El Rin Holderlin A Sinclair

May 9, 2024 | Author: Anonymous | Category: N/A
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"el Rin" por Friedrich Hölderlin.

a Isaak von Sinclair (Traducción: Héctor A. Piccoli) En la oscura hiedra sentado, en el portal estaba del bosque, justo cuando el áureo mediodía, visitando la fuente, bajó las escaleras de la montaña alpina, que se llama para mí, según creencia antigua, la edificada por los dioses, la fortaleza de los celestiales, donde empero secretamente aún mucho decidido llega hasta los hombres; desde allí percibí sin sospecharlo un destino, pues en la cálida sombra, consigo mucho discurriendo, hacia Italia acababa de írseme el alma divagando y lejos, a las costas de Morea. Ahora empero, dentro de la montaña, hondo bajo las argénteas cumbres y bajo el verde gozoso, donde estremeciéndose los bosques hacia él, y unas sobre otras las testas de las peñas miran para abajo a lo largo de los días, allí, en el más frío abismo, oí el lamento de redención del efebo, lo oyeron bramar y acusar a la madre tierra, y al tonante, que lo engendró, compasivos los padres, mas huyeron los mortales del lugar, pues terrible era, al rodar sin luz en sus cadenas, la ira del semidiós. Era la voz del más noble de los ríos, del Rin, nacido libre, y otra cosa esperaba él, cuando allá arriba se separó de sus hermanos, del Tesino y el Ródano, queriendo peregrinar, e impaciente a Asia lo impulsaba el alma regia. Mas irrazonable es desear frente al destino. Los más ciegos, empero, 1

son los hijos de los dioses. Pues conoce el hombre su casa, y al animal fue dado dónde ha de edificar, mas a la inexperta alma de aquéllos, la falta de no saber adónde ir. Un enigma es lo surgido puro. Aun el canto apenas puede develarlo. Pues como empezaste, quedarás, por más que obren disciplina y necesidad, lo más puede el nacimiento, y el rayo de luz que encuentra al recién nacido. Pero dónde hay uno, para permanecer libre toda su vida, y realizar solo el deseo del corazón, así desde alturas propicias, como el Rin, y dichosamente así nacido de sagrado seno, como aquél? Por ello su palabra es de júbilo. No ama él, como otros niños, llorar entre las fajas; pues cuando las costas desde el principio se deslizan, sinuosas, hacia sus lados, y envolviéndolo sedientas, ansían arrastrarlo, a él, el imprudente, y protegerlo entre sus dientes, riendo desgarra las sierpes y se precipita con el botín, y si en la prisa un mayor no lo desbrava, lo deja crecer, como el relámpago hiende la tierra, y como hechizados huyen tras él los bosques y hundiéndose los montes. Pero un dios quiere ahorrar a sus hijos la vida presurosa, y sonríe cuando inmoderados, mas contenidos por Alpes sagrados, en la hondura, como aquél, se encolerizan con él los ríos. En una fragua así, se forja luego también todo lo puro, y es hermoso, cómo después de abandonar los montes, vagando quedo se contenta en la tierra alemana, y calma el ansia en misión benévola, cuando cultiva la tierra, el padre Rin, y nutre amados niños, en ciudades que ha fundado. 2

Mas nunca, nunca lo olvida. Pues debe antes perderse la morada, y la ley, y tornarse inicuo el día de los hombres, antes que olvidar pudiera tal el origen y la pura voz de la juventud. Quién fue el primero en corromper los vínculos del amor, y en hacer de ellos dogales? Se mofaron entonces del derecho propio y por cierto del fuego celestial los altaneros, sólo entonces, despreciando los senderos mortales, escogieron lo osado y aspiraron a igualarse a los dioses. Pero con la propia inmortalidad tienen los dioses suficiente, y si necesitan los celestiales de una cosa, es de héroes y hombres, y demás mortales. Pues dado que los bienaventurados nada sienten por sí, debe, si se permite decirlo, sentir siendo partícipe otro en nombre de los dioses, ése necesitan; no obstante es su fallo, que destruya él su propia casa e injurie como a enemigo lo más amado, y sepulte a padre e hijo bajo las ruinas, si uno quiere ser como ellos y no sufrir lo desigual, el iluso. Dichoso por ello aquél, que halló deparado un dichoso destino, donde de las peregrinaciones y pesares el recuerdo dulce eleve aún su rumor en la margen segura, para que hacia aquí y allá pueda gustoso mirar hasta los límites, que con el nacimiento Dios le señalara por morada. Entonces reposa, venturoso en su modestia, pues todo lo que ha querido, lo celestial, por sí mismo ciñe, inexpugnado, sonriente ahora, que él reposa, al denodado. Semidioses pienso ahora, y conocer debo a los caros, pues a menudo su vida me conmueve el pecho anhelante. Mas a quien fue dada como a ti, 3

Rousseau, invencible el alma, la de vehemencia tenaz, y seguro el sentido, y dulce el don de oir y hablar, de modo de hacer desde una plenitud sagrada, como el dios del vino, insensata, divinamente y sin ley, comprensible a los buenos la lengua de los más puros, mas de cegar, con justicia, a los irreverentes, a los siervos sacrílegos, cómo llamo al extranjero? Todo aman, como la madre, los hijos de la tierra, y así también acogen, los dichosos, todo sin esfuerzo. Por ello también se sorprende el hombre mortal y se estremece, cuando piensa en el cielo, que con brazos amantes acumuló sobre sus hombros, y en la carga del gozo; a menudo le parece entonces lo mejor, casi olvidado por entero estar allí, donde el rayo no abrasa, en la sombra del bosque, en el fresco verdor junto al Bielersee, y en sosegada pobreza de tonos, igual a los principiantes, aprender de los ruiseñores. Y magnífico es entonces resurgir del sueño sagrado, y despertando del frescor del bosque, ya al atardecer ir al encuentro de la luz más suave, cuando el que edificó los montes y señaló el sendero de los ríos, después de haber guiado aun, sonriente, la atareada vida de los hombres, pobre en aliento, cual velas con sus aires, también reposa y hacia la alumna ahora, el formador, hallando más bien que mal, cae el día hacia la tierra actual. Entonces celebran la fiesta nupcial hombres y dioses, la celebran los vivos todos, y ecuánime es por un momento el destino. Y los fugitivos buscan el albergue, y dulce sueño leve los valientes, mas los amantes son lo que fueron, están en casa, donde se goza la flor en brasa inofensiva, y el espíritu envuelve en el susurro a los árboles lúgubres, 4

los no reconciliados, en cambio, están transformados, y se apresuran a tenderse las manos, antes que la luz amiga descienda y llegue la noche. Mas para algunos esto pasa fugazmente, otros lo guardan por más tiempo. Los dioses eternos están siempre plenos de vida; hasta la muerte empero, puede aun un hombre guardar lo mejor en la memoria, y vive entonces lo supremo. Sólo que tiene cada cual su medida. Pues difícil es soportar la desdicha, pero más difícil la dicha. Un sabio pudo, empero, desde mediodía hasta la medianoche, y hasta que brilló la mañana, mantenerse lúcido en el banquete. A ti puede aparecerse Dios en el sendero ardiente bajo los abetos, o cubierto de acero en la oscuridad del robledal, Sinclair querido, o en las nubes, tú lo conoces, porque conoces, juvenil, la fuerza del bien, y jamás está oculta para ti la sonrisa del Soberano, de día, cuando febril y encadenado luce lo vivo, o aun de noche, cuando todo es confuso y sin orden, y retorna el caos antiquísimo.

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