El Vendedor de Felicidad

February 11, 2018 | Author: Justin Watson | Category: Donkey, Happiness & Self-Help, Insanity, Knowledge, Ecclesiastes
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El Vendedor de Felicidad

1

Juan M. Taveras

El Vendedor de Felicidad Autor: Juan M. Taveras Writing: 2011 Edition Copyright 2011: Juan M. Taveras Dirección General y Diseño de Portada: Cesar Leo Marcus International Windmills Edition www.windmillsedition.com [email protected] ISBN: 978-1-257-97670-6 Renuncia Responsabilidad: 2

de

El Vendedor de Felicidad

International Windmills Edition, sus directores, empleados y colaboradores, no se responsabilizan del contenido de este libro. Los puntos de vista, opiniones y creencias, expresados en el mismo, representan exclusivamente, el pensamiento del autor, y propietario del Copyright. Todos los derechos reservados Es un delito la reproducción total o parcial de este libro, su 3

Juan M. Taveras

tratamiento informático, la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, su préstamo, alquiler o cualquier otra forma de cesión de uso del ejemplar, sin el permiso previo y por escrito del titular del Copyright. Únicamente, se podrá reproducir párrafos parciales del mismo con la mención del título y el autor.

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El Vendedor de Felicidad

All Rights Reserved It is a crime the total or partial reproduction of this book, his computer treatment, nor the transmission of any form or for any way, already be electronic, mechanical, neither for photocopy, for record or other methods, his lending, rent or any other form of transfer of use of the copy, without the previous permission and in writing of the holder of the Copyright. Only, they can play

5

Juan M. Taveras

the same partial paragraphs with reference to the title and author

El Vendedor De Felicidad

6

El Vendedor de Felicidad

JUAN M. TAVERAS

International Windmills Edition California - USA – 2011

7

Juan M. Taveras

Juan M. Taveras Nació en Santiago de los Caballeros,

República

Dominicana, el 24 de Abril de 1937 y efectuó sus estudios en la carrera de administración de 8

El Vendedor de Felicidad

negocios

en

la

Universidad

Autónoma de Santo Domingo Ha

sido

Facultad

decano de

de

la

Ciencias

Económicas de la UASD y profesor de varias asignaturas en ese alto centro de estudios. Ha escrito

cuatro

anterioridad centenares

al de

libros presente

con y

artículos

periodísticos. Ha sido presidente del Consejo de Administración 9

Juan M. Taveras

de

innumerables

comerciales,

empresas

industriales

y

bancarias. Se desempeñó como funcionario

del

Gobierno

Dominicano en la Corporación de Fomento Industrial, en la Secretaria

de

Comercio,

en

Industria la

y

Secretaria

Técnica de la Presidencia, en la Secretaria de Estado de Trabajo y actualmente se desempeña como Comisario de Cuentas del 10

El Vendedor de Felicidad

Banco Nacional de la Vivienda y Fomento de la Producción. En su tiempo libre, escribe una nueva novela.

11

Juan M. Taveras

A mi adorada esposa, Por su comprensión y tolerancia.

12

El Vendedor de Felicidad

13

Juan M. Taveras

14

El Vendedor de Felicidad

INDICE Prologo…09 1…13 2…17 3…21 4…29 5…33

6…39 7…53 8…61 9…71 10…77 15

Juan M. Taveras

11…85 12…87 13…91 14…95 15…101 16…105 17…111 18…115 19…119 20…131 21…141 22…149 23…157 24…161 25…167 2

26…185 27…189 28…197 29…201 30…245 31…261 32…263 33...269 34…311 35…313 36…321 37…325 38…329 39…335

El Vendedor de Felicidad

7

Juan M. Taveras

8

El Vendedor de Felicidad

Prólogo

“Creo que podría transformarme y vivir con los animales. ¡Son tan plácidos y dueños de sí mismos! Me paro a contemplarlos días y días sin cansarme. 9

Juan M. Taveras

No preguntan, ni se quejan de su condición; No se pasan despiertos por la noche, ni lloran por sus pecados. Y no me fastidian hablando de sus deberes para con Dios... No hay ninguno descontento, ni embriagado por la locura de poseer cosas. Ninguno se arrodilla ante los otros, ni ante los muertos de su clase que vivieron miles de siglos antes que él. Y en toda la tierra no hay un solo animal que sea respetable o desdichado” 10

El Vendedor de Felicidad

Con estas reflexiones, el excelso poeta norteamericano Walt

Whitman,

intenta

responder, desde lo más hondo de su ser, a la confrontación perenne

entre

las

querellas

existenciales del hombre y su eterna búsqueda de la felicidad. Comparto

su

pensamiento,

aunque no creo que los animales 11

Juan M. Taveras

sean felices siendo como son y dudo que los hombres, imitando a los animales, encuentren la felicidad. Bertrand Russell, escribió en 1930, una enjundiosa obra y la tituló “La Conquista de la Felicidad” ¡Excelente libro! Sin embargo, me resisto a creer que nadie haya conquistado jamás la felicidad apoyándose en las recomendaciones y ejercicios 12

El Vendedor de Felicidad

sugeridos

por

el

célebre

pensador británico en su libro. Cuando

pienso

felicidad

en

la

arribo,

inevitablemente, a la conclusión de que tiene tantas formas como el

descontento.

Por

consiguiente, estimo imposible preparar una receta genérica de tan fácil administración que pueda envasarse en cualquier libro motivacional y distribuirse 13

Juan M. Taveras

por igual entre tantos millones de seres que confrontan visiones tan diversas en torno a la felicidad. A

decir

verdad,

la

ingenuidad como la ignorancia, solo engendran efímeras Millones viven

inocentes

y

satisfacciones. de seres un

eterno

humanos vacío

existencial porque desconocen las causas de lo que sienten. El 14

El Vendedor de Felicidad

pequeño Tom, de la obra El Príncipe y El Mendigo de Mark Twain,

dormía

noche

tras

noches sobre paja mal oliente e infectada de repugnantes pulgas; pasaba hambre todos los días de su vida y vivía en el lugar más inmundo que se pueda imaginar. Sin embargo, el muchacho no percibía que le faltaba nada y no era infeliz. Tom la pasaba bastante mal, pero no lo sabía. 15

Juan M. Taveras

Simplemente ignoraba que se podía vivir mejor y era feliz viviendo en la promiscuidad y miseria más degradantes. Pasa igual con muchos millones de seres humanos a quienes, como a los animales, la ingenuidad y la ignorancia los hacen ser como son. Pero ¡ay! ¿Y qué pasaría, digamos con los animales, si un día llegaran a descubrir que pueden vivir tan confortables y 16

El Vendedor de Felicidad

libres como los hombres? Me temo que gustarían del fruto del conocimiento;

perderían

su

inocencia; soñarían con poseer y vivirían

tan

excitados

e

inconforme como los hombres. ¿Y qué significa todo esto? Que la felicidad no puede nacer de la ignorancia ni tiene nada que ver con la inocencia. El dicho de “El Eclesiastés”: “donde hay mucha ciencia hay 17

Juan M. Taveras

mucha molestia, y creciendo el saber, crece el dolor” es pura falacia religiosa. Sostengo, muy por el contrario, que cuando crece el saber disminuye el dolor.

Por

plenamente

eso,

comparto

la

lapidaria

expresión de Sócrates: “Solo el sabio

es

feliz”

como

comprobará el lector con la lectura del VENDEDOR DE FELICIDAD. 18

El Vendedor de Felicidad

Me

anticipo

en

dejar

constancia de que el presente libro no es uno más de esos panfletos

de

autoayuda

destinados a enseñar la práctica de un montón de ejercicios inútiles dizque para alcanzar e incluso para

incrementar

la

felicidad. Los que tales cosas busquen no las encontrarán en este libro, porque de lo que la presente obra trata es de la 19

Juan M. Taveras

felicidad y de su relación con el conocimiento. Lo que este libro atestigua es que la felicidad es un estado mental y un producto neto del conocimiento. EL

VENDEDOR

FELICIDAD estructurado

ha con

DE sido sobrada

objetividad para hacer la obra instructiva, aleccionadora y para orientarla, desapasionadamente, a tratar el tema de la felicidad, 20

El Vendedor de Felicidad

despojado de mitos, cuentos de hadas,

odiosas

creencias

ancestrales y de las falsas verdades que desde siempre han amargado humano

la y

vida

del

ser

obscurecido

su

sendero a la felicidad. ”El saber vence siempre a la ignorancia” Y, sobre esa verdad, es donde se apoya el presente libro.

21

Juan M. Taveras

“Y con mi aliento puro comienzo a cantar hoy y no terminaré mi canto hasta que muera. Que se callen ahora las escuelas y los credos. ¡Atrás! ¡Atrás! ¡A su sitio! Sé cuál es su misión y no la olvidaré; que nadie la olvide. Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al 22

El Vendedor de Felicidad

mal, dejo hablar a todos sin restricción, y abro de par en par las puertas a la energía original de la naturaleza desenfrenada”. Walt Whitman

23

Juan M. Taveras

24

El Vendedor de Felicidad

25

Juan M. Taveras

1 – ¡Se nos pasa el tiempo Sara! ¡Debemos irnos ya o llegaremos tarde a Misa!.. –Son

los

siempre

Joel,

retrasan. 26

niños, los

que

como nos

El Vendedor de Felicidad

–Lo sé. Pero debemos irnos, con ellos o sin ellos. –Dame un momento y lo arreglaré todo. Tres minutos después Sara respondió: –Ya

estamos

preparados.

Podemos irnos. Joel Fuertes, presidente del Banco DLF, acostumbraba ir a Misa todos los domingos y lo hacía siempre en compañía de 27

Juan M. Taveras

su esposa y sus tres hijos. La ceremonia resultaba monótona al banquero y los sermones de los

curas

algo

trivial

y

sumamente aburridos. Pero la costumbre hace ley, a más de que ir a alguna iglesia cristiana los domingos constituye una práctica común, sobre todo para la clase adinerada y de alta sociedad, siempre, 28

que sus

utiliza, visitas

casi a

las

El Vendedor de Felicidad

iglesias, no para encontrarse con Dios, sino para mostrarse al mundo como seres rescatados, libres de pecado y debidamente santificados primera

para

piedra.

arrojar

la

¡Hipócritas,

diría Jesús, El Nazareno! Ese domingo, sermón

sin

embargo,

pronunciado

por

el el

sacerdote fue, no solo ameno, según lo entendió Joel, sino que contenía

algunas

reflexiones 29

Juan M. Taveras

sobre felicidad que impactaron sutilmente

la

psiquis

del

banquero. Del sermón pronunciado por el sacerdote, lo siguiente quedó bailoteando en la cabeza de Joel: “Todos

los

hombres,

incluyéndome a mí, simple cura parroquial, pero cura al fin, padecemos las consecuencias de un vacío existencial que amarga nuestras vidas hasta la muerte. 30

El Vendedor de Felicidad

Y ese frío y perturbador vacío, nunca se achica sino que tiende a

agrandarse

porque

todos

constantemente queremos

ser

felices y no sabemos cómo alcanzar tan ansiado objetivo. Yo he creído satisfacer mis anhelos en torno a la felicidad abrazando el sacerdocio. Pero, infinidad

de

pensamientos perturban

mi

veces, obscuros

mente…

¿He 31

Juan M. Taveras

logrado mi meta? En realidad no lo sé, La inconformidad es parte de la naturaleza humana. ¡Hay tantos caminos que conducen a la felicidad que la mayoría de nosotros suele equivocarse de dirección! El instante.

cura

pausó

Luego,

por

un

elevando

desmesuradamente la voz y señalando al auditorio con el índice de su mano derecha, dijo: 32

El Vendedor de Felicidad

¡Tú!.. ¡Párete y piensa!: 1.- ¿Deseas ser feliz? 2.- ¿Estás seguro de ir en la dirección correcta? 3.- ¿Estas satisfecho con la vida que llevas? 4.- ¿Crees que vale la pena continuar por el camino que vas? Luego, respondiendo a sus propias preguntas, señaló:

33

Juan M. Taveras

”Si tus ansias de felicidad crecen cada día, y si sientes una creciente sensación de vacío interior, puede que te hayas equivocado de camino, en cuyo caso,

debes

rectificar

de

inmediato. ¡NO ESPERES A QUE

SEA

DEMASIADO

TARDE! A Joel le pareció como si el sermón que escuchaba hubiera sido especialmente elaborado 34

El Vendedor de Felicidad

para él. No sabía si le agradaba o molestaba lo dicho, hasta ese momento, por el cura, pero sintió como si algo en su vida no anduviera del todo bien y, encendido su cerebro por la creciente

inquietud

pensamiento, analizar

el

empezaba contenido

del a del

sermón, cuando la voz, ahora pausada y risueña del cura, reseñó la siguiente historia: 35

Juan M. Taveras



“Una

muchísimo

tarde,

hace

tiempo,

Dios

convocó a una reunión e invitó a un ejemplar de cada especie. Una vez reunidos, y después de escuchar muchas quejas, el Señor soltó una sencilla

pregunta:

"¿Entonces, qué te gustaría ser?”

Cada

animal

respondió sin tapujos y a corazón abierto: La jirafa 36

El Vendedor de Felicidad

dijo que le gustaría ser un oso panda, el elefante pidió ser mosquito. El águila, serpiente. La liebre quiso ser Tortuga, y la tortuga, golondrina. El león rogó ser gato. La nutria, carpincho. El caballo, orquídea. Y la ballena

solicitó

permiso

para ser ruiseñor... Entonces llegó el turno al hombre, quien casualmente venía de 37

Juan M. Taveras

recorrer un largo camino en procura de la verdad; hizo una pausa, y esclarecido exclamó:

"Señor,

yo

quisiera ser... feliz… deseo conquistar la felicidad" •

Al llegar a este punto del

sermón, decenas de vivencias pasaron en caravana por la mente de Joel Fuertes, que procuraba encajar lo que acaba de escuchar con su propia vida 38

El Vendedor de Felicidad

y con las de muchas personas que conocía, las cuales andaban continuamente en procura de la felicidad

pero,

al

parecer,

ninguna había conquistado su meta, porque todas, tenían las mismas inquietudes que los animales convocados por Dios: estaban inconformes con lo que eran y con lo que poseían. Era evidente que en todas ellas se conjugaba aquel pensamiento 39

Juan M. Taveras

profundo

de

Rabindranath

Tagore: “Tengo lo que no quiero y quiero lo que no tengo”. Lo cierto es que Joel revisó

mentalmente

el

inventario completo de todos sus

allegados,

amigos

y

familiares, sin encontrar a nadie que pareciera realmente feliz. •

Enfrascado

disquisiciones

en

mentales,

esas la

Misa terminó y Joel regresó con 40

El Vendedor de Felicidad

su familia a su confortable hábitat. Pero continuó pensando y

revisando

su

inventario

mental en procura de encontrar a

alguien

alcanzado, medianamente

que aunque la

hubiera fuera felicidad.

Pero tampoco tuvo éxito. Pasó varios días reflexionando sobre el tema, hasta que, dirigiéndose repentinamente a su esposa, dijo: 41

Juan M. Taveras



– No sé Sara por qué te

comento algo que tal vez ni te interese. El punto es que, como tú bien sabes, raramente presto atención a los sermones casi siempre vacíos de los curas. Sin embargo, te confieso que el sermón del domingo, enfocado sobre el tema de la felicidad, me impresionó bastante, tal vez porque yo nunca he creído que se pueda ser enteramente feliz. 42

El Vendedor de Felicidad

Por el contrario, me parece que la felicidad es inalcanzable. • en

Sara, sutilmente herida su

ego,

lo

desconfianza.

miró

Pero

con

guardó

silencio. •

Joel

calló.

Estaba

inmerso en sus pensamientos. Luego inesperadamente, dijo: •

–Sara…,

espero

no

sorprenderte con mi actitud, pero siento la necesidad de 43

Juan M. Taveras

confesarte

que

mientras

escuchaba el interesante sermón del último domingo, recreé en mi mente muchas de mis propias

experiencias

y

he

llegado a la conclusión de que la mayoría de ellas confirman, al menos en parte, lo dicho por el cura en torno a la felicidad. •

– ¡Qué interesante Joel!

Al expresarte así, despiertas mi curiosidad. ¿Por qué no me 44

El Vendedor de Felicidad

cuentas

algunas

de

esas

vivencias? ¡Soy mujer y me interesa todo lo relacionado con la felicidad! –Dijo Sara– con el rostro iluminado por una sutil sonrisa que destacaba la belleza sin par de sus labios carmesí. • – ¿Deseas en verdad que te cuente mis vivencias? • –Por supuesto. Me encantaría escucharlas.

45

Juan M. Taveras

2

Lo primero que viene a mi mente ocurrió hace ya muchos años. Siendo aún adolecente mis padres me enviaban a pasar algunas temporadas con mis abuelos maternos que vivían en el campo. Y aconteció que vivía allí también una dama que 46

El Vendedor de Felicidad

poseía más de 200 burros que jamás

utilizaba

en

ninguna

faena. Los animales se veían gordos y sanos y para mi resultaba incompresible el que nunca trabajaran. Un buen día, ya encendida mi curiosidad y compelido por un

ardiente

deseo

de

comprender las razones de tan extraño proceder, pregunté a mi abuela por qué doña Concha, 47

Juan M. Taveras

que así se llamaba la buena señora, tenía una finca llena de burros que al parecer solo comían y nunca trabajaban. Mi abuela, que estimaba y admiraba mucho a doña Concha, se ofreció, de muy buenas ganas, a narrarme hasta los más insignificantes pormenores de la vida

de

la

buena

señora.

Empezó por señalar que doña Concha enviudó poco antes de 48

El Vendedor de Felicidad

cumplir los 40 años y que había heredado

una

considerable

fortuna. La dama no tenía hijos ni se le conocían otros parientes y vino a vivir sola a las montañas de Los Amaceyes en busca de paz, tranquilidad y en procura

de

la

tan

ansiada

felicidad. Durante varios años, doña Concha pareció encontrar lo que buscaba ayudada, tal vez, por

el

ambiente

sereno

y 49

Juan M. Taveras

apacible del bello lugar donde se había establecido, con lo cual, al parecer colmaba los anhelos de felicidad

que

latían

ardientemente junto al buen corazón de la dama. Pero

su

vida

cambió

repentinamente, desde aquel día en

que

campesino

presenció

a

un

maltratar

despiadadamente a un indefenso asno que, cargado con varios 50

El Vendedor de Felicidad

quintales de patata, se había enchivado en un fangal del cual nunca pudo salir, porque su amo,

inconsciente

verdadera

causa

de de

la su

enchivamiento, le propinó tan brutal tanda de palos para forzarlo a salir del fango, que el pobre animal murió a causa de la intensa paliza. Y desde ese mismo instante, la buena señora, tocada

en

sus

sentimientos 51

Juan M. Taveras

misericordiosos,

decidió

que

emplearía toda su fortuna y el tiempo que le quedara de vida para defender y salvar a esos pobres animales del maltrato inmisericorde a que eran tan salvajemente sometidos. Durante años, doña Concha salvó literalmente a cientos de asnos

que

eran

cruel

y

salvajemente maltratados por sus dueños. Tan grande era su 52

El Vendedor de Felicidad

obsesión, que tan pronto veía a un burro con el espinazo en carne viva, asumía que su dueño lo maltrataba. En seguida lo compraba al precio que le pidieran y lo llevaba a una extensa finca cubierta de verdes pastos

donde

los

animales

comían hasta la saciedad, eran atendidos

por

veterinarios

calificados y recibían un trato mejor que el dispensado a 53

Juan M. Taveras

muchos hombres. Doña Concha vivía, pues, rodeada de burros sanos que probaban su éxito y sintió que, por un extraño designio de los dioses, había alcanzado al fin la tan ansiada felicidad. Pero,

¡vaya

trama

del

infausto destino! Cuando el vecindario se enteró de que una “vieja loca” compraba, a muy buenos 54

precios,

burros

El Vendedor de Felicidad

enfermos, la vida de doña Concha perdió, de repente, el aguijón

que

soportaba

su

pretendida felicidad, no tanto por los muchos asnos que a diario le ofrecían en venta y los cuales

ella

compraba

sin

regatear, sino porque sentía que quedaban demasiado burros por proteger y que su vida no alcanzaría para cumplir la gran misión que se había impuesto. 55

Juan M. Taveras

Pero lo peor de todo resultó ser que doña Concha empezó a percibir que su ingente meta se alejaba al paso de los días al comprobar que muchos avivatos se estaban dando a la tarea de comprar burros de todas partes, a los cuales enflaquecían, les raspaban

el

espinazo

y

maltrataban hasta ponerlos en condiciones deplorables y así venderlos fácilmente a la buena 56

El Vendedor de Felicidad

señora

que

terminó

por

comprender, llena de tristeza y amargura, que aunque pudiera comprar todos los burros que le ofertaran, nunca lograría el éxito total de su empresa, debido a que cuando ella compraba un asno maltratado, el vendedor invertía el dinero de la compra en otro burro y el ciclo volvía a empezar,

convirtiendo

los

57

Juan M. Taveras

afanes de doña Concha en el cuento de nunca acabar. Es, pues, a todas luces entendible, que la buena señora se había impuesto una tarea imposible y que por ese camino nunca alcanzaría la felicidad. Igual cosa ocurre a diario a millones de almas buenas que dedican su vida a un altruismo puro y desinteresado y terminan burladas por el prójimo y otras 58

El Vendedor de Felicidad

muchas más que en procura de la felicidad, se imponen tareas que nunca podrían cumplir. Doña Concha era humana y un

día,

sintiéndose

vacía,

engañada y desmotivada, se decidió por regalar todos los burros y nunca más volvió a comprar uno más. La señora perdió el soporte de su felicidad por falta de conocimiento. Ella

59

Juan M. Taveras

desconocía

la

naturaleza humana.

60

verdadera

El Vendedor de Felicidad

61

Juan M. Taveras

62

El Vendedor de Felicidad

3 Joel no hizo pausa alguna ni cuestionó a Sara respecto de lo que acababa de narrar y siguió con su segunda vivencia: –Cuando estudios

cursaba

mis

universitarios

recibí

clases de un genial profesor cuyas

peculiaridades

nunca

dejaron de sorprenderme. Tal vez por eso lo recuerdo ahora 63

Juan M. Taveras

cuando acudo al almacén de mi memoria en procura de alguna otra vivencia relacionada con el tema de la felicidad. –Aquel inolvidable profesor –agregó Joel– exhibiendo una leve sonrisa, era nativo de Puerto Rico y vino a República Dominicana como contador de una empresa multinacional. Se enamoró del país y decidió que aquí lo enterrarían. Era un 64

El Vendedor de Felicidad

profesional altamente calificado y dotado de una envidiable vocación para el magisterio. Además de brillante en lo intelectual y humilde hasta lo ridículo, aquel hombre era un auténtico maestro de la vida. Nada parecía alterarlo. Estaba siempre risueño, y todo el tiempo lucia tan contento en medio de las adversidades que innegablemente soportaba, que 65

Juan M. Taveras

llegué a percibir su aparente felicidad como la de Nerón cuando,

extasiado

en

la

contemplación del incendio de Roma,

tocaba

despreocupadamente su lira. Pasé cuatro años en la universidad y jamás vi a ese profesor cambiar de chaqueta. Se acicalaba poco y, con zapatos sucios, corbata roída y mal amarrada, daba la impresión de 66

El Vendedor de Felicidad

no

importarle

nada.

Los

estudiantes lo percibíamos como un Quijote cualquiera, pero lo amábamos

entrañablemente,

aunque no entendíamos la razón de su aparente abandono. El contraste entre él y los demás profesores de la universidad era demasiado

notorio

para

ser

ignorado. Un día, de esos en que la necedad se adueña del ambiente, 67

Juan M. Taveras

un grupo de estudiantes nos propusimos

interrogar

al

profesor acerca de la felicidad, porque entendíamos

que su

actitud frente a la vida era, probablemente,

una

consecuencia de las enseñanzas de “El Eclesiastés”. Pensábamos que la lectura de ese libro, escrito hace mucho tiempo, no se sabe con certeza por quien, había preñado y enfermado a tal 68

El Vendedor de Felicidad

punto su psiquis, que el profesor había arribado a la conclusión de

que

incluyendo vestirse

todo el

era

vanidad,

acicalarse

correctamente.

y Y

resultaba demasiado difícil para nosotros

entender

cómo

actuando de esa forma se podía ser feliz. De modo que optamos por

abordarlo.

Los

demás

estudiantes me endosaron la difícil misión de acometer al 69

Juan M. Taveras

brillante,

enigmático

y

descuidado profesor. Se escogió el viernes para intentar el escarceo en razón de que ese día inicia el fin de semana y los ánimos están generalmente

relajados.

De

manera que, tan pronto el profesor hizo su entrada a clase, lo abordé risueño, señalándole que era fin de semana y que varios estudiantes deseábamos 70

El Vendedor de Felicidad

proponerle usáramos su hora de clase para hablar sobre el tema de la felicidad. – ¿Y a qué viene eso? – cuestionó en seguida el profesor con evidente suspicacia. –Es… es solo curiosidad –respondí, con voz insegura y temblorosa–– –Procuramos –agregué– su autorizada opinión, porque nos intriga el que la gente hable todo 71

Juan M. Taveras

el tiempo de felicidad y esté siempre inconforme, como si la tan ansiada felicidad fuera una especie de pelota detrás de la cual todos corremos sin tregua y a la que nunca podemos dar alcance. El

profesor

vaciló

un

instante. Era evidente que no estaba del todo satisfecho con mi

respuesta

adivinara 72

y,

nuestra

como

si

infantil

El Vendedor de Felicidad

–dijo–

componenda

con

evidente frialdad: –Tengo la impresión de que no es solo hablar de felicidad lo que desean, sino que lo que realmente persiguen es escarbar en mi estilo de vida y en mi aparente despreocupación por las cosas vanas. Asumiendo que ese

sea

satisfacer

el

plan,

vuestra

intentaré curiosidad,

73

Juan M. Taveras

aun a riesgo de equivocarme. Y a continuación dijo: –Soy un convencido de que la felicidad tiene tantas formas como el descontento. Y si bien, confieso que no he intentado averiguar

las

diversas

manifestaciones de la felicidad ni del descontento, también confieso que, al menos por ahora, no me anima ningún interés en averiguar esas cosas 74

El Vendedor de Felicidad

que,

a

decir

verdad,

me

importan muy poco. Pero… en cambio, si

puedo asegurarles

que mis casi 70 años de vida me han permitido observar muy de cerca al ser humano y creo haber descifrado la veleidad de su carácter. ¿Por qué se sorprenden de que siempre lleve la misma chaqueta? ¿Por qué se permiten asociar mi forma de ser con mi 75

Juan M. Taveras

sentido de la felicidad? Ignoro si tienen razón en lo que piensan porque yo jamás he pensado en esas tonterías. ¡Y asegurar! – Enfatizó–

que

el

único

planteamiento filosófico que ha logrado impactar mi psiquis, sin que sea necesariamente esa la razón mi actitud frente a la vida, es aquel postulado por Sócrates: “Solo el sabio es feliz”

76

El Vendedor de Felicidad

–Pero…

–dije–

“En

oposición a esa enseñanza de Sócrates, la biblia enseña que Dios ha escondido el camino a la felicidad a los sabios e inteligentes y se la ha revelado a la gente sencilla” –Falacia tonta que ni siquiera vale la pena comentar –ripostó el profesor sin inmutarse. Y agregó: “Sin embargo, y por si alguno

de

ustedes

deseare 77

Juan M. Taveras

ampliar sus conocimientos sobre el predicamento bíblico traído por Joel a colación, les sugiero que al regresar a sus respectivas casas,

procuren

una

biblia,

busquen el libro titulado “El Eclesiastés” y encontrarán allí el origen de esa falacia, al leer, entre otras cosas, lo que sigue: “Y orienté mi mente a conocer entender 78

la la

sabiduría locura

y y

a los

El Vendedor de Felicidad

desvaríos, y comprendí que también esto es vanidad. Porque donde hay mucha ciencia hay mucha molestia, y creciendo el saber, crece el dolor” “Y me dije en mi corazón: “Vamos, probemos la alegría y gocemos de los placeres.” Pero ay, también esto es vanidad. Y dije de la risa: “Es locura,” y de la alegría: “¿De qué sirve?”

79

Juan M. Taveras

“Entonces, pensé: “También yo tendré la misma suerte del necio; ¿por qué, pues, hacerme más sabio; qué provecho sacaré de ello?” Y dije que también esto es vanidad. Por eso aborrecí la vida, al ver que cuanto se hace debajo del sol es penoso para mí, pues todo es vanidad y vejación del espíritu”. Dicho

todo

lo

cual,

el

profesor, paseando su mirada 80

El Vendedor de Felicidad

cuestionadora sobre el salón de clases, dijo: –

¿Serian

ustedes

tan

ingenuos como para creer que mi actitud en la vida se deba a que sigo, al pie de la letra, las infantiles enseñanzas de “El Eclesiastés”? –Nada más lejos de la verdad –respondió– Porque si hombres amantes del saber y que viven, como nosotros, en la era del 81

Juan M. Taveras

conocimiento, creyéramos en esas infantiles tonterías que, como se aprecia fácilmente, están burdamente destinadas a aplastar el instinto creador del hombre a fin de disminuir su ego y así convertirlo en presa fácil de los manipuladores, la mediocridad

generalizada

arroparía y se adueñaría del mundo entero. Y, en verdad les

82

El Vendedor de Felicidad

digo, que hasta las ciencias perecerían. “El Eclesiastés” postula que “donde hay mucha ciencia hay mucha

molestia,

y

que

creciendo el saber, crece el dolor “ – ¡No sé qué piensen ustedes sobre esas absurdas enseñanzas! Pero resulta fácil advertir que si fueran ciertas, todos deberían preguntarse:

¿Y

para

qué 83

Juan M. Taveras

estudiar? ¿Para qué desperdiciar miles de horas hurgando en las intrincadas

redes

del

conocimiento si no serviría de nada, porque tal esfuerzo seria solo vanidad y nada más que vanidad? El profesor hizo una pequeña pausa.

Y

a

continuación

sentenció: –Esas

lecciones

del

Eclesiastés fueron escritas para 84

El Vendedor de Felicidad

muertos. En consecuencia haré mía la sentencia de Jesús: “Dejad

a

los

muertos

que

entierren a sus muertos” “Y al conocimiento que sepulte a la ignorancia” Hubo una pequeña pausa. Un momento de serena reflexión. Luego, otro estudiante preguntó, en

tono provocativo y sin

sonrojo alguno:

85

Juan M. Taveras

– ¿Es usted feliz siendo como es profesor? –Nunca verazmente

podré

responder

a

pregunta,

esa

porque ni yo mismo se cómo soy. Pero si puedo asegurarte que la felicidad que yo percibo no viene de los dioses, ni del placer, ni del dinero, ni de mi posición social, ni de lo que hago o dejo de hacer con mi vida. Mi felicidad nace del 86

El Vendedor de Felicidad

conocimiento y me viene de entender el contenido y alcance de la expresión lapidaria de Sócrates: “Solo el sabio es feliz”.

Porque,

sin

conocimiento, sin entender las razones que rigen tu mente, la felicidad viene siendo lo mismo que un castillo construido sobre arena. –¿Desean algunos ejemplos de hasta donde conduce la 87

Juan M. Taveras

ignorancia o falta de conocimiento?: observen lo siguiente: “Los brujos de las tribus mandinga de África, cuando algún miembro se quejaba de dolor de muela, hacían sonar estruendosamente sus tambores, creaban humorada

una y

asfixiante

efectuaban

un

montón de cómicas piruetas dizque para alejar a los malos 88

El Vendedor de Felicidad

espíritus

supuestamente

responsables del malestar, del sufrimiento

de

su

inocente

paciente. De igual manera, las tribus

vikingas

y

otras

de

América y de todo el mundo, cuando un eclipse opacaba al sol, lanzaban grandes cantidades de flechas al cielo para matar a los espíritus malignos e impedir que se comieran al astro rey. Y, una vez el eclipse cesaba, 89

Juan M. Taveras

organizaban grandes fiestas para celebrar sus triunfos frente a los malos espíritus, a los cueles presumían haber derrotado con sólo lanzar algunas flechas y conjuros al aire. –Los brujos modernos y sus impenitentes socios religiosos – agregó risueño y en tono burlón el profesor– ya no acuden a métodos tan primitivos para sanar a sus pacientes ni para 90

El Vendedor de Felicidad

librar al sol de los diabólicos eclipses, pero utilizan otros métodos, no menos impúdicos, consistentes en ensalmar a sus víctimas

y

interminables

en

idear

cadenas

de

oraciones dizque para alejar a los espíritus malignos y así curar a los enfermos. ¿Recuerdan

la

reciente

epidemia de cólera desatada en la empobrecida nación haitiana 91

Juan M. Taveras

hace solo un par de años? Pues mientras ésta se expandía sin control, las iglesias cristianas y los templos practicantes del vudú, permanecían día y noche abarrotados de creyentes que oraban fervorosamente por la ocurrencia de un milagro que detuviera la mortífera epidemia. Por supuesto que nada sucedió hasta que la ciencia intervino y frenó la mortandad ocasionada 92

El Vendedor de Felicidad

por la terrible enfermedad que había cobrado ya la vida de miles de víctimas manipuladas por su falta de conocimiento. Como esos casos, se pueden citar por miles otros donde la ignorancia

conduce

al

ser

humano a emplear los métodos más absurdos para enfrentar asuntos que nada tienen que ver con dioses, ni con hechiceros ni

93

Juan M. Taveras

con ningún tipo de artificio mendaz. –Es por todas esas razones – concluyó

el

profesor–

que

comparto las enseñanzas de Sócrates y afirmo, sin reservas, que: “Solo el sabio es feliz” O, dicho de otro modo: “Sin conocimiento no puede haber felicidad” Porque: ¿Quién, sino un ignorante, puede creer que con oraciones y brujerías se 94

El Vendedor de Felicidad

puede

detener

una

mortal

epidemia o sanar a millones y millones de enfermos terminales desahuciados por cáncer?

Un

viejo refrán campesino reza que “El que no sabe es como el que no ve” Y Jesús, El Nazareno, aseguraba que “Si un ciego guía a otro ciego, ambos ciegos caerán irremisiblemente en el hoyo” Nadie, pues, que apoye su curación o su felicidad en 95

Juan M. Taveras

castillos de arena, encontrará nunca lo que busca y su felicidad será como Eurídice, la difunta esposa de Orfeo, que desaparecerá con solo mirarla. – Concluiré, pues, con el siguiente corolario: “El saber vence siempre a la ignorancia” ¡Y no olviden! que la felicidad no

es

conformismo

conocimiento.

Y

sino tengan

presente que así como la vida es 96

El Vendedor de Felicidad

un sueño del cual todos, casi siempre,

deseamos

escapar,

también la búsqueda de la felicidad es un sueño inherente a la naturaleza humana y, por consiguiente, hombre

algo

perseguirá

que

el

mientras

viva. Por tanto, el hombre nunca dejará de soñar y vivirá su vida intentando escapar de su propio sueño y procurando ser feliz a su manera. 97

Juan M. Taveras

Llegado a este punto, el profesor se detuvo a la espera de algún cuestionamiento. Pero no hubo más preguntas. Un mágico silencio se adueñó del salón de clases. El estudiantado había quedado virtualmente mudo y la confrontación llegó a su fin. –Estoy seguro Sara de que, al igual que yo, la mayoría de los demás estudiantes se fue a casa con la mente cargada de 98

El Vendedor de Felicidad

inquietantes preguntas que de momento no podían contestar. En cuanto a mí, te puedo asegurar que salí de aquel inolvidable

encuentro,

profundamente impactado por las reflexiones del profesor, aunque seguí sin entender las misteriosas

razones

que

lo

motivaban para actuar como lo hacía.

99

Juan M. Taveras

Algunos años después de terminar

mis

estudios

universitarios, supe al fin porqué el ilustre profesor nunca pudo comprar una nueva chaqueta y porqué se comportaba como un pordiosero que no tenía ni para acicalarse adecuadamente. La razón de todo aquello era que el profesor donaba la totalidad de su salario a un asilo de ancianos, y esa buena acción lo condenaba 100

El Vendedor de Felicidad

a vivir arrimado en casa de su única hija que era quien le proporcionaba

los

escasos

centavos que gastaba en tabaco y otras insignificancias. De esa singular manera, nuestro amado profesor, pareció encontrar la paz y la felicidad que todos buscan y muy pocos encuentran. A veces pienso que el profesor estaba loco de remate. Pero era su locura y no 101

Juan M. Taveras

soy quien para cuestionarla, sobre todo ahora que comprendo que el mundo está lleno de “locos” que malgastan su vida tentando

en

la

obscuridad,

procurando ser felices guiados, casi siempre, por el miedo, la ignorancia y por sentimientos ocultos que se esconden en las profundidades de la mente y guían al hombre por senderos generalmente equivoca 102

El Vendedor de Felicidad

4 –Aún tengo otra vivencia que me agradaría contar Sara, pero temo fastidiarte con mis aburridas historias. – ¿Fastidiarme? ¿Aburridas historias?

¡Nooo,

Joel!

Al 103

Juan M. Taveras

contrario, te aseguro que estoy complacida y muy aleccionada con

lo

¡Sigues

que por

he

escuchado.

favor!

¡No

te

detengas! ¡Que estoy impaciente por escuchar tu nueva vivencia! – Bien. Si lo deseas, te hablaré, por último, de Toto Dava. ¿Te acuerdas de él Sara? –Claro.

¡Cómo

olvidarlo!

Hace tiempo que no lo veo, pero lo retengo en mi mente como un 104

El Vendedor de Felicidad

negro

muy

atractivo,

que

siempre hablaba de la felicidad. –Toto era todo eso y mucho más Sara. infórmate

Pero, lamento que

murió

hace

algunos meses. – ¡Qué pena! ¿Por qué no me lo habías dicho? –Eso ya no importa. Ahora te contaré todo. –Como

seguramente

recordarás, el extraño nombre de 105

Juan M. Taveras

Toto Dava, solía despertar una cierta comezón morbosa que provocaba una súbita explosión de

contagiosa

risotada.

Así

aconteció el día que me lo presentaron. Pero cuando se escuchaba

al

brioso

joven

exponer las razones que lo habían impulsado a abandonar su país natal y, sobre todo, a dejar atrás a su amada Gonaïves para 106

cruzar

la

frontera

y

El Vendedor de Felicidad

radicarse,

como

inmigrante

ilegal, en un país extraño, resultaba difícil ignorarlo. Toto Dava hablaba mal el español,

¡pero

qué

gran

exponente era! ¡Y con qué maestría y vigor se la ingeniaba, pese

a

sus

limitaciones

idiomáticas, para convencer a todos de cómo él, apoyado por sus dioses Yoruba y en su visión optimista del porvenir, vencería 107

Juan M. Taveras

los obstáculos que pudieran surgir en su camino y alcanzaría la plena felicidad! Ser feliz, pues, era para Toto, como para la mayoría de los humanos, la meta más codiciada. Pasado algún tiempo, y con su vista puesta en la búsqueda de la felicidad, el esforzado inmigrante empleé

en

ilegal,

a

quien

mi

fábrica

de

muebles desde el mismo día que 108

El Vendedor de Felicidad

lo conocí, avanzó con rapidez y al cabo de algunos años logró independizarse e instalar una modesta fábrica de muebles que creció rápidamente, dada la seriedad de Toto y la calidad de la mercancía que el novel empresario

ofrecía

a

sus

clientes. Como resultado, el gran luchador haitiano se forjó una buena posición económica que le permitió educar con 109

Juan M. Taveras

esmero

a

su

amado

hijo

Cristopher, que desde siempre había

sido

su

principal

motivación para luchar. Toto

continuó

creciendo

económicamente. Parecía tener el mundo a sus pies y que nada lo detendría. Más tarde se casó con

una

dominicana.

Tuvo

nuevos hijos y parecía que su encuentro con la felicidad se había producido en la forma 110

El Vendedor de Felicidad

ideal como Toto Dava lo había soñado. Y a esa altura de su vida exitosa, nada permitía presagiar que su bien ganada felicidad, un día se esfumaría como agua entre los dedos. Pasé varios años sin ver a Toto y solo ocasionalmente me enteraba de sus éxitos. Hasta que un domingo, estando junto a ti en la iglesia San Juan Bosco, lo alcancé a ver y, al terminar la 111

Juan M. Taveras

Misa,

me

le

acerqué

para

saludarlo. Noté en seguida su rostro algo desfigurado y percibí que aquella amplia sonrisa que antes brotaba blanca como el armiño

de

aquellos

labios

carnosos que tanto reforzaban el innegable carisma de que era poseedor Toto Dava, se había vuelto

pálida

y

deslucida.

Impresionado frente a aquella

112

El Vendedor de Felicidad

visión desastrosa, le pregunté, sin preámbulo: ¿Qué te pasa Toto? ¿Estás enfermo? –No.

–respondió

con

evidente amargura. Y agregó, visiblemente

compungido

y

triste: – ¡Me pasa algo mucho peor! Sin contener el llanto y virtualmente ahogado en un mar de irreprimibles lágrimas, dijo: 113

Juan M. Taveras

“Mi

hijo

Cristopher

murió

repentinamente y se ha llevado mi felicidad y me temo que se ha llevado también mi fe en los dioses e incluso mi razón para vivir” Aturdido

frente

a

la

revelación de la muerte de su hijo y más aún por el cambio psíquico que había transformado al anteriormente optimista y brioso Toto Dava en una especie 114

El Vendedor de Felicidad

de robot desalmado, solo atiné a decirle mecánicamente: – Comparto tu dolor y tu tristeza,

pero

desmoronamiento. más

hijos,

razón

no Tú más

tu tienes que

suficiente para seguir viviendo. ¡Reorienta tus pasos Toto! ¡No te des por vencido! ¡Hay tantos caminos que conducen a la felicidad! que de hecho resultan infinitos… 115

Juan M. Taveras

– Pero no para mí –dijo– exhibiendo una amargura tan notoria, que llenó de tristeza mi alma y me hizo temer un fatal desenlace. Me dio la espalda y, como un zombi, se alejó en silencio. Un mes después de aquel triste encuentro, me enteré de que

Toto

suicidado.

116

Dava

se

había

El Vendedor de Felicidad

–Desde

entonces

me

he

estado preguntándome: ¿Qué habrá impulsado a ese fogoso emprendedor

a

tan

trágica

determinación? No lo sé aun Sara, pero algún día averiguaré las causas de estas conductas inexplicables de la mente.

117

Juan M. Taveras

118

El Vendedor de Felicidad

5

Lo

más

lejos

que

Joel

Fuertes tenía era que varios años después de la muerte trágica de Toto Dava, él mismo se vería atrapado en una situación tan crítica, confusa e inesperada, que llegaría a considerar la posibilidad de quitarse la vida. Fue un momento crítico en la existencia del banquero. Y todo 119

Juan M. Taveras

el espectacular drama que lo llevó, incluso, a coquetear con el suicidio, resultó tan dramático, inverosímil y aleccionador, que decidió escribir un libro para contar, no solo la historia de su increíble e impensada aventura, sino

para

dejar

constancia

escrita de un drama singular que lo

condujo,

además,

al

convencimiento definitivo de que la felicidad es un estado 120

El Vendedor de Felicidad

mental, y de que educar para la felicidad, deberá ser el nuevo paradigma que oriente a la especie

humana

hacia

la

conquista de nuevos y más elevados espacios en la escala infinita del conocimiento. Tan intenso resultó el drama vivido y tan grande y rica la experiencia

ganada

con

su

extraña aventura que Joel pensó que si ponía esa experiencia al 121

Juan M. Taveras

alcance

todos,

podría

transformar al mundo. Y con esas ideas en mente, me llamó una noche a eso de las tres de la madrugada

y

me

pidió,

sorpresivamente, que lo visitara a esas horas. De momento me pareció una locura la invitación. Pero Joel era mi amigo y no me atreví a contradecirle. Maldije mil

veces

la

hora

de mi

nacimiento, pero acudí a la cita. 122

El Vendedor de Felicidad

En unos minutos llegué a su bella y espaciosa mansión. Me esperaba de pie en la puerta de su casa. En seguida entramos y sentados

ambos

en

el

desayunador, me dijo: – Mi querido Mario, me imagino que estas sorprendido y sobre todo intrigado por saber el motivo de tan sorpresiva y extraña invitación a estas horas de la madrugada. 123

Juan M. Taveras

Mirándolo con la punta de los ojos y el ceño fruncido, contesté: –Si no te conociera pensaría que has perdido el juicio. –Tal vez

–repuso Joel–

pensativo y con la vista perdida en dirección a las escaleras que daban acceso a sus habitaciones privadas, como si no encontrara por dónde empezar.

124

El Vendedor de Felicidad

Adivinando la razón de su mutismo, rompí la pausa y dije: –Estoy un poco cansado Joel.

Esta

profesión

de

periodista es muy complicada y te obliga a trabajar día y noche. Espero no te ofendas si te pido me hables en seguida del motivo de tu sorpresivo llamado. Me acosté muy tarde y apenas empezaba a dormir cuando me despertaste con tu inesperada 125

Juan M. Taveras

llamada. Si no es mucho pedirte, me gustaría fueras al grano de inmediato. –Es tanto lo que quiero decirte Mario, y tanto lo que debo contarte, que no sé por dónde

empezar.

El

punto

principal, sin embargo, es que voy a renunciar a la presidencia del banco y deseaba que fueras el primero en saberlo.

126

El Vendedor de Felicidad

– ¿Qué vas a renunciar a la presidencia de tu banco?

¡Ya

veo! ¡Ahora lo comprendo todo! ¡Definitivamente has perdido el juicio! –Cuando te cuente lo que me ha ocurrido –ripostó Joel muy convencido– tal vez se confirme tú diagnóstico de que estoy completamente posible

loco

también,

o,

es

que

te

convenzas de la justeza de la 127

Juan M. Taveras

decisión

que

hasta

este

momento tengo metida en mi cabeza. – ¡Háblame sin rodeos Joel! ¿Es que tu banco sigue en problemas? ¡Respóndeme!.. Y entonces

discutiremos

la

conveniencia o no de renunciar a la presidencia del banco. – ¡No!.. No es esa la causa de tu presencia aquí. El banco DLF no tiene problema alguno, 128

El Vendedor de Felicidad

al menos en este momento. Pero cuando lo tuvo, hace algunos días, no te puedo negar que estuve a punto de perder la razón. En un momento me disloqué y sin saber cómo ni por qué,

terminé

en

un

lugar

inimaginable, donde unos seres con

cara

de

diamante,

técnicamente me lavaron el cerebro y me enseñaron cosas que cambiaron mi vida y que 129

Juan M. Taveras

podrían cambiar la de medio mundo. –Je, je, je ¡Unos seres con cara de diamante! ¡Estás loco de remate!

De

todas

maneras,

deseo oír de tus propios labios la justificación de lo que será la gran noticia de mi periódico mañana. –No

hablemos

de

publicaciones, al menos por ahora. La noticia de primera 130

El Vendedor de Felicidad

plana dando cuenta de

mi

renuncia a la presidencia del Banco DLF, se dará a su debido tiempo.

Lo

que

deseo

es

disponer de toda tu atención para enterarte de los pormenores de la increíble aventura en la que he estado inexplicablemente envuelto y que constituye la verdadera causa que me impulsa a dejar el banco para cumplir una extraña misión que me ha 131

Juan M. Taveras

sido encomendada por unos seres con cara de diamante venidos, según ellos, de un lejano

planeta

llamado

Schwerta, Sonreí con suspicacia frente a esa inesperada revelación. Me resultaba

tan

extraño

e

inverosímil que mi amigo Joel Fuertes, equilibrado conozco, 132

el

hombre

más

y

sensato

que

me

revelara

que

El Vendedor de Felicidad

dejaría su banco para cumplir una

misión

que

le

habían

encomendado unos misteriosos seres con cara de diamante, que me resistía a creerlo. Sentí mi cerebro

momentáneamente

turbado por un montón de cuestionamientos insensatos que me

empujaban

convencimiento amigo

había

de

al que

mi

perdido

completamente el juicio. Me 133

Juan M. Taveras

disponía

a

formularle

unas

cuantas preguntas para luego retirarme, cuando Joel intervino de nuevo y dijo: –He pensado que la historia de

mi

encuentro

extraterrestres

con es

los tan

aleccionadora e importante para toda la humanidad, que debemos escribir un libro para contar esa maravillosa aventura y lo que los extraterrestres me enseñaron, 134

El Vendedor de Felicidad

todo lo cual ha cambiado mi vida y pienso que podría ayudar a muchos a cambiar también las suyas. Pero tú me conoces como nadie Mario y sabes de mis limitaciones con la pluma. A decirte verdad, no me siento capaz de escribir una novela, que es el formato que deseo emplees para contar mi historia. En cambio tú, querido amigo mío, tienes todo lo que a mí me 135

Juan M. Taveras

falta y manejas la pluma como nadie en esta bella isla. Y es por eso por lo que te he llamado, porque deseo proponerte que escribas ese libro con la historia que, de todas maneras, tendrás que oírme contarte. Me sorprendió lo que dijo. No

me

esperaba

semejante

proposición. Lo miré fijamente a los ojos. Reflexioné brevemente sobre su propuesta. Me recliné 136

El Vendedor de Felicidad

hacia

atrás

en

el

elegante

taburete que ocupaba en la cocina

de

su

residencia

y

finalmente, dije: – ¿Escribir un libro sobre una aventura tuya, la aventura del Presidente del Banco DLF, con extraños seres con cara de diamante,

a

los

cuales

tu

consideras extraterrestres? –Sí, es justo lo que deseo que hagas.

Naturalmente te 137

Juan M. Taveras

pagaré lo que pidas por tu trabajo. Soy el primero en reconocer que vives de tu pluma. Reflexioné nuevamente por espacio de un par de minutos y dije: – ¡Tal vez sea interesante escribir un libro con semejante historia!.. ¡Me gusta la idea!.. ¡Acepto el reto! 138

El Vendedor de Felicidad

–Te agradezco tu disposición de escribir ese libro que de seguro ayudará a muchos a entender la certeza de aquella lapidaria lección de Sócrates: “solo el sabio es feliz” –

De

otro

lado,

debo

suplicarte, querido amigo mío, no comentar con nadie esta conversación. Estimo que te tomarás a lo menos 90 días escribir la historia que voy a 139

Juan M. Taveras

contarte. Y durante ese tiempo pueden ocurrir muchas cosas que podrían llevarme a desistir de la idea de renunciar a la presidencia entonces,

del todo

banco sería

y, muy

embarazoso si quisiéramos dar marcha atrás. –Estoy

enteramente

de

acuerdo con lo que sugirieres, pero sigo sin entender tus

140

El Vendedor de Felicidad

razones para renunciar a la presidencial del banco. –Ya las entenderás cuando te cuente mi aventura en la casa mágica. Solo entonces estaré dispuesto a oír tus consejos y, si me

convences

de

la

improcedencia de renunciar del banco, me olvidaré de la misión que me ha sido encomendada y seguiré tus orientaciones. –De acuerdo –dije– 141

Juan M. Taveras



¿Cuándo

empezamos?

Cuestiono Joel en seguida. –Estaría

bien

que

arranquemos el próximo lunes 16 a partir de las seis de la mañana. Puestos de pies, estrechamos nuestras manos en señal de que teníamos

un

acuerdo;

nos

abrazamos como buenos amigos y nos dependimos.

142

El Vendedor de Felicidad

El lunes 16 a las cinco de la mañana

Joel

me

estaba

despertando para asegurarse de que acudiría a la cita. Así lo hice y desde entonces me dediqué todo mi tiempo a escribir el presente libro, al que, de común acuerdo, hemos convenido en titular: EL VENDEDOR DE FELICIDAD.

143

Juan M. Taveras

144

El Vendedor de Felicidad

145

Juan M. Taveras

6

Todo empezó aquella tarde esplendorosa, sombras,

despejada

cuando

el

de brillo

luminoso del rubicundo Apolo invitaba a las almas sensibles a extasiarse en la contemplación de las artes creativas de la mágica naturaleza. Transcurría un límpido día del otoño tropical, donde un 146

El Vendedor de Felicidad

cielo

azul

sin

mancha,

se

extendía por los cuatro puntos cardinales, como si el planeta tierra

hubiera,

a

propósito,

despojado al cielo de capote para que, a todo lo largo y ancho de la Vía Láctea, pudieran verla triunfante coronarse a sí misma, no como centro del universo, sino como el astro más bello de entre los miles de millones que

147

Juan M. Taveras

pueblan

la

inmensa

bóveda

celeste. Ese martes 3 de noviembre, una joven hermosa, a quien sus amigos tildaban de anticuada, porque amaba adoraba

la poesía

toda

y

expresión

espontánea de la naturaleza, reventaba de gozo. La tarde, por su

incomparable

belleza,

recreaba, en la mente poseída de Lira Méndez, el veranillo de San 148

El Vendedor de Felicidad

Martín, cuya aparición repentina llenaba a los habitantes de Peyton Place de un gozo infantil incomparable.

“Esta

es

mi

tarde” pensaba Lira con el corazón danzando. Estaba loca de emoción. Llevaba más de una hora contemplando, a través de los gruesos cristales de sus oficinas ubicadas en la séptima planta del edificio Antares, sede principal del Banco DLF, el 149

Juan M. Taveras

esplendor

de

aquella

tarde

inolvidable. En lo bajo, los árboles, al compás de una brisa suave

y

balanceaban

perfumada,

se

voluptuosos

y

asociaban sus contorciones de mujer

en

celo,

al

brillo

deslumbrante que despedían sus hojas encantadas, para recrear, en la mente sensible de Lira Méndez, poesías e inspiraciones musicales 150

infinitamente

más

El Vendedor de Felicidad

bellas

que

todas

las

composiciones de Mozart, Bach, Beethoven, Chopin, Schubert y otros grandes intérpretes del idioma de los dioses. Para

Lira

aquella

tarde

simbolizaba la armonía perfecta. Esa

era,

creía

ella,

definitivamente su tarde. La tarde excitante que siempre había soñado. Estaba tan absorta en la contemplación de lo que 151

Juan M. Taveras

alcanzaban a ver sus brillantes negros ojos de mulata caribeña, que sus demás sentidos estaban adormecidos y ausentes, hasta el punto

de

zumbido

no ronco

escuchar de

el

vientos

tormentosos originados en las oficinas de su jefe, a solo escasos metros de las suyas, los cuales

terminarían

por

desintegrar, con un solo golpe artero, 152

la

belleza

sin

par

El Vendedor de Felicidad

esculpida por la naturaleza y recreada en aquella tarde de ensueños.

En

un

instante,

empezó a deslizarse, a través de diminutas rendijas por debajo de la puerta del despacho de su jefe,

las

lavas

furiosas

y

calcinantes de un destructivo volcán

que

borraría

las

semblanzas de aquella tarde maravillosa y daría paso a impensables malas nuevas: 153

Juan M. Taveras

¡El presidente del banco ha desaparecido!... está

¡Seguramente

muerto o al menos

secuestrado!... –Eran, poco más o menos, las palabras que Lira creyó escuchar provenientes de las oficinas contiguas. Y tal run run constituyó el detonante de todo. Incrédula frente a tan inesperado acontecimiento, la joven afinó sus oídos, los pegó de la puerta del despacho vecino 154

El Vendedor de Felicidad

y terminó confirmando lo que había escuchado. Todo ocurrió tan de repente, que la primera impresión era que la tierra se había tragado a Joel

Fuertes.

Y

ese

acontecimiento inexplicable e inesperado

se

debatía

apasionadamente en las oficinas de Ben Torrijos, vicepresidente ejecutivo del Banco DLF, quien se empleaba a fondo frente a la 155

Juan M. Taveras

esposa

del

presidente

desaparecido

del

banco,

por

encontrar la mejor forma de enfrentar

una

situación

evidentemente explosiva que, mal manejada, podría acarrear mayores dificultades que las que ya

soportaba

la

debilitada

institución bancaria y por cuyas causas,

el

Banco

DLF

mantenía, de hecho, disparadero del desastre. 156

se

en el

El Vendedor de Felicidad

El debate a veces pausaba y luego se encendía por momento. Pero con lo que los atentos oídos

de

Lira

alcanzaban

Méndez escuchar,

evidenciaba la existencia de una acalorada discusión entre Ben Torrijos

y

la

desaparecido

esposa

del

presidente

del

banco DLF. Y por el tono de la voz de la dama, era evidente que a

la

esposa

del

magnate 157

Juan M. Taveras

desaparecido, la dominaba un histerismo

insensato

que

le

impedía controlar sus nervios. Y llegada

al

clímax

de

la

excitación, reventó en sollozos y lamentaciones que irrumpieron como torpedos en los oídos de la joven secretaria y terminaron definitivamente con la armonía mental que, hasta ese momento, la bella chica había disfrutado, cuando 158

pudo

escuchar

El Vendedor de Felicidad

claramente a doña Sara gritar a todo pulmón: – ¡No! ¡Por todos los cielos que no! ¡El jamás pasaría una noche fuera de su casa sin informarme previamente! ¡Algo grave ha ocurrido a mi marido! – ¡Lo sé! ¡Lo presiento!: ¡A estas horas, mi Joel debe estar muerto! – Exagera usted doña Sara. – intervino con voz terciopelada, 159

Juan M. Taveras

el imperturbable Ben Torrijos. Y agregó,

impasible

y

sereno

como siempre: –

¿Y qué

puede haber

ocurrido a nuestro presidente? –

¡Algo

lamentable

y

terrible! –Respondió Sara en tono dramático– Y sentenció, levantando la voz fuera de control y con la certeza de un clérigo medieval:

160

El Vendedor de Felicidad

–Si

Joel

domingo, prometido,

no

regresó

como es

porque

el

había está

muerto o al menos secuestrado. ¡Y no me quedaré de brazos cruzados! ¡Lo juro Ben! Y ahora, daré de inmediato parte a la policía para que tome carta en el asunto. Se levantó rauda de su asiento. Echó mano de su bolso y se disponía a abandonar el 161

Juan M. Taveras

despacho de Ben, sin haberse definido ningún plan a seguir. –Si da usted parte a la policía ahora, va a generar un caos que perjudicará banco.

enormemente

–Dijo

Ben,

con

al la

arrogancia del juez que dicta sentencia inapelable. – ¡A mí no me importa el banco! ¡Quiero a Joel de vuelta, vivo o muerto!

162

El Vendedor de Felicidad

Lira Méndez, ahora con sus antenas auditivas desplegadas al máximo, escuchaba, perpleja y confundida, la voz desafiante y atormentada

de

doña

Sara,

clamando por la suerte del esposo

desaparecido.

Sin

contenerse y ya dominada por una intriga que la empujaba a interesarse cada vez más en el asunto, se acercó aún más a la

163

Juan M. Taveras

puerta del despacho de su jefe y lo escuchó claramente decir: –Se está usted precipitando Doña Sara. El señor presidente prometió regresar a más tardar el lunes en la tarde y hoy es apenas martes. El retraso no es significativo y no encuentro razones para adelantarse a los hechos. Demos un poquito de tiempo al tiempo y esperemos al

164

El Vendedor de Felicidad

menos un par de días más para actuar. – ¿Esperar dos días más para actuar? ¿Pero… acaso se está usted

volviendo loco? ¡Eso

nunca! Sepa usted Ben Torrijos, que tuve pesadillas anoche y presiento

que

si

espero

a

mañana sería demasiado tarde. ¡Y jamás me perdonaría no haber

actuado

a

tiempo!

–argumentó Sara– visiblemente 165

Juan M. Taveras

atribulada, pero dueña de una firme determinación. Su actitud evidenciaba

que

estaba

debe

usted

dispuesta a todo. –Pero

comprender que todavía no tenemos

nada

concreto que

informar a la policía. –dijo Ben– y calmadamente agregó: –El viernes 30 en la tarde, después que el señor Fuertes habló por teléfono con usted, 166

El Vendedor de Felicidad

también conversó conmigo y me informó,

muy

calmado

y

consciente, que permanecería el fin de semana en Santiago y que regresaría domingo o a más tardar el lunes en la tarde. Tal vez tenía algo importante que hacer y aún no ha concluido el asunto. ¡Insisto en que debemos esperar!

167

Juan M. Taveras

– ¡Pero si ni siquiera ha vuelto a llamar! –Ripostó con mucho énfasis Sara– Y agregó: –Usted conoce a Joel. Si no ha llamado de nuevo es porque está en problemas. ¿Y dice usted que

no

hay

razón

para

alarmarse? ¡Vaya que es usted flemático Ben! –Entiendo su preocupación y créame que la comparto. Pero le pido, le suplico que esperemos, 168

El Vendedor de Felicidad

al menos, un par de días más antes de informar a la policía. –

¡Nooo!

¡Dije

no!

¡Definitivamente no! –Clamó Sara de nuevo, esta vez con gritos que se escucharon en todos los rincones del séptimo piso de las oficinas principales del banco DLF. La exasperación de los ánimos se inflaba a cada instante. La esposa de Joel Fuertes,

electrizada

por

un 169

Juan M. Taveras

intenso arrebato, rechazaba de plano todos los argumentos planteados vicepresidente

por

el

ejecutivo

cauto que

procuraba la mejor forma de hacer frente al problema sin ocasionar mayores daños a la ya de por si frágil imagen del banco DLF. El momento era tenso como una viga de acero. En varias ocasiones, Sara había estallado 170

El Vendedor de Felicidad

en llanto y sus desbordadas emociones lucían, por momento, incontenibles. El impasible Ben, por el contrario razonaba, fría y pacientemente, inconvenientes

sobre que

los

podrían

sobrevenir al banco DLF como resultado de un mal manejo de la delicada situación que tenían por delante. La bella dama, sin embargo, no parecía dispuesta a posponer ni por un minuto la 171

Juan M. Taveras

intervención de la policía en el asunto y a todas las razonadas propuestas del vice-presidente ejecutivo, le encontraba un pero. –Admiro profundamente sus esfuerzos

por

proteger

al

banco… – ¡Y también a su marido! – interrumpió Ben, con ademanes capciosos.

172

El Vendedor de Felicidad

– ¡Tal vez! –Intervino Sara– mirando a Ben con desprecio. Y agregó a regañadientes: – Pero sepa usted que bajo ninguna

circunstancia,

ni

siquiera por el banco DLF, dejaré

de

responsabilidad

lado de

mi esposa.

Porque aquí lo que está en juego es un asunto de familia. Y para mí, nada hay en el mundo más importante que la familia. 173

Juan M. Taveras

–Loable punto de vista que comparto y respeto sin reservas. Pero

no

puedo

dejar

de

reconocer que estamos frente a un problema de Estado. – ¿Un problema de Estado? –Inquirió Sara, mirando a su interlocutor con el rabo del ojo y el ceño fruncido. –Bueno… no se inquiete usted, por favor. Es solo un decir con el cual pretendo 174

El Vendedor de Felicidad

dimensionar

el

alcance

del

problema y al mismo tiempo dejar

constancia

delicadeza.

de

su

Reconozco,

sin

reservas como dije antes, que estamos

frente

un

delicado

problema familiar. ¡Pero...! justo es reconocer también que nos enfrentamos a un no menos delicado problema institucional. Y

la

considerar

prudencia

aconseja

ambos

aspectos 175

Juan M. Taveras

simultáneamente para así arribar a la mejor solución posible. –No lo comprendo a usted Ben. ¡Por Dios que no lo entiendo! Y percibo que con su accionar da usted a entender que le importa un comino mi marido y que el banco es su única preocupación. El problema para usted se reduce a un asunto institucional o de estado, como dijo. 176

En

cambio,

para

mí,

El Vendedor de Felicidad

¡entiéndalo bien Ben!, para mí se trata de un asunto de familia y no veo la forma de conciliar intereses

particulares

con

intereses familiares –concluyó– con gran aplomo y lucidez, doña Sara que, pese a su edad, lucia flamante y hermosa como una estrella naciente. Sara tomó asiento de nuevo y en el tono de su voz se percibía

más

calmada.

Era 177

Juan M. Taveras

evidente que los razonamientos del

vicepresidente

surtiendo sus

efectos

estaban y

la

inducían a bajar el fusil. El flemático Ben, presintió que de alguna forma la dama estaba

cediendo

y

decidió

lanzarse al ataque. –Tal vez no me he sabido expresar y le pido disculpas por mi torpeza. Y si me lo permite

178

El Vendedor de Felicidad

usted,

intentaré

explicarme

escucho

–respondió

mejor. –Lo

Sara al instante– exhibiendo una calma inusitada que contrastaba con la posición inflexible que había mantenido durante toda la tarde. –Días Torrijos,

–inició

Ben

exhibiendo

la

atrás

insoportable parsimonia que lo caracterizaba– mientras leía la 179

Juan M. Taveras

prensa

local,

llamó

poderosamente mi atención un encabezado a seis columnas titulado “Rumores que matan”. El titular me impactó porque justo en ese momento nuestro banco era presa de un rumor infundado que en cuestión de días nos había colocado al borde del

colapso.

El

trabajo

periodístico refería, en síntesis, que en 180

Francia,

un

rumor

El Vendedor de Felicidad

difundido

por

internet

denunciaba

que

presunta

infidelidades en el seno de la pareja

presidencial,

fue

redimensionado por la prensa internacional y convertido en un serio problema que amenazó la estabilidad del gobierno de esa gran nación. El punto que deseo destacar es que ese insignificante rumor, sumado

a

errores

de 181

Juan M. Taveras

comunicación de la Presidencia, terminó por convertirse en un asunto de Estado que necesitó finas intervenciones públicas de algunos protagonistas del enredo para disipar la sensación de que la vida privada se imponía sobre la santificada razón pública. Lo ocurrido en Francia agregó

calmadamente



Ben–

constituye un típico caso de cómo un manejo inadecuado y 182

El Vendedor de Felicidad

tal vez precipitado de un asunto simple, puede convertirse en un problema enorme que destruya, no a una débil institución como desafortunadamente

es

nuestra

precisos

en

estos

la

momentos, sino hacer tambalear a

cualquier

gobierno

en

cualquier parte del mundo. Y es que la gente en la calle y la indomable opinión pública, por lo

general

interpretan

los 183

Juan M. Taveras

hechos, no como son, sino en función del morbo enfermizo que caracteriza a la especie humana. Cada uno pintará el chisme del color que más le agrade e interese. Y en ese clima enrarecido de la “libertad” de expresión, al final reinará el olor inmundo de las cloacas y no el de la razón. Conozco bastante bien la mente humana y puedo anticipar lo que ocurrirá tan 184

El Vendedor de Felicidad

pronto

el

caso

llegue

a

conocimiento de la

opinión

pública:

el

inicialmente

rio

tomará su cauce pero al final terminará medios

desbordado. son

negocios

Los y

explotarán la noticia para ganar dinero. Nadie se interesará por la verdad. Explotarán al máximo la noticia sin importarles un comino hasta donde perjudiquen al banco y a su propio marido. 185

Juan M. Taveras

El drama

y las

inventivas

elevarán al máximo el morbo y la

fantasía

popular,

hasta

consumir las últimas gotas del prestigio almacenado por años de servicio honrado prestado a la comunidad por nuestro banco. Finalmente señora, le puedo asegurar que, si el problema se nos escapa de las manos, el daño, tanto para el banco como para su esposo, será irreparable. 186

El Vendedor de Felicidad

Los razonamientos de Ben calaron hasta el fondo y la bella mujer

se

sintió

de

pronto

indefensa. Pensativa y muda como una sombra, revoloteaba una y otra vez sus bellos ojos azules, mientras rebuscaba en sus archivos mentales algún argumento razonable que le permitiera

escabullirse

del

estrecho rincón al que Ben Torrijos la había empujado. 187

Juan M. Taveras

Finalmente regresó de su mutismo y dijo: –Suponga que cedo a sus razonamientos. De todas formas, mi sacrificio no serviría de nada. – ¿Por qué? Cuestionó Ben, algo desconcertado. –Sencillamente porque si a mi

esposo

le

ha

ocurrido

realmente algo malo, como yo presiento, en algún momento y por cualquier vía la noticia 188

El Vendedor de Felicidad

explotará y llegará a oídos de la policía y de la tan temida opinión pública. ¡Y le aseguro que la tormenta será mucho mayor que si denunciáramos la desaparición de Joel ahora! – ¿No cree usted, Ben? –Su

observación

es

absolutamente correcta. Pero en tal

caso

tendríamos

que

atenernos a los hechos y nada podríamos

hacer

por 189

Juan M. Taveras

remediarlos.

Y

agrego,

sintiéndose dueño ya de la situación: –Yo estoy pesando en el ahora. Y la verdad del ahora es que no existen los hechos sino solo especulaciones. Debemos admitir

que

solo

tenemos

opiniones divergentes. Y mi experiencia me aconseja no desatar la tormenta especulando sobre hechos desconocidos. Soy, 190

El Vendedor de Felicidad

pues, de opinión que, si es que a su marido le ha ocurrido algo– posibilidad

que

dudo

sinceramente– nuestra actuación tendrá que ser una respuesta a lo ocurrido. Una respuesta a los hechos, y concretamente aún no tenemos ningún hecho que nos permita orientarnos sobre la desaparición de su marido.

191

Juan M. Taveras

–Admito que estoy algo confundida y que de momento no puedo pensar con claridad. –La comprendo –contestó Ben–

seguro ya de tener la

presa perfectamente encajada en la mira telescópica. Sara estaba quebrada pero no vencida. Un tenso silencio, frío como

el

nitrógeno

líquido,

invadió de repente el despacho del vicepresidente del banco 192

El Vendedor de Felicidad

DLF. Por un instante pareció como si un inoportuno conjuro maléfico intentara bloquearlo todo. Ben, reclinado hacia atrás en su sillón ejecutivo, aguardaba mudo, mientras tapaba su boca con todos los dedos de su mano derecha, en inequívoca señal de que

mantendría

el

pico

herméticamente cerrado a la espera serena de que la dama reaccionara. Sara, en cambio, no 193

Juan M. Taveras

encontraba forma de expresar lo que quería. Deseaba continuar la confrontación, pero precisaba de armas pesadas las cuales no poseía en el momento. La sensatez aconsejaba claudicar. Transcurrieron unos minutos adicionales de callada reflexión y ardiente sosiego, hasta que finalmente Sara, con voz serena y pausada, dijo:

194

El Vendedor de Felicidad

–Lo que vayamos a hacer tiene que ser hecho en un plazo de 48 horas. No esperé un minuto más para actuar. Y a seguidas preguntó: – ¿Tiene usted algún plan? ¡La vencí! ¡Ya la tengo!.. – gritó Ben en sus adentros– y a continuación respondió con voz segura y serena: –He pensado que debemos iniciar

las

pesquisas

de 195

Juan M. Taveras

inmediato

valiéndonos

de

nuestro propio departamento de seguridad. –

¿Son

confiables

esas

personas? ¿Serán capaces de hacer el trabajo sin abrir la boca, como usted desea? –Contamos con un jefe de seguridad que estuvo durante varios

años

al

frente

del

departamento de inteligencia de la Policía Nacional. Se trata de 196

El Vendedor de Felicidad

un profesional experimentado cuya

principal

arma

es

precisamente la discreción. De ese lado no hay razón para preocuparse. Además, solo usted y

yo

manejaremos

personalmente el asunto con el coronel. – ¿Con el Coronel? –Inquirió Sara sorprendida. – ¡Bah! No se inquiete usted doña Sara. Es solo que a nuestro 197

Juan M. Taveras

empleado le llamamos coronel, porque él tenía ese rango cuando fue puesto en retiro por el Presidente cuatro

años

Fernández atrás

y

unos desde

entonces trabaja con nosotros. Se apellida Fouché, pero todos aquí, cuando hablamos de él, lo hacemos siempre refiriéndonos al coronel.

198

El Vendedor de Felicidad

–Bien. Por el momento no tengo objeción al plan



adelantó Sara– Y agregó: –Pero le advierto que si en 48 horas, a partir de hoy martes a las 3.03 minutos de la tarde, no sabemos aún de la suerte de mi esposo, seré yo quien tome la decisión de los pasos a seguir. Ben Torrijos asintió. –El Coronel Fouché se hará cargo del asunto de inmediato. 199

Juan M. Taveras

Y usted, no se preocupe que todo saldrá bien. –

Eso

espero.

¿Cuando

empezamos? –Inquirió Sara en seguida. –De inmediato. En estos momentos llamaré al Coronel y pondremos manos a la obra sin pérdida de tiempo. Treinta minutos después, el jefe de seguridad del banco entraba solo a las oficinas del 200

El Vendedor de Felicidad

vicepresidente

ejecutivo,

lamentándose por la tardanza en reportarse.

Intentaba

disculparse y dijo: –Estaba

algo

distante

investigando un fraude cometido con

una

tarjeta

de crédito

clonada y. . . . . . . . . – ¡Está bien coronel!



Interrumpió Ben– Y a seguidas agregó:

201

Juan M. Taveras

–No

hay

disculpas.

necesidad

Tenemos

de

mucha

prisa. Vayamos al grano: la razón por la que lo hemos requerido de urgencia es para ponerlo en conocimiento de una situación

confidencial

y

altamente delicada que está afectando al banco en estos momentos. A Sara le supo a hiel el hecho de que Ben Torrijos, una 202

El Vendedor de Felicidad

vez más, dejara entrever que su única preocupación era el banco. Estuvo a punto de explotar. Vaciló un instante y se contuvo. –Soy todo oído Señor – balbuceó entre dientes Fouché, con el rostro inexpresivo como una piedra. –Se trata de mi marido, el presidente del banco–intervino Sara sin contenerse y con los

203

Juan M. Taveras

ojos al rojo vivo y humedecidos por la intensa emoción– – ¿Ha sucedido algo malo al señor

Presidente?

Fouché,

con

–Inquirió

una

ligera

expresión de sorpresa en su rostro. –En realidad, no lo sabemos –Respondió Ben, retorciendo la boca en señal de preocupación– Sin

embargo,

como

usted

seguramente recordará, el Señor 204

El Vendedor de Felicidad

presidente se fue a Santiago, sin acompañante, el miércoles de la pasada semana. “Una

insensatez

imperdonable, masculló Fouché, con la boca retorcida y la respiración acelerada” –Y el viernes en horas de la tarde –continuo Ben– llamó a su esposa y al banco para informar que se quedaría en la ciudad por el

fin

de

semana.

Desde 205

Juan M. Taveras

entonces, y pese a ser martes en la tarde, no hemos vuelto a saber de él. Estamos muy preocupados con la situación que afecta a nuestro presidente y hemos decidido que se ocupe usted de determinar su paradero. –Me ocuparé del asunto con la mayor presteza. Pero necesito tiempo para recoger algunas informaciones antes de poner en

206

El Vendedor de Felicidad

práctica un plan para dar con el paradero del señor Presidente. –Dispondrá

usted

de

la

información y de los recursos que necesite, pero de muy poco tiempo.

La

pesquisa

debe

iniciarse de inmediato. ¡Ah!.. Y me permito recordarle que este asunto debe ser manejado con absoluta

discreción.

Usted

conoce la delicada situación en que se encuentra aún nuestro 207

Juan M. Taveras

banco y no queremos, bajo ninguna circunstancia, alarmar a nadie y mucho menos atizar a la temida opinión pública. –No necesita recordármelo Señor. Siempre hago mi trabajo con la mayor discreción. De hecho, el sigilo es mi arma principal. –Lo reconozco, pero quise recalcarlo para informarle que solo doña Sara y yo estaremos al 208

El Vendedor de Felicidad

tanto de sus movimientos. Nadie más debe saber nada del asunto. Con que lo sepa usted es más que suficiente, lo que significa que trabajará solo en el caso. –Pero yo no trabajo solo señores y estimo un grave error de cualquier investigador el hacerlo. – ¿Significan sus palabras que

no

puede

usted

solo

ocuparse del asunto? 209

Juan M. Taveras

–Es justo lo que dije. ¡Yo nunca trabajo solo! Si lo hiciera y ocurriera algo negativo en el curso

de

la

quedaríamos

investigación, en

un

limbo

similar al que nos encontramos ahora debido a que el señor Presidente

se

fue

sin

acompañante a Santiago. Soy un profesional riesgos

de

y mi

conozco

los

oficio.

En

consecuencia, si he de trabajar 210

El Vendedor de Felicidad

solo, prefiero declinar el asunto y pedirle, muy respetuosamente, que busque a otra persona para el trabajo. – ¿Quién más trabajaría con usted?

–Inquirió

Ben,

visiblemente molesto. –Necesitaría al menos dos de mis mejores hombres. Fouché se expresaba tan convincente y seguro de sí mismo en defensa de sus puntos 211

Juan M. Taveras

de vista, que doña Sara se sintió de pronto confiada en que ese hombre inexpresivo y calmado, le devolvería a su Joel sano y salvo. – ¿Qué opina usted de la posición del coronel? –Inquirió de repente Ben, pero Sara no pareció escucharle. Navegada en otras dimensiones. – ¿Me escuchó usted doña Sara? –Inquirió nuevamente Ben 212

El Vendedor de Felicidad

Torrijos, levantando ligeramente la voz. – ¡Ah!… si… ¡Sí! Estoy cien por ciento de acuerdo con el coronel. No creo que sea buena idea

el

que

Respondió

trabaje

solo.

finalmente

Sara,

escapándose

de

un

ensimismamiento momentáneo. –Todo arreglado –dijo el vicepresidente banco

DLF,

ejecutivo

del

frotándose

las 213

Juan M. Taveras

manos, sin poder ocultar su satisfacción por haber ganado el mach– Y en cuanto a usted coronel, estimo que esta misma tarde debe irse a Santiago e iniciar

las

pesquisas

correspondientes. de muy poco

Disponemos

tiempo. ¡No lo

olvide! –Antes deseo hablar con la señora a solas –dijo el coronel, sin preámbulo– 214

El Vendedor de Felicidad

– ¿A solas? –Inquirió Ben intrigado. –Debo enterarme de algunos detalles de la vida privada del señor Presidente que solo doña Sara podría conocer. La voz del sabueso cambió totalmente de tono. Hablaba ahora con la autoridad de un Sheriff de un pequeño pueblo del oeste norteamericano, que se

215

Juan M. Taveras

sabe en total control del terreno que pisa. –Bien –dijo sin pestañar Ben Torrijos– Me iré a otra oficina mientras conversan. –No es necesario. Si la señora no se opone, prefiero hablemos en mi despacho. – ¡Como usted disponga Coronel! complacida.

216

–asintió

Sara

El Vendedor de Felicidad

El tiempo apremiaba y la conversación en las oficinas del jefe de seguridad del banco fue corta.

Lo

que

mayormente

interesaba a Fouché era saber si el presidente del banco era adicto a las faldas; si tenía en la actualidad

algún

enredo

femenino; si le gustaba el vino, el juego o si tenía cualquier debilidad que de alguna manera pudiera retenerlo en Santiago o 217

Juan M. Taveras

arrastrarlo a cualquier otro lugar del país. Las respuestas de Sara fueron precisas y contundentes y resultaba

imposible

inferir,

razonablemente, de ninguna de ellas, que la desaparición de Joel Fuertes se debiera a cuestiones personales de ninguna especie. El

coronel

dedujo

que,

posiblemente, había alguna otra razón que debía desentrañar con su investigación. 218

El Vendedor de Felicidad

Fouché pareció agotar sus cuestionamientos. Indeciso, se mantuvo callado por un par de minutos.

Sara

rompió

el

silencio: – ¿Ha terminado Coronel? Estoy agotada y deseo retirarme. Este día ha resultado demasiado tedioso y largo para mí. –Una

pregunta

más

y

terminamos:

219

Juan M. Taveras

– ¿Tiene su esposo alguna afición dominante? –No

que

yo

sepa,

a

excepción de los libros y de los negocios, por supuesto. –Bien.

Es

todo.

mantendré informada.

220

La

El Vendedor de Felicidad

221

Juan M. Taveras

7

Joel

Fuertes,

tenía

por

costumbre irse temprano a la cama: entre diez y once de la noche a más tardar. Y había disfrutado siempre de un sueño apacible. Sin embargo, la noche del lunes 26 de octubre, faltaban apenas dos minutos para las doce de la noche y el banquero no podía dormir. 222

El Vendedor de Felicidad

Su reloj de pared: inmutable, indetenible cualquier

y

sordo

ante

pedido de tregua,

avanzaba impertérrito, mientras el presidente del Banco DLF se preguntaba angustiado: ¿Qué tengo? ¿Por qué no puedo dormir? Daba vueltas y vueltas en su cama, practicaba yoga, contaba hasta mil, hacía de todo, pero no lograba conciliar el sueño. Algo misterioso se lo 223

Juan M. Taveras

impedía: presentimiento,

un

necio de

origen

desconocido, estaba en total control de su ser. Pero… ¿Qué podía ser? ¿Qué podría ocurrir? ¿Qué malas nuevas podría traer el enigmático porvenir? Joel tenía todo lo que quería: era rico; Presidente de un banco sin problemas aparentes; estaba en buena salud; su matrimonio andaba relativamente bien; no 224

El Vendedor de Felicidad

tenía deudas que lo abrumaran, enemigos que lo persiguieran, ni nada

que

pudiera,

justificadamente, asustar

al

escurridizo Morfeo. “No entiendo la razón” – pensó– “pero definitivamente no puedo dormir. Bajaré a la biblioteca a leer un rato. Tal vez sí logro encontrarme con el dios del sueño”

225

Juan M. Taveras

Salió de la cama, bajó las escaleras e ingresó al salón de lectura. La familia de Joel Fuertes, había llegado a Santo Domingo en 1931, justo para cuando se desplomó la Monarquía Liberal que encabezó en España el Rey Alfonso XIII. Fue entonces cuando el Coronel Fernando Fuertes y Estrada, abuelo de Joel, se vio obligado a emigrar a 226

El Vendedor de Felicidad

la

Isla

Española

donde se

estableció con su joven familia, incluyendo al futuro padre de Joel que contaba, para entonces, 9 años de edad. Los nuevos inmigrantes, pese a haberse establecido

en

el

país

dominicano en medio de la histórica mundial

crisis de

alcanzaron,

económica

los en

años

pocos

30, años,

notable prosperidad económica 227

Juan M. Taveras

al cobijarse bajo el manto protector de la dictadura militar de Rafael Trujillo, que bendijo a la familia del emigrado Coronel español, especialmente a partir de 1939, cuando el dictador dominicano se enteró de la estrecha amistad que existía entre Fuertes

el

Coronel y

el

Fernando

Generalísimo

Francisco Franco. Estos dos últimos habían consolidado sus 228

El Vendedor de Felicidad

respectivas carreras militares a consecuencia de la guerra de RIF

(1919-1926)

también

llamada Guerra de Marruecos o Guerra de África, escenario donde los dos militares habían peleado juntos bajo el mando del

General

español

José

Villalba Riquelme. Esos hechos, que la casualidad suele fabricar a la medida para favorecer a sus elegidos, proporcionaron a Joel, 229

Juan M. Taveras

que nació en 1955 en República Dominicano, el privilegio de estudiar

administración

de

empresas en una prestigiosa universidad española de la que terminó graduado con honores. De vuelta a Santo Domingo, Joel se incorporó a trabajar en las empresas de su familia y para mediados de los 80, ya era el principal ejecutivo de los negocios 230

familiares.

Grandes

El Vendedor de Felicidad

cambios políticos se sucedieron en la pequeña nación caribeña durante la década de los 80 y Joel

entendió

llegado

el

momento para incursionar en grandes negocios, interesándose especialmente por los bancarios cuya

turbulenta

historia

lo

apasionaba. En el otoño de 1992 consiguió

la

autorización

correspondiente para operar un banco comercial y justo el día 231

Juan M. Taveras

en

que

el

novel

banquero

cumplió sus 39 años de edad, el flamante banco DLF, abría sus puertas al público bajo su presidencia. Desde muy joven, Joel se perfiló como lector compulsivo e

investigador

tenaz,

condiciones que lo empujaban a estudiar a fondo y con notable disciplina los temas que le interesaban, así como a devorar, 232

El Vendedor de Felicidad

sin

pausa,

cuántos

libros

importaran a la búsqueda de la verdad que deseaba desentrañar. Como

todo

lector

impenitente, Joel construyó, con el tiempo, una impresionante biblioteca

repleta

de

libros

contentivos de los más diversos temas. Abundaban los tratados de economía, de política, de administración

de

negocios,

temas científicos, poéticos y 233

Juan M. Taveras

filosóficos.

Destacaban,

finamente encuadernados, un montón de obras de escritores famosos: Miguel Cervantes y Saavedra, Víctor Huego, Fedor Dostoievski,

Rabindranath

Tagore, Thomas Mann, Herman Hesse,

Margarita

Yourcenar,

Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, y otros grandes de la literatura universal y, por supuesto, la Biblia, El Corán, el 234

El Vendedor de Felicidad

Bhagavad Gita y muchos otros libros

dedicados

religiosos.

temas

Los

libros

sin

embargo,

sobre

temas

predominantes, versaban

a

motivacionales y constituían una especie de oasis, de remanso donde Joel calmaba su sed cuando negarle esperaba

el

intelecto

la para

inescrutables

parecía

respuesta aplacar

que sus

querellas 235

Juan M. Taveras

existenciales o cuando el calor de las disputas humanas subía peligrosamente de grado y hacía falta colocarse bajo el paragua de frescas brizas que hicieran soportable

la

codicia

e

incomprensión que caracterizan a la complicada e impredecible especie como

humana. para

nosotros,

la

Para mayoría

obtener

Joel, de las

herramientas para alcanzar el 236

El Vendedor de Felicidad

éxito y la felicidad, constituía la meta más deseada, si bien la más difícil, porque requiere del desarrollo de una actitud mental positiva y duradera que pocos logran dominar y mucho menos alcanzar. percibía

Por las

eso,

porque

debilidades

e

inconsistencia de la mente y de la conciencia de los hombres, Joel bebía de las aguas siempre frescas

de

los

temas 237

Juan M. Taveras

motivacionales en procura de curas

milagrosas

que

amortiguaran, al menos, las heridas

resultantes

de

las

siempre conflictivas relaciones humanas y acallaran la rebeldía interior que suelen provocar en todos nosotros las muchas y desquiciantes

preguntas

sin

respuestas. La lectura constante de libros motivacionales 238

y

El Vendedor de Felicidad

excepcionalmente

del

nuevo

testamento, había liberado en gran medida a Joel Fuertes, presidente del banco DLF, de sus viejas crisis de ansiedad y del

pernicioso

estrés

permitiéndole, por lo general, dormir plácidamente. El que esa noche no conciliara el sueño, pese a múltiples esfuerzos por lograrlo,

le

resultaba

algo

extraño. Creía no tener razones 239

Juan M. Taveras

para que el sueño lo esquivara, aunque en las profundidades de su ser, sentía un cosquilleo poco común que preanunciaba la llegada

de

acontecimientos

indeseados. No tenía ninguna explicación

para

el

presentimiento negativo que lo agobiaba, ni mucho menos para entender la ansiedad latente a que estaba sometido y que

240

El Vendedor de Felicidad

provocaba un latir impetuoso de su corazón adrenalinado. El hecho cierto era que no podía dormir y no sabía el por qué. Y era precisamente en esas condiciones, cuando Joel acudía a su gran biblioteca y, por lo general, tomaba al azar un libro motivacional en procura de un bálsamo milagroso que suturara o

al

menos

aliviara

sus

recónditas heridas existenciales. 241

Juan M. Taveras

A las 11.58 de aquella inquietante noche, Joel bajó las escaleras, entró a su biblioteca y sin detenerse en título ni mucho menos en el nombre de su autor, extendió su mano derecha y tomó

un

pequeño

libro

motivacional en cuya primera página había el siguiente escrito: “La perfecto

vida

es

de

los

un

regalo

dioses:

es

hermosa, radiante, luminosa y 242

El Vendedor de Felicidad

dulce como la miel. Si usted no percibe estas verdades no es feliz. Pero puede y debe serlo. Usted tiene derecho al disfrute de una vida plena y a ser dichoso

durante

toda

su

existencia y más allá. Si esto quiere, si realmente lo desea Compre su felicidad” La

frase

“compre

su

felicidad” impactó sutilmente la psiquis de Joel. No recordaba 243

Juan M. Taveras

haberla leído antes, pero atraído por ella, se sentó en su cómodo sillón reclinable tapizado en fina piel de oveja, con la idea de meditar

sobre

esa

frase

y

adentrarse un poco en la lectura del libro que había tomado al azar. Leyó hasta muy entrada la madrugada y si bien gran parte del libro estaba dedicado a narrar

testimonios,

a

veces

dramáticos y casi increíbles, de 244

El Vendedor de Felicidad

personas

desesperadas,

que

apoyadas únicamente en la fe ciega, lograban escapar de sus torturas psíquicas y regresar al camino de la vida apacible y feliz, Joel no encontró nada que borrara o al menos amortiguara sus premoniciones de que su futuro inmediato estaba cargado de acontecimientos negativos que amargarían su, hasta ese momento, placida existencia. 245

Juan M. Taveras

A las 3 y 13 minutos de la madrugada de aquel tortuoso martes

27,

el

teléfono, insistentemente,

timbre

del

sonando rompió

la

concentración de la lectura del libro que tenía a esa hora en sus manos el presidente del banco DLF. Pocas veces la paz del banquero era interrumpida y mucho menos a tan altas horas de la noche, por lo que, durante 246

El Vendedor de Felicidad

varios tentado

minutos, a

no

Joel estuvo contestar

la

llamada, no por lo avanzado de la hora, sino porque presentía una tormenta de malas nuevas que deseaba evitar. – ¿Quién podrá ser a estas horas de la madrugada?

–Se

preguntaba Joel una y otra vez, mientras se resistía a tomar el teléfono

por

miedo

a

sus

premoniciones. Finalmente, la 247

Juan M. Taveras

insistencia del testarudo timbre terminó por vencer su obstinada resistencia. –Oigo, –dijo– manteniendo su acostumbrado tono refinado, no obstante las circunstancias. – Pareció

¿Señor



presidente?

cuestionar

una

voz

desde el otro lado de la línea– –Sii… Dígame Usted Señor Torrijos. –Contestó en seguida

248

El Vendedor de Felicidad

Joel al reconocer la voz de su interlocutor– –Lamento mucho molestarlo a estas horas de la madrugada – respondió con voz entrecortada el

gerente

general

y

vicepresidente

ejecutivo

del

banco DLF, dejando entrever que no traía buenas nuevas. Pausó por un instante y agregó:

–Pero…

dadas

las

circunstancias, pensé que. . . 249

Juan M. Taveras

Ben pausó de nuevo por un intervalo de no más de 15 segundos. Pero ocurre

a

un

a Joel, como condenado

al

paredón que espera en silencio la descarga artera de las armas asesinas, le pareció un siglo de angustiosa espera. Algo tan dilatado como el paso lento de una eternidad a otra. Hasta que finalmente, Ben Torrijos retomó la palabra: 250

El Vendedor de Felicidad

–Pensé…. pensé

que de

ninguna manera podía esperar hasta mañana para hablarle de un delicado asunto que está afectando seriamente a nuestro banco y… – ¿Es tan urgente el asunto –interrumpió el Presidente– que no podía esperar al menos hasta el

amanecer?

Joel

hablaba

angustiado y temeroso, como si en el fondo de su corazón 251

Juan M. Taveras

quisiera posponer la descarga mortal que lo amenazaba. –Es

muy urgente,

señor

Presidente. El asunto es en extremo delicado y decidí que no podía esperar ni un minuto más para informarle. –Por el tono de su voz, el asunto parece grave, –dijo Joel, sin ocultar sus temores– y agregó: cuénteme usted todo, por favor. Lo escucho. 252

El Vendedor de Felicidad

–Desde hace varios días – dijo la voz– un rumor sordo y silencioso como un fantasma, recorre los ámbitos financieros del país, asegurando que nuestro banco está en serias dificultades financieras y que próximamente será

intervenido

por

las

autoridades monetarias. Como resultado,

el

pánico

parece

apoderando a tal punto del público, que durante los últimos 253

Juan M. Taveras

10 días los retiros de depósitos han ido cada día en aumento. Hasta el día de hoy los retiros atribuidos al rumor sobrepasan el 25% de los depósitos totales y nuestras reservas de efectivo están

en

tolerancia

el

límite

legal

y

de

la

de

lo

técnicamente aconsejable. De continuar

creciendo

el

problema, y no veo la forma de

254

El Vendedor de Felicidad

detenerlo, nuestra situación bien puede tildarse de catastrófica. –A juzgar por sus palabras –interrumpió Joel– el asunto es mucho más grave de lo que imaginé en principio y las circunstancias aconsejan actuar con rapidez. –Con Presidente,

certeza, puedo

señor asegurarle

que el rumor, especie de virus cibernético

creado 255

Juan M. Taveras

maliciosamente para dañar la buena imagen de nuestro banco, está ocasionando estragos a nuestra institución y es, sin dudas, muy peligroso. Debemos eliminar el virus cuanto antes o éste acabará con nosotros. –Comparto su pesimismo, –dijo Joel– sin poder ocultar el efecto

demoledor

que

las

informaciones recibidas habían provocado en su ya confundido 256

El Vendedor de Felicidad

cerebro– Por eso –agregó– y dadas la urgencia y gravedad del asunto,

debe

convocar

para

usted

mismo

hoy

sendas

reuniones. La primera a las 8:30 de la mañana con los principales ejecutivos del área financiera del banco y la otra para las 12:00 con la Junta de Directores para ponerlos al tanto de la situación. –Perdone Presidente

usted, –interrumpió

señor el 257

Juan M. Taveras

siempre cauto Ben Torrijos– pero

debo

recordarle

que

algunos de los miembros del Directorio

del

banco

son

alarmistas y no controlan sus emociones, en tanto otros, en sus

afanes

de

escalar

las

posiciones más señeras de la institución, tal vez no midan bien la delicadeza del momento e

intenten

revuelto 258

pescar

echándole

en leña

mar al

El Vendedor de Felicidad

fuego, lo que, en el momento actual,

equivaldría

cuchillos

para

sus

a

afilar propias

gargantas. En las condiciones actuales, cualquier indiscreción podría ser fatal, por lo que soy de opinión que no deberíamos convocar ahora a la Junta de Directores. –Comprendo perfectamente su inquietud e incluso comparto sus preocupaciones. Aun así, 259

Juan M. Taveras

soy de opinión que debemos correr el riesgo y convocar también al Directorio. Sería muy peligroso el que esta inesperada situación explote antes de que ellos tengan conocimiento. No hay que olvidar que la mayoría de

nuestros

directores

son

inversionistas importantes del banco

y

que

es

mi

responsabilidad mantenerlos al tanto de todo cuanto pueda 260

El Vendedor de Felicidad

afectar sus intereses. Convoque usted también al Comisario de Cuentas,

para

enterarlo

debidamente de la situación, dada su responsabilidad frente a la totalidad de los accionistas. –Bien, procederé

señor a

conformidad

Presidente,

convocar con

de sus

instrucciones.

261

Juan M. Taveras

262

El Vendedor de Felicidad

8

Exactamente a las ocho y treinta minutos de la mañana de aquel

agitado

día

otoñal,

entraron al salón de conferencia del banco DLF el Presidente y Vicepresidente ejecutivo de la institución y se unieron a los funcionarios responsables del área financiera que esperaban ansiosos el inicio de la reunión. 263

Juan M. Taveras

Los informes se presentaron de inmediato y todos coincidían sobre la peligrosidad de la situación. Todos apuntaban a una catástrofe inminente con el agravante de que al presentarse una situación de iliquidez tan de repente, como un terremoto, nadie parecía preparado para hacerle frente y, sin excepción, los altos ejecutivos del banco DLF presentían y veían lo peor. 264

El Vendedor de Felicidad

Sus

pensamientos

estaban

arremolinados en una especie de vacío donde solo divisaban el precipicio. Era tal el bloqueo mental, que ni siquiera Aquiles Farías, que era en el banco una especie

de

símbolo

del

optimismo y tal vez la mente creativa más fecunda de la institución, fue capaz de prever una salida airosa a tan delicada situación. 265

Juan M. Taveras

El Presidente del banco, después pacientemente

de cada

escuchar informe,

dijo, visiblemente perturbado: –Me es difícil comprender cómo, en solo diez días, nuestra situación de liquidez se ha deteriorado a niveles tan graves que de hecho estamos al borde del precipicio. Intervino a continuación el gerente del área financiera y 266

El Vendedor de Felicidad

señaló, con evidente pesimismo, que era preciso reconocer que la historia de la banca a nivel mundial

estaba

repleta

de

extraños casos donde un rumor infundado malicioso,

o

frecuentemente

había

destruido

sólidas instituciones financieras, lo que sin dudas se debía – aseguraba el banquero– a que la banca y todo lo relacionado con el manejo de dinero, constituyen 267

Juan M. Taveras

asuntos que dependen más de la confianza del público que de la propia solidez mostrada en los estados

financieros

de

las

instituciones. Siempre se ha dicho

que

bancarias

las tan

entidades fuertes,

en

apariencia, como las columnas del templo de Delfos son, en realidad, más frágiles que las alas de las mariposas. Es de ahí la 268

importancia

de

jamás

El Vendedor de Felicidad

descuidar la imagen pública de las instituciones que manejan la confianza

pública

o

dinero

ajeno. –Entiendo perfectamente su opinión –dijo– casi sin aliento, el atormentado Presidente del banco DLF. Y guardó silencio. La reunión se prolongó por más de tres horas y las sucesivas intervenciones de los gerentes solo sirvieron para atizar la 269

Juan M. Taveras

llama del desconcierto, cuya hoguera se agigantaba a cada instante,

amenazando

con

quemar y reducir a cenizas los, para entonces, frágiles cimientos del banco DLF. La primera reunión terminó abruptamente

cinco

minutos

antes de las doce, sin que se llegara a nada que pudiera detener

la

hemorragia

que

amenazaba con desangrar por 270

El Vendedor de Felicidad

completo las finanzas del banco. A

esa

hora,

los

primeros

directores ya estaban presentes en el salón de conferencia y la prudencia, cualidad casi divina, que

los

humanos

frecuentemente aconsejaba

solemos desdeñar,

no

anticipar

comentarios sobre lo que estaba ocurriendo para no empeorar o sobredimensionar

los

acontecimientos. 271

Juan M. Taveras

A las 12 y diez minutos se inició la reunión del Directorio y, aunque se prolongó por seis largas y cuestionadoras horas, terminó sin ningún acuerdo ni propuestas dignas de mención. Lo que si se evidenció en el salón de reuniones, fue un estado

de

nerviosismo

generalizado. La tensión creció desde el principio hasta el final y los directores, sin soluciones a 272

El Vendedor de Felicidad

la

vista,

técnicamente

se

comían las uñas hasta los codos. El momento provocaba una tensión y ansiedad irresistibles. No era apto para cardiaco. – ¡Este banco se va a ir al carajo! Gritó fuerte un director asustado y pidió permiso para retirarse

alegando

que

su

corazón estaba a punto de fallar. Durante todo el curso de la reunión y con intervalo de 273

Juan M. Taveras

aproximadamente 30 minutos, el Presidente del banco recibía un informe

resumido

de

todo

cuanto afectaba la liquidez del banco a nivel del país. Durante las seis horas que duró la reunión no llegó un solo informe positivo. Desde el primero hasta el último, la tendencia reflejaba la grave y peligrosa pendiente por donde el banco se deslizaba sin freno a causa de retiros 274

El Vendedor de Felicidad

masivos de dinero frente a la ausencia

total

de

nuevos

depósitos. Los informes, que rápidamente circulabas por las manos

nerviosas

directores,

de

dejaban

los

entrever

claramente, que el banco BDF agonizaba. presentes, enmudecido fueron

Los

miembros

incluyendo

a

Presidente,

capaces

de

su no

plantear

soluciones a la crisis de liquidez 275

Juan M. Taveras

que tenían de frente. A algunos se les ocurrió que podían acudir a las arcas del Banco Central, como banca de último piso, para enfrentar la crisis momentánea que los desangraba. Pero el deterioro

era

descontrolado

tan e

rápido,

inesperado,

como un repentino tornado que no da tiempo a programar, razonablemente, el modo de enfrentarlo. Por esa razón, no se 276

El Vendedor de Felicidad

estaba

preparado

para

determinar qué monto pedir prestado

al

Banco

Central

porque nadie podía anticipar la magnitud de la crisis ni hasta dónde se extendería, a más de que

los

directores

estaban

mentalmente bloqueados por el problema.

En

consecuencia,

nadie propuso nada. Estaban aturdidos, perplejos frente a acontecimientos que solo unos 277

Juan M. Taveras

días

antes,

resultaban

inimaginables. Los directores se creían atrapados y sin salidas. Eran presa de las reacciones incomprendidas de la mente humana, que suele enmudecer en los momentos más cruciales, lo que tal vez se debe a la inoportuna

aparición

de

mecanismos inhibitorios que se activan

como

transfer

automático cuando la adrenalina 278

El Vendedor de Felicidad

que produce el miedo bloquea por completo la buena razón y neutraliza reunión

los

instintos.

terminó,

La

pues,

sin

día,

los

ninguna decisión. Al

siguiente

informes desastrosos

eran y

aún

más

destacaban

especialmente a la ciudad de Santiago, como el epicentro del terremoto. Por esa razón, Joel optó por viajar de inmediato a 279

Juan M. Taveras

esa ciudad con la finalidad de analizar, desde el mismo centro del fenómeno, la fuerza del huracán de rumores infundados que

estaba,

no

obstante,

amenazando la vida misma del prestigioso banco DLF. Estaba Joel tan turbado que sin pensarlo y

violentando

elementales

las

más

normas

de

prudencia y seguridad personal, se fue de viaje sin acompañante, 280

El Vendedor de Felicidad

manejando el mismo su elegante Cadillac último modelo. Durante las dos horas que tardó en recorrer el trayecto de Santo Domingo a Santiago, el nerviosismo

y

las

preocupaciones de Joel crecían hasta niveles intolerables, no solo por lo negativo y crítico de los informes sobre la situación del

banco

que

recibía

de

continúo vía su BlackBerry, 281

Juan M. Taveras

sino,

sobre

todo,

por

las

imágenes negativas creadas por su propia mente atormentada. Se imaginaba

en

presencia

de

grandes e interminables filas, en tumultuosa humana,

concentración demandando

la

devolución inmediata de sus depósitos, al tiempo que la multitud lanzaba improperios y palabras impublicables contra el banco DLF y sus ejecutivos. 282

El Vendedor de Felicidad

Como resultado, hizo nido en su mente un oscuro presagio de derrota. Las imágenes de miles de personas retirando en tropel sus depósitos; de la prensa anunciando la quiebra inminente del

banco

DLF;

de

las

autoridades monetarias tomando posesión de sus instalaciones y muchos otros hechos y visiones negativas, se hicieron tan reales y

patéticas

en

su

mente 283

Juan M. Taveras

atormentada, que un miedo atroz y desconcertante invadió todo su ser hasta hacerlo perder los más elementales razón

y

peldaños el

Pensamientos

buen

de

la

juicio.

destructivos

lo

habían llevado a ignorar el presente; a ignorar el ahora; a dejar de lado la realidad actual que se reducía a buscar solución a los problemas del banco, para crear un mundo imaginario, 284

El Vendedor de Felicidad

donde una fuerte institución, azotado por una débil tormenta, zozobraba sin remedio. Su excitación no tenía limite y alcanzó el tope de lo tolerable cuando al acercarse a la sucursal del banco DLF en Santiago, Joel encontró exactamente lo que su mente había proyectado: filas interminables

de

personas

nerviosas retirando depósitos y un murmullo que, como rio 285

Juan M. Taveras

desbordado,

recorría

de

un

extremo al otro la interminable fila, donde se escuchaba un solo rumor: “¡Quiero mi dinero! ¡Pronto! ¡Mi dinero! ¡Lo quiero todo ahora!

¡Este

banco

está

arruinado y quiero mi dinero!”. Esas palabras hicieron diana en la mente confundida de Joel Fuertes y desencadenaron, en todo su 286

ser,

una

tormenta

El Vendedor de Felicidad

emocional

indescriptible.

banquero,

que

hasta

El ese

momento había conservado una cierta calma producto de los ejercicios de control mental en que

siempre

había

estado

ocupado, creyó enloquecer. Con la

cabeza

en

desorden

y

golpeado por fantasías mentales que, como presa desbordada, se revolcaban y crecían en su interior desde el instante mismo 287

Juan M. Taveras

en que se creyó derrotado, no se detuvo en el banco, sino que, cegado por el temor y el desconcierto, dio una vuelta a la cuadra y orientó su auto, último modelo, sin saber por qué ni para

qué,

en

dirección

al

pequeño poblado de Tamboril, manejando sin detenerse hasta el final de la pequeña ciudad norteña.

288

El Vendedor de Felicidad

Sin rumbo, como un barco a la deriva y presa de la peor de las cegueras que es la mental, Joel cruzó, sin darse cuenta, porque manejaba desprevenido, un

sediento

riachuelo

moribundo y se internó despacio en un espeso bosque donde su carro

se

desplazaba

como

dromedario que lleva sobre su lomo a un impotente amo dormido. De repente, un fuerte 289

Juan M. Taveras

golpe debajo de su Cadillac, lo despertó

de

su

letargo:

el

depósito de aceite había sido perforado por una filosa piedra provocando que el líquido se derramara

a

toda

prisa

inutilizara

completamente

e su

flamante auto. Pero ese hecho no

pareció

perturbado

importar

banquero,

al

porque

estaba poseído por pensamientos tormentosos. 290

Las

imágenes

El Vendedor de Felicidad

negativas lo arropaban con tanto rigor que el banquero estaba imposibilitado para percibir la nueva situación apremiante en que se encontraba. Es más, sin saber por qué, y brotando de su ser esas recónditas reacciones que todavía se esconden en los más profundo de la mente, Joel se alegró de lo que estaba sucediendo. Su ser era presa de una maquina demoledora que se 291

Juan M. Taveras

había apoderado con fuerza de su debilitada psiquis, creando visiones

negativas

que

se

autoalimentaban y multiplicaban en su mente como viruelas asesinas. Su visión interior solo veía el desastre fatal que se aproximaba resquicio

sin a

dejar la

un

mente

subconsciente para la reflexión serena y calmada en busca de alternativas que impidieran la 292

El Vendedor de Felicidad

destrucción de su banco e incluso la de sí mismo. Apesadumbrado y golpeado por un pesar y una excitación incontrolables manifestaban

que

se

fisiológicamente

con nausea, dolor de cabeza, alta temperatura,

aceleración

del

pulso y otros efectos colaterales producto del desorden mental de que era objeto, Joel, ausente, porque sus pensamientos lo 293

Juan M. Taveras

habían suplantado, se limitó a sentarse a un lado del camino recostándose a un frondoso y florido framboyán, bellamente coronado de un rojo carmesí incomparable que, testarudo, se mantenía

cubierto de flores

como si, a propósito, se hubiera vestido de gala para ser testigo silencioso del intenso drama que se desarrollaría en sus entornos.

294

El Vendedor de Felicidad

El

banquero

estaba

virtualmente noqueado por el inmenso sufrimiento provocado por un necio pensamiento que se había adueñado de su voluntad y le impedía,

incluso reparar,

aunque fuera un instante, en lo que había pasado a su auto y en el solitario y desconocido lugar en que se encontraba. De hecho, había perdido la noción de espacio

y

tiempo.

Sus 295

Juan M. Taveras

pensamientos

derrotistas

lo

habían suplantado. El banquero, en esencia, dejó de existir. Era como un ser atormentado que no ve otra salida a su inmenso dolor psíquico que no sea procurándose la muerte. Joel estaba entregado y condicionado para lo peor. Empezaba a considerar la conveniencia del suicidio como única respuesta al mal que lo 296

El Vendedor de Felicidad

abrumaba, y mientras la película de lo que su fantasía mental había creado se adueñaba por completo de su ser y colocaba un peso avasallante en

su

afiebrado

de

cerebro

provocarle

un

capaz

daño

físico

irreparable, sus ojos se posaron, sin proponérselo, en un pequeño letrero

que

decía:

VENDO

FELICIDAD. Siga la flecha.

297

Juan M. Taveras

Al principio, el letrero no pareció importarle ni mucho menos

asoció

la

expresión

“vendo felicidad” con la de “compre

su

felicidad”

que

había leído recientemente en el libro motivacional que tomó al azar cuando estuvo por última vez en su elegante biblioteca. Pero al cabo de unos minutos la curiosidad terminó impactando su aturdida psiquis. 298

El Vendedor de Felicidad

Puesto de pies, incrédulo y pensativo, leyó una y otra vez el contenido de aquel misterioso letrero

inexplicablemente

aparecido

en

aquel

bosque

solitario. Y si bien, en principio, la leyenda le parecía cómica e inexplicable, sobre todo a él que jamás

había

posibilidad

creído de

en

la

alcanzar

la

felicidad, se decidió, sin mucho entusiasmo, por seguir la pista 299

Juan M. Taveras

de aquello que ofrecía la más escasa y deseada de todas las mercancías: LA FELICIDAD. Sin que Joel lo percibiera, en todo

su

ser

se

estaba

produciendo una complicada y alentadora

metamorfosis

que

provocaría un cambio completo en sus emociones y con ello en todo su proceso mental. En su mente se estaba introduciendo un 300

nuevo

y

providencial

El Vendedor de Felicidad

pensamiento que terminaría por desalojar

al

destruyendo.

que

lo

estaba

Nacía

un

pensamiento que desalojaría al que lo estaba matando. Caminó poco más de 1,500 metros dentro del bosque hasta que divisó un antiguo y bien conservado casón donde las señales

y

el

camino

inesperadamente terminaban.

301

Juan M. Taveras

Sigiloso

y

excitado

en

extremo, se acercó a la casa, tocó la pequeña y estrecha puerta frontal que, si bien por su tamaño

contrastaba

con

las

dimensiones del casón, parecía la única puerta de entrada. Pero no recibió respuesta. Tocó una y otra vez, pero tampoco recibió respuesta. Entonces se decidió por dar la vuelta a la casa en procura de otra entrada, pero no 302

El Vendedor de Felicidad

había otra. Volvió a tocar varias veces y con más fuerza la pequeña

puerta,

pero

nadie

respondió. Entonces optó por empujarla y, para su sorpresa, la puerta estaba entreabierta. La curiosidad lo empujó de un tirón hacia dentro. Abrió bien los ojos, revisó y buscó por todos lados, pero no vio ni percibió la presencia de nadie. El casón parecía deshabitado. 303

Juan M. Taveras

– ¿Hay alguien en casa? – Gritó fuerte una y otra vez– –¿Hay

alguien

aquí?



Repitió varias veces de nuevo, pero no hubo respuestas. Avanzó, entonces, por un sendero que lucía interminable y repleto de puertas a ambos lados del pasillo. Abrió la primera a la derecha y notó, sorprendido, que estaba en completa iluminación aunque carecía de mobiliario, 304

El Vendedor de Felicidad

excepto un pequeño mueblecito de

aproximadamente

36

pulgadas de largo por 18 de fondo y 30 de alto con cuatro pequeñas gavetas laterales y una en el centro. En la pared, justo detrás del mueblecito, había un letrero que contenía una curiosa leyenda: “LA FELICIDAD TIENE UN PRECIO”

305

Juan M. Taveras

Se detuvo por varios minutos para revisar las gavetas del mueblecito en busca de alguna pista que pudiera orientarlo sobre el extraño lugar en que se encontraba, pero no encontró nada. Presa de gran excitación, leyó una y otra vez aquel curioso

letrero

procurando

comprender su significado sin lograrlo. Por primera vez, sin embargo, asoció su contenido 306

El Vendedor de Felicidad

con lo que había leído en su libro motivacional: “Compre su Felicidad” Abrió

a

continuación

la

segunda puerta, esta vez a la izquierda encontrando

del la

pasillo misma

iluminación, ningún mueble y un letrero que decía: “LA FELICIDAD TIENE UN PRECIO”

307

Juan M. Taveras

Abrió, sin detenerse, todas las puertas a ambos lados del extenso

pasillo

habitación

y

había

en el

cada mismo

letrero: “LA FELICIDAD TIENE UN PRECIO” El

banquero

estaba

definitivamente intrigado por aquel escurridizo misterio que bailoteaba ante sus propios ojos sin mostrar ninguna pista que 308

El Vendedor de Felicidad

diera alguna luz sobre aquellas extrañas cosas que parecían misteriosamente destinadas a su propia persona. Pero… ¿Por qué y

para

qué?

Se

preguntó

mentalmente Joel, una y otra vez. Pero no halló explicación. Sin una respuesta a mano, en su mente pragmática, terminó por reinar la confusión. Había empleado tres horas intentando

comprender

y 309

Juan M. Taveras

descifrar todo aquel extraño acertijo cuando fijó sus ojos en el techo del casón, meditó durante

largos

ratos

y

finalmente se dijo: “¡Esto no tiene sentido! ¡Es un callejón sin salidas y sin lógica alguna!” Y convencido de que todo aquello era un juego tonto de adivinanzas, ideado por algún bromista desempleado, decidió volver a su auto para 310

El Vendedor de Felicidad

regresar

a

Santiago.

Sin

embargo, las tres horas que empleó revisando todo dentro del casón y procurando descifrar el único letrero existente en su interior, le habían permitido olvidar por completo que su flamante

Cadillac,

último

modelo,

estaba

afuera

inservible.

Pero

también,

durante esos 180 minutos, Joel no pensó ni un solo instante en 311

Juan M. Taveras

la situación desesperada en que se encontraban tanto él como su banco. ¿Por qué ocurrió así? Porque la psiquiatría ha comprobado que así como dos cuerpos no pueden ocupar el mismo lugar en el espacio, tampoco es posible que nos encontremos entusiasmado,

intrigado

y

motivado por algo interesante que estemos haciendo, y al 312

El Vendedor de Felicidad

mismo tiempo abrumado por las preocupaciones. Una de las emociones

expulsará

irremisiblemente a la otra y ocupará su lugar. Por eso el banquero

parecía

haberse

olvidado de todo cuanto ocurría a su banco y solo cuando se acercó a su auto y observó el aceite derramado recordó lo que había sucedido y comprendió que tendría que caminar, cruzar 313

Juan M. Taveras

a pie el pequeño y empedrado riachuelo que dejó a su paso y procurarse algún transporte que lo llevara de vuelta a las oficinas del banco en Santiago de los Caballero Joel cerró cuidadosamente su auto y se encaminó sin prisa, lentamente, liviano como una pluma, aunque algo confundido y pensativo, hacia el poblado de Tamboril. 314

Notó,

para

su

El Vendedor de Felicidad

sorpresa, que mientras recorría el trayecto de más o menos tres kilómetros

que

separaba

pequeño

poblado

del

donde

quedó

su

el

lugar carro

accidentado, no pensó ni un solo instante en la precaria situación del banco. Todo lo contrario, su mente era ocupada ahora por aquel casón y su enigmático letrero:

315

Juan M. Taveras

“LA FELICIDAD TIENE UN PRECIO”. Joel no percibió sus efectos porque había olvidado que las palabras tienen poder. La lectura del vocablo FELICIDAD preñó, con su inmenso poder, su mente subconsciente y anidó en su ser un extraño presentimiento de que el banco se recuperaría tan rápidamente como se había

316

El Vendedor de Felicidad

deteriorado y de que todo volvería a la normalidad. Apenas cruzó el riachuelo un fornido lugareño, cebado como un carnero, lo saludó con gran afecto al tiempo que se ofrecía a procurarle, desinteresadamente, un medio de transporte que lo llevara de vuelta a Santiago. En menos de diez minutos, el gordinflón volvió con un taxi algo

destartalado

que

fue 317

Juan M. Taveras

abordado en seguida por el banquero

dirigiéndose

de

inmediato a las oficinas del banco. Durante el trayecto, Joel se sintió

inexplicablemente

tranquilo y confiado, aunque por más que lo intentó y se esforzó en conseguirlo, no pudo alejar de su mente la imagen de la casa mágica y el contenido del repetido 318

letrero

que

había

El Vendedor de Felicidad

dentro:

“LA

FELICIDAD

TIENE UN PRECIO”. “Bella expresión” –pensó– pero…

no

significado.

comprendo ¿Cuál

será

su el

mensaje? Se preguntaba una y otra vez Joel, mientras el taxi avanzaba con lentitud en medio del congestionamiento vehicular de las horas pico. Reflexionó nuevamente

y

se

dijo:

¡Tonterías! Nada de lo que he 319

Juan M. Taveras

visto tiene sentido. ¡No pensaré más en ello!

320

El Vendedor de Felicidad

9

Eran pasadas las seis de la tarde cuando Joel llegó de nuevo al banco y todavía la mayoría de sus empleados trabajaban en el cuadre

de

las

febriles

actividades del día. Con su fe robustecida

y

inexplicablemente

ánimos renovados,

fue directo al despacho del 321

Juan M. Taveras

gerente. Se sentó y exhibiendo una gran tranquilidad porque el torbellino mental que lo había aturdido con desquiciantes ideas derrotistas, había

cedido su

lugar a nuevas ideas que abrían su psiquis a nuevos horizontes, se disponía a formular algunas preguntas, cuando el gerente lo interrumpió y dijo: –Su esposa lo ha llamado varias veces indagando sobre su 322

El Vendedor de Felicidad

paradero y en su voz se notaba muy agitada. –Ya sabe usted como son las mujeres. Se alarman fácilmente. –Pero igualmente lo han estado llamando insistentemente de la oficina matriz en la capital y desde otras sucursales del país.

El señor

llamado

Torrijos

varias

ha

veces

preguntando también por usted. A todos

informé,

en

todo 323

Juan M. Taveras

momento, que lo vi pasar por el banco pero que usted no se detuvo. –Estuve por ahí indagando algunas cosas –dijo entre dientes Joel intentando justificarse– Y agrego algo indeciso: –Deseaba percatarme de la percepción que tiene el público sobre nuestro banco y de la probable

razón

malintencionado 324

del

rumor

lanzado

por

El Vendedor de Felicidad

alguien de la competencia con fines de hacernos daño. –Actuó

muy

bien

señor

Presidente y……, –Nada de eso importa ahora –Interrumpió

calmadamente

Joel– Lo único importante es conocer la situación del banco en Santiago. –Prácticamente no recibimos ningún depósito durante todo el día. Pero felizmente pudimos 325

Juan M. Taveras

atender todas las demandas de retiro

–expuso

visiblemente

el

gerente

satisfecho.

Y

agregó: –Tal vez por esa razón, a eso de las tres de la tarde, muchas de las personas que estaban en fila para retirar sus ahorros, empezaron a marcharse y para eso de las cuatro y treinta las filas habían desaparecido por completo. 326

El Vendedor de Felicidad

– ¿Dice usted que a eso de las

tres

todo

empezó

repentinamente a cambiar? Preguntó

Joel–

algo

intrigado, porque a esa hora – recordaba con absoluta certeza– él estaba dentro de la casa mágica. – ¡Sí! ¡Así ocurrió en efecto! Contestó el gerente, algo extrañado frente a la palidez repentina mostrada por el rostro 327

Juan M. Taveras

de

Joel.

Y

agrego:



Aproximadamente a esa hora las filas empezaron a disminuir hasta extinguirse totalmente. Sorprendido de aquel cambio inesperado que había tenido efecto justamente mientras se encontraba dentro de la casa mágica letrero:

indagando “LA

sobre

el

FELICIDAD

TIENE UN PRECIO” Joel, movido 328

por

un

impulso

El Vendedor de Felicidad

incontenible, ordenó llamar a la casa matriz en Santo Domingo para informarse de la situación general

de

la

institución,

recibiendo de boca de su propio vicepresidente

ejecutivo

un

informe exactamente igual al producido por el gerente de la sucursal de Santiago. Todo, pues, parecía haber cambiado como por arte de magia. 329

Juan M. Taveras

¡Qué había ocurrido! ¡Cuáles fuerzas misteriosas se habían movido en la sombra para producir

aquel

cambio

inexplicable! El banquero en apuro no lo sabía todavía, ni podía comprenderlo, porque no conocía aún, o mejor dicho, porque no creía en el inmenso poder de las leyes que rigen la mente y no sabía ni podía entender 330

tampoco

por

qué

El Vendedor de Felicidad

fuerzas extrañas trabajaban en su favor. Su excitación, por el cambio inesperado, era tal que había olvidado por completo, al igual que el gerente, que había un chofer de taxis que esperaba por su

paga

permanecía

y

un

carro

descompuesto

que y

abandonado en un lugar desierto y solitario. El gerente pagó al taxista y diligenció en seguida 331

Juan M. Taveras

una grúa que envió junto al mismo chofer de taxis para rescatar el Cadillac del lugar donde se había estropeado. Dos horas después, el auto del Presidente estaba depositado en el parqueo del banco para ser reparado al siguiente día. Poco después de las nueve de la noche, el gerente del banco llevo a Joel al hotel donde normalmente se hospedaba. Se 332

El Vendedor de Felicidad

registró. Cenó ligero y poco antes de las once se acostó, como era su costumbre. Pero, una vez más, no pudo conciliar el sueño. Las imágenes de todo lo ocurrido ese día le parecían inexplicables: el viaje rápido a Santiago; el haberse dirigido, sin saber por qué, hacia un solitario bosque

en

las

afueras

del

pequeño poblado de Tamboril, lugar donde nunca había estado 333

Juan M. Taveras

y el cual apenas conocía de referencia; el daño sufrido por su vehículo justamente en la cercanía de aquel misterioso casón en medio de un bosque solitario; aquel primer letrero de “VENDO FELICIDAD, siga la flecha”

y luego el ultimo

repetido

en

todas

las

habitaciones de la gran casa: “LA FELICIDAD TIENE UN PRECIO”; 334

la

ayuda

El Vendedor de Felicidad

desinteresada de un desconocido en el momento en que más la necesitaba

y,

desconcertante:

lo el

más cambio

inesperado en la situación del banco

y

la

consiguiente

confianza infinita que en él había nacido en el sentido de que la crisis de su institución había

terminado,

eran

demasiadas cosas para un solo día.

En

medio

de

tantas 335

Juan M. Taveras

emociones era difícil conciliar el sueño. ¿Todo esto en un solo día? – Se

preguntaba

repetidamente

Joel, sin encontrar respuestas satisfactorias. Pasó horas sin poder dormir y en actitud inquisitiva hasta que arribó a la conclusión de que fuerzas ocultas que no podía explicar ni entender, habían actuado para transformarlo todo. 336

El Vendedor de Felicidad

– ¡No soy creyente! ¡No, no lo soy en absoluto! Porque no me gusta ser manipulado por nadie –se dijo con el cerebro en desorden–

para

terminar

agregando: “Pero debo admitir que la mano de Dios ha estado, sin dudas, detrás de todo esto” El banquero ignoraba para entonces, que todas las fuerzas que deciden la felicidad del ser 337

Juan M. Taveras

humano provienen del poder creador de la mente y que son producto

del

pensamiento

consciente. Aún no sabemos con certeza qué es el pensamiento. No podemos verlo ni analizarlo, pero podemos averiguar cómo trabaja y aprender acerca de las maravillas que el pensamiento consciente nosotros,

338

puede

obrar

trayendo

en paz,

El Vendedor de Felicidad

felicidad,

armonía,

salud

y

libertad a todo nuestro ser. El día siguiente, jueves 29 de octubre,

el

banco

operó

normalmente. El viernes 30, Joel, alegre y confiado como nunca en el porvenir de su banco, se levantó antes de las seis de la mañana dueño de un vigor que superaba las fuerzas del universo. Se sentía repleto de energía positiva. Su mente 339

Juan M. Taveras

veía ahora un banco fuerte, consolidado, en crecimiento y dueño

de

promisorio.

en

un

futuro

Las

leyes

del

pensamiento cósmico trabajaban silenciosamente

en

pos

de

materializar aquella máxima de la doctrina cristiana: “Hágase según tu fe”. Joel fue el primero en llegar al banco aquel viernes 30 de octubre. Unos minutos después 340

El Vendedor de Felicidad

llegó el gerente, luego todo el personal y el día de trabajo comenzó como de costumbre: varias

personas

haciendo

depósitos, otros retirando dinero y los menos procurando algún negocio

bancario.

transcurría

El

como

día había

comenzado: sin novedad. Igual ocurría en todo el país. Los negocios

del

banco

inexplicablemente,

se

DLF, habían 341

Juan M. Taveras

normalizado y frente a la nueva situación, Joel entendió que debía regresar a Santo Domingo ese mismo día en la tarde. El Cadillac había sido reparado y solo faltaba ir al hotel a recoger las escasas pertenencias que había traído, pagar la cuenta y emprender el viaje de regreso. En las primeras horas de la tarde, ya el banquero estaba en camino a Santo Domingo. 342

El Vendedor de Felicidad

Subió

lentamente

la

empinada cuesta que da al Monumento a los Héroes de la Restauración; cruzó frente al Hotel Matún y en el momento en que se disponía a tomar la autopista que lo llevaría directo a la capital dominicana, dio un brusco viraje hacia la derecha y se

detuvo

impactado

sobresaltado por

la

e

visión

instantánea de aquel letrero que 343

Juan M. Taveras

había visto antes en el bosque: “VENDO FELICIDAD. Siga la flecha” Con el corazón a mil y la respiración entrecortada, Joel se desmontó bruscamente de su auto,

buscó

en

todas

las

direcciones, peinó con mirada de espanto prácticamente todo el lugar, pero no vio ni percibió nada.

344

El Vendedor de Felicidad

Revisó con clama, una vez más, toda el área pero no encontró absolutamente nada. Entonces

se

dijo:

¡Espejismos de la mente! ¡No ha sido nada! Seguiré mi camino.

345

Juan M. Taveras

346

El Vendedor de Felicidad

10

Volvamos al Coronel Fouché y a sus dos hombres quienes, faltando diez minutos para las seis de la tarde del martes 3 de noviembre, penetraron a las oficinas de la sucursal del Banco DLF en Santiago y de inmediato entablaron trivial

una con

conversación el

gerente 347

Juan M. Taveras

esperanzados en obtener alguna información

útil

que

les

permitiera orientarse sobre la misteriosa

desaparición

del

Presidente

del

sin

banco,

despertar sospechas. – ¿Tengo entendido que las actividades del banco se han normalizado

por

completo?

–Inició Fouché– como quien no quiere la cosa.

348

El Vendedor de Felicidad

–Así es –respondió muy orondo y sonreído el gerente– Y agregó: –Hasta el miércoles de la pasada semana, yo no creía en milagros, mi coronel. ¡Pero lo ocurrido en nuestro banco ese día! ¡Eso sí que constituyó realmente

un

milagro

espectacular! Fouché

había

visto

demasiadas cosas como para 349

Juan M. Taveras

creer en milagros y, al escuchar al gerente, esbozó una sonrisa maliciosa, como para no dejar dudas de su escepticismo. Sin embargo,

le

era

preciso

adentrarse en el tema de los milagros porque de esa manera podía sostener una conversación sin despertar sospechas sobre la verdadera razón de su presencia en Santiago.

350

El Vendedor de Felicidad

–Me confieso un escéptico impenitente cuando se trata de esas cosas –expuso sin tapujos el coronel– –Aunque

mi

esposa

–agregó– que sí cree en esas cosas y participa de varias cadenas de oraciones, me jura que ha presenciado muchos milagros. De todas formas, me gustaría escuchar de su propia

351

Juan M. Taveras

voz en qué consistió ese milagro que tilda usted de espectacular. –Es un caso extraño coronel. ¡Un milagro! ¡Un verdadero milagro! Tan patético que con solo recordarlo se me pone la carne de gallina. El caso es que, como todos los aquí presentes sabemos, de un tiempo a esta parte, manos expertas tejieron y lanzaron un rumor infundado que 352

aseguraba

que

nuestro

El Vendedor de Felicidad

banco iba directo a la ruina. El infame rumor prendió en todo el país y ya para el miércoles al medio día, en todas nuestras sucursales se habían formado largas filas de clientes exigiendo la devolución de sus depósitos. La confusión era total en todas las

sucursales,

pero

muy

especialmente aquí en Santiago. La tarde del milagro, la presión crecía, el dinero se 353

Juan M. Taveras

agotaba y la vocinglería exterior era cada vez más amenazante e insoportable. En un momento sentí como si el mundo se derrumbaba sobre mí cabeza y llegué a temer por mi propia vida. El público estaba muy alterado y no teníamos ninguna fórmula

a

mano

para

controlarlo. El banquero pausó por un instante como si la simple 354

El Vendedor de Felicidad

recreación de aquel momento espeluznante

nublara

su

memoria. Fouché rompió la pequeña pausa: –Sé que de un momento a otro todo se tranquilizó, se rompió la fila y la gente volvió a sus

casas.

¿Qué

calmó

al

público, a su entender? – ¡Que otra cosa sino un milagro! 355

Juan M. Taveras

– ¡Si mi coronel! Créalo usted o no, un milagro salvó a nuestro banco de la hecatombe –dijo emocionado el gerente– mientras perdía su mirada en el horizonte mortecino

que se

dibujaba detrás de las montañas y cuyas siluetas lejanas, la joven noche empezaba a diluir. –

¡Interesante!

interesante! dientes 356

–Masculló

Fouché

sin

¡Muy entre mostrar

El Vendedor de Felicidad

ninguna

emoción–

mientras

sutilmente se esforzaba por llevar al gerente al terreno de decirle lo que le interesaba saber, sin despertar sospechas. –Aunque dispongo de poco tiempo, me gustaría conocer en qué consistió ese gran milagro. –Insistió de coronel. –Simplemente, visiblemente

–dijo–

emocionado

el

gerente, en que a eso de las tres 357

Juan M. Taveras

de

la

tarde

de

aquel

día

inolvidable, sin motivo aparente y sin

que ningún humano

interviniera, las largas filas de clientes

exacerbados,

inexplicablemente dispersaron.

se

¡No pasó nada

Coronel! ¡Juro a usted que nadie movió un dedo! Todos los empleados del banco, por el contrario, desesperados, 358

estábamos aterrorizados,

El Vendedor de Felicidad

prácticamente

sin

dinero

efectivo y habíamos perdido toda esperanza de detener el tsunami, cuando, de repente, todo cambió como por arte de magia. ¡Las filas simplemente desaparecieron! La gente se dispersó y el diluvio cesó sin que nadie supiera el por qué ni debido a qué. – ¡No es eso un milagro Coronel! –Recalcó con fuerza el 359

Juan M. Taveras

gerente– ¡No hay ninguna otra manera de bautizar a ese hecho inverosímil! ¡Créame coronel! –Tengo entendido que el Presidente del banco estaba aquí en esos momentos y. . . – ¡Oh… no mi Coronel! Lamentablemente

el

Señor

Presidente no estaba en el banco cuando ocurrieron los hechos.

360

El Vendedor de Felicidad

– ¡No!..... ¿No estaba en el banco?.. ¿Y dónde, entonces, estaba el señor Presidente? – ¡No lo sé realmente!.. Lo que

puedo

informar

con

absoluta certeza es que el señor Presidente había pasado por el banco a eso de las dos de la tarde. Aparentemente dio una vuelta a la cuadra y, tal vez impresionado por lo que vio, sorpresivamente se alejó sin ni 361

Juan M. Taveras

siguiera desmontarse de su auto. Andaba

aparentemente

porque

según

observado,

creo

solo, haber

el mismo señor

Presidente era quien manejaba su vehiculo. – ¿No le pareció rara su actitud? –Inquirió el Coronel. – ¡Bueno!.. ¡Qué sé yo! ¡En medio de un torbellino como el que teníamos en el banco a esa hora, apenas si presté atención 362

El Vendedor de Felicidad

al

presidente!

Lo

vi

e

inmediatamente me olvidé de que existía hasta que reapareció ya bien entrada la tarde. Para entonces lucía muy tranquilo y se limitó a pedirme un informe de lo ocurrido durante el día. Lo noté

muy

extrañado

al

percatarse de lo que había ocurrido.

Su

respiración

se

aceleró y me pareció algo nervioso.

Era

como

si

no 363

Juan M. Taveras

quisiera creer lo que le estaba informado.

Me

miraba

a

intervalos; movía la cabeza y hacia muescas extrañas mientras revisaba una y otra vez el reporte. Luego, me ordenó que llamara de prisa a la capital y de allí le informaron que todo se había normalizado. Procedió el mismo a llamar a todas las sucursales del país y en todas partes había ocurrido lo mismo. 364

El Vendedor de Felicidad

El

milagro

parecía

haberse

reproducido en todas partes con la

exactitud

de

una

copia

fotostática. – ¡Increíble! –Clamó Fouché con desinterés– ¡Milagroso!

–Diría

yo–

ripostó el gerente. –Pero tal vez no fue un milagro

sino

una

extraña

casualidad. –Dijo el Coronel–

365

Juan M. Taveras

–De todas maneras, si todo ocurrió como usted lo pinta, el asunto es bien difícil de explicar a la luz de la razón pura. – ¿Y qué ocurrió después? – Cuestionó,

visiblemente

inquieto Alex, uno de los dos hombres que acompañaban al coronel en su investigación, quien

había

seguido

la

conversación sin pestañar, a fin

366

El Vendedor de Felicidad

de no perder un solo detalle de la narración del gerente. Fouché lo cruzó con el rabo del

ojo,

como

reprocharlo,

si

no

quisiera por

su

intervención, sino por el tono ansioso

con

que

había

formulado la pregunta. Una indiscreción lo estropearía todo. –El contestó

señor

Presidente,

calmadamente

– el

gerente– sentado donde está el 367

Juan M. Taveras

coronel ahora, pareció calmarse y aceptar la realidad de que el vendaval,

inexplicablemente,

había cesado. Me preguntó si estaba preparado para el día siguiente y contesté que todo dependería de la demanda de efectivo

porque

nuestras

reservas estaban prácticamente agotadas.

El

Presidente

del

banco se percibía realmente tranquilo. 368

A

continuación

El Vendedor de Felicidad

realizó innumerables llamadas y a eso de las nueve de la noche me pidió lo llevara al hotel. Y ahí terminó aquel angustioso y milagroso día. El regresó al siguiente día. Se quedó durante todo el tiempo en el banco y el viernes salió con destino a Santo Domingo. Fouché

se

sintió

algo

frustrado. Creía haber perdido un

tiempo

precioso

sin 369

Juan M. Taveras

resultados favorables. Entendía que nada había sacado de la historia. Se paró de su asiento. Encendió un cigarrillo. Se dio un

paseíto

en

el

amplio

despacho del gerente, buscando la mejor manera de continuar el interrogatorio

sin

despertar

sospechas. – ¿Sucede algo coronel? –Lo noto inquieto.

370

El Vendedor de Felicidad

– ¡No, nada pasa! Es solo que me he quedado pensando en si lo ocurrido en el banco fue un milagro

o

una

casualidad.

Admito, sin embargo, que estoy un poco intrigado con la actitud inexplicable del Presidente de no detenerse pese a la situación alarmante de las largas filas frente al banco. La verdad es que no sé qué pensar y me gustaría saber que hizo el señor 371

Juan M. Taveras

Presidente durante la tarde del miércoles. Tal vez si visitó a algún poderoso hechicero y éste, con sus embrujos y conjuros, provocó el gran milagro que nos tiene a todos despistados. Todos

rieron

con

la

ocurrencia del coronel, excepto Alex, que con el ceño fruncido y en tono intrigante, dijo: –Hay algo que no encaja en la historia. 372

El Vendedor de Felicidad

– ¿Se podría saber qué? – Preguntó en seguida Fouché, esperanzado, tal vez, en que Alex encendiera alguna luz que le permitiera mirar hasta el fondo del túnel. –Seguramente

no

entendí

algo de lo relatado por el gerente. Pero lo cierto es que, al menos para mí, la historia está coja y me gustaría aclarar algo.

373

Juan M. Taveras

– ¡Si puedo lo haré con gusto!

–dijo

el

gerente

visiblemente intrigado. –El punto a considerar, es que conforme a lo dicho por usted, a eso de las nueve de la noche, llevó al Presidente del banco al hotel. –¡Así ocurrió en efecto! –

Entonces,

surge

la

siguiente pregunta: ¿por qué el Presidente prefirió que usted lo 374

El Vendedor de Felicidad

llevara al hotel, si tenía su carro parqueado aquí en el mismo banco? –

¡Oh!..

Ya

entiendo

perfectamente su inquietud y les ruego me disculpen por no haber referido a su debido tiempo algo que no consideré importante para destacar la ocurrencia del milagro que salvó al banco de la ruina. Lo que ocu. . .

375

Juan M. Taveras

Una llamada a su teléfono privado, obligó al gerente a interrumpir

su

relato.

Los

minutos siguientes fueron de intensa espera. La adrenalina contagiaba

el

ambiente.

La

tensión acortaba la respiración del coronel y sus acompañantes. La espera desesperaba a todos. Los pensamientos de los tres hombres se arremolinaban y auto devoraban como tormenta 376

El Vendedor de Felicidad

infernal tratando de adivinar la respuesta del gerente, mientras este conversaba tranquilamente con su esposa. Finalmente, el banquero

terminó

su

conversación y retomando el relato, dijo: –Ese día, pasadas las seis de la

tarde,

un

carro

público

destartalado, como la mayoría de

los

que

afean

nuestras

ciudades, se estacionó en el 377

Juan M. Taveras

parqueo del banco, lo cual me intrigó sobre manera, dada la situación por lo que estábamos atravesando. Inquieto y algo temeroso,

me

apersoné

de

inmediato al taxis y, para mi sorpresa, del carro chatarra se desmontó nada más y nada menos que el señor Presidente... Sin reponerme del asombro, le pregunté por su vehículo y me informó, tranquilamente, que su 378

El Vendedor de Felicidad

carro se había averiado en las afueras de un pueblecito al este de

Santiago

cuyo

nombre

desconocía. Y me ordenó me ocupara de enviar a buscarlo. Retuve al chofer del taxi a fin de que

el

mismo

llevara

el

remolque al lugar aproximado donde había quedado varado el auto del presidente. Por cierto que me olvidé del pobre chofer y lo hice esperar más de lo 379

Juan M. Taveras

debido hasta que al fin llegó la grúa que rescataría el carro del señor Presidente. Y ya para antes de que él me pidiera que lo llevara al hotel, su averiado Cadillac estaba depositado en nuestro parqueo. Fouché tenía lo que quería. Del relato, había surgido por fin una pista. Pasaban ya de las siete de la noche. El coronel y sus dos 380

El Vendedor de Felicidad

hombres

se

levantaron

sorpresivamente de sus asientos, dieron las gracias al gerente por lo interesante de la narración y se despidieron alegrando que en realidad su presencia en las oficinas de la institución, era haciendo hora a la espera de que alguien

relacionado

con

un

fraude contra el banco regresara a su casa para interrogarlo.

381

Juan M. Taveras

Los tres hombres salieron, sin pérdida de tiempo, de las oficinas

del

gerente

y

se

dirigieron al restaurant El Pez Dorado. Procuraron una guía telefónica

y

procedieron

a

llamar a todas las empresas de remolque existentes en la ciudad de Santiago de los Caballeros indagando sobre una grúa que había

remolcado

un

carro

Cadillar, último modelo, desde 382

El Vendedor de Felicidad

algún lugar cercano a tamboril hasta el parqueo del banco DLF en Santiago. Después de varias llamadas. La empresa Grúas Sanlúcar, respondió que ellos habían prestado el servicio pero que

el

gruero

que

había

remolcado el carro estaba de viaje

para

Puerto

Plata

rescatando otro vehículo y que, posiblemente, hasta

el

no día

regresaría siguiente. 383

Juan M. Taveras

Obtuvieron,

sin

pérdida

de

tiempo, el número del celular del gruero; lo llamaron varias veces

y

finalmente

lo

contactaron. El gruero describió con precisión el lugar de dónde había rescatado el carro del Presidente del banco, pero para entonces pasaban de las 9 de la noche

y

los

investigadores

consideraron imprudente e inútil irse a esa hora a Tamboril, en 384

El Vendedor de Felicidad

vista de lo solitario y boscoso del lugar descrito por el chofer de la grúa.

385

Juan M. Taveras

386

El Vendedor de Felicidad

387

Juan M. Taveras

11

Regresemos a Joel quien, con su carro en marcha, estaba decidido a regresar a Santo Domingo.

Sin

embargo,

sorpresivamente, en el ultimo minuto se detuvo, reflexionó brevemente y se dijo: “No resisto más. Me vuelve loco

la

curiosidad.

Estoy

obsesionado con el misterio que 388

El Vendedor de Felicidad

envuelve todo esto y debo interpretar, por la visión ultima del

letrero:

“VENDO

FELICIDAD. Siga la flecha” que el bosque, su enigmática casa o quien sea que esté detrás de todo esto, me están invitando a que los visite de nuevo y voy a complacerlos. No rechazaré tan intrigante invitación. Además, es viernes en la tarde y en Santo Domingo,

al

menos

de 389

Juan M. Taveras

momento, no tengo nada que hacer” Llamó a Sara por teléfono y le informó que se quedaría el fin de semana en Santiago para atender

algunos

asuntos

relacionados con los problemas del

banco. La tranquilizó

asegurándole

que

regresaría

domingo en la tarde o cuando mucho el lunes en la mañana, después de lo cual, enfiló su 390

El Vendedor de Felicidad

carro hacia la misteriosa casa mágica, decidido a seguir los hilos

de

aquel

complicado

misterio que lo empujaba, como a una ola, a averiguar el significado de tan singulares letreros. Cincuenta minutos después, se desmontaba de su flamante Cadillac y lo estacionaba debajo del mismo framboyán donde el depósito de aceite se le había 391

Juan M. Taveras

perforado. Caminó nuevamente los

1,500

separaban

metros del

que

lugar

lo

donde

inicialmente dejó su carro y se detuvo,

presa

excitación,

de

gran

al frente de la

enigmática casa, decidido a descifrarlo todo el misterio al precio que fuera. Se

acercó,

empujó

la

pequeña puerta que permanecía abierta como si lo estuviera 392

El Vendedor de Felicidad

aguardando, y penetró de nuevo al casón. Observó que, como había advertido antes, el primer cuarto

ubicado

en

el

lado

derecho del largo pasillo, estaba perfecta y totalmente iluminado, que no había nada en que sentarse pequeño

y

que

existía

mueblecito

un justo

debajo de un gran letrero que rezaba:

“LA

FELICIDAD

TIENE UN PRECIO” 393

Juan M. Taveras

Su curiosidad crecía a la par de su ansiedad. Estaba tan intrigado y nervioso que apenas si podía pensar. Pero se apoyó en la firmeza de sus propósitos y con gran esfuerzo orientó toda su

mente

a

descifrar

el

intrincado misterio. Se detuvo de

pies

frente

al

letrero

intentando descubrir cualquier indicio

394

que

le

permitiera

El Vendedor de Felicidad

comprender su significado. Pero nada percibió. Media hora después optó por sentarse en el suelo y centrar todo su entendimiento en la búsqueda del significado de aquel,

hasta

ese

momento,

enigmático letrero. Cerró los ojos y dejó que la guía interior que llevaba dentro se encargara de enseñarle el camino que debía

seguir

para

encontrar 395

Juan M. Taveras

respuesta a lo que buscaba. La infinita inteligencia que se anida en

lo

más

subconsciente,

profundo

del

obró

en

consecuencia y proporcionó al banquero la respuesta esperada. Tocado fugazmente por un rayo luminoso, se levantó del suelo con el impulso de un resorte que escapa de su prisión, y se dijo:

396

El Vendedor de Felicidad

“¡Oh Dios! ¡Qué torpe soy!, ¡debí

darme

cuenta

antes!

¡Ahora lo comprendo todo! Pues yo mismo he sostenido siempre que todo, absolutamente todo, tiene su precio y que ese precio hay

que

pagarlo

inevitablemente, razón de más para

suponer

que

el

más

preciado de todos los bienes: LA FELICIDAD, tiene también su precio y, naturalmente,

quien 397

Juan M. Taveras

desee ser feliz, debe pagar el precio de la felicidad” Convencido de que había encontrado la respuesta buscada, volvió rápidamente al auto, extrajo de su maletín una libreta de notas y regresó de inmediato a la casa mágica para anotar lo que, a su entender, era el PRECIO DE LA FELICIDAD.

398

El Vendedor de Felicidad

12

La Felicidad, anotó Joel en su libreta, es una mercancía escasa y, como todas las cosas que escasean, está en función del precio que cada uno esté dispuesto a pagar por ella. No confundas nunca felicidad con amor bien correspondido, con dinero en abundancia ni con 399

Juan M. Taveras

otras cosas materiales, porque la felicidad es mucho más que eso: ser feliz equivale a vivir en paz, saludable, sin odios, rencores, temores ni celos y lleno a plenitud

de

amor,

buena

voluntad,

seguridad, aplomo,

buen juicio y tranquilidad. Aun sin ser especialista en el tema de la felicidad, puedo asegurar que todo el que se apoye con firmeza en las diez 400

El Vendedor de Felicidad

reglas

que

a

continuación

detallo, habrá pagado el precio de la felicidad y tendrá la posibilidad de descubrir los mecanismos que le ayudarán a transformar convertirlo radiante

su en

de

vida una

amor,

para persona paz

y

seguridad: 1.- Amas a Dios y a tu prójimo.

401

Juan M. Taveras

2.- Perdonas a los que te hacen daños y ofenden. 3.-Actúas con convicción y fe absoluta en tus propósitos 4.- No temas a nada ni a nadie. 5.- Procuras en todo la abundancia y das a todo el que te pida. 6.- Procuras la paz que Jesús llevó y dejó a sus discípulos.

402

El Vendedor de Felicidad

7.-

No

busques

ser

comprendido sino comprender. 8.- No critiques ni juzgues al prójimo por sus defectos. 9.- No alimentes nunca tu mente con odios, envidias ni rencores. 10. Practicas la técnica 90/10 y serás libre y feliz por siempre. Cuando guiado por Dios, entendía Joel, hubo terminado de

escribir

sus

reflexiones 403

Juan M. Taveras

acerca del PRECIO DE LA FELICIDAD, volvió a su carro para guardar en su maletín la libreta escrita y regresar a la casa

mágica

segunda

para

puerta,

abrir

la

decidido

a

encontrar la explicación al por qué en cada habitación aparecía el mismo letrero. Pero cuando se disponía a guardar la libreta, decidió releer detenidamente las diez reglas que había escrito y 404

El Vendedor de Felicidad

cuya

observancia

pagan,

íntegramente, según lo entendía y acababa de escribir Joel, EL PRECIO DE LA FELICIDAD. Al leer y releer su contenido un

fuerte

estremecimiento

sacudió todo su ser al percatarse de lo que había escrito, pues no alcanzaba a entender cómo un materialista consumado como era él, que nunca había dado importancia ni puesto interés en 405

Juan M. Taveras

nada que tratara sobre temas religiosos,

excepto

algunos

versículos del nuevo testamento; un hombre que había hecho del dinero su único Dios y de Maquiavelo su mentor, pudo escribir aquel decálogo con expresiones y reflexiones que el mismo no podía comprender. Sintió que la misma inteligencia infinita, o lo que fuera, que lo había llevado allí, esas manos 406

El Vendedor de Felicidad

que habían salvado al banco y que lo habían traído nuevamente al

lugar

donde

ahora

se

encontraba, habían guiado su juicio

para

entendía

producir él,

aquel,

maravilloso

decálogo. Se

sintió

profundamente

conmovido y tocado por Dios como no lo había estado nunca antes, razón por la cual, se creyó en

el

deber

ineludible

de 407

Juan M. Taveras

procurar reajustar su vida en función decálogo escribir,

del que

contenido

del

acababa

de

comprometiéndose

consigo mismo a seguir sus enseñanzas al pie de la letra, pues si ese era el precio de la felicidad presidente

él, del

Joel banco

Fuertes, DLF,

estaba decido a pagarlo. Con la puerta de su auto entre abierta y las notas que 408

El Vendedor de Felicidad

acaba de escribir en su mano izquierda, reflexionó y se dijo a sí mismo: “Yo siempre lo he tenido todo: estudié en los mejores colegios y universidades, he disfrutado de salud, de riqueza y la sociedad me ha distinguido con toda clase de honores y privilegios. Sin embargo, justo ahora es cuando percibo con toda

intensidad,

que 409

Juan M. Taveras

regularmente me siento hueco e inconforme y que cada día vivo la realidad latente de un vacío existencial

confuso

e

intolerable. Me creía un hombre razonablemente feliz amparado en mi riqueza, pero no lo soy. Ni siquiera he podido, pese a todo mi poder, controlar a mi familia: mi esposa y yo, desde hace años solo aparentamos lo que no somos; mi hija mayor se ha 410

El Vendedor de Felicidad

divorciado en tres ocasiones; mis hijos varones no parecen interesados más que en carros de lujo y en francachelas inútiles. ¡No! ¡Por Dios que no! ¡Yo nunca he tenido paz ni he conocido

efectivamente

la

felicidad! ¡Pero juro que la buscaré y pagaré su precio!

411

Juan M. Taveras

412

El Vendedor de Felicidad

413

Juan M. Taveras

13

Más decidido y motivado que nunca a pagar el precio de la felicidad, Joel regresó a la casa mágica para seguir las sendas de aquellos misteriosos caminos, que prometían conducirlo al más buscado y preciado de los puertos. Entró, abrió la segunda puerta, esta vez a la izquierda 414

El Vendedor de Felicidad

del

pasillo,

encontrando

la

misma iluminación que en la primera, un pequeño mueblecito escritorio y un nuevo letrero que decía: “LA FELICIDAD ES UN ESTADO MENTAL” Notó el cambio en seguida, y se dijo así mismo: “¡Vaya, vaya!.. ¡Un nuevo letrero!.. Si no es visiones lo que veo, es evidente que la magia aquí tiene 415

Juan M. Taveras

poder

hasta

para

cambiar

letreros” Y para asegurarse de que lo que veía no eran fantasías creadas

por

su

confundido

cerebro, abrió la tercera puerta y todo estaba igual que en la anterior. A continuación abrió todas las puertas a ambos lados de la casa y en cada habitación había ahora el mismo letrero:

416

El Vendedor de Felicidad

“LA FELICIDAD ES UN ESTADO MENTAL” Le era difícil entender quién podía hacer cambios en una casa deshabitada. Pero ya se estaba acostumbrando a las sorpresas y a lo inesperado. Algo le decía en su interior que todo estaba planeado. Que se trataba de un plan orientado a un fin donde él, Joel Fuertes, era el centro de todo. 417

Juan M. Taveras

“¿Pero un plan de quién? ¡Tal vez he sido elegido para algo!

¿Pero por quién y para

qué? ¿A caso por Dios? ¡Me resisto a creer que la divina providencia escoja a un ser como yo para nada! Mi fe ha sido siempre de hojas secas, aunque debo admitir que mis creencias se han fortalecido en las últimas horas tal vez como respuesta emocional a todo lo 418

El Vendedor de Felicidad

que me ha ocurrido en los últimos cuatro días. Atrapado en las redes de esas incomprendidas

reflexiones,

regresó a la primera puerta. Entró. Se sentó en el duro suelo. Apoyó sus espaldas en la pared. Cerró los ojos y empezó a meditar

sobre

este

último

letrero: “LA FELICIDAD ES UN ESTADO MENTAL”… 419

Juan M. Taveras

Repetía, en voz alta, una, otra y otra vez la lectura de la oración subiendo cada vez más el tono de voz buscando en su mente

subconsciente

la

respuesta deseada. Al cabo de unos

treinta

minutos

de

profunda meditación, se levantó súbitamente del suelo. Leyó nuevamente el letrero, y se dijo: ¡Cierto!

¡Es

absolutamente

cierto! La felicidad es un estado 420

El Vendedor de Felicidad

de la mente y reside en nuestra naturaleza interior. Es lógico suponer entonces –razonó – que si alcanzamos a comprender como

funciona

la

mente,

podremos ser tan felices como deseemos serlo. Una verdad,

vez

aceptada se

esta

cuestionó

sobresaltado e inquieto: “Acepto sin reservas que la felicidad es un estado metal, 421

Juan M. Taveras

pero… ¿Y cómo funciona la mente?” Comprendió al instante que sin entender el funcionamiento de la mente, le sería difícil aceptar el axioma de que la felicidad es un estado mental. En ese preciso momento, Joel fue presa de un desconcierto total. Sabía perfectamente que sus conocimientos acerca de la mente eran escasos y que, pese a 422

El Vendedor de Felicidad

sus

muchas

lecturas,

y

jamás

abundantes se

había

interesado por la psicología ni mucho menos por la psiquiatría. Nunca

tuvo

razones

para

hacerlo. Había escuchado, en conversaciones nada profundas con sus amigos médicos, que la psiquiatría se especializa en la prevención, diagnóstico,

evaluación, tratamiento

y

rehabilitación de los trastornos 423

Juan M. Taveras

mentales. Pero nunca se había interesado en los problemas de la mente. Más bien tenía la impresión, como la mayoría de la gente, de que los asuntos relacionados con la mente son cosas de locos. Así pues, el banquero parecía atrapado y sin salida. Unos instantes antes había

creído

descifrar

el

mensaje del letrero, pero sin llegar 424

a

comprender

el

El Vendedor de Felicidad

funcionamiento de la mente, realmente se encontraba mucho más distante del punto donde había empezado todo. Decidió, circunstancias,

dadas

las

salir

un

momento de la casa mágica para ir en busca de agua, algo de alimento y, sobre todo, de aire fresco

que

reflexionar.

le

ayudara

Mientras

a se

encaminaba lentamente hacia el 425

Juan M. Taveras

cercano poblado de Tamboril, por un instante se sintió tentado a

abandonar

la

colosal

y

complicada empresa en la que, inexplicablemente,

estaba

involucrado.

Sabía

perfectamente escasos poseía

que

con

conocimientos sobre

los que

filosofía,

psicología y psiquiatría, nunca entendería el funcionamiento de la mente. “En el fondo –pensó– 426

El Vendedor de Felicidad

la

mayoría

de

los

libros

motivacionales que he leído tratan básicamente sobre control mental. Los autores de esos libros, empezando por el propio Norman

Vicent

Peale,

considerado como el creador de la

teoría

del

pensamiento

positivo, base angular de los libros

motivacionales,

utiliza

diversos medios para lograr sus fines. Pero sus medios son 427

Juan M. Taveras

puramente

subjetivos

limitan a

enseñarte que si

controlas

tu

y

mente

y

se

tus

pensamientos, tienes ganada tu lucha por alcanzar la felicidad. Pero eso es todo. De manera que al no tratar mentales

con

los problemas la

amplitud

debida, millones de gentes como yo, que leen esos libros, no terminan

preparados

interpretar

debidamente

428

para los

El Vendedor de Felicidad

procesos mentales. De ahí que, pese a mis muchas lecturas, no sé prácticamente nada sobre la mente” La confusión reinaba en su ser

y

mientras

recorría

el

trayecto de ida y vuelta que lo llevó a comprar alimentos al colmado que estaba al cruzar el pequeño y sediento riachuelo, entró en profunda reflexión y su mente, atrapada en un obscuro 429

Juan M. Taveras

laberinto parecía

de

indecisiones,

orientarlo

abandonara

a

que

totalmente

empresa

en

la que,

misteriosamente,

estaba

sumergido hasta la coronilla. “¡Sii! ¡Es evidente que lo que hago no tiene objeto!.. ¡Definidamente todo y me negocios!”

430

abandonaré vuelvo a

mis

El Vendedor de Felicidad

Pero cuando todo parecía decidido,

reflexionó

nuevamente: “Pero si abandono ahora no habré pagado el precio de la felicidad y nunca sabré si es o no cierto que se puede ser feliz. Además, todo esto luce tan interesante y prometedor que sería una mezquindad de mi parte abandonarlo todo solo porque de momento no tengo 431

Juan M. Taveras

conocimientos

de

cómo

funciona la mente. En todo caso, esos conocimientos los puedo conseguir más adelante. ¡No!, ¡No me iré! ¡Seguiré adelante! Además, deseo saber hacia dónde me empujará la ola que inexplicablemente me ha traído

hasta

este

solitario

santuario del misterio. ¡Seguiré, pues, cabalgando al precio que sea!” 432

El Vendedor de Felicidad

433

Juan M. Taveras

434

El Vendedor de Felicidad

14

Determinado a enfrentarse a todo

para

desentrañar

los

grandes misterios encontrados a su paso, regresó a la casa mágica. Abrió de nuevo la puerta y penetró a la habitación donde antes se encontraba. Se tendió sobre sus espaldas en el duro suelo decidido a meditar sobre los asuntos de la mente. 435

Juan M. Taveras

Notó entonces, que debajo del letrero “LA FELICIDAD ES UN

ESTADO

MENTAL”

había ahora, encima el pequeño mueble escritorio, un sobrecito blanco de tamaño normal, que no

había

impresión

visto fue

antes. tal,

que

La el

banquero dio un salto acrobático que desafiaba sus posibilidades físicas;

tomó

impaciente

el

pequeño sobrecito en sus manos 436

El Vendedor de Felicidad

temblorosas

y

quedó

virtualmente paralizado al leer lo que sigue: Al elegido: Sus manos Con entrecortada

la y

respiración su

corazón

latiendo a máxima velocidad, el confundido banquero abrió el sobrecito que tenía en sus manos, encontrando dentro

el

siguiente mensaje: 437

Juan M. Taveras

¿Extrañado Joel? De seguro que lo estás y mucho. A tu mente han de estar acudiendo ahora infinidad de preguntas que de momento no tienen respuestas. Por ahora, sin embargo, debes conformarte con saber que has sido ELEGIDO para entregar al mundo el más grande, poderoso y exquisito mensaje jamás difundido ni 438

El Vendedor de Felicidad

puesto en conocimiento de la especie

humana.

Te

será

revelado el gran secreto de la felicidad para que tú, Joel Fuertes, emulando a Prometeo, entregues a tu especie una nueva antorcha con la luz del conocimiento... Desde

hoy

recibirás

lecciones que poco a poco transformarán por completo tu visión del mundo y te permitirán 439

Juan M. Taveras

percibir y comprender el poder creador de la mente y su relación

con

Entonces

la

felicidad.

alcanzarás

la

iluminación. Se incrementaran tus conocimientos y con ellos te liberarás

de

los

mitos

y

manipulaciones que por cientos de generaciones han impedido a los de tu especie trillar el verdadero felicidad. 440

sendero

a

la

El Vendedor de Felicidad

No te afanes por conocer los misterios que rodean todo lo que estas percibiendo porque es parte

de

tu

entrenamiento.

Tendrás,

además,

oportunidad

de

hacer

la las

preguntas que desees. Y no temas, que a partir de hoy, las poderosas

fuerzas

del

pensamiento cósmico estarán siempre contigo.

441

Juan M. Taveras

Nuestras

enseñanzas

no

estarán encaminadas a hacerte necesariamente

mejor,

humanamente hablando, pero si a hacerte más sabio dotándote de los elementos de juicios que precisas para comprender, en toda su vasta significación, el contenido y alcance del sublime mensaje de Sócrates: “Solo el Sabio es Feliz”. Al terminar tu entrenamiento, 442

te

habrás

El Vendedor de Felicidad

convertido en el vendedor más grande del mundo: “EL

VENDEDOR

DE

FELICIDAD” Con todo lo ocurrido a su alrededor, Joel estaba aturdido y desconcertado. No comprendía absolutamente nada de lo que pasaba ni mucho menos, ni siquiera

por

imaginarse

la

asomo, razón

podía de

la

extraña aventura en que estaba 443

Juan M. Taveras

inexplicablemente envuelto. Le era difícil imaginarse cómo de banquero,

de

fabricante

de

dinero, de símbolo acabado del más bajo perfil del capitalismo salvaje, podía transformarse en vendedor: en VENDEDOR DE FELICIDAD. El miedo, sin duda alguna, había invadido su ser. Estaba lleno de temor y asustado como nunca antes. Pero estaba, al mismo tiempo, 444

El Vendedor de Felicidad

decidido a todo. Quería poseer el Santo Grial de la felicidad y pagaría su precio, sin importar lo alto que éste pudiera resultar. No acababa de salir de su asombro

cuando,

repentinamente, y como salido de

la

nada,

apareció

una

imponente figura de poco más de 6 pies de estatura, de tez bronceada y dueña de una envidiable contextura física, que 445

Juan M. Taveras

con su rostro alargado y frente exageradamente

estrecha,

presentaba la apariencia perfecta de un diamante cuidadosamente bien tallado. A primera vista, parecía imposible asimilarlo a ninguna de las razas existentes en el planeta tierra. Empero, al observarlo con detenimiento, se podía apreciar que tanto el color de su piel como su aspecto en sentido general, denotaban una 446

El Vendedor de Felicidad

extraña mezcla de las razas humanas. El banquero pensó en seguida que este extraño ser, aunque con cara de diamante, bien podía resultar un auténtico precursor de la especie humana. Sin pronunciar palabras, el extraño se acercó al pequeño mueblecito; metió por debajo de su centro uno de los seis dedos de su mano derecha y, al instante, el mueblecito quedó 447

Juan M. Taveras

transformado

en

una

mesa

cuadrada con dos sillas de modernísimo estilo colocadas la una frente de la otra. El recién llegado se sentó de espaldas al letrero, ahora convertido en pizarrón y, con gesto amable, invitó a Joel a sentarse en la otra silla.

Sentados

mensajero fijamente

ambos

celeste, a

los

el

mirando ojos

del

sorprendido banquero, dijo, con 448

El Vendedor de Felicidad

voz melodiosa y en perfecto castellano: –Mi nombre es Akahim y por

mi

apariencia

habrás

deducido que no soy terrícola. En realidad formo parte de un grupo de maestros que hemos venido de un lejano planeta, muy similar a la tierra, con la expresa

encomienda

de

instruirte sobre cosas que debes saber para llevar a cabo la 449

Juan M. Taveras

misión para la que te hemos elegido. Sorprendido,

pero

desafiante, el banquero dijo: –Me gustaría saber quién me ha escogido, para cuál misión y por

qué

he

sido

yo

el

seleccionado de entre los 7,000 millones de seres que habitan nuestro planeta. –Sabrás y entenderás todo a su debido tiempo. De momento 450

El Vendedor de Felicidad

solo podemos informarte que somos originarios de Schwerta un sistema solar regido por una estrella muy similar a vuestro sol que orbita muy cerca de la estrella Épsilon Erídano, que se encuentra a poco más de diez años luz del planeta tierra y opera, igual que el sistema solar, dentro de la vía láctea justo en el centro de la constelación que

451

Juan M. Taveras

Ptolomeo bautizó con el nombre de Eridanus.

El presente esquema muestra la constelación Eridanus donde se encuentra Schwerta, nuestro planeta.

–Y tanto nosotros –continúo el extraterrestre– como otros 452

El Vendedor de Felicidad

seres inteligentes de planetas existentes vecinas

en a

constelaciones

Eridanus,

hemos

visitado el planeta tierra durante los

últimos

110

mil años.

Algunos visitantes han llegado hasta aquí en plan de conquista y han utilizado poderosas armas nucleares en procura de sus fines. Nosotros, en cambio, nos hemos impuesto la misión de llevar

conocimientos

a

los 453

Juan M. Taveras

mundos

cultural

tecnológicamente

y

retardados,

como es aún el planeta tierra. Podemos cuando embargo,

visitar lo

tu

planeta

deseemos, nuestras

sin visitas

regulares tienen efecto cada 26,000 años aprovechando el momento en que el sistema solar se interpone entre la tierra y el punto central de la vía láctea, momento en que esa alineación 454

El Vendedor de Felicidad

nos permite penetrar el gran agujero negro de la galaxia y viajar

a

velocidades

extraordinarias, muy superiores a la velocidad de la luz. Joel quedó paralizado. Le era difícil aceptar lo que oía. ¡Qué trasladarse

estos a

seres

puede

velocidades

superiores a la de la luz! ¡Pero eso es imposible! –Pensó Joel– con el entrecejo fruncido en 455

Juan M. Taveras

señal de incredulidad. Y sin poderse contener dijo: – ¿Me permite usted una pregunta? –Adelante, con tal que sea breve, asintió Akahim – ¿Dijo usted que además de ustedes, otros seres inteligentes han visitado también el planeta tierra? –Sí.

Muchas

veces.

contestó Akahim– Y agregó: 456



El Vendedor de Felicidad

–Para la época en que nosotros visitamos por octava vez el planeta tierra, hace aproximadamente 52 mil años, comprobamos que habitantes de un planeta regido por el sistema Sirio

habían

visitado

este

planeta antes que nosotros. Los sirianos estaban en busca de un lugar donde establecerse debido a que muchos de sus planetas se habían enfriado a tal punto que 457

Juan M. Taveras

eran prácticamente inhabitables. Pero se retiraron después de comprobar que el nivel de oxigeno del aire y la presión atmosférica de este planeta eran demasiado elevados para su estructura

orgánica.

Comprobaron además, que para modificar la atmósfera terrestre, de suerte que el aire se hiciera naturalmente

respirable,

necesitaban más de 100 años del 458

El Vendedor de Felicidad

tiempo

terrestre,

con

el

agravante de que al modificar la atmosfera, prácticamente

liquidarían a

todas

las

especies autóctonas del planeta tierra. Los sirianos visitaron muchas veces este planeta en su intento de encontrar un nuevo hogar. Finalmente desistieron, no sin antes relacionarse con terrícolas en el valle del Indo, en Mesopotamia, en la zona baja 459

Juan M. Taveras

del rio Yangtsé, en las alturas del

Machu

Picchu

y

muy

especialmente en los Montes Mandingas de África donde se relacionaron con los ancestros de los Dogones y les mostraron planos precisos de la ubicación interestelar del sistema solar sirio, de sus tres estrellas y de varios

de

circundantes.

460

sus

planetas

El Vendedor de Felicidad

–Me

–dijo

parece

Joel–

haber leído algo sobre los Dogones

y

sus

inexplicables

muchos

e

conocimientos

sobre el sistema Sirio, pero me parecían

especulaciones

sin

fundamento. –No son especulaciones Joel. Y puedo asegurarte que si los humanos se tomaran más en serio

ciertas

narraciones

comprobarían que algunos de 461

Juan M. Taveras

los pueblos más antiguos de África y Egipto conocían, desde hace muchos milenios, de las visitas de los sirianos al planeta tierra. Hubo muchas otras visitas que se esconden detrás de narraciones que los terrícolas continúan

desdeñando

sin

investigar. –Es difícil aceptar –enfatizó Joel– que los Dogones, una tribu que apenas ha llegado un poco 462

El Vendedor de Felicidad

más allá de la edad de piedra, haya recibido alguna vez la visita

de

civilizaciones

avanzadas. ¿Son los Dogones, como

creen

muchos,

descendientes de seres llegados del espacio, o son los restos de alguna civilización “avanzada” de la antigüedad? –Ni una cosa ni la otra, – respondió Akahim. En realidad, los Dogones constituyen una 463

Juan M. Taveras

especie autóctona del planeta tierra. Su contacto cercano con los sirianos se debió al hecho de que uno de los comandantes de estos últimos tuvo un grave accidente permanecer

que

lo

obligó

durante

a

varios

meses en la zona del planeta tierra

controlada

Dogones,

tiempo

por que

los el

comandante accidentado empleó para platicar con ellos sobre 464

El Vendedor de Felicidad

conocimientos

científicos

referentes al funcionamiento del cuerpo humano, al movimiento y posicionamiento de los astros en relación a los sistemas solar y Sirio y sobre otros temas que incluían la forma en que los sirianos

habían

logrado

organizar su sociedad sobre la base de la armonización como principio general de la cohesión social, en tanto renegaban de 465

Juan M. Taveras

toda contradicción. Los sirianos constituyeron, en su época, una de las principales civilizaciones de la vida láctea.

466

El Vendedor de Felicidad

467

Juan M. Taveras

15 –Tal vez con lo dicho por usted,

se

interrogantes

aclaren en

muchas

relación

al

misterio de los Dogones. Pero tengo otra inquietud que deseo aclarar. –adelante – ¿Dijo usted que pueden viajar a velocidades superiores a la de la luz? 468

El Vendedor de Felicidad

– Akahim asintió – ¡Pero viajar a velocidades superiores a la de la luz es imposible,

al

menos

para

nosotros los humanos! Nuestro Albert

Einstein

demostró,

en

ecuaciones

apoyado matemáticas

rigurosamente

científicas, que el límite superior de todas las velocidades en el universo es la velocidad de la

469

Juan M. Taveras

luz. ¿Estaba equivocado el gran genio de nuestra especie? –Einstein –repuso Akahim– desarrolló sus ideas a principios del siglo XX. más

de

cien

Y han pasado años

desde

entonces, los cien años, sin dudas, más fructíferos en el desarrollo humanos.

científico Y

la

de

los

verdad

comprobada es que demasiadas cosas han cambiado desde 1905. 470

El Vendedor de Felicidad

Además, Einstein formuló sus planteamientos

apoyado

fundamentalmente en la física clásica y, obviamente, solo tenía ideas

muy

remotas

de

las

enormes posibilidades de la física cuántica. Si observas, encontrarás que solo un siglo atrás,

ustedes

consideraban

imposible romper la barrera del sonido, entre otras cosas, por el comportamiento anómalo del 471

Juan M. Taveras

aire al ser perturbado a esa velocidad. Hoy empero, los modernos

jet

supersónicos

alcanzan velocidades muy por encima de la velocidad del sonido, todo lo cual te indica que la ciencia ficción de hoy es la realidad científica de mañana. A fin de darte una idea precisa de lo que pasa en tu mundo, tomaré como ejemplo el desarrollo de la velocidad 472

El Vendedor de Felicidad

para que aprecies la aceleración del progreso tecnológico y del conocimiento logrados por los humanos durante los últimos años. Observas cuidadosamente lo siguiente: 6,000 años antes de Cristo, el medio más rápido de transporte era la caravana de camello que se movía a una velocidad media de 12 km/hora. En 1600 A/C, con el uso del carro con rueda, 473

Juan M. Taveras

esa velocidad se multiplicó por 2.5 veces, o sea hasta 30 km/h, y se mantuvo como la máxima velocidad durante más de 3,500 años. Pero hace 131 años, o sea en 1880, y después de millones de

años

de

espera,

una

locomotora a vapor alcanzó la “fantástica,

la

asombrosa

velocidad”, como la bautizaron en su época, de 150 k/h. Sin embargo, ya para 1938, aviones 474

El Vendedor de Felicidad

ultrarrápidos

alcanzaron

velocidades de hasta 600 km/h. Es decir, en solo 58 años se multiplicó por 4 una velocidad que

costo

a

los

terrícolas

millones de años alcanzar. Y solo 9 años más tarde, o sea en 1947, se rompió por primera vez la barrera del sonido. Y ya en la década de los 60, los humanos alcanzaron velocidades de hasta 61,000 kilómetros por hora, 475

Juan M. Taveras

todo lo cual te enseña, que en solo 80 años, la fantástica velocidad de 150 k/h alcanzada por la milagrosa locomotora a vapor, se había multiplicado por 400 veces. He ahí lo que ha ocurrido en la tierra en términos de

velocidad

momento planteó

en la

a

partir

que

del

Einstein

imposibilidad

de

volar a velocidades superiores a la de la luz. ¿Puede alguien 476

El Vendedor de Felicidad

asegurar que el ritmo no se mantendrá e incluso que no se multiplicara

en

el

futuro

inmediato? –Admito magnificencia

en el

toda

su

tremendo

avance tecnológico que hemos alcanzado durante las últimas décadas medido en función de la velocidad, pero no puedo dejar de apuntar que la fantástica velocidad de 61,000 km/h, lo 477

Juan M. Taveras

que significa es 17 kilómetros por segundo. Valor ridículo si lo comparamos con la velocidad de la luz que se mueve a 300,000 km/s. Debemos admitir que la diferencia

es

sencillamente

abismal. Y si me lo permite usted –agregó Joel desafiante– me

gustaría

desarrollar

un

pequeño cálculo relativo a la distancia entre la Tierra y Eridanus. 478

El Vendedor de Felicidad

–Solo por esta vez –asintió pausadamente el maestro de Schwerta. –Tengo entendido que la estrella Épsilon Eridanus se encuentra a 10.5 años luz del planeta Tierra. –Así es –contestó Akahim. –Eso indica que para vencer esa

distancia,

los

terrícolas

emplearíamos aproximadamente 200 mil años viajando a nuestra 479

Juan M. Taveras

máxima velocidad de 17 km/s. Además,

si viajáramos a la

velocidad de la luz, meta que estimo muy lejos de alcanzar, necesitaríamos más de diez años para alcanzar las cercanías de Eridanus. Y no estoy seguro de que podamos mantener viva y cuerda toda una tripulación de humanos deambulando por el espacio, durante diez largos años. 480

El Vendedor de Felicidad

–No he asegurado –repuso Akahim– que viajar de una estrella a otra y recorrer las enormes

distancias

que

las

separan, sea tarea fácil. Pero no es imposible. Una prueba de ello es la presencia nuestra en el planeta tierra. Y aunque pueda parecerte

matemáticamente

improbable, nosotros hacemos el viaje Schwerta /Tierra, ida y

481

Juan M. Taveras

vuelta, en solo 28 meses del tiempo terrestre. – ¿Asombroso verdad?– ¡Sí que lo es! Y no te disculpes por tus

aprehensiones

negativas.

Nosotros comprendemos que la mente humana no está aún capacitada

para

aceptar

la

increíble posibilidad de que se pueda viajarse a más de un millón

de

kilómetros

por

segundo. A su debido tiempo los 482

El Vendedor de Felicidad

humanos

alcanzarán

esa

velocidad combinando cohete de antimateria, taquiones y técnicas vibratorias propulsora

de

alta que

energía darán

fundamento

a

teletransportación

del

la futuro

que, como la luz, parecerá instantánea.

483

Juan M. Taveras

484

El Vendedor de Felicidad

485

Juan M. Taveras

16

Joel guardó silencio, como si dudara

sobre

algo

de

lo

planteado por el extraterrestre. Suspiró hondo y dijo: –Me permite una última pregunta.

486

El Vendedor de Felicidad

–La última. No hay tiempo para más. –Einstein planteó también, que la masa de un cuerpo depende de la velocidad a la que se encuentre y postuló que a la velocidad de la luz ésta se hace infinita, imposibilitando de esa forma

desplazarse

en

esas

circunstancias. ¿Es incorrecta la deducción matemática del gran genio de nuestra especie? 487

Juan M. Taveras

–A la vista de la física tradicional

la

deducción

es

correcta, pero no a la luz de la física

cuántica.

Lo

que

realmente ocurre es que la masa sometida a altas velocidades se desintegra a intervalo, dando paso a un proceso que no puede ser entendido a la luz de la mecánica clásica. Para entender ese complejo proceso, es preciso que 488

los

terrícolas

avancen

El Vendedor de Felicidad

mucho más en el dominio de la física cuántica. Pensar, creer, hacer. Es la primera y más importante

lección

que

los

humanos deben aceptar. He ahí la

gran

posible

cuestión la

que hace

conquista

del

universo. Es por eso que mi encomienda principal es la de enseñarte a pensar. No a pensar simplemente, sino enseñarte a pensar filosóficamente. 489

Juan M. Taveras

El extraterrestre pausó por espacio de 20 segundos, como si quisiera dar tiempo a que Joel absorbiera lo que acababa de decir, después de lo cual agregó: – ¿Alguna vez te has detenido a pensar, el por qué y para qué existen

distancias

tan

exageradas entre los límites del universo si nunca podrán ser alcanzadas? Semejante pregunta nos hicimos los Schwertanos 490

El Vendedor de Felicidad

durante miles de años y solo alcanzamos a comprender el por qué,

cuando

entendimos

el

infinito poder creador de la mente, de lo que te hablaremos más adelante. Ahora, con tu permiso, debo entrar en materia y mi primera tarea será adiestrarte en temas ligados a la mente. Dentro

del

plan

de

entrenamiento que tengo a cargo 491

Juan M. Taveras

la misión de enseñarte a pensar filosóficamente y, sobre todo, la de enseñarte a diferenciar el mito de la realidad. – ¿Me instruirá usted sobre filosofía y religión? –Sí, pero no a nivel de maestría ni nada parecido. Más bien lo que intentaremos al esbozar esos dos importantes temas

será

llevar

conocimiento,

hasta

492

a

tu

dónde

El Vendedor de Felicidad

religión

y

filosofía

han

contribuido a la formación del inventario

mental

de

los

humanos. Y. como veras, no siempre para bien de tú especie. – ¿Existe algo en común entre filosofía, religión y mente? – Lo cierto es –respondió el extraterrestre– que existe una gran

relación,

muy

especialmente entre mente y filosofía. 493

Juan M. Taveras

Los primeros en advertirlo fueron los antiguos filósofos griegos,

al

primera

vez:

hombre?

preguntarse ¿Qué

arribando

por

es

el

a

la

conclusión, nada despreciable por cierto, de que el humano era un ser dual compuesto de un cuerpo material y un alma de naturaleza divina y espiritual. A partir de entonces las nacientes escuelas filosóficas se centraron 494

El Vendedor de Felicidad

en

torno

a

la

relación

cuerpo/mente, materia/espíritu, dando lugar al nacimiento de la filosofía que, a su vez, dio origen a la ciencia tal como los humanos la perciben en la actualidad. Y, con evidente pesar, el extraterrestre agregó: –Lástima que la veleidad del carácter humano haya permitido que la mitología y los cuentos de hadas 495

Juan M. Taveras

primaran sobre la ciencia por más tiempo del que nosotros originalmente Con

este

programamos. comentario

no

pretendo desmeritar los grandes aportes hechos por la mitología tanto para la formación de las grandes religiones como para el desarrollo de la propia filosofía. Lo que intento decir es que muchas narraciones y mitos antiguos fueron distorsionadas 496

El Vendedor de Felicidad

por la fantasía popular, que buscó y encontró en los mitos y en las viejas narraciones, el abrigo que necesitaban para cubrirse

del

miedo

a

lo

desconocido y para dar sentido a su ignorancia. – ¿Sugiere usted que los mitos no son del todo falsos? –Los mitos, por su propia naturaleza y origen sí, pero no todas las narraciones. Algunas 497

Juan M. Taveras

reproducen la historia verídica de hechos ciertos y narran la venida a la tierra de seres de otros planetas, como es el caso de los sirianos y su encuentro con los Dogones. Hay muchos otros casos como los aparecidos en el libro de Enoc, en

las

Crónicas de Akakor y en los libros “sagrados” del Ramayama y

el

Mahabarata,

cuya

antigüedad se remonta a más de 498

El Vendedor de Felicidad

3000

años

A.C.,

constituyen

y

que

verdaderas

revelaciones.

En esos dos

últimos libros, que son textos no revelados por dioses, ni por nada

que

aparecen

se

les

parezca,

narradas

ciertas

guerras llevadas a cabo entre “seres divinos”, es decir, entre seres venidos de otros mundos. Allí

aparece

extraordinario

narrado caso

de

el los 499

Juan M. Taveras

Vimanas,

experimentados

pilotos, que fueron los primeros en usar una bomba atómica en el planeta tierra. Y ese hecho nunca debió ser desdeñado por los humanos. Joel intentó continuar con el tema pero Akahim lo impidió y señaló a continuación: –Durante miles y miles de años ocurría en Schwerta algo similar a lo que ocurre hoy en el 500

El Vendedor de Felicidad

planeta tierra, solo que nuestra civilización era mucho más avanzada y disponía de recursos económicos

y

técnicos

prácticamente ilimitados. Pese a todo, vivíamos siempre en el vórtice

del

volcán

–Schwertanos

devorando

Schwertanos– nuestros descubrieron incapaces

hasta

padres que de

que

antiguos éramos discernir 501

Juan M. Taveras

correctamente

y

decidieron

manipular nuestro cerebro y enseñarnos a pensar, que es justo lo que nosotros intentamos hacer ahora con los terrícolas: enseñarlos a pensar. El problema en Schwerta era extremadamente porque

nuestros

complejo, remanentes

culturales se presentaban como obstáculos Entonces, 502

insalvables. nuestros

padres

El Vendedor de Felicidad

antiguos

se

decidieron

por

instalar miles de escuelas de desaprendizaje cuyo fin era limpiar la basura acumulada en la mente de nuestro pueblo, como resultado de decenas de miles

años

de

enseñanzas

fallidas. En Schwerta, antes creíamos a ciega en mitos tan absurdos como el de Prometeo, que narra la supuesta aventura de un titán que robó el fuego a 503

Juan M. Taveras

los dioses y lo entregó a los humanos. – ¡Tonterías, puras tonterías! –interrumpió Joel muy sonreído. –Sin embargo Joel, la única verdad es que los humanos abrazaban fervorosamente esas creencias absurdas, en tanto daban la espalda a narraciones como las aparecidas en el Vymaanica Shaastra, donde se describen 504

hechos

que

El Vendedor de Felicidad

difícilmente

podían

ser

inventados por los habitantes del valle del Indo de aquella lejana época. Otros

mitos

y

leyendas

igualmente absurdas, como el mito de prometo, han tenido incidencias

decisivas

en

la

conformación de la cultura y modo de pensar de notables comunidades y, en general, en todas las sociedades humanas. 505

Juan M. Taveras

En la mitología nórdica, por ejemplo, te encuentras con la leyenda del fiero y pintoresco Thor, tan famoso e influyente en el desarrollo de la

cultura

occidental, que un día de la semana

lleva

su

nombre:

Thursday, el día de Thor. La leyenda

de

ese

dios,

tan

venerado por los vikingos, es más exagerada aun que la de Prometo y muestra hasta donde 506

El Vendedor de Felicidad

una leyenda tonta puede influir decisivamente

en

el

comportamiento

de

los

humanos: Según la mitología nórdica, el titán Thor era dueño de

un

poderoso

y

mágico

martillo que cuando lo agitaba provocaba

truenos,

rayos,

relámpagos y la milagrosa lluvia que fertilizaba los suelos. En otras

palabras,

la

respuesta

mítica dada por los Vikingos al 507

Juan M. Taveras

por qué llovía era debido a que Thor agitaba su martillo, le daba cuatro martillazos a las nubes y en seguida llovía a cántaro. Absurda

creencia

que

no

impidió que el dios Thor fuera el más venerado por las tribus germánicas. De manera que cuando

no

llovía

y

las

calamidades caían sobre los humanos,

los

creyentes

presentían que algo malo había 508

El Vendedor de Felicidad

ocurrido con el martillo de Thor y actuaban para estimular a su dios mediante ritos y actos religiosos diversos que incluían la práctica de crueles sacrificios humanos. –Es

el

colmo

de

la

ignorancia–intervino Joel– y sin contenerse, agregó: –Me resulta bien difícil entender cómo la gente podía pensar y, peor aún, aceptar que un supuesto dios se 509

Juan M. Taveras

posaba sobre las nubes, las golpeaba repetidamente con un martillo

que

pesaba

varias

toneladas y que era por eso que llovía. –Por extraño que te parezca Joel, tanto en esas lejanas épocas como en el presente, la especie humana fue y continúa siendo ridiculamente adicta a los mitos y a las creencias más absurdas. 510

Como

se

dice

El Vendedor de Felicidad

popularmente,

los

humanos

tienen la cabeza llena de alas de cucarachas

y

prefiriendo mitológica

continúan

la a

científicamente

las

fantasía verdades

comprobadas.

Lo penoso de todo Joel, es que la mayoría de los humanos continúa,

en

la

actualidad,

creyendo que pueden librarse de sus enfermedades e incluso de la pobreza elevando plegarias a sus 511

Juan M. Taveras

diversos dioses. Y tienes ahí un vivo ejemplo de un remanente psicológico que como un garfio maléfico envenena de continuo la mente de tu especie. Y todo por falta de conocimiento. –Supongo –dijo Joel– que los Schwertanos tuvieron los mismos

problemas

culturales

que nosotros y me imagino que las escuelas para desaprender no 512

fueron

la

única

arma

El Vendedor de Felicidad

empleada

por

ustedes

para

romper la rigidez mental que les bloqueaba el entendimiento. Me gustaría saber qué hicieron para desbloquear la mente de su pueblo

subyugado

por

esas

infantiles creencias ancestrales. –Muy acertada pregunta. Y puedo asegurarte que, como lo supones,

las

desaprender

escuelas no

para fueron

suficientes. El camino recorrido 513

Juan M. Taveras

para

librarnos

subyugantes

de

esas

creencias

ancestrales, que tan dañinas resultan para para el desarrollo del conocimiento, fue largo y tedioso

porque

muchos

Schwertanos oponían la misma resistencia que oponen hoy los conservadores a todo lo que implique aplicar el desarrollo científico para modificar lo que la religión y la ética interesadas 514

El Vendedor de Felicidad

consideran recintos sagrados de la

divina

líderes

providencia.

religiosos

Los

son

los

mismos en todo el universo y en todas partes su misión es detener el

progreso

montado

sobre

falsas concepciones éticas y morales que el tiempo tarda demasiado tiempo en borrar. Pero… –cuestiono Joel en seguida: ¿Será posible a la especie humana librarse de las 515

Juan M. Taveras

ataduras mentales heredas de mil generaciones para apoyarse en la verdad y el conocimiento? –Todo dependerá –contestó Akahim– del sentido que los humanos atribuyan a la palabra verdad, que es siempre relativa, suele

ser

frecuencia

engañosa se

y

con

presta

al

mantenimiento de los absurdos e incluso

para

crear

nuevas

creencias absurdas. El caso de 516

El Vendedor de Felicidad

Aristóteles,

quie

sostenía,

equivocadamente por cierto, que los

hombres

no

son

naturalmente iguales, sino que unos nacen para la esclavitud y otros para la dominación. A consecuencia de esa “verdad emperica”

la

esclavitud

institucionalizada

y

fue

aceptada

como una verdad absoluta. La humanidad entera alabó y se apoyó en ese falso razonamiento 517

Juan M. Taveras

para justificar la esclavitud del hombre por el hombre. Lo extraño de todo esto Joel, es que en la actualidad está ocurriendo lo mismo que en el pasado y los humanos, montón siguen,

apoyados de

otros

como

en

un

absurdos ignorantes

impenitentes, dejándose engañar por manipuladores profesionales que se aprovechan de un mundo

518

El Vendedor de Felicidad

en

crisis

por

falta

de

conocimiento. – Es una gran fatalidad que los humanos debemos erradicar –dijo Joel

con voz fatigada,

como si quisiera disculparse por la levedad más que manifiesta de su especie.

519

Juan M. Taveras

520

El Vendedor de Felicidad

17 –Creo haber entendido – Cuestionó de nuevo Joel– que en

algún

momento

ustedes

manipularon y reprogramaron el cerebro y el ADN de nuestra especie. – ¿Estoy en lo cierto?

521

Juan M. Taveras

–Efectivamente

Joel.

Nosotros,

hará

aproximadamente 26 mil años, manipulamos, por segunda vez, el cerebro de los humanos e introdujimos modificamos

profundas a

su

ADN,

generando, de hecho, una nueva especie.

Con

anterioridad

habíamos hecho lo mismo, pero nuestra tecnología no estaba aún

522

El Vendedor de Felicidad

tan desarrollada y se presentaron fallas. – ¿Y que aconteció después de esa segunda manipulación? – – Que reprogramamos el cerebro humano para aumentar su volumen y para que se desarrollara

y

despertara

escalonadamente.

Como

resultado, quince mil años antes de Cristo, se produjo un súbito despertar y la vida del nuevo 523

Juan M. Taveras

hombre empezó a transformase como

por

Grandes

arte

de

magia.

acontecimientos

se

precipitaron en el tiempo y después de cientos de miles de años

de

ensayos

sorpresivamente

fallidos, la

luz

resplandece sobre las tinieblas y un impulso indetenible eleva el intelecto

humano

insospechados.

524

a

niveles

El Vendedor de Felicidad



¡Grandioso!

¡Verdaderamente grandioso! – Gritó emocionado el banquero. Esa manipulación responde, por si sola, miles de preguntas y explica, sobre todo, los grandes e inesperados saltos que de tiempo en tiempo surgen y activan el conocimiento de la humanidad. Akahim asintió. Y agregó: – Sin embargo, pasados algunos 525

Juan M. Taveras

miles

de

años,

pudimos

comprobar que si bien con la última intervención practicada al cerebro humano logramos modificar

por

inteligencia muchos

completo

de de

continuaron

tu

especie,

sus

hábitos

sin

cambios.

Descubrimos, al analizar problema,

la

que sus

el

instintos

primitivos, sus emociones y sentimientos se revelaron en una 526

El Vendedor de Felicidad

especie de sinergia evolutiva y dotaron al hombre de un sistema de

pensamiento

egoísta

y

defensivo que ha dificultado nuestro plan de llevar a tu especie por el camino de la concordia y de la felicidad. Queremos corregir ese error sin manipular de nuevo el cerebro ni el ADN. Y en esa misión estamos ahora en el planeta tierra. 527

Juan M. Taveras

–Si reflexionas sobre lo que acabo

de

Akahim–

–agregó

decir te

será

fácil

comprender que la erupción en la península griega, 700 años antes de Cristo, de los primero grandes filósofos, no fue un hecho

fortuito,

sino

una

consecuencia de esa segunda manipulación

a

que

fue

sometido el cerebro humano y el ADN de tu especie. De hecho, 528

El Vendedor de Felicidad

esos

primeros

constituyeron arquetipos

filósofos, verdaderos

de

la

nueva

inteligencia humana y fueron los primeros

en

cuestionar

seriamente las creencias sin fundamentos en que se apoyaba la teogonía infantil que reinaba en la época en que surgieron. Ellos empezaron por cuestionar y a reírse abiertamente de las muchas divinidades que existían 529

Juan M. Taveras

en el mundo griego de entonces, sosteniendo que los supuestos dioses eran demasiado parecidos a los hombres, que eran igual de egoístas y de tan poco fiar como ellos. Como resultado de esos primeros cuestionamientos, se llegó a pensar, por primera vez, que tal vez las

fantásticas

aventuras atribuidas a Prometeo, a Thor, a Zeus y a otros dioses creados por la mitología, no 530

El Vendedor de Felicidad

fueran más que imaginaciones humanas.

Jenófanes

de

Colofón, fue, 500 años antes de Cristo, el primer filósofo en criticó abiertamente, los mitos, la religión y la teogonía. Negó la inmortalidad de los dioses y rechazó la doctrina que concebía a Dios a imagen y semejanza del hombre. “Los seres humanos – decía el filósofo– han creado dioses a su propia imagen. 531

Juan M. Taveras

Creen que los dioses han nacido y que tienen cuerpo, vestidos

e

idiomas

como

nosotros. Los negros piensan que los dioses son negros y chatos, los tracios los imaginan rubios

y

con

ojos

azules

¡Incluso si los bueyes, caballos y

leones

hubiesen

sabido

pintar, habrían representado dioses con aspectos de bueyes, caballos y leones!” 532

El Vendedor de Felicidad

–Supongo –intervino Joel– cuyo estomago empezaba a descomponerse, que las ideas tan brillantemente expuestas por Jenófanes

cambiaron

por

completo la forma de pensar de la gente de aquella época. –No exactamente. Y, como te dije, es esa la principal razón por la que estamos de vuelta al planeta tierra. Las cosas no marcharon como nosotros las 533

Juan M. Taveras

preveíamos

al manipular

el

cerebro de los terrícolas. No olvides que la manipulación solo afectó la parte física del cerebro y quedaron intactos remanentes

mentales

que

continúan obstruyendo nuestro plan. Para tu tranquilidad, sin embargo, es justo reconocer que las ideas de Jenófanes tuvieron la virtud de agrietar, al menos, los viejos altares de la fantasía 534

El Vendedor de Felicidad

reeditada una vez más por el hombre

para

hombre.

Y

manipular esas

al

ideas

constituyeron la punta de lanza para iniciar el largo camino de liberar, en parte, la mente de los humanos de esas subyugantes e infantiles fantasías mitológicas. Y sobre todo, para enseñarlos a pensar todas

filosóficamente. maneras

reconocer

De

es

justo

también

que 535

Juan M. Taveras

Jenófanes, con sus ideas y cuestionamientos,

abrió

las

puertas del conocimiento. En lo adelante nunca más el hombre se tragaría los cuentos de hadas sin por lo menos cuestionarlos. –Pero tanto el cristianismo como el islamismo nacieron mucho

tiempo

después

de

Jenófanes –replicó el Elegido– –Muy buena Pero hablar 536

observación.

sobre

Jesús

y

El Vendedor de Felicidad

Mahoma no está en nuestros planes. El tema sería muy largo y serviría de poco a nuestros propósitos. Por

ahora, lo que

deseo establecer es que con Jenófanes, el nuevo hombre estrena la era del conocimiento. Una era en que todo es sometido a cuestionamiento. A partir de entonces las viejas ideas que daban por sentado que todo lo existente había surgido de “algo” 537

Juan M. Taveras

mágico o simplemente de la nada,

no

responder

bastarían a

los

para

miles

de

cuestionamientos planteados por los

filósofos.

empezaron

a

Muchos preguntarse

el

porqué de las lluvias, poniendo en dudas que fuera el martillo de Thor el que las provocara. Otros iban

mucho

más

lejos

al

preguntarse si era en verdad posible que las rocas, por si 538

El Vendedor de Felicidad

solas, se convirtieran en vacas, leones, elefantes y murciélagos o que el agua sola se transformara en peces y hasta en ballenas. Esos primeros filósofos querían explicar los cambios simples que observaban en la naturaleza apoyándose en la razón y no en los dioses y mitos creados por la imaginación hechiceros,

de

cuentistas,

políticos

y

sacerdotes manipuladores 539

Juan M. Taveras

–Constituyó,

sin

dudas,

–intervino Joel– un momento memorable para la humanidad, el surgimiento de los filósofos. Me gustaría conocer algo sobre esa era milagrosa. –A eso voy –dijo el Akahim. Y aunque no dispongo de suficiente tiempo como para hablar detalladamente de esa era grandiosa, como sería mi deseo, te prometo que mañana intentaré 540

El Vendedor de Felicidad

un apretado resumen de las ideas que iluminaron el oscuro mundo en que vivía tu especie antes del advenimiento de los grandes filósofos. Luego, sorpresivamente, el extraterrestre dijo: –Hemos terminado por hoy. Pasan de las once de la noche y el reloj biológico de tu especie reclama descansar para reponer energía.

Vete

al

penúltimo 541

Juan M. Taveras

cuarto a la derecha del pasillo y allí podrás dormir cómodamente y tomar algunos alimentos. El extraño ser desapareció de la vista del banquero en la misma forma misteriosa como había

aparecido.

Schwertanos

dominaban

Los la

técnica para hacerse invisibles y para

materializar

sus

hologramas. La casa mágica

542

El Vendedor de Felicidad

constituía

un

perfeccionado

holograma materializado.

18

543

Juan M. Taveras

Cuando el elegido abrió la puerta de la habitación donde dormiría, una habitación más de las muchas existentes en la casa mágica,

se

sorprendió

al

comprobar que donde antes solo había un letrero que rezaba: “LA FELICIDAD ES UN ESTADO MENTAL”, había ahora un modernísimo

mobiliario

que

superaba en diseño y belleza a todos los que Joel había visto en 544

El Vendedor de Felicidad

cualquier parte del mundo. Pero lo más sorprendente era el hecho de que tanto la cama como los demás

objetos

muebles

que

integraban el mobiliario de la habitación,

parecían

suspendidos en el aire como si allí

reinara

un

estado

de

ingravidez total. Esa inexplicable situación,

hizo

recordar

al

banquero la extraña forma en que aparecieron las imágenes del 545

Juan M. Taveras

cerebro humano y del circuito integrado reflejadas en una de las paredes del salón de clases, sin que existiera una explicación lógica para tal aparición. Y al asociar aquello con lo que ahora veía,

el banquero llegó a la

conclusión de que los habitantes de Schwerta habían descubierto la forma, no solo de controlar las poderosas

fuerzas

gravitacionales, acomodándolas 546

El Vendedor de Felicidad

a sus necesidades y caprichos, sino la de hacer cualquier objeto invisible y también la forma de materializar técnicas hacer

los

que que

hologramas,

les los

permitirían objetos,

sin

importar su peso y tamaño, aparecieran

y

desaparecieran

como por arte de magia. Parecía como si dominaran a su antojo la teletransportación. Por más que

pensó,

Joel

no

pudo 547

Juan M. Taveras

entender

cómo

los

extraterrestres podían modificar la

relación

gravitacional

prácticamente a su antojo. Apoyado

en

esa

visión

empírica, el asombrado Joel, se dijo a sí mismo: – ¡Esta gente lo puede todo! ¡Para mí que son dioses! Frente a lo que veía, el banquero rebozaba de orgullo al acariciar la convicción de que un 548

El Vendedor de Felicidad

día, tal vez no muy lejano, su especie,

la

especie humana,

apoyada en el desarrollo de su poderoso

cerebro

y

de

supercomputadoras dotadas de memorias infinitas,

prácticamente podría

también

alcanzar los poderes de los alienígenos venidos de lejanos mundos. Extasiado en su visión y convencido de que el destino y grandeza del hombre estaban 549

Juan M. Taveras

más allá de toda imaginación, se acercó despacio al mueble de dormir y alargando su mano derecha, la deslizó lentamente por

debajo

costados

de de

los

cuatro

la

cama,

comprobando que ciertamente ésta flotaba en el aire sin que nada la soportara. Comprobó que igualmente flotaban todos los demás objetos existentes en la 550

habitación.

La

falta

de

El Vendedor de Felicidad

gravedad era total, pero él, sin embargo, se mantenía sobre sus propios pies sin que la falta de gravedad que percibía en la habitación lo afectara en nada. – ¡Eso no lo entiendo! –Pensó– La combinación de gravedad e ingravidez subsistiendo en el mismo espacio es físicamente imposible. ¿Se trata acaso de una aplicación real de la mueva y prometedora física cuántica? 551

Juan M. Taveras

¡Qué

maravilla!

¡Las

posibilidades en torno a estas increíble tecnología Schwertana son cautivantes! Sin embargo, no pensaré en ello, al menos por ahora. Es tiempo de dormir. Oró

como

lo

hacía

invariablemente cada noche al irse a la cama. No sabía desde cuándo ni porqué rezaba antes de acostarse siempre puesto de rodillas y con la frente 552

El Vendedor de Felicidad

inclinada sobre el colchón. Eran costumbres heredadas de sus

antepasados

y

simplemente había hecho todo el tiempo lo mismo, como si cumpliera mandatos genéticos o siguiendo siegas enseñanzas que jamás se cuestionaban. Esa noche, tal vez por primera vez en su vida, se sintió algo desconcertado

con

sus

hábitos. Sin dudas que en su 553

Juan M. Taveras

cerebro, impactado por las lecciones recibidas, surgían dudas que cuestionaban desde su inconsciente, no solo la validez de su hábito de rezar todas las noches antes de acostarse, sino sobre muchas imágenes que llegaban a su mente,

sobre

religiosas envolvían costumbres 554

enseñanzas

y

éticas a

que

muchas infundadas.

El Vendedor de Felicidad

Consideró,

por

un

breve

instante, que la historia que cuenta la biblia sobre Adán, Eva y el Paraíso, podía ser tan fantástica como el mito de Prometo o como la del dios Thor y su poderoso martillo. Con

su

momentáneamente

mente atrapada

en un nebuloso torbellino de dudas,

pensamientos

y

situaciones de muy difícil 555

Juan M. Taveras

asimilación, el banquero se acostó, pero no pudo conciliar el sueño. Sus instintos lo mantenían

en

guardia,

cuestionándose una y otra vez, acerca de todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor y que no podía comprender. Inquieto y sutilmente tocado por el siniestro fantasma del miedo,

Joel,

como

si

despertara de un fantástico 556

El Vendedor de Felicidad

sueño, se preguntó, con el corazón alborotado y casi a punto de brotar de su pecho: “Pero… ¿Y cuál es el significado

de

todo

esto?

¿Serán reales la casa mágica, los schwertanos y esta extraña habitación sin gravedad? ¿No estaré soñando? O peor aún: ¿No será que a causa de la ruina de mi banco, se han roto definitivamente las cuerdas de 557

Juan M. Taveras

mí equilibro mental y he terminado olvidado

depositado en

un

y

centro

psiquiátrico especializado al cual confundo, a causa de alguna

ráfaga

demencia,

con

pasajera una

de casa

encantada, cuando en realidad se trata de un hospital para locos? ¿No estaré, como el caballero de la triste figura, viendo gigantes 558

encantados

El Vendedor de Felicidad

donde solo existen molinos de viento? Tambaleante, como

derribado

inseguro y de

un

martillazo por el peso de las enormes

olas

que

estas

disquisiciones depositaban en su confundida cabeza, Joel se irguió con la fuerza de un cohete

espacial,

repitiendo

mentalmente una y otra vez:

559

Juan M. Taveras

– ¡Tengo que saber qué está

pasando!

saber

dónde

¡Tengo estoy!

que

¡Debo

responder a la tormenta de incertidumbres que nublan mi mente o perderé lo que me queda de razón! Salió

disparado

de

la

ingrávida habitación. Caminó tan rápidamente como pudo el extenso pasillo de la casa mágica. Buscó la única puerta 560

El Vendedor de Felicidad

que daba acceso al exterior. La abrió bruscamente y salió como loco al oscuro bosque sin ningún tipo de iluminación a mano. Estaba decidido a todo

para

encontrar

el

automóvil que había dejado estacionado a más de 1,500 metros del lugar donde se encontraba. “Si lo encuentro y lo toco saldré

de

este

mar

de 561

Juan M. Taveras

incertidumbres” una

y

otra

avanzaba

a

–se repetía

vez, tientas

mientras en

la

oscuridad. La visibilidad era cero, pero Joel estaba guiado e iluminado por

la

antorcha

instintiva de la necesidad. Era para

él

imprescindible,

decisivo, necesario y urgente, no solo encontrar, sino palpar e incluso acariciar su auto, 562

El Vendedor de Felicidad

que era, para

la

ocasión,

mucho más que un simple medio de transporte: era la evidencia física de que no estaba loco ni soñando. Era la manifestación inobjetable de la realidad confrontada con la fantasía creada por la mente cuando es atacada por los destructivos virus del temor y la duda.

563

Juan M. Taveras

Durante más de una hora Joel deambuló sin rumbo por el obscuro bosque guiado solo por su instinto. Y cuando finalmente encontró su auto, se abalanzó sobre él con el ímpetu y la emoción de un amo que encuentra a su perro perdido y lo colma de caricias interminables. Abrió una de sus puertas y se sentó frente al volante 564

El Vendedor de Felicidad

aferrándose al mismo como un náufrago que recibe una cuerda en el preciso momento en que todo parece perdido. Meditó un instante sobre todo lo que acontecía

en

su

alrededor

percibiendo horrorizado que sus dudas crecían en lugar de disiparse...

Se

sobrecogido por

sentía un miedo

insensato que lo drogaba y obstruía sus ideas. Por un 565

Juan M. Taveras

instante, ya envenenado su cerebro

por

la

creciente

inquietud del pensamiento, se sintió tentado a abandonarlo todo. Hablando consigo mismo, se dijo en alta voz: – ¡Al diablo con todo esto: con las clases de filosofía, con la

casa

mágica,

con

los

extraterrestres y con todas estas 566

virtualidades

El Vendedor de Felicidad

fantasiosas! Me voy a casa, a mis negocios, a mi banco que inexplicablemente he sacado de mi mente para dar cabida está

loca

olvidándome

aventura, de

mis

responsabilidades. ¡Me voy! ¡Sí, me voy ahora mismo y que termine todo de una buena vez! Era evidente que el miedo, ese necio grandulón gigante, 567

Juan M. Taveras

que como la sangre habita en cada rincón de nuestro ser, estaba

jugando

su

pérfido

papel de villano impenitente, arropando

la

mente

del

banquero con un manto de reflexiones instintivas capaces de bloquear las más intensas luces del entendimiento. Guiado voces interior: 568

por

poderosas

que tronaban

en su

El Vendedor de Felicidad

– ¡vete, vete pronto o lo perderás todo!, el afligido banquero puso en marcha el motor de su carro y echó mano llamar

de a

su su

celular esposa

para e

informarle que llegaría a casa en un par de horas. Pero no pudo. En la zona no había señal. Eran pasadas las dos de la madrugada y, como suele ocurrir cuando el azar juega 569

Juan M. Taveras

su

papel componedor,

ese

corto y milagroso intervalo dejó un pequeño resquicio a la reflexión serena y permitió que una tenue e impaciente luz, que esperaba tan solo que el viento la atizara y la hiciera subir por encima de su cabeza, penetrara su afiebrado cerebro obligándolo a formularse de nuevo la misma inquietud que cuando 570

descubrió

que

la

El Vendedor de Felicidad

felicidad

era

un

estado

mental: ”Pero si abandono ahora no podré pagar el precio de la felicidad y nunca sabré si es o no cierto que se puede ser feliz”. Además, deseo saber por qué he sido elegido por estos extraños seres, para convertirme en

VENDEDOR

DE

FELICIDAD. ¡No, definitivamente no me iré! Sé que mi decisión es la más 571

Juan M. Taveras

insensata que he tomado en mi vida. Pero no me detendré. ¡Seguiré adelante al precio que sea! Salió de su carro con menos entusiasmo que antes, pero no menos determinado a pagar el precio de la felicidad. Lo cerró y ayudado ahora por la pequeña luz de su celular, que alumbraba como un quásar en medio de aquel 572

solitario

y

tenebroso

El Vendedor de Felicidad

bosque, le fue fácil regresar a la enigmática penetrar

casa de

confortable

mágica

nuevo e

a

y la

ingrávida

habitación en que dormiría. Se acostó y cinco minutos después su cuerpo estaba completamente dormido, pero no así su cerebro, que es, sin dudas, el organismo rector

de

todos

los

que

componen el cuerpo humano y reina

sobre

el

conjunto, 573

Juan M. Taveras

protegido por una bóveda ósea, alojada en la cavidad craneal y apoyado por un ejército de 100 mil millones de

neuronas

activas. El cerebro es un universo en miniatura donde, al igual que en la bóveda celeste, acontecen los más insólitos hechos. Entre otras cosas,

el

cerebro

contiene

infinidades de agujeros negros que 574

devoran

constantemente

El Vendedor de Felicidad

nuestras

energías

y

la

transforman en pensamientos y hechos que, a

la postre,

orientan nuestra existencia. En zonas recónditas de nuestro universo cerebral se esconden, como en el cielo, los más ignotos secretos de la creación, pero

también

insondables laberintos sueño

e

misterios intrincados

existenciales. El constituye

un 575

Juan M. Taveras

impenetrable

misterio

que

emana de las profundidades de nuestro universo pequeño y conocerlo a fondo podría ayudar a los científicos a asomarse a nuestros

rincones

más

inescrutables. ¿Qué son exactamente los sueños? Nadie lo sabe con certeza misterio

y

esto en

aumenta

torno

a

el su

naturaleza. ¿Por qué continua 576

El Vendedor de Felicidad

activo el cerebro e incluso más activo mientras descansan los demás órganos del cuerpo? ¿Por qué, con frecuencia, el cerebro revela, durante el sueño, asuntos tenazmente

que

se

a

la

ocultan actividad

consciente? Esa noche, el cuerpo del banquero

se

durmió

plácidamente. Pero su cerebro, en cambio, permanecía más 577

Juan M. Taveras

activo que nunca analizando, clasificando,

ordenando

e

interpretando

la

cantidad de

informaciones,

hechos acumuladas

y

enorme

sensaciones en

ese

órgano

prodigioso durante aquel largo e inolvidable día. Después

de

horas

de

frenética agitación, tan pronto el cerebro consciente recesa, el inconsciente, activado por un 578

El Vendedor de Felicidad

transfer instantáneo, entra en acción y reproduce, a su manera, las emociones más intensas de las últimas 12 a 72 horas. De manera que Joel soñó con un montón

de

desordenadas

situaciones y

a

veces

disparatadas que encajaban en todo lo acontecido durante los últimos

tres

días

y

muy

especialmente con el último. Pero hubo algo en ese sueño que 579

Juan M. Taveras

no parecía encajar con nada de lo acontecido. Solo imágenes nubosas de una multitud de seres

sin

rostros,

quedaron

retenidas en el cerebro como parte de lo soñado. Fue algo así como

un

furtivo

viaje

al

infierno. Por eso, producto de ese sueño, cuando Joel despertó sentía un profundo malestar psíquico que lo noqueaba y oprimía su ser con la fuerza de 580

El Vendedor de Felicidad

una anaconda endemoniada que lo envolvía amenazándolo con cortarle el aliento.

581

Juan M. Taveras

582

El Vendedor de Felicidad

583

Juan M. Taveras

19

Las clases empezaron a las siete en punto de la mañana y Joel se sentía indispuesto y desinteresado, pero se esforzó por ocultar su estado emocional, en tanto Akahim reiniciaba el entrenamiento. El extraterrestre,

584

El Vendedor de Felicidad

que gustaba

de hablar sin

preámbulos, arrancó diciendo: –Ayer

hablamos

de

Jenófanes y de su aporte a la comprensión y caída de los grandes mitos griegos. Hoy veremos, muy brevemente por cierto,

importantes

ideas

expuestas por los más grandes filósofos de la antigüedad, así como los efectos de esas ideas en el desarrollo de la ciencia, de 585

Juan M. Taveras

la psicología y del conocimiento en sentido general. Y a seguidas agregó: –Tal vez sea cierto, como suelen creer los humanos, que tanto la filosofía como la religión persiguen alcanzar la felicidad del hombre. Esa visión simplista, sin embargo, no suple para ocultar las profundas diferencias que separan la una de la otra. Para la religión, por ejemplo, la 586

El Vendedor de Felicidad

verdad

tiene

un

carácter

determinista y absoluto. No se la puede

refutar,

verdades

porque

sus

constituyen

una

especie de sentencias divina. Para la filosofía, en cambio, ninguna verdad se reputa como absoluta. En consecuencia, en términos puede

filosóficos,

hablar

más

no

se

que

de

verdades relativas y de un acceso a lo verdadero por una 587

Juan M. Taveras

ascensión progresiva a través de la toma de conciencia de la propia

ignorancia.

Podemos

decir

entonces,

que

determinismo predomina

el

dogmático en

la

religión

mientras que en la filosofía, son las ideas vivas y en movimiento las predominantes. –De Akahim–

ahí

que

–continuó

500 años antes de

Cristo y producto del libre juego 588

El Vendedor de Felicidad

de las ideas que desde siempre ha caracterizado a la filosófica, surge en Grecia el gran filoso Parménides, sosteniendo que todo lo que existe en el universo es eterno, que “nada cambia” y que no se puede confiar en los cambios

que

perciben

los

sentidos. Suponía, igualmente el venerable filósofo, que no hay nada que se pueda convertir en algo diferente a lo que es 589

Juan M. Taveras

exactamente y aunque veía a la naturaleza transformarse día a día ante sus propios ojos, no se fiaba de la apariencia. Su razón le decía: “nada puede surgir de la nada”. –Heráclito Akahim–

–continuó

contemporáneo

de

Parménides, sostenía, por el contrario,

“que

nada

permanece, que todo cambia” y que no se debía confiar en las 590

El Vendedor de Felicidad

sensaciones. Pensaba el filósofo, que los cambios eran los rasgos más distintivos de la naturaleza. “Todo fluye” –decía. “Todo está en movimiento y nada dura eternamente”. Con estas ideas contrapuestas

se

inició,

de

hecho, la era del conocimiento. – ¿Te ocurre algo Joel? Te noto demasiado tranquilo. Joel no contestó. Inmóvil, petrificado y desfigurado por el 591

Juan M. Taveras

cansancio, Absorto

estaba en

ausente.

pensamientos

indescifrables. De hecho Joel no era Joel sino sus pensamientos que lo habían suplantado. – ¿Me sigues o no? Inquirió

Akahim



alzando

ligeramente la voz– –Le ruego me disculpe, pero lo cierto es que me siento psíquicamente

cansado,

deprimido y como un barco a la 592

El Vendedor de Felicidad

deriva. Es como si súbitamente hubiera perdido el interés en todo. Yo mismo no comprendo qué está pasando en mi mente. Oigo pero no entiendo. Tal vez si la

razón

de mi estado

emocional esté ligada a un extraño sueño que no puedo recordar

pero

que

inexplicablemente me mantiene anestesiado.

593

Juan M. Taveras

–Por favor Joel, mírame a los ojos. El banquero obedeció. –Con solo mirarte determino tu estado emocional y te puedo asegurar que conozco la causa de tu malestar porque conozco tu sueño. –

¿Cómo

dijo?

¿Qué

conoce mi sueño? –Interrumpió Joel perplejo.

594

El Vendedor de Felicidad

–No solo conozco tu sueño, sino todos tus pensamientos. –Contestó

fríamente

el

extraterrestre – Con solo mirarte a los ojos leo toda tu mente y más allá.

No olvides que los

ojos constituyen ventanas abierta al cerebro y que éste a su vez está amarrado por un avanzado circuito integrado y unido por miles

de

millones

de

neurotransmisores que, a través 595

Juan M. Taveras

de

los

fácilmente otros

ojos,

pueden

ser

interceptados

por

cerebros

interconectarse

que

logran mediante

técnicas sencillas similares a las utilizadas para interconectar dos o varias computadoras entre sí. El hecho es que todas las reacciones que se desencadenan en el cerebro son transmitidas y retransmitidas por medio de vibrantes neurotransmisores. El 596

El Vendedor de Felicidad

alcance y complejidad de esas reacciones percibidos

pueden y

captados

absoluta claridad.

ser con

Por eso, y

porque conocemos esas sencillas técnicas, es que podemos leer tu mente y penetrar gran parte de tus

secretos

mentales.

En

consecuencia conozco lo que soñaste y los efectos producidos por ese sueño en tu aturdida psiquis. Es más: me permito 597

Juan M. Taveras

informarte que tenemos gravada una película con tu sueño y la podríamos proyectar cuando sea necesario. – ¡Increíble!, ¡Apenas si lo puedo creer!

Me agradaría

enormemente ver la película con mi propio sueño, aunque de momento estoy más impaciente por saber por qué un sueño que no conozco me ha afectado tan profundamente. 598

El Vendedor de Felicidad

–Recordar los sueños es fácil –dijo

Akahim– Nunca olvides

que el

cerebro es un órgano

prodigioso capaz de guardar la historia

completa

nuestros

actos,

emociones

de de

todos nuestras

e incluso de la

creación del universo, y basta un poco de esfuerzo para revivirlo y recordarlo todo. En la práctica ocurre con el cerebro algo similar al empleo de la palanca 599

Juan M. Taveras

de Arquímedes. De manera que a cualquier mente equilibrada le bastaría un pequeño destello de luz para recuperar todos sus archivos y recordar todo lo ocurrido en su vida presente y más allá. No dejo de reconocer lo fascinante del tema de los sueños, pero en este momento no debo abordarlo. –De todas maneras –agregó Akahim– y aprovechando el 600

El Vendedor de Felicidad

tema, deseo recordarte que existe una estrecha relación entre la mente y el cuerpo y que, por consiguiente,

el

malestar

corporal que estas sintiendo ahora es, como tu bien supones, producto de que tu mente fue impactada por ese extraño sueño. Lo que te ocurre a ti ahora Joel, suele ocurrir con más frecuencia de lo que la mayoría de los humanos supone y es la razón 601

Juan M. Taveras

por

lo

amaneces

que

muchas

contento

y

veces otras

inexplicablemente de mal humor e incluso deprimido y confuso. Entiendo, sin embargo, que si te explicara ahora por qué te has sentido sicológica y físicamente tan mal a causa de un sueño que ni siquiera recuerdas, no lo entenderías del todo. Es preciso que

avancemos

y

que

tus

conocimientos crezcan un poco 602

El Vendedor de Felicidad

más para que puedas entender las complejidades de la mecánica mental y su asociación con el cerebro. Por ahora, con mi ayuda, te olvidarás por completo de tu extraño sueño; tu malestar corporal

desaparecerá

y

podremos seguir las clases con tu debida atención. –Te hablaré a continuación, brevemente por supuesto, de algunos grandes filósofos de la 603

Juan M. Taveras

antigüedad.

Nos

habíamos

quedado en Heráclito, el gran filósofo griego que, apoyado en su irrebatible tesis del “Todo fluye”, aseguró que el mundo, como ser permanente, era una mera ilusión de los sentidos. Sostuvo también Heráclito que “La

esencia

de

las

cosas

consiste en el cambio continuo, en el tránsito perenne del no ser al ser y del ser al no ser” O 604

El Vendedor de Felicidad

mejor,

en

la

amalgama

transeúnte y variada a cada instante del ser y del no ser. –Es evidente que Heráclito tenía la razón al asegurar que todo cambia, –dijo Joel– dando muestras de que regresaba poco a

poco

a

control

de

sus

emociones. –Ciertamente Akahim–

–asintió

Aunque la disputa

nunca tuvo fin,

debido a que 605

Juan M. Taveras

tanto

Parménides

como

Heráclito consideraban que el origen

de

todas

las

cosas

provenía de un solo elemento. Surgió entonces Empédocles, quien con su brillante tesis de los cuatro elementos rompió, 450 años antes de Cristo, el estrecho cerco en que las ideas postuladas por Parménides y Heráclito habían arrinconaron al conocimiento. Postulo ese gran 606

El Vendedor de Felicidad

filósofo, que ni el agua ni el aire eran capaces, por si solos, de convertirse en pez, en elefante o en una roca. Y apoyado en esa visión materialista, se constituyó en el primer filósofo en formular la teoría de las cuatro raíces, a las

que

posteriormente

Aristóteles bautizó

como

cuatro elementos. En definitiva Joel, este eminente filósofo juntó el agua de Tales de Mileto, el 607

Juan M. Taveras

fuego de Heráclito, el aire de Anaxímedes y la tierra de Jenófanes, para arribar a la conclusión de que todos los cambios en la naturaleza se debían

a

que

los

cuatro

elementos se mezclaban y se volvían a separar, reciclando constantemente todo lo existente. – ¡Una idea fascinante para le época! – comentó Joel, despierto de su 608

ya

letargo. Y

El Vendedor de Felicidad

agregó, presa de gran emoción: ¡Que brillante e ingeniosa la conclusión a la que arribó este venerable filósofo!

¡Alabado

sea! –La

conclusión

resultó

sencillamente genial –concluyó Akahim– Y si bien Empédocles partió de una curiosa teoría para explicar la evolución orgánica, su deducción sobre las cuatro raíces,

sobre

los

cuatro 609

Juan M. Taveras

elementos, constituyó una idea de enorme trascendencia para el desarrollo de la ciencia y para el avance

del

conocimiento,

superando con creces todo el pensamiento

científico

de

aquella lejana época. Con su teoría de las cuatro raíces, Empédocles sintetizó, de hecho, la nueva inteligencia humana nacida como producto de la manipulación a que nosotros 610

El Vendedor de Felicidad

habíamos sometido al cerebro y al ADN de los humanos. Joel

lucía

rebosante

de

entusiasmo. Lo de Empédocles había desbordado su copa. Sin contenerse, intervino y dijo: –Se

me

ocurre,

que

Empédocles anticipó, en cierto modo, el juicio bíblico que reza: polvo eres y en polvo te convertirás, al percibir que tierra, agua, aire y fuego se unen, se 611

Juan M. Taveras

combinan

de

continuo

para

formar nuevos cuerpos y que, cuando esos cuerpos mueren, los cuatro elementos se liberan de sus ataduras y regresan a su estado natural. La deducción resultó

sencillamente

genial.

Pero lo que resulta asombroso es entender ¡cómo pudo ese genio de la antigüedad arribar a una deducción

tan

extraordinaria!

Me resulta difícil comprenderlo. 612

El Vendedor de Felicidad

–Valiéndose

de

la

más

grande de las herramientas de que dispone todo ser inteligente: Del poder creador de la mente –respondió

en

seguida

el

extraterrestre. Y agregó: –Pero lo que realmente importa destacar es que las ideas surgidas de la poderosa mente de Empédocles constituyeron un adelanto

científico

sin

precedentes para la época en que 613

Juan M. Taveras

fueron formuladas. Y si bien no resolvieron

los

contradicciones

enredos

y

filosóficas

planteadas por Parménides y Heráclito, sirvieron, al menos, para dividir en dos grandes bandos a los primitivos filósofos. De un lado quedaron los que creían que las cosas permanecían sin cambio y del otro los que creían que todo fluye y cambia. O lo que es lo mismo: Los que 614

El Vendedor de Felicidad

creían en la creación divina y los que creían que todo está en la naturaleza y obedece a la marcha inexorable de lo absoluto. –Aparentemente –dijo Joel– las ideas filosóficas son como las cosas: nacen y mueren, a veces muy rápidamente. ¿Son siempre tan

efímeras

las

ideas

filosóficas? –No Akahim–

siempre

–respondió

Desgraciadamente 615

Juan M. Taveras

algunas

ideas

equivocadas

sobreviven por miles de años y terminan

convertidas

en

verdaderos mitos que adversan empecinadamente a la ciencia. Aristóteles creía que la tierra era el centro del universo. Una idea equivocada que durante más de 14 siglos bloqueo el desarrollo de la ciencia especialmente en lo tocante a la astronomía y a la navegación. 616

El Vendedor de Felicidad

–Ahora

bien

–continuó

Akahim– Si el concepto de los cuatro elementos planteado por Parménides

constituyó

un

sorprendente adelante en la comprensión de la naturaleza de las

cosas,

Demócrito

las

ideas

fueron

de tan

extraordinarias y avanzadas para su época, que la ciencia necesitó más de dos quinientos años para comprobar

sus

geniales 617

Juan M. Taveras

acertijos.

Este

adalid

del

pensamiento, no fue, tal vez, el más grande filósofo de su época, pero fue, sin dudas, el más agudo pensador de la era temprana de la filosofía. Demócrito rechazó de plano la teoría de los cuatro elementos asegurando que todo el universo está

compuesto

pequeñísimas

partículas

bautizó

el

618

con

por que

nombre de

El Vendedor de Felicidad

“átomos”. El filósofo proclamó, con el solo auxilio de su poderosa

mente,

que

esos

pequeñísimos componentes están en todas partes y en todas las cosas animadas e inanimadas existentes.

Constituyen

–aseguró– el universo mismo; son inmutables e indivisibles y se mueven eternamente por el vacío. Destacó que “todos los átomos poseen la característica 619

Juan M. Taveras

de

moverse,

juntarse

y

separarse continuamente y que a esa característica se debe el que las cosas nazcan, perezcan, se

muden,

aumenten

o

disminuyan constantemente” – ¡Qué grande es la mente humana! –Exclamó el banquero entusiasmado– preguntaba: podido

mientras ¿Cómo

Demócrito

se

habrán y

otros

grandes filósofos de su época, 620

El Vendedor de Felicidad

arribar,

empíricamente,

a

conclusiones que la ciencia ha tardado

miles

de

años

en

excavaron



comprobar? –

Porque

respondió

Akahim–

en

las

profundidades de sus cerebros y sacaron

a

la

superficie

conocimientos que sus genes almacenaban desde la propia creación del universo.

La

ciencia Joel, se construye a 621

Juan M. Taveras

destajo. Sea como sea, hay una pregunta obligada que deberían formularse todos los humanos: ¿Cuál hubiese sido el destino de la humanidad si tu especie se hubiera apoyado en los dictados de la ciencia nacida en esa época inquisidora,

en

lugar

de

apoyarse en los mitos absurdos y

en

religiosas?

622

las

manipulaciones

El Vendedor de Felicidad

–La respuesta es obvia – respondió en seguida Joel–: –el centro de discusión de los grandes asuntos humanos hubiera sido la ciencia y no los estériles

temas

míticos–

religiosos, como ocurrió en la práctica durante más de dos mil años. ¡Qué pena! ¡25 siglos irremisiblemente perdidos! – ¿Te imaginas, entonces Joel, lo que hubiera ocurrido si 623

Juan M. Taveras

las grandes escuelas filosóficas, que tanto proliferaron en la antigua Grecia, se hubieran concentrado en demostrar o rechazar, mediante el análisis científico, las bases de la teoría atómica

planteada

por

Demócrito hace 2,500 años? Te aseguro que otra sería la historia si los humanos se hubieran decidido tan solo por comprobar los 624

planteamientos

de

El Vendedor de Felicidad

Anaxágoras, quien proclamó, 450 años antes de Cristo, que el sol no era ningún dios sino una piedra incandescente y que la luz que reflejaba la luna era la luz del sol. Todas esas grandes manifestaciones de la razón fueron ignoradas para dar paso a fantasías mitológicas basadas en cuentos

infantiles.

Si

los

humanos hubieran seguido el camino señalado por la ciencia, 625

Juan M. Taveras

ya para esta época habrían colonizado a Marte y estarían en camino

de

visitar

nuestro

sistema solar que está a solo 10.5 años luz del planeta Tierra. –Siempre me he preguntado –repuso Joel– las razones que tuvimos

los

ignorar

el

humanos

para

heliocentrismo

propuesto, 300 años antes de Cristo, por el genio griego Aristarco 626

de

Samos,

quien

El Vendedor de Felicidad

demostró, fehacientemente, que el tamaño del sol era mucho mayor que el de la tierra y de ahí dedujo, que el sol y no la tierra, era el centro del universo. Ese planteamiento era genial y demasiado importante para ser ignorado. –Es correcta tu apreciación Joel. Pero no olvides que para cuando Aristarco de Samos nació, ya Platón y Aristóteles 627

Juan M. Taveras

habían

planteado

la

teoría

geocéntrica, postulando que la tierra era el centro del universo. ¡Y era muy difícil rebatir sus ideas!.. Para colmo, 400 años después,

ya

en

plena

era

cristiana, el gran astrónomo egipcio

Claudio

Ptolomeo,

propuso el sistema geocéntrico como la base de la mecánica celeste y su teoría, aunque falsa, perduró por más de 1400 años, 628

El Vendedor de Felicidad

solo porque se apoyaba en las enseñanzas de los dos grandes maestros griegos. Y por ese solo hecho, es decir, porque sus planteamientos pseudocientíficos

estaban

apoyados por Aristóteles, sus erradas

teorías

dominaron

el

astronómicas pensamiento

científico hasta el siglo XVI, dando vigencia al mito de que la Tierra era el centro del universo. 629

Juan M. Taveras

20 –Varios

de

los

destacados filósofos

más de la

antigüedad basaron gran parte de sus doctrinas en el tema de la felicidad. 630

De

entre

ellos,

El Vendedor de Felicidad

Sócrates fue el primero en distinguir entre un placer bueno y uno malo al sostener que quien sabe, quien entiende, quien

piensa,

obra

bien,

asegurando que «Nadie peca voluntariamente».

El

gran

maestro de Platón dedujo, con lógica irrebatible, que en el conocimiento está el secreto de la

actuación

moral:

«El

conocimiento es virtud, el vicio 631

Juan M. Taveras

es la ignorancia, y el remedio está en que la virtud puede ser enseñada. Cuando el hombre conoce

el

bien,

obra

con

rectitud». Es preciso conocer, sostenía Sócrates. Y a seguidas se preguntaba: ¿Para qué? “Para obrar bien”. Obrar bien, ¿Para qué? Para ser feliz. “Solo el sabio es feliz” En otras palabras, el filósofo no concebía la felicidad sin conocimientos. 632

El Vendedor de Felicidad

–Me luce, elegido–

–Interrumpió el

poco consistente la

idea de que todo sabio sea necesariamente feliz. ¿No cree usted? –Lo que sucede Joel, es que la visión filosófica de Sócrates, se centra en la idea de que “solo hay un bien: el conocimiento. Y solo un mal; la ignorancia”. De donde deduce “que es feliz

633

Juan M. Taveras

quien practica el bien e infeliz quien no lo practica” Luego surgió Platón, quien se encargó de catapultar a su maestro a la historia, porque Sócrates no escribió nada. Todo lo que de él se sabe, debe a Platón que lo convirtió en protagonista de la mayoría de sus

famosos

diálogos.

Para

Platón, el verdadero saber debe referirse a lo que no cambia, 634

El Vendedor de Felicidad

juicio con el cual adversaba a Heráclito,

al

tiempo

que

compartía con Sócrates la idea de que la verdad reside en el hombre. Opinaba que todo el mal que hay en el mundo, no tiene una existencia real. Para Platón, en el hombre solo existe el mal moral en el sentido platónico-socrático.

Todo lo

demás que hay en el mundo obedece a una causa distinta de 635

Juan M. Taveras

la divinidad, pues siendo Dios absolutamente bueno, el ser supremo solo puede ser causa del bien. –Aristóteles,

de

su

lado

–continuó Akahim– sostenía que el hombre para realizarse, debe buscar su bien supremo, su fin último, que es la felicidad. La dificultad surge, postulaba el estagirita,

al

tratar

de

comprender en qué consiste la 636

El Vendedor de Felicidad

felicidad y de qué modo la podemos alcanzar. Al llegar a este punto, Aristóteles sostenía que la felicidad se encuentra en la virtud, en la perfección de la función propia del hombre que es

la

razón.

Y

aunque

consideraba a la justicia como la virtud ética suprema, postulaba, con notable firmeza que “la felicidad mayor se encuentra

637

Juan M. Taveras

en la práctica constante de las virtudes éticas” – ¡Qué gran verdad la contenida en esa frase de Aristóteles!

–interrumpió

entusiasmado Joel. Y agregó, muy convencido: –Me adhiero firmemente al planteamiento moral del gran maestro griego, en el sentido de que el fin último de todo hombre es buscar la felicidad, 638

El Vendedor de Felicidad

la

que

a

su

vez

está

necesariamente ligado a

la

práctica

un

constante

de

prontuario riguroso de virtudes éticas. Akahim, sin prestar mayor atención a los comentarios del banquero, enseñanzas

siguió

con

sus

señalando,

con

mucho énfasis: –Quien estudie a fondo el inmenso trabajo de Aristóteles, 639

Juan M. Taveras

encontrará filósofo

que este notable intentó

orientar

al

hombre sobre los fundamentos de la ciencia. Pero la influencia de

Plantón

era

tal,

que

cualquiera, incluso a Aristóteles, que intentara contradecir sus opiniones

metafísicas,

era

ignorado, porque las ideas de Platón, no solo se acoplaban perfectamente a las religiones emergentes que nacían al calor 640

El Vendedor de Felicidad

de la nueva era cuestionadora, sino

que,

extrañamente,

se

ajustaban perfectamente a la vieja mitología y más tarde incluso a las nuevas religiones, especialmente al cristianismo. – ¿Me permite una pequeña interrupción? –Intervino Joel– –Adelante, pero que sea breve. Tenemos poco tiempo. –Pensando y confrontando las

ideas

de

Jenófanes, 641

Juan M. Taveras

Parménides,

Heráclito,

Empédocles,

Demócrito,

Anaxágoras, Aristarco de Samos y otros grandes filósofos de la era temprana del conocimiento, con la esencia de las ideas postuladas por Sócrates, Platón y Aristóteles, deduzco que los primeros centraron sus ideas en procurar explicaciones lógicas, científicas, si se quiere, del origen de las cosas. Es decir, 642

El Vendedor de Felicidad

perseguían explicarlo todo en base al comportamiento de la materia. Ellos, pues, resultaron ser los primeros materialistas, en tanto que los grandes maestros griegos influenciados, tal vez, por la mitología y por sus creencias religiosas, crearon el mundo metafísico y no pudieron desembarazarse de la idea de que un poder supremo; de un

643

Juan M. Taveras

creador, que controlaba y decía todo a su sola voluntad. –Tu deducción es correcta Joel. Y para adherirme a ella, te puedo

asegurar

preeminencia

que

de

la

Sócrates,

Platón y Aristóteles como los filósofos más importantes de la antigüedad, se debe más a su identificación con los postulados religiosos

644

que

al

aporte

El Vendedor de Felicidad

netamente científico contenido en sus ideas. Otro notable filósofo de la antigüedad –continuo Akahim– lo fue Epicuro de Samos, padre y

fundador

quien

del

sostenía,

hedonismo, sin

sonrojo

alguno, que el fin de la vida es lograr el placer y evitar el dolor,

ideas

diametralmente

opuestas a las de Aristóteles quien postulaba que la felicidad 645

Juan M. Taveras

se encuentra

en

la virtud.

También enseñaba Epicuro, que “El placer es el principio y el fin de la vida feliz,” al tiempo que sostenía que el saber por el saber mismo carece de sentido, con lo cual rebatía las ideas de Sócrates que postulaban que solo el sabio es feliz. –Para Epicuro Akahim–

–agregó

“El saber es un

saber para la vida y su valor se 646

El Vendedor de Felicidad

conoce por su utilidad para ella”. En consecuencia, decía el filósofo: “La filosofía ha de conducirnos a la felicidad y el saber adquiere valor en cuanto nos lleva en esa dirección” Para

el

fundador

del

hedonismo, la naturaleza no está regida por la necesidad sino por el azar. Con ello buscaba contradecir el concepto estoico del "destino" y sobre la 647

Juan M. Taveras

base de que la Filosofía debe estar al servicio de una vida feliz, el gran filósofo atacaba los mitos religiosos, en especial los referidos a los castigos que los

dioses

propinan a

los

hombres luego de esta vida, afirmando “que esas ideas no hacían sino amargar la vida de los hombres”. –El padre y fundador de hedonismo –continuo Akahim– 648

El Vendedor de Felicidad

aseguraba que “El placer es el principio y el fin de la vida feliz,

y

deducía

que

lo

moralmente bueno es buscar el placer, “Llamamos bueno a lo que nos gratifica, a lo que nos da placer”. Y concluía sus enseñanzas asegurando que “La salud

del

cuerpo

y

la

imperturbabilidad del alma, constituyen el fin de una vida feliz” 649

Juan M. Taveras

– ¡Me quito el sombrero ante Epicuro! –Interrumpió Joel– Y agregó a continuación: –Yo siempre había percibido a Epicuro como un demonio, pero ahora encuentro sus ideas fascinantes, aunque sigo sin entender el afán de ese notable filósofo por promover una vida de placer como única forma de alcanzar la felicidad.

650

El Vendedor de Felicidad

–La palabra "placer" no debe confundirte. La filosofía hedonista no promovía una vida de desenfreno ni de búsqueda irracional del placer. Por el contrario,

proponía

buscar

caminos ausentes de dolor y que elevaran la paz del alma. Enseñaba, esa notable escuela filosófica, que los bienes del espíritu son superiores a los del cuerpo y se empeñaba en 651

Juan M. Taveras

destacar que se debía usar la razón y el cálculo para ver qué placer es conveniente y cuál termina acarreando, con

el

tiempo, un dolor más grande que el placer momentáneo que produce.

De

ahí,

Epicuro

sostenía que el “Principio de toda vida dichosa y, por ello, el sumo bien, es la prudencia; es superior a la misma Filosofía; de ella se desprenden las 652

El Vendedor de Felicidad

demás

virtudes,

pues

sin

prudencia, sin moralidad y sin justicia, no es posible vivir dichoso, como viceversa, sin placer tampoco se puede vivir racional, moral y justamente”. –De

todos

modos



interrumpió de nuevo Joel– debo admitir que si bien las ideas de este notable filósofo me resultan algo confusas y en cierto

modo

contradictorias, 653

Juan M. Taveras

pienso que con ellas, Epicuro sembró serias dudas sobre los cimientos de las ideas éticas, metafísicas

y

teosóficas,

defendidas por los grandes filósofos y por las grandes religiones de su época. –Confusas o no –retomó la palabra Akahim– las ideas de Epicuro

tuvieron

gran

repercusión y demostraron, una vez 654

más,

que

ningún

El Vendedor de Felicidad

planteamiento filosófico debe considerarse como definitivo. Ahí, precisamente, radica la gran enseñanza de la filosofía: dudar de todo; no creer nada; escudriñar y escarbar hasta el fin en busca de la verdad. –De otro lado –agregó el extraterrestre– si observas bien, encontrarás que las ideas, hasta cierto punto crudas de Epicuro, constituyen una respuesta al 655

Juan M. Taveras

hecho de que, para su época, tanto la filosofía como la religión,

estaban

siendo

forzadas a orientarse cada vez más hacia la salvación y el consuelo. De ahí que no resulte una casualidad el que, tanto la filosofía

epicúrea

como la

cínica y en menor medida la estoica, se vieran afectadas por un alto grado de escepticismo en sus formulaciones teóricas, 656

El Vendedor de Felicidad

situación que se agravó con el surgimiento de Pirón, el padre de la doctrina escéptica, quien postulaba que no había nada verdadero o falso, bueno o malo, inmundo o sagrado, y al tiempo que rechazaba todo planteamiento

dogmático.

Resulta,

más

pues,

que

evidente, que el escepticismo apoyado

por

las

escuelas

filosóficas había penetrado las 657

Juan M. Taveras

entrañas mismas de la filosofía y de las religiones antiguas, sembrando serias dudas sobre las supuestas o reales verdades en que ambas se apoyaban. Y es justamente por eso, por lo que estamos de vuelta al planeta la

tierra,

ayudar

al

respuestas

porque

queremos

hombre

a

a

eternas

las

dar

preguntas: ¿En qué consiste la felicidad? 658

¿Cómo

podemos

El Vendedor de Felicidad

lograrla? Y es por eso que te hemos estamos

seleccionado entrenando

y

te para

convertirte en el vendedor más grande del mundo: en EL VENDEDOR DE FELICIDAD. Más

tarde

–continuo

el

maestro alienígena– y a tono con los tiempos surgió en Grecia la escuela Cínica postulando que la felicidad no depende de cosas externas como tener riqueza 659

Juan M. Taveras

material y que ni siquiera dependía de la buena salud, porque todas esas cosas son fortuitas

y

vulnerables.

El

cinismo enseñaba, anticipándose a Jesús, que la felicidad del hombre

no

consiste

en

la

abundancia de los bienes que posea cada quien en la vida. Aseguraban que “la verdadera felicidad,

no

consiste

ni

depende de esas cosas, y que 660

El Vendedor de Felicidad

por eso puede ser alcanzada por

todos,

y

una

vez

conseguida, no se pierde”. Los cínicos ensenaban, además, que la forma de vivir es parte fundamental de la filosofía y que la felicidad se alcanza mediante el conocimiento y la práctica de un conjunto de reglas

encaminadas

a

la

liberación del espíritu y al logro de

la

virtud.

Enseñaban, 661

Juan M. Taveras

asimismo, “que la felicidad reside en la práctica continua del ejercicio mental y físico, que nos permita alcanzar el estado apropiado

de

autosuficiencia,

ánimo capaz

y de

liberarnos de los imprevistos y de

endurecernos

permanecer "adversarios

impasibles

para ante

existenciales"

como el hambre, el frío o la pobreza. Los cínicos, a fin de 662

El Vendedor de Felicidad

probar que el hombre necesitaba poca

cosa

para

ser

feliz,

tomaron como modelo a los animales, los adoptaron como ejemplos

de

autosuficiencia

austeridad y

sobre

y ese

modelo propusieron una forma de comportamiento ético que consideraban fundamental para alcanzar la felicidad, aunque esto solo era posible mediante una rigurosa disciplina física y 663

Juan M. Taveras

mental que, en la práctica, condujo

al

cinismo

a

un

aberrante fanatismo. En resumen, todas esas ideas encontradas, solo prueban que la filosofía

arropada,

en

gran

medida, por la religión y la mitología antigua, había perdido su aguijón de impulsora de la ciencia y del conocimiento, para caer en las cómodas garras del empirismo y de lo absurdo. 664

El Vendedor de Felicidad

–Para el año 300 antes de Cristo

–continuo Akahim– la

filosofía, pues, estaba en crisis y la Roma imperial, había sido conquistada por el Helenismo, que si bien no era en si un movimiento filosófico, construía una especie de renacer de las ideas de los grandes maestros griegos, especialmente de las de Sócrates, Platón y Aristóteles. En medio de la confusión 665

Juan M. Taveras

reinante, el escepticismo parecía encaminase a ganar la carrera a la filosofía y a la religión. Y entonces

surgió

Zenón,

un

destacado filósofo proveniente de la escuela cínica y fundó el estoicismo. La nueva filosofía estoica, que nacía como respuesta al escepticismo

y

al

desorden

ideológico reinante, constituyó una especie de síntesis de las 666

El Vendedor de Felicidad

ideas

fundamentales

del

orfismo, del zoroastrismo, de la filosofía sofista, de la ética socrática, del hedonismo, del cinismo y de las grandes ideas de Platón y Aristóteles. Por eso el estoicismo cierra el ciclo más productivo

de

la

filosofía

antigua no sin antes haber influido

y

completamente filosófico

de

dominado el las

sentir más 667

Juan M. Taveras

importantes figuras del imperio romano. fueron,

Cicerón entre

y

Séneca

otras

grandes

figuras históricas, seguidores del estoicismo y, como todo estoico, creían

ciegamente

en

el

destino. Para ellos, una razón divina rige al mundo según un orden necesario y perfecto, por lo que no cabe rebelarse contra lo que a uno le toca vivir. “Todo está previamente determinado. 668

El Vendedor de Felicidad

El destino lo dirige todo” –Sostenían

los

cínicos–

En

consecuencia, su ideal, como en la

escuela

cínica,

era

la

imperturbabilidad y la condena de toda emoción. –Si fuera cierto que el destino de cada hombre esta previamente determinado interrumpió Joel – no



habría

razón para esforzarse por nada, porque, de todas maneras, todo 669

Juan M. Taveras

te llegará sin que tú intervengas. Yo no me atrevería a decir que no creo en el destino, pero tengo mis dudas. –Tu

punto

de

vista

es

enteramente correcto Joel. Pero te invito a que observes con mucha atención el fundamento de la visión de los estoicos: ellos opinaban que todos los seres vivos

poseen

instintivo 670

a

un

impulso

su

propia

El Vendedor de Felicidad

conservación y creían que en los seres

inorgánicos,

en

los

vegetales y en los animales, ese impulso es inconsciente. Pero, aseguraban que el hombre se distingue por poseer razón, por cuya causa el impulso natural se eleva a elección racional. Por consiguiente –aseguraban– “En todo lo que hace el hombre, hay un previo asentimiento de la razón” e inferían de allí, que si 671

Juan M. Taveras

la pasión se origina y el mal emerge, es con el asentimiento de la razón. En otras palabras, los

estoicos

veían

que

la

felicidad del hombre era un estado de la mente e intentaban demostrar hasta qué punto las pasiones dependen del propio ser. Consideraban que la virtud es autosuficiente y aconsejaban que: “La virtud es lo único que debe perseguirse”. Postulaban 672

El Vendedor de Felicidad

que “Solo la virtud es un bien. Todo lo que no sea ni virtud ni vicio, tampoco será bueno ni malo, sino indiferente. “Salud, enfermedad, riqueza, pobreza, suerte o infortunio, en tanto no dependan de la virtud o del vicio, son indiferentes, porque las rige el destino de cada uno. Todo

es

nada,

salvo

la

disposición interior que es la verdadera sabiduría”. Para el 673

Juan M. Taveras

cinismo, todos los procesos naturales,

tales

como

enfermedad,

la vejez

muerte,

siguen

la

y la las

inquebrantables leyes de la naturaleza. Por tanto, el ser humano ha de conciliarse con su destino. Aseguraban que nada ocurre

fortuitamente.

ocurre

por

Todo

necesidad,

y

entonces, sirve de poco quejarse cuando el destino llama a la 674

El Vendedor de Felicidad

puerta. Aconsejaban reaccionar con

tranquilidad

antes

las

circunstancias felices o adversas de la vida, punto donde vuelven nuevamente a coincidir con los cínicos, que aseguraban que todas las cosas externas les eran indiferentes. –Es cierto –dijo finalmente Akahim– que los estoicos se contradecían al atribuirlo todo al destino y luego enseñar que 675

Juan M. Taveras

las actuaciones de los humanos están sometidas al asentimiento previo de la razón. Pero esa opinión

no

disminuye

las

verdades implícitas en la idea de que en todo lo que hace el hombre

hay

un

previo

asentimiento de la razón. Lo que tú haces Joel, lo haces porque quieres. Es tu voluntad. Nadie ni nada te obligan.

676

El Vendedor de Felicidad

Entonces, tú trazas tu propio destino. –Lo en verdad hace más cuestionable la filosofía del destino

–agrego

extraterrestres–

es

el la

contradicción implícita en esa idea y la lucha del hombre por alcanzar el bien y la felicidad. Porque, si el destino lo rige todo y, en consecuencia, todo está previamente determinado 677

Juan M. Taveras

¿para qué vivir una vida moral si al final no cambiarán los resultados? ¿No sería mejor seguir

las

enseñanzas

Epicuro?

Se

muchos

para

de

preguntaban terminar

renegando del estoicismo. Con la filosófica estoica concluyó la grandiosa era de la filosofía antigua y concluye también

nuestra

lección

relacionado con el tema. 678

A

El Vendedor de Felicidad

continuación

te hablare

de

religión, sin pretender discutir a fondo el tema.

679

Juan M. Taveras

21

Tanto en el pasado como en el presente, pueblo,

cada tribu, cada

cada

comunidad

humana, ha configurado su propio dios y ha intentado justificar su existencia por todos los medios. Los Acadios, por ejemplo,

un

descendiente 680

pueblo semita de

Sem,

hijo

El Vendedor de Felicidad

primogénito de Noé, según la Biblia judía, afirmaban que el primer hombre que habitó la tierra, al que llamaron Adapa, era hijo del dios E a, pero que éste perdió la oportunidad de ser inmortal, al rechazar la comida de la inmortalidad, (pan y gua de vida) que Dios le ofreció en el paraíso. Otros mitos afirmaban

mesopotámicos que

el

hombre 681

Juan M. Taveras

simplemente nació y creció de la tierra como una planta cualquiera. Por

su

parte,

el poeta

Hesíodo, recopilador y creador de muchos de los grandes mitos griegos,

afirmaba,

en

teogonía aproximadamente

su

escrita 700

años

antes de Jesucristo, que Zeus modeló en arcilla a Pandora, la primera mujer, de cuyo 682

El Vendedor de Felicidad

enlace con el dios Epimeteo nació el resto de los hombres. Este mito señala, más adelante, que todos los males de la humanidad

se deben a

la

apertura de la caja que pandora, engañada por Zeus, trajo y dejó en la tierra, para desgracias de los humanos. –Los vikingos –continuo el maestro alienígena– atribuían la creación a Odín y sus 683

Juan M. Taveras

hermanos, quienes infundieron vida a dos troncos de árboles de una playa, convirtiéndolos en Ask y Embla, el primer hombre y la primera mujer respectivamente.

Para

los

pueblos maya y azteca, el hombre surgió de la mezcla de maíz con los huevos que el Dios Quetzalcóatl robó del Mictlán.

684

El Vendedor de Felicidad

–Pero todos esos supuestos origines del hombre –intervino Joel,

son puros cuentos de

Hadas. Son mitos infantiles que nadie creería en el mundo de hoy. –Tú los has dicho Joel: “que nadie creería en el mundo de hoy”. Pero en las lejanas épocas en que esos mitos fueron

inventados

por

el

hombre, esos cuentos de hadas, 685

Juan M. Taveras

constituían el único soporte con que contaban las clases dominantes

para,

junto

al

látigo, controlar los impulsos primitivos de tu especie y para crear un mundo de ilusiones, dominado

por

dioses

justicieros, que premiarían lo bueno y castigarían lo malo dentro

de una

escala

de

valores, no convencional, todo hábilmente 686

ordenado

para

El Vendedor de Felicidad

favorecer los intereses de las clases dominantes. –De su lado –continuó Akahim–

las

creencias

Judeocristianas afirman que el hombre (Adán) fue creado por Dios a su imagen y semejanza a partir del barro y que de ese primer hombre se creó la mujer (Eva). (Al revés de lo postulado por Hesíodo) Que ambos fueron puestos a 687

Juan M. Taveras

vivir en el Paraíso, bajo la condición de no comer nunca del

fruto

del

árbol

del

conocimiento del bien y del mal. Sin embargo, el mito bíblico señala que Adán y Eva, engañados por la serpiente, desobedecieron

a

Dios

y

fueron desterrados del Paraíso al

mundo

terrenal,

sobreviniendo a los humanos todos los males generadores de 688

El Vendedor de Felicidad

sus dolorosas e insalvables querellas existenciales. –Pero la Iglesia Católica –intervino Joel– no admite, necesariamente,

que

la

narración del Génesis estrictamente

literal

sea

según

afirmo recientemente en la iglesia catedral dominicana, su Excelencia

Reverendísima,

Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez. 689

Juan M. Taveras

–Es

correcta

observación. obstante,

la

Pero, fe

tu no

cristiana,

continua aferrada a la creencia de que la historia de la creación y la caída de Adán y Eva

son

acontecieron

hechos en

la

que misma

forma que han sido narradas por la Biblia y que, por consecuencia,

los

humanos

nacen marcados por el pecado 690

El Vendedor de Felicidad

original, por cuya eliminación deben pagar un alto precio, aunque en su memento Dios envió un redentor con la misión de quitar el pecado del mundo. En fin, cada grupo humano

ha

modelado

su

propio Dios a su imagen y semejanza; asumen la creación de manera diferente y en esas creencias han fundado su fe en la existencia de un ser superior 691

Juan M. Taveras

que lo decide y controla todo. De

todas

maneras,

perderemos

no

tiempo

especulando acerca de esas creencias ni de los orígenes de la religión. Importa señalar, sin

embargo,

dada

su

importancia para el tema, que las ideas religiosas de la actualidad difieren poco de las ideas religiosas de la más remota antigüedad. 692

El Vendedor de Felicidad

–Esa afirmación me resulta algo extraña y peregrina – intervino en seguida Joel. –Por

extraño

que

te

parezca esa es la realidad Joel. Te

lo

puedo

categóricamente,

afirmar porque

cuando nosotros visitamos por primera vez este planeta, hará poco más de 110 mil años del tiempo terrestre, prácticamente todos los escasos habitantes de 693

Juan M. Taveras

la

tierra,

practicaban

un

extraño culto a sus muertos a los cuales reverenciaban como a dioses. La mayoría de los grupos tribales creían que los espíritus de sus muertos eran eternos y que mantenían por siempre una estrecha relación con los vivos de este mundo. De modo que las creencias religiosas, tanto en el pasado como en el presente, han 694

El Vendedor de Felicidad

estado ligadas, de una forma u otra, a la vida y la muerte, siendo la veneración y respeto por los muertos una constante. También, es fácil comprobar, que todas las antiguas y actuales prácticas religiosas buscan restablecer el buen orden

que

supuestamente

imperó al principio de la creación, y procuran, de igual modo, la armonía entre el 695

Juan M. Taveras

hombre y el mundo espiritual a

fin

de

encontrar

una

explicación convincente de su origen y de la creación del inmenso universo. Lo nuevo, pues, en todo este devenir eterno, es que al hombre actual le resulta cada vez más difícil aceptar fantásticas

ciegamente historietas

las de

duendes y dioses fabricadas y enlatadas 696

en

las

viejas

El Vendedor de Felicidad

industrias del mito clásico en su

fallido

intento

por

responder a las ansias del hombre

por

conocer

sus

orígenes y las causas de sus eternas y dolorosas querellas existenciales. ¡Por primera vez Joel! ¡Por primera vez en la historia de la humanidad! el hombre está firmemente detrás de la verdad. Quiere librarse de la 697

Juan M. Taveras

fantasía y de los cuentos de hadas.

No

quiere

más

historias como la inventada por

el

célebre

arzobispo

anglicano James Ussher. – ¡James Ussher!.. Me suena

ese

nombre



interrumpió Joel– Me parece haber leído que mediante un estudio cronológico de los hechos contenidos en la biblia, ese 698

célebre

personaje

El Vendedor de Felicidad

pretendió demostrar la fecha exacta de la creación del mundo. ¡Vaya genio! –Ussher, fue aún más lejos –aseguró el extraterrestre– y pretendió

demostrar,

cronológicamente, no solo que el mundo había sido creado por Dios el domingo 23 de octubre del año 4004 antes de Cristo,

sino

alucinaciones

que

en

sus

fantasiosas, 699

Juan M. Taveras

llegó a establecer que la humanidad

fue

creada

el

viernes 28 de octubre de ese mismo año, y que Adán y Eva fueron arrojados del Paraíso solo trece días después, o sea, el lunes10 de noviembre del 4004. También el religioso pretendió demostrar, que el Arca de Noé encalló en el monte Arafat el miércoles 5 de Mayo del año 1491 antes de 700

El Vendedor de Felicidad

Cristo. De manera que, según las estimaciones del primado de la Iglesia Cristiana angloirlandesa,

la

Tierra

y

el

sistema solar tienen apenas poco más de 6.000 años de antigüedad – ¡Vaya! –dijo sonriente el elegido– Es curioso, pero esas fantásticas

estimaciones

y

deducciones cronológica de Ussher,

aunque

jóvenes, 701

Juan M. Taveras

superan alucinaciones

incluso que

las dieron

nacimiento al cuento mítico de Dánae y Perseo e incluso a las tentaciones con que el diablo intentó ganar a Jesús para su causa. – Lo penoso de todo eso –Agregó Akahim– es que los humanos continúan creyendo, directa o indirectamente, en alucinaciones como las de 702

El Vendedor de Felicidad

Ussher y lo cierto es que todas las grandes religiones tienen sus propias historias y todas se fundan

en

fantásticas

narraciones que contravienen los

postulados

más

elementales de la razón y la ciencia. Desde

tiempos

inmemorables, el hombre ha pretendido

mantener

algún

tipo de relación y contacto con 703

Juan M. Taveras

los dioses y basado en esa relación mística, ha creado todo tipo de predicciones, complicados ritos y ofrendas que incluyen hasta sacrificios humanos, pese a todo lo cual, el destino de los humanos continua tan incierto y alejado de una eficaz dirección divina como siempre. –Ahora comprender 704

empiezo su

a

marcada

El Vendedor de Felicidad

insistencia sobre el tema de los mitos y las creencias absurdas. Y

es

que

nosotros

los

humanos, volvemos, una y otra vez, sobre nuestros pasos: abandonamos el camino de las verdades comprobadas para echarnos

en

los

frágiles

brazos de las más absurdas supersticiones y. . . . – ¿Te imaginas Joel interrumpió

Akahim–

– el 705

Juan M. Taveras

impacto estudiosos

sufrido de

por

los

la

ilustración

francesa

cuando

intentaron

conciliar

las

historietas

religiosas sin fundamento con la teoría evolucionista firmemente apoyada

en

planteamientos

los

nuevos de

la

antropología científica? –Supongo –respondió Joel– que

sus

deducciones

racionalistas chocaron de frente 706

El Vendedor de Felicidad

con el relato bíblico de la creación y con los dogmas teológicos que afirmaban que determinadas culturas y pueblos no occidentales habían caído en desgracia

divina

solo

por

ignorar los preceptos religiosos y que era esa la razón por la cual los pueblos que habían puesto en duda la religión, terminaron degenerando situación,

hacia

una

denominada 707

Juan M. Taveras

peyorativamente,

como

“primitiva”. –Respuesta correcta. Pero si bien la comunidad científica puso sobre el tapete, desde los albores mismos de la Era de la Ilustración, las contradicciones existentes entre los dogmas religiosos, que dan a la creación un

origen

divino,

y

las

respuestas de la ciencia, que apuntan en otra dirección, 708

la

El Vendedor de Felicidad

religión se ha empecinado en mantener la oscuridad apelando a recursos tan primitivos como hacer creer a los fieles que el simple cuestionamiento, que el simple dudar de los cuentos religiosos, es un pecado mortal que pagarán con el suplicio eterno. La posición mantenida por los líderes religiosos es absurda y está propiciando un descreimiento generalizado, un 709

Juan M. Taveras

retorno al escepticismo que está afectando por igual a todas las religiones. Pero lo que más sorprendente

Joel,

es

el

desparpajo mostrado por los conductores

religiosos,

que

siguen empecinados en ignorar que

los

extraordinarios

adelantos alcanzados por la ciencia han colocado a las grandes disyuntiva 710

religiones de

en

la

adecuar

sus

El Vendedor de Felicidad

doctrinas

religiosas

a

las

verdades comprobadas por la ciencia o simplemente continuar con el risible intento de tapar el sol con un dedo. Un camino equivocado

que

terminará

arruinándolos a todos. –No creo, -intervino Joel-, que el camino seguido por las religiones sea sostenible en el presente. El resultado de su tozudez está propiciando un 711

Juan M. Taveras

peligroso resurgimiento de la revolución escéptica. “El que quiere ver que vea. El que quiere entender que entienda” pero el futuro de la religión en sentido general no es nada halagüeño. Akahim asintió y agregó: –Igual camino, el camino de tapar el sol con un dedo, seguimos en Schwerta durante muchísimos 712

milenios

sin

El Vendedor de Felicidad

percatarnos de que con ese accionar

equivocado

impedíamos a nuestro pueblo conciliar efectivamente ciencia y religión. Es por eso, que en lugar de empecinarse en ocultar las verdades comprobadas por la ciencia, las grandes religiones deberían, en cambio, responder, sin pérdidas de tiempo, a estas inquietantes preguntas:

713

Juan M. Taveras

¿Es la edad del universo, como asegura la comunidad científica, mayor a los 10,000 millones de años o es de reciente

creación

como

postulan prácticamente todas las religiones? ¿Fue el hombre creado por Dios hace 20 o 25 mil años, o es el producto final de un accidente genético acaecido

714

El Vendedor de Felicidad

hace miles de millones de años? ¿Creó Dios al hombre a su imagen y semejanza, o fue el hombre quien creó a Dios a su imagen y semejanza? ¿Existen

el paraíso,

el

infierno y el más allá? ¿Tiene el ser que someterse a una cadena interminable de reencarnaciones, a una especie

715

Juan M. Taveras

de eterno retorno a fin de purificarse? ¿De qué y por qué debe purificarse el ser? –Los

medios

de

comunicación –agregó Akahim– constituyen hoy el mayor aliado de la ciencia. Estos penetran los más ignotos rincones del planeta tierra y mediante imágenes y certeros comentarios científicos muestran, 716

fehacientemente

a

El Vendedor de Felicidad

todos los humanos, la magnitud y complejidad del universo. Dan cuenta

cada

espectaculares

día hallazgos

de de

nuevos y más antiguos fósiles que evidencian, sin ninguna duda, que la vida en la tierra existe desde hace más de 3,000 millones de años confirmando, de paso, la teoría evolucionista. La religión, en cambio, da la callada por respuesta a estas 717

Juan M. Taveras

evidencias

demoledoras

que

desmienten la mayoría de los mitos en que se apoya. – Lo cierto es, –interrumpió Joel– que todas esas evidencias apuntan a

demostrar que la

especie humana ha seguido el mismo patrón de desarrollo que las demás especies animales y que, a no ser por la intervención de ustedes, el hombre sería un

718

El Vendedor de Felicidad

animal

más

dentro

de

la

diversidad de las especies. –Así es sin dudas. En otras palabras, el conocimiento crece y deja cada vez menos espacio a las especulaciones religiosas y a los cuentos infantiles que antaño cubrían la falta de ilustración. En el pasado, la religión servía para llenar

los huecos del

conocimiento: las lluvias se atribuían al poderoso martillo de 719

Juan M. Taveras

Thor y el fuego a la portentosa hazaña de Prometo. Pero la ciencia ha demostrado que esos dioses eran falsos y al final demostrará,

que

todos

los

supuestos dioses son ídolos de hojalata. De hecho, la ciencia se agiganta

dejando

pocas

preguntas sin respuestas. El escenario, pues, ha cambiado a tal punto, que el gigantesco quásar religioso de antaño luce 720

El Vendedor de Felicidad

hoy como un guiñapo, como una estrella fallida, que no refleja ninguna

luz.

Los

milagros

religiosos son cada vez más escasos. La ciencia, en cambio, es

cada

sanando

vez

más

pródiga

por

millones

las

dolencias físicas y psíquicas de la humanidad. –Soy de opinión –intervino Joel– que los líderes religiosos deben……… 721

Juan M. Taveras

–Por hoy hemos terminado. –Cortó

bruscamente Akahim–

Ahora debes irte a descansar y reponer energía. Ya conoces el camino a tu habitación. Mañana continuaremos.

Fueron

las

últimas palabras del maestro alienígeno y desapareció instante.

722

al

El Vendedor de Felicidad

723

Juan M. Taveras

22

Ese sábado 31 de octubre, cuando el elegido regresó a su habitación, se sentía feliz y muy satisfecho con todo lo aprendido 724

El Vendedor de Felicidad

aquel larguísimo día que había comenzado

tan

lleno

de

presagios negativos a causa del misterioso sueño de la noche anterior, pero que, después de todo,

había

resultado

tan

provecho. Se

sentía

profundamente

emocionado y, como ocurre generalmente a los humanos cuando algo que juzgan bueno les acontece, el banquero sintió 725

Juan M. Taveras

la necesidad de inclinarse ante Dios para dar aquiescencia a sus inescrutables designios. Entró a su habitación y empujado por una inconsciente costumbre se arrodilló frente a la cama, recostó su cabeza sobre el colchón, se persignó, rezó un padre nuestro y en voz baja pronunció estas palaras: “Señor, sigo creyendo que tú eres el gran arquitecto del 726

El Vendedor de Felicidad

majestuoso universo. ¡El por qué lo hiciste, cuándo lo hiciste y con qué finalidad! escapa, al menos por ahora, a mi limitado entendimiento. Pero no soy quien para juzgar tus siempre inescrutables

designios.

Tampoco sé ni entiendo por qué fui escogido de entre casi siete mil millones de seres humanos para la difícil misión de vender felicidad. Pero te doy gracias, 727

Juan M. Taveras

¡Oh Padre celestial! Y prometo que ayudado por Ti y por todos los que contigo reinan en los cielos,

cumpliré la sagrada

misión que has puesto en mis débiles hombros” Notó, sorprendido, que su oración

no

era

ahora

tan

mecánica como lo había sido siempre. Sentía, mientras oraba, que

cada

palabra

que

pronunciaba era cuestionada por 728

El Vendedor de Felicidad

un interlocutor subconsciente, por una especie de filosofo oculto, que se movía dentro de su ser y no se conformaba ya con la sola fe heredada de sus ancestros para explicar o no los designios de Dios. Era evidente que las enseñanzas del maestro de Schwerta habían agrietado los frágiles cimientos de sus creencias empíricas y que su psiquis,

empujada

por

una 729

Juan M. Taveras

resistencia instintiva, esgrimía ahora un potente telescopio mental con el cual escudriñaba cada rincón de su entendimiento en

procura

de

conjugar

y

convalidar sus creencias. “No sé, pero siento que empiezo a dudar de todo y si sigo así, el diablo me llevará y terminaré en el mismísimo infierno” Se acostó cuando terminó de orar. Pero, al igual que la noche 730

El Vendedor de Felicidad

anterior, no lograba conciliar el sueño. Largas e interminables caravanas

de

grandes

cuestionamientos cabalgaban a galope, tirando de las crines de su cerebro en llama, en busca de disipar o, al menos, atenuar las grandes

dudas

que

las

enseñanzas de Akahim habían sembrado

en

su

perturbada

psiquis. La inquietud resultante de su vieja convicción de que 731

Juan M. Taveras

los grandes mitos que soportan la religión son puros cuentos de hadas,

unida

al

representado

por

contrapuestas

de

revoltillo las la

ideas antigua

filosofía y a la revelación hecha por el maestro alienígeno de que el cerebro y el ADN del hombre habían sido manipulados por ellos

para

humanizarlo

y

empujarlo hacia el progreso, conformaban 732

demasiadas

El Vendedor de Felicidad

preguntas

inquietantes

que

cuestionaban la raíz misma de sus

añejas

esforzaba

creencias.

por

Se

ignorar

estas

interrogantes, pero no podía. El choque entre las enseñanzas del extraterrestre

y

sus

viejas

creencias, le provocaban un terrible malestar psíquico, un sentimiento

inexplicable

de

culpa, similar al originado en la joven virgen que, incitada por 733

Juan M. Taveras

una pasión loca, entrega su cuerpo al amante, y después se consume en un mar tempestuoso de culpas sin sentido. Recordó que en su niñez temía, como el diablo a la cruz, la llegada de la semana santa, porque su insuflado

niñera la

idea

le de

había que

cualquiera que se bañara en el mar o en algún rio durante el viernes santo, corría el riego de 734

El Vendedor de Felicidad

volverse bacalao. También que cualquiera que se atreviera a hablar antes del mediodía podía quedarse mudo para siempre. Su niñera le aseguraba, sin sonrojo

alguno,

que

ella

escuchó, con sus propios oídos, a un buey recriminar a viva voz a su dueño por haberlo hecho trabajar

en

Finalmente, aseguraba,

viernes su que

Santo.

niñera unos

le

niños 735

Juan M. Taveras

traviesos se atrevieron a comer carne de vaca ese día y por desobedecer

los

mandatos

divinos, les habían salido unos cachos tan grandes que los desdichados niños se doblaban al caminar. Todas esas cosas, según le aseguraba su niñera, eran castigos de Dios. Pero lo que más sorprendía a Joel era reconocer que en su conciencia, sobrevivían ecos lejanos de esos 736

El Vendedor de Felicidad

infantiles absurdos los cuales, pese a reconocer que eran muy parecidos al cuento de los reyes magos, seguían cuestionando y reprochando muchos de sus actos más conscientes. Por eso, se sentía de alguna culpable

de

su

forma

repentino

escepticismo. Y pensaba, lleno de aprensión y temor: ¡Soy un candidato al fuego eterno por atreverme

a

pensar!

Su 737

Juan M. Taveras

conciencia

lo

flagelaba

despiadadamente por el solo hecho

de

infinidades

poner de

en

cuentos

duda sin

sentido. Mientras navegaba en medio de recuerdos y disquisiciones tormentosas, se decía así mismo: ¡es una pena, pero lo que en realidad observo es que la religión es ya una estrella

738

El Vendedor de Felicidad

apagada y que será difícil revivirla! Pasó horas

meditando y

mientras oscuros sentimientos de

culpas

crecían

inexplicablemente en su interior, le parecía escuchar lejanas voces acusadoras que lo amenazaban con sepultarlo para siempre en los infiernos si se apartaba, renegaba o simplemente dudaba de su fe. Ya tarde en la noche y 739

Juan M. Taveras

aunque

arropado

tormentosos

por

estos

sentimientos

de

culpa y por las contradicciones entre

sus

creencias

y

las

enseñanzas de Akahim, el sueño termino

venciéndolo

y

tan

pronto se durmió, recibió la visita de Morfeo, dispuesto, al parecer, que más dispuesto que nunca

a

pasearlo

por

el

misterioso mundo de los sueños.

740

El Vendedor de Felicidad

Durante

los

primeros

minutos,

el sueño de Joel

apareció

convertido

revoltillo

de

incongruentes

en

un

imágenes relacionadas

todas con el trajín del día y muy especialmente

con

los

cuestionamientos, que solo unos segundos antes, le impedían dormir. Instantes después, sin embargo, las imágenes iníciales

741

Juan M. Taveras

desaparecieron y una siniestra pesadilla ocupó su lugar: Soñó

que

un

impulso

indetenible y misterioso lo había sacado de su cama y llevado de nuevo al bosque donde había estado la noche anterior. Allí, acosado

por

un

vértigo

imaginario que lo llenaba de un miedo

confuso

y

atroz,

caminaba desconfiado, temeroso y volteando su rostro a cada 742

El Vendedor de Felicidad

paso porque su instinto, sin duda el más firme y leal aliado del hombre, le advertía que se avecinaba un peligro mortal. Presentía que la muerte le seguía. Su mente, atrapada en la vorágine psicológico

de

un

desorden

indescifrable,

se

hundía en las tinieblas de un miedo insensato que nublaba por entero su entendimiento y solo

acertaba

escuchar

una 743

Juan M. Taveras

voz solitaria que gritaba en su interior: “¡Corre!, ¡Corre tan rápido

como

puedas!

Sin

pensarlo, al solo impulso de ese mandato interior, Joel corrió sin rumbo y sin saber por qué ni para qué y como si huyera detrás de su propia sombra. Procuraba, instintivamente, un refugio que le sirviera de escudo contra toda la maldad del mundo que presentía se precipitaba 744

El Vendedor de Felicidad

sobre él con la intensidad de una tormenta de granizos de fuego. En su loca y ciega carrera, sintió que

caía

repentinamente

al

fondo de un obscuro precipicio. En

su

sueño,

Joel

permaneció ausente durante un prolongado y angustioso espacio de tiempo contemplando el tenebroso, frío y solitario lugar donde había caído. Cerró los puños y luchó por reponerse, 745

Juan M. Taveras

pero no podía. No estaba seguro de si lo que vivía era cierto o producto

de

una

pesadilla

infernal. Pero sentía que se iba. Era presa de un terror delirante que lo obligaba a gritar con todas sus fuerzas: ¡No me dejen morir! ¡No me dejen morir! ¡Nooo!, ¡No por favor! ¡No quiero morir! Pero sus suplicas, suplicas desgarrante, mensajeras impacientes de un moribundo en 746

El Vendedor de Felicidad

trance que da voces al viento, chocaban con el muro infame de la soledad y regresaban a él como un viento helado que destrozaba su alma suplicante y solitaria. En medio de su tétrico sueño, lo asaltó la idea de que estaba muerto. “¡Sí, estoy muerto! ¡Nadie sobrevive a una caída como esta

747

Juan M. Taveras

y me temo que mis restos jamás serán encontrados! El miedo lo consumía y en medio de su enajenante frenesí le

pareció escuchar voces

extrañas. Agudizó el oído y notó que venían acompañadas de pasos firmes y cadenciosos que se acercaban rápidamente al lugar donde se encontraba. –

¡Usted,

venga

con

nosotros! –Dijo de repente una 748

El Vendedor de Felicidad

voz autoritaria, mientras dos figuras humanas, pero sin rostro, tomaban al banquero por ambos brazos

y

prácticamente

lo

arrastraban contra su voluntad en dirección a un largo pasillo que terminaba en una enorme sala repleta de gentes que se apiñaban misteriosas en medio de un sepulcral silencio. Al levantar la cabeza, comprendió que se estaba celebrando un 749

Juan M. Taveras

juicio

del

que

él

era

evidentemente el acusado. – ¡Estoy muerto! –Pensó– ¡Dios me ha impuesto un justo castigo por haber flaqueado en mi fe! ¡Le fallé al Señor y me van juzgar por mis pecados! Pero algo inexplicable lo hizo preguntarse: ¿Pero por cuáles pecados? ¿Será posible que por haber puesto en duda el cuento de Adán y Eva se me haya 750

El Vendedor de Felicidad

colocado en el terrible trance que me encuentro ahora? ¡No! ¡Todo esto tiene que ser mentira! ¡Esa no puede ser la razón!.. Debe haber otra. ¿Pero cuál?: ¡Yo no encuentro razones para ser juzgado! Para entonces, la pesadilla había elevado la tensión del banquero a un punto peligroso. Su

cuerpo

en

tensión

se

esforzaba por despertar. Sentía 751

Juan M. Taveras

que se asfixiaba. Pero todo resultaba inútil. La batalle entre el consciente y el inconsciente era de magnitudes épica. Sentía la cercanía del fuego infernal rodearlo en un pequeño círculo del que no podía

escapar.

Luchaba, pero no despertaba. Estaba a punto de morir. Un frio glacial congelaba su sangre al solo contacto con el ambiente hostil que allí se 752

El Vendedor de Felicidad

respiraba.

Todo

resultaba

aquello

inimaginable.

El

misterio, el ocultismo, los viejos símbolos del miedo inducido, parecían

reunidos

allí

a

propósito, como si se quisiera empujar la base de sostén del esoterismo

clásico hasta la

propia tumba de los muertos. Para ese momento, la pesadilla sufrida banquero,

en

sueño había

por

el

subido

su 753

Juan M. Taveras

adrenalina a niveles intolerables hasta hacerlo sentir que su corazón

se

desprendía

y

explotaba en mil pedazos. Joel no se daba cuenta, no podía percatarse de que sus sentimientos estaban

religiosos

jugando

una

le mala

pasada. Eran tan profundos y arraigados que bastó, al pobre hombre, dudar un instante de sus viejas creencias; bastó con 754

El Vendedor de Felicidad

que jugara a liberarse de mitos y creencias absurdas que habían minado siempre su el camino a la felicidad, para que todo su equilibrio

mental

se

desarticulara y un mar de culpas lo arrastrara a un abismo sin fondo. Todo plomizo,

aquel donde

ambiente se

apiñaba

aquella misteriosa multitud sin rostros, traían a la memoria del 755

Juan M. Taveras

banquero en trance, imágenes vivas de los tiempos en que practicaba extraños ritos de iniciación en la logia masónica que dirigía su amigo Alfonso Pettit Fondear, empujándolo a preguntarse angustiado: ¿Dónde estoy? ¿Qué he hecho? ¿Estoy muerto, soñando o en camino al infierno? En respuesta a sus lamentos, le pareció escuchar el eco de mil 756

El Vendedor de Felicidad

tambores tronando al unísono para anunciar el clásico e injusto anatema de San Pablo: “Por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” Al

escuchar

el

pérfido

anatema, vino a su mente el siguiente paisaje que había leído en alguna parte: “lo que oigo 757

Juan M. Taveras

solo significa una cosa: se nace ya culpable. Antes de tener conciencia del deber se conoce el de culpa. Solo porque una madre me trajo al mundo, sin yo saber por qué ni para qué, no solo estoy condenado a vivir, sino que soy culpable. Creo que todo esto revela la esencia trágica de la condición humana que

758

todos

experimentamos

El Vendedor de Felicidad

desde el mismo momento en que nacemos”. No recordó donde lo había leído, hombre,

pero

entendió

hasta

donde

como son

injustos los dioses. A continuación la pesadilla del banquero alcanzó la cima de expectación cuando una voz aguda y solitaria pronuncio la sentencia: “El acusado, como

759

Juan M. Taveras

todos los hombres, es culpable y se le condena al suplicio eterno” – ¿Pero culpable de qué? –se preguntó

angustiado

el

condenado, pero ¡si ni siquiera he sido juzgado! ¿A caso es esta la justicia divina? ¿Es esta cosa la justicia divina?.. Repetía una y otra vez el afligido banquero, mientras era arrojado de nuevo al obscuro y frio rincón donde había originalmente caído. 760

El Vendedor de Felicidad

Luego, un sentimiento de injusticia y frustración surgió sereno de la mente del banquero en trance. Y llegó un momento de sutil expectación. Un vacío en el cual nada ocurría, y donde, ¡Oh Dios! ¡Cuán difícil es expresarlo!, el condenado solo sentía desilusión, pena, tristeza y

un

fuego

ardiente

que

calcinaba su ser y devoraba las últimas onzas de la robusta fe 761

Juan M. Taveras

religiosa que había heredado de sus ancestros. – ¡He sido condenado al suplicio eterno!.. Pero ¿Por qué? Se preguntaba Joel, angustiado, furioso y decepcionado a la vez. Sintió entonces que la lámpara que alumbraba su fe moría para siempre

atropellada

por

el

derrumbe definitivo del umbral mítico que la había soportado. De repente, una puerta se abrió 762

El Vendedor de Felicidad

dentro de él y escuchó, desde lo más recóndito de su conciencia flagelada, el eco prolongado, el grito de asco, la voz rebelde de la

desilusión,

de

la

desesperación, al ver roto en mil pedazos sus más arraigados sentimientos religiosos Despertó al siguiente día en el preciso instante en que la agitación,

el

desconcierto

emocional y la sangre fluyendo 763

Juan M. Taveras

desboscada

por

sus

venas,

estaban a punto de provocarle un infarto mortal. Abrió los ojos bañado en sudor y con el alma destrozada por un sentimiento de infinita soledad. Estaba vivo y entendía perfectamente que lo acontecido en ese terrible sueño, había

sido

una

infernal.

Pero sus

secuelas

terribles

pesadilla secuelas, como

las

dejadas en el hombre al comer 764

El Vendedor de Felicidad

por

primera vez del fruto

prohibido del conocimiento del bien y del mal, invadían ahora su

psiquis

y

rompían,

imprudentemente, los frágiles cristales de su fe en la justicia divina. El sueño había levantado una montaña repleta de interrogantes que debían ser aclaradas de inmediato o su misión como

765

Juan M. Taveras

vendedor

de

felicidad

se

frustraría para siempre. Se vistió rápidamente y se fue al salón de clase faltando 20 minutos para las siete de la mañana. Se notaba claramente que era presa de gran agitación. Su estado anímico había sido alterado a causa del sueño, hasta el punto de que el elegido estaba visiblemente fuera de sí y era

766

El Vendedor de Felicidad

incapaz

de

controlar

sus

emociones.

767

Juan M. Taveras

768

El Vendedor de Felicidad

23

A las siete en punto de la mañana, cuando el gran maestro alienígeno

apareció

mágicamente, como lo había hecho

antes,

Joel

lucia

desafiante y visiblemente fuera de sí. Estaba resulto a llegar al fondo de lo que todo aquello significaba.

Lo primero era

confirmar si el terrible sueño de 769

Juan M. Taveras

la noche anterior era también un producto de la manipulación de los extraterrestres. Su objetivo: responder ojo por ojo. No sabía cómo, pero ese era su plan. Con

solo

mirarlo,

el

extraterrestre comprendió toda la metamorfosis sufrida en la conciencia del elegido a causa del terrible sueño y, con voz serena y paternal, dijo:

770

El Vendedor de Felicidad

– ¡Calma!!! ¡Cálmate Joel! He visto en tus ojos la terrible pesadilla por la que acabas de pasar y, si te sirves de algo, puedo decirte que comparto todas

tus

emociones,

tus

sentimientos nacientes y todo lo que sientes. Pero te equivocas si crees que al inducirte a ese sueño buscábamos propiciar el derrumbe de la fe en Dios o en la

justicia

divina.

Lo

que 771

Juan M. Taveras

pretendemos, en realidad, es enseñarte a ver la luz a través de las tinieblas. Te he dicho un par de veces que no hemos venido aquí a impulsar la idea de salvación

que

postulan

las

religiones ni a enfrascarnos en discusiones estériles sobre la teoría del big bang o de la creación mágica del universo. Lo que pretendemos es enseñar a los humanos el camino a la 772

El Vendedor de Felicidad

felicidad

por

un

sendero

diametralmente opuesto al que se les ha mostrado. Y para eso es necesario romper los viejos modelos de creencias que, como tu

bien

sabes,

se

apoyan

básicamente en el miedo y la ignorancia. Es preciso que entiendas Joel,

que

simplemente

tu una

sueño

es

respuesta

emocional al miedo generado 773

Juan M. Taveras

por una creencia rota. Millones de personas sufren a diario lo que tú sufriste anoche, solo por sentirse culpable de algo que ellos no entienden ni pueden explicar. – ¿Te das cuenta Joel del montón de lecciones útiles para tu

misión de vendedor

de

felicidad que se desprenden de ese intenso sueño?

774

El Vendedor de Felicidad

– ¡No! –Contestó secamente Joel– frunciendo el ceño hasta dar a sus ojos la fisonomía de un león enfurecido. Lo que sí entiendo –agregó– es que ese modelo de sueño es demasiado cruel y hasta peligroso. Resultó tan intenso que un poco más hubiera terminado con mi vida. –Todos los humanos tienen pesadillas o sueños infernales que generan altos niveles de 775

Juan M. Taveras

angustia

y

temor

–dijo

tranquilamente Akahim– –Pero este sueño desnudó mi conciencia a tal punto, que me sentí desnudo en medio de un sagrado tedeum oficiado por el propio Papa en la iglesia San Pedro Apóstol. –Lo que importa aquí Joel, son las lecciones conseguidas para favorecer tu entrenamiento como vendedor de felicidad. 776

El Vendedor de Felicidad

–Pero ¿Y mi fe? Presiento que ha sido mortalmente herida y lesionada para siempre – Riposto

Joel,

visiblemente

compungido y triste. – No es tu fe la que ha sido lesionada,

sino

tus

falsas

creencias. Y me veo obligado a preguntarte

ahora:

¿Será

posible alcanzar la felicidad siguiendo

modelos

de

777

Juan M. Taveras

enseñanzas

que

partan

de

no



postulados falsos? –Entiendo

que

respondió Joel– pero... – No hay pero que valga –interrumpió

Akahim–

Estas

admitiendo que ningún sistema de enseñanza, sea científico o religioso, que se apoye en postulados falsos, es válido. Lo que se enseña Joel, ha de apoyarse siempre en hechos 778

El Vendedor de Felicidad

comprobados. Lo que no cumpla ese

requisito

elemental,

es

contrario a la verdad y a la felicidad

del hombre.

La

inobservancia de ese postulado obligó, en su tiempo, a los Schwertanos, a crear miles de escuelas de desaprendizaje para rehacer psiquis

completamente de

envenenada

nuestro por

la

pueblo, falsas

enseñanzas e historietas baratas. 779

Juan M. Taveras

– ¡Pero también la ciencia ha basado

muchas

de

sus

enseñanzas en modelos falsos!, –ripostó Joel con enojo– –Es correcto tu comentario. Pero, a diferencia de la religión, donde el dogma es estacionario, permanente y no admite replica ni disidencia, la ciencia es dinamia. Se ataca a sí misma y se renueva constantemente en procura 780

de

la

verdad.

Si

El Vendedor de Felicidad

observas bien, encontrarás que ese sueño, en el fondo, te está invitando a preguntarte si crees todo lo que el hombre dice del dios vengador e implacable que el mismo ha creado a imagen y semejanza de tiránicos reyes de la tierra. Te hace ver también, que las escrituras religiosas son historias que narran la lucha del hombre en procura de entender su

significado

y

la 781

Juan M. Taveras

incomprensible

magnificencia

del universo. Joel

respiró

hondo,

se

desplomó sobre sí mismo y dio la impresión de que su ira se había disipado. –Bien Joel, regresado emocional.

a

noto que has la

Te

normalidad felicito

y

aprovecho para despedirme. Por ahora dejaremos de lado la filosofía y la religión y entrará 782

El Vendedor de Felicidad

otro maestro de Schwerta que dará

continuación

a

tu

entrenamiento.

783

Juan M. Taveras

784

El Vendedor de Felicidad

785

Juan M. Taveras

24

Akahim

desapareció

al

instante y, como salido de la nada, un nuevo ser con cara de diamante 786

emergió

de

las

El Vendedor de Felicidad

sombras de los átomos de Demócrito y, sin saludos ni preámbulo, se dirigió a Joel diciendo: –Mi nombre es Ajnacom. Vengo a hablarte de la mente y dispongo de poco tiempo para cumplir mi misión. Por eso, estoy

en

solicitarte preguntas

la

obligación

hagas y

solo

de las

comentarios

imprescindibles respecto de los 787

Juan M. Taveras

temas a tratar. Te hablaré, en primer lugar, de la mente. Joel, atención

apenas a

si

las

prestó palabras

introductorias del nuevo maestro de

Schwerta.

Embelesado,

contemplaba el gran parecido físico de los dos seres y la elegancia

simple

de

sus

vestuarios. Ante la sorpresa, murmuró entre labios: ¡Qué barbaridad, son idénticos! 788

¡A

El Vendedor de Felicidad

no ser por el color del distintivo que llevan sobre sus hombros, símbolo tal vez de sus respetivos rangos,

me

sería

imposible

distinguir un maestro del otro! En

efecto.

Los

dos

extraterrestres parecían copias idénticas: 190 centímetros de alto; tez bronceada: ojos color miel, rostro alargado y frentes exageradamente estrechas. Sus rostros eran como diamantes. 789

Juan M. Taveras

Con su peculiar apariencia física y vestidos con ropa ligera y diseño similar a las usadas por los

astronautas,

era

fácil

adivinar su procedencia. Joel, acariciaba su frente con los cinco dedos de su mano derecha, mientras examinaba los dos hombres y en seguida pensó: ¡Son

idénticos

estos

extraños seres! ¡Vaya! ¡Sus caras son como diamantes! 790

El Vendedor de Felicidad



¿Te asombras

nuestro

parecido? –Dijo Ajnacom para despertar a Joel– –

¡Mucho!

–contestó

el

asunto

del

banquero –Aunque

el

parecido no interesa a nuestros propósitos, solo por satisfacer en algo tu manifiesta curiosidad, te puedo decir que casi todos los nacidos en Schwerta somos producto

de

la

clonación, 791

Juan M. Taveras

proceso que llevamos a cabo mediante el sistema de añadir a las células de la piel una docena de genes que contienen factores de transcripción que permiten a genes específicos regular a otros genes,

lográndose

perfectas,

libres

copias de

enfermedades y dotadas de alta inteligencia. –No entiendo cómo pudieron dejar a un lado el sistema de 792

El Vendedor de Felicidad

reproducción natural para optar por uno artificial. Ese cambio, para nosotros resultaría

los

humanos,

inconcebible

¿Qué

ventajas les ofrece ese método artificial de reproducción? –Independientemente contenido

morboso

del de

tu

pregunta, te puedo asegurar que las ventajas de nuestro sistema de reproducción son enormes: los clones asociados a células 793

Juan M. Taveras

madre ya poseen la estructura genética más conveniente a la consolidación de una sociedad feliz que es, en definitiva, la esencia paradigmática de la razón de ser de los Schwertanos. No

debes,

sin

embargo,

confundir nuestros objetivos al haber optado por ese método de reproducción.

Nosotros

hemos artificialmente 794

no

construido una

sociedad

El Vendedor de Felicidad

feliz como la surgida del Mundo Feliz del novelista británico Aldous sociedad

Huxley, feliz

sino

una

producto del

conocimiento, del dominio de la voluntad y del respeto a un código

ético

funcional

y

compatible con la naturaleza de los

habitantes

de

nuestro

planeta. – ¿Complacido?

795

Juan M. Taveras

–Completamente.

Aunque

me gustaría saber algo más. –Lamento no complacerte Joel, peto dispongo de poco tiempo. Debo entrar en materia: – ¿Recuerdas tu inquietud al leer por primera vez el letrero: “LA

FELICIDAD

ES

UN

que

sí.

ESTADO MENTAL? –Naturalmente

¡Nunca olvidaré ese momento!

796

El Vendedor de Felicidad

–Pues

bien,

intentaré

demostrarte que la felicidad, ese tesoro intangible tan deseado y buscado

por

todas

las

generaciones humanas, es una creación mental, una hechura de la mente. Pero para comprender el estado mental representativo de la

felicidad, es

preciso

conocer, como tu bien pensaste en

aquel

incertidumbre,

momento

de el 797

Juan M. Taveras

funcionamiento de la mente y su enorme capacidad para crear pensamientos, los cuales pueden hacerte feliz o arruinar tu vida por completo. En ese orden de idea, hablaremos primero de la mente como un todo y luego de sus

componentes:

emociones,

instintos,

sentimientos

y

pensamientos. A

cualquiera

razonablemente 798

que

use su

El Vendedor de Felicidad

entendimiento, le será simple percibir desarrolla,

que

el

cerebro

al igual que

el

corazón, el hígado, el sistema nervioso y otros órganos del cuerpo humano, una función orgánica puramente mecánica y reguladora que alcanza hasta las partes más insignificantes de la anatomía

humana,

produciéndose un permanente

799

Juan M. Taveras

flujo de información entre los órganos y el cerebro. Pero ¿y la mente? ¿Qué papel juega? ¿Qué es la mente? ¿Son mente y cerebro la misma cosa o son distintas? Y si son distintas: ¿controla el cerebro a la mente o se encarga la mente de controlar al cerebro? –Interesantes –balbuceó

Joel–

preguntas mientras

acariciaba su barbilla con la su 800

El Vendedor de Felicidad

mano izquierda y centraba su mirada

cuestionadora

en

Ajnacom,

como

si

quisiera

indicar,

con

su

gesto

cuestionador, que sería bien difícil al maestro de Schwerta responder, razonablemente, a esos

complejos

cuestionamientos. Ajnacom, pareció no prestar atención a Joel, pero decidió aclarar sutilmente sus dudas 801

Juan M. Taveras

señalando que los humanos en general, empezando por los neurólogos modernos y con gran parte de la comunidad científica, creen que el cerebro lo controla todo, incluso a la mente. –Ahora

–dijo

bien

el

extraterrestre, levantando la voz desafiante–

si

el

cerebro

controla a la mente, la pregunta obligada seria: ¿y de qué forma los 802

procesos

cerebrales

El Vendedor de Felicidad

producen los procesos mentales o los pensamientos?

He aquí

una inquietante pregunta sobre un

tema

verdaderamente

complejo al que nadie ha podido responder satisfactoriamente, al menos hasta este momento. En Schwerta, aun disponiendo de las

más

avanzadas

técnicas

imaginarias, la ciencia no ha podido pequeñas

despejar incógnitas

algunas que 803

Juan M. Taveras

subsisten sobre este complicado tema. –No le sigo a usted – interrumpió Joel triunfante– ¿O me está diciendo que ustedes manipularon nuestro cerebro, que pueden viajar a velocidades superiores a la de la luz, pero que no saben aún cómo los procesos cerebrales producen los procesos mentales?

804

El Vendedor de Felicidad

–La

verdad

–dijo

es

Ajnacom algo inseguro– que en Schwerta, aún no sabemos cómo los

procesos

cerebrales

producen los procesos mentales. O

mejor

dicho,

no

lo

comprendemos. Y no tengo la menor idea del tiempo que tardaremos

para

despejar

semejante incógnita. Y te puedo asegurar, que pese a nuestros esfuerzos

por

encontrar

la 805

Juan M. Taveras

respuesta, hemos

hay algo que no

podido

descifrar,

y

sabemos que es esa indefinición la que mantiene viva algunas creencias religiosas ligadas al creacionismo divino. La inesperada pregunta de Joel desvió momentáneamente la concentración del maestro de Schwerta al verse obligado a confesar que los Schwertanos no habían 806

descifrado

algunos

El Vendedor de Felicidad

misterios de la mente, pero se recuperó al instante y dijo: –En nuestro mundo, varios miles de años atrás y mediante el uso de técnicas de imágenes que

los

humanos

apenas

empiezan a utilizar, creímos haber entendido perfectamente la

estructura

cerebral

y

descifrada las sustancias que participan en la transmisión de mensajes químicos y eléctricos a 807

Juan M. Taveras

través del organismo. De ahí dedujimos que la causa de los estados

de

ánimo,

de

las

emociones, de los sentimientos, de las enfermedades mentales y de otras patologías como la epilepsia, la miastenia y el desorden bipolar, entre otras, tendrían

siempre

un

origen

físico y, naturalmente, creímos que por tratarse de estados físicos, 808

podríamos

tratarlos

El Vendedor de Felicidad

fácilmente con la farmacología a mano. Apoyados, pues, en esa deducción

pseudocientífica,

dejamos de lado toda técnica psicológica y psiquiátrica para tratar la mente. Pero los hechos y

resultados

posteriores

sembraron serias dudas sobre nuestras

prácticas

médicas

apoyadas en que los procesos mentales

son

producidos

únicamente por los procesos 809

Juan M. Taveras

cerebrales. Más tarde, y después de

arduas

y

investigaciones,

prolongadas arribamos

finalmente a la conclusión de que la mente, aunque intangible, es tan real como cualquier otro órgano del cuerpo: ejecuta su función motora y durante su vida, este poderoso instrumento vital,

puede

permanecer

saludable o sufrir tratarnos de salud 810

como

cualquier

otro

El Vendedor de Felicidad

órgano. Y ese hallazgo planteó nuevos retos y nuevos caminos a nuestras prácticas médicas. Joel, asintió complacido y agregó: –En

otras

Schwertanos

palabras, arribaron

los a

la

conclusión de que cerebro y mente

son

dos

“órganos”

distintos. –Efectivamente.

811

Juan M. Taveras

– ¿Y después?

–Inquirió

Joel muy interesado en el tema– –Nuestros

científicos

se

concentraron mayormente en el estudio de los procesos mentales y descubrieron que la mente, pese a su inmenso poder, es dócil, moldeable y modificable, condiciones que permiten, con el auxiliada del conocimiento y la voluntad, inducir los instintos, controlar 812

las

emociones,

El Vendedor de Felicidad

moldear

los

sentimientos

y

hacer de los pensamientos el fundamento de una vida feliz. Joel asintió satisfecho y agregó: –Creo firmemente que si se comprueba que la mente es dócil, moldeable y modificable, es

razonablemente

posible

alcanzar la felicidad. –Esas características de la mente son absolutamente reales, 813

Juan M. Taveras

–respondió Ajnacom– De no ser así, las ciencias sociales, muy especial

la

psicología,

la

pedagogía y mayormente la psiquiatría,

no

tendrían

referentes en que apoyar sus respectivas Tampoco

metodologías. la

inteligencia

emocional, tan en boga hoy en el planeta tierra, tendría ningún sentido práctico.

814

El Vendedor de Felicidad

Joel

asintió,

moviendo

repetidamente su cabeza. –De otro lado, –prosiguió Ajnacom–

los

neurólogos

humanos están justamente ahora cayendo en el mismo error que tuvimos los Schwertanos al considerar que la mente ha evolucionado en idéntica forma que el cuerpo, en cuyo caso, entienden, como entendíamos nosotros en el pasado, que no 815

Juan M. Taveras

hay ninguna razón para no creer que la evolución que dio forma al cuerpo humano, haya sido también quien modeló la mente. Y aseguran, partiendo de esa tesis falsa, que no hay motivo para que los genes que controlan tantos aspectos del desarrollo humano, no ejerzan también su control

sobre

los

aspectos

mentales. “Después de todo– dicen–el cerebro es fabricado 816

El Vendedor de Felicidad

por los genes y nada desean más los genes que forzar la reproducción y lo consiguen haciendo que el sexo resulte placentero”. –A primera vista –continuó Ajnacom– la deducción parece lógica y nadie niega que los instintos y muchas cosas más, sean transmitidos por los genes. Pero

contra

esa

deducción

empírica y superficial, está el 817

Juan M. Taveras

hecho de que el ser humano no hace necesariamente lo que los genes desean que haga. Lo que realmente acontece es que con el auxilio

de

la

mente,

los

humanos logran que la voluntad prevalezca eventualmente por encima de los instintos y de cualquier otro designio genético. Y ello implica que en cada ser humano coexisten un cuerpo y una mente que interactúan con 818

El Vendedor de Felicidad

una cierta independencia, siendo en

gran

medida

la

acción

mental, en sus distintas fases, la responsable de serios trastornos físicos, y en otras ocasiones, es el

cuerpo

quien

provoca

diversas enfermedades mentales. De lo dicho aquí se puede enunciar un axioma: El que desee ser feliz, debe aprender a administrar el gran poder de su mente

por

medio

del 819

Juan M. Taveras

conocimiento y de la educación de la voluntad. La felicidad no es, pues, cuestión de suerte ni de designios caprichosos de los dioses, sino un producto neto de nuestras decisiones mentales

820

El Vendedor de Felicidad

821

Juan M. Taveras

25

Joel, muy complacido con los conocimientos adquiridos, movió veinte veces su cabeza en señal de asentimiento. Pero insistió en que aún no se había dado respuesta satisfactoria a la pregunta

de

si

el

cerebro

controla a la mente o si la mente controla al cerebro.

822

El Vendedor de Felicidad

–Me parece haber dicho –respondió

Ajnacom,

algo

resentido– que aún no tenemos respuesta a esa pregunta y que tal

vez

nunca

científicamente

será

respondida,

porque se trata de un asunto sumamente complejo que parece delimitar el campo puramente físico del cuántico. Y ese hecho, mantiene viva la vieja disputa entre

los

creacionistas,

que 823

Juan M. Taveras

parten

del

Big

Bang

para

explicar la creación en sentido general, y los que la atribuyen simplemente

a

las

manos

poderosas de un creador. –Ahora bien, –agregó el extraterrestre–

responder

en

detalle a esas preguntas aporta poco o nada

a

nuestros

propósitos. Nosotros no hemos venido

desde

Schwerta

a

especializarte en psicología o 824

El Vendedor de Felicidad

neurología, ni a probar si el universo tiene su origen en Dios o en el Big Bang, ideas ambas poco convincentes. Nosotros a lo que hemos venido es a mostrar

a

los

humanos

el

sendero a la felicidad por medio del

conocimiento,

resultan

útiles

a

y

solo

nuestros

propósitos aquellas discusiones que

se

encaminen

en

esa

dirección. De manera que lo 825

Juan M. Taveras

importante es aceptar que la mente, apoyada por la voluntad, puede controlar, hasta cierto punto,

los

instintos,

las

emociones, los sentimientos, los pensamientos e incluso puede controlarse a sí misma. Por tanto,

para

un

mejor

entendimiento de la mente, es preciso entender los procesos mentales tal como los estudia la psicología 826

y

los

procesos

El Vendedor de Felicidad

cerebrales tal como los estudia la neurociencia, sin necesidad de reducir

los primeros a

los

segundos ni viceversa. Es como si dijéramos: “Dad a Cesar lo que de Cesar y a Dios lo que es de Dios” –En otras palabras –dijo Joel– vamos a partir del hecho de

que

constituyen

mente dos

y

cerebro realidades

distintas. 827

Juan M. Taveras

–Correcto. Ajnacom continuar

se

disponía

cuando

a Joel

interrumpió de nuevo

para

decir: –Comparto en gran medida todo lo tratado hasta ahora. Pero al escucharlo hablar de cuerpo, cerebro y mente, regresan a mi memoria

algunos

temas

de

mucha actualidad que he leído recientemente 828

en

artículos

El Vendedor de Felicidad

científicos y en internet los cuales,

pese

a

encajar

perfectamente en el tema que estamos tratando, encienden mi curiosidad y generan en mi algunas inquietudes que deseo compartir con usted. –Adelante. – Los ordenadores están compuestos de cuerpo y cerebro. ¿Cierto? –Cierto. 829

Juan M. Taveras

–Además, –agregó Joel– el ordenador

está

dotado

de

memoria. ¿Cierto? –Cierto –Pero entonces, pensándolo bien, el cerebro y la mente del computador vendrían siendo la misma cosa. ¿No es así? –No sé dónde quieres llegar, pero el silogismo es incorrecto. –La mente, definida por Anaxágoras, 500 A.C, como la 830

El Vendedor de Felicidad

más fina y pura de todas las cosas, no es algo que pueda descomponerse en una serie de pasos como si fuera una receta de cocina. La mente es una maquina

creadora

de

intangibles: crea pensamientos y los

condiciona.

ordenadores, ordenan informaciones. Ejecutan

Los

simplemente y

procesan No

piensan. órdenes 831

Juan M. Taveras

preestablecidas en la máquina. Son,

de

hecho,

robots

sofisticados y nada más. La mente y los ordenadores se parecerán cada vez más, pero nunca serán lo mismo. No ocurre lo mismo si comparas cerebro con circuitos integrados.

Estos



que

presentan

una

autentica

similitud física y funcional. El cerebro, 832

con

todos

sus

El Vendedor de Felicidad

funcionamientos, interacciones y reacciones puramente físicas y mecánicas,

ha

sido

perfectamente reproducido por nosotros, pero no así la mente, que

en

muchas

manifestaciones evidentemente,

de

sus

responde, al

mundo

cuántico. La mente es una especie de mago del organismo, visto este como un todo.

833

Juan M. Taveras

–Además –agregó Ajnacom– La capacidad de la mente para cambiar el estado de ánimo y las expectativas del individuo y sus efectos en el cuerpo humano, está más que demostrada. La moderna psiconeuroinmunología, comprueba cada vez con mayor certeza, hasta dónde la activa participación de los procesos mentales o del pensamiento 834

El Vendedor de Felicidad

influyen en la salud corporal del individuo y, por consiguiente, en su felicidad. Pero de ahí no puede inferirse que el cerebro controla los procesos mentales. Algunos de esos procesos, provenir

de

por

reacciones

químicas, no solo de las del cerebro

sino

organismo, inducidos

de

todo

pueden por

el ser

estímulos

artificiosos, porque se trata de 835

Juan M. Taveras

reacciones que tienen que ver con el mundo físico. Pero ni aún utilizando sofisticados métodos de

clonación

como

los

desarrollados por nosotros en Schwerta, puede recrearse una mente como la de Mozart o como la de Einstein, por solo citar

dos

ejemplos,

cuyos

poderes de concentración creación

eran

tales

y que

superaban el mundo de la física 836

El Vendedor de Felicidad

tradicional

para

invadir

mundo

cuántico

al que,

innegablemente, desafía a la materia

y

a

sus

leyes

tradicionales. – ¿Cree usted –cuestionó Joel– que algún día el concepto de

felicidad

pueda

ser

comprensible e incluso formar parte

del

cerebro

de

los

ordenadores?

837

Juan M. Taveras

–No lo creo.

–Respondió

con firmeza Ajnacom– porque al fin y al cabo, el ordenador es una creación de la mente y lo creado no supera al creador a menos

que

intervenga

otra

mente. Además, para que pueda atribuirse capacidad mental al computador, este tendría que disponer de un sistema de control artificial que le permita responder de forma emotiva y 838

El Vendedor de Felicidad

sentimental. Y la sola idea de esa aplicación seria absurda desde todo punto de vista: ¡Máquinas

con

instintos

sexuales! ¡Máquinas cargadas de emociones y sentimientos! Una locura. Hazte esta sencilla pregunta Joel: ¿Qué ventajas podría tener un sistema artificial muy sofisticado, digamos de una planta

nuclear,

que

fuera

diseñado para que sus sistemas 839

Juan M. Taveras

de

control

respondieran

de

forma emotiva? –Pensándolo respondió



bien

Joel–

tal

vez

resultaría peligroso, porque el día menos pensado, la planta nuclear

podría

amanecer

convencida de que es esclava de los

humanos

y,

llena

de

resentimientos contra sus amos, podría provocar desastre. 840

un

enorme

El Vendedor de Felicidad

–Respuesta correcta. Y, en definitiva, te puedo asegurar que ningún

computador

jamás

los

percibirá

instintos,

las

emociones, los sentimientos ni nada de lo que hacen de la mente ese algo tan especial que Anaxágoras

definió como la

más fina y pura de todas las cosas. Me parece que esos cuestionamientos se deben al poco

conocimiento

que

los 841

Juan M. Taveras

humanos

tienen aún de la

maquina mental. No debemos olvidar

que

ustedes

han

estudiado la mente por solo un "tic" del reloj equivalente a no más de 0.00005 segundos del tiempo universo

de y

existencia

del

no

aún

están

preparados para deducciones tan temerarias como sería la de reducir el poder creador de la mente, a simples y ciegos 842

El Vendedor de Felicidad

procesos materiales. La mente, repito,

es

prodigiosa

una

máquina

creadora

de

intangibles. Todos los artificios que existen hoy en el universo son creaciones originales, no del cerebro, sino de la mente. –Pero…,

–balbuceó

Joel

intentando intervenir de nuevo– Pero Ajnacom lo detuvo: –No

debo

permitir

más

preguntas ni comentarios. El 843

Juan M. Taveras

tema es en extremo interesante pero debo continuar con otros asuntos, como son los tres grandes poderes: a) El poder creador del universo ¿Has

pensado

en

la

inmensidad de ese gran poder Joel? Es, sin duda, el mayor poder que existe. Ahí reside el origen de todo lo existente y

844

El Vendedor de Felicidad

basta una mirada al cielo para comprobarlo. b)

El poder creador y

renovador de la vida. ¿Sabías Joel que existen millones de especies solo en tu planeta y varios millones más de formas de vida diferente en el infinito

universo?

El

poder

creador de la vida es inagotable y tiene la extraña capacidad de

845

Juan M. Taveras

alimentarse y renovarse a sí mismo. Y por último está: c) El poder creador de la mente. Que es lo que interesa a nuestro

tema

consecuencia,

será

y, lo

en que

discutiremos a continuación. –Si observas Joel, las cosas que normalmente te rodean, desde las más simples: una tasa, 846

El Vendedor de Felicidad

un vaso de vidrio, una cuchara, una silla, un reloj, hasta las más complejas: un teléfono celular, un televisor, un ordenador, un avión, un rascacielos y un millón de objetos más, todos son productos del poder creador de la mente, como los son también los

actos

más

simples:

levantarse, vestirse, preparar el desayuno y tomar decisiones. Todas son creaciones originales 847

Juan M. Taveras

que no podrían cumplirse sin el concurso del poder creador de la mente. De igual forma, nuestras maneras de vivir, de ser y actuar son el resultado directo del poder interactivo y creador de la mente. Los pensamientos a su vez producen efectos materiales: pienso en construir un edificio y al

hacerlo

pensamiento.

materializo Pero

lo

mi que

mayormente interesa a nuestro 848

El Vendedor de Felicidad

tema

son

los

emocionales,

efectos

fisiológicos,

sentimentales y espirituales que nacen en la mente y provocan resultados diversos. ¿Por qué? Porque de la combinación activa de

los

efectos

pensamientos

que

los

provocan,

depende, en gran medida, el estado de ánimo general y la salud

física

y

mental

del

individuo. O dicho de otra 849

Juan M. Taveras

forma: de los pensamientos, del estado mental, dependen la felicidad o el infortunio. – ¿Está usted diciendo que la mente

tiene

poder

para

mantenernos sanos, felices y saludables

y

también

para

enfermarnos? –Estoy diciendo más que eso. Estoy diciendo que la salud y la felicidad dependen de los pensamientos que se forman en 850

El Vendedor de Felicidad

la mente. Como piensas dentro de ti, así es –enseña la biblia– O dicho de otro modo, los estados emocionales

se

deben,

consciente o inconscientemente, a las interpretaciones mentales de los acontecimientos y de las situaciones

que

llegan

constantemente a los individuos. En

consecuencia:

soy

responsable de mis estados de ánimo puesto que los creo con 851

Juan M. Taveras

mis

pensamientos

y,

consecuentemente, de mí, solo de mí depende el utilizarlos para ganar mi felicidad o para hacer mi vida desgraciada. ¿Recuerdas

Joel

lo

que

ocurrió con tu estado de ánimo cuando pensaste que tu banco iba inevitablemente a la ruina? –Lo recuerdo perfectamente. Mis

852

pensamientos

me

El Vendedor de Felicidad

dominaron y casi me vuelvo loco. –De

hecho,

tu

mente,

utilizando el enorme poder de que dispone, creó una fantasía mental que afectó todo tu ser y descontroló por completo tu equilibrio emocional. –Es cierto, –dijo Joel– y ahora percibo que la oportuna aparición de aquel fantástico letrero: “VENDO FELICIDAD. 853

Juan M. Taveras

Siga la flecha” salvó mi vida, porque mi cerebro se había alterado tanto a causa de mis pensamientos

negativos

que

estaba a punto de explotar. –Si analizas lo que acabas de decir, te darás perfecta cuanta de la estrecha relación entre el cerebro, los demás órganos del cuerpo y el pensamiento. O lo que es lo mismo, de la estrecha relación entre los pensamientos 854

El Vendedor de Felicidad

y la capacidad inmunológica. De ahí que, cuando al individuo se le proporciona un aprendizaje de

los

efectos

que

los

pensamientos tienen sobre su salud

física

y

mental,

especialmente sobre su sistema inmune, se le está enseñando a proteger

la

integridad

del

organismo frente a agresiones externas e internas. En otras palabras, se le está enseñando la 855

Juan M. Taveras

clave para aterrizar suavemente en el primer piso de la felicidad que es la salud física. –En la actualidad –agregó Ajnacom–

los

neurólogos

humanos, están cada vez más conscientes de que existe algo en la curación que no se ve en el microscopio ni se descubre en los análisis de sangre. Parece ser algo que está en la mente del 856

paciente.

Tal

vez

una

El Vendedor de Felicidad

emoción, un sentimiento, una actitud, en fin algo poderoso que puede dejar su marca en el organismo del paciente, todo lo cual confirma, una vez más, que emociones,

sentimientos,

aptitudes y creencias, influyen en todo el organismo humano y de manera muy especial en su sistema

inmunológico.

El

conocimiento de esa realidad es decisivo para enfrentar cualquier 857

Juan M. Taveras

mal derivado y para vivir una vida sana y feliz. –En



consecuencia,

cuestionó Joel muy consciente de la importancia del tema: ¿Se podría controle

asegurar sus

que

quién

emociones

y

creencias puede conducir su sistema inmunológico hacia un estado

óptimo

funcionamiento?

858

de

El Vendedor de Felicidad

–Sin ninguna duda –asintió Ajnacom– y agregó: –Las pruebas en ese sentido son tan abrumadoras, que los médicos terrícolas han aceptado definitivamente que la mayoría de

las

enfermedades

son

psicosomáticas y que provienen de la influencia que tienen los instintos, las emociones y los sentimientos

en

el

cuerpo

humano. Es decir, son creadas 859

Juan M. Taveras

por

los

pensamientos

y

magnificadas por la mente. El siguiente ejemplo te ayudará a comprender mejor la mecánica mental: “Al llegar a una actividad familiar a la que estaba invitado, Miguel

encuentra a toda la

familia arrodillada e implorando en alta voz el perdón por sus pecados. Ignorando las causas de tal actitud, el recién llegado, 860

El Vendedor de Felicidad

que no era buen creyente, se detiene tranquilo y risueño a contemplar una escena que se le antojaba

cómica.

Varios

minutos después, alguien simula advertir su presencia y le dice: – ¡Qué haces de pie! ¡Será mejor que

te

arrodilles

mientras

puedes y pidas perdón a Dios por tus pecados! – ¡Yo no tengo de que pedir perdón! –objeto Miguel– Pero si 861

Juan M. Taveras

me dices de que se trata, tal vez me arrodille. – ¡Será posible que no lo sepas! –No. No sé nada. Acabo de llegar. –CNN

está

anunciando,

desde hace un par de horas, que un gigantesco meteoro chocará con la tierra en los próximos 90 minutos y los pronósticos son de que el impacto extinguirá por 862

El Vendedor de Felicidad

completo a la especie humana, como ocurrió hace 65 millones de años con los dinosaurios. No hay cómo ni dónde refugiarse y se cree que nadie sobrevivirá. ¡Todos moriremos! – ¿Qué todos moriremos? – Cuestionó Miguel con rostro pálido y visiblemente asustado. – ¡Sí, todos! ¡Absolutamente todos moriremos!

863

Juan M. Taveras

Una

brusca

emoción

magnificada por el instinto de conservación,

impactó

la

psiquis de Miguel con la fuerza de un tsunami. El pensamiento “Voy

a

morir”

rompió

su

equilibrio en mil pedazos y lo empujó,

instintivamente,

a

arrodillarse y a encomendarse a Dios con ambos brazos en alto. La creación del pensamiento “Voy a morir” desencadenó una 864

El Vendedor de Felicidad

formidable tormenta emocional, un miedo atroz a la muerte, que provocaron en Miguel efectos fisiológicos demoledores, tales como aceleración cardiaco, sistema

del ritmo

erizamiento piloso,

del

temblores,

nauseas, una súbita palidez, aumento de glucosa

en

la

sangre, dilatación de la pupila y docenas de otros efectos de consecuencias catastróficas para 865

Juan M. Taveras

su salud corporal. Súbitamente la mente experiencial de Miguel aparece cargada de recuerdos y revive sentimientos espirituales que el pretenso ateo creía sepultados para siempre. En ese momento,

con

pasmosa

sumisión, el asustado Miguel, deposita

instintivamente

su

destino en manos de Dios, orando y suplicando en alta voz por el perdón de sus pecados. Al 866

El Vendedor de Felicidad

cabo de unos pocos minutos, que la mente atormentada de Miguel computa como un siglo de angustiosa espera, el invitado advierte que las demás personas dejan

de

rezar,

repentinamente

se

de

ponen pies

y

comienzan a reír a carcajadas. Todos miran a Miguel sin poder contener la risa. Pero éste, arropado

por

un

miedo

enajenante, permanece inmóvil, 867

Juan M. Taveras

petrificado como una estatua de cera.

Finalmente lo toman de

los brazos, lo ponen de pies en medio

de

una

hilaridad

contagiosa, y le dicen: – ¡Todo está bien Miguel! ¡Solo ha sido una broma! Incrédulo,

tambaleante,

enojado y contento a la vez, como el que despierta de una horrible pesadilla, Miguel se ríe también y recarga su aturdida 868

El Vendedor de Felicidad

psiquis con nuevas emociones. Lentamente regresa al equilibrio y todo parece volver a la normalidad. Miguel

De

solo

momento, percibe

la

aceleración persistente de su ritmo cardíaco. Pero más allá, en su mente, permanecerán ocultas secuelas

y

sentimientos

imborrables del horror sufrido a causa de la broma. Sus efectos psíquicos

y

corporales, 869

Juan M. Taveras

dependerán

de

los

conocimientos y voluntad de Miguel para superarlos. Muchos jamás

lo

superan

porque

atribuyen todo a las manos caprichosas de los dioses en lugar de aceptar, de una vez por todas, que lo que sienten deriva, en gran medida, se su propia imaginación. – ¡Que broma tan pesada! – dijo algo sonreído Joel. 870

El Vendedor de Felicidad

–Tal vez la broma resulte pesada –repuso Ajnacom– pero de

gran

comprender

utilidad que

independientemente

la

para mente, de

la

voluntad, se mantiene en estado de creación permanente. Los pensamientos fluyen todo el tiempo y en toda dirección, como los átomos de Demócrito, creando imágenes que a la larga conforman la mente experiencial 871

Juan M. Taveras

de donde nace la personalidad del individuo y sus ideas del bien y del mal. Es preciso admitir, pues, que la mente de una persona puede llevarlo a la felicidad absoluta como a la cama para la aplicación de una terapia intensiva. O, peor aún, puede conducirlo y mantenerlo en

un

estado

continuo

de

profunda depresión. Es de ahí que, en el fondo, la felicidad es, 872

El Vendedor de Felicidad

necesariamente,

un

estado

mental. La ruptura de la represa emocional a causa de la broma dislocó por completo a Miguel y destruyó,

de

felicidad.

momento,

su

El regreso a la

normalidad se la devolvió. –Hace algún tiempo –dijo Joel–

ocurrió

en

Santo

Domingo, un hecho que encaja perfectamente

en

el

tema

873

Juan M. Taveras

tratando

y

me

gustaría

comentarlo. –Adelante

–repuso

el

extraterrestre– –El

caso,

constituyó

–dijo

Joel–

un incidente poco

común, de esos que ponen los pelos de punta y nos obligan a reflexionar sobre la conducta humana. Se trata de la historia de un sujeto, que impulsado, aparentemente, por sentimientos 874

El Vendedor de Felicidad

incontrolables, lanzó al vacío a su pequeño e inocente hijo de solo

cinco

años,

y

luego,

también él se lanzó al vacío, pereciendo

ambos

instantáneamente. La noticia se regó como pólvora en el país dominicano y todavía continuo preguntándome el porqué de semejantes hechos. –Es Ajnacom–

difícil

–respondió

encontrar

una 875

Juan M. Taveras

explicación

lógica

a

estas

creaciones indescifrables de la mente. Pero, evidentemente, se trata

de

algo

profundo

y

misterioso que se esconde en lo más

hondo

del

intrincado

laberinto mental y empuja a los humanos a violar el más sagrado de los instintos. –Tengo la impresión –agregó el extraterrestre– que fue un brote 876

incontrolable

de

El Vendedor de Felicidad

sentimientos

ocultos

lo que

indujo a ese sujeto al suicidio, empujando a violar su propio instinto de conservación. Algo similar ocurre con animales, que inexplicablemente,

optan

también por el suicidio. –He oído algo sobre suicidio de animales pero nunca le había prestado mayor atención. – ¿Es cierto que algunos se suicidan?

877

Juan M. Taveras

–Por el interés que reviste para el tema de la mente y sus efectos

emocionales

y

sentimentales, creo interesante entrar brevemente al tema del suicidio de los animales y para ello tomaré como ejemplo a los delfines: Estos

nobles

animales,

que lamentablemente no existen en

Schwerta,

acostumbran

nadar con toda su familia, que 878

El Vendedor de Felicidad

normalmente

consta

de

10

miembros, o nadan en manadas de cientos de ellos. No es difícil imaginarse

el

trauma

indescriptible que sufren cuando son capturados, apartados de sus familias y puestos en calidad de prisioneros en el artificial y extraño mundo de un parque marino. Por lo general, captura

de

un

solo

la

delfín

provoca la desarticulación de 879

Juan M. Taveras

toda la manada. Cuando se desea capturar una hembra en edad

de

apareamiento,

los

barcos persiguen a la manada hasta aguas poco profundas y allí lo empiezan a rodear con sus redes las cuales de pronto cierran y levantan hacia el barco. Los delfines no deseados son arrojados de regreso al mar. Algunos emocional 880

muren creado

del

shock por

la

El Vendedor de Felicidad

experiencia embarazadas,

y

las

hembras

inmediatamente

abortan sus bebes, en tanto los delfines que sobreviven a esta captura, se estresan y desesperan al máximo al ver cómo capturan y se llevan a sus seres queridos. Normalmente

estas

nobles

criaturas optan por seguir a los barcos en la esperanza de salvar a sus parientes. Muchas veces nadan por kilómetros siguiendo 881

Juan M. Taveras

al barco captura, hasta que, finalmente,

se

alejan,

decepcionados, resentidos por su impotencia y con su mente en total desorden. Relatos

hechos

por

ex

entrenadores, cuentan que los delfines capturados son forzados a aprender “actos determinados” y cuando los

animales

no

obedecen,

por efecto de sus

estados

emocionales,

882

se

El Vendedor de Felicidad

manipula su mente. Se les deja sin comida y se les aísla para obligarlos a actuar. Por lo general se les retiene el 60% de los alimentos antes de los espectáculos,

para

que

los

animales hagan todos los actos por hambre. El

entrenador

Doug

Cartlidge, dice que a los delfines antisociales,

se

les

castiga

aislándolos de los otros. Se les 883

Juan M. Taveras

encierra aparte y se les ignora, todo sin importar la enorme tensión nerviosa que sufren estos tan sociables y nobles animales a causa de esa terrible tortura psicológica. La carga emocional suele ser tan grande que muchos obstan por el suicidio. Jacques Cousteau y su hijo Jean

Michel,

juraron

jamás

volver a capturar a ningún 884

El Vendedor de Felicidad

animal marino después de ser testigos de la captura de un delfín que, al verse atrapado en un estanque, estrelló su cabeza contra la pared una y otra vez, sin detenerse hasta morir. –He ahí –dijo concluyendo el extraterrestre–

una lección

viva de hasta dónde las cargas emocionales pueden afectar a los humanos y aun a todos los seres vivientes. 885

Juan M. Taveras

– Es difícil, bien difícil – comentó

Joel–

intrincados procesos

penetrar

y

los

complejos

mentales.

Los

ejemplos del hombre que lanzó del puente a su hijo y luego se suicidó,

unido

extraordinaria

a

la lección

representada por el suicidio de los animales, me obligan a formular una pregunta sobre el

886

El Vendedor de Felicidad

control

de

las

emociones.

¿Puedo? –Adelante. –Gran parte de lo planteado por ustedes hasta ahora, ha estado orientado a demostrar que podemos, con el auxilio de la mente, controlar nuestras emociones. De ser así, ¿Puede un ser humano estar entrenado para no reaccionar fisiológica ni psíquicamente a las emociones? 887

Juan M. Taveras

–La respuesta es un rotundo NO. Sencillamente porque el cuerpo humano, e incluso el de los

animales,

indefectiblemente emociones.

reaccionarán a

las

Lo contrario sería

suponer que no existe relación alguna entre la

mente, el

cerebro y los demás órganos del cuerpo. –Ahora

bien

–agregó

Ajnacom– no olvides que no 888

El Vendedor de Felicidad

todas

las

emociones

son

negativas. Por el contrario, los efectos de la mayoría de las emociones

son

generalmente

benignos para la salud física y mental de los individuos. De otra

manera

la

vida

sería

prácticamente insoportable. Lo que

mayormente

importa

a

nuestro tema es aceptar que los humanos pueden, con voluntad y

conocimientos,

no

solo 889

Juan M. Taveras

librarse emocional,

de

todo sino

pasado controlar

adecuadamente el torrente de emociones que constantemente arriban a su mente. Pero para lograrlo, para que el ser humano alcance el nivel de conocimiento necesario

para

dominar

los

procesos mentales, tendría que ampliar sus conocimientos en torno a la felicidad entendida como un bien para todos y no 890

El Vendedor de Felicidad

particularizada, que es lo que ocurre

con

los

motivacionales

panfletos

que

están

diseñados para provocar mejoría individual. En otras palabras Joel, los humanos tendrían que educar sistemáticamente para la felicidad

y

aceptarla

y

procurarla como el más preciado de los bienes. A mediano plazo, educar para la felicidad, deberá convertirse

en

el

principal 891

Juan M. Taveras

paradigma, guía de todas las acciones y metas de la especie humana.

Los

humanos

desconocen que su sistema de enseñanza

está

orientado

a

educar para el sufrimiento y deberían, en cambio, educar para la felicidad. He ahí Joel la razón principal de este regreso nuestro al planeta tierra: hemos vuelto para enseñar a tu especie el camino a la felicidad, no 892

El Vendedor de Felicidad

sobre mitos, cuentos religiosos e ideas infantiles, sino mediante el conocimiento y la educación de la voluntad. – ¡Educar para la felicidad! ¡Educar para la felicidad! ¡Qué idea tan maravillosa! –Exclamó Joel– visiblemente emocionado. – Ciertamente, educar para la felicidad

es

una

idea

maravillosa, sobre todo para los humanos

cuyos

instintos 893

Juan M. Taveras

gregarios nublan de continuo su entendimiento

impidiéndoles

comprender que el flujo de nuevos

conocimientos

ha

desbordado ya la capacidad de su sistema de enseñanza y ha sepultado

para

siempre

sus

viejos paradigmas empíricos. Como

resultado

ingentes

cambios,

de se

estos han

multiplicado las cada vez más dramáticas 894

y

complejas

El Vendedor de Felicidad

querellas existenciales las cuales se

agigantan

en

la

misma

medida en que las miles de peguntas intoxican

sin la

respuestas

mente

de

los

humanos. La realidad actual exige respuestas diferentes. Y esas respuestas se encuentran educando

para

la

felicidad.

Educando, como hacemos los Schwertanos, para armonizar, no para disgregar 895

Juan M. Taveras



¿Puede,

realmente,

educarse para la felicidad? – No solo se puede, sino que las realidades actuales de tu mundo, hacen imperativa la implantación de un sistema educativo que propenda a la felicidad y a la armonía social. ¿Por qué? Sencillamente porque la mayoría de las “verdades” que

soportan

el

equilibrio

psicológico de los terrícolas han 896

El Vendedor de Felicidad

sido superadas por el avasallante desarrollo

científico,

por

el

indetenible avance tecnológico y por

las

cada

vez

mayores

concentraciones urbanas. Y esas nuevas nuevas

condiciones respuestas.

exigen Lo

que

ocurre hoy en el planeta tierra, es simplemente una repetición del eterno regreso del hombre al camino de la verdad y del conocimiento. 897

Juan M. Taveras

–No le sigo a usted. –Te explico –dijo en seguida Ajnacom– ¿Recuerdas Joel lo ocurrido, 700 años antes de Cristo, cuando los filósofos griegos, respondiendo a nuestra programación, sacaron a flote los primeros fundamentos de la ciencia

y

cuestionaron

ordenamiento apoyaban

898

las

en

que

creencias

el se y

El Vendedor de Felicidad

enseñanzas de la sociedad de aquella época? – ¡Lo recuerdo perfectamente! Y entiendo que las verdades en que se apoyaba la sociedad, eran totalmente empíricas. En esa época las verdades simplemente se

aceptaban.

No

se

comprobaban… –Entonces, –dijo Ajnacom– entenderás

por

qué,

como

consecuencia de ese histórico 899

Juan M. Taveras

movimiento,

se

impuso

un

cambio completo en el modo de pensar y vivir de la gente. Entenderás también por qué, muchos siglos después, y pese a que la mitología y los absurdos religiosos lograron ocultar por docenas de generaciones las verdades científicas desveladas durante esa era luminosa, los humanos volvieron sobre sus pasos, dieron vida a una nueva 900

El Vendedor de Felicidad

era y sepultaron para siempre el obscurantismo medieval. – ¡Y de repente! –Dijo un emocionado Joel– surgió el renacimiento con su secuela de grandes cambios en la vida de los humanos. –No tan de repente. Pero lo cierto es que una serie de hechos se sucedieron uno detrás de otro para conformar un movimiento que

terminó

trastornando

y 901

Juan M. Taveras

cambiándolo todo. El primer detonante que dio vida a esa nueva era del conocimiento, ocurrió

en

1443

con

el

nacimiento de la imprenta. Un hecho extraordinario para el empuje del conocimiento, que anticipaba, además, la necesidad de una pansofía universal que reemplazara

al

sistema

enseñanza

excluyente

de y

privilegiada que controlaba y 902

El Vendedor de Felicidad

monopolizaba la Iglesia Católica Romana. Luego, en 1492, llegó descubrimiento

de

el

América,

otro hecho trascendental,

que

no solo produjo serias dudas sobre las

viejas

enseñanzas

aristotélicas, sino que impulsó una verdadera revolución que culminó con el abandono de ideas y conceptos equivocados

903

Juan M. Taveras

que habían estado vigentes por más de mil años. En 1517, tan solo unos pocos años después, otro hecho sin precedentes provoca una verdadera

erupción

extrémese

los

que

cimientos

enmohecidos de la sociedad y cultura de entonces, cuando surge Martin Lutero y plantea una reforma que no constituyó tan solo una crítica demoledora 904

El Vendedor de Felicidad

contra los métodos empleados por la Iglesia Católica para administrar la fe cristiana, sino que probó la necesidad de reformular el sistema educativo para hacerlo capaz de responder a

un

nuevo

mundo

cuyo

advenimiento se advertía por doquier. –

¡Pero

trascendente!

el

hecho

más

–expuso

con

énfasis el extraterrestre– el más 905

Juan M. Taveras

demoledor y el que constituyó un golpe definitivo contra todo aquel montaje falso en que se apoyaban la organización social y la ciencia alquimista de la edad media, provino de Nicolás Copérnico, quien demostró, en 1543, que la tierra no era el centro del universo y que ni siquiera era el centro del sistema solar. Con su teoría, Copérnico destruyó por completo la falsa 906

El Vendedor de Felicidad

visión medieval del universo y contradijo el salmo 93 de la sagrada e infalible Biblia que preconiza que la tierra no se moverá.

Esos

y

otros

importantes hechos precipitaron el derrumbe total de todo el andamiaje

construido

sobre

arena movediza que soportaba la sociedad medieval. –Terminaré –dijo Ajnacom– con esta necesaria digresión de 907

Juan M. Taveras

nuestro tema central, señalando que la nueva sociedad surgida de las cenizas de las viejas ruinas de lo absurdo, entendió la necesidad de crear un sistema educativo que respondiera a las nuevas realidades y, como se sabe,

ese

nuevo

modelo

educativo, producto directo de la reforma protestante, dio frutos extraordinarios. Pero, ¿sabías Joel, 908

que

ese

modelo

de

El Vendedor de Felicidad

enseñanza, medida

vigente

todavía

en

gran

hoy en

tu

planeta, está cimentado sobre las orientaciones formuladas

pedagógicas por

Jan

Amos

Komenský en 1679? –No, en realidad no lo sabía –contestó Joel –Han pasado 330 años desde entonces –continuó el maestro alienígeno– y los cambios en tu mundo se pueden medir con 909

Juan M. Taveras

solo observar que la velocidad media para 1679, no superaba los 30 kilómetros por hora, en tanto que hoy sobrepasa los 61 mil k/h. Los humanos tal vez no perciban

los

cambios

espectaculares, casi milagrosos, que se suceden día a día ante sus propios ojos. Pero el hecho es que esos cambios los están empujando definitivamente 910

silenciosa

y

hacia

la

El Vendedor de Felicidad

conquista de nuevos espacios dentro del vasto universo. Los hechos están ahí y plantean nuevos retos no solo científicos, sino pedagógicos, psicológicos, morales y éticos que no pueden ser pospuestos ni satisfechos apoyándose sistema

en

educativo

el

obsoleto construido

sobre las ideas de un religioso del siglo XVII. Solo los más retardados

culturalmente

no 911

Juan M. Taveras

perciben que ya no basta con enseñar al niño a leer y escribir y con preparar al adolecente para enfrentase en interminable competencia

con

sus

congéneres, sino que hace falta educar sobre la base de un paradigma global orientado a la armonía de la especie humana, como

paso previo

para

la

consecución de un mundo feliz para todos. Ese nuevo modelo 912

El Vendedor de Felicidad

de aprendizaje deberá incluir la participación obligatoria de los padres en la construcción de la mente individual de cada ser humano. La búsqueda de la felicidad es un oficio que los terrícolas deben aprender desde la más tierna edad. –Ahora –Dijo calmadamente el extraterrestre– muy a mi pesar, porque me agrada sobre manera el tema de educar para la 913

Juan M. Taveras

felicidad,

debemos

continuar

con el tema de la mente. –La mente –arrancó

de

inmediato Ajnacom– igual que el

genoma

humano,

es

el

resultado de una complicada red tejida individualmente en cada ser,

por

los

instintos,

las

emociones, los sentimientos y los pensamientos. Cuando los humanos descodificar 914

aprendan la

a mente,

El Vendedor de Felicidad

encontrarán que cada una es única e irrepetible. –Estoy

algo

perdido

–interrumpió Joel– El tema de educar para la felicidad me ha emocionado e inducido a crear pensamientos y a cuestionar cosas que no logro conciliar. ¿Me permite una pregunta? –Adelante – ¿Son las emociones las que crean los pensamientos o son 915

Juan M. Taveras

estos

los

que

crean

las

emociones? –Los

humanos

hacen

siempre esa misma pregunta, lo que indica que tal vez no han aprendido a diferenciar a las emociones de los pensamientos ni mucho menos a diferenciar la emoción del sentimiento. Y para un mejor entendimiento del tema tratado me voy a permitir ilustrarte los elementos que 916

El Vendedor de Felicidad

intervienen en la formación de la mente individual. El cuadro que sigue muestra la forma en que se conforma la mente de los humanos.

917

Juan M. Taveras

918

El Vendedor de Felicidad

26 –Lo que en síntesis refleja esta ilustración –dijo Ajnacom– es que la mente individual resulta

de

la

combinación

fortuita, en mayor o menor intensidad,

de

emociones,

instintos,

sentimientos

y

pensamientos. Del grupo, los instintos, al constituir patrones genéticos

de

conducta

no 919

Juan M. Taveras

aprendida

que

impulsos

surgen

de

automáticos

e

involuntarios,

no

pueden

aprenderse ni controlarse. Y esa realidad

plantea

inconvenientes programa

a

de

serios cualquier enseñanza

orientado a la armonía social y a la felicidad. Sin embargo, se ha comprobado

fehacientemente

que los instintos en el hombre son, como en los animales, 920

El Vendedor de Felicidad

manipulables. Y partiendo de esa tesis, se cree que sus efectos pueden atenuarse o agravarse por inducción. – ¡Que interesante! –clamó Joel– algo sonreído y mirando con sutil suspicacia al maestro de

Schwerta.

¡Interesantísimo!..

Y

agregó: A

decir

verdad, nunca se me habría ocurrido

pensar

en

esa

921

Juan M. Taveras

posibilidad.

¿Son

realmente

manipulables los instintos? – Por increíble que te parezca y pese a su independencia total de los demás elementos que integran la mente, los instintos, al igual que las emociones y aun los propios sentimientos, son fácilmente manipulables. Las campañas publicitarias, el cine, la televisión, los juegos de azar, las diversas formas de castigos, 922

El Vendedor de Felicidad

las

religiones,

los

panfletos

motivacionales y cientos de artificios más e incluso los placebos,

todos

son

conscientemente utilizados para manipular el impulso instintivo, a las emociones y aun a los sentimientos. Esto es tan cierto, que la persuasión por medio del terror constituye una de las herramientas

más

válida

y

comúnmente utilizada por los 923

Juan M. Taveras

publicitas para controlar a los consumidores. Es por todo eso que un apropiado conocimiento de la mente y sus componentes, no solo es decisivo para alcanzar una felicidad mental sostenible, sino que puede ser de gran ayuda para crear un código ético fundado

en

la

verdadera

naturaleza humana. Ajnacom, entonces, hizo una breve pausa y respiró profundo, 924

El Vendedor de Felicidad

como si lo que iba a decir no fuera enteramente de su agrado: –Pese a que la vida social se maneja sobre la premisa de que el

hombres

eminentemente

es

un

racional,

ser la

realidad es todo lo contrario. Se ha comprobado que los actos de los humanos obedecen más a los instintos que a la razón, lo que sin duda confirma el innegable pasado animal de tu especie. De 925

Juan M. Taveras

hecho,

los

terrícolas

se

encuentran en una etapa de transición donde su desarrollo psicológico no debe catalogarse ni como totalmente animal ni como totalmente humano. Y, aunque te duela Joel, la realidad es que

tu

especie está

dominada aún por sus instintos animales y que está lejos de ser totalmente consciente. Conocer y aceptar esa realidad, es de 926

El Vendedor de Felicidad

gran ayuda para reordenar la sociedad

en procura de la

armonía social y de la felicidad. – ¿Son entonces los instintos los que guían al hombre y no la razón?

–Preguntó

Joel–

visiblemente interesado en el tema. – Para bien o para mal, esa es la única verdad comprobada. Tu

especie

fundamentalmente

se por

guía los 927

Juan M. Taveras

instintos. Y conste, que antes de que nosotros manipuláramos el cerebro humano, el impulso instintivo

aupado

ignorancia, completo

por

dominaba las

la por

acciones

del

hombre, que para entonces era poco menos que un animal salvaje. De ahí que un cambio que haga posible al ser humano avanzar

hacia

una

mayor

racionalidad, sobre todo social, 928

El Vendedor de Felicidad

solo será posible a partir del nacimiento

de

un

nuevo

paradigma orientado a redirigir los pensamientos y actitudes humanas

hacia

nuevos

horizontes. De todas maneras –concluyó

el

maestro

alienígena– lo importante es reconocer que los instintos están en el centro mismo de todo accionar humano y que el 80% de los actos de tu especie son 929

Juan M. Taveras

instintivos.

Sin

aceptar

y

comprender que los instintos están presentes en más del 80% de las actuaciones humanas, y que

estos

son

de

hecho

dominantes en cada uno de los actos del individuo, no será posible alcanzar la armonía social ni mucho menos la felicidad.

930

El Vendedor de Felicidad

931

Juan M. Taveras

932

El Vendedor de Felicidad

27 –Para tratar el tema de las emociones, el ejemplo de la broma

“pesada”

nos

proporcionará una idea bastante precisa de los efectos de las emociones, especialmente en el organismo de los humanos. Recordemos que el pensamiento “voy a morir” provocó un miedo atroz,

que

se

manifestó 933

Juan M. Taveras

fisiológicamente en el sujeto del ejemplo con la aceleración del ritmo

cardiaco,

temblores,

sudores, súbita palidez, náuseas y docenas de alteraciones que ejercen una influencia de difícil cuantificación sobre el ritmo respiratorio, la digestión, los sistemas endocrino, nervioso y sobre la salud

en

general.

También el caso del delfín que aborta la criatura que lleva en su 934

El Vendedor de Felicidad

vientre

impactada

por

la

emoción de la captura, es otro ejemplo que sirve muy bien para entender las emociones y sus efectos, todo lo cual evidencia, que estas constituyen respuestas orgánicas y psicológicas a lo que ocurre en el entorno y que, las emociones tienen por lo general, un carácter espontaneo, intenso y de corta duración. Pero resultan, en cambio, tan 935

Juan M. Taveras

complejas y variadas que se hace difícil, no solo definirlas, sino encuadrarlas dentro de un marco conceptual que las separe de los instintos e incluso de los sentimientos.

Las

más

conocidas como la alegría, el gozo, la satisfacción, el amor, la esperanza,

se

perciben

con

mayor claridad por su alta frecuencia vibratoria y son las que permiten que los humanos 936

El Vendedor de Felicidad

se sientan vivos, con ganas de sonreír y con energía para lograr sus objetivos. La ira, el odio, el enojo, los celos, la envidia, la tristeza

y

otras

emociones

intensas,

por

el

contrario,

pueden,

con

sus

efectos,

destruir los más nobles intentos por alcanzar la felicidad. –En

otras

interrumpió Joel–

palabras,



la felicidad

depende, en gran medida, del 937

Juan M. Taveras

conocimiento y control de las emociones. – Más bien depende del control de los pensamientos, que a su vez tienen mucho de emoción, porque lo que piensas, lo que tengas en su mente, afectará directamente tu cuerpo y tu psiquis. Es por eso que los consultorios mantienen

médicos repletos

se de

"pacientes" que insisten en que 938

El Vendedor de Felicidad

están enfermos a pesar de que los estudios clínicos muestran absolutamente lo contrario. A veces,

para

enfermedades claramente médicos

de

enfrentar naturaleza

emocionales, suplen

los

placebos:

pastillas o agua simple, sin efectos farmacológico alguno, pero que eventualmente sanan, porque

la

enfermedad

del

individuo no era física sino 939

Juan M. Taveras

emocional. Otro tanto logran los curanderos, brujos y charlatanes en

general,

quienes

con

oraciones, brebajes y todo tipo de

artimañas,

veces,

consiguen,

resultados

a

milagrosos.

¿Por qué? Porque el individuo se

creyó

enfermó

emocionalmente y

se

enfermó

efectivamente. De igual modo, cuando creyó en las bondades de la magia del brujo, de la 940

El Vendedor de Felicidad

oración, del brebaje o del placebo, simplemente se curó. Se hizo según su fe. De manera Joel, que si tienes conciencia de los efectos de las emociones, puedes comprender tu

estado

emocional

consecuentemente,

y,

puedes

enfrentar sus consecuencias sin necesidad brujos,

de ni

placebos, charlatanes

ni de

ninguna especie, los cuales se 941

Juan M. Taveras

valen de tu ignorancia para manipularte y engañarte a su antojo. ¡Imagínate a curanderos de las tribus mandinga invocando a sus diversos dioses para curar un dolor de muelas o un infarto al miocardio! El mismo cuadro se sigue repitiendo a diario en tu mundo, solo que con métodos más disimulados. Los modernos curanderos no usan turbantes ni 942

El Vendedor de Felicidad

colmillos de fierra para adornar su

cuello.

Van

ahora

con

atuendos más sofisticados, pero igualmente perversos. – ¡Te noto algo distraído! ¿Me estas siguiendo Joel? –Sí.

Lo

sigo

con

gran

atención. Pero reflexionaba y pensaba que ningún deber ha sido tan subestimado por la especie

humana

como

la

procurarse la felicidad. Creo que 943

Juan M. Taveras

debemos educar, como sugiere usted, para la felicidad. Y me propongo

abrazar

esa

idea

intensamente. –Brillante decisión Joel –dijo con agrado Ajnacom– todo educan

porque

los

muy

bien

Sobre

humanos para

el

sufrimiento y muy mal para la felicidad. Los terrícolas son preparados en las escuelas para enfrentar los malos tiempos; 944

El Vendedor de Felicidad

para

competir

con

sus

semejantes y para ganar a toda costa. En otras palabras, la educación enseña el camino a la confrontación. ¡Y confrontación es sufrimiento! ¿Por qué mejor no educar para la felicidad? ¿Por qué no reformar por completo el sistema educativo, de suerte que desde

las

escuelas

más

elementales hasta las de más alto

grado,

se

enseñe

la 945

Juan M. Taveras

naturaleza y efectos de los instintos, de las emociones, de los

sentimientos,

del

pensamiento, del control de la voluntad y su relación con la felicidad y la armonía social? ¿Hasta cuándo dejarán los terrícolas

en

mano

de

manipuladores el dar respuesta a cuestiones tan fundamentales con son la felicidad y la Armonia social? 946

El Vendedor de Felicidad

En el momento actual del desarrollo humano, nada hay más importante que procurar la felicidad,

no

por

vías

motivaciones

y

infantiles,

mediante

sino

educación

de

cuentos

consciente

la y

sistemáticamente orientada en esa dirección. Lo que sigue a continuación te sugiere la reacción emocional de algunos pensamientos: 947

Juan M. Taveras

El La

Pensamiento Emoción

El

Sentimiento 1.-No debería ser, no es justo Rabia 2.-

Indignación Me

Humillación

fue

infiel Rencor,

Venganza 3.- No creo poder lograrlo Inseguridad

948

Abatimiento

El Vendedor de Felicidad

4.- Si el avión se cae puedo morir

Miedo

Vulnerabilidad 5.- La traicioné, soy deshonesto Culpa

Dolor,

amargura 6.-Algo en mi es inadecuado Vergüenza Remordimiento 7.-He Tristeza

perdido

algo

valioso

Indiferencia

949

Juan M. Taveras

8.-Todo es lo mismo. Nada cambia

Aburrimiento

Insatisfacción 9.- Me casaré con… y seré feliz Alegría 10.- Ganaré Seguridad

Felicidad esa competencia Confianza

–Con lo dicho hasta ahora –continuó Ajnacom– no solo se confirma la estrecha relación entre pensamientos, emociones 950

El Vendedor de Felicidad

y

sentimientos,

sino

la

capacidad de estos componentes mentales para influir en la conducta

humana

haciendo

placentera o infernal la vida del individuo, de la sociedad e incluso de toda la especie humana. además,

Las

emociones,

producen

efectos

unificadores que pueden muy bien ser aprovechados por los humanos. 951

Juan M. Taveras



No le sigo a

usted

–intervino Joel– –Explícate, por favor. –Yo

entendía

que

las

emociones eran un asunto que solo afectaba a las personas de forma individual. Pero, según usted, afectan también a la sociedad e incluso a la especie humana como un todo. ¿Copié bien?

952

El Vendedor de Felicidad

–Es exactamente lo que dije. Y te puedo asegurar, que si los humanos estudiaran más a fondo las emociones colectivas y sus efectos, no solo encontrarían respuestas a muchos de los grandes problemas sociales, sino que una vez en poder de esa poderosa herramienta cuántica, podrían

crear

nuevos

paradigmas para armonicen y cohesionen a tu especie como un 953

Juan M. Taveras

todo, dejando de lado el clásico modelo gregario heredado de las viejas tribus. ¿Te enorme

acuerdas efecto

Joel,

del

emocional

percibido por toda Argentina cuando en 1986 ganaron la copa mundial de golf? –Por

supuesto

que

lo

recuerdo. Aquello resultó algo único e inolvidable. Lo puedo asegurar en razón de que, por 954

El Vendedor de Felicidad

pura casualidad, me encontraba para entonces de visita en ese gran país y tuve la oportunidad, no solo de presenciar, sino de sentirme

inconscientemente

invadido

por

esa

emoción

colectiva

electrizante,

cuyo

embrujo, era capaz de contagiar a los lirios del campo, a las aves del

cielo,

a

la

majestuosa

Cordillera de los Andes y hasta a

las silentes

piedras,

que 955

Juan M. Taveras

parecieron romper con su estado de inercia sosegado, para lanzar sus gritos al viento, contagiadas también por la emoción de aquel evento inolvidable. Me contagié, sin quererlo ni pensarlo, con la emoción

desenfrenada

que

envolvía a todo un pueblo que nunca

podré

olvidar

aquel

momento. Y ahora que tengo más

conciencia

de

las

emociones en sentido general y 956

El Vendedor de Felicidad

pienso en la enorme fuerza colectiva que implicó la unión de 40 millones de habitantes de un

solo

país,

bailando

al

unísono, enloquecidos por una emoción colectiva, me pregunto: ¿Y

qué

encontráramos

ocurriría

si

la

de

forma

despertar una emoción tan fuerte que

aglutine,

en

un

solo

propósito, a los casi siete mil millones de seres humanos que 957

Juan M. Taveras

habitan hoy nuestro planeta? ¿Existirá la forma de recrear tan delirante estado colectivo y aprovechar

sus

efectos?

Concluyó preguntando Joel. – S i n l a m e n or d u d a – respond ió Ajnacom– En Schwerta ya vivimos esa gran experiencia hace decenas de mi le s de a ño s cua nd o en con tra m os vid a en otr o planeta de la Vía Láctea, y 958

El Vendedor de Felicidad

descubrimos, asombrados, que n o es t ába m os s olos en el universo. La emoción resultante se constituyó en la magia que despertó nuestra conciencia. Ese constituyo el punto de apoyo que nos sirvió de soporte para constituir la gran civilización que poseemos. Los humanos no tienen que esperar a convencerse de que no están solos en el vasto universo para cohesionarse. De 959

Juan M. Taveras

h ech o, d eb er í an d esd e ya orientar sus mayores esfuerzos en procura de definir emociones colectivas que hagan el milagro ahora. Con la tecnología y conocimientos que cuentan hoy los humanos, es posible desarrollar un proyecto concreto en

esa

dirección .

¡Y sabes que Joel! Te puedo anticipar que en un futuro no lejano, la activación de la 960

El Vendedor de Felicidad

conciencia

colectiva

de

tu

especie, va a ser una de las grandes gobiernos

prioridades más

de

los

vanguardistas

primero y más luego el reto será asumido

por

las

propias

Naciones Unidas. –¿Cree

usted

que

los

gobiernos de nuestro planeta, uno por país, cerca de 200 naciones, estarían dispuestos, aunque se los ordena la ONU, a 961

Juan M. Taveras

derribar resguardan

las

murallas sus

que

intereses

particularizados para dar paso a la activación de una conciencia colectiva, apoyándose en una emoción o en un sentimiento positivo que nos invada a todos? –No existe otra alternativa – aseguro Ajnacom sin rodeos– La ley de la necesidad impondrá este camino y un día, no muy lejano, 962

algunos

países

El Vendedor de Felicidad

secundados

por

la

ONU,

tomarán la iniciativa. –Pienso –ripostó Joel– que los humanos estamos demasiado lejos de romper con nuestro pasado gregario. El utilitarismo está tan arraigado en la psiquis colectiva, que no alcanzo a ver cuándo podremos librarnos de ese arcaico atavismo para buscar una

autentica

cohesión

de

nuestra especie. 963

Juan M. Taveras

–Todo tiene un comienzo – replicó el extraterrestre– Y tú eres,

de

hecho,

el

nuevo

Prometeo que entregarás

al

mundo un fuego renovado que se alimentará de nuevas ideas que cambiará la guerra por la paz,

el

utilitarismo

por

el

humanismo y los sentimientos gregarios por sentimientos de confraternidad indestructibles.

964

El Vendedor de Felicidad

–Lo planteado por usted en torno al poder unificador de las emociones

es

demasiado

hermoso y sublime como para ser abrazado por nosotros los humanos, que aun vemos en la industria aberrante de la guerra y del terrorismo, la forma de imponer nuestra voluntad tribal. –Las

palabras,

dijo

Demócrito hace más de 2,500 años, son la sombra de las cosas. 965

Juan M. Taveras

Te he dicho antes, que todo lo que el hombre piensa, se puede materializar. encontrarán

Los la

cohesionarse.

humanos forma

Te

lo

de

puedo

asegurar. –Pero,

¡cómo lograr

tan

magno objetivo –ripostó Joel– si el hombre de hoy es mucho peor que la generación de víboras que encontró Jesús en su primera venida a este planeta! 966

El Vendedor de Felicidad

– Esa creencia es falsa e ingenua. ¿De dónde la sacaste? –De

los

medios

comunicación.

Ellos

de

repiten

hasta la saciedad que el ser humano es

el animal más

peligroso de todos; se alarman cada vez más de su crueldad sin límites y magnifican, por todas las vías, las aberraciones y trágicas deficiencias que afectan el ser humano.

. 967

Juan M. Taveras

–No tengo tiempo –dijo Ajnacom–

para

analizar

en

detalle el origen y consecuencia de esa imagen estereotipada y carente de veracidad con que se proyecta al ser humano actual. Me limitaré a recordarte, para que

luego

lo

analices

detenidamente, que solo 300 años atrás, el mundo estaba controlado

por

monarquía

hereditaria,

968

una

rancia con

El Vendedor de Felicidad

ínfula divina, que practicaba, sin control ni sonrojo alguno, un despotismo abusivo e intolerante y que solo creía en la guerra y el látigo para imponer sus métodos hegemónicos. La guerra era la única industria importante para aquel

hombre:

humanos

matando humanos. El sistema educativo era particularizado y dirigido

por

los

grupos

religiosos en procura de fines 969

Juan M. Taveras

mezquinos.

No

existía

la

libertad religiosa y los derechos del hombre eran impensables. La mujer era poco menos que un objeto. Cambia la página y Avanzas

hasta

los

tiempos

actuales: ¿Y que tienen ahora los

humanos?

Regímenes

democráticos amparados en un sentido de igualdad de justicia y de oportunidades para todos; la suplantación 970

casi

total

del

El Vendedor de Felicidad

despotismo fuerza;

fundado

una

en

educación

la aun

deficiente, pero razonablemente igualitaria y al alcance de todos; unos

derechos

del

hombre

aceptados y respetados por la inmensa

mayoría

de

los

humanos; una industria bélica en camino de ser suplantada en tu totalidad por la industria del conocimiento actual

y que

un

hombre percibe, 971

Juan M. Taveras

definitivamente, que su futuro depende cada vez menos de los dioses. ¡No Joel! –Remató Ajnacom con

admirable

brillantez–

quienes estigmatizan al hombre actual están equivocados. La única verdad es que el hombre de hoy, impulsado aun por la prodigiosa era de la ilustración, es infinitamente más sabio, más consciente, más entusiasta y más 972

El Vendedor de Felicidad

sociable que cualquier hombre que haya existido en cualquier otro

tiempo

humana.

La

de

la

historia

valoración

que

tienes, pues, del hombre actual es superficial e interesada y persigue hacer creer que toda la tecnología y avances logrados por el hombre en la era del conocimiento, solo han servido para aumentar la pretendida endémica perversidad con que la 973

Juan M. Taveras

religión y la filosofía barata lo han

etiquetado

para

su

conveniencia y fines mezquinos, cuando los hechos demuestran absolutamente lo contrario. La realidad,

la

única

realidad

latente es que los humanos cuentan hoy con

el

mejor

hombre posible en función de las circunstancias y limitaciones a que están aún sometidos. ¿No lo crees así Joel? 974

El Vendedor de Felicidad

El frente

banquero

enmudeció

al

contundente

razonamiento

del

venerable

maestro de Schwerta.

975

Juan M. Taveras

28 –Entonces, si no tienes nada que decir, seguiremos adelante con el tema de la mente y sus componentes y te hablaré ahora de

los

sentimientos

y

sus

efectos. –Como dije antes –continuó Ajnacom–

existe una gran

confusión a la hora de separar 976

El Vendedor de Felicidad

emociones de sentimientos. Y la verdad es que no encuentro razones

para

tan

notable

confusión. Resulta demasiado simple

advertir

emociones

preceden

sentimientos, emociones

que

se

a

las los

porque

las

perciben,

se

sienten primero en el cuerpo, mientras que los sentimientos se perciben y sienten primero en la mente. 977

Juan M. Taveras

–Los

neurólogos humanos

afirman que todo es obra del cerebro.

Y aseguran que la

mente no existe. Esa afirmación es totalmente empírica. Se trata de

una

porque

simple nadie

convincentemente

adivinanza, ha

probado que

los

procesos mentales son simples procesos

cerebrales.

La

neurociencia está empeñada en explicar los procesos mentales 978

El Vendedor de Felicidad

como algo físico, como algo que responde solo a cambios en las neuronas del cerebro. Pero esos

cambios

físicos

son

insuficientes, al menos hasta ahora, para explicar los dilemas morales

y

las

creaciones

mentales. Se trata de hechos que desafían por completo el campo de la física tradicional y solo pueden resultados

explicase de

como

complicados 979

Juan M. Taveras

procesos mentales donde los sentimientos juegan un papel decisivo.

Tal

–agregó

vez

Ajnacom– la célebre frase del matemático

francés

Blaise

Pascal:

"El

corazón

razones

que

la

razón

tiene no

entiende” explique mejor los sentimientos que mil artículos inspirados

en

empíricas e interesadas.

980

nociones

El Vendedor de Felicidad

–Sin embargo –interrumpió Joel–

la verdad es que a la

mayoría de nosotros resulta bien difícil separar emociones de sentimientos. –No niego –dijo Ajnacom, mirando fijamente a los ojos de Joel– que la confusión existe. Lo dañino aquí, son los efectos de la confusión, porque tienden a bloquear el camino a una mejor

comprensión

de

los 981

Juan M. Taveras

sentimientos

que

vienen

a

constituir un componente mental cuyo decisivo

conocimiento para

comportamiento

resulta

entender

el

individual

y

colectivo de tu especie. – ¿Por qué? –preguntó Joel de inmediato. –Porque

los

sentimientos

gobiernan, para bien o para mal, la vida psíquica de los humanos y 982

esa

verdad

debería

ser

El Vendedor de Felicidad

conocida

por

todos.

Los

sentimientos, mi querido Joel, a diferencia de las emociones, que son pasajeras y repentinas, se acumulan mente

lentamente y

una

vez

en

la allí

establecidos se resisten a todo intento de desalojo. A partir de ahí, son capaces de desequilibrar la mente hasta el punto de llevar a la persona afectada, a ejecutar acciones que la razón no puede 983

Juan M. Taveras

explicar. No es, pues, a los instintos, ni a las emociones, ni aun a los pensamientos a los que los humanos deberían poner particular atención en procura de la paz y felicidad, sino a los sentimientos. –Yo

pensaba

–cuestionó

Joel– que la gran tragedia de la mente eran los pensamientos. –Pero los pensamientos – ripostó Ajnacom en seguida– 984

El Vendedor de Felicidad

son fácilmente modificables y cambiables. No te olvides de que cada día cruzan por tu mente

infinidades

de

pensamientos que vienen y se van sin pena ni gloria. Pero los sentimientos son algo diferente y

de

mayor

profundidad

psíquica. –Joel asintió moviendo la cabeza y preguntó: ¿Y cómo se forman los sentimientos? 985

Juan M. Taveras

– Ellos se forman y actúan como los remanentes que se asientan en el fondo del pozo después

de

un

remolino

turbulento. Las aguas de arriba vuelven a lucir cristalinas, pero en el fondo queda un montón de escombros dormidos que se activarán, como monstruos que despiertan hambrientos de su invernadero, para cobrar vida en función de las circunstancias. 986

El Vendedor de Felicidad

–Es precisamente por eso – interrumpió Joel–

que me he

formado la convicción de que fueron sentimientos ocultos en las profundidades de la mente de Aníbal Germosén Díaz los que finalmente

lo

impulsaron

a

asesinar a su pequeño hijo y a matarse a sí mismo. –Comparto plenamente tu opinión, Y voy más lejos: ese acto tal vez no fue fríamente 987

Juan M. Taveras

calculado. Pero fue, sin duda alguna, un producto de los sentimientos,

no

de

las

emociones. –Si la tragedia hubiera sido el resultado de un plan fríamente calculado

–argumentó

Joel–

entonces habría tenido su origen en los pensamientos y no en los sentimientos. – Tu observación, a primera vista parece correcta, pero estás 988

El Vendedor de Felicidad

dejando de lado algo decisivo para el entendimiento de los procesos mentales, que consiste en entender que lo que a la larga forma la mente del individuo es un

proceso

circular

retroalimentación

de

instintiva,

emocional, sentimental y del propio pensar, tal como aparece en

la

ilustración

de

los

elementos que forman la mente. Y es de ahí que resulta tan 989

Juan M. Taveras

difícil

comprender

a

cada

elemento si se intenta estudiarlo como algo independiente de la mente como un todo. –He

sostenido

–continuó

Ajnacom con su tema– que los sentimientos, dentro del proceso mental, son determinantes para la felicidad e infelicidad del individuo. Por eso, en procura de una mejor comprensión del tema y para probar que los 990

El Vendedor de Felicidad

sentimientos

son,

en

gran

medida, el motor de todas las acciones humanas, me voy a permitir reproducir una especie de retrato hablado que me permita explicar los efectos de los

sentimientos

comportamiento

en

el

humano,

utilizando, a modo de ejemplo, el caso del sujeto que arrojó su pequeño hijo al vacío y luego se suicidó lanzándose el también al 991

Juan M. Taveras

mismo lugar. Miembros del equipo de maestros que me acompañan han estudiado el caso y me han suministrado, telepáticamente, parte de lo que voy a narrar ahora.

992

El Vendedor de Felicidad

993

Juan M. Taveras

29

Sobre el caso Aníbal y su pequeño informantes

hijo, y

nuestros las

reseñas

periodísticas señalan a la madre de Aníbal como una católica 994

El Vendedor de Felicidad

ferviente que comulgaba hasta tres veces por semana, mientras que

su

padre

inclinaciones

tenía que

otras eran

reprobadas en silencio por el pequeño Aníbal, que siempre fue

taciturno,

poco

comunicativo, sentía vergüenza de comunicar sus frustraciones y prefería, sin conocer sus efectos, almacenar sus sentimientos en

995

Juan M. Taveras

lo más profundo de su corazón herido. A causa de los conflictos en el hogar paterno, Aníbal, desde pequeño, sentía un ruido sordo que perturbada de continuo sus oídos y la presencia de una especie de poderoso martillo que golpeaba despiadadamente su cabeza, mientras su mente, aun en formación, procuraba alguna salida a las situaciones 996

El Vendedor de Felicidad

conflictivas que no era capaz de asimilar, pero que dejaban en él sentimientos ocultos que a la larga arruinarían su vida. Un día triste, como son la mayoría de los que viven las personas

taciturnas,

el

muchacho acompaña a su madre a la iglesia. Se acomoda a su lado callado, ausente y distante como un astro frio y moribundo,

997

Juan M. Taveras

a la espera de que empiece la celebración de la sagrada misa. De pronto, todo cambia: el sacerdote sube al pulpito y arranca con la primera de las siete palabras pronunciadas por Jesús

crucificado:

«Padre,

perdónalos porque no saben lo que

hacen».

El

efecto

es

instantáneo. Los ecos poderosos de

ese

divino

mensaje,

impactan, con tal fuerza, la 998

El Vendedor de Felicidad

psiquis de Aníbal, que una semana

después,

está

convencido de que Dios lo llama a

empuñar

el

sacerdocio.

Empujado por la emoción de creer

haber

descubierto

los

secretos de la vida eterna, ingresa al seminario Santa Rosa cargado de hermosos sueños e inspirado en los más puros sentimientos espirituales.

999

Juan M. Taveras

Pero, ¡vaya sorpresa del misterioso

destino!:

cuando

apenas faltaba un año para iniciarse

como

sacerdote,

conoce a una divorciada, madre ya de una niña, se enamora perdidamente de ella y lo deja todo Ismenia Gautier era una mujer de gran firmeza, muy segura de sí misma y, como secretaria 1000

ejecutiva

de

El Vendedor de Felicidad

profesión, venía a representar, en el fondo, justamente la cara opuesta realmente

de

lo

que

Aníbal

era.

Sin

medir

consecuencias, el seminarista abandona su carrera sacerdotal consumando, según creyeron la mayoría de sus parientes y amigos, una acción imprudente e inexplicable, que seguramente arrastraría sentimientos ocultos que podrían

explosionar

en 1001

Juan M. Taveras

cualquier

momento,

con

consecuencias imprevisibles. El matrimonio se consuma y un años

más

tarde

la

pareja

dispareja, procrea su único hijo: el desafortunado Manuel. La vida de la pareja en matrimonio

fue,

desde

el

principio, un infierno. Ismenia era

en

todo

evidentemente

superior a Aníbal, menos en el uso del sentido común, y nunca 1002

El Vendedor de Felicidad

fue capaz de advertir que su constante afán de destacar su superioridad

en

capacidad,

habilidad, inteligencia y belleza, sembraban

sentimientos

de

frustración y odio en la persona ofendida, que podían terminar en tragedia. La

destacada

secretaria

ejecutiva, era la esposa de un simple obrero de zona franca, cuyo bajo salario a penas si 1003

Juan M. Taveras

cubría parte de los gastos del hogar. En cambio, ella lo era todo.

Y

no

desperdiciaba

ocasión en sacar a relucir su alta estima, su empuje y capacidad, para estrujar todos sus magnos atributos en la cara del pobre Aníbal quien, según ella, no servía para nada, razón que esgrimía hasta el cansancio para maldecir,

a

viva

voz,

el

momento en que decidió casarse 1004

El Vendedor de Felicidad

con

un

pusilánime,

como

frecuentemente bautizaba a su desdichado marido. La frustración crecía y se expandía como fuego sin control en la mente del hostigado marido

que,

humillado

y

ofendido, buscaba alivio a su desventura en los tiernos brazos del pequeño Manuel,

quien

ignorante de la tragedia en cierne y pareciendo comprender 1005

Juan M. Taveras

el inmenso dolor sufrido por su padre a causa de la altivez y desamor de su madre, devolvía a su

progenitor

y

posterior

verdugo, un amor tan puro, inocente y desinteresado, cuyo alcance solo es posible medir, pronunciando de nuevo aquel mensaje lapidario

enviado al

mundo por Jesús de Nazareno, cuando en compañía de varios pequeños pronunció, la que es, 1006

El Vendedor de Felicidad

tal vez, su frase más bella y de más

profundo

contenido

espiritual: “Dejad que los niños vengan a mí, porque de los que son como ellos, es el reino de los cielos” El malestar entre la pareja crecía al paso de los días y el aire en el hogar se hacía cada vez más denso y enrarecido, pero aun respirable, hasta que el pobre hombre llegó una tarde de 1007

Juan M. Taveras

su trabajo y, como ladrón en acecho, se sentó en silencio en un rincón del hogar, en vano intento por resguardándose del veneno que saldría de la boca de su mujer que, con sus reproches insidiosos, agrandaría el mar de rencores y sentimientos ocultos, que represaba la mente casi saturada del futuro victimario de su hijo y verdugo de sí mismo.

1008

El Vendedor de Felicidad

Era tan notorio el estado depresivo de Aníbal, que la propia Ismenia, que lo conocía, tal vez, mejor que el mismo, sintiéndose algo preocupada, se sentó a su lado y le dijo: ¿Y a ti que te pasa? ¿Te comieron la lengua los ratones? Un

nudo

asfixiante

que

apretaba su garganta con la fuerza

de

una

serpiente

endemoniada, fue el preámbulo 1009

Juan M. Taveras

a una respuesta que Aníbal nunca hubiera querido dar. –Es que traigo malas noticias y no sé por dónde empezar –dijo finalmente

Aníbal,

evidentemente tenso, angustiado y temeroso. – ¡No me digas que te botaron

del

trabajo!

–dijo

Ismenia, puesta de pie, con los brazos cruzados y mirando al pobre Aníbal con la rabiza de 1010

El Vendedor de Felicidad

ambos ojos, en evidente actitud, no solo desafiante, sino de profundo desprecio hacia su débil consorte. –Sí. Perdí el empleo Habló con voz temblorosa y con el rostro blanco como un papel,

porque

antemano

del

sabía

de

alud

de

recriminaciones, improperios y dardos

envenenados

que su

1011

Juan M. Taveras

mujer lanzaría sobre él, sin piedad ni miramiento alguno. –Nada más eso nos faltaba. ¡Me imagino que te botaron por pusilánime! – ¿Porque me recriminas y culpas, sin conocer las causas de mi despido? –Porque te conozco –dijo Ismenia con firmeza– y sé que actúas como un muñeco de trapo. Nadie se fija en ti y tú no 1012

El Vendedor de Felicidad

haces nada por demostrar que sirves para algo. Simplemente callas y sufres todo en silencio. ¡Eres… un pusilánime! ¡Una… bazofia sin remedio! –Gritó la histérica

mujer,

presa

de

incontrolable emoción. –Pero esta vez, –dijo Aníbal cabizbajo y triste– me atreví a hablar como nunca lo había hecho –quise saber la causa de mi despido y lo hice con pasión 1013

Juan M. Taveras

porque sabía de antemano que me

recriminarías

despiadadamente como lo haces siempre. Eres cruel Ismenia y te aprovechas

de

cualquier

oportunidad para humillarme. Me ahogo en penas, porque no tienes corazón. –Lamento que pienses que te humillo con mis comentarios, pero la forma en que actúas solo aumentan mis sentimientos de 1014

El Vendedor de Felicidad

frustración y no te puedo ocultar que maldigo la hora en que me casé contigo. Estoy arrepentida y tú lo sabes más que nadie. Pero nada de eso importa ahora, lo que deseo saber es por qué perdiste el empleo. –Sencillamente

porque

la

empresa se va del país. Dicen que no pueden con la deficiencia y costo del servicio eléctrico, y mucho menos con la justicia 1015

Juan M. Taveras

dominicana, a la que tildan de débil, tardía y complaciente, todo

en detrimento de los

empresarios. Se van a China – dijeron– y eso fue todo. Extendió

su

mano

temblorosa y dijo: –Toma esto, ahí tienes el cheque de liquidación de las prestaciones laborales para que hagas con el dinero lo que más convenga. 1016

El Vendedor de Felicidad

Ismenia,

con

los

ojos

humedecidos y quemados por el fuego ardiente de sentimientos de profundo desprecio hacia su marido, arrancó el cheque de las manos del pobre hombre, que permanecía de pie, paralizado, temeroso y a la espera de una nueva

andanada

de

desconsideradas recriminaciones que

amargarían aún más su

miserable

existencia, 1017

Juan M. Taveras

profundizarían sus sentimientos y de su mente, dada su enorme capacidad ideas,

creativa,

surgirían

pensamientos

de

venganza contra el verdugo opresor simbolizaba,

que

Ismenia cuyo

comportamiento no era, según entendía el esposo ofendido, el de una compañera presente en las buenas y las malas, sino la de un amo despiadado, presto 1018

El Vendedor de Felicidad

siempre

a

maltratar

a

su

indefenso siervo.. Diecinueve transcurrieron

días desde

aquel

incidente, durante los cuales Ismenia y Aníbal no cruzaron una

sola

palabra.

Ella

se

marchaba temprano al trabajo y regresaba de noche, mientras su marido,

arropado

por

una

depresión indescriptible que lo torturaba hasta la enajenación, 1019

Juan M. Taveras

se movía en el hogar como un zombi, sin voluntad y apenas si prestaba atención al pequeño Manuel, cuyo destino cruel se fraguaba

en

la

caldera

misteriosa de los sentimientos que crecían y se multiplicaban en el ambiente obscuro de aquel hogar desolado. Era domingo aquel día y justo

cuando

el

crepúsculo

vespertino tocaba retirada y la 1020

El Vendedor de Felicidad

mortecina la luz daba una pincelada

de

misterio

al

ambiente, anunciando así una nueva victoria temporal de las tinieblas

sobre

los

rayos

luminosos del rubicundo Apolo, Ismenia, incapaz de controlar sus emociones, se puso de pie y con sus manos apoyadas en su cintura, habló a su marido en tono desafiante:

1021

Juan M. Taveras

– Pero bueno Aníbal, ¿Es que no piensas buscar trabajo? ¿Es que pretendes pasar lo que resta de tu azarosa vida postrado en un rincón de la casa o lamentándote frente a un espejo de tu supuesta mala suerte? De esa manera, simplemente no podemos continuar. Tienes que buscar trabajo o tendré que despedir la sirvienta para que te hagas cargo de los oficios del 1022

El Vendedor de Felicidad

hogar y cuides de tu hijo, mientras yo tendré que seguir con la pesada carga de matarme trabajando para mantenerlos a todos. –Mañana mismo saldré a buscar trabajo. Te lo prometo – dijo Aníbal– mostrándose tan humilde

e

inocente,

que

conmovió a su dura mujer. Y agregó, con igual simpleza: ¡Pero Ismenia, no me maltrates 1023

Juan M. Taveras

tanto! ¡Te lo imploro en nombre de Jesús! Te juro que no alcanzo a comprender por qué has dejado de quererme. En cambio yo, ¡te amo con todas las fuerzas de mí ser! y si me dieras tan solo una onza de tu amor sería, no solo el remedio a todos mis males, sino el carburante que necesito para luchar. Ayúdame Ismenia a rehacer mi vida. Te lo imploro con toda mi alma. 1024

El Vendedor de Felicidad

–No sé cómo ayudarte en lo que me pides –dijo Ismenia en tono burlón– Y no sé cómo, sencillamente porque ya no te amo. He comprendido que no eres el hombre para mí. ¡Somos dos polos opuestos Aníbal! ¿Es que no lo comprendes? Las palabras tienen poder y las pronunciadas por Ismenia tuvieron el efecto destructivo de una bomba de hidrogeno, que 1025

Juan M. Taveras

caída

sobre

la

debilitada

armazón psicológica de Aníbal, lo

empujó

aislamiento

a

un

mayor

y

a

niveles

depresivos, que colocaron al pobre hombre en un penoso estado bloqueaba

sentimental por

completo

que su

entendimiento. – ¡Qué voy a hacer con Ismenia!

¡Qué haré con mi

maldita vida! 1026

El Vendedor de Felicidad

Repetía una y otra vez en su interior

adolorido,

el

despreciado e infeliz marido, quien

envuelto

vendaval

de

ya

por

un

pensamientos

obscuros forjados al amparo de los sentimientos fomentados por el

trato

humillante

de

su

insensata mujer, se revelaba en silencio contra todo, gritando con fuerza en su interior: ¡Ya

1027

Juan M. Taveras

no soporto su desprecio! ¡Ya no soporto mi desdicha! Y terminaba,

cansado y

abatido por los sentimientos de frustración que lo ahogaban: “Lo mejor para mi será la muerte”. Reflexionó un instante sobre el pensamiento tenebroso que acababa de rosar su mente atormentada y se dijo:

1028

El Vendedor de Felicidad

–Sí, es lo mejor para todos. ¡Me quitaré la vida! Luego, volviendo sobre sus pasos, hablando en silencio consigo mismo, se cuestionaba: –Pero si me mato ahora, ¿Qué será del Pequeño Manuel? ¿Cuál sería su futuro si se quedara solo en este mundo cruel y bajo la tutela de una madre tirana y egoísta que solo vive para ella y para satisfacer 1029

Juan M. Taveras

su megalomanía enfermiza, sin que parezca importarle el futuro de su hija Cristina ni mucho menos el de mi pequeño e indefenso hijito? – “! Nooo! ¡No por Dios! ¡El suicidio no es la solución! –Se respondió a sí mismo. “Además, si me mato ahora, estoy seguro de que Ismenia se limitará a maldecirme y a satanizar mi falta. Ella no se conduele de 1030

El Vendedor de Felicidad

nadie

y

menos

de



y

seguramente se alegraría de mi muerte” Se casará con otro y ya. De repente, en medio de esas reflexiones

tormentosas,

una

ardiente llama brotó de su mente empujándolo a plantear otra solución

a

su

lamentable

querella existencial. “Ya sé lo que haré” –se dijo– sorprendentemente

confiado:

“Mañana, bien temprano, iré 1031

Juan M. Taveras

primero a visitar al padre Nino en el seminario para que me bendiga y aconseje y luego comenzaré a buscar trabajo en el país entero si fuera preciso. Necesito trabajar para convencer a Ismenia de que no soy un pusilánime como ella

suele

señalarme” ¡Cambiaré mi vida! ¡Me labraré un nuevo destino! , Se decía a si mismo Aníbal, alborozado como un náufrago 1032

El Vendedor de Felicidad

que divisa tierra a lo lejos. Y a seguidas, como ocurre siempre que la divina esperanza se escapa de la caja de Pandora y nos bendice con su visita, sonrió en

silencio

y

se

regocijó

acariciando en su mente una idea infantil: “tal vez Ismenia me vuelva a querer” Por increíble que parezca, Aníbal,

guiado

por

pensamientos constructivos y 1033

Juan M. Taveras

esperanzadores, emergió ileso de aquel maléfico trance y, como el ave Fénix, que renace de sus propias cenizas para retomar

su

vuele

hacia

la

tranquilidad y la paz espiritual, pareció

revivir

y

salir

fortalecido de aquel trágico momento en que los dioses negros negociaban su ingreso al infierno.

1034

El Vendedor de Felicidad

¡Ahh Dios! ¡Pero el destino, ese acompañante misterioso que juega su juego ignorando que existimos, tenía sus propios maléficos designios! Tres meses; tres afanosos meses

transcurrieron

desde

aquel día milagroso en que Aníbal dejó de lado la idea el suicidio para buscar un trabajo y seguir adelante con su vida. Y desde entonces, empujado por 1035

Juan M. Taveras

un montón de ilusiones forjadas en su mente con todo lo que haría una vez empleado, se levantaba al amanecer, se iba a la Iglesia y luego, amparado en un rosario que lo acompañaba siempre, se lanzaba, con la fuerza y determinación de un cazador búsqueda

de

tesoros,

frenética

a

del

la tan

anhelado empleo. En su afán, tocó cientos de puertas, visitó 1036

El Vendedor de Felicidad

docenas de empresas, anduvo todas las zonas francas de Santiago, Moca y La Vega, pero no encontró nada que abonara ni un solo digito de esperanza a sus anhelos de reencontrarse con su vida. Al cabo de tres meses de incesante

búsqueda

sin

resultados, un nuevo alud de tristeza, sufrimiento y querellas existenciales, tomó posesión de 1037

Juan M. Taveras

la mente del desdichado Aníbal. Ese

día,

regresó

al

hogar

cansado, triste, desmoralizado y presa

de

un

sufrimiento

indescriptible que copaba toda su

mente

al

tiempo

que

regresaba a su cabeza aquel ruido sordo que lo empujaba de nuevo al suicidio. Con pasos tambaleantes,

el

rostro

envejecido y desfigurado por el peso del sufrimiento, el pobre 1038

El Vendedor de Felicidad

hombre se desplomó en el sofá de la sala, dando señales de tal abatimiento que alarmaron de nuevo a la insensible Ismenia. – ¿Qué te pasa? –Dijo– en tono conciliador. –No puedo más Ismenia. He hecho lo indecible por conseguir empleo y todo ha sido inútil. Estoy cansado y desilusionado de todo. Mi desconcierto es tal que hasta mi fe en Dios ha 1039

Juan M. Taveras

descendido al mínimo nivel y no encuentro explicación al por qué Jesús me ha abandonado. Dios no me responde, tampoco me quiere y no escucha mis suplicas ni ve lo mucho que anhelo conseguir una ocupación estable que me ayude a rehacer mi vida en tinieblas. Tal vez tú tengas razón: ¡soy un pusilánime sin remedio! o estoy pagando un karma desconocido. ¡No sé qué 1040

El Vendedor de Felicidad

hago vivo! ¡Sería mejor estar muerto! –Por ahora –dijo Ismenia tranquilamente– no te preocupes por lo del empleo. Lo he pensado bien y deseo hacerte una proposición. –De que se trata –dijo Aníbal,

impaciente

y

fugazmente esperanzado como un minero, que atrapado sin sol en

la

profundidad

de

una 1041

Juan M. Taveras

montaña derribada por un alud de lodo y cenizas de todas las edades, recibe un bocado, una limosna de aire fresco, de donde menos lo espera, y recupera momentáneamente el aliento y fuerza, esperanza y fe para seguir

luchando

contra

las

tempestades amenazantes, que parecían

tan

ferozmente

empecinadas en arrebatarle su joven vida. 1042

El Vendedor de Felicidad

–Como sabes –dijo Ismenia– sosegada y dueña como siempre de sí misma, el niño acaba de cumplir tres años y he decidido enviarlo a la escuela para que se acostumbre a ella. Ya lo inscribí y el lunes comienza. De manera que uno de los dos tiene que ocuparse del pequeño Manuel. Llevarlo y buscarlo todos los días a la escuela y asegurarse de que no le falte nada. Por razones 1043

Juan M. Taveras

obvias, yo no podría ocuparme del bebé porque el trabajo me lo impide. Tienes que hacerlo tú. No hay otra salida. –Pero… Aníbal intentó decir algo, pero Ismenia se adelantó y dijo, –subiendo ligeramente la voz–: – ¡Todo está decidido! Pausó un instante y agregó: ¡Escucha, escucha bien, que aún no he terminado!: Además de 1044

El Vendedor de Felicidad

ocuparte del niño, alegrará

mucho

a

lo cual Manuel

porque estará la mayor parte del tiempo a tu lado, y tú sabes lo mucho que el niño te quiere, te ocuparás

también

de

los

quehaceres del hogar. – ¿De todos? –Si de todos, –dijo Ismenia con firmeza– y agregó, sin pestañar:

he

pensado

en

despachar a la criada y darte el 1045

Juan M. Taveras

dinero que le pago a ella a fin de que te ocupes de todo. –El dinero no me importa y en verdad me ofendes con esa proposición. Lo que me importa es nosotros Ismenia. Te necesito más que nunca. La soledad y el sufrimiento me están matando a plazo y un poquito de tu amor podría remediarlo todo. –Ese tema no está en juego, al menos por ahora –Dijo 1046

El Vendedor de Felicidad

Ismenia–

algo sonreída y

coquetona,

encendiendo

un

diminuto fuego de esperanzas, en el montón de hojas secas que rodeaba la vida sentimental de la pareja. – ¿Significa tu respuesta que hay alguna esperanza de que vuelvas a ser mía como antes? – ¡Cállate con eso! ¡Y dime si estás dispuesto a ocuparte de tu hijo y de la casa! 1047

Juan M. Taveras



¿Tengo

alguna

otra

opción? –No,

ninguna

–respondió

Ismenia– con la firmeza y autoridad de un faraón. –Entonces, acepto. –Asunto concluido. Con terminó

estas la

dos

palabras,

conversación

e

Ismenia se retiró de inmediato a sus habitaciones. Pero al hacerlo exhibió, al caminar, un aire 1048

El Vendedor de Felicidad

femenino

provocativo,

arrogante,

pero

que revolteó el

estómago de Aníbal, que veía en ese accionar premeditado, una clara intención de humillarlo, algo

que

profundamente

le y

molestaba despertaba

instintos y sentimientos ocultos que

podrían

arrastrarlo

a

cometer una locura. Un año había transcurrido desde el fatídico acuerdo que 1049

Juan M. Taveras

convirtiera al desdichado marido en simple sirviente. Y mientras Aníbal cumplía a cabalidad su misión y se compenetraba cada vez más con su pequeño hijo al que en verdad amaba, cuidaba y atendía con la entrega de una buena madre, Ismenia nunca disponía

de

tiempo

para

dedicarlo a su familia, alegando que venía cansada del trabajo y que 1050

debía

reponer

energía.

El Vendedor de Felicidad

Jamás se fijaba en su marido ni le importaba lo que significaba para él verse reducido a simple sirviente. De hecho lo ignoraba con evidente desprecio y nunca hizo caso de sus cada vez más seguidos

y

requerimientos

apremiantes amorosos.

La

relación, pues, de Ismenia y Aníbal, no era nada grata. El

marido

ignorado

y

despreciado como un pordiosero 1051

Juan M. Taveras

impertinente,

procuraba

encontrar en el pequeño Manuel, el cariño que su esposa le negaba. Sufría en silencio. Pero la rabia y la impotencia, dos sentimientos

altamente

peligrosos y destructivos, lo consumían y crecían en su interior como un volcán en ebullición

a

punto

de

explosionar. Finalmente, Aníbal no pudo más. Extrajo fuerzas 1052

El Vendedor de Felicidad

de su propia debilidad y un día se decidió a abordar a su arrogante esposa. –Ismenia –dijo sin rodeos– deseo conversar contigo. Sus

palabras

fueron

tan

firmes y el tono de voz mostraba tal

indignación

que

solo

Ismenia, ciega de arrogancia, era incapaz de advertir

los signos

claros de un profundo rencor y de los peligrosos resentimientos 1053

Juan M. Taveras

destructivos que afloraban del marido indignado. –Ahora no –dijo ella– Estoy cansada. Hizo una pequeña pausa y agregó, en tono

despectivo y

burlón: –Mañana tal vez. –No –replicó Aníbal con enojo, el rostro alterado y mostrando una resolución que estremeció a Ismenia de pie a 1054

El Vendedor de Felicidad

cabeza. Nunca su marido se había atrevido a contradecirle y mucho menos en esa forma. Un

silencio

sepulcral

obscureció por un instante el hogar de la pareja. Era la calma maliciosa que surge en medio de una gigantesca tormenta cargada de

aterradoras

fuerzas

destructivas. Solo dos minuetos trascurrieron en silencio. Toda una

eternidad

para

los 1055

Juan M. Taveras

protagonistas

de

un

drama

sombrío que presagiaba un fatal desenlace. –Tiene que ser ahora –dijo Aníbal– armado de resolución inquebrantable. Pautó un instante y agregó, en tono sombrío y mirando a Ismenia con el rabo de ambos ojos: – ¡Mañana podría resultar demasiado tarde!

1056

El Vendedor de Felicidad

Ismenia, impactada por la determinación poco común de su marido, sintió, tal vez por primera vez en los más de cinco años que había permanecido al lado de Aníbal, un aire frío penetrar su vientre como una daga maligna, insuflando a su estómago

de

un

miedo

desconocido y dejando en su mente experiencial la muesca fugaz,

un

extraño 1057

Juan M. Taveras

presentimiento de lo peor. Y, a la luz de ese instante de iluminación, descubrió en su “pusilánime”

marido,

ferocidad

capaz

una de

transformarlo en una poderosa máquina

asesina.

Navegando

aun sobre los aires gélidos de esos pensamientos tenebrosos, Ismenia

ignoró

presentimientos equívocamente: 1058

y

sus pensó,

El Vendedor de Felicidad

“No Ismenia, lo que pasó por tu mente es imposible. Este varón no se atreve a nada. No mataría ni a una cucaracha” ¡Pero…! Volvió

sobre sus

pasos,

reflexionó un instante, y se preguntó,

con

el

corazón

acelerado: ¿Y se te equivocas Ismenia? ¿Y si Aníbal fuera una fiera salvaje

disfrazada

de

oveja

mansa? ¿No podría mi tozuda 1059

Juan M. Taveras

actitud engendrar una desgracia de proporciones imprevisible? “Será mejor escucharlo para descubrir lo que este tonto tenga en su hueca cabeza” Las

personas

autoritarias

actúan siempre a la defensiva. Ladran sin motivos y creen, equivocadamente, que cuando no imponen su voluntad, su autoridad se ha relajado. Por eso Ismenia, 1060

acostumbrada

a

El Vendedor de Felicidad

imponer su férrea voluntad en todo, le resultaba inaceptable verse doblegada por alguien. Y al

sentirse

acorralada

por

Aníbal, sintió que le rechinaban los dientes, que echaba espuma por la boca y fuego por los ojos. Pero reprimió por un instante sus

emociones,

se

arrojó

desafiante en el sofá y mirando de arriaba a bajo a Aníbal le ordenó, en tono desafiante: 1061

Juan M. Taveras

– ¡Di lo que tengas que decir!

¡Y dilo pronto porque

tengo sueño! –Seré breve

–dijo Aníbal

con voz sosegada, pero firme: Ayer, antes de que tú llegaras, estuvo aquí Teo. Me informó que

había

conseguido

un

contrato para pintar un conjunto de edificios recién construidos por el gobierno, trabajo que él no podía hacer porque estaba 1062

El Vendedor de Felicidad

muy ocupado. De manera que me ofreció el trabajo y lo he aceptado de inmediato. En tres días comienzo. – ¡Pero tú no puedes hacer eso!

–Gritó

Ismenia–

visiblemente indignada y con los ojos fuera de órbita, debido a lo inesperado del anuncio. –Si Ismenia. ¡Haré

ese

trabajo! –dijo en tono enérgico y decidido

un

Aníbal 1063

Juan M. Taveras

transformado, que no se parecía en nada al polichinela que su mujer mantenía en el circo para hacer piruetas a su antojo. – ¿Y quién eres tú para tomar decisiones? ¿Has pensado en quién se ocupará del niño en caso de que te dediques al chiripeo? ¿O me estás pidiendo que deje mi trabajo de secretaria ejecutiva –enfatizó– para cuidar de un niño que nunca debió ser 1064

El Vendedor de Felicidad

hijo tuyo? ¿Es eso lo que quieres?

Pues te equivocas

cariño. Y es más, ¡te advierto que si tomas ese trabajo te pesará! Ismenia se mostraba tan dura, amenazante y fuera de sí al expresarse, que Cristina, su hija adolecente de 16 años y su hermanito

Manuel

quienes

escuchaban atentos la disputa, temblaban de miedo. El niño 1065

Juan M. Taveras

irrumpió en llanto, Cristina,

en

tanto

sollozando

y

mordiéndose los labios hasta sangrar, se atrevió a interrumpir la disputa y dijo, con voz trémula y entrecortada por el sollozo: –Cálmate

mami

querida.

Déjalo que termine. Por favor mami, y después hablas tú. Ismenia

asintió

a

regañadientes. La intervención 1066

El Vendedor de Felicidad

oportuna de Cristina la hizo entender que estaba fuera de control. Bajó ligeramente la voz, maldijo entre dientes a todos los dioses e insistió en que Aníbal no podía dejar de ocuparse del niño ni de los oficios de la casa, al tiempo de echar pestes a Teo y culparlo de todos los males que sobrevinieran a su hogar por haberle conseguido esa maldita chiripa a su marido. 1067

Juan M. Taveras

–Estás equivocada respecto de mi hermano. Soy yo el que, por el bien de todos nosotros, deseo alejarme, aunque sea por un tiempo, de este ambiente de aberrante humillación

opresión en

que

y estoy

viviendo. Me apena dejar a mi pequeño hijo, pero debo irme. Estoy seguro de que con lo que voy a ganar pintando y parte del dinero que mi madre me envía 1068

El Vendedor de Felicidad

desde Puerto Rico, podré pagar a alguien para que se ocupe del niño. – ¿De modo que abandonas a tu hogar y a tu hijo y piensas que me quedaré de brazos cruzados? –Ya te dije que lo he decidido, Ismenia. Además ¿De qué hogar me hablas? Yo aquí solo soy un sirviente; una marioneta con la que juegas tu 1069

Juan M. Taveras

juego sin que yo cuente para nada. ¿Y desde cuando no eres mi mujer? Hizo una pequeña pausa, metió la mano en su bolsillo y extrajo un pequeño trozo de papel.

Lo

desdobló

y

mostrándolo a Ismenia, dijo: –Mira lo que he copiado de la Biblia. Son los Salmos 2:24 y 2:25 del Génesis, solo para recordarte los deberes de una 1070

El Vendedor de Felicidad

esposa y leyó: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne y estarán ambos desnudos, Adán y

su

mujer,

y

no

se

avergonzarán”. Tengo además, varias com… – ¡No me importan tus lecturas bíblicas ni tus amargues musicales!

–interrumpió

Ismenia, al tiempo que gritó en 1071

Juan M. Taveras

tono iracundo: ¡Escúchame bien mal nacido!: nunca te permitiré que te vayas, al menos mientras tu hijo esté pequeño y necesite de

ti.

Y

agregó,

con voz

amenazante: si persistes en tu loca idea de irte a pintar y dejar al niño solo, lo mejor será que te largues de una vez y abandones esta casa en seguida, porque no me quedaré de brazos cruzados.

1072

El Vendedor de Felicidad

¡Te lo advierto eh!.. ¡Te…lo advierto! –Es justo lo que pienso hacer. Abandonar de inmediato esta

casa.

Y

agregó,

extrañamente calmado: –Pero te quería dar dos o tres días para que consigas una criada que se ocupe del niño. – ¿Entonces te irás? –Sí, estoy decidido.

1073

Juan M. Taveras

–Pues vete ahora mismo. Recoges tu ropa y no vuelvas nunca más a poner un pie en esta casa. –Pero……. Aníbal intentó razonar, pero Ismenia se le adelantó y preñada de ira, más por su orgullo herido que por la decisión del marido, gritó a todo pulmón: ¡vete, vete de inmediato! ¡No quiero, no

1074

El Vendedor de Felicidad

quiero verte nunca más, infeliz desgraciado! Los niños, frente a aquella escena cruda e incomprensible para

ellos,

desconsolados

lloraban e

impotentes,

pero el estruendo de la voz alterada de Ismenia ahogaba el llanto

de

sus

hijos,

cuyas

lágrimas eran solo un pálido reflejo del golpe sentimental, de la

herida

punzante

que

el 1075

Juan M. Taveras

dramático episodio inferiría a sus corazones inmaculados. Aníbal, casi ahogado por la irrupción instantánea de todos los

sentimientos

venenosos

acumulados desde que se unió a Ismenia, no encontraba fuerza para ponerse de pie. Durante unos

minutos,

caravana atormentada,

por

pasaron su decenas

en

mente de

pensamientos perniciosos. Sintió 1076

El Vendedor de Felicidad

de pronto un zumbido sordo, el mismo que reaparecía en los momentos más dramáticos de su existencia, golpear de nuevo su cabeza

enajenada.

Y

fue

entonces cuando escuchó por primera vez el murmullo silente de una voz maléfica que le gritaba dentro: “mátala, mátalos a todos y mátate tú también”. Aturdido y arropado por una emoción incontrolable que lo 1077

Juan M. Taveras

empujaba al crimen con placer morboso y enfermizo, se levantó del asiento en que había estado clavado.

Se

lentamente

a

encaminó la

cocina,

contempló un filoso cuchillo que

brillando

como

un

diamante, aumentaba al máximo su excitación, mientras crecía en sus oídos el murmullo de la voz siniestra que lo tentaba, que lo incitaba, diciéndole al oído: 1078

El Vendedor de Felicidad

¡tómame, tómame pronto y haz lo que tienes que hacer! Ya dominado por el peso de una

posesión

regresiva

y

diabólica que lo enviaba de vuelta

a

los

instintos

más

primitivos y salvajes, Aníbal estaba

emocionalmente

condicionado para tomar el filoso cuchillo y acabarlo todo de una sola vez. Se abalanzó sobre la daga, la acarició entre 1079

Juan M. Taveras

sus dedos firmes y estaba a punto de voltearse y saltar, como fiera herida, sobre el indefenso rebaño, cuando un pensamiento

inesperado

lo

detuvo en seco: “Si mato a Ismenia ahora, ella

nunca

sufrimiento,

conocerá ni

el nunca

comprenderá todo el mal que me ha hecho con sus desprecio y humillaciones. 1080

Y

tampoco

El Vendedor de Felicidad

entenderá el porqué de mi venganza. ¡No!.. ¡A ella no la mataré! –Mataré a sus hijos y luego me

mataré.

Esa

venganza. ¡Sii!

será

mi

¡Mi dulce

venganza que dolerá a esta maldita mujer para siempre! – ¡Es lo que hare! “Acabaré con todo ahora”. Y

mientras,

desquiciado

ahogado por

y los 1081

Juan M. Taveras

sentimientos, navegaba por esos gélidos aires del pensamiento, saboreando

mentalmente

un

morboso placer que lo frisaba en dimensiones

desconocidas,

apretaba con tal fuerza el filoso cuchillo que de sus manos empezó a brotar un espeso chorro

de

sangre

que

inexplicablemente aumentaba su excitación y borraba de su mente 1082

experiencial

toda

El Vendedor de Felicidad

compasión y sentimientos de amor para los suyos. Ya en el umbral de un horrendo

crimen,

pensamiento

reflexivo

inesperadamente

de

un brotó las

profundidades de su mente y un milagroso rayo luminoso surgió de detrás de una intensa niebla, obligándolo a preguntarse: Pero… ¿seré capaz de matar a mi propio hijo y a la dulce 1083

Juan M. Taveras

Cristina que siempre ha estado de mi lado? “Dios nunca me perdonaría y mi cuerpo ardería para siempre en el infierno”. Sus sentimientos religiosos apagaron por el momento su sed de venganza. Soltó lentamente el mango ensangrentado del cuchillo que tenía fuertemente empuñado y sin 1084

pronunciar

palabra,

se

El Vendedor de Felicidad

dirigió a su cuarto, recogió sus escasas pertinencias y se fue de aquella casa, que hasta entonces había sido su hogar. Se alejó sin despedirse de nadie, ni siquiera del pequeño Manuel, que gritaba desconsolado: “Papá, papi querido, por favor no te vayas. No me dejes papá. Si te vas voy a morir” Una

hora

después,

el

desgraciado hombre, relataba a 1085

Juan M. Taveras

su

hermano

Teo

todo

ocurrido,

al

tiempo

asegurarle

que

no

lo de

deseaba

juntarse nunca más con Ismenia, porque preveía una desgracia que debía evitar. Transcurrió un mes desde aquel infausto momento sin que Aníbal visitara a Ismenia ni volviera a ver a su pequeño hijo. Y todo hubiera continuado igual a no ser por la mediación de un 1086

El Vendedor de Felicidad

vecino de Ismenia que no soportaba el llanto inconsolable del pequeño Manuel, que lloraba y pedía insistentemente a su madre que le buscara a su padre, porque deseaba verlo. Como resultado, la tensión disminuyó al punto de que Aníbal pudo reanudar las visitas a su hijo. El remolino pues, se había calmado y las aguas en la superficie del pozo parecían, una vez más, 1087

Juan M. Taveras

cristalinas. Pero en el fondo del charco, quedaban montones de escombros.

Una

infinita

de

profundos

que

variedad sentimientos

sacarían,

en

cualquier momento, su cabeza de medusa para petrificar y destruir a cualquiera que osara alterar la paz precaria que el pozo engañosamente ofrecía. Durante

cinco

meses

se

mantuvo la calma. Aumentó la 1088

El Vendedor de Felicidad

compenetración de Aníbal y su pequeño hijo y hasta Ismenia se sentaba

frecuentemente

a

conversar animadamente con su ex marido. Daba la impresión a vecinos y familiares, de que allí se había fumado la pipa de la paz y de que todo se había normalizado. Pero Ismenia, casi siempre que se juntaba con Aníbal, intentaba convencerle de que regresara al hogar. Claro, 1089

Juan M. Taveras

para ocuparse del servicio de la casa y de las atenciones de su hijo.

Pero

Aníbal

sistemáticamente, Ismenia

volver,

en

respondiera

requerimientos ponía

insistía, que a

amorosos

como condición un

arreglo

sus y para que

cumpliera, sin restricciones de ningún tipo, con los mandatos bíblicos consagrados en Génesis 2:24 y 2:25 los cuales leía 1090

El Vendedor de Felicidad

invariablemente a su mujer, cada vez que las circunstancias lo permitían. –Ismenia

terminó

por

cansarse del juego y un día desempolvó sus viejas armas ofensivas y dijo a Aníbal, con la misma arrogancia de siempre, que si no volvía a ocuparse como antes del niño y de los oficios del hogar, lo demandaría ante los tribunales para que, por 1091

Juan M. Taveras

sentencia,

fuera

obligado

a

aportar todos los meses el dinero necesario para la manutención de su hijo. Sorprendido Aníbal con la reacción

y

inesperadas

de

amenazas su

iracunda

esposa, replicó, en tono alterado y violento, que nunca más y bajo

ninguna

circunstancia

estaría dispuesto someterse a todas 1092

las

humillaciones

y

El Vendedor de Felicidad

ofensas

implícitas

degradante

hecho

en de

el verse

obligado a hacer los oficios del hogar,

como

si

fuera

un

sirviente. A partir de ese momento, el conversatorio se transformó, de repente,

en

indescriptible

una

vocinglería

donde

ambos,

chillando en tan alta voz como podían, se proferían insultos e improperios

ofensivos 1093

Juan M. Taveras

impublicables,

que

servían

como traje a la medida para avivar y multiplicar sombríos sentimientos que yacían ocultos en las mentes de cada uno a la espera de que una palabra, un hecho y hasta de un gesto inoportuno, rompiera el frágil cristal invernal que los mantenía dormidos y salieran hambrientos de su escondite, con las garras afiladas 1094

y

listos

para

El Vendedor de Felicidad

despedazarlo

todo

en

su

derredor. Salió Aníbal de la casa de Ismenia, preñado de odio y rencores. Y mientras se alejaba, sentía multiplicarse su sed de venganza al imaginarse frente a un tribunal que lo juzgaría injustamente, como a un padre charlatán e irresponsable, que se negaba a pagar una escasa manutención para su pequeño 1095

Juan M. Taveras

hijo que tanto amaba. Cegado por esos necios pensamientos, sintió

que

instintos

regresaban

primitivos

conminaban

al

y

sus lo

horrendo

homicidio que 5 meses antes había desechado. Agobiado por el peso de esas ideas siniestras, caminaba lento, cabizbajo y pensativo en dirección a la casa de

su

hermano

Teo,

esforzándose por aclarar su 1096

El Vendedor de Felicidad

mente. Pero no le era posible. Sus pensamientos, enturbiados por la pasión y escaldados por sentimientos emergían,

recónditos como

que

serpientes

venenosas, de los más profundo de su alma herida, bloqueaban todo intento del cerebro por abrir un pequeño resquicio que diera paso a algún rayo de luz que alumbrara aquel mundo obscuro en que navegaba sin 1097

Juan M. Taveras

rumbo y como atrapado y sin salida, el desdichado Aníbal. Entró en la casa de Teo, se desplomó en el primer asiento que encontró a su paso, volteó los ojos hacia el techo y perdió la mirada en el cielo sin estrellas a que se había reducido su miserable vida. Ya no había luz en su horizonte. Solo densas nieblas quedaban a su paso. De sus 1098

ojos

tristes

brotó

un

El Vendedor de Felicidad

manantial

incontenible

de

lágrimas y sintió dentro de sí un profundo vacío existencial que lo llevó a la conclusión serena y definitiva de que ya no tenía razón para vivir. Y pronuncio en la lengua que había aprendido en el seminario, la siguiente sentencia: “Alea iacta est” Desde ese día, Aníbal dejó sellado su fatal destino y en su mente, atrapada en el obscuro 1099

Juan M. Taveras

mundo creado por pensamientos horrendos,

que

a

provenían

de

sentimientos

profundos

que bien

su

vez

pueden

sintetizarse con aquella frase célebre de Pascal, solo pensaba en la forma en que llevaría a cabo

su

macabro

plan

de

venganza. A diez días justos de aquel tsunami

de

emociones

que

activó, en la pareja dispareja, 1100

El Vendedor de Felicidad

tenebrosos sentimientos de odio y venganza, Aníbal recibió una citación del Juzgado de Paz de Santiago,

para

discutir,

en

audiencia pública, la asignación de una pensión alimenticia para el pequeño Manuel. Ismenia, pues, sin demora ni piedad, había cumplido su amenaza y de paso liquidado, de un solo y artero golpe, los sentimientos amorosos que se mantenían 1101

Juan M. Taveras

vivos en la mente experiencial de Aníbal, a la espera de una ansiada

reconciliación

que

jamás llegaría. Acudió a la cita judicial programada para el 13 de marzo del 2009 en compañía de su hermano Teo. Pero fue Ismenia quien

contestó

todas

las

preguntas del Juez, porque el acusado, inmerso en sus planes suicida y arropado por una sed 1102

El Vendedor de Felicidad

de venganza incontenible, no pudo articular palabra. Era una especie de zombi. Un

esclavo

enferma, espacio

de

donde para

la

su

mente

solo

había

recreación

morbosa del indeleble momento en que empuñó con fuerza el filoso cuchillo y había reunido la

fuerza

necesarias

y para

determinación acabar

con

1103

Juan M. Taveras

Ismenia, sus hijos y luego quitarse la vida. A él no le importaba en absoluto el juicio ni lo que allí se dijera o decidiera. Lo que le importaba, en lo único que pensaba, era en el desquite. En cómo se vengaría del dolor y las humillaciones sufridas. Y mientras su mente armaba la trama de su loca obsesión, se decía: 1104

El Vendedor de Felicidad

¿Por qué no la maté a ella, solo a ella y luego acabé con mi vida miserable? ¿Por qué no lo hice? Hubiera sido tan fácil. Se embriagaba en un loco placer morboso recreando en su mente enferma aquel momento: “Ah,

si

cuchillo

ahora la

tuviera mataría

ese sin

compasión ni piedad y delante de todos en este mismo tribunal, para que hasta el juez fuera 1105

Juan M. Taveras

testigo de hasta donde un trato desconsiderado y humillante, puede

transformar

sentimientos

más

puros

los en

letales armas destructivas. Aníbal, sentado en silencio en el banquillo de los acusados, se veía apretando los dientes y balbuceando algunas palabras inaudibles. En un momento de pasión incontenible casi se le escapó un fatídico murmullo: 1106

El Vendedor de Felicidad

“Lo haré. Juro que lo haré pronto. La mataré y luego, me suicidaré”. El juicio terminó con la fijación de una pírrica pensión que

Aníbal

debía

abonar

mensualmente para cubrir la manutención de su pequeño hijo o iría a

la cárcel. Pero el

condenado, absorto en sus ideas macabras, no prestó ninguna atención

a

la

sentencia 1107

Juan M. Taveras

pronunciada y permaneció en silencio, hundido en el banquillo de los acusados, como ajeno a todo lo allí ocurrido. Al término de la audiencia, Ismenia,

Teo

y

algunos

conocidos de la familia que depusieron

como

testigos,

salieron de la sala de audiencia. Pero Aníbal se quedó clavado, como dormido en su asiento y fue preciso que un policía al 1108

El Vendedor de Felicidad

servicio del Juez, lo despertara de su ensueño embrujado para que regresara al presente

y

saliera del recinto judicial. Pese a todo y por extraño que parezca, unos 20 días después y gracias a una nueva intervención de Teo y otros amigos

de la

familia,

que

sentían mucha pena por el caso de

Aníbal

e

Ismenia,

las

relaciones entre los esposos 1109

Juan M. Taveras

mejoraron y éste comenzó otra vez a visitar frecuentemente a su mujer

y

por

cada

visita,

procuraba llevarse de paseo al pequeño Manuel, que a las puertas de cumplir cinco años de edad, hacia muchas preguntas inquietantes

que

ponían

en

apuro a su padre: – ¿Por qué no vives con nosotros papi? ¿Y dónde tú

1110

El Vendedor de Felicidad

duermes? ¿Por qué se pelean tú y mi mami? Eran

algunas

de

las

preguntas recurrentes que el niño

hacia

siempre

para

terminar colgado de la cintura de

su

padre,

palabras

pronunciando

enternecedoras

que

obligaban a Aníbal a profundas reflexiones

y

a

cuestionar

seriamente lo que llevaba en su mente. 1111

Juan M. Taveras

El niño, emulando el cantar inocente y feliz de un ruiseñor, decía a su padre al oído: “Papi, mi papito querido, yo te quiero. Te quiero mucho y sueño todas las noches con dormir contigo y mami

juntitos

los

tres

abrazaditos” Esas

palabras

amorosas

surtían, en la mente aturdida y calenturienta de Aníbal, efectos vivificantes. Al escuchar tan 1112

El Vendedor de Felicidad

dulce melodía, sentía el suave rodar

sobre

su

cabeza

atormentada de las aguas frescas de un divino manantial, creado a propósito por los inmortales dioses del viejo y olvidado Olimpo,

que

enternecidos

también por el amor puro brotado del pecho virgen del pequeño Manuel, aportaban, con su magia, un riachuelo de aguas cristalinas para unirlo al amor 1113

Juan M. Taveras

tierno del pequeño y apagar el fuego

vengativo

que

tan

intensamente ardía en el pecho y mente del futuro asesino y verdugo de sí mismo. La ferocidad, pues, del lobo salvaje

que

Aníbal

llevaba

dentro, se había aplacado fruto, sin duda, del antídoto milagroso que las caricias inocentes y el amor sin precio que su amado hijo tan pródigamente le servía. 1114

El Vendedor de Felicidad

Parecía que al fin la fiera salvaje había sido domesticada. Y el milagro tal vez hubiera escalado los altares a no ser por la insensatez de Ismenia, que era incapaz de comprender, que de la misma forma que un solo vaso de agua puede sofocar el fuego de las pasiones más intensas,

también

una

sola

palabra descompuesta, una sola acción inoportuna y hasta un 1115

Juan M. Taveras

gesto

insignificante,

puede

resultar suficiente para activar las brasas que suelen sobrevivir debajo de tranquilas cenizas, y reactivar

el

tizón

de

los

sentimientos venenosos, que el que está leyendo esta historia o cualquiera de nosotros, lleva siempre dentro de sí. Un domingo en la tarde del verano del 2009, el desdichado marido fue a procurar a su hijo 1116

El Vendedor de Felicidad

para sacarlo a pasear. Pero Ismenia negándole

salió el

al

frente,

permiso

y

amenazando con meterlo a la cárcel si no pagaba de inmediato los casi tres meses de pensión que tenía atrasado. –Dame solo unos días y te traeré todo el dinero junto – suplicó calmadamente Aníbal. –Lo siento –ripostó Ismenia– Pero no puedo esperar. Necesito 1117

Juan M. Taveras

el dinero para comprar los útiles escolares

de

Manuel

que

próximamente entrará a preprimario. –No tengo el dinero ahora, pero estoy a punto de comenzar a pintar un edificio que me permitirá

pagarte

todo

lo

atrasado. –Ya te dije que no puedo esperar.

1118

El Vendedor de Felicidad

–Y yo te he dicho que ahora no tengo el dinero. ¿Qué quieres que haga? –Buscar el dinero. Eso es lo que quiero que hagas. Y te doy una

semana

para

buscarlo.

Mientras tanto no te permitiré que saques al niño a ninguna parte. El pequeño Manuel y su hermana Cristina irrumpieron en llanto. El niño, inconsciente de 1119

Juan M. Taveras

sus actos, bañado en lágrimas y sollozando, se acercó a su padre, se colgó de su cintura y dijo: “Yo me voy contigo Papi”. “Mi mami es muy mala”. La reacción de Ismenia fue instantánea: empujó con tal fuerza al pequeño Manuel que su

frágil

anatomía

terminó

aparatosamente en el suelo, y como una fiera que va al remate de su presa herida, se lanzó 1120

El Vendedor de Felicidad

sobre el niño chancleta en mano, propinándole incontables

una

tanda

chancletazos

de que

tiñeron de rojo el trasero y los bracitos de la indefensa criatura. Aníbal

se

abalanzó

sobre

Ismenia y la detuvo quitándole la

chancleta

a

la

fuerza.

Levantó en seguida al pequeño Manuel del suelo y lo estrechó entre sus brazos colmándolo de besos

y

ternuras,

mientras 1121

Juan M. Taveras

murmuraba a sus oídos estas palabras sin sentido: –“Tranquilo hijo mío. No llores más que todo esto va a terminar muy pronto”. –Eres

un

imbécil

–gritó

Ismenia iracunda y feroz como una fiera salvaje– ¿No te das cuenta que estás apoyando una conducta indebida y dañina cuando no regañas a tu hijo que se atrevió a llamarme 1122

El Vendedor de Felicidad

mala? ¿No sabes que considerar mala a su mamá es el primer escalón desarrolle

para

que

el

niño

peligrosos

sentimientos de aversión y odio contra su propia madre? –A él lo apoyaré siempre porque tú lo maltratas sin razón. Eres tan dura Ismenia, tan intolerante y mandona,

que

dañas a todos los que te rodean.

1123

Juan M. Taveras

Por eso me fui de esta casa. Porque no podía aguantarte. –Cállate evidentemente

–dijo

Ismenia–

molesta,

y

agregó: –No digas, por favor, una palabra

más,

porque

estás

minando mi autoridad frente a mis hijos y eso para mí es inaceptable. Lo mejor será que te largues ahora mismo.

1124

El Vendedor de Felicidad

–Está bien. Me iré ahora, pero te pido, por el bien de todos, que no maltrates más a mi hijo. –Vete ya. Y recuerdas que si el próximo lunes no tengo el dinero de la pensión en mis manos, haré que te metan a la cárcel. Una vez más Aníbal salió derrotado de la casa de Ismenia. Caminaba danzando y como 1125

Juan M. Taveras

suspendido en el aire. Estaba tan abrumado y confundido por lo que acababa de ocurrir, que un camión estuvo a punto de atropellarlo.

Pero

él,

sin

inmutarse, y consciente de que el

destino

lo

empujaba

a

deslizarse hacia un pantano repleto de reptiles venenosas, continuó su camino ajeno por completo al inclemente mundo que lo rodeaba. 1126

El Vendedor de Felicidad

Percibió como si ahora, el pus putrefacto de sus viejas heridas, brotara incontenible de todo su ser y sintió que su olor nauseabundo irremisiblemente.

lo

asfixiaba Impotente,

contempló de nuevo a la bruma apagar para siempre el pequeño rayo de luz que había nacido al calor del amor sin precio de su amado hijo.

1127

Juan M. Taveras

¡La suerte está echada!! ¡Si, Si….la suerte está echada!....... ¡No tengo otra salida!..... ¡La mataré, la mataré….! ¡Jajajaja.! ¡Jajajaja…! ¡Jajajaja!.. Repetía para sí, una y otra vez, aquel ser endemoniado, ahogado por los sentimientos

y

poseído

por

todos los males que los sañudos dioses del Olimpo, colocaron en la

caja

de

Pandora

desgracia de los humanos. 1128

para

El Vendedor de Felicidad

Un sentimiento iracundo de odio mortal era ahora su única ley.

En

su

pensamiento

enajenado solo cabía el crimen: “Le arrancaré la vida a Ismenia y luego me mataré. Esa será mi venganza. Solo así esa maldita mujer pagará todo el daño que me ha hecho”. Desde aquel día, Aníbal no pensaba en nada más. El odio y sed de venganza, eran su soporte 1129

Juan M. Taveras

y cada día consumía más del veneno

producido

por

esos

sentimientos destructivos para fortalecer sus instintos asesinos. Era tal su fijación mental que a veces, en plena calle, sin importarle activado

nada por

y un

como resorte

automático, explotaba en una frenética carcajada,

e

incontenible que

salía

injustificadamente a divertirse, 1130

El Vendedor de Felicidad

cuando

su

mente

enferma

recreaba una dantesca escena virtual, en la cual Ismenia, bañada

en

sangre

y

completamente desnuda, yacía inerte, con su vientre destrozado por un centenar de estocadas mortales, que le arrebataban la vida al instante. Mientras él, el asesino, reía y bailaba la danza macabra de los que, como Cronos, destruyen a los suyos y 1131

Juan M. Taveras

terminan

devorando

a

sus

propios hijos. Fijada ya su mente en el asesinato, salió con prisa a la calle.

Entró

a

la

primera

ferretería que encontró a su paso y pidió que le mostraran los cuchillos

en

existencia.

Seleccionó, de entre todos, al de mayor tamaño y volvió a la casa de Teo proscrito, como un enfermo terminal, que ya nada 1132

El Vendedor de Felicidad

tiene que temer y se recostó en su cama a repasar los detalles de la consumación de su plan de asesinato. –No me gustaría matarla en su casa –Pensó– Eso afectaría de por vida a Cristina y sobre todo al pequeño Manuel, que jamás entendería por qué asesiné a su madre. Debo buscar otro lugar para matarla.

1133

Juan M. Taveras

Al siguiente día, empezó a rondar la casa de Ismenia y a estudiar

cada

uno

de

sus

movimientos. Su crimen no iba a ser pasional. No iba a ser producto de la clásica emoción pasajera que tan frecuentemente enajena a los humanos, sino la respuesta envenenada

de por

una

mente

sentimientos

profundos que lo llevarían a pensar, a calcular fríamente, con 1134

El Vendedor de Felicidad

manifiesta

premeditación

y

alevosía, la forma de ejecutar su crimen. Empleó tres días en su investigación sin encontrar el espacio

conveniente,

un

momento donde ella se apartara de Cristina y del pequeño Manuel, el tiempo suficiente como para darle tiempo a matarla. –No veo aquí el sitio para asesinarla que no sea frente a 1135

Juan M. Taveras

sus hijos. “Tendré que buscar otro lugar”. Al

cuarto

día

decidió

trasladarse a las cercanías de las oficinas

donde

Ismenia

trabajaba buscando el mejor lugar y momento para darle muerte. Observó durante varios días,

hasta

arribar

a

la

conclusión de que le sería fácil entrar hasta al despacho de su

1136

El Vendedor de Felicidad

mujer y allí acabar con ella y luego matarse delante de todos. El miércoles de esa semana, decidió

que

consumaría

ese

su

viernes

plan.

Luego

regresó al pequeño cuarto donde vivía y comenzó a prepararse fríamente

para

ejecutar

su

crimen y después suicidarse. Estaba

tan

personalmente

loco

que

fue

a

que

le

amolaran el cuchillo nuevo que 1137

Juan M. Taveras

acaba de comprar y con el cual pensaba convertirse en carnicero de la madre de su único hijo. Al siguiente día salió a visitar a su hermano Teo, al padre Nino, a su primo y a algunos amigos de infancia. Se estaba despidiendo. Esa noche, se la pasó en vela. El desquiciado hombre no quería dormir: velaba, como un caballero andante enajenado, las 1138

El Vendedor de Felicidad

armas que harían de él un sanguinario

caballero

de

la

muerte. Al fin amaneció el esperado viernes. La lámpara apena moría fulminada

por

los

rayos

luminosos del resucitado Apolo, cuando

ya

Aníbal

blandía,

amenazante frente a un espejo mágico creado por su mente atormentada, el filoso cuchillo y ensayaba, con premeditada 1139

Juan M. Taveras

alevosía, las estocadas arteras con que ejecutaría su venganza contra Ismenia. Para antes de las ochos de la mañana ya Aníbal había llegado al lugar escogido para perpetrar su crimen y, como desesperado por la espera, daba paseítos de un

lado

otro

aguardando

impaciente la llegada de su víctima. Tenía su mano derecha metida 1140

en

el

seno

donde

El Vendedor de Felicidad

guardaba

el

cuchillo

y

lo

apretaba con fuerza cada vez que un auto se aproximaba. En ese momento Aníbal parecía y era un consumado demente. Pero cuando Ismenia finalmente apareció, la percibió tan bella y radiante,

que

un

incontrolable explotó

volcán en

su

pecho y sintió renacer, en su joven corazón, esa loca pasión que había desgraciado su vida. 1141

Juan M. Taveras

Le

entraron

ganas

de

abalanzarse sobre ella, no para perforar mil veces su cuerpo con el cuchillo que escondía en su seno, sino para colmarla de besos y para gritar, con la voz prestada de Dios, tan potente y poderosa que pudiera oírse en cada

rincón

del

infinito

universo, que la amaba más que a su propio creador y que

1142

El Vendedor de Felicidad

gustoso ofrendaría su vida para preservar la de ella. Quedó aquellos

paralizado

por

pensamientos

inesperados que sepultaron, por un instante, el odio y las ansias de venganza anidadas por tanto tiempo en lo más profundo de su ser, para dar vida a un amor que creía

extinguido

sentimientos

por que

los las

humillaciones y el desprecio de 1143

Juan M. Taveras

Ismenia, habían almacenado por años en su corazón herido. –“La quiero todavía. Sigue metida en lo más hondo mi corazón y no tengo fuerzas para arrancarle la vida. ¡No! ¡Qué horror!, ¡no puedo matarla!.. Reflexionó un minuto y pensó: “Pero… y entonces ¿Qué haré con ella sabiendo que no me quiere? Terminará de seguro 1144

El Vendedor de Felicidad

en los brazos de otro hombre y eso nunca podría soportarlo y seguir viviendo” Entrampado pensamientos

en sin

estos sentido,

perdió, durante 10 minutos, la noción de su propia existencia. Ocupó en solitario la máquina del tiempo y viajó a las entrañas de un universo paralelo donde recuperó los restos perdidos de la caja de Pandora, y de su 1145

Juan M. Taveras

fondo olvidado, extrajo el único consuelo que brillaba todavía en las desoladas estepas de su mundo en penumbra, sin fe y prescrito por los dioses: la esperanza. Cuando despertó de ese corto sueño, una ráfaga tibia de esperanza soplaba de nuevo sobre su jardín sin flores. Sacó de su seno el conchillo caliente que usaría para matar a la mujer amada y lo lanzó con fuerza en 1146

El Vendedor de Felicidad

un espeso bosque que había allí cerca y sepultó por siempre la idea

de

matarla.

Duendes

provenientes de la constelación de

los

accionado

misteriosos en

silencio

habían para

arrancar de las manos de Aníbal el arma asesina y librarlo de sentimientos malignos que lo empujaban a la comisión de un crimen horrendo.

1147

Juan M. Taveras

Libre, según creyó, del lastre criminal que lo agobiaba, Aníbal sentía mecerse en el aire. Su peso,

sin

los

sentimientos

vengativos que lo arrastraban al fondo del abismo, era como el de una pluma. Era el peso converso de una alma que, cargada de odios y rencores, de repente contempla a Jesús en la Cruz

y

la

sentimiento 1148

vacía

de todo

maligno,

al

El Vendedor de Felicidad

escuchar la voz misericordiosa de un ser crucificado, herido en su cuerpo y golpeada su alma pura por todas las debilidades humana, gritar –pese a todo– desde su doloroso calvario: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen», indicando a todos, que el perdón es el camino a la paz, a la concordia y a la felicidad de toda la especie humana. 1149

Juan M. Taveras

Con su espíritu renovado, Aníbal esperó hasta las tres de la tarde y se dirigió a la casa de Ismenia. Se acercó, tocó a la puerta y en seguida surgió Cristina con una amplia y contagiosa sonrisa que decía, sin palabras, con solo un gesto, la profunda emoción que sentía al ver de nuevo a su padrastro de regreso a casa. El pequeño Manuel se despertó loco de 1150

El Vendedor de Felicidad

contento cuando su hermana le informó que su padre había vuelto. Tres horas más tarde llegó Ismenia y saludó a Aníbal con un “hola que tal”, sin mostrar ninguna sorpresa ni enojo, y todo pareció tan normal y natural como había sido antes. Una hora más tarde Aníbal se despedía dejando en llanto al pequeño Manuel que por nada 1151

Juan M. Taveras

del

mundo

quería

dejarle

marchar. Fue preciso que Aníbal le jurara que volvería al día siguiente, que era sábado, para llevarlo a pasear por las aéreas del monumento y a montarlo en un tiovivo que habían instalado recientemente en las cercanías del hotel Matún. Al siguiente día, Aníbal se apareció a las nueve de la mañana a la casa de Ismenia, 1152

El Vendedor de Felicidad

conversó un momento con ella, le pidió permiso para sacar al niño y salió de paseo llevando al pequeño Manuel a los lugares prometido. Regresó después de las 6 de la tarde. Parecía todo tan normal que solo Dios podía saber que dos semanas más tarde se producía la tragedia que asombró y consternó a la familia dominicana.

1153

Juan M. Taveras

Unos días después, Ismenia, sorpresivamente pidió de nuevo a Aníbal que buscara el dinero de la manutención de su hijo y volvió a amenazarlo con meterlo a la cárcel. El asediado hombre se resintió profundamente. No dijo nada, ni hubo indicios de que

sus

resentimientos

regresaban. Se comprometió a llamar a su madre a Puerto Rico para 1154

pedirle

enviara

algún

El Vendedor de Felicidad

dinero para pagar la pensión alimenticia y se despidió bajo la lluvia ácida de una bruma mortal que lo devoraba. Si algo en los procesos mentales

puede

considerarse

más frágil que una lámina milimétrica de cristal, son los sentimientos. Están conectados a 100 mil millones de neuronas activas que reaccionan y se expanden con mayor velocidad 1155

Juan M. Taveras

que la luz y son más sensibles que los fotones. Nada se escapa al

gigantesco

agujero

que

absorbe e interpreta cada gesto, cada palabra, cada letra, cada melodía. En fin, todo lo que pueda caber en el universo pequeño de que está dotado cada ser humano. Las palabras tienen poder, pero también lo tienen el cantar de los pájaros, el compás armonioso de una composición 1156

El Vendedor de Felicidad

musical, la brisa suave de una primavera ardiente, las letras de una poesía inspiradora, una pintura viva de un paisaje hermoso o de un bello rostro, y hasta

los

gélidos

inviernos,

como los descritos por Boris Pasternak

en

Dr.

Zhivago,

tienen poderes inspiradores. ¿Y por qué todo esto? Porque todas esas

formas

sensibles

de

tocan la

zonas

mente

y 1157

Juan M. Taveras

encienden luces, a veces por años apagados, recuerdos,

o

que activan mejor

dicho,

sentimientos que no siempre provocan gratas inspiraciones. Fue

lo

ocurrido

cuando

Ismenia reiteró sus exigencias: revivieron, como por arte de magia, todo el dolor, todo el rencor, todo el odio y sed de venganza que Aníbal cargaba en su 1158

ya

saturada

alforja

de

El Vendedor de Felicidad

sentimientos. Los más obscuros y destructivos de ellos, brotaron putrefactos de la añeja herida que Aníbal G. Díaz mantenía latente en su humillado corazón y se expandieron sin control para su propia desgracia, para desdicha de toda su familia e incluso de la toda la especie humana que, una vez más, comprobó con estupor y asco, hasta donde los sentimientos 1159

Juan M. Taveras

pueden

provocar

brotes

absurdos de los más bajos instintos. “Está

bueno

ya

de

humillaciones. Lo de Ismenia no tiene remedio. Debo pensar en algo

o

me

volveré

definitivamente loco” De nuevo sus sentimientos emponzoñados todos lados.

1160

brotaban

de

El Vendedor de Felicidad

Ya con una fatal y definitiva decisión en mente, Aníbal pasó el siguiente viernes a las tres de la tarde a recoger a su pequeño hijo bajo el pretexte de que irían a buscar el dinero enviado por su madre desde Puerto Rico y que utilizaría para pagar a Ismenia. Feliz y contento, la inocente criatura se prendó amorosa de la cintura de su padre y ambos 1161

Juan M. Taveras

emprendieron un ominoso viaje sin regreso. La mente de Aníbal estaba confundida. Quería, a cualquier precio, vengarse de Ismenia haciendo algo que le doliera hasta las entrañas, pero no sabía cómo. Tenía varios planes alternativos. El primero consistía en desaparecer con su hijo y ocultarse en algún secreto lugar

donde

Ismenia

jamás

pudiera encontrarlos. De manera 1162

El Vendedor de Felicidad

que una vez recogido el dinero, se fue con su hijo a Santo Domingo y se hospedó donde una hermana que vivía en el sector Villa Duarte. Desde allí, Aníbal pensaba encontrar la forma de ejecutar su plan de esconderse con su hijo o llevar a cabo un acto que doliera a Ismenia para siempre. Y al final logró lo que quería, pero en una forma inesperada. 1163

Juan M. Taveras

Eran las ochos de la noche del viernes 21 de Agosto y Aníbal no daba señales de vida. Ismenia, desesperada, comenzó a llamarlo insistentemente a su celular,

pero

Aníbal

nunca

contestó sus llamadas.

El día

siguiente era sábado e Ismenia, nerviosa e inquieta, visitó a Teo para indagar el paradero de Aníbal, pero éste dijo que no sabía nada de su hermano. La 1164

El Vendedor de Felicidad

tensión crecía en torno a la desaparición del padre con el hijo e Ismenia optó por dirigirse a la policía para poner a las autoridades públicas al tanto de la situación. Desgraciadamente era sábado y ese día, los recintos policiales suelen estar huérfanos de jefes. Los jefes militares estaban todos disfrutando del fin de semana. Las indagatorias se pospusieron

para

el

lunes. 1165

Juan M. Taveras

Empero, para entonces, sería demasiado tarde. Aníbal, refugiado con el pequeño Manuel en la casa de Su hermana, solo pensaba en la forma de ejecutar su, hasta ese momento, desaparecer

sencillo con

plan

de

su hijo y

ocultarse en un lugar donde Ismenia

jamás

pudiera

encontrarlos. Llegó el domingo y las tensiones crecían en torno 1166

El Vendedor de Felicidad

al caso. Ismenia, Cristina, Teo y toda la familia se preguntaban inquietos,

¿Y

dónde

estará

metido Aníbal con su hijo? ¿Por qué se fue en silencio y se lo llevó? ¿En que estará pensando? ¿Se habrá vuelto definidamente loco? “Sea como sea,

lo que

está haciendo no tiene sentido ni explicación” –se decían todos a una sola voz–

1167

Juan M. Taveras

Ya para el domingo, a Aníbal

le

resultaba

prácticamente imposible ocultar sus

nervios.

Las

llamadas

constantes de Ismenia lo tenían desconcertado y sobre todo, un mensaje aparecido en su celular con

el

cual

su

mujer

le

informaba que la policía lo buscaba activamente por secuestro

de

su

hijo,

el era

demasiado para el cerebro, no 1168

El Vendedor de Felicidad

muy desarrollado, del pobre Aníbal, que ya se sentía en un callejón sin salidas. – ¿A dónde me iré? ¿Dónde podré esconderme? Se preguntaba una y otra vez, arribando a la conclusión de que lo meterían a la cárcel para siempre. Y lo peor de todo, que lo apartarían de su hijo, y eso no podría soportarlo.

1169

Juan M. Taveras

–Tengo que hacer algo para impedir todo eso. ¿Pero qué? Se preguntaba

desilusionado

y

triste, para concluir vencido: “Yo ni siquiera tengo donde ir” Así

reflexionaba

Aníbal

cuando el timbre de teléfono de su hermana lo puso a temblar de arriba abajo. Era Teo llamando desde Santiago para indagar si sabía algo de su hermano y su hijo. Pero Aníbal se había 1170

El Vendedor de Felicidad

adelantado suplicándole que a nadie, por ninguna razón, le informara que estaba en su casa. Su hermana respetó su promesa, pero tan pronto terminó su conversación con Teo, clavó sus ojos inquisidores en Aníbal y dijo: –No



en

qué

andas

muchacho, pero por lo que tu hermano me dijo por teléfono, me

parece

que

estás

en 1171

Juan M. Taveras

dificultades. Tú sabes muy bien que la madre del niño es una mujer muy difícil y según me informó Teo, ella está como loca buscando a su hijo y diciendo que tú lo secuestraste para robárselo. La acusación es muy grave y tú podrías ir a la cárcel por mucho tiempo si eso es verdad. De manera que te aconsejo regreses de inmediato a Santiago y devuelvas ese 1172

El Vendedor de Felicidad

muchacho a su madre cuanto antes. –Es lo que había pensado – dijo

Aníbal

y

agregó,

aparentemente muy calmado: – si no fuera por lo avanzado de la hora, me iría ahora mismo. Pero te aseguro que mañana a las seis de la mañana nos iremos. Al escucharlo, el pequeño Manuel, que no se cansaba de preguntar a su padre por qué no 1173

Juan M. Taveras

lo llevaba de vuelta con su mami,

se

contento,

mostró lo

que

loco

de

Aníbal

interpretó como una señal de que su hijo tampoco lo quería. Y pensó: “Cada día es mayor mi convencimiento de que no hago nada vivo. A mí ya nadie me quiere. Ni siquiera mi propio hijo, que es lo único que tengo”

1174

El Vendedor de Felicidad

Sus pensamientos suicidas habían regresado esta vez para quedarse, agravados ahora por un

nuevo

sentimiento

y surgido

pernicioso de

una

simple expresión inocente de su pequeño hijo, todo lo cual confirma nuevamente, que los sentimientos

constituyen,

sin

duda alguna, la parte más sensible de la mente humana.

1175

Juan M. Taveras

Eran las cinco de la tarde del último domingo en las vidas de Aníbal y su hijo, cuando el padre tomó de la mano al pequeño,

y

sin

pronunciar

palabras, se encaminó a un paseo que lo llevaría junto al niño al otro lado del puente Duarte, situado a solo unas cuadras de la casa de su hermana. Llegaron al farolito, cruzaron el puente secó que 1176

El Vendedor de Felicidad

atraviesa la Avenida de Las Américas, giraron a la izquierda y empezaron a caminar de este a oeste hasta internarse en el puente. Caminaban despacio, porque el padre, inmerso en profundidades desconocidas y arropado por una multitud de sentimientos

encontrados,

se

desplazaba como un autómata. Era

una

insensible,

especie que

de

robot

caminaba 1177

Juan M. Taveras

movido

por

fuerzas

ciegas,

carentes de voluntad propia. Desde que salieron de la casa, Aníbal se había mantenido mudo. Marchaba ausente, como un enfermo terminal, que va al quirófano dormido, arrastrado contra su voluntad, pero sin oponer resistencia, porque ya nada le importa. Inconsciente, apretaba tan fuerte la manita derecha del 1178

El Vendedor de Felicidad

pequeño Manuel, que el niño tuvo que hacer un gran esfuerzo para zafarse, pese a lo cual Aníbal,

aprisionado

entre

aquellos barrotes imaginarios que

sus

sentimientos

de

venganza habían levantado en su derredor y entre los que en breve perecería con su hijo, continuó impasible, atravesado por una ráfaga de demencia total,

que

bloqueaba

por 1179

Juan M. Taveras

completo

su

entendimiento,

hasta el punto de ignorar el eco melodioso de la voz del hijo que tanto amaba y que sería, por un absurdo y despiadado designio del destino, su compañero del más desafortunado y largo de sus viajes. Y tal vez nunca hubiera despertado de ese sueño a no ser que el niño, se asiera nuevamente de su mano y hamaqueándolo dos veces con 1180

El Vendedor de Felicidad

todas las escasas fuerzas de que disponía, le preguntara: –Papi, papi ya cruzamos el puente. ¿Para dónde vamos? Aníbal, regresando de un oscuro viaje a lo desconocido, despertó

del

corto

sueno

invernal en que había caído desde el mismo instante en que salió de la casa de su hermana y contestó, recogiendo angustiado a

su

niño

del

suelo

y 1181

Juan M. Taveras

abrazándolo fuertemente contra su pecho, dijo: –Es que deseo comprarte un helado y no recuerdo bien donde está la heladería. –Pero si ya la pasamos papi. ¡Mírala, está detrás de ti!.... Dieron la vuelta y penetraron a la heladería. El niño tomó dos barquillas grandes que devoró rápidamente. Pidió refresco rojo, unas galleticas y bañado por la 1182

El Vendedor de Felicidad

brisa pura que solo se percibe en el mundo feliz de la inocencia, le dijo a su padre: –Papi,

móntame

en

tus

hombros para cruzar el puente a caballito, porque estoy algo cansado de caminar. Aníbal subió al niño sobre sus dos hombros y emprendió el regreso a la casa de su hermana, luciendo

algo

despejado.

Sorpresivamente se detuvo a 1183

Juan M. Taveras

mitad del puente. Contempló durante varios minutos las aguas turbias que corrían por debajo y como contagiado por toda la suciedad y el lodo inmundo por ellas arrastrado, quedó atrapado por un millón de pensamientos obscuros

que

cruzaban

en

diabólica caravana por su mente enferma,

empujándolo

colocarse tan

a

cerca de las

barandillas del puente, que el 1184

El Vendedor de Felicidad

niño,

entrado

en

frenético

pánico, gritó: –Papi, papito tengo mucho miedo. ¡Me caigo!.. ¡Papiii! Y repitió angustiado: ¡me caigo, papi, papi! ¡Papi, papi... . . . .! Una, otra y otra vez, cada vez con mayor fuerza, hasta que finalmente, ya casi en camino al precipicio, gritó con todo lo que tenía

1185

Juan M. Taveras

¡Bájame ya! ¡Bájame pronto! ¡Por favor papiiii! Pero aturdido,

Aníbal

permanecía

arropado

por

pensamientos infernales. Y solo despertó de su letargo, cuando una joven señora que cruzaba también el puente, se acercó, tocó fuertemente su espalda y dijo con enojo: –Oiga señor, ¿Está usted sordo? ¿Por qué no escucha los 1186

El Vendedor de Felicidad

gritos de su hijo? Él tiene miedo y le está pidiendo que lo baje… ¡Bájelo pronto! O aléjese de la baranda. ¿No se da usted cuenta que su hijito se le puede caer? Y. . . . . . – ¡No! ¡Nooo! ¡Eso nunca! – Dijo finalmente– un atolondrado y

visiblemente

confundido

Aníbal. En seguida bajó al niño de sus hombros, lo tomó de la 1187

Juan M. Taveras

mano y raudo, emprendió el regreso a la casa de su hermana. Para entonces, el suicida ya había madurado su plan. De manera que tan pronto regresó, empezó

a

conversar

animadamente con todos sus parientes. Les habló de sus problemas y de su mala suerte; de Ismenia y de cuánto lo había humillado; del pequeño Manuel, de lo mucho que lo quería y de 1188

El Vendedor de Felicidad

lo triste y pesaroso que le resultaría dejarlo solo. También, habló de cuánto agradecía a su madre

por

proporcionado

haberle algún

dinero

cada vez que necesitaba y, finalmente de su lamentable error de abandonar el seminario para casarse con Ismenia. Con cada

palabra

reflejaba

la

sentimientos

pronunciada, existencia

profundos

de que 1189

Juan M. Taveras

amargaban su vida y hacían insoportable

su

existencia.

Refería las palabras que Ismenia pronunciaba

cuando

quería

ofenderlo con sentimientos de profundo dolor. ¡Qué difícil se hace a los humanos comprender el enorme daño que pueden hacer con su lengua! Un famoso proverbio árabe lo 1190

resume

así:

“La

herida

El Vendedor de Felicidad

causada por una lanza puede curar, pero la causada por la lengua es incurable” Pasadas las 11 de la noche, todos sus parientes se retiraron a sus habitaciones. Solo Aníbal quedó de pie y pidió a su hermana

que

le

permitiera

sentarse en la galería porque no tenía sueño. Su mente era un torbellino de pasiones oscuras. La hermana asintió y él sacó una 1191

Juan M. Taveras

antigua y destartalada mecedora que había pertenecido a su abuelo paterno. Se sentó a la espera de que todos durmieran para ejecutar el macabro plan que en las últimas horas había configurado. Con el alma desgarrada por el sufrimiento y cargado de obscuros pesares, como Cristo frente al tabor, posó sus ojos en una estrella lejana que se le 1192

El Vendedor de Felicidad

antojó se movía impaciente, como si quisiera ocultarse de su mirada triste. Y pensó, en su loca demencia: ¿Por qué me huyes?

¿También

tú,

como

Ismenia, sin razón me odias? ¡Oh

fugaz

estrella

límpido

cielo!

¡Si

del

supieras

cuanto sufro! ¡Cuántos sueños baldíos se anidan en mi corazón herido! ¡Tal vez serías tú mi salvación y arrancarías de mis 1193

Juan M. Taveras

manos

este

amargo

cáliz,

plagado de veneno inmundo, que está a punto de arrancarme la vida y sepultar para siempre mi alma en el infierno! Mientras divagaba en estas utopías apretarse

inalcanzables, su

pecho

sentía al

comprender que su destino se precipitaba impetuoso, como un brioso corcel, hacia el fondo de un abismo que lo sepultaría vivo 1194

El Vendedor de Felicidad

y muerto para siempre. Y sin embargo esta no era más que la otra cara de la moneda falsa en que

se

debatía

su

cruel

existencia. Porque la súplica a la estrella del lejano cielo, solo reflejaba sus ansias de vivir, porque adoraba a Ismenia con toda su mente y con todo su ser y porque su pequeño hijo era su dios y deseaba elevarlo a los altares. 1195

Juan M. Taveras

En ese momento previo a la consumación

del

suicidio,

inmerso Aníbal en un espacio sin tiempo, y desplazándose a galope

hacia

una

eternidad

mugrosa y sedienta, dos gruesas lagrimas

rodaron

por

sus

mejillas, al comprender que su fin

había

llegado

irremisiblemente. ¡Ismenia! ¡Ismenia! Gritó de repente y tan fuerte que temió 1196

El Vendedor de Felicidad

despertar a sus parientes. ¡Oh Ismenia! ¿Por qué me has abandonado?

¿Por

qué

me

ofendiste tanto? ¿Por qué me arrastras a la muerte? Hubiera bastado una palabra tuya, un gesto, una simple sonrisa para que mis sentimientos renacieran y cortaran la soga que me ahoga. Hizo una pausa sedienta. Metió entonces la mano en su bolsillo y sacó un montón de 1197

Juan M. Taveras

papeles arrugados y manchados por la humedad. Empezó a revisarlos uno a uno y a apartar a algunos del total. Cuando hubo terminado, dejó un grupo fuera y despedazó los demás. El primer

papel

contenía

los

versículos 2:24 y 2:25 del Génesis de la Biblia. El segundo contenía los siguientes trozos de la canción “Congoja” del gran

1198

El Vendedor de Felicidad

compositor

puertorriqueño

Rafael Hernández: “Por más que quiero no te puedo olvidar, porque mi vida supiste

envenenar,

con

un

cariño que no ha dejado en ti, la misma herida que sangra en mí. Más que te importa un pecho que solloza, si ya en el corazón tú lo has herido, porque nunca tú has sentido su congoja. 1199

Juan M. Taveras

Yo solo he de llorar tanta amargura, yo solo he de pagar esta condena, pero tengo que ahogar

mi

amarga

pena,

por un amor que hace sangrar mi corazón” El tercero de “Si nos Dejan” del compositor mejicano José Alfredo Jiménez. Y otros que constituían un grito desesperado del amor que sentía por Ismenia y de la herida mortal que su 1200

El Vendedor de Felicidad

rechazo había causado en sus sentimientos heridos. Pero había otro papel. Uno muy especial cuyo contenido era casi ilegible y sin embargo, un pequeño esfuerzo por entender su contenido, permitía entrever la intención de Aníbal de dejar escrito el triste epitafio de su vida cruel, haciendo suya las hermosas y a la vez lúgubres

1201

Juan M. Taveras

estrofas escritas por el gran poeta azuano Héctor J. Díaz en:

LO QUE YO QUIERO

Que nadie me conozca y que nadie me quiera. Que nadie se preocupe de mi triste destino. Quiero ser incansable y eterno peregrino

1202

El Vendedor de Felicidad

que camina sin rumbo porque nadie le espera.

Que no sepan mi vida, ni yo sepa la ajena. Que ignore todo el mundo si soy triste o dichoso. Quiero ser una gota en un mar tempestuoso o en inmenso desierto, un granito de arena...

1203

Juan M. Taveras

Caminar mundo adentro solo con mis dolores. Nómada, sin amigos, sin amor, sin anhelos, que mi hogar sea el camino, mi techo sea el cielo y mi lecho las hojas de algún árbol sin flores...

Cuando ya tenga polvo de todos los caminos Cuando ya esté cansado de 1204

El Vendedor de Felicidad

luchar con mi suerte, me lanzaré en la noche sin luna, hacia la muerte. De donde no regresan jamás los peregrinos

Y morir una tarde cuando el sol triste alumbre, descendiendo un camino o ascendiendo una cumbre, pero donde no haya quien me pueda enterrar. 1205

Juan M. Taveras

Y que mis restos ya polvo los disipen los vientos, para que cuando ISMENIA sienta remordimientos no se encuentre mi tumba, ni me pueda rezar... Al

final

de

la

página

aparecía esta nota: Poema

del

gran

poeta

azuano Héctor José Díaz, que dice todo lo que soy y como 1206

El Vendedor de Felicidad

terminará

mi

desgraciada

existencia. Revisó cada trozo de papel con la luz de los recuerdos y al terminar de leer este último, el pobre

Aníbal,

bañado

en

lágrimas y cansado ya de sufrir, entendió llegado el momento final: -¿Para qué esperar más? Si ya no hay remedio para mí. Mi vida llegó a su fin. 1207

Juan M. Taveras

Entró a la casa, se contempló de soslayo en el espejo, y escuchó a su otro yo decirle algo. Se miró de nuevo y al verse tan desfigurado, triste y reprimido por la voz recóndita de su conciencia, recordó al Harry del Lobo Estepario y reencarnando

sus

gestos

y

expresiones frente al espejo, dijo: –Aníbal ¿Qué haces ahí? 1208

El Vendedor de Felicidad

–Nada –dijo el espejo– No hago más que esperar. Espero a la muerte. – ¿y dónde está la muerte? –Ya viene –dijo el Aníbal del espejo– Dicho lo cual, el Aníbal que estaba frente al espejo, salió de la casa y como loco, corrió en dirección al puente Duarte. Se lanzó tan de prisa detrás de la diosa negra que todo el mundo 1209

Juan M. Taveras

rehúye, que a doscientos metros de su alevoso destino, se vio precisado a detenerse para tragar aire

fresco.

El

impulso

incontenible que lo llevaría a la muerte se detuvo a la fuerza. La debilidad lo había traicionado. Tan cansado, como un atleta que ha dado la vuelta al mundo sin detenerse un instante, se sentó en los primeros escalones que encontró a su paso, a recuperar 1210

El Vendedor de Felicidad

el aliento perdido en su loca carrera hacia la nada. Respiraba

con

dificultad.

Sentía que su pecho explotaba. Y sin saber por qué sintió un repentino temor a la muerte y escuchó una voz interior que le decía: “Qué estúpido eres Aníbal”. ¿Te vas a matar? Ja, ja, ja, ja….

1211

Juan M. Taveras

¿Y qué pasará con Ismenia, tu cruel verdugo sentimental?: Te aseguro que seguirá su vida feliz y contenta. ¿Y del pequeño Manuel? ¿Qué será de él? ¿Lo dejarás en las manos de tu verdugo para que se cebe contra él, lo culpe de todo y lo maltrate sin piedad como

ha

hecho

estúpido infeliz?

1212

contigo,

El Vendedor de Felicidad

¿Qué te imaginas que hará Ismenia mucho antes de que tus restos hechos polvo los disipen los vientos, como tú deseas? Solo se alegrará de tu inútil suicidio. Se casará con otro y tu arderás para siempre en el infierno de colores que el diablo tiene reservado para los tontos como tú” ¡Jajajajaj……,

Jajajaja….

jaja….!!! 1213

Juan M. Taveras

Confundido y engañado una vez más por estos pensamientos lastimosos, Aníbal se levantó sobre sus pies y prosiguió su camino, determinado a cumplir su plan de lanzarse al vacío desde el lugar que previamente había seleccionado. Llegó hasta allí determinado a procurarse una muerte cruel y solitaria lanzándose al vacío para chocar con el pavimento 1214

El Vendedor de Felicidad

infame

que

rompería

su

lastimosa vida en mil pedazos. En

el

último

instante,

sin

embargo, y nadie sabe por qué, cambió de parecer y volvió a la casa

más

confundido

y

desquiciado que nunca. No entró, sino que se sentó en la vieja mecedora que había sacado a la galería y envió de nuevo sus ojos al cielo en busca de la estrella que antes había 1215

Juan M. Taveras

huido de su mirada esperanzado, esta vez, en que ese faro vivo de luz celestial, enviara, desde su estancia en la lejana pléyade del cisne, algo: un furtivo milagro, tal vez, que le devolviera la fe perdida en el laberinto de una vida triste y austera, que no le sirvió nunca nada que no fuera angustias, sufrimientos

1216

desengaños, y

un

abismo

El Vendedor de Felicidad

oscuro, un sendero directo hacia la muerte. De pronto,

imágenes de

algunos momentos felices en su vida

azarosa,

se

deslizaron

frescos en su mente afiebrada y revivieron

recuerdos

que

avivaron su miedo a la muerte e hicieron

más

cruel

su

determinación de suicidarse: –He tratado –se dijo– de vivir el mundo de ellos, el 1217

Juan M. Taveras

creado por los otros, mientras renegaba siempre del mío. Me fui al seminario porque entendí que la misión más sagrada del hombre es servir a Dios y a sus semejantes. Fueron días felices aquellos, ¡jamás podría negarlo!, pero Ismenia apareció en mi camino y envolvió mi vida en tinieblas. ¡Oh Dios! ¡Pero qué delicia, que momento estelar en mi sombría existencia, aquel en 1218

El Vendedor de Felicidad

que me fui con ella por primera vez a la cama! ¡Cómo se estremecía mi cuerpo sediento al juntarse al suyo y alcanzar el riachuelo

encantado

de

su

presencia! ¡Y qué miedo, que temor, que repulsión insensata sentía al practicarle al sexo! Mis años

de

seminarista

habían

despertado en mí un sentimiento de estúpida aversión al más divino y bello de todos los actos 1219

Juan M. Taveras

humanos.

Recuerdo

aún

el

éxtasis milagroso que sentí al penetrar su sexo ardiente y mojado. Sacié dentro mi pasión desenfrenada, mi ardiente sed por tanto tiempo reprimida y bañé, mi hasta entonces inocente pasión, en las aguas tibias que brotaban limpias de las entrañas de Ismenia. Y luego, ¡oh Dios del

universo!

abrazador, 1220

un

un

fuego momento

El Vendedor de Felicidad

grandioso que ni tú, ni nada ni nadie, ni siquiera la muerte podrán jamás borrar de mis sentidos: como un niño en posesión del juguete añorado, me mecí en los aires, navegando en alas de musas celestiales, que tocaban armonios y violines encantados

para

celebrar

conmigo mi primer encuentro con el divino sexo.

1221

Juan M. Taveras

¡Oh Ismenia! ¿Es que no comprendes que no quiero, que no puedo vivir sin ti? ¡Oh soberana de mis gozos y desventuras! Será mi supremo sacrificio el que, después de todo,

te

cante

con

ritmas

encantadas, los últimos deseos de un prófugo de la muerte: “Desde que de mi te alejaste amada mía, cual fugaz estrella del límpido cielo, se quedó 1222

El Vendedor de Felicidad

vacía mi huérfana vida y mis ojos tristes se quedaron ciegos. Te ruego que vuelvas, pléyades del cisne, favorito vivo de luz celestial, traes de tu existencia un rayo a mis ojos que quiero de nuevo volverte a mirar” ¡Ven, ven pronto amor mío! que te espero, te espero angustiado en la antesala obscura de un viaje sin regreso, para que seas tú, ¡hermosa y radiante como la 1223

Juan M. Taveras

diosa Freyja!, mi compañera de viaje a la eternidad, y no el feo y

repugnante

Bhaal,

quien

presuroso y risueño en su pérfido papel de dios de la muerte, me lleve, en su nave del misterio, al espacio sin tiempo donde reinan las Erinias que castigan por siempre a los alienados por amor. Empapado en lágrimas y envuelto 1224

en

un

llanto

El Vendedor de Felicidad

incontenible, Aníbal se quedó dormido a la espera de su final encuentro

con

la

muerte.

Despertó con el cantar de los gallos y en seguida levantó al pequeño Manuel. Lo abrazó y besó tiernamente. Lo bañó. Lo vistió. Le dio algo de comer y emprendió,

sin despedirse de

nadie, a las seis y veinte minutos de la mañana de aquel trágico

1225

Juan M. Taveras

lunes 24 de agosto, lo que sería un fatídico viaje sin regreso. Montó

al

niño

en

sus

hombros y se dirigió al puente Duarte. Su pobre e inocente hijo, iba radiante de contento porque regresaría a casa y besaría de nuevo a su mami. Lleno de

inocente emoción

repitió tres veces en los oídos de Aníbal: Papi… papi, pipi, sin

1226

El Vendedor de Felicidad

que su padre pareciera prestarle atención. Caminaban sobre el puente en dirección al lugar de la tragedia,

cuando

el

niño

balbuceó de nuevo: –Papi está muy lejos mi Mami. Es que quiero verla pronto. ¡La quiero tanto Papi!.. Al escuchar implorante la voz tierna del pequeño Manuel añorando el reencuentro con su 1227

Juan M. Taveras

madre, a Aníbal se le metió el diablo

dentro

y

perdió

definitivamente los estribos. Mil demonios tomaron en tropel posesión de su alma enferma y un

impulso

incontenible

encendió de golpe todos los sentimientos, resentimientos y delirios de venganza que Aníbal llevaba dentro. Bajó de un tirón al niño de sus hombres, tomó su teléfono celular y escribió un 1228

El Vendedor de Felicidad

mensaje de texto contentivo de todo el despecho y sed de venganza que lo arrastraban a un horripilante crimen y posterior suicidio: “Ismenia, maldita, te voy a dar donde te duela para que sepas todo el daño que me hiciste” Metió nervioso su celular nuevamente en el bolsillo, y con la furia de un toro salvaje, 1229

Juan M. Taveras

levantó al indefenso niño, lo lanzó de repente al vacío y con el mismo impulso, ante la mirada estupefacta de decenas de transeúntes y automovilistas que cruzaban el puente a esa hora

de

la

mañana,

el

desgraciado Aníbal se lanzó también al precipicio, muriendo ambos al instante. De esta forma horripilante y trágica se consumó un drama 1230

El Vendedor de Felicidad

sentimental que permanecerá por siempre como muestra viva de hasta dónde los sentimientos pueden altear el buen vivir, no solo de uno, sino de toda la especie humana. De todo esto, se puede extraer una lección “Cuidaos

única:

de

los

sentimientos venenosos. Ellos constituyen el camino corto

al

sufrimiento

más y

la

infelicidad” 1231

Juan M. Taveras

–Y esto fue todo. Aquí termina el ejemplo. Tal vez resultó algo extenso, pero no quise recortarlo por entender su importancia para manejar el delicado

tema

de

los

sentimientos. – ¡Qué historia más cruel y triste! –dijo Joel, con los ojos humedecidos

y

la

entrecortada por la emoción.

1232

voz

El Vendedor de Felicidad

–Ajnacom asintió –y dijo– Todo lo ocurrido en esta triste historia,

constituye

pálido reflejo,

solo

un

una pequeña

muestra, que apenas si alcanza para comprender, hasta donde los sentimientos, sobre todo los ocultos, miembros

aquellos de

sus

que

los

especie

retienen en las profundidades de su mente sin comunicarlo a nadie, pueden acarrear dolor, 1233

Juan M. Taveras

sufrimiento,

amargura

y

llevarlos a un estado depresivo insoportable

que

puede

conducirlos al suicidio y a la comisión horrendos.

1234

de

crímenes

El Vendedor de Felicidad

1235

Juan M. Taveras

30 –De regreso al tema de la mente,

–continuó

el

extraterrestre– te hablaré ahora de los pensamientos y sus efectos para terminar mañana en con el tema de la mente, y luego recrear un caso muy importante, que retrata de cuerpo entero, las grandes querellas existenciales, 1236

El Vendedor de Felicidad

que juntas a los verdaderos cuatro jinetes del apocalipsis que, como veremos, son la enfermedad, la vejez, la soledad y la muerte, amargan de común la vida de todos los humanos. –En la sinopsis que vimos anteriormente relativa

a

los

componentes mentales, aparecen los instintos en el centro del esquema

debido

a

que

constituyen el primer escalón de 1237

Juan M. Taveras

la mente y también el impulso natural que precede a la razón para la conservación de la vida. Sin

ellos,

sería

imposible

sobrevivir y, en conjunto, los instintos configuran una especie de mente instintiva, de la que heredamos

una

conductas

serie

que

de

vienen

etiquetadas en nuestros genes como un producto de la herencia evolutiva 1238

y

familiar

de

la

El Vendedor de Felicidad

especie humana, o mejor aún, de todos los seres vivos, porque, en general, los animales reaccionan instintivamente de forma muy parecida

al

ser

humano.

Además, todos nacemos dotados de una segunda mente (mente experiencial) que viene siendo una especie de libro en blanco que traemos al llegar a este mundo y donde escribiremos las experiencias, el aprendizaje que 1239

Juan M. Taveras

surge del choque constante, del forcejeo

que

durante

todo

nuestra existencia, se produce entre

instintos,

emociones

sentimientos y pensamientos. –No alcanzo a comprender – dijo Joel– como entre la mente instintiva y la experiencial se da un forcejo constante. –Imagínate, por ejemplo, a una persona hambrienta y sin dinero 1240

que

entra

a

un

El Vendedor de Felicidad

supermercado. Su instinto de conservación lo llevaría a robar alimento para sobrevivir, pero su mente experiencial lo frena, recordándole: “el que roba va a la cárcel y la gente lo repudia” Esto, naturalmente, produce a la persona

que

reprime

sus

instintos, una frustración, un sentimiento contra la sociedad, que con sus normas, le impidió cumplir su programa instintivo. 1241

Juan M. Taveras

Lo mismo ocurre cuando un hombre ve a una mujer atractiva y su instinto sexual lo mueve para abordarla. Su experiencia lo hace razonar y retrocede. –Pero ¿de qué mecanismo – preguntó Joel– se vale la mente experiencial para frenar

los

instintos? –Se vale de los pensamientos que constituyen el medio que utiliza la mente, vista como un 1242

El Vendedor de Felicidad

todo, para crear respuestas a las situaciones que constantemente se

presentan

y

que

deben

afrontarse poniendo en juego la dos mentes teóricas: la instintiva y la experiencial. Pero además, los pensamientos juegan otro papel no menos importante: Son el medio que utiliza la mente para llevar a cabo su función creativa: pienso en construir un edificio y al hacerlo materializo 1243

Juan M. Taveras

mis pensamientos; pienso en tener un auto y pongo mis habilidades en movimiento para lograrlo; pienso que me gustaría ser ingeniero y estudio para lograrlo, pero también, como en el caso de Aníbal, pienso en matar a alguien y busco la forma de ejecutar mi plan o pienso en buscar mi felicidad y la consigo. En fin, todo lo que hace el ser humano, desde lo más trivial 1244

El Vendedor de Felicidad

hasta

generar,

como

Adolf

Hitler, una guerra mundial, son creaciones del pensamiento. En otras palabras, los pensamientos tienen

poder

para

hacernos

ganadores o perdedores y para hacernos felices o desgraciados. Por generaciones –continuó Ajnacom– a los humanos se les ha enseñado que no vale la pena pensar porque solo Dios conoce la misión que cada uno tiene en 1245

Juan M. Taveras

la vida, razón por la cual, todos están

irremisiblemente

marcados por el destino. Esa errónea creencia solo contribuye a inhibir la capacidad que cada uno tiene de pensar y de tomar decisiones. La verdead es que la incertidumbre

sobre

lo

que

supuestamente el destino te tiene reservado, te convierte en una persona que no sabe lo que quiere, y te lleva a pensar: “Para 1246

El Vendedor de Felicidad

qué saber lo quiero si ya existe un plan divino que se impondrá de todas maneras” Asumir esa postura reduce a “0” el poder creador del pensamiento. En

Schwerta,

ocurría

lo

mismo. Se nos inculcaba desde la niñez, junto a otras ideas no menos absurdas, la creencia estoica del destino, como algo fatal

e

inexorable

que

se

sobreponía a nuestros planes y 1247

Juan M. Taveras

terminaba

imponiendo

sus

designios por encima de nuestra voluntad.

Como

resultado

estábamos en constante lucha interior contra nosotros mismos. En otras palabras, al igual que los humanos, los Schwertanos enfrentábamos también el difícil dilema del lobo estepario. –En un par de ocasiones – interrumpió

Joel–

ha

mencionado usted el dilema del 1248

El Vendedor de Felicidad

lobo estepario.

Me gustaría

saber el significado de ese dilema. –

El

Ajnacom–

dilema

–respondió

es compartido por

toda la especie humana, porque todos poseen dos mentes en continuo conflicto: una humana (lógica-racional, experiencial) y la otra “lobuna” (instintiva, su parte animal, la que responde a los instintos y a lo puramente 1249

Juan M. Taveras

irracional). De ahí entonces, que resulte tan difícil al ser humano pensar con claridad, porque sus pensamientos están en constante conflicto con su naturaleza. En consecuencia, lo próximo, lo razonable,

lo

sensato,

es

conocer, lo mejor posible, los pensamientos y prepararse para controlarlo

a

través

conocimiento y la voluntad.

1250

del

El Vendedor de Felicidad

El acto de "pensar" Joel, es algo que se da por hecho y jamás nos detenemos a medir sus efectos. La mente es una máquina

que

pensamientos nunca

y,

sin

produce detenerse

consecuentemente,

estamos permanentemente en estado de creación, de cambio de perspectiva y de cambio de ánimo, aunque inconsciente la mayoría de las veces. 1251

Juan M. Taveras

Ahora bien –prosiguió el gran maestro alienígeno– si pensamos

continuamente,

es

evidente que la felicidad, al menos

la

individual,

estrechamente

ligada

está a

los

pensamientos y es igualmente evidente que para entender sus efectos, es preciso tener en cuenta pensamientos

que

nuestros ni

son

automáticos ni independientes, 1252

El Vendedor de Felicidad

sino que son influidos por las experiencias vividas por cada uno, las que a su vez, contienen ingredientes

instintivos,

emocionales y sentimentales que convierten

en

ilusiones,

la

mayoría de las veces falsas, a las imágenes

creadas

pensamientos,

todo

por

los

lo

cual

tiende a obstaculizar e incluso a dañar la mente.

1253

Juan M. Taveras

– Me es difícil comprender– dijo

Joel–

cómo

pensamientos

los pueden

obstaculizar la mente. –Se

debe

pensamientos

a

que

los

invariablemente

se contaminan cuando acuden a la memoria. La mente es un gran almacén donde guardas todo lo aprendido y todas tus vivencias. Pero tú no guardas ni tus vivencias 1254

ni

lo

que

has

El Vendedor de Felicidad

aprendido exactamente como ocurren los hechos, sino que todo

lo

asocias

con

tus

experiencias pasadas, con tu entorno físico, con tus creencias y creas imágenes condicionadas que, en general, tienden a desnaturalizar los pensamientos. Es preciso considerar también, que la mente no parece estar capacitada para distinguir entre pasado, presente y futuro, factor 1255

Juan M. Taveras

que contribuye decisivamente en la

desnaturalización

de

los

pensamientos. Por eso hay que monitorearlos

constantemente,

para lo cual nos valemos del conocimiento y de la voluntad. –Regresa a mi mente ahora – intervino Joel– la idea de educar para la felicidad, porque quien conoce

los

pensamientos

efectos

de

los tiene

necesariamente que estar mejor 1256

El Vendedor de Felicidad

preparado para enfrentar los vaivenes

generalmente

aparentes de la vida que quien lo atribuye todo al destino o al capricho de los dioses. –Es absolutamente correcto tu razonamiento Joel y te invito a reflexionar sobre lo siguiente: –La tecnología ha puesto de moda

estudiar

los

procesos

mentales estableciendo analogía entre el funcionamiento de la 1257

Juan M. Taveras

mente y el funcionamiento de los ordenadores. Al considerar este método, es preciso tener en cuenta que si bien la memoria de los humanos funciona en forma parecida a la de un computador: se acude a ella en busca de respuesta a todo, es preciso destacar, que la manera en que la una y el otro procesan las informaciones almacenadas, difieren enormemente. 1258

El Vendedor de Felicidad

–Me

confunde

usted



interrumpió el banquero– De hecho, todo el mundo compara la memoria del computador con la memoria almacenada en el cerebro humano, y siendo ambas repetitivas, no alcanzo a ver en que difieren. –Si te fijas bien, notarás que la memoria del computador contiene almacenadas

informaciones y

ordenadas 1259

Juan M. Taveras

sistemáticamente

en

un

dispositivo determinado para dar respuestas

específicas

a

problemas específicos, lo que indica que la memoria del computador está formada por un solo elemento: la lógica. Es por eso

que

la

“mente”

del

computador es absolutamente racional y, por consiguiente, recuerda exactamente lo que se le ha enseñado; contesta solo las 1260

El Vendedor de Felicidad

preguntas que se le formulan; no comete

errores;

no

crea

imágenes falsas ni divaga, y su conducta es siempre la misma. En otras palabras, el ordenador es solo una máquina, un robot que ejecuta mandatos sin pensar y

su

“mente”

es

siempre

repetitiva y no acumula ni arrastra

experiencias

por



misma, fuera de lo que lo que se le haya enseñado. 1261

Juan M. Taveras

Por el contrario, la memoria del individuo no nace solo de la razón

–eso sería ideal y el fin

del sufrimiento humano– ni es tampoco el producto de un artificio electrónico, ni de un programa previamente diseñado y colocado en la mente para repetir siempre la misma cosa, sino

que

la

memoria

del

individuo es dual: es lógica, experiencial 1262

y

a

la

vez

El Vendedor de Felicidad

instintiva, acudes

irracional.

al

Cuando

almacén

de

tu

memoria en busca de respuesta a algún

problema,

tienes

que

recordar la lucha en que se debaten constantemente tus dos mentes: la lógica, que lo ve todo a la luz de la razón, y la instintiva, instintos, sentimientos

que

influida

por

emociones

y

aculados

por

1263

Juan M. Taveras

generaciones, crea, fábrica su propia verdad. Pero… además –agregó con énfasis el maestro de Schwerta– lamentablemente,

la

mente

experiencial no está formada únicamente por las experiencias vividas por el individuo durante sus años de existencia, sino que contiene

experiencias

acumuladas durante millones de años, 1264

que

son

transmitidas

El Vendedor de Felicidad

genéticamente con el agravante de

que

los

genes

así

transmitidos, se copian en forma distinta en cada persona nacida, resultando que los hijos de una misma pareja

son física

y

psicológicamente diferentes. Y, por extensión, todos los seres humanos

resultan

también

distintos, hasta el punto de que cada uno es único e irrepetible. Esta realidad plantea serios 1265

Juan M. Taveras

inconvenientes,

no

solo

al

individuo, sino también a la sociedad. ¿En qué forma –preguntó Joel– puede la memoria pasada o memoria experiencial, afectar al individuo? –Porque arrastra instintos, emociones y sentimientos que provienen, no solo del corto ciclo de tu vida actual, sino del pasado remoto de tu especie e 1266

El Vendedor de Felicidad

incluso, tal vez, hasta de tus vidas pasadas. ¿Y qué ocurre a la hora de pensar? instintos,

Que esos

emociones

y

sentimientos pasados invaden la mente y distorsionan la verdad creando particularizados

pensamientos y

condicionados, que dejan de lado la realidad del momento, la razón y la lógica, para buscar una respuesta experiencial que 1267

Juan M. Taveras

resulta de mezclar lo presente con lo pasado o con un futuro ilusorio. Es por eso que el pensamiento

siempre

está

activo, dialogando internamente y fluctuando entre el pasado y el futuro, porque en todo momento busca, en el almacén de la memoria,

referencias

para

justificarse. Es también por todas esas razones, que la mente termina 1268

El Vendedor de Felicidad

por captar la imagen como la persona quiere o no quiere que sea,

resultando

experiencia

no

que es

la

vivida

plenamente tal cual es sino que es archivada en la mente en forma de logro o frustración, motivo por lo que, los mismos hechos, los mismos recuerdos, son construidos y almacenados de manera distinta en la mente de cada individuo y es por eso 1269

Juan M. Taveras

que las personas reaccionan en formas

diferentes

ante

los

mismos hechos. En el caso de Aníbal, para citar un ejemplo, éste reaccionó al impulso de sus sentimientos

y arribó a

la

desacertada conclusión, de que la mejor o única forma de vengarse

de

Ismenia

era

matando a su hijo y luego suicidándose.

Millones,

en

cambio, que pudieran enfrentar 1270

El Vendedor de Felicidad

la misma situación que Aníbal, tal vez simplemente optarían por buscar otra pareja. Es, al menos hasta ahora, muy difícil, por no decir imposible, predecir la forma

en

que

cada

uno

reaccionará frente a los mismos hechos. –Escuchándolo a usted –dijo el banquero– se podría arribar a la conclusión de que el pensar es malo. 1271

Juan M. Taveras

Antes

de

contestar,

el

extraterrestre bosquejó una leve sonrisa. Y dijo: –Si el pensar fuera malo, tendríamos que dejar de pensar ¿y qué seriamos sin el auxilio de la

fuerza

creadora

pensamientos?

No

de

los

Joel.

El

pensar no es malo. Los que podrían resultar dañinos son sus efectos que como en el caso de Aníbal, pueden destruir tu vida 1272

El Vendedor de Felicidad

y las de los tuyos. Los dos ejemplos

que

siguen,

te

ayudaran a comprender mejor los pensamientos y sus, a veces, dañinos efectos. El ejemplo que sigue trata de una historia clásica que utilizan los maestros en las prácticas de yoga: “A la caída de la tarde, al volver a su pueblo, se da usted cuenta, lleno de horror, que 1273

Juan M. Taveras

acaba de poner los pies sobre una cobra extendida a través del camino. Da un saltito hacia atrás, con el corazón latiéndole muy fuerte y con los cabellos de punta. Piensa que habrá muerto antes de llegar al pueblo. Pero la serpiente permanece inmóvil. La mira entonces mejor, con más calma….y comprende que lo que había tomado por una cobra no es más que un trozo de 1274

El Vendedor de Felicidad

cuerda. Pero ya para entonces, el pensamiento

“es

una

cobra

venenosa la que me mordió” “voy a morir” había desatado una gran tormenta emocional cuyos efectos son exactamente iguales

a

efectivamente

si

la lo

cobra hubiera

mordido” –El segundo ejemplo, es más dramático y trata sobre un experimento hecho en Phoenix, 1275

Juan M. Taveras

Arizona, por un científico que quería

probar

pensamientos

que

falsos

que

los se

incrustan en la mente, producen los mismos efectos que los verdaderos y para probar su teoría, el científico necesitaba un voluntario que le permitiera llevar el experimento hasta sus últimas consecuencias. El

médico,

finalmente

consiguió al hombre deseado en 1276

El Vendedor de Felicidad

una cárcel pública. Se trataba de un condenado a muerte que sería

ejecutado

en

la

penitenciaría de St. Louis, en el estado de Missouri, donde existe aún la pena de muerte y se ejecuta en la silla eléctrica. El

científico

propuso

al

voluntario que participara de un experimento científico, en el cual le sería hecho un pequeño corte en el pulso, lo suficiente 1277

Juan M. Taveras

para permitir gotear su sangra hasta la última gota. Se le informó, al mismo tiempo, que tenía el chance de sobrevivir, en caso que la sangre coagulase. Si eso sucediera, él sería liberado; en caso contrario, fallecería por pérdida de sangre y, en ese caso, tendría

una

muerte

sin

sufrimiento y sin dolor. El condenado

aceptó,

pues

le

pareció preferible a morir en la 1278

El Vendedor de Felicidad

silla eléctrica, y porque además, que con el experimento tendría un chance de sobrevivir. Para iniciar el experimento, el condenado fue colocado en una cama alta de hospital y su cuerpo amarrado para que no pudiera

moverse.

A

continuación se hizo un pequeño corte en su pulso y abajo fue colocada una pequeña vasija de aluminio. Se hizo saber al 1279

Juan M. Taveras

condenado que oiría su sangre gotear en la vasija. Luego, se le hizo un corte superficial que no alcanzara

ninguna

arteria

o

vena, pero suficiente para que el condenado sintiera que su pulso había sido cortado. Entre tanto, y sin que el condenado supiera, debajo de la cama se colocó un frasco de suero con una pequeña válvula, y al momento en que se cortó el pulso, se abrió también 1280

El Vendedor de Felicidad

la válvula del frasco para que el condenado creyese que era su sangre la que caía en la vasija, cuando lo que en verdad caía era el suero que goteaba del frasco. Pero el condenado no lo sabía. Se inició el proceso y cada 10 minutos, el científico, sin que el condenado lo viera, cerraba un poco más la válvula y el goteo disminuía. Mientras tanto, el condenado creía que era su 1281

Juan M. Taveras

sangre la que manaba de sus venas. Con el paso del tiempo, el condenado fue perdiendo color y quedando cada vez más pálido. Cuando el científico cerró por completo la válvula, el goteo paró y el condenado tuvo un paro cardíaco. Murió, sin ni siquiera haber perdido una gota de sangre. – ¿Y qué paso? –Preguntó Joel– conmovido por el fatal 1282

El Vendedor de Felicidad

desenlace, aunque sabía que el condenado no había perdido ni una gota de sangre en el experimento. –Simplemente la mente creó una situación que se cumplió al pie de la letra. Y con el experimento,

el

científico

consiguió probar que la mente humana,

guiada

por

los

pensamientos, cumple al pie de la letra con las órdenes que le 1283

Juan M. Taveras

son

enviadas,

sin

discernir,

como haría una máquina, si esas órdenes son reales o falsas, o si son positivas o negativas. Esta historia enseña que se debe estar alerta para filtrar los mensajes que los pensamientos envían a la mente, pues ella no distingue lo real de la fantasía, lo cierto de lo equivocado, lo bueno de lo malo, ni el presente del futuro ni del pasado. La 1284

El Vendedor de Felicidad

mente

simplemente

graba,

almacena y cumple lo que le es enviado. Aquí cobra fuerza de nuevo

el

mensaje

bíblico:

“como piensas dentro de ti, así es” De esa suerte Joel, "Quien piensa en fracasar, fracasó ya antes de comenzar" porque los pensamientos son dueños de ti. En realidad, llega un momento en dejas de ser tú y te conviertes 1285

Juan M. Taveras

en zombi, en marioneta de tus pensamientos, proceso que debe ser monitoreado todo el tiempo, por

sus

efectos

altamente

dañinos para la salud física y mental del individuo. – ¿Existe alguna forma de zafarse

totalmente

de

los

pensamientos? Preguntó Joel. –No solo hay forma de deshacerse de los pensamientos,

1286

El Vendedor de Felicidad

sino que es relativamente fácil lograrlo. – ¡Fácil! cuestionó

¿Y cómo? Joel,

en

– tono

visiblemente burlón. –Te lo explicaré, usando como ejemplo tu propio caso: ¿Te acuerdas del estado penoso en que tus pensamientos te habían colocado antes de entrar por primera vez a la casa mágica? 1287

Juan M. Taveras

–Lo recuerdo perfectamente. –

Bien,

¡Tú

eras,

para

entonces, un verdadero desecho! Porque

tus

pensamientos

negativos se habían apoderado de tu ser y te habían llevado a un estado emocional en que tu cuerpo estaba siendo atacado por nausea, dolor de cabeza, alta temperatura,

aceleración

del

pulso y otros efectos colaterales producto de un completo y 1288

El Vendedor de Felicidad

peligroso desorden mental que podía llevarte a la enajenación, al suicidio o simplemente a la tumba. ¿Y qué ocurrió? –Que

de

la

interrumpió Joel–

nada,

apareció,

como por arte de magia, pequeño

letrero



que

un decía:

“VENDO FELICIDAD. Siga la fecha” y en minutos, lo cambió todo.

1289

Juan M. Taveras

–Efectivamente

–dijo

Ajnacom– En tu caso, un hecho inesperado, te indujo a tomar una acción que distrajo tu atención en los problemas del banco y te

liberó

de los

pensamientos que te estaban destruyendo. En otras palabras, tan pronto la curiosidad te empujó a entrar en la casa mágica, tu mente se deshizo de los pensamientos negativos que 1290

El Vendedor de Felicidad

la bloqueaban y se concentró en lo que ocurría en ese momento; se concentró en el ahora y dejaste

de

pensar

en

los

problemas, imaginarios o reales, que te agobiaban, y a partir de ese momento, en tu mente, liberada del pensamiento que la ocupaba, solo había espacio para la curiosidad despertada por aquel extraño letrero: “VENDO FELICIDAD. Siga la fecha” Y 1291

Juan M. Taveras

como la mente es, de hecho, un espacio tan reducido que no cabe más de un pensamiento a la vez, lo ocurrido en tu caso se puede sintetizar diciendo que un pensamiento reemplazó al otro pensamiento. O, dicho de otro modo, se cumplió el dicho popular que reza: “un clavo saca otro clavo”. Así de fácil es deshacerse de los pensamientos y de los 1292

El Vendedor de Felicidad

problemas. Es como cambiar de canal cuando estás frente a la televisión. Todo se reduce a cambiar un pensamiento por otro. Lo sorprendente es Joel, que cuando

cambias

de

pensamiento, sea porque tomes una

nueva

cualquier

acción

otro

o

por

motivo,

ese

simple cambio anula todos los problemas

asociados

al 1293

Juan M. Taveras

pensamiento anterior y te ubicas en una nueva dimensión de la mente. La verdad es que los problemas solo existen en la imaginación. Son creados y mantenidos

por

los

pensamientos. De manera que si matas al pensamiento, matas también los problemas por el creado. En otras palabras, la felicidad es un estado mental.

1294

El Vendedor de Felicidad

A prima fácil, el pensar parece la máxima expresión de la razón. Y esa percepción, que llevó

a

formular

René una

Descartes

a

ecuación

filosófica, que en su tiempo se creyó perfecta: “Pienso, luego existo” y tan lógica, a primera vista,

que

contribuyó

decisivamente a conformar la era de la razón, es, sin embargo, un razonamiento incorrecto. 1295

Juan M. Taveras



¿Y por qué? –cuestionó

Joel en seguida. Porque si el pensar fuera siempre una expresión de la razón, los seres humanos serían perfectos como dioses. Todos sus

pensamientos

serían

perfectos y el ser humano sería siempre

feliz,

porque

sus

pensamientos lo encaminarían siempre en la dirección correcta. Sin embargo, constituye un 1296

El Vendedor de Felicidad

hecho mil veces comprobado, que la infelicidad, el dolor, el sufrimiento y todo el drama existencial

de

la

especie

humana, tienen sus orígenes en los pensamientos. Entonces, si el pensar constituyera en verdad la máxima expresión de la razón, resultaría imposible de explicar el por qué alguien va a orientar

racionalmente

sus

pensamientos, para procurarse 1297

Juan M. Taveras

dolor y sufrimiento. Nadie haría lo que hizo Aníbal, que asesinó a su hijo y luego se suicidó. Un acto, evidentemente contrario a la razón. De ahí la importancia de comprender

al

máximo

los

efectos de los pensamientos, de entender la mecánica que los genera y la forma de cambiarlos, cuando sea preciso, para evitar identificarse con ellos. Pues, 1298

El Vendedor de Felicidad

contrario a lo que se cree, los pensamientos son, por lo general falsos y si te dejas atrapar por ellos, dejas de ser tú para convertirte en tus pensamientos y ahí comienza, por lo general, tu infelicidad. – ¿Qué significa que me convierto en mis pensamientos? –Antes de contestar, deseo me

digas

pensamientos

¿qué

tipo

de

ocupaban

tu 1299

Juan M. Taveras

mente antes de entrar a la casa mágica? –No creo que pensaba –dijo Joel–

más

bien

me

sentía

abrumado. –Lo entiendo, pero te pido que concentres tu atención, no en tus problemas, sino en los pensamientos que creaban esos problemas. –Pensándolo

bien,

en

realidad, creo que en el fondo lo 1300

El Vendedor de Felicidad

que me atormentaba no eran los problemas del banco en sí, sino mi ego herido. Las imágenes creadas por mis pensamientos iban desde ver destruida mi reputación de ganador, perder la confianza en mí mismo, verme en la primera página de los periódicos como responsable de algo que no era mi culpa, sentirme perseguido por los accionistas y depositantes del 1301

Juan M. Taveras

banco e incluso humillado ante mi

familia

y

mis

propios

amigos. Y más que todo, un miedo insensato a perder mi holgada posición económica. –En

otras

pensamientos,

palabras, en

lugar

tus de

concentrarse en la situación del banco, buscaron referencias en el pasado para proyectar un futuro oscuro, un futuro trágico que, como has visto, era falso. 1302

El Vendedor de Felicidad

Todo era un producto de tus pensamientos que te habían robado tu voluntad, arrastrado a un profundo vacío existencial y llevado a sentir un indetenible impulso de aniquilación, de asco,

de

inexistencia

que

superaba incluso tu propio deseo instintivo de vivir. En ese momento, mataste al lobo y te quedaste solo con el hombre. De hecho, en ese momento tus 1303

Juan M. Taveras

pensamientos te suplantaron. Te ocurrió exactamente lo mismo que a Aníbal. Dejaste de ser tu para

convertirte

en

tus

pensamientos, solo que en otra dimensión. ¿Comprendes ahora Joel

lo

que

significa

ser

por

los

Perfectamente

–asintió

suplantado pensamientos? –

Joel. Y considero, agregó que si la gente menuda, no solo los 1304

El Vendedor de Felicidad

más preparados,

conocieran a

fondo lo que pueden hacer con sus pensamientos o lo que sus pensamientos pueden hacer con ellos,

gran

parte

de

la

humanidad podría ser realmente feliz. De ahí que mantengo mi entusiasmo respecto de educar para la felicidad y cada vez más comprendo

su

alcance

y

significado para el bien de la especie humana. 1305

Juan M. Taveras

–Pero hay algo más todavía –dijo Ajnacom–: –Obsérvate dentro de la casa mágica: en cuestión de minutos cambiaste al Joel abrumado, al Joel

entrampado

por

sus

pensamientos, al Joel esclavo de un ego enfermizo, que unido al pasado le provocaban ansiedad, tensión,

dolor,

sufrimiento,

temor y todo tipo de miedo sicológico, por un nuevo Joel, 1306

El Vendedor de Felicidad

liberado

totalmente

de

sus

pensamientos y de todos sus dañinos efectos. Resultó tan simple cambiar al Joel moribundo por el Joel curioso, por el Joel viviente, por el Joel presente y dueño de su voluntad,

que

resulta

incomprensible e inexplicable a la luz de la bruma que cubre normalmente a tu especie.

1307

Juan M. Taveras

–Es sorprendente –dijo Joel– la

rapidez

con

que

los

pensamientos nos trasladan de un mundo a otro. Lo fácil que es mecerse en el aire de la felicidad y

un

instante

después

ser

arropado por una espesa y asfixiante bruma que nos llena de dolor y sufrimiento. ¿Hay manera

de

impedir

estos

cambios bruscos e inesperados

1308

El Vendedor de Felicidad

de un estado de gozo a uno de sufrimiento? –No

totalmente

–dijo

porque

los

Ajnacom–

pensamientos fluyen como los átomos de Demócrito y vuelan incesantes

del

presente

al

pasado y al porvenir creando a su paso imágenes falsas que provocan

miedo,

ansiedad,

enojo, placer e infelicidad.

1309

Juan M. Taveras

–Pero

entonces,

nunca

podremos ser felices. –Dijo Joel– –Depende

de

lo

que

entiendas por felicidad. Si la intuye como simple sensaciones pasajeras de dicha y placer, nunca

la

alcanzarás.

Si la

percibes como un estado mental apoyado en el conocimiento de la mente y sus componentes y en tu voluntad para controlarlo 1310

El Vendedor de Felicidad

todo,

habrás

comprado

tu

felicidad y entenderás de una vez por todas, que la felicidad no es una gracia de Dios sino una actitud reflexiva que se fundamenta en el conocimiento y la voluntad. –Reflexionando sobre lo que me ha ocurrido –dijo Joel– soy el

primer

sentirme

sorprendido víctima

de

al mis

pensamientos. A decir verdad 1311

Juan M. Taveras

me creía inmune a esos avatares. Había

leído

tantos

libros

motivacionales, me creía tan apoyado en mis convicciones religiosas y con una voluntad tan probada, que nunca pensé verme en una situación tan apremiante. –Tal vez –dijo Ajnacom– tus conocimientos no alcanzaron a enseñarte

a

pensar

conscientemente y como las 1312

El Vendedor de Felicidad

religiones y casi todos los escritos que tratan de alguna manera esos temas, lo hacen subjetivamente, nunca tocan su verdadero

fondo,

de

esas

lecturas se aprende más bien a refugiarse de las tempestades que a librarse enteramente de ellas. Cuando rezas con fervor o cuando eres impactado por un mensaje o hecho que activa tu imaginación, innegablemente te 1313

Juan M. Taveras

liberas, al menos durante un corto intervalo, de lo que sea que estés pensando y si tienes suerte, se abrirá tu mente y cambiarás de canal librándote del tormento. Pero ese acto no es consciente. No te libraste del sufrimiento conocimientos

por ni

tus por

tu

voluntad, sino porque cambiaste inconscientemente de canal. Tu misión será Joel, la de enseñar a 1314

El Vendedor de Felicidad

los

humanos

a

cambiar

conscientemente de canal. Serás EL

VENDEDOR

DE

FELICIDAD. Al prepararte para esta

gran

misión,

nosotros

perseguimos que los humanos armados

de

voluntad

y

conocimientos, puedan, en todo momento,

librarse

pensamientos

de

sus

dañinos

al

momento que lo deseen.

1315

Juan M. Taveras

–Eso sería ideal –dijo Joel– pero no creo posible liberarse totalmente de los pensamientos. –Tal vez tengas razón y sea imposible librarse totalmente de los pensamientos. Pero si puedo asegurarte que si una persona ha sido

debidamente

entrenada

sobre los elementos que integran la mente y los efectos que cada uno puede tener sobre su vida; si esa persona conoce la raíz de 1316

El Vendedor de Felicidad

sus

instintos,

la

forma

espontánea en que surgen sus emociones, las garras con que los sentimientos se aferran al ser y

cómo

esos

sentimientos

pueden derrotarlo o proyectarlo como alguien respetado por todos, es innegable que esa persona estará mejor preparada para librarse o cambiar los pensamientos y hasta librarse de los vicios cuando lo desee, que 1317

Juan M. Taveras

otra persona que no cuente con estas ventajas y deje todo, sin fundamento alguno, a las manos cansada de los

dioses.

En

educar, pues, para la felicidad, está el secreto que ayudara a la especie humana y librarse, en gran medida, de sus eternas querellas existenciales. De otro lado Joel, el mejor auxiliar con que cuentas para guiar tus pensamientos es la 1318

El Vendedor de Felicidad

voluntad. Tú puedes ser un erudito y haber leído todos los libros de religión, de filosofía, de psicología, de psiquiatría, de historia, todas las novelas de todos los géneros que se hayan escrito e incluso todos los panfletos motivacionales, pero de nada te servirá todo ese montón de conocimientos para administrar tu vida, si no tienes voluntad. 1319

Juan M. Taveras

Paciencia y perseverancia constituyen

los

tónicos

principales de la voluntad. De los pensamientos furtivos no hay

que

cuidarse.

Son

generalmente inofensivos. Los dañinos,

los

verdaderamente

peligrosos,

los

destructivos,

son aquellos que surgen del impacto psíquico que provoca algún hecho que ocurre en forma distinta a como la mente 1320

El Vendedor de Felicidad

esperaba que ocurriera. En el dominio y comprensión de estas cosas está el secreto de la felicidad.

“El

que

quiere

entender que entienda”. –Hemos terminado por hoy – dijo

sorpresivamente

el

extraterrestre. –Mañana

continuaremos

con el tema. Y desapareció de la vista de Joel, en la misma forma

1321

Juan M. Taveras

misteriosa, como lo había hecho siempre Akahim. Pero esta vez, Joel quedó intrigado por la extraña forma en que aparecían y desaparecían los extraterrestres y comenzó a preguntarse: – ¿Por qué y hacia dónde se van? ¿En qué mágico lugar esconderán sus naves? Y pensó: “Aquí no están sus naves ni tampoco los maestros. De eso estoy seguro porque he revisado 1322

El Vendedor de Felicidad

cuidadosamente cada cuarto y aquí no hay rastros de ninguna otra presencia que no sea la mía” ¡Tengo que saber a dónde se van y dónde guardan sus naves! “Mañana, en su momento, requeriré de Ajnacom respuestas a estas intrigantes preguntas” Cansado y todavía invadido su corazón por el sentimiento de tristeza

que

la

historia

de 1323

Juan M. Taveras

Ismenia, Aníbal y su pequeño hijo dejaron en su mente, Joel se arrodilló delante de la ingrávida cama donde dormía y rezó, esta vez

con

mayor

fluidez

y

devoción, porque su conciencia se había ablandado a causa de la abrumadora escuchada.

historia Pero

recién

antes

de

acostarse, decidió revisar su celular y notó, con sorpresa, que nadie 1324

le

había

llamado.

El Vendedor de Felicidad

Reflexionó un instante y recordó que no había señal en la zona. Se tranquilizó porque ignoraba que

los

alienígenas

habían

tendido un escudo protector alrededor de la casa mágica para impedir cualquier contacto con el mundo exterior, salvo los que provinieran

de

sus

propias

naves. Tampoco sabía Joel que la

casa

mágica

era

la

materialización de un holograma 1325

Juan M. Taveras

que aparecía y desaparecía a voluntad de los alienígenas

1326

El Vendedor de Felicidad

1327

Juan M. Taveras

31

Entre tanto en Santo Domingo, desde

el

domingo

1

de

noviembre, la esposa de Joel Fuertes estaba al borde de la histeria. Con los nervios de punta

por

la

falta

de

comunicación con su marido, la mente de Sara empezaba a crear docenas de hipótesis truculentas 1328

El Vendedor de Felicidad

para explicar el extraño silencio de su esposo, que desde el viernes no se había vuelto a comunicar con ella. – “Eso no es normal”, se decía a sí misma la atormentada mujer. “Joel nunca, y menos cuando está ausente, deja un solo día de llamarme, y no me llamó el sábado ni tampoco hoy domingo y pasan ya de las seis de la tarde” ¿Cuál será el motivo 1329

Juan M. Taveras

de su silencio? ¿Qué estará pasando? ¿Le habrá ocurrido algo malo a mi Joel? Sacó su celular, desplegó su lista de contacto y llamó a Ben Torrijos: – ¡Alooo! –se escuchó a Ben, con su voz aterciopelada– –Soy yo, Sara. –Buenas tardes Dona Sara, me…. Sara lo interrumpió: 1330

El Vendedor de Felicidad

–Estoy muy nerviosa Ben. Joel

prometió

volver

hoy

domingo es ya de tarde y no da señales

de

vida.

Desde

el

viernes no me ha vuelto a llamar. ¡Estoy muy asustada! A decirte

verdad,

me

estoy

volviendo loca. –Tampoco a mí me ha llamado:

–repuso

Ben

sin

inmutarse y agregó hablando

1331

Juan M. Taveras

algo enredado, como si comiera algo: –No le encuentro explicación a su silencio, pero supongo que está investigando algo sobre lo ocurrido en el banco la semana pasada y estimo que vendrá mañana. –Los nervios me matan Ben y no sé qué hacer. ¡No sé qué hacer! –Repitió Sara con la voz quebrada por la emoción– 1332

El Vendedor de Felicidad

–No soy quien para sugerirle que no se mortifique. Pero deberíamos

esperar

hasta

mañana y si no regresa o llama, el martes tomaremos medidas. –Esa tranquilidad suya me exaspera, señor Torrijos y me revoletea el estómago. Usted parece no tener sentimientos. –He aprendió a esperar – respondió el inmutable Ben– Y

1333

Juan M. Taveras

he aprendido también que la prisa es un mal consejero. –Voy a llamar al gerente de Santiago. Tal vez me informe algo que me tranquilice. –No me parece una buena idea–ripostó Ben– exhibiendo una

insoportable

parsimonia,

que producía vértigos. ¿Por qué? –inquirió Sara con asombro.

1334

El Vendedor de Felicidad

–Porque

el

gerente

de

Santiago podría imaginarse lo peor y eso no conviene al banco ni a su presidente. Será mejor esperar. –Es usted repugnante Ben. La verdad es que no lo soporto, pero

lo

voy

a

complacer.

Esperaré hasta mañana lunes y ni un minuto más.

1335

Juan M. Taveras

1336

El Vendedor de Felicidad

32

La noche del domingo, Joel durmió plácidamente. Despertó faltando solo 15 minutos para las siete de la mañana de aquel día y sintió un fugaz escalofrío invadir su cuerpo, al recordar que el 31 de octubre, su banco había cerrado las operaciones de un

mes

que

había

sido

particularmente grave y en el 1337

Juan M. Taveras

cual habían ocurrido muchas cosas extrañas. No tenía idea de los resultados financiero, pero sabía

que

no

podían

ser

halagüeños. Al instante, y ya en dominio de su voluntad, pudo fácilmente

desechar

esos

pensamientos. Aceleró atención

al a

máximo sus

la

cuidados

personales y justo a las 7:00 a.m., cuando Ajnacom apareció 1338

El Vendedor de Felicidad

de la nada, ya Joel estaba presente en el salón de clases. El

sabio,

preámbulo

arrancó

como

lo

sin hacía

siempre: –Bien Joel, hemos terminado con

la

mente

y

componentes. Ahora

sus deseo

pedir tu opinión sobre lo que hemos conversado así como sus efectos sobre la felicidad.

1339

Juan M. Taveras

–Me

resulta

bien

difícil

explicarlo con simples palabras. Sin embargo, sin dejar de reconocer

mis

modestos

conocimientos sobre la mente y sus

elementos

puedo

asegurar

constitutivos, que

ahora

comprendo mucho mejor el comportamiento humano y estoy mejor

preparado

para

comprender la naturaleza de mis querellas 1340

existenciales

y

el

El Vendedor de Felicidad

poder de que dispongo para comprar

y

administrar

mi

felicidad. Gracias

a

conocimientos,

mis siento

nuevos gran

confianza y entusiasmo y estoy listo para abrazar con fuerza y sin temor, la misión que me ha sido encomendada. –Es grato a mis oídos lo que dices, aunque debemos admitir que aun te falta mucho por 1341

Juan M. Taveras

aprender. Sin duda, empero, reconozco que vas por el camino correcto. Ahora regresará con nosotros Akahim, el primer maestro, junto a otros dos que forman parte de esta misión al planeta tierra. Entre todos, intentaremos hacer un repaso general de lo tratado

hasta

la

fecha

y

pretendemos hacerlo en el curso de la mañana de este día, porque 1342

El Vendedor de Felicidad

tu tiempo de permanencia aquí se está agotando y aún hay mucho por enseñarte. A partir de ese momento y durante varias horas, entre los maestros de Schwerta y Joel Fuertes

se

constructivo terminó

con

produjo dialogo la

un que

revisión

completa de todo lo que los extraterrestres

le

habían

1343

Juan M. Taveras

enseñado, concluido lo cual, Ajnacom dijo: –Ahora

Joel,

me

veo

obligado a informarte que tu ausencia

ha

inquietar

comenzado

a

tu

a

gente,

especialmente a tu esposa que en estos precisos momentos está conversando por teléfono con el segundo

jefe

indagando,

de

muy

tu

banco

inquieta

alarmada, sobre tu paradero. 1344

y

El Vendedor de Felicidad

– ¡Oh Dios! –Dijo Joel– como despertando de un largo sueño: – es que le había asegurado que regresaría ayer domingo y desde el viernes no he vuelto a comunicarme con ella. Debe estar desesperada y tiene

toda

comunicaré

la

razón.

Me

ella

de

con

inmediato. –Lamentablemente puedes

comunicarte

no – 1345

Juan M. Taveras

interrumpió Ajnacom–

y no

podemos permitir que nadie llegue hasta aquí porque aún no hemos

concluido

tu

entrenamiento. Debo informarte, además, que por rutina de seguridad

y

pedagógicas,

por

razones

tan

pronto

decidimos ubicarnos en este lugar,

creamos

un

campo

magnético para impedir todo tipo de comunicación con este 1346

El Vendedor de Felicidad

punto.

Solo

pueden

nuestras

naves

comunicarse

con

nosotros. En estos momentos, sin

embargo,

vamos

a

desbloquear por una hora –solo por

una

protector

hora– para

el

escudo

permitir

la

comunicación solo a través de celulares. Puedes ahora poner en marcha tu celular y revisar las llamadas perdidas, los e-mails y los correos de voz. Si lo deseas 1347

Juan M. Taveras

puedes llamar únicamente a tu esposa, pero sería inútil decirle donde estas porque nadie podría encontrarte. –Pero si llamo ahora a mi esposa, ella querrá saber dónde estoy y si no puedo decirle, me parece que sus inquietudes se multiplicarían. Considero lo más conveniente no llamarla. –Esa decisión es solo tuya.

1348

El Vendedor de Felicidad

–Es

lo

que

haré–dijo

tranquilamente Joel– –Sin embargo –agregó – antes de cerrar definitivamente con esta parte del entrenamiento me gustaría hacerles unas breves preguntas: –Adelante, contestaron a una sola voz los extraterrestres. – ¿Se podría saber dónde terminan ustedes de pasar las noches? 1349

Juan M. Taveras

–En nuestras naves,

por

supuesto. – ¿En dónde, en qué lugar de la tierra guardan sus naves? –Nuestras

naves

nunca

permanecen más de tres minutos en la tierra. Los humanos están cada vez más empeñados en contactarnos y no ha llegado el momento

para

permitirlo.

Nosotros, desde hace miles de años, tenemos infinidades de 1350

El Vendedor de Felicidad

bases en la Vía Láctea y dentro del sistema solar tenemos bases en la Luna, en Marte y en los satélites Europa y en Titán. Nuestras naves, dada la alta capacidad de traslación de que disponemos, se trasladan de aquí a la luna, nuestra base más cercana a la Tierra, en cuestión de minutos, incluyendo las fases de despegue y aterrizaje. De manera que con las facilidades 1351

Juan M. Taveras

que tenemos en nuestra base lunar, preferimos regresar allí cada vez que terminan las clases, porque además, allí está el

comando supremo desde

donde se administra el proyecto Tierra. – ¿Y cómo han podido establecerse en esos lugares inhóspitas y sin atmosfera? –Simplemente creamos las condiciones. 1352

Si

hay

agua,

El Vendedor de Felicidad

creamos

el

condiciones habitar

aire

y

necesarias

cualquier

las para

planeta

o

satélite del Sistema Solar. Si no hay agua y tenemos necesidad de establecernos en algún lugar de la Vía Láctea, la creamos mediante procesos atómicos. – ¿Y de dónde obtienen los alimentos? –Tenemos tres fuentes de suministro

permanente: 1353

Juan M. Taveras

Schwerta,

invernaderos

que

hemos construido bajo tierra en cada lugar donde existen bases nuestras y el propio planeta Tierra. –Sorprendente –dijo Joel– evidentemente intrigado con las explicaciones del extraterrestre. Y agregó: ¿Me permite una última pregunta? –Adelante.

1354

El Vendedor de Felicidad

–Durante todo el tiempo que llevo en la casa mágica, he visto que

ustedes

aparecen

y

desaparecen como por arte de magia. ¿Se podría saber cómo lo hacen? –Los científicos schwertanos creyeron, durante miles de años, que

los

objetos

estaban

constituidos de materia y de forma. Sin embargo, con el descubrimiento

de

las 1355

Juan M. Taveras

propiedades de los

fotones,

llegamos a la gran conclusión de que, en definitiva, la verdad integradora se reduce a que los objetos

simplemente

están

compuestos de materia. Y esa nueva percepción de las cosas, que no puede ser explicada convenientemente,

ni

mucho

menos entendida en toda su extensión, a la luz de la física tradicional, nos obligó a ampliar 1356

El Vendedor de Felicidad

las investigaciones en procura de transportar, no objetos de forma,

sino

simplemente

materia,

átomos

que

mediante

un

luego,

complicado

proceso atómico, adquieren o readquieren, con ayuda de la nanotecnología, la forma que nos interesa. Como resultado, logramos la teletransportación en una forma muy similar a lo explicado por la ciencia ficción 1357

Juan M. Taveras

en la clásica serie Viaje a las Estrellas,

y

de

esa

forma

vencimos los grandes obstáculos señalados por Einstein en su teoría de la relatividad, respecto a la imposibilidad de viajar a velocidades superiores a la luz. Es por eso que aparecemos y desaparecemos como por arte de magia porque en todo momento nos transportamos utilizando la teletransportación. 1358

El Vendedor de Felicidad

–Una

última

pregunta

y

concluyo –dijo Joel– –Adelante y que sea la última. –Cuando entré por primera vez a mis habitaciones, noté que la cama donde dormiría, al igual que todos los objetos de la habitación,

se

mantenían

suspendidos en el aire, como si no existiera gravedad alguna en

1359

Juan M. Taveras

el lugar. ¿Se podía saber cómo lo lograron? – La mecánica para hacerlo la conocemos desde hace varios miles de años. El sistema es simple y se reduce a crear un campo magnético que anule la gravedad. crearse

El con

superconductores

campo los

logra mismos

combinados

con la fuerza magnética que ustedes utilizan para impulsar 1360

El Vendedor de Felicidad

los trenes de alta velocidad. Solo que nuestro sistema es miles de veces más avanzado que

el

que

ustedes

están

empezando a utilizar ahora. Si los terrícolas fueran capaces de aprovechar la gran capacidad de esta

combinación

de

magnetismo y superconductores, sus autos no necesitarían usar combustible y se detendría el daño

inmenso

que

están 1361

Juan M. Taveras

haciendo al planeta Tierra con el uso abusivo de los combustibles fósiles. –Estoy

cada

vez

más

impresionado –dijo finalmente Joel– y no puedo negar que me gustaría conocer más sobre los grandes avances tecnológicos de que ustedes disponen, pero no tengo necesarios

los

conocimientos como

para

profundizar mis preguntas sobre 1362

El Vendedor de Felicidad

temas tan complejos como los relacionados

a

la

teletransportación y a otros no menos complejos, que nosotros los terrícolas aun registramos como ciencia ficción. –Por

ahora

–dijo

el

extraterrestre– y si no hay más preguntas,

suspenderemos las

clases. Puedes volver a tu habitación. Te avisaremos para continuar. 1363

Juan M. Taveras

Las palabras pronunciadas por el extraterrestre fueron tan de repente e inesperadas, que dejaron mudo a Joel. Y para cuando intentó indagar sobre las causas

de

tan

sorpresiva

decisión, ya Ajnacom y los demás maestros de Schwerta habían desaparecido. Pasaban de las cuatro de la tarde de ese 2 de noviembre y dos 1364

horas

después,

Sara

El Vendedor de Felicidad

conversaría por teléfono con Ben Torrijos, alarmada ya por la inexplicable ausencia

de su

marido. En Santo Domingo, cede principal del Banco DLF, los

cielo

se

encapotaban,

presagiando una feroz tormenta

1365

Juan M. Taveras

1366

El Vendedor de Felicidad

33

La decisión de suspender las clases sorprendió a Joel. Se sentía algo turbado e indeciso. Se cuestionaba: ¿Por qué esta interrupción tan inesperada? ¿Tendrá algo que ver con mi esposa y su creciente

inquietud

por

mi

silencio? ¿Se estarán preparando 1367

Juan M. Taveras

por si vienen a buscarme? O, ¿habrán

decidió,

tal

vez,

suspender el experimento? Esas inquietudes se deslizaban con fuerza por su mente y aunque la idea de que tal vez suspenderían el experimento le parecía poco probable, sabía que todo puede suceder. Dominado por esos pensamientos tormentosos, se decidió

por

regresar

a

su

habitación, la última de las doce 1368

El Vendedor de Felicidad

que había en la casa mágica. Las demás

habitaciones

estaban

todas vacías, al menos eso creía el

banquero.

Sin

embargo,

cuando salió al pasillo para dirigirse a su habitación, un resplandor,

una

luminosidad

enceguecedora e intensa como un

quásar

lo

privó

momentáneamente de visión. Cerró y abrió los ojos infinidad de veces en procura de recuperar 1369

Juan M. Taveras

la vista. Al cabo de unos minutos de incertidumbre, se aclaró su visión y pudo ver con claridad una leyenda inscrita justo en el centro de la puerta que tenía en frente: Entrada dos “ISLA DEL REY CIEGO” Sorprendido cambio

por

inesperado,

aquel intentó

avanzar hasta sus habitaciones para luego regresar a la entrada dos. Pero la luminosidad era tan 1370

El Vendedor de Felicidad

intensa que impedía toda visión hacia adelante. “Algo parece empujarme

a

puerta”

dijo.

se

penetrar Optó

esa por

empujarla y se abrió como presagiando un encuentro con algo inesperado. Súbitamente, una sorpresa mayor invadió sus ojos: una isla de incomparable belleza surgió esplendorosa de un

escenario

mágico

que

superaba con creces la más 1371

Juan M. Taveras

exquisita fantasía imaginable. “Estoy viendo visiones” –se dijo– mientras se tocaba tres veces en diferentes partes del cuerpo para asegurarse de que estaba despierto. ¡Qué belleza, qué esplendor! –Balbuceó entre labios– Apenas si daba crédito a lo que veía. Joel esperaba otro salón de clases con nuevos profesores. Pero no. 1372

Estaba

El Vendedor de Felicidad

infinitamente lejos de lo que su intuición le había anticipado. Lo existente

allí

paradisíaca.

era Un

una

isla

mundo

de

ensueños, rodeado por completo de

aguas

cristalinas

y

alfombrado del más hermoso verde limón que la imaginación pueda concebir. Sus jardines, cuidadosamente conservados,

diseñados

junto

a

y

gran

variedad de árboles frutales 1373

Juan M. Taveras

diseminados en el contorno de una hermosa mansión construida en medio de un cristalino lago, completaban

un

cuadro

de

incomparable belleza. Al cabo de unos cuantos minutos

de

serena

incertidumbre, impresionante

una góndola,

sin

tripulante visible, guiada, tal vez, por duendes o por espíritus trashumantes, 1374

se

acercó

El Vendedor de Felicidad

silenciosa

para

recogerlo

y

transportarlo al centro de la isla, donde se levantaba la imponente mansión de dos niveles que señoreaba

sobre

todo

el

paradisiaco lugar. En pocos minutos la exquisita góndola surcó a zanco las quietas aguas del cristalino lago y se posó suave frente a la mansión. Aquel exuberante

paraíso

lucía

solitario. Era evidente, empero, 1375

Juan M. Taveras

que muchos trabajaban para mantener impecable sus jardines y su apariencia exterior. El aire era

suave

primavera

como

brisa

de

tropical,

pero

se

percibía impregnado de una extraña e indescriptible soledad. Hasta ese momento Joel no había visto ni una sola alma y la isla parecía deshabitada. Había, sin embargo, una reluciente alfombra roja que se extendía 1376

El Vendedor de Felicidad

desde el parqueadero hasta la entrada de la mansión como señal inequívoca del camino a seguir. Joel siguió su sendero y al final, dentro ya de la mansión, divisó a un impasible anciano, cubierto de espesa barba blanca como

nieve,

pero

insignificantemente

vestido,

balancearse solitario sobre una antigua mecedora tapizada en guano y colocada sobre un 1377

Juan M. Taveras

antiquísimo tapiz oriental cuyos relieves habían sido borrados por el tiempo. Era la primera persona que Joel veía desde que cruzó el umbral de la puerta dos. Empero, el anciano, a juzgar por su serena actitud, no parecía interesado en la presencia del visitante.

Más

bien

parecía

ignorarlo. El anciano aparentaba estar ensimismado en un estado profundo de meditación; en una 1378

El Vendedor de Felicidad

especie de inmersión total que lo mantenía

ajeno

al

terrenal

mundo que lo rodeaba. El banquero, ya algo perturbado por la situación, cuestionó para sí: – ¿Por qué estoy aquí? ¿A qué he venido a este bello pero extraño lugar? ¿Qué perseguirán los extraterrestres enviándome hasta aquí?

1379

Juan M. Taveras

El silencio era mágico y sepulcral y la inquietud del visitante crecía mientras una invasión

silenciosa,

una

comezón en sus venas, una sensación de soledad enfermiza, invadía, como virus letal, todo su ser y apretaba con fuerza su garganta

amenazando

cortarle la respiración.

1380

con

El Vendedor de Felicidad

El banquero no podía más. Se disponía a romper el silencio cuando una voz armoniosa dijo: –Bienvenido Joel. –Te he esperado por siglos. Estas últimas cinco palabras impactaron

fuertemente

al

banquero, que repitió en silencio ¿Te he esperado por siglos?.. ¿Qué con

esa

habrá querido decir expresión?

Pero

mientras reflexionaba en busca 1381

Juan M. Taveras

de respuestas, advirtió, con gran sorpresa, el singular contrate entre el impecable orden y belleza exterior y la imagen desordenada y descolorida que presentaba dentro.

la Todo

mansión

por

evidenciaba,

aunque no fuera el caso, una ausencia Impactado

total por

de el

armonía. notorio

contraste no pudo impedir que una ráfaga electrizante rosara su 1382

El Vendedor de Felicidad

mente: “Sepulcros blanqueados: limpios por fuera, llenos por dentro de podredumbres” ¿Será esta la lección que se me quiere mostrar? Divagaba

en

su

mente

mientras lo curioseaba todo. Reflexionaba sobre las posibles causas del contraste, cuando descansó su mirada sobre el hombre que le había dirigido la palabra y pensó ¿Será este el 1383

Juan M. Taveras

rey? ¡Oh

Dios!

¡Pero qué

abandonado y extraño luce este hombre! Segundos anciano,

con

después gran

el

esfuerzo

físico, se ponía de pie y estrechaba,

sin

pronunciar

palabra, aunque visiblemente complacido y regocijado, ambas manos del banquero. Joel notó en seguida la ceguera de su interlocutor y recordó al instante 1384

El Vendedor de Felicidad

la leyenda inscrita en la puerta dos: ISLA DEL REY CIEGO. El silencio pareció de nuevo en control del ambiente. Los dos hombres permanecían de pies, mudos el uno frente al otro. Joel vaciló un instante y decidió romper la inercia: –Es un lugar muy espacioso y hermoso. . . . . –dijo sin entusiasmo.

1385

Juan M. Taveras

El rey, como si regresara del punto más obscuro y lejano de la Vía Láctea, reaccionó al instante: – ¡Oh!.. ¡Qué

descuidado

he sido! Te ruego me disculpes por mi torpeza. Vamos hacia allá y sentémonos que tengo una larga historia que contarte. Con gran esfuerzo físico y apoyado en el brazo derecho de Joel, el viejo rey orientó sus 1386

El Vendedor de Felicidad

pasos

hacia

una

enorme

biblioteca que cubría más de la mitad de la mansión. Pergaminos, papiros, mapas y una infinidad de valiosos libros

abiertos

y

objetos

científicos de la antigüedad, todos de incalculable valor, se encontraban allí desparramados por doquier, mezclados con muchos libros modernos y en el más completo desorden. La 1387

Juan M. Taveras

intensa humedad dificultaba la respiración y un extraño olor a libros olvidados, contagiaba el espacio. El rey, fatigado por el peso de años de incesante tentar en las

sombras,

se

dejó

caer

pesadamente en su viejo sillón de

lectura,

mientras

Joel

permaneció de pie, aturdido, contemplando aquel descomunal desorden, pero maravillado ante 1388

El Vendedor de Felicidad

la posibilidad de que existiera un lugar en el mundo que guardara tantos tesoros. “Lo que veo –pensó– es difícil de creer. Este mar del conocimiento, ha de ser pura fantasía, como la mayoría de las cosas engañosas que ven nuestros ojos” –Siéntate – dijo el rey en tono paternal –

que debemos

empezar cuanto antes. Allí fuera hay

demasiadas

personas 1389

Juan M. Taveras

inquietas por tu ausencia y en unas

horas

habrá

grandes

aprestos por encontrarte.

Beroso y sus 432 mil años de historia Joel,

no

pareció

prestar

atención a la advertencia del rey, porque

su

mente

estaba

concentrada en descifrar todo aquel excitante enigma y, de pies todavía, preguntó: 1390

El Vendedor de Felicidad

– ¿Vive usted solo? –Tú qué crees –dijo el rey, algo sonreído. –No me parece. Sería muy extraño e ilógico. El lugar es grande y, evidentemente, hay mucho que hacer en esta bella isla. –Lo que en el fondo te inquieta es mi soledad ¿verdad? Pero ya lo entenderás todo cuando te cuente mi historia. 1391

Juan M. Taveras

–Estoy

impaciente

por

conocerla –dijo mecánicamente Joel– que no salía de su asombre ante la gran cantidad de libros, papiros,

pergaminos,

antiguos

y

obras

mapas de

arte

existentes en aquella enorme y desordenada

biblioteca

que

extrañamente incluía libros de reciente edición. ¡Cuántos tesoros valiosos! ¡Esto 1392

vale

una

fortuna!



El Vendedor de Felicidad

exclamó

el

banquero

sin

contenerse– y, empujado por la emoción, agregó:

¡ha de ser

muy difícil, incluso para usted, saber cuál, de entre tantos tesoros, sería el más valioso! –El verdadero valor de las cosas –repuso el rey– depende del interés de cada uno. ¿No has oído que allí donde está tu tesoro, allí estará tu corazón? En mi caso, de todo lo que hay 1393

Juan M. Taveras

aquí, mi tesoro más preciado, el que más me interesa, es un papiro escrito por Beroso en el siglo III antes de Cristo que narra, entre otras cosas, 432 mil años

de

historia

de

la

humanidad.

Ese

invaluable

tesoro, “El

Babiloniaka” se

creía quemado en el incendio de la gran Biblioteca de Alejandría ocurrido en el año 47 antes de Cristo, pero en realidad está 1394

El Vendedor de Felicidad

aquí, muy cerca de nosotros, formando parte de ese revoltillo de

objetos

y

documentos

antiguos que ves desparramados por doquier en este lugar que tanto amo. El valioso papiro contentivo del libro de Beroso, cayó en mis manos por pura casualidad al requisar un barco pirata cuando mi reino estaba en guerra

con

algunos

países

vecinos. 1395

Juan M. Taveras

–Jamás

se

me

hubiera

ocurrido ni siquiera pensar – interrumpió Joel excitado– que pudiera existir algo como esto. Me resisto a creer que haya un documento que narre 432 mil años

de

historia

de

la

humanidad. ¡Si existe, su valor, desde todo punto de vista, ha de ser incalculable! – Como banquero que eres, solo ves valores monetarios en 1396

El Vendedor de Felicidad

las cosas, olvidándote de que las más valiosas, como el aire por ejemplo, no tienen precio. Lo importante para mí del libro de Beroso, es su extraordinario contenido.

Dada su

riqueza

histórica y espiritual, lo he leído infinidad de veces desde que cayó en mis manos y siempre descubro algo nuevo en cada lectura

1397

Juan M. Taveras

– ¿Y cómo pudo el autor de tan extraordinario libro escribir 432 mil años de historia? ¿De dónde

obtuvo

semejante

información? –Beroso, el autor del papiro que conservo, era el sacerdote principal del templo consagrado a Baal-Marduk, el dios supremo de los babilonios. Ese rango le permitía escarbar, sin limitación alguna, en los archivos secretos 1398

El Vendedor de Felicidad

de

los

templos

donde

se

guardaba toda la historia del conocimiento y de los grandes secretos

revelados

por

los

dioses. Del estudio de esas valiosísimas

piezas,

Beroso

escribió tres libros, el primero de los cuales, narra, entre otras cosas,

un

extraterrestres

encuentro y

detalla

con la

aparición en Mesopotamia de los misteriosos Akpalus, seres 1399

Juan M. Taveras

parecidos a peces, que vivían en escafandras y habrían aportado a los hombres los primeros conocimientos

científicos.

El

primer libro, el que está en mi poder, termina describiendo el reinado de Ptolomeo I, Faraón de Alejandría. La narración de ese primer libro de Beroso, aunque salpicada de fantásticos mitos, es fascinante desde todo punto de vista, sobre todo en lo 1400

El Vendedor de Felicidad

histórico y en lo tocante al hombre, sus eternas querellas existenciales y su incesante afán por encontrar la felicidad. – ¡Increíble! –Exclamó Joel– ¿Habló Beroso sobre la felicidad en su libro? –No solo habló de felicidad, sino que lo hizo con mucha propiedad

y

profundas

reflexiones. No hay que olvidar que

Beroso

era

sacerdote 1401

Juan M. Taveras

supremo

y

poseedor

de

amplísimos conocimientos en filosofía, astronomía, astrología, letras, idiomas e historia. En el libro que yo poseo, enfatizó el rey, el Beroso que emerge es el filósofo; sacerdote

el

reformador;

el

preocupado

principalmente por la conducta humana y se advierte, desde las primeras letras del pergamino en mi poder, la tenaz persistencia 1402

El Vendedor de Felicidad

del

ser

humano

en

la

persecución de la felicidad. Beroso intenta dejar aclarado en su

narración

que

todo,

absolutamente todo lo hecho por el hombre en el curso de esos 432 mil años de historia,

ha

sido en procura de alcanzar la felicidad. Nunca, sin embargo, ha alcanzado su meta. Por eso Beroso

se

preguntaba

angustiado ¿por qué no puede 1403

Juan M. Taveras

ser feliz el hombre? La misma pregunta me he hecho yo a cada paso desde que leí el libro por primera vez. Y más de cien años después, aún no tengo una repuesta

acabada

sobre

esa

eterna pregunta. Joel intervino y dijo: –Tal vez el hombre ha estado siempre en persecución de una felicidad absoluta y por tanto posiblemente inalcanzable –dijo 1404

El Vendedor de Felicidad

Joel–

visiblemente

impresionado por las primeras palabras del rey. –Tal vez –dijo el rey. Y agregó: estoy ansioso por iniciar la historia de mi vida, pero creo oportuno resaltar el marcado empeño de Beroso por dejar claramente establecido que el imperio origen

babilónico en

las

tuvo

su

civilizaciones

sumerias, que son las más 1405

Juan M. Taveras

antiguas civilizaciones de que se tiene noticia, pero cuyo origen aún se desconoce. Su lengua era extraña

y

no

presentaba

semejanza con ninguna otra lengua indoeuropea y ni aun con la de los misteriosos Akpalus. –

¿De

dónde

entonces,

surgieron los sumerios? Esa misma pregunta se hace Beroso. Luego, arriba a la conclusión que no eran de 1406

El Vendedor de Felicidad

humanos y para probarlo detalla, con mucha objetividad, varias de

las

inmigraciones

más

importantes que los sumerios hicieron al planeta Tierra y, de manera muy especial, señala un último

contacto

entre

seres

humanos y una civilización no humana de inmenso poder, que tuvo efecto a orillas del Golfo Pérsico,

cerca

del

emplazamiento de la antigua 1407

Juan M. Taveras

ciudad sumaria de Eridu. Más adelante y despues de arduas y profundas

investigaciones,

Beroso arriba a la conclusión definitiva

y

asegura

categóricamente en el libro que tengo en mi poder, que el hombre

desciende

de

los

sumerios y que éstos provenían a su vez del sistema solar Sirio cuyos planetas orbitan alrededor de 1408

tres

estrellas

hermanas.

El Vendedor de Felicidad

Muchas

leyendas

antiguas

confirman que algunos de esos planetas estaban habitados por los ancestros del hombre y que fueron abandonados debido al frío extremo. Las diversas razas que pueblan actualmente la Tierra, se originaron en esos planetas del sistema Sirio cuyos habitantes viajaron hasta nuestro mundo y se establecieron aquí hará más de 500 mil años. De 1409

Juan M. Taveras

tiempo

en

tiempo,

antepasados

nuestros

alienígenas

regresan a la tierra para hacer algunos

ajustes.

Beroso

concluye su libro asegurando que la miseria humana llegaría a su fin cuando el hombre aprenda elimine las confrontaciones y aprenda a vivir en paz y armonía. –Para planteada 1410

aceptar por

la Beroso

tesis –

El Vendedor de Felicidad

interrumpió

Joel–

en

lo

referente al origen de la especie humana,

hay

interrogantes

cientos

que

no

de deseo

destacar en este momento. Pero me adhiero al concepto de que la

armonía

debe

ser

el

fundamento de la felicidad para todos. –La naturaleza –interrumpió el rey– parece ordenada para obedecer a la contradicción. En 1411

Juan M. Taveras

principio,

los

opuestos

no

armonizan nunca, pero actúan, sin embargo, de consumo. Los polos opuestos son la base del equilibrio y de manera

que

fundamentar armonía

y

la

la fuerza. De es

posible

vida

en la

no

en

las

contradicciones. Y ahora, si me lo permites, te contaré mi historia.

1412

El Vendedor de Felicidad

Historia del rey ciego Se acomodó el rey en su viejo sillón, se acarició con su mano derecha la espesa barba blanca, volteó sus ciegos ojos hacia el techo de la mansión, como si buscara la palabra perfecta para iniciar su historia y, finalmente, arrancó diciendo: –En realidad, mi historia es como un cuento de hadas porque toda mi vida parece tejida por 1413

Juan M. Taveras

los dioses. Es tan espectacular y única, que parece una obra de arte del caprichoso y destino. Llegué a ser rey, esa es la verdad. Pero te confieso de antemano que todavía no he comprendido cómo ni por qué alcancé ese privilegio. ¡Es tan extraña la historia de mi vida! Cuando nací, el único lazo que podía, de alguna forma ligarme al poder, era mi padre, un 1414

El Vendedor de Felicidad

simple soldado que ahogaba sus penas mal gastando su mísero salario en bebidas alcohólicas, en brujería, en juegos de dados y en prostíbulos de la peor calaña. Mi hogar paterno, el lugar donde normalmente trascurren, los

que

para

otros

niños,

resultan ser los años felices de la infancia, resultó para mí una escuela funesta donde aprendí a odiar a todos e incluso a 1415

Juan M. Taveras

odiarme a mí mismo, asqueado desde mi niñez, por pertenecer a una especie perversa que construye con los despojos de sí misma.

Mi

padre

era

un

borracho, parrandero y jugador impenitente que desaparecía del hogar por semanas enteras y cuando solía aparecer estaba siempre borracho y tan hediendo que hacía irrespirable el aire del reducido cuartucho donde a 1416

El Vendedor de Felicidad

duras

penas

sobrevivíamos.

¡Imagínate Joel la secuela que deja en la mente experiencial de un niño el estado miserable en que yo vivía y la actitud aberrante e irresponsable de mi padre. Aún subsisten en mi mente sentimientos indelebles del odio que esa conducta sembró en mi psiquis infantil. Y sobreviven

también,

las

imágenes lastimosas de cuando 1417

Juan M. Taveras

mi padre, borracho como una uva, hacía de mi madre su chivo expiatorio y sin justificación alguna la golpeaba con tal saña que parecía culparla de todos los sufrimientos

y

querellas

existenciales que el borracho de mi padre parecía cargar a cuesta. Yo era todavía incapaz de comprender

esas

misteriosas

aberraciones que crea la mente para responder a recónditas 1418

El Vendedor de Felicidad

querellas existenciales y solo observaba y observaba desde un rincón de mi mísera guarida y almacenaba en mi mente virgen, las imágenes grotescas de aquel cuadro de horror, al tiempo que una tristeza profunda arrugaba mi

pecho

y

un

odio

indescriptible invadía y llenaba de amargura

mi desgraciada

existencia, dejando en mi mente experiencial, secuelas de odio y 1419

Juan M. Taveras

rencor que afectarían mi vida para siempre. Era ese el escenario de mi comienzo. ¿Qué cómo llegue a ser rey? No lo sé aún y tal vez no lo sepa nunca… En mi hogar, ¡En mi desdichado hogar! Joel, todo era feo, triste, aberrante y falso de toda falsedad. La pobreza en mi hogar lo abarcaba de todo; faltaba desde dignidad

1420

El Vendedor de Felicidad

hasta comida y solo presagiaba para mí una vida miserable. Y

esas

condiciones,

me

indujeron a aborrecer con toda mi alma, con toda mi mente y con todo mí ser las limitaciones a que estaba sometido. Y fue así como, un día, postrado de rodillas sobre un montón de espinas, bajo el candente sol del medio,

juré

por

todos

los

demonios convertirme en el 1421

Juan M. Taveras

hombre más poderoso de la tierra,

si

con

ello

lograba

librarme de la infelicidad y de la degradación moral a que estaba sometido. Todavía hoy suelo preguntarme si fue el azar, mi inquebrantable decisión de romper con todo aquello, o tal vez

manos

invisibles

de

poderosos dioses trashumantes, que tejen y controlan desde la sombra el destino de cada 1422

El Vendedor de Felicidad

hombre, los que a la postre hicieron de mi lo que soy. Como te dije, no tengo respuesta para lo ocurrido con mi vida. La única verdad es que hice poco o nada para llegar a ser rey. En realidad, y ese ha sido uno de mis grandes tormentos, en la conducción de mi vida, he sido una especie de marioneta; una especie de actor que ejecuta simplemente su papel sacado de 1423

Juan M. Taveras

un viejo libreto previamente elaborado por uno o varios productores misteriosos. Viví, pues, los primeros años de mi existencia en un mundo melancólico y obscuro donde el aire parecía hecho de miseria y dolor. Tal vez por eso – continuó el rey– fui siempre un niño

solitario,

triste y pobreza 1424

acomplejado,

avergonzado de mi y

de

la

situación

El Vendedor de Felicidad

reinante en un hogar que era para mí una escuela de amargura y resentimientos ruines. No conocí parientes fuera de mis padres ni tampoco amigos. Solo Federico,

el

italiano,

me

extendió su mano amiga en los días amargos de mi infancia triste. Nunca lo olvidaré y nunca olvidaré tampoco las desgracias que un día, inexplicablemente, le cayeron encima, convirtiendo 1425

Juan M. Taveras

a ese amigo entrañable en marioneta del destino. Muchas cosas pasaron en mi vida que conformaron mi personalidad y me llevaron al convencimiento de la trágica miseria que arropa a la complicada especie humana tal y como la retrata el genial Víctor Huego en su intemporal e incomparable Miserables.

1426

novela:

Los

El Vendedor de Felicidad

El árbol –Aproximadamente a dos kilómetros del hogar de mis padres, había un hermoso y caudaloso

manantial

que

proporcionaba el líquido vital a todo el poblado. A ese lugar acudía yo cada día, al igual que casi todos los demás habitantes, en

busca

utilizábamos

del

agua

que

en

casa

para 1427

Juan M. Taveras

cocinar

y

satisfacer

necesidades.

Pero

otras

justo

en

medio del camino que daba acceso

al

manantial,

había

crecido un frondoso árbol de Javilla,

sellado

de

filosas

espinas, que obstruía el paso a todos. El árbol siempre había estado ahí y nadie sabía por cuanto tiempo había dificultado el paso al manantial. Por esa razón, 1428

todos

maldecían

al

El Vendedor de Felicidad

molestoso

árbol,

como

maldecían y aborrecían a mi padre

por

sus

continuas

borracheras y por el mal trato que dispensaba a su familia. Al cumplir mis doce años, el árbol

empezó

poderosamente porque,

a mi

llamar atención

con su ubicación en

medio del camino, daba la impresión de que su único fin al nacer

había

sido

para 1429

Juan M. Taveras

obstaculizar y molestar a los demás. Lo identifiqué con mi padre y pese a todo, no sé por qué vi siempre a ese árbol con una extraña combinación de pena y aversión. Tal vez por eso lo

convertí

en

mi

amigo

inseparable. Hice de él mi confidente

y

lo

visitaba

asiduamente. Aún desconozco el motivo de por qué mi fantasía adolescente hizo de ese árbol el 1430

El Vendedor de Felicidad

amigo, el padre que añoré y nunca

tuve.

Como

tal

lo

imaginaba, lo amaba y odiaba al mismo tiempo. Un día tomé un machete, me acerque al árbol, rasuré parte de sus espinas, me senté a su lado y empecé a hablarle

con

la

mayor

naturalidad, como si lo hubiera conocido desde siempre o como si tratara de mi propio padre.

1431

Juan M. Taveras

La vida es como un sueño y de la misma manera que sueña uno con sus diarias vivencias, así refleja en sus contactos y conversaciones con los demás, las ansias que lleva dentro. Por eso, durante mucho tiempo, sostuve

con

aquel

árbol

diálogos

casi

desgarradores.

Solía

interminables siempre

preguntarle: ¿Por qué sufren los niños? ¿Por qué no son todos 1432

El Vendedor de Felicidad

felices? ¿Por qué papá Dios no nos cuida a todos por igual? ¿Por qué se mueren algunos niños y otros no? ¿Por qué mi padre maltrata a mi madre y papa Dios no lo castiga? ¿Por qué somos tan desdichados mi madre y yo? ¿Por qué?.. ¿Por qué?..

En fin, mis preguntas

solían ser interminables. Le preguntaba todo y le hablaba con gran pasión de mis cuitas, 1433

Juan M. Taveras

de mis penas, y ya excitado por su

inexplicable

terminaba

silencio,

gritando

a

todo

pulmón, en sus gélidos oídos, todo lo absurdo que me parecía este

mundo

contradictorio,

aberrante que

y

parece

obligarte a luchar contra todos e incluso contra ti mismo,

por

mantener una vida de la que, evidentemente,

no eres ni

siquiera dueño. En mi inocencia 1434

El Vendedor de Felicidad

inmaculada

perseguía,

con

frenética pasión, que el árbol me explicara convincentemente, de por qué Dios había creado un mundo desquiciante donde el dilema

del

lobo

estepario

emerge como el sello indeleble de una existencia sin sentido que termina siempre con la muerte. Con el paso de los días se agudizaban e inquietaban más mis pensamientos y surgían 1435

Juan M. Taveras

nuevas querellas y preguntas que invariablemente formulaba a mi interlocutor imaginario, esperanzado

en

algunas

respuestas que calmaran mis ansias de conocer la verdad de las

cosas.

emulando a

Pero los

el

árbol,

misteriosos

dioses, nunca escuchaba y daba siempre la callada por respuesta. Su

silencio

terminó

decepcionándome y un día, 1436

El Vendedor de Felicidad

cansado ya de su mudez, me presenté al amanecer en la casa del capitán Filipo, que era jefe del regimiento militar al que pertenecía mi padre, y sin preámbulo ni explicaciones, le pedí prestada su hacha. – ¿Para qué la quiere? –me dijo– en tono agrio. “Para cortar un árbol” – contesté con arrogancia.

1437

Juan M. Taveras

“No podrás ––respondió el capitán–– eres muy pequeño para eso. Si quieres voy contigo y lo corto” ¡No!

–Contesté

con

resolución inquebrantable– ¡Ese árbol debo cortarlo solamente yo! Quedó pensativo el capitán. Levantó su cabeza y me miró con el rabo del ojo y cara de bulldog, 1438

como

si

deseara

El Vendedor de Felicidad

amedrentarme.

Pero

desistió

frente a mi firme mirada. Luego se volteó, caminó unos pasos y en segundos volvió con el hacha. “Tómala”

–me dijo– con

disgusto y mirándome fijamente con

los

ojos

extraviados,

fruncidos y arqueados en señal de máximo disgusto. Y agregó sin pestañar ni cambiar de postura: “cuando acabes me la 1439

Juan M. Taveras

devuelves que la voy a necesitar mañana”. – “¿Está bien afilada”? –Fue lo único que se me ocurrió preguntar ya con el hacha en mis manos. – “Si, mucho” –contestó el capitán esquivando mi mirada. Apreté con fuerza mi arma – la imaginaba un fusil–

La

coloqué en mi hombro derecho y lentamente me encaminé en 1440

El Vendedor de Felicidad

dirección a la inocente víctima. Me le acerqué dominado por una

pasión

incontenible

y

preñado por un rencor diabólico e injustificado, con el impulso de un toro salvaje, le grité iracundo desde el medio del camino: – ¿Eres sordo y mudo, verdad? ¡Entonces, eres un dios muerto!

1441

Juan M. Taveras

Y

sabiendo

que

no

respondería ni se defendería de su loco agresor, le fui encima e impulsado delirante

por y

un

frenesí

enfermizo,

le

propiné, sin detenerme, una tanda incontable de furiosos hachazos, hasta que mi inocente e

indefensa

víctima,

se

desplomó en silencio, como si con su gesto gallardo, intentara emular al sagrado sándalo, que 1442

El Vendedor de Felicidad

perfuma al hacha que lo hiere. Derribado ya mi imperturbable ex confidente, se me antojó, en medio de mi febril excitación, encaramarme en su cogollo para celebrar mi pírrica y absurda victoria. ¡Oh Dios! –Enfatizó con fuerza

el

rey–

¡Jamás

me

cansaré de gritar mi asombro ante la manifiesta levedad del

1443

Juan M. Taveras

ser humano cuando están en juegos sus sentimientos! Estaba yo tan ofuscado y enceguecido por las turbulentas pasiones que me poseían, que a quien mí confundida mente veía muerto, tendido en el suelo y bañado en sangre, no era al árbol inocente sino a mi propio padre, a quien juzgaba culpable de mis extravíos. Luego –te confieso Joel, 1444

que aún no

El Vendedor de Felicidad

comprendo las razones–me sentí eufórico, victorioso y libre de culpa.

Me

regocijé

en mi

libertad de hacer lo que se me viniera ignoraba

en

ganas,

aún

porque que

la

impunidad es droga perversa. Por

eso,

cuando

corté

injustamente aquel árbol, sentí, por primera vez, un placer morboso

al

practicar

lo

prohibido. Más tarde comprendí 1445

Juan M. Taveras

que fue también el primer paso en la dirección equivocada, porque de ese hecho lastimoso, creí aprender que si tienes poder, si tienes un hacha afilada en tus manos, puedes quitar cualquier obstáculo del camino. “Si tienes poder eres Dios” –me dije satisfecho– Desde

entonces

me

obsesioné con el poder y lo perseguí sin importar los medios 1446

El Vendedor de Felicidad

para alcanzarlo. Jamás podré justificar el daño que hice a tantos, porque desde que corté aquel árbol me creí por encima del bien y del mal. Empuñé con ardor la ley de la selva y olvidé, muy a pesar mío, la valiosa lección

ética

contenida

en

aquella

frase

lapidaria

del

estoico

Seneca:

“Si

hemos

procedido torcidamente, aún cuando el mundo nos cubra de 1447

Juan M. Taveras

flores y elogios, la conciencia, sin

subordinarse

apreciaciones

a

las

humanas,

reprochará siempre nuestras faltas”

El Capital Filipo –Filipo –continuó

el rey–

era, como todo buen militar, de poco hablar. Me siguió después de prestarme el hacha y observó en silencio, pero gratamente 1448

El Vendedor de Felicidad

sorprendido por mi audacia y determinación de poner fin a algo que, según entendía Filipo y todo el vecindario, solo servía para obstruir a los demás. De modo que cuando devolví el hacha,

el

satisfecho

capitán y

sonrió

mirándome

de

arriba abajo, dijo: “Esta es tu casa muchacho. Cuando

lo

desees

ven

a

visitarme” 1449

Juan M. Taveras

Fui más austero que él en el uso de la palabra y me limité a asentir con un movimiento de cabeza. Di la espalda y me retiré en silencio. Pero desde entonces y durante muchos años, visité asiduamente la casa del capitán Filipo, quien nunca se cansó de alabarme desde aquel día en que quité el árbol del camino: “ese mozalbete, será grande entre los grandes” decía el capitán a todos 1450

El Vendedor de Felicidad

y

en

todas

partes.

Desde

entonces, Filipo se constituyó en mi principal promotor y en mi más leal seguidor y amigo. Era cerebro.

Filipo, Pero

escaso sentía

de gran

atracción por los libros. Nunca los leía, pero creía ciegamente que

los

espíritus

de

sus

personajes, eran como duendes, y podían emerger desde las hojas secas de los libros para 1451

Juan M. Taveras

hablar contigo, para ayudarte si era preciso, para proporcionarte sanos

consejos

y

para

acompañarte siempre que lo desearas. Era esa la razón, no para leer ni aprender nada de ellos,

la

que impulsaba al

capitán a apropiarse o comprar cualquier libro que se cruzara en su camino. Al final, terminó dueño de una modesta biblioteca que era su orgullo. 1452

El Vendedor de Felicidad

Con el tiempo leí todos los libros que Filipo tenía en su pequeña biblioteca y puse toda mi atención, sin saber por qué ni para qué, en dos libros a cuyas lecturas me hice adicto: El Arte de la Guerra de Sun Tzu y El Príncipe de Maquiavelo. Desde que

los

leí,

los

convertí

instintivamente en guía de mis actuaciones, debido, tal vez, a que esos libros enseñan la ley de 1453

Juan M. Taveras

la selva en su versión más cruel y astuta.

De ellos obtuve las

herramientas

que

me

permitieron ganar la batalla a los hombres.

A

la

larga,

sin

embargo, aprendí, con gran pesar, que esas tan alabadas obras, están inspiradas en los más bajos instintos del ser humano. –Un día –prosiguió el rey– intenté alabar a Filipo y le dije: 1454

El Vendedor de Felicidad

“Sire, con tantos libros, debe usted saber mucho de todo” El capitán estalló en una incontenible

y

grotesca

carcajada: jajajajaj jajaja. Y riendo todavía, me dijo: “Si fuera por los libros no sabría ni bañarme. Y te puedo asegurar que hasta el día de hoy ni siquiera he visto, ni mucho menos leído, la primera página de ninguno de ellos”. 1455

Juan M. Taveras

Sorprendido

por

tan

inesperada respuesta, me encogí de hombros y pregunté: “¿Y..?” Filipo, engurruñó la cara y contestó: “prefiero la compañía silenciosa de los espíritus que los libros tienen dentro, que leerlos. De todas maneras estoy seguro de que no los entendería” Y, muy orondo, agregó:

1456

El Vendedor de Felicidad

“! Quien tiene libros jamás está solo!” Del capitán Filipo heredé mi adicción a los libros y algunas creencias ingenuas que todavía no he desaprendido.

¿Destino o azar? –Murió mi padre justo el día que cumplí 15 años. Pero no murió de borrachera como todo parecía presagiar, sino peleando 1457

Juan M. Taveras

cuerpo a cuerpo y con bravura ejemplar, contra dos asesinos que atentaron contra la vida del rey.

Mi padre mató a ambos

aunque perdió su vida en la batalla. Desde ese momento, las ruedas

de

la

fortuna

se

movieron, como por arte de magia, y el borracho emergió como el gran héroe que ofrendó su vida para salvar al rey de una 1458

El Vendedor de Felicidad

muerte segura. Se celebraron paradas y fiestas en honor del héroe sacrificado. Mi padre fue encumbrado a los altares y nosotros,

mi

madre

y

yo,

dotados de títulos de nobleza y provistos de recursos de todo género que de la noche a la mañana nos convirtieron en personas ricas y respetadas. Unos días después, como si la suerte, mujer al fin, me 1459

Juan M. Taveras

hubiera

convertido

en

su

favorito, el rey ordenó mi ingreso al ejército con el grado de sub-teniente de infantería. Sorpresivamente, giraron

las

ruedas

nuevamente

para

favorecerme y colocarme en ruta de mi futuro reinado. Desde

entonces,

una

pregunta tonta ha martillado mi mente: ¿Es todo obra del destino o del azar? 1460

El Vendedor de Felicidad

¿Tú qué crees Joel? –No lo sé, contesto Joel ante la sorpresiva pregunta del rey. Y agregó:

en

escuchando

ocasiones su

y

historia,

cualquiera se llega a confundir. –Excelente respuesta, dijo el rey y continuó con su historia: –A partir de la muerte de mi padre, el capitán Filipo no solo se encargó de protegerme sino de exagerar mis condiciones 1461

Juan M. Taveras

ante el rey. Por cuya causa, y pese a no tener experiencia militar alguna, fui colocado en la

guardia de honor del

monarca. De allí, mi ascenso fue rápido. Al cumplir 23 años ya era capitán

y

regimiento hombres.

comandaba

un

de

doscientos

Mis

destrezas

militares no desmentían en nada a mi protector Filipo. Por el 1462

El Vendedor de Felicidad

contrario, su estrella ascendía junto a la mía, porque el rey, era de esos seres que ven en los astros

un

universo

mágico

donde los dioses deciden a voluntad el destino del planeta tierra, el alcance de la influencia malsana de los demonios sobre todas las cosas y la suerte reservada a cada hombre. Por eso, el rey, un consumado fanático

de

la

astrología 1463

Juan M. Taveras

mitológica, había procurado una y otra vez la lectura de mi signo y me había etiquetado como predestinado.

Bajo

esa

presunción imaginaria, el rey me colmaba de grandes favores que terminaron convirtiéndome en uno de los hombres más ricos del

reino.

generosidad

Gracias pude

a

su

comprar

decenas de esclavos que hacían mi 1464

vida

cada

vez

más

El Vendedor de Felicidad

placentera, hermosas

al tiempo que cortesanas

me

entregaban solícitas su cuerpo, sin pedir nada a cambio, que no fuera participar de los frecuentes festines

donde

disipaba

mi

preciada juventud como agua entre los dedos. Mi brioso corcel era en verdad indetenible, y para antes de cumplir los 30 años de edad, era ya el más importante jefe 1465

Juan M. Taveras

militar de la monarquía que estaba en camino de heredar y para entonces me había casado con la sobrina del rey, lo que de hecho me señalaba como su heredero natural porque el rey era

estéril

y

descendientes.

no

tenía

Todo,

pues,

florecía a mi paso. Era joven, rico,

poderoso,

amado,

respetado y disfrutaba a plenitud de la abundancia. 1466

El Vendedor de Felicidad

Satisfecho por tantos logros, un día, mirándome al espejo, me dije:

“ya

lo

tienes

todo

muchacho: eres joven, hermoso, afortunado, poderoso y posees una

estrella

en

ascenso

indetenible que te acompaña siempre” – ¡Pero vaya si es extraña la naturaleza humana! –Enfatizó con tristeza el rey– Estaba todavía ante el espejo, cuando 1467

Juan M. Taveras

sentí

un

dardo

envenado

atravesar mi garganta y un mar de dudas precipitarse sobre mí como un rayo cargado de mil demonios.

Grandes

cuestionamientos se agolparon de repente en mi mente y sin saber por qué me sentí sepultado bajo un alud de lodo inmundo. Me sentí de pronto solo. Y un miedo insensato, un fardo de hielo seco, una combinación 1468

El Vendedor de Felicidad

extraña de frio y calor, hizo erupción en mis sentidos y tuve conciencia de un profundo vacío existencial que envolvió todo mi ser en una extraña soledad que jamás había sentido. Y pese a tenerlo todo, me sentí de repente desdichado. Ya sin aliento y como

si

algún

duende

misterioso quisiera llamar mi atención sobre la causa más frecuente de infelicidad, rozó mi 1469

Juan M. Taveras

sien profundo

aquel

pensamiento

de

Rabindranath

Tagore: “Tengo lo que no quiero y quiero lo que no tengo”. “El hombre es insaciable y por eso sufre tanto” –pensé en aquel trágico momento– – ¿Por qué se sintió de pronto desdichado, si tenía todo lo

que

quería?

cándidamente Joel– 1470

–Inquirió

El Vendedor de Felicidad

– ¿No lo comprendes Joel? – Perdí la fe de repente y quede como cascara vacía. ¡Y cuando la fe se pierde, amigo Joel!, no en Dios, que podría ser lo máximo, como te ocurrió en sueño, cuando cuestionaste a fondo la justicia divina, sino cuando pierdes la fe en valores morales o éticos y hasta en valores menudos, como ocurrió a Aníbal cuando entendió que 1471

Juan M. Taveras

Ismenia jamás lo querría. Es en ese trágico momento cuando el miedo surge como tempestad incontenible y acaba con todo. En mi caso, una intrigante duda fue el detonante. Fue entonces cuando pensé: “Es evidente que no controlo mi destino y que todo lo que soy se lo debo a los caprichosos dioses”. Pero… ¡ay! ¿Y si un día se olvidan de mí, o

1472

El Vendedor de Felicidad

llegan

a

cansarse

de

favorecerme? La

incertidumbre

arropó

todo mi ser, agravó mis ansias y multiplicó comprender,

mis

temores

al

repentinamente,

que demasiadas cosas en mi vida dependían del azar. Desde ese momento, me creí bajo el control de seres extraños que manipulaban mi suerte a su antojo y quienes eran, por tanto, 1473

Juan M. Taveras

los únicos y verdaderos amos de mi futuro. ¡Y yo creo! –enfatizó el rey– que

el

verdadero

espíritu

humano odia con todas sus fuerzas sentirse de la mano de dioses volubles y caprichosos que juegan continuamente a los dados con su suerte. Y fue esa la razón que me empujó, con tal pasión, a descifrar el futuro, que caí en el delirio de lo oculto. 1474

El Vendedor de Felicidad

Perdido, desde entonces, en el laberinto triste de una vida sin sentido, busqué en los astros y en falsos dioses inscritos en las diversas religiones, algo que explicara, convincentemente, mi existencia y la razón de mis objetables debilidades. En mi búsqueda toqué infinidades de puertas,

incluso

toqué

las

puertas sin marco del fetichismo barato,

dónde

montones

de 1475

Juan M. Taveras

adivinadores

iletrados,

pretendidos

brujos

y

falsas

pitonisas, se burlaban de mí, haciéndome creer que podían manipular mi futuro por medio de trucos infantiles como leer mi horóscopo, las cartas, la taza y docenas pueriles

de

otras

que

comúnmente

fullerías

son

tan

utilizadas

para

consolar y manipular a los tontos. 1476

El Vendedor de Felicidad

Era tal mi ofuscación, que en algún momento llegué a sentir una extraña nostalgia por no tener a mi alcance, como los afortunados griegos, el oráculo de Delfos, donde los grandes hombres podían acudir para consultar a los dioses sobre cuestiones inquietantes de su existencia;

o,

tal vez mejor,

llegar, como los emperadores y cónsules romanos, a la presencia 1477

Juan M. Taveras

misma de la Sibila para que leyera

mi signo y matara,

aunque fuera por un corto intervalo, mi dependencia del azar y de los caprichosos dioses. En mi delirio detrás de lo oculto, caí en la escala más baja de las grandes

propensiones

y

debilidades humanas, cuando ordené a mis esbirros abrir las entrañas

de

animales,

de

mujeres, de niños y hasta de 1478

El Vendedor de Felicidad

fetos, en busca de respuestas que el sentido común me negaba con

destreza.

En

mi

desesperación por comprender lo incomprendido, acudí por ultimo a las viejas fuentes de las antiguas religiones índicas, y me ofusqué, a tal grado, que estuve a punto de abandonándolo todo para imitar al hijo del rey Śuddhodana. No lo hice porque comprendí que el dolor no 1479

Juan M. Taveras

puede ser remedio para el dolor. Además, porque jamás podré entender por cuáles razones tendría el ser que reencarnar infinidad

de

veces

hasta

perfeccionar un espíritu que, inexplicablemente, nacido

corrompido

habría y,

de

consiguiente, estaría obligado a sufrir para curarse de un karma del cual no podría ser culpado.

1480

El Vendedor de Felicidad

¡Yo no creo ni creeré nunca en el eterno retorno! –En

medio

de

mis

tribulaciones –continuó el rey con su historia– entendí que todo hombre está obligado, en el curso de su corta vida, a elegir entre la esperanza infatigable de aceptar a los dioses como responsable

de

todo,

y

la

prudente falta de esperanza que

1481

Juan M. Taveras

nace del convencimiento de que nada hay más allá de la muerte. He pasado años en esa disyuntiva trágica y pese a mi peregrinar muchos

tortuoso y a mis años

de

profundas

reflexiones, sigo sin comprender si lo que persigo es la felicidad o si todo lo que hago es en procura de un escudo ilusorio que me libre de la ansiedad, de mis temores y de la muerte, tras 1482

El Vendedor de Felicidad

lo cual, no ha habido un solo día, desde entonces, donde no me haya

preguntado: ¿Será

posible al hombre librarse un día de la incertidumbre del futuro? ¿Lograremos descifrarlo o al menos entenderlo? ¿Valdría de algo

conocer

¿Podremos

el

futuro?

librarnos

de

la

muerte? ¿Estamos obligados, de hecho, a jugar todo el tiempo a la

ruleta

rusa,

a

azar 1483

Juan M. Taveras

indescifrable? ¿Es preferible el azar al destino? –El único futuro cierto es la muerte –interrumpió Joel en tono sombrío–

y contra ella

nada se puede. –Entonces –dijo el rey– al final todos los grandes afanes son inútiles. Todo poder, toda bonanza y toda dicha, son puras fantasías. Son solo imágenes

1484

El Vendedor de Felicidad

que el tiempo, despiadado y cruel, borrará en un instante

Reflexiones del Rey –Por más de cien años –dijo el rey– he navegado en todos los mares del pensamiento, escalado las montañas más alta del saber, penetrado las más recónditas profundidades del ser, leído miles decenas

de

libros, de

practicado

religiones

y 1485

Juan M. Taveras

creencias,

y

conciencia hombres

escarbado

la

cientos

de

de en

procura

de la

felicidad y no la he encontrado. Por

eso

me

angustiado:

preguntaba

¿Me

equivocado

al

felicidad

en

habré

buscar

la

imágenes

exteriores, en lugar de buscarla dentro de mí mismo? –Tal vez se equivocó usted de rumbo –argumentó Joel– 1486

El Vendedor de Felicidad

porque la felicidad es un simple estado de la mente y fuera estoy convencido de que no existe. –Pensándolo

bien

–dijo

tranquilamente el rey– ¿Qué otra cosa puede ser la felicidad que no sea un estado mental? Fuera de esa concepción, no creo que la felicidad exista. Lo puedo

asegurar

porque

practiqué, una y otra vez, todo cuando

creí

necesario

para 1487

Juan M. Taveras

eliminar el dolor, el sufrimiento y la angustia en procura de la felicidad frustración

y

cada fue

vez

mi

mayor.

Mi

último acto en procura de la felicidad perfecta, consistió en abandonar todo lo superfluo y retirarme, junto a mi bella esposa Claudia, a esta hermosa isla solitaria donde por un tiempo disfruté a plenitud de mi dicha. 1488

El Vendedor de Felicidad

Pero olvidé que la dicha es puramente material y que, como todo lo asociado a la materia, es necesariamente

efímero

cambiante. Olvidé

y

que las

emociones son como una espada de dos filos: de un lado lo dulce, lo grato, lo placentero. Del otro: lo

amargo,

el

dolor,

la

incertidumbre, el sufrimiento. – ¡Oh Dios! ¡Y qué tacaña es la ilusión!– Un día, como ocurre 1489

Juan M. Taveras

a

casi

todos

los

mortales,

amanecí gravemente enfermo. Pasé cuarenta días seguidos postrado

en

un

lecho

sin

levantarme un instante. Cuando al fin lo hice, tambaleante aún, se me ocurrió pararme frente al espejo

para

comprobar

mi

apariencia física y elevar mi ego. ¡Oh dioses de todas las edades! ¡Qué espanto! Un frío 1490

El Vendedor de Felicidad

glacial

petrificó,

en

aquel

instante, y de un solo golpe, todas mis ilusiones: en cuarenta días envejecí 40 años. ¡Qué agonía sentí en aquel momento abominable! ¿Y luego?: la más inquietante, compleja y cruel de todas las cuestiones, surgió de repente frente al propio espejo: ¿Qué sigue a la vejez?:

1491

Juan M. Taveras

“La cruel soledad y después la muerte” –fue la amarga respuesta– Entonces,

como

loco,

emulando al Quijote, desenvainé mi espada y me dispuse a luchar contra la muerte. “Tal vez la mato –me dije insensato– y libere a todos de ese misterio insondable que sirve de carnada a tantos manipuladores para pescar en los mares obscuros y 1492

El Vendedor de Felicidad

sin fondos de la ingenuidad y la ignorancia” Pero todo resultó inútil. Vencido en la batalla, perdí la esperanza, y vi volar de mi lado el único consuelo que los dioses dejaron a los mortales cuando enviaron su fatídica Caja de Pandora repleta de males. Y desde entonces, quedó vacía y huérfana mi vida. A veces, en mi soledad sin tiempo

ni

espacio,

me 1493

Juan M. Taveras

imaginaba garabatear en las hojas empolvadas y tostadas de mis libros, esperanzado en que los espíritus que el capital Filipo me aseguró había en cada uno de ellos, salieran un día de su misterioso

escondite,

para

enseñarme cómo dar muerte a la muerte,

o

al

menos,

para

aclararme la finalidad de su horrenda existencia. O, tal vez, para explicarme la razón, el por 1494

El Vendedor de Felicidad

qué el derecho a la vida se paga inexorablemente con la muerte, paradoja triste, que jamás será comprensible. –Me Joel–

parece que

–interrumpió está

usted

obsesionado en luchar contra la muerte. Y esa lucha la considero inútil. –Tal vez –dijo el rey– exhibiendo una leve sonrisa. Y

1495

Juan M. Taveras

continuó impertérrito con la narración de su historia. – Al cabo de un tiempo – dijo– logré recuperar totalmente mi salud y sentí mi cuerpo nuevamente vigoroso. Pero ya mis

fuerzas

habían

espirituales

abandonado.

me Las

reflexiones que siguieron a mi enfermedad,

me

llevaron

a

considerar que si no puedes luchar contra la muerte; que si 1496

El Vendedor de Felicidad

todo es vano, la virtud también lo es. De modo que perdí prácticamente la cordura y las volátiles arenas de un desierto solitario secaron por completo la fuente de mi fe y devoraron la fortaleza que resguardaban mis esperanzas. Terminé dando la razón a Epicuro. Y sin ningún horizonte que diera sentido a mi vida, retorné, con ímpetu salvaje, a 1497

Juan M. Taveras

mis viejas andanzas: regresó al Soma que servía de consuelo a los zombis del mundo feliz de Huxley; me fanaticé con el Kama Sutra y viajé tres veces al lejano y solitario Khajuraho en la India, interesado en aprender y reforzar mi afán por el sexo sin freno, mientras crecía de nuevo

mi

hechiceros debilidades 1498

adicción y

a

a

los

todas

las

enfermizas

que

El Vendedor de Felicidad

arropan y martillan a los débiles e ignorantes. Me enajené a tal punto que, en el fondo, me ocurrió algo parecido a aquella fantasía de “El Ángel, el Molino y el Caracol del Faro” en el que Gabriel Miró, refiere que un ángel viene a establecerse en la tierra para satisfacer su deseo de vivir

en

miserias

contacto humanas.

con

las

Pero

el

visitante celeste se acostumbra 1499

Juan M. Taveras

pronto a las cosas de los hombres. Se le caen las alas, le crece la barba, siente poco a poco deseos ruines, y concibe pensamientos torcidos como la mayoría de los mortales. Pero he aquí que un día, viene un querubín a buscarle. Entablan conversaciones. El ángel se queja del mundo y transmite a su interlocutor una impresión pesimista sobre la condición 1500

El Vendedor de Felicidad

humana. El querubín le dice entonces:

“Sea…

regresa

conmigo al cielo”. Pero el ángel rechaza la insinuación con esta respuesta negativa: “si regreso al cielo tendría que dejar de pecar. ¡Y el pecar es tan dulce!” –Saltó usted –dijo Joel– de lo aceptable a lo peor. Olvidó que el desenfreno jamás será fuente de felicidad, más bien será siempre fuente del dolor. 1501

Juan M. Taveras

Sin freno, sin ley, no hay libertad. –Estás en lo cierto Joel. Gozar vulgarmente de la vida, no puede conducir a la felicidad. Pero es tan fugaz la dicha, que atrevo a creer que confunde hasta

a

los

dioses.

He

observado, durante todos estos años de serena reflexión, que en los

días

dichosos,

en

la

felicidad, el tiempo se acorta. 1502

El Vendedor de Felicidad

Apenas

se

percibe.

Pasa

silencioso y suave como la brisa perfumada de un jardín en flores. En el dolor, en la soledad, en cambio, el tiempo se alarga. Se percibe eterno como las llamas inextinguibles del infierno.

¿Tendría

razón

Voltaire cuando aseguró que la felicidad no es más que un sueño

y

la

desgracia

una

realidad? 1503

Juan M. Taveras

–Desde la perspectiva de –respondió

Voltaire

Joel–

pensativo y con su mirada perdida en el horizonte, no es posible ser feliz. – Lo mismo pienso yo –dijo el rey– y me sigo preguntando si existe alguna forma de alcanzar efectivamente la felicidad. –De momento –interrumpió Joel–

no

satisfactoria 1504

existe a

esa

respuesta eterna

El Vendedor de Felicidad

pregunta,

siendo

necesario

admitir que la felicidad posible es un estado mental. Un estado, no de conformidad frente al trágico drama humano, sino de consciente

aceptación

a

las

realidades resultantes del mundo dual en que vivimos. El destino – ¡Es todo tan confuso! –dijo el rey, envuelta su voz en un contagioso manto de tristeza– Y 1505

Juan M. Taveras

agregó, cabizbajo y con ambos ojos cerrados: ¿No será, tal vez, que nunca se aprende a estar satisfecho con uno mismo? –La conformidad es droga de tontos– respondió Joel. –Lo admito –dijo el rey– pero la vida te obliga a trabajar todo el tiempo, y sin treguas, para conservarla. Pasas una puerta

tras

otra

y

cuando

piensas: “es el final del camino; 1506

El Vendedor de Felicidad

es la última puerta, allí detrás está

lo que tanto anhelo”.

Entonces, misteriosos duendes agoreros se cruzan en tu camino y comienzan los despiadados embates de la enfermedad, de la vejez, de la soledad, y la angustia muda y cruel de esperar la muerte a cada instante. No importa

Joel,

lo

muy

encumbrado o bajo que estés en la escala social, ni lo muy feliz o 1507

Juan M. Taveras

desdichada

que

parezca

tu

existencia. No podrás librarte de los verdaderos cuatro jinetes del apocalipsis.

De

los

cuatro

elementos más perturbadores y dolorosos de la existencia, a los que Buda bautizó, –sigo sin comprender por qué– como “los emisarios divinos” refiriéndose a la enfermedad, la vejez, la soledad y la muerte.

1508

El Vendedor de Felicidad

¡Lo incompresible de la muerte Joel, es que nunca podamos entenderla! – ¿Serviría de algo entender el significado de la muerte? – preguntó Joel en tono afligido–. –De mucho –contestó el rey sin inmutarse– porque en esa ignorancia

se

apoya

una

multitud de hábiles timadores para manipular y engañar a sus semejantes, pintado a la muerte 1509

Juan M. Taveras

del color que más convenga a sus intereses mezquinos. En mi caso, después de estudiar a fondo

diversas

docenas filosóficos,

de

religiones

y

planteamientos

finalmente apoyé

mis juicios de valores, con respecto a la vida y a la felicidad, en la filosofía estoica. Esa

creencia

convencido

de

me

había

que

manos

invisibles conducen la vida de 1510

El Vendedor de Felicidad

cada hombre sobre las alas de un destino inexorable del cual nadie puede escapar jamás. Y, en su momento, esa creencia infantil me había devuelto la cordura e incluso la tranquilidad a que te lleva la ingenua conformidad. Llegué a creer ciegamente en la predestinación, y como yo me consideraba un predestinado, un protegido de los dioses, inmune, por tanto, a 1511

Juan M. Taveras

todo avatar y capaz, incluso, de desafiar a la propia muerte, mis achaques de salud, sin embargo, la vejez que de repente se me vino encima y un presagio siniestro de que la muerte me acechaba a cada instante, me obligaron a formularme una pregunta que compete a todos los humanos y que jamás ha cesado de martillar mi cansada mente: 1512

El Vendedor de Felicidad

– ¿Existe la predestinación, o acaso

los

hombres

extraordinarios, al igual que los grandes

acontecimientos,

constituyen un simple juego de azar, un impredecible juego cruel y ciego de la vida? Por

largo

reflexionado

tiempo

acerca

de

he la

posibilidad de que exista la predestinación y mi amarga respuesta es un rotundo no. 1513

Juan M. Taveras

– ¿No cree usted en el destino? –Definitivamente, no. –dijo enfáticamente el rey. – ¿Pero la historia de su vida parece un retrato en vivo del destino? –Así es, pero hoy solo creo en la marcha de lo absoluto y desestimo destino

por

completo

individual.

el

Estoy

firmemente convencido de que 1514

El Vendedor de Felicidad

si realmente existe una ley de Dios, esa ley la rige la marcha de lo absoluto. – ¡Pero con esa inquietante respuesta, deja usted al ser humano

sin

coartadas

para

explicar los muchos vaivenes de la vida! –Lo



y

entiendo

perfectamente el alcance de mi negativa a creer en el destino. Pero el asunto es Joel, que si lo 1515

Juan M. Taveras

que tiene que ocurrir, ocurrirá de

todas

maneras;

si

es

inevitable, entonces: ¿Qué papel juega la voluntad individual? ¿Para qué luchar por la vida? ¿De qué sirve el libre albedrío? – ¿Te has hecho alguna vez esas preguntas? –No, jamás se me habían ocurrido, porque siempre creí, hasta que los extraterrestres me abrieron un poco los ojos, que 1516

El Vendedor de Felicidad

los dioses arreglan y desarreglan todo y que te castigan o premian a su antojo. –Los que creen en el destino –enfatizó el rey– lo hacen sin fundamento lógico alguno. Te confieso que habité por años ese oscuro

y

cómodo

ilusorio

hasta

arribar

mundo a

la

conclusión definitiva de que la muy cómoda predestinación no existe, que es una creación de la 1517

Juan M. Taveras

mente

para

explicar,

cándidamente, los vaivenes de la vida y justificar nuestra cómoda posición de atribuirlo todo a la mano invisible del incierto y caprichoso destino. La única verdad, la única realidad, la que debes vender a todos los que oirán tu voz, es la de que no son los dioses los amos de nuestros destinos, ni los responsables de

1518

El Vendedor de Felicidad

nuestra felicidad o desdicha, sino nosotros mismos

La muerte de Claudia –El rey –dijo el rey– me dio a su sobrina Claudia por esposa y me designó heredero de su trono al cumplir mis 28 años de edad. Era Claudia la flor más hermosa del reino. Una mujer comprensiva,

delicada, 1519

Juan M. Taveras

armoniosa y hacendosa como ninguna. Tenía la virtud de ser discreta,

callada

y

estaba

siempre a mi lado con la palabra oportuna

a

mano

para

reconfortarme en mis frecuentes crisis de ansiedad. Era ella atractiva, tolerante y dueña de una

belleza

interior

incomparable. A su lado disfruté los años más hermosos de mi vida. Claudia lo fue todo para 1520

El Vendedor de Felicidad

mí y después de mi retiro a esta bella

isla,

se

convirtió

en

especie de ángel de mi guarda. A su lado jamás sentí la fría compañía de la soledad. –Pero llegó un pesaroso día, que tal vez ni la muerte pueda borrar: encontré a mi amada muerta en su recamara. ¡Claudia, Claudia, la dulce Claudia! –Gritó sollozando el rey– se fue en silencio, sin que 1521

Juan M. Taveras

yo supiera por qué ni adónde se iba. Se fue, ¡Oh qué inmensa tristeza Joel! A un lugar donde nadie puede escapar porque no hay refugio ni futuro. Se fue sola, sin despedirse de nadie y regresó al mundo de la nada, como si nunca hubiera existido. Sin quererlo, sin desearlo, se fue y me dejó. No podía llevarme: Claudia iba a ninguna parte.

1522

El Vendedor de Felicidad

¡Me llevaron a Claudia! – Grité desconsolado, en aquel momento

de

infinito

sufrimiento. Luego, un inmenso pesar, un dolor inconcebible, más intenso que el de la propia muerte, cayó sobre mi ser e hizo sangrar mi espíritu, que murió también en ese instante, abatido para siempre por una soledad intemporal: sin principio ni fin. Tuve conciencia, entonces, de 1523

Juan M. Taveras

que la vida ¡la miserable vida! reserva siempre lo peor para el final. Comprendí, con el alma engurruñada, que la verdadera eternidad es el tiempo, el vacío enorme que media entre cuando adquieres conciencia de la vejez; cuando te atrapa la soledad, y la hora final de la muerte. Con la ida de Claudia se desintegró mi mundo. Era yo un fantasma. Un caminante sin 1524

El Vendedor de Felicidad

rumbo, sin luz ni consuelo a quien nadie esperaba. Era un enajenado mental que en la soledad de la noche, como un loco, bailaba solitario la danza de la sombra, vestido como japonés y con el rostro pintado, esperanzado en que las siluetas de

Claudia

y

la

mía,

entrelazadas, pudieran devolver la vida a mi amada, como

1525

Juan M. Taveras

supuestamente ocurría a los que bailaban la danza de la sombra. De tarde en tarde Joel, sentado en una mecedora frente al mar, con mi rostro pálido y demacrado, mis ojos fijos en la curva lejana que dibuja el horizonte marino de mi isla y con mi cuerpo rígido por el peso del sufrimiento, yo, el gran rey, era menos que una sombra. A veces, 1526

en

muy

contadas

El Vendedor de Felicidad

ocasiones, creí sentir el roce de un

acercamiento,

un

ligero

contacto, leve como las alas de una mariposa, con el cuerpo tibio de mi amada Claudia. ¿Ilusiones? ¿Fantasías de una mente en declive? Jamás sabré si ese calor, si esa dulzura, simplemente emanaban de los sentimientos más hondos de un hombre en lucha con la soledad y el frío de la noche, o del 1527

Juan M. Taveras

espejo

lejano

conservamos

los

en

que

fantasmas

evocados en el limbo de la memoria. Fuera de esos furtivos momentos, solo me diferenciaba de los muertos en que cargaba un cuerpo desgatado por el peso del dolor y de los años. Sin fe ni esperanza,

te

será

fácil

comprender hasta qué punto el mundo

había

dejado

de

interesarme. Y hasta qué punto, 1528

El Vendedor de Felicidad

¡lo digo con pesar y vergüenza! la

idea

del

suicidio

había

tomado posesión de mi mente y ocupado el vacío de mi soledad doliente.

Los espíritus de Filipo salen a flote –Cuando ya la nostalgia devoraba los últimos destellos de mi cansado aliento,

de

repente, una noche, mientras 1529

Juan M. Taveras

escarbaba

en

los

olvidados

de

rincones

mis

viejos

armarios en procura de alguna cicuta muerte,

que

precipitara

contemplé

a

mi dos

pequeñas figuras salir del borde de las páginas de un montón de libros

que

estaban

apilados

sobre

una

mesita

circular

existente en mi recamara. Froté mis ojos varias veces hasta convencerme de que no veía 1530

El Vendedor de Felicidad

visiones. Las dos figuritas se pararon frente a mí en silencio y con los brazos cruzados en pose inquisitiva. De pronto, se oyó el aleteo de varias hojas que bailoteaban con prisa al impulso de una brisa impetuosa, como si quisieran llamar mi atención sobre un libro en particular. Eran varias de las páginas enmohecidas de Memorias de Adriano, que contentas, daban la 1531

Juan M. Taveras

bienvenida al propio emperador que se revelaba en persona. –No me sorprendí al verlos. Había esperado la ocasión por años.

Conservaba

aún

la

creencia de que un día se revelaran los espíritus que el capitán Filipo me aseguró había en cada libro. Y el milagro ocurrió justo en el momento que más lo necesitaba. Vi entonces crecer la figura imponente de 1532

El Vendedor de Felicidad

Adriano,

hasta

tamaño

natural.

impecablemente

alcanzar Se

su

sentó,

vestido,

con

sus atuendos de emperador de Roma, al borde de mi cama y me dijo, sin preámbulo. –No debes suicidarte. – ¿Has venido desde tiempos tan lejanos –riposté– solo para disuadirme del suicidio? –Así

es

–respondió

el

emperador– 1533

Juan M. Taveras

– ¿Y por qué no? –dije– –Porque

la

misión

más

sagrada del hombre –respondió el emperador– es servir de ejemplo a sus semejantes y tu vida, como la mía, servirá de referencia

a

futuras

generaciones. – ¡Y qué! –Ripostó el rey subiendo el tono de voz– ¿Es que

ni

siquiera

tu

puedes

comprender que mi suicidio 1534

El Vendedor de Felicidad

estaría, en todo caso, más que justificado, e igual servirá para dar fin a la amarga vida de gentes sin futuro, que como yo, no tienen razón alguna para vivir? – ¡Te equivocas, gran rey! Siempre hay un consuelo, una esperanza; alguna razón por qué vivir. Si no la tienes búscala. ¡Te aseguro que la encontrarás!

1535

Juan M. Taveras



¡Pero

yo

no

tengo

esperanza! Y si la buscara, no sabría por dónde empezar. Tú más que nadie sabes que a mis años ya no tengo futuro. Y sin futuro, sin nada que esperar de la vida, está vacío mi horizonte. Y detrás de todo, solo mi amarga soledad me sigue como una sombra. Y más allá… donde todo termina, me espera una

1536

El Vendedor de Felicidad

noche fría y eterna de donde nadie ha regresado jamás. – ¡No Adriano! Jajaja… ¡No!.. ¡Yo no tengo razón para luchar! Si fueron, acaso, los dioses los que nos dieron la vida, lo hicieron como un injusto castigo que se paga inexorablemente con la muerte. –Se ha secado el manantial de tu fe. –Ripostó el emperador– Me ocurrió lo mismo cuando 1537

Juan M. Taveras

perdí a Antinoe, y también cuando creí entender, como tú ahora,

que

mi

vida

había

terminado. Desconfié y me burlé de todas las teorías de la inmortalidad y acabé en un callejón sin salidas. Tal vez no haya nada después de la muerte. “¿Pero no te parece demasiado simple la solución contraria, la nada, el hueco vacío donde

1538

El Vendedor de Felicidad

resuena

eterna

la

risa

de

Epicuro?” –No tengo respuesta a esa compleja paradoja –contesté– Lo que sí puedo asegurarte Adriano, es que mis dudas se ensanchan

con

el

paso

agonizante de mis días sin sol y que mi estrella moribunda se desvanece

en

un

vacío

existencial sin principio ni fin. Te lo repito Adriano, no tengo 1539

Juan M. Taveras

razón para luchar y mucho menos para vivir. Adriano no contestó y su voz pareció apagarse. Su figura se empequeñeció de nuevo, en tanto las páginas de otro libro bailotearon con fuerza, como señal de liberación del embrujo que devolvía su tamaño normal a “Harry Haller, llamado el lobo estepario”

1540

que

ocupó

de

El Vendedor de Felicidad

inmediato el lugar dejado por el emperador. –Te conozco –dije al verlo– o

al

menos,

conozco

al

personaje del “Lobo Estepario”. Me entristece tu soledad, pero me anima tu determinación de enfrentarte al mundo. Tú Harry, encarnas, como nadie, la propia imagen

del

ser

humano:

“desdoblado entre la grandeza y la bajeza, entre el sacrificio 1541

Juan M. Taveras

generoso y el más horrendo egoísmo” –Esa es mi tragedia –dijo Harry– la tragedia del Lobo Estepario, obligado a vivir mi vida

en

constante

conflicto

conmigo mismo: cuando quiero ser hombre, el otro yo, el lobo, se burla de mí; cuando quiero ser lobo, el hombre que vive en mí, se resiste, se une a miles de millones 1542

de

sepulcros

El Vendedor de Felicidad

blanqueados,

me acusan de

demonio y me someten, de hecho, a una nueva y tormentosa inquisición. – Ahora bien –agregó Harry– si cada hombre que comprende la tragedia de su existencia optara por el suicidio, la especie humana,

tal

vez

no

desaparecería, pero terminaría mortalmente diezmada, porque todo el talento, toda la minoría 1543

Juan M. Taveras

pensante,

desaparecería

y

quedaría el mundo en manos de esa mediocridad depredadora e ignorante que ni siquiera tiene conciencia

de

su

insípida

existencia. –Me estas sugiriendo –dijo el rey, al igual que Adriano– que

abandone

la

idea

suicidio. –Es justo lo que intento.

1544

del

El Vendedor de Felicidad

–Pero ¿y qué hago con este martirio,

con

esta

pérfida

soledad, con este sufrimiento que desde la muerte de Claudia, ha destrozado y colmado de amarga pena lo poco que queda de mi vida en penumbra? Harry intentó

decir algo,

pero el rey lo interrumpió y dijo: –Hace

solo

dos

días,

mientras buscaba justificación para suicidarme, repasé mis 1545

Juan M. Taveras

notas sobre el libro del cual tú, Harry Haller, eres el personaje principal y nada encaja más para justificar mi determinación a suicidarme que las palabras puestas en tu boca en el tratado del

lobo

estepario,

cuando

dijiste, lleno de amargura y harto de vivir: “Religión, Patria, Familia, Estado, habían perdido su valor para mí y no me importaba ya 1546

El Vendedor de Felicidad

nada; la pedantería de la ciencia, de la profesión, de las artes me daba asco; mis puntos de vista, mi gusto, toda mi manera de pensar, con la cual yo en otro tiempo había sabido brillar como un hombre de talento

y

admirado,

estaba

ahora olvidada y en abandono y era sospechosa a la gente. Aunque en todas mis dolorosas transformaciones

hubiera 1547

Juan M. Taveras

ganado

algo

imponderable,

invisible caro

e

había

tenido que pagarlo, y una y otra vez mi vida se había vuelto más dura, más difícil, más solitaria y peligrosa. En verdad que no tenía ningún motivo para desear una

continuación

de

este

camino, que me llevaba a atmosferas

cada

vez

más

enrarecidas, iguales a aquel

1548

El Vendedor de Felicidad

humo en la canción de otoño de Nietzsche” “¡Ah, ya lo creo, yo conocía estos trances, estos cambios que el destino tiene reservados a sus hijos

predilectos

descontentadizos,

y

más

demasiado

bien los conocía! Los conocía como un cazador ambicioso, pero desafortunado, conoce las etapas de una cacería; como un viejo jugador de bolsa puede 1549

Juan M. Taveras

conocer

las

etapas

de

la

especulación, de la quiebra. ¿Habría de vivir yo todo esto ahora otra vez en la realidad? ¿Todo este tormento, toda esta errante miseria, todos estos aspectos de la bajeza y poco valor del propio yo, todo este terrible miedo ante la derrota, toda esta angustia de muerte? ¿No era más prudente y sencillo evitar la repetición de tantos 1550

El Vendedor de Felicidad

sufrimientos, quitándose de en medio? Ciertamente que era más sencilla y más prudente. Y aunque lo que se afirmaba en el folleto del lobo estepario acerca de los “suicidas” fuera así o de otra

manera,

nadie

podía

impedirme la satisfacción de ahorrarme, con ayuda del gas, la navaja de afeitar o la pistola, la repetición de un proceso, cuyo amargo dolor había tenido 1551

Juan M. Taveras

que gustar, en efecto, tantas veces y tan hondamente. ¡No!.. por todos los diablos, no había poder en el mundo que pudiera exigir de mi pasar una vez más por las pruebas de un encuentro conmigo mismo, con todos sus horrores de muerte, de una nueva conformación, de una nueva

encarnación,

cuyo

término y fin no era de ningún modo paz y tranquilidad, sino 1552

El Vendedor de Felicidad

siempre nueva autodestrucción, en

todo

caso

nueva

auto-

conformación. Y, aunque el suicidio fuera estúpido, cobarde y ordinario, aunque fuese una salida vulgar y vergonzante para huir de este torbellino de los salida

sufrimientos, hasta

cualquier la

más

ignominiosa, era deseable: aquí no había ya comedia de nobleza y heroísmo, aquí estaba yo 1553

Juan M. Taveras

colocado

ante

la

sencilla

elección entre un pequeño dolor pasajero

y

un

sufrimiento

infinito que quema lo indecible. Con frecuencia bastante en mi vida tan difícil y tan descarriada había sido yo el noble Don Quijote, honor

había a

la

preferido

el

comodidad,

el

heroísmo a la razón. ¡Basta ya y acabemos con todo ello!”

1554

El Vendedor de Felicidad

–Esas palabras.

son

tus

propias

Seguramente

las

pensaste en un momento en que en ti predominaba el hombre lleno de ansiedad y dudas. Los lobos no se suicidan Harry, aunque

también

sufren.

El

hombre sí, cuando su vida se vuelve

insoportable.

¿Y

después de un razonamiento tan profundo, que viene a mi caso como

anillo

al

dedo

para 1555

Juan M. Taveras

justificar

totalmente

mi

decisión, te atreves a decirme ahora que no me suicide? ¡No te entiendo Harry, no te puedo entender! –Mi respuesta la tienes en las palabras del emperador Adriano: Siempre hay un consuelo, una esperanza; alguna razón para vivir. Yo la encontré en el teatro mágico de la vida. La encontré cuando aprendí a jugar mejor el 1556

El Vendedor de Felicidad

juego de las figuras; cuando aprendí a reír. No lo olvides, gran

rey,

“El

que

busca

encuentra”. La figura de Harry, el Lobo Estepario,

volvió

a

empequeñecerse, se aproximó a la de Adriano, y ambas figuritas desaparecieron al regresar a los libros de donde habían salido, y cuyas hojas, alborotadas por el viento,

parecían

reírse

a 1557

Juan M. Taveras

carcajada. El rey contempló tranquilo el retiro de esos dos grandes espíritus, seguro de que volverían. Reflexionó durante al menos dos horas sobre las conversaciones sostenidas con Adriano y Harry, y su espíritu pareció tranquilarse. El sacrificio del Rey –Después

de

aquel

inolvidable encuentro –continuó el rey– y durante varios meses, 1558

El Vendedor de Felicidad

no pasó un solo día sin que algún

personaje

importante

reencarnara desde las hojas secas de alguno de mis libros y platicara animadamente durante horas y a veces durante noches enteras conmigo. Me habitué tanto a esos furtivos encuentros que sin darme cuenta, pospuse indefinidamente mis planes de suicidio. Mis

encuentros con

los espíritus que encarnaban al 1559

Juan M. Taveras

salir de los libros, como me había asegurado Filipo y los cuales venían en mi ayuda, coparon mi vida, enfriaron mis pensamientos y resultaron un verdadero consuelo que llenó el vacío profundo de mí amarga soledad. Empecé a sentirme vivo de nuevo y realmente feliz, si cabe la palabra. Pero un día ocurrió algo en la mansión que me quitó la paz 1560

El Vendedor de Felicidad

ganada

con

sorprendí

a

los uno

encuentros: de

mis

sirvientes tratando de escuchar mis

conversaciones

con

los

espíritus. Desde ese momento empecé

a

conveniencia

considerar de

la

quedarme

prácticamente solo en la isla. Me atormentaba la idea de que mis colaboradores creyeran que había

enloquecido

dado

mi

notorio afán de trancarme solo 1561

Juan M. Taveras

cada noche a conversar en alta voz con seres que nadie nunca veía. Era una decisión difícil. La pensé durante varios días y finalmente

me

decidí

por

devolver a tierra firme a los soldados que me protegían, y a ellos mismos regalé todos mis esclavos, a excepción de uno que había sido mi más fiel servidor por más de 50 años.

1562

El Vendedor de Felicidad

Durante meses, mi sirviente etíope y yo nos ocupábamos durante el día de las tereas necesarias para mantener algún orden en este lugar inmenso en que estas ahora, y por las noches me regocijaba con mis espíritus. Así pasaron meses de equilibrio mental envidiable. Sin embargo, las visitas de los espíritus de pronto se hicieron cada vez más

1563

Juan M. Taveras

esporádicas

y

al

final

desaparecieron por completo. Los espíritus se alejaron y regresó la pérfida dama gris a hacerme de nuevo compañía. Sentí a la amarga soledad penetrar las profundidades de mi ser, con el mismo encono con que entra en la carne una daga. Estaba

nuevamente

solo.

Más solo y aislado que nunca, porque en mi afán de ocultar a 1564

El Vendedor de Felicidad

toda costa la existencia de los misteriosos personajes que me visitaban, había ordenado la quema

de

las

góndolas

a

excepción de una que usaba para salir del lago y caminar, algunas veces, por tierra firme. Había ordenado también la destrucción de todos los puntos que daban acceso a mi dulce refugio a fin de que nadie me visitara ni nadie pudiera importunarme con 1565

Juan M. Taveras

nada relacionado con la marcha de mi reino en tierra firme, el que, hacía tiempo, había dejado de importarme. Deseaba estar solo con mis espíritus y la soledad me había complacido. A partir de entonces, mi única compañía era mi esclavo etíope. Pero una noche triste, mi fiel servidor, confidente y amigo, murió de repente y perdí mi única compañía y la única ayuda 1566

El Vendedor de Felicidad

de que disponía para mantener un poco de orden en esta enorme

mansión,

que

en

tiempos normales contaba con más de 30 sirvientes. Calmé en algo mi dolor – continuó el rey– con la ilusión nacida de la posibilidad de que mis espíritus tal vez regresarían. “Ahora

que

estoy

completamente solo –me dije– tal

vez

regresen

y

me 1567

Juan M. Taveras

acompañen

de

nuevo”

Esperanzado en su retorno, pase varios días sin salir un solo instante de mi recamara. Pero nada

ocurrió.

Fue

entonces

cuando decidí bajar cuántos libros pudiera de los estantes, abrirlos todos y desparramarlos por doquier, como lo ves ahora, esperanzado en que tal vez de esa

forma

los

espíritus

reaparecerían nuevamente. Pero 1568

El Vendedor de Felicidad

al cabo de un mes de espera, solo había conseguido que mi soledad y mi tristeza crecieran a niveles

intolerables

indescriptibles.

e

Entonces,

se

apoderó de mí un sufrimiento que las palabras no pueden expresar. Un dolor tan intenso y profundo como el sentido por Jesús en el huerto de Getsemaní, al sufrir la agonía de ser bajado de los

altares para

quedar 1569

Juan M. Taveras

reducido a la simple condición de hombre despojado de gloria y convertido en simple perdedor, como entendí estaba ocurriendo en los últimos tramos de mi existencia triste. Ya sin fuerzas –me dije, en tono sombrío– “todo acabó”, al tiempo

que

pensamientos

suicidas regresaban, ocupaban mi mente y suplantaban mi ser.

1570

El Vendedor de Felicidad

–Un día –continuó el rey– sentado en mi vieja mecedora frente

al

mar,

deliberaba

conmigo mismo sobre la fría y cruel soledad que me arropaba y de la triste realidad de que, a mis años, era yo un hombre sin futuro.

Me

irremisiblemente

sentí derrotado

y

arribé a la conclusión definitiva de que mi único camino era el suicidio. Pensaba en la forma de 1571

Juan M. Taveras

matarme cuando sentí que la silueta

de

Claudia

rosaba

nuevamente mi cuerpo. Creí verla emerger de las olas, caminar hacia mi llena de ternura y cruzar a mi lado, silenciosa y risueña como una rosa blanca en dirección a la mansión. Como sonámbulo, me levanté de la mecedora y la seguí con la mirada mientras su figura, 1572

alegre y

compasiva,

El Vendedor de Felicidad

parecía

diluirse

entre

las

sombras de los árboles. – ¡No te escondas mi amor! ¡No

te

vayas

de

nuevo!

¡Llévame contigo Claudia! Grité con tanta fuerza que perdí, por un

instante,

la

noción

del

tiempo. Volví en mi… frenético, y

como

loco,

la

busqué

ansiosamente en la sala, en la cocina, en la biblioteca, en las recamaras, en todos los rincones 1573

Juan M. Taveras

de la mansión y hasta

en el

rosal que cubría gran parte del inmenso jardín que había sido en vida el refugio favorito de mi amada. Pero no había rastro de ella. – “Dónde estás, por qué me huyes, por qué te escondes de mí, dónde estás…, dónde…” y repetí mil veces el mismo estribillo, prácticamente 1574

hasta sin

quedar aliento.

El Vendedor de Felicidad

Impotente, lloré con la pasión desenfrenada

de

un

niño

hambriento, hasta comprender que lo único que quedaba de Claudia, vivía en la imagen saturada de mi triste soledad. Reflexioné un instante. Caminé despacio

de

vuelta

a

la

mecedora. Me senté de nuevo frente al mar. Perdí la mirada en el horizonte y le dije al viento: “¿era ella verdad?

¡Y no lo 1575

Juan M. Taveras

niegues soldado trashumante! Porque indiscreto como eres, me adelantaste

su

fragancia

inconfundible y colmaste mis sentidos hasta que perdí la cordura”. Quedé

por

un

instante

pensativo y aun todavía hoy no puedo explicar por qué me sentí fugazmente iluminado por una luz

interior

que

parecía

explicarlo todo. ¡Qué pena! –me 1576

El Vendedor de Felicidad

dije–

eran

Fantasías

solo de

Reminiscencias

imágenes. la de

mente. mis

recuerdos. Puras sombras del viento. Luego, reflexioné más profundamente y pensé: “es que todo se reduce a un continuo diluirse entre ser y no ser. La vida es un sueño. Todo es mentira. Espejos falsos donde se reflejan nuestros anhelos y nada más. Y en ese mundo fantasioso 1577

Juan M. Taveras

mi vida se diluye en espesas sombras de incertidumbre y desesperanza. Veo todo y no veo nada. Sólo dormido o en medio de profundas reflexiones, percibo un efímero encuentro conmigo mismo y siento una paz que lo contesta todo. ¿De qué me sirve la vista si las imágenes que veo son falsas? ¿No sería mejor salir de ese mundo de sombras e imágenes 1578

El Vendedor de Felicidad

falsas en que he vivido siempre? ¡Tengo ojos, pero no veo! ¡Tengo

entendimiento,

pero

nada entiendo! Esa es mi trágica verdad.

¿Habrá

forma

de

conseguir la verdadera luz: la antorcha de los iluminados? “Algo me dice que en la obscuridad la encontraré” ¡Si, por Dios que sí, ya sé lo que haré!: No me mataré, pero me privaré de la vista. Haré como 1579

Juan M. Taveras

Jesús y Buda: un sacrificio supremo

para

debilidades

y

superar

mis

fortificar

mi

espíritu. Tal vez de esa forma encuentre

la

iluminación

y

detrás, la felicidad y la paz que he buscado eternamente”. Tambaleante se levantó el rey

de

su

mecedora.

Se

encaminó lentamente hasta su alcoba. Ató una cuerda desde su cama hasta la chimenea. Tomó 1580

El Vendedor de Felicidad

con su mano derecha un tizón prendido, se colocó frente al mismo

espejo

donde

había

contemplado el horror de la vejez y calmadamente aproximó el tizón poco a poco a sus ojos hasta que el intenso calor apagó su vista para siempre. Sintió el infierno en su cara y un dolor inmenso que derretía su cabeza, pero también un oculto regocijo que le anunciaba un encuentro 1581

Juan M. Taveras

definitivo con la paz y la felicidad añoradas. Se auxilió de la cuerda que había tendido con anterioridad y pudo volver a su recámara

con

los

parpados

cerrado y ardiendo como un volcán en ebullición. Se acostó en silencio a la espera de que cesaran el ardor y el dolor inmenso

que

lo

torturaban.

Ambos efectos lentamente se

1582

El Vendedor de Felicidad

calmaron y para cuando cesaron, ya el rey estaba dormido. Se despertó a media noche atacado por un viento frío y chillón que se deslizaba por dos ventanas que inexplicablemente se habían abierto. Decidido a enfrentar

al

intruso,

logró

ponerse de pie e intentó abrir los ojos, pero un peso enorme, una especie de pegamento adherido a sus parpados hinchados se lo 1583

Juan M. Taveras

impedían. Recordó entonces lo que había hecho y comprendió que

estaba

irremisiblemente

ciego. Mientras procuraba una solución

mental

que

le

permitiera cerrar las ventanas por donde un cortante viento se deslizaba como un bisturí en mano de un experto cirujano, escuchó

claramente

un

manantial de voces que, en tono alegre, parecían aproximarse. Se 1584

El Vendedor de Felicidad

esforzó por ver lo que ocurría, pero rápidamente comprendió que era inútil.

Una ráfaga

electrizante rozó su mente y pensó: “ahora, además de la triste vejez y de la soledad infinita, me acompaña también la ceguera…” Sus pensamientos se encaminaban a cuestionar lo que había hecho y a sembrar la perniciosa duda en su ser, cuando percibió que el frío y los 1585

Juan M. Taveras

gritos maliciosos del viento se aplacaban de repente. Advirtió luego que los pestillos de las ventanas

se

deslizaban

suavemente sobre sus rieles, al tiempo que la voz del viento se apagaba. Escuchó

entonces,

con absoluta claridad, la voz del emperador Adriano decirle: –

¡Bravo mi rey! con

tu

sacrificio

has

cumplido

tu

misión

y

ganado

la

1586

El Vendedor de Felicidad

inmortalidad. !El hombre ama a sus mártires! No se sorprendió de lo que oía porque estaba acostumbrado a la visita de los espíritus y ya conocía la voz de Adriano. Se sintió, sin embargo, lleno de gozo

y

inusitada.

con

una

Otros

vitalidad espíritus

emergieron de las hojas secas de sus viejos libros para alabar su sacrificio hasta que el rey quedó 1587

Juan M. Taveras

de nuevo dormido dibujando en sus labios una sonrisa inocente, que matizada por burbujas de colores

que

espontaneas

de

testimoniaban

brotaban su

interior,

que

había

encontrado al fin la paz y la felicidad

tan

arduamente

buscadas Despertó horas después con el canto alegre de los pájaros, que parecían contagiados por el 1588

El Vendedor de Felicidad

ambiente de dicha inusitada que se respiraba en la isla. Abrió, como hacia siempre, las cortinas de

su

habitación

para

contemplar la luz del nuevo día, pero recordó que era ciego. No se arrepintió de haberse privado de la vista. Más bien se regocijó de su sacrificio porque creyó que por ese motivo los espíritus habían regresado, y con ellos

1589

Juan M. Taveras

habían regresado también la fe y la esperanza en una vida feliz. Tal vez se engañaba y se había

sacrificado

cegado por una loca

en

vano ilusión.

Pero fe y esperanza son ciegas también o al menos invisibles. Los placebos, por la fuerza de la fe, hacen milagros con mayor frecuencia que los santos. No se sabe con exactitud que es la fe, pero es tan poderosa que mueve 1590

El Vendedor de Felicidad

montañas. Lo que importa al final, es creer en algo y el rey creyó en su sacrificio. Por eso, mientras

meditaba

sobre

el

alcance de lo que había hecho, sintió que su imaginación se iluminaba y pensó: “Ahora lo entiendo todo. El ser humano no puede vivir sin fe ni puede vivir sin esperanza. Si no crees, si no esperas algo, tu vida

se

volverá

vacía.

Se 1591

Juan M. Taveras

reducirá

a

significado.

un No

ahora

sin

importa

en

quién o en qué creas. Es preciso creer. En mi caso, –continuó el rey–

cuando perdí la fe y se

alejó de mí toda esperanza, mi vida se volvió vacía. No importa saber si la felicidad es un instante

de

éxtasis

o

un

prolongado estado mental capaz de eliminar el sufrimiento y la agonía de vivir. La iluminación, 1592

El Vendedor de Felicidad

la verdadera felicidad no es posible al que no cree. Con su mente copada por una sinfonía misteriosa que materializaba su fe con la fuerza invisible de poderosos espíritus, el rey, como un niño que adora a Santa Claus, se dijo satisfecho: –Mis Joel.

espíritus

¿No

puedes

regresaron verlos?

¡Míralos, están conmigo ahora! ¡Y ya nunca me abandonarán! 1593

Juan M. Taveras

Me

han

prometido

estar

conmigo siempre. Tengo fe en ellos. Y te puedo asegurar que son como dioses: están en todas partes, poseen inmenso poder y multiplican los panes y el vino a su antojo. Al menos así los percibo. Así lo creo y en esa creencia radica la fuerza de mi fe. Y esa fe, unida a la esperanza constituye

los

pilares

sólidos de la felicidad. 1594

más

El Vendedor de Felicidad

– ¿Aunque sean falsos los pilares en que se apoyen? – Cuestionó Joel– –En

lo

que

conscientemente

se

cree

jamás

se

cuestiona. –Ripostó con firmeza el rey– Y si se cuestiona, es por las dudas. Y duda y fe son incompatibles. religiosos primeros

Los

deberían en

líderes ser

comprender

los la

imposibilidad de sostener la fe 1595

Juan M. Taveras

ocultando la verdad. La fe solo puede edificarse y sostenerse sobre

la

verdad.

Recuerda

siempre a San Francisco de Asís Joel. Ese iluminado enseñó: “dónde haya duda, que lleve yo la fe”. Pero, para asegurar la supremacía de la fe sobre la duda, agrega: “y dónde haya error que lleve yo la verdad”. Se expresó

1596

así,

para

dejar

El Vendedor de Felicidad

claramente sentado que donde hay duda no puede haber fe. –No olvides nunca Joel que fe y esperanza constituyen los pilares

más

sólidos

de

la

felicidad; y que, si bien es tu deber indeclinable apartar la realidad de la fantasía y el mito de la verdad, no dejes nunca de soñar

porque

perder

la

equivaldría esperanza.

a Y,

finalmente, te puedo asegurar 1597

Juan M. Taveras

que si ayudas a una sola persona a tener fe y esperanza, no habrá vivido en vano”. Asumes como tuyas estas verdades y serán felices tú y todos los que compren tu mercancía. Y esto ha sido todo. Me he sentido muy a gusto en tu presencia y créeme que me gustaría

seguir por

siempre

conversado contigo. Pero es hora 1598

de

marcharte.

Debes

El Vendedor de Felicidad

regresar de inmediato a la casa mágica, porque afuera tus gentes te buscan y están decididos a todo para encontrarte.

1599

Juan M. Taveras

1600

El Vendedor de Felicidad

34

1601

Juan M. Taveras

Apremiado por la tormenta inminente anunciada por el rey, el banquero abandonó presuroso la mansión sin despedirse del rey ciego. Abordó nuevamente la

misteriosa

góndola

que

operaba sin tripulantes visibles, cruzó el apacible lago y regresó a la puerta por donde había penetrado a la fabulosa Isla del Rey Ciego. La abrió e ingresó de nuevo al casón. Notó en 1602

El Vendedor de Felicidad

seguida que la gran luminosidad que antes le impidió regresar a sus

habitaciones

había

desaparecido. Se sorprendió a tal punto que intentó dar marcha atrás pensando que se había equivocado de puerta. Giró el manubrio, la abrió de nuevo, pero ya no había isla. Ahora la habitación era una más de la casa mágica con su pequeño escritorio y el mismo viejo 1603

Juan M. Taveras

letrero: LA FELICIDAD ES UN ESTADO MENTAL. Revisó con detenimiento el lugar y concluyó razonando que no se había equivocado. Se dirigió de inmediato a sus habitaciones, tomó una ducha de agua caliente, se rasuró, se vistió y cuando estaba listo para regresar al salón de clases, recordó que los extraterrestres le habían 1604

informado que sería

El Vendedor de Felicidad

avisado del momento en que podía regresar. El banquero sabía que estaba de regreso de un idílico sueño que extrañaba mucho. Sabía que existían algunas contradicciones entre las enseñanzas de los alienígenas y las enseñanzas salidas de la historia del rey ciego. Después pensaría en eso. Lo que más le interesaba ahora, era saber cuánto tiempo había 1605

Juan M. Taveras

pasado en la fantástica isla en la grata

compañía

de

aquel

venerable anciano cargado de sublimes mensajes sobre las grandes y variadas querellas existenciales que marcan la vida de cada uno de nosotros. Buscó su celular y notó que había un montón de llamadas perdidas cuyas entradas los extraterrestre habían permitido la mayoría de las cuales provenientes de su 1606

El Vendedor de Felicidad

esposa y del banco. Intentó comunicarse, pero no había señal. Se dio cuenta, entonces, que era la 1.33 minutos de la madrugada del día miércoles 3 de

noviembre

horrorizado:

¡oh

y

pensó

Dios!,

he

pasado más de 30 horas en ese extraño lugar sin que me diera cuenta. “¡Es

miércoles

de

madrugada! ¡Vaya! Tengo una 1607

Juan M. Taveras

semana

fuera

de

Santo

Domingo, cinco días sin saber nada del banco y, lo peor de todo: desde el viernes de la semana pasada no me comunico con mi esposa. Sara y toda mi familia

han

desesperados.

de

estar Debo

comunicarme rápidamente con ella y con Ben Torrijos o se formará un problema de grandes proporciones 1608

que perjudicará

El Vendedor de Felicidad

enormemente al banco. “Debo evitarlo” – se dijo – “¿Pero cómo? Si los extraterrestres no están aquí ahora para desactivar el campo de fuerza que impide toda

comunicación

con

el

exterior. Mi única opción sería salir afuera, tomar mi carro e irme a ahora mismo. ¡Pero!.. ¿Y entonces?

Todo

este

gran

sacrificio por saber si se puede comprar la felicidad habría sido 1609

Juan M. Taveras

inútil. Todo el bello proyecto de convertirme en vendedor de felicidad se frustraría y jamás llegaría a saber si es o no posible ser feliz. Y lo más importante:

consolidar

los

conocimientos adquiridos. Reflexionó unos minutos y concluyó que no debía irse. “Esperaré hasta mañana, seguro de que el sol saldrá de nuevo y de que la tierra seguirá girando” 1610

El Vendedor de Felicidad

Luego se acostó y durmió plácidamente lo que restaba de esa noche.

1611

Juan M. Taveras

35

Entre Fouché

tanto, y

sus

el

coronel hombres,

convencidos de la inutilidad de 1612

El Vendedor de Felicidad

irse al bosque la noche del martes, decidieron hospedarse en el hotel Matún. Al cabo de una hora, bajaron al restaurant a cenar y trazaron la estrategia a seguir para el siguiente día apoyados en la única pista que tenían a mano. A las 6:45 a.m., del siguiente día, miércoles 4 de noviembre, justo

a

la

despertaba,

hora Fouché

que

Joel

y

sus 1613

Juan M. Taveras

hombres estaban ya camino a Tamboril. Siguiendo las instrucciones del chofer de la grúa, les fue fácil

encontrar

framboyán,

que

al

hermoso

todavía

en

otoño, se mantenía coronado de flores, resistiendo el mandado de

las

estaciones

que

le

ordenaban despojarse de su aureola sin par. Se estacionaron bajo su sombra notando al 1614

El Vendedor de Felicidad

instante que justo frente al árbol había una piedra manchada de aceite,

que

les

indicaba

claramente que fue desde allí que el Cadillac fue remolcado. Echaron un vistazo en derredor y comprobaron a simple vista que en el lugar solo había árboles.

Al

contemplar

fríamente el solitario lugar, los tres

hombres

se

miraron

desconcertados y gesticulando, 1615

Juan M. Taveras

retorcían sus bocas, en señal de que

las

dudas

cuestionamientos

y

los

estaban

en

dominio del ambiente. El tercer hombre, al que apodaban Sansón, levantó de pronto sus dos brazos como cuestionando al cielo sobre aquel enigma incontestable. Y sin

esperar

respuesta

a

la

pregunta que flotaba indiscreta en el fresco aire de aquella 1616

El Vendedor de Felicidad

mañana otoñal, dijo en voz tan alta que Joel, invisible tras el holograma de la casa mágica, lo escuchó perfectamente: “¿Qué demonios buscaba por estos lares el presidente del banco? Porque a no ser que estemos equivocados de lugar, esto no tiene sentido. Aquí no hay ni alacranes”. –Sé lo que estás pensando – dijo el coronel. 1617

Juan M. Taveras

–Y yo también –secundó Alex. –Sugiero no precipitarnos – dijo Fouché– Y después de un breve e intrigante silencio, agregó: – sugiero nos separemos y demos una vueltecita escudriñadora por los alrededores, porque no estoy convencido de que no haya nadie

viviendo

por

aquí.

Estamos a penas a unos tres 1618

El Vendedor de Felicidad

kilómetros del poblado y sería muy extraño que este lugar esté deshabitado. Acordaron nuevamente

alejarse del

framboyán,

caminar al menos un kilómetro en línea recta y dejar una señal visible del sitio donde cada uno debía doblar a la derecha. El coronel marcaría su punto con el uno, Sansón con el dos y Alex con el tres. De esa suerte 1619

Juan M. Taveras

regresarían

al

framboyán

después de haber caminado en círculo, dibujando en su paseo, una especie de triangulo que les permitiría peinar la zona por completo. Regresaron al cabo de 30 minutos pero con las manos vacías.

Esta

vez,

tampoco

encontraron nada. – ¡Les dije que por aquí no hay ni alacranes! ¡Oh nobles 1620

El Vendedor de Felicidad

barones de Gurabo!– bromeó Sansón, con una de sus cejas arqueada y la otra en suspenso, mientras

cuestionaba

todo

aquello, con sus ojos saltones y picarescos. –Es ahora –intervino Alex– cuando

la

pregunta

inicial

adquiere un tono desquiciante y misterioso. Si por aquí no viven ni alacranes, como bien dice Sansón. ¿Qué buscaba por estos 1621

Juan M. Taveras

apartados lares nuestro tozudo presidente? – ¡Estamos bien feo para la foto! –dijo Sansón en tono de chanza. –Pensemos –dijo el Coronel, mordiéndose los labios en señal de que el asunto empezaba a mortificarlo.

Seguramente

se

nos ha escapado algo. A menos, y en verdad lo dudo, que la esposa del señor Presidente me 1622

El Vendedor de Felicidad

haya mentido y su marido sea capaz de jugar dados en los montes y de volverse invisible para jugar al amor escondido. Tal vez –dijo Sansón algo sonreído– las mujeres siempre mienten. Es posible que el señor Presidente tenga un idilio o ¡quién sabe si el hombre es adicto a las brujerías, y su esposa, por lo embarazoso de la

1623

Juan M. Taveras

confesión,

haya

preferido

ocultarlo! –No me parece –dijo Alex– he observado bien de cerca a ese hombre y no tiene aspecto de mujeriego,

aunque no me

atrevo a descartar que sea adepto a las brujerías. Esa actividad es muy popular entre los ricos. Aun así, la verdad es que no me imagino al señor Presidente leyéndose la tasa, o 1624

El Vendedor de Felicidad

en compañía de alguna loca echándose la baraja dizque para saber su futuro. –Nunca

se

sabe

–dijo

Sansón– Trujillo, el gran jefe, creía más en las brujerías que en los santos y le gustaban más las mujeres que el dinero.

Y no

aparentaba ni una cosa ni la otra. Uno suele equivocarse al juzgar a los demás.

1625

Juan M. Taveras

–He considerado y sopesado lo que están pensado –dijo el coronel, con el rostro un tanto sombrío– y si bien mi profesión me aconseja no guiarme de apariencias, les puedo asegurar que en mi mente he repasado varias veces el video de mi conversación con doña Sara y no encuentro nada sospechoso en sus palabras. No creo que ella tuviera razones para mentirme. 1626

El Vendedor de Felicidad

–Sea lo que sea –intervino de nuevo Sansón– aquí hay gato entre macuto. Y lo digo, porque si el señor Presidente estuviera por estos “lares” al menos habríamos encontrado su carro. ¿No creen ustedes? –Nuestro problema –dijo el Coronel– es que no tenemos ninguna otra pista, al menos por el momento. La

investigación

apenas está comenzando, pero 1627

Juan M. Taveras

recuerden que debemos dar con el paradero del presidente a más tardar mañana a las tres de la tarde. La tarea, pues, se agiganta y el tiempo se acorta. –Se me ocurre –interrumpió Alex– que debemos reunirnos con el chofer de la grúa aquí mismo, si es posible, para que nos aclare algunas cosas. – ¿Cómo cuáles? –intervino el Coronel. 1628

El Vendedor de Felicidad

–Podríamos indagar sobre el chofer del carro destartalado que llevó al Señor Presidente al banco. Esa persona lo recogió en algún lugar que lógicamente no

era

podríamos

aquí.

Y

arribar

por

ahí

a nuevas

pistas que nos ayuden a resolver este rompe cabezas. –Me parece muy atinada tu ocurrencia.

1629

Juan M. Taveras

Contactaron por teléfono al chofer de la grúa que en ese preciso momento llegaba de Puerto Plata y le ofrecieron pagarle una buena suma si venía de inmediato al lugar de donde había rescatado el Cadillac del señor

Presidente.

El

gruero

refunfuñó alegando que estaba cansado pero finalmente aceptó reunirse con los sabuesos y en 45 minutos, Fouché y sus 1630

El Vendedor de Felicidad

hombres estaban reunidos con el chofer de la grúa debajo del frondoso

framboyán

naturaleza

que

la

subrepticiamente

utilizaba para ser testigo, ante las generaciones futuras, del intenso

drama

que

allí

se

desarrollaba. –Era estaba

aquí el

preámbulo

mismo donde

carro el

–dijo

sin

gruero,

al

momento de apearse de su grúa 1631

Juan M. Taveras

– ¡Qué más puedo decirles! Ya lo saben ustedes todo. Estoy cansado y deseo regresar de inmediato

para

recostarme

algunas horas. Se encaminaba de nuevo hacia la grúa cuando Sansón le bloqueó el camino y le dijo: –Te estás

olvidando del

dinero que te ofrecimos para que vinieras aquí. Si te vas ahora no te pagaremos. Será mejor que te 1632

El Vendedor de Felicidad

tranquilices y nos digas lo que sabes

del

Cadillac

que

remolcaste hasta las oficinas del banco en Santiago. ¿Y a qué viene esa pregunta? –Cuestionó

el

gruero

visiblemente indignado. ¡A

que

desaparecido! Alex–

el

Cadillac

ha

–interrumpió

Se lo quitaron de la

mano al señor con quien tú

1633

Juan M. Taveras

hablaste en el banco y deseamos recuperarlo. –Pero… ¡pero yo no tengo velas en ese entierro! –dijo el gruero cambiando de color– Yo solamente llevé el carro al banco y eso fue todo. Yo no sé nada de ese carro. –Te

creemos

–intervino

Fouché– –Entonces, retirar? 1634

¿Me

puedo

El Vendedor de Felicidad

–No

sin

antes

contestar

algunas preguntas. Después te pagaremos

lo

convenido

y

podrás retirarte en paz. Serán solo un par de minutos. Te lo prometo. Bien, ¿qué desean saber? – dijo más calmado y confiado el gruero– – ¿Cómo fue que a obscuras pudiste localizar el carro en este

1635

Juan M. Taveras

bosque

solitario?

–cuestinó

Alex– –Porque Domingo me trajo hasta el cruce del río y me dijo que el señor del banco había salido de esta parte del bosque y le había dicho que el carro estaba

frente

flamboyán

de que

conservaba sus flores.

1636

un

gran

todavía

El Vendedor de Felicidad

–Pero era de noche –dijo Sansón– y por aquí no hay ni cocuyos que alumbren. –Me limité

a seguir

el

camino vecinal y con las luces de la grúa divisé fácilmente el carro, que luego remolqué hasta el banco. – ¿Y quién es Domingo? – preguntó el coronel–

1637

Juan M. Taveras

–El chofer del carro público que llevó al señor al banco en Santiago. – ¿Qué relaciones tienes tú con

Domingo?

–preguntó

Sansón– –Lo conocí el día que dejé de ser chofer de carro público. Yo manejaba la misma chatarra que Domingo

maneja

ahora

y

gracias a Dios pude salir de esa vaina. 1638

El Vendedor de Felicidad



¿Sabes

dónde

vive

Domingo? –No sé su dirección exacta, pero creo que vive aquí mismo, en Canca la Piedra Abajo. Tengo conmigo el número de su celular. Si lo desean pueden llamarlo.

Él

seguramente

vendría si se lo piden y, claro, si le pagan por venir. Domingo es muy interesado y no cree en nadie con sus cuartos. Él repite 1639

Juan M. Taveras

todo el tiempo que “por la plata baila el mono”, y así actúa. Llamaron

al

taxista.

Le

ofrecieron pagarle si venia de inmediato y en 20

minutos

habían cinco hombres y tres vehículos debajo del obcecado framboyán. Y de inmediato se inició la conversación en torno a la supuesta desaparición del Cadillac.

1640

El Vendedor de Felicidad

– Señores–dijo el taxista de entrada–nunca en mi vida había estado en este lugar hasta este momento y, obviamente, no fue aquí donde recogí al pasajero. – ¿Y dónde lo recogiste? –En el colmado que está al final de la calle antes de cruzar el río hacia acá. –Supongo que estabas en la zona y el pasajero te llamó.

1641

Juan M. Taveras

–Supone usted muy mal caballero, porque lo que ocurrió fue que alguien me detuvo en la ruta de taxis y me dijo que había un pasajero que deseaba ir a Santiago de inmediato. – ¿Conoces a la persona que te detuvo en la ruta de taxis? –No. Pero supongo que el empleado

del

colmado

lo

conoce y me atrevo a decir que conoce también al pasajero, 1642

El Vendedor de Felicidad

porque cuando fui a recogerlo, tuve que esperar que terminara de tomarse un refresco que ingería

mientras

conversaba

animadamente con la persona del

colmado.

Me

dio

la

impresión de que se conocían por mucho tiempo. Lo que estoy diciendo a ustedes ahora, se lo había contado al chofer de la grúa cuando el vino a recoger el carro averiado 1643

Juan M. Taveras

–El gruero asintió. El chofer de taxis explicó, durante el interrogatorio, que ese día a eso de las 5:00 de la tarde, un gordiflón lo había solicitado para recoger a un amigo, muy importante, según dijo, cuyo carro se le había averiado y deseaba regresar a Santiago de inmediato. Cada vez que me acuerdo de la persona que 1644

me

abordó,

me

dan

El Vendedor de Felicidad

escalofríos. Era tan gordo el pobre hombre, que casi no cabía por la puerta de atrás de mi taxis y

cuando

finalmente

logró

ingresar al carro y sentarse, sentí como si mi viejo carro se desarmara.

Vi

al

gordo

sonreírme cuando unas tres cuadras más adelante, me señaló al pasajero que esperaba y me dijo: “ya llegamos. Tu carro, milagrosamente, se ha salvado”. 1645

Juan M. Taveras

El pasajero abordó en seguida mi

carro

y

noté

que

al

despedirse intentó dar dinero al gordo, pero éste lo rechazó y oí cuando dijo: “gracias, guarde su dinero que para eso son los amigos”. De ahí deduje que se conocieran

de

antes.

Me

sorprendió que se conocieran por la disparidad de los dos hombres. Pero como eso no me importaba, puse mi auto en 1646

El Vendedor de Felicidad

marcha y arranqué dejando al gordo con la palabra en la boca. Cuando llegué a Santiago, me pidieron que esperara hasta que llegara una grúa que iría de inmediato a recoger un carro averiado que se encontraba en los alrededores de donde había tomado al pasajero y ellos deseaban que yo lo llevara a ese sitio para facilitar el hallazgo del carro. Esperé un buen rato hasta 1647

Juan M. Taveras

que llegó la grúa. Me pagaron. Y eso fue todo. No tengo nada más que informar. Con

las

declaraciones

bastante precisas del chofer del carro público, Fouché entendió que

sus

posibilidades

de

localizar a Joel, o al menos entender qué buscaba por esos extraños lugares, estaban en buen

1648

camino.

Calculaba

el

El Vendedor de Felicidad

siguiente paso cuando sonó su celular. ¡Aló! Respondió en seguida. –Es Sara, la esposa del Presidente del banco, Coronel. Me había abstenido de llamarle, pero no pude más. Los nervios me están destrozando. –Me da mucho gusto oírla Señora, pero no puedo ni debo hablar

de

estas

cosas

por

teléfono. No olvide usted la 1649

Juan M. Taveras

discreción acordada y el hecho de que en nuestro país las paredes tienen ojos y los montes oídos. – ¿No puede usted, al menos informarme algo que alivie mi cruel tormento? –Nunca me adelanto a los acontecimientos ahora

entiendo

investigación

1650

señora.

Por

que

la

avanza

El Vendedor de Felicidad

satisfactoriamente. Pero es todo lo que puedo decirle. –Es usted cruel coronel. –Lo lamento señora.

La

llamaré tan pronto tenga algo concreto que informarle. Sara colgó abruptamente el teléfono. Estaba muy agitada. Hubo una pausa que Alex rompió diciendo: –Sugiero que salgamos de aquí y hablemos con la persona 1651

Juan M. Taveras

del colmado cuanto antes. Esa persona es clave para seguir la pesquisa. El coronel asintió, y sin mostrar

signo

alguno

de

preocupación por la actitud de la esposa del presidente del Banco DLF, se dirigió, sin tardanza y junto a sus dos compañeros, al colmado

donde

esperaban

encontrar nuevas pistas.

1652

El Vendedor de Felicidad

1653

Juan M. Taveras

36

Eran las 11:00 de la mañana de

aquel

miércoles

4

de

noviembre y durante todo el día, Joel

había

permanecido

inmovilizado

en

sus

habitaciones de la casa mágica a la 1654

espera

de

que

los

El Vendedor de Felicidad

extraterrestres

lo

invitaron

nuevamente a clases. Escuchaba movimientos, ecos de voces dentro de la casa y un impulso incontenible por averiguar su procedencia porque sentía la necesidad

de

comunicarse

urgentemente con su esposa y con los funcionarios del banco para evitar las complicaciones que

se

prolongada

derivarían ausencia.

de

su Pero 1655

Juan M. Taveras

entendía que no debía ignorar la recomendación de Ajnacom y que debía esperar. El

tiempo

pasaba

y

la

inquietud de Joel crecía. Desde muy temprano de esa mañana, creyó escuchar la voz del jefe de seguridad del banco vocear: “Alex, Sansón, vuelvan que esto está desierto”. Y creía haber escuchado también la voz de Sansón. Al principio no dio 1656

El Vendedor de Felicidad

importancia a lo que escuchaba porque creyó que eran juegos de su imaginación en cierne. Pero le extrañaba y mortificaba cada vez

más,

el

que

los

extraterrestres no se hicieran presentes pese a lo avanzado de la

mañana.

Su

creciente

inquietud lo empujó a acercarse a la única puerta que existía en la casa mágica, pero cuando intentó abrirla para salir al 1657

Juan M. Taveras

bosque a despejar dudas, se percató

de

que

era

inútil.

Percibió, cuando regresaba a sus habitaciones,

que su

emocional descomponiendo

se

estado estaba

mientras

su

mente se escapaba y subía a orbitas desconocidas, como si se tratara de un globo inflado con helio. Sus pensamientos rosaban de nuevo los frágiles dinteles del desconcierto y las dudas, en 1658

El Vendedor de Felicidad

tanto la mente afiebrada del banquero echaba mano de su capacidad creadora para formar nuevas ideas desconcertantes. ¿Qué estará pasando? –se decía con el corazón acelerado– “Los alienígenas no acaban de regresar; oigo las voces del equipo de seguridad del banco y sé que rondan por el bosque, pero

no

puedo

constatarlos

porque la única puerta de salida 1659

Juan M. Taveras

está bloqueada y, para colmo, mi celular no tiene señal”. La verdad es que no me esperaba lo que está ocurriendo y no sé qué hacer”. Estaba en camino de dejarse apresar

por

pensamientos

destructivos, cuando percibió el palpitar ansioso de un destello de luz, que se esforzaba por abrirse laberinto 1660

pasó de

a

través

del

su

mente

en

El Vendedor de Felicidad

penumbras y escuchó como una voz misteriosa decir a sus oídos: “si te dejas engañar por los pensamientos, todo lo que has aprendido no te servirá de nada. El

momento

no

es

para

preocuparse, sino para pensar” Y, alentado por el eco de esa voz

interior,

se

acomodó

calmadamente en un sillón de su habitación

y

empezó

a

reflexionar: 1661

Juan M. Taveras

“Si las voces que escuché eran, como casi estoy seguro, las de mis hombres de seguridad, entonces

gentes

del

banco

estarían en el bosque, muy cerca de este lugar, buscándome como aseguró el Rey Ciego. Ahora bien

Joel,

de

ser

así,

si

realmente eran ellos, habrían encontrado mi carro y sabrían que estoy en algún lugar de este bosque. El que ellos no vieran 1662

El Vendedor de Felicidad

mi carro, el cual está parqueado ahí fuera a la vista de todos, debajo de un hermoso y florido framboyán, solo indica que no eran ellos, salvo que los caras diamante, con todo el poder que tienen, hayan ocultado mi carro y también la casa mágica. ¿Por qué Ajnacom, aseguró, con la certeza de un dios, que nada ni nadie podría

encontrarme a

menos que ellos lo permitieran? 1663

Juan M. Taveras

Ellos lo pueden todo y su poder es inconmensurable. Son como dioses. De manera que todo lo que está pasando es obra de mis instructores y de nadie más. Serenado

por

estas

reflexiones fugases, se paró del asiento; caminó de ida y vuelta todo el extenso pasillo de la casa mágica, y como librando una épica batalla consigo mismo, pensó: “¡Sii!” ¡Eso, eso es Joel! 1664

El Vendedor de Felicidad

Todo lo que está ocurriendo aquí

es

extraterrestres. probando!

obra

de

¡Me Ellos

los están

lo

han

descompuesto todo y ellos lo arreglaran. En consecuencia, no debo preocuparme. ¡Lo que debo hacer es pensar y esperar! Ahora estoy seguro de que el asunto de mi desaparición, o mejor dicho de mi ausencia,

1665

Juan M. Taveras

tendrá solución conforme a los hechos. Yo supongo… “Es hora de regresar a clases”. Se escuchó nítida la voz de Ajnacom. Tembló Joel de arriba abajo, porque justo cuando arribaba a la conclusión de que todo lo que estaba

ocurriendo

era

obra

exclusiva de los extraterrestres, escuchó el llamado a clases. Satisfecho del manejo que había 1666

El Vendedor de Felicidad

dado a la confusa situación en que se encontraba, ingresó al salón

de

esperaba

clases, una

donde docena

lo de

sonrientes cara de diamante, todos tan parecidos entre sí, que solo podían distinguirse por los distintivos que llevaban en los hombros de sus respectivas vestimentas.

1667

Juan M. Taveras

Ajnacom arrancó como lo había

hecho

siempre:

sin

preámbulo y dijo: –El propiamente

entrenamiento, dicho,

ha

concluido. Creemos que posees el conocimiento necesario para llevar a feliz término tu misión y que, de ahora en adelante, serás el único amo de tu destino. Desde ahora, y junto a los maestros que me acompañan, 1668

El Vendedor de Felicidad

utilizaremos lo que queda de este último día, para repasar algunos aspectos importantes de lo que pudo captar tu mente en relación al caso de la Isla del Rey Ciego. Luego, te daremos un

paseíto

por

nuestras

instalaciones en la Luna y Marte y

te

mostraremos

nuestro

sistema de producir alimentos en los invernaderos subterráneos altamente

sofisticados

que 1669

Juan M. Taveras

hemos desarrollado en esos dos lugares. Mañana podrás irte a casa y retornar a tus negocios, si es lo que deseas. La decisión sobre lo que harás en el futuro será enteramente tuya. No lo olvides Joel: eres el único amo de tu futuro. Tú construyes tu propio destino. –Supongo –intervino Joel– que están enterados de todo lo 1670

El Vendedor de Felicidad

que está aconteciendo como resultado de mí prolongada ausencia. –Por supuesto. Y sabemos de la

prisa

que

tienes

por

comunicarte con los tuyos. –Lo que más deseo ahora es comunicarme con el banco y luego con mi esposa. Eso me facilitará las cosas. –Adelante. Puedes hacerlo ahora mismo, si lo deseas. 1671

Juan M. Taveras

Joel encendió su celular, comprobó que había señal y llamó primeramente al Banco. Ben recibió la llamada en su número directo y escuchó la voz de su jefe explicarle a grandes rasgos, sin detalles precisos, lo que había sucedido y por qué había

preferido

llamarlo

primeramente a él. Le dio seguridades de que todo estaba normal y de que no había razón 1672

El Vendedor de Felicidad

alguna

para

alarmarse.

Le

aseguró que al día siguiente estaría de vuelta y de que, si se presentara

cualquier

inconveniente, el propio Ben sería el primero en saberlo. Pidió ejecutivo,

al

vicepresidente ocuparse

personalmente de calmar a su nerviosa esposa y ordenó que de inmediato

paralizaran

su

búsqueda puesto que ya todo 1673

Juan M. Taveras

estaba aclarado. Se comunicó luego con su esposa. El drama por teléfono resultó corto, pero intenso

y

cargado

recriminaciones.

La

conversación repentinamente

de

terminó cuando

Sara

aseguró a su marido, que si no regresaba a más tardar el jueves en la tarde, era porque estaba secuestrado o en compañía de alguna 1674

amante

y

que

ella

El Vendedor de Felicidad

actuaría en consecuencia. Joel conocía muy bien a su mujer; sabía que no amenazaba en vano. Trató de calmarla, pero no pudo. „‟Te llamo luego‟‟ -dijo finalmente Joel- y cortó

la

llamada, alegando que la señal era muy débil. Los bloquearon

extraterrestres de

nuevo

las

comunicaciones y procedieron a revisar junto a Joel los puntos 1675

Juan M. Taveras

más

importantes

del

entrenamiento. Al final de la tarde, volaron en dirección a la luna para iniciar un corto paseo por las instalaciones mantenidas por ellos en algunos puntos del sistema solar.

1676

El Vendedor de Felicidad

37

Para el momento en que Joel hablaba por teléfono con su esposa, Fouché y sus hombres, acompañados por los choferes de la grúa y del taxis, indagaban con el dueño del colmado sobre la identidad del gordinflón. Del interrogatorio

obtuvieron

la

información de que el hombre no vivía en Canca la Piedra, sino 1677

Juan M. Taveras

en

Samaná

y

que

venía

eventualmente de visita al lugar donde se encontraban, cada dos o tres meses, a fin de pasar algunos días con su madre que padecía un cáncer terminal. El Coronel y sus hombres habían salido del colmado y ordenaban

las

informaciones

recibidas a fin de tomar la próxima acción a seguir, cuando entró una llamada de Ben 1678

El Vendedor de Felicidad

Torrijos, quien informó, risueño y contento, que acababa de recibir una llamada del propio señor

Presidente del Banco

DLF, asegurándole que todo estaba bien

y que al día

siguiente regresaría a Santo Domingo. Los tres hombres se miraron con

picardía.

maliciosamente

Sonrieron evidenciando

que para ellos, el presidente del 1679

Juan M. Taveras

banco

nunca

dificultad

estuvo

y

que,

por

en el

contrario, la había pasado muy, pero muy bien durante ese tiempecito

en

que

estuvo

supuestamente desaparecido. No estaban del todo satisfechos con el desenlace virtual que había tomado

el

convencidos

caso, de

pero que

si sus

investigaciones andaban por el camino correcto. 1680

El Vendedor de Felicidad

Fouché

y

sus

hombres

habían abordado su carro para emprender el regreso a la capital dominicana, cuando el celular del Coronel timbró de nuevo. Esta vez era doña Sara quien, más alterada que nunca pedía, o mejor dicho ordenaba, a Fouché que

por

abandonara

nada la

del

mundo

investigación,

porque el hecho de que su marido no quisiera decir a nadie 1681

Juan M. Taveras

el lugar donde se encontraba, ni con quién o quiénes estaba, solo indicaba que estaba secuestrado o en compañía de alguna odiosa fémina. Así las cosas, el coronel llamó a Ben Torrijos, le habló de la conversación con doña Sara y pidió instrucciones. -–Por mi parte –dijo Ben desde la otra línea– debe usted detener 1682

la

investigación

de

El Vendedor de Felicidad

inmediato como ha ordenado nuestro presidente. Sin embargo, la actitud de doña Sara complica el asunto. Le recomiendo hacer lo que esté a su alcance de suerte que la señora crea que la investigación continúa. Fouché echaba chispas. Se sentía

extremadamente

incómodo por encontrarse en una situación anómala y poco profesional. Consultó con sus 1683

Juan M. Taveras

hombres

y

decidieron,

sin

ningún entusiasmo, quedarse en Santiago hasta el día siguiente a fin de asegurarse de que el presidente

del

banco

reapareciera

como

había

prometido a Ben Torrijos. Volvieron, sin prisa, al Hotel Matún; se registraron de nuevo y más tarde bajaron a cenar como lo habían hecho la noche anterior y mientras lo hacían 1684

El Vendedor de Felicidad

decidieron

analizar

pormenores

del

concluyendo

que

los caso,

todos

los

indicios ubicaban al presidente del banco en los alrededores del colmado de Canca la Piedra. Arribaron a la conclusión de que, sin importar el lugar ni la naturaleza dudosa o, en todo caso,

muy

extraña

de

las

actividades en la que pudo haberse involucrado el señor 1685

Juan M. Taveras

Presidente del banco durante los días que estuvo desaparecido, estaba claro que el asunto no era grave. Al despuntar el nuevo día los sabuesos

se

dirigieron

sin

pérdida de tiempo a Canca la Piedra ansiosos por llegar al desenlace del confuso y extraño caso. Llegaron antes de la siete de la mañana y se estacionaron frente al colmado donde habían 1686

El Vendedor de Felicidad

estado el día anterior. Mientras esperaban, confiados en que sus premoniciones en cuanto al sitio por

donde

presidente

reaparecía

del

acertadas,

el

banco,

eran

engulleron

un

suculento desayuno de morcilla, salami, butifarra, queso frito, tostones

y

otras

frituras

sabrosas, pero nada aconsejable para la buena salud.

1687

Juan M. Taveras

Sansón, dueño de un humor tosco que exhibía y usaba sin sonrojo alguno, aseguraba, con singular convencimiento, que la extraña desaparición del señor Presidente del banco se debía, única y exclusivamente a que, en su afán de resolver el problema de su banco, se había internado

en

esos

lejanos

montes en busca de un brujo haitiano, 1688

sacerdote

del

El Vendedor de Felicidad

vuduismo, recomendado

que

le su

había muy

distinguido colega don Armando Gotón, especialista en partir pescuezos y en salir airoso de los trances más enrevesados. –A mí me aseguraron – intervino Alex sin contener la risa– que don Armando Gotón, cuando algún político o alguien de la competencia lo importuna, se va directo al santuario de Ti 1689

Juan M. Taveras

Noel,

el

viejo

y

temible

hechicero haitiano, que conoce como nadie la técnica de clavar alfileres, cuyos puyazos son sentidos en carne propia por la persona

a

quien

el

gran

banquero quiere castigar. De manera que no es de dudar que nuestro desaparecido presidente se haya atravesado en alguno de los grandes negocios de don Armando, y ese felino banquero, 1690

El Vendedor de Felicidad

lo

haya

castigado,

desapareciéndolo por algunos días, con la ayuda de las tenebrosas manos de Ti Noel. –Esos brujos haitianos hasta te matan por encargo, –remató Sansón– muerto de risa, dando aquiescencia al comentario de Alex. El momento era de franca distención y hasta el coronel intervino

en

la

chercha, 1691

Juan M. Taveras

aconsejando

no

jugarse

ni

subestimar nunca al vudú, la religión madre de la santería practicada, desde hace más de 5,000 Yoruba

años,

por

las

originarias

de

tribus las

cercanías del gran delta del inmenso rio Níger de África. “No se atrevan –sentenció con énfasis Fouché–

a tomar a

juego esa vaina del vudú. Lo digo porque estuve varios años 1692

El Vendedor de Felicidad

de puesto en las cercanías de Quanamithe, un pueblo haitiano fronterizo con nuestro país, y pude apreciar que los brujos y sacerdotes grandes

del

vudú

poderes.

tienen

Tuve

la

oportunidad de presenciar unos ritos donde se estaba iniciando a una sacerdotisa mediante fuertes rituales y ceremonias religiosas, por medio de las cuales se invocaban a obscuros espíritus 1693

Juan M. Taveras

de

la

tenebrosa

santería

practicada por los haitianos con el fin de atraer sus conjuros para mejor o destruir amoríos y fortunas, enviar

interpretar hechizos,

protección

y

crear

situaciones

con

sueños, invocar terribles propósitos

diversos, desde hechizos de amor hasta conjuros de muerte. El precio a pagar por lo que se quiere es alto. ¿Pero quién sino 1694

El Vendedor de Felicidad

los ricos, grandes empresarios, peloteros, banqueros, gentes de la

farándula

privilegiados

de

y

otros

la

fortuna,

podrían pagar el alto precio de tan obscuros servicios? Conozco bien al señor Fuertes y tengo mis dudas sobre la posibilidad de que nuestro hombre esté bajo el embrujo de algún hechicero haitiano, pero la idea no es del todo descartable. 1695

Juan M. Taveras

1696

El Vendedor de Felicidad

38

El tema del vudú, de los brujos y de la santería Yoruba continuó,

con

su

embrujo 1697

Juan M. Taveras

caribeño, en dominio de la conversación, hasta que Sansón voceó de repente: – ¡Se los dije caballeros! ¡El hombre estaba de cacería de brujos! ¡Observen su carro! Está más limpio y brillante que cuando salió de las manos de sus fabricantes. ¡Y observen a su

conductor,

el

señor

Presidente del banco!.. ¡Luce tan rozagante que cualquiera 1698

El Vendedor de Felicidad

diría que acaba de salir de un salón de belleza! Las miradas estupefactas de Alex y el Coronel, se posaron sobre el flamante auto de Joel Fuertes, que cruzaba de regreso el pequeño riachuelo que había dejado atrás el día que regresó a la casa mágica. Fouché llamó de inmediato a doña Sara para informarle que tenían a su esposo y que regresarían de 1699

Juan M. Taveras

inmediato a Santo Domingo. Era jueves 5 de noviembre a las 3:31 minutos de la tarde. Los tres hombres no salían de su asombro. La intensidad del sobresalto sufrido por ellos al

divisar

la

silueta

inconfundible

del

flamante

Cadillac

del

Presidente

del

Banco DLF emerger de entre aquellos bosques solitarios que ellos mismos habían peinado 1700

El Vendedor de Felicidad

minuciosamente el día anterior, sin

encontrar

sencillamente Estaban

era

inenarrable. aturdidos

desconcertados. concebir,

nada,

ni

No mucho

y podían menos

imaginar en qué lugar pudo permanecer durante casi una semana Joel Fuertes, donde no había nada, ni siquiera un rustico

bohío

que

pudiera

1701

Juan M. Taveras

servirle de cobija. El bocado era duro y difícil de digerir. El desconcierto en torno al misterio

que

desaparición

envolvía

la

ahora

la

y

aparición de Joel Fuertes, rebasó el límite de lo razonable cuando Fouché

y

sus

hombres

comprobaron que el presidente del

Banco

estaba

impecablemente vestido, recién rasurado, perfumado, contento y 1702

El Vendedor de Felicidad

de tan buen semblante, que era preciso descartar de plano toda posibilidad de que su estadía en esos lugares solitarios, fuera por razones ajenas a su voluntad. Los lograban

tres

hombres

reponerse

asombro.

de

no su

Permanecían

paralizados, absorto cada uno en descifrar el colosal misterio, no ya

de

la

desaparición

y

reaparición del señor Presidente 1703

Juan M. Taveras

del Banco DLF, sino de las razones que lo habían llevado y mantenido en

esos

bosques

agrestes durante más de 140 horas seguidas. Escarbaban aun en los basureros insondables del misterio, cuando el banquero cruzó finalmente el pequeño riachuelo

y

estacionó

su

Cadillac, último modelo. Se desmontó

tranquilamente.

Saludó a los hombres que lo 1704

El Vendedor de Felicidad

aguardaban impacientes y luego se dirigió a la bodega donde había estado una semana antes. Saludo y se despidió de su dueño

con

notable

afecto.

Abordó de nuevo su auto y emprendió el regreso a Santo Domingo coronel

en

compañía

Fouché,

que

del para

entonces tenía la certeza de que en todo esto había algún tipo de

1705

Juan M. Taveras

magia o al menos un enredo de factura femenina. Durante el trayecto de Canca la Piedra a Santo Domingo, Fouché, más empecinado en satisfacer su morbo que en la propia conclusión del extraño caso, hacia cuanto podía por sacar

del

banquero

alguna

información que desvelara el intrincado

secreto

de

su

aventura. Pero todo resultaba 1706

El Vendedor de Felicidad

inútil.

Joel

siempre

se

la

ingeniaba para evadir el tema. Sabía

que

el

empecinado

coronel no lo entendería. Agotada ya la imaginación de Fouché y empantanado el escarceo en un punto muerto, el audaz guerrero lanzó un último y

desesperado

ataque,

al

atreverse a preguntar de repente: “señor, mis hombres y yo hicimos lo posible por dar con 1707

Juan M. Taveras

su paradero y no pudimos. Nos sentimos

avergonzados

por

haber fallado en encontrar el lugar secreto donde usted se refugió

mientras

estuvo

desaparecido. Le ruego perdone mi atrevimiento, pero, ¿podría usted indicarme el lugar exacto de su escondite?” Joel lo miró con el rabo del ojos e interpretando el alcance de 1708

sus

aviesas

palabras,

El Vendedor de Felicidad

contestó, lacónicamente: ¡Por ahí!.. Y sugirió que no se hablara más del asunto. Las

elucubraciones

sin

aumentaron

al

temperatura

del

respuestas máximo

la

confundido cerebro de Fouché. Estaba furioso y vacilante frente a la actitud de Joel. Pero no tenía opción. Lo prudente era callar.

1709

Juan M. Taveras

Los

otros

dos

hombres,

recorrieron

todo el trayecto

analizando

un

montón

de

posibilidades en procura de adivinar en qué mágico lugar pudo ocultarse el presidente del banco si ellos mismos habían comprobado habitaban inquieto

que ni

allí

no

termitas.

El

Sansón

mantuvo,

durante todo el trayecto, su jocosa tesis de que el presidente 1710

El Vendedor de Felicidad

del banco, mientras permaneció desaparecido, estuvo siempre bajo los embrujos de Ti Noel quien, según las malas lenguas, seguía vivito y coleando, pese a tener más de 250 años de edad. Se decía que el tenebroso brujo haitiano, había ido a parar a las lomas de los Amaceyes desde aquel día del año 1802, en que los odiados agrimensores de Toussaint Louverture, lo habían 1711

Juan M. Taveras

expulsado de su habitad. Pero antes, Ti Noel había aprendido las técnicas del vudú, que le permitían

desaparecer

y

reaparecer cuando lo deseara y las

de

transformarse

en

serpiente, en fiero toro salvaje, en mansa paloma, en gato barcino o en ponzoñoso alacrán. Y desde Canca la Piedra hasta las lomas de Villa Trina no constituía un secreto para nadie 1712

El Vendedor de Felicidad

el que el viejo brujo vendía sus grandes

conocimientos

tenebrosas

ciencias

en

ocultas,

especialmente a los ricos, a políticos,

a

uno que otros

peloteros y a gente de la farándula, quienes disfrazados de

inocentes

campesinos,

visitaban el santuario oculto de Ti Noel y pagaban lo que éste pidiera por sus servicios de la más tenebrosa y pérfida brujería. 1713

Juan M. Taveras

De otro lado, Alex, siempre acucioso y pensativo, había llegado a la conclusión de que si el presidente del banco no había sido víctima de algún misterioso conjuro femenino, solo quedaba suponer

que

alguna

nave

alienígena lo había capturado y llevado, con carro y todo, a dar un paseíto por algunos de los planetas y satélites de nuestro sistema solar. De todas maneras, 1714

El Vendedor de Felicidad

nada

parecía

explicar

convincentemente

la

desaparición, por varios días, del

destacado

banquero.

Quedaban demasiadas preguntas sin respuestas. Navegando, pues, en esos mares

sin

fondo

de

las

especulaciones, llegaron a Santo Domingo pasadas las cinco de la tarde del jueves 5 de noviembre.

1715

Juan M. Taveras

Joel fue directo a su casa. Hizo a su esposa un breve recuento de los hechos que le habían impedido regresar el día programado. Tomó un par de días para poner sus asuntos al día y desde entonces, hasta el momento de su renuncia a la presidencia del Banco DLF, había dedicado su tiempo, casi exclusivamente, en relatarme, muy cuidadosamente, la magna 1716

El Vendedor de Felicidad

aventura que vivió, dentro de un antiguo casón en las afueras de Tamboril, junto a unos extraños seres con cara de diamante, que técnicamente

le

lavaron

el

cerebro. El hecho es que mi amigo, Joel Fuertes, a causa de un acontecimiento

inesperado,

había sufrido una trasformación mental tan profunda, que no deseaba seguir siendo banquero. 1717

Juan M. Taveras

De hecho, estaba firmemente convencido de que seres con cara de diamante, lo habían escogido, de entre los casi siete mil millones de almas que pueblan el planeta tierra, para transformarlo en VENDEDOR DE FELICIDAD. Estaba tan seguro Joel de sus designios

y tan

firmemente

decidido a cumplir la misión para la cual creía haber sido 1718

El Vendedor de Felicidad

elegido por los extraterrestres, que arribó a la convicción definitiva de que sus funciones de presidente del Banco DLF eran,

hasta

cierto

punto,

incompatibles con lo que se proponía hacer en el inmediato futuro,, todo lo cual, en el fondo, Fuertes,

constituía como

para para

Joel doña

Concha, la buena señora que decidió emplear su fortuna y su 1719

Juan M. Taveras

vida para salvar burros, su gran encuentro

con

la

felicidad,

porque mi amigo, tal vez no lo sabía, pero sentía, en lo más hondo de su ser, que dedicando su vida a vender felicidad, colmaría

sus

sentimientos

altruistas. Y por eso decidió escribir un libro, porque deseaba contar la historia de lo que le había ocurrido y explicar al mundo 1720

el

porqué

de

su

El Vendedor de Felicidad

dramática decisión de dejar la presidencia de su banco para convertirse en Vendedor de Felicidad. No creo, (y ahí voy a meter la cuchara donde no debo, porque yo fui contratado para escribir un libro, no para opinar) que a mi amigo Joel, le haya ocurrido lo que al caballero de la triste figura y que, a causa del mucho

leer

sobre

filosofía, 1721

Juan M. Taveras

religión,

ciencias,

temas

motivacionales, así como de tanto pensar en la repentina crisis de su banco, se le haya secado el cerebro hasta perder el juicio por completo, y que sea esa la razón que lo haya empujado a dejar su banco para dedicarse

a

impensable. acontecido

una Lo

a

actividad que

mi amigo

ha el

banquero ¡me parece a mí!!! ¡Y 1722

El Vendedor de Felicidad

sigo de entremetido!, encaja mejor en aquel pensamiento inspirador de Albert Einstein: “Algo solo es imposible hasta que alguien lo dude y acabe probando lo contrario” Y a Joel, a causa de la experiencia, se le ocurrió que podía y debía probar

al

mundo

que

sin

conocimiento no hay felicidad y que la ignorancia constituye el principal

enemigo

de

la 1723

Juan M. Taveras

infelicidad a que todos los pueblos tienen natural derecho. Además

queridísimos

lectores, es preciso admitir que cuando una idea se filtra hasta los

últimos

pliegues

del

entendimiento humano, como parece haber ocurrido a mi amigo Joel en el presente caso, el pensamiento se petrifica; se vuelve

indisoluble.

Y

es

entonces, cuando el cerebro 1724

El Vendedor de Felicidad

impone una decisión definitiva que nada ni nadie puede cambiar jamás. Joel creyó que en su encuentro con los extraterrestres había encontrado la verdad y estaba dispuesto, no solo a seguir sus luminosos senderos, al precio que fuera, si no a enseñar a los demás el nuevo camino, que conduciría a todos al mundo mágico de felicidad que su mente había recreado 1725

Juan M. Taveras

como respuesta a la experiencia vivida en la fantástica casa mágica. “Estoy convencido de que la felicidad está al alcance de todos” –me había comentado varias veces Joel- para terminar asegurando, que la felicidad nunca ha sido ni será un regalo de los dioses sino un producto del

conocimiento

voluntad.

1726

y

de

la

El Vendedor de Felicidad

De manera que, cuando Joel invitó a los accionistas, a los miembros del directorio, a los empleados del Banco DLF, a directores

de

comunicación personalidades

medios y

a del

de otras país

dominicano y presentó formal renuncia a la presidencia de su banco para dedicarse a tiempo completo a lo que, entendía él, era

la

más

grande

misión 1727

Juan M. Taveras

encomendada jamás a un simple mortal de carne y hueso, estaba en

pleno

dominio

de

sus

facultades mentales y sabía muy bien lo que quería y haría en el futuro. Mi amigo el banquero, estaba plenamente convencido de que “El saber Vence a la Ignorancia”

y

dispuesto,

consecuentemente, a probar al mundo que la gran tragedia de la humanidad era la manipulación 1728

El Vendedor de Felicidad

a que la mayoría es sometida por falta de conocimiento. Sólo yo sabía y nadie más, ni siquiera su amadísima esposa, de los planes de Joel Fuertes, de dejar sus funciones en un banco del que había sido fundador, del que era accionista mayoritario y presidente

de

directores,

para dedicarse a

promover

la

nuevas

junta

de

ideas

relacionadas con la felicidad y el 1729

Juan M. Taveras

conocimiento. Yo mismo traté de persuadirlo para que no dejara su banco, pero todo resultó inútil.

1730

El Vendedor de Felicidad

1731

Juan M. Taveras

EPILOGO

Constituyó, sin dudas, una enorme

sorpresa

que

dejó

perplejos e incrédulos a todos, cuando

aquella

noche,

Joel

fuertes pronunció, ante todos sus invitados, el siguiente

Discurso de despedida

1732

El Vendedor de Felicidad

Amigos: Cuando se ha sido banquero y hombre de negocios durante toda la vida, se termina por alcanzar un pragmatismo que nos

enseña

a

desarrollar

actitudes y pensamientos que valoran, sobre todo, la utilidad y el valor práctico de las cosas. Por

eso,

esta

noche

al

presentarme ante ustedes bajo la influencia de ideas que, como 1733

Juan M. Taveras

un virus, en este caso milagroso, han invadido y están ahora en total control de mi mente, me temo que mi viejo pragmatismo pueda traicionarme. De todos modos, intentaré

librarme no

solo de mi pragmatismo sino del montón

de

convicciones

y

creencias que se han filtrado lentamente en mi cerebro y han alcanzado hasta el último pliego de 1734

mi

entendimiento,

El Vendedor de Felicidad

robándome, en gran medida, mí libertad,



autentico

albedrío,

como

libre

seguramente

ocurre con cada uno de ustedes. Dentro de mi carpeta de memoria empresarial, me viene a la mente ahora un hecho ocurrido

a

una

empresa

farmacéutica de la cual era yo miembro del directorio. Esa empresa lanzó al mercado un producto de belleza que había 1735

Juan M. Taveras

sido muy exitoso en Estados Unidos

y

Europa.

En

su

promoción se gastaron millones, pero el producto de no se vendía. Convocado el directorio para

analizar

la

causa

del

fracaso en la venta del producto, el

jefe

de

mercadeo

dijo:

“cometimos un error al lanzar el producto al mercado anunciando que su composición química era excelente. El público ve siempre 1736

El Vendedor de Felicidad

con sospecha todo producto de belleza que esté elaborado con químicos. nuestro

Debimos producto

colocar bajo

la

consigna de que era natural” “Usted tiene razón” –dijo el Presidente de la empresa– “esa es la respuesta. ¿Por qué no pensamos en esto antes?”. “Eso pensé también yo – me dije en el momento– pero 1737

Juan M. Taveras

solamente lo pensé y no sé por qué lo callé” Ese incidente, amigos míos, me enseñó a tener fe en mis pensamientos.

Y

desde

entonces, expongo mis ideas sin temor,

porque tengo fe en lo

pienso. George Washington, en un discurso pronunciado en los albores de la independencia de 1738

El Vendedor de Felicidad

Norteamérica, dijo: “De todas las facultades y hábitos que conducen a la prosperidad, la religión y la moralidad son apoyos indispensables... Ellos constituyen los dos grandes pilares

de

la

felicidad

humana… Pedid a todos que se pregunten sencillamente ¿dónde está

la

seguridad

para

la

prosperidad, la reputación, la vida,

si

el

sentido

de

la 1739

Juan M. Taveras

obligación religiosa deserta los juramentos

que

son

los

instrumentos de la investigación en las cortes de justicia?.. No creo que la moralidad pueda mantenerse sin la religión… (Fin de la cita) Tal vez esas ideas no caben en el mundo de hoy. Para valorizar en su justa medida el pensamiento Washington 1740

de

George

consideremos

lo

El Vendedor de Felicidad

siguiente: cuando él habló en esos

términos,

la

velocidad

media era de 30 km/h y, a esa velocidad,

para

viajar

de

Filadelfia a la recién fundada capital de Estados Unidos, a tiro de buey, se tomaba de 10 a 15 días, y muy rápido, viajando en tren o en diligencia, se tomaba aproximadamente

10

horas.

Ahora, en un jet convencional se puede recorrer la distancia en 20 1741

Juan M. Taveras

minutos,

y

a

la

velocidad

máxima alcanzada hasta hoy por el hombre, la distancia se vence en solo 13 segundos. ¿Qué es lo que indica todo esto? Que todo lo que antes gobernaba nuestras ideas, ha sido

borrado

por

advenimiento de un

el mundo

nuevo, donde la ciencia está en camino

de

responder,

fehacientemente, todos nuestros 1742

El Vendedor de Felicidad

viejos

cuestionamientos.

Las

creencias fundamentales de la humanidad

acerca

de

la

naturaleza del mundo y de su lugar en el universo son asuntos cotidianos

que

entienden

y

aceptan hoy hasta los imberbes e iletrados, y todos ven esos hechos,

con

ponderación

y

realismo, como manifestaciones de las grandes fuerzas que están detrás de todas las cosas. De ahí 1743

Juan M. Taveras

la

conveniencia

practica

de

corregir nuestro entendimiento, de educar para la felicidad, a fin de guiar nuestras acciones con base

a

comprobadas

las y

realidades no

sobre

elucubraciones fantasiosas. Es, sin duda, una creencia acerca de la naturaleza de las cosas, la que determina que África y Haití persistan aún en gastar sus energías tocando tambores y 1744

El Vendedor de Felicidad

haciendo trucos infantiles para espantar a los malos espíritus. Sucedió lo mismo en la Europa medieval que dedicó mil años de sus energías a prepararse para el fin del mundo y por poco su fantasía se vuelve realidad, pero no por decisión de los dioses que era la música que se tocaba entonces,

sino

porque

abandonaron todos sus deberes y actividades normales para 1745

Juan M. Taveras

atender

predicamentos

religiosos

sin

sentido

ni

fundamento alguno. Al hombre actual

le

es

imposible

acomodarse a las ideas que sustentaban

el

mundo

de

Washington; un mundo donde no se había mundializado las comunicaciones ni existía el mundo

virtual

computadoras.

de El

las cambio

experimentado por el hombre 1746

El Vendedor de Felicidad

durante los últimos años, ha sido nuestra gran herencia y será nuestro futuro. Sustraerse al cambio y vivir en el obscuro pasado

del

religioso

y

dogmatismo de

la

ciencia

alquimista, sería como negar la existencia del sol, como ocurrió durante miles de año, cuando la luz sólo brillaba minoría

para

una

manipuladora

y

depredadora,

hasta

la

feliz 1747

Juan M. Taveras

llegada de la era de la lustración, que lo cambió todo. Y fueron, conforme enseña la historia, las guerras religiosas y

la

intolerancia

que

caracterizaron a los siglos XVI y XVII, los que sirvieron de feliz pretexto a la naciente Era de la Ilustración para zafarse de la tutela impuesta por absurdos dogmas religiosos y por la terquedad de un poder político 1748

El Vendedor de Felicidad

hegemónico y corrompido, que constituían, de hecho, trabas impúdicas contra la era en gestación, que procuraba la aplicación del método científico a la comprensión de todo lo relacionado con la vida humana. Se buscaba imponer la luz del conocimiento sobre el obscuro manto de la ignorancia, cuando surgió Emmanuel Kant, y con su grito de guerra: ¡Muerte a la 1749

Juan M. Taveras

ignorancia!

¡Viva

el

conocimiento y la ilustración! encendió

la

tea

del

conocimiento y sentó las bases para

derrotar

al

empirismo

religioso e iniciar un cambio, una nueva era que pudiera probar que la ilustración; que el saber,

podía

definitivamente

derrotar a

la

ignorancia. Y fue así como, bajo el lema: “¡Atrévete a 1750

El Vendedor de Felicidad

conocer! ¡Ten el valor de usar tu propia inteligencia!, ”los líderes de la ilustración estrenaron el cambio que abrió las puertas a la actual era del conocimiento. ¿Se cumplieron las metas de la

ilustración?

movimiento objetivos

¿Alcanzó sus

de

el

magnos derrotar

definitivamente a la ignorancia? ¿Pudo la ilustración suprimir al fetichismo mitológico, liquidar 1751

Juan M. Taveras

al fanatismo religioso y sentar las bases de una cultura libre de aberraciones fantasiosas?

A

juzgar por la realidad actual de nuestro mundo la ilustración no ha consolidado su meta. Por eso, nuestros ancestros alienígenas han regresado al planeta Tierra, según

se

narra

en

el

VENDEDOR DE FELICIDAD, al objeto de revivir la Era de la Ilustración 1752

y

suprimir

El Vendedor de Felicidad

definitivamente el dogmatismo, venga de donde venga y sea cual que sea su naturaleza. Y han vuelto también para ayudarnos a implantar el método de educar para la felicidad. Juan Jacobo Rousseau, fue otro de los grandes precursores de

la

Ilustración.

Con

su

“Emilio” replanteó la educación procurando adecuarla a la era del

conocimiento.

Pero 1753

Juan M. Taveras

Rousseau escribió también otro libro: “El Contrato Social”. El título del libro importaba poco, pero

su

contenido

estaba

destinado a transformar el modo de pensar prohijado, controlado y dirigido por una monarquía rancia y desfasada, por un código ético acomodado a los intereses

de

las

clases

dominantes y por una oligarquía religiosa que amasaba un poder 1754

El Vendedor de Felicidad

ilimitado, burlando de la fe de sus creyentes aprovechándose, sin sonrojo alguno, en su falta de conocimiento. En aquellos tiempos, “El Contrato Social” lo transformó todo. Igual meta persigue en nuestros tiempos, “EL

VENDEDOR

DE

FELICIDAD” Un buen amigo, no tan célebre

como

Juan

Jacobo

Rousseau, escribió también un 1755

Juan M. Taveras

libro y el prologuista de la obra, consideró

su

contenido

tan

crudo, que lo tildó de “desnudo y

desnudante”.

palabras!

¡Impactantes

¿Verdad,

señores?

Pero insuficientes para medir lo que ha sucedido recientemente con mi código ético, con mi visión de la filosofía, con mis viejas creencias religiosas, con mi visión general del mundo y, sobre todo, con mi visión en 1756

El Vendedor de Felicidad

torno a la felicidad y su relación con el conocimiento. Y es esa la causa de mi presencia ante ustedes esta noche. En resumen, a causa de mi encuentro con los extraterrestres, volé, en unas horas, de un remoto y obscuro pasado al mundo del presente; al mundo del conocimiento, al de los teléfonos celulares, al de la computación, al de la era digital, al de la descodificación del 1757

Juan M. Taveras

genoma humano, al de las células

madres,

al

de

los

trasplantes de órganos, al de los viajes interestelares, en fin: a un mundo de luces resplandecientes que nos librará por siempre del miedo

inducido

sufrimiento

y

y

del

miserias

existenciales a que la religión nos tiene acostumbrados. A consecuencia de todo ello, ahora puedo afirmar que conozco el 1758

El Vendedor de Felicidad

verdadero sendero a la felicidad. Por eso me presento hoy ante ustedes para comunicarles mi decisión,

tal

vez

mi

loca

decisión,

de

abandonar

mi

profesión de banquero para seguir, a partir de hoy, los pasos a Juan Salvador Gaviota. Un fuerte murmullo se escuchó

en

“¿Seguir

los

el

gran

pasos a

salón. Juan

Salvador Gaviota?” ¿Pero?... 1759

Juan M. Taveras

Ninguno de los presentes parecía entender a qué se refería Joel,

con

esa

inesperada

expresión de “seguir los pasos a Juan Salvador Gaviota”. El banquero evocó una leve sonrisa. Esperó a que las aguas regresaran

a

sus

cauces

y

continúo: La expresión de Kant: “¡Ten el valor de usar tu propia 1760

El Vendedor de Felicidad

inteligencia!” Equivale a “¡ten el valor de pensar!”. Y fue justo lo que hizo Juan Salvador Gaviota: un día se decidió a pensar con su propia cabeza y su vida

cambió

por

completo

porque Juan Salvador Gaviota aprendió a volar. Y aprendió, como he aprendido yo, y como espero aprendan todos ustedes, a volar con sus propias alas.

1761

Juan M. Taveras

El

pensar,

carísimos

hermanos míos, ha sido siempre la máxima aspiración de la filosofía. Pero no el pensar en los términos de la célebre expresión latina “cogito ergo sum” con que René Descartes intentó, en vano, desvelar lo insondable. Al pensar que me refiero, es al que responde a la más sublime lección de la filosofía: 1762

al

pensar

El Vendedor de Felicidad

cuestionándolo todo; dudando de

todo;

¡atreviéndose

a

conocer! ¡Piensen! ¡Vuelven

¡Cuestionen! a

pensar!

Y

entenderán por qué resulta tan difícil al hombre encontrar el camino

a

la

felicidad.

Entenderán que la mayoría de nosotros no sabe volar y no puede, en consecuencia levantar altos vuelos ¿Quieres volar alto? 1763

Juan M. Taveras

¿Quieres perfeccionar tu vuelo? ¿Deseas un real encuentro con la felicidad?: ¡Apóyate en las alas del conocimiento! ¡Imitas a Juan Salvador Gaviota! ¡Aprendes a volar! Aristóteles postulaba que la felicidad mayor se encuentra en la práctica constante de las virtudes éticas. Y a decir verdad, todos los pueblos que han alcanzado 1764

la

verdadera

El Vendedor de Felicidad

grandeza, lo han hecho sobre los hombros, no de la religión, sino de la ética como principio básico, seguido de la integridad, la

responsabilidad,

la

puntualidad, el respeto a las leyes y el respeto al derecho ajeno… entre otros principios fundamentales

del

armazón

ético. No en vano Martin Luther King, pronunció estas lapidarias palabras: “No me preocupa el 1765

Juan M. Taveras

grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más preocupa es el silencio de los buenos” Si yo callara lo que he dicho en el VENDEDOR DE FELICIDAD, estoy seguro de que las piedras gritarían por mí. Sin dejar de admitir que el mismo desconcierto que en nuestros días afecta a la ética, alcanza 1766

igualmente,

a

la

El Vendedor de Felicidad

religión, a la filosofía, a la moral, a la educación y, en menor medida, a la propia ciencia, particularmente a las llamadas ciencias sociales, es preciso reconocer que la mayor tragedia que carga el hombre actual

es

su

falta

de

conocimiento. En consecuencia, con el libro que narra mi encuentro

con

los

extraterrestres, no solo pretendo 1767

Juan M. Taveras

dejar

constancia

de

las

enseñanzas que transformaron mi vida, sino demostrar también que educar para la felicidad equivale a sacar al hombre del pantano

tenebroso

de

la

ignorancia y reorientarlo hacia fines superiores. Al llegar a este punto de mi discurso, muchos de ustedes se han de estar preguntando: ¿y qué 1768

puede

hacer

un

solo

El Vendedor de Felicidad

hombre, en este caso Joel Fuertes,

para

definitivamente dogmatismo

romper con

religioso

el y

reencausar al hombre por el camino del conocimiento?: Joel calló un instante. Un profundo silencio arropó por completo al gran salón. El murmullo de una brisa sutil, era el

único

eco

perceptible. 1769

Juan M. Taveras

Entonces

el

disertante

respondió: ¡Empuñaré

las

viejas

armaduras del más conocido de los caballeros andantes; vestiré mi traje de VENDEDOR DE FELICIDAD y me lanzaré

a

cumplir la misión para la que he sido

escogido,

apoyado

firmemente en mis ideas de que educar

para

la

felicidad

constituirá el gran paradigma 1770

El Vendedor de Felicidad

que orientará

la acción del

hombre durante los próximos 1000 años! Los hechos prueban, sin ninguna duda, que el hombre actual

continúa

virtualmente

alienado por la religión y otras enseñanzas empíricas que lo alejan del conocimiento y lo mantienen atado al fetichismo religioso y a la ignorancia. De ahí la importancia del libro que 1771

Juan M. Taveras

hoy pongo en vuestras manos: trata de la felicidad y su relación con el conocimiento. Y ayudará a todos a emprender nuevos vuelos en tornos a la felicidad y a

librarse

seculares

de

las

impuestas

cadenas por

la

fantasías que por miles de años nos han vendido o impuesto los manipuladores de siempre para mantenernos

de

rodillas

encadenados a la ignorancia. 1772

y

El Vendedor de Felicidad

No

deseo

prolongar

innecesariamente este discurso de despedida que nada puede agregar

al

contenido

del

VENDEDOR DE FELICIDAD. Por

tanto,

sólo

me

resta

presentar mi renuncia definitiva e irrevocable a mi posición de Presidente del Banco DLF.. Al escuchar esta frase, un fuerte murmullo se desató, como trueno infernal, entre los cientos 1773

Juan M. Taveras

de presentes, impidiendo al disertante continuar su discurso. ¿Por qué, se preguntaban muchos, va a dejar su banco para abrazar una extraña y tal vez descabellada aventura? ¡Es absurdo lo que dijo Joel! ¡Eso no puede ser verdad! Voceaban otros.

1774

El Vendedor de Felicidad

¿Se habrá vuelto loco el presidente del banco?

Era la

pregunta de la mayoría. Para accionistas, directores, empleados,

y

aun

para

la

mayoría de los periodistas e invitados especiales, la decisión del

Presidente,

fundador

y

principal accionistas del Banco DLF, de renunciar a todo, para convertirse

dizque

en

VENDEDOR DE FELICIDAD, 1775

Juan M. Taveras

les parecía insólita, descabellada e incompresible. Joel se mantuvo en silencio, hasta que el murmullo se apagó por completo, y prosiguió: Les decía, que tendré que renunciar a mis funciones en el banco para dedicarme a viajar por todo el mundo llevando a todos

las

buenas

nuevas

contenidas en el libro que en 1776

El Vendedor de Felicidad

breve

tendréis

en

vuestras

manos. Deseo precisar, antes de concluir, que mi decisión de dejar el banco para promover el mensaje

del

Vendedor

de

Felicidad, no es, de ninguna manera, para salir a vender al pregón

promesas

falsas

de

salvación de almas, ni placebos milagrosos

para

curar

enfermedades psíquicas y físicas 1777

Juan M. Taveras

que

solo

pueden

ser

efectivamente combatidas por la ciencia. Lo que intento con el presente libro es vender una idea profundamente razonada

que

pruebe, fehacientemente, que la felicidad es un estado mental y que está, por consiguiente, al alcance de todos los que estén dispuestos a pagar su precio descontaminando sus mentes y desaprendiendo el montón de 1778

El Vendedor de Felicidad

absurdos que han hecho sus vidas desgraciadas. El libro sobre El vendedor de Felicidad, no es un panfleto más sobre la felicidad ilusoria que resulta de llevarse bien con los dioses, ni tampoco de la felicidad que nace de emociones pasajeras

que

inevitablemente,

se

diluyen,

como

agua

entre los dedos, sino de la felicidad

que

nace

del 1779

Juan M. Taveras

conocimiento y del control de la voluntad. Concluyo, pues, mi breve discurso

de

ratificando

que

despedida, desde

hoy

renuncio a la Presidencia del Banco DLF y me proclamo Vendedor de Felicidad. Hoy empieza mi ministerio. ¡Y ya vendo felicidad!

1780

El Vendedor de Felicidad

Soy Salvador

ahora,

como

Gaviota,

un

Juan ave

solitaria que anuncia al mundo, con su primer vuelo, la llegada de un nuevo amanecer. Mi vuelo de ahora es solo un comienzo. El que las ideas aquí expuestas puedan o no destruir para siempre los muros de la fantasía mitológica y orientar al hombre

hacia

la

felicidad 1781

Juan M. Taveras

fundada en el conocimiento, está en vuestras manos. ¡Vosotros seréis mis jueces! Me

someto,

reverentemente

pues, a

vuestro

veredicto, que será también el veredicto de la historia. He aquí mi aporte a la era del conocimiento. He aquí mi sacrificio. Desde hoy, abandono, como Siddhartha, mi cómoda 1782

El Vendedor de Felicidad

vida para dedicarme a mostrar a todos el verdadero sendero a la felicidad. Gracias, buenas noches y espero disfruten de la historia narrada en el VENDEDOR DE FELICIDAD, que como verán, es irrepetible Terminado el discurso de despedida, a cada uno de los presentes se les obsequió un 1783

Juan M. Taveras

ejemplar del ameno cuento de Richard Bach, “Juan Salvador Gaviota”. Todos

los

asistentes

adquirieron un ejemplar “Del Vendedor de Felicidad”.

FIN DEL PRINCIPI

1784

El Vendedor de Felicidad

El Vendedor De Felicidad

JUAN M. TAVERAS

International Windmills Edition California - USA – 2011

1785

Juan M. Taveras

1786

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