SUMARIO Diciembre 2016 |
Tomo 104/11 (Nº 1.217)
ESTUDIOS UNA PALABRA VIVA Y EFICAZ. LA PALABRA DE DIOS EN LA BIBLIA
IGNACIO ROJAS GÁLVEZ LAS
PALABRAS FURIOSAS
JOSÉ Mª RODRÍGUEZ OLAIZOLA, SJ LA
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PALABRA EN LA ERA DIGITAL
XISKYA VALLADARES EXCELSAS
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PALABRAS
PEDRO RODRÍGUEZ PANIZO
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LOS LIBROS RECENSIONES
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ÍNDICE GENERAL DEL TOMO 104 (2016) 1025
SalTerrae Revista de Teología pastoral de la Compañía de Jesús en España
Revista mensual de divulgación científica sobre teología, Iglesia, sociedad, familia, psicología.
Fundada en 1912
ISSN: 1138 - 1094
Año 104 Número 1.217 DICIEMBRE 2016
DIRECTOR: José Ramón Busto Saiz, sj Maldonado, 1 / E-28006 Madrid Tfno.: + 34 917 811 352 E-mail:
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CONSEJO DE REDACCIÓN: Antonio Allende (Editorial Sal Terrae) Ana Berastegui Pedro-Viejo (Universidad Pontificia Comillas) Junkal Guevara (Facultad de Teología de Granada) Diego Molina (Facultad de Teología de Granada) José Mª Rodríguez Olaizola (Editorial Sal Terrae) Pedro Rodríguez Panizo (Universidad Pontificia Comillas) Abel Toraño Fernández (Pastoral Universitaria - Salamanca) Javier de la Torre (Universidad Pontificia Comillas)
COLABORADORES HABITUALES: Dolores Aleixandre - Patxi Álvarez de los Mozos Lola Arrieta - Adela Cortina - Cipriano Díaz Marcos José Mª Fernández Martos - Jesús García Herrero Joaquín García Roca - José Antonio García Rodríguez Pedro José Gómez - José I. González Faus Luis González-Carvajal - Juan Antonio Guerrero Pablo Guerrero - Daniel Izuzquiza - Mariola López Luis López-Yarto - Juan Manuel Martín Moreno Xavier Melloni - Fernando Millán Jon Sobrino - Gabino Uríbarri
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PRESENTACIÓN
En la actualidad es frecuente constatar el escaso valor que concedemos a las palabras. Ni nos tomamos en serio ni damos credibilidad a mucho de lo que nos dicen, mientras las palabras no vengan avaladas por los hechos. Sin embargo, el modo más excelso de comunicación humana son las palabras, y nuestro mismo pensamiento tiene estructura lingüística. Si no pudiéramos hablar, no seríamos capaces de pensar. Por eso la revista SAL TERRAE quiere dedicar un número a la Palabra y a las palabras y su valor. Dios mismo ha querido revelarse a los hombres por medio de palabras, y decimos, siguiendo el evangelio según san Juan, que Jesús es la Palabra de Dios. Por eso el primer trabajo, que ha corrido a cargo de Ignacio Rojas, se ocupa de la palabra de Dios en la Biblia. Rastrea los principales lugares del Antiguo y del Nuevo Testamento donde podemos contemplar al Dios que se ha hecho accesible al hombre en palabras y espera de nuestra parte la acogida de su Palabra. José María Rodríguez Olaizola reivindica en su artículo el valor y el poder de las palabras. Hay palabras que no son otra cosa que ruido; ocurre cuando las palabras pierden su capacidad de comunicación o de transformación de la realidad. El artículo invita a reflexionar sobre la fuerza y las limitaciones de lo que decimos y callamos. Xiskya Valladares reflexiona sobre los cambios que la tecnología digital ha producido en el uso del lenguaje y, de resultas, lo que está suponiendo en la estructuración del pensamiento humano. Sal Terrae | 104 (2016) 955-956
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presentación
Finalmente, Pedro Rodríguez Panizo explora en su ensayo cómo el uso de la palabra propio de la literatura y la poesía llevan el lenguaje a lo excelso y, al hacerlo así, abren a los seres humanos a nuevas dimensiones de comprensión de sí mismos y del mundo, de diálogo, empatía y compasión con los demás.
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ESTUDIOS UNA PALABRA VIVA Y EFICAZ LA PALABRA DE DIOS EN LA BIBLIA Ignacio Rojas Gálvez*
Fecha de recepción: octubre de 2016 Fecha de aceptación y versión final: noviembre de 2016
Resumen: «La palabra de Dios es viva y eficaz» (Hb 4,12) Esta afirmación bíblica evoca la idea de la Palabra de Dios como dinámica y vigorosa en la vida de las personas. Con la presente reflexión-meditación tratamos de acercarnos a la naturaleza de esta Palabra divina, viva y vivificante; para ello rastreamos los lugares principales del Antiguo y Nuevo Testamento que nos ayudan a contemplar al Dios que «habla»; nos acercamos a las formas en que el mensaje divino se hace accesible al ser humano; y, finalmente, nos preguntamos sobre la acogida de esta palabra por parte de los «oyentes de la Palabra». PALABRAS CLAVE: Escritura, espiritualidad bíblica, teología de la palabra, oyentes de la palabra.
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Profesor de Cartas apostólicas y Escritos joánicos. Facultad de Teología de Granada. .
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An alive and active word. The Word of God in the Bible Abstract «For the word of God is alive and active» (Hebrews 4:12) This biblical assertion brings forth the Word of God as a dynamic and vigorous constant in people’s lives. With this reflection-meditation we attempt to decipher the nature of this divine, active and alive Word; to this end, we trace the main places of the Old and New Testaments to contemplate the God that «speaks»; we look at the ways whereby the divine message becomes accessible to the human being; and lastly, we question the acceptance of the word by «listeners of the Word». KEY WORDS: Scripture, biblical spirituality, theology of the Word, listeners of the word.
––––––––––––––– «Dicen algunos que una palabra muere cuando es dicha. Yo, en cambio, opino que comienza a vivir justo ese día». – Emily Dickinson, Poemas a la muerte
Los conocidos versos de la poetisa americana Emily Dickinson traen a nuestro pensamiento la idea de que las palabras no mueren al ser pronunciadas, sino que permanecen en el tiempo y despliegan su vitalidad a pesar del paso de este. De modo parecido se expresaba Cayo Tito ante el senado romano afirmando que la palabra dicha tiene alas y puede volar, mientras que la palabra escrita es silenciosa: «Verba volant, scripta manent». Al acercarnos a la Palabra de Dios lo primero que descubrimos es precisamente eso: su perdurabilidad y su capacidad de «volar» en el tiempo hasta nuestro hoy. En contraste con estas ideas, en la sociedad contemporánea escuchamos a la sabiduría popular decir que «obras son amores y no buenas razones», para subrayar el hecho de que la verificación de una acción supera con creces la expresión verbal de la misma. Da la impresión de que vivimos una cierta decadencia de la palabra dada y una preponderancia de la necesidad de hechos que demuestren que cuanto se ha dicho se ha obrado. Sal Terrae | 104 (2016) 957-969
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Si este es el común sentimiento de nuestros contemporáneos, parece pertinente que nos planteemos algunas preguntas: ¿qué entendemos por la «Palabra de Dios»?; ¿qué es la Escritura?; ¿qué tiene esta palabra de perdurable en el tiempo?; ¿a quién se dirige esta palabra?; ¿qué significa y qué implica ser «oyentes de la Palabra»? A todas ellas trataremos de responder en las líneas que siguen.
Introducción: Palabra de Dios y Escritura Cuando hablamos de la Palabra de Dios, nos referimos la autorevelación de Dios, que no se limita a la forma oral hablada, es decir, a la palabra pronunciada. A propósito de esto, el autor de Hebreos inicia su exhortación diciendo: «De distintas maneras ha hablado Dios a los hombres...» (Hb 1,1). El escritor bíblico ratifica la forma en que Dios se relaciona con el ser humano: hablando de distintas maneras. A diferencia de los ídolos de las naciones vecinas, que se caracterizan por su mudez (Sal 135,16), el Dios de Israel ha buscado un modo nuevo y único para revelarse a su pueblo: le ha hablado. Este hablar de Dios, en primera instancia, tiene como fin el deseo divino de entablar alianza con Israel y, por su pueblo, con el resto de la humanidad. Continúa el texto de Hebreos afirmando que este hablar histórico de Dios ha llegado a través de personas concretas. Se trata, por tanto, de una palabra mediada a través de los profetas, que se encargan de acoger la palabra divina y transmitirla de múltiples maneras, con oráculos, con gestos, con acciones simbólicas. En consecuencia, Dios no se ha revelado únicamente por medio de la palabra escrita que conocemos, sino que ha empleado maneras diferentes de «hablar» en la historia1.
1. Piénsese, por ejemplo, en las palabras de Pablo en 1Tes 2,13. En ellas, el apóstol recuerda a la comunidad la acogida de los misioneros y su predicación como Palabra de Dios, operante en la comunidad. Quiere ello decir que hay una identificación entre la predicación de los misioneros y la Palabra de Dios, que actúa en la vida de la comunidad. Sal Terrae | 104 (2016) 957-969
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Así pues, por «Palabra de Dios» entendemos no únicamente cuanto hemos recibido y transmitimos de forma escrita, sino cuanto Dios ha hablado de diferentes maneras en la historia. En cambio, por «Escritura» entendemos la Palabra de Dios puesta por escrito por los autores inspirados por el Espíritu Santo (DV 9). Desde esta clarificación podemos afirmar, sin pretender hacer un juego de palabras, que la Escritura es palabra de Dios, pero que la Palabra de Dios no es solo la Escritura. Dios ha hablado de distintas maneras, y el rastreo de los textos bíblicos evidencia las formas, los espacios, los acontecimientos y las palabras con que Dios ha establecido diálogo con la humanidad.
1. La palabra en el Antiguo Testamento En el Antiguo Testamento, el término más común empleado para designar a la «palabra» es dabar y tiene un significado más amplio que nuestro concepto de «palabra». Para el hombre bíblico, dabar tiene tres significados: en primer lugar, como en nuestra definición, el acto de hablar. En segundo lugar, es un término que se utiliza para expresar el sentido de una palabra. Finalmente, es la cosa misma denominada por la palabra, es decir, un acontecimiento en sí. Así pues, dabar significa «palabra», pero también «cosa» o «acontecimiento»2. Habiendo clarificado que dabar no es solo el significado o sentido de algo, sino también la cosa, el acontecimiento mismo3, llegamos a la afirmación de que para Israel el dabar de Dios es una palabra que se refiere a la acción, al mandato de Dios. La Palabra de Dios realiza cuanto dice, es un acontecimiento, una palabra viva, su actividad comienza en el mo-
2. G. GERLEMAN, «Dabar», en E. JENNI – C. WESTERMANN (eds.), Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento, I, Cristiandad, Madrid 1978, 621. 3. «No solo el hecho en su realización histórica, sino también la narración, en la cual queda aprisionada la cosa realizada históricamente, recibe el nombre de palabra»: A. M. ARTOLA – J. M. SÁNCHEZ CARO, «Biblia y Palabra de Dios», en Introducción al estudio de la Biblia, vol. 2, Verbo Divino, Estella 1990, 38. Sal Terrae | 104 (2016) 957-969
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mento en que es pronunciada. Dios es el Señor de los acontecimientos4. Descubrimos así en la «palabra» un carácter dinámico y performativo. Entre los estudiosos, un ejemplo clásico de cuanto estamos señalando lo encontramos en el relato de la bendición de Jacob. El patriarca Isaac, ante la petición de Esaú, refiriéndose a Jacob afirma: «[...] le he bendecido, y bendito está» (Gn 27,33-35). Las palabras del patriarca negando la bendición a Esaú evidencian el doble valor de la palabra de bendición dicha sobre Jacob: la bendición ha sido pronunciada, y Jacob ha sido bendecido; por tanto, dicha palabra se ha cumplido y tiene un carácter irrevocable. Son muchas las palabras-dabar con las que Dios se ha revelado a su pueblo en el Antiguo Testamento. Nos detenemos en las tres palabras esenciales que nos ayudan a conocer al Dios que «habla»: palabras creadoras, palabras liberadoras y palabras proféticas. 1.1. Palabras generadoras de vida y bendición, o las tres palabras de la creación Desde un principio, el Dios de Israel es un Dios-relación, que sale de sí y se comunica realizando su actividad creadora por medio de la palabra. Esta acción creadora de Dios revela el carácter dinámico y eficaz de su palabra. Tres son las expresiones principales de la palabra que Dios pronuncia, cuyo efecto aparece reflejado en la tradición de los orígenes: crear – llamar – bendecir5. La primera de ellas es la palabra creadora, por la cual llama a la existencia a todo y a todos. Dios dice, y acontece: «Y dijo Dios... y fue» (Gn 1,3). La
4. J. GUILLÉN TORRALBA, «La fuerza de la «Palabra»: RCatT XIV (1989), 379. 5. Sobre estas tres palabras, veáse: B. COSTACURTA, Genesi 1-4: creazione, peccato e redenzione, Il Centro culturale Gli scritti (25.01.2007); en línea: http:// www.gliscritti.it/approf/2007/conferenze/costacurta01.htm (Consulta el 1 de octubre de 2016) Sal Terrae | 104 (2016) 957-969
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expresión divina «haya...» (Gn 1,3) es la primera forma de entrar en diálogo con el mundo y contiene tal dinamismo que ordena el caos, transformándolo en cosmos. Esta palabra creadora, junto con su aliento vivificador, confiere la vida a cuanto existe (Gn 1,2). Es esta una palabra que contiene en sí la capacidad de convocar a la existencia dotando todo de vitalidad y de verdad. A través de ella, cuanto existe adquiere la potencialidad de ser en plenitud. La Palabra de Dios, además de dar la existencia, da un nombre a lo creado. Esta es la segunda palabra divina. Por medio de su palabra, Dios da identidad a las criaturas. En sentido bíblico, «conocer/dar el nombre» sugiere la idea de una relación profunda, es conocer la realidad última de lo nombrado, y es también signo de señorío sobre quien se nombra. Precisamente porque es el Creador de las criaturas, porque las conoce hondamente, Dios tiene el poder de llamarlas. La tercera palabra del Creador es la palabra del bien: la bendición. Dios pronuncia una buena palabra al reconocer en cada uno de los seres creados los desbordantes efectos de la vida. Al contemplar a las criaturas, Dios pronuncia sobre cada una de ellas una palabra favorable y benevolente y las invita a generar la vida (Gn 1,22), pues la bendición está estrechamente unida a la vida. Esta palabra buena también será regalada a los seres humanos, que podrán bendecir y maldecir en nombre de Dios. 1.2. Espacios privilegiados de la palabra liberadora La Palabra de Dios se revela especialmente dinámica cuando guía al pueblo de los espacios de esclavitud a los lugares de la verdadera libertad. El nacimiento de Israel como pueblo también tiene su fundamento en una proto-palabra de Dios, que hace salir a Abrahán de Jarán en dirección a Canaán. Jarán es el lugar de las seguridades y del culto idolátrico. Allí, Dios habla a Abrahán: «Sal de tu tierra, de tu patria, de la casa de tus padres...» (Gn 12,1). Dios le dirige una palabra de promesa y de bendición que será la génesis del nuevo pueblo. La palabra exige de Abrahán abandono y confianza radical. «Salir de la tierra» es abandonar la propia zona de confort y encaminarse a un lugar desconocido, el lugar de la promesa. Sal Terrae | 104 (2016) 957-969
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De nuevo, la Palabra de Dios es generadora de vida: la promesa de una descendencia. Pero en esta ocasión implica un compromiso: ponerse en camino. En esta misma línea liberadora, la palabra de Dios se dirige a su pueblo por medio de Moisés. Dios pronuncia una palabra especialmente activa; es su palabra la que baja, la que exhorta, la que acompaña, la que saca al pueblo de la esclavitud. Esta palabra de Dios se revela eficaz en la salida de Egipto, cuando todo parece indicar que se frustra su realización. La ciudad de los egipcios es el lugar de la palabra negada, la palabra esclava de los intereses de los dominadores, y allí donde parecía imposible que germinara la libertad, la Palabra de Dios ofrece liberación. Pero especialmente relevante es la acción salvífica de la palabra de Dios en el caminar del pueblo por el desierto. En hebreo, el vocablo «desierto» es mdbr y contiene las mismas consonantes que dabar (dbr). El desierto es el lugar de la escucha de la palabra y, a partir de esta, Israel se configura como pueblo. Acogiendo la Palabra de Dios, el pueblo experimenta sus efectos, es educado en la fe, guiado pedagógicamente hacia un nuevo espacio de vida: la tierra de la libertad. El lugar árido e inhóspito es, paradójicamente, el lugar propicio para la escucha de la palabra. El espacio del límite, la vulnerabilidad y la pobreza dispone de manera particular al ser humano para acoger la Palabra de Dios y situarse de una nueva forma para afrontar los retos de la propia existencia. Israel debe discernir, porque en el desierto, junto a la Palabra, escucha otras palabras tentadoras que niegan la acción salvadora de Dios y que le ofrecen como alternativa la posibilidad de acoger las antiguas palabras de esclavitud. Israel en el desierto recibe una palabra fundacional, recibe la ley de la libertad, el Decálogo. El tercer espacio de la palabra liberadora es el Sinaí. Allí, Dios regala a Israel diez palabras destinadas a preservar su libertad. Estas reivindican una justa relación con Dios y con los hermanos; están escritas en tabla de piedra que Dios entrega a Moisés como signo de una alianza permanente e inquebrantable entre partners desiguales. El Monte Sinaí es el lugar de la palabra para la vida, el lugar de las palabras de alianza.
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1.3. Las formas de la palabra profética: «Vino la Palabra del Señor». Privilegiados mediadores de la Palabra de Dios son los profetas. Llamados por Dios, iluminados por el Espíritu para hacer llegar su palabra al pueblo (2 Pe 1,21), a ellos debemos la fórmula «Palabra de Dios»6. En sus profecías aparece con fuerza la Palabra de Dios, capaz de irrumpir en sus vidas llevándolos por caminos insospechados e incluso no deseados. Son diferentes las formas con que la Palabra de Dios, a través de los profetas, llega a Israel. El testimonio profético muestra que la primera forma con que la actividad de la Palabra llega es ocupando la misma vida del profeta. La Palabra de Dios desciende e irrumpe con toda su fuerza en las historias personales de hombres y mujeres que son sensibles a la escucha. Al tratar de describir esta experiencia, los profetas hablan de una palabra transformadora cuyo ímpetu no puede ser frenado ni por el deseo personal (Jr 20,7-9) ni por la indiferencia más absoluta (Jon 1,3). El hablar de Dios entra en sus vidas desinstalándolos y suscitando en ellos un ardor inusitado por proclamar la Palabra recibida, que los envía a «extirpar y destruir, perder y destruir, reconstruir y plantar» (Jr 1,10). La Palabra recorre todo el cuerpo del profeta, que «la sienten real y viva en lo más profundo de su ser»7. Arde y los remueve interiormente (Ez 2,9), es brasa en los labios (Is 6,7), es temblor (Am 3,8), alcanza el gusto (Ez 3,23)... Se empodera holísticamente del enviado, de tal manera que el profeta queda afectado por ella8. El profeta asimila la Palabra, la digiere y la entrega al pueblo (Ez 3,1). Asimilar, digerir y entregar son las formas en que la Palabra pasa, de tocar la vida del profeta, a convertirse en mensaje. Entonces es proclamada al pueblo como mensaje divino de anuncio y de denuncia, bajo la forma de acción simbólica o de mensaje explícito. Para alcanzar al pueblo,
6. G. GERLEMAN, «Dabar», 624. 7. J. GUILLÉN TORRALBA, «La fuerza de la «Palabra», 388. 8. A. M. ARTOLA – J. M. SÁNCHEZ CARO, Biblia y Palabra de Dios, 32. Sal Terrae | 104 (2016) 957-969
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la Palabra de Dios, a través de los profetas, se convierte en oráculo, pronunciamiento profético en nombre de Dios9, destinado a realizarse sin demora; pero también como palabra que es ley querida por Dios destinada a arraigar en lo profundo del pueblo; o como sentencia sapiencial, cuya finalidad es instruir sobre el modo recto de afrontar la vida. Todo este itinerario recorre la Palabra divina hasta alcanzar a su destinatario último: el corazón del pueblo. La Palabra de Dios desciende, se sirve de la mediación de la vida del profeta, de la forma del anuncio, para alcanzar las entrañas del ser humano, transformando los corazones de piedra en corazones de carne (Ez 36,26). Sin esta misión cumplida, la Palabra no vuelve a Dios. La Palabra ha bajado del cielo «como la lluvia y la nieve» (Is 55,10) y está destinada a subir, a volver a Dios, habiendo germinado y fructificado en el compromiso del pueblo. Es una palabra fructuosa que desciende y asciende habiendo cumplido su misión. 2. La Palabra en el Nuevo Testamento En lengua griega, el término empleado para designar a la «palabra» es logos. No podemos entrar ahora a analizar en detalle sus diversas interpretaciones10, pues excedería la pretensión del presente artículo. No obstante, conviene apuntar que el Logos-palabra enfatiza el valor comunicativo de esta y que, en el cuarto evangelio, se da una total identificación entre el Logos y Jesús. El Hijo es la Palabra del Padre, no exclusivamente como transmisor del decir del Padre, sino como encarnación del modo de hablar de Dios a la humanidad. Jesús es Palabra. 2.1. Jesús, Palabra que revela al Padre La Palabra de Dios es, en la revelación del Antiguo Testamento, una palabra mediada, y así lo recuerda la segunda carta de Pedro: «... hombres
9. Ibid., 31. 10. Para una ulterior profundización, cf. C. H. DODD, La interpretación del cuarto evangelio, Cristiandad, Madrid 2004. Sal Terrae | 104 (2016) 957-969
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como eran, hablaron de parte de Dios» (2 Pe 1,20). La creación, el pueblo y la profecía nos han mostrado cómo Dios se ha servido de mediadores. El Prólogo de Juan se refiere a esta mediación de la Palabra divina cuando afirma que «la ley vino por medio de Moisés» (Jn 1,17). De este modo, el evangelista subraya el papel necesario del mediador humano para que la Palabra alcance al pueblo. Este enunciado sirve a Juan para poner de manifiesto la superioridad de la revelación de Jesús; por ello, sentencia: «la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo» (Jn 1,17). Reafirma así que la revelación de Jesús no es una palabra mediada, sino encarnada, y enfatiza que el lugar privilegiado para acoger la Palabra de Dios es el mismo Jesús, Hijo de Dios por el que el Padre ha hablado (Hb 1,2), Palabra de Dios encarnada (Jn 1,14). La lectura del Antiguo Testamento muestra el ardiente deseo de Dios de comunicarse con la humanidad. Dios quiere establecer comunicación. Jugando con la etimología de la palabra «diálogo» (dia-logos), la tradición joánica subraya que esta comunicación se hace carne en Jesús, se realiza por medio (dia) de la Palabra (logos)11. Nos encontramos ante un cambio de paradigma que pasa de la mediación a la encarnación. Jesús, Palabra del Padre, revela a la humanidad el deseo profundo de Dios. Al comenzar afirmando que «la Palabra estaba junto a Dios» (Jn 1,1), Juan señala la relación estrecha de Jesús con el Padre conduciéndonos a la eternidad de Dios, al principio sin principio (Jn 1,1). Precisamente porque desde un principio estaban en íntima comunión, Jesús hace accesible a la humanidad la contemplación del rostro de Dios y desvela para ella el ser de Dios. Esta revelación de la pasión amorosa de Dios por la humanidad es comunicada por la Palabra. La vida de Jesús, sus palabras y sus gestos, su muerte y su resurrección son Palabra que nos habla del ser de Dios. Todo su ministerio es una exégesis del sentir de Dios, porque es el Hijo Único que está en el seno del Padre, que participa de una especial intimidad con Él (Jn 1,18).
11. Cf. BENEDICTO XVI, Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2010, nn.6-21. Sal Terrae | 104 (2016) 957-969
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2.2. Palabra salvadora: vida y luz de la humanidad El objeto de la revelación, por el que el Padre dirige su palabra a la humanidad, es la participación de esta de la vida en plenitud. «En ella [la Palabra] estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres» (Jn 1,4). Así pues, la Palabra encarnada ofrece a la humanidad una vida que hemos de entender en sentido causativo y dinámico: una vida que produce una vida semejante a ella misma. Parece que la pretensión del evangelista es la de subrayar que la participación en la vida divina es capaz de hacer percibir la existencia de un modo nuevo a la humanidad. Resulta sugerente el hecho de que el ofrecimiento de Dios en su revelación es totalizador. La vida es luz para la humanidad. Es decir, que Dios ofrece su misma vida, y la participación en esta ilumina el horizonte de la humanidad. En labios de Jesús escuchamos esta palabra salvadora. En él, Dios revela palabras de «gracia y verdad» (Jn 1,17); es decir, la encarnación de la Palabra es la encarnación de la fidelidad amorosa por la humanidad. Jesús es el «sí» de la humanidad a Dios y de Dios al ser humano. De un lado, su persona, sus palabras, sus acciones en favor de la vida del ser humano dejan ver la apuesta decidida de Dios por sus criaturas; de otro, su existencia solidaria en favor de la humanidad es un «sí» a la posibilidad de encarnar el proyecto de Dios. La Palabra baja, viene al mundo. La Palabra no es pronunciada en la distancia, sino que acampa en medio del pueblo, se hace Dios-con-nosotros. Dios se dice en Jesús hablando al modo humano, según nuestras categorías. El espacio de la salvación es el mundo, un escenario en conflicto donde la humanidad se debate entre la acogida y el rechazo de la Palabra. El mundo es positivo porque ha sido creado por Dios y es objeto de su atención amorosa; pero también es el escenario negativo, porque es el lugar del rechazo, de la palabra negativa de la humanidad a Dios. 2.3. Palabra filial que se acoge por la fe La Palabra pronunciada por Dios está destinada a ser acogida. El mismo Hijo es la forma en que Dios pretende alcanzar el corazón de la humanidad (Hb 1,2); su existencia es cumplimiento filial del designio desSal Terrae | 104 (2016) 957-969
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bordante del Padre. Por ello, acoger la palabra implica entrar en una nueva relación con el Padre: la filiación. La palabra pronunciada tiene como fin suscitar una respuesta en los interlocutores. La Palabra de Dios no es palabra anacrónica lanzada al vacío de la historia y de la que percibimos un leve eco, sino una palabra interpelante, viva y actual, que espera una respuesta. El itinerario de la palabra de Jesús, en el creyente, pasa necesariamente por la acogida de la fe como don. La fe es un don que no proviene de la propia voluntad ni de la imposición de otros; no es hereditaria; tiene su origen en la gratuidad del Padre (Jn 6,44) y su proyecto de amor por el mundo (Jn 3,16). La fe es la libre y personal respuesta del ser humano a la Palabra de Dios dicha en Jesús. Por ello, acoger la Palabra en la fe significa sostener la propia existencia en la palabra irrevocable de Dios que se revela en Jesús. Una fe que tiene como signo la persona de Jesús y que se fundamenta en el poder vivificante de su Palabra (Jn 5,24). La Palabra penetra en lo más profundo del ser humano, es viva, eficaz, y discierne los sentimientos del corazón (Hb 4,12). Esta actividad purificadora de la Palabra ofrece una nueva vida a quienes están dispuestos a acogerla. El nuevo nacimiento es la acción del Espíritu que actúa en los oyentes de la Palabra. Un nuevo nacimiento implica una nueva forma de disponernos en la vida como hijos del Padre. De este modo, esta palabra, que genera vida, genera hijos. Establece un vínculo de intimidad: es este el deseo último del Dios que se comunica ofreciendo una palabra que orienta y motiva la existencia. Conclusión: oyentes de la Palabra El teólogo Karl Rahner popularizó la expresión bíblica «oyentes de la Palabra» para subrayar el hecho de que la palabra pronunciada por Dios es capaz de dar respuesta a lo profundo de la existencia humana12. A lo lar-
12. K. RAHNER, Oyente de la Palabra. Fundamentos para una filosofía de la religión, Herder, Barcelona 1972. Sal Terrae | 104 (2016) 957-969
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go de estas páginas hemos visto la naturaleza de la palabra de Dios, las palabras, los lugares, las formas en que Dios se ha comunicado en el Antiguo y Nuevo Testamento. Hemos conocido al Dios que habla. Aunque algo queda esbozado, concluimos acercándonos al ser humano como receptor de esta palabra y partícipe activo del diálogo con Dios. La palabra baja y se ofrece a sus interlocutores. A propósito, apunta J. Guillen: «El movimiento “descenso-elevación” es un motivo constante en las relaciones de Dios con los hombres: la katábasis origina una anábasis; la encarnación, una deificación. Dondequiera que la palabra se presenta, crea y salva, no solo recupera»13. Ser «oyentes de la palabra» significa entrar en la dinámica de la palabra. Acoger su «descenso». Para ello es preciso, primeramente, salir de nosotros mismos. Continuamente nos preguntamos por las cosas y por las criaturas y buscamos las razones últimas de nuestra propia existencia. Estas preguntas corroboran nuestra capacidad de salir de nosotros mismos y entrar en diálogo. En estas preguntas nos descubrimos capaces de experimentar a Dios, pues en nosotros habita el deseo de Dios. Ser «oyentes de la Palabra» significa actuar la Palabra. La Palabra no anula nuestra libertad, sino que nos abre a la posibilidad de una libertad más honda. Ser «oyentes de la Palabra» nos provoca a poner nuestra historia al servicio de la Palabra, a ser «actuantes» de la Palabra. La acogida de la Palabra encarnada realiza cuanto dice, y hace de nuestra historia historia de salvación. Una vez acogida la Palabra, «ascendemos», tomamos conciencia de que, como a hijos, es Dios quien nos ha hablado primero, y de que nuestra historia es una continua invitación de Dios al diálogo. Entonces, parafraseando a E. Dickinson, al igual que la palabra cuando es pronunciada, descubrimos que «comenzamos a vivir justo ese día».
13. J. GUILLÉN TORRALBA, «La fuerza de la «Palabra», 389. Sal Terrae | 104 (2016) 957-969
ADRIÁN DE PRADO POSTIGO Con infinito exceso La fe cristiana a la luz de un Amor sobreabundante 432 págs. Más información, en www.gcloyola@com El amor constituye el corazón del cristianismo, y su irrestricto desbordamiento revela la lógica interna de la fe. Como decía J. Ratzinger, «la sobreabundancia es la mejor definición de la historia de la salvación»; porque «la ley del amor es la entrega, solo cuando es excesivo es suficiente». Bajo tal convicción ha sido pensado este libro, en cuyas páginas se ensaya una aproximación a la fe desde la perspectiva del infinito exceso del amor, que es la entraña más honda de Dios y la vocación más alta del hombre. El autor ha querido, pues, acercarse a lo más propio del cristianismo en sus núcleos básicos, contemplándolo todo a la luz de un Amor sobreabundante.
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LAS PALABRAS FURIOSAS José María Rodríguez Olaizola, sj*
Fecha de recepción: octubre de 2016 Fecha de aceptación y versión final: noviembre de 2016
Resumen Hoy en día vivimos en un mundo ruidoso. Las redes, los medios de comunicación y la cantidad ingente de personajes públicos que tratan de hacerse notar a base de discursos y declaraciones, todo ello lleva a una inflación de palabras. Y cuantas más palabras hay, más fácil es que pierdan su sentido y su capacidad de transformar la realidad. El autor propone en este artículo varias miradas a la palabra, que oscila entre la palabra domesticada, la palabra liberada y la palabra furiosa. Con ello invita a una reflexión sobre el poder y los límites de lo que decimos y lo que callamos para transformar la realidad. PALABRAS CLAVE: Palabra, profecía, coherencia, corrección política, silencio.
Furious Words Abstract We currently live in a noisy world. Social networks, media, the huge number of public figures vying for recognition through speeches and statements; all of this leads to an overflow of words. And the more words there are, the easier it is for them to break free from their meaning and ability to transform reality. In this paper, the author proposes various approaches to the word, which wavers be-
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Jesuita, sociólogo. Trabaja en sjoficinadigital. .
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tween the domesticated word, the free word and the furious word. This calls for reflection on power and the limits to what we say and choose not to for the purpose of transforming reality. KEY WORDS: The word, prophecy, coherence, political correctness, silence.
––––––––––––––– «No acostumbro a usar las palabras a la ligera. Si 27 años en prisión nos han enseñado algo, ha sido llegar a entender, desde el silencio de la soledad, hasta qué punto las palabras son preciosas y hasta qué punto el lenguaje verdadero tiene su impacto en la forma en que la gente vive y muere». – Nelson Mandela
Dice San Ignacio de Loyola, en una de las citas más conocidas de sus Ejercicios Espirituales, que «el amor se debe poner más en las obras que en las palabras» (EE.EE, 230). Algo semejante se infiere del popular «obras son amores, que no buenas razones». De estas y otras consideraciones similares podría deducirse que son las obras, y no las palabras, las que muestran lo que de verdad busca nuestro corazón, lo que construimos o destruimos, y las que reflejan nuestros auténticos motivos. Pero no es tan sencillo. Porque las palabras sí son importantes. Y necesarias. Y contribuyen a configurar y transformar la realidad. Podríamos completar la sentencia ignaciana diciendo que, aunque el amor haya de ponerse más en las obras que en las palabras, también ha de ponerse en las palabras. Es decir, no podemos despachar de un plumazo las palabras como mero accesorio que adorna los hechos. O no deberíamos. Hoy en día la palabra está un poco desprestigiada. Porque son demasiados los ámbitos en que se utiliza frívolamente, y lo que hoy es afirmación contundente mañana puede ser negado con idéntica fuerza, por las mismas personas, sin sensación de estar contradiciéndose. Hubo una época en que empeñar la propia palabra era poco menos que sagrado. «¿Me das tu palabra?» era la exigencia de un compromiso personal; y violar dicha garantía, o traicionarla, se entendía como una ruptura absoluSal Terrae | 104 (2016) 971-984
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ta de la confianza. La expresión «palabra de honor» ha quedado hoy como definición de un vestido con escote y sin tirantes. Para cualquier otro uso, suena como si estuviéramos en el siglo XIX y no en el XXI. La palabra domesticada Veamos algunos ámbitos y dinámicas que contribuyen al descrédito de la palabra en la sociedad contemporánea. Un tsunami de palabras Al multiplicarse los medios de comunicación y aparecer las redes sociales, se ha agigantado el volumen de palabras publicadas. Hoy cualquiera puede lanzar a los medios sus opiniones, ideas, ocurrencias o descalificaciones. Ya apenas hay medios de comunicación al estilo convencional, en los que unos pocos profesionales publican lo que les parece oportuno, con la garantía que da el conocer su prestigio, su solidez o su trayectoria probada. Y si aún los hay, deben competir con un rival mucho más poderoso: las redes. Hoy todos somos productores de contenido. Las redes sociales permiten que todas las voces puedan lanzarse a la arena pública. No hay más filtros que los que uno quiera ponerse, y eso no es fácil. Todo esto lleva a una mezcla de información, análisis y opiniones que sepulta la realidad bajo una enorme capa de enunciados. Un ejemplo es lo que ocurre con las declaraciones sobre personajes públicos (o privados). ¿Hasta dónde puede llegar lo opinable? ¿Se puede opinar de todo, con la única puntualización de reconocer que lo que se dice es subjetivo? ¿Cómo entender la libertad de expresión? Solo ahora empiezan a surgir tímidamente voces que piden una legislación que matice hasta dónde deben llegar los límites de dicha libertad, qué es lo que entra en el terreno de lo opinable, cuándo algo se convierte en difamación, o sobre qué cuestiones se puede bromear (al margen de si se debe o no hacerlo). En todo caso, lo que es un hecho es la cantidad de palabras que nos llegan a diario en forma de artículos, comentarios en Facebook, tuits, víSal Terrae | 104 (2016) 971-984
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deos, blogs... Hasta que llega un punto en que, por pura saturación, se hace muy difícil que alguna de esas palabras rompa la barrera de la rutina para dejar huella. Palabras que se lleva el viento Consecuencia, en parte, de lo anterior es la facilidad para olvidar. No tenemos espacio para memorizar tanto como oímos o leemos cada día. Lo que hoy afirma tajante un personaje público en una televisión, en unos días lo podrá contradecir, y la memoria de su primera afirmación habrá quedado sepultada en las hemerotecas. Esto permite que muchas personas –y en especial bastantes figuras públicas– jueguen a resistir, amoldarse y decir en cada momento aquello que creen que quiere oír su público. Consecuencia de todo ello es el descrédito de los discursos. De hecho, cada vez es más frecuente encontrar análisis gestuales, por ejemplo, de los políticos en determinados debates, para tratar de dilucidar si se puede deducir de sus gestos la veracidad o falsedad en las palabras –porque en las palabras en sí ya hemos dejado de creer. Y si no hay memoria del pasado, tampoco parece que las palabras sobrevivan al futuro. La inflación del presente impide que haya verdadera conciencia del significado de algunas afirmaciones que comprometen. El valor de un «para siempre» es muy frágil cuando ese siempre se confunde con un «mientras no cambien las circunstancias». Pero esto ocurre en muchos ámbitos de la vida diaria. La desvinculación de palabras y personas ¿Qué es hoy ser persona? ¿Hasta qué punto queda uno definido y condicionado por lo que dice? Estas preguntas pueden parecer abstractas, más propias de un curso de antropología o filosofía. Y, de algún modo, lo son. El problema que tenemos es que hoy en día ni la antropología ni la filosofía parecen interesar, ni en sistemas educativos ni en la mirada al lugar de las personas en el mundo, una mirada más atenta a la habilidad, la utilidad y la integración en el sistema productivo que a otras consideraciones sobre el ser humano.
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Ya poca gente se pregunta qué define a las personas. Y esto, por más abstracto que parezca, tiene consecuencias importantes. ¿Quién soy yo? ¿Soy solo lo que hago? ¿Lo que digo? ¿Lo que siento? ¿Lo que pienso? ¿Soy mi historia o soy tan solo mi presente? Cuanto más se fragmenten las respuestas, más fácil será prescindir de muchas dimensiones de la propia vida como si no fueran esenciales. Y esto es lo que ocurre con la palabra. Parece, a menudo, que lo que uno dice es coyuntural, prescindible, efímero. Y por eso no quedas marcado por tus palabras. Las puedes recitar, proclamar o decir sin que signifiquen demasiado. Resulta paradójica esa desvalorización de lo que se dice, y más en una mentalidad creyente, si tenemos en cuenta que uno de los principales títulos que atribuimos a Jesús es el de «Palabra», la Palabra que se hizo carne y plantó su tienda entre nosotros. De este título podría deducirse que uno es lo que hace y es también lo que dice, y que ambas dimensiones deberían estar entrelazadas en un vínculo irrompible. Pero no parece que esto sea así en la mentalidad contemporánea. La corrección política Todos hemos oído hablar del «lenguaje políticamente correcto». Hay expresiones que no conviene decir. Hay latiguillos que molestan. Hay temas que se convierten en tabú, hasta tal punto que se deja de hablar de ellos. La corrección se persigue en la política, pero también en otros muchos ámbitos: en la iglesia, en el trabajo, en la familia, en la vida religiosa... No hay que hablar de determinadas cuestiones para no herir susceptibilidades. Podría parecer que es una cuestión de delicadeza y educación. Pero también es miedo al conflicto. El lenguaje políticamente correcto sirve para evitar la confrontación. Enmascara la diferencia. Pero no la elimina. Esa es su trampa. La falta de reflexión La opinión está a la orden del día. Hay que opinar de todo, y además hay que hacerlo rápido. La inmediatez es un imperativo contemporáneo. Lo que se convierte en tendencia no espera. Lo imprescindible es dar una respuesta automática a la noticia, en el mismo momento de producirse. Sal Terrae | 104 (2016) 971-984
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El problema es que así hay escasas oportunidades de emitir una opinión medianamente informada. Los profesionales de las tertulias y quienes en las redes sociales tratan (o tratamos) de comentar la actualidad corremos el peligro evidente de tocar de oído, conformarnos con lo que nos parece razonable, más o menos creíble, y con ello contribuimos al ruido. Mientras escribo estas líneas, está reciente el referéndum en Colombia sobre el proceso de paz impulsado por el presidente Santos y las FARC1. La sorpresa por un resultado inesperado –al menos en estas latitudes– inmediatamente ha dado paso a un estallido de aplausos o lamentos por el resultado, en función de lo que cada uno desease. Pero en los medios de comunicación de masas es difícil encontrar una explicación en profundidad de lo que de verdad ha ocurrido. Es puro hooliganismo, llevado en este caso a la esfera de los conflictos internacionales. Probablemente cuando lleguen los análisis un poco más sosegados y las explicaciones con mayor carga crítica, el grueso de la opinión pública estará interesada en otra historia, otro contexto u otra guerra. La pérdida de significados Parece mentira, pero en medio del torrente de expresiones ya señalado resulta paradójico constatar que hay cada vez más pobreza lingüística. Hablamos peor. Y cuando digo «peor» quiero decir «con menos precisión». «Cosa», «Rollo», «Guay» vienen a ser conceptos que se usan como comodín y que cada vez sustituyen a más términos. Por otra parte, hay conceptos que, de tanto ser utilizados, y en tantos ámbitos, cada vez tienen un significado más impreciso. ¿Qué quiere decir hoy «Te amo»? Hay tantas acepciones del amor que la definición podría ir desde el absoluto egoísmo de un «me gusta estar contigo mientras me hagas sentir bien» hasta la entrega radical del «daría mi vida por hacerte feliz». Esto no es nuevo. Probablemente ha ocurrido siempre. Lo que quizás es más novedoso es que las personas no se toman tiempo para reflexionar sobre el sentido que uno mismo les está dando a las palabras. Y por eso, a me-
1. El referéndum tuvo lugar el 2 de octubre de 2016, con un resultado ajustado que dio la victoria a los contrarios al proceso de paz tal y como se estaba formulando. Sal Terrae | 104 (2016) 971-984
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nudo encontramos afirmaciones que, analizadas seriamente, resultarían horrendas y que, sin embargo, han sido formuladas sin otra malicia que el ignorar en el fondo lo que uno está diciendo. O encontramos términos utilizados con excesiva alegría, como llamar «genocidio» a muchas cosas que no lo son, algo que, sin embargo, se hace con frecuencia, con lo que supone de falta de sensibilidad para con las víctimas de los verdaderos genocidios que se han producido en la historia. Saber utilizar las palabras no es garantía ni de integridad, ni de veracidad, ni de ir a construir algo sólido, pero es un punto de partida, no el único, que puede ayudar a ello. En «El bar de las grandes esperanzas» un aspirante a escritor describe con acierto el sugerente universo en el que uno se zambulle cuando aprende a valorar las palabras. «Steve actuaba como si yo hubiera escrito Finnegans Wake, me dijo que tenía dominio de las palabras, y yo di un paso atrás y lo miré, pues sabía que ese era uno de los mayores cumplidos que podía dedicarte. Steve era un hombre de palabras. Se notaba en el cuidado que había puesto al elegir un nombre para su bar, y un apodo para cada uno de nosotros, y en el tipo de público que su bar congregaba: cuentacuentos con pico de oro, maestros de la labia, floridos narradores...»2. Liberar la palabra Adentrémonos entonces en este universo de la gente de palabras, donde lo que se dice puede convertirse en herramienta, semilla o relato cargado de fuerza. El poder de las palabras En un momento del evangelio, Jesús enseña a sus discípulos el valor de las palabras, cuando insiste en «que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no» (Mt 5,37). Si somos capaces de superar los obstáculos que quitan fuerza
2. J. R. R. MOEHRINGER, El bar de las grandes esperanzas, Duomo, Barcelona, 2016 Sal Terrae | 104 (2016) 971-984
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a las palabras, si aprendemos a respetarlas, a valorarlas y a cuidarlas, es posible que descubramos entonces lo importante de tener una actitud leal ante ellas. Lo importante del silencio que antecede a la declaración. Lo necesario de pensar bien lo que uno va a decir, porque al decirlo no solo estás anunciando, anticipando y definiendo la realidad, sino que estás adquiriendo un compromiso y estableciendo una relación con los oyentes. Si todo nos da igual, si vivimos desde un escepticismo básico, y lo mismo da ocho que ochenta, es evidente que igual dará decir algo que lo contrario. Pero si reconocemos que con lo que afirmamos o negamos estamos implicándonos, entonces todo cambia. Cuando las palabras no importan, entonces la mentira, la declaración que no va a ser cumplida, la falta de intención, o la inadecuación entre lo que se dice y lo que se piensa, todo ello es fácilmente tolerable. Por ejemplo, si no respeto las palabras, no me costará en absoluto decir: «Te querré siempre». Lo digo porque toca, lo digo porque forma parte de un rito, incluso lo digo porque ahora mismo pienso que puede ser verdad, pero en el momento en que no lo sienta igual, ese siempre se convertirá, en el acto, en un «hasta que dure», es decir, «por ahora». Algo semejante podría decirse de las promesas en el ámbito de las relaciones interpersonales, de los votos religiosos, de los compromisos públicos de los políticos... Nada importa, si la palabra es tan solo la fotografía de un instante y no un compromiso dispuesto a mantenerse en el tiempo. Si, por el contrario, con la palabra estás poniendo tu verdad en juego; si te paras a pensar que eres aquello que dices, y que de ese modo estás estableciendo relaciones reales y concretas con la realidad, entonces medirás mucho más cada afirmación. Por lo tanto, hay que hacer que las palabras importen. Hay que devolverles su valor y reconocer su capacidad de configurar a personas, sociedades y pueblos. Recuperar el valor de las promesas Hay que devolver a las promesas su poder de generar confianza. No pretendo decir que cualquiera que promete hoy algo no tenga la intención de cumplirlo. Estaríamos apañados. Muchas personas probablemente al Sal Terrae | 104 (2016) 971-984
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empeñar su palabra empeñan con ello su amor, su querer e interés. Pero, desgraciadamente, hay otras muchas personas que, consciente o inconscientemente, no lo hacen. Quizás hay dos caminos por los que las promesas van perdiendo fuerza. El primer lugar lo ocupan, desgraciadamente, las promesas públicas, y en concreto los compromisos políticos. ¿Dónde ha quedado el valor de la palabra dada? Hoy toleramos como inevitable que lo que uno dice en campaña es muy distinto a lo que dirá después. Aceptamos que una cosa son las grandes declaraciones, las promesas electorales, las buenas intenciones, y otra bien distinta hacer. Lo justificamos diciendo que luego hay que ser realistas, que no se puede caer en idealismos imposibles, que la política es el arte de lo posible... Y todo eso es verdad. Pero cuando marcamos una distinción tan tajante entre antes y después, entre escenario y trastienda, entre las promesas de antes y los incumplimientos de después, al final terminamos reventando el valor de las promesas. El segundo ámbito que tiene que ver con la pérdida del valor de las palabras es el desprestigio de la constancia. Una promesa hecha cuando el viento sopla en la misma dirección de tu marcha y te empuja, es fácil. El amor en el matrimonio, los votos de un religioso, la honestidad de un trabajador... en los momentos de máxima convicción no son problemáticos. Lo que se va a convertir en la verdadera prueba de fuego es lo que ocurrirá cuando el viento cambie, te dé en la cara y dificulte tu avance. ¿Qué hacer entonces? ¿Estás dispuesto a mantener las promesas? Hoy en día, hay muchas personas que dirán que no hay que agobiarse, esforzarse de más, ni amargarse. El sacrificio tiene muy mala prensa. Si el viento ha cambiado, cambia tú también de rumbo, pues la vida son dos días. Parece voluntarismo empeñarse en otra cosa, y hoy apostamos más por el sentimiento y la pasión voluble que por la voluntad y el sentido constante. Tristemente. Por eso, para recuperar el valor de las promesas necesitamos recuperar el sentido del tiempo y de la propia historia. Vamos construyendo un relato. No estamos siempre ante una página virgen en nuestra vida. Hay mucho que ya hemos escrito, y es sobre ese discurso –y sobre la realidad que está detrás– sobre lo que vamos avanzando. Necesitamos recuperar el vaSal Terrae | 104 (2016) 971-984
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lor del «siempre». Y aunque no hubiera más testigos que uno mismo y Dios, necesitamos convencernos de la importancia de que esa historia sea coherente, sea peleada y tenga una dirección. Recordar que las palabras son puentes No debemos olvidar que las palabras establecen relaciones. Entre quien habla y quien escucha. Entre quienes se están comunicando. Las palabras quieren servirnos a las personas para comprendernos mejor, para reconocernos, para adentrarnos en la intimidad ajena. A través de ellas hablamos de sentimientos, de intenciones, nos contamos lo ocurrido, hacemos planes, otorgamos –o quitamos– confianza, nos acariciamos o nos golpeamos. Sea como sea, las palabras establecen una relación. Pero ¿qué tipo de relación? ¿Es una relación fugaz, idealizada, insincera? ¿O es una relación sólida y verdadera? Hay mucho que examinar en las palabras. ¿Hay en ellas más crítica o alabanza? ¿Hay más construcción o destrucción? ¿Nacen del encuentro o de la ignorancia? ¿Hablamos a otros o de otros? Hay palabras que se clavan como puñales, que quisiéramos rectificar una vez que se han dicho, pero no tienen vuelta atrás. Hay palabras que hieren, que llueven sobre mojado y destruyen mucho más que los golpes físicos. Hay, en cambio, declaraciones anheladas que se convierten en bendición, en fiesta, en refuerzo y seguridad, cuando quien las acoge entiende que con ellas viene la verdad del otro. ¿Cuántas personas no habrán pasado largas épocas esperando oír un «Te quiero»? Sin conformarse con que las obras den indicios de ello. Se necesita, a veces, oír de los labios de quien nos importa las palabras que confirmen nuestros anhelos más profundos. Adecuar palabras y obras Comenzaba este artículo aludiendo a la cita ignaciana sobre el amor que ha de ponerse más en las obras que en las palabras. Y señalaba que esto no significa que las palabras no importen. Es hora de reconducir dicha afirmación. Las palabras importan, pero han de verse refrendadas por los hechos. De otro modo, terminan siendo un puro entretenimiento, un juego diletante. Cuando reconocemos que las palabras son un recurso, un taSal Terrae | 104 (2016) 971-984
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lento, un arma o una herramienta, entonces nos damos cuenta de que configuran la realidad a la vez que lo hacen los hechos. De ahí el tener que buscar la convergencia entre lo que expresamos y lo que hacemos. Hablar menos Frente al tsunami de palabras que he definido en la sección anterior, la alternativa es recuperar el valor del silencio. Como el mar –en calma o bravo– en el que flotan las palabras importantes. Para evitar la verborrea que termina llevándose por delante reflexión, profundidad y significado. Hoy en día necesitamos tomarnos tiempo para meditar, para dotar a cada concepto de su verdadero significado, para sacudirnos la tiranía de las frases hechas y los latiguillos de moda. Que cuando hablemos de amor, de justicia, de compasión, de Dios, de la misericordia, de los pobres, del evangelio, etc., no sea todo un recitado de corrido sobre lugares comunes de los que ya ni recordamos qué significaban. Es importante devolver a cada término su belleza, su hondura y su verdad. Y eso solo se consigue en el silencio. *** Breve ensayo sobre la palabra furiosa Prefiero la palabra furiosa a la palabra domesticada. Prefiero la profecía que, en su dureza, intenta penetrar en la entraña de la realidad y trata de romper la costra de la comodidad, el entretenimiento o el olvido que se nos ha instalado en la piel de las ciudades, de las familias, de las comunidades. Hay una palabra mortecina y amaestrada que forma parte del paisaje por el que nos movemos demasiado a menudo. Las palabras ya no hieren, convertidas en juego de salón o en entretenimiento virtual. Las palabras no inquietan ni incordian. Evitamos hablar de más, y lo hacemos, paradójicamente, a base de no callar. Evitamos la confrontación, en nombre de la prudencia y del tiempo. Evitamos quedar presos de Sal Terrae | 104 (2016) 971-984
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declaraciones que puedan pasar factura. Y poco a poco vamos sucumbiendo a los discursos etéreos, a los malabarismos convertidos en verso, proclama o canción; a las palmadas en la espalda por lo bonito que hablamos; al lenguaje anestesiado, encerrado en una jaula. La furia tiene verdad. Porque no puede callar. Porque estalla. Porque se impone, en su urgencia y su inevitabilidad, a conveniencias y cálculos. Porque no entiende de componendas y, aunque acepte la necesidad de negociar, nunca traicionará lo que defiende. Tiene mucha más verdad que las sonrisas estudiadas, que los discursos aprendidos o que el lenguaje políticamente correcto. Más verdad que la rebeldía de diseño de figuras estudiadamente transgresoras, que juegan a ser enfants terribles mientras se limitan a perpetuar la feria de las vanidades, hasta construirse otra jaula de cristal y dar paso al siguiente invento de la sociedad del espectáculo. Más verdad que el silencio que, en nombre de la prudencia, enmascara miedo. Y más verdad que la aparente contundencia de los guardianes de las esencias, que braman molestos contra todo lo que remueve, aunque sea un poco, la cómoda jaula de las certidumbres que han construido a su medida y donde quieren congelar al espíritu humano y al espíritu de Dios. Admiro a los profetas. Hay pocos en nuestro mundo. Su furia no es un talante airado ni un gesto estridente –eso también puede ser una pose–. Los verdaderos profetas han visto el orden trágico de las cosas y creen, con esperanza, que es posible otro mundo. Es la suya una mirada herida y atormentada, pero al tiempo portadora de esperanza. Y eso lo convierten en discurso. Con palabras y obras que bailan juntas. Lo convierten en compromiso y pasión. Lo convierten en consagración vital, a la justicia, al estudio, a la ciencia, al diálogo, a la búsqueda de nuevos caminos para que la humanidad sea más humana. Lo convierten también en denuncia de lo que es insostenible. Aunque, a menudo, altavoces de otras lógicas y otras conveniencias intenten silenciarlos.
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El profeta sabe que su palabra es incómoda, pero está dispuesto a arriesgar. Las palabras cómodas granjean aplausos y parabienes, pero no transforman nada, porque no inquietan, no remueven, no descolocan ni ponen en marcha huracanes en el interior de las personas. El profeta remueve. Lo puede hacer hiriendo, provocando o enamorando. O quizás algo de todo. Su palabra despierta la locura o la lucidez más absoluta. Cuando Rosa Parks se negó a obedecer al chófer de un autobús público que la urgía a ceder su asiento a una persona de raza blanca, su «no», alto y claro, contundente y definitivo, fue una bofetada necesaria a todo un sistema. Ese «no» fue un recordatorio de la dignidad arrebatada, de la injusticia convertida en ley y del hartazgo de demasiadas personas ante una discriminación que no se basaba nada más que en actitudes equivocadas del pasado que había que dejar atrás. Cuando Nelson Mandela prefirió la reconciliación a la venganza que se le reclamaba desde su propio bando, su ejemplo fue profecía viva. Solo así sería posible una reconciliación que habría de batallarse persona a persona, memoria a memoria, y que requeriría de mucho tiempo para que las heridas cicatrizasen. La profecía de Mandela era la paz frente al rencor. Cuando Monseñor Romero gritó, en su última homilía, contra el pecado que estaba atrincherado en todos los estamentos del ejército salvadoreño, se dirigió desde su púlpito a los soldados, que lo escuchaban a través de la radio en todo el país. No buscó circunloquios, ni adornar una exigencia que era un disparo en toda la línea de flotación a un poder establecido que hacía de la represión y el miedo su forma de control: «Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios, que dice: “No matar”. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y obedezcan antes a su conciencia que a Sal Terrae | 104 (2016) 971-984
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la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión»3. Estas palabras fueron la gota que colmaba el vaso y le costaron la vida. Porque, tras oír aquello, nada podía seguir igual. Cuando el papa Francisco exclama, contundente: «¿Quién soy yo para juzgar...?»4, o cada vez que ha puesto la llaga en heridas y lacras de la Iglesia, despierta y agita a muchos que, instalados en seguridades y convenciones, sienten que se remueven cimientos que creían incuestionables. Y eso provoca y hiere. Pero es necesario. Las palabras pueden romper inercias, movilizar personas, hacer que se eleve el espíritu humano. Pero habrán de ser palabras sinceras, vividas y sufridas, celebradas y convertidas en pan y vino, en tiempo fecundo, en puente que no se pueda levantar a conveniencia. Yo, honestamente, con frecuencia pienso que mis palabras están domesticadas. Ojalá, algún día, consiga romper las cadenas.
3. ÓSCAR A. ROMERO, Homilía Dominical, 23 de marzo de 1980. 4. Declaraciones del papa Francisco en su rueda de prensa al volver de la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil, en el verano de 2011, a propósito de las personas homosexuales. Sal Terrae | 104 (2016) 971-984
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Fecha de recepción: octubre de 2016 Fecha de aceptación y versión final: noviembre de 2016
Resumen En estas páginas queremos reflexionar sobre los cambios que el uso de las tecnologías digitales ha supuesto en la praxis de la palabra. Tanto en su parte más lingüística, en cuanto a las modificaciones o novedades que ha supuesto con respecto a la palabra analógica, como en otra más neurolingüística y filosófica, que afecta a la estructura del pensamiento subyacente al uso de la comunicación digital. Trata, pues, sobre las novedades de la palabra digital y el modo en que la práctica de la comunicación digital modifica el pensamiento humano. PALABRAS CLAVE: palabra, digital, comunicación, pensamiento, discurso.
Word in the digital age Abstract In this paper, we analyze the impact of the use of digital technology on the practice of the word. In terms of linguistics, insofar as changes or updates to the analogical word are concerned, as well the neuro-linguistic and philosophical facet, which affects the structure of thought behind the use of digital communication. Thus, it addresses developments of the digital word and the way in which the practice of digital communication tweaks human thinking. KEY WORDS: The word, digital, communication, thought, discourse.
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Licenciada en Filología Hispánica y doctora en Comunicación. Directora del gabinete de comunicación y docente en el grado en Periodismo del CESAG, centro adscrito a la Universidad Pontificia Comillas. .
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Introducción Una señal de humo, el tañer de tambores, las pinturas rupestres, los pictogramas, los signos en papel y ahora también las pantallas digitales. La palabra no es novedad, ha existido desde que existen los seres humanos. Autores como Kenneth J. Gergen1 o como el jesuita Antonio Spadaro2 defienden que el hombre es un ser relacional y, como tal, necesita comunicarse. La novedad de la palabra en la comunicación digital está en las formas, los soportes y sus significados, que van evolucionando con el tiempo y las culturas. 1. Hacia una definición de palabra en la Era Digital El lenguaje es un sistema de signos que utiliza una comunidad para comunicarse. Lo podemos clasificar como verbal y no verbal. Y el verbal, a su vez, como oral o escrito. Pero en todos los casos estamos ante signos que necesariamente deben ser descodificados mediante claves de interpretación para su correcta comprensión. En el lenguaje no verbal, los signos a interpretar son gestos, miradas, tonos, ritmo, velocidad, movimientos, etc. Y varían entre una cultura y otra. En el lenguaje verbal, en cambio, la comunicación se produce por unidades lingüísticas dotadas de significado llamadas «palabras», que están codificadas de modo oral o escrito. Esas codificaciones son las que conocemos como «lenguas» o «idiomas», con toda la complejidad que cada una de ellas encierra. Hasta aquí, parece que bastaría conocer un idioma y una cultura para comprender sus mensajes. Sin embargo, la cuestión se complica cuando el soporte del lenguaje deja de ser solo físico (aun cuando se trata de las ondas de sonido del lenguaje oral) y comienza a coexistir con el soporte digital. Porque llega un momento en que nos encontramos con que los habitantes de un mismo lugar, con una cultura común, ya no dominan
1. GERGEN, K. J., El ser relacional. Más allá del yo y de la comunidad, Desclée De Brouwer, Bilbao 2016. 2. SPADARO, A., Ciberteología, Herder, Barcelona 2014. Sal Terrae | 104 (2016) 985-1001
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por igual las claves de descodificación del lenguaje digital. Y esto podría ser indicativo del surgimiento de un nuevo lenguaje (una nueva cultura) con unas nuevas claves de descodificación: la palabra digital. Así se explica que hayan aparecido autores como Marc Prensky (2001) que hablen de nativos e inmigrantes digitales, aunque algunos consideremos algo simplista este binomio porque no todos los nacidos a partir de los 80 viven rodeados de tecnología y la llevan en su ADN. Pero ¿cambia realmente la palabra con la llegada del mundo digital? ¿Podemos definir la palabra digital de un modo distinto de como hemos definido la palabra en el mundo físico? Pienso que, en su esencia, no. La palabra sigue siendo un signo que encierra un significado, pero su clave de interpretación ya no proviene de la cultura física de siempre, sino de una nueva cultura que llamamos «digital». Lo que cambia, por tanto, no está tanto en el signo cuanto en las claves de descodificación (matices y usos) de la nueva cultura. Esto significa que «ok» sigue significando «de acuerdo» (aunque su origen venga de «0 Killed» [= cero muertos], que usaban los militares de USA al volver de una batalla para decir que todo estaba bien), pero para los digitales tiene connotaciones negativas (respuesta áspera) que no tendría para un no digital. La palabra digital es de carácter multimedial y contiene elementos visuales y acústicos y elementos lingüísticos y no lingüísticos. El soporte electrónico e informático ha supuesto modificaciones importantes en el código analógico (código lingüístico verbal, pero también códigos de signos visuales y acústicos, no lingüísticos)3. Por tanto, vuelve más complejo el concepto de «palabra». En esta reflexión vamos a centrarnos únicamente en el lenguaje verbal de la Era Digital. Como hemos dicho, este es multimedial, por lo que abarca textos, sonidos e imágenes. Pero, además, tiene una doble codificación. Por un lado, la codificación tradicional. Y, por otro, su traducción al código binario transmitido digitalmente (es decir, «comunicación digitalizada»). Esto no es banal, porque es el conjunto de estos dos tipos de codificación lo que influye en su uso y conforma sus características. 3. VILCHES, F. Un nuevo léxico en la red, Editorial Dykinson, Madrid 2015, p. 15. Sal Terrae | 104 (2016) 985-1001
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2. Novedades de la palabra en la Era Digital Vemos que la palabra digital amplía su espectro, se modifica su uso y cambian sus matices en algunos significantes. Lo más llamativo para alguien no habituado a ella es su brevedad y los cambios en las grafías (abreviaturas, faltas de ortografía, uso de emoticonos, etc.). Pero, en cuanto al contenido, notaremos, por un lado, neologismos casi siempre introducidos del inglés. Por otro, algunos términos que amplían o incluso cambian sus significados. Y advertiremos también nuevos usos o prácticas, como abundancia de mensajes, variedad de temas, segmentaciones involuntarias en las búsquedas, etc. En resumen, todas las novedades las podemos clasificar, por tanto, en gráficas, semánticas y pragmáticas. Bien podríamos hablar de una semiótica de la palabra digital. Recordemos que la semiótica es la ciencia que estudia los diferentes sistemas de signos que permiten la comunicación entre individuos, sus modos de producción, de funcionamiento y de recepción. No obstante, este texto no se enfoca en la ciencia lingüística, sino en la comunicativa; así que veamos simplemente las características generales de la palabra digital. 2.1. Novedades gráficas a) Abundancia de abreviaturas «Ola amiga. TKM, cdo nos vms a juntar? Te tranio!» No es otro idioma, sino una abreviatura muy frecuente de «Hola amiga, te quiero mucho, ¿cuándo nos vamos a juntar? ¡Te extraño!»4 A poco que frecuentemos las redes sociales o usemos las distintas aplicaciones de mensajería, nos damos cuenta enseguida de que aparecen en estos medios unas convenciones lingüísticas propias de las comunidades digitales. Una de las características más
4. Ejemplo que ofrece un artículo de la Fundéu, en: FUNDÉU, Las redes sociales también modifican el lenguaje, 2015; en línea, http://www.fundeu.es/noticia/ las-redes-sociales-tambien-modifican-el-lenguaje-6043/ (Consulta el 29 de septiembre de 2016). Sal Terrae | 104 (2016) 985-1001
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destacadas de Internet es la inmediatez y la rapidez al publicar. En unos casos, porque el prestigio está en ser los primeros en dar una noticia; en otros, porque se escribe al ritmo del pensamiento, al igual que en el lenguaje oral. Y esta es la excusa perfecta para abreviar. Abreviar tanto que, para no iniciados, puede parecer otro idioma o taquigrafías digitales incomprensibles. Este fenómeno surge con los SMS, cuando estos limitaban los caracteres como hoy sucede en Twitter. De ahí se traslada a las mensajerías y las redes sociales. Sin embargo, entre muchos usuarios de chats y social media, principalmente Twitter, la necesidad de acortar las palabras también ha llevado a su precisión y concisión. Lo que podríamos considerar negativo es la extensión de esta práctica al papel. Javier Bezos, redactor de la Fundéu BBVA5 y coordinador de la Wikilengua6, explica: «El hecho de utilizar abreviaturas en las redes sociales obedece más a un criterio de economía de espacio», y «no se puede considerar que el hecho de abreviar sea una falta de ortografía». Para él, la lengua de las redes sociales es la propia de la lengua oral: «Aunque sea una lengua escrita, en el fondo es una lengua oral» y está estructurada como tal. Lo que no es aceptable es trasladar estas convenciones fuera de las redes sociales o los chats: «No cabe utilizar una lengua científica en una novela, por la misma razón por la que no es lógico utilizar este tipo de abreviaciones en una noticia de un periódico», afirma. En este mismo sentido, el artículo «Las redes sociales también modifican el lenguaje»7, también de la Fundéu, alerta sobre el trasvase de esta práctica al ámbito escolar o laboral, especialmente entre los jóvenes. Esta idea de que la lengua de las redes sociales tiene más característica propias de la lengua oral, está extendida entre muchos estudiosos del tema: Francisco Yus, Leonardo Gómez Torrego, Guy Merchant, María José Blanco, Salvador López Quero y D. Stein8. 5. 6. 7. 8.
Fundación del Español Urgente: http://www.fundeu.es/ Wikilengua: http://www.wikilengua.org/index.php/Portada Ibid., nota 4. Cf. DE MOLINA, O. – ELENA, F., Oralidad y escritura en la Red: Testimonio de (orto)grafía regiolectal en un corpus de Twitter, Universidad de Burgos, 2015, p. 83.
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La abundancia de abreviaturas ha llevado a la publicación en 2005 de «Hexo x ti y xa ti, tú pones las reglas», Diccionario SMS9 de la Asociación de Usuarios de Internet10, con más de 11.000 abreviaturas recogidas; y la obra «30 abreviaturas para sobrevivir en Twitter»11, de Mario Tascón, coordinador del libro de la Fundéu #EscribirEnInternet, en el que se presentan las abreviaturas nativas de la red de microblogging. b) Anortografía: erratas y errores Las prisas conducen también a cometer erratas o errores de tipeo. A la vez, la eclosión de la escritura pública ha puesto al descubierto las faltas de ortografía de muchos, cuyas publicaciones eran imposibles sin Internet. De este modo, la escritura en chats y redes sociales se aleja en muchos casos de la norma lingüística. Tan es así que «Cuadernos Rubio» publicó en sus páginas los errores más frecuentes cometidos en la Red12. El problema es que una mala ortografía no solo resta credibilidad y repercute en la propia imagen, sino que puede interferir en el mensaje escrito e impedir, incluso, una correcta comprensión. Las faltas pueden hacer perder a una web hasta el 50% de ventas, según un estudio del empresario Charles Ducombe, ya que redunda en la credibilidad del sitio web13.
9. Obra citada por ANIZIAN, H., Las tecnologías de la información y la comunicación en las prácticas pedagógicas, Novedades Educativas, Buenos Aires 2009, pp. 171. Según la cita, disponible en http://diccionariosms.com/contenidos (Consultada y no disponible el 4 de octubre de 2016). 10. Asociación de Usuarios de Internet: http://aui.es/ 11. TASCÓN, M., 30 abreviaturas para sobrevivir en Twitter, en línea, http://www. fundeu.es/escribireninternet/25-abreviaturas-para-sobrevivir-en-twitter/ (Consulta el 29 de septiembre de 2016). 12. CABRERA, M. – LLORET, N., Español en los nuevos medios, en GUTIÉRREZ-REXACH, J., Enciclopedia de lingüística hispánica, Routledge Publishing Co. 2015, Vol. 2, p. 491. 13. Tan es así que en la red se acuñó hace unos años el apelativo hoygan para aquellos que irrumpían en foros con una ortografía lamentable y una considerable escasez de modales. Pero los hoygan tampoco suelen escribir bien fuera de Internet. Sal Terrae | 104 (2016) 985-1001
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A su vez, las redes sociales han convertido la expresión escrita en la primera carta de presentación de una persona. La buena ortografía, al pasar del ámbito privado al público, es un rasgo de prestigio social y de credibilidad. De ahí que, al igual que hay personas escribiendo mal en la red, también hay muchas esforzándose por mejorar su escritura. Así lo explica Álvaro Peláez, de la Fundación del Español Urgente14. En cualquier caso, como dicen Cabrera y Lloret, «nuestra manera de escribir nos define y afecta a nuestra reputación». También hemos de reconocer, según estas mismas autoras15, que la tecnología también puede ayudar al cumplimiento de la norma. Los correctores ortográficos y las escrituras predictivas evitan en muchos casos las faltas ortográficas y las abreviaturas, manteniendo la rapidez. c) Aparición de emoticonos y emojis Cualquier internauta se habrá encontrado más de una vez con signos como estos: :-) :-( :-D ;-)
sonrisa tristeza gran sonrisa guiño, complicidad
El uso de estos nuevos signos comenzó en los primeros años de los ochenta, cuando el ingeniero informático Scott Fahlman se dio cuenta de que sus palabras le estaban fallando. No sabía cómo transmitir que algunos mensajes debían ser tomados como bromas. Así que un día escribió dos puntos, un guión y un paréntesis :-) Algo que, si hoy escribimos en Word y en muchas aplicaciones, se convierte inmediatamente en una carita sonriente.
14. LINDE, P., La ortografía puntúa en Internet, disponible en http://www.fundeu. es/noticia/la-ortografia-puntua-en-internet-6839/ (Consulta el 4 de octubre de 2016). 15. Ibid., p. 490. Sal Terrae | 104 (2016) 985-1001
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Se trata de los emoticonos, un término que «viene de la combinación de la palabra “emoción” con el término “icono” [...] Sirven de apoyo para transmitir sentimientos y emociones que a través de la escritura convencional es más difícil expresar»16. La última evolución de los emoticonos son los emojis, ideogramas prediseñados en la mayoría de los teclados de dispositivos móviles, más usados en Oriente en mensajes de correo electrónico como en sitios web o aplicaciones móviles17. Este uso de emoticonos y emojis viene a confirmar ese concepto de la palabra en las redes sociales, como lengua oral, que expresaba Javier Bezos, redactor de la Fundéu BBVA, y que comentábamos en el apartado 2.1.a. Está muy estudiado que en la lengua oral hay un componente no verbal muy importante, y ese componente (más emocional) es lo que se busca sustituir en las conversaciones digitales por medio de estos iconos. De manera que algunos estudios demuestran que el uso de emoticonos no cambia solo el modo de comunicarnos, sino que también puede cambiar la actitud o la decisión, sobre todo entre los más jóvenes. Dacher Keltner, de la Universidad de California, afirma que los emoticonos «provocan una actividad cerebral similar a la generada cuando observamos un rostro humano real». Existen muchos estudios sobre este tema. La importancia de Dacher Keltner se debe a que Pixar pidió su asesoramiento para la película Inside Out (2015), y Facebook le encargó el diseño de su nueva gama de emoticonos con movimiento, más parecidos a los emoji. En la Universidad Católica de Valencia, Eva María Rosa Martínez y David Martínez Rubio publicaron un estudio18 en el que recogen las conclusiones de varios investigadores en la misma línea que Keltner. Muestran, mediante imagen de resonancia magnética funcional del cerebro, cómo las personas reaccionan ante tres tipos distintos 16. Ibid., p. 489. 17. Ibid., p. 490. 18. ROSA, E. – MARTÍNEZ, D., El impacto de los emoticonos en la actividad cerebral, 2016, en línea, http://medina-psicologia.ugr.es/~cienciacognitiva/files/201614.pdf (Consulta el 29 de septiembre de 2016). Sal Terrae | 104 (2016) 985-1001
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de fotografías: 1) caras reales; 2) emoticonos; y 3) frases enriquecidas con emoticonos. El impacto cerebral de 1) y 3) fue igual en ambos casos. Sin embargo, ante 2), la reacción fue muy similar, pero mucho menos intensa. Los emoticonos son, pues, un recurso sencillo que mejora la comunicación con información no verbal, como en las conversaciones no digitales. 2.2. Novedades semánticas a) Abundancia de anglicismos y otros neologismos Facebookéame, linkear, tuitear, selfie, stalker, hashtag, viralizar, etc. Son solo algunos de los muchos neologismos provenientes del uso de la palabra digital. Junto a la abundancia de estos neologismos y de muchos anglicismos, las redes sociales también facilitan un español más global, menos localista. Así lo comenta Gumersindo Lafuente: «Las redes sociales han dinamitado las fronteras artificiales del idioma y han creado un espacio de comunicación instantáneo y universal»19. La globalidad de la red propicia la mezcla de idiomas, así como «la velocidad de las nuevas comunicaciones hace que se adopten de forma casi inmediata elementos nuevos, neologismos o extranjerismos, términos que antes no eran necesarios o no existían, pero que ahora es necesario utilizar»20. Por ejemplo, del verbo «tuitear»21. El español se habla en 22 países. Al publicar en Internet, no lo hacemos para un solo país. Nuestra escritura se convierte en escritura pública. Y en este sentido, la abundancia de neologismos no solo es una respuesta a la urgencia de dar nombre a nuevas realidades, sino que además contribuye a una estandarización más generalizada del idioma.
19. I Jornadas Fundéu BBVA-Aerco, El uso correcto del español en los medios sociales, 2012, en línea, http://www.slideshare.net/cibbva/el-uso-correcto-del-espa ol-en-los-medios-sociales-i-jornadas-fundu-bbvaaerco (Consulta el 29 de septiembre de 2016). 20. Ibid., p.. 488. 21. Ibid. Sal Terrae | 104 (2016) 985-1001
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b) Ampliaciones y cambios semánticos Lo mismo sucede con los cambios semánticos, palabras que amplían o cambian de significado en el uso digital. «Latigazo de la indiferencia», «marcarse un triple», «okis», «hacendado me hallo», «se lía», «esto es aceite de oliva», etc., son algunos ejemplos de las 41 expresiones de los jóvenes publicadas por El País22. La mayoría de ellas son cambios semánticos y derivados de palabras que ya existían y que ahora se redefinen. Los neologismos creados en el campo digital pasan luego a usarse también en el mundo real. Por ejemplo, trolear (vacilar a alguien), sin filtro (hablar sin miramientos), FAV (cuando algo te gusta mucho), etc. Es como si para los usuarios digitales no existiera un mundo digital y otro real, sino una sola realidad que pone de manifiesto la semántica de sus palabras. 2.3. Novedades pragmáticas A nivel pragmático, la palabra digital tiene básicamente siete características: multimedial, breve, no secuencial, interactiva, abundante, segmentada y acrática. a) Multimedialidad La multimedialidad supone la integración en distintos medios. Los textos, gráficos, sonidos, animaciones, audiovisuales o una combinación de parte o de todas estas morfologías contienen palabras. Así que esta puede tener características multimedia. No es un concepto nuevo: era algo que ya aparecía en los libros que, además de texto, contenían imágenes. Pero el traspaso a lo digital facilita la extensión de la multimedialidad, ayuda a conectar contenidos de autores distintos y favorece el trabajo cooperativo. La fotografía puede ser de un autor; una parte del texto, de otro; un audio, de otro; y todo ello estar interconectado con otros autores que complementen el contenido.
22. Cf. SÁNCHEZ, E., «“Hacer un nextazo”, y otras 41 expresiones de su hijo que Sal Terrae | 104 (2016) 985-1001
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b) Brevedad y ruptura de la secuencialidad Tal como hemos visto en los apartados anteriores, en la comunicación digital los mensajes tienden a la brevedad. Aunque en Internet técnicamente el espacio no tiene límite, está comprobado que los textos más leídos son los más breves. Probablemente esto esté relacionado con la abundancia de mensajes con que cada texto compite. El usuario no tendría tiempo material para leer todo lo que se publica en Internet. Esto mismo provoca el wilfing23 (What Was I Looking For?) del usuario. La secuencialidad se rompe por medio de los hipervínculos. c) Interactividad La interactividad propia de la Web por los hipervínculos que están en su origen se incrementa con la aparición de la web 2.0 y todas sus posibilidades de reacción a los contenidos de los lectores: Comentarios, «me gusta», «favoritos», «reacciones», «hashtag», etc. multiplican esta posibilidad de interacción propia de los hipertextos. Las audiencias pasan primero a ser interlocutores y luego se convierten en prosumers24. Esto supone una revolución tremenda en los contenidos, imposible sin la web 2.0: el usuario pasa a tener interacción directa con el autor; la coautoría o los trabajos colaborativos son cada vez más frecuentes (surgen los blogs colaborativos); los nuevos prosumers se convierten en líderes de opinión e influyen en otros usuarios y consumidores mediante sus conversaciones y publicaciones.
no conoce»: El País 2015, en línea, http://elpais.com/elpais/2015/06/01/ icon/1433161650_187368.html (Consulta el 29 de septiembre de 2016). 23. La palabra wilfing es un neologismo que viene de la pregunta «¿Qué era lo que estaba buscando?» (What Was I Looking For?). Cf. HEATHER, E., Wilfing the Day Away, 2007, en: http://www.pcmag.me/a/2139594 (Consulta el 4 de octubre de 2016). 24. Prosumer: Fusión original de las palabras inglesas producer (productor) y consumer (consumidor). Sal Terrae | 104 (2016) 985-1001
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d) Abundancia y segmentación del mensaje ¿Cuánta información cabe en Internet? La aplicación Internet Live Stats25 muestra los datos, en tiempo real, del número de usuarios de Internet en el mundo, el número total de websites, los números de e-mails enviados al día, búsquedas hechas en Google, tuits enviados y posts escritos en blogs. Las cifras son impresionantes y demuestran la enorme cantidad de mensajes que trafican en la Red. Para hacernos una idea de lo que estos datos suponen, el día en que se escribe este párrafo26 existe más de un billón de sitios webs, y en seis horas se han enviado más de medio millón de tuits y más de 165 billones de e-mails. Esta abundancia es lo que se conoce como Big Data y se filtra y gestiona con softwares específicos. Sin embargo, todos estos datos nos llegan a diario automáticamente segmentados. Por la geolocalización, por la frecuencia de búsquedas que hacemos, por lo que consumimos..., todo nos llega segmentado: la publicidad, los precios, los contenidos, etc. Un mismo periódico no nos muestra la misma portada en España que en Nicaragua, por ejemplo. e) Acracia de los discursos Internet es como un cajón de sastre en el que todo cabe. Lo mismo cuenta un texto de una secta que uno del portal del Vaticano. Para la red no hay más privilegios ni jerarquías que las que dan las audiencias o visitas o «me gusta». Qué se viraliza y qué no, solo lo deciden los usuarios. Es así como adquieren gran relevancia los buscadores. ¿Qué sería de nosotros con tanta información sin un Google? ¿En qué nos ayudaría la tecnología sin un Control+F para buscar dentro de un texto? Sin embargo, estos buscadores, que nos permiten búsquedas focalizadas, también nos conducen a búsquedas no intencionadas, que en algunos casos amplían nuestras miras, pero en otros nos conducen al wilfing27.
25. Internet Live Stats: http://www.internetlivestats.com/ 26. 27 de septiembre de 2016. 27. Ver nota 23 de este artículo. Sal Terrae | 104 (2016) 985-1001
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3. Influencia del lenguaje digital en el pensamiento humano ¿Es igual el cerebro de un nativo digital al de uno tradicional? ¿Cómo afectan al cerebro Internet, los videojuegos, las redes sociales y los chats? ¿Cómo repercute todo esto en el pensamiento humano? «Diversas clases de experiencias conducen a diversas estructuras cerebrales»28. Y la experiencia digital también produce unas estructuras cerebrales específicas. Hace mucho que la ciencia sabe que todo el desarrollo lingüístico se produce en distintas partes del cerebro29. Pero ha sido en las dos últimas décadas cuando ha descubierto que nuestro cerebro es capaz, durante toda la vida, de cambiar su estructura y su configuración al ritmo de su entorno. A esta capacidad la denominan «plasticidad cerebral». Y una de las neurocientíficas que la ha estudiado a fondo es Sarah-Jayne Blakemore, del University College de Londres. Ella30 explica que la neuroplasticidad es una capacidad de cambio anatómico y funcional de las neuronas producido por el ambiente. Según ella, existen dos tipos de plasticidad cerebral: por un lado, la propia de la edad, que se aprecia sobre todo en la adolescencia; por otro, la que surge durante toda la vida, cada vez que aprendemos algo nuevo. En ambos casos cambia el número de conexiones celulares y también la velocidad con que las células se pueden comunicar. Por ejemplo, cada vez que aprendemos una palabra nueva o un nuevo rostro, algo se modifica en nuestro cerebro, la fuerza de las conexiones entre las células cambia.
28. Frase del Dr. Bruce D. Berry, de la universidad de Medicina de Baylor, citada en PRENSKY, M., El mundo necesita un nuevo currículo, Ed. SM, Biblioteca de innovación educativa, Madrid 2015, p. 14. 29. MARTÍNEZ SÁNCHEZ, J. M., «Neurolingüística: patologías y trastornos del lenguaje»: Revista Digital Universitaria (10.12.2008), Vol. 9, n. 12, en línea, http:// www.revista.unam.mx/vol.9/num12/art103/art103.pdf (Consulta el 29 de septiembre de 2016). 30. JAYNE BLAKEMORE, S., Cómo aprende el cerebro: Las claves para la educación, Ed. Booket, 2011. Sal Terrae | 104 (2016) 985-1001
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Dos de los primeros experimentos que demostraron la neuroplasticidad fueron los que se realizaron con taxistas de Londres31 y con músicos de violín32, ambos realizados en la misma Universidad de Londres. En ambos grupos se observó que la parte del cerebro relacionada con la memoria era más grande. Los taxistas deben aprender muchas calles; los violinistas, muchas notas musicales. Sucede lo mismo con los malabaristas33: en ellos se desarrolla más la parte del cerebro que tiene que ver con el proceso de los movimientos y la visión. Tener que seguir la trayectoria de la pelota incrementa el tamaño del cerebro. Lo más interesante es que, si dejan de practicar durante tres meses, el cerebro se encoge y vuelve a su estado original. Está claro, pues, que unas prácticas concretas conllevan unas estructuras cerebrales concretas. Pero ¿de qué modo afecta la comunicación digital al pensamiento humano? Creemos que con estos estudios podemos comprender mejor que el cerebro de un nativo digital es distinto al de una persona no digital, algo que defiende Eduard Punset en su blog. Entrenarse en una actividad claramente mejora, o cambia, la parte del cerebro donde se encuentran las habilidades que se practican. Creemos que unos tipos de cerebros no son mejores que otros; simplemente, son distintos. Punset dice que los primeros «están familiarizados hasta extremos insospechados con la mecánica de los videojuegos, con la variedad, con las imágenes, con las interrelaciones, y sus estructuras cognitivas son parale-
31. MAGUIRE, E. – WOOLLETT, K. – SPIERS, H. J., London Taxi Drivers and Bus Drivers: A Structural MRI and Neuropsychological Analysis, Hippocampus 16: 1091–1101, 2006, disponible en https://www.ucl.ac.uk/spierslab/Maguire2006 Hippocampus (Consulta el 4 de octubre de 2016). 32. MÜNTE, TH. F. – ALTENMÜLLER, E. – JÄNCKE, L., «The musician’s brain as a model of neuroplasticity»: Nature Review Neuroscience, disponible en http:// www.nature.com/nrn/journal/v3/n6/full/nrn843.html (Consulta el 4 de octubre de 2016). 33. SCHOLZ, J. – KLEIN, M. – BEHRENS, T. – JOHANSEN-BERG, H., «Training induces changes in white-matter architecture»:en Nature Review Neuroscience, disponible en http://www.nature.com/neuro/journal/v12/n11/full/nn.2412.html (Consulta el 4 de octubre de 2016). Sal Terrae | 104 (2016) 985-1001
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las. En el caso de los segundos, no van saltando de una secuencia a otra. El aprendizaje de la escritura les ha frenado la familiaridad con las imágenes visuales, sus estructuras cognitivas son secuenciales, y el pensamiento lineal»34. Los cambios de la estructura del cerebro van asociados a su uso. El pensamiento digital, a su vez, supone una nueva forma de ver, analizar, sintetizar, razonar, cuestionar, reflexionar, intuir... que se puede deducir de las características de la comunicación digital. Quizás el primero que acuñó el término «pensamiento digital» fue Derrick de Kerckhove, discípulo de Marshall McLuhan. Pero el primero en explicarlo más a fondo y aplicarlo a la educación fue Marc Prensky en «Digital natives, digital immigrants»35. De su texto podríamos extraer algunos rasgos del pensamiento digital. Se trata de un pensamiento más veloz y ágil, multitarea y paralelo, más de imágenes que de textos, hiper- e inter-textual, en red y lúdico. Sin embargo, si atendemos a las críticas que hacen de los no digitales a quienes sí lo son, notamos que les suelen considerar personas superficiales (por la brevedad de su discurso, la velocidad con que suceden los temas o planos, su preferencia por lo lúdico y por la imagen antes que por el texto), distraídas o incapaces de concentrarse mucho tiempo (por la multimedialidad y multitarea, hipertextualidad) y muy poco esforzados. Y es normal que se haga esa crítica desde un pensamiento más analógico o tradicional. Para un no digital es incomprensible que alguien sea capaz de seguir con atención una conferencia y el timeline de Twitter a la vez. Esto implica un pensamiento paralelo, multimedial, multitarea y veloz. Tampoco les resulta normal que alguien pueda disfrutar aprendiendo mientras salta de un texto a otro con sorpresa, sin saber hasta dónde se va a llegar. Supone un pensamiento lúdico, intertextual y en red. No es mejor ni peor; es distinto. Con sus luces y sus sombras, como casi todo en la humanidad.
34. PUNSET, E., Con la plasticidad, vuelve redes, disponible en http://www.eduard punset.es/134/general/con-la-plasticidad-del-cerebro-vuelve-redes (Consulta el 4 de octubre de 2016). 35. PRENSKY, M., «Digital Natives, Digital Immigrants», en On the Horizon, MCB University Press, vol. 9, nn. 5 y 6, October 2001. Sal Terrae | 104 (2016) 985-1001
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4. Conclusión «Somos lo que escribimos», afirmaba el traductor Xosé Castro en las I Jornadas del uso correcto del español en los medios sociales. Y añadía que «el valor del buen uso del lenguaje es inmenso. Hoy en día, hay personas a las que únicamente conocemos por su forma de escribir». Después de este breve recorrido acerca de la palabra y el pensamiento digital, podemos extraer, recogiendo las preguntas que nos hacíamos al inicio, tres conclusiones. Estas conclusiones, a su vez, inician otras preguntas: a) Hoy, influidos por la tecnología, ¿se escribe peor que antes? Podemos decir con Cabrera y Lloret que «la red moldea el español, acelera los cambios, pero en ningún momento lo destruye; más bien, los usuarios valoran la buena escritura». Esta afirmación tiene de base otras tres: 1) La escritura se ha hecho pública para cualquiera, con la consecuente mayor visibilidad de quienes cometen faltas de ortografía. 2) En la Red se prestigia la corrección lingüística en relación directa con la credibilidad de quien escribe. 3) Son muchos los autores que conciben la lengua de los chats y de los sms como una transliteración de la lengua oral, con las características propias de esta. b) Pero ¿es la palabra digital más superficial, más efímera o más indolente? Creemos que no. La brevedad y la inmediatez propias de la palabra digital hacen la escritura pública más abundante. Los mensajes se amontonan anárquicamente en la gran Red (Big data), y esto puede conducir a pensar que el discurso es más superficial o efímero. Lo cierto es que en la Red hay de todo, pero no todo de igual calidad; lo importante es aprender a filtrar y tener criterio al hacerlo. La tecnología permite ordenar y encontrar, mediante buscadores avanzados, aquello que queremos. c) Con todo, ¿es el pensamiento digital peor que el analógico? Pensamos que solo es distinto. ¿Se puede ser profundo y reflexivo siendo digital? Creemos que sí. La plasticidad cerebral nos permite saber Sal Terrae | 104 (2016) 985-1001
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que las conexiones neurológicas se modifican, con el tiempo, por la práctica constante de algunas actividades o hábitos. De ahí que podríamos hablar de un cerebro digital, acostumbrado a la práctica de la comunicación digital, con todo lo que conlleva. Visto de otro modo, podemos considerar que esa práctica modifica la estructura de nuestro pensamiento, el cual, comparado con uno no digital: 1) pasa de ser lineal a ser más paralelo; 2) de ser más lento a ser más veloz y ágil; 3) de ser más secuencial a ser multimedial, multitarea e intertextual; 4) de ser más textual a preferir más las imágenes; 5) de ser más asimétrico a ser más interactivo; 6) de preferir el trabajo individual a preferir el colectivo. Estas características no implican que el pensamiento sea superficial, sino que la reflexión se desarrolle de un modo diferente. Las grandes preguntas que me surgen ahora son: ¿Cómo afectan estas diferencias a nuestras relaciones humanas? ¿Cómo debemos modificar nuestros planes de comunicación para continuar transmitiendo hoy unos valores cristianos? ¿Cómo tenemos en cuenta esta nueva cultura en la evangelización? Son cuestiones que quedan fuera del tema que tratamos, pero sobre las que podemos seguir reflexionando.
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JAMES R. BROCKMAN Monseñor Romero La biografía del mártir de América 416 págs. Más información, en www.gcloyola@com Publicada por primera vez en 1989, la biografía de Monseñor Romero escrita por James Brockman, revisada y actualizada, continúa siendo el retrato definitivo del mártir que llegó a ser «la voz de los sin voz». Brockman nos ofrece una visión panorámica y detallada del arzobispo salvadoreño asesinado a tiros junto al altar el 24 de marzo de 1984 que va más allá de los lugares comunes y supera lo repetido por los grandes titulares, revelando tanto la complejidad como la sencillez de un sacerdote que despertó a la conciencia de los pobres y oprimidos y entregó la vida por su amado pueblo salvadoreño, que lo «canonizó» como «San Romero de América».
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EXCELSAS PALABRAS Pedro Rodríguez Panizo*
Fecha de recepción: octubre de 2016 Fecha de aceptación y versión final: noviembre de 2016
Resumen Hay mucha más poesía que la que cabe en el poema. El presente ensayo explora cómo la literatura y la poesía llevan la palabra a su excelsitud. Lo que supone un acrecentamiento de la vida, una apertura de la razón y el nacimiento del matiz y la precisión, tan necesarios para la compasión ante la desgracia ajena. Solo así será posible una cultura del diálogo, la argumentación, el respeto y la democracia. PALABRAS CLAVE: literatura, poesía, metáfora, razón múltiple, lirismo, apracticidad, diálogo.
Words of the excelsius Abstract Poetry prevails far beyond a poem. This paper explores how literature and poetry elevate the word to sublimity. This implies a growth of life, a portal towards reason and the birth of nuance and precision, all of which are necessary for compassion towards the misfortunes of our neighbor. This alone paves the way towards a culture of dialogue, reasoning, respect and democracy. KEY WORDS: literature, poetry, metaphor, reason multiple, lyricism, apracticality, dialogue.
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Profesor y Vicedecano de la Facultad de Teología. Universidad P. Comillas. Madrid. .
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La relectura por segunda vez, este verano, de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, me ha dado mucho que pensar. Hacía tiempo que no me concentraba en un solo libro, dedicándole todos los esfuerzos lectores como si no hubiera otro en el mundo. La experiencia ha sido extraordinaria. Acostumbrado a estar rodeado de libros, leyendo varios a la vez, tener solo uno y ver que se va terminando es un verdadero acontecimiento. Gracias a la generosidad de mi tío Jesús Coloma –proverbial lector (ha leído entero cuatro veces el Quijote)–, con quien compartía caminatas naturalistas por las mañanas, pude continuar la lectura con Canadá, de Richard Ford, reciente Premio Princesa de Asturias de las Letras. Con otro estilo completamente diferente, también me hacía pensar lo mismo: qué pobreza de vida si nos faltara esta maravillosa posibilidad que lleva la palabra a su excelsitud. Privados de la transfiguración del mundo que hace posible la poesía, seríamos tullidos del espíritu. No exageraba Franz Rosenzweig cuando decía que, si no hubiera zapateros, andaríamos descalzos, pero andaríamos; sin embargo, sin artistas seríamos inválidos1. La primera sensación que permanece, cuando se terminan novelas como las mentadas más arriba, es de profundo agradecimiento por haber recibido la invitación a mirar la realidad y la vida humana in melius. No le quita nada de su complejidad, de lo abismático del dolor y la injusticia que tantas veces comporta –antes bien, lo muestra en toda su densidad simbólica y su espesor real–, sino que hace posible que la vida ascienda, en la dirección contraria a la barbarie, hacia figuras elevadas de acrecentamiento y finura que la revelan. Lo que supone una contribución inestimable al ensanchamiento de la condición humana, a la posibilidad del matiz y la atención máxima a la unicidad irrepetible de cada ser humano. 1. La potencia vivificadora de la literatura y la poesía Nada tiene que temer el filósofo de la gran literatura y de la poesía, junto con la historia, indispensables para su trabajo de pensamiento. No ha de verlas como una sustitución de la filosofía primera, sino como un 1. Cf. F. ROSENZWEIG, La Estrella de la Redención, Sígueme, Salamanca 1997, 237. Sal Terrae | 104 (2016) 1003-1014
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enorme laboratorio de la condición humana que da que pensar. Y mucho menos debe temerlas el teólogo, para el que nada de lo humano es indiferente y que está impelido por la fuerza de su fe a participar con audacia en la situación que le ha tocado vivir, sin desdeñar ninguna manifestación donde se exprese el hombre de su tiempo –y de todos los tiempos–. Como dice la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo actual, Gaudium et spes, en su número 62: «A su manera, también la literatura y el arte tienen gran importancia para la vida de la Iglesia, ya que pretenden estudiar la índole propia del hombre, sus problemas y su experiencia en el esfuerzo por conocerse mejor y perfeccionarse a sí mismo y al mundo; se afanan por descubrir su situación en la historia y en el universo, por iluminar las miserias y los gozos, las necesidades y las capacidades de los hombres y por diseñar un mejor destino para el hombre. Así, pueden elevar la vida humana, expresada en múltiples formas, según los tiempos y las regiones». De la posibilidad de esta elevación se priva a quien se le impide acceder a ellas o a quien, pudiendo, lo rechaza con desdén o ignorancia. Un clásico moderno como Azorín, tan poco leído en nuestros días, es un consumado maestro para vivificar y «resucitar» la realidad: paisajes, ciudades, pueblos, gentes. Está tan amorosamente absorbida en su obra, exenta de engaño alguno, que se ha ido decantando entre los posos del alma, en cuyo fondo descansa serena, a la espera de ser evocada por la palabra precisa y poética del artista, como ocurre también con la obra de Cervantes. Este hecho ha permitido a Julián Marías aplicar el agustiniano «ama y haz lo que quieras» a la obra azoriniana: «Mira, escucha, atiende, espera, vive, recuerda, imagina –dice Azorín– y haz lo que quieras; porque la literatura consiste en expresar la realidad; en poner la realidad vivida en palabras, de suerte que pueda ser comunicada, compartida; que pueda revivir en otros hombres. Y así, al mismo tiempo, salvarse y hacerlos vivir»2.
2. J. MARÍAS, Literatura y generaciones, Espasa-Calpe, Madrid 1975, 145. Sal Terrae | 104 (2016) 1003-1014
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Hay aquí toda una lección vital. Una invitación a no moverse entre costras de hechos, interpretaciones, teorías –mucho menos ideologías–, sino dirigirse hacia las cosas mismas, situarse lo más cerca posible de donde surge el sentido de lo que se muestra. Y vivir es una faena múltiple: se puede hacer en la superficie, resbalando por todo, o en la hondura, viviendo las cosas por de dentro, como gustaba de decir Quevedo. Lo que necesita una pedagogía para aprender a ver –recuérdese que este era el lema de la fenomenología– y a escuchar. La falta de atención para con lo real es, en el fondo, una falta de amor y la posibilidad del mal hacia nuestros semejantes. Ya decía Fray Luis de Granada, otro poeta extraordinario, que «la principal causa de todos los males que hay en el mundo es la falta de consideración»3. La gran literatura da esta sensación de realidad, de cercanía máxima con lo más profundo de la condición humana. Al llevar a las palabras la realidad sentida, sufrida, gozada –en última instancia, vivida–, introduce en un mundo de valor que despierta la desproporción entre lo imaginado y soñado y el espesor tantas veces gris de la vida cotidiana. Un contraste que, lejos de paralizar o entristecer, despierta las energías del espíritu para que la fragilidad de nuestro presente tienda, cada vez más, hacia el bien, la belleza y la verdad. «El hombre ha nacido para elevarse sobre sí», decía ya en la Edad Media san Buenaventura4, y aquí tiene una oportunidad más de ejercitarlo, de comprobar en carne propia no solo que la vida es sueño (Calderón), sino –más profundamente todavía– que estamos hechos del material con que se hacen los sueños5 y, por ello, que nuestra condición es, en su centro personal, inobjetiva, indominable, libre, digna: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la
3. FRAY LUIS DE GRANADA, Libro de oración, BAC, Madrid 1999, 3. 4. SAN BUENAVENTURA, II Sent., d. 3, p. 2, a. 3. q. 2. 5. Cf. las conocidas palabras de Próspero en el acto IV de W. SHAKESPEARE, La tempestad, ed., bilingüe del Instituto Shakespeare dirigida por Miguel Ángel Conejero, Cátedra. Madrid 1994, 354-355: «We are such stuff / As dreams are made on and our little life / Is rounded with a sleep». Sal Terrae | 104 (2016) 1003-1014
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honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que pueda venir a los hombres» (Q II, LVIII)6. 2. Invitación a la libertad Precisamente a eso invita la gran literatura: a aventurar la vida, a vivir con el heroísmo cotidiano de la paciencia y la esperanza, a luchar contra toda forma de cautiverio propio y ajeno, pues la libertad, «uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos», es la respuesta a los acontecimientos que, a cada paso, nos advienen, y la índole de esta puede tomar muchas formas, no siempre coincidentes con la búsqueda de la verdad o el compromiso a ultranza con el bien. Dice Bernard Forthomme que «la aventura es la poesía de la contingencia, la puesta en forma de los acontecimientos contingentes»7. En el fondo, del drama que es la vida misma, con su peculiar manera de vivir el tiempo: momentos en los que se condensa, a modo de cráteres, y donde se anudan hilos que venían de muy lejos –incluso de más allá del argumento–; y otros, como valles en los que parece que nada pasa, porque no se ve ningún acontecimiento que tenga la fuerza de tirar hacia sí, arrancando de una aparente vida sin relieve, dando la sensación de su estar literalmente pasando. Y siempre que hay vivencia contingente del tiempo, de su empezar, durar y terminar, hay poesía, lirismo, experiencia de la belleza, posibilidad de elegía; resonancia, holgura y libertad. Imagínese lo que esto supone en la educación de la sensibilidad humana: un antídoto contra toda forma de reduccionismo de la cualidad a la cantidad, tan frecuente en nuestro tiempo; una dilatación fabulosa de los ámbitos y dimensiones de lo real, y la posibilidad de vivir los hechos desde dentro, «como investidos de la compleja significación que los seres humanos atribuyen a sus propias vidas»8. En un
6. MIGUEL DE CERVANTES, Don Quijote de la Mancha, edición del IV Centenario, Real Academia Española – Alfaguara, Madrid 2004, 984-985. 7. B. FORTHOMME, Théologie de l’aventure, Cerf, Paris 2013, 9. 8. M. NUSSBAUM, Justicia poética. La imaginación literaria y la vida pública, Andrés Bello, Santiago de Chile 1997, 60. Sal Terrae | 104 (2016) 1003-1014
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mundo donde triunfa lo utilitario y pragmático de corto vuelo, hay aquí un poderoso llamamiento a desenlazar esta situación para poder entrar en el ámbito donde vigen el valor, la belleza y la verdad. A la resonancia que posibilita la poesía de la contingencia contribuye también la dramaturgia. Pocos como Shakespeare, en poesía dramática, y Cervantes, en poesía narrativa, pueden dar más la sensación de nuestra condición intrínsecamente dramática. Como saben perfectamente los escritores de guiones o dramas, todo comienza abriendo en el personaje un abismo entre lo que «espera que ocurra cuando realiza una acción y lo que realmente ocurre: la fisura que se produce entre las expectativas y el resultado, la probabilidad y la necesidad»9. Intención y resultado, proyecto y realizaciones concretas. Pero ¿no es esto el ser humano? ¿No está hecho mucho más de sueños, aspiraciones y propósitos que de resultados concretos? Las historias de la narrativa y el drama son metáforas de la vida, y el autor es un poeta de la vida, capaz de transformar su exterior y su interior, «el sueño y la realidad, en un poema cuya rima son los acontecimientos en lugar de las palabras»10; o mejor, diríamos, los acontecimientos hechos palabra, significación. De modo que no hay aventura ni drama si todo ello no emana del corazón de la vida, concentrada, poetizada, pues, si no, sería una mera copia literal de lo que cualquiera conoce por su experiencia cotidiana, de tal manera que nos presente, acaeciendo ante nosotros, la desproporción constitutiva entre lo que somos y lo que queremos ser. ¿Quién que participe de esta experiencia no intentará, al menos imaginativamente, acercar lo máximo posible los términos del desajuste, ante «la comprobación de que somos menos de lo que soñamos»?11; cosa siempre temida por los totalitarismos de todos los sesgos, enemigos de la libertad, que no tardan mucho en reprimir las ficciones. No parece que ninguno de los teóricos del drama haya leído la obra capital de Maurice Blondel, pero aquí ten-
9. R. MCKEE, El guión. Sustancia, estructura, estilo y principios de la escritura de guiones, Alba Editores, Barcelona 22003, 221. 10. Ibid., 44. 11. M. VARGAS LLOSA, la verdad de las mentiras, Alfaguara, Madrid 2002, 22. Sal Terrae | 104 (2016) 1003-1014
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drían la fundamentación filosófica, y hasta teológica, de su descubrimiento poético.
3. La tarea desfuncionalizadora de lo poético Hasta ahora se ha hablado de lo poético más que del poema, y es que hay mucha más poesía que la que cabe en ese género literario. Está por todas partes, a condición de que le esperen unos ojos capaces de reconocerla al contemplar desinteresadamente las formas. Como ha estudiado con todo detalle Carlos Bousoño en su monumental Teoría de la expresión poética, de casi mil páginas, estamos la mayor parte del tiempo atados a la función de las cosas y sus figuras. Si se contempla una rueda de carro, por ejemplo –lo aduce él mismo–, lo más probable es que la función de rodar, de posibilitar la marcha de semejante medio de transporte, ya en desuso en nuestras sociedades mecanizadas, nuble lo que la rueda tiene de pura forma. Cuando se viaja por esos pueblos casi deshabitados de la Castilla profunda y se ve en alguna casa ruinosa un carro desvencijado con una de las ruedas separada aparte y apoyada en una pared hecha de adobe y de otro tiempo, entonces es posible que, si los ojos de quien mira han actualizado el suficiente espíritu de finura, comience a llamar la atención sobre ella como forma significativa; liberada de la penosa y humilde tarea de posibilitar el transporte del heno o el trigo, tirado el vehículo por un caballo o una mula. Si, además, ocurre en un día morado del otoño, y un rayo de luz la ilumina de pronto, significará con total desinterés, entregando generosamente, sin medida, toda su expresividad12. Imagínese que alguien se la lleva a su casa de campo y la coloca encima de la chimenea, contemplándola mientras lee ante el fuego un poemario de Eloy Sánchez Rosillo: ¡qué evocación de otro tiempo, de otro mundo, quizá de la infancia, cuando se asistía en presente a una cultura rural llena de vida, casi a punto de desaparecer...!
12. Cf. C. BOUSOÑO, Teoría de la expresión poética, Gredos, Madrid 19857, vol. I, 81-89. Sal Terrae | 104 (2016) 1003-1014
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Algo similar sucede con los actuales documentales de naturaleza y su uso de las cámaras de alta velocidad, que permiten al espectador ver lo invisible: la apertura de una crisálida y el nacimiento de la mariposa; el crecimiento de una planta o la apertura de una flor; el caer de las gotas de agua por el haz de una hoja de árbol que resulta un tsunami para una hormiga; el surgir de la aurora boreal... Este hecho es especialmente llamativo, por ejemplo, en el lance depredador de un martín pescador (Alcedo atthis) que, en tiempo real, cuando se contempla en el campo, sucede de forma vertiginosa, siempre visto en un escorzo. Gracias al prodigio técnico de esas cámaras, se puede asistir a algo que trasciende la ciencia e ingresa en el ámbito del arte y de la poesía: la perfección y delicadeza de las alas que se pliegan al cuerpo, hendiendo el agua como una saeta verdeazulada; el círculo de gotas de agua que se elevan y caen como los chorros de una fuente; su elevarse con el pequeño pez en el pico, gracias a unos aletazos que parecen eternos y más propios de un águila; finalmente, el posarse del alción en una rama cercana para comerse el pececillo, lo que revela otra maravilla: cómo le da la vuelta para tragarlo a favor de escama, evitando así atragantarse. Se podrían poner cientos de ejemplos como este, tomados del actual cine ecológico, donde son tan abundantes. Si la tarea del arte es hacer ver lo invisible, enseñarnos a mirar de otra manera, entonces estamos ante algo de otro orden de realidad. Semejante apracticidad es también el objetivo último de la literatura y la poesía, como señalaba Julián Marías en la referencia aducida en el apartado primero: comunicar con generosidad; hacer revivir a los demás, hasta la emoción, la fragilidad y la maravilla de los momentos únicos e irrepetibles de la realidad vivida; salvarla de perderse en el olvido o de ser tragada por la duración del tiempo, que ni vuelve ni tropieza, como gustaba de decir Quevedo; hacer vivir más y mejor a nuestros prójimos... ¿No es esto una tarea profundamente ética, cuya pérdida es tanto como una amputación de una parte capital del alma? Y, sobre todo, la desaparición del lirismo, que no hay que confundir con ningún efluvio neorromántico, sino que es una estructuración del ser del hombre por la cual percibe todo lleno de misterio y maravilla, siempre más allá cuanto más nos acercamos; en especial las personas, nunca arrojadas ahí como una cosa, sino siempre res sacra homo. Una vez más, los propios poetas lo han Sal Terrae | 104 (2016) 1003-1014
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dicho como merece. Esta vez, en referencia a la misma inspiración poética, en un poema decisivo del evocado Eloy Sánchez Rosillo: «QUÉ poder tan inmenso y qué sencillo / le resulta ejercerlo a aquel que lo posee. / Ni el más grande monarca pudo nunca / decidir de manera semejante. / Ilusión y deseo, papel, pluma, / y decir poco a poco lo que ahora está ocurriendo, / lo que tus ojos ven, lo que piensas o sueñas, / tu verdad de este día. Y nada más. / Así se hará el poema, si la buena fortuna / te acompaña y decide que de un hombre / brote una luz tan alta y verdadera, / tan pura y para siempre. Es increíble. / Una palabra y otra, y una música / pequeña y suficiente. Y va surgiendo / delante de tus ojos, de tu asombro, / una tarde con sol, un pájaro, la lluvia, / la luna, una muchacha, la hierba, el mar, la nieve. / Podrá haber inquietud en el transcurso, / pasos titubeantes que no sepan / si se aproximan al lugar del canto / o si de allí se alejan inevitablemente; / la vida en vilo hasta que todo acaba. / Después ya solo queda la alegría / y un latido tenaz e insoslayable»13. Como ha dicho un estudioso de la poesía española del siglo XXI, «el tiempo sigue siendo el tema central de su poesía»14, y por eso emociona tanto, con esa intensidad de lo sencillo que anima la obra de este poeta maravilloso. Un «poder» que no es otro que el de una mirada compasiva y amorosa hacia todo lo que ocurre ante nosotros, a la vez inmensa y sencilla; un don que no se puede comprar con todo el oro del mundo. ¡Qué misterio, que de un hombre brote esa luz tan alta y verdadera, pura y para siempre, como dice el poeta! Lo que parece increíble, por asombroso, no es cómo eso pueda ocurrir, sino que lo haga. Nada más y nada menos. No se piensa suficientemente lo que este don supone para el caudal enorme de las experiencias humanas fundamentales. Si bien el culmen de la experiencia estética es su ejercicio, ser artista, crear belleza como respuesta al misterio de la realidad, no menos lo es –para quien no
13. E. SÁNCHEZ ROSILLO, Oír la luz, Tusquets, Barcelona 2008, 111-112. 14. F. J. DÍEZ DE REVENGA, Poetas españoles del siglo XXI. Aproximaciones al mapa poético actual, Calambur, Barcelona 2015, 79-86; aquí, 79. Sal Terrae | 104 (2016) 1003-1014
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posee ese don o no lo ha cultivado– poder gozarlo, tenerlo como permanente compañía que, sin curar en plenitud la soledad del corazón humano, lo consuela de manera extraordinaria, sin alienar ni someter a cautiverio; antes bien, acendrando el deseo de sentido y de verdad. En la tarea de ayudar a ver de otra manera, la poesía cuenta con el recurso espléndido de la metáfora, en especial en su primera ley, que Bousoño llama intrínseca y que consiste en un proceso de sustitución por el que se individualiza el significado al desconceptualizarlo, liberándolo de la atadura a lo general que sufre en la «lengua»; es decir, en lo recibido como herencia, pero sin transformar, como «un caudal sin merma ni aumento: patrimonio común de un grupo humano. Es el acopio de la tradición repetido por la boca de un hombre»15. Al modificar la significación de los signos y sus relaciones, propias de la «norma», hace posible que irrumpa lo poético. Lo ejemplifica con unos versos de Lorca del Poema del cante jondo, que dicen: «Oyes los maravillosos / surtidores de tu patio, / y el débil trino amarillo / del canario». El poeta granadino sustituye la expresión «el trino del canario amarillo», lugar común de la «lengua», por «el trino [...] amarillo / del canario». De este modo, logra, gracias a esta anomalía semántica, dar de golpe la percepción de lo auditivo y lo visual juntos, pues «amarillo» evoca sin concepto «plumaje», trayendo a experiencia la emoción de lo individual, único, irrepetible y sintético. Bousoño llama «irracional» a esta emoción significante, pero nótese que lo pone entre comillas. Lo que envía a un asunto complejo al que solo se puede aludir aquí. En efecto, como dice Hans Blumenberg, «el concepto es el órgano de la perceptio per distans»16, que no agota ni mucho menos el ámbito de la razón, aunque sea su producto y hasta su triunfo; pero «no hay identidad entre razón (Vernunft) y concepto (Begriff)»17. Lo que no quiere decir que la razón tenga que despreciar el concepto, o no tenga nada que hacer con
15. C. BOUSOÑO, Teoría de la expresión poética, o.c., 98. 16. H. BLUMENBERG, Theorie der Unbegrifflichkeit, Suhrkamp, Frankfurt am Main 2007, 75. 17. Ibid., 9. Sal Terrae | 104 (2016) 1003-1014
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él, sino más bien que este no cumple todo lo que aquella promete y exige. Las metáforas y las imágenes, lejos de ser un recurso débil, incompleto y provisorio, tanto para la elaboración de conceptos como para decir lo inconceptualizable, constituyen un aspecto fundamental de las múltiples moradas de la razón –siempre múltiple– y, por tanto, del trabajo filosófico y teológico. Este descubrimiento llevó al filósofo de Münster a la realización de un proyecto de metaforología y una teoría de lo inconceptualizable18. En el mismo sentido –y en referencia a la narrativa–, Martha Nussbaum ha dicho que «la novela no nos exhorta a desechar la razón, sino a llegar a ella bajo la luz de la fantasía, entendida como una facultad creativa y veraz»19. Todo lo dicho no hace sino abrir el sensorio para lo profundo y capacitar para una escucha verdadera. Sentir, pensar y decir bien es una tarea que lleva toda la vida. El cultivo de la precisión y el matiz a los que ayudan la filosofía, la literatura y la poesía, defiende contra la tentación tan actual del populismo, la propaganda y lo elemental, y es un motivo de esperanza el que, algún día, alguien piense en serio que esta elevación que hace posible la cultura no es nada elitista, sino la exigencia de las dimensiones más profundas de la vida, que se resisten a ser injustamente pisoteadas por la barbarie. El diálogo, la argumentación que aduce razones con respeto y magnanimidad, tomando al interlocutor por una persona adulta e inteligente, es el fundamento de una sociedad civilizada y democrática. ¡Qué praeparatio evangelica hay también en todo ello! Cuenta Borges que una mujer puso una rosa amarilla en un vaso, cerca del lecho donde un hombre estaba a punto de morir: «Entonces ocurrió la revelación. Marino vio la rosa, como Adán pudo verla en el Paraíso, y sintió que ella estaba en su eternidad y no en sus palabras, y que podemos mencionar o aludir, pero no expresar, y que los altos y soberbios volúmenes que for-
18. Cf. ID., Paradigmas para una metaforología, Trotta, Madrid 2003. F. J. WETZ, Hans Blumenberg. La modernidad y sus metáforas, Alfons el Magnànim, Valencia 1996. 19. M. NUSSBAUM, Justicia poética, o.c., 74. Sal Terrae | 104 (2016) 1003-1014
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maban en un ángulo de la sala una penumbra de oro no eran (como su vanidad soñó) un espejo del mundo, sino una cosa más agregada al mundo»20. Ver las cosas no como Adán en el Paraíso, sino con la mirada curada por la redención de Cristo y con la luz participada de su resurrección. ¿Hay algo más poético, en el más noble sentido de la palabra, que el maravilloso intercambio que celebra la Navidad?: «El llanto del hombre en Dios, y en el hombre la alegría» (san Juan de la Cruz).
20. J. L. BORGES, El hacedor (1960), en ID., Obras completas. II. (1941-1960), Círculo de Lectores, Barcelona 1992, 389. Sal Terrae | 104 (2016) 1003-1014
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LOS LIBROS RECENSIONES
FORTE, B., La transmisión de la fe, Sal Terrae, Maliaño (Cantabria) 2015, 242 pp. Bruno Forte conjuga en esta obra su doble condición: es teólogo de reconocido prestigio y es también obispo. Su teología es eminentemente pastoral. Este libro lo dedica a dos hermanos suyos en el episcopado. Su admiración por ellos la resume así: «dos testigos que han gastado su vida anunciando el Evangelio y nutriendo la fe en Cristo, a quien ahora contemplan en la belleza eterna de Dios». Esta pasión del testigo por anunciar el Evangelio y nutrir la fe en Cristo es el leitmotiv que da unidad y sentido a su vida y a esta obra. En ella ha recopilado diversas conferencias, cartas y exhortaciones pastorales escritas por él con ocasión del Año de la Fe. Ya en el título y desde la primera línea, queda claro su objetivo: responder a un desafío, transmitir la fe a las nuevas generaciones, poner palabra a la belleza eterna de Dios. Sal Terrae | 104 (2016) 1015-1024
Este reto lo afronta con la sabiduría del testigo acrisolado en el camino de la fe, la profundidad del teólogo y la creatividad y claridad del pastor. Como buen mistagogo, Bruno Forte nos ofrece un hermoso y sugerente itinerario para adentrarnos en el misterio de la fe. La trayectoria existencial del profeta Elías, «el testigo de Dios en el tiempo de la aparente derrota de Dios» (pág. 6), le sirve de símbolo de lo que quiere expresar. Con un estilo muy pedagógico, divide este recorrido en ocho partes que avanzan ordenadamente: las fuentes de la fe, o el encuentro con el Resucitado, donde subraya el carácter objetivo, no solo subjetivo, de esta experiencia pascual; la fe transmitida, donde detalla las características de la fe adulta; la fe profesada, alimentada con la Palabra de Dios y condensada en el Símbolo de los
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Apóstoles; la fe celebrada, centrada en la Eucaristía; la fe vivida, encarnada en los testigos y alentada en la familia; la fe en diálogo con el ateo que todo creyente lleva dentro y con los no creyentes, y expresada en la belleza y el arte; la fe en camino hacia el encuentro definitivo con la belleza de Dios; y, por último, en la octava parte se detiene, como Elías, en el umbral y contempla humildemente, en el silencio, la sonrisa consoladora de Dios. La luz que ilumina cada una de estas etapas es la alegría de la Resurrección, el canto agradecido por el sobreabundante Amor de Dios. Es la teología escrita por el testigo desbordado por tanto don inmerecido. La inefable realidad experimentada, la hermosura de tanta luz que embriaga y enamora, encuentra su cauce de expresión en la poesía, que es arte y es belleza, que sugiere y evoca más que habla, que expresa más por lo que calla que por lo que dice. De ahí los poemas que van jalonando el discurso teológico como los hitos en el camino, que invitan a pararse y contemplar; porque nuestro Dios habla en el silencio. Así también el Símbolo de la fe de los Apóstoles, el Credo, «dice callando, habla evocando, afirma remitiendo a los abismos, de los que llegó a nosotros el Verbo de la vida» (pág. 103). Por eso, profesarlo con el co-
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razón es abismarse en el Amor del Dios Trinitario. La alegría, signo del Espíritu, abre la primera parte como fuente y origen de todo y alienta todo el peregrinaje esperanzado del resto de los capítulos, hasta culminar, en la última parte, en la consoladora certeza de un Dios que nos espera sonriente al final del camino para fundirse con nosotros en abrazo eterno. Esta alegría por tanto don es expansiva; de ahí la imperiosa necesidad de salir a los caminos y comunicar esa fe que, como les sucede a los testigos de Emaús, arde en nuestro corazón. «Libres por la fe y siervos por amor» es una de las paradojas sobre las que bascula todo el texto. A ella se le une otra, también recurrente: la revelación es palabra y silencio, apertura y ocultamiento; de ahí que la Verdad sea contraria a toda ideología totalitaria, y solo la comprendan los humildes de corazón. La obra concluye con un breve análisis de dos textos del papa Francisco que subrayan también la luz y la alegría de la fe: Lumen fidei y Evangelii gaudium. Un libro, en definitiva, muy apropiado para profundizar en el misterio de la fe y recorrer con esa gran nube de testigos el camino hacia la alegría que nunca tendrá fin. Mª Dolores de Miguel Poyard
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VALLI, A. M., Retrato de Carlo Maria Martini. Historia de un hombre, San Pablo, Madrid 2015, 288 pp. Hay unos sesenta libros en las librerías que llevan la firma del cardenal Martini. En los últimos años, sobre todo después de la vuelta de Jerusalén, el eminente biblista ha puesto a disposición de todos su obra de «humilde comunicador de la palabra de Dios» (p. 8). Esta frase de Ferruccio de Bortoli, que se lee en prefacio del libro de Aldo Maria Valli, Retrato de Carlo María Martini. Historia de un hombre, explica mejor que muchos discursos las opciones de un purpurado que, después de haber sido sucesor en la cátedra de Ambrosio y de Carlos Borromeo, decidió vivir cada vez más pobre. En el instituto de los jesuitas que lo cobijaba en su retiro, pidió que junto al timbre se escribiera sencillamente: «padre Carlo Maria Martini». En el fondo, y lo recuerda Valli en este utilísimo libro, su estilo se podría compendiar con una frase de san Agustín: «Es más importante enseñar a los amigos la humildad que desafiar a los enemigos con la verdad». Palabras que, unidas a las de su lema –Pro veritate adversa diligere («En aras de la verdad amar también las adversidades»)–, explican la conducta y el carácter de uno de los hombres de más significativos de nuestro tiempo. El libro de Valli no es simplemente el resultado del trabajo y los Sal Terrae | 104 (2016) 1015-1024
encuentros de un protagonista de la comunicación; representa algo más. Ante todo, restituye una imagen apropiada y completa del cardenal o, mejor, un retrato razonado; ayuda al lector a orientarse en las opciones de un pastor «enamorado de Dios y de la Iglesia» que dialoga continuamente con la sociedad civil. Ferruccio de Bortoli subraya en el prefacio este mérito recordando algunos momentos de tal coloquio: «Martini se ha expresado valientemente acerca de la necesidad de una ley sobre la interrupción de los cuidados para los enfermos incurables, el llamado “testamento biológico”; ha abierto la adopción de los single; se ha planteado el tema de los divorciados, fieles que ya se han vuelto invisibles en la liturgia». En suma, ha tocado temas que «antes o después la Iglesia tendrá que afrontar». Valli no ha escrito un libro sobre el pensamiento de Martini, sino que nos ofrece una biografía que permite conocerlo más de cerca y comprender el mensaje. No contiene una biografía del cardenal ni es un estudio especializado sobre todo lo que Martini produjo como biblista y pastor de la Iglesia católica. Quiere ser «un retrato capaz de restituir, en lo posible, una imagen adecuada y completa de un hombre, un religioso y un pastor enamorado
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de Dios y de la Iglesia» (p. 14). El cardenal dedicó su vida a una «Iglesia creíble», se interrogó ampliamente sobre la justicia, que no es instrumento para una mejor equidad social ni utensilio del rencor de clases, sino virtud interior que hay que cultivar y sustraer al populismo imperante, un valor moral que hay que alimentar con una educación continua («El ideal evangélico no es castigar el mal, sino cambiar los corazones»). Sintió como ningún otro el deber del diálogo –con los no creyentes, con los otros credos–, que en una sociedad globalizada se hace indispensable. Martini será recordado también por la «Cátedra de los no creyentes» y por el diálogo interreligioso, sin el cual, dice el cardenal, no hay futuro para la humanidad. En las diferentes páginas del libro se recogen muchas situaciones, infinitas intervenciones, pero el lector se conmoverá al leer el capítulo 13 («Gallarate, 2 de febrero de 2011»), donde se describe un encuentro entre el autor y el cardenal que tuvo lugar en la fecha citada. En la sencillez de la habitación, Valli visita a Martini, que a menudo no consigue hablar y lucha cada día con el párkinson. La enfermedad, sin embargo, no le impide escribir, leer, recibir, testimoniar. Pero nota que de sus ojos emana una luz que abraza al interlocutor. El cronista, que se ha encontrado tantas veces con él, que
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en muchas ocasiones quedó impresionado por su comportamiento señorial en las ceremonias oficiales y en los encuentros privados, no sabe esconder la sorpresa: «Me recibe con una sonrisa dulce. Los ojos le brillan. El párkinson está siguiendo su curso sin piedad, y la voz ha caído víctima en el frente de esta batalla en la que es imposible salir victorioso. Pero no ha podido extinguir la luz de los ojos. Es una luz nueva en comparación con la que recordaba. Porque ha ganado un algo de niño» (pp. 253-254). El retrato que Valli hace de Martini ayuda a no perderse entre las publicaciones y las polémicas que inevitablemente están ligadas a un personaje que durante decenios estuvo en el centro de la atención. Valli no se considera historiador de la Iglesia ni teólogo, sino cronista. Por eso enlaza su narración con algunos hechos o documentos, tomándolos como punto de partida para una reconstrucción del contexto en que Martini se pronunció y sacando a la luz el alcance de su enseñanza con la vista puesta no solamente en la Iglesia ambrosiana, de la que fue obispo durante más de veintidós años, sino en la Iglesia universal y en la cultura de nuestro tiempo (pp. 13-14). La última parte del libro relata algunos de los encuentros más significativos que el autor tuvo con el cardenal Martini. Sal Terrae | 104 (2016) 1015-1024
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La referencia constante del cardenal es a los mundos vitales. De ahí la imposibilidad de meter su enseñanza dentro de un esquema rígido. Al igual que la Escritura, también el pensamiento de Martini está embebido de humanidad, presenta la complejidad y la variedad de la vida y no se deja encuadrar fácilmente. La experiencia cristiana de Martini, también cuando se expresa en un trabajo de investigación y de estudio desarrollado a los más altos niveles, está siempre vinculada a la vida en sus formas variadas, cambiantes, imprevisibles y a menudo
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sorprendentes. Un exceso de orden lógico lo pone casi incómodo, porque corre el peligro de alejar de la realidad vital. Para comprender mejor el tono de las páginas del libro citamos las palabras de Valli en la p. 16: «El lector comprenderá por qué estas páginas nacen no solamente del estudio de los textos, sino de una relación. Por esa relación estaré siempre agradecido tanto al padre Carlo Maria como a Aquel que ha trazado para nosotros este camino tan hermoso y tan lleno de sorpresa». Lázaro Sanz Velázquez
GONZÁLEZ-ANLEO SÁNCHEZ, J. Mª, Generación Selfie, PPC, Madrid 2016, 287 pp. Esta obra del sociólogo Juan María Gónzález-Anleo, experto en jóvenes y sociedad, intenta ser un retrato de una colectividad que se ha desarrollado en estos últimos años de crisis económica, política y social, y que se caracteriza por replegarse sobre sí misma, frente a una sociedad que no comprende y que percibe como una amenaza. Su lectura nos ayudará a comprender un poco mejor a las jóvenes generaciones. El título del libro trata de reflejar la representación de la tensión individual/colectivo. ¿Puede existir una generación, una colectividad amplia de referencia, construida a partir del selfie? Solo de la misma Sal Terrae | 104 (2016) 1015-1024
forma que puede existir un mapamundi selfie: si se comienza a edificar lo colectivo desde y únicamente a partir de lo micro. En este sentido, un mundo, una sociedad o una generación selfies pueden ser considerados como la consagración de la consabida fórmula del neoliberalismo, expresada por M. Thatcher en 1987: «La sociedad no existe. Lo que existe son hombres y mujeres individuales, existen las familias». La sociedad, la colectividad por excelencia, se convierte así, desde esta nueva fórmula neoliberal, en una mera construcción a posteriori sin base real y, por supuesto, deslegitimada por el orden socioeconómico.
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De la misma forma, tampoco existe, ateniéndonos al lenguaje marxista, una generación para sí, es decir, una colectividad de referencia presente en la vida de los individuos que ayude a construir su identidad, que guíe y oriente sus aspiraciones y sus actos. Porque de eso trata precisamente este libro: del abandono de toda forma de conexión generacional, de todo proyecto colectivo por parte de una generación de jóvenes que no entenderían absolutamente nada si alguien les dijese que forman parte de una generación, de un país, de un mundo. Afirma González-Anleo que «no ha habido probablemente a lo largo de la historia un fenómeno tan efímero, y en apariencia tan trivial, que haya conquistado en tan poco tiempo y tan poderosamente el imaginario colectivo como el selfie». Su historia se desarrolla exactamente en los mismos años que llevamos de crisis económica, política y social. El significado del término selfie va mucho más allá del cambio de representación de la tensión individual/colectivo, reflejando con gran fidelidad el mundo actual de los adolescentes y jóvenes. Selfie es, en este sentido, el triunfo definitivo de lo visual en un mundo líquido en el que predomina la inmediatez calculada, el permanente ensayo «esto soy aquí y ahora», quedando la intimidad perfectamente mimetizada con la pública exhibición para el
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consumo (extimidad). No hay que dejarse engañar por lo que a veces parece demasiado obvio: inmediatez, presentismo virtual y visual, no significa espontaneidad, y mucho menos dejadez o descuido. Nada más lejos de la realidad. El selfie es la expresión más sofisticada de la voluntad de autodominio. A través de él, el joven se vuelve empresario de sí mismo, gestor de su juego de identidades para su consumo en la hoguera digital de las vanidades. Más allá de esto, continúa el sociólogo: «El joven actual, a través del selfie, traza en torno a sí un círculo impenetrable que le separa del mundo que le rodea, deslindando su territorio privado y su propia experiencia de la colectividad. Un círculo en el que solamente pueden entrar, a lo sumo, las personas más cercanas». El autor trata de hacer un retrato lo más fiable posible de esta generación, comenzando, en el capítulo 1, por plasmar la situación de exclusión social en que actualmente se encuentra. No podría comprenderse la distancia marcada por el joven actual de la sociedad, su desinterés, su desconfianza, si no se exploraran en profundidad los factores estructurales y culturales que lo condenan a esta permanente frustración. Recalca, además, el hecho, de que estos últimos siete años de crisis no pueden ser interpretados como un cambio de tendencia, Sal Terrae | 104 (2016) 1015-1024
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sino como el último acto –especialmente duro, por supuesto, pero solo el último– de un proceso que comienza ya en los años ochenta y por el cual se bloquea sistemáticamente el acceso de los jóvenes españoles a la vida adulta, a la independencia respecto de sus padres, a un trabajo digno de ese nombre y a la formación de una familia. También la religión y la Iglesia han quedado al otro lado del círculo de tiza que los jóvenes trazan en torno a sí y a su territorio. Con la salvedad de que, en este caso, estamos hablando de un proceso más largo que en los anteriores. A este tema dedica por completo el capítulo quinto. En el sexto, se adentra en un círculo trazado por los jóvenes. Se podría denominar de muchas
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formas ese espacio dentro del círculo, pero ha optado por darle el nombre de guaridas, ya que parte del significado de esta palabra implica amparo y refugio frente a un entorno hostil, además de ser el lugar donde suele encontrarse alguien. El libro nace, confiesa el autor, para dar testimonio de una generación que muy probablemente esté empezando a desaparecer. Porque hay signos de que esta generación que aquí describe está despertando: «Aunque débiles aún y sepultadas la mayoría de las veces bajo montañas de datos que apuntan en otra dirección, estas señales son probablemente los primeros indicios de que la tendencia dibujada a lo largo del libro está empezando a cambiar». Lázaro Sanz Velázquez
MADRIGAL, SJ, S., «No apaguéis el Espíritu». Dos evocaciones del Concilio, Sal Terrae, Maliaño (Cantabria) 2015, 224 pp. Madrigal, teólogo y miembro de la Real Academia de Doctores de España, narra cómo fue transcurriendo el último Concilio. Su deseo es elaborar una teología más ecuménica y moderna. Renovar la hermenéutica pastoral en esta nueva etapa de la Evangelización. El libro se divide en dos partes: Crónica del acontecimiento y Las decisiones doctrinales. Junto con un prólogo: El Concilio Vaticano II y la misericordia, y unos Apéndices. Sal Terrae | 104 (2016) 1015-1024
Profundiza en la espiritualidad del Concilio –la parábola del samaritano– y destaca la huella del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia. Relata los debates conciliares basándose en los diarios de dos obispos de diferentes tendencias. En la primera parte elige los diarios del obispo melquita Neophytos Edelby (1920-1995). La Iglesia melquita se separa de la Iglesia Ortodoxa en 1724; nació con una vocación de servicio para la unidad de toda la
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Iglesia. Su misión es ser germen de Cristo en el corazón del Islam. Edelby participó en la primera reunión, convocada por Juan XXIII en 1960, para ir preparando el Vaticano II. Su diario es un testimonio de la labor conjunta de todo el episcopado melquita. Una iglesia, apenas conocida en Occidente, que supo mostrar la riqueza de los ritos orientales y las raíces bizantinas comunes a las liturgias occidental y oriental. Juan Pablo II rememoraría el Concilio, la luz vino de Oriente, para iluminar la liturgia occidental. En la segunda parte (las decisiones doctrinales), escoge las notas del Obispo de Namur (Bélgica), quién optó por alojarse en la clínica que las hermanas de la Caridad de Namur tenían en Roma, separándose del episcopado belga. En base a esta fuente, Madrigal reconstruye brevemente la historia de la redacción de los textos conciliares a lo largo de las cuatro sesiones conciliares. Un ejemplo significativo fue el texto de la Dei Verbum, aprobado en la última sesión, que es un medio imprescindible para la tarea misionera de la Iglesia en esta nueva era. Este documento refleja el corazón del misterio de la Iglesia. La Iglesia es una comunidad de fe. Todos los fieles
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están llamados a ser testigos de la luz de Cristo en medio de las miserias del mundo. Es «madre de corazón abierto», como nos recuerda constantemente el papa Francisco. Estamos en el comienzo del comienzo, y la relectura de los textos conciliares ilumina a todos los miembros de la Iglesia en su vida espiritual y apostólica. Es el tiempo del Espíritu Santo, y los cristianos estamos llamados a permanecer atentos al mismo y dejar que penetre en el corazón de cada fiel, para poder ofrecer al mundo la medicina de la misericordia divina. Todos estamos convocados a colaborar en la reforma de la Iglesia, para mostrar al mundo cómo la Iglesia es la casa abierta al Padre. En conclusión, Madrigal relata con intriga, como si fuera una novela, pero con fidelidad, la huella del Espíritu Santo en el magisterio pastoral de Juan XXIII y de Pablo VI. Un buen libro para conocer las tendencias opuestas y cómo se avanzó en el diálogo entre todos para destacar la responsabilidad ecuménica de todos sus miembros. El Concilio anunció el Evangelio y expresó la fe adecuándose a los signos de los tiempos. Marta Sánchez
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SANDRIN, L., Teología pastoral. Lo vio y no pasó de largo, Sal Terrae, Maliaño (Cantabria) 2014, 246 pp. Sandrin, camilo y profesor de Teología pastoral en la Universidad Gregoriana, reflexiona sobre el objeto y el método de la Teología pastoral. Una disciplina práctica que subraya la misión evangelizadora de la Iglesia. La Teología pastoral nació en el siglo XVI, con Pedro Canisio y su obra Enchiridion theologiae pastoralis. Desde el pontificado de Juan Pablo II, la Iglesia se encuentra viviendo un momento de cambio y discernimiento. La Nueva Evangelización es una tarea urgente y específica de la Iglesia para este milenio, estar al servicio del Evangelio y transmitir la Buena Noticia. Vivimos en un mundo donde Dios no existe. La sociedad ha marcado una separación entre la inteligencia y la afectividad. Habitamos en un continente digital donde se olvida que el hombre recibe el don de la vida. El problema de comunicar el Evangelio hoy es educar en la fuerza de la ternura. Los signos presentes en el tiempo solo pueden ser descodificados desde un discernimiento comunitario. El Magisterio elabora una enseñanza que afecta a todas las dimensiones de la persona: social, intelectiva y afectiva. Va siendo necesario abrir las puertas y salir. Es el momento de crear una Iglesia samaritana. ¿Cómo hacerlo? Los agentes pastorales necesitan ser miSal Terrae | 104 (2016) 1015-1024
nistros de esperanza. Anunciar la vida con signos elocuentes. Ser promotores de la justicia en colaboración con otros, creyentes o no creyentes. Entre todos, comprometerse para crear una civilización del amor. Ser cristiano es llevar a cabo por la fe, y a través de obras de caridad, acciones solidarias. Crear vínculos entre los individuos en completa libertad. Salir de nuestros hogares y atender al prójimo con misericordia. Para ello, primero tenemos que comenzar perdonándonos unos a otros. Solo seremos testigos del Evangelio si nos cuidamos a nosotros mismos. El trabajo pastoral tiene necesidad de una preparación continua para no «quemarse» y para mantener una relación saludable con nosotros mismos, con los demás y con Dios. En conclusión, una excelente obra para renovar la enseñanza cristiana. Recomendable tenerla en las bibliotecas de las parroquias y colegios. Su lectura nos recuerda que el sentido último del dolor es una experiencia de fe, donde el sacerdote es un símbolo particular de la presencia de Dios. El papa Francisco habla a diario de cómo la elocuencia de los gestos es significativa y es fuente de curación para nosotros mismos y para los demás. Marta Sánchez
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MIFSUD, SJ, T., Una espiritualidad desde la fragilidad, Mensajero, Bilbao 2015, 148 pp. Si deseas conocer a Dios, aprende primero a conocerte a ti mismo. Mifsud, profesional en moral y con gran experiencia pastoral, presenta claves para aprender a librarse de afectos desordenados y crecer en libertad. Todo para mayor gloria de Dios. Vivimos en una sociedad sin ideales, en una cultura del éxito. La quintaesencia de la Iglesia es el mensaje de Jesús. Siguiendo las huellas de Ignacio, se aprende cómo su proceso personal de reconocerse, aceptarse y perdonarse le llevó a cumplir la voluntad de Dios. Lamentablemente, el estilo de vida acelerado, la falta de paradigmas sociales y la sospecha sobre la institucionalización hacen difícil ponerse en contacto con los propios deseos y habilidades personales. Discernir entre el deseo y la posibilidad es clave para encontrarse con la Persona de Jesús. Mifsud, como también escribe Grün, propone un itinerario para iniciar una espiritualidad desde abajo. Comenzar a buscar a Dios desde la fragilidad humana. La raíz última del miedo es el orgullo y la soberbia. Es importante aprender a dialogar con los propios dones y debilidades para confiar en el Maestro. Es en las flaquezas donde más nos encontramos con la Misericordia de
Dios. Aceptar el perdón es reconocer el pecado y confiar totalmente en la gracia. El papa Francisco nos habla del Amor infinito de Dios a todos los hombres. La auténtica oración brota de las miserias del hombre. La alegría de la fe es una luz que nace de sentirse amado. No se trata de voluntarismo, sino de tener paciencia y esperar a Dios, fiel y rico en misericordia. Poco a poco, se va logrando una vida más plena y feliz. La felicidad consiste en aceptar quién eres. Vivir en cada momento lo que tengas que vivir. Así, la espiritualidad se hace ética, y la ética espiritualidad. En resumen, una obra breve pero intensa. Profunda y clara, para leer despacio y meditar. Un libro para aprender a sentirse libre en cada momento y circunstancia. Su lectura puede ayudar a muchos a vivir mejor su quehacer diario. Descubrir la presencia amorosa y tierna de Dios en el camino de la vida. Marta Sánchez
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1. Índice general por autores ADROHER BIOSCA, S., ¿Familia o familias?, enero, 71-82 ALVARADO, SJ, R., Monseñor Óscar Romero: testigo de la misericordia, mayo, 391-407 ANGULO, I., «Algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado» (Lc 24,22). Tras el rastro femenino en el N.T., junio, 487-499 BELMONTE, O., La honradez, julio, 599-612 BERÁSTEGUI PEDRO-VIEJO, A., Homosexualidad y familia, octubre, 831-843 BERMEJO, J. C., De cuidador a cuidado, marzo, 227-240 BUSTO SAIZ, SJ, J. R., El uso de la Sagrada Escritura en la homilía, abril, 309321 CAAMAÑO, J. M., La «ecología integral» de la encíclica «Laudato Si`», septiembre, 679-692 CARDENAL, SJ, R., La voz profética del pueblo crucificado. La homilía en Monseñor Romero, mayo, 409-421 ESPINAR FELLMANN, I., Familias reconstituidas, retos y fortalezas, noviembre, 923-933 FERREIRO GALGUERA, J., Acuerdos Estado Español - Santa Sede: Antecedentes, encaje constitucional, modificación y posición de los Partidos, noviembre, 863-876 FLAQUER GARCÍA, J., La violencia en el mundo islámico: textos e historia para comprender, enero, 21-34 GARCÍA BONASA, M. A., Las vocaciones, responsabilidad de la Iglesia, octubre, 787-801 GARCÍA JIMÉNEZ, J. I., Reflexiones sobre nuestra conversión ecológica, septiembre, 707-720 GARCÍA RUBIO, A., ¿Qué es una homilía?, abril, 295-308 GARCÍA-BARÓ, M., La honradez, julio, 589-598 GASDA, E. E., Jalones en la sensibilización sobre la conservación de la naturaleza, septiembre, 693-706 Sal Terrae | 104 (2016) 1025-1035
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DE VERGARA, SJ, E., Tiempo de silencio. Tiempo de amar. Cuando llega la enfermedad, marzo, 199-211 GONZÁLEZ FABRE, SJ, R., La religión en los partidos políticos españoles, noviembre, 907-921 GRAÑA, Mª DEL M., Las madres espirituales de la Edad Media, junio, 501514 GUERRERO, SJ, P., Homilías para alejados. Un Dios que se sienta a la mesa con los no creyentes, abril, 337-351 ––, «Llegó donde él y, al verlo, se conmovió (Lc. 10,33)». Cuidar de las familias heridas, julio, 627-638 GUEVARA LLAGUNO, M. J., Carta abierta de una fiel cristiana al predicador del domingo, abril, 353-357 ––, Los bosques tienen algo. Alabar, recrear y renovar la creación, febrero, 103117 ––, «Todo el pasado se quiere apoderar de mí, y yo me quiero apoderar del futuro». Preparación y servicio, junio, 515-528 LABOA, J. Mª, Fundamentalismo y comunión, enero, 35-52 MÁRQUEZ BEUNZA, C., Vivir la vida como vocación: una difícil y necesaria tarea, octubre, 759-772 LÓPEZ VILLANUEVA, RSCJ, M., Vocaciones en la Escritura. Escuchar entre las voces una, octubre, 773-785 MARTÍNEZ, C., Del menor como objeto de protección al niño como sujeto de derechos, abril, 359-372 MARTÍNEZ, J. L., Venturas y desventuras de la verdad, julio, 575-588 MASSÉ, Mª DEL C., Ser comunidad de vida y amor. Vida sexual y natalidad, junio, 543-556 MEANA, SJ, R., Salud mental, compasión y la vida humana felizmente vivida, marzo, 213-226 MENÉNDEZ MENÉNDEZ, S., La financiación de la Iglesia Católica en España, noviembre, 877-890 MOLINA, SJ, D. M., Mujeres, servicio, poder, Iglesia, junio, 529-541 ORDÓÑEZ CARABAÑO, A., Educamos para la alegría, septiembre, 721-736 PELLICER IBORRA, C., La cuestión religiosa en un posible pacto educativo, noviembre, 891-904 PEÑA, C., Nueva regulación de las nulidades matrimoniales. Claves de lectura de una relevante reforma procesal, marzo, 257-269 POLO, T., La contemplación de la naturaleza en Juan de la Cruz, febrero, 118134
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PUIGGRÒS LLAVINÉS, SJ, E., Un futuro (im)posible. Hacia una estrategia vocacional «realista», octubre, 803-816 RAMÍREZ, SJ, F., Retórica clásica y homilía, abril, 323-335 RIEZU ARREGUI, X., El diálogo, julio, 613-624 RODRÍGUEZ OLAIZOLA, SJ, J. Mª, Las palabras furiosas, diciembre, 971-984 RODRÍGUEZ PANIZO, P., De las ambigüedades de la religión, enero, 7-19 ––, Las aves del cielo y los lirios del campo, febrero, 135-145 ––, Ecología y Ecologismo, septiembre, 663-676 ––, Excelsas palabras, diciembre, 1003-1014 ROJAS GÁLVEZ, I., Una palabra viva y eficaz. La palabra de Dios en la Biblia, diciembre, 957-969 SABORIDO CURSACH, SJ, J. L., La familia y la catequesis, febrero, 161-176 SÁNCHEZ ORANTOS, A., Posibles caminos de diálogo entre la buena fe y el buen ateísmo, enero, 53-70 SÁNCHEZ-IZQUIERDO ALONSO, M., Ante la jubilación: tiempo de disfrute o tiempo de desencanto, marzo, 241-254 SOBRINO, SJ, J., Reflexión-Meditación sobre Mons. Romero: Monseñor pasó haciendo el bien, mayo, 423-436 SUÁREZ, CMF, L. M., ¿Buenos tiempos para la pastoral vocacional? Avanzando tras el desconcierto, octubre, 817-829 TATAY, SJ, J., Una respuesta ignaciana a la Laudato Si’. Healing Earth – The International Jesuit, Ecology Project, febrero, 147-160 TOJEIRA, SJ, J. Mª, Resucitaré en el pueblo salvadoreño, mayo, 437-448 VALLADARES, X., La palabra en la era digital, diciembre, 985-1001 VIDAL, F., Preparación al matrimonio: el modelo de capacidades, mayo, 451464
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2. Índice general por secciones y materias 2.1. ESTUDIOS 2.1.1. Análisis psico-social y religioso FERREIRO GALGUERA, J., Acuerdos Estado Español - Santa Sede: Antecedentes, encaje constitucional, modificación y posición de los Partidos, noviembre, 863-876 FLAQUER GARCÍA, J., La violencia en el mundo islámico: textos e historia para comprender, enero, 21-34 GASDA, E. E., Jalones en la sensibilización sobre la conservación de la naturaleza, septiembre, 693-706 GONZÁLEZ FABRE, SJ, R., La religión en los partidos políticos españoles, noviembre, 907-921 GUEVARA LLAGUNO, M. J., «Todo el pasado se quiere apoderar de mí, y yo me quiero apoderar del futuro». Preparación y servicio, junio, 515-528 MÁRQUEZ BEUNZA, C., Vivir la vida como vocación: una difícil y necesaria tarea, octubre, 759-772 MENÉNDEZ MENÉNDEZ, S., La financiación de la Iglesia Católica en España, noviembre, 877-890 PELLICER IBORRA, C., La cuestión religiosa en un posible pacto educativo, noviembre, 891-904 PUIGGRÒS LLAVINÉS, SJ, E., Un futuro (im)posible. Hacia una estrategia vocacional «realista», octubre, 803-816 RAMÍREZ, SJ, F., Retórica clásica y homilía, abril 323-335 RODRÍGUEZ PANIZO, P., De las ambigüedades de la religión, enero, 7-19 ––, Ecología y Ecologismo, septiembre, 663-676 ––, Excelsas palabras, diciembre, 1003-1014 SÁNCHEZ ORANTOS, A., Posibles caminos de diálogo entre la buena fe y el buen ateísmo, enero, 53-70 VALLADARES, X., La palabra en la era digital, diciembre, 985-1001 Sal Terrae | 104 (2016) 1025-1035
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2.1.2. Espiritualidad BELMONTE, O., La honradez, julio, 599-612 BERMEJO, J.C., De cuidador a cuidado, marzo, 227-240 GARCÍA JIMÉNEZ, J. I., Reflexiones sobre nuestra conversión ecológica, septiembre, 707-720 GARCÍA-BARÓ, M., La honradez, julio, 589-598 GIL DE VERGARA, SJ, E., Tiempo de silencio. Tiempo de amar. Cuando llega la enfermedad, marzo, 199-211 MARTÍNEZ, J. L., Venturas y desventuras de la verdad, julio, 575-588 MEANA, SJ, R., Salud mental, compasión y la vida humana felizmente vivida, marzo, 213-226 RIEZU ARREGUI, X., El diálogo, julio, 613-624 RODRÍGUEZ OLAIZOLA, SJ, J. Mª, Las palabras furiosas, diciembre, 971-984 SÁNCHEZ-IZQUIERDO ALONSO, M., Ante la jubilación: tiempo de disfrute o tiempo de desencanto, marzo, 241-254 SOBRINO, SJ, J., Reflexión-Meditación sobre Mons. Romero: Monseñor pasó haciendo el bien, mayo, 423-436 TATAY, SJ, J., Una respuesta ignaciana a la Laudato Si’. Healing Earth – The International Jesuit, Ecology Project, febrero, 147-160 2.1.3. Iglesia ALVARADO, SJ, R., Monseñor Óscar Romero, testigo de la misericordia, mayo, 391-407 CARDENAL, SJ, R., La voz profética del pueblo crucificado. La homilía en Monseñor Romero, mayo, 409-421 GARCÍA BONASA, M. A., Las vocaciones, responsabilidad de la Iglesia, octubre, 787-801 GARCÍA RUBIO, A., ¿Qué es una homilía?, abril, 295-308 GRAÑA, Mª DEL M., Las madres espirituales de la Edad Media, junio, 501514 GUERRERO, SJ, P., Homilías para alejados. Un Dios que se sienta a la mesa con los no creyentes, abril, 337-351 GUEVARA LLAGUNO, M. J., Carta abierta de una fiel cristiana al predicador del domingo, abril, 353-357 LABOA, J. Mª, Fundamentalismo y comunión, enero, 35-52 MOLINA, SJ, D. M., Mujeres, servicio, poder, Iglesia, junio, 529-541 Sal Terrae | 104 (2016) 1025-1035
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SUÁREZ, CMF, L. M., ¿Buenos tiempos para la pastoral vocacional? Avanzando tras el desconcierto, octubre, 817-829 TOJEIRA, SJ, J. Mª, Resucitaré en el pueblo salvadoreño, mayo, 437-448 2.1.3. Teología ANGULO, I., «Algunas mujeres de las nuestras nos han sobresaltado» (Lc 24,22). Tras el rastro femenino en el N.T., junio, 487-499 BUSTO SAIZ, SJ, J. R., El uso de la Sagrada Escritura en la homilía, abril, 309321 CAAMAÑO, J. M., La «ecología integral» de la encíclica «Laudato Si’», septiembre, 679-692 GUEVARA LLAGUNO, M. J., Los bosques tienen algo. Alabar, recrear y renovar la creación, febrero, 103-117 LÓPEZ VILLANUEVA, RSCJ, M., Vocaciones en la Escritura. Escuchar entre las voces una, octubre, 773-785 POLO, T., La contemplación de la naturaleza en Juan de la Cruz, febrero, 118134 RODRÍGUEZ PANIZO, P., Las aves del cielo y los lirios del campo, febrero, 135145 ROJAS GÁLVEZ, I., Una palabra viva y eficaz. La palabra de Dios en la Biblia, diciembre, 957-969 2.2. LA FAMILIA ADROHER BIOSCA, S., ¿Familia o familias?, enero, 71-82 BERÁSTEGUI PEDRO-VIEJO, A., Homosexualidad y familia, octubre, 831-843 ESPINAR FELLMANN, I., Familias reconstituidas, retos y fortalezas, noviembre, 923-933 GUERRERO, SJ, P., «Llegó donde él y, al verlo, se conmovió (Lc. 10,33)». Cuidar de las familias heridas, julio, 627-638 MARTÍNEZ, C., Del menor como objeto de protección al niño como sujeto de derechos, abril, 359-372 MASSÉ, Mª DEL C., Ser comunidad de vida y amor. Vida sexual y natalidad, junio, 543-556 ORDÓÑEZ CARABAÑO, A., Educamos para la alegría, septiembre, 721-736 PEÑA, C., Nueva regulación de las nulidades matrimoniales. Claves de lectura de una relevante reforma procesal, marzo, 257-269 Sal Terrae | 104 (2016) 1025-1035
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índice general
SABORIDO CURSACH, SJ, J. L., La familia y la catequesis, febrero, 161-176 VIDAL, F., Preparación al matrimonio: El modelo de capacidades, mayo, 451464
2.3. RECENSIONES AGUIRRE MUÑOZ, J. J., Solo soy la voz de mi pueblo. Un obispo en Centroáfrica, febrero, 183-185 (Mª Dolores de Miguel Poyard) ALEIXANDRE, D., – FERNÁNDEZ-MARTOS, J. M., Caminar años arriba, mayo, 474-475 (Marta Sánchez) ANTONELLI, M., Los llamó junto a Él. De la intimidad con Jesús a la misión, febrero, 182-183 (Mª Dolores de Miguel Poyard) ARANGUREN, L. – GARCÍA ROCA, J. – VITORIA, F. J., Indignación. Caminos de transgresión y esperanza, febrero, 186-188 (Rosario Paniagua Fernández) AUGUSTIN, G. (ed.), El cambio de valores. Análisis y respuestas, mayo, 471473, (Lázaro Sanz Velázquez) BARREIRO LUAÑA, A., Los Misterios de la Vida de Cristo, enero, 83-84 (Mª Dolores de Miguel Poyard) BASTANTE, J. Dímelo en cristiano: la comunicación en la Iglesia, junio, 564565 (Marta Medina Balguerías) BELMONTE, O. (coord.), De la indignación a la regeneración democrática, marzo, 276-278 (Rosario Paniagua Fernández) BERMEJO, D. (ed.), Pensar después de Darwin. Ciencia, filosofía y teología en diálogo, julio, 642-644 (Lázaro Sanz Velázquez) BERMEJO, J. C. (ed.), Jesús y la salud, mayo, 473-474 (Marta Sánchez) CANTALAMESSA, R., ¿Tú crees? Pensamientos actuales sobre la fe, junio, 563564 (Marta Sánchez) CODINA, SJ, V., El Espíritu del Señor actúa desde abajo, mayo, 467-469 (Marta Medina Balguerías) CORDERO MORALES, F., Compañeros de Jesús. Un santo para cada día, PPC, marzo, 280-281 (Mª Dolores de Miguel Poyard) CORTÉS SORIANO, J., La educación católica. De la autocomprensión a la significatividad, julio, 647-648 (Marta Sánchez) DECLOUX, S., «He venido para que tengan vida». Ejercicios de ocho días con san Juan, septiembre, 746-747 (Mª Dolores de Miguel Poyard) DELIO, I., Cristo en evolución, noviembre, 941-943 (Lázaro Sanz Velázquez) Sal Terrae | 104 (2016) 1025-1035
tomo 104 (2016)
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DYCKHOFF, P., Seguir a Jesús con Tomás de Kempis. La «Imitación de Cristo», hoy, octubre, 849-850 (Mª Dolores de Miguel Poyard) EIFERT, G. H. – FORSYTH, J. P., La terapia de aceptación y compromiso para trastornos de ansiedad, octubre, 851-853 (Lázaro Sanz Velázquez) ESPEJA, J., Meditación sobre la Iglesia. Lo que no se puede decir, marzo, 274275 (Marta Sánchez) FERNÁNDEZ-MARTOS, J. Mª, Misericordia acogida, Misericordia entregada en la casa común, octubre, 848 (Marta Sánchez) FINLEY, J., El Palacio del Vacío de Thomas Merton. Encontrar a Dios: despertar al verdadero yo, octubre, 850-851 (Mª Dolores de Miguel Poyard) FORTE, B., La transmisión de la fe, diciembre, 1015-1016 (Mª Dolores de Miguel Poyard) FUMAGALLI, A., La cuestión del gender. Claves para una antropología sexual, octubre, 845-846 (Marta Medina Balguerías) GEORGE, A. (ed.), El matrimonio y la familia, julio, 648-649 (Marta Sánchez) GHEDDO, P., El desafío del islam a Occidente, noviembre, 943-945 (Lázaro Sanz Velázquez) GONZÁLEZ-ANLEO, J. M., Consumidores consumidos: juventud y cultura consumista, febrero, 179-180 (Marta Medina Balguerías) GONZÁLEZ-ANLEO SÁNCHEZ, J. Mª, Generación Selfie, diciembre, 1019-1021 (Lázaro Sanz Velázquez) GONZÁLEZ-BALADO, J. L. – PLAYFOOT PAIGE, J. N., Pablo VI. ¡Un gran Papa: culto, humilde y santo!, marzo, 271-273 (Lázaro Sanz Velázquez) GRÜN, A., La escuela de las emociones, enero, 92-93 (Jorge Burgueño) GRÜN, A., Las obras de misericordia. Caminos para transformar el mundo, julio, 650-651 (Mª Dolores de Miguel Poyard) GUTIÉRREZ G. – MÜLLER, G. L., Del lado de los pobres. Teología de la liberación, enero, 89-92 (Rosario Paniagua Fernández) HABITO, R. L. F., El zen y los Ejercicios Espirituales. Dos caminos hacia el despertar y la transformación, abril, 379 (Marta Sánchez) IZUZQUIZA, SJ, D., Un tiempo crucial. Crisis, solidaridad y experiencia espiritual, enero, 86-88 (Lázaro Sanz Velázquez) JALICS, F., Jesús, Maestro de meditación. El acompañamiento espiritual en el Evangelio, julio, 641-642 (Mª Dolores de Miguel Poyard) KOCH, K., La Iglesia de Dios. Comunión en el misterio de la fe, febrero, 185186, (Marta Sánchez) LÓPEZ MONTERO, R., Un cuerpo de carne y sangre. La cristología del PseudoTertuliano, octubre, 847 (Marta Sánchez) Sal Terrae | 104 (2016) 1025-1035
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índice general
LOWNEY, CH., Una vida heroica para cambiar el mundo, julio, 645-647 (Lázaro Sanz Velázquez) MADRIGAL, SJ, S., «No apaguéis el Espíritu». Dos evocaciones del Concilio, diciembre, 1021-1022 (Marta Sánchez) MARTIN, SJ, J., Jesús, Mensajero, noviembre, 935-936 (Mª Dolores de Miguel Poyard) MARTIN, SJ, J., Juntos de retiro. Encontrar a Jesús en la oración, noviembre, 937-938 (Mª Dolores de Miguel Poyard) MARTÍNEZ, S., Impulsados por el Espíritu. Volvamos a partir del Cenáculo, enero, 85-86 (Mª Dolores de Miguel Poyard) MARTINI, C. M., Por amor, por vosotros, para siempre, mayo, 469-470 (Mª Dolores de Miguel Poyard) MAZZEO, M., Via Lucis con los iconos. Vivir con Jesús, abril, 373-374 (Mª Dolores de Miguel Poyard) MIFSUD, SJ, T., Una espiritualidad desde la fragilidad, diciembre, 1024 (Marta Sánchez) MOLTMANN, J., – BOFF, L., ¿Hay esperanza para la creación amenazada, noviembre, 945-946 (Marta Sánchez) MONTES PERAL, L. A., Celebrar hoy con los Salmos, junio, 562 (Mª Dolores de Miguel Poyard) MOYA, A., Biología y espíritu, abril, 374-376 (Lázaro Sanz Velázquez) MÜLLER, G. L. Iglesia pobre y para los pobres, junio, 559-561 (Lázaro Sanz Velázquez) PANGRAZZI, A., Dejarse curar por Jesús. Curar en el nombre de Jesús, marzo, 273-274 (Mª Dolores de Miguel Poyard) RAVASI, G., La Biblia en un fragmento. 200 puertas al Antiguo y al Nuevo Testamento, enero, 88-89 (Marta Sánchez) RENES, P. – MARTÍNEZ, P., Estilos de enseñanza y aprendizaje, marzo, 278280 (Cristina Santa-Olalla) ROBLES, M., Pablo VI, ese gran desconocido. Anécdotas de un Papa, febrero, 180-182 (Lázaro Sanz Velázquez) RODRÍGUEZ, J. V., Miguel de Unamuno, profeta y apóstol. Antología de sus textos, septiembre, 741-743 (Lázaro Sanz Velázquez) ROJANO MARTÍNEZ, J., Relación entre cultura posmoderna y cristianismo, septiembre, 743-745 (Marta Sánchez) ROS, C., Teresa de Jesús. Vida, mensaje y actualidad de la Santa de Ávila, abril, 378 (Marta Sánchez) SANDRIN, L., Teología pastoral. Lo vio y no pasó de largo, diciembre, 1023 (Marta Sánchez) Sal Terrae | 104 (2016) 1025-1035
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SANZ GIMÉNEZ-RICO, E. (ed.), Cuidar de la Tierra, cuidar de los pobres: Laudato si’ desde la teología y con la ciencia, septiembre, 739-741 (Marta Medina Balguerías) SCARAFFIA, L., (ed.), La gran prostituta. Tópicos sobre la Iglesia a lo largo de la historia, noviembre, 938-940 (Lázaro Sanz Velázquez) URAGA, B., Oraciones de invierno, septiembre, 745 (Marta Sánchez) URÍBARRI, G., (ed.), La familia a la luz de la misericordia, abril, 376-377 (Marta Medina Balguerías) URÍBARRI BILBAO, G. – MARTÍNEZ-GAYOL, N., Raíz y viento. La vida consagrada en su peculiaridad, junio, 561-562 (Ianire Angulo Ordorika) VALLI, A. M., Retrato de Carlo Maria Martini. Historia de un hombre, diciembre, 1017-1018 (Lázaro Sanz Velázquez)
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REVISTA SAL TERRAE INSTRUCCIONES PARA LOS AUTORES 1) La revista Sal Terrae acepta trabajos originales, no publicados previamente ni aceptados para su publicación en el mismo o en otro idioma. Los trabajos originales serán escritos en lengua castellana, pudiendo incluir citas textuales en otros idiomas. Deben presentarse totalmente terminados y deberán adaptarse a las instrucciones dadas por Sal Terrae. 2) La revista Sal Terrae acepta trabajos originales sobre estas temáticas: teología (pastoral, bíblica, espiritual, moral, práctica), Iglesia, familia, sociedad, psicología. 3) Los manuscritos recibidos serán evaluados por el director de la revista y, en ocasiones, por un miembro del consejo de redacción de la revista. Su (s) dictamen (es) será (n) comunicado (s) al autor. Los trabajos aceptados quedan como propiedad de la revista Sal Terrae y no podrán ser reproducidos sin su expresa autorización (parcial o totalmente). Antes de su publicación, los autores de los originales aceptados ceden en exclusiva a la revista Sal Terrae los derechos de explotación de los que son titulares, pudiendo Sal Terrae publicarlos en cualquier soporte, así como ceder dichos derechos de explotación a un tercero. 4) Los autores de los trabajos recibirán una remuneración, su trabajo en formato pdf y dos ejemplares del número correspondiente de la revista. 5) La extensión de los artículos solicitados será de un mínimo de 24500 y un máximo de 25500 caracteres (con espacios), notas a pie de página incluidas. Serán enviados en formato digital, en cualquier versión de Word, a
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[email protected]. 6) En la primera página de los artículos se incluirá: Título del artículo. Nombre, apellidos, ocupación (es) principal (es) del/de la autor/a y correo electrónico. Fecha de finalización del trabajo. Un resumen o sumario del artículo en castellano de entre 80 y 110 palabras y una lista de palabras clave en número no superior a cinco, que no podrán coincidir con las del título del artículo. 7) La revista Sal Terrae se encargará de traducir al inglés el título del artículo, el resumen o sumario y las palabras clave. Sal Terrae | 104 (2016) 1036-1038
instrucciones para los autores
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8) Se recomienda utilizar estas fuentes tipográficas: «TimesNewRoman» para Windows (o «Times» para Macintosh), tamaño 12 (texto) y tamaño 10 (notas a pie de página). 9) Los criterios que deben seguirse a la hora de elaborar las notas a pie de página son: a) AL CITAR LIBROS: 1) inicial (es) del nombre (con punto) y apellido (s) del autor en letra VERSALITA, dejando un espacio entre la inicial y el/los apellido (s); 2) título y subtítulo (si lo tiene) en letra cursiva; 3) nombre de la editorial en letra redonda; 4) lugar y fecha de publicación en letra redonda y sin coma entre ambas (si existe número de edición de un libro, se cita, por supuesto a partir de la segunda, en superíndice, justo a continuación del año de edición); 5) número (s) de página (s) citada (s), sin que le (s) preceda (n) p. / pp. Nota 1: Escríbase el nombre de la ciudad en que se publica el libro en el idioma en que éste está escrito. Nota 2: Cuando se citen dos o más libros del mismo autor, sustitúyase, a partir de la segunda cita, la inicial del nombre y el/los apellido (s) por ID. Esta nota vale también para los apartados b, c y d de estas instrucciones para autores. Ejemplo: D. ALEIXANDRE, Las puertas de la tarde. Envejecer con esplendor, Sal Terrae, Santander 20093, 170-175. b) AL CITAR ARTÍCULOS DE REVISTA: 1) inicial (es) del nombre (con punto) y apellido (s) del autor en letra VERSALITA, dejando un espacio entre la inicial y el/los apellido (s); 2) título en letra redonda y entre comillas («»); 3) nombre de la revista en cursiva, precedido por dos puntos (:); 4) número del volumen de la revista; 5) año de publicación entre paréntesis y coma (,) detrás; 6) número (s) de página (s) citada (s), sin que le (s) preceda (n) p. / pp. Ejemplo: G. BARBIERO, «“Un cuore spezzato e affranto tu, o Dio, non lo disprezzi”. Peccato dell’uomo e giustizia di Dio nel Sal 51»: Ricerche storico-bibliche 19 (2007), 157-176. c) AL CITAR ARTÍCULO EN OBRA COLECTIVA O VOZ DE DICCIONARIO: 1) inicial (es) del nombre (con punto) y apellido (s) del autor en letra VERSALITA, dejando un espacio entre la inicial y el/los apellido (s); 2) título del artículo o voz en letra redonda y entre comillas («»); 3) precedidos por coma (,) y en, inicial (es) del nombre (con punto) y apellido (s) del autor/editor del libro Sal Terrae | 104 (2016) 1036-1038
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o diccionario en letra VERSALITA, dejando un espacio entre la inicial y el/los apellido (s); 4) ed./eds. entre paréntesis (ed./eds.); 5) título y subtítulo (si lo tiene) del libro o diccionario en letra cursiva; 6) nombre de la editorial en letra redonda; 7) lugar y fecha de publicación en letra redonda y sin coma entre ambas (si existe número de edición de un libro, se cita, por supuesto a partir de la segunda, en superíndice, justo a continuación del año de edición); 8) precedido por coma (,) y espacio, número (s) de página (s) citada (s), sin que le (s) preceda (n) p. / pp. Ejemplo: A. WÉNIN, «David roi, de Goliath à Bethsabée. La figure de David dans les livres de Samuel», en L. DESROUSSEAUX – J. VERMEYLEN (eds.), Figures de David à travers la Bible, Cerf, Paris 1999, 75-112. d) AL CITAR REFERENCIAS ELECTRÓNICAS, se siguen los criterios de a, b y c, y se añade: 1) después de autor, título, etc., y precedida y seguida por coma: en línea; 2) dirección web; 3) día de la consulta (entre paréntesis). Ejemplo: J. P. FOKKELMAN, Narrative Art and Poetry in the Books of Samuel I. King David, Van Gorcum, Assen 1981, en línea, http://www.salterrae.es/catalogo/index.php (consulta el 14 de febrero de 2010). 10. Formato de abreviaturas de referencia habituales: Ibid. / op. cit. / art. cit. / cf. / cap. / ss. / n. (número) / nota / vol. /vols. 11. Otras indicaciones: Los textos sangrados van entre comillas. Se acentúan las mayúsculas. Se usan comillas bajas y, solo dentro de éstas, las comillas altas (Ejemplo: «Juan dijo: “Lo sé”»). Las citas bíblicas, según estos ejemplos: Mt 6,1-3 / Mt 6,1-3.12-14. 12. En acentos, puntos, signos de puntuación, etc., síganse las normas de la Real Academia Española (http://www.rae.es/rae.html).
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