El Proceso de Hominización

July 21, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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PROPUESTA DE ENSAYO SOBRE EL PROCESO DE HOMINIZACIÓN (RUEGO FUTURAS PROPUESTAS SOBRE EL PROCESO – O EL MOMENTO- DE LA DIVINIZACIÓN O REVELACIÓN DE DIOS AL HOMBRE, ASÍ MISMO SERIAS Y DOCUMENTADAS)

INTRODUCCIÓN:  En este trabajo vamos a intentar hacer un recorrido somero, y no exhaustivo, por el proceso de hominización, desde los supuestos orígenes de los primeros homínidos hasta la aparición del lenguaje, basándonos, sobre todo, en diversos autores de reconocido prestigio, en ciertos documentales visionados, así como en nuestras propias vivencias, valoraciones e interpretaciones personales. Es muy importante que entendamos que somos el resultado de un proceso material e inmaterial con distintas variaciones, donde es fundamental comprender la idea de cambio constante y la idea de la interrelación entre los factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales cuyo resultado somos nosotros.  Nosotros, los otros, ellos… Desde mi experiencia personal, fueron las demás

 personas y, en concreto, las más pequeñas, las que me abrieron todo un mundo de curiosidades: eran los retoños de mis hermanas mayores, con sus bracitos regordetes, sus bocas desdentadas, sus cabecitas desfiguradas, apepinadas, sus piececitos con los deditos abiertos como los monitos buscando algo donde agarrarse, los que me indujeron i ndujeron a pensar, en el alba de la adolescencia, que ellos, nosotros no siempre habíamos sido seres humanos como lo eran los mayores, mis padres, mis abuelos, sino que algo grande y apasionante se ocultaba en el conocimiento de nuestros orígenes, así como en el  principio de la existencia existencia de todos todos los seres vivos. vivos. Incluso, a los dieciocho años, en mi afán de conocimiento, en mi búsqueda continua de explicaciones satisfactorias y no descabelladas, obsesionado con poder mirar al pasado, tuve un sueño que marcaría mi pensamiento en adelante, un sueño un tanto infantil y consolador. Andaba por entonces perdido en lecturas como “Dioses, Tumbas y Sabios”, de C.W. Ceram1, “Tras las Huellas de Nuestro Pasado”, de Kurt

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 “Dioses, Tumbas y Sabios”, autor: Ceram, C.W.; Ed. Destino. Barcelona, 1982.

 

Benesch2  y “La Nueva Historia de Adán y Eva”, de Günter Haaf 3, entre otras. A ese sueño, verdaderamente reparador tras una veraniega noche de insomnio, que luego convertí en relato, lo titulé “Punto de Luz”.

En él, en mi subconsciente, en realidad en mi consciente onírico, me desperté -o me incorporé- cuando mi cu cuerpo erpo virtual era transp transportado ortado o se alzaba alzaba por mi propio deseo hasta una altura desde la que podía contemplar el mundo con toda nitidez, con todo detalle, lo que me permitió advertir que la gente, los vehículos, el sol, el tiempo marchaban al revés. Noté con inmenso asombro cómo los días y las noches pasaban hacia atrás cada vez a mayor velocidad, cómo los enormes edificios de hormigón se deshacían en casitas blancas de teja, después en cabañas perdidas entre la vegetación, hasta que llegó un intenso frío y los humanos buscaron el refugio de las cuevas. El calor y el frío se fueron sucediendo; las montañas, los mares y los desiertos se iban alternando; animales de enorme tamaño poblaban la Tierra; se produjeron tremendos cambios geológicos; después el mundo era sólo una masa incandescente que se deshizo en vaporosas nubes. Al final, la obscuridad, el silencio, la nada. Sólo a lo lejos, un diminuto punto de luz, inmóvil, atemporal, tan lejos de mí como dentro de mí mismo, era todo lo que quedaba, la única presencia, la existencia consciente de sí misma. A manera de introducción, además de comenzar con lo estrictamente formal y supuestamente verídico, así como con el anuncio del uso y desuso de los estudios de estudiosos ampliamente reconocidos reconocidos en el mundo científico de la Antropología Física y Evolutiva, como también de la utilización de ciertos documentales sobre los primates contemporáneos para ilustrar este ensayo, el mismo no sería tal si no pudiéramos dar nuestra más sincera opinión, valoración e interpretación particular. Por ello, para

amenizar este “introito”, nos hemos valido de una vivencia personal para dar colofón

final, en las conclusiones claro está, a lo que, gracias a Giordano Bruno, ya intuíamos desde el principio que sería el final y el principio, o el principio y el final, para otra vez volver a empezar. Pero vayamos ya con el intermedio…

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 “Tras las Huellas Huellas de Nuestro Pasado. La Aventura de la Arqueología Arqueología”, ”, autor: Benesch, Kurt. Ed. Printer

industria gráfica S.A.; Barcelona, 1981. 3  “La Nueva Historia de Adán y Eva”, autor: Haaf, Günter. Ed. Printer industria gráfica S.A.; Barcelona, 1979.

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¿QUÉ FUE PRIMERO: EL HUEVO O LA GALLINA?  Ante todo debemos ser conscientes de que todos, absolutamente todos los seres vivos, procedemos de un buen caldo: el Caldo Primigenio, -cuya continua exposición a descargas eléctricas por la atmósfera primitiva fue reproducida en laboratorio ya en 1952 por los norteamericanos H. Urey y S. Miller, dando como resultado 19 sustancias orgánicas dentro de la probeta, en un caldo de gallina flojo4-. En este Caldo Primigenio, esta sopa “con mucha sustancia” -como dicen en mi pueblo de los caldos de cocido-, por  procesos que ahora no son oportunos describir, se produjo el inicio de la materia orgánica en este mundo. Básicamente, el huevo y la gallina serían, para los bioquímicos alemanes Hans Kuhn y Manfred Eigen, del instituto Max Planck, en Göttingen, los ácidos nucleicos (moléculas especializadas portadoras de información), y las proteínas (moléculas especializadas portadoras de funciones) que formaron las primeras cadenas moleculares especialmente estables (ADN) originando las primeras células auténticas, vivas, capaces de reproducirse: se había descubierto el código genético. Ambos

investigadores parten de que el principio darwiniano de la selección natural ya regía para la molécula pre biológica:  sólo los compuestos mejor adaptados a las condiciones ambientales del momento tenían oportunidad de seguir desarrollándose. Estas condiciones cambiantes también ofrecían oportunidades para ejemplares especialmente capaces para la supervivencia. Esas moléculas afortunadas podían entonces colonizar nuevos hábitats (nichos ecológicos), donde el juego de mutación

por azar y la adaptación necesaria colabora colaboraba ba a un nuevo aumento de la capacidad de supervivencia5. Como vemos, ya desde el principio, en todo proceso biológico encontramos la selección natural y la mutación por azar que, posteriormente, junto a la recombinación r ecombinación y a la deriva de genes, constituirían los mecanismos de cambio en el proceso de hominización, engranajes esenciales en la rueda de la vida en general, y de la de la Humanidad en particular, que es la que ahora nos ocupa. A este respecto, el proceso de hominización vendría a ser, para nosotros, un continuum, un viaje de continuos altibajos, de saltos y caídas, de avances y retrocesos, de constantes cambios, de continuos descubrimientos o redescubrimientos, cuya meta final seríamos nosotros

mismos, sería el reconocimiento o autoconocimiento de nosotros mismos, de cómo 4

 Ibídem, Pág. 34.  Ibídem, Pág. 37.

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llegamos a la obtención de ese nuestro gran cerebro, de nuestras inmensas posibilidades, como especie ganadora, como única especie consciente de sí misma, como única especie verdaderamente inteligente de este mundo.

Y EL MONO SE BAJÓ DEL ARBOL …  Sería estéril entrar en el debate de cuándo y cómo se produjo la separación del género homo del resto de primates, y de cuándo éstos a su vez se desarrollaron, parece ser, de una especie de roedor de sangre caliente y, así hasta llegar al mencionado antepasado común unicelular de todo ser viviente, tanto animal, como vegetal. Los

continuos descubrimientos en la filogenia humana inducen a pensar que todavía nos hallamos muy lejos de precisar cualquier tiempo, etapa o lugar determinado  – si si bien todo parece indicar que se produjo en África- en que ésta estableció su inicio en un homínido en concreto, con unas características determinadas y con un nombre propio y definitivo en particular, aunque la mayoría de estudiosos estaría de acuerdo en que el rasgo común a nuestros primeros ancestros sería el bipedismo, pues se habría pasado de la fase de “caminar de nudillos” a andar erguido, como nos indica Josef H. Reichholf en el capítulo 3 (“ Australophitecus  Australophitecus”) ”) de su obra “La Aparición del Hombre”,

rasgo que por

otro lado también utilizan nuestros más cercanos parientes como los bonobos, los chimpancés, los gorilas y un poco más allá, nuestros primos los orangutanes, pero de manera esporádica y no para una locomoción continua. Es interesante cómo, por ejemplo, en los vídeos de Jane Godall, buscamos

paralelismos entre el comportamiento de los chimpancés con respecto a nosotros,   teniendo en cuenta que ésta es una especie hermana a la nuestra con un  –  parece serantepasado común, anterior a nuestros australopitecinos. Por ello estudiamos y analizamos sus comportamientos individuales y grupales, la manera de relacionarse y  jerarquizarse, la alimentación, su acceso y aprendizaje, las relaciones entre las madres y las crías y de éstas con el resto del grupo, la caza y el ataque a otro grupo rival, las alianzas, las relaciones sociales, sexuales y la existencia de vínculos familiares, la cooperación y la rivalidad, la posible creatividad, la utilización de piedras o palos como  prolongacioness del cuerpo con determinados fines y su uso entre las generaciones,  prolongacione generaciones, la agresividad espontánea e ilógica, los celos, etc., que nos permitan explicarnos o aproximarnos a la comprensión de las formas de vida de aquellos ancestros y el por qué 4

 

de su evolución. Es necesario señalar que no hemos de considerar en absoluto a chimpancés/bonobos, chimpancés /bonobos, gorilas y orangutanes como fósiles vivientes, sino más bien como especies supervivientes, ganadoras dentro de su línea evolutiva, claro está, aunque continúen pasando la mayor parte de sus vidas en los árboles. La principal analogía entre estas dos especies de primates, australopiteco y chimpancé, es el similar tamaño de sus respectivos cerebros, aunque ligeramente más desarrollado en los primeros homínidos. No obstante, es significativo tener en cuenta que para la mayoría de investigadores estos primeros homínidos son calificados

como tal gracias a que fueron los primeros bípedos, los primeros en trasladarse de forma bípeda, con todas las modificaciones anatómicas necesarias para ello   – llaa magnun”, columna ortograda, en forma de ese, gracias al desplazamiento del “ foramen magnun”,

adaptación de la pelvis al andar erguido, acortamiento de brazos, modificación de rodillas y pies, las escápulas, pecho y hombros, calavera con menor prognatismo facial y cráneo más redondeado, mayor agudeza visual en detrimento del sentido del olfato, cambios en la musculatura en su conjunto, etc.-, aunque conservaran los huesos de los dedos arqueados para la braquiación, pero ya con el pulgar de la mano opuesto al resto de dedos para el “agarre poderoso”, lo que le s

permitía coger cosas, transportarlas y

caminar. Además, también hay que tener en cuenta la pérdida del “estro”, lo que redundó en una continua disposición sexual de la hembra y la mayor implicación del macho en el cuidado y mantenimiento de las crías. Aún así, no es hasta el Homo habilis, con una cavidad cerebral algo mayor, cuando se denomina a los fósiles de homínidos del género “Homo”  (australopiteco significa “mono del sur”). Para Reichhold al primer homínido debería llamársele Homo erectus. Siguiendo a Reichhold, es muy probable que muchas características “humanas” que el australopiteco ya poseía como la posibilidad de recorrer grandes distancias con una mayor economía energética gracias a un cuerpo delgado y su caminar erecto, la capacidad de sudar para eliminar calor corporal, así como el incremento de carne en su dieta, que aportó proteínas y facilitaría el crecimiento cerebral – tan tan sólo el chimpancé es el único antropomorfo que come algo de carne-, se desarrollaran en espacios abiertos como las sabanas y las estepas. Así pues, ya antes de los australopitecos, otra especie anterior, debido a causas no bien conocidas  – cambio cambio climático, competencia por el espacio, por los alimentos, adaptaciones al medio, mutaciones e incluso exacciones como la modificación de los dedos de la mano que nos permite hacer cosas para las que 5

 

no se definieron en un principio-, debió de abandonar el bosque progresivamente e iniciar su adaptación a los espacios abiertos. El chimpancé, en cambio, la especie más cercana a nosotros, nunca abandonó el bosque tropical.

¿Y DIOS CREÓ AL HOMBRE? Para Juan Luis Arsuaga está claro que no. En su magnífico capítulo 2º (“La Paradoja Humana”) de su obra “El Collar del Neandertal” nos habla del  Homo habilis,

como el primer homínido con el que se han encontrado restos de utensilios elaborados  por él, como las primeras piedras talladas de manera muy tosca. Arsuaga expone, a nuestro parecer muy acertadamente, que el incremento de la cavidad cerebral del  Homo habilis respecto del australopiteco se debió, entre

otras causas, al nuevo nicho ecológico

en el que tuvo que desenvolverse, mucho más grande y complejo, todo un nuevo espacio lleno de diversidades que tuvo que explorar, comprender a su manera y donde debía de sobrevivir y procrear, con nuevas especies vegetales y animales de las que alimentarse y a las cuales debía de aprender a extraer la carne, la grasa y las pieles, entender y prever sus movimientos migratorios estacionales, y con nuevas dificultades añadidas por la mayor m ayor exposición a depredadores. Pero el detonante del crecimiento cerebral que permitiría todo esto sería la complejidad social en la que este homínido vivía, conllevando este fenómeno social un aumento considerable del córtex cerebral, que en los humanos representa la mayor parte del cerebro, donde se llevan a cabo las funciones

mentales más elabor elaboradas, adas, entre ellas

las de asociación y la capacidad de análisis. Mientras que los chimpancés, por ejemplo utilizan ramitas para coger termitas, lo hacen de manera oportunista, enseguida. En cambio, el  Homo habilis  puede planificar la elemental elaboración de un hacha o lasca de piedra y su transporte y utilización posterior cuando surja la ocasión. Puede prever, imaginar su uso. El siguiente eslabón en la cadena evolutiva estaría representado por el  Homo ergaster ,

que según Arsuaga no izo desaparecer inmediatamente a la supuesta especie

antecesora sino que acabó imponiéndose como especie mejor adaptada o preparada en la lucha por el espacio o nicho ecológico que tuvieran que compartir. Incluso se da un considerable aumento tanto del tamaño cerebral como del corporal, igualándose este 6

 

último al humano actual. Además, el  Homo ergaster   u  Homo erectus, que para este autor vendrían a ser la misma especie, fue el primer homínido que dio el salto fuera de África y se expandió por Asia, dando a entender con ello su gran desarrollo cerebral al saberse adaptar a todo tipos de ecosistemas, fríos y calurosos, áridos y húmedos, marítimos y de interior. Es significativo el salto tecnológico en la elaboración de las hachas de piedras, ahora llamadas bifaces, las cuales han sido fabricadas de forma  predeterminada, existentes antes solo en la mente mente del autor. Es necesario precisar que existe una relación entre el tamaño del cerebro de los  primates y la duración de los diferentes periodos de la vida. Cabe suponer que siendo nuestro ciclo vital mucho más largo que el de los chimpancés, el del  Homo ergaster, cuyo tamaño cerebral estaría a medio camino, también tendría un periodo más largo l argo que los chimpancés para el cuidado de sus crías y una longevidad mayor. Es nuestro deseo transcribir aquí, de forma literal, el profundo párrafo que da título a todo el capítulo de Arsuaga: “Con el  Homo ergaster comienza a manifestarse en

toda su tremenda dimensión la extraordinaria paradoja que representan en la biología

los seres humanos, las personas: anatómicamente sólo unos primates con postura erguida, una novedad evolutiva interesante pero en ningún sentido más extraordinaria que el vuelo de los murciélagos o la adaptación al mar de los cetáceos; y al mismo tiempo unos organismos radicalmente diferentes de todas las demás criaturas vivientes  por su asombrosa inteligencia, capacidad de reflexión y plena conciencia de sí mismos mi smos en todos sus actos.” 

Y EL HOMBRE CREÓ A DIOS “Dejad que los reino de los cielos”,  bioantropología

“El

niños se acerquen a mí, pues de los que son como ellos es el esta frase nos sugiere Edgar Morín en su sesudo ensayo de Paradigma

Perdido”,

cuando

habla

de

“Juvenilización

cerebralizante y cerebralización juvenilizante” en “El Nudo Gordiano de la Hominización”. Es notorio y palpable que el complejo mundo social ejerció una

considerable presión sobre la creación de nuevas áreas en el cerebro, nuevos centros asociativos y organizativos que a su vez fueron promoviendo el aumento del número de neuronas del córtex. A partir del limitado cerebro del  Homo erectus se produce un 7

 

considerable desarrollo de la “materia gris”  precisamente porque la complejidad sociocultural va a presionar para producir toda mutación genética que tienda a retardar el desarrollo ontogénico del niño -en nosotros dura trece años-, pues la prolongación de la infancia permite un mayor aprendizaje, así como que se integren en el cerebro estructuras socioculturales fundamentales a través del simultáneo desarrollo intelectual y afectivo. Además, este retardo en el desarrollo ontogénico que tiende a mantener rasgos infantiles o juveniles en el adulto se debe a que el proceso de evolución biológica del homínido es neoténico, permite una capacidad continua de aprender. Por ello la  juvenilización de la especie especie es cerebral, cerebral, o sea, persiste la potencialidad de la inteligencia y sensibilidad juvenil en los adultos y en las personas mayores. Para Clifford Geertz, el crecimiento evolutivo de la mente en la filogenia humana, sobre todo a partir del australopiteco, estuvo continuamente condicionada por la cultura, por la acumulación cultural que, parece ser, determinaba el crecimiento y cese de una especie, para incidir necesariamente en la aparición y desarrollo de nuevas especies de homínidos, hasta llegar a nosotros. Estamos de acuerdo con Geertz cuando afirma que “a los inventos como la herramienta de piedra o la primitiva cuchilla parecen seguir la posición más erecta, una dentición más reducida, una mano más dominada por el pulgar y, sobre todo, la expansión del cerebro humano hasta alcanzar sus actuales dimensiones”.  En consonancia con Roger Lewin, consideramos la aparición del lenguaje con la emergencia del género Homo, y que éste evolucionó desde los chillidos y sonidos guturales de los australopitecinos hasta la capacidad fisiológica, idéntica a la nuestra, de la que ya disponían los  sapiens arcaicos. Es básica y fundamental la transcendencia que ha tenido en todo momento la comunicación entre los homínidos en todo el proceso de humanización, y cómo el propio lenguaje ha modificado y adaptado ciertos órganos hasta obtener la capacidad actual de hablar, junto con el desarrollo cognitivo y los  procesos sociales y culturales que lo han hecho posible. No obstante, es probable que el lenguaje tan elaborado que utilizamos, hiciese su aparición hace tan sólo unos cuantos miles de años, en una revolución cultural  –  primeras pinturas rupestres- única en nuestra especie, como es único también nuestro tracto vocal en el mundo animal, como lo es asimismo nuestro gran cerebro.

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CONCLUSIONES:   Hemos evitado en todo momento hacer referencia alguna a fechas, ya que en



todos los casos son aproximativas, por no decir especulativas. especulativas.   Hemos procurado seguir el orden cronológico de las especies de homínidos, sin



embargo, los continuos descubrimientos, así como la falta de acuerdo o el afán de protagonismo no permite actualmente la definición de una cadena evolutiva de homínidos de manera definitiva.   Lo mismo ocurre con los distintos yacimientos, actualmente puzles de un



tremendo rompecabezas, como lo son los mismos restos fósiles y utensilios utilizados como herramientas.   Hemos evitado, además, hacer mención a las ramas extintas de homínidos, como



los parántropos u otras especies, aunque la posibilidad de que el neandertal  y   y el  sapiens

compartan genes y sean reconocidos mayoritariamente por los

estudiosos como descendientes del Homo heidelberguensis  –  – y éste a su vez del ergaster-

aclara el proceso de hominización y apoya las palabras de Geertz

cuando dice que hubieron especies de homínidos que coincidieron en el tiempo hasta que la especie más exitosa, no necesariamente la mejor adaptada, sobrevivió a la otra.     Coincidimos plenamente con Arsuaga y su “extraordinaria paradoja”, así como



con las palabras finales de Edgar Morín: “ El

cerebro, plataforma giratoria

 biocultural, se convierte en el nudo gordiano de la antropología; el enorme cerebro de  sapiens  aparece como el punto de convergencia, de llegada, de  partida y de divergencia divergencia de una formidable aventura. La La culminación de dell proceso de hominización es a un mismo tiempo un punto de partida. El ser humano que se realiza como homo sapiens es una especie juvenil e infantil; su genial cerebro es débil sin el apoyo del aparato cultural.; todas sus aptitudes necesitan ser alimentadas por medio del biberón. La hominización culmina en la definitiva, radical y creadora falta de hominización de los seres humanos”.  

   Nota aclaratoria sobre la “Introducción”: Giordano Bruno murió en la hoguera



en el año 1600. Parece ser que entre sus múltiples delitos contra la Santa Madre Iglesia estaba el haber anunciado que existían multitud de mundos por el universo con vida inteligente semejante a la nuestra. 

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BIBLIOGRAFÍA:

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“La Nueva Historia de Adán y Eva”, autor: Haaf, Günter. Ed. Printer

industria gráfica gráfica S.A.; Barcelona, 1979.

“La Aparición del Hombre”, Cap. 3º, ”Australopitecos”, de Josef H.

Reichholf.  

“El Collar del Neandertal”,  Cap. 2º, “La Paradoja Humana”,   de

Juan

Luis Arsuaga.  

“El Paradigma Perdido”, Cap. 3º, “El Nudo Gordiano de la Hominización”, de Edgar Morín. 

 

“La Interpretación de las Culturas”, Cap. 3º, “El Desarrollo de la

Cultura

y la Evolución de la Mente”, de Clifford Geertz.    

“Evolución Humana”, Cap. XXIX, “Los Orígenes del lenguaje”, de

Roger Lewin.

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