El Sacerdocio catolico

February 1, 2018 | Author: Chava Aguirre | Category: N/A
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Descripción: Investigación sobre la forma de entender al sacerdocio en nuestros días....

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………...2 JUSTIFICACIÓN…………………………………………………………………………3 CAPÍTULO I.- QUÉ ENTENDER POR SACERDOCIO…………………………….4 1.1 Definición de sacerdocio………………………………………………………4 1.2 Formación sacerdotal…………………………………………………………..6 1.2.1 Dimensión Humana………………………………………………….9 1.2.2 Dimensión Espiritual………………………………………………..10 1.2.3 Dimensión Intelectual………………………………………………10 1.2.4 Dimensión Pastoral…………………………………………………10 1.2.5 Dimensión Vocacional……………………………………………...11 1.3 Entrada al presbiterado…………………………………………………….…11 CAPÍTULO II.- RELACIÓN DEL PRESBÍTERO CON DIOS...............................12 2.1 La oración del sacerdote…………………………………………………..…12 2.2 La espiritualidad del sacerdote…………………………………….…………16 2.3 Ministro de los sacramentos……………………………………….…………20 CONCLUSIONES………………………………………………………………………23 BIBLIOGRAFÍAS………………………………………………………………………..24

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INTRODUCCIÓN

El presente trabajo se ha realizado como medio para aquellos que sienten un poco la inquietud por conocer lo que implica ser presbítero diocesano y lo que conlleva participar del ministerio. Es entonces que los temas que se colocan dentro de él tienen un matiz un tanto vocacional, pero siempre tomando como base lo que dicen los documentos de la Iglesia al respecto. Se trató también de que no fuera pesada la lectura y se colocó de forma que pudiera leerse de forma tranquila y coloquial, aunque por momentos se torne un poco elevada, pero es porque se citaron fuentes que no podían comentarse de otra manera. El trabajo está dividido en dos capítulos, los cuales explicitan de manera importante lo que el título de cada uno quiere decir. Ambos complementan también algunas ideas respecto a lo que es el trabajo y están entrelazados el uno con el otro de forma que no se pueden considerar como partes separadas. El primero trata todo lo referente al sacerdocio: sus definiciones, tanto reales como etimológicas; la formación sacerdotal dentro del seminario y cómo ahí se trabaja en las diferentes áreas de una manera conjunta; el capítulo termina hablando brevemente de cómo es que el sacerdote entra a formar parte del presbiterado y la celebración que lleva a ello. El segundo analiza un poco la relación que el sacerdote tiene con Dios en tres aspectos que aquí se consideran como los más importantes: la oración, la espiritualidad y la vivencia de los sacramentos en la vida del presbítero. De igual forma se citan diferentes fuentes para corroborar lo que aquí se está diciendo y mostrar de esa manera que “no es gusto personal lo que se dice sino lo que la iglesia está pidiendo”1.

1

Frase dicha por el P. Fernando Mercado Agustín en una clase de Formación Humana.

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JUSTIFICACIÓN Este trabajo se ha realizado para resolver las inquietudes que por parte de un servidor había sobre lo que es en sí el sacerdocio y lo que implica ser y actuar como tal dentro de la sociedad; y esto porque desde hace tiempo he tenido la inquietud vocacional de si esto es para mí, si es Dios quien me está llamando o es una inquietud muy personal donde yo soy el que está queriendo esto de Dios. Es entonces que los datos confrontados aquí, los que con mis palabras coloco llevan ese fin: descubrir poco a poco como es la forma en cómo quiere Dios que le responda. Había la inquietud de parte mía por hacer este pequeño trabajo de un tema referente a la familia o al matrimonio, para que de igual manera se me resolvieran algunas inquietudes vocacionales respecto a lo que Dios me pide, pero analizando un poquito más a fondo dicha inquietud descubrí que era más conveniente y más adecuado hacerlo del sacerdocio porque ya hace un tiempo hice un ensayo de la familia y logré descubrir a grandes rasgos lo que es y lo que implica; y del sacerdocio y la relación que éste tiene que llevar con Cristo no lo había analizado todavía tanto, sólo de manera general cuando teníamos algunas clases, y mi inquietud se inclinaba más por este tema. Decidí también hacerlo con este argumento porque considero que, aparte de lo que ya he dicho, también tengo y poseo más referencias de este tema, y si lo hubiera empezado de otro, quizá me haría falta completarlo un poquito más o confrontarlo con más fuentes, y considero que las citadas aquí son las necesarias.

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CAPÍTULO I QUÉ ENTENDER POR SACERDOCIO

Para comprender cuál debe ser la relación que el sacerdote diocesano debe tener tanto con Dios, con los demás y consigo mismo, es conveniente que primero se definan los términos y conceptos con los cuales se tratan dichos elementos, por lo tanto lo que ahora se quiere en este trabajo es definir algunos de los vocablos que más adelante se utilizarán y que son indispensables para la comprensión de este tema tan interesante y a la vez tan complejo y delicado. Cabe mencionar que en este pequeño trabajo no se busca hacer un estudio exhaustivo de la relación que debe tenerse entre el sacerdocio y los elementos ya antes mencionados, sino sólo detallar de manera general algunos componentes que se cree no deben faltar por ningún motivo en la comprensión del sacerdote diocesano. Habiendo hecho mención de esto se pasará a definir lo que ya antes se había dicho.

1.1 Definición de sacerdocio

Es común que la visión que se tenga del sacerdocio esté encaminada solamente a lo que le corresponde hacer al presbítero como ministro de los sacramentos y así lo muestra el diccionario, que lo define de la siguiente manera: “Consagración activa y celosa al desempeño de una profesión o ministerio elevado y noble”2, se ve pues que el común denominador para este término se queda en el simple enfoque de que es un trabajo más que desempeñan sólo algunos dentro del ambiente social y que, como todos, tiene un cierto punto de nobleza que se adquiere con las mismas características del ordenado, se debe 2

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resaltar también que la definición se queda únicamente en eso, la pura definición y no se trasciende el término a lo que realmente vale, que es Dios. Y si esta es la concepción de sacerdocio que se tiene, entonces también el sacerdote es visto de una manera semejante, de él se dice que es un “hombre ordenado para celebrar el sacrificio de la misa y realizar otras tareas propias del ministerio pastoral”3, pero no se le identifica con Cristo, que es su fundamento, y es entonces que estas visiones se quedan únicamente con lo que se logra percibir por la razón y no dan un paso más allá, el de la fe. Pero si se analiza el término desde su etimología se verá que dicha palabra esta entrelazada, y en demasía, con Dios, con lo sagrado; y de hecho eso es lo que significa de manera literal, lo que pasa es que no se le ha analizado o no se le ha querido ver desde lo que su raíz realmente quiere expresar, ya que la palabra sacerdote procede del vocablo latino “socerdos, -otis,”4 que a su vez procede de “sacer, -cri” que significa “sagrado”5. Pero esta visión del sacerdote no puede estar completa si no se analiza desde un ambiente más cristiano, por lo cual se cita al siguiente autor que acerca de lo que es el sacerdote nos dice: “el sacerdote es un diligente religioso que visiblemente se distingue de los seguidores de una religión en virtud de una gracia especial recibida y de su función mediadora entre el hombre y la divinidad”6, es entonces que empieza a dejarse ver el auténtico significado de lo que es el sacerdocio; pero aún esto se queda corto en cuanto a significado se refiere, es necesario ir más allá, ir a donde surge el presbiterado, para ello se hace uso de lo que se dice en el decreto conciliar Presbyterorum Ordinis en su número uno “el mismo Señor, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo, en que no todos los miembros tienen la misma función, entre ellos constituyó a algunos ministros que, ostentando la potestad sagrada en la sociedad de los

3

íbidem. Cfr. LARA TORRES, Leopoldo. Gramática latina. México, 7ª edición, Ediciones seminario de Morelia, 1912. p.70 5 íbidem p. 37 6 RUIZ ESPINOSA, Juan Carlos. Espiritualidad del presbítero diocesano. Colombia, autor. 4

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fieles, tuvieran el poder sagrado del Orden, para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados, y desempeñar públicamente, en nombre de Cristo, la función sacerdotal en favor de los hombres.”7 Y es ahora sí que se tiene una concepción un poquito mejor de lo que quiere decirse cuando se usa el término sacerdote. Pero no debe olvidarse un dato que es central en este trabajo y mediante el cual también es indispensable definir al presbítero y que es el de la relacionalidad propia del sacerdote en cuanto formadora de su ser consagrado, al respecto se puede decir que al hombre de la eucaristía se le define en torno a las relaciones que se crean en su ministerio y por tanto entonces su comunitariedad explicará su vida pastoral, rasgo esencial para el sacerdote, y es entonces que el sacerdote no se entiende sino sólo en la relación8.

1.2 Formación sacerdotal

Y para seguir entendiendo mejor lo que es y lo que significa ser sacerdote, ahora se explicará, en términos generales, el proceso que debe llevar alguien que ha sido elegido por Dios para desempeñar tan importante tarea en nombre Suyo dentro de la sociedad.

El lugar donde se forman los candidatos al sacerdocio y donde disciernen su inquietud vocacional para posteriormente dar una respuesta a la vida presbiteral o decidir tomar otro estado de vida se le llama seminario. Es entonces que el seminario se convierte en esa casa de formación donde los jóvenes varones que sienten ser llamados por Dios descubren si su inquietud se convierte en más que eso o sólo fue un impulso que en un momento dado sintieron.

Es importante mencionar que toda la institución del seminario se divide en casas de formación que se adaptan a las necesidades vocacionales de los 7

Presbyterorum Ordinis. Documentos conciliares Vaticano II Cfr. GAMARRA, Saturnino. Manual de espiritualidad sacerdotal. España, 2008, Editorial Monte Carmelo, p. 349 8

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jóvenes y donde cada uno de ellos va descubriendo que es lo que Dios le pide de acuerdo a su edad, a su proceso de discernimiento; a saber: Seminario Menor, donde los jóvenes que sienten la llamada a temprana edad se preparan, es el nivel de preparatoria; luego la etapa del Curso Introductorio donde los jóvenes que han terminado el Sem. Menor pasan a formar un nuevo grupo con los que sintieron la llamada del Señor un poquito después que ellos, ahí, ambos van descubriendo si realmente desean seguir avanzando en su proceso vocacional o toman la decisión de seguir su vida en otro lado, la función principal del curso es unir al grupo y prepararlo para que inicie sus estudios filosóficos y teológicos en el Seminario Mayor presentándole de manera concreta y real lo que implica ser sacerdote

diocesano

ayudándolo

también

con

algunas

cuestiones

de

espiritualidad9; y finalmente está el Seminario Mayor, donde se estudian las ciencias filosóficas y teológicas y se prepara a los candidatos para que desempeñen su función como sacerdotes, sin olvidar que tienen como centro a Cristo y a la Virgen María.

Pero no debe dejarse el tema sólo con esto, es conveniente analizarlo un poquito más a fondo, si bien en el seminario se prepara a los jóvenes para el sacerdocio, es porque ellos antes ya sintieron la llamada del Señor, y no porque ellos mismos, por sus fuerzas y sólo por su voluntad, hayan decidido entrar; lo más indispensable es que Dios sea el que los llame, la respuesta es dada por ellos pero la iniciativa no. Esto es notorio en la parte del evangelio de San Juan que dice “ustedes no me han elegido a mí; he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto y ese fruto permanezca” (Jn 15,16).

Es también importante señalar que nadie puede ni debe adjudicarse a sí mismo la llamada que Dios le ha hecho, pues estaría cayendo en un grave error. En esto comienza la relación que el sacerdote tiene con Cristo, consigo mismo y con la iglesia-comunidad. Esto visible en el siguiente texto:

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Cfr. Plan de formación Integral, Curso Introductorio. El objetivo específico.

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“El mismo Señor constituyó a algunos ministros, que ostentando la potestad sagrada en la sociedad de los fieles, tuvieran el poder sagrado del orden para ofrecer el sacrificio y perdonar los pecados y desempeñaran públicamente, en nombre de Cristo, en favor de los hombres, para que los fieles se fundieran en un solo cuerpo, en que no todos los miembros tienen la misma función”10.

Es por lo anterior que indispensablemente se debe saber discernir lo que Dios quiere de cada uno de los candidatos al sacerdocio y que la llamada que Él hace sea autentica pues “la condición sacerdotal es un ministerio que dura siempre, de trascendencia eterna, y el sacerdote no sólo es separado del mundo, también es separado del número de los cristianos –esta separación debe entenderse no como exclusión sino como que ya no hace lo mismo que haría un cristiano normal en la vida, sino que debe hacer mucho más-; y esta separación no es transitoria, sino permanente; no es de una temporada, sino que dura siempre”11. Es con lo anterior como se hace visible, a pesar de que ahí menciona una separación pero ésta debe ser entendida como un cambio de actividades y no como supresión de la comunidad parroquial donde se desarrolle, la gran relacionalidad que el presbítero tiene en una sociedad particular. Pero esta relación que el presbítero vive con su entorno, con Dios y en sí mismo no surge espontáneamente sino que se va trabajando paso a paso en el Seminario, casa de formación de los futuros sacerdotes, y es por eso que el objetivo de dicha institución está orientado a ello, esto lo corroboramos fácilmente analizando un poco su objetivo general que es “edificar una comunidad que, animada por el Espíritu Santo, propicie una experiencia profunda de Dios en la que los llamados disciernan su opción sacerdotal mediante procesos integrales y graduales para 10

Presbyterorum Ordinis. Documentos conciliares Vaticano II. No. 2 PFLIEGLER, Michael. Existencia sacerdotal, ensayo de una tipología. España, 1957, Ediciones Dinor-San Sebastián, p. 39 11

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que se configuren con Cristo, Buen Pastor”12, aquí su enfoque esta puesto en la relación trinitaria especialmente pero no deja de lado las relaciones con la propia persona del sacerdote y con los demás, se dejan entrever. De tal modo que todo el trabajo que con los jóvenes seminaristas se realiza está encaminado a ello. Pero el trabajo formativo no se hace sólo dentro del Seminario, se trabaja fuera de él también, en la parroquia, la familia, grupos juveniles etc., todo es un proceso que no por ratos se lleva y por ratos sí, es permanente. Para llevar a cabo el trabajo dentro del Seminario propiamente dicho, se hace en cuatro dimensiones: la humana, la espiritual, la intelectual y la pastoral, que a la vez están separadas por sus objetivos pero unidas por su fin; y que juntas, las anteriores, forman una quinta que las engloba, es la vocacional, que de alguna forma es la más importante13. Cabe mencionar que todas las dimensiones deben estar simultáneamente presentes a lo largo de todo el proceso formativo e íntimamente relacionadas entre sí. Ahora de manera muy concreta y general se hablará de ellas:

1.2.1 Dimensión Humana

Esta es la base de la formación, porque antes de ser sacerdote se es hombre; ayuda a ir forjando sacerdotes maduros, realizados, felices y comprometidos humanamente, que estén siempre al servicio del pueblo de Dios. Un elemento esencial que se trabaja en esta dimensión es la madurez afectiva y la relación que el Pbro. Tendrá con las demás personas que lo rodearán.14

12

Plan integral de formación. Seminario diocesano de Zamora, p. 2 Cfr. íbidem p. 2-3 14 Cfr. íbidem p. 3 13

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1.2.2

Dimensión Espiritual

Si la dimensión humana es la base, la espiritual es el pilar que sostiene toda la formación y la encamina al encuentro con Dios, ya que lleva a una experiencia profunda de Él, para así poder crear en el sacerdote una espiritualidad que lo caracterice. El elemento indispensable en esta dimensión es el amor que se va creando a Jesucristo y a la Virgen María que se hace palpable en la oración personal del sacerdote; se trabaja aquí mucho la relación con Dios15.

1.2.3 Dimensión Intelectual

Su objetivo es propiciar un dialogo y el discernimiento permanente con la cultura para que el sacerdote se vea identificado con su ser y quehacer y puedan así los Pbros. Responder a las exigencias y los retos del mundo actual para conocer y afirmar la verdad16.

1.2.4 Dimensión Pastoral

Favorece una comprensión y una experiencia pastorales que capacita a los candidatos al sacerdocio para que asuman con plenitud su ministerio y se identifique así con Jesús, el Buen Pastor17.

15

Cfr. íbidem p. 6-7 Cfr. íbidem p. 9-10 17 Cfr. íbidem p. 11-12 16

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1.2.5 Dimensión Vocacional

Ayuda a asegurar la vocación de cada seminarista y a que cada uno de ellos de una autentica respuesta para que discierna bien lo que Dios quiere de él18.

1.3 Entrada al presbiterado

Y si ya antes se analizó un poco cómo es el proceso formativo de un candidato al sacerdocio y como éste, con la ayuda que se le ofrece, debe descubrir que es lo que Dios quiere de él, ahora es conveniente hacer un breve análisis de cómo es que entra a formar parte de la comunidad presbiteral de su diócesis. Es sabido que a partir de esto que marcado indeleblemente y para la eternidad como sacerdote de Cristo para la comunidad, por eso la importancia de saber discernir de buena manera. Debe entenderse aquí que el sacerdote entra a formar parte de la comunidad presbiteral de su diócesis a partir de que recibe, de manos de su obispo, el sacramento del orden presbiteral. Primero recibe el sacerdocio en tercer grado o como se le conoce comúnmente: diaconado; y es a partir de esto que se es sacerdote in aeternum. El rito comienza con el pase de lista de los que serán ordenados en ese momento. El rito comprende además las promesas de fidelidad sacerdotal, obediencia al obispo, vivencia del celibato y la de ser auténticos portadores del evangelio. Pero se es sacerdote a partir de que el Obispo impone las manos y unge al nuevo Pbro. y desciende el Espíritu sobre él.

18

Cfr. íbidem p. 13-14

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CAPíTULO II

RELACIÓN DEL PRESBÍTERO CON DIOS

Un aspecto de máxima importancia en el ser del sacerdote y que por ningún motivo se puede dejar de lado es la relación que éste debe tener y tiene con Dios, y esto porque es a partir de aquí que el sacerdote se define y donde necesita encontrar su fundamento para poder desempeñar tan importante tarea en nombre de Cristo a favor de los fieles. Y son varios los medios que relacionan al presbítero con Dios, pero los más importantes son: la oración, tanto personal como comunitaria; la espiritualidad que vive, donde se incluye la caridad pastoral como esencial; y su vivencia de los sacramentos, donde la eucaristía tiene un lugar central. Por tal motivo ahora se analiza esta relación y se busca encontrar cuál es en realidad la relación que el presbítero tiene con Dios.

2.1 La oración del sacerdote.

Antes que otra cosa es necesario definir qué se entiende por oración o más bien ver cómo algunas personas la han definido, por ello se citarán las siguientes. Santa Teresa de Jesús dice que es una relación interpersonal entre Dios y el cristiano y una relación de amor, donde se crea una amistad que termina siendo teologal y que redunda en la misma amistad19. ¿Qué quiere dar a entender esta definición? Que para poder orar necesariamente debe estar involucrado el amor, ya que la oración no es posible si no se da en un clima donde ambas partes, el hombre y Dios, estén en sintonía. Y si se involucra todo esto a la persona del

19

Cfr. SANTA TERESA DE JESÚS. Vida. 8, 5.

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sacerdote es más necesario contar con el amor pues es a partir de esto que puede darse la relación con Dios. Carlos de Foucauld define a la oración de manera muy interesante, él dice “orar es pensar en Dios amándole”20, y se vuelve a la constante del amor como base para el encuentro con Dios, pues como dice San Pablo en una de sus cartas Dios es amor. Es entonces que no se puede tener ni entender la relación con Dios si no es por el amor que se hace patente en los demás, en los que rodean la vida de cada persona porque como decimos que amamos a Dios, a quien no vemos, y no amamos a los hermanos, que tenemos a nuestro lado (Cfr. 1 Jn 3, 11-18). Es entonces que el amor que se tiene a Dios debe traducirse en obras que beneficien a los que están al lado de los que oran a Dios Trino y Uno. Y para no dejar las definiciones de oración inconclusas es conveniente que se analice una más. Ésta es del teólogo Marín y dice que “la oración es la elevación de la mente a Dios para alabarle y pedirle cosas convenientes a la eterna salvación”21. Es claro que este teólogo se inclina más por la oración de petición, pero sin duda que queda muy bien esta definición porque es el mismo Cristo quien autoriza este hecho diciendo que “todo el que pide, recibe” (Mt 7, 8; Lc 11,9), y si ya se tiene la autorización del maestro ¿Por qué el discípulo no va a aprovechar dicha facilidad que se le brinda? Con estas visiones de lo que es la oración es conveniente ahora centrarla en la persona del sacerdote; ver al presbítero como hombre de oración que vive y tiene una relación muy cercana y profunda con Dios; y debe entenderse aquí que esta relación se puede dar sólo a partir de que el sacerdote vive en y con la oración como parte autentica e identificante de su persona y de su ser, ya que “la oración para el sacerdote pertenece a su identidad presbiteral y deberá vivirla como connatural a su ser y a su ministerio. No es un sobreañadido ni tampoco es

20 21

DE FOUCAULD, Charles. Escritos espirituales. España, 1975, p. 175. ROYO MARIN, A. Teología de la perfección. Madrid, 1958, p. 581.

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de libre elección”22. Por tanto no deberse la oración como un elemento superficial dentro de la persona del sacerdote, sino como algo que le pertenece totalmente porque es ahí que el presbítero se nutre y puede llevar de buena forma su ministerio siempre guiado y haciendo lo que Dios quiere. No debe olvidarse también que el sujeto que ora, que en este caso es el sacerdote, entra en comunión y diálogo intimo con Dios y además cumple con ciertas características que lo hacen ser verdaderamente un ente de oración con su creador. Las características de las cuales se habla aquí hacen referencia, y en mucho, a la relación que el presbítero debe vivir en su vida sacerdotal y por lo tanto, que no puede dejar de lado, ni ignorarlas. 1) Ora al mismo Padre y lo ve como el creador de todo. 2) Ora desde su principio y fundamento, que en este contexto debe ser la Trinidad, y es entonces que “es hijo en el Hijo; ora por medio de Él, con Él y por Él”23. 3) Ora también en “comunión con el Espíritu; pues la oración dentro de las relaciones trinitarias requiere necesariamente la presencia del Espíritu”24. 4) Y con lo anterior, su oración no puede ser si no se considera “miembro de la Iglesia; ya que en la Iglesia se significa el misterio del Padre, que se da a los Hombres en el Hijo por el Espíritu, y es en esto donde se entiende la oración. Porque toda oración cristiana es eclesial”25. 5) Ora siendo “hermano de los hombres en una sociedad humana; la oración de hijo en Jesucristo es necesariamente oración de hermano, porque la oración de filiación respecto de Dios lleva consigo la nueva relación de fraternidad entre los hombres”26.

22

GAMARRA, Saturnino. Manual de espiritualidad sacerdotal. España, 2008, Editorial Monte Carmelo, p. 268. 23 íbidem p. 263 24 íbidem p. 263 25 íbidem p. 263 26 íbidem p. 263

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Aquí logra verse claramente la relacionalidad que debe desempeñar el hombre que desee orar verdadera y vivamente, pues orar no sólo implica hablar con Dios sino que va más allá, trasciende al sacerdote y lo lleva a traducir eso que está hablando con Dios en amor a los hermanos. Pero el presbítero tampoco debe descuidar ni olvidar que el trato íntimo con Dios es lo más importante, pues es a partir de ahí que va a poder realizar sus demás actividades. Es también muy conveniente que el sacerdote encuentre a Cristo en lo que hace para que, hallándolo, pueda entregarse por completo a los demás por amor a Él, y en esa entrega dé testimonio de Aquél que lo envió. Una forma muy propia para que el presbítero logre ver el amor de Dios en su vida y transformarse en hombre de oración es la de trascender las Sagradas Escrituras, es decir, ir más allá de lo que simplemente dice textualmente. Convertir los textos que se presenten en la biblia en algo más que eso y verlos como palabras del Espíritu. Esto que aquí se dice lo resalta el papa Benedicto XVI en la encíclica Verbum Domini cuando dice que “es decisivo comprender el paso de la letra al Espíritu, ya que la Palabra de Dios nunca está presente en la simple literalidad del texto; para alcanzarla hace falta trascender, y un proceso de comprensión que se deja guiar por el movimiento interior del conjunto. Es por ello que debe convertirse en un proceso vital”27. Por lo tanto el sacerdote tiene una gran tarea respecto a la interpretación que tiene y debe hacer de la S.E. valiendo esto tanto para su oración personal como comunitaria, que serían como los dos grandes pilares en los cuales se mueve el sacerdote en la relación con Dios. Pero estas formas de orar que debe aplicar el sacerdote en su vida no son las únicas, hay muchas más y todas muy importantes. Aquí, lo que ahora se quiere, es solamente mencionarlas para tener una idea del vasto campo espiritual

27

BENEDICTO XVI. Verbum Domini. No. 38

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en el que debe estar marcada la vida sacerdotal, para ello se coloca la siguiente tabla28: TIPO DE ORACIÓN

NÚMEROS DEL C. E. C.

La adoración

2096-2097, 2628

La memoria

1354

La plegaria de alabanza

1352

La bendición

2626-2627

La acción de gracias

2637-2638, 2648

La intercesión

2634-2636, 2647

Las alabanzas

2639-2643, 2649

La Liturgia de las Horas

1174-1178

La meditación

2705-2708, 2723

La contemplativa

2709-2719, 2724

Orar en toda ocasión

2633

De tal modo que la oración del sacerdote no se reduce sólo a una sola opción sino que son muchas las formas que se presentan como medio para que el presbítero pueda vivir una auténtica relación con Dios y todas muy buenas. Ademes todas ellas ayudan a que el hombre de la eucaristía viva plenamente su vida ministerial en el servicio de los otros.

2.2 La espiritualidad del sacerdote

Otro elemento indispensable en la relación que el presbítero tiene con Dios es la espiritualidad que éste viva ya que ella representa su ser y lo conformará como tal, pues la espiritualidad tiene que ver con lo que se hace, con el fuego 28

Se colocan aquí algunas de las formas de oración marcas en el Catecismo de la Iglesia Católica, y que son esenciales en la vida del pbro., y sus respectivos números para confrontarlas si se desea.

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que se lleva dentro y con el modo como se canaliza nuestro eros 29, es decir, que todo lo que se hace o se deja de hacer conforma la espiritualidad; y aquí entran todas las actividades que desempeña el presbítero, desde lo más simple hasta lo más complejo pero todo llevado a cabo siempre en comunión con Aquel que lo puede todo. Cabe mencionar también que el eros del cual se habla aquí no hace referencia a lo erótico en cuanto referido a las relaciones intimas entre hombre y mujer, sino mas bien se refiere a la energía que cada quien posee y la cual se emplea para realizar las diferentes actividades que se tienen en la vida, que en este caso es la vida presbiteral. Es entonces que el fin de la espiritualidad es llevar al sacerdote a la santidad porque “la vocación sacerdotal es esencialmente una llamada a la santidad que nace del sacramento del orden”30; y si se sigue este hilo conductor debe entenderse que santo es aquél “que puede canalizar un eros poderoso de un modo creativo y dador de vida”31, o como dijo Soren Kierkegard “alguien que puede querer una sola cosa”; y que haciendo referencia al sacerdote debe entenderse que lo que quiere es vivir sirviendo a Cristo en los demás y cumpliendo fielmente la voluntad de Dios. También no buscar su propio bien sino el de los pobres de Dios y el de la comunidad que tiene encomendada. Es por todo esto que el sacerdote siempre debe tratar de configurarse a Cristo, Buen Pastor, pues es la misión que recibió en la ordenación, y su misión se convierte en la misión que Cristo tuvo32. Pero esta configuración debe estar marcada por ciertas actitudes propias de Jesucristo que el sacerdote debe hacer palpable en su vida por ser ya él, otro Cristo; las actitudes de las cuales se habla aquí las marca la PDV en su número 22 y menciona las siguientes:

29

Cfr. ROLHEISER, Ronald. En busca de espiritualidad: lineamientos para una espiritualidad cristiana del siglo XXI. Argentina, 2003, Lumen, 1era edición, p. 23-24 30 JUAN PABLO II. Pastores Dabo Vobis: sobre la formación de los sacerdotes en la situación actual. No. 33. México, 1992, Ediciones Librería parroquial de clavería, p. 86 31 ROLHEISER, Ronald. En busca de espiritualidad: lineamientos para una espiritualidad cristiana del siglo XXI. Argentina, 2003, Lumen, 1era edición, p. 19 32 JUAN PABLO II. Pastores Dabo Vobis: sobre la formación de los sacerdotes en la situación actual. No. 21. México, 1992, Ediciones Librería parroquial de clavería, p. 53

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“Su vida es una manifestación ininterrumpida, es más, una realización diaria de su «caridad pastoral». Él siente compasión de las gentes, porque están cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor (cf. Mt 9, 3536); él busca las dispersas y las descarriadas (cf. Mt 18, 12-14) y hace fiesta al encontrarlas, las recoge y defiende, las conoce y llama una a una (cf. Jn 10, 3), las conduce a los pastos frescos y a las aguas tranquilas (cf. Sal 22-23), para ellas prepara una mesa, alimentándolas con su propia vida”33.

De tal modo que la espiritualidad del sacerdote diocesano debe estar siempre marcada por la caridad pastoral que en palabras de Gamarra es “el amor de Cristo Pastor, encarnado, prolongado, historizado, actualizado en el amor concreto del presbítero a su comunidad y a la entera comunidad eclesial” 34. Es entonces vital que el sacerdote tenga una buena relación tanto con los que están a su alrededor de manera cercana como con los que no tanto, porque ellos están formando la comunidad en donde se hace presente Cristo. Y se descubren entonces elementos que son esenciales para que el presbítero pueda ejercer y tener una espiritualidad cristiana sana y que sin ellos no se podría dar nada de lo que aquí se ha hablado, ya que estos deben ser los pilares de su vida espiritual y si llegara a faltar alguno su espiritualidad estaría incompleta y no se podría vivir plenamente. Son de distinta índole pero unidos siempre, porque juntos forman la personalidad espiritual del sacerdote: 1.- La oración privada y la moralidad privada: Es bien sabido, como ya se vio anteriormente, que si el sacerdote no se ejercita en la oración, su vida no tendrá sentido porque es ahí donde se fundamenta su ser como sacerdote; y logra

33

Íbidem, No. 22, p. 55 GAMARRA, Saturnino. Manual de espiritualidad sacerdotal. España, 2008, Editorial Monte Carmelo, p. 277. 34

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además encontrarse consigo mismo y vivir sus principios morales cuya base es Cristo y es a partir de ahí que se encuentra con lo que le da su fuerza para seguir adelante y hacer las cosas bien. 2.- La justicia social: Y cuando se vive en comunión con Dios por medio de la oración no queda otra opción que vivir la justicia social y los demás valores sociales, porque Cristo está llamando a eso y si el sacerdote es ya alter Christus, que más se puede esperar, sino buscar el bien de los que más lo necesitan. 3.- La calidez del corazón y del espíritu: Se hace referencia con esto, más que nada, a las actitudes propias del sacerdote para con las personas con las cuales se relaciona, y que deben ser actitudes de cariño, comprensión, respeto, amabilidad, etc.; y que el sacerdote, por ser el representante de Dios en el mundo, debe ejercer también como Jesús lo hizo en su tiempo con las personas de su tiempo. Es importante que el sacerdote no se vuelva frio y descuidado en la relación con los demás para que con sus actitudes no orille a otros a alejarse de Dios. 4.- La comunidad, como un elemento constitutivo de la verdadera oración35: Cuando el sacerdote vive en su interior todos estos elementos anteriormente citados no puede haber otro lugar mejor para ejercerlos que en la comunidad donde se encuentra como representante y guía. Y si logra acoplarlos bien a su vida entonces tendrá una espiritualidad bien cimentada y sólida. Los cuatro puntos citados anteriormente ayudan a configurar al sacerdote Cristo y lo van moldeando para que con el paso de los días vaya siendo auténticamente otro Cristo aquí en la tierra; pero si se cree que es lo único que debe entrar en la configuración deseada se está en un error, para lograr plenamente que la figura del sacerdote y su espiritualidad sean como las de Jesucristo se debe poner mucha atención en tres aspectos básicos que son indispensables. 35

Los cuatro puntos citados pueden ser confrontados en: ROLHEISER, Ronald. En busca de espiritualidad: lineamientos para una espiritualidad cristiana del siglo XXI. Argentina, 2003, Lumen, 1era edición, p. 76.

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El aspecto objetivo: “El sacerdote por su ordenación es definitivamente habilitado para actuar en nombre de Cristo, Cabeza y Pastor”36; esto es que el presbítero es de manera real el representante de Cristo aquí en la tierra y que tiene la potestad dada por Cristo para actuar en nombre Suyo de manera indeleble; esto se da no por méritos propios sino por gracia de Dios. El aspecto subjetivo: Este punto hace referencia a la propia persona del sacerdote y a su conciencia, pero sobre todo a darse realmente lo que implica que se configure a Cristo, ya que “la configuración supone que el ordenado acoja conscientemente en su ser todo lo que la ordenación supone de parte de Dios”37. Y el tercer aspecto es el existencial: Aquí se trata de que el sacerdote logre la estructuración de su persona desde lo que es y lo que implica la ordenación. Que con sus actitudes se asemeje a lo que Cristo le confió en la ordenación. En cuanto a la espiritualidad del presbítero diocesano se puede concluir que debe estar marcada por un profundo amor a Cristo, que también debe ser su principio y fundamento por el cual hace todo, y que ese amor no sólo debe ser de palabras sino que debe traducirse en obras que favorezcan a los hermanos, que son la comunidad donde Jesús es la cabeza y donde el presbítero debe ejercer su ministerio; este amor es en la práctica lo que se conoce como caridad pastoral.

2.3 Ministro de los sacramentos

El presbítero, por ser el representante de Cristo en el mundo, es el encargado de administrar los sacramentos a los fieles que esperan y tienen fe de que Jesús cumple fielmente su promesa hecha en un principio de que estaría 36 37

Íbidem, p. 273. Íbidem, p. 273.

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presente todos los días hasta el fin del mundo (Cfr. Mt 28,20). Pero esta potestad ejercida por el sacerdote no la lleva a cabo por sus propios méritos o porque realmente lo merezca, sino que lo es en virtud de una gracia especialísima recibida de parte de Dios ya “que Él, que es el solo Santo y Santificador, quiso tener a los hombres como socios y colaboradores suyos, a fin de que le sirvan humildemente en la obra de santificación”38. Así se lee en la PO en su número 5 lo siguiente: “Por el bautismo –los sacerdotes- introducen a los hombres en el pueblo de Dios; por el sacramento de la penitencian reconcilian a los pecadores con Dios y con la Iglesia; con la unción de los enfermos alivian a los enfermos; con la celebración, sobre todo de la misa ofrecen sacramentalmente el sacrificio de Cristo”39.

Es por ello que los sacerdotes no sólo deben ofrecer al pueblo los sacramentos como vías de encuentro con Dios, sino que además deben tratar de vivirlos, y vivirlos de una manera muy personal. Pero de entre todos los sacramentos hay dos que ocupan para el sacerdote un lugar muy especial: la Eucaristía y la Penitencia. La eucaristía es el centro de la vida del presbítero, ya que de ella depende su vida ministerial y a ella converge todo lo que hace, desde la actividad más simple hasta la más complicada; todo debe estar orientado e ella, porque es ahí donde Cristo se hace presente y donde se dona por amor a todos, incluyendo al presbítero. En este sacramento reciben su culmen todos los demás, es por excelencia el lugar más propio de encuentro con Cristo, y esto porque allí se hace presente el gran misterio de su pascua, su sacrificio por todos, por la remisión de los pecados; se hace memorial de su pasión, muerte y resurrección, porque como 38 39

Presbyterorum Ordinis: sobre el ministerio de los presbíteros. No. 5, p. 512. Íbidem

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dice la PO, “los demás sacramentos, al igual que todos los ministerios eclesiásticos y las obras del apostolado, están unidos con la Eucaristía y hacia ella se ordenan, pues ahí se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia” 40. Y es en la eucaristía el único lugar donde se hace presente Jesucristo en persona, “vivo”. De tal manera que después de la consagración ya no es el pan ni el vino los que están ahí, sino el mismo Jesucristo con su cuerpo y su sangre. Es un misterio tan grande y majestuoso que no es fácil de comprender, pero a la vez tan cercano y vivo. Por ello nadie es digno de llevarlo a cabo, nadie por sus virtudes puede hacerlo, sino sólo por gracia de Dios y por que Él así lo quiere, porque “aunque se tuviera angélica pureza con la santidad de Juan Bautista nadie sería digno de recibir y de tocar este divino sacramento. No se debe a ningún mérito humano que los hombres consagren y manejen el sacramento de Cristo, sino a la bondad de Dios”41. Pero además de la Eucaristía, el presbítero debe vivir y ofrecer, de manara regular, el sacramento de la reconciliación porque es allí donde Cristo reconcilia a los hombres con Él, con todo el pueblo que es la Iglesia y consigo mismos. No hay otra manera de hacerlo. Y si el sacerdote es el medio para reconciliar a los hombres con Dios, él debe también frecuentar este sacramento, porque como es humano y tomado de entre los hombres, por naturaleza también comete errores por los cuales debe pedir perdón, pues si celebra la eucaristía diaria no quedad menos que estar en paz y armonía con Dios. Así se concluye que la relación que el presbítero tiene con Dios es muy cercana e implica gran esfuerzo de su parte para que con su testimonio siga suscitando más vocaciones y que más gentes se acerquen a Aquél que es su fuente y culmen. Y es entonces que el presbítero se convierte en el puente entre Dios y los hombres y por lo mismo debe vivir de una manera que con su actuar pueda demostrar eso que aquí se dice.

40 41

Íbidem p. 513 DE KEMPIS, Tomás. Imitación de Cristo. México, 2010, Editorial San Pablo, 75ª edición, p. 245.

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CONCLUSIONES

Al terminar este trabajo se concluyen varias cosas que se han descubierto sobre el sacerdocio y otras que se complementan con lo que se cita y se analiza. Ahora se escribirán para que si se cree necesario también se confronten y se complementen para que de esa manera puedan quedar más completas. Antes que otra cosa logra descubrirse que el sacerdocio no es cosa que venga simplemente de lo que los hombres quieren sino que va mucho más allá, viene directamente de Dios. Y que Él lo otorga a quien él quiere y no a quienes creen que lo merecen. Por tanto se debe responder generosamente al llamado y descubrir que es realmente lo que Dios pide. Que la formación en el Seminario es muy necesaria, sin ella no se podría desempeñar el ministerio sacerdotal porque aunque es de Dios la llamada es en el mundo donde se desempeña y para ello se necesita preparación, sobre todo en nuestros días, porque los avances tecnológicos y los adelantos en el conocimiento han hecho que la gente de este tiempo requiera una mejor evangelización y mejores métodos para ello. La relación que el sacerdote experimenta con Dios es indispensable para comprender lo que él es, lo que hace y por qué lo hace, y sin ella no se podría entender el ser del sacerdote. Y es también muy importante que no se descuide esta relación porque de hacerlo se perderá el fundamento que sostiene el ministerio. Y se logra ver claramente que para lograr estabilidad en el ministerio por parte del sacerdote tiene éste que trabajar en las tres áreas mencionadas aquí (oración, espiritualidad, sacramentos) porque es aquí donde se encuentra en pleno con Jesucristo y logra así configurarse a Aquél que lo eligió para que lo sirviera sirviendo al pueblo santo de Dios.

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