluminado por una sutil sonrisa que destacaba la belleza sin par de sus labios carmesí. • – ¿Deseas en verdad que te cuente mis vivencias? • –Por supuesto. Me encantaría escucharlas.
45
Juan M. Taveras
2
Lo primero que viene a mi mente ocurrió hace ya muchos años. Siendo aún adolecente mis padres me enviaban a pasar algunas temporadas con mis abuelos maternos que vivían en el campo. Y aconteció que vivía allí también una dama que 46
El Vendedor de Felicidad
poseía más de 200 burros que jamás
utilizaba
en
ninguna
faena. Los animales se veían gordos y sanos y para mi resultaba incompresible el que nunca trabajaran. Un buen día, ya encendida mi curiosidad y compelido por un
ardiente
deseo
de
comprender las razones de tan extraño proceder, pregunté a mi abuela por qué doña Concha, 47
Juan M. Taveras
que así se llamaba la buena señora, tenía una finca llena de burros que al parecer solo comían y nunca trabajaban. Mi abuela, que estimaba y admiraba mucho a doña Concha, se ofreció, de muy buenas ganas, a narrarme hasta los más insignificantes pormenores de la vida
de
la
buena
señora.
Empezó por señalar que doña Concha enviudó poco antes de 48
El Vendedor de Felicidad
cumplir los 40 años y que había heredado
una
considerable
fortuna. La dama no tenía hijos ni se le conocían otros parientes y vino a vivir sola a las montañas de Los Amaceyes en busca de paz, tranquilidad y en procura
de
la
tan
ansiada
felicidad. Durante varios años, doña Concha pareció encontrar lo que buscaba ayudada, tal vez, por
el
ambiente
sereno
y 49
Juan M. Taveras
apacible del bello lugar donde se había establecido, con lo cual, al parecer colmaba los anhelos de felicidad
que
latían
ardientemente junto al buen corazón de la dama. Pero
su
vida
cambió
repentinamente, desde aquel día en
que
campesino
presenció
a
un
maltratar
despiadadamente a un indefenso asno que, cargado con varios 50
El Vendedor de Felicidad
quintales de patata, se había enchivado en un fangal del cual nunca pudo salir, porque su amo,
inconsciente
verdadera
causa
de de
la su
enchivamiento, le propinó tan brutal tanda de palos para forzarlo a salir del fango, que el pobre animal murió a causa de la intensa paliza. Y desde ese mismo instante, la buena señora, tocada
en
sus
sentimientos 51
Juan M. Taveras
misericordiosos,
decidió
que
emplearía toda su fortuna y el tiempo que le quedara de vida para defender y salvar a esos pobres animales del maltrato inmisericorde a que eran tan salvajemente sometidos. Durante años, doña Concha salvó literalmente a cientos de asnos
que
eran
cruel
y
salvajemente maltratados por sus dueños. Tan grande era su 52
El Vendedor de Felicidad
obsesión, que tan pronto veía a un burro con el espinazo en carne viva, asumía que su dueño lo maltrataba. En seguida lo compraba al precio que le pidieran y lo llevaba a una extensa finca cubierta de verdes pastos
donde
los
animales
comían hasta la saciedad, eran atendidos
por
veterinarios
calificados y recibían un trato mejor que el dispensado a 53
Juan M. Taveras
muchos hombres. Doña Concha vivía, pues, rodeada de burros sanos que probaban su éxito y sintió que, por un extraño designio de los dioses, había alcanzado al fin la tan ansiada felicidad. Pero,
¡vaya
trama
del
infausto destino! Cuando el vecindario se enteró de que una “vieja loca” compraba, a muy buenos 54
precios,
burros
El Vendedor de Felicidad
enfermos, la vida de doña Concha perdió, de repente, el aguijón
que
soportaba
su
pretendida felicidad, no tanto por los muchos asnos que a diario le ofrecían en venta y los cuales
ella
compraba
sin
regatear, sino porque sentía que quedaban demasiado burros por proteger y que su vida no alcanzaría para cumplir la gran misión que se había impuesto. 55
Juan M. Taveras
Pero lo peor de todo resultó ser que doña Concha empezó a percibir que su ingente meta se alejaba al paso de los días al comprobar que muchos avivatos se estaban dando a la tarea de comprar burros de todas partes, a los cuales enflaquecían, les raspaban
el
espinazo
y
maltrataban hasta ponerlos en condiciones deplorables y así venderlos fácilmente a la buena 56
El Vendedor de Felicidad
señora
que
terminó
por
comprender, llena de tristeza y amargura, que aunque pudiera comprar todos los burros que le ofertaran, nunca lograría el éxito total de su empresa, debido a que cuando ella compraba un asno maltratado, el vendedor invertía el dinero de la compra en otro burro y el ciclo volvía a empezar,
convirtiendo
los
57
Juan M. Taveras
afanes de doña Concha en el cuento de nunca acabar. Es, pues, a todas luces entendible, que la buena señora se había impuesto una tarea imposible y que por ese camino nunca alcanzaría la felicidad. Igual cosa ocurre a diario a millones de almas buenas que dedican su vida a un altruismo puro y desinteresado y terminan burladas por el prójimo y otras 58
El Vendedor de Felicidad
muchas más que en procura de la felicidad, se imponen tareas que nunca podrían cumplir. Doña Concha era humana y un
día,
sintiéndose
vacía,
engañada y desmotivada, se decidió por regalar todos los burros y nunca más volvió a comprar uno más. La señora perdió el soporte de su felicidad por falta de conocimiento. Ella
59
Juan M. Taveras
desconocía
la
naturaleza humana.
60
verdadera
El Vendedor de Felicidad
61
Juan M. Taveras
62
El Vendedor de Felicidad
3 Joel no hizo pausa alguna ni cuestionó a Sara respecto de lo que acababa de narrar y siguió con su segunda vivencia: –Cuando estudios
cursaba
mis
universitarios
recibí
clases de un genial profesor cuyas
peculiaridades
nunca
dejaron de sorprenderme. Tal vez por eso lo recuerdo ahora 63
Juan M. Taveras
cuando acudo al almacén de mi memoria en procura de alguna otra vivencia relacionada con el tema de la felicidad. –Aquel inolvidable profesor –agregó Joel– exhibiendo una leve sonrisa, era nativo de Puerto Rico y vino a República Dominicana como contador de una empresa multinacional. Se enamoró del país y decidió que aquí lo enterrarían. Era un 64
El Vendedor de Felicidad
profesional altamente calificado y dotado de una envidiable vocación para el magisterio. Además de brillante en lo intelectual y humilde hasta lo ridículo, aquel hombre era un auténtico maestro de la vida. Nada parecía alterarlo. Estaba siempre risueño, y todo el tiempo lucia tan contento en medio de las adversidades que innegablemente soportaba, que 65
Juan M. Taveras
llegué a percibir su aparente felicidad como la de Nerón cuando,
extasiado
en
la
contemplación del incendio de Roma,
tocaba
despreocupadamente su lira. Pasé cuatro años en la universidad y jamás vi a ese profesor cambiar de chaqueta. Se acicalaba poco y, con zapatos sucios, corbata roída y mal amarrada, daba la impresión de 66
El Vendedor de Felicidad
no
importarle
nada.
Los
estudiantes lo percibíamos como un Quijote cualquiera, pero lo amábamos
entrañablemente,
aunque no entendíamos la razón de su aparente abandono. El contraste entre él y los demás profesores de la universidad era demasiado
notorio
para
ser
ignorado. Un día, de esos en que la necedad se adueña del ambiente, 67
Juan M. Taveras
un grupo de estudiantes nos propusimos
interrogar
al
profesor acerca de la felicidad, porque entendíamos
que su
actitud frente a la vida era, probablemente,
una
consecuencia de las enseñanzas de “El Eclesiastés”. Pensábamos que la lectura de ese libro, escrito hace mucho tiempo, no se sabe con certeza por quien, había preñado y enfermado a tal 68
El Vendedor de Felicidad
punto su psiquis, que el profesor había arribado a la conclusión de
que
incluyendo vestirse
todo el
era
vanidad,
acicalarse
correctamente.
y Y
resultaba demasiado difícil para nosotros
entender
cómo
actuando de esa forma se podía ser feliz. De modo que optamos por
abordarlo.
Los
demás
estudiantes me endosaron la difícil misión de acometer al 69
Juan M. Taveras
brillante,
enigmático
y
descuidado profesor. Se escogió el viernes para intentar el escarceo en razón de que ese día inicia el fin de semana y los ánimos están generalmente
relajados.
De
manera que, tan pronto el profesor hizo su entrada a clase, lo abordé risueño, señalándole que era fin de semana y que varios estudiantes deseábamos 70
El Vendedor de Felicidad
proponerle usáramos su hora de clase para hablar sobre el tema de la felicidad. – ¿Y a qué viene eso? – cuestionó en seguida el profesor con evidente suspicacia. –Es… es solo curiosidad –respondí, con voz insegura y temblorosa–– –Procuramos –agregué– su autorizada opinión, porque nos intriga el que la gente hable todo 71
Juan M. Taveras
el tiempo de felicidad y esté siempre inconforme, como si la tan ansiada felicidad fuera una especie de pelota detrás de la cual todos corremos sin tregua y a la que nunca podemos dar alcance. El
profesor
vaciló
un
instante. Era evidente que no estaba del todo satisfecho con mi
respuesta
adivinara 72
y,
nuestra
como
si
infantil
El Vendedor de Felicidad
–dijo–
componenda
con
evidente frialdad: –Tengo la impresión de que no es solo hablar de felicidad lo que desean, sino que lo que realmente persiguen es escarbar en mi estilo de vida y en mi aparente despreocupación por las cosas vanas. Asumiendo que ese
sea
satisfacer
el
plan,
vuestra
intentaré curiosidad,
73
Juan M. Taveras
aun a riesgo de equivocarme. Y a continuación dijo: –Soy un convencido de que la felicidad tiene tantas formas como el descontento. Y si bien, confieso que no he intentado averiguar
las
diversas
manifestaciones de la felicidad ni del descontento, también confieso que, al menos por ahora, no me anima ningún interés en averiguar esas cosas 74
El Vendedor de Felicidad
que,
a
decir
verdad,
me
importan muy poco. Pero… en cambio, si
puedo asegurarles
que mis casi 70 años de vida me han permitido observar muy de cerca al ser humano y creo haber descifrado la veleidad de su carácter. ¿Por qué se sorprenden de que siempre lleve la misma chaqueta? ¿Por qué se permiten asociar mi forma de ser con mi 75
Juan M. Taveras
sentido de la felicidad? Ignoro si tienen razón en lo que piensan porque yo jamás he pensado en esas tonterías. ¡Y asegurar! – Enfatizó–
que
el
único
planteamiento filosófico que ha logrado impactar mi psiquis, sin que sea necesariamente esa la razón mi actitud frente a la vida, es aquel postulado por Sócrates: “Solo el sabio es feliz”
76
El Vendedor de Felicidad
–Pero…
–dije–
“En
oposición a esa enseñanza de Sócrates, la biblia enseña que Dios ha escondido el camino a la felicidad a los sabios e inteligentes y se la ha revelado a la gente sencilla” –Falacia tonta que ni siquiera vale la pena comentar –ripostó el profesor sin inmutarse. Y agregó: “Sin embargo, y por si alguno
de
ustedes
deseare 77
Juan M. Taveras
ampliar sus conocimientos sobre el predicamento bíblico traído por Joel a colación, les sugiero que al regresar a sus respectivas casas,
procuren
una
biblia,
busquen el libro titulado “El Eclesiastés” y encontrarán allí el origen de esa falacia, al leer, entre otras cosas, lo que sigue: “Y orienté mi mente a conocer entender 78
la la
sabiduría locura
y y
a los
El Vendedor de Felicidad
desvaríos, y comprendí que también esto es vanidad. Porque donde hay mucha ciencia hay mucha molestia, y creciendo el saber, crece el dolor” “Y me dije en mi corazón: “Vamos, probemos la alegría y gocemos de los placeres.” Pero ay, también esto es vanidad. Y dije de la risa: “Es locura,” y de la alegría: “¿De qué sirve?”
79
Juan M. Taveras
“Entonces, pensé: “También yo tendré la misma suerte del necio; ¿por qué, pues, hacerme más sabio; qué provecho sacaré de ello?” Y dije que también esto es vanidad. Por eso aborrecí la vida, al ver que cuanto se hace debajo del sol es penoso para mí, pues todo es vanidad y vejación del espíritu”. Dicho
todo
lo
cual,
el
profesor, paseando su mirada 80
El Vendedor de Felicidad
cuestionadora sobre el salón de clases, dijo: –
¿Serian
ustedes
tan
ingenuos como para creer que mi actitud en la vida se deba a que sigo, al pie de la letra, las infantiles enseñanzas de “El Eclesiastés”? –Nada más lejos de la verdad –respondió– Porque si hombres amantes del saber y que viven, como nosotros, en la era del 81
Juan M. Taveras
conocimiento, creyéramos en esas infantiles tonterías que, como se aprecia fácilmente, están burdamente destinadas a aplastar el instinto creador del hombre a fin de disminuir su ego y así convertirlo en presa fácil de los manipuladores, la mediocridad
generalizada
arroparía y se adueñaría del mundo entero. Y, en verdad les
82
El Vendedor de Felicidad
digo, que hasta las ciencias perecerían. “El Eclesiastés” postula que “donde hay mucha ciencia hay mucha
molestia,
y
que
creciendo el saber, crece el dolor “ – ¡No sé qué piensen ustedes sobre esas absurdas enseñanzas! Pero resulta fácil advertir que si fueran ciertas, todos deberían preguntarse:
¿Y
para
qué 83
Juan M. Taveras
estudiar? ¿Para qué desperdiciar miles de horas hurgando en las intrincadas
redes
del
conocimiento si no serviría de nada, porque tal esfuerzo seria solo vanidad y nada más que vanidad? El profesor hizo una pequeña pausa.
Y
a
continuación
sentenció: –Esas
lecciones
del
Eclesiastés fueron escritas para 84
El Vendedor de Felicidad
muertos. En consecuencia haré mía la sentencia de Jesús: “Dejad
a
los
muertos
que
entierren a sus muertos” “Y al conocimiento que sepulte a la ignorancia” Hubo una pequeña pausa. Un momento de serena reflexión. Luego, otro estudiante preguntó, en
tono provocativo y sin
sonrojo alguno:
85
Juan M. Taveras
– ¿Es usted feliz siendo como es profesor? –Nunca verazmente
podré
responder
a
pregunta,
esa
porque ni yo mismo se cómo soy. Pero si puedo asegurarte que la felicidad que yo percibo no viene de los dioses, ni del placer, ni del dinero, ni de mi posición social, ni de lo que hago o dejo de hacer con mi vida. Mi felicidad nace del 86
El Vendedor de Felicidad
conocimiento y me viene de entender el contenido y alcance de la expresión lapidaria de Sócrates: “Solo el sabio es feliz”.
Porque,
sin
conocimiento, sin entender las razones que rigen tu mente, la felicidad viene siendo lo mismo que un castillo construido sobre arena. –¿Desean algunos ejemplos de hasta donde conduce la 87
Juan M. Taveras
ignorancia o falta de conocimiento?: observen lo siguiente: “Los brujos de las tribus mandinga de África, cuando algún miembro se quejaba de dolor de muela, hacían sonar estruendosamente sus tambores, creaban humorada
una y
asfixiante
efectuaban
un
montón de cómicas piruetas dizque para alejar a los malos 88
El Vendedor de Felicidad
espíritus
supuestamente
responsables del malestar, del sufrimiento
de
su
inocente
paciente. De igual manera, las tribus
vikingas
y
otras
de
América y de todo el mundo, cuando un eclipse opacaba al sol, lanzaban grandes cantidades de flechas al cielo para matar a los espíritus malignos e impedir que se comieran al astro rey. Y, una vez el eclipse cesaba, 89
Juan M. Taveras
organizaban grandes fiestas para celebrar sus triunfos frente a los malos espíritus, a los cueles presumían haber derrotado con sólo lanzar algunas flechas y conjuros al aire. –Los brujos modernos y sus impenitentes socios religiosos – agregó risueño y en tono burlón el profesor– ya no acuden a métodos tan primitivos para sanar a sus pacientes ni para 90
El Vendedor de Felicidad
librar al sol de los diabólicos eclipses, pero utilizan otros métodos, no menos impúdicos, consistentes en ensalmar a sus víctimas
y
interminables
en
idear
cadenas
de
oraciones dizque para alejar a los espíritus malignos y así curar a los enfermos. ¿Recuerdan
la
reciente
epidemia de cólera desatada en la empobrecida nación haitiana 91
Juan M. Taveras
hace solo un par de años? Pues mientras ésta se expandía sin control, las iglesias cristianas y los templos practicantes del vudú, permanecían día y noche abarrotados de creyentes que oraban fervorosamente por la ocurrencia de un milagro que detuviera la mortífera epidemia. Por supuesto que nada sucedió hasta que la ciencia intervino y frenó la mortandad ocasionada 92
El Vendedor de Felicidad
por la terrible enfermedad que había cobrado ya la vida de miles de víctimas manipuladas por su falta de conocimiento. Como esos casos, se pueden citar por miles otros donde la ignorancia
conduce
al
ser
humano a emplear los métodos más absurdos para enfrentar asuntos que nada tienen que ver con dioses, ni con hechiceros ni
93
Juan M. Taveras
con ningún tipo de artificio mendaz. –Es por todas esas razones – concluyó
el
profesor–
que
comparto las enseñanzas de Sócrates y afirmo, sin reservas, que: “Solo el sabio es feliz” O, dicho de otro modo: “Sin conocimiento no puede haber felicidad” Porque: ¿Quién, sino un ignorante, puede creer que con oraciones y brujerías se 94
El Vendedor de Felicidad
puede
detener
una
mortal
epidemia o sanar a millones y millones de enfermos terminales desahuciados por cáncer?
Un
viejo refrán campesino reza que “El que no sabe es como el que no ve” Y Jesús, El Nazareno, aseguraba que “Si un ciego guía a otro ciego, ambos ciegos caerán irremisiblemente en el hoyo” Nadie, pues, que apoye su curación o su felicidad en 95
Juan M. Taveras
castillos de arena, encontrará nunca lo que busca y su felicidad será como Eurídice, la difunta esposa de Orfeo, que desaparecerá con solo mirarla. – Concluiré, pues, con el siguiente corolario: “El saber vence siempre a la ignorancia” ¡Y no olviden! que la felicidad no
es
conformismo
conocimiento.
Y
sino tengan
presente que así como la vida es 96
El Vendedor de Felicidad
un sueño del cual todos, casi siempre,
deseamos
escapar,
también la búsqueda de la felicidad es un sueño inherente a la naturaleza humana y, por consiguiente, hombre
algo
perseguirá
que
el
mientras
viva. Por tanto, el hombre nunca dejará de soñar y vivirá su vida intentando escapar de su propio sueño y procurando ser feliz a su manera. 97
Juan M. Taveras
Llegado a este punto, el profesor se detuvo a la espera de algún cuestionamiento. Pero no hubo más preguntas. Un mágico silencio se adueñó del salón de clases. El estudiantado había quedado virtualmente mudo y la confrontación llegó a su fin. –Estoy seguro Sara de que, al igual que yo, la mayoría de los demás estudiantes se fue a casa con la mente cargada de 98
El Vendedor de Felicidad
inquietantes preguntas que de momento no podían contestar. En cuanto a mí, te puedo asegurar que salí de aquel inolvidable
encuentro,
profundamente impactado por las reflexiones del profesor, aunque seguí sin entender las misteriosas
razones
que
lo
motivaban para actuar como lo hacía.
99
Juan M. Taveras
Algunos años después de terminar
mis
estudios
universitarios, supe al fin porqué el ilustre profesor nunca pudo comprar una nueva chaqueta y porqué se comportaba como un pordiosero que no tenía ni para acicalarse adecuadamente. La razón de todo aquello era que el profesor donaba la totalidad de su salario a un asilo de ancianos, y esa buena acción lo condenaba 100
El Vendedor de Felicidad
a vivir arrimado en casa de su única hija que era quien le proporcionaba
los
escasos
centavos que gastaba en tabaco y otras insignificancias. De esa singular manera, nuestro amado profesor, pareció encontrar la paz y la felicidad que todos buscan y muy pocos encuentran. A veces pienso que el profesor estaba loco de remate. Pero era su locura y no 101
Juan M. Taveras
soy quien para cuestionarla, sobre todo ahora que comprendo que el mundo está lleno de “locos” que malgastan su vida tentando
en
la
obscuridad,
procurando ser felices guiados, casi siempre, por el miedo, la ignorancia y por sentimientos ocultos que se esconden en las profundidades de la mente y guían al hombre por senderos generalmente equivoca 102
El Vendedor de Felicidad
4 –Aún tengo otra vivencia que me agradaría contar Sara, pero temo fastidiarte con mis aburridas historias. – ¿Fastidiarme? ¿Aburridas historias?
¡Nooo,
Joel!
Al 103
Juan M. Taveras
contrario, te aseguro que estoy complacida y muy aleccionada con
lo
¡Sigues
que por
he
escuchado.
favor!
¡No
te
detengas! ¡Que estoy impaciente por escuchar tu nueva vivencia! – Bien. Si lo deseas, te hablaré, por último, de Toto Dava. ¿Te acuerdas de él Sara? –Claro.
¡Cómo
olvidarlo!
Hace tiempo que no lo veo, pero lo retengo en mi mente como un 104
El Vendedor de Felicidad
negro
muy
atractivo,
que
siempre hablaba de la felicidad. –Toto era todo eso y mucho más Sara. infórmate
Pero, lamento que
murió
hace
algunos meses. – ¡Qué pena! ¿Por qué no me lo habías dicho? –Eso ya no importa. Ahora te contaré todo. –Como
seguramente
recordarás, el extraño nombre de 105
Juan M. Taveras
Toto Dava, solía despertar una cierta comezón morbosa que provocaba una súbita explosión de
contagiosa
risotada.
Así
aconteció el día que me lo presentaron. Pero cuando se escuchaba
al
brioso
joven
exponer las razones que lo habían impulsado a abandonar su país natal y, sobre todo, a dejar atrás a su amada Gonaïves para 106
cruzar
la
frontera
y
El Vendedor de Felicidad
radicarse,
como
inmigrante
ilegal, en un país extraño, resultaba difícil ignorarlo. Toto Dava hablaba mal el español,
¡pero
qué
gran
exponente era! ¡Y con qué maestría y vigor se la ingeniaba, pese
a
sus
limitaciones
idiomáticas, para convencer a todos de cómo él, apoyado por sus dioses Yoruba y en su visión optimista del porvenir, vencería 107
Juan M. Taveras
los obstáculos que pudieran surgir en su camino y alcanzaría la plena felicidad! Ser feliz, pues, era para Toto, como para la mayoría de los humanos, la meta más codiciada. Pasado algún tiempo, y con su vista puesta en la búsqueda de la felicidad, el esforzado inmigrante empleé
en
ilegal,
a
quien
mi
fábrica
de
muebles desde el mismo día que 108
El Vendedor de Felicidad
lo conocí, avanzó con rapidez y al cabo de algunos años logró independizarse e instalar una modesta fábrica de muebles que creció rápidamente, dada la seriedad de Toto y la calidad de la mercancía que el novel empresario
ofrecía
a
sus
clientes. Como resultado, el gran luchador haitiano se forjó una buena posición económica que le permitió educar con 109
Juan M. Taveras
esmero
a
su
amado
hijo
Cristopher, que desde siempre había
sido
su
principal
motivación para luchar. Toto
continuó
creciendo
económicamente. Parecía tener el mundo a sus pies y que nada lo detendría. Más tarde se casó con
una
dominicana.
Tuvo
nuevos hijos y parecía que su encuentro con la felicidad se había producido en la forma 110
El Vendedor de Felicidad
ideal como Toto Dava lo había soñado. Y a esa altura de su vida exitosa, nada permitía presagiar que su bien ganada felicidad, un día se esfumaría como agua entre los dedos. Pasé varios años sin ver a Toto y solo ocasionalmente me enteraba de sus éxitos. Hasta que un domingo, estando junto a ti en la iglesia San Juan Bosco, lo alcancé a ver y, al terminar la 111
Juan M. Taveras
Misa,
me
le
acerqué
para
saludarlo. Noté en seguida su rostro algo desfigurado y percibí que aquella amplia sonrisa que antes brotaba blanca como el armiño
de
aquellos
labios
carnosos que tanto reforzaban el innegable carisma de que era poseedor Toto Dava, se había vuelto
pálida
y
deslucida.
Impresionado frente a aquella
112
El Vendedor de Felicidad
visión desastrosa, le pregunté, sin preámbulo: ¿Qué te pasa Toto? ¿Estás enfermo? –No.
–respondió
con
evidente amargura. Y agregó, visiblemente
compungido
y
triste: – ¡Me pasa algo mucho peor! Sin contener el llanto y virtualmente ahogado en un mar de irreprimibles lágrimas, dijo: 113
Juan M. Taveras
“Mi
hijo
Cristopher
murió
repentinamente y se ha llevado mi felicidad y me temo que se ha llevado también mi fe en los dioses e incluso mi razón para vivir” Aturdido
frente
a
la
revelación de la muerte de su hijo y más aún por el cambio psíquico que había transformado al anteriormente optimista y brioso Toto Dava en una especie 114
El Vendedor de Felicidad
de robot desalmado, solo atiné a decirle mecánicamente: – Comparto tu dolor y tu tristeza,
pero
desmoronamiento. más
hijos,
razón
no Tú más
tu tienes que
suficiente para seguir viviendo. ¡Reorienta tus pasos Toto! ¡No te des por vencido! ¡Hay tantos caminos que conducen a la felicidad! que de hecho resultan infinitos… 115
Juan M. Taveras
– Pero no para mí –dijo– exhibiendo una amargura tan notoria, que llenó de tristeza mi alma y me hizo temer un fatal desenlace. Me dio la espalda y, como un zombi, se alejó en silencio. Un mes después de aquel triste encuentro, me enteré de que
Toto
suicidado.
116
Dava
se
había
El Vendedor de Felicidad
–Desde
entonces
me
he
estado preguntándome: ¿Qué habrá impulsado a ese fogoso emprendedor
a
tan
trágica
determinación? No lo sé aun Sara, pero algún día averiguaré las causas de estas conductas inexplicables de la mente.
117
Juan M. Taveras
118
El Vendedor de Felicidad
5
Lo
más
lejos
que
Joel
Fuertes tenía era que varios años después de la muerte trágica de Toto Dava, él mismo se vería atrapado en una situación tan crítica, confusa e inesperada, que llegaría a considerar la posibilidad de quitarse la vida. Fue un momento crítico en la existencia del banquero. Y todo 119
Juan M. Taveras
el espectacular drama que lo llevó, incluso, a coquetear con el suicidio, resultó tan dramático, inverosímil y aleccionador, que decidió escribir un libro para contar, no solo la historia de su increíble e impensada aventura, sino
para
dejar
constancia
escrita de un drama singular que lo
condujo,
además,
al
convencimiento definitivo de que la felicidad es un estado 120
El Vendedor de Felicidad
mental, y de que educar para la felicidad, deberá ser el nuevo paradigma que oriente a la especie
humana
hacia
la
conquista de nuevos y más elevados espacios en la escala infinita del conocimiento. Tan intenso resultó el drama vivido y tan grande y rica la experiencia
ganada
con
su
extraña aventura que Joel pensó que si ponía esa experiencia al 121
Juan M. Taveras
alcance
todos,
podría
transformar al mundo. Y con esas ideas en mente, me llamó una noche a eso de las tres de la madrugada
y
me
pidió,
sorpresivamente, que lo visitara a esas horas. De momento me pareció una locura la invitación. Pero Joel era mi amigo y no me atreví a contradecirle. Maldije mil
veces
la
hora
de mi
nacimiento, pero acudí a la cita. 122
El Vendedor de Felicidad
En unos minutos llegué a su bella y espaciosa mansión. Me esperaba de pie en la puerta de su casa. En seguida entramos y sentados
ambos
en
el
desayunador, me dijo: – Mi querido Mario, me imagino que estas sorprendido y sobre todo intrigado por saber el motivo de tan sorpresiva y extraña invitación a estas horas de la madrugada. 123
Juan M. Taveras
Mirándolo con la punta de los ojos y el ceño fruncido, contesté: –Si no te conociera pensaría que has perdido el juicio. –Tal vez
–repuso Joel–
pensativo y con la vista perdida en dirección a las escaleras que daban acceso a sus habitaciones privadas, como si no encontrara por dónde empezar.
124
El Vendedor de Felicidad
Adivinando la razón de su mutismo, rompí la pausa y dije: –Estoy un poco cansado Joel.
Esta
profesión
de
periodista es muy complicada y te obliga a trabajar día y noche. Espero no te ofendas si te pido me hables en seguida del motivo de tu sorpresivo llamado. Me acosté muy tarde y apenas empezaba a dormir cuando me despertaste con tu inesperada 125
Juan M. Taveras
llamada. Si no es mucho pedirte, me gustaría fueras al grano de inmediato. –Es tanto lo que quiero decirte Mario, y tanto lo que debo contarte, que no sé por dónde
empezar.
El
punto
principal, sin embargo, es que voy a renunciar a la presidencia del banco y deseaba que fueras el primero en saberlo.
126
El Vendedor de Felicidad
– ¿Qué vas a renunciar a la presidencia de tu banco?
¡Ya
veo! ¡Ahora lo comprendo todo! ¡Definitivamente has perdido el juicio! –Cuando te cuente lo que me ha ocurrido –ripostó Joel muy convencido– tal vez se confirme tú diagnóstico de que estoy completamente posible
loco
también,
o,
es
que
te
convenzas de la justeza de la 127
Juan M. Taveras
decisión
que
hasta
este
momento tengo metida en mi cabeza. – ¡Háblame sin rodeos Joel! ¿Es que tu banco sigue en problemas? ¡Respóndeme!.. Y entonces
discutiremos
la
conveniencia o no de renunciar a la presidencia del banco. – ¡No!.. No es esa la causa de tu presencia aquí. El banco DLF no tiene problema alguno, 128
El Vendedor de Felicidad
al menos en este momento. Pero cuando lo tuvo, hace algunos días, no te puedo negar que estuve a punto de perder la razón. En un momento me disloqué y sin saber cómo ni por qué,
terminé
en
un
lugar
inimaginable, donde unos seres con
cara
de
diamante,
técnicamente me lavaron el cerebro y me enseñaron cosas que cambiaron mi vida y que 129
Juan M. Taveras
podrían cambiar la de medio mundo. –Je, je, je ¡Unos seres con cara de diamante! ¡Estás loco de remate!
De
todas
maneras,
deseo oír de tus propios labios la justificación de lo que será la gran noticia de mi periódico mañana. –No
hablemos
de
publicaciones, al menos por ahora. La noticia de primera 130
El Vendedor de Felicidad
plana dando cuenta de
mi
renuncia a la presidencia del Banco DLF, se dará a su debido tiempo.
Lo
que
deseo
es
disponer de toda tu atención para enterarte de los pormenores de la increíble aventura en la que he estado inexplicablemente envuelto y que constituye la verdadera causa que me impulsa a dejar el banco para cumplir una extraña misión que me ha 131
Juan M. Taveras
sido encomendada por unos seres con cara de diamante venidos, según ellos, de un lejano
planeta
llamado
Schwerta, Sonreí con suspicacia frente a esa inesperada revelación. Me resultaba
tan
extraño
e
inverosímil que mi amigo Joel Fuertes, equilibrado conozco, 132
el
hombre
más
y
sensato
que
me
revelara
que
El Vendedor de Felicidad
dejaría su banco para cumplir una
misión
que
le
habían
encomendado unos misteriosos seres con cara de diamante, que me resistía a creerlo. Sentí mi cerebro
momentáneamente
turbado por un montón de cuestionamientos insensatos que me
empujaban
convencimiento amigo
había
de
al que
mi
perdido
completamente el juicio. Me 133
Juan M. Taveras
disponía
a
formularle
unas
cuantas preguntas para luego retirarme, cuando Joel intervino de nuevo y dijo: –He pensado que la historia de
mi
encuentro
extraterrestres
con es
los tan
aleccionadora e importante para toda la humanidad, que debemos escribir un libro para contar esa maravillosa aventura y lo que los extraterrestres me enseñaron, 134
El Vendedor de Felicidad
todo lo cual ha cambiado mi vida y pienso que podría ayudar a muchos a cambiar también las suyas. Pero tú me conoces como nadie Mario y sabes de mis limitaciones con la pluma. A decirte verdad, no me siento capaz de escribir una novela, que es el formato que deseo emplees para contar mi historia. En cambio tú, querido amigo mío, tienes todo lo que a mí me 135
Juan M. Taveras
falta y manejas la pluma como nadie en esta bella isla. Y es por eso por lo que te he llamado, porque deseo proponerte que escribas ese libro con la historia que, de todas maneras, tendrás que oírme contarte. Me sorprendió lo que dijo. No
me
esperaba
semejante
proposición. Lo miré fijamente a los ojos. Reflexioné brevemente sobre su propuesta. Me recliné 136
El Vendedor de Felicidad
hacia
atrás
en
el
elegante
taburete que ocupaba en la cocina
de
su
residencia
y
finalmente, dije: – ¿Escribir un libro sobre una aventura tuya, la aventura del Presidente del Banco DLF, con extraños seres con cara de diamante,
a
los
cuales
tu
consideras extraterrestres? –Sí, es justo lo que deseo que hagas.
Naturalmente te 137
Juan M. Taveras
pagaré lo que pidas por tu trabajo. Soy el primero en reconocer que vives de tu pluma. Reflexioné nuevamente por espacio de un par de minutos y dije: – ¡Tal vez sea interesante escribir un libro con semejante historia!.. ¡Me gusta la idea!.. ¡Acepto el reto! 138
El Vendedor de Felicidad
–Te agradezco tu disposición de escribir ese libro que de seguro ayudará a muchos a entender la certeza de aquella lapidaria lección de Sócrates: “solo el sabio es feliz” –
De
otro
lado,
debo
suplicarte, querido amigo mío, no comentar con nadie esta conversación. Estimo que te tomarás a lo menos 90 días escribir la historia que voy a 139
Juan M. Taveras
contarte. Y durante ese tiempo pueden ocurrir muchas cosas que podrían llevarme a desistir de la idea de renunciar a la presidencia entonces,
del todo
banco sería
y, muy
embarazoso si quisiéramos dar marcha atrás. –Estoy
enteramente
de
acuerdo con lo que sugirieres, pero sigo sin entender tus
140
El Vendedor de Felicidad
razones para renunciar a la presidencial del banco. –Ya las entenderás cuando te cuente mi aventura en la casa mágica. Solo entonces estaré dispuesto a oír tus consejos y, si me
convences
de
la
improcedencia de renunciar del banco, me olvidaré de la misión que me ha sido encomendada y seguiré tus orientaciones. –De acuerdo –dije– 141
Juan M. Taveras
–
¿Cuándo
empezamos?
Cuestiono Joel en seguida. –Estaría
bien
que
arranquemos el próximo lunes 16 a partir de las seis de la mañana. Puestos de pies, estrechamos nuestras manos en señal de que teníamos
un
acuerdo;
nos
abrazamos como buenos amigos y nos dependimos.
142
El Vendedor de Felicidad
El lunes 16 a las cinco de la mañana
Joel
me
estaba
despertando para asegurarse de que acudiría a la cita. Así lo hice y desde entonces me dediqué todo mi tiempo a escribir el presente libro, al que, de común acuerdo, hemos convenido en titular: EL VENDEDOR DE FELICIDAD.
143
Juan M. Taveras
144
El Vendedor de Felicidad
145
Juan M. Taveras
6
Todo empezó aquella tarde esplendorosa, sombras,
despejada
cuando
el
de brillo
luminoso del rubicundo Apolo invitaba a las almas sensibles a extasiarse en la contemplación de las artes creativas de la mágica naturaleza. Transcurría un límpido día del otoño tropical, donde un 146
El Vendedor de Felicidad
cielo
azul
sin
mancha,
se
extendía por los cuatro puntos cardinales, como si el planeta tierra
hubiera,
a
propósito,
despojado al cielo de capote para que, a todo lo largo y ancho de la Vía Láctea, pudieran verla triunfante coronarse a sí misma, no como centro del universo, sino como el astro más bello de entre los miles de millones que
147
Juan M. Taveras
pueblan
la
inmensa
bóveda
celeste. Ese martes 3 de noviembre, una joven hermosa, a quien sus amigos tildaban de anticuada, porque amaba adoraba
la poesía
toda
y
expresión
espontánea de la naturaleza, reventaba de gozo. La tarde, por su
incomparable
belleza,
recreaba, en la mente poseída de Lira Méndez, el veranillo de San 148
El Vendedor de Felicidad
Martín, cuya aparición repentina llenaba a los habitantes de Peyton Place de un gozo infantil incomparable.
“Esta
es
mi
tarde” pensaba Lira con el corazón danzando. Estaba loca de emoción. Llevaba más de una hora contemplando, a través de los gruesos cristales de sus oficinas ubicadas en la séptima planta del edificio Antares, sede principal del Banco DLF, el 149
Juan M. Taveras
esplendor
de
aquella
tarde
inolvidable. En lo bajo, los árboles, al compás de una brisa suave
y
balanceaban
perfumada,
se
voluptuosos
y
asociaban sus contorciones de mujer
en
celo,
al
brillo
deslumbrante que despedían sus hojas encantadas, para recrear, en la mente sensible de Lira Méndez, poesías e inspiraciones musicales 150
infinitamente
más
El Vendedor de Felicidad
bellas
que
todas
las
composiciones de Mozart, Bach, Beethoven, Chopin, Schubert y otros grandes intérpretes del idioma de los dioses. Para
Lira
aquella
tarde
simbolizaba la armonía perfecta. Esa
era,
creía
ella,
definitivamente su tarde. La tarde excitante que siempre había soñado. Estaba tan absorta en la contemplación de lo que 151
Juan M. Taveras
alcanzaban a ver sus brillantes negros ojos de mulata caribeña, que sus demás sentidos estaban adormecidos y ausentes, hasta el punto
de
zumbido
no ronco
escuchar de
el
vientos
tormentosos originados en las oficinas de su jefe, a solo escasos metros de las suyas, los cuales
terminarían
por
desintegrar, con un solo golpe artero, 152
la
belleza
sin
par
El Vendedor de Felicidad
esculpida por la naturaleza y recreada en aquella tarde de ensueños.
En
un
instante,
empezó a deslizarse, a través de diminutas rendijas por debajo de la puerta del despacho de su jefe,
las
lavas
furiosas
y
calcinantes de un destructivo volcán
que
borraría
las
semblanzas de aquella tarde maravillosa y daría paso a impensables malas nuevas: 153
Juan M. Taveras
¡El presidente del banco ha desaparecido!... está
¡Seguramente
muerto o al menos
secuestrado!... –Eran, poco más o menos, las palabras que Lira creyó escuchar provenientes de las oficinas contiguas. Y tal run run constituyó el detonante de todo. Incrédula frente a tan inesperado acontecimiento, la joven afinó sus oídos, los pegó de la puerta del despacho vecino 154
El Vendedor de Felicidad
y terminó confirmando lo que había escuchado. Todo ocurrió tan de repente, que la primera impresión era que la tierra se había tragado a Joel
Fuertes.
Y
ese
acontecimiento inexplicable e inesperado
se
debatía
apasionadamente en las oficinas de Ben Torrijos, vicepresidente ejecutivo del Banco DLF, quien se empleaba a fondo frente a la 155
Juan M. Taveras
esposa
del
presidente
desaparecido
del
banco,
por
encontrar la mejor forma de enfrentar
una
situación
evidentemente explosiva que, mal manejada, podría acarrear mayores dificultades que las que ya
soportaba
la
debilitada
institución bancaria y por cuyas causas,
el
Banco
DLF
mantenía, de hecho, disparadero del desastre. 156
se
en el
El Vendedor de Felicidad
El debate a veces pausaba y luego se encendía por momento. Pero con lo que los atentos oídos
de
Lira
alcanzaban
Méndez escuchar,
evidenciaba la existencia de una acalorada discusión entre Ben Torrijos
y
la
desaparecido
esposa
del
presidente
del
banco DLF. Y por el tono de la voz de la dama, era evidente que a
la
esposa
del
magnate 157
Juan M. Taveras
desaparecido, la dominaba un histerismo
insensato
que
le
impedía controlar sus nervios. Y llegada
al
clímax
de
la
excitación, reventó en sollozos y lamentaciones que irrumpieron como torpedos en los oídos de la joven secretaria y terminaron definitivamente con la armonía mental que, hasta ese momento, la bella chica había disfrutado, cuando 158
pudo
escuchar
El Vendedor de Felicidad
claramente a doña Sara gritar a todo pulmón: – ¡No! ¡Por todos los cielos que no! ¡El jamás pasaría una noche fuera de su casa sin informarme previamente! ¡Algo grave ha ocurrido a mi marido! – ¡Lo sé! ¡Lo presiento!: ¡A estas horas, mi Joel debe estar muerto! – Exagera usted doña Sara. – intervino con voz terciopelada, 159
Juan M. Taveras
el imperturbable Ben Torrijos. Y agregó,
impasible
y
sereno
como siempre: –
¿Y qué
puede haber
ocurrido a nuestro presidente? –
¡Algo
lamentable
y
terrible! –Respondió Sara en tono dramático– Y sentenció, levantando la voz fuera de control y con la certeza de un clérigo medieval:
160
El Vendedor de Felicidad
–Si
Joel
domingo, prometido,
no
regresó
como es
porque
el
había está
muerto o al menos secuestrado. ¡Y no me quedaré de brazos cruzados! ¡Lo juro Ben! Y ahora, daré de inmediato parte a la policía para que tome carta en el asunto. Se levantó rauda de su asiento. Echó mano de su bolso y se disponía a abandonar el 161
Juan M. Taveras
despacho de Ben, sin haberse definido ningún plan a seguir. –Si da usted parte a la policía ahora, va a generar un caos que perjudicará banco.
enormemente
–Dijo
Ben,
con
al la
arrogancia del juez que dicta sentencia inapelable. – ¡A mí no me importa el banco! ¡Quiero a Joel de vuelta, vivo o muerto!
162
El Vendedor de Felicidad
Lira Méndez, ahora con sus antenas auditivas desplegadas al máximo, escuchaba, perpleja y confundida, la voz desafiante y atormentada
de
doña
Sara,
clamando por la suerte del esposo
desaparecido.
Sin
contenerse y ya dominada por una intriga que la empujaba a interesarse cada vez más en el asunto, se acercó aún más a la
163
Juan M. Taveras
puerta del despacho de su jefe y lo escuchó claramente decir: –Se está usted precipitando Doña Sara. El señor presidente prometió regresar a más tardar el lunes en la tarde y hoy es apenas martes. El retraso no es significativo y no encuentro razones para adelantarse a los hechos. Demos un poquito de tiempo al tiempo y esperemos al
164
El Vendedor de Felicidad
menos un par de días más para actuar. – ¿Esperar dos días más para actuar? ¿Pero… acaso se está usted
volviendo loco? ¡Eso
nunca! Sepa usted Ben Torrijos, que tuve pesadillas anoche y presiento
que
si
espero
a
mañana sería demasiado tarde. ¡Y jamás me perdonaría no haber
actuado
a
tiempo!
–argumentó Sara– visiblemente 165
Juan M. Taveras
atribulada, pero dueña de una firme determinación. Su actitud evidenciaba
que
estaba
debe
usted
dispuesta a todo. –Pero
comprender que todavía no tenemos
nada
concreto que
informar a la policía. –dijo Ben– y calmadamente agregó: –El viernes 30 en la tarde, después que el señor Fuertes habló por teléfono con usted, 166
El Vendedor de Felicidad
también conversó conmigo y me informó,
muy
calmado
y
consciente, que permanecería el fin de semana en Santiago y que regresaría domingo o a más tardar el lunes en la tarde. Tal vez tenía algo importante que hacer y aún no ha concluido el asunto. ¡Insisto en que debemos esperar!
167
Juan M. Taveras
– ¡Pero si ni siquiera ha vuelto a llamar! –Ripostó con mucho énfasis Sara– Y agregó: –Usted conoce a Joel. Si no ha llamado de nuevo es porque está en problemas. ¿Y dice usted que
no
hay
razón
para
alarmarse? ¡Vaya que es usted flemático Ben! –Entiendo su preocupación y créame que la comparto. Pero le pido, le suplico que esperemos, 168
El Vendedor de Felicidad
al menos, un par de días más antes de informar a la policía. –
¡Nooo!
¡Dije
no!
¡Definitivamente no! –Clamó Sara de nuevo, esta vez con gritos que se escucharon en todos los rincones del séptimo piso de las oficinas principales del banco DLF. La exasperación de los ánimos se inflaba a cada instante. La esposa de Joel Fuertes,
electrizada
por
un 169
Juan M. Taveras
intenso arrebato, rechazaba de plano todos los argumentos planteados vicepresidente
por
el
ejecutivo
cauto que
procuraba la mejor forma de hacer frente al problema sin ocasionar mayores daños a la ya de por si frágil imagen del banco DLF. El momento era tenso como una viga de acero. En varias ocasiones, Sara había estallado 170
El Vendedor de Felicidad
en llanto y sus desbordadas emociones lucían, por momento, incontenibles. El impasible Ben, por el contrario razonaba, fría y pacientemente, inconvenientes
sobre que
los
podrían
sobrevenir al banco DLF como resultado de un mal manejo de la delicada situación que tenían por delante. La bella dama, sin embargo, no parecía dispuesta a posponer ni por un minuto la 171
Juan M. Taveras
intervención de la policía en el asunto y a todas las razonadas propuestas del vice-presidente ejecutivo, le encontraba un pero. –Admiro profundamente sus esfuerzos
por
proteger
al
banco… – ¡Y también a su marido! – interrumpió Ben, con ademanes capciosos.
172
El Vendedor de Felicidad
– ¡Tal vez! –Intervino Sara– mirando a Ben con desprecio. Y agregó a regañadientes: – Pero sepa usted que bajo ninguna
circunstancia,
ni
siquiera por el banco DLF, dejaré
de
responsabilidad
lado de
mi esposa.
Porque aquí lo que está en juego es un asunto de familia. Y para mí, nada hay en el mundo más importante que la familia. 173
Juan M. Taveras
–Loable punto de vista que comparto y respeto sin reservas. Pero
no
puedo
dejar
de
reconocer que estamos frente a un problema de Estado. – ¿Un problema de Estado? –Inquirió Sara, mirando a su interlocutor con el rabo del ojo y el ceño fruncido. –Bueno… no se inquiete usted, por favor. Es solo un decir con el cual pretendo 174
El Vendedor de Felicidad
dimensionar
el
alcance
del
problema y al mismo tiempo dejar
constancia
delicadeza.
de
su
Reconozco,
sin
reservas como dije antes, que estamos
frente
un
delicado
problema familiar. ¡Pero...! justo es reconocer también que nos enfrentamos a un no menos delicado problema institucional. Y
la
considerar
prudencia
aconseja
ambos
aspectos 175
Juan M. Taveras
simultáneamente para así arribar a la mejor solución posible. –No lo comprendo a usted Ben. ¡Por Dios que no lo entiendo! Y percibo que con su accionar da usted a entender que le importa un comino mi marido y que el banco es su única preocupación. El problema para usted se reduce a un asunto institucional o de estado, como dijo. 176
En
cambio,
para
mí,
El Vendedor de Felicidad
¡entiéndalo bien Ben!, para mí se trata de un asunto de familia y no veo la forma de conciliar intereses
particulares
con
intereses familiares –concluyó– con gran aplomo y lucidez, doña Sara que, pese a su edad, lucia flamante y hermosa como una estrella naciente. Sara tomó asiento de nuevo y en el tono de su voz se percibía
más
calmada.
Era 177
Juan M. Taveras
evidente que los razonamientos del
vicepresidente
surtiendo sus
efectos
estaban y
la
inducían a bajar el fusil. El flemático Ben, presintió que de alguna forma la dama estaba
cediendo
y
decidió
lanzarse al ataque. –Tal vez no me he sabido expresar y le pido disculpas por mi torpeza. Y si me lo permite
178
El Vendedor de Felicidad
usted,
intentaré
explicarme
escucho
–respondió
mejor. –Lo
Sara al instante– exhibiendo una calma inusitada que contrastaba con la posición inflexible que había mantenido durante toda la tarde. –Días Torrijos,
–inició
Ben
exhibiendo
la
atrás
insoportable parsimonia que lo caracterizaba– mientras leía la 179
Juan M. Taveras
prensa
local,
llamó
poderosamente mi atención un encabezado a seis columnas titulado “Rumores que matan”. El titular me impactó porque justo en ese momento nuestro banco era presa de un rumor infundado que en cuestión de días nos había colocado al borde del
colapso.
El
trabajo
periodístico refería, en síntesis, que en 180
Francia,
un
rumor
El Vendedor de Felicidad
difundido
por
internet
denunciaba
que
presunta
infidelidades en el seno de la pareja
presidencial,
fue
redimensionado por la prensa internacional y convertido en un serio problema que amenazó la estabilidad del gobierno de esa gran nación. El punto que deseo destacar es que ese insignificante rumor, sumado
a
errores
de 181
Juan M. Taveras
comunicación de la Presidencia, terminó por convertirse en un asunto de Estado que necesitó finas intervenciones públicas de algunos protagonistas del enredo para disipar la sensación de que la vida privada se imponía sobre la santificada razón pública. Lo ocurrido en Francia agregó
calmadamente
–
Ben–
constituye un típico caso de cómo un manejo inadecuado y 182
El Vendedor de Felicidad
tal vez precipitado de un asunto simple, puede convertirse en un problema enorme que destruya, no a una débil institución como desafortunadamente
es
nuestra
precisos
en
estos
la
momentos, sino hacer tambalear a
cualquier
gobierno
en
cualquier parte del mundo. Y es que la gente en la calle y la indomable opinión pública, por lo
general
interpretan
los 183
Juan M. Taveras
hechos, no como son, sino en función del morbo enfermizo que caracteriza a la especie humana. Cada uno pintará el chisme del color que más le agrade e interese. Y en ese clima enrarecido de la “libertad” de expresión, al final reinará el olor inmundo de las cloacas y no el de la razón. Conozco bastante bien la mente humana y puedo anticipar lo que ocurrirá tan 184
El Vendedor de Felicidad
pronto
el
caso
llegue
a
conocimiento de la
opinión
pública:
el
inicialmente
rio
tomará su cauce pero al final terminará medios
desbordado. son
negocios
Los y
explotarán la noticia para ganar dinero. Nadie se interesará por la verdad. Explotarán al máximo la noticia sin importarles un comino hasta donde perjudiquen al banco y a su propio marido. 185
Juan M. Taveras
El drama
y las
inventivas
elevarán al máximo el morbo y la
fantasía
popular,
hasta
consumir las últimas gotas del prestigio almacenado por años de servicio honrado prestado a la comunidad por nuestro banco. Finalmente señora, le puedo asegurar que, si el problema se nos escapa de las manos, el daño, tanto para el banco como para su esposo, será irreparable. 186
El Vendedor de Felicidad
Los razonamientos de Ben calaron hasta el fondo y la bella mujer
se
sintió
de
pronto
indefensa. Pensativa y muda como una sombra, revoloteaba una y otra vez sus bellos ojos azules, mientras rebuscaba en sus archivos mentales algún argumento razonable que le permitiera
escabullirse
del
estrecho rincón al que Ben Torrijos la había empujado. 187
Juan M. Taveras
Finalmente regresó de su mutismo y dijo: –Suponga que cedo a sus razonamientos. De todas formas, mi sacrificio no serviría de nada. – ¿Por qué? Cuestionó Ben, algo desconcertado. –Sencillamente porque si a mi
esposo
le
ha
ocurrido
realmente algo malo, como yo presiento, en algún momento y por cualquier vía la noticia 188
El Vendedor de Felicidad
explotará y llegará a oídos de la policía y de la tan temida opinión pública. ¡Y le aseguro que la tormenta será mucho mayor que si denunciáramos la desaparición de Joel ahora! – ¿No cree usted, Ben? –Su
observación
es
absolutamente correcta. Pero en tal
caso
tendríamos
que
atenernos a los hechos y nada podríamos
hacer
por 189
Juan M. Taveras
remediarlos.
Y
agrego,
sintiéndose dueño ya de la situación: –Yo estoy pesando en el ahora. Y la verdad del ahora es que no existen los hechos sino solo especulaciones. Debemos admitir
que
solo
tenemos
opiniones divergentes. Y mi experiencia me aconseja no desatar la tormenta especulando sobre hechos desconocidos. Soy, 190
El Vendedor de Felicidad
pues, de opinión que, si es que a su marido le ha ocurrido algo– posibilidad
que
dudo
sinceramente– nuestra actuación tendrá que ser una respuesta a lo ocurrido. Una respuesta a los hechos, y concretamente aún no tenemos ningún hecho que nos permita orientarnos sobre la desaparición de su marido.
191
Juan M. Taveras
–Admito que estoy algo confundida y que de momento no puedo pensar con claridad. –La comprendo –contestó Ben–
seguro ya de tener la
presa perfectamente encajada en la mira telescópica. Sara estaba quebrada pero no vencida. Un tenso silencio, frío como
el
nitrógeno
líquido,
invadió de repente el despacho del vicepresidente del banco 192
El Vendedor de Felicidad
DLF. Por un instante pareció como si un inoportuno conjuro maléfico intentara bloquearlo todo. Ben, reclinado hacia atrás en su sillón ejecutivo, aguardaba mudo, mientras tapaba su boca con todos los dedos de su mano derecha, en inequívoca señal de que
mantendría
el
pico
herméticamente cerrado a la espera serena de que la dama reaccionara. Sara, en cambio, no 193
Juan M. Taveras
encontraba forma de expresar lo que quería. Deseaba continuar la confrontación, pero precisaba de armas pesadas las cuales no poseía en el momento. La sensatez aconsejaba claudicar. Transcurrieron unos minutos adicionales de callada reflexión y ardiente sosiego, hasta que finalmente Sara, con voz serena y pausada, dijo:
194
El Vendedor de Felicidad
–Lo que vayamos a hacer tiene que ser hecho en un plazo de 48 horas. No esperé un minuto más para actuar. Y a seguidas preguntó: – ¿Tiene usted algún plan? ¡La vencí! ¡Ya la tengo!.. – gritó Ben en sus adentros– y a continuación respondió con voz segura y serena: –He pensado que debemos iniciar
las
pesquisas
de 195
Juan M. Taveras
inmediato
valiéndonos
de
nuestro propio departamento de seguridad. –
¿Son
confiables
esas
personas? ¿Serán capaces de hacer el trabajo sin abrir la boca, como usted desea? –Contamos con un jefe de seguridad que estuvo durante varios
años
al
frente
del
departamento de inteligencia de la Policía Nacional. Se trata de 196
El Vendedor de Felicidad
un profesional experimentado cuya
principal
arma
es
precisamente la discreción. De ese lado no hay razón para preocuparse. Además, solo usted y
yo
manejaremos
personalmente el asunto con el coronel. – ¿Con el Coronel? –Inquirió Sara sorprendida. – ¡Bah! No se inquiete usted doña Sara. Es solo que a nuestro 197
Juan M. Taveras
empleado le llamamos coronel, porque él tenía ese rango cuando fue puesto en retiro por el Presidente cuatro
años
Fernández atrás
y
unos desde
entonces trabaja con nosotros. Se apellida Fouché, pero todos aquí, cuando hablamos de él, lo hacemos siempre refiriéndonos al coronel.
198
El Vendedor de Felicidad
–Bien. Por el momento no tengo objeción al plan
–
adelantó Sara– Y agregó: –Pero le advierto que si en 48 horas, a partir de hoy martes a las 3.03 minutos de la tarde, no sabemos aún de la suerte de mi esposo, seré yo quien tome la decisión de los pasos a seguir. Ben Torrijos asintió. –El Coronel Fouché se hará cargo del asunto de inmediato. 199
Juan M. Taveras
Y usted, no se preocupe que todo saldrá bien. –
Eso
espero.
¿Cuando
empezamos? –Inquirió Sara en seguida. –De inmediato. En estos momentos llamaré al Coronel y pondremos manos a la obra sin pérdida de tiempo. Treinta minutos después, el jefe de seguridad del banco entraba solo a las oficinas del 200
El Vendedor de Felicidad
vicepresidente
ejecutivo,
lamentándose por la tardanza en reportarse.
Intentaba
disculparse y dijo: –Estaba
algo
distante
investigando un fraude cometido con
una
tarjeta
de crédito
clonada y. . . . . . . . . – ¡Está bien coronel!
–
Interrumpió Ben– Y a seguidas agregó:
201
Juan M. Taveras
–No
hay
disculpas.
necesidad
Tenemos
de
mucha
prisa. Vayamos al grano: la razón por la que lo hemos requerido de urgencia es para ponerlo en conocimiento de una situación
confidencial
y
altamente delicada que está afectando al banco en estos momentos. A Sara le supo a hiel el hecho de que Ben Torrijos, una 202
El Vendedor de Felicidad
vez más, dejara entrever que su única preocupación era el banco. Estuvo a punto de explotar. Vaciló un instante y se contuvo. –Soy todo oído Señor – balbuceó entre dientes Fouché, con el rostro inexpresivo como una piedra. –Se trata de mi marido, el presidente del banco–intervino Sara sin contenerse y con los
203
Juan M. Taveras
ojos al rojo vivo y humedecidos por la intensa emoción– – ¿Ha sucedido algo malo al señor
Presidente?
Fouché,
con
–Inquirió
una
ligera
expresión de sorpresa en su rostro. –En realidad, no lo sabemos –Respondió Ben, retorciendo la boca en señal de preocupación– Sin
embargo,
como
usted
seguramente recordará, el Señor 204
El Vendedor de Felicidad
presidente se fue a Santiago, sin acompañante, el miércoles de la pasada semana. “Una
insensatez
imperdonable, masculló Fouché, con la boca retorcida y la respiración acelerada” –Y el viernes en horas de la tarde –continuo Ben– llamó a su esposa y al banco para informar que se quedaría en la ciudad por el
fin
de
semana.
Desde 205
Juan M. Taveras
entonces, y pese a ser martes en la tarde, no hemos vuelto a saber de él. Estamos muy preocupados con la situación que afecta a nuestro presidente y hemos decidido que se ocupe usted de determinar su paradero. –Me ocuparé del asunto con la mayor presteza. Pero necesito tiempo para recoger algunas informaciones antes de poner en
206
El Vendedor de Felicidad
práctica un plan para dar con el paradero del señor Presidente. –Dispondrá
usted
de
la
información y de los recursos que necesite, pero de muy poco tiempo.
La
pesquisa
debe
iniciarse de inmediato. ¡Ah!.. Y me permito recordarle que este asunto debe ser manejado con absoluta
discreción.
Usted
conoce la delicada situación en que se encuentra aún nuestro 207
Juan M. Taveras
banco y no queremos, bajo ninguna circunstancia, alarmar a nadie y mucho menos atizar a la temida opinión pública. –No necesita recordármelo Señor. Siempre hago mi trabajo con la mayor discreción. De hecho, el sigilo es mi arma principal. –Lo reconozco, pero quise recalcarlo para informarle que solo doña Sara y yo estaremos al 208
El Vendedor de Felicidad
tanto de sus movimientos. Nadie más debe saber nada del asunto. Con que lo sepa usted es más que suficiente, lo que significa que trabajará solo en el caso. –Pero yo no trabajo solo señores y estimo un grave error de cualquier investigador el hacerlo. – ¿Significan sus palabras que
no
puede
usted
solo
ocuparse del asunto? 209
Juan M. Taveras
–Es justo lo que dije. ¡Yo nunca trabajo solo! Si lo hiciera y ocurriera algo negativo en el curso
de
la
quedaríamos
investigación, en
un
limbo
similar al que nos encontramos ahora debido a que el señor Presidente
se
fue
sin
acompañante a Santiago. Soy un profesional riesgos
de
y mi
conozco
los
oficio.
En
consecuencia, si he de trabajar 210
El Vendedor de Felicidad
solo, prefiero declinar el asunto y pedirle, muy respetuosamente, que busque a otra persona para el trabajo. – ¿Quién más trabajaría con usted?
–Inquirió
Ben,
visiblemente molesto. –Necesitaría al menos dos de mis mejores hombres. Fouché se expresaba tan convincente y seguro de sí mismo en defensa de sus puntos 211
Juan M. Taveras
de vista, que doña Sara se sintió de pronto confiada en que ese hombre inexpresivo y calmado, le devolvería a su Joel sano y salvo. – ¿Qué opina usted de la posición del coronel? –Inquirió de repente Ben, pero Sara no pareció escucharle. Navegada en otras dimensiones. – ¿Me escuchó usted doña Sara? –Inquirió nuevamente Ben 212
El Vendedor de Felicidad
Torrijos, levantando ligeramente la voz. – ¡Ah!… si… ¡Sí! Estoy cien por ciento de acuerdo con el coronel. No creo que sea buena idea
el
que
Respondió
trabaje
solo.
finalmente
Sara,
escapándose
de
un
ensimismamiento momentáneo. –Todo arreglado –dijo el vicepresidente banco
DLF,
ejecutivo
del
frotándose
las 213
Juan M. Taveras
manos, sin poder ocultar su satisfacción por haber ganado el mach– Y en cuanto a usted coronel, estimo que esta misma tarde debe irse a Santiago e iniciar
las
pesquisas
correspondientes. de muy poco
Disponemos
tiempo. ¡No lo
olvide! –Antes deseo hablar con la señora a solas –dijo el coronel, sin preámbulo– 214
El Vendedor de Felicidad
– ¿A solas? –Inquirió Ben intrigado. –Debo enterarme de algunos detalles de la vida privada del señor Presidente que solo doña Sara podría conocer. La voz del sabueso cambió totalmente de tono. Hablaba ahora con la autoridad de un Sheriff de un pequeño pueblo del oeste norteamericano, que se
215
Juan M. Taveras
sabe en total control del terreno que pisa. –Bien –dijo sin pestañar Ben Torrijos– Me iré a otra oficina mientras conversan. –No es necesario. Si la señora no se opone, prefiero hablemos en mi despacho. – ¡Como usted disponga Coronel! complacida.
216
–asintió
Sara
El Vendedor de Felicidad
El tiempo apremiaba y la conversación en las oficinas del jefe de seguridad del banco fue corta.
Lo
que
mayormente
interesaba a Fouché era saber si el presidente del banco era adicto a las faldas; si tenía en la actualidad
algún
enredo
femenino; si le gustaba el vino, el juego o si tenía cualquier debilidad que de alguna manera pudiera retenerlo en Santiago o 217
Juan M. Taveras
arrastrarlo a cualquier otro lugar del país. Las respuestas de Sara fueron precisas y contundentes y resultaba
imposible
inferir,
razonablemente, de ninguna de ellas, que la desaparición de Joel Fuertes se debiera a cuestiones personales de ninguna especie. El
coronel
dedujo
que,
posiblemente, había alguna otra razón que debía desentrañar con su investigación. 218
El Vendedor de Felicidad
Fouché pareció agotar sus cuestionamientos. Indeciso, se mantuvo callado por un par de minutos.
Sara
rompió
el
silencio: – ¿Ha terminado Coronel? Estoy agotada y deseo retirarme. Este día ha resultado demasiado tedioso y largo para mí. –Una
pregunta
más
y
terminamos:
219
Juan M. Taveras
– ¿Tiene su esposo alguna afición dominante? –No
que
yo
sepa,
a
excepción de los libros y de los negocios, por supuesto. –Bien.
Es
todo.
mantendré informada.
220
La
El Vendedor de Felicidad
221
Juan M. Taveras
7
Joel
Fuertes,
tenía
por
costumbre irse temprano a la cama: entre diez y once de la noche a más tardar. Y había disfrutado siempre de un sueño apacible. Sin embargo, la noche del lunes 26 de octubre, faltaban apenas dos minutos para las doce de la noche y el banquero no podía dormir. 222
El Vendedor de Felicidad
Su reloj de pared: inmutable, indetenible cualquier
y
sordo
ante
pedido de tregua,
avanzaba impertérrito, mientras el presidente del Banco DLF se preguntaba angustiado: ¿Qué tengo? ¿Por qué no puedo dormir? Daba vueltas y vueltas en su cama, practicaba yoga, contaba hasta mil, hacía de todo, pero no lograba conciliar el sueño. Algo misterioso se lo 223
Juan M. Taveras
impedía: presentimiento,
un
necio de
origen
desconocido, estaba en total control de su ser. Pero… ¿Qué podía ser? ¿Qué podría ocurrir? ¿Qué malas nuevas podría traer el enigmático porvenir? Joel tenía todo lo que quería: era rico; Presidente de un banco sin problemas aparentes; estaba en buena salud; su matrimonio andaba relativamente bien; no 224
El Vendedor de Felicidad
tenía deudas que lo abrumaran, enemigos que lo persiguieran, ni nada
que
pudiera,
justificadamente, asustar
al
escurridizo Morfeo. “No entiendo la razón” – pensó– “pero definitivamente no puedo dormir. Bajaré a la biblioteca a leer un rato. Tal vez sí logro encontrarme con el dios del sueño”
225
Juan M. Taveras
Salió de la cama, bajó las escaleras e ingresó al salón de lectura. La familia de Joel Fuertes, había llegado a Santo Domingo en 1931, justo para cuando se desplomó la Monarquía Liberal que encabezó en España el Rey Alfonso XIII. Fue entonces cuando el Coronel Fernando Fuertes y Estrada, abuelo de Joel, se vio obligado a emigrar a 226
El Vendedor de Felicidad
la
Isla
Española
donde se
estableció con su joven familia, incluyendo al futuro padre de Joel que contaba, para entonces, 9 años de edad. Los nuevos inmigrantes, pese a haberse establecido
en
el
país
dominicano en medio de la histórica mundial
crisis de
alcanzaron,
económica
los en
años
pocos
30, años,
notable prosperidad económica 227
Juan M. Taveras
al cobijarse bajo el manto protector de la dictadura militar de Rafael Trujillo, que bendijo a la familia del emigrado Coronel español, especialmente a partir de 1939, cuando el dictador dominicano se enteró de la estrecha amistad que existía entre Fuertes
el
Coronel y
el
Fernando
Generalísimo
Francisco Franco. Estos dos últimos habían consolidado sus 228
El Vendedor de Felicidad
respectivas carreras militares a consecuencia de la guerra de RIF
(1919-1926)
también
llamada Guerra de Marruecos o Guerra de África, escenario donde los dos militares habían peleado juntos bajo el mando del
General
español
José
Villalba Riquelme. Esos hechos, que la casualidad suele fabricar a la medida para favorecer a sus elegidos, proporcionaron a Joel, 229
Juan M. Taveras
que nació en 1955 en República Dominicano, el privilegio de estudiar
administración
de
empresas en una prestigiosa universidad española de la que terminó graduado con honores. De vuelta a Santo Domingo, Joel se incorporó a trabajar en las empresas de su familia y para mediados de los 80, ya era el principal ejecutivo de los negocios 230
familiares.
Grandes
El Vendedor de Felicidad
cambios políticos se sucedieron en la pequeña nación caribeña durante la década de los 80 y Joel
entendió
llegado
el
momento para incursionar en grandes negocios, interesándose especialmente por los bancarios cuya
turbulenta
historia
lo
apasionaba. En el otoño de 1992 consiguió
la
autorización
correspondiente para operar un banco comercial y justo el día 231
Juan M. Taveras
en
que
el
novel
banquero
cumplió sus 39 años de edad, el flamante banco DLF, abría sus puertas al público bajo su presidencia. Desde muy joven, Joel se perfiló como lector compulsivo e
investigador
tenaz,
condiciones que lo empujaban a estudiar a fondo y con notable disciplina los temas que le interesaban, así como a devorar, 232
El Vendedor de Felicidad
sin
pausa,
cuántos
libros
importaran a la búsqueda de la verdad que deseaba desentrañar. Como
todo
lector
impenitente, Joel construyó, con el tiempo, una impresionante biblioteca
repleta
de
libros
contentivos de los más diversos temas. Abundaban los tratados de economía, de política, de administración
de
negocios,
temas científicos, poéticos y 233
Juan M. Taveras
filosóficos.
Destacaban,
finamente encuadernados, un montón de obras de escritores famosos: Miguel Cervantes y Saavedra, Víctor Huego, Fedor Dostoievski,
Rabindranath
Tagore, Thomas Mann, Herman Hesse,
Margarita
Yourcenar,
Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, y otros grandes de la literatura universal y, por supuesto, la Biblia, El Corán, el 234
El Vendedor de Felicidad
Bhagavad Gita y muchos otros libros
dedicados
religiosos.
temas
Los
libros
sin
embargo,
sobre
temas
predominantes, versaban
a
motivacionales y constituían una especie de oasis, de remanso donde Joel calmaba su sed cuando negarle esperaba
el
intelecto
la para
inescrutables
parecía
respuesta aplacar
que sus
querellas 235
Juan M. Taveras
existenciales o cuando el calor de las disputas humanas subía peligrosamente de grado y hacía falta colocarse bajo el paragua de frescas brizas que hicieran soportable
la
codicia
e
incomprensión que caracterizan a la complicada e impredecible especie como
humana. para
nosotros,
la
Para mayoría
obtener
Joel, de las
herramientas para alcanzar el 236
El Vendedor de Felicidad
éxito y la felicidad, constituía la meta más deseada, si bien la más difícil, porque requiere del desarrollo de una actitud mental positiva y duradera que pocos logran dominar y mucho menos alcanzar. percibía
Por las
eso,
porque
debilidades
e
inconsistencia de la mente y de la conciencia de los hombres, Joel bebía de las aguas siempre frescas
de
los
temas 237
Juan M. Taveras
motivacionales en procura de curas
milagrosas
que
amortiguaran, al menos, las heridas
resultantes
de
las
siempre conflictivas relaciones humanas y acallaran la rebeldía interior que suelen provocar en todos nosotros las muchas y desquiciantes
preguntas
sin
respuestas. La lectura constante de libros motivacionales 238
y
El Vendedor de Felicidad
excepcionalmente
del
nuevo
testamento, había liberado en gran medida a Joel Fuertes, presidente del banco DLF, de sus viejas crisis de ansiedad y del
pernicioso
estrés
permitiéndole, por lo general, dormir plácidamente. El que esa noche no conciliara el sueño, pese a múltiples esfuerzos por lograrlo,
le
resultaba
algo
extraño. Creía no tener razones 239
Juan M. Taveras
para que el sueño lo esquivara, aunque en las profundidades de su ser, sentía un cosquilleo poco común que preanunciaba la llegada
de
acontecimientos
indeseados. No tenía ninguna explicación
para
el
presentimiento negativo que lo agobiaba, ni mucho menos para entender la ansiedad latente a que estaba sometido y que
240
El Vendedor de Felicidad
provocaba un latir impetuoso de su corazón adrenalinado. El hecho cierto era que no podía dormir y no sabía el por qué. Y era precisamente en esas condiciones, cuando Joel acudía a su gran biblioteca y, por lo general, tomaba al azar un libro motivacional en procura de un bálsamo milagroso que suturara o
al
menos
aliviara
sus
recónditas heridas existenciales. 241
Juan M. Taveras
A las 11.58 de aquella inquietante noche, Joel bajó las escaleras, entró a su biblioteca y sin detenerse en título ni mucho menos en el nombre de su autor, extendió su mano derecha y tomó
un
pequeño
libro
motivacional en cuya primera página había el siguiente escrito: “La perfecto
vida
es
de
los
un
regalo
dioses:
es
hermosa, radiante, luminosa y 242
El Vendedor de Felicidad
dulce como la miel. Si usted no percibe estas verdades no es feliz. Pero puede y debe serlo. Usted tiene derecho al disfrute de una vida plena y a ser dichoso
durante
toda
su
existencia y más allá. Si esto quiere, si realmente lo desea Compre su felicidad” La
frase
“compre
su
felicidad” impactó sutilmente la psiquis de Joel. No recordaba 243
Juan M. Taveras
haberla leído antes, pero atraído por ella, se sentó en su cómodo sillón reclinable tapizado en fina piel de oveja, con la idea de meditar
sobre
esa
frase
y
adentrarse un poco en la lectura del libro que había tomado al azar. Leyó hasta muy entrada la madrugada y si bien gran parte del libro estaba dedicado a narrar
testimonios,
a
veces
dramáticos y casi increíbles, de 244
El Vendedor de Felicidad
personas
desesperadas,
que
apoyadas únicamente en la fe ciega, lograban escapar de sus torturas psíquicas y regresar al camino de la vida apacible y feliz, Joel no encontró nada que borrara o al menos amortiguara sus premoniciones de que su futuro inmediato estaba cargado de acontecimientos negativos que amargarían su, hasta ese momento, placida existencia. 245
Juan M. Taveras
A las 3 y 13 minutos de la madrugada de aquel tortuoso martes
27,
el
teléfono, insistentemente,
timbre
del
sonando rompió
la
concentración de la lectura del libro que tenía a esa hora en sus manos el presidente del banco DLF. Pocas veces la paz del banquero era interrumpida y mucho menos a tan altas horas de la noche, por lo que, durante 246
El Vendedor de Felicidad
varios tentado
minutos, a
no
Joel estuvo contestar
la
llamada, no por lo avanzado de la hora, sino porque presentía una tormenta de malas nuevas que deseaba evitar. – ¿Quién podrá ser a estas horas de la madrugada?
–Se
preguntaba Joel una y otra vez, mientras se resistía a tomar el teléfono
por
miedo
a
sus
premoniciones. Finalmente, la 247
Juan M. Taveras
insistencia del testarudo timbre terminó por vencer su obstinada resistencia. –Oigo, –dijo– manteniendo su acostumbrado tono refinado, no obstante las circunstancias. – Pareció
¿Señor
–
presidente?
cuestionar
una
voz
desde el otro lado de la línea– –Sii… Dígame Usted Señor Torrijos. –Contestó en seguida
248
El Vendedor de Felicidad
Joel al reconocer la voz de su interlocutor– –Lamento mucho molestarlo a estas horas de la madrugada – respondió con voz entrecortada el
gerente
general
y
vicepresidente
ejecutivo
del
banco DLF, dejando entrever que no traía buenas nuevas. Pausó por un instante y agregó:
–Pero…
dadas
las
circunstancias, pensé que. . . 249
Juan M. Taveras
Ben pausó de nuevo por un intervalo de no más de 15 segundos. Pero ocurre
a
un
a Joel, como condenado
al
paredón que espera en silencio la descarga artera de las armas asesinas, le pareció un siglo de angustiosa espera. Algo tan dilatado como el paso lento de una eternidad a otra. Hasta que finalmente, Ben Torrijos retomó la palabra: 250
El Vendedor de Felicidad
–Pensé…. pensé
que de
ninguna manera podía esperar hasta mañana para hablarle de un delicado asunto que está afectando seriamente a nuestro banco y… – ¿Es tan urgente el asunto –interrumpió el Presidente– que no podía esperar al menos hasta el
amanecer?
Joel
hablaba
angustiado y temeroso, como si en el fondo de su corazón 251
Juan M. Taveras
quisiera posponer la descarga mortal que lo amenazaba. –Es
muy urgente,
señor
Presidente. El asunto es en extremo delicado y decidí que no podía esperar ni un minuto más para informarle. –Por el tono de su voz, el asunto parece grave, –dijo Joel, sin ocultar sus temores– y agregó: cuénteme usted todo, por favor. Lo escucho. 252
El Vendedor de Felicidad
–Desde hace varios días – dijo la voz– un rumor sordo y silencioso como un fantasma, recorre los ámbitos financieros del país, asegurando que nuestro banco está en serias dificultades financieras y que próximamente será
intervenido
por
las
autoridades monetarias. Como resultado,
el
pánico
parece
apoderando a tal punto del público, que durante los últimos 253
Juan M. Taveras
10 días los retiros de depósitos han ido cada día en aumento. Hasta el día de hoy los retiros atribuidos al rumor sobrepasan el 25% de los depósitos totales y nuestras reservas de efectivo están
en
tolerancia
el
límite
legal
y
de
la
de
lo
técnicamente aconsejable. De continuar
creciendo
el
problema, y no veo la forma de
254
El Vendedor de Felicidad
detenerlo, nuestra situación bien puede tildarse de catastrófica. –A juzgar por sus palabras –interrumpió Joel– el asunto es mucho más grave de lo que imaginé en principio y las circunstancias aconsejan actuar con rapidez. –Con Presidente,
certeza, puedo
señor asegurarle
que el rumor, especie de virus cibernético
creado 255
Juan M. Taveras
maliciosamente para dañar la buena imagen de nuestro banco, está ocasionando estragos a nuestra institución y es, sin dudas, muy peligroso. Debemos eliminar el virus cuanto antes o éste acabará con nosotros. –Comparto su pesimismo, –dijo Joel– sin poder ocultar el efecto
demoledor
que
las
informaciones recibidas habían provocado en su ya confundido 256
El Vendedor de Felicidad
cerebro– Por eso –agregó– y dadas la urgencia y gravedad del asunto,
debe
convocar
para
usted
mismo
hoy
sendas
reuniones. La primera a las 8:30 de la mañana con los principales ejecutivos del área financiera del banco y la otra para las 12:00 con la Junta de Directores para ponerlos al tanto de la situación. –Perdone Presidente
usted, –interrumpió
señor el 257
Juan M. Taveras
siempre cauto Ben Torrijos– pero
debo
recordarle
que
algunos de los miembros del Directorio
del
banco
son
alarmistas y no controlan sus emociones, en tanto otros, en sus
afanes
de
escalar
las
posiciones más señeras de la institución, tal vez no midan bien la delicadeza del momento e
intenten
revuelto 258
pescar
echándole
en leña
mar al
El Vendedor de Felicidad
fuego, lo que, en el momento actual,
equivaldría
cuchillos
para
sus
a
afilar propias
gargantas. En las condiciones actuales, cualquier indiscreción podría ser fatal, por lo que soy de opinión que no deberíamos convocar ahora a la Junta de Directores. –Comprendo perfectamente su inquietud e incluso comparto sus preocupaciones. Aun así, 259
Juan M. Taveras
soy de opinión que debemos correr el riesgo y convocar también al Directorio. Sería muy peligroso el que esta inesperada situación explote antes de que ellos tengan conocimiento. No hay que olvidar que la mayoría de
nuestros
directores
son
inversionistas importantes del banco
y
que
es
mi
responsabilidad mantenerlos al tanto de todo cuanto pueda 260
El Vendedor de Felicidad
afectar sus intereses. Convoque usted también al Comisario de Cuentas,
para
enterarlo
debidamente de la situación, dada su responsabilidad frente a la totalidad de los accionistas. –Bien, procederé
señor a
conformidad
Presidente,
convocar con
de sus
instrucciones.
261
Juan M. Taveras
262
El Vendedor de Felicidad
8
Exactamente a las ocho y treinta minutos de la mañana de aquel
agitado
día
otoñal,
entraron al salón de conferencia del banco DLF el Presidente y Vicepresidente ejecutivo de la institución y se unieron a los funcionarios responsables del área financiera que esperaban ansiosos el inicio de la reunión. 263
Juan M. Taveras
Los informes se presentaron de inmediato y todos coincidían sobre la peligrosidad de la situación. Todos apuntaban a una catástrofe inminente con el agravante de que al presentarse una situación de iliquidez tan de repente, como un terremoto, nadie parecía preparado para hacerle frente y, sin excepción, los altos ejecutivos del banco DLF presentían y veían lo peor. 264
El Vendedor de Felicidad
Sus
pensamientos
estaban
arremolinados en una especie de vacío donde solo divisaban el precipicio. Era tal el bloqueo mental, que ni siquiera Aquiles Farías, que era en el banco una especie
de
símbolo
del
optimismo y tal vez la mente creativa más fecunda de la institución, fue capaz de prever una salida airosa a tan delicada situación. 265
Juan M. Taveras
El Presidente del banco, después pacientemente
de cada
escuchar informe,
dijo, visiblemente perturbado: –Me es difícil comprender cómo, en solo diez días, nuestra situación de liquidez se ha deteriorado a niveles tan graves que de hecho estamos al borde del precipicio. Intervino a continuación el gerente del área financiera y 266
El Vendedor de Felicidad
señaló, con evidente pesimismo, que era preciso reconocer que la historia de la banca a nivel mundial
estaba
repleta
de
extraños casos donde un rumor infundado malicioso,
o
frecuentemente
había
destruido
sólidas instituciones financieras, lo que sin dudas se debía – aseguraba el banquero– a que la banca y todo lo relacionado con el manejo de dinero, constituyen 267
Juan M. Taveras
asuntos que dependen más de la confianza del público que de la propia solidez mostrada en los estados
financieros
de
las
instituciones. Siempre se ha dicho
que
bancarias
las tan
entidades fuertes,
en
apariencia, como las columnas del templo de Delfos son, en realidad, más frágiles que las alas de las mariposas. Es de ahí la 268
importancia
de
jamás
El Vendedor de Felicidad
descuidar la imagen pública de las instituciones que manejan la confianza
pública
o
dinero
ajeno. –Entiendo perfectamente su opinión –dijo– casi sin aliento, el atormentado Presidente del banco DLF. Y guardó silencio. La reunión se prolongó por más de tres horas y las sucesivas intervenciones de los gerentes solo sirvieron para atizar la 269
Juan M. Taveras
llama del desconcierto, cuya hoguera se agigantaba a cada instante,
amenazando
con
quemar y reducir a cenizas los, para entonces, frágiles cimientos del banco DLF. La primera reunión terminó abruptamente
cinco
minutos
antes de las doce, sin que se llegara a nada que pudiera detener
la
hemorragia
que
amenazaba con desangrar por 270
El Vendedor de Felicidad
completo las finanzas del banco. A
esa
hora,
los
primeros
directores ya estaban presentes en el salón de conferencia y la prudencia, cualidad casi divina, que
los
humanos
frecuentemente aconsejaba
solemos desdeñar,
no
anticipar
comentarios sobre lo que estaba ocurriendo para no empeorar o sobredimensionar
los
acontecimientos. 271
Juan M. Taveras
A las 12 y diez minutos se inició la reunión del Directorio y, aunque se prolongó por seis largas y cuestionadoras horas, terminó sin ningún acuerdo ni propuestas dignas de mención. Lo que si se evidenció en el salón de reuniones, fue un estado
de
nerviosismo
generalizado. La tensión creció desde el principio hasta el final y los directores, sin soluciones a 272
El Vendedor de Felicidad
la
vista,
técnicamente
se
comían las uñas hasta los codos. El momento provocaba una tensión y ansiedad irresistibles. No era apto para cardiaco. – ¡Este banco se va a ir al carajo! Gritó fuerte un director asustado y pidió permiso para retirarse
alegando
que
su
corazón estaba a punto de fallar. Durante todo el curso de la reunión y con intervalo de 273
Juan M. Taveras
aproximadamente 30 minutos, el Presidente del banco recibía un informe
resumido
de
todo
cuanto afectaba la liquidez del banco a nivel del país. Durante las seis horas que duró la reunión no llegó un solo informe positivo. Desde el primero hasta el último, la tendencia reflejaba la grave y peligrosa pendiente por donde el banco se deslizaba sin freno a causa de retiros 274
El Vendedor de Felicidad
masivos de dinero frente a la ausencia
total
de
nuevos
depósitos. Los informes, que rápidamente circulabas por las manos
nerviosas
directores,
de
dejaban
los
entrever
claramente, que el banco BDF agonizaba. presentes, enmudecido fueron
Los
miembros
incluyendo
a
Presidente,
capaces
de
su no
plantear
soluciones a la crisis de liquidez 275
Juan M. Taveras
que tenían de frente. A algunos se les ocurrió que podían acudir a las arcas del Banco Central, como banca de último piso, para enfrentar la crisis momentánea que los desangraba. Pero el deterioro
era
descontrolado
tan e
rápido,
inesperado,
como un repentino tornado que no da tiempo a programar, razonablemente, el modo de enfrentarlo. Por esa razón, no se 276
El Vendedor de Felicidad
estaba
preparado
para
determinar qué monto pedir prestado
al
Banco
Central
porque nadie podía anticipar la magnitud de la crisis ni hasta dónde se extendería, a más de que
los
directores
estaban
mentalmente bloqueados por el problema.
En
consecuencia,
nadie propuso nada. Estaban aturdidos, perplejos frente a acontecimientos que solo unos 277
Juan M. Taveras
días
antes,
resultaban
inimaginables. Los directores se creían atrapados y sin salidas. Eran presa de las reacciones incomprendidas de la mente humana, que suele enmudecer en los momentos más cruciales, lo que tal vez se debe a la inoportuna
aparición
de
mecanismos inhibitorios que se activan
como
transfer
automático cuando la adrenalina 278
El Vendedor de Felicidad
que produce el miedo bloquea por completo la buena razón y neutraliza reunión
los
instintos.
terminó,
La
pues,
sin
día,
los
ninguna decisión. Al
siguiente
informes desastrosos
eran y
aún
más
destacaban
especialmente a la ciudad de Santiago, como el epicentro del terremoto. Por esa razón, Joel optó por viajar de inmediato a 279
Juan M. Taveras
esa ciudad con la finalidad de analizar, desde el mismo centro del fenómeno, la fuerza del huracán de rumores infundados que
estaba,
no
obstante,
amenazando la vida misma del prestigioso banco DLF. Estaba Joel tan turbado que sin pensarlo y
violentando
elementales
las
más
normas
de
prudencia y seguridad personal, se fue de viaje sin acompañante, 280
El Vendedor de Felicidad
manejando el mismo su elegante Cadillac último modelo. Durante las dos horas que tardó en recorrer el trayecto de Santo Domingo a Santiago, el nerviosismo
y
las
preocupaciones de Joel crecían hasta niveles intolerables, no solo por lo negativo y crítico de los informes sobre la situación del
banco
que
recibía
de
continúo vía su BlackBerry, 281
Juan M. Taveras
sino,
sobre
todo,
por
las
imágenes negativas creadas por su propia mente atormentada. Se imaginaba
en
presencia
de
grandes e interminables filas, en tumultuosa humana,
concentración demandando
la
devolución inmediata de sus depósitos, al tiempo que la multitud lanzaba improperios y palabras impublicables contra el banco DLF y sus ejecutivos. 282
El Vendedor de Felicidad
Como resultado, hizo nido en su mente un oscuro presagio de derrota. Las imágenes de miles de personas retirando en tropel sus depósitos; de la prensa anunciando la quiebra inminente del
banco
DLF;
de
las
autoridades monetarias tomando posesión de sus instalaciones y muchos otros hechos y visiones negativas, se hicieron tan reales y
patéticas
en
su
mente 283
Juan M. Taveras
atormentada, que un miedo atroz y desconcertante invadió todo su ser hasta hacerlo perder los más elementales razón
y
peldaños el
Pensamientos
buen
de
la
juicio.
destructivos
lo
habían llevado a ignorar el presente; a ignorar el ahora; a dejar de lado la realidad actual que se reducía a buscar solución a los problemas del banco, para crear un mundo imaginario, 284
El Vendedor de Felicidad
donde una fuerte institución, azotado por una débil tormenta, zozobraba sin remedio. Su excitación no tenía limite y alcanzó el tope de lo tolerable cuando al acercarse a la sucursal del banco DLF en Santiago, Joel encontró exactamente lo que su mente había proyectado: filas interminables
de
personas
nerviosas retirando depósitos y un murmullo que, como rio 285
Juan M. Taveras
desbordado,
recorría
de
un
extremo al otro la interminable fila, donde se escuchaba un solo rumor: “¡Quiero mi dinero! ¡Pronto! ¡Mi dinero! ¡Lo quiero todo ahora!
¡Este
banco
está
arruinado y quiero mi dinero!”. Esas palabras hicieron diana en la mente confundida de Joel Fuertes y desencadenaron, en todo su 286
ser,
una
tormenta
El Vendedor de Felicidad
emocional
indescriptible.
banquero,
que
hasta
El ese
momento había conservado una cierta calma producto de los ejercicios de control mental en que
siempre
había
estado
ocupado, creyó enloquecer. Con la
cabeza
en
desorden
y
golpeado por fantasías mentales que, como presa desbordada, se revolcaban y crecían en su interior desde el instante mismo 287
Juan M. Taveras
en que se creyó derrotado, no se detuvo en el banco, sino que, cegado por el temor y el desconcierto, dio una vuelta a la cuadra y orientó su auto, último modelo, sin saber por qué ni para
qué,
en
dirección
al
pequeño poblado de Tamboril, manejando sin detenerse hasta el final de la pequeña ciudad norteña.
288
El Vendedor de Felicidad
Sin rumbo, como un barco a la deriva y presa de la peor de las cegueras que es la mental, Joel cruzó, sin darse cuenta, porque manejaba desprevenido, un
sediento
riachuelo
moribundo y se internó despacio en un espeso bosque donde su carro
se
desplazaba
como
dromedario que lleva sobre su lomo a un impotente amo dormido. De repente, un fuerte 289
Juan M. Taveras
golpe debajo de su Cadillac, lo despertó
de
su
letargo:
el
depósito de aceite había sido perforado por una filosa piedra provocando que el líquido se derramara
a
toda
prisa
inutilizara
completamente
e su
flamante auto. Pero ese hecho no
pareció
perturbado
importar
banquero,
al
porque
estaba poseído por pensamientos tormentosos. 290
Las
imágenes
El Vendedor de Felicidad
negativas lo arropaban con tanto rigor que el banquero estaba imposibilitado para percibir la nueva situación apremiante en que se encontraba. Es más, sin saber por qué, y brotando de su ser esas recónditas reacciones que todavía se esconden en los más profundo de la mente, Joel se alegró de lo que estaba sucediendo. Su ser era presa de una maquina demoledora que se 291
Juan M. Taveras
había apoderado con fuerza de su debilitada psiquis, creando visiones
negativas
que
se
autoalimentaban y multiplicaban en su mente como viruelas asesinas. Su visión interior solo veía el desastre fatal que se aproximaba resquicio
sin a
dejar la
un
mente
subconsciente para la reflexión serena y calmada en busca de alternativas que impidieran la 292
El Vendedor de Felicidad
destrucción de su banco e incluso la de sí mismo. Apesadumbrado y golpeado por un pesar y una excitación incontrolables manifestaban
que
se
fisiológicamente
con nausea, dolor de cabeza, alta temperatura,
aceleración
del
pulso y otros efectos colaterales producto del desorden mental de que era objeto, Joel, ausente, porque sus pensamientos lo 293
Juan M. Taveras
habían suplantado, se limitó a sentarse a un lado del camino recostándose a un frondoso y florido framboyán, bellamente coronado de un rojo carmesí incomparable que, testarudo, se mantenía
cubierto de flores
como si, a propósito, se hubiera vestido de gala para ser testigo silencioso del intenso drama que se desarrollaría en sus entornos.
294
El Vendedor de Felicidad
El
banquero
estaba
virtualmente noqueado por el inmenso sufrimiento provocado por un necio pensamiento que se había adueñado de su voluntad y le impedía,
incluso reparar,
aunque fuera un instante, en lo que había pasado a su auto y en el solitario y desconocido lugar en que se encontraba. De hecho, había perdido la noción de espacio
y
tiempo.
Sus 295
Juan M. Taveras
pensamientos
derrotistas
lo
habían suplantado. El banquero, en esencia, dejó de existir. Era como un ser atormentado que no ve otra salida a su inmenso dolor psíquico que no sea procurándose la muerte. Joel estaba entregado y condicionado para lo peor. Empezaba a considerar la conveniencia del suicidio como única respuesta al mal que lo 296
El Vendedor de Felicidad
abrumaba, y mientras la película de lo que su fantasía mental había creado se adueñaba por completo de su ser y colocaba un peso avasallante en
su
afiebrado
de
cerebro
provocarle
un
capaz
daño
físico
irreparable, sus ojos se posaron, sin proponérselo, en un pequeño letrero
que
decía:
VENDO
FELICIDAD. Siga la flecha.
297
Juan M. Taveras
Al principio, el letrero no pareció importarle ni mucho menos
asoció
la
expresión
“vendo felicidad” con la de “compre
su
felicidad”
que
había leído recientemente en el libro motivacional que tomó al azar cuando estuvo por última vez en su elegante biblioteca. Pero al cabo de unos minutos la curiosidad terminó impactando su aturdida psiquis. 298
El Vendedor de Felicidad
Puesto de pies, incrédulo y pensativo, leyó una y otra vez el contenido de aquel misterioso letrero
inexplicablemente
aparecido
en
aquel
bosque
solitario. Y si bien, en principio, la leyenda le parecía cómica e inexplicable, sobre todo a él que jamás
había
posibilidad
creído de
en
la
alcanzar
la
felicidad, se decidió, sin mucho entusiasmo, por seguir la pista 299
Juan M. Taveras
de aquello que ofrecía la más escasa y deseada de todas las mercancías: LA FELICIDAD. Sin que Joel lo percibiera, en todo
su
ser
se
estaba
produciendo una complicada y alentadora
metamorfosis
que
provocaría un cambio completo en sus emociones y con ello en todo su proceso mental. En su mente se estaba introduciendo un 300
nuevo
y
providencial
El Vendedor de Felicidad
pensamiento que terminaría por desalojar
al
destruyendo.
que
lo
estaba
Nacía
un
pensamiento que desalojaría al que lo estaba matando. Caminó poco más de 1,500 metros dentro del bosque hasta que divisó un antiguo y bien conservado casón donde las señales
y
el
camino
inesperadamente terminaban.
301
Juan M. Taveras
Sigiloso
y
excitado
en
extremo, se acercó a la casa, tocó la pequeña y estrecha puerta frontal que, si bien por su tamaño
contrastaba
con
las
dimensiones del casón, parecía la única puerta de entrada. Pero no recibió respuesta. Tocó una y otra vez, pero tampoco recibió respuesta. Entonces se decidió por dar la vuelta a la casa en procura de otra entrada, pero no 302
El Vendedor de Felicidad
había otra. Volvió a tocar varias veces y con más fuerza la pequeña
puerta,
pero
nadie
respondió. Entonces optó por empujarla y, para su sorpresa, la puerta estaba entreabierta. La curiosidad lo empujó de un tirón hacia dentro. Abrió bien los ojos, revisó y buscó por todos lados, pero no vio ni percibió la presencia de nadie. El casón parecía deshabitado. 303
Juan M. Taveras
– ¿Hay alguien en casa? – Gritó fuerte una y otra vez– –¿Hay
alguien
aquí?
–
Repitió varias veces de nuevo, pero no hubo respuestas. Avanzó, entonces, por un sendero que lucía interminable y repleto de puertas a ambos lados del pasillo. Abrió la primera a la derecha y notó, sorprendido, que estaba en completa iluminación aunque carecía de mobiliario, 304
El Vendedor de Felicidad
excepto un pequeño mueblecito de
aproximadamente
36
pulgadas de largo por 18 de fondo y 30 de alto con cuatro pequeñas gavetas laterales y una en el centro. En la pared, justo detrás del mueblecito, había un letrero que contenía una curiosa leyenda: “LA FELICIDAD TIENE UN PRECIO”
305
Juan M. Taveras
Se detuvo por varios minutos para revisar las gavetas del mueblecito en busca de alguna pista que pudiera orientarlo sobre el extraño lugar en que se encontraba, pero no encontró nada. Presa de gran excitación, leyó una y otra vez aquel curioso
letrero
procurando
comprender su significado sin lograrlo. Por primera vez, sin embargo, asoció su contenido 306
El Vendedor de Felicidad
con lo que había leído en su libro motivacional: “Compre su Felicidad” Abrió
a
continuación
la
segunda puerta, esta vez a la izquierda encontrando
del la
pasillo misma
iluminación, ningún mueble y un letrero que decía: “LA FELICIDAD TIENE UN PRECIO”
307
Juan M. Taveras
Abrió, sin detenerse, todas las puertas a ambos lados del extenso
pasillo
habitación
y
había
en el
cada mismo
letrero: “LA FELICIDAD TIENE UN PRECIO” El
banquero
estaba
definitivamente intrigado por aquel escurridizo misterio que bailoteaba ante sus propios ojos sin mostrar ninguna pista que 308
El Vendedor de Felicidad
diera alguna luz sobre aquellas extrañas cosas que parecían misteriosamente destinadas a su propia persona. Pero… ¿Por qué y
para
qué?
Se
preguntó
mentalmente Joel, una y otra vez. Pero no halló explicación. Sin una respuesta a mano, en su mente pragmática, terminó por reinar la confusión. Había empleado tres horas intentando
comprender
y 309
Juan M. Taveras
descifrar todo aquel extraño acertijo cuando fijó sus ojos en el techo del casón, meditó durante
largos
ratos
y
finalmente se dijo: “¡Esto no tiene sentido! ¡Es un callejón sin salidas y sin lógica alguna!” Y convencido de que todo aquello era un juego tonto de adivinanzas, ideado por algún bromista desempleado, decidió volver a su auto para 310
El Vendedor de Felicidad
regresar
a
Santiago.
Sin
embargo, las tres horas que empleó revisando todo dentro del casón y procurando descifrar el único letrero existente en su interior, le habían permitido olvidar por completo que su flamante
Cadillac,
último
modelo,
estaba
afuera
inservible.
Pero
también,
durante esos 180 minutos, Joel no pensó ni un solo instante en 311
Juan M. Taveras
la situación desesperada en que se encontraban tanto él como su banco. ¿Por qué ocurrió así? Porque la psiquiatría ha comprobado que así como dos cuerpos no pueden ocupar el mismo lugar en el espacio, tampoco es posible que nos encontremos entusiasmado,
intrigado
y
motivado por algo interesante que estemos haciendo, y al 312
El Vendedor de Felicidad
mismo tiempo abrumado por las preocupaciones. Una de las emociones
expulsará
irremisiblemente a la otra y ocupará su lugar. Por eso el banquero
parecía
haberse
olvidado de todo cuanto ocurría a su banco y solo cuando se acercó a su auto y observó el aceite derramado recordó lo que había sucedido y comprendió que tendría que caminar, cruzar 313
Juan M. Taveras
a pie el pequeño y empedrado riachuelo que dejó a su paso y procurarse algún transporte que lo llevara de vuelta a las oficinas del banco en Santiago de los Caballero Joel cerró cuidadosamente su auto y se encaminó sin prisa, lentamente, liviano como una pluma, aunque algo confundido y pensativo, hacia el poblado de Tamboril. 314
Notó,
para
su
El Vendedor de Felicidad
sorpresa, que mientras recorría el trayecto de más o menos tres kilómetros
que
separaba
pequeño
poblado
del
donde
quedó
su
el
lugar carro
accidentado, no pensó ni un solo instante en la precaria situación del banco. Todo lo contrario, su mente era ocupada ahora por aquel casón y su enigmático letrero:
315
Juan M. Taveras
“LA FELICIDAD TIENE UN PRECIO”. Joel no percibió sus efectos porque había olvidado que las palabras tienen poder. La lectura del vocablo FELICIDAD preñó, con su inmenso poder, su mente subconsciente y anidó en su ser un extraño presentimiento de que el banco se recuperaría tan rápidamente como se había
316
El Vendedor de Felicidad
deteriorado y de que todo volvería a la normalidad. Apenas cruzó el riachuelo un fornido lugareño, cebado como un carnero, lo saludó con gran afecto al tiempo que se ofrecía a procurarle, desinteresadamente, un medio de transporte que lo llevara de vuelta a Santiago. En menos de diez minutos, el gordinflón volvió con un taxi algo
destartalado
que
fue 317
Juan M. Taveras
abordado en seguida por el banquero
dirigiéndose
de
inmediato a las oficinas del banco. Durante el trayecto, Joel se sintió
inexplicablemente
tranquilo y confiado, aunque por más que lo intentó y se esforzó en conseguirlo, no pudo alejar de su mente la imagen de la casa mágica y el contenido del repetido 318
letrero
que
había
El Vendedor de Felicidad
dentro:
“LA
FELICIDAD
TIENE UN PRECIO”. “Bella expresión” –pensó– pero…
no
significado.
comprendo ¿Cuál
será
su el
mensaje? Se preguntaba una y otra vez Joel, mientras el taxi avanzaba con lentitud en medio del congestionamiento vehicular de las horas pico. Reflexionó nuevamente
y
se
dijo:
¡Tonterías! Nada de lo que he 319
Juan M. Taveras
visto tiene sentido. ¡No pensaré más en ello!
320
El Vendedor de Felicidad
9
Eran pasadas las seis de la tarde cuando Joel llegó de nuevo al banco y todavía la mayoría de sus empleados trabajaban en el cuadre
de
las
febriles
actividades del día. Con su fe robustecida
y
inexplicablemente
ánimos renovados,
fue directo al despacho del 321
Juan M. Taveras
gerente. Se sentó y exhibiendo una gran tranquilidad porque el torbellino mental que lo había aturdido con desquiciantes ideas derrotistas, había
cedido su
lugar a nuevas ideas que abrían su psiquis a nuevos horizontes, se disponía a formular algunas preguntas, cuando el gerente lo interrumpió y dijo: –Su esposa lo ha llamado varias veces indagando sobre su 322
El Vendedor de Felicidad
paradero y en su voz se notaba muy agitada. –Ya sabe usted como son las mujeres. Se alarman fácilmente. –Pero igualmente lo han estado llamando insistentemente de la oficina matriz en la capital y desde otras sucursales del país.
El señor
llamado
Torrijos
varias
ha
veces
preguntando también por usted. A todos
informé,
en
todo 323
Juan M. Taveras
momento, que lo vi pasar por el banco pero que usted no se detuvo. –Estuve por ahí indagando algunas cosas –dijo entre dientes Joel intentando justificarse– Y agrego algo indeciso: –Deseaba percatarme de la percepción que tiene el público sobre nuestro banco y de la probable
razón
malintencionado 324
del
rumor
lanzado
por
El Vendedor de Felicidad
alguien de la competencia con fines de hacernos daño. –Actuó
muy
bien
señor
Presidente y……, –Nada de eso importa ahora –Interrumpió
calmadamente
Joel– Lo único importante es conocer la situación del banco en Santiago. –Prácticamente no recibimos ningún depósito durante todo el día. Pero felizmente pudimos 325
Juan M. Taveras
atender todas las demandas de retiro
–expuso
visiblemente
el
gerente
satisfecho.
Y
agregó: –Tal vez por esa razón, a eso de las tres de la tarde, muchas de las personas que estaban en fila para retirar sus ahorros, empezaron a marcharse y para eso de las cuatro y treinta las filas habían desaparecido por completo. 326
El Vendedor de Felicidad
– ¿Dice usted que a eso de las
tres
todo
empezó
repentinamente a cambiar? Preguntó
Joel–
algo
intrigado, porque a esa hora – recordaba con absoluta certeza– él estaba dentro de la casa mágica. – ¡Sí! ¡Así ocurrió en efecto! Contestó el gerente, algo extrañado frente a la palidez repentina mostrada por el rostro 327
Juan M. Taveras
de
Joel.
Y
agrego:
–
Aproximadamente a esa hora las filas empezaron a disminuir hasta extinguirse totalmente. Sorprendido de aquel cambio inesperado que había tenido efecto justamente mientras se encontraba dentro de la casa mágica letrero:
indagando “LA
sobre
el
FELICIDAD
TIENE UN PRECIO” Joel, movido 328
por
un
impulso
El Vendedor de Felicidad
incontenible, ordenó llamar a la casa matriz en Santo Domingo para informarse de la situación general
de
la
institución,
recibiendo de boca de su propio vicepresidente
ejecutivo
un
informe exactamente igual al producido por el gerente de la sucursal de Santiago. Todo, pues, parecía haber cambiado como por arte de magia. 329
Juan M. Taveras
¡Qué había ocurrido! ¡Cuáles fuerzas misteriosas se habían movido en la sombra para producir
aquel
cambio
inexplicable! El banquero en apuro no lo sabía todavía, ni podía comprenderlo, porque no conocía aún, o mejor dicho, porque no creía en el inmenso poder de las leyes que rigen la mente y no sabía ni podía entender 330
tampoco
por
qué
El Vendedor de Felicidad
fuerzas extrañas trabajaban en su favor. Su excitación, por el cambio inesperado, era tal que había olvidado por completo, al igual que el gerente, que había un chofer de taxis que esperaba por su
paga
permanecía
y
un
carro
descompuesto
que y
abandonado en un lugar desierto y solitario. El gerente pagó al taxista y diligenció en seguida 331
Juan M. Taveras
una grúa que envió junto al mismo chofer de taxis para rescatar el Cadillac del lugar donde se había estropeado. Dos horas después, el auto del Presidente estaba depositado en el parqueo del banco para ser reparado al siguiente día. Poco después de las nueve de la noche, el gerente del banco llevo a Joel al hotel donde normalmente se hospedaba. Se 332
El Vendedor de Felicidad
registró. Cenó ligero y poco antes de las once se acostó, como era su costumbre. Pero, una vez más, no pudo conciliar el sueño. Las imágenes de todo lo ocurrido ese día le parecían inexplicables: el viaje rápido a Santiago; el haberse dirigido, sin saber por qué, hacia un solitario bosque
en
las
afueras
del
pequeño poblado de Tamboril, lugar donde nunca había estado 333
Juan M. Taveras
y el cual apenas conocía de referencia; el daño sufrido por su vehículo justamente en la cercanía de aquel misterioso casón en medio de un bosque solitario; aquel primer letrero de “VENDO FELICIDAD, siga la flecha”
y luego el ultimo
repetido
en
todas
las
habitaciones de la gran casa: “LA FELICIDAD TIENE UN PRECIO”; 334
la
ayuda
El Vendedor de Felicidad
desinteresada de un desconocido en el momento en que más la necesitaba
y,
desconcertante:
lo el
más cambio
inesperado en la situación del banco
y
la
consiguiente
confianza infinita que en él había nacido en el sentido de que la crisis de su institución había
terminado,
eran
demasiadas cosas para un solo día.
En
medio
de
tantas 335
Juan M. Taveras
emociones era difícil conciliar el sueño. ¿Todo esto en un solo día? – Se
preguntaba
repetidamente
Joel, sin encontrar respuestas satisfactorias. Pasó horas sin poder dormir y en actitud inquisitiva hasta que arribó a la conclusión de que fuerzas ocultas que no podía explicar ni entender, habían actuado para transformarlo todo. 336
El Vendedor de Felicidad
– ¡No soy creyente! ¡No, no lo soy en absoluto! Porque no me gusta ser manipulado por nadie –se dijo con el cerebro en desorden–
para
terminar
agregando: “Pero debo admitir que la mano de Dios ha estado, sin dudas, detrás de todo esto” El banquero ignoraba para entonces, que todas las fuerzas que deciden la felicidad del ser 337
Juan M. Taveras
humano provienen del poder creador de la mente y que son producto
del
pensamiento
consciente. Aún no sabemos con certeza qué es el pensamiento. No podemos verlo ni analizarlo, pero podemos averiguar cómo trabaja y aprender acerca de las maravillas que el pensamiento consciente nosotros,
338
puede
obrar
trayendo
en paz,
El Vendedor de Felicidad
felicidad,
armonía,
salud
y
libertad a todo nuestro ser. El día siguiente, jueves 29 de octubre,
el
banco
operó
normalmente. El viernes 30, Joel, alegre y confiado como nunca en el porvenir de su banco, se levantó antes de las seis de la mañana dueño de un vigor que superaba las fuerzas del universo. Se sentía repleto de energía positiva. Su mente 339
Juan M. Taveras
veía ahora un banco fuerte, consolidado, en crecimiento y dueño
de
promisorio.
en
un
futuro
Las
leyes
del
pensamiento cósmico trabajaban silenciosamente
en
pos
de
materializar aquella máxima de la doctrina cristiana: “Hágase según tu fe”. Joel fue el primero en llegar al banco aquel viernes 30 de octubre. Unos minutos después 340
El Vendedor de Felicidad
llegó el gerente, luego todo el personal y el día de trabajo comenzó como de costumbre: varias
personas
haciendo
depósitos, otros retirando dinero y los menos procurando algún negocio
bancario.
transcurría
El
como
día había
comenzado: sin novedad. Igual ocurría en todo el país. Los negocios
del
banco
inexplicablemente,
se
DLF, habían 341
Juan M. Taveras
normalizado y frente a la nueva situación, Joel entendió que debía regresar a Santo Domingo ese mismo día en la tarde. El Cadillac había sido reparado y solo faltaba ir al hotel a recoger las escasas pertenencias que había traído, pagar la cuenta y emprender el viaje de regreso. En las primeras horas de la tarde, ya el banquero estaba en camino a Santo Domingo. 342
El Vendedor de Felicidad
Subió
lentamente
la
empinada cuesta que da al Monumento a los Héroes de la Restauración; cruzó frente al Hotel Matún y en el momento en que se disponía a tomar la autopista que lo llevaría directo a la capital dominicana, dio un brusco viraje hacia la derecha y se
detuvo
impactado
sobresaltado por
la
e
visión
instantánea de aquel letrero que 343
Juan M. Taveras
había visto antes en el bosque: “VENDO FELICIDAD. Siga la flecha” Con el corazón a mil y la respiración entrecortada, Joel se desmontó bruscamente de su auto,
buscó
en
todas
las
direcciones, peinó con mirada de espanto prácticamente todo el lugar, pero no vio ni percibió nada.
344
El Vendedor de Felicidad
Revisó con clama, una vez más, toda el área pero no encontró absolutamente nada. Entonces
se
dijo:
¡Espejismos de la mente! ¡No ha sido nada! Seguiré mi camino.
345
Juan M. Taveras
346
El Vendedor de Felicidad
10
Volvamos al Coronel Fouché y a sus dos hombres quienes, faltando diez minutos para las seis de la tarde del martes 3 de noviembre, penetraron a las oficinas de la sucursal del Banco DLF en Santiago y de inmediato entablaron trivial
una con
conversación el
gerente 347
Juan M. Taveras
esperanzados en obtener alguna información
útil
que
les
permitiera orientarse sobre la misteriosa
desaparición
del
Presidente
del
sin
banco,
despertar sospechas. – ¿Tengo entendido que las actividades del banco se han normalizado
por
completo?
–Inició Fouché– como quien no quiere la cosa.
348
El Vendedor de Felicidad
–Así es –respondió muy orondo y sonreído el gerente– Y agregó: –Hasta el miércoles de la pasada semana, yo no creía en milagros, mi coronel. ¡Pero lo ocurrido en nuestro banco ese día! ¡Eso sí que constituyó realmente
un
milagro
espectacular! Fouché
había
visto
demasiadas cosas como para 349
Juan M. Taveras
creer en milagros y, al escuchar al gerente, esbozó una sonrisa maliciosa, como para no dejar dudas de su escepticismo. Sin embargo,
le
era
preciso
adentrarse en el tema de los milagros porque de esa manera podía sostener una conversación sin despertar sospechas sobre la verdadera razón de su presencia en Santiago.
350
El Vendedor de Felicidad
–Me confieso un escéptico impenitente cuando se trata de esas cosas –expuso sin tapujos el coronel– –Aunque
mi
esposa
–agregó– que sí cree en esas cosas y participa de varias cadenas de oraciones, me jura que ha presenciado muchos milagros. De todas formas, me gustaría escuchar de su propia
351
Juan M. Taveras
voz en qué consistió ese milagro que tilda usted de espectacular. –Es un caso extraño coronel. ¡Un milagro! ¡Un verdadero milagro! Tan patético que con solo recordarlo se me pone la carne de gallina. El caso es que, como todos los aquí presentes sabemos, de un tiempo a esta parte, manos expertas tejieron y lanzaron un rumor infundado que 352
aseguraba
que
nuestro
El Vendedor de Felicidad
banco iba directo a la ruina. El infame rumor prendió en todo el país y ya para el miércoles al medio día, en todas nuestras sucursales se habían formado largas filas de clientes exigiendo la devolución de sus depósitos. La confusión era total en todas las
sucursales,
pero
muy
especialmente aquí en Santiago. La tarde del milagro, la presión crecía, el dinero se 353
Juan M. Taveras
agotaba y la vocinglería exterior era cada vez más amenazante e insoportable. En un momento sentí como si el mundo se derrumbaba sobre mí cabeza y llegué a temer por mi propia vida. El público estaba muy alterado y no teníamos ninguna fórmula
a
mano
para
controlarlo. El banquero pausó por un instante como si la simple 354
El Vendedor de Felicidad
recreación de aquel momento espeluznante
nublara
su
memoria. Fouché rompió la pequeña pausa: –Sé que de un momento a otro todo se tranquilizó, se rompió la fila y la gente volvió a sus
casas.
¿Qué
calmó
al
público, a su entender? – ¡Que otra cosa sino un milagro! 355
Juan M. Taveras
– ¡Si mi coronel! Créalo usted o no, un milagro salvó a nuestro banco de la hecatombe –dijo emocionado el gerente– mientras perdía su mirada en el horizonte mortecino
que se
dibujaba detrás de las montañas y cuyas siluetas lejanas, la joven noche empezaba a diluir. –
¡Interesante!
interesante! dientes 356
–Masculló
Fouché
sin
¡Muy entre mostrar
El Vendedor de Felicidad
ninguna
emoción–
mientras
sutilmente se esforzaba por llevar al gerente al terreno de decirle lo que le interesaba saber, sin despertar sospechas. –Aunque dispongo de poco tiempo, me gustaría conocer en qué consistió ese gran milagro. –Insistió de coronel. –Simplemente, visiblemente
–dijo–
emocionado
el
gerente, en que a eso de las tres 357
Juan M. Taveras
de
la
tarde
de
aquel
día
inolvidable, sin motivo aparente y sin
que ningún humano
interviniera, las largas filas de clientes
exacerbados,
inexplicablemente dispersaron.
se
¡No pasó nada
Coronel! ¡Juro a usted que nadie movió un dedo! Todos los empleados del banco, por el contrario, desesperados, 358
estábamos aterrorizados,
El Vendedor de Felicidad
prácticamente
sin
dinero
efectivo y habíamos perdido toda esperanza de detener el tsunami, cuando, de repente, todo cambió como por arte de magia. ¡Las filas simplemente desaparecieron! La gente se dispersó y el diluvio cesó sin que nadie supiera el por qué ni debido a qué. – ¡No es eso un milagro Coronel! –Recalcó con fuerza el 359
Juan M. Taveras
gerente– ¡No hay ninguna otra manera de bautizar a ese hecho inverosímil! ¡Créame coronel! –Tengo entendido que el Presidente del banco estaba aquí en esos momentos y. . . – ¡Oh… no mi Coronel! Lamentablemente
el
Señor
Presidente no estaba en el banco cuando ocurrieron los hechos.
360
El Vendedor de Felicidad
– ¡No!..... ¿No estaba en el banco?.. ¿Y dónde, entonces, estaba el señor Presidente? – ¡No lo sé realmente!.. Lo que
puedo
informar
con
absoluta certeza es que el señor Presidente había pasado por el banco a eso de las dos de la tarde. Aparentemente dio una vuelta a la cuadra y, tal vez impresionado por lo que vio, sorpresivamente se alejó sin ni 361
Juan M. Taveras
siguiera desmontarse de su auto. Andaba
aparentemente
porque
según
observado,
creo
solo, haber
el mismo señor
Presidente era quien manejaba su vehiculo. – ¿No le pareció rara su actitud? –Inquirió el Coronel. – ¡Bueno!.. ¡Qué sé yo! ¡En medio de un torbellino como el que teníamos en el banco a esa hora, apenas si presté atención 362
El Vendedor de Felicidad
al
presidente!
Lo
vi
e
inmediatamente me olvidé de que existía hasta que reapareció ya bien entrada la tarde. Para entonces lucía muy tranquilo y se limitó a pedirme un informe de lo ocurrido durante el día. Lo noté
muy
extrañado
al
percatarse de lo que había ocurrido.
Su
respiración
se
aceleró y me pareció algo nervioso.
Era
como
si
no 363
Juan M. Taveras
quisiera creer lo que le estaba informado.
Me
miraba
a
intervalos; movía la cabeza y hacia muescas extrañas mientras revisaba una y otra vez el reporte. Luego, me ordenó que llamara de prisa a la capital y de allí le informaron que todo se había normalizado. Procedió el mismo a llamar a todas las sucursales del país y en todas partes había ocurrido lo mismo. 364
El Vendedor de Felicidad
El
milagro
parecía
haberse
reproducido en todas partes con la
exactitud
de
una
copia
fotostática. – ¡Increíble! –Clamó Fouché con desinterés– ¡Milagroso!
–Diría
yo–
ripostó el gerente. –Pero tal vez no fue un milagro
sino
una
extraña
casualidad. –Dijo el Coronel–
365
Juan M. Taveras
–De todas maneras, si todo ocurrió como usted lo pinta, el asunto es bien difícil de explicar a la luz de la razón pura. – ¿Y qué ocurrió después? – Cuestionó,
visiblemente
inquieto Alex, uno de los dos hombres que acompañaban al coronel en su investigación, quien
había
seguido
la
conversación sin pestañar, a fin
366
El Vendedor de Felicidad
de no perder un solo detalle de la narración del gerente. Fouché lo cruzó con el rabo del
ojo,
como
reprocharlo,
si
no
quisiera por
su
intervención, sino por el tono ansioso
con
que
había
formulado la pregunta. Una indiscreción lo estropearía todo. –El contestó
señor
Presidente,
calmadamente
– el
gerente– sentado donde está el 367
Juan M. Taveras
coronel ahora, pareció calmarse y aceptar la realidad de que el vendaval,
inexplicablemente,
había cesado. Me preguntó si estaba preparado para el día siguiente y contesté que todo dependería de la demanda de efectivo
porque
nuestras
reservas estaban prácticamente agotadas.
El
Presidente
del
banco se percibía realmente tranquilo. 368
A
continuación
El Vendedor de Felicidad
realizó innumerables llamadas y a eso de las nueve de la noche me pidió lo llevara al hotel. Y ahí terminó aquel angustioso y milagroso día. El regresó al siguiente día. Se quedó durante todo el tiempo en el banco y el viernes salió con destino a Santo Domingo. Fouché
se
sintió
algo
frustrado. Creía haber perdido un
tiempo
precioso
sin 369
Juan M. Taveras
resultados favorables. Entendía que nada había sacado de la historia. Se paró de su asiento. Encendió un cigarrillo. Se dio un
paseíto
en
el
amplio
despacho del gerente, buscando la mejor manera de continuar el interrogatorio
sin
despertar
sospechas. – ¿Sucede algo coronel? –Lo noto inquieto.
370
El Vendedor de Felicidad
– ¡No, nada pasa! Es solo que me he quedado pensando en si lo ocurrido en el banco fue un milagro
o
una
casualidad.
Admito, sin embargo, que estoy un poco intrigado con la actitud inexplicable del Presidente de no detenerse pese a la situación alarmante de las largas filas frente al banco. La verdad es que no sé qué pensar y me gustaría saber que hizo el señor 371
Juan M. Taveras
Presidente durante la tarde del miércoles. Tal vez si visitó a algún poderoso hechicero y éste, con sus embrujos y conjuros, provocó el gran milagro que nos tiene a todos despistados. Todos
rieron
con
la
ocurrencia del coronel, excepto Alex, que con el ceño fruncido y en tono intrigante, dijo: –Hay algo que no encaja en la historia. 372
El Vendedor de Felicidad
– ¿Se podría saber qué? – Preguntó en seguida Fouché, esperanzado, tal vez, en que Alex encendiera alguna luz que le permitiera mirar hasta el fondo del túnel. –Seguramente
no
entendí
algo de lo relatado por el gerente. Pero lo cierto es que, al menos para mí, la historia está coja y me gustaría aclarar algo.
373
Juan M. Taveras
– ¡Si puedo lo haré con gusto!
–dijo
el
gerente
visiblemente intrigado. –El punto a considerar, es que conforme a lo dicho por usted, a eso de las nueve de la noche, llevó al Presidente del banco al hotel. –¡Así ocurrió en efecto! –
Entonces,
surge
la
siguiente pregunta: ¿por qué el Presidente prefirió que usted lo 374
El Vendedor de Felicidad
llevara al hotel, si tenía su carro parqueado aquí en el mismo banco? –
¡Oh!..
Ya
entiendo
perfectamente su inquietud y les ruego me disculpen por no haber referido a su debido tiempo algo que no consideré importante para destacar la ocurrencia del milagro que salvó al banco de la ruina. Lo que ocu. . .
375
Juan M. Taveras
Una llamada a su teléfono privado, obligó al gerente a interrumpir
su
relato.
Los
minutos siguientes fueron de intensa espera. La adrenalina contagiaba
el
ambiente.
La
tensión acortaba la respiración del coronel y sus acompañantes. La espera desesperaba a todos. Los pensamientos de los tres hombres se arremolinaban y auto devoraban como tormenta 376
El Vendedor de Felicidad
infernal tratando de adivinar la respuesta del gerente, mientras este conversaba tranquilamente con su esposa. Finalmente, el banquero
terminó
su
conversación y retomando el relato, dijo: –Ese día, pasadas las seis de la
tarde,
un
carro
público
destartalado, como la mayoría de
los
que
afean
nuestras
ciudades, se estacionó en el 377
Juan M. Taveras
parqueo del banco, lo cual me intrigó sobre manera, dada la situación por lo que estábamos atravesando. Inquieto y algo temeroso,
me
apersoné
de
inmediato al taxis y, para mi sorpresa, del carro chatarra se desmontó nada más y nada menos que el señor Presidente... Sin reponerme del asombro, le pregunté por su vehículo y me informó, tranquilamente, que su 378
El Vendedor de Felicidad
carro se había averiado en las afueras de un pueblecito al este de
Santiago
cuyo
nombre
desconocía. Y me ordenó me ocupara de enviar a buscarlo. Retuve al chofer del taxi a fin de que
el
mismo
llevara
el
remolque al lugar aproximado donde había quedado varado el auto del presidente. Por cierto que me olvidé del pobre chofer y lo hice esperar más de lo 379
Juan M. Taveras
debido hasta que al fin llegó la grúa que rescataría el carro del señor Presidente. Y ya para antes de que él me pidiera que lo llevara al hotel, su averiado Cadillac estaba depositado en nuestro parqueo. Fouché tenía lo que quería. Del relato, había surgido por fin una pista. Pasaban ya de las siete de la noche. El coronel y sus dos 380
El Vendedor de Felicidad
hombres
se
levantaron
sorpresivamente de sus asientos, dieron las gracias al gerente por lo interesante de la narración y se despidieron alegrando que en realidad su presencia en las oficinas de la institución, era haciendo hora a la espera de que alguien
relacionado
con
un
fraude contra el banco regresara a su casa para interrogarlo.
381
Juan M. Taveras
Los tres hombres salieron, sin pérdida de tiempo, de las oficinas
del
gerente
y
se
dirigieron al restaurant El Pez Dorado. Procuraron una guía telefónica
y
procedieron
a
llamar a todas las empresas de remolque existentes en la ciudad de Santiago de los Caballeros indagando sobre una grúa que había
remolcado
un
carro
Cadillar, último modelo, desde 382
El Vendedor de Felicidad
algún lugar cercano a tamboril hasta el parqueo del banco DLF en Santiago. Después de varias llamadas. La empresa Grúas Sanlúcar, respondió que ellos habían prestado el servicio pero que
el
gruero
que
había
remolcado el carro estaba de viaje
para
Puerto
Plata
rescatando otro vehículo y que, posiblemente, hasta
el
no día
regresaría siguiente. 383
Juan M. Taveras
Obtuvieron,
sin
pérdida
de
tiempo, el número del celular del gruero; lo llamaron varias veces
y
finalmente
lo
contactaron. El gruero describió con precisión el lugar de dónde había rescatado el carro del Presidente del banco, pero para entonces pasaban de las 9 de la noche
y
los
investigadores
consideraron imprudente e inútil irse a esa hora a Tamboril, en 384
El Vendedor de Felicidad
vista de lo solitario y boscoso del lugar descrito por el chofer de la grúa.
385
Juan M. Taveras
386
El Vendedor de Felicidad
387
Juan M. Taveras
11
Regresemos a Joel quien, con su carro en marcha, estaba decidido a regresar a Santo Domingo.
Sin
embargo,
sorpresivamente, en el ultimo minuto se detuvo, reflexionó brevemente y se dijo: “No resisto más. Me vuelve loco
la
curiosidad.
Estoy
obsesionado con el misterio que 388
El Vendedor de Felicidad
envuelve todo esto y debo interpretar, por la visión ultima del
letrero:
“VENDO
FELICIDAD. Siga la flecha” que el bosque, su enigmática casa o quien sea que esté detrás de todo esto, me están invitando a que los visite de nuevo y voy a complacerlos. No rechazaré tan intrigante invitación. Además, es viernes en la tarde y en Santo Domingo,
al
menos
de 389
Juan M. Taveras
momento, no tengo nada que hacer” Llamó a Sara por teléfono y le informó que se quedaría el fin de semana en Santiago para atender
algunos
asuntos
relacionados con los problemas del
banco. La tranquilizó
asegurándole
que
regresaría
domingo en la tarde o cuando mucho el lunes en la mañana, después de lo cual, enfiló su 390
El Vendedor de Felicidad
carro hacia la misteriosa casa mágica, decidido a seguir los hilos
de
aquel
complicado
misterio que lo empujaba, como a una ola, a averiguar el significado de tan singulares letreros. Cincuenta minutos después, se desmontaba de su flamante Cadillac y lo estacionaba debajo del mismo framboyán donde el depósito de aceite se le había 391
Juan M. Taveras
perforado. Caminó nuevamente los
1,500
separaban
metros del
que
lugar
lo
donde
inicialmente dejó su carro y se detuvo,
presa
excitación,
de
gran
al frente de la
enigmática casa, decidido a descifrarlo todo el misterio al precio que fuera. Se
acercó,
empujó
la
pequeña puerta que permanecía abierta como si lo estuviera 392
El Vendedor de Felicidad
aguardando, y penetró de nuevo al casón. Observó que, como había advertido antes, el primer cuarto
ubicado
en
el
lado
derecho del largo pasillo, estaba perfecta y totalmente iluminado, que no había nada en que sentarse pequeño
y
que
existía
mueblecito
un justo
debajo de un gran letrero que rezaba:
“LA
FELICIDAD
TIENE UN PRECIO” 393
Juan M. Taveras
Su curiosidad crecía a la par de su ansiedad. Estaba tan intrigado y nervioso que apenas si podía pensar. Pero se apoyó en la firmeza de sus propósitos y con gran esfuerzo orientó toda su
mente
a
descifrar
el
intrincado misterio. Se detuvo de
pies
frente
al
letrero
intentando descubrir cualquier indicio
394
que
le
permitiera
El Vendedor de Felicidad
comprender su significado. Pero nada percibió. Media hora después optó por sentarse en el suelo y centrar todo su entendimiento en la búsqueda del significado de aquel,
hasta
ese
momento,
enigmático letrero. Cerró los ojos y dejó que la guía interior que llevaba dentro se encargara de enseñarle el camino que debía
seguir
para
encontrar 395
Juan M. Taveras
respuesta a lo que buscaba. La infinita inteligencia que se anida en
lo
más
subconsciente,
profundo
del
obró
en
consecuencia y proporcionó al banquero la respuesta esperada. Tocado fugazmente por un rayo luminoso, se levantó del suelo con el impulso de un resorte que escapa de su prisión, y se dijo:
396
El Vendedor de Felicidad
“¡Oh Dios! ¡Qué torpe soy!, ¡debí
darme
cuenta
antes!
¡Ahora lo comprendo todo! Pues yo mismo he sostenido siempre que todo, absolutamente todo, tiene su precio y que ese precio hay
que
pagarlo
inevitablemente, razón de más para
suponer
que
el
más
preciado de todos los bienes: LA FELICIDAD, tiene también su precio y, naturalmente,
quien 397
Juan M. Taveras
desee ser feliz, debe pagar el precio de la felicidad” Convencido de que había encontrado la respuesta buscada, volvió rápidamente al auto, extrajo de su maletín una libreta de notas y regresó de inmediato a la casa mágica para anotar lo que, a su entender, era el PRECIO DE LA FELICIDAD.
398
El Vendedor de Felicidad
12
La Felicidad, anotó Joel en su libreta, es una mercancía escasa y, como todas las cosas que escasean, está en función del precio que cada uno esté dispuesto a pagar por ella. No confundas nunca felicidad con amor bien correspondido, con dinero en abundancia ni con 399
Juan M. Taveras
otras cosas materiales, porque la felicidad es mucho más que eso: ser feliz equivale a vivir en paz, saludable, sin odios, rencores, temores ni celos y lleno a plenitud
de
amor,
buena
voluntad,
seguridad, aplomo,
buen juicio y tranquilidad. Aun sin ser especialista en el tema de la felicidad, puedo asegurar que todo el que se apoye con firmeza en las diez 400
El Vendedor de Felicidad
reglas
que
a
continuación
detallo, habrá pagado el precio de la felicidad y tendrá la posibilidad de descubrir los mecanismos que le ayudarán a transformar convertirlo radiante
su en
de
vida una
amor,
para persona paz
y
seguridad: 1.- Amas a Dios y a tu prójimo.
401
Juan M. Taveras
2.- Perdonas a los que te hacen daños y ofenden. 3.-Actúas con convicción y fe absoluta en tus propósitos 4.- No temas a nada ni a nadie. 5.- Procuras en todo la abundancia y das a todo el que te pida. 6.- Procuras la paz que Jesús llevó y dejó a sus discípulos.
402
El Vendedor de Felicidad
7.-
No
busques
ser
comprendido sino comprender. 8.- No critiques ni juzgues al prójimo por sus defectos. 9.- No alimentes nunca tu mente con odios, envidias ni rencores. 10. Practicas la técnica 90/10 y serás libre y feliz por siempre. Cuando guiado por Dios, entendía Joel, hubo terminado de
escribir
sus
reflexiones 403
Juan M. Taveras
acerca del PRECIO DE LA FELICIDAD, volvió a su carro para guardar en su maletín la libreta escrita y regresar a la casa
mágica
segunda
para
puerta,
abrir
la
decidido
a
encontrar la explicación al por qué en cada habitación aparecía el mismo letrero. Pero cuando se disponía a guardar la libreta, decidió releer detenidamente las diez reglas que había escrito y 404
El Vendedor de Felicidad
cuya
observancia
pagan,
íntegramente, según lo entendía y acababa de escribir Joel, EL PRECIO DE LA FELICIDAD. Al leer y releer su contenido un
fuerte
estremecimiento
sacudió todo su ser al percatarse de lo que había escrito, pues no alcanzaba a entender cómo un materialista consumado como era él, que nunca había dado importancia ni puesto interés en 405
Juan M. Taveras
nada que tratara sobre temas religiosos,
excepto
algunos
versículos del nuevo testamento; un hombre que había hecho del dinero su único Dios y de Maquiavelo su mentor, pudo escribir aquel decálogo con expresiones y reflexiones que el mismo no podía comprender. Sintió que la misma inteligencia infinita, o lo que fuera, que lo había llevado allí, esas manos 406
El Vendedor de Felicidad
que habían salvado al banco y que lo habían traído nuevamente al
lugar
donde
ahora
se
encontraba, habían guiado su juicio
para
entendía
producir él,
aquel,
maravilloso
decálogo. Se
sintió
profundamente
conmovido y tocado por Dios como no lo había estado nunca antes, razón por la cual, se creyó en
el
deber
ineludible
de 407
Juan M. Taveras
procurar reajustar su vida en función decálogo escribir,
del que
contenido
del
acababa
de
comprometiéndose
consigo mismo a seguir sus enseñanzas al pie de la letra, pues si ese era el precio de la felicidad presidente
él, del
Joel banco
Fuertes, DLF,
estaba decido a pagarlo. Con la puerta de su auto entre abierta y las notas que 408
El Vendedor de Felicidad
acaba de escribir en su mano izquierda, reflexionó y se dijo a sí mismo: “Yo siempre lo he tenido todo: estudié en los mejores colegios y universidades, he disfrutado de salud, de riqueza y la sociedad me ha distinguido con toda clase de honores y privilegios. Sin embargo, justo ahora es cuando percibo con toda
intensidad,
que 409
Juan M. Taveras
regularmente me siento hueco e inconforme y que cada día vivo la realidad latente de un vacío existencial
confuso
e
intolerable. Me creía un hombre razonablemente feliz amparado en mi riqueza, pero no lo soy. Ni siquiera he podido, pese a todo mi poder, controlar a mi familia: mi esposa y yo, desde hace años solo aparentamos lo que no somos; mi hija mayor se ha 410
El Vendedor de Felicidad
divorciado en tres ocasiones; mis hijos varones no parecen interesados más que en carros de lujo y en francachelas inútiles. ¡No! ¡Por Dios que no! ¡Yo nunca he tenido paz ni he conocido
efectivamente
la
felicidad! ¡Pero juro que la buscaré y pagaré su precio!
411
Juan M. Taveras
412
El Vendedor de Felicidad
413
Juan M. Taveras
13
Más decidido y motivado que nunca a pagar el precio de la felicidad, Joel regresó a la casa mágica para seguir las sendas de aquellos misteriosos caminos, que prometían conducirlo al más buscado y preciado de los puertos. Entró, abrió la segunda puerta, esta vez a la izquierda 414
El Vendedor de Felicidad
del
pasillo,
encontrando
la
misma iluminación que en la primera, un pequeño mueblecito escritorio y un nuevo letrero que decía: “LA FELICIDAD ES UN ESTADO MENTAL” Notó el cambio en seguida, y se dijo así mismo: “¡Vaya, vaya!.. ¡Un nuevo letrero!.. Si no es visiones lo que veo, es evidente que la magia aquí tiene 415
Juan M. Taveras
poder
hasta
para
cambiar
letreros” Y para asegurarse de que lo que veía no eran fantasías creadas
por
su
confundido
cerebro, abrió la tercera puerta y todo estaba igual que en la anterior. A continuación abrió todas las puertas a ambos lados de la casa y en cada habitación había ahora el mismo letrero:
416
El Vendedor de Felicidad
“LA FELICIDAD ES UN ESTADO MENTAL” Le era difícil entender quién podía hacer cambios en una casa deshabitada. Pero ya se estaba acostumbrando a las sorpresas y a lo inesperado. Algo le decía en su interior que todo estaba planeado. Que se trataba de un plan orientado a un fin donde él, Joel Fuertes, era el centro de todo. 417
Juan M. Taveras
“¿Pero un plan de quién? ¡Tal vez he sido elegido para algo!
¿Pero por quién y para
qué? ¿A caso por Dios? ¡Me resisto a creer que la divina providencia escoja a un ser como yo para nada! Mi fe ha sido siempre de hojas secas, aunque debo admitir que mis creencias se han fortalecido en las últimas horas tal vez como respuesta emocional a todo lo 418
El Vendedor de Felicidad
que me ha ocurrido en los últimos cuatro días. Atrapado en las redes de esas incomprendidas
reflexiones,
regresó a la primera puerta. Entró. Se sentó en el duro suelo. Apoyó sus espaldas en la pared. Cerró los ojos y empezó a meditar
sobre
este
último
letrero: “LA FELICIDAD ES UN ESTADO MENTAL”… 419
Juan M. Taveras
Repetía, en voz alta, una, otra y otra vez la lectura de la oración subiendo cada vez más el tono de voz buscando en su mente
subconsciente
la
respuesta deseada. Al cabo de unos
treinta
minutos
de
profunda meditación, se levantó súbitamente del suelo. Leyó nuevamente el letrero, y se dijo: ¡Cierto!
¡Es
absolutamente
cierto! La felicidad es un estado 420
El Vendedor de Felicidad
de la mente y reside en nuestra naturaleza interior. Es lógico suponer entonces –razonó – que si alcanzamos a comprender como
funciona
la
mente,
podremos ser tan felices como deseemos serlo. Una verdad,
vez
aceptada se
esta
cuestionó
sobresaltado e inquieto: “Acepto sin reservas que la felicidad es un estado metal, 421
Juan M. Taveras
pero… ¿Y cómo funciona la mente?” Comprendió al instante que sin entender el funcionamiento de la mente, le sería difícil aceptar el axioma de que la felicidad es un estado mental. En ese preciso momento, Joel fue presa de un desconcierto total. Sabía perfectamente que sus conocimientos acerca de la mente eran escasos y que, pese a 422
El Vendedor de Felicidad
sus
muchas
lecturas,
y
jamás
abundantes se
había
interesado por la psicología ni mucho menos por la psiquiatría. Nunca
tuvo
razones
para
hacerlo. Había escuchado, en conversaciones nada profundas con sus amigos médicos, que la psiquiatría se especializa en la prevención, diagnóstico,
evaluación, tratamiento
y
rehabilitación de los trastornos 423
Juan M. Taveras
mentales. Pero nunca se había interesado en los problemas de la mente. Más bien tenía la impresión, como la mayoría de la gente, de que los asuntos relacionados con la mente son cosas de locos. Así pues, el banquero parecía atrapado y sin salida. Unos instantes antes había
creído
descifrar
el
mensaje del letrero, pero sin llegar 424
a
comprender
el
El Vendedor de Felicidad
funcionamiento de la mente, realmente se encontraba mucho más distante del punto donde había empezado todo. Decidió, circunstancias,
dadas
las
salir
un
momento de la casa mágica para ir en busca de agua, algo de alimento y, sobre todo, de aire fresco
que
reflexionar.
le
ayudara
Mientras
a se
encaminaba lentamente hacia el 425
Juan M. Taveras
cercano poblado de Tamboril, por un instante se sintió tentado a
abandonar
la
colosal
y
complicada empresa en la que, inexplicablemente,
estaba
involucrado.
Sabía
perfectamente escasos poseía
que
con
conocimientos sobre
los que
filosofía,
psicología y psiquiatría, nunca entendería el funcionamiento de la mente. “En el fondo –pensó– 426
El Vendedor de Felicidad
la
mayoría
de
los
libros
motivacionales que he leído tratan básicamente sobre control mental. Los autores de esos libros, empezando por el propio Norman
Vicent
Peale,
considerado como el creador de la
teoría
del
pensamiento
positivo, base angular de los libros
motivacionales,
utiliza
diversos medios para lograr sus fines. Pero sus medios son 427
Juan M. Taveras
puramente
subjetivos
limitan a
enseñarte que si
controlas
tu
y
mente
y
se
tus
pensamientos, tienes ganada tu lucha por alcanzar la felicidad. Pero eso es todo. De manera que al no tratar mentales
con
los problemas la
amplitud
debida, millones de gentes como yo, que leen esos libros, no terminan
preparados
interpretar
debidamente
428
para los
El Vendedor de Felicidad
procesos mentales. De ahí que, pese a mis muchas lecturas, no sé prácticamente nada sobre la mente” La confusión reinaba en su ser
y
mientras
recorría
el
trayecto de ida y vuelta que lo llevó a comprar alimentos al colmado que estaba al cruzar el pequeño y sediento riachuelo, entró en profunda reflexión y su mente, atrapada en un obscuro 429
Juan M. Taveras
laberinto parecía
de
indecisiones,
orientarlo
abandonara
a
que
totalmente
empresa
en
la que,
misteriosamente,
estaba
sumergido hasta la coronilla. “¡Sii! ¡Es evidente que lo que hago no tiene objeto!.. ¡Definidamente todo y me negocios!”
430
abandonaré vuelvo a
mis
El Vendedor de Felicidad
Pero cuando todo parecía decidido,
reflexionó
nuevamente: “Pero si abandono ahora no habré pagado el precio de la felicidad y nunca sabré si es o no cierto que se puede ser feliz. Además, todo esto luce tan interesante y prometedor que sería una mezquindad de mi parte abandonarlo todo solo porque de momento no tengo 431
Juan M. Taveras
conocimientos
de
cómo
funciona la mente. En todo caso, esos conocimientos los puedo conseguir más adelante. ¡No!, ¡No me iré! ¡Seguiré adelante! Además, deseo saber hacia dónde me empujará la ola que inexplicablemente me ha traído
hasta
este
solitario
santuario del misterio. ¡Seguiré, pues, cabalgando al precio que sea!” 432
El Vendedor de Felicidad
433
Juan M. Taveras
434
El Vendedor de Felicidad
14
Determinado a enfrentarse a todo
para
desentrañar
los
grandes misterios encontrados a su paso, regresó a la casa mágica. Abrió de nuevo la puerta y penetró a la habitación donde antes se encontraba. Se tendió sobre sus espaldas en el duro suelo decidido a meditar sobre los asuntos de la mente. 435
Juan M. Taveras
Notó entonces, que debajo del letrero “LA FELICIDAD ES UN
ESTADO
MENTAL”
había ahora, encima el pequeño mueble escritorio, un sobrecito blanco de tamaño normal, que no
había
impresión
visto fue
antes. tal,
que
La el
banquero dio un salto acrobático que desafiaba sus posibilidades físicas;
tomó
impaciente
el
pequeño sobrecito en sus manos 436
El Vendedor de Felicidad
temblorosas
y
quedó
virtualmente paralizado al leer lo que sigue: Al elegido: Sus manos Con entrecortada
la y
respiración su
corazón
latiendo a máxima velocidad, el confundido banquero abrió el sobrecito que tenía en sus manos, encontrando dentro
el
siguiente mensaje: 437
Juan M. Taveras
¿Extrañado Joel? De seguro que lo estás y mucho. A tu mente han de estar acudiendo ahora infinidad de preguntas que de momento no tienen respuestas. Por ahora, sin embargo, debes conformarte con saber que has sido ELEGIDO para entregar al mundo el más grande, poderoso y exquisito mensaje jamás difundido ni 438
El Vendedor de Felicidad
puesto en conocimiento de la especie
humana.
Te
será
revelado el gran secreto de la felicidad para que tú, Joel Fuertes, emulando a Prometeo, entregues a tu especie una nueva antorcha con la luz del conocimiento... Desde
hoy
recibirás
lecciones que poco a poco transformarán por completo tu visión del mundo y te permitirán 439
Juan M. Taveras
percibir y comprender el poder creador de la mente y su relación
con
Entonces
la
felicidad.
alcanzarás
la
iluminación. Se incrementaran tus conocimientos y con ellos te liberarás
de
los
mitos
y
manipulaciones que por cientos de generaciones han impedido a los de tu especie trillar el verdadero felicidad. 440
sendero
a
la
El Vendedor de Felicidad
No te afanes por conocer los misterios que rodean todo lo que estas percibiendo porque es parte
de
tu
entrenamiento.
Tendrás,
además,
oportunidad
de
hacer
la las
preguntas que desees. Y no temas, que a partir de hoy, las poderosas
fuerzas
del
pensamiento cósmico estarán siempre contigo.
441
Juan M. Taveras
Nuestras
enseñanzas
no
estarán encaminadas a hacerte necesariamente
mejor,
humanamente hablando, pero si a hacerte más sabio dotándote de los elementos de juicios que precisas para comprender, en toda su vasta significación, el contenido y alcance del sublime mensaje de Sócrates: “Solo el Sabio es Feliz”. Al terminar tu entrenamiento, 442
te
habrás
El Vendedor de Felicidad
convertido en el vendedor más grande del mundo: “EL
VENDEDOR
DE
FELICIDAD” Con todo lo ocurrido a su alrededor, Joel estaba aturdido y desconcertado. No comprendía absolutamente nada de lo que pasaba ni mucho menos, ni siquiera
por
imaginarse
la
asomo, razón
podía de
la
extraña aventura en que estaba 443
Juan M. Taveras
inexplicablemente envuelto. Le era difícil imaginarse cómo de banquero,
de
fabricante
de
dinero, de símbolo acabado del más bajo perfil del capitalismo salvaje, podía transformarse en vendedor: en VENDEDOR DE FELICIDAD. El miedo, sin duda alguna, había invadido su ser. Estaba lleno de temor y asustado como nunca antes. Pero estaba, al mismo tiempo, 444
El Vendedor de Felicidad
decidido a todo. Quería poseer el Santo Grial de la felicidad y pagaría su precio, sin importar lo alto que éste pudiera resultar. No acababa de salir de su asombro
cuando,
repentinamente, y como salido de
la
nada,
apareció
una
imponente figura de poco más de 6 pies de estatura, de tez bronceada y dueña de una envidiable contextura física, que 445
Juan M. Taveras
con su rostro alargado y frente exageradamente
estrecha,
presentaba la apariencia perfecta de un diamante cuidadosamente bien tallado. A primera vista, parecía imposible asimilarlo a ninguna de las razas existentes en el planeta tierra. Empero, al observarlo con detenimiento, se podía apreciar que tanto el color de su piel como su aspecto en sentido general, denotaban una 446
El Vendedor de Felicidad
extraña mezcla de las razas humanas. El banquero pensó en seguida que este extraño ser, aunque con cara de diamante, bien podía resultar un auténtico precursor de la especie humana. Sin pronunciar palabras, el extraño se acercó al pequeño mueblecito; metió por debajo de su centro uno de los seis dedos de su mano derecha y, al instante, el mueblecito quedó 447
Juan M. Taveras
transformado
en
una
mesa
cuadrada con dos sillas de modernísimo estilo colocadas la una frente de la otra. El recién llegado se sentó de espaldas al letrero, ahora convertido en pizarrón y, con gesto amable, invitó a Joel a sentarse en la otra silla.
Sentados
mensajero fijamente
ambos
celeste, a
los
el
mirando ojos
del
sorprendido banquero, dijo, con 448
El Vendedor de Felicidad
voz melodiosa y en perfecto castellano: –Mi nombre es Akahim y por
mi
apariencia
habrás
deducido que no soy terrícola. En realidad formo parte de un grupo de maestros que hemos venido de un lejano planeta, muy similar a la tierra, con la expresa
encomienda
de
instruirte sobre cosas que debes saber para llevar a cabo la 449
Juan M. Taveras
misión para la que te hemos elegido. Sorprendido,
pero
desafiante, el banquero dijo: –Me gustaría saber quién me ha escogido, para cuál misión y por
qué
he
sido
yo
el
seleccionado de entre los 7,000 millones de seres que habitan nuestro planeta. –Sabrás y entenderás todo a su debido tiempo. De momento 450
El Vendedor de Felicidad
solo podemos informarte que somos originarios de Schwerta un sistema solar regido por una estrella muy similar a vuestro sol que orbita muy cerca de la estrella Épsilon Erídano, que se encuentra a poco más de diez años luz del planeta tierra y opera, igual que el sistema solar, dentro de la vía láctea justo en el centro de la constelación que
451
Juan M. Taveras
Ptolomeo bautizó con el nombre de Eridanus.
El presente esquema muestra la constelación Eridanus donde se encuentra Schwerta, nuestro planeta.
–Y tanto nosotros –continúo el extraterrestre– como otros 452
El Vendedor de Felicidad
seres inteligentes de planetas existentes vecinas
en a
constelaciones
Eridanus,
hemos
visitado el planeta tierra durante los
últimos
110
mil años.
Algunos visitantes han llegado hasta aquí en plan de conquista y han utilizado poderosas armas nucleares en procura de sus fines. Nosotros, en cambio, nos hemos impuesto la misión de llevar
conocimientos
a
los 453
Juan M. Taveras
mundos
cultural
tecnológicamente
y
retardados,
como es aún el planeta tierra. Podemos cuando embargo,
visitar lo
tu
planeta
deseemos, nuestras
sin visitas
regulares tienen efecto cada 26,000 años aprovechando el momento en que el sistema solar se interpone entre la tierra y el punto central de la vía láctea, momento en que esa alineación 454
El Vendedor de Felicidad
nos permite penetrar el gran agujero negro de la galaxia y viajar
a
velocidades
extraordinarias, muy superiores a la velocidad de la luz. Joel quedó paralizado. Le era difícil aceptar lo que oía. ¡Qué trasladarse
estos a
seres
puede
velocidades
superiores a la de la luz! ¡Pero eso es imposible! –Pensó Joel– con el entrecejo fruncido en 455
Juan M. Taveras
señal de incredulidad. Y sin poderse contener dijo: – ¿Me permite usted una pregunta? –Adelante, con tal que sea breve, asintió Akahim – ¿Dijo usted que además de ustedes, otros seres inteligentes han visitado también el planeta tierra? –Sí.
Muchas
veces.
contestó Akahim– Y agregó: 456
–
El Vendedor de Felicidad
–Para la época en que nosotros visitamos por octava vez el planeta tierra, hace aproximadamente 52 mil años, comprobamos que habitantes de un planeta regido por el sistema Sirio
habían
visitado
este
planeta antes que nosotros. Los sirianos estaban en busca de un lugar donde establecerse debido a que muchos de sus planetas se habían enfriado a tal punto que 457
Juan M. Taveras
eran prácticamente inhabitables. Pero se retiraron después de comprobar que el nivel de oxigeno del aire y la presión atmosférica de este planeta eran demasiado elevados para su estructura
orgánica.
Comprobaron además, que para modificar la atmósfera terrestre, de suerte que el aire se hiciera naturalmente
respirable,
necesitaban más de 100 años del 458
El Vendedor de Felicidad
tiempo
terrestre,
con
el
agravante de que al modificar la atmosfera, prácticamente
liquidarían a
todas
las
especies autóctonas del planeta tierra. Los sirianos visitaron muchas veces este planeta en su intento de encontrar un nuevo hogar. Finalmente desistieron, no sin antes relacionarse con terrícolas en el valle del Indo, en Mesopotamia, en la zona baja 459
Juan M. Taveras
del rio Yangtsé, en las alturas del
Machu
Picchu
y
muy
especialmente en los Montes Mandingas de África donde se relacionaron con los ancestros de los Dogones y les mostraron planos precisos de la ubicación interestelar del sistema solar sirio, de sus tres estrellas y de varios
de
circundantes.
460
sus
planetas
El Vendedor de Felicidad
–Me
–dijo
parece
Joel–
haber leído algo sobre los Dogones
y
sus
inexplicables
muchos
e
conocimientos
sobre el sistema Sirio, pero me parecían
especulaciones
sin
fundamento. –No son especulaciones Joel. Y puedo asegurarte que si los humanos se tomaran más en serio
ciertas
narraciones
comprobarían que algunos de 461
Juan M. Taveras
los pueblos más antiguos de África y Egipto conocían, desde hace muchos milenios, de las visitas de los sirianos al planeta tierra. Hubo muchas otras visitas que se esconden detrás de narraciones que los terrícolas continúan
desdeñando
sin
investigar. –Es difícil aceptar –enfatizó Joel– que los Dogones, una tribu que apenas ha llegado un poco 462
El Vendedor de Felicidad
más allá de la edad de piedra, haya recibido alguna vez la visita
de
civilizaciones
avanzadas. ¿Son los Dogones, como
creen
muchos,
descendientes de seres llegados del espacio, o son los restos de alguna civilización “avanzada” de la antigüedad? –Ni una cosa ni la otra, – respondió Akahim. En realidad, los Dogones constituyen una 463
Juan M. Taveras
especie autóctona del planeta tierra. Su contacto cercano con los sirianos se debió al hecho de que uno de los comandantes de estos últimos tuvo un grave accidente permanecer
que
lo
obligó
durante
a
varios
meses en la zona del planeta tierra
controlada
Dogones,
tiempo
por que
los el
comandante accidentado empleó para platicar con ellos sobre 464
El Vendedor de Felicidad
conocimientos
científicos
referentes al funcionamiento del cuerpo humano, al movimiento y posicionamiento de los astros en relación a los sistemas solar y Sirio y sobre otros temas que incluían la forma en que los sirianos
habían
logrado
organizar su sociedad sobre la base de la armonización como principio general de la cohesión social, en tanto renegaban de 465
Juan M. Taveras
toda contradicción. Los sirianos constituyeron, en su época, una de las principales civilizaciones de la vida láctea.
466
El Vendedor de Felicidad
467
Juan M. Taveras
15 –Tal vez con lo dicho por usted,
se
interrogantes
aclaren en
muchas
relación
al
misterio de los Dogones. Pero tengo otra inquietud que deseo aclarar. –adelante – ¿Dijo usted que pueden viajar a velocidades superiores a la de la luz? 468
El Vendedor de Felicidad
– Akahim asintió – ¡Pero viajar a velocidades superiores a la de la luz es imposible,
al
menos
para
nosotros los humanos! Nuestro Albert
Einstein
demostró,
en
ecuaciones
apoyado matemáticas
rigurosamente
científicas, que el límite superior de todas las velocidades en el universo es la velocidad de la
469
Juan M. Taveras
luz. ¿Estaba equivocado el gran genio de nuestra especie? –Einstein –repuso Akahim– desarrolló sus ideas a principios del siglo XX. más
de
cien
Y han pasado años
desde
entonces, los cien años, sin dudas, más fructíferos en el desarrollo humanos.
científico Y
la
de
los
verdad
comprobada es que demasiadas cosas han cambiado desde 1905. 470
El Vendedor de Felicidad
Además, Einstein formuló sus planteamientos
apoyado
fundamentalmente en la física clásica y, obviamente, solo tenía ideas
muy
remotas
de
las
enormes posibilidades de la física cuántica. Si observas, encontrarás que solo un siglo atrás,
ustedes
consideraban
imposible romper la barrera del sonido, entre otras cosas, por el comportamiento anómalo del 471
Juan M. Taveras
aire al ser perturbado a esa velocidad. Hoy empero, los modernos
jet
supersónicos
alcanzan velocidades muy por encima de la velocidad del sonido, todo lo cual te indica que la ciencia ficción de hoy es la realidad científica de mañana. A fin de darte una idea precisa de lo que pasa en tu mundo, tomaré como ejemplo el desarrollo de la velocidad 472
El Vendedor de Felicidad
para que aprecies la aceleración del progreso tecnológico y del conocimiento logrados por los humanos durante los últimos años. Observas cuidadosamente lo siguiente: 6,000 años antes de Cristo, el medio más rápido de transporte era la caravana de camello que se movía a una velocidad media de 12 km/hora. En 1600 A/C, con el uso del carro con rueda, 473
Juan M. Taveras
esa velocidad se multiplicó por 2.5 veces, o sea hasta 30 km/h, y se mantuvo como la máxima velocidad durante más de 3,500 años. Pero hace 131 años, o sea en 1880, y después de millones de
años
de
espera,
una
locomotora a vapor alcanzó la “fantástica,
la
asombrosa
velocidad”, como la bautizaron en su época, de 150 k/h. Sin embargo, ya para 1938, aviones 474
El Vendedor de Felicidad
ultrarrápidos
alcanzaron
velocidades de hasta 600 km/h. Es decir, en solo 58 años se multiplicó por 4 una velocidad que
costo
a
los
terrícolas
millones de años alcanzar. Y solo 9 años más tarde, o sea en 1947, se rompió por primera vez la barrera del sonido. Y ya en la década de los 60, los humanos alcanzaron velocidades de hasta 61,000 kilómetros por hora, 475
Juan M. Taveras
todo lo cual te enseña, que en solo 80 años, la fantástica velocidad de 150 k/h alcanzada por la milagrosa locomotora a vapor, se había multiplicado por 400 veces. He ahí lo que ha ocurrido en la tierra en términos de
velocidad
momento planteó
en la
a
partir
que
del
Einstein
imposibilidad
de
volar a velocidades superiores a la de la luz. ¿Puede alguien 476
El Vendedor de Felicidad
asegurar que el ritmo no se mantendrá e incluso que no se multiplicara
en
el
futuro
inmediato? –Admito magnificencia
en el
toda
su
tremendo
avance tecnológico que hemos alcanzado durante las últimas décadas medido en función de la velocidad, pero no puedo dejar de apuntar que la fantástica velocidad de 61,000 km/h, lo 477
Juan M. Taveras
que significa es 17 kilómetros por segundo. Valor ridículo si lo comparamos con la velocidad de la luz que se mueve a 300,000 km/s. Debemos admitir que la diferencia
es
sencillamente
abismal. Y si me lo permite usted –agregó Joel desafiante– me
gustaría
desarrollar
un
pequeño cálculo relativo a la distancia entre la Tierra y Eridanus. 478
El Vendedor de Felicidad
–Solo por esta vez –asintió pausadamente el maestro de Schwerta. –Tengo entendido que la estrella Épsilon Eridanus se encuentra a 10.5 años luz del planeta Tierra. –Así es –contestó Akahim. –Eso indica que para vencer esa
distancia,
los
terrícolas
emplearíamos aproximadamente 200 mil años viajando a nuestra 479
Juan M. Taveras
máxima velocidad de 17 km/s. Además,
si viajáramos a la
velocidad de la luz, meta que estimo muy lejos de alcanzar, necesitaríamos más de diez años para alcanzar las cercanías de Eridanus. Y no estoy seguro de que podamos mantener viva y cuerda toda una tripulación de humanos deambulando por el espacio, durante diez largos años. 480
El Vendedor de Felicidad
–No he asegurado –repuso Akahim– que viajar de una estrella a otra y recorrer las enormes
distancias
que
las
separan, sea tarea fácil. Pero no es imposible. Una prueba de ello es la presencia nuestra en el planeta tierra. Y aunque pueda parecerte
matemáticamente
improbable, nosotros hacemos el viaje Schwerta /Tierra, ida y
481
Juan M. Taveras
vuelta, en solo 28 meses del tiempo terrestre. – ¿Asombroso verdad?– ¡Sí que lo es! Y no te disculpes por tus
aprehensiones
negativas.
Nosotros comprendemos que la mente humana no está aún capacitada
para
aceptar
la
increíble posibilidad de que se pueda viajarse a más de un millón
de
kilómetros
por
segundo. A su debido tiempo los 482
El Vendedor de Felicidad
humanos
alcanzarán
esa
velocidad combinando cohete de antimateria, taquiones y técnicas vibratorias propulsora
de
alta que
energía darán
fundamento
a
teletransportación
del
la futuro
que, como la luz, parecerá instantánea.
483
Juan M. Taveras
484
El Vendedor de Felicidad
485
Juan M. Taveras
16
Joel guardó silencio, como si dudara
sobre
algo
de
lo
planteado por el extraterrestre. Suspiró hondo y dijo: –Me permite una última pregunta.
486
El Vendedor de Felicidad
–La última. No hay tiempo para más. –Einstein planteó también, que la masa de un cuerpo depende de la velocidad a la que se encuentre y postuló que a la velocidad de la luz ésta se hace infinita, imposibilitando de esa forma
desplazarse
en
esas
circunstancias. ¿Es incorrecta la deducción matemática del gran genio de nuestra especie? 487
Juan M. Taveras
–A la vista de la física tradicional
la
deducción
es
correcta, pero no a la luz de la física
cuántica.
Lo
que
realmente ocurre es que la masa sometida a altas velocidades se desintegra a intervalo, dando paso a un proceso que no puede ser entendido a la luz de la mecánica clásica. Para entender ese complejo proceso, es preciso que 488
los
terrícolas
avancen
El Vendedor de Felicidad
mucho más en el dominio de la física cuántica. Pensar, creer, hacer. Es la primera y más importante
lección
que
los
humanos deben aceptar. He ahí la
gran
posible
cuestión la
que hace
conquista
del
universo. Es por eso que mi encomienda principal es la de enseñarte a pensar. No a pensar simplemente, sino enseñarte a pensar filosóficamente. 489
Juan M. Taveras
El extraterrestre pausó por espacio de 20 segundos, como si quisiera dar tiempo a que Joel absorbiera lo que acababa de decir, después de lo cual agregó: – ¿Alguna vez te has detenido a pensar, el por qué y para qué existen
distancias
tan
exageradas entre los límites del universo si nunca podrán ser alcanzadas? Semejante pregunta nos hicimos los Schwertanos 490
El Vendedor de Felicidad
durante miles de años y solo alcanzamos a comprender el por qué,
cuando
entendimos
el
infinito poder creador de la mente, de lo que te hablaremos más adelante. Ahora, con tu permiso, debo entrar en materia y mi primera tarea será adiestrarte en temas ligados a la mente. Dentro
del
plan
de
entrenamiento que tengo a cargo 491
Juan M. Taveras
la misión de enseñarte a pensar filosóficamente y, sobre todo, la de enseñarte a diferenciar el mito de la realidad. – ¿Me instruirá usted sobre filosofía y religión? –Sí, pero no a nivel de maestría ni nada parecido. Más bien lo que intentaremos al esbozar esos dos importantes temas
será
llevar
conocimiento,
hasta
492
a
tu
dónde
El Vendedor de Felicidad
religión
y
filosofía
han
contribuido a la formación del inventario
mental
de
los
humanos. Y. como veras, no siempre para bien de tú especie. – ¿Existe algo en común entre filosofía, religión y mente? – Lo cierto es –respondió el extraterrestre– que existe una gran
relación,
muy
especialmente entre mente y filosofía. 493
Juan M. Taveras
Los primeros en advertirlo fueron los antiguos filósofos griegos,
al
primera
vez:
hombre?
preguntarse ¿Qué
arribando
por
es
el
a
la
conclusión, nada despreciable por cierto, de que el humano era un ser dual compuesto de un cuerpo material y un alma de naturaleza divina y espiritual. A partir de entonces las nacientes escuelas filosóficas se centraron 494
El Vendedor de Felicidad
en
torno
a
la
relación
cuerpo/mente, materia/espíritu, dando lugar al nacimiento de la filosofía que, a su vez, dio origen a la ciencia tal como los humanos la perciben en la actualidad. Y, con evidente pesar, el extraterrestre agregó: –Lástima que la veleidad del carácter humano haya permitido que la mitología y los cuentos de hadas 495
Juan M. Taveras
primaran sobre la ciencia por más tiempo del que nosotros originalmente Con
este
programamos. comentario
no
pretendo desmeritar los grandes aportes hechos por la mitología tanto para la formación de las grandes religiones como para el desarrollo de la propia filosofía. Lo que intento decir es que muchas narraciones y mitos antiguos fueron distorsionadas 496
El Vendedor de Felicidad
por la fantasía popular, que buscó y encontró en los mitos y en las viejas narraciones, el abrigo que necesitaban para cubrirse
del
miedo
a
lo
desconocido y para dar sentido a su ignorancia. – ¿Sugiere usted que los mitos no son del todo falsos? –Los mitos, por su propia naturaleza y origen sí, pero no todas las narraciones. Algunas 497
Juan M. Taveras
reproducen la historia verídica de hechos ciertos y narran la venida a la tierra de seres de otros planetas, como es el caso de los sirianos y su encuentro con los Dogones. Hay muchos otros casos como los aparecidos en el libro de Enoc, en
las
Crónicas de Akakor y en los libros “sagrados” del Ramayama y
el
Mahabarata,
cuya
antigüedad se remonta a más de 498
El Vendedor de Felicidad
3000
años
A.C.,
constituyen
y
que
verdaderas
revelaciones.
En esos dos
últimos libros, que son textos no revelados por dioses, ni por nada
que
aparecen
se
les
parezca,
narradas
ciertas
guerras llevadas a cabo entre “seres divinos”, es decir, entre seres venidos de otros mundos. Allí
aparece
extraordinario
narrado caso
de
el los 499
Juan M. Taveras
Vimanas,
experimentados
pilotos, que fueron los primeros en usar una bomba atómica en el planeta tierra. Y ese hecho nunca debió ser desdeñado por los humanos. Joel intentó continuar con el tema pero Akahim lo impidió y señaló a continuación: –Durante miles y miles de años ocurría en Schwerta algo similar a lo que ocurre hoy en el 500
El Vendedor de Felicidad
planeta tierra, solo que nuestra civilización era mucho más avanzada y disponía de recursos económicos
y
técnicos
prácticamente ilimitados. Pese a todo, vivíamos siempre en el vórtice
del
volcán
–Schwertanos
devorando
Schwertanos– nuestros descubrieron incapaces
hasta
padres que de
que
antiguos éramos discernir 501
Juan M. Taveras
correctamente
y
decidieron
manipular nuestro cerebro y enseñarnos a pensar, que es justo lo que nosotros intentamos hacer ahora con los terrícolas: enseñarlos a pensar. El problema en Schwerta era extremadamente porque
nuestros
complejo, remanentes
culturales se presentaban como obstáculos Entonces, 502
insalvables. nuestros
padres
El Vendedor de Felicidad
antiguos
se
decidieron
por
instalar miles de escuelas de desaprendizaje cuyo fin era limpiar la basura acumulada en la mente de nuestro pueblo, como resultado de decenas de miles
años
de
enseñanzas
fallidas. En Schwerta, antes creíamos a ciega en mitos tan absurdos como el de Prometeo, que narra la supuesta aventura de un titán que robó el fuego a 503
Juan M. Taveras
los dioses y lo entregó a los humanos. – ¡Tonterías, puras tonterías! –interrumpió Joel muy sonreído. –Sin embargo Joel, la única verdad es que los humanos abrazaban fervorosamente esas creencias absurdas, en tanto daban la espalda a narraciones como las aparecidas en el Vymaanica Shaastra, donde se describen 504
hechos
que
El Vendedor de Felicidad
difícilmente
podían
ser
inventados por los habitantes del valle del Indo de aquella lejana época. Otros
mitos
y
leyendas
igualmente absurdas, como el mito de prometo, han tenido incidencias
decisivas
en
la
conformación de la cultura y modo de pensar de notables comunidades y, en general, en todas las sociedades humanas. 505
Juan M. Taveras
En la mitología nórdica, por ejemplo, te encuentras con la leyenda del fiero y pintoresco Thor, tan famoso e influyente en el desarrollo de la
cultura
occidental, que un día de la semana
lleva
su
nombre:
Thursday, el día de Thor. La leyenda
de
ese
dios,
tan
venerado por los vikingos, es más exagerada aun que la de Prometo y muestra hasta donde 506
El Vendedor de Felicidad
una leyenda tonta puede influir decisivamente
en
el
comportamiento
de
los
humanos: Según la mitología nórdica, el titán Thor era dueño de
un
poderoso
y
mágico
martillo que cuando lo agitaba provocaba
truenos,
rayos,
relámpagos y la milagrosa lluvia que fertilizaba los suelos. En otras
palabras,
la
respuesta
mítica dada por los Vikingos al 507
Juan M. Taveras
por qué llovía era debido a que Thor agitaba su martillo, le daba cuatro martillazos a las nubes y en seguida llovía a cántaro. Absurda
creencia
que
no
impidió que el dios Thor fuera el más venerado por las tribus germánicas. De manera que cuando
no
llovía
y
las
calamidades caían sobre los humanos,
los
creyentes
presentían que algo malo había 508
El Vendedor de Felicidad
ocurrido con el martillo de Thor y actuaban para estimular a su dios mediante ritos y actos religiosos diversos que incluían la práctica de crueles sacrificios humanos. –Es
el
colmo
de
la
ignorancia–intervino Joel– y sin contenerse, agregó: –Me resulta bien difícil entender cómo la gente podía pensar y, peor aún, aceptar que un supuesto dios se 509
Juan M. Taveras
posaba sobre las nubes, las golpeaba repetidamente con un martillo
que
pesaba
varias
toneladas y que era por eso que llovía. –Por extraño que te parezca Joel, tanto en esas lejanas épocas como en el presente, la especie humana fue y continúa siendo ridiculamente adicta a los mitos y a las creencias más absurdas. 510
Como
se
dice
El Vendedor de Felicidad
popularmente,
los
humanos
tienen la cabeza llena de alas de cucarachas
y
prefiriendo mitológica
continúan
la a
científicamente
las
fantasía verdades
comprobadas.
Lo penoso de todo Joel, es que la mayoría de los humanos continúa,
en
la
actualidad,
creyendo que pueden librarse de sus enfermedades e incluso de la pobreza elevando plegarias a sus 511
Juan M. Taveras
diversos dioses. Y tienes ahí un vivo ejemplo de un remanente psicológico que como un garfio maléfico envenena de continuo la mente de tu especie. Y todo por falta de conocimiento. –Supongo –dijo Joel– que los Schwertanos tuvieron los mismos
problemas
culturales
que nosotros y me imagino que las escuelas para desaprender no 512
fueron
la
única
arma
El Vendedor de Felicidad
empleada
por
ustedes
para
romper la rigidez mental que les bloqueaba el entendimiento. Me gustaría saber qué hicieron para desbloquear la mente de su pueblo
subyugado
por
esas
infantiles creencias ancestrales. –Muy acertada pregunta. Y puedo asegurarte que, como lo supones,
las
desaprender
escuelas no
para fueron
suficientes. El camino recorrido 513
Juan M. Taveras
para
librarnos
subyugantes
de
esas
creencias
ancestrales, que tan dañinas resultan para para el desarrollo del conocimiento, fue largo y tedioso
porque
muchos
Schwertanos oponían la misma resistencia que oponen hoy los conservadores a todo lo que implique aplicar el desarrollo científico para modificar lo que la religión y la ética interesadas 514
El Vendedor de Felicidad
consideran recintos sagrados de la
divina
líderes
providencia.
religiosos
Los
son
los
mismos en todo el universo y en todas partes su misión es detener el
progreso
montado
sobre
falsas concepciones éticas y morales que el tiempo tarda demasiado tiempo en borrar. Pero… –cuestiono Joel en seguida: ¿Será posible a la especie humana librarse de las 515
Juan M. Taveras
ataduras mentales heredas de mil generaciones para apoyarse en la verdad y el conocimiento? –Todo dependerá –contestó Akahim– del sentido que los humanos atribuyan a la palabra verdad, que es siempre relativa, suele
ser
frecuencia
engañosa se
y
con
presta
al
mantenimiento de los absurdos e incluso
para
crear
nuevas
creencias absurdas. El caso de 516
El Vendedor de Felicidad
Aristóteles,
quie
sostenía,
equivocadamente por cierto, que los
hombres
no
son
naturalmente iguales, sino que unos nacen para la esclavitud y otros para la dominación. A consecuencia de esa “verdad emperica”
la
esclavitud
institucionalizada
y
fue
aceptada
como una verdad absoluta. La humanidad entera alabó y se apoyó en ese falso razonamiento 517
Juan M. Taveras
para justificar la esclavitud del hombre por el hombre. Lo extraño de todo esto Joel, es que en la actualidad está ocurriendo lo mismo que en el pasado y los humanos, montón siguen,
apoyados de
otros
como
en
un
absurdos ignorantes
impenitentes, dejándose engañar por manipuladores profesionales que se aprovechan de un mundo
518
El Vendedor de Felicidad
en
crisis
por
falta
de
conocimiento. – Es una gran fatalidad que los humanos debemos erradicar –dijo Joel
con voz fatigada,
como si quisiera disculparse por la levedad más que manifiesta de su especie.
519
Juan M. Taveras
520
El Vendedor de Felicidad
17 –Creo haber entendido – Cuestionó de nuevo Joel– que en
algún
momento
ustedes
manipularon y reprogramaron el cerebro y el ADN de nuestra especie. – ¿Estoy en lo cierto?
521
Juan M. Taveras
–Efectivamente
Joel.
Nosotros,
hará
aproximadamente 26 mil años, manipulamos, por segunda vez, el cerebro de los humanos e introdujimos modificamos
profundas a
su
ADN,
generando, de hecho, una nueva especie.
Con
anterioridad
habíamos hecho lo mismo, pero nuestra tecnología no estaba aún
522
El Vendedor de Felicidad
tan desarrollada y se presentaron fallas. – ¿Y que aconteció después de esa segunda manipulación? – – Que reprogramamos el cerebro humano para aumentar su volumen y para que se desarrollara
y
despertara
escalonadamente.
Como
resultado, quince mil años antes de Cristo, se produjo un súbito despertar y la vida del nuevo 523
Juan M. Taveras
hombre empezó a transformase como
por
Grandes
arte
de
magia.
acontecimientos
se
precipitaron en el tiempo y después de cientos de miles de años
de
ensayos
sorpresivamente
fallidos, la
luz
resplandece sobre las tinieblas y un impulso indetenible eleva el intelecto
humano
insospechados.
524
a
niveles
El Vendedor de Felicidad
–
¡Grandioso!
¡Verdaderamente grandioso! – Gritó emocionado el banquero. Esa manipulación responde, por si sola, miles de preguntas y explica, sobre todo, los grandes e inesperados saltos que de tiempo en tiempo surgen y activan el conocimiento de la humanidad. Akahim asintió. Y agregó: – Sin embargo, pasados algunos 525
Juan M. Taveras
miles
de
años,
pudimos
comprobar que si bien con la última intervención practicada al cerebro humano logramos modificar
por
inteligencia muchos
completo
de de
continuaron
tu
especie,
sus
hábitos
sin
cambios.
Descubrimos, al analizar problema,
la
que sus
el
instintos
primitivos, sus emociones y sentimientos se revelaron en una 526
El Vendedor de Felicidad
especie de sinergia evolutiva y dotaron al hombre de un sistema de
pensamiento
egoísta
y
defensivo que ha dificultado nuestro plan de llevar a tu especie por el camino de la concordia y de la felicidad. Queremos corregir ese error sin manipular de nuevo el cerebro ni el ADN. Y en esa misión estamos ahora en el planeta tierra. 527
Juan M. Taveras
–Si reflexionas sobre lo que acabo
de
Akahim–
–agregó
decir te
será
fácil
comprender que la erupción en la península griega, 700 años antes de Cristo, de los primero grandes filósofos, no fue un hecho
fortuito,
sino
una
consecuencia de esa segunda manipulación
a
que
fue
sometido el cerebro humano y el ADN de tu especie. De hecho, 528
El Vendedor de Felicidad
esos
primeros
constituyeron arquetipos
filósofos, verdaderos
de
la
nueva
inteligencia humana y fueron los primeros
en
cuestionar
seriamente las creencias sin fundamentos en que se apoyaba la teogonía infantil que reinaba en la época en que surgieron. Ellos empezaron por cuestionar y a reírse abiertamente de las muchas divinidades que existían 529
Juan M. Taveras
en el mundo griego de entonces, sosteniendo que los supuestos dioses eran demasiado parecidos a los hombres, que eran igual de egoístas y de tan poco fiar como ellos. Como resultado de esos primeros cuestionamientos, se llegó a pensar, por primera vez, que tal vez las
fantásticas
aventuras atribuidas a Prometeo, a Thor, a Zeus y a otros dioses creados por la mitología, no 530
El Vendedor de Felicidad
fueran más que imaginaciones humanas.
Jenófanes
de
Colofón, fue, 500 años antes de Cristo, el primer filósofo en criticó abiertamente, los mitos, la religión y la teogonía. Negó la inmortalidad de los dioses y rechazó la doctrina que concebía a Dios a imagen y semejanza del hombre. “Los seres humanos – decía el filósofo– han creado dioses a su propia imagen. 531
Juan M. Taveras
Creen que los dioses han nacido y que tienen cuerpo, vestidos
e
idiomas
como
nosotros. Los negros piensan que los dioses son negros y chatos, los tracios los imaginan rubios
y
con
ojos
azules
¡Incluso si los bueyes, caballos y
leones
hubiesen
sabido
pintar, habrían representado dioses con aspectos de bueyes, caballos y leones!” 532
El Vendedor de Felicidad
–Supongo –intervino Joel– cuyo estomago empezaba a descomponerse, que las ideas tan brillantemente expuestas por Jenófanes
cambiaron
por
completo la forma de pensar de la gente de aquella época. –No exactamente. Y, como te dije, es esa la principal razón por la que estamos de vuelta al planeta tierra. Las cosas no marcharon como nosotros las 533
Juan M. Taveras
preveíamos
al manipular
el
cerebro de los terrícolas. No olvides que la manipulación solo afectó la parte física del cerebro y quedaron intactos remanentes
mentales
que
continúan obstruyendo nuestro plan. Para tu tranquilidad, sin embargo, es justo reconocer que las ideas de Jenófanes tuvieron la virtud de agrietar, al menos, los viejos altares de la fantasía 534
El Vendedor de Felicidad
reeditada una vez más por el hombre
para
hombre.
Y
manipular esas
al
ideas
constituyeron la punta de lanza para iniciar el largo camino de liberar, en parte, la mente de los humanos de esas subyugantes e infantiles fantasías mitológicas. Y sobre todo, para enseñarlos a pensar todas
filosóficamente. maneras
reconocer
De
es
justo
también
que 535
Juan M. Taveras
Jenófanes, con sus ideas y cuestionamientos,
abrió
las
puertas del conocimiento. En lo adelante nunca más el hombre se tragaría los cuentos de hadas sin por lo menos cuestionarlos. –Pero tanto el cristianismo como el islamismo nacieron mucho
tiempo
después
de
Jenófanes –replicó el Elegido– –Muy buena Pero hablar 536
observación.
sobre
Jesús
y
El Vendedor de Felicidad
Mahoma no está en nuestros planes. El tema sería muy largo y serviría de poco a nuestros propósitos. Por
ahora, lo que
deseo establecer es que con Jenófanes, el nuevo hombre estrena la era del conocimiento. Una era en que todo es sometido a cuestionamiento. A partir de entonces las viejas ideas que daban por sentado que todo lo existente había surgido de “algo” 537
Juan M. Taveras
mágico o simplemente de la nada,
no
responder
bastarían a
los
para
miles
de
cuestionamientos planteados por los
filósofos.
empezaron
a
Muchos preguntarse
el
porqué de las lluvias, poniendo en dudas que fuera el martillo de Thor el que las provocara. Otros iban
mucho
más
lejos
al
preguntarse si era en verdad posible que las rocas, por si 538
El Vendedor de Felicidad
solas, se convirtieran en vacas, leones, elefantes y murciélagos o que el agua sola se transformara en peces y hasta en ballenas. Esos primeros filósofos querían explicar los cambios simples que observaban en la naturaleza apoyándose en la razón y no en los dioses y mitos creados por la imaginación hechiceros,
de
cuentistas,
políticos
y
sacerdotes manipuladores 539
Juan M. Taveras
–Constituyó,
sin
dudas,
–intervino Joel– un momento memorable para la humanidad, el surgimiento de los filósofos. Me gustaría conocer algo sobre esa era milagrosa. –A eso voy –dijo el Akahim. Y aunque no dispongo de suficiente tiempo como para hablar detalladamente de esa era grandiosa, como sería mi deseo, te prometo que mañana intentaré 540
El Vendedor de Felicidad
un apretado resumen de las ideas que iluminaron el oscuro mundo en que vivía tu especie antes del advenimiento de los grandes filósofos. Luego, sorpresivamente, el extraterrestre dijo: –Hemos terminado por hoy. Pasan de las once de la noche y el reloj biológico de tu especie reclama descansar para reponer energía.
Vete
al
penúltimo 541
Juan M. Taveras
cuarto a la derecha del pasillo y allí podrás dormir cómodamente y tomar algunos alimentos. El extraño ser desapareció de la vista del banquero en la misma forma misteriosa como había
aparecido.
Schwertanos
dominaban
Los la
técnica para hacerse invisibles y para
materializar
sus
hologramas. La casa mágica
542
El Vendedor de Felicidad
constituía
un
perfeccionado
holograma materializado.
18
543
Juan M. Taveras
Cuando el elegido abrió la puerta de la habitación donde dormiría, una habitación más de las muchas existentes en la casa mágica,
se
sorprendió
al
comprobar que donde antes solo había un letrero que rezaba: “LA FELICIDAD ES UN ESTADO MENTAL”, había ahora un modernísimo
mobiliario
que
superaba en diseño y belleza a todos los que Joel había visto en 544
El Vendedor de Felicidad
cualquier parte del mundo. Pero lo más sorprendente era el hecho de que tanto la cama como los demás
objetos
muebles
que
integraban el mobiliario de la habitación,
parecían
suspendidos en el aire como si allí
reinara
un
estado
de
ingravidez total. Esa inexplicable situación,
hizo
recordar
al
banquero la extraña forma en que aparecieron las imágenes del 545
Juan M. Taveras
cerebro humano y del circuito integrado reflejadas en una de las paredes del salón de clases, sin que existiera una explicación lógica para tal aparición. Y al asociar aquello con lo que ahora veía,
el banquero llegó a la
conclusión de que los habitantes de Schwerta habían descubierto la forma, no solo de controlar las poderosas
fuerzas
gravitacionales, acomodándolas 546
El Vendedor de Felicidad
a sus necesidades y caprichos, sino la de hacer cualquier objeto invisible y también la forma de materializar técnicas hacer
los
que que
hologramas,
les los
permitirían objetos,
sin
importar su peso y tamaño, aparecieran
y
desaparecieran
como por arte de magia. Parecía como si dominaran a su antojo la teletransportación. Por más que
pensó,
Joel
no
pudo 547
Juan M. Taveras
entender
cómo
los
extraterrestres podían modificar la
relación
gravitacional
prácticamente a su antojo. Apoyado
en
esa
visión
empírica, el asombrado Joel, se dijo a sí mismo: – ¡Esta gente lo puede todo! ¡Para mí que son dioses! Frente a lo que veía, el banquero rebozaba de orgullo al acariciar la convicción de que un 548
El Vendedor de Felicidad
día, tal vez no muy lejano, su especie,
la
especie humana,
apoyada en el desarrollo de su poderoso
cerebro
y
de
supercomputadoras dotadas de memorias infinitas,
prácticamente podría
también
alcanzar los poderes de los alienígenos venidos de lejanos mundos. Extasiado en su visión y convencido de que el destino y grandeza del hombre estaban 549
Juan M. Taveras
más allá de toda imaginación, se acercó despacio al mueble de dormir y alargando su mano derecha, la deslizó lentamente por
debajo
costados
de de
los
cuatro
la
cama,
comprobando que ciertamente ésta flotaba en el aire sin que nada la soportara. Comprobó que igualmente flotaban todos los demás objetos existentes en la 550
habitación.
La
falta
de
El Vendedor de Felicidad
gravedad era total, pero él, sin embargo, se mantenía sobre sus propios pies sin que la falta de gravedad que percibía en la habitación lo afectara en nada. – ¡Eso no lo entiendo! –Pensó– La combinación de gravedad e ingravidez subsistiendo en el mismo espacio es físicamente imposible. ¿Se trata acaso de una aplicación real de la mueva y prometedora física cuántica? 551
Juan M. Taveras
¡Qué
maravilla!
¡Las
posibilidades en torno a estas increíble tecnología Schwertana son cautivantes! Sin embargo, no pensaré en ello, al menos por ahora. Es tiempo de dormir. Oró
como
lo
hacía
invariablemente cada noche al irse a la cama. No sabía desde cuándo ni porqué rezaba antes de acostarse siempre puesto de rodillas y con la frente 552
El Vendedor de Felicidad
inclinada sobre el colchón. Eran costumbres heredadas de sus
antepasados
y
simplemente había hecho todo el tiempo lo mismo, como si cumpliera mandatos genéticos o siguiendo siegas enseñanzas que jamás se cuestionaban. Esa noche, tal vez por primera vez en su vida, se sintió algo desconcertado
con
sus
hábitos. Sin dudas que en su 553
Juan M. Taveras
cerebro, impactado por las lecciones recibidas, surgían dudas que cuestionaban desde su inconsciente, no solo la validez de su hábito de rezar todas las noches antes de acostarse, sino sobre muchas imágenes que llegaban a su mente,
sobre
religiosas envolvían costumbres 554
enseñanzas
y
éticas a
que
muchas infundadas.
El Vendedor de Felicidad
Consideró,
por
un
breve
instante, que la historia que cuenta la biblia sobre Adán, Eva y el Paraíso, podía ser tan fantástica como el mito de Prometo o como la del dios Thor y su poderoso martillo. Con
su
momentáneamente
mente atrapada
en un nebuloso torbellino de dudas,
pensamientos
y
situaciones de muy difícil 555
Juan M. Taveras
asimilación, el banquero se acostó, pero no pudo conciliar el sueño. Sus instintos lo mantenían
en
guardia,
cuestionándose una y otra vez, acerca de todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor y que no podía comprender. Inquieto y sutilmente tocado por el siniestro fantasma del miedo,
Joel,
como
si
despertara de un fantástico 556
El Vendedor de Felicidad
sueño, se preguntó, con el corazón alborotado y casi a punto de brotar de su pecho: “Pero… ¿Y cuál es el significado
de
todo
esto?
¿Serán reales la casa mágica, los schwertanos y esta extraña habitación sin gravedad? ¿No estaré soñando? O peor aún: ¿No será que a causa de la ruina de mi banco, se han roto definitivamente las cuerdas de 557
Juan M. Taveras
mí equilibro mental y he terminado olvidado
depositado en
un
y
centro
psiquiátrico especializado al cual confundo, a causa de alguna
ráfaga
demencia,
con
pasajera una
de casa
encantada, cuando en realidad se trata de un hospital para locos? ¿No estaré, como el caballero de la triste figura, viendo gigantes 558
encantados
El Vendedor de Felicidad
donde solo existen molinos de viento? Tambaleante, como
derribado
inseguro y de
un
martillazo por el peso de las enormes
olas
que
estas
disquisiciones depositaban en su confundida cabeza, Joel se irguió con la fuerza de un cohete
espacial,
repitiendo
mentalmente una y otra vez:
559
Juan M. Taveras
– ¡Tengo que saber qué está
pasando!
saber
dónde
¡Tengo estoy!
que
¡Debo
responder a la tormenta de incertidumbres que nublan mi mente o perderé lo que me queda de razón! Salió
disparado
de
la
ingrávida habitación. Caminó tan rápidamente como pudo el extenso pasillo de la casa mágica. Buscó la única puerta 560
El Vendedor de Felicidad
que daba acceso al exterior. La abrió bruscamente y salió como loco al oscuro bosque sin ningún tipo de iluminación a mano. Estaba decidido a todo
para
encontrar
el
automóvil que había dejado estacionado a más de 1,500 metros del lugar donde se encontraba. “Si lo encuentro y lo toco saldré
de
este
mar
de 561
Juan M. Taveras
incertidumbres” una
y
otra
avanzaba
a
–se repetía
vez, tientas
mientras en
la
oscuridad. La visibilidad era cero, pero Joel estaba guiado e iluminado por
la
antorcha
instintiva de la necesidad. Era para
él
imprescindible,
decisivo, necesario y urgente, no solo encontrar, sino palpar e incluso acariciar su auto, 562
El Vendedor de Felicidad
que era, para
la
ocasión,
mucho más que un simple medio de transporte: era la evidencia física de que no estaba loco ni soñando. Era la manifestación inobjetable de la realidad confrontada con la fantasía creada por la mente cuando es atacada por los destructivos virus del temor y la duda.
563
Juan M. Taveras
Durante más de una hora Joel deambuló sin rumbo por el obscuro bosque guiado solo por su instinto. Y cuando finalmente encontró su auto, se abalanzó sobre él con el ímpetu y la emoción de un amo que encuentra a su perro perdido y lo colma de caricias interminables. Abrió una de sus puertas y se sentó frente al volante 564
El Vendedor de Felicidad
aferrándose al mismo como un náufrago que recibe una cuerda en el preciso momento en que todo parece perdido. Meditó un instante sobre todo lo que acontecía
en
su
alrededor
percibiendo horrorizado que sus dudas crecían en lugar de disiparse...
Se
sobrecogido por
sentía un miedo
insensato que lo drogaba y obstruía sus ideas. Por un 565
Juan M. Taveras
instante, ya envenenado su cerebro
por
la
creciente
inquietud del pensamiento, se sintió tentado a abandonarlo todo. Hablando consigo mismo, se dijo en alta voz: – ¡Al diablo con todo esto: con las clases de filosofía, con la
casa
mágica,
con
los
extraterrestres y con todas estas 566
virtualidades
El Vendedor de Felicidad
fantasiosas! Me voy a casa, a mis negocios, a mi banco que inexplicablemente he sacado de mi mente para dar cabida está
loca
olvidándome
aventura, de
mis
responsabilidades. ¡Me voy! ¡Sí, me voy ahora mismo y que termine todo de una buena vez! Era evidente que el miedo, ese necio grandulón gigante, 567
Juan M. Taveras
que como la sangre habita en cada rincón de nuestro ser, estaba
jugando
su
pérfido
papel de villano impenitente, arropando
la
mente
del
banquero con un manto de reflexiones instintivas capaces de bloquear las más intensas luces del entendimiento. Guiado voces interior: 568
por
poderosas
que tronaban
en su
El Vendedor de Felicidad
– ¡vete, vete pronto o lo perderás todo!, el afligido banquero puso en marcha el motor de su carro y echó mano llamar
de a
su su
celular esposa
para e
informarle que llegaría a casa en un par de horas. Pero no pudo. En la zona no había señal. Eran pasadas las dos de la madrugada y, como suele ocurrir cuando el azar juega 569
Juan M. Taveras
su
papel componedor,
ese
corto y milagroso intervalo dejó un pequeño resquicio a la reflexión serena y permitió que una tenue e impaciente luz, que esperaba tan solo que el viento la atizara y la hiciera subir por encima de su cabeza, penetrara su afiebrado cerebro obligándolo a formularse de nuevo la misma inquietud que cuando 570
descubrió
que
la
El Vendedor de Felicidad
felicidad
era
un
estado
mental: ”Pero si abandono ahora no podré pagar el precio de la felicidad y nunca sabré si es o no cierto que se puede ser feliz”. Además, deseo saber por qué he sido elegido por estos extraños seres, para convertirme en
VENDEDOR
DE
FELICIDAD. ¡No, definitivamente no me iré! Sé que mi decisión es la más 571
Juan M. Taveras
insensata que he tomado en mi vida. Pero no me detendré. ¡Seguiré adelante al precio que sea! Salió de su carro con menos entusiasmo que antes, pero no menos determinado a pagar el precio de la felicidad. Lo cerró y ayudado ahora por la pequeña luz de su celular, que alumbraba como un quásar en medio de aquel 572
solitario
y
tenebroso
El Vendedor de Felicidad
bosque, le fue fácil regresar a la enigmática penetrar
casa de
confortable
mágica
nuevo e
a
y la
ingrávida
habitación en que dormiría. Se acostó y cinco minutos después su cuerpo estaba completamente dormido, pero no así su cerebro, que es, sin dudas, el organismo rector
de
todos
los
que
componen el cuerpo humano y reina
sobre
el
conjunto, 573
Juan M. Taveras
protegido por una bóveda ósea, alojada en la cavidad craneal y apoyado por un ejército de 100 mil millones de
neuronas
activas. El cerebro es un universo en miniatura donde, al igual que en la bóveda celeste, acontecen los más insólitos hechos. Entre otras cosas,
el
cerebro
contiene
infinidades de agujeros negros que 574
devoran
constantemente
El Vendedor de Felicidad
nuestras
energías
y
la
transforman en pensamientos y hechos que, a
la postre,
orientan nuestra existencia. En zonas recónditas de nuestro universo cerebral se esconden, como en el cielo, los más ignotos secretos de la creación, pero
también
insondables laberintos sueño
e
misterios intrincados
existenciales. El constituye
un 575
Juan M. Taveras
impenetrable
misterio
que
emana de las profundidades de nuestro universo pequeño y conocerlo a fondo podría ayudar a los científicos a asomarse a nuestros
rincones
más
inescrutables. ¿Qué son exactamente los sueños? Nadie lo sabe con certeza misterio
y
esto en
aumenta
torno
a
el su
naturaleza. ¿Por qué continua 576
El Vendedor de Felicidad
activo el cerebro e incluso más activo mientras descansan los demás órganos del cuerpo? ¿Por qué, con frecuencia, el cerebro revela, durante el sueño, asuntos tenazmente
que
se
a
la
ocultan actividad
consciente? Esa noche, el cuerpo del banquero
se
durmió
plácidamente. Pero su cerebro, en cambio, permanecía más 577
Juan M. Taveras
activo que nunca analizando, clasificando,
ordenando
e
interpretando
la
cantidad de
informaciones,
hechos acumuladas
y
enorme
sensaciones en
ese
órgano
prodigioso durante aquel largo e inolvidable día. Después
de
horas
de
frenética agitación, tan pronto el cerebro consciente recesa, el inconsciente, activado por un 578
El Vendedor de Felicidad
transfer instantáneo, entra en acción y reproduce, a su manera, las emociones más intensas de las últimas 12 a 72 horas. De manera que Joel soñó con un montón
de
desordenadas
situaciones y
a
veces
disparatadas que encajaban en todo lo acontecido durante los últimos
tres
días
y
muy
especialmente con el último. Pero hubo algo en ese sueño que 579
Juan M. Taveras
no parecía encajar con nada de lo acontecido. Solo imágenes nubosas de una multitud de seres
sin
rostros,
quedaron
retenidas en el cerebro como parte de lo soñado. Fue algo así como
un
furtivo
viaje
al
infierno. Por eso, producto de ese sueño, cuando Joel despertó sentía un profundo malestar psíquico que lo noqueaba y oprimía su ser con la fuerza de 580
El Vendedor de Felicidad
una anaconda endemoniada que lo envolvía amenazándolo con cortarle el aliento.
581
Juan M. Taveras
582
El Vendedor de Felicidad
583
Juan M. Taveras
19
Las clases empezaron a las siete en punto de la mañana y Joel se sentía indispuesto y desinteresado, pero se esforzó por ocultar su estado emocional, en tanto Akahim reiniciaba el entrenamiento. El extraterrestre,
584
El Vendedor de Felicidad
que gustaba
de hablar sin
preámbulos, arrancó diciendo: –Ayer
hablamos
de
Jenófanes y de su aporte a la comprensión y caída de los grandes mitos griegos. Hoy veremos, muy brevemente por cierto,
importantes
ideas
expuestas por los más grandes filósofos de la antigüedad, así como los efectos de esas ideas en el desarrollo de la ciencia, de 585
Juan M. Taveras
la psicología y del conocimiento en sentido general. Y a seguidas agregó: –Tal vez sea cierto, como suelen creer los humanos, que tanto la filosofía como la religión persiguen alcanzar la felicidad del hombre. Esa visión simplista, sin embargo, no suple para ocultar las profundas diferencias que separan la una de la otra. Para la religión, por ejemplo, la 586
El Vendedor de Felicidad
verdad
tiene
un
carácter
determinista y absoluto. No se la puede
refutar,
verdades
porque
sus
constituyen
una
especie de sentencias divina. Para la filosofía, en cambio, ninguna verdad se reputa como absoluta. En consecuencia, en términos puede
filosóficos,
hablar
más
no
se
que
de
verdades relativas y de un acceso a lo verdadero por una 587
Juan M. Taveras
ascensión progresiva a través de la toma de conciencia de la propia
ignorancia.
Podemos
decir
entonces,
que
determinismo predomina
el
dogmático en
la
religión
mientras que en la filosofía, son las ideas vivas y en movimiento las predominantes. –De Akahim–
ahí
que
–continuó
500 años antes de
Cristo y producto del libre juego 588
El Vendedor de Felicidad
de las ideas que desde siempre ha caracterizado a la filosófica, surge en Grecia el gran filoso Parménides, sosteniendo que todo lo que existe en el universo es eterno, que “nada cambia” y que no se puede confiar en los cambios
que
perciben
los
sentidos. Suponía, igualmente el venerable filósofo, que no hay nada que se pueda convertir en algo diferente a lo que es 589
Juan M. Taveras
exactamente y aunque veía a la naturaleza transformarse día a día ante sus propios ojos, no se fiaba de la apariencia. Su razón le decía: “nada puede surgir de la nada”. –Heráclito Akahim–
–continuó
contemporáneo
de
Parménides, sostenía, por el contrario,
“que
nada
permanece, que todo cambia” y que no se debía confiar en las 590
El Vendedor de Felicidad
sensaciones. Pensaba el filósofo, que los cambios eran los rasgos más distintivos de la naturaleza. “Todo fluye” –decía. “Todo está en movimiento y nada dura eternamente”. Con estas ideas contrapuestas
se
inició,
de
hecho, la era del conocimiento. – ¿Te ocurre algo Joel? Te noto demasiado tranquilo. Joel no contestó. Inmóvil, petrificado y desfigurado por el 591
Juan M. Taveras
cansancio, Absorto
estaba en
ausente.
pensamientos
indescifrables. De hecho Joel no era Joel sino sus pensamientos que lo habían suplantado. – ¿Me sigues o no? Inquirió
Akahim
–
alzando
ligeramente la voz– –Le ruego me disculpe, pero lo cierto es que me siento psíquicamente
cansado,
deprimido y como un barco a la 592
El Vendedor de Felicidad
deriva. Es como si súbitamente hubiera perdido el interés en todo. Yo mismo no comprendo qué está pasando en mi mente. Oigo pero no entiendo. Tal vez si la
razón
de mi estado
emocional esté ligada a un extraño sueño que no puedo recordar
pero
que
inexplicablemente me mantiene anestesiado.
593
Juan M. Taveras
–Por favor Joel, mírame a los ojos. El banquero obedeció. –Con solo mirarte determino tu estado emocional y te puedo asegurar que conozco la causa de tu malestar porque conozco tu sueño. –
¿Cómo
dijo?
¿Qué
conoce mi sueño? –Interrumpió Joel perplejo.
594
El Vendedor de Felicidad
–No solo conozco tu sueño, sino todos tus pensamientos. –Contestó
fríamente
el
extraterrestre – Con solo mirarte a los ojos leo toda tu mente y más allá.
No olvides que los
ojos constituyen ventanas abierta al cerebro y que éste a su vez está amarrado por un avanzado circuito integrado y unido por miles
de
millones
de
neurotransmisores que, a través 595
Juan M. Taveras
de
los
fácilmente otros
ojos,
pueden
ser
interceptados
por
cerebros
interconectarse
que
logran mediante
técnicas sencillas similares a las utilizadas para interconectar dos o varias computadoras entre sí. El hecho es que todas las reacciones que se desencadenan en el cerebro son transmitidas y retransmitidas por medio de vibrantes neurotransmisores. El 596
El Vendedor de Felicidad
alcance y complejidad de esas reacciones percibidos
pueden y
captados
absoluta claridad.
ser con
Por eso, y
porque conocemos esas sencillas técnicas, es que podemos leer tu mente y penetrar gran parte de tus
secretos
mentales.
En
consecuencia conozco lo que soñaste y los efectos producidos por ese sueño en tu aturdida psiquis. Es más: me permito 597
Juan M. Taveras
informarte que tenemos gravada una película con tu sueño y la podríamos proyectar cuando sea necesario. – ¡Increíble!, ¡Apenas si lo puedo creer!
Me agradaría
enormemente ver la película con mi propio sueño, aunque de momento estoy más impaciente por saber por qué un sueño que no conozco me ha afectado tan profundamente. 598
El Vendedor de Felicidad
–Recordar los sueños es fácil –dijo
Akahim– Nunca olvides
que el
cerebro es un órgano
prodigioso capaz de guardar la historia
completa
nuestros
actos,
emociones
de de
todos nuestras
e incluso de la
creación del universo, y basta un poco de esfuerzo para revivirlo y recordarlo todo. En la práctica ocurre con el cerebro algo similar al empleo de la palanca 599
Juan M. Taveras
de Arquímedes. De manera que a cualquier mente equilibrada le bastaría un pequeño destello de luz para recuperar todos sus archivos y recordar todo lo ocurrido en su vida presente y más allá. No dejo de reconocer lo fascinante del tema de los sueños, pero en este momento no debo abordarlo. –De todas maneras –agregó Akahim– y aprovechando el 600
El Vendedor de Felicidad
tema, deseo recordarte que existe una estrecha relación entre la mente y el cuerpo y que, por consiguiente,
el
malestar
corporal que estas sintiendo ahora es, como tu bien supones, producto de que tu mente fue impactada por ese extraño sueño. Lo que te ocurre a ti ahora Joel, suele ocurrir con más frecuencia de lo que la mayoría de los humanos supone y es la razón 601
Juan M. Taveras
por
lo
amaneces
que
muchas
contento
y
veces otras
inexplicablemente de mal humor e incluso deprimido y confuso. Entiendo, sin embargo, que si te explicara ahora por qué te has sentido sicológica y físicamente tan mal a causa de un sueño que ni siquiera recuerdas, no lo entenderías del todo. Es preciso que
avancemos
y
que
tus
conocimientos crezcan un poco 602
El Vendedor de Felicidad
más para que puedas entender las complejidades de la mecánica mental y su asociación con el cerebro. Por ahora, con mi ayuda, te olvidarás por completo de tu extraño sueño; tu malestar corporal
desaparecerá
y
podremos seguir las clases con tu debida atención. –Te hablaré a continuación, brevemente por supuesto, de algunos grandes filósofos de la 603
Juan M. Taveras
antigüedad.
Nos
habíamos
quedado en Heráclito, el gran filósofo griego que, apoyado en su irrebatible tesis del “Todo fluye”, aseguró que el mundo, como ser permanente, era una mera ilusión de los sentidos. Sostuvo también Heráclito que “La
esencia
de
las
cosas
consiste en el cambio continuo, en el tránsito perenne del no ser al ser y del ser al no ser” O 604
El Vendedor de Felicidad
mejor,
en
la
amalgama
transeúnte y variada a cada instante del ser y del no ser. –Es evidente que Heráclito tenía la razón al asegurar que todo cambia, –dijo Joel– dando muestras de que regresaba poco a
poco
a
control
de
sus
emociones. –Ciertamente Akahim–
–asintió
Aunque la disputa
nunca tuvo fin,
debido a que 605
Juan M. Taveras
tanto
Parménides
como
Heráclito consideraban que el origen
de
todas
las
cosas
provenía de un solo elemento. Surgió entonces Empédocles, quien con su brillante tesis de los cuatro elementos rompió, 450 años antes de Cristo, el estrecho cerco en que las ideas postuladas por Parménides y Heráclito habían arrinconaron al conocimiento. Postulo ese gran 606
El Vendedor de Felicidad
filósofo, que ni el agua ni el aire eran capaces, por si solos, de convertirse en pez, en elefante o en una roca. Y apoyado en esa visión materialista, se constituyó en el primer filósofo en formular la teoría de las cuatro raíces, a las
que
posteriormente
Aristóteles bautizó
como
cuatro elementos. En definitiva Joel, este eminente filósofo juntó el agua de Tales de Mileto, el 607
Juan M. Taveras
fuego de Heráclito, el aire de Anaxímedes y la tierra de Jenófanes, para arribar a la conclusión de que todos los cambios en la naturaleza se debían
a
que
los
cuatro
elementos se mezclaban y se volvían a separar, reciclando constantemente todo lo existente. – ¡Una idea fascinante para le época! – comentó Joel, despierto de su 608
ya
letargo. Y
El Vendedor de Felicidad
agregó, presa de gran emoción: ¡Que brillante e ingeniosa la conclusión a la que arribó este venerable filósofo!
¡Alabado
sea! –La
conclusión
resultó
sencillamente genial –concluyó Akahim– Y si bien Empédocles partió de una curiosa teoría para explicar la evolución orgánica, su deducción sobre las cuatro raíces,
sobre
los
cuatro 609
Juan M. Taveras
elementos, constituyó una idea de enorme trascendencia para el desarrollo de la ciencia y para el avance
del
conocimiento,
superando con creces todo el pensamiento
científico
de
aquella lejana época. Con su teoría de las cuatro raíces, Empédocles sintetizó, de hecho, la nueva inteligencia humana nacida como producto de la manipulación a que nosotros 610
El Vendedor de Felicidad
habíamos sometido al cerebro y al ADN de los humanos. Joel
lucía
rebosante
de
entusiasmo. Lo de Empédocles había desbordado su copa. Sin contenerse, intervino y dijo: –Se
me
ocurre,
que
Empédocles anticipó, en cierto modo, el juicio bíblico que reza: polvo eres y en polvo te convertirás, al percibir que tierra, agua, aire y fuego se unen, se 611
Juan M. Taveras
combinan
de
continuo
para
formar nuevos cuerpos y que, cuando esos cuerpos mueren, los cuatro elementos se liberan de sus ataduras y regresan a su estado natural. La deducción resultó
sencillamente
genial.
Pero lo que resulta asombroso es entender ¡cómo pudo ese genio de la antigüedad arribar a una deducción
tan
extraordinaria!
Me resulta difícil comprenderlo. 612
El Vendedor de Felicidad
–Valiéndose
de
la
más
grande de las herramientas de que dispone todo ser inteligente: Del poder creador de la mente –respondió
en
seguida
el
extraterrestre. Y agregó: –Pero lo que realmente importa destacar es que las ideas surgidas de la poderosa mente de Empédocles constituyeron un adelanto
científico
sin
precedentes para la época en que 613
Juan M. Taveras
fueron formuladas. Y si bien no resolvieron
los
contradicciones
enredos
y
filosóficas
planteadas por Parménides y Heráclito, sirvieron, al menos, para dividir en dos grandes bandos a los primitivos filósofos. De un lado quedaron los que creían que las cosas permanecían sin cambio y del otro los que creían que todo fluye y cambia. O lo que es lo mismo: Los que 614
El Vendedor de Felicidad
creían en la creación divina y los que creían que todo está en la naturaleza y obedece a la marcha inexorable de lo absoluto. –Aparentemente –dijo Joel– las ideas filosóficas son como las cosas: nacen y mueren, a veces muy rápidamente. ¿Son siempre tan
efímeras
las
ideas
filosóficas? –No Akahim–
siempre
–respondió
Desgraciadamente 615
Juan M. Taveras
algunas
ideas
equivocadas
sobreviven por miles de años y terminan
convertidas
en
verdaderos mitos que adversan empecinadamente a la ciencia. Aristóteles creía que la tierra era el centro del universo. Una idea equivocada que durante más de 14 siglos bloqueo el desarrollo de la ciencia especialmente en lo tocante a la astronomía y a la navegación. 616
El Vendedor de Felicidad
–Ahora
bien
–continuó
Akahim– Si el concepto de los cuatro elementos planteado por Parménides
constituyó
un
sorprendente adelante en la comprensión de la naturaleza de las
cosas,
Demócrito
las
ideas
fueron
de tan
extraordinarias y avanzadas para su época, que la ciencia necesitó más de dos quinientos años para comprobar
sus
geniales 617
Juan M. Taveras
acertijos.
Este
adalid
del
pensamiento, no fue, tal vez, el más grande filósofo de su época, pero fue, sin dudas, el más agudo pensador de la era temprana de la filosofía. Demócrito rechazó de plano la teoría de los cuatro elementos asegurando que todo el universo está
compuesto
pequeñísimas
partículas
bautizó
el
618
con
por que
nombre de
El Vendedor de Felicidad
“átomos”. El filósofo proclamó, con el solo auxilio de su poderosa
mente,
que
esos
pequeñísimos componentes están en todas partes y en todas las cosas animadas e inanimadas existentes.
Constituyen
–aseguró– el universo mismo; son inmutables e indivisibles y se mueven eternamente por el vacío. Destacó que “todos los átomos poseen la característica 619
Juan M. Taveras
de
moverse,
juntarse
y
separarse continuamente y que a esa característica se debe el que las cosas nazcan, perezcan, se
muden,
aumenten
o
disminuyan constantemente” – ¡Qué grande es la mente humana! –Exclamó el banquero entusiasmado– preguntaba: podido
mientras ¿Cómo
Demócrito
se
habrán y
otros
grandes filósofos de su época, 620
El Vendedor de Felicidad
arribar,
empíricamente,
a
conclusiones que la ciencia ha tardado
miles
de
años
en
excavaron
–
comprobar? –
Porque
respondió
Akahim–
en
las
profundidades de sus cerebros y sacaron
a
la
superficie
conocimientos que sus genes almacenaban desde la propia creación del universo.
La
ciencia Joel, se construye a 621
Juan M. Taveras
destajo. Sea como sea, hay una pregunta obligada que deberían formularse todos los humanos: ¿Cuál hubiese sido el destino de la humanidad si tu especie se hubiera apoyado en los dictados de la ciencia nacida en esa época inquisidora,
en
lugar
de
apoyarse en los mitos absurdos y
en
religiosas?
622
las
manipulaciones
El Vendedor de Felicidad
–La respuesta es obvia – respondió en seguida Joel–: –el centro de discusión de los grandes asuntos humanos hubiera sido la ciencia y no los estériles
temas
míticos–
religiosos, como ocurrió en la práctica durante más de dos mil años. ¡Qué pena! ¡25 siglos irremisiblemente perdidos! – ¿Te imaginas, entonces Joel, lo que hubiera ocurrido si 623
Juan M. Taveras
las grandes escuelas filosóficas, que tanto proliferaron en la antigua Grecia, se hubieran concentrado en demostrar o rechazar, mediante el análisis científico, las bases de la teoría atómica
planteada
por
Demócrito hace 2,500 años? Te aseguro que otra sería la historia si los humanos se hubieran decidido tan solo por comprobar los 624
planteamientos
de
El Vendedor de Felicidad
Anaxágoras, quien proclamó, 450 años antes de Cristo, que el sol no era ningún dios sino una piedra incandescente y que la luz que reflejaba la luna era la luz del sol. Todas esas grandes manifestaciones de la razón fueron ignoradas para dar paso a fantasías mitológicas basadas en cuentos
infantiles.
Si
los
humanos hubieran seguido el camino señalado por la ciencia, 625
Juan M. Taveras
ya para esta época habrían colonizado a Marte y estarían en camino
de
visitar
nuestro
sistema solar que está a solo 10.5 años luz del planeta Tierra. –Siempre me he preguntado –repuso Joel– las razones que tuvimos
los
ignorar
el
humanos
para
heliocentrismo
propuesto, 300 años antes de Cristo, por el genio griego Aristarco 626
de
Samos,
quien
El Vendedor de Felicidad
demostró, fehacientemente, que el tamaño del sol era mucho mayor que el de la tierra y de ahí dedujo, que el sol y no la tierra, era el centro del universo. Ese planteamiento era genial y demasiado importante para ser ignorado. –Es correcta tu apreciación Joel. Pero no olvides que para cuando Aristarco de Samos nació, ya Platón y Aristóteles 627
Juan M. Taveras
habían
planteado
la
teoría
geocéntrica, postulando que la tierra era el centro del universo. ¡Y era muy difícil rebatir sus ideas!.. Para colmo, 400 años después,
ya
en
plena
era
cristiana, el gran astrónomo egipcio
Claudio
Ptolomeo,
propuso el sistema geocéntrico como la base de la mecánica celeste y su teoría, aunque falsa, perduró por más de 1400 años, 628
El Vendedor de Felicidad
solo porque se apoyaba en las enseñanzas de los dos grandes maestros griegos. Y por ese solo hecho, es decir, porque sus planteamientos pseudocientíficos
estaban
apoyados por Aristóteles, sus erradas
teorías
dominaron
el
astronómicas pensamiento
científico hasta el siglo XVI, dando vigencia al mito de que la Tierra era el centro del universo. 629
Juan M. Taveras
20 –Varios
de
los
destacados filósofos
más de la
antigüedad basaron gran parte de sus doctrinas en el tema de la felicidad. 630
De
entre
ellos,
El Vendedor de Felicidad
Sócrates fue el primero en distinguir entre un placer bueno y uno malo al sostener que quien sabe, quien entiende, quien
piensa,
obra
bien,
asegurando que «Nadie peca voluntariamente».
El
gran
maestro de Platón dedujo, con lógica irrebatible, que en el conocimiento está el secreto de la
actuación
moral:
«El
conocimiento es virtud, el vicio 631
Juan M. Taveras
es la ignorancia, y el remedio está en que la virtud puede ser enseñada. Cuando el hombre conoce
el
bien,
obra
con
rectitud». Es preciso conocer, sostenía Sócrates. Y a seguidas se preguntaba: ¿Para qué? “Para obrar bien”. Obrar bien, ¿Para qué? Para ser feliz. “Solo el sabio es feliz” En otras palabras, el filósofo no concebía la felicidad sin conocimientos. 632
El Vendedor de Felicidad
–Me luce, elegido–
–Interrumpió el
poco consistente la
idea de que todo sabio sea necesariamente feliz. ¿No cree usted? –Lo que sucede Joel, es que la visión filosófica de Sócrates, se centra en la idea de que “solo hay un bien: el conocimiento. Y solo un mal; la ignorancia”. De donde deduce “que es feliz
633
Juan M. Taveras
quien practica el bien e infeliz quien no lo practica” Luego surgió Platón, quien se encargó de catapultar a su maestro a la historia, porque Sócrates no escribió nada. Todo lo que de él se sabe, debe a Platón que lo convirtió en protagonista de la mayoría de sus
famosos
diálogos.
Para
Platón, el verdadero saber debe referirse a lo que no cambia, 634
El Vendedor de Felicidad
juicio con el cual adversaba a Heráclito,
al
tiempo
que
compartía con Sócrates la idea de que la verdad reside en el hombre. Opinaba que todo el mal que hay en el mundo, no tiene una existencia real. Para Platón, en el hombre solo existe el mal moral en el sentido platónico-socrático.
Todo lo
demás que hay en el mundo obedece a una causa distinta de 635
Juan M. Taveras
la divinidad, pues siendo Dios absolutamente bueno, el ser supremo solo puede ser causa del bien. –Aristóteles,
de
su
lado
–continuó Akahim– sostenía que el hombre para realizarse, debe buscar su bien supremo, su fin último, que es la felicidad. La dificultad surge, postulaba el estagirita,
al
tratar
de
comprender en qué consiste la 636
El Vendedor de Felicidad
felicidad y de qué modo la podemos alcanzar. Al llegar a este punto, Aristóteles sostenía que la felicidad se encuentra en la virtud, en la perfección de la función propia del hombre que es
la
razón.
Y
aunque
consideraba a la justicia como la virtud ética suprema, postulaba, con notable firmeza que “la felicidad mayor se encuentra
637
Juan M. Taveras
en la práctica constante de las virtudes éticas” – ¡Qué gran verdad la contenida en esa frase de Aristóteles!
–interrumpió
entusiasmado Joel. Y agregó, muy convencido: –Me adhiero firmemente al planteamiento moral del gran maestro griego, en el sentido de que el fin último de todo hombre es buscar la felicidad, 638
El Vendedor de Felicidad
la
que
a
su
vez
está
necesariamente ligado a
la
práctica
un
constante
de
prontuario riguroso de virtudes éticas. Akahim, sin prestar mayor atención a los comentarios del banquero, enseñanzas
siguió
con
sus
señalando,
con
mucho énfasis: –Quien estudie a fondo el inmenso trabajo de Aristóteles, 639
Juan M. Taveras
encontrará filósofo
que este notable intentó
orientar
al
hombre sobre los fundamentos de la ciencia. Pero la influencia de
Plantón
era
tal,
que
cualquiera, incluso a Aristóteles, que intentara contradecir sus opiniones
metafísicas,
era
ignorado, porque las ideas de Platón, no solo se acoplaban perfectamente a las religiones emergentes que nacían al calor 640
El Vendedor de Felicidad
de la nueva era cuestionadora, sino
que,
extrañamente,
se
ajustaban perfectamente a la vieja mitología y más tarde incluso a las nuevas religiones, especialmente al cristianismo. – ¿Me permite una pequeña interrupción? –Intervino Joel– –Adelante, pero que sea breve. Tenemos poco tiempo. –Pensando y confrontando las
ideas
de
Jenófanes, 641
Juan M. Taveras
Parménides,
Heráclito,
Empédocles,
Demócrito,
Anaxágoras, Aristarco de Samos y otros grandes filósofos de la era temprana del conocimiento, con la esencia de las ideas postuladas por Sócrates, Platón y Aristóteles, deduzco que los primeros centraron sus ideas en procurar explicaciones lógicas, científicas, si se quiere, del origen de las cosas. Es decir, 642
El Vendedor de Felicidad
perseguían explicarlo todo en base al comportamiento de la materia. Ellos, pues, resultaron ser los primeros materialistas, en tanto que los grandes maestros griegos influenciados, tal vez, por la mitología y por sus creencias religiosas, crearon el mundo metafísico y no pudieron desembarazarse de la idea de que un poder supremo; de un
643
Juan M. Taveras
creador, que controlaba y decía todo a su sola voluntad. –Tu deducción es correcta Joel. Y para adherirme a ella, te puedo
asegurar
preeminencia
que
de
la
Sócrates,
Platón y Aristóteles como los filósofos más importantes de la antigüedad, se debe más a su identificación con los postulados religiosos
644
que
al
aporte
El Vendedor de Felicidad
netamente científico contenido en sus ideas. Otro notable filósofo de la antigüedad –continuo Akahim– lo fue Epicuro de Samos, padre y
fundador
quien
del
sostenía,
hedonismo, sin
sonrojo
alguno, que el fin de la vida es lograr el placer y evitar el dolor,
ideas
diametralmente
opuestas a las de Aristóteles quien postulaba que la felicidad 645
Juan M. Taveras
se encuentra
en
la virtud.
También enseñaba Epicuro, que “El placer es el principio y el fin de la vida feliz,” al tiempo que sostenía que el saber por el saber mismo carece de sentido, con lo cual rebatía las ideas de Sócrates que postulaban que solo el sabio es feliz. –Para Epicuro Akahim–
–agregó
“El saber es un
saber para la vida y su valor se 646
El Vendedor de Felicidad
conoce por su utilidad para ella”. En consecuencia, decía el filósofo: “La filosofía ha de conducirnos a la felicidad y el saber adquiere valor en cuanto nos lleva en esa dirección” Para
el
fundador
del
hedonismo, la naturaleza no está regida por la necesidad sino por el azar. Con ello buscaba contradecir el concepto estoico del "destino" y sobre la 647
Juan M. Taveras
base de que la Filosofía debe estar al servicio de una vida feliz, el gran filósofo atacaba los mitos religiosos, en especial los referidos a los castigos que los
dioses
propinan a
los
hombres luego de esta vida, afirmando “que esas ideas no hacían sino amargar la vida de los hombres”. –El padre y fundador de hedonismo –continuo Akahim– 648
El Vendedor de Felicidad
aseguraba que “El placer es el principio y el fin de la vida feliz,
y
deducía
que
lo
moralmente bueno es buscar el placer, “Llamamos bueno a lo que nos gratifica, a lo que nos da placer”. Y concluía sus enseñanzas asegurando que “La salud
del
cuerpo
y
la
imperturbabilidad del alma, constituyen el fin de una vida feliz” 649
Juan M. Taveras
– ¡Me quito el sombrero ante Epicuro! –Interrumpió Joel– Y agregó a continuación: –Yo siempre había percibido a Epicuro como un demonio, pero ahora encuentro sus ideas fascinantes, aunque sigo sin entender el afán de ese notable filósofo por promover una vida de placer como única forma de alcanzar la felicidad.
650
El Vendedor de Felicidad
–La palabra "placer" no debe confundirte. La filosofía hedonista no promovía una vida de desenfreno ni de búsqueda irracional del placer. Por el contrario,
proponía
buscar
caminos ausentes de dolor y que elevaran la paz del alma. Enseñaba, esa notable escuela filosófica, que los bienes del espíritu son superiores a los del cuerpo y se empeñaba en 651
Juan M. Taveras
destacar que se debía usar la razón y el cálculo para ver qué placer es conveniente y cuál termina acarreando, con
el
tiempo, un dolor más grande que el placer momentáneo que produce.
De
ahí,
Epicuro
sostenía que el “Principio de toda vida dichosa y, por ello, el sumo bien, es la prudencia; es superior a la misma Filosofía; de ella se desprenden las 652
El Vendedor de Felicidad
demás
virtudes,
pues
sin
prudencia, sin moralidad y sin justicia, no es posible vivir dichoso, como viceversa, sin placer tampoco se puede vivir racional, moral y justamente”. –De
todos
modos
–
interrumpió de nuevo Joel– debo admitir que si bien las ideas de este notable filósofo me resultan algo confusas y en cierto
modo
contradictorias, 653
Juan M. Taveras
pienso que con ellas, Epicuro sembró serias dudas sobre los cimientos de las ideas éticas, metafísicas
y
teosóficas,
defendidas por los grandes filósofos y por las grandes religiones de su época. –Confusas o no –retomó la palabra Akahim– las ideas de Epicuro
tuvieron
gran
repercusión y demostraron, una vez 654
más,
que
ningún
El Vendedor de Felicidad
planteamiento filosófico debe considerarse como definitivo. Ahí, precisamente, radica la gran enseñanza de la filosofía: dudar de todo; no creer nada; escudriñar y escarbar hasta el fin en busca de la verdad. –De otro lado –agregó el extraterrestre– si observas bien, encontrarás que las ideas, hasta cierto punto crudas de Epicuro, constituyen una respuesta al 655
Juan M. Taveras
hecho de que, para su época, tanto la filosofía como la religión,
estaban
siendo
forzadas a orientarse cada vez más hacia la salvación y el consuelo. De ahí que no resulte una casualidad el que, tanto la filosofía
epicúrea
como la
cínica y en menor medida la estoica, se vieran afectadas por un alto grado de escepticismo en sus formulaciones teóricas, 656
El Vendedor de Felicidad
situación que se agravó con el surgimiento de Pirón, el padre de la doctrina escéptica, quien postulaba que no había nada verdadero o falso, bueno o malo, inmundo o sagrado, y al tiempo que rechazaba todo planteamiento
dogmático.
Resulta,
más
pues,
que
evidente, que el escepticismo apoyado
por
las
escuelas
filosóficas había penetrado las 657
Juan M. Taveras
entrañas mismas de la filosofía y de las religiones antiguas, sembrando serias dudas sobre las supuestas o reales verdades en que ambas se apoyaban. Y es justamente por eso, por lo que estamos de vuelta al planeta la
tierra,
ayudar
al
respuestas
porque
queremos
hombre
a
a
eternas
las
dar
preguntas: ¿En qué consiste la felicidad? 658
¿Cómo
podemos
El Vendedor de Felicidad
lograrla? Y es por eso que te hemos estamos
seleccionado entrenando
y
te para
convertirte en el vendedor más grande del mundo: en EL VENDEDOR DE FELICIDAD. Más
tarde
–continuo
el
maestro alienígena– y a tono con los tiempos surgió en Grecia la escuela Cínica postulando que la felicidad no depende de cosas externas como tener riqueza 659
Juan M. Taveras
material y que ni siquiera dependía de la buena salud, porque todas esas cosas son fortuitas
y
vulnerables.
El
cinismo enseñaba, anticipándose a Jesús, que la felicidad del hombre
no
consiste
en
la
abundancia de los bienes que posea cada quien en la vida. Aseguraban que “la verdadera felicidad,
no
consiste
ni
depende de esas cosas, y que 660
El Vendedor de Felicidad
por eso puede ser alcanzada por
todos,
y
una
vez
conseguida, no se pierde”. Los cínicos ensenaban, además, que la forma de vivir es parte fundamental de la filosofía y que la felicidad se alcanza mediante el conocimiento y la práctica de un conjunto de reglas
encaminadas
a
la
liberación del espíritu y al logro de
la
virtud.
Enseñaban, 661
Juan M. Taveras
asimismo, “que la felicidad reside en la práctica continua del ejercicio mental y físico, que nos permita alcanzar el estado apropiado
de
autosuficiencia,
ánimo capaz
y de
liberarnos de los imprevistos y de
endurecernos
permanecer "adversarios
impasibles
para ante
existenciales"
como el hambre, el frío o la pobreza. Los cínicos, a fin de 662
El Vendedor de Felicidad
probar que el hombre necesitaba poca
cosa
para
ser
feliz,
tomaron como modelo a los animales, los adoptaron como ejemplos
de
autosuficiencia
austeridad y
sobre
y ese
modelo propusieron una forma de comportamiento ético que consideraban fundamental para alcanzar la felicidad, aunque esto solo era posible mediante una rigurosa disciplina física y 663
Juan M. Taveras
mental que, en la práctica, condujo
al
cinismo
a
un
aberrante fanatismo. En resumen, todas esas ideas encontradas, solo prueban que la filosofía
arropada,
en
gran
medida, por la religión y la mitología antigua, había perdido su aguijón de impulsora de la ciencia y del conocimiento, para caer en las cómodas garras del empirismo y de lo absurdo. 664
El Vendedor de Felicidad
–Para el año 300 antes de Cristo
–continuo Akahim– la
filosofía, pues, estaba en crisis y la Roma imperial, había sido conquistada por el Helenismo, que si bien no era en si un movimiento filosófico, construía una especie de renacer de las ideas de los grandes maestros griegos, especialmente de las de Sócrates, Platón y Aristóteles. En medio de la confusión 665
Juan M. Taveras
reinante, el escepticismo parecía encaminase a ganar la carrera a la filosofía y a la religión. Y entonces
surgió
Zenón,
un
destacado filósofo proveniente de la escuela cínica y fundó el estoicismo. La nueva filosofía estoica, que nacía como respuesta al escepticismo
y
al
desorden
ideológico reinante, constituyó una especie de síntesis de las 666
El Vendedor de Felicidad
ideas
fundamentales
del
orfismo, del zoroastrismo, de la filosofía sofista, de la ética socrática, del hedonismo, del cinismo y de las grandes ideas de Platón y Aristóteles. Por eso el estoicismo cierra el ciclo más productivo
de
la
filosofía
antigua no sin antes haber influido
y
completamente filosófico
de
dominado el las
sentir más 667
Juan M. Taveras
importantes figuras del imperio romano. fueron,
Cicerón entre
y
Séneca
otras
grandes
figuras históricas, seguidores del estoicismo y, como todo estoico, creían
ciegamente
en
el
destino. Para ellos, una razón divina rige al mundo según un orden necesario y perfecto, por lo que no cabe rebelarse contra lo que a uno le toca vivir. “Todo está previamente determinado. 668
El Vendedor de Felicidad
El destino lo dirige todo” –Sostenían
los
cínicos–
En
consecuencia, su ideal, como en la
escuela
cínica,
era
la
imperturbabilidad y la condena de toda emoción. –Si fuera cierto que el destino de cada hombre esta previamente determinado interrumpió Joel – no
–
habría
razón para esforzarse por nada, porque, de todas maneras, todo 669
Juan M. Taveras
te llegará sin que tú intervengas. Yo no me atrevería a decir que no creo en el destino, pero tengo mis dudas. –Tu
punto
de
vista
es
enteramente correcto Joel. Pero te invito a que observes con mucha atención el fundamento de la visión de los estoicos: ellos opinaban que todos los seres vivos
poseen
instintivo 670
a
un
impulso
su
propia
El Vendedor de Felicidad
conservación y creían que en los seres
inorgánicos,
en
los
vegetales y en los animales, ese impulso es inconsciente. Pero, aseguraban que el hombre se distingue por poseer razón, por cuya causa el impulso natural se eleva a elección racional. Por consiguiente –aseguraban– “En todo lo que hace el hombre, hay un previo asentimiento de la razón” e inferían de allí, que si 671
Juan M. Taveras
la pasión se origina y el mal emerge, es con el asentimiento de la razón. En otras palabras, los
estoicos
veían
que
la
felicidad del hombre era un estado de la mente e intentaban demostrar hasta qué punto las pasiones dependen del propio ser. Consideraban que la virtud es autosuficiente y aconsejaban que: “La virtud es lo único que debe perseguirse”. Postulaban 672
El Vendedor de Felicidad
que “Solo la virtud es un bien. Todo lo que no sea ni virtud ni vicio, tampoco será bueno ni malo, sino indiferente. “Salud, enfermedad, riqueza, pobreza, suerte o infortunio, en tanto no dependan de la virtud o del vicio, son indiferentes, porque las rige el destino de cada uno. Todo
es
nada,
salvo
la
disposición interior que es la verdadera sabiduría”. Para el 673
Juan M. Taveras
cinismo, todos los procesos naturales,
tales
como
enfermedad,
la vejez
muerte,
siguen
la
y la las
inquebrantables leyes de la naturaleza. Por tanto, el ser humano ha de conciliarse con su destino. Aseguraban que nada ocurre
fortuitamente.
ocurre
por
Todo
necesidad,
y
entonces, sirve de poco quejarse cuando el destino llama a la 674
El Vendedor de Felicidad
puerta. Aconsejaban reaccionar con
tranquilidad
antes
las
circunstancias felices o adversas de la vida, punto donde vuelven nuevamente a coincidir con los cínicos, que aseguraban que todas las cosas externas les eran indiferentes. –Es cierto –dijo finalmente Akahim– que los estoicos se contradecían al atribuirlo todo al destino y luego enseñar que 675
Juan M. Taveras
las actuaciones de los humanos están sometidas al asentimiento previo de la razón. Pero esa opinión
no
disminuye
las
verdades implícitas en la idea de que en todo lo que hace el hombre
hay
un
previo
asentimiento de la razón. Lo que tú haces Joel, lo haces porque quieres. Es tu voluntad. Nadie ni nada te obligan.
676
El Vendedor de Felicidad
Entonces, tú trazas tu propio destino. –Lo en verdad hace más cuestionable la filosofía del destino
–agrego
extraterrestres–
es
el la
contradicción implícita en esa idea y la lucha del hombre por alcanzar el bien y la felicidad. Porque, si el destino lo rige todo y, en consecuencia, todo está previamente determinado 677
Juan M. Taveras
¿para qué vivir una vida moral si al final no cambiarán los resultados? ¿No sería mejor seguir
las
enseñanzas
Epicuro?
Se
muchos
para
de
preguntaban terminar
renegando del estoicismo. Con la filosófica estoica concluyó la grandiosa era de la filosofía antigua y concluye también
nuestra
lección
relacionado con el tema. 678
A
El Vendedor de Felicidad
continuación
te hablare
de
religión, sin pretender discutir a fondo el tema.
679
Juan M. Taveras
21
Tanto en el pasado como en el presente, pueblo,
cada tribu, cada
cada
comunidad
humana, ha configurado su propio dios y ha intentado justificar su existencia por todos los medios. Los Acadios, por ejemplo,
un
descendiente 680
pueblo semita de
Sem,
hijo
El Vendedor de Felicidad
primogénito de Noé, según la Biblia judía, afirmaban que el primer hombre que habitó la tierra, al que llamaron Adapa, era hijo del dios E a, pero que éste perdió la oportunidad de ser inmortal, al rechazar la comida de la inmortalidad, (pan y gua de vida) que Dios le ofreció en el paraíso. Otros mitos afirmaban
mesopotámicos que
el
hombre 681
Juan M. Taveras
simplemente nació y creció de la tierra como una planta cualquiera. Por
su
parte,
el poeta
Hesíodo, recopilador y creador de muchos de los grandes mitos griegos,
afirmaba,
en
teogonía aproximadamente
su
escrita 700
años
antes de Jesucristo, que Zeus modeló en arcilla a Pandora, la primera mujer, de cuyo 682
El Vendedor de Felicidad
enlace con el dios Epimeteo nació el resto de los hombres. Este mito señala, más adelante, que todos los males de la humanidad
se deben a
la
apertura de la caja que pandora, engañada por Zeus, trajo y dejó en la tierra, para desgracias de los humanos. –Los vikingos –continuo el maestro alienígena– atribuían la creación a Odín y sus 683
Juan M. Taveras
hermanos, quienes infundieron vida a dos troncos de árboles de una playa, convirtiéndolos en Ask y Embla, el primer hombre y la primera mujer respectivamente.
Para
los
pueblos maya y azteca, el hombre surgió de la mezcla de maíz con los huevos que el Dios Quetzalcóatl robó del Mictlán.
684
El Vendedor de Felicidad
–Pero todos esos supuestos origines del hombre –intervino Joel,
son puros cuentos de
Hadas. Son mitos infantiles que nadie creería en el mundo de hoy. –Tú los has dicho Joel: “que nadie creería en el mundo de hoy”. Pero en las lejanas épocas en que esos mitos fueron
inventados
por
el
hombre, esos cuentos de hadas, 685
Juan M. Taveras
constituían el único soporte con que contaban las clases dominantes
para,
junto
al
látigo, controlar los impulsos primitivos de tu especie y para crear un mundo de ilusiones, dominado
por
dioses
justicieros, que premiarían lo bueno y castigarían lo malo dentro
de una
escala
de
valores, no convencional, todo hábilmente 686
ordenado
para
El Vendedor de Felicidad
favorecer los intereses de las clases dominantes. –De su lado –continuó Akahim–
las
creencias
Judeocristianas afirman que el hombre (Adán) fue creado por Dios a su imagen y semejanza a partir del barro y que de ese primer hombre se creó la mujer (Eva). (Al revés de lo postulado por Hesíodo) Que ambos fueron puestos a 687
Juan M. Taveras
vivir en el Paraíso, bajo la condición de no comer nunca del
fruto
del
árbol
del
conocimiento del bien y del mal. Sin embargo, el mito bíblico señala que Adán y Eva, engañados por la serpiente, desobedecieron
a
Dios
y
fueron desterrados del Paraíso al
mundo
terrenal,
sobreviniendo a los humanos todos los males generadores de 688
El Vendedor de Felicidad
sus dolorosas e insalvables querellas existenciales. –Pero la Iglesia Católica –intervino Joel– no admite, necesariamente,
que
la
narración del Génesis estrictamente
literal
sea
según
afirmo recientemente en la iglesia catedral dominicana, su Excelencia
Reverendísima,
Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez. 689
Juan M. Taveras
–Es
correcta
observación. obstante,
la
Pero, fe
tu no
cristiana,
continua aferrada a la creencia de que la historia de la creación y la caída de Adán y Eva
son
acontecieron
hechos en
la
que misma
forma que han sido narradas por la Biblia y que, por consecuencia,
los
humanos
nacen marcados por el pecado 690
El Vendedor de Felicidad
original, por cuya eliminación deben pagar un alto precio, aunque en su memento Dios envió un redentor con la misión de quitar el pecado del mundo. En fin, cada grupo humano
ha
modelado
su
propio Dios a su imagen y semejanza; asumen la creación de manera diferente y en esas creencias han fundado su fe en la existencia de un ser superior 691
Juan M. Taveras
que lo decide y controla todo. De
todas
maneras,
perderemos
no
tiempo
especulando acerca de esas creencias ni de los orígenes de la religión. Importa señalar, sin
embargo,
dada
su
importancia para el tema, que las ideas religiosas de la actualidad difieren poco de las ideas religiosas de la más remota antigüedad. 692
El Vendedor de Felicidad
–Esa afirmación me resulta algo extraña y peregrina – intervino en seguida Joel. –Por
extraño
que
te
parezca esa es la realidad Joel. Te
lo
puedo
categóricamente,
afirmar porque
cuando nosotros visitamos por primera vez este planeta, hará poco más de 110 mil años del tiempo terrestre, prácticamente todos los escasos habitantes de 693
Juan M. Taveras
la
tierra,
practicaban
un
extraño culto a sus muertos a los cuales reverenciaban como a dioses. La mayoría de los grupos tribales creían que los espíritus de sus muertos eran eternos y que mantenían por siempre una estrecha relación con los vivos de este mundo. De modo que las creencias religiosas, tanto en el pasado como en el presente, han 694
El Vendedor de Felicidad
estado ligadas, de una forma u otra, a la vida y la muerte, siendo la veneración y respeto por los muertos una constante. También, es fácil comprobar, que todas las antiguas y actuales prácticas religiosas buscan restablecer el buen orden
que
supuestamente
imperó al principio de la creación, y procuran, de igual modo, la armonía entre el 695
Juan M. Taveras
hombre y el mundo espiritual a
fin
de
encontrar
una
explicación convincente de su origen y de la creación del inmenso universo. Lo nuevo, pues, en todo este devenir eterno, es que al hombre actual le resulta cada vez más difícil aceptar fantásticas
ciegamente historietas
las de
duendes y dioses fabricadas y enlatadas 696
en
las
viejas
El Vendedor de Felicidad
industrias del mito clásico en su
fallido
intento
por
responder a las ansias del hombre
por
conocer
sus
orígenes y las causas de sus eternas y dolorosas querellas existenciales. ¡Por primera vez Joel! ¡Por primera vez en la historia de la humanidad! el hombre está firmemente detrás de la verdad. Quiere librarse de la 697
Juan M. Taveras
fantasía y de los cuentos de hadas.
No
quiere
más
historias como la inventada por
el
célebre
arzobispo
anglicano James Ussher. – ¡James Ussher!.. Me suena
ese
nombre
–
interrumpió Joel– Me parece haber leído que mediante un estudio cronológico de los hechos contenidos en la biblia, ese 698
célebre
personaje
El Vendedor de Felicidad
pretendió demostrar la fecha exacta de la creación del mundo. ¡Vaya genio! –Ussher, fue aún más lejos –aseguró el extraterrestre– y pretendió
demostrar,
cronológicamente, no solo que el mundo había sido creado por Dios el domingo 23 de octubre del año 4004 antes de Cristo,
sino
alucinaciones
que
en
sus
fantasiosas, 699
Juan M. Taveras
llegó a establecer que la humanidad
fue
creada
el
viernes 28 de octubre de ese mismo año, y que Adán y Eva fueron arrojados del Paraíso solo trece días después, o sea, el lunes10 de noviembre del 4004. También el religioso pretendió demostrar, que el Arca de Noé encalló en el monte Arafat el miércoles 5 de Mayo del año 1491 antes de 700
El Vendedor de Felicidad
Cristo. De manera que, según las estimaciones del primado de la Iglesia Cristiana angloirlandesa,
la
Tierra
y
el
sistema solar tienen apenas poco más de 6.000 años de antigüedad – ¡Vaya! –dijo sonriente el elegido– Es curioso, pero esas fantásticas
estimaciones
y
deducciones cronológica de Ussher,
aunque
jóvenes, 701
Juan M. Taveras
superan alucinaciones
incluso que
las dieron
nacimiento al cuento mítico de Dánae y Perseo e incluso a las tentaciones con que el diablo intentó ganar a Jesús para su causa. – Lo penoso de todo eso –Agregó Akahim– es que los humanos continúan creyendo, directa o indirectamente, en alucinaciones como las de 702
El Vendedor de Felicidad
Ussher y lo cierto es que todas las grandes religiones tienen sus propias historias y todas se fundan
en
fantásticas
narraciones que contravienen los
postulados
más
elementales de la razón y la ciencia. Desde
tiempos
inmemorables, el hombre ha pretendido
mantener
algún
tipo de relación y contacto con 703
Juan M. Taveras
los dioses y basado en esa relación mística, ha creado todo tipo de predicciones, complicados ritos y ofrendas que incluyen hasta sacrificios humanos, pese a todo lo cual, el destino de los humanos continua tan incierto y alejado de una eficaz dirección divina como siempre. –Ahora comprender 704
empiezo su
a
marcada
El Vendedor de Felicidad
insistencia sobre el tema de los mitos y las creencias absurdas. Y
es
que
nosotros
los
humanos, volvemos, una y otra vez, sobre nuestros pasos: abandonamos el camino de las verdades comprobadas para echarnos
en
los
frágiles
brazos de las más absurdas supersticiones y. . . . – ¿Te imaginas Joel interrumpió
Akahim–
– el 705
Juan M. Taveras
impacto estudiosos
sufrido de
por
los
la
ilustración
francesa
cuando
intentaron
conciliar
las
historietas
religiosas sin fundamento con la teoría evolucionista firmemente apoyada
en
planteamientos
los
nuevos de
la
antropología científica? –Supongo –respondió Joel– que
sus
deducciones
racionalistas chocaron de frente 706
El Vendedor de Felicidad
con el relato bíblico de la creación y con los dogmas teológicos que afirmaban que determinadas culturas y pueblos no occidentales habían caído en desgracia
divina
solo
por
ignorar los preceptos religiosos y que era esa la razón por la cual los pueblos que habían puesto en duda la religión, terminaron degenerando situación,
hacia
una
denominada 707
Juan M. Taveras
peyorativamente,
como
“primitiva”. –Respuesta correcta. Pero si bien la comunidad científica puso sobre el tapete, desde los albores mismos de la Era de la Ilustración, las contradicciones existentes entre los dogmas religiosos, que dan a la creación un
origen
divino,
y
las
respuestas de la ciencia, que apuntan en otra dirección, 708
la
El Vendedor de Felicidad
religión se ha empecinado en mantener la oscuridad apelando a recursos tan primitivos como hacer creer a los fieles que el simple cuestionamiento, que el simple dudar de los cuentos religiosos, es un pecado mortal que pagarán con el suplicio eterno. La posición mantenida por los líderes religiosos es absurda y está propiciando un descreimiento generalizado, un 709
Juan M. Taveras
retorno al escepticismo que está afectando por igual a todas las religiones. Pero lo que más sorprendente
Joel,
es
el
desparpajo mostrado por los conductores
religiosos,
que
siguen empecinados en ignorar que
los
extraordinarios
adelantos alcanzados por la ciencia han colocado a las grandes disyuntiva 710
religiones de
en
la
adecuar
sus
El Vendedor de Felicidad
doctrinas
religiosas
a
las
verdades comprobadas por la ciencia o simplemente continuar con el risible intento de tapar el sol con un dedo. Un camino equivocado
que
terminará
arruinándolos a todos. –No creo, -intervino Joel-, que el camino seguido por las religiones sea sostenible en el presente. El resultado de su tozudez está propiciando un 711
Juan M. Taveras
peligroso resurgimiento de la revolución escéptica. “El que quiere ver que vea. El que quiere entender que entienda” pero el futuro de la religión en sentido general no es nada halagüeño. Akahim asintió y agregó: –Igual camino, el camino de tapar el sol con un dedo, seguimos en Schwerta durante muchísimos 712
milenios
sin
El Vendedor de Felicidad
percatarnos de que con ese accionar
equivocado
impedíamos a nuestro pueblo conciliar efectivamente ciencia y religión. Es por eso, que en lugar de empecinarse en ocultar las verdades comprobadas por la ciencia, las grandes religiones deberían, en cambio, responder, sin pérdidas de tiempo, a estas inquietantes preguntas:
713
Juan M. Taveras
¿Es la edad del universo, como asegura la comunidad científica, mayor a los 10,000 millones de años o es de reciente
creación
como
postulan prácticamente todas las religiones? ¿Fue el hombre creado por Dios hace 20 o 25 mil años, o es el producto final de un accidente genético acaecido
714
El Vendedor de Felicidad
hace miles de millones de años? ¿Creó Dios al hombre a su imagen y semejanza, o fue el hombre quien creó a Dios a su imagen y semejanza? ¿Existen
el paraíso,
el
infierno y el más allá? ¿Tiene el ser que someterse a una cadena interminable de reencarnaciones, a una especie
715
Juan M. Taveras
de eterno retorno a fin de purificarse? ¿De qué y por qué debe purificarse el ser? –Los
medios
de
comunicación –agregó Akahim– constituyen hoy el mayor aliado de la ciencia. Estos penetran los más ignotos rincones del planeta tierra y mediante imágenes y certeros comentarios científicos muestran, 716
fehacientemente
a
El Vendedor de Felicidad
todos los humanos, la magnitud y complejidad del universo. Dan cuenta
cada
espectaculares
día hallazgos
de de
nuevos y más antiguos fósiles que evidencian, sin ninguna duda, que la vida en la tierra existe desde hace más de 3,000 millones de años confirmando, de paso, la teoría evolucionista. La religión, en cambio, da la callada por respuesta a estas 717
Juan M. Taveras
evidencias
demoledoras
que
desmienten la mayoría de los mitos en que se apoya. – Lo cierto es, –interrumpió Joel– que todas esas evidencias apuntan a
demostrar que la
especie humana ha seguido el mismo patrón de desarrollo que las demás especies animales y que, a no ser por la intervención de ustedes, el hombre sería un
718
El Vendedor de Felicidad
animal
más
dentro
de
la
diversidad de las especies. –Así es sin dudas. En otras palabras, el conocimiento crece y deja cada vez menos espacio a las especulaciones religiosas y a los cuentos infantiles que antaño cubrían la falta de ilustración. En el pasado, la religión servía para llenar
los huecos del
conocimiento: las lluvias se atribuían al poderoso martillo de 719
Juan M. Taveras
Thor y el fuego a la portentosa hazaña de Prometo. Pero la ciencia ha demostrado que esos dioses eran falsos y al final demostrará,
que
todos
los
supuestos dioses son ídolos de hojalata. De hecho, la ciencia se agiganta
dejando
pocas
preguntas sin respuestas. El escenario, pues, ha cambiado a tal punto, que el gigantesco quásar religioso de antaño luce 720
El Vendedor de Felicidad
hoy como un guiñapo, como una estrella fallida, que no refleja ninguna
luz.
Los
milagros
religiosos son cada vez más escasos. La ciencia, en cambio, es
cada
sanando
vez
más
pródiga
por
millones
las
dolencias físicas y psíquicas de la humanidad. –Soy de opinión –intervino Joel– que los líderes religiosos deben……… 721
Juan M. Taveras
–Por hoy hemos terminado. –Cortó
bruscamente Akahim–
Ahora debes irte a descansar y reponer energía. Ya conoces el camino a tu habitación. Mañana continuaremos.
Fueron
las
últimas palabras del maestro alienígeno y desapareció instante.
722
al
El Vendedor de Felicidad
723
Juan M. Taveras
22
Ese sábado 31 de octubre, cuando el elegido regresó a su habitación, se sentía feliz y muy satisfecho con todo lo aprendido 724
El Vendedor de Felicidad
aquel larguísimo día que había comenzado
tan
lleno
de
presagios negativos a causa del misterioso sueño de la noche anterior, pero que, después de todo,
había
resultado
tan
provecho. Se
sentía
profundamente
emocionado y, como ocurre generalmente a los humanos cuando algo que juzgan bueno les acontece, el banquero sintió 725
Juan M. Taveras
la necesidad de inclinarse ante Dios para dar aquiescencia a sus inescrutables designios. Entró a su habitación y empujado por una inconsciente costumbre se arrodilló frente a la cama, recostó su cabeza sobre el colchón, se persignó, rezó un padre nuestro y en voz baja pronunció estas palaras: “Señor, sigo creyendo que tú eres el gran arquitecto del 726
El Vendedor de Felicidad
majestuoso universo. ¡El por qué lo hiciste, cuándo lo hiciste y con qué finalidad! escapa, al menos por ahora, a mi limitado entendimiento. Pero no soy quien para juzgar tus siempre inescrutables
designios.
Tampoco sé ni entiendo por qué fui escogido de entre casi siete mil millones de seres humanos para la difícil misión de vender felicidad. Pero te doy gracias, 727
Juan M. Taveras
¡Oh Padre celestial! Y prometo que ayudado por Ti y por todos los que contigo reinan en los cielos,
cumpliré la sagrada
misión que has puesto en mis débiles hombros” Notó, sorprendido, que su oración
no
era
ahora
tan
mecánica como lo había sido siempre. Sentía, mientras oraba, que
cada
palabra
que
pronunciaba era cuestionada por 728
El Vendedor de Felicidad
un interlocutor subconsciente, por una especie de filosofo oculto, que se movía dentro de su ser y no se conformaba ya con la sola fe heredada de sus ancestros para explicar o no los designios de Dios. Era evidente que las enseñanzas del maestro de Schwerta habían agrietado los frágiles cimientos de sus creencias empíricas y que su psiquis,
empujada
por
una 729
Juan M. Taveras
resistencia instintiva, esgrimía ahora un potente telescopio mental con el cual escudriñaba cada rincón de su entendimiento en
procura
de
conjugar
y
convalidar sus creencias. “No sé, pero siento que empiezo a dudar de todo y si sigo así, el diablo me llevará y terminaré en el mismísimo infierno” Se acostó cuando terminó de orar. Pero, al igual que la noche 730
El Vendedor de Felicidad
anterior, no lograba conciliar el sueño. Largas e interminables caravanas
de
grandes
cuestionamientos cabalgaban a galope, tirando de las crines de su cerebro en llama, en busca de disipar o, al menos, atenuar las grandes
dudas
que
las
enseñanzas de Akahim habían sembrado
en
su
perturbada
psiquis. La inquietud resultante de su vieja convicción de que 731
Juan M. Taveras
los grandes mitos que soportan la religión son puros cuentos de hadas,
unida
al
representado
por
contrapuestas
de
revoltillo las la
ideas antigua
filosofía y a la revelación hecha por el maestro alienígeno de que el cerebro y el ADN del hombre habían sido manipulados por ellos
para
humanizarlo
y
empujarlo hacia el progreso, conformaban 732
demasiadas
El Vendedor de Felicidad
preguntas
inquietantes
que
cuestionaban la raíz misma de sus
añejas
esforzaba
creencias.
por
Se
ignorar
estas
interrogantes, pero no podía. El choque entre las enseñanzas del extraterrestre
y
sus
viejas
creencias, le provocaban un terrible malestar psíquico, un sentimiento
inexplicable
de
culpa, similar al originado en la joven virgen que, incitada por 733
Juan M. Taveras
una pasión loca, entrega su cuerpo al amante, y después se consume en un mar tempestuoso de culpas sin sentido. Recordó que en su niñez temía, como el diablo a la cruz, la llegada de la semana santa, porque su insuflado
niñera la
idea
le de
había que
cualquiera que se bañara en el mar o en algún rio durante el viernes santo, corría el riego de 734
El Vendedor de Felicidad
volverse bacalao. También que cualquiera que se atreviera a hablar antes del mediodía podía quedarse mudo para siempre. Su niñera le aseguraba, sin sonrojo
alguno,
que
ella
escuchó, con sus propios oídos, a un buey recriminar a viva voz a su dueño por haberlo hecho trabajar
en
Finalmente, aseguraba,
viernes su que
Santo.
niñera unos
le
niños 735
Juan M. Taveras
traviesos se atrevieron a comer carne de vaca ese día y por desobedecer
los
mandatos
divinos, les habían salido unos cachos tan grandes que los desdichados niños se doblaban al caminar. Todas esas cosas, según le aseguraba su niñera, eran castigos de Dios. Pero lo que más sorprendía a Joel era reconocer que en su conciencia, sobrevivían ecos lejanos de esos 736
El Vendedor de Felicidad
infantiles absurdos los cuales, pese a reconocer que eran muy parecidos al cuento de los reyes magos, seguían cuestionando y reprochando muchos de sus actos más conscientes. Por eso, se sentía de alguna culpable
de
su
forma
repentino
escepticismo. Y pensaba, lleno de aprensión y temor: ¡Soy un candidato al fuego eterno por atreverme
a
pensar!
Su 737
Juan M. Taveras
conciencia
lo
flagelaba
despiadadamente por el solo hecho
de
infinidades
poner de
en
cuentos
duda sin
sentido. Mientras navegaba en medio de recuerdos y disquisiciones tormentosas, se decía así mismo: ¡es una pena, pero lo que en realidad observo es que la religión es ya una estrella
738
El Vendedor de Felicidad
apagada y que será difícil revivirla! Pasó horas
meditando y
mientras oscuros sentimientos de
culpas
crecían
inexplicablemente en su interior, le parecía escuchar lejanas voces acusadoras que lo amenazaban con sepultarlo para siempre en los infiernos si se apartaba, renegaba o simplemente dudaba de su fe. Ya tarde en la noche y 739
Juan M. Taveras
aunque
arropado
tormentosos
por
estos
sentimientos
de
culpa y por las contradicciones entre
sus
creencias
y
las
enseñanzas de Akahim, el sueño termino
venciéndolo
y
tan
pronto se durmió, recibió la visita de Morfeo, dispuesto, al parecer, que más dispuesto que nunca
a
pasearlo
por
el
misterioso mundo de los sueños.
740
El Vendedor de Felicidad
Durante
los
primeros
minutos,
el sueño de Joel
apareció
convertido
revoltillo
de
incongruentes
en
un
imágenes relacionadas
todas con el trajín del día y muy especialmente
con
los
cuestionamientos, que solo unos segundos antes, le impedían dormir. Instantes después, sin embargo, las imágenes iníciales
741
Juan M. Taveras
desaparecieron y una siniestra pesadilla ocupó su lugar: Soñó
que
un
impulso
indetenible y misterioso lo había sacado de su cama y llevado de nuevo al bosque donde había estado la noche anterior. Allí, acosado
por
un
vértigo
imaginario que lo llenaba de un miedo
confuso
y
atroz,
caminaba desconfiado, temeroso y volteando su rostro a cada 742
El Vendedor de Felicidad
paso porque su instinto, sin duda el más firme y leal aliado del hombre, le advertía que se avecinaba un peligro mortal. Presentía que la muerte le seguía. Su mente, atrapada en la vorágine psicológico
de
un
desorden
indescifrable,
se
hundía en las tinieblas de un miedo insensato que nublaba por entero su entendimiento y solo
acertaba
escuchar
una 743
Juan M. Taveras
voz solitaria que gritaba en su interior: “¡Corre!, ¡Corre tan rápido
como
puedas!
Sin
pensarlo, al solo impulso de ese mandato interior, Joel corrió sin rumbo y sin saber por qué ni para qué y como si huyera detrás de su propia sombra. Procuraba, instintivamente, un refugio que le sirviera de escudo contra toda la maldad del mundo que presentía se precipitaba 744
El Vendedor de Felicidad
sobre él con la intensidad de una tormenta de granizos de fuego. En su loca y ciega carrera, sintió que
caía
repentinamente
al
fondo de un obscuro precipicio. En
su
sueño,
Joel
permaneció ausente durante un prolongado y angustioso espacio de tiempo contemplando el tenebroso, frío y solitario lugar donde había caído. Cerró los puños y luchó por reponerse, 745
Juan M. Taveras
pero no podía. No estaba seguro de si lo que vivía era cierto o producto
de
una
pesadilla
infernal. Pero sentía que se iba. Era presa de un terror delirante que lo obligaba a gritar con todas sus fuerzas: ¡No me dejen morir! ¡No me dejen morir! ¡Nooo!, ¡No por favor! ¡No quiero morir! Pero sus suplicas, suplicas desgarrante, mensajeras impacientes de un moribundo en 746
El Vendedor de Felicidad
trance que da voces al viento, chocaban con el muro infame de la soledad y regresaban a él como un viento helado que destrozaba su alma suplicante y solitaria. En medio de su tétrico sueño, lo asaltó la idea de que estaba muerto. “¡Sí, estoy muerto! ¡Nadie sobrevive a una caída como esta
747
Juan M. Taveras
y me temo que mis restos jamás serán encontrados! El miedo lo consumía y en medio de su enajenante frenesí le
pareció escuchar voces
extrañas. Agudizó el oído y notó que venían acompañadas de pasos firmes y cadenciosos que se acercaban rápidamente al lugar donde se encontraba. –
¡Usted,
venga
con
nosotros! –Dijo de repente una 748
El Vendedor de Felicidad
voz autoritaria, mientras dos figuras humanas, pero sin rostro, tomaban al banquero por ambos brazos
y
prácticamente
lo
arrastraban contra su voluntad en dirección a un largo pasillo que terminaba en una enorme sala repleta de gentes que se apiñaban misteriosas en medio de un sepulcral silencio. Al levantar la cabeza, comprendió que se estaba celebrando un 749
Juan M. Taveras
juicio
del
que
él
era
evidentemente el acusado. – ¡Estoy muerto! –Pensó– ¡Dios me ha impuesto un justo castigo por haber flaqueado en mi fe! ¡Le fallé al Señor y me van juzgar por mis pecados! Pero algo inexplicable lo hizo preguntarse: ¿Pero por cuáles pecados? ¿Será posible que por haber puesto en duda el cuento de Adán y Eva se me haya 750
El Vendedor de Felicidad
colocado en el terrible trance que me encuentro ahora? ¡No! ¡Todo esto tiene que ser mentira! ¡Esa no puede ser la razón!.. Debe haber otra. ¿Pero cuál?: ¡Yo no encuentro razones para ser juzgado! Para entonces, la pesadilla había elevado la tensión del banquero a un punto peligroso. Su
cuerpo
en
tensión
se
esforzaba por despertar. Sentía 751
Juan M. Taveras
que se asfixiaba. Pero todo resultaba inútil. La batalle entre el consciente y el inconsciente era de magnitudes épica. Sentía la cercanía del fuego infernal rodearlo en un pequeño círculo del que no podía
escapar.
Luchaba, pero no despertaba. Estaba a punto de morir. Un frio glacial congelaba su sangre al solo contacto con el ambiente hostil que allí se 752
El Vendedor de Felicidad
respiraba.
Todo
resultaba
aquello
inimaginable.
El
misterio, el ocultismo, los viejos símbolos del miedo inducido, parecían
reunidos
allí
a
propósito, como si se quisiera empujar la base de sostén del esoterismo
clásico hasta la
propia tumba de los muertos. Para ese momento, la pesadilla sufrida banquero,
en
sueño había
por
el
subido
su 753
Juan M. Taveras
adrenalina a niveles intolerables hasta hacerlo sentir que su corazón
se
desprendía
y
explotaba en mil pedazos. Joel no se daba cuenta, no podía percatarse de que sus sentimientos estaban
religiosos
jugando
una
le mala
pasada. Eran tan profundos y arraigados que bastó, al pobre hombre, dudar un instante de sus viejas creencias; bastó con 754
El Vendedor de Felicidad
que jugara a liberarse de mitos y creencias absurdas que habían minado siempre su el camino a la felicidad, para que todo su equilibrio
mental
se
desarticulara y un mar de culpas lo arrastrara a un abismo sin fondo. Todo plomizo,
aquel donde
ambiente se
apiñaba
aquella misteriosa multitud sin rostros, traían a la memoria del 755
Juan M. Taveras
banquero en trance, imágenes vivas de los tiempos en que practicaba extraños ritos de iniciación en la logia masónica que dirigía su amigo Alfonso Pettit Fondear, empujándolo a preguntarse angustiado: ¿Dónde estoy? ¿Qué he hecho? ¿Estoy muerto, soñando o en camino al infierno? En respuesta a sus lamentos, le pareció escuchar el eco de mil 756
El Vendedor de Felicidad
tambores tronando al unísono para anunciar el clásico e injusto anatema de San Pablo: “Por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” Al
escuchar
el
pérfido
anatema, vino a su mente el siguiente paisaje que había leído en alguna parte: “lo que oigo 757
Juan M. Taveras
solo significa una cosa: se nace ya culpable. Antes de tener conciencia del deber se conoce el de culpa. Solo porque una madre me trajo al mundo, sin yo saber por qué ni para qué, no solo estoy condenado a vivir, sino que soy culpable. Creo que todo esto revela la esencia trágica de la condición humana que
758
todos
experimentamos
El Vendedor de Felicidad
desde el mismo momento en que nacemos”. No recordó donde lo había leído, hombre,
pero
entendió
hasta
donde
como son
injustos los dioses. A continuación la pesadilla del banquero alcanzó la cima de expectación cuando una voz aguda y solitaria pronuncio la sentencia: “El acusado, como
759
Juan M. Taveras
todos los hombres, es culpable y se le condena al suplicio eterno” – ¿Pero culpable de qué? –se preguntó
angustiado
el
condenado, pero ¡si ni siquiera he sido juzgado! ¿A caso es esta la justicia divina? ¿Es esta cosa la justicia divina?.. Repetía una y otra vez el afligido banquero, mientras era arrojado de nuevo al obscuro y frio rincón donde había originalmente caído. 760
El Vendedor de Felicidad
Luego, un sentimiento de injusticia y frustración surgió sereno de la mente del banquero en trance. Y llegó un momento de sutil expectación. Un vacío en el cual nada ocurría, y donde, ¡Oh Dios! ¡Cuán difícil es expresarlo!, el condenado solo sentía desilusión, pena, tristeza y
un
fuego
ardiente
que
calcinaba su ser y devoraba las últimas onzas de la robusta fe 761
Juan M. Taveras
religiosa que había heredado de sus ancestros. – ¡He sido condenado al suplicio eterno!.. Pero ¿Por qué? Se preguntaba Joel, angustiado, furioso y decepcionado a la vez. Sintió entonces que la lámpara que alumbraba su fe moría para siempre
atropellada
por
el
derrumbe definitivo del umbral mítico que la había soportado. De repente, una puerta se abrió 762
El Vendedor de Felicidad
dentro de él y escuchó, desde lo más recóndito de su conciencia flagelada, el eco prolongado, el grito de asco, la voz rebelde de la
desilusión,
de
la
desesperación, al ver roto en mil pedazos sus más arraigados sentimientos religiosos Despertó al siguiente día en el preciso instante en que la agitación,
el
desconcierto
emocional y la sangre fluyendo 763
Juan M. Taveras
desboscada
por
sus
venas,
estaban a punto de provocarle un infarto mortal. Abrió los ojos bañado en sudor y con el alma destrozada por un sentimiento de infinita soledad. Estaba vivo y entendía perfectamente que lo acontecido en ese terrible sueño, había
sido
una
infernal.
Pero sus
secuelas
terribles
pesadilla secuelas, como
las
dejadas en el hombre al comer 764
El Vendedor de Felicidad
por
primera vez del fruto
prohibido del conocimiento del bien y del mal, invadían ahora su
psiquis
y
rompían,
imprudentemente, los frágiles cristales de su fe en la justicia divina. El sueño había levantado una montaña repleta de interrogantes que debían ser aclaradas de inmediato o su misión como
765
Juan M. Taveras
vendedor
de
felicidad
se
frustraría para siempre. Se vistió rápidamente y se fue al salón de clase faltando 20 minutos para las siete de la mañana. Se notaba claramente que era presa de gran agitación. Su estado anímico había sido alterado a causa del sueño, hasta el punto de que el elegido estaba visiblemente fuera de sí y era
766
El Vendedor de Felicidad
incapaz
de
controlar
sus
emociones.
767
Juan M. Taveras
768
El Vendedor de Felicidad
23
A las siete en punto de la mañana, cuando el gran maestro alienígeno
apareció
mágicamente, como lo había hecho
antes,
Joel
lucia
desafiante y visiblemente fuera de sí. Estaba resulto a llegar al fondo de lo que todo aquello significaba.
Lo primero era
confirmar si el terrible sueño de 769
Juan M. Taveras
la noche anterior era también un producto de la manipulación de los extraterrestres. Su objetivo: responder ojo por ojo. No sabía cómo, pero ese era su plan. Con
solo
mirarlo,
el
extraterrestre comprendió toda la metamorfosis sufrida en la conciencia del elegido a causa del terrible sueño y, con voz serena y paternal, dijo:
770
El Vendedor de Felicidad
– ¡Calma!!! ¡Cálmate Joel! He visto en tus ojos la terrible pesadilla por la que acabas de pasar y, si te sirves de algo, puedo decirte que comparto todas
tus
emociones,
tus
sentimientos nacientes y todo lo que sientes. Pero te equivocas si crees que al inducirte a ese sueño buscábamos propiciar el derrumbe de la fe en Dios o en la
justicia
divina.
Lo
que 771
Juan M. Taveras
pretendemos, en realidad, es enseñarte a ver la luz a través de las tinieblas. Te he dicho un par de veces que no hemos venido aquí a impulsar la idea de salvación
que
postulan
las
religiones ni a enfrascarnos en discusiones estériles sobre la teoría del big bang o de la creación mágica del universo. Lo que pretendemos es enseñar a los humanos el camino a la 772
El Vendedor de Felicidad
felicidad
por
un
sendero
diametralmente opuesto al que se les ha mostrado. Y para eso es necesario romper los viejos modelos de creencias que, como tu
bien
sabes,
se
apoyan
básicamente en el miedo y la ignorancia. Es preciso que entiendas Joel,
que
simplemente
tu una
sueño
es
respuesta
emocional al miedo generado 773
Juan M. Taveras
por una creencia rota. Millones de personas sufren a diario lo que tú sufriste anoche, solo por sentirse culpable de algo que ellos no entienden ni pueden explicar. – ¿Te das cuenta Joel del montón de lecciones útiles para tu
misión de vendedor
de
felicidad que se desprenden de ese intenso sueño?
774
El Vendedor de Felicidad
– ¡No! –Contestó secamente Joel– frunciendo el ceño hasta dar a sus ojos la fisonomía de un león enfurecido. Lo que sí entiendo –agregó– es que ese modelo de sueño es demasiado cruel y hasta peligroso. Resultó tan intenso que un poco más hubiera terminado con mi vida. –Todos los humanos tienen pesadillas o sueños infernales que generan altos niveles de 775
Juan M. Taveras
angustia
y
temor
–dijo
tranquilamente Akahim– –Pero este sueño desnudó mi conciencia a tal punto, que me sentí desnudo en medio de un sagrado tedeum oficiado por el propio Papa en la iglesia San Pedro Apóstol. –Lo que importa aquí Joel, son las lecciones conseguidas para favorecer tu entrenamiento como vendedor de felicidad. 776
El Vendedor de Felicidad
–Pero ¿Y mi fe? Presiento que ha sido mortalmente herida y lesionada para siempre – Riposto
Joel,
visiblemente
compungido y triste. – No es tu fe la que ha sido lesionada,
sino
tus
falsas
creencias. Y me veo obligado a preguntarte
ahora:
¿Será
posible alcanzar la felicidad siguiendo
modelos
de
777
Juan M. Taveras
enseñanzas
que
partan
de
no
–
postulados falsos? –Entiendo
que
respondió Joel– pero... – No hay pero que valga –interrumpió
Akahim–
Estas
admitiendo que ningún sistema de enseñanza, sea científico o religioso, que se apoye en postulados falsos, es válido. Lo que se enseña Joel, ha de apoyarse siempre en hechos 778
El Vendedor de Felicidad
comprobados. Lo que no cumpla ese
requisito
elemental,
es
contrario a la verdad y a la felicidad
del hombre.
La
inobservancia de ese postulado obligó, en su tiempo, a los Schwertanos, a crear miles de escuelas de desaprendizaje para rehacer psiquis
completamente de
envenenada
nuestro por
la
pueblo, falsas
enseñanzas e historietas baratas. 779
Juan M. Taveras
– ¡Pero también la ciencia ha basado
muchas
de
sus
enseñanzas en modelos falsos!, –ripostó Joel con enojo– –Es correcto tu comentario. Pero, a diferencia de la religión, donde el dogma es estacionario, permanente y no admite replica ni disidencia, la ciencia es dinamia. Se ataca a sí misma y se renueva constantemente en procura 780
de
la
verdad.
Si
El Vendedor de Felicidad
observas bien, encontrarás que ese sueño, en el fondo, te está invitando a preguntarte si crees todo lo que el hombre dice del dios vengador e implacable que el mismo ha creado a imagen y semejanza de tiránicos reyes de la tierra. Te hace ver también, que las escrituras religiosas son historias que narran la lucha del hombre en procura de entender su
significado
y
la 781
Juan M. Taveras
incomprensible
magnificencia
del universo. Joel
respiró
hondo,
se
desplomó sobre sí mismo y dio la impresión de que su ira se había disipado. –Bien Joel, regresado emocional.
a
noto que has la
Te
normalidad felicito
y
aprovecho para despedirme. Por ahora dejaremos de lado la filosofía y la religión y entrará 782
El Vendedor de Felicidad
otro maestro de Schwerta que dará
continuación
a
tu
entrenamiento.
783
Juan M. Taveras
784
El Vendedor de Felicidad
785
Juan M. Taveras
24
Akahim
desapareció
al
instante y, como salido de la nada, un nuevo ser con cara de diamante 786
emergió
de
las
El Vendedor de Felicidad
sombras de los átomos de Demócrito y, sin saludos ni preámbulo, se dirigió a Joel diciendo: –Mi nombre es Ajnacom. Vengo a hablarte de la mente y dispongo de poco tiempo para cumplir mi misión. Por eso, estoy
en
solicitarte preguntas
la
obligación
hagas y
solo
de las
comentarios
imprescindibles respecto de los 787
Juan M. Taveras
temas a tratar. Te hablaré, en primer lugar, de la mente. Joel, atención
apenas a
si
las
prestó palabras
introductorias del nuevo maestro de
Schwerta.
Embelesado,
contemplaba el gran parecido físico de los dos seres y la elegancia
simple
de
sus
vestuarios. Ante la sorpresa, murmuró entre labios: ¡Qué barbaridad, son idénticos! 788
¡A
El Vendedor de Felicidad
no ser por el color del distintivo que llevan sobre sus hombros, símbolo tal vez de sus respetivos rangos,
me
sería
imposible
distinguir un maestro del otro! En
efecto.
Los
dos
extraterrestres parecían copias idénticas: 190 centímetros de alto; tez bronceada: ojos color miel, rostro alargado y frentes exageradamente estrechas. Sus rostros eran como diamantes. 789
Juan M. Taveras
Con su peculiar apariencia física y vestidos con ropa ligera y diseño similar a las usadas por los
astronautas,
era
fácil
adivinar su procedencia. Joel, acariciaba su frente con los cinco dedos de su mano derecha, mientras examinaba los dos hombres y en seguida pensó: ¡Son
idénticos
estos
extraños seres! ¡Vaya! ¡Sus caras son como diamantes! 790
El Vendedor de Felicidad
–
¿Te asombras
nuestro
parecido? –Dijo Ajnacom para despertar a Joel– –
¡Mucho!
–contestó
el
asunto
del
banquero –Aunque
el
parecido no interesa a nuestros propósitos, solo por satisfacer en algo tu manifiesta curiosidad, te puedo decir que casi todos los nacidos en Schwerta somos producto
de
la
clonación, 791
Juan M. Taveras
proceso que llevamos a cabo mediante el sistema de añadir a las células de la piel una docena de genes que contienen factores de transcripción que permiten a genes específicos regular a otros genes,
lográndose
perfectas,
libres
copias de
enfermedades y dotadas de alta inteligencia. –No entiendo cómo pudieron dejar a un lado el sistema de 792
El Vendedor de Felicidad
reproducción natural para optar por uno artificial. Ese cambio, para nosotros resultaría
los
humanos,
inconcebible
¿Qué
ventajas les ofrece ese método artificial de reproducción? –Independientemente contenido
morboso
del de
tu
pregunta, te puedo asegurar que las ventajas de nuestro sistema de reproducción son enormes: los clones asociados a células 793
Juan M. Taveras
madre ya poseen la estructura genética más conveniente a la consolidación de una sociedad feliz que es, en definitiva, la esencia paradigmática de la razón de ser de los Schwertanos. No
debes,
sin
embargo,
confundir nuestros objetivos al haber optado por ese método de reproducción.
Nosotros
hemos artificialmente 794
no
construido una
sociedad
El Vendedor de Felicidad
feliz como la surgida del Mundo Feliz del novelista británico Aldous sociedad
Huxley, feliz
sino
una
producto del
conocimiento, del dominio de la voluntad y del respeto a un código
ético
funcional
y
compatible con la naturaleza de los
habitantes
de
nuestro
planeta. – ¿Complacido?
795
Juan M. Taveras
–Completamente.
Aunque
me gustaría saber algo más. –Lamento no complacerte Joel, peto dispongo de poco tiempo. Debo entrar en materia: – ¿Recuerdas tu inquietud al leer por primera vez el letrero: “LA
FELICIDAD
ES
UN
que
sí.
ESTADO MENTAL? –Naturalmente
¡Nunca olvidaré ese momento!
796
El Vendedor de Felicidad
–Pues
bien,
intentaré
demostrarte que la felicidad, ese tesoro intangible tan deseado y buscado
por
todas
las
generaciones humanas, es una creación mental, una hechura de la mente. Pero para comprender el estado mental representativo de la
felicidad, es
preciso
conocer, como tu bien pensaste en
aquel
incertidumbre,
momento
de el 797
Juan M. Taveras
funcionamiento de la mente y su enorme capacidad para crear pensamientos, los cuales pueden hacerte feliz o arruinar tu vida por completo. En ese orden de idea, hablaremos primero de la mente como un todo y luego de sus
componentes:
emociones,
instintos,
sentimientos
y
pensamientos. A
cualquiera
razonablemente 798
que
use su
El Vendedor de Felicidad
entendimiento, le será simple percibir desarrolla,
que
el
cerebro
al igual que
el
corazón, el hígado, el sistema nervioso y otros órganos del cuerpo humano, una función orgánica puramente mecánica y reguladora que alcanza hasta las partes más insignificantes de la anatomía
humana,
produciéndose un permanente
799
Juan M. Taveras
flujo de información entre los órganos y el cerebro. Pero ¿y la mente? ¿Qué papel juega? ¿Qué es la mente? ¿Son mente y cerebro la misma cosa o son distintas? Y si son distintas: ¿controla el cerebro a la mente o se encarga la mente de controlar al cerebro? –Interesantes –balbuceó
Joel–
preguntas mientras
acariciaba su barbilla con la su 800
El Vendedor de Felicidad
mano izquierda y centraba su mirada
cuestionadora
en
Ajnacom,
como
si
quisiera
indicar,
con
su
gesto
cuestionador, que sería bien difícil al maestro de Schwerta responder, razonablemente, a esos
complejos
cuestionamientos. Ajnacom, pareció no prestar atención a Joel, pero decidió aclarar sutilmente sus dudas 801
Juan M. Taveras
señalando que los humanos en general, empezando por los neurólogos modernos y con gran parte de la comunidad científica, creen que el cerebro lo controla todo, incluso a la mente. –Ahora
–dijo
bien
el
extraterrestre, levantando la voz desafiante–
si
el
cerebro
controla a la mente, la pregunta obligada seria: ¿y de qué forma los 802
procesos
cerebrales
El Vendedor de Felicidad
producen los procesos mentales o los pensamientos?
He aquí
una inquietante pregunta sobre un
tema
verdaderamente
complejo al que nadie ha podido responder satisfactoriamente, al menos hasta este momento. En Schwerta, aun disponiendo de las
más
avanzadas
técnicas
imaginarias, la ciencia no ha podido pequeñas
despejar incógnitas
algunas que 803
Juan M. Taveras
subsisten sobre este complicado tema. –No le sigo a usted – interrumpió Joel triunfante– ¿O me está diciendo que ustedes manipularon nuestro cerebro, que pueden viajar a velocidades superiores a la de la luz, pero que no saben aún cómo los procesos cerebrales producen los procesos mentales?
804
El Vendedor de Felicidad
–La
verdad
–dijo
es
Ajnacom algo inseguro– que en Schwerta, aún no sabemos cómo los
procesos
cerebrales
producen los procesos mentales. O
mejor
dicho,
no
lo
comprendemos. Y no tengo la menor idea del tiempo que tardaremos
para
despejar
semejante incógnita. Y te puedo asegurar, que pese a nuestros esfuerzos
por
encontrar
la 805
Juan M. Taveras
respuesta, hemos
hay algo que no
podido
descifrar,
y
sabemos que es esa indefinición la que mantiene viva algunas creencias religiosas ligadas al creacionismo divino. La inesperada pregunta de Joel desvió momentáneamente la concentración del maestro de Schwerta al verse obligado a confesar que los Schwertanos no habían 806
descifrado
algunos
El Vendedor de Felicidad
misterios de la mente, pero se recuperó al instante y dijo: –En nuestro mundo, varios miles de años atrás y mediante el uso de técnicas de imágenes que
los
humanos
apenas
empiezan a utilizar, creímos haber entendido perfectamente la
estructura
cerebral
y
descifrada las sustancias que participan en la transmisión de mensajes químicos y eléctricos a 807
Juan M. Taveras
través del organismo. De ahí dedujimos que la causa de los estados
de
ánimo,
de
las
emociones, de los sentimientos, de las enfermedades mentales y de otras patologías como la epilepsia, la miastenia y el desorden bipolar, entre otras, tendrían
siempre
un
origen
físico y, naturalmente, creímos que por tratarse de estados físicos, 808
podríamos
tratarlos
El Vendedor de Felicidad
fácilmente con la farmacología a mano. Apoyados, pues, en esa deducción
pseudocientífica,
dejamos de lado toda técnica psicológica y psiquiátrica para tratar la mente. Pero los hechos y
resultados
posteriores
sembraron serias dudas sobre nuestras
prácticas
médicas
apoyadas en que los procesos mentales
son
producidos
únicamente por los procesos 809
Juan M. Taveras
cerebrales. Más tarde, y después de
arduas
y
investigaciones,
prolongadas arribamos
finalmente a la conclusión de que la mente, aunque intangible, es tan real como cualquier otro órgano del cuerpo: ejecuta su función motora y durante su vida, este poderoso instrumento vital,
puede
permanecer
saludable o sufrir tratarnos de salud 810
como
cualquier
otro
El Vendedor de Felicidad
órgano. Y ese hallazgo planteó nuevos retos y nuevos caminos a nuestras prácticas médicas. Joel, asintió complacido y agregó: –En
otras
Schwertanos
palabras, arribaron
los a
la
conclusión de que cerebro y mente
son
dos
“órganos”
distintos. –Efectivamente.
811
Juan M. Taveras
– ¿Y después?
–Inquirió
Joel muy interesado en el tema– –Nuestros
científicos
se
concentraron mayormente en el estudio de los procesos mentales y descubrieron que la mente, pese a su inmenso poder, es dócil, moldeable y modificable, condiciones que permiten, con el auxiliada del conocimiento y la voluntad, inducir los instintos, controlar 812
las
emociones,
El Vendedor de Felicidad
moldear
los
sentimientos
y
hacer de los pensamientos el fundamento de una vida feliz. Joel asintió satisfecho y agregó: –Creo firmemente que si se comprueba que la mente es dócil, moldeable y modificable, es
razonablemente
posible
alcanzar la felicidad. –Esas características de la mente son absolutamente reales, 813
Juan M. Taveras
–respondió Ajnacom– De no ser así, las ciencias sociales, muy especial
la
psicología,
la
pedagogía y mayormente la psiquiatría,
no
tendrían
referentes en que apoyar sus respectivas Tampoco
metodologías. la
inteligencia
emocional, tan en boga hoy en el planeta tierra, tendría ningún sentido práctico.
814
El Vendedor de Felicidad
Joel
asintió,
moviendo
repetidamente su cabeza. –De otro lado, –prosiguió Ajnacom–
los
neurólogos
humanos están justamente ahora cayendo en el mismo error que tuvimos los Schwertanos al considerar que la mente ha evolucionado en idéntica forma que el cuerpo, en cuyo caso, entienden, como entendíamos nosotros en el pasado, que no 815
Juan M. Taveras
hay ninguna razón para no creer que la evolución que dio forma al cuerpo humano, haya sido también quien modeló la mente. Y aseguran, partiendo de esa tesis falsa, que no hay motivo para que los genes que controlan tantos aspectos del desarrollo humano, no ejerzan también su control
sobre
los
aspectos
mentales. “Después de todo– dicen–el cerebro es fabricado 816
El Vendedor de Felicidad
por los genes y nada desean más los genes que forzar la reproducción y lo consiguen haciendo que el sexo resulte placentero”. –A primera vista –continuó Ajnacom– la deducción parece lógica y nadie niega que los instintos y muchas cosas más, sean transmitidos por los genes. Pero
contra
esa
deducción
empírica y superficial, está el 817
Juan M. Taveras
hecho de que el ser humano no hace necesariamente lo que los genes desean que haga. Lo que realmente acontece es que con el auxilio
de
la
mente,
los
humanos logran que la voluntad prevalezca eventualmente por encima de los instintos y de cualquier otro designio genético. Y ello implica que en cada ser humano coexisten un cuerpo y una mente que interactúan con 818
El Vendedor de Felicidad
una cierta independencia, siendo en
gran
medida
la
acción
mental, en sus distintas fases, la responsable de serios trastornos físicos, y en otras ocasiones, es el
cuerpo
quien
provoca
diversas enfermedades mentales. De lo dicho aquí se puede enunciar un axioma: El que desee ser feliz, debe aprender a administrar el gran poder de su mente
por
medio
del 819
Juan M. Taveras
conocimiento y de la educación de la voluntad. La felicidad no es, pues, cuestión de suerte ni de designios caprichosos de los dioses, sino un producto neto de nuestras decisiones mentales
820
El Vendedor de Felicidad
821
Juan M. Taveras
25
Joel, muy complacido con los conocimientos adquiridos, movió veinte veces su cabeza en señal de asentimiento. Pero insistió en que aún no se había dado respuesta satisfactoria a la pregunta
de
si
el
cerebro
controla a la mente o si la mente controla al cerebro.
822
El Vendedor de Felicidad
–Me parece haber dicho –respondió
Ajnacom,
algo
resentido– que aún no tenemos respuesta a esa pregunta y que tal
vez
nunca
científicamente
será
respondida,
porque se trata de un asunto sumamente complejo que parece delimitar el campo puramente físico del cuántico. Y ese hecho, mantiene viva la vieja disputa entre
los
creacionistas,
que 823
Juan M. Taveras
parten
del
Big
Bang
para
explicar la creación en sentido general, y los que la atribuyen simplemente
a
las
manos
poderosas de un creador. –Ahora bien, –agregó el extraterrestre–
responder
en
detalle a esas preguntas aporta poco o nada
a
nuestros
propósitos. Nosotros no hemos venido
desde
Schwerta
a
especializarte en psicología o 824
El Vendedor de Felicidad
neurología, ni a probar si el universo tiene su origen en Dios o en el Big Bang, ideas ambas poco convincentes. Nosotros a lo que hemos venido es a mostrar
a
los
humanos
el
sendero a la felicidad por medio del
conocimiento,
resultan
útiles
a
y
solo
nuestros
propósitos aquellas discusiones que
se
encaminen
en
esa
dirección. De manera que lo 825
Juan M. Taveras
importante es aceptar que la mente, apoyada por la voluntad, puede controlar, hasta cierto punto,
los
instintos,
las
emociones, los sentimientos, los pensamientos e incluso puede controlarse a sí misma. Por tanto,
para
un
mejor
entendimiento de la mente, es preciso entender los procesos mentales tal como los estudia la psicología 826
y
los
procesos
El Vendedor de Felicidad
cerebrales tal como los estudia la neurociencia, sin necesidad de reducir
los primeros a
los
segundos ni viceversa. Es como si dijéramos: “Dad a Cesar lo que de Cesar y a Dios lo que es de Dios” –En otras palabras –dijo Joel– vamos a partir del hecho de
que
constituyen
mente dos
y
cerebro realidades
distintas. 827
Juan M. Taveras
–Correcto. Ajnacom continuar
se
disponía
cuando
a Joel
interrumpió de nuevo
para
decir: –Comparto en gran medida todo lo tratado hasta ahora. Pero al escucharlo hablar de cuerpo, cerebro y mente, regresan a mi memoria
algunos
temas
de
mucha actualidad que he leído recientemente 828
en
artículos
El Vendedor de Felicidad
científicos y en internet los cuales,
pese
a
encajar
perfectamente en el tema que estamos tratando, encienden mi curiosidad y generan en mi algunas inquietudes que deseo compartir con usted. –Adelante. – Los ordenadores están compuestos de cuerpo y cerebro. ¿Cierto? –Cierto. 829
Juan M. Taveras
–Además, –agregó Joel– el ordenador
está
dotado
de
memoria. ¿Cierto? –Cierto –Pero entonces, pensándolo bien, el cerebro y la mente del computador vendrían siendo la misma cosa. ¿No es así? –No sé dónde quieres llegar, pero el silogismo es incorrecto. –La mente, definida por Anaxágoras, 500 A.C, como la 830
El Vendedor de Felicidad
más fina y pura de todas las cosas, no es algo que pueda descomponerse en una serie de pasos como si fuera una receta de cocina. La mente es una maquina
creadora
de
intangibles: crea pensamientos y los
condiciona.
ordenadores, ordenan informaciones. Ejecutan
Los
simplemente y
procesan No
piensan. órdenes 831
Juan M. Taveras
preestablecidas en la máquina. Son,
de
hecho,
robots
sofisticados y nada más. La mente y los ordenadores se parecerán cada vez más, pero nunca serán lo mismo. No ocurre lo mismo si comparas cerebro con circuitos integrados.
Estos
sí
que
presentan
una
autentica
similitud física y funcional. El cerebro, 832
con
todos
sus
El Vendedor de Felicidad
funcionamientos, interacciones y reacciones puramente físicas y mecánicas,
ha
sido
perfectamente reproducido por nosotros, pero no así la mente, que
en
muchas
manifestaciones evidentemente,
de
sus
responde, al
mundo
cuántico. La mente es una especie de mago del organismo, visto este como un todo.
833
Juan M. Taveras
–Además –agregó Ajnacom– La capacidad de la mente para cambiar el estado de ánimo y las expectativas del individuo y sus efectos en el cuerpo humano, está más que demostrada. La moderna psiconeuroinmunología, comprueba cada vez con mayor certeza, hasta dónde la activa participación de los procesos mentales o del pensamiento 834
El Vendedor de Felicidad
influyen en la salud corporal del individuo y, por consiguiente, en su felicidad. Pero de ahí no puede inferirse que el cerebro controla los procesos mentales. Algunos de esos procesos, provenir
de
por
reacciones
químicas, no solo de las del cerebro
sino
organismo, inducidos
de
todo
pueden por
el ser
estímulos
artificiosos, porque se trata de 835
Juan M. Taveras
reacciones que tienen que ver con el mundo físico. Pero ni aún utilizando sofisticados métodos de
clonación
como
los
desarrollados por nosotros en Schwerta, puede recrearse una mente como la de Mozart o como la de Einstein, por solo citar
dos
ejemplos,
cuyos
poderes de concentración creación
eran
tales
y que
superaban el mundo de la física 836
El Vendedor de Felicidad
tradicional
para
invadir
mundo
cuántico
al que,
innegablemente, desafía a la materia
y
a
sus
leyes
tradicionales. – ¿Cree usted –cuestionó Joel– que algún día el concepto de
felicidad
pueda
ser
comprensible e incluso formar parte
del
cerebro
de
los
ordenadores?
837
Juan M. Taveras
–No lo creo.
–Respondió
con firmeza Ajnacom– porque al fin y al cabo, el ordenador es una creación de la mente y lo creado no supera al creador a menos
que
intervenga
otra
mente. Además, para que pueda atribuirse capacidad mental al computador, este tendría que disponer de un sistema de control artificial que le permita responder de forma emotiva y 838
El Vendedor de Felicidad
sentimental. Y la sola idea de esa aplicación seria absurda desde todo punto de vista: ¡Máquinas
con
instintos
sexuales! ¡Máquinas cargadas de emociones y sentimientos! Una locura. Hazte esta sencilla pregunta Joel: ¿Qué ventajas podría tener un sistema artificial muy sofisticado, digamos de una planta
nuclear,
que
fuera
diseñado para que sus sistemas 839
Juan M. Taveras
de
control
respondieran
de
forma emotiva? –Pensándolo respondió
–
bien
Joel–
tal
vez
resultaría peligroso, porque el día menos pensado, la planta nuclear
podría
amanecer
convencida de que es esclava de los
humanos
y,
llena
de
resentimientos contra sus amos, podría provocar desastre. 840
un
enorme
El Vendedor de Felicidad
–Respuesta correcta. Y, en definitiva, te puedo asegurar que ningún
computador
jamás
los
percibirá
instintos,
las
emociones, los sentimientos ni nada de lo que hacen de la mente ese algo tan especial que Anaxágoras
definió como la
más fina y pura de todas las cosas. Me parece que esos cuestionamientos se deben al poco
conocimiento
que
los 841
Juan M. Taveras
humanos
tienen aún de la
maquina mental. No debemos olvidar
que
ustedes
han
estudiado la mente por solo un "tic" del reloj equivalente a no más de 0.00005 segundos del tiempo universo
de y
existencia
del
no
aún
están
preparados para deducciones tan temerarias como sería la de reducir el poder creador de la mente, a simples y ciegos 842
El Vendedor de Felicidad
procesos materiales. La mente, repito,
es
prodigiosa
una
máquina
creadora
de
intangibles. Todos los artificios que existen hoy en el universo son creaciones originales, no del cerebro, sino de la mente. –Pero…,
–balbuceó
Joel
intentando intervenir de nuevo– Pero Ajnacom lo detuvo: –No
debo
permitir
más
preguntas ni comentarios. El 843
Juan M. Taveras
tema es en extremo interesante pero debo continuar con otros asuntos, como son los tres grandes poderes: a) El poder creador del universo ¿Has
pensado
en
la
inmensidad de ese gran poder Joel? Es, sin duda, el mayor poder que existe. Ahí reside el origen de todo lo existente y
844
El Vendedor de Felicidad
basta una mirada al cielo para comprobarlo. b)
El poder creador y
renovador de la vida. ¿Sabías Joel que existen millones de especies solo en tu planeta y varios millones más de formas de vida diferente en el infinito
universo?
El
poder
creador de la vida es inagotable y tiene la extraña capacidad de
845
Juan M. Taveras
alimentarse y renovarse a sí mismo. Y por último está: c) El poder creador de la mente. Que es lo que interesa a nuestro
tema
consecuencia,
será
y, lo
en que
discutiremos a continuación. –Si observas Joel, las cosas que normalmente te rodean, desde las más simples: una tasa, 846
El Vendedor de Felicidad
un vaso de vidrio, una cuchara, una silla, un reloj, hasta las más complejas: un teléfono celular, un televisor, un ordenador, un avión, un rascacielos y un millón de objetos más, todos son productos del poder creador de la mente, como los son también los
actos
más
simples:
levantarse, vestirse, preparar el desayuno y tomar decisiones. Todas son creaciones originales 847
Juan M. Taveras
que no podrían cumplirse sin el concurso del poder creador de la mente. De igual forma, nuestras maneras de vivir, de ser y actuar son el resultado directo del poder interactivo y creador de la mente. Los pensamientos a su vez producen efectos materiales: pienso en construir un edificio y al
hacerlo
pensamiento.
materializo Pero
lo
mi que
mayormente interesa a nuestro 848
El Vendedor de Felicidad
tema
son
los
emocionales,
efectos
fisiológicos,
sentimentales y espirituales que nacen en la mente y provocan resultados diversos. ¿Por qué? Porque de la combinación activa de
los
efectos
pensamientos
que
los
provocan,
depende, en gran medida, el estado de ánimo general y la salud
física
y
mental
del
individuo. O dicho de otra 849
Juan M. Taveras
forma: de los pensamientos, del estado mental, dependen la felicidad o el infortunio. – ¿Está usted diciendo que la mente
tiene
poder
para
mantenernos sanos, felices y saludables
y
también
para
enfermarnos? –Estoy diciendo más que eso. Estoy diciendo que la salud y la felicidad dependen de los pensamientos que se forman en 850
El Vendedor de Felicidad
la mente. Como piensas dentro de ti, así es –enseña la biblia– O dicho de otro modo, los estados emocionales
se
deben,
consciente o inconscientemente, a las interpretaciones mentales de los acontecimientos y de las situaciones
que
llegan
constantemente a los individuos. En
consecuencia:
soy
responsable de mis estados de ánimo puesto que los creo con 851
Juan M. Taveras
mis
pensamientos
y,
consecuentemente, de mí, solo de mí depende el utilizarlos para ganar mi felicidad o para hacer mi vida desgraciada. ¿Recuerdas
Joel
lo
que
ocurrió con tu estado de ánimo cuando pensaste que tu banco iba inevitablemente a la ruina? –Lo recuerdo perfectamente. Mis
852
pensamientos
me
El Vendedor de Felicidad
dominaron y casi me vuelvo loco. –De
hecho,
tu
mente,
utilizando el enorme poder de que dispone, creó una fantasía mental que afectó todo tu ser y descontroló por completo tu equilibrio emocional. –Es cierto, –dijo Joel– y ahora percibo que la oportuna aparición de aquel fantástico letrero: “VENDO FELICIDAD. 853
Juan M. Taveras
Siga la flecha” salvó mi vida, porque mi cerebro se había alterado tanto a causa de mis pensamientos
negativos
que
estaba a punto de explotar. –Si analizas lo que acabas de decir, te darás perfecta cuanta de la estrecha relación entre el cerebro, los demás órganos del cuerpo y el pensamiento. O lo que es lo mismo, de la estrecha relación entre los pensamientos 854
El Vendedor de Felicidad
y la capacidad inmunológica. De ahí que, cuando al individuo se le proporciona un aprendizaje de
los
efectos
que
los
pensamientos tienen sobre su salud
física
y
mental,
especialmente sobre su sistema inmune, se le está enseñando a proteger
la
integridad
del
organismo frente a agresiones externas e internas. En otras palabras, se le está enseñando la 855
Juan M. Taveras
clave para aterrizar suavemente en el primer piso de la felicidad que es la salud física. –En la actualidad –agregó Ajnacom–
los
neurólogos
humanos, están cada vez más conscientes de que existe algo en la curación que no se ve en el microscopio ni se descubre en los análisis de sangre. Parece ser algo que está en la mente del 856
paciente.
Tal
vez
una
El Vendedor de Felicidad
emoción, un sentimiento, una actitud, en fin algo poderoso que puede dejar su marca en el organismo del paciente, todo lo cual confirma, una vez más, que emociones,
sentimientos,
aptitudes y creencias, influyen en todo el organismo humano y de manera muy especial en su sistema
inmunológico.
El
conocimiento de esa realidad es decisivo para enfrentar cualquier 857
Juan M. Taveras
mal derivado y para vivir una vida sana y feliz. –En
–
consecuencia,
cuestionó Joel muy consciente de la importancia del tema: ¿Se podría controle
asegurar sus
que
quién
emociones
y
creencias puede conducir su sistema inmunológico hacia un estado
óptimo
funcionamiento?
858
de
El Vendedor de Felicidad
–Sin ninguna duda –asintió Ajnacom– y agregó: –Las pruebas en ese sentido son tan abrumadoras, que los médicos terrícolas han aceptado definitivamente que la mayoría de
las
enfermedades
son
psicosomáticas y que provienen de la influencia que tienen los instintos, las emociones y los sentimientos
en
el
cuerpo
humano. Es decir, son creadas 859
Juan M. Taveras
por
los
pensamientos
y
magnificadas por la mente. El siguiente ejemplo te ayudará a comprender mejor la mecánica mental: “Al llegar a una actividad familiar a la que estaba invitado, Miguel
encuentra a toda la
familia arrodillada e implorando en alta voz el perdón por sus pecados. Ignorando las causas de tal actitud, el recién llegado, 860
El Vendedor de Felicidad
que no era buen creyente, se detiene tranquilo y risueño a contemplar una escena que se le antojaba
cómica.
Varios
minutos después, alguien simula advertir su presencia y le dice: – ¡Qué haces de pie! ¡Será mejor que
te
arrodilles
mientras
puedes y pidas perdón a Dios por tus pecados! – ¡Yo no tengo de que pedir perdón! –objeto Miguel– Pero si 861
Juan M. Taveras
me dices de que se trata, tal vez me arrodille. – ¡Será posible que no lo sepas! –No. No sé nada. Acabo de llegar. –CNN
está
anunciando,
desde hace un par de horas, que un gigantesco meteoro chocará con la tierra en los próximos 90 minutos y los pronósticos son de que el impacto extinguirá por 862
El Vendedor de Felicidad
completo a la especie humana, como ocurrió hace 65 millones de años con los dinosaurios. No hay cómo ni dónde refugiarse y se cree que nadie sobrevivirá. ¡Todos moriremos! – ¿Qué todos moriremos? – Cuestionó Miguel con rostro pálido y visiblemente asustado. – ¡Sí, todos! ¡Absolutamente todos moriremos!
863
Juan M. Taveras
Una
brusca
emoción
magnificada por el instinto de conservación,
impactó
la
psiquis de Miguel con la fuerza de un tsunami. El pensamiento “Voy
a
morir”
rompió
su
equilibrio en mil pedazos y lo empujó,
instintivamente,
a
arrodillarse y a encomendarse a Dios con ambos brazos en alto. La creación del pensamiento “Voy a morir” desencadenó una 864
El Vendedor de Felicidad
formidable tormenta emocional, un miedo atroz a la muerte, que provocaron en Miguel efectos fisiológicos demoledores, tales como aceleración cardiaco, sistema
del ritmo
erizamiento piloso,
del
temblores,
nauseas, una súbita palidez, aumento de glucosa
en
la
sangre, dilatación de la pupila y docenas de otros efectos de consecuencias catastróficas para 865
Juan M. Taveras
su salud corporal. Súbitamente la mente experiencial de Miguel aparece cargada de recuerdos y revive sentimientos espirituales que el pretenso ateo creía sepultados para siempre. En ese momento,
con
pasmosa
sumisión, el asustado Miguel, deposita
instintivamente
su
destino en manos de Dios, orando y suplicando en alta voz por el perdón de sus pecados. Al 866
El Vendedor de Felicidad
cabo de unos pocos minutos, que la mente atormentada de Miguel computa como un siglo de angustiosa espera, el invitado advierte que las demás personas dejan
de
rezar,
repentinamente
se
de
ponen pies
y
comienzan a reír a carcajadas. Todos miran a Miguel sin poder contener la risa. Pero éste, arropado
por
un
miedo
enajenante, permanece inmóvil, 867
Juan M. Taveras
petrificado como una estatua de cera.
Finalmente lo toman de
los brazos, lo ponen de pies en medio
de
una
hilaridad
contagiosa, y le dicen: – ¡Todo está bien Miguel! ¡Solo ha sido una broma! Incrédulo,
tambaleante,
enojado y contento a la vez, como el que despierta de una horrible pesadilla, Miguel se ríe también y recarga su aturdida 868
El Vendedor de Felicidad
psiquis con nuevas emociones. Lentamente regresa al equilibrio y todo parece volver a la normalidad. Miguel
De
solo
momento, percibe
la
aceleración persistente de su ritmo cardíaco. Pero más allá, en su mente, permanecerán ocultas secuelas
y
sentimientos
imborrables del horror sufrido a causa de la broma. Sus efectos psíquicos
y
corporales, 869
Juan M. Taveras
dependerán
de
los
conocimientos y voluntad de Miguel para superarlos. Muchos jamás
lo
superan
porque
atribuyen todo a las manos caprichosas de los dioses en lugar de aceptar, de una vez por todas, que lo que sienten deriva, en gran medida, se su propia imaginación. – ¡Que broma tan pesada! – dijo algo sonreído Joel. 870
El Vendedor de Felicidad
–Tal vez la broma resulte pesada –repuso Ajnacom– pero de
gran
comprender
utilidad que
independientemente
la
para mente, de
la
voluntad, se mantiene en estado de creación permanente. Los pensamientos fluyen todo el tiempo y en toda dirección, como los átomos de Demócrito, creando imágenes que a la larga conforman la mente experiencial 871
Juan M. Taveras
de donde nace la personalidad del individuo y sus ideas del bien y del mal. Es preciso admitir, pues, que la mente de una persona puede llevarlo a la felicidad absoluta como a la cama para la aplicación de una terapia intensiva. O, peor aún, puede conducirlo y mantenerlo en
un
estado
continuo
de
profunda depresión. Es de ahí que, en el fondo, la felicidad es, 872
El Vendedor de Felicidad
necesariamente,
un
estado
mental. La ruptura de la represa emocional a causa de la broma dislocó por completo a Miguel y destruyó,
de
felicidad.
momento,
su
El regreso a la
normalidad se la devolvió. –Hace algún tiempo –dijo Joel–
ocurrió
en
Santo
Domingo, un hecho que encaja perfectamente
en
el
tema
873
Juan M. Taveras
tratando
y
me
gustaría
comentarlo. –Adelante
–repuso
el
extraterrestre– –El
caso,
constituyó
–dijo
Joel–
un incidente poco
común, de esos que ponen los pelos de punta y nos obligan a reflexionar sobre la conducta humana. Se trata de la historia de un sujeto, que impulsado, aparentemente, por sentimientos 874
El Vendedor de Felicidad
incontrolables, lanzó al vacío a su pequeño e inocente hijo de solo
cinco
años,
y
luego,
también él se lanzó al vacío, pereciendo
ambos
instantáneamente. La noticia se regó como pólvora en el país dominicano y todavía continuo preguntándome el porqué de semejantes hechos. –Es Ajnacom–
difícil
–respondió
encontrar
una 875
Juan M. Taveras
explicación
lógica
a
estas
creaciones indescifrables de la mente. Pero, evidentemente, se trata
de
algo
profundo
y
misterioso que se esconde en lo más
hondo
del
intrincado
laberinto mental y empuja a los humanos a violar el más sagrado de los instintos. –Tengo la impresión –agregó el extraterrestre– que fue un brote 876
incontrolable
de
El Vendedor de Felicidad
sentimientos
ocultos
lo que
indujo a ese sujeto al suicidio, empujando a violar su propio instinto de conservación. Algo similar ocurre con animales, que inexplicablemente,
optan
también por el suicidio. –He oído algo sobre suicidio de animales pero nunca le había prestado mayor atención. – ¿Es cierto que algunos se suicidan?
877
Juan M. Taveras
–Por el interés que reviste para el tema de la mente y sus efectos
emocionales
y
sentimentales, creo interesante entrar brevemente al tema del suicidio de los animales y para ello tomaré como ejemplo a los delfines: Estos
nobles
animales,
que lamentablemente no existen en
Schwerta,
acostumbran
nadar con toda su familia, que 878
El Vendedor de Felicidad
normalmente
consta
de
10
miembros, o nadan en manadas de cientos de ellos. No es difícil imaginarse
el
trauma
indescriptible que sufren cuando son capturados, apartados de sus familias y puestos en calidad de prisioneros en el artificial y extraño mundo de un parque marino. Por lo general, captura
de
un
solo
la
delfín
provoca la desarticulación de 879
Juan M. Taveras
toda la manada. Cuando se desea capturar una hembra en edad
de
apareamiento,
los
barcos persiguen a la manada hasta aguas poco profundas y allí lo empiezan a rodear con sus redes las cuales de pronto cierran y levantan hacia el barco. Los delfines no deseados son arrojados de regreso al mar. Algunos emocional 880
muren creado
del
shock por
la
El Vendedor de Felicidad
experiencia embarazadas,
y
las
hembras
inmediatamente
abortan sus bebes, en tanto los delfines que sobreviven a esta captura, se estresan y desesperan al máximo al ver cómo capturan y se llevan a sus seres queridos. Normalmente
estas
nobles
criaturas optan por seguir a los barcos en la esperanza de salvar a sus parientes. Muchas veces nadan por kilómetros siguiendo 881
Juan M. Taveras
al barco captura, hasta que, finalmente,
se
alejan,
decepcionados, resentidos por su impotencia y con su mente en total desorden. Relatos
hechos
por
ex
entrenadores, cuentan que los delfines capturados son forzados a aprender “actos determinados” y cuando los
animales
no
obedecen,
por efecto de sus
estados
emocionales,
882
se
El Vendedor de Felicidad
manipula su mente. Se les deja sin comida y se les aísla para obligarlos a actuar. Por lo general se les retiene el 60% de los alimentos antes de los espectáculos,
para
que
los
animales hagan todos los actos por hambre. El
entrenador
Doug
Cartlidge, dice que a los delfines antisociales,
se
les
castiga
aislándolos de los otros. Se les 883
Juan M. Taveras
encierra aparte y se les ignora, todo sin importar la enorme tensión nerviosa que sufren estos tan sociables y nobles animales a causa de esa terrible tortura psicológica. La carga emocional suele ser tan grande que muchos obstan por el suicidio. Jacques Cousteau y su hijo Jean
Michel,
juraron
jamás
volver a capturar a ningún 884
El Vendedor de Felicidad
animal marino después de ser testigos de la captura de un delfín que, al verse atrapado en un estanque, estrelló su cabeza contra la pared una y otra vez, sin detenerse hasta morir. –He ahí –dijo concluyendo el extraterrestre–
una lección
viva de hasta dónde las cargas emocionales pueden afectar a los humanos y aun a todos los seres vivientes. 885
Juan M. Taveras
– Es difícil, bien difícil – comentó
Joel–
intrincados procesos
penetrar
y
los
complejos
mentales.
Los
ejemplos del hombre que lanzó del puente a su hijo y luego se suicidó,
unido
extraordinaria
a
la lección
representada por el suicidio de los animales, me obligan a formular una pregunta sobre el
886
El Vendedor de Felicidad
control
de
las
emociones.
¿Puedo? –Adelante. –Gran parte de lo planteado por ustedes hasta ahora, ha estado orientado a demostrar que podemos, con el auxilio de la mente, controlar nuestras emociones. De ser así, ¿Puede un ser humano estar entrenado para no reaccionar fisiológica ni psíquicamente a las emociones? 887
Juan M. Taveras
–La respuesta es un rotundo NO. Sencillamente porque el cuerpo humano, e incluso el de los
animales,
indefectiblemente emociones.
reaccionarán a
las
Lo contrario sería
suponer que no existe relación alguna entre la
mente, el
cerebro y los demás órganos del cuerpo. –Ahora
bien
–agregó
Ajnacom– no olvides que no 888
El Vendedor de Felicidad
todas
las
emociones
son
negativas. Por el contrario, los efectos de la mayoría de las emociones
son
generalmente
benignos para la salud física y mental de los individuos. De otra
manera
la
vida
sería
prácticamente insoportable. Lo que
mayormente
importa
a
nuestro tema es aceptar que los humanos pueden, con voluntad y
conocimientos,
no
solo 889
Juan M. Taveras
librarse emocional,
de
todo sino
pasado controlar
adecuadamente el torrente de emociones que constantemente arriban a su mente. Pero para lograrlo, para que el ser humano alcance el nivel de conocimiento necesario
para
dominar
los
procesos mentales, tendría que ampliar sus conocimientos en torno a la felicidad entendida como un bien para todos y no 890
El Vendedor de Felicidad
particularizada, que es lo que ocurre
con
los
motivacionales
panfletos
que
están
diseñados para provocar mejoría individual. En otras palabras Joel, los humanos tendrían que educar sistemáticamente para la felicidad
y
aceptarla
y
procurarla como el más preciado de los bienes. A mediano plazo, educar para la felicidad, deberá convertirse
en
el
principal 891
Juan M. Taveras
paradigma, guía de todas las acciones y metas de la especie humana.
Los
humanos
desconocen que su sistema de enseñanza
está
orientado
a
educar para el sufrimiento y deberían, en cambio, educar para la felicidad. He ahí Joel la razón principal de este regreso nuestro al planeta tierra: hemos vuelto para enseñar a tu especie el camino a la felicidad, no 892
El Vendedor de Felicidad
sobre mitos, cuentos religiosos e ideas infantiles, sino mediante el conocimiento y la educación de la voluntad. – ¡Educar para la felicidad! ¡Educar para la felicidad! ¡Qué idea tan maravillosa! –Exclamó Joel– visiblemente emocionado. – Ciertamente, educar para la felicidad
es
una
idea
maravillosa, sobre todo para los humanos
cuyos
instintos 893
Juan M. Taveras
gregarios nublan de continuo su entendimiento
impidiéndoles
comprender que el flujo de nuevos
conocimientos
ha
desbordado ya la capacidad de su sistema de enseñanza y ha sepultado
para
siempre
sus
viejos paradigmas empíricos. Como
resultado
ingentes
cambios,
de se
estos han
multiplicado las cada vez más dramáticas 894
y
complejas
El Vendedor de Felicidad
querellas existenciales las cuales se
agigantan
en
la
misma
medida en que las miles de peguntas intoxican
sin la
respuestas
mente
de
los
humanos. La realidad actual exige respuestas diferentes. Y esas respuestas se encuentran educando
para
la
felicidad.
Educando, como hacemos los Schwertanos, para armonizar, no para disgregar 895
Juan M. Taveras
–
¿Puede,
realmente,
educarse para la felicidad? – No solo se puede, sino que las realidades actuales de tu mundo, hacen imperativa la implantación de un sistema educativo que propenda a la felicidad y a la armonía social. ¿Por qué? Sencillamente porque la mayoría de las “verdades” que
soportan
el
equilibrio
psicológico de los terrícolas han 896
El Vendedor de Felicidad
sido superadas por el avasallante desarrollo
científico,
por
el
indetenible avance tecnológico y por
las
cada
vez
mayores
concentraciones urbanas. Y esas nuevas nuevas
condiciones respuestas.
exigen Lo
que
ocurre hoy en el planeta tierra, es simplemente una repetición del eterno regreso del hombre al camino de la verdad y del conocimiento. 897
Juan M. Taveras
–No le sigo a usted. –Te explico –dijo en seguida Ajnacom– ¿Recuerdas Joel lo ocurrido, 700 años antes de Cristo, cuando los filósofos griegos, respondiendo a nuestra programación, sacaron a flote los primeros fundamentos de la ciencia
y
cuestionaron
ordenamiento apoyaban
898
las
en
que
creencias
el se y
El Vendedor de Felicidad
enseñanzas de la sociedad de aquella época? – ¡Lo recuerdo perfectamente! Y entiendo que las verdades en que se apoyaba la sociedad, eran totalmente empíricas. En esa época las verdades simplemente se
aceptaban.
No
se
comprobaban… –Entonces, –dijo Ajnacom– entenderás
por
qué,
como
consecuencia de ese histórico 899
Juan M. Taveras
movimiento,
se
impuso
un
cambio completo en el modo de pensar y vivir de la gente. Entenderás también por qué, muchos siglos después, y pese a que la mitología y los absurdos religiosos lograron ocultar por docenas de generaciones las verdades científicas desveladas durante esa era luminosa, los humanos volvieron sobre sus pasos, dieron vida a una nueva 900
El Vendedor de Felicidad
era y sepultaron para siempre el obscurantismo medieval. – ¡Y de repente! –Dijo un emocionado Joel– surgió el renacimiento con su secuela de grandes cambios en la vida de los humanos. –No tan de repente. Pero lo cierto es que una serie de hechos se sucedieron uno detrás de otro para conformar un movimiento que
terminó
trastornando
y 901
Juan M. Taveras
cambiándolo todo. El primer detonante que dio vida a esa nueva era del conocimiento, ocurrió
en
1443
con
el
nacimiento de la imprenta. Un hecho extraordinario para el empuje del conocimiento, que anticipaba, además, la necesidad de una pansofía universal que reemplazara
al
sistema
enseñanza
excluyente
de y
privilegiada que controlaba y 902
El Vendedor de Felicidad
monopolizaba la Iglesia Católica Romana. Luego, en 1492, llegó descubrimiento
de
el
América,
otro hecho trascendental,
que
no solo produjo serias dudas sobre las
viejas
enseñanzas
aristotélicas, sino que impulsó una verdadera revolución que culminó con el abandono de ideas y conceptos equivocados
903
Juan M. Taveras
que habían estado vigentes por más de mil años. En 1517, tan solo unos pocos años después, otro hecho sin precedentes provoca una verdadera
erupción
extrémese
los
que
cimientos
enmohecidos de la sociedad y cultura de entonces, cuando surge Martin Lutero y plantea una reforma que no constituyó tan solo una crítica demoledora 904
El Vendedor de Felicidad
contra los métodos empleados por la Iglesia Católica para administrar la fe cristiana, sino que probó la necesidad de reformular el sistema educativo para hacerlo capaz de responder a
un
nuevo
mundo
cuyo
advenimiento se advertía por doquier. –
¡Pero
trascendente!
el
hecho
más
–expuso
con
énfasis el extraterrestre– el más 905
Juan M. Taveras
demoledor y el que constituyó un golpe definitivo contra todo aquel montaje falso en que se apoyaban la organización social y la ciencia alquimista de la edad media, provino de Nicolás Copérnico, quien demostró, en 1543, que la tierra no era el centro del universo y que ni siquiera era el centro del sistema solar. Con su teoría, Copérnico destruyó por completo la falsa 906
El Vendedor de Felicidad
visión medieval del universo y contradijo el salmo 93 de la sagrada e infalible Biblia que preconiza que la tierra no se moverá.
Esos
y
otros
importantes hechos precipitaron el derrumbe total de todo el andamiaje
construido
sobre
arena movediza que soportaba la sociedad medieval. –Terminaré –dijo Ajnacom– con esta necesaria digresión de 907
Juan M. Taveras
nuestro tema central, señalando que la nueva sociedad surgida de las cenizas de las viejas ruinas de lo absurdo, entendió la necesidad de crear un sistema educativo que respondiera a las nuevas realidades y, como se sabe,
ese
nuevo
modelo
educativo, producto directo de la reforma protestante, dio frutos extraordinarios. Pero, ¿sabías Joel, 908
que
ese
modelo
de
El Vendedor de Felicidad
enseñanza, medida
vigente
todavía
en
gran
hoy en
tu
planeta, está cimentado sobre las orientaciones formuladas
pedagógicas por
Jan
Amos
Komenský en 1679? –No, en realidad no lo sabía –contestó Joel –Han pasado 330 años desde entonces –continuó el maestro alienígeno– y los cambios en tu mundo se pueden medir con 909
Juan M. Taveras
solo observar que la velocidad media para 1679, no superaba los 30 kilómetros por hora, en tanto que hoy sobrepasa los 61 mil k/h. Los humanos tal vez no perciban
los
cambios
espectaculares, casi milagrosos, que se suceden día a día ante sus propios ojos. Pero el hecho es que esos cambios los están empujando definitivamente 910
silenciosa
y
hacia
la
El Vendedor de Felicidad
conquista de nuevos espacios dentro del vasto universo. Los hechos están ahí y plantean nuevos retos no solo científicos, sino pedagógicos, psicológicos, morales y éticos que no pueden ser pospuestos ni satisfechos apoyándose sistema
en
educativo
el
obsoleto construido
sobre las ideas de un religioso del siglo XVII. Solo los más retardados
culturalmente
no 911
Juan M. Taveras
perciben que ya no basta con enseñar al niño a leer y escribir y con preparar al adolecente para enfrentase en interminable competencia
con
sus
congéneres, sino que hace falta educar sobre la base de un paradigma global orientado a la armonía de la especie humana, como
paso previo
para
la
consecución de un mundo feliz para todos. Ese nuevo modelo 912
El Vendedor de Felicidad
de aprendizaje deberá incluir la participación obligatoria de los padres en la construcción de la mente individual de cada ser humano. La búsqueda de la felicidad es un oficio que los terrícolas deben aprender desde la más tierna edad. –Ahora –Dijo calmadamente el extraterrestre– muy a mi pesar, porque me agrada sobre manera el tema de educar para la 913
Juan M. Taveras
felicidad,
debemos
continuar
con el tema de la mente. –La mente –arrancó
de
inmediato Ajnacom– igual que el
genoma
humano,
es
el
resultado de una complicada red tejida individualmente en cada ser,
por
los
instintos,
las
emociones, los sentimientos y los pensamientos. Cuando los humanos descodificar 914
aprendan la
a mente,
El Vendedor de Felicidad
encontrarán que cada una es única e irrepetible. –Estoy
algo
perdido
–interrumpió Joel– El tema de educar para la felicidad me ha emocionado e inducido a crear pensamientos y a cuestionar cosas que no logro conciliar. ¿Me permite una pregunta? –Adelante – ¿Son las emociones las que crean los pensamientos o son 915
Juan M. Taveras
estos
los
que
crean
las
emociones? –Los
humanos
hacen
siempre esa misma pregunta, lo que indica que tal vez no han aprendido a diferenciar a las emociones de los pensamientos ni mucho menos a diferenciar la emoción del sentimiento. Y para un mejor entendimiento del tema tratado me voy a permitir ilustrarte los elementos que 916
El Vendedor de Felicidad
intervienen en la formación de la mente individual. El cuadro que sigue muestra la forma en que se conforma la mente de los humanos.
917
Juan M. Taveras
918
El Vendedor de Felicidad
26 –Lo que en síntesis refleja esta ilustración –dijo Ajnacom– es que la mente individual resulta
de
la
combinación
fortuita, en mayor o menor intensidad,
de
emociones,
instintos,
sentimientos
y
pensamientos. Del grupo, los instintos, al constituir patrones genéticos
de
conducta
no 919
Juan M. Taveras
aprendida
que
impulsos
surgen
de
automáticos
e
involuntarios,
no
pueden
aprenderse ni controlarse. Y esa realidad
plantea
inconvenientes programa
a
de
serios cualquier enseñanza
orientado a la armonía social y a la felicidad. Sin embargo, se ha comprobado
fehacientemente
que los instintos en el hombre son, como en los animales, 920
El Vendedor de Felicidad
manipulables. Y partiendo de esa tesis, se cree que sus efectos pueden atenuarse o agravarse por inducción. – ¡Que interesante! –clamó Joel– algo sonreído y mirando con sutil suspicacia al maestro de
Schwerta.
¡Interesantísimo!..
Y
agregó: A
decir
verdad, nunca se me habría ocurrido
pensar
en
esa
921
Juan M. Taveras
posibilidad.
¿Son
realmente
manipulables los instintos? – Por increíble que te parezca y pese a su independencia total de los demás elementos que integran la mente, los instintos, al igual que las emociones y aun los propios sentimientos, son fácilmente manipulables. Las campañas publicitarias, el cine, la televisión, los juegos de azar, las diversas formas de castigos, 922
El Vendedor de Felicidad
las
religiones,
los
panfletos
motivacionales y cientos de artificios más e incluso los placebos,
todos
son
conscientemente utilizados para manipular el impulso instintivo, a las emociones y aun a los sentimientos. Esto es tan cierto, que la persuasión por medio del terror constituye una de las herramientas
más
válida
y
comúnmente utilizada por los 923
Juan M. Taveras
publicitas para controlar a los consumidores. Es por todo eso que un apropiado conocimiento de la mente y sus componentes, no solo es decisivo para alcanzar una felicidad mental sostenible, sino que puede ser de gran ayuda para crear un código ético fundado
en
la
verdadera
naturaleza humana. Ajnacom, entonces, hizo una breve pausa y respiró profundo, 924
El Vendedor de Felicidad
como si lo que iba a decir no fuera enteramente de su agrado: –Pese a que la vida social se maneja sobre la premisa de que el
hombres
eminentemente
es
un
racional,
ser la
realidad es todo lo contrario. Se ha comprobado que los actos de los humanos obedecen más a los instintos que a la razón, lo que sin duda confirma el innegable pasado animal de tu especie. De 925
Juan M. Taveras
hecho,
los
terrícolas
se
encuentran en una etapa de transición donde su desarrollo psicológico no debe catalogarse ni como totalmente animal ni como totalmente humano. Y, aunque te duela Joel, la realidad es que
tu
especie está
dominada aún por sus instintos animales y que está lejos de ser totalmente consciente. Conocer y aceptar esa realidad, es de 926
El Vendedor de Felicidad
gran ayuda para reordenar la sociedad
en procura de la
armonía social y de la felicidad. – ¿Son entonces los instintos los que guían al hombre y no la razón?
–Preguntó
Joel–
visiblemente interesado en el tema. – Para bien o para mal, esa es la única verdad comprobada. Tu
especie
fundamentalmente
se por
guía los 927
Juan M. Taveras
instintos. Y conste, que antes de que nosotros manipuláramos el cerebro humano, el impulso instintivo
aupado
ignorancia, completo
por
dominaba las
la por
acciones
del
hombre, que para entonces era poco menos que un animal salvaje. De ahí que un cambio que haga posible al ser humano avanzar
hacia
una
mayor
racionalidad, sobre todo social, 928
El Vendedor de Felicidad
solo será posible a partir del nacimiento
de
un
nuevo
paradigma orientado a redirigir los pensamientos y actitudes humanas
hacia
nuevos
horizontes. De todas maneras –concluyó
el
maestro
alienígena– lo importante es reconocer que los instintos están en el centro mismo de todo accionar humano y que el 80% de los actos de tu especie son 929
Juan M. Taveras
instintivos.
Sin
aceptar
y
comprender que los instintos están presentes en más del 80% de las actuaciones humanas, y que
estos
son
de
hecho
dominantes en cada uno de los actos del individuo, no será posible alcanzar la armonía social ni mucho menos la felicidad.
930
El Vendedor de Felicidad
931
Juan M. Taveras
932
El Vendedor de Felicidad
27 –Para tratar el tema de las emociones, el ejemplo de la broma
“pesada”
nos
proporcionará una idea bastante precisa de los efectos de las emociones, especialmente en el organismo de los humanos. Recordemos que el pensamiento “voy a morir” provocó un miedo atroz,
que
se
manifestó 933
Juan M. Taveras
fisiológicamente en el sujeto del ejemplo con la aceleración del ritmo
cardiaco,
temblores,
sudores, súbita palidez, náuseas y docenas de alteraciones que ejercen una influencia de difícil cuantificación sobre el ritmo respiratorio, la digestión, los sistemas endocrino, nervioso y sobre la salud
en
general.
También el caso del delfín que aborta la criatura que lleva en su 934
El Vendedor de Felicidad
vientre
impactada
por
la
emoción de la captura, es otro ejemplo que sirve muy bien para entender las emociones y sus efectos, todo lo cual evidencia, que estas constituyen respuestas orgánicas y psicológicas a lo que ocurre en el entorno y que, las emociones tienen por lo general, un carácter espontaneo, intenso y de corta duración. Pero resultan, en cambio, tan 935
Juan M. Taveras
complejas y variadas que se hace difícil, no solo definirlas, sino encuadrarlas dentro de un marco conceptual que las separe de los instintos e incluso de los sentimientos.
Las
más
conocidas como la alegría, el gozo, la satisfacción, el amor, la esperanza,
se
perciben
con
mayor claridad por su alta frecuencia vibratoria y son las que permiten que los humanos 936
El Vendedor de Felicidad
se sientan vivos, con ganas de sonreír y con energía para lograr sus objetivos. La ira, el odio, el enojo, los celos, la envidia, la tristeza
y
otras
emociones
intensas,
por
el
contrario,
pueden,
con
sus
efectos,
destruir los más nobles intentos por alcanzar la felicidad. –En
otras
interrumpió Joel–
palabras,
–
la felicidad
depende, en gran medida, del 937
Juan M. Taveras
conocimiento y control de las emociones. – Más bien depende del control de los pensamientos, que a su vez tienen mucho de emoción, porque lo que piensas, lo que tengas en su mente, afectará directamente tu cuerpo y tu psiquis. Es por eso que los consultorios mantienen
médicos repletos
se de
"pacientes" que insisten en que 938
El Vendedor de Felicidad
están enfermos a pesar de que los estudios clínicos muestran absolutamente lo contrario. A veces,
para
enfermedades claramente médicos
de
enfrentar naturaleza
emocionales, suplen
los
placebos:
pastillas o agua simple, sin efectos farmacológico alguno, pero que eventualmente sanan, porque
la
enfermedad
del
individuo no era física sino 939
Juan M. Taveras
emocional. Otro tanto logran los curanderos, brujos y charlatanes en
general,
quienes
con
oraciones, brebajes y todo tipo de
artimañas,
veces,
consiguen,
resultados
a
milagrosos.
¿Por qué? Porque el individuo se
creyó
enfermó
emocionalmente y
se
enfermó
efectivamente. De igual modo, cuando creyó en las bondades de la magia del brujo, de la 940
El Vendedor de Felicidad
oración, del brebaje o del placebo, simplemente se curó. Se hizo según su fe. De manera Joel, que si tienes conciencia de los efectos de las emociones, puedes comprender tu
estado
emocional
consecuentemente,
y,
puedes
enfrentar sus consecuencias sin necesidad brujos,
de ni
placebos, charlatanes
ni de
ninguna especie, los cuales se 941
Juan M. Taveras
valen de tu ignorancia para manipularte y engañarte a su antojo. ¡Imagínate a curanderos de las tribus mandinga invocando a sus diversos dioses para curar un dolor de muelas o un infarto al miocardio! El mismo cuadro se sigue repitiendo a diario en tu mundo, solo que con métodos más disimulados. Los modernos curanderos no usan turbantes ni 942
El Vendedor de Felicidad
colmillos de fierra para adornar su
cuello.
Van
ahora
con
atuendos más sofisticados, pero igualmente perversos. – ¡Te noto algo distraído! ¿Me estas siguiendo Joel? –Sí.
Lo
sigo
con
gran
atención. Pero reflexionaba y pensaba que ningún deber ha sido tan subestimado por la especie
humana
como
la
procurarse la felicidad. Creo que 943
Juan M. Taveras
debemos educar, como sugiere usted, para la felicidad. Y me propongo
abrazar
esa
idea
intensamente. –Brillante decisión Joel –dijo con agrado Ajnacom– todo educan
porque
los
muy
bien
Sobre
humanos para
el
sufrimiento y muy mal para la felicidad. Los terrícolas son preparados en las escuelas para enfrentar los malos tiempos; 944
El Vendedor de Felicidad
para
competir
con
sus
semejantes y para ganar a toda costa. En otras palabras, la educación enseña el camino a la confrontación. ¡Y confrontación es sufrimiento! ¿Por qué mejor no educar para la felicidad? ¿Por qué no reformar por completo el sistema educativo, de suerte que desde
las
escuelas
más
elementales hasta las de más alto
grado,
se
enseñe
la 945
Juan M. Taveras
naturaleza y efectos de los instintos, de las emociones, de los
sentimientos,
del
pensamiento, del control de la voluntad y su relación con la felicidad y la armonía social? ¿Hasta cuándo dejarán los terrícolas
en
mano
de
manipuladores el dar respuesta a cuestiones tan fundamentales con son la felicidad y la Armonia social? 946
El Vendedor de Felicidad
En el momento actual del desarrollo humano, nada hay más importante que procurar la felicidad,
no
por
vías
motivaciones
y
infantiles,
mediante
sino
educación
de
cuentos
consciente
la y
sistemáticamente orientada en esa dirección. Lo que sigue a continuación te sugiere la reacción emocional de algunos pensamientos: 947
Juan M. Taveras
El La
Pensamiento Emoción
El
Sentimiento 1.-No debería ser, no es justo Rabia 2.-
Indignación Me
Humillación
fue
infiel Rencor,
Venganza 3.- No creo poder lograrlo Inseguridad
948
Abatimiento
El Vendedor de Felicidad
4.- Si el avión se cae puedo morir
Miedo
Vulnerabilidad 5.- La traicioné, soy deshonesto Culpa
Dolor,
amargura 6.-Algo en mi es inadecuado Vergüenza Remordimiento 7.-He Tristeza
perdido
algo
valioso
Indiferencia
949
Juan M. Taveras
8.-Todo es lo mismo. Nada cambia
Aburrimiento
Insatisfacción 9.- Me casaré con… y seré feliz Alegría 10.- Ganaré Seguridad
Felicidad esa competencia Confianza
–Con lo dicho hasta ahora –continuó Ajnacom– no solo se confirma la estrecha relación entre pensamientos, emociones 950
El Vendedor de Felicidad
y
sentimientos,
sino
la
capacidad de estos componentes mentales para influir en la conducta
humana
haciendo
placentera o infernal la vida del individuo, de la sociedad e incluso de toda la especie humana. además,
Las
emociones,
producen
efectos
unificadores que pueden muy bien ser aprovechados por los humanos. 951
Juan M. Taveras
–
No le sigo a
usted
–intervino Joel– –Explícate, por favor. –Yo
entendía
que
las
emociones eran un asunto que solo afectaba a las personas de forma individual. Pero, según usted, afectan también a la sociedad e incluso a la especie humana como un todo. ¿Copié bien?
952
El Vendedor de Felicidad
–Es exactamente lo que dije. Y te puedo asegurar, que si los humanos estudiaran más a fondo las emociones colectivas y sus efectos, no solo encontrarían respuestas a muchos de los grandes problemas sociales, sino que una vez en poder de esa poderosa herramienta cuántica, podrían
crear
nuevos
paradigmas para armonicen y cohesionen a tu especie como un 953
Juan M. Taveras
todo, dejando de lado el clásico modelo gregario heredado de las viejas tribus. ¿Te enorme
acuerdas efecto
Joel,
del
emocional
percibido por toda Argentina cuando en 1986 ganaron la copa mundial de golf? –Por
supuesto
que
lo
recuerdo. Aquello resultó algo único e inolvidable. Lo puedo asegurar en razón de que, por 954
El Vendedor de Felicidad
pura casualidad, me encontraba para entonces de visita en ese gran país y tuve la oportunidad, no solo de presenciar, sino de sentirme
inconscientemente
invadido
por
esa
emoción
colectiva
electrizante,
cuyo
embrujo, era capaz de contagiar a los lirios del campo, a las aves del
cielo,
a
la
majestuosa
Cordillera de los Andes y hasta a
las silentes
piedras,
que 955
Juan M. Taveras
parecieron romper con su estado de inercia sosegado, para lanzar sus gritos al viento, contagiadas también por la emoción de aquel evento inolvidable. Me contagié, sin quererlo ni pensarlo, con la emoción
desenfrenada
que
envolvía a todo un pueblo que nunca
podré
olvidar
aquel
momento. Y ahora que tengo más
conciencia
de
las
emociones en sentido general y 956
El Vendedor de Felicidad
pienso en la enorme fuerza colectiva que implicó la unión de 40 millones de habitantes de un
solo
país,
bailando
al
unísono, enloquecidos por una emoción colectiva, me pregunto: ¿Y
qué
encontráramos
ocurriría
si
la
de
forma
despertar una emoción tan fuerte que
aglutine,
en
un
solo
propósito, a los casi siete mil millones de seres humanos que 957
Juan M. Taveras
habitan hoy nuestro planeta? ¿Existirá la forma de recrear tan delirante estado colectivo y aprovechar
sus
efectos?
Concluyó preguntando Joel. – S i n l a m e n or d u d a – respond ió Ajnacom– En Schwerta ya vivimos esa gran experiencia hace decenas de mi le s de a ño s cua nd o en con tra m os vid a en otr o planeta de la Vía Láctea, y 958
El Vendedor de Felicidad
descubrimos, asombrados, que n o es t ába m os s olos en el universo. La emoción resultante se constituyó en la magia que despertó nuestra conciencia. Ese constituyo el punto de apoyo que nos sirvió de soporte para constituir la gran civilización que poseemos. Los humanos no tienen que esperar a convencerse de que no están solos en el vasto universo para cohesionarse. De 959
Juan M. Taveras
h ech o, d eb er í an d esd e ya orientar sus mayores esfuerzos en procura de definir emociones colectivas que hagan el milagro ahora. Con la tecnología y conocimientos que cuentan hoy los humanos, es posible desarrollar un proyecto concreto en
esa
dirección .
¡Y sabes que Joel! Te puedo anticipar que en un futuro no lejano, la activación de la 960
El Vendedor de Felicidad
conciencia
colectiva
de
tu
especie, va a ser una de las grandes gobiernos
prioridades más
de
los
vanguardistas
primero y más luego el reto será asumido
por
las
propias
Naciones Unidas. –¿Cree
usted
que
los
gobiernos de nuestro planeta, uno por país, cerca de 200 naciones, estarían dispuestos, aunque se los ordena la ONU, a 961
Juan M. Taveras
derribar resguardan
las
murallas sus
que
intereses
particularizados para dar paso a la activación de una conciencia colectiva, apoyándose en una emoción o en un sentimiento positivo que nos invada a todos? –No existe otra alternativa – aseguro Ajnacom sin rodeos– La ley de la necesidad impondrá este camino y un día, no muy lejano, 962
algunos
países
El Vendedor de Felicidad
secundados
por
la
ONU,
tomarán la iniciativa. –Pienso –ripostó Joel– que los humanos estamos demasiado lejos de romper con nuestro pasado gregario. El utilitarismo está tan arraigado en la psiquis colectiva, que no alcanzo a ver cuándo podremos librarnos de ese arcaico atavismo para buscar una
autentica
cohesión
de
nuestra especie. 963
Juan M. Taveras
–Todo tiene un comienzo – replicó el extraterrestre– Y tú eres,
de
hecho,
el
nuevo
Prometeo que entregarás
al
mundo un fuego renovado que se alimentará de nuevas ideas que cambiará la guerra por la paz,
el
utilitarismo
por
el
humanismo y los sentimientos gregarios por sentimientos de confraternidad indestructibles.
964
El Vendedor de Felicidad
–Lo planteado por usted en torno al poder unificador de las emociones
es
demasiado
hermoso y sublime como para ser abrazado por nosotros los humanos, que aun vemos en la industria aberrante de la guerra y del terrorismo, la forma de imponer nuestra voluntad tribal. –Las
palabras,
dijo
Demócrito hace más de 2,500 años, son la sombra de las cosas. 965
Juan M. Taveras
Te he dicho antes, que todo lo que el hombre piensa, se puede materializar. encontrarán
Los la
cohesionarse.
humanos forma
Te
lo
de
puedo
asegurar. –Pero,
¡cómo lograr
tan
magno objetivo –ripostó Joel– si el hombre de hoy es mucho peor que la generación de víboras que encontró Jesús en su primera venida a este planeta! 966
El Vendedor de Felicidad
– Esa creencia es falsa e ingenua. ¿De dónde la sacaste? –De
los
medios
comunicación.
Ellos
de
repiten
hasta la saciedad que el ser humano es
el animal más
peligroso de todos; se alarman cada vez más de su crueldad sin límites y magnifican, por todas las vías, las aberraciones y trágicas deficiencias que afectan el ser humano.
. 967
Juan M. Taveras
–No tengo tiempo –dijo Ajnacom–
para
analizar
en
detalle el origen y consecuencia de esa imagen estereotipada y carente de veracidad con que se proyecta al ser humano actual. Me limitaré a recordarte, para que
luego
lo
analices
detenidamente, que solo 300 años atrás, el mundo estaba controlado
por
monarquía
hereditaria,
968
una
rancia con
El Vendedor de Felicidad
ínfula divina, que practicaba, sin control ni sonrojo alguno, un despotismo abusivo e intolerante y que solo creía en la guerra y el látigo para imponer sus métodos hegemónicos. La guerra era la única industria importante para aquel
hombre:
humanos
matando humanos. El sistema educativo era particularizado y dirigido
por
los
grupos
religiosos en procura de fines 969
Juan M. Taveras
mezquinos.
No
existía
la
libertad religiosa y los derechos del hombre eran impensables. La mujer era poco menos que un objeto. Cambia la página y Avanzas
hasta
los
tiempos
actuales: ¿Y que tienen ahora los
humanos?
Regímenes
democráticos amparados en un sentido de igualdad de justicia y de oportunidades para todos; la suplantación 970
casi
total
del
El Vendedor de Felicidad
despotismo fuerza;
fundado
una
en
educación
la aun
deficiente, pero razonablemente igualitaria y al alcance de todos; unos
derechos
del
hombre
aceptados y respetados por la inmensa
mayoría
de
los
humanos; una industria bélica en camino de ser suplantada en tu totalidad por la industria del conocimiento actual
y que
un
hombre percibe, 971
Juan M. Taveras
definitivamente, que su futuro depende cada vez menos de los dioses. ¡No Joel! –Remató Ajnacom con
admirable
brillantez–
quienes estigmatizan al hombre actual están equivocados. La única verdad es que el hombre de hoy, impulsado aun por la prodigiosa era de la ilustración, es infinitamente más sabio, más consciente, más entusiasta y más 972
El Vendedor de Felicidad
sociable que cualquier hombre que haya existido en cualquier otro
tiempo
humana.
La
de
la
historia
valoración
que
tienes, pues, del hombre actual es superficial e interesada y persigue hacer creer que toda la tecnología y avances logrados por el hombre en la era del conocimiento, solo han servido para aumentar la pretendida endémica perversidad con que la 973
Juan M. Taveras
religión y la filosofía barata lo han
etiquetado
para
su
conveniencia y fines mezquinos, cuando los hechos demuestran absolutamente lo contrario. La realidad,
la
única
realidad
latente es que los humanos cuentan hoy con
el
mejor
hombre posible en función de las circunstancias y limitaciones a que están aún sometidos. ¿No lo crees así Joel? 974
El Vendedor de Felicidad
El frente
banquero
enmudeció
al
contundente
razonamiento
del
venerable
maestro de Schwerta.
975
Juan M. Taveras
28 –Entonces, si no tienes nada que decir, seguiremos adelante con el tema de la mente y sus componentes y te hablaré ahora de
los
sentimientos
y
sus
efectos. –Como dije antes –continuó Ajnacom–
existe una gran
confusión a la hora de separar 976
El Vendedor de Felicidad
emociones de sentimientos. Y la verdad es que no encuentro razones
para
tan
notable
confusión. Resulta demasiado simple
advertir
emociones
preceden
sentimientos, emociones
que
se
a
las los
porque
las
perciben,
se
sienten primero en el cuerpo, mientras que los sentimientos se perciben y sienten primero en la mente. 977
Juan M. Taveras
–Los
neurólogos humanos
afirman que todo es obra del cerebro.
Y aseguran que la
mente no existe. Esa afirmación es totalmente empírica. Se trata de
una
porque
simple nadie
convincentemente
adivinanza, ha
probado que
los
procesos mentales son simples procesos
cerebrales.
La
neurociencia está empeñada en explicar los procesos mentales 978
El Vendedor de Felicidad
como algo físico, como algo que responde solo a cambios en las neuronas del cerebro. Pero esos
cambios
físicos
son
insuficientes, al menos hasta ahora, para explicar los dilemas morales
y
las
creaciones
mentales. Se trata de hechos que desafían por completo el campo de la física tradicional y solo pueden resultados
explicase de
como
complicados 979
Juan M. Taveras
procesos mentales donde los sentimientos juegan un papel decisivo.
Tal
–agregó
vez
Ajnacom– la célebre frase del matemático
francés
Blaise
Pascal:
"El
corazón
razones
que
la
razón
tiene no
entiende” explique mejor los sentimientos que mil artículos inspirados
en
empíricas e interesadas.
980
nociones
El Vendedor de Felicidad
–Sin embargo –interrumpió Joel–
la verdad es que a la
mayoría de nosotros resulta bien difícil separar emociones de sentimientos. –No niego –dijo Ajnacom, mirando fijamente a los ojos de Joel– que la confusión existe. Lo dañino aquí, son los efectos de la confusión, porque tienden a bloquear el camino a una mejor
comprensión
de
los 981
Juan M. Taveras
sentimientos
que
vienen
a
constituir un componente mental cuyo decisivo
conocimiento para
comportamiento
resulta
entender
el
individual
y
colectivo de tu especie. – ¿Por qué? –preguntó Joel de inmediato. –Porque
los
sentimientos
gobiernan, para bien o para mal, la vida psíquica de los humanos y 982
esa
verdad
debería
ser
El Vendedor de Felicidad
conocida
por
todos.
Los
sentimientos, mi querido Joel, a diferencia de las emociones, que son pasajeras y repentinas, se acumulan mente
lentamente y
una
vez
en
la allí
establecidos se resisten a todo intento de desalojo. A partir de ahí, son capaces de desequilibrar la mente hasta el punto de llevar a la persona afectada, a ejecutar acciones que la razón no puede 983
Juan M. Taveras
explicar. No es, pues, a los instintos, ni a las emociones, ni aun a los pensamientos a los que los humanos deberían poner particular atención en procura de la paz y felicidad, sino a los sentimientos. –Yo
pensaba
–cuestionó
Joel– que la gran tragedia de la mente eran los pensamientos. –Pero los pensamientos – ripostó Ajnacom en seguida– 984
El Vendedor de Felicidad
son fácilmente modificables y cambiables. No te olvides de que cada día cruzan por tu mente
infinidades
de
pensamientos que vienen y se van sin pena ni gloria. Pero los sentimientos son algo diferente y
de
mayor
profundidad
psíquica. –Joel asintió moviendo la cabeza y preguntó: ¿Y cómo se forman los sentimientos? 985
Juan M. Taveras
– Ellos se forman y actúan como los remanentes que se asientan en el fondo del pozo después
de
un
remolino
turbulento. Las aguas de arriba vuelven a lucir cristalinas, pero en el fondo queda un montón de escombros dormidos que se activarán, como monstruos que despiertan hambrientos de su invernadero, para cobrar vida en función de las circunstancias. 986
El Vendedor de Felicidad
–Es precisamente por eso – interrumpió Joel–
que me he
formado la convicción de que fueron sentimientos ocultos en las profundidades de la mente de Aníbal Germosén Díaz los que finalmente
lo
impulsaron
a
asesinar a su pequeño hijo y a matarse a sí mismo. –Comparto plenamente tu opinión, Y voy más lejos: ese acto tal vez no fue fríamente 987
Juan M. Taveras
calculado. Pero fue, sin duda alguna, un producto de los sentimientos,
no
de
las
emociones. –Si la tragedia hubiera sido el resultado de un plan fríamente calculado
–argumentó
Joel–
entonces habría tenido su origen en los pensamientos y no en los sentimientos. – Tu observación, a primera vista parece correcta, pero estás 988
El Vendedor de Felicidad
dejando de lado algo decisivo para el entendimiento de los procesos mentales, que consiste en entender que lo que a la larga forma la mente del individuo es un
proceso
circular
retroalimentación
de
instintiva,
emocional, sentimental y del propio pensar, tal como aparece en
la
ilustración
de
los
elementos que forman la mente. Y es de ahí que resulta tan 989
Juan M. Taveras
difícil
comprender
a
cada
elemento si se intenta estudiarlo como algo independiente de la mente como un todo. –He
sostenido
–continuó
Ajnacom con su tema– que los sentimientos, dentro del proceso mental, son determinantes para la felicidad e infelicidad del individuo. Por eso, en procura de una mejor comprensión del tema y para probar que los 990
El Vendedor de Felicidad
sentimientos
son,
en
gran
medida, el motor de todas las acciones humanas, me voy a permitir reproducir una especie de retrato hablado que me permita explicar los efectos de los
sentimientos
comportamiento
en
el
humano,
utilizando, a modo de ejemplo, el caso del sujeto que arrojó su pequeño hijo al vacío y luego se suicidó lanzándose el también al 991
Juan M. Taveras
mismo lugar. Miembros del equipo de maestros que me acompañan han estudiado el caso y me han suministrado, telepáticamente, parte de lo que voy a narrar ahora.
992
El Vendedor de Felicidad
993
Juan M. Taveras
29
Sobre el caso Aníbal y su pequeño informantes
hijo, y
nuestros las
reseñas
periodísticas señalan a la madre de Aníbal como una católica 994
El Vendedor de Felicidad
ferviente que comulgaba hasta tres veces por semana, mientras que
su
padre
inclinaciones
tenía que
otras eran
reprobadas en silencio por el pequeño Aníbal, que siempre fue
taciturno,
poco
comunicativo, sentía vergüenza de comunicar sus frustraciones y prefería, sin conocer sus efectos, almacenar sus sentimientos en
995
Juan M. Taveras
lo más profundo de su corazón herido. A causa de los conflictos en el hogar paterno, Aníbal, desde pequeño, sentía un ruido sordo que perturbada de continuo sus oídos y la presencia de una especie de poderoso martillo que golpeaba despiadadamente su cabeza, mientras su mente, aun en formación, procuraba alguna salida a las situaciones 996
El Vendedor de Felicidad
conflictivas que no era capaz de asimilar, pero que dejaban en él sentimientos ocultos que a la larga arruinarían su vida. Un día triste, como son la mayoría de los que viven las personas
taciturnas,
el
muchacho acompaña a su madre a la iglesia. Se acomoda a su lado callado, ausente y distante como un astro frio y moribundo,
997
Juan M. Taveras
a la espera de que empiece la celebración de la sagrada misa. De pronto, todo cambia: el sacerdote sube al pulpito y arranca con la primera de las siete palabras pronunciadas por Jesús
crucificado:
«Padre,
perdónalos porque no saben lo que
hacen».
El
efecto
es
instantáneo. Los ecos poderosos de
ese
divino
mensaje,
impactan, con tal fuerza, la 998
El Vendedor de Felicidad
psiquis de Aníbal, que una semana
después,
está
convencido de que Dios lo llama a
empuñar
el
sacerdocio.
Empujado por la emoción de creer
haber
descubierto
los
secretos de la vida eterna, ingresa al seminario Santa Rosa cargado de hermosos sueños e inspirado en los más puros sentimientos espirituales.
999
Juan M. Taveras
Pero, ¡vaya sorpresa del misterioso
destino!:
cuando
apenas faltaba un año para iniciarse
como
sacerdote,
conoce a una divorciada, madre ya de una niña, se enamora perdidamente de ella y lo deja todo Ismenia Gautier era una mujer de gran firmeza, muy segura de sí misma y, como secretaria 1000
ejecutiva
de
El Vendedor de Felicidad
profesión, venía a representar, en el fondo, justamente la cara opuesta realmente
de
lo
que
Aníbal
era.
Sin
medir
consecuencias, el seminarista abandona su carrera sacerdotal consumando, según creyeron la mayoría de sus parientes y amigos, una acción imprudente e inexplicable, que seguramente arrastraría sentimientos ocultos que podrían
explosionar
en 1001
Juan M. Taveras
cualquier
momento,
con
consecuencias imprevisibles. El matrimonio se consuma y un años
más
tarde
la
pareja
dispareja, procrea su único hijo: el desafortunado Manuel. La vida de la pareja en matrimonio
fue,
desde
el
principio, un infierno. Ismenia era
en
todo
evidentemente
superior a Aníbal, menos en el uso del sentido común, y nunca 1002
El Vendedor de Felicidad
fue capaz de advertir que su constante afán de destacar su superioridad
en
capacidad,
habilidad, inteligencia y belleza, sembraban
sentimientos
de
frustración y odio en la persona ofendida, que podían terminar en tragedia. La
destacada
secretaria
ejecutiva, era la esposa de un simple obrero de zona franca, cuyo bajo salario a penas si 1003
Juan M. Taveras
cubría parte de los gastos del hogar. En cambio, ella lo era todo.
Y
no
desperdiciaba
ocasión en sacar a relucir su alta estima, su empuje y capacidad, para estrujar todos sus magnos atributos en la cara del pobre Aníbal quien, según ella, no servía para nada, razón que esgrimía hasta el cansancio para maldecir,
a
viva
voz,
el
momento en que decidió casarse 1004
El Vendedor de Felicidad
con
un
pusilánime,
como
frecuentemente bautizaba a su desdichado marido. La frustración crecía y se expandía como fuego sin control en la mente del hostigado marido
que,
humillado
y
ofendido, buscaba alivio a su desventura en los tiernos brazos del pequeño Manuel,
quien
ignorante de la tragedia en cierne y pareciendo comprender 1005
Juan M. Taveras
el inmenso dolor sufrido por su padre a causa de la altivez y desamor de su madre, devolvía a su
progenitor
y
posterior
verdugo, un amor tan puro, inocente y desinteresado, cuyo alcance solo es posible medir, pronunciando de nuevo aquel mensaje lapidario
enviado al
mundo por Jesús de Nazareno, cuando en compañía de varios pequeños pronunció, la que es, 1006
El Vendedor de Felicidad
tal vez, su frase más bella y de más
profundo
contenido
espiritual: “Dejad que los niños vengan a mí, porque de los que son como ellos, es el reino de los cielos” El malestar entre la pareja crecía al paso de los días y el aire en el hogar se hacía cada vez más denso y enrarecido, pero aun respirable, hasta que el pobre hombre llegó una tarde de 1007
Juan M. Taveras
su trabajo y, como ladrón en acecho, se sentó en silencio en un rincón del hogar, en vano intento por resguardándose del veneno que saldría de la boca de su mujer que, con sus reproches insidiosos, agrandaría el mar de rencores y sentimientos ocultos, que represaba la mente casi saturada del futuro victimario de su hijo y verdugo de sí mismo.
1008
El Vendedor de Felicidad
Era tan notorio el estado depresivo de Aníbal, que la propia Ismenia, que lo conocía, tal vez, mejor que el mismo, sintiéndose algo preocupada, se sentó a su lado y le dijo: ¿Y a ti que te pasa? ¿Te comieron la lengua los ratones? Un
nudo
asfixiante
que
apretaba su garganta con la fuerza
de
una
serpiente
endemoniada, fue el preámbulo 1009
Juan M. Taveras
a una respuesta que Aníbal nunca hubiera querido dar. –Es que traigo malas noticias y no sé por dónde empezar –dijo finalmente
Aníbal,
evidentemente tenso, angustiado y temeroso. – ¡No me digas que te botaron
del
trabajo!
–dijo
Ismenia, puesta de pie, con los brazos cruzados y mirando al pobre Aníbal con la rabiza de 1010
El Vendedor de Felicidad
ambos ojos, en evidente actitud, no solo desafiante, sino de profundo desprecio hacia su débil consorte. –Sí. Perdí el empleo Habló con voz temblorosa y con el rostro blanco como un papel,
porque
antemano
del
sabía
de
alud
de
recriminaciones, improperios y dardos
envenenados
que su
1011
Juan M. Taveras
mujer lanzaría sobre él, sin piedad ni miramiento alguno. –Nada más eso nos faltaba. ¡Me imagino que te botaron por pusilánime! – ¿Porque me recriminas y culpas, sin conocer las causas de mi despido? –Porque te conozco –dijo Ismenia con firmeza– y sé que actúas como un muñeco de trapo. Nadie se fija en ti y tú no 1012
El Vendedor de Felicidad
haces nada por demostrar que sirves para algo. Simplemente callas y sufres todo en silencio. ¡Eres… un pusilánime! ¡Una… bazofia sin remedio! –Gritó la histérica
mujer,
presa
de
incontrolable emoción. –Pero esta vez, –dijo Aníbal cabizbajo y triste– me atreví a hablar como nunca lo había hecho –quise saber la causa de mi despido y lo hice con pasión 1013
Juan M. Taveras
porque sabía de antemano que me
recriminarías
despiadadamente como lo haces siempre. Eres cruel Ismenia y te aprovechas
de
cualquier
oportunidad para humillarme. Me ahogo en penas, porque no tienes corazón. –Lamento que pienses que te humillo con mis comentarios, pero la forma en que actúas solo aumentan mis sentimientos de 1014
El Vendedor de Felicidad
frustración y no te puedo ocultar que maldigo la hora en que me casé contigo. Estoy arrepentida y tú lo sabes más que nadie. Pero nada de eso importa ahora, lo que deseo saber es por qué perdiste el empleo. –Sencillamente
porque
la
empresa se va del país. Dicen que no pueden con la deficiencia y costo del servicio eléctrico, y mucho menos con la justicia 1015
Juan M. Taveras
dominicana, a la que tildan de débil, tardía y complaciente, todo
en detrimento de los
empresarios. Se van a China – dijeron– y eso fue todo. Extendió
su
mano
temblorosa y dijo: –Toma esto, ahí tienes el cheque de liquidación de las prestaciones laborales para que hagas con el dinero lo que más convenga. 1016
El Vendedor de Felicidad
Ismenia,
con
los
ojos
humedecidos y quemados por el fuego ardiente de sentimientos de profundo desprecio hacia su marido, arrancó el cheque de las manos del pobre hombre, que permanecía de pie, paralizado, temeroso y a la espera de una nueva
andanada
de
desconsideradas recriminaciones que
amargarían aún más su
miserable
existencia, 1017
Juan M. Taveras
profundizarían sus sentimientos y de su mente, dada su enorme capacidad ideas,
creativa,
surgirían
pensamientos
de
venganza contra el verdugo opresor simbolizaba,
que
Ismenia cuyo
comportamiento no era, según entendía el esposo ofendido, el de una compañera presente en las buenas y las malas, sino la de un amo despiadado, presto 1018
El Vendedor de Felicidad
siempre
a
maltratar
a
su
indefenso siervo.. Diecinueve transcurrieron
días desde
aquel
incidente, durante los cuales Ismenia y Aníbal no cruzaron una
sola
palabra.
Ella
se
marchaba temprano al trabajo y regresaba de noche, mientras su marido,
arropado
por
una
depresión indescriptible que lo torturaba hasta la enajenación, 1019
Juan M. Taveras
se movía en el hogar como un zombi, sin voluntad y apenas si prestaba atención al pequeño Manuel, cuyo destino cruel se fraguaba
en
la
caldera
misteriosa de los sentimientos que crecían y se multiplicaban en el ambiente obscuro de aquel hogar desolado. Era domingo aquel día y justo
cuando
el
crepúsculo
vespertino tocaba retirada y la 1020
El Vendedor de Felicidad
mortecina la luz daba una pincelada
de
misterio
al
ambiente, anunciando así una nueva victoria temporal de las tinieblas
sobre
los
rayos
luminosos del rubicundo Apolo, Ismenia, incapaz de controlar sus emociones, se puso de pie y con sus manos apoyadas en su cintura, habló a su marido en tono desafiante:
1021
Juan M. Taveras
– Pero bueno Aníbal, ¿Es que no piensas buscar trabajo? ¿Es que pretendes pasar lo que resta de tu azarosa vida postrado en un rincón de la casa o lamentándote frente a un espejo de tu supuesta mala suerte? De esa manera, simplemente no podemos continuar. Tienes que buscar trabajo o tendré que despedir la sirvienta para que te hagas cargo de los oficios del 1022
El Vendedor de Felicidad
hogar y cuides de tu hijo, mientras yo tendré que seguir con la pesada carga de matarme trabajando para mantenerlos a todos. –Mañana mismo saldré a buscar trabajo. Te lo prometo – dijo Aníbal– mostrándose tan humilde
e
inocente,
que
conmovió a su dura mujer. Y agregó, con igual simpleza: ¡Pero Ismenia, no me maltrates 1023
Juan M. Taveras
tanto! ¡Te lo imploro en nombre de Jesús! Te juro que no alcanzo a comprender por qué has dejado de quererme. En cambio yo, ¡te amo con todas las fuerzas de mí ser! y si me dieras tan solo una onza de tu amor sería, no solo el remedio a todos mis males, sino el carburante que necesito para luchar. Ayúdame Ismenia a rehacer mi vida. Te lo imploro con toda mi alma. 1024
El Vendedor de Felicidad
–No sé cómo ayudarte en lo que me pides –dijo Ismenia en tono burlón– Y no sé cómo, sencillamente porque ya no te amo. He comprendido que no eres el hombre para mí. ¡Somos dos polos opuestos Aníbal! ¿Es que no lo comprendes? Las palabras tienen poder y las pronunciadas por Ismenia tuvieron el efecto destructivo de una bomba de hidrogeno, que 1025
Juan M. Taveras
caída
sobre
la
debilitada
armazón psicológica de Aníbal, lo
empujó
aislamiento
a
un
mayor
y
a
niveles
depresivos, que colocaron al pobre hombre en un penoso estado bloqueaba
sentimental por
completo
que su
entendimiento. – ¡Qué voy a hacer con Ismenia!
¡Qué haré con mi
maldita vida! 1026
El Vendedor de Felicidad
Repetía una y otra vez en su interior
adolorido,
el
despreciado e infeliz marido, quien
envuelto
vendaval
de
ya
por
un
pensamientos
obscuros forjados al amparo de los sentimientos fomentados por el
trato
humillante
de
su
insensata mujer, se revelaba en silencio contra todo, gritando con fuerza en su interior: ¡Ya
1027
Juan M. Taveras
no soporto su desprecio! ¡Ya no soporto mi desdicha! Y terminaba,
cansado y
abatido por los sentimientos de frustración que lo ahogaban: “Lo mejor para mi será la muerte”. Reflexionó un instante sobre el pensamiento tenebroso que acababa de rosar su mente atormentada y se dijo:
1028
El Vendedor de Felicidad
–Sí, es lo mejor para todos. ¡Me quitaré la vida! Luego, volviendo sobre sus pasos, hablando en silencio consigo mismo, se cuestionaba: –Pero si me mato ahora, ¿Qué será del Pequeño Manuel? ¿Cuál sería su futuro si se quedara solo en este mundo cruel y bajo la tutela de una madre tirana y egoísta que solo vive para ella y para satisfacer 1029
Juan M. Taveras
su megalomanía enfermiza, sin que parezca importarle el futuro de su hija Cristina ni mucho menos el de mi pequeño e indefenso hijito? – “! Nooo! ¡No por Dios! ¡El suicidio no es la solución! –Se respondió a sí mismo. “Además, si me mato ahora, estoy seguro de que Ismenia se limitará a maldecirme y a satanizar mi falta. Ella no se conduele de 1030
El Vendedor de Felicidad
nadie
y
menos
de
mí
y
seguramente se alegraría de mi muerte” Se casará con otro y ya. De repente, en medio de esas reflexiones
tormentosas,
una
ardiente llama brotó de su mente empujándolo a plantear otra solución
a
su
lamentable
querella existencial. “Ya sé lo que haré” –se dijo– sorprendentemente
confiado:
“Mañana, bien temprano, iré 1031
Juan M. Taveras
primero a visitar al padre Nino en el seminario para que me bendiga y aconseje y luego comenzaré a buscar trabajo en el país entero si fuera preciso. Necesito trabajar para convencer a Ismenia de que no soy un pusilánime como ella
suele
señalarme” ¡Cambiaré mi vida! ¡Me labraré un nuevo destino! , Se decía a si mismo Aníbal, alborozado como un náufrago 1032
El Vendedor de Felicidad
que divisa tierra a lo lejos. Y a seguidas, como ocurre siempre que la divina esperanza se escapa de la caja de Pandora y nos bendice con su visita, sonrió en
silencio
y
se
regocijó
acariciando en su mente una idea infantil: “tal vez Ismenia me vuelva a querer” Por increíble que parezca, Aníbal,
guiado
por
pensamientos constructivos y 1033
Juan M. Taveras
esperanzadores, emergió ileso de aquel maléfico trance y, como el ave Fénix, que renace de sus propias cenizas para retomar
su
vuele
hacia
la
tranquilidad y la paz espiritual, pareció
revivir
y
salir
fortalecido de aquel trágico momento en que los dioses negros negociaban su ingreso al infierno.
1034
El Vendedor de Felicidad
¡Ahh Dios! ¡Pero el destino, ese acompañante misterioso que juega su juego ignorando que existimos, tenía sus propios maléficos designios! Tres meses; tres afanosos meses
transcurrieron
desde
aquel día milagroso en que Aníbal dejó de lado la idea el suicidio para buscar un trabajo y seguir adelante con su vida. Y desde entonces, empujado por 1035
Juan M. Taveras
un montón de ilusiones forjadas en su mente con todo lo que haría una vez empleado, se levantaba al amanecer, se iba a la Iglesia y luego, amparado en un rosario que lo acompañaba siempre, se lanzaba, con la fuerza y determinación de un cazador búsqueda
de
tesoros,
frenética
a
del
la tan
anhelado empleo. En su afán, tocó cientos de puertas, visitó 1036
El Vendedor de Felicidad
docenas de empresas, anduvo todas las zonas francas de Santiago, Moca y La Vega, pero no encontró nada que abonara ni un solo digito de esperanza a sus anhelos de reencontrarse con su vida. Al cabo de tres meses de incesante
búsqueda
sin
resultados, un nuevo alud de tristeza, sufrimiento y querellas existenciales, tomó posesión de 1037
Juan M. Taveras
la mente del desdichado Aníbal. Ese
día,
regresó
al
hogar
cansado, triste, desmoralizado y presa
de
un
sufrimiento
indescriptible que copaba toda su
mente
al
tiempo
que
regresaba a su cabeza aquel ruido sordo que lo empujaba de nuevo al suicidio. Con pasos tambaleantes,
el
rostro
envejecido y desfigurado por el peso del sufrimiento, el pobre 1038
El Vendedor de Felicidad
hombre se desplomó en el sofá de la sala, dando señales de tal abatimiento que alarmaron de nuevo a la insensible Ismenia. – ¿Qué te pasa? –Dijo– en tono conciliador. –No puedo más Ismenia. He hecho lo indecible por conseguir empleo y todo ha sido inútil. Estoy cansado y desilusionado de todo. Mi desconcierto es tal que hasta mi fe en Dios ha 1039
Juan M. Taveras
descendido al mínimo nivel y no encuentro explicación al por qué Jesús me ha abandonado. Dios no me responde, tampoco me quiere y no escucha mis suplicas ni ve lo mucho que anhelo conseguir una ocupación estable que me ayude a rehacer mi vida en tinieblas. Tal vez tú tengas razón: ¡soy un pusilánime sin remedio! o estoy pagando un karma desconocido. ¡No sé qué 1040
El Vendedor de Felicidad
hago vivo! ¡Sería mejor estar muerto! –Por ahora –dijo Ismenia tranquilamente– no te preocupes por lo del empleo. Lo he pensado bien y deseo hacerte una proposición. –De que se trata –dijo Aníbal,
impaciente
y
fugazmente esperanzado como un minero, que atrapado sin sol en
la
profundidad
de
una 1041
Juan M. Taveras
montaña derribada por un alud de lodo y cenizas de todas las edades, recibe un bocado, una limosna de aire fresco, de donde menos lo espera, y recupera momentáneamente el aliento y fuerza, esperanza y fe para seguir
luchando
contra
las
tempestades amenazantes, que parecían
tan
ferozmente
empecinadas en arrebatarle su joven vida. 1042
El Vendedor de Felicidad
–Como sabes –dijo Ismenia– sosegada y dueña como siempre de sí misma, el niño acaba de cumplir tres años y he decidido enviarlo a la escuela para que se acostumbre a ella. Ya lo inscribí y el lunes comienza. De manera que uno de los dos tiene que ocuparse del pequeño Manuel. Llevarlo y buscarlo todos los días a la escuela y asegurarse de que no le falte nada. Por razones 1043
Juan M. Taveras
obvias, yo no podría ocuparme del bebé porque el trabajo me lo impide. Tienes que hacerlo tú. No hay otra salida. –Pero… Aníbal intentó decir algo, pero Ismenia se adelantó y dijo, –subiendo ligeramente la voz–: – ¡Todo está decidido! Pausó un instante y agregó: ¡Escucha, escucha bien, que aún no he terminado!: Además de 1044
El Vendedor de Felicidad
ocuparte del niño, alegrará
mucho
a
lo cual Manuel
porque estará la mayor parte del tiempo a tu lado, y tú sabes lo mucho que el niño te quiere, te ocuparás
también
de
los
quehaceres del hogar. – ¿De todos? –Si de todos, –dijo Ismenia con firmeza– y agregó, sin pestañar:
he
pensado
en
despachar a la criada y darte el 1045
Juan M. Taveras
dinero que le pago a ella a fin de que te ocupes de todo. –El dinero no me importa y en verdad me ofendes con esa proposición. Lo que me importa es nosotros Ismenia. Te necesito más que nunca. La soledad y el sufrimiento me están matando a plazo y un poquito de tu amor podría remediarlo todo. –Ese tema no está en juego, al menos por ahora –Dijo 1046
El Vendedor de Felicidad
Ismenia–
algo sonreída y
coquetona,
encendiendo
un
diminuto fuego de esperanzas, en el montón de hojas secas que rodeaba la vida sentimental de la pareja. – ¿Significa tu respuesta que hay alguna esperanza de que vuelvas a ser mía como antes? – ¡Cállate con eso! ¡Y dime si estás dispuesto a ocuparte de tu hijo y de la casa! 1047
Juan M. Taveras
–
¿Tengo
alguna
otra
opción? –No,
ninguna
–respondió
Ismenia– con la firmeza y autoridad de un faraón. –Entonces, acepto. –Asunto concluido. Con terminó
estas la
dos
palabras,
conversación
e
Ismenia se retiró de inmediato a sus habitaciones. Pero al hacerlo exhibió, al caminar, un aire 1048
El Vendedor de Felicidad
femenino
provocativo,
arrogante,
pero
que revolteó el
estómago de Aníbal, que veía en ese accionar premeditado, una clara intención de humillarlo, algo
que
profundamente
le y
molestaba despertaba
instintos y sentimientos ocultos que
podrían
arrastrarlo
a
cometer una locura. Un año había transcurrido desde el fatídico acuerdo que 1049
Juan M. Taveras
convirtiera al desdichado marido en simple sirviente. Y mientras Aníbal cumplía a cabalidad su misión y se compenetraba cada vez más con su pequeño hijo al que en verdad amaba, cuidaba y atendía con la entrega de una buena madre, Ismenia nunca disponía
de
tiempo
para
dedicarlo a su familia, alegando que venía cansada del trabajo y que 1050
debía
reponer
energía.
El Vendedor de Felicidad
Jamás se fijaba en su marido ni le importaba lo que significaba para él verse reducido a simple sirviente. De hecho lo ignoraba con evidente desprecio y nunca hizo caso de sus cada vez más seguidos
y
requerimientos
apremiantes amorosos.
La
relación, pues, de Ismenia y Aníbal, no era nada grata. El
marido
ignorado
y
despreciado como un pordiosero 1051
Juan M. Taveras
impertinente,
procuraba
encontrar en el pequeño Manuel, el cariño que su esposa le negaba. Sufría en silencio. Pero la rabia y la impotencia, dos sentimientos
altamente
peligrosos y destructivos, lo consumían y crecían en su interior como un volcán en ebullición
a
punto
de
explosionar. Finalmente, Aníbal no pudo más. Extrajo fuerzas 1052
El Vendedor de Felicidad
de su propia debilidad y un día se decidió a abordar a su arrogante esposa. –Ismenia –dijo sin rodeos– deseo conversar contigo. Sus
palabras
fueron
tan
firmes y el tono de voz mostraba tal
indignación
que
solo
Ismenia, ciega de arrogancia, era incapaz de advertir
los signos
claros de un profundo rencor y de los peligrosos resentimientos 1053
Juan M. Taveras
destructivos que afloraban del marido indignado. –Ahora no –dijo ella– Estoy cansada. Hizo una pequeña pausa y agregó, en tono
despectivo y
burlón: –Mañana tal vez. –No –replicó Aníbal con enojo, el rostro alterado y mostrando una resolución que estremeció a Ismenia de pie a 1054
El Vendedor de Felicidad
cabeza. Nunca su marido se había atrevido a contradecirle y mucho menos en esa forma. Un
silencio
sepulcral
obscureció por un instante el hogar de la pareja. Era la calma maliciosa que surge en medio de una gigantesca tormenta cargada de
aterradoras
fuerzas
destructivas. Solo dos minuetos trascurrieron en silencio. Toda una
eternidad
para
los 1055
Juan M. Taveras
protagonistas
de
un
drama
sombrío que presagiaba un fatal desenlace. –Tiene que ser ahora –dijo Aníbal– armado de resolución inquebrantable. Pautó un instante y agregó, en tono sombrío y mirando a Ismenia con el rabo de ambos ojos: – ¡Mañana podría resultar demasiado tarde!
1056
El Vendedor de Felicidad
Ismenia, impactada por la determinación poco común de su marido, sintió, tal vez por primera vez en los más de cinco años que había permanecido al lado de Aníbal, un aire frío penetrar su vientre como una daga maligna, insuflando a su estómago
de
un
miedo
desconocido y dejando en su mente experiencial la muesca fugaz,
un
extraño 1057
Juan M. Taveras
presentimiento de lo peor. Y, a la luz de ese instante de iluminación, descubrió en su “pusilánime”
marido,
ferocidad
capaz
una de
transformarlo en una poderosa máquina
asesina.
Navegando
aun sobre los aires gélidos de esos pensamientos tenebrosos, Ismenia
ignoró
presentimientos equívocamente: 1058
y
sus pensó,
El Vendedor de Felicidad
“No Ismenia, lo que pasó por tu mente es imposible. Este varón no se atreve a nada. No mataría ni a una cucaracha” ¡Pero…! Volvió
sobre sus
pasos,
reflexionó un instante, y se preguntó,
con
el
corazón
acelerado: ¿Y se te equivocas Ismenia? ¿Y si Aníbal fuera una fiera salvaje
disfrazada
de
oveja
mansa? ¿No podría mi tozuda 1059
Juan M. Taveras
actitud engendrar una desgracia de proporciones imprevisible? “Será mejor escucharlo para descubrir lo que este tonto tenga en su hueca cabeza” Las
personas
autoritarias
actúan siempre a la defensiva. Ladran sin motivos y creen, equivocadamente, que cuando no imponen su voluntad, su autoridad se ha relajado. Por eso Ismenia, 1060
acostumbrada
a
El Vendedor de Felicidad
imponer su férrea voluntad en todo, le resultaba inaceptable verse doblegada por alguien. Y al
sentirse
acorralada
por
Aníbal, sintió que le rechinaban los dientes, que echaba espuma por la boca y fuego por los ojos. Pero reprimió por un instante sus
emociones,
se
arrojó
desafiante en el sofá y mirando de arriaba a bajo a Aníbal le ordenó, en tono desafiante: 1061
Juan M. Taveras
– ¡Di lo que tengas que decir!
¡Y dilo pronto porque
tengo sueño! –Seré breve
–dijo Aníbal
con voz sosegada, pero firme: Ayer, antes de que tú llegaras, estuvo aquí Teo. Me informó que
había
conseguido
un
contrato para pintar un conjunto de edificios recién construidos por el gobierno, trabajo que él no podía hacer porque estaba 1062
El Vendedor de Felicidad
muy ocupado. De manera que me ofreció el trabajo y lo he aceptado de inmediato. En tres días comienzo. – ¡Pero tú no puedes hacer eso!
–Gritó
Ismenia–
visiblemente indignada y con los ojos fuera de órbita, debido a lo inesperado del anuncio. –Si Ismenia. ¡Haré
ese
trabajo! –dijo en tono enérgico y decidido
un
Aníbal 1063
Juan M. Taveras
transformado, que no se parecía en nada al polichinela que su mujer mantenía en el circo para hacer piruetas a su antojo. – ¿Y quién eres tú para tomar decisiones? ¿Has pensado en quién se ocupará del niño en caso de que te dediques al chiripeo? ¿O me estás pidiendo que deje mi trabajo de secretaria ejecutiva –enfatizó– para cuidar de un niño que nunca debió ser 1064
El Vendedor de Felicidad
hijo tuyo? ¿Es eso lo que quieres?
Pues te equivocas
cariño. Y es más, ¡te advierto que si tomas ese trabajo te pesará! Ismenia se mostraba tan dura, amenazante y fuera de sí al expresarse, que Cristina, su hija adolecente de 16 años y su hermanito
Manuel
quienes
escuchaban atentos la disputa, temblaban de miedo. El niño 1065
Juan M. Taveras
irrumpió en llanto, Cristina,
en
tanto
sollozando
y
mordiéndose los labios hasta sangrar, se atrevió a interrumpir la disputa y dijo, con voz trémula y entrecortada por el sollozo: –Cálmate
mami
querida.
Déjalo que termine. Por favor mami, y después hablas tú. Ismenia
asintió
a
regañadientes. La intervención 1066
El Vendedor de Felicidad
oportuna de Cristina la hizo entender que estaba fuera de control. Bajó ligeramente la voz, maldijo entre dientes a todos los dioses e insistió en que Aníbal no podía dejar de ocuparse del niño ni de los oficios de la casa, al tiempo de echar pestes a Teo y culparlo de todos los males que sobrevinieran a su hogar por haberle conseguido esa maldita chiripa a su marido. 1067
Juan M. Taveras
–Estás equivocada respecto de mi hermano. Soy yo el que, por el bien de todos nosotros, deseo alejarme, aunque sea por un tiempo, de este ambiente de aberrante humillación
opresión en
que
y estoy
viviendo. Me apena dejar a mi pequeño hijo, pero debo irme. Estoy seguro de que con lo que voy a ganar pintando y parte del dinero que mi madre me envía 1068
El Vendedor de Felicidad
desde Puerto Rico, podré pagar a alguien para que se ocupe del niño. – ¿De modo que abandonas a tu hogar y a tu hijo y piensas que me quedaré de brazos cruzados? –Ya te dije que lo he decidido, Ismenia. Además ¿De qué hogar me hablas? Yo aquí solo soy un sirviente; una marioneta con la que juegas tu 1069
Juan M. Taveras
juego sin que yo cuente para nada. ¿Y desde cuando no eres mi mujer? Hizo una pequeña pausa, metió la mano en su bolsillo y extrajo un pequeño trozo de papel.
Lo
desdobló
y
mostrándolo a Ismenia, dijo: –Mira lo que he copiado de la Biblia. Son los Salmos 2:24 y 2:25 del Génesis, solo para recordarte los deberes de una 1070
El Vendedor de Felicidad
esposa y leyó: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne y estarán ambos desnudos, Adán y
su
mujer,
y
no
se
avergonzarán”. Tengo además, varias com… – ¡No me importan tus lecturas bíblicas ni tus amargues musicales!
–interrumpió
Ismenia, al tiempo que gritó en 1071
Juan M. Taveras
tono iracundo: ¡Escúchame bien mal nacido!: nunca te permitiré que te vayas, al menos mientras tu hijo esté pequeño y necesite de
ti.
Y
agregó,
con voz
amenazante: si persistes en tu loca idea de irte a pintar y dejar al niño solo, lo mejor será que te largues de una vez y abandones esta casa en seguida, porque no me quedaré de brazos cruzados.
1072
El Vendedor de Felicidad
¡Te lo advierto eh!.. ¡Te…lo advierto! –Es justo lo que pienso hacer. Abandonar de inmediato esta
casa.
Y
agregó,
extrañamente calmado: –Pero te quería dar dos o tres días para que consigas una criada que se ocupe del niño. – ¿Entonces te irás? –Sí, estoy decidido.
1073
Juan M. Taveras
–Pues vete ahora mismo. Recoges tu ropa y no vuelvas nunca más a poner un pie en esta casa. –Pero……. Aníbal intentó razonar, pero Ismenia se le adelantó y preñada de ira, más por su orgullo herido que por la decisión del marido, gritó a todo pulmón: ¡vete, vete de inmediato! ¡No quiero, no
1074
El Vendedor de Felicidad
quiero verte nunca más, infeliz desgraciado! Los niños, frente a aquella escena cruda e incomprensible para
ellos,
desconsolados
lloraban e
impotentes,
pero el estruendo de la voz alterada de Ismenia ahogaba el llanto
de
sus
hijos,
cuyas
lágrimas eran solo un pálido reflejo del golpe sentimental, de la
herida
punzante
que
el 1075
Juan M. Taveras
dramático episodio inferiría a sus corazones inmaculados. Aníbal, casi ahogado por la irrupción instantánea de todos los
sentimientos
venenosos
acumulados desde que se unió a Ismenia, no encontraba fuerza para ponerse de pie. Durante unos
minutos,
caravana atormentada,
por
pasaron su decenas
en
mente de
pensamientos perniciosos. Sintió 1076
El Vendedor de Felicidad
de pronto un zumbido sordo, el mismo que reaparecía en los momentos más dramáticos de su existencia, golpear de nuevo su cabeza
enajenada.
Y
fue
entonces cuando escuchó por primera vez el murmullo silente de una voz maléfica que le gritaba dentro: “mátala, mátalos a todos y mátate tú también”. Aturdido y arropado por una emoción incontrolable que lo 1077
Juan M. Taveras
empujaba al crimen con placer morboso y enfermizo, se levantó del asiento en que había estado clavado.
Se
lentamente
a
encaminó la
cocina,
contempló un filoso cuchillo que
brillando
como
un
diamante, aumentaba al máximo su excitación, mientras crecía en sus oídos el murmullo de la voz siniestra que lo tentaba, que lo incitaba, diciéndole al oído: 1078
El Vendedor de Felicidad
¡tómame, tómame pronto y haz lo que tienes que hacer! Ya dominado por el peso de una
posesión
regresiva
y
diabólica que lo enviaba de vuelta
a
los
instintos
más
primitivos y salvajes, Aníbal estaba
emocionalmente
condicionado para tomar el filoso cuchillo y acabarlo todo de una sola vez. Se abalanzó sobre la daga, la acarició entre 1079
Juan M. Taveras
sus dedos firmes y estaba a punto de voltearse y saltar, como fiera herida, sobre el indefenso rebaño, cuando un pensamiento
inesperado
lo
detuvo en seco: “Si mato a Ismenia ahora, ella
nunca
sufrimiento,
conocerá ni
el nunca
comprenderá todo el mal que me ha hecho con sus desprecio y humillaciones. 1080
Y
tampoco
El Vendedor de Felicidad
entenderá el porqué de mi venganza. ¡No!.. ¡A ella no la mataré! –Mataré a sus hijos y luego me
mataré.
Esa
venganza. ¡Sii!
será
mi
¡Mi dulce
venganza que dolerá a esta maldita mujer para siempre! – ¡Es lo que hare! “Acabaré con todo ahora”. Y
mientras,
desquiciado
ahogado por
y los 1081
Juan M. Taveras
sentimientos, navegaba por esos gélidos aires del pensamiento, saboreando
mentalmente
un
morboso placer que lo frisaba en dimensiones
desconocidas,
apretaba con tal fuerza el filoso cuchillo que de sus manos empezó a brotar un espeso chorro
de
sangre
que
inexplicablemente aumentaba su excitación y borraba de su mente 1082
experiencial
toda
El Vendedor de Felicidad
compasión y sentimientos de amor para los suyos. Ya en el umbral de un horrendo
crimen,
pensamiento
reflexivo
inesperadamente
de
un brotó las
profundidades de su mente y un milagroso rayo luminoso surgió de detrás de una intensa niebla, obligándolo a preguntarse: Pero… ¿seré capaz de matar a mi propio hijo y a la dulce 1083
Juan M. Taveras
Cristina que siempre ha estado de mi lado? “Dios nunca me perdonaría y mi cuerpo ardería para siempre en el infierno”. Sus sentimientos religiosos apagaron por el momento su sed de venganza. Soltó lentamente el mango ensangrentado del cuchillo que tenía fuertemente empuñado y sin 1084
pronunciar
palabra,
se
El Vendedor de Felicidad
dirigió a su cuarto, recogió sus escasas pertinencias y se fue de aquella casa, que hasta entonces había sido su hogar. Se alejó sin despedirse de nadie, ni siquiera del pequeño Manuel, que gritaba desconsolado: “Papá, papi querido, por favor no te vayas. No me dejes papá. Si te vas voy a morir” Una
hora
después,
el
desgraciado hombre, relataba a 1085
Juan M. Taveras
su
hermano
Teo
todo
ocurrido,
al
tiempo
asegurarle
que
no
lo de
deseaba
juntarse nunca más con Ismenia, porque preveía una desgracia que debía evitar. Transcurrió un mes desde aquel infausto momento sin que Aníbal visitara a Ismenia ni volviera a ver a su pequeño hijo. Y todo hubiera continuado igual a no ser por la mediación de un 1086
El Vendedor de Felicidad
vecino de Ismenia que no soportaba el llanto inconsolable del pequeño Manuel, que lloraba y pedía insistentemente a su madre que le buscara a su padre, porque deseaba verlo. Como resultado, la tensión disminuyó al punto de que Aníbal pudo reanudar las visitas a su hijo. El remolino pues, se había calmado y las aguas en la superficie del pozo parecían, una vez más, 1087
Juan M. Taveras
cristalinas. Pero en el fondo del charco, quedaban montones de escombros.
Una
infinita
de
profundos
que
variedad sentimientos
sacarían,
en
cualquier momento, su cabeza de medusa para petrificar y destruir a cualquiera que osara alterar la paz precaria que el pozo engañosamente ofrecía. Durante
cinco
meses
se
mantuvo la calma. Aumentó la 1088
El Vendedor de Felicidad
compenetración de Aníbal y su pequeño hijo y hasta Ismenia se sentaba
frecuentemente
a
conversar animadamente con su ex marido. Daba la impresión a vecinos y familiares, de que allí se había fumado la pipa de la paz y de que todo se había normalizado. Pero Ismenia, casi siempre que se juntaba con Aníbal, intentaba convencerle de que regresara al hogar. Claro, 1089
Juan M. Taveras
para ocuparse del servicio de la casa y de las atenciones de su hijo.
Pero
Aníbal
sistemáticamente, Ismenia
volver,
en
respondiera
requerimientos ponía
insistía, que a
amorosos
como condición un
arreglo
sus y para que
cumpliera, sin restricciones de ningún tipo, con los mandatos bíblicos consagrados en Génesis 2:24 y 2:25 los cuales leía 1090
El Vendedor de Felicidad
invariablemente a su mujer, cada vez que las circunstancias lo permitían. –Ismenia
terminó
por
cansarse del juego y un día desempolvó sus viejas armas ofensivas y dijo a Aníbal, con la misma arrogancia de siempre, que si no volvía a ocuparse como antes del niño y de los oficios del hogar, lo demandaría ante los tribunales para que, por 1091
Juan M. Taveras
sentencia,
fuera
obligado
a
aportar todos los meses el dinero necesario para la manutención de su hijo. Sorprendido Aníbal con la reacción
y
inesperadas
de
amenazas su
iracunda
esposa, replicó, en tono alterado y violento, que nunca más y bajo
ninguna
circunstancia
estaría dispuesto someterse a todas 1092
las
humillaciones
y
El Vendedor de Felicidad
ofensas
implícitas
degradante
hecho
en de
el verse
obligado a hacer los oficios del hogar,
como
si
fuera
un
sirviente. A partir de ese momento, el conversatorio se transformó, de repente,
en
indescriptible
una
vocinglería
donde
ambos,
chillando en tan alta voz como podían, se proferían insultos e improperios
ofensivos 1093
Juan M. Taveras
impublicables,
que
servían
como traje a la medida para avivar y multiplicar sombríos sentimientos que yacían ocultos en las mentes de cada uno a la espera de que una palabra, un hecho y hasta de un gesto inoportuno, rompiera el frágil cristal invernal que los mantenía dormidos y salieran hambrientos de su escondite, con las garras afiladas 1094
y
listos
para
El Vendedor de Felicidad
despedazarlo
todo
en
su
derredor. Salió Aníbal de la casa de Ismenia, preñado de odio y rencores. Y mientras se alejaba, sentía multiplicarse su sed de venganza al imaginarse frente a un tribunal que lo juzgaría injustamente, como a un padre charlatán e irresponsable, que se negaba a pagar una escasa manutención para su pequeño 1095
Juan M. Taveras
hijo que tanto amaba. Cegado por esos necios pensamientos, sintió
que
instintos
regresaban
primitivos
conminaban
al
y
sus lo
horrendo
homicidio que 5 meses antes había desechado. Agobiado por el peso de esas ideas siniestras, caminaba lento, cabizbajo y pensativo en dirección a la casa de
su
hermano
Teo,
esforzándose por aclarar su 1096
El Vendedor de Felicidad
mente. Pero no le era posible. Sus pensamientos, enturbiados por la pasión y escaldados por sentimientos emergían,
recónditos como
que
serpientes
venenosas, de los más profundo de su alma herida, bloqueaban todo intento del cerebro por abrir un pequeño resquicio que diera paso a algún rayo de luz que alumbrara aquel mundo obscuro en que navegaba sin 1097
Juan M. Taveras
rumbo y como atrapado y sin salida, el desdichado Aníbal. Entró en la casa de Teo, se desplomó en el primer asiento que encontró a su paso, volteó los ojos hacia el techo y perdió la mirada en el cielo sin estrellas a que se había reducido su miserable vida. Ya no había luz en su horizonte. Solo densas nieblas quedaban a su paso. De sus 1098
ojos
tristes
brotó
un
El Vendedor de Felicidad
manantial
incontenible
de
lágrimas y sintió dentro de sí un profundo vacío existencial que lo llevó a la conclusión serena y definitiva de que ya no tenía razón para vivir. Y pronuncio en la lengua que había aprendido en el seminario, la siguiente sentencia: “Alea iacta est” Desde ese día, Aníbal dejó sellado su fatal destino y en su mente, atrapada en el obscuro 1099
Juan M. Taveras
mundo creado por pensamientos horrendos,
que
a
provenían
de
sentimientos
profundos
que bien
su
vez
pueden
sintetizarse con aquella frase célebre de Pascal, solo pensaba en la forma en que llevaría a cabo
su
macabro
plan
de
venganza. A diez días justos de aquel tsunami
de
emociones
que
activó, en la pareja dispareja, 1100
El Vendedor de Felicidad
tenebrosos sentimientos de odio y venganza, Aníbal recibió una citación del Juzgado de Paz de Santiago,
para
discutir,
en
audiencia pública, la asignación de una pensión alimenticia para el pequeño Manuel. Ismenia, pues, sin demora ni piedad, había cumplido su amenaza y de paso liquidado, de un solo y artero golpe, los sentimientos amorosos que se mantenían 1101
Juan M. Taveras
vivos en la mente experiencial de Aníbal, a la espera de una ansiada
reconciliación
que
jamás llegaría. Acudió a la cita judicial programada para el 13 de marzo del 2009 en compañía de su hermano Teo. Pero fue Ismenia quien
contestó
todas
las
preguntas del Juez, porque el acusado, inmerso en sus planes suicida y arropado por una sed 1102
El Vendedor de Felicidad
de venganza incontenible, no pudo articular palabra. Era una especie de zombi. Un
esclavo
enferma, espacio
de
donde para
la
su
mente
solo
había
recreación
morbosa del indeleble momento en que empuñó con fuerza el filoso cuchillo y había reunido la
fuerza
necesarias
y para
determinación acabar
con
1103
Juan M. Taveras
Ismenia, sus hijos y luego quitarse la vida. A él no le importaba en absoluto el juicio ni lo que allí se dijera o decidiera. Lo que le importaba, en lo único que pensaba, era en el desquite. En cómo se vengaría del dolor y las humillaciones sufridas. Y mientras su mente armaba la trama de su loca obsesión, se decía: 1104
El Vendedor de Felicidad
¿Por qué no la maté a ella, solo a ella y luego acabé con mi vida miserable? ¿Por qué no lo hice? Hubiera sido tan fácil. Se embriagaba en un loco placer morboso recreando en su mente enferma aquel momento: “Ah,
si
cuchillo
ahora la
tuviera mataría
ese sin
compasión ni piedad y delante de todos en este mismo tribunal, para que hasta el juez fuera 1105
Juan M. Taveras
testigo de hasta donde un trato desconsiderado y humillante, puede
transformar
sentimientos
más
puros
los en
letales armas destructivas. Aníbal, sentado en silencio en el banquillo de los acusados, se veía apretando los dientes y balbuceando algunas palabras inaudibles. En un momento de pasión incontenible casi se le escapó un fatídico murmullo: 1106
El Vendedor de Felicidad
“Lo haré. Juro que lo haré pronto. La mataré y luego, me suicidaré”. El juicio terminó con la fijación de una pírrica pensión que
Aníbal
debía
abonar
mensualmente para cubrir la manutención de su pequeño hijo o iría a
la cárcel. Pero el
condenado, absorto en sus ideas macabras, no prestó ninguna atención
a
la
sentencia 1107
Juan M. Taveras
pronunciada y permaneció en silencio, hundido en el banquillo de los acusados, como ajeno a todo lo allí ocurrido. Al término de la audiencia, Ismenia,
Teo
y
algunos
conocidos de la familia que depusieron
como
testigos,
salieron de la sala de audiencia. Pero Aníbal se quedó clavado, como dormido en su asiento y fue preciso que un policía al 1108
El Vendedor de Felicidad
servicio del Juez, lo despertara de su ensueño embrujado para que regresara al presente
y
saliera del recinto judicial. Pese a todo y por extraño que parezca, unos 20 días después y gracias a una nueva intervención de Teo y otros amigos
de la
familia,
que
sentían mucha pena por el caso de
Aníbal
e
Ismenia,
las
relaciones entre los esposos 1109
Juan M. Taveras
mejoraron y éste comenzó otra vez a visitar frecuentemente a su mujer
y
por
cada
visita,
procuraba llevarse de paseo al pequeño Manuel, que a las puertas de cumplir cinco años de edad, hacia muchas preguntas inquietantes
que
ponían
en
apuro a su padre: – ¿Por qué no vives con nosotros papi? ¿Y dónde tú
1110
El Vendedor de Felicidad
duermes? ¿Por qué se pelean tú y mi mami? Eran
algunas
de
las
preguntas recurrentes que el niño
hacia
siempre
para
terminar colgado de la cintura de
su
padre,
palabras
pronunciando
enternecedoras
que
obligaban a Aníbal a profundas reflexiones
y
a
cuestionar
seriamente lo que llevaba en su mente. 1111
Juan M. Taveras
El niño, emulando el cantar inocente y feliz de un ruiseñor, decía a su padre al oído: “Papi, mi papito querido, yo te quiero. Te quiero mucho y sueño todas las noches con dormir contigo y mami
juntitos
los
tres
abrazaditos” Esas
palabras
amorosas
surtían, en la mente aturdida y calenturienta de Aníbal, efectos vivificantes. Al escuchar tan 1112
El Vendedor de Felicidad
dulce melodía, sentía el suave rodar
sobre
su
cabeza
atormentada de las aguas frescas de un divino manantial, creado a propósito por los inmortales dioses del viejo y olvidado Olimpo,
que
enternecidos
también por el amor puro brotado del pecho virgen del pequeño Manuel, aportaban, con su magia, un riachuelo de aguas cristalinas para unirlo al amor 1113
Juan M. Taveras
tierno del pequeño y apagar el fuego
vengativo
que
tan
intensamente ardía en el pecho y mente del futuro asesino y verdugo de sí mismo. La ferocidad, pues, del lobo salvaje
que
Aníbal
llevaba
dentro, se había aplacado fruto, sin duda, del antídoto milagroso que las caricias inocentes y el amor sin precio que su amado hijo tan pródigamente le servía. 1114
El Vendedor de Felicidad
Parecía que al fin la fiera salvaje había sido domesticada. Y el milagro tal vez hubiera escalado los altares a no ser por la insensatez de Ismenia, que era incapaz de comprender, que de la misma forma que un solo vaso de agua puede sofocar el fuego de las pasiones más intensas,
también
una
sola
palabra descompuesta, una sola acción inoportuna y hasta un 1115
Juan M. Taveras
gesto
insignificante,
puede
resultar suficiente para activar las brasas que suelen sobrevivir debajo de tranquilas cenizas, y reactivar
el
tizón
de
los
sentimientos venenosos, que el que está leyendo esta historia o cualquiera de nosotros, lleva siempre dentro de sí. Un domingo en la tarde del verano del 2009, el desdichado marido fue a procurar a su hijo 1116
El Vendedor de Felicidad
para sacarlo a pasear. Pero Ismenia negándole
salió el
al
frente,
permiso
y
amenazando con meterlo a la cárcel si no pagaba de inmediato los casi tres meses de pensión que tenía atrasado. –Dame solo unos días y te traeré todo el dinero junto – suplicó calmadamente Aníbal. –Lo siento –ripostó Ismenia– Pero no puedo esperar. Necesito 1117
Juan M. Taveras
el dinero para comprar los útiles escolares
de
Manuel
que
próximamente entrará a preprimario. –No tengo el dinero ahora, pero estoy a punto de comenzar a pintar un edificio que me permitirá
pagarte
todo
lo
atrasado. –Ya te dije que no puedo esperar.
1118
El Vendedor de Felicidad
–Y yo te he dicho que ahora no tengo el dinero. ¿Qué quieres que haga? –Buscar el dinero. Eso es lo que quiero que hagas. Y te doy una
semana
para
buscarlo.
Mientras tanto no te permitiré que saques al niño a ninguna parte. El pequeño Manuel y su hermana Cristina irrumpieron en llanto. El niño, inconsciente de 1119
Juan M. Taveras
sus actos, bañado en lágrimas y sollozando, se acercó a su padre, se colgó de su cintura y dijo: “Yo me voy contigo Papi”. “Mi mami es muy mala”. La reacción de Ismenia fue instantánea: empujó con tal fuerza al pequeño Manuel que su
frágil
anatomía
terminó
aparatosamente en el suelo, y como una fiera que va al remate de su presa herida, se lanzó 1120
El Vendedor de Felicidad
sobre el niño chancleta en mano, propinándole incontables
una
tanda
chancletazos
de que
tiñeron de rojo el trasero y los bracitos de la indefensa criatura. Aníbal
se
abalanzó
sobre
Ismenia y la detuvo quitándole la
chancleta
a
la
fuerza.
Levantó en seguida al pequeño Manuel del suelo y lo estrechó entre sus brazos colmándolo de besos
y
ternuras,
mientras 1121
Juan M. Taveras
murmuraba a sus oídos estas palabras sin sentido: –“Tranquilo hijo mío. No llores más que todo esto va a terminar muy pronto”. –Eres
un
imbécil
–gritó
Ismenia iracunda y feroz como una fiera salvaje– ¿No te das cuenta que estás apoyando una conducta indebida y dañina cuando no regañas a tu hijo que se atrevió a llamarme 1122
El Vendedor de Felicidad
mala? ¿No sabes que considerar mala a su mamá es el primer escalón desarrolle
para
que
el
niño
peligrosos
sentimientos de aversión y odio contra su propia madre? –A él lo apoyaré siempre porque tú lo maltratas sin razón. Eres tan dura Ismenia, tan intolerante y mandona,
que
dañas a todos los que te rodean.
1123
Juan M. Taveras
Por eso me fui de esta casa. Porque no podía aguantarte. –Cállate evidentemente
–dijo
Ismenia–
molesta,
y
agregó: –No digas, por favor, una palabra
más,
porque
estás
minando mi autoridad frente a mis hijos y eso para mí es inaceptable. Lo mejor será que te largues ahora mismo.
1124
El Vendedor de Felicidad
–Está bien. Me iré ahora, pero te pido, por el bien de todos, que no maltrates más a mi hijo. –Vete ya. Y recuerdas que si el próximo lunes no tengo el dinero de la pensión en mis manos, haré que te metan a la cárcel. Una vez más Aníbal salió derrotado de la casa de Ismenia. Caminaba danzando y como 1125
Juan M. Taveras
suspendido en el aire. Estaba tan abrumado y confundido por lo que acababa de ocurrir, que un camión estuvo a punto de atropellarlo.
Pero
él,
sin
inmutarse, y consciente de que el
destino
lo
empujaba
a
deslizarse hacia un pantano repleto de reptiles venenosas, continuó su camino ajeno por completo al inclemente mundo que lo rodeaba. 1126
El Vendedor de Felicidad
Percibió como si ahora, el pus putrefacto de sus viejas heridas, brotara incontenible de todo su ser y sintió que su olor nauseabundo irremisiblemente.
lo
asfixiaba Impotente,
contempló de nuevo a la bruma apagar para siempre el pequeño rayo de luz que había nacido al calor del amor sin precio de su amado hijo.
1127
Juan M. Taveras
¡La suerte está echada!! ¡Si, Si….la suerte está echada!....... ¡No tengo otra salida!..... ¡La mataré, la mataré….! ¡Jajajaja.! ¡Jajajaja…! ¡Jajajaja!.. Repetía para sí, una y otra vez, aquel ser endemoniado, ahogado por los sentimientos
y
poseído
por
todos los males que los sañudos dioses del Olimpo, colocaron en la
caja
de
Pandora
desgracia de los humanos. 1128
para
El Vendedor de Felicidad
Un sentimiento iracundo de odio mortal era ahora su única ley.
En
su
pensamiento
enajenado solo cabía el crimen: “Le arrancaré la vida a Ismenia y luego me mataré. Esa será mi venganza. Solo así esa maldita mujer pagará todo el daño que me ha hecho”. Desde aquel día, Aníbal no pensaba en nada más. El odio y sed de venganza, eran su soporte 1129
Juan M. Taveras
y cada día consumía más del veneno
producido
por
esos
sentimientos destructivos para fortalecer sus instintos asesinos. Era tal su fijación mental que a veces, en plena calle, sin importarle activado
nada por
y un
como resorte
automático, explotaba en una frenética carcajada,
e
incontenible que
salía
injustificadamente a divertirse, 1130
El Vendedor de Felicidad
cuando
su
mente
enferma
recreaba una dantesca escena virtual, en la cual Ismenia, bañada
en
sangre
y
completamente desnuda, yacía inerte, con su vientre destrozado por un centenar de estocadas mortales, que le arrebataban la vida al instante. Mientras él, el asesino, reía y bailaba la danza macabra de los que, como Cronos, destruyen a los suyos y 1131
Juan M. Taveras
terminan
devorando
a
sus
propios hijos. Fijada ya su mente en el asesinato, salió con prisa a la calle.
Entró
a
la
primera
ferretería que encontró a su paso y pidió que le mostraran los cuchillos
en
existencia.
Seleccionó, de entre todos, al de mayor tamaño y volvió a la casa de Teo proscrito, como un enfermo terminal, que ya nada 1132
El Vendedor de Felicidad
tiene que temer y se recostó en su cama a repasar los detalles de la consumación de su plan de asesinato. –No me gustaría matarla en su casa –Pensó– Eso afectaría de por vida a Cristina y sobre todo al pequeño Manuel, que jamás entendería por qué asesiné a su madre. Debo buscar otro lugar para matarla.
1133
Juan M. Taveras
Al siguiente día, empezó a rondar la casa de Ismenia y a estudiar
cada
uno
de
sus
movimientos. Su crimen no iba a ser pasional. No iba a ser producto de la clásica emoción pasajera que tan frecuentemente enajena a los humanos, sino la respuesta envenenada
de por
una
mente
sentimientos
profundos que lo llevarían a pensar, a calcular fríamente, con 1134
El Vendedor de Felicidad
manifiesta
premeditación
y
alevosía, la forma de ejecutar su crimen. Empleó tres días en su investigación sin encontrar el espacio
conveniente,
un
momento donde ella se apartara de Cristina y del pequeño Manuel, el tiempo suficiente como para darle tiempo a matarla. –No veo aquí el sitio para asesinarla que no sea frente a 1135
Juan M. Taveras
sus hijos. “Tendré que buscar otro lugar”. Al
cuarto
día
decidió
trasladarse a las cercanías de las oficinas
donde
Ismenia
trabajaba buscando el mejor lugar y momento para darle muerte. Observó durante varios días,
hasta
arribar
a
la
conclusión de que le sería fácil entrar hasta al despacho de su
1136
El Vendedor de Felicidad
mujer y allí acabar con ella y luego matarse delante de todos. El miércoles de esa semana, decidió
que
consumaría
ese
su
viernes
plan.
Luego
regresó al pequeño cuarto donde vivía y comenzó a prepararse fríamente
para
ejecutar
su
crimen y después suicidarse. Estaba
tan
personalmente
loco
que
fue
a
que
le
amolaran el cuchillo nuevo que 1137
Juan M. Taveras
acaba de comprar y con el cual pensaba convertirse en carnicero de la madre de su único hijo. Al siguiente día salió a visitar a su hermano Teo, al padre Nino, a su primo y a algunos amigos de infancia. Se estaba despidiendo. Esa noche, se la pasó en vela. El desquiciado hombre no quería dormir: velaba, como un caballero andante enajenado, las 1138
El Vendedor de Felicidad
armas que harían de él un sanguinario
caballero
de
la
muerte. Al fin amaneció el esperado viernes. La lámpara apena moría fulminada
por
los
rayos
luminosos del resucitado Apolo, cuando
ya
Aníbal
blandía,
amenazante frente a un espejo mágico creado por su mente atormentada, el filoso cuchillo y ensayaba, con premeditada 1139
Juan M. Taveras
alevosía, las estocadas arteras con que ejecutaría su venganza contra Ismenia. Para antes de las ochos de la mañana ya Aníbal había llegado al lugar escogido para perpetrar su crimen y, como desesperado por la espera, daba paseítos de un
lado
otro
aguardando
impaciente la llegada de su víctima. Tenía su mano derecha metida 1140
en
el
seno
donde
El Vendedor de Felicidad
guardaba
el
cuchillo
y
lo
apretaba con fuerza cada vez que un auto se aproximaba. En ese momento Aníbal parecía y era un consumado demente. Pero cuando Ismenia finalmente apareció, la percibió tan bella y radiante,
que
un
incontrolable explotó
volcán en
su
pecho y sintió renacer, en su joven corazón, esa loca pasión que había desgraciado su vida. 1141
Juan M. Taveras
Le
entraron
ganas
de
abalanzarse sobre ella, no para perforar mil veces su cuerpo con el cuchillo que escondía en su seno, sino para colmarla de besos y para gritar, con la voz prestada de Dios, tan potente y poderosa que pudiera oírse en cada
rincón
del
infinito
universo, que la amaba más que a su propio creador y que
1142
El Vendedor de Felicidad
gustoso ofrendaría su vida para preservar la de ella. Quedó aquellos
paralizado
por
pensamientos
inesperados que sepultaron, por un instante, el odio y las ansias de venganza anidadas por tanto tiempo en lo más profundo de su ser, para dar vida a un amor que creía
extinguido
sentimientos
por que
los las
humillaciones y el desprecio de 1143
Juan M. Taveras
Ismenia, habían almacenado por años en su corazón herido. –“La quiero todavía. Sigue metida en lo más hondo mi corazón y no tengo fuerzas para arrancarle la vida. ¡No! ¡Qué horror!, ¡no puedo matarla!.. Reflexionó un minuto y pensó: “Pero… y entonces ¿Qué haré con ella sabiendo que no me quiere? Terminará de seguro 1144
El Vendedor de Felicidad
en los brazos de otro hombre y eso nunca podría soportarlo y seguir viviendo” Entrampado pensamientos
en sin
estos sentido,
perdió, durante 10 minutos, la noción de su propia existencia. Ocupó en solitario la máquina del tiempo y viajó a las entrañas de un universo paralelo donde recuperó los restos perdidos de la caja de Pandora, y de su 1145
Juan M. Taveras
fondo olvidado, extrajo el único consuelo que brillaba todavía en las desoladas estepas de su mundo en penumbra, sin fe y prescrito por los dioses: la esperanza. Cuando despertó de ese corto sueño, una ráfaga tibia de esperanza soplaba de nuevo sobre su jardín sin flores. Sacó de su seno el conchillo caliente que usaría para matar a la mujer amada y lo lanzó con fuerza en 1146
El Vendedor de Felicidad
un espeso bosque que había allí cerca y sepultó por siempre la idea
de
matarla.
Duendes
provenientes de la constelación de
los
accionado
misteriosos en
silencio
habían para
arrancar de las manos de Aníbal el arma asesina y librarlo de sentimientos malignos que lo empujaban a la comisión de un crimen horrendo.
1147
Juan M. Taveras
Libre, según creyó, del lastre criminal que lo agobiaba, Aníbal sentía mecerse en el aire. Su peso,
sin
los
sentimientos
vengativos que lo arrastraban al fondo del abismo, era como el de una pluma. Era el peso converso de una alma que, cargada de odios y rencores, de repente contempla a Jesús en la Cruz
y
la
sentimiento 1148
vacía
de todo
maligno,
al
El Vendedor de Felicidad
escuchar la voz misericordiosa de un ser crucificado, herido en su cuerpo y golpeada su alma pura por todas las debilidades humana, gritar –pese a todo– desde su doloroso calvario: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen», indicando a todos, que el perdón es el camino a la paz, a la concordia y a la felicidad de toda la especie humana. 1149
Juan M. Taveras
Con su espíritu renovado, Aníbal esperó hasta las tres de la tarde y se dirigió a la casa de Ismenia. Se acercó, tocó a la puerta y en seguida surgió Cristina con una amplia y contagiosa sonrisa que decía, sin palabras, con solo un gesto, la profunda emoción que sentía al ver de nuevo a su padrastro de regreso a casa. El pequeño Manuel se despertó loco de 1150
El Vendedor de Felicidad
contento cuando su hermana le informó que su padre había vuelto. Tres horas más tarde llegó Ismenia y saludó a Aníbal con un “hola que tal”, sin mostrar ninguna sorpresa ni enojo, y todo pareció tan normal y natural como había sido antes. Una hora más tarde Aníbal se despedía dejando en llanto al pequeño Manuel que por nada 1151
Juan M. Taveras
del
mundo
quería
dejarle
marchar. Fue preciso que Aníbal le jurara que volvería al día siguiente, que era sábado, para llevarlo a pasear por las aéreas del monumento y a montarlo en un tiovivo que habían instalado recientemente en las cercanías del hotel Matún. Al siguiente día, Aníbal se apareció a las nueve de la mañana a la casa de Ismenia, 1152
El Vendedor de Felicidad
conversó un momento con ella, le pidió permiso para sacar al niño y salió de paseo llevando al pequeño Manuel a los lugares prometido. Regresó después de las 6 de la tarde. Parecía todo tan normal que solo Dios podía saber que dos semanas más tarde se producía la tragedia que asombró y consternó a la familia dominicana.
1153
Juan M. Taveras
Unos días después, Ismenia, sorpresivamente pidió de nuevo a Aníbal que buscara el dinero de la manutención de su hijo y volvió a amenazarlo con meterlo a la cárcel. El asediado hombre se resintió profundamente. No dijo nada, ni hubo indicios de que
sus
resentimientos
regresaban. Se comprometió a llamar a su madre a Puerto Rico para 1154
pedirle
enviara
algún
El Vendedor de Felicidad
dinero para pagar la pensión alimenticia y se despidió bajo la lluvia ácida de una bruma mortal que lo devoraba. Si algo en los procesos mentales
puede
considerarse
más frágil que una lámina milimétrica de cristal, son los sentimientos. Están conectados a 100 mil millones de neuronas activas que reaccionan y se expanden con mayor velocidad 1155
Juan M. Taveras
que la luz y son más sensibles que los fotones. Nada se escapa al
gigantesco
agujero
que
absorbe e interpreta cada gesto, cada palabra, cada letra, cada melodía. En fin, todo lo que pueda caber en el universo pequeño de que está dotado cada ser humano. Las palabras tienen poder, pero también lo tienen el cantar de los pájaros, el compás armonioso de una composición 1156
El Vendedor de Felicidad
musical, la brisa suave de una primavera ardiente, las letras de una poesía inspiradora, una pintura viva de un paisaje hermoso o de un bello rostro, y hasta
los
gélidos
inviernos,
como los descritos por Boris Pasternak
en
Dr.
Zhivago,
tienen poderes inspiradores. ¿Y por qué todo esto? Porque todas esas
formas
sensibles
de
tocan la
zonas
mente
y 1157
Juan M. Taveras
encienden luces, a veces por años apagados, recuerdos,
o
que activan mejor
dicho,
sentimientos que no siempre provocan gratas inspiraciones. Fue
lo
ocurrido
cuando
Ismenia reiteró sus exigencias: revivieron, como por arte de magia, todo el dolor, todo el rencor, todo el odio y sed de venganza que Aníbal cargaba en su 1158
ya
saturada
alforja
de
El Vendedor de Felicidad
sentimientos. Los más obscuros y destructivos de ellos, brotaron putrefactos de la añeja herida que Aníbal G. Díaz mantenía latente en su humillado corazón y se expandieron sin control para su propia desgracia, para desdicha de toda su familia e incluso de la toda la especie humana que, una vez más, comprobó con estupor y asco, hasta donde los sentimientos 1159
Juan M. Taveras
pueden
provocar
brotes
absurdos de los más bajos instintos. “Está
bueno
ya
de
humillaciones. Lo de Ismenia no tiene remedio. Debo pensar en algo
o
me
volveré
definitivamente loco” De nuevo sus sentimientos emponzoñados todos lados.
1160
brotaban
de
El Vendedor de Felicidad
Ya con una fatal y definitiva decisión en mente, Aníbal pasó el siguiente viernes a las tres de la tarde a recoger a su pequeño hijo bajo el pretexte de que irían a buscar el dinero enviado por su madre desde Puerto Rico y que utilizaría para pagar a Ismenia. Feliz y contento, la inocente criatura se prendó amorosa de la cintura de su padre y ambos 1161
Juan M. Taveras
emprendieron un ominoso viaje sin regreso. La mente de Aníbal estaba confundida. Quería, a cualquier precio, vengarse de Ismenia haciendo algo que le doliera hasta las entrañas, pero no sabía cómo. Tenía varios planes alternativos. El primero consistía en desaparecer con su hijo y ocultarse en algún secreto lugar
donde
Ismenia
jamás
pudiera encontrarlos. De manera 1162
El Vendedor de Felicidad
que una vez recogido el dinero, se fue con su hijo a Santo Domingo y se hospedó donde una hermana que vivía en el sector Villa Duarte. Desde allí, Aníbal pensaba encontrar la forma de ejecutar su plan de esconderse con su hijo o llevar a cabo un acto que doliera a Ismenia para siempre. Y al final logró lo que quería, pero en una forma inesperada. 1163
Juan M. Taveras
Eran las ochos de la noche del viernes 21 de Agosto y Aníbal no daba señales de vida. Ismenia, desesperada, comenzó a llamarlo insistentemente a su celular,
pero
Aníbal
nunca
contestó sus llamadas.
El día
siguiente era sábado e Ismenia, nerviosa e inquieta, visitó a Teo para indagar el paradero de Aníbal, pero éste dijo que no sabía nada de su hermano. La 1164
El Vendedor de Felicidad
tensión crecía en torno a la desaparición del padre con el hijo e Ismenia optó por dirigirse a la policía para poner a las autoridades públicas al tanto de la situación. Desgraciadamente era sábado y ese día, los recintos policiales suelen estar huérfanos de jefes. Los jefes militares estaban todos disfrutando del fin de semana. Las indagatorias se pospusieron
para
el
lunes. 1165
Juan M. Taveras
Empero, para entonces, sería demasiado tarde. Aníbal, refugiado con el pequeño Manuel en la casa de Su hermana, solo pensaba en la forma de ejecutar su, hasta ese momento, desaparecer
sencillo con
plan
de
su hijo y
ocultarse en un lugar donde Ismenia
jamás
pudiera
encontrarlos. Llegó el domingo y las tensiones crecían en torno 1166
El Vendedor de Felicidad
al caso. Ismenia, Cristina, Teo y toda la familia se preguntaban inquietos,
¿Y
dónde
estará
metido Aníbal con su hijo? ¿Por qué se fue en silencio y se lo llevó? ¿En que estará pensando? ¿Se habrá vuelto definidamente loco? “Sea como sea,
lo que
está haciendo no tiene sentido ni explicación” –se decían todos a una sola voz–
1167
Juan M. Taveras
Ya para el domingo, a Aníbal
le
resultaba
prácticamente imposible ocultar sus
nervios.
Las
llamadas
constantes de Ismenia lo tenían desconcertado y sobre todo, un mensaje aparecido en su celular con
el
cual
su
mujer
le
informaba que la policía lo buscaba activamente por secuestro
de
su
hijo,
el era
demasiado para el cerebro, no 1168
El Vendedor de Felicidad
muy desarrollado, del pobre Aníbal, que ya se sentía en un callejón sin salidas. – ¿A dónde me iré? ¿Dónde podré esconderme? Se preguntaba una y otra vez, arribando a la conclusión de que lo meterían a la cárcel para siempre. Y lo peor de todo, que lo apartarían de su hijo, y eso no podría soportarlo.
1169
Juan M. Taveras
–Tengo que hacer algo para impedir todo eso. ¿Pero qué? Se preguntaba
desilusionado
y
triste, para concluir vencido: “Yo ni siquiera tengo donde ir” Así
reflexionaba
Aníbal
cuando el timbre de teléfono de su hermana lo puso a temblar de arriba abajo. Era Teo llamando desde Santiago para indagar si sabía algo de su hermano y su hijo. Pero Aníbal se había 1170
El Vendedor de Felicidad
adelantado suplicándole que a nadie, por ninguna razón, le informara que estaba en su casa. Su hermana respetó su promesa, pero tan pronto terminó su conversación con Teo, clavó sus ojos inquisidores en Aníbal y dijo: –No
sé
en
qué
andas
muchacho, pero por lo que tu hermano me dijo por teléfono, me
parece
que
estás
en 1171
Juan M. Taveras
dificultades. Tú sabes muy bien que la madre del niño es una mujer muy difícil y según me informó Teo, ella está como loca buscando a su hijo y diciendo que tú lo secuestraste para robárselo. La acusación es muy grave y tú podrías ir a la cárcel por mucho tiempo si eso es verdad. De manera que te aconsejo regreses de inmediato a Santiago y devuelvas ese 1172
El Vendedor de Felicidad
muchacho a su madre cuanto antes. –Es lo que había pensado – dijo
Aníbal
y
agregó,
aparentemente muy calmado: – si no fuera por lo avanzado de la hora, me iría ahora mismo. Pero te aseguro que mañana a las seis de la mañana nos iremos. Al escucharlo, el pequeño Manuel, que no se cansaba de preguntar a su padre por qué no 1173
Juan M. Taveras
lo llevaba de vuelta con su mami,
se
contento,
mostró lo
que
loco
de
Aníbal
interpretó como una señal de que su hijo tampoco lo quería. Y pensó: “Cada día es mayor mi convencimiento de que no hago nada vivo. A mí ya nadie me quiere. Ni siquiera mi propio hijo, que es lo único que tengo”
1174
El Vendedor de Felicidad
Sus pensamientos suicidas habían regresado esta vez para quedarse, agravados ahora por un
nuevo
sentimiento
y surgido
pernicioso de
una
simple expresión inocente de su pequeño hijo, todo lo cual confirma nuevamente, que los sentimientos
constituyen,
sin
duda alguna, la parte más sensible de la mente humana.
1175
Juan M. Taveras
Eran las cinco de la tarde del último domingo en las vidas de Aníbal y su hijo, cuando el padre tomó de la mano al pequeño,
y
sin
pronunciar
palabras, se encaminó a un paseo que lo llevaría junto al niño al otro lado del puente Duarte, situado a solo unas cuadras de la casa de su hermana. Llegaron al farolito, cruzaron el puente secó que 1176
El Vendedor de Felicidad
atraviesa la Avenida de Las Américas, giraron a la izquierda y empezaron a caminar de este a oeste hasta internarse en el puente. Caminaban despacio, porque el padre, inmerso en profundidades desconocidas y arropado por una multitud de sentimientos
encontrados,
se
desplazaba como un autómata. Era
una
insensible,
especie que
de
robot
caminaba 1177
Juan M. Taveras
movido
por
fuerzas
ciegas,
carentes de voluntad propia. Desde que salieron de la casa, Aníbal se había mantenido mudo. Marchaba ausente, como un enfermo terminal, que va al quirófano dormido, arrastrado contra su voluntad, pero sin oponer resistencia, porque ya nada le importa. Inconsciente, apretaba tan fuerte la manita derecha del 1178
El Vendedor de Felicidad
pequeño Manuel, que el niño tuvo que hacer un gran esfuerzo para zafarse, pese a lo cual Aníbal,
aprisionado
entre
aquellos barrotes imaginarios que
sus
sentimientos
de
venganza habían levantado en su derredor y entre los que en breve perecería con su hijo, continuó impasible, atravesado por una ráfaga de demencia total,
que
bloqueaba
por 1179
Juan M. Taveras
completo
su
entendimiento,
hasta el punto de ignorar el eco melodioso de la voz del hijo que tanto amaba y que sería, por un absurdo y despiadado designio del destino, su compañero del más desafortunado y largo de sus viajes. Y tal vez nunca hubiera despertado de ese sueño a no ser que el niño, se asiera nuevamente de su mano y hamaqueándolo dos veces con 1180
El Vendedor de Felicidad
todas las escasas fuerzas de que disponía, le preguntara: –Papi, papi ya cruzamos el puente. ¿Para dónde vamos? Aníbal, regresando de un oscuro viaje a lo desconocido, despertó
del
corto
sueno
invernal en que había caído desde el mismo instante en que salió de la casa de su hermana y contestó, recogiendo angustiado a
su
niño
del
suelo
y 1181
Juan M. Taveras
abrazándolo fuertemente contra su pecho, dijo: –Es que deseo comprarte un helado y no recuerdo bien donde está la heladería. –Pero si ya la pasamos papi. ¡Mírala, está detrás de ti!.... Dieron la vuelta y penetraron a la heladería. El niño tomó dos barquillas grandes que devoró rápidamente. Pidió refresco rojo, unas galleticas y bañado por la 1182
El Vendedor de Felicidad
brisa pura que solo se percibe en el mundo feliz de la inocencia, le dijo a su padre: –Papi,
móntame
en
tus
hombros para cruzar el puente a caballito, porque estoy algo cansado de caminar. Aníbal subió al niño sobre sus dos hombros y emprendió el regreso a la casa de su hermana, luciendo
algo
despejado.
Sorpresivamente se detuvo a 1183
Juan M. Taveras
mitad del puente. Contempló durante varios minutos las aguas turbias que corrían por debajo y como contagiado por toda la suciedad y el lodo inmundo por ellas arrastrado, quedó atrapado por un millón de pensamientos obscuros
que
cruzaban
en
diabólica caravana por su mente enferma,
empujándolo
colocarse tan
a
cerca de las
barandillas del puente, que el 1184
El Vendedor de Felicidad
niño,
entrado
en
frenético
pánico, gritó: –Papi, papito tengo mucho miedo. ¡Me caigo!.. ¡Papiii! Y repitió angustiado: ¡me caigo, papi, papi! ¡Papi, papi... . . . .! Una, otra y otra vez, cada vez con mayor fuerza, hasta que finalmente, ya casi en camino al precipicio, gritó con todo lo que tenía
1185
Juan M. Taveras
¡Bájame ya! ¡Bájame pronto! ¡Por favor papiiii! Pero aturdido,
Aníbal
permanecía
arropado
por
pensamientos infernales. Y solo despertó de su letargo, cuando una joven señora que cruzaba también el puente, se acercó, tocó fuertemente su espalda y dijo con enojo: –Oiga señor, ¿Está usted sordo? ¿Por qué no escucha los 1186
El Vendedor de Felicidad
gritos de su hijo? Él tiene miedo y le está pidiendo que lo baje… ¡Bájelo pronto! O aléjese de la baranda. ¿No se da usted cuenta que su hijito se le puede caer? Y. . . . . . – ¡No! ¡Nooo! ¡Eso nunca! – Dijo finalmente– un atolondrado y
visiblemente
confundido
Aníbal. En seguida bajó al niño de sus hombros, lo tomó de la 1187
Juan M. Taveras
mano y raudo, emprendió el regreso a la casa de su hermana. Para entonces, el suicida ya había madurado su plan. De manera que tan pronto regresó, empezó
a
conversar
animadamente con todos sus parientes. Les habló de sus problemas y de su mala suerte; de Ismenia y de cuánto lo había humillado; del pequeño Manuel, de lo mucho que lo quería y de 1188
El Vendedor de Felicidad
lo triste y pesaroso que le resultaría dejarlo solo. También, habló de cuánto agradecía a su madre
por
proporcionado
haberle algún
dinero
cada vez que necesitaba y, finalmente de su lamentable error de abandonar el seminario para casarse con Ismenia. Con cada
palabra
reflejaba
la
sentimientos
pronunciada, existencia
profundos
de que 1189
Juan M. Taveras
amargaban su vida y hacían insoportable
su
existencia.
Refería las palabras que Ismenia pronunciaba
cuando
quería
ofenderlo con sentimientos de profundo dolor. ¡Qué difícil se hace a los humanos comprender el enorme daño que pueden hacer con su lengua! Un famoso proverbio árabe lo 1190
resume
así:
“La
herida
El Vendedor de Felicidad
causada por una lanza puede curar, pero la causada por la lengua es incurable” Pasadas las 11 de la noche, todos sus parientes se retiraron a sus habitaciones. Solo Aníbal quedó de pie y pidió a su hermana
que
le
permitiera
sentarse en la galería porque no tenía sueño. Su mente era un torbellino de pasiones oscuras. La hermana asintió y él sacó una 1191
Juan M. Taveras
antigua y destartalada mecedora que había pertenecido a su abuelo paterno. Se sentó a la espera de que todos durmieran para ejecutar el macabro plan que en las últimas horas había configurado. Con el alma desgarrada por el sufrimiento y cargado de obscuros pesares, como Cristo frente al tabor, posó sus ojos en una estrella lejana que se le 1192
El Vendedor de Felicidad
antojó se movía impaciente, como si quisiera ocultarse de su mirada triste. Y pensó, en su loca demencia: ¿Por qué me huyes?
¿También
tú,
como
Ismenia, sin razón me odias? ¡Oh
fugaz
estrella
límpido
cielo!
¡Si
del
supieras
cuanto sufro! ¡Cuántos sueños baldíos se anidan en mi corazón herido! ¡Tal vez serías tú mi salvación y arrancarías de mis 1193
Juan M. Taveras
manos
este
amargo
cáliz,
plagado de veneno inmundo, que está a punto de arrancarme la vida y sepultar para siempre mi alma en el infierno! Mientras divagaba en estas utopías apretarse
inalcanzables, su
pecho
sentía al
comprender que su destino se precipitaba impetuoso, como un brioso corcel, hacia el fondo de un abismo que lo sepultaría vivo 1194
El Vendedor de Felicidad
y muerto para siempre. Y sin embargo esta no era más que la otra cara de la moneda falsa en que
se
debatía
su
cruel
existencia. Porque la súplica a la estrella del lejano cielo, solo reflejaba sus ansias de vivir, porque adoraba a Ismenia con toda su mente y con todo su ser y porque su pequeño hijo era su dios y deseaba elevarlo a los altares. 1195
Juan M. Taveras
En ese momento previo a la consumación
del
suicidio,
inmerso Aníbal en un espacio sin tiempo, y desplazándose a galope
hacia
una
eternidad
mugrosa y sedienta, dos gruesas lagrimas
rodaron
por
sus
mejillas, al comprender que su fin
había
llegado
irremisiblemente. ¡Ismenia! ¡Ismenia! Gritó de repente y tan fuerte que temió 1196
El Vendedor de Felicidad
despertar a sus parientes. ¡Oh Ismenia! ¿Por qué me has abandonado?
¿Por
qué
me
ofendiste tanto? ¿Por qué me arrastras a la muerte? Hubiera bastado una palabra tuya, un gesto, una simple sonrisa para que mis sentimientos renacieran y cortaran la soga que me ahoga. Hizo una pausa sedienta. Metió entonces la mano en su bolsillo y sacó un montón de 1197
Juan M. Taveras
papeles arrugados y manchados por la humedad. Empezó a revisarlos uno a uno y a apartar a algunos del total. Cuando hubo terminado, dejó un grupo fuera y despedazó los demás. El primer
papel
contenía
los
versículos 2:24 y 2:25 del Génesis de la Biblia. El segundo contenía los siguientes trozos de la canción “Congoja” del gran
1198
El Vendedor de Felicidad
compositor
puertorriqueño
Rafael Hernández: “Por más que quiero no te puedo olvidar, porque mi vida supiste
envenenar,
con
un
cariño que no ha dejado en ti, la misma herida que sangra en mí. Más que te importa un pecho que solloza, si ya en el corazón tú lo has herido, porque nunca tú has sentido su congoja. 1199
Juan M. Taveras
Yo solo he de llorar tanta amargura, yo solo he de pagar esta condena, pero tengo que ahogar
mi
amarga
pena,
por un amor que hace sangrar mi corazón” El tercero de “Si nos Dejan” del compositor mejicano José Alfredo Jiménez. Y otros que constituían un grito desesperado del amor que sentía por Ismenia y de la herida mortal que su 1200
El Vendedor de Felicidad
rechazo había causado en sus sentimientos heridos. Pero había otro papel. Uno muy especial cuyo contenido era casi ilegible y sin embargo, un pequeño esfuerzo por entender su contenido, permitía entrever la intención de Aníbal de dejar escrito el triste epitafio de su vida cruel, haciendo suya las hermosas y a la vez lúgubres
1201
Juan M. Taveras
estrofas escritas por el gran poeta azuano Héctor J. Díaz en:
LO QUE YO QUIERO
Que nadie me conozca y que nadie me quiera. Que nadie se preocupe de mi triste destino. Quiero ser incansable y eterno peregrino
1202
El Vendedor de Felicidad
que camina sin rumbo porque nadie le espera.
Que no sepan mi vida, ni yo sepa la ajena. Que ignore todo el mundo si soy triste o dichoso. Quiero ser una gota en un mar tempestuoso o en inmenso desierto, un granito de arena...
1203
Juan M. Taveras
Caminar mundo adentro solo con mis dolores. Nómada, sin amigos, sin amor, sin anhelos, que mi hogar sea el camino, mi techo sea el cielo y mi lecho las hojas de algún árbol sin flores...
Cuando ya tenga polvo de todos los caminos Cuando ya esté cansado de 1204
El Vendedor de Felicidad
luchar con mi suerte, me lanzaré en la noche sin luna, hacia la muerte. De donde no regresan jamás los peregrinos
Y morir una tarde cuando el sol triste alumbre, descendiendo un camino o ascendiendo una cumbre, pero donde no haya quien me pueda enterrar. 1205
Juan M. Taveras
Y que mis restos ya polvo los disipen los vientos, para que cuando ISMENIA sienta remordimientos no se encuentre mi tumba, ni me pueda rezar... Al
final
de
la
página
aparecía esta nota: Poema
del
gran
poeta
azuano Héctor José Díaz, que dice todo lo que soy y como 1206
El Vendedor de Felicidad
terminará
mi
desgraciada
existencia. Revisó cada trozo de papel con la luz de los recuerdos y al terminar de leer este último, el pobre
Aníbal,
bañado
en
lágrimas y cansado ya de sufrir, entendió llegado el momento final: -¿Para qué esperar más? Si ya no hay remedio para mí. Mi vida llegó a su fin. 1207
Juan M. Taveras
Entró a la casa, se contempló de soslayo en el espejo, y escuchó a su otro yo decirle algo. Se miró de nuevo y al verse tan desfigurado, triste y reprimido por la voz recóndita de su conciencia, recordó al Harry del Lobo Estepario y reencarnando
sus
gestos
y
expresiones frente al espejo, dijo: –Aníbal ¿Qué haces ahí? 1208
El Vendedor de Felicidad
–Nada –dijo el espejo– No hago más que esperar. Espero a la muerte. – ¿y dónde está la muerte? –Ya viene –dijo el Aníbal del espejo– Dicho lo cual, el Aníbal que estaba frente al espejo, salió de la casa y como loco, corrió en dirección al puente Duarte. Se lanzó tan de prisa detrás de la diosa negra que todo el mundo 1209
Juan M. Taveras
rehúye, que a doscientos metros de su alevoso destino, se vio precisado a detenerse para tragar aire
fresco.
El
impulso
incontenible que lo llevaría a la muerte se detuvo a la fuerza. La debilidad lo había traicionado. Tan cansado, como un atleta que ha dado la vuelta al mundo sin detenerse un instante, se sentó en los primeros escalones que encontró a su paso, a recuperar 1210
El Vendedor de Felicidad
el aliento perdido en su loca carrera hacia la nada. Respiraba
con
dificultad.
Sentía que su pecho explotaba. Y sin saber por qué sintió un repentino temor a la muerte y escuchó una voz interior que le decía: “Qué estúpido eres Aníbal”. ¿Te vas a matar? Ja, ja, ja, ja….
1211
Juan M. Taveras
¿Y qué pasará con Ismenia, tu cruel verdugo sentimental?: Te aseguro que seguirá su vida feliz y contenta. ¿Y del pequeño Manuel? ¿Qué será de él? ¿Lo dejarás en las manos de tu verdugo para que se cebe contra él, lo culpe de todo y lo maltrate sin piedad como
ha
hecho
estúpido infeliz?
1212
contigo,
El Vendedor de Felicidad
¿Qué te imaginas que hará Ismenia mucho antes de que tus restos hechos polvo los disipen los vientos, como tú deseas? Solo se alegrará de tu inútil suicidio. Se casará con otro y tu arderás para siempre en el infierno de colores que el diablo tiene reservado para los tontos como tú” ¡Jajajajaj……,
Jajajaja….
jaja….!!! 1213
Juan M. Taveras
Confundido y engañado una vez más por estos pensamientos lastimosos, Aníbal se levantó sobre sus pies y prosiguió su camino, determinado a cumplir su plan de lanzarse al vacío desde el lugar que previamente había seleccionado. Llegó hasta allí determinado a procurarse una muerte cruel y solitaria lanzándose al vacío para chocar con el pavimento 1214
El Vendedor de Felicidad
infame
que
rompería
su
lastimosa vida en mil pedazos. En
el
último
instante,
sin
embargo, y nadie sabe por qué, cambió de parecer y volvió a la casa
más
confundido
y
desquiciado que nunca. No entró, sino que se sentó en la vieja mecedora que había sacado a la galería y envió de nuevo sus ojos al cielo en busca de la estrella que antes había 1215
Juan M. Taveras
huido de su mirada esperanzado, esta vez, en que ese faro vivo de luz celestial, enviara, desde su estancia en la lejana pléyade del cisne, algo: un furtivo milagro, tal vez, que le devolviera la fe perdida en el laberinto de una vida triste y austera, que no le sirvió nunca nada que no fuera angustias, sufrimientos
1216
desengaños, y
un
abismo
El Vendedor de Felicidad
oscuro, un sendero directo hacia la muerte. De pronto,
imágenes de
algunos momentos felices en su vida
azarosa,
se
deslizaron
frescos en su mente afiebrada y revivieron
recuerdos
que
avivaron su miedo a la muerte e hicieron
más
cruel
su
determinación de suicidarse: –He tratado –se dijo– de vivir el mundo de ellos, el 1217
Juan M. Taveras
creado por los otros, mientras renegaba siempre del mío. Me fui al seminario porque entendí que la misión más sagrada del hombre es servir a Dios y a sus semejantes. Fueron días felices aquellos, ¡jamás podría negarlo!, pero Ismenia apareció en mi camino y envolvió mi vida en tinieblas. ¡Oh Dios! ¡Pero qué delicia, que momento estelar en mi sombría existencia, aquel en 1218
El Vendedor de Felicidad
que me fui con ella por primera vez a la cama! ¡Cómo se estremecía mi cuerpo sediento al juntarse al suyo y alcanzar el riachuelo
encantado
de
su
presencia! ¡Y qué miedo, que temor, que repulsión insensata sentía al practicarle al sexo! Mis años
de
seminarista
habían
despertado en mí un sentimiento de estúpida aversión al más divino y bello de todos los actos 1219
Juan M. Taveras
humanos.
Recuerdo
aún
el
éxtasis milagroso que sentí al penetrar su sexo ardiente y mojado. Sacié dentro mi pasión desenfrenada, mi ardiente sed por tanto tiempo reprimida y bañé, mi hasta entonces inocente pasión, en las aguas tibias que brotaban limpias de las entrañas de Ismenia. Y luego, ¡oh Dios del
universo!
abrazador, 1220
un
un
fuego momento
El Vendedor de Felicidad
grandioso que ni tú, ni nada ni nadie, ni siquiera la muerte podrán jamás borrar de mis sentidos: como un niño en posesión del juguete añorado, me mecí en los aires, navegando en alas de musas celestiales, que tocaban armonios y violines encantados
para
celebrar
conmigo mi primer encuentro con el divino sexo.
1221
Juan M. Taveras
¡Oh Ismenia! ¿Es que no comprendes que no quiero, que no puedo vivir sin ti? ¡Oh soberana de mis gozos y desventuras! Será mi supremo sacrificio el que, después de todo,
te
cante
con
ritmas
encantadas, los últimos deseos de un prófugo de la muerte: “Desde que de mi te alejaste amada mía, cual fugaz estrella del límpido cielo, se quedó 1222
El Vendedor de Felicidad
vacía mi huérfana vida y mis ojos tristes se quedaron ciegos. Te ruego que vuelvas, pléyades del cisne, favorito vivo de luz celestial, traes de tu existencia un rayo a mis ojos que quiero de nuevo volverte a mirar” ¡Ven, ven pronto amor mío! que te espero, te espero angustiado en la antesala obscura de un viaje sin regreso, para que seas tú, ¡hermosa y radiante como la 1223
Juan M. Taveras
diosa Freyja!, mi compañera de viaje a la eternidad, y no el feo y
repugnante
Bhaal,
quien
presuroso y risueño en su pérfido papel de dios de la muerte, me lleve, en su nave del misterio, al espacio sin tiempo donde reinan las Erinias que castigan por siempre a los alienados por amor. Empapado en lágrimas y envuelto 1224
en
un
llanto
El Vendedor de Felicidad
incontenible, Aníbal se quedó dormido a la espera de su final encuentro
con
la
muerte.
Despertó con el cantar de los gallos y en seguida levantó al pequeño Manuel. Lo abrazó y besó tiernamente. Lo bañó. Lo vistió. Le dio algo de comer y emprendió,
sin despedirse de
nadie, a las seis y veinte minutos de la mañana de aquel trágico
1225
Juan M. Taveras
lunes 24 de agosto, lo que sería un fatídico viaje sin regreso. Montó
al
niño
en
sus
hombros y se dirigió al puente Duarte. Su pobre e inocente hijo, iba radiante de contento porque regresaría a casa y besaría de nuevo a su mami. Lleno de
inocente emoción
repitió tres veces en los oídos de Aníbal: Papi… papi, pipi, sin
1226
El Vendedor de Felicidad
que su padre pareciera prestarle atención. Caminaban sobre el puente en dirección al lugar de la tragedia,
cuando
el
niño
balbuceó de nuevo: –Papi está muy lejos mi Mami. Es que quiero verla pronto. ¡La quiero tanto Papi!.. Al escuchar implorante la voz tierna del pequeño Manuel añorando el reencuentro con su 1227
Juan M. Taveras
madre, a Aníbal se le metió el diablo
dentro
y
perdió
definitivamente los estribos. Mil demonios tomaron en tropel posesión de su alma enferma y un
impulso
incontenible
encendió de golpe todos los sentimientos, resentimientos y delirios de venganza que Aníbal llevaba dentro. Bajó de un tirón al niño de sus hombres, tomó su teléfono celular y escribió un 1228
El Vendedor de Felicidad
mensaje de texto contentivo de todo el despecho y sed de venganza que lo arrastraban a un horripilante crimen y posterior suicidio: “Ismenia, maldita, te voy a dar donde te duela para que sepas todo el daño que me hiciste” Metió nervioso su celular nuevamente en el bolsillo, y con la furia de un toro salvaje, 1229
Juan M. Taveras
levantó al indefenso niño, lo lanzó de repente al vacío y con el mismo impulso, ante la mirada estupefacta de decenas de transeúntes y automovilistas que cruzaban el puente a esa hora
de
la
mañana,
el
desgraciado Aníbal se lanzó también al precipicio, muriendo ambos al instante. De esta forma horripilante y trágica se consumó un drama 1230
El Vendedor de Felicidad
sentimental que permanecerá por siempre como muestra viva de hasta dónde los sentimientos pueden altear el buen vivir, no solo de uno, sino de toda la especie humana. De todo esto, se puede extraer una lección “Cuidaos
única:
de
los
sentimientos venenosos. Ellos constituyen el camino corto
al
sufrimiento
más y
la
infelicidad” 1231
Juan M. Taveras
–Y esto fue todo. Aquí termina el ejemplo. Tal vez resultó algo extenso, pero no quise recortarlo por entender su importancia para manejar el delicado
tema
de
los
sentimientos. – ¡Qué historia más cruel y triste! –dijo Joel, con los ojos humedecidos
y
la
entrecortada por la emoción.
1232
voz
El Vendedor de Felicidad
–Ajnacom asintió –y dijo– Todo lo ocurrido en esta triste historia,
constituye
pálido reflejo,
solo
un
una pequeña
muestra, que apenas si alcanza para comprender, hasta donde los sentimientos, sobre todo los ocultos, miembros
aquellos de
sus
que
los
especie
retienen en las profundidades de su mente sin comunicarlo a nadie, pueden acarrear dolor, 1233
Juan M. Taveras
sufrimiento,
amargura
y
llevarlos a un estado depresivo insoportable
que
puede
conducirlos al suicidio y a la comisión horrendos.
1234
de
crímenes
El Vendedor de Felicidad
1235
Juan M. Taveras
30 –De regreso al tema de la mente,
–continuó
el
extraterrestre– te hablaré ahora de los pensamientos y sus efectos para terminar mañana en con el tema de la mente, y luego recrear un caso muy importante, que retrata de cuerpo entero, las grandes querellas existenciales, 1236
El Vendedor de Felicidad
que juntas a los verdaderos cuatro jinetes del apocalipsis que, como veremos, son la enfermedad, la vejez, la soledad y la muerte, amargan de común la vida de todos los humanos. –En la sinopsis que vimos anteriormente relativa
a
los
componentes mentales, aparecen los instintos en el centro del esquema
debido
a
que
constituyen el primer escalón de 1237
Juan M. Taveras
la mente y también el impulso natural que precede a la razón para la conservación de la vida. Sin
ellos,
sería
imposible
sobrevivir y, en conjunto, los instintos configuran una especie de mente instintiva, de la que heredamos
una
conductas
serie
que
de
vienen
etiquetadas en nuestros genes como un producto de la herencia evolutiva 1238
y
familiar
de
la
El Vendedor de Felicidad
especie humana, o mejor aún, de todos los seres vivos, porque, en general, los animales reaccionan instintivamente de forma muy parecida
al
ser
humano.
Además, todos nacemos dotados de una segunda mente (mente experiencial) que viene siendo una especie de libro en blanco que traemos al llegar a este mundo y donde escribiremos las experiencias, el aprendizaje que 1239
Juan M. Taveras
surge del choque constante, del forcejeo
que
durante
todo
nuestra existencia, se produce entre
instintos,
emociones
sentimientos y pensamientos. –No alcanzo a comprender – dijo Joel– como entre la mente instintiva y la experiencial se da un forcejo constante. –Imagínate, por ejemplo, a una persona hambrienta y sin dinero 1240
que
entra
a
un
El Vendedor de Felicidad
supermercado. Su instinto de conservación lo llevaría a robar alimento para sobrevivir, pero su mente experiencial lo frena, recordándole: “el que roba va a la cárcel y la gente lo repudia” Esto, naturalmente, produce a la persona
que
reprime
sus
instintos, una frustración, un sentimiento contra la sociedad, que con sus normas, le impidió cumplir su programa instintivo. 1241
Juan M. Taveras
Lo mismo ocurre cuando un hombre ve a una mujer atractiva y su instinto sexual lo mueve para abordarla. Su experiencia lo hace razonar y retrocede. –Pero ¿de qué mecanismo – preguntó Joel– se vale la mente experiencial para frenar
los
instintos? –Se vale de los pensamientos que constituyen el medio que utiliza la mente, vista como un 1242
El Vendedor de Felicidad
todo, para crear respuestas a las situaciones que constantemente se
presentan
y
que
deben
afrontarse poniendo en juego la dos mentes teóricas: la instintiva y la experiencial. Pero además, los pensamientos juegan otro papel no menos importante: Son el medio que utiliza la mente para llevar a cabo su función creativa: pienso en construir un edificio y al hacerlo materializo 1243
Juan M. Taveras
mis pensamientos; pienso en tener un auto y pongo mis habilidades en movimiento para lograrlo; pienso que me gustaría ser ingeniero y estudio para lograrlo, pero también, como en el caso de Aníbal, pienso en matar a alguien y busco la forma de ejecutar mi plan o pienso en buscar mi felicidad y la consigo. En fin, todo lo que hace el ser humano, desde lo más trivial 1244
El Vendedor de Felicidad
hasta
generar,
como
Adolf
Hitler, una guerra mundial, son creaciones del pensamiento. En otras palabras, los pensamientos tienen
poder
para
hacernos
ganadores o perdedores y para hacernos felices o desgraciados. Por generaciones –continuó Ajnacom– a los humanos se les ha enseñado que no vale la pena pensar porque solo Dios conoce la misión que cada uno tiene en 1245
Juan M. Taveras
la vida, razón por la cual, todos están
irremisiblemente
marcados por el destino. Esa errónea creencia solo contribuye a inhibir la capacidad que cada uno tiene de pensar y de tomar decisiones. La verdead es que la incertidumbre
sobre
lo
que
supuestamente el destino te tiene reservado, te convierte en una persona que no sabe lo que quiere, y te lleva a pensar: “Para 1246
El Vendedor de Felicidad
qué saber lo quiero si ya existe un plan divino que se impondrá de todas maneras” Asumir esa postura reduce a “0” el poder creador del pensamiento. En
Schwerta,
ocurría
lo
mismo. Se nos inculcaba desde la niñez, junto a otras ideas no menos absurdas, la creencia estoica del destino, como algo fatal
e
inexorable
que
se
sobreponía a nuestros planes y 1247
Juan M. Taveras
terminaba
imponiendo
sus
designios por encima de nuestra voluntad.
Como
resultado
estábamos en constante lucha interior contra nosotros mismos. En otras palabras, al igual que los humanos, los Schwertanos enfrentábamos también el difícil dilema del lobo estepario. –En un par de ocasiones – interrumpió
Joel–
ha
mencionado usted el dilema del 1248
El Vendedor de Felicidad
lobo estepario.
Me gustaría
saber el significado de ese dilema. –
El
Ajnacom–
dilema
–respondió
es compartido por
toda la especie humana, porque todos poseen dos mentes en continuo conflicto: una humana (lógica-racional, experiencial) y la otra “lobuna” (instintiva, su parte animal, la que responde a los instintos y a lo puramente 1249
Juan M. Taveras
irracional). De ahí entonces, que resulte tan difícil al ser humano pensar con claridad, porque sus pensamientos están en constante conflicto con su naturaleza. En consecuencia, lo próximo, lo razonable,
lo
sensato,
es
conocer, lo mejor posible, los pensamientos y prepararse para controlarlo
a
través
conocimiento y la voluntad.
1250
del
El Vendedor de Felicidad
El acto de "pensar" Joel, es algo que se da por hecho y jamás nos detenemos a medir sus efectos. La mente es una máquina
que
pensamientos nunca
y,
sin
produce detenerse
consecuentemente,
estamos permanentemente en estado de creación, de cambio de perspectiva y de cambio de ánimo, aunque inconsciente la mayoría de las veces. 1251
Juan M. Taveras
Ahora bien –prosiguió el gran maestro alienígeno– si pensamos
continuamente,
es
evidente que la felicidad, al menos
la
individual,
estrechamente
ligada
está a
los
pensamientos y es igualmente evidente que para entender sus efectos, es preciso tener en cuenta pensamientos
que
nuestros ni
son
automáticos ni independientes, 1252
El Vendedor de Felicidad
sino que son influidos por las experiencias vividas por cada uno, las que a su vez, contienen ingredientes
instintivos,
emocionales y sentimentales que convierten
en
ilusiones,
la
mayoría de las veces falsas, a las imágenes
creadas
pensamientos,
todo
por
los
lo
cual
tiende a obstaculizar e incluso a dañar la mente.
1253
Juan M. Taveras
– Me es difícil comprender– dijo
Joel–
cómo
pensamientos
los pueden
obstaculizar la mente. –Se
debe
pensamientos
a
que
los
invariablemente
se contaminan cuando acuden a la memoria. La mente es un gran almacén donde guardas todo lo aprendido y todas tus vivencias. Pero tú no guardas ni tus vivencias 1254
ni
lo
que
has
El Vendedor de Felicidad
aprendido exactamente como ocurren los hechos, sino que todo
lo
asocias
con
tus
experiencias pasadas, con tu entorno físico, con tus creencias y creas imágenes condicionadas que, en general, tienden a desnaturalizar los pensamientos. Es preciso considerar también, que la mente no parece estar capacitada para distinguir entre pasado, presente y futuro, factor 1255
Juan M. Taveras
que contribuye decisivamente en la
desnaturalización
de
los
pensamientos. Por eso hay que monitorearlos
constantemente,
para lo cual nos valemos del conocimiento y de la voluntad. –Regresa a mi mente ahora – intervino Joel– la idea de educar para la felicidad, porque quien conoce
los
pensamientos
efectos
de
los tiene
necesariamente que estar mejor 1256
El Vendedor de Felicidad
preparado para enfrentar los vaivenes
generalmente
aparentes de la vida que quien lo atribuye todo al destino o al capricho de los dioses. –Es absolutamente correcto tu razonamiento Joel y te invito a reflexionar sobre lo siguiente: –La tecnología ha puesto de moda
estudiar
los
procesos
mentales estableciendo analogía entre el funcionamiento de la 1257
Juan M. Taveras
mente y el funcionamiento de los ordenadores. Al considerar este método, es preciso tener en cuenta que si bien la memoria de los humanos funciona en forma parecida a la de un computador: se acude a ella en busca de respuesta a todo, es preciso destacar, que la manera en que la una y el otro procesan las informaciones almacenadas, difieren enormemente. 1258
El Vendedor de Felicidad
–Me
confunde
usted
–
interrumpió el banquero– De hecho, todo el mundo compara la memoria del computador con la memoria almacenada en el cerebro humano, y siendo ambas repetitivas, no alcanzo a ver en que difieren. –Si te fijas bien, notarás que la memoria del computador contiene almacenadas
informaciones y
ordenadas 1259
Juan M. Taveras
sistemáticamente
en
un
dispositivo determinado para dar respuestas
específicas
a
problemas específicos, lo que indica que la memoria del computador está formada por un solo elemento: la lógica. Es por eso
que
la
“mente”
del
computador es absolutamente racional y, por consiguiente, recuerda exactamente lo que se le ha enseñado; contesta solo las 1260
El Vendedor de Felicidad
preguntas que se le formulan; no comete
errores;
no
crea
imágenes falsas ni divaga, y su conducta es siempre la misma. En otras palabras, el ordenador es solo una máquina, un robot que ejecuta mandatos sin pensar y
su
“mente”
es
siempre
repetitiva y no acumula ni arrastra
experiencias
por
sí
misma, fuera de lo que lo que se le haya enseñado. 1261
Juan M. Taveras
Por el contrario, la memoria del individuo no nace solo de la razón
–eso sería ideal y el fin
del sufrimiento humano– ni es tampoco el producto de un artificio electrónico, ni de un programa previamente diseñado y colocado en la mente para repetir siempre la misma cosa, sino
que
la
memoria
del
individuo es dual: es lógica, experiencial 1262
y
a
la
vez
El Vendedor de Felicidad
instintiva, acudes
irracional.
al
Cuando
almacén
de
tu
memoria en busca de respuesta a algún
problema,
tienes
que
recordar la lucha en que se debaten constantemente tus dos mentes: la lógica, que lo ve todo a la luz de la razón, y la instintiva, instintos, sentimientos
que
influida
por
emociones
y
aculados
por
1263
Juan M. Taveras
generaciones, crea, fábrica su propia verdad. Pero… además –agregó con énfasis el maestro de Schwerta– lamentablemente,
la
mente
experiencial no está formada únicamente por las experiencias vividas por el individuo durante sus años de existencia, sino que contiene
experiencias
acumuladas durante millones de años, 1264
que
son
transmitidas
El Vendedor de Felicidad
genéticamente con el agravante de
que
los
genes
así
transmitidos, se copian en forma distinta en cada persona nacida, resultando que los hijos de una misma pareja
son física
y
psicológicamente diferentes. Y, por extensión, todos los seres humanos
resultan
también
distintos, hasta el punto de que cada uno es único e irrepetible. Esta realidad plantea serios 1265
Juan M. Taveras
inconvenientes,
no
solo
al
individuo, sino también a la sociedad. ¿En qué forma –preguntó Joel– puede la memoria pasada o memoria experiencial, afectar al individuo? –Porque arrastra instintos, emociones y sentimientos que provienen, no solo del corto ciclo de tu vida actual, sino del pasado remoto de tu especie e 1266
El Vendedor de Felicidad
incluso, tal vez, hasta de tus vidas pasadas. ¿Y qué ocurre a la hora de pensar? instintos,
Que esos
emociones
y
sentimientos pasados invaden la mente y distorsionan la verdad creando particularizados
pensamientos y
condicionados, que dejan de lado la realidad del momento, la razón y la lógica, para buscar una respuesta experiencial que 1267
Juan M. Taveras
resulta de mezclar lo presente con lo pasado o con un futuro ilusorio. Es por eso que el pensamiento
siempre
está
activo, dialogando internamente y fluctuando entre el pasado y el futuro, porque en todo momento busca, en el almacén de la memoria,
referencias
para
justificarse. Es también por todas esas razones, que la mente termina 1268
El Vendedor de Felicidad
por captar la imagen como la persona quiere o no quiere que sea,
resultando
experiencia
no
que es
la
vivida
plenamente tal cual es sino que es archivada en la mente en forma de logro o frustración, motivo por lo que, los mismos hechos, los mismos recuerdos, son construidos y almacenados de manera distinta en la mente de cada individuo y es por eso 1269
Juan M. Taveras
que las personas reaccionan en formas
diferentes
ante
los
mismos hechos. En el caso de Aníbal, para citar un ejemplo, éste reaccionó al impulso de sus sentimientos
y arribó a
la
desacertada conclusión, de que la mejor o única forma de vengarse
de
Ismenia
era
matando a su hijo y luego suicidándose.
Millones,
en
cambio, que pudieran enfrentar 1270
El Vendedor de Felicidad
la misma situación que Aníbal, tal vez simplemente optarían por buscar otra pareja. Es, al menos hasta ahora, muy difícil, por no decir imposible, predecir la forma
en
que
cada
uno
reaccionará frente a los mismos hechos. –Escuchándolo a usted –dijo el banquero– se podría arribar a la conclusión de que el pensar es malo. 1271
Juan M. Taveras
Antes
de
contestar,
el
extraterrestre bosquejó una leve sonrisa. Y dijo: –Si el pensar fuera malo, tendríamos que dejar de pensar ¿y qué seriamos sin el auxilio de la
fuerza
creadora
pensamientos?
No
de
los
Joel.
El
pensar no es malo. Los que podrían resultar dañinos son sus efectos que como en el caso de Aníbal, pueden destruir tu vida 1272
El Vendedor de Felicidad
y las de los tuyos. Los dos ejemplos
que
siguen,
te
ayudaran a comprender mejor los pensamientos y sus, a veces, dañinos efectos. El ejemplo que sigue trata de una historia clásica que utilizan los maestros en las prácticas de yoga: “A la caída de la tarde, al volver a su pueblo, se da usted cuenta, lleno de horror, que 1273
Juan M. Taveras
acaba de poner los pies sobre una cobra extendida a través del camino. Da un saltito hacia atrás, con el corazón latiéndole muy fuerte y con los cabellos de punta. Piensa que habrá muerto antes de llegar al pueblo. Pero la serpiente permanece inmóvil. La mira entonces mejor, con más calma….y comprende que lo que había tomado por una cobra no es más que un trozo de 1274
El Vendedor de Felicidad
cuerda. Pero ya para entonces, el pensamiento
“es
una
cobra
venenosa la que me mordió” “voy a morir” había desatado una gran tormenta emocional cuyos efectos son exactamente iguales
a
efectivamente
si
la lo
cobra hubiera
mordido” –El segundo ejemplo, es más dramático y trata sobre un experimento hecho en Phoenix, 1275
Juan M. Taveras
Arizona, por un científico que quería
probar
pensamientos
que
falsos
que
los se
incrustan en la mente, producen los mismos efectos que los verdaderos y para probar su teoría, el científico necesitaba un voluntario que le permitiera llevar el experimento hasta sus últimas consecuencias. El
médico,
finalmente
consiguió al hombre deseado en 1276
El Vendedor de Felicidad
una cárcel pública. Se trataba de un condenado a muerte que sería
ejecutado
en
la
penitenciaría de St. Louis, en el estado de Missouri, donde existe aún la pena de muerte y se ejecuta en la silla eléctrica. El
científico
propuso
al
voluntario que participara de un experimento científico, en el cual le sería hecho un pequeño corte en el pulso, lo suficiente 1277
Juan M. Taveras
para permitir gotear su sangra hasta la última gota. Se le informó, al mismo tiempo, que tenía el chance de sobrevivir, en caso que la sangre coagulase. Si eso sucediera, él sería liberado; en caso contrario, fallecería por pérdida de sangre y, en ese caso, tendría
una
muerte
sin
sufrimiento y sin dolor. El condenado
aceptó,
pues
le
pareció preferible a morir en la 1278
El Vendedor de Felicidad
silla eléctrica, y porque además, que con el experimento tendría un chance de sobrevivir. Para iniciar el experimento, el condenado fue colocado en una cama alta de hospital y su cuerpo amarrado para que no pudiera
moverse.
A
continuación se hizo un pequeño corte en su pulso y abajo fue colocada una pequeña vasija de aluminio. Se hizo saber al 1279
Juan M. Taveras
condenado que oiría su sangre gotear en la vasija. Luego, se le hizo un corte superficial que no alcanzara
ninguna
arteria
o
vena, pero suficiente para que el condenado sintiera que su pulso había sido cortado. Entre tanto, y sin que el condenado supiera, debajo de la cama se colocó un frasco de suero con una pequeña válvula, y al momento en que se cortó el pulso, se abrió también 1280
El Vendedor de Felicidad
la válvula del frasco para que el condenado creyese que era su sangre la que caía en la vasija, cuando lo que en verdad caía era el suero que goteaba del frasco. Pero el condenado no lo sabía. Se inició el proceso y cada 10 minutos, el científico, sin que el condenado lo viera, cerraba un poco más la válvula y el goteo disminuía. Mientras tanto, el condenado creía que era su 1281
Juan M. Taveras
sangre la que manaba de sus venas. Con el paso del tiempo, el condenado fue perdiendo color y quedando cada vez más pálido. Cuando el científico cerró por completo la válvula, el goteo paró y el condenado tuvo un paro cardíaco. Murió, sin ni siquiera haber perdido una gota de sangre. – ¿Y qué paso? –Preguntó Joel– conmovido por el fatal 1282
El Vendedor de Felicidad
desenlace, aunque sabía que el condenado no había perdido ni una gota de sangre en el experimento. –Simplemente la mente creó una situación que se cumplió al pie de la letra. Y con el experimento,
el
científico
consiguió probar que la mente humana,
guiada
por
los
pensamientos, cumple al pie de la letra con las órdenes que le 1283
Juan M. Taveras
son
enviadas,
sin
discernir,
como haría una máquina, si esas órdenes son reales o falsas, o si son positivas o negativas. Esta historia enseña que se debe estar alerta para filtrar los mensajes que los pensamientos envían a la mente, pues ella no distingue lo real de la fantasía, lo cierto de lo equivocado, lo bueno de lo malo, ni el presente del futuro ni del pasado. La 1284
El Vendedor de Felicidad
mente
simplemente
graba,
almacena y cumple lo que le es enviado. Aquí cobra fuerza de nuevo
el
mensaje
bíblico:
“como piensas dentro de ti, así es” De esa suerte Joel, "Quien piensa en fracasar, fracasó ya antes de comenzar" porque los pensamientos son dueños de ti. En realidad, llega un momento en dejas de ser tú y te conviertes 1285
Juan M. Taveras
en zombi, en marioneta de tus pensamientos, proceso que debe ser monitoreado todo el tiempo, por
sus
efectos
altamente
dañinos para la salud física y mental del individuo. – ¿Existe alguna forma de zafarse
totalmente
de
los
pensamientos? Preguntó Joel. –No solo hay forma de deshacerse de los pensamientos,
1286
El Vendedor de Felicidad
sino que es relativamente fácil lograrlo. – ¡Fácil! cuestionó
¿Y cómo? Joel,
en
– tono
visiblemente burlón. –Te lo explicaré, usando como ejemplo tu propio caso: ¿Te acuerdas del estado penoso en que tus pensamientos te habían colocado antes de entrar por primera vez a la casa mágica? 1287
Juan M. Taveras
–Lo recuerdo perfectamente. –
Bien,
¡Tú
eras,
para
entonces, un verdadero desecho! Porque
tus
pensamientos
negativos se habían apoderado de tu ser y te habían llevado a un estado emocional en que tu cuerpo estaba siendo atacado por nausea, dolor de cabeza, alta temperatura,
aceleración
del
pulso y otros efectos colaterales producto de un completo y 1288
El Vendedor de Felicidad
peligroso desorden mental que podía llevarte a la enajenación, al suicidio o simplemente a la tumba. ¿Y qué ocurrió? –Que
de
la
interrumpió Joel–
nada,
apareció,
como por arte de magia, pequeño
letrero
–
que
un decía:
“VENDO FELICIDAD. Siga la fecha” y en minutos, lo cambió todo.
1289
Juan M. Taveras
–Efectivamente
–dijo
Ajnacom– En tu caso, un hecho inesperado, te indujo a tomar una acción que distrajo tu atención en los problemas del banco y te
liberó
de los
pensamientos que te estaban destruyendo. En otras palabras, tan pronto la curiosidad te empujó a entrar en la casa mágica, tu mente se deshizo de los pensamientos negativos que 1290
El Vendedor de Felicidad
la bloqueaban y se concentró en lo que ocurría en ese momento; se concentró en el ahora y dejaste
de
pensar
en
los
problemas, imaginarios o reales, que te agobiaban, y a partir de ese momento, en tu mente, liberada del pensamiento que la ocupaba, solo había espacio para la curiosidad despertada por aquel extraño letrero: “VENDO FELICIDAD. Siga la fecha” Y 1291
Juan M. Taveras
como la mente es, de hecho, un espacio tan reducido que no cabe más de un pensamiento a la vez, lo ocurrido en tu caso se puede sintetizar diciendo que un pensamiento reemplazó al otro pensamiento. O, dicho de otro modo, se cumplió el dicho popular que reza: “un clavo saca otro clavo”. Así de fácil es deshacerse de los pensamientos y de los 1292
El Vendedor de Felicidad
problemas. Es como cambiar de canal cuando estás frente a la televisión. Todo se reduce a cambiar un pensamiento por otro. Lo sorprendente es Joel, que cuando
cambias
de
pensamiento, sea porque tomes una
nueva
cualquier
acción
otro
o
por
motivo,
ese
simple cambio anula todos los problemas
asociados
al 1293
Juan M. Taveras
pensamiento anterior y te ubicas en una nueva dimensión de la mente. La verdad es que los problemas solo existen en la imaginación. Son creados y mantenidos
por
los
pensamientos. De manera que si matas al pensamiento, matas también los problemas por el creado. En otras palabras, la felicidad es un estado mental.
1294
El Vendedor de Felicidad
A prima fácil, el pensar parece la máxima expresión de la razón. Y esa percepción, que llevó
a
formular
René una
Descartes
a
ecuación
filosófica, que en su tiempo se creyó perfecta: “Pienso, luego existo” y tan lógica, a primera vista,
que
contribuyó
decisivamente a conformar la era de la razón, es, sin embargo, un razonamiento incorrecto. 1295
Juan M. Taveras
–
¿Y por qué? –cuestionó
Joel en seguida. Porque si el pensar fuera siempre una expresión de la razón, los seres humanos serían perfectos como dioses. Todos sus
pensamientos
serían
perfectos y el ser humano sería siempre
feliz,
porque
sus
pensamientos lo encaminarían siempre en la dirección correcta. Sin embargo, constituye un 1296
El Vendedor de Felicidad
hecho mil veces comprobado, que la infelicidad, el dolor, el sufrimiento y todo el drama existencial
de
la
especie
humana, tienen sus orígenes en los pensamientos. Entonces, si el pensar constituyera en verdad la máxima expresión de la razón, resultaría imposible de explicar el por qué alguien va a orientar
racionalmente
sus
pensamientos, para procurarse 1297
Juan M. Taveras
dolor y sufrimiento. Nadie haría lo que hizo Aníbal, que asesinó a su hijo y luego se suicidó. Un acto, evidentemente contrario a la razón. De ahí la importancia de comprender
al
máximo
los
efectos de los pensamientos, de entender la mecánica que los genera y la forma de cambiarlos, cuando sea preciso, para evitar identificarse con ellos. Pues, 1298
El Vendedor de Felicidad
contrario a lo que se cree, los pensamientos son, por lo general falsos y si te dejas atrapar por ellos, dejas de ser tú para convertirte en tus pensamientos y ahí comienza, por lo general, tu infelicidad. – ¿Qué significa que me convierto en mis pensamientos? –Antes de contestar, deseo me
digas
pensamientos
¿qué
tipo
de
ocupaban
tu 1299
Juan M. Taveras
mente antes de entrar a la casa mágica? –No creo que pensaba –dijo Joel–
más
bien
me
sentía
abrumado. –Lo entiendo, pero te pido que concentres tu atención, no en tus problemas, sino en los pensamientos que creaban esos problemas. –Pensándolo
bien,
en
realidad, creo que en el fondo lo 1300
El Vendedor de Felicidad
que me atormentaba no eran los problemas del banco en sí, sino mi ego herido. Las imágenes creadas por mis pensamientos iban desde ver destruida mi reputación de ganador, perder la confianza en mí mismo, verme en la primera página de los periódicos como responsable de algo que no era mi culpa, sentirme perseguido por los accionistas y depositantes del 1301
Juan M. Taveras
banco e incluso humillado ante mi
familia
y
mis
propios
amigos. Y más que todo, un miedo insensato a perder mi holgada posición económica. –En
otras
pensamientos,
palabras, en
lugar
tus de
concentrarse en la situación del banco, buscaron referencias en el pasado para proyectar un futuro oscuro, un futuro trágico que, como has visto, era falso. 1302
El Vendedor de Felicidad
Todo era un producto de tus pensamientos que te habían robado tu voluntad, arrastrado a un profundo vacío existencial y llevado a sentir un indetenible impulso de aniquilación, de asco,
de
inexistencia
que
superaba incluso tu propio deseo instintivo de vivir. En ese momento, mataste al lobo y te quedaste solo con el hombre. De hecho, en ese momento tus 1303
Juan M. Taveras
pensamientos te suplantaron. Te ocurrió exactamente lo mismo que a Aníbal. Dejaste de ser tu para
convertirte
en
tus
pensamientos, solo que en otra dimensión. ¿Comprendes ahora Joel
lo
que
significa
ser
por
los
Perfectamente
–asintió
suplantado pensamientos? –
Joel. Y considero, agregó que si la gente menuda, no solo los 1304
El Vendedor de Felicidad
más preparados,
conocieran a
fondo lo que pueden hacer con sus pensamientos o lo que sus pensamientos pueden hacer con ellos,
gran
parte
de
la
humanidad podría ser realmente feliz. De ahí que mantengo mi entusiasmo respecto de educar para la felicidad y cada vez más comprendo
su
alcance
y
significado para el bien de la especie humana. 1305
Juan M. Taveras
–Pero hay algo más todavía –dijo Ajnacom–: –Obsérvate dentro de la casa mágica: en cuestión de minutos cambiaste al Joel abrumado, al Joel
entrampado
por
sus
pensamientos, al Joel esclavo de un ego enfermizo, que unido al pasado le provocaban ansiedad, tensión,
dolor,
sufrimiento,
temor y todo tipo de miedo sicológico, por un nuevo Joel, 1306
El Vendedor de Felicidad
liberado
totalmente
de
sus
pensamientos y de todos sus dañinos efectos. Resultó tan simple cambiar al Joel moribundo por el Joel curioso, por el Joel viviente, por el Joel presente y dueño de su voluntad,
que
resulta
incomprensible e inexplicable a la luz de la bruma que cubre normalmente a tu especie.
1307
Juan M. Taveras
–Es sorprendente –dijo Joel– la
rapidez
con
que
los
pensamientos nos trasladan de un mundo a otro. Lo fácil que es mecerse en el aire de la felicidad y
un
instante
después
ser
arropado por una espesa y asfixiante bruma que nos llena de dolor y sufrimiento. ¿Hay manera
de
impedir
estos
cambios bruscos e inesperados
1308
El Vendedor de Felicidad
de un estado de gozo a uno de sufrimiento? –No
totalmente
–dijo
porque
los
Ajnacom–
pensamientos fluyen como los átomos de Demócrito y vuelan incesantes
del
presente
al
pasado y al porvenir creando a su paso imágenes falsas que provocan
miedo,
ansiedad,
enojo, placer e infelicidad.
1309
Juan M. Taveras
–Pero
entonces,
nunca
podremos ser felices. –Dijo Joel– –Depende
de
lo
que
entiendas por felicidad. Si la intuye como simple sensaciones pasajeras de dicha y placer, nunca
la
alcanzarás.
Si la
percibes como un estado mental apoyado en el conocimiento de la mente y sus componentes y en tu voluntad para controlarlo 1310
El Vendedor de Felicidad
todo,
habrás
comprado
tu
felicidad y entenderás de una vez por todas, que la felicidad no es una gracia de Dios sino una actitud reflexiva que se fundamenta en el conocimiento y la voluntad. –Reflexionando sobre lo que me ha ocurrido –dijo Joel– soy el
primer
sentirme
sorprendido víctima
de
al mis
pensamientos. A decir verdad 1311
Juan M. Taveras
me creía inmune a esos avatares. Había
leído
tantos
libros
motivacionales, me creía tan apoyado en mis convicciones religiosas y con una voluntad tan probada, que nunca pensé verme en una situación tan apremiante. –Tal vez –dijo Ajnacom– tus conocimientos no alcanzaron a enseñarte
a
pensar
conscientemente y como las 1312
El Vendedor de Felicidad
religiones y casi todos los escritos que tratan de alguna manera esos temas, lo hacen subjetivamente, nunca tocan su verdadero
fondo,
de
esas
lecturas se aprende más bien a refugiarse de las tempestades que a librarse enteramente de ellas. Cuando rezas con fervor o cuando eres impactado por un mensaje o hecho que activa tu imaginación, innegablemente te 1313
Juan M. Taveras
liberas, al menos durante un corto intervalo, de lo que sea que estés pensando y si tienes suerte, se abrirá tu mente y cambiarás de canal librándote del tormento. Pero ese acto no es consciente. No te libraste del sufrimiento conocimientos
por ni
tus por
tu
voluntad, sino porque cambiaste inconscientemente de canal. Tu misión será Joel, la de enseñar a 1314
El Vendedor de Felicidad
los
humanos
a
cambiar
conscientemente de canal. Serás EL
VENDEDOR
DE
FELICIDAD. Al prepararte para esta
gran
misión,
nosotros
perseguimos que los humanos armados
de
voluntad
y
conocimientos, puedan, en todo momento,
librarse
pensamientos
de
sus
dañinos
al
momento que lo deseen.
1315
Juan M. Taveras
–Eso sería ideal –dijo Joel– pero no creo posible liberarse totalmente de los pensamientos. –Tal vez tengas razón y sea imposible librarse totalmente de los pensamientos. Pero si puedo asegurarte que si una persona ha sido
debidamente
entrenada
sobre los elementos que integran la mente y los efectos que cada uno puede tener sobre su vida; si esa persona conoce la raíz de 1316
El Vendedor de Felicidad
sus
instintos,
la
forma
espontánea en que surgen sus emociones, las garras con que los sentimientos se aferran al ser y
cómo
esos
sentimientos
pueden derrotarlo o proyectarlo como alguien respetado por todos, es innegable que esa persona estará mejor preparada para librarse o cambiar los pensamientos y hasta librarse de los vicios cuando lo desee, que 1317
Juan M. Taveras
otra persona que no cuente con estas ventajas y deje todo, sin fundamento alguno, a las manos cansada de los
dioses.
En
educar, pues, para la felicidad, está el secreto que ayudara a la especie humana y librarse, en gran medida, de sus eternas querellas existenciales. De otro lado Joel, el mejor auxiliar con que cuentas para guiar tus pensamientos es la 1318
El Vendedor de Felicidad
voluntad. Tú puedes ser un erudito y haber leído todos los libros de religión, de filosofía, de psicología, de psiquiatría, de historia, todas las novelas de todos los géneros que se hayan escrito e incluso todos los panfletos motivacionales, pero de nada te servirá todo ese montón de conocimientos para administrar tu vida, si no tienes voluntad. 1319
Juan M. Taveras
Paciencia y perseverancia constituyen
los
tónicos
principales de la voluntad. De los pensamientos furtivos no hay
que
cuidarse.
Son
generalmente inofensivos. Los dañinos,
los
verdaderamente
peligrosos,
los
destructivos,
son aquellos que surgen del impacto psíquico que provoca algún hecho que ocurre en forma distinta a como la mente 1320
El Vendedor de Felicidad
esperaba que ocurriera. En el dominio y comprensión de estas cosas está el secreto de la felicidad.
“El
que
quiere
entender que entienda”. –Hemos terminado por hoy – dijo
sorpresivamente
el
extraterrestre. –Mañana
continuaremos
con el tema. Y desapareció de la vista de Joel, en la misma forma
1321
Juan M. Taveras
misteriosa, como lo había hecho siempre Akahim. Pero esta vez, Joel quedó intrigado por la extraña forma en que aparecían y desaparecían los extraterrestres y comenzó a preguntarse: – ¿Por qué y hacia dónde se van? ¿En qué mágico lugar esconderán sus naves? Y pensó: “Aquí no están sus naves ni tampoco los maestros. De eso estoy seguro porque he revisado 1322
El Vendedor de Felicidad
cuidadosamente cada cuarto y aquí no hay rastros de ninguna otra presencia que no sea la mía” ¡Tengo que saber a dónde se van y dónde guardan sus naves! “Mañana, en su momento, requeriré de Ajnacom respuestas a estas intrigantes preguntas” Cansado y todavía invadido su corazón por el sentimiento de tristeza
que
la
historia
de 1323
Juan M. Taveras
Ismenia, Aníbal y su pequeño hijo dejaron en su mente, Joel se arrodilló delante de la ingrávida cama donde dormía y rezó, esta vez
con
mayor
fluidez
y
devoción, porque su conciencia se había ablandado a causa de la abrumadora escuchada.
historia Pero
recién
antes
de
acostarse, decidió revisar su celular y notó, con sorpresa, que nadie 1324
le
había
llamado.
El Vendedor de Felicidad
Reflexionó un instante y recordó que no había señal en la zona. Se tranquilizó porque ignoraba que
los
alienígenas
habían
tendido un escudo protector alrededor de la casa mágica para impedir cualquier contacto con el mundo exterior, salvo los que provinieran
de
sus
propias
naves. Tampoco sabía Joel que la
casa
mágica
era
la
materialización de un holograma 1325
Juan M. Taveras
que aparecía y desaparecía a voluntad de los alienígenas
1326
El Vendedor de Felicidad
1327
Juan M. Taveras
31
Entre tanto en Santo Domingo, desde
el
domingo
1
de
noviembre, la esposa de Joel Fuertes estaba al borde de la histeria. Con los nervios de punta
por
la
falta
de
comunicación con su marido, la mente de Sara empezaba a crear docenas de hipótesis truculentas 1328
El Vendedor de Felicidad
para explicar el extraño silencio de su esposo, que desde el viernes no se había vuelto a comunicar con ella. – “Eso no es normal”, se decía a sí misma la atormentada mujer. “Joel nunca, y menos cuando está ausente, deja un solo día de llamarme, y no me llamó el sábado ni tampoco hoy domingo y pasan ya de las seis de la tarde” ¿Cuál será el motivo 1329
Juan M. Taveras
de su silencio? ¿Qué estará pasando? ¿Le habrá ocurrido algo malo a mi Joel? Sacó su celular, desplegó su lista de contacto y llamó a Ben Torrijos: – ¡Alooo! –se escuchó a Ben, con su voz aterciopelada– –Soy yo, Sara. –Buenas tardes Dona Sara, me…. Sara lo interrumpió: 1330
El Vendedor de Felicidad
–Estoy muy nerviosa Ben. Joel
prometió
volver
hoy
domingo es ya de tarde y no da señales
de
vida.
Desde
el
viernes no me ha vuelto a llamar. ¡Estoy muy asustada! A decirte
verdad,
me
estoy
volviendo loca. –Tampoco a mí me ha llamado:
–repuso
Ben
sin
inmutarse y agregó hablando
1331
Juan M. Taveras
algo enredado, como si comiera algo: –No le encuentro explicación a su silencio, pero supongo que está investigando algo sobre lo ocurrido en el banco la semana pasada y estimo que vendrá mañana. –Los nervios me matan Ben y no sé qué hacer. ¡No sé qué hacer! –Repitió Sara con la voz quebrada por la emoción– 1332
El Vendedor de Felicidad
–No soy quien para sugerirle que no se mortifique. Pero deberíamos
esperar
hasta
mañana y si no regresa o llama, el martes tomaremos medidas. –Esa tranquilidad suya me exaspera, señor Torrijos y me revoletea el estómago. Usted parece no tener sentimientos. –He aprendió a esperar – respondió el inmutable Ben– Y
1333
Juan M. Taveras
he aprendido también que la prisa es un mal consejero. –Voy a llamar al gerente de Santiago. Tal vez me informe algo que me tranquilice. –No me parece una buena idea–ripostó Ben– exhibiendo una
insoportable
parsimonia,
que producía vértigos. ¿Por qué? –inquirió Sara con asombro.
1334
El Vendedor de Felicidad
–Porque
el
gerente
de
Santiago podría imaginarse lo peor y eso no conviene al banco ni a su presidente. Será mejor esperar. –Es usted repugnante Ben. La verdad es que no lo soporto, pero
lo
voy
a
complacer.
Esperaré hasta mañana lunes y ni un minuto más.
1335
Juan M. Taveras
1336
El Vendedor de Felicidad
32
La noche del domingo, Joel durmió plácidamente. Despertó faltando solo 15 minutos para las siete de la mañana de aquel día y sintió un fugaz escalofrío invadir su cuerpo, al recordar que el 31 de octubre, su banco había cerrado las operaciones de un
mes
que
había
sido
particularmente grave y en el 1337
Juan M. Taveras
cual habían ocurrido muchas cosas extrañas. No tenía idea de los resultados financiero, pero sabía
que
no
podían
ser
halagüeños. Al instante, y ya en dominio de su voluntad, pudo fácilmente
desechar
esos
pensamientos. Aceleró atención
al a
máximo sus
la
cuidados
personales y justo a las 7:00 a.m., cuando Ajnacom apareció 1338
El Vendedor de Felicidad
de la nada, ya Joel estaba presente en el salón de clases. El
sabio,
preámbulo
arrancó
como
lo
sin hacía
siempre: –Bien Joel, hemos terminado con
la
mente
y
componentes. Ahora
sus deseo
pedir tu opinión sobre lo que hemos conversado así como sus efectos sobre la felicidad.
1339
Juan M. Taveras
–Me
resulta
bien
difícil
explicarlo con simples palabras. Sin embargo, sin dejar de reconocer
mis
modestos
conocimientos sobre la mente y sus
elementos
puedo
asegurar
constitutivos, que
ahora
comprendo mucho mejor el comportamiento humano y estoy mejor
preparado
para
comprender la naturaleza de mis querellas 1340
existenciales
y
el
El Vendedor de Felicidad
poder de que dispongo para comprar
y
administrar
mi
felicidad. Gracias
a
conocimientos,
mis siento
nuevos gran
confianza y entusiasmo y estoy listo para abrazar con fuerza y sin temor, la misión que me ha sido encomendada. –Es grato a mis oídos lo que dices, aunque debemos admitir que aun te falta mucho por 1341
Juan M. Taveras
aprender. Sin duda, empero, reconozco que vas por el camino correcto. Ahora regresará con nosotros Akahim, el primer maestro, junto a otros dos que forman parte de esta misión al planeta tierra. Entre todos, intentaremos hacer un repaso general de lo tratado
hasta
la
fecha
y
pretendemos hacerlo en el curso de la mañana de este día, porque 1342
El Vendedor de Felicidad
tu tiempo de permanencia aquí se está agotando y aún hay mucho por enseñarte. A partir de ese momento y durante varias horas, entre los maestros de Schwerta y Joel Fuertes
se
constructivo terminó
con
produjo dialogo la
un que
revisión
completa de todo lo que los extraterrestres
le
habían
1343
Juan M. Taveras
enseñado, concluido lo cual, Ajnacom dijo: –Ahora
Joel,
me
veo
obligado a informarte que tu ausencia
ha
inquietar
comenzado
a
tu
a
gente,
especialmente a tu esposa que en estos precisos momentos está conversando por teléfono con el segundo
jefe
indagando,
de
muy
tu
banco
inquieta
alarmada, sobre tu paradero. 1344
y
El Vendedor de Felicidad
– ¡Oh Dios! –Dijo Joel– como despertando de un largo sueño: – es que le había asegurado que regresaría ayer domingo y desde el viernes no he vuelto a comunicarme con ella. Debe estar desesperada y tiene
toda
comunicaré
la
razón.
Me
ella
de
con
inmediato. –Lamentablemente puedes
comunicarte
no – 1345
Juan M. Taveras
interrumpió Ajnacom–
y no
podemos permitir que nadie llegue hasta aquí porque aún no hemos
concluido
tu
entrenamiento. Debo informarte, además, que por rutina de seguridad
y
pedagógicas,
por
razones
tan
pronto
decidimos ubicarnos en este lugar,
creamos
un
campo
magnético para impedir todo tipo de comunicación con este 1346
El Vendedor de Felicidad
punto.
Solo
pueden
nuestras
naves
comunicarse
con
nosotros. En estos momentos, sin
embargo,
vamos
a
desbloquear por una hora –solo por
una
protector
hora– para
el
escudo
permitir
la
comunicación solo a través de celulares. Puedes ahora poner en marcha tu celular y revisar las llamadas perdidas, los e-mails y los correos de voz. Si lo deseas 1347
Juan M. Taveras
puedes llamar únicamente a tu esposa, pero sería inútil decirle donde estas porque nadie podría encontrarte. –Pero si llamo ahora a mi esposa, ella querrá saber dónde estoy y si no puedo decirle, me parece que sus inquietudes se multiplicarían. Considero lo más conveniente no llamarla. –Esa decisión es solo tuya.
1348
El Vendedor de Felicidad
–Es
lo
que
haré–dijo
tranquilamente Joel– –Sin embargo –agregó – antes de cerrar definitivamente con esta parte del entrenamiento me gustaría hacerles unas breves preguntas: –Adelante, contestaron a una sola voz los extraterrestres. – ¿Se podría saber dónde terminan ustedes de pasar las noches? 1349
Juan M. Taveras
–En nuestras naves,
por
supuesto. – ¿En dónde, en qué lugar de la tierra guardan sus naves? –Nuestras
naves
nunca
permanecen más de tres minutos en la tierra. Los humanos están cada vez más empeñados en contactarnos y no ha llegado el momento
para
permitirlo.
Nosotros, desde hace miles de años, tenemos infinidades de 1350
El Vendedor de Felicidad
bases en la Vía Láctea y dentro del sistema solar tenemos bases en la Luna, en Marte y en los satélites Europa y en Titán. Nuestras naves, dada la alta capacidad de traslación de que disponemos, se trasladan de aquí a la luna, nuestra base más cercana a la Tierra, en cuestión de minutos, incluyendo las fases de despegue y aterrizaje. De manera que con las facilidades 1351
Juan M. Taveras
que tenemos en nuestra base lunar, preferimos regresar allí cada vez que terminan las clases, porque además, allí está el
comando supremo desde
donde se administra el proyecto Tierra. – ¿Y cómo han podido establecerse en esos lugares inhóspitas y sin atmosfera? –Simplemente creamos las condiciones. 1352
Si
hay
agua,
El Vendedor de Felicidad
creamos
el
condiciones habitar
aire
y
necesarias
cualquier
las para
planeta
o
satélite del Sistema Solar. Si no hay agua y tenemos necesidad de establecernos en algún lugar de la Vía Láctea, la creamos mediante procesos atómicos. – ¿Y de dónde obtienen los alimentos? –Tenemos tres fuentes de suministro
permanente: 1353
Juan M. Taveras
Schwerta,
invernaderos
que
hemos construido bajo tierra en cada lugar donde existen bases nuestras y el propio planeta Tierra. –Sorprendente –dijo Joel– evidentemente intrigado con las explicaciones del extraterrestre. Y agregó: ¿Me permite una última pregunta? –Adelante.
1354
El Vendedor de Felicidad
–Durante todo el tiempo que llevo en la casa mágica, he visto que
ustedes
aparecen
y
desaparecen como por arte de magia. ¿Se podría saber cómo lo hacen? –Los científicos schwertanos creyeron, durante miles de años, que
los
objetos
estaban
constituidos de materia y de forma. Sin embargo, con el descubrimiento
de
las 1355
Juan M. Taveras
propiedades de los
fotones,
llegamos a la gran conclusión de que, en definitiva, la verdad integradora se reduce a que los objetos
simplemente
están
compuestos de materia. Y esa nueva percepción de las cosas, que no puede ser explicada convenientemente,
ni
mucho
menos entendida en toda su extensión, a la luz de la física tradicional, nos obligó a ampliar 1356
El Vendedor de Felicidad
las investigaciones en procura de transportar, no objetos de forma,
sino
simplemente
materia,
átomos
que
mediante
un
luego,
complicado
proceso atómico, adquieren o readquieren, con ayuda de la nanotecnología, la forma que nos interesa. Como resultado, logramos la teletransportación en una forma muy similar a lo explicado por la ciencia ficción 1357
Juan M. Taveras
en la clásica serie Viaje a las Estrellas,
y
de
esa
forma
vencimos los grandes obstáculos señalados por Einstein en su teoría de la relatividad, respecto a la imposibilidad de viajar a velocidades superiores a la luz. Es por eso que aparecemos y desaparecemos como por arte de magia porque en todo momento nos transportamos utilizando la teletransportación. 1358
El Vendedor de Felicidad
–Una
última
pregunta
y
concluyo –dijo Joel– –Adelante y que sea la última. –Cuando entré por primera vez a mis habitaciones, noté que la cama donde dormiría, al igual que todos los objetos de la habitación,
se
mantenían
suspendidos en el aire, como si no existiera gravedad alguna en
1359
Juan M. Taveras
el lugar. ¿Se podía saber cómo lo lograron? – La mecánica para hacerlo la conocemos desde hace varios miles de años. El sistema es simple y se reduce a crear un campo magnético que anule la gravedad. crearse
El con
superconductores
campo los
logra mismos
combinados
con la fuerza magnética que ustedes utilizan para impulsar 1360
El Vendedor de Felicidad
los trenes de alta velocidad. Solo que nuestro sistema es miles de veces más avanzado que
el
que
ustedes
están
empezando a utilizar ahora. Si los terrícolas fueran capaces de aprovechar la gran capacidad de esta
combinación
de
magnetismo y superconductores, sus autos no necesitarían usar combustible y se detendría el daño
inmenso
que
están 1361
Juan M. Taveras
haciendo al planeta Tierra con el uso abusivo de los combustibles fósiles. –Estoy
cada
vez
más
impresionado –dijo finalmente Joel– y no puedo negar que me gustaría conocer más sobre los grandes avances tecnológicos de que ustedes disponen, pero no tengo necesarios
los
conocimientos como
para
profundizar mis preguntas sobre 1362
El Vendedor de Felicidad
temas tan complejos como los relacionados
a
la
teletransportación y a otros no menos complejos, que nosotros los terrícolas aun registramos como ciencia ficción. –Por
ahora
–dijo
el
extraterrestre– y si no hay más preguntas,
suspenderemos las
clases. Puedes volver a tu habitación. Te avisaremos para continuar. 1363
Juan M. Taveras
Las palabras pronunciadas por el extraterrestre fueron tan de repente e inesperadas, que dejaron mudo a Joel. Y para cuando intentó indagar sobre las causas
de
tan
sorpresiva
decisión, ya Ajnacom y los demás maestros de Schwerta habían desaparecido. Pasaban de las cuatro de la tarde de ese 2 de noviembre y dos 1364
horas
después,
Sara
El Vendedor de Felicidad
conversaría por teléfono con Ben Torrijos, alarmada ya por la inexplicable ausencia
de su
marido. En Santo Domingo, cede principal del Banco DLF, los
cielo
se
encapotaban,
presagiando una feroz tormenta
1365
Juan M. Taveras
1366
El Vendedor de Felicidad
33
La decisión de suspender las clases sorprendió a Joel. Se sentía algo turbado e indeciso. Se cuestionaba: ¿Por qué esta interrupción tan inesperada? ¿Tendrá algo que ver con mi esposa y su creciente
inquietud
por
mi
silencio? ¿Se estarán preparando 1367
Juan M. Taveras
por si vienen a buscarme? O, ¿habrán
decidió,
tal
vez,
suspender el experimento? Esas inquietudes se deslizaban con fuerza por su mente y aunque la idea de que tal vez suspenderían el experimento le parecía poco probable, sabía que todo puede suceder. Dominado por esos pensamientos tormentosos, se decidió
por
regresar
a
su
habitación, la última de las doce 1368
El Vendedor de Felicidad
que había en la casa mágica. Las demás
habitaciones
estaban
todas vacías, al menos eso creía el
banquero.
Sin
embargo,
cuando salió al pasillo para dirigirse a su habitación, un resplandor,
una
luminosidad
enceguecedora e intensa como un
quásar
lo
privó
momentáneamente de visión. Cerró y abrió los ojos infinidad de veces en procura de recuperar 1369
Juan M. Taveras
la vista. Al cabo de unos minutos de incertidumbre, se aclaró su visión y pudo ver con claridad una leyenda inscrita justo en el centro de la puerta que tenía en frente: Entrada dos “ISLA DEL REY CIEGO” Sorprendido cambio
por
inesperado,
aquel intentó
avanzar hasta sus habitaciones para luego regresar a la entrada dos. Pero la luminosidad era tan 1370
El Vendedor de Felicidad
intensa que impedía toda visión hacia adelante. “Algo parece empujarme
a
puerta”
dijo.
se
penetrar Optó
esa por
empujarla y se abrió como presagiando un encuentro con algo inesperado. Súbitamente, una sorpresa mayor invadió sus ojos: una isla de incomparable belleza surgió esplendorosa de un
escenario
mágico
que
superaba con creces la más 1371
Juan M. Taveras
exquisita fantasía imaginable. “Estoy viendo visiones” –se dijo– mientras se tocaba tres veces en diferentes partes del cuerpo para asegurarse de que estaba despierto. ¡Qué belleza, qué esplendor! –Balbuceó entre labios– Apenas si daba crédito a lo que veía. Joel esperaba otro salón de clases con nuevos profesores. Pero no. 1372
Estaba
El Vendedor de Felicidad
infinitamente lejos de lo que su intuición le había anticipado. Lo existente
allí
paradisíaca.
era Un
una
isla
mundo
de
ensueños, rodeado por completo de
aguas
cristalinas
y
alfombrado del más hermoso verde limón que la imaginación pueda concebir. Sus jardines, cuidadosamente conservados,
diseñados
junto
a
y
gran
variedad de árboles frutales 1373
Juan M. Taveras
diseminados en el contorno de una hermosa mansión construida en medio de un cristalino lago, completaban
un
cuadro
de
incomparable belleza. Al cabo de unos cuantos minutos
de
serena
incertidumbre, impresionante
una góndola,
sin
tripulante visible, guiada, tal vez, por duendes o por espíritus trashumantes, 1374
se
acercó
El Vendedor de Felicidad
silenciosa
para
recogerlo
y
transportarlo al centro de la isla, donde se levantaba la imponente mansión de dos niveles que señoreaba
sobre
todo
el
paradisiaco lugar. En pocos minutos la exquisita góndola surcó a zanco las quietas aguas del cristalino lago y se posó suave frente a la mansión. Aquel exuberante
paraíso
lucía
solitario. Era evidente, empero, 1375
Juan M. Taveras
que muchos trabajaban para mantener impecable sus jardines y su apariencia exterior. El aire era
suave
primavera
como
brisa
de
tropical,
pero
se
percibía impregnado de una extraña e indescriptible soledad. Hasta ese momento Joel no había visto ni una sola alma y la isla parecía deshabitada. Había, sin embargo, una reluciente alfombra roja que se extendía 1376
El Vendedor de Felicidad
desde el parqueadero hasta la entrada de la mansión como señal inequívoca del camino a seguir. Joel siguió su sendero y al final, dentro ya de la mansión, divisó a un impasible anciano, cubierto de espesa barba blanca como
nieve,
pero
insignificantemente
vestido,
balancearse solitario sobre una antigua mecedora tapizada en guano y colocada sobre un 1377
Juan M. Taveras
antiquísimo tapiz oriental cuyos relieves habían sido borrados por el tiempo. Era la primera persona que Joel veía desde que cruzó el umbral de la puerta dos. Empero, el anciano, a juzgar por su serena actitud, no parecía interesado en la presencia del visitante.
Más
bien
parecía
ignorarlo. El anciano aparentaba estar ensimismado en un estado profundo de meditación; en una 1378
El Vendedor de Felicidad
especie de inmersión total que lo mantenía
ajeno
al
terrenal
mundo que lo rodeaba. El banquero, ya algo perturbado por la situación, cuestionó para sí: – ¿Por qué estoy aquí? ¿A qué he venido a este bello pero extraño lugar? ¿Qué perseguirán los extraterrestres enviándome hasta aquí?
1379
Juan M. Taveras
El silencio era mágico y sepulcral y la inquietud del visitante crecía mientras una invasión
silenciosa,
una
comezón en sus venas, una sensación de soledad enfermiza, invadía, como virus letal, todo su ser y apretaba con fuerza su garganta
amenazando
cortarle la respiración.
1380
con
El Vendedor de Felicidad
El banquero no podía más. Se disponía a romper el silencio cuando una voz armoniosa dijo: –Bienvenido Joel. –Te he esperado por siglos. Estas últimas cinco palabras impactaron
fuertemente
al
banquero, que repitió en silencio ¿Te he esperado por siglos?.. ¿Qué con
esa
habrá querido decir expresión?
Pero
mientras reflexionaba en busca 1381
Juan M. Taveras
de respuestas, advirtió, con gran sorpresa, el singular contrate entre el impecable orden y belleza exterior y la imagen desordenada y descolorida que presentaba dentro.
la Todo
mansión
por
evidenciaba,
aunque no fuera el caso, una ausencia Impactado
total por
de el
armonía. notorio
contraste no pudo impedir que una ráfaga electrizante rosara su 1382
El Vendedor de Felicidad
mente: “Sepulcros blanqueados: limpios por fuera, llenos por dentro de podredumbres” ¿Será esta la lección que se me quiere mostrar? Divagaba
en
su
mente
mientras lo curioseaba todo. Reflexionaba sobre las posibles causas del contraste, cuando descansó su mirada sobre el hombre que le había dirigido la palabra y pensó ¿Será este el 1383
Juan M. Taveras
rey? ¡Oh
Dios!
¡Pero qué
abandonado y extraño luce este hombre! Segundos anciano,
con
después gran
el
esfuerzo
físico, se ponía de pie y estrechaba,
sin
pronunciar
palabra, aunque visiblemente complacido y regocijado, ambas manos del banquero. Joel notó en seguida la ceguera de su interlocutor y recordó al instante 1384
El Vendedor de Felicidad
la leyenda inscrita en la puerta dos: ISLA DEL REY CIEGO. El silencio pareció de nuevo en control del ambiente. Los dos hombres permanecían de pies, mudos el uno frente al otro. Joel vaciló un instante y decidió romper la inercia: –Es un lugar muy espacioso y hermoso. . . . . –dijo sin entusiasmo.
1385
Juan M. Taveras
El rey, como si regresara del punto más obscuro y lejano de la Vía Láctea, reaccionó al instante: – ¡Oh!.. ¡Qué
descuidado
he sido! Te ruego me disculpes por mi torpeza. Vamos hacia allá y sentémonos que tengo una larga historia que contarte. Con gran esfuerzo físico y apoyado en el brazo derecho de Joel, el viejo rey orientó sus 1386
El Vendedor de Felicidad
pasos
hacia
una
enorme
biblioteca que cubría más de la mitad de la mansión. Pergaminos, papiros, mapas y una infinidad de valiosos libros
abiertos
y
objetos
científicos de la antigüedad, todos de incalculable valor, se encontraban allí desparramados por doquier, mezclados con muchos libros modernos y en el más completo desorden. La 1387
Juan M. Taveras
intensa humedad dificultaba la respiración y un extraño olor a libros olvidados, contagiaba el espacio. El rey, fatigado por el peso de años de incesante tentar en las
sombras,
se
dejó
caer
pesadamente en su viejo sillón de
lectura,
mientras
Joel
permaneció de pie, aturdido, contemplando aquel descomunal desorden, pero maravillado ante 1388
El Vendedor de Felicidad
la posibilidad de que existiera un lugar en el mundo que guardara tantos tesoros. “Lo que veo –pensó– es difícil de creer. Este mar del conocimiento, ha de ser pura fantasía, como la mayoría de las cosas engañosas que ven nuestros ojos” –Siéntate – dijo el rey en tono paternal –
que debemos
empezar cuanto antes. Allí fuera hay
demasiadas
personas 1389
Juan M. Taveras
inquietas por tu ausencia y en unas
horas
habrá
grandes
aprestos por encontrarte.
Beroso y sus 432 mil años de historia Joel,
no
pareció
prestar
atención a la advertencia del rey, porque
su
mente
estaba
concentrada en descifrar todo aquel excitante enigma y, de pies todavía, preguntó: 1390
El Vendedor de Felicidad
– ¿Vive usted solo? –Tú qué crees –dijo el rey, algo sonreído. –No me parece. Sería muy extraño e ilógico. El lugar es grande y, evidentemente, hay mucho que hacer en esta bella isla. –Lo que en el fondo te inquieta es mi soledad ¿verdad? Pero ya lo entenderás todo cuando te cuente mi historia. 1391
Juan M. Taveras
–Estoy
impaciente
por
conocerla –dijo mecánicamente Joel– que no salía de su asombre ante la gran cantidad de libros, papiros,
pergaminos,
antiguos
y
obras
mapas de
arte
existentes en aquella enorme y desordenada
biblioteca
que
extrañamente incluía libros de reciente edición. ¡Cuántos tesoros valiosos! ¡Esto 1392
vale
una
fortuna!
–
El Vendedor de Felicidad
exclamó
el
banquero
sin
contenerse– y, empujado por la emoción, agregó:
¡ha de ser
muy difícil, incluso para usted, saber cuál, de entre tantos tesoros, sería el más valioso! –El verdadero valor de las cosas –repuso el rey– depende del interés de cada uno. ¿No has oído que allí donde está tu tesoro, allí estará tu corazón? En mi caso, de todo lo que hay 1393
Juan M. Taveras
aquí, mi tesoro más preciado, el que más me interesa, es un papiro escrito por Beroso en el siglo III antes de Cristo que narra, entre otras cosas, 432 mil años
de
historia
de
la
humanidad.
Ese
invaluable
tesoro, “El
Babiloniaka” se
creía quemado en el incendio de la gran Biblioteca de Alejandría ocurrido en el año 47 antes de Cristo, pero en realidad está 1394
El Vendedor de Felicidad
aquí, muy cerca de nosotros, formando parte de ese revoltillo de
objetos
y
documentos
antiguos que ves desparramados por doquier en este lugar que tanto amo. El valioso papiro contentivo del libro de Beroso, cayó en mis manos por pura casualidad al requisar un barco pirata cuando mi reino estaba en guerra
con
algunos
países
vecinos. 1395
Juan M. Taveras
–Jamás
se
me
hubiera
ocurrido ni siquiera pensar – interrumpió Joel excitado– que pudiera existir algo como esto. Me resisto a creer que haya un documento que narre 432 mil años
de
historia
de
la
humanidad. ¡Si existe, su valor, desde todo punto de vista, ha de ser incalculable! – Como banquero que eres, solo ves valores monetarios en 1396
El Vendedor de Felicidad
las cosas, olvidándote de que las más valiosas, como el aire por ejemplo, no tienen precio. Lo importante para mí del libro de Beroso, es su extraordinario contenido.
Dada su
riqueza
histórica y espiritual, lo he leído infinidad de veces desde que cayó en mis manos y siempre descubro algo nuevo en cada lectura
1397
Juan M. Taveras
– ¿Y cómo pudo el autor de tan extraordinario libro escribir 432 mil años de historia? ¿De dónde
obtuvo
semejante
información? –Beroso, el autor del papiro que conservo, era el sacerdote principal del templo consagrado a Baal-Marduk, el dios supremo de los babilonios. Ese rango le permitía escarbar, sin limitación alguna, en los archivos secretos 1398
El Vendedor de Felicidad
de
los
templos
donde
se
guardaba toda la historia del conocimiento y de los grandes secretos
revelados
por
los
dioses. Del estudio de esas valiosísimas
piezas,
Beroso
escribió tres libros, el primero de los cuales, narra, entre otras cosas,
un
extraterrestres
encuentro y
detalla
con la
aparición en Mesopotamia de los misteriosos Akpalus, seres 1399
Juan M. Taveras
parecidos a peces, que vivían en escafandras y habrían aportado a los hombres los primeros conocimientos
científicos.
El
primer libro, el que está en mi poder, termina describiendo el reinado de Ptolomeo I, Faraón de Alejandría. La narración de ese primer libro de Beroso, aunque salpicada de fantásticos mitos, es fascinante desde todo punto de vista, sobre todo en lo 1400
El Vendedor de Felicidad
histórico y en lo tocante al hombre, sus eternas querellas existenciales y su incesante afán por encontrar la felicidad. – ¡Increíble! –Exclamó Joel– ¿Habló Beroso sobre la felicidad en su libro? –No solo habló de felicidad, sino que lo hizo con mucha propiedad
y
profundas
reflexiones. No hay que olvidar que
Beroso
era
sacerdote 1401
Juan M. Taveras
supremo
y
poseedor
de
amplísimos conocimientos en filosofía, astronomía, astrología, letras, idiomas e historia. En el libro que yo poseo, enfatizó el rey, el Beroso que emerge es el filósofo; sacerdote
el
reformador;
el
preocupado
principalmente por la conducta humana y se advierte, desde las primeras letras del pergamino en mi poder, la tenaz persistencia 1402
El Vendedor de Felicidad
del
ser
humano
en
la
persecución de la felicidad. Beroso intenta dejar aclarado en su
narración
que
todo,
absolutamente todo lo hecho por el hombre en el curso de esos 432 mil años de historia,
ha
sido en procura de alcanzar la felicidad. Nunca, sin embargo, ha alcanzado su meta. Por eso Beroso
se
preguntaba
angustiado ¿por qué no puede 1403
Juan M. Taveras
ser feliz el hombre? La misma pregunta me he hecho yo a cada paso desde que leí el libro por primera vez. Y más de cien años después, aún no tengo una repuesta
acabada
sobre
esa
eterna pregunta. Joel intervino y dijo: –Tal vez el hombre ha estado siempre en persecución de una felicidad absoluta y por tanto posiblemente inalcanzable –dijo 1404
El Vendedor de Felicidad
Joel–
visiblemente
impresionado por las primeras palabras del rey. –Tal vez –dijo el rey. Y agregó: estoy ansioso por iniciar la historia de mi vida, pero creo oportuno resaltar el marcado empeño de Beroso por dejar claramente establecido que el imperio origen
babilónico en
las
tuvo
su
civilizaciones
sumerias, que son las más 1405
Juan M. Taveras
antiguas civilizaciones de que se tiene noticia, pero cuyo origen aún se desconoce. Su lengua era extraña
y
no
presentaba
semejanza con ninguna otra lengua indoeuropea y ni aun con la de los misteriosos Akpalus. –
¿De
dónde
entonces,
surgieron los sumerios? Esa misma pregunta se hace Beroso. Luego, arriba a la conclusión que no eran de 1406
El Vendedor de Felicidad
humanos y para probarlo detalla, con mucha objetividad, varias de
las
inmigraciones
más
importantes que los sumerios hicieron al planeta Tierra y, de manera muy especial, señala un último
contacto
entre
seres
humanos y una civilización no humana de inmenso poder, que tuvo efecto a orillas del Golfo Pérsico,
cerca
del
emplazamiento de la antigua 1407
Juan M. Taveras
ciudad sumaria de Eridu. Más adelante y despues de arduas y profundas
investigaciones,
Beroso arriba a la conclusión definitiva
y
asegura
categóricamente en el libro que tengo en mi poder, que el hombre
desciende
de
los
sumerios y que éstos provenían a su vez del sistema solar Sirio cuyos planetas orbitan alrededor de 1408
tres
estrellas
hermanas.
El Vendedor de Felicidad
Muchas
leyendas
antiguas
confirman que algunos de esos planetas estaban habitados por los ancestros del hombre y que fueron abandonados debido al frío extremo. Las diversas razas que pueblan actualmente la Tierra, se originaron en esos planetas del sistema Sirio cuyos habitantes viajaron hasta nuestro mundo y se establecieron aquí hará más de 500 mil años. De 1409
Juan M. Taveras
tiempo
en
tiempo,
antepasados
nuestros
alienígenas
regresan a la tierra para hacer algunos
ajustes.
Beroso
concluye su libro asegurando que la miseria humana llegaría a su fin cuando el hombre aprenda elimine las confrontaciones y aprenda a vivir en paz y armonía. –Para planteada 1410
aceptar por
la Beroso
tesis –
El Vendedor de Felicidad
interrumpió
Joel–
en
lo
referente al origen de la especie humana,
hay
interrogantes
cientos
que
no
de deseo
destacar en este momento. Pero me adhiero al concepto de que la
armonía
debe
ser
el
fundamento de la felicidad para todos. –La naturaleza –interrumpió el rey– parece ordenada para obedecer a la contradicción. En 1411
Juan M. Taveras
principio,
los
opuestos
no
armonizan nunca, pero actúan, sin embargo, de consumo. Los polos opuestos son la base del equilibrio y de manera
que
fundamentar armonía
y
la
la fuerza. De es
posible
vida
en la
no
en
las
contradicciones. Y ahora, si me lo permites, te contaré mi historia.
1412
El Vendedor de Felicidad
Historia del rey ciego Se acomodó el rey en su viejo sillón, se acarició con su mano derecha la espesa barba blanca, volteó sus ciegos ojos hacia el techo de la mansión, como si buscara la palabra perfecta para iniciar su historia y, finalmente, arrancó diciendo: –En realidad, mi historia es como un cuento de hadas porque toda mi vida parece tejida por 1413
Juan M. Taveras
los dioses. Es tan espectacular y única, que parece una obra de arte del caprichoso y destino. Llegué a ser rey, esa es la verdad. Pero te confieso de antemano que todavía no he comprendido cómo ni por qué alcancé ese privilegio. ¡Es tan extraña la historia de mi vida! Cuando nací, el único lazo que podía, de alguna forma ligarme al poder, era mi padre, un 1414
El Vendedor de Felicidad
simple soldado que ahogaba sus penas mal gastando su mísero salario en bebidas alcohólicas, en brujería, en juegos de dados y en prostíbulos de la peor calaña. Mi hogar paterno, el lugar donde normalmente trascurren, los
que
para
otros
niños,
resultan ser los años felices de la infancia, resultó para mí una escuela funesta donde aprendí a odiar a todos e incluso a 1415
Juan M. Taveras
odiarme a mí mismo, asqueado desde mi niñez, por pertenecer a una especie perversa que construye con los despojos de sí misma.
Mi
padre
era
un
borracho, parrandero y jugador impenitente que desaparecía del hogar por semanas enteras y cuando solía aparecer estaba siempre borracho y tan hediendo que hacía irrespirable el aire del reducido cuartucho donde a 1416
El Vendedor de Felicidad
duras
penas
sobrevivíamos.
¡Imagínate Joel la secuela que deja en la mente experiencial de un niño el estado miserable en que yo vivía y la actitud aberrante e irresponsable de mi padre. Aún subsisten en mi mente sentimientos indelebles del odio que esa conducta sembró en mi psiquis infantil. Y sobreviven
también,
las
imágenes lastimosas de cuando 1417
Juan M. Taveras
mi padre, borracho como una uva, hacía de mi madre su chivo expiatorio y sin justificación alguna la golpeaba con tal saña que parecía culparla de todos los sufrimientos
y
querellas
existenciales que el borracho de mi padre parecía cargar a cuesta. Yo era todavía incapaz de comprender
esas
misteriosas
aberraciones que crea la mente para responder a recónditas 1418
El Vendedor de Felicidad
querellas existenciales y solo observaba y observaba desde un rincón de mi mísera guarida y almacenaba en mi mente virgen, las imágenes grotescas de aquel cuadro de horror, al tiempo que una tristeza profunda arrugaba mi
pecho
y
un
odio
indescriptible invadía y llenaba de amargura
mi desgraciada
existencia, dejando en mi mente experiencial, secuelas de odio y 1419
Juan M. Taveras
rencor que afectarían mi vida para siempre. Era ese el escenario de mi comienzo. ¿Qué cómo llegue a ser rey? No lo sé aún y tal vez no lo sepa nunca… En mi hogar, ¡En mi desdichado hogar! Joel, todo era feo, triste, aberrante y falso de toda falsedad. La pobreza en mi hogar lo abarcaba de todo; faltaba desde dignidad
1420
El Vendedor de Felicidad
hasta comida y solo presagiaba para mí una vida miserable. Y
esas
condiciones,
me
indujeron a aborrecer con toda mi alma, con toda mi mente y con todo mí ser las limitaciones a que estaba sometido. Y fue así como, un día, postrado de rodillas sobre un montón de espinas, bajo el candente sol del medio,
juré
por
todos
los
demonios convertirme en el 1421
Juan M. Taveras
hombre más poderoso de la tierra,
si
con
ello
lograba
librarme de la infelicidad y de la degradación moral a que estaba sometido. Todavía hoy suelo preguntarme si fue el azar, mi inquebrantable decisión de romper con todo aquello, o tal vez
manos
invisibles
de
poderosos dioses trashumantes, que tejen y controlan desde la sombra el destino de cada 1422
El Vendedor de Felicidad
hombre, los que a la postre hicieron de mi lo que soy. Como te dije, no tengo respuesta para lo ocurrido con mi vida. La única verdad es que hice poco o nada para llegar a ser rey. En realidad, y ese ha sido uno de mis grandes tormentos, en la conducción de mi vida, he sido una especie de marioneta; una especie de actor que ejecuta simplemente su papel sacado de 1423
Juan M. Taveras
un viejo libreto previamente elaborado por uno o varios productores misteriosos. Viví, pues, los primeros años de mi existencia en un mundo melancólico y obscuro donde el aire parecía hecho de miseria y dolor. Tal vez por eso – continuó el rey– fui siempre un niño
solitario,
triste y pobreza 1424
acomplejado,
avergonzado de mi y
de
la
situación
El Vendedor de Felicidad
reinante en un hogar que era para mí una escuela de amargura y resentimientos ruines. No conocí parientes fuera de mis padres ni tampoco amigos. Solo Federico,
el
italiano,
me
extendió su mano amiga en los días amargos de mi infancia triste. Nunca lo olvidaré y nunca olvidaré tampoco las desgracias que un día, inexplicablemente, le cayeron encima, convirtiendo 1425
Juan M. Taveras
a ese amigo entrañable en marioneta del destino. Muchas cosas pasaron en mi vida que conformaron mi personalidad y me llevaron al convencimiento de la trágica miseria que arropa a la complicada especie humana tal y como la retrata el genial Víctor Huego en su intemporal e incomparable Miserables.
1426
novela:
Los
El Vendedor de Felicidad
El árbol –Aproximadamente a dos kilómetros del hogar de mis padres, había un hermoso y caudaloso
manantial
que
proporcionaba el líquido vital a todo el poblado. A ese lugar acudía yo cada día, al igual que casi todos los demás habitantes, en
busca
utilizábamos
del
agua
que
en
casa
para 1427
Juan M. Taveras
cocinar
y
satisfacer
necesidades.
Pero
otras
justo
en
medio del camino que daba acceso
al
manantial,
había
crecido un frondoso árbol de Javilla,
sellado
de
filosas
espinas, que obstruía el paso a todos. El árbol siempre había estado ahí y nadie sabía por cuanto tiempo había dificultado el paso al manantial. Por esa razón, 1428
todos
maldecían
al
El Vendedor de Felicidad
molestoso
árbol,
como
maldecían y aborrecían a mi padre
por
sus
continuas
borracheras y por el mal trato que dispensaba a su familia. Al cumplir mis doce años, el árbol
empezó
poderosamente porque,
a mi
llamar atención
con su ubicación en
medio del camino, daba la impresión de que su único fin al nacer
había
sido
para 1429
Juan M. Taveras
obstaculizar y molestar a los demás. Lo identifiqué con mi padre y pese a todo, no sé por qué vi siempre a ese árbol con una extraña combinación de pena y aversión. Tal vez por eso lo
convertí
en
mi
amigo
inseparable. Hice de él mi confidente
y
lo
visitaba
asiduamente. Aún desconozco el motivo de por qué mi fantasía adolescente hizo de ese árbol el 1430
El Vendedor de Felicidad
amigo, el padre que añoré y nunca
tuve.
Como
tal
lo
imaginaba, lo amaba y odiaba al mismo tiempo. Un día tomé un machete, me acerque al árbol, rasuré parte de sus espinas, me senté a su lado y empecé a hablarle
con
la
mayor
naturalidad, como si lo hubiera conocido desde siempre o como si tratara de mi propio padre.
1431
Juan M. Taveras
La vida es como un sueño y de la misma manera que sueña uno con sus diarias vivencias, así refleja en sus contactos y conversaciones con los demás, las ansias que lleva dentro. Por eso, durante mucho tiempo, sostuve
con
aquel
árbol
diálogos
casi
desgarradores.
Solía
interminables siempre
preguntarle: ¿Por qué sufren los niños? ¿Por qué no son todos 1432
El Vendedor de Felicidad
felices? ¿Por qué papá Dios no nos cuida a todos por igual? ¿Por qué se mueren algunos niños y otros no? ¿Por qué mi padre maltrata a mi madre y papa Dios no lo castiga? ¿Por qué somos tan desdichados mi madre y yo? ¿Por qué?.. ¿Por qué?..
En fin, mis preguntas
solían ser interminables. Le preguntaba todo y le hablaba con gran pasión de mis cuitas, 1433
Juan M. Taveras
de mis penas, y ya excitado por su
inexplicable
terminaba
silencio,
gritando
a
todo
pulmón, en sus gélidos oídos, todo lo absurdo que me parecía este
mundo
contradictorio,
aberrante que
y
parece
obligarte a luchar contra todos e incluso contra ti mismo,
por
mantener una vida de la que, evidentemente,
no eres ni
siquiera dueño. En mi inocencia 1434
El Vendedor de Felicidad
inmaculada
perseguía,
con
frenética pasión, que el árbol me explicara convincentemente, de por qué Dios había creado un mundo desquiciante donde el dilema
del
lobo
estepario
emerge como el sello indeleble de una existencia sin sentido que termina siempre con la muerte. Con el paso de los días se agudizaban e inquietaban más mis pensamientos y surgían 1435
Juan M. Taveras
nuevas querellas y preguntas que invariablemente formulaba a mi interlocutor imaginario, esperanzado
en
algunas
respuestas que calmaran mis ansias de conocer la verdad de las
cosas.
emulando a
Pero los
el
árbol,
misteriosos
dioses, nunca escuchaba y daba siempre la callada por respuesta. Su
silencio
terminó
decepcionándome y un día, 1436
El Vendedor de Felicidad
cansado ya de su mudez, me presenté al amanecer en la casa del capitán Filipo, que era jefe del regimiento militar al que pertenecía mi padre, y sin preámbulo ni explicaciones, le pedí prestada su hacha. – ¿Para qué la quiere? –me dijo– en tono agrio. “Para cortar un árbol” – contesté con arrogancia.
1437
Juan M. Taveras
“No podrás ––respondió el capitán–– eres muy pequeño para eso. Si quieres voy contigo y lo corto” ¡No!
–Contesté
con
resolución inquebrantable– ¡Ese árbol debo cortarlo solamente yo! Quedó pensativo el capitán. Levantó su cabeza y me miró con el rabo del ojo y cara de bulldog, 1438
como
si
deseara
El Vendedor de Felicidad
amedrentarme.
Pero
desistió
frente a mi firme mirada. Luego se volteó, caminó unos pasos y en segundos volvió con el hacha. “Tómala”
–me dijo– con
disgusto y mirándome fijamente con
los
ojos
extraviados,
fruncidos y arqueados en señal de máximo disgusto. Y agregó sin pestañar ni cambiar de postura: “cuando acabes me la 1439
Juan M. Taveras
devuelves que la voy a necesitar mañana”. – “¿Está bien afilada”? –Fue lo único que se me ocurrió preguntar ya con el hacha en mis manos. – “Si, mucho” –contestó el capitán esquivando mi mirada. Apreté con fuerza mi arma – la imaginaba un fusil–
La
coloqué en mi hombro derecho y lentamente me encaminé en 1440
El Vendedor de Felicidad
dirección a la inocente víctima. Me le acerqué dominado por una
pasión
incontenible
y
preñado por un rencor diabólico e injustificado, con el impulso de un toro salvaje, le grité iracundo desde el medio del camino: – ¿Eres sordo y mudo, verdad? ¡Entonces, eres un dios muerto!
1441
Juan M. Taveras
Y
sabiendo
que
no
respondería ni se defendería de su loco agresor, le fui encima e impulsado delirante
por y
un
frenesí
enfermizo,
le
propiné, sin detenerme, una tanda incontable de furiosos hachazos, hasta que mi inocente e
indefensa
víctima,
se
desplomó en silencio, como si con su gesto gallardo, intentara emular al sagrado sándalo, que 1442
El Vendedor de Felicidad
perfuma al hacha que lo hiere. Derribado ya mi imperturbable ex confidente, se me antojó, en medio de mi febril excitación, encaramarme en su cogollo para celebrar mi pírrica y absurda victoria. ¡Oh Dios! –Enfatizó con fuerza
el
rey–
¡Jamás
me
cansaré de gritar mi asombro ante la manifiesta levedad del
1443
Juan M. Taveras
ser humano cuando están en juegos sus sentimientos! Estaba yo tan ofuscado y enceguecido por las turbulentas pasiones que me poseían, que a quien mí confundida mente veía muerto, tendido en el suelo y bañado en sangre, no era al árbol inocente sino a mi propio padre, a quien juzgaba culpable de mis extravíos. Luego –te confieso Joel, 1444
que aún no
El Vendedor de Felicidad
comprendo las razones–me sentí eufórico, victorioso y libre de culpa.
Me
regocijé
en mi
libertad de hacer lo que se me viniera ignoraba
en
ganas,
aún
porque que
la
impunidad es droga perversa. Por
eso,
cuando
corté
injustamente aquel árbol, sentí, por primera vez, un placer morboso
al
practicar
lo
prohibido. Más tarde comprendí 1445
Juan M. Taveras
que fue también el primer paso en la dirección equivocada, porque de ese hecho lastimoso, creí aprender que si tienes poder, si tienes un hacha afilada en tus manos, puedes quitar cualquier obstáculo del camino. “Si tienes poder eres Dios” –me dije satisfecho– Desde
entonces
me
obsesioné con el poder y lo perseguí sin importar los medios 1446
El Vendedor de Felicidad
para alcanzarlo. Jamás podré justificar el daño que hice a tantos, porque desde que corté aquel árbol me creí por encima del bien y del mal. Empuñé con ardor la ley de la selva y olvidé, muy a pesar mío, la valiosa lección
ética
contenida
en
aquella
frase
lapidaria
del
estoico
Seneca:
“Si
hemos
procedido torcidamente, aún cuando el mundo nos cubra de 1447
Juan M. Taveras
flores y elogios, la conciencia, sin
subordinarse
apreciaciones
a
las
humanas,
reprochará siempre nuestras faltas”
El Capital Filipo –Filipo –continuó
el rey–
era, como todo buen militar, de poco hablar. Me siguió después de prestarme el hacha y observó en silencio, pero gratamente 1448
El Vendedor de Felicidad
sorprendido por mi audacia y determinación de poner fin a algo que, según entendía Filipo y todo el vecindario, solo servía para obstruir a los demás. De modo que cuando devolví el hacha,
el
satisfecho
capitán y
sonrió
mirándome
de
arriba abajo, dijo: “Esta es tu casa muchacho. Cuando
lo
desees
ven
a
visitarme” 1449
Juan M. Taveras
Fui más austero que él en el uso de la palabra y me limité a asentir con un movimiento de cabeza. Di la espalda y me retiré en silencio. Pero desde entonces y durante muchos años, visité asiduamente la casa del capitán Filipo, quien nunca se cansó de alabarme desde aquel día en que quité el árbol del camino: “ese mozalbete, será grande entre los grandes” decía el capitán a todos 1450
El Vendedor de Felicidad
y
en
todas
partes.
Desde
entonces, Filipo se constituyó en mi principal promotor y en mi más leal seguidor y amigo. Era cerebro.
Filipo, Pero
escaso sentía
de gran
atracción por los libros. Nunca los leía, pero creía ciegamente que
los
espíritus
de
sus
personajes, eran como duendes, y podían emerger desde las hojas secas de los libros para 1451
Juan M. Taveras
hablar contigo, para ayudarte si era preciso, para proporcionarte sanos
consejos
y
para
acompañarte siempre que lo desearas. Era esa la razón, no para leer ni aprender nada de ellos,
la
que impulsaba al
capitán a apropiarse o comprar cualquier libro que se cruzara en su camino. Al final, terminó dueño de una modesta biblioteca que era su orgullo. 1452
El Vendedor de Felicidad
Con el tiempo leí todos los libros que Filipo tenía en su pequeña biblioteca y puse toda mi atención, sin saber por qué ni para qué, en dos libros a cuyas lecturas me hice adicto: El Arte de la Guerra de Sun Tzu y El Príncipe de Maquiavelo. Desde que
los
leí,
los
convertí
instintivamente en guía de mis actuaciones, debido, tal vez, a que esos libros enseñan la ley de 1453
Juan M. Taveras
la selva en su versión más cruel y astuta.
De ellos obtuve las
herramientas
que
me
permitieron ganar la batalla a los hombres.
A
la
larga,
sin
embargo, aprendí, con gran pesar, que esas tan alabadas obras, están inspiradas en los más bajos instintos del ser humano. –Un día –prosiguió el rey– intenté alabar a Filipo y le dije: 1454
El Vendedor de Felicidad
“Sire, con tantos libros, debe usted saber mucho de todo” El capitán estalló en una incontenible
y
grotesca
carcajada: jajajajaj jajaja. Y riendo todavía, me dijo: “Si fuera por los libros no sabría ni bañarme. Y te puedo asegurar que hasta el día de hoy ni siquiera he visto, ni mucho menos leído, la primera página de ninguno de ellos”. 1455
Juan M. Taveras
Sorprendido
por
tan
inesperada respuesta, me encogí de hombros y pregunté: “¿Y..?” Filipo, engurruñó la cara y contestó: “prefiero la compañía silenciosa de los espíritus que los libros tienen dentro, que leerlos. De todas maneras estoy seguro de que no los entendería” Y, muy orondo, agregó:
1456
El Vendedor de Felicidad
“! Quien tiene libros jamás está solo!” Del capitán Filipo heredé mi adicción a los libros y algunas creencias ingenuas que todavía no he desaprendido.
¿Destino o azar? –Murió mi padre justo el día que cumplí 15 años. Pero no murió de borrachera como todo parecía presagiar, sino peleando 1457
Juan M. Taveras
cuerpo a cuerpo y con bravura ejemplar, contra dos asesinos que atentaron contra la vida del rey.
Mi padre mató a ambos
aunque perdió su vida en la batalla. Desde ese momento, las ruedas
de
la
fortuna
se
movieron, como por arte de magia, y el borracho emergió como el gran héroe que ofrendó su vida para salvar al rey de una 1458
El Vendedor de Felicidad
muerte segura. Se celebraron paradas y fiestas en honor del héroe sacrificado. Mi padre fue encumbrado a los altares y nosotros,
mi
madre
y
yo,
dotados de títulos de nobleza y provistos de recursos de todo género que de la noche a la mañana nos convirtieron en personas ricas y respetadas. Unos días después, como si la suerte, mujer al fin, me 1459
Juan M. Taveras
hubiera
convertido
en
su
favorito, el rey ordenó mi ingreso al ejército con el grado de sub-teniente de infantería. Sorpresivamente, giraron
las
ruedas
nuevamente
para
favorecerme y colocarme en ruta de mi futuro reinado. Desde
entonces,
una
pregunta tonta ha martillado mi mente: ¿Es todo obra del destino o del azar? 1460
El Vendedor de Felicidad
¿Tú qué crees Joel? –No lo sé, contesto Joel ante la sorpresiva pregunta del rey. Y agregó:
en
escuchando
ocasiones su
y
historia,
cualquiera se llega a confundir. –Excelente respuesta, dijo el rey y continuó con su historia: –A partir de la muerte de mi padre, el capitán Filipo no solo se encargó de protegerme sino de exagerar mis condiciones 1461
Juan M. Taveras
ante el rey. Por cuya causa, y pese a no tener experiencia militar alguna, fui colocado en la
guardia de honor del
monarca. De allí, mi ascenso fue rápido. Al cumplir 23 años ya era capitán
y
regimiento hombres.
comandaba
un
de
doscientos
Mis
destrezas
militares no desmentían en nada a mi protector Filipo. Por el 1462
El Vendedor de Felicidad
contrario, su estrella ascendía junto a la mía, porque el rey, era de esos seres que ven en los astros
un
universo
mágico
donde los dioses deciden a voluntad el destino del planeta tierra, el alcance de la influencia malsana de los demonios sobre todas las cosas y la suerte reservada a cada hombre. Por eso, el rey, un consumado fanático
de
la
astrología 1463
Juan M. Taveras
mitológica, había procurado una y otra vez la lectura de mi signo y me había etiquetado como predestinado.
Bajo
esa
presunción imaginaria, el rey me colmaba de grandes favores que terminaron convirtiéndome en uno de los hombres más ricos del
reino.
generosidad
Gracias pude
a
su
comprar
decenas de esclavos que hacían mi 1464
vida
cada
vez
más
El Vendedor de Felicidad
placentera, hermosas
al tiempo que cortesanas
me
entregaban solícitas su cuerpo, sin pedir nada a cambio, que no fuera participar de los frecuentes festines
donde
disipaba
mi
preciada juventud como agua entre los dedos. Mi brioso corcel era en verdad indetenible, y para antes de cumplir los 30 años de edad, era ya el más importante jefe 1465
Juan M. Taveras
militar de la monarquía que estaba en camino de heredar y para entonces me había casado con la sobrina del rey, lo que de hecho me señalaba como su heredero natural porque el rey era
estéril
y
descendientes.
no
tenía
Todo,
pues,
florecía a mi paso. Era joven, rico,
poderoso,
amado,
respetado y disfrutaba a plenitud de la abundancia. 1466
El Vendedor de Felicidad
Satisfecho por tantos logros, un día, mirándome al espejo, me dije:
“ya
lo
tienes
todo
muchacho: eres joven, hermoso, afortunado, poderoso y posees una
estrella
en
ascenso
indetenible que te acompaña siempre” – ¡Pero vaya si es extraña la naturaleza humana! –Enfatizó con tristeza el rey– Estaba todavía ante el espejo, cuando 1467
Juan M. Taveras
sentí
un
dardo
envenado
atravesar mi garganta y un mar de dudas precipitarse sobre mí como un rayo cargado de mil demonios.
Grandes
cuestionamientos se agolparon de repente en mi mente y sin saber por qué me sentí sepultado bajo un alud de lodo inmundo. Me sentí de pronto solo. Y un miedo insensato, un fardo de hielo seco, una combinación 1468
El Vendedor de Felicidad
extraña de frio y calor, hizo erupción en mis sentidos y tuve conciencia de un profundo vacío existencial que envolvió todo mi ser en una extraña soledad que jamás había sentido. Y pese a tenerlo todo, me sentí de repente desdichado. Ya sin aliento y como
si
algún
duende
misterioso quisiera llamar mi atención sobre la causa más frecuente de infelicidad, rozó mi 1469
Juan M. Taveras
sien profundo
aquel
pensamiento
de
Rabindranath
Tagore: “Tengo lo que no quiero y quiero lo que no tengo”. “El hombre es insaciable y por eso sufre tanto” –pensé en aquel trágico momento– – ¿Por qué se sintió de pronto desdichado, si tenía todo lo
que
quería?
cándidamente Joel– 1470
–Inquirió
El Vendedor de Felicidad
– ¿No lo comprendes Joel? – Perdí la fe de repente y quede como cascara vacía. ¡Y cuando la fe se pierde, amigo Joel!, no en Dios, que podría ser lo máximo, como te ocurrió en sueño, cuando cuestionaste a fondo la justicia divina, sino cuando pierdes la fe en valores morales o éticos y hasta en valores menudos, como ocurrió a Aníbal cuando entendió que 1471
Juan M. Taveras
Ismenia jamás lo querría. Es en ese trágico momento cuando el miedo surge como tempestad incontenible y acaba con todo. En mi caso, una intrigante duda fue el detonante. Fue entonces cuando pensé: “Es evidente que no controlo mi destino y que todo lo que soy se lo debo a los caprichosos dioses”. Pero… ¡ay! ¿Y si un día se olvidan de mí, o
1472
El Vendedor de Felicidad
llegan
a
cansarse
de
favorecerme? La
incertidumbre
arropó
todo mi ser, agravó mis ansias y multiplicó comprender,
mis
temores
al
repentinamente,
que demasiadas cosas en mi vida dependían del azar. Desde ese momento, me creí bajo el control de seres extraños que manipulaban mi suerte a su antojo y quienes eran, por tanto, 1473
Juan M. Taveras
los únicos y verdaderos amos de mi futuro. ¡Y yo creo! –enfatizó el rey– que
el
verdadero
espíritu
humano odia con todas sus fuerzas sentirse de la mano de dioses volubles y caprichosos que juegan continuamente a los dados con su suerte. Y fue esa la razón que me empujó, con tal pasión, a descifrar el futuro, que caí en el delirio de lo oculto. 1474
El Vendedor de Felicidad
Perdido, desde entonces, en el laberinto triste de una vida sin sentido, busqué en los astros y en falsos dioses inscritos en las diversas religiones, algo que explicara, convincentemente, mi existencia y la razón de mis objetables debilidades. En mi búsqueda toqué infinidades de puertas,
incluso
toqué
las
puertas sin marco del fetichismo barato,
dónde
montones
de 1475
Juan M. Taveras
adivinadores
iletrados,
pretendidos
brujos
y
falsas
pitonisas, se burlaban de mí, haciéndome creer que podían manipular mi futuro por medio de trucos infantiles como leer mi horóscopo, las cartas, la taza y docenas pueriles
de
otras
que
comúnmente
fullerías
son
tan
utilizadas
para
consolar y manipular a los tontos. 1476
El Vendedor de Felicidad
Era tal mi ofuscación, que en algún momento llegué a sentir una extraña nostalgia por no tener a mi alcance, como los afortunados griegos, el oráculo de Delfos, donde los grandes hombres podían acudir para consultar a los dioses sobre cuestiones inquietantes de su existencia;
o,
tal vez mejor,
llegar, como los emperadores y cónsules romanos, a la presencia 1477
Juan M. Taveras
misma de la Sibila para que leyera
mi signo y matara,
aunque fuera por un corto intervalo, mi dependencia del azar y de los caprichosos dioses. En mi delirio detrás de lo oculto, caí en la escala más baja de las grandes
propensiones
y
debilidades humanas, cuando ordené a mis esbirros abrir las entrañas
de
animales,
de
mujeres, de niños y hasta de 1478
El Vendedor de Felicidad
fetos, en busca de respuestas que el sentido común me negaba con
destreza.
En
mi
desesperación por comprender lo incomprendido, acudí por ultimo a las viejas fuentes de las antiguas religiones índicas, y me ofusqué, a tal grado, que estuve a punto de abandonándolo todo para imitar al hijo del rey Śuddhodana. No lo hice porque comprendí que el dolor no 1479
Juan M. Taveras
puede ser remedio para el dolor. Además, porque jamás podré entender por cuáles razones tendría el ser que reencarnar infinidad
de
veces
hasta
perfeccionar un espíritu que, inexplicablemente, nacido
corrompido
habría y,
de
consiguiente, estaría obligado a sufrir para curarse de un karma del cual no podría ser culpado.
1480
El Vendedor de Felicidad
¡Yo no creo ni creeré nunca en el eterno retorno! –En
medio
de
mis
tribulaciones –continuó el rey con su historia– entendí que todo hombre está obligado, en el curso de su corta vida, a elegir entre la esperanza infatigable de aceptar a los dioses como responsable
de
todo,
y
la
prudente falta de esperanza que
1481
Juan M. Taveras
nace del convencimiento de que nada hay más allá de la muerte. He pasado años en esa disyuntiva trágica y pese a mi peregrinar muchos
tortuoso y a mis años
de
profundas
reflexiones, sigo sin comprender si lo que persigo es la felicidad o si todo lo que hago es en procura de un escudo ilusorio que me libre de la ansiedad, de mis temores y de la muerte, tras 1482
El Vendedor de Felicidad
lo cual, no ha habido un solo día, desde entonces, donde no me haya
preguntado: ¿Será
posible al hombre librarse un día de la incertidumbre del futuro? ¿Lograremos descifrarlo o al menos entenderlo? ¿Valdría de algo
conocer
¿Podremos
el
futuro?
librarnos
de
la
muerte? ¿Estamos obligados, de hecho, a jugar todo el tiempo a la
ruleta
rusa,
a
azar 1483
Juan M. Taveras
indescifrable? ¿Es preferible el azar al destino? –El único futuro cierto es la muerte –interrumpió Joel en tono sombrío–
y contra ella
nada se puede. –Entonces –dijo el rey– al final todos los grandes afanes son inútiles. Todo poder, toda bonanza y toda dicha, son puras fantasías. Son solo imágenes
1484
El Vendedor de Felicidad
que el tiempo, despiadado y cruel, borrará en un instante
Reflexiones del Rey –Por más de cien años –dijo el rey– he navegado en todos los mares del pensamiento, escalado las montañas más alta del saber, penetrado las más recónditas profundidades del ser, leído miles decenas
de
libros, de
practicado
religiones
y 1485
Juan M. Taveras
creencias,
y
conciencia hombres
escarbado
la
cientos
de
de en
procura
de la
felicidad y no la he encontrado. Por
eso
me
angustiado:
preguntaba
¿Me
equivocado
al
felicidad
en
habré
buscar
la
imágenes
exteriores, en lugar de buscarla dentro de mí mismo? –Tal vez se equivocó usted de rumbo –argumentó Joel– 1486
El Vendedor de Felicidad
porque la felicidad es un simple estado de la mente y fuera estoy convencido de que no existe. –Pensándolo
bien
–dijo
tranquilamente el rey– ¿Qué otra cosa puede ser la felicidad que no sea un estado mental? Fuera de esa concepción, no creo que la felicidad exista. Lo puedo
asegurar
porque
practiqué, una y otra vez, todo cuando
creí
necesario
para 1487
Juan M. Taveras
eliminar el dolor, el sufrimiento y la angustia en procura de la felicidad frustración
y
cada fue
vez
mi
mayor.
Mi
último acto en procura de la felicidad perfecta, consistió en abandonar todo lo superfluo y retirarme, junto a mi bella esposa Claudia, a esta hermosa isla solitaria donde por un tiempo disfruté a plenitud de mi dicha. 1488
El Vendedor de Felicidad
Pero olvidé que la dicha es puramente material y que, como todo lo asociado a la materia, es necesariamente
efímero
cambiante. Olvidé
y
que las
emociones son como una espada de dos filos: de un lado lo dulce, lo grato, lo placentero. Del otro: lo
amargo,
el
dolor,
la
incertidumbre, el sufrimiento. – ¡Oh Dios! ¡Y qué tacaña es la ilusión!– Un día, como ocurre 1489
Juan M. Taveras
a
casi
todos
los
mortales,
amanecí gravemente enfermo. Pasé cuarenta días seguidos postrado
en
un
lecho
sin
levantarme un instante. Cuando al fin lo hice, tambaleante aún, se me ocurrió pararme frente al espejo
para
comprobar
mi
apariencia física y elevar mi ego. ¡Oh dioses de todas las edades! ¡Qué espanto! Un frío 1490
El Vendedor de Felicidad
glacial
petrificó,
en
aquel
instante, y de un solo golpe, todas mis ilusiones: en cuarenta días envejecí 40 años. ¡Qué agonía sentí en aquel momento abominable! ¿Y luego?: la más inquietante, compleja y cruel de todas las cuestiones, surgió de repente frente al propio espejo: ¿Qué sigue a la vejez?:
1491
Juan M. Taveras
“La cruel soledad y después la muerte” –fue la amarga respuesta– Entonces,
como
loco,
emulando al Quijote, desenvainé mi espada y me dispuse a luchar contra la muerte. “Tal vez la mato –me dije insensato– y libere a todos de ese misterio insondable que sirve de carnada a tantos manipuladores para pescar en los mares obscuros y 1492
El Vendedor de Felicidad
sin fondos de la ingenuidad y la ignorancia” Pero todo resultó inútil. Vencido en la batalla, perdí la esperanza, y vi volar de mi lado el único consuelo que los dioses dejaron a los mortales cuando enviaron su fatídica Caja de Pandora repleta de males. Y desde entonces, quedó vacía y huérfana mi vida. A veces, en mi soledad sin tiempo
ni
espacio,
me 1493
Juan M. Taveras
imaginaba garabatear en las hojas empolvadas y tostadas de mis libros, esperanzado en que los espíritus que el capital Filipo me aseguró había en cada uno de ellos, salieran un día de su misterioso
escondite,
para
enseñarme cómo dar muerte a la muerte,
o
al
menos,
para
aclararme la finalidad de su horrenda existencia. O, tal vez, para explicarme la razón, el por 1494
El Vendedor de Felicidad
qué el derecho a la vida se paga inexorablemente con la muerte, paradoja triste, que jamás será comprensible. –Me Joel–
parece que
–interrumpió está
usted
obsesionado en luchar contra la muerte. Y esa lucha la considero inútil. –Tal vez –dijo el rey– exhibiendo una leve sonrisa. Y
1495
Juan M. Taveras
continuó impertérrito con la narración de su historia. – Al cabo de un tiempo – dijo– logré recuperar totalmente mi salud y sentí mi cuerpo nuevamente vigoroso. Pero ya mis
fuerzas
habían
espirituales
abandonado.
me Las
reflexiones que siguieron a mi enfermedad,
me
llevaron
a
considerar que si no puedes luchar contra la muerte; que si 1496
El Vendedor de Felicidad
todo es vano, la virtud también lo es. De modo que perdí prácticamente la cordura y las volátiles arenas de un desierto solitario secaron por completo la fuente de mi fe y devoraron la fortaleza que resguardaban mis esperanzas. Terminé dando la razón a Epicuro. Y sin ningún horizonte que diera sentido a mi vida, retorné, con ímpetu salvaje, a 1497
Juan M. Taveras
mis viejas andanzas: regresó al Soma que servía de consuelo a los zombis del mundo feliz de Huxley; me fanaticé con el Kama Sutra y viajé tres veces al lejano y solitario Khajuraho en la India, interesado en aprender y reforzar mi afán por el sexo sin freno, mientras crecía de nuevo
mi
hechiceros debilidades 1498
adicción y
a
a
los
todas
las
enfermizas
que
El Vendedor de Felicidad
arropan y martillan a los débiles e ignorantes. Me enajené a tal punto que, en el fondo, me ocurrió algo parecido a aquella fantasía de “El Ángel, el Molino y el Caracol del Faro” en el que Gabriel Miró, refiere que un ángel viene a establecerse en la tierra para satisfacer su deseo de vivir
en
miserias
contacto humanas.
con
las
Pero
el
visitante celeste se acostumbra 1499
Juan M. Taveras
pronto a las cosas de los hombres. Se le caen las alas, le crece la barba, siente poco a poco deseos ruines, y concibe pensamientos torcidos como la mayoría de los mortales. Pero he aquí que un día, viene un querubín a buscarle. Entablan conversaciones. El ángel se queja del mundo y transmite a su interlocutor una impresión pesimista sobre la condición 1500
El Vendedor de Felicidad
humana. El querubín le dice entonces:
“Sea…
regresa
conmigo al cielo”. Pero el ángel rechaza la insinuación con esta respuesta negativa: “si regreso al cielo tendría que dejar de pecar. ¡Y el pecar es tan dulce!” –Saltó usted –dijo Joel– de lo aceptable a lo peor. Olvidó que el desenfreno jamás será fuente de felicidad, más bien será siempre fuente del dolor. 1501
Juan M. Taveras
Sin freno, sin ley, no hay libertad. –Estás en lo cierto Joel. Gozar vulgarmente de la vida, no puede conducir a la felicidad. Pero es tan fugaz la dicha, que atrevo a creer que confunde hasta
a
los
dioses.
He
observado, durante todos estos años de serena reflexión, que en los
días
dichosos,
en
la
felicidad, el tiempo se acorta. 1502
El Vendedor de Felicidad
Apenas
se
percibe.
Pasa
silencioso y suave como la brisa perfumada de un jardín en flores. En el dolor, en la soledad, en cambio, el tiempo se alarga. Se percibe eterno como las llamas inextinguibles del infierno.
¿Tendría
razón
Voltaire cuando aseguró que la felicidad no es más que un sueño
y
la
desgracia
una
realidad? 1503
Juan M. Taveras
–Desde la perspectiva de –respondió
Voltaire
Joel–
pensativo y con su mirada perdida en el horizonte, no es posible ser feliz. – Lo mismo pienso yo –dijo el rey– y me sigo preguntando si existe alguna forma de alcanzar efectivamente la felicidad. –De momento –interrumpió Joel–
no
satisfactoria 1504
existe a
esa
respuesta eterna
El Vendedor de Felicidad
pregunta,
siendo
necesario
admitir que la felicidad posible es un estado mental. Un estado, no de conformidad frente al trágico drama humano, sino de consciente
aceptación
a
las
realidades resultantes del mundo dual en que vivimos. El destino – ¡Es todo tan confuso! –dijo el rey, envuelta su voz en un contagioso manto de tristeza– Y 1505
Juan M. Taveras
agregó, cabizbajo y con ambos ojos cerrados: ¿No será, tal vez, que nunca se aprende a estar satisfecho con uno mismo? –La conformidad es droga de tontos– respondió Joel. –Lo admito –dijo el rey– pero la vida te obliga a trabajar todo el tiempo, y sin treguas, para conservarla. Pasas una puerta
tras
otra
y
cuando
piensas: “es el final del camino; 1506
El Vendedor de Felicidad
es la última puerta, allí detrás está
lo que tanto anhelo”.
Entonces, misteriosos duendes agoreros se cruzan en tu camino y comienzan los despiadados embates de la enfermedad, de la vejez, de la soledad, y la angustia muda y cruel de esperar la muerte a cada instante. No importa
Joel,
lo
muy
encumbrado o bajo que estés en la escala social, ni lo muy feliz o 1507
Juan M. Taveras
desdichada
que
parezca
tu
existencia. No podrás librarte de los verdaderos cuatro jinetes del apocalipsis.
De
los
cuatro
elementos más perturbadores y dolorosos de la existencia, a los que Buda bautizó, –sigo sin comprender por qué– como “los emisarios divinos” refiriéndose a la enfermedad, la vejez, la soledad y la muerte.
1508
El Vendedor de Felicidad
¡Lo incompresible de la muerte Joel, es que nunca podamos entenderla! – ¿Serviría de algo entender el significado de la muerte? – preguntó Joel en tono afligido–. –De mucho –contestó el rey sin inmutarse– porque en esa ignorancia
se
apoya
una
multitud de hábiles timadores para manipular y engañar a sus semejantes, pintado a la muerte 1509
Juan M. Taveras
del color que más convenga a sus intereses mezquinos. En mi caso, después de estudiar a fondo
diversas
docenas filosóficos,
de
religiones
y
planteamientos
finalmente apoyé
mis juicios de valores, con respecto a la vida y a la felicidad, en la filosofía estoica. Esa
creencia
convencido
de
me
había
que
manos
invisibles conducen la vida de 1510
El Vendedor de Felicidad
cada hombre sobre las alas de un destino inexorable del cual nadie puede escapar jamás. Y, en su momento, esa creencia infantil me había devuelto la cordura e incluso la tranquilidad a que te lleva la ingenua conformidad. Llegué a creer ciegamente en la predestinación, y como yo me consideraba un predestinado, un protegido de los dioses, inmune, por tanto, a 1511
Juan M. Taveras
todo avatar y capaz, incluso, de desafiar a la propia muerte, mis achaques de salud, sin embargo, la vejez que de repente se me vino encima y un presagio siniestro de que la muerte me acechaba a cada instante, me obligaron a formularme una pregunta que compete a todos los humanos y que jamás ha cesado de martillar mi cansada mente: 1512
El Vendedor de Felicidad
– ¿Existe la predestinación, o acaso
los
hombres
extraordinarios, al igual que los grandes
acontecimientos,
constituyen un simple juego de azar, un impredecible juego cruel y ciego de la vida? Por
largo
reflexionado
tiempo
acerca
de
he la
posibilidad de que exista la predestinación y mi amarga respuesta es un rotundo no. 1513
Juan M. Taveras
– ¿No cree usted en el destino? –Definitivamente, no. –dijo enfáticamente el rey. – ¿Pero la historia de su vida parece un retrato en vivo del destino? –Así es, pero hoy solo creo en la marcha de lo absoluto y desestimo destino
por
completo
individual.
el
Estoy
firmemente convencido de que 1514
El Vendedor de Felicidad
si realmente existe una ley de Dios, esa ley la rige la marcha de lo absoluto. – ¡Pero con esa inquietante respuesta, deja usted al ser humano
sin
coartadas
para
explicar los muchos vaivenes de la vida! –Lo
sé
y
entiendo
perfectamente el alcance de mi negativa a creer en el destino. Pero el asunto es Joel, que si lo 1515
Juan M. Taveras
que tiene que ocurrir, ocurrirá de
todas
maneras;
si
es
inevitable, entonces: ¿Qué papel juega la voluntad individual? ¿Para qué luchar por la vida? ¿De qué sirve el libre albedrío? – ¿Te has hecho alguna vez esas preguntas? –No, jamás se me habían ocurrido, porque siempre creí, hasta que los extraterrestres me abrieron un poco los ojos, que 1516
El Vendedor de Felicidad
los dioses arreglan y desarreglan todo y que te castigan o premian a su antojo. –Los que creen en el destino –enfatizó el rey– lo hacen sin fundamento lógico alguno. Te confieso que habité por años ese oscuro
y
cómodo
ilusorio
hasta
arribar
mundo a
la
conclusión definitiva de que la muy cómoda predestinación no existe, que es una creación de la 1517
Juan M. Taveras
mente
para
explicar,
cándidamente, los vaivenes de la vida y justificar nuestra cómoda posición de atribuirlo todo a la mano invisible del incierto y caprichoso destino. La única verdad, la única realidad, la que debes vender a todos los que oirán tu voz, es la de que no son los dioses los amos de nuestros destinos, ni los responsables de
1518
El Vendedor de Felicidad
nuestra felicidad o desdicha, sino nosotros mismos
La muerte de Claudia –El rey –dijo el rey– me dio a su sobrina Claudia por esposa y me designó heredero de su trono al cumplir mis 28 años de edad. Era Claudia la flor más hermosa del reino. Una mujer comprensiva,
delicada, 1519
Juan M. Taveras
armoniosa y hacendosa como ninguna. Tenía la virtud de ser discreta,
callada
y
estaba
siempre a mi lado con la palabra oportuna
a
mano
para
reconfortarme en mis frecuentes crisis de ansiedad. Era ella atractiva, tolerante y dueña de una
belleza
interior
incomparable. A su lado disfruté los años más hermosos de mi vida. Claudia lo fue todo para 1520
El Vendedor de Felicidad
mí y después de mi retiro a esta bella
isla,
se
convirtió
en
especie de ángel de mi guarda. A su lado jamás sentí la fría compañía de la soledad. –Pero llegó un pesaroso día, que tal vez ni la muerte pueda borrar: encontré a mi amada muerta en su recamara. ¡Claudia, Claudia, la dulce Claudia! –Gritó sollozando el rey– se fue en silencio, sin que 1521
Juan M. Taveras
yo supiera por qué ni adónde se iba. Se fue, ¡Oh qué inmensa tristeza Joel! A un lugar donde nadie puede escapar porque no hay refugio ni futuro. Se fue sola, sin despedirse de nadie y regresó al mundo de la nada, como si nunca hubiera existido. Sin quererlo, sin desearlo, se fue y me dejó. No podía llevarme: Claudia iba a ninguna parte.
1522
El Vendedor de Felicidad
¡Me llevaron a Claudia! – Grité desconsolado, en aquel momento
de
infinito
sufrimiento. Luego, un inmenso pesar, un dolor inconcebible, más intenso que el de la propia muerte, cayó sobre mi ser e hizo sangrar mi espíritu, que murió también en ese instante, abatido para siempre por una soledad intemporal: sin principio ni fin. Tuve conciencia, entonces, de 1523
Juan M. Taveras
que la vida ¡la miserable vida! reserva siempre lo peor para el final. Comprendí, con el alma engurruñada, que la verdadera eternidad es el tiempo, el vacío enorme que media entre cuando adquieres conciencia de la vejez; cuando te atrapa la soledad, y la hora final de la muerte. Con la ida de Claudia se desintegró mi mundo. Era yo un fantasma. Un caminante sin 1524
El Vendedor de Felicidad
rumbo, sin luz ni consuelo a quien nadie esperaba. Era un enajenado mental que en la soledad de la noche, como un loco, bailaba solitario la danza de la sombra, vestido como japonés y con el rostro pintado, esperanzado en que las siluetas de
Claudia
y
la
mía,
entrelazadas, pudieran devolver la vida a mi amada, como
1525
Juan M. Taveras
supuestamente ocurría a los que bailaban la danza de la sombra. De tarde en tarde Joel, sentado en una mecedora frente al mar, con mi rostro pálido y demacrado, mis ojos fijos en la curva lejana que dibuja el horizonte marino de mi isla y con mi cuerpo rígido por el peso del sufrimiento, yo, el gran rey, era menos que una sombra. A veces, 1526
en
muy
contadas
El Vendedor de Felicidad
ocasiones, creí sentir el roce de un
acercamiento,
un
ligero
contacto, leve como las alas de una mariposa, con el cuerpo tibio de mi amada Claudia. ¿Ilusiones? ¿Fantasías de una mente en declive? Jamás sabré si ese calor, si esa dulzura, simplemente emanaban de los sentimientos más hondos de un hombre en lucha con la soledad y el frío de la noche, o del 1527
Juan M. Taveras
espejo
lejano
conservamos
los
en
que
fantasmas
evocados en el limbo de la memoria. Fuera de esos furtivos momentos, solo me diferenciaba de los muertos en que cargaba un cuerpo desgatado por el peso del dolor y de los años. Sin fe ni esperanza,
te
será
fácil
comprender hasta qué punto el mundo
había
dejado
de
interesarme. Y hasta qué punto, 1528
El Vendedor de Felicidad
¡lo digo con pesar y vergüenza! la
idea
del
suicidio
había
tomado posesión de mi mente y ocupado el vacío de mi soledad doliente.
Los espíritus de Filipo salen a flote –Cuando ya la nostalgia devoraba los últimos destellos de mi cansado aliento,
de
repente, una noche, mientras 1529
Juan M. Taveras
escarbaba
en
los
olvidados
de
rincones
mis
viejos
armarios en procura de alguna cicuta muerte,
que
precipitara
contemplé
a
mi dos
pequeñas figuras salir del borde de las páginas de un montón de libros
que
estaban
apilados
sobre
una
mesita
circular
existente en mi recamara. Froté mis ojos varias veces hasta convencerme de que no veía 1530
El Vendedor de Felicidad
visiones. Las dos figuritas se pararon frente a mí en silencio y con los brazos cruzados en pose inquisitiva. De pronto, se oyó el aleteo de varias hojas que bailoteaban con prisa al impulso de una brisa impetuosa, como si quisieran llamar mi atención sobre un libro en particular. Eran varias de las páginas enmohecidas de Memorias de Adriano, que contentas, daban la 1531
Juan M. Taveras
bienvenida al propio emperador que se revelaba en persona. –No me sorprendí al verlos. Había esperado la ocasión por años.
Conservaba
aún
la
creencia de que un día se revelaran los espíritus que el capitán Filipo me aseguró había en cada libro. Y el milagro ocurrió justo en el momento que más lo necesitaba. Vi entonces crecer la figura imponente de 1532
El Vendedor de Felicidad
Adriano,
hasta
tamaño
natural.
impecablemente
alcanzar Se
su
sentó,
vestido,
con
sus atuendos de emperador de Roma, al borde de mi cama y me dijo, sin preámbulo. –No debes suicidarte. – ¿Has venido desde tiempos tan lejanos –riposté– solo para disuadirme del suicidio? –Así
es
–respondió
el
emperador– 1533
Juan M. Taveras
– ¿Y por qué no? –dije– –Porque
la
misión
más
sagrada del hombre –respondió el emperador– es servir de ejemplo a sus semejantes y tu vida, como la mía, servirá de referencia
a
futuras
generaciones. – ¡Y qué! –Ripostó el rey subiendo el tono de voz– ¿Es que
ni
siquiera
tu
puedes
comprender que mi suicidio 1534
El Vendedor de Felicidad
estaría, en todo caso, más que justificado, e igual servirá para dar fin a la amarga vida de gentes sin futuro, que como yo, no tienen razón alguna para vivir? – ¡Te equivocas, gran rey! Siempre hay un consuelo, una esperanza; alguna razón por qué vivir. Si no la tienes búscala. ¡Te aseguro que la encontrarás!
1535
Juan M. Taveras
–
¡Pero
yo
no
tengo
esperanza! Y si la buscara, no sabría por dónde empezar. Tú más que nadie sabes que a mis años ya no tengo futuro. Y sin futuro, sin nada que esperar de la vida, está vacío mi horizonte. Y detrás de todo, solo mi amarga soledad me sigue como una sombra. Y más allá… donde todo termina, me espera una
1536
El Vendedor de Felicidad
noche fría y eterna de donde nadie ha regresado jamás. – ¡No Adriano! Jajaja… ¡No!.. ¡Yo no tengo razón para luchar! Si fueron, acaso, los dioses los que nos dieron la vida, lo hicieron como un injusto castigo que se paga inexorablemente con la muerte. –Se ha secado el manantial de tu fe. –Ripostó el emperador– Me ocurrió lo mismo cuando 1537
Juan M. Taveras
perdí a Antinoe, y también cuando creí entender, como tú ahora,
que
mi
vida
había
terminado. Desconfié y me burlé de todas las teorías de la inmortalidad y acabé en un callejón sin salidas. Tal vez no haya nada después de la muerte. “¿Pero no te parece demasiado simple la solución contraria, la nada, el hueco vacío donde
1538
El Vendedor de Felicidad
resuena
eterna
la
risa
de
Epicuro?” –No tengo respuesta a esa compleja paradoja –contesté– Lo que sí puedo asegurarte Adriano, es que mis dudas se ensanchan
con
el
paso
agonizante de mis días sin sol y que mi estrella moribunda se desvanece
en
un
vacío
existencial sin principio ni fin. Te lo repito Adriano, no tengo 1539
Juan M. Taveras
razón para luchar y mucho menos para vivir. Adriano no contestó y su voz pareció apagarse. Su figura se empequeñeció de nuevo, en tanto las páginas de otro libro bailotearon con fuerza, como señal de liberación del embrujo que devolvía su tamaño normal a “Harry Haller, llamado el lobo estepario”
1540
que
ocupó
de
El Vendedor de Felicidad
inmediato el lugar dejado por el emperador. –Te conozco –dije al verlo– o
al
menos,
conozco
al
personaje del “Lobo Estepario”. Me entristece tu soledad, pero me anima tu determinación de enfrentarte al mundo. Tú Harry, encarnas, como nadie, la propia imagen
del
ser
humano:
“desdoblado entre la grandeza y la bajeza, entre el sacrificio 1541
Juan M. Taveras
generoso y el más horrendo egoísmo” –Esa es mi tragedia –dijo Harry– la tragedia del Lobo Estepario, obligado a vivir mi vida
en
constante
conflicto
conmigo mismo: cuando quiero ser hombre, el otro yo, el lobo, se burla de mí; cuando quiero ser lobo, el hombre que vive en mí, se resiste, se une a miles de millones 1542
de
sepulcros
El Vendedor de Felicidad
blanqueados,
me acusan de
demonio y me someten, de hecho, a una nueva y tormentosa inquisición. – Ahora bien –agregó Harry– si cada hombre que comprende la tragedia de su existencia optara por el suicidio, la especie humana,
tal
vez
no
desaparecería, pero terminaría mortalmente diezmada, porque todo el talento, toda la minoría 1543
Juan M. Taveras
pensante,
desaparecería
y
quedaría el mundo en manos de esa mediocridad depredadora e ignorante que ni siquiera tiene conciencia
de
su
insípida
existencia. –Me estas sugiriendo –dijo el rey, al igual que Adriano– que
abandone
la
idea
suicidio. –Es justo lo que intento.
1544
del
El Vendedor de Felicidad
–Pero ¿y qué hago con este martirio,
con
esta
pérfida
soledad, con este sufrimiento que desde la muerte de Claudia, ha destrozado y colmado de amarga pena lo poco que queda de mi vida en penumbra? Harry intentó
decir algo,
pero el rey lo interrumpió y dijo: –Hace
solo
dos
días,
mientras buscaba justificación para suicidarme, repasé mis 1545
Juan M. Taveras
notas sobre el libro del cual tú, Harry Haller, eres el personaje principal y nada encaja más para justificar mi determinación a suicidarme que las palabras puestas en tu boca en el tratado del
lobo
estepario,
cuando
dijiste, lleno de amargura y harto de vivir: “Religión, Patria, Familia, Estado, habían perdido su valor para mí y no me importaba ya 1546
El Vendedor de Felicidad
nada; la pedantería de la ciencia, de la profesión, de las artes me daba asco; mis puntos de vista, mi gusto, toda mi manera de pensar, con la cual yo en otro tiempo había sabido brillar como un hombre de talento
y
admirado,
estaba
ahora olvidada y en abandono y era sospechosa a la gente. Aunque en todas mis dolorosas transformaciones
hubiera 1547
Juan M. Taveras
ganado
algo
imponderable,
invisible caro
e
había
tenido que pagarlo, y una y otra vez mi vida se había vuelto más dura, más difícil, más solitaria y peligrosa. En verdad que no tenía ningún motivo para desear una
continuación
de
este
camino, que me llevaba a atmosferas
cada
vez
más
enrarecidas, iguales a aquel
1548
El Vendedor de Felicidad
humo en la canción de otoño de Nietzsche” “¡Ah, ya lo creo, yo conocía estos trances, estos cambios que el destino tiene reservados a sus hijos
predilectos
descontentadizos,
y
más
demasiado
bien los conocía! Los conocía como un cazador ambicioso, pero desafortunado, conoce las etapas de una cacería; como un viejo jugador de bolsa puede 1549
Juan M. Taveras
conocer
las
etapas
de
la
especulación, de la quiebra. ¿Habría de vivir yo todo esto ahora otra vez en la realidad? ¿Todo este tormento, toda esta errante miseria, todos estos aspectos de la bajeza y poco valor del propio yo, todo este terrible miedo ante la derrota, toda esta angustia de muerte? ¿No era más prudente y sencillo evitar la repetición de tantos 1550
El Vendedor de Felicidad
sufrimientos, quitándose de en medio? Ciertamente que era más sencilla y más prudente. Y aunque lo que se afirmaba en el folleto del lobo estepario acerca de los “suicidas” fuera así o de otra
manera,
nadie
podía
impedirme la satisfacción de ahorrarme, con ayuda del gas, la navaja de afeitar o la pistola, la repetición de un proceso, cuyo amargo dolor había tenido 1551
Juan M. Taveras
que gustar, en efecto, tantas veces y tan hondamente. ¡No!.. por todos los diablos, no había poder en el mundo que pudiera exigir de mi pasar una vez más por las pruebas de un encuentro conmigo mismo, con todos sus horrores de muerte, de una nueva conformación, de una nueva
encarnación,
cuyo
término y fin no era de ningún modo paz y tranquilidad, sino 1552
El Vendedor de Felicidad
siempre nueva autodestrucción, en
todo
caso
nueva
auto-
conformación. Y, aunque el suicidio fuera estúpido, cobarde y ordinario, aunque fuese una salida vulgar y vergonzante para huir de este torbellino de los salida
sufrimientos, hasta
cualquier la
más
ignominiosa, era deseable: aquí no había ya comedia de nobleza y heroísmo, aquí estaba yo 1553
Juan M. Taveras
colocado
ante
la
sencilla
elección entre un pequeño dolor pasajero
y
un
sufrimiento
infinito que quema lo indecible. Con frecuencia bastante en mi vida tan difícil y tan descarriada había sido yo el noble Don Quijote, honor
había a
la
preferido
el
comodidad,
el
heroísmo a la razón. ¡Basta ya y acabemos con todo ello!”
1554
El Vendedor de Felicidad
–Esas palabras.
son
tus
propias
Seguramente
las
pensaste en un momento en que en ti predominaba el hombre lleno de ansiedad y dudas. Los lobos no se suicidan Harry, aunque
también
sufren.
El
hombre sí, cuando su vida se vuelve
insoportable.
¿Y
después de un razonamiento tan profundo, que viene a mi caso como
anillo
al
dedo
para 1555
Juan M. Taveras
justificar
totalmente
mi
decisión, te atreves a decirme ahora que no me suicide? ¡No te entiendo Harry, no te puedo entender! –Mi respuesta la tienes en las palabras del emperador Adriano: Siempre hay un consuelo, una esperanza; alguna razón para vivir. Yo la encontré en el teatro mágico de la vida. La encontré cuando aprendí a jugar mejor el 1556
El Vendedor de Felicidad
juego de las figuras; cuando aprendí a reír. No lo olvides, gran
rey,
“El
que
busca
encuentra”. La figura de Harry, el Lobo Estepario,
volvió
a
empequeñecerse, se aproximó a la de Adriano, y ambas figuritas desaparecieron al regresar a los libros de donde habían salido, y cuyas hojas, alborotadas por el viento,
parecían
reírse
a 1557
Juan M. Taveras
carcajada. El rey contempló tranquilo el retiro de esos dos grandes espíritus, seguro de que volverían. Reflexionó durante al menos dos horas sobre las conversaciones sostenidas con Adriano y Harry, y su espíritu pareció tranquilarse. El sacrificio del Rey –Después
de
aquel
inolvidable encuentro –continuó el rey– y durante varios meses, 1558
El Vendedor de Felicidad
no pasó un solo día sin que algún
personaje
importante
reencarnara desde las hojas secas de alguno de mis libros y platicara animadamente durante horas y a veces durante noches enteras conmigo. Me habitué tanto a esos furtivos encuentros que sin darme cuenta, pospuse indefinidamente mis planes de suicidio. Mis
encuentros con
los espíritus que encarnaban al 1559
Juan M. Taveras
salir de los libros, como me había asegurado Filipo y los cuales venían en mi ayuda, coparon mi vida, enfriaron mis pensamientos y resultaron un verdadero consuelo que llenó el vacío profundo de mí amarga soledad. Empecé a sentirme vivo de nuevo y realmente feliz, si cabe la palabra. Pero un día ocurrió algo en la mansión que me quitó la paz 1560
El Vendedor de Felicidad
ganada
con
sorprendí
a
los uno
encuentros: de
mis
sirvientes tratando de escuchar mis
conversaciones
con
los
espíritus. Desde ese momento empecé
a
conveniencia
considerar de
la
quedarme
prácticamente solo en la isla. Me atormentaba la idea de que mis colaboradores creyeran que había
enloquecido
dado
mi
notorio afán de trancarme solo 1561
Juan M. Taveras
cada noche a conversar en alta voz con seres que nadie nunca veía. Era una decisión difícil. La pensé durante varios días y finalmente
me
decidí
por
devolver a tierra firme a los soldados que me protegían, y a ellos mismos regalé todos mis esclavos, a excepción de uno que había sido mi más fiel servidor por más de 50 años.
1562
El Vendedor de Felicidad
Durante meses, mi sirviente etíope y yo nos ocupábamos durante el día de las tereas necesarias para mantener algún orden en este lugar inmenso en que estas ahora, y por las noches me regocijaba con mis espíritus. Así pasaron meses de equilibrio mental envidiable. Sin embargo, las visitas de los espíritus de pronto se hicieron cada vez más
1563
Juan M. Taveras
esporádicas
y
al
final
desaparecieron por completo. Los espíritus se alejaron y regresó la pérfida dama gris a hacerme de nuevo compañía. Sentí a la amarga soledad penetrar las profundidades de mi ser, con el mismo encono con que entra en la carne una daga. Estaba
nuevamente
solo.
Más solo y aislado que nunca, porque en mi afán de ocultar a 1564
El Vendedor de Felicidad
toda costa la existencia de los misteriosos personajes que me visitaban, había ordenado la quema
de
las
góndolas
a
excepción de una que usaba para salir del lago y caminar, algunas veces, por tierra firme. Había ordenado también la destrucción de todos los puntos que daban acceso a mi dulce refugio a fin de que nadie me visitara ni nadie pudiera importunarme con 1565
Juan M. Taveras
nada relacionado con la marcha de mi reino en tierra firme, el que, hacía tiempo, había dejado de importarme. Deseaba estar solo con mis espíritus y la soledad me había complacido. A partir de entonces, mi única compañía era mi esclavo etíope. Pero una noche triste, mi fiel servidor, confidente y amigo, murió de repente y perdí mi única compañía y la única ayuda 1566
El Vendedor de Felicidad
de que disponía para mantener un poco de orden en esta enorme
mansión,
que
en
tiempos normales contaba con más de 30 sirvientes. Calmé en algo mi dolor – continuó el rey– con la ilusión nacida de la posibilidad de que mis espíritus tal vez regresarían. “Ahora
que
estoy
completamente solo –me dije– tal
vez
regresen
y
me 1567
Juan M. Taveras
acompañen
de
nuevo”
Esperanzado en su retorno, pase varios días sin salir un solo instante de mi recamara. Pero nada
ocurrió.
Fue
entonces
cuando decidí bajar cuántos libros pudiera de los estantes, abrirlos todos y desparramarlos por doquier, como lo ves ahora, esperanzado en que tal vez de esa
forma
los
espíritus
reaparecerían nuevamente. Pero 1568
El Vendedor de Felicidad
al cabo de un mes de espera, solo había conseguido que mi soledad y mi tristeza crecieran a niveles
intolerables
indescriptibles.
e
Entonces,
se
apoderó de mí un sufrimiento que las palabras no pueden expresar. Un dolor tan intenso y profundo como el sentido por Jesús en el huerto de Getsemaní, al sufrir la agonía de ser bajado de los
altares para
quedar 1569
Juan M. Taveras
reducido a la simple condición de hombre despojado de gloria y convertido en simple perdedor, como entendí estaba ocurriendo en los últimos tramos de mi existencia triste. Ya sin fuerzas –me dije, en tono sombrío– “todo acabó”, al tiempo
que
pensamientos
suicidas regresaban, ocupaban mi mente y suplantaban mi ser.
1570
El Vendedor de Felicidad
–Un día –continuó el rey– sentado en mi vieja mecedora frente
al
mar,
deliberaba
conmigo mismo sobre la fría y cruel soledad que me arropaba y de la triste realidad de que, a mis años, era yo un hombre sin futuro.
Me
irremisiblemente
sentí derrotado
y
arribé a la conclusión definitiva de que mi único camino era el suicidio. Pensaba en la forma de 1571
Juan M. Taveras
matarme cuando sentí que la silueta
de
Claudia
rosaba
nuevamente mi cuerpo. Creí verla emerger de las olas, caminar hacia mi llena de ternura y cruzar a mi lado, silenciosa y risueña como una rosa blanca en dirección a la mansión. Como sonámbulo, me levanté de la mecedora y la seguí con la mirada mientras su figura, 1572
alegre y
compasiva,
El Vendedor de Felicidad
parecía
diluirse
entre
las
sombras de los árboles. – ¡No te escondas mi amor! ¡No
te
vayas
de
nuevo!
¡Llévame contigo Claudia! Grité con tanta fuerza que perdí, por un
instante,
la
noción
del
tiempo. Volví en mi… frenético, y
como
loco,
la
busqué
ansiosamente en la sala, en la cocina, en la biblioteca, en las recamaras, en todos los rincones 1573
Juan M. Taveras
de la mansión y hasta
en el
rosal que cubría gran parte del inmenso jardín que había sido en vida el refugio favorito de mi amada. Pero no había rastro de ella. – “Dónde estás, por qué me huyes, por qué te escondes de mí, dónde estás…, dónde…” y repetí mil veces el mismo estribillo, prácticamente 1574
hasta sin
quedar aliento.
El Vendedor de Felicidad
Impotente, lloré con la pasión desenfrenada
de
un
niño
hambriento, hasta comprender que lo único que quedaba de Claudia, vivía en la imagen saturada de mi triste soledad. Reflexioné un instante. Caminé despacio
de
vuelta
a
la
mecedora. Me senté de nuevo frente al mar. Perdí la mirada en el horizonte y le dije al viento: “¿era ella verdad?
¡Y no lo 1575
Juan M. Taveras
niegues soldado trashumante! Porque indiscreto como eres, me adelantaste
su
fragancia
inconfundible y colmaste mis sentidos hasta que perdí la cordura”. Quedé
por
un
instante
pensativo y aun todavía hoy no puedo explicar por qué me sentí fugazmente iluminado por una luz
interior
que
parecía
explicarlo todo. ¡Qué pena! –me 1576
El Vendedor de Felicidad
dije–
eran
Fantasías
solo de
Reminiscencias
imágenes. la de
mente. mis
recuerdos. Puras sombras del viento. Luego, reflexioné más profundamente y pensé: “es que todo se reduce a un continuo diluirse entre ser y no ser. La vida es un sueño. Todo es mentira. Espejos falsos donde se reflejan nuestros anhelos y nada más. Y en ese mundo fantasioso 1577
Juan M. Taveras
mi vida se diluye en espesas sombras de incertidumbre y desesperanza. Veo todo y no veo nada. Sólo dormido o en medio de profundas reflexiones, percibo un efímero encuentro conmigo mismo y siento una paz que lo contesta todo. ¿De qué me sirve la vista si las imágenes que veo son falsas? ¿No sería mejor salir de ese mundo de sombras e imágenes 1578
El Vendedor de Felicidad
falsas en que he vivido siempre? ¡Tengo ojos, pero no veo! ¡Tengo
entendimiento,
pero
nada entiendo! Esa es mi trágica verdad.
¿Habrá
forma
de
conseguir la verdadera luz: la antorcha de los iluminados? “Algo me dice que en la obscuridad la encontraré” ¡Si, por Dios que sí, ya sé lo que haré!: No me mataré, pero me privaré de la vista. Haré como 1579
Juan M. Taveras
Jesús y Buda: un sacrificio supremo
para
debilidades
y
superar
mis
fortificar
mi
espíritu. Tal vez de esa forma encuentre
la
iluminación
y
detrás, la felicidad y la paz que he buscado eternamente”. Tambaleante se levantó el rey
de
su
mecedora.
Se
encaminó lentamente hasta su alcoba. Ató una cuerda desde su cama hasta la chimenea. Tomó 1580
El Vendedor de Felicidad
con su mano derecha un tizón prendido, se colocó frente al mismo
espejo
donde
había
contemplado el horror de la vejez y calmadamente aproximó el tizón poco a poco a sus ojos hasta que el intenso calor apagó su vista para siempre. Sintió el infierno en su cara y un dolor inmenso que derretía su cabeza, pero también un oculto regocijo que le anunciaba un encuentro 1581
Juan M. Taveras
definitivo con la paz y la felicidad añoradas. Se auxilió de la cuerda que había tendido con anterioridad y pudo volver a su recámara
con
los
parpados
cerrado y ardiendo como un volcán en ebullición. Se acostó en silencio a la espera de que cesaran el ardor y el dolor inmenso
que
lo
torturaban.
Ambos efectos lentamente se
1582
El Vendedor de Felicidad
calmaron y para cuando cesaron, ya el rey estaba dormido. Se despertó a media noche atacado por un viento frío y chillón que se deslizaba por dos ventanas que inexplicablemente se habían abierto. Decidido a enfrentar
al
intruso,
logró
ponerse de pie e intentó abrir los ojos, pero un peso enorme, una especie de pegamento adherido a sus parpados hinchados se lo 1583
Juan M. Taveras
impedían. Recordó entonces lo que había hecho y comprendió que
estaba
irremisiblemente
ciego. Mientras procuraba una solución
mental
que
le
permitiera cerrar las ventanas por donde un cortante viento se deslizaba como un bisturí en mano de un experto cirujano, escuchó
claramente
un
manantial de voces que, en tono alegre, parecían aproximarse. Se 1584
El Vendedor de Felicidad
esforzó por ver lo que ocurría, pero rápidamente comprendió que era inútil.
Una ráfaga
electrizante rozó su mente y pensó: “ahora, además de la triste vejez y de la soledad infinita, me acompaña también la ceguera…” Sus pensamientos se encaminaban a cuestionar lo que había hecho y a sembrar la perniciosa duda en su ser, cuando percibió que el frío y los 1585
Juan M. Taveras
gritos maliciosos del viento se aplacaban de repente. Advirtió luego que los pestillos de las ventanas
se
deslizaban
suavemente sobre sus rieles, al tiempo que la voz del viento se apagaba. Escuchó
entonces,
con absoluta claridad, la voz del emperador Adriano decirle: –
¡Bravo mi rey! con
tu
sacrificio
has
cumplido
tu
misión
y
ganado
la
1586
El Vendedor de Felicidad
inmortalidad. !El hombre ama a sus mártires! No se sorprendió de lo que oía porque estaba acostumbrado a la visita de los espíritus y ya conocía la voz de Adriano. Se sintió, sin embargo, lleno de gozo
y
inusitada.
con
una
Otros
vitalidad espíritus
emergieron de las hojas secas de sus viejos libros para alabar su sacrificio hasta que el rey quedó 1587
Juan M. Taveras
de nuevo dormido dibujando en sus labios una sonrisa inocente, que matizada por burbujas de colores
que
espontaneas
de
testimoniaban
brotaban su
interior,
que
había
encontrado al fin la paz y la felicidad
tan
arduamente
buscadas Despertó horas después con el canto alegre de los pájaros, que parecían contagiados por el 1588
El Vendedor de Felicidad
ambiente de dicha inusitada que se respiraba en la isla. Abrió, como hacia siempre, las cortinas de
su
habitación
para
contemplar la luz del nuevo día, pero recordó que era ciego. No se arrepintió de haberse privado de la vista. Más bien se regocijó de su sacrificio porque creyó que por ese motivo los espíritus habían regresado, y con ellos
1589
Juan M. Taveras
habían regresado también la fe y la esperanza en una vida feliz. Tal vez se engañaba y se había
sacrificado
cegado por una loca
en
vano ilusión.
Pero fe y esperanza son ciegas también o al menos invisibles. Los placebos, por la fuerza de la fe, hacen milagros con mayor frecuencia que los santos. No se sabe con exactitud que es la fe, pero es tan poderosa que mueve 1590
El Vendedor de Felicidad
montañas. Lo que importa al final, es creer en algo y el rey creyó en su sacrificio. Por eso, mientras
meditaba
sobre
el
alcance de lo que había hecho, sintió que su imaginación se iluminaba y pensó: “Ahora lo entiendo todo. El ser humano no puede vivir sin fe ni puede vivir sin esperanza. Si no crees, si no esperas algo, tu vida
se
volverá
vacía.
Se 1591
Juan M. Taveras
reducirá
a
significado.
un No
ahora
sin
importa
en
quién o en qué creas. Es preciso creer. En mi caso, –continuó el rey–
cuando perdí la fe y se
alejó de mí toda esperanza, mi vida se volvió vacía. No importa saber si la felicidad es un instante
de
éxtasis
o
un
prolongado estado mental capaz de eliminar el sufrimiento y la agonía de vivir. La iluminación, 1592
El Vendedor de Felicidad
la verdadera felicidad no es posible al que no cree. Con su mente copada por una sinfonía misteriosa que materializaba su fe con la fuerza invisible de poderosos espíritus, el rey, como un niño que adora a Santa Claus, se dijo satisfecho: –Mis Joel.
espíritus
¿No
puedes
regresaron verlos?
¡Míralos, están conmigo ahora! ¡Y ya nunca me abandonarán! 1593
Juan M. Taveras
Me
han
prometido
estar
conmigo siempre. Tengo fe en ellos. Y te puedo asegurar que son como dioses: están en todas partes, poseen inmenso poder y multiplican los panes y el vino a su antojo. Al menos así los percibo. Así lo creo y en esa creencia radica la fuerza de mi fe. Y esa fe, unida a la esperanza constituye
los
pilares
sólidos de la felicidad. 1594
más
El Vendedor de Felicidad
– ¿Aunque sean falsos los pilares en que se apoyen? – Cuestionó Joel– –En
lo
que
conscientemente
se
cree
jamás
se
cuestiona. –Ripostó con firmeza el rey– Y si se cuestiona, es por las dudas. Y duda y fe son incompatibles. religiosos primeros
Los
deberían en
líderes ser
comprender
los la
imposibilidad de sostener la fe 1595
Juan M. Taveras
ocultando la verdad. La fe solo puede edificarse y sostenerse sobre
la
verdad.
Recuerda
siempre a San Francisco de Asís Joel. Ese iluminado enseñó: “dónde haya duda, que lleve yo la fe”. Pero, para asegurar la supremacía de la fe sobre la duda, agrega: “y dónde haya error que lleve yo la verdad”. Se expresó
1596
así,
para
dejar
El Vendedor de Felicidad
claramente sentado que donde hay duda no puede haber fe. –No olvides nunca Joel que fe y esperanza constituyen los pilares
más
sólidos
de
la
felicidad; y que, si bien es tu deber indeclinable apartar la realidad de la fantasía y el mito de la verdad, no dejes nunca de soñar
porque
perder
la
equivaldría esperanza.
a Y,
finalmente, te puedo asegurar 1597
Juan M. Taveras
que si ayudas a una sola persona a tener fe y esperanza, no habrá vivido en vano”. Asumes como tuyas estas verdades y serán felices tú y todos los que compren tu mercancía. Y esto ha sido todo. Me he sentido muy a gusto en tu presencia y créeme que me gustaría
seguir por
siempre
conversado contigo. Pero es hora 1598
de
marcharte.
Debes
El Vendedor de Felicidad
regresar de inmediato a la casa mágica, porque afuera tus gentes te buscan y están decididos a todo para encontrarte.
1599
Juan M. Taveras
1600
El Vendedor de Felicidad
34
1601
Juan M. Taveras
Apremiado por la tormenta inminente anunciada por el rey, el banquero abandonó presuroso la mansión sin despedirse del rey ciego. Abordó nuevamente la
misteriosa
góndola
que
operaba sin tripulantes visibles, cruzó el apacible lago y regresó a la puerta por donde había penetrado a la fabulosa Isla del Rey Ciego. La abrió e ingresó de nuevo al casón. Notó en 1602
El Vendedor de Felicidad
seguida que la gran luminosidad que antes le impidió regresar a sus
habitaciones
había
desaparecido. Se sorprendió a tal punto que intentó dar marcha atrás pensando que se había equivocado de puerta. Giró el manubrio, la abrió de nuevo, pero ya no había isla. Ahora la habitación era una más de la casa mágica con su pequeño escritorio y el mismo viejo 1603
Juan M. Taveras
letrero: LA FELICIDAD ES UN ESTADO MENTAL. Revisó con detenimiento el lugar y concluyó razonando que no se había equivocado. Se dirigió de inmediato a sus habitaciones, tomó una ducha de agua caliente, se rasuró, se vistió y cuando estaba listo para regresar al salón de clases, recordó que los extraterrestres le habían 1604
informado que sería
El Vendedor de Felicidad
avisado del momento en que podía regresar. El banquero sabía que estaba de regreso de un idílico sueño que extrañaba mucho. Sabía que existían algunas contradicciones entre las enseñanzas de los alienígenas y las enseñanzas salidas de la historia del rey ciego. Después pensaría en eso. Lo que más le interesaba ahora, era saber cuánto tiempo había 1605
Juan M. Taveras
pasado en la fantástica isla en la grata
compañía
de
aquel
venerable anciano cargado de sublimes mensajes sobre las grandes y variadas querellas existenciales que marcan la vida de cada uno de nosotros. Buscó su celular y notó que había un montón de llamadas perdidas cuyas entradas los extraterrestre habían permitido la mayoría de las cuales provenientes de su 1606
El Vendedor de Felicidad
esposa y del banco. Intentó comunicarse, pero no había señal. Se dio cuenta, entonces, que era la 1.33 minutos de la madrugada del día miércoles 3 de
noviembre
horrorizado:
¡oh
y
pensó
Dios!,
he
pasado más de 30 horas en ese extraño lugar sin que me diera cuenta. “¡Es
miércoles
de
madrugada! ¡Vaya! Tengo una 1607
Juan M. Taveras
semana
fuera
de
Santo
Domingo, cinco días sin saber nada del banco y, lo peor de todo: desde el viernes de la semana pasada no me comunico con mi esposa. Sara y toda mi familia
han
desesperados.
de
estar Debo
comunicarme rápidamente con ella y con Ben Torrijos o se formará un problema de grandes proporciones 1608
que perjudicará
El Vendedor de Felicidad
enormemente al banco. “Debo evitarlo” – se dijo – “¿Pero cómo? Si los extraterrestres no están aquí ahora para desactivar el campo de fuerza que impide toda
comunicación
con
el
exterior. Mi única opción sería salir afuera, tomar mi carro e irme a ahora mismo. ¡Pero!.. ¿Y entonces?
Todo
este
gran
sacrificio por saber si se puede comprar la felicidad habría sido 1609
Juan M. Taveras
inútil. Todo el bello proyecto de convertirme en vendedor de felicidad se frustraría y jamás llegaría a saber si es o no posible ser feliz. Y lo más importante:
consolidar
los
conocimientos adquiridos. Reflexionó unos minutos y concluyó que no debía irse. “Esperaré hasta mañana, seguro de que el sol saldrá de nuevo y de que la tierra seguirá girando” 1610
El Vendedor de Felicidad
Luego se acostó y durmió plácidamente lo que restaba de esa noche.
1611
Juan M. Taveras
35
Entre Fouché
tanto, y
sus
el
coronel hombres,
convencidos de la inutilidad de 1612
El Vendedor de Felicidad
irse al bosque la noche del martes, decidieron hospedarse en el hotel Matún. Al cabo de una hora, bajaron al restaurant a cenar y trazaron la estrategia a seguir para el siguiente día apoyados en la única pista que tenían a mano. A las 6:45 a.m., del siguiente día, miércoles 4 de noviembre, justo
a
la
despertaba,
hora Fouché
que
Joel
y
sus 1613
Juan M. Taveras
hombres estaban ya camino a Tamboril. Siguiendo las instrucciones del chofer de la grúa, les fue fácil
encontrar
framboyán,
que
al
hermoso
todavía
en
otoño, se mantenía coronado de flores, resistiendo el mandado de
las
estaciones
que
le
ordenaban despojarse de su aureola sin par. Se estacionaron bajo su sombra notando al 1614
El Vendedor de Felicidad
instante que justo frente al árbol había una piedra manchada de aceite,
que
les
indicaba
claramente que fue desde allí que el Cadillac fue remolcado. Echaron un vistazo en derredor y comprobaron a simple vista que en el lugar solo había árboles.
Al
contemplar
fríamente el solitario lugar, los tres
hombres
se
miraron
desconcertados y gesticulando, 1615
Juan M. Taveras
retorcían sus bocas, en señal de que
las
dudas
cuestionamientos
y
los
estaban
en
dominio del ambiente. El tercer hombre, al que apodaban Sansón, levantó de pronto sus dos brazos como cuestionando al cielo sobre aquel enigma incontestable. Y sin
esperar
respuesta
a
la
pregunta que flotaba indiscreta en el fresco aire de aquella 1616
El Vendedor de Felicidad
mañana otoñal, dijo en voz tan alta que Joel, invisible tras el holograma de la casa mágica, lo escuchó perfectamente: “¿Qué demonios buscaba por estos lares el presidente del banco? Porque a no ser que estemos equivocados de lugar, esto no tiene sentido. Aquí no hay ni alacranes”. –Sé lo que estás pensando – dijo el coronel. 1617
Juan M. Taveras
–Y yo también –secundó Alex. –Sugiero no precipitarnos – dijo Fouché– Y después de un breve e intrigante silencio, agregó: – sugiero nos separemos y demos una vueltecita escudriñadora por los alrededores, porque no estoy convencido de que no haya nadie
viviendo
por
aquí.
Estamos a penas a unos tres 1618
El Vendedor de Felicidad
kilómetros del poblado y sería muy extraño que este lugar esté deshabitado. Acordaron nuevamente
alejarse del
framboyán,
caminar al menos un kilómetro en línea recta y dejar una señal visible del sitio donde cada uno debía doblar a la derecha. El coronel marcaría su punto con el uno, Sansón con el dos y Alex con el tres. De esa suerte 1619
Juan M. Taveras
regresarían
al
framboyán
después de haber caminado en círculo, dibujando en su paseo, una especie de triangulo que les permitiría peinar la zona por completo. Regresaron al cabo de 30 minutos pero con las manos vacías.
Esta
vez,
tampoco
encontraron nada. – ¡Les dije que por aquí no hay ni alacranes! ¡Oh nobles 1620
El Vendedor de Felicidad
barones de Gurabo!– bromeó Sansón, con una de sus cejas arqueada y la otra en suspenso, mientras
cuestionaba
todo
aquello, con sus ojos saltones y picarescos. –Es ahora –intervino Alex– cuando
la
pregunta
inicial
adquiere un tono desquiciante y misterioso. Si por aquí no viven ni alacranes, como bien dice Sansón. ¿Qué buscaba por estos 1621
Juan M. Taveras
apartados lares nuestro tozudo presidente? – ¡Estamos bien feo para la foto! –dijo Sansón en tono de chanza. –Pensemos –dijo el Coronel, mordiéndose los labios en señal de que el asunto empezaba a mortificarlo.
Seguramente
se
nos ha escapado algo. A menos, y en verdad lo dudo, que la esposa del señor Presidente me 1622
El Vendedor de Felicidad
haya mentido y su marido sea capaz de jugar dados en los montes y de volverse invisible para jugar al amor escondido. Tal vez –dijo Sansón algo sonreído– las mujeres siempre mienten. Es posible que el señor Presidente tenga un idilio o ¡quién sabe si el hombre es adicto a las brujerías, y su esposa, por lo embarazoso de la
1623
Juan M. Taveras
confesión,
haya
preferido
ocultarlo! –No me parece –dijo Alex– he observado bien de cerca a ese hombre y no tiene aspecto de mujeriego,
aunque no me
atrevo a descartar que sea adepto a las brujerías. Esa actividad es muy popular entre los ricos. Aun así, la verdad es que no me imagino al señor Presidente leyéndose la tasa, o 1624
El Vendedor de Felicidad
en compañía de alguna loca echándose la baraja dizque para saber su futuro. –Nunca
se
sabe
–dijo
Sansón– Trujillo, el gran jefe, creía más en las brujerías que en los santos y le gustaban más las mujeres que el dinero.
Y no
aparentaba ni una cosa ni la otra. Uno suele equivocarse al juzgar a los demás.
1625
Juan M. Taveras
–He considerado y sopesado lo que están pensado –dijo el coronel, con el rostro un tanto sombrío– y si bien mi profesión me aconseja no guiarme de apariencias, les puedo asegurar que en mi mente he repasado varias veces el video de mi conversación con doña Sara y no encuentro nada sospechoso en sus palabras. No creo que ella tuviera razones para mentirme. 1626
El Vendedor de Felicidad
–Sea lo que sea –intervino de nuevo Sansón– aquí hay gato entre macuto. Y lo digo, porque si el señor Presidente estuviera por estos “lares” al menos habríamos encontrado su carro. ¿No creen ustedes? –Nuestro problema –dijo el Coronel– es que no tenemos ninguna otra pista, al menos por el momento. La
investigación
apenas está comenzando, pero 1627
Juan M. Taveras
recuerden que debemos dar con el paradero del presidente a más tardar mañana a las tres de la tarde. La tarea, pues, se agiganta y el tiempo se acorta. –Se me ocurre –interrumpió Alex– que debemos reunirnos con el chofer de la grúa aquí mismo, si es posible, para que nos aclare algunas cosas. – ¿Cómo cuáles? –intervino el Coronel. 1628
El Vendedor de Felicidad
–Podríamos indagar sobre el chofer del carro destartalado que llevó al Señor Presidente al banco. Esa persona lo recogió en algún lugar que lógicamente no
era
podríamos
aquí.
Y
arribar
por
ahí
a nuevas
pistas que nos ayuden a resolver este rompe cabezas. –Me parece muy atinada tu ocurrencia.
1629
Juan M. Taveras
Contactaron por teléfono al chofer de la grúa que en ese preciso momento llegaba de Puerto Plata y le ofrecieron pagarle una buena suma si venía de inmediato al lugar de donde había rescatado el Cadillac del señor
Presidente.
El
gruero
refunfuñó alegando que estaba cansado pero finalmente aceptó reunirse con los sabuesos y en 45 minutos, Fouché y sus 1630
El Vendedor de Felicidad
hombres estaban reunidos con el chofer de la grúa debajo del frondoso
framboyán
naturaleza
que
la
subrepticiamente
utilizaba para ser testigo, ante las generaciones futuras, del intenso
drama
que
allí
se
desarrollaba. –Era estaba
aquí el
preámbulo
mismo donde
carro el
–dijo
sin
gruero,
al
momento de apearse de su grúa 1631
Juan M. Taveras
– ¡Qué más puedo decirles! Ya lo saben ustedes todo. Estoy cansado y deseo regresar de inmediato
para
recostarme
algunas horas. Se encaminaba de nuevo hacia la grúa cuando Sansón le bloqueó el camino y le dijo: –Te estás
olvidando del
dinero que te ofrecimos para que vinieras aquí. Si te vas ahora no te pagaremos. Será mejor que te 1632
El Vendedor de Felicidad
tranquilices y nos digas lo que sabes
del
Cadillac
que
remolcaste hasta las oficinas del banco en Santiago. ¿Y a qué viene esa pregunta? –Cuestionó
el
gruero
visiblemente indignado. ¡A
que
desaparecido! Alex–
el
Cadillac
ha
–interrumpió
Se lo quitaron de la
mano al señor con quien tú
1633
Juan M. Taveras
hablaste en el banco y deseamos recuperarlo. –Pero… ¡pero yo no tengo velas en ese entierro! –dijo el gruero cambiando de color– Yo solamente llevé el carro al banco y eso fue todo. Yo no sé nada de ese carro. –Te
creemos
–intervino
Fouché– –Entonces, retirar? 1634
¿Me
puedo
El Vendedor de Felicidad
–No
sin
antes
contestar
algunas preguntas. Después te pagaremos
lo
convenido
y
podrás retirarte en paz. Serán solo un par de minutos. Te lo prometo. Bien, ¿qué desean saber? – dijo más calmado y confiado el gruero– – ¿Cómo fue que a obscuras pudiste localizar el carro en este
1635
Juan M. Taveras
bosque
solitario?
–cuestinó
Alex– –Porque Domingo me trajo hasta el cruce del río y me dijo que el señor del banco había salido de esta parte del bosque y le había dicho que el carro estaba
frente
flamboyán
de que
conservaba sus flores.
1636
un
gran
todavía
El Vendedor de Felicidad
–Pero era de noche –dijo Sansón– y por aquí no hay ni cocuyos que alumbren. –Me limité
a seguir
el
camino vecinal y con las luces de la grúa divisé fácilmente el carro, que luego remolqué hasta el banco. – ¿Y quién es Domingo? – preguntó el coronel–
1637
Juan M. Taveras
–El chofer del carro público que llevó al señor al banco en Santiago. – ¿Qué relaciones tienes tú con
Domingo?
–preguntó
Sansón– –Lo conocí el día que dejé de ser chofer de carro público. Yo manejaba la misma chatarra que Domingo
maneja
ahora
y
gracias a Dios pude salir de esa vaina. 1638
El Vendedor de Felicidad
–
¿Sabes
dónde
vive
Domingo? –No sé su dirección exacta, pero creo que vive aquí mismo, en Canca la Piedra Abajo. Tengo conmigo el número de su celular. Si lo desean pueden llamarlo.
Él
seguramente
vendría si se lo piden y, claro, si le pagan por venir. Domingo es muy interesado y no cree en nadie con sus cuartos. Él repite 1639
Juan M. Taveras
todo el tiempo que “por la plata baila el mono”, y así actúa. Llamaron
al
taxista.
Le
ofrecieron pagarle si venia de inmediato y en 20
minutos
habían cinco hombres y tres vehículos debajo del obcecado framboyán. Y de inmediato se inició la conversación en torno a la supuesta desaparición del Cadillac.
1640
El Vendedor de Felicidad
– Señores–dijo el taxista de entrada–nunca en mi vida había estado en este lugar hasta este momento y, obviamente, no fue aquí donde recogí al pasajero. – ¿Y dónde lo recogiste? –En el colmado que está al final de la calle antes de cruzar el río hacia acá. –Supongo que estabas en la zona y el pasajero te llamó.
1641
Juan M. Taveras
–Supone usted muy mal caballero, porque lo que ocurrió fue que alguien me detuvo en la ruta de taxis y me dijo que había un pasajero que deseaba ir a Santiago de inmediato. – ¿Conoces a la persona que te detuvo en la ruta de taxis? –No. Pero supongo que el empleado
del
colmado
lo
conoce y me atrevo a decir que conoce también al pasajero, 1642
El Vendedor de Felicidad
porque cuando fui a recogerlo, tuve que esperar que terminara de tomarse un refresco que ingería
mientras
conversaba
animadamente con la persona del
colmado.
Me
dio
la
impresión de que se conocían por mucho tiempo. Lo que estoy diciendo a ustedes ahora, se lo había contado al chofer de la grúa cuando el vino a recoger el carro averiado 1643
Juan M. Taveras
–El gruero asintió. El chofer de taxis explicó, durante el interrogatorio, que ese día a eso de las 5:00 de la tarde, un gordiflón lo había solicitado para recoger a un amigo, muy importante, según dijo, cuyo carro se le había averiado y deseaba regresar a Santiago de inmediato. Cada vez que me acuerdo de la persona que 1644
me
abordó,
me
dan
El Vendedor de Felicidad
escalofríos. Era tan gordo el pobre hombre, que casi no cabía por la puerta de atrás de mi taxis y
cuando
finalmente
logró
ingresar al carro y sentarse, sentí como si mi viejo carro se desarmara.
Vi
al
gordo
sonreírme cuando unas tres cuadras más adelante, me señaló al pasajero que esperaba y me dijo: “ya llegamos. Tu carro, milagrosamente, se ha salvado”. 1645
Juan M. Taveras
El pasajero abordó en seguida mi
carro
y
noté
que
al
despedirse intentó dar dinero al gordo, pero éste lo rechazó y oí cuando dijo: “gracias, guarde su dinero que para eso son los amigos”. De ahí deduje que se conocieran
de
antes.
Me
sorprendió que se conocieran por la disparidad de los dos hombres. Pero como eso no me importaba, puse mi auto en 1646
El Vendedor de Felicidad
marcha y arranqué dejando al gordo con la palabra en la boca. Cuando llegué a Santiago, me pidieron que esperara hasta que llegara una grúa que iría de inmediato a recoger un carro averiado que se encontraba en los alrededores de donde había tomado al pasajero y ellos deseaban que yo lo llevara a ese sitio para facilitar el hallazgo del carro. Esperé un buen rato hasta 1647
Juan M. Taveras
que llegó la grúa. Me pagaron. Y eso fue todo. No tengo nada más que informar. Con
las
declaraciones
bastante precisas del chofer del carro público, Fouché entendió que
sus
posibilidades
de
localizar a Joel, o al menos entender qué buscaba por esos extraños lugares, estaban en buen
1648
camino.
Calculaba
el
El Vendedor de Felicidad
siguiente paso cuando sonó su celular. ¡Aló! Respondió en seguida. –Es Sara, la esposa del Presidente del banco, Coronel. Me había abstenido de llamarle, pero no pude más. Los nervios me están destrozando. –Me da mucho gusto oírla Señora, pero no puedo ni debo hablar
de
estas
cosas
por
teléfono. No olvide usted la 1649
Juan M. Taveras
discreción acordada y el hecho de que en nuestro país las paredes tienen ojos y los montes oídos. – ¿No puede usted, al menos informarme algo que alivie mi cruel tormento? –Nunca me adelanto a los acontecimientos ahora
entiendo
investigación
1650
señora.
Por
que
la
avanza
El Vendedor de Felicidad
satisfactoriamente. Pero es todo lo que puedo decirle. –Es usted cruel coronel. –Lo lamento señora.
La
llamaré tan pronto tenga algo concreto que informarle. Sara colgó abruptamente el teléfono. Estaba muy agitada. Hubo una pausa que Alex rompió diciendo: –Sugiero que salgamos de aquí y hablemos con la persona 1651
Juan M. Taveras
del colmado cuanto antes. Esa persona es clave para seguir la pesquisa. El coronel asintió, y sin mostrar
signo
alguno
de
preocupación por la actitud de la esposa del presidente del Banco DLF, se dirigió, sin tardanza y junto a sus dos compañeros, al colmado
donde
esperaban
encontrar nuevas pistas.
1652
El Vendedor de Felicidad
1653
Juan M. Taveras
36
Eran las 11:00 de la mañana de
aquel
miércoles
4
de
noviembre y durante todo el día, Joel
había
permanecido
inmovilizado
en
sus
habitaciones de la casa mágica a la 1654
espera
de
que
los
El Vendedor de Felicidad
extraterrestres
lo
invitaron
nuevamente a clases. Escuchaba movimientos, ecos de voces dentro de la casa y un impulso incontenible por averiguar su procedencia porque sentía la necesidad
de
comunicarse
urgentemente con su esposa y con los funcionarios del banco para evitar las complicaciones que
se
prolongada
derivarían ausencia.
de
su Pero 1655
Juan M. Taveras
entendía que no debía ignorar la recomendación de Ajnacom y que debía esperar. El
tiempo
pasaba
y
la
inquietud de Joel crecía. Desde muy temprano de esa mañana, creyó escuchar la voz del jefe de seguridad del banco vocear: “Alex, Sansón, vuelvan que esto está desierto”. Y creía haber escuchado también la voz de Sansón. Al principio no dio 1656
El Vendedor de Felicidad
importancia a lo que escuchaba porque creyó que eran juegos de su imaginación en cierne. Pero le extrañaba y mortificaba cada vez
más,
el
que
los
extraterrestres no se hicieran presentes pese a lo avanzado de la
mañana.
Su
creciente
inquietud lo empujó a acercarse a la única puerta que existía en la casa mágica, pero cuando intentó abrirla para salir al 1657
Juan M. Taveras
bosque a despejar dudas, se percató
de
que
era
inútil.
Percibió, cuando regresaba a sus habitaciones,
que su
emocional descomponiendo
se
estado estaba
mientras
su
mente se escapaba y subía a orbitas desconocidas, como si se tratara de un globo inflado con helio. Sus pensamientos rosaban de nuevo los frágiles dinteles del desconcierto y las dudas, en 1658
El Vendedor de Felicidad
tanto la mente afiebrada del banquero echaba mano de su capacidad creadora para formar nuevas ideas desconcertantes. ¿Qué estará pasando? –se decía con el corazón acelerado– “Los alienígenas no acaban de regresar; oigo las voces del equipo de seguridad del banco y sé que rondan por el bosque, pero
no
puedo
constatarlos
porque la única puerta de salida 1659
Juan M. Taveras
está bloqueada y, para colmo, mi celular no tiene señal”. La verdad es que no me esperaba lo que está ocurriendo y no sé qué hacer”. Estaba en camino de dejarse apresar
por
pensamientos
destructivos, cuando percibió el palpitar ansioso de un destello de luz, que se esforzaba por abrirse laberinto 1660
pasó de
a
través
del
su
mente
en
El Vendedor de Felicidad
penumbras y escuchó como una voz misteriosa decir a sus oídos: “si te dejas engañar por los pensamientos, todo lo que has aprendido no te servirá de nada. El
momento
no
es
para
preocuparse, sino para pensar” Y, alentado por el eco de esa voz
interior,
se
acomodó
calmadamente en un sillón de su habitación
y
empezó
a
reflexionar: 1661
Juan M. Taveras
“Si las voces que escuché eran, como casi estoy seguro, las de mis hombres de seguridad, entonces
gentes
del
banco
estarían en el bosque, muy cerca de este lugar, buscándome como aseguró el Rey Ciego. Ahora bien
Joel,
de
ser
así,
si
realmente eran ellos, habrían encontrado mi carro y sabrían que estoy en algún lugar de este bosque. El que ellos no vieran 1662
El Vendedor de Felicidad
mi carro, el cual está parqueado ahí fuera a la vista de todos, debajo de un hermoso y florido framboyán, solo indica que no eran ellos, salvo que los caras diamante, con todo el poder que tienen, hayan ocultado mi carro y también la casa mágica. ¿Por qué Ajnacom, aseguró, con la certeza de un dios, que nada ni nadie podría
encontrarme a
menos que ellos lo permitieran? 1663
Juan M. Taveras
Ellos lo pueden todo y su poder es inconmensurable. Son como dioses. De manera que todo lo que está pasando es obra de mis instructores y de nadie más. Serenado
por
estas
reflexiones fugases, se paró del asiento; caminó de ida y vuelta todo el extenso pasillo de la casa mágica, y como librando una épica batalla consigo mismo, pensó: “¡Sii!” ¡Eso, eso es Joel! 1664
El Vendedor de Felicidad
Todo lo que está ocurriendo aquí
es
extraterrestres. probando!
obra
de
¡Me Ellos
los están
lo
han
descompuesto todo y ellos lo arreglaran. En consecuencia, no debo preocuparme. ¡Lo que debo hacer es pensar y esperar! Ahora estoy seguro de que el asunto de mi desaparición, o mejor dicho de mi ausencia,
1665
Juan M. Taveras
tendrá solución conforme a los hechos. Yo supongo… “Es hora de regresar a clases”. Se escuchó nítida la voz de Ajnacom. Tembló Joel de arriba abajo, porque justo cuando arribaba a la conclusión de que todo lo que estaba
ocurriendo
era
obra
exclusiva de los extraterrestres, escuchó el llamado a clases. Satisfecho del manejo que había 1666
El Vendedor de Felicidad
dado a la confusa situación en que se encontraba, ingresó al salón
de
esperaba
clases, una
donde docena
lo de
sonrientes cara de diamante, todos tan parecidos entre sí, que solo podían distinguirse por los distintivos que llevaban en los hombros de sus respectivas vestimentas.
1667
Juan M. Taveras
Ajnacom arrancó como lo había
hecho
siempre:
sin
preámbulo y dijo: –El propiamente
entrenamiento, dicho,
ha
concluido. Creemos que posees el conocimiento necesario para llevar a feliz término tu misión y que, de ahora en adelante, serás el único amo de tu destino. Desde ahora, y junto a los maestros que me acompañan, 1668
El Vendedor de Felicidad
utilizaremos lo que queda de este último día, para repasar algunos aspectos importantes de lo que pudo captar tu mente en relación al caso de la Isla del Rey Ciego. Luego, te daremos un
paseíto
por
nuestras
instalaciones en la Luna y Marte y
te
mostraremos
nuestro
sistema de producir alimentos en los invernaderos subterráneos altamente
sofisticados
que 1669
Juan M. Taveras
hemos desarrollado en esos dos lugares. Mañana podrás irte a casa y retornar a tus negocios, si es lo que deseas. La decisión sobre lo que harás en el futuro será enteramente tuya. No lo olvides Joel: eres el único amo de tu futuro. Tú construyes tu propio destino. –Supongo –intervino Joel– que están enterados de todo lo 1670
El Vendedor de Felicidad
que está aconteciendo como resultado de mí prolongada ausencia. –Por supuesto. Y sabemos de la
prisa
que
tienes
por
comunicarte con los tuyos. –Lo que más deseo ahora es comunicarme con el banco y luego con mi esposa. Eso me facilitará las cosas. –Adelante. Puedes hacerlo ahora mismo, si lo deseas. 1671
Juan M. Taveras
Joel encendió su celular, comprobó que había señal y llamó primeramente al Banco. Ben recibió la llamada en su número directo y escuchó la voz de su jefe explicarle a grandes rasgos, sin detalles precisos, lo que había sucedido y por qué había
preferido
llamarlo
primeramente a él. Le dio seguridades de que todo estaba normal y de que no había razón 1672
El Vendedor de Felicidad
alguna
para
alarmarse.
Le
aseguró que al día siguiente estaría de vuelta y de que, si se presentara
cualquier
inconveniente, el propio Ben sería el primero en saberlo. Pidió ejecutivo,
al
vicepresidente ocuparse
personalmente de calmar a su nerviosa esposa y ordenó que de inmediato
paralizaran
su
búsqueda puesto que ya todo 1673
Juan M. Taveras
estaba aclarado. Se comunicó luego con su esposa. El drama por teléfono resultó corto, pero intenso
y
cargado
recriminaciones.
La
conversación repentinamente
de
terminó cuando
Sara
aseguró a su marido, que si no regresaba a más tardar el jueves en la tarde, era porque estaba secuestrado o en compañía de alguna 1674
amante
y
que
ella
El Vendedor de Felicidad
actuaría en consecuencia. Joel conocía muy bien a su mujer; sabía que no amenazaba en vano. Trató de calmarla, pero no pudo. „‟Te llamo luego‟‟ -dijo finalmente Joel- y cortó
la
llamada, alegando que la señal era muy débil. Los bloquearon
extraterrestres de
nuevo
las
comunicaciones y procedieron a revisar junto a Joel los puntos 1675
Juan M. Taveras
más
importantes
del
entrenamiento. Al final de la tarde, volaron en dirección a la luna para iniciar un corto paseo por las instalaciones mantenidas por ellos en algunos puntos del sistema solar.
1676
El Vendedor de Felicidad
37
Para el momento en que Joel hablaba por teléfono con su esposa, Fouché y sus hombres, acompañados por los choferes de la grúa y del taxis, indagaban con el dueño del colmado sobre la identidad del gordinflón. Del interrogatorio
obtuvieron
la
información de que el hombre no vivía en Canca la Piedra, sino 1677
Juan M. Taveras
en
Samaná
y
que
venía
eventualmente de visita al lugar donde se encontraban, cada dos o tres meses, a fin de pasar algunos días con su madre que padecía un cáncer terminal. El Coronel y sus hombres habían salido del colmado y ordenaban
las
informaciones
recibidas a fin de tomar la próxima acción a seguir, cuando entró una llamada de Ben 1678
El Vendedor de Felicidad
Torrijos, quien informó, risueño y contento, que acababa de recibir una llamada del propio señor
Presidente del Banco
DLF, asegurándole que todo estaba bien
y que al día
siguiente regresaría a Santo Domingo. Los tres hombres se miraron con
picardía.
maliciosamente
Sonrieron evidenciando
que para ellos, el presidente del 1679
Juan M. Taveras
banco
nunca
dificultad
estuvo
y
que,
por
en el
contrario, la había pasado muy, pero muy bien durante ese tiempecito
en
que
estuvo
supuestamente desaparecido. No estaban del todo satisfechos con el desenlace virtual que había tomado
el
convencidos
caso, de
pero que
si sus
investigaciones andaban por el camino correcto. 1680
El Vendedor de Felicidad
Fouché
y
sus
hombres
habían abordado su carro para emprender el regreso a la capital dominicana, cuando el celular del Coronel timbró de nuevo. Esta vez era doña Sara quien, más alterada que nunca pedía, o mejor dicho ordenaba, a Fouché que
por
abandonara
nada la
del
mundo
investigación,
porque el hecho de que su marido no quisiera decir a nadie 1681
Juan M. Taveras
el lugar donde se encontraba, ni con quién o quiénes estaba, solo indicaba que estaba secuestrado o en compañía de alguna odiosa fémina. Así las cosas, el coronel llamó a Ben Torrijos, le habló de la conversación con doña Sara y pidió instrucciones. -–Por mi parte –dijo Ben desde la otra línea– debe usted detener 1682
la
investigación
de
El Vendedor de Felicidad
inmediato como ha ordenado nuestro presidente. Sin embargo, la actitud de doña Sara complica el asunto. Le recomiendo hacer lo que esté a su alcance de suerte que la señora crea que la investigación continúa. Fouché echaba chispas. Se sentía
extremadamente
incómodo por encontrarse en una situación anómala y poco profesional. Consultó con sus 1683
Juan M. Taveras
hombres
y
decidieron,
sin
ningún entusiasmo, quedarse en Santiago hasta el día siguiente a fin de asegurarse de que el presidente
del
banco
reapareciera
como
había
prometido a Ben Torrijos. Volvieron, sin prisa, al Hotel Matún; se registraron de nuevo y más tarde bajaron a cenar como lo habían hecho la noche anterior y mientras lo hacían 1684
El Vendedor de Felicidad
decidieron
analizar
pormenores
del
concluyendo
que
los caso,
todos
los
indicios ubicaban al presidente del banco en los alrededores del colmado de Canca la Piedra. Arribaron a la conclusión de que, sin importar el lugar ni la naturaleza dudosa o, en todo caso,
muy
extraña
de
las
actividades en la que pudo haberse involucrado el señor 1685
Juan M. Taveras
Presidente del banco durante los días que estuvo desaparecido, estaba claro que el asunto no era grave. Al despuntar el nuevo día los sabuesos
se
dirigieron
sin
pérdida de tiempo a Canca la Piedra ansiosos por llegar al desenlace del confuso y extraño caso. Llegaron antes de la siete de la mañana y se estacionaron frente al colmado donde habían 1686
El Vendedor de Felicidad
estado el día anterior. Mientras esperaban, confiados en que sus premoniciones en cuanto al sitio por
donde
presidente
reaparecía
del
acertadas,
el
banco,
eran
engulleron
un
suculento desayuno de morcilla, salami, butifarra, queso frito, tostones
y
otras
frituras
sabrosas, pero nada aconsejable para la buena salud.
1687
Juan M. Taveras
Sansón, dueño de un humor tosco que exhibía y usaba sin sonrojo alguno, aseguraba, con singular convencimiento, que la extraña desaparición del señor Presidente del banco se debía, única y exclusivamente a que, en su afán de resolver el problema de su banco, se había internado
en
esos
lejanos
montes en busca de un brujo haitiano, 1688
sacerdote
del
El Vendedor de Felicidad
vuduismo, recomendado
que
le su
había muy
distinguido colega don Armando Gotón, especialista en partir pescuezos y en salir airoso de los trances más enrevesados. –A mí me aseguraron – intervino Alex sin contener la risa– que don Armando Gotón, cuando algún político o alguien de la competencia lo importuna, se va directo al santuario de Ti 1689
Juan M. Taveras
Noel,
el
viejo
y
temible
hechicero haitiano, que conoce como nadie la técnica de clavar alfileres, cuyos puyazos son sentidos en carne propia por la persona
a
quien
el
gran
banquero quiere castigar. De manera que no es de dudar que nuestro desaparecido presidente se haya atravesado en alguno de los grandes negocios de don Armando, y ese felino banquero, 1690
El Vendedor de Felicidad
lo
haya
castigado,
desapareciéndolo por algunos días, con la ayuda de las tenebrosas manos de Ti Noel. –Esos brujos haitianos hasta te matan por encargo, –remató Sansón– muerto de risa, dando aquiescencia al comentario de Alex. El momento era de franca distención y hasta el coronel intervino
en
la
chercha, 1691
Juan M. Taveras
aconsejando
no
jugarse
ni
subestimar nunca al vudú, la religión madre de la santería practicada, desde hace más de 5,000 Yoruba
años,
por
las
originarias
de
tribus las
cercanías del gran delta del inmenso rio Níger de África. “No se atrevan –sentenció con énfasis Fouché–
a tomar a
juego esa vaina del vudú. Lo digo porque estuve varios años 1692
El Vendedor de Felicidad
de puesto en las cercanías de Quanamithe, un pueblo haitiano fronterizo con nuestro país, y pude apreciar que los brujos y sacerdotes grandes
del
vudú
poderes.
tienen
Tuve
la
oportunidad de presenciar unos ritos donde se estaba iniciando a una sacerdotisa mediante fuertes rituales y ceremonias religiosas, por medio de las cuales se invocaban a obscuros espíritus 1693
Juan M. Taveras
de
la
tenebrosa
santería
practicada por los haitianos con el fin de atraer sus conjuros para mejor o destruir amoríos y fortunas, enviar
interpretar hechizos,
protección
y
crear
situaciones
con
sueños, invocar terribles propósitos
diversos, desde hechizos de amor hasta conjuros de muerte. El precio a pagar por lo que se quiere es alto. ¿Pero quién sino 1694
El Vendedor de Felicidad
los ricos, grandes empresarios, peloteros, banqueros, gentes de la
farándula
privilegiados
de
y
otros
la
fortuna,
podrían pagar el alto precio de tan obscuros servicios? Conozco bien al señor Fuertes y tengo mis dudas sobre la posibilidad de que nuestro hombre esté bajo el embrujo de algún hechicero haitiano, pero la idea no es del todo descartable. 1695
Juan M. Taveras
1696
El Vendedor de Felicidad
38
El tema del vudú, de los brujos y de la santería Yoruba continuó,
con
su
embrujo 1697
Juan M. Taveras
caribeño, en dominio de la conversación, hasta que Sansón voceó de repente: – ¡Se los dije caballeros! ¡El hombre estaba de cacería de brujos! ¡Observen su carro! Está más limpio y brillante que cuando salió de las manos de sus fabricantes. ¡Y observen a su
conductor,
el
señor
Presidente del banco!.. ¡Luce tan rozagante que cualquiera 1698
El Vendedor de Felicidad
diría que acaba de salir de un salón de belleza! Las miradas estupefactas de Alex y el Coronel, se posaron sobre el flamante auto de Joel Fuertes, que cruzaba de regreso el pequeño riachuelo que había dejado atrás el día que regresó a la casa mágica. Fouché llamó de inmediato a doña Sara para informarle que tenían a su esposo y que regresarían de 1699
Juan M. Taveras
inmediato a Santo Domingo. Era jueves 5 de noviembre a las 3:31 minutos de la tarde. Los tres hombres no salían de su asombro. La intensidad del sobresalto sufrido por ellos al
divisar
la
silueta
inconfundible
del
flamante
Cadillac
del
Presidente
del
Banco DLF emerger de entre aquellos bosques solitarios que ellos mismos habían peinado 1700
El Vendedor de Felicidad
minuciosamente el día anterior, sin
encontrar
sencillamente Estaban
era
inenarrable. aturdidos
desconcertados. concebir,
nada,
ni
No mucho
y podían menos
imaginar en qué lugar pudo permanecer durante casi una semana Joel Fuertes, donde no había nada, ni siquiera un rustico
bohío
que
pudiera
1701
Juan M. Taveras
servirle de cobija. El bocado era duro y difícil de digerir. El desconcierto en torno al misterio
que
desaparición
envolvía
la
ahora
la
y
aparición de Joel Fuertes, rebasó el límite de lo razonable cuando Fouché
y
sus
hombres
comprobaron que el presidente del
Banco
estaba
impecablemente vestido, recién rasurado, perfumado, contento y 1702
El Vendedor de Felicidad
de tan buen semblante, que era preciso descartar de plano toda posibilidad de que su estadía en esos lugares solitarios, fuera por razones ajenas a su voluntad. Los lograban
tres
hombres
reponerse
asombro.
de
no su
Permanecían
paralizados, absorto cada uno en descifrar el colosal misterio, no ya
de
la
desaparición
y
reaparición del señor Presidente 1703
Juan M. Taveras
del Banco DLF, sino de las razones que lo habían llevado y mantenido en
esos
bosques
agrestes durante más de 140 horas seguidas. Escarbaban aun en los basureros insondables del misterio, cuando el banquero cruzó finalmente el pequeño riachuelo
y
estacionó
su
Cadillac, último modelo. Se desmontó
tranquilamente.
Saludó a los hombres que lo 1704
El Vendedor de Felicidad
aguardaban impacientes y luego se dirigió a la bodega donde había estado una semana antes. Saludo y se despidió de su dueño
con
notable
afecto.
Abordó de nuevo su auto y emprendió el regreso a Santo Domingo coronel
en
compañía
Fouché,
que
del para
entonces tenía la certeza de que en todo esto había algún tipo de
1705
Juan M. Taveras
magia o al menos un enredo de factura femenina. Durante el trayecto de Canca la Piedra a Santo Domingo, Fouché, más empecinado en satisfacer su morbo que en la propia conclusión del extraño caso, hacia cuanto podía por sacar
del
banquero
alguna
información que desvelara el intrincado
secreto
de
su
aventura. Pero todo resultaba 1706
El Vendedor de Felicidad
inútil.
Joel
siempre
se
la
ingeniaba para evadir el tema. Sabía
que
el
empecinado
coronel no lo entendería. Agotada ya la imaginación de Fouché y empantanado el escarceo en un punto muerto, el audaz guerrero lanzó un último y
desesperado
ataque,
al
atreverse a preguntar de repente: “señor, mis hombres y yo hicimos lo posible por dar con 1707
Juan M. Taveras
su paradero y no pudimos. Nos sentimos
avergonzados
por
haber fallado en encontrar el lugar secreto donde usted se refugió
mientras
estuvo
desaparecido. Le ruego perdone mi atrevimiento, pero, ¿podría usted indicarme el lugar exacto de su escondite?” Joel lo miró con el rabo del ojos e interpretando el alcance de 1708
sus
aviesas
palabras,
El Vendedor de Felicidad
contestó, lacónicamente: ¡Por ahí!.. Y sugirió que no se hablara más del asunto. Las
elucubraciones
sin
aumentaron
al
temperatura
del
respuestas máximo
la
confundido cerebro de Fouché. Estaba furioso y vacilante frente a la actitud de Joel. Pero no tenía opción. Lo prudente era callar.
1709
Juan M. Taveras
Los
otros
dos
hombres,
recorrieron
todo el trayecto
analizando
un
montón
de
posibilidades en procura de adivinar en qué mágico lugar pudo ocultarse el presidente del banco si ellos mismos habían comprobado habitaban inquieto
que ni
allí
no
termitas.
El
Sansón
mantuvo,
durante todo el trayecto, su jocosa tesis de que el presidente 1710
El Vendedor de Felicidad
del banco, mientras permaneció desaparecido, estuvo siempre bajo los embrujos de Ti Noel quien, según las malas lenguas, seguía vivito y coleando, pese a tener más de 250 años de edad. Se decía que el tenebroso brujo haitiano, había ido a parar a las lomas de los Amaceyes desde aquel día del año 1802, en que los odiados agrimensores de Toussaint Louverture, lo habían 1711
Juan M. Taveras
expulsado de su habitad. Pero antes, Ti Noel había aprendido las técnicas del vudú, que le permitían
desaparecer
y
reaparecer cuando lo deseara y las
de
transformarse
en
serpiente, en fiero toro salvaje, en mansa paloma, en gato barcino o en ponzoñoso alacrán. Y desde Canca la Piedra hasta las lomas de Villa Trina no constituía un secreto para nadie 1712
El Vendedor de Felicidad
el que el viejo brujo vendía sus grandes
conocimientos
tenebrosas
ciencias
en
ocultas,
especialmente a los ricos, a políticos,
a
uno que otros
peloteros y a gente de la farándula, quienes disfrazados de
inocentes
campesinos,
visitaban el santuario oculto de Ti Noel y pagaban lo que éste pidiera por sus servicios de la más tenebrosa y pérfida brujería. 1713
Juan M. Taveras
De otro lado, Alex, siempre acucioso y pensativo, había llegado a la conclusión de que si el presidente del banco no había sido víctima de algún misterioso conjuro femenino, solo quedaba suponer
que
alguna
nave
alienígena lo había capturado y llevado, con carro y todo, a dar un paseíto por algunos de los planetas y satélites de nuestro sistema solar. De todas maneras, 1714
El Vendedor de Felicidad
nada
parecía
explicar
convincentemente
la
desaparición, por varios días, del
destacado
banquero.
Quedaban demasiadas preguntas sin respuestas. Navegando, pues, en esos mares
sin
fondo
de
las
especulaciones, llegaron a Santo Domingo pasadas las cinco de la tarde del jueves 5 de noviembre.
1715
Juan M. Taveras
Joel fue directo a su casa. Hizo a su esposa un breve recuento de los hechos que le habían impedido regresar el día programado. Tomó un par de días para poner sus asuntos al día y desde entonces, hasta el momento de su renuncia a la presidencia del Banco DLF, había dedicado su tiempo, casi exclusivamente, en relatarme, muy cuidadosamente, la magna 1716
El Vendedor de Felicidad
aventura que vivió, dentro de un antiguo casón en las afueras de Tamboril, junto a unos extraños seres con cara de diamante, que técnicamente
le
lavaron
el
cerebro. El hecho es que mi amigo, Joel Fuertes, a causa de un acontecimiento
inesperado,
había sufrido una trasformación mental tan profunda, que no deseaba seguir siendo banquero. 1717
Juan M. Taveras
De hecho, estaba firmemente convencido de que seres con cara de diamante, lo habían escogido, de entre los casi siete mil millones de almas que pueblan el planeta tierra, para transformarlo en VENDEDOR DE FELICIDAD. Estaba tan seguro Joel de sus designios
y tan
firmemente
decidido a cumplir la misión para la cual creía haber sido 1718
El Vendedor de Felicidad
elegido por los extraterrestres, que arribó a la convicción definitiva de que sus funciones de presidente del Banco DLF eran,
hasta
cierto
punto,
incompatibles con lo que se proponía hacer en el inmediato futuro,, todo lo cual, en el fondo, Fuertes,
constituía como
para para
Joel doña
Concha, la buena señora que decidió emplear su fortuna y su 1719
Juan M. Taveras
vida para salvar burros, su gran encuentro
con
la
felicidad,
porque mi amigo, tal vez no lo sabía, pero sentía, en lo más hondo de su ser, que dedicando su vida a vender felicidad, colmaría
sus
sentimientos
altruistas. Y por eso decidió escribir un libro, porque deseaba contar la historia de lo que le había ocurrido y explicar al mundo 1720
el
porqué
de
su
El Vendedor de Felicidad
dramática decisión de dejar la presidencia de su banco para convertirse en Vendedor de Felicidad. No creo, (y ahí voy a meter la cuchara donde no debo, porque yo fui contratado para escribir un libro, no para opinar) que a mi amigo Joel, le haya ocurrido lo que al caballero de la triste figura y que, a causa del mucho
leer
sobre
filosofía, 1721
Juan M. Taveras
religión,
ciencias,
temas
motivacionales, así como de tanto pensar en la repentina crisis de su banco, se le haya secado el cerebro hasta perder el juicio por completo, y que sea esa la razón que lo haya empujado a dejar su banco para dedicarse
a
impensable. acontecido
una Lo
a
actividad que
mi amigo
ha el
banquero ¡me parece a mí!!! ¡Y 1722
El Vendedor de Felicidad
sigo de entremetido!, encaja mejor en aquel pensamiento inspirador de Albert Einstein: “Algo solo es imposible hasta que alguien lo dude y acabe probando lo contrario” Y a Joel, a causa de la experiencia, se le ocurrió que podía y debía probar
al
mundo
que
sin
conocimiento no hay felicidad y que la ignorancia constituye el principal
enemigo
de
la 1723
Juan M. Taveras
infelicidad a que todos los pueblos tienen natural derecho. Además
queridísimos
lectores, es preciso admitir que cuando una idea se filtra hasta los
últimos
pliegues
del
entendimiento humano, como parece haber ocurrido a mi amigo Joel en el presente caso, el pensamiento se petrifica; se vuelve
indisoluble.
Y
es
entonces, cuando el cerebro 1724
El Vendedor de Felicidad
impone una decisión definitiva que nada ni nadie puede cambiar jamás. Joel creyó que en su encuentro con los extraterrestres había encontrado la verdad y estaba dispuesto, no solo a seguir sus luminosos senderos, al precio que fuera, si no a enseñar a los demás el nuevo camino, que conduciría a todos al mundo mágico de felicidad que su mente había recreado 1725
Juan M. Taveras
como respuesta a la experiencia vivida en la fantástica casa mágica. “Estoy convencido de que la felicidad está al alcance de todos” –me había comentado varias veces Joel- para terminar asegurando, que la felicidad nunca ha sido ni será un regalo de los dioses sino un producto del
conocimiento
voluntad.
1726
y
de
la
El Vendedor de Felicidad
De manera que, cuando Joel invitó a los accionistas, a los miembros del directorio, a los empleados del Banco DLF, a directores
de
comunicación personalidades
medios y
a del
de otras país
dominicano y presentó formal renuncia a la presidencia de su banco para dedicarse a tiempo completo a lo que, entendía él, era
la
más
grande
misión 1727
Juan M. Taveras
encomendada jamás a un simple mortal de carne y hueso, estaba en
pleno
dominio
de
sus
facultades mentales y sabía muy bien lo que quería y haría en el futuro. Mi amigo el banquero, estaba plenamente convencido de que “El saber Vence a la Ignorancia”
y
dispuesto,
consecuentemente, a probar al mundo que la gran tragedia de la humanidad era la manipulación 1728
El Vendedor de Felicidad
a que la mayoría es sometida por falta de conocimiento. Sólo yo sabía y nadie más, ni siquiera su amadísima esposa, de los planes de Joel Fuertes, de dejar sus funciones en un banco del que había sido fundador, del que era accionista mayoritario y presidente
de
directores,
para dedicarse a
promover
la
nuevas
junta
de
ideas
relacionadas con la felicidad y el 1729
Juan M. Taveras
conocimiento. Yo mismo traté de persuadirlo para que no dejara su banco, pero todo resultó inútil.
1730
El Vendedor de Felicidad
1731
Juan M. Taveras
EPILOGO
Constituyó, sin dudas, una enorme
sorpresa
que
dejó
perplejos e incrédulos a todos, cuando
aquella
noche,
Joel
fuertes pronunció, ante todos sus invitados, el siguiente
Discurso de despedida
1732
El Vendedor de Felicidad
Amigos: Cuando se ha sido banquero y hombre de negocios durante toda la vida, se termina por alcanzar un pragmatismo que nos
enseña
a
desarrollar
actitudes y pensamientos que valoran, sobre todo, la utilidad y el valor práctico de las cosas. Por
eso,
esta
noche
al
presentarme ante ustedes bajo la influencia de ideas que, como 1733
Juan M. Taveras
un virus, en este caso milagroso, han invadido y están ahora en total control de mi mente, me temo que mi viejo pragmatismo pueda traicionarme. De todos modos, intentaré
librarme no
solo de mi pragmatismo sino del montón
de
convicciones
y
creencias que se han filtrado lentamente en mi cerebro y han alcanzado hasta el último pliego de 1734
mi
entendimiento,
El Vendedor de Felicidad
robándome, en gran medida, mí libertad,
mí
autentico
albedrío,
como
libre
seguramente
ocurre con cada uno de ustedes. Dentro de mi carpeta de memoria empresarial, me viene a la mente ahora un hecho ocurrido
a
una
empresa
farmacéutica de la cual era yo miembro del directorio. Esa empresa lanzó al mercado un producto de belleza que había 1735
Juan M. Taveras
sido muy exitoso en Estados Unidos
y
Europa.
En
su
promoción se gastaron millones, pero el producto de no se vendía. Convocado el directorio para
analizar
la
causa
del
fracaso en la venta del producto, el
jefe
de
mercadeo
dijo:
“cometimos un error al lanzar el producto al mercado anunciando que su composición química era excelente. El público ve siempre 1736
El Vendedor de Felicidad
con sospecha todo producto de belleza que esté elaborado con químicos. nuestro
Debimos producto
colocar bajo
la
consigna de que era natural” “Usted tiene razón” –dijo el Presidente de la empresa– “esa es la respuesta. ¿Por qué no pensamos en esto antes?”. “Eso pensé también yo – me dije en el momento– pero 1737
Juan M. Taveras
solamente lo pensé y no sé por qué lo callé” Ese incidente, amigos míos, me enseñó a tener fe en mis pensamientos.
Y
desde
entonces, expongo mis ideas sin temor,
porque tengo fe en lo
pienso. George Washington, en un discurso pronunciado en los albores de la independencia de 1738
El Vendedor de Felicidad
Norteamérica, dijo: “De todas las facultades y hábitos que conducen a la prosperidad, la religión y la moralidad son apoyos indispensables... Ellos constituyen los dos grandes pilares
de
la
felicidad
humana… Pedid a todos que se pregunten sencillamente ¿dónde está
la
seguridad
para
la
prosperidad, la reputación, la vida,
si
el
sentido
de
la 1739
Juan M. Taveras
obligación religiosa deserta los juramentos
que
son
los
instrumentos de la investigación en las cortes de justicia?.. No creo que la moralidad pueda mantenerse sin la religión… (Fin de la cita) Tal vez esas ideas no caben en el mundo de hoy. Para valorizar en su justa medida el pensamiento Washington 1740
de
George
consideremos
lo
El Vendedor de Felicidad
siguiente: cuando él habló en esos
términos,
la
velocidad
media era de 30 km/h y, a esa velocidad,
para
viajar
de
Filadelfia a la recién fundada capital de Estados Unidos, a tiro de buey, se tomaba de 10 a 15 días, y muy rápido, viajando en tren o en diligencia, se tomaba aproximadamente
10
horas.
Ahora, en un jet convencional se puede recorrer la distancia en 20 1741
Juan M. Taveras
minutos,
y
a
la
velocidad
máxima alcanzada hasta hoy por el hombre, la distancia se vence en solo 13 segundos. ¿Qué es lo que indica todo esto? Que todo lo que antes gobernaba nuestras ideas, ha sido
borrado
por
advenimiento de un
el mundo
nuevo, donde la ciencia está en camino
de
responder,
fehacientemente, todos nuestros 1742
El Vendedor de Felicidad
viejos
cuestionamientos.
Las
creencias fundamentales de la humanidad
acerca
de
la
naturaleza del mundo y de su lugar en el universo son asuntos cotidianos
que
entienden
y
aceptan hoy hasta los imberbes e iletrados, y todos ven esos hechos,
con
ponderación
y
realismo, como manifestaciones de las grandes fuerzas que están detrás de todas las cosas. De ahí 1743
Juan M. Taveras
la
conveniencia
practica
de
corregir nuestro entendimiento, de educar para la felicidad, a fin de guiar nuestras acciones con base
a
comprobadas
las y
realidades no
sobre
elucubraciones fantasiosas. Es, sin duda, una creencia acerca de la naturaleza de las cosas, la que determina que África y Haití persistan aún en gastar sus energías tocando tambores y 1744
El Vendedor de Felicidad
haciendo trucos infantiles para espantar a los malos espíritus. Sucedió lo mismo en la Europa medieval que dedicó mil años de sus energías a prepararse para el fin del mundo y por poco su fantasía se vuelve realidad, pero no por decisión de los dioses que era la música que se tocaba entonces,
sino
porque
abandonaron todos sus deberes y actividades normales para 1745
Juan M. Taveras
atender
predicamentos
religiosos
sin
sentido
ni
fundamento alguno. Al hombre actual
le
es
imposible
acomodarse a las ideas que sustentaban
el
mundo
de
Washington; un mundo donde no se había mundializado las comunicaciones ni existía el mundo
virtual
computadoras.
de El
las cambio
experimentado por el hombre 1746
El Vendedor de Felicidad
durante los últimos años, ha sido nuestra gran herencia y será nuestro futuro. Sustraerse al cambio y vivir en el obscuro pasado
del
religioso
y
dogmatismo de
la
ciencia
alquimista, sería como negar la existencia del sol, como ocurrió durante miles de año, cuando la luz sólo brillaba minoría
para
una
manipuladora
y
depredadora,
hasta
la
feliz 1747
Juan M. Taveras
llegada de la era de la lustración, que lo cambió todo. Y fueron, conforme enseña la historia, las guerras religiosas y
la
intolerancia
que
caracterizaron a los siglos XVI y XVII, los que sirvieron de feliz pretexto a la naciente Era de la Ilustración para zafarse de la tutela impuesta por absurdos dogmas religiosos y por la terquedad de un poder político 1748
El Vendedor de Felicidad
hegemónico y corrompido, que constituían, de hecho, trabas impúdicas contra la era en gestación, que procuraba la aplicación del método científico a la comprensión de todo lo relacionado con la vida humana. Se buscaba imponer la luz del conocimiento sobre el obscuro manto de la ignorancia, cuando surgió Emmanuel Kant, y con su grito de guerra: ¡Muerte a la 1749
Juan M. Taveras
ignorancia!
¡Viva
el
conocimiento y la ilustración! encendió
la
tea
del
conocimiento y sentó las bases para
derrotar
al
empirismo
religioso e iniciar un cambio, una nueva era que pudiera probar que la ilustración; que el saber,
podía
definitivamente
derrotar a
la
ignorancia. Y fue así como, bajo el lema: “¡Atrévete a 1750
El Vendedor de Felicidad
conocer! ¡Ten el valor de usar tu propia inteligencia!, ”los líderes de la ilustración estrenaron el cambio que abrió las puertas a la actual era del conocimiento. ¿Se cumplieron las metas de la
ilustración?
movimiento objetivos
¿Alcanzó sus
de
el
magnos derrotar
definitivamente a la ignorancia? ¿Pudo la ilustración suprimir al fetichismo mitológico, liquidar 1751
Juan M. Taveras
al fanatismo religioso y sentar las bases de una cultura libre de aberraciones fantasiosas?
A
juzgar por la realidad actual de nuestro mundo la ilustración no ha consolidado su meta. Por eso, nuestros ancestros alienígenas han regresado al planeta Tierra, según
se
narra
en
el
VENDEDOR DE FELICIDAD, al objeto de revivir la Era de la Ilustración 1752
y
suprimir
El Vendedor de Felicidad
definitivamente el dogmatismo, venga de donde venga y sea cual que sea su naturaleza. Y han vuelto también para ayudarnos a implantar el método de educar para la felicidad. Juan Jacobo Rousseau, fue otro de los grandes precursores de
la
Ilustración.
Con
su
“Emilio” replanteó la educación procurando adecuarla a la era del
conocimiento.
Pero 1753
Juan M. Taveras
Rousseau escribió también otro libro: “El Contrato Social”. El título del libro importaba poco, pero
su
contenido
estaba
destinado a transformar el modo de pensar prohijado, controlado y dirigido por una monarquía rancia y desfasada, por un código ético acomodado a los intereses
de
las
clases
dominantes y por una oligarquía religiosa que amasaba un poder 1754
El Vendedor de Felicidad
ilimitado, burlando de la fe de sus creyentes aprovechándose, sin sonrojo alguno, en su falta de conocimiento. En aquellos tiempos, “El Contrato Social” lo transformó todo. Igual meta persigue en nuestros tiempos, “EL
VENDEDOR
DE
FELICIDAD” Un buen amigo, no tan célebre
como
Juan
Jacobo
Rousseau, escribió también un 1755
Juan M. Taveras
libro y el prologuista de la obra, consideró
su
contenido
tan
crudo, que lo tildó de “desnudo y
desnudante”.
palabras!
¡Impactantes
¿Verdad,
señores?
Pero insuficientes para medir lo que ha sucedido recientemente con mi código ético, con mi visión de la filosofía, con mis viejas creencias religiosas, con mi visión general del mundo y, sobre todo, con mi visión en 1756
El Vendedor de Felicidad
torno a la felicidad y su relación con el conocimiento. Y es esa la causa de mi presencia ante ustedes esta noche. En resumen, a causa de mi encuentro con los extraterrestres, volé, en unas horas, de un remoto y obscuro pasado al mundo del presente; al mundo del conocimiento, al de los teléfonos celulares, al de la computación, al de la era digital, al de la descodificación del 1757
Juan M. Taveras
genoma humano, al de las células
madres,
al
de
los
trasplantes de órganos, al de los viajes interestelares, en fin: a un mundo de luces resplandecientes que nos librará por siempre del miedo
inducido
sufrimiento
y
y
del
miserias
existenciales a que la religión nos tiene acostumbrados. A consecuencia de todo ello, ahora puedo afirmar que conozco el 1758
El Vendedor de Felicidad
verdadero sendero a la felicidad. Por eso me presento hoy ante ustedes para comunicarles mi decisión,
tal
vez
mi
loca
decisión,
de
abandonar
mi
profesión de banquero para seguir, a partir de hoy, los pasos a Juan Salvador Gaviota. Un fuerte murmullo se escuchó
en
“¿Seguir
los
el
gran
pasos a
salón. Juan
Salvador Gaviota?” ¿Pero?... 1759
Juan M. Taveras
Ninguno de los presentes parecía entender a qué se refería Joel,
con
esa
inesperada
expresión de “seguir los pasos a Juan Salvador Gaviota”. El banquero evocó una leve sonrisa. Esperó a que las aguas regresaran
a
sus
cauces
y
continúo: La expresión de Kant: “¡Ten el valor de usar tu propia 1760
El Vendedor de Felicidad
inteligencia!” Equivale a “¡ten el valor de pensar!”. Y fue justo lo que hizo Juan Salvador Gaviota: un día se decidió a pensar con su propia cabeza y su vida
cambió
por
completo
porque Juan Salvador Gaviota aprendió a volar. Y aprendió, como he aprendido yo, y como espero aprendan todos ustedes, a volar con sus propias alas.
1761
Juan M. Taveras
El
pensar,
carísimos
hermanos míos, ha sido siempre la máxima aspiración de la filosofía. Pero no el pensar en los términos de la célebre expresión latina “cogito ergo sum” con que René Descartes intentó, en vano, desvelar lo insondable. Al pensar que me refiero, es al que responde a la más sublime lección de la filosofía: 1762
al
pensar
El Vendedor de Felicidad
cuestionándolo todo; dudando de
todo;
¡atreviéndose
a
conocer! ¡Piensen! ¡Vuelven
¡Cuestionen! a
pensar!
Y
entenderán por qué resulta tan difícil al hombre encontrar el camino
a
la
felicidad.
Entenderán que la mayoría de nosotros no sabe volar y no puede, en consecuencia levantar altos vuelos ¿Quieres volar alto? 1763
Juan M. Taveras
¿Quieres perfeccionar tu vuelo? ¿Deseas un real encuentro con la felicidad?: ¡Apóyate en las alas del conocimiento! ¡Imitas a Juan Salvador Gaviota! ¡Aprendes a volar! Aristóteles postulaba que la felicidad mayor se encuentra en la práctica constante de las virtudes éticas. Y a decir verdad, todos los pueblos que han alcanzado 1764
la
verdadera
El Vendedor de Felicidad
grandeza, lo han hecho sobre los hombros, no de la religión, sino de la ética como principio básico, seguido de la integridad, la
responsabilidad,
la
puntualidad, el respeto a las leyes y el respeto al derecho ajeno… entre otros principios fundamentales
del
armazón
ético. No en vano Martin Luther King, pronunció estas lapidarias palabras: “No me preocupa el 1765
Juan M. Taveras
grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más preocupa es el silencio de los buenos” Si yo callara lo que he dicho en el VENDEDOR DE FELICIDAD, estoy seguro de que las piedras gritarían por mí. Sin dejar de admitir que el mismo desconcierto que en nuestros días afecta a la ética, alcanza 1766
igualmente,
a
la
El Vendedor de Felicidad
religión, a la filosofía, a la moral, a la educación y, en menor medida, a la propia ciencia, particularmente a las llamadas ciencias sociales, es preciso reconocer que la mayor tragedia que carga el hombre actual
es
su
falta
de
conocimiento. En consecuencia, con el libro que narra mi encuentro
con
los
extraterrestres, no solo pretendo 1767
Juan M. Taveras
dejar
constancia
de
las
enseñanzas que transformaron mi vida, sino demostrar también que educar para la felicidad equivale a sacar al hombre del pantano
tenebroso
de
la
ignorancia y reorientarlo hacia fines superiores. Al llegar a este punto de mi discurso, muchos de ustedes se han de estar preguntando: ¿y qué 1768
puede
hacer
un
solo
El Vendedor de Felicidad
hombre, en este caso Joel Fuertes,
para
definitivamente dogmatismo
romper con
religioso
el y
reencausar al hombre por el camino del conocimiento?: Joel calló un instante. Un profundo silencio arropó por completo al gran salón. El murmullo de una brisa sutil, era el
único
eco
perceptible. 1769
Juan M. Taveras
Entonces
el
disertante
respondió: ¡Empuñaré
las
viejas
armaduras del más conocido de los caballeros andantes; vestiré mi traje de VENDEDOR DE FELICIDAD y me lanzaré
a
cumplir la misión para la que he sido
escogido,
apoyado
firmemente en mis ideas de que educar
para
la
felicidad
constituirá el gran paradigma 1770
El Vendedor de Felicidad
que orientará
la acción del
hombre durante los próximos 1000 años! Los hechos prueban, sin ninguna duda, que el hombre actual
continúa
virtualmente
alienado por la religión y otras enseñanzas empíricas que lo alejan del conocimiento y lo mantienen atado al fetichismo religioso y a la ignorancia. De ahí la importancia del libro que 1771
Juan M. Taveras
hoy pongo en vuestras manos: trata de la felicidad y su relación con el conocimiento. Y ayudará a todos a emprender nuevos vuelos en tornos a la felicidad y a
librarse
seculares
de
las
impuestas
cadenas por
la
fantasías que por miles de años nos han vendido o impuesto los manipuladores de siempre para mantenernos
de
rodillas
encadenados a la ignorancia. 1772
y
El Vendedor de Felicidad
No
deseo
prolongar
innecesariamente este discurso de despedida que nada puede agregar
al
contenido
del
VENDEDOR DE FELICIDAD. Por
tanto,
sólo
me
resta
presentar mi renuncia definitiva e irrevocable a mi posición de Presidente del Banco DLF.. Al escuchar esta frase, un fuerte murmullo se desató, como trueno infernal, entre los cientos 1773
Juan M. Taveras
de presentes, impidiendo al disertante continuar su discurso. ¿Por qué, se preguntaban muchos, va a dejar su banco para abrazar una extraña y tal vez descabellada aventura? ¡Es absurdo lo que dijo Joel! ¡Eso no puede ser verdad! Voceaban otros.
1774
El Vendedor de Felicidad
¿Se habrá vuelto loco el presidente del banco?
Era la
pregunta de la mayoría. Para accionistas, directores, empleados,
y
aun
para
la
mayoría de los periodistas e invitados especiales, la decisión del
Presidente,
fundador
y
principal accionistas del Banco DLF, de renunciar a todo, para convertirse
dizque
en
VENDEDOR DE FELICIDAD, 1775
Juan M. Taveras
les parecía insólita, descabellada e incompresible. Joel se mantuvo en silencio, hasta que el murmullo se apagó por completo, y prosiguió: Les decía, que tendré que renunciar a mis funciones en el banco para dedicarme a viajar por todo el mundo llevando a todos
las
buenas
nuevas
contenidas en el libro que en 1776
El Vendedor de Felicidad
breve
tendréis
en
vuestras
manos. Deseo precisar, antes de concluir, que mi decisión de dejar el banco para promover el mensaje
del
Vendedor
de
Felicidad, no es, de ninguna manera, para salir a vender al pregón
promesas
falsas
de
salvación de almas, ni placebos milagrosos
para
curar
enfermedades psíquicas y físicas 1777
Juan M. Taveras
que
solo
pueden
ser
efectivamente combatidas por la ciencia. Lo que intento con el presente libro es vender una idea profundamente razonada
que
pruebe, fehacientemente, que la felicidad es un estado mental y que está, por consiguiente, al alcance de todos los que estén dispuestos a pagar su precio descontaminando sus mentes y desaprendiendo el montón de 1778
El Vendedor de Felicidad
absurdos que han hecho sus vidas desgraciadas. El libro sobre El vendedor de Felicidad, no es un panfleto más sobre la felicidad ilusoria que resulta de llevarse bien con los dioses, ni tampoco de la felicidad que nace de emociones pasajeras
que
inevitablemente,
se
diluyen,
como
agua
entre los dedos, sino de la felicidad
que
nace
del 1779
Juan M. Taveras
conocimiento y del control de la voluntad. Concluyo, pues, mi breve discurso
de
ratificando
que
despedida, desde
hoy
renuncio a la Presidencia del Banco DLF y me proclamo Vendedor de Felicidad. Hoy empieza mi ministerio. ¡Y ya vendo felicidad!
1780
El Vendedor de Felicidad
Soy Salvador
ahora,
como
Gaviota,
un
Juan ave
solitaria que anuncia al mundo, con su primer vuelo, la llegada de un nuevo amanecer. Mi vuelo de ahora es solo un comienzo. El que las ideas aquí expuestas puedan o no destruir para siempre los muros de la fantasía mitológica y orientar al hombre
hacia
la
felicidad 1781
Juan M. Taveras
fundada en el conocimiento, está en vuestras manos. ¡Vosotros seréis mis jueces! Me
someto,
reverentemente
pues, a
vuestro
veredicto, que será también el veredicto de la historia. He aquí mi aporte a la era del conocimiento. He aquí mi sacrificio. Desde hoy, abandono, como Siddhartha, mi cómoda 1782
El Vendedor de Felicidad
vida para dedicarme a mostrar a todos el verdadero sendero a la felicidad. Gracias, buenas noches y espero disfruten de la historia narrada en el VENDEDOR DE FELICIDAD, que como verán, es irrepetible Terminado el discurso de despedida, a cada uno de los presentes se les obsequió un 1783
Juan M. Taveras
ejemplar del ameno cuento de Richard Bach, “Juan Salvador Gaviota”. Todos
los
asistentes
adquirieron un ejemplar “Del Vendedor de Felicidad”.
FIN DEL PRINCIPI
1784
El Vendedor de Felicidad
El Vendedor De Felicidad
JUAN M. TAVERAS
International Windmills Edition California - USA – 2011
1785
Juan M. Taveras
1786
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