El Test de Los Garabatos

November 12, 2018 | Author: Isabel Cristina Florez Florez | Category: Psychoanalysis, Unconscious Mind, Id, Evolution, Psychological Egoism
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T ítulo de la edición original: LE G R IB O U ILLIS .

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Un test de personnalité profonde.

Publicada por Presses U niversitaires de France, Paris. Tra du cción de MARÍA CELIA EG UIB AR

Todos los derechos reservados por (©, 1971) ED ITO R IA L KAPELUSZ, S. A. -

Buenos Aires.

Hecho el depósito que establece la ley 11.723. Publicado en abril de 1371. LIB R O DE EDICIÓN ARG EN TIN A Printed in Argentina

INDICE

PR IM ER A PA RTE

EL TES T D E L OS GA RA BA TOS Las bases de su interprétation en psicopatologia ■■■■■:. __ 1. Significación psicològica de los garabatos . . . . ................................ . . . . . . -I. II. 2.

La in terp retació n grafològica de los garabatos . . . . . . . . . . . . . . . N ecesidad de una interpretación original del g a r a b a to .................

La técnica d e los g a r a b a to s ................................................................... ’. . . . .

11 11 ' 12 14

............ . 14 I. El nom b re en el centro de lahoja II. Las c o n s ig n a s ................................................................................... . 15 III. R epetición del te st ¿ . . . . ............... '1 3 IV. Carácter dinám ico del t r a z a d o ............................. ............................... 16 _r'V. Reacciones afectivas . . . . . . . ............. . . . . . 17 3.

Evolución d e la personalidad. Psicodinàmica del garabato . . . . . . . . . .

20

’*■I. II. — III. '*-IV.

Pre-garabatos y-garabatos propiam efrte dichos > . . . . . : . . . ' 20 El éstadiorsádico-anal y los garabatossádicÓ-ánáleS-. i ••. 23 : - ; El estadio o b jetal, la sublim ación y los garabatos de. su b li ma ció n . 31 La represión y los garabatos de represión 34^.._ . a¡ G arab ato s c e n tr a le s ........................................................................ 36 b) G arabatos debajo del n o m b r e ....................................... 38 V. Las form aciones reaccionales del Yo y los garabatos de form ación r e a c c io n a l.............................................................................. 41 VI. La relación a distancia y los garabatos de a is la m ie n to ................. 52

SEGU N D A PA R TE

APLICACION ES CLÍN ICAS DEL T E S T DE L OS GA RABA TOS 1.

El diagnóstico d e la p e r s o n a lid a d ................................................................ I. ^11.

59

La personalidad afectiva ................. .. .......................60 La inteligencia ........ ...................................... ............................ .. 66 7

2. Los conflictos del alma infantil interpretados através de los garabatos, *■ I. .

Los conflictos con el m e d i o ................................................................... »*■a) La cólera y los actos de v io le n c ia ...................................... b) Oposición y e n c o p re s is ................................................................... II. Los conflictos i n t e r n o s ........................................................................... a) El retorno contra sí m is m o ..................................................... ................. ■•^-b] Represión e in h ib ic ió n c) Las formaciones reaccionales del Y o .......................................... d) El a is la m ie n to ................ e) La r e g r e s ió n ..................... —/ ; Los atrasos en la escuela debidos a causas a f e c tiv a s ............... g) Conflictos pasajeros y neurosis d u r a d e r a s ................................

3. Los estados neuróticos en el n i ñ o I. M I. —III. ' —IV. V. VI.

La La La La La La

neurosis neurosis neurosis neurosis neurosis neurosis

......................................

de a n g u s tia ......................................................................... d e p re s iv a ............................................. de in h ib ic ió n ..................................................................... asténica. Las dudas y los e s c r ú p u lo s .......................... o b s e s iv a .............................................................................. regresiva -...............

4. N eurosis y psicosis del adulto ......................................................... I. II. III. IV.

La neurosis de a n g u s tia .............................................................. La neurosis a s té n ic a ................................... La neurosis o b s e s iv a .............................................................................. P s ic o s is ........................

69 71 71 76 83 84 86 88 88 89 91 93 95 96 105 112 118 122 130 136 137 144 151 156

C o n c lu s io n e s ................................................................................................................

167

V alidez y fidelidad del test de los g a r a b a to s ........................ El p u n to de vista p sic o a n a lític o ..................................................................

167 171

B ib lio g r a f ía ................

173

1 SIGNIFICACIÓN PSICOLÓGICA DE LOS GARABATOS

Los garabatos que hacen los niños siempre, han sido considera­ dos con atención por los psicopedagogos, a quienes interesan todas las m anifestaciones expresivas de lá espontaneidad juvenil. Pero la idea de hacer de] garabato un test de personalidad es m uy reciente. La debemos a Robert Meurisse, aparecida en su primer estudio: "Le test du gribouillage”, publicado en 1948.1

I.

LA INTERPRETA CIÓ N GRAFO LO G ICA

Es interesante acotar que Meurisse es grafòlogo. En efecto, no han sido los psicólogos sino los grafólogos los primeros que insistieron en el significado de los garabatos, considerándolos, con justa razón, como la fo rm a prim itiva del grafismo in fa n tiljLudwig Klages, el célebre grafòlogo alemán, menciona esto al pasar, en sus obras2 ; pero, después de Meurisse, los Bernson han hecho:* tal vez, los estudios sistemáticos más importantes sobre, el tema3 , tom ando como referencia las reglas habituales del análisis grafològico. Ese análisis se basa en la hipótesis de trabajo que afirma que la escritura de un individuo expresa, no sólo los rasgos particulares de 1 R o b ert M EURISSE, Le test du gribouillage (Psych. N° 26, die. 48 y N° 37, die. 1949). (C onnaissance de l’hom m e, nov. 56). 2 Ludwig K LAG ES, Escritura y carácter (vers. cast.) Buenos Aires E ditorial Paidós, 1959. 3 B. y M. BERNSO N, Le gribouillis des je u n es enfants (B ulletin d e graphologie, 1949). M arthe BERNSON, D el garabato al dibujo, vers. cast. Buenos Aires, E ditorial K apelusz, 1962.

su inteligencia v de su carácter, sino además su personalidad profunda, es decir, las tendencias y los sentimientos de los cuales no tiene clara conciencia; eso se podrá saber por medio de su escritura mejor de lo que él mismo se conoce. Llegamos aquí a la moderna noción de proyección, la cual, como es sabido, ha adquirido gran importancia en psicología 'después de Ios-descubrimientos freudianos. En efecto, tal como lo ha demostrado el psicoanálisis, algunas tendencias dormidas en el inconsciente,..y que parecen muertas, pueden, bajo ciertos estímu­ los. despertar a la vida y manifestarse en la conducta del sujeto, sin ’ que éste téñga conciencia de los móviles que lo impulsan a actuar. Se dice entonces que esas tendencias se provecían directamente en la conducta. Por ejemplo, el sujeto que escribe tiene conciencia del significado de lo que escribe, pero no del movimiento que gobierna ■su pluma, el cual es automático, y sin embargo, su estado de ánimo profundo se expresa en la escritura. Ahora bien, con los garabatos ocurre lo mismo que con la escritura; Meurisse fue el primero que tuvo la idea de considerar al garabato (que llama “garabateo” ) como una proyección de la personaüdad profunda del sujeto que lo traza, pudiendo por lo tanto constituir un verdadero test de proyección. Esto nos permite comprender que se hayan podido aplicar a los garabatos las reglas del análisis grafològico y obtenido así deduc­ ciones psicológicas muy interesantes. Recordemos aquí suscintameníe que, en grafologia, se evalúan la am plitud de los trazos, la fuerza, la form a, la dirección, la localización, la rapidez, el ritm o y la armonía de los mismos y que cada una de estas características tiene, como es sabido, un significado grafopsicológico determinado. ■ Meurisse ha agregado a este esquema clásico complementos su­ mamente sugestivos referentes a la personalidad profunda, y ha desarrollado aún más-la noción de test de proyección.

II.

NECESIDAD DE UNA INTERPRETA CIÓ N ORIGINAL DEL GARABATO

Sin embargo, cuando quisimos utilizar al garabato como test de investigación psicoclínica, apoyándonos en los estudios de Meurisse y de Bernson, nos vimos detenidos en nuestras interpretaciones. Advertimos entonces que había, al comienzo, un error de método y que era excesivo asimilar el garabato a la escritura. La interpretación por medio de las reglas grafológicas ha sido estudiada para la escritura, decir para un grafismo muy elaborado, muy 1O

socializado.' un grafismo en el que la personalidad se expresa disciplinándose, para lograr esa necesaria comunicación con los demás y que es el objeto esencial del tex to escrito. Nos dimos cuenta que, por el contrario, los garabatos son un grafismo muy primitivo, un grafismo anterior a la com unicación social. La misma consigna de completa libertad que rige el trazado de los garabatos y hace que éstos den libre curso a lo que hay en nuestra personalidad de menos elaborado, de menos socializado, a la expresión ■del fondo del inconsciente salvaje en que se agitan confesamente nuestras tendencias más primitivas. Por consiguiente, sin .dejar de reconocer que el gesto gráfico tiene, en la escritura y en los garabatos, significados comunes, •pensamos que el buen m étodo científico consiste en no confundir­ los y en averiguar en qué. difieren los garabatos de 1a escritura, elaborando, mediante el- estudio de los mismos, un m éto d o de in­ terpretación que Ies sea propio. Considerando pues el garabato com o un test de p ro yecció n . pensamos que..para interpretarlo correctam ente, debíamos co m e n ' zar por examinar cuáles son las ten d en cia s' de la personalidad profunda que se proyectan en él. , En efecto una de las premisas fundam entales de la psicología proyectiva es la de que los diversos tests de proyección no son equivalentes, pues según el estímulo usado para suscitar la p ro y ec ­ ción. vemos m anifestarse planos diferentes de personalidad. Se debe, pues, en cada caso, examinar el n ivel de personalidad q ue se proyecta, pues de su nivel dependerá el m étodo de interpretación que se utilice. ■Este estudio original es lo que presentam os a continuación. El mismo nos ha perm itido, como se verá, llevar mucho más lejos qu e nuestros predecesores, la .interpretación de los garabatos y su nrovechosa utilización en clínica.

13

'

2 LA TÉCNICA DE LOS G A R A B A T O S

Antes de penetrar en la interpretación de! test del garabato, vamos a indicar la técnica que hemos empleado. El test del garabato es una prueba simple, de ejecución rápida y sencilla y que encuentra fácilmente ubicación en el curso de los exámenes médico-pedagógicos, donde no se dispone de m ucho tiempo. La consigna es completamente elemental: se da al sujeto una hoja de papel blanco (bastante resistente) y un lápiz negro (con mina medianamente blanda) y se le dice: “ Garabatee en esta hoja” . En el caso de niños mayores (o aun de adultos) que se sorprenden a veces de esa orden, debemos ocasionalmente agregar: “ imagínese usted que yuelve a la infancia, a la edad en que todavía no sabía escribir y garabatee esta hoja como le gustaba hacerlo a esa edad” . Para que el sujeto afloje su tensión, se puede añadir: “ Abandónese por completo a su fantasía” .

1. EL NOMBRE EN EL CENTRO DE LA HOJA

A partir de Meurisse, se acostumbra pedir al sujeto que com ien­ ce por escribir su nombre en el centro de la hoja. Se trata, en efecto, de un excelente medio descentrar los garabatos con relación al Yo del sujeto: por un lado el Yo personal, íntimo, representado por el nombre de pila; por el otro el Yo familiar, social, presentado por el patronímico. Ocurre a veces que el sujeto pregunta cuál de sus dos nombres-debe escribir, o si debe escribir los dos. Conviene respon­ derle que goza de libertad para hacer lo que guste. A los niños pequeños, que no pueden escribir su nombre aún, puede dárseles la consigna de dibujar un muñeco en el centro de la hoja y decirles luego: “ Ese m uñequito eres tú ” .

II.

LAS C O N S I G N A S

Mttirisse ha dado instrucciones m uy precisas para la ejecución de su reside los garabatos. Quiere que se comience siempre en ei mismo lugar, dos centím etros más arriba del nombre y qué. partiendo de ese punto así establecido, se.garabatee durante un minuto y medio, sin levantar el lápiz y sin 'detenerse. De este modo, se pretende asegurar al test condiciones de ejecución constantes, que deben permitir luego una fácil estandardización. Nosotros con esto no podem os seguir a dicho autor. Como ya mostraremos (al final de está obra, al tratar de la validez dei test), en los tests de proyección hay'que elegir entre una técnica stándard, que imponga las mismas reglas a todos los sujetos, dejando que las diferencias individuales se manifiesten sólo dentro de límites muy estrechos, pero facilitando, en cambio, las comparaciones estadís­ ticas. y una técnica-libre, que deje que cada personalidad individual exprese toda su originalidad, perm itiéndonos así analizarla en pro­ fundidad. En nuestro c a so ,Jie m o s optado por esta segunda técni­ ca, puesto q u e j o im p o rta n te aquí no es comparar un sujeto con' los demás (y en particular con los sujetos normales) sino apreciarlo en su individualidad propia y p o d e r así captar las motivaciones dinámicas profundas de su conducta o de sus trastornos. Volviendo a la libertad en la técnica, veremos, por ejemplo, que muchos sujetos limitan sus garabatos a la zona que está debajo del nombre; éstos partirán, pues, de un punto subyacente al nombre y les molestaría la consigna contraria de Meurisse. De igual modo, el tiempo empleado po r el sujeto para trazar sus garabatos suministra indicios preciosos: algunos acaban rápido: otros, por el contrario', no terminan de repetir compulsivamente los mismos trazos: y. tanto en un caso como en el otro, imponerles un tiempo determinado sería contrario al .desarrollo espontáneo del test. Así también las veces que se levanta el lápiz y las interrupciones en el curso del trazado nos dicen m ucho acerca de las inhibiciones del sujeto y sus rupturas de contacto, y la consigna que lo prohibe no es conveniente.

III.

REPETICIÓN D EL TEST

Nuestra técnica sivos. Lo motiva el sujeto titubea ante somete y produce inhibición. Si se le

com porta la realización hecho de que. en un gr^/^&h>efb a e e ^ el carácter insólito de//a^p/ueba lo' garabatos que llevan \Ll hace repetir en seguid?! @ brugi)é^eL;í¿feto¡. o

reproduce el misino trazado de la primera vez. en cuyo caso se puede liesar a la conclusión de que el estado de inhibición es habitual e n ‘'él, o bien se libera en un trazado más amplio, lo cual nos indica que su inhibición era pasajera y, m u y probablemente, debida al carácter poco usual de la prueba. ^ ■ De manera más general, el test de los garabatos puede repetirse sin inconveniente gran número de veces. Más aún, se recomienda hacer varios-, a-diversos intervalos de tiempo, si^ se quieren extraer conclusiones .valederas. Desde este p u n to de vista, sucede con el garabato lo Iñismo que con el texto escrito; es sabido que un srafóloso s&52 Z'~no se aventura a hacer el retrato de un individuo basándose en un documento único, sino que pide que se le presenten varios y de distintas fechas, a fin de observar en ellos los caracteres gráficos permanentes, que le perm itirán deducir los rasgos que -dominan en la personalidad estudiada. Del mismo modo, el intérpreteT3e'los garabatos debe hacer repetir varias veces la prueba a fin de \~r si el sujeto reproduce siempre los mismos trazos o si difieren de un-4esi a otro.-En el primer caso, podemos estar seguros de que esos trazos corresponden a rasgos de personalidad constan■ tes: en el sesundo caso, por el contrario, puede inferirse que la situación psicológica del sujeto varia según los momentos. . . En cierta medida, una personalidad bien equilibrada, capaz de adaptarse dócilmente, presentará variaciones en sus garabatos suce­ sivos según las condiciones del ambiente. Por otra parte, esas condiciones pueden ser provocadas experimentalmente. Por ejem­ plo. suscitando en el sujeto sentimientos momentáneos de exalta­ ción o de depresión, se pueden obtener garabatos reveladores de esos estados particulares de ánimo. Del mismo modo, los garabatos hechos después de un psicodrama en que el sujeto, como ocurre a m enudo, ha descargado fuertes pulsiones agresivas, pueden expresar en sus trazos la liberación que se ha producido. Veremos, por otra parte, que en el curso de una psicoterapia es posible a menudo sesuir los progresos realizados a través de la evolución de los garabatos trazados después de cada sesión.

IV.

CARÁCTER DINÁMICO DEL TRAZADO

Como vimos, los garabatos no son dibujos, sino un acto gráfico. Por lo tanto, la manera en que se hacen tiene tanta importancia como el trazado final y es indispensable observar al sujeto mientras hace sus garabateos. Es decir que debemos notar el punto de partida del trazado, su dirección progresiva o regresiva, ascendente o 16

descendente, la -zona qu e cubre primero y la rapidez de su ejecución, signos todos éstos de los cuales veremos la importancia para la interpretación del test. Debemos consignar, por ejemplo, p o r tener un valor m uy especial, la tendencia de algunos sujetos a volver a pasar, una y otra vez, por el mismo lugar de la hoja, tendencia compulsiva ligada frecuentemente a una fijación morbosa relacio­ nada con la zona en cuestión, como ya lo hizo notarMeurisse.

V.

REACCIONES A FE C TIV A S'

-r

Hay que observar-íamfe1é-¡vlas'disposiciones afectivas del sujeto en el m omento en que garabatea.’ Los garabatos amplios_y vigorosos se ejecutan, en general, con alegría, y es "evidente que,, en. este caso, el sujeto siente un gran placer en exteriorizar sus pulsiones. Puede ocurrir, aún, que el sujeto tenga luego, oscuramente^ conciencia de haber hecho algo “ inconve­ niente” y dirija al psicólogo una mirada de vergüenza o de temor. Los garabatos inhibidos son h e c h o s-e n la generalidad de Jos. casos, con mucha seriedad, y a veces hasta con una disposición-de ánimo melancólica. Una vez cumplido el test, conviene consignar también la impresión afectiva producida .en el sujeto por su realización. Algunos están contentos. Otros, en cambio, expresan su discon­ formidad. Señalemos, en particular, el malestar que causa frecuen­ temente el garabato qu e pasa sobré el nom bre; muchos sujetos seavergüenzan de lo q u e han hecho y -declaran q u e .n o está bien garabatear sobre el nom bre, que es sucio o que está prohibido. Vemos algunos que, habiendo casi borrado su nombre con sus garabatos, repasan luego todas las letras para que sen nuevamente legible. También puede resultar interesante hacer interpretar los gara­ batos por el a utor mismo, en la medida en que éste puede luego comprender el significado simbólico de su trazado. Anticipándonos a nuestro capitulo de interpretación, podemos decir aquí que, en los garabatos, se proyectan muchas pulsiones agresivas de las cuales el sujeto puede, a través de su-ademán, to m a r conciencia. He aquí dos ejemplos: El primero lo proporciona un niño de 11 años, m uy celoso de su hermano menor, pero m uy contrariado en su instinto de rivalidad por las severas censuras de sus padres; como consecuencia, se ha vuelto tartam udo; pero no tartamudea durante los psicodramas, cuando puede exteriorizar libremente sus pulsiones agresivas. Luego !7

de uno de .esos psicodramas trazó estos garabatos intensamente agresivos, con los cuales borró, en particular, su nombre (de lo cual veremos más adelante el significado). Invitado a decir lo que piensa de sus garabatos, dice que es una explosión y que.el “ pajarito” se ha escapado hacia arriba, a la derecha, “ donde está bien” (ñg. 1).

Figura 1_ El pajarito que voló se en cu en tra en el pequeño rectángulo, arriba, a la derecha.

El sesundo ejemplo.es de un hom bre de 40 años.-atacado de. neurosis obsesiva, caracterizada por dudas incesantes, con ruuales y verificaciones. Es sabido que. en esta neurosis, la carga agresiva interior es fuerte, pero que es anulada po r una poaerosa censura. Sin embargo, en el caso de nuestro sujeto, la censura cede a veces y deja que se exterioricen, si bien en el plano puramente ideal, sin tentativas de realización, ideas asesinas, sobre todo con relación a su esposa. Invitado a hacer garabatos, el sujeto no se presta a ello de buena gana; se somete, empero, y traza con bastante rapidez las volutas que vemos aquí, para term inar con un gesto violento que se imprime en el trazo grueso y negro en dirección H-D (hacia arriba y a la dcrecha) (fig. 2). Interrogado, declara que eso le recuerda algunos informes que le tocaba redactar, informes que sus colegas escribían sin ningún cuidado, pero qu e 'é l se consideraba obligado a

preparar con mucha conciencia. Ocurría, a veces, que al final, im paciente, garabateaba la hoja y la rompía, lo cual le obiigaba a empezar de nuevo. Vemos, pues, actuar en sus garabatos el mismo proceso dinám ico que nos m uestra la conciencia profesional incapaz de do m in a r p o r completo las pulsiones agresivas subyacentes1 . En el capítulo siguiente, a propósito del caso del joven Yves, veremos- o t r a ejemplo- notable en que la interpretación simbólica suministrada p o r el sujetó coincide con el análisis científico que hicimos nosotros Cñ? 81

Figura 2.

G arabatos de n eu ró tico obsesivo.

1 T odos los garabatos reproducidos en esta obra han sido h ech o s en el tam año 21 x 27 cm. Las reproducciones m iden la cu arta p arte del tam a­ ño original. H em os tachado u o cu ltad o el n o m b re del su jeto (cu an d o él m ism o no lo hizo al garabatear) a efecto s de resp etar el secreto profesional.

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3 EVOLUCIÓN p E L A PE RSO NALIDAD PSICODINÀMICA D E L G A R A B A T O

I. PRE-GARABATOS Y GARABATOS PROPIAM ENTE DICHOS



Así cómo la escritura no expresa la personalidad del que escribe sino cuando las dificultades del aprendizaje han sido vencidas y por c o n s is t e n t e la misma se ha vuelto autom áiica: a su vez, el garabato no expresa al comienzo lo que expresará más tarde, cuando el mno adquiera el dominio de sus movimientos y ademanes. . Hay, pues, en el niño, entre los-2 y 3 anos, un estadio que se podría llamar estadio del pre-garabato: la m ano halla dificultad en sostener bien el lápiz y en mantener el contacto con la oja e papel; el movimiento se efectúa de manera impulsiva. Por otra parte, a esa edad, la expansión vital es reducida y esa reducción se traauce en gestos de poca amplitud. Vemos entonces dos tipos de garabatos: I o) El garabato en form a de flechas, com puesto de trazos cortos, lanzados en todas direcciones, al azar de los movimientos impulsivos (ñg. 3). 2 o) El garabato en redondeles o círculos, form ado por curvas cerradas sobre sí mismas y repetidas en forma m onótona en diversos lugares de la hoja (fig. 4). Una variedad de esta segunda forma consiste en redondeles muy pequeños, trazados de manera imperfecta y diseminados por toda la superficie de la hoja (fig. 5); cuando esta forma se presenta en una •eda$ más avanzada, es característica de la deficiencia mental de os niños mogólicos. _ . Estos pre-garabatos tienen ya alguna relación con las tendencias 20

i

Figura 3.

Pre-garabatos en form a de flechas.

21

vitales del carácter. En general, los garabatos en forma de flechas expresan fuertes descargas de agresividad, mientras que los gara­ batos de formas circulares indican un carácter dulce y conciliador (tal es. en particular, el caso de los mongólicos). Por otra parte la falta de unión entre las diferentes partes del trazado, m uy carac­ terística de esa edad, traduce los bruscos impulsos experim entados por el niño y, correlativamente, carencia de vínculos asociativos tanto en la acción como en el pensamiento. ■ Sin embargo, para que los garabatos adquieran pleno significado psicológico, es menester llegar a la fase siguiente de la evolución psicomotriz. el estadio m otor controlado.

En efecto, sólo cuando el-niño extiende su campo de acción y no se halla prisionero dentro de un reducido círculo de expansión y na adquirido un buen dominio de sus movimientos, es capaz de evolucionar sin dificultad en el espacio vital de la hoja blanca en que garabatea y de dominar su trazado; sólo entonces - d e c i m o s - se pueden interpretar todos los matices de ese trazado como libre expresión de la personalidad.

Para una m ayor claridad didáctica, vamos a sintetizar en e s te capítulo las nociones adquiridas acerca del garabato, describiendo primer:.mente la evolución de la personalidad del niño y d a ndo luego los garabatos correspondientes a cada una de las fases de esa evolución. En esta descripción haremos amplio uso del c o n cep to psicoanalítico, el cual arroja clara y abundante luz sobre el desarrollo psíquico del.niño y sobrélos tra"stornos que en él se producen. e II. EL ESTADIO SÁDÍCO-ANAL Y LOS GARABATOS SÁDICO-ANALES

Una de las adquisiciones más preciosas del psicoanálisis es el haber mostrado cómo se establecen las relaciones del niño co n las personas que lo rodean, la familia primero, la sociedad luego, poniendo especial acento en la parte importante que pertenece a la vida instintivo-afectiva en el establecimiento de esas relaciones. La psicología clásica destacaba el egoísm o del .niño com o una necesidad vita! vinculada con las exigencias de su desarrollo, mientras que la preocupación por los otros, b ajo -el nom bre de altruismo no se manifestaba sino más tarde, como una. especie de conquista m oral sobre el egoísmo primitivo. El psicoanálisis ha buceado con mayor profundidad, m o stran d o que la evolución llamada “ moral” está estrictamente condicionada por factores biológicos. En efecto, al comienzo, el niño pequeño sólo vive “ para sí mismo” , y. las personas que lo rodean no son consideradas p o r él como “ sujetos” autónomos, con existencia y necesidades propias. El niño' no puede considerarlos sino en función de sí mismo, de sus ■necesidades personales. ‘ es d e c ir-q u e sólo son para él .sim ples instrum entos de sus necesidades. Todo lo quiere: el m undo e n te ro le pertenece: su capricho tiene fuerza de ley y no se preocupa en absoluto por las molestias que su conducta pueda causar a sus semejantes. Este primer estadio de la vida infantil se llama precisam ente estadio no-objetal, por el hecho de que el niño no m antiene relaciones con objetos independientes de él mismo. En este p e río d o , por ejemplo, el niño está estrechamente unido a su m adre-nodriza, que es, en cierto modo, una parte de.él mismo, pues está a h í para servirlo, para proveer a su subsistencia y a su protección y carece, por decirlo así, de existencia fuer 2 de esa función. 23

E s te estadio n o - o b je ta l c o m p o r t a d o s e sta d io s d i f e r e n te s , q u e se suceden en ia evolución: el estadio oral y el estadio anal. ^ _ El estadio oral, q u e c o m p r e n d e a p r o x i m a d a m e n t e el p r i m e r a n o de vida, es aquel en q u e p r e d o m i n a n e x c lu s iv a m e n te las f u n c i o n e s de la nutrició n. La avidez es insaciable, a causa de las c o n s id e r a b le s exiaencias del c re c im ie n to . L as relaciones de objeto, lig a d a s a esa avidez oral, son tales q u e t o d a u n ió n c o n un o b j e t o es vivida y pensada en términos de incorporación oral. T o d o lo a g r a d a b le se a b so rb e y, en n rim e r lu gar, el ¿ uerp o d e la m a d r e - n o d r iz a , r e p r e ­ se n ta d o p o r su leche. T o d o lo d esa g ra d a b le se r e c h a z a, se e s c u p e . N o hay térm ino m e d io . P a ra ser a c e p t a d o , el o b j e t o d e b e ser e n t e r a m e n t e agradable, es d e c ir , c o lm a r í n t e g r a m e n t e lo s d e s e o s d el n iñ o Si es fru stra n te es el “ o b je to m a l o ” c o n tr a el cual se d e s a ta la agresividad en fo rm a de m a l h u m o r , g rito s y lágrimas. N o h a y a u n lu °a r Para c o n o c im ie n to del o b je to .ta l c o m o es, en su r e a lid a d e o b je to , ora grato, o r a f r u s t r a n t e . Es el a m b i e n t e d e lo s c u e n t o s d e h adas, co n la m uy m a r c a d a o p o sic ió n e n t r e el hada b u e n a y la b r u ja m ala. . , , El estadio anal ( e n tr e 1 y 2 años) es a q u e l en q u e se e s ta b le c e u n c o m ie n z o de m ovilidad v o lu n ta r ia ( a d e m a n e s , m a r c h a , m a s t i c a c i ó n ) y, al m ism o tie m p o , u n c o m ie n z o de c o n t r o l d e lo s ^ e sfín te re s . b l niño cu m ple sus f u n c i o n e s d e ev a c u a ció n y es d u e ñ o d e h a c e r lo d o n d e y. cuando le p la z c a , sin p reocupar.se p o r las m o le s t ia s q u e eso p u ed a causar a los q u e lo r o d e a n . Pero é s te es ta m b ié n el e s ta d io en q u e el n iñ o p o drá a p e d i d o de la m a d r e h a c e r sus n e c e s id a d e s en u n m o m e n t o y en un lugar d a d o s , en p o c a s p a la b ra s, t o r n a r s e lim p io . D ispo ne así de un m e d io m u y eficaz p a r a p r e s io n a r a lo s q u e lo r o d e a n y. si tiene algú n m o t i v o de q u e ja so b re el m o d o e n q u e se h a n c o m p o r ta d o ha sta e n t o n c e s con él, p u e d e m a n i f e s t a r a b i e r t a ­ m e n te su agresividad m a n t e n i é n d o s e sucio. E sta p o s ib ilid a d , m u y fre c u e n te , es la q u e ha llevado a los p s ic o a n a lis ta s a a g re g a r la palabra sádico a la p a la b ra a n a l y a d e s c rib ir ese e s ta d io c o m o sádico-anal1. . , C u a n d o las p u lsio n e s d el e sta d io sá d ic o -a n a l p e r s is te n m a s t a r d e , p u e d e n , adem ás d e sus m a n i f e s t a c io n e s d ire c ta s, e x c r e m e n t a l e s , m an ife sta rse ta m b ié n p o r u n a m a rc a d a t e n d e n c ia a la s u c ie d a d y p o r u n c o m p o r ta m ie n to y u n v o c a b u la rio o b s c e n o s. El u so m u y d i f u n ­ 1 A decir verdad, la distinción entre p erío d o oral y p e río d o anal es demasiado esquemática. Cuando la pasividad de los prim eros m eses c e a e e lugar a la movilidad activa y a la posibilidad de m order, hay u n Per>0 sádico-oral mediante el cual se establece una continuidad con el sadico-anal. Un poco más adelante, verem os que los garabatos llam ados sadic(>anales caracterizan también a algunos niños detenidos en el estadio saaico-orai.

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dido de palabras que representan suciedad t . c í s y vocablos similares son. naturalm ente, derivados directos . impulsividad sádico-anal. D urante estos estadios, la vida instintiva predomina, y cuando no es objeto de censuras inhibidoras por parte de los que rodean al niño, se exterioriza s n pulsiones violentas. Es la edad en que los niños se m uestran glotones, muerden, se ensucian, se mueven mucho, ro m pen todo lo que encuentran, y lo hacen con la m ayor alegría. No soportan que se les impida hacerlo y despliegan en ese caso toda su agresividad en un recrudecimiento de violencia y de cólera. Los garabatos. C uando, en ese estadio, se da al niño una hermosa página blanca y un lápiz negro, la tratará manipulando el lápiz como un arma ofensiva, así como trata a los que lo rodean. Es decir que exteriorizará, libre, impulsivamente, sus instintos con todo el brío de su edad y, como ya hem os dicho, sin -ninguna consideración por los demás. Los demás, en este caso, son la página blanca. El niño va a macularla con num erosas rayas trazadas con violencia, llegando hasta arrugarla, perforarla y rasgarla. No se detiene sino cuando la página está com pletam ente cubierta y la mina del lápiz gastada hasta la m adera. Tales son los gai-abatos sádico-anales, que indican todos los rasgos de carácter dé ese estadio (fie. 6). Semejantes garabatos son frecuentes v, observándolos en el Consuhorio Médico-Pedagógico de Nantes. nuestro alumno R. BOISSINOT elaboró una interpretación de los garabatos sobre las bases doctrinarias del psicoanálisis1. Según Boissinot, “ los garaba­ tos, derivados del pintarrajeo y del borroneo se inscriben en el registro de las actividades sádico-anales” . Y agrega que lo que da a ios garabatos su valor como test es el hecho de que “los mismos interrogan, precisam ente, esa fase tan fértil en conflictos, situada en el umbral de la de Edipo, y en la cual muchos de los niños que vemos quedan detenidos, o hacia la cual regresan” . Un cierto n ú m ero de los sujetos que son invitados a hacer garabatos to m a n conciencia de ese carácter sádico-anal de los mismos y, tironeados entre sus pulsiones instintivas y las prohibi­ ciones de su censura, se sienten muy incómodos.

1 R . BO ISSIN O T , “ L’in terp rétatio n du gribouillis de l’enfant en fo nction des données p sv c h an a litiq u e s” (Com unicación inédita hecha ante el G ro u p e­ m ent m édico -p sy ch o lo g iq u e de Nantes, 1960).

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Figura 6,. Tipo de garabatos sádico-anales.

.Observación 1. Hemos visto así el ejemplo de Ivés, un niño de 12 años, traído al Consultorio a causa de sus accesos de cólera y sus reacciones de indisciplina en la escuela, unos y otras severamente censurados por un padre m uy autoritario y hasta brutal. Invitado a hacer garabatos, comienza po r negarse. Luego, ante nuestra insis­ tencia, dibuja un barco, como hacen a m enudo en ese caso los inhibidos. Obtenemos a continuación las pocas y muy disciplinadas olas que se ven en la parte inferior del dibujo, y hay que ponerse muy insistente para conseguir que una ola pasase por sobre el barco (figura 7). ' ■ Ahora bien, durante la entrevista llevada a cabo a continuación, el niño nos declaró: “ Los garabatos no me gustan. Parecerían una cola de vaca o de asno que se mete en un balde de pintura... de suciedad espesa y embadurna to d o ” . . Luego, inspirado por su comentario, nos hizo el segundo dibujo que vemos aquí (fig. 8), diciendo: “ El maestro dibuja un asno en el pizarrón. Se va y, durante ese tiempo, el asno mete la cola en un excremento espeso y embadurna todo el pizarrón” . El asno es él mismo, claro está, y el maestro contra el cual exterioriza su

Figura 7. Observación 1.

agresividad sádico-anal es. a la vez, el maestro y el padre, las dos autoridades a las que.el niño se opone. La prueba de ello nos ia da un psicodrama sobre la escuela, cuyo tema dicta en estos términos. Asumiendo el papel del alum no, dice

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al maestro: “ Para ser buen alumno, hay q u e hacer la rabona, saber cruzar el río a nado, saber descubrir nidos, no saber las lecciones, manchar los cuadernos y hacer batifondo” . Con este psicodrama. el niño nos da un excelente ejemplo de ese espíritu de contradicción que se opone sistemáticamente a las disciplinas educativas y que los psicoanalistas atribuyen a una detención en el estadio sádico-anal. Pero todo ésto no ocurre sin un intenso conflicto interior, y el niño, si bien desea liberar sus pulsiones, se siente lleno de angustia en el m om ento de hacerlo; de ahí su actitud reticente al principio y, al final, muy ambivalente ante el test.

Figura 9. Garabatos sádico-anales en redo n d eles o círculos.

Aplicando la hipótesis de trabajo de Boissinot al estudio de los numerosísimos garabatos recogidos en nuestro consultorio, pronto nos convencimos de su exactitud y, gracias a ella, hemos podido hacer fructíferas interpretaciones que aclaran nuestros problemas clínicos. Hemos dicho que la fuerza de expansión vital, cuando no es contrariada, se expresa en garabatos muy amplios, que cubren toda la página y son trazados con rasgos gruesos fuertem ente marcados. ' El carácter agresivo de esos garabatos sádico-anales salta a la vista en todos los casos en que abundan los rasgos acerados que 28

parten hacia todas Jas direcciones y que se imprimen vigorosamente en la hoja hasta el punto de ser visibles al dorso de !a misma. En tai caso, por lo demás, cuando se observa al sujeto, se percibe directamente ese carácter agresivo en la violencia de su gesto. La m ayoría de las veces, Ja agresividad se expresa con líneas rectas y ángulos, hecho éste bien conocido por los grafólogos. Sin embargo, no ocurre siempre así. y los garabatos en redondeles o círculos pueden también, cuando son trazados con mucho vigor, significar fuertes pulsiones hostiles (fig. 9). Esta forma de expresión se observa con cierta frecuencia en el sexo femenino. Pero hay otros casos en que la agresividad no es tan evidente. A quí el ademán es lento, parsimonioso, desprovisto de toda impe­ tuosidad. Al ver actuar al sujeto, se diría que una penosa obligación

Figura 10.

G arab a to s sádico-anales negros.

lo fuerza a ennegrecer p a c ie n te m e n te la hoja, sin que parezca experimentar ningún placer. El conjunto evoca más bien el duelo triste que la batalla alegre. Y esa impresión de tristeza que se apodera del observador es igual a la que se asocia al ennegrecimiento en otros tests, como p o r ejem plo el árbol de Koch (fig. 10). 29

¿Cómo conciliar la form a sádico-anal de los garabatos ennegre­ cidos con ese carácter triste? A esta pregunta, podemos responder analizando los conflictos suscitados en el niño por su agresividad. En las primeras etapas de la vida, la. agresividad es salvaje, sin medida. Pero las personas contra las cuales se ejerce, es decir los padres, son mucho más fuertes que el niño, de modo que éste no puede sentir fuertes pulsiones agresivas sin experimentar en seguida el temor de ser castigado por la ley del Talión. Como consecuencia, en ese período, la agresividad trae m uy a menudo una reacción depresiva. ■ Los garabatos negros significan pues, a la vez, agresividad salvaje y reacción depresiva inmediata. ■

F ig u ra li.

G arabatos esfumados.

Según las disposiciones naturales propias del sujeto, y también según el grado de severidad de los padres, la que domina es, ora la agresividad, ora la depresión. El primer caso es más frecuente entre los varones, a causa de su instinto de rebelión más desarrollado; el segundo es más frecuente "entre las niñas, a causa de su docilidad natural... . 30

Los garabatos expresan esas diferencias. Cuando domina la • agresividad, están trazados con exaltación, vigor, rapidez, y los rasgos a g r i o s son numerosos. Por el contrario, cuando domina la depresión, ios garabatos están trazados tristemente, sin energía (a menudo con la mina del lápiz acostada de lado), y el resultado es lo que llamamos garabatos esfum ados (fig. 11).

III.

EL ESTADIO O BJETA L, LA SUBLIMACIÓN Y LOS GARABATOS D E SUBLIMACIÓN

La evolución psíquica del niño —tanto la espontánea como la influenciada por la ed u c ac ió n - llega, poco a poco, a la socialización de los instintos. Es decir que las pulsiones instintivas pierden progresivamente su carácter salvaje, exclusivo, egoísta, y que su satisfacción no tiene ya lugar únicamente bajo el signo del capricho, sin considerar en absoluto las exigencias de los demás, sino que ahora el sujeto toma en cuenta el interés propio de las personas que lo rodean. Las pulsiones instintivas consienten entonces en no satisfacerse sino en condiciones precisas y limitadas, de acuerdo con las reglas de la vida social, reglas éstas que salvaguardan la libertad y la satisfacción de los demás. Esta socialización o sublim ación de los instintos corresponde a la noción moral de a ltm ism o y al estable­ cimiento de las relaciones de objeto. Para los psicoanalistas, este estadio, llamado objeta!,‘se confun­ de con la fase edipiana del desarrollo sexual, fase en que el niño considera a su padre y a su madre no ya como funciones de sí mismo, sino como a seres autónom os, que tienen existencia propia, y cuya autonom ía respeta desde ahora en sus relaciones con ellos. Garabatos. En el trazado-de los garabatos, esta sublimación de los instintos se manifiesta de varias maneras: I o) Al no tener más la pulsión vital-su carácter primitivo e irrefrenable, el trazo que lo expresa es más delicado, m enos grueso y menos negro y se imprime con menor vigor en la página. 2o) La mayor flexibilidad de los impulsos vitales y la mayor facilidad de adaptación se expresan en el trazado con u}ia prepon­ derancia de las lineas curvas sobre ¡as rectas ~ 31

3o) Al mismo tiempo, el trazado es continuo, sin rupturas, y esto, como demostraremos al hablar de la defensa por “ aislamien­ t o ” , indica un contacto mantenido en forma perm anente con lo que está-alrededor. 4 o) El trazado es más abierto, es decir que los trazos no cubren toda la página, sino que dejan zonas blancas intactas. Es im portante señalar aquí que la página blanca representa lo que. está alrededor y el trazo de los garabatos el impulso vital que imprime su marca en ese medio. Las zonas blancas circunscriptas por los trazos repre­ sentan pues las zonas del mundo exterior con las que el impulso' vital entra en relación, si bien considerándolas y respetando su integridad.

5°) El trazado de los garabatos de sublimación se e xtien d e por toda la págim (sin desbordar, empero, nunca, fuera de ella). En efecto, contrariamente a la represión, de la cual hablaremos más adelante, que restringe las pulsiones reprimiéndolas y cerrándoles todo acceso a la conducta, es decir que las suprime cuantitativa­ mente, sin modificar en nada su naturaleza, la sublim ación modifica 32

las pulsiones cualitativamente, sin debilitar para nada su potencial energético y sin reducir su campo de expansión. 6o) Finalmente, los garabatos de sublimación pasan librem ente por encima del nombre, aunque sin cubrirlo nunca. E sto es signo de que las pulsiones no están en conflicto con el Yo, sino asociadas a él en un buen compromiso de adaptación (fig. 12). Los garabatos de sublimación' aparecen ba sta n te tem prano (hacia los 3 ó 4 años). Son, en efecto, contem poráneos del control de los esfínteres y de la obediencia libremente consentida a lo que piden los educadores. Pero, al comienzo, son incom pletos, ya que la página blanca está todavía m uy cargada de trazos negros. Sólo después de la pubertad tom arán su aspecto definitivo y puede

decirse que cuantas más y más extensas sean las zonas blancas que los garabatos presenten entre sus trazos, m ejor es’ la sublimación instintiva que expresan. Con una reserva, sin embargo: existe un límite ideal para la distribución de lo negro y blanco; m ás allá de ese límite, es decir, cuando existe un excesivo predom inio de las zonas blancas, la sublimación está obstaculizada p o r las fuerzas inhibi-

torias de los instintos, como veremos al tratar las formaciones reaccionales (fig. 13). ..

IV.

LA REPRESIÓN Y LOS GARABATOS DE REPRESIÓN

Es sabido que la condición esencial para una buena sublimación de los instintos e s . la influencia de una educación tolerante, benévola, en una palabra, una educación hecha con amor y respeto por la naciente personalidad del niño.' Por el contrario, cuando las restricciones aplicadas por los educadores a la vida instintiva del niño son demasiado duras, el choque que se produce entre las pulsiones instintivas y las prohibi­ ciones paternas es violento y bloquea a cada uno de los antagonistas en su posición. Hay violencia de una y otra parte. Las pulsiones instintivasxonservan su carácater salvaje sin socializarse y el Yo, intérprete de las prohibiciones paternas, pone de manifiesto un salvajismo igual para reprimirlas. . Por momentos, las pulsiones son las más fuertes y el compor­ tamiento del sujeto es entonces violento y antisocial. Es así como, en el casó de los niños llamados temperamentales, se observan a menudo garabatos de tipo sádico-anal agresivo. Otras veces, el Yo, alentado por el apoyo de los padres, consigue dominar las pulsiones, no anulándolas, lo cual sería imposible, sino rechazándolas hacia el inconsciente. Pero entonces, la fuerza vital del sujeto se ve disminuida, por una parte de toda la energía impulsiva rechazada: por otra, de toda la energía que el Yo debe gastar para mantener ese rechazo. La represión crea la situación conflictiva tipo, en el sentido que la personalidad del sujeto es esclava de la lucha constante que debe sostener contra los instintos y no es libre de proyectar su fuerza a toda la extensión de su espacio vital. Garabatos. Los garabatos de represión se caracterizan esen­ cialmente por esa limitación de expansión. Permanecen encerrados en una parte de la página, dejando por consiguiente grandes zonas en blanco. Esas zonas blancas representan partes del medio ambiente donde las pulsiones del sujeto no se manifiestan. Nó son zonas ^4

donde no hay nada, sino, como ya lo expusimos a propósito de! test de la aldea1, de las zonas prohibidas. Hay diversas variedades de garabatos de represión segó o la forma del trazado ( I o) y según su ubicación (2o).. 1° ) Hay d o s formas principales de trazado. El prim ero es de tipo sádico-anal, es decir que ocupa una zona y la ennegrece com pletam ente sin dejar ningún espacio en blanco. Podemos deducir en ese caso la existencia de un conflicto psíquico que o p o n e un instinto que ha quedado en su primitivo estado salvaje a una censura represiva totalm ente externa, impuesta por la violencia. Ocurre en tales casos que, de cuando en cuando, se produce un resurgimiento del instinto reprimido en forma de cólera o de conductas perversas y, cuando es así, los garabatos comportan trazos agudos y agresivos. En otros casos, en cambio, la restricción impuesta al instinto engendra una tendencia depresiva, y los garabatos son entonces de tipo esfumado.VLa segunda fo rm a comporta un trazado abierto, como en la sublimación, pero que difiere'de ésta por su po6a extensión. Como pronto veremos, el Yo que reprime ha logrado aquí asegurarse el pre­ dominio sobre el instinto reprimido intensificando en la conciencia las tendencias exactam ente contrarias a las tendencias reprimidas, y ese predominio es tan fuerte que constituye, para el sujeto, una segun­ da naturaleza. Esto explica el hecho de que sea ella la que se expresa en los garabatos y no en la primitiva pulsión instintiva. Por ejemplo, el sadismo anal está supercompensado p o r u ñ a excesiva tendencia a la limpieza y es ésta objetivada en el trazado depuradísim o de los garabatos. Se dice entonces en psicoanálisis que la represión se ha comple­ tado con las form aciones reaccionales del Yo. Observemos bien que aquí, el conflicto no existe ya entre el instinto y una censura paterna exterior, sino en el interior m ism o de la personalidad, entre el instinto y la censura del Yo.

1 “ El significado de las zonas blancas en el test de la aldea” (Com unica­ ción con fecha 22 de m ayo de 1960 al Grupo de estudios del T est de la Aldea). En este estudio, hem os m ostrado que las zonas que quedan vacías en la construcción de la aldea son m uy a m enudo zonas prohibidas. La prueba de ello es el hecho qu e, cuando interrogam os al sujeto sobre esas zonas, nos enteram os de que son zonas a las que los hab itan tes de la aldea no van de buena gana, por ser peligrosas: pantanos en los que pueden ahogarse; bosques con anim ales feroces; páram os en los que pueden ser atacados, etc.

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Esos garabatos de formación reaccional, cuya frecuencia e im­ portancia veremos más adelante, corresponden a un nivel de m adu­ rez más avanzado, aparecen a una edad más tardía y se observan sobre todo en los adultos. 2°) La ubicación de los garabatos tiene también una gran importancia. Es sabido que los grafólogos han insistido m ucho sobre el simbolismo de las diferentes zonas de la escritura. En el caso de los garabatos, partiendo del centro dé la hoja, podem os dividir el espacio vital en cuatro cuadrantes: los dos de abajo (debajo del nombre) serían, según las reglas grafológicas, la zona de los instintos, de la materia; los dos de arriba la zona del ideal, del espíritu; los dos de la izquierda la zona regresiva, hacia el pasado; los dos de la derecha, la zona progresiva, hacia el porvenir. No nos es posible decir si ese simbolismo es exacto en el caso de .los garabatos, pues nuestra colección, a pesar de ser m uy abundante, contiene m uy pocos ejemplos de garabateos en lo alto, a la izquierda o a la derecha, para que hayamos podido estudiar su simbolismo y descubrir su significación. En cambio, existen zonas privilegiadas que hemos podido estudiar: la zona central donde está escrito el nombre y la zona inferior, situada debajo del nombre. P a)

Garabatos centrales

El hecho de que los garabatos se concentren en el centro de la hoja es indicio de una prohibición sobre la expansión vital, esa expansión que nos permite proyectarnos sobre el m undo que nos rodea. Es también indicio de que toda la fuerza viva está empeñada en un conflicto entre el Ello y el Yo (o el Superyó) y de ahí q ue no esté más disponible para la acción exterior. Según el tipo de su trazado, los garabatos centrales revisten dos formas diferentes: ,~ Io) Los garabatos de borroneo, que son de tipo sádico-anal, y en los cuales el nombre se halla recubierto por la gran m ancha negra del trazado. Al comienzo de nuestras investigaciones, c r e i m o s . que ese borroneo del nombre indicaba una agresividad dirigida contra sí mismo, es decir, una tendencia depresiva, una anulación de la personalidad. Pero eso es cierto sólo en parte. En realidad, esos garabatos expresan un violento conflicto interior entre dos aspectos de la personalidad: por un lado, las pulsiones instintivas del Ello, representadas por el trazado; por otro, el nombre, que representa el 36

Figura 14.

G arabatos de rep resió n .

Yo del niño, el cual, habiendo in tro y e cta d o las censuras paternas, constituye la parte socializada de la personalidad.';En resumen, en este conflicto, los instintos salvajes del sujeto atacan su kleal del Yo. Pero, como ya dijimos más arriba, esa agresividad com porta, por la ley del Talión, el temor de ser atacado a su vez po r los padres. Es sabido que éste es un tema frecuente y que, en el niño, las descargas de agresividad comportan casi siempre u n a reacción de culpabilidad depresiva. La proporción de agresividad y culpabilidad varia según los casos y se objetiva, como hem os dicho, en el trazado de los garabatos. Hay garabatos de borroneo de trazos m u y agresivos, que significan un instinto en oposición violenta con las restricciones educativas (fig. 14). En cambio, los h a y esfum ados y allí, el sentimiento depresivo domina hasta hacer desaparecer, a veces, del cuadro clínico, la agresividad primitiva (fig. 15).' t Pero lo que importa sobre todo es q u e el cam po limitado de los garabatos revela aquí que las fuerzas vivas del sujeto están total­ mente comprometidas en el conflicto. El sujeto adhiere a su medio familiar mediante una relación agresivo-depresiva, de a 37

cual no puede desvincularse y que obsesiona su. pensamiento en forma constante. Clínicamente, los sujetos que hacen esos garabatos borroneados se presentan como inhibidos, de humor atrabiliario, faltos de confianza en sí mismos, con reacciones episódicas de cólera contra los padres, seguidas ordinariamente de reacciones depresivas. Fuera de casa son sujetos débiles, tímidos, de poca iniciativa y mediocre rendimiento escolar, aun cuando su inteli­ gencia es buena (Véase cap. 5). 2o) Los garabatos centrales de formación reaccional difieren de los precedentes por el hecho de que el trazado no pasa por encima del nombre, sino que queda a alguna distancia. No los describimos a quí y reservamos para su estudio el párrafo siguiente.

b)

Garabatos debajo del nombre

Debemos criticar aquí la. interpretación del simbolismo del espacio dada por los grafólogos, que hacen de la zona inferior la 38

zona de la m ateria y de los instintos. En cambio, nuestro concepto del dinamismo vital nos lleva a considerar que esa zona es, no ya la de un instinto cualquiera, sino la del instinto de conservación, la de las necesidades vitales esenciales, en otras palabras, la zona materna, con la condición de entender que se trata aquí de la madre-nodriza y no de la madre esposa del padre, que es objeto del deseo amoroso para el hijo y de la rivalidad para Ja hija. En cambio, la zona situada más arriba del nom bre es zona de expansión, la zona del impulso y del progreso, es decir la zona.paterna z n cuanto el padre es, para el varón como para la mujer, el factor decisivo en el desprendimiento del niño del protector regazo materno. Cuando los garabatos están concentrados en la zona situada debajo del nombre, quedando en blanco la parte superior, hay que considerar que esa zona blanca representa un campo prohibido. Ciertamente podem os imaginar que. en caso de agotamiento fisioló­ gico, después de un “ shock” o de una enfermedad, el sujeto se refu­ gie en un medio p r o te c to r y rehuya todo esfuerzo de expansión por carecer de las fuerzas necesarias. En la segunda parte veremos que todos ¡os sujetos atacados d z astenia hacen esos garabatos debajo del nombre. • Sin embargo, en muchos casos, esa astenia es la consecuencia, no de un agotamiento, sino de un conflicto psíquico. Así, cuando la situación edipiana hace de la madre, no ya la nodriza y la protectora de los primeros años, sino, para el hijo, un objeto de amor que debe conquistar, y para la hija, una rival que debe igualar; cuando esa situación hace del padre el elem ento de progreso que atrae al hijo fuera de la estrecha protección materna (al hijo por la competencia y a la hija por la seducción) es frecuente que haya conflicto, porque el niño, habiendo abordado esa com ­ petencia edipiana, revélase incapaz de afrontarla. El conflicto psíquico produce entonces una regresión pre-edipiana. La relación con el padre desaparece, como una relación algo prohibida, tanto para el hijo como para la hija. Y la relación con la madre pierde su carácter edipiano para ser. nuevamente, tanto para el varón como para la mujer, la relación de estrecha protección del maternalismo nutricio. Tal es la razón por la cual llamamos garabatos de fijación materna a los trazados debajo del nombre. Creemos Se observan atacados de atacados de

que los mismos indican siempre un estado neurótico. constantemente, como hemos visto, en los sujetos astenia. Son también m uy frecuentes en los sujetos neurosis de duda y de escrúpulo y se encuentran

corrientemente entre la clientela adulta de los consultorios psiquiá­ tricos (Véase Segunda parte, caps. 3 y 4). En la interpretación de tales garabatos conviene, claro está, prestar atención’a la forma del trazado.

Figura 16. G arabatos agresivos en la zona m aterna.

Cuando los garabatos son compactos, formados po r rasgos gruesos y densos y en ocasiones, cruzados por flechas agudas, puede deducirse que las relaciones del sujeto con la madre, si bien de estrecha dependencia, o a causa de esa misma dependencia, están sumamente cargadas de agresividad (fig. 16). En otros casos, el trazo es negro y bastante denso, pero de forma redondeada. Estamos todavía aquí en el período de las pulsiones anales, pero con una forma de com portam iento más femenino, más suave, más pasivo (fig. 17). Si,' por el contrario, y esto es también frecuente, el trazado se compone de algunas líneas tímidas, separadas las unas de las otras, el significado es diferente, como lo veremos después al estudiar los garabatos de formación reaccional. 40

Figura 17. G arabatos en la zona m aterna, pertenecientes a un atacado de neurosis de duda y de escrúpulo (Véase O bservación 24).

V. LAS FORMACIONES REACCIONALES DEL YO Y LOS GARABATOS DE FORMACIÓN REACCIONAL

Acabamos de ver que, en caso de que un conflicto entre las pulsiones instintivas y el Yo conduzca a la represión, a fin de asegurar dicha represión de manera más completa y durable, el Yo desarrolla en la conciencia las tendencias exactam ente opuestas a las tendencias reprimidas. Sustituye la indisciplina de los instintos por el rigor de la regla; el desorden por el orden; la suciedad por una limpieza meticulosa; el capricho y la fantasía por una escrupulosa conciencia del deber; la independencia por la dependencia y la sumisión; la agresividad por un recato y una suavidad extremos. Es lo que se llama, como ya dijimos, las fo rm aciones reaccion a le sd e lY o . En esas formaciones reaccionales, hay varios grados. En grado moderado, las mismas pertenecen a la evolución instintivo-afectiva normal, puesto que el h om bre no puede sublimar 41

por entero sus instintos; sino que está obligado a reprimir parte de ellos y a desarrollar, en el sector psíquico correspondiente, las formaciones reaccionales contrarias¿£ara dar un ejemplo, la adqui­ sición de hábitos de limpieza, tan contraria a los gustos naturales del niño, necesita una cierta represión del placer de estar sucio. Conviene observar que, como esas formaciones reaccionales no afectán sino un sector limitado, dejan lugar a una cierta esponta­ neidad y no traban la libertad del sujeto. ^ - Se ve la necesidad de esas formaciones reaccionales cuando se considera la evolución que se produce en la edad escolar —evolución de los garabatos a la escritura— cuando se invita al niño a transformar sus garabatos en letra? y en palabras, letras y palabras que se lo obliga a trazar sobre líneas, con regularidad, exigiéndole además cuadernos limpios, de hojas que no tengan las esquinas dañadas. • . Observemos por otra parte-que lo que el nino pierde, en esta evolución, en libertad y espontaneidad, lo gana en dominio psicom otor y en acceso al pensamiento racional. En grado m ucho más acusado, las formaciones reaccionales son patológicas. Es que entonces no hay más lugar para la sublimación y, por ende, para la libertad, y toda la actividad está sometida a una rígida sujeción. Citando el mismo ejemplo anterior, el goce de sentirse sucio es reemplazado aquí, no por una limpieza bien adaptada, sino por “ m anías” de limpieza, contrarias a una buena adaptación. Garabatos. Esas diferencias se objetivan en los garabatos! Lo que es m uy notable en este caso es que, como ya dijimos, el trazado de los garabatos no expresa ya tanto las pulsiones instintivas como la fuerza de las tendencias reaccionales que las han sustituido. Ahora bien, la consigna misma de los garabatos, según la cual se invita al sujeto a ser espontáneo, es una consigna de libertad instintiva. Cuando un sujeto está bajo el rígido dominio de sus formaciones reaccionales, se encuentra incapacitado de obedecer a esa consigna de abandono y, a menudo, al formulársele la invita­ ción, responde que no puede, que no sabe hacer garabatos1. Si se insiste, puede que, contra la consigna, escriba series de letras o cifras (fig. 18). Lo hará todo como si un maestro de escuela severo estuviese detrás de él, con su férula, y se preparase a castigar severamente todo desvío de la línea recta, y toda letra mal hecha (lo 1 R. MEURISSE hace notar, muy acertadam ente, que “ para algunos, la libertad-de acción asusta más que las restricciones” .

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que el diccionario define precisamente como garabatos: una escri­ tura informe, ilegible). Nos vemos entonces obligados a recordarle directam ente la consigna del test: no escribir. Pero, con frecuencia, el sujeto no conseguirá sustraerse a la influencia de la hoja de cuaderno y, lo mejor qye logrará hacer será trazar líneas horizontales paralelas, que recuerdan más o menos líneas de escritura (fig. 19). Finalm ente, en algunos casos, en lugar de garabatos, el sujeto produce un dibujo decorativo simétricamente trazado (fig. 20). Los garabatos de formación reaccional tienen los siguientes caracteres:

1. Son abiertos, como los garabatos de sublimación, y dejan en su trazado im portantes zonas blancas, más im portantes a q u í que en los primeros y, por otra parte, localizadas, a m enudo, en una zona limitada de la hoja. 2. Mientras que en los garabatos de sublimación el trazado es libre y recorre la hoja en todas direcciones, expresando la libertad instintiva,, en los garabatos de formación reaccional el trazado es regular, unidireccional. 43

3. EÍ movimiento de estos garabatos es de poca amplitud, contenido, como si un freno constante se opusiera a la liberación del ademán tierno o agresivo. Ya se trate de volutas redondeadas o de trazos en forma de flechas, el trazo es siempre corto y regresa al punto de partida para volver a salir. -

4. La línea recta es mucho más frecuente en ellos que la curva. Observemos a propósito con Klages que la curva es el m ovim iento natural de la vida; que la linea recta, en cambio, es siempre el resultado de una inhibición. de ese m ovim iento natural. En la naturaleza nada sigue una línea completamente recta: ni el tronco del árbol, ni el curso del río, ni el sendero campestre que trazan por sí mismos los pasos de los lugareños. La línea recta es siempre la obra artificial de! hombre, del técnico que coloca postes telegrá­ ficos, construye canales y autopistas. Cuando la línea recta está trazada con am plitud y violencia, ' expresa una ruptura brusca con el movimiento natural de la vida; y, por ejemplo, en los garabatos, la presencia de flechas agudas, terminadas en una forma de arpón, o en un ángulo agudo con

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retorno hacia atrás, significa que una tensión excesiva, resultado probable de una inhibición de la expansión vital, se descarga de repente en agresividad. Pero la línea recta no es siempre el resultado de una descarga instintiva. Cuando está trazada con moderación, en rasgos a la vez poco amplios y poco marcados, adquiere una significación total­ m ente diversa. Representa aun una ruptura con el movimiento natural de la vida, pero una ruptura voluntaria, intelectualizada. Si en el exterior, la línea recta expresa el dom inio del hom bre sobre la naturaleza que lo rodea, del. mismo m odo, en el interior de la personalidad, la línea recta (la regla) expresa el dom inio del Yo sobre los instintos. La regla que substituye la libertad instintiva se expresa pues en los garabatos mediante la línea recta. 5. La recta tiene aun otro significado en los garabatos: es la “reproducción rítmica” del mismo m ovim iento, el sujeto que repite sin cesar el estilo de su trazo inicial, del mismo m odo que, en la vida, en lugar de abandonarse a su impulso del m om ento, observa un plan hecho con anterioridad y reproduce ritualm ente los mismos movimientos o ademanes. 45

6. Notemos finalmente que ios garabatos de formación reaccional. contrariamente a los garabatos de sublimación, no pasan nunca por encima del n o m b re, lo cual quiere decir que está prohibido todo conflicto agresivo con la instancia paterna. Hemos dicho que existen dos tipos de formaciones reaccionales y que sólo el segundo es patológico, por determinar una gran rigidez del Yo. . Puede hacerse el diagnóstico por medio de los garabatos. 1. Las form aciones reaccionales que podemos llamar normales, por dejar una cierta libertad, producen garabatos semejantes a los de sublimación, puesto que cubren un extenso campo y están trazados con alguna libertad. Lo que los caracteriza, sobre todo, es la repetición rítmica del mismo motivo, signo, como hemos visto, de que la disciplina de la regla ha sustituido a la indisciplina de los instintos. He aquí un ejemplo: es el caso de una mujer joven, dotada de una gran sensibilidad y de inteligencia, muy abierta al mundo y bien a daptada.de carácter disciplinado y escrupuloso (fig. 21). 2. Las form aciones reaccionales patológicas indican, en cam­ bio. que un conflicto sumamente ■angustioso ha surgido en un principio entre las pulsiones y la censura y ha hecho necesaria la intervención de la represión y la sobrecompensación de las pulsiones prohibidas por tendencias contrarias. En este caso, los garabatos tienen un campo reducido, lo que es el rasgo mismo de la represión y la forma muy disciplinada del trazado indica- la fuerza con que las formaciones reaccionales han substituido como una segunda naturaleza a la primera, toda hecha de espontaneidad. Algunos tipos de garabatos reaccionales merecen una mención particular a causa de su frecuencia. 1. Los garabatos centrales presentan, como ya hemos visto, la característica de no pasar por encima del nombre y de detenerse a cierta distancia del mismo, formando un marco rectangular, ovalado o en volutas regulares. El trazado es, por lo demás, muy simplifi­ cado, muy depurado, en forma de una simple linea. Se puede deducir de a h í que todo contacto erótico o agresivo con la instancia paterna introyectada en el Yo es objeto de una severa interdicción.. Interdicción doble pues, por una parte, el trazado es leve, ornam ental, desprovisto de flechas y, por otra, se mantiene a distancia del n o m b r e .^ 46

Figura 21.

G arabatos de form ación reaccional norm al.

Podemos sacar en conclusión que la angustia provocada por las pulsiones en su conflicto con la censura del Yo es particularmente fuerte y ha suscitado una intensa represión. Puede ser. por consi­ guiente, que, ni las pulsiones, ni la angustia se manifiesten para nada en la conducta del sujeto. Pero, claro está, permanecen subyacentes y el sujeto no puede sustraerse a ellas sino evitando todo lo que pudiera provocarlas. Vemos así sujetos de naturaleza ansiosa que no hallan la calma sino evitando su problema interior y volcándose con todas sus energías en la acción exterior. En casos semejantes, los garabatos pueden tener cierta am plitud, com o en la fig. 22. Observación 2. El caso de la fig. 23 es m uy diferente. Son los garabatos de un hom bre de 30 años, los cuales rodean a poca distancia el nombre, con un trazo ligero. Un trazado semejante indica una extrema prohibición sobre las pulsiones vitales. Por una parte, queda excluido todo conflicto con la instancia paterna. Por otra queda excluida también toda expansión'hacia el medio exter­ no. Esto corresponde a la situación clínica de ese joven que, gravemente atacado de neurosis de angustia, ha llegado a no poder

salir más de su casa (agorafobia) y a no poder vivir sin angustia po r la falta de compañía de su madre, a la que está unido por los lazos de una ternura verdaderamente infantil. 2. Como hemos visto, los garabatos de fijación materna pueden presentarse también con el carácter de las formaciones reaccionales. Muy a menudo entonces, afectan un trazado regular, en líneas ondulantes superpuestas (fig. 19). Observación 3. He aquí un ejemplo muy característico en el caso de una mujer de 30 años (fig. 24) que, aunque casada, ha escrito su nombre de soltera. No ha tenido éxito en su m atrim onio y quiere divorciarse. Es completamente frígida, lo cual es indicio frecuente de interdicción edipiana. Por lo demás, está m uy apegada a su madre, pero con una relación negativa; su agresividad de niña sé expresó en las formaciones reaccionales de la anorexia mental, reacción anoréxica que ha repetido recientemente en respuesta a su conflicto matrimonial y que la ha llevado a un estado de astenia y adelgazamiento extremos. 48

Para completar esta exposición, d ig am os.que no existe una diferencia radical entre esos dos tipos de garabatos, encuadrando el nom bre o debajo del mismo. Los dos corresponden a una fijación pregenital. Puede simplemente decirse que los garabatos en cuadro representan un tím ido ensayo de introducirse en la zona de expansión, seguido inmediatamente por un retorno del trazado a la zona inferior. R esurgim iento de lo reprimido. Debe saberse que la represión, aun cuando se completa con formaciones reaccionales, no es siempre suficiente para impedir el resurgimiento de los impulsos prohibidos. En el niño pequeño, en particular, la censura paterna no se introyecta siempre perfectamente y las form aciones reaccionales tienen entonces un carácter artificial de “ barnizado” o “ esmal­ ta d o ” ; es decir que, en ciertas condiciones favorables a la liberación, las mismas van a ceder. Si se hace repetir los garabatos en m om entos diferentes, se puede asistir a ese resurgimiento, ya que los garabatos de formación reaccional son sucedidos por garabatos de liberación.

Para completar esta exposición, dig am o s.q u e no existe una diferencia radical entre esos dos tipos de garabatos, encuadrando el nom bre o debajo del mismo. Los dos corresponden a una fijación pregenital. Puede simplemente decirse que los garabatos en cuadro representan un tím ido ensayo de introducirse en la zona de expansión, seguido inmediatamente por un retorno del trazado a la zona inferior. R esurgim iento de lo reprimido. Debe saberse que la represión, aun cuando se completa con formaciones reaccionales, no es siempre suficiente para impedir el resurgimiento de los impulsos prohibidos. En el niño pequeño, en particular, la censura paterna no se introyecta siempre perfectamente y las formaciones reaccionales tienen entonces un carácter artificial de “ b a rnizado” o “ esmal­ ta d o ” ; es decir que, en ciertas condiciones favorables a la liberación, las mismas van a ceder. Si se hace repetir los garabatos en m om entos diferentes, se puede asistir a ese resurgimiento, ya que los garabatos de formación reaccional son sucedidos por garabatos de liberación. 49

Figura 24.

G arabatos de fijación

m aterna y ; de form ación reaccional

(O b serv ació n 3).

Observación 4. Hasta puede ocurrir que eso se produzca en el curso de un mismo trazado. He aquí, por ejemplo, el caso de un bello y robusto niño de 7 años, lleno de vitalidad, pero fuertemente dominado por una madre castradora. Invitado a garabatear, se siente incómodo y pide Una regla. Como nosotros no la tenemos, él mismo se fabrica una plegando en ocho una hoja de papel, que utiliza para trazar meticulosamente y sin alegría el barco que vemos aquí, con su bandera bien rígida. Poco satisfechos de ese resultado, le pedimos que dibuje olas; entonces debe abandonar la regla y dejar correr el lápiz, pero es para trazar solamente algunas tímidas ondulaciones. Entonces lo estimulamos sugiriéndole que el viento sopla y obte­ nemos los garabatos mucho más espontáneos que vemos aquí y que cubren con sus rasgos coléricos el barco inicial (fig. 25). Señalemos la alegría explosiva con que el niño ha hecho esto. Tenemos, pues, en un mismo dibujo, la expresión de las formaciones reaccionales de ese niño y la expresión de su superabundancia vital, descargada en agresividad (fig. 25). 50

F igura 25.

(O bservación 4).

VI.

LA RELACIÓN A DISTANCIA Y LOS GARABATOS DE AISLAMIENTO .

Hemos visto la importancia que se atribuye al progresivo establecimiento de las relaciones de objeto. Hagamos notar, a propósito, que los dos instintos fundamentales, la sexualidad y la agresividad, suponen un contacto bastante íntim o con el objeto. Cuando esos instintos se subliman, la relación amorosa y la relación agresiva, depuradas, pueden mantenerse, si bien bajo una forma diferente en la cual la consideración del otro entra e njuego para disminuir la violencia del contacto. . , Pero cuando la sublimación no es posible, y los instintos se reprimen, el Yo, para prevenirse contra el retorno de las pulsiones consideradas como peligrosas, desarrolla, como, hemos visto, forma­ ciones reaccionales. Al mismo tiempo, suprime la proximidad estableciendo relaciones a distancia . con los objetos.: Para dar, un ejemplo, digamos que la misoginia de algunos hombres, que no quieren ninguna--relación con el sexo opuesto, traduce a m enudo su excesiva debilidad ante las tentaciones sensuales. Generalizando, puede decirse que cada vez que un contacto podría ser peligroso, porque despierta pulsiones que el Yo ha condenado, la defensa por represión lleva a una ruptura total de contacto, debido al primitivo mecanismo del “ todo o nada” . Ese mecanismo de .ruptura de contacto es sobre todo im por­ tante en la neurosis obsesiva, particularmente bajo su forma de neurosis de duda y de escrúpulo. En ese caso tom a a menudo una forma especial que se llama aislamiento: la represión no se ejerce aquí sobre los contenidos intelectuales, de m odo que el sujeto conserva una excelente memoria de todo cuanto le ocurre; se ejerce, únicamente sobre los contenidos afectivos que, como consecuencia, quedan aislados. El resultado es una forma de pensar fría, despro­ vista de afectos, la cual es, en algunos aspectos, favorable al pensamiento racional y científico, pero a costa de una verdadera supresión de toda la vida afectiva. Este aislamiento se objetiva muy bien en los garabatos de aislamiento, que presentan dos rasgos esenciales: 1°) El trazado se desarrolla sin que las líneas se corten unas a otras o, por lo menos, los puntos de unión son mucho más raros que en los garabatos de sublimación. Por ejemplo, es frecuente que tales garabatos se presenten en líneas horizontales superpuestas, que no se tocan, como líneas de escritura (fig. 26). 52

2o) Mientras que, en los garabatos de sublimación, el trazado es continuo, expresando una relación mantenida constantemente entre las pulsiones instintivas y el medio ambiente, en los garabatos de aislamiento hay frecuentes soluciones de continuidad, alzándose cada vez el lápiz para continuar su trazo un poco más lejos o en otra zona de la hoja (fig. 27). Los garabatos de aislam iento y el nombre. Una variedad particular son los garabatos separados del nom bre por una zona blanca importante, ya sea porque el trazado se detiene por sí mismo a cierta distancia, ya porque el sujeto ha rodeado deliberadamente su nom bre de un recuadro p rotector de forma variable, rectángulo, ovoide, festón de arcos (fig. 28 y 29). La primera idea que viene a la m ente es que el trazado del recuadro está destinado a hacer resaltar el nombre. Pero ése es un concepto estático, que no rinde cuenta exacta del carácter dinámico de los garabatos. No olvidemos que los garabatos no son un dibujo, q ue la página en que se garabatea no debe considerarse como una lámina decorativa, sino como el lugar de un conflicto. 53

Cuando el sujeto traza un recuadro un tanto distanciado de su nombre, dejando en torno a éste un espacio blanco, se piensa en primer lugar en el encuadram ientode un retrato, para hacerlo resaltar. Esta idea es exacta, pero con la condición de que se la profundice en un sentido dinámico. Toda zona blanca, como hemos señalado, es una zona prohibida, donde las pulsiones instintivas no tienen derecho a manifestarse. Los garabatos en recuadro son por ello comparables a una formación de atacantes que quieren asaltar la fortaleza del rey (el nombre), pero son mantenidos a distancia por el tiro de contención de los soldados (la defensa del Yo). Generalizando más, puede decirse que, dado que los garabatos representan la fuerza instintiva que, si se deja libre, ahogará bajo sus pulsiones agresivas y eróticas aLYo (y a la instancia paterna q u e ese Yo representa), de ese Yo emana entonces una fuerza contraria que mantiene las pulsiones a distancia. La zona blanca en torno al nombre es el campo de esa contra-fuerza: revelándonos qu e el Yo del sujeto rechaza las pulsiones instintivas y que la excesiva proximidad de las mismas le provocaría angustia; por lo tanto, mientras pueda dominarlas y mantenerlas a distancia, se siente seguro. 54

Figura 29.

G arabatos con aislamiento del nom bre.

Prosiguiendo con nuestra comparación, podemos decir que la distancia a la cual se mantienen los atacantes depende de la intensidad del tiro de contención de la defensa. Del mismo modo, cuanto más alejado del nom bre estén los garabatos que forman recuadro, más fuerte habrá que considerar que es ía defensa del Yo y que más vigorosa ha sido, por consiguiente la lucha que ha tenido que librar contra las pulsiones. La misma regla, claro está, es siempre aplicable; puesto que el carácter normal o patológico de los garabatos depende de la edad del sujeto. Es sabido que las formaciones reaccionales.se desarrollan con la edad y muchos de los rasgos que las caracterizan aparecen naturales en un adulto, aun cuando den una cierta rigidez a la personalidad. En cambio, cuando se los observa en un niño pequeño, se puede llegar a la conclusión de que hay desequilibrio, con bloqueo de la. espontaneidad vital, y puede diagnosticarse la necesidad de una psicoterapia. . , . Sin embargo, en la medida en que los garabatos de un adulto indican formaciones reaccionales muy pronunciadas, se puede diag­ nosticar una neurosis. Y más aún cuando hay aislamiento, por cuanto es un mecanismo francamente patológico.

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Segunda parte

A P L IC A C IO N E S C L ÍN I C A S DEL T E S T DE LOS G A R A B A T O S

1 EL DIAGNÓSTICO DE LA PERSONALIDAD

Al comienzo de esta obra hem os señalado que, como primera manifestación del grafismo infantil, los garabatos pueden interpre­ tarse según las reglas del análisis grafológico y que, en esta forma, pueden deducirse de ellos algunos rasgos de la personalidad del sujeto. Pero hem os insistido tam bién en el hecho de que el carácter original de los garabatos requiere un m étodo de interpretación particular dirigido, esencialmente, a la comprensión del trazado de los garabatos en su dinam ism o profundo. La página en que el sujeto es invitado a garabatear representa, como hemos visto, el espacio vital ofrecido a su expansión. En el mismo, la consigna que se le da lo invita a desplegar, a exteriorizar libremente sus pulsiones instintivas. > ¿Libremente? No del todo, pues si el sujeto está limitado exteriormente po r las dimensiones de la hoja en que garabatea, está aún mucho más lim itado interiorm ente po r lás censuras que se oponen a sus pulsiones. La hoja en que garabatea es, por lo tanto, el teatro de un conflicto: el c o n flicto interno de la defensa del Yo en lucha con las pulsiones instintivas. Agreguemos que la consigna dada por Meurisse de escribir su nombre en el centro de la página, acentúa aún más esa situación de conflicto, pues, con esta técnica, el conflicto interno se proyecta no 59

sólo en el trazado de los garabatos, sino también en las relaciones entre los garabatos y el nombre. En efecto, al escribir su nombre, el sujeto comienza por dar ubicación, en el espacio vital de la página a su Yo civilizado, al Yo disciplinado por las imposiciones educativas, a ese Yo que repre­ senta, por consiguiente los ideales y las prohibiciones paternas. Como ya dijimos, el nombre es la intimidad, la relación con la madre; el apellido es la relación con el padre, con la sociedad. Una vez que el sujeto ha escrito su nom bre en medio de la página, se lo invita a dar libre curso a sus pulsiones vitales. Se ponen, pues, las dos fuerzas frente a frente y la forma en que el sujeto, al garabatear, se comporta con respecto a su nombre es altamente reveladora de la naturaleza de las relaciones que mantie­ nen en su personalidad el Yo y los instintos.

I.

LA PERSONALIDAD AFECTIVA



De la forma particular de los garabatos pueden deducirse ciertas tendencias afectivas esenciales. . 1. Expansión - inhibición. La amplitud de los garabatos es una buena medida de la expansión vital del sujeto. Los sujetos expan­ sivos, dotados de mucha actividad y de sociabilidad, que tienen amplios contactos afectivos con muchas personas, que siguen de buen grado la inclinación de sus impulsos, que sienten curiosidad por muchas cosas y desean un activo intercambio con su medio, hacen garabatos que cubren toda la página. . Por el contrario, los sujetos replegados sobre sí mismos, estre­ chamente electivos en sus afectos, poco expansivos, muy reservados, que mantienen pocas relaciones con los que los rodean, hacen garabatos poco extensos. . Los primeros son eufóricos, audaces; tienen mucho optimismo y confianza en sí mismos. Los segundos, en cambio, son tímidos, dudan de sí mismos y se sienten incómodos en la vida. Cuando los garabatos son sumamente reducidos, se puede hablar de inhibición, y se trata entonces de un trastorno patológico del cual interesa averiguar la causa (fig. 30). 2. El dinamismo vital. La fuerza de una personalidad, su capacidad para actuar sobre el medio y para realizar lo que hay en ella es función del dinamismo vital de las pulsiones. En los temperamentos activos y en Jos apasionados, el dinamismo vital 60

Figura 30.

G arabatos de inhibición.

p otente se traduce en una gran voluntad. Por el contrario, en los inactivos y en los sentimentales, la voluntad de acción es débil. El dinamismo se expresa en parte, como acabamos de ver, mediante la amplitud de los garabatos. Pero puede manifestarse también en el vigor de los trazos. Los sujetos mejor provistos de dinamismo vital son, pues, los que ñacen garabatos a la vez amplios y trazados con vigor. Vienen luego aquellos sujetos cuyos garabatos son limitados, pero trazados con v ig o r/lo cual indica una fuerza concentrada, que obra en una sola dirección. Por el contrario, los garabatos m uy reducidos y de trazos débiles indican una falta de dinamismo vital. Pero aquí se plantea el problema de saber si esa falta proviene de una debilidad original o si es el resultado de una fuerte inhibición. En el primer caso, es bien evidente que no se podrá cambiar nada, y que los garabatos sucesivos, hechos en diferentes épocas, tendrán siempre el mismo carácter de irreductible debilidad. En cambio, en el segundo caso, cuando la inhibición cede, espontáneam ente o bajo la influencia de una psicoterapia, se observa una sorprendente transformación de los garabatos, cuya amplitud y vigor crecientes indican que se ha 61

producido una liberación instintiva. He aquí el ejemplo de^ una joven que, después de algunas sesiones de psicoterapia, mejoró no­ tablemente (figuras 31 y 32).

3. Virilidad - fem ineidad. La diferencia de las pulsiones vitales ■ en los dos sexos se expresa en los garabatos. Los temperamentos viriles tienen m ayor fuerza agresiva que los otros y esa fuerza se expresa en un trazado vigoroso en e que predominan las rectas y los ángulos.

P o r el contrario, los tem peram entos femeninos tienen más dulzura y flexibilidad, lo cual se traduce en un trazado en que predom inan las curvas.

Figura 32.

Se deduce de esto que el carácter viril de algunas mujeres puede revelarse en sus garabatos (fig. 33), así com o tam bién el carácter femenino de algunos hom bres (fig. 34). 63

Señalemos aquí la frecuencia de los garabatos m ixtos, en que se asocian rectas y curvas. Es bastante c om ente, por ejemplo, ver varones de fuertes elementos femeninos trazar garabatos redondea­ dos, atravesados de cuando en cuando por flechas agresivas. En un trazado semejante se puede presentir el conflicto interno de un sujeto paralizado por restricciones en su expansión vital y que descarga impulsivamente su agresividad en repentinas explosiones (figura 35). El mismo conflicto es observable tam bién en las niñas. 4. El equilibrio de las tres instancias. Según el esquema freudiano la personalidad se compone de tres instancias a menudo en conflicto: el Ello, campo de las pulsiones instintivas inconscien­ tes; el Yo, campo de lo consciente y de la adaptación al medio; el Superyó, campo de los ideales y de las prohibiciones paternas. El valor de una personalidad depende del equilibrio que se establece entre esas tres instancias con fines de adaptación. Ahora bien, ese equilibrio, podemos conocerlo a través de los garabatos. Cuando hay un señalado predominio del Ello o del Superyó, la personalidad está desequilibrada. 64

El predominio del Ello, es decir de las pulsiones instintivas salvajes, se expresa en garabatos vigorosos, más o m enos amplios y que cubren toda la página sin dejar zonas en blanco. . Por el contrario, el predominio del Superyó se expresa en un trazado m uy inhibido, que no cubre sino una pequeña parte de la página y simula, con sus líneas pálidas y regulares, una página de escritura. . . El predominio del Yo es, en cambio, el te s tim o n io de una personalidad equilibrada, porque si el Yo es fuerte, es po rq u e ha sabido atemperar y conciliar las exigencias del Ello y del Superyó, es decir, en. el vocabulario psicoanalítico, realizar una sublimación suficiente, condición de una adaptación amplia y flexible. Los garabatos correspondientes comportan un trazado m atizado, abier­ to, que se aleja a la vez del trazado impulsivo y del trazado inhibido. Claro está que, en la apreciación de ese equilibrio, habrá que tener en cuenta la edad del sujeto. En la primera infancia, p red o ­ mina el Ello y sólo a partir de la edad de 6 ó 7 años (la edad de la razón) el desarrollo del Superyó compensa el impulso de las pulsiones. 65

Figura 35. G arabatos m ixtos de varón y niña.

En consecuencia, se podrá establecer que hay trastorno si se . observan, en un niño grande o en un adolescente, garabatos impulsivos, que no corresponden ya a esa edad. Y viceversa, los garabatos de formación reaccional en un niño pequeño indican una intervención demasiado precoz del Superyó, signo éste también de un desequilibrio neurótico.

II. LA INTELIGENCIA

A la pregunta de si, de la forma particular de los garabatos, se puede deducir el grado de inteligencia del sujeto que los ha hecho, Meurisse ha respondido negativamente y, sobre el particular, m ani­ fiesta: . “ Mientras que la escritura perm ite habitualmente descubrir el nivel intelectual del individuo, su inteligencia, los garabatos, que ubican fácilmente y en forma segura el nivel y el estado de ánimo, no parecen permitir empero apreciaciones sólidas y comprobadas con respecto a la inteligencia” (2° artículo).

La misma reserva debe hacerse en lo concerniente a la opinión de los autores que han querido asimilar los garabatos al test de Rorschach. Este último, como es sabido, permite hacer deducciones muy avanzadas sobre el m odo de aprehensión in telectuarde cada sujeto, pero es, se entiende, porque la aptitud de aprehensión de lo real está funcionando- constantem ente en la interpretación de las “manchas de tin ta ” . En cambio, esa aptitud no desempeña ningún papel en el test de ¡os garabatos, que es, esencialmente, un test de actividad espontánea. Nosotros también pensamos que los garabatos no revelan direc­ tam ente el nivel de inteligencia,, pero que tienen, sin embargo, cierta relación con la cficacia de aquélla, por el hecho de que expresan algo del equilibrio de la personalidad, 1. En primer lugar, existen casos extremos en que el trazado de los garabatos revela un atraso importante en la psicomotricidád. Cuando se observan tales garabatos después de la primera infancia, puede presumirse que el retardo en cuestión está unido a una insuficiencia intelectual. Es así que cierto núm ero de débiles mentales trazan impulsi­ vamente rasgos agudos en todas direcciones, como lo hacen los niños'pequeños en ¡a edad de los pre-garabatos (fig. 3). De igual modo, los garabatos que forman pequeños redondeles aislados unos de otros, que se observan a la edad de 3 años, se revelan más tarde como característicos de la grave deficiencia mental llamada mongolismo (fig. 5). Fuera de estos dos casos particulares, hay que precaverse de toda conclusión sobre el nivel intelectual. Es m uy frecuente, p o r ejemplo, ver débiles'mentales que hacen garabatos m uy limitados, en forma de un m ontoncito negro. Pero eso no es el resultado de su falta de inteligencia; es el signo de una fuerte inhibición a m enudo asociada a esa falta, y que se traduce en un carácter tím ido y hosco. El mismo trazado puede observarse en sujetos inteligentes cuando están fuertem ente inhibidos. Pasando al otro extremo, se podría pensar que la dom inación del Yo y del Superyó sobre las pulsiones primitivas, tal como se expresa en los garabatos de formación reaccional, indica una señalada tendencia a la racionalización, la cual debería ser favorable al ejercicio del pensamiento. Y esta deducción es válida en cierta medida'. Una investigación, a decir verdad demasiado limitada para ser verdaderamente concluyente, ha sido hecha por Boissinot en los cursos primarios y se ha podido com probar que algunos de los mejores alumnos hacían garabatos reaccionales. En teoría, puede 67

com prenderse que suceda de ta J ^ d T ^ d L c i f a

taTegla

lidad, favorable al ejercicio de las facultades intelectua e . ? Fn secundo lugar, conviene distinguir aquí aptitud intelecJ - y % 3 ! ? Z e , H e m o s visto ? o= los g arab ato , revetan b s inhibiciones y los conflictos neuróticos. Ahora bien, esos trastornos dT la esfera instintivo-afectiva tienen casi siempre una • repercusión sobre el área intelectual, impidiendo al sujeto desplegar t0 d V s ta f n ic io n e s - d e inhibición y conflicto airojan luz sobre; un vastísimo campo de la psicología escolar, el campo de lo que se llama la pseuitrdebüidad mental y, dada ^ i m p o r t a n c i a , no proponemos consagrarle un estudio particular (cap. ).

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2 LOS CONFLICTOS DEL ALM A INFA N TIL INTERPRETADOS A TR A V ÉS DE LOS GARABATOS

Los trastornos psicopatológicos de adaptación son m uy fre­ cuentes en el niño, y tienen casi siempre su origen en una situación conflictiva. En los casos más simples, se trata de co nflictos externos, entre el sujeto y su medio familiar o social. Pero, debido a la evolución misma de la personalidad, los conflictos no tardan en hacerse internos, oponiendo entonces las pulsiones instintivas a la defensa del Yo.. Ahora bien, los garabatos expresan, en la diversidad de su trazado, las diferentes modalidades de esos conflictos, tanto exter­ nos como internos. Los g a ra b a to s . constituyen, pues, un test precioso en psicopatología. Sin embargo —y la observación es de una importancia e x tr e m a sería inútil pretender establecer una correspondencia directa entre el síndrom e clínico observado y el trazado de los garabatos, con su significación. En otras palabras, no se debe pedir un diagnóstico a los garabatos. Estos dan a la vez, más o m enos, en cuanto nos ayudan a comprender de manera dinámica los mecanismos profun­ dos que entran en acción para producir un trastorno y que pueden ser; para un mismo diagnóstico, diferentes según los casos. El test de los garabatos es un test original, que aporta al diagnóstico ciertos elementos de que careceríam os sin él. Referencia a lo normal. Por supuesto que, para estar en condiciones de interpretar correctam ente los garabatos, es menester poder referirse a lo normal, estableciendo de antem ano cuáles son los garabatos de los sujetos con buen equilibrio de adaptación. 69

Pero esta exigencia, siempre difícil de satisfacer en los tests de personalidad ya conocidos, lo es aún más en el caso de los garabatos, por el hecho de que este test interroga un campo de pulsiones salvajes y de conflictos primitivos, de los cuales todos nosotros, tanto normales como inadaptados, hemos conservado algo en lo más hondo de nosotros mismos. De modo que, en presencia de un trazado determinado, se podrá concluir que la situación conflic­ tiva expresada por el mismo ha existido en el pasado y deja aun sus huellas actualmente, pero sin poder decir con certeza si esa situación tiene Ó no una influencia patógena, es decir si detiene a individuo en su adaptación o si. por el contrario, ha podido ser objeto de una solución satisfactoria. _ _ Se obtendrán, empero, algunos indicios preciosos refínendose a los trazados más habituales a tal o cual edad. Como ya hemos dicho, las pulsiones instintivas se disciplinan poco a poco con la madura­ ción y se ve predominar progresivamente los trazados de sublima­ ción y de formación r'eaccional. En consecuencia, cuando nos hallamos ante garabatos muy diferentes de los que se podiían esperar, dada la edad del sujeto, se puede casi siempre diagnosticar que existe un estado patológico. Más adelante veremos algunos ejemplos. Convergencia de indicios. De las observaciones precedentes resulta que el intérprete de los garabatos, una vez que. mediante el análisis de un trazado, haya adquirido una idea del dinamismo conflictivo de la personalidad estudiada, no estará, empero, en condiciones de formular un diagnóstico patológico completo. Le será menester: por una parte, reforzar las hipótesis que los garabatos le sugieren buscando las coincidencias de los indicios que otros tests de personalidad puedan suministrarle; por otra parte, deberá corroborar las indicaciones de los garabatos .m ediante el examen clínico, es decir que, de existir un trastorno patologico. tendrá que examinar en qué medida los elementos suministra os por los garabatos nos permiten comprenderlo mejor en sus motiva­ ciones conflictivas profundas. . Teniendo , en cuenta esas observaciones, vamos a estudiar, en este capítulo dedicado al niño, cierto número de situaciones patológicas en las que el test de los garabatos significa un aporte precioso para el clínico. No pretendemos hacer aquí el analisis exhaustivo de todos los casos morbosos, pues quedan todavía muchas lagunas, muchas incógnitas en nuestra documentación sobre los garabatos. Pero ubicaremos, con la mayor precisión posib e. algunos casos típicos, haciendo ver que lo que nos revelan los 70

garabatos no es la enfermedad sino, como ya hem os dicho, el dinam ism o conflictivo subyacente al trastorno com probado y que puede, en m ayor o menor medida, aclarar el origen del mismo.

I.

LOS CONFLICTOS CON EL MEDIO

Los conflictos del niño con su medio educativo no tienen necesariamente un carácter patológico. En efecto, hay que to m a r en cuenta aquí el grado de tolerancia de los padres a las reacciones pulsionales del niño. A menudo traen a nuestro consultorio a niños calificados como temperamentales, a los que se declara insopor­ tables y que, en un examen objetivo (y, si es necesario, un p eríodo de observación fuera de su ámbito familiar), se revelan sim plem ente como tem peram entos vigorosos, desbordantes de vitalidad y que reaccionan con una fuerte expansión al m altrato inflijido por padres • de principios educativos demasiado rígidos. La prueba de esto es el hecho de que esos niños son más tarde sujetos bien equilibrados. En el caso de lós niños dotados de una fuerte expansión vital, las garabatos, como hemos visto, cubren toda la página de trazos hechos con mucha energía (fig. 6). Se sobreentiende, por supuesto, que tales garabatos tienen una significación psicopatológica diferente según la edad en que se observan. En un niño de menos de 6 ó 7 años, los mismos corresponden a descargas impulsivas que pueden considerarse no r­ males. Por el contrario, en un niño más grande o en un adolescente, esos garabatos son patológicos. Los mismos indican, en efecto, que las pulsiones instintivas no se han socializado a su debido tiempo, que el Yo ha quedado débil, incapaz de dom inar las m encionadas pulsiones y que. por consiguiente, la conducta del sujeto conserva los mismos caracteres de impulsividad y de salvajismo observables en el niño pequeño en el estadio sádico-anal. Entonces, las inevitables frustraciones de la vida en com ún, en lugar de ser aceptadas, integradas, son rechazadas y provocan reacciones de agresividad incontroladas: negativas a obedecer, actos de oposición, crisis de cólera, fugas, robos, actividades lábiles.

a) La cólera y los actos de violencia Hemos visto que, cuando el medio educativo o las circunstancias contrarían demasiado la expansión natural del niño, a m enudo 71

resulta de ello una exaltación de la agresividad que se vuelve con preferencia contra aquellos de quienes emana la frustración, ya sean los padres o los hermanos.

Figura 36.

G a ra b ato s agresivos sobre el n o m b re (O bservación 5).

Sin embargo, hay casos en que esa agresividad es difusa y se manifiesta, no sólo en la casa, sino también, por desplazamiento, en la escuela ya sea contra el maestro, sustituto de los padres, ya contra los compañeros, sustitutos de los hermanos y hermanas. Cuando las descargas agresivas se traducen en forma frecuente en accesos de cólera, estamos evidentemente en presencia de un estado patológico. . Los garabatos nos informan de ese conflicto con el exterior. Conviene observar aquí que el trazado concentra muy frecuen­ temente sus flechas agresivas sobre el nombre. Observación 5. He aquí, por ejemplo, el caso de una niña de 7 años Viviana, que nos traen a la consulta debido a sus negativas a obedecer y a sus accesos de cólera, que sobrevienen sobre un fondo de carácter melancólico, trastornos de conducta estos que se han agravado en forma sensible este año, después del nacimiento de un hermanito, que Viviana ha aceptado de muy mal grado.

T o d o s sus garabatos tienen los mismos caracteres (véase la fig. 36). Cubren am pliam ente la hoja de rasgos gruesos, agresivos y, sobre cada uno de ellos, se nota que los trazos en forma de flechas tienen m ayor densidad en el lugar del nom bre, haciéndolo así desaparecer. Por consiguiente, buena expansión vital con exteriorización fácil de las pulsiones, pero conflicto agudo con la instancia paterna. Clínicam ente observamos: I o) que la niña es inteligente y tiene buen rendim iento en la escuela (dinamismo vital y expansión fácil); 2o) q u e su zona de conflictos está limitada al ambiente familiar, en el sentido que los accesos de cólera tienen siempre origen en alguna frustración, como se ha visto cuando nació el herm anito. Los padres,- felices de tener un hijo, se ocuparon m ucho de él; de donde los celos de Viviana, que dice que sus padres prefieren a su herm ano y no la quieren más a ella, y que, a veces, dice que al herm anito lo va a m atar. Debem os observar que Viviana debe ser particularm ente sensible a las frustraciones, por el hecho de haber sido hija única durante siete años y, al principio, m uy mimada por sus abuelos. Al nacer, ten ía un angioma en el labio, que hubo que cauterizar en varias sesiones largas y dolorosas. Eso explica el carácter prem aturam ente melancólico de Viviana y el hecho de que, a los 8 meses, negándose a dejar el biberón po r alimentos sólidos que había que masticar, se tornara por largo tiempo anoréxica. Sus padres, sobre todo la madre, tienen principios educativos m uy rígidos y no toleran ninguna falta. Los tests de personalidad confirman la agresividad de . los garabatos. En todos (C.A.T., Blacky, test PN) aparece una fuerte agresividad sádico-oral: muerde, devora; y, en el mismo sentido, interviene frecuentem ente un lobo. Por ejemplo, en su dibujo, de la familia1 , bastante extravagante, Viviana representa un extraño animal, que declara ser “ el lo b o ” , de 70 años, malo, y que, según ella dirá un poco más tarde, tiene 40 años y “ lo m a ta n ” (Viviana se identifica con ese lobo “porque los com e a to d o s” (fig. 37). Esa agresividad oral se expresa sobre todo contra un personaje m aternal y contra un hermanito mientras se manifiesta una neta preferencia afectiva por el padre. Es así como, en el test PN, el

1 Este dibujo de la fam ilia, com o los o tro s que reproducirem os, es e x tra í­ do de nuestra obra: E l te st d el dibujo de la fam ilia, versión castellana, B uenos Aires, E ditorial K apelusz.

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Figura 37. El dibujo de la familia de la Observación 5.

héroe es hijo único, tendencia que se confirmará en la imagen Camada, donde Viviana hará morir a los tres lechoncitos recién nacidos. En ese test, la madre se ve netamente desvalorizada, mientras que el padre es puesto de relieve, hasta el punto de tomar el lugar de la madre en las imágenes de mamada, en que se lo Figura amamantando a los pequeños (tema del padre-nodriza). Viviana expresa, además, en temas bastante dramáticos, una agresividad oral constante, con intervención frecuente de un lobo y de un cocodrilo. Aún más, hasta en las placenteras imágenes de mamada, dice que Pattenoire muerde a su papá. Viviana ha sido sometida a la psicoterapia con ayuda de las marionetas. La niña exterioriza enseguida su problema, y en sus temas, figura casi continuamente un bebé al que van a matar. En varias oportunidades, el homicidio es consumado por un lobo devorador de niños. Pero es importante observar que Viviana no es una perversa, en el sentido de que el desencadenamiento de su agresividad no se produce sin un contragolpe de culpabilidad. Así, el lobo del dibujo de la familia, con el cual se identifica, al final es muerto y, en los 74

psicodramas donde figura ia fiera, Viviana hace de buena gana ese papel cruel; pero inmediatamente después lo transfiere a la psicóloga y asume el de la mamá protectora del bebé; finaliza en que el lobo es castigado por los cazadores. Observamos ahí el proceso muy frecuente de la agresividad vuelta contra sí mismo como culpabilidad, y estamos en mejores condiciones para comprender la doble significación del cercamiento del nom bre en el garabato, explicada en el capítulo 3. Observación 6. He aquí otro caso: el de Silvana, una niña de 10 años que tiene una hermanita de 8 años con la cual siempre se ha m antenido en un conflicto violento.

Figura 38. G arabatos en form a de nido con fuertes pulsiones agresivas (Observación 6).

Sus cinco años iniciales fueron difíciles. Era m uy ávida y glo­ tona. Durante la noche lloraba sin cesar. Se negaba a obedecer a su madre y no controló sus esfínteres hasta los 3 años. Era, por aña­ didura, sumamente colérica. Como sanción a su carácter difícil, la internaron de los 6 a los 10 años en institutos sucesivos. Desde que volvió a casa, se m uestra muy violenta y toma a su hermanita por los cabellos arrastrándola por el suelo. 75

Por otra parte, en varias oportunidades ha robado golosinas, lo cual está de acuerdo con su frustración oral. Sus garabatos representan un “ nido” m uy extenso y expresan con su trazado violento la persistencia de las pulsiones sádico-orales y sádico-anales (fig. 38). ... Sus psicodramas (con marionetas) abundan en temas agresivos en los que se mata. Pero lo que es m uy particular es que el agresor perece casi en forma simultánea con el agredido, probándonos que las violencias de Silvana no dejan de provocar contragolpes con sentido de culpabilidad, exactamente como lo hemos visto en el caso de Viviana. • Obsen'ación 7. He aquí el caso de Yannick, un ríiño de 13 años, que nos traen en consulta debido a sus violentos accesos de cólera. La causa más nimia lo contraría y, en su violencia, se vuelve contra su madre-llegando hasta golpearla. Si ella sale de la habita­ ción, cesa la cólera de Yannick. Lo curioso es que, al final de suscrisis, el niño queda postrado, a p u n to de sufrir un síncope y amenaza suicidarse. Al día siguiente, está m uy cansado y avergon­ zado de lo que le ha sucedido. , Es sorprendente aquí la intensidad del contragolpe depresivo, ya mencionado bajo una forma más discreta, en las dos observaciones precedentes. Esto se observa nuevamente en su test PN, en el cual retiene solamente tres imágenes: Agujero y Partida con un tema de retorno con accidente, y luego Ganso, siempre del test PN, que será la imagen preferida (hay identificación con un ninito de 2 años que se hace alzar). Al final aparece una preocupación constante de ser bueno y obediente. Señalemos que sus garabatos son tam bién agrésivo-depresivos, con una particular intensidad del trazado agresivo en la zona materna, lo cual concuerda bien con lo que acabamos de manifestar (figura 39). b)

Oposición y encopresis

Es sabido que los trastornos tem peram entales tienen a menudo su origen en el estadio sádico-anal, en m om entos en que el niño, debido al desarrollo de su motricidad, v-a siendo capaz de oponerse activamente a sus educadores. Todo error educativo puede entonces suscitar esa oposición. En primer lugar vienen, claro está, las torpezas cometidas en la educación relacionada con el aseo, ya porque se emprenda dema-

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Figura 39.

G arabatos agresivo-depresivos (Observación 7).

siado temprano, o en un m o m e n to poco favorable, o también con demasiada severidad. Pero la oposición puede ser tam bién la respuesta a frustraciones orales (todas las imposiciones en el campo de la alimentación) o a frustraciones afectivas diversas. Esa oposición se manifiesta a m enudo mediante la anorexia, sobre todo en las niñas. Pero en los varones, la misma se traduce más abiertamente en trastornos esfinterianos, casi siempre encopresis diurna. Cuanto m ayor sea la importancia que los padres den al hecho de que el niño aprenda a m antenerse limpio, con más ganas se les opondrá éste en esta forma. Corresponde señalar aquí en particular la influencia nefasta de las madres obsesivas, en quienes las propias formaciones reaccionales provocan una verdadera manía de limpieza y que no p u ed en soportar que el niño se ensucie. Como es bien sabido ahora, los niños-que no controlan sus esfínteres después de los 2 años muestran, por otra parte, un. carácter sistemáticamente contrariante. Y más tarde, aún cuando esos trastornos esfinterianos desaparezcan, una fuerte fijación sádico-anal puede traducirse en una oposición agresiva y un espíritu de contradicción sistemático. P or lo tanto, los psicoanalistas ven con 77

razón el origen de esa mentalidad especial en una actitud de rebelión instintiva constituida en ocasión de una traumatizante educación para el aseo. Observación 8. Rechazo de la escuela. Pablo, de 8 años de edad, no quiere hacer más nada en clase. -- . A la edad de 6 años, había aprendido a leer con facilidad, pero luego se enconfro en la clase de su madre que, siendo maestra, quiso imponerle mucho trabajo. Pablo se negó y ha mantenido su oposición este añoíicon otra maestra de tipo severo.' _ Su agresividad hacia la madre viene de mucho tiempo atrás. Poco deseado cuando nació, fue educado con mucha severidad. El reaccionó negándose a hacer sus necesidades en la bacinilla hasta los 2 años y medio. Habiéndole su madre impuesto, contra su voluntad, el jardín de infantes a los tres años, se tornó nuevamente sucio y comenzó otra vez a hacer sus evacuaciones en los pantalones, lo cual obligaba a que l o ' mandaran a- casa. En el camino de regreso, celebraba su triunfo cantando: “Hice com pota en mis pantalones . Se volvió una vez más encoprésico a los 6 años y medio, cuando estaba en la clase de su madre y lo es aún hoy, de cuando en cuando. En el aula se muestra apático, lento, distraído, cansándose pronto. Es sucio, desordenado y cuida mal sus cuadernos. Sin embargo, su nivel mental es normal, en el test de Raven. Pablo reproduce con frecuencia, también, un tipo de garabatos con el mismo carácter sádico-anal, pero esfumados, expresando por consiguiente una tendencia agresivo-depresiva (fig. 40). Volvemos a hallar esos dos aspectos opuestos en los otros tests de personalidad. Pablo es muy agresivo, sobre todo con respecto a las señoras , a las “ mamás” . Por ejemplo, da un tem a dramático completamente original a la fábula del cordero de Louisa Duss: El cordero grande no va a querer ceder el lugar y comer hierba. Va a matar a la madre. Luego el papá sacará la leche del cadáver de la madre y se la dará a los corderos, que se van a entender m u y bien . En sus psicodramas, Pablo propone constantemente temas de riña y manifiesta en ellos una obsesionante agresividad sádico-oral bajo el aspecto de una fiera que ataca sobre todo a su hermana (de la cual es, en efecto, el rival) y a su madre. Con todo, la tendencia depresiva no es menos fuerte. En la fábula del pájaro, el pajarito, abandonado, va a ser comido por un lobo. En el test dé la aldea, el niño se va de su casa porque su madre le pega y él también va a ser comido por el lobo. En el C.A.T., 78

figura varias veces una mamá-ogro que, por ejemplo, en la imagen 1 cocina a sus hijos-pollitos para tener comida. La madre es siempre frustrante y agresiva. El padre, en cambio, aparece siempre pro n to a brindar ayuda. Esa tendencia depresiva se halla también en los psicodrumas. en el sentido de que el agresor muere-siempre después de sus víctimas, respondiendo a una especie de Talión inmediato. Uno de esos psicodramas, en particular, arroja l u z . sobre el conflicto profundo de Pablo, mostrándonos el origen de su agresi­ vidad en ia s frustraciones de la primera infancia. Un papá-lobo, representado por el mismo Pablo, se come a to d o s y luego es ultimado. Después, Pablo dibuja el lobo, con el siguiente comenta­ rio: "Se com e a todos porque no los quiere. N o los pu ed e ver. Quiere estar com pletam ente solo. Es malo. Cuando era p eq u eñ o , era feliz. Si alguien lo quisiera m ucho, pero m ucho, entonces, tal vez tornaría a ser b u e n o ”. Observación 9. He aquí el caso de Bernardo, un niño de 7 años, que se muestra insoportable, tanto en la escuela com o en la 79

casa, y hace sistemáticamente lo contrario de lo que le indican. Es enurético todas las noches y, durante el día, efectúa de cuando en cuando sus evacuaciones en los pantalones.

F ig u ra 41.

G arab ato s sád ico -an ales (O b serv ació n 9 ).

Es un niño vigoroso, de una vitalidad y una afectividad desbor­ dantes. Pero su madre, que es una maniática del orden y de la limpieza, quiso disciplinarlo desde las primeras semanas, colocán­ dolo sobre la bacinilla y se jacta de haber obtenido asi que el nino hiciese sus evacuaciones sin ninguna violencia. Pero como, hacia los seis meses, Bernardo se contenía y estaba constipado su madre le ponía un supositorio cotidiano para obtener la regularidad de las deposiciones. Luego, cuando el nino tuvo un ano, se levantaba tres o cuatro veces por noche para sentarlo en la bacinilla pero, con ese régimen, ella misma perdió el sueño. El resultado fue q u e Bernardo, frustrado en sus necesidades sádico-anales, se ha m antenido sucio y ha desarrollado un carácter contrariante. Más o menos lo mismo ha ocurrido, por otra parte, con la misma técnica educativa, en el caso del herm ano mayor, que fue enurético de noche hasta los 7 anos. Pero la diferencia de temperamento de los dos hermanos se ha manifestado en el hecho de que, mientras que el vigoroso Bernardo 80

La situación familiar nos lo aclara todo en forma inmediata. Ana perdió a su madre cuando tenía 6 meses y fue criada hasta los 2 años por su abuela materna. Cuando su padre se volvió a casar, la madrastra decidió traer nuevamente al hogar. a_ Ana pero no supo ganar su cariño. Señalemos el hecho de que, a la edad de 2 años, Ana era ya una niña limpia, pero no articulaba aun pequeñas frases; por lo tanto, no Jiabía alcanzado todavía un nivel de socialización suficiente para adaptarse. Tratada con rigor, ha retrocedido y, como padre y madrastra se muestran igualmente intolerantes,, la pequeña Ana se ha quedado detenida en el estadio sádico-anal. , . . .

Figura 43.

La madrastra, que tuvo luego otros hijos, querría mandar a Ana a un I.M.P. y es por esa razón que la trae a nuestro consultorio. Es de notar que Ana tenía mucho miedo que la separásemos de su madre y la amenaza debe haberle sido hecha con frecuencia a causa de su desaseo. Las dos primeras veces, sólo obtuvimos garabatos formando un montoncito, y que cubrían el nombre con un negro opaco. Más tarde, al haber tomado confianza, Ana extendió poco a poco su trazado y, después del test PN, nos hizo los garabatos que vemos aquí (fig. 43), en los que debemos observar:

I o) ei vigor agresivo de ios trazos: 2o) su tendencia impulsiva a sobrepasar los límites de la hoja; 3o) la concentración particular de los trazos sobre el nombre. . El test PN nos aporta un complemento precioso. Ana desarrolla en él un tema constante de padre-nodriza; no es la madre, sino el padre el que alimenta a los pequeños en Mamada 1, Mamada 2 y Ca­ m ada1. Pero esa imagen paterna es vaga, como ocurre a m enudo en el caso de niños m uy regresivos; por una parte, se confunde con la imagen materna, como si las dos fueran intercambiables; por otra parte, la imagen aparece ora como nodriza complaciente, ora como censora. El mismo equívoco aparece en las identificaciones, puesto que Ana será cinco veces el padre y tres la madre, Al final, se dará una identificación global con el padre “que reprende” , por lo tanto con el Superyó paterno. En realidad, este tema del padre-nodriza y sus insólitas identificaciones son signo de una fijación en el estadio oral y de una introyección precoz no estructurante en la instancia paterna. Queda sin embargo el hecho de que las frustraciones sufridas por Ana se objetivan en los temas de la imagen que más le agrada y la imagen que m enos le agrada. La que más le gusta es Cabra, lo cual señala la importancia que ha tenido en la vida de Ana la búsqueda de una madre sustituida. La que menos le gusta es Camada, con escotomización de los pequeños que maman, lo cual indica la fuerte carga agresiva de Ana contra Ios-hijos de su madrastra y, por reflejo, contra la madrastra misma.

II.

LOS CONFLICTOS INTERNOS

Según la teoría general de la personalidad expuesta al comienzo de esta obra, se ha visto que la influencia educativa, representada al principio po r los padres, se introyecta poco a poco en el ser in­ terior del niño y constituye allí una instancia especial que se llama Superyó. Este proceso comienza muy temprano; en todo caso, ya se ha cumplido cuando el niño comienza la escuela, en el m om ento en que alcanza la edad llamada “ de la razón” . Una vez constituido el Superyó, los conflictos se transfieren del

1 No debe sorprender la frecuencia de este tem a del padre-nodriza en nuestras observaciones. La experiencia ha dem ostrado que el mismo se observa más a m enudo en caso de una fuerte frustración m aterna.

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exterior al interior de la personalidad, oponiendo entonces las tendencias instintivas a las censuras del Yo y del Superyó. Esta interiorización de los conflictos falta solamente en los im­ pulsivos, en los'que el control del Yo es com pletam ente deficiente v en los perversos que, en realidad, son m uy raros. Ya lo hemos visto. Al describir, en párrafos anteriores, observa­ ciones de niños, en conflicto externo, nos hemos visto obligados a señalar en casi todos los casos, que la agresividad c o m p o rta 'u n a reacción de culpabilidad, primer paso hacia el vuelco contra si mis­ m o, del que pronto veremos la importancia en las neurosis.. . , , Los conflictos internos, que perturban mas o menos el equili­ b r i o . de la personalidad y su adaptación, son, en un p r in c ip io , neurosis. . • Cuando las pulsiones instintivas censuradas y prohibidas, prime­ ro por los.padres, luego po r el Yo, representante del Superyó, quie­ ren manifestarse a pesar de la prohibición, despiertan-en el alma del niño un miedo, una angustia. Primero, es la angustia del castigo que pueden infligirle los padres; luego es la angustia de la culpabili­ dad interior, cuando el Superyó ya está constituido. Para escapar a la angustia deprimente, el niño pone en marcha lo que se llama los mecanismos de defensa del Yo, de los cuales vamos a estudiar seguidamente las diferente modalidades.

a) El reto m o contra s í m ism o Ya hemos visto que, cuando las pulsiones agresivas chocan con censuras intensas y se ven reprimidas, el conflicto, hasta entonces externo, es decir que opone el sujeto a lo que lo rodea, se inferían y la agresividad se vuelve entonces contra el sujeto m ism o, en form a de d ^ p r e s io n ^

existe una amalgama de agresividad y depre­

sión, que se traduce, ya en un estado de hum or depresivo o grunon ya en reacciones violentas seguidas de inmediato por abatim iento y lágrimas. Hemos visto también, en elxurso de algunas psicoterapias, que el sujeto es inm ediatam ente castigado por sus acciones agresivas según la ley del Talión. Puede tam bién observarse una gama de situaciones variadas que van de la dominante agresiva a la dom inante depresiva, pasando por todas las situaciones intermedias. . . ■ Clínicamente, ora la agresividad esta en t í primer plano y nos consultan acerca de sus manifestaciones, como en los casos¡ 8 y y 10, estudiados más arriba, pero u n atento examen clínico o i

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tests de proyección nos m uestran la culpabilidad y la depresión subyacentes. Ora es el estado depresivo el que ocupa el primer plano, con sus enojosas consecuencias de duda de sí mismo y de fracaso, pero detrás de él se descubre la agresividad censurada; en este último caso, no háy"signos visibles de agresividad",“sino "signos de depresión: humor triste, apatía, lentitud, sentimientos de ver­ güenza, de culpabilidad y de inferioridad (Observ. 13). En nuestra obra sobre El test del dibujo de la fam ilia ,1 hem os mostrado, por ejemplo,, con cuánta frecuencia la rivalidad fraterna puede, en lugar de manifestarse,-com o es normal, en reacciones agresivas, determinar, por un retorno contra sí mismo, un estado depresivo; esta forma de reacción se observa sobre to d o en los tem ­ peramentos femeninos. Conviene explicar aquí de qué m odo e se,re to rn o contra sí mismo puede ser considerado como u n mecanismo de defensa del Yo. Es que, en caso de fuerte agresividad, el sujeto está expuesto a las censuras paternas, que pueden castigar su maldad con la exclu­ sión y el retiro de su amor. Ahora bien, a una edad aun tem prana, en que la estima de sí mismo y la misma posibilidad de vivir reposan enteramente en el amor y la protección de los padres, la pérdida de ese amor equivale al aniquilamiento total, a la.muerte. La depresión neurótica (que es siempre una depresión menor) aparece entonces como el medio que perm ite al sujeto conservar la estima y el amor- de los padres, a costa de un aniquilamiento parcial de sí mismo, que se humilla, se castiga, para atraerse el perdón. Más adelante daremos ejemplos de esto. ' Como se ha visto, los garabatos nos permiten, en este caso, hacer revivir el conflicto profundo, m ostrándonos'en qué medida es asumida la agresividad y cómo “entran en acción las defensas contra-agresivas. Si, como se ha visto, la dom inante agresiva se expresa en un trazado vigoroso hasta la violencia, en cambio, la dom inante depresiva puede expresarse en diversas formas, que van del trazado esfumado al trazado de form ación reacciona!. Por otra parte, hay que considerar tam bién la extensión de los ' garabatos. Cuando las pulsiones se extravierten, toda la página está' cubierta por los garabatos. En cambio, cuandp hay introversión por represión, los garabatos están limitados a una parte de la página.

1 Versión castellana, E ditorial K apelusz, Buenos Aires.

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b) Represión e inhibición Hemos visto que las pulsiones, cuando no pueden sublimarse, son muy a menudo objeto de una represión, sea porque las censuras han sido particularmente fuertes, hasta el punto de inhibir toda espontaneidad afectiva, sea porque - l o cual es lo mismo— el niño está dotado por su estructura nativa de una expansión vital insuficiente, que cede a la menor compulsión. Cuando la represión es muy enérgica —lo cual se observa en los casos patológicos- ocurre que, en virtud de la ley del “ todo o nada” que rige los primeros estadios de la infancia, la'expansión vital puede restringirse en cualquier dirección. Esto equivale a decir que cualquier actividad puede convertirse en símbolo de la tenden­ cia reprimida y que, en tal caso, la interdicción que pesa sobre esa tendencia puede-extenderse como una mancha de aceite-a todas las otras tendencias. Por ejemplo, en el estadio sádico-oral, el impulso a morder, si se contraría con violencia, desaparece, pero pueden desaparecer al mismo tiempo las otras funciones orales: la palabra (mutismo, tartamudez) y la función de comer (anorexia). La represión de un impulso erótico que se manifiesta en forma de masturbación (tocarse) puede engendrar una negativa general a tocar cualquier objeto. Otro ejemplo es el de la represión de las primeras aspiraciones sexuales incestuosas del niño. Esa represión puede extenderse a la vida sexual ulterior y, en la adolescencia, aunque la sexualidad haya cambiado de objeto y se dirija ahora a objetos permitidos, sigue estando bajo el peso de la interdicción inicial, lo cual se traduce en una gran timidez y en impotencia. De igual modo también, cuando una fuerte tendencia al vaga­ bundeo sentimental es condenada por el Yo, el resultado, puede ser una fobia particular a salir donde quiera que sea, o bien una parálisis histérica de las piernas, que conduce al mismo resultado. • Asimismo, la represión de una pulsión agresiva dirigida contra un objeto particular, contra un hermanito. por ejemplo, puede determinar posteriormente una represión general de la agresividad, que va hasta el aniquilamiento de todo dinamismo actuante, de todo espíritu de competencia. 86

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Se debe, pues, admitir que. en virtud del mecanismo inhibidor, zonas m uy vastas de la actividad del sujeto se ven en cierto modo prohibidas, si bien no estaban comprendidas en la represión inicial: y el ejercicio de esas actividades suscita angustia, del mismo modo que la satisfacción tte~Ta-pulsión proh ib ida .-Se-comprende así-que,- si la inhibición es un mecanismo defensivo contra la angustia provo­ cada po r las pulsiones, es, en todo caso, una defensa excesiva, que empequeñece la personalidad y destruye sus posibilidades creadoras. Es, pues, patológica y requiere la indicación de un tratamiento psicoterapeútico. Cuando esa inhibición es muy evidente, suele ocurrir que los padres perciben el carácter patológico de la misma y nos consultan, señalando la poca vitalidad del niño, su humor triste y silencioso, su falta de interés por todo, su timidez y su miedo a la gente. Pero, en m uchos casos, cuando no es tan fuerte, nadie-se alarma, por el hecho de que los niños inhibidos son niños juiciosos que no provocan comentarios. Lo inquietante en ese caso son las conse­ cuencias escolares, la falta de entusiasmo y de interés, la lentitud, la tendencia a soñar despierto que hacen del niño un mal alumno, a pesar de su'inteligencia. Finalmente, en una tercera situación, se nos consulta a causa de perturbaciones temperamentales. Suele ocurrir, en efecto, que la represión cede m om entáneam ente y que toda la tensión nerviosa acumulada se libera de repente en una explosión de violencia. Los que rodean al niño ponen entonces el acento sobre ese rapto, cuyo carácter liberador no advierten, mientras que no dicen nada de la excesiva calma habitual del sujeto que, erróneamente, consideran como normal. La represión y la inhibición se expresan en los garabatos, como ya sabemos, mediante una reducción de la amplitud del trazado, reducción que está en relación directa con la intensidad de la defensa. Si bien no sorprende verificar esa limitación de los garabatos en niños de actitud inhibida, en cambio, no se espera hallarla en sujetos que nos son traídos por sus familiares a causa de sus reacciones violentas, como por ejemplo en el caso del niño de la fig. 14, de 8 años de edad, cuyo com portam iento contrariante y colérico respondía a un conflicto agudo con una autoridad paterna muy intolerante (observ. 17). Recordemos como un caso de interés particular los garabatos localizados debajo del nombre, lo cual, como se ha visto, es el signo de una represión edípica, con regresión hacia un estadio oral de fijación en el progenitor-nodriza. ■ 87

c) Las form aciones reaccionóles del Yo Recordemos aquí el punto esencial del capitulo 3: que, mediante las formaciones reaccionales, el Yo desarrolla en la conciencia las tendencias exactamente opuestas a las tendencias reprimidas y sustituye así el carácter del niño por otro sumamente diferente, hecho de reserva, de docilidad y de estricta obediencia a las reglas. Como hemos visto, el hecho de que, en los garabatos, no se exprese más la espontaneidad primitiva sino las formaciones reaccionales, es^un-triunfo de la defensa del Yo. Volvamos a recordar-la distinción, que hicimos e ilustramos, entre las formaciones reaccionales compatibles con una adaptación bastante amplia y las formaciones reaccionales rígidas, qüe son las únicas patológicas. Las primeras, digámoslo nuevamente, producen garabatos am­ pliamente extendidos (fig. 21). Las segundas, .en cambio, van acompañadaTtté represión y de inhibición, Jo cual produce garaba­ tos de trazo muy reducido. Podemos, por lo tanto, apreciar la intensidad de una represión y de las formaciones reaccionales que la completan, según el grado de reducción de los garabatos y según su trazado reaccional. Mencionemos como particularmente interesantes los garabatos de formación reaccional observables m uy a menudo en los anoréxicos y en los enuréticos nocturnos. Sabemos que la anorexia es una formación reaccional contra la avidez oral, luego de ciertas frustraciones en la relación con la madre. ' _ Pero, en el caso de la enuresis, se podría esperar garabatos de tipo sádico-anal. Ahora bien, los enuréticos constituyen una excep­ ción pues trazan garabatos reaccionales. Si se añade esta com pro­ bación al hecho de que dichos sujetos tienen a m enudo un comportamiento dócil y manías de orden y limpieza, nos vemos obligados a sacar en conclusión que la enuresis nocturna representa una pulsión sádico-anal muy reprimida y combatida por potentes formaciones reaccionales, que son las únicas que se inscriben en los garabatos (fig. 34).

d) El aislamiento Como hemos visto, el aislamiento es un mecanismo de defensa que completa a menudo la represión y las formaciones reaccionales, estableciendo una separación entre el sujeto y el mundo exterior,

cuyas incitaciones correrían el riesgo, por su excesiva proximidad, de provocar las pulsiones prohibidas. A decir verdad, existe ya un comienzo de aislamiento en los dos mecanismos d e defensa- precedentes.---—--— — -----— — ------ ---La represión aleja las pulsiones de la conciencia y les impide realizarse, lo cual se traduce.en los garabatos en forma de vastas zonas blancas que separan el trazado- del resto del espacio vital representado por la hoja. . " — Las formaciones reaccionales.completan ese aislamiento, lo cual se traduce en los garabatos en un trázado: lineal, en que los puntos de intersección están reducidos ál jjiínimo. Agreguemos —y esto es muy im portante— que si una prohi­ bición impide a las pulsiones satisfacerse en el espacio vital exterior, una prohibición análoga les impide entrar en contacto con el Yo civilizado, representado por el nombre. En m uchos garabatos, esto se traduce en el hecho de que el trazado no pasa por encima del nombre y quey en un gran numero de casos, hasta se mantiene separado de él por una zona blanca. Finalmente, el aislamiento puede^expresarse asimismo mediante frecuentes interrupciones en el trazadn, signos tangibles de rupturas de contacto con el medio. Todos estos mecanismos de defensa pueden unirse, como se ve en todos los estados neuróticos en que la fobia al contacto está en primera fila en el cuadro sintomático. Ya hemos visto un cierto número de ejemplos de ello en el capítulo 3, en las figuras 18, 19, 24, 26 y 27. Veremos otros más cuando tratem os de las neurosis (fig. 4 7 ,4 9 , 54, 55, 83 y 85).

e) La regresión Cuando los mecanismos habituales de defensa del Yo son, por alguna razón, incapaces de hacer frente al conflicto creado por las pulsiones, cuando no se puede hallar un comprom iso válido entre las exigencias pulsionales y las exigencias de la realidad y cuando la carga de angustia es, en consecuencia, demasiado grande para ser soportada, se produce, ya sea en forma aislada, o en unión con los mecanismos precedentes, una regresión de la personalidad. La regresión se opone a la progresión. Cuando esta última chocacon un obstáculo demasiado importante, se ve detenida. El obs­ táculo es aq u í el conflicto actual que, no sólo no puede ser superado, sino que crea, además, en el presente, una angustia intolerable. De ahí la utilidad de la regresión, que retrotrae el sujeto 89

a una época anterior, en la cual el conflicto no existía. Debe entenderse aquí que la regresión es un estado muy diferente de la simple nostalgia del pasado. Esta última es el deseo de retornar a un pasado más feliz, pero conservando plena.conciencia de que se está obliaado a vivir en la realidad actual, con todos sus inconvenientes. En cambio, en la regresión no es sólo el pensamiento, sino todo el ser el que retorna al pasado, abandonando el presente. Pero la ventaja que el sujeto saca de ello (verse liberado de la angustia de su conflicto interno) está infortunadamente compensada, por poco que dure, por el inconveniente de una seria alteración de la persona­ lidad. El mecanismo de' defensa por regresión es. pues, también, un mecanismo del “ todo o nada” y, como tal, patológico y generador de trastornos secundarios. , Se nos consulta entonces tanto por ios trastornos del caracter, como por una deficiencia intelectual. . En el primer caso, la familia señala los rasgos de carácter pueriles del niño, considerando su edad y aun, puesto que el ser participa en su totalidad de la regresión, un retorno en el tiempo que hace- revivir estadios funcionales anteriores (niños que vuelven a perder el control de los esfínteres, a caminar o a hablar como bebés). En el segundo caso, más frecuente aún, lo que alarma sobre todo es el atraso en la escuela. El niño se torna pasivo, apático, no piensa más que en jugar y no muestra ningún interés por la escuela, a todo lo cual se añade, en los casos serios, una regresión de la mente, que hace revivir formas primitivas y no permite al niño comprender los problemas de su edad. Observemos que el conflicto ansiógeno más frecuente es el que se produce en el estudio edípico, cuando el niño se debate en la difícil situación que le crea su atracción amorosa por el progenitoi del otro sexo y su hostilidad con respecto al progenitor del mismo sexo. Los factores que obstaculizan la solución del conflicto edípico son numerosos y muchos niños, después de haberlo abordado, son incapaces de resolverlo y por ende de vencerlo, es decii de sublimar su amor en ternura y su odio en competencia, identificándose con el progenitor rival. No podiendo mantenerse en esta situación dema­ siado angustiante, regresan a un estadio pre-edípico, estadio anal u oral, según los casos. Por consiguiente, aquí también la defensa contra la angustia conduce a una reducción del campo expansivo de la personalidad, haciendo revivir los primeros estadios, en que l a s relaciones objéta­ los noestaban aún bien establecidas. 90

En los garabatos, la regresión se expresa con un trazado primitivo, que no corresponde a la edad del sujeto. Es decir que. a una edad en que. se tendría derecho a esperar garabatos marcados por una cierta sublimación o por formaciones reaccionales, se obtienen garabatos de tipo sádico-anal. . Cuando la regresión se une a la represión, lo cual es frecuente, el trazado es, al mismo tiempo, de amplitud reducida, tal como se ha visto. Hemos señalado también varias veces que. cuando esa reducción de la am plitud mantiene el trazado en la zona subyacente ai nom bre, se puede deducir de ello una prohibición edípica¡

f)

L os atrasos en la escuela debidos a causas afectivas

A la luz de las precedentes nociones sobre los mecanismos de defensa del Yo en los conflictos internos, vamos a m ostrar por medio de ejemplos cómo la interpretación de los garabatos perm ite com prender, en cada caso, la dinámica particular de cada conflicto. Pero antes, queremos decir dos palabras acerca de la repercusión casi constante de esos conflictos sobre el buen éxito del niño en la escuela. En efecto, en un gran núm ero de casos, los padres insisten sobre las dificultades escolares del niño, destacando que los maes­ tros se muestran tan sorprendidos como ellos mismos del contraste entre el fracaso escolar y el buen nivel intelectual del sujeto. Primeramente, al leer la libreta_ de calificaciones, uno se siente inclinado a creer que se - t r a t a - d e un débil mental. Pero si se reflexiona, no hay nada de eso: se trata de una pseudo-debilidad, y esa pseudo-debilidad tiene causas puram ente afectivas. La experiencia clínica nos ha enseñado la enorm e im portancia de la afectividad en el rendim iento escolar. Una verdad de sentido com ún es que no se puede aprender si no se tiene un interés afectivo: pasión por el estudio en general o por un estudio determ inado; ambición de alcanzar una meta; deseos de agradar a los padres o al maestro; espíritu de competencia; estímulo de las recompensas o de los castigos. Pero, además de esas motivaciones conscientes, pueden entrar en juego factores inconscientes y, en la mayoría de los casos, en un sentido negativo, disminuyendo la eficiencia. La noción de conflicto psíquico ocupa aquí el primer plano. Por una parte, el dinamismo que se despliega en una tarea escolar es tanto mayor cuanto más grande sea la cantidad de energía vital libre de que se disponga; ahora bien, sabemos que los conflictos entre las pulsiones y las 91

defensas del Yo absorben una buena parte de la energía psíquica disponible, de allí la tan frecuente y penosa impresión de astenia, que es el mayor obstáculo a la eficiencia. Por otra parte, los conflictos neuróticos impiden la maduración de las pulsiones y especialmente el proceso de sublimación, proceso particularmente favorable a las actividades del espíritu. . Así, pues, cada vez que la apreciación clínica o un test de nivel intelectual nos demuestren que un mal alumno posee una buena inteligencia, convendrá buscar en la esfera afectiva los trastornos que provocan su fracaso escolar.' Suele ocurrir que interrogado' el psicólogo nos da una respues­ ta satisfactoria. Para no citar sino un ejemplo, en los numerosos casos en que la deficiencia sigue cronológicamente" a algún acontecimiento afectivo traumatizante: partida de un maestro querido; pérdida de un pariente querido; nacimiento de un hermanito; iniciación sexual perturbadora. Pero, en un gran número de casos, la investigación clínica no basta para informarnos y tenemos que interrogar la personalidad profunda del niño mediante tests de proyección. En la medida en que los garabatos son representativos de conflictos internos, las informaciones que suministran en estos casos son preciosas. Mencionemos aquí, como signos particularm ente frecuentes de esas deficiencias escolares de origen afectivo: I o) la inestabilidad, con imposibilidad de fijar la atención (los distraídos - desaplicados); 2o) la inhibición con apatía, falta de interés por el estudio (Observ. 20); 3o) la astenia con tendencia a fatigarse rápidamente y deficien­ cia de la memoria (Observ. 25); 4o) la falta de atención de los distraídos-absortos, concentrados en algún pensamiento secreto y que, m uy a m enudo, parecen estar “ en las nubes” ; . 5o) la lentitud en el trabajo, a causa de una excesiva m eticulo­ sidad debida al perfeccionismo o a la poca confianza en sí mismo (Observ. 19 y 21); 6o) la ansiedad que hace temer el fracaso y precipita en él al sujeto, en ocasión de pruebas y exámenes (Observ. 22). No hemos querido hacer de este estudio un capítulo aparte —en el cual habríamos analizado los garabatos de la pseudo-debilidad 92

mental— pues el atraso en la escuela por causa afectiva no es sino un elemento en los conjuntos neuróticos estudiados aquí, y lo que los garabatos nos revelan es el dinamismo interno del conflicto neuró­ tico, no la perturbación com pletam ente secundaria y, por otra parte, contingente, provocada en el trabajo escolar; Gomo se verá, -las observaciones con que vamos a ilustrar este capítulo comportan muy a menudo la mención de la incidencia del conflicto sobre el éxito escolar. Agreguemos que, sin haber sido objeto de una elección especial, cierto número de nuestras observaciones se refieren a disléxicos. A la luz de una investigación profunda, parece, en efecto, que la dislexia está a menudo ligada a un estado neurótico.

g)

Conflictos pasajeros y neurosis duraderas

Otra cuestión muy im portante se plantea cuando se estudian los conflictos del alma infantil: la.de saber si el conflicto y las defensas puestas en acción para resolverlo son de carácter pasajero y señalan solamente un momento en la evolución del niño o si los mismos son susceptibles de constituir una neurosis de larga duración. Observemos primeramente; a este respecto que la infancia es el alba de la neurosis, lo cual quiere decir que la m ayoría de las neurosis del adulto tienen su origen en los conflictos del alma infantil, resueltos por mecanismos neuróticos. A menudo, luego de ' u n período de infancia perturbada por angustias,, depresiones menores, fobias, obsesiones, torna la calma, lo cual hace creer en una cura. En efecto, en un núm ero apreciable de casos, es una cura, habiéndose resuelto el conflicto en un sentido que perm ite una adaptación bastante buena y un reemprend ¡miento de la marcha hacia adelante. Pero en algunos, la calma se ha obtenido sólo a costa de una importante represión, y la paz establecida es una paz armada, con la amenaza de que se rem iden las hostilidades al primer incidente. Bastará pues que, más tarde, en la adolescencia o en la edad adulta, se presente cualquier dificultad de adaptación, un agotamiento o una enfermedad que aminore la fuerza del Yo, para que el conflicto surja de nuevo, con agudeza, reproduciendo el estado neurótico. Como veremos en el capítulo siguiente, las neurosis, en el adulto, son bien estructuradas y constituyen entidades morbosas bien definidas. En el niño, eso es m ucho más raro, por el hecho de que el Yo, aún débil y desprovisto de potencia organizadora, no está en 93

condiciones de instaurar un mecanismo de defensa poderoso y siempre igual, y debe ensayar, sucesivamente o al mismo tiempo, varios mecanismos de defensa diferentes. . De esto se desprende que, en el niño, no se observan, en forma, tan constante to m ó en el adulto, tipos de neürosls m uy‘caracterF zadas: neurosis de angustia, neurosis obsesiva, neurosis asténica, sino, en la mayoría de los casos, síndromes polivalentes que presentan signos de varios de esos tipos. Dicho sea de paso, esa polivalencia, unida a una cierta fragilidad de las defensas puestas en acción, es sin duda lo que explica la posibilidad de pasar de una neurosis a otra y las mejores posibili­ dades de cura.

94

3 LOS ESTADOS NEURÓTICOS EN EL NIÑO

Hemos visto más arriba que los estados neuróticos de la infancia no están tan netam ente de4imitados como los de la edad adulta y que, en un niño, no se podría diagnosticar con la misma certeza una neurosis d-e angustia, una de carácter asténico o una de tipo obsesiva, para no citar sino las principales formas de neurosis. Nos limitaremos aquí a dar una definición m uy amplia de los estados neuróticos, contando entre ellos los numerosísimos casos de nerviosismo dependientes de conflictos internos entre las pulsiones y las censuras del Yo-. Esta observación nos hará com prender mejor lo que dijimos más arriba acerca de la imposibilidad de pedir al test de los garabatos —no más, por otra parte, que a los otros tests de proyección— un diagnóstico de neurosis. Lo que el test de los garabatos nos revela —ya lo hem os d ic h o es el punto de equilibrio de las tendencias y las defensas, informán­ donos con ello sobre la dinám ica conflictiva de los trastornos observados. Hemos visto, en particular, que la angustia es un síntoma constante de todos los conflictos neuróticos, ora dominada y rechazada hacia el último plano por las defensas del Yo, ora dom inante y ocupando el primer plano como se ve en esa forma de neurosis llamada neurosis de angustia. Hay que decir aquí que los garabatos no nos muestran directam ente el síntom a de la angustia. Esta, como síntoma principal de los conflictos neuróticos y como causa determinante de la entrada en acción de las defensas del Yo, deberá en consecuencia ser deducida de los garabatos m ediante una interpretación del conflicto, de la manera en que las defensas han podido dominar las tendencias. 95

Situándonos en esta perspectiva dinámica vamos a pasar revista a los diferentes estados neuróticos de la infancia. Puede pensarse que nos hemos tomado grandes libertades con la clasificación — corriente de las neurosis. Pero eso nos ha parecido necesario para seguir la realidad clínica y rogamos tener en cuenta, de ahora en adelante, que si, para claridad de la exposición, hemos dado un nom bre a los'estados neuróticos que vamos a descubrir a continua­ ción, es simplemente en mérito al síntom a dominante en el m om ento de la consulta, sin que ese síntom a constituya, empero, lo esencial del cuadro clínico. Así, clasificaremos bajo el título de . neurosis de angustia los estados en que ésta ocupa el primer plano; bajo el de neurosis asténica los estados en que domina la astenia, etcétera. ■ A tal efecto recordemos que la mención del síntoma dominante es a menudo artificial y está determinada, sea por el sufrimiento del niño (por ejemplo en caso de angustia), sea p or el de los padres, los cuales pueden mostrarse intolerantes con ciertos aspectos del comportamiento del niño que no son forzosamente los aspectos más patológicos. Más adelante daremos ejemplos de esto.

1. LA NEUROSIS DE ANGUSTIA

Los casos que agrupamos bajo este títu lo son los de las neurosis en que la angustia .domina y es el principal motivo de la consulta. Pero, como se verá, la neurosis es rara vez pura asociándosele a menudo síntomas secundarios debidos a la intervención de las defensas del Yo.

Observación 11. He aquí el caso de Jacqueline, una niña de 11 años, la cual, desde la edad de 9 años, tiene angustias nocturnas muy vivas y miedo a la muerte, tanto por sus padres como por ella misma. Eso comenzó, en realidad, cuando la niña tenía 5 años, la noche en que nació su hermanito. La partida de su madre a la clínica provocó en ella un verdadero pánico de ansiedad, que siguió repitiéndose todas las noches, pues Jacqueline tenía miedo que su madre partiera de nuevo y la abandonara. Desde entonces, la niña ha cambiado de carácter; se ha vuelto m alhum orada y agresiva. Está inquieta, apegada a la madre, la abraza continuam ente, desea que le digan y le repitan sin cesar que la quieren, lo cual prueba que, en su fuero interno, duda de ello. Tiene sentimientos de culpabilidad y va frecuentemente a confesarse, por iniciativa propia. 96

Parece que Jacqueline recibió mal el nacimiento del hermanito. En efecto, hasta los 5 años, había gozado de ¡os privilegios del hijo único y, por otra parte, su temperamento retraído, de constitución enclenque y-anor-é-Xrkaj-la-dispo n-ía-ffiai-a-comparí-idos.- Ei-he &ho~esque, como se ha visto, su carácter se había alterado desde entonces, al mismo tiempo que se instalaba la neurosis de angustia. . En un caso así, puede presumirse que la niña haya concebido sentimientos agresivos con respecto al hermanito y a los padres, principalmente .a la madre. Es sabido que tales sentimientos deter­ minan a menudo una angustia de culpabilidad - y el tem or al abandono, angustia que existe aquí (confesiones frecuentes), así como el temor al abandono (actitud frente a la madre).

Figura 44. G arabatos agresivos en una niña ansiosa (O bservación 11).

Esa agresividad subyacente, la encontramos en los garabatos d é ­ la niña, los cuales cubren toda la extensión de la hoja con líneas que se cruzan en todas direcciones. Aquí no hay, por lo tanto, ni represión, ni formación reaccional. Sin embargo, al comienzo, esas líneas estaban entremezcladas 97

con guirnaldas de tipo rcaccional. Pero muy rápido, durante la psicoterapia, esas guirnaldas desaparecieron para dejar el lugar a un trazado de descarnas agresivas. transformación ésta operada en forma paralela a una mejoría de la ansiedad. El trazado reproducido (fig. 44) corresponde a una fase de gran mejoría, el mismo indica pulsiones agresivas desordenadas de tipo pre-genital pero.-hecho particular de esta muestra, con aislamiento del nombre, preservado por un recuadro del ataque de las pulsiones. Estos garabatos nos muestran pues, por un lado, la intensidad un poco salvaje.de las pulsiones en esta niña: por otro, la constitu­ ción de un sector preservado por aislamiento, que tranquiliza por e m om ento ai sujeto sobre las propias intenciones con respecto a los

suyos. La mejoría clínica se explica p u e s por la satisfacción acorda­ da. por una parte a las pulsiones y por otra a las defensas del Yo. Observación 12. He aquí unos garabatos muy diferentes de los anteriores, hechos por una niña de 11 años. Marie-Anmck. hija 98

única. Trazó en primer lugar el recuadro alrededor del nom bre, diciendo: “ Para que los garabatos no pasen sobre mi nom bre” . Las volutas trazadas luego con regularidad tienen un carácter neto de ____________ ________ form ación reacciona! (fig. 4 5 ) . __________ ' Esta niña es. como la precedente; una ansiosa-muyemotiva." que' tiene miedo de todo. Es igualmente muy apegada a su madre y no quiere dejarla nunca. Pero además, a todo eso se añade un carácter escrupuloso, con manías de orden y un cuidado excesivo en el m antenim iento de sus cuadernos escolares, circunstancia que ocasiona una lentitud parali­ zante. Tiene m ucha dificultad en vincularse fuera de la casa, y casi nunca besa. • Se observan también los signos de una neurosis de escrúpulo en su test PN. En efecto, el relato comienza con dos temas punitivos, seguidos de dos temas agresivos. Ahora bien, eso se repetirá en las Preferencias-Identificaciones, donde vemos que las dos imágenes sádico-anales agresivas y la imagen de la batalla entre hermanos, son las tres que menos gustan y las no asumidas. Las imágenes depresivas son asumidas mejor, de donde se puede concluir que esta niña hace prevalecer la instancia punitiva sobre la instancia punible, en otras palabras, qué tom a el partido de su Superyó, lo cual es bien característico de una neurosis de escrúpulo. La niña repite también ese m odo de defensa en sus psicodramas puesto que, por lo menos al principio, hace asumir la agresividad de sus temas a -la psicoterapeuta y ella misma representa, once veces sobre dieciocho, la instancia punitiva representada por la madre. Y sin embargo, la agresividad existe, puesto que figura en todos-los psicodramas, y siempre dirigida contra la madre; pero es subyacente y expresada con poco vigor. Paralelamente, si las volutas regulares de sus garabatos no expresan agresividad aparente, es que las mismas son ya el resultado de una defensa. La prueba de que las pulsiones agresivas existen en lo profundo nos la suministra a q u í el hecho de que la niña, para preservar su nom bre de todo ataque, comienza por rodearlo de un recuadro. El proceso dinámico de este trazado nos revela pues que poderosas formaciones reaccionales tienden aq u í a contener la agresividad y la angustia, lo cual se traduce clínicam ente en rituales de orden y limpieza.

Observación 13. He a q u í el caso de Maryvonne, una jovencita de 16 años, la mayor de tres hermanas, la cual, desde hace más o 99

m e n o s c u a t r o a ñ o s, é p o c a en q u e fuera in te rn a d a •comc. p u p i l a t ie n e an g u stia s c o n tin u a s. H ay q u e decir q u e si b ie n sus p r o g r e s o s escolares so n _ n o rm a le s, n u n c a ha a c e p ta d o de b u e n g r a d o su s itu a c ió n d e Dupila, por ser m u y a p e g a d a 'a la m a d r e y q u e , d u r a n t e . . . los tre s p r im e r o s añ os de la separación, n o a u m e n t o de p e so. P o r la noche tie n e m u c h a s pesadillas, cree ver fa n ta s m a s y n o p u e d e d o r m ir s e a .o scu ras. El h e c h o q u e m o tiva la consulta es u n a agravación r e c i e n t e d e l es ta d o de M a ry v o n n e , q u e está c o n s t a n t e m e n t e a n sio sa y ris e y q u e p o r a ñ a d id u r a , no p u e d e c o m e r m á s p o r q u e ti e n e c o n t i n u a - , m e n t e el t e m o r de tra g a r mal y ah o g a rse (disfagia ansiosa). Al

menor malestar, se cree gravemente enferma y tiene miedo d m 0 T d e c ir verd a d , la disfagia c o m e n z ó h a c e varios a ñ o s y, cosa • cu riosa, la niña .c u e n ta q u e , c u a n d o q u e r ía h a c e r a sus p a d r e s p re g u n ta s relativas a la sexualidad, no p o d ía llegar a h a b l a r , y p re g u n ta le q u e d a b a en la gargan ta “ e x a c t a m e n t e , d ic e , c o m o los a lim e n to s q u e no puedo tragar . E n el análisis p ro y e c tiv o se ve q u e , en M a r y v o n n e h a y una fuerte interdicción sobre la sexualidad. Por e je m p lo , e n el t e s t PN , la im agen Beso q u e de o rd in a rio gusta m u c h o , es a q u í la q u e m e n o s aerad a d e to d a s , porque Pattenoire esta celoso de que los padres se auieran y él se siente excluido. Pero v e m o s a d e m a s e x p r e s a r s e ,_ a p r o p ó s i to de esa imagen, un te m a q u e se r e p e tir á c u a tr o veces; m a s a p r o p ó s ito d e las im ágenes de m a m a d a : q u e el a c e r c a m i e n t o d e los sexos es in d e c e n te , así c o m o es in d e c e n te q u e u n a m u je r m u e s t r e el v ie n tre y los senos. Por o tr a p a rte , en ese m is m o te s t, el h e r o e se revela c o m o u n m u c h a c h o levantisco y d e s o b e d ie n te , lo c u a l es tribial, p e ro lo q u e lo es m e n o s, es q u e M a ry v o n n e no c o n s ie n te n u n c a en- a s u m ir las a c ciones c u lp a b le s y se id e n tif ic a o r d i n a r i a ­ m e n t e c o n la instancia pun itiv a. C ritica p u e s c o n g ra n se v e rid a d y, al final, declara q u e P a tte n o ire va a t e r m in a r m al, sera a p la s ta d o a lg ú n d ía , c u a n d o salga sin perm iso. S a b e m o s q u e las fo rm a c io n e s r e a c c io n ales c o n tr a la s e x u a lid a d ,

expresadas en el test PN, corresponden a fuertes pulsiones edipicas re p rim id a s. . E n un a im agen del test de Sym onds, q u e r e p r e s e n ta u n a jo v e n c o n las m a n o s ju n ta s , vem os e x te r io r iz a r s e esas p u ls io n e s : Esta

orando. Parece preocupada. Su mamá está enferma de cáncer. Ella sabe que su mamá se puede morir. Se irá más confiada... La mam a se va a morir; ella va a quedar sola con el padre . ^ S a b e m o s - s i n q u e sea posible e x p lica rlo a q u í d e t a l l a d a m e n t e q u e la disfagia ansiosa ha estado sie m p re v incu lada a u n c o n flic to

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edípico con represión y regresión al estadio oral y que el temor a la deglución es aquí simbólicamente el temor a la penetración sexual. Ignoramos en virtud de qué experiencias vitales de su infancia Maryvonne ha vivido su situación edípica con ansiedad y culpabilidad, pero sabemos que su carácter es poco sociable, que casi no hace amistades, que se entretiene sola, leyendo. Aquí los garabatos, indican una buena expansión vital puesto que cubren toda la página, nos muestran un trazado lo menos agresivo posible y, por añadidura, un notable aislamiento, pues el trazado presenta un mínimo de intersecciones y el nom bre no está cubierto (fig. 46).

Figura 46.

G arabatos de aislam iento (Observación 13).

Observación 14. He aquí el caso de Christian, un niño de 6 años y medio, el cual desde hace varios meses, sufre constantemente de miedos nocturnos. La primera noche, como tenía una botella de agua caliente en su cama, creyó que era alguien y gritó amedran­ tado. Estuvo un mes casi sin dormir, gritando y llamando a sus padres. Desde entonces, vive con miedo aun durante el día y no se 101

anima a ir solo de una pieza a otra. Se ha vuelto muy emotivo y llora o se enoja por nimiedades. Los primeros garabatos, hechos en el momento de la consulta (fig. 47), son enteramente desusados en un niño de esa.edad, pues revelan formacionesreaccionales intensas con aislamiento. En este niño los tests de personalidad han revelado una-fuerte inhibición ansiosa. Tiene miedo de comprometerse y se niega a asumir ninguna" tendencia agresiva. Es más: esas tendencias agresivas, las vuelve contra sí mismo. Es así como, en el test PN, después de haber dado a la- mayoría de las imágenes temas pobres y banales de los que no se puede sacar ninguna conclusión,, da de repente a

Figura 47.

G arabatos reaccionales de un sujeto ansioso (Observación 14).

N o c h e , u n te m a rico y original: “ E s tá o s c u ro . H a y lun a, el lo b o los c e rd o s . H a y d os q u e d u e r m e n : u n o q u e mira p o r la v e n ta n a ¿Cual es? "El b e b é ” (a sí llama a P a tt e n o ir e ) . ¿ Q u é ve? Un lobo . ¿Q ue pie n sa? “Cree que lo va a co m er”. ¿ P o r q u é ? "Porque no esta en su casa”. C h ristia n ha visto, pues, u n l o b o e n lugar d e tos cerdo s p a d r e s . E n las P re fe ren c ia s -Id e n tific a c io n e s , se revelara la im p o r-

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tancia de ese tema pues, de 16 imágenes, 15 son rechazadas, con el comentario que hace Christian de que "no le gustan los chanchifos p o rq u e el lobo se los va a comer". Ese tema se repetirá cinco veces y. al final, -Christian-dirá-que--‘-‘e f lcrbo~hj-vtra-Trunter pu ru u e~rtelW una pa ta negra p o r haber estado en el barro".

El tono depresivo de esos temas se confirma al final con la declaración de-que, en esa historia, nadie es feliz. Hay que observar que ese test se efectuó . en un clima de malestar con ansiedad e inhibición. Las defensas son potentes y. en particular, el niño hace un uso constante de la relación a distancia: los protagonistas no se nombran;' los temas se fraccionan en detalles descriptivos aislados; Christian no se identifica nunca con el héroe y, en la mayoría de los casos con nadie. Esto concuerda con el estilo aislado de sus garabatos. Form ulam os la hipótesis de que la tendencia depresiva, ansiosa, de este niño fuese el reverso de una agresividad m uy fuerte y que el lobo agresivo que lo amenazaba fuese m uy probablem ente una proyección de sus propias tendencias agresivas. Habiéndose indicado una psicoterapia, Christian fue observado con regularidad, durante seis meses. La hipótesis emitida acerca de la'agresividad reprimida y vuelta contra sí mismo, se vio plenamente confirmada. En todos sus psicodram as, el niño dio prueba de una agresividad salvaje, en juegos en que. la pobreza de los temas tiene su compensación en la violencia de los gestos. Muy inhibido las primeras veces, cambió rápidamente de m anera de ser, manifestando con fogosa alegría descargas cada vez más violentas. Pronto intro­ dujo un lobo que devora padres e hijos, com iéndolos y volviéndolos a comer, sin fin y-asumiendo él ese papel. Claro está que, m ediante ese traspaso de la agresividad a un animal, Christian disminuye su propia culpabilidad y además, se hace acom pañar por otra fiera, papel éste que representa-la psicóloga. Por lo tanto, el lobo del test p ro y e c tiv o era él, como habíam os pensado al principio. Pero hacía falta el clima liberador de los psicodramas para mostrárnoslo en su agresividad desencadenada, mientras que en la vida corriente domina la interdicción. Podría preguntarse el porqué de semejantes defensas en un niño tan pequeño. Es que los padres de Christian son educadores m uy severos, que censuran las menores faltas. Sobre todo, enviado a la escuela a los 3 años, el niño, al principio, lloraba m ucho y se oponía. Luego demostró ser un escolar exageradam ente escrupu­ loso, llegando a copiar, todos los jueves, páginas enteras de libros. Obsérvese la sorprendente transform ación de sus garabatos durante la psicoterapia (fig. 48). El aislamiento ha desaparecido y la

Figura 48. G arabatos agresivos del mismo sujeto.

página está cruzada por flechas agresivas que respetan, sin embargo, el nombre. En la época de estos segundos garabatos la mejoría clínica era ya muy importante: los terrores ansiosos habían desapa­ recido y Christian se mostraba mucho más alegre. Observación 15. He aquí el- caso de Jacky, un joven de 17 años que presenta un estado subcontinuo de angustia con agora­ fobia. No puede salir de su casa si no lo hace en compañía de su madre, de la cual no se aparta en ningún m om ento A la edad de 11 anos tuvo su primera crisis de angustia, p , inteligente y sensible, siguió siendo buen alumno. Cuando tem a 15 años, su padre murió repentinamente en su presencia y sus angustia se duplicaron: está en un continuo estado de ansiedad y depresión, no se anima a hacer más nada y ha abandonado los estudios. Es un muchacho simpático, sensible y bastante culto, de trato agradable, pero superficial. Es muy narcisista y se preocupa única­ m ente de sí mismo y de su salud. Por otra parte, como se ha visto, se muestra enteramente apegado a su madre. 104

Figura 49.

G arabatos aislados en la zona m atern a (O bservación 15).

Sus garabatos (fig. 49) están enteram ente circunscriptos a la zona de protección m aterna, pero además, con una tendencia muy señalada al aislamiento, tendencia que no hemos podido estudiar m ás'profundam ente, pero que puede presumirse sea un mecanismo de defensa contra las pulsiones.

II.

LA NEUROSIS DEPRESIVA

Como ya hem os dicho, no hay un límite bien definido entre las diferentes neurosis; la categoría en la cual se coloca un caso dado, indica simplemente cuál es el síntoma clínico predom inante. Hemos visto que la angustia está a menudo acompañada de hum or triste. Recíprocamente, cuando la depresión ocupa el primer plano, está a menudo acompañada de un elemento ansioso nada desdeñable. Observación 16. He aquí el caso de Ana, una niña de 12 años, expansiva, de tem peram ento afectivo tierno, que se presenta como 105

Figura 50.

G a ra b a to s depresivos esfumados (Observación 16).:

una deprimida, de humor constantemente melancólico, pero con la cual es fácil entrar en relación. Sus garabatos (fig. 50) cubren toda la página con un esfumado ligero, sin ningún rasgo agresivo. Los mismos indican, por lo tanto, una buena expansión vital, con una detención en el estadio sádico-anal, el estadio de las pulsiones agresivo-depresivas, que comporta, empero, una fuerte dominante de retorno depresivo contra sí misma. Corresponden bien, por lo tanto, al estado clínico. Esa depresión persistente ha repercutido en el trabajo escolar, hasta el punto que Ana, si bien inteligente, lleva dos años de atraso. Es la mayor de 3 hermanos (los otros dos son varones) y, en nuestras conversaciones con ella, notamos ya la expresión, aunque velada, de una carga agresiva bastante fuerte contra la madre, acusada de preferir a los dos hermanos varones. El test PN nos muestra también esa carga agresiva, pero sofocada por las censuras. La rivalidad fraterna no se expresa en forma directa, sino indirecta con el deseo de ser hija única o de ser la benjamina, porque, según dice, de pequeña se es más mimada. El tema de Agujero es bien significativo de la depresión.

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“Patt.enoire había salido .]• se perdió. Había salido porque no era feliz, porque sus padres querían más a su hermano y a su herm ana”. Pero ese deseo de ser el privilegiado es igualmente censurado, como se ve_bien en las imágenes de mamada_JQe-ordin:irin ■v conforme al principio del placer. Mamada T gusta y Mamada 2 no gusta. Ahora bien, para Ana. es a la inversa: Mamada 1 no le gusta “porque, dice Ana. no hay más dos en la imagen, porque no están el hermano y la herm ana”. A la pregunta: “ ¿Por qué es mejor cuando están juntos? ” , Ana responde:’ "Para distraer a m am á”. Y Pattenoire, ¿qué piensa de eso? “Bueno (con cierta irritación en el tono de voz) él está contento. ¡El prefiere estar solo! ” ¿Y la mamá? "Ella prefiere que estén los tres”. Así pues, esta niña ha experimentado .fuertes sentimientos de agresividad contra sus dos hermanos, tal vez realmente preferidos por los padres.. Pero esa agresividad, que suscitaba en ella una angustia de culpabilidad y el tem or del abandono (V. Agujero), se volvió contra la niña, de donde el humor triste, la falta de dinamismo, el fracaso escolar y los garabatos esfumados. En las observaciones que siguen, veremos esos sentimientos de agresividad aparecer en primer plano en la observación clínica. Pero si bien el aspecto depresivo sólo se descubre mediante un examen más atento, eso no significa de ninguna manera decir que sea de importancia secundaria. Es simplemente que las manifestaciones agresivas son aquí muy mal toleradas por padres exigentes, que las señalan, mientras que no se inquietan por la inhibición, no obstante ser más grave en sus consecuencias, sobre todo en el campo de la eficacia escolar. Observación 17. He aquí a Annick, una niña de 11 años, que nos traen en consulta debido a sus violentos accesos de cólera, durante los cuales golpea a sus hermanos y hermanas, dice palabro­ tas, se revuelca por el suelo y rompe sus pertenencias. Esas crisis de cólera comenzaron desde que Annick, a los 10 años, fue llevada a casa de una señora sola que había propuesto a sus padres “ enseñarle” . En efecto, éstos se quejaban de que la niña era malhumorada y agresiva desde el nacimiento de su herm anito, cuando ella tenía 2 años; en esa oportunidad, lloró mucho, decía que no quería el herm anito y le pegaba. Un año después, cuando nació una hermanita, llevaron a Annick durante un año, de los 3 a los 4 años, a casa de una nodriza que, infortunadamente, era alcoholista y no se ocupaba casi de la niña, a tal punto que ésta adelgazó; la llevaron entonces, de los 4 a los 5 años, a una 107

institución para niños débiles, donde recobió su peso. Luego vino la internación para “ enderezarla , a la edad de 10 años. ^ _Esas-tr.es internaciones sucesivas han despertado en el corazón de la niña un vivo temor de verse"expulsada de la'casa por su maldad.

Figura 51. G arabatos inhibidos esfumados (Observación 17).

Este aspecto depresivo es el que ocupa el primer plano en los tests de proyección. Así, en su test PN, Annick rechaza todas las imágenes agresivas, critica la avidez oral de Pattenoire que no quiere dejar leche a sus hermanos y se niega, por otra parte, a desempeñar el papel. Juegos Sucios ofrece un tema de agresividad contra la madre pero la imagen, rechazada al comienzo, no gusta ni es asumida. En cambio, en Ganso, la imagen que menos le gusta, Annick acepta ser el chanchito mordido. La niña asume pues aquí la culpabilidad y debemos observar que los tres deseos solicitados a Hada son deseos de perfeccionamiento moral, como ocurre en el caso de los escrupulosos. , Asimismo, sus garabatos (fig. 51) son de represión, estríe a­ mente limitados al nombre y hasta encuadrados. Son garabatos108

Vemos, pues, liberarse aquí, mediante la acción psicodramática. la agresividad reprimida, pero bajo una forma salvaje de “ m atar o ser m uerto” que no ha podido llegar a una socialización del instinto, hecho que nos revelaba ya el trazado de los garabatos.

Figura 52.

G arabatos de agresividad reprim ida (Observación 18).

Observación 19. He aquí el caso de Anita. una niña de 10 años, que nos traen al consultorio por sus dificultades escolares y una persistente anorexia mental. Esa anorexia data de la edad de dos años. Entonces. Anita, que es la segunda de tres niñas, mordía a sus hermanas hasta hacerlas sangrar y llegaba a agredir a la más pequeña en la cuna. Para castigarla, su madre la mordió fuertemente. Y desde entonces, Anita no' lo hizo nunca más. Pero su carácter se alteró; se tornó ansiosa, con un terror particularmente pánico hacia todos los animales que muerden, aun los más pequeños; comenzó además a tartamudear y se tornó anoréxica. Este conjunto de trastornos de la función oral muestra hasta qué punto la censura resultó fuerte y cuán profun•damente impresionó a la niña. 110

Se tiene aquí la prueba de que la anorexia mental puede constituir una form ación reaccional contra la agresividad oral. El test PN nos Ib revela con claridad. En varias de las escenas de mamada, se mQestfá'al'liefoe bebiendo'"más que’ToFofros", h a s ta e i punto de tener .una indigestión. Anita rehúsa identificarse con él. En Titubeo, la niña dice: "Pattenoire se volvía cada vez más difícil. N o com ía casi m da. Su madre se enojaba. El se enfurruñaba. Su madre estaba de lo m ás aflijida porque no quería c o m e r”. Anita se identifica, en esta imagen, con Pattenoire “porque es co m o y o ”. Vemos expresarse aq u í sucesivamente la avidez y el rechazo. Pero la avidez es subterránea y no asumida; la defensa del Yo impone, en cambio, la actitud de rechazo con identificación.

La tendencia de Anita a las formaciones reaccionales se mani­ fiesta también en el hecho de que, cuando se m uestra ávida, se reprocha a sí misma. Suele ocurrir que rechaza un b o m b ó n porque es Cuaresma y quiere hacer penitencia. Agreguemos que Anita ha vivido su conflicto edípico en la misma forma anoréxica de oposición a su madre. Aun así, se siente

m uy culpable y. cuando a la hora de las comidas, su madre le dice: “ ¡ Me vas a hacer morir! ” , la niña tiene mucho miedo de que eso S U C 6 C Í3 . V Q U 6 0113. SGá J G S p O n S S b l C .

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Para escapar a esta situación deprimente, Anita tiende a regresar a su época de oro de los dos anos y, en varios tests, se identifica con un niño de esa edad. Es que, en efecto, a los dos anos no había vivido aún W situación ansiógena en la que se debate hoy, m temor al castigo que expresa, si bien- de m;añera or^ ^ Agujero: , Pattenoire se ha perdido en la noche. Sus padíes no han encontrado. Se va a morir de hambre. , . Ppr Sus zarabatos (fig! 53) l l e n a n ampliamente la pagina Pero- su trazado en línea circular festoneada indica bien la intensidad de las formaciones reaccionales; gracias a lo cual se anula la agresividad, así como también el contragolpe depresivo que esta traería c o n sto .

III. LA NEUROSIS DE INHIBICIÓN

Es sabido que uno de los medios para escapar de la angustia de un conflicto interior es inhibir en sí mismo las pulsiones Prohibidas. Como se ha visto, la represión constituye un mecanismo inhibidor Pero existen casos bastante numerosos en que la inhibición se extiende a todo el dinamismo pulsional y coloca su sello sobre toda 11 “ r e c o t í n entonces, no debido a la ansiedad ni a la depresión ni a las manifestaciones temperamentales, sino debido a la falta de vida del niño, a su inercia y a su falta de iniciativa, que se manifiesta tanto en el hogar como en la escue a, con el resultado inevitable de una detensión en los progresos escolares. Observación 20. He aquí el caso de Sergio, un niño de 11 anos, del cual nos dicen que es un niño m uy dócil muy Puntual en su trabajo, pero que fracasa en la escuela a causa de una dislexiamuy pronunciada. Todas las tentativas de reeducación han tropezado con la misma dificultad: puntualidad perfecta del niño en el cumpli­ m iento de los ejercicios que se le dan para hacer, y sin emb rg , fracaso total de la reeducación, a pesar de una inteligencia m y buena. piEsa docilidad sin resultados aparece como una mascara, bl hecho es que, hasta los 3 años, Sergio hizo una fuerte oposicion a su madre, bajo la forma de encopresis. Muy ridiculizado por ello, c a m b ió t o t a l m e n t e de c a rá c te r. En su test PN, J u e g o s Sucios es a imagen que menos le gusta (identificación: la nina limpia) y la

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preferida es, cosa singular, Carreta, lo cual es a q u í el signo de u n a fuerte tendencia al autocastigo. Sergio nos hizo numerosos garabatos; todos ellos se extienden por toda la página, pero en un estilo de gran aislamiento. He a q u í dos de ellos. El primero (fig. 54) está com puesto de líneas paralelas, pero que no pasan por encima del nombre, protegido por un recuadro: es su estilo de trazado más frecuente. El segundo (fig.55) es más original: el nom bre no está encuadrado y los rasgos esparcidos por la hoja tienen un aspecto agresivo que sorprende, pero son acciones agresivas fragmentarias, que se detienen antes de haber alcanzado su objeto. .

Tenemos aquí el derecho de preguntarnos si la agresividad inhibida no se ha transferido a esa forma de oposición disimulada representada a m enudo por la dislexia. Pero la psicoterapia empren­ dida para ayudar a la reeducación ha fracasado también ante la actitud de inercia pasiva del sujeto, el cual ha m antenido su oposición por razones profundas que nosotros ignoramos.

Observación 21. He aquí a Yves. un niño de 11 años, traído a la consulta por su madre porque es lento en todo lo que hace, tanto en sus juegos como en el trabajo escolar. Tiene manías de orden y una meticulosidad que explican en g r a n parte su lentitud. Carece de iniciativa y no se desenvuelve tan bien como sus hermanos de 6 y 7 años. Es tímido, temeroso y tiene miedo cuando le regañan. Su conducta es la de un niño muy juicioso, amante de la . soledad y la tranquilidad. El caso nó ha sido estudiado y no hemos podido hacer el análisis profundo que nos habría revelado las causas de esa inhibición neurótica.

Pero los garabatos (fig. 56) nos perm iten deducir. I o) potentes formaciones reaccionales (carácter muy rítmico del trazado); ■ 2o) una tendencia depresiva, por el hecho de que el trazado va de arriba hacia abajo; 3? ) una fijación en la zona de protección materna. 1 14

Como se le dijera que algunos, al hacer garabatos, pasan p o r encima del nombre, Yves dijo, sin explicarse, “ que no estaba bien” . Observación 22. He aquí el caso de Francisca, una niña de 12 años, que nos traen por un atraso de 3 años en la escuela, a pesar de ser inteligente y en la cual descubrimos una dislexia m uy p ro ­ nunciada. “ Ninguna dificultad en cuanto al carácter -d ic e la m adre—, es una niña muy juiciosa y m uy aplicada.” En realidad, es demasiado juiciosa, exageradamente tím ida con los extraños y en ía escuela, y, debajo de su miedo constante a hacer las cosas mal y de su convicción de que es una incapaz, se descubre una vívisima ansiedad. Durante los tests y la psicoterapia, se muestra sum am ente inhibida, apenas habla y tiene siempre miedo de comprometerse. El test PN revela una fuerte censura de la agresividad y una ausencia total de compromiso: Francisca no es nunca la h e ro ín a y, o no se identifica, o bien se identifica con una niñita de 4 años. En sus psicodramas, es incapaz de proponer temas agresivos y más aun de representarlos. Cuando, por casualidad, propone un tem a un 115

poco agresivo, tal como el hecho de romper un florero o destruir una flor, no lo representa personalmente y, resistiendo a todas las sugerencias de ser agresiva, se echa atrás diciendo que no es lindo pelearse. Los castigos paternos son siempre severos y el tono de los juegos siempre depresivo. Francisca no asume nunca su propio papel, sino que, la mayoría de las veces, representa el de un nino de 4 ó 5 años, que es la edad de su hermanito. Esa incapacidad total para asumir las tendencias agresivas lleva a esta niña a descentrarse constantemente, lo cual quita la seguridad a su personalidad. No tiene la menor confianza en sí misma y se juzga mala, tonta, e inferior a las demás niñas. Sin embargo, no ha sido siempre así, pues nos enteram os de que, cuando pequeña, Francisca era audaz, cariñosa, pero de carácter difícil, que no controlaba sus esfínteres ni de día ni de noche hasta los 3 años, por lo que sus padres la corregían severamente. Es probable que, como en el caso precedente (Observ. 20), la misma intensidad de las pulsiones haya provocado una reacción muy violenta, con retorno de las pulsiones contra sí misma. - • . 116

■ Esta niña repite constantemente los mismos garabatos (fig. 57), en forma de espiral muy abierta, descendente, limitada a la zona central. No hay en esos garabatos rastros de agresividad, sino de represión (limitación) con form a c ió n reaccional y te n d e n c i a d e p r e - ____ siva (trazado-descendente)."---------------------------- ---Observación 23. He aquí el caso de Chantal, una niña de 13 años, la cual a pesar de su buena inteligencia, tiene dificultad en seguir el último curso de la escuela primaria; también es disléxica. Tanto en la escuela como en-su casa, es una niña juiciosa, m uy tranquila. Sus fracasos escolares la deprimen. Es muy tím ida, no se atreve a leer en voz alta y tiene frecuentes crisis de llanto. Chantal disputa mucho con sus dos hermanas (ella es la 2a.), pero tiende a replegarse sobre sí misma, en la soledad. Es, sin embargo, muy apegada a su familia, de la cual nunca quiere separarse. Debemos señalar que Chantal ha sido, desde su primera infancia, una niña tranquila, poco vivaz, que jugaba sola en un rincón. Desde muy temprano, fue limpia y ordenada. Hacia los 8 años, estos rasgos se acentuaron sin razón aparente y el deseo de orden y limpieza de Chantal raya ahora en la manía. Además, hace su trabajo escolar con extrema conciencia. Chantal se nos presenta en una actitud de inhibición m uy marcada, el rostro hermético, sin sonreír y sin abrir la boca. Su test P N refleja esa inhibición. Pero, además, nos hace percibir una- depresión neurótica subyacente con una fuerte tendencia masoquista a desvalorizarse y a identificarse con un protagonista desdeñado e infeliz, por lo menos al vivir los temas, pues en el momento de asumir e identificarse, la niña se esquiva. Tan es así que Chantal, de los temas, no ha retenido sino una imagen: Partida, con el tema del chanchito que perdió a sus padres y está triste; esa imagen le gusta y se identifica con el animal que no volverá a encontrar a sus padres. La niña se negó primeramente a hacer garabatos y debem os observar a ese respecto que esa negativa no es rara en los inhibidos, dado que niegan expresión a todas sus tendencias. Después, nos hizo varios garabatos del mismo tipo (fig. 58), que expresan con su carácter reaccional pobre, la intensidad de sus represiones y de su fijación a la madre-nodriza. 1 17

IV.

LA NEUROSIS ASTÉNICA. LAS DUDAS Y LOS ESCRÚPULOS

La astenia, que se traduce clínicamente por una propensión anormal a la fatiga, existente aun antes del esfuerzo _(por ejemplo, por la mañana al levantarse), es m uy frecuente en las neurosis. . cualesquiera que sean. La misma se explica por el hecho de que una buena parte de la fuerza viva del Yo se halla absorbida por la lucha contra las pulsiones y no está por lo tanto disponible para la acción exterior. Sin embargo, hay casos de neurosis en que la astenia ocupa el primer plano en el cuadro clínico. . Con mucha frecuencia, la astenia psíquica se traduce en una tendencia a la fatiga de la atención y de la memoria y en un perpetuo dudar de sí mismo. En el orden moral, esa duda se expresa en incesantes escrúpulos. De ello resultan grandes inconvenientes para el trabajo intelectual, pues, com o el sujeto no está nunca seguro de nada, examina y analiza una y otra vez todo lo que sabe, piensa y hace, lo cual origina una lentitud particular, que perjudica el rendimiento. 1 18

Agreguem os que la astenia comporta la búsqueda de un medio p ro te c to r que ahorre al sujeto todo esfuerzo de expansión. Es decir que la astenia va siempre acompañada de una regresión más o menos manifiesta,—con—t-endeneia- a-~re tornan!'"medio""pToTecTor:~cTe~[a m adre-nodriza. De ahí q u e ’ los garabatos de los asténicos estén, como hem os visto, limitados, en la mayoría de los casos, a la zona situada debajo del nombre. Observación 24. He aquí el caso d$ Juan Pedro, un jovencito de 15 años, hijo único, que nos consulta debido a una astenia que le provoca dificultades en la escuela. Es un muchacho m uy inteligente que, hasta el sexto grado, fue siempre el primero de la clase. Se nos m uestra como un sujeto un tanto inhibido, tím ido y que habla bajo. J u a n -P e d r o tuvo una infancia delicada, pues no tenía m ucho apetito. Pero era un niño movedizo, alegre y lleno de audacia. Por io menos fue así hasta los 5 años, edad en que cambió por completo: muy calmo, tím ido, inclinado al pesimismo y a desmoralizarse tan p ro n to sufría un fracaso. Ahora sitúa la edad de oro antes de los 5 años porque, dice, que no se tienen preocupaciones ni obligaciones. Podem os deducir de ahí que, a esa edad, vivió un conflicto interno resuelto m ediante una intensificación de las censuras, con form a­ ciones reaccionales. Su te st P N es típico de una neurosis de duda y de escrúpulo. En los temas, se limita a describir imágenes sin expresar ningún sentimiento. En las P.-I., tiene mucha dificultad para hacer la elección y termina poniendo entre las que le gustan, las imágenes “ que tienen más sentido” . Además, las defensas aparecen como dirigidas por un Superyó severo, ante el cual cede el Yo; de allí las satisfacciones autopunitivas que da, sobre todo, el originalísimo tem a de Carreta: la imagen que no le gusta “a causa del sufrim iento que debe experim entar Pattenoire ante la idea de que, un día, será vendido p o r los granjeros . . . el infortunio de su raza . . . la crueldad de los granjeros” . ¿Quién es ese a quien empujan? “ Es Pattenoire que se rebela. ” Por último, la ambivalencia es constante en ese test en el que, en prim er lugar, Ju a n Pedro titubea acerca de la identidad sexual del héroes y en el que, en segundo lugar, figuran numerosos: o b i e n ...' o bien. En Ju an Pedro, el conflicto se halla, en definitiva, en todos los planos: entre los instintos y la censura, entre la afirmación viril y el abandono de la misma, entre la tendencia progresiva y la tendencia 119

regresiva; de ahí que el muchacho nunca pueda adoptar una posición netamente firme y que sea sin cesar víctima de ia duda. Sus garabatos (fig. 59), localizados en la zona situada debajo del nombre (interdicción edípica y retorno regresivo hacia la protección materna) son de trazos plenos que expresan cierta vitalidad, pero únicamente en formas redondeadas (tendencia femenina), por últi­ mo, se obserya en ellos una cierta tendencia rítmica (formaciones reaccionales).-

Observación 25. He aquí a Santiago, otro muchacho de 15 años, segundo hijo, con una hermana 3 años mayor que él, que nos consulta debido a un atraso de dos años en el colegio, por lo que ha debido abandonar los cursos secundarios para aprender un oficio manual. Santiago tuvo una infancia delicada, caracterizada por una constante anorexia. Hasta la edad de 11 años, durmió en la habitación de los padres y, desde que lo hace solo, tiene siempre miedo, hasta el punto que es necesario hacerle compañía. 120

Está siempre fatigado y no consigue dar fin a sus tareas escolares. Desde hace algún tiempo, no puede acostarse p or la noche sin haber colocado en un orden especia! todos los objetos de su habitación. Pasa mucho tiempo haciéndolo y esto ..exaspera, a ..sus— padres. Al contrario de Juan Pedro (Observ. 24) el cual, a pesar de su astenia, es un muchacho muy tratable, Santiago asume una actitud distante y voluntariamente irónica. En sus tests, como en sus

Figura 60.

G arabatos de aislam iento en la zona m aterna (O bservación 25).

psicodramas, no se compromete nunca, propone temas sin interés, historias en las que no ocurre nada y no quiere identificarse casi nunca. Es verdad que él también es m uy ambivalente, en particular en lo concerniente a su identidad sexual. En el te st PN, manifiesta 121

un sentimiento de culpabilidad asociado a un estado de infelicidad que trata de esquivar, identificándose con un protagonista secun­ dario, de más o m enos edad. El padre de Santiago es un hombre vigoroso e impaciente, que soporta mal la astenia del muchacho y sus rituales al acostarse. Pero Santiago siente estima por él. En cambio, su actitud para con la madre es muy ambivalente: esa señora, que no conocemos, parece ser gravemeníé'patológica, con manías vinculadas tam bién a ideas morbosas de, celos. Santiago parece apegado a ella, a pesar de mostrarse muy->agresivo a -su respecto. Es evidente que su neurosis se debe en gran p aite a ú n a identificación con su madre. Los garabatos (fig. 60) nos lo confirman. Están localizados en la zona de protección m aterna pero revelan además un fuerte aisla­ miento, lo cual significa que toda relación demasiado íntim a con la madre está prohibida.

V. LA NEUROSIS OBSESIVA

Cuando las pulsiones rechazadas por la defensa del Yo logran burlar esa defensa y llegar a la conciencia, suelen expresarse en lo que se llama ideas obsesivas, tan contrarias a ¡a personalidad consciente que, a menudo, aparecen como extrañas a ella, como si le fueran impuestas desde afuera. Por ejemplo, el que ha reprimido su agresividad, puede verse obsesionado por pensamientos agresivos, aunque no sea nunca agresivo en su conducta consciente. Ya hemos m ostrado que, en casos de complejo de Edipo, las pulsiones sexuales y agresivas se reprimen, pero que esa represión no basta siempre para calmar la angustia de la culpabilidad. Un segundo mecanismo defensivo provoca entonces una regresión a un estadio pre-edípico, sádico-anal o sádico-oral. Pero cuando las pulsiones edípicas se manifiestan en forma regresiva sádico-oral o sádico-anal, la conciencia se rebela contra las representaciones chocantes invasoras y las mencionadas pulsiones son a su vez reprimidas, mientras en el Yo consciente se desarrollan formaciones reaccionales com ­ pensadoras. ' ’ ' Es muy notable, p o r ejemplo, el hecho de hallar, en la pasada infancia de sujetos que tienen rituales de orden y limpieza, un primer período caracterizado por fuertes tendencias al desorden y a la suciedad. Hemos visto más arriba (Observ. 20 y 21) dos casos en los que una encopresis que persistió hasta la edad de 3 años (con todo lo que eso supone de carácter contrariante) ha sido sustituida luego 122

por un carácter dócil y una actitud muy concienzuda, que son objetivables en garabatos de formación reaccional. Lo mismo ocurre en el caso de la observación 24. Casos semejantes no son raros; hasta puede decirse que constituyen una regla y que poseemos toda una colección de~garabatos de form ación reaccional -perfenecientes a niños en otro tiem po encoprésicos. Señalemos al pasar que hay un estrecho parentezco entre este grupo de las neurosis obsesivas y el grupo antes descripto de las astenias con dudas y escrúpulos. Observación 26. He aq u í el caso de Miguel, un niño de 9 años, el cual, desde hace algunos años, presenta trastornos nerviosos. Muy inhibido fuera de su casa, tím ido, hipersensible, m uy solitario, m uy propenso a la fatiga, no obtiene en la escuela sino resultados muy mediocres, a pesar de tener buena inteligencia. Desde hace un año tiene manías: se lava hasta veinte veces antes de vestirse, hace de nuevo su-cama cuando hay algún pliegue. Tiene continuam ente tics en el rostro. Está triste y sufre frecuentes crisis de llanto. Expresa sus obsesiones diciendo: “ Pienso en cosas feas que no tengo ganas de hacer” ,'o cuando da las buenas noches a su madre: “ No voy a tener malos sueños” . Su actitud es sumamente-inhibida. Es poco comunicativo y rara vez se mezcla con sus camaradas. En su casa, se muestra m uy celoso de sus hermanos y hermanas (es el segundo de cinco lujos); constantem ente irritado cuando están presentes, se muestra, en cambio, m ucho más tranquilo cuando está solo con su madre. Sus relaciones con esta última son m uy ambivalentes: reclama su presencia y se muestra m uy tranquilo con ella, luego, en otros momentos, es muy agresivo y hasta obsceno en su lenguaje. Conviene decir que la madre es una mujer de tipo perfeccionista m uy censurante y que Miguel ha perdido mucho al perder a su padre el año pasado, pues era m ucho más paciente que su mujer y el niño lo quería mucho. Puesto en observación en nuestro Centro, Miguel no se adapta. Permanece siempre aislado y se esconde de todos para ejecutar sus rituales. Es inhibido y triste. No es agresivo, pero no traba relación con nadie; si. por casualidad, un educador lo toca, retrocede, esbozando una sonrisa para m ostrar que no lo ha tom ado a mal. La agresividad que manifiesta a m enudo en su casa, en accesos deviolencia, no se muestra pues en un medio extraño. En cambio, está verdaderamente obsesionado por temas agresivos y dibuja conti­ nuamente (con talento, por otra parte) escenas de cow-boys o de soldados armados de pistolas, fusiles o lanzas. 123

En el test PN, la imagen Batalla es 1a preferida, aunque no la asume. El test revela una fuerte interdicción sobre el conflicto edípico, una gran ambivalencia en las elecciones y una fuerte tendencia masoquista a identificarse con el héroe desdichado. Al final, designará a la lámina de Agujero como la más interesante, escribiendo debajo: “Tiene miedo en la noche”, e identificándose. Miguel hace sin cesar los mismos garabatos (fig. 61) que, por su extensión y sus rasgos píenos; expresan una buena vitalidad, pero sin agresividad, aparente, pues el trazado está dominado por las formaciones rgaeeionales que le imponen una- regularidad rítmica redondeada. El nombre está, ora cubierto, ora descubierto, como aquí. — •

Figura 61. G arabatos rítm icos poco agresivos (Observación 26).

Observación 27. Acabamos de ver un caso en que los trastor­ nos neuróticos se uneii a una relación m uy ambivalente con la madre, con manifestaciones de sadismo anal que son objeto de una fuerte inhibición reacciona!, como se comprueba en los garabatos. Uno de los mayores descubrimientos del psicoanálisis es, como hemos visto, el haber demostrado que la neurosis obsesiva está 124

vinculada a una represión del conflicto edípico con regresión al estadio sádico-anal y formaciones reaccionales contra ese estadio. En algunos casos y en algunas situaciones, las formaciones reac­ cionales dominan, como se vio en el caso del pequeño Miguel cuando estaba en observación. En otros casos, esas formaciones reaccionales no llegan a contener de modo suficiente las-pulsiones agresivas. Tal es el ejemplo del pequeño Enrique, de 12 años de edad, que-nos traen a causa de sus rituales y, en partfculár, de su aritmom anía. Es inteligente, pero sus manías perfeccionistas hacen que tarde tres horas en hacer deberes que no requerirían más de una, y exaspera a sus padres con su lentitud.

Figura 62.

G arabatos a la vez agresivos y reaccionales (O bservación 27).

En su test PN, nos sitúa al héroe como una niña, y es dable señalar a ese respecto que el estadio sádico-anal se caracteriza por una fuerte ambivalencia sexual. La agresividad contra los hermanos y contra los padres se expresa con fuerza al principio. Pero hiego, la posición agresiva es abandonada y cede el lugar a la culpabilidad y al temor de haber perdido el amor de los padres y de estar amenazado 125

de destrucción. Las relaciones con el padre no son buenas (como en 1a realidad). Las relaciones con la m adre son ambivalentes: Pattenoire quiere continuamente refugiarse a su lado, pero a su vez está muy cargado de agresividad contra ella. Los psicodramas de Enrique expresan fortísimos celos edípicos. Sus garabatos revelan los dos aspectos opuestos de la persona­ lidad del niño (fig. 62). Por una parte, guirnaldas redondeadas que expresan formaciones reaccionaíes contra la agresividad. Pero, por otra parte, hay dispersas por toda la página, un número bastante crecido de flechas agresivas, a decir verdad, sin continuidad entre ellas, lo cual corresponde a los movimientos impulsivos, inmedia­ tamente contenidos, de nuestro joven paciente. Observación 28. La combinación de agresividad y formaciones reaccionaíes es observable también en el caso de Nicolasa. una niña de 12 años, la mayor de dos hermanas. Nos la describen como una niña que ha tenido siempre un carácter obstinado, que se niega a obedecer y trata con malos modos a sus padres. De pequeña, era un bebé triste, fue siempre anoréxica y tuvo un período de destete difícil. Fue hija única hasta los 9 años, criada, primero por sus abuelos y luego por sus padres. Debe recordarse además, que ha dormido siempre en la habitación de los padres. Nicolasa es una niña de rostro fino e inteligente, que logra proseguir sus estudios a pesar de sus trastornos neuróticos, los cuales provocan una gran lentitud, debida a meticulosidad y dudas obsesionantes. En el hogar también tiene manías para todo, no termina de comer, de acostarse (no antes de medianoche). Todas sus cosas deben estar ordenadas con cuidado meticuloso; no soporta que haya un cabello o una pelusita en sus vestidos. Verifica reiteradamente las puertas y las llaves de gas. Nicolasa está suma­ mente apegada a su madre y no quiere hacer nada si ella no está. Se malquista con todos, a la vez por sus rituales y por su agresividad cuando la contrarían. ■ Su test PN revela claramente una neurosis obsesiva con ansie­ dad. Los temas son pobres, fielmente descriptivos, pero con m uy pocos sentimientos expresados y sobre todo con muy frecuentes “ tal vez” , que indican una perpetua duda. La relación con el padre reviste un tono agresivo, pero culpable. Es de notar el hecho de que las imágenes traumatizantes: Batalla, Carreta, Ganso, Agujero, son descriptas primero y que las tres primeras están bien colocadas entre las que gustan, lo cual es signo de cierto masoquismo autopunitivo. Nos sentimos inclinados a asociar esto con el hecho de que, si bien Nicolasa descuida a veces

sus deberes escolares, hace en cambio con cuidado meticuloso todas las penitencias escritas que se le imponen. La identificación m ascu­ lina es fuerte y, al final. Nicolasa quiere ser un león para infundir miedo a todos. En resumen, tanto el examen clínico com o los tests revelan una fuerte agresividad, con culpabilidad y form aciones reaccionares. Sus garabatos (fig. 63) son muy poco agresivos. El trazado amplio expresa una buena vitalidad, contenida, em pero, por el ritmo reacciona! que le impone volutas redondeadas, si bien un poco irregulares. La agresividad'es, con toda evidencia, subyacente, de a h í el aislamiento del nombre. Se observará que Nicolasa no ha escrito más que su apellido, en grandes letras orgullosas, lo cual nos hace pensar en su identificación masculina del PN y en su deseo de virilidad expresado por el león.

Figura 63.

G arabatos de form ación reaccional (O bservación 28).

Observación 29. He aquí el caso de Martina, una niña de 6 años, que presenta signos neuróticos muy evidentes. Tiene n u m e ­ rosas manías y rituales al acostarse. Se lava sin cesar las manos. 127

Tiene una fobia al contacto y no quiere dar la mano, sobre todo a los hombres. ' Por otra parte, si bien inhibida, es muy agresiva y lo manifiesta oponiéndose sistemáticamente a lo que quieren que haga, sobre todo si el pedido parte de la madre. Muestra también una fuerte agresividacLcontra el hermanito, que no ha aceptado nunca y al cual ha dado el sobrenombre de “ Nada de nada” . _ En su pasado, notamos sobre todo que su educación para el aseo, hecha con severidad, fracasó, que Martina no controló sus esfínteres hasta-los 4 años y medio y que, por otra parte, todavía hoy es una constante enurética nocturna. Es sabido que el caracter contrariante y la fijación sádico-anal van siempre juntos. ^ _ Además, parece que Martina vivió su erotismo edípico con intensidad. En sus temas psicodramáticos, representa una nina que

va a la cama del papá, al cual hace cosquillas y que le hace a su vez cosquillas en el vientre. Agrega que quiere casarse con papá y, en un dibujo de familia, se representa sola con su padre, habiendo eliminado a la madre y al hermanito. En otro dibujo de familia 128

hecho ulteriormente, la defensa contra el contacto erótico se expresa con fuerza. Aquí Martina pone al hermanito en la habita­ ción de los padres y ella se pone en el otro extremo de la casa, con tabiques de separación que señalan su deseo de aislamiento (fig. 64). Y he aquí este comentario m uy significativo: “N o quiero ir más a la cama de papá. N o m e gusta que m e hagan cosquillas. Pienso que está m al que a una le hagan cosquillas”. Luego: “Cuando sea grande, no m e voy a casar, porque no m e gusta ser casada. N o está bien ser casada”. Es notable el hecho de que esta tendencia al aislamiento, ia hallemos también en sus garabatos (fig. 65).

Después de lo dicho, se comprende que la culpabilidad de sus sentimientos edípicos haya provocado una regresión (favorecida por la fuerte fijación sádico-anal) y luego formaciones reaccionales intensas, que la han conducido a la neurosis. Aquí, el tabú del contacto, que está siempre más o menos presente en la neurosis obsesiva, ocupa el primer plano; de ahí los rituales, la negativa a dar

la mano a los hombres, el lavado compulsivo de las manos y el aislamiento de los garabatos.

VI. LA NEUROSIS REGRESIVA

...

La regresión, tan frecuente como mecanismo de defensa para escapar a~una situación ansiógena, no constituye por si misma una neurosis. Para que haya neurosis, tiene que haber conflicto enir dos instancias de la personalidad. Es corriente, en efecto, que sujeto que hace una regresión no regrese sino en ciertos aspee su personalidad, permaneciendo adaptado a la situación ac ua los otros sectores. Es frecuente, por ejemplo, que un niño que crece quiera afirmar su autonomía y realizar actos de indepenc encía, hace una regresión a la edad de la dependencia oral, ha ra en conflicto entre la independencia y la dependencia. Asimismo, vem ^ a menudo sujetos adultos que, a pesar de su inteligencia ien a ap tada, se elevan a las más altas posiciones, manifiestan, especia men e en su círculo íntimo, rasgos de carácter infantil. Estas observaciones autorizan pues a la d e s c r i p c i ó n ^ neurosis regresiva, aun cuando los casos que vamos a enumerar ' ese título se distinguen netamente en muchos aspectos e neurosis clásicamente descriptas. Observación 30. He aquí por ejemplo el caso de Colette, una niña de 14 años, la mayor de cuatro hermanos, que nos traen consulta a causa de su carácter depresivo, muy personal, muy contrariante, y por sus continuas disputas con el hermano hermana que le siguen en edad. , , Colette durmió en la habitación de los padres hasta la eaau uc 10 años, lo cual, como es sabido, es m uy propio para int° nsl11^ . , . trastornos edípicos. Desde este punto de vista, su dibujo de lajam i es sumamente interesante (fig. 66). La nina representa a 0 familia: padres, abuelos, tía, sus dos hermanos y su hermana en sección superior izquierda de la hoja (aquí el dibujo esta amp ia . Ella misma no se representa. Pero, en cambio, ha agregado, ce la madre, un bebé varón de 4 meses, que no existe en r a m a a . Según la regla que establecimos en nuestros estudios so re e ^ jo de la familia, por la que un personaje agregado es Slü™ identificación mayor del sujeto, teníam os derecho a pe Colette, ausente del dibujo, se proyectaba en ese be . , declaró, en efecto, que se identificaba con ese bebé, con e a , • de que él es el más feliz porque es pequeño y lo pasean, t 130

Figura 66. Dibujo de fam ilia con regresión (O bservación 30).

una particularidad importante de este dibujo de la familia. El padre está arriba, a la izquierda, labrando un campo, a buena distancia de la madre y del bebé. Además, el bebé y la madre, que form an una pareja, están dentro de un círculo qué los aisla. Con respecto al padre, hay una doble toma de distancia que es una defensa contra el conflicto edípico. El test P N de Colette exterioriza una im portante rivalidad fraternal, pero con una fuerte culpabilidad, la cual le hace declarar al final que Pattenoire es el menos amable y el menos feliz. Com o en su dibujo de familia, la niña tiende a escapar de esa situación conflictiva con una regresión, es decir que, después de haber considerado a Pattenoire como un hijo m ayor, durante el test lo llamará siempre “ el pequeño” y term inará haciendo de él una niña. Del mismo modo, su edad de oro son los 4 meses “ porque van siempre con la mamá” . Comparemos esto con los informes clínicos: Colette sólo se lleva bien con el m enor de sus hermanos, un niño de 8 años; por otra parte, pasa por gustarle m ucho los niñitos de cuna y,.llegada la ocasión, se ocupa de ellos m uy gentilmente.

Figura 67.

G arabatos de represión esfumados (Observación 30).

Sus garabatos (fig. 67) indican una fuerte represión de todas las pulsiones (montoncito), con retorno contra sí misma (esfumado), como en el PN. Además, se hallan todos en la zona de protección materna, lo cual señala la prohibición edípica. _ ¿Por qué existe esa regresión? Puede pensarse que, si el conflicto está enjuego, el mismo no ha podido actuar de esa manera sino favorecido por condiciones innatas predisponentes. En efecto, Colette ha tenido siempre un desarrollo difícil: nunca ha tenido apetito y ha quedado debilucha. Es sabido que tales sujetos, de magra expansión vital, son más propensos que otros a quedar detenidos en los primeros estadios de su desarrollo, en este caso, el estadio oral. Observación 31. He aquí el caso de Luis, un m uchacho de 15 años, que hemos descripto en nuestro libro sobre el Test del dibujo de la familia como un caso notable de regresión. Con tres semanas de intervalo, Luis nos hizo dos dibujos de la familia idénticos, en los que figura, en primer lugar, un bebé en pañales (de 5 ó de 8 meses), luego los padres, luego los abuelos, 132

todos mirando al bebé. La primera vez, no se identificó con nadie. La segunda, expresó el deseo de ser el bebé, descripto por él mismo como el más feliz porque no tiene preocupaciones y sí alegría de vivir (fig. 68). A propósito de este dibujó, insistimos sobre las notables convergencias de indicios que dan un gran valor a la ■identificación: ....______ 1.

El bebé figura en los dos dibujos.

2.

Las dos veces ocupa el primer lugar.

3.

Es la figura principal, pues todas las miradas convergen en él.

4.

No tiene el rostro de un bebé, sino de un joven.

5.

Por último, Luis se identifica con él.

F igura 68.

D ibujo de la fam ilia en que el sujeto se identifica con un bebé (Observación 31).

Los garabatos de Luis nos aportan una convergencia suple­ m entaria (fig. 69), pues están localizados en la zona de protección m aterna, con un cierto, abandono en el entrecruzamiento del

trazado indicadores de poca formación reacciona! de disciplina de sí mismo. El informe clínico nos dice que Luis es de una gran inmadurez afectiva. Es pasivo, sin iniciativa, incapaz de un esfuerzo cualquiera, vive con la nostalgia de su primera infancia y, nada desarrollado sexualmente, se complace frecuentando la compañía de niñas de 7 años. Interesa manifestar que, al principio fue muy .mimado por su madre, pero luego, la mala conducta de sus padres y la desintegra­ ción del hogar lo colocaron en una situación de abandono moral. Luis tiene una buena inteligencia, se da cuenta de la necesidad de hacer frente a los problemas de la vida, pero es incapaz de soportar pequeñas frustraciones y se escapa buscando refugio en la casa de sus abuelos.

Uno puede preguntarse cuál es la significación exacta de tales regresiones y qué pronóstico comportan para el futuro. En primer lugar, hacemos notar que, en los niños y adolescen­ tes, se observan muy a menudo regresiones pasajeras, ya sea en ocasión de una enfermedad física, ya en ocasión de un traum atism o 134

m o r a l . C u a n d o , d e s p u é s d e u n tie m p o d e d e t e n c i ó n , se re jn ic ia la m a r c h a h a c ia a d e la n te , n o hay m o tiv o p a r a in q u i e t a r s e p o r el fu tu ro .

En cambio, en los dos casos que hemos expuesto, la regresión es durable y detiene todo progreso. Debido a su duración, las dificul­ tades de adaptación motivan, un día u otro, una consulta médi­ co-pedagógica y los tests de proyección, especialmente los garaba­ tos, indican una perturbación profunda persistente, que nos hace reservar el pronóstico para el futuro. Los factores sexo y edad tienen evidentemente una importancia de primer orden. La depen­ dencia oral es, por cierto, más grave para un varón que para una mujer, por ser particularmente contraria a la a u to n o m ía que se exige al sexo masculino. Y, por otra parte, esa dependencia es tanto más inquietante cuando se trata de un sujeto de más edad, pues todo .adolescente que no se afirma al llegar a la pubertad corre el riesgo de no llegar nunca a ser verdaderamente adulto. Una vez más, algunos podrían preguntarse p o r q u é incluimos los casos de este tipo entre los “ estados neuróticos” y no .entre las perversiones. Es perfectamente cierto que los mismos se oponen a las neurosis de inhibición, a las neurosis de escrúpulo y a las neurosis obsesivas, en las cuales la fuerza del Superyó im pone al Yo una conducta rígida, a menudo hipermoral, m ientras que aq u í el Yo se muestra débil y, si cede momentáneamente a la presión de un Superyó aún m uy externo, escapa de tanto en tanto para abando­ narse a pulsiones delictuosas. Sin embargo, tales sujetos no son perversos, sino afectivos; son intimidables; reconocen sus faltas, a pesar de que no pueden hallar en sí mismos la energía necesaria para la enmienda. Es cierto que, debido a la debilidad de su Yo y a su fijación oral, se convierten bastante a m enudo en delincuentes menores. Pero sobre todo, su débil personalidad no podrá m ante­ nerse en un equilibrio satisfactorio de adaptación si no cuentan durante toda su vida con el beneficio de un medio protector. En su defecto, si la realidad se impone a ellos en forma traum atizante, están expuestos a una regresión cada vez más intensa que invadirá poco a poco toda su personalidad, haciendo revivir las formas de pensamiento y de vida afectiva del estadio oral. Esto puede llevarlos directam ente a la condición de vagabundos irresponsables o a la esquizofrenia.

4 NEUROSIS Y PSICOSIS DEL A D U L T O

Hemos explorado los garabatos de los adultos menos que los de los niños. Pero eso no significa en m odo alguno que el test no sea también aplicable a aquéllos. Por una parte, si la consigna del test provoca muy a menudo sorpresa y una pausa antes de la ejecución, es. sin embargo raro que no se logre obtenerlo. Por otra parte, la interpretación de los garabatos se revela tan fructífera en el adulto como en el n iñ o . De modo general, los garabatos de los adultos se diferencian de los de los niños: 1°) por la gran rareza de los trazados de tipo sádico-anal (agresivos o esfumados); 2°) por la frecuencia de los trazados abiertos, ya sean de tipo sublimado, de tipo reaccional o de tipo mixto; 3o) por la frecuencia de los trazados en la zona de protección materna, particularidad bastante inesperada que será ilustrada y explicada en este capítulo. Estos rasgos especiales de los garabatos de los adultos se explican por la intervención mucho más acusada de las defensas del Yo, que contienen las pulsiones sádico-anales. En seguida vamos a pasar rápida revista a un cierto número de situaciones psicopatológicas corrientes, pero, digámoslo ya, ahora, al hacerlo tenemos mucho menos la ambición de realizar un estudio exhaustivo del test aplicado a los adultos, que de ilustrar con ejemplos la dinámica conflictiva de los garabatos. 136

I.

LA NEUROSIS DE ANGUSTIA

No hemos observado, como en los niños, garabatos extensos que comporten un trazado agresivo. Se ve que el adulto organiza mejor sus defensas contra-agresivas y que su Yo prefiere, ya sea reducir por inhibición su campo de expansión, negándose a toda incursión en las zonas prohibidas, o ya sea a fragm entar sus pulsiones ins­ tintivas evitando el contacto, lo cual, en definitiva, equivale a lo mismo. Como veremos, hay casos en que esos dos mecanismos de defensa del Yo se asocian para dominar la angustia con más seguridad.

Figura 70. G arabatos ex ten d id o s de form ación reaccional (Observación 32).

Observación 32. He aquí el caso de una señora de 40 años, que nos consulta a causa de sus cefalalgias con astenia constante. En realidad, es sobre todo una ansiosa, con frecuentes fobias: tiene miedo de verse llevada a golpear a su marido o a sus hijos y miedo de volverse loca y abandonarse a los impulsos homicidas que hasta ahora había controlado bien. Es una mujer fuerte, de tipo dilatado, activa, que ha sufrido de ansiedad durante toda su vida. No se lleva bien con su marido, que

la ha engañado, lo cual explica sus pulsiones agresivas contra él, pulsiones que, por otra parte, reprime. _ Sus garabatos (íig. 70) expresan una buena vitalidad expansiva, pero no presentan ningún signo de agresividad. Partiendo del centro, el trazo dibuja una guirnalda que se desenvuelve en círculos cada vez más grandes, sin tocar el nombre ni llegar al borde de la hoja. Es un trazado típico de formación reaccional. Observación 33. . He aquí unos garabatos también m u y exten­ sos, que cubren la mayor parte de la hoja (fig. 71), pero en los que el trazado se corta continuamente. Son, pues, garabatos de aisla­ miento.

Figura 71. G arabatos de aislamiento pertenecientes a una ansiosa (O b­ servación 33).

Han sido hechos por Paulette, una joven de 19 años, que nos consulta debido a una constante falta de apetito, acompañada de una disfagia ansiosa, es decir, que, en el m omento de comer, le sobrevienen espasmos de angustia que le impiden deglutir. Com o ya vimos en la observación 13, referente a una joven de 16 años, ese trastorno disfágico representa, transportado al plano oral, el tem or a las relaciones sexuales. 138

Debemos señalar que el m iedo al con tacto ha existido siempre en Paulette, desde su primera infancia. Nunca toleró que la tocasen. Cuando era pequeña, debía compartir el lecho con su hermana, pero prefería envolverse en una frazada y acostarse sobre la alfombra al lado de la cama. Nunca ha podido soportar que la bese nadie, ni aun su madre. No deja que se le acerque ningún hombre. Y cuando su madre quiso informarla sobre los asuntos sexuales, manifestó asco y declaró que no quería casarse. Hoy en día dice que acepta el matrimonio, pero que no dormiría con su marido, ni en la misma cama, ni en la misma habitación. Para comprender la repugnancia de Paulette, es necesario, sin duda, estar informado de- que su madre ha tenido varias aventuras galantes, que la joven nació fuera del matrimonio y que su madre quería abandonarla al nacer. Paulette es apegada a su madre en una forma casi morbosa y, sin lugar a dudas, se ha identificado con ella. Pero como, por otra parte, ha debido ser testigo de las relaciones de su madre y de algunas escenas de brutalidad sexual, existen motivos para pensar que la identificación se hace en forma regresiva con la madre-nodriza (en sus temas expresa a menudo el deseo de ser un bebé mimado p o r la madre), mientras que rehúsa identificarse con la madre amante. De allí la neurosis de con tacto, tan fuertem ente evidenciada aquí. El aislamiento le permite asimismo acallar en sí misma la fuerte agresividad de frustración que no puede dejar de sentir contra esa madre que quiso abandonarla. Paulette sabe que su madre no la quería y ha vivido toda su infancia con el temor de que el abandono se hiciera efectivo, de allí la intensa necesidad.de prohibirse todo movimiento agresivo. Es así que, en sus psicodram as, los menores movimientos de agresividad son inmediatamente seguidos de un retorno hacia atrás y de una B.A. (en general, salvar un herm ano o una hermana) y que Paulette se identifica siempre con el que cumple una buena acción. Observación 34. .He aquí los garabatos (fig. 72) de una señora de 45 años, casada, atacada desde hace varios años de una neurosis de angustia muy acusada, con tem or constante de volverse loca. La señora hizo estos garabatos sin ninguna vacilación, em pe­ zando de 1, trazando líneas horizontales un poco irregulares, unidas entre sí, en la zona inferior y term inando en 2. En ese m om ento, ~ nos pregunta si puede garabatear en' la parte de arriba y, como la dejamos libre, empieza en 3 y termina en 4 unos garabatos aún más regulares, en festones bien lineales. Hay qué observar aq u í que, como la interdicción que pesai sobre la zona paterna no es m uy 139

2T,S*

Figura 72. -G arabatos de fonnación reaccional pertenecientes a u n a ansiosa (O bservación 3 4). .

fuerte, puede levantarse cuando la autoridad del médico concede el permiso para ello; .no es raro que los sujetos, niños o adultos, pregunten, como esta señora, si se debe o si se puede garabatear en la parte superior. Se observará que ella lo ha hecho regularizando aún más su movimiento, de lo cual resulta un trazado de formación reaccional con cierto aislamiento, puesto que hay m u y pocas intersecciones de líneas. Observación 35. Con frecuencia, J o s ansiosos son, al mismo tiempo, sujetos reprimidos y no cubré'h con sus garabatos sino una parte de la hoja. Tenemos un cierto núm ero de observaciones en las que los garabatos están localizados en la zona de protección materna lo cual, como hemos visto, indica una interdicción edípica, una imposibilidad de entrar en relación o en competencia con el padre. Por consiguiente, los garabatos pueden arrojar luz sobre el conflicto neurótico profundo determ inante de la angustia. He aquí el caso de Yves, un joven de 21 años de edad, él cual nos consulta debido a sus perm anentes malestares .ansiosos, con 140

manifestaciones histéricas: sensación de una bola en la garganta, vómitos emotivos. Tiene miedo de perder sus facultades y, sobre todo, ya no se siente capaz de conducir un coche si su padre no lo acompaña. Se encierra en su casa y no busca más distracción alguna fuera de ella. No ha sido siempre así; antes bien, en años anteriores, a este joven le gustaba salir, pasaba muchas de sus noches bailando y volvía a casa m uy tarde. Su madre, que no podía dormir mientras no hubiese vuelto, se opuso a esas salidas privando a su hijo de dinero. Y, en efecto, éste ha llegado, como hemos dicho, a no poder salir más si no lo acompañan. Sus garabatos (fig. 73) están limitados a la zona m aterna. Están trazados con cierta vivacidad agresiva y, si bien se observa en ellos una ligera tendencia rítmica, el conjunto es bastante desordenado, denotando con ello fuertes pulsiones mal contenidas por la defensa del Yo.

Figura 73.

G arabatos de fijación m aterna perten ecien tes a un ansioso (O b­ servación 35).

Observación 36. El caso de Jacqueline, una joven de 25. anos, tiene, cierta analogía con el precedente. Nos consulta debido a 141

nentUeeñdPS - T — Ü ef retrchamente liS ^ s a un sentimiento permamanHtfr )nfenondad- Es m uy tím ida en público, escrupulosa y mamatica en sus acciones. _ Enr eUa también ha habido un cambio radical. Hasta la edad de 4 os’ fue suc¡a y de un carácter contrariante hasta la violencia uego cambio por completo, no sabemos bajo qué influencia.--. ' Sus garabatos (fig.- 74) están también encerrados en la zona aterna y esbozan lineas festoneadas, pero ofrecen la característica nJ ad.OS en se§mentos aislados los unos de los otros Aquí rn fi PtUeS’/ - --a Vez lnterdjcción sobre la agresividad y sobre el conflicto edipico, a causa, muy probablemente de algunos aconte­ cimientos externos que se produjeron cuando Jacqueline tenTa 4 d e f e 'n í debe" considerarse c°™o vinculados a una ridad ou de f e T “ 1* 13 y ]° S l e n t o s de inferiorivaltar rnn l °0nS'derai\se como la extensión de la imposibilidad de alizar con la madre y de establecer una relación con el padre.

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Figura 74. Garabatos aislados de fijación m aterna (Observación 36).

cidos ig-

Recordaremos a q u í los garabatos ya reprodu, pertenecientes a un soltero de 32 años, atacado

de agorafobia. Clínicamente, ese hombre inteligente, y que parecía destinado a una buena situación, ha debido abandonar la vida activa, desde hace varios años, a causa de sus trastornos ansiosos. No puede quedarse. 5olo__en casa ni .salir solo sin-sentirse presa de- una angustia intolerable. Necesita de la presencia constante de su madre, y ha perdido poco a poco toda posibilidad de hacer algo, sea lo que fuere, aun los actos más simples de la yida cotidiana, sin su ayuda. Sus garabatos (fig. 75) están trazados con gran ligereza en forma d e'pequeño óvalo alrededor del nombre, signo éste de una represión y de una inhibición de la fuerza vital. La zona blanca en torno al

Figura 75. G arabatos inhibidos de un agorafóbico (O bservación 3 7 ).

nom bre y la extensa zona blanca en torno a los garabatos indican a la vez la claustrofobia y la agorafobia: todo contacto, tan to con el m undo exterior como con el m undo familiar, está prohibido. Y las posibilidades de desarrollo de la personalidad están reducidas a un campo muy estrecho, simbolizado por ese trazado filiforme. 143

II. l a NEUROSIS ASTÉNICA

Todos sabemos cuán frecuente es ]a astenia, de la cual se hacía antes una enfermedad, autónom a, con el nombre de neurastenia, pero que hoy se tiende a considerar como un simple síntoma. Pará" explicar cómo ese síntoma puede establecerse en forma permanente fuera de los casos de deficiencia física seria— se invoca en la actualidad la .influencia de los conflictos psíquicos, ya que toda la energía que el Yo debe desplegar para defenderse de las pulsiones que lo invaden no puede-utilizarse para la-acción exterior. Ese punto de vista es indudablemente exacto y nos explica p o r qué la astenia es un síntoma tan frecuente en las neurosis de todo género. Hagamos notar que el estado asténico hace predominar, nece­ sariamente, el instinto de conservación sobre el instinto de expan­ sión y que, debido al debilitamiento del Yo, el mismo implica siempre la búsqueda de un medio protector. No es pues de extrañar que la m ayoría de los sujetos atacados de astenia localicen sus garabatos en la zona .inferior. Como expresamos al comienzo de este libro, eso implica una interdicción sobre la zona superior, es decir una interdicción edípica, nudo central, como sabemos, de la mayoría de las neurosis. Ya dimos un ejemplo de esto en la fig. 19. Veamos otros dos: Observación 38. He aquí el caso de un hom bre de 54 años que se volvió asténico a raíz de varios años de cautiverio durante la segunda guerra mundial. Poco a poco, tuvo que abandonar su actividad como obrero. Sufre continuamente de cefalalgias en forma de casco, vértigos, tem or al frío y una falta total de energía. Como su mujer lo dejó al retorno del cautiverio y recibe una pensión, vive en casa de su madre y se complace en esa vida ociosa. No parece, por lo tanto, que haya conflicto en él. Pero, a decir verdad, no conocemos su pasado y es posible que el estado actual constante sea una defensa contra una neurosis de angustia muy antigua. Sus garabatos (fig. 76) autorizan ampliamente esta hipótesis, pues se componen de líneas muy regulares distribuidas únicamente en Ja zona inferior; la espontaneidad vital ha cedido aquí por com pleto ante la imposición de las censuras. _ Observación 39. He aquí el caso de una joven señora de 25 anos, inteligente y sensible, que sufre de una gran astenia persis­ tente. De nina manifestaba gran interés por los estudios y hubiera querido ser maestra. Pero su padre declaró que la necesitaba en la granja y no quiso que continuase más allá del certificado de estudios 144

Figura 76. Garabatos muy reaccionales en form a de líneas de escritura en la zona de fijación m atern a .(Observación 38).

primarios. Esa negativa determinó en la niña un estado de apatía y un mal humor constante. A los 19 años se casó con un represen­ tante de comercio, con el solo fin de escapar a la condición de granjera. Por otra parte, es frígida y no quiere tener hijos. Vive en una casa vecina a la de sus padres y no quiere separarse de su madre. Si bien es una linda muchacha y de trato m uy agradable por su inteligencia, vive muy aislada, casi no sale y se interesa por m uy pocas cosas. Sus garabatos (fig. 77) están limitados a la zona materna, lo cual corresponde a la necesidad que esta joven tiene de la presencia de su madre, así como a su comportam iento inmaduro en el matrimonio. Por otra parte, el trazado estilizado, rítm ico y aislado indica la potencia de las formaciones reaccionales que, en un caso como éste, parecen enteramente irreductibles. Observación 40. Es frecuente que el síntom a astenia sea el motivo principal de un pedido de consulta, a causa de sus impor­ tantes repercusiones en la actividad social del sujeto, pero que, 145

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indica un Superyó muy fuerte constituido en el m om ento del conflicto edípico con una apretada red de interdicciones. Sus garabatos (fig. 78) son un trazado de astenia, pero revelan, al mismo tiempo, una interdicción_edípica; ^_form_a_cioj)_es.reac.cÍQnales potentes; Se observará ~qne comienzan "bastante lejos pcVr debajo del nom bre, que está prohibido tocar. Por otra parte, la paciente no pudo mantener en un principio la consigna de libe­ ración del test y escribió primero la inicial de su nombre; como se le recordara entonces la consigna de no escribir, esbozó algunos simulacros de escritura en cortas series aisladas para hallar final­ mente, en las últimas tres líneas, el movimiento en espiral continua, habitual de las formaciones reaccionales.

Figura 78. G arabatos reaccionales en la zona de fijación m aterna (O b­ servación 40).

Observación 41. He aq u í una observación comparable en todo a la precedente, y podríam os citar toda una serie de ellas, dada la frecuencia de tales casos. Se trata de una señora de 43 años, casada, que nos consulta por síntom as de ansiedad. Ha sido siempre muy escrupulosa en todo lo que hace, exigiéndose a sí misma la 147

perfección en todas las cosas y estimándose culpable cuando no la alcanza. He aquí sus garabatos (fig. 79), típicos también de formación reaccional, sólo en la zona inferior. . Observación 42. He aquí el caso un poco más profundizado de un agricultor, soltero, de 39 años, el cual, desde que sufrió una depresión a la edad de 27 años, padece d & neurosis de duda y de escrúpulo, con astenia. Tiene rituales de orden y, por la noche, al. acostarse, debe ordenar cuidadosamente todos los objetos de su habitación. • " Por ejemplo, tiene una necesidad compulsiva de simetría: si en

Figura 79. G arabatos reaccionales en la zona d e fijación m atern a (O b ­ servación 41).

el campo toca una tranquera, tiene que ir enseguida a tocar el lado opuesto de la misma; si deja un día sus herramientas apoyadas contra un cerco, al día siguiente tiené que apoyarlas contra el cerco de enfrente; si llega a una encrucijada dividida en dos caminos, tiene que pasar por el terraplén del medio. 148

Es muy devoto y tiene escrúpulos de confesión, hasta el p u n to de no poder a veces comulgar porque no-se siente bastante puro. Su vida sexual es muy reducida. Nunca se ha interesado p o r las jóvenes. Desde que murió su padre, vive_con-.su.madr.e._y. su-hermana— y no considera la posibilidad de vivir dé otra manera. ' He aquí sus garabatos (fig. 80) que no necesitan comentario. Observación 43. He aquí el caso de un hom bre-soltero1 de 31 años, que sufre, desde hacejios, de una astenia con neurosis de escrúpulo. ' -

Figura 80. G arabatos reaccionales im itando líneas de escritura en la zona de fijación m aterna (Observación 42).

1 A l leer estas observaciones, no puede dejar de so rp ren d em o s la frecuencia con que nuestros pacientes masculinos son solteros, m ientras qu e la m ayoría de nuestras pacientes fem eninas son casadas. Es sabido que la neurosis está casi siempre vinculada a un trastorno del conflicto ed ípico que im p id e al sujeto tener relaciones sexuales normales. Pero es sabido tam b ién qu e esas perturbaciones de la sexualidad son un trastorno m ucho m ay o r p ara el h o m bre que para la m ujer, puesto que el papel de aquél es más activo, m ientras q u e el de ésta es pasivo, no siendo necesario que tenga una vida sexual satisfactoria para llegar a la m aternidad.

149

Y también en este caso como en las observaciones 35 y 36. se ha producido, en un momento dado, un cambio total en la actitud del sujeto. En su adolescencia, este joven era de una vitalidad desbor­ dante y se daba al placer sin freno, siendo muy sensual y amigo de muieres fáciles. A los 29 años, como consecuencia de una “ misión” , se sintió bruscamente presa de escrúpulos y decidió enmendar su forma de vida. De repente, pasó al otro extremo:- se tornó muy severo para consigo mismo y para con los demás; llega hasta encontrar que su confesor es demasiado amplio de criterio. Persigue la perfección en

Figura 81. G arabatos de aislam iento en la zona de fijación m aterna (O b serv ació n 43).

todos los trabajos que emprende hasta el punto de extenuarse. Siente incesantes escrúpulos a propósito de las tentaciones sexuales que experimenta y se prohibe absolutamente frecuentar mujeres, así como toda satisfacción solitaria. . ' He aquí sus garabatos (flg. 81), que empiezan en 1 y terminan en 2, y que no necesitan tampoco comentarios. Se impone una observación a propósito de estos garabatos de 150

asténicos escrupulosos. Dado que ia zona inferior corresponde al instinto de conservación, es decir a esas funciones primarias de nutrición y de protección que aseguran la conservación de la vida, podría parecer sorprendente que sujetos obsesionados por preocu­ paciones de o rd en moral, que se preocupan exageradamente por el orden y la limpieza y que parecen, por consiguiente, más idealistas que materialistas, se mantengan, en sus garabatos, en esa zona baja. Pero hay que observar, justamente, que las manías reaccionales de orden, de limpieza y de escrúpulo son enteram ente contrarias a un verdadero progreso de la personalidad moral; los que pasan su tiem po limpiando para borrar manchas están absorbidos por una preocupación m u y prosaica y no les queda ninguna libertad de espíritu para interrogarse acerca del alcance moral de lo que hacen. Se mantienen, pues, realmente, en las zonas bajas. La misma observación podría aplicarse a los casos de neurosis obsesiva de que vamos a hablar ahora y que están emparentados con la neurosis de escrúpulo.

III.

LA N EURO SIS OBSESIVA

Hem os caracterizado suficientemente esta neurosis refiriéndo­ nos a los niños para que sea necesario volver a hacerlo aquí. Observemos simplemente que, en el adulto, el conflicto provocador de esta neurosis llega a una estructuración m ucho más acabada y que la severidad del Superyó, la represión y las formaciones reaccionales dom inan el cuadro clínico. El rasgQ im portante,.que da su nom bre a la neurosis, es el resurgimiento, en la conciencia, de las pulsiones reprimidas, las cuales, para escapar a la censura, se disfrazan y se exteriorizan en forma de ideas obsesivas, ideas en cierto modo desvitalizadas y que, comparadas a los contenidos inconscientes de que emanan, aparecen despojadas de fuerza di­ námica. Ocurre a veces que la idea obsesiva adquiere cierta fuerza e inquieta al sujeto (com o en los ansiosos fóbicos) que teme ceder a ella. Podemos ver entonces la pulsión expresarse en los garabatos (com o hemos visto en los niños). Así, el paciente cuyos garabatos reproduce la fig. 2 estaba, por una contrariedad que tuvo, obsesio­ nado por la idea de m atar a su mujer y, si bien no hubiera ni' siquiera esbozado un gesto en ese sentido, no se sentía seguro de sí mismo. Hemos visto que sus garabatos exteriorizan una cierta tendencia impulsiva a escapar al control del Yo, insuficiente, a decir verdad, para provocar un acto peligroso.

En cambio, en la mayoría de los casos, las censuras prohibitivas llegan a constituir en el neurótico obsesivo una segunda naturaleza, toda hecha de frenos, y es ésta la que se exterioriza en los garabatos. Observación 44. He aquí por ejemplo el caso de un hom bre soltero de 30 años, atacado desde hace más de diez de una neurosis obsesiva severa,, que paraliza toda su actividad. De situación eco­ nómica holgada, vive en la casa de su familia, ocupando su propia habitación y uniéndose a los demás sólo cuando tiene deseos de hacerlo. A pesar de esta precaución, sus rituales y sus obsesiones crean frecuentes motivos de discusión entre él y los suyos. .

He aquí sus garabatos (fig. 82). En prim er lugar trazó las tres líneas sinuosas debajo del nombre, en continuidad unas con otras. Luego, después de una pausa, trazó las tres líneas de^arriba diciendo: “ para la simetría” . Obedecía en eso a la tendencia tan habitual en los obsesionados a aplacar su ambivalencia realizando siempre dos acciones simétricas, una de las cuales compensa y corrige la otra. 152

Observación 45. Los dos ejemplos siguientes nos traen otra vez a los garabatos debajo del nombre, frecuentes también en la neurosis obsesiva. ‘ Estos (fig. 83) son de una mujer de 41 años, casada, atacada desde hace mucho tiempo de una gran astenia, con neurosis de duda. Recomienza sin cesar las más ínfimas acciones de la vida cotidiana, de lo cual resulta una gran lentitud en su trabajo,.y. nunca consigue terminarlos. Tiene, por esta razón, frecuentes conflictos con su marido que se impacienta al no encontrar nada hecho en la casa, cuando regresa. A nte esta situación, la mujer reacciona en forma depresiva, lo cual se comprende. Primeramente, declara que no va a saber hacer garabatos, pero luego hace este trazado, del cual se observarán las líneas descenden­ tes, signo de tendencia depresiva'.

Observación 46. He aquí, el caso de una granjera de 40 años, casada, madre de cuatro hijos, que presenta una depresión nerviosa crónica, con un estado de obsesión casi continuo. La asaltan, sin cesar, pensamientos sexuales relativos a los hom bres que encuentra.

Por momentos, llega hasta a creer que ha “ pecado” con ellos y se atormenta con escrúpulos por tal motivo. La neurosis comenzó a la edad de 17 años, cuando perdió a su madre y quedo sola con su padre. En esa época, tuvo la idea de hacerse religiosa, pero renunció a ello para casarse. Desde entonces deber

3^

satisfech° su deseo en lu§ar de cumplir con su

Esta mujer también se mostró incapaz de observar la consigna y

í* ^ nombre’

m enn? í™ lueg ° trazó signos aislados, más o menos en forma de letras. Estos garabatos (fig. 84) indican pues la preponderancia de las censuras que prohíben la relación edípica con 1 padre y todos los demas contactos porque son el símbolo de esa relación prohibida.

Figura 84.

G arabatos de aislamiento en la zona (Observación 46).

de fijación

m aterna

Observación 47. He aquí el caso de un hombre de 64 años, casado, que ha sido siempre de carácter muy escrupuloso, pero cuya neuros's se agravó repentinamente a la edad de 43 años, impidién­ dole desde entonces toda actividad. 154

Duda de todo y debe recomenzar sin cesar ¡os ademanes o acciones más simples. Pero está sobre todo obsesionado por la idea de que escribe “ cosas"’ en cualquier pedazo de papel, en un trozo de madera, sobre sus mismas ropas, y que esas “ cosas” , leídas por los demás, van a influir en las personas y las van-a incitar a cometer actos reprehensibles. No puede precisar nunca de qué cosas se trata, pero su responsabilidad, dice, está gravemente comprom etida en el asunto. Debe verificar continuam ente si no ha escrito algo, recoge papeles en la calle, trozos de madera y llega a tragarlos a fin de hacer desaparecer todo rastro de lo que hubiera podido escribir. Su estado obsesivo acabó volviéndose continuo, a tal punto que debieron internarlo, pues la vida en el hogar no le era ya posible.

Sus garabatos (fig. 85) comienzan en lo alto, a la derecha, y terminan en lo alto, a la izquierda. Los rasgos son vacilantes y parecen esbozar cada vez la rúbrica de una firma, pero, lo que es m uy particular aquí, es el aislamiento, ju n to con una cierta tendencia a la simetría, puesto que hay el mismo número de rúbricas (cuatro) en la línea de la derecha y en la de la izquierda. 155

IV. PSICOSIS

En este estudio, que no hemos llevado muy lejos, de ¡os garabatos en ¡as psicosis, tendremos sobre todo presente la psicosis esquizofrénica o demencia precoz, la cual se caracteriza, en sujetos casi siempre jóvenes, por una fuerte.inhibición de la vitalidad, un replegarse autístico sobre sí mismo, que conduce a una ruptura casi total de las relaciones con el mundo y, desde el punto de vista psicoanalítico, por una intensa represión de toda la personalidad al estadio oral pasivo. . - ■ . ... Tal es el fondo común de esta enfermedad mental tan difun­ dida, fondo sobre el cual se destacan síndromes muy diversos que

Figura

86.

G arabatos

de

inhibición pertenecientes esquizofrénico.

a

un

psicótico

constituyen las formas clínicas de la demencia precoz. No se debe, pues, esperar el hallazgo de garabatos que sean característicos de esta afección, sino, por el contrario, una gran variedad de trazados correspondientes al dinamismo particular de cada caso. En las numerosas observaciones que hemos hecho sobre esos garabatos, se destacan ciertas características dominantes. 156

1. En primer lugar, es excepcional que ese tipo de enfermos haga garabatos de buena expansión vital. La m ayoría de ellos hace garabatos de inhibición. Conviene añadir que, en los casos de demencia precoz, se encuentran los trazados de inhibición más fuertemente caracterizados (por ej. fig. 86). Agreguemos que, salvo muy raras excepciones, ninguno de esos trazados pasa sobre el nombre, lo cual demuestra la intensidad de las defensas, expresada además en el aislamiento.

2. En segundo lugar, la mayoría de las veces, el trazado es m uy depurado, lineal, de forma geométrica, y no cubre sino una pequeña párte del espacio blanco de la hoja. Recordemos a este respecto la alusión que hicimos al comienzo de este libro a la oposición de Madame Minkovska entre el tipo racional, que esa autora atribuye con preferencia a los esquizoides y el tipo sensorial, que la misma cita como característico de los epileptoides. Nosotros criticamos ese punto de vista, que coloca arbitrariamente a sujetos normales en un cuadro patológico. El mismo encierra, sin embargo, una parte de verdad: la inhibición de

la espontaneidad vital alcanza su punto máximo en los esquizofré­ nicos y corresponde, en efecto, en esos enfermos, a una racionali­ zación excesiva. El hecho es que entre ellos se encuentran a'm enudo garabatos de estilo geométrico y lineal, a veces bajo la forma de un simple recuadro que rodea el nombre, ya sea de cerca (fig. 87), ya de un poco más lejos (fig. 88). Otras veces, es bajo la forma de un trazado muy estilizado, de aspecto decorativo (fig. 89). Otras, en fin. esa

misma tendencia a la racionalización geométrica se traduce en segmentos de líneas aislados unos de otros (fig. 90). 3. En tercer lugar, los trazados más frecuentes por su ubicación es an, ya sea como recuadro alrededor del nombre, como acabamos de ver (figs.^ 87, 88 y 91), ya debajo del nombre (figs. 90, 92 y 93). Este último tipo de trazado, que corresponde, como sabemos, a una íijacion en el estadio oral de protección materna, debe men­ cionarse como el q u e .s e encuentra más frecuentemente en la emencia precoz. Nosotros lo hemos observado en más de la mitad 158

Figura 89. Gara­ batos de estiliza­ ción.

Figura 90.

G arabatos en form a de líneas aisladas en la zona de fijación

n u e s t r o s u a S 0 S '- Las d e d u c c io n e s q u e de él se d e s p r e n d e n variS Uf S? r S -S1 m!Sm° C° n Pre d o m in io d e ¡ in stinto de c o n s e r ­ v ació n, in te rd ic c ió n e d ip ic a , a s t e n i a - c o rre sp o n d e n bien a lo q u e se observa a m e n u d o en esa a fecció n. 1

4. Se plantea una cuestión importante: ¿la presencia de tales razados, autoriza a deducir la existencia de una esquizofrenia ? No m e n ta ?

,° qUC n o P ueda observarse fuera de esa a fe c c ió n

s u a t o s n o rm a le s.m P



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Figura 91.

^ e f o s . a ta « d o s de - u r e s i s y a u n en fuera d e to d o e s ta d o p sic ó -

fo rm ac“ > ^ reiccionales, lo regresión con

G arabatos en forma de red alrededor del nom bre lo que se observa a m enudo en esa afección.

cambio, no hemos observado en tal proporción la estiliza­ ción geométrica, prueba, como-lo dice Minkovska, de un raciona­ lismo morboso que no se halla casi fuera de la esquizofrenia. Por lo tanto, cuando se observan, en un adulto, garabatos del tipo de los de las figuras 87 a 90, se tiene el derecho de afirmar sobre la 160

existencia de una fuerte predisposición esquizoidea. es decir un estado que, en ciertas condiciones, puede desembocar en la esqui­ zofrenia. Claro está que esto es sólo una hipótesis pues, en un caso así, un diagnóstico seguro únicamente puede hacerse mediante la unión de ia clínica con el test de proyección. Observación 48. He aquí, a título de ejemplo, los garabatos (fig. 94) de un joven de 25 años, el cual presenta una ligera depresión nerviosa, que lo ha obligado a dejar su trabajo. Lo que sorprende sobre todo es su aire inhibido: es torpe, tímido, habla en

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Figura 92.

G arabatos de aislam iento en la zona de fijación materna.

voz baja. Dice que siempre ha tenido ese carácter, acentuado desde hace algunos años, luego de una tuberculosis pulmonar tratada y curada. En realidad, tiene mucha dificultad para adaptarse, lo mismo en su hogar que en el taller. Se irrita por nada y se aísla. No tiene ninguna distracción y no se atreve a relacionarse con las jóvenes. Su estructura morfo-psicológica es la de un sentimental, con su ancha frente imaginativa y un rostro afilado que denota su poca expansión afectivo-instintiva.

existencia de una fuerte predisposición esquizoidea. es decir un estado que, en ciertas condiciones, puede desembocar en !a esqui­ zofrenia. Claro está que esto es sólo una hipótesis pues, en un caso así, un diagnóstico seguro únicamente puede hacerse mediante la unión de la clínica con el test de proyección. Observación 48. He aquí, a título de ejemplo, los garabatos (fig. 94) de un joven de 25 años, el cual presenta una ligera depresión nerviosa, que lo ha obligado a dejar su trabajo. Lo que sorprende sobre todo es su aire inhibido: es torpe, tímido, habla en

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Figura 92. G arabatos de aislam iento en la zona de fijación m aterna.

voz baja. Dice que siempre ha tenido ese carácter, acentuado desde hace algunos años, luego de una tuberculosis pulmonar tratada y curada. En realidad, tiene mucha dificultad para adaptarse, lo mismo en su hogar que en el taller. Se irrita por nada y se aísla. No tiene ninguna distracción y no se atreve a relacionarse con las jóvenes. Su estructura morfo-psicológica es la de un sentimental, con su ancha frente imaginativa y un rostro afilado que denota su poca expansión afectivo-instintiva. 161

El aspecto de este enfermo, así como sus garabatos muy depurados, hacen temer una posible evolución esquizofrénica, te­ mor que justifica en parte por el momento, la adaptación profe­ sional cada vez más difícil del sujeto. Si puede formularse el diagnóstico de una esquizofrenia, al menos como hipótesis, de acuerdo con los garabatos, es con la condición de que se trate de un adulto, como en el presente caso. Cuando, por el contrario, se trata de un niño, debemos ser mucho más reservados en nuestras deducciones, pues en un sujeto joven, los procesos patológicos son móviles y pueden ser reversibles.

Figura

93.

G arabatos reaccionales depresivos en la zona de fijación m aterna.

El ejemplo siguiente es bien demostrativo. Observación 49. Ana, una niña de 9 años, nos fue enviada por un especialista del oído que la familia consultó porque la niña parecía no oír. En efecto, Ana se comporta como si fuese sorda, no responde a las preguntas, es incapaz de prestar atención y no puede seguir una clase. En realidad, tal como lo probó el examen del especialista,_ la niña no es sorda, sino que presenta un estado de 162

inadaptación m ental muy caracterizado. No parece interesarse por nada, ni por sus muñecas, ni por los otros niños, ni por la televisión. Juega sola, escribiendo palabras inconexas o haciendo garabatos. A veces, s e 'p o n e a contar sin detenerse o bien irrumpe, sin razón aparente, en una risa incontenible. Tiene también manías de limpieza, se lava a menudo las manos, quiere bañarse todos los días y no tolera que sus ropas estén sucias. Está a menudo intranquila, sobre todo cuando personas próxim as a ella se enferman.

Figura 94.

G arabatos de estilización geom étrica (Observación 48).

A pesar de esas actitudes de aislamiento autista, Ana es cariñosa con sus progenitores, especialmente con su padre. Se muestra abiertamente celosa de sus dos hermanos. La estructura morfo-psicológica de su rostro habla en favor de una inteligencia normal. El cuadro clínico no es por cierto el de una débil mental, pero hace pensar en una psicosis, unida a elementos obsesivos. 163

Sus primeros garabatos, en los que dibuja un rectángulo alrede­ dor del nombre (fig. .95) indican una m uy intensa inhibición de todas las tendencias vitales y no descarta, sino que apoya, el diagnóstico de psicosis. Tratada con psicodramas, Ana exterioriza p r o n to 'u n a 'f u e r te agresividad contra sus. padres y, paralelamente, su estado clínico se modifica: su madre (atacada también de neurosis obsesiva y m uy inhibida) se queja mucho de que la niña muestra ahora agresividad

en el hogar, cosa que no hacía antes; pero reconoce al mismo tiempo que Ana se ha vuelto más expansiva y ha perdido sus manías de limpieza. Paralelamente, vemos modificarse sus garabatos, que adquieren primero mayor amplitud (fig. 96) volviéndose luego francamente agresivos (fig. 97). Es muy notable el hecho de que, en este último trazado, el nombre esté rodeado por dos recuadros rectangulares' 164

concéntricos —probablemente trazados al comienzo— vana p ro te c ­ ción aquí contra el desencadenarse de la agresividad. Tratamos a esta niña durante tres años. La psicoterapia perm itió obtener una resocialización progresiva y una m ejoría escolar. No hubiéramos podido obtener un resultado semejante con el m étod o

Figura 96.

G arabatos reaccionales extensos pertenecientes a la m ism a n iñ a que hiciera los de la figura 95.

empleado si se hubiese tratado de una verdadera psicosis. Digamos que nos encontrábamos ante una psiconeurosis bastante grave y que los primeros garabatos objetivaban una fuerte inhibición con for­ mación reaccional intensa. Con todo, esa estructura psiconeurótica se reveló débil y cedió rápidamente a la psicoterapia; las fases de la desinhibición y de la liberación de las pulsiones demasiado repri­ midas fueron objetivándose a su vez en los garabatos subsiguientes.

£ste ejemplo, dicho sea de paso, nos muestra en primer lugar el extremo interés de hacer garabatos en épocas diferentes, a fin de poder apreciar los diversos estados de la personalidad; y en segundo lugar, la' posibilidad de:seguir los progresos de una psicoterapia y el sentido en que ésta: opera, mediante la interpretación de los garabatos sucesivos. -

Figura 97. G arabatos agresivos pertenecientes a la misma niña que hiciera los de la figuras 95 y 96. .

166

/

CO N C L U S IO N E S

Como conclusión de nuestras investigaciones sobre el test de los garabatos, pensamos que éste merece ser introducido en la práctica psicopatológica, como lo manifestara por primera vez R. Meurisse. Sus ventajas son de orden práctico y de orden teórico. Ventajas prácticas. Este test es muy fácil de aplicar. Sólo se necesita un reducidísimo material. Es rápido y encuentra fácil ubicación durante una consulta. i

-

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Ventajas teóricas. Explora un campo de la actividad psico-instintiva que ningún otro test explora; es decir, el estadio sádico-anal, estadio en que se constituyen las primeras defensas del Yo. Por otra parte, no da lugar a ningún fraude, en m érito a que el sujeto que realiza el test no tiene la menor idea de su significado y no puede, por lo tanto, disimular nada de lo que su trazado va a expresar. Por último, la influencia del aprendizaje es nula, y se puede repetir el test gran número de veces, a intervalos de tiempo m uy variables, a fin de apreciar si los elementos de la personalidad que detecta son constantes o variables; por ejemplo, com o lo hemos m ostrado, durante una psicoterapia de la cual se quiere seguir el desarrollo.

VALIDEZ Y FIDELIDAD DEL TEST DE LOS GARABATOS

Para que un test tenga valor, debe satisfacerse, com o es sabido, un cierto número de condiciones. 167

1. La primera es que e] test esté estandardizado, es decir que el material, la técnica de realización y el método de interpretación deben establecerse de tal suerte que los resultados no puedan depender de la individualidad particular del psicólogo que lo aplica Nuestro test llena en parte esta condición. Sin embargo, deseo­ sos de dejar que la personalidad del sujeto sometido a la prueba se exprese sin ninguna distorsión, no hemos conservado las reglas tan estrictas de Meurisse, y dejamos al sujeto la mayor libertad para comenzar sus garabatos en un punto cualquiera de la hoja y disponer para hacerlos de todo el tiempo que desee. E n c o m p e n s a c ió n , h e m o s fu n d a d o las reglas de i n te r p re ta c ió n so b re las d os sólidas n oc io n e s del e sta d io sádico-anal y d e los

mecanismos de defensa del Yo, lo cual permite llegar a deducciones univocas. 2 La segunda condición a llenar es que el test sea fiel, es decir que de los mismos resultados cuando se lo aplica una segunda vez y que explore siempre el mismo sector de la personalidad. Pero esta condición debe ir acompañada de una importante reserva. Si la personalidad que se explora fuera fija, si la misma tuera un complejo de elementos psicológicos invariables, se podría comprender la exigencia de fidelidad en forma más estricta. Existen, en electo, casos - c o m o hemos visto a lo largo de esta o b r a - en que los garabatos se repiten, con el mismo trazado, día tras día, mes tras mes y aun de un año al otro, indicándonos que.la personalidad del sujeto no se ha modificado durante ese tiempo. Tratándose de un 3 cuando Ios garabatos se aproximan a los garabatos de sublimación, se puede concluir que la personalidad es estable y equilibrada. Pero, en todos los otros casos, se debe sacar en conclusion que existe una fijación de la personalidad bajo una forma mas o menos patológica. Especialmente, no se concebiría el Caso de, un niñ0 q ue crece y evoluciona, el trazado de los garabatos no evolucionase paralelamente. Hemos visto asimismo que en el curso de una psicoterapia, la persistencia de un trazado patologico que no se modifica, indica la poca eficacia del trata­ miento emprendido; hemos visto un buen ejemplo de ello en la observación 18, en que un niño agresivo-depresivo repite sin cesar urante varios anos su trazado de inhibición y cubre su nombre con tuertes descargas agresivas. m u e sírat1 ^

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de Í0S C3SOS’ Ia P erso ™ l i d a d no

ñJyn? rlgl, m ° h6m0S VÍSt° ’ 13 mÍSllla eS Un CamPO de las m i L ^ P tant? puede variar según el punt0 de equilibrio d e as mismas. Por ejemplo, un sujeto inhibido puede, en un momento 168

dado, liberar su agresividad y darnos garabatos muy diferentes unos de otros (véase figs. 31 y 32). Más generalmente aún, el crecimiento de un niño, al modificar el punto de equilibrio de las fuerzas del Ello y del Yo, modifica al mismo tiempo el trazado de los garabatos. Hay que concebir, pues, la exigencia de fidelidad, no de manera estática, sino de manera dinámica. 3. La tercera condición es que el test tenga buena sensibilidad, es decir que dé resultados diferentes para individuos diferentes y en situaciones clínicas también diferentes y que permita, por lo tanto, distinguir unos de otros, los casos sometidos a prueba. Ya la gran variedad de los garabatos nos da- derecho a sostener que este test es un revelador muy sensible de las diferencias individuales. Pero es necesario además que esas variaciones tengan sentido y nos permi­ tan interpretaciones valederas. Tenemos la esperanza de haber mostrado en nuestra obra cómo de la diversidad de los trazados se pueden destacar tipos de garabatos que responden a situaciones psico-patológicas comparables. 4. La cuarta condición es la validez del test. Esta es, con toda evidencia, la condición más im portante y en la que están contenidas todas las demás. Un test es válido, como es sabido, si mide efectivamente lo que está destinado a medir: en este caso, la personalidad y sus trastornos. El primer criterio para juzgar esta validez será el poder diferen­ ciar el sujeto nornial del sujeto patológico. ¿Existen trazados normales y trazados patológicos bien distintos? A esto hemos respondido en nuestra interpretación de los garabatos. En primer lugar, trazamos un esquema general de la evolución del trazado según la edad, haciendo ver que ciertos garabatos, normales en el niño, no lo son más cuando se los observa en la edad adulta. En segundo lugar, una vez pasados los primeros estadios de la vida, los trazados de sublimación se convierten en regla para los normales, de acuerdo c o n la evolución de la personalidad. En cambio, ciertos trazados de represión y de inhibición (véase figs. 23 y 24) permiten afirmar, un estado patológico. No es menos cierto, empero, que no se puede delimitar en forma segura lo normal de lo. patológico y que hay que concebir la exigencia de validez también de manera dinámica. Los garabatos, hemos dicho, dramatizan sobre la hoja en blanco los conflictos vividos por el sujeto. Ahora bien, los normales tienen tantos conflictos como los enfermos; simplemente los resuelven mejor. Por lo tanto, no se puede afirmar un trastorno patológico, por el solo

hecho de comprobar una situación conflictiva. Sólo se puede emitir una hipótesis, a veces muy probable, pero que deberá siempre ser verificada mediante-otros test de proyección v mediante Ja referen­ cia a la clínica. ■ ; ., No se han hecho muchos experimentos sobre la validez del test ■de los garabatos. Sólo conocemos el de J. Subes1. La prueba fue hecha basándose en las correlaciones que. afirma R. Meurisse. existen entre ciertos garabatos y ciertos rasgos psicológicos y llena a resultados enteramente negativos. No podemos entrar aquí en los detalles de la critica de Subes. Digamos solamente que. en conjunto, la misma nos parece falseada por el m étodo empleado, que consiste en probar la validez de un test por medio de otro cuya validez no esta probada. En segundo lugar, reserva más grave aún, que ya uciera Meurisse: los diferentes tests puestos en correlación con el de los garabatos no exploran el mismo nivel de personalidad que este Daré simplemente el ejemplo de la agresividad, tan a menudo manifiesta en el trazado de los garabatos. Para verificarla. Subes tuzo pasar el test de Rosenzweig a 50 sujetos de los cuales tenía los garabatos y trató de establecer una correlación entre la agresividad manifestada en ellos y el porcentaje de respuestas de agresividad extrapumtiva del test de Rosenzweig. Ahora bien, que haya encon-' rado aquí una correlación nula no significa nada, por la muy simple ■ razón de que los garabatos objetivan la agresividad instintiva espontanea, mientras que en el test de Rosenzweig, las situaciones ante las cuales se coloca al sujeto son situaciones sociales y que la agresividad suscitada por las mismas debe expresarse mediante el lenguaje con todo lo que eso implica de defensas semi-conscientes y de veracidad discutible. A nuestro entender, con tales m étodos estáticos de correlación no se podrá nunca probar o impugnar la validez de ninaún test de proyección. . Que se tm te de fidelidad, de sensibilidad o de validez, debemos, siempre retornar a la consideración dinámica de la personalidad, vista com o un campo de fuerzas en conflicto. Cada sujeto, que sea sano o enfermo, proyecta en sus garabatos sus conflictos personales, la forma particular en que su Yo concilla las tendencias y las defensas, reflejo probable de su modo reaccional de adaptación a las situaciones reales.

Revie tltu ]ad° “ É tu d e d ’una épreuve graphologique” , publicado en Kevie de rsychologie Appliquee, Enero, 1955.

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El único criterio para juzgar la validez de en definitiva, q u e la interpretación del examen clínico, permitiéndonos comprender profundas de los trastornos observados.

EL PUNTO DE VISTA PSIC0ANALÍT1C0

Es decir que, si se admite nuestro concepto d^fcgI|aVabatos,-'no se los podría interpretar sin referirse constantem ente a tas reglas del psicoanálisis. La necesidad de una interpretación psicoanalítica se ha intro­ ducido ya poco a poco en los test clásicos de proyección. Baer, Roy, Schafer, luego Bohm lo han hecho- con el de Rorschach y Piotrovsky con el TAT. Nosotros mismos, en nuestras obras E l test PN y El test del dibujo de la familia, hemos señalado enfáticam ente el extremo interés de una interpretación en términos de psicología profunda. Pero este m étodo de interpretación se impone aún más para el test de los garabatos, por el hecho de que este test po n e en juego fuerzas enteram ente inconscientes. En efecto, ha sido situando el origen primitivo de los garabatos en las actividades del estadio sádico-anal que hemos podido comprenderlos y llegar a una inter­ pretación válida en psicopatología. Recordemos a este respecto que, obedeciendo en ello a la evolución de los conceptos psicoanalíticos, no nos hemos limitado a la sola consideración de las pulsiones instintivas, sino que hemos querido seguir el destino de esas pulsiones, tal como se determina debido a la acción modificadora de las defensas del Yo. Más aún, siguiendo esa misma evolución, y más allá del conflicto entre tendencias y defensas, hemos querido formular las consideraciones sintéticas que de ella se desprenden referentes al grddo de madurez del Yo,' instancia de adaptación y la forma en que se establecen las relaciones de objeto, otro índice de adaptación. En ese sentido hemos estudiado especialmente la oposición entre lá sublimación y la represión y, a título de ejemplo m uy significativo, los garabatos de fijación materna que señalan a la vez la interdicción de las relaciones edípicas y la inmadurez del Yo. En conclusión, • creemos haber dado la prueba de que los garabatos, por pueriles y anodinos que sean en apariencia, están en relación profunda con los problem as personales del que los traza y nos suministran, sobre su vida inconsciente, docum entos preciosos 171

esfuerzo™5 ^

P° SÍble ° bt6ner d* ° tra man6ra y con tan Poco

R e la c io ne s c o n el m u n d o exterior, o b je tiv a d a s en la f o r m a en q u e los g a ra b a to s o c u p a n el espacio vital d e la h o ja ; g ra d o de e x p a n s ió n (am p lia e x p a n s ió n o in hibición); g r a d o d e su b lim a c ió n (tr a z a d o c o m p a c to o a b ie rto ). -­ R elacion es c o n la in sta n c ia familiar, o b je tiv a d a s en la re lac ió n

de los garabatos con ¿1’nombre. En el mismo orden de ideas, la forma en que se ha resuelto el complejo de Edipo: xasos muy frecuentes en los que no ha podido ser superado y en los que el sujeto ha retrocedido a un estadio pre-edipico de relación puramente nutricia con una imagen materna (garabatos debajo del nombre). Significado especial de los garabatos esfumados, interpretados mo la objetivación del volver contra sí mismo las pulsiones agresivas. . y a is la m L n t n ™ 0 ’ de las f o rm a c io n e s r e a c c io n a le s y del a isla m ie n to , q u e e x p re sa n m u y cla ra m e nte en lo s g a r a b a t o s la in­ versión de las p u lsio n e s y la relación de o b je to a d ista n c ia .

incompleto00” 006™05 61 heCh0 de qUC nU6Str0 estudio es aún ™ y ne, p I , \ qr COnvendn'a Proseguirlo en diversas direcciosexo. Est,!dinH ev0]uf ón. de los garabatos según la edad y el * .. e esa ev° l ución durante las psicoterapias —Estudio comparativo del test de los garabatos con otros tests de proyección

patoláXos,Setcmat‘C°

*“ garabat°S “

diVerS0S «'"dropes

Nos parece que lo esencial es el hecho de que este nuevo instrumento de investigación psicológica permite explorar un sector . e la personalidad al cual no se tenía acceso hasta ahora y que dado que el método de interpretación que nos ha sugerido nuestro es u 10 se ha revelado fecundo en los dominios en que lo hemos en otros campos"10

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^

tamb¡én C° "

BI B L IO G R A F ÍA

(Con indicación de algunas obras que am plían tem as afines).

BERNSON, M arthe, D el garabato al dibujo. Vers. Cast.; Buenos Aires, E d ito ­ rial Kapelusz, 1962. • . Les gribouillis des jeunes enfants {Bulletin de Graphologie, 1949). BOISSINOT, R., L 'interprétation du gribouillis de l'en fa n t en fo n c tio n des donnés psychoanalitiaues (com m unication inédite au G roupem ent médico-psychologique de N antes, 1960). CALIGOR, Leopold, N ueva interpretación psicológica de dibujos de la figura humana. Vers. Cast.. Buenos Aires, E ditorial Kapelusz, 1960. CORMAN, Louis, E l te st d el dibujo de la familia. Vers. Cast., Buenos Aires, Editorial Kapelusz, 1967. Le test P.N., París, P.U .F., 1966. D ’ALFONSO, P.G., E l lenguaje d el dibujo. Vers. Cast., Buenos Aires, E d ito ­ rial Kapelusz, 1960. DEPOUILLY, Jacques, N iñ o s y prim itivos. Vers. Cast., Buenos Aires, E d i­ torial Kapelusz, 1965. KLAGES, Ludwig, Escritura y carácter. Vers. Cast., Buenos Aires, Paidós, 1959. KOCH, Karl, E l te st d el árbol. Vers. Cast., B uenos Aires, E ditorial Kapelusz, 1962. LOW ENFELD, V iktor, E l niño y su arte. Vers. Cast., Buenos Aires, Edi­ torial Kapelusz, 1958. E l desarrollo de la capacidad creadora. Vers. Cast., Buenos Aires, E ditorial Kapelusz, 1961. MEURISSE, R obert, Le test du gribouillage (P sych., N° 26, die. 1948 y N° 37, die. 1949*(Connaissance de l’hom m e, nov. 1956). MUCCIÜELLI, Roger, E l juego del mur,do y el te st de la aldea imaginaria. Vers. Cast., Buenos Aires, E ditorial Kapelusz, 1964.

S iE R N , Arno, A specto s y técnicas de la pintura infantil. Vers. C ast., Buenos Aires, E ditorial K apelusz, 1962. Com prensión del arte infan til Vers. Cast., Buenos Aires, E ditorial Kapelusz, 1962. ' D el dibujo espontáneo a las técnicas gráficas. Vers. Cast., Buenos Aires, E ditorial Kapelusz, 1961. .

E l lenguaje p l á s t i c o Vers. Cast., Buenos Aires, E ditorial K apelusz 1965. ’

Interpretación del arte infantil. Vers. Cast., Buenos Aires, E ditorial ' Kapelusz, 1969. ___ ... , _ t

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