El síntoma y el postlacanismo1
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El síntoma y el postlacanismo Voy a comenzar citando, con bastante extensión, un texto que nos va a situar respecto del tema del síntoma (en Lettres de l’École freudienne de Paris, Paris, junio 1979, n° 25, tomo II, pp. 219-220, esta Letra Letra recopila las intervenciones en el IX Congreso de la EFP, sobre la transmisión del psicoanálisis): psicoanálisis): Cito: “¿Qué hace que después de haber sido analizante analizante se devenga analista? analista? Debo decir que me he preguntado al respecto; y es por eso que hice mi Proposición Proposición, la que instaura lo que se llama el pase, con la cual confié en algo que se llamaría la transmisión, si hubiera una transmisión transmisión del psicoanálisis. psicoanálisis. El psicoanálisis, tal como ahora llego a pensarlo, es intransmisible. Es enojoso. Es muy enojoso que cada analista se vea forzado – puesto que es necesario que sea forzado – a a reinventar el psicoanálisis. Si dije en Lille que el pase me había decepcionado [comento al pasar que en las Lettres Lettres no está transcripta esta intervención de Lacan en Lille, sí se encuentran otras intervenciones], es por eso, porque es necesario que cada analista reinvente, después de lo que ha logrado retirar del hecho de haber sido psicoanalizante un tiempo, tiempo, que cada analista reinvente la manera por la cual el psicoanálisis psicoanálisis puede durar.” Señalo que en diversas líneas del postlacanismo se tomó esta idea de “reinventar”. Pero, para nosotros es una introducción al punto que queremos alcanzar en esta cita y que atañe a lo que dice aquí Lacan del síntoma. El segundo fragmento que quería leer, saltando algunos párrafos del texto, dice: “Entonces, ¿cómo es que por la operación del significante, hay gente que cura? Pues, claramente claramente de eso se trata. Es un hecho que hay gente que cura. Freud subrayó que no hacía falta que el analista estuviera poseído por el deseo de curar; pero es un hecho que hay gente que cura, y que cura de su neurosis, incluso de su perversión. ¿Cómo es posible? A pesar de todo lo que dije en aquella aquella ocasión, no sé nada de ello. Es una cuestión, para el caso, de trucado (truquage (truquage). ). Cómo es que se susurra al sujeto que les llega a análisis algo que tiene por efecto curarlo, hay allí una cuestión de experiencia en la cual juega un rol lo que llamé sujeto supuesto saber. Un sujeto supuesto es un redoblamiento. El sujeto supuesto saber es alguien que sabe. Sabe el truco, puesto que he hablado, respecto de eso, de trucado [truquage, [truquage, el término está cerca del falsamiento, de lo ilusorio, de los efectos especiales en cine y también del fraude, que
incluye en francés el sentido electoral]; sabe el truco, la manera por la cual se cura una neurosis. Debo decir que en el pase nada anuncia eso; debo decir que en el pase nada testimonia que el sujeto sepa curar una neurosis. Aguardo siempre que algo me aclarezca al respecto. Quisiera saber, por alguien que testimonia en el pase, que un sujeto – puesto que es de un sujeto que se trata – es capaz de hacer más de lo que llamaré el charlataneo ordinario; pues es de esto que se trata. Si el analista no hace más que charlatanear se puede estar seguro que falla su golpe, el golpe que consiste en levantar efectivamente el resultado, es decir, lo que se llama el síntoma.” Esto, vuelvo a decir., está en la Letra 24, el texto se llama Conclusions. No sería fácil decir más claramente qué buscaba Lacan en la encuesta del pase: ¿Cómo se hace cesar, se levanta, el síntoma? Este texto, el que Lacan menciona al pasar en Lille, y algunos otros, dispersos en Lettres, preanuncian la disolución de la EFP. Por ejemplo, pero no es esta la única causa, porque la reinvención del psicoanálisis a cuenta de cada uno [evito decir, por cuenta propia: el cuentapropismo] no podría encontrar un criterio que justificara el mantenimiento del dispositivo del pase. Se perdió, con la rapidísima reinstauración del pase, la oportunidad de revisar qué había llevado a su fracaso. Esta omisión (que hizo y hace sobre todo a una política dentro de la petite politique del psicoanálisis), el mantenimiento del statu quo, y del pase como insignia lacaniana, explican en buena medida lo que ocurrió en los últimos treinta y tantos años de postlacanismo. Señalo otra cuestión, la que más nos interesa hoy, en esta charla. Lacan muestra aquí una concepción del síntoma que está en las antípodas de considerarlo inanalizable, colmado de goce, o en sí mismo real. Al punto tal que, insisto, es el no encontrar en los testimonios el truco que lo hace cesar lo que lleva a disolver la Escuela. No podríamos, entonces, leer el seminario XXIII buscando en el sinthome ese factor real. Lacan no se contradecía tanto, y estos desarrollos son prácticamente contemporáneos. La idea de lo insoslayable del síntoma-goce no se sostiene, no se haya en Lacan; es una idea postlacaniana. Con el aspecto real del síntoma, el ultrapase (gente que hizo el pase y tiempo después vuelve a analizarse, por ejemplo; o bien, que en una vía paradojal, testimonian de su pase, aparentando un interlocutor, cuando saben que el sinthome no tiene remedio y los condena a la soledad), y algunos otros conceptos en esta órbita que aportó el postlacanismo, nos hallamos en una situación parecida a la crisis de 1920. La interpretación, la cura, perdió eficacia. Y, con la constatación de esta reacción terapéutica negativa (el
concepto o la idea de sinthome como goce inanalizable sería su eufemismo), vemos que conviene invertir los términos. No se trataría ya de lo que hay de real en el síntoma, de su faz de goce irreductible, sino de un tema técnico: tal como está enfocado el análisis lacaniano o mejor postlacaniano actual no funciona bien o, directamente, no funciona. Y la misma terminología en uso da cuenta de esto, lo denuncia. En algún sentido, lo dice directamente. Un agravante: el psicoanálisis actual carece de programa teórico. Lo tuvo con el estructuralismo durante veinte años. Luego, Lacan consideró que solo la lógica-matemática podía encauzar al psicoanálisis, en 1973, en Montpellier ( Letra n° 15, pp. 238 y 244 esp.). Dije, citando a Lacan, lo que no era el síntoma. Ahora, voy a tomar su concepto en forma positiva. Voy a tratar de enlazar con algunas citas la idea que tiene Lacan del síntoma en los seminarios de la última época de su enseñanza, en la línea de la cita anterior de Conclusiones, y dirigiéndonos hacia la equivalencia entre el síntoma y el psiquismo. En el contexto de sostener que el hombre es un compuesto trinitario, decía Lacan: “Nos imaginamos ser una sustancia. Es evidentemente muy difícil sacarles eso de la cabeza, aunque todo demuestre que cada uno de ustedes no es más que un pequeño agujero, un agujero en verdad complejo y torbellinante…” (Séance de clôture, p. 267, Letra 18, sobre las Jornadas de estudio de cartels). El cuerpo para Lacan básicamente es un agujero. Ahí se “anida”, por decirlo así, el lenguaje, el sentido, el sujeto. Y el síntoma es lo que tenemos de singular en ese anudamiento entre el agujero del cuerpo, el agujero de la lengua (que excluye la relación sexual y gira a su alrededor) y lo real: agujero triple. Al representar ese agujero triple, el síntoma hace signo de nuestra relación a lo real. El síntoma nos singulariza así y por eso, decía Lacan, es lo último de lo que los pacientes quieren hablar. El principio del placer, en este momento de la enseñanza de Lacan, se define por esquivar toda particularidad (el trabajo sobre lo particular lleva a lo singular, termina por cernirlo). Entonces, el sentido principal de la ortografía antigua ( sinthome) a la que Lacan acude significa que el hombre es el síntoma privilegiado (el homme de sinthome). Y aquí radica toda la dificultad que se da cuando se aborda el seminario XXIII. No es lo que uno espera. No es lo que uno tiene en la cabeza cuando lee Joyce le sinthome. Penúltima cita: “Es por el intermediario del síntoma que podemos decir lo que es realmente ser un hombre, o sea, situarse por completo por el síntoma.” (Conclusions, p. 249, en Letra 24). Dicho en otros términos, no hay nada dentro de la cabeza de la gente que tenga la menor importancia para el psicoanálisis; dicho más “gentilmente”,
que tenga una importancia y existencia ajena al síntoma. Y la denominación “psicoanálisis” para nuestra práctica ha perdido capacidad de descripción; ya no nombra lo que ocurre con el “psicoanálisis” actual, el estadio al que llegó su teoría y su práctica. Hoy, después de Lacan, después de El sinthome, no se trata de un análisis de la mente. Finalmente, pues, el psiquismo mismo es situado como síntoma (y hay que atenerse a las consecuencias que esto comporta): “El sinthome es sufrir de tener un alma. Es la psicopatía hablando propiamente, en el sentido de que un alma es lo más enmerdante que puede encontrarse.” (Cf. nuevamente en Conclusions, Letra 24, p. 248.) Es una idea, se ve claramente, aun peor que la de pensar en el síntoma como no analizable. Concluyo señalando que nos hallamos en todo este contexto quizá en uno de los puntos mayores de la identificación de Lacan con Joyce, que quería el fin de la literatura.
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