El Ultimo Disidente Norberto Fuentes

July 20, 2017 | Author: José Roberto Álvarez Vargas | Category: Fidel Castro, Cuban Revolution, Cuba, Raúl Castro, Banks
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Descripción: El Ultimo Disidente Norberto Fuentes...

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Norberto Fuentes

El último disidente Fidel y la transición en Cuba

Editado por

NORBERTO FUENTES y

PEDRO SCHWARZE

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Sobre los textos de Norberto Fuentes: © 2004, 2005, 2006, 2007, 2008 by Norberto Fuentes Sobre la presente edición: © 2008 by Norberto Fuentes and Pedro Schwarze

 Gracias especiales a Filiberto Castiñeiras por sus siempre útiles observaciones y sugerencias.

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Contenido

Prefacio

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A la espera del Valhalla Un prólogo de Pedro Schwarze

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Yéndose en fade

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Fidel no cree ni en el dolor

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El hermano menor

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Fidel: Un punto de vista

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La sonrisa de La Gioconda

31

No solo el poder y la gloria

34

Los 80 años de Fidel

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En ausencia

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Los cuarteles de verano

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Una maniobra perfecta

51

Mientras duerme la pantera

54

Llorar y matar

58

Fidel sufriendo una recaída

62

Nuestro cuarto presidente

64

Itaca cerrada por reformas

69

Leña al fuego

71

El puesto de mando

73

Nadie está escuchando

75

A cuatro días del cumpleaños de Fidel

78

A tres días del cumpleaños

80

4

A dos días, solo dos

82

El palo durísimo

86

El reposo del guerrero

88

Primer búnker

90

El buen vecino

92

El próximo paso

94

Los profetas desarmados

96

Se les acabó el enemigo

100

Polonesa + guaguancó

103

Remember Playa Girón

105

La prueba del agua

108

La mala memoria

111

Guantanamera

116

El mensajero

118

El nuevo Cominterm

119

El cuarto ministerio

121

La insoportable levedad del ser

126

Sábado rojo

128

Modelos para armar

130

Los próximos 50 años

131

La Unión de Repúblicas Socialistas

133

Estandartes en el polvo

135

Prohibido improvisar

137

Los niños del Punto Cero

140

Un cumpleaños a la mitad

146

Grabriel

150

Las buenas y las malas noticias: ¿Cuáles primero?

152

El surgir de una dinastía

155

Como si Fidel hubiera muerto

159

Absorbido por la sombra

162

Fidel podría aislarse

166

El Aguafiestas

167

El embajador de Fidel

169 5

Ilusiones de los otros

172

Que crezcan otras cien flores

174

El turno de los mortales

180

¿Qué se puede esperar de Fidel?

184

Dulce como la adversidad

186

Apéndice: Sartre sobre ideología y revolución

191

Fahrenheit 451

193

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Esta noche soñé que estaba de nuevo en La Habana, en el salón de una funeraria de la calle Veintitrés. Me rodeaban numerosos amigos. Tomábamos café. De pronto se abrió una puerta blanca y entró un ataúd enorme cargado por una docena de viejas plañideras. Un amigo me dio un codazo en las costillas y me dijo: —Ahí traen a Fidel Castro. Nos volvimos. Las viejas dejaron el féretro en el centro del salón y salieron llorando a todo pulmón. Entonces el ataúd se abrió. Fidel sacó primero una mano. Luego la mitad del cuerpo. Finalmente salió por completo de la caja. Se arregló el traje de gala, y se acercó sonriente hasta nosotros. —¿No hay café para mí? —preguntó. Alguien le dio una taza. —Bien. Ya estamos muertos —dijo Fidel—. Ahora verán que eso tampoco resuelve nada.

—GUILLERMO ROSALES: Boarding Home

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Sea cual fuere su rigor o la amplitud de sus experimentos, una ideología sobrepasa por muy breve margen al presente.

—JEAN PAUL SARTRE

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Prefacio

U

n fantasma recorre Cuba. El fantasma de la transición. Se trata de una expectativa surgida la noche en que Fidel Castro se vio obligado a alejarse del poder por una grave crisis de salud, y en el que los viejos contrincantes

salieron de sopetón de una larga molicie y las cosas parecieron desenvolverse a gran velocidad en unos pocos días, hasta que la displicencia habitual del gobierno cubano y su indiscutible profesionalismo para controlar el país de modo absoluto calmaron los ánimos. Pero ése quizá sea el barullo que nos llega, la inútil herencia que nos deja el verano de 2006. Nadie le está prestando caso a las vetas de oro que corren por las paredes. La discusión, sin embargo, es digna de los mejores manuales de la historia del comunismo. La discusión, la verdadera. Resurgió en La Habana, de improviso. Sus resonancias eventualmente alcanzarían la estatura de los encontronazos entre Lenin y Trotsky y con un debate al nivel de la factibilidad de la construcción del socialismo en un solo país —el más notable en el movimiento revolucionario a principios del siglo pasado. La dialéctica del discurso del movimiento se desdobla ahora, por lo pronto —y por imperativo de las circunstancias—, en una recreación teórica de la resistencia. Es una verdadera proeza intelectual y política de Fidel Castro, reconózcanlo. Un líder octogenario, probablemente enfermo de muerte, con los días contados, tiene las agallas de volverse a plantear las misiones del socialismo y las alternativas de mantenerlo en el poder. Así, mientras China y hasta el combativo Vietnam se desplazan por el terreno del desarrollo económico, los cubanos siguen aferrados a las viejas luchas doctrinarias. Siguen reclamando tribunas. La lucha interna —por la propia lógica y peso de los acontecimientos— prevalece dentro del poder en Cuba y tales confrontaciones son

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como una bendición para el estudioso. Fidel se bate aún como un león. Raúl es la reforma. Y nadie ha dicho la última palabra. La ideología vive. Aún retiene esa capacidad en una isla abandonada a su suerte.

*

*

*

La colección de textos que componen este libro pretende ilustrar, a su manera, los acontecimientos antes mencionados y que tuvieron lugar en Cuba desde que Fidel Castro se ausentó del poder. No empiezo en la fecha de aquel lunes de tensiones, el 31 de julio, y la lúgubre resonancia de su “Proclama”, sino un tiempo antes, cuando ni siquiera Fidel sabía lo que se estaba cocinando en sus vísceras. Examinar algunas de las actividades a las que él se dedicaba en los días previos a su crisis de salud así como las áreas de nuestro interés y en lo que invertíamos el tiempo puede resultar aleccionador. Mientras uno trataba de interpretar su juego, ellos —Fidel, Raúl y la cerrada cofrade del primer círculo— se mantenían en su ocupación habitual: conspirar. Conspiraban pero Fidel también se estaba muriendo. De cualquier manera, en esas crónicas y en las que le siguieron después del anuncio de su enfermedad, no se trataba de vaticinar sino de hallar algunas razones. Por último: quizá sea necesario advertir que los errores de apreciación son inevitables en textos producidos casi al unísono con los acontecimientos. En todo caso me guié por el axioma favorito de los servicios de inteligencia cubanos: para ser objetivo no se puede tomar partido.

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A LA ESPERA VALHALLA DEL

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S

ólo la contestadora telefónica de Norberto Fuentes respondía a mis insistentes llamados. Tenía la misión urgente de contactar al escritor cubano para pedirle un artículo o que me diera una entrevista para la cobertura que en mi diario (La Tercera, de Santiago de Chile) estábamos preparando como consecuencia del

hecho que se acaba de producir en La Habana. Era la noche del lunes 31 de julio de 2006 y en la televisión cubana se había leído un mensaje de Fidel Castro en el que anunciaba un inédito traspaso de sus funciones a otros funcionarios, pero por sobre todo a su hermano Raúl, el ministro de Defensa y “número dos” del régimen desde sus orígenes. Todo ello a causa de una grave crisis intestinal que Fidel había sufrido tras los actos políticos del 26 de Julio, que lo llevó al quirófano y lo tuvo a un paso de la muerte. Norberto Fuentes (La Habana, 1943) era una de las personas más indicadas para hablar de ese momento. No solo por sus años como miembro del hardcore cubano, su amistad con los hermanos Castro en la década de 1980 y su exilio desde 1994 en Estados Unidos. Sino porque en abril de ese año 2006, solo tres meses antes, había salido de la imprenta el segundo y último grueso tomo de su obra La autobiografía de Fidel Castro. Un libro donde Fuentes realizó un proceso casi psicológico para adentrarse en la mente del comandante y hacer un repaso de toda su vida, como si el mismísimo Fidel se dedicara a escribir sus memorias, claro que para ser leídas post mortem, liberándose de todas las trabas, trancas y ataduras de un personaje público e histórico que no quiere develar en vida sus mecanismos mentales ni quedar desnudo exhibiendo sus razonamientos y sentimientos más profundos. Desde que se puso a trabajar en La autobiografía, a mediados de 2001, Fuentes vivió un proceso de introspección para entender cada uno de los más trascendentales movimientos, acciones y jugadas de Fidel Castro en sus ocho décadas, al punto que en

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esos siete años el autor de Dulces guerreros cubanos (1999) había dado un giro. En este trabajo, Fuentes había utilizado todo el bagaje acumulado desde sus años de juventud en Cuba, cuando los estudiantes analizaban como ejercicio intelectual los discursos y decisiones del Comandante en Jefe, hasta el tiempo en que se convirtió en el cronista de la Revolución Cubana y se adentró en la intimidad de las más altas esferas del poder de la isla. Por eso era imperioso hablar esa noche con él. Pero la frase “Please, leave your message”, en la voz de Fuentes, era lo único que obtenía de mis llamadas. Ignoraba si estaba fuera de su casa o se negaba a responder a la avalancha de llamados que seguro estaba recibiendo como consecuencia de la “proclama” de Fidel Castro. Hasta que por fin Norberto interrumpió la grabación de su contestadora. Sin embargo, se negó a mis solicitudes: ni columna ni entrevista. Solo me dio algunas de las líneas del guión que se estaba desarrollando. Necesitaba tiempo para evaluar el nuevo escenario, mientras abajo, en las calles de Miami, cientos de personas habían salido a celebrar. Un festejo estridente que muy pronto se volvería en una frustración silenciosa y avergonzada. En todo caso no pasó más de media hora cuando Norberto me llamó y me dijo que apretara el REC de mi grabadora. Ya tenía todas sus ideas en orden y la interpretación de todo el cuadro para realizar una reveladora entrevista de lo que estaba sucediendo en Cuba y de lo que podría pasar en los meses siguientes. La frase de Norberto Fuentes: ”Fidel ha cedido el poder y no va a regresar”, pronunciada esa larga noche siguió resonando por días en mi cabeza y toma un valor enorme a dos años de que fuera dicha con apenas minutos de reflexión. Los que siguieron fueron días vertiginosos, que se convirtieron en semanas y meses, donde el secretismo de lo que ocurría en La Habana echó a correr las más variadas y descabelladas especulaciones —con el aparato de inteligencia norteamericano a la cabeza— de la etapa en la que había entrado la Revolución Cubana. En las semanas precedentes, con los 80 años de Fidel Castro en vista, y los 24 meses que vendrían, Norberto Fuentes escribió y respondió preguntas incesantemente sobre lo que sucedía en Cuba y hacia donde se encaminaba Cuba. Una fase nunca antes vivida por la isla en su historia, por lo que era muy fácil caer en un terreno pantanoso o ser presa de los espejismos al interpretar esos hechos. Si ni siquiera Raúl o Fidel Castro sabían dónde estaban pisando, ni cuantas de las decisiones tomadas serían temporales ni cuales serían un viaje sin regreso.

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Ya sea desde distintos medios internacionales, como desde el blog “Mi leña al fuego” que Fuentes lanzaría cuatro días después, los escritos y opiniones de Norberto se convirtieron en imprescindibles y necesarios. No por nada fue él quien hizo público el diagnóstico de las dolencias de Fidel Castro: diverticulitis. Este libro reúne todos esos artículos y entrevistas de este expectante período, en versiones íntegras y corregidas, que más allá de su importancia histórica se transforman en una guía para descubrir lo que se viene en la Cuba erigida durante seis décadas por los hermanos Castro.

—PEDRO SCHWARZE

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YÉNDOSE FADE EN

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FIDEL NO CREE NI EN EL DOLOR SÁBADO

23 DE OCTUBRE, 2004

Ya se iba retirando del podio, con marcha bastante campechana, y muy erguido por cierto, cuando un bordillo en el piso de la tribuna y unos potentes reflectores de frente le jugaron la mala pasada. Hay la acostumbrada rapidez de movimientos de sus escoltas para auxiliarlo aunque, extrañamente, dejen al descubierto por segundos la escena yaciente de su proverbial corpulencia. Pero van a rodar cabezas en esa escolta. Haciendo caso omiso a que acaba de partirse una rodilla, la muñeca y el antebrazo y al impacto en la cabeza de una caída que lo proyectó a más de dos metros del punto de desequilibrio y que el castigo ha sido recibido por un organismo de más de 78 años, lo primero que hace Fidel Castro es pedir que le alcancen un micrófono para consolar al público presente en la Plaza Ernesto Che Guevara de Santa Clara donde oficiaba una graduación de instructores de arte. Pero de inmediato agrega que estará “muy interesado por ver la foto de cómo me caí...”. Eso significaba que va a pedir responsabilidades. Él lleva años haciendo su esfuerzo por aparecer ante el público como el infatigable caminante de otros tiempos y ocultando sus dificultades de locomoción para que lo abandonen ante un bordillo. Quizá ustedes no lo crean, pero uno de los propósitos principales de la Seguridad Personal es no dejar nada a la casualidad. Quizá esto explique la cantidad de infelices ametrallados o con las clavículas zafadas con un golpe de kárate porque delante de ellos hicieron algún gesto sospechoso. Solo sospechoso. Suficiente con tal de preservar la vida de Fidel. Está sudando copiosamente y ya él mismo ha localizado dos de las fracturas y, sin que lo abandone la presencia de ánimo ni permitirse rechistar por el tormento, recuerda que está ante las cámaras y que el espectáculo no puede detenerse, por lo que reclama (y quizá ya disfrute de antemano) su lugar en las noticias: “La prensa internacional — dice— lo ha recogido y seguramente mañana estará en las primeras páginas de los periódicos”. Difícil competencia el día en que los Medias Rojas de Boston le arrebatan

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el campeonato a los New York Yankees, que los ingleses deciden subordinar un batallón moto mecanizado de sus fuerzas en Irak al mando americano o el forcejeo presidencial Bush-Kerry en su apogeo de incriminaciones políticas y personales. Por último, la esperada advertencia que para muchos sonará como amenaza: “Como ustedes ven, puedo hablar aunque me enyesen, y puedo continuar...”. Eso es. Que lo enyesen y que todo siga igual.

TAMBIÉN PEQUEÑAS VICTORIAS El dispositivo comienza a reaccionar. Hacen desfilar la caravana de los tres Mercedes negros con cristales opacos frente a los corresponsales extranjeros en la supercarretera rumbo a La Habana mientras que a él le suministran sedantes y lo montan en una ambulancia que tomará por una vía alternativa para el traslado de tres horas hacia La Habana. El sedante no es solo para aliviar el dolor sino para tratar de tranquilizarle. Ya tiene el hiperquinético puesto de mando montado sobre su camilla y a la mano una batería de teléfonos celulares y a su alrededor una docena de colaboradores —entre escoltas, secretarios y médicos— todos a coro apretujados alrededor de su camilla y con las respuestas más veloces a sus requerimientos, sobre todo respecto de las primeras reacciones de la prensa internacional. Aún La Habana no aparece en el horizonte cuando ya ha establecido las reglas del juego: nada de anestesia general porque no puede perder el control de la situación. Nunca fuera del juego. Una buena raquídea y andando. No ha sido por gusto la fractura en ocho partes de la rótula y ahora tener que enfrentarse a una complicada intervención quirúrgica aparte de la inmovilización del brazo derecho desde el hombro. Fue todo un prodigio de actuación y de capacidad intuitiva su zambullida de cabeza contra una superficie de granito. Por lo pronto el episodio echa por tierra todas las especulaciones sobre su salud mental. Tiene un gesto intuitivo perfecto en las fracciones de segundo que la caída le da para razonar. Ni desconcierto ni pánico. No darse en la cabeza es su objetivo. Cualquier cosa menos golpearse el cerebro. En eso residen sus posibilidades de no pasarse el resto de su vida vegetando en un hospital. Y gana su pequeña batalla en ese violento transcurrir entre el vacío y el impacto. Incluso en tal instante está maniobrando desde su poder y sopesándolo y se dirige a sí mismo. Hizo caso omiso al relampaguear de ese momento y a sus mínimas posibilidades y continuó dirigiendo el país.

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En los partes sobre su estado de salud dictados desde el borde de su cama y que se está auto prodigando en la prensa cubana —y reclamando la atención hasta de la Associated Press— se ve, por lo pronto, que la está tomando como una experiencia que va a comenzar a disfrutar, no sin cierto lirismo pero también con humor. Pensó rápido y pensó bien. Todo menos la cabeza.

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EL HERMANO MENOR SÁBADO

18 DE DICIEMBRE, 2004

Le llaman “El Cuate” en el círculo más reducido de sus amigos y nada le complace más que lo reconozcan como el primer bolchevique de América. Es un título que él mismo se ha creado, entre chanzas de viejos camaradas y sus impulsos revolucionarios, probablemente para ser, al menos en esa extraña añoranza leninista, el primero por encima de su hermano, sabiendo de antemano, además, que el hermano no se va a interesar en disputárselo. Raúl Castro no es un hombre de gran estatura, ni corpulento, y ha envejecido rápidamente, y a veces las fotografías revelan un pecho abombado que le resta marcialidad. En su conjunto, no presenta la recia impronta que debe distinguir a un ministro de Defensa, aunque ocupe ese cargo desde hace 45 años y que, incluso —y este es otro de sus motivos de orgullo—, haya sido el más joven ministro de Defensa de la historia —un veinteañero cuando lo nombraron en 1959. Por aquel entonces tuvo que superarse con el largo rabo de mula que le colgaba sobre la nuca y su voz inmadura, quizá de adolescente. Hasta que decidió ponerse en manos de un implacable fígaro de la barbería militar del antiguo campamento de Columbia, que, de un tijeretazo, dio por terminado el atributo guerrillero. Ah, ¡y la voz! Ahora es una voz cavernosa y ronca, que impostó a base de arduos ejercicios y de no volver a permitirse un falsete. Ahora sabe rugir y eso es muy adecuado para un sistema de ordeno y mando. Por otro lado —cuando no lleva atuendo militar con sus charreteras de cuatro estrellas de general de Ejército—, sabe vestir sin ostentación pero con suma elegancia y prefiere las ropas de color beige, y el lujo de la única joya que se permite es el Rolex Oyster de oro. Este es, pues, el hombre de presencia ligera y dado a las bromas y a disfrutar de las largas veladas que propicia la gracia de ser un buen bebedor, muy de acuerdo a su estilo bolchevique, y al que he visto tomar decisiones de jefe de Estado, implícitas de frialdad y rapidez ejecutiva, sin que le hayan hecho temblar las manos.

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Este es a su vez el hombre que todos observan por sus posibilidades de sucesor de Fidel Castro. En las últimas semanas, luego de que Fidel tuviera el traspié y se hiciera pedazos la rótula —ocho pedazos, exactamente— a Raúl se le ha ofrecido la oportunidad de ejercer el papel de Presidente de la República. Se presenta en la losa del aeropuerto para recibir dignidades, impone condecoraciones y suple en el podio los discursos habitualmente reservados para Fidel. Desde luego, esto obliga a todos los observadores de la política cubana a volver a reparar en el más pequeño Castro. Lo que preocupa es saber si tienen al hombre con la capacidad y los recursos necesarios para dirigir el país —y sobre todo para controlarlo a la muerte de Fidel. Pues me parece que tengo la más preocupante de las noticias para ellos. Más que noticia, un cuento. Una tarde del otoño de 1987, yo acompañaba a Raúl en un recorrido por la provincia de Camagüey que debía terminar en la primera fábrica cubana de producción de las prodigiosas carabinas Kalashnikov, cuando, tragos en mano, nos metimos con el agua hasta la cintura en la piscina de la residencia que la Seguridad del Estado reservaba para estas visitas. Dos o tres miembros más del séquito —recuerdo al vicepresidente Carlos Lage y a Alcibíades Hidalgo, el ayudante— también disfrutaban de aquel ocaso en provincia, cuando Raúl dijo, de sopetón: “¿Ustedes se imaginan, caballeros, que pasaría en este país si a Fidel le da un infarto y a mí me da otro al recibir la noticia?” Fue nítido el nervioso tintineo de los cubos de hielo en el vaso del vicepresidente Lage. “¿Se lo imaginan? —insistió Raúl—. ¿Se lo imaginan ustedes, caballeros?” Bueno, yo no sé qué debimos imaginarnos aquella tarde, pero sí otra ocasión en que Alcibíades me dijo, no sin un aceptable dejo de orgullo por la resolución de su jefe, que Raúl “tenía muy claro lo que debía hacerse” en caso del fallecimiento de Fidel. Realmente, había mucho más entusiasmo y deliberación que en el lúgubre pronunciamiento de la piscina camagüeyana. “Tiene una conciencia muy clara de su actuación en ese momento”. Y perfiló —por supuesto— una inequívoca noche de cuchillos largos. Y masiva. Quiénes iban a ser incluidos en la lista de la degollina es algo que me quedó sin precisar, pero me resultaba evidente que era todo aquel que pudiese representar el más mínimo peligro para su asunción al poder, al menos en esos instantes críticos de sustituir a Fidel y su gloria. No les quepa la menor duda, sin embargo, de que pese a estas angustias existenciales, es el hombre perfecto para el cargo. Tomen sino sus dos o tres obras maestras organizativas. Cuando el núcleo matriz de la guerrilla fidelista se fracciona en marzo de 1958, se produce un despliegue hacia al norte del valle intramontano de la 21

región oriental bajo el mando de Raúl, donde pasa a operar permanentemente. Allí es donde él funda el Segundo Frente Oriental “Frank País”, que realmente —en medio de la guerra y para la edad que tenía— fue una proeza, aquel pequeño Estado revolucionario, ejemplar y sin duda disciplinado por el terror. Y después, al triunfo de la Revolución, se convirtió en el jefe del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que siempre ha funcionado como un reloj. Si se toma en cuenta que había heredado un aparato militar de niveles de subdesarrollo y con armamento de la Segunda Guerra Mundial y que además había sido el ejército que los mismos guerrilleros derrotaron en un par de años y que a la vuelta de una década llegó a ser catalogado como uno de los diez primeros ejércitos del mundo y que llegó a dislocar una fuerza de combate permanente de unos 100.000 hombres apoyada con más de 500 tanques y artillería y aviación de intercepción supersónica a más de 15.000 kilómetros de distancia, en la República Popular de Angola, lo menos que se le puede conceder es que se trata de un eficiente organizador y con un buen equipo de asesores. Pero, cuidado, todavía es el emisario. Un hombre como su hermano Fidel, que no permite siquiera que se le suministre anestesia general para mantener el control de la intervención quirúrgica en su rótula, no es fácil de poner bajo control y mucho menos de aproximarle la idea de ser sustituido. La ilusión de que está disminuido es vana y fatal para el que se lo proponga como escenario de una acción política en Cuba. En este sentido, yo ni dudo incluso de que hayan querido —quizá desde Miami, quizá desde la Casa Blanca— negociar con Raúl a espaldas de Fidel, negociar lo que contrarrevolución insiste en vender como una transición. Desde luego, esa posibilidad también está prevista, y por lo menos en lo que resulta hasta el día de hoy, el mismo Raúl ha puesto a Fidel al corriente de estas dulces tentativas de conspiración. Fidel se ha descansado durante muchos años en la figura de Raúl porque lo ha hecho aparecer como que su hermano menor es el malo. Y es algo de lo que Raúl se queja y dice, coño, en realidad el malo es él. De modo que eso a la larga significa que, en caso de que Fidel desaparezca, Raúl no tiene una imagen que cuidar con tanto celo. Fidel sí la tiene, como se sabe, y la necesita incluso como alimento espiritual. Bueno, se trata realmente de un personaje fuera de serie. Raúl no, porque es más común. No es una descripción peyorativa. Se trata de acercarlo al común de los mortales. Pero, por eso mismo, y ya que hablamos de lo malo que pueden ser los hombres, reitero que no le va a temblar la mano para la represión. Aunque al final la época no lo ayude para una degollina ni va a contar con la intelectualidad mundial virando el rostro hacia otro lado. 22

Tampoco es nada nuevo toda esta historia de la transición. Porque es algo que ellos han puesto en marcha hace ya bastante tiempo. Yo recuerdo que Raúl estaba empeñado en mandarnos a Alcibíades Hidalgo y a mí a la URSS y a Polonia para que estudiáramos los procesos de la Perestroika y del ajedrez entre el gobierno de Jarulsesky y el sindicato Solidaridad. Al final solo dio tiempo para que mandara a Alcibíades a Polonia. En eso también Raúl era el leal bolchevique, es decir, también apostaba a lo que pudieran lograr los soviéticos, y recuerdo aquel cuarto piso de su oficina en la sede del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, con los retratos de todos los mariscales y generales soviéticos que habían pasado por Cuba como sus asesores.

SIEMPRE TENDREMOS A PARÍS Y es melancólico, por lo menos hay espacio en su alma para estas extrañas navegaciones del ser. A principios de 1987, yo viajaba a París para cumplir el contrato de un libro y Raúl me hizo perder el vuelo un par de veces. Recuerdo con exactitud una de las fechas, el 10 de marzo. Se presentó en la puerta de mi casa, muy temprano en la mañana, miró las maletas en la sala y a la que era mi mujer, Lourdes Curbelo, con sus atuendos de viaje, y dijo: “¿Tú no crees que puedas suspender ese viaje?”. Todo lo que quería era evocar París. Había estado allí a su regreso del Cuarto Festival Mundial de las Juventudes y los Estudiantes celebrado, nada más y nada menos, que en Bucarest, en 1953. Cuatro días desandando por París. La añoranza, la nostalgia de aquellos pocos días todavía lo apresaban. Entonces comprendí el enorme sacrificio que este hombre había hecho por su hermano. Quisiera dedicarse a jugar gallo y a las juergas. Pero está obligado a mantener bajo un puño de hierro a un ejército comunista. Y no solo a soportar esa carga, sino que es la herencia que le deja el hermano. Si alguien ha estado condenado a no ser lo que quiere, es Raúl Castro. Un militar eficiente, cumplidor y depurado. En eso lo convirtieron, en un hereje de la vida bohemia y del vagabundeo. Prohibido trasnochar, hermano. Por fin, cuando pude salir para Francia, creo que a la semana siguiente, resignado Raúl a que yo ocupara su lugar a orillas del Sena, me pidió que —a mi regreso— le llevara una caja de vinos pero baratos, de los que toman regularmente los franceses. “No se lo digas a nadie en la embajada porque entonces se quieren esmerar y se gastan una millonada con los vinos más caros. No. Yo quiero recuperar el sabor del vino de mi juventud”.

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Es un hecho que Raúl podrá moverse represivamente con mucha más facilidad que Fidel porque es mucho más ideologizado, quiero decir, mucho más adscrito al comunismo. Y puede decir junto con Stalin que no está en el poder para pasar a la historia sino “para ser el perro cancerbero de las conquistas del socialismo”. Mucho menos creador que Fidel, solía decirme cuando me visitaba en mi casa y con los dos solos en mi oficina —bueno, solos absolutamente no; siempre estaban los vasos bien servidos— que a él lo que le interesaba era mover los hilos desde la oscuridad. “Mover los hilos”, me decía y me mostraba unos dedos que supuestamente movían las articulaciones de un títere. Es un conspirador y ha entendido que esa es la esencia del gobierno. Un conspirador natural, por cierto, porque sus lecturas son fatales —es un fanático de los mamotretos de Gary Jennings sobre Marco Polo (El viajero) y el conocido Azteca, que le suministraba García Márquez y luego él ordena adquirir por decenas para repartir entre sus generales, y con los que recicló su pasión por las

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novelitas soviéticas sobre la Guerra Civil o la Segunda Guerra Mundial—; pero nada de un nivel más sofisticado, como las constantes lecturas de Fidel sobre Roma. De cualquier manera, con más o menos tonelaje de sangre a su haber que se le achacan por indiscriminados fusilamientos, debemos aceptarle una simpática habilidad de hombre que sabe lanzar una mirada irónica sobre todo lo que le rodea. Recuerdo la ocasión en que escuchábamos una arenga de Fidel en la que apelaba a una conducta espartana y sobria de la población y el codazo con el que Raúl me subrayó su observación de que “ni te preocupes, que en el proceso cubano, la austeridad dura siempre muy poco”. Esto último puede ser, al fin, una buena noticia. Esa cierta comprensión de Raúl por la debilidad humana habla de un hombre con el que se puede negociar. En definitiva, duro o flojo, sanguinario o no, la posibilidad de lograr la apertura sigue vinculada a la habilidad de los americanos —y de lo que quede de inteligencia en Miami— para tratar de acercársele sin emitir las señales equivocadas, sin obligarlo a que vuelva a atrincherarse. Todo depende, en verdad, de la calibración. Nunca habrá apertura desde posiciones de debilidad para los cubanos. La perspectiva de hundir en el mar la isla antes de entregarse es la única verdad de la Revolución Cubana. Denlo por seguro. Y que Raúl sea el hombre con el que iniciemos el diálogo, depende por lo pronto, según sus propias palabras, de que sobreviva a la noticia de que el Comandante en Jefe ya no está entre nosotros.

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FIDEL: UN PUNTO DE VISTA SÁBADO

14 DE MAYO, 2005

Debió salir en La Tercera, de Santiago de Chile, el domingo 15 de mayo de 2005. Publicación objetada.

Me imagino que el principal escollo del gobierno chileno para enfrentar el actual diferendo con Fidel Castro y cómo lidiar con él sea una certidumbre quizá desmoralizante: que al final haya que darle la razón. Pueden dar por seguro que, desde la perspectiva cubana, todo está viciado de origen. La palabra lidiar, para empezar, es la que está de más. Si alguien aquí no está loco es el presidente cubano, que ha dado muestras abundantes de racionalidad y pragmatismo en los últimos 45 años. Desde luego, no cree que una suerte de izquierda que tanto gusta de mirarse a sí misma como moderada y disponible para la negociación en cualquier frente, sobre todo si de negociar con los gringos se trata —como acaba de demostrar ahora mismo en Chile— tenga nada que enseñarle. Lo cierto es que apenas le da un voto de confianza y cree que con ella ha obtenido una victoria irrefutable sobre sus sempiternos enemigos, ésta hace que se le vaya como agua entre las manos. José Miguel Insulza está sobre la raya blanca pero, antes de cruzarla, saca su pañuelo blanco y decreta el empate. Ese es el movimiento que efectúa. Retomar un largo trecho desde su posición anotadora, tomar de la mano a Condoleezza Rice y llevarla a rastras hacia donde la cinta de la meta no había sido aún quebrada. Era la primera vez que Fidel lograba conjurar el embrujo de la omnipotencia americana en la Organización de Estados Americanos (OEA) y de pronto se queda como aquel personaje de Hemingway: el ganador que no gana nada. Déjenme explicarles algo. Porque se trata de una guerra muy vieja. Más que la descripción de ministerio de colonias —con la que Fidel se regodea a la hora de describir a la OEA—, la realidad es que su modus operandi la sitúa en un nivel inferior del escalafón: ciertamente, el traje de “ministerio” le queda grande. Hablando

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en plata (y ya es inevitable desde aquí comenzar a darle la razón a Fidel), la OEA no ha sido más, al menos ante el caso cubano, que una división —branch dirían los americanos— de los servicios de inteligencia. Y no en un escalón muy prominente. Advierto que no se trata de quitarse el sombrero ante Fidel bajo los requerimientos de alguna clase de militancia y por lo tanto de transgredir el análisis. Se trata de hechos basados en información desclasificada de los propios Estados Unidos. Lo cierto es que la OEA estaba en el tercer lugar de prioridades cuando se preparaba la desgraciada invasión de Playa Girón. Al menos el 28 de enero de 1961, en la primera reunión de contacto del presidente John F. Kennedy con los oficiales de la CIA encargados de la operación, estos situaron el comprometimiento de la OEA en un incoloro traspatio de su proyecto. Primero, incrementar las actividades de la CIA en el campo de la propaganda, incrementar las acciones “políticas” (sic.) e incrementar los sabotajes, todo sin descuidar los sobrevuelos de abastecimientos de armas para los insurgentes en la isla. Segundo, revisar las propuestas al presidente para activar el despliegue de fuerzas anticastristas en el territorio cubano. Y tercero, el empleo de la OEA para santificar a nivel de los gobiernos del área la próxima restauración contrarrevolucionaria en Cuba. Kennedy acabado de estrenar en la Casa Blanca y ya el río arrastraba el sonido de esas piedras. Se pueden imaginar la excitación, la alegría, la manera en que Fidel disfrutaba el hilvanado de su batalla sobre la OEA a más de 40 años de aquellos avatares. Y la seguridad de su victoria. Además de que la iba a ganar sin comprometer en el teatro de operaciones una sola de sus fuerzas. Solo vicarios. Puros emisarios. Solo fuerzas delegadas. Hete aquí, sin embargo, que es el gobierno chileno el que se encarga inesperadamente de reacomodar su posición cuando ya toda la izquierda latinoamericana —en la más exhaustiva gama de sus matices: moderada, radical, francamente comunista, socialista, de centro, reformista— estaba arañando la presea. En ese sentido, no es nada difícil la tarea de entender la airada reacción de Fidel porque a ojos vistas la jugada de José Miguel Insulza fue totalmente gratuita e innecesaria, pese a que pueda argumentarse que fue el compromiso con la señorita Rice para obtener su aquiescencia, el compromiso de denostar al menos un tantito sobre ese asunto de la democracia en Cuba a cambio de retirar la candidatura del canciller mexicano Luis Ernesto Derbez, que era su último caballo de batalla. Insulza ya tenía la candidatura en su bolsillo y a Condoleezza solo le quedaba como reserva, si acaso, alguna empecinada maniobra de pataleteo (con la que hubiese, sin duda, magnificado —y de manera 27

escandalosa— su desastre) cuando el ministro chileno desconoce al tropel de gente que lo había apoyado y se lanza en brazos del adversario que precisamente todos estos denodados hermanos del subcontinente creían haberse sacudido de encima. Ah, pobres hermanitos. Acababan de ver a Condoleezza avocada a ofrecer una crisis aún más honda en la OEA, sin un candidato posible y la incoherencia y vacilaciones de una larga pelea en una institución que de todas maneras se le había ido de las manos. Y, ah, pobre Fidel. Incluso esa larga pelea hubiese sido aún mucho más dulce que el disfrute de arrebatarles la presidencia a los candidatos de Washington. No creo que haya que ser un Fidel Castro irascible y vociferante para sacar las garras ante declaraciones y conducta como las de Insulza. Pero la costumbre de la media es ya referirse a las complejidades mentales del cubano. Pero déjenme decirles que en casos como este sus tales complejidades son casi nulas. Es uno de los tipos más claros del mundo y casi que infantil sobre todo en lo tocante a su espíritu competitivo. Donde las cosas se complican —y esto lo he visto yo desarrollarse muchas veces— no es en su personalidad, si no en los receptores de sus ataques, que al no entender la simpleza del mensaje son ellos los que comienzan a darle una extraña carga a los embates que reciben de este político, de este veterano de tantas batallas. Yo recuerdo un día que Fidel se rió muchísimo en una de las habitaciones del hotel Habana Libre —el antiguo Hilton— reservadas para los cabildeos de la dirigencia cubana en el transcurso de la ya legendaria Conferencia Tricontinental de 1966, a la que asistieron líderes revolucionarios de todo el mundo, cuando le preguntó a Luis García Guitar, su embajador en El Cairo, qué era lo que pensaban los árabes y cuáles eran sus ambiciones para ese cónclave, a lo que García Guitar le respondió que, sencillamente, no sabía. “Pues yo no lo sé, comandante”, dijo. Lo que al presidente Osvaldo Dorticós, allí presente, le pareció una respuesta insólita, sobre todo viniendo del embajador en aquella posición clave del mundo árabe, por lo que le espetó que la respuesta le parecía “demasiado simple”, a lo que el rechoncho embajador nuestro —era muy rechoncho, una sólida mole de baja estatura— le respondió: ¿Y no será acaso usted el que lo complica todo, presidente”. Esto provocó un ataque de hilaridad de Fidel y sirvió para que durante casi todos los días de la conferencia se estuviera refiriendo a Dorticós como el Presidente Complicado. También es cierto que nunca ha habido un verdadero lenguaje de entendimiento entre la Revolución Cubana y Chile, incluso desde tiempos anteriores a Salvador Allende. Es la puja entre una república que quiere ser seria y meticulosamente ortodoxa 28

en las relaciones diplomáticas, como supuestamente deben ser éstas en un mundo civilizado y que se le supone cada día una tendencia más aguzada a la negociación, y el crudo desenfado de la contingencia revolucionaria. No me tomen a mal. En definitiva la ambición cubana no deja de ser más novedosa y de convocar los aires de la aventura. Pero con Allende tampoco hubo la facilidad de un lenguaje de acceso directo. No lo hubo siquiera cuando al gobierno de la Unidad Popular se le abrió la perspectiva de obtener grandes cantidades de armamentos pesados —tanques, artillería, quizá aviación de caza— directamente de la Unión Soviética. Lo cierto es que cuando Fidel estuvo en posesión de los informes que indicaban que ya había movimiento de la flota mercante soviética con los primeros tanques y piezas de artillería rumbo a Chile, comenzó a sabotear el plan. ¿Armamento soviético en su propio patio sin que él participara en la transacción? Ni pensarlo. Además, los soviets significaban en ese momento una opción de “civilidad”, nada que se pareciera a un quebrantamiento de las leyes internacionales, o a una subversión del orden, ni siquiera dentro de Chile. Hasta los militares chilenos —en pocas semanas devenidos sangrientos golpistas— se hubiesen entusiasmados con esas formidables máquinas de combate T-60 en sus polígonos. Querer hallar una respuesta al actual desaguisado chileno-cubano en la hipersensibilidad o un supuesto síndrome sicopático de Fidel Castro es un error, o por lo menos echarle la culpa al bando que se ha visto defraudado. Bueno, más que error, una perdedera de tiempo —como dicen los cubanos. Por ahí no se va a ningún lado. Y la tesis de que la embestida de Castro contra Insulza tras sus negociaciones con Condoleezza Rice en buena medida se ajusta a un guión casi preestablecido, guión según el cual Cuba debía haber dado por sabido la concesión de Insulza e, incluso, aceptarla de buen grado, como muestra de madurez política, es inadmisible para el estadio regular de asimilación de la mentalidad castrista.

INNECESARIO TODO EN LA HORA DE UNA VICTORIA Si a alguien se lo debía Insulza —y el presidente Ricardo Lagos— era a Fidel Castro, que se equivocó también al pensar que al final Insulza no actuaría como un atildado y gentil diplomático dispuesto a tenderle a los americanos un conteo de protección. Al virarse en contra de Fidel —y de sus combativas huestes— para hacerle el favor a Condoleezza y a la administración Bush, obligaron la respuesta inmediata del guerrero. Mal momento para Insulza equivocarse.

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Fidel está haciendo un uso muy productivo de sus últimos años. Y de la información acumulada.

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LA SONRISA DE LA GIOCONDA DOMINGO

23 DE ABRIL, 2006

Han perdido mucho tiempo y han sido muy torpes, por no mencionar la falta de independencia y escasez de imaginación. La última oportunidad de restauración contrarrevolucionaria la perdieron hace tantos años —en las arenas de la batalla de Playa Girón (1961)— que es ya un recuerdo de abuelitos. Quizá aún les quedara una reserva de energía a la caída del campo socialista, cuando pusieron todas las esperanzas remanentes en un supuesto efecto dominó que daría cuenta —¡al fin!— de su Némesis. Los menciono para empezar porque son ellos los que intentan gobernar en Cuba después de la muerte de Fidel. Ustedes sumen todos esos años para que sepan el tiempo en que perdieron el contacto con la realidad cubana. La sola proposición de esa apuesta es además de obscena, ridícula. Después de tantas bombas y cañonazos, ahora hay que esperar a que Fidel Castro se muera en su cama —me imagino que enfundado en sus pijamas de seda negra pero con las botas puestas (ojo, parecen las de campaña de uso regular del Ejército, pero son de factura italiana y fabricadas a la medida). Desaparecido desde hace rato el carismático Jorge Más Canosa, los candidatos de la propuesta del exilio son a duras penas reconocidos por unas docenas de habitantes de la isla. Ni qué decir de sus programas políticos aparte de que quieran recuperar —si aún estuviesen en pie— sus viejas pocilgas. Muy difícil para quienes han pateado (es una forma cubana de expresión deportiva) a los americanos, tragarse el cuento de los que no dan un paso sin saber qué pensará la CIA. Además de que, en el campo de la sociología, sería como un ritornello perfecto: ellos, que establecieron las condiciones de asfixia y opresión que dio lugar a la Revolución Cubana, regresarían para devolvernos a la situación equivalente. Así que, para responder a la famosa pregunta de que qué diablos pasará después de Fidel, la respuesta inevitable es virarnos hacia donde se halla el único candidato visible y posible… en la isla. Raúl Castro. Con él, desde luego, no cuentan en Miami. Por eso la premura por destruirlo de antemano, asesinarlo, meterlo preso, a galeras, condenarlo

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en La Haya, acabar con él, en suma y a como de lugar. O díganme ustedes qué posibilidades le quedan a unos futuros presidentes de Cuba que dicen llamarse Carlos Alberto Montaner, Carlos Saladrigas o Lincoln Díaz-Balart. Escollos de diversas índoles se les presentan en su camino de ascenso al poder. El primero es que Fidel (él aún no ha fallecido, recuerden) solo habla de gobierno a gobierno con los Estados Unidos y no con estos mandarines provinciales. Y que ha tenido la sabiduría en los últimos años de convertir a Cuba en el país más estable del área. Pregúntenle si no a Bush cuánto él agradece tener ese frente cubierto. Es más, pregúntenle qué no está dispuesto a hacer y ofrecer para que se mantenga en esa calma. Segundo, que el hipotético candidato, Raúl Castro, se encuentra ya, de hecho, en el poder. Pueden sacar esta cuenta, muy sencilla. Después de casi medio siglo de gobernar en las peores condiciones posibles y de haber sobrevivido a atentados, guerras civiles, amenazas atómicas, invasiones americanas, guerras sucias, si hay un grupo preparado en este mundo para continuar con las riendas de mando atrabancadas en su puño, son estos cubanos. Nada parece perturbarles, nada los apremia. En el peor momento de su existencia como líder, después de la desaparición de la Unión Soviética, cuando gobernantes de todo el mundo hacían coro para aconsejarle a Fidel las más disímiles fórmulas de retirada, él optó —son sus palabras— por escucharles “con la sonrisa de la Gioconda y la bíblica paciencia de Job”. Se discute mucho sobre la capacidad de Raúl para gobernar en ausencia de Fidel. Bueno, el argumento no camina porque de una u otra manera él está al frente de las principales tareas del Estado cubano desde hace años y lo que estamos viendo en acción, ahora mismo, es su gobierno. Esa gente que se ha quemado (otro decir cubano, éste por comprometerse) es el gobierno de la sucesión. O de la continuidad. O como se le quiera llamar. Luego, si hay transición o hay cambios, más o menos depende de la inteligencia del aproche y de que no exageren la presión. En definitiva, tampoco esto no es nuevo ni les asusta, porque allí hay cambios y movimiento todos los días, e incluso Raúl ha reiterado públicamente la invitación de hacerlo en vida de Fidel, consciente de que el carisma y presencia de su hermano haría las cosas mucho menos traumáticas. Olvídense de que Raúl vaya a precipitarse en una carrera de sinecuras e intercambios con el enemigo que solo serviría para debilitarlo y terminar como Saddam Hussein; de ahí la validez de su propuesta de actuar en presencia aún de Fidel, puesto que solo él puede permitirse un incremento de la velocidad. Es una desgracia que suela olvidarse con frecuencia que los 32

clásicos, de Lenin a Sartre, nos han enseñado que si hay algo flexible y capaz de avanzar, al igual que retroceder, es una revolución.

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NO SOLO EL PODER Y LA GLORIA VIERNES

19 DE MAYO, 2006

Debió salir en Qué Pasa, de Santiago de Chile, el sábado 20 de mayo de 2006. Publicación objetada.

Una vez, en Angola, el general Menéndez Tomassevich al hacer un alto en sus correrías tras el líder rebelde Jonás Savimbi y echar una ojeada a su paquete de correspondencia —en su caso servido en valija diplomática— que incluía algunos ejemplares del periódico Granma, supo a través de la transcripción de un discurso de su Comandante en Jefe que el ingreso de divisas de Cuba se hallaba en su nivel más bajo. El viejo Tomás —como llamábamos al general—, un revolucionario emotivo y fácil para producir golpes de efecto, dispuso de inmediato que se extrajeran 2 millones de dólares de la reserva especial de cinco millones de las tropas cubanas y se le enviaran a Fidel en La Habana. La respuesta a la supuesta buena acción no tardó 72 horas en llegar a Luanda. Llegó en forma de un cifrado. Y venía firmado por el ministro de las Fuerzas Armadas. “Tomás —decía Raúl Castro—: ¿Y a ti quién te autorizó a regalar mi dinero?” Mi dinero. Su dinero. Bueno, la anécdota debe poner en perspectiva la muy particular relación que se establece con el dinero en la Revolución Cubana. Una relación que comienza y termina ahí mismo: en los dos hermanos. Y que está determinada por la visión de plantación con que manejan el país. Todo lo demás son unas pequeñas a la vez que herméticas estructuras que efectúan las transacciones y llevan los estados de cuentas. Aclaro que en todo momento cuando hablo de dinero me estoy refiriendo a dólares, a divisas, a moneda libremente convertible, a la platita que ha destapado el último escándalo sobre las supuestas intimidades de Fidel Castro (¿qué otras intimidades pueden quedarle a los 80 años que no sean crímenes y fortuna?) expuesta en un reportaje de bastante dudosa factura de Forbes, y no a lo que el común de los

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cubanos llama “chavitos” y que es la moneda de su uso corriente y solo aceptable para adquirir artículos de primera necesidad. A decir verdad, lo llamativo en este caso no es el reportaje (es la segunda o tercera vez que le achacan al cubano una montaña de dinero semejante) sino la virulencia del contraataque de Fidel, inexplicable en alguien con una piel tan dura. La reacción desde La Habana debe tener desconcertados a los editores de Forbes, tan acostumbrados como estaban a esa invectiva anual, y especialmente porque no deben tener la menor posibilidad de probar su aserto. Fidel nunca deja huellas porque todo se produce y manifiesta por el Estado. El principio —quizá, de tanto repetirse, haya perdido toda noción de objetividad— es que Fidel lo maneja todo como su finca. Desde un botón de camisa que se importe de China hasta el último millón de dólares que ingresen por una venta de habanos, no solo es de su conocimiento sino que necesita de su aprobación. Igual que ahora maneja los ingresos que le reporta el petróleo de Chávez, así manejaba los excedentes de petróleo soviético que lograba situar a su favor en el mercado internacional. A la hora de distribuir, él, desde su oficina en el Palacio de la Revolución, se encarga de preguntar cuánto hay disponible. Luego procede a repartir “los buchitos” —es el lenguaje. Tanto para tal ministerio, tanto para el otro. Esto es, fíjense bien, en cuanto al dinero que ingresa al Estado de manera regular y santificado por el comercio más ortodoxo — “limpio de polvo y paja”, como también es el lenguaje. Hay otros dineros, desde luego, que tienen un origen “colateral”, por llamarle de alguna manera al que es producto de cualquier negocio reprobable o de origen no apto para la publicación. O que surge de las muchas donaciones, por ejemplo, que sus socios políticos del Medio Oriente deciden hacerle. Cooperaciones, como se les designa, con la mejor buena fe. Ese es un dinero que siempre aterriza en efectivo en Cuba y que de la misma forma se envía para bancos de Europa —digamos en Alemania o en Suiza—, pero cuyas casas matrices están a su vez fuera de esos territorios —digamos, en España. Esas son las cuentas, que aunque no se encuentran a nombre de Fidel Castro, son de Fidel Castro. Los negocios vienen de muy lejos, desde las primeras semanas del triunfo revolucionario, cuando la conocida “madrina de la Revolución” Celia Sánchez mandó a depositar dinero para Fidel en Suiza. Quizá no haya existido una persona más incondicional de Fidel, desde la época de la Sierra Maestra. Y ese imperio de poderes subterráneos comenzó bajo su atenta mirada. Por lo demás, son estos los bancos que mantienen al día a Fidel de una inmensa y preciosa información sobre los movimientos bancarios internacionales. Es obligación puntual mantener informado a un cliente de esa importancia. 35

En el orden interno, Fidel contó desde principios de los 80 con Emilio Aragonés —un capitán de milicias, obeso y sibarita, que hizo méritos en la lucha clandestina contra Batista—, a quien puso al frente de uno de sus más productivos frentes: el Banco Financiero Internacional (BFI). En un principio, éste había funcionado como una filial de la llamada corporación CIMEX, un invento a medio camino entre las operaciones de inteligencia y la necesidad de generar algunos dólares fuera de las rígidas estructuras estatales y a su vez funcionar como una empresa capitalista. El coronel José Luis Padrón, miembro del Alto Mando del Ministerio del Interior y un héroe de la guerra de Angola, fue puesto al frente de CIMEX, tarea que dividía con la jefatura de las empresas turísticas y las delicadezas de las relaciones con los Estados Unidos. El chileno Max Marambio, “Guatón”, jefe del GAP (Grupo de Amigos del Presidente), la escolta de Salvador Allende, y reciclado en Cuba como oficial de la Dirección General de Operaciones Especiales, fue nombrado su delegado en CIMEX, mientras que el silencioso, enigmático comandante Ramiro Valdés, ministro del Interior, supervisaba. Se le achaca a Marambio haber obtenido un modesto capital inicial de 70.000 dólares, a través de unas amistades suecas, para comenzar la operación, y también sus éxitos iniciales. Me he detenido en estos cuatro personajes porque puede decirse que, en lo esencial, la estructura del movimiento con las divisas de Fidel en su forma actual comenzó con ellos. El caso es que pronto necesitaron de un banco y que la única institución cubana de esa clase existente —el Banco Nacional de Cuba, una especie de Oficina del Tesoro Nacional, en cuya silla de ejecutivo principal se sentara una vez el Che Guevara— resultaba incapaz y sin empuje alguno para afrontar una transacción fuera de la mecánica “socialista”. Fue cuando surgió el BFI, primero como una dependencia del propio CIMEX y luego como institución independiente. El caso es que a Fidel no le gustó nada la idea de que estos “muchachos” de CIMEX empezaran en el juego de trasegar ellos con bancos extranjeros. Desde entonces, el BFI trabajó como un banco privado, a través del cual las instituciones estatales cubanas obtienen cartas de crédito, aunque establece como norma inflexible para respaldarla el pago de un 5 % de interés. El mismo Banco Nacional de Cuba debió recurrir al capitán Aragonés para que le garantizara sus créditos y lo ayudara a salir del atolladero de algunas deudas. Advierto que no todo fue sonrisas con este grupo de fundadores. El más golpeado ha sido José Luis Padrón. Un día del verano de 1986 Fidel lo llamó para que le llevara 20 millones de dólares en efectivo que necesitaba para “un compañero gobernante de las islas del Caribe”. Fidel le había dicho a José Luis que mantuviera siempre sin tocar 20 36

millones de CIMEX en las arcas del BFI. José Luis, por su parte, había creído conveniente jugar a la bolsa y puso a correr ocho millones en esa aventura, por lo que solo disponía de doce millones. Del primer rebote, José Luis fue a dar al Amazonas, como participante de una expedición en canoas rústicas que debía develar los conocimientos de navegación de las sociedades precolombinas en una tirada de dos años, dando remo y comiendo caracoles —cuando los hubiese— desde los andes peruanos hasta la isla de La Española. A principios de los 80, surgieron otras fuentes de divisas, colocadas indefectiblemente bajo la sombrilla de la Seguridad del Estado y que por tal razón se les asociaba de forma automática con Fidel. La más celebre de todas, MC, un departamento de la Dirección Z (o “Ilegales”) de la Inteligencia cubana, surgió como un desprendimiento de CIMEX, para crear cualquier clase de negocios en países cercanos a Cuba que le brindaran cobertura económica así como “fachada” de comerciantes, a los agentes cubanos en sus destinos de matarifes o informantes en los países del área, al frente del cual se designó al coronel Antonio de la Guardia, uno de los oficiales emblemáticos del aparato de Seguridad, que pese a todo terminaría fusilado como chivo expiatorio de Fidel cuando éste requirió sacudirse de la acusación de narcotráfico. Pero es una hipótesis en muchos casos aventurada que el florecimiento de los negocios en dólares partiera de la iniciativa personal de Fidel. En realidad, se trataba también de negocios que se creaban dentro de las propias oficinas de la Seguridad, como resultado de los intereses de grupos que desarrollaban, y en otros eran de civiles que se ponían al amparo de la Seguridad para poder actuar. El más celebre de esta galería es Héctor Carbonell Méndez, alias “El Güiro Carbonell”, que descubrió el formidable método de hacer algunas compras con amigos panameños para surtir los artículos de las tiendas de turismo habaneras y le enviaba paquetes de dinero con una parte de las ganancias al general José Abrantes, el ministro del Interior nombrado en 1985. Por lo cual se ganó el inmediato aprecio del respetable general y una posición de intocable… aunque no intocable de forma permanente, porque tanto a Abrantes como al Güiro se les defenestró sin miramientos y condenó a penas de cárcel en el año 1989, cuando Fidel necesito a su vez sacudirse de aquel Ministerio del Interior de nuevos ricos y proclamó que sus integrantes, a partir de entonces, tenían que ser como “mirlos blancos”, así de puros los concebía. En pocas palabras, no solo mirlos y no solo blancos, sino también sin un dólar en sus bolsillos.

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Es indudable que la tenencia de divisas en las fuerzas revolucionarias ha devenido en una especie de marca de cenizas que te puede llevar, más temprano que tarde, al patíbulo. Vean el caso de Carlos Aldana, el todopoderoso secretario ideológico del Partido Comunista, cuya carrera política resultó destruida para siempre por la acusación de tener a su nombre una tarjeta de crédito de matriz panameña. Pocos se han salvado del escarnio, como es el caso de Abraham Maciques, durante largos años jefe de una tienda de cadenas en dólares y del exclusivo Palacio de las Convenciones de La Habana. Otro afortunado es Rodolfo Fernández, a quien se le conoce como Rodolfo Conaca, por la primera oficina bajo su mando al triunfo de la Revolución (Comisión Nacional de Acueductos y Alcantarillados) y que se dedica a las compras de artículos de consumo personal de Fidel (incluida las gabardinas españolas de sus uniformes) desde mediados de los 60, y que parece estar a salvo de cualquier proceso inquisitorial en virtud de la confianza depositada por Celia en él, y a la forma casi mística en que Fidel conserva las cosas relativas a Celia desde su muerte en 1980. Al menos, en lo que se refiere al círculo cerrado de Fidel, lo más saludable es mantenerse alejado de las divisas. Que él siga repartiendo y organizando los buchitos. Carlos Lage, con el cargo de vicepresidente del Consejo de Estado, es por lo pronto el hombre a cargo de llevar el dinero líquido en esa oficina, y únicamente a Fidel está en la obligación de reportarle. Queda alguien, sin embargo, fuera del control financiero del Jefe y que hace muchos años está amontonando una fortuna fuera de Cuba. Se supone que la atesore en países tan inocuos como Ecuador o Italia, donde también debe haber dislocado personal suyo en espera de un eventual exilio de la segunda familia real cubana. El coronel Luis Alberto Rodríguez, el joven casado con Deborah Castro Espín, la hija mayor de Raúl, y cuyo alto rango militar no responde —como se pueden imaginar— a su participación en ninguna batalla, lleva los negocios de la familia desde una llamada “área de inversiones de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en moneda libremente convertible” y que tiene bajo su control una extensa cadena de hoteles y tiendas de artículos para turistas. De seguir así la actividad, quién quita que el próximo año Forbes incluya a Raúl en su lista.

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LOS 80 AÑOS DE FIDEL VIERNES

28 DE JULIO, 2006 2006

[UNA

ENTREVISTA DE

PEDRO SCHWARZE]

—¿Cuáles son los hitos de la infancia que definieron a Castro hasta hoy? —Los primeros choques sociales de su vida comienzan en el período en Santiago de Cuba, en el colegio La Salle. Lo llamaban "judío" porque sus padres no estaban casados por la Iglesia. Pasó mucho tiempo hasta que Ángel (Castro Argiz, su padre) se divorció de la mujer anterior y se casó con Lina (Ruz González, su madre). Incluso hay un sacerdote que abofeteó a Fidel en algún momento y eso lo marcó notablemente. Se produce un cambio muy positivo en su vida cuando Lina se casa con el viejo Ángel y lo trasladan al colegio Dolores de Santiago de Cuba, que era de los jesuitas. Su encuentro con la disciplina militar y con el sentido misionero que lo va a acompañar toda su vida, comienza en el colegio Dolores, donde se hizo un estudiante devoto y un gran jugador de básquet. Después hace el Bachillerato en el colegio Belén, que era probablemente el más importante de Cuba en los 40 y 50 y también era jesuita. El encuentro decisivo de su juventud —como lo será después en la universidad su encuentro con el comunismo— fue con la Compañía de Jesús. Es el momento definitorio de su carácter y personalidad. Castro pudo haber terminado como Papa. Si no se encuentra con el comunismo en la universidad, seguro termina en Papa o como un cardenal revolucionario. —Algunos han comentado que Castro se parece mucho a Juan Pablo II en su perfil autoritario, en su obstinación, en tirar el carro contra la corriente mundial. —Fidel no tira del carro en contra de todo el mundo. Además, ¿quién es primero en la arena internacional: Juan Pablo II o Fidel? Debiéramos comparar a Juan Pablo II con Fidel y no al revés. Decir que va en contra de todas las cosas puede significar que es un hombre obstinado, y Fidel no es un hombre obstinado. Una muestra de que no es un hombre obstinado es que lleva 47 años en el poder. Un hombre obstinado hubiese sido quebrado fácilmente. Fidel es un hombre muy inteligente, pragmático, con una 39

capacidad de maniobra extraordinaria. El Papa, en cambio, está montado sobre una estructura mucho más celosa y rígida que la de Castro. Fidel tiene que responder a una dinámica más violenta y rápida. Como todo gran hombre en la historia, Fidel toma cosas de todas las escuelas posibles lo que le conviene, y tomó algunas de la Iglesia Católica, como el sentido misionero y el sentido de organización militar que le dieron los jesuitas. —¿Cómo era la relación de Castro con sus padres? —Lo primero que hizo Fidel fue quemarle los cañaverales al padre en medio de la guerra en su hacienda. También hizo la reforma agraria en su finca en Birán. Siempre ha demostrado que él está por sobre la familia. Eso no quiere decir que no tenga una familia, porque la tiene, ni que tenga una vida familiar secreta... —¿Pero cómo era en su infancia con su padre y con su madre? —Hay muchas anécdotas, como, por ejemplo, cuando amenazó con quemar la casa si no lo mandaban a La Habana. U otra vez que necesitaba dinero, el padre no se lo quiso dar y quemó otra cosa. El violentaba las acciones, pero era un mundo también muy violento, donde los padres la ejercían también sobre sus hijos. El padre de Fidel era un gallego casi analfabeto que había extendido todo su latifundio a costa de irle corriendo la cerca nada más y nada menos que a la United Fruit. Era un mundo al borde de la delincuencia y de la violencia, donde el primer regalo que le hicieron a Fidel —que se lo hizo su hermano Ramón— fue una pistola. Vistas desde la perspectiva urbana del mundo de hoy, pueden parecer horroríficas, pero en ese mundo no. —Se dice que Fidel es un gran seductor con las mujeres. ¿Es así o es más mito que realidad? —Es un señor seductor. Les hacía poemas a las mujeres cuando se enamoraba. Le encanta seducir y enamorar a las mujeres. Eso es muy cubano y español. Pero a su vez mantiene a su familia en reserva. La cubre con el argumento de la seguridad, lo que es cierto, pero lo principal es que no mezcla a su familia con el resto de la gente. —Más allá de las mujeres, ¿con qué tipo de personas le gusta estar a Castro? ¿Quiénes lo aburren? —Lo aburre casi todo el mundo. El mundo que lo rodea, y que él mismo ha creado, es un mundo subordinado y entregado a su mando. ¿Cómo un hombre tan inteligente se rodea de gente tan inocua o de gente de tan bajo registro intelectual? Fidel no tiene a grandes intelectuales a su alrededor, y trata a los intelectuales con un cierto resquemor, miedo, precaución, como fue con Sartre. García Márquez, por ejemplo, es un hombre 40

adocenado, doblegado ante Fidel. No creo que sea el tipo de intelectual que saque a Fidel de sus casillas, que sería el intercambio ideal. Un hombre muy inteligente necesita muchas contradicciones, muchos desafíos. A Fidel le gusta elaborar desafíos en términos generales, en términos políticos globales. Pero en la relación personal no le conozco a Fidel mucha gente que lo contradiga. —¿Y quiénes son sus amigos? —Él no tuvo mejor amigo en su juventud que Alfredo "Chino" Esquivel, y le dolió muchísimo cuando Esquivel le dijo en 1960 que se iba del país. Fidel lo recibió 30 años después, en Cuba, y le regaló una caja de tabaco firmada. Cuando el Chino regresó, meses después, ya Fidel no lo recibió. El rompimiento de esas amistades lo hizo, más que un hombre solitario, un hombre blindado, a prueba de la soledad. Tuvo que escoger entre su vocación de ser humano y su vocación de líder de la Revolución Cubana. El no puede estar en la posición en que está y tener amigos.

Fuentes también cita el caso del general Arnaldo Ochoa, quien fue fusilado en Cuba el 13 de julio de 1989 junto a Antonio de la Guardia, Amado Padrón y Jorge Martínez. Todos habían sido acusados de "alta traición a la patria y a la Revolución", cargos que, según muchos analistas occidentales, escondían una purga interna de Castro para evitar que se produjera un proceso como la Perestroika en la ex URSS. Sobre Ochoa, Fuentes dice que "tuvo una relación muy estrecha con Castro, pero lo liquidó. El último gesto que tuvo con Ochoa, ya no de amistad sino de compasión, fue cuando lo cogieron preso y lo llevaron a una reunión con Raúl. Fidel esperaba que Ochoa confesara toda la mierda que estaba haciendo en Angola... pero no lo hizo. Fidel tenía una botella de agua mineral, y cuando le dijeron que Ochoa no había hablado, la reventó contra la pared. Fue más un gesto de fastidio, de compasión, que de amistad. Sabía que iban a fusilarlo en un mes". —¿Cómo es la relación de Castro con su familia? —Fidel tiene una relación de familia. Hubo un momento en que uno de sus hijos vio a un disidente en La Habana. El muchacho fue a la casa y empezó a preguntarle a Fidel por qué había tanto repudio contra los disidentes. Fidel le dijo que eran enemigos de la Revolución, y llamó por teléfono a Furry (Abelardo Colomé Ibarra), el ministro del Interior: "Oye, Furry, tengo aquí a mi hijo delante, ¿qué es lo que pasa con este disidente?". Furry le dio su versión, y Fidel dice que son unos cabrones. Colgó el 41

teléfono, miró al hijo y le dijo: "Yo me imagino que tú no estarás viendo a esos disidentes". Eso quiere decir que Fidel hace una vida familiar. En otro momento había un tigrillo que habían traído de Nicaragua, que estaba en una jaula en Tropas Especiales. Antonio, su hijo, se puso a jugar con el tigrillo y éste lo arañó. En siete u ocho minutos entró el propio Fidel manejando el Mercedes hecho un demonio, en bata de casa y con la pistola al lado del asiento, cagándose en la madre de todo el mundo, diciendo que los animales son fieras y tienen que estar en el zoológico. Es la reacción de un padre y, a su vez, un dirigente, una mezcla de ambas cosas. No hizo nada más. Se dio cuenta de que todos los muchachos que estaba allí eran de la edad de su hijo, eran todos irresponsables, unos chiquillos. —¿Cómo se puede definir su relación con Raúl? —Es una relación que Fidel necesita, que Fidel utiliza y que, para conveniencia de Fidel, es su hermano de sangre. Creo que Raúl ha conspirado más en contra de Fidel que Fidel en contra de Raúl. Pero Raúl no tiene el aliento ni el umbral personal y político de Fidel. Es un hombre muy inteligente y muy dedicado al trabajo, y eso le conviene a Fidel, que es un genio político. —¿En la intimidad es una relación distante? —No, Raúl ve a Fidel cada vez que quiere. Pero Fidel está en su pedestal, y no se baja de ahí ni para su hermano. Recuerdo que para un cumpleaños de Raúl, Fidel fue y le llevó unos camarones. Y Raúl le decía: "Ay Fidel, qué fáciles te han salido las cosas". Raúl siempre tiene un cierto resquemor. Ha estado obligado a jugar un papel de segunda con Fidel, toda su vida. Un papel para el que no estaba preparado. Eso ha creado un sentimiento de incompatibilidad entre los dos hermanos que a Fidel le importa un carajo. Esa relación de hermandad que tienen muchos no existe entre Fidel y Raúl. Fidel no la tiene con nadie. Es algo que se proclama para crear una imagen represiva en el país, pero entre los dos no hay nada. Los exilios de Raúl son anuales. Cada vez que tienen una gran bronca, Raúl se va a la sierra. Pero es algo que solo puede hacer Raúl. A Fidel, Raúl siempre le va a llevar la cuenta de que entre él, el Che y los americanos lo empujaron a él al comunismo. Ese no era el plan inicial de Fidel. Es demasiado inteligente para eso. —¿Cómo se sabe cuándo Fidel está enojado? —A Fidel nada lo detiene. Puede reírse o estallar. Es uno de los mejores alumnos de Maquiavelo, quien se pregunta si es preferible ser temido o amado. El que ríe mucho es un hombre amado. El que estalla es un hombre temido. Por supuesto que Fidel 42

prefiere ser temido, y no le cuesta ningún trabajo. ¡Quién se le va a oponer! Enojado lo vi una vez en Cayo Piedra, donde tiene su especie de Camp David. En enero del 85 habían venido dos representantes americanos a verlo a Cuba, y los invitó allí con la delegación. Traían a un edecán militar que había sido coronel en Vietnam. Y algún cabeza caliente decidió que como había estado en Vietnam había que dejarlo en La Habana. Fidel estuvo dando patadas hasta que dijo: "¿Quién fue el que dio esa orden?". Y un tipo llamado Ramírez, que estaba allí, dijo: "Comandante, fui yo". Y eso impresionó a Fidel, que no siguió. Pasa del azafrán al lirio en un segundo. Nunca sabes cuándo está enojado de verdad. Eso es circunstancial y de acuerdo al público o al objetivo que esté persiguiendo. Esa es una de las cosas más grandes de Fidel: cómo maneja su estado de ánimo aparente, siempre en función política. Todo en Fidel Castro está manejado en función política. —¿Dónde radica el olfato político de Castro? —Es un adiestramiento. Al igual que el olfato de los cazadores, Fidel ha desarrollado su olfato político y de seguridad personal. Hay dos cosas: una que es consciente y otra es subconsciente. Un día pasó por una calle de La Habana, vio a un personaje, y le dijo a José Abrantes (ex ministro del Interior, quien murió en prisión): "Oye, Pepe, cógeme preso a este hombre, que está conspirando". Y lo cogen preso y efectivamente estaba metido en una conspiración. Y Abrantes le dice: "Fidel, ¿cómo tú supiste que ese hombre estaba conspirando?". Fidel responde: "Porque a ese lo conozco de la universidad y estábamos peleados... es bien caradura porque estaba conspirando". El caso de Eutimio Guerra es el más espeluznante de todos. A principios de la guerra en la sierra, y cuando eran un grupo chico, de 15 personas, cada vez que llegaban a un lugar venía la aviación y los bombardeaba. Y comienzan a preguntar quién es el hombre que los está traicionando. Había una confianza extrema en Eutimio Guerra, porque había sido un compañero formidable. Una tarde están Fidel y Eutimio en un arroyito con las patas en el agua, y Eutimio le pregunta a Fidel: "Cuando la revolución triunfe, ¿qué me van a dar?" Fidel lo miró y pensó: éste es el traidor, porque ya le han hecho una proposición y piensa quién le va a dar más. No le dijo nada: "Eutimio, lo que tú quieras, chico". Esa noche Fidel le dijo a Ciro Redondo y a Raúl que Eutimio era el traidor. Lo interrogaron, el tipo confesó y lo mataron. Fidel viene de la Universidad de La Habana de los 40 y 50, donde las luchas políticas eran a balazos. Y luego completa su educación cuando se empata con la revolución de Lenin, el marxismo y el Partido

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Comunista. Ver a Fidel en situaciones de peligro, es una fiera. No responde a nada más que no sea su instinto de seguridad. —¿Cómo es el proceso de caer en desgracia con Castro? —Totalmente circunstancial y político. Desde el punto de vista personal nunca caes en desgracia con Fidel. El te parte los cojones si las circunstancias lo obligan. Hay que decir en favor suyo dos cosas: una, que no es un tipo vengativo en el orden personal, y dos, que es verdad lo que dice, que sus peores enemigos gozan de buena salud y están aquí en Miami. Además tiene un sentido del humor muy especial. Eufemio Fernández había sido enemigo suyo toda la vida y lo cogió en una conspiración. Antes de fusilarlo, y sin que el tipo supiera que lo iban a fusilar, Fidel tuvo una larga conversación con él, le dio tabaco y al salir de la celda, le dijo: "Y por cierto, guajiro, te vamos a fusilar esta noche". Con Fidel todo depende siempre de las circunstancias políticas, los objetivos políticos y su seguridad.

La relación de Fidel Castro con los líderes de la ex Unión Soviética es otro de los temas que Fuentes conoce en detalle. Dice que el episodio determinante en ese campo fue la Crisis de los Misiles, que detonó cuando, en octubre de 1962, un avión espía de Washington detectó en Cuba instalaciones para lanzar misiles soviéticos que podían portar cabezas nucleares. Decidido a apoyar la Revolución Cubana y usarla como plataforma en la región, Nikita Jruschov quiso contrapesar también la existencia de bases misilísticas estadounidenses en Turquía. Fuentes dice que "la relación con los rusos se definió para siempre en las seis o siete horas que pasaron entre el derribo del avión U2 americano, el 27 de octubre de 1962, y la orden de Nikita Jruschov de retirar los cohetes. Fidel no estaba preparado para eso. Era un revolucionario y estaba preparado para la lealtad o para la traición, pero nunca para la decepción. Jruschov lo decepcionó. En un momento determinado los soviéticos estaban muy entusiasmados con Cuba. Fidel se dejó cortejar por los soviéticos, y Jruschov hizo por Cuba lo que ningún dirigente del mundo hubiese hecho: el inicio, desarrollo y desenlace de la Crisis de Octubre fue una operación monumental político-militar para defender la Revolución Cubana. Jruschov tuvo todo lo que quiso, y la existencia de la Revolución Cubana se debe también a eso, pese a que decepcionó a Fidel. Después de la Crisis de Octubre, Fidel comenzó a relacionarse con los soviéticos de manera más libre, lo que duró hasta más o menos 1980, cuando Reagan accedió al poder y Brezhnev le dijo a Raúl Castro en 44

Moscú que si había un ataque de Estados Unidos, Cuba se tenía que manejar por su cuenta". —¿Recuerda algún episodio en particular que refleje la personalidad de Fidel? —Escogería dos por su similitud. Durante la ofensiva del verano del 58 en la Sierra Maestra, hubo un momento en que las fuerzas de Batista estuvieron pegadas al último reducto rebelde. En esa ocasión en que Fidel lo vio todo perdido, reunió a los comandantes que le quedaban y les dijo a todos que se dispersaran para comenzar la guerrilla otra vez. "La guerra no ha terminado". Esto lo empató después con la Crisis de Octubre. Cuando él se da cuenta de que los soviéticos se van a llevar los cohetes y que Jruschov y Kennedy se han puesto de acuerdo y él ha quedado fuera del juego, Fidel se inserta en el juego y sigue peleando. Hace una crítica demoledora a la dirección soviética, pero a su vez mantiene la relación con los soviéticos en el mejor estado. Esas dos actitudes reflejan su voluntad de continuar la lucha, de no aceptar la derrota definitiva como solución a ningún problema. Siempre existe, aun en la peor circunstancia, un margen de posibilidades. —¿Cómo es la relación de Fidel con Chávez? —Parece que es diferente. Chávez le ha salido un buen alumno. Supongo que cuando fue el golpe de Estado contra Chávez, Fidel se enojó mucho. Pero el golpe le dio la oportunidad de rescatar a Chávez con sus tropas en Venezuela, y eso puso a Chávez a su disposición eternamente. Chávez es un gran político, y esa asociación con Fidel va a rendir beneficios a varios. —¿Hasta qué punto el surgimiento de Chávez fortalece a Castro? —Antes de Chávez estaban los chinos, que han ayudado mucho a Fidel. Chávez le ha ahorrado a Fidel muchas cosas, y además le ha dado el petróleo, que vende igual que en la época de los soviéticos. Pero el éxito actual de la revolución no depende de Chávez. Fidel previó este escenario hace mucho tiempo: que el neoliberalismo iba a fracasar y que la Revolución Cubana va a resistir son enunciados anteriores a Chávez. Chávez ha facilitado muchas cosas, y quizás las ha acelerado y le ha dado unos 80 años más cómodos a Fidel, pero sin Chávez las cosas no hubieran variado mucho. —¿Cree que Castro está preocupado del tema de la sucesión en Cuba? —El día que Fidel se preocupe de la sucesión, ése no es Fidel. Primero, es más que evidente que las revoluciones son tareas de una generación. Después quedan los efectos de estas revoluciones y eso va variando porque hay una dialéctica de las cosas, incluso de la misma revolución. ¿Cuántos cambios ha tenido la revolución desde 1959? No es la 45

misma revolución. La revolución tiene la habilidad de renovar constantemente a su equipo de gobierno. Casi todos los que están al frente del gobierno nacieron después de la revolución. Además, Fidel sabe que es absolutamente inútil: ¡cuando él no tenga el control de las cosas, qué coños va a controlar! Lo que van a hacer después de Fidel es problema de ellos. Fidel no piensa nada de eso. Además, es muy bueno que no sepan qué va a pasar, porque eso los afila, los angustia y los convierte en feroces defensores de ese poder. Publicada en Qué Pasa, de Santiago de Chile.

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EN AUSENCIA

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LOS CUARTELES DE VERANO MIÉRCOLES

2 DE AGOSTO, 2006

Al parecer Fidel no estaba bromeando hace apenas una semana —el pasado 26 de julio— cuando amenazó con vivir cien años, veinte más de los que tiene ahora, pero dejándoles claro a los americanos y al resto de sus enemigos que no pensaba pasárselas gobernando hasta entonces. La noticia (lunes 31 de julio, a las 8.45 PM, hora de La Habana) de la operación quirúrgica y de que cedía todos los cargos y responsabilidades a su hermano Raúl y a otros de sus compañeros, demuestra que, más allá del chascarrillo, estamos ante un acontecimiento que tiene todas las pintas de haber sido planificado. Por lo menos la idea le estaba dando vueltas y haciéndosele cada vez más atractiva. Desde luego que si lo metieron de urgencia en el quirófano, por lo que el mismo ha dado en llamar un “accidente de salud”, esto fue algo no premeditado, especialmente si tomamos en cuenta su carácter supersticioso. Pero si descartamos la posibilidad de que ya esté muerto, el accidente de salud lo único que hizo fue adelantar la puesta en marcha del operativo. Es más, el tal accidente lo que ha venido a corroborar es lo acertado de tener la contingencia prevista y el plan de respuesta a la mano. La crisis intestinal aguda con sangramiento sostenido no estaba en los cálculos. Son más bien elementos circunstanciales o sencillamente muy bien aprovechados. El hecho es que la incertidumbre se apoderó de Cuba, de Estados Unidos y del mundo en cuanto la información saltó. Como suele ocurrir con Fidel desde hace cinco décadas, la noticia se puso al tope de las titulares, y él nuevamente en el centro de la hechos mundiales, superando incluso hasta la guerra en Líbano —aunque tan solo sea por unas horas. Y como suele ocurrir igualmente en su reino, donde no caben las filtraciones, surgió la duda de si lo informado se rige a la verdad, o es el encubrimiento de una tragedia. Así las cosas, mientras en Miami las calles se vuelven escenario de algarabía y festejos, en La Habana el silencio y corrillos en voz baja se apoderan del escenario.

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Yo pienso que Fidel está aún en control de la situación por dos factores, para mí, determinantes. Carlos Valenciaga, miembro del Consejo de Estado y jefe del despacho del gobernante, el hombre que leyó el mensaje, es “un hombre de Fidel” y alguien conocidamente detestado por Raúl Castro, por lo que no habría sido escogido para entregar un comunicado así en caso de que el máximo líder cubano no estuviese al mando, y con su camisa ligera de cuadros y su tranquila expresión adolescente, no era exactamente la imagen de uno de los delfines del castrismo en los funerales de su benefactor. Eso sin contar, la forma como está escrito el comunicado, que muestra la mano y estilo de Fidel. En caso de que la operación se haya hecho el domingo probablemente se esperó a que pasaran los efectos de la anestesia, se despertara y se entendiera que estaba bien, para el siguiente paso: dar a conocer la proclama. (George W. Bush, haciendo campaña política en Miami, fue cogido tan de sorpresa como el resto de la humanidad mientras demostraba lo que entiende que debe ser el mensaje de apertura democrática para la isla, al reunirse solo con sus amigotes de las filas más reaccionarias del exilio cubano.) Otro elemento lo da el comunicado firmado de puño y letra por Fidel. Primero, deja en la máxima incertidumbre a un país y una región, al anunciar interminables semanas de reposo, y pospone los festejos por sus 80 años, del 13 de agosto, para el 2 de diciembre, 50º aniversario del desembarco del Granma. Es decir, cinco meses en que todo el mundo quedará en vilo, a la espera de una resurrección apoteósica. Por lo pronto la tranquilidad que se respira en La Habana es la habitual, no hay unidades policíacas alrededor de la sección de intereses (de Estados Unidos), no hay tanques desplegados en las calles. Los festejos de Miami por el fallecimiento que ya dan como cierto no tienen ningún significado práctico para sus protagonistas aunque sí es demostrativo de otro acierto estratégico de La Habana: que nuevamente Fidel desplaza a la contrarrevolución hacia el exterior. ¿Saben una cosa? Fidel está vivo y ha cedido el poder y no va a regresar. Y si tal es el caso, se trata de una maniobra perfecta y nos descubre una faceta inédita de su personalidad. Hace lo que nadie pensó que iba a hacer: soltar el poder. La fecha del 49

regreso —2 de diciembre—, da cuatro meses de prueba para el nuevo equipo gobernante de Cuba. Bueno, nuevo en el sentido que Fidel no está al frente del grupo. Eso va a ser un laboratorio. El le ha dado el poder a Raúl, pero también ha distribuido las tareas mayores en otra gente. Se mantiene vigilante sobre todo lo que está pasando y da al traste con todos los planes de la transición tan llevados y traídos por Miami, la disidencia y los americanos. Igual que cuando Don Corleone le cedió en vida el poder a Michael. Él lo aconsejaba, le entrenaba para asumir el poder de la familia y no desaparecía por entero del escenario. De seguir este orden en la secuencia, un día Fidel se va a morir entre los pimientos rojos de su jardincito y mientras corretea detrás de uno de sus nietos. Mas lo que tenemos por lo pronto, es que está amortiguando con el comunicado de la noche del lunes no la noticia de su muerte, sino la revelación de que él se ha retirado del poder, y sin disparar un tiro. Fidel ha cedido el poder a Raúl y Raúl también tendrá que cederlo dentro poco. Está ocurriendo lo que Raúl me decía invariablemente que él iba a hacer en un futuro que a fines de los 80 parecía improbable: “Cuando nosotros nos retiremos, nos retiramos pero siempre con un pie en el estribo. Nosotros nunca nos vamos a apear por completo del carro”. Una maniobra muy desconcertante para la contrarrevolución, porque los ha derrotado una vez más. Fidel Castro lo que ha hecho es extender y eternizar el régimen. Una última cosa. Fidel vio el derrumbe de Batista y supo del derrumbe de Machado y sabe que si la exaltación callejera que se vive en Miami se produce en La Habana, esto le cuesta el cuello a toda su familia, a su mujer y a sus hijos, a su hermano y a todos sus seguidores más cercanos. Ahora los está protegiendo con la maniobra, y dando un margen de tiempo para que las cosas se asienten. La presión sobre él, personal y física, disminuirá con el paso de las semanas. El sigue estando vivo dentro de su entorno, en condiciones favorables de seguridad, de tranquilidad, mientras lo otros van a empezar a llevar las riendas del poder. Para un líder revolucionario de sus características es muy difícil abandonar las estructuras de su establecimiento. Sobre todo por lo que para él significa abandonar el mando, que es la muerte, tal y como sus enemigos se han encargado de proclamar durante casi medio siglo. Fidel ha cedido el poder y es definitivo. ¿Quién nos lo iba a decir?

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UNA MANIOBRA PERFECTA DOMINGO

3 DE AGOSTO, 2006

[UNA

ENTREVISTA DE

MAURICIO BERNAL]

—Muchos están pasando ya la página de la historia en Cuba. —Eso es ridículo. Si Fidel estuviera muerto —y a cada minuto que pasa es una idea más difícil de comprar—, es un hecho que ya hay un nuevo Gobierno en Cuba que ha empezado a trabajar y con el que hay que vérselas a partir de ahora. Si dentro de dos o tres semanas Fidel muere, ya no será él quien esté en el Gobierno, y la onda de choque ya no va a ser tan fuerte. El significado de su muerte tendrá otra dimensión, será solo simbólico. —¿Quiere decir que está todo orquestado, que lo que está pasando estaba planeado de antemano? —Creo que eso es lo que está pasando en estos momentos por la cabeza de Fidel. Lo que se ha inaugurado en Cuba es la sucesión, una sucesión que su hermano podrá llevar durante dos o tres años y que luego supondrá el ascenso al poder de una generación más joven. Es una maniobra redonda y perfecta. A mí me gusta compararlo con el retiro de Don Corleone, cuando le cede el poder a Michael. Fidel será el primer líder revolucionario que hace algo así. —O sea, que ahora estamos asistiendo a la retirada definitiva. —Así es. Él en este momento está amortiguando el efecto de la noticia de que se retira, no de la noticia de su muerte. Ahora se abre un período provisional hasta el 2 de diciembre, y no es casualidad que Fidel haya pedido que se posponga la celebración de su cumpleaños hasta ese día, que es cuando se celebra el 50° aniversario del desembarco del Granma. En esa fecha se van a definir las cosas. —¿Y qué va a hacer Fidel? —Su idea ha sido siempre retirarse y dedicarse a la escritura. Yo lo sé porque lo escuché de su propia boca. 51

—Estados Unidos tiene planes de democratización de la isla para cuando Castro se muera. En este escenario que usted plantea, ¿se van a quedar de brazos cruzados? —Estados Unidos puede tener todos los planes que quiera, pero este es un problema que tienen que resolver los cubanos y que van a terminar por resolver los cubanos. Estados Unidos no estaba preparado para esto y tiene pocas opciones de intervenir. Si yo fuera ellos, empezaría a negociar ahora mismo. Esos 80 millones de dólares (62,5 millones de euros) que han destinado a financiar la contrarrevolución son una tontería, sobre todo si se tienen en cuenta los créditos que Cuba ha recibido de Rusia y China. —¿Pero no es cierto que los que quieren una Cuba democrática no tendrán una mejor oportunidad? —El de Cuba es actualmente el gobierno más estable del continente americano. El pasado lunes empezamos a vivir el futuro de Cuba. —Algo tendrá que cambiar. —Por fuerza de la lógica y del aire fresco que va a entrar en el país, van a cambiar muchas cosas. En el mejor de los escenarios —y es el que le deseo al país— Cuba va a asumir el camino de China en términos económicos y políticos: un poder fuerte y centralizado y un desarrollo económico sostenido. Es la peor noticia posible para la contrarrevolución y para Estados Unidos. —¿Una economía como la china? —Los datos que tiene la CIA es que la economía cubana creció el año pasado un 8%. Cuba está haciendo muy buenos negocios con China y Venezuela, su posición geográfica es muy explotable, tiene un sector turístico fuerte y ahora parece que hay petróleo. No es descabellado. —Y después de Raúl, ¿qué? —El poder va a ser cada vez más colegiado. La contrarrevolución sigue dominada por los mismos viejos cagalitrosos de siempre, pero en Cuba, aparte de Fidel y Raúl, los que vienen son gente joven. Valenciaga, por ejemplo. Eso es una política deliberada de la revolución. Para tristeza y aburrimiento de las generaciones posteriores, nunca más habrá un Fidel Castro. Publicada en la edición de 3/8/2006 de El Periódico de Barcelona.

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1. Palacio de la Revolución en la Plaza de la Revolución. 2. Clínica CIMEQ 3. “El Punto” —la casa de Fidel en el antiguo reparto Mayanima.

CONVALECENCIA Y ATRINCHERAMIENTO

1. 2.

3.

El Palacio de la Revolución, donde tuvo lugar la intervención quirúrgica y donde pasó los primeros meses de convalecencia. La clínica CIMEQ, construida a mediados de los 70 con recursos y personal del Ministerio del Interior, y hacia donde fue trasladado —detrás de un área conocida como la cancha de tenis— a mediados de 2007. El lugar conocido íntimamente por el personal de Seguridad Personal como “El Punto” en el reparto Mayanima, al sur de la playa de Jaimanitas, donde Fidel tuvo su residencia con Dalia Soto del Valle al menos desde fines de los 70 y donde criaron a sus hijos y que, de acuerdo a fuentes confiables, ha sido desmontada y la unidad de custodia reducida al mínimo indispensable de preservación. La radio contrarrevolucionaria de Miami suele identificarle como “Punto Cero”. Adoptan equivocadamente el nombre de la escuela de entrenamiento en guerra urbana adscripto a la Dirección General de Operaciones Especiales (DGOE) del Ministerio del Interior ubicada a unos 30 kilómetros al este de La Habana.

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MIENTRAS DUERME LA PANTERA VIERNES

4 DE AGOSTO, 2006

Siempre queriendo reeditar la entrada triunfal del Ejército Rebelde en La Habana el 8 de enero de 1959. Ese es el síndrome recurrente de una ciudad llamada Miami. Parecen querer despedir a Fidel desde aquí con el mismo bullicio que lo recibieron en La Habana hace 47 años. No habrá ahora tanques arrebatados en combate a los batistianos (o que se les rindieron) irrumpiendo en la ciudad, ni pechos cruzados de cananas, ni fusiles en alto ni barbas ni melenas. Tampoco habrá héroes para que celebremos o para que las señoras se lleven en masa a sus camas. Todo un ejército victorioso del cual disfrutar entre sus sábanas. En cuanto a este Miami, no me imagino a ninguno de nuestros prohombres locales en uniformes de fatiga, Garand al hombro y tomando la base militar más cercana en los alrededores, creo que una de la Fuerza Aérea llamada Homestead, para allí soltar su discursito del ascenso al poder. Si acaso, desfilarán en sus limosinas y, los más jóvenes, en sus camionetas de cristales negros y cada vez más ostentosas y con cornetas de locomotora. De cualquier manera —para qué negarlo— la ciudad celebró por la alto le muerte de Fidel. Tres días de festejos callejeros consecutivos, siendo el más espectacular el que tomabas un tramo de unos 150 metros de largo de la Calle 8, en la legendaria Pequeña Habana, frente a un restaurante emblemático de la ciudad: el Versailles. Ahí las emisoras de televisión montaron el andamiaje de sus parabólicas y quisieron tomarle el pulso a la agonía final de Fidel. A una prudente distancia —de más de 300 kilómetros y Estrecho de la Florida de por medio—, de la salita de cuidados intensivos donde el hombre debía debatirse entre la vida y la muerte, llenaban sus lentes con las imágenes de los bailes de tambores y contoneos de caderas de una multitud sedienta de la sangre, o mejor dicho en este caso, de las tripas, de un solo hombre. Sí, Estados Unidos es la mayor potencia industrial y militar de la historia, pero el único sucedáneo de la Plaza de la Revolución de La Habana que han podido ofrecerle a los cubanos exiliados, y a regañadientes, es este

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pedazo de asfalto bajo la noche sofocante. Tiene un ventorrillo, eso sí, donde se expende el insustituible y concentrado café cubano. Durante años, ha sido el sitio donde hacia la medianoche acostumbran a converger unos contrarrevolucionarios cada vez más envejecidos, de filas cada vez más espaciadas, a planear invasiones y campañas militares contra su Némesis, el otro ancianito que ahora suponemos batiéndose contra la pelona en su convalecencia tras las murallas. La venduta miamense adosada al Versailles se ha ganado un apelativo popular durante todos estos años de vano conspirar. El Pentágono, en lo que parece ser —para los cubanos— una justa comparación con el edificio a la vera del Potomac que alberga el corazón del mando militar estadounidense. El pandemonio se ha desatado frente a ellos. Aunque algo parecía alentar a la sudorosa multitud. Mientras Fidel durara más, más fiesta tendrían. Es una piñata de caníbales sazonada con un cafecito en El Pentágono. Mas la euforia por la muerte de Fidel que domina durante tres días a una población de cubano americanos calculada en más de un millón de integrantes, cede repentinamente a las 72 horas. La impronta de violencia contenida, como de comandos en vísperas del desembarco en territorio hostil, se replegó hacia la zona de ebullición cero que, inevitablemente, se convertirá en la antesala de un estadio de depresión en masa, otra vez esa conocida experiencia anímica de mis mercuriales vecinos. No es la primera vez que les ocurre. Tengo entendido que arañaron la victoria por primera vez a mediados de abril de 1961, cuando los portones de las barcazas de desembarco de la CIA se abrieron sobre dos playazos de Bahía de Cochinos y soltaron las fuerzas y su material de guerra con que habrían de liquidar la Revolución Cubana, arrancarle la cabeza a Fidel y ocupar la isla. Conocemos el desenlace a través de centenares de libros y miles de artículos desde entonces, aunque les quedó el maravilloso recuerdo de que esas fuerzas, que estaban siendo machacadas en su lugar de desembarco, fuesen descritas por la radio gubernamental estadounidense como los valientes que capturaban una provincia cubana por día. Me recuerda aquella mofa de Hemingway de la Guerra Civil Española, que era recurrente —con su vozarrón de hombre de los bosques— en sus borracheras de Cuba. “Nuestras tropas —decía— siguen avanzando sin perder una sola pulgada de terreno”. Después, la crisis de octubre de 1962. Ellos mismos me lo han contado (yo estaba del otro lado, como saben, allá en la isla). La excitación los embargaba cuando veían pasar los vagones de ferrocarril por las dos líneas que cruzan la conocida calle 8 —y que aún sobreviven en esta ciudad— cubiertos con las oscuras lonas del Ejército, 55

vivaqueando hacia las bases del sur toda la metralla que nos iban a meter en Cuba. No importaba que pulverizaran la isla, de la que apenas acababan de salir en las semanas o meses anteriores. Eran como maridos abandonados. Si Cuba no podía ser de ellos, pues que los gringos la desaparecieran. Miren la cantidad de disidentes quejumbrosos y llorones que se hubieran perdido. Los hubiesen evaporado antes de surgir a la vida política como contestatarios. Ni la más mínima oportunidad para soltar la primera lágrima de arrepentimiento, ni tiempo para acumular argumentos sobre la maldad comunista. En fin, que el polvo no deserta. Tuvieron que pasar muchos años, sin embargo, hasta 1984, para la penúltima oportunidad, para que hubiese el brote de alzamiento popular de unas dos horas de duración en un sector de un kilómetro y medio del litoral habanero. Conocido como el “maleconazo”, puso a Miami otra vez en las vísperas del día definitivo. Esa tarde —debe advertirse— hubo menos fiesta y más expectativa. En las tres ocasiones citadas, se ha producido un dramático desplome moral de la comunidad al conocerse los desenlaces tan desfavorables para ellos. Desfavorables porque no pueden regresar, al menos en su condición de conquistadores. Y ahora Fidel y su quebranto de salud. Una emergencia médica certificada como muerte sin apelaciones por los compatriotas que, con las resonancias de tumbadoras de las barriadas habaneras, llenó el condado de Dade. No obstante, no se amilanan al conocer que Fidel no ha sucumbido ante la dolencia de sus vísceras. Tienen la práctica de las situaciones anteriores. Les ha enseñado que si bien se les acaba el mundo en un segundo, y todas sus ilusiones se desvanecen sin consuelo, ellos saben cómo sacar a relucir de inmediato sus opciones de reemplazo. Es el talismán que a todos sirve para exorcizar el ridículo universal que ellos mismos producen. En estos días, antes de retirarse de los sitios de festejos, cambian la certeza de sus celebraciones funerales por cuestionamientos que se adaptan a la nueva situación. Están cambiándome el muerto por la dura realidad de que se las tienen que arreglar con el vivo. Y, de acuerdo a las actuales circunstancias, es que surgen —para empezar— los cuestionamientos sobre el sucesor y la necesidad de ubicarlo geográficamente, Y, bueno, si el Comandante no está en su ataúd, cuál es la puñetera razón por la que Raúl no aparece en público.

El texto fue escrito el 4 de agosto. La transmisión el domingo 6 del primer vídeo de Fidel convaleciente, en compañía de su hermano Raúl y del presidente Hugo Chávez hizo innecesario que continuara esta clase de ataque a Miami. Antes de engavetarle

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hasta el presente, algunas partes de “Mientras duerme la pantera” fueron empleadas en un texto mucho más breve — “Añoranza por la conga”— el 8 de agosto, durante la breve experiencia al frente de un blog —MI LEÑA AL FUEGO— que la edición digital del periódico El Mundo me contrató; un mes verdaderamente divertido de actividad periodística, o más bien de esta forma de nuevo tipo del agit-prop que se registra en la blogósfera.

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LLORAR Y MATAR DOMINGO

6 DE AGOSTO, 2006

[UNA

ENTREVISTA DE

ENRIQUE SERBETO]

—¿Cómo se enteró de la transferencia de poderes a Raúl Castro? —Me llamó alguien, bueno fueron 200 personas a la vez, todos muy excitados. Hay dos o tres amigos que yo llamé a La Habana, a una amiga en concreto, y me dijo: “Estaba esperando tu llamada y ahora sí que estoy asustada”, porque en Cuba interrumpieron la novela y dieron la noticia repitiéndola tres veces, la sensación parece que fue impresionante. Aquí en Miami, en menos de una hora teníamos una conga en la calle, frente al “Versailles”, que es lo que a mí más me preocupaba. Ahora ya se ha calmado el clima, y de rebote hemos empezado con la depresión masiva. Fue lamentable. —¿Qué va a pasar ahora? —Veo muy difícil que Fidel regrese a ocupar sus cargos. Tendrá una posición como la Reina Isabel, mirando las cosas desde lejos, dando consejos, y si es así su regreso a la Plaza de la Revolución va a ser apoteósico, como la resurrección de Cristo. Pero ya dejará las cosas en manos de Raúl, que también se retirará pronto. Eso, si se hila de manera adecuada por la oposición más inteligente, pienso que va a ser un proceso bueno y que así está pensado. —¿Por qué no aparece Raúl? —Está jugando su juego, se le verá cuando él quiera. Tengo entendido que se ha dejado ver por un barrio de La Habana, pero por lo que sé, él reacciona siempre de una forma ríspida a cualquier cosa que pueda parecer una imposición del bando contrario. “¡Me queréis ver, pues ahora no me muestro!” Eso aumenta sus expectativas y sus posibilidades de juego. Eso es muy de ellos. Algunos opositores están haciendo barbaridades que no contribuyen a nada, como decir que van a empezar a ir a buscar a sus familiares, que quieren formar juntas de gobierno. Pero al mismo tiempo, en la 58

oposición del exilio se han empezado a oír cosas sensatas e inteligentes. En la revista Encuentro hay un artículo de Eduardo Armengol que es muy bueno, diciendo que lo que dijeron Bush y Lincoln Díaz Balart es una locura, eso de llamar a la desobediencia civil... es una ingerencia. Éste es un tiempo que va a obligar a todos a la reflexión sobre lo que ha pasado hasta ahora en Cuba y aquí en Florida, los llamados a la venganza no tienen lugar. Es el momento del sosiego y la reflexión. —¿Esto ha sido un plan o un accidente? —La decisión ya estaba tomada, me puedo imaginar que es una idea que Fidel ya tenía, es una maniobra típicamente fidelista, que no esperaba nadie. El 26 de julio ya dijo que iba a durar cien años pero que no estaría gobernando todo el tiempo. Seguramente ha ido madurando la idea, hasta que la lanzó. No podía prever una hemorragia intestinal, pero eso lo aceleró, puesto que lo que sí podía prever es que tiene 80 años y que tenía que mover ficha. Yo no creo que fue Hugo Chávez llevándole a Argentina de viaje, fueron los analgésicos que le dieron cuando se cayó y se rompió la rodilla, que le han destrozado el aparato digestivo. Tampoco es la primera operación de este tipo a la que se somete, le hicieron una en el año 83 en el mismo lugar en el que le operaron ahora, en el Palacio de la Revolución, en un saloncito que tienen allí en la quinta planta, donde murió Celia, y si no me falla la memoria, le habrá operado Mercedes, la mujer de Eugenio Selman-Housein, que es la cirujano de Fidel. —¿Qué le parece lo que ha dicho su hermana Juanita desde Miami? —Juanita ha tenido una actitud muy digna. Hace cuatro años pagó una página del Herald para atacarme, pero tengo que decir que ha tenido una actitud muy de los Castro, muy firme. Yo le oí decir el otro día que “si en Miami viaja mucha gente a ver a su familia, ¿por qué no puedo ir yo a verlo? Yo me separé de mi hermano por razones ideológicas, pero es mi hermano”. Eso es más fuerte que otra cosa. Yo tengo entendido o me puedo imaginar que Raúl le llame a la farmacia, como hace con otros familiares que están en el exilio. Raúl es el más familiar y una vez en mi casa me dijo que les llamaba y que lo hacía por que le daba la gana, algo que no me pareció justo porque a otros miembros del Partido se les prohíbe. —¿Entonces va a resultar que Raúl es un sentimental? —Raúl es muy sentimental, en mi casa lloró muchas veces, por cualquier cosa. Recuerdo que en 1988 llevé a Raúl Rivero a mi casa para presentárselo, porque había escrito unos poemas sobre el Ejército Rebelde y a las 12 de la noche Rivero leyó algo, Raúl Castro se emocionó y se puso a llorar... 59

—¿Gobernando será muy distinto a su hermano? —No, no puede ser como su hermano. Ahora quieren abrir un periodo de estabilidad, puede que incluso de endurecimiento, pero las perspectivas son buenas. Y eso es así porque si los acosamos y los acorralamos, no vamos a ver la salida. Además, tiene la ventaja de que se podrá evitar un derramamiento de sangre. ¿Vio lo que pasó en Miami? Esa exaltación, esta violencia contenida; parecían comandos en vísperas de su salida a territorio enemigo, bajo el tronar de los tambores... pero además es que son muy brutos, empezaron a decir que querían ir a buscar a sus familiares para traérselos ¡Pero cómo! —¿Qué papel juegan las personas a las que se menciona en esta especie de testamento con tareas específicas asignadas? —Esas son las tareas propias de Fidel. Eso es para demostrar que él era Superman. Él le da el mando a Raúl, pero todo lo demás son las tareas propias que él hacía personalmente. Lo único curioso es que nombra a Raúl comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, aunque sin darle el mando, porque Fidel sigue siendo una especie de comandante en jefe del país. Le da todos los cargos y no le da ninguno. —Pero, específicamente, ¿los nombres quieren decir algo? —Hay una especie de reparto de poderes para que nadie discuta el cargo de nadie. Machado Ventura y Balaguer son hombres de Raúl, pero Lage y la gente del dinero son gente de Fidel. Así se preserva el equilibrio, porque Raúl también es del carajo e igual se le ocurre poner solo a gente de los suyos. De alguna manera se mantienen las estructuras establecidas. Eso cada vez va a ser más el núcleo duro de un gobierno colectivo. Y entre ellos hay que buscar al Deng Xiaoping de la Revolución cubana, desde luego no al Mijail Gorbachov. —¿Y las relaciones con Chávez? —Lo de Chávez tomará otro rumbo. Es significativo que haya vuelto de viaje de Vietnam y se haya ido a Caracas sin haber pasado por La Habana, normalmente habría tenido que pasar por allí y decir “¡quiero verlo!”, aunque también puede ser que le hayan pedido que no lo haga para mantener la discreción, porque habría sido difícil que un personaje como Chávez guardase un secreto. —¿Y la oposición? —En el momento que esa carta con el traspaso de poderes se leyó en la televisión cubana, en todas partes ya se habían tocado todas las puertas que había que tocar en Cuba. Estoy seguro. La disidencia, una parte de ellos son de la Seguridad del Estado y 60

siempre hacen lo que les dicen, eso es así. A los otros, también les tocaron la puerta, estoy seguro diciéndoles: “Oye, si mueves un dedo, aunque solo sea un dedo, lo único que queda de ti es un dedo flotando en el espacio sideral”. En Cuba las cosas son así. Raúl me contó muchas veces que en la Crisis de Octubre, cuando el mundo estuvo a punto de ir a la guerra nuclear entre Estados Unidos y la Unión Soviética por los misiles de Cuba, en la noche del 23 de octubre de 1961, él estaba fumándose un puro en el Malecón de La Habana -entonces fumaba- y le dio la orden terminante a su escolta de que matasen a su familia sin dudarlo en caso de guerra, porque no quería que acabasen en manos del enemigo. En la actualidad Vilma, su mujer, se está muriendo y sus hijos han crecido, se han casado y tienen una vida por delante. Eso es así, esta gente mata y hace lo que cree que tiene que hacer. Por eso digo que el discurso no puede cambiar de la noche a la mañana, porque eso sería mortal, si tú convocas en Cuba elecciones mañana mismo, te puedes imaginar lo que pasaría, ¡a ver quién controla eso! —¿Qué hay que hacer entonces? —Si ese país va para adelante, y yo creo que irá, es porque dejará de estar en manos de la mediocridad, que ha sido un recurso que se ha empleado todos estos años. La revolución fue impostergable para Cuba, pero se dejó que derivara hacia un modelo que ha aparecido ante el mundo como una parte del imperio del mal, un imperiecito del mal. Yo creo que las revoluciones sirven para hacer las cosas que las democracias no alcanzan y eso pasa solamente en muy pocas ocasiones, a decir verdad un puñado de veces el siglo pasado. Una de ellas pasó en Cuba. Ahora tengo que decir que desprecio a los que salieron a bailar a las calles de Miami cuando supieron lo de la enfermedad de Fidel. Los alemanes, que yo sepa, al menos le guardan silencio a Hitler y Fidel no es Hitler, es un hombre como todos los hombres, un revolucionario, una figura importante del siglo XX. Lo que nos pasa a los cubanos es que somos envidiosos, muy envidiosos, y eso nos viene de los españoles, tengo que decir. Pero en estos momentos todos tenemos que hacer un ejercicio de generosidad y lo primero que hay que aceptar es que aquella revolución la hicimos todo el país, todos los cubanos. Unos lucharon a favor, otros en contra y algunos en los dos lados. Publicado en ABC, Madrid, como “Norberto Fuentes, escritor: “He visto llorar a Raúl Castro, pero también sé que estuvo dispuesto a matar a su familia””.

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FIDEL SUFRIENDO UNA RECAÍDA DOMINGO

6 DE AGOSTO, 2006

[UNA

ENTREVISTA DE

PEDRO SCHWARZE]

—¿Cómo se habría producido la crisis? —Tiene que haberse producido el 27 o el 28 de julio, porque el 26 de julio (53° aniversario del Cuartel Moncada) estaba bien. Hay que recordar que Fidel ha sido favorecido por una salud de hierro. Y en cuanto se produjo la crisis, de inmediato se pusieron en marcha los mecanismos previstos para este tipo de situaciones. Es ahí donde Fidel habría escrito su comunicado (dado a conocer la noche del lunes) en forma apresurada. Su recaída de la diverticulitis podría ser una consecuencia de los medicamentos (muy fuertes para el aparato digestivo) que le proporcionaron para mitigar el dolor después de su caída y quebrazón de la pierna y el brazo en Santa Clara, en 2004. —¿Qué es lo que está sucediendo en los círculos del poder cubanos? —Fidel ha cedido el poder y no regresará. Y si ese es el caso, es una maniobra genial y muy humana de su parte, que descubre una faceta más de su personalidad. El ha hecho lo que nadie pensó que iba a hacer, que es ceder el poder, y quizás se ponga a escribir su verdadera autobiografía. El da la fecha de regreso el 2 de diciembre, donde son cuatro meses de prueba. Eso va a ser un laboratorio. El le ha dado el poder a Raúl, pero también ha distribuido las tareas mayores en otra gente. El se mantiene vigilante sobre todo lo que está pasando y da al traste con todos los planes de la oposición de una transición gobernada desde afuera. —¿Para qué hacer algo así? —Con esto él va a proteger a su familia. El vio el derrumbe de Batista y conoció el derrumbe de Machado y sabe que si los incidentes que se vivieron en Miami se producen en La Habana, esto le cuesta el cuello a toda su familia, a su hermano y a todos sus seguidores más cercanos. Con esto él los está protegiendo, dando un margen 62

de tiempo para que las cosas se asienten. La presión sobre él, personal y física, disminuye enormemente. El sigue estando vivo dentro de su entorno, en condiciones favorables de seguridad, de tranquilidad, mientras los otros van a empezar a llevar la rienda del poder. Al ceder el poder temporalmente, él sigue manteniendo los cargos, siendo nominalmente el jefe de Estado, aunque no lo sea. Así hasta el día de su muerte. Y por tal razón no puede ser juzgado en el exterior. —¿Habrá influido en su decisión el que estemos en la víspera de sus 80 años? —Puede influir. Quizás quiera ensayar, en lo que le resta de vida, otras cosas. Pero para eso necesita seguridad, sosiego y tiempo. El problema que yo pienso es que nos ha sorprendido a todos, porque realmente nunca pensamos que Fidel Castro iba a ceder el poder, y lo ha cedido. El final del comunicado es una despedida. El pone el 2 de diciembre, pero no dice que regresa al poder. Es una maniobra redonda y muy enaltecedora de su parte. —¿Raúl está preparado para asumir el poder? —Completamente. Hace 47 años que está preparado. Cuando Fidel estaba en la Sierra, Raúl ya tenía bien instituido el segundo frente "Frank País", como una república perfectamente organizada, con construcción de caminos, escuelas, equipos médicos, asamblea de campesinos, todo. Eso es algo que Raúl organizó en meses. Aparte que van a tener a Fidel durante un tiempo. Igual que cuando Don Corleone le cedió en vida el poder a Michael. El lo aconsejaba. Un día Fidel se va a morir entre los olivos mientras corretea detrás de uno de sus nietos, y habrá hecho un buen trabajo, cediéndole el poder a Raúl. Lo que están amortiguando con el comunicado de la noche del lunes no es la noticia de su muerte; está amortiguando la noticia de que él ha entregado el poder, sin disparar un tiro. Y ha entregado el poder no al enemigo, sino a su gente. Publicado en La Tercera, Santiago de Chile, como “Fidel sufrió una recaída de su diverticulitis”. En una nota agregada del entrevistador al final de su original se lee: "En el comunicado (del lunes) Fidel pone el 2 de diciembre, pero no dice que regresa al poder. Es una maniobra redonda y muy enaltecedora de su parte".

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NUESTRO CUARTO PRESIDENTE DOMINGO

6 DE AGOSTO, 2006

A diferencia de Manuel Urrutia; el primer presidente instalado en ese puesto por la Revolución —y que duró apenas unas semanas en el cargo, empeñado como estuvo en luchar contra la prostitución y el juego sin que se dispusiera entonces de reemplazos ocupaciones y de una velada campaña anticomunista—, de Osvaldo Dorticós —que desde el desfenestre de Urrutia y hasta el primer congreso del Partido en 1975 y luego de algunas reprimendas a Fidel y la vieja guardia comunista sobre la redacción de la constitución socialista—, y de su propio hermano Fidel —que duró en el cargo hasta la semana pasada y que una diverticulitis ha obligado a soltar sus títulos oficiales—, es indudable que Raúl Castro ha sido, de los cuatro, el que más tiempo ha tenido para prepararse, así como que será el de menos tiempo de vida disponible para ejercer el cargo e imponer sus modelos de gobierno. Digamos que esta muy bien entrenado, desde que fundó el llamado Segundo Frente “Frank País”, una especie de república de bolsillo en el valle intramontano de Mayarí, al norte de Santiago de Cuba, durante la lucha guerrillera contra Batista. Desde entonces mostró su genio organizativo y hasta una sorprendente capacidad productiva, puesto que era el frente guerrillero mejor alimentado y vestido, donde no se presentaban problemas de abastecimiento, con administración territorial y un adecuado sistema de cobro de impuestos. En fin, que ninguno de los tres abogados que ocuparon el puesto tenía su experiencia, siendo Raúl el único con verdadera competencia de gobernante al triunfo de la Revolución. Luego, el transcurso de todos estos largos e intensos 47 años a la sombra de Fidel, aunque siempre manteniendo como una especie de legado feudal del Segundo Frente su autoridad e independencia sobre las Fuerzas Armadas Revolucionarias, otra vez con estructuras económicas aparte de las del resto del país e incluso manejándose con una filosofía de trabajo diferente al resto de la organización socio económica nacional.

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El tema de discusión actual, apenas inaugurado en la posición, es —sin embargo— si dispondrá de los recursos políticos y el apoyo necesario en las estructuras partidarias y militares para cumplir su misión. Esto deriva de inmediato en la tendencia a compararlo con el hermano mayor, Fidel, y avizorar desde ahora la ecuación, que se da por segura de tener que compensar su falta de carisma con mejorías económicas que se hagan visibles de inmediato, con una vida mejor para los cubanos —la tan alabada apertura económica—, y el riesgo probable de una lenta pero exigente apertura política. Bueno, esta necesidad de carisma me suena tan baladí como innecesaria si tomamos en cuenta que probablemente todos los presidentes cubanos anteriores a Fidel Castro no eran precisamente carismáticos. No será carismático pero sí les advierto que tiene la manita bien pesada y que no le tiembla a la hora de reprimir. Este es un factor a tomar en cuenta mientras se las arregla para montar su tinglado y estabilizar la situación a su nombre. Que, al menos en esta etapa, lo mejor es estarse tranquilo. Yo diría que si algo le va a costar trabajo a él personalmente ahora es hacer el tipo de vida pública al que lo obliga su nueva investidura. De hecho, es lo que están clamando desde todos los lugares del mundo. Me viene a la memoria la cantidad de veces que en nuestras buenas conversaciones sazonadas con scotch, él me aseguraba que su mayor placer era el de mover los hilos de las conspiraciones, actuar desde las sombras. Va a tener que salir a la palestra pública. Se me hace evidente, no obstante, que por lo pronto quiere respirar los últimos aires de la vida clandestina y que lo está disfrutando. Por lo menos ha logrado meternos a todos de nuevo en el embrollo de sus misterios. Advierto, confieso que yo solía decir cuando andaba con ellos que Raúl sin Fidel hubiese sido un gran estadista, pero no desarrolló sus potencialidades y ocupó el lugar que le tocó jugar, de entrega a la Revolución. Hablemos de todos modos acerca de las diferencias entre él y Fidel. Dos revolucionarios. Pero de estirpe diferente. Prestos a complementarse al menor peligro, también han producido los más grandes escarceos y broncas registrados en la cúspide de la Revolución. Por lo regular se han producido debidos a los desastres económicos de Fidel, sus planes de locura o en los constantes períodos de desconfianza de Fidel con la ortodoxia reinante en la Unión Soviética. Fidel se siente sin dudas al nivel de los dioses, y creo que esto es el producto de ser alguien muy afortunado en cada episodio y aspecto de su vida. Raúl es un comunista de filas, un hombre de tareas, en fin, un ser humano. Fidel también se permite las 65

libertades, que no se puede permitir Raúl. Los dos son pragmáticos pero cada uno a su manera. Están a niveles diferentes de visión. Por tal razón, Raúl es, por obligación, una criatura terrena. La Perestroika fue la gran bronca final entre ellos dos. Raúl apostó a ella pero al final —con la caída de la Unión Soviética como resultado de la desastrosa dirección soviética—, tuvo que doblegarse ante las evidencias y aceptar que Fidel tenía razón. Por eso Raúl sabe en la actualidad (o debe saber) que su papel no es el de un Gorbachov sino más bien el de un Deng Xiaoping. Raúl es mucho más realista porque necesita de la realidad para obtener sus logros o acumular fuerzas. Raúl se ha hecho a base de trabajo, de esfuerzo. Fidel, en cambio, es dado a los símbolos, a los fuegos de artificio. Eso sí, en algo son idénticos: ambos se cuidan mucho a sí mismos. Tienen la convicción de que sus vidas son preciosas para la causa y quizá insustituibles. Fidel por su compromiso con los dioses y Raúl por sus compromisos con el Partido.

EL QUINTO PISO

El saloncito existe en el Palacio de la Revolución desde principios de los 80 y está habilitado con los más sofisticados equipos de la marca Siemens y medicamentos de última generación. Supuestamente es para el uso exclusivo de Fidel aunque sirvió para darle atención en sus horas de agonía final a Celia Sánchez, su acompañante de la guerrilla en la Sierra Maestra, hacia las 11 y media de la mañana del viernes 11 de enero de 1980. No es la primera vez que a Fidel lo someten a una intervención en el mismo local. La otra vez, al igual que ahora, fue por una diverticulitis. No se dio ninguna información al público entonces (1983) y el comandante Ramiro Valdés y el general de División José Abrantes eran sus acompañantes de cabecera. El Palacio de la Revolución dispone de una guarnición establecida, la cual es la mejor agrupación de choque del país y con los recursos necesarios de blindados ligeros en sus sótanos para acordonar el área en fracción de minutos, y del agregado de sólidos refugios antiaéreos. Es en su quinto piso donde está el local y donde ahora se recupera Fidel. También la llaman “La Cliniquita” y se encuentra en el quinto y último piso del cuerpo central del Palacio y su administradora es la mujer de Eugenio Selman-Housein, el cirujano que acompaña a Fidel a todas partes. Tiene una sola vía de acceso, a través de un elevador de tres paradas, la del parqueo soterrado, la del tercer piso (donde se encuentra la oficina de Fidel) y la de esta quinta planta, donde La Cliniquita comparte espacios con el Departamento de Versiones Taquigráficas del Consejo de Estado.

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Una información más modesta que la de este recuadro (por falta aún de mayores datos) me sirvió de todas maneras para estrenar el blog MI LEÑA AL FUEGO en www.elmundo.es. La intervención quirúrgica

y posterior convalecencia de Fidel Castro en las

instalaciones habilitadas en el Palacio de la Revolución fue rechazada de plano por los invitados regulares de los principales espacios de la televisión de Miami.

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Una “proclama” de 1958

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ITACA CERRADA POR REFORMA DOMINGO

13 DE AGOSTO, 2006

El mayor peligro que yo veo ahora es que, después de curarse y de que se sienta fuerte y animoso de nuevo, Fidel se deje llevar por su espíritu altamente competitivo y decida volver a ocupar sus funciones en el aparato del Partido y gobierno cubano. Todo depende, desde luego, de que logre superar la convalecencia. Las perfección de su maniobra es tal en estos momentos y las posibilidades que le ofrece son tan numerosas y dúctiles y pueden acarrear tanto provecho, que temo por una reactivación de los resortes de su infatigable vanidad y que quiera seguir demostrando que es el mejor. Aclaro que desde mi muy personal punto de vista, nada de eso me pareció mal en el pasado y les recuerdo que no otro es el Fidel Castro que hemos aplaudido durante años. Y que tampoco estaría mal que generara la apoteosis de un regreso, ya que volveríamos así a los causes de la historia y a la ilusión de que nos brinde unos capítulos más de terca resistencia. De todas maneras, existe la variante número dos. En la que estamos. Y, en lo días transcurridos, ha probado su gobierno y la eficacia del mecanismo —al menos para mantener el país en la más absoluta tranquilidad—y, lo más importante y por donde empecé, la infinitud de sus posibilidades. En este mismo instante, por ejemplo, pueden negociar cualquier cosa y con cualquiera. Raúl tiene las manos libres, siempre y cuando no huela el peligro, en especial para su hermano, y después para el resto, incluido él mismo. Que por lo pronto parezcan estar encerrados tras sus murallas no tiene mayor significado, solo el que nosotros mismos, desde afuera, estemos dispuestos a darle. Ellos pueden estar calculando que la sorpresa, o más bien el susto, de las autoridades estadounidenses, solo eso, pagó el coste del experimento. La avalancha de balseros en el horizonte y hasta el estallido de una guerra civil en la isla, tuvo que ser aplacado de inmediato por el presidente Bush con la nota más conciliatoria que ha producido su administración hacia Cuba. Ese es el primer gran resultado obtenido por el

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nuevo presidente del Consejo de Estado cubano. Y eso, ni tan siquiera porque Raúl Castro haya movido un dedo, o emitido alguna declaración. Solo como beneficio de su impertérrito silencio. Pero es una maniobra irrepetible. Es ese tipo de juego que solo puedes producir una vez. Y como yo veo las cosas, de regresar Fidel a tomar las riendas a tiempo completo, se perdería el factor sorpresa. Deben prever que el enemigo se prepararía para el futuro eventual y para la próxima (quizá postrera) recaída del Comandante. Ahora han dejado en la estacada a los exiliados de Miami después de tantos años cacareando sobre una supuesta transición que además ellos esperaban conducir y al llegar ésta verse desnudos y aislados y sin la posibilidad de hacer avanzar una sola gestión política. Es el gobierno cubano el que ha demostrado su capacidad para iniciar un proceso ordenado de sucesión y luego, todo sabemos que es inevitable, una transición, una que será cada vez más holgada en dependencia de las presiones o no a que sean sometidos y, repito, al peligro que esto acarree para ellos. La realidad, muchas veces ignorada, es que Raúl ha estado dirigiendo el país hace rato porque a Fidel no le interesan especialmente los asuntos administrativos. Fidel ha descansado en esa poderosa maquinaria económica y militar de Raúl para ejercer su poder y aventurarse con todas sus ideas. Raúl ha sido el gobernante de facto, el hombre de la estructura y —no lo olviden nunca— el rostro de la represión. Donde Fidel tiene que parecer como bueno, Raúl actúa desde las sombras para sostenerlo. Y, detrás de él, las divisiones blindadas de tres ejércitos. En términos generales, ha hecho una estructura lo suficientemente flexible como para ser un Estado y a su vez permitir a Fidel las descargas continuas y creatividad sin frenos de sus energías revolucionarias. Raúl, por esencia conservador y ortodoxo, ha sido el mecenas de la revolución fidelista. Digamos que Fidel ya estuvo muerto y que regresa. Es una idea demasiado atractiva, demasiado fuerte, para que él no le esté dando vueltas Yo creo que el terreno ganado en la maniobra no debe devolverse por el intento de regreso a casa de nuestro Ulises. En términos puramente militares, es imprescindible mantenerse a la ofensiva luego del éxito inicial. Y lo que han avanzado en estos últimos días no hay lógica ni razón para perderlo. Quizá haya llegado el momento de poner orden en la casa. Quizá sea impostergable que lo hagan. Quizá es algo que ya planearon.

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LEÑA FUEGO AL

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Esta es una selección de los 25 textos colgados por el autor en su blog de corta vida MI LEÑA AL FUEGO (en www.elmundo.es)

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MIAMI. JUEVES 3

DE AGOSTO.

11. 11.05 PM

El puesto de mando

Primero, noticias. Fidel se está recuperando. Hace dos minutos colgué el teléfono con mi fuente, una infalible, en La Habana, y ése es el parte. Igualmente Raúl en su convoy reducido de dos o tres Mercedes y un Lada con motor adaptado de Alfa-Romeo se ha desplazado por algunas calles céntricas de La Habana. La intervención quirúrgica de Fidel (aún no tengo la fecha exacta) tuvo lugar en el quirófano que para su uso existe en el Palacio de la Revolución. Este “saloncito” existe allí desde principios de los 80 —y está habilitado, como supondrán, con los más sofisticados equipos, y todos los medicamentos de última generación. Supuestamente es para el uso exclusivo de Fidel aunque sirvió para darle atención en sus horas de agonía final a Celia Sánchez, hacia las 11 y media de la mañana del viernes 11 de enero de 1980. Fidel, desde luego, parece estar corriendo mucha mejor suerte que su ayudante de la guerrilla en la Sierra Maestra, aparte de que no es la primera vez que lo someten a una intervención en el mismo local. La otra, de la que no se dio ninguna información al público, y también por una diverticulitis, se efectuó en 1983 y quienes estuvieron en la cabecera de su cama fueron sus dos guardias primados: el comandante Ramiro Valdés y el general de División José Abrantes. Eran los segurosos (como se le llama en Cuba al personal de la Seguridad del Estado) por excelencia. Todo responde desde entonces a una lógica de infalibilidad del dispositivo: el Palacio de la Revolución es el corazón y centro del gobierno cubano y dispone de una guarnición establecida, la cual es la mejor agrupación de choque del país y con los recursos necesarios de blindados ligeros en sus sótanos para acordonar el área en fracciones de minutos, y del agregado de sólidos refugios antiaéreos. Una fortaleza inexpugnable. No hay que mover al Comandante en Jefe desde —o hacia— ningún otro

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lugar. Ya está allí. En su puesto de mando. En su dicotomía formidable actual de convalecencia y atrincheramiento.1

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Esta información se amplía en “Nuestro cuarto presidente”.

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MIAMI. SÁBADO 5

DE AGOSTO.

2.02 AM

Nadie está escuchando

El avión ha despegado. Las emisoras locales están trasmitiendo —con los tonos graves de los partes en la Segunda Guerra Mundial— que acaba de hacerse al aire desde una base no identificada para dirigirse a un sector frente a las costas de Cuba y dedicarse allí a hacer unos lentos ochos durante un par de horas. Su misión, a través de los equipos que lleva a bordo, es la de actuar como búster entre un trasmisor de señal televisiva en tierra y los receptores que se encuentran en la isla. Es la famosa señal de Tele Martí, la emisora del gobierno americano, que nunca se ha logrado ver dentro de Cuba por más de unos segundos. Un mensaje de la secretaria de Estado Condoleezza Rice es el segmento estelar de la transmisión a colar hoy. Se trata —explican— de cumplir el compromiso del presidente Bush de mantener las vías de información abiertas a la población cubana. Un compromiso muy viejo, y nunca cumplido, al menos de la manera eficaz que proclaman. La operación es costosa y han tenido que traer el avión desde Irak. Creo que un Hércules C-130. Buena máquina. La premura actual tiene dos objetivos, uno evidente y otro de tapón. El evidente es de decirles a los cubanos en la isla que se manifiesten contra el gobierno, que se opongan a la actual administración de su país y que, casi dicho descarnadamente, que se alcen. Por supuesto, todo esto debe ocurrir dentro de los límites de la isla. Inmólense, desángrense, pero que a ninguno se le ocurra montarse en una balsa y dirigirse a la Florida. El otro objetivo, el realmente importante, es el de tratar de salvar la cara ante el monumental descalabro político que ha tenido lugar en esta ciudad en la última semana. Tres congresistas republicanos, otros tantos senadores y secretarios del gobierno, y el propio presidente, han clamado por lo más cercano que se puede describir como una insurrección popular y en Cuba no se ha movido ni una hojita batida por el viento.

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Háblenme todo lo que quieran de la represión y del aparato de la Seguridad y descúbranme estas verdades de sobra conocidas. De lo que se trata ahora es de que el gobierno americano y toda la contrarrevolución (u oposición, como quieran llamarle) asentada en el sur de la Florida, han demostrado una desproporcionada incapacidad para responder a un cambio en Cuba y que carecen de las estructuras imprescindibles para llevarla a cabo. El mismo derroche de estabilidad y sosiego que hace el gobierno de Raúl Castro en este instante (y de paso anunciar que eso va para largo), es equivalente al patetismo de este exilio torpe y desconcertado. Si no fuese porque se trata de unas augustas personalidades a las que, por oficio, se les debe un mínimo de respeto, yo diría que han estado 47 años estafando a la opinión pública. Tanto trajín con la transición y cuando esta aparece, se quedan demudados. Incluso el último argumento para justificar la existencia de Radio y Tele Martí (y sacarnos a nosotros, los contribuyentes, la plata de su coste) que era el de poder orientar a los cubanos de la isla en los avatares de la hora cero, ha entrado ahora mismo en el mayor de los descréditos. Ni un minuto entero de sus transmisiones televisivas ha logrado penetrar la barredera de bloqueo del gobierno cubano, además del efecto que yo quiero que ustedes me digan que va a causar en la barriada habanera de Santos Suárez o en unos pueblitos llamados Nicanor del Campo o San Juan de los Yeras la alocución de la señorita Rice. Qué manera de empeñarse en emprenderla a pellizcos con el acero.

[NO

SE PUBLICÓ:]

UNA ADVERTENCIA

Coral Gables. 1.23 PM- La inclusión de una caricatura procedente del portal La Nueva Cuba en mi texto sobre Radio y Tele Martí se ha hecho sin consultar conmigo y mucho menos con mi aprobación. Desvirtúa mi clara intención de exponer la política errática y manipuladora del llamado exilio histórico de Miami y, peor aún, del gobierno estadounidense, en relación con Cuba. Es lamentable que su uso solo sirva para amortiguar la agresividad de mi composición. En este caso yo no estaba haciendo un chascarrillo de Fidel o el gobierno cubano (los he hecho muchas veces antes y mucho mejores), sino exponer la conducta de inocuos resultados de, precisamente, sus enemigos. El insulto adquiere además un carácter personal dado que La

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Nueva Cuba es, ante mis ojos, una de las páginas más despreciables de todas las que produce la contrarrevolución cubana en la web. ¡Y miren que estas abundan! Gracias por la atención. Norberto Fuentes.

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MIAMI.

MÉRCOLES

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DE AGOSTO AGOSTO.

7.47 PM

A cuatro días del cumpleaños de Fidel

La euforia por la muerte de Fidel que había dominado esta ciudad durante los primeros días de la pasada semana cedió visiblemente a las 72 horas. La impronta de violencia contenida, como de comandos en vísperas del desembarco en territorio hostil, se replegó hacia la zona de ebullición cero que, inevitablemente, se convertirá en la antesala de un estadio de depresión en masa, otra vez esa conocida experiencia anímica de mis mercuriales vecinos de ocasión. Tengo entendido que arañaron la victoria por primera vez a mediados de abril de 1961, cuando los portones de las barcazas de desembarco de la CIA se abrieron sobre dos playazos de Bahía de Cochinos y soltaron las fuerzas y su material de guerra con que habrían de liquidar la Revolución Cubana, arrancarle la cabeza a Fidel y ocupar la isla. Conocemos el desenlace aunque les quedó el maravilloso recuerdo de que esas fuerzas, que estaban siendo machacadas en su lugar de desembarco, fuesen descritas por la radio gubernamental estadounidense como los valientes que capturaban una provincia cubana por día. Me recuerda aquella mofa de Hemingway de la Guerra Civil Española, que era recurrente —con su vozarrón de hombre de los bosques— en sus borracheras de Cuba. “Nuestras tropas —decía— siguen avanzando sin perder una sola pulgada de terreno”. Después, la crisis de octubre de 1962. Ellos mismos me lo han contado (yo estaba del otro lado, como saben, allá en la isla). La excitación que les embargaba cuando veían pasar los vagones de ferrocarril por las dos líneas que cruzan la Calle 8 —y que aún sobreviven en esta ciudad— cubiertos con las oscuras lonas del Ejército, vivaqueando hacia las bases del sur toda la metralla que nos iban a meter en Cuba. No importaba que pulverizaran la isla. Eran como maridos abandonados. Si Cuba no podía ser de ellos, pues que los gringos la desaparecieran. Miren la cantidad de disidentes quejumbrosos y llorones que se hubieran perdido. Los hubiesen evaporado antes de 78

surgir a la vida política como contestatarios. Ni la más mínima oportunidad para soltar la primera lágrima de arrepentimiento, ni tiempo para acumular argumentos sobre la maldad comunista. En fin, que el polvo no deserta. Tuvieron que pasar muchos años, sin embargo, hasta 1964, para la penúltima oportunidad, para que hubiese el brote de alzamiento popular de unas dos horas de duración en un sector de un kilómetro y medio del litoral habanero. Conocido como el “maleconazo”, puso a Miami otra vez en las vísperas del día definitivo. Esa tarde —debe advertirse— hubo menos fiesta y más expectativa. Y ahora Fidel y su quebranto de salud. Una emergencia médica certificada como muerte sin apelaciones por los compatriotas que, con las resonancias de tumbadoras de las barriadas habaneras, llenó el condado de Dade. No obstante, no se amilanan al conocer que Fidel no ha sucumbido ante la dolencia de sus vísceras. Tienen la práctica de las situaciones anteriores. Les ha enseñado que si bien se les acaba el mundo en un segundo, y todas sus ilusiones se desvanecen sin consuelo, ellos saben cómo sacar a relucir de inmediato sus opciones de reemplazo. Es el talismán que a todos sirve para exorcizar el ridículo universal que ellos mismos producen. En estos días, antes de retirarse de los sitios de festejos, cambian la certeza de sus celebraciones funerales por cuestionamientos que se adaptan a la nueva situación. Están cambiándome el muerto por la dura realidad de que se las tienen que arreglar con el vivo. Y, de acuerdo a las actuales circunstancias, es que surge —para empezar— los cuestionamientos sobre el sucesor y la necesidad de ubicarlo geográficamente, Y, bueno, si el Comandante no está en su ataúd, cuál es la puñetera razón por la que Raúl no aparece en público.

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JUEVES 10

DE AGOSTO.

7.48 PM

A tres días del cumpleaños

No conozco otra declaración más clara y determinada de George Bush en sus seis años de gobierno. Los problemas de Cuba se tienen que resolver dentro de Cuba y con los cubanos que están allá. No hay nada en el pastel para los cubanos de Miami. Si acaso, en un futuro impredecible —y a todas luces muy lejano—, se hará factible discutir con los gobernantes de La Habana “el asunto de las propiedades confiscadas”. Ni una palabra sobre las famosas y variopintas violaciones de los derechos humanos en la isla ni sobre la falta de libertades o sobre los criminales de guerra que, afirmaban hasta la pasada semana, gobiernan la isla. Explicado con toda sencillez: el presidente de los Estados Unidos coincide con el gobierno de Cuba en que su actual disposición de mantenerse al frente del negocio es lo correcto y la declaración desde el podio del imperio montado en el rancho de Crawford, Texas, es equivalente a un reconocimiento oficial de la nueva administración cubana. Tampoco puede ir más lejos de esa declaración, dada la inexistencia de relaciones diplomáticas normales entre los dos países. Pero es bastante con lo que ha dicho además de que es uno de los primeros gobiernos del orbe en ofrecer esta forma maquillada de reconocimiento. Ahora queda por conocerse la reacción de Miami y el efecto que pueda causar la segunda parte del mensaje presidencial. O cuando se den cuenta de su significado (si tal cosa ocurriese). La segunda parte, ya saben, es que nadie puede moverse y que no aceptarán ninguna clase de trajines entre las dos riveras. En fin, que Bush le está aclarando al exilio que no va a jugar ningún rol en la transición. Debe reconocerse que hasta ahora la caballería republicana ha resistido bien el embate o por lo menos que se las ha arreglado para eludir el tropel de preguntas y frustraciones con que comienzan a atacarlos. Nada, desde luego, que se parezca ni por asomo a las protestas callejeras y las quemazones de neumáticos y disturbios de los días 80

de Elián. Que va. La sublevación elianística estaba reservada para Clinton y Janet Reno y el resto de aquella pandilla de comunistas. Por cierto que los mismos locutores radiales que entonces azuzaron la candela contra el gobierno de Clinton son los que, desde hace dos días, se especializan en interpretar a Bush y dulcificar hasta lo irreconocible su escueta pero rampante declaración. El reino absoluto del galimatías. Si Cantinflas no hubiese existido antes y su legado de centenares de películas no existiese, estos cubanos lo hubiesen inventado. Lo trágico es que Cantinflas pertenecía a la tradición de la picaresca y que ése mexicano genial, Mario Moreno, supo cocinar su personaje en el fuego lento de los buscavidas, mientras que estos payasos (y payasas) de circunstancia de nuestro entorno, lo que están enredando en sus forzados galimatías es el último sesgo de dignidad de sus creyentes. Apuesto a que en las próximas semanas Bush vuelve a desembarcar en esta ciudad para sus fotos de ocasión en una venduta de cafecito cubano al aire libre (seguramente en el ventorrillo del Versailles, previamente copado por el Servicio Secreto) y luego de soltar en español el obligado Viva Cuba Libre, desaparecer en brazos de sus amigos ricachones. En Miami reina en este instante la misma calma chicha que en La Habana. El discurso de Crawford permanece inalterable. Ustedes no son un gobierno. Y vayan bajando el tono de los gritos porque ya me están afectando los tímpanos. La coral republicana de la ciudad levita en su éxtasis de irrenunciable lealtad.

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VIERNES 11

DE AGOSTO.

12. 12.43 AM

A dos días, solo dos

No conozco otra escuela anterior del anticomic en el mundo. La empezamos un puñadito de muchachos en la revista Mella, que era una revista mensual de la Asociación de Jóvenes Rebeldes, una agrupación cubana sucedánea del Komsomol. Nos habían dado el edificio del periódico comunista Hoy, que tenía para nosotros el encanto heroico de haber sido uno de los blancos favoritos de la policía de Grau, Prío y Batista. En el tercer piso, al fondo, nos reuníamos. Lázaro Fundora, uno de los coloristas, que tenía una guitarra, cantaba un rock en español llamado “Los fantasmas”. Silvio Rodríguez, al que todavía Lázaro no le había enseñado a tocar guitarra, tenía la misión de dibujar El Hueco: Una historieta muy profunda. En aquella época de primeros contactos con el marxismo, todo debía ser profundo. Así que rápidamente comenzamos a burlarnos del concepto. ¿Y qué cosa más profunda que un hueco del que no se sabe dónde tiene fondo? Otro personaje era Guillermo Rosales, que abandonó su carrera en el servicio exterior para escribir el guión de una historieta sobre la batalla de Dien Bien Phu. ¡Por primera vez en un comic ganarían los vietnamitas! Y estaba Virgilio Martínez, que venía de la tropa del Partido y que, para despistar, firmaba sus caricaturas en la prensa clandestina con el seudónimo de Laura. Un mulato bajito y con unos espejuelos de fondo de botella, que no asomaba ningún rasgo femenino pero por cuyo nombre de guerra nosotros identificábamos cuando lo saludaba un viejo camarada. Laura, en su mesa de dibujo barnizada, color nogal, compartía su jornada entre la producción de historietas, para las cuales yo le proveía los guiones, y la encuadernación de unos impecables pasaportes extranjeros. Isidoro Malmierca, entonces jefe de la Seguridad del Estado, se encargaba de suministrarle los rollos de papel de pasaporte cubanos, pero vírgenes, así como las tapas, amén de los modelos a copiar. “Laura —le decía a Virgilio, y desde sus fríos ojos azules no soltaba un solo destello de amabilidad—. Laura, necesito tres de Venezuela y uno de Costa Rica”. Ese era el 82

ambiente que había allí, en el tercer piso de Mella, a medio camino entre Walt Disney y el KGB. Yo llegué a ser el director del conglomerado, el de la parte creativa me apresuro a aclarar, nada que ver con los negocios de Malmierca y la subversión continental. Mi primer trabajo fue una historieta a dos páginas que, en un gesto considerado por mí mismo de una audacia enorme, carecía de título. La idea básica era el regreso de la Brigada 2506 a las costas cubanas y lo que ocurriría de ellos ganar. Su título de trabajo: “Si los brigadistas volvieran”. Se publicó en el número de noviembre de 1961. Todavía los brigadistas estaban presos en la cárcel provisional que les habían instaurado en el Hospital Naval y faltaba como un año para que los juzgaran y unos meses más para que Kennedy pagara una indemnización en compotas y maquinaria agrícola a cambio de su liberación. Tenía dos o tres cuadros muy buenos. El que más me gustaba era el de un Trucutú (el famoso personaje de la edad de piedra de los comics gringos) que se presentaba, garrote al hombro, antes unos campesinos con el objeto de ¡analfabetizarlos! Es decir, devolverlos a su estadio prerrevolucionario de iletrados. Se trataba de una recreación de la restauración contrarrevolucionaria en Cuba. Mirando los debates y exigencias de mis paisanos en estos últimos días, y viendo lo que, de hecho, ha estado en sus mentes, ha sido inevitable la reactivación de esta memoria y que yo se la traiga a colación. Poco ha cambiado para mis personajes y situaciones de hace 45 años. La historia, que entonces surgió como comedia, ahora se repite como tragedia.

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SÁBADO 12

DE AGOSTO.

8.56 PM

El palo durísimo

Imaginad por un instante al Comandante en su lecho de enfermo. Con el gesto de una mano llama a Joseíto —el coronel José Delgado, jefe de su escolta— para que acerque al oído y solicitarle un parte de la situación. Joseíto informa. Durante la última semana Raúl ha aparecido dos veces en televisión, ha firmado cinco decretos, ha participado en cuatro asambleas provinciales del Partido y ha hecho imprimir un cartel de él en uniforme y enarbolando un AK-47 cuyo lema reza: ¡Comandante Raúl, Ordene! Lo que ocurra en el segundo siguiente a tal escenario y, sobre todo, lo que ocurra con los huesitos de Raúl alineados sobre la banda elástica anterior a la máquina despalilladora, es algo muy claro para mí. Estoy bromeando, como pueden suponer, aunque advierto que solo es una broma de alcance parcial. Porque la gran duda que ha despertado el silencio de Raúl y que ya en Miami comienza a ser explicada como la amarga realidad de que los Castro los han engañado ¡otra vez!, encierra —ante la contundencia del análisis más simple— la verdad de que Fidel no solo está vivo sino que aún entiende que el poder le pertenece. Yo no sé por qué aquí se ponen bravos si fueron ellos los que inventaron el muerto. Y la situación —me refiero al mutismo de La Habana— revela algo mucho más sustancioso: que Raúl está jugando su propio juego y no el que le imponga nadie. Y que está haciendo lo que siempre ha sabido hacer. Actuar desde las sombras. ¿Que Raúl no aparece? ¿Qué Joseíto no pueda escanciar las gravísimas noticias en los oídos de su jefe? Todo previsto. Todo pensado. Todo lógico. No obstante, y por si alguien se quiere llamar a engaños, el matutino Granma publica el sábado que Fidel se ha levantado, que camina y que él mismo se está identificando como un caiguarán, uno de los árboles maderables más duros de Cuba, palo como dicen los campesinos cubanos. Y —¡atención!— uno de los que alcanza mayor longevidad.

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Hoy Fidel cumple ochenta años. Chávez debe estar a su lado en este momento. Raúl, de cañón está allí. Y la Doña Dalia y los muchachos. Gabo con toda probabilidad. Alguien —calculo— debe estar diciendo que no lo obliguen al esfuerzo de apagar de un soplido 80 velitas. En medida que se avanza en la vida, los pulmones se resientes cada vez más. 80 años implican las exigencias de un esfuerzo de soplido monumental. Un cumpleaños suyo como siempre han sido. En la intimidad, con refresquitos y el quei —forma irreducible cubana de llamar a las tortas. Y de paso se sacude de arriba los fastos que quisieron inventarle en la Fundación Guayasamín y la idea de llenarle la Plaza de la Revolución con todos los premios Nobel del mundo. 80 años de Fidel. En realidad se trata de una bicoca si se le compara con lo que aguanta un caiguarán. A lo mejor eso sirve de consuelo a muchos en este entorno. No creo estar cometiendo una herejía de exageradas proporciones ni ser políticamente incorrecto si, al menos en un día como hoy, digo que disfruto sus combates aunque sea desde lejos.

¿Nuestro próximo presidente?

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DOMINGO 13

DE AGOSTO.

6.45 PM

El reposo del guerrero

Aparece muy cansado y la alegría fosforescente del mono Adidas que le echaron encima no logra disolver la tristeza en el rostro vivaz y fuerte que conocemos de sobra. No es señal de muerte inminente porque es inconcebible que a estas alturas del juego Fidel le tema a su inseparable compañera. Se trata de algo peor. Se trata del ocaso, uno previsiblemente lento, y, aún más difícil para él, de que se retira. Es visible en las fotos hechas circular en la web una venda de gasa alrededor del abdomen, probablemente cubriendo con antisépticos la zona de la herida y que debe tener un drenaje debido a uno colostomía, lo que a su vez significa que puede estar obligado a permanecer hasta un año (si no es definitivo) recuperándose para luego enfrentar una segunda y definitiva operación. Está actuando en favor de su hermano, que es igual a trabajar por la estabilidad del país. Esta diciendo que eso es para largo, incluso que su vida corre peligro, pero que por lo pronto se encuentra a la mano y es una presencia latente y laboriosa. Esta diciendo que las expectativas y elucubraciones deben terminar y que ha llegado el momento de que el país vuelva al trabajo de la manera acostumbrada y se encauce. También está dando el tiempo necesario para que Raúl asegure su situación como mandatario. Las noticias no son las que quisieran sus seguidores y mucho menos las que añoran en Miami. Por otro lado, mientras aguante ese corpachón de 6 pies dos pulgadas y más de 220 libras de peso, se nos permitirá asistir a un acto de despedida a su vez dulce e inesperado. Dulce en el sentido de que su salida del poder va a ser incruenta, amén de que, cuando se sienta un poco mejor y con disposición a invertir su tiempo en algo que no sea el progreso favorable o no de su convalecencia, lo tendremos haciendo cosas realmente productivas. Se va a poner a escribir, denlo por seguro. Mientras tanto, las claves de hoy domingo 13 de agosto de 2006 es que Fidel está fortaleciendo la posición de su hermano y del gobierno constituido después del anuncio de su intervención quirúrgica y, muy importante, para darle aire a Raúl. Con la mirada 88

alerta, pese al extremo agotamiento resultante de la agresividad de la operación, está proclamando al mundo su advertencia: Raúl cuenta con él y le garantiza el espacio de maniobra y acomodarse. ¿Copiaron? Ahora bien, lo que me preocuparía más de hallarme en ese entorno y lo que considero más apremiante y angustioso, es que a Fidel se le haga insoportable la convalecencia y tener que andar con la cabrona bolsita de la colostomía —si tal fuese la situación— a rastras, porque sería lo único que le impediría desplazarse a su antojo y con los baños de masas que han sido su presencia natural desde 1959. Bajo cualquier circunstancia no existe mayor humillación para un hombre símbolo. Recuerdo una frase de mi época en Cuba. Yo la solía compartir mucho con el poeta Raúl Rivero y describía la conducta a que nos obligaba los rigores del socialismo real: “En este país no te puedes ni desmayar”. Sería una versión criolla del apotegma hemingwayano de la gracia bajo presión. Lo que entonces no sabíamos era que la norma resultaría valida alguna vez para Fidel Castro.

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MARTES 15

DE AGOSTO.

2.39 AM

Primer búnker

Según los cables de AFP y una considerable cantidad de periódicos en el mundo, por primera vez en 48 años de revolución los cubanos vieron este lunes a Fidel Castro enfermo en una cama. Bueno, puede que sea la primera vez que lo ven tan desmejorado e incluso que se les haya hecho palpable que su líder invencible ha de enfrentar también, eventualmente, la muerte. Pero el dato de que nunca antes lo habían visto en cama está equivocado. El 11 de julio de 1960, estaba enfermo —un estado febril como producto de una vulgarísima gripe—, cuando se permitió la entrada de un equipo de control remoto de televisión en sus habitaciones del llamado complejo de la Calle Once, en el Vedado, donde vivía en los primeros años de la Revolución bajo la vigilancia y protección de su compañera de campaña en la Sierra Maestra, Celia Sánchez, que lo rodeaba allí de todas las comodidades y antojos, y más o menos donde permaneció hasta mediados de los 60 en que comenzó su romance con Dalia Soto del Valle. En aquellas escenas Fidel se hallaba recostado en una cama camera y enfundado en unos pijamas de color beige y aparecía reposado y sonriente y con una dentadura intacta. Junto con los camarógrafos y técnicos, permitió la entrada a un par de periodistas y bromeó con ellos y hasta inició una pequeña conferencia de prensa al pie de cama sobre la Reforma Agraria. Tuvo además un momento de visible emoción cuando escuchó la versión instrumental del “Himno del 26 de Julio” que el maestro Enrique González Mantici, con la Orquesta Sinfónica de la emisora CMQ, preparó para la ocasión, una especie de serenata vespertina y efectuada a distancia. Nunca antes la había oído “que no fuera cantada”. Serían las 4 de la tarde cuando la agrupación, desde los estudios de la telemisora, acometió la vigorosa marcha que exaltaba la organización revolucionaria con la que condujo la lucha contra la dictadura batistiana y Fidel la escuchó a través del aparato de televisión instalado frente a él. Luego, desde el centro de transmisión, a unos tres kilómetros de distancia, pasaron la señal hacia su refugio, y fue la primera 90

oportunidad en que los cubanos lo vieron en unos sedosos pijamas y recostado a un almohadón. Poco más de un año después, el 8 de agosto de 1960, tuvo una segunda recaída, una afección de las cuerdas vocales en el fragor de un discurso para anunciar que se procedería de inmediato a la expropiación forzosa de “las propiedades yanquis existentes en Cuba” como respuesta a “la actitud asumida por el presidente de EE.UU. de suspender la compra de azúcar a Cuba”. Enmudeció repentinamente a mitad del acto y obligó a Raúl a concluir su arenga. Era la época en que aún se permitían el lujo de eludir la norma de seguridad de nunca aparecer juntos en una misma tribuna. Como quiera que la afección comprometía sus cuerdas vocales, no tuvo que elaborar ningún discursillo en los días posteriores. Tampoco fue necesario. Nunca más las cámaras —de ningún tipo— volvieron a entrar en sus aposentos. Otra norma de seguridad implantada desde temprano.

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MIÉRCOLES 16

DE AGOSTO.

3.00 AM

El buen vecino

El l4 marzo de 1959 un diplomático estadounidense de nombre Philip Bonsal, delgado, delicado, y con esa expresión de susto de quien a hurtadillas se ha tragado un canario —¿dónde yo he visto esa descripción antes?— asumió en forma oficial su cargo de embajador ante el gobierno de Fidel Castro. Fue el último intento de los americanos por resolver las diferencias dentro de los buenos ánimos que debían prevalecer entre viejos aliados. Todavía hoy es descrito como “un fundador clave” de una política a llevar por Washington de relaciones “formales y correctas” hacia el recién estrenado gobierno revolucionario de Cuba. Sobra decir que fue el primer y único embajador americano en las últimas cuatro décadas asentado en La Habana. La actividad paradigmática de Bonsal en ese sentido —el de brindar un enfoque que hoy llamaríamos políticamente correcto a las relaciones bilaterales— se obtiene de una lectura esencial; esto es, por la manera que manejó, apenas estrenado en su cargo en ese mes de marzo, la intervención de la Cuban Telephone Company, la primera gran empresa de capital americano que los cubanos arrimaban a su baza. En principio, según se defendió en sus memorias, tomó esa disposición revolucionaria como un error de los cubanos, pero igualmente tuvo la habilidad de reconocer que era una decisión de un país soberano. Llegó más lejos incluso: proclamó que no era su función como embajador de Estados Unidos representar los intereses particulares de la empresa que ya los cubanos llamaban descarnadamente monopolio imperialista. Y todavía no frenó su apetito por lograr un excelente ambiente de cordialidad y franqueza y buena vecindad. Tomó entonces la iniciativa, que le pareció luminosa, de iniciar un acercamiento con el ministro de Comunicaciones para ponerlo en contacto con especialistas de regulación y

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operatividad de un sistema telefónico, que podían aterrizar en Cuba con un chasquido de sus dedos. En independencia de que Fidel no se tragara la píldora y de inmediato sospechara que el propósito era colmar todo el servicio telefónico del país con agentes de la inteligencia americana, la tónica de la presencia de Bonsal en Cuba fue desde su inicio un calvario de vicisitudes e incomprensiones y desplantes. Fidel se solazaba en la televisión contando que hacía esperar a Bonsal en su antedespacho un par de horas y que al final no lo recibía, y Bonsal aguantando. Según el gobernante, los recados de Bonsal, que al final le hacía pasar con algún ayudante, expresaban que se quedara con la Cuban Telephone Company y con la Compañía Cubana de Electricidad y hasta uno que otro latifundio, ya que estaba implantando la Reforma Agraria, pero que aguantara la mano con el resto de las propiedades de sus conciudadanos para lograr un excelso estado de vecindad. Estado de vecindad que todos sabemos a donde fue a parar y donde ha estado en los últimos 47 años. Ni qué decir del destino de las empresas que con tanta nobleza Philip Bonsal quiso poner a salvo. Respecto a ellas —y también de las expropiadas a los capitanes de industria cubanos— hablaba el presidente George W. Bush la semana pasada cuando mencionó la posibilidad de ver con el gobierno de La Habana el asunto de las confiscaciones, aunque siempre subrayando que se trata de un objetivo a un plazo que pinta muy lejano. No creo que ninguna corporación americana en su sano juicio pretenda recuperar ahora una instalación en Cuba, que en todos los casos tiene más de 50 años de explotación, si no es la situación de que ya hayan desaparecido. En cuanto a los empresarios cubanos, si aún viven, lo aconsejable es que preparen su declaratoria de herederos a favor de algún nieto. Ah, qué hermosa generación de capitancitos de la industria cubanos veremos desembarcar en la isla. Porque las señales no pueden ser más claras sobre la necesaria moratoria estadounidense al respecto. Al menos deben aceptar la clase de embajador que, es evidente, veremos presentar sus cartas de estilo ante el presidente Raúl Castro. Como si vieran regresar a Bonsal. De nuevo la historia en su perenne ascenso en espiral —aunque sea a costa de algunos ridículos.

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JUEVES 17

DE AGOSTO.

10. 10.10 PM

El próximo paso

A ver, muchachos, atiendan acá. Va y logro que aprendan algo. El próximo paso del nuevo gobierno cubano es deshacerse de Felipe Pérez Roque. Demasiado brutal para tenerlo de canciller en unas circunstancias que prometen una diplomacia de sonrisas y amabilidades, aunque en dependencia desde luego de que la presión internacional se mantenga en su nivel actual. Esto es, a la expectativa por lo que trae Raúl escondido en el bolsillo. No es momento para alguien que da la impresión habitual de emerger por la escotilla de un tanque a la ofensiva. Desde que asumió el cargo de canciller y declaró que él conocía el pensamiento íntimo de Fidel Castro, preví un futuro suyo besando las arañas. Porque si de verdad conociera ese pensamiento íntimo, estaría huyendo.

De izquierda a derecha, Pérez Roque, Carlos Lage, Álvaro López-Miera, y Abelardo Colomé “Furry”

Carlos Lage no tiene problemas; ahora mismo viene siendo para Raúl lo que Raúl era para Fidel. Es decir, el Raúl de Raúl. El Número Dos. Un buen número dos, por cierto, inteligente a la vez que firme, amén de ser un viejo reformista, y libre de la carga terrible de príncipe de las tinieblas con que Fidel sometía a su hermano para presentarlo como el que implantaría la degollina en Cuba si lo mataban. Un hecho que conozco al

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dedillo es que Lage estaba virando de cabeza la Unión de Jóvenes Comunistas y convirtiéndola en una organización nada ortodoxa y bastante respondona, cuando tuvo la suerte de que, para sustraerlo de su liderazgo allí, no lo fusilaran como a Arnaldo Ochoa o lo hicieran papilla como a Carlos Aldana, y Fidel se lo llevara consigo para el Grupo de Apoyo.* El general de Cuerpo Álvaro López-Miera es un hombre de Raúl, pero es además el hombre que Raúl personalmente preparó durante años para la posición de jefe del todopoderoso Estado Mayor General. Coincido con todos los analistas que está pintadito para ser el tercer ministro de Defensa de la Revolución Cubana.** Por último, mi predicción más arriesgada, pero de ejecución inevitable a un plazo no muy lejano. Abelardo Colomé Ibarra, el actual ministro del Interior, y sus allegados, van al piso. La primera razón para la sustitución es que no puede haber en Cuba un gobierno de unidad nacional con unos personajes tan emblemáticamente divisivos al frente del llamado 'aparato'. Otra razón por la que creo que se lo van a fumar, es que en este mismo instante Colomé está conspirando. Lo único que ha hecho en su vida. Dense por convencidos de que una de las instrucciones que Fidel le dio a Raúl antes de la primera dosis de anestesia, fue que no le quitara el ojo de encima. Mientras más rápido se lo bailen, mejor. Advierto ahora sobre el efecto contraproducente que esta suerte de predicciones suele acarrear. Lo malo es que cuando uno dice estas cosas ellos de inmediato se atrincheran y no ceden un ápice, al menos en principio. Estoy convencido no obstante que esta es la idea de maniobra actual. Y lo más que puede pasar es que la estemos retrasando un poco. Ah, olvídense de darme crédito cuando lo lean en los periódicos.

[Notas] * Carlos Aldana. Caramba, se nos olvidaba. Le pregunta es si habrá alguna clase de rehabilitación para el antiguo jefe de despacho de Raúl en el Partido y posterior y espumeante secretario ideológico. ** El primer ministro de Defensa fue el comandante Augusto Martínez Sánchez, luego nombrado ministro del Trabajo. Martínez Sánchez fue también el primer sustituto que tuvo Fidel para su cargo de primer ministro cuando viajo a los Estados Unidos en abril de 1959.

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VIERNES 18

DE AGOSTO.

4.53 AM

Los profetas desarmados

Hace pocos días Alcibíades Hidalgo, el más importante cargo de la nomenclatura partidaria cubana llegado al exilio, dijo que uno de los rasgos distintivos de la mentalidad de Raúl Castro era que éste desconfiaba de los intelectuales. Yo entiendo que estamos ante una apreciación dentro de un retrato generalizado del gobernante, además de que procede de la voz más autorizada que contamos sobre el personaje; nadie puede poner en tela de juicio cualquier descripción de Alcibíades sobre Raúl Castro, con quien trabajó (si la memoria no me falla) durante 10 años como su jefe de despacho en la llamada oficina política del segundo secretario del Partido, y siendo como es una fuente aun sin explotar y sin justipreciar en los think tanks del exilio, o incluso del gobierno americano. La expresión, desde luego, puede ser despojada de su sentido original y llevar al criterio de que Raúl, al menos en los momentos actuales, tenga motivos de peso para desconfiar de la clase, y lo que es peor, que se establezca la creencia de que los escritores cubanos del eje Miami-Madrid (y el ocasional enganche de México) sean una promoción de nuevos héroes ilustrados y un implacable flagelo sobre el lomo de nuestro presente enemigo principal.* Un muestreo de todo lo que se ha publicado desde el anuncio hace dos semanas de la intervención quirúrgica de Fidel, arroja de inmediato el resultado de un discurso lamentable, atrasado, sin ningunas agallas y sobre todo de una desconcertante desorientación. Si Raúl tiene miedo de lo que se ha publicado hasta ahora y de las orejitas que están mostrando mis colegas de la hermandad, entonces sí voy a comenzar a preocuparme. Pero, bueno, ¿a qué echarle la culpa a estas almas en pena si en definitiva es la misma desorientación que reflejan las agrupaciones y líderes políticos del exilio, y, más lamentable aún, el conjunto del gobierno americano y sus servicios de inteligencia? 96

Duros días aguardan a la gente que aquí tienen el dinero y el poder y que durante años se han cotizado muy caro por su supuesta armazón definitiva sobre la manera en que habría de llevarse a cabo la transición. Yo diría que el intelectual que ha actuado con más finura en este mar de desaciertos es Mario Vargas Llosa. Peruano, como todos sabemos, aunque con una perenne preocupación por Cuba. A la hora de producir su opinión, sin embargo, dirige su resuelto ataque a la Administración Bush y, con toda sabiduría, toma distancia de una situación que por lo pronto no domina y no conoce sus pormenores. Vargas Llosa se mantiene firme en sus lineamientos habituales de lucha por la democracia, la libertad de expresión y el libre comercio. Y si bien en estos momentos no sale de ahí para echar su vistazo sobre Cuba, se queda pasmado al saber que la actitud de Estados Unidos es la de un remoto observador y que a su vez, eso sí, alista toda una flota y toda su tecnología de punta para dislocar un cerco electrónico y de cañoneras rápidas alrededor de la isla con el objeto de impedir un éxodo salvaje. Y ahí terminó la angustia por la democracia. Por fin descubren la naturaleza de la retórica democrática de las potencias. Y el choque se registra por ese despiadado divorcio entre los ideales que flotan siempre en un limbo de abstracciones y los intereses de un país del poderío de Estados Unidos. Un trago amargo para el peruano, sin dudas, pero que a los cubanos no debía tomarlos por sorpresa. Debían estar ya más que escarmentados con las monstruosidades que han pasado frente a sus ojos.

*El lector habrá observado el inútil esfuerzo del autor por eludir el ataque al viejo compañero de experiencias políticas en los pasillos del poder revolucionario. Pero todavía gravita en su conciencia de periodista leal el no haber continuado hacia donde el impulso original le llevaba, hacia la dirección del golpe principal. Lo cierto es que la declaración de Alcibíades de que Raúl Castro desconfiaba de los intelectuales, no aportaba fundamento al análisis, solo un titular de rápido consumo para el personal cubano de Miami y algún que otro reaccionario de las áreas afines. Talento mal usado e información valiosísima y verdades echadas al bolsillo, para que nadie las vea. Un intelectual formado por la Revolución, al que Raúl prácticamente le rogó para que trabajara en la posición política de mayor confianza de su entorno: la jefatura

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de su oficina en el Comité Central del Partido, nos deja en la incómoda posición de no saber a qué tipo de labor él se dedicaba junto al mismo Segundo Secretario. ¿Manual? ¿Labor manual? ¿Picaba piedras en aquella oficina? Coño, Alcibíades. [nota al margen no publicadas] EL LUGAR COMÚN ENGORDA Alc fuera de la realidad. Si es por algún dinero, se acepta. Espero que no lo haga gratis. El lugar común da plata. Pero puede ser una bronca perdida de la propaganda fidelista. Cada vez que oigo a esos voceros de la Casa Blanca, que acaban de revisar los últimos partes de guerra de sus masacres en Iraq, y me hablan de la falta de derechos humanos en Cuba, se me revuelve el estómago. Ex embajador en la ONU duda que Raúl Castro tenga tiempo de reformar Cuba A diferencia de su hermano, Raúl Castro tiene sentido del humor y un trato más cercano, pero como él, 'está sediento de poder', opinó Alcibíades Hidalgo. AGENCIAS miércoles 31 de enero de 2007 18.26.00 Alcibíades Hidalgo, antiguo embajador cubano ante Naciones Unidas, considera que tras la muerte de Fidel Castro su hermano Raúl no tendrá tiempo de llevar a cabo la reforma de la Isla, dado el estado "catastrófico" de la economía, informó EFE. En declaraciones que publica este miércoles el vespertino francés Le Monde, Hidalgo afirma que la única posibilidad es intentar poner en marcha en Cuba un régimen "calcado" del modelo chino. Pero "no creo que tenga tiempo", afirmó. Hidalgo fue jefe de gabinete de Raúl Castro entre 1985 y 1993, año en el que fungió brevemente como embajador de La Habana en la ONU, ya que fue obligado a regresar a la Isla y puesto "bajo control". No obstante, escapó de Cuba poco después hacia Estados Unidos, donde vive actualmente. El ex funcionario dijo que Raúl Castro, actual gobernante interino de Cuba por la enfermedad de su hermano Fidel, le evoca "un sentimiento de frustración". "Descubrí a un individuo que no tenía la envergadura intelectual de Fidel, pero que controlaba el sistema de manera eficaz", afirmó.

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Para el antiguo embajador, Raúl Castro tiene, a diferencia de su hermano, sentido del humor y un trato más cercano, pero como él, "está sediento de poder".

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DOMINGO 20

DE AGOSTO.

8.04 PM

Se les acabó el enemigo

Los cubanos tienen la costumbre de creer que son importantes para los Estados Unidos y que deciden en su política exterior. Después de 47 años de destierro y localizados en una franja del sur de la Florida continúan sin entender que los Estados Unidos solo se guían por sus propios intereses. Tienen las mejores relaciones con China y ahora con Vietnam y ni qué decir de sus romances con Arabia Saudita, de donde se supone que salga la mayoría de los más tenebrosos terroristas. Así que, enfrentemos la realidad: si ellos no están ya negociando con Raúl, saben perfectamente que lo van a hacer. Quizá algún día los cubanos alcancen la luminosa comprensión de que son importantes en este país únicamente cada dos años, de agosto a noviembre 11, cuando hay elecciones. Si tal verdad se abriese camino en sus conciencias, y, sobre todo, si concibiesen que es hora de que se respeten a ellos mismos, cabe la esperanza de que por una lógica implacable de las relaciones políticas, los Estados Unidos se vean inclinados a respetarlos a su vez. Claro, son objeto de burla porque se ofrecen como un terreno llano, sin obstáculos, sobre el cual operar sin contratiempos y que nunca ofrece resistencia. El exilio histórico de Miami. Ningún otro grupo social de la nación cubana ha hecho tanto daño moral y ha malgastado y pisoteado tanto su imagen pública. Hay otro problema, el que les está costando un esfuerzo del diablo asimilar. Resulta que, con Fidel fuera del poder, se les acaba el enemigo. Por lo tanto, desaparecen. Ustedes. Estoy hablando con ustedes. De-sa-pa-re-cen. Es la ecuación más simple del juego político. Vosotros se esfuman porque no existe su razón de ser. Es el gran hueco negro de la contrarrevolución cubana: se los ha tragado su propia mentira.

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Más sabio que el padrecito.

Raúl no es Fidel. Olvídense de que vaya a incrementar los conflictos, porque los va a disminuir. Fidel necesitaba de la confrontación como su privilegiado portaestandarte de legitimidad. Pero —¡que le vamos a hacer!— Raúl no lo requiere. Llegó la era de los negocios, probablemente muy jugosos. A eso dedicará el segundo secretario del Partido el tiempo que le queda, para desarrollar lo más que pueda la economía y para tener un poco de calma a su alrededor. Lógico que haya susto en la vieja claque. Se dan cuenta de que no está lejano el día de hacer cola —líneas le llaman— para aplicar por los bonos de alimentos. A menos que tenga el coraje de ponerse a trabajar. Asustados por perder sus famosos (y cuantiosos) grands del gobierno, se ponen a inventar crisis cada vez más tremebundas, en un último intento, no tanto por empujar los marines hacia Cuba, sino por alargar su proyecto. Pueden inventar lo que estimen, sin embargo. Su estrategia ya es atrasada. La que vale actualmente es la del gobierno americano, consistente en ignorar a los cubanos y 101

hacer sus relaciones. No importa que manden a repartir algunas piltrafas para el público de la calle 8 de Miami a través de emisarios de segunda fila, unas piltrafas que se llaman declaraciones grandilocuentes, de que ahora sí se comen crudos a los hermanitos Castro. Es el fin de la ilusión. Y sigan llenando los periódicos y las estaciones de radio con las noticias mas espantosas, que los acuerdos son inevitables y ustedes no van a determinar nada. Nada.

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MARTES 22

DE AGOSTO.

9.07 PM

Polonesa + guaguancó

Fidel llegó a Polonia poco después de una visita de Nixon. Aterrizó en el aeropuerto de Okecie el 6 de junio de 1972, por la mañana. Fidel estaba molesto —“encabronado” era su término— por el recibimiento y el trato que el jefe de los comunistas polacos, Eduard Gierek, dio a Nixon después de los bombardeos de B-52 contra Haiphong y el bloqueo y minado del resto de los puertos vietnamitas. Para empezar, se negó a dormir en la misma residencia que el huésped anterior. Acto seguido, mandó a recortar toda una serie de actividades ya programadas en la visita, de varios días, que incluía desplazamientos al interior y a un sinfín de centros industriales. El corresponsal de la AP en Varsovia, de cierto apellido griego (me dispensan que no lo recuerde), parece que comenzó a averiguar sobre las intimidades de la comitiva cubana y encontró el dato de que Fidel estaba exhausto por el viaje (había comenzado en La Habana el 1 de mayo y ya había pasado por Guinea, Sierra Leona, Argelia, Bulgaria, Rumania y Hungría, antes de caer en Polonia, donde se encontraba “solo por complacer a los soviéticos”. Y ese agotamiento fue suficiente para que el corresponsal llegara a la conclusión de que Fidel había sufrido un principio de infarto y lanzó la noticia al mundo. Cuando aquel despacho de AP llegó a La Habana, las huestes se sintieron repentinamente huérfanas. Celia Sánchez llamaba a la residencia de Varsovia donde se suponía que se encontraba el Jefe, y allí le decían que había salido, pero Celia no lo quería creer. Llamó al Centro de Prensa y alguien le dijo que Fidel estaba visitando la parte vieja de la ciudad, “por iniciativa propia”, lo cual era cierto. Hasta altas horas de la madrugada recorrió la parte vieja y pasó frente al night club Kokodrile, donde descubrió algo insólito: un stripteasse en plena ciudad de un país socialista. No obstante, decidió entrar. A los fotógrafos cubanos que le acompañaban, cuando tomaron las primeras 103

imágenes, el jefe de la Seguridad, Pepe Abrantes, mandó que le quitaran los rollos, y después no relampagueó ni un solo flash. Fidel disfrutó del espectáculo y salió a caminar por la plaza y se encontró con varias parejas de polacos, entre ellos algunos recién casados que no podían creérselo, de encontrarlo así, caminando por la calle y le pidieron autógrafos. También encontró una vendedora de flores, Yadwiga Ganaszek, con la que intercambió algunas palabras, ella en polaco, él en español. Al regreso a la casa, recibe la noticia de que habían llamado Celia, Raúl y Ramirito —el ministro del Interior, Ramiro Valdés—, todos al borde del ataque de histeria por su percance de salud. Se encabrona al grado máximo. Pide el despacho de prensa que, solícito, le lleva Orlando Fundora, el jefe de los servicios de propaganda del Partido cubano, y Ángel Guerra, director de la revista Bohemia. “Jummm”, rezongó Fidel. Aquel chupatintas yanqui necesitaba una lección. Quedó acordado que, al día siguiente un grupo de periodistas cubanos “indignados” visitarían al corresponsal de AP, tropa de choque encabezada por Fundora y Guerrita, pero a la cual se unieron tres karatekas de la escolta. Al pobre tío lo persiguieron por debajo de las mesas, lo alcanzaron, lo machucaron a como diera lugar y cuando lo soltaron, inerme, le habían quebrado el tabique nasal y hechos astillas los dos pómulos y varias costillas. Directo para al hospital. Los polacos protestaron. Al final, Polonia fue el único país de aquel periplo de nueve países que no produjo un comunicado final —sacrosanta tradición comunista. Ya en el aeropuerto, a la hora de despedirse, Fidel encargó al embajador José Bolaños que tratara de pasarle la mano a los polacos y mejorar las relaciones... Bueno, he contado esto como antecedente de lo que luego, años después, sería una época de constantes sobresaltos por noticias parecidas, y como memoria de los años en que los cubanos eran los dueños del mundo y ordenaban una paliza donde se les antojara.

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MIÉRCOLES 23

DE AGOSTO.

9.05 PM

Remember Playa Girón

John Negroponte, el jefe del Servicio de Inteligencia estadounidense anunció el viernes que creará un puesto de director de misión para Cuba y Venezuela, que coordinará los esfuerzos de la comunidad de espionaje de Estados Unidos para recabar y analizar información de inteligencia en ambas naciones latinoamericanas. Si el anuncio es para levantar los ánimos de Miami, luego de la advertencia del presidente Bush de que no piensa tomar acción contra el gobierno transitorio (o definitivamente nuevo) de Raúl Castro, pasa. Hasta se les puede dedicar una sonrisa de complicidad. Si están hablando en serio, la situación no puede ser más desconcertante. Tantos años de fracasos con sus operativos parecen no escarmentarlos. Lo han probado todo. Empezaron con querer reclutar a Fidel en la Sierra. Intentaron entrarle a través de Frank País, el jefe urbano del Movimiento 26 de Julio, y no avanzaron mucho. Después le mandaron al bergante de Frank Fiorini, alias “Frank Sturgis” (o al revés, Frank Sturgis, alias “Frank Fiorini”) como piloto de un avión cargado de armas y con la misión verdadera de detectar presencia comunista en la guerrilla. Lo que detectó fue unos mulatos de rostros feroces que solo parecían hallar satisfacción en su adoración al doctor Fidel y a la hora de matar batistianos. Con el triunfo de la Revolución, el veterano jefe de la CIA, Allen Dulles, no tuvo reparos —ante el pleno del Congreso americano— en pedir comprensión y hasta apoyo para Fidel y sus muchachos. Era cierto que no cesaban de fusilar batistianos, que fusilaban incluso en demasía, pero se trataba de jóvenes inexpertos. Ya se calmarían. Paciencia. Además, qué otra cosa hacían los revolucionarios sino fusilar. Luego, como saben, el desembarco de Bahía de Cochinos. Por presiones sobre todo de Nixon, optaron por esta clase de invasión bananera. La concepción fue de ellos. Una invasión como la de Guatemala, y tragarse a Fidel como hicieron con Jacobo Árbenz. Quizá más reforzada, pero nunca concebida fuera de los parámetros de un paseo militar.

Aquello —todos lo sabemos— fue un desastre y Cuba le añadió la humillación del “Remember Playa Girón”. El desafiante lema revolucionario de la época circuló con prolijidad en periódicos y carteles sobre una ampliación fotográfica de los brigadistas prisioneros, polvorientos, desarmados, las manos tras las nucas. (Existía una lógica de propagandistas expertos, de parte de los cubanos, cuando optaban por localizar su victoria en una de las dos playitas donde desembarcaron los invasores y donde éstos tuvieron su último foco de resistencia, de nombre más orgulloso, por supuesto, que el de Bahía de Cochinos.) Pero lo que quedaba claro era que las soluciones militares (o en su variante de operaciones encubiertas de la CIA) resultaban cuando menos una imprudencia. La solución, tanto entonces como ahora, es política. Hombre, desde luego que siempre queda la posibilidad de arrasar la isla, aunque ya para esa instancia no tenemos nada que hablar, sino sencillamente encender los televisores y dedicarnos a contemplar cómo los Tomahawks acaban con los barrios de la infancia y le entran por la ventana a la tía que dejamos la última vez frente a su telenovela o queman vivos a los viejos amigos, los pobres, que quedaron atrapados allá. En fin, que la fórmula actual de los pronunciamientos tienen el inconfundible sesgo de los manierismos del viejo Langley. Y como quiera que está a punto de nombrarse un directorio de inteligencia para ocuparse de Cuba al máximo nivel del gobierno estadounidense y que éste no debe ser ajeno a los oficiales (si no son los mismos) que pocas semanas atrás confirmaba el excelente estado de salud de Fidel Castro, las perspectivas son inmejorables para el próximo estruendoso fracaso.

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Que pusieran al presidente Bush en la embarazosa y débil situación de que se enterara —como el resto de los comunes mortales, por la televisión cubana— que Fidel estaba en un quirófano, es una pequeñez en comparación con lo que nos espera. Foto: Frank Sturgis el 11 de enero de 1959 en la loma de San Juan, al este de Santiago de Cuba. Posa con gesto aguerrido y empuñando su carabina M-2 sobre la tumba de los cerca de 200 batistianos fusilados un par de noches atrás.

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DOMINGO 27

DE AGOSTO.

9.29 PM

La prueba del agua

Lenin citaba las secuelas de los desastres naturales como una de las causas probables de las revoluciones. La posibilidad de que la tormenta Ernesto se convierta en un huracán con vientos de hasta 137 kilómetros por hora y aguaceros torrenciales y se abalance sobre la isla de Cuba tan pronto como el martes (29 de agosto), bien pudiera ser la primera verdadera prueba de fuego para el gobierno de Raúl Castro. No para que estalle una revolución, porque —según se sabe—, eso es lo que ya tienen allí, pero sí al menos una buena asonada contrarrevolucionaria provocada por la secuela de devastación del meteoro. Una pregunta de necesaria implementación surge del hipotético escenario anterior: ¿Queda algo por devastar en Cuba? ¿Queda allí algo en pie? Hemingway tenía otra forma de ver las cosas. Como todo buen ciudadano cubano sabía que no existe mejor templanza para enfrentar los huracanes que tener ya almacenada en el buche una buena estiba de botellas de ron antes de que te toque la primera ráfaga. Lo demás es un problema que se deja a la solidez de las construcciones y a la sabiduría que en su momento aplicaron los constructores. Por cierto, que los cubanos nunca han agradecido a la escuela de arquitectura española que levantó ese país durante unos cinco laboriosos siglos que se las ingeniaran para colocar las ventanas siempre a favor del beneficio de los vientos alisios y a su vez para que aguantaran como monolitos el empuje de los huracanes. Hablando de las monumentales pegas hemingweyanas de preparación de choque antihuracanes. Y si la tormenta te va a llevar el techo, que situación mejor que la de estar muerto de risa en medio de una borrachera. Estruendoso el ataque de hilaridad cuando ves que el techo se desprende, hacia arriba primero, como un platillo volador de

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Spielberg, y luego otra ráfaga lo lanza de un bofetón a 15 kilómetros de distancia como una guillotina de acción horizontal. Miami. Veamos como son las cosas aquí durante esos fenómenos. Son solidarios. Desprendidos. Tú ves que se quedan sin luz, agua y combustible durante semanas y que las calles son escombreras y que los cables del tendido eléctrico aún chisporrotean, vivos, sobre el pavimento mojado, cuando deciden ayudar a los cubanos de la isla, por donde el mismo huracán pasó antes. Cuanta cosa hallan al fondo de las alacenas se convierte en donativos, a lo que se suma la previsión de los primeros auxilios con la adición de uno que otro paquete de curitas (las bandas adhesivas con almohadilla aséptica central) y pomitos de mercurocromo. El trabajo que da encontrar mercurocromo en las droguerías. Los americanos no saben lo que es eso. Y mucho menos que es una verdadera y prodigiosa poción que nos curó de cuanto arañazo y herida registramos en nuestra infancia. Conocen, eso sí, la bicicleta y los patines. Pero —para que vean— no como curar sus accidentes asociados. Y qué primeros auxilios se puede aplicar en Cuba de manera convincente sino hay una buena embadurnada final de mercurocromo, aunque lo que estés es muriéndote de asfixia o electrocutado por un rayo. Lo mejor de todo es que esa ayuda no va a ningún lado y que desde un inicio está destinada a podrirse o ponerse zocata en los almacenes miamenses. Y que todos aquí conocen la respuesta del gobierno cubano desde que comienzan la recolección. Métanse esa miseria donde mejor les quepa, suele decir el gobierno cubano. ¿Y por qué lo hacen? Yo diría que por la satisfacción inmanente que de algún modo muy oscuro produce el desprecio. Y porque disponen de una nueva oportunidad para argumentar la maldad que se genera desde La Habana. La temporada ciclónica de este año, sin embargo, promete. Los analistas cubanos del exilio ponen en sorna la capacidad de previsión y organizativa de Raúl Castro y que va a ser un fracaso en situación de emergencias. Ahí tienen la nueva ilusión. Quién quita que un cicloncito les haga el trabajo de preparación artillera y hasta de la invasión. Todavía faltan unos cuatro años para que, por las normas americanas, podamos llamarle dictador al menor de los Castro, pero quién sabe si una buena desolación y desespero nos ahorra esperar tanto tiempo. No obstante, me temo que él se leyó antes que muchos de nosotros la frase de Lenin sobre el potencial impulsor de levantamientos populares de los desastres naturales. Y debe estar amarrando las cosas. Un veterano de

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la botella, debe igualmente tenerlo todo preparado para aguantar los embates a la usanza hemingwayana. ¡Salud!

Foto: En mi casa. Verano de 1987. No hay tormentas. (Foto: Norberto Fuentes)

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MARTES 29

DE AGOSTO.

9.19 PM

La mala memoria

La última moda de esta ciudad es rastrear los crímenes del gobernante cubano Raúl Castro. El método estuvo ensayándose durante los últimos 47 años pero en relación a su hermano mayor, Fidel, que hasta hace poco gobernaba la cercana isla de Cuba. Siempre ha tomado cuerpo la ilusión de que basta con ubicarle un hecho de sangre para que los americanos alisten la expedición de marines y den el go! Positivo para el desembarco. En honor de la comunidad cubana exiliada, aceptemos que no se les puede negar el mérito de llenar una considerable cantidad de expedientes criminales sobre Fidel. Lo que sí no han logrado nunca es despertar la voluntad de combate de la Casa Blanca. Tampoco tuvieron mucha suerte cayéndole atrás a Fidel por los cuatro puntos cardinales con la pretensión indoblegable de que algún otro gobierno extranjero lo metiera preso y lo juzgara y, como mínimo, lo echara a galeras. Ese juez Baltasar Garzón se convirtió en una de las mayores frustraciones de esta comunidad y sus pretensiones justicieras. Y eso que le viraron las espaldas hasta a su antiguo aliado Pinochet con tal de reforzar sus argumentos. Bueno, si había caído un fascista, nada más justo que le tocara entonces a un rojo. Este asunto de los asesinos populares, quiero decir de los que asesinan a los pueblos, es bastante complicado, no crean. Mas estoy entendiendo, por lo que leo en los últimos días, que los crímenes de tal naturaleza pueden extinguir en algún punto. No importa la cuantía ni la alevosía ni como le chuparon la yugular a sus víctimas. Si ya tú no eres el que nos impide ocupar la presidencia, pues adiós, asesino, y ocupémonos del sucesor. Ese es ahora el terrible criminal. No estoy bromeando. Ni un ápice. La otra noche tuve que aguantarle la tabarra de más de dos horas de un amigo, o por lo menos conocido, devenido de pronto en juez implacable no solo de los crímenes de Raúl Castro sino también de su pasado. Es 111

evidente que se preparan para incluir el pasado en el expediente acusatorio, me imagino que en previsión de que no aparezca ninguna prueba convincente de asesinato. Su argumento más sólido era que cómo podíamos olvidar un pasado salpicado de sangre. Pero la sangre así, volátil, suspendida en el aire, sin saberse a ciencia cierta de que cuerpo se emite.

Clemente Aragón y Aragón en un recorte de la revista en ruso Kyba (Cuba) que reproducía mi trabajo “Entrevista a un asesino” publicado originalmente en el periódico Granma del 13 de marzo de 1966.

Son argumentos muy extraños para establecer en una comunidad como ésta, cuyos pilares originales fueron las gavillas de esbirros del régimen batistiano. Después incrementada por los que hicieron contrarrevolución sin prestar excesiva atención a las convenciones de no torturar o abstenerse de matar inocentes y, para concluir de modo extraordinario, con la arribazón de muchos de los que combatieron a los que hicieron esa contrarrevolución y los fusilaban a mansalva, no me discutirán que el sitio se las trae. Yo no creo que exista una ciudad en los Estados Unidos que reúna más asesinos por kilómetros cuadrado, una tremenda densidad de criminales con la que nos codeamos en los supermercados del área o en la barbería. Me los han señalado desde lejos aquí, en Miami, y hasta he hablado con algunos de ellos. No tienen mucha oportunidad de desarrollar sus viejas habilidades de matarifes en el país de adopción, por lo que regularmente son individuos tranquilos, y lo más que se

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permiten es añorar la época en que matar “comunistas” —es decir, cualquier clase de enemigo que se les parara en frente— no les acarreaba ningún problema. Los que yo conocí en mi vivaqueo como corresponsal de guerra al principio de la Revolución, los habían sacado del monte. Como todos los prisioneros frescos, acabados de capturar, resultaban locuaces y hasta agradecidos. Por ahí tengo, en mis gavetas, un atado de viejas entrevistas en las que me contaban con lujo de detalles sus desmanes sobre unos infelices que capturaban con un uniforme de milicias o emboscaban en un apartado camino de la Sierra. Tengo sus nombres, sus fotografías y las declaraciones que les tomé para mis reportajes. De haber escapado a los cercos, librado del paredón y haber encontrado un bote, me imagino que ahora sería alguno de mis vecinos. Quizá uno de esos ancianitos a bordo de sus Cadillac de estilo demodé a los que uno les cede el paso amablemente mientras conducen con esa cachaza de potentados criollos por las calles del vecindario. Tan contento que yo estaba con mi teoría de borrón y cuenta nueva. Grave error de mi parte. Aunque también de ellos. Puesto que si no quieren que sus muertos descansen, yo tampoco se lo permitiré a los míos. Y va a ser la guerra de los muertos.

[No publicado] INTERCAMBIO ¡¡¡Desde luego que era un cumplido!!! No se te ocurra pensar que no lo era, y te aseguro que yo también disfruto un montón con la visión tan diferente que estás dando de Cuba y del exilio, tan alejada del maniqueísmo al que estamos acostumbrados. Y para mi es un placer y un honor, formar parte de ella editando tus textos. Y ahora te dejo para seguir editando lo último Un abrazo. Juan www.elmundo.es

Tú no tienes idea (o sí, sí la tienes) de lo que yo disfruto, más que escribiendo, obligándome a pensar. Mi termómetro es

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cuando los textos se asumen como una provocación. Escribir para repetir lugares comunes, y máxime cuando se hace para complacer a unos pendejos derechistas, es cuando menos una traición al sentido común. Hemingway nunca lo escribió pero se lo dijo a un amigo mío: no basta con tener talento, también hay que tener cojones. No te puedo decir que yo tenga ninguna de las dos cosas, pero por lo menos trato de guiarme por el consejo. Bueno, esta ha sido una descarga de tú aún no despierto del todo y yo aún no dormido. Así que basta. Gracias de todas maneras por lo que he tomado como un cumplido. Tu amigo, Norberto. From: "JM" Allí supongo que será hora de estar durmiendo, pero aquí también es muy pronto y yo si que estoy dormido (ya sabes que no es lo mismo dormido que durmiendo, como no lo es jodido que jodiendo ;-))... el caso es que he tardado un buen rato en enterarme de que era eso de "Yeims Bon"... pero tranquilo, por que estoy seguro de que si sigues metiendo leña con tus blogs, antes o después nos veremos envueltos en alguna intriga.... Me pongo con tus últimos blogs. Un abrazo Juan www.elmundo.es

De: nf Enviado el: miércoles, 30 de agosto de 2006 8:47 Para: JM Asunto: RE: NF para Juan Es una pena que no sea cosa de nadie. Con lo que me gustan las intrigas. No obstante, gracias, Juan. Tu amigo Yeims Bon.

Ya te lo cambiaron.... y supongo que ya sabes que la caída no fue cosa de nadie que quiera silenciarnos ;-), fue un error de los dominios .es Juan www.elmundo.es DE: NF Enviado el: martes, 29 de agosto de 2006 15:39 Para: Blog navegante Asunto: Norberto Fuentes para Juan

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¿Nos sacaron la página del aire? ¿Cuál de los servicios especiales nos ataca? Bueno, este correo a tu dirección también me lo han devuelto dos veces. Vamos a ver si funciona por esta otra dirección.

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MIÉRCOLES 30

DE AGOSTO.

1.01 AM

Guantanamera

Algunos de los instrumentos de presión americanos contra Cuba comienzan a presentarse como las monedas de cambio a la hora de que los cubanos abandonen su entusiasmo por ser los malos de la película. El embargo y Guantánamo suenan con fuerza. Esa localidad del sur de Cuba me recuerda un cuento. Una vez en los años 60 un burócrata del Ministerio de Relaciones Exteriores cubano había recibido una notificación de la Embajada suiza, a cargo de los intereses de Estados Unidos en La Habana, en la que planteaba no sé qué problema en la base de Guantánamo —un enclave que la marina americana mantiene a contrapelo de Cuba desde hace más de un siglo en el extremo oriental de la isla. El burócrata la había aceptado sin ver bien de qué se trataba, y como un asunto más que debía atender la cancillería. Mas los que vieron bien fueron los dirigentes del Gobierno cubano: aceptar la nota era aceptar la presencia de la Base en territorio cubano. Fidel llamó a su jefe de protocolo, un mastodonte, un blanco de pesos completos, a quien sin embargo le sentaban muy bien los costosos trajes con los que se encargaba de recibir a embajadores y dignatarios. Roberto Meléndez. Tengo entendido que provenía de las células urbanas del Movimiento 26 de Julio que lucharon contra Batista. Tal era entonces el jefe de Protocolo del servicio exterior cubano. ”Vete ahora mismo para Guantánamo —le dijo Fidel—, y diles a los yanquis que nosotros no aceptamos esto.” Quizá, en su instrucción, haya añadido alguna palabrota habitual en aquellos tiempos de la juvenilia revolucionaria. Luego de las tres horas de vuelo del turbohélice An-24 de la Fuerza Aérea —necesarias para cubrir los 1.000 kilómetros entre La Habana y Santiago de Cuba—, y las casi dos horas de automóvil hasta Guantánamo, y luego del traslado de media hora desde el Puesto de Mando de la Brigada Fronteriza y a través del lento camino que 116

serpenteaba los campos minados, en los todoterrenos Gaz.69 soviéticos puestos a su disposición, Meléndez se plantó delante de la puerta alambrada de la instalación norteamericana, acompañado de un traductor, y solicitó la presencia de “un jefe”. A la hora se presentó un coronel. Meléndez sacó su papel de protesta diplomático y lo cogió entre sus dos manazas de triturador de rocas y convirtió el documento en una pelota, a la que agregó el peso compactante de siete salibazos (escupías, le llamó Meléndez ), que propinó en ese instante sobre el material en elaboración, y cuando estuvo inextricablemente consolidado, tomó impulso y se lo lanzó por el medio del pecho al oficial, mientras le decía: ”¡Yo lo que me c... en el c... de tu madre. Y esto te lo metes por el c...!” Pura violencia verbal cubana. Violencia y escatología. La primera ce es relativa a hacer las necesidades fisiológicas más elementales. La segunda, el aparato reproductor femenino. La tercera, el ojete terminal del recto, o, en muchos de los giros del coloquio insular, el recto en toda su longitud. El traductor, cogido de sorpresa, tartamudeaba aún tratando de ejercer su oficio con la mayor profesionalidad posible, mientras Meléndez daba media vuelta y dejaba al coronel y al traductor frente a frente, el coronel recogiendo el papel del suelo y el traductor caminando para atrás. ”Le piché la protesta por el medio del pecho”, me contaba Meléndez, años después. “Piché” es de “pitchear”. El lanzamiento de la pelota en el juego de béisbol. Dios, qué de complicaciones semánticas. Guantánamo. El enclave ha conservado su nombre aborigen, o como los conquistadores creyeron que estos le llamaban. Los militares americanos, no sin cierta gracia, le dieron una cierta tónica sioux o cheyene. Ellos le llaman Yitmo (Gitmo). Falta por saber si Fidel y Raúl y toda su claque se deciden a portarse bien de una vez y por todas. Estoy loco por ver el fiestón que se gastan sobre la pista de los F-17 cuando le echen garra a esa fruta prohibida.

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MIÉRCOLES 30

DE AGOSTO.

1.54 AM

El mensajero

Un cable de AFP fechado ayer en San José, Costa Rica, me ha hecho recordar la historia de Meléndez y el coronel de los marines, así como mis propias ocasionales correrías de periodista en permanente busca de batallas por los alrededores de la Base Naval de Guantánamo. El cable de AFP informa de una pomposa declaración del presidente de ese país, Oscar Arias, en la que propone que se le exija al gobierno estadounidense el levantamiento del embargo y la devolución a las autoridades cubanas de la instalación naval de Guantánamo, a cambio de que los cubanos den señales claras de apertura hacia la democracia. A tenor de parecer negativo (¡una vez más!) en mis apreciaciones, aseguro desde ahora que se trata de otra gestión de Arias destinada al fracaso. Ya el vicepresidente Carlos Lage lo dejó plantado la semana anterior en Colombia —donde coincidieron en la toma de posesión de Álvaro Uribe— porque Arias quiso ponerle condiciones a un encuentro con el cubano. Es conocida la proverbial terquedad de estos nacionales a no aceptar condiciones. Tengo una única pregunta al respecto. Es sencilla. ¿Por qué no hacen el intento, tan siquiera una vez, de proponerse un diálogo con los cubanos sin anteponerles un programa? Vamos, señores, que ustedes no están imponiendo los términos de una rendición. ¿O es que alguien ha levantado bandera blanca en el Palacio de la Revolución? Bueno, ustedes hagan lo que estimen conveniente. Para algo son políticos y hasta recipientes del Nobel. Creo imprescindible de cualquier manera dejar constancia de mi recomendación al presidente Arias. Si le avisan que afuera de su casa de Gobierno se ha presentado un cubano muy bien trajeado pero con pinta de boxeador retirado y que solicita su presencia mientras no cesa de resoplas como un toro, que no lo reciba.

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JUEVES 31

DE AGOSTO.

3.45 AM

El nuevo Cominterm

No lo digo con ánimo de crítica sino todo lo contrario. Uno hasta siente orgullo de ver a los viejos camaradas como se encaminan y siguen enfrascados en las tareas. Una revisión de los periódicos nos permite saber que Chávez lo está haciendo muy bien como sustituto de Fidel en la arena internacional. Anda por Damasco y allí proclama su acuerdo con los sirios de unir voluntades contra los americanos. Chávez en su periplo mientras Raúl Castro se vuelca hacia los asuntos internos de la isla. De nuevo sumido en una actuación de bajo perfil, que es muy de su gusto. Por otro lado, una noticia que pasa casi desapercibida pero que no debemos dejar escapar. La Habana autorizó el lunes que un avión cazahuracanes de los servicios meteorológicos estadounidenses se acercase sin problemas a las costas de la isla para evaluar los vaivenes de la tormenta Ernesto. Desde octubre de 1963, cuando solicitaron un permiso de sobrevuelo del huracán Flora, que se movía a su antojo sobre las provincias orientales, esto era algo que los americanos no habían logrado. Dejar uno de esos cazahuracanes pegarse al litoral tiene todas las características de un gesto de buena voluntad. Antes eran superfortalezas B-29 y ahora son esos magníficos Hércules C-130. Bueno, pues ayer lo tuvimos volando en la zona de exclusión y nadie en el gobierno cubano les recordó el otro Hércules C-130 encargado de amplificar las trasmisiones de la tan discutida Tele Martí. En fin, que un simple vistazo a los tres acontecimientos me revela que la capacidad de maniobra comunista permanece intacta. Saber jugar en todos los frentes, esa es la capacidad. Si Fidel, con su personalidad abarcadora y sin duda atractiva, absorbía antes todos los desafueros —como si desafiara a sus enemigos diciéndoles, tiren solo sobre mí—, ahora hay una distribución. Ahora están actuando perfecto. Y ustedes me dirán, qué hace el venezolano Hugo Chávez a todas estas en ese juego. Y les responderé: esa es la parte más brillante de la actuación. Para empezar, en esta clase de maniobras no hay cubanos ni venezolanos, porque parten de la base que no hay 119

fronteras. De lo que se trata es de cumplir tareas al unísono y en pos de un objetivo común. ¿No lo habían escuchado antes? ¿Objetivo común? Es un mecanismo internacionalista y ya lo tienen trabajando. Stalin y los soviéticos —y luego de muchas maneras los chinos— cometieron el error de abroquelarse en sus fortines y tras la defensa natural que constituían sus vastos territorios. A lo más lejos que llegó Stalin para salirse de ese cerco virtualmente auto impuesto fue la creación del Cominterm, un supuesto aparato para unir las voluntades de los comunistas de todos los rincones del planeta en pos del objetivo común de la Revolución Mundial, pero que nunca logró romper el destino de convertirse en otro de los servicios de inteligencia bajo el rígido control del Kremlin. Terminó actuando en exclusiva para la defensa de la URSS y no para hacer estallar la multiplicidad de revoluciones extranjeras prometidas. Fidel estuvo muy claro en la necesidad de traspasar esos bordes si quería sobrevivir. Cero fortalezas, todo lo contrario: mucha expansión. La técnica del avispero. ¿O que es peor para sus enemigos, entrarse a trompadas con un oso o tenérselas que ver con un enjambre de avispas venenosas? Hay algo que resurge entre Cuba y Venezuela. ¿Ustedes no lo están viendo? Carece de nombre oficial. Pero existe. Y con cada uno de sus dirigentes enfrascado en las tareas especificas asignadas.

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JUEVES 31

DE AGOSTO.

7.02 AM

El cuarto ministerio

Ramiro Valdés es más sabio de lo que muchos calcularon. El ex ministro del Interior (MININT) regresa al gabinete justo ahora que al frente de régimen está Raúl Castro, más de dos décadas después que Valdés fuese removido del cargo como resultado de una de las tantas pugnas que Fidel y Raúl han sostenido en todos estos años, y que en ese caso ganó el ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Recuerdo que en 1986, un año después de la salida de Ramiro del MININT, yo estaba con Carlos Aldana —entonces el secretario ideológico del Partido Comunista— y hacíamos un poco de ejercicios en el Gimnasio de Tropas Especiales, cuando Aldana reparó en Ramiro, cerca de nosotros, que estaba añadiendo unos pesados discos de hierro a su pesa. En perfecto estado físico, y aplicándose con maestría en todos los aparatos del complejo, parecía un atleta de alto rendimiento. Fue en ese momento que Aldana me dijo: “Este cabrón está preparándose para sobrevivir. Se lo tengo que decir a Raúl. Quiere sobrevivirnos a todos”. Y la verdad es que su vuelta al gobierno demuestra que él ya ha sobrevivido a muchos, incluido al propio Aldana, destituido de sus cargos a comienzos de los 90. Ramiro recibió la noticia de que ya no era el tercer hombre del régimen a mediados de 1985 durante una reunión del Buró Político. En la sala donde se reúne esa instancia, los primeros puestos en importancia cuentan con micrófonos para grabar las declaraciones cuando corresponda y que se desactivan desde el mismo lugar cuando los temas tratados no son para los oídos del resto de los cubanos. Pues bien, cuando, Ramiro fue removido del cargo, Fidel hizo salir a todos los presentes de la sala y se quedó a solas con él, tratando de darle algún consuelo. Fidel se encargó de apagar los micrófonos, pero no sabía, y quizá recién lo sepa ahora, si alguien le da a leer el presente texto, que desde el piso inferior, en la salita donde se registran las grabaciones —y cuyo funcionamiento está a cargo de la oficina política de Raúl—, también se 121

pueden activar los micrófonos sin que se enteren arriba y que toda la conversación había sido grabada. Raúl se hizo presente en la sala de grabación en cuanto supo que Fidel había terminado de pasarle la mano a Ramiro, y le pidió al operador, uno de sus hombres —me abstengo de citarlo por su nombre, para evitarle la eventualidad de algún problema—, que le entregara el casete con la grabación, algo que éste hizo sin titubear. Raúl se guardó el casete en su bolsillo, le dijo al operador que de eso nadie debía enterarse, dio media vuelta y se fue. Dijo así, textualmente: “De esto, a nadie”. El ministro de la FAR quería tener controlada hasta el más mínimo detalle de la salida de Ramiro, y, más que eso, lo que le había dicho Fidel a Valdés. Después le quitaría una casa con que contaba en Varadero y hace pocos meses un yate y una lancha que tenía fondeados en un embarcadero al fondo de su residencia de Jaimanitas, al este de La Habana, que da a la costa. Todo mandado por Raúl. El argumento para despojarlo de la casa, era la necesidad de incorporar del inmueble a un complejo turístico que las FAR desarrollaban en la zona. La historia para pedirle las llaves del yate y la lancha sonaba más perentoria. Había “la señal” de que la CIA pudiera intentar hacerse con las embarcaciones para emplearlas en alguna operación comando de sabotaje en el litoral. Más de 21 años después de su defenestre, Ramiro está de vuelta. De todas formas ya no serán los tiempos en que recorría las calles habaneras en su comitiva de dos autos Tatra T603 negros, el mismo auto que Fidel tenía (aunque blanco) y que nunca usó. De un primer vistazo, no es lo mismo el Ministerio del Interior o la Seguridad del Estado que el despacho de ministro de Informática y las Comunicaciones. Aunque todos sabemos que en las actuales circunstancias lo que importa no es el ministerio y sus probables rimbombancias, sino del alto valor de la jugada política implícita en su nombramiento. Alto no, altísimo. Se trata del cuarto ministerio que ocupa. Además del MININT, Ramiro fue jefe (con rango superior al de ministro) del sector de la construcción y tuvo a su cargo últimamente el desarrollo de la electrónica y especialmente de crear una sólida base informática y de producción de computadoras cubanas y sus programas. Pero no me pierdan la perspectiva con lo dicho anteriormente, puesto que todo eso es borrasca del pasado. Su actual nombramiento es un gesto de unidad de Raúl Castro, donde muestra su capacidad para superar sus diferencias personales y superar las asperezas que lo separaron de Ramiro. Es una muestra de que quiere arreglar las cosas, en primer lugar, en casa. De que quiere comenzar en buena forma y sin divisiones su 122

gestión al frente del gobierno cubano. Y yo diría que es un buen comienzo de Raúl, porque habla de capacidad de maniobra, de inteligencia y de que ningún problema personal va a pesar en él más que las necesidades del momento. Falta saber si todo esto fue idea de Raúl o de Fidel, sobre todo porque Ramiro tiene la misma edad que ellos, pero está en mejores condiciones físicas y, de cierto modo, siempre ha sido el tercer hombre de la Revolución.

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Diversión: NF

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Fotomontaje: Liborio Mario García Joya “Mayito”, el fotógrafo, participó

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LUNES 4

DE SEPTIEMBRE.

2.32 AM

La insoportable levedad del ser

La puerilidad lo está matando. No sus complicaciones intestinales ni la intervención quirúrgica ni que, de sopetón, haya rebajado 41 libras. La bobería. Tal es la mecánica de corrosión pronta a destruir su imagen guerrera y siempre ajustada a una medida de sobriedad. Parece que nos vamos a tener que disparar una sesión de fotos de Fidel convaleciente cada tres o cuatro días hasta que vuelva a engordar y sentirse en plan de pelea. Mala cosa, porque si esperara a restablecerse y —sin exageraciones— recuperara un mínimo de su acostumbrada elegancia, un regreso suyo a cualquier podio hubiese superado hasta la vuelta de Cristo. Cristo nunca tuvo televisión, para empezar. Imagínense ese sermón de la montaña trasmitido por CNN a todo el mundo vía satélite. Fidel pudo lograr (quizá aún esté a tiempo) un memorable capítulo de apoteosis propagandística, de haberse reservado un poco más. De haber racionado la proyección de su imagen y no malgastarse en estos lastimeros esfuerzos por demostrar que está entero. Eso me recuerda una de las frases de mayor competencia gráfica que empleábamos en Cuba para mostrar nuestra resignación ante cualquier adversidad o contratiempo: enteros como el picadillo. Coño, Jefe, despida a todos esos asesores y consejeros que merodean a su alrededor. Tómese su tiempo. Aproveche ahora y descanse. Renueve energías. Yo le aseguro que si no aparece en un mes, la gente se morirá de miedo. ¿En qué vuelta andará Fidel? ¿Qué nos estará preparando ahora? Pero ese ancianito en pijamas y pantuflas, meticulosamente peinado para la ocasión y con la mirada consumida por la tristeza, da pena para no decir lástima. Es que en el pasado de nuestra generación señorea la figura del jefe invencible y aguerrido, machorro y locuaz, que era el que más sabía de guerras y de caña de azúcar y de química y de hidropónicos y de lucha contra el burocratismo y de siembra de frutales y de ajedrez y de deuda externa.

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Stalin estuvo claro (¿cuando no?). Acuérdense de lo que Vadim Listov nos contaba de lo que decía Stalin que era la estricta conducta de presencia que debían observar los dirigentes. Podían ser vistos de pie o sentados. Y si sentados, preferiblemente detrás de un buró. Pero nunca acostados, nunca en reposo. Las líneas horizontales son inadmisibles para la adusta personalidad del líder. ¿Vadim Listov? Vadim era el corresponsal de Pravda en La Habana a mediados de los 60 y todo el mundo decía que ostentaba los grados de coronel del KGB. La última vez que supe de él, me dijeron que había comprado una isla frente a las costas de Grecia, tanto era el dinero que había sacado de Rusia. Yo lo dudo por dos razones: porque me parece exagerado que se vendan islas frente a tales costas y porque nunca me ha invitado y él y yo éramos buenos amigos. La vanidad es un lujo insostenible con esas estampas que nos están suministrando desde las oficinas del Consejo de Estado. Al no existir el sustento de una presencia si no juvenil al menos sólida, la vanidad se reduce a la nostalgia de un pasado probablemente irrecuperable. Se trata de una realidad otra, que le han cortado una porción de metros de tripas y usted convalece. Los asesores lo están embarcando, Jefe. Quizá ya estén conspirando. Mándelos al diablo, o a cogerlos presos, y dedíquese a sanar. Una tarea primero. La otra después.

[nota al margen no publicada] LA ÚLTIMA INTIMIDAD Fidel no se ha ido de Palacio, porque sabe mucho. Sabe que Raúl ya le ha sembrado la casa de técnica o algo por el estilo. Además no va a romper su intimidad. Nadie de los que recibe en Palacio puede ir a su casa ni van a estar en contacto con Dalia. Y para que uno convalezca de una enfermedad que es un secreto de Estado no puede ser en su casita. A Chávez y los médicos los recibe allí. En Palacio está el poder, el día que se vaya ya él sabe que perdió la jugada.

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MIÉRCOLES 6

DE SEPTIEMBRE.

12.21 12.21 AM

Sábado rojo

Fidel y la puerilidad. Un tema extensivo. Palacio de la Revolución. Despacho del Comandante en Jefe. Un sábado de febrero o marzo de 1984. Fidel me mostraba su último trofeo: un enorme tabaco, como de un metro de largo, colocado sobre una base de madera, enviado por el sindicato de una fábrica de puros que acababa de ganar una emulación productiva. Devolvió el trofeo con el tabaco al librero detrás de él y me dijo: “¿Qué hora tú tienes ahí?” Eran las siete de la noche. “Las siete, comandante”. “Como las siete”, dijo, reflexivo. Silencio. “Pues pronto serán como las nueve. ¡Y yo estoy aquí todavía, trabajando!” Asintió, grave. “¡Sábado por la noche y yo trabajando!” Muy difícil responder a una declaración como ésta e ignorar la apetencia de un personaje de semejante calibre que necesita que tú le sueltes una sinecura. Decirle, por ejemplo, que se esta sacrificando por el pueblo y que no tiene hora ni descanso en su entrega y que nada calma su dedicación total al trabajo. “No, del carajo, comandante”, dije, casi como quien ofrece un pésame por la muerte de algún ser querido, y que fue cuando, meditabundo, logré a plenitud, aunque —confieso— involuntariamente, la precisión de argumentos requerida. “Nadie en el mundo creería esto”. Yo estaba pensando que nadie en el mundo creería que yo estaba en esa situación con Fidel Castro, de no saber cómo agasajarlo por unos segundos y se me escapó en voz alta la expresión. 128

“¿Verdad?”, me dijo, con el rostro iluminado. “Nadie”, asentí, convencido. “Un sábado por la tarde y yo aquí trabajando, mientras él pueblo se va por ahí, de fiestas. De verdad que nadie lo creería”. “Nadie, comandante. Nadie”. “Es lo que yo digo. Nadie”. “Ujum”. “De verdad que nadie”.

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MODELOS ARMAR PARA

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LOS PRÓXIMOS 50 AÑOS DOMINGO

3 DE DICIEMBRE, 2006

Las expectativas por la presencia de Fidel Castro en el desfile militar de ayer fueron sustituidas por un discurso de excelente factura de quien, a todas luces y según revelan los hechos, es ya el gobernante cubano: Raúl Castro, hermano menor de Fidel y aún en el cargo nominal de segundo secretario del Partido Comunista y ministro de Defensa. La prensa internacional está destacando lo que asume como el párrafo esencial de este equivalente a un discurso de toma de posesión presidencial: cuando Raúl tendió su ramo de olivo a Washington y reafirmó su disposición a resolver en la mesa de negociaciones el largo diferendo común. Pese a lo calibrado de esta propuesta y a la exactitud del momento para hacerla, el mensaje de verdad importante de este desfile es que todos tenemos que vérnosla con un nuevo gobierno. Lo cierto es que la ausencia de Fidel, luego de la tan anunciada espera, pasó de soslayo en todo momento. Cierto es que hasta el último detalle de cuanto aconteció en la plaza no es más que el resultado de dos cosas: de ser un auténtico legado de Fidel Castro y de que ese gobierno y sus directrices y maniobras políticas constituyen una maquinaria ajustada y en perfecto funcionamiento. Pueden estar convencidos igualmente de que este es uno de los días más amargos de Fidel. Alguien lo suplanta en sus viejos dominios de gloria y de poder, y que ahora, junto al par de vivas a su persona, la muchedumbre que desfila recibe a la perfección el mensaje de la nueva situación y tiene el tacto y la viveza de acompañar sus vítores con otro dedicado a Raúl. Así que se han quedado con las ganas de ver un viejo achacoso y que la Revolución Cubana aún despliega su antigua sabiduría y lo que les ha servido en la Plaza, en vez del ancianito frágil, es un hueso muy duro de roer y con un ejército en plenitud de sus bríos y de impecable rigor prusiano. En cuanto a los americanos y al alborozo que las declaraciones de Raúl pueda causarles, mis apreciaciones. Una, acepten el ramo de olivo. Puede haber buenos negocios y turismo y rumba. Dos, pórtense bien, porque el consejo reiterado de un Fidel en sus cuarteles de

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invierno a su hermano es que su fuerza nunca estará en la paz con el poderoso vecino del norte, sino en la confrontación, o por lo menos, en como sepa contenerlos.

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LA UNIÓN DE REPÚBLICAS SOCIALISTAS DOMINGO

10 DE DICIEMBRE, 2006

La Habana, 4 de diciembre de 2006 "Año de la Revolución Energética en Cuba" Compañero Hugo Chávez Frías Presidente de la República Bolivariana de Venezuela Hugo: Seré breve para que la emoción no me traicione. Tu victoria fue contundente, aplastante y sin paralelo en la historia de nuestra América. Los pueblos oprimidos del mundo agradecerán siempre la estrategia y el coraje con que libraste tan difícil batalla de ideas. Tu hazaña política y la del pueblo venezolano han conmovido al mundo. Los cubanos estamos felices. Un fortísimo y martiano abrazo.

Las 65 temblorosas palabras del mensaje de felicitación de Fidel a Chávez por su victoria en las elecciones, son un reflejo inequívoco de un cambo cualitativo de las relaciones entre Cuba y Venezuela. El Fidel melancólico y aún extrañado al verse fuera del poder que se contiene detrás de estas palabras nos muestra a las claras en el punto en que nos hayamos: la alianza se mantiene incólume; se trata sencillamente de que el

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cambio realmente significativo es el papel de los actores principales que ha sido ha sido reasignado. Raúl es el nuevo gobierno cubano mientras Chávez ha sido reelecto con toda seguridad por mucho más de los seis años previstos (por ahora) constitucionalmente. No hay que quitarle el mérito a Fidel de todas maneras. Chávez fue su criatura (no hay ninguna intención peyorativa, todo lo contrario porque fue un movimiento de doble sentido: Chávez también supo buscar su fuente de sabiduría en el lugar exacto). Pero más que un buen alumno dispuesto a escucharlo, lo que Fidel ha creado es su segunda revolución, y además una que promete extenderse incluso más allá de los confines venezolanos. En este sentido, ha demostrado una capacidad imaginativa que pocos quieren aceptar. Es una revolución de nuevo tipo. Y no me digan ahora que se está aprovechando de las estructuras democráticas. Igual se aprovechó de las estructuras dictatoriales, lo que nos lleva fácilmente a la conclusión de que las clases dominantes siempre tienen un caramelo para Fidel. El problema no está en la democracia sino en saber movilizar y conducir a las mayorías, las que son permanentes en cualquier sociedad: los desposeídos. ¿Suena a marxismo? Bueno, es marxismo. Mondo y lirondo. Así que vayan leyendo los viejos manuales, para que entiendan. Sobre esta base debemos intentar la comprensión de lo que va a ocurrir entre Raúl Castro y Hugo Chávez. Pues nada. A menos que de arrancada los dos decidan de modo propio proceder a un debilitamiento de tan exitosa alianza. No esperen semejante tontería, estimados enemigos o adversarios de ambos procesos. ¿O cómo ustedes conciben que gente tan hábil para la mutación y tan pragmática va ahora a destruir una estrategia que ha sido elaborada a conciencia y tan minuciosamente? Quienes crean que todo se ha hecho sobre las marcha y a golpes de intuición, son del equipo de los eternos perdedores. Lo que hacen es repetir el viejo discurso racista y pro americano empleado desde el inicio de la Revolución Cubana. Pasar por alto la capacidad táctico estratégica de los revolucionarios cubanos (y ahora de los venezolanos) es equivalente el concepto que llevó a la todopoderosa CIA al desastre —¡hace casi medio siglo!— en Bahía de Cochinos. Acostumbraos, pues, al siguiente escenario. Chávez es el nuevo gladiador mientras le da la oportunidad a Raúl de poner las cosas en orden dentro de Cuba. En los designios estratégicos de una revolución continental en marcha, Chávez toma las banderas de Fidel mientras Raúl mueve las fichas en su tablero, se corona y consolida la posición avanzada principal. Tengan por seguro que no le faltará una gota de petróleo. Dentro de un mismo país esas cosas no ocurren.

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ESTANDARTES EN EL POLVO JUEVES

28 DE DICIEMBRE, 2006

Al inicio del período especial, proclamado en la década de los noventa, los portentosos desfiles militares, con la exhibición del equipamiento soviético y las concentraciones multitudinarias cesaron. Pero quedaba Fidel Castro y su imagen en la televisión cubana para sustituir los méritos de un sueño. El gladiador que enfrenta a sus enemigos con las manos vacías puede resultar de cualquier manera una imagen muy eficiente. Era la noche del 31 de Diciembre de 1992, víspera del Año Nuevo y de un aniversario más del triunfo de la Revolución Cubana. Esta vez, la celebración con la habitual marcha del 2 de enero, se transformaba en modestos —y sobre todo, de bajo presupuesto— actos con orquestas populares para bailar. Como quiera que el Comandante no podía lanzar uno de sus fragorosos discursos de combate y sacrificio, después de un bolerito o un contagioso chachachá, optó por una entrevista “casual” de televisión. Hacía frío esa noche en La Habana. Cerca de la media noche, Fidel miró a las estrellas, no por casualidad, ya que en esa época había comenzado su afición por los libros de astrología y se interesaba en la posibilidad de vida en otros planetas e incluso un poco más allá, por lo que podía haber de base científica en los horóscopos. La encantaba hablar del Big Bang, de la importancia material de la casualidad en la historia, y su héroe del momento era el físico británico Stephen Hawking, a quien se refería con la larga tirada de “cerebro” dedicado a los estudios de la relatividad general, la teoría cuántica y la cosmología. El polvo sideral. ¿Que diferencia entre ese polvo y el que todos seremos de su educación jesuita? Había llovido. Una dulce lluvia invernal, que había limpiado la atmósfera sobre una isla empecinada, aún en el más crudo invierno, en mantener su empaque tropical. De modo que su visión hacia el infinito, hacia los confines del diverso, era prístina, nítida. De pronto los dos entrevistadores, Héctor Rodríguez y Soledad Cruz, quisieron empezar con sus planificadas preguntas, aunque el Comandante les adelantó si no tenían frío y si les habían servido algo de tomar. El entrevistador dijo que Vilma Espín, esposa de Raúl

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Castro y presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas, les había ofrecido un trago —“un dedito de ron, un chorrito”. Mandaron a buscar otros tragos, más consistentes, y Fidel comentó: “Coño, qué ridícula la vieja ésa. Vengan para acá”. Y los condujo al reservado que él tiene en los bajos del monumento a José Martí, en lo alto de la Plaza, con sus grandes ventanales, desde donde se veía el pueblo ya en retirada del baile, caminando sobre el pavimento aún húmedo y sudados por el baile y mojados por la lluvia que no pudo impedir sus ganas de gozar. Entonces Fidel dijo: “Mira para aquello”. Estaba refiriéndose a la multitud. “Qué clase de pueblo, chico”. Comenzaba su recurrente método en el que él mismo se pregunta y se responde. “Mañana yo me voy a morir. ¿Y quién va a venir? ¿Más Canosa? Este pueblo es ingobernable”. Era noche de filosofía política y cosmología. Terminado los tragos y de nuevo a la intemperie, Fidel señaló a un punto indescifrable del firmamento y pregunto: “¿A qué ustedes no saben qué constelación es ésa? Cassiopeia, caballeros. Cassiopeia. Con dos eses”. Trece años después no hay desfile militar en la Plaza, pero —por primera vez en la historia— tampoco hay Fidel para bendecir a las tropas. Lo peor (al menos para él, y a despecho de sus propias creencias e incluso de las esperanzas de sus enemigos) el pueblo ha encontrado su gobernabilidad. Todos los mecanismos han funcionado a la perfección. Excepto uno. El de su propia vanidad.

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PROHIBIDO IMPROVISAR DOMINGO

31 DE DICIEMBRE, 2006

No puede pedírsele a los cubanos, con un equipo de gobierno que ha demostrado tal cultura y capacidad política durante un buen medio siglo (y sobre todo por los resultados obtenidos en su contienda contra los Estados Unidos), que repitan el descalabro de Mijail Gorbachov. Para empezar, no olviden que los cubanos carecen de retaguardia. Esto significa que cualquier movimiento en falso los coloca de inmediato en una situación en la que no hay aliados ni refugio. Así que, a partir de la noción de que con cada una de sus decisiones gubernamentales se están jugando el pellejo, procedemos al inventario de las posibilidades. Primero: no puedes desmantelar el sistema político antes de iniciar reformas económicas. La inexperiencia del único presidente de la URSS primó inclusive mientras visitaba Pekín en medio de las protestas de Tiananmén. Donde es previsible que Gorbachov hubiese clamado por una discusión transparente con los estudiantes amotinados, la dirigencia china optó por llamar a la guarnición de Pekín y poner a rodar los tanques sobre sus esteras. Las brigadas de tanques. Hete ahí una solución expedita e inapelable. En aquel momento Fidel, en una de las declaraciones más cínicas de toda su carrera, dijo que las autoridades chinas habían aplastado las manifestaciones con blindados “porque no sabían reprimir” (fue una época en que los cubanos desplazaron los usuales términos partidarios como dirigencia o Alto Nivel por éste más determinante de autoridades). Demás estaba decir, según lo expresado, que la represión era parte de la vida cotidiana. El problema era saber cómo hacerlo. Bien, las lecciones chinas fueron desde entonces atendidas con mayor atención a la hora de mantener el poder político y, en su momento, no olvidar el intento de traer la bonanza económica. Además, los resultados eran envidiables. Y los cubanos tomaron nota. Henry Kissinger se apresuraba a soltar desde los Estados Unidos una declaración de talante semejante a la de Fidel: dejad que los chinos resuelven sus problemas internos.

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Siendo ése el trasfondo, no hay que ser un profeta para describir el futuro inmediato de Cuba bajo la batuta del general de Ejército Raúl Castro. Raúl —como le llamamos los cubanos— ha recalcado en los últimos tiempos la conveniencia de hacer cambios en vida de Fidel. Esto significa claramente que tales declaraciones y la búsqueda de cambios (e incluso de la transición) son pronunciamientos y proyectos elaborados de común acuerdo entre los dos. Que ha sido un propósito de acción conjunta. La diferencia es que Fidel sigue con vida pero no está gobernando. El problema residirá a partir de ahora en la naturaleza de los cambios y en su velocidad y, por encima de todo, a dónde puedan conducir. Raúl ha sido un amante de los modelos clásicos y no creo que vaya a volverse loco en la cúspide de su carrera. Lo que tenemos, por lo pronto, es que ha iniciado una nueva modalidad de mando, un gobierno colegiado, de cambios en la economía del cual ha sido ducho en el Ejército y con una retórica funcional de la Revolución con discursos menos largos, menos horas de marchas, y desfiles menos aparatosos. Y veremos la disolución de la farragosa programación de televisión fidelista. A propósito de esto, advierto a mis vecinos del sur de la Florida que, junto con la calibración de un tono mas bajo del espectáculo publico, Miami pierde su puesto en la balanza de la propaganda política, que es para lo que siempre se ha utilizado desde La Habana. Ah, por supuesto. Entendido. All right. Ya sabemos que Miami es una petit potencia económica y que no faltan empresarios cubanoamericanos deseosos (y en la actualidad, más bien desesperados) por invertir en la isla. Y ya les da lo mismo si es en brazos de una restauración contrarrevolucionaria o bajo la tutela de los hermanos Castro. Aunque lo terrible para ellos —y puede que hallan comenzado a entenderlo— es que Cuba puede encontrar iguales inversiones en otros mercados pero sin ceder a las exigencias de perder espacio político. Tal el abecé de la situación. Si la disposición de Cuba ha sido la del cambio, e incluso la de una proclamada transición, ahora con Raúl en el poder lo que queda es verificar cuál cambio a su vez va a producir los Estados Unidos. La pelota, señores, sigue estando del lado americano, y por lo menos es así como lo ven los cubanos de la Isla, mientras Washington sigue a la defensiva —como comprobamos a diario— con declaraciones de funcionarios de tercera, que intentan responder a las iniciativas de La Habana. Cierto que Raúl necesita hacer progresar la economía para sustituir con una dieta abundante de la población la catarata de slogans que solo un Fidel Castro enarbolaba como un traje a la medida, y que le sentaba tan bien y todos adoraban. La herencia permanecerá en nuestra memoria como un precioso cuento de hadas (tampoco 138

esperen que se desmantelen a corto plazo los lemas de cinco décadas). A la larga el programa de Raúl no será más que la adecuación de una de las estrofas primarias de Fidel: Libertad con Pan, Pan sin Terror. El lema estuvo en sus discursos del primer trimestre de 1959, y lo que entonces fue una frase de contención ante el temor del comunismo, ahora se convertirá en el rechazo de un país a la restauración contrarrevolucionaria (no les quepa la menor duda que los únicos terroristas que quedan en Occidente viven en Miami) y para desarrollar las posibilidades de una economía socialista que va desde el vigoroso desarrollo chino hasta el venerable socialismo sueco o incluso el francés. Las noticias parecen ser buenas. Y algún alborozo habrá entre los antiguos aliados, cuando el teniente general Nicolai Leonov, el último bastión de los cubanos en el KGB, y en la actualidad el más firme y mejor ubicado de sus aliados en el moderno Moscú, aterriza en La Habana, y —como es de rigor—, bajo una inocente cobertura de parlamentario en la Duma rusa. Eternos camaradas. De nuevo a confraternizar y a escanciar unos buches de vodka, como en los viejos tiempos a bordo de un buque italiano en mayo de 1953. ¿Y qué nuevos pactos sellarán? Lo sabremos con el desarrollo de los próximos acontecimientos. Pero de lo que pueden estar seguros es que en la sala de situación de Cuba en la CIA ha llegado una vez mas la hora de preocuparse. Pero… ¿el scotch? ¿Cuándo nos tomamos el scotch? Parece también que muy pronto. Porque la mejor frase de todas en las últimas horas, y en perfecta equivalencia a aquella de Kissinger ante la masacre de Tiananmén, acaba de pronunciarla Thomas Shannon, subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, al referirse a la situación de Cuba: “El éxito de la sucesión —aseguró— depende del control absoluto del Estado”.

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LOS NIÑOS DEL PUNTO CERO DOMINGO

14 DE ENERO, 2007

El 31 de agosto de 1986, luego de un interminable viaje de 17 horas desde La Habana, con escala en Islas de Sal, frente a Cabo Verde, Fidel Castro llegó a Harare (Zimbabwe) para participar en la conferencia cumbre de los países no alineados. Se instaló en el chalet de las afueras de esta bucólica ciudad que le habían adquirido y preparado los especialistas del Ministerio del Interior y que luego serviría como residencia permanente del embajador cubano. Había un jardincito amurallado contiguo a la puerta principal y el chalet era remoto y el mediodía sin sobresaltos cuando Fidel salió al patiecito desde adentro de la casa, enfundado con una bata de casa morada, que le caía hasta los tobillos, y pantuflas. Comenzó a dar unos pasos, las manos en los bolsillos de la bata, cuando advirtió la presencia de una docena de sus colaboradores arremolinados en el parqueo contiguo a la muralla y regresó a la casa. Entonces el que salió al patio fue el coronel Joseíto —José Delgado— el jefe de su escolta, que se viró hacia el grupo y dijo, en un auténtico tono de súplica: “Caballeros, coño, salgan de esa entrada y no miren más para acá, para que él se crea que está solo”. En todo el transcurso de mi experiencia cerca o junto a Fidel, éste lo tengo registrado como el momento más patético. Demasiado inteligente para saber que su soledad era un imposible, parecía contentarse con la creencia de una ilusión. No obstante —y eso quedaba por descontado— era una soledad que se garantizaba por el despliegue de una compañía reforzada de los rangers de Tropas Especiales traída desde La Habana para la ocasión y armada hasta con cohetes antiaéreos portátiles. Implícito en la escena, ese cierto patetismo —término que no empleo peyorativamente—, es debidamente revelador de una personalidad en permanente lucha por asegurarse un perímetro de intimidad y hacerlo inviolable. Esto se expresa, más bien se justifica ideológicamente, de muchas maneras y ofrece además unos dividendos inesperados. La idea expresada en palabras del mismo Fidel es que no debe mezclar su

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vida personal con la política. En ese caso, por decantación, nada mejor que su guardia pretoriana para trazar y defender la frontera. Es donde hace acto de presencia su verdadera preocupación: disponer del mejor servicio de escolta del mundo. Idea y escolta que luego le sirven (lógico) para darse la gran vida en francachelas con el empleo de sus misteriosas casas de seguridad o, como ocurrió en una época, para eludir la persecución constante que Celia Sánchez —su compañera de guerrilla en la Sierra Maestra— le montó por toda Cuba cuando supo de los devaneos amorosos de Fidel con Dalia Soto del Valle. En lo tocante a su familia, vale contarlo, este concepto de reducto fortificado ha sido defendido aún con mayor encarnizamiento. Estoy hablando de la familia verdadera, de esta señora, su mujer, Dalia, y de los cinco hijos tenidos con ella, en orden decreciente: Alex, Alexis, Alejandro, Antonio y Ángel. De vez en cuando, en los últimos tiempos, surgen algunas fotos de la intimidad familiar y se publican fuera de Cuba pero la explicación del establecimiento sobre estas filtraciones es de resignación: normal que ocurra porque cada uno de los muchachos ha crecido y ha cogido su rumbo. No los pueden tener siempre bajo protección del feudo. En realidad, bien mirada las cosas, pese a las escasas fotos publicadas en revistas de chismes fuera de Cuba, ha sido un triunfo del servicio de Seguridad Personal, porque hasta la mayoría de edad nunca hubo acceso ni siquiera a la imagen de los jovencitos. Todo parte en su origen de un criterio elaborado por Fidel —que es político (aunque él quiera revertirlo como un asunto de seguridad)— y, en sus propias palabras, muchas veces vertidas en el círculo más estrecho de sus amigos, es el de no contaminar a su familia con el resto de sus subordinados. Y no es solo para el vulgo. Ni siquiera Raúl Castro ha tenido acceso a esa familia y sus predios. Raúl se volvió loco de alegría el día que su hijo Alejandro, ya con más de 20 años de edad, vino a conocer finalmente a un par de sus primos, dos de los hijos de Fidel, de forma casual en una fiesta. Fue una ocasión de exaltación para el general de Ejército y jefe de las Fuerzas Armadas, al enterarse, y llamó a los subordinados que tuvo a la mano y mandó a buscar vodka para brindar por el encuentro. Y no solo el contacto de unos primos. El acceso de Raúl y sus familiares, al igual que el de cualquier otro ciudadano, a la piscina térmica bajo techo de la afamada clínica CIMEQ, está prohibido cuando Dalia la va a usar. Siempre ha habido un cruce de elementos de reserva con nociones de seguridad. Angelito (tiene el nombre del abuelo, el gallego Ángel Castro), que es asmático, como a 141

todo hijo de vecino se le recomendó baños en las playas por los especialistas, a lo que Fidel, conocido amante de la natación, accedió gustoso a participar en la terapia. Pero cada vez que se preparaba la excursión de los coches, y Angelito, aún niño, armaba la pataleta por meterse en el Mercedes blindado con su padre, éste se negaba rotundamente con la sabia admonición de que no se debe meter todos los huevos en una canasta. Usted, vaya con su madre. Nos vemos en la playa. De modo que el mismo sistema de seguridad que ha sido tan exitoso alrededor de Fidel y que le ha preservado la vida durante más de 50 años y la permitido superar la friolera de unos 600 atentados que se le acreditan a la CIA en contra suya, se encarga de la protección de Dalia y de los muchachos, aunque con matices diversos. Un escolta por cada uno de ellos desde pequeños, cuando salían fuera del área, al igual que Dalia, que disponía a veces de un simple chofer, muy discreto, que se mantenía en apariencia alejado e incógnito cuando ella iba a una cafetería de su agrado —El Castillo de la Punta— en la boca del puerto habanero, o a las exiguas compras que se pueden realizar en Cuba. Un escolta por cabeza y, cosa curiosa, con regularidad eran negros, y después de la guerra de Nicaragua, comenzaron a llamarles “los compas”, a la usanza de los sandinistas. Ocurre a veces, no obstante, que la relación con esa clase de personal de combate entrañaba sus peligros. Los muchachos —sobre todo Alejandro y Antonio— solían cruzar al campamento de las Dirección General de Operaciones Especiales (DGOE), sede de las legendarias Tropas Especiales, apenas a unos 500 metros del complejo residencial de Fidel, al oeste de La Habana, conocido regularmente como Punto Cero, en una barriada llamada anteriormente Mañanimar que la Revolución capturó —y de inmediato congeló— al inicio de su desarrollo. En el campamento, donde encontraban gente de mas o menos su edad, los reclutas de Tropas, y daban natación, el deporte más barato y accesible para todos en Cuba, con todo ese mar a tu disposición. Que los muchachos de Fidel se bañaran en la costa, junto al espigón de Tropas, era a su vez un pequeño triunfo del jefe de la Seguridad del Estado y viceministro primero del Interior, el general José Abrantes, porque le permitía suplir al sistema de educación de los hijos del jefe el servicio de los buzos del Grupo de Exploración Subacuática de la DGOE. Un tanto extra para anotarse. Los proveía además de la compañía de unos jóvenes muy sanos y dispuestos y en los que se podía confiar sin reservas. Otra forma de excitante entretenimiento la encontraban los muchachos al fondo de las barracas de Tropas. Había allí un tigrillo y un gato montes. El coronel Tony de la 142

Guardia los sacó del búnker de Somoza en Managua, el día que ganaron la guerra, y los llevó a Cuba, de regalo para Abrantes. Los tenían agarrados por cadenas, no muy largas, a dos matas de mango y a prudente distancia entre sí para que no se despedazaran mutuamente. Parece que habían sido entrenados ambos y —según habían observado— atacaban solo a personal civil porque dejaban acercarse y pasar cerca de quienes calzaran botas. Esa domesticación somocista es la que por poco le cuesta la vida a Antonio. El hecho de que el tigrillo tenía los dientes limados fue un factor de alivio. El zarpazo de todas maneras le rajo la piel de un brazo. Antonio estaba descalzo (venía de la playa) y saltó fuera del radio de acción del tigrillo cuando se escuchó el estrechón metálico de la cadena, que detuvo en seco al animal. Estaba cayendo la tarde y hacía apenas unos minutos que Antonio estaba de vuelta a su casa cuando la unidad completa fue puesta en zafarrancho de combate el irrumpir en sus calles interiores como un bólido el Mercedes con el mismo Fidel al timón, solo, sin escolta, la pistola Steichkin APS de 20 tiros a su lado, en el asiento, y clamando a voz en cuello que dónde estaba “ese hijo de puta” —el tigrillo. Cuando se apeó, estaba en pantuflas, pantalón de pijamas y era evidente que solo había atinado a echarse por encima su camisa con los grados de Comandante en Jefe en las hombreras, abrochada solo por un par de botones. Se plantó delante del tigrillo, pistola en mano. El tigrillo a su vez miró las suaves pantuflas de su vestimenta de emergencia. Pero algo cruzó por la mente de Fidel Castro. Algo que le hizo conducir con el pulgar, en gesto profesional, el martillo de la Steichkin a la posición de seguro. Entonces se limitó a soltar un regaño ante los lívidos soldados y oficiales que lo rodeaban: “¡Las fieras son para estar en el Zoológico, coño!” Un segundo después, estaba entrando un camión jaula del Zoológico Nacional en la sede de la DGOE. Claro, no siempre el servicio demostró su eficiencia. Su abroquelada habilidad tiene ligeras fisuras. En otra ocasión, las cosas se fueron de la mano desde el punto de vista meramente político (mucho más temible en el entourage fidelista que una manada salvaje de tigrillos) y Alejandro, al parecer el más inquieto intelectualmente de los cinco vástagos, decidió averiguar por su cuenta y riesgo que era todo aquello que tanto se mencionaba de la disidencia interna. Y se fue a ver a uno de los más prominentes disidentes del país, que yo aquí, piadosamente, me reservo su nombre. Este cuento me lo hizo uno de los jefes de los grupos de escoltas de Fidel, un buen amigo durante mucho tiempo. Me dijo que Fidel se enteró del asunto y que lo mando a él mismo, a mi amigo, a informarle al señor disidente que aquella había la última frontera que podía 143

haber tocado y que tenía órdenes específicas y que él cumpliría gustosamente la próxima vez que se produjera un encuentro con alguien de la familia del Comandante. Era de “las poquitas cosas” que no se la iban a tolerar, ni a él ni a nadie. ¿Entendido? ¿A cabalidad? ¿Alguna pregunta? Bien, pues. Tigrillos y disidentes aparte, no cabe dudas de que son los menos problemáticos de la prole. De los hijos fuera de este matrimonio con Dalia, Fidel considera que existen otros dos regularmente conflictivos y a los que, de una u otra manera ha optado por abandonar sus esfuerzos educativos. Uno es Fidel Castro Díaz-Balart, “Fidelito”, dejado de lado por lo que su propio padre considera un afán incomprensible de poder (quizá sin darse cuenta del irresistible mimetismo que él mismo genera sobre su hijo) y que pese a todo es el único que ha llegado a ocupar un cargo de ministro del Gobierno, pero al que ha tenido que despachar finalmente por sus excesos y abusos y los despilfarros que generosamente se le calificó como “cosas cercanas a lo ilegal”. La otra es Alina, que parece colmar su vocación de criatura incomprendida en una desmesurada actividad contrarrevolucionaria desde el exterior. Se habla muy poco, sin embargo, de Jorge Ángel Castro, un ingeniero químico que Fidel reconoció con su apellido después del triunfo de la Revolución y que hasta entonces fue un hijo natural de una señora llamada María Laborde y que fue concebido, según se conoce, en un viaje en tren de La Habana a la ciudad de Santa Clara (cuatro horas de camino) mientras Fidel hacía campaña por el Partido Ortodoxo. Fidelito. Durante muchos años Raúl se ocupó de su crianza y de invitar a Cuba una vez por año, traída desde Europa, con todos los gastos pagos, a Mirta la primera mujer de Fidel y madre del muchacho. No hubo destierro definitivo para esta parte de la familia. Raúl ha sido el verdadero educador de José Raúl Fernández (su nombre de guerra cuando estudiaba en la URSS), mientras que Abrantes se hacía cargo de los menesteres y cuitas de Alina, hija concebida con Natalia Revuelta después de Fidelito. Abrantes, como se ve, era más afortunado que Raúl en cuanto al acceso familiar. Se ocupaba de Alina y a través de sus servicios de Seguridad, a los cinco hijos de Dalia. Raúl tenía que conformarse con Fidelito. No le fue difícil, sin embargo, convencer a mismísimo Leonid Brezhnev de que se le permitiera estudiar en el más exclusivo centro de sus centros de investigaciones: el secretísimo Instituto Korchatov, nombrado así por el padre de la bomba atómica soviética, y al que no tenía acceso ningún extranjero, donde recibió una excelente calificación por su tesis de grado en física nuclear y donde 144

nadie se enteró que era el hijo de Fidel Castro. Al regreso, casado con una soviética, con la que tuvo hijos, le esperaba el flamante puesto de presidente de la Comisión de Energía Nuclear de Cuba e incluso se produjeron los primeros amagos a su alrededor de convertirlo en un candidato a su sucesor de su padre, al estilo de Kim Jong Il en Corea del Norte. Las llamadas “cosas cercanas a lo ilegal” dieron evidentemente al traste con estas pretensiones. Ha tenido un largo proceso de rehabilitación, que pareció concluir hace un par de años, cuando se le permitió de nuevo viajar al exterior y entonar las debidas alabanzas a su progenitor. Fidel, nadie lo dude, ha dedicado el tiempo necesario y posible a sus hijos. Dalia ha sido el sargento severo y con puño de hierro que ha conducido sus asuntos hogareños. Pero Fidel nunca ha sido ajeno. Tiene una familia y eso, en el ocaso de su vida, mal que pese a sus enemigos, es lo que esté prevaleciendo. No se dejen engañar por todas aquellas historias, hechas por él mismo y que hace correr, de que no ha podido dedicarle la atención debida a su familia; no son más que sus habituales triquiñuelas para de paso ponerlos a resguardo. No son más —estas sí— que medidas de seguridad. Aquel hombre en lo más profundo del África Austral que yo contemplaba mientras procuraba creerse que estaba solo, ha logrado por fin regresar al hábitat más cercano del silencio. Publicado como “Fidel puertas adentro”.

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UN CUMPLEAÑOS A LA MITAD DOMINGO

4 DE FEBRERO, 2007

El pasado 31 de julio, con el anuncio de que Fidel Castro había sido sometido a la urgencia de una intervención quirúrgica, Raúl Castro estaba recibiendo un país en orden y bajo absoluto control. Es difícil explicarse de qué manera sus adversarios, sobre todo en el sur de la Florida, pusieron a flote las esperanzas de que esa paz se podía quebrantar, incluso, si corroboraban que el gobernante cubano había fallecido. Lo paradójico es que los ánimos en Miami y en otros lejanos reductos contrarrevolucionarios, como en Madrid, no se hayan calmado hasta que el propio Castro saliera en la TV. Las autoridades norteamericanas habrán respirado por esta señal de tranquilidad obligatoria y de nuevo se cumplía el vaticinio de que la única policía que se moviliza ante cada anuncio de la muerte de Fidel, es la de Miami. Así mismo, en La Habana, comprobaron el principio de que para sus encarnizados enemigos nada hay más importante que el sostenimiento de sus fantasmagóricos dictámenes y conclusiones, por muy ilusorios que estos sean, y que machacarse la cabeza contra la dura realidad ha llegado a ser un ejercicio colectivo. Y eso ha sido lo que ha dominado hasta el presente la ecuación del petit gobierno de Raúl Castro, el de los últimos seis meses cubanos. Frente al aluvión de las especulaciones, la roca inconmovible de la dirección cubana, que debe hasta divertirse con los descalabros de pronósticos médicos y políticos en los que han hecho caer hasta al todopoderoso jefe de la inteligencia norteamericana, John Negroponte, que se sumó a la tontería miamense y que al final no le quedó mas remedio que morderse la lengua. Hubo sectores moderados, sin embargo, que esperaron los grandes cambios y que todavía hoy lamentan la poca celeridad —o más bien la ausencia absoluta— de los ansiados reajustes iniciales a producir por Raúl Castro. Vean los periódicos: ésa es la tónica que se han impuesto en esta especie de celebración de aniversario a mitad de año. No tienen otro recurso para calibrar la realidad cubana. Y su instrumento es inútil,

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porque quieren ver las señales de cambio en una estructura perfectamente organizada y que ha funcionado de maravillas en los últimos 50 años. Nada tienen que ofrecer de este lado que les garantice a la cúpula revolucionaria, no ya opulencia, sino —tan siquiera— tranquilidad. Bien pensado, no deja de ser una falta de respeto para la inteligencia promedio que se pretenda violentar la naturaleza de la sociedad cubana actual a cambio de que sus enemigos se sientan complacidos. Realmente, uno no sabe, en específico, qué esperaban de Raúl Castro. Y —vale la pregunta—: ¿Qué ha pasado en estos seis meses a cambio de los cambios? Pues que el ensayo de la peor catástrofe que puede abalanzarse sobre ese proceso, que es la muerte de Fidel Castro, ha superado dulcemente todos los escollos, todas las terribles predicciones, todos los apocalipsis. Imagínense ahora la íntima —y justificable— satisfacción del grupo dirigente. ¿Control policíaco? Desde luego. ¿Necesidades y penurias de la población? También. Pero… —permítanme la incidental— ¿y cuándo no ha sido así? ¿Y qué capacidad tienen esas premisas —represión, penurias, necesidades— para erosionar o desestabilizar un poder establecido como el cubano? No obstante, sería formidable disponer de un nombre, por lo menos uno, de alguien muerto de hambre en el transcurso de ese proceso. Fíjense bien. En el transcurso de ese proceso. No me hagan trampas con los que sí se murieron antes, cuando —casualmente— mandaban en Cuba los patrones que no dejan de gritar hoy en Miami. Y está por verse la primera revolución que se destaque por su apego a la democracia. Sea como sea, la contrarrevolución no renuncia, al menos en lo que es su campo de batalla favorito: el de la retórica. Desde hace meses la han cogido con Chávez. Hugo Chávez parece ser definitivamente el catalizador en potencia del derrumbe. Sobre todo en lo que tiene que ver en una supuesta enemistad entre Chávez y Raúl Castro. No crean que son pocas las esperanzas que se acumulan en la bronca que está a punto de estallar entre ambos. Es un problema, dicen, de personalidades antagónicas y que ninguno de los dos se traga. Y después de esa bronca —razonan—, ¿qué se va a hacer Raúl sin la plata que les sueltan desde Caracas? No deja de tener una arista de razón la apuesta, vistas así las cosas. Pero déjenme decirles algo. Estaríamos antes dos personas por completo diferentes y no estos dos políticos de enorme pragmatismo, que además se hallan ambos en su momento de mayor brillo personal, si vinieran ahora a desmelenarse en una bronquita por desavenencias de estilos. ¿Dónde coño tienen el cacumen nuestros ilustres politólogos? Está todavía por conocerse a un Raúl Castro que hace dejadez de un socio tan lucrativo por un afán de quinceañera de su carácter. Aparte de que Chávez, 147

como todo buen soldado, está atrayendo sobre sí la concentración de fuego del enemigo, y dejándole a Cuba y a Raúl una zona de sosiego en la cual operar. Y no esperen que propicie una brecha con Raúl; mucho menos en vida de Fidel. Un asunto de la máxima importancia de los últimos meses —más bien, diría yo, de las últimas semanas— y lo prueba el mismo lleva-y-trae con Chávez, es que hay un frente de combate al que Fidel no ha renunciado, que no suelta: el de las relaciones internacionales. De esto dispongo de alguna información verificable, a la que le sumo la aplicación de algunas señales públicas y la aplicación de la vieja lógica. Fidel está puesto de lleno para las elecciones en los Estados Unidos. Cuando dijo hace poco que a lo mejor Bush no terminaba su mandato, se hizo evidente que había entrado en el juego político americano. Es un mecanismo de análisis y corroboración —y, cuidado, también operativo y de influencia— que se activa al máximo en estos períodos electorales de Estados Unidos. Algunas fuentes me informan desde La Habana que Ricardo Alarcón, el actual presidente de la Asamblea Nacional, ha devenido en el funcionario de alto rango que con mayor frecuencia Fidel recibe en sus habitaciones de convaleciente del Palacio de la Revolución. Contactan hasta tres veces por semana. Nada más comprensible. Alarcón es el representante cubano más apreciado por los gringos; cada vez que hay un embrollo, piden a Alarcón para dialogar. Su larga estancia en Nueva York como jefe de la Misión ante la ONU lo hizo potable para la nomenclatura del Departamento de Estado. Es decir, a Alarcón se le considera “históricamente” como el hombre de las relaciones con los Estados Unidos. Y en el sentido y potencial de esas relaciones es, desde siempre, donde se ha definido el poder en Cuba. En sus enroques con Washington. Los cubanos tienen además un excelente equipo para el trabajo político y de inteligencia sobre ese país, donde igualmente cuentan con amigos tan buenos como poderosos y con leales sirvientes. A eso están dedicados a mitad del cumpleaños del mandato de Raúl, digno de la tranquilidad y la enorme serenidad con que en La Habana, desde hace años, aprendieron a actuar. Publicado como “Raúl y su medio aniversario”.

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Esta es una foto que fue dada a conocer por el periódico cubano Juventud Rebelde el 29 de octubre de 2006, es decir, tres meses después de la crisis que alejó del poder a Fidel Castro. En la imagen se puede ver una zona enrojecida del cuello del ahora ex Presidente cubano. Desde que Fidel sufriera su grave problema intestinal, en julio de 2006, son contadas las imágenes en las que se puede observar con detalle el lado derecho de su cuello, y la gran mayoría lo muestra de frente o tomándole el flanco izquierdo. Es muy probable que alguna de las pequeñas mangueras a las que fue conectado para sus repetidas operaciones o exámenes haya sido colocada en el cuello. Hace dos semanas la televisión cubana emitió un video de Fidel Castro, reunido con su hermano Raúl y con Hugo Chávez. En una de las escenas de esa grabación se pudo apreciar una nueva cicatriz en el cuello de Fidel, testimonio gráfico de que habría sido sometido a recientes intervenciones o exámenes. Abajo: Imagen de la televisión cubana del 18 de junio de 2008.

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GRABRIEL DOMINGO

4 DE MARZO, 2007

Una tarde de 1987 Fidel llamó a uno de los chóferes asignados a Gabriel García Márquez como servidumbre de la Casa de Protocolo Número 6 —mucama, cocinera, ayudante, camarera y dos chóferes. El viejo Candebat, un mulato largo, de pómulos lombrosianos y guayabera del Diplomercado una talla corta para su estatura, y que manejaba uno de los Mercedes del Gabo, tenía el brazo del Comandante por arriba de sus hombros mientras éste, en la rotonda de baldosas rojas a la entrada de la mansión, le cuchicheaba al oído. Tenía tarea. El jefe le encomendaba seguirle los pasos a Lupe Veliz, una gordita entrada en años, que había sido su amante aún siendo mujer de su ayudante y hombre de máxima confianza, el capitán Antonio Núñez Jiménez. Candebat debía llevar una cuenta acuciosa de las incursiones de Lupe en la cocina de Gabo y los platos que se servía. Candenbat me lo contó. Se trataba de alejar a Gabo de las inconveniencias de una funcionaria de alto rango —Lupe estaba a cargo de la oficina de Relaciones Internacionales del Ministerio de Cultura. Para orgullo del mulato Candebat, “el Comandante estaba en todas”. Cuando, de rebote, se lo conté a Carlos Aldana, el secretario ideológico del Partido, él me restituyó la imagen del Fidel conspirador y no del personaje “cazuelero” (un chismoso, a la cubana). Usaba a Candebat para levantar una barrera de desconfianza alrededor de Lupe y las otras señoronas de su escuadrón volante, que revoleteaban sobre el lugar. En esta especie de sofisma que Carlos alentaba no podía despreciarse, así mismo, una lógica interior, muy del uso en nuestro entorno. Fidel no estaba haciendo otra cosa que proteger al Gabo, si bien a su vez lo espiaba. No es la primera vez que me pasa; me ha ocurrido anteriormente que, para hablar de un escritor, empiece por Fidel. En 1981, dando los toques finales a un libro sobre Hemingway, tuve la oportunidad de entrevistar a Fidel respecto a sus lecturas de este autor y de pronto me vi reajustando toda mi visión sobre esa montaña literaria que era Ernest Hemingway por la valoración que de él podía tener uno de sus lectores: Fidel

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Castro. Vean ustedes, lo importante no era escribir los 43 capítulos de Por quién doblan las campanas, sino lo que le había parecido a Fidel. Con Gabo es aún más complejo el tema dado sus estrechos vínculos con el Comandante y porque, a juicio de casi todo el mundo, lo que hace atractiva la biografía de Gabo es la del personaje contiguo. Ha habido envidia, desde luego, nada más que de pensar los cuentos que Fidel le habrá hecho, y se habla de confesiones inéditas y de un material contado en secreto durante noches y noches de conciliábulo en la Casa de Protocolo Número 6 que Gabo usará algún día en su biografía del jefe de la Revolución Cubana. Grabriel. Este hombre bueno y remoto ha vivido fascinado con un cubano que nunca ha aprendido a pronunciar su nombre a derechas. Esa ere que se le pierde dentro de un nombre tan corto, pero tan enmarañado de consonantes, y siempre presta a saltársele de lugar no sin antes reproducirse donde el lenguaje escrito nunca la ha registrado, y tampoco, por esos pruritos tan de Fidel, de lo que debe ser adecuado y elegante, negándose como se niega, a llamarlo por el mote aceptado internacionalmente de Gabo. Bien vistas las cosas, no creo que ningún otro interlocutor de Fidel haya pagado la cuota de ataques e incomprensiones que, por permanecer a su lado, la ha tocado a Gabo. Y lo más costoso de todo: el encarnizado silencio suyo ante cualquier episodio que otros, sin titubeo, hubiesen convertido en denuncias o agravios. Ha sido sordo a todas las pendejadas que, desde Mario Vargas Llosa hasta Susan Sontag, le han endilgado durante más de 30 años de viajes a Cuba y estancias más o menos largas. Pendejadas es uno de sus vocablos favoritos, así que se ajusta al homenaje. El silencio. No otra cosa molesta tanto en adversarios —o nítidos enemigos— que ya no saben si el objeto de sus ataques es Fidel o Gabo. Claro que él sabe perfectamente que lo vigilan; muchas veces bromeamos sobre el asunto, y me sacaba a la piscina para que habláramos a cielo abierto cualquier nimiedad que cruzara por nuestras cabecitas de intelectuales de izquierda, aunque de esa manera él también se hacía parte del sofisma: la vigilancia era necesaria para la salvaguarda de la Revolución. No había maldad en el procedimiento, sino, más bien, un acto justificable de prevención. Bendecíamos el estado policiaco, o al menos su necesidad. Todo por la Revolución. He ahí la razón entrañable y lo que aún hoy, a mí, me mueve a admirarlo y a quererlo aún más. Porque yo nunca he conocido a un hombre dispuesto a perder tanto por la lealtad a un amigo, a Fidel. Ah, Maestro. Qué de recuerdos.

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LAS BUENAS Y LAS MALAS NOTICIAS: ¿CUÁLES PRIMERO? LUNES

10 DE ABRIL, 2007

El episodio de un español que le solicita la libertad de los presos políticos a Fidel Castro, es algo que yo había visto antes. Carmen Balcells, la famosa agente literaria de Gabriel García Márquez, acometió la tarea. Aunque no creo que pensara con detenimiento en el terreno que se estaba metiendo, sino más bien que fue como aconsejando al cubano —con una frase de ocasión— para que saliera de ese fastidio. Ocurrió un poco después de las sidras, los besos y los abrazos de bienvenida al año 1986, y delante de la veintena de invitados que García Márquez tenía esa noche en su casa, algo que ya se estaba haciendo una costumbre, “esperar el año en casa del Gabo”, una especie de coronación del Everest en el combinado de poder y gloria que se conocía entonces en Cuba, no tanto por Gabo sino por que Fidel hacía acto de presencia en cualquier momento. Carmen había llegado esa misma tarde a La Habana para participar del exclusivo festejo, el último vuelo de Iberia del año 1985. Y Fidel se presentó en el recinto hacia las 12.30, luego de dedicar su noche a recorrer hospitales y visitar en su post operatorio al primer cubano con un corazón transplantado. Fidel estaba de pie. La puerta de salida al jardín estaba a su espalda. Carmen estaba a su lado y hablaban del desempleo mundial y de lo formidable que resultaba viajar en primera por Iberia cuando, de improviso, soltó aquello de, Ah, oye, Fidel, ¿y por qué no acabáis de soltar a los presos políticos? No puedo asegurar que fuesen las palabras exactas, pero sí que no se le debe haber olvidado lo que pasó a continuación. Casi nadie, hasta ese momento, había reparado en el personaje que yo tenía junto a mí, hundido en el cojín de un sofá beige, vestido con un terno de chaqueta negra pero sin corbata y que tomaba whisky con soda de un vaso enorme. Raúl Castro Ruz. Le bastó la brevedad del consejo de Carmen para saltar de su asiento —su vaso fue uno de los dos que de repente yo tuve en las manos— y comenzó la descarga de una virulenta diatriba. Era inadmisible que Carmen —ni nadie viniera del extranjero— se apeara con semejante solicitud. El gobierno

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cubano era el único en el mundo que se veía obligado soportar esa clase de cuestionamientos. No había un solo preso en Cuba que no hubiesen atentado contra los legítimos poderes del Estado cubano. La voz ronca y dura de Raúl surgía incontenible junto con sus argumentos. Fidel y Carmen parecían dos totems alrededor del cual se movía Raúl como en una danza de guerrero sioux. Carmen daba indicios de bascular levemente en el centro del círculo que describía Raúl —aguantaba con bastante entereza la embestida—, mientras Fidel se mantenía callado y con una inusitada expresión de ausencia. En su silencio, expresaba una cierta solidaridad con Carmen, y a su vez dejaba que el hermano desplegara su ataque sin contratiempos. Bien, pues, esa noche yo tuve conciencia de uno de los temas en los que te quemabas nada más que de acercártele y, lo más importante, que esos hermanitos no creían en diplomacia ni buenos oficios cuando se intentaba transgredir una pulgada del territorio que han demarcado como propio. ¿Conocía el canciller Miguel Ángel Moratinos la anécdota? Quién sabe. Pero es previsible que las inconveniencias y la rispidez del diálogo con los cubanos en lo referente al tema, tiene que haber estado presente en la preparación de su viaje a La Habana. Y es indudable que el éxito de su gestión ha tenido que ver, sobre todo, con el uso de los accesos alternativos que el negocio diplomático pone en sus manos. Y no son desdeñables los resultados de la aventura, porque los aproches anteriores, los inaugurados sobre todo por José María Aznar para la política española hacia la isla, han demostrado su desgaste e incompetencia. Amén de que los presos continúan tras los barrotes. Ya ustedes saben, se trata de la vieja política de la ilusión que creen vislumbrar a cada rato con el fin de derrocar a Fidel Castro. Lo cierto es que, desde que Zapatero llegó al poder, ha procurado —o al menos intentado— llevar a cabo otra dinámica y hacer del pragmatismo su profesión de fe. Como mínimo, ha entendido que encerrarse en una concha con Estados Unidos (el principal productor de la ilusión contrarrevolucionaria) no sirve de nada. La semana pasada, en el Palacio de la Revolución, no hubo danza sioux alrededor de Moratinos. Hay algo lamentable de cualquier manera. Y es la supervaloración que la disidencia cubana se hace sobre ella misma. La cruda verdad es que no disponen de ninguna cadena hotelera, de ninguna finca, de ninguna fábrica, y mucho menos de tropas, para exigir una agenda y sentarse por derecho propio en la mesa de negociación. Su argumento principal —que debido a la represión no pueden lograr una plataforma política que merezca la atención de los centros de poder, tanto afuera como dentro del 153

país— es inobjetable pero también demuestra a las claras la debilidad de su sistema de comunicación. Quizá aún estén a tiempo de aprender que, para poder negociar, hay que disponer de un mínimo de fuerza política, o económica o social —y mejor las tres juntas. El mecanismo resulta notorio. Tienen que encontrar sus vías, como bien hicieron los checos o los polacos, y que vengan desde adentro y no haya que esperar por los dignatarios extranjeros que desembarcan en el aeropuerto.

AQUELLAS NOCHES EN CASA DE GABO El diario español ABC publicó hoy un pequeño texto (¿memorias, reportaje?) de Norberto Fuentes sobre un incidente ocurrido un fin de año en la casa de Gabriel García Márquez en la capital cubana. Cuenta el texto que la editora Carmen Balcells, posiblemente la única mujer que Norberto comparte con Gabo, y viceversa, le preguntó a Fidel Castro que cuando liberaba a los presos políticos. La que se armó después lo van a leer aquí. Lo que ABC no publicó es la fotografía de la velada, que ahora aquí la descubrimos. De izquierda a derecha, tenemos a NF, Carlos Aldana [secretario ideológico del Partido Comunista], Armando Hart [ministro de Cultura], el cineasta brasileño Ruy Guerra, Carmen Balcells y Vilma Espín [la mujer de Raúl Castro]. Al fondo del lado derecho, medio escondido en la oscuridad haciendo váyase a saber qué cosa, se distingue a Alcibíades Hidalgo [jefe de despacho de la oficina política de Raúl Castro]. Colgado en HEREJÍAS Y CAIPIRINHAS, el blog de Rui Ferreira, el martes 10 de abril de 2007.

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EL SURGIR DE UNA DINASTÍA MIÉRCOLES

27 DE JUNIO, 2007

En sus pocos meses al frente del gobierno cubano, Raúl Castro se ha homologado dos errores de apreciación, que hubiesen sido insólitos bajo el mandato de su hermano Fidel. Ambos yerros demuestran de manera abismal lo que separa a los dos Castro en sus conceptos de lo que es una Revolución. O al menos de su metodología. Ambos develan que, mientras Fidel ha sido siempre el revolucionario implícito, apasionado, natural, Raúl Castro ha navegado en las aguas de una ortodoxia comunista, más apegada a los márgenes sociales y económicos preestablecidos que a una ambiciosa premura por quebrar todas las fronteras. Si bien uno pudo llevar de la mano, firme, la Revolución, el otro no hubiese superado la base del viejo Partido Socialista Popular. Uno tiende a pensar que tantos años al lado de Fidel, capeando tormentas y desgracias, lo habrían enseñado. Uno se imagina los pequeños conciliábulos secretos, de entrenamientos al oído, al estilo de Don Corleone con su hijo Michael. Los acontecimientos están demostrando que si tal cosa ocurre, Raúl Castro no escucha. Malo para Raúl. Y sobre todo malo para la Revolución. Un proceso que en todo momento se ha distinguido por el uso de la imaginación, no debe caer en manos de una ortodoxia rampante y estólida. Quizá Raúl haya sido bueno en estos meses para manejar con bastante tino la propaganda exterior, llevar y traer a Chávez y otros dignatarios, buscar y traer médicos españoles de renombre para dejar en la estacada del más absoluto ridículo a la CIA, y todo mientras se mantiene a la sombra, porque —ojo—: no se equivoquen, si algo él sabe hacer muy bien es conspirar. Pero en lo que no alcanza a Fidel es en su inspiración. La conspiradera es necesaria, inevitable, y Raúl es un maestro en sus artes. Pero donde Fidel nunca habla por hablar es en el papel de las masas, en el baño de pueblo que ese proceso necesita darse en forma continua. Mientras la gente salga a la calle para apoyarlo, no hay problema, los asuntos están resueltos. La tendencia de Raúl —lo estoy

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viendo— es hacia todo lo contrario. Es una peligrosísima tendencia que se dirige sin ambages, por gravedad, a la creación de una dinastía. Así, pues, paso revista rápidamente al primer error. Es la bronquita que Raúl animó hace pocos meses con los intelectuales del patio, cuando revivió los fantasmas de algo que se ha dado en llamar “quinquenio gris”, que se le supone un período de represión cultural de principios de los 70, en el que le hicieron la vida cuadritos a los intelectuales cubanos, sobre todo a los de filiación homosexual (es decir, un buen número de ellos). Represión cultural, a la vez que sexual ¿no? Con la colaboración de su viejo amigo Alfredo Guevara, con el que creyó posible producir una perestroika de fácil control y aislada de otras posibles contaminaciones, Raúl dio la luz verde. Guevara —“un marica tan cobarde que se va a morir con el culo entero”, al decir de Nicolás Guillén— era sin duda el hombre adecuado para la tarea de conducir esta nueva revolución dentro de la revolución y cuyos dividendos dentro de la intelectualidad internacional se dieron por descontados. Error fatal. La bronquita se les fue de las manos de inmediato, y al no haber contado con la existencia de la Internet, enseguida otros represores en potencia y absolutamente declarados como los nuevos funcionarios gubernamentales, los viejos homosexuales reprimidos de ayer pero ahora en el poder, se desbarrancaron a dar gritos y sobre todo a agenciarse en un santiamén —¡miren que son buenos en el proselitismo!— el apoyo de todos sus aliados en el exterior. El error que nunca hubiese cometido Fidel. Iniciar una provocación que solo afecta a un grupo reducido de la sociedad y con características demasiado fáciles de identificar y de que se abroquelen instintivamente para defenderse. Es imposible que al gran provocador que es Fidel Castro se le hubiese ocurrido semejante tontería. Imagínenselo, al despertarse de su lecho de post operatorio, y ver en su primera sesión de lectura de cables que el tema de conversación internacional sobre Cuba era la reposición en vitrina de los fantasmas de una bronca que él había controlado maravillosamente desde fines de los 60 y de la que se había servido a su antojo. De pronto, todo el ámbito cultural mundial se veía conmovido por aquella resucitación, a cerca de 40 años de distancia. Fidel debe haber acabado con Raúl. Tiene que haber agotado los decibeles que le permitieron su condición quirúrgica. Yo he medido su proceso de cura por el tiempo que esto demoró en apagarse. Se acabó la perestroika nacional. Fidel está curado. Sus viejas y bien concebidas provocaciones —que han sido constantes y de las que ha vivido esta Revolución desde su inicio— son para respuestas masivas, en gran escala, y tiene que tener resonancias en todas las capas de la sociedad, o que afecte a la mayoría de ellas. 156

En sus batallas revolucionarias, ha de participar todo el pueblo, o si no ¿de qué estamos hablando? Recuérdense la teoría de Jean Paul Sastre apenas desembarca en Cuba en 1960. La del contragolpe. Enunció lo que quizá sería la observación magistral de la Revolución Cubana, de su mecánica de conducción y que finalmente devino el aviso de sus verdaderos peligros. El contragolpe. Contragolpe a las acciones de los enemigos. Pero si esos golpes del adversario no existieran, quedaba la opción ¡de inventarlos! Y ya esto echa algo oscuro e inestable en el caldero de las interrogantes: cuántas de las “agresiones” imperialistas no fueron en realidad fabricadas por la misma Revolución, si no instigadas por ella. Una observación final sobre el punto. Alguien aquí no mide las consecuencias, obviamente. Al menos alguien debe advertirle a Raúl de —a la hora de sus impulsos perestroikianos— su diferencia esencial con Mijail Gorvachov. Que Gorbachov no tuvo un solo fusilado. Y ahora el segundo error. Desde luego, la muerte de Vilma Espín. El propósito explícito desde el principio, apenas una hora después del fallecimiento de Vilma a las 4:14 PM del lunes 18, fue la de producir las ceremonias fúnebres en privado y el entierro de sus cenizas en una fecha por decidirse. “Atendiendo a su voluntad, la compañera Vilma Espín ha sido cremada”, dijo una tétrica línea del obituario oficial, expedido apenas dos horas después de la hora señalada, es decir —aceptando como ciertos los propios datos de la prensa partidaria—, no esperaron mucho tiempo para llevarla al crematorio. Hubo una marcada voluntad por acelerar las cosas. Todo en un bajo perfil de acuerdo al método empleado por Raúl desde que comenzó a gobernar. ¿Por qué un error? Porque no vinculó a Vilma con el símbolo que ella realmente era. Una mujer nunca altisonante, guapa, genuina, madre hacendosa, había sido durante casi medio siglo la primera dama de la Revolución Cubana. Y cumplió esa tarea de modo ejemplar. No hay un solo escándalo, de ninguna especie, en la Revolución Cubana, que esté asociado a Vilma. Solo, quizá, un exceso de ingenuidad femenina y de muchas maneras una subordinación sin debates hacia su marido —el mismo Raúl Castro de referencia—, pese a ser ella de manera ininterrumpida durante casi medio siglo la presidenta de una organización llamada a la plena emancipación de la mujer: la Federación de Mujeres Cubanas. Deben saber que en el episodio subyace una antigua divergencia de criterios entre Fidel y Raúl. Desde principios de los 80 Raúl se propuso disolver dos organizaciones —de las llamadas “de masas” en Cuba—: la Federación de Mujeres y los Comités de 157

Defensa de la Revolución. Raúl las contemplaba como instrumentos que perdían su contenido en otros tiempos valiosos y que ya se convertían en estorbos burocráticos, y en anomalías de una sociedad que tendía a la “normalización”. Fidel, desde luego, se opuso con fuerza a un proyecto a todas luces descabellado en un entorno que toda aceleración a la normalidad era la muerte del proyecto revolucionario. La estabilidad, según la óptica fidelista, es el equivalente inmediato a arriar las banderas de combate. Suerte envidiable de una generación de revolucionarios que Fidel durara tantos años. Y es por aquí que uno entiende ese afán de Raúl —quién sabe si inconsciente en él— de crear su propia dinastía. ¿Qué otra forma tiene de proteger a los suyos? El fallecimiento de Vilma es una abrumadora señal de que el tiempo se está acabando.

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COMO SI FIDEL HUBIERA MUERTO VIERNES

27 DE JULIO, 2007

[UNA

ENTREVISTA DE

ENRIQUE SERBETO]

—¿Cuáles son los datos objetivos de lo que está pasando en Cuba? —Hace un año comenzó en Cuba una situación nueva, para la cual estaban creadas ya todas las condiciones. No hay que ser un profeta para saber que Fidel no quería tener un problema intestinal y quedarse en una mecedora tomando pastillitas como forma de retiro, pero las condiciones estaban creadas, porque ellos han trabajado en esto durante muchos años. Son mucho más pragmáticos que todos sus adversarios. Hay un lema en la inteligencia cubana, que siempre me ha impresionado, desde que yo lo conocí, y que yo trato de fijarme en él en estas ocasiones: “a la hora de hacer un análisis no puedes tomar partido”. ¿Por qué impresiona? Porque un país tan ideologizado como Cuba, a la hora de tomar decisiones, los responsables no toman partido, y eso lo vi varias veces pasar delante de mí. Por ejemplo, en Angola, usando la aviación de forma limitada. “¿Por qué?”, le preguntaba a Aldana. “Pues porque los surafricanos tienen bombas atómicas y nosotros no”. Lo importante no es acertar lo que ha pasado, sino la capacidad para analizarlo. —Y ¿cómo definiría lo que ha pasado este año? —Ha empezado una etapa, con unas estructuras que ya estaban creadas, no surge del vacío, es una continuidad, pero con otro estilo, que ha estado subyacente a lo largo de la Revolución. Raúl es un conspirador, al que le gusta mover los hilos por detrás. No ha habido en este año ni un solo espectáculo, tipo reformas agrarias, o confrontación con Estados Unidos. Fidel se crece en la confrontación, Raúl en la conspiración, en la maniobra. Por ejemplo, la guerra de Angola fue una idea de Raúl Castro. Es la maniobra más deslumbrante de un país subdesarrollado, que manejó una guerra a 15.000 kilómetros de distancia y con éxito. Pues esa fue idea de Raúl, que Fidel compró y capitalizó. Ha pasado un año, ha empezado un proceso, no una transición, sino un 159

proceso, sin grandes espectáculos, pero lo importante es que en Cuba no ha pasado absolutamente nada. En Cuba hay más tranquilidad que en EE.UU. —Hace unos meses se decía en uno de sus artículos publicados en ABC, que Raúl había cometido errores de apreciación. —Esta bronca de los intelectuales yo no acababa de entenderla. ¿Por qué Raúl se ponía a avivar aquella bronca de nuevo? Si Padilla está muerto, Pavón, el Torquemada de la revolución está retirado, Jorge Serguera, el comandante Papito, también y creo que un poco enfermo, ¿para qué revivir esta bronca? Yo no sabía lo que sé ahora: que eso no fue impulsado por Raúl, sino una maniobra de Alfredo Guevara, que avivó esto por pretensiones personales y creyendo que era el momento de una perestroika cubana. Raúl, tengo entendido, no tiene nada que ver. Esto es cosa de Alfredo, que siempre se equivoca políticamente y que lo que creó fue un problema en contra de Raúl. Con Fidel sano, tal vez podría haberse pensado otra cosa. —Este año se ha producido también la muerte de su esposa, Vilma Espín. —Él estaba preparado, es un hombre realmente muy duro, de mucha sangre fría. Esto es todo el mismo discurso. Están resolviendo estas cuestiones necrológicas en el mismo ambiente. Están haciendo ya el discurso como si Fidel hubiera muerto también. Raúl lo dice de una manera muy interesante, dice que este año, el pueblo ha aprendido a confiar en sí mismo. —¿Hasta donde pueden llegar los cambios en la gestión económica que ha anunciado Raúl Castro? —Que no haya pasado nada (en apariencia) es más que un éxito para Raúl, porque todo el mundo esperaba que el régimen se desmoronaría de cualquier manera. Mira ya lo que se está hablando: reconoce que el salario es objetivamente insuficiente para el sistema. Toda la utopía guevarista que Fidel ha utilizado alternativamente, ya se ha terminado. Tal vez parecen cosas poco importantes, pero son cosas. Están apuntando a que esos cambios se hacen cada vez con mayor seguridad, pero no hay heroísmo ni brillantez. Es la parte más aburrida de la política; Fidel es otro estilo, es un revolucionario. Eso es lo que ha movido a que hasta Estados Unidos le dé una moratoria a Cuba en estos momentos, para ver hasta donde llegan. Y esa es una política que, en mi opinión, empezó España, que se convenció de que hay una situación nueva. —¿Y no ha habido también cambios en Miami en este año? —La incapacidad estratégica más grande de los enemigos de la revolución es que hacen los análisis tomando partido y queriendo desviarlo todo a su visión. ¿Qué está 160

diciendo una parte del Gobierno americano? Qué Raúl no ha hecho la transición. Es verdad, pero es que además esa transición no la va a hacer Raúl. Lo únicos que tienen problemas son los antirrevolucionarios, que no entienden lo que está pasando, y no lo digo por joder. —¿Tiene algún significado la notoriedad de la hija de Raúl? —Le dan un papel bonito y agradable, parece una cosa muy democrática, el tema de los homosexuales y tal, pero no tiene la menor importancia, es pura propaganda.

Publicado en ABC como “Están haciendo el discurso como si Fidel hubiera muerto ya”.

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ABSORBIDO POR LA SOMBRA MARTES

7 DE AGOSTO, 2007

Los integrantes de la última muchedumbre a convocar por la Revolución aún no tienen fecha para presentarse en sus lugares de asamblea pero saben que participarán de su marcha más dolorosa y que el hombre que van a honrar aún se mece en su sillín de madera barnizada, despojado de sus botas y en pantuflas y pendiente de unas miserables pastillitas. Mientras, el país necesita comer. Los propios dolientes del futuro cercano tienen el imperativo de alimentarse, la bendita sopa, y techo y transporte, solo para empezar. Aunque no esté mal este desenlace de epopeya —que es al menos reconocer que ahora deben ponerse a trabajar—, no deja de haber algunos índices de amargura, y de frustraciones. Nos despertamos del sueño y lo primero que nos encontramos es que Raúl Castro ha hecho con su hermano lo que su hermano nunca hubiese hecho con él: arrebatarle todo el poder. No se engañen: un cerco de silencio rodea al hombre que rumía, quizá desconcertado, en el sillón hecho a su medida por la Empresa de Productos Varios (EMPROVA). La bonanza —fuera de Cuba sobre todo— que trajo para Raúl su discurso del 26 de julio, Fidel intentó cortarla de tajo en su última proclama, o por lo menos fue su clara intención, rápidamente advertida por los observadores. Y quizá esta fuese la última batalla, su postrero acto de resistencia. Era tan obvio que resultaba sospechoso, si no es que descubrías los síntomas de la creciente debilidad y despojos de todos sus atributos. ¿Escribir? No me vengan con cuentos. En su mullida prisión domiciliaria, Fidel tiene que haber entendido en estos días el verdadero valor de la letra impresa. Ni uno solo de los párrafos escritos en su serie de Reflexiones para publicación obligatoria en la prensa oficial han logrado detener una acción de los americanos (para nombrar su Némesis), y, lo que es peor, de su propio hermano Raúl. Qué ingenuidad la de este hombre, al principio de su enfermedad, de creerse que podía seguir gobernando, o al menos creando unas crisis formidables, a través de la literatura. No se le ocurrió

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llamar a Gabo, ni a mí mismo, coño, que le hubiese dicho, no jodas, Fidel, si lo primero que has advertido es que no vas a contar todo lo que tú sabes para no comprometer al país. O eres gobernante o eres escritor. Y si sigue en esa tontería va a terminar recibiendo un periódico Granma impreso para él solo. Es decir, que no intente aprovechar una de esas Reflexiones para crearle el caos a Raúl. Si ya eso no fue lo que pasó hace dos o tres días con su última Reflexión, en la que se echa para atrás con su ataque al discurso de Raúl y en cambio se dedica a alabar a una lumbrera de los Estados Mayores rusos, el general Leonid Ivashov, en su deprimente visión del imperialismo americano. Y no se fíen del acceso a la Internet, de la cual Fidel se ha hecho un avezado especialista, porque nada más fácil que secuestrarle y ponerle bajo control su terminal. En fin, lo que tenemos por delante, es que este 26 de Julio asistimos a una ocasión tan importante como puede ser el virtual discurso de proclamación presidencial de Raúl Castro Ruz. Y en éste se advierten, por lo que dice y no, todas las virtudes así como todos los defectos. Y ahí hay algo que para mí es esencial porque no está resuelto y es la manera en que ha comenzado a ejercer. ¡Esa obcecación suya por actuar desde las sombras! Era explicable cuando había que competir contra Fidel, contra el último de los héroes griegos, aunque hubiese nacido en la plantación cañera de Birán. Las sombras. El método presente es que Raúl sigue bajo protección de las sombras aún estando en la cúspide de la cadena de mando. Incluso hace correr como amenaza que el hombre está aún vivo. Y que el regreso es posible. De resultas que ahora el malo ¡es Fidel! Por aquí anda la razón fundamental por la cual no acaba de asumir el cargo ni que tenga apuros. Porque le permite continuar maniobrando desde sus inefables cuarteles lejanos. Ha sustituido la voz y el pecho de Fidel, dándole el frente a todas las contingencias, por las melifluas declaraciones de su hija Mariela o de una Soledad Cruz, poetisa de obra escasa y (si mal no recuerdo) de vaporosa cabellera negra. Ellas son los portavoces, aunque espero que tengan el tino de nunca encaramarse en la tribuna de la Plaza. Que no sigan faltándole el respeto a la Revolución de Fidel Castro, más bien conocida por haber llevado el mundo a una pulgada del abismo nuclear y no por su defensa del amor libre y el derecho al quirófano de diez loquitas cubanas que aspiran a que les corten el rabo. Por favor, va siendo hora de que se callen. En cuanto al discurso en sí, uno mejor que ése lo pronunció José Abrantes Fernández (el anterior ministro del Interior) en diciembre de 1988 y le costó la vida. Y que ahora, a casi 50 años de Revolución, Raúl se de cuenta de que los salarios son

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inadecuados, es un trago duro de pasarse. Pero son detalles dentro de un conjunto más amplio, así que deben eludirse. Hay otros síntomas. Más relevantes. Está prevaleciendo su equipo. Tiene como virtud la acogida de viejos compañeros, mayormente los eliminados por Fidel. Mientras desplaza a los otros, los Carlitos Valenciaga, los Felipe Pérez Roque, y muy pronto los Ricardo Alarcón y hasta los Carlos Lage. (Ramiro Valdés, el antiguo ministro del Interior, sigue en la mira pero es un hueso mucho más duro.) Pero el equipo presenta sus propios problemas, a la larga, peligrosos en extremo para el mismo Raúl, que son sus tendencias al nepotismo y a la corrupción. Desde luego, entre Carlos Aldana y Luis Alberto Rodríguez, Aldana es el mejor por carrera larga, porque es un revolucionario auténtico. Luis Alberto no es más que un niñito bien, hijo de un general, casado con Deborah, otra hija de Raúl y que se empeña en convertir la Revolución Cubana en una gigantesca empresa comercial. Raúl —durante 50 años— tuvo a Fidel en su rango de fuego, amén de que suyas eran las soluciones y se mantuvo a la expectativa. ¿Por qué no le dio un golpe de Estado? ¿Por qué no lo mató antes? Es el cumplido de todos los comunistas de su escuela: revisar. Y ahora revisará lo que todos hicimos juntos. Desde los trabajos voluntarios hasta la ultima campaña contra el mosquito Aedes Egipto. Qué extraño aire de peretroika tardía, y qué olvido de que la gente se movilizaba por una idea. ¿Perestroika? Se le supone un laboratorio lejano que le permitiría saber hasta qué punto pueden llegar las reformas y cómo implementarlas. No digo que de pronto Raúl se vea animado por unos sentimientos suicidas. Al menos está advertido. Vamos a ver si de verdad copió el mensaje. Hay que reconocerle, sin embargo, luego del primer año de Gobierno, que su gran victoria ha sido tranquilizar al país y al mundo. No es necesario pues recordar que gobierna cómodamente sobre la estructura que Fidel le legó. Fidel. Ése es el único que corre peligro. Porque se ha aislado. De alguna manera ha regresado a los tiempos lejanos en que era un abogado sin fortuna y medio vagabundo y que encontró como respuesta a sus desgracias fraguar una Revolución. Los tiempos del profeta desarmado. Su última batalla, sin embargo, ya está por escrito. La última batalla del profeta. Su advertencia final. No se puede confiar en los americanos. ¿Alguien lo ha leído? ¿Lo escucharon? Es a la larga en lo que van a fallar. Si no saben hacerlo, entonces sí tendremos Apocalipsis. Entiendo que no es fácil apearse de este tigre que estamos cabalgando. Como quiera que sea, está en juego algo más que la vida de Fidel 164

—la poca que pueda quedarle. Es la propia existencia de la nación cubana lo que tenemos en el fiel. Y todos somos responsables.

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FIDEL PODRÍA AISLARSE DOMINGO

2 DE AGOSTO, 2007

[UNA

ENTREVISTA DE

PEDRO SCHWARZE]

—¿Qué significaría para Fidel Castro que su hermano vuelva a tomar contacto con Aldana? —El enojo de Fidel es que tiene a la reforma delante de él. El le ha dicho a Raúl los peligros de eso miles de veces. Fidel se está exponiendo al máximo de peligro, porque es él contra todo el mundo. No digo que de pronto Raúl se vea animado por unos sentimientos suicidas. La Perestroika fue un laboratorio lejano que le permite a él ahora saber hasta qué punto pueden llegar las reformas y cómo implementarlas. Aquí el único que en estos momentos corre peligro es Fidel. Porque se va a aislar. Y sobre todo por la conciencia que desde hace un año la gente tiene de su mortalidad. —¿Carlos Aldana escribió en el pasado discursos de Raúl Castro? —Habitualmente escribía los discursos de Raúl. Era el jefe de su despacho político. Alcibíades Hidalgo —su ex jefe de despacho ministerial— también hizo algunos. Aldana además tenía una enorme influencia en lo que se decía. Las ideas del discurso son las de Aldana y también son las ideas de Raúl. Raúl tampoco es ajeno a eso. Aldana tenía una enorme influencia en Raúl. Aldana es un hombre muy inteligente y puede contribuir mucho a los cambios en Cuba, a lo que suma la experiencia que le costó tratar de hacer esos cambios. —¿Cuándo Raúl Castro reanudó sus vínculos con Aldana? —Raúl retomó sus contactos con Carlos Aldana desde fines del año pasado. Raúl debe sentirse cómodo consultando a Aldana. Raúl tiene una relación con Aldana que es lo que más enoja a Fidel. Es una relación que no es pública, pero que en algún momento lo será. Publicada en La Tercera, Santiago de Chile.

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EL AGUAFIESTAS MIÉRCOLES

29 DE AGOSTO, 2007

Solicitado por —y enviado a— Qué Pasa, de Santiago de Chile, el 29 de agosto de 2007, pero no publicado. Los aguafiestas del aguafiestas.

La estructura ha demostrado su solidez. Después de un año de ausencia de Fidel Castro en el Puesto de Mando, el nivel de ataque a absorber se mantiene en la misma zona de despliegue que se le permite: el de la retórica, y su tendencia permanente es a menguar. Desde los últimos encuentros armados, allá por los lejanos 60, el país no ha conocido ningún peligro verdadero de desestabilización —ni interno ni procedente del exterior. De todas maneras va a haber el peligro de las primeras 72 horas luego del anuncio oficial de la muerte de Fidel. Tendrán que acuartelar, de rigor, a las unidades militares y policíacas. Siempre puede existir un loquito que cree llegado su momento para arrastrar a un comunista del vecindario. Lo probable es que hagan una recogida primero. Y ésa, en mi opinión, será la primera verdadera señal antes del anuncio. De cualquier manera todos los potenciales cabezas locas han sido visitados y advertidos desde hace rato. Y a nadie le quepa la menor duda de que le van a pasar los tanques por arriba a cualquiera. La famosa Operación Estrella de neutralización relámpago del enemigo interno —una reproducción perfeccionada del progrom de casi medio millón de contrarrevolucionarios el 17 de abril de 1961, al unísono con la batalla de Playa Girón— está montada y lista, por lo menos, desde principios de los 80. (No duden que los yanquis tengan previsto algo semejante para Miami y que algunos cubanos conozcan el destino de los japoneses residentes en la Segunda Guerra Mundial). Después, como es de suponerse, será la búsqueda de algún bienestar económico. No apuesten todas las fichas a que se identifiquen con los modelos chinos o vietnamitas. Es el mismo cuento de la época soviética. Entonces era la tabarra del modelo soviético. Todo menos reconocer la legitimidad del proceso. Nunca vieron la verdad en relación con el Kremlin y su influencia o no en la isla. Y la única verdad es que 167

la Revolución Cubana se inventó a sí misma. Hasta donde llega mi conocimiento no fue el KGB el que puso en el poder a Batista ni organizó los crispantes desequilibrios sociales que empujaron el país por el plano inclinado de la Revolución. En fin, que Raúl Castro, gobernante designado, y sus seguidores, han tenido más de un año para prepararse. Fidel ha sido generoso en ese sentido. Les ha garantizado, con sus trece meses (hasta el momento) de supervivencia, un tiempo precioso para lo que entre nosotros se llama “los amarres”, esto es, organizar. Ya entre ellos —calculo— habrán pensando en funerales y ceremonias. El mausoleo suyo será sin dudas en La Habana. Los tres grandes departamentos militares del país, cada uno con su raíz histórica: Raúl en Oriente (donde tiene su nicho desde hace 20 años, con nombre y todo), el Che, en el centro, donde libró su magnífica batalla de Santa Clara, y Fidel en La Habana, en Occidente, la capital de la nación y símbolo de gobierno. Al pairo y sin timón quedará tristemente, como siempre, la contrarrevolución. Tendrán sus cinco minutos de júbilo con fondo de tumbadoras en los restaurantes de la Sagüesera (el South West de Miami); luego, el eterno desplome moral. Los pobres, el embullo que tienen. Y esperen a que los yanquis corran a los Lear Jets para negociar sus jugosos contratos. Error fatal. Tampoco es el modelo. Ni la URSS, ni China, ni Vietnam, ni Bienvenido Mister Marshall. Si algo demostró el liderazgo de Fidel Castro es que todo el propósito de una Revolución es el desempeño del poder. Su obtención y retención. La industria y el comercio son asuntos secundarios. Y de que estos sean los billetes para continuar viaje en el día segundo —este dilatado día segundo— son parte de los retos a enfrentar por los herederos. Lo único que ha acumulado el bastión hasta hoy es poder. De eso es de lo que se ha tratado en todo momento. Del poder. Pero la disyuntiva del regreso, y a disponer de una generación de hombres de negocio y no de combatientes, solo es sorteable sin el correspondiente baño de sangre en el caso de que sepan aprovechar la conmoción de la muerte de Fidel. Será nuestro shock and awe, pero como un fenómeno de combustión interna. Aunque estoy persuadido de que puede dárseles el voto de confianza. Estos viejos guerreros están preparados. No han hecho otra cosa desde hace 50 años. ¿Y qué bronca han perdido?

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EL EMBAJADOR DE FIDEL DOMINGO

11 DE NOVIEMBRE, 2007

La promoción de Carlos Lage no llegó al poder por las armas. Ciertamente no es un “histórico”. Más bien resulta un ejemplar novedoso seleccionado entre las reservas políticas de la Revolución. Afable y comedido, de aspecto frugal, y con el formidable agregado de un doctorado en medicina, es el tipo ideal para que la bronca tropa de la Sierra Maestra lo emplee en las negociaciones, sobre todo cuando en éstas se requiere de tacto y buenos modales. Es, desde luego, inteligente, y si menciono ahora la principal cualidad no es para abrumarles con las virtudes del desconocido médico de otros tiempos, sino porque sin duda es su principal activo. Es hábil. Pero con esa habilidad opaca tan esencial como distintiva de la segunda generación revolucionaria. Como nunca alcanzan el poder absoluto, se las arreglan para que toda su actuación sea a la zaga. Ahí cosechan sus éxitos o sufren sus fracasos pero sin que nunca lleguen a alcanzar realmente la cumbre. Y esa ha sido la carrera del vicepresidente Lage, sin querer quitarle un ápice de mérito a la conducta. Lo cierto es que logrado sostenerse en el poder durante todos estos años. Y si tal logro resulta difícil en cualquier sistema, imagínenselo a la sombra de Fidel Castro. Y si ustedes supieran como fue su inicio. Es increíble que Lage sobreviviera. Hacia 1986 era el secretario de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) cuando comenzó a retozar peligrosamente con ciertas ideas reformistas. Tres años después, por mucho menos que su liberalismo y su santificación de que la juventud debía ser irreverente y audaz y no ser subyugada por los dogmas y todos aquellos cantos de sirena que despertaba el entusiasmo de la militancia de la UJC, se produjo la destrucción del Ministerio del Interior y hubo hasta fusilamientos y largas condenas de cárcel. Había una lucha y ésta comenzaba a agudizarse. Peor aún: lo que había comenzado en Moscú ya se abalanzaba sobre las playas cubanas, por lo que resultaba lógico que Fidel hiciera disparar los sistemas de aviso. Lage tiene entonces la suerte de que hay tiempo a favor y no sea necesario destruirlo. Es de ese modo que se

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produce su “promoción”. Fidel se lo lleva para el Equipo de Apoyo del Comandante en Jefe, una entelequia situada por encima del resto de las estructuras de gobierno y de dirección política del país. En fin, que lo pone a salvo. Pero es una maniobra política no solo delicada sino con muy buen tino. Lage se encuentra en un momento de ascenso en su carrera. Fidel nunca recoge hombres en caída, a menos que esté muy comprometido con ellos, como José Millar Barruecos o Rolando Rodríguez, fracasados en sus respectivas posiciones como rector de la Universidad de La Habana o director del Instituto del Libro, colocados por él mismo posteriormente en cargos burocráticos de su propio complejo de oficinas del Consejo de Estado, una especie de hospicio de inútiles. Pero Lage estaba en ascenso, en la UJC lo adoraban y las reformas estaban en boga a escala internacional, así que a este pichón de Gorbachov le dio la sopa que había que darle: ponérselo al lado. Aquí, cerca, Carlitos. Y no te me muevas muy lejos. Pero no vean esto mal. Es bueno porque sitúa las intentonas reformistas bajo la poderosa cobertura del mismo Fidel. También es consustancial con su idea de que tanto la disidencia como la reforma pueden manifestarse en el socialismo pero no como fuerzas foráneas sino dentro del Partido. Existencia, no coexistencia. Y algo le cayó bien en el muchacho. Denlo por seguro. Porque tal es el requerimiento principal para sostenerse en Cuba dentro del poder. Demostrarle a Fidel la capacidad que uno tiene para cumplir las tareas además de saberse mantener a flote. Es en este último aspecto en el que Raúl Castro entra en escena. Raúl sabe manejar la onda de Fidel, está muy bien equipado para saber hacia donde se dirigen sus emisiones de pensamiento y, de modo especial, sabe como no contradecirlo. Acepta incluso de buen grado que en el ámbito internacional el personaje se llama Fidel Castro y que él nunca ha jugado en la liga. Nadie puede negar que la política internacional de la Revolución Cubana ha sido un éxito de medio siglo. ¿Se percatan, pues, de la dialéctica? Desde 1986 Carlos Lage es uno de sus cuadros operativos con mayor cantidad de horas de vuelo bajo su supervisión directa. Diría que del cuadro de mandos actual es uno de los más competentes, y sin las estridencias de un Pérez Roque o el estilo ya demodé de Ricardo Alarcón. Es la otra cosa que sabe Raúl, un Raúl cada vez con más poder y nivel de decisión dentro del país. Pero con muy poco público exterior. Lage es uno de los emergentes. Por gravedad. Tiene acceso diario a los cuarteles de invierno del viejo pero achacoso león. En la suma Fidel-relaciones internacionales-garantía de éxito, el hombre es Lage. Y si tal es la onda, que navegue.

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Publicado como “Carlos Lage, el gentleman de Castro” en La

Tercera de Santiago de Chile.

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ILUSIONES DE LOS OTROS MARTES

11 DE DICIEMBRE, 2007

Es risible, cuando menos, escribir una pieza sobre el probable efecto en el público cubano de una película alemana versada en el espionaje doméstico al mismo tiempo que en mi refugio de Coral Gables, Florida, me hallo bajo el acoso de los micrófonos de esta suerte de instalación múltiple de transmisión en que los oficiales de sabe Dios cuáles agencias me han convertido la casa. Toda la casa: el dormitorio, los baños, la cocina, la sala —sobre todo la sala— ese lugar de reuniones tan peligrosas con la tropa de bergantes que constituyen mis amistades. Ahora mismo me están oyendo teclear. Ahora mismo están sustrayendo cada una de estas pulsaciones sobre el teclado. Solo se detendrá ante la severa mirada de cualquier hijo de puta designado como analista. Los fisgones tienen ese nombre actualmente. Analistas. Mi pieza.

El uso de la retórica ha sido el arma más competente de los enemigos de la Revolución Cubana, sobre todo a partir del descalabro que significó su derrota en Playa Girón —o Bahía de Cochinos según el término adecuado por la publicidad de los yanquis, los derrotados mayores de aquella contienda. También es el bálsamo con que se procuran alivio. Proclamar que la Seguridad del Estado cubana fue entrenada por la tenebrosa Stasi de Alemania oriental es uno de los argumentos favoritos. Ilustra la incapacidad criolla para montar un aparato de tanta eficacia. Bueno, lo ilustra desde la perspectiva de ellos, y en ese terreno palabrero les permite un pellizquillo vengador. Lo otro es tener que aceptar la humillación de la derrota a manos de un servicio de creación absolutamente autóctono. Qué Stasi ni que tontería. En toda la historia de los servicios cubanos no hubo jamás un asesor de contrainteligencia de la Stasi merodeando por sus pasillos por no decir que ningún joven cubano estudió la disciplina en la RDA. Todo

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eso fue un invento cubano y resultó suficiente para liquidar a la todopoderosa CIA y sus servidores del patio. Viene a cuento por el estreno en Cuba de la La vida de los otros, de Florian Henckel. Para muchos fuera de Cuba, es decir, fuera del potaje, resulta una paradoja la exhibición de una película sobre lo que llaman implacables métodos de espionaje en la RDA y que se les hacen idénticos a los de Cuba. El problema es que la mayoría (si no el total) de los espectadores que asistieron al estreno en La Habana han trabajado para la Seguridad del Estado en algún momento de los últimos 48 años, y juéguensela que lo han hecho gustosamente. No hay inocentes en Cuba. Se perdieron para siempre en las luchas de los años 60. ¿Y microfonitos con nosotros? Déjenme decirles que el equipamiento de escucha disponible —micrófonos, grabadoras, cablerío— era mucho mejor que el mostrado en la película de Henckel. Por cierto que los primeros se los capturaron a la CIA, tan temprano como septiembre de 1960, del enjambre tecnológico montado en el techo de los chinos de la corresponsalía de Xinjua acabados de estrenar en el continente. Desde entonces fue la ambición por la captura de los teams de la CIA, no tanto los espías como los botines, tan abundantemente provistos de artilugios para el espionaje y muchas pistolas Colt Commander, con las que te podías quedar si el jefe se hacía de la vista gorda. La técnica de escucha no. Esa era potestad del Mando Superior, que la reciclaba contra la misma CIA o sus peones. La contrarrevolución cubana fue liquidada el 17 de abril de 1961 cuando, ante la noticia de que el país había sido invadido por Bahía de Cochinos, más de medio millón de contrarrevolucionarios se vieron arrestados, en una operación tan veloz como ejemplar. La mañana de esa operación decisiva no había un solo micrófono de manufactura alemana instalado en Cuba ni ningún agente entrenado en Berlín ¿Un síntoma de apertura la exhibición de La vida de los otros? Si complace ver de ese modo un cuento tan soso para los cubanos, disfrútenlo. Retórica de la contra y consuelo de académicos. Los alemanes no tenían mucho que enseñarle a los cubanos en ese terreno, y menos ahora que ni siquiera existen. Una película sobre un pobrecito oficial de la Stasi que se enamora de su objetivo tiene el efecto corrosivo de una gota de miel sobre una viga de acero en un país donde la Seguridad del Estado permanece incólume.

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QUE CREZCAN OTRAS CIEN FLORES DOMINGO

17 DE FEBRERO, 2008

Las esperanzas de una especie de perestroika cubana o al menos de una inminente apertura política en la isla son tan ilusorias como fugaces. Pero las expectativas han sido altas en las últimas semanas, en medida que se acercan las elecciones del 24 de febrero para los cargos de la Asamblea Nacional y se cuece la historia (para mi absolutamente improbable) de que Fidel Castro va a ceder sus cargos por enfermedad. Su acerada frase de que los revolucionarios no se retiran, pese a las veces que la ha repetido, suele pasarse por alto según los vaivenes de sus oráculos en Miami y en las cancillerías y servicios de inteligencia. A todas estas, desde Cuba se han dejado filtrar algunos vídeos que despiertan el entusiasmo y los pronósticos: el muro de Berlín criollo está a punto de caer. A veces se torna en la imagen de una rebelión en progreso. Lo que tiene de extraño, sin embargo, es que siempre ocurre ante las cámaras de grabación de video y con imágenes limpiamente profesionales. Unos estudiantes de la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) cuestionando las políticas del gobierno en una reunión con el presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Ricardo Alarcón, amplió las conjeturas y le dio un cierto aire de heroísmo a las corresponsalías extranjeras acreditadas en Cuba, que se las agenciaban para recibir de fuentes anónimas estos materiales fílmicos presuntamente clandestinos. Alarcón respondiendo a todas las preguntas con una sarta de eufemismos y ditirambos —entre los que se destaca que el gobierno cubano no da permiso de viaje a todos los ciudadanos como contribución a que el espacio aéreo mundial no se nuble de aviones— se convirtió de paso en el chivo expiatorio de los amantes de la línea raulista. Raúl tenía que deshacerse de semejante tonto. Fumárselo (una fórmula mucho más radical entre los cubanos de la fumigación), aunque, a mi leal entender, lo que ocurre es la sólida conciencia que tiene Alarcón de que todas estas reuniones, debates y asambleas 174

no van a ningún lado. Ciertamente, si de algo se tiene conciencia en Cuba es que la perestroika no resuelve ningún problema, más bien lo complica todo. Aparte de que no se ha tocado todavía el tema de que te cuesta el pellejo. Son tomas profesionales e incluso desde diversos ángulos, pero nadie acaba de decir que han sido filtradas por los mismos servicios cubanos a los corresponsales extranjeros acreditados en La Habana, y bajo su permanente control, cuando no pura y simple complicidad. Ah, ¿pero ustedes creían que solo son los cubanos de a pie los objetivos del despiadado escrutinio y/o comprometimiento oficial? Allí no hay un solo corresponsal que si no entra por el aro pueda ejercer su oficio. La apuesta es sencilla. Si no expulsan a ninguno en los próximos días, ya pueden dar como un hecho que están reclutados bajo cualquiera de los rubros de la Seguridad del Estado: agente ideológico, comprometido, tonto útil, etc. En fin, que pese al cúmulo de experiencia en contra, hay un buen alboroto entre cubanólogos y servicios de inteligencia. Todos quieren ver el advenimiento del cambio —llámese contrarrevolución, capitalismo, perestroika y hasta raulismo— a la vuelta de la esquina. Espejismos. Tal el nombre del juego. Raúl Castro lo pone a rodar a cada rato. Nos pasamos el año pasado completo con el espejismo de los intelectuales y de lo que pasó hace casi 40 años con el caso de Heberto Padilla y, en paralelo, cuando a los escritores de filiación homosexual se les negó el pan y el agua (es una metáfora, no se alarmen: siguieron consumiendo de ambos). La maniobra resulta muy productiva y no se gasta. Mira que la usan muchas veces. Y siempre obtienen los mismos resultados: ganan tiempo, obtienen respetabilidad, dan la sensación de democratización inmediata y suman adeptos, y de nuevo son noticia internacional. Pero si algo no es factible que ocurra en ese país, al menos en vida de Fidel, es ninguna clase de apertura. Yo quisiera que ustedes hubiesen visto la cara de Fidel Castro, como yo lo tuve a unos metros de distancia, el domingo 11 de noviembre de 1987, cuando descendió en el aeropuerto “José Martí” después de su viaje a la URRS de Mijail Gorbachov. No le había gustado nada lo que había visto. Fue la primera vez, hasta donde tengo conocimiento, que entre un grupo de íntimos avizoró el “desmerengamiento” de la Unión Soviética, o por lo menos que una apertura sin control desembocaría allí en una contrarrevolución.

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FRÍO Y CALCULADO CONTROL Mi información actual es que, lejos de estar produciéndose una apertura democrática en Cuba, lo que está en aumento es la represión. Y, de modo singular, con quien se ha incrementado la presión del puño de hierro es con los viejos revolucionarios. No escapa nadie y las advertencias son claras. Y van casa por casa. No van a tolerar ningún desliz. Difícil fórmula esta de tragarse una apertura sobre la base del más frío y calculado control de toda la población. Conozco de muy buenos y viejos amigos, la vieja y noble tropa, cuyos integrantes han sido visitados y han sido perfectamente advertidos. En consecuencia, ellos mandan mensajes de que, por lo pronto, hay que enfriar la relación. No más llamadas telefónicas ni mensajes subliminales por la Internet. No obstante, acepto que Raúl siempre ha tenido una mala cabeza respecto a estos debates públicos. Todo el sistema de la Revolución Cubana esta montado sobre una base rigurosamente ideológica y donde esto se ponga en crisis, el derrumbe será inevitable. Raúl se pone en ese jueguito con harta frecuencia pero era razonable en una época en que contaba con un Fidel en pleno uso y disfrute de todas sus facultades. Me pregunto si ahora no tiene una cierta inconciencia de que está retozando con la pelotita de nieve a la que yo le doy muy poco tiempo para que se convierta en un alud desbastador. Las ansias de apertura democrática que comiencen en una de esas asambleas terminan muy prontamente en nuestra caída del muro de Berlín. En épocas de Fidel, claro, había la lógica de que lo hacía también para llevarle la contraria al hermano y, con la fabricación de pequeñas crisis, ganar por aquí o por allá algunos espacios políticos para su propio programa de socialismo ortodoxo. Por eso es lo extraño de estos brotes perestroikianos que él está impulsando. Y lo que obliga a pensar que están minuciosamente diseñados desde el inicio. Si a alguien no le gustan las sorpresas, es a Raúl Castro. Ni producirlas y mucho menos recibirlas. Fidel no. Fidel se salta constantemente las líneas del guión. Véanlo como un problema de carácter. Cuando Fidel preparaba la sorpresa del asalto al cuartel Moncada, en julio de 1953, Raúl estaba pidiendo su ingreso en el Partido Comunista. Raúl es el hombre de los pasos precisos, de las planificaciones. El hombre de la sincronización militar. Pero si nada de esto es nuevo, a qué tanto alboroto. Más bien lo que hay es el desconocimiento de la mecánica. La opinión de la calle ha sido esencial en la vida

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cotidiana de la Revolución. Existen organizaciones y miles de personas, tanto voluntarios como profesionales, que elaboran permanentemente los estados de opinión.

LES ENCANTAN LAS ASAMBLEAS No creo que exista otro gobierno del continente (incluido por supuesto los Estados Unidos) tan atento al sentir popular y el que, como decíamos, mida el aceite de la población con tanta asiduidad. Ese país está celebrando asambleas abiertas, de crítica y autocrítica, de opinión del pueblo, y váyase a saber cuántos nombres, desde los años 60. Le encantan las asambleas abiertas. En el Ministerio del Interior, en las universidades, en los Comités de Defensa de la Revolución (uno en cada cuadra o cuartón de tierra de todo el país). El asunto es que esto nunca ocurrió en el Ejército, del cual Raúl ha sido su jefe desde el triunfo de la Revolución. El resto de la población cubana se despedaza con las autocríticas mientras Raúl y sus militares observaban desde los cuarteles. Algo pasa de todos modos, cada vez que se impele uno de estos procesos masivos de crítica, y es que los vectores de vapor a presión se disparan y ponen las estructuras del poder en riesgo. Aunque, al nivel de los infelices ciudadanos, siempre hay quien se lo cree y no tiene la experiencia de los revolucionarios más avezados ante el designio de Mao de que crezcan cien flores y cien escuelas se establezcan. Y ya saben. Luego va el líder supremo, presuroso, hacia el florecido cantero, tijera en mano. No caben dudas de que semejantes sesiones religiosas de autoflagelación política tienen un efecto inmediato en la contabilización de la policía. Mientras, el entretenimiento para el próximo quinquenio parece estar garantizado. En estos mismos instantes hay un habanero inmolándose en una asamblea de barrio donde expone que hace seis meses no llegan huevos a su bodega. Si Alarcón está presente, pueden imaginarse la piedad con que hablará de las gallinas. En fin, que a todas estas yo no puedo creer que Raúl Castro desconozca que la base de la estabilidad solo se encuentra en la economía y no en los pantagruélicas y a la postre inútiles asambleas. Sus nuevos socios comunistas, los chinos y los vietnamitas, le habrán explicado los beneficios de una economía próspera y en desarrollo para el mantenimiento incólume del aparato político. Solo por ahí vendrán las verdaderas señales de cambio. Cambios, por cierto, de los que él está mucho más requerido que cualquiera de nosotros.

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Los dos subtítulos son un aporte de la redacción. Fue publicado como "Renace el espejismo de la Perestroika cubana". La declaración sobre el imposible de que Fidel se saliera del juego es una responsabilidad compartida. Fidel fusiló al general Arnaldo Ochoa, entre otros asuntos porque Ochoa quiso jubilarse. O por lo menos porque se la pasaba anunciando el proyecto de una merecida jubilación. Se había ilusionado con una casa sobre pontones y balancearse en una hamaca y pescar y leer. Los revolucionarios y los escritores nunca se retiran, nos decía Fidel. Se refería al retiro como una especie de traición. No conocen el reposo. O no debían conocerlo.

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Distribución de la tercera planta del Palacio Presidencial antes del 17 de julio de 1959.

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EL TURNO DE LOS MORTALES MIÉRCOLES

20 DE FEBRERO, 2008

El primer efecto de la noticia es que va a amortiguar la de su muerte. Ya no va a ser lo mismo nunca, en ningún sentido. Otro gobierno en otras circunstancias estará actuando en el país cuando finalmente —cualquiera que sea la fecha en que esto ocurra—, se informe del fallecimiento de Fidel Castro. Ahora consideremos los hechos inmediatos. El primero es que, una vez más, enfermo, muy gravemente enfermo, sin su viejo uniforme de combate, despojado de sus vistosas charreteras de Comandante en Jefe, y lastimosamente ataviado con un mono deportivo que no pega en su situación de salud, él está aún en plena capacidad de sorprendernos. Una vez más. Si no revisen las primeras planas y las pantallas de sus ordenadores. Su renuncia acaba de ponerle los pelos de punta a todos los servicios de prensa del mundo. Paradójicamente la última vez que anunció la renuncia a sus cargos fue en la edición del 17 de julio de 1959 del periódico Revolución. El propio Fidel escogió en los talleres del periódico los tipos más grandes para anunciar, apenas con seis meses en el poder, que la presidencia de Manuel Urrutia le hacía imposible su gestión como Primer Ministro del Gobierno Revolucionario. En realidad, era una estratagema para sacudirse de toda la retranca aún pálidamente contrarrevolucionaria que minaba su estructura. Es decir, en aquella fecha renunció pero para dar inicio a una revolución. El anuncio de hoy tristemente tiene todas las resonancias de que es para terminarla. El presidente ahora es él mismo, y debe dar paso a un nuevo equipo de gobierno, que de seguro en el área política se dirigirá hacia aguas de moderación y con los radares en barridos de alerta permanente ante cualquier amago de galerna. Es como la luz de una lámpara que discreta, furtivamente debe ser apagada. La Habana duerme en el momento que esto escribo (5 de la mañana en la zona horaria; 11 en Madrid). Se despertarán con la noticia. También duerme Miami, donde me encuentro. Me imagino que dentro de poco comenzará la charanga frente al

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restaurante Versailles de la famosa calle 8 de esta ciudad, a la vista, a tres cuadras, desde mi apartamento en un piso 15. Los caníbales con su baile. Aunque uno nunca sepa bien qué diablos celebran. Al menos habrá que ver lo que van a hacer con las maletas. Porque ese vuelo todavía no existe. Esto quiere decir que no va a producirse una crisis de poder en el futuro inmediato, nada de sublevaciones callejeras ni de cadáveres de comunistas colgados de las farolas, y es el segundo y más relevante de los asuntos inmediatos. El país, entero, completo, sin fisuras, está bajo control. Llevan más de un año trabajando el terreno, y las noticias que se han filtrado recientemente sobre el recrudecimiento de la represión indican que el Gobierno y su policía política se preparaban desde hace semanas para la noticia de esta madrugada. El puño de hierro suele tomarse la delantera en Cuba. Aparte de que, como sabemos, Fidel se alejó del poder desde que se creyó en brazos de la muerte a fines de julio del 2006 y cedió sus cargos a Raúl y otros de sus compañeros. Así que estamos ante una formalidad. La sustancia en realidad ocurrió antes. Por lo menos en su forma inicial. Y yo creo que Raúl, hasta ahora, la ha estado aprovechando. Y quizá sea pertinente explicarles cómo es que esa represión se produce. Es casuística, minuciosamente casuística. Van casa por casa y tocan justamente en las puertas designadas y hablan con toda claridad con el ciudadano que debe ser advertido. El mensaje es rústico, elemental si se quiere, pero de una enorme efectividad. No se te ocurra un invento, porque te la cortamos. Mira el hacha. Sabiendo como él sabe que toda la poderosa mística de la Revolución Cubana acaba de extinguirse esta misma mañana, Raúl Castro se enfrenta ahora no solo a su prueba de fuego personal sino a la posibilidad cierta de que todo se le vaya de las manos en un santiamén. Cabalga en el lomo del tigre y es de desear que tenga las cuatro patas bien amarradas. Y ustedes, por favor, déjense de tonterías y de retórica, que tal es el requerimiento de Cuba hoy por la mañana. Tranquilos. Miren el hacha. La pregunta inevitable es si la Revolución desaparecerá bajo las reformas de Raúl Castro y su grupo. Acaso la biología impostergable, la muerte del principal combatiente cubano, será el episodio final de aquella historia que llenó la imaginación (y no pocas veces también atizó el encono) de millones de personas en todos los rincones del planeta. La única señal actual desde Cuba de que Raúl Castro y sus allegados quieren conservar la Revolución (que puede ser una forma de describir el poder que Fidel les lega) es ese aumento de la represión. Al menos que tengan miedo por sus propias vidas, puede resultar una fórmula políticamente correcta en las actuales circunstancias. Los 181

obliga a ser cautelosos, a la vez que magnánimos, y los veremos calibrar todas sus acciones. Dentro de la isla hacen llamados a la cordura a cualquier que se quiera pasar de rosca o los agitadores en potencia, pero el sábado soltaron a siete disidentes presos y por primera vez en la historia dejaron que un avión militar español recogiera a cuatro de ellos en La Habana, todo para beneplácito de España y de la Unión Europea. Y pueden estar seguros que la libertad de los restantes no es muy lejana. Entonces, pues, tienen que meterle mano a la economía. Ese es el más peligroso —y el único fortificable— de los flancos expuestos al enemigo. Todo lo que hay en este momento de debilidad en el régimen se llama precariedad económica. Desde luego que esa era la Revolución de Fidel Castro, una en la que se desayunaba, almorzaba y cenaba ideología. Y desde luego que en ese sentido nunca más la Revolución será igual, no solo porque Fidel era el único que podía hacerlo de ese modo, sino porque de seguirlos estos, en su reemplazo, tienen la insurrección garantizada. Tal el otro flanco, el que ya está perdido irremediablemente, el de Fidel y su mística, Fidel y su afán de gloria (del que sabía contagiarnos tan bien), y sus ejércitos y sus equipos de pelota y sus paseos triunfales por el universo y el humo de sus grandes habanos expelidos como cachetadas en las narices de 10 presidentes norteamericanos. Estará en su cama de caudillo consejero, prudente y sabio —como él mismo se anuncia (“Tal vez mi voz se escuche. Seré cuidadoso”), pero ¿de qué leño se afincará el fuego? Fidel tiene que sentirse muy mal. Esas tripas de cristal lo han traicionado y de paso le han hecho una pesada jugarreta a sabe Dios cuántos miles o millones de cubanos que aún querían que aguantara. En todas las llamadas que recibo se reitera una declaración: la impresión que les causa saber que Fidel Castro ya no es el Comandante en Jefe. Creo entenderlo. Es el cambio de intensidad de radiación que demarca la diferencia entre la épica y la vida cotidiana. Fidel Castro sucumbe ante su última tentación. No morirá con las botas puestas. Va a hacerlo con unas zapatillas deportivas Adidas. Por último, en su beneficio, aceptemos que solo su grave estado de salud explica la decisión. No nos precipitemos en la despedida, no obstante. La quedaría una última batalla, la posibilidad cierta de una última victoria. Que consiga —aún en su lecho de enfermo— estabilizar un proceso de transición y que las cosas sean ordenadas y fluidas. Muy extraño lo que está en juego: no son precisamente sus ideas desbordadas y la pasión sin límites que las impulsaba, si no las estructuras de Gobierno, ese andamiaje frío y finalmente burocrático contra el cual se rebeló tantas veces en estos años y al que

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veía con desconfianza y tan asfixiante como una camisa de fuerza, pese a pertenecerle, pese a ser su hechura. ¿Qué tiempo de vida le queda? ¿Tendrá tiempo para otra sorpresa? Cualquiera que sea le lectura que nos depare el futuro, más allá o más acá, la responsabilidad de Raúl Castro y los otros substitutos es protegerlo de la visión apocalíptica del desastre.

Publicado en ABC como “Fidel: El turno de los mortales”

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¿QUÉ SE PUEDE ESPERAR DE FIDEL? DOMINGO

24 DE FEBRERO, 2008

La búsqueda de los modelos posibles para encasillar a Fidel Castro y su movimiento desde la época más temprana de su presencia en la media occidental es una constante de la larga marcha del cubano. Desde el Robin Hood de la Sierra Maestra concebido a la perfección para las matinés de la televisión americana de fines de los 50, hasta la marioneta de los designios soviéticos de una buena parte de la existencia de la Cuba socialista, y el reciente invento de ajustarlo al molde de yeso de Deng Xiaoping como paradigma del todopoderoso jerarca comunista que pasa a retiro por propia voluntad, no le han dado respiro. Se trata sin duda de una reacción intuitiva, visceral de sus enemigos para disminuir su carisma y la fascinación que ha ejercido sobre millones de personas. Y está claro que mucho del material vino de los laboratorios de propaganda negra de la CIA. Era imprescindible conectarlo a los diabólicos planes de dominación mundial de la URSS. Además del argumento para destruirlo militarmente, eliminaba el peligro principal que surgía del establecimiento revolucionario, que era la osadía de su proyecto de reivindicación nacional. La marioneta soviética y el modelo soviético de desarrollo fueron así las imágenes que prevalecieron durante tres décadas. Son cómodas y tan simples de asimilar como las tiras cómicas. Cuba de pronto era una provincia búlgara, sin nieve ni manzanos, pero con el necesario rigor de sus comisarios, y, desde luego, nada de embullarse con una guarachita. En cuanto a Deng Xiaoping como paradigma del destino fidelista, la relación es un desprendimiento de una creencia: si Cuba va a adoptar el modelo chino para su inmediato salto económico, lo lógico es que Fidel se acoja a una jubilación como la de Deng. En lo que probablemente se cuente como los días finales de su existencia, la comparación recurrente es pues la del más habilidoso de los herederos de Mao. El camarada Deng, que por propia voluntad abandona su posición de máximo jerarca del Partido Comunista de China para jubilarse como cualquier hijo de vecino y que a partir de entonces acepta como única responsabilidad la presidencia

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de una asociación local de jugadores de ping-pong, viene como anillo al dedo para acomodar a Fidel en su reclusión. Vanas ilusiones. Porque la percepción es equivocada. Deng era un reformista. Fidel es un revolucionario. El papel de Deng le corresponde precisamente a Raúl Castro, que es el que ahora debe dar inicio a una consistente transformación económica. Habrá que esperar entonces —me imagino que dentro de un lapso de cuatro o cinco años—, a que Raúl tenga su quebranto de salud y exija su propio distanciamiento del poder, para entonces endilgarle el título del chino. Todo lo contrario con Fidel. Fidel se hubiese resistido a la implantación de todas las reformas económicas. No era su juego. No es su visión misionaria de las revoluciones. Y olvídense de los estados comparativos entre personalidades tan discrepantes. El sistema trae ruido y solo sirve como vector de fantasías. Lo que se ha querido es ajustarlo a modelos que él mismo, Fidel, ha dado por descontado que se hallan por debajo de su actuación y sabiduría. Y no lo digo para que se le admire con mayor o menor intensidad, lo digo porque estoy tratando de exponer su propia interpretación de hombres que han conocido su misma (o semejante) ubicación en el olimpo del poder absoluto. Digámoslo del modo más rudo y claro posible: Fidel Castro más bien los desprecia —a todos. Óiganlo hablar de Lenin, Martí, Stalin, Brezhnev, Gorbachov, Mao, el Che Guevara, Kim Il Sung, los papas con los que ha tratado, los presidentes americanos. En cualquier parte de su discursos sobre cualquiera de esas personalidades van a encontrar que los elogios vienen de inmediato calzados por el análisis de los errores que cometieron (y que, por supuesto, él está salvo de ellos). Puede que a algunos los mire con cierta conmiseración (Ho Chi Minh) o como a un travieso hermano menor (Hugo Chávez). Pero el remoto puesto de observación desde el que los contempla lo mantiene siempre a salvo. También olvídense de verlo al frente de un club de ping-pong; ni siquiera del team de la selección nacional cubana de béisbol. Fidel va a escribir. Es decir, va a continuar en lo que está desde que se enfermó. Algunas veces lo dijo a algunos de sus íntimos. “Mi sueño es poder retirarme y ponerme a escribir”. Recuerdo la forma radiante en que García Márquez lo comentaba cada vez que le devolvía un original suyo o un libro: “Está loco por ser un escritor”. Lo decía con el convencimiento de que en ese oficio Fidel hallaría la verdadera redención. A lo mejor Gabo tenía razón.

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DULCE COMO ADVERSIDAD LA

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E

l 28 de julio de 1992, en Láncara, un pueblucho al sudoeste de Lugo, en la Galicia española, a Fidel Castro le preguntaron por el juicio que le depararía la historia. Visitaba la casa natal de su padre Don Ángel María Castro Argiz y le

esperaban para una romería campestre con todo el pueblo vestido de gala, cuando le soltaron aquella bomba de profundidad. Si la visita a la tierra de sus antepasados parecía propicia para los temas históricos, la situación internacional era la que resultaba muy difícil para Fidel. La Unión Soviética acababa de “desmerengarse”, término del criollo para calificar la disolución de aquel país, un merengue que se derrite, y todo indicaba que Cuba había quedado al garete, y sin dudas a merced de la pronta voracidad americana. Por un extraño conjuro en las asociaciones de ideas de casi todos los gobernantes del mundo —secundados por la media—, una misma solicitud de que desistiera en sus empeños como jefe del gobierno de su país llovían sobre el cubano. Debía ser razonable en esos días que se evidenciaban como los últimos instantes de su liderazgo, y obtener una especie de bendición histórica, a obtener seguramente si iniciaba los trámites de entrega de su enclave, lo que entonces se llamaba “el inicio de una transición”. La Historia —en estos casos, supuestamente, con mayúscula— solo abriría sus puertas ante una determinada conducta. Nadie, desde luego, mencionaba los seguros acontecimientos del día después. Solo Fidel parecía escuchar el clavetear de los carpinteros que elevaban su patíbulo. Así que la pregunta sobre el juicio histórico estaba asociada a las evidencias que se creían disponer internacionalmente de su abdicación, o a la segura necesidad que tendría de tirar los tanques para la calle y montar un memorable baño de sangre en la isla. Fidel, sin embargo, respondió con la dosis regulada de histamina de que suele hacer galas en sus momentos de mayor lucidez: ¿En qué fecha del futuro sería ese juicio del que estaban hablando y al que supuestamente se le sometería? ¿En 100 años? ¿En 500? ¿En 1.000? Elusivo y astuto como él solo. Bien, pues, nosotros hemos requerido de mucho menos tiempo, apenas casi 15 años después

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de la romería de Láncara, para saber que, de haberse rendido, Fidel nos hubiese privado de la mejor parte de su obra: la del período de supervivencia que siguió a continuación de la desaparición de la URSS, y con ella, del campo socialista, Ahora sabemos que no hay que ser bondadosos implícitamente, sino más bien lo contrario. Algo que solo él comprendió entonces. Y si no lo comprendió como un objeto consciente de su proyección estratégica, fue a lo único que tuvo posibilidad de aferrarse. Pensar que las fuerzas de su destrucción eran autóctonas y no que residían fuera de la isla devino el error principal de la apreciación. Creyeron ver las lavativas del derrocamiento de Fidel en su propio pueblo. Olvidaron el viejo axioma de que los líderes revolucionarios que bajan de las montañas (las montañas como metáfora) para tomar el poder, son invencibles si no los matan en el camino —Lenin (que se apeó de un tren blindado), Mao Tse Tung, Ho Chi Minh, Fidel. El enemigo habita afuera. Y Fidel resolvió algo muy temprano. Que si iba a sostener su poder a base de la confrontación, no podía estar cambiando de enemigo todos los días. Lo más conveniente, en este orden de cosas, es un enemigo estratégico. Era premonitoria aquella carta suya (ahora famosa) a Celia Sánchez —su ayudante de campaña en las guerrillas de la Sierra Maestra—, en medio de la “Ofensiva de Verano” del ejército batistiano contra sus posiciones en la cordillera. Contenía, en muy breves palabras, su juramento de iniciar una guerra contra los Estados Unidos después que acabara con Batista. (“Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que los americanos van a pagar bien caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará … la guerra que voy a echar contra ellos”). Pero solo eso. Sería tonto reivindicar que desde entonces estaba creando las condiciones para disponer de un enemigo de mayor sustancia que el dictador Fulgencio Batistas. Tonto y un ejercicio inútil de cinismo. Pero un brote de inteligencia intuitiva ante el espectáculo de una lastimera vivienda campesina reducida a cenizas por los rockets americanos no tiene por qué desmerecerse en su capacidad de información que se almacena para un eventual uso futuro. Lenin había dicho una vez que una Revolución valía lo que supiera defenderse, que es el concepto ampliado por Fidel —en Cuba (aunque, por razones obvias) nunca teorizado en letra impresa—, de que una Revolución, al menos una como la cubana, vale según su capacidad para crear enemigos de los cuales defenderse. Lo cierto es que nunca fue más vulnerable que cuando ganó la guerra contra Batista. La vulnerabilidad —que se le reveló de inmediato— fue la de carecer de un enemigo. Desbandar el Ejército y los grupos guerrilleros paralelos y, acto seguido, 188

proponerse destruir la plutocracia económica del país no era más que la aplicación consciente de los métodos leninistas. Pero el enemigo, esa criatura para justificar todas sus ofensivas, ¿dónde estaba esa sanguinaria, cruel y despiadada entidad? Y ya eso no era leninismo. Ya eso —y perdonen la indulgencia y lo que pueda parecer como un exceso de vanidad nacional— era puro fidelismo. Habían tenido la posibilidad. Tenían el poder. El comunismo la sacralizó después. Cuando se reunieron y comenzaron a hacer la Revolución, Fidel y los suyos se dieron cuenta del valor del proyecto, porque muy pocas veces un grupo de hombres, además jóvenes, se organiza y fabrica una aventura de tal naturaleza. Ya esa visión de la aventura y de la lozanía de aquellos muchachos no llegaba a la asimilación de los soviéticos; incluso Alexandr Alexeiev, coronel del KGB devenido en el embajador favorito de los cubanos, “el mejor de ellos”, se pasaba la vida tratando de meter a Fidel en cintura. Después lo intentó Nikita Jruschov (a través de Anastas Mikoyan como emisario). Después Leonid Brezhnev. Y no pararon hasta Mijail Gorbachov. En la Crisis de Octubre todo eso quedó claro para los revolucionarios cubanos. Ellos, los soviéticos, los necesitaban. Eran viejos y demodé y no motivaban ni a sus propios comités del Partido. Al final, Fidel Castro era el último héroe soviético. (Ya antes había sido el Robin Hood de la televisión americana). La historia de Fidel Castro quizá algún día se valore por éste, su episodio más trágico —la desaparición de la URSS—, el del gladiador caído, aunque solo pone una rodilla en el polvo y aún se sujeta de la empuñadura de la espada, para volver a levantarse. Pero si se trata de resumir lecciones, reconozcamos que Fidel y la permanencia de la Revolución Cubana, tal y como él la encausaba, tuvieron como virtud principal la de liberarnos de la escolástica marxista en su práctica diaria. Fue algo en lo que nos entrenamos como también de las acciones del contrario y lo que daba sustento a nuestro ideario y además nos vinculaba a un movimiento internacional de reivindicaciones que llegó a contrarrestar, incluso, el poderío de las metrópolis occidentales. Fidel no gobernaba por el libro. Gobernaba de acuerdo a las vicisitudes cotidianas y casi siempre por choque con las condiciones adversas, por la adversidad. Gobernaba en relación a la contrariedad. La historia no es siquiera ganar o perder. Es hacerla. Es lo que Fidel entendió como nadie. El absoluto componente casuístico de la historia. Una vez le oí decir, de pasada, como dándome una suerte de explicación: “Yo lo que soy es un guerrero”. Me di cuenta

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entonces que esa libertad renacentista que nos daba el concebirnos a nosotros mismos como condotieros, estaba más allá de toda ideología o responsabilidad social. ¿Cuándo me va a juzgar la historia? ¿Dentro de 100 años? ¿De 500? ¿De 1.000? ¿Cuándo la historia te juzga de manera que su veredicto sea definitivo? Moraleja y conclusión. Algo aprendimos de los afanes de combate y conquista de la Revolución Cubana, y es que cuando las batallas surgen por necesidades puramente políticas, debes tener lista la próxima. Nunca debe faltarte una guerra en la reserva. Y para ese avatar jamás nos falló la imaginación de Fidel Castro. La revolución también es sueño.

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APÉNDICE

Sartre sobre ideología y revolución

Lo que sorprende primero en Cuba —sobre todo si se han visitado los países del Este— es la ausencia aparente de ideología. Sin embargo, no son ideologías lo que falta en este siglo; aquí mismo tienen representantes que os ofrecen por todos lados sus servicios. Vuestros dirigentes no las ignoran: simplemente no las emplean: sus adversarios les formulan los reproches más contradictorios: para unos, esa ausencia de ideas no es más que un engaño; esconde un marxismo riguroso que no se atreve aún a decir su nombre: algún día, los cubanos se quitarán la máscara y el comunismo se instalará en el Caribe, a pocos kilómetros de Miami. Otros enemigos —o, a veces, los mismos— los acusan de no pensar nada en absoluto: “Están improvisando”, se me ha dicho, “y luego de haber hecho algo elaboran una teoría”. Alguien agrega cortésmente: “Trate de hablar con los miembros del gobierno: quizás ellos sepan lo que están haciendo. Porque lo que es nosotros, debo confesarle que no sabemos absolutamente nada”. Y hace unos días, en la Universidad, un estudiante declaraba: “La Autonomía [Universitaria] nos resulta tanto más indispensable cuanto que la Revoluci6n no ha definido sus objetivos”. A todo esto he oído mil veces responder: “La Revolución es una praxis que forja sus ideas en la acción”. Esa respuesta resulta lógicamente inatacable, pero hay que reconocer que resulta un poco abstracta. Hay que comprender, es cierto, las inquietudes —sinceras o fingidas— de los que dicen ignorado todo o reprochan al movimiento revolucionario el no haber definido sus fines. En efecto, en París, hace algunos meses, unos amigos cubanos vinieron a verme. Me hablaron largamente, con fuego, de la

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Revolución, pero yo traté en vano de que me dijeran si el nuevo régimen sería o no socialista. Hoy en día tengo que reconocer que hacía mal en plantear el problema en esos términos. Pero cuando se está lejos se es un poco abstracto y se tiende a caer en esas grandes palabras que constituyen hoy símbolos más que programas. ¿Socialismo? ¿Economía liberal? Muchas mentes se interrogan: están convencidos de buena fe que una Revolución debe saber dónde va. De hecho, se equivocan. Nuestra Revolución, la francesa, la de 1789, fue totalmente ciega. La burguesía —que la realizó— creía ser la diosa universal, comprendió demasiado tarde el conflicto que la oponía al pueblo; y los mismos que votaron por la República, habían sido monárquicos dos años antes. Todo terminó por una dictadura militar que salvó a los ricos y reemplazó a la monarquía. Y, tras los espejismos de un rigor inflexible, ¡cuántas vacilaciones, cuántos errores, cuántos retrocesos se produjeron durante los primeros años de la Revolución Rusa! La Nep fue impuesta por las circunstancias; la URSS no preveía el fracaso de los movimientos revolucionarios en Europa ni su aislamiento. Las nuevas ideas se expresaban dentro del cuadro de una ideología sin flexibilidad, se convertían en hernias: el Socialismo en un solo país, la Revolución permanente; invenciones que se creía poder justificar mediante citaciones. Y el pensamiento marxista quedaba desarmado ante la resistencia campesina: se hacía un viraje hacia la derecha, luego hacia la izquierda, luego nuevamente hacia la derecha. Sea cual fuere su rigor o la amplitud de sus experimentos, una ideología sobrepasa por muy breve margen al presente.

Fragmento de “Ideología y Revolución” por Jean Paul Sartre publicado originalmente en el número 51 (21 de marzo de 1960) de Lunes de Revolución y reproducido en Sartre visita a Cuba, Ediciones R, La Habana, 1960.

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FAHRENHEIT 451

ABC, Madrid: La sonrisa de La Gioconda, Los cuarteles de verano, Las buenas y las malas noticias: ¿Cuáles primero?, El surgir de una dinastía, Absorbido por la sombra, Que crezcan otras cien flores, El turno de los mortales, 4/06-2/08. EL MUNDO, Madrid: Itaca cerrada por reformas, 8/06. LA TERCERA, Santiago de Chile: Fidel no cree ni en el dolor, Nuestro cuarto presidente, El reposo del guerrero, Los próximos 50 años, La Unión de Repúblicas Socialistas, Estandartes en el polvo, Prohibido improvisar, Los niños del Punto Cero, Un cumpleaños a la mitad, Grabriel, El embajador de Fidel, Ilusiones de los otros, El turno de los mortales, ¿Qué se puede esperar de Fidel?, 10/04-2/08. LA REPUBBLICA, Roma: Los próximos 50 años, 12/06. NEUE ZURCHER ZEITUNG, Zurich: Dulce como la adversidad, 2/08 QUÉ PASA, Santiago de Chile: El hermano menor, 12/04.

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