El Proceso de Emerger - Derek Rydall

October 3, 2017 | Author: ryojanan | Category: Evolution, Trees, Truth, Personal Development, Nature
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Descripción: Superacion Interior...

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EL PROCESO DE EMERGER: SIETE PASOS PARA CAMBIAR RADICALMENTE TU VIDA DEREK RYDALL

Título original en inglés: Emergence © 2015 a cargo de Derek Rydall, todos los derechos reservados Título en castellano: El proceso de Emerger Subtítulo: Siete pasos para cambiar radicalmente tu vida Autor: Derek Rydall Traducción: Miguel Iribarren Diseño de portada: Rafael Soria Primera edición en España: febrero de 2016, © Ediciones El Grano de Mostaza ISBN: 978-84-944847-7-3 EDICIONES EL GRANO DE MOSTAZA, S. L. Carrer de Balmes 394, ppal. 1.ª. 08022 Barcelona «Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra ; 91 702 19 70 / 93 272 04 45».

EL PROCESO DE EMERGER: SIETE PASOS PARA CAMBIAR RADICALMENTE TU VIDA DEREK RYDALL

“La felicidad es algo que viene de dentro. ¡Y lo mismo pasa con la paz, la riqueza y el éxito! En El proceso de emerger: siete pasos para cambiar radicalmente tu vida, Derek Rydall nos revela un proceso revolucionario para que estas experiencias se conviertan en nuestra realidad cotidiana.” Marci Schimoff, autora del éxito de ventas Happy for No Reason

Elogios dedicados a Derek Rydall y a El proceso de emerger “Derek explica los principios fundamentales, que solo unos pocos conocen, de un modo que te deleitará, transformará tu perspectiva actual y te llevará a tomar una dirección nueva y mucho más satisfactoria.” Bill Harris, director del Centerpoint Research Institute. “¡Este es uno de esos libros que tienes que llevar contigo y leer una y otra vez! Derek te incita a emprender un viaje hacia tu alma, y cada paso revela más verdad, más luz, más amor.” Kristen Howe, www.lawofattractionkey.com “La Ley de Emerger me despertó a mi verdadera identidad y me dio herramientas para cultivar una sensación de paz interna, alegría y verdadera felicidad. Es la etapa siguiente en la evolución del alma.” Amanda M., ejecutiva de Starbucks. “Hemos estado creando y dirigiendo negocios bajo suposiciones falsas. Derek nos reta a abrirnos a una nueva visión del mundo que nos permite trabajar desde nuestra verdadera naturaleza, total y abundante.” Lindsay Crouse, actriz nominada al Oscar, que ha participado en películas como The Insider, Places in the Heart o The Verdict. “Estaba a punto de caer en bancarrota, a punto de perder mi casa y mi empresa. El trabajo de Derek me ayudó a ver y a sentir que lo tenía todo, y en el plazo de catorce días ya tenía nuevos clientes y mucho trabajo. Mi banquero apenas se lo podía creer cuando miró mi balance.” Lars Rasmussen, Dinamarca. “Derek te lleva a descubrir lo que realmente quieres, para qué estás aquí… para poder crear de manera natural una vida verdaderamente exitosa y completamente satisfactoria.” Brad Yates, www.TapWithBrad.com “Como los antiguos sabios y místicos que afirmaban que nuestro verdadero ser ‘siempre es libre, puro y sabio’, Derek sabe dejar que surja nuestra verdadera naturaleza. Siguiendo estos siete pasos se despliega un camino claro para vivir en paz y alegría.” Paul R. Scheele, director de Scheele Learning Systems, cofundador de Learning Strategies.

Prólogo Desde los salones ideológicos de los académicos, desde las fronteras de la investigación científica y desde las paredes santificadas de los templos resuenan las teorías de los filósofos, científicos, maestros espirituales, agnósticos, ateos, eruditos y buscadores. A nivel global, también se puede añadir a esta lista a la gente común que siente la misma pasión por explorar las dinámicas de la transformación humana, por sumergirse en las profundidades del proceso evolutivo y por dar a luz su potencial último. A nivel colectivo, nos planteamos las grandes preguntas sobre eso que hace evolucionar las potencialidades dentro de las galaxias, y dentro de ti y de mí. La teoría de la Emergencia o del Surgimiento tiene una historia venerable, y ha sido debatida, al menos, desde los tiempos de Aristóteles. En nuestro siglo XXI, lo que ahora llamamos Ley de Emergencia describe la arquitectura del proceso evolutivo. Dentro del ser humano está operando el emerger del estado de conciencia último que es nuestro derecho de nacimiento innato, estado al que algunos llaman iluminación, otros sat ori y otros moksha. Imagina la sonrisa planetaria que iluminaría las esferas si la familia global entrara en armonía colectivamente con la Ley de Emergencia. En realidad, esto es lo que ha estado ocurriendo desde el big bang, que ha evolucionado desde el polvo de estrellas hasta nosotros, porque, como escribió Carl Sagan, “todos estamos hechos de materia estelar”. Entonces, ¿cómo emerge la Emergencia? La respuesta es orgánicamente, como el roble emerge de la bellota cuando se dan las condiciones adecuadas. Aunque nosotros no hacemos que la Ley de Emergencia emerja en nuestras vidas, sí que creamos las condiciones en las que puede hacerlo. Cuando la conciencia es suficientemente fértil, la flor de loto de la conciencia iluminada se desarrolla dentro de nosotros. Este proceso de fertilización es la tecnología espiritual que Derek Rydall enseña en sus siete etapas a fin de crear las condiciones adecuadas para que el proceso de emerger pueda activarse. Por ejemplo, cuando practicamos lo que Rydall llama el “cultivo de las condiciones congruentes”, aparece en nuestro menú mental, emocional y espiritual una nueva manera de relacionarse y de responder a las circunstancias internas y externas que puedan presentarse en un momento dado. En lugar de lanzar una ráfaga de napalm mental o verbal sobre otros o sobre nosotros mismos, la paciencia compasiva y el perdón se convierten en nuevas opciones. También nos enseña a poner fin a nuestra pose espiritual, haciendo que nuestra práctica sea tan aplicable en el fregadero de la cocina o cuando conducimos por la autopista, paseamos al perro o nos cepillamos los dientes, como lo es sobre el cojín de meditación o la esterilla de yoga. Derek nos deja muy claro que no tenemos que intercambiar las alegrías de ser humanos por el logro de la iluminación, y que ya nos encontramos sintonizados para estar al servicio del emerger de nuestro ser intrínsecamente iluminado.

En el laboratorio de su propia conciencia, y mediante la aplicación a su vida, las siete etapas del emerger han proporcionado a Rydall pruebas patentes de sus resultados prácticos y transformadores. Tanto si eres nuevo como si eres un practicante experimentado, puedes confiar en que el libro que tienes entre las manos es una guía fiable hacia los gloriosos potenciales que tratan de emerger en, a través de, y como tu vida. Michael Bernard Beckwith Los Ángeles, California

Prefacio

El fin de “mejorarse a uno mismo” Lo que queda detrás de nosotros y lo que tenemos delante son asuntos menores en comparación con lo que hay dentro de nosotros. Ralph Waldo Emerson Se dice que el universo nos susurra al oído, después nos toca en el hombro… y finalmente nos da un garrotazo en la cabeza. Yo estuve a punto de morir dos veces antes de captar la insinuación. Estaba arruinado, vivía en un apartamento de una sola habitación, y el amor de mi vida me había dejado por otro hombre. Me sentía perdido, no tenía ni idea de hacia dónde iba y tampoco albergaba esperanza de que las cosas pudieran cambiar. Pero lo que hacía que todo esto me quemara todavía más era que había llegado allí después de varios años de terapia seria de autoayuda. Había trabajado duro para sanar mi pasado, para amar a mi niño interior, para fortalecer mi autoestima y, sin embargo, estaba tan lleno de dolor y lucha interna que apenas podía cruzar un puente sin tener por un momento el impulso de tirarme. Sabes que has entrado en un lugar oscuro cuando el médico te dice: “Tienes suerte de seguir vivo”; y tú consideras que eso es una mala noticia. La noche anterior había estado bebiendo hasta el punto de casi suicidarme. Pero tumbado allí, en la unidad de cuidados intensivos, con unos tubos saliendo de mi brazo y el monitor diciéndome que aún estaba entre los vivos, solo podía pensar: “¿Cómo ha ocurrido? ¿Cómo es posible que todos mis esfuerzos me hayan traído hasta aquí?”. Después de años de mejorarme a mí mismo, lo único que había mejorado era mi capacidad de describir por qué estaba tan hecho polvo. Había intentado todo lo que conocía; había seguido todos los consejos de los supuestos expertos. ¿El problema era que aún no había encontrado el camino adecuado? ¿O simplemente el problema era yo mismo? ¿Estaba destrozado más allá de cualquier reparación posible? La mayoría de la gente que elige sanar o mejorar su vida afronta un momento así, un punto de crisis en el que ha hecho todo lo que se supone que tiene que hacer y su vida sigue sin funcionar. En esos momentos, cuando estamos mordiendo el polvo una vez más y consideramos seriamente si queremos volver a levantarnos, tendemos a plantearnos estas preguntas básicas: “¿Por qué?” “¿Por qué a mí?” “¿Por qué, cuando lo he hecho todo bien, todo está tan mal?”. Sé que me hice estas preguntas muchas veces hasta que me dieron una respuesta que, no solo me cambió la manera de ver mi vida, sino que también me hizo ver que había estado haciéndome las preguntas equivocadas desde el principio. La respuesta

vino en dos partes, separadas por un par de años, como en esas escenas “al borde del precipicio” que se muestran en los programas de televisión antes del capítulo final de la serie. Finalmente, todo cobró sentido: el guión de mi vida, el personaje que había estado representando y la obra en la que estaba. La primera parte de la respuesta se me mostró poco después de esa noche en el hospital, justo cuando empecé a dar mis primeros pasos vacilantes en lo que pensaba que sería el camino de vida correcto. Había aprendido a representar el papel del hombre que tiene su vida en orden, cuando aún estaba hecho trizas por dentro. Pero era un esforzado actor a punto de ampliar mis horizontes, según mi agente, de modo que no era el momento de desmoronarme. Me encantaba actuar. Me permitía explorar nuevas ideas y habitar nuevas posibilidades, y esto me daba un respiro temporal del dolor real que estaba sintiendo. Y lo hacía bien. Pensaba que ser actor era mi verdadero propósito. Finalmente, después de años de hacer papeles que no me gustaban, me dieron un papel en una película y creí que era el comienzo de algo bueno para mí, algo que me llevaría a vivir la vida para la que estaba destinado. Tenía razón, pero no de la manera en que me lo había imaginado. El rodaje fue problemático desde el principio. Los escenarios en Jamaica eran preciosos, pero el guión no lo era. Y cuando despidieron al director y a la actriz principal, las cosas empezaron a complicarse. Añade a esto algunas aventuras románticas enrevesadas en el lugar, y una falta general de satisfacción creativa, y el resultado es que me sentía inquieto. Tenía que encontrar algo, cualquier cosa, que me inspirara. De modo que, durante un descanso del rodaje, decidí ir a bucear a última hora de la tarde a un arrecife situado a cierta distancia de la playa, en una bahía apartada. Nadando en medio de las crestas retorcidas y serpenteantes del coral cuerno de alce, de los abanicos de mar y de los corales dedo, seguí algunos peces de sorprendentes colores que jugaban entre esponjas y anémonas. Por un momento, imaginé ser uno de ellos, libre de las cargas de la vida allí arriba. Aquí abajo había otro mundo, y quería perderme en él. ¡Ten cuidado con lo que deseas! ¿Cierto? A medida que me adentraba más en ese laberinto, sin pararme a pensar dónde estaba, me despisté. Estaba completamente perdido. Empecé a buscar frenéticamente arriba y abajo por los corredores de coral, tratando de retomar mi camino, pero cuanto más lo intentaba, más desorientado estaba. “¡Qué estúpido he sido!”, pensé. Mi mente era un torbellino de deberías y de si hubieses… Nadé más rápido, con brazadas más enérgicas, como si por pura voluntad pudiera salir de ese laberinto subacuático. Entonces, dando la vuelta a una masa de coral que se asemejaba a un cerebro gigante —algo de lo que yo parecía carecer, para mi desgracia—, de repente me quedé atascado en un rincón estrecho: el coral de fuego me rodeaba por todos los lados —y el menor contacto con él me causaría el equivalente a cientos de picotazos

de medusa—, con filas de coral afilado por debajo, a centímetros de mi estómago, pecho y cara. Parecía estar en una tumba trampa de una película de Indiana Jones. Solo que esto no era una película y yo ya no era el actor orgulloso que desempeñaba el papel de héroe. Tenía un problema muy real, y lo sabía. Apenas podía usar las manos para remar y mantenerme a flote. Levantar mi cabeza por encima del agua habría desequilibrado mi cuerpo y me habría llevado a clavarme las espinas de coral en el cuello y el pecho. Casi no podía respirar; boqueaba inspiraciones superficiales y discontinuas. Tomar una respiración profunda habría empujado mi pecho y estómago directamente contra los pinchos. La respiración rápida intensificó mi creciente ansiedad, creando una especie de euforia que me obligó a mantenerme enfocado con cada gramo de mi atención para no desmayarme. Con el poco sitio que me quedaba para pensar, recorrí, durante lo que me parecieron ser horas, todas las resoluciones posibles, imaginándomelo todo: desde ser rescatado por un bote de pesca que pasara por allí, hasta dejarme arrastrar por el mar hacia la playa, donde llegaría con los labios azules, hinchado y con los ojos saltones, y un montón de gente a mi alrededor movería la cabeza y pensaría: “¡Qué pena!”. Los demás actores de mi película se consolarían unos a otros lamentando la trágica pérdida. Incluso fantaseé con convertirme en una historia de portada en Hollywood, en la que se lamentase la prematura muerte de “un actor tan prometedor”. Allí estaba, a punto de ahogarme, ¡y mi ego seguía buscando sus quince minutos de gloria! Pero el sol empezaba a ponerse y los tiburones playeros comenzaban a nadar entre el coral puntiagudo y retorcido que tenía debajo. Mi cuerpo estaba agotado y mi cerebro se había quedado sin opciones y sin las dramáticas escenas de muerte que me harían famoso póstumamente. No podía idear ni vislumbrar una salida a esta situación. Todo mi ingenio —imaginario— y mi encanto eran inútiles. Todos mis mecanismos de defensa, incluso el pensamiento positivo, eran en esta situación ineficaces. Al final, se descorrió una cortina en mi mente y, en lugar de ser el maestro del universo que proclamaba ser, quedó claro que en las grandes pruebas solo era un niño atemorizado y acobardado, que después de todo no tenía poder real. Iba a ahogarme, y lo sabía. A mi cuerpo no le quedaban fuerzas para mantenerse a flote, y como estaba sin salida, simplemente ya no me quedaba ninguna esperanza a la que aferrarme. Lo único que me quedaba era rendirme. No se trataba de una de esas típicas rendiciones en las que uno dice: “Querido Dios, si me sacas de esta te prometo que iré a la iglesia los domingos”. Ya había intentado manipular y negociar mi salida de la situación, y el universo no quería regatear. Lo único que me quedaba era soltar. Y es lo que hice. Pero en ese momento —en el momento exacto en el que me rendí, mental y

físicamente—, una ola me levantó hacia una zona de coral seguro que sobresalía del agua. Finalmente, logré ponerme de pie y, por primera vez, pude ver dónde me había quedado atascado. La salida había estado en todo momento a pocos centímetros de mí. Pero también vi otra cosa. Mirando al arrecife, me di cuenta entonces de que había estado nadando en un laberinto durante años, siguiendo un objeto brillante detrás de otro, buscando algo que me pudiera satisfacer, hasta que me vi atrapado en una identidad personal tan confinada que estaba boqueando para tomar aire, y ahogándome por dentro. Pero, en ese espacio de rendición completa, en ese momento en que mi mente llegó al final de la cinta, en ese espacio entre pensamientos, algo surgió. Mi ego fue soltado de sus amarras. Humpty Dumpty*1se cayó de la pared. Y de la cáscara rota, surgió otra cosa. Solo duró un segundo, pero fue suficiente para cambiar drásticamente mi identidad. El actor centrado en sí mismo que se había metido en el arrecife no era la persona que salió nadando de él. Pero esto solo fue el comienzo de mi nadar en aguas inexploradas. Durante los meses siguientes, me atormentaron los sueños de destrucción y un inexplicable miedo a la muerte. Lo cierto es que estaba muriendo. No físicamente, sino egóticamente, y el ego no distingue entre la muerte de una identidad y la muerte literal. Y en el espacio creado por esta muerte, vislumbré un Ser que nunca muere, un Ser que no necesita mejoras. Para este actor, que siempre había estado tratando de llenar un pozo insondable de inadecuación, fue como ser liberado de una prisión en la que ni siquiera sabía que estaba recluido. Una vez más, solo fue un vislumbre, y no tuve palabras para describir lo que vi, pero esta vez capté el mensaje. Abandoné la profesión de actor, limité el contacto con mi familia, cancelé el servicio de televisión por cable y durante los años siguientes dediqué todo mi tiempo a meditar, a sentarme a los pies de maestros espirituales, a sumergirme en las enseñanzas de la sabiduría de las edades, y a buscar una relación más profunda con el Ser que me había dejado sin suelo bajo los pies en mi primera apertura espiritual. Estudié durante un breve tiempo para ser pastor y después exploré la posibilidad de hacerme monje. Pero, mientras ayunaba en un monasterio, sentí tanta hambre que entré en la cocina de los monjes en medio de la noche y robé comida, de modo que esto acabó con mi carrera monástica. Por último, me convertí en un consejero espiritual titulado por el Centro Espiritual Internacional Agape, una de las comunidades interconfesionales más grandes del país, bajo la tutela de Michael Bernard Beckwith. Armado con los principios metafísicos de la manifestación, empecé a enseñar a artistas, profesionales de los medios de comunicación y buscadores de todo el mundo cómo alcanzar su pleno potencial. Después de crear una próspera consulta y de escribir un par de libros, parecía que todo iba bien. Estaba consiguiendo resultados y mis clientes también. ¡La cosa funcionaba muy bien! Y entonces me topé con una pared.

Todo empezó a exigir más esfuerzo. Las técnicas que había empleado antes ya no funcionaban bien. Cuando manifestaba lo que creía que deseaba, no sentía mucha satisfacción. Y, en algunos casos, cuanto más trataba de mejorar las cosas, peor me iba. No solo a mí, sino también a muchos otros que estaban trabajando con las últimas enseñanzas para conseguir el éxito. Perseveré, pero había un murmullo por debajo de la superficie. Algo fallaba en el cuadro. Faltaba algo. Traté de redoblar mis esfuerzos, pero tan solo conseguía quedarme más atascado, como si estuviera pisando el acelerador y el freno al mismo tiempo: las ruedas giraban, pero yo no me movía. Tenía la horrible sensación de que me había vuelto a caer al laberinto submarino, pero, como no estaba seguro de qué era lo que podría hacer de otra forma, continué enseñando. Y poco después, mientras daba una charla, tuve la segunda comprensión. Fue en un centro de espiritualidad situado en un centro comercial, entre una tintorería de limpieza en seco y un salón de belleza. El público escuchaba atentamente cuando me puse delante de ellos y empecé a hablar de forma apasionada sobre cómo desarrollar su potencial. Había hablado de este tema muchas veces y, según todos los criterios objetivos, sabía de qué estaba hablando. Pero esa noche fue diferente. Había tensión en el ambiente. La mirada que reflejaban sus caras no era de inspiración, sino de frustración. Ya habían oído todo esto antes, y lo habían probado todo. A pesar de lo entusiasta que era mi discurso, no les llegaba. Me incliné hacia delante, intentando sacarles de su estupor con mis palabras, intentando infundir en su corazón la voluntad de creer. Pero, cuanto más intentaba inspirarles, menos inspirado estaba yo. Al comprobar que mis palabras no encendían nada en ellos, pude sentir que me quedaba sin energía. Entonces, ocurrió algo. Empecé a notar que caía, que me precipitaba en caída libre, pero, en lugar de chocar contra el suelo, este se abrió, como un trasfondo pintado, y mi percepción de la realidad se fue. Hubo un momento de sorpresa y, después, expansión. Y entonces lo vi. En esencia, lo que vi es que todo el modelo del desarrollo personal está equivocado. No necesitamos atraer nada porque no nos falta nada. No necesitamos mejorarnos a nosotros mismos porque el Ser ya está completo. Igual que el roble ya está en la bellota, todo lo que estamos destinados a ser y todo lo que tenemos que realizar ya está en nosotros: somos un patrón perfecto y tenemos un propósito divino. Y, como el roble, que surge de la bellota cuando se dan las condiciones adecuadas, este potencial innato emerge de manera natural. Esto es la Ley de Emergencia. Tras este agudo cambio de perspectiva, me quedó claro que nuestros deseos más profundos no son algo que tengamos que ir a conseguir; más bien son pistas sobre lo que tenemos dentro que está tratando de salir afuera. En lugar de esforzarnos por sanarnos a nosotros mismos, el trabajo consiste en deshacernos de nuestro exterior falso y revelar la plenitud innata de cada uno.

Si ya somos intrínsecamente completos, todos nuestros esfuerzos por arreglar, atraer o conseguir algo están —a través de las leyes de creación deliberada— exacerbando nuestros problemas. Esta es la razón por la que muchos de los intentos de mejorarnos a nosotros mismos no funcionan, o incluso empeoran las cosas. Conseguimos atraer a una nueva pareja, pero tenemos las mismas peleas que con parejas anteriores. Logramos un salario mayor, y acabamos arruinados justo en esa época de grandes ingresos. Es como si estuviéramos tratando de salir del agujero cavando, pero cuanto más cavamos, más nos hundimos. Cuando partimos de la premisa falsa de que estamos rotos o somos inadecuados, independientemente de la técnica que usemos, y por más sinceros que sean nuestros esfuerzos, estos nunca nos pueden llevar a la verdadera satisfacción, sino que nos mantendrán en una batalla interminable para mejorar un yo que no existe, excepto como un concepto ficticio en nuestra cabeza. Estos eran los eslabones perdidos que había estado buscando, la razón por la que yo y tantos otros habíamos luchado por conseguir resultados duraderos, y la razón por la que casi me maté intentándolo. A medida que estas comprensiones iban surgiendo en mi conciencia, empecé a dirigirme al público de nuevo: “La verdad es que no hay nada malo ni equivocado en vosotros; no os falta nada. Todo lo que necesitáis para realizar vuestro destino está dentro de vosotros, esperando emerger, y la mayoría de vuestros esfuerzos por alcanzarlo, en realidad, ¡están impidiendo que ocurra! Esto no es otra técnica para mejorarse. De hecho, esto es el fin del movimiento de mejorarse a uno mismo”. Lo que dije me dejó conmocionado. Acababa de declarar el final de lo mismo de lo que quería ser un líder. Había denunciado mi propio engaño. Pero lo que de repente podía ver muy claro, resplandeciendo ante mí como una carretera que atraviesa el desierto, era una vía de transformación nueva y radical, un camino que integra todo lo que necesitamos para alcanzar completamente nuestro potencial y habitar nuestras vidas. Este podía ser el fin del mejorarse a uno mismo, pero el comienzo de algo que iba mucho más allá. Quiero dejarlo claro: no estaba diciendo que fuera el fin del desarrollo personal, que es el proceso natural de desarrollo de nuestros talentos y capacidades innatos. Estaba diciendo que era el final de la ilusión de que somos seres fragmentados, inadecuados, que debemos arreglarnos o añadirnos algo para estar completos. Estaba diciendo que era el final de nuestro empeño compulsivo de llenar lo que percibimos como un agujero sin fondo, o de alcanzar un objetivo tan elusivo como la línea del horizonte, que siempre se aleja de nosotros. Estaba diciendo que la manera en la que habíamos aprendido a alcanzar nuestro potencial estaba completamente al revés con respecto a cómo hemos sido diseñados para crecer. Y lo que es peor, nos estaba alejando de nuestro verdadero Ser, la fuente misma de todo lo que estábamos buscando. Me di cuenta rápidamente de que, si lo que había descubierto en el concepto de

emergencia era cierto —y se aplicaba—, pronto dejarían de necesitarse los programas de autoayuda y los gurús. Tuve que admitir que esta no era la mejor estrategia comercial para un aspirante a ser un gurú de la autoayuda. Si mis clientes seguían la Ley de Emergencia, ¡acabaría sin clientes! En realidad, esta es la intención de los profesores sinceros. Su objetivo nunca es crear seguidores, sino líderes, devolver a las personas a sí mismas. Desde el marco del emerger, ya no hay sabios subidos al escenario, sino guías que se sientan a tu lado1. Me di cuenta de que, visto así, después de todo aún podría haber trabajo para mí. Igual que el trabajo del granjero no es poner la planta en la semilla y hacerla crecer, sino generar las condiciones que permitan que la semilla y el suelo hagan aquello para lo que están diseñados de manera natural, lo mismo le ocurre al terapeuta del emerger. Me di cuenta de que esta verdad que había descubierto actuaba como una ley, como la ley de la gravedad. Y, como la gravedad, yo no tenía que hacer que funcionara; simplemente tenía que alinearme con ella, y ayudar a otros a hacer lo mismo. La ley haría el trabajo duro. Aquella noche, mientras estaba allí mirando al público, supe que este mensaje del emerger era exactamente lo que ellos necesitaban oír. Y lo que ocurrió a continuación me lo confirmó: el público dio un suspiro colectivo, como diciendo: “¡Al fin, libres!”. Inmediatamente, la tensión desapareció de la sala. Yo cerré los ojos y respiré profundamente, dejando que mis palabras calaran. Y cuando volví a mirar al público, este ya no era el mismo de antes. En lugar de ver personas que necesitaban mejorarse a sí mismas, lo que vi fue seres perfectos esperando emerger. Me sentí como Miguel Ángel, que pensaba que Dios ya lo había creado todo, y su único trabajo consistía en liberar la obra maestra ya completada que estaba aprisionada en el bloque de mármol. Miré fijamente los rostros del público y vi obras maestras divinas, escondidas en bloques de mármol mortal. Entonces supe que, a partir de ese día, mi trabajo no consistiría en cambiar o arreglar a nadie, sino en ayudar a la gente a liberarse. Debido a las tensiones económicas continuadas, al desempleo y a la pérdida del hogar, muchas de nuestras estructuras de seguridad externas han quedado eliminadas. La oleada de libros sobre la generación de riqueza que prometían abundancia instantánea —seguida paradójicamente de la mayor crisis económica desde la Gran Depresión— ha dejado desilusionados a muchos buscadores. Ahora, más que nunca, las personas están buscando una manera auténtica de estabilizar su vida y recuperar su libertad. El proceso de emerger te llevará a esa tierra firme situada en el único lugar que el mundo nunca puede tocar: tu interior. En un momento en el que tantos se sienten temerosos y desenraizados, el proceso de emerger te volverá a llevar a casa, donde encontrarás paz, inspiración y la capacidad de realizar finalmente el propósito para el que naciste. Este libro es para mí la culminación de mi enseñanza del principio del emerger a decenas de miles de personas en todo el mundo. Tengo la esperanza de que te libere

de la necesidad de buscar respuestas y autoridades fuera de ti, de los intentos de llenar lugares que percibes vacíos, e incluso de intentar atraer cosas. En las páginas de este libro compartiré contigo el secreto de tu verdadera soberanía y poder; la antigua verdad que los místicos han tratado de enseñar, pero que en gran medida se ha perdido. Se trata de un principio que los grandes líderes de todos los campos han empleado para crear obras maestras, construir imperios e iniciar revoluciones, y sin embargo pocas veces ha sido comprendido o descrito con coherencia. Hasta ahora. Juntos, digamos adiós al mejoramiento de nosotros mismos y comencemos el proceso de liberar nuestro Ser real. 1* Personaje de una rima infantil inglesa con forma de huevo que se cae de la pared y no puede ser recompuesto. (N. del T.)

Introducción

El camino radical para volver a casa No dejaremos de explorar, y al final de todas nuestras exploraciones llegaremos al punto de partida y lo conoceremos por primera vez. T. S. Eliot Mi amiga me da indicaciones de cómo llegar a su casa tomando como referencia un roble. Me dice: “Llegarás a un curva en la carretera. Ten cuidado con los baches, que son bastante grandes. A continuación, verás un paso de cebra y, después, a la derecha, hay un gran roble. Ahí vivo yo. Aparca debajo y entra en casa; la puerta está abierta”. En la mayoría de las partes del mundo se podrían dar este tipo de indicaciones usando como referencia un roble. Existen unas seiscientas clases de robles, entre perennifolios y caducifolios. Y, como muchas grandes familias, han viajado lejos y se han establecido por todas partes. Se encuentran en climas frescos y en latitudes tropicales. De hecho, viven en todos los continentes menos en la Antártida, a menos que cuentes las antiguas naves, hechas de roble, que navegaron por los mares traicioneros para llevar sus tesoros a aquellos parajes helados1. El roble que está enfrente de la casa de mi amiga tiene más de cien años, lo que significa que su raíz pivotante es muy profunda, casi tan grande como el árbol, que mide diez metros, y cuyo tronco tiene más de tres metros de perímetro. Su sistema de raíces abarca un tercio del diámetro de la copa. Entre la corteza ahuecada hay pedazos de madera lisa, desgastada por las inclemencias del tiempo y por generaciones de manos humanas que la han tocado, como si intentaran sentir la conexión. Esta idea de conexión parece adecuada, puesto que a los robles se les consideraba simbólicamente los guardianes de las puertas, o la propia puerta —una puerta a la siguiente estación, porque crece y mengua con las estaciones—, entre el cielo y la tierra, porque toca ambos, el suelo y las alturas. Es una puerta de hospitalidad, un portal que mira simultáneamente al pasado, al presente y al futuro2. Además de ser una puerta, el roble también ha sido considerado el guardián del conocimiento y de las leyes. El roble brindaba enseñanzas a la gente de las antiguas culturas. Les hablaba del bosque y ofrecía ejemplos de flexibilidad y generosidad en su madera —tanto la verde como la seca—, hojas, taninos, bellotas, agallas y corteza3. Se decía que los sabios “conocen el roble”. Así, no es de extrañar que los humanos hayan tratado de atribuirse durante mucho tiempo las características asociadas al roble en los mitos, la cultura y la historia:

fuerte, sustentador, fiable, majestuoso y conectado con lo divino. El roble que está enfrente de la casa de mi amiga es venerable. Esta es una buena palabra para describir a un viejo roble, porque ha visto muchas cosas, y su carácter se refleja en los nudos, en las vueltas y contorsiones de su tronco, y en sus ramas, que ascienden y se abren de manera exuberante. Este centenario ha vivido su vida de un modo admirable. Ha pasado de ser bellota a ser un árbol abuelo. Se ha ido transformando siguiendo un cambio asombroso —y, si se piensa en él, radical—, de bellota a árbol joven, y de ahí a árbol maduro y plenamente realizado. Ha vivido con plenitud —y santidad— cada etapa de su vida, sin resistirse nunca al impulso emergente que partió originalmente su cáscara protectora y forzó a morir a su identidad como bellota; sin apartarse nunca de la tierra, mientras sus raíces se hundían en la oscuridad para que sus ramas pudieran elevarse hacia la luz; sin temer nunca la sequía, cavando más profundo para encontrar recursos; sin luchar nunca contra las tormentas, sino manteniéndose firme cuando podía, o doblándose para no romperse, y sin juzgar nunca que una etapa era mejor o peor. El roble tiene mucho que enseñarnos sobre el proceso de emerger. La semilla, la tierra, las raíces y los frutos Aunque recurriré a otras metáforas a lo largo de este libro para explicar los principios y prácticas del proceso de emerger, he elegido abundar en la del roble más que en otras. Podría haber elegido muchos otros árboles. En cierto sentido, los principios subyacentes a todo crecimiento, de la semilla a la raíz, a la flor y al fruto, reflejan el proceso de emerger. Pero es difícil superar la elegancia del roble. El gran roble empieza siendo una bellota, una pequeña semilla, y nunca esperaríamos que fuera capaz de producir una expresión tan poderosa, capaz de vivir durante generaciones y de proporcionar alimento, sombra, cobijo y mucho más a cientos de criaturas. Sin embargo, dentro de la semilla está contenido el patrón invisible, perfectamente diseñado para convertirse en un roble. Y no solo un roble, sino que su descendencia podría convertirse en bosques de robles que durasen eones. Dentro de esa minúscula pieza de compuestos de carbono reside un potencial infinito, eterno. Lo mismo es válido para ti. Tal como la bellota no llega aquí siendo una cáscara vacía, y a continuación se dispone a “hacer algo consigo misma”, tú tampoco estás diseñado así. La semilla que eras al comienzo ya contenía el material y el proceso para su realización, y la realización de todos y de todo lo que evoluciona a partir de tu vida. Piensa detenidamente en las implicaciones de esta declaración. Tal como una única bellota contiene bosques incontables, la semilla de tu ser contiene todas las ideas, contribuciones e impactos que producirás a lo largo de tu vida, y el efecto que tu vida tiene y tendrá en el mundo que te rodea. Lo único que se necesita son las condiciones adecuadas para que emerja.

A medida que la bellota crece, sus raíces se hunden profundamente en el suelo oscuro, el detritus de todas las cosas que han dejado de ser útiles y han entrado en un proceso de descomposición. Trabajando con la naturaleza en lugar de contra ella, usando lo que ya existe en lugar de resistirse a ello, se generan las condiciones para que emerja. Cuando abrazamos toda la suciedad de nuestra vida, cuando conectamos con la crudeza de las experiencias en las que hemos sido plantados, que nos han rodeado y que a veces han estado a punto de enterrarnos, el proceso de emerger convierte esas partes oscuras, aparentemente en descomposición, en nutrientes que alimentan un nuevo ciclo de crecimiento. Soltamos las luchas, los juicios y las vergüenzas de una vida dedicada a intentar evitar, reprimir o negar lo que es o lo que ha sido, y lo transmutamos todo en algo útil y positivo. Echamos raíces profundas, damos ricos frutos y evolucionamos en consonancia con la intención de la naturaleza. A medida que surge el roble, hundiendo sus raíces hacia lo ancho y lo profundo, sus brotes se elevan y se abren buscando la luz. Cuanto más hondo llegan las raíces, más pueden crecer las ramas. El equilibrio innato de la naturaleza comprende que no puedes tener una cosa sin la otra. Si el árbol luchase por salir a la luz sin enraizarse en la tierra oscura, no sería capaz de sustentar su expansión. Una prolongada sequía lo secaría, un incendio del bosque lo quemaría, o una fuerte tormenta lo derribaría. El proceso del emerger humano es similar. Cuando ignoramos nuestras raíces y nos centramos solo en expandirnos, perdemos el centro de gravedad y nuestra fuente de sustento. Cuando no estamos enraizados en un lugar profundo, en algo que nos nutra bajo la superficie de nuestras ajetreadas vidas, fácilmente nos abrasamos, nos agotamos, y los vientos del cambio nos derriban. Pero cuando encontramos nuestro equilibrio natural a través del proceso de emerger, somos capaces de llegar más alto y más lejos de lo que nuestro pequeño ser de bellota habría imaginado nunca, y a menudo más rápido de lo que esperábamos. Tal como el brote crece de golpe, en ocasiones varias veces en la misma estación, nosotros también somos capaces de dar saltos cuánticos a nivel físico, mental, espiritual, creativo y en otras áreas de nuestra vida. Cuanto más enraizados estamos en el suelo de nuestra alma, más conectamos con la semilla de nuestra verdadera naturaleza. Y cuanto mayor es la congruencia entre ambas, mayores son las alturas que puede escalar nuestra vida. Finalmente, el roble madura, proporcionándonos sombra y abrigo, y sembrando el mundo de nuevas bellotas que se convertirán en árboles. A medida que emergemos a nuestro pleno potencial y activamos nuestro propósito más profundo, los dones que compartimos generan y sustentan un ecosistema que permite a nuestro mundo evolucionar y prosperar. Esta es la realización del roble. Se repite cada vez que a una bellota se le permite emerger siguiendo su diseño natural. Cuando se dan las condiciones adecuadas, la naturaleza siempre cumple su promesa. No puede hacer nada más. La bellota es plena, completa y perfecta en su cualidad de bellota, en parte porque siempre hay un

roble esperando bajo su corteza. No un pino ni un manzano, sino un roble. Esto ocurre en cada ocasión. Sabemos que es verdad, sabemos que sería una locura esperar que la bellota se convirtiera en otra cosa. Nunca esperaríamos que una bellota, por más que la entrenáramos para ser un pino, se convirtiera en un árbol de Navidad. Y tampoco querríamos que fuera así. Todo realiza su función y, a su vez, apoya a todo lo demás en un sistema autosostenido y en permanente expansión. Así es también nuestra realización humana cuando se nos permite seguir el curso natural. Ahora bien, casi nunca disfrutamos de este lujo. La conciencia colectiva, marcada por la separación, la limitación y la autopreservación, ha creado un falso sentido del yo y una profunda desconexión con la semilla de nuestra verdadera naturaleza. En lugar de limpiar la suciedad acumulada en el sitio donde fuimos plantados y de cultivar el suelo de nuestra alma, nos perdemos en intentos de convertirnos en algo diferente de lo que realmente somos. Por fortuna, la metáfora del roble, o de cualquier cosa que crece naturalmente, es cierta: tal como la bellota y su potencial de roble son ideas perfectas que siempre emergerán cuando se den las condiciones adecuadas, lo mismo te ocurrirá a ti. Por favor, deja que esta idea cale. Esto no es mera charlatanería de la Nueva Era, ni una afirmación para sentirse bien o una teoría interesante; esto es una verdad universal. Verdaderamente existe un orden subyacente en el que podemos apoyarnos, del que podemos depender, en el que podemos confiar. Lo vemos cada día en la naturaleza que nos rodea. Es un orden que no requiere de nuestra intervención, sino, como dice Michael Bernard Beckwith, solo pide que “le demos la bienvenida”4. El proceso de emerger te devuelve a este terreno sólido en que tu vida podrá finalmente florecer a su pleno potencial. ¿Por qué elegir el proceso de emerger? ¿Por qué ahora? Ahora que hay tantos libros y programas disponibles para mejorar nuestras vidas, las preguntas justas serían: “¿Por qué elegir el proceso de emerger? ¿Por qué aparece ahora?” Y yo continuaría con otra pregunta: “¿Cómo están funcionando las otras opciones?”. O, tomando prestada una pregunta que se suele plantear al comienzo de cada ciclo de la elección presidencial: “¿Estás mejor que hace cuatro años?”. Y no solo tú, sino todos. Aunque hemos realizado grandes avances como sociedad, aún estamos hambrientos, en bancarrota, magullados y matándonos unos a otros a unas tasas alarmantes. Y si no nos matamos unos a otros, nos matamos a nosotros mismos. En Estados Unidos hay el doble de suicidios que de homicidios5. Y muchos otros nos vamos suicidando lentamente con la comida, las drogas, el estrés o la represión del verdadero deseo de nuestro corazón. Resulta que ese gran éxito de la pequeña pantalla, The walking dead o Los muertos andantes, describe nuestra realidad. En cierto sentido, nos hemos convertido en zombis, y usamos todo tipo de soluciones rápidas y distracciones para insensibilizarnos al dolor que sentimos. Antes de que vayas a buscar esa botella de vino blanco para borrar de tu

conciencia estos hechos problemáticos, por favor, comprende que no soy un escéptico. De hecho, a veces pongo a la gente histérica con mis reflexiones idealistas y románticas. Pero también sé que para poder curar un dolor antes hay sentirlo, y que no puedes llegar al lugar donde quieres ir hasta que no veas honestamente desde dónde partes. Es como esas indicaciones en el centro comercial que dicen: “Usted está aquí”. Necesitas evaluar con precisión tu punto de partida para no acabar dando vueltas sin dirección. Pero ocurre algo más cuando tomamos conciencia —tomamos verdadera conciencia— de dónde estamos, sin caer en el juicio, la vergüenza o la culpa. Empezamos a cambiar. Si vivimos conscientemente, nuestro ego usará todos los trucos de que dispone para que sigamos igual, haciéndonos pensar en todo momento que estamos cambiando, o convenciéndonos de que no podemos, o simplemente insensibilizándonos con un episodio más de la última serie televisiva. El trabajo del ego es la autopreservación, con frecuencia a cualquier precio, y el verdadero cambio es una amenaza para su programación sistémica. El ego es un dispositivo evolutivo que fue diseñado para que este experimento llamado humanidad llegara a buen fin. Y funcionó bien con millones de personas en el planeta. Por desgracia, ahora mismo es lo que está reduciendo nuestras posibilidades de sobrevivir. Afrontémoslo: las cosas, tal como hemos estado haciéndolas, no funcionan. Y si seguimos haciendo lo mismo, individual y colectivamente, los problemas no se resolverán. Por favor, escucha esto: nunca resolveremos nuestros problemas de manera sostenible haciendo las cosas tal como las hemos hecho, o siendo las personas que hemos sido. Debemos evolucionar. La única manera de evolucionar es ascender a un nivel superior, y la única manera de subir a un nivel superior es acceder al impulso evolutivo que está más allá de la mente condicionada y sus historias interminables de preocupación y fatalismo, porque la mente condicionada solo puede crear otra versión de su condición actual. ¿Y cómo se puede acceder a —e incluso acelerar— este impulso evolutivo? A través de la Ley de Emergencia y el proceso de emerger. Ya hemos explicado por qué este es un camino tan singular, incluso revolucionario, en comparación con lo que se nos ha enseñado anteriormente. Este libro está diseñado para darte una capacidad magistral de aplicar este principio revolucionario a todas las áreas de tu vida. Pero, como el ego a menudo se resiste a cualquier idea que pueda producir un cambio real diciendo: “Ya conozco esto”, “Aquí no hay nada nuevo”, o, simplemente, “No lo pillo”, y como es necesaria una aceptación básica de la Ley de Emergencia para poder tener éxito en su aplicación, déjame dedicar unos momentos más a explicar qué hay de diferente en ella. Como hemos dicho antes, el principio de emerger revela que todo lo que podríamos necesitar ya está dentro de nosotros: justo lo contrario del condicionamiento al que nos hemos visto sometidos la mayoría de nosotros. Cuando

creemos que nuestra fuente de seguridad o abastecimiento es alguien o algo externo a nosotros, luchamos y nos esforzamos, peleamos y morimos en nuestro intento de conseguir lo que creemos que no tenemos o de conservar lo que ya tenemos. El resultado es una ansiedad interminable, resentimiento, agotamiento y demasiados viajes al frigorífico en medio de la noche, por no mencionar todo lo que ya hemos señalado sobre cómo nos van las cosas. Este conflicto acaba cuando incorporas a tu vida el principio de emerger. Ahí comienza la verdadera diversión. Imagina lo que podría ser tu vida si despertaras cada mañana sabiendo y sintiendo que tienes dentro de ti todo lo que puedes llegar a necesitar. ¿Cómo interactuarías con los demás? ¿Estarías mucho más abierto, generoso, amoroso y pacífico? Si supieras que tienes dentro de ti el diseño, el mecanismo y el poder de crear la vida de tus sueños, ¿cuáles serían tus nuevas elecciones? ¿Qué valerosas acciones emprenderías? Fuiste diseñado para vivir el proceso de emerger. Esto no es una exageración. Es lo que han expresado todos los grandes maestros espirituales y los filósofos iluminados. Así es como está establecido el universo entero. Partiendo de la nada, estalló, dando lugar al todo. El big bang es el ejemplo sublime de un proceso de emerger. Y tú, siendo un universo en miniatura, eres un mini big bang que está esperando ocurrir. Eres una expresión individualizada de la perfección infinita, el hijo de lo divino. Posees la misma capacidad creativa que la inteligencia creativa del cosmos. Si aún tienes dudas y te sientes un poco incómodo con toda esta charla sobre propósitos y potenciales, y no estás seguro de cómo dejar que emerjan este poder y belleza inherentes, date cuenta de que no estás solo. Este es un viaje en el que estamos a punto de embarcarnos, un viaje que te devolverá a casa, donde tu roble ya está erguido, alto y majestuoso: el guardián de tu alma y la puerta a una vida mayor. Es posible que hayas estado recorriendo algún camino particular durante mucho tiempo, buscando una señal indicadora de que estabas acercándote. Tal vez hayas recorrido muchos caminos y solo has encontrado terreno rocoso, senderos borrados y callejones sin salida. Tal vez te hayas detenido a un lado de la carretera porque estás demasiado cansado para continuar. Cualesquiera que hayan sido las idas y venidas de tu viaje, el camino te ha llevado hasta aquí. A este libro, a este momento, a este mapa. En la tradición inglesa, de una persona cuyo corazón y mente son verdaderos se dice que tiene “un corazón de roble”. Eso que sientes, eso que te ha llevado a encontrar tu camino entre las montañas, en medio de las tormentas, y atravesando aguas bravas, eso es tu corazón de roble llamándote a volver a casa. Es para mí un gran honor y un privilegio unirme a ti en este camino liberador de vuelta a tu Ser. Vamos a dar un paseo. Lo que hay dentro

Este libro se divide en nueve capítulos y empieza con la “Ley de Emergencia”, que establece las bases científicas, filosóficas y espirituales para reconectar con este antiguo principio. Así, clarificaremos la diferencia esencial entre atracción y emergencia, desmontando el mito de causa y efecto, y volviendo a poner el mundo al derecho, puesto que ahora está al revés; así despejaremos los campos de tu mente y de tu corazón a fin de que puedas volver a cultivarlos para el proceso de emerger. A partir de ahí, emprenderás “Las siete etapas del proceso de emerger”, los siete capítulos que reencuadran los conceptos tradicionales de autorrealización y manifestación dentro del nuevo modelo del emerger, y que te guiarán paso a paso a lo largo de este revolucionario proceso de transformación personal. En “Primera etapa: contempla la visión ya completada”, aprenderás un singular procedimiento de exploración interna para descubrir tu verdadero destino, la semilla del potencial que ya está plantado en el suelo de tu alma. En la “Segunda etapa: cultiva las condiciones congruentes”, aprenderás a alinear tu vida interna con la visión, sintonizando tu frecuencia mental, como si fuera una radio, con la emisora en la que tu música ya está sonando. Así acabarás con la lucha por hacer que algo ocurra y aprenderás a darle la bienvenida. En la “Tercera etapa: crea un plan cuántico”, a partir de las visiones interna y externa, diseñarás un estilo de vida que te permitirá pasar de vivir accidentalmente a hacerlo con un propósito. La “Cuarta etapa: da lo que parece que falta” revela el verdadero secreto de que cualquier cosa que falte es lo que nosotros no estamos dando. Tenemos un almacén infinito de cosas buenas guardadas en nuestra conciencia. En este capítulo aprenderás a invertir el flujo, pasando de intentar conseguir algo externo a permitirte expresar tu potencial aprisionado, lo que te libera de depender de nada ni nadie. La “Quinta etapa: actúa como si ya fueras lo que quieres ser” clarifica de una vez por todas el papel —habitualmente incomprendido y mal representado— que desempeña la acción justa en la canalización de este potencial latente más que en su consecución, creando un efecto sintético que reduce la resistencia interna, acorta el tiempo de espera y acelera los resultados. En la “Sexta etapa: abraza lo que parece estar roto”, aprenderás un poderoso proceso de transformación que te ofrece herramientas para atravesar los típicos atolladeros mentales que sabotean inconscientemente tu éxito, convirtiendo tus fracasos y temores en el fertilizante que te permitirá echar raíces más profundas y dar frutos más ricos, activando en ti lo verdaderamente extraordinario. La “Séptima etapa: espera a que la Ley dé sus frutos” expone una de las características diferenciales del proceso de emerger: la mayor parte del trabajo se hace debajo de la superficie, lejos de la vista. Tal como el granjero debe cultivar el suelo y alimentar la semilla hasta que eche raíces firmes, tú debes mantener tu compromiso con lo que has plantado, en lugar de saltar de una semilla a otra buscando ganancias a corto plazo; de otro modo, tus semillas nunca darán fruto. La

práctica de este principio desarrolla lo que Un curso de milagros denomina “la infinita paciencia que produce efectos inmediatos”, y es el primer paso en el camino de la maestría6. El viaje culmina con “Vivir en el filo del proceso de emerger”, donde se te invita a convertirte en un líder visionario, en un instrumento para una idea mayor que tú, de forma que tu vida y tu contribución puedan ayudar a iniciar la siguiente etapa de la evolución humana. Cómo trabajar con este libro Los libros son unas herramientas geniales, pero siempre cabe el peligro de aprenderse el libro sin adquirir verdadera sabiduría. Las palabras que lees pueden elevar tu conciencia para empezar a vislumbrar tu potencial superior y nuevas posibilidades, pero solo experimentarás la transformación real y los dones de una mayor vivacidad, abundancia y satisfacción involucrándote activamente con el material y generando una práctica diaria. Este libro está estructurado de modo que cada capítulo se basa en el anterior, por lo que, para empezar, puede ser mejor leerlo de principio a fin y comprender los conceptos y principios generales. Cuando hayas entendido las bases, siéntete libre de sumergirte en cualquier área que te inspire y haz, o rehaz, el trabajo. Sin embargo, te sugiero que te tomes tu tiempo. A medida que leas cada capítulo, sé consciente de las ideas o frases que te hacen detenerte a pensar. Tu intuición te está indicando que ahí hay algo más, algo entre líneas, detrás de las palabras. Serénate, sintonízate con la parte de ti que ya tiene todas las respuestas y ábrete a la visión más profunda que está tratando de emerger. Es posible que de esta manera no leas el libro con tanta rapidez como estás acostumbrado, pero, cuando acabes, no serás la misma persona que comenzó este viaje. Y, por último, esto es lo que vamos a emprender: un viaje, no se trata tanto de llegar a un destino. Cuando te das cuenta de que en realidad no hay tiempo ni espacio —que todo está ocurriendo aquí y ahora—, ves que no hay ningún lugar al que llegar ni ningún objetivo final que alcanzar. Lo único que hay es el descubrimiento y la expresión continua de tu infinito potencial en este momento. Esa es la única materia prima con la que tienes que trabajar; es lo único con lo que tienes que lidiar en este momento. Y, como espero que descubras a lo largo de este proceso, eso es más que suficiente.

Fundamentos

La Ley de Emergencia Se derraman más lágrimas por las oraciones respondidas que por las que no son respondidas. Madre Teresa Cierra los ojos por un momento e imagina un bebé de un mes en un pijama amarillo con conejos bordados. El bebé está dormido, tal vez acunado suavemente sobre el pecho de alguien. Mantén esta imagen en tu mente y date cuenta de lo que estás pensando de él. ¿Qué sientes hacia ese niño? Seguramente no estarás pensando: “Es tan débil, tan incapaz, y necesita perder algunos centímetros en los muslos”; o “Tiene el pelo muy fino, aún no tiene dientes, lo único que hace es comer y dormir. ¿Cuándo va a hacer algo útil consigo mismo? Es una carga”. Suena ridículo, ¿cierto? Sin embargo, así es como nos contemplamos a nosotros mismos a medida que crecemos y nos vamos quedando hipnotizados por las creencias culturales con respecto a lo que es valioso y meritorio, y a lo que constituye un éxito. Empezamos a compararnos con todos los demás hasta que perdemos la conciencia de nuestra inocencia y perfección inherentes. Pero hay un lugar dentro de ti que nunca ha dejado de contemplarte con los ojos del amor, tal como los padres contemplan a sus hijos recién nacidos. Es la divinidad interna, la presencia que te acoge eternamente en sus brazos y conoce la verdad de tu perfección. Reconectar con esta verdad original es el fundamento del proceso de emerger. Sin esta perfección innata como premisa de partida, nada de lo que hagamos nos traerá nunca la libertad y la realización que buscamos; más bien, nos llevará a transitar por una cinta sin fin, tratando de arreglar, cambiar o mejorar lo que pensamos que está mal o lo que nos falta para sentir que somos suficiente. Bonnie, una clienta mía, comprendió esta lucha interminable. Como una pequeña dinamo, Bonnie siempre estaba en movimiento: le gustaba exhibir sus buenas intenciones, conseguir sus objetivos y cuidar de los demás, todo ello al mismo tiempo. No me malinterpretes; ella es una gran persona, pero buena parte de sus iniciativas estaban motivadas por la creencia de que no era suficiente y de que, si pudiera ser más o hacer más, finalmente se convertiría en una versión exitosa de sí misma. —Tengo que calcular cómo poner en marcha este negocio —me dijo Bonnie en una de nuestras primeras sesiones telefónicas—. Estoy a punto de perder mi casa y, si eso ocurre, no tengo ni idea de a dónde iremos a parar mis niños y yo. He probado tantas cosas, me he gastado tanto dinero —dinero que no tenía— y mi vida sigue sin

funcionar. No sé por qué me meto en estos líos. ¿Qué es lo que me estoy perdiendo que todos los demás parecen entender? Mientras hablaba estaba a punto de romper a llorar. Pude descifrar su historia por su tono de voz; el subtexto era denso, cada palabra llevaba el peso de su lucha. Antes de que acabara su frase, supe hacia dónde iba. He trabajado con mucha gente que está en esta misma situación y su petición siempre es alguna versión de lo mismo: “¿Puedes ayudarme a averiguar cómo ganar dinero?”. Pero os voy a confesar un pequeño secreto: el dinero raras veces es el problema, incluso cuando lo es. En este caso, el verdadero problema era: “Mi vida no funciona”; lo cual es un eufemismo de: “No trabajo. Estoy agobiada. Algo parece estar mal en mí y tengo miedo de que no pueda arreglarse, de no ser lo suficientemente buena o de no valer lo bastante para conseguir lo que realmente quiero y necesito”. Bonnie es una mujer fuerte con un alma amable que ha sido vapuleada por las circunstancias. Este es un lugar que todos podemos reconocer, un lugar en el que todos hemos vivido, y muchos de nosotros aún conservamos allí una muda de ropa. Ella simplemente quería superar el dolor, mejorar un poco su situación, asegurarse de que sus hijos iban a estar bien, y —por el amor de Dios— ser capaz de dormir una noche entera. —En primer lugar, siento que estés pasando por todo esto —dije—. Suena como que hubieras estado trabajando muy duro. Evidentemente, eres una buena madre. Contuvo la respiración, que después se hizo más superficial, más laboriosa. Después de miles de horas escuchando a clientes por teléfono, he desarrollado la capacidad de leer no solo la historia que cuentan con su voz, sino el significado de su respiración. Las palabras son claves poderosas, pero a menudo los espacios entre ellas son aún más potentes. Era evidente que Bonnie no tenía una gran opinión de sí misma, pero el problema era más profundo que eso. Pude sentir la culpa y la vergüenza que llevaba consigo. Sentía que había fracasado como madre. Toda la historia de su vida se vio retratada en esas pocas respiraciones, una serie de pequeños estallidos de pánico, seguidos por un intento ansioso de tomar una respiración más profunda que siempre parecía eludirla. No tenía ni idea de lo intensa que era su lucha; estaba perdida en ella. Por más que he sido entrenado para dejar mucho espacio a la gente, se me rompe un poco el corazón cada vez que siento su sufrimiento y no puedo remediarlo en el momento. Quiero que acabe. Quería conectar con ella a través del teléfono y darle un merecido abrazo. Quería que pudiera volver a sí misma. Pero no podemos hacer eso por otra persona. Cada uno de nosotros debemos hacerlo por nosotros mismos. A veces mi trabajo es reconfortar a los afligidos, pero a menudo es afligir a los que se sienten cómodos: agitar algunos patrones familiares que nos limitan. A Bonnie no le iba a gustar lo que tenía que decirle. —El problema es que, intentes lo que intentes, mientras actúes desde el miedo y la sensación de que aún no tienes lo que necesitas, nada de lo que hagas te llevará a conseguir lo que deseas.

Dejé que estas frases calaran, esperando una mini rebelión. Pero solo obtuve silencio. Pensé que estaba esperando la frase clave. Y continué: —Y lo que es peor. Todos tus esfuerzos por mejorar las cosas solo conseguirán agotarte. ¿No te sientes cansada de todos esos intentos de hacer que ocurra algo en tu vida? —Oh, Señor, no tienes ni idea. —Créeme que sí la tengo. ¡Estuve a punto de matarme un par de veces en el intento de mejorarme a mí mismo! Eso le hizo reír. Se había roto el hielo. Soltó un suspiro. —La cuestión es —continué— que la vida que has estado intentando que ocurra externamente ya está sucediendo dentro de ti, pero necesita que tomes conciencia de ella y que seas congruente con ella. No consigues lo que deseas en la vida; consigues lo que eres en la conciencia. Como dijo Gandhi, debes “convertirte en el cambio que quieres ver en el mundo”. Por supuesto, en realidad, ya eres el cambio que quieres ver, solo tienes que saberlo. —¡He trabajado tanto sobre mí misma! —estaba exasperada, agotada, y lo último que quería de mí era un sermón—. Está claro que estoy haciendo algo mal. Volvía a fustigarse; se había convertido en una experta en ello. Muchos lo hacemos. Esto es lo que nos ocurre cuando pensamos que no somos lo suficientemente buenos y que necesitamos algo o a alguien que nos haga mejores. —No lo has hecho mal. Hiciste lo que te enseñaron. ¡No es culpa tuya! Estas palabras pueden ser un salvavidas si te agarras a ellas, y pueden detener la espiral descendente. —El problema es que estás atascada en la idea de cómo tendría que ser tu vida y cómo crees que deberían salir las cosas, pero lo cierto es que no tienes ni idea de cómo deberían salir las cosas. Eso arrancó otra risa. —¡Tienes razón! —Pero hay algo dentro de ti que sí lo sabe. Un patrón perfecto y una inteligencia divina que sabe llevarlo a la expresión. —Entonces, ¿eso me permitirá ganar algún dinero? —No. Hice una pausa. Una pausa es algo maravilloso. Permite que las cosas calen o que las cosas salgan a la superficie. —Esta fuente interna no aporta más a tu vida; lo que hace es sacar más vida de dentro de ti. El resultado es que hay más cosas que parecen venir a ti, pero en realidad hay más de ti que está emergiendo. —Entonces, ¿eso hará que mi negocio funcione? Parecía avergonzada de volver a preguntar. —No lo sé. Volví a hacer otra pausa. Sabía que ella quería oír un sí definitivo, y en mi corazón

quería dárselo, pero también sabía que mucha otra gente antes le había dado la respuesta correcta, intentando aplacar sus temores o venderle el siguiente programa para enriquecerse rápidamente. Necesitaba ahondar más para experimentar un cambio duradero. —¿Qué es lo que sabes? Se sentía frustrada pero también se excusaba. No era el tipo de persona que expresa enfado —algo que necesitaba para acceder a su poder—, lo cual le ayudé a hacer más adelante, hecho del que hablaremos en la sexta etapa. —Lo que sé es que, cuando estableces una conexión con esta semilla de potencial dentro de ti y te alineas con ella, se presenta aquello que necesitas para que tu vida emerja al siguiente nivel. Si ese siguiente nivel es tu negocio, eso es lo que conseguirás. —Entonces, ¿cómo lo hago? El eslabón perdido Como miles de personas con las que he trabajado a lo largo de los años, Bonnie había explorado muchas vías para mejorarse a sí misma, manifestar y tener éxito a fin de llevar a su vida aquellas cosas que creía que le faltaban. Ella lo resumía todo en tener éxito en su negocio o, más precisamente, dinero. En realidad, no le importaba el negocio; era un medio para un fin. Otros quieren una nueva pareja, una promoción, un coche, una casa o sanarse. Y en algunos casos funciona inicialmente. Al principio, Bonnie también había tenido algún éxito con estos otros métodos: había conseguido un estupendo trato con la casa que ahora estaba a punto de perder. El problema era que había manifestado una casa más grande pero no había desarrollado la conciencia correspondiente a esa casa más grande. Esto quiere decir que había cambiado algo en el mundo externo, pero ella seguía siendo la misma por dentro. Se estaba topando con un gran problema de muchas de las estrategias del crecimiento personal: cuando estas estrategias no se aplican en el contexto mayor del emerger —tomando conciencia de que todo ya está dentro de nosotros—, a menudo se convierten únicamente en versiones metafísicas de acciones físicas. En otras palabras, en lugar de luchar en el mundo externo para manipular sus circunstancias, el individuo lucha emocional y mentalmente para conseguir esos mismos resultados. Esto puede estar un paso por encima del trabajo manual —ciertamente la palanca es mayor cuando usamos la mente en lugar de la materia— pero raras veces tiene un valor transformador. Y como aún se basa en una sensación de estar separado y de necesitar algo que no tienes, puede resultar tan extenuante como intentar talar un árbol con un hacha de mano. Incluso algunas enseñanzas espirituales sinceras, aún enraizadas en una percepción dualista de la vida, enseñan a sus seguidores a usar este gran poder interno para conseguir cosas de ahí fuera, lo que a menudo conduce al materialismo espiritual —en el que usamos el espíritu para conseguir más cosas

materiales, en lugar de usar nuestra experiencia con la materia para crecer espiritualmente—, y perpetúa los problemas que trata de remediar. Cuando practicas cualquier técnica para conseguir objetivos partiendo de la premisa de que estás roto por dentro o de que te falta algo, tu crecimiento está determinado por el nivel de tu autoimagen actual, la imagen que tienes de ti mismo, compuesta por tus percepciones, temores y traumas del pasado, así como por las historias que te cuentas a ti mismo y los personajes que representas en ellas. En el mejor de los casos, esto genera mejoras superficiales. Nuestra creación siempre será congruente con nuestra autoimagen actual, de modo que cualquier mejora que intentemos seguirá incorporando nuestros miedos subyacentes y las creencias limitadas que tenemos con respecto a nosotros mismos, que solo pueden llevar a las mismas tensiones y luchas. En el peor de los casos, estos esfuerzos podrían potenciar los problemas subyacentes y generar otros más graves posteriormente. En cambio, cuando reconocemos que ya tenemos dentro todo lo que necesitamos y empezamos a reconectar con ese sentimiento de totalidad y perfección innatas —lo que sentíamos con respecto a ese bebé— establecemos los fundamentos para que la Ley de Emergencia active un proceso que consiste en que llegues a ser —o, más bien, reveles— más de quién eres verdaderamente, desplegando tu potencial infinito y a menudo aprisionado. En este camino nunca cabe el peligro de seguir una dirección equivocada o de llegar a un callejón sin salida, porque en lugar de intentar arreglar, corregir o llenar alguna carencia, la Ley de Emergencia propone que, cuando cultives tus condiciones internas, tu siguiente etapa evolutiva se desplegará orgánicamente. Y como tu etapa siguiente ya está dentro de ti, llegará completa, trayendo consigo todo lo que necesita para su realización. Esto no significa que tengas que deshacerte de todas tus estrategias de éxito o de tus herramientas de desarrollo personal. A medida que se descubren paradigmas mayores, las ideas previas suelen están plegadas dentro de ellos. No nos deshicimos de la rueda cuando nuestra modalidad de transporte preferida evolucionó del caballo y la calesa al automóvil. Seguimos usando ruedas, solo que ahora, en lugar de ser impulsadas por algo externo a nuestro vehículo, el coche está impulsado por el motor situado debajo del capó. Asimismo, la Ley de Emergencia contiene los principios de planificación, acción, atracción, autoconciencia, conexión espiritual y todos los demás elementos necesarios para crearte la vida que deseas. Pero, a medida que actives tu proceso de emerger, no tendrás que trabajar estas otras leyes. Conforme te des cuenta de que ya eres quien estás destinado a ser y ya tienes lo que quieres, tu proceso se orientará más hacia la autorrealización. Como consecuencia, las leyes universales continuarán funcionando para atraerte o, más precisamente, para atraer de ti todo lo que necesites para alcanzar tu verdadero potencial. También es importante entender que la autorrealización no es una línea recta. Es como el roble, con su extenso sistema de raíces y sus ramas que se estiran a medida

que va creciendo y pasa de ser un brote a ser un árbol maduro. Todos estamos en una etapa de desarrollo diferente en las distintas áreas de nuestra vida, y es posible que aún tengas que realizar otro tipo de prácticas para estabilizar tus estructuras humanas, es decir, esas áreas esenciales que constituyen la persona completa, como la salud, la riqueza, las relaciones, el trabajo y la espiritualidad. Tal como le ocurre al árbol, es posible que necesitemos apoyo adicional para mantenernos erguidos cuando atravesamos ciertas etapas de nuestro desarrollo. De modo que, si tienes que esforzarte para satisfacer tus necesidades monetarias básicas, es posible que tengas que aprender más sobre la riqueza, la abundancia y la responsabilidad fiscal hasta que esa área sea lo suficientemente fuerte y no consuma tanta de tu energía. Si estás batallando para conservar tu salud, es posible que tengas que apuntarte a un gimnasio, o que necesites un entrenador personal, o una nueva dieta, a fin de que tus problemas físicos no te dejen fuera de juego. Si estás lidiando con un trauma profundamente arraigado, no es mala idea ir a ver a un terapeuta. Cada etapa de nuestro desarrollo sirve a un propósito en el proceso de llevarnos al nivel siguiente. Los bebés gatean antes de andar, lloran antes de hablar, y juegan con las piezas sueltas antes de construir un edificio. Siempre estamos en un acto de emerger y, si no interferimos con el proceso, seguiremos evolucionando hasta la etapa siguiente. La clave está en no apegarnos ni identificarnos en exceso con ninguna práctica o condición. Simplemente, sigue ascendiendo más alto. Como la Ley de Emergencia trata de conectar con el Ser que ya es pleno, completo e infinito, practicar sus principios mientras fortaleces cualquiera de las áreas mencionadas te asegura que permanecerás en el filo del proceso emergente, cualquiera que sea tu condición. De momento, considera que muchas de las maneras de manifestar, atraer o crear tu vida que has aprendido forman parte de un viejo paradigma evolutivo, y estate preparado para un salto cuántico en la escala evolutiva, para un estirón en tu crecimiento, por así decirlo. El propósito principal de este capítulo —y de este libro— es darte un conocimiento más profundo de las prácticas y de los principios psicológicos y espirituales esenciales que constituyen y sustentan la Ley de Emergencia para ayudarte a navegar tu propio proceso de emerger, entendiendo lo que te está ocurriendo dentro, con una comprensión sólida de cómo funciona y la confianza de saber que está funcionando. El proceso de emerger actúa tanto si sabes cómo y por qué lo hace como si no, pero conocer estos fundamentos tiende a hacer que funcione mejor, de manera más rápida y consistente. Es posible que en ocasiones te sientas confuso o frustrado con las ideas que aquí se presentan. Anímate. Esto, además de normal, es necesario. Significa que una idea nueva y más elevada está tratando de emerger a través del viejo pensamiento condicionado. Te invito a que lo uses como una oportunidad para extender todavía más tus raíces escribiendo en tu diario y ahondando en la contemplación. Esto suele producir comprensiones innovadoras, cambios de paradigma transformadores y nuevas maneras de ver el mundo y de estar

en él. En cualquier caso, no te quedes empantanado en la parálisis de un análisis excesivo. Deja que las semillas de estas ideas caigan en el suelo fértil de tu alma, riégalas con tu buena disposición para crecer y sigue arando hacia delante. Esta es una vía de revelación; tú te vas a revelar a ti mismo. Puedo decir, a partir de mi propio viaje y de la experiencia de haber sido un guía para muchos otros, que no hay nada más asombroso y gratificante que descubrir quién eres realmente y el mundo de posibilidades que está esperándote. También es un camino de revolución; te ayudará a derrocar los viejos hábitos atrincherados que han oprimido tu potencial y te liberará de maneras que ahora no puedes ni imaginar. Entonces, ¿qué le ocurrió a Bonnie? Bueno, conforme empezó a recorrer su propio camino en el proceso de emerger, descubrió quién era realmente —quién había sido en todo momento—, aunque lo hubiera olvidado. Lo que pensaba que necesitaba — mejorar su negocio— no ocurrió. En cambio, consiguió un trabajo con el que pagar las facturas que le daba suficiente espacio para volver a conectar con uno de sus verdaderos amores: la música. Esto le llevó a entrar en una banda, donde se enamoró de uno de los componentes y se embarcó en toda una nueva aventura romántica, apasionada, una posibilidad con la que ni siquiera había soñado. El principio de la bellota Como muchos de nosotros creemos que nuestro destino está determinado por las condiciones externas y que las cosas que necesitamos están ahí fuera —a la inversa de cómo la vida funciona en realidad—, luchamos constantemente contra el orden natural del universo. Esta creencia falsa básica es aproximadamente así: Cuando nacemos somos una pizarra en blanco, una concha vacía, y debemos hacer algo con nosotros mismos, interna y externamente. El conocimiento, los recursos y los sistemas de apoyo que necesitamos para ello están fuera de nosotros, en otras personas y lugares —o en poderes superiores— a los que es difícil acceder, y exigen que nos adaptemos a las normas culturales, sociales o religiosas para llegar hasta ellos. A menudo, exigen que trabajemos muy duro en algo que no nos gusta mucho durante buena parte de nuestra vida, y que nos involucremos en una práctica religiosa que nos produce más culpabilidad que bien. Todo ello, para ahorrar suficiente dinero a fin de empezar a vivir nuestra vida, y poder acumular suficientes méritos kármicos que nos permitan sobrevivir en la vida después de la muerte. Acabamos muriendo antes de haber vivido realmente. Tanto si aceptas conscientemente este sistema de creencias como si no, probablemente ya lo estás viviendo hasta cierto punto, porque forma parte de la conciencia colectiva de buena parte del mundo occidental, y está siendo adoptado rápidamente por los países en desarrollo en su esfuerzo por alcanzar la estabilidad social y la libertad económica. Satisfacer nuestras crecientes necesidades es un

objetivo noble e incluso necesario, pero si las creencias y los sistemas de valores subyacentes que lo guían están en oposición con la armonía fundamental del universo, en último término dará como resultado más sufrimiento y limitación. Entonces, ¿qué tiene que ver con esto el principio de la bellota? Para empezar, nos revela cómo poner riendas al poder del universo en lugar de oponernos a él. Al comprender este aspecto de la Madre Naturaleza, descubrirás una clave esencial con respecto a tu propia naturaleza, y a cómo has sido diseñado para crecer. Como ya hemos mencionado, la bellota ya contiene un patrón perfecto y el potencial de convertirse en roble. No es una cáscara vacía que tenga que luchar, averiguar cómo funciona la vida, acumular un montón de información con la que llenarse y finalmente decidir qué quiere ser de mayor. Sea cual sea la opinión de todos los demás árboles del bosque, la bellota nunca se convertirá en algo diferente de lo que es por dentro: un roble. Aunque sus padres robles deseen que crezca para convertirse en un manzano, eso no va a ocurrir. Si no se crean las condiciones adecuadas podría no prosperar o no desarrollar su potencial, pero el destino de la bellota es convertirse en roble. Las grandes cuestiones de la vida, como: “¿Quién soy yo?” y “¿Cuál es mi propósito?” ya estaban respondidas antes de que la semilla fuera plantada en la tierra. El Principio de Correspondencia, una ley hermética, declara: “Como arriba, así abajo; como dentro, así fuera”1. Esto significa que lo que ocurre en un nivel de la realidad sucede también en todos los demás niveles, o lo que ocurre en el microcosmos sucede también en el macrocosmos. Por lo tanto, cuando comprendes la naturaleza profunda de algo que puedes observar, puedes inferir cuál es la naturaleza de algo paralelo que no puedes observar con tanta facilidad. En otras palabras, en realidad solo hay una realidad última, que está siendo percibida desde distintos niveles y ángulos. Michael Coleman Talbot describió este punto de vista como el principio del “Universo Holográfico”2. La identificación de este principio, junto con otras correlaciones y estudios interdisciplinarios, ha conducido a algunos científicos y filósofos, como Ralph Waldo Emerson y Albert Einstein, a la conclusión de que los mismos principios subyacentes y procesos que ocurren en la naturaleza pueden hallarse también en otras áreas de la vida. En el caso de muchas de las leyes naturales, a menudo hay otras leyes morales, científicas o espirituales paralela que las reflejan. Por ejemplo, podemos correlacionar las cargas positiva y negativa que se requieren para conducir una corriente eléctrica con las energías masculina y femenina que deben unirse para generar nueva vida; lo masculino y lo femenino guardan relación con los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro y sus funciones; y el concepto de yin y yang de la filosofía, medicina y ciencia chinas refleja una multitud de dualidades polares e interdependientes que están en la naturaleza: fuego y agua, luz y oscuridad, sol y luna. William Blake lo dijo poéticamente en Augurios de Inocencia: “Para ver un mundo

en un grano de arena y un cielo en una flor silvestre, abarca el infinito en la palma de tu mano y la eternidad en una hora”3. Einstein, que acuñó el término teoría del campo unificado —también llamada la teoría del todo— en un intento de crear una teoría que incluyera y explicara todos los principios esenciales de la física, creía que si comprendiéramos plenamente las leyes del universo, podríamos conocer la mente de Dios4. A partir de esta idea fundamental de equilibrio y unidad, que persisten donde quiera que miremos con la suficiente cercanía, podemos razonar que las leyes básicas que gobiernan la bellota, o cualquier semilla, son aplicables a la semilla de nuestro propio ser, que ya contiene la impronta y el mecanismo para su perfecta materialización. Tal como el roble ya está en la bellota antes de que esta se plante en la tierra, todo lo que necesitas para realizar tu destino ya estaba en ti antes de que fueras plantado en el útero de tu madre. En su libro El código del alma, James Hillman usa esta idea de la bellota como una metáfora del despliegue de nuestro destino, aunque el concepto de destino, de vocación, o de la imagen gobernante de nuestra alma se ha ido articulando a lo largo de los siglos: en la cábala, en el budismo, en el hinduismo, en La República de Platón, y en muchas culturas indígenas. No obstante, en el contexto del emerger llevamos esta analogía de la bellota al nivel siguiente: en la semilla de tu alma no hay únicamente una imagen, una vocación o un potencial; lo que está es el Yo plenamente realizado, formado en la dimensión invisible de tu ser. Y aunque usa la materia prima de tu vida para tomar forma, no depende de nada externo a ti para su existencia, pues ya posee el poder y la sustancia para manifestar lo que necesita. Como señaló Hillman, puedes ver señales de este potencial en los niños, que sin condicionamiento externo —o a pesar de él—, se interesan por cosas que no reflejan la influencia de sus padres, de sus hermanos o de su cultura. Hay algo único que parece venir de su interior. ¿Por qué dos niños que crecen en el mismo hogar y tienen en gran medida las mismas experiencias se dedican a profesiones tan distintas como las de sacerdote y fontanero, o policía y ladrón? ¿Puede el argumento de la crianza explicar esto? ¿Puede explicar a un Da Vinci, cuyos padres no tenían relación alguna con las artes, o a un Mozart, que ya era un maestro pianista y violinista a la edad de cuatro años y creó su primera sinfonía a los cinco? Hillman llega a sugerir, y yo estoy de acuerdo, que muchas conductas aparentemente aberrantes de los niños —y de algunos adultos— en realidad son pruebas del conflicto interno entre la semilla de su vocación y su mente consciente subdesarrollada. A cierto nivel, estos niños sienten un gran destino dentro de ellos, pero no tienen los medios psicológicos o emocionales para lidiar con él, y eso produce lo que llamamos problemas conductuales. La psicología tradicional suele intentar sanar estos aparentes problemas de conducta de los niños, en lugar de reconocerlos como posibles expresiones del destino interno del chiquillo, y también

de una psique subdesarrollada para comprender dichas expresiones. Por más sinceras que sean las intenciones de los padres, profesores y médicos, debemos preguntarnos: ¿Cuántos genios han quedado anulados porque no se comprendió lo que estaba tratando de emerger? ¿Cuántas obras maestras, inventos e innovaciones estamos reprimiendo con nuestra presión social para que los niños y niñas se adapten a ciertas normas para que sean buenos? Tal vez, mientras crecías, mostraste tendencias incomprendidas que fueron juzgadas erróneamente, considerándolas problemáticas o extrañas. Debido a ello, es posible que hayas sentido culpa o vergüenza de tus pensamientos, sentimientos y acciones. Tal vez incluso los reprimieras por miedo o confusión, o por el deseo de encajar, de ser amado y aceptado, o de no dar problemas. De niño, yo tenía un intenso deseo de crear, ya fuera tocando el bugui-bugui en el piano, proyectando películas científicas con mi cámara Super-8, o metiéndome debajo de las mantas con una linterna y llenando mis cuadernos de mundos utópicos. Se me podría haber descrito como un niño hiperactivo —y así lo hicieron—, o un soñador con la cabeza en las nubes —también lo dijeron de mí—, sin atribuir otro significado a estas actividades. Cuando era adolescente, sentía un intenso deseo de aprender sobre las religiones de mis amigos: cristianismo, judaísmo, budismo; todas ellas me fascinaban. También sentía un fuerte impulso de ver y afirmar lo bueno en las personas, y un amigo me llamaba la bomba amorosa, porque le dedicaba cumplidos espontáneos. Mis amigos pensaban que yo era raro, y yo pensaba que en parte tenían razón. Después de todo, mi comportamiento no era el típico de los adolescentes normales que conocía. No entendía de dónde venía todo esto, ni adónde iba. Simplemente yo era así. A medida que aprendí a honrar estos impulsos —aunque no los entendiera— y a cultivar las condiciones que los sustentaban, las semillas que antes me habían parecido tan extrañas crecieron para convertirse en un robusto tronco y en las profundas raíces de una vida variada y gratificante. Asimismo, tú tienes la oportunidad de volver a repasar qué rasgos de tu carácter han estado presentes desde tu infancia y de descubrir quién eres realmente. Las señales de tu verdadero Ser han estado ahí desde el principio. Examina las cosas que te interesaban o que aún te interesan: las actividades en las que perdías la noción del tiempo, tus ensoñaciones, tus películas favoritas, los materiales de lectura o las personas que admirabas y eran tus ídolos, y verás muchas claves que apuntan hacia tu propósito. Profundizaremos en esto en la “Primera etapa: contempla la visión ya completada”. Tal como han enseñado los grandes maestros espirituales, lo cierto es que la totalidad de la vida conspira para nuestro despertar y realización. Así como hay ciertas plantas que necesitan un suelo inhóspito para producir las sustancias que les dan robustez y les capacitan para prosperar en ese entorno, los retos que afronté crearon las condiciones perfectas para mi crecimiento, obligándome a ahondar mis raíces y a fortalecer mis estructuras internas. Como ciertas semillas que necesitan un

incendio en el bosque para germinar, aquellas primeras experiencias infantiles iniciaron un fuego en mí que abrió la semilla de mi potencial y me permitió crecer. Ahora puedo ver que todos esos poderosos impulsos eran mi bellota —o verdadero Ser— guiándome y dirigiéndome, creando oportunidades para que cultivara las condiciones internas y externas necesarias para emerger. El mismo proceso es válido para ti. Autóctono frente a exógeno Si, como una bellota, necesitaras las condiciones adecuadas para crecer, volveríamos al problema de tener que existir dependiendo del capricho de fuerzas externas. Pero aquí es donde a la naturaleza humana se le ha dado una capacidad que está más allá de la Madre Naturaleza. Mientras que la bellota es autóctona —se origina de manera natural en un lugar concreto— y, por lo tanto, solo puede prosperar en ciertas condiciones externas que no están bajo su control, los seres humanos somos endógenos —tenemos una causa u origen interno—, lo que significa que nuestras condiciones se derivan o generan internamente. No importa en qué condiciones externas estés plantado. Tu suelo es tu alma, y si generas las condiciones internas adecuadas —emocionales, mentales y espirituales—, tu semilla dispondrá de los nutrientes necesarios para crecer. Además, mientras que la mayoría de las semillas requieren luz externa para desarrollarse, los seres humanos somos auto-refulgentes, es decir, generamos luz dentro de nosotros. Esto no es únicamente un hecho espiritual que se puede comprobar mediante la meditación; los científicos han detectado que irradiamos una luz mensurable mediante la emisión de fotones6. Por más densas que sean las nubes externas y por negra que sea la noche, la luz siempre brilla dentro, lista para iluminar la semilla de tu verdadero Ser y nutrir su crecimiento. El libro del Génesis, en 1:27, dice: “Dios creó al hombre a su imagen”. La mayoría de las religiones declaran este mismo principio de distintas maneras, y a veces su significado se interpreta como que tenemos los mismos rasgos físicos que Dios. Esto ha dado lugar a un chiste metafísico: Dios hizo al hombre a Su imagen, ¡y el hombre ha estado intentando devolverle el favor desde entonces! En otras palabras, seguimos tratando de entender a Dios en términos humanos y materiales, como si fuera un ser antropomórfico sentado en una nube. Pero esta es una interpretación excesivamente literal de las antiguas enseñanzas. En Juan 4:24 se dice que: “Dios es espíritu, y quienes le adoran deben hacerlo en espíritu y verdad”. Y el Tao Te Ching empieza así: “El Tao del que se puede hablar no es el Tao eterno; el nombre que puede ser nombrado no es el Nombre eterno”. Cuando se tiene la verdadera comprensión mística, se entiende que haber sido “creados a imagen de Dios” no significa que nos parezcamos a Él; significa que poseemos las mismas cualidades constituyentes, descritas como espíritu, verdad, amor, belleza, poder e inteligencia, entre otras, tal como la ola contiene los mismos elementos que el

océano. El Salmo 82:6 dice: “Vosotros sois dioses, hijos del Altísimo”. En esencia: de tal Palo, tal astilla. Esta herencia divina incluye nuestra capacidad de decidir en qué enfocamos nuestra atención —libre albedrío—, y el poder creador de nuestra conciencia. Y como nuestro enfoque determina lo que tenemos en nuestra conciencia y nuestra conciencia determina nuestra experiencia, en último término tenemos un poder divino sobre nuestro mundo. Como William Ernest Henley escribió en su poderoso poema “Invictus”, tú eres “el amo de [tu] destino, el capitán de [tu] alma”7. Independiente de dónde naciste, del tipo de infancia que tuviste y de los retos que ahora estés afrontando, o de la raza, el color, la orientación, el credo o la edad que tengas, cuando creas las condiciones internas adecuadas, el gran propósito para el que naciste debe emerger. El Ser frente al ser Hemos nacido con una identidad equivocada. Casi todo lo que vemos, oímos y experimentamos —casi todo lo producido por la sociedad— nos mantiene en la ignorancia con respecto a quiénes y a qué somos verdaderamente. Nuestra identidad equivocada nos dice que solo somos seres humanos que de vez en cuando tenemos una experiencia espiritual; que hemos nacido en el pecado, circunscritos por nuestra personalidad, que somos un producto de nuestra cultura y de nuestra familia, concebidos en cierta fecha y destinados a morir. Pero nuestra verdadera naturaleza es exactamente lo contrario. El filósofo Pierre Teilhard de Chardin expresó esta verdad cuando dijo: “No somos seres humanos teniendo una experiencia espiritual. Somos seres espirituales teniendo una experiencia humana”8. Cuando retiramos los dogmas y las doctrinas de todas las grandes enseñanzas espirituales, descubrimos que han estado tratando de despertarnos de la ilusión o de maya, como se le llama en algunas escuelas del hinduismo. Y resulta que la palabra pecado no describe alguna cualidad demoníaca de nuestra alma, sino que es un término procedente del arte del tiro con arco que significa errar o no dar en la diana. El único pecado original con el que nacimos es esta falsa creencia con respecto a quiénes somos. El hecho de que este yo humano que percibimos no sea nuestra verdadera identidad no significa que sea malo, o que deberíamos subyugarlo, conclusión a la que han llegado algunas prácticas religiosas extremas. Esta encarnación humana es algo magnífico, como una obra de arte, y tiene el potencial de revelar una gran belleza y significado. Pero es un pálido reflejo de la verdad, tal como la experiencia de contemplar un retrato de tus seres queridos es un pálido reflejo de estar con ellos. Tu verdadero Ser, como dice Génesis 1:27, “está hecho a imagen y semejanza de Dios”, y es eterno, inmutable e infinito, mientras que el ser humano está hecho a imagen y semejanza de su historia y cultura, y de los numerosos cambios que surgen del Ser y vuelven a disolverse en él. Todo lo que necesitas para tu plena realización ya está en

ti, y constituye una parte de este Ser esencial. Cuando estés más identificado con tu verdadero Ser y aprendas a depender de él para todo, todas tus necesidades serán satisfechas sin esfuerzo ni lucha, tan comunes en la experiencia humana. Recuerdo la primera vez que este principio se hizo real para mí. Ocurrió antes de subir a ese escenario que he mencionado al comienzo de este libro, y antes de que tuviera las palabras para explicarlo. Fue una iniciación, algo que todos tenemos llegados a cierto punto —y a menudo en muchos puntos— del camino del crecimiento personal. Una experiencia así nos obliga a ir más allá de la mera comprensión o creencia intelectual y prueba la verdad de los principios que tratamos de plasmar en nuestra vida, transformando nuestro conocimiento teórico en sabiduría operativa. Había dejado de actuar, de ver televisión y de leer periódicos, y en gran medida me quedé enclaustrado en mi pequeño apartamento de Hollywood Norte —decorado como los programas malos de los años 70, con un frigorífico verde guisante y encimeras de formica—, meditando, rezando y anotando en mi diario el viaje interno que estaba realizando. Llegó un momento en el que ya había agotado mis ahorros, no tenía trabajo ni planes de futuro, y también había agotado todos los medios de soporte externo. Lo único que me quedaba eran mis comprensiones espirituales, literalmente vivir de la oración. Para ser honesto, también diré que estaba muy cabreado con Dios. Quiero decir que, allí estaba yo, dedicando mi vida a la práctica espiritual, intentando ser la luz del mundo, ¡y ni siquiera podía pagar mi factura de la luz! Un día, después de arrastrarme pidiendo a mi casero que me retrasara el pago del alquiler, me senté en mi silla de meditación y le lancé el guante: “Dios, o bien realmente existe un verdadero Ser con todo lo que necesita para cumplir su propósito, o todo esto es una gran mentira. En cualquier caso, lo voy a averiguar hoy, porque no me voy a levantar hasta que tenga una respuesta”. Me gusta pensar que este fue mi momento a lo Gary Sinise en la película Forrest Gump, cuando el teniente Dan está en lo alto del mástil de la nave, en medio de la tormenta, protestando airadamente ante el Todopoderoso, diciendo básicamente: “Desata la tempestad”. De modo que me senté allí, y continué sentado mientras se hacía de noche y los grillos iniciaban su coro nocturno. Medité y recé, imploré y me entregué, tratando de conectar con el Ser esencial con el que había conectado durante mi encuentro con la muerte en el arrecife de coral. Sentí que me atravesaba una ola de emoción tras otra, amenazando con volver a ahogarme, y no vislumbraba el final. En un momento dado, en medio de la noche, después de luchar con mis demonios y de sentirme clavado en la esterilla, fue como si una voz me hablara diciendo: “Has hecho de tu cuenta de ahorro tu fuente, tu dios, y cuando haces de algo externo a ti tu fuente de seguridad o abastecimiento, el universo se dispone a traicionarte para que te orientes hacia dentro y vuelvas a encontrar la verdadera Fuente”. Casi esperaba ver allí a Moisés, con aspecto de Charlton Heston, agitando una de las tablas: “¡No

tendrás otros dioses además de mí!”. De repente entendí un nuevo significado místico de este mandamiento. En ese momento fue como si una válvula de presión se abriera dentro de mi cuerpo, drenando mi ansiedad. Me sentí inundado por la paz, una paz que “estaba más allá del entendimiento”, como se menciona en Filipenses 4:7. Me arrastré hasta la cama y me dormí. Durante los días siguientes seguí con mis cosas. En realidad, me había olvidado de que tenía un problema. Y cuando recordé: “Oh, sí, debo todas estas facturas y no tengo ni idea de cómo pagarlas”, no sentí el miedo ni la frustración que habían sido habituales, sino más bien una sensación interna de que todo iría bien, como si ahora estuviera siendo sostenido por algo más grande que mi capacidad personal de gestionar las cosas. Y entonces sonó el teléfono. Era mi antiguo agente de cuando había sido actor, llamándome para una audición. Me dijo que ya sabía que yo era “demasiado espiritual” para hacer anuncios — digamos que por aquel entonces estaba un poco en las nubes—, pero un director de casting le había llamado de repente solicitando mi presencia. Supe inmediatamente que era la respuesta a mi situación y acepté. Hice el anuncio y en dos días gané suficiente dinero para sufragar mis gastos de todo un año. En esta experiencia hay algunos elementos clave que quiero destacar. En primer lugar, yo no tenía ningún plan. No creé un panel de la visión ni visualicé un resultado deseado. Simplemente conecté con esa parte de mí que ya es total, sentí mi compleción inherente y dejé de intentar controlar el resultado. Al establecer esta conexión, cultivé las condiciones que permitieron que mi conciencia emergiera de manera natural. Si hubiera intentado visualizar el resultado, podría haber fantaseado con una variedad de cosas, desde conseguir un trabajo de profesor espiritual o escritor —para los cuales estaba cualificado—, hasta ganar la lotería o recibir una herencia de un tío largo tiempo olvidado —uno siempre puede soñar—. Pero nunca me podría haber imaginado que mi ex agente me llamaría para hacer un anuncio, porque esa idea quedaba fuera de mi yo conocido, del sujeto espiritual que ya no se dedicaba a la profesión de actor. No estoy diciendo que no deberías crear un plan, o usar la visualización y las afirmaciones. Estas herramientas tienen su lugar para cultivar conscientemente las condiciones de tu emerger. Para permitir que tu mayor bien se exprese de la manera más poderosa, debes identificarte menos con un ser humano limitado y atrapado en el tiempo, y sintonizar internamente con el Ser eterno e ilimitado. Al principio, como en mi caso, hacer eso podría ayudarte a pagar el alquiler y a comprar comida. A menudo, uno de los resultados de esa conexión suele ser la satisfacción de tus necesidades básicas de supervivencia. Pero el principio subyacente también tiene otras implicaciones más profundas. La realización de tu Ser esencial y la consecuente activación de la Ley de Emergencia pueden transformar cada aspecto de tu vida —y de las vidas que tocan la tuya— acabando con el conflicto, disolviendo

el temor y generando un mundo que funcione para el mayor bien de todos. Cuando nos damos cuenta de que ya somos plenos y de que todo lo que necesitamos está dentro de nosotros —incluyendo el amor, el respeto, la validación, el poder, la riqueza y la salud—, nos damos cuenta de que no hay razón para pedir nada de lo anterior, luchar por ello o temer su pérdida. Desperdiciamos el tiempo tratando de encontrar soluciones a todos nuestros problemas sociales, políticos, personales y profesionales. Creamos nuevas políticas, leyes más restrictivas, prisiones más grandes y armas más poderosas para atacar los problemas, o simplemente nos enredamos hasta quedar hechos un nudo en el intento de resolver las cosas. Pero, independientemente de qué nuevo invento o teoría se nos ocurra, o a qué práctica nos dediquemos, si no surge de nuestra verdadera autorealización —de la conciencia de nuestra plenitud innata—, nunca generará paz duradera, abundancia o satisfacción en nuestras vidas o en el planeta. Además de tener en cuenta estas implicaciones más amplias, la primera condición para activar con éxito la Ley de Emergencia es entender la diferencia entre nuestro verdadero Ser y nuestro yo humano. En la medida en que te identifiques con la parte de ti que cambia —el yo humano—, puedes crear resistencia a la parte de ti que está emergiendo —el verdadero Ser—, de manera muy parecida a como lo haría una bellota si se identificara con su corteza en lugar de con el roble. Es más, en la medida en que te identificas con el yo que cambia, el yo que parece carente, te ves sometido a las leyes humanas de limitación y las perpetúas en tu experiencia. Esto impide nuestra evolución. Seguimos tratando de resolver los problemas creados por la mente humana y sus percepciones limitadas o distorsionadas —problemas como la separación, la supervivencia, la competición y el conflicto—, usando la misma mentalidad que los creó. Pero no se puede resolver un problema desde el mismo nivel de conciencia que lo creó. Sin embargo, cuando te identificas más con el Ser inmutable e ilimitado, te mantienes enraizado en tu núcleo, aunque tu encarnación humana y el mundo externo continúen cambiando de forma y revelando tu bondad en perpetua expansión. Ya no vives en el nivel en el que se crearon los problemas. Dejas de hacer las mismas cosas una y otra vez esperando resultados diferentes. Entras en una paz y en una plenitud que ya no dependen de las condiciones externas, sino que reciben el apoyo y el sustento de la totalidad del universo. Pasar de “causa y efecto” a la gracia Muchas de las religiones del mundo, cuando se interpretan desde una perspectiva literal, a veces enseñan que estamos a expensas del capricho de un Dios externo que nos premia o castiga por nuestros buenos o malos actos, como Santa Claus con su lista de niños obedientes o traviesos, o que simplemente actúa de maneras misteriosas que escapan a nuestra comprensión. Pero una interpretación más espiritual o mística de la enseñanza cristiana “como siembres, así cosecharás”, de

las enseñanzas budistas sobre el karma, o de la ley metafísica de atracción sugiere que no existe un poder externo. Las semillas que sembramos en nuestro propio corazón y mente —la cualidad general de nuestra conciencia— son las que nos llevan a cosechar las recompensas o los castigos que experimentamos. Esta es una verdad liberadora y un gran paso en la escala evolutiva, pero también puede ser una comprensión abrumadora. Si todas las cosas que hemos pensado, dicho y hecho en el pasado —o en vidas pasadas— están creando nuestro presente y, en último término, nuestro futuro, ¿no vamos a necesitar el resto de nuestra vida —o muchas más vidas— para deshacer el lío que hemos montado? Se han puesto en marcha muchas causas, ¿cómo podremos invertir todos sus efectos? Por fortuna, existe una ley más elevada: la Gracia. La Ley de Gracia dice que, independientemente de lo que haya ocurrido antes, sin importar lo que hayas puesto en marcha, cuando reconectas con la verdad de tu ser —la semilla perfecta que el mundo nunca ha tocado y que no puede destruir—, la totalidad innata, la sabiduría y el poder que necesitas volverán a emerger. Desde esta conciencia, tu pasado no determina tu futuro. Ni tampoco tus errores pasados ni tus vidas pasadas. Las malas semillas que has sembrado son arrancadas, por muy profundamente enterradas que estén, y las buenas semillas que no has atendido enraízan y dan fruto. Bajo la Ley de Gracia, las cosas con las que luchas pierden su poder. Causa y efecto, el karma, e incluso la física newtoniana, que antes nos parecían leyes absolutas e inmutables, maestras de nuestra suerte, se ponen al servicio de tu destino. La naturaleza relativa de causa y efecto ha sido investigada a través de fenómenos como el entrelazamiento cuántico —un fenómeno por el cual, una vez que dos o más objetos están vinculados, permanecen conectados y responden uno a otro aunque estén separados por grandes distancias— y la sanación no local, que mediante estudios muy rigurosos estudia el poder de la oración para curar a distancia9. Estos y otros descubrimientos están empezando a revelar que en lugar de vivir en un mundo material lineal que reacciona en una secuencia lógica de causa y efecto — como la que nos presenta la tercera ley del movimiento de Newton, que dice que por cada acción hay una reacción igual y opuesta—, existimos en un campo unificado indivisible, del que surge la totalidad de la creación. A nivel superficial, las cosas parecen separadas y sólidas —y a este nivel relativo parece haber causa y efecto—, pero, a medida que entramos más a fondo, descubrimos que, de hecho, el mundo sólido está compuesto enteramente de energía invisible e información. El átomo, del que antes se creía que era el ladrillo básico de toda la realidad material, es espacio vacío en un 99,9 %. En este nivel más profundo, la realidad no opera tal como lo hace en el nivel material más denso. Las cosas no son lineales ni están limitadas por el espacio y el tiempo. Esta inteligencia subyacente parece estar simultáneamente en todas partes — omnipresente—, tener un conocimiento de todo —omnisciente—, y ser el único poder que existe —omnipotente—. En resumen, se la podría describir como una

inteligencia omni-activa con un poder organizador infinito dentro de un campo de potencialidad ilimitada. Y así es como muchos místicos, profetas y —en cierta medida— las religiones han descrito a Dios, y como muchos científicos de vanguardia describen la conciencia. En lugar de haber interactividad entre todas las cosas —que es la base de causa y efecto—, lo que hay es omni-actividad, una acción. En el nivel más profundo, algo emerge —una idea infinita se despliega— y, a medida que entra en el espacio y en el tiempo, parece como que ciertas cosas interactúan, y estas a su vez hacen que ocurran otras cosas, pero esto es un truco de los sentidos. Aquí volvemos a nuestra idea central: dentro de la semilla que eres —y también en la semilla que es la totalidad del mundo— hay un diseño que tiende a su realización y plenitud. Las cosas no se están desplegando por casualidad. Tú no estás a merced de otras causas. Las cosas no te están ocurriendo a ti; están ocurriendo a través de ti. Hay un orden o patrón subyacente que ya es perfecto y está tratando de emerger desde el interior de tu alma, y solo está esperando a que se den las condiciones adecuadas. Y todo está conspirando para crear esas condiciones, independientemente de por dónde hayas pasado o dónde estés ahora. Como dijo Ralph Waldo Emerson, “Los dados de Dios siempre están cargados” 10. Todo el universo está amañado a tu favor. Y aquí es donde entra la Gracia. La Gracia es la comprensión de que, independientemente de lo que aparezca en la superficie de la vida, sin importar lo que haya pasado antes o lo que parezca haberse perdido, cuando vuelves a conectar con el patrón de la semilla perfecta, esta vuelve a emerger de nuevo fresca, vital, rebosante de nuevas posibilidades. Mientras que las reglas del karma dicen que estás destinado a vivir los efectos de tus causas previas, la Gracia te dice que en un “Instante Santo”11 tu vida puede ser nueva, y “aunque tus pecados sean rojos como escarlata, serán tan blancos como la nieve” (Isaías 1:18). Además, mientras que el pensamiento tradicional suele indicar que los efectos que experimentas están limitados por las causas que puedes poner en marcha personalmente a nivel humano —generalmente determinadas por condiciones externas que parecen estar fuera de tu control—, cuando te alineas con el patrón perfecto que está tratando de surgir de dentro, no solo te lleva a la acción correcta, sino que si es necesario mueve todo tu mundo para revelar tu propósito mayor. Como demuestra mi ejemplo sobre el pago del alquiler, mi aparente falta de soluciones humanas no importó. En el momento en el que conecté con este Yo superior, movió personas y sucesos que estaban más allá de los límites de mi esfera personal de influencia y me dio exactamente lo que necesitaba. Un famoso pasaje del Antiguo Testamento resume esta todopoderosa Emergencia de la Gracia: “Todo valle sea elevado, y bajado todo monte y collado; vuélvase llano el terreno escabroso, y lo abrupto, ancho valle” (Isaías 40:4).

Cuando consideramos cómo funciona la Gracia, llegamos a una conclusión inevitable: si podemos afectar a este campo unificado con nuestra conciencia, y este campo es omnipresente e indivisible, entonces nosotros debemos ser él, y él debe ser nosotros. No puede haber un yo separado —no puede haber relación sujeto/objeto— en la omnipresencia. Aquí, el significado esotérico más profundo que está detrás de dos declaraciones bíblicas poco comprendidas se revela a sí mismo: “El Reino de los Cielos está dentro de ti” (Lucas 17:20-21) y “Tú eres la Luz del mundo” (Mateo 5:14). O, si nos referimos a la filosofía hindú, nuestro verdadero ser (Atman) es idéntico al ser trascendente (Brahman). En otras palabras, tú eres este algo infinito omnipresente que se está desplegando eternamente. No el tú humano —que nació, tiene una historia y finalmente volverá al polvo—, sino el verdadero tú, el verdadero Ser que siempre está emergiendo. Esta es la verdad última iluminada por todas las grandes religiones, los maestros espirituales y, en muchos sentidos, por las leyes del mundo físico en el que vivimos, pero que a menudo ha sido oscurecida —incluso con buenas intenciones— por una interpretación excesivamente literal y materialista de las antiguas enseñanzas. Con esta comprensión de tu verdadero Ser y del poder de la Gracia, ya no estás obligado por los poderes externos o la autoridad; ya no eres un prisionero de las experiencias pasadas ni de las condiciones actuales. Combinado con la comprensión de que tú no eres una persona física limitada, sino parte de la trama mayor de la existencia —como una ola del mar que nunca está separada—, ahora estás equipado con una nueva y valiente imagen de cómo funciona la realidad. Puedes soltar la lucha por mejorarte a ti mismo, la lucha de la manifestación y de la atracción. Puedes entregarte a esta sensación más profunda de armonía y orden, y empezar a activar conscientemente la Ley de Emergencia de maneras poderosas y transformadoras.

LAS SIETE ETAPAS DEL PROCESO DE EMERGER

PRIMERA ETAPA

Contempla la visión ya completada Donde no hay visión, el pueblo perece. Proverbios 29:18 Imagina una bellota en el suelo del bosque. Es una pequeña cáscara curtida, con forma de copa, que contiene una semilla aún más pequeña: una semilla que, cuando cuenta con las condiciones adecuadas, emerge para dar un poderoso roble. Parece tan normal, tan natural, que un árbol gigantesco venga de una pequeña semilla. Raras veces cuestionamos que este hecho parece imposible en términos físicos. Por ejemplo, en esa mínima semilla, ¿dónde está almacenada la materia del roble? ¿Dónde está la factoría para producirlo? ¿Dónde están los modelos, el cerebro, el complejo entramado de inteligencia necesaria para transformar ese pequeño fruto en un roble mítico? Para muchos, la ciencia todavía no ha explicado cómo ocurren estas cosas. Incluso la teoría de la evolución parece incompleta cuando consideramos la complejidad que emerge de unas pocas partículas de carbono, que en realidad solo son polvo de estrellas. Entonces, ¿dónde está el roble antes de emerger de la bellota? Uno podría argumentar que el roble no existe como una cosa singular, sino que es el resultado aleatorio de muchas cosas menores. El roble es lo que ocurre cuando colisionan los principios de la vida: las matemáticas, la física y la biología. Todas estas leyes, principios y patrones, ¿son creados cada vez que surge un roble de una bellota? De no ser así, ¿dónde están? ¿Han sido creados alguna vez? En otras palabras, ¿hubo un tiempo en que las matemáticas no existieron? Incluso antes de que supiéramos lo que eran, incluso antes de que hubiera un nosotros aquí para contemplarlo, dos más dos ya eran cuatro. La gente podría haber construido aviones y ordenadores en los tiempos de Buda si hubiera conocido los secretos, aún ocultos entonces, que posibilitaban dichos avances, porque todas estas ideas, patrones y la capacidad de manifestarlos han existido siempre. Existen en el mismo lugar que el roble antes de emerger. Esto también es válido para ti y la visión de tu vida. Una visión nunca está en el futuro Dentro de ti hay un destino esperando nacer. No dentro de tu cuerpo, sino dentro de la parte de ti que ha existido siempre. Para completarlo, debes conectar con la visión de tu alma. Pero, ¿qué es una visión? ¿Cómo la creamos?

La verdadera visión no puede ser creada ni cambiada porque forma parte de esta realidad última que hemos estado explorando, lo que Platón llamó el reino de los prototipos perfectos o de las formas ideales. Viene de un lugar que está más allá de la mente, más allá del tiempo, del espacio y de la experiencia. Y debido a ello, la verdadera visión no es una imagen de lo que será en el futuro; es una toma de conciencia de lo que existe en la dimensión intemporal de tu conciencia. Tu mañana es una extensión del hoy de Dios. Piensa en ello como si estuvieras de pie encima de una hormiga que va caminando por el suelo hacia una patata frita, que la hormiga no puede ver porque la patata está detrás de una colina. Desde el punto de vista de la hormiga, la visión de su comida está en su futuro, pero desde la tuya está en el presente. La hormiga, el viaje y la patata frita están todos ellos aquí ahora. Lo mismo es válido para tu visión. Desde una perspectiva más amplia, ya está ocurriendo. Además, la visión no es estática; se transforma. A medida que permites que su energía y sus ritmos te impregnen, te estira y conforma, acelerando tu crecimiento y expansión. A medida que empiezas a ver que todo lo que estás esperando, todo aquello por lo que trabajas y en lo que tienes depositada tu esperanza futura ya está aquí ahora, dentro de ti, esto cuestiona y cambia tu manera de pensar, sentir y actuar en todas las áreas de tu vida. Empiezas a deshacerte de tu dependencia de las condiciones externas y confías más en las condiciones internas, sobre las que tienes control. Pasas de conseguir cosas para llenarte a permitirte expresar más de tu Ser infinito. Dejas de intentar hacer que las cosas ocurran y, en cambio, les das la bienvenida desarrollando una conexión más profunda con esta semilla interna de potencial y cultivando el suelo de tu alma para que se produzca un nuevo brote. Este es el fundamento de la verdadera visión. Al establecerlo, activas la primera etapa de la Ley de Emergencia. Visualización frente a visión Muchas personas que se esfuerzan por vivir su vida de la mejor manera posible, particularmente en el ámbito de la autoayuda, confían en una forma muy conocida de imaginación creativa llamada visualización: el proceso de mantener en la mente la imagen de un resultado deseado hasta que, a través de la Ley de Acción Mental —también conocida como Ley de Atracción—, llevas esa imagen a la forma. Esta puede ser una herramienta útil para muchos objetivos a corto plazo. Si te enfocas en una imagen el tiempo suficiente y con suficiente sentimiento, puedes manifestar cierta versión de ello, tanto si tratas de mejorar tu balanceo en el juego de golf, como si tratas de encontrar aparcamiento o irte de vacaciones en familia. Pero los intentos de visualizar tu vida solo suelen dar como resultado un versión mejorada del limitado concepto que tienes de ti mismo: una bellota más brillante, pero raras veces un roble. Y lo que es peor, cuando manifestamos algo por la fuerza desde este limitado concepto que tenemos de nosotros mismos, esto lleva consigo las semillas de su

propia destrucción. He luchado con este dilema a lo largo de mi camino, yendo y viniendo entre responder a la llamada más profunda de mi visión, y sentir impaciencia y usar la visualización para manifestar lo que quería, con lo que volvía a toparme con el mismo problema que antes, solo que a un nivel mayor. Hace años, cuando me sentí atascado en cierto nivel de ingresos, trabajé intensamente con muchas de las herramientas tradicionales de la manifestación para incrementar mis ingresos y expandir mi estilo de vida, lo que incluía un coche más grande, una casa más grande y un presupuesto mensual también mayor. Mis esfuerzos tuvieron éxito y me sentí genial, de momento. Por debajo de todo ello pude comprobar que no había realizado la verdadera visión para mi vida; simplemente estaba atrayendo más cosas basándome en la limitada imagen que tenía de mí mismo. Muy pronto mis asuntos pendientes salieron a la superficie, produciéndome las mismas tensiones y preocupaciones económicas, solo que con un nivel de ingresos más alto. De hecho, todo era más estresante porque tenía más dinero, relaciones y responsabilidades con las que lidiar. Las estructuras internas no se habían fortalecido y no podían soportar una carga más pesada. Había cambiado la imagen superficial de mi mundo, pero, en lo fundamental, yo seguía siendo igual. Sintiéndome abrumado, decidí ir más despacio y dedicar más tiempo a meditar y a escribir en mi diario. En medio de esta crisis, a medida que me serenaba, descubrí que estaba tratando de emerger un impulso más profundo, una dimensión más auténtica de mí —que yo había reprimido—, pues mi miedo a la carencia y mi sensación de inadecuación me habían impulsado a manifestar artificialmente lo que creía necesitar para sentirme seguro y valioso. Hizo falta cierto grado de fe y estar dispuesto a que mi vida se desmoronara para que pudiera encajarse a un nivel superior. Esto no significaba que mi vida tuviera que desmoronarse, tan solo que yo tenía que estar dispuesto a que sucediera; tenía que soltar mis apegos, mis ideas de lo que debería y no debería ser. En ese espacio de entrega, y con una saludable dosis de humildad, finalmente fui capaz de responder a la llamada de una visión más profunda. Me alineé más con mi auténtico ser, lo que trajo consigo una mayor abundancia y también una mayor sensación de facilidad y propósito. Muchos de mis clientes han venido a mí después de visualizarse a sí mismos en nuevas relaciones, en cuerpos con mejor aspecto, en casas más grandes o con más dinero —todas las cuales podrían considerarse manifestaciones exitosas—, para descubrir que estas ataduras externas no eran su verdadero propósito ni les hacían sentirse realizados, y que más bien les dejaban exhaustos y desilusionados. Habían conseguido lo que querían, pero no lo que de verdad necesitaban. Sin embargo, cada vez que estuvieron dispuestos a rendirse a una visión más profunda dentro de ellos, y a realizar el trabajo de ser congruentes con ella —a lo que llegaremos en la segunda etapa—, su vida ascendió a un nivel superior. La presión que sentimos para seguir estando a la altura de los Martínez, por

ejemplo, y las complejas fachadas que construimos para sostener esta imitación del éxito se convierten hasta tal punto en parte de nuestra identidad, que puede parecernos que todo nuestro mundo tiene que colapsar para poder devolverlo al camino correcto. Pero no tiene por qué ser así para ti. Si bien es cierto que tenemos que soltar aspectos viejos y a veces muy queridos de nuestra vida interna y externa para dejar que emerja lo nuevo —tal como la bellota debe soltar la corteza protectora para convertirse en roble y la oruga debe abandonar la forma que le es familiar para que le crezcan alas—, cuando conectamos con la visión mayor de nuestra vida y vivimos desde ese lugar más profundo, la alegría, la inspiración y la aventura de la Emergencia sobrepasan con mucho los pasajeros dolores de parto. La visualización y otras técnicas de manifestación —paneles de la visión, afirmaciones— son herramientas útiles, pero no son suficientes. Con ellas solo puedes satisfacer los deseos de tu ego, no el destino de tu alma, y tampoco el propósito más elevado de un proyecto, relación o negocio. Este planteamiento te mantiene atascado en un ciclo de visualización-manifestación-visualizaciónmanifestación, dando vueltas y vueltas, sin encontrar nunca la paz ni la satisfacción. Para ir más allá de este circuito tienes que pasar de la visualización a la visión, de las imágenes proyectadas por la mente, basadas en el concepto limitado que tienes de ti mismo, a las ideas divinas que están plantadas en tu alma. De la imaginación a la emerginación A menudo se considera que la imaginación es una de las mayores armas de la innovación. El propio Einstein dijo: “La imaginación es más importante que el conocimiento”1. Y yo estoy de acuerdo. La imaginación es una facultad poderosa que nos permite hacernos cargo de nuestros pensamientos y conseguir algún control sobre nuestra experiencia. El dominio de esta facultad nos ayuda a darnos cuenta de que nuestro entorno no determina nuestro destino, y nos permite pasar de la víctima pasiva al creador activo. Pero la imaginación, tal como solemos entenderla y usarla, está limitada por nuestra experiencia, por el concepto que tenemos de nosotros mismos o por las creencias colectivas de nuestra cultura. Por lo tanto, solo puede basarse en lo conocido; solo es un nuevo giro del contenido que ya tenemos en la conciencia. Es como reordenar los muebles en una habitación que es demasiado pequeña para tus propósitos, o que está construida sobre unos cimientos que ya no pueden sostenerte. Es posible que llegues a una disposición más agradable —incluso muy creativa y diferente—, pero no has cambiado los cimientos ni has agrandado la habitación, y los problemas de escala y amplitud que tenías antes seguirán ahí cuando haya pasado la novedad del nuevo diseño. Para poder realizar todo tu potencial emergente y tu propósito, tu punto de partida tiene que estar fuera de la habitación misma. Aunque Einstein puede haber usado la imaginación como trampolín, en último término fue más allá de la mente y conectó con algo más profundo. Esto es lo que ha sucedido en

todas las áreas donde la humanidad ha dado un salto hacia delante importante. Una respuesta natural a esto podría ser: “¡Eso no es cierto! Puedo imaginarme volando en una nave espacial a otras galaxias, y eso es algo que nunca he experimentado”. Pero considera esto: la capacidad de imaginar posibilidades de otro mundo no es necesariamente transformadora ni evolutiva; de hecho, si estudias muchas obras de ciencia ficción, verás que aunque han imaginado la vida en el futuro, en muchos casos los protagonistas siguen sufriendo los mismos problemas que experimentamos actualmente, cuando no algo peor. En realidad, no se ha producido ninguna evolución real. La imaginación nos puede llevar a viajar hasta el límite de nuestro yo conocido, pero, para tener una verdadera visión que nos lleve al nivel siguiente —tanto a nivel personal como profesional o social—, debemos cruzar la frontera de nuestra mente condicionada y traspasar una frontera sin mapas por la que solo podemos navegar con los ojos del alma. Entonces, ¿cuál es este sentido del alma, esta facultad perceptual interna que te permite ver y conectar con la verdadera visión? Se le ha dado muchos nombres — intuición, guía interna, sabiduría superior—, pero, para nuestros propósitos, sugerimos un nuevo término: emerginación. Piensa en ella como en la versión 2.0 de la imaginación. Mientras que la imaginación te permite buscar en la base de datos de tus conocimientos y experiencias almacenados para crear nuevas expresiones, la emerginación te permite conectar con un campo de ideas sin precedentes que están tratando de emerger, ideas que están más allá de tu experiencia, más allá de toda experiencia: los prototipos perfectos únicamente para ti. Si lo que anhela tu alma es una relación mejor, activar tu emerginación te hará receptivo a esa parte de ti que ya está enamorada, convirtiéndote en un imán para una pareja que satisfaga los ideales más elevados de tu alma. Si se trata de un proyecto en el que estás trabajando, puedes echar mano de tu emerginación para revelar la verdadera esencia del proyecto y su mayor potencial, así como los medios de alcanzarlo, lo cual a menudo ocurrirá de maneras que te sorprenderán, te expandirán y excederán lo que podrías haber imaginado. Si se trata de un negocio que estás tratando de ampliar, usar tu emerginación te ayudará a discernir la etapa siguiente de su evolución y también a posicionarte para ser una fuerza evolutiva en ese campo. A diferencia de algunas técnicas de manifestación que se enfocan en cambiar tu mundo externo, la emerginación es un proceso dentro-fuera que te transforma en la persona que debes ser para gestionar la siguiente fase de tu crecimiento con soltura, gracia e integridad. Esta facultad del alma forma parte de nosotros de manera natural, es una capacidad que cualquiera puede desarrollar y algo que casi todos hemos experimentado en un momento u otro. Se activa más fácilmente en esos momentos en los que estás más relajado y receptivo, sintiendo sensaciones amorosas, gratitud o reverencia, o cuando una crisis te pone de rodillas. La mente se detiene, otra cosa se abre y tienes un destello de intuición, o te viene la solución a un problema sin haber pasado por un

proceso de deliberación. Pero no es necesario esperar hasta que toques fondo ni hasta que tengas una experiencia cumbre. Puedes cultivar conscientemente la emerginación de manera activa, abriendo el camino para que pueda brillar tu visión. Ejercicios Existen muchas maneras de acceder a esta fuente de inspiración interna, desde la meditación y la oración hasta el canto o la escritura automática. Las pistas con respecto a quién eres verdaderamente y por qué estás vivo están por todas partes, dentro y fuera. La clave para activar esta facultad consiste en interesarse por esa guía y desarrollar una mente más observadora, receptiva y reflexiva. Otra clave consiste en estar dispuesto a permanecer es un espacio creativo, libre de juicio, como si fueras un niño; esto es a lo que yo llamo el Estudio de la Visión. Se trata de un entorno interno sagrado donde no se permite entrar al crítico, al corrector ni al analista, al menos hasta que hayas expresado una versión completa e inspiradora de tu visión. Los cuatro ejercicios siguientes están destinados a ayudarte en esta tarea. Para ponerte en marcha, la práctica siguiente empezará a abrirte a esta visión superior. Activar tu emerginación Cierra los ojos y toma unas pocas inspiraciones lentas y profundas. Al espirar, permítete soltar todas las tensiones del cuerpo, todos los problemas del día, y todas las preocupaciones sobre tu futuro. Suelta y sumérgete en el momento. Sé consciente de tu respiración entrando y saliendo, bien enfocando suavemente la atención en las fosas nasales o en el subir y bajar del abdomen. No la controles, deja que la respiración haga lo que quiera: a veces será más profunda, otras más superficial. Simplemente sé consciente y mantente relajado. A medida que te vayas asentando, establece tu intención para este ejercicio. No importa cuál sea tu objetivo: puede ser manifestar un trabajo, encontrar una nueva pareja, sanar tu cuerpo o ganar más dinero. En el caso de esta práctica, la intención más pura es contactar conscientemente con tu espíritu, despertar a la verdad de tu ser. Esto es lo más eficaz, porque no busca otra cosa que la autorrealización y, por lo tanto, no acarrea resistencias, mientras que una intención de conseguir algo aparentemente separado de nosotros nos devuelve a la dualidad fundamental que este trabajo trata de remediar. Siente la vibración de tu intención. Toma una respiración profunda y permite que ese sentimiento se expanda hasta llenar todo tu cuerpo. Después toma otra, permitiendo que esta energía llene el espacio donde te encuentras hasta sentirte completamente envuelto en su cálido brillo. Suelta todas tus ideas sobre cómo deberían o no deberían ser las cosas. No hay una manera correcta o equivocada de hacer esto. Simplemente confía en tu intuición. Una vez que tu intención está firmemente establecida, puedes pasar a la etapa siguiente del ejercicio, donde plantearás preguntas a tu conciencia superior sobre tu

visión. De momento, solo nos enfocaremos en un tema, pero siempre puedes añadir otros conforme vayas sintiéndote más cómodo en este ejercicio. Pregúntate: “¿Cuál es la visión de mi vida? ¿Cuál es la idea divina —o la idea más elevada— con respecto a mi vida? ¿Qué aspecto tiene? ¿Qué sensación me produce? ¿Cuál es su esencia?”. Puedes poner en el lugar de “mi vida” cualquier otro aspecto sobre el que quieras tener claridad: “mi familia”, “mi relación”, “mi trabajo”. También puedes preguntar: “¿Qué idea tiene Dios de mi vida?”, o “¿Qué está tratando de emerger a través de mí y como yo?”. Mantente alerta. Espera, observa, escucha. Toma conciencia de cualquier imagen, sonido o sensación que surja. A veces, lo que emerja será literal: verás imágenes que retraten explícitamente tu visión en el mundo. Otras veces tu experiencia puede ser más simbólica y la conexión no será clara. Algunos ven imágenes en tecnicolor. Otros tienen experiencias más físicas y sensoriales. Es posible que solo tengas un sentimiento o una vibración. Presta atención pero no juzgues; no hay mejor ni peor, no hay correcto ni equivocado. Cualquier cosa que surja forma parte del proceso. Si te das cuenta de que te has despistado —estás haciendo la lista de la compra o preocupándote por las facturas—, vuelve suavemente con la atención a la respiración. Pero no descartes nada. En este ejercicio, hasta las distracciones aparentemente externas podrían ser indicaciones sincrónicas procedentes de tu alma. Puedes repetir las preguntas tantas veces como quieras o sientas que es necesario para suscitar una experiencia genuina. A medida que te lleguen las comprensiones, puedes abrir los ojos y tomar notas, o puedes esperar hasta después de la meditación. Algunos prefieren esperar porque abrir los ojos y escribir les saca del flujo profundo. Otros dicen que si esperan, se olvidan de lo que ha emergido, tal como los sueños se desvanecen cuando despertamos. Experimenta de las dos maneras. En cualquier caso, confía en que recibirás y recordarás lo que necesitas recibir y recordar, y que, incluso si no recuerdas, se está haciendo un trabajo valioso en los recesos profundos de tu conciencia. A medida que vayas practicando, puedes añadir otras cuestiones o plantear las preguntas básicas de maneras distintas. Mientras tu intención sea pura —tener una comprensión más profunda de quién eres verdaderamente y de la visión para tu vida — y practiques con cierta consistencia, producirá abundantes frutos. Si quieres sumergirte en una visión más profunda de esta práctica, considera la posibilidad de explorar el persuasivo libro de Michael Bernard Beckwith Life Visioning. Excavar en el alma: un taller de la visión A algunos no les resulta fácil hacer que la visión para su vida se les dé a conocer. No es porque la visión no les hable; más bien, lo que ocurre es que ha sido reprimida durante tanto tiempo por el pensamiento racional y el condicionamiento cultural que ya no pueden oírla. Habitualmente esto suele llevar a plantearse dos preguntas: “¿Cómo puedo saber cuál es mi verdadera visión o propósito?”, y

“¿Cómo puedo saber lo que mi alma quiere realmente?”. Cuando empiezan a surgir las respuestas, suelen ir acompañadas de otra pregunta: “¿Quién está hablando aquí, mi ego o mi espíritu?”. El resultado es que dudamos de la guía, de nosotros mismos, y tenemos miedo de elegir mal. En primer lugar, si tienes la intención correcta, raras veces harás una elección equivocada. Incluso una elección equivocada nacida de una intención sincera te llevará a aprender y a crecer, fortaleciendo tu capacidad de escuchar la guía interna y de hacer elecciones mejores. Se nos ha enseñado que el camino al éxito consiste en hacer lo correcto, pero, ¿cuánta gente ha fracasado haciendo lo correcto y ha tenido éxito saltándose todas las reglas? No estoy diciendo que no sea importante desarrollar aptitudes y emprender acciones bien reflexionadas, pero la intención es el timón bajo la superficie del agua, lo que realmente dirige la nave. Cuando tengas que elegir qué hacer, en lugar de centrarte en por qué no deberías hacer algo, pregúntate por qué deberías —o por qué quieres— hacer algo. A medida que conectes con esta parte de ti, descubrirás capas de motivación falsa —y empezarás a soltarlas— hasta que finalmente des con ese núcleo suave y brillante en el que el por qué se convierte en un qué. Descubres que aquello por lo que estás luchando, lo que alimenta tu por qué, en realidad es aquello de lo que estás hecho. Ya eres ello, ¿recuerdas? Esos intensos deseos de salir a conseguir algo en realidad son ese algo en ti que está tratando de salir. De modo que tomemos algún tiempo para cavar más hondo, para emprender la expedición arqueológica en tu alma y ver qué está enterrado allí. Deseos y objetivos Vamos a examinar tus deseos y objetivos. Todas las cosas que quieres tener y conseguir nos dan pistas sobre la visión mayor que está tratando de emerger. No es que vayas a conseguir necesariamente todas estas cosas, o que la imagen final vaya a tener el aspecto que imaginas —de hecho, a medida que emerjas, descubrirás que muchas de las cosas que creías desear solo eran señuelos—, pero, como solo hay una realidad, incluso tus falsos deseos te están guiando hacia una verdad más profunda. A medida que pones más conciencia en esos deseos, la dura cáscara del ego empieza a resquebrajarse y puedes vislumbrar lo que está tratando de salir de dentro. ¿Estás preparado para este paso adelante? En primer lugar, toma una hoja en blanco y crea dos columnas. En la columna de la izquierda anota tu deseo/objetivo. En la de la derecha, anota por qué lo quieres. Sé honesto. Empieza con las cosas que más deseas y sigue anotando hacia abajo. Si la razón por la que deseas algo es para conseguir otra cosa material, añade ese nuevo objetivo a la columna de los “Deseos” y anota por qué lo quieres en la otra columna. Por ejemplo, si has escrito: “Quiero ganar un millón de euros”; y en la columna del “Por qué” has puesto: “Para comprar una casa”; entonces pon “Para conseguir una casa” en la columna de los “Deseos”, y pon por qué quieres la casa en la columna

opuesta. Continúa haciéndolo hasta llegar a una razón no material en la columna de la derecha. Por ejemplo, en cuanto a la casa, podrías poner: “Para sentirme seguro”, con lo que habrías destilado tu deseo hasta llegar al sentimiento de seguridad, que es el verdadero objetivo. Ahora, examina esas razones. ¿Por qué quieres lo que quieres? ¿Puedes ver un patrón repetitivo? ¿Has atribuido el mismo porqué a más de una entrada? ¿Se basan tus porqués en lo que quieres de otros, o son cualidades internas? Por ejemplo, digamos que en la columna de tus “Deseos/Objetivos” has escrito: “Quiero ser un autor de éxito”. Y a continuación, en tu columna de los “Por qué”, anotaste: “Para que la gente me ame y me respete”. Aún no has llegado al verdadero porqué que está en tu núcleo. Esta entrada también pertenece a la columna de “Deseos/Objetivos”. Toma los porqués que dependen de conseguir algo de otra persona —aunque no sean materiales— y ponlos en la columna de “Deseos/Objetivos”. A continuación, anota por qué los quieres. Si estás trabajando con la entrada “Quiero que la gente me ame y me respete”, podrías poner en la columna del “Por qué”: “Para sentirme amado y respetado”, o “Para amarme y respetarme a mí mismo”. Ahora bien, este es un porqué con el que puedes trabajar. Pero también ha ocurrido otra cosa importante. Empezaste pensando que querías ser un autor de éxito, tener fama y fortuna, y ganarte el respeto de otros, pero has descubierto que lo que en realidad quieres es sentirte amado y respetado. ¡Sentirte amado y respetado es un trabajo interno! No tiene que ver con nada externo a ti. Tú, y solo tú, tienes el poder de generar esos sentimientos. Tu verdadero objetivo y el núcleo de tu visión es generarlos. En la “Segunda etapa: cultiva las condiciones congruentes”, trabajaremos más específicamente en la activación de estas cualidades. A medida que descubres la verdadera motivación que está detrás de tu deseo de conseguir cosas, estas empiezan a perder brillo, su tirón irresistible. Cuanto más llegas a entender que lo que deseas en realidad ya está dentro de ti, menos te atrae la lucha externa. Cuando te das cuenta de que lo que realmente estás buscando es amor hacia ti mismo y aceptación —o cualquier otra cualidad esencial que puedas estar buscando—, y te das cuenta de que puedes encontrarla dentro, tu viaje acaba y, al mismo tiempo, por fin empieza. La resistencia se derrumba y el amor hacia ti mismo y la aceptación emergen de manera natural. Esto no significa que debas dejar de emprender acciones en el mundo. Al contrario. De hecho, serás más productivo porque sabrás de dónde procede tu bien, y por lo tanto no lo bloquearás proyectándolo en alguien o en algo. Todos los falsos deseos basados en falsos motivos se desmoronan. Y lo que queda es el verdadero camino que tienes que andar. En este camino encontrarás tareas y tendrás objetivos y un grandioso propósito, sin duda, pero no estarán motivados por lo que puedas conseguir, sino más bien por lo que has venido a dar. Desde este espacio, sabiendo que ya tienes todo lo que necesitas dentro de ti, tus acciones se desplegarán desde un

deseo de compartir lo que tienes y quien eres, no porque necesites expresarte para sentirte completo, sino porque tu totalidad no puede dejar de expresarse. Vuelve a echar una mirada a esa lista. Deberías tener una columna de la derecha — tus porqués— llena de cualidades que quieres encarnar dentro de ti. Y a lo largo del camino probablemente también descubrirás algunos deseos/objetivos que no están asociados con conseguir algo de alguien. Por ejemplo, es posible que uno de tus deseos/objetivos sea: “Quiero compartir mis dones con el mundo”. Y en la columna “Por qué” puedes haber escrito: “Para que la gente pueda beneficiarse de ellos”. Esta es una motivación efectiva que no está creada por tu ego en absoluto. Más bien, es tu naturaleza anunciándose a sí misma, y dicha naturaleza siempre consiste en dar, en brillar, en compartir, en derramar el esplendor aprisionado en ti sin ningún motivo ulterior. La única salvedad a esto es que, si verdaderamente tienes una intención oculta, si miras más profundo y te das cuenta de que la razón por la que quieres dar es conseguir aprobación, validación o reconocimiento, entonces el verdadero objetivo no es dar, sino activar el sentimiento interno de autoestima. Nada de lo anterior tiene la intención de ser un juicio con respecto a otro tipo de motivaciones. En la escala de la evolución hay un lugar para todo. Pero un motivo que no trata de conseguir nada —un motivo que sea un deseo esencial— no perpetuará las viejas heridas, ni te mantendrá a ti y a los que te rodean en la inconsciencia. Tendrá un efecto expansivo, liberador e iluminador en cualquier persona que toque. También surgirá sin las resistencias que suelen acompañar a las intenciones de nuestro ego. Ahora deberías tener dos conjuntos de deseos/objetivos. Por una parte, ya sabes las cosas materiales que estás buscando: el nuevo negocio, la nueva casa, aumentar tu riqueza… lo que tú digas. Y todo eso está bien. Pero también tienes una lista de objetivos internos. Y te estás haciendo cada vez más consciente de que lo que fundamentalmente quieres es una experiencia interna, una cualidad de ser: amarte a ti mismo, confianza, seguridad y abundancia. Desde esta perspectiva, la frase “vivir una vida de calidad” asume todo un nuevo significado. Repitamos: establecer los cimientos internos de tu visión no es el final, sino el principio. Sobre estos cimientos espirituales construirás una casa que las tormentas de este mundo no podrán desmoronar. De modo que sigamos construyendo. El sueño que todo lo incluye En el ejercicio inicial de emerginación te has abierto a tu visión más profunda. No has dejado que tu ego imponga sus ideas sobre ella, y tal vez te hayas sentido sorprendido, incluso asombrado, por lo que has descubierto. En el pasado, probablemente hayas diseñado visiones basándote en lo que quieres. Con la emerginación has empezado a descubrir lo emocionante que es abrirte a aquello que te quiere a ti. Seguidamente, a través del proceso de elucidar tus deseos y objetivos, te has enfocado en los valores esenciales que están tratando de emerger. Ahora que

te sientes más ágil mentalmente y más receptivo, vamos a dejar que visualices, sin límites, la vida de tus sueños. Desde este espacio, tu mente no es tanto una creadora como una canalizadora de tu verdadera visión. Ahora tómate un momento para ponerte cómodo. Cierra los ojos y toma unas pocas respiraciones profundas y limpiadoras. Con cada inhalación, imagina que estás llevando luz a tu corazón. Con cada exhalación, imagina que estás exhalando aquello que ya no te sirve. Relájate en este momento y suelta cualquier preocupación que puedas tener con respecto al futuro, así como cualquier residuo del pasado. Recuerda un momento de tu vida en el que te hayas sentido verdaderamente conectado: cualquier momento que active un sentimiento positivo, una vibración de amor, inspiración, vivacidad. Simplemente permítete ir allí. Estate en ese momento, siéntelo otra vez. A continuación, inspira, y al espirar deja que ese sentimiento se expanda hasta llenar tu cuerpo de energía. Desde este estado de mayor activación y receptividad, permítete abrirte a la visión más elevada para tu vida, no a la visión que piensas que deberías, podrías o tienes que vivir; no meramente la visión que crees que es práctica, lógica o razonable. Date permiso para ver y sentir lo que deseas verdadera y profundamente. Si supieras que cuentas con todo el apoyo y que dispones de todos los recursos necesarios —los talentos, las habilidades, los dones y el soporte—, ¿cuál sería esa visión? ¿Quién serías tú? ¿Qué harías? ¿Cómo contribuirías o crearías? ¿A quién apoyarías o servirías? ¿Qué aspecto tendría tu visión? Siéntete libre de incluir en la visión cualquiera de tus estructuras vitales: salud, riqueza, trabajo, relaciones, espiritualidad, desarrollo personal y servicio. Permítete ver y sentir la visión más elevada posible. Pinta el cuadro. Contémplate haciendo y siendo de un modo que verdaderamente te inspire. No te reserves nada. Ve a la gente felicitándote, honrándote, alabándote. Vayas donde vayas, encuentras amor y apoyo, reconocimiento y recompensas. Respira este ambiente y deja que se expanda. Si tu diálogo interno empieza a decirte cosas como: “¿Quién te has creído que eres? ¿Cómo vas a poder hacer eso? ¡Eso es imposible!”, dale las gracias por compartir, déjalo a un lado —mantenlo encerrado fuera de tu estudio de la visión— y vuelve a pintar la visión. Recuerda: si se lo permites, el cómo matará al qué. Hoy no vamos a permitir que eso ocurra. Ahora, en una escala de cero a cien, donde cero es: “¡Por favor, que alguien acabe con mi desdicha!” y cien es “¡Dios mío!, estoy tan feliz que apenas puedo permanecer en mi cuerpo”, pregúntate: ¿Dónde encaja mi visión dentro de esta escala? ¿Cómo sientes esta visión en tu cuerpo ahora mismo, en este momento, mientras te la imaginas? Si está en menos de cien puntos, pregunta qué haría falta para elevarla diez puntos en la escala. Por ejemplo, si está en cincuenta, ¿qué haría falta para llevarla a sesenta? Y así sucesivamente. Escucha y añade ese elemento a la visión. Y sigue así hasta llegar a cien, hasta que no puedas imaginar una vida mejor. Si te quedas atascado, piensa en otros aspectos de la visión. Por ejemplo, si

has estado imaginándote tu trabajo, añade el elemento salud o la riqueza, o las relaciones, hasta llegar a cien. O si estás enfocándote intencionalmente en una única área, como las relaciones íntimas, sintoniza con distintos aspectos de ellas. Esto es crucial, porque resulta más fácil activar nuestros recursos emergentes profundos cuando disponemos de la suficiente velocidad de escape —es decir, cuando tenemos una visión que nos saca del campo gravitatorio del pensamiento cotidiano—, que cuando intentamos lograr algo que solo nos acelera ligeramente. De hecho, si no contamos con este combustible para cohetes, volveremos a ser atraídos hacia la tierra. Tómate un momento para visualizar lo que te ha venido durante el proceso de la visión. Presta especial atención a las cualidades que estabas sintiendo y a las cualidades que estabas siendo. Estas serán muy importantes en la “Segunda etapa, cultiva las condiciones congruentes”, en la que empezaremos a activar tu vibración visionaria: la singular signatura energética de tu visión, que es literalmente la sustancia de dicha visión. Crear la declaración de la visión El paso siguiente consiste en reducir tu visión a una poderosa declaración que centre tu mente y tu corazón en los detalles más importantes. Este potente reconocimiento de tu visión es algo con lo que puedes medir todo lo que haces con el fin de mantener el rumbo. Sin una herramienta así, puede resultar difícil saber dónde estás y mantenerte bien encaminado. Es fácil quedarse atrapado en las minucias de la vida cotidiana, en la mentalidad de la lista de cosas por hacer para acabar descubriendo que, a fin de cuentas, no has conseguido nada significativo. También podrías ascender la escala del éxito para acabar descubriendo que está apoyada en una pared equivocada, ¡o que no está apoyada en ninguna parte! Para producir este poderoso imán, que te guiará como una brújula hacia tu verdadero norte, vas a utilizar los datos que has acumulado a lo largo de este capítulo. Comencemos. 1. Elige unos pocos verbos que te resuenen, te inspiren o te emocionen, que representen tus valores esenciales. Por ejemplo: jugar, servir, construir, iluminar, ayudar, y así sucesivamente. 2. En el contexto de tu vida personal y/o profesional, decide con quién o con qué te vincularás, o a quién o a qué contribuirás. 3. ¿Cuál es tu objetivo último para las personas o grupos que vas a servir o ayudar? ¿Cuál es el valor, el beneficio o el resultado final que quieres conseguir? 4. Ahora toma tus respuestas a los puntos 1, 2 y 3 y combínalas para crear el esqueleto de tu Declaración de la Visión. Cuando la tengas, puedes desarrollarla empleando otras comprensiones obtenidas en las

exploraciones de este capítulo. Como escritor, orador y profesor, creo proyectos que sostienen un espejo delante de la humanidad, e inspiran a los individuos a sanar su pasado, a despertar a su pleno potencial y a consumar su destino, generando un mundo que funcione para todos. Al dirigir mi negocio con honestidad, integridad, entusiasmo y generosidad, ofrezco un ambiente seguro y productivo donde la gente puede cometer errores, asumir riesgos, crear y rendir a niveles que exceden sus expectativas, ¡y les lleva a crecer de maneras que nunca habían creído posibles! Tu declaración de la visión no tiene que ser larga, pero debería ser lo suficientemente clara y vívida como para generar una película en tu mente que te impulse a actuar. No te preocupes si sientes que la declaración no capta perfectamente cada matiz de tu intención. Es algo que te pruebas, como un abrigo nuevo. Si después de llevarlo puesto durante un tiempo te da picor, o te hace sudar, o sientes que te has presentado en la fiesta con un atuendo inadecuado, prueba otro nuevo. También puedes destilar la declaración en un mantra de emergencia: un sonido, una palabra o frase que contenga la esencia energética de tu visión. Esto es como cocinar una reducción: todo excepto lo más esencial hierve y se evapora, y tan solo una gota de la esencia restante hace que tu boca estalle de sabor. La clave está en que el mantra resume tu propósito y es portador de la vibración visionaria. Rhonda Byrne, la creadora de El secreto, usaba el mantra: “Lleva alegría a millones de personas”. El mío es simplemente: “Despierta”. Piensa en tu declaración de la visión y mira si puedes reducirla a unas pocas palabras para formar el mantra que pueda llevarte a establecer y mantener una conexión más profunda con la esencia de tu propósito. Conectar con tu visión y crear estas herramientas de navegación es un gran paso adelante en la dirección de tus sueños. Pero esto solo es el principio. Lo que necesitas a continuación es una práctica diaria para activar la vibración visionaria y un plan claro, cimentado en estos valores esenciales. Juntos, la práctica y el plan integrarán el trabajo interno y el externo en una estrategia cohesionada que te llevará de vivir la vida de manera accidental a vivirla con un propósito. He visto muchas vidas transformadas por este tipo de proceso. Una mujer que hizo este trabajo se abrió a la visión más amplia de su vida, y pasó de ser una sin techo que estaba sola y profundamente deprimida, tomando de veinte a treinta píldoras diarias, a vivir en su propia casa, comprometerse en una relación y reducir su necesidad de medicación a solo una o dos pastillas diarias. Si hubiera continuado con sus creencias preconcebidas y limitadas con respecto a sus propias posibilidades, lo mejor que podía imaginarse era no sentir dolor y dejar de vivir en la calle. La idea de verse libre de las drogas y estar casada con el hombre de sus

sueños estaba demasiado lejos de su autoimagen. Otro cliente estaba prácticamente en bancarrota: su banquero le dijo que tenía que vender su negocio y su casa. A los pocos meses de conectar con esta visión profunda para su vida, tenía más volumen de negocio del que podía gestionar. Abrió un centro de terapias y una consulta de coaching, que era su vocación profunda. Desde su punto de partida, lo mejor que podría haberse imaginado era mejorar el estado de su negocio y pagar las deudas. La posibilidad de florecer y convertirse en un poderoso sanador para el mundo quedaba fuera de su paradigma del momento, pero no estaba fuera de su potencial cuando se abrió a ese espacio que está más allá de la mente. Otra de las personas a las que acompañé en este proceso de emerger se abrió a la energía de su visión y, además de curarse el riñón enfermo, dio un giro completo a su trabajo y a su vida familiar. Él solo esperaba curar su cuerpo, lo cual no está nada mal, pero resultó que su condición física era la expresión de un problema emocionalmental, y también era una invitación a la realización espiritual profunda de su verdadera naturaleza. Si se le hubiera pedido que creara una visión de dónde podría o debería ir su vida, nunca habría incluido la completa transformación de su trabajo y de su vida familiar, porque su marco mental del momento estaba demasiado contraído en torno al dolor físico como para ver un potencial y un propósito mayores. La gente que ha hecho este trabajo se ha sentido guiada a reconectar con relaciones abandonadas y a reconstruir familias rotas; los negocios y las organizaciones sin fines de lucro han crecido hasta convertirse en organizaciones mundiales; algunos de los que se sentían verdaderamente desesperados se han sentido inspirados por profundas comprensiones y una conexión más íntima con lo divino. Cuando conectamos con nuestra verdadera visión, las posibilidades son interminables, porque la verdadera visión no es algo que te inventes; es algo de lo que tú estás hecho. Es tu verdadera naturaleza y esencia, el asiento de tu alma y la fuente de tu poder, más allá de lo que el mundo piense de ti, e incluso más allá de lo que tú pienses de ti mismo. Mi propio camino ha dado muchos giros inesperados y, en último término, necesarios mientras usaba estas prácticas para conectar con la visión. La mayor parte de las comprensiones que he tenido —tanto con respecto a mí mismo como a las personas con las que he trabajado— nunca habrían aparecido en un tablero de la visión ni tampoco en las visualizaciones, porque estaban fuera del ámbito de nuestros paradigmas personales. Las técnicas tradicionales de manifestación no podrían haber generado muchos de estos resultados porque, para empezar, nunca podrían haberlos imaginado. De hecho, en muchos casos, si la persona hubiera dependido únicamente de su imaginación, sus esfuerzos habrían bloqueado los mejores resultados posibles. Pero hay un hecho aún más significativo: en todos estos casos, a medida que mis clientes y yo evolucionábamos hasta el nivel siguiente, ya no sentíamos que estos talentos y habilidades fueran algo externo a nosotros; más

bien, sentíamos que habíamos descubierto partes de nosotros que habían estado allí en todo momento. Esta es una experiencia habitual. A medida que la visión emerge y te lleva a nuevos lugares, ya no sientes que sean territorio extranjero; sientes que por fin has llegado a casa. Antes de pasar a la sección siguiente, tómate algún tiempo para reflexionar sobre lo que has descubierto. Toma conciencia de dónde estás y de adónde quieres ir. ¿Estás dispuesto a cambiar? Me refiero a cambiar realmente. Recuerda, el verdadero cambio —tanto en el mundo interno como en el mundo externo o en el mundo en general— exige que vayas más allá de tu yo conocido, más allá de las historias de tu vida, más allá de todas las excusas que te han retenido, y que conectes con ese reino donde existe tu visión superior. La buena nueva es que esa visión ya está aquí, en el mismo lugar donde vive el roble antes de que emerja a través de esa pequeña bellota. Otra noticia aún mejor es que no importa si te sientes inadecuado, carente o incapaz de realizar la tarea. Tal como el poderoso roble surge de un pequeño pedazo de compuestos de carbono cuando en el suelo se dan las condiciones adecuadas, tu destino grandioso también emergerá cuando cultives el terreno de tu alma. Lo que vamos a hacer a continuación es crear esas condiciones.

SEGUNDA ETAPA

Cultiva las condiciones congruentes Tú debes ser el cambio que quieres ver en el mundo. Mohandas Gandhi Era otro día abrasador en la autopista 405 de Los Ángeles —una de las más concurridas del país—, completamente repleta de coches y traspasada por oleadas de calor ondulante, lo que le daba el aspecto de una extraña y brillante chatarrería que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Era un espectáculo penoso, que el aire acondicionado intermitente de mi Camry del 93, apenas legal y tan bajo que casi penetraba en el suelo, hacía aún más insoportable. “¿Dónde demonios va toda esta gente? ¿No tienen nada más que hacer?” Los odiaba. Los odiaba a todos. No era un desprecio distante, me sentía personalmente ofendido por su existencia. Decir que estaba teniendo un mal día sería quedarse muy corto. Tenía muchas ganas de tocar el claxon. Aunque sabía que no servía para nada, habría hecho que me sintiera bien. En lugar de eso, empecé a curiosear entre las emisoras de radio: música country, clásica, melodías del ayer, indie. Todo aquello no era más que ruido. “Si pudiera encontrar la canción adecuada —pensé—, ahogaría el ruido que oigo en mi cabeza y tal vez, solo tal vez, podría soportar este infierno que estoy atravesando.” Finalmente apagué disgustado la radio y traté de respirar y recuperar la compostura. Estaba muy agitado, más de lo habitual, más de lo que recordaba haberlo estado en mucho tiempo. Sentía que estaba perdiendo el control y no entendía por qué, teniendo en cuenta todo el trabajo interno que había estado haciendo últimamente. De modo que hice lo que haría cualquier estudiante de desarrollo personal que se respete a sí mismo cuando se encuentra a punto de sufrir un ataque de nervios: empecé a cantar “Let It Be”*. Pero no como los Beatles, era más como un grito de batalla, un encantamiento frustrado, como si estuviera tratando de llevarme a mí mismo a un lugar mejor. “Let it be, let it be, let it be, let it be, susurrando palabras de sabiduría, let it beee!”. La canción nunca había sonado tan iracunda —ni tan desafinada—. Canté a voz en cuello, sintiéndome como un asno pero sin que me importara un comino. Me dejé ir. Empezó a sonar como ópera. Canté como Freddy Mercury, después como Elton John, y más adelante como Bob Dylan. Era un sonido al que ningún oído humano debería estar sometido. Pero por un momento se me fue de la cabeza el coche y el calor abrasador. 2 Y entonces ocurrió. En mi conciencia se produjo un cambio repentino. Mientras que un momento antes estaba contemplando la posibilidad de girar el

volante y apretar el acelerador sin importarme a quién aplastaría para salir de esta autopista postapocalíptica, ahora estaba mareado de alegría. Miré a través del parabrisas el embotellamiento impasible. Lo que antes me había parecido un cementerio de almas perdidas ahora me parecía una obra de arte, una obra maestra de esculturas metálicas reluciendo con millones de puntos de luz. Miré a mi izquierda, al coche que había sido mi compañero en este viaje por el infierno de Dante durante los dos últimos kilómetros. El conductor me miraba como si yo estuviera loco. Le ofrecí una sonrisa lobuna, al estilo de Jack Nicholson. ¡Me sentía genial! El cambio fue tan abrupto, tan completo, que me dejó asombrado, en silencio, y mi mente se puso a buscar la causa de mi repentina felicidad. Reflexioné sobre cómo había sido mi día hasta ese momento. ¿Había recibido alguna llamada por sorpresa con buenas noticias? No. ¿Se me había ocurrido algo innovador y creativo de manera inesperada? No. ¿Había ocurrido algo bueno? De hecho, hasta ese momento, el día había sido muy normal, incluso anodino. Entonces, ¿por qué me estaba sintiendo tan bien? No podía deberse únicamente a la canción. Había cantado en mi coche otras veces, igual de mal y con el mismo placer, pero nunca había sentido que el canto hubiera cambiado mi vida completamente. Había ocurrido algo profundo. Una pieza del rompecabezas cósmico había encajado en su lugar. Descifrar el código de congruencia Mirando atrás, a lo ocurrido ese día en la autopista, había un par de cosas clave que me habían preparado para esa experiencia de expansión de la conciencia. La primera era que, en ese momento, yo elegí recuperar el control de mi realidad interna, intenté sentirme mejor independientemente de las condiciones externas, e incluso de mi inercia mental y emocional. Esta reacción surgió de un lugar de desesperación y frustración, y ni siquiera era plenamente consciente de ello en el momento. Pero, a veces, eso es lo mejor que podemos hacer, y resultó que en este caso acabó siendo lo suficientemente bueno. La segunda cosa fue que salí de mi mente, literalmente. Solté, saqué mi mente de mi purgatorio mental y me lancé de lleno al momento. En ese espacio se creó una apertura. Y, en esa apertura, los frutos de todo el trabajo que había estado haciendo pudieron emerger por fin. En realidad, este cambio había empezado en Sunset Boulevard unas semanas antes: estaba comiendo con un amigo en un lugar de moda de esa calle, sintiéndome mal conmigo mismo y con mi falta de trabajo como escritor, cuando entró el tipo más interesante que había visto nunca, con sus gafas de sol Dolce & Gabana, su chaqueta de cuero y sus pantalones vaqueros rotos solicitando un pedido para llevar. Miré por la ventana y vi a una mujer rubia e igualmente perfecta esperando en el Porsche convertible del sujeto, tomando el sol como si fuera su dueña. El señor atractivo tomó su pedido y salió paseando, tenía el aspecto de ser el hombre más feliz del

mundo. Yo casi esperaba que se deslizase por el techo de su Porsche. En cambio, dio a la diosa del sol un beso de estrella de cine y saltó dentro. Aquello tenía aún más estilo de lo que yo había esperado, y le odié por ello. A continuación, podría jurar que le vi levantar la vista, me vio mirándole por la ventanilla y me hizo un gesto de saludo con una mirada de pena, pero es posible que me haya imaginado esa parte. Parecía tan injusto, como si el universo estuviera frotándome en la cara mi inadecuación. Todo ello me hipnotizó, pues creía que esa confianza de sentirse el rey del mundo debía ser el resultado de su aparente éxito. Tenía en la mano el boleto ganador de la lotería. ¡Y el único boleto que yo tenía era una multa por aparcar donde no debía! Entonces, de repente, recibí una de esas patadas cósmicas en la cabeza. Me di cuenta de que la felicidad que yo estaba proyectando en su perfecta vida de foto no tenía nada que ver con la imagen externa, y tenía todo que ver con la imagen interna. Sabía que podía sentirme abundante aunque mi cuenta bancaria no lo era, y que podía sentir que era alguien aunque nadie me prestara atención, porque mi estado de ser era independiente de mi estado de tener. Es más, sentí que lo único que importaba, aquello por lo que yo —y en último término todo el mundo— estaba luchando era por sentirme de cierta manera dentro de mí, a pesar de los incesantes intentos del ego de convencernos de que lo que queremos es lo externo. Y, en última instancia, sentirme bien dependía enteramente de mí mismo. Estaba seguro de que había mucha paz, alegría, libertad y satisfacción en mí si podía encontrar el modo de dejarlas salir. Hasta ese momento había dejado que las circunstancias externas fueran mis maestras; aún estaba esperando que el atasco de tráfico que era mi vida se despejase, que sonara la canción adecuada, antes de darme permiso para cantar a pleno pulmón y sentir lo que realmente quería sentir. Esta serie de pensamientos me inspiró. Sabía lo que tenía que hacer. Me despedí de mi amigo, salí de la cafetería con un poco más de contoneo en mis pasos, y emprendí lo que he llegado a llamar mi práctica interna. Me ponía delante de un espejo haciendo una serie proclamaciones apasionadas a fin de activar el sentimiento de que ya era la persona que quería ser. Trabajaba sobre mí mismo hasta llegar a un momento cumbre y después me sentaba a meditar con esa vibración, bañándome en ella, haciéndome íntimamente consciente del tono de sentimiento. El tono de sentimiento es una emanación del alma que se expande con la conciencia; la emoción, por otra parte, siendo un derivado del pensamiento, tiende a disiparse cuando se relaja la atención. No lo forzaba ni me aferraba a ello. Simplemente me empapaba de ello. Lo hacía cada día, y periódicamente volvía a conectar con este estado en medio de mis idas y venidas diarias, en una práctica que denomino Místico durante un minuto —y que más adelante exploraremos un poco—. No tenía otro objetivo que el de generar un sentimiento mejor dentro de mí. Y como no me centraba en los sucesos externos, no dedicaba mucha atención a cómo me estaban yendo las cosas en el mundo externo, lo cual era bueno, puesto que, en su mayoría,

¡no estaban yendo demasiado bien! Tuve periodos de sentirme bien. Pero, aparte de breves lapsos, no noté ningún cambio significativo ni permanente —y a veces me preguntaba si aún tenía los pies en el suelo, o si no estaría volviéndome loco— hasta ese momento en el atasco de tráfico en el que, teniendo todas las razones para sentirme frustrado, aburrido y renegar de mi suerte, de repente me sentí como quien verdaderamente quería ser, el ser que en el fondo sabía que era. A nivel energético me había puesto a la altura de la idea más elevada de mí mismo, de mi mayor potencial, y en ese momento de gran tensión, mezclada con un poco de rendición —y un poco de abandono salvaje—, la resistencia que quedaba se fundió y emergió el nivel siguiente. No tuve que hacer gimnasia mental para entrar en esa zona. Ya no estaba afirmando algo. Algo me estaba afirmando a mí. Ya no estaba rezando. Estaba siendo rezado. Ahora era mi naturaleza más expandida, mi Yo Superior, quien estaba al volante; yo solo era el pasajero que se apuntaba a la excursión. Entendí por primera vez que podemos estar en el cielo en medio de un aparente infierno. Podemos ser libres independientemente de las circunstancias. La mayoría de la gente que se encontraba en esa autopista estaba en un atasco, pero yo estaba volando sobre él, y no había obstáculos en mi camino. No me faltaba nada. Ya no tenía deseos de tener éxito ni de ser rico. Ya lo era. Lo que me aportaba libertad y satisfacción era el estado de mis sentimientos, no las condiciones externas. Este estado duró un rato y después se integró —una palabra importante para avanzar. Esa experiencia de subir de nivel, por así llamarla, habría sido suficiente. Pero no fue más que el principio. En el plazo aproximado de una semana, toda una nueva vida empezó a desplegarse: nuevas oportunidades, mejores circunstancias económicas, más creatividad, comprensiones más profundas. El estado expandido de gratitud y abundancia interior que yo había activado creó las condiciones congruentes para que emergiera el paso siguiente de mi evolución. A medida que vivía más continuamente en esta vibración superior de alegría y agradecimiento, el universo me dio aún más cosas por las que sentirme feliz y agradecido. Pero también se me reveló una verdad más profunda. Esta vida abundante y alegre había estado en mí desde siempre: esta vida ya era yo. Simplemente no podía expresarse hasta que yo me alinease con ella. No era que la vida hubiera estado reteniendo algo que no quisiera darme; yo mismo había estado reteniéndome, conteniéndome de la vida. A medida que esta experiencia se desplegaba más plenamente y empezaba a trazar el mapa para alcanzar este nuevo estado, pude usarlo para evolucionar en todas las áreas de mi vida: desde tener hijos y crear una casa de ensueño para mi familia en expansión, hasta desarrollar mi negocio, en el que pasé de estar en el apartamento de una habitación al ámbito global que tiene hoy. Voy a enseñarte para que tú puedas hacer lo mismo, pero antes de centrarnos en cómo hacerlo, nos resultará útil saber un poco más sobre cómo funciona, para que

no tengas que depender de la fe ciega. Al entender que no se trata de algo personal, sino de utilizar unos principios, es más probable que practiques los principios independientemente de lo que pienses o sientas con respecto a ellos, y que generes resultados consistentes. La ecología de la conciencia Todo lo que vemos, sentimos, saboreamos, tocamos, cada relación que tenemos, todo ello está ocurriendo en la mente. La calidad de nuestro paisaje interno —la ecología de la conciencia— es la que crea las condiciones de nuestro mundo externo. Esto es liberador porque sitúa el factor determinante de nuestra experiencia en nosotros, en lugar de en algo que está ahí fuera. Ya no tenemos que aceptar la creencia de que nuestros genes, las estrellas o nuestras vidas pasadas, entre otras cosas, tienen algún poder sobre nosotros, y por fin podemos recuperar todo el poder que hemos regalado. El primer paso para desarrollar esta nueva conciencia es comprender el mecanismo de conciencia que crea la realidad: que la experiencia de los sentidos es una expresión de nuestra actividad mental y espiritual, no una realidad en sí misma. No vemos ni oímos porque tengamos ojos y oídos; tenemos ojos y oídos porque ver y oír son aspectos de la conciencia. Esta es una de las razones por las que puedes experimentar imágenes y sonidos en tu mente sin usar los sentidos físicos. Y cuando sueñas, puedes experimentarlo todo tan plenamente como en la vida de vigilia. De hecho, soñar activa muchas de las áreas sensoriales del cerebro que usamos cuando estamos despiertos, aunque no lo estemos, porque todo ello es un juego de la conciencia. De modo que el hecho de que sintamos que el mundo de vigilia es real no hace que lo sea. Dando un paso más, en realidad no es el cuerpo el que siente, sino la mente. El fenómeno del miembro fantasma nos sirve para ilustrar esto. Cuando alguien pierde una extremidad, a veces sigue sintiendo picor o dolor en esa extremidad ausente, y toca el espacio vacío para rascarse un apéndice que ya no está allí. La totalidad del mundo que está ahí fuera es una película que estamos proyectando sobre la pantalla de nuestra mente. Si quieres activar plenamente la Ley de Emergencia y llegar a ser maestro de tu vida, debes aceptar que lo que está fuera es un reflejo de lo que está dentro. Esto casi se ha convertido en una frase hecha en los círculos metafísicos, pero raras veces se comprende profundamente o se practica plenamente. El hecho es que todos creemos, en cierta medida, en poderes o influencias externas a nosotros. No se nos ha de culpar por este punto de vista; nos hemos visto atrapados en el engaño masivo de que estamos separados de nuestra naturaleza divina. Pero, si buscas en las grandes enseñanzas espirituales, verás que esta es la ilusión central de la que han estado tratando de despertarnos. Cuando Jesús estaba delante de Pilatos, que afirmaba que tenía el poder de dejarle con vida o de matarle, Jesús dijo: “No

tendrías ningún poder sobre mí si no te hubiera sido dado de lo alto” (Juan 19:11), refiriéndose a la conciencia superior o divina. Jesús afirmó que la naturaleza divina es el único poder. ¿Y dónde dijo que estaba? Dentro de nosotros. Esta no es una declaración religiosa; es un principio espiritual universal. Todo el poder está en ti. No parte del tiempo ni en algunos casos, sino en todo momento, sin excepción. La vida no es algo que te ocurra a ti; es algo que ocurre a través de ti. Si sientes que el mundo externo está polucionado, eso se debe a que la central de energía divina dentro de ti —esa fuente de energía capaz de generar cualquier cosa que quieras— está escupiendo los derivados tóxicos del pensamiento negativo. Si te encuentras con un estado de fragmentación —en tu cuerpo o en tus asuntos— es porque hay lugares descuidados o abandonados dentro de ti que necesitan ser cuidados. Si tus relaciones están llenas de conflictos y juegos de poder, eso significa que dentro de ti hay partes que están librando batallas por el territorio. El estado entero de nuestro planeta es un reflejo de la ecología de la conciencia humana. Esta es la razón por la que no viviremos en armonía con la naturaleza o unos con otros hasta que vivamos en armonía dentro de nosotros. Este es un tema controvertido porque parece implicar que nosotros somos la causa de todos los problemas. Si afrontamos retos, nosotros mismos los hemos llamado. Si enfermamos, nosotros hemos creado la enfermedad. Si tenemos un accidente, ha sido causado por nuestro pensamiento. Parece que estamos proponiendo que se culpe a la víctima, y no hay nada peor que estar por los suelos y que alguien te diga que eres tú quien está en falta. Pero aquí no se trata de culpar ni de juzgar. Para empezar, tú no has creado las percepciones erróneas que pueden estar produciendo desastres en tu vida. Ellas estaban aquí antes que tú. No es culpa tuya. A todos nos impactan las creencias limitantes hasta que las rechazamos conscientemente. En segundo lugar, se trata de un principio, y no de algo personal. La ley que convierte las creencias en experiencias no discrimina entre los pensamientos debilitantes o los dadores de vida que tienes arraigados en tu mente, así como el terreno tampoco discrimina entre la semilla de una flor y la de una mala hierba. Si plantas una rosa, aunque tú creas que eres una mala persona, la ley hace crecer la rosa. Si plantas diente de león, por muy buena persona que creas ser, la ley te dará una mala hierba. Por el hecho de haber nacido estamos expuestos a todas las creencias de la humanidad. Y estas semillas del pensamiento limitado son transportadas por los vientos de la experiencia humana, tal como les ocurre a las semillas aerotransportadas de diente de león. De nosotros depende mantenerlas fuera de nuestra parcela de tierra o arrancarlas cuando las encontremos allí. Si no lo hacemos, esas semillas se convertirán en una cosecha no deseada, no porque nosotros seamos malos, o buenos, o desafortunados, sino porque así es como funciona la cosa. Visto así, puede parecer que el universo es injusto y carece de sentimientos, pero está diseñado para darnos la mayor libertad. Y cuando entendemos cómo opera realmente y aprendemos a cultivar el terreno de nuestra

alma, asumiendo plena responsabilidad —no culpa— por todo lo que crece en nuestra vida, florecerá con una abundancia y una belleza ilimitadas. La crisis de incongruencia Una vez que entiendes que todo es una actividad de la conciencia y que nada externo tiene poder sobre ti, el principio siguiente que tienes que entender es que tu bien ya está presente. Como en el caso de las ondas de radio, tu música favorita ya está sonando exactamente donde estás, pero no vas a poder cantarla a menos que sintonices tu dial con la emisora adecuada. Cuando lo hagas, no estarás creando la música, sino revelando una música que ya está sonando. No está en otro tiempo y lugar; está aquí ahora. La distancia entre tu música y tú es una distancia que se mide en frecuencia. Lo mismo es válido para la canción de tu alma. El ritmo de la abundancia, la armonía de la salud, el ritmo de las relaciones empáticas, todos los grandes éxitos están sonando justo donde tú estás. Pero igual que yo tuve que dejar de esperar a que la canción adecuada me sacara del atasco de tráfico y tuve que empezar a cantarla yo mismo, tú tienes que dejar de esperar que la vida toque la música perfecta, ¡y tienes que ponerte a cantar lo que deseas oír como si toda tu vida dependiera de ello! Cuando no experimentamos esta sinfonía de éxito, es porque no estamos sintonizados internamente con ella. Podemos estar probando todo tipo de técnicas para estar sanos, para ser ricos y sabios, pero nuestros hábitos crónicos, sean físicos, emocionales o mentales, no se integran con ellas. Estamos siendo incongruentes. Es posible que cada mañana meditemos y contemplemos fijamente nuestros objetivos o nuestro tablero de la visión para alinearnos con esa frecuencia superior, pero después pasamos el día sin estar presentes, lo que nos vuelve a sintonizar con el ruido de fondo. Si escuchamos las noticias de camino al trabajo, empezamos a vibrar con la siembra del miedo*. Si nos congregamos en torno a la máquina de café para dar crédito a las dificultades de la economía, activamos nuestra conciencia de pobreza. Si dedicamos la hora de la comida a lamentarnos de todo el daño que nos está haciendo la gente mala, es posible que estemos tomando una comida saludable, pero en realidad estamos ingiriendo juicios tóxicos. Y si volvemos a ver malas noticias antes de ir a dormir, o no hacemos nada por limpiar las negatividades del día, seguirán dando vueltas durante horas en nuestro subconsciente, sin cesar, para digerir todos los macabros detalles. 3 Esta es una de las razones clave por las que no realizamos nuestro potencial: nuestros pensamientos, sentimientos, palabras y acciones inconscientes van en una dirección vibratoria, mientras que nuestra alma va en otra dirección. Estamos tratando de servir a dos maestros: el sistema de creencias humano del miedo y la carencia, y la realidad divina de amor y abundancia. Nos convertimos en una casa dividida, y una casa dividida no puede mantenerse en pie. La solución consiste en aceptar que nosotros somos la única ley que rige nuestra vida, y a continuación,

paso por paso, crear una estrategia que, consciente e inconscientemente, lleve nuestra vida a estar en coherencia con nuestra visión más elevada. Este será el principal objetivo del resto de este capítulo y, en último término, de todo el libro. Empecemos a sintonizarnos. Los tres pasos hacia las condiciones congruentes Sin importar de dónde vengas ni dónde estés, cuando practicas los tres pasos siguientes puedes sintonizar tu conciencia con la emisora en la que está sonando tu música, alineándote con la vibración visionaria de tu alma. Los tres pasos, resumidos, son: 1. Identifica en tu visión los tres pilares del propósito del alma: sentir, ser y hacer. 2. Activa los dos primeros pilares del propósito del alma, sentir y ser (abordaremos detenidamente el “hacer” en la etapa siguiente). 3. Practica diariamente la estrategia VETS, que son las iniciales de Vivir En el Tono de Sentimiento de tu visión (también conocida como tu vibración visionaria). Los tres pilares del propósito del alma Tu visión está compuesta de tres pilares principales: ¿cómo te sentirías, quién serías, y qué harías si la estuvieras viviendo plenamente? Esta es una distinción importante porque la gente se centra principalmente en el hacer, menos en el sentir y raras veces en el ser. Si su visión consiste en tener un negocio próspero y en conocer al amor de su vida, lo que anotan es el aspecto que eso tendría: principalmente en qué tipo de actividades se involucrarían —el hacer—. Seguidamente diseñan un plan para conseguir que eso ocurra y tratan de alcanzarlo. Sin embargo, como ya hemos indicado, incluso si conseguimos manifestar nuestros objetivos externos, tendemos a seguir llevando con nosotros el mismo concepto de nosotros mismos o, lo que es peor, nuestro autoconcepto queda aún más dañado por el camino recorrido. Además de que nos hemos hecho congruentes con lo que creemos desear, hay un punto de vista espiritual que es aún más significativo: a nivel del alma, si consigues algo en el mundo pero no evolucionas espiritualmente, no has conseguido nada. Es como si no hubiera ocurrida nada, se trata de un no-suceso. En términos generales, si vas por la vida consiguiendo únicamente resultados externos sin transformar tu ser interno, has vivido una no-vida. Desde la perspectiva del alma podrías haberte quedado sentado en casa. Podríamos actualizar la famosa frase “¿De qué te sirve ganar todo el mundo si pierdes tu alma?”, de esta manera: “¿De qué te sirve ganar el mundo si no creces?”. A fin de cuentas, por no hablar del fin de nuestra vida, lo que más satisfacción nos da no es lo que hemos conseguido, sino aquello en lo que nos hemos convertido.

¿Eres más pacífico, más amoroso, más paciente, estás más conectado contigo mismo y con los demás? ¿Te sientes más poderoso y auténtico en tu expresión? Si te sientes más en posesión de ti mismo —aunque no tengas más posesiones en el mundo— has tenido un buen año. Entonces, mediante la Ley de Emergencia, ese nuevo estado de ser debe tener como consecuencia un tener más. Lo interesante es que, llegado a este punto, te darás cuenta de que tener más solo es la guinda del pastel. Identificar los tres pilares del propósito del alma En este paso, vas a conectar con tu visión para descubrir cómo te sentirías y quién serías si estuvieras viviéndola plenamente. Primer pilar: las cualidades de sentimiento. Tómate un momento para contemplar y/o visualizar tu visión ideal, en la medida en que la hayas descubierto, y pregúntate: “¿Cómo me siento en esta vida ideal? ¿Qué sensaciones me produce dar, recibir, tener, ser y hacer a este nivel?”. Potencia la visión para incrementar ese sentimiento. Si estás en una relación ideal, contémplate recibiendo una enorme cantidad de amor y de afecto. Si estás trabajando en tu empleo ideal, contémplate recibiendo agradecimientos y felicitaciones, abrazos y apretones de mano. Si estás ante un público, contémplate recibiendo una ovación cerrada, reconocimiento y recompensas dondequiera que vas. No te preocupes del cómo o del por qué; simplemente amplía las posibilidades y potencia los sentimientos. Toma aliento, incorpora esa visión y anota las cualidades que has sentido. Segundo pilar: las cualidades de ser. Retorna al estado de la visión y pregúntate: “Si estuviera viviendo esta visión plenamente, ¿quién sería yo? ¿Cómo caminaría, hablaría y me relacionaría con los demás?”. Cierra los ojos y visualízalo. Date cuenta de cómo te mueves por este mundo, de las cualidades de tu carácter. ¿Te sientes más poderoso, confiado, generoso? Imagina una situación complicada y date cuenta de que ahora responderías de otra manera. ¿Estás más centrado? ¿Eres más paciente? ¿Estás más dispuesto a perdonar? Una cualidad de ser tiende a ser más activa que una cualidad de sentir. Por ejemplo, dar es una cualidad del ser, mientras que s e r abundante es una cualidad del sentir. Sé consciente de las diferencias entre tu visión y tus comportamientos actuales. Anota estas cualidades de ser. Activar los pilares del propósito del alma En este paso, descubrirás a las personas, los lugares, las actividades y los objetos que te ayudan a sentir las cualidades de tu visión y te permiten empezar a ser la persona que serías si la visión se hiciera realidad. Esto te ayuda a diseñar un estilo de vida que active regularmente la vibración visionaria hasta que se encarne

permanentemente. Activar los sentimientos Toma una hoja en blanco y dibuja dos columnas. En la de la izquierda escribe “Sentimientos” —o “Cualidades”—, y en la de la derecha anota “Activación”. Debajo del titular de la izquierda, dejando al menos unas cuantas líneas entre ellas, anota las cualidades o sentimientos que más deseas experimentar: por ejemplo, felicidad, afecto, paz, y así sucesivamente. Después, a la derecha, anota la lista de actividades, personas, lugares y objetos sensoriales —como imágenes, objetos físicos, sonidos y olores— que crees que te harían sentir esa cualidad, o que lo han hecho en el pasado. Digamos que has anotado la cualidad de la confianza. Tal vez recuerdes un deporte o una actividad creativa que hizo que te sintieras bien contigo mismo, pero con el tiempo dejaste de hacerla. Podrías recordar a un amigo solidario que te hace sentir que puedes hacer cualquier cosa, pero no habláis a menudo. Anota estas cosas. Tal vez estás tratando de fomentar el sentimiento de paz, y la sientes cuando das paseos, pero has dejado de darlos. O hay un tipo de música que te da alegría, pero raras veces la escuchas. Incluso podrías recordar que cuando ibas a casa de tu abuela olía a pan recién salido del horno, y recuerdas que eso te hacía sentirte seguro y en casa, pero tú mismo nunca has hecho pan. Anótalo todo: los paseos, la música, hacer pan. Estás descubriendo toda una serie de situaciones, circunstancias e individuos que activan la vibración visionaria en tu vida y te ayudan a sintonizar con —e incluso a entrar en— un estado que es congruente con tu visión. Tus deberes para casa —o, más bien, el juego— consisten en elegir una cualidad; a continuación, elige una actividad o dos de la lista del lado derecho de la página, e inclúyelas en tu vida. Esto podría consistir en establecer una cita, o incluso una serie de encuentros regulares, con el amigo que te hace sentirte bien. Podría tratarse de colgar algunos cuadros nuevos, o de poner nuevos objetos en tu escritorio, o de hornear una barra de pan recién preparada. También podría consistir en apuntarse a un gimnasio, a un grupo de costura, a una clase de yoga o de programar una caminata diaria por el bosque; cualquier cosa que te ayude a tener esos sentimientos positivos. Comienza por una cualidad. Después, elige otra e introduce más de las actividades de tu lista que elevan la vibración, a fin de activar tus buenas sensaciones. No se trata necesariamente de añadir más cosas a un programa que ya está repleto. En algunos casos podría tratarse de añadir otras capas a algunas de las actividades existentes para hacerlas aún más positivas, como practicar ejercicio en el parque en lugar de en el gimnasio porque estar al aire libre te llena de alegría. O añadir cierta música, aromas u objetos a tu lugar de trabajo para mejorarlo. En otros casos puedes reemplazar una actividad por otra más congruente, como dar un paseo durante la hora del almuerzo en lugar de juguetear con el móvil, o meditar durante el corte publicitario en lugar de ver los anuncios.

Activar el Ser Toma otra hoja en blanco y dibuja dos columnas. En la de la izquierda escribe “Ser”, y en la de la derecha pon “Actividades”. En la columna “Ser”, anota las cualidades esenciales que expresarías si estuvieras viviendo tu visión ideal, dejando algo de espacio entre ellas. Mientras que las cualidades de sentir son más internas y de naturaleza más pasiva, las cualidades de ser son más activas; estos son algunos ejemplos: “valiente”, “extrovertido”, “espontáneo”, “salvaje y escandaloso”, “amoroso”, etc. En la columna de “Actividades”, anota las acciones que puedes emprender ahora para empezar a ser esa persona. Para descubrirlas, puedes cerrar los ojos y conectar con tu visión, sintiéndola por dentro, notando cómo es esa cualidad de ser. A continuación, pregúntate: “¿Cómo sería si diera el paso de ser esto en mi vida actual?”. Cuando surja la respuesta, de la forma que sea —una visión, un sentimiento, una idea—, continúa preguntando hasta conseguir una guía específica que puedas llevar a la acción. Por ejemplo, tenía una clienta que estaba trabajando con la cualidad de empoderamiento, y recibió la guía: “Amarme más a mí misma”. Pero eso todavía no era una guía; solo era una abstracción, un truco del ego para hacerle creer que estaba recibiendo información útil y progresando. Cuando la guía que se recibe es vaga e inconcreta, raras veces produce una nueva acción o comprensión, y acabamos volviendo a relajarnos en los viejos hábitos. De modo que le di la instrucción de seguir hablando con su guía y preguntar: “¿Cómo sería amarme más a mí misma? ¿Qué aspecto tendría?” Eso trajo la frase: “Cuidar mejor de mí misma”. Esto ya era un progreso, pero aún no era algo específico y que pudiera llevarse a cabo. De modo que preguntó: “¿Cómo sería cuidar mejor de mí misma?”, o “¿Cómo debería cuidar mejor de mí misma?”. Entonces oyó: “Empieza a hacer ejercicio”. Esto estaba más cerca, pero aún era borroso. Y un pensamiento borroso conduce a resultados borrosos. De modo que le invité a ser más específica: “¿Qué tipo de ejercicio? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cuánto?”. Ella continuó haciendo preguntas hasta que su mente finalmente dijo: “¡Bien! Esa clase de yoga en la que has estado pensado. Haz yoga tres días por semana”. Eso es una verdadera guía, y cuando mi clienta la honró y la siguió, activó en ella la sensación de empoderamiento que había estado buscando. Si lo hubiera dejado en “Amarme más a mí misma”, es posible que esa noche se hubiera dado un abrazo y no hubiera ido más lejos. Podrías pensar que esto es demasiado trabajo, y que no tienes tiempo para diseñar tu vida, pero lo cierto es que, cualesquiera que sean sus componentes actuales, ya la has diseñado, aunque lo hayas hecho inconscientemente. La mayoría de la gente quiere ser feliz, tener salud y vivir sus sueños, pero, por miedo o simplemente para “ir tirando”, no se dan cuenta de que han diseñado una estrategia que es incongruente con lo que verdaderamente quieren. Prestan atención a medios de comunicación que tienen un impacto negativo en ellos a nivel mental y emocional,

toman comidas que no están energéticamente ni filosóficamente alineadas con su visión más elevada, se quedan atrapados en trabajos por los que sienten muy poca o ninguna pasión, participan en conversaciones o en actividades que no les interesan y, como no tienen una intención clara, son arrastrados al mar por una marea de tendencias disfuncionales. Muchos buscadores sinceros acaban haciendo algo de este tipo. Antes de que yo aprendiera a diseñar conscientemente mi vida en torno a mi visión más elevada, a menudo caía en estos hábitos inconscientes. Practicaba un poco de meditación por la mañana si tenía tiempo y escuchaba algún CD de autoayuda en el gimnasio o en el coche. En algunos casos, incluso sacaba tiempo para centrarme en mi diario de sueños o en mi panel de la visión, y emprendía una o dos acciones que iban en la dirección de mi vida ideal. El problema era que me había rodeado de personas, imágenes, energías y entornos que no estaban alineados con mi vida ideal, y esto me llevó a emprender acciones que a menudo eran opuestas a lo que yo quería crear y a quien quería ser. Daba dos pasos adelante y tres pasos atrás. No había diseñado mi vida de manera consistente. Las cosas seguían distintas direcciones y eso no me permitía alcanzar la velocidad de crucero. Tras mi apertura espiritual, me deshice de la televisión, de las revistas, de los periódicos y de los vídeos —de todo lo que tenía energías o mensajes negativos— y me enclaustré en mi apartamento, leyendo literatura espiritual, meditando, escribiendo en mi diario y dedicando tiempo únicamente a personas que estaban siguiendo el mismo camino. Fue un rediseño radical, pero era lo que necesitaba. A veces puedes progresar cambiando poco a poco; otras veces la inercia de los viejos hábitos es demasiado fuerte. Tal como un cohete tiene que despegar para librarse de la gravedad terrestre, a veces es necesario emprender acciones más radicales para superar el tirón gravitacional de nuestra identidad limitada. No estoy sugiriendo que te deshagas de todas tus posesiones, que dejes el trabajo ni que eches de tu vida a todos los que no tengan una actitud positiva. Esto es algo que cada persona tiene que evaluar individualmente: lo que se puede quedar, lo que tiene que irse, lo que necesita un reajuste y lo que está funcionando bien. Pero, para pasar al nivel siguiente, tienes que generar una estrategia que esté en concordancia con tu alma. La estrategia diaria VETS El núcleo de tu trabajo diario con el proceso de emerger es Vivir En el Tono de Sentimiento —la cualidad vibratoria— de tu visión, la estrategia diaria VETS. La VETS diaria aúna todos los elementos que has desarrollado hasta ahora en una rutina compuesta por algunos ejercicios simples que puedes incorporar a tu día a día. A medida que esto llegue a formar parte de tu vida de manera consistente, abrirá una nueva ruta subjetiva en tu conciencia que integrará esta frecuencia superior hasta que se convierta en un nuevo punto fijo, y eso creará las condiciones congruentes para que emerja la siguiente etapa de tu evolución.

¿Estás preparado para el despegue? El proceso “visualización-vibración-radiación” Esta es una meditación activa fundamental que expande e integra tu vibración visionaria: el tono de sentimiento característico de tu visión. Empieza visualizando tus resultados ideales, permitiéndote realmente entrar en el sentimiento que conllevan. La visualización es una habilidad que se fortalece con la práctica, de modo que, si te resulta difícil, empieza por pensar las imágenes e ideas, y deja que esos pensamientos generen los sentimientos. A medida que te sientas conectado con la energía de tu visualización, toma unas cuantas respiraciones profundas, y, con cada espiración, imagina que esta energía se expande hasta llenar tu corazón, tu pecho, tu cuerpo y el entorno que te rodea. Cuando te sientas expandido energéticamente, extiende las manos por delante de ti, con las palmas hacia fuera. Imagina que la Tierra, que tiene el tamaño de una pelota de béisbol, está delante de ti, e irradia esta energía hacia el planeta, visualizando que satura a cada persona, a cada criatura, cada río y océano y el terreno entre ellos. Mientras sientes o imaginas el discurrir de esta fuerza de vida atravesando tu corazón, bajando por tus brazos y saliendo por tus manos, añade una oración parecida a esta: “Que todos los seres, todas las criaturas, y la totalidad de la creación sea bendecida incondicionalmente. Que todos sean/tengan —rellena con las cualidades que más desees experimentar en tu vida—. Que cada ser, cada criatura y la totalidad de la creación despierten y sean liberados”. Usa palabras que te conmuevan, siempre que tengan una intención parecida. Continúa repitiendo esta oración en silencio, sintiendo el canal de energía que te atraviesa y va hacia el mundo, incluyendo a todas las personas de tu vida, especialmente a aquellos hacia los que tengas algún sentimiento negativo. A medida que irradias esta energía, ofrece perdón o pide perdón. Si sientes resistencias, imagina en el ojo de tu mente a tu yo resistente, e irradia esta bendición incondicional hacia él. A continuación, vuelve al proceso. A medida que la energía fluya a través de ti, imagina que arranca cualquier pensamiento limitante, las imágenes negativas, los recuerdos destructivos y la vieja energía tóxica, y que todo ello fluye fuera de ti, disolviéndose en la corriente de energía. Cuando estés preparado, gira las palmas de vuelta hacia ti y ofrécete esta misma bendición a ti mismo. Finalmente, ponte las manos sobre el corazón y afírmate a ti mismo como nunca antes, diciéndote todas las cosas que te gustaría oír, ¡amándote! Místico durante un minuto La meditación es una de las herramientas espirituales más poderosas para conectar con Dios y con tu ser, y para cultivar las condiciones que permitirán tu emerger. Sin embargo, hemos de admitir que constituye un escollo para muchos. Para los recién llegados, sentarse en meditación puede ser una experiencia frustrante, e incluso

dolorosa. También es posible que los que ya están en el camino a veces sientan resistencias a meditar regularmente. Pero la meditación no tiene por qué ser un deber, y no importa qué técnica particular utilices para ir más allá de la mente y entrar en contacto con la dimensión intemporal del ser. Hay tantos caminos a esta dimensión profunda como personas. Cuando se trata de cultivar condiciones congruentes, la continuidad de tu conexión es más importante que la cantidad de tiempo que pases en cada sesión. Es decir, podrías meditar durante mucho tiempo por la mañana y después sentirte perturbado por alguna noticia o suceso vital que te deje desconectado el resto del día. Si vuelves a conectar con más frecuencia, aunque solo sea el tiempo suficiente para volver a centrarte, puedes acelerar tu progreso. Llamo a esta práctica místico durante un minuto porque, usando pequeñas sesiones de un minuto a lo largo del día, fortaleces tu enfoque, prolongas la atención, disuelves bloqueos e incrementas la conexión. Puedes usar estos minutos místicos para contemplar las cualidades esenciales de tu visión, para afirmar tu naturaleza superior o para relajarte en el estado de ya está hecho, que es, después de todo, la verdad subyacente en el proceso de emerger. Pero ten cuidado porque esta práctica es engañosamente simple; no tiene que ver con el ego, que suele requerir procesos complejos para sentirse importante. Cuando usas esta práctica regularmente —y esta es la clave de su eficacia— producirá un profundo cambio en la conciencia. Algunos minutos místicos que puedes practicar a diario: Antes de irte a la cama, tómate un minuto para conectar con tu respiración. Simplemente obsérvala entrar y salir. Si tu mente empieza a parlotear, dile que pronto estarás con ella, y a continuación retorna con la atención a la respiración. Al levantarte, en lugar de, “¡Dios mío, ya es por la mañana!”, prueba a decir: “Buenos días, Dios”. Da gracias por todo lo que hay en tu vida… y seguidamente pon los pies en el suelo. Cada vez que te bañes o te duches, tómate un minuto para sentir el agua contra tu piel, las sensaciones, los sonidos. Permanece en tu cuerpo, en el momento presente, en lugar de deambular hacia el futuro para hacer planes, o de ir al pasado para fantasear que ganaste esa discusión. Mientras tu cuerpo se limpia, afirma que la basura emocional y mental también se está yendo. Durante las comidas, tómate un minuto para apreciar los aromas y sabores de lo que comes, y da gracias porque está nutriendo tu cuerpo. Si quieres hacer una contemplación más larga, considera el origen de los alimentos, cómo han llegado hasta tu mesa. Probablemente esos ingredientes fueron cultivados en un granja, distribuidos por el conductor de un camión, almacenados por un tendero. Y volviendo más atrás, se plantaron las

semillas, se cosecharon los cultivos, se alimentó a los animales. Ha sido necesario el trabajo de mucha gente para posibilitar esta comida, por no hablar del sol, de la lluvia y de la totalidad de la danza cósmica. Cuando estés conduciendo —o viajando en transporte público—, y llegues a un stop, tómate un minuto para observar tu respiración y dar gracias por la armonía del universo, y cómo se refleja en el hecho de que los semáforos, las calles y los metros crean orden en el caos —cuando uno piensa en la organización necesaria para gestionar el enorme flujo de personas y tráfico, ¡es milagroso que podamos llegar a cualquier parte!—. Seguidamente, afirma que este mismo orden y armonía están gobernando tu vida y tu visión. Antes de empezar a trabajar —en la oficina o en casa—, tómate un minuto para dar gracias por tu trabajo, bendice a todos los que forman parte de él y a todos aquellos a los que afecta en el planeta, y establece la intención de que este sea el mejor día de tu vida. Si estás desempleado, da gracias por tus habilidades y por el tiempo extra de que dispones para la contemplación y para conectar con tus seres queridos. Si surge la negatividad, simplemente date cuenta de ello y después lleva la atención a las cosas por las que te sientes agradecido. Así cultivas la abundancia. Cuando vayas al baño, tómate un minuto para dar gracias por cómo tu cuerpo elimina lo que ya no le sirve, y afirma que tu corazón y tu mente están haciendo lo mismo. Si tienes una enfermedad o problemas físicos, enfócate en un área que esté saludable. Siente el bienestar allí. Da gracias. Esto permite cultivar las condiciones para una mayor salud. Si estás viendo la televisión, haz una pausa durante los cortes publicitarios, quita el sonido y reconecta internamente. Vende a tu mente las ideas que potencian la vida, en lugar de dejar que otros te vendan sus ideas a ti. Más o menos cada hora a lo largo del día, detente un minuto para notar cómo te encuentras, para respirar, reconectar y dar gracias por la vida, y después vuelve a lo que estés haciendo. Esta es la práctica fundamental de místico durante un minuto. Aunque no hagas nada más, este único ejercicio tendrá un impacto significativo. Al caer dormido, afirma que tu mente y tu cuerpo se renuevan mientras descansas, y que despertarás más inspirado que nunca. Al principio, convertirse en místico durante un minuto puede parecer algo mecánico y que requiere disciplina. Pero, después de algún tiempo, notarás que te diriges hacia dentro automáticamente: incluso con los ojos abiertos, en medio de una conversación o de cualquier actividad. La clave está en ser consistente. A medida que te detengas varias veces durante un minuto en medio de tu apretado programa de actividades, no solo dispondrás de más energía y creatividad, también generarás

nuevas rutas neuronales que te permitirán sentirte centrado, conectado y enchufado a lo largo de todo el día. Afirmaciones en tres dimensiones Las afirmaciones nos ayudan a reprogramar las creencias limitantes que tenemos con respecto a nosotros mismos. El problema es que la mayoría de nosotros nos hemos planteado las afirmaciones de una manera plana, unidimensional, mientras que las creencias han quedado instauradas en nosotros siguiendo un patrón multidimensional, e incluso holográfico. Como las impresiones llegan a nosotros en primera, segunda y tercera persona —es decir, en términos no solo de yo soy, sino también de tú eres y él/ella es—, quedan impresas de este modo en nuestro subconsciente. De modo que es aconsejable recitar las afirmaciones de la misma manera. Si tu afirmación es: “¡Yo soy una persona poderosa, rica, confiada!”, entonces recítala también de esta manera: “¡[Tu nombre] es una persona poderosa, rica, confiada!” Para poner esto en práctica puedes tomar los tonos de sentimiento y las cualidades de carácter que anotaste en el ejercicio de los tres pilares del propósito del alma y convertir cada uno de ellos en una afirmación tridimensional enunciándolo de las tres maneras. Para empezar, elige entre una y tres cualidades, en lugar de intentar afirmarlo todo de una vez. Trabaja en cada afirmación hasta que experimentes cierta integración, hasta que empieces a sentir que esa cualidad es una parte activa de tu campo emocional-vibratorio. Practica tus afirmaciones tridimensionales delante de un espejo para poder decírtelas a ti mismo mientras te miras a los ojos. Cuando surja cualquier diálogo interno limitante, anótalo y después vuelve a las afirmaciones —más adelante podrás convertir ese diálogo negativo en una afirmación positiva—. Comienza pronunciando metódicamente tus afirmaciones en primera, segunda y tercera persona, repitiéndolas una y otra vez. Seguidamente, conforme aumente la energía, siéntete libre de mezclarlas. Por ejemplo, puedes pasar de la primera persona a la tercera y después a la segunda, volviendo después a la tercera. Confía en el proceso. Cuando te sientas cómodo, comprueba si quieren surgir otras afirmaciones o variantes. Veamos un ejemplo, la afirmación “Soy una persona poderosa y abundante” podría cambiar orgánicamente y dar “Soy una persona poderosa, abundante y maravillosa”, e incluso “¡Soy un genio poderoso, abundante, maravilloso y sexy!”. No retengas nada. En el punto álgido de la experiencia, cuando realmente estés vibrando, siéntate y medita sobre ese sentimiento durante unos minutos, o más tiempo si lo deseas. Deja que te empape. A continuación, pregúntate: “Desde esta energía, ¿qué estoy llamado a soltar o abrazar para entrar más plenamente en mi visión?”. Escucha. Mira si oyes alguna guía en esta emisora. Si el mensaje es vago, sigue preguntando hasta conseguir algo específico. Anótalo. Y, en la medida que te parezca apropiado, integra la guía en tu estrategia VETS de cada día. Si no te gusta ponerte delante del espejo, procura superar tu incomodidad y hacerlo

igualmente. Sé que puede parecer extraño y alocado, pero eso no es más que el parloteo del ego, los juicios sobre ti mismo, y los muros protectores que has construido alrededor de tu corazón. Si puedes superar tu actitud defensiva, verás que los muros se desmoronan y sentirás que tu corazón se abre. Si quieres introducir un cambio de vez en cuando, procura repetir tus afirmaciones mientras caminas o corres. El ritmo del cuerpo puede ayudarte a entrar en una cadencia agradable que favorezca las afirmaciones. Y la energía cinética puede ayudar a asentar y a activar los sentimientos internos de manera más eficaz. Las páginas nocturnas Es mejor hacer este ejercicio de escribir en tu diario al final del día, para que puedas hacer inventario de tu progreso. Anotar lo que percibes y experimentas te ayuda a incrementar la confianza y a tomar conciencia de las posibilidades y de la abundancia en general, y genera las condiciones internas para una mayor comprensión, inspiración y expansión. No te dejes engañar por la simplicidad o la familiaridad. He visto a gente que ha hecho este trabajo y le han surgido espontáneamente oportunidades que han incrementado su prosperidad. Haz cuatro listas: Tengo Puedo/soy capaz de He conseguido/éxitos Me siento agradecido por En el apartado “Tengo”, anota todo lo que tengas, dentro y fuera; las cualidades que estás activando y expresando; los dones, los talentos y las habilidades; las personas y las cosas de tu vida; el dinero que tengas, aunque te parezca poco. Incluye las cosas a las que tienes acceso aunque no seas su dueño. Podrías tener carreteras asfaltadas, sistemas de alcantarillado, una red de bibliotecas o Internet. Si lo cuentas todo, probablemente tienes más cosas que la realeza de la antigüedad. Permítete regocijarte de todo lo que tienes. Si hay un área concreta de tu vida en la que has estado tratando de realizar un avance significativo, préstale especial atención y registra de la manera más sistemática posible todo lo que tienes en esa área. Por ejemplo, si quieres poner en marcha un negocio pero necesitas un capital de un millón de euros, posiblemente tenderás a enfocarte en lo que no tienes, en lo que te falta, y después reaccionarás desde ahí, lo que tiende a potenciar la sensación de carencia y a generar resistencias. Enfócate más bien en lo que tienes, dentro y fuera. Debajo del apartado “Puedo/soy capaz de”, anota todas las cosas que puedes hacer, todas las cosas que eres capaz de hacer. Esto es especialmente importante en aquellas áreas en las que te sientes atascado, victimizado, carente o inadecuado. Siguiendo con el ejemplo de poner en marcha un negocio, piensa en lo que puedes

hacer. Puedes crear un plan de negocio; puedes llamar a todas las personas que conoces y ofrecerles una inversión; puedes aprender de las personas que han creado negocios de la nada; puedes hacer trabajo interno para generar la actitud mental del dueño de un negocio de éxito; hay muchas cosas que tú puedes hacer. En el apartado “He conseguido/éxitos”, anota todas las cosas que has logrado o alcanzado. Seguidamente, escribe cada día al menos cinco éxitos que hayas tenido a lo largo de ese día, aunque solo sea “he salido de la cama” o “me he cepillado los dientes”. Hay muchas personas que no han conseguido hacer ninguna de estas cosas. Una vez más, presta atención a cualquier área en la que estés tratando de conseguir algún avance significativo. Si se trata de dinero, mira las cosas que has conseguido en esa área, incluyendo el dinero que hayas ganado, ahorrado, invertido, dado o encontrado, ¡aunque solo sea un céntimo! La ley universal no sabe de cantidades, solo de calidad. En “Me siento agradecido por”, es muy evidente lo que tienes que anotar. Pero amplía tus horizontes. Encuentra cosas por las que sentirte agradecido que habías dado por supuestas. Permítete sentirte sorprendido por las cosas que te causan agradecimiento. Permite que se active realmente tu acción de gracias. “Me siento agradecido a esa persona que me ha abierto la puerta”. “Me siento agradecido por el sol que activa mi vitamina D”. “¡Me siento agradecido por mi capacidad de sentirme agradecido!”. Una vez más, presta especial atención a cualquier área en la que estés tratando de conseguir un avance significativo. ¿Por qué puedes sentirte agradecido dentro de ella? A medida que haces esto, estás creando condiciones congruentes para tu visión, estás dando la bienvenida a esas condiciones. La riqueza no puede venir a una conciencia o a una experiencia que no contenga una vibración de riqueza. Y el amor tampoco puede residir allí donde habitan la ira, el resentimiento o la culpa. La visión que estás tratando de emerger está hecha literalmente de estas cualidades que estás activando. De la anticipación a la participación: últimos pensamiento sobre cómo crear congruencia Uno de los grandes cambios que ocurren en nuestra conciencia a medida que cultivamos las condiciones congruentes para nuestro emerger es que pasamos de anticipar un bien futuro, o de temer un mal futuro, o de resistirnos a las condiciones actuales, a tener una mayor participación en el bien espiritual que siempre está ahí, esperando nuestro reconocimiento. Recuerda la analogía de la radio. Tu música favorita no está sonando en el futuro o en la distancia; ya está aquí y ahora. Y por más ruido de fondo que haya en la emisora actual —sea cual sea tu actual estado físico, emocional y mental—, siempre puedes sintonizar con esta frecuencia superior. No tienes que esperar a que las cosas vayan mejor; no estás a expensas de algún

poder o circunstancia externos porque siempre puedes elegir otra emisora. Esto es lo que me ocurrió cuando me encontré repentinamente en el cielo, a pesar de estar atascado en una carretera que iba al infierno. Durante miles de años el mundo ha rezado a un Dios lejano, o ha usado todo tipo de técnicas para conseguir algo, o para hacer que ocurriera algo, cuando todo ha estado aquí en todo momento. Dios ya ha hecho todo lo que tenía que hacer. El trabajo se ha completado. La música está siendo emitida, está sonando. Pero tú tienes que sintonizarte para recibirla. Esta es la razón por la que tantas oraciones no tienen respuesta, tantas afirmaciones no producen resultados y tantas prácticas fracasan o empeoran las cosas. La gente está haciendo todas estas cosas para conseguir algo que creen que no tienen, y esa misma ley que están poniendo en marcha debe reflejarles más carencia, limitación y separación. Este es uno de los mayores secretos. Por eso sigo repitiéndolo. Ya estás en el cielo —pleno, completo y abundante—, pero debes cultivar las condiciones que son congruentes con esta verdad a fin de experimentarla. Domina este principio y cantarás una canción completamente nueva. 2* Canción de los Beatles cuyo significado se puede traducir como: “Déjalo”, “Déjalo ser”, “Que sea”, indicando una actitud de aceptación o rendición. (N. del T.) 3* A veces, los medios de comunicación parecen sembrar miedo al dar las noticias. (N. del T.)

TERCERA ETAPA

Crea un plan cuántico Todo nuevo comienzo viene del final de algún otro comienzo. Séneca Un camino deseado —o una línea deseada— es un fenómeno notable. Es un camino pedestre desgastado por los caminantes que van encontrando su mejor ruta hasta un lugar deseado. Aprendí sobre ellos de una historia apócrifa que describía un incidente ocurrido en la creación de estos senderos. Que el incidente ocurriera o no carece de importancia. Como en el caso de cualquier gran historia, lo que nos mueve es la verdad que esa historia ilumina. En este cuento había una universidad con diversos patios y espacios públicos que a lo largo de los años habían caído en el descuido. Las zarzas ahogaban los setos, y sobre el césped había calvas que se unían como manchas solares fundidas, extendiéndose a lo largo de una multitud de caminos creados por los alumnos al transitar apresuradamente por las mejores rutas para ir de una clase a otra. La junta de gobierno de la universidad, sintiendo que los jardines no reflejaban la calidad de la institución, acudieron a un renombrado arquitecto paisajista para crear un campus que reflejara la excelencia académica de la escuela, y la altura de los logros de sus estudiantes. La junta quería que el trabajo se completase rápidamente, antes del comienzo del semestre siguiente. El arquitecto evaluó los terrenos y accedió a ceñirse a esos plazos con la condición de que él pudiera crear un diseño basado en el verdadero carácter y personalidad de la escuela, y que se le diera la libertad de seguir adelante aunque la junta no comprendiera plenamente su método ni su plan. Tenía una gran reputación y su trabajo hablaba por sí mismo, de modo que la junta accedió. El arquitecto deambuló por el campus, tomando notas y haciendo esbozos, prestando atención a los montículos y a las cuestas, y a cómo encajaban los edificios en los espacios allí creados. Para él, la disposición natural del terreno, sus caminos desgastados y las líneas que atravesaban el paisaje contaban una historia. Su trabajo consistía simplemente en interpretarla. Y para el final del día ya sabía el aspecto que tendría el campus cuando estuviera acabado. Hizo los planos para rediseñar los jardines y los remitió a la junta de gobierno para su aprobación. Solo había una omisión evidente: no había incluido ningún camino pedestre. Al principio, la junta no entendió su plan, y se resistió a la idea temiendo que los estudiantes se perdieran, tomaran todo tipo de atajos, crearan un laberinto de rutas desordenadas y, una vez más, arruinaran los jardines. Es más, estaban seguros de que recibirían muchas quejas porque la gente tendría que atravesar zonas de polvo y de barro para dirigirse a clase. Sería un caos.

El arquitecto les recordó que la experiencia previa había demostrado que, de todos modos, la gente toma atajos y crea sus propios caminos, lo que a menudo lleva a tener que rediseñar y repavimentar, con el consiguiente aumento de gastos. Sin embargo, en esta ocasión identificarían los caminos correctos y los pavimentarían. Después de cierto debate, la junta cedió y dio al diseñador un breve periodo para demostrar su teoría. Transcurridas unas pocas semanas, los resultados no eran buenos. Como la junta temía, los estudiantes parecían estar creando todo tipo de rutas arbitrarias. Los terrenos parecían desordenados y empezaron a llover quejas. El arquitecto pidió a la junta que confiara en él. Encontrar el verdadero camino exige tiempo y paciencia, explicó, pero el resultado ahorrará tiempo y dinero, y creará la ruta óptima, la ruta deseada, que refleja una mayor congruencia con el entorno, fluye mejor con el gradiente natural y con el clima, y lleva a la gente donde quiere ir de la manera más rápida y eficiente. Una vez más, los administradores cedieron y le dieron más tiempo. Para el final del semestre, del caos de elecciones habían emergido caminos claros y diferenciados, caminos que no habrían podido ser previstos, pero que servían a su propósito de la manera más eficaz y elegante. Se pavimentaron. El arquitecto paisajista pasó a hacer otras cosas y los caminos aún siguen allí. La paradoja de la planificación Un problema de la planificación tradicional es que a menudo surge de nuestra mentalidad limitada y de la perspectiva histórica. Planeamos en función de lo que creemos desear y de lo que pensamos que se debería hacer. Pero, tal como los paisajistas no pueden prever el mejor camino para la gente en un área donde todavía no se ha caminado, resulta difícil planificar una vida —prever dónde deberíamos ir y la mejor manera de llegar— si todavía no hemos estado allí. Es más, siguiendo el verdadero estilo del emerger, la persona que planifica ya no será la misma cuando se haya desplegado su visión, tal como la oruga ya no está allí cuando la mariposa extiende sus alas. El punto de vista, las necesidades y los deseos de la mariposa surgen de todo un nuevo mundo de posibilidades, más allá de lo que la oruga podría haber concebido. Lo mismo es válido para nuestro proceso de emerger. Entonces, ¿podemos planear para una vida que no podemos imaginar? Esta es la paradoja de la planificación. Podríamos visualizar una imagen superficial de nuestro futuro, pero no conocemos el camino que acabará emergiendo del caos de la transformación, y raras veces es lo que esperamos. Como una mariposa, nuestro yo futuro verá el mundo desde un punto de vista más elevado, que coloreará nuestros deseos, nuestra manera de avanzar, los atajos que entonces seremos capaces de tomar y el lugar donde aterrizaremos. Es más, la mayoría de los métodos de planificación, incluso los más iluminados,

aún se siguen basando en un modelo newtoniano de la vida, que dice que somos carentes y que tenemos que hacer planes para conseguir que algo ocurra, frente al modelo del emerger, en el que planificamos para dar la bienvenida a ese algo que ya está ocurriendo. A menos que comprendamos que ya lo tenemos y que ya está ocurriendo —hablando espiritual o energéticamente—, al empezar ya estaremos fuera de nuestro curso, tendremos un concepto deficiente de nosotros mismos, y, por la Ley de Atracción, manifestaremos limitación por muy bien que planeemos nuestro trabajo o que llevemos a cabo nuestro plan. Esto suele llevarnos a emplear métodos de planificación más complejos para compensar los errores hasta que, frustrados, renunciamos a todo. Pero no temas, ¡la complejidad no es necesaria! La planificación cuántica está alineada con la naturaleza y sitúa los principales resortes en los principios del proceso de emerger, no en la persona, lo que permite ejecutar patrones complejos con elegancia y eficacia. “¿Ser o no ser?” Esta es la cuestión de la planificación Lo que hace que esta planificación sea cuántica es que no trata de alcanzar logros, tal como la bellota tampoco logra ser un roble. Consiste en crear una estructura de vida que refleje la impronta de nuestra alma —nuestro camino deseado divino— y que favorezca su emerger, como la estructura que pone el jardinero en torno a una planta joven para mantenerla erguida, darle forma y ayudarle a crecer. En física se usa la palabra cuanto para referirse a la cantidad mínima de cualquier entidad física involucrada en una interacción. En mecánica cuántica, el cuanto se usa para describir el marco fundamental que nos permite entender lo más esencial de la naturaleza. Es decir, se trata del núcleo de nuestra esencia en acción. Cuando nos alineamos con nuestra esencia y planificamos desde ese nivel, llegamos a nuestro destino antes de haber dado el primer paso. Es más, a un plan cuántico le importa más quién está tratando de emerger que con qué se logre externamente. Está diseñado para acelerar nuestra evolución, sacar a luz algo más de nuestro verdadero ser. Si el objetivo final de tu plan no requiere que cambies, que seas más tú mismo, no es un plan cuántico; simplemente es un plan. No hay nada malo en ello, pero no es el proceso de emerger. La planificación a través de la lente del emerger tiene que ver exactamente con eso, con emerger. Tiene que sacar a la superficie algo más de tu infinito potencial. Como el alma ya está llena a rebosar, su único deseo es manifestar más de su ser —como en tu trabajo sobre el ser en la Segunda etapa—: más vida, más luz, más amor y más belleza, de una manera única e irrepetible. Esto no significa que no vayas a crear planes que tengan todos los componentes tradicionales: objetivos diarios, mensuales, anuales y programas para conseguirlos. Hasta que no estés tan íntimamente unido con el diseño divino que no te sientas separado de él, a menudo seguirás necesitando un plan para conseguir hacer cosas en

este mundo. Pero, en el modelo del emerger, será un plan creado de dentro afuera, de modo que consigas no solo más posesiones, sino una mayor posesión de ti mismo. En lugar de usar tu poder para reclamar más de este mundo, tu plan cuántico te ayudará a usar este mundo para reclamar tu poder. La planificación cuántica tiene que ver con diseñar un estilo de vida que esté alineado con tu visión más elevada y con construir un camino para desarrollarlo con facilidad. Te permite planear como si tú estuvieras haciendo el trabajo, pero vivir como si lo hiciera Dios. El mejor año de tu vida ¿Y si el próximo año pudiera ser el mejor de tu vida? ¿Y si pudieras diseñar cada año para que fuera mejor que el anterior? Es posible. Pero requiere compromiso, no solo interés. Recuerda, el plan del ego es que sigas igual mientras tienes la ilusión de estar creciendo —o de que no puedes crecer— de modo que, cuando te tomas el cambio en serio, surge una resistencia natural. Tal vez te dé miedo reflejar tu visión en papel. Después de todo, ¿qué pasa si es demasiado grande y no estás preparado para ella? Si es una verdadera visión, es demasiado grande y no estás preparado para ella, porque el propósito de una visión —y de sus objetivos complementarios— es que emerja más de ti. Una verdadera visión está más allá de tu paradigma actual, de modo que sentirás, por definición, que es mayor que tú, tal como a la bellota le parecería imposible convertirse en roble. Tal vez te dé miedo que te comprometas con ella y cambie. Si es una visión de verdad, cambiará —o, más precisamente, tu conciencia de ella crecerá, pues la visión misma es un patrón infinito, perfecto e inmutable que se va aclarando progresivamente a medida que despiertas—. Como el ejemplo del camino deseado, no siempre puedes ver lo que va a venir, porque nunca ha ocurrido antes; está más allá de tu imaginación. Incluso si la oruga pudiera imaginar cómo es ser una mariposa, en realidad no lo sabría, porque nunca ha despegado del suelo. La mayoría de los grandes cambios y giros que he vivido a lo largo de mi camino no estaban planificados, no los había previsto. Pero, como tenía un plan y una visión, y los seguí, estaba en buena disposición para asumir el cambio que me condujo a la etapa siguiente de mi emerger. De modo que anota algo en un papel, sabiendo que puede cambiar y crecer. Este es un documento que vive y respira. La fe sin trabajo es fe muerta. La acción es la afirmación más verdadera. Crear el escrito de tu visión y planearla son pasos importantes para cultivar las condiciones congruentes en las que emergerá. La declaración de tu visión a un año vista Muchas personas tienen sueños pero no saben qué les hace falta para realizarlos. A menudo generamos unas expectativas tan poco realistas que nos predisponen al fracaso. He tenido clientes que tenían el objetivo de hacer una película exitosa en el

plazo de un año, sin darse cuenta de que la mayoría de las películas tardan años en completarse, o se proponían escribir un superventas en un año, sin entender que el ciclo de las publicaciones tradicionales suele ser de unos dieciocho meses, o querían ganar millones en un año, cuando apenas estaban consiguiendo sobrevivir. No estoy diciendo que estos objetivos no sean posibles. He ayudado a clientes que estaban prácticamente en quiebra a tener más negocio del que nunca hubieran imaginado en cuestión de meses, y conozco a autores que han creado superventas en una fracción del tiempo esperable publicándolos ellos mismos, o difundiéndolos por medios no convencionales. Se trata de saber lo que quieres y a qué te vas a enfrentar para conseguirlo. En la Primera etapa creamos una declaración de la visión que reflejaba el diseño general de tu visión y de tu alma. Exploremos ahora el aspecto que adquiere ese diseño divino según los parámetros del mundo, en términos prácticos y basados en objetivos que podamos llevar a cabo tanto a nivel subjetivo —sentimiento, ser—, como objetivo —hacer. Antes de crear la declaración de tu visión a un año vista, tienes que dar algunos pasos más. En primer lugar, examina la visión para tu vida e imagina qué parte de esa visión te sientes inspirado a realizar en el plazo de un año. Esto requiere que seas específico. Aquí es donde entra en juego la planificación objetiva —que exploraremos en breve con más detenimiento, junto con la planificación subjetiva—. Si la visión de tu vida es ser médico, construir una escuela en África, poner en marcha un negocio de ropa, ser la actriz ganadora de un Oscar, o tal vez ser dueño de tu propia casa, conseguir un título superior o fundar una familia, ¿qué plazos te das para ello? ¿Es una visión a cinco años o a diez? ¿Qué aspecto podría tener dentro de un año? Es decir, ¿dónde tendrías que estar dentro de un año para seguir alineado con la visión? Es posible que no sepas la respuesta. Es posible que tengas que suponer cosas o investigarlas, y eso está bien, mejor que bien; de hecho, ¡es buena parte de la diversión! Cualquier cosa que expanda tu conciencia de la visión te permite seguir avanzando en la buena dirección. Quieres formular objetivos distantes, pero no tan distantes que tu mente no pueda involucrarse en ellos. Simplemente recuerda que, en el modelo del emerger, el propósito de establecer objetivos no es conseguir más cosas ahí fuera, sino sacar a la luz más de lo que hay dentro de ti. Es posible que tengas que transitar algún tiempo por el camino deseado antes de poder ver con claridad qué ruta es la mejor para ti. Es posible que hayas oído hablar del sistema para lograr objetivos llamado SMART1, una herramienta muy útil para hacer que tus metas sean más fáciles de conseguir. El acrónimo SMART está formado por las iniciales, en el inglés original, de las siguientes palabras: específico, medible, conseguible, realista y con plazos establecidos. Aquí no se trata de limitar, sino de dar estructura. En lo relacionado con la gran visión, apunta alto y permanece abierto al sueño imposible —y al

proceso VETS, para vivir en esa vibración elevada en la que pueden ocurrir milagros—. Pero, a la hora de establecer objetivos y de planificar su consecución, lo que quieres es crear planes que tengan éxito, no que fracasen, y esto es lo que suele ocurrir cuando la gente establece metas que no guardan relación con su realidad actual. La mayoría de la gente sobreestima lo que puede conseguir en un año y subestima lo que puede conseguir en una vida. Ten una gran visión para tu vida, pero crea los objetivos anuales que realmente tengas la intención de alcanzar. Considera estas metas como verdaderos compromisos contigo mismo, como si te dieras tu palabra a ti mismo. Ahora lo que está en cuestión es tu integridad. Esta no es una lista de deseos que esperas que ocurran; es una visión bien definida que te comprometes a realizar. Esta es la diferencia entre estar interesado en algo y estar comprometido. Es como el famoso desayuno de huevos con tocino: la gallina tenía interés, ¡pero el cerdo estaba comprometido! Para crearte una meta realista y que al mismo tiempo suponga un esfuerzo, un objetivo por el que estás dispuesto a jugarte tu integridad, encuentra esa versión de la visión que empieza a ponerte nervioso, pero sin hacerte desistir antes de empezar. Por ejemplo, si actualmente ganas cincuenta mil al año y tu meta es llegar al millón, pregúntate qué cantidad inferior a un millón haría que siguieras sintiéndote alineado con tu visión. Continúa reduciéndola hasta llegar a un número que no te inspire, y empieza a subirla hasta que sientas las cosquillas de la inspiración y las primeras gotas de sudor. Si la idea de ganar sesenta mil al año hace que te sientas triste y decepcionado, pero te anima la de ganar cien mil, esa es una buena meta para este año, y forma parte de un plan a cinco años para llegar al millón, doblando la cantidad cada año. El mismo principio es aplicable a tus metas subjetivas. Si tu meta subjetiva es convertirte en un maestro iluminado, probablemente no sea una buena meta a un año vista. Aunque aplaudo tu entusiasmo, ajusta un poco el tiro y divide esa meta vital en sus partes componentes. Por ejemplo, ¿cuáles son las cualidades de un ser iluminado? ¿Qué te parece empezar desde ahí? Recuerda también que esas metas subjetivas están vinculadas con quién serías si estuvieras viviendo tu visión objetiva. De modo que, si tu gran visión te lleva a escribir números de seis cifras, a encontrar a tu pareja del alma, o a acabar el borrador de la próxima gran novela, ¿quién serías tú si eso se hiciera verdad? Esa es la cualidad de ser a la que tienes que apuntar en el aspecto subjetivo de tu plan cuántico. Cuando tengas una sensación clara de tu meta objetiva y subjetiva a un año, el paso siguiente es crear una imagen nítida del momento en que sabrás que lo has conseguido, de ese momento que constituye la prueba. Por ejemplo, si tu objetivo es ganar cien mil al año, tal vez estés mirando tu nómina al final del año, o el saldo de tu cuenta bancaria mostrando esa cantidad. Si la meta es crear una consulta que genere números de seis cifras, tal vez estés mirando tu agenda y veas que tienes

concertadas suficientes sesiones con clientes como para ganar diez mil al mes. Cuando tengas clara la parte hacer/tener de la visión, dirígete hacia la parte relacionada con el ser/sentir. No te limites únicamente a ver el saldo de tu cuenta bancaria, también has de verte relajándote en tu consulta o en la piscina, disfrutando de la vida, sintiéndote en paz e irradiando confianza. Si es posible, sé todavía más específico. Por ejemplo, si actualmente tiendes a enfadarte en los atascos o te sientes irritado por los niños, pregúntate: “¿Cómo estaría en estas situaciones si consiguiera mi meta a un año en el ámbito del ser?”. Algún día, el resultado que imaginas será la prueba de que has alcanzado tu meta. Seguidamente integra esa imagen en tu visión. Esta práctica no consiste en ser rígido o apegarse a un resultado, porque lo cierto es que no sabemos qué aspecto acabarán teniendo las cosas. Más bien, de lo que se trata es de establecer en nuestra mente algo concreto, algo con lo que podamos comprometernos y que genere a su alrededor una vibración visionaria. De otro modo, el ego intentará que tus objetivos sean vagos e indefinidos, y los resultados que conseguirás serán igualmente amorfos, de modo que no se produzca ningún cambio real. La clave de este ejercicio es incluir los tres pilares del propósito del alma: sentir, ser y hacer. Cuando hayas imaginado el momento que te confirmará el logro de tu objetivo, expándete a partir de él para vislumbrar el aspecto que tendrá el resto de tu vida desde ese nuevo nivel. ¿Qué estas expresando en todas las dimensiones fundamentales de tu vida: salud, riqueza, trabajo, relaciones, desarrollo personal, espiritualidad y servicio? Ahora tómate algún tiempo para ponerte en contacto con ese momento de confirmación, la imagen que ilustra vívidamente que has realizado tu visión a un año. A continuación, despliega el resto de estas dimensiones fundamentales hasta contar con una descripción detallada de tu visión a un año. Finalmente, anótala, dándole la forma de una declaración de la visión de aproximadamente una página de larga; redáctala en presente. Por ejemplo: “Es enero de 2016 y estoy en el balcón de mi casa en Italia, bebiendo una copa de vino con mi pareja del alma. Estamos tan enamorados que apenas puedo describirlo. Acabo de terminar mi último libro…” Tómate tiempo para disfrutar verdaderamente al escribir esto. Deja que tu corazón y tu alma se expresen en esa página. Si necesitas poner música y bailar o cantar para activar la energía, adelante. También puedes hacer esto para tu visión a cinco años, pero aquí usaremos el documento de trabajo para el plazo de un año. Para asegurarte de no generar limitaciones, al final puedes incluir esta frase: “Acepto esto, o algo mejor, para el bien mayor de todos los implicados”. El plan cuántico Un plan sin visión a menudo da como resultado algo mediocre o perpetúa el actual

estado de cosas. Pero una visión sin un plan es una mera ilusión. Tener una visión sin un plan es como tener un destino sin mapa, o sin un medio de llegar allí. Se limita a ser una buena idea. Si la visión es lo suficientemente intensa, al final podría inspirarte a que fueras hacia ella, tal como la evolución finalmente nos llevó a ser criaturas pensantes que caminan erguidas. Pero no quieres esperar otros diez millones de años para dejar que el curso natural de la evolución te arrastre en su marea. Hemos evolucionado hasta llegar al punto en el que debemos cocrear con el impulso evolutivo a fin de realizar nuestro destino; debemos dejar de creer que el mundo es algo que nos está ocurriendo a nosotros y darnos cuenta de que somos nosotros los que le estamos ocurriendo al mundo. El aspecto objetivo El aspecto objetivo de tu plan cuántico es hacer y conseguir, la parte con la que estamos más familiarizados. Si has estado siguiendo este libro y has hecho el trabajo descrito hasta ahora, habrás desarrollado un esbozo de la visión de tu vida. Incluso es posible que hayas empezado a pensar en cómo realizarla. No obstante, si eres como la mayoría de la gente, ahí es donde las cosas se complican un poco, y con esto me refiero a que es ahí donde te puedes quedar atascado. Empezamos a preguntarnos cómo vamos a ir desde aquí hasta allí —o a imaginamos que estamos allí y tratamos de volver aquí—, pero hay tantos baches y puntos ciegos, pasadizos oscuros y callejones sin salida que dejamos de planear o ni siquiera empezamos. Suponemos que deberíamos tener todas las respuestas antes de empezar a planear, en lugar de entender que la principal razón para planear, desde el punto de vista del modelo del emerger, es la existencia de todo lo que desconocemos. Tener un plan con lagunas no solo es natural, las lagunas son regalos: te muestran dónde puedes aprender y crecer, dónde está tratando de emerger algo más de ti, y dan un enfoque a tu investigación. De modo que, mientras planeas, asegúrate de dar cierto enfoque a estas lagunas. Cuando no identificamos conscientemente lo que no sabemos, esa ignorancia sigue siendo inconsciente, y se puede manifestar en forma de ansiedad, postergación y todo tipo de autosabotajes. Esto puede llevarte a sentir que no vales porque crees que los planes no te van a salir, o a pensar simplemente que estás hecho un lío. Lo cierto es que, al alertarnos de nuestra falta de claridad y dirección, en realidad el inconsciente está tratando de protegernos. Cuando eres consciente de los agujeros, puedes darles la bienvenida, y ellos te abrirán a nuevas aventuras, guiándote a descubrir y a estudiar a las personas que han hecho lo que tú quieres hacer, para poder aprender de ellas, evitar sus errores e incluir las piezas que faltan, y tal vez incluso hacer nuevos descubrimientos. Si no sabes hacer algo, en lugar de decir “no sé hacerlo” y renunciar, convierte el proceso de averiguar cómo hacerlo en parte de tu plan. Con este tipo de pensamiento será imposible que te quedes atascado y, con el tiempo, generará su propia inercia. Cada vez que te topes con una laguna, sabrás que eso significa que tienes que aprender

algo nuevo. Plantéate preguntas que te hagan más fuerte, como: “¿Dónde puedo aprender a hacer esto? ¿Quién hace esto muy bien, de modo que pueda aprender de él, o quién podría dirigirme hacia alguien que sepa hacerlo?”. Entonces incluirás estas experiencias de aprendizaje en tu plan y les darás un lugar en tu calendario. Esta forma de actuar te hará más listo y más fuerte: te hará imparable. Otra nota sobre la creación de tu plan objetivo: dedica tus energías, como máximo, a unos pocos de los puntos principales. Si tratas de hacer demasiadas cosas es menos probable que las completes, o al menos que las hagas bien. Lo último que algunos de nosotros queremos oír es que tenemos que elegir, pero debemos hacerlo. Eso no significa que más adelante no hagas otras cosas, ni que no acabes haciendo todo lo que quieres hacer, pero si estudias a las personas que han tenido éxito en el mundo real —a nivel mundial—, descubrirás que, al menos inicialmente, eligieron una meta en la que centrarse y la plasmaron. El aspecto subjetivo Como ya hemos comentado, una diferencia clave entre un plan cuántico y los planes más tradicionales es que el plan cuántico está diseñado de dentro afuera. Tiene tanto que ver con quién planeas ser como con qué planeas hacer. El aspecto subjetivo de un plan cuántico se centra en alcanzar un estado interno, porque si no tienes alineado el plan interno, el plan externo no te llevará adonde tienes que ir, aunque llegues donde tenías pensado. Se trata de evolucionar, y de dejar que entre en juego un tú más amplio y refinado. Esto es lo que le importa a tu alma, y es la labor que desempeña el propósito de tu alma. También tendrás los productos derivados, las cosas externas que te divierten, pero lo que puede hacer que vivas un gran día, el mejor año de tu vida y una vida extraordinaria es en quién te conviertes, cómo profundizas y te enriqueces a ti mismo y a otros emocional, mental y espiritualmente. En el aspecto subjetivo del plan cuántico retornamos a los pilares del propósito del alma sentir y ser, y a las cualidades específicas que anotaste en los ejercicios correspondientes. Si hiciste esos ejercicios, habrás identificado las cualidades de carácter que crees que expresarías y los sentimientos que experimentarías si estuvieras viviendo tu visión ideal. También deberías tener una lista de las actividades que imaginas que van a generar esos sentimientos, y que te permitirán entrar más en este nuevo estado evolutivo. Estas actividades se convertirán en parte de tu plan. Si no has hecho estos ejercicios, te animo a hacerlos. No te saltes esta parte del proceso. Todo el modelo del emerger descansa sobre la idea de que la vida ocurre a través de ti, no a ti. Si no se produce un verdadero cambio interno —si tratas de cambiar el mundo permaneciendo tú igual— eso no es emerger; esa es la manera habitual de hacer las cosas. Y si tienes la intención de vivir el propósito de tu alma y tu potencial más elevado, tu vida interna tiene que formar parte del plan en la misma medida que tu mundo externo.

Crear el plan Para crear el plan cuántico, toma la declaración de la visión a un año vista y trabaja hacia atrás desde cada uno de tus objetivos a un año hasta el primer paso que tienes que dar para conseguirlos. Si tienes una visión a cinco años, puedes usar este mismo proceso para dividirlo, estableciendo primero tu visión y tus objetivos a un año. Digamos que tu objetivo es emprender un negocio. Antes tendrás que conseguir un local o construirlo, bien en Internet o en el mundo de los ladrillos y el cemento. Y antes de eso, tendrás que crear y adquirir el inventario de productos que vas a vender, y posiblemente tendrás que contratar empleados. Pero previamente tendrás que contar con la inversión necesaria para financiar esta empresa. Y antes de eso es posible que necesites un plan de negocio y una estrategia de marketing. Asimismo, antes de eso es posible que tengas que averiguar el tipo de negocio que quieres iniciar e identificar a las figuras clave que más éxito han tenido en ese campo, y qué es lo que hacen que les funciona y qué es lo que no hacen que tú podrías poner en práctica. Sigue invirtiendo el proceso de emerger hasta llegar al momento presente. Repite este proceso para cada meta objetiva. Después, haz lo mismo para tus metas subjetivas. Y recuerda: está bien que haya lagunas y preguntas. Para ayudarte a organizar tu plan, te sugiero que lo dividas en los cuatro trimestres del año y que identifiques lo que tendrías que conseguir al final de cada trimestre para estar bien encaminado hacia el siguiente. El mejor día de tu vida “Este es el día del Señor. Alegrémonos y seamos felices en él” dice el Salmo 118:24. Hablando metafísicamente, el Señor significa la gran ley de la vida. Esta declaración nos recuerda el principio de que este día, al igual que este año, es una idea perfecta en la mente divina, y la manera de experimentar esa armonía innata y esas posibilidades ilimitadas es alegrarse y ser felices. En el proceso de emerger esto significa tener una estrategia diaria que nos haga ser congruentes con nuestra visión más elevada —sintiendo que la vibración visionaria está viva dentro de nosotros—, para permitir que surja el mejor día de nuestra vida, día tras día. ¿Imposible? No. ¿Lo conseguirás cada día? Es improbable. Pero si lo consigues un par de veces por semana, ¿no merece la pena el esfuerzo? De modo que, mientras te enfocas en los pasos prácticos, ten muy claro en tu mente que el mejor día de tu vida —y, de hecho, todo el modelo del emerger— consiste en crear un estilo de vida que esté alienado con la esencia y el propósito de tu alma. Esto implica dar la máxima prioridad a que lo que piensas, dices y haces —aquello en lo que te enfocas— esté alineado con quien eres realmente y con quien quieres ser. Si lo haces así, aunque no te salga todo bien, seguirás progresando. Como dice el antiguo principio metafísico: quien tiene la mentalidad equivocada puede hacer las cosas correctas, pero aun así le saldrán mal; y a quien tiene la mentalidad

correcta, aunque haga cosas equivocadas, le saldrán bien. Como ya hemos abordado muchas prácticas de congruencia de la estrategia diaria VETS, en esta sección nos centraremos en la estructura práctica de tu día: cómo priorizarla, gestionarla y aplicarla para activar y expresar lo que más importa. Un planteamiento común para establecer prioridades es el modelo ABC: (A) algo malo ocurrirá si no hago esto, (B) algo bueno ocurrirá si hago esto, y (C) sería bueno que hiciera esto. Por ejemplo, en la categoría A entra un proyecto cuyo plazo vence hoy y si no lo presentas podrías ser despedido o perder una cuenta; o una factura del pasado que tiene que ser pagada; o cualquier cosa para la que ya has sido contratado o que ya te han pagado. En la categoría B puede entrar entregar una propuesta para un trabajo que te han ofrecido, ir a una cita importante, escribir las cinco páginas siguientes de tu libro, hacer llamadas comerciales, meditar, ir al gimnasio, y así sucesivamente. Y en la categoría C entrarían cosas como ir a comer con un amigo, ir al cine o investigar un proyecto interesante, o una posible asociación que podría gustarte y que no está conectada con tus objetivos inmediatos. Esto no significa que nunca salgas a comer con un amigo; de hecho, si estas cosas forman parte de tu práctica VETS diaria, o si tu máxima prioridad es establecer una relación con alguien, podrían entrar en la categoría B. También puedes tener una categoría que te permita planificar estas prioridades más a largo plazo: algo malo acabará ocurriendo o muy probablemente ocurrirá; algo bueno acabará ocurriendo o muy probablemente ocurrirá. Si has elaborado tu plan y lo revisas continuamente, la mayoría de estas posibilidades ya estarán contempladas. Sin embargo, a veces hay cosas buenas y malas en el horizonte que tienes que abordar, pero que aún no son urgentes, por ejemplo, ese email con tus horarios que tienes que enviar a los clientes antes de fin de mes para poder programar las citas, o esa propuesta para un posible trabajo cuyo plazo aún no ha vencido. Si sabes que tienes tendencia a distraerte y a no realizar lo que te propones, considera la posibilidad de mirar tu día y preguntarte: “¿Qué es lo que debo hacer hoy de modo que, si no lo hago, sentiré que este día está incompleto?” Haz eso en primer lugar. Muchos de nosotros miramos la lista de cosas por hacer y elegimos empezar por las más fáciles. Eso produce la sensación de tomar impulso y de haber logrado algo, y a veces puede ser una estrategia útil si te sientes estancado. Pero si siempre dejas lo más difícil para después y con frecuencia no llegas a realizarlo, esta táctica podría estar creando una ilusión de productividad y ocultando un problema más profundo. De modo que procura empezar por lo más importante o por lo más difícil. La mayoría de las personas exitosas hacen rituales por la mañana y en diversos momentos del día para anclarse en los aspectos más importantes de su actividad y para establecer el equilibrio adecuado entre la ejecución y la recuperación; esto es necesario para conseguir actuar óptimamente a lo largo del día y de la vida.

Permanecer centrado es aún más importante cuando estás en un proceso de emerger, porque tu capacidad de ser congruente con tu visión más elevada y de vivir en esa vibración —la clave para diseñar tu emerger— guarda mucha relación con aquello en lo que te centras momento a momento a lo largo del día. Si bien es importante gestionar el tiempo y priorizar, la gestión de la energía aún lo es más. El ritual para gestionar la energía puede incluir despertar a cierta hora, beber un gran vaso de agua, hacer algo de ejercicio o yoga, meditar, rezar o leer algo inspirador, y después tomar un desayuno nutritivo y saludable. A continuación, cada hora y media o dos horas podrías tomarte un descanso para estirarte, tomar otro vaso de agua o un aperitivo proteínico, dar un breve paseo o meditar —realizando una de tus prácticas VETS— para recuperarte un poco antes de continuar trabajando. Si empiezas a incorporar estas prácticas a lo largo del día, descubrirás que estás más alerta y más centrado, que eres más productivo y que no experimentas un bajón por la tarde. Independientemente de tu situación o de en qué línea de trabajo estés, el principio siempre es el mismo: no dejes que tu vida sea el efecto de causas externas; más bien, sé la causa de tu vida. Ahora tómate algún tiempo para diseñar tu día ideal. Incluye todo lo que quieres y debes conseguir para sentirte completo cuando te acuestes por la noche. Acuérdate de incluir todas las estructuras vitales importantes: tu trabajo interno y externo, tus resultados personales y profesionales. Cuando hayas completado esto, es posible que quieras revisar tu plan semanal y comprobar si tienes que reajustarlo. Perseverar en un ritual de éxito no siempre resulta fácil, pero, a medida que practiques, esto fortalecerá tu capacidad de estar presente y enfocado en lo que más importa, lo cual se transferirá a tu trabajo interno. Recuerda: el proceso de emerger no es una herramienta o técnica para conseguir un remedio rápido; es un estilo de vida. Para llegar a dominarlo —y, de hecho, para llegar a ser maestro de cualquier cosa— debemos integrar en nuestro camino todo lo que está presente en nuestra vida. Como dijo Pelé, uno de los mejores jugadores de fútbol y atletas de la historia: “Todo es práctica”2. Vivir en tu zona de genialidad Como hemos comentado, crear un plan poderoso y estructuralmente sólido, y realizar un ritual para el éxito que incorpore tus prácticas diarias VETS te ayudará a ser quien eres más plenamente; es decir, está al servicio de tu proceso de emerger. Organizar tu vida así te permite empezar a vivir más en tu zona de genialidad —ese talento o serie de habilidades que forman parte destacada del propósito de tu alma —, dando más tiempo y atención a lo que realmente te corresponde ser y hacer, hasta que eso sea lo único que hagas. Un lema que durante años he tratado de seguir en mi vida es: “Delégalo todo menos tu brillantez”3. Así es como está estructurada la naturaleza. En la naturaleza todo tiene un propósito y una función únicos, y cada cosa se limita

a hacer eso únicamente, o principalmente, dejando todo lo demás al resto del mundo natural. Esto acaba creando un ecosistema intrincado pero eficiente. Si la flora y la fauna naturales trataran de vivir como vivimos los seres humanos, y el roble tratara de hacer, además de su trabajo, un poco del trabajo del pino, y la abeja trabajara a la luz de la luna como el colibrí, las cosas se vendrían abajo rápidamente. No vemos esto con tanta claridad en la experiencia humana. Y hemos dado por supuesto que así es como son las cosas, aunque tenemos ejemplos de lo que es posible cuando la gente estructura sus vidas en torno a su zona de genialidad. Esto nos recuerda el nacimiento del pensamiento occidental, con figuras como Platón y Aristóteles, que dedicaron sus días a sus singulares pasiones por el pensamiento filosófico, el discurso y la escritura; o el Renacimiento, que dio lugar al brillante artista e inventor Leonardo da Vinci y al genial escultor Miguel Ángel. También están el genial compositor Mozart, el campeón de golf Tiger Woods, y las hermanas Pólgar, el mejor trío de ajedrecistas de la historia; todos ellos no fueron productos de la casualidad, de la suerte o de alguna dispensación divina, sino de una visión metódicamente elaborada, de una estructura y un plan para enfocarse y vivir en su zona de genialidad desde el día en que empezaron a caminar, o antes. Ahora sabemos que el éxito, la genialidad y los logros del máximo nivel no son producto de alguna gracia especial o del talento otorgado únicamente a unos pocos afortunados, sino de una actividad enfocada hacia un objetivo singular, dentro de una estructura que elimina la mayor parte de las distracciones; es decir, de una visión, de un plan y de una práctica diaria muy claros. De modo que organiza tu vida en torno a esas áreas o actividades en las que aportas más valor, en las que te sientes más fuerte, y en las que generas los resultados más consistentes. Seguidamente, encuentra a las personas, los sistemas y las estructuras de apoyo para hacer el resto. A medida que vayas dominando el arte de la planificación cuántica, puedes contratar a alguien para que corte el césped del jardín, te limpie la casa, lleve tu contabilidad y los impuestos, y otras cosas que los demás pueden hacer igual de bien o mejor que tú. Está bien si ahora no puedes delegar todas las tareas engorrosas, pero empieza a pensar de esta manera. Es más fácil si estructuras tu vida así antes de estar a tope. Cuando estás en medio del ejercicio de malabarismo y tienes todas las bolas y los platos —o las motosierras— en el aire, resulta mucho más difícil organizarte y delegar sin dejar que caigan al suelo. Tómate algún tiempo ahora para pensar qué tipo de apoyo podrías necesitar, qué sistemas de apoyo podrías ingeniar y planifica consecuentemente, desde el principio. Uno de tus objetivos podría incluir: “Encontrar un ayudante, o un jardinero, o un contable genial”. Sé creativo. Si aún no tienes presupuesto para pagar esa ayuda extra, tal vez puedas intercambiar algo. Tal vez puedas encontrar un becario que considere que ayudarte en tu trabajo puede ser una valiosa experiencia de aprendizaje, o que pueda conseguir créditos universitarios por ella. Siempre hay una manera. Como mínimo incluye un plan para conseguir apoyo, de modo que puedas

enfocar tu energía donde debe estar: en tus visiones a un año y a cinco años. El plan para planificar Una de las grandes paradojas es que a menudo estamos tan ocupados viviendo la vida que no queremos que no encontramos tiempo para planificar la vida que queremos. Queremos más tiempo, y vemos que un plan podría darnos eso, ¡pero no tenemos tiempo para generar más tiempo! No dejes que la experiencia de no tener tiempo te impida tomarte tiempo para crear tu plan. No dejes que esto se prolongue durante semanas o meses, o perderás dinamismo. Sé que estás ocupado, todos lo estamos, pero también sé por propia experiencia que a menudo eso solo es una excusa que nos impide avanzar. Si tu vida dependiera de que crearas un plan en los próximos treinta días, ¿dirías: “¡Vaya, no tengo tiempo!”? Soy consciente de que esto suena muy dramático, pero, de manera muy real, tu vida depende de ello; simplemente es posible que ahora no lo veas. Así es como el ego consigue que no nos movamos; no nos damos cuenta de la importancia de algo hasta que miramos atrás. De modo que, en lugar de esperar a echar tu propia mirada atrás, te invito a que te apoyes en la mía. Después de haber trabajado con personas durante dos décadas, observándolas posponer su plan hasta que perdían impulso, tengo la posición privilegiada de haber mirado mucho atrás. Sé lo que le ocurre a la mayoría de la gente en este punto, y mi intención es que tú no te quedes parado, que no vuelvas a dejar este proceso aparcado. Lo cierto es que muchas de las cosas, si no todas, que crees que te retienen no lo hacen. No tienen ningún poder en absoluto. Tienes más recursos y eres más capaz, innovador y brillante de lo que puedas imaginar. Cuando acabes este proceso estarás más familiarizado con esta versión de ti. Te propongo un reto: planea tomarte algún tiempo durante las próximas dos semanas y comprométete a elaborar tu plan, al menos en la medida suficiente como para ponerte en marcha. Esto puede significar reservar algunas horas cada fin de semana, o incluso más tiempo. También puede significar programar algunas horas durante la semana y/o algún rato cada día. Puede exigir que te sientes con tus seres queridos para explicarles que te vas a enfocar en planificar durante los próximos quince días y que es posible que no estés tan disponible. Es decir, tendrás que crear una estructura de apoyo —un plan para planificar— para realizar tu visión más elevada. Pero, ¿hay algo más importante? Si no sabes adónde vas, todos los caminos te llevarán allí. Si no estás viviendo tu plan, estás viviendo el de alguna otra persona. Y si no estás viviendo la vida para la cual naciste, en realidad no estás viviéndola en absoluto. La vida no retiene nada de nosotros; somos nosotros los que nos contenemos de vivir plenamente. De modo que haz lo que tengas que hacer para completar esta labor, aunque pienses que es imposible. Cuando mires atrás, a este momento, podrás decir: “Ese fue el momento que lo cambió todo”. Como esos estudiantes que crearon

sus propios caminos en el caótico paisaje del campus, verás que la ruta deseada que esperabas que apareciera está siendo tallada por ti, momento a momento, día a día, guiada por un diseño interno que te devuelve a ti mismo, y en el que toda la riqueza que has estado esperando te ha estado esperando a ti en todo momento.

CUARTA ETAPA

Da lo que parece faltar Solo conservas lo que das. Sheldon Kopp —Mi marido y yo no podemos decirnos dos palabras el uno al otro sin que corra la sangre —le dijo Jill a su terapeuta—. En cuanto pasa por la puerta, nos tiramos al cuello. En el fondo, sé que el amor aún sigue ahí, pero parece estar profundamente enterrado, más allá de toda esperanza. Escuchando con cuidado, el terapeuta abrió un cajón de su escritorio, sacó una botella y se la dio. —Esto es agua bendita, bendecida por un swami de la India —dijo—. Durante la próxima semana, cuando tu marido esté a punto de entrar en la habitación, toma un trago, mantén un poco de agua sobre la lengua y mírale a los ojos. Pasados un par de segundos, trágala. Deberías notar inmediatamente cierta mejoría en tus interacciones. Jill se fue a casa y esperó ansiosamente que regresara su otra mitad. Cuando él entró, ella tomó un trago de agua bendita y mantuvo su mirada en silencio. Él la miró con suspicacia, y después sonrió con curiosidad. Ella tragó el agua y le preguntó cómo le había ido el día. Asombrosamente, no discutieron. De hecho, tuvieron una de las charlas más íntimas que podían recordar en el pasado reciente. A la noche siguiente, antes de que él viniera a la cama, Jill tomó otro trago del poderoso líquido y realizó el mismo ritual. Pasados unos momentos, fue como si se levantara un velo, y ella vio a su marido bajo una luz completamente nueva, volvió a verlo por primera vez… Vio al hombre del que se había enamorado. La previsible disputa nunca llegó. Y el resto de la noche fue cualquier cosa menos previsible. A la semana siguiente, con la botella de agua casi vacía y su vida amorosa casi restablecida, Jill volvió al terapeuta proclamando que el tratamiento estaba sanando su matrimonio y que necesitaba más agua… urgentemente. El terapeuta sonrió y le reveló que la poción mágica no era más que agua de manantial embotellada, comprada en la tienda. El poder que estaba sanando su relación no procedía de ningún swami de la India ni de ningún elixir sagrado; había estado en ella en todo momento. Tú eres la respuesta que has estado buscando Entonces, ¿qué es lo que generó este resultado para Jill? ¿Fue la expectativa, la intención o el resultado de romper un hábito? Ciertamente, todas estas cosas son importantes, pero aquí estaba ocurriendo algo más. Al elegir el silencio en lugar de su respuesta condicionada, puso en pausa el proyector de películas interno que había estado repitiendo viejos conflictos. Y en ese espacio vacío dejó sitio para que emergiera algo nuevo, algo más auténtico y amoroso: su verdadera naturaleza. Y

también creó las condiciones para que su pareja hiciera lo mismo. Salió momentáneamente de la historia de que su pareja era el problema, y de que lo que faltaba era algo que él no estaba dando, y permitió que saliera algo más de ella. En lugar de esperar que él la escuchara, ella le escuchó a él; en lugar de esperar que él la viera, ella le miró el tiempo suficiente para verle realmente; en lugar de culpar y seguir siendo una víctima de sus circunstancias, retomó su poder y estuvo presente en la relación de la manera que ella quería que él estuviese. Es posible que fuera casual, pero, de todos modos, se reveló un principio importante: Todo lo que ella creía que le faltaba a la relación había estado presente en todo momento, esperando a que ella fuera congruente con ello y lo dejara salir. El condicionamiento nos lleva a creer que si parece faltar algo, tenemos que salir a buscarlo, o engatusar, o controlar y quejarnos hasta que alguien nos lo dé. Pero en realidad es justo al contrario: debemos encontrar lo que parece faltar dentro de nosotros y dejarlo salir. Vivir de acuerdo con esta falsa idea de que tenemos que salir fuera de nosotros para conseguir lo que queremos ha generado la mayoría de nuestras carencias, limitaciones, avaricias y conflictos. Pero, en esta etapa, vamos a darle la vuelta a esta falsa idea, entendiendo que lo que falta es lo que tú no estás dando. La Mente Universal, el Reino de los Cielos, el Nirvana… Todo ello está dentro de ti. No obstante, para experimentarlo, no hay que morir para ir allí, sino vivir —y dar— desde aquí. Esto es aplicable a todo lo que parece faltar en tu vida. Si deseas más respeto, respeta más a los demás; si quieres más amor, ama más plenamente; si quieres una pareja ideal, conviértete en una pareja ideal e irradia las cualidades que estás buscando. Este capítulo te va a llevar a identificar las áreas clave en las que sientes que te estás quedando atascado, esperando que alguien o algo cambie, y vas a aprender estrategias para dar lo que has estado tratando de conseguir: en primer lugar, a ti mismo, y después, a las personas y a los entornos donde parece faltar. Esto invierte el flujo de energía, haciendo que tú seas la causa de tu mundo en lugar de sentir que estás a sus expensas y que eres su efecto; esto te capacitará para generar las materias primas que tu visión requiere. No es posible exagerar la importancia de esto: cuando te das cuenta de que todo lo que necesitas ya está dentro de ti —no metafísica, sino literalmente—, el propósito y el significado de la vida cambia. Te liberas de los grilletes de la dependencia económica, social y gubernamental que esclavizan a la mayoría de la gente, y te conviertes en la levadura que eleva a todos los que te rodean. La gran inversión Se nos ha enseñado que la vida es algo que nos ocurre a nosotros, y que tenemos que encontrar la mejor manera de desviarla, esquivarla o danzar con ella a fin de conseguir lo que queremos y librarnos de lo que no queremos. Si bien el dominio de

estos mecanismos puede habernos ayudado a sobrevivir como especie, ya nos hemos desarrollado hasta tal punto que ahora están limitando nuestra evolución. Tal como la semilla ya contiene el modelo completo de la planta, y el terreno ya contiene los nutrientes para hacerla crecer, la semilla plantada en el suelo de nuestra alma contiene todo lo que necesitamos para medrar. De modo que la realización de nuestro potencial no es un proceso de hacer frente, defendernos o luchar para abrirnos paso hasta el nivel siguiente; es un proceso de activar ese potencial inherente. Como expresiones individualizadas del amor y la inteligencia divinos, no vinimos aquí a conseguir nada, sino, más bien, a liberar este esplendor aprisionado. Somos verdaderamente el regalo de Dios para el mundo. Vivir con otra orientación y esforzarnos por conseguir las cosas del mundo nos lleva a creer en la carencia, que experimentaremos continuamente, e impide que emerjan los dones que hemos venido a dar. Llevada al extremo, esta falsa premisa conduce a todos los horribles actos de corrupción y violencia. Estamos dispuestos a mentir, engañar y robar por algo que ya está dentro de nosotros. Empequeñecemos o destruimos incontables relaciones porque no nos dan el amor, el respeto y la validación que solo nosotros podemos activar dentro de nosotros mismos. Y estamos dispuestos a herir, traicionar o matar a nuestro vecino —incluyendo a nuestros vecinos al otro lado de los océanos— para conseguir algo que ellos nunca podrán darnos. En Occidente, tenemos más abundancia que en cualquier otro momento de la historia, y sin embargo estamos entre las personas más desdichadas del planeta. Nunca puedes tener suficiente de algo que en realidad no necesitas. De hecho, nunca puedes satisfacer esa hambre insaciable consiguiendo algo. Como ya lo tienes todo, solo dando puedes experimentar que tienes. Solo puedes iluminar tu propia vida dejando que brille tu luz interna. A través del proceso de emerger, dar es recibir. La gran inversión no consiste únicamente en darnos cuenta de que ya tenemos dentro de nosotros todo lo que necesitamos, sino en darnos cuenta también de que todo lo que necesitamos es espiritual. La razón por la que estamos tan apegados a las cosas materiales y por la que pensamos que alguien o algo ahí fuera tiene nuestra felicidad es que hemos materializado el espíritu en lugar de espiritualizar la materia. Haciendo este trabajo llegamos a darnos cuenta de que ninguna cantidad de cosas materiales puede aportarnos verdadera paz o satisfacción. Sin embargo, cuando conectamos con nuestro espíritu interno y lo liberamos, puede tomar las formas de la satisfacción externa. El ciclo del árbol frutal ilustra esto perfectamente. El granjero no acapara la cosecha temiendo que, si la da, ya no volverá a tener más. Él comprende que el fruto es el efecto de una causa invisible dentro del árbol; es un símbolo de la verdadera riqueza del árbol, que es el proceso invisible que permite que las raíces conviertan las materias primas del suelo en savia, flor y fruto. De modo que, cuando el árbol

pierde la hoja en invierno, el granjero no pierde la fe y lo corta, porque sabe que sigue siendo tan abundante como siempre. Asimismo, aunque el paisaje de tu vida —o de tu cuenta bancaria— parezca yermo, sigues siendo infinitamente rico, porque es el proceso invisible dentro de ti, un proceso que convierte el terreno de tu alma en los pensamientos, las acciones y las formas de tu mundo, lo que constituye tu verdadera riqueza y valía. El mundo nunca puede añadir nada a esto ni quitártelo; solo puede reflejar lo que tú permites que emerja. Mientras sigas enraizado en tu alma y cultives unas condiciones internas que sean congruentes con la semilla de tu potencial, producirás una cosecha abundante una estación tras otra. Solo puedes dar lo que tienes Si bien es cierto que ya tienes dentro de ti todo lo que necesitas, no puedes experimentar esta realidad limitándote a saberlo intelectualmente. Para tener algo, debes participar conscientemente en ello. Antes hemos hablado de pasar de anticipar el bien futuro a participar en el bien que ya está aquí, dentro de nosotros y a nuestro alrededor. Esto lo activa en nuestra conciencia, haciéndolo real, y dándonos la verdadera experiencia de tenerlo. Un error que comenten muchos buscadores espirituales y personas de buen corazón es intentar dar lo que no tienen, lo que no ha sido activado en su conciencia. El resultado suele ser tensión, dudas con respecto a uno mismo, estancamiento, resentimiento, sentirse quemado o agotado por haber dado tanto, e incluso a veces se empeoran las cosas para las personas que uno trata de ayudar. ¡No hay nada peor que un generoso resentido! Esto es simple de entender: si no inspiras, no puedes espirar. Si no recibes, no tendrás nada que dar. Todo es un flujo constante, dentro y fuera, adelante y atrás, sin principio ni fin. No inspiras y te quedas el aire dentro; en algún momento tienes que soltarlo. Asimismo, no hemos de aferrarnos a los dones que tengamos, sean materiales o espirituales. Recibimos, compartimos lo que tenemos y volvemos a recibir. Esta es la Ley de Circulación. No obstante, recibir no es lo mismo que conseguir. Cuando estás tratando de conseguir algo, a menudo fuerzas y empujas, pues partes de un lugar de miedo, carencia o limitación. Pero cuando te permites recibir lo que viene a ti —tanto si es tu siguiente respiración como un gesto amoroso, dinero, o cualquiera de las riquezas que te rodea— es un acto grácil que no requiere esfuerzo. Es más, permite que se complete el ciclo y la circulación de la vida —así como un nuevo comienzo— en ti. Una de las cosas más generosas que puedes hacer por alguien es permitir que te dé. Piensa en los actos de amor que has dado a otras personas: un cumplido, un regalo o alguna compensación por el trabajo bien hecho. ¿No te sentiste genial al ser capaz de dárselo? Ahora piensa en una ocasión en la que intentaste dar esa palabra de alabanza, ese regalo o ese acto de bondad, y no fue aceptado grácilmente. ¿Cómo te sentiste? Cuando alguien no permite que la energía circule hasta él, el ciclo no se

completa y queda atascado. Dios siempre está intentando verterse a través de ti, a tu alrededor y a ti mismo, incluso cuando te llega a través de otros. Se trata de una circulación, un flujo; así es como se manifiesta la Totalidad Infinita. Y cuanto más dices sí a esta circulación, más recibes, y más tienes para dar en una interminable espiral ascendente de abundancia. Por supuesto, la vida no siempre parece ser tan generosa con nosotros. Cuando esto ocurre, no es algo personal. El universo únicamente refleja cómo pensamos con respecto a nosotros mismos y cómo nos tratamos, y podemos sentir que “no nos lo merecemos” o que “no somos lo suficientemente buenos”. Pero podemos cambiar este flujo dándonos activamente a nosotros mismos. Esto puede resultar duro para las personas centradas en el corazón. Si la idea de recibir te parece egoísta, la idea de darnos a nosotros mismos activamente y de satisfacer todas nuestras necesidades puede parecer casi blasfema. Puede producir culpa y vergüenza, porque en algún punto hemos recibido el mensaje de que no está bien cuidar de nosotros mismos, y nos hemos sentido validados al cuidar de los demás. Pero lo cierto es que no llenarte —no inspirar— y satisfacer tus necesidades en primer lugar es simplemente fútil. Como en el conocido ejemplo de cómo ponerse la máscara de oxígeno en un avión: cuando baja la presión y caen las máscaras, si tratas de ayudar a otros antes de ponerte la máscara, te desmayarás y no podrás ayudar a nadie. Solo puedes ser verdaderamente generoso cuando participas en la abundancia que te rodea. Solo cuando tienes puedes dar. Solo cuando te encargas de tus necesidades puedes cuidar verdaderamente de otro en el sentido más profundo. Todo lo demás es un truco manipulativo del ego, que actúa como si estuviera dando solo para conseguir una sensación de valía, de validación o de aprobación. Recuerda, la naturaleza de la abundancia y la satisfacción no es algo estático; es un flujo constante de inspiración y espiración, de dar y recibir. Es importante que des, sirvas o compartas con otros, al tiempo que aceptas lo que se te da y permites que se te sirva. Desde el paradigma del emerger, dar es recibir y recibir es dar; cuidar de ti mismo es cuidar de otros, y cuidar de otros es cuidar de ti mismo. Todo es una acción, una respiración. Y, a nivel espiritual, todo es portador de la misma energía. ¡Expandamos la capacidad espiritual de nuestros pulmones! Mejorar la circulación Piensa en un área de tu vida en la que te sientas atascado, dependiendo de otra persona o situación, incapaz de avanzar o de conseguir lo que quieres. ¿Qué esperas ver, oír o recibir antes de sentirte capaz? Tal vez se trate de una pareja íntima de la que has estado tratando de conseguir respeto o validación; o tal vez, de un jefe que no te ha dado la aprobación que crees merecer. Podría tratarse de una situación económica en la que crees que no puedes avanzar hasta que dispongas de cierta cantidad de dinero, o de un problema físico que te ha convencido de que es imposible realizar tus sueños.

Pregúntate qué cualidades tendrías que incorporar para ser libre y sentirte satisfecho en esa situación, aunque la condición no cambiara. Por ejemplo, si la situación que te atañe es una aparente falta de dinero, tal vez la cualidad que tendrías que encarnar sería una sensación de seguridad, un sentimiento de que todo está bien. Si se trata de una relación en la que no estás siendo validado, tal vez te haga falta sentirte bien contigo mismo. Anota estas cualidades. A continuación, vuelve a mirar esa situación y pregúntate: “¿Qué representa para mí esto que quiero/necesito/de lo que carezco? ¿Qué significa o simboliza?”. Esta es otra manera de buscar las claves del significado profundo de lo que te falta. Por ejemplo, digamos que lo que quieres es un trabajo. Podrías descubrir que lo que representa es seguridad, poder o una sensación de ser útil. Anota cualquier significado simbólico que asocies con tener empleo. Visualízate teniendo ese empleo ideal que has estado esperando. Permítete sentirlo. A tu ritmo, respira y deja que ese sentimiento se expanda, que llene tu pecho y después la totalidad de tu cuerpo. Si puedes sentir aunque solo sea un destello de la cualidad que te haría sentirte satisfecho, has demostrado la clave de tu libertad: que tu capacidad de experimentar esa cualidad no tiene nada que ver con nada ni con nadie externo a ti. Si, en lugar de en el empleo, el área en la que te sientes atascado es en el dinero, y ahora estás experimentando un sentimiento de abundancia o seguridad —o cualesquiera que sean las cualidades que hayas anotado—, acabas de probar que el dinero —ese objeto externo— no es, y nunca fue, la causa de ningún sentimiento de abundancia o seguridad que has estado anhelando. No importa lo leve que sea ese sentimiento. Con la práctica se fortalecerá hasta brillar luminosamente dentro de ti. Esta práctica ayuda a construir el pilar del sentimiento del propósito del alma. Y a medida que integres ese sentimiento, esa nueva vibración o conciencia, disolverá el miedo y la sensación de carencia que te ha estado reteniendo, y se convertirá en la sustancia misma de la etapa siguiente de tu emerger —del mismo modo en que el suelo se convierte en la savia, la flor y el fruto de la planta—. Tú, y solo tú, tienes el control de este proceso. Tú no eres el efecto de tus condiciones externas; eres la causa. Ahora, pregúntate: “¿Quién sería yo si esta situación se resolviera completamente? ¿Cómo me consideraría a mí mismo? ¿Cómo actuaría?”. Esto expande tu conciencia para incluir el pilar del ser del propósito del alma. Anota esas cualidades de ser. Y, una vez más, tómate un momento para experimentar realmente cómo es ser esta persona que encarna completamente las cualidades que has descrito. Al hacerlo, estás activando ese estado de ser, y con el tiempo empezará a integrarse en tu conciencia como un nuevo punto estable a nivel vibratorio. Pero hay más cosas que puedes hacer para anclar estas cualidades en tu mente, cuerpo y experiencia. Examina las cualidades de ser y pregúntate: “¿Qué aspecto tendría ser esa persona en mi vida ahora?”. No aceptes una respuesta vaga como: “Ser más auténtico”. Pregunta específicamente qué aspecto o apariencia tendría eso. Pregunta hasta

obtener una guía que puedas llevar a la acción. Por ejemplo: “Ser más auténtico” puede conducir a “Contar a mi esposa cómo me siento realmente por trabajar hasta tarde”, o “Contar a mi jefe cuál es mi verdadera visión para este proyecto”. Por último, pregúntate: “¿Qué actividades, personas, entorno u objetos me hacen sentir tal como me sentiría si esta situación estuviera resuelta?”. Esto debería resultarte familiar de tu anterior trabajo con los pilares del propósito del alma en la Segunda etapa. Elabora una lista de posibilidades e integra las que más resuenan contigo en tu plan cuántico. Para acelerar tu emerger en esta área, crea una estrategia semanal centrada que incluya: Al menos un modo de poder ser la persona que serías si esta situación se resolviera. De una a tres actividades que te hacen sentir esos sentimientos de poder y capacidad. Pasar tiempo de calidad con las personas que te hacen sentirte así. Realizar al menos un viaje a un entorno que te haga sentirte así. De uno a tres objetos —cuadros, música, aromas, joyas— que activen esos sentimientos en ti. Incorporar esos elementos a tu calendario te ayudará a no volver a caer en las actividades habituales que no son congruentes con las frecuencias elevadas que deseas. Después de la primera semana, reevalúa si has elegido a las personas, los lugares y las cosas adecuadas para favorecer tu emerger. Si la situación requiere más trabajo, crea una estrategia a largo plazo. Solo puedes conservar lo que das Ahora que estás empezando a activar una mayor sensación de tener, el paso siguiente consiste en irradiarla a tu experiencia al darla. Esto no es un truco metafísico. No estás dando para conseguir, lo cual te llevaría al antiguo paradigma de carecer de algo. Como ya hemos comentado, estás dando porque dar es el mecanismo por el cual llevamos lo que es necesario a nuestro mundo. Nada entra en este mundo excepto a través del acto de dar o expresar. Y el acto de dar algo desde la conciencia de tener te permite encajar esa conciencia en su lugar, como cuando pulsas el botón de una emisora preseleccionada en la radio. Ambos son necesarios: cuanto más das desde una conciencia de tener, más tienes para dar. Entendemos este principio en cuanto es aplicable al conocimiento; cuanto más enseña un profesor, más conocimiento adquiere. El acto de compartir su conocimiento con sus alumnos —dar— es lo que lo incrementa, activa y magnifica ilimitadamente. También lo vemos con cualidades como el coraje o la gratitud. Cuanto más las expresamos, más las tenemos; nuestra comprensión y la profundidad

de nuestros sentimientos crecen. Sin embargo, cuando contemplamos otros aspectos de la vida, a menudo entramos en una maraña de creencias negativas. Si en el terreno amoroso nos han roto el corazón, podríamos acaparar el amor como si fuera un recurso escaso, y acabaríamos experimentando menos amor, no porque no nos llegase suficiente, sino porque no estaríamos permitiendo que nos atravesase. Asimismo, podríamos retener el apoyo, el respeto, la validación o la aprobación de otros porque sentimos que nosotros mismos no conseguimos lo suficiente en cuanto a estas cualidades, y creemos que si nos aferramos a ellas, alguien acabará dándonoslas. Esto no funciona nunca. Podemos temer que, si damos los cumplidos y la validación que sentimos que nos falta, daremos tanto poder a los demás que ya no nos necesitarán. Pero, ¿dónde acaba esto? Cuando ambas partes se sienten menos apoyadas, respetadas o validadas, no es solo que el bien deja de expandirse, sino que se queda atrofiado como un músculo que no se usa. Como dice Mateo en 13:12: “Porque al que tiene se le dará más y abundará; y al que no tiene, aun aquello que tiene le será quitado”. Esto también es válido para las cosas materiales, como las contribuciones de caridad. Si nos sentimos carentes de dinero, dar algo de lo poco que tenemos es una verdadera prueba de fe. Lo importante no es la cantidad sino la intención. Al dar deberíamos sentir que nos estiramos, pero no tanto como para sufrir un tirón muscular. Al dar desde un lugar de abundancia, aceleras la Ley de Circulación en tu vida, y el universo, que siempre está tratando de realizarse a través de ti, ahora te considera un canal, dispuesto y capaz, a través del cual puede verterse a Sí Mismo. Otras formas de dar que suponen un reto son apoyar a alguien que no nos está apoyando a nosotros, ayudar a otros a tener éxito cuando queremos que ellos nos ayuden a nosotros, o ser un buen amigo y compañero cuando nosotros mismos estamos desesperados por conseguir afecto. Cuanto más ayudamos a otros a conseguir lo que nosotros queremos, tratamos a los demás como nos gustaría ser tratados y apoyamos a otros tal como nos gustaría que nos apoyaran —no dando para conseguir, sino expresando, desde una conciencia de tener, lo que se necesita en el mundo—, más activamos y expandimos esas cualidades en nosotros. Seguidamente estas cualidades irradian hacia nuestro entorno y se convierten en las personas, los lugares y las oportunidades que generan la etapa siguiente de nuestra evolución. Al empezar a irradiar estas cualidades aparentemente ausentes, no te olvides de incluirte a ti mismo. Como hemos comentado antes, a menudo esta es una lección del alma para las personas centradas en el corazón, o para aquellos que proceden de un entorno en el que el trabajo duro y el sacrificio es un valor central. Pero es esencial que cuides de ti mismo, cualesquiera que sean tus creencias o tu procedencia. No te limites a activar esas cualidades dentro de ti, dátelas activamente a ti mismo. Al hacer esto pueden ocurrir algunas cosas interesantes. Además de que tú mismo tendrás una sensación más clara de estas cualidades, también te liberarás de la ilusión de que algo o alguien externo ha sido alguna vez la fuente de tu realización.

El ego luchará para que vuelvas atrás con un diálogo interno del tipo: “¿Cómo puedes seguir amando, respetando y validando a esa persona cuando ella no te está dando eso mismo a ti?”, y “¿Cómo puedes seguir dándolo todo en este trabajo cuando no es lo que está destinado para ti? Además, ni siquiera te aprecian”. Pero, si estás dispuesto a seguir en la brecha, no solo superarás ese diálogo interno, sino que seguirás creciendo como si estuvieras en tu situación o relación ideal, ¡y te convertirás en la persona que serías si fueras amado, apreciado y recibieras aprobación y validación! En esta etapa ocurre una de estas dos cosas: si la otra persona o situación está dispuesta y es capaz de estar a tu altura en esta frecuencia superior, las cosas mejorarán y se expandirán, a menudo de maneras que no puedes ni imaginar. Y si eso no es posible, el universo te trasladará a un entorno o a una relación que pueda interactuar contigo a este nuevo nivel. Ahora bien, sé consciente de que es posible que la nueva situación no aparezca inmediatamente. A menudo, se pasa por un periodo de asentamiento, de integración más profunda, antes de que se produzca la manifestación, lo que da la sensación de ser la prueba final de las nuevas fronteras. Es como si tu alma dijera: “¿Estás seguro de que estás a la altura de esto?”. Esta situación también se puede dar mientras estás en la antigua experiencia, como sucedió en la siguiente historia. Pero, anímate. Cuando se produce el cambio, como la conciencia siempre precede a la forma, la realidad externa debe adaptarse a tu nuevo nivel de ser. Cómo aprendí a dejar de ser camarero y empecé a servir Después de mi apertura espiritual inicial y del periodo de trabajo profundo que le siguió durante varios años, acabé desempleado y con poco movimiento de dinero. Mientras que muchos actores pasan de trabajar de camareros a actuar, yo lo hice a la inversa: pasé de ser un actor prometedor a ser un camarero sin futuro, sirviendo a la gente con la que había trabajado en algunas películas. Fue una experiencia de humildad, por decirlo con suavidad. Y si bien había superado el orgullo, tenía una visión: quería usar mis talentos creativos para inspirar y transformar a la gente. Aunque no tenía una idea clara de cómo llevarlo a la práctica, contaba con las herramientas básicas del proceso de emerger para darle la bienvenida —si bien entonces tampoco tenía el lenguaje para describirlo—. De modo que empecé a practicar este principio de dar lo que parece estar ausente presentándome cada día en mi puesto de camarero como si fuera el trabajo de mis sueños, tratando de ser la persona que sería si estuviera viviendo mi destino. Empecé a aportar un nivel de excelencia, dando un servicio de cinco estrellas en un restaurante de tres. Dejé de quejarme y de juntarme con otros camareros para criticar a los clientes. Me centré en mostrarme agradecido, en divertirme, en activar la alegría y la pasión, y en tener la máxima consideración por todas las personas con las que entraba en contacto. Paso a paso, expresé más de las cualidades de carácter

que eran congruentes con mi visión más elevada y abandoné las conductas que no lo eran. Los clientes empezaron a dedicarme grandes elogios y a dejarme mayores propinas, y me decían que iban a contactar con dirección para informar de que habían recibido el mejor servicio que habían tenido nunca. Por fin mi estrella estaba brillando. De modo que el gerente me despidió. No recuerdo por qué. Tenía algo que ver con que “no encajaba allí”. Pero después de una breve discusión —y de recibir el apoyo de otro director que decía que yo no había hecho nada mal—, volvieron a contratarme. Me sentí incomprendido, maltratado y como un paria, pero lo tomé como un reto y cavé más hondo: activé las cualidades de mi visión, generé las cualidades de mi carácter superior, limpié mis juicios sobre el personal y me esforcé por ayudar y servir todavía más. Y muy pronto volví a estar a tope, sintiéndome aún mejor, más fuerte que nunca. De modo que volvieron a despedirme. Esta segunda vez sí que había ocurrido algo, algo que ellos podían señalar, simplemente no tenía nada que ver conmigo. Y después de un periodo de investigación, descubrieron que había sido un error. Alguien me había usado como chivo expiatorio o había cometido un error. Y volvieron a contratarme. El personal empezó a mirarme por encima del hombro y algunos decidieron que yo no tramaba nada bueno. Me sentí alienado y solo, básicamente como un perdedor. Pero necesitaba aquel trabajo —aunque la sensación de necesidad se estaba disolviendo—. De modo que cavé todavía más hondo. Me pregunté: “¿Dónde más no estoy actuando con integridad?”. Y empecé a encontrar aspectos en los que me sentía inadecuado, en los que buscaba aprobación y validación, y en los que estaba siendo deshonesto. Por ejemplo, empecé a darme cuenta de que los bocadillos y las bebidas que tomaba en la parte de atrás no eran gratis para los empleados, es decir, que los estaba robando. Me había dicho a mí mismo que los demás también lo hacían, y parecía ser la norma. Pero, cada vez más, empecé a preguntarme por qué todos lo hacíamos de manera tan disimulada. Y cuando me pregunté por qué simplemente no los pagaba, descubrí una bolsa de conciencia de pobreza, y que una parte de mí, a cierto nivel, sentía que tenía que mentir o estafar para conseguir lo que quería y necesitaba. No quería perder mis bocadillos y bebidas gratuitos, pero era demasiado consciente de esta falta de integridad interna, de modo que acumulé el coraje necesario para preguntar a la directora si me estaba permitido tomarlos. Como era de esperar, me dijo que no. Poco a poco fui limpiando estas pequeñas mentiras y engaños, haciéndome más congruente en mi vida interna y externa. Aunque resultaba difícil soltar estas pequeñas comodidades a las que me había acostumbrado, una vez más empecé a sentirme bien, más fuerte, inspirado a hacer mi trabajo. Busqué nuevas maneras de ampliar mi servicio, de aportar más valor a los clientes y al personal. Esta vez estaba seguro de que había encajado. Por fin había llegado.

De modo que, por supuesto, ¡volvieron a echarme! Esta vez decidí aceptar el despido. Pensé que sin duda el universo me estaba enviando un mensaje. Lo genial era que no tenía ninguna queja; no les culpaba. Sentía que mi despido formaba parte del orden divino. Mi novia, por su parte, quería pegar fuego al restaurante. Cuando le sugerí que comiéramos allí, eso la sacó de sus casillas y se preguntaba cómo podía considerar la posibilidad de volver allí. Comprendí y aprecié sus sentimientos. Simplemente se estaba posicionando del lado de su hombre. Pero en mi interior no había animosidad. Era libre. Y en poco tiempo me contrataron para formar y enseñar comunicación y habilidades interpersonales a los altos ejecutivos de las empresas Fortune 500. Pasé de ser camarero en un restaurante de tres estrellas a ser invitado a comer y a beber vino en restaurantes de cinco estrellas de todo el país, ganando veinte veces más dinero del que ganaba de camarero. Conforme elevaba mi vibración en el trabajo, aquel entorno no pudo elevarse para seguir siendo compatible conmigo. Esto no es un juicio; simplemente es la naturaleza de la situación. Además, aquel entorno no estaba destinado a ser compatible conmigo. A medida que vamos creciendo, el tamaño de nuestros pantalones o zapatos va aumentando. Incluso podemos dejar atrás personas, lugares y propósitos de vida —en realidad, no puedes dejar atrás tu propósito, pero puedes y debes superar tu limitada percepción de él—. Esto no hace que esas distintas formas y tamaños estén mal. No tienes que pensar que algo o alguien está mal para dejarlo atrás y pasar a otra cosa; simplemente tienes que darte cuenta de que ya no encaja contigo. Otro aprendizaje clave de esta experiencia es que la vida mayor y la oportunidad no se presentaron en el futuro; se presentaron en aquel trabajo de camarero. Creamos el equivalente mental-emocional de esa vida más amplia que deseamos mientras ejercemos nuestro potencial en la experiencia pequeña y aparentemente limitada. Las fronteras y las limitaciones actúan como un gimnasio interno para el alma, que usa toda resistencia para fortalecerse. Si esperamos hasta que se presente una oportunidad mejor, en lugar de abrazar la que tenemos delante y de mostrarnos como la persona que vemos que podríamos ser, no desarrollaremos la conciencia que es congruente con esa vida más amplia. Y si de algún modo consiguiéramos manifestarla, tendríamos que esforzarnos por mantenerla. Hemos visto esto en las personas que tienen éxito de la noche a la mañana o que se encuentran con algunos ingresos inesperados, como el ganador de la lotería que acaba arruinado, o con deudas y peor que antes. Para ilustrar las fases del proceso de emerger nos fijaremos en cómo sale un pollito del huevo. Llegado a cierto punto, el pollito ya ha consumido todos sus recursos, ha polucionado su entorno y se ha vuelto demasiado grande para el huevo. Está constreñido y hambriento, y el lugar apesta. Si fuera autoconsciente, podría sentirse como una víctima, y creería que la vida está contra él, que Dios está contra

él, que es un pecador que está siendo castigado, o que todo ha sido culpa de sus padres por haberle abandonado en estas terribles condiciones. No obstante, si a través de la oración, las afirmaciones, o de un granjero bondadoso se le liberase de su huevo, moriría. Por suerte, el pollito está gobernado por las leyes naturales y empieza a picotear y a estirarse, buscando cualquier fuente de bondad en su entorno. No se lamenta por lo que no puede hacer; hace lo que puede. No se centra en lo que le falta; se enfoca en cada bocado de bien que tiene, y emplea al máximo todas sus habilidades y recursos. Al hacerlo, el picoteo no solo rompe la cáscara y lo libera, sino que también fortalece sus músculos del cuello y sus pulmones, preparándole para vivir en el mundo más amplio. Desatascado de por vida Una de las comprensiones más poderosas extraídas de estos ejemplos es que no tienes por qué seguir sintiéndote víctima de las circunstancias, puesto que, a pesar de las apariencias, en realidad nunca estás atascado. ¿Afrontarás retos? Sí. ¿Te sentirás arrinconado y parecerá que no hay solución? Es muy probable. ¿Seguirán cambiando las condiciones externas? El cambio es la naturaleza de la experiencia humana. Pero nada de esto puede convertirte en víctima, o mantenerte en el papel de víctima por haber sufrido un revés, si aceptas la verdad de que eres una central eléctrica divina. No necesitas esperar a la energía ni salir a buscarla cuando tú mismo puedes generarla. Cualesquiera que sean las condiciones que afrontes, puedes activar e irradiar lo que necesites a tu entorno interno y externo, y emprender el proceso de renovarte y emerger. Nada de esto trata de sugerir que condonemos a las personas o las acciones que nos hieren o que hieren a otros. Conseguir que los abusones se hagan responsables de sus fechorías forma parte del proceso de sanación. Esto tampoco te quita el derecho a sentir todos tus sentimientos y a cuidar de los lugares internos que puedan estar heridos. Para sanar es fundamental amarse a uno mismo con un amor que lo abrace todo, y este tipo de amor también es imprescindible en el modelo del emerger, como veréis en la Sexta etapa. Como hemos dicho antes, aquí no se trata de culpar a la víctima. Se trata de liberarse y de vivir con todo nuestro poder. Es comprensible que esto no siempre resulta fácil, especialmente si has experimentado un trauma a manos de otra persona. Pero, en casi todos los casos en los que se ha producido la recuperación de una víctima de abusos, alguna versión de este proceso ha formado parte de su camino de vuelta a la totalidad. De modo que te invito a considerar cómo sería tu vida si supieras que nunca puedes volver a ser una víctima; o, al menos, si supieras que nunca se te puede mantener en un estado de victimización. ¿Qué posición corporal adoptarías? ¿Tendrías la espalda un poco más erguida, la cabeza un poco más alta? ¿Tendrías un poco más de brío al caminar? ¿Asumirías más riesgos, te pondrías de pie,

destacarías, aunque solo fuera un poco más? ¿Bajarías la guardia, derribarías los muros, abrirías el corazón y estirarías la mano? Siéntelo. Imagina las posibilidades. Encuentra ese lugar de buena disposición dentro de ti para aceptar este principio y liberarte. Pero el final del victimismo solo es el comienzo de tu nuevo nivel de poder. ¿Y si nunca pudieras volver a sentirte atascado? Para muchos, sentirse atascado puede parecer un estado crónico. Pero, a medida que hacemos este trabajo, la verdad queda clara: quedarse atascado es una creencia, una cuestión de perspectiva. Solo tiene poder sobre nosotros cuando nos mantenemos centrados en el atasco, en lugar de centrarnos en hacia dónde queremos ir. Cualquiera que sea tu situación, siempre hay algo que puedes hacer para seguir moviéndote, para cambiar de canal a todos los niveles: físico, emocional, mental o espiritual. Y cuando te pones en movimiento en una dimensión de tu ser, empiezas a liberar otras. Por ejemplo, si crees que estás atascado en una relación, puedes imaginarte el tipo de relación en la que quieres estar, y después sentir cómo sería. Esto movilizará inmediatamente tu energía. Desde ahí, puedes tomar conciencia de quién serías si estuvieras en esa relación ideal y preguntarte: “¿Cómo puedo empezar a ser esa persona más plenamente ahora mismo?”. Esto te dará guía, dirección, y te indicará cuál es tu siguiente acción, de manera que ya no te sentirás atascado. Por más inhumana que sea la situación, e independientemente de lo que parezca faltar y de lo que te haga sentirte atascado, si aplicas el principio de que “lo que falta es lo que tú no estás poniendo” y realizas las prácticas de este capítulo, empezarás a moverte inmediatamente: elevarás tu nivel de energía, expandirás tu estado de ser hacia tu entorno o conseguirás guía para dar los pasos siguientes. Cuando te alineas y lo permites, el nuevo nivel siempre está tratando de emerger y dispuesto a expresarse. Imagina que nunca te sientes atrapado, estancado, reprimido o retenido, que las excusas salen volando por la ventana. Se vuelve imposible dejar las cosas para mañana. ¿Qué aspecto tendría tu vida si esto fuera verdad? ¿Despertarías con más alegría en el corazón y más ánimos para el día? ¿Estarías dispuesto a emprender ese proyecto que has estado posponiendo? ¿Te deslizarías por la vida con más gracia y poder? Ahora tómate algún tiempo para contemplar esto y para escribir acerca de ello en tu diario. Cuanto más sientas que este principio amplía tus posibilidades, más motivado te sentirás a aplicarlo. El reto de dar durante treinta días La declaración bíblica “Pedid y se os dará” (Juan 16:24) podría expresarse de manera más precisa así: “Da y recibirás”. Aunque ya he comentado la importancia que tiene dar para hacer circular más de tu sustancia espiritual interna o de tu fuerza de vida, es tan crucial para entender y activar el proceso de emerger que se merece unas últimas palabras. Dicho de manera simple:

Dar es el método más poderoso para conseguir todo lo que queremos en la vida. Pero no de manera cínica. No deberíamos usar el dar manipulativamente para conseguir algo. Si das para conseguir, no estás alineado con esta verdad. Al comprender este principio, verás que la totalidad del universo está dentro de ti. No hay nada más que tengas que conseguir ahí fuera; solo hay más dentro tratando de salir afuera. Cuando vives desde ese lugar, parece que estás consiguiendo más, pero, en realidad, simplemente estás dejando que emerja más. A partir de hoy, ya que todo tiene que ver con dar, considera la posibilidad de preguntarte cada mañana: “¿Cómo puedo dar más?”. A continuación, busca maneras de darte a ti mismo y de dar a tus seres queridos, a tus colegas y al mundo. Te invito a que te comprometas a hacer esto durante los próximos treinta días para ver qué surge. A medida que te dirijas a esa central eléctrica interna, no habrá nada que no puedas conseguir de acuerdo con el plan de tu alma. Incluso puedes plantearte el reto de dar durante treinta días, en el que identificas todos los lugares en los que has estado reteniendo, esperando y tratando de conseguir, y después anotas todas las maneras de dar más: todos los lugares de tu vida en los puedes empezar a generar, irradiar y verter tu potencial no expresado. Emplea esa lista para dar más cada día, aunque sea de manera mínima. Piensa en lo poderoso que debe sentirse el sol al ser capaz de brillar en plenitud sin intereses ocultos. De eso es de lo que eres capaz: de caminar por el mundo tan sintonizado y tan encantado, irradiando la luz divina, sin buscar nada y dándolo todo. Serás imparable. Más que eso, serás una bendición para todos los que se crucen en tu camino. El universo fluirá a través de ti, a ti mismo y a tu alrededor, ofreciéndote todas las riquezas celestiales que te puedas imaginar y más. Esta es la gran promesa de todos los maestros a lo largo de los siglos. Tú eres la luz del mundo. De modo que asume tu poder y déjalo brillar.

QUINTA ETAPA

Actúa como si ya fueras lo que quieres ser Todo es posible para aquel que puede practicar perfectamente la inacción. Ernest Holmes Vestido con mi uniforme de camuflaje del ejército, me senté en una de las mesas más románticas del restaurante Enrie’s Tacos, mirando fijamente el polvoriento cuadro de un torero frente al toro bufante que estaba a punto de liquidar. Era un cuadro frío y deslucido, pero había algo que me llegaba. Él se mostraba intrépido, sabía cuál era su lugar y la mirada en sus ojos decía que nada le impediría ser fiel a su naturaleza. Me estoy refiriendo al toro. El torero no me importaba. Lo tenía todo a su favor. Tenía una espada, una multitud animándole y un animal atrapado: para él era un espectáculo. Pero el toro… el toro no estaba allí por el espectáculo. No había pedido estar allí. Estaba porque tenía que estar. Estaba allí por un acto del destino. Había algo en él que era muy auténtico, muy verdadero. Era una expresión de pura intención. Yo quería que ganara el toro. Se lo merecía. No sé; tal vez era la copa que había tomado la que hablaba a través de mí. Mientras chupaba la sal de una tortilla*4todavía caliente y la hundía en la famosa salsa de hierbas del restaurante Ernie’s, tomé un bocado, saboreándola, y contemplé lo que estaba a punto de ocurrir. No al toro, sino a mí. Acababa de regresar del conflicto del Golfo Pérsico y mi novia estaba a punto de llegar en cualquier momento. Iba a ser la primera vez que la veía desde que había sido movilizado. Ella había sido lo que me había mantenido en marcha, el primer pensamiento que tenía en mi mente cuando despertaba a las 5:00 de la madrugada en aquel infierno polvoriento, y el último pensamiento que tenía en mi mente cuando miraba fijamente la cálida noche árabe antes de caer dormido. Estaba tan enamorado de ella que apenas podía soportarlo. Por desgracia, nada de esto era real. Yo no era un soldado. Y ella no era mi novia. Ni siquiera era mi amiga. De acuerdo, dejadme rebobinar. Como ya sabéis, yo era actor, y este encuentro en Ernie’s era un ejercicio teatral que mi compañera Elizabeth y yo habíamos diseñado para practicar la vivencia de una situación imaginaria fuera de clase. La idea era que, si podíamos engañar a todos los que nos rodeaban y nos lo creíamos verdaderamente, mejoraríamos como actores. Había sido idea mía incluir la historia romántica. Lo cierto es que yo estaba por ella. De acuerdo, estaba totalmente por ella. Pero ella no estaba disponible, de modo que… si no podía estar realmente con ella, así al menos podía actuar como si lo estuviera durante aquellos preciosos

momentos. Incluso le escribí una carta de amor —como si la hubiera escrito desde el Golfo Pérsico— en la que le confesaba que ella era lo único que me mantenía con vida durante aquellos días interminables en medio del brutal conflicto. Después había hecho que la carta le llegara. Sentado allí, esperándola, ligeramente mareado por el tequila —o tal vez por el intenso olor de la grasa quemándose—, estaba entrando completamente en mi papel. Cuando llegó Elizabeth, ya estábamos en los personajes. Nos abrazamos como amantes que no se hubieran visto en mucho tiempo, nos dijimos cuánto nos habíamos echado de menos y lloramos. Lágrimas de verdad —esto era lo que exigía el método, si bien no lo fingimos—. Ella se deslizó a mi lado, con nuestras manos intensamente entrelazadas, y empezamos a ponernos al día. Yo me había preparado bien, de modo que tenía muchas cosas que contarle, incluyendo la trágica pérdida de mi mejor amigo, que había muerto en mis brazos. Ambos volvimos a llorar. Seguidamente compartimos sus noticias: estaba embarazada. ¡Íbamos a tener un bebé! Nos abrazamos, seguimos llorando, nos reímos de la locura que era todo aquello, hablamos de la suerte y del destino… y después nos besamos. Nos besamos de verdad. Pasando por alto el método y todo lo demás. Y entonces me di cuenta de que había ocurrido algo extraño. En algún momento de todo aquel reír y llorar, y hablar de la muerte y el nacimiento, de la suerte y del destino, había dejado de ser una actuación… y yo estaba verdaderamente enamorado. Digo que estaba enamorado en lugar de decir que me había enamorado porque no tenía la sensación de que fuera algo que acabara de empezar; más bien sentí que había sintonizado con una emisión que ya estaba en el aire. La abracé y la besé, secando las lágrimas de sus ojos, y después de los míos, y después volví a besarla. Pero esta vez fue un poco demasiado real para ella. Se separó suavemente, miró su reloj y me dijo que tenía que volver al trabajo, pero que estaría en casa por la noche y que podríamos seguir poniéndonos al día; ella quería saberlo todo. Nos abrazamos y yo le di otro beso antes de que ella se deslizara fuera de la mesa y se marchara. Ni siquiera miró atrás. Aquello debería haber terminado, ¿cierto? Yo debería haber captado la señal, pagado la cuenta, debería haber llamado a alguna chica que estuviera disponible y haber tenido una cita de verdad. En cambio, volví a casa y la esperé. Y seguí esperando. Hasta que ya no pude seguir esperando y llamé al sitio donde me había dicho que trabajaba. Tenía que volver a oír su voz. Me dijeron que no trabajaba allí, que nunca lo había hecho. ¿Qué? ¿Por qué me había mentido? ¡Era mi amada! Llamé a mi mejor amigo y le pedí que me hiciera compañía. Me sentía confuso, alucinado. Ahora no sabía qué creer. La línea divisoria entre la ficción y la realidad se había borrado completamente. ¿Vendría a casa después de todo? ¿O esa promesa al partir solo había sido la última línea del diálogo para salir apresuradamente por

el lado derecho del escenario? Sabía que lo que yo había sentido en aquella mesa del restaurante había sido real. Y estaba muy seguro de que ella también lo había sentido. Esto no es una fantasía, me dije. Ella iba a venir a las diez de la noche. Tenía que tener fe en lo que sentía. Estuve paseando arriba y abajo durante más de una hora, intentando hablar las cosas con mi amigo, mirando el reloj y viendo pasar los minutos hasta que se hicieron las diez, y después las diez y cuarto, las diez y media… Tal vez se había retrasado, había tenido algún imprevisto en el último minuto. Eso ocurre constantemente en los restaurantes, ¿cierto? ¿En qué demonios estaba pensando? Ni siquiera trabajaba en aquel restaurante, tal vez no trabajaba en ningún restaurante. Probablemente, estaba sentada en un bar en alguna parte, riéndose con una amiga de aquel tipo tan raro de la clase de teatro que había perdido totalmente la cabeza en un ejercicio y había empezado a toquetearla como un bicho raro. Al final, mi amigo sintió que ya había tenido suficiente, me dijo que me olvidara de ella, que me emborrachara y después se fue. Estaba machacado. Literalmente me dejé caer en la cama como un adolescente con el corazón partido y escribí un poema de amor —probablemente manchado de lágrimas— en un pedazo de papel de borrador: Lo primero que había en mi mente cuando despertaba, Elizabeth. Lo último que había en mi mente antes de dormir, Elizabeth. Estoy enfermo de amor y no quiero curarme. Oh, sí, era así de cursi. No me sentía bien. Lo puse debajo de la almohada, a la que abracé como si fuera ella, y me quedé dormido. Pero no podía olvidarla. Durante las semanas siguientes la perseguí, pidiéndole que me ayudara a ensayar las audiciones que tenía, audiciones que —sorpresa, sorpresa— tenían escenas de besos. Como buena compañera, ella accedió, si bien con cierta suspicacia —y con razón—. Y, con cada escena, volvió ese sentimiento que había experimentado durante nuestro primer ensayo. Nunca me dieron los papeles que habíamos ensayado. Pero conseguí a la chica. Como un año después, Elizabeth y yo nos comprometimos. Y al año siguiente nos casamos. Después tuvimos un bebé. Y después otro. Esto ocurrió hace más de veinte años. Y en una esquina de la fotografía de boda aún está ese pequeño poema simplón. La acción es creencia en ropa de trabajo A veces, actuar como si algo fuera verdad activa en nosotros algo que es verdad. Sentía algo por Elizabeth antes de aquel ejercicio, pero el acto de lanzarme a aquella realidad imaginaria fue lo que pulsó el interruptor dentro de mí y, más adelante, también en ella. Después de aquella primera cita, tenía todas las razones para no seguir insistiendo. Ella no estaba por mí y no ofrecía ninguna señal clara de estar

interesada. Pero yo había tocado una realidad dentro de mí mismo a través de la visión inicial que había creado de nuestra relación imaginaria, de la intensa historia que había preparado con antelación, del trabajo interno que había hecho para generar el estado de sentirme y de estar enamorado, y finalmente de la acción de vivir como si fuera así. Y fue mi acción persistente, a partir de ese sentimiento y de saber que era real, lo que finalmente hizo que lo fuera. Para mí, aquella experiencia fue una demostración potente y práctica de que en ella estaba operando algún principio, por lo que empecé a reflexionar más profundamente al respeto. Empecé a preguntarme por todas las veces que había querido algo y había hecho el trabajo interno para creer que podía tenerlo, pero aun así no lo había conseguido. Lo que descubrí fue que, en muchos de los casos en los que no había conseguido satisfacer el deseo de mi corazón, no había invertido plenamente en la nueva realidad que estaba tratando de crear. Había afirmado, había puesto la intención, e incluso había sentido cierto nivel de convicción interna, pero no había hecho un seguimiento consistente. En un momento dado, bien porque la situación era demasiado dura, porque me daba miedo o porque sacaba a la luz alguna herida que no estaba cerrada, mis acciones habían dejado de ser congruentes con mi verdad más profunda. Mi convicción interna y mi vida externa ya no estaban integradas; estaba dividido. Y cuando estamos divididos caemos. Esto me llevó a plantearme otra serie de preguntas, preguntas que no estaban basadas en las circunstancias, sino en la verdad superior, en principios universales. Y cuando las respondí honestamente y actué con sinceridad a partir de esas respuestas, volvieron a ponerme en la pista de mi visión superior, permitiendo que emergiera en todas las áreas de mi vida. Te invito a que te plantees estas preguntas con relación a la visión que estás tratando de manifestar: ¿Qué harías si fueras amado totalmente y tuvieras todo el apoyo? ¿Qué harías si fueras brillante y tuvieras talento? ¿Qué harías si tuvieras todo lo que necesitas? ¿Qué harías si supieras que no puedes fracasar? Las respuestas a estas y a otras preguntas que plantearé en este capítulo conducen a un nuevo tipo de acción que se basa en una afirmación fundamental de tu ser: que eres amado totalmente y tienes todo el apoyo, que tienes todo lo que necesitas, y que eres intrínsecamente brillante. El problema es que hemos sido hipnotizados para que creamos que somos algo menos que esto, y muchas de nuestras acciones perpetúan esa falsa premisa. Creemos que carecemos de amor o abundancia, de modo que emprendemos acciones para conseguir o atraer más, lo cual exacerba nuestra

conciencia de carencia, aunque logremos con mucho esfuerzo más bienes materiales. Creemos que no valemos o que nos falta talento, de modo que no actuamos, lo que aumenta nuestra sensación de inadecuación, ahonda nuestra depresión y limita nuestras habilidades. O bien pensamos que la simple creencia es suficiente para hacer que todos nuestros sueños se hagan realidad, y esperamos que algo o alguien nos salve, en lugar de entender que la acción no está separada de la creencia. Pero la acción es la prueba de la creencia y el mecanismo que nos permite anclarla en la tierra. La acción es creencia en ropa de trabajo. Nuestro principal problema es doble: actuamos o no actuamos basándonos en una falsa identidad o autoimagen —hecha de las falsas ideas que tenemos con respecto a nosotros mismos—, lo que nos impide integrarnos con nuestra verdadera naturaleza. Y cuando actuamos —aunque lo hagamos mediante técnicas metafísicas o de crecimiento personal— estamos tratando de conseguir algo ahí fuera, en lugar de darnos cuenta de que lo que necesitamos es dejar salir algo de nuestro interior. Como dijo Robert Browning: “La verdad está dentro de nosotros: no surge de las cosas externas. En todos nosotros hay un centro interno donde la verdad habita en plenitud, y conocer consiste más bien en abrir un camino por el que pueda escapar al esplendor aprisionado”1. Tus deseos más profundos son indicaciones de lo que ya está dentro de ti tratando de salir. A medida que emprendes acciones desde esa sensación de que ya eres tu verdadero ser , tus acciones no están tratando de conseguirla; más bien, son una expresión de alineamiento, una afirmación de tu verdadera naturaleza. Desde ese lugar no hay más resistencia, no hay más negación, y tú te conviertes en una apertura a través de la cual la siguiente etapa de tu Ser mayor se hace visible en tu experiencia. La clave para diseñar tu emerger es establecer la congruencia entre todos los elementos de tu ser —pensamientos, sentimientos, palabras y acciones— y tu visión superior, tu verdadera naturaleza. Esto significa diseñar tus objetivos, planes y acciones en torno a lo que es verdad dentro de ti, al impulso emergente, no a lo que parece posible ni a lo que el mundo dice que deberías o no deberías hacer, aunque tus acciones parezcan poco prácticas o razonables, ilógicas o contrarias al sentido común. Este capítulo clarificará la cuestión de qué hacer y cuándo, fortaleciéndote para que puedas emprender acciones atrevidas e inspiradas —o para que tengas la audacia de no hacer nada— que liberen el esplendor aprisionado y eleven tu vida a un nuevo nivel. Antes de disponer de esta terminología, mi esposa y yo solíamos llamar al impulso emergente movimiento. Es la sensación de que algo se está moviendo y está deseando expresarse. Esto siempre era una aventura, porque los movimientos raras veces parecían recibir apoyo de los hechos externos. A menudo nos sentíamos empujados hacia proyectos que no podíamos costear, para los que no teníamos tiempo, y casi nunca disponíamos inmediatamente del talento o los recursos para

llevarlos a cabo. Lo único que teníamos era la sensación interna de que algo más quería emerger, y justo la suficiente fe para decir sí a nuestro sí. Y al dar un paso adelante sobre ese puente invisible y emprender acciones congruentes con nuestra visión, nuestros sueños se manifestaban: desde niños hasta casas, trabajo o viajes. Esta misma práctica ha conseguido resultados igualmente poderosos para mis clientes, dándoles coraje para dejar trabajos que ya no les servían y para crear otros que sí, para expandir su riqueza en medio de una crisis económica al invertir desde donde ellos querían estar en lugar de desde donde estaban, y para manifestar a su pareja ideal al amarse a sí mismos como si ya estuvieran con el amor de su vida. Tomando un ejemplo de mi propia vida, he aconsejado a mis clientes que escribieran cartas de amor a su pareja imaginaria, que le pusieran un cubierto en la mesa de la cena, que crearan espacio en su habitación, que abrazaran la almohada y que tuvieran conversaciones en voz alta como si el ser amado ya estuviera allí. Puede sonar como una locura, pero representar externamente tu visión activa la vibración visionaria, te lleva a actuar de manera convincente y saca a la luz las creencias inconscientes que te bloquean para que puedan deshacerse. No hay límite a lo que puedes expresar desde dentro cuando estás dispuesto a alinearte con este principio y actúas como si tus deseos más profundos fueran verdad. La paradoja de la acción Antes de entrar en acción, quiero abordar la confusión que a menudo surge en los ámbitos de la autoayuda y la espiritualidad con respecto a cuánta acción se necesita, si es que se necesita alguna, para traer algo al mundo de la forma. Lo cierto es que la mayoría de la gente necesita actuar para manifestar cosas. Prácticamente todo lo que vemos, sentimos, saboreamos y tocamos ha venido a la expresión a través de la acción. Pero no siempre eres tú quien emprende la acción que produce resultados. A veces aparecen cosas que tú no has causado directamente por medios físicos. Suena el teléfono y es la persona en la que estabas pensando. Afirmas que donde quiera que vayas, encuentras sitio para aparcar, y llegas al centro comercial abarrotado justo en el momento en el que sale un coche. Estás sentado en tu escritorio, luchando con un problema y te llega un email de un amigo, colega o anunciante con la información exacta que precisas para avanzar. “No necesitas salir de la habitación —dijo Franz Kafka al describir su comprensión de este principio—. Permanece sentado en tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches, simplemente espera, aquiétate, quédate en silencio y soledad. El mundo se te ofrecerá libremente para ser desenmascarado, no tiene elección, rodará en éxtasis a tus pies”2. A todos nos ha ocurrido alguna versión de esto. Le llamamos coincidencia, suerte, casualidad o accidente feliz. En el caso de la plaza de aparcamiento, podrías incluso decir que es el poder de tu intención. Pero, ¿es eso todo lo que es? Cuando comprendas que la naturaleza de la realidad es una única totalidad, un infinito patrón

divino emergiendo eternamente, te darás cuenta de que puedes conectar con tu potencial más profundo y observar cómo se materializa de maneras que desafían la lógica, comban el espacio y el tiempo, y anulan la ley de causa y efecto, al menos hasta donde nosotros podemos medirla. Cuando ocurre una versión más dramática de esto decimos que es un milagro. Pero un milagro es simplemente una demostración instantánea del patrón perfecto de la realidad que siempre está aquí, como una emisora de radio con la que sintonizas de repente. Cuando sintonizamos con nuestra verdadera naturaleza, pueden ocurrir cosas asombrosas: surgen oportunidades aunque parezca que no las merecemos, brotan ráfagas de genio creativo, las curaciones se dan espontáneamente, se disuelven traumas y dramas de toda una vida. ¿Por qué? Porque cuando retiramos los filtros del tiempo, del espacio y de nuestras falsas creencias, descubrimos que por debajo de todo están el puro orden, la armonía y el diseño divinos. No obstante, es importante recordar que no puedes planear los milagros. Planifica como si tuvieras que hacer todo el trabajo, y después vive como si lo hiciera Dios. Esto no significa que te limites a seguir el flujo; más bien, esto implica vivir en el contexto de los milagros, en un espacio abierto y flexible donde puede ocurrir algo mejor o diferente de lo que tienes planeado, y también más rápido de lo que tienes planeado. Lo cierto es que la mayoría de nosotros, la mayor parte del tiempo, no vivimos en un flujo constante de demostraciones instantáneas de la realidad última. Cuando experimentamos una, es probable que sea una plaza de parking o un libro que se cae de la estantería y se abre justo en la página correcta, lo cual es genial. Pero podemos favorecer el emerger de nuestro potencial y alentar la manifestación de algunos milagros incorporando conscientemente acciones congruentes en nuestro estilo de vida cotidiano. No se trata de acciones tal como tendemos a pensar en ellas —es decir, acciones para conseguir que algo ocurra—, sino tal como las hemos reencuadrado en este modelo del emerger: acciones que dan la bienvenida a algo. Probablemente has tenido la experiencia de sentirte obligado a hacer o decir algo, a veces en contra de tu buen juicio o antes de haber tenido tiempo para reflexionar; otras veces sientes que el impacto de una comprensión te impulsa a la acción justa; o es posible que te esfuerces durante horas y días en un proyecto y después, tras un periodo de descanso, renovación, oración o meditación, algo encaja, la resistencia se disuelve y te encuentras realizando la tarea que hasta ese momento era imposible en una fracción del tiempo que normalmente requiere, pues dispones de todas las respuestas sin esfuerzo en la punta de tus dedos. Cuando conectes con la naturaleza de la realidad última dentro de ti, este impulso emergente te usará como instrumento para llevar su idea a la expresión. Y esto tomará la forma de una acción, pero ahora será una acción inspirada. Nos regimos por un axioma que dice que la verdad, una vez que la comprendes, debe manifestarse. A veces viene a llamar a tu puerta, otras te saca por la puerta, y a veces hace que te sientes y te calles, y esto acaba siendo exactamente lo que

necesitas para que emerja el paso siguiente. Por eso, el fundamento de este trabajo es tomar conciencia de manera más profunda de la unicidad con nuestra verdadera naturaleza y propósito. Cuanto más claro sea esto, menos esfuerzo requerirán nuestras acciones, y menos acciones se necesitarán para producir resultados. Ya no estamos trabajando en algo; algo está trabajando en nosotros, y en último término, a través de nosotros y como nosotros. Las siete reglas de la acción justa Si bien hay muchos caminos para convertirse en un maestro de la acción justa, la siguiente estructura basada en siete reglas ha resultado eficaz en mi consulta privada con personas de todas las procedencias. 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

Ten una visión clara. Actúa considerando que tu visión es verdad. Actúa de acuerdo con tus creencias más elevadas. Actúa desde donde quieres estar, no desde donde estás. Actúa desde quien quieres ser, no desde cómo te sientes. Actúa sin preocuparte por los resultados. Actúa desde la quietud.

Cuando estas reglas guían tu manera de actuar en el mundo, el proceso de tu emerger se activa y tus acciones operan como un rito de purificación que disuelve la resistencia del ego. Y a medida que te vas liberando de los programas del ego y te conviertes en un canal más claro para el impulso divino, tus acciones se convierten en una extensión de la propia danza cósmica. Vamos a empezar a aprender los pasos de danza que te llevarán a la vida de tus sueños. Ten una visión clara En la Primera etapa entramos profundamente en el proceso de tener una visión clara de tu propósito más amplio. Pero, en este contexto de generar la acción justa en cada área de tu vida, puedes practicar el tener una visión para cualquier cosa que estés haciendo. Así generas una mentalidad visionaria que activa constantemente tu potencial creativo. Tanto si se trata de trabajar en una nueva oportunidad profesional, como de construir una relación, irse de viaje, acudir a una cita o simplemente ir a la tienda, es un acto muy poderoso tomarte unos momentos para aclarar tu visión más elevada y tu intención más profunda para lo que tienes por delante. Conectar con el resultado ideal, definirlo e incluso declararlo te saca de la inercia de tus tendencias mentales y emocionales —dentro y alrededor de ti— y te vuelve a situar en el centro, en la causa. La simple práctica de empezar cada día, cada

proyecto o incluso cada evento con una visión clara, asentada en los valores esenciales y en el propósito más amplio, puede establecer el tono y generar las condiciones para recibir una guía clara y emprender la acción inspirada. Te otorga una especie de inmunidad frente a muchos de los retos habituales que sacan a la gente de su curso, permitiéndote operar a un nivel óptimo. Actúa como si tu visión fuera verdad Cuando el protagonista del Hamlet de Shakespeare dice: “Adapta la acción a la palabra, y la palabra a la acción”, está hablando de cómo actuar en una obra de teatro, pero también podría estar hablando de cómo comportarse en este drama divino que llamamos vida. Dicho de otra manera: encuentra la coherencia entre lo que dices y lo que haces. Como hemos venido diciendo, la clave de la acción poderosa es alinearla con tu visión más alta. Así como repetir una afirmación puede ayudar a encarnar un nuevo nivel de conciencia, tus acciones pueden ser afirmaciones transformadoras que hagan aterrizar esa conciencia en el sistema nervioso, en las rutas neuronales del cerebro, y en el mismo tuétano de los huesos. Es como si hubiera un puente invisible entre donde estamos y donde queremos estar, pero no aparece bajo nuestros pies hasta que damos un paso sobre él, como en la película Indiana Jones y la última cruzada, en la que Jones afronta un abismo que debe cruzar —El camino a Dios— para salvar la vida de su padre, y la única manera de cruzarlo es dar un salto de fe. No es que el universo nos ofrezca un reto arbitrario, sino que esta prueba tiene la intención de fortalecer nuestra conexión con la fuente invisible que tenemos dentro, haciendo que sea tan real para nosotros como el mundo que percibimos con los sentidos, lo que a su vez nos permite sentirnos más fuertes cuando afrontamos condiciones limitantes. Podemos desarrollar conscientemente esta conexión interna cada día dando pasos para cruzar ese puente invisible. Al principio pueden ser pasitos de bebé, como tener una conversación difícil con un compañero de trabajo o hacer una pequeña compra que favorezca nuestra visión sin descalabrar nuestra cuenta bancaria. Cada día nos aportará alguna oportunidad de dar otro paso, y es importante aprovecharla. A menos que nos involucremos activamente en este proceso, seguiremos en un lado del abismo, y nuestros sueños estarán en el otro. Otro beneficio de usar nuestras acciones como afirmaciones vivientes es aliviar la presión de tener que conseguir resultados inmediatos en cualquier cosa que hagamos, igual que no esperamos repetir una afirmación y que nuestra vida cambie mágicamente. Hacemos el trabajo interno para cultivar el terreno de nuestra alma, para fertilizarlo a fin de que la semilla de nuestro potencial pueda emerger. Asimismo, cuando encuadras tus acciones de esta manera haces cosas que son coherentes con tu visión, sin tratar de forzar que ocurra nada. En consecuencia, tus acciones serán más puras, más libres de resistencia y tendrán más poder. Esto es la versión mística de fíngelo hasta que lo consigas. En este caso, fingirlo

solo es un modo de ensayar lo que está tratando de emerger, de preparar tus estructuras emocionales, mentales, espirituales, y a veces también la física, para poder expresar el siguiente nivel. Como nuestras experiencias y acciones de cada día nos preparan para el día siguiente, en algún sentido siempre estamos ensayando para algo, consciente o inconscientemente. De nosotros depende ensayar la versión más elevada y pura de nuestro Ser. Como dijo Kurt Vonnegut: “Somos lo que pretendemos ser, de modo que tenemos que tener cuidado con lo que pretendemos ser”3. Tú eres la luz del mundo, una expresión única del amor y del poder infinitos. Cuando actúas como algo menos que eso, estás pretendiendo ser lo que no eres. ¿Estás ensayando el papel de un ser espiritual valioso, meritorio y abundante, que está representando un viaje del héroe o de la heroína, o estás desempeñando el papel de un ser humano pobre, débil y quebrantado, y avanzas cojeando en esa historia? ¿Pretendes ser un visionario confiado con una poderosa misión que cumplir, saltando audazmente hacia delante desde esa perspectiva, o pretendes ser una persona confusa e inadecuada que no tiene una razón significativa para vivir… y te conformas con ir tirando en ese nivel de conciencia? Podemos elegir en qué obra estamos y cuál es nuestro papel en ella. ¿De qué obra quieres ser la estrella? Esta semana, presta atención a la obra divina en la que estás actuando. ¿Es un papel que has elegido conscientemente? ¿Concuerda con la visión que tienes para tu vida, con lo que quieres crear, con la persona que quieres ser? Al poner conciencia en tus circunstancias y en tu conducta, empezarás a darte cuenta de cuáles son las áreas en las que quieres ver algún cambio, y en algunos casos incluso empezarás a ver que el cambio se está produciendo. Si quieres acelerar tu emerger, identifica un área en la que puedas alinear más tus acciones con la visión, creando así una afirmación en acción; es decir, una acción que concuerde con el tipo de persona que te gustaría ser si estuvieras viviendo tu visión. A continuación, practica eso un poco cada día durante al menos una semana. Si surge algún temor o resistencia, abrázalos. Sé amable contigo mismo, pero no te desvíes del curso. Trabajaremos más profundamente con lo que pueda surgir en la Sexta etapa: abraza lo que parece estar roto. Actúa de acuerdo con tus creencias más elevadas Mucha gente sincera e interesada en la autoayuda y en la espiritualidad declara creer en los conceptos clave de este material: en la existencia de Dios y en que cada uno de nosotros es una expresión de esta divina inteligencia amorosa. Incluso es posible que puedan hablar elocuentemente sobre el tema y que citen los últimos libros de esta categoría. Pero, si les observas sin conocer sus creencias, verás pocas señales de que esta verdad se manifiesta en sus vidas. En las áreas más importantes para ellos, no actúan como personas que creen estar conectadas con una fuente infinita de seguridad, apoyo y abastecimiento. Y esa brecha entre lo que dicen que creen y cómo

se comportan podría ser infinita, porque, hasta que sea salvada, el verdadero emerger es casi imposible. A veces, las creencias pueden convertirse en zonas de seguridad que nos impiden afrontar nuestras percepciones más profundas y emprender las acciones difíciles que nos transformarían. Y la verdad solo se convierte en una realidad viva, en lugar de ser únicamente una hermosa filosofía, mediante el proceso alquímico de convertir las creencias en acciones. Esto supuso un rudo despertar para mí cuando, después de años de estudiar y practicar, me di cuenta de que, además de no estar consiguiendo los resultados que quería, las cosas iban a peor. Cuando empecé a examinar honestamente mis creencias y a contrastarlas con mis acciones, tuve que confesar que había un gran abismo; en realidad no creía en lo que decía. ¡Simplemente me gustaba la idea de creerlo y el sentimiento que me producía creer que lo creía! ¿Quieres saber lo que realmente crees para poder partir de un lugar de honestidad y autenticidad, y construir sobre esa base? No te limites a examinar lo que piensas, dices, afirmas o rezas; mira lo que haces, especialmente cuando estás bajo presión. Si tus acciones no están integradas con lo que dices que crees, sufrirás y te quedarás estancado. De hecho, si actualmente tienes dificultades en un ámbito en el que tienes muchas creencias positivas, probablemente eso es una señal de que no estás siendo congruente en esa área. Para pasar al nivel siguiente debes alinear tus acciones con tus creencias más elevadas acerca de Dios, la vida y tu verdadero Ser. Entonces surgirá el nivel siguiente del viaje. Hace años quería expandir mi negocio, pero estaba esperando a que las circunstancias fueran más favorables antes de dar el siguiente paso. Estaba visualizando, practicando afirmaciones y golpeándome el pecho con fe, pero las condiciones seguían empeorando. Sintiéndome frustrado, visité a mi mentor espiritual en busca de alivio y apoyo moral. En cambio, él me retó. Me preguntó qué haría si creyera todas las verdades espirituales que profesaba: que la vida es abundante y que Dios te apoya. Empecé a explicarle que tenía que pagar el alquiler y farfullé una historia triste de que no había tenido suficiente apoyo de niño, pero él me cortó de raíz y me dijo que no le interesaban mis historias de pena. Volvió a hacerme la pregunta: “¿Qué harías si te creyeras realmente todas estas ideas?”. Protesté y le dije que no me entendía: tenía facturas pendientes de pago, el resultado de mis inversiones era incierto y también tenía una novia con la que quería mantener mi compromiso. Una vez más, él me paró en seco y me dijo que si no actuaba de acuerdo con lo que decía que creía, especialmente con todo lo que estaba diciendo en mis oraciones, afirmando y visualizando, no estaba siendo íntegro conmigo mismo y continuaría sufriendo. Me sentí confrontado, herido, incluso un poco enfadado, pero sabía que tenía razón. Por un lado rezaba sin parar, afirmando que la vida es abundante, y por el otro me inventaba razones por las que no podía seguir avanzando. Gandhi, cuyo nombre es sinónimo de integridad para muchos, dijo: “Creer en algo, y no vivirlo, es

deshonesto”4. Estaba viviendo una mentira con relación a mis propios valores. Mi falta de integridad me impedía tener la energía necesaria para manifestar mi visión. Como una casa sin integridad estructural que colapsa bajo su propio peso, mi casa interna estaba dividida y no podía mantenerse en pie. Después de sufrir un poco más, di el salto, dije sí a mi sí e hice la inversión que dictaba mi visión. Me dio miedo escribir aquel cheque, pero era un miedo emocionante: esa mezcla de miedo y regocijo que suele indicar que tienes algo entre manos. Durante el primer mes recuperé el dinero. En el segundo mes gané diez veces mi inversión inicial. Y nunca miré atrás, nunca volví al nivel anterior. Y lo que emergió no fue solo dinero, sino que con el dinero también emergió algo más de mí. Una de las definiciones de integridad es alinear tus creencias con tus palabras y tus acciones: ser total y no estar dividido. Pero esta es una integridad relativa, porque podrías creer que la vida es dura —aunque en realidad no lo sea— y después luchar de acuerdo con esa creencia, hasta sentirte agotado y desilusionado. Otra definición de integridad es ser moral, ético y honesto. Pero puedes ser una persona moral, ética y honesta que, de acuerdo con sus creencias culturales, nunca trataría de realizar su deseo más profundo. Sin embargo, la sensación de integridad más verdadera consiste en ser congruente con el propósito de tu alma, con tu verdadero ser y naturaleza, lo cual puede estar en oposición con tus creencias y valores culturales, parentales y sociales. Por eso muchos líderes visionarios han sido considerados heréticos, lunáticos, o algo peor. Vivir con este nivel de integridad requiere fe, que es la sustancia de las cosas esperadas, la evidencia de las cosas no vistas. La verdadera fe no es únicamente creencia; es un saber que viene de vivir más de acuerdo con nuestra intuición y comprensión interna que de acuerdo con el testimonio de los sentidos. La fe es un verdadero contacto con la realidad, un sentido del alma que se desarrolla a medida que actuamos desde la creencia, desde la visión interna, y recibimos la recompensa. Cada vez que lo haces, fortaleces tu capacidad de dar un paso sobre ese puente invisible —de vivir desde dentro— hasta que tu caminar por este mundo sea inquebrantable e imparable. Si estás dispuesto a convertir tus creencias en una fe encendida, identifica un área donde pienses que tienes creencias poderosas pero no estás obteniendo los resultados deseados. A continuación, plantéate: “Si realmente creyera ______ — rellena el espacio en blanco—, ¿cómo actuaría en esta situación?”. Contempla qué postura adoptarías, cómo hablarías y lo que harías si realmente creyeras eso. Aquiétate y escucha tu guía interna. Seguidamente, hónrala de la mejor manera que puedas. Recuerda que esta práctica se fortalece con el tiempo. No es la práctica la que lleva a la perfección, sino la práctica de la perfección, de los ideales superiores. Sé bueno contigo mismo, sé paciente y sigue practicando. Actúa desde donde quieres estar, no desde donde estás

Aunque la capacidad de resolver problemas se considera una buena cualidad, a menudo es un obstáculo para llegar a la solución. El impulso de corregir algo es una forma de resistencia a lo que es, y aquello a lo que te resistes, persiste. Cuando batallas con un problema, vibras en la misma frecuencia que el problema y te quedas atascado. Los problemas son síntomas de un estado de conciencia particular y siempre existirán a ese nivel, del mismo modo que el agua siempre será hielo a cero grados centígrados. No puedes resolver el problema del agua helada mientras sigas viviendo a cero grados. Pero en cuanto subes de esa temperatura, el hielo se funde. Los problemas no se resuelven; se disuelven a medida que evolucionas. Para evolucionar, debemos retirar nuestra atención del problema y ponerla en la oportunidad. Debemos elevarnos y pasar de ser simples solucionadores de problemas a convertirnos en visionarios. Esto requiere que actuemos en función de adónde queremos ir —nuestra visión—, y no de dónde estamos —el problema—. El mismo principio es aplicable cuando estamos conduciendo un coche: cuando perdemos el control del vehículo porque empieza a patinar hacia un obstáculo, tendemos a mirar hacia donde no queremos ir, como si eso nos ayudara a evitarlo. ¡Pero eso hará que nos demos de bruces con el obstáculo! Más bien, debes enfocarte en hacia donde quieres ir, porque las manos siguen a los ojos de manera natural, y eso te permitirá corregir el curso y salir del patinazo. Lo mismo es válido cuando tu vida está escorándose fuera de control. En lugar de enfocarte en el obstáculo, tienes que mirar más allá, hacia donde deseas ir. Y como la energía fluye hacia donde diriges la atención, eso hará que pienses, digas y hagas cosas que te devuelvan al camino del éxito. Pero, más que limitarnos a evitar nuestros problemas o a mitigar su impacto, actuar desde donde queremos estar guarda relación con convertirse en un candidato para la vida mayor que está tratando de emerger. Un problema crónico suele ser un síntoma de que estamos viviendo en un mundo que ya no encaja con nosotros. Está tratando de emerger algo más grande, pero permanecer centrados donde estamos en lugar de donde queremos estar nos mantiene contraídos física, emocional y mentalmente, y la vida mayor no puede abrirse paso a través de nosotros. Entonces, la energía se queda atascada y empieza a producir un caos, y nosotros seguimos siendo pequeños, seguidores en lugar de líderes, víctimas en lugar de vencedores, llorosos en lugar de ganadores. Luchamos con nuestro entorno, tratando de conseguir energía de él, cuando somos centrales eléctricas divinas diseñadas para generarla. Cuando nos centramos en el lugar al que queremos ir, en la visión, y vivimos como si ya estuviéramos allí, en vez de intentar llegar allí, no solo atraemos esa realidad hacia nosotros; la creamos. En consecuencia, nos encontramos más a menudo en el lugar y en el momento adecuados, porque ya estamos viviendo en ellos. “Yo patino hasta el lugar donde va a estar el disco —dijo el famoso jugador de hockey Wayne Gretzky—, no donde ha estado”5. Esto es actuar desde la intuición y la visión interna, y no desde lo que nos dicen los ojos físicos; es situarse en la causa, no en el efecto.

Esto es vivir una vida visionaria. Examina un problema que has estado tratando de resolver o un área en la que has estado tratando de evitar un problema —lo que significa que tu atención aún está en él, aunque sea inconscientemente, manteniéndote atascado en el nivel del problema —. Si estás usando este libro para trabajar en tu visión mayor, puedes trabajar con algún aspecto de ella que te resulte difícil. Pregúntate: “¿A dónde quiero ir en este aspecto de mi vida? ¿Qué resultado quiero?”. Imagínate en esa realidad, teniendo ese resultado, y pregúntate: “¿Cómo actuaría desde este lugar? ¿Quién sería? ¿Cómo hablaría? ¿Qué haría?”. Date cuenta de las ideas que surgen. Por ejemplo, tal vez tengas problemas de dinero, y cuando imaginas que dejas de tenerlos y te preguntas qué harías desde ese lugar mejor, descubres que “te divertirías más”, “escribirías más”, “tomarías lecciones de baile”, o que por fin “tendrías esa conversación con ________ —rellena el espacio en blanco— que has estado evitando”. A lo largo de las próximas dos semanas, cambia de enfoque e inicia una o dos de estas acciones en lugar de luchar con tu condición actual, y observa qué nueva energía y comprensiones surgen. Como el problema no puede existir en una frecuencia más elevada, es posible que cuando empieces a actuar desde ese nuevo lugar vibratorio te topes de bruces con la solución que has estado buscando. Actúa desde quien quieres ser, no desde cómo te sientes Es posible que hayas sido criado por unos padres que te animaban a expresar tus sentimientos, pero que en la escuela o en el trabajo te dijeran que debes reprimirlos. O tal vez hayas estudiado técnicas de autoayuda que te han dicho que honres tus emociones, y ahora te encuentras en una relación en la que te sientes inseguro expresándolas. En esencia: existe mucha confusión en torno a hasta qué punto debemos expresar nuestras emociones. La solución consiste en estar sintonizado con ellas, pero sin convertirse nunca en su esclavo. Muchas personas creen que no tener ganas es una razón legítima para no actuar, pero esa no es una razón válida en absoluto. Esta es una falsa creencia que no hemos examinado, y también suele estar presente en diálogos internos menos obvios pero igualmente perniciosos: “Simplemente no me siento inspirado” o “No tengo la energía necesaria para ello”. A dejar que lo que sentimos determine nuestras acciones se le llama razonamiento emocional. Es una distorsión cognitiva que nos hace creer que lo que sentimos es verdad por el simple hecho de sentirlo. A renglón seguido, usamos estos sentimientos para racionalizar —por ejemplo, decir mentiras racionales sobre— por qué no actuamos. Este es un pacto habitual en nuestra cultura: “Si me permites tener la excusa de no tener ganas, yo también te dejaré tenerla”. Pero no es así como hacemos las cosas por aquí. En el modelo del proceso de emerger, dejamos que sea la verdad con respecto a nosotros la que determine nuestros sentimientos y que nuestra visión determine nuestras acciones.

Llamamos coraje a emprender una acción a pesar de lo que sientes, en particular a pesar del miedo. Ahora bien, el dicho “siente el miedo y hazlo de todos modos” podría aplicarse de igual manera a todos los sentimientos: “Siente que no quieres hacerlo y hazlo de todos modos”, “Siéntete poco inspirado y hazlo de todos modos”, “Siente que no vales nada y hazlo de todos modos”. He usado la estrategia hazlo de todos modos con mis clientes durante años. Un cliente decía: “Hoy no he podido trabajar en mi proyecto porque no estaba inspirado”, y a menudo añadía una coletilla dramática como: “Me sentía paralizado. ¡Me ha sido imposible ponerme a ello!”. Mi respuesta suele ser algo de este tipo: “¡Vaya! Ha debido ser horrible. ¿Cómo ha sido estar paralizado, incapaz de ponerte a ello? ¿Ha sido doloroso? ¿Cómo han conseguido los paramédicos volver a movilizarte las extremidades?”. Generalmente pillan el chiste y se dan cuenta de que están creando historias de miedo e imágenes temerosas en su mente para darse una salida. A continuación, cuando les digo que hagan aquello que estaban “demasiado paralizados” para hacer —tanto si es formular algunas ideas para el proyecto, como diseñar el primer paso de su plan o correr en la cinta— siempre, sin excepción, son capaces de hacerlo. Suelen tener una poderosa toma de conciencia cuando se dan cuenta de que sus sentimientos no les estaban deteniendo. Cuando actúan como personas inspiradas y trabajan en sus proyectos, aunque se sientan vacíos, activan la inspiración. Cuando actúan como personas inspiradas y emprenden acciones audaces a pesar del miedo, activan la confianza. Y cuando actúan como personas enérgicas y hacen ejercicio, aunque estén cansados, activan su energía. Cuando “lo hacemos de todos modos”, tenemos una experiencia directa que nos demuestra que realmente somos la fuente del poder en nuestra vida. Sintamos lo que sintamos, podemos usar una acción basada en nuestra visión como herramienta para generar cualquier sentimiento que necesitemos. Como dijo Ralph Waldo Emerson: “Hazlo y se te dará el poder”6. Brian era un cliente que había estado tratando de escribir su libro. Cuando vino a una sesión con una serie de razones bien ensayadas por las que no había cumplido su objetivo semanal de escritura, le hice pasar por el proceso y poco después se puso a escribir apasionadamente. Se rió al darse cuenta de lo lista que era su mente para bloquearlo y lo potencialmente fácil que era volver a liberarse. Demostré mi punto con otra pregunta: “Aparte de esas emociones que te lo han impedido, ¿por qué no has escrito?”. Después de que hubiera expresado una variedad de razones, yo le dije simplemente: “Porque no lo has hecho. Eso es. No has escrito porque no has escrito. No hay una razón mayor, no hay deuda kármica, no hay sabotaje del niño interior”. Él todavía parecía inseguro sobre su capacidad de entender lo que le decía; estaba convencido de que debía haber algún problema más profundo. De modo que le planteé una pregunta que suelo usar para influir en las emociones de la gente: “Si la vida de alguien que te importa dependiera de que tú completaras esto, legal y éticamente, en el tiempo asignado, ¿encontrarías el tiempo y la voluntad de

hacerlo?”. Su energía cambió al instante. Las excusas se evaporaron y, cuando terminamos, ya era un hombre con una misión que cumplir. ¿De dónde vino esa energía? ¿Se habían curado de repente los problemas emocionales, astrológicos y numerológicos que le habían impedido actuar antes? No. Sus padres seguían sin apreciarle lo suficiente; su jefe seguía sin respetarle lo suficiente; sus hijos seguían sin escucharle, ¡y Mercurio seguía retrógrado! Seguía teniendo, en gran medida, las mismas preocupaciones, dudas y temores. Pero ahora estaba preparado para actuar. ¿Por qué? Porque lo que piensas y sientes solo puede determinar lo que haces si tú se lo permites. Por sí mismos, tus pensamientos y sentimientos no tienen poder. Siempre puedes dar el paso siguiente, aunque solo sea atarte los cordones de los zapatos, encender el ordenador o coger el teléfono. A continuación, puedes dar el paso siguiente… y el siguiente. Tus sentimientos son importantes y tienen su lugar. Procésalos, abrázalos, llega a conocer las creencias y las historias más profundas que los generan. En último término, esto te proporcionará hondas comprensiones que despertarán un mayor potencial y añadirán más significado a tu vida —de hecho, esto es exactamente lo que haremos en la Sexta etapa: abraza lo que parece estar roto—. Tus sentimientos también forman parte de un importante sistema de orientación y guía. Pero ellos no te dicen qué es verdad; te indican lo que crees. Y tus creencias no te dicen qué es verdad; te dicen cuál es tu mejor conjetura sobre la realidad, lo cual siempre es relativo, y a menudo engañoso. Siente tus sentimientos. Dales el lugar que les corresponde, pero no permitas que gobiernen tus acciones. Si tienes un objetivo y un plan, y están basados en tus valores esenciales y alineados con tu visión superior, actúa de acuerdo a ellos aunque no lo sientas. Seguidamente, y esto también forma parte de tu plan, tómate tiempo para trabajar con tus sentimientos. De esta manera, te mantendrás emocionalmente saludable y realizarás tu potencial. Si lo único que haces es prestar atención a tus sentimientos, no conseguirás una cosa ni la otra. Te quedarás atascado en un circuito interminable de razonamientos emocionales, lleno de mentiras racionales sobre por qué no puedes crear la vida que verdaderamente deseas, la vida que está tratando de emerger en ti. Examina un área en la que no estés haciendo progresos, o en la que desees acelerar las cosas, e identifica dónde estás tomando decisiones basadas en lo que sientes en lugar de en lo que quieres. ¿Estás tratando de perder peso pero no tienes ganas de hacer ejercicio y dejas que esa sea una buena razón para no hacerlo? ¿Hay algún proyecto que quieres empezar o acabar, pero simplemente no te sientes inspirado y por eso no lo llevas a cabo? Si quieres llevar tu práctica al nivel siguiente, elige una de estas áreas en las que encuentras más dificultades y comprométete a hacer lo que tengas que hacer durante los próximos treinta días, pase lo que pase. Date cuenta de con qué frecuencia tus sentimientos te tientan a ir más lento, a retirarte o a renunciar.

Date cuenta de lo reales que parecen las excusas. Si parecen ser asuntos esenciales, puedes hacer este trabajo desde la Sexta etapa del capítulo siguiente, pero sigue llevando a cabo las acciones de todos modos. Pasado un mes, vuelve a evaluar tus emociones en esta área y reconoce en qué sentidos te has fortalecido. Actúa sin preocuparte por los resultados Cuando nuestras acciones no producen los resultados deseados, a menudo renunciamos a ser empleados del universo y tratamos de dirigirlo. Pensamos que sabemos qué es lo que debería ocurrir y cuándo. Pero nuestra mente finita no puede ni empezar a comprender la inteligencia infinita que lo ha creado todo. El mismo amor universal que puso los peces en el mar, las frutas en los árboles y lo gobierna todo en perfecto orden, también está dirigiendo nuestra vida. Sabe lo que necesitamos y guarda en su corazón nuestro mejor interés ya que, después de todo, somos sus expresiones. Una de las verdades más duras de aceptar es que, aunque es posible que nosotros controlemos las acciones, el universo controla los resultados. Cuando tratamos de controlar los resultados, imponemos nuestros conceptos finitos sobre una idea infinita, limitándola enormemente. Ni la bellota ni la oruga pensarían en controlar su propio emerger, y el resultado divino es mucho mayor de lo que cualquiera de ellas podría haberse imaginado. A medida que nos entregamos a este diseño divino y permitimos que se despliegue a través de nosotros, puede haber puntos a lo largo del camino en los que nos sintamos carentes. Pero debemos mantener el curso. Emprendemos acciones congruentes porque demuestran quiénes somos, nuestra verdadera naturaleza. Si eres escritor, escribes y haces todo lo que conlleva esa vida, aunque no estés seguro de que tus escritos sean leídos o apreciados. Si eres profesor, enseñas, tanto si tus alumnos están ansiosos como si no. Una flor florece porque esa es su naturaleza. No lo hace para que alguien se fije en ella, la aprecie o se la ponga en la solapa. No se agosta debido a la falta de reconocimiento. Sigue floreciendo, ofreciendo su perfume, abriéndose a la luz. Esto no significa que ignores los resultados que estés obteniendo. Permanecer desapegado de los resultados no es lo mismo que ignorarlos. Los resultados son una importante fuente de información y por eso son valiosos. Como el mundo se conforma en función de tu conciencia, lo que experimentas fuera —en particular, lo que tira de ti o te empuja— es un reflejo de lo que tienes dentro. De modo que, si las cosas no parecen estar yendo como las habías planeado, eso podría significar que deberías echar otra mirada dentro de ti y posiblemente hacer algún reajuste en tus acciones. Si quieres ser cantante y cada vez que cantas los perros aúllan y los bebés lloran, esto no es necesariamente una señal de que debas renunciar a tu sueño, pero puede ser un indicador de que deberías tomar lecciones de canto o elegir tu canción con más cuidado. Si tu última campaña de marketing no está dando los resultados deseados, eso no significa que debas dejar de vender tu producto, pero tal vez

signifique que deberías tener más claro qué estás vendiendo, por qué lo vendes, y a quién se lo vendes. Alinea tus acciones con tu visión, y actúa desde ese lugar en el que ya eres/tienes aquello hacia lo que estás yendo, sin preocupación por el desenlace. A continuación, evalúa los resultados y mira si lo que te dicen te resuena. ¿Hacen que surjan emociones no resueltas o creencias limitantes? Usa esta información para refinar tu intención y tu visión, lo cual te impulsará hacia acciones más poderosas. La acción más poderosa es la que está enraizada en la visión, sin apego a los resultados. No hay resistencia ni separación. En el clásico de Eugen Herrigel, Zen en el arte del tiro con arco, el arquero alcanza un estado en el que la flecha ya está en el centro de la diana antes de salir del arco. Desde ese estado es imposible fallar. Asimismo, cuando tus acciones parten de este estado de compromiso y desapego, el resultado ya está contenido en la acción antes de emprenderla. Como dice Krishna en el Bhagavad Gita: “Abandona todo apego a los resultados de la acción y alcanza la paz suprema”7. Para practicar este desapego, encuentra un área en la que hayas estado estresándote por los resultados y pregúntate: “Si no me preocuparan los resultados que consiga aquí, ¿cómo me plantearía esto? ¿Qué haría de otra manera? ¿Qué haría de más o de menos?”. Seguidamente, aplica ese resultado al trabajo que tienes entre manos. Y si deseas una versión ligeramente más avanzada de este procedimiento, pregúntate: “Si los resultados no me preocuparan en absoluto, ¿qué haría que no estoy haciendo ahora mismo y cómo lo haría? A continuación, asume ese reto. Actúa desde la quietud Como estamos hablando tanto de actuar, podría parecer que siempre tuvieras que estar haciendo algo para no perder tu integridad. Esto no podría estar más alejado de la verdad. A veces, la acción más afirmativa y valiente es la inacción. Actuar desde la quietud es sentir el impulso de defenderte, de probar un punto o de indicar que alguien está equivocado, pero eligiendo quedarte en silencio, simplemente siendo testigo de esa energía y retirándole su poder. Es sentir ese impulso obsesivo de enviar otro email nervioso, o de hacer una llamada telefónica compulsiva a un cliente para tratar de conseguir una cita, y elegir borrar ese email, colgar el teléfono, aquietarte y sentir que vuelves al centro de tu abundante ser. Actuar desde la quietud es renunciar a ese proyecto o trabajo que no realizas y así dejar más espacio para el trabajo al que estás destinado. “El que ve la inacción en la acción, y la acción en la inacción —dice Krishna en el Bhagavad Gita— es inteligente entre los hombres”8. Estos momentos de inacción silenciosa están cargados de potencial transformador que puede neutralizar patrones inveterados, dejar al descubierto nuevas capas de tu carácter y establecer un nuevo curso para tu vida. Como dice el refrán: “No te limites a hacer algo; quédate sentado”*. A veces tenemos que sentarnos sobre nuestras manos hasta que pasa la ola de ansiedad o de

compulsión. Si has practicado alguna vez este tipo de inacción, ya sabes que es cualquier cosa menos inactiva. Solía tomarme estos descansos cuando me sentía demasiado ansioso y activo: me tomaba un día libre para meditar y hacer únicamente aquello que me sintiera inspirado a hacer, y después seguía meditando. Cada vez que tomaba un descanso intencional de este tipo, mi vida ascendía a un nuevo nivel. 5 Era una forma de ayunar de los motivos mentales basados en el miedo. Al hacer esto, disuelves las creencias limitadas; es como arrancar las malas hierbas de tu mente y liberar esa energía para alimentar las semillas de tu potencial. Y como ocurre en toda meditación sobre la atención, a medida que practicas con regularidad, tanto si te detienes por un momento, una hora, un día, o haces un retiro más largo, produce un efecto que se transfiere a tus interacciones cotidianas. Alguien invade repentinamente tu carril en la autopista y provoca una reacción en ti. Pero, en lugar de dejarte llevar por ella, vuelves a entrar en la inacción consciente y la observas. Como no has alimentado ese antiguo patrón, una parte de tu ego se desprende y se quema un poco de karma. Esto es el emerger sin esfuerzo, el camino del despertar. Esta semana, date cuenta de esas ocasiones en las que tus acciones parecen surgir de un lugar de temor o de frenesí, de cuando estás forzando o intentando hacer que algo ocurra, y practica un poco la inacción. Esto puede significar escuchar más que hablar, consultar tus email solo una vez por hora, o —¡respira!— una vez al día, recortar a la mitad tu lista de cosas por hacer o, si tienes tendencia a no desconectar nunca, tomarte todo un día libre para no hacer nada productivo en absoluto, excepto, tal vez, rezar y meditar. Anota en tu diario lo que surge cuando no actúas. Date cuenta de los sentimientos que puedes haber estado evitando mediante las posibles conductas compulsivas, y tómate tiempo para sentirlos plenamente. Como cualquier ayuno, este puede desintoxicarte y sacar antiguos materiales a la superficie, de modo que sé bondadoso y amable contigo mismo. Bebe mucha agua. Si te sientes muy inestable, tómate un baño relajante o date un paseo. Y si surge a la superficie material más profundo y esencial, da un salto adelante y trata de trabajar los ejercicios de la Sexta etapa. La maldición de “no puedo” Del mismo modo que no existe tal cosa como quedarse atascado, tampoco existe el no puedo. El no puedo solo es un filtro que pone el ego para detener tu crecimiento. Es una creencia limitada que no tiene poder sobre ti. Date cuenta de dónde te ha impactado esta idea. ¿Te ha hecho decir “¡sí!”, o te has puesto a defender tus limitaciones? Si has dado esta última respuesta, eso indica que está surgiendo la posibilidad de verte como una víctima: esa parte impotente de nosotros que no ha sido plenamente comprendida e integrada —algo que abordaremos en la Sexta etapa: abraza lo que parece estar roto—. Su supervivencia depende de las historias del no puedo. Cuando te encuentres en este umbral, una de las preguntas más poderosas que te puedes plantear para favorecer tu emerger es:

“¿Cómo voy a poder?”. Esto te realinea con tu verdad profunda y te permite descubrir acciones que son congruentes con tu visión. Pero déjame aclarar a qué me refiero cuando digo que el no puedo no existe. Es posible que haya ciertas cosas que no puedas hacer ahora, o tal vez no puedas hacerlas nunca. Si yo quisiera hacer un mate jugando a baloncesto, tendría que admitir que no tengo mucha habilidad natural para hacer lanzamientos, y aún menos para hacer mates. Pero decir “no puedo hacerlo ahora mismo” no es ser una víctima; lo que me convierte en víctima es decir “no puedo” y renunciar. Por otra parte, también es mentira, porque no tengo manera de saber si verdaderamente no puedo hacer algo antes de dedicarme plenamente a ello. E incluso en ese caso, siempre hay algo más que puedo hacer. Thomas Edison podría haber dicho “no puedo” después de mil intentos de crear la bombilla de incandescencia —en realidad, hizo diez mil pruebas hasta conseguirlo—. Y la mayoría de la gente habría estado de acuerdo, porque la mayoría de la gente lo deja después de unos cuantos intentos. Pero, por cada ejemplo de alguien que dice “no puedo” y renuncia, hay muchos ejemplos de gente que dijo “yo puedo” y siguió adelante. Si tienes muchas ganas de conseguir algo, eso es una señal de que ya está en ti, lo que significa que siempre hay algo más que puedes hacer, algo más en lo que puedes convertirte, otra acción que puedes realizar para generar las condiciones adecuadas para emerger. Cuando dices “no puedo”, en realidad, lo que estás diciendo la mayoría de las veces es “no quiero”. Si estás dispuesto a reconocer esto, estás un paso más cerca de dejar de sentirte atascado, o de liberarte de la percepción de que estás atascado, puesto que estar atascado es un estado mental. Seguidamente, puedes preguntarte: “¿Por qué no quiero hacerlo?”; y descubrir lo que verdaderamente te está deteniendo, porque no es la circunstancia. Nunca es la circunstancia. Por muy lejos que estés de tu destino, siempre puedes dar un paso más en su dirección, aunque ese paso tenga lugar primero en tu mente, después en tus emociones y por último en tu cuerpo. Siempre hay un paso siguiente. “Hay muchas maneras de avanzar —dijo Franklin Roosevelt—, pero solo una de quedarse parado”9. De modo que examina esa área de tu vida donde estás convencido de estar atascado y óyete decir: “No puedo”. A continuación, cambia a “no quiero”, y pregúntate por qué. “No puedo iniciar este negocio” se convierte en “no quiero iniciar este negocio porque… tengo miedo de fracasar… no tengo el dinero… tengo miedo de que nadie compre mis cosas… tengo miedo de que la gente me juzgue… va a ser muy duro, temo que no tendré tiempo para mi familia…” Aunque inicialmente esto puede resultar doloroso, es el primer paso hacia la libertad. Al menos, así sabrás qué creencias estás usando para retenerte. Seguidamente puedes aplicar las herramientas de este libro para abrazar lo que parece estar roto —llegaremos a ello en el capítulo siguiente— y saber dónde debes cultivar más condiciones congruentes. Como he dicho antes, una de las maneras más rápidas de liberarte de lo que no puedes hacer es enfocarte en lo que sí puedes. “Yo soy solo uno, pero soy uno —

dijo Edward Everett Hale10—. No puedo hacerlo todo, pero puedo hacer algo. Y no dejaré que lo que no puedo hacer interfiera en lo que puedo hacer.” El acto de preguntarse: “¿Qué puedo hacer?” en cualquier situación que afrontes te abrirá a otro nivel de sabiduría. Es posible que te topes con más historias de por qué no puedes, pero, si sigues preguntando, sintonizarás con esa sabiduría interna y recibirás nueva energía y nuevas ideas. Las respuestas siempre están siendo emitidas dentro de ti; basta con encontrar la emisora en la que están siendo emitidas y se manifestarán. El coste de la inacción Como observó Thoreau, el hecho triste de la existencia humana es que la mayoría de las personas llevan vidas de desesperación callada; nunca dicen sí al sí dentro de ellas y se quedan esperando la situación ideal para realizar sus deseos más profundos, situación que no llega nunca. No puede llegar porque no vendrá a ellos; más bien, debe venir a través de ellos. Esto no solo lleva a no vivir la vida; también lleva a muchos de los problemas que afronta la gente. Cuando no honramos este impulso emergente en nosotros, retenemos regalos que podríamos dar a nuestros amigos, familiares y al resto del mundo. Piensa en todos los inventos, las ideas innovadoras, la sabiduría transformadora y las obras maestras intemporales que nunca llegan a manifestarse porque el individuo que nació para manifestarlas no actuó. La cura para todo lo que nos aqueja, y la inspiración para crearnos una vida que está más allá de nuestros sueños más salvajes están ahora mismo en la conciencia de la humanidad, como semillas a punto de germinar, esperando que alguien sea lo suficientemente valiente para cultivar las condiciones que le permitan emerger. De modo que la cuestión es: ¿Qué está dentro de ti queriendo emerger? ¿Dónde estás reteniendo los dones que viniste a dar, los dones que estás obligado a compartir? Así como cada parte de una célula existe para servir al bien mayor del cuerpo, todo lo que posees dentro de ti es para el bien mayor del planeta. Esto no significa que tú no vayas a disfrutarlo —sí que lo disfrutarás, y muy completamente — pero no hay manera de que disfrutes la plenitud de tu ser y la realización de tu alma y de tu corazón sin vivir, dar y actuar desde tu visión más elevada. ¿Será intimidante o difícil de conseguir? ¿Te ocurrirá como a Edison, que tropezó algunas veces antes de conseguirlo? Tal vez. Pero, así como el caminar es un caer controlado, tener éxito es un fracasar controlado. Así es como evolucionamos. Y al final de la vida humana, lo que nos atormenta no son las cosas que hemos probado y en las que hemos fracasado, sino lo que nunca llegamos a probar. Aprovecha la oportunidad. No tienes nada que perder excepto una vida de mediocridad. Como dijo Oliver Wendell Holmes: “Ay de aquellos que nunca cantan y mueren con toda su música dentro”11. Deja que la música viva en ti. Basta con emitir una nota cada vez y, cuando te quieres dar cuenta, ya estás

cantando. 4* Torta de harina caliente. (N. del T.) 5* Inversión del dicho tradicional: “No te limites a quedarte sentado; haz algo”. (N. del T.)

SEXTA ETAPA

Abraza lo que parece estar roto No hay toma de conciencia sin dolor. Carl Gustav Jung Con su silueta contra el brillante sol dorado y carmesí reflejado en el Gran Lago, un solitario pino bankasiano se alza entre las antiguas rocas y la nueva vegetación floreciente, con sus ramas inclinadas pero no rotas. Habiendo enraizado en estas orillas hostiles, donde otros árboles no se atrevieron a hacerlo, es uno de los pocos supervivientes de un reciente incendio forestal, y un símbolo de vulnerabilidad y persistencia. Mientras que otras especies no prosperarían en estos climas tan duros, el pino bankasiano, con sus ramas combadas por el viento y abrasadas por el fuego, sigue adaptándose y se niega a rendirse1. Siendo un árbol de fuego, el bankasiano tiene un parentesco especial con este abrasador elemento. A diferencia de muchos otros árboles, no suelta todas sus semillas a medida que maduran, sino que las protege durante años, incluso décadas, en piñas serótinas, gruesas y duras, que una compacta resina mantiene cerradas. Solo hay una cosa que puede forzar a este árbol a dar su fruto oculto y a permitir su evolución natural: el fuego. Y cuando las llamas al fin vienen barriendo el bosque, ascienden a la copa del árbol y su calor ardiente funde la resina, abriendo las escamas de las piñas para liberar su progenie. Pero la transformación por el fuego no acaba aquí. El incendio, después de haber quemado buena parte del suelo del bosque, limpia el lugar y prepara un lecho para las semillas recién caídas. Y mientras el fuego continúa girando, atravesando el mundo del pino bankasiano, consume los árboles y plantas viejos y enfermos, reduciendo la competencia para la nueva vida y creando un camino para su emerger. Al quemarlo todo hasta su base, la danza del pino bankasiano y su fogoso enemigo revela que la ira y la renovación del renacimiento son el mismo proceso. Los problemas son oraciones respondidas El universo no es neutral. Tiene un plan, un patrón, una idea evolutiva que busca lugares listos para su expresión eternamente expansiva. Debido a ello, incluso en medio del aparente caos y destrucción, está conspirando para la libertad, y preparando el semillero de nuestra alma para que emerja algo más. Pero, para poder beneficiarnos de ello, tenemos que convertirnos en lo que el autor y hombre de negocios W. Clement Stone describe como el paranoico a la inversa, alguien que cree que la vida conspira a nuestro favor2. Raras veces vivimos así. A menudo nos resistimos a este impulso emergente —o a este impulso de emerger— porque tenemos miedo del cambio. Para el ego, el

cambio equivale a un peligro, incluso a la muerte, porque a menudo una parte de él tiene que arder para que nazca algo nuevo. Sin embargo, negar este llamado evolutivo produce una presión interna que tiene que encontrar salida, en ocasiones de maneras destructivas, pudiendo presentarse como enfermedad, colapso económico o como el hundimiento de una relación, entre otras muchas posibilidades desagradables. Pero estos acontecimientos no significan que estemos siendo castigados o que alguien tenga la culpa. Estos retos son llamadas a despertar; nos dicen que nos hemos conformado con una vida demasiado pequeña y que debemos abrir el lugar al que nos hemos aferrado estrechamente a una visión más amplia. Como dice el Evangelio de Tomás : “Si expresas lo que está dentro de ti, te salvará. Si no expresas lo que está dentro de ti, te destruirá”3. Tal como el pino bankasiano necesita un incendio para quemar la resina que impide que caigan sus semillas, las crisis queman nuestros limitados conceptos de nosotros mismos, permitiendo que se despliegue nuestra naturaleza más profunda. Como trata de mostrar este capítulo, nuestro sufrimiento conlleva las semillas de nuestra salvación, nuestros problemas contienen las respuestas a nuestras oraciones, y nuestra oscuridad es el útero donde nace nuestra mayor luz. Pero activar esta luz requiere que abracemos nuestra sombra, y alcanzar nuestra totalidad requiere que nos hagamos lo suficientemente grandes como para contener nuestra fragmentación. Esta es la condición esencial que debemos cultivar para emerger plenamente. Y esto nos lleva al corazón de nuestra mayor lucha: hemos sido educados en la creencia de que debemos resistirnos, luchar o destruir las fuerzas aparentemente negativas, o de que debemos enderezar, controlar o reprimir nuestras deficiencias. Pero tu oscuridad no es el enemigo, es el rico suelo donde debes cavar y en el que debes sumergirte antes de que algo nuevo pueda salir a la superficie. Igual que ciertas plantas tienen que batallar en un suelo rocoso para endurecer su corteza, fortalecer sus raíces y prosperar, el proceso a veces difícil de abrazar e integrar las partes heridas o carentes de ti —en lugar de intentar sanarlas o mejorarlas— activa en ti las cosas que necesitas para florecer. Cuanto más redimas los lugares oscuros y aparentemente deficientes que hay dentro de ti, más plena será la cosecha. En resumen, abrazar lo que parece estar roto consiste en tomar la verdad que has aprendido, que no hay nada malo o equivocado en ti, y convertirla en una experiencia viva, que te libere de toda una vida de lucha y vergüenza, y que te introduzca al verdadero amor de tu vida: tú. La conspiración del bien La primera parte de este nuevo paradigma curativo consiste en aceptar todo como un elemento que te apoya en tu camino de despertar y realización. Esto significa que, independientemente de lo que la situación parezca ser, tú la consideras buena y la

abrazas con gratitud. No solo una vez o dos, o de vez en cuando, sino como un modo de vida. ¿Por qué? Porque la verdad es que solo hay una vida, un poder gobernándolo todo, y su naturaleza es absolutamente buena. La armonía y la totalidad ya son. Pero solo puedes experimentar esta verdad en la medida en que sea una parte activa de tu conciencia. No es “lo creeré cuando lo vea”; más bien es “lo verás cuando lo creas”. Tú no experimentas la realidad, experimentas tu percepción de ella: una proyección relativa de la perfección infinita. Al declarar que todo es bueno, te alineas con como es realmente, activas este sentido del alma más profundo, y vas viendo progresivamente que todo es bueno, hasta que esa nueva percepción se convierte en tu experiencia mejorada. La historia de José —que se halla en el Corán, en la Torá y en el Antiguo Testamento— es un gran ejemplo de este paradigma. Él convertía cada problema en la semilla de un potencial mayor. Fue vendido como esclavo por sus hermanos, culpado por la mujer de la casa donde trabajaba y encarcelado por un crimen que no cometió. Una situación tras otra, afrontaba adversidades y obstáculos que harían que la mayoría de nosotros nos rindiéramos y rezumáramos resentimiento. Pero él continuó llevando su atención a la visión que Dios le había dado —una visión que parecía imposible en su humilde situación— y abrazaba lo que tenía delante, buscando cómo podía crecer con cada experiencia. Esto le hizo ascender hasta la cima, donde quiera que estuviera, tanto siendo esclavo como prisionero. Finalmente, el camino de José le llevó a interpretar el sueño del faraón, que profetizaba una próxima hambruna. Al escucharlo, el faraón almacenó alimentos y, cuando vino la hambruna, eso salvó a la gente. El faraón nombró a José su mano derecha, haciendo de él el segundo hombre más poderoso del reino: esto supuso la realización de su visión. Finalmente, sus hermanos fueron traídos ante él, y estaban seguros de que sufrirían un severo castigo. Pero José no tenía resentimientos y los perdonó. No dijo: “Hicisteis algo malo y sois mala gente, pero yo soy mejor que vosotros”. Eso no es verdadero perdón. El verdadero perdón es darse cuenta de que nunca se cometió ningún error, de que nunca se hizo daño. José entendió esto cuando dijo: “Vosotros teníais la intención de hacerme daño, pero Dios ha hecho de ello un bien. Él me llevó a esta posición para que pudiera salvar la vida de mucha gente” (Génesis 50:20). José captó el cuadro más general. Si sus hermanos no le hubieran vendido como esclavo y él no hubiera superado sus pruebas, no habría estado allí para interpretar el sueño y salvar al país de la hambruna. Todo conspira para el bien, para despertar tu potencial más profundo y prepararte para cosas más importantes, tanto si es para que acabes en la primera página del periódico o prestando ayuda a un vecino necesitado. Pero, para cosechar las bendiciones de tu viaje, debes practicar esta forma de conciencia: reinterpretar todo lo que ves hasta que veas la conspiración divina por doquier. El drama divino

Solo hay una inteligencia —que todo lo ama y todo lo da— desplegando un patrón perfecto de potencial infinito. Y allí donde hay resistencia a esto, parece haber una crisis, un conflicto, o un enemigo con el que luchar. Y esto incluye a los enemigos que están dentro de ti: el elenco de personajes que parecen despedazados, malos, indignos y que aparentemente necesitan ser sanados, arreglados o que nos deshagamos de ellos. Como contador de historias, comprendo que los obstáculos y retos que pongo en mis personajes están ahí para activar y expresar sus dimensiones más profundas, de modo que se puedan convertir en el héroe o la heroína de su historia, e iluminar los temas más profundos, el mensaje de la historia. Diseño la historia de esta manera: es la mecánica del drama. El mismo mecanismo está operando en nuestras vidas. Estamos participando activamente en un drama divino. Como escribió Shakespeare en Como gustéis, “Todo el mundo es un escenario y todos los hombres y mujeres son meros actores” 4. El problema es que nos identificamos con el papel que desempeñamos —la personalidad/el ego— y con la obra en la que estamos —la historia—, en lugar de con el autor que la escribió —la sabiduría superior— y con el actor que la representa —el Yo superior—. Cuando interactuamos, no nos encontramos unos con otros; nos encontramos con los personajes que estamos representando, produciendo lo que Michael Bernard Beckwith llama la fricción de las ficciones. Reaccionamos, juzgamos y creamos historias sobre la historia, de esta manera creemos en la traición, el rechazo, la victimización y el enfrentamiento del bien con el mal, que nos mantiene en una lucha constante. Seguidamente, por medio de la Ley de la Mente — que convierte nuestras creencias en experiencias—, perpetuamos, exacerbamos y agrandamos exactamente aquello que estamos tratando de cambiar, o aquello de lo que nos queremos librar. Pero cuando tomas conciencia de que tienes el papel estelar en esta producción divina para la evolución de tu alma, te das cuenta de que no eres una víctima de las circunstancias. Has cocreado esta obra y el elenco de personajes. Has diseñado este drama que se despliega sobre el escenario terrenal, y los demás están desempeñando su papel para que tú puedas hacer el tuyo. Podrías sentir que esto está en oposición directa con lo que te dice la intuición: que realmente hay personas y cosas malas, y que tú tienes que luchar contra ellas y enmendarlas, y esto incluye todas las cosas malas que hay en ti. Esto puede sonar como pensamiento relativista, que hace que todo sea igual, y por lo tanto pierda sentido. Seamos claros: el hecho de que todo esté conspirando para el bien no significa que debas condonar las acciones destructivas o que no debas sentir compasión por tu propio dolor o el de los demás. Nada más lejos. Pero, si luchas contra estas cosas, las alimentarás. Te quedarás atascado en el drama, creyendo que eres el personaje que estás desempeñando, sin entender la intención del divino autor para la obra, y sin experimentar nunca la poderosa transformación que supone el verdadero viaje del héroe —o de la heroína.

Antoinette Tuff, la contable de la escuela Ronald E. McNair en Decatur, Georgia, fue una heroína de este tipo. Cuando Michael Hill, de veinticuatro años, entró en su escuela —en la que había más de ochocientos niños— armado con un rifle de asalto AK-47, quinientas balas de munición y “nada por lo que vivir”, y tomó a Tuff como rehén, lo que podría haber sido otro trágico tiroteo escolar se convirtió en la escena de un milagro de nuestros días. Tuff no negó la obra en la que estaba, pero tampoco se quedó pillada en el drama. Anclada en su profunda vida espiritual, fue capaz de ver más allá de esa apariencia de hombre malo —e incluso fue capaz de ir más allá de su supervivencia inmediata — y de negociar por teléfono con Hill y con los servicios de emergencia. —No vamos a odiarte —aseguró a Hill, llamándole “cariño”, y acabó diciéndole —: “Te quiero. Me siento orgullosa de ti. Todos pasamos por cosas así en la vida. Vas a estar bien, cariño”. Ella parecía tener la intención de salvar a los niños de Hill, y también a Hill de sí mismo. Mientras mantenía a la policía a distancia, trató de acercarse a él. Ella podía verse a sí misma en Hill y, en lugar de juzgarlo, empatizó con él y le confesó: —Traté de suicidarme el año pasado cuando mi marido me dejó5. Finalmente, Hill soltó su arma y se rindió. Asentada en su práctica de oración, perdón y autoconciencia, Tuff fue capaz de hablar desde un lugar de vulnerabilidad que generó verdadera conexión, convirtió la desesperanza en posibilidad, convenció a un hombre mentalmente inestable de que soltara su arma, y posteriormente de que se tumbara en el suelo y se rindiera, sin haber lanzado un puñetazo, hecho un disparo ni levantado la voz. Después del tiroteo en la escuela de Newtown, Connecticut, en 2012, el presidente ejecutivo de la Asociación Nacional del Rifle insistió: “Lo único que detiene a un tipo malo con un arma es un tipo bueno con un arma”6. Pero lo conseguido por Tuff demuestra que las armas no son la única solución. Una persona armada con su fe, su creencia en un poder superior y la valentía de vivir desde ese lugar, puede hacer que un hombre deponga sus armas, además ayudarle a abrir su corazón. Tuff fue más allá de la limitada historia social, incluso de su propia historia, y fue capaz de actuar desde la verdadera historia más amplia y elevada. Así transformó una potencial tragedia en un triunfo, y el resultado fue una nueva historia. Este capítulo tiene una doble intención: en primer lugar, que pases del dolor de luchar y fijar, a la paz de amar y aceptar, y en segundo lugar también quiere animarte a hacer el trabajo sagrado de abrazar las partes de ti que has mantenido como rehenes o que te han mantenido como rehén a ti. Se trata de liberar la carga emocional del juicio, de integrar los lugares de ti mismo que has rechazado, y de descubrir los dones, talentos y poderes ocultos que posees. Se trata de acabar la guerra interna. Aunque está bien entender los procesos y las razones que están detrás de ella, lo que queremos entender por encima de todo es cómo producir un cambio real. Si haces el trabajo —y no te limitas a leer sobre él— no serás la misma

persona cuando acabes este capítulo. Empezarás a vivir una nueva historia. La historia de tu vida La vida no te ocurre a ti. La vida ocurre a través de ti, mediante una actividad de tu conciencia. Dicho de manera simple, todo lo que ocurre está incluido en el guión que tenemos en la mente —aunque buena parte de ello es inconsciente—, y nuestra experiencia solo es la proyección de esa película interna. Esto significa que, en último término, las condiciones externas no tienen poder sobre ti. Puede parecer que lo tienen; parece haber todo tipo de fuerzas alineadas contra nosotros o sobre nosotros. Pero, en el sentido místico más profundo —también basado en la física cuántica— nada externo a nosotros tiene la última palabra con respecto a qué podemos hacer o en quién nos podemos convertir. Elige cualquier reto que te parezca un obstáculo insuperable y encontrarás la historia de alguien que ha demostrado la impotencia de dicho obstáculo en su vida. Excepto en momentos de pura conciencia despierta, no experimentas la vida directamente. Experimentas tu historia o tu percepción de la vida a través de estos filtros internos. Puedes estar rodeado de oportunidades, pero si tu condicionamiento solo te permite ver aquello que te falta, eso será lo único que verás. Imagina a un próspero constructor y a un activista iracundo caminando por una calle de Nueva York, pasando junto a una parcela en ruinas. El activista se lamenta de esta lacra en el vecindario, denuncia lo mal que está la economía y hasta qué punto se está hundiendo esta ciudad. El constructor exclama: “Es el lugar perfecto para un gran hotel”. Un año después, el activista sigue arruinado y luchando contra el sistema, mientras que el constructor está empezando a construir un nuevo hotel que mejorará el sistema, creará docenas de puestos de trabajo, reportará decenas de miles en impuestos a la ciudad y mejorará su propia posición. Misma situación, distinta conciencia. A veces, nuestro punto de vista sobre la vida se basa en un juicio completamente falso. Una mujer que conocí, Jenn, estuvo luchando con sus problemas de autoestima la mayor parte de su vida, y nunca pudo entender por qué los tenía ni sabía cómo superarlos hasta que se sometió a hipnosis y recordó que su madre la había abandonado en el carrito de la compra en el supermercado. Superficialmente, pareció que no había ocurrido nada, pero aquella niña había vivido un momento de puro terror al mirar a su alrededor y darse cuenta de que estaba sola. Un momento después, su madre volvió, pero el daño ya estaba hecho. En esa situación emocionalmente cargada, Jenn tomó una poderosa decisión con respecto a sí misma, la vida y su relación con los demás: no valía la pena estar con ella, estaba sola y la vida era peligrosa. Por más que trataba de perdonar a su madre y de soltar su dolor, no era capaz de hacerlo. Así, impulsada por su determinación de superar la situación, finalmente decidió hablar con su madre de esta experiencia y se dio cuenta de que su madre

nunca la había abandonado. Solo había dado la vuelta al pasillo para coger alguna cosa. Desde el punto de vista de la niña, ella no podía ver a su madre. Pero, desde la posición de la madre, ella nunca había dejado de ver a su hija. La realidad era que la madre había estado allí en todo momento, pero la historia que la niña se contaba a sí misma, y en la que después basó su vida, era una historia imaginaria en la que no se sentía querida ni amada, y no se sentía segura. Así es como se suelen entrelazar nuestras historias. Tenemos una experiencia y, con nuestra información limitada, decidimos lo que significa —qué es la vida, quiénes son los demás y quiénes somos nosotros con relación a todo ello— y después creamos mecanismos de defensa para sobrevivir a la historia que hemos creado. La mayoría de las amenazas —si no todas— que nos han hecho crear nuestra historia ya no están presentes en nuestra vida —excepto aquellas que perpetuamos con nuestros mecanismos de defensa—. Sin embargo, continuamos viviendo como si existieran. No todos los momentos de nuestra vida tienen el poder de crear historias, pero un puñado de sucesos puede hacernos tomar decisiones importantes que den forma a la historia de nuestra vida. Por ejemplo, supongamos que decides que has sido rechazado por un amigo, un pariente o un amante y, escena a escena, empiezas a desempeñar el papel de una persona rechazada, buscando pruebas de por qué eres indigno y manteniéndote en guardia para la próxima decepción. Los sucesos empiezan a acumularse en el contexto de esa historia, reafirmando tu compromiso inconsciente con ella, hasta que la disonancia cognitiva no te permite ver las cosas buenas que no encajan en ese relato. Igual que cuando compras un coche nuevo o un nuevo par de zapatos y empiezas a ver otros iguales en todas partes, una vez que has identificado cierta historia, solo ves pruebas que la confirman, hasta que llega a autoperpetuarse. Como reza el dicho: “Si naciste para martillo, del cielo te caen los clavos”. Asimismo, si estás viviendo la historia de ser una víctima, todas las personas y cosas parecen —y a menudo se convierten en— victimarios potenciales. No estoy tratando de trivializar los traumas que afrontamos. Ocurren cosas dolorosas, eso es innegable. Pero no son los sucesos los que conforman nuestro carácter o nuestro futuro, sino nuestra manera de interpretarlos: las decisiones que tomamos con respecto a nosotros mismos, nuestras relaciones con los demás y la vida en general. Por eso, dos personas pueden tener la misma experiencia, y mientras que una sale fortalecida, la otra queda lisiada emocionalmente. Pero las decisiones tomadas en el pasado no tienen por qué ser permanentes. Cuando las sacamos a la luz y decidimos cambiarlas, o comprender más profundamente el verdadero significado y propósito del suceso, en realidad estamos cambiando nuestro pasado y empezando a vivir como la persona que podríamos haber sido si las cosas hubieran salido como queríamos. Aunque no seamos capaces de descubrir el incidente que está detrás de nuestro dolor actual, podemos elegir de nuevo y empezar a contar otra historia que sea más

congruente con la vida que aspiramos a vivir, la vida que realmente está en nosotros. Recuerdo la historia de Paul, un hombre que creía haber tenido una infancia nefasta y experimentaba todas las limitaciones que esa creencia conlleva, tanto a nivel emocional como creativo y económico. Un día, después de que otra dolorosa ruptura reafirmara lo perturbado que estaba, tuvo un momento de gracia y decidió cambiar de opinión con respecto a su infancia. Empezó a afirmar: “Tuve una buena infancia”, y contemplaba muchos aspectos en los que esto había sido verdad. A nivel superficial, lo que estaba haciendo parecía completamente ilógico. Pero pronto empezaron a surgir nuevos y mejores recuerdos: el de llegar a casa de la escuela y que mamá le sirviera leche con galletas, el de estar sentado en el regazo de papá viendo la televisión, o que le leyeran un cuento al ir a la cama. Escena tras escenas, las pruebas empezaron a acumularse, persuadiéndole de que las cosas no habían sido tan malas como las había recordado durante mucho tiempo. No estaba negando los aspectos dolorosos, pero tampoco se centraba en ellos. Y a medida que su historia cambiaba, también fue cambiando su carácter. Empezó a ser más confiado, a sentirse más seguro de sí mismo y más creativo, y encontró un nuevo nivel de desenvoltura y de poder. En otras palabras, emergió como un hombre que había tenido una buena infancia. Pero esta historia también se puede reinterpretar desde una dimensión más profunda. No es solo que las circunstancias no sean exactamente como las percibimos, sino que a menudo hay un propósito mayor desplegándose en ellas, así como, en cada gran historia, cada personaje y cada giro del guión están perfectamente diseñados para iluminar el tema central. Y cuando conectas con la intención del autor divino, no solo puedes convertir una mala infancia en buena —y cosechar las recompensas de esa nueva perspectiva—, también puedes liberar un poder que te prepara para el emerger del verdadero propósito de tu alma. Reescribir la historia de tu vida En el proceso siguiente vas a ser guiado de vuelta a un momento de tu vida en el que tuviste una de estas experiencias clave y tomaste una poderosa decisión que coloreó el resto de tu existencia. Antes de ese momento crítico, las cosas eran distintas. No veías la vida como la ves ahora. Nunca habías sentido la emoción crónica que ahora sientes con relación a esa experiencia. Es posible que no sea el suceso más traumático de tu vida. A veces, una escena aparentemente inocua puede generar un cambio de percepción que se va acumulando y contribuye a otros momentos de emociones intensas. Pero no nos vamos a quedar en ese momento del pasado tal como fue. Vamos a elevarnos por encima de él para descubrir el propósito más profundo que contiene. Esto te liberará del victimismo y, a medida que reescribas tu historia, te permitirá desplegar un potencial no expresado. El ejercicio siguiente es bastante complejo pero muy gratificante. Puedes leerlo entero y después hacerlo de memoria; también puedes pedir a un amigo o a un ser

querido que te lo vaya leyendo; o puedes grabarte leyéndolo y usar la grabación para guiarte. El proceso de la línea temporal Ponte cómodo. Toma una inspiración profunda, llevando luz hacia tu corazón. Al espirar, libera todo lo que ya no te sirva, cualquier energía excesiva o tóxica. Toma conciencia delicadamente de un área de tu vida en la que te sientas atascado, en la que sientas una emoción crónica o en la que sepas —o sospeches— que has tomado una decisión limitante. Imagina que empiezas a elevarte por encima de tu cuerpo, por encima de tu hogar, te elevas en el aire hasta que estás flotando sobre la corriente de tiempo, o la línea temporal, de tu vida, que se extiende desde el pasado hacia el futuro. Siéntete libre de visualizarla como si se moviera de izquierda a derecha o de atrás hacia delante, lo que te parezca más natural. Flota allí durante un momento. Entra en contacto con esa emoción crónica que has identificado. ¿Es miedo, enfado, agobio o desesperanza? ¿Dónde la ubicas en tu cuerpo? ¿Cuál es su color, forma, temperatura? Detecta los pensamientos que surgen cuando te centras en este sentimiento. ¿Hay alguna historia a su alrededor? También puedes centrarte en tu pensamiento limitante más doloroso: “No valgo nada. Soy feo. Soy un fracasado”. O en una creencia específica del área en la que te sientes atascado: “Nunca llegaré a nada. Siempre tengo demasiadas cosas que hacer y muy poco tiempo”. Si no estás seguro de con qué trabajar, examina un área de tu vida en la que te esté costando salir adelante y date cuenta de cuáles son tus emociones y creencias más comunes con respecto a ella. Imagina que a tu lado hay un dial y que, al girarlo, permite que aumente la intensidad de esta emoción. Date permiso para sentirla plenamente. Dentro de un momento vas a volver flotando al suceso clave en el que tuviste ese sentimiento por primera vez, o en el que generaste esa creencia. Es posible que no fuera la experiencia más intensa, pero fue la primera vez que sentiste esa emoción o tomaste esa decisión. A partir de ese momento, la pensaste o sentiste periódicamente, probablemente con creciente intensidad, hasta que pasó a formar parte de tu sistema nervioso y de tus patrones mentales y emocionales habituales. Lentamente, empieza a flotar hacia atrás a lo largo de la línea temporal. No lo fuerces. Confía en tu espíritu, que sabe lo que está haciendo. Tu sabiduría innata está guiando, dirigiendo y protegiendo esta sesión. Mientras continúas flotando hacia atrás, empieza a sentir que algo tira de ti. Como un faro, este patrón emocional te está llevando de vuelta al lugar y al momento en el que nació. Confía en que tu mente subconsciente sabe exactamente adónde ir… al momento en el que sentiste esa emoción por primera vez. Déjate caer en ese punto de la línea temporal y mira a tu alrededor. Date cuenta de dónde estás, de con quién estás, de la edad que tienes y de lo que está pasando, incluso si solo son recuerdos evanescentes e imágenes parciales. Cualquier cosa que

surja está perfectamente bien. Tu corazón y tu alma saben qué hacer. Simplemente nota cómo te sientes, quién está allí y qué está ocurriendo. Ahora vuelve a elevarte fuera del suceso, flota de vuelta al momento antes de que ocurriera, antes incluso de que sintieras esa emoción negativa o tomaras esa decisión limitante. Elévate más y más hasta que este suceso y tu línea temporal solo sean un punto allí abajo, y después desaparezcan completamente de tu vista. Muy por encima de tu línea temporal, por encima de este suceso, antes incluso de que ocurriera… Este es tu espacio sagrado, donde estás profundamente conectado con tu espíritu, con la parte de ti que sabe que todo tiene un propósito más amplio. Estás abierto y preparado para conectar con esa sabiduría divina, para recordar la poderosa razón por la que has creado esta historia para la evolución de tu alma. Ha sido creada para ayudarte a cavar más hondo y subir más alto, para abrir tu corazón, para expandir tu mente o despertar tu espíritu. Hay cierta lección de compasión o tema de vida que tienes que encarnar, o en el que tienes que ser un modelo para otros, de modo que puedas expresar tus dones. Cualquiera que sea la poderosa razón, ahora estás a punto de descubrirla. Respira e imagina que una luz coloreada, del color que quieras, empieza a verterse por lo alto de tu cabeza, llenándote de la energía de la sabiduría superior. A medida que este conocimiento sagrado se vierte por tu coronilla y llena tu cuerpo, tañe la cuerda mística de la memoria, activando el ADN divino, ese patrón espiritual que es exclusivo de tu ser, para recordarte quién eres verdaderamente, por qué estás vivo y que este suceso fue creado para servir a ese propósito. Escucha lo que te dice esta verdad más profunda. El mensaje podría venir como una palabra, una imagen o un sentimiento. También podrían ser recuerdos, símbolos o sonidos. Simplemente presta atención a lo que venga. No des nada por supuesto. Sé consciente y confía en que esa parte superior de ti, el divino autor interno, te está hablando mientras esta energía te llena y te renueva. Aunque parezca que no te llega nada, confía en que está llegando y llenando cada parte de tu ser. Al hacerlo, todas las falsas creencias, las emociones negativas y la energía tóxica de esa percepción limitada son expulsadas de cada célula, por cada poro; son como humo que va saliendo, flotando y alejándose en el espacio. Cada uno de tus átomos está siendo limpiado de esta carga negativa y de estas creencias limitantes. Estás siendo purificado, desintoxicado, a medida que esta verdad llena cada resquicio de tu conciencia. Toma una respiración profunda. Siente que está ocurriendo el cambio. Siente que esta sabiduría innata se está integrando en ti y que va a estar a tu disposición cuando la necesites. Déjate flotar de nuevo hacia abajo, hacia la línea temporal, que está pulsando con el color y la energía de esta antigua verdad. A medida que te acercas, irrádiala hacia el suceso, saturando con ella a todas las personas y cosas. Déjate entrar en el suceso y mira a tu alrededor, contemplando que todo brilla con esta energía y color. Date

cuenta de cómo te sientes ahora. ¿Ha cambiado la carga? Vuelve a flotar hacia arriba, fuera del suceso, sintiendo que un nuevo nivel de fuerza e inteligencia se está almacenando en tu sistema nervioso, reprogramándote y realineándote, creando nuevas rutas neuronales, cambiándote a nivel celular y al nivel del alma: cambiando tu historia y tu futuro. Al mirar hacia delante en la línea temporal, date cuenta de que esta nueva energía reverbera desde el suceso hacia el futuro, cambiando y redefiniendo el color de toda la línea temporal. También podría cambiar la forma y el tamaño de la línea temporal a medida que surjan nuevas ramificaciones y niveles. Conforme empiezas a flotar hacia delante a lo largo de la línea temporal, comienzan a surgir todos los sucesos conectados con el suceso inicial en el que se estableció esa percepción. A medida que surjan, envíales una ráfaga de esta energía sabia, saturando con ella a todas las personas y cosas involucradas. Observa los sucesos reintegrarse en la línea temporal, creando ondulaciones positivas en todo el recorrido hasta el presente y más allá. Tú continúas flotando hacia delante, bendiciendo y saturando cada aspecto de tu línea temporal hasta llegar al presente. Mantente suspendido sobre la línea temporal, toma una respiración profunda y deja que este cambio se realice en ti; siente que tu historia ha cambiado. Ya no eres el mismo personaje; ahora tienes un papel más relevante en una obra más grande. Ahora está emergiendo todo lo que tenías que aprender —las lecciones, las bendiciones, los dones y la energía—, y todo ello está integrándose en ti. Flota hacia delante en la línea temporal, cada vez más rápido, a medida que esta se abre debajo de ti en un punto del tiempo que corresponde a dentro de un año. Planea por encima de esa fecha, mirando hacia atrás, al día de hoy y más allá, viendo todos los cambios que se han producido en tu línea temporal, sintiendo todas las transformaciones internas que se están produciendo a causa de esta nueva sabiduría. A continuación, déjate caer en ese punto de la línea temporal y mira a tu alrededor. Contempla un área de tu vida en la que te sientas atascado. ¿Cómo son las cosas ahora para ti? Mírate en el espejo. Mira tus relaciones, el trabajo, la economía. Después de recuperar y redimir tu identidad, con esta nueva energía e información que has cultivado, ¿cómo ha cambiado tu vida? ¿Qué estás haciendo? ¿Con quién lo estás haciendo? ¿Dónde? ¿Cómo te sientes? Si surgen nuevos problemas, no te preocupes: de hecho, esto son buenas noticias. Estás pelando capas más profundas del inconsciente que ya están preparadas para ser sanadas. Puedes repetir este proceso con el nuevo problema que haya surgido o puedes seguir trabajando con el antiguo hasta que la carga se haya diluido. Independientemente de lo que surja, has de saber que se está haciendo un trabajo real, se está produciendo un verdadero cambio. El Espíritu es intangible; no es visible ni audible, no es físico; de modo que, aunque parezca que no está ocurriendo nada, algo está operando a un nivel más profundo. Simplemente es posible que no te des cuenta de ello hasta que salga a la superficie.

Permítete volver a la línea temporal, retornar al momento presente. Vuelve a entrar lentamente en tu cuerpo, inspira profundo para tomar tierra y siéntete agradecido por el trabajo realizado. Cuando estés preparado, abre los ojos y tómate unos momentos para anotar lo ocurrido en tu diario. Durante el resto del día y de la semana, presta atención a cualquier sueño, compresión, emoción o experiencia que pueda surgir. Es probable que estén conectadas con el trabajo que has estado haciendo. Si tus sueños te dan miedo, no te preocupes; el ego considera que el cambio es peligroso, de modo que a veces traduce estas transformaciones internas en pesadillas. Continúa haciendo el trabajo y sé amable y bondadoso contigo mismo. Cuando sea posible, busca el apoyo de otros que estén recorriendo este camino. Crecer hacia abajo: abrazar tu sombra Nuestra oscuridad es luz potencial, y nuestra sombra es la dimensión reprimida de nuestro ser. En verdad, solo hay totalidad. Pero, a medida que viajamos por el sendero de la vida y tenemos experiencias formativas, tomamos decisiones con respecto a quiénes somos o a quiénes no somos, y dividimos nuestra totalidad en dos partes: nuestra identidad inconsciente, que es la sombra, y nuestra identidad consciente, que es la máscara. A medida que experimentamos todas las cualidades potenciales del ser, vamos decidiendo: yo no soy eso, yo soy eso, yo no soy eso, yo soy eso… Hasta dividir toda la pila. El yo soy se convierte en nuestro ego, y el yo no soy se convierte en nuestra sombra. Por ejemplo, digamos que tienes un padre controlador. Debido al dolor que esto te ha causado, decides que controlar es malo, y que tú nunca serás controlador. Entonces rechazas y reprimes la tendencia a controlar, que se convierte en parte de tu sombra. Entonces el yo soy —tu ego o personalidad— tiene que asumir una cualidad contraria para compensar. A esto le podemos llamar la máscara. En este caso, es posible que lleves una máscara de espíritu libre, eres un tipo relajado. De modo que creces evitando las estructuras, las reglas y los límites, y te conviertes en alguien tolerante y despreocupado. Evitas los compromisos y la confrontación, evitas cualquier cosa que te pudiera parecer controladora a ti o a cualquier otra persona. Pero esta dualidad no es auténtica, es un mecanismo de supervivencia para eludir el miedo o la vergüenza con los que está cargada esa cualidad y las consecuencias que tendría expresarla. Esto presenta diversos problemas. El primero es que la dualidad, la falta de autenticidad, es una forma de resistirte a la energía que no está resuelta dentro de ti. Y esa energía debe encontrar expresión, tanto si surge como una necesidad repentina e irracional de tomar el control de manera destructiva, como si se refleja en que otras personas tratan de controlarte a ti, o si se convierte en la necesidad compulsiva de evitar el control a toda costa, lo que podría producir una crisis importante. En general, esto nos lleva a tener una vida inestable o totalmente desestructurada: no

cuadramos los libros de cuentas, no hacemos o no cumplimos los planes, tenemos problemas económicos, problemas para comprometernos, problemas con la autoridad, y así sucesivamente. En algunos casos, nos sentimos incapaces de controlar nuestro deseo de no ser controladores —o cualquier otra cualidad con la que estemos batallando—, y nos convertimos en aquello que más odiamos. Asimismo, podemos internalizar esta cualidad y entonces nos controlamos a nosotros mismos de una manera que nos debilita, exhibiendo el estilo de paternidad con nuestro niño interior que nuestros padres mostraron con nosotros. La actitud controladora es solo un ejemplo. Hay muchas maneras de ver la naturaleza destructiva de la sombra: en el predicador que condena a los homosexuales y después le pillan con un amante gay; en los políticos que luchan vehementemente por los valores familiares y después tienen una aventura extramatrimonial, o tienen hijos fuera del matrimonio, o múltiples divorcios. Internalizamos la sombra, la proyectamos sobre los demás y después tratamos de arreglarlos. Cuando alguien tiene una reacción intensa, eso es una señal segura de que le han tocado la sombra. El que más protesta es el más está luchando con su propia sombra. Y solo es cuestión de tiempo que la bestia se libere y produzca un desastre. Para la mayoría de nosotros, el sabotaje asume formas que no son tan dignas de aparecer en la prensa sensacionalista. Dejamos las cosas para mañana, no comunicamos, nos aislamos, comemos, bebemos o compramos en exceso, nos volvemos adictos o estamos distraídos, o nos aficionamos ciegamente a la autoayuda y tratamos de librarnos de todos estos aspectos nocivos. Finalmente, nos quedamos atascados en una rendija de la que no sabemos salir y no tenemos ni idea de cómo hemos llegado allí. Y lo último que se nos pasa por la cabeza es que tenemos que abrazar esas partes de nosotros mismos de las que hemos estado huyendo o escondiéndonos toda la vida, y a menudo nos hemos gastado una fortuna tratando de sanarlas, arreglarlas o eliminarlas. 6 Pero amar, aceptar e integrar estas partes sombrías es el único modo de liberarse de su naturaleza aparentemente destructiva. Digo aparentemente porque no hay nada intrínsecamente negativo en ellas; son dimensiones de nuestro ser que hemos juzgado, percibido y entendido erróneamente, y todo lo que hacen para llamar nuestra atención no es sino una petición de amor. Necesitan nuestra atención. Necesitan que se escuche su historia, que se sienta su dolor y que se las acepte sin intentar cambiarlas. Entonces dejarán de sabotearnos. La parte más profunda de este trabajo es darse cuenta de que el mal solo es una parte de la vida que estamos percibiendo a través de una lente distorsionada de juicio y rechazo, como cuando miramos en los espejos deformantes de las ferias. La palabra misma mal en inglés (evil) es live (vivir) escrito al revés*. No puedes sanar la vida reprimiéndola, no puedes tener más vida rechazándola, y no puedes vivir más plenamente estando en guerra con ella. El camino para sanar cualquier tipo de mal o negatividad —interno

o externo— es abrazarlo, ver su naturaleza más allá de las apariencias y reintegrarle su poder. Por eso todos los grandes maestros nos han enseñado a amar a nuestro enemigo, e incluso, de manera más precisa, que el supuesto enemigo está dentro de nuestra propia casa, lo cual, hablando metafísicamente, hace referencia a nuestra mente o conciencia. Hacer inventario de la sombra Vamos a descubrir qué sombras están operando inconscientemente en tu vida. Para empezar, echa una mirada a algún área en la que estés luchando o en la que estés sintiendo ese impulso emergente de expandirte y de ser/hacer/tener más. Si se trata de un área con la que estás luchando, identifica una parte de esa situación en torno a la cual tengas un fuerte sentimiento negativo. Tal vez sea una enfermedad, o problemas económicos que provocan emociones intensas. Tal vez te sientas fuera de control, desesperado, enfadado. Percibe esos sentimientos. A continuación, pregúntate qué crees que significa para ti el hecho de estar desempleado, arruinado, con exceso de peso o simplemente destrozado. ¿Te sientes como un fracasado? ¿Cuál es tu diálogo interno en torno a ese aspecto de ti? ¿Te llamas a ti mismo vago, estúpido o inútil? Toma conciencia de estos juicios sin involucrarte en ellos. Anótalos. Al contemplar la situación con la que estás luchando, pregúntate: “¿En qué sentido mi vida mejoraría o sería diferente si pudiera superar o resolver esto?”. Toma conciencia de lo que surja; puede venir un recuerdo repentino, un sentimiento, un pensamiento pasajero o una voz interna clara. Si no te viene ninguna respuesta, puedes volver a repetir la pregunta y dejarla rodar en tu conciencia. Independientemente de lo que recibas, pregunta a continuación: “¿Qué será de mí si no cambio esto o si no alcanzo mi objetivo?”. Date cuenta de cualquier juicio que pueda surgir, pero no te involucres en él. Mantente en la posición de testigo y toma nota de cualquier cosa que surja. Ahora vamos a examinarlo desde otro ángulo. Pregúntate: “Si hago, consigo o sano esto, o si voy más allá de esto, ¿qué temo que otros puedan pensar de mí?”. Por ejemplo, tal vez necesites cuidar mejor de ti mismo, empezar a hacer ejercicio, meditar, tomarte tiempo libre… pero tienes miedo de que la gente pueda pensar que eres egoísta o demasiado complaciente contigo mismo. O quizá necesites invertir en ti mismo, lo que significa que no podrás gastar tanto en los demás, pero tienes miedo de que la gente piense que eres tacaño o avaricioso. Tal vez necesites tomar posición, hablar claro y confrontar a alguien, pero tienes miedo de que piensen que eres agresivo, malintencionado o iracundo. Quizá quieras convertirte en un orador, emprender un negocio o hacer alguna otra actividad que te lleve a hablar en público, pero tienes miedo de que piensen que eres arrogante, sabelotodo, presumido… y de todos modos, ¿quién te has creído que eres? Date cuenta de la intensidad de lo que sientes con respecto a permanecer atascado

y también con respecto a ser libre. Ambos aspectos son portadores de una sombra. Anota estas comprensiones. Después, relee lo que has escrito. Al examinar estas cualidades, ¿cuál de ellas sientes que tiene más carga? ¿Cuál de ellas te produce más miedo, vergüenza, ira o tristeza? ¿Hay alguna de ellas que te haga sentir que preferirías morir antes que admitirla? ¿Es esto aplicable a la vergüenza de no valer nada, de ser indigno de ser amado, de ser feo, de estar destrozado o arruinado, o al miedo a ser considerado egoísta, arrogante, iracundo o controlador? Presta especial atención a las cualidades que estás seguro de no tener. Si “protestas demasiado” *, entonces es muy probable que tengas cierta sombra en torno a la actitud de protesta.7 Cuando hayas identificado la sombra que tiene la carga más intensa, contempla de qué maneras has intentado negarla, rechazarla, repararla, sanarla o reprimirla. Toma conciencia de cuánta energía has dedicado a intentar no ser ella. Has trabajado duro para mantenerte de una pieza, y para ello te has creado una máscara. Si sientes dolor en torno a ser un chico malo, probablemente te has creado una máscara de buen chico, con un gran costo para tu autorrespeto y satisfacción. Si sientes vergüenza o miedo de ser egoísta, probablemente te has creado la máscara del desinteresado o de persona agradable, y dices sí a los demás cuando quieres decir no, y te dices no a ti mismo cuando quieres decirte sí; estás lleno de ira o resentimiento. Cualquier contenido que estas palabras y frases haga surgir en ti está revelando tu proyección inconsciente, la sombra en torno a estos temas. Ha sido agotador, ¿cierto? Todas esas máscaras, la manipulación, las intenciones inconscientes... Y en realidad no han funcionado. Si has identificado dentro de ti la sombra de ser malo o indigno y tienes la máscara de ser alguien agradable con la gente, probablemente a estas alturas ya habrás notado que, por mucho que trates de agradar a otros, nunca lo consigues. Si tu sombra es la de ser un perdedor o ser estúpido, y la contrarrestas llevando una máscara de triunfador, probablemente ya te has dado cuenta de que, por muchas cosas que consigas o por muchos títulos que tengas detrás de tu nombre, sigues teniendo miedo al fracaso, o te sientes como un fracasado y tienes miedo de que se sepa. Esto no significa que no hayas desarrollado algunas cualidades geniales. La persona que trata de agradar a los demás desarrolla mucho la capacidad de conectar con ellos. El que está obsesionado con el control desarrolla un gran talento para la estructura y el orden. El triunfador logra todo tipo de cosas y crece en muchos sentidos. Estos son los regalos de la sombra, sobre los que podrás descubrir más en el proceso que estudiaremos a continuación. Pero, llegados a cierto punto, no son suficiente; la cosa ya no funciona, al menos no tan bien como solía funcionar. Estás desequilibrado. Como has desarrollado tus conductas en reacción a una falsa creencia con respecto a ti mismo, solo has crecido en una dimensión de tu ser. Empiezas a sentirte agotado y deprimido, y a sabotear tu éxito. O bien la cosa nunca ha funcionado para ti, y has estado tratando de salir del agujero la mayor parte de tu vida, y, con todo tu empeño en cavar, solo has conseguido que el agujero se haga

más grande. Ahora vamos a trabajar estos patrones, no para destruirlos o librarnos de ellos, sino para reconciliarnos con ellos, reintegrarlos y redimirlos. Vamos a tomar la energía que has estado dedicando a batallar con estos enemigos y a convertirlos en aliados: vamos a liberar los dones, las comprensiones y los talentos cautivos que han estado encerrados dentro de ti. Esa parte egoísta de ti ahora se convertirá en la maestra del autocuidado. La parte controladora creará estructuras que apoyen tu crecimiento continuado. El niño malo te abrirá a tu lado más salvaje y espontáneo, permitiéndote saltarte las reglas que te han lastrado para hacer de ti un líder innovador —aunque a veces rebelde— por derecho propio. El yo enfadado te enseñará a establecer límites muy reales y a ejercer la autoridad interna. Y el yo sin valor te hará lo suficientemente humilde y receptivo como para recibir la guía y el apoyo divinos. Imagina que ya no luchas contra ti mismo. Imagina que amas y aceptas auténticamente la totalidad de ti. Finalmente, te sentirás en casa en tu propio corazón y habrás desarrollado profundamente la compasión, la comprensión y una influencia sanadora sobre todos los que te rodean. Entrar en la casa de las sombras: una meditación Mira la lista de las cualidades de tu sombra y decide en cuál de ellas quieres centrarte primero. Vas a encontrarte con ella en tu mansión interna. Puedes leer este ejercicio y después hacerlo de memoria, o bien pide a un amigo que te lo lea, o grábalo para poder reproducirlo. Cuando te hayas familiarizado con el proceso, podrás adaptarlo a tus necesidades. Ponte en una postura cómoda. Cierra los ojos y toma una respiración profunda, dirigiéndola hacia el corazón. Espira aquello que ya no te sirva. Repite esta respiración varias veces, relajándote en el momento. Imagina en el ojo de tu mente que estás de pie frente a un bosque misterioso de altos árboles. Empiezas a caminar por un sendero, sintiendo las brumas de este antiguo lugar a medida que entras en él. Con cada paso, sientes que tu mundo habitual se disipa y un mundo interno encantado se densifica a tu alrededor. Te adentras más y más en el bosque, hasta que ya no queda nada del antiguo mundo. Esto no te resulta amenazador en absoluto: tiene una cualidad mágica y te produce una sensación de aventura y nuevas posibilidades. En un claro del bosque situado frente a ti ves una casa magnífica que se funde con el exuberante entorno. Imagínatela del modo que mejor represente tu mansión interna, el lugar donde viven los personajes de tu inconsciente. Sigue caminando sobre un pequeño puente que salva el foso de agua que rodea tu mansión y llega a la gran doble puerta de la entrada. Con un suave empujón, las puertas se abren. Tómate un momento para examinar el recibidor de tu mansión, percibe la decoración, y después gira a la derecha y recorre

el largo corredor que se extiende con puertas a ambos lados. Empiezas a caminar por ese pasillo, pasando junto a habitaciones cerradas y sintiendo que entras cada vez más profundo en esa mansión interna, en áreas que no has visitado durante mucho tiempo, o tal vez nunca. Estas son las habitaciones que albergan los arquetipos que componen las historias de tu vida. Aquí es donde viven tus sombras. Te sientes atraído hacia una puerta en particular. Aquí reside la sombra específica que has elegido. Abre la puerta y entra; ahora te encuentras en el entorno de esa sombra. ¿Qué ves? ¿Estás dentro de un edificio o al aire libre? ¿Cómo es el entorno: tropical, un desierto, un bosque? Entra y mira a tu alrededor, sintiendo el suelo o la tierra bajo tus pies, notando el techo o el cielo por encima de ti. Siente la temperatura en tu piel y oye los sonidos de otros elementos o criaturas que habitan este lugar. Ábrete paso hasta tu lugar de meditación —una silla, un sofá, el tocón de un árbol, la hierba, lo que te resulte cómodo— e invita a esta cualidad de sombra a unirse a ti. Nota de qué parte del entorno viene, y, al acercarse, date cuenta de cómo está vestida, cómo se mueve y qué postura adopta. Toma una respiración profunda y empieza a indagar: pregúntale cuándo vino originalmente a tu vida y cuándo la rechazaste por primera vez. ¿Cuál fue ese suceso o momento que te hizo juzgarla, negarla o reprimirla? La sombra podría describírtelo o tú podrías ver una imagen que se presente en el ojo de tu mente. Puede ser vívida y concreta, o solo breves destellos, pensamientos o sentimientos. No des nada por supuesto. Si sientes que allí hay más cosas que merezcan ser vistas o experimentadas, date tiempo para permitir que el suceso se configure. Plantea a esta sombra una o varias de las siguientes preguntas: “¿Cómo me has servido desde este suceso? ¿Por qué te presentaste en mi vida? ¿En qué sentido has sido mi aliada en lugar de mi enemiga? ¿Qué has venido a enseñarme? ¿Has estado tratando de ayudarme en todo momento?”. Por ejemplo, si es una sombra perezosa, creada porque tu padre solía avergonzarte o castigarte por perder el tiempo, dormir hasta tarde o no hacer tus tareas, y has decidido que nunca serás perezoso, tal vez tu rechazo de esta sombra te haya hecho ser trabajador y productivo, y consecuentemente has conseguido muchos éxitos en la vida. Ahora pregúntate: “¿Cuál es la bendición o la lección que me aportas? ¿Qué necesitas decirme o enseñarme ahora? ¿Cuál es tu propósito benéfico en mi vida actual?”. Esto te ayudará a ver el aspecto positivo de lo que parecía una cualidad destructiva. Por ejemplo, como rechazaste tu yo perezoso —o cualquier aspecto sombrío con el que estés trabajando—, ahora no te permites descansar. Consecuentemente, eres un adicto al trabajo y estás estresado, no pasas suficiente tiempo con tus seres queridos y no te diviertes mucho porque, cuando no estás trabajando duro, sientes el miedo/vergüenza/culpa de tu yo perezoso. De modo que tal vez la expresión positiva de esta cualidad no tenga que ver con dejarte ser perezoso, sino con tomarte tiempo libre, descansar, jugar, encontrar un equilibrio

mejor y renovarte, lo cual, en último término, te hará ser más productivo. La pregunta siguiente es una de las más importantes. Pregúntale a la sombra: “¿Qué necesitas de mí para sentirte amada y aceptada, y para que puedas tomar el lugar justo y constructivo que puedes tener en mi vida?”. No le estás preguntando qué necesita de ti para que cambies de ser perezoso a ser productivo, de triste a feliz, o de controlador a despreocupado; le estás preguntando qué necesita para sentirse amada y aceptada tal como es. Has estado juzgando esta parte de ti y considerando que es mala, y has estado intentando reprimirla, rechazarla o cambiarla. Eso ha hecho que tenga un comportamiento peculiar para llamar tu atención, como cuando un niño rompe a llorar. Lo que más necesita este aspecto de ti es ser visto, oído y amado incondicionalmente. Pregúntale qué necesita de ti para sentirse respetado, validado y apreciado. A medida que te vaya llegando la guía, asegúrate de que sea específica y práctica, de poder actuar a partir de ella. Cosas como: “Ámate más a ti mismo” o “Di tu verdad” aún no son una guía. Cava más hondo: “¿Cómo debería amarme más a mí mismo? ¿Cómo sería amarme más a mí mismo? ¿Qué aspecto tendría? ¿Dónde debería expresar mi verdad? ¿Qué debería decir?”. La sombra perezosa podría decirte cosas como: “Necesito que te relajes, que empieces a meditar, que descanses cuando estés cansado, que te tomes los fines de semana libres, que hagas ejercicio y cuides más de ti mismo, que des paseos por la playa o por el bosque, que huelas las flores…”. Si se trata de la sombra avariciosa, podría decir: “Necesito que dejes de comprar regalos caros para todo el mundo, que dejes de gastarte un dinero que no tienes, que ahorres más y que pongas tu dinero en una cuenta de ahorro o lo inviertas”. Y si es la sombra controladora, podría decirte: “Necesito que crees más estructura en tu vida, como por ejemplo que establezcas un plan a un año vista, un programa semanal y algunas rutinas diarias. Necesito que pongas límites más claros a tus hijos, que tienen un comportamiento desordenado porque les das demasiado espacio. Márcales con claridad la hora de ir a la cama, y pon límites al tiempo de uso del ordenador y de ver la televisión; haz que los cumplan pase lo que pase”. Si la guía recibida te produce alguna resistencia, ese es el patrón emocional de la sombra. Si necesitas establecer límites para tus niños, es posible que temas que ellos piensen que eres un mal padre. Podrías recordar lo controladores que eran tus padres, lo mal que te sentías por eso y que tomaste la decisión de no ser así. Esto es bueno: las cosas se están aflojando y están saliendo a la superficie para poder ser abrazadas e integradas. Respira y escucha. Si necesitas más refuerzo, pregúntate: “¿Cómo será mi vida si sigo la guía e integro esta sombra? ¿Qué nuevos poderes y habilidades me reportará? ¿Qué aspecto tendré y cómo me sentiré? ¿En qué sentido irán mejor las cosas?”. Da las gracias a esta parte de ti por compartir, independientemente de lo que haya salido. Pídele que te perdone por cualquier abuso que hayas podido cometer contra ella. Ve y siente que la sombra te ofrece su perdón. Abrázala y dile que nunca

volverás a abandonarla; siempre estarás ahí para ella. Al abrazar la sombra, date cuenta de cómo evoluciona o cambia. Tal vez ya no sea un personaje tan desaliñado, débil o con un aspecto tan atemorizante como antes. Ha sido redimida. Y seguidamente se funde contigo y os hacéis uno. A medida que sientas que esta parte de ti se integra contigo, toma una respiración profunda. Siéntete agradecido por el profundo trabajo realizado y después vuelve a salir por la puerta, recorre el pasillo y llega a la entrada. Toma otra respiración profunda, siéntete satisfecho una vez más con el trabajo bien hecho y, a continuación, sal por la gran puerta delantera. Camina sobre el puente hasta el sendero, volviendo la vista atrás para contemplar tu mansión con gratitud. A continuación, dirígete hacia el bosque y sal por el otro lado a la luz del mundo ordinario. Haz una pausa para sentir estas nuevas energías y comprensiones moviéndose dentro de ti. Algo ha cambiado. Ya no eres la misma persona que entró en el bosque encantado; eres más tú mismo y estás más vivo. Cuando estés preparado, abre los ojos. Tómate tiempo para anotar esta experiencia en tu diario. Bebe un poco de agua. Toma un baño caliente o da un buen paseo. A medida que vayan pasando los días, presta atención a cómo respondes a la gente y a cómo te responden ellos a ti. Tal vez descubras que ya no te molesta una cualidad que antes te molestaba en otras personas, o al menos no tanto. Quizá puedas detectar tus proyecciones con más facilidad y te sea más fácil responsabilizarte de tus reacciones, lo cual es el comienzo de la verdadera libertad, de adueñarte verdaderamente de tu vida. Si deseas entrar más a fondo en el trabajo con la sombra, explora el libro de Debbie Ford Dark Side of the Light Chasers7 o las obras completas de C.G. Jung. Ahora estás en vías de abrazar todo lo que parece estar roto, de abrazarlo todo a la luz de la plenitud, creando las condiciones fundamentales para tu gran proceso de emerger. Este es el comienzo de una bella amistad contigo mismo. El corazón sanador Aquí podemos llegar a dos conclusiones fundamentales: la primera, que no tienes que arreglarte ni que repararte a ti mismo; tienes que abrazar, integrar y redimir las partes de ti que has juzgado y rechazado; y la segunda, que tienes que hacer de esto un estilo de vida, no una práctica ocasional. Este trabajo no es algo que practiques un par de veces y ya está, lo mismo que tener un par de conversaciones con un miembro muy alejado de la familia tampoco sana esa relación y permite que se desarrolle. Eso sería una locura, ¿cierto? Pero así es como solemos tratarnos a nosotros mismos. Hacemos un taller de fin de semana sobre cómo amarnos a nosotros mismos, entramos en contacto con nuestro niño interior y después nos enfadamos cuando ese niño llama nuestra atención a la semana siguiente y empezamos a pegarle otra vez. Recuerda, estas sombras son como niños que has abandonado y de los que te has

desprendido, a los que has juzgado o criticado, probablemente durante años. Lo cierto es que durante muchos años has creído que la manera de sanar, desarrollar y mejorar las partes malas de ti mismo era juzgarlas, avergonzarlas o golpearlas. Y ahora estás haciendo una especie de intervención, estás celebrando una reunión familiar y juntando estos aspectos aparentemente separados y divididos para aprender cómo volver a amaros mutuamente. Esto lleva tiempo. Ciertamente, es posible hacer avances radicales: el perdón y la honestidad pueden producir una gran sanación en las relaciones. Pero, frecuentemente, recuperar la confianza de estos aspectos de ti será un proceso gradual de retomar la comunicación, de llegar a conocer quiénes son verdaderamente, qué es lo que quieren y lo que más les importa, y cómo satisfacer sus necesidades. Probablemente no es necesario hacer el trabajo de la sombra o el proceso de la línea temporal cada día, pero, para empezar, no es mala idea hacerlo una o dos veces por semana. A medida que te familiarices más con una sombra, puedes conectar con ella informalmente a lo largo del día o de la semana. Y cuando te sientas particularmente descentrado —enfadado, triste, atemorizado—, puedes abrazar o aliviar esa parte de ti como consolarías a un niño que se siente molesto, en lugar de recurrir a la respuesta refleja de intentar encerrarle, ignorarle, o ponerte a comer, beber, comprar o trabajar cuando sientes esas emociones. Imagina que tienes un cartel encima de ti que dice: “Todas las emociones son bienvenidas”. Empieza a relajarte en ellas cuando surgen, en lugar de resistirte. Cuanto más des la bienvenida a la totalidad de ti, menos ruido harán esas partes para llamar tu atención. Amar estas partes de ti no implica que les dejes controlarte. Tú sigues siendo el jefe. Es como estar con un niño enfadado que está tratando de llamar tu atención en medio de una importante conversación telefónica. Posiblemente, no lo dejarías todo para atenderle. Podrías ponértelo en el regazo y consolarlo mientras continúas hablando por teléfono. Pero a veces tendrás que ser más firme. Si está teniendo una pataleta y no respeta tu espacio, podrías tener que decirle con voz amorosa pero firme que no le permites actuar así, y que estarás con él cuando termines lo que estás haciendo. Si eres consistente en esto, establecerás unos límites que permitirán al niño sentirse más seguro, y eso hará que ya no necesite llamar tu atención tanto. Lo mismo es válido para los aspectos de ti. No puedes derretirte cada vez que una de estas partes de ti se desmadre. Y tampoco podrás pararte a meditar siempre. A medida que establezcas esta posición de autoridad, como un padre fuerte y amoroso, estos aspectos de ti captarán el mensaje. Se sentirán más seguros en ti, y tú tendrás más estabilidad emocional. Conforme practiques esto, recuerda la regla fundamental: No estás haciendo esto para cambiar estas partes de ti. Cuando empezamos a hacer este trabajo, es habitual que el ego trate de recuperar el control. Pensamos que estamos haciendo el trabajo de la sombra para amar estas

partes de nosotros, pero a menudo el ego trata de manipularlas para que hagan lo que nosotros queremos. No estamos escuchándolas y abrazándolas porque las amamos tal como son; lo hacemos para que dejen de llamar la atención y de portarse mal, para que empiecen a ser felices y nos ayuden a conseguir lo que queremos en el mundo. Esto no funciona. Es como intentar establecer una relación con un niño que se está portando mal. Nos sentamos y les preguntamos a estas partes cómo les va, qué están sintiendo y qué necesitan de nosotros. Estas parecen ser las acciones correctas, pero en realidad tenemos una intención oculta: que estén felices y alineadas para que saquen la basura. Y ellas lo saben, aunque sea inconscientemente. Sienten la manipulación y no quieren abrirse. O, si lo hacen, y les golpeamos con una petición o exigencia, vuelven a cerrarse de inmediato. La confianza desaparece, y ahora hará falta aún más tiempo para recuperarla. Estos aspectos internos de ti saben cuándo tus intenciones son sinceras e incondicionales. Saben si realmente te importan o si solo estás tratando de domarlos para que hagan lo que les pidas. De modo que, al empezar, revisa tus intenciones y recuérdate tu propósito. No busques nada de estas partes de ti, excepto comprensión. No tengas otro deseo que el de amarlas y aceptarlas incondicionalmente. Se lo merecen. Se merecen tu amor. Después de todo, ellas son tú. Este es un viaje hacia el corazón de Dios. No quiere nada. Ama porque esa es su naturaleza. Solo se ve a sí mismo, hecho a imagen y semejanza de lo divino. En último término, esta práctica de sanarnos a nosotros mismos consiste es despertar nuestro corazón sanador: nuestra naturaleza crística, nuestra naturaleza de Buda. Finalmente, esta es la razón por la que creamos este drama divino: despertar al significado más verdadero y a la medida más profunda del amor. Bienvenido a casa, a tu plenitud. 6* El autor se refiere a la palabra inglesa “evil” (mal). “Live” significa “vivir”. (N. del T.) 7* Referencia a una frase de Hamlet, de Shakespeare. (N. del T.)

SÉPTIMA ETAPA

Espera a que la ley dé sus frutos La paciencia infinita produce resultados inmediatos. De Un curso de milagros El árbol chino de bambú es uno de los grandes maestros de paciencia. Plantas el rizoma de bambú —que es como una pieza de raíces del jengibre con brotes— y echará raíces. Riégalo, aliméntalo y, durante los próximos cuatro o cinco años, apenas notarás ningún cambio. En apariencia, no está ocurriendo nada productivo. Si te van las oportunidades de enriquecerte rápido, o si eres una persona muy orientada hacia los resultados, es posible que el proceso te vuelva loco, o que lo dejes. Pero si puedes soportar la espera, si puedes seguir cultivando el suelo independientemente de la falta de resultados a corto plazo, recibirás grandes recompensas. Durante el quinto año, el bambú brota a la vida, y puede crecer hasta tener la altura de ocho pisos en seis semanas. El Libro Guinness de los récords dice que la planta que crece más rápido es una especie del bambú, que puede crecer hasta 88 cms. al día1. Durante esos años en que parece estar dormido, por debajo de la superficie, en la que apenas se mueve nada, va desarrollando un fuerte sistema de raíces, suficientemente ancho y profundo como para soportar ese tallo de más de veinticinco metros y tomar del suelo los nutrientes que se necesitan para crecer así. Las tres fases de la espera En esta era de mentalidad acelerada y hornos microondas, acostumbrada a los resultados rápidos, la mayoría de nosotros sabemos lo que queremos, y lo queremos ya: tanto si se trata de una velocidad de descarga instantánea, de las riquezas de la lotería o de la siguiente versión del iPhone. Pero, igual que no puedes forzar el crecimiento del bambú hasta que haya establecido un sistema de raíces que pueda sostenerlo, no puedes forzar la semilla de tu potencial de crecimiento hasta que esté maduro y listo. Si lo construyes por dentro, se manifestará hacia fuera, pero no puedes controlar la línea temporal, puesto que no siempre sabes qué se está construyendo. La espera forma parte del proceso perfecto. No me refiero a esperar en un sentido pasivo, como sentarse a esperar a que se seque la pintura. En el proceso de emerger, esperar es una experiencia activa que requiere coraje y fuerza de carácter. Pero la espera tiene niveles. A un nivel, es esperar y no hacer nada cuando todo en nosotros quiere hacer algo —cualquier cosa — para conseguir lo que pensamos que necesitamos. Esto requiere cada vez más fe y resolución interna. A otro nivel, esperar es mantener nuestra quietud interna y receptividad hacia lo que se está desplegando. En la superficie de nuestra vida,

parece que no estamos haciendo nada o que estamos haciendo muy poco, pero por dentro estamos desarrollando los sentidos de nuestra alma para ver, oír y recibir la guía y la nutrición que verdaderamente necesitamos para crecer a largo plazo. Finalmente, esperar guarda relación con permanecer donde estamos, con crecer hacia abajo y con que nuestras raíces ahonden lo suficiente como para entrar en contacto con la verdadera fuente de satisfacción que nos permita soportar los tiempos duros y las inevitables tormentas, y dar abundante fruto cuando llegue nuestra estación. El impulso emergente tiene un propósito para ti. Y con él viene un mensaje, un medio, una misión. Pero si tus cimientos internos no son firmes, las condiciones externas, las tendencias y los vientos de la opinión pública te harán tambalearte. El objetivo consiste en estar tan profundamente enraizado en el suelo de tu alma que te alimente la silenciosa corriente de vida que discurre por debajo de la superficie — una fuente que no está determinada ni puede verse reducida por las circunstancias externas— para elevarte más alto y fuerte que nunca antes. A fin de desplegar unas raíces saludables, debemos entender los umbrales de conciencia, los límites del concepto que tenemos de nosotros mismos, que determinan lo que creemos que es posible y conforman nuestra identidad. Cuando empezamos a crecer y nos topamos con estos límites, se activan en nosotros mecanismos de defensa y de supervivencia destinados a que sigamos igual. Esto forma parte de un mecanismo evolutivo que ha ayudado a nuestra especie a sobrevivir, asegurándose de que no exploráramos mucho más allá de las fronteras que nos son familiares, porque podríamos perdernos, ser comidos o morir de hambre. Pero ahora este mecanismo de supervivencia puede obstaculizar nuestro crecimiento. Manteniéndonos en las pautas conocidas, estos umbrales nos impiden acceder a nuevos terrenos y profundizar. El resultado es que la persona promedio no vive setenta o noventa años, sino sesenta o noventa veces el mismo año. En último término, el principal propósito del proceso de emerger es generar unas condiciones internas que sean congruentes con tu visión más elevada, y que te permitan sentirte satisfecho y exitoso incluso cuando las condiciones externas todavía no lo reflejen. Es aprender a estar en el mundo sin ser del mundo, estar menos apegado al resultado y más sintonizado con la naturaleza radiante de tu ser. Cuando puedas conseguirlo, y esto es lo que el presente capítulo te va a ayudar a hacer, te llevará a “la infinita paciencia que produce resultados inmediatos” 2 y, por último, a la verdadera libertad. Tu campo de sueños Vamos a contar la historia de Alí Hafed, un persa de la antigüedad que vivía cerca del río Indo y era propietario de una gran huerta y de una granja. Estaba contento con su vida, aunque no se sentía inspirado por ninguna visión. Un día, un lama budista compartió con él una parábola sobre la creación del mundo y, en particular, sobre la

creación de los diamantes —que son como “gotas de luz solar coagulada”— y su inmenso valor. —Con un diamante del tamaño de tu pulgar podrías comprar todo el país —dijo el lama. Alí se sintió tan conmovido por esta visión de riqueza que decidió encontrar su propia mina de diamantes y preguntó al lama dónde estaban enterradas aquellas gemas. El lama le describió un río que discurría entre altas montañas y blancas arenas, y le dijo que encontraría sus diamantes en aquellas arenas. Alí dudó de que aquellas piedras preciosas existieran y de que él pudiera acceder a ellas. No conocía ningún lugar como el descrito por el lama y no sabía ni por dónde empezar. Pero el lama insistió en que lo único que tenía que hacer era “ir y encontrarlas”. Impulsado por la ambición que le producía su visión, Alí vendió todo lo que tenía para financiar su viaje, dejó su familia al cuidado del vecino y se dispuso a buscar aquellas gemas proverbiales en montañas, ríos y arenas, desde Palestina hasta España. Nunca se quedaba mucho tiempo en un lugar, el deseo de encontrar su tesoro le impacientaba y siempre le asaltaban dudas sobre si existiría y si él podría encontrarlo. Finalmente, se encontró arruinado, sufriente, muriendo a la orilla de una bahía cerca de Gibraltar, donde entraban grandes olas entre los Pilares de Hércules. Como había perdido toda esperanza y visión, se lanzó a las violentas aguas y se hundió bajo la espuma. Nunca se le volvió a ver. Algún tiempo después, el hombre que había comprado la granja de Alí llevó su camello a beber al arroyo que corría entre las blancas arenas. Y allí, resplandeciendo al sol, encontró una piedra con destellos de vivos colores. La puso sobre la repisa de la chimenea y no volvió a pensar en ella hasta el día en que le visitó el lama budista, quien viendo el resplandor sobre la repisa se dio cuenta de que el sucesor de Alí había encontrado un diamante. Y no solo uno; cuando volvieron al jardín y empezaron a cavar en la arena, descubrieron puñados de preciosas gemas, cada cual más magnífica que la anterior. Posteriormente, el lugar llegó a ser conocido como la mina de diamantes de Golconda, la más rica de la historia, que acabó dando los diamantes con los que se construyeron las coronas reales de Inglaterra y Rusia, y también acabó produciendo el Diamante de la Esperanza. Si Alí se hubiera quedado en casa, o al menos si hubiera vuelto y hubiera cavado en su propio campo, en lugar de irse buscar lejos, a lo largo y ancho de lejanos países, impulsado por el temor y la ambición, habría encontrado montones de diamantes al lado de su casa3. ¿Hasta qué profundidad estás dispuesto a cavar? Una distinción fundamental que separa a los triunfadores de los que no lo son es que estos segundos abandonan cuando la situación se pone difícil y no consiguen resultados, mientras que los triunfadores siguen adelante, pase lo que pase, hasta que

logran su objetivo. Aunque Alí se esforzó y luchó contra corriente, él mismo había creado muchos de los obstáculos que tuvo que afrontar, y al final acabó rindiéndose. Otra diferencia igualmente importante que distingue a los grandes triunfadores, los que permanecen y se fortalecen en el logro de sus objetivos en lugar de dejar que estos les destruyan, es que saben que ellos mismos son su mayor recurso, que dentro de ellos —en el jardín de su casa— es donde está enterrado el tesoro. A todos se nos da un campo de sueños, lleno de potencial, pero lo que hagamos con él determina lo que seremos capaces de manifestar. Como Alí, muchos cazadores de tesoros esperanzados ni siquiera empiezan a cavar allí donde viven. Y muchos otros, tanto si empiezan en casa o en otra parte, raras veces cavan el tiempo suficiente para dar con la veta de mineral debajo de la superficie. Impulsados por su visión de las posibilidades, reclaman su derecho, empiezan a cavar y encuentran unas pocas pepitas de oro. Pero pronto se topan con la roca madre, afrontan dificultades sin apenas encontrar recompensas y renuncian. Se impacientan, se frustran y se sienten aburridos. Piensan que algo está equivocado en ellos, o bien en las herramientas o en la localización. Pierden la fe en el lugar que han elegido, compran herramientas mejores y encuentran otro lugar, pero solo para que la historia vuelva a repetirse una vez más. Y al final de su vida tienen un campo de agujeros a medio cavar y de sueños rotos. La persona que acaba triunfando no es distinta de la persona que no lo hace, excepto por una diferencia fundamental: el triunfador se niega a rendirse. Ambos experimentan las mismas emociones: el estallido de esperanza y entusiasmo —el campo de posibilidades, las pepitas de oro—, seguidas por los desafíos que producen dudas, desánimo, decepción y desilusión. Se preguntan si es el lugar adecuado, las herramientas adecuadas, ¡o si están bien de la cabeza! Pero los triunfadores siguen cavando de todos modos, en su propio campo, no en el de nadie más. Siguen con ello hasta que atraviesan la roca madre y consiguen abundantes resultados. A continuación, construyen una estructura en torno a ello —rituales, planes, responsabilidad, hábitos profundos— de manera que se vuelva sostenible. No están en el asunto para tener una intervención rápida y pasajera: están en ello para construir un verdadero negocio, una práctica para toda la vida, un producto plenamente desarrollado o una relación profundamente comprometida, según sea su gran visión. Cruzar los umbrales Tal como hemos comentado antes, los obstáculos que afrontas activan tus umbrales y límites internos y son, en un sentido muy real, un reflejo de ellos. Son parte del sistema de supervivencia del ego, diseñado para protegerte y preservarte. Para el ego, el dolor emocional de ser empujado más allá de los límites de nuestro yo conocido es una señal de peligro, y la verdadera transformación equivale a la

muerte. Antiguamente, este sistema nos fue útil. Hace mucho, si salíamos de la cueva en un mal momento, si íbamos a algún lugar nuevo o nos apartábamos del camino trillado, podíamos congelarnos, morir de hambre o ser comidos por un tigre dientes de sable. La estructura del ego nos preservaba de todos los peligros —animales, enemigos, los elementos—, manteniéndonos en la modalidad de supervivencia. Mientras que en tiempos anteriores de nuestra evolución un cambio importante podría haber significado nuestra muerte, ahora es al contrario: no cambiar o evolucionar podría acabar con nuestra especie. Cuando nos topamos con estos límites en nuestra conciencia, debemos reconocer lo que realmente está ocurriendo y superarlos. Esperar a que se cumpla la ley significa confiar en que las semillas que has plantado están creciendo, y mantener el curso aunque haya abundantes evidencias en sentido contrario. El reto se basa en que este mecanismo de supervivencia ha tenido mucho tiempo para desarrollarse. Es muy listo a la hora de convencernos de que no podemos cambiar, o a la hora de engañarnos para que creamos que estamos cambiando, cuando lo único que estamos haciendo es pasar de un punto del campo al siguiente, sin ahondar nunca por debajo de la superficie, donde están enterrados nuestros recursos más ricos. Nuestro ego conoce nuestros temores y fantasías, y utiliza esta información privilegiada para manipularnos y hacernos elegir la validación sobre la visión, la comodidad sobre el compromiso o la seguridad sobre la autorrealización. La frustración, la duda, la culpa o la impaciencia que experimentamos en el proceso de emerger son directamente atribuibles a esta función del ego largo tiempo atrincherada. Y como si esto no fuera suficiente, el ego golpea aún más cerca de casa. Ya conoces las frases: “Soy demasiado viejo” o “Soy demasiado joven; “Soy demasiado gordo” o “Soy demasiado flaco”; “No tengo suficiente dinero”, “No tengo suficiente tiempo”, “No tengo suficiente apoyo” y “No tengo suficientes conocimientos”. Básicamente, “¡Soy una porquería!”. A veces, incluso hay pruebas que lo demuestran, ¡y al ego le encanta tener pruebas para demostrar su caso! Podrías sentirte muy cansado. Podrías no tener el dinero para invertir en ese programa. Podrías estar afrontando obstáculos serios. Y si aceptas el argumento final del ego, que dice que todo esto es la prueba de que tú no puedes conseguirlo, perderás. A lo largo de las dos últimas décadas he trabajado con mucha gente que creía que no tenía el tiempo, el apoyo o el dinero necesarios para avanzar. Todas las evidencias internas y externas les decían que se rindiesen y que dejaran de creer en el milagro. Personalmente, yo me he topado con mis límites y umbrales internos más veces de las que puedo recordar, e incluso he vivido dentro de ellos durante largos periodos, atravesando esas trincheras situadas por debajo de los muros fronterizos que separaban quien yo era de en quien podía convertirme. Parte de lo que me mantenía en marcha era la ambición ciega, la credulidad y la ignorancia de los hechos. Cuando estas se agotaban, aparecían el pánico y la desesperación. He visto

este mismo patrón repetirse con mis clientes, con una regularidad casi previsible. Y, en casi todos los casos, lo que les dio el coraje y la capacidad para seguir adelante fue tener una visión clara y convincente, enraizada en sus valores esenciales, y una práctica anclada en estos principios. En lugar de intentar evitar los umbrales y límites, la solución consiste en cavar en ellos, en cavar debajo de los muros, para salir por el otro lado. Esto crea las nuevas aperturas que mis clientes anhelan y el proceso les hace más fuertes para afrontar la siguiente etapa del camino. Recuerda, lo que falta es lo que tú no estás dando. Esto es aplicable tanto a las pequeñas cosas que siguen siendo importantes como a las que nos cambian la vida. Como he descrito anteriormente, en muchas ocasiones mis clientes están cansados y no quieren hacer ejercicio, pero cuando siguen con la práctica y lo hacen de todos modos, recuperan la energía. Cada semana trabajo con gente que no se siente inspirada a hacer el trabajo necesario para lograr sus sueños, pero, como están comprometidos con su visión, lo hacen, y es entonces cuando reciben la inspiración. O no la reciben. Pero, de todos modos, escriben esas páginas, pintan esos cuadros o desarrollan ese plan de negocios. Han construido un hábito. Lo mismo es válido para la práctica espiritual. Pueden pasar muchos días, e incluso meses, en los que tu trabajo espiritual no parece dar mucho fruto. Sería fácil cambiar de práctica, dudar de tu fe o renunciar completamente. Pero, en todos mis encuentros con maestros espirituales, con mis clientes y conmigo mismo, es precisamente durante esos periodos —en los que debemos plantarnos en la silla de meditación y extender nuestras raíces en el terreno de nuestra alma— cuando se está haciendo el trabajo más duradero, aunque los resultados podrían no ser evidentes durante meses o años. Como dijo Samuel Johnson: “Las cadenas del hábito son demasiado débiles para sentirlas hasta que son demasiado fuertes para romperlas”4. Cualquiera que progrese en cualquier tarea o empresa desarrolla esta disciplina: la capacidad de quedarse quieto, de mantener el curso, de crecer hacia abajo, pase lo que pase. Sin importar cómo le reciba el mundo ni qué resultados consiga inicialmente. Un poema que colgaba en la casa de la Madre Teresa de Calcuta resume de manera muy bella esta actitud: Las personas a menudo no son razonables, son irracionales y egoístas, ámalas de todos modos. Si haces el bien, la gente te acusará de tener motivos egoístas, haz el bien de todos modos. Si tienes éxito, ganarás falsos amigos y verdaderos enemigos, ten éxito de todos modos. El bien que hagas mañana será olvidado,

haz el bien de todos modos. La honestidad y la franqueza te hacen vulnerable, sé honesto y franco de todos modos. Lo que pasas años construyendo puede ser destruido de la noche a la mañana, constrúyelo de todos modos. Si encuentras serenidad y felicidad, algunos pueden sentirse celosos, sé feliz de todos modos. Da al mundo lo mejor que tengas y te darán patadas en los dientes, da al mundo lo mejor que tengas de todos modos5. Esto es aún más significativo ahora que sabemos que la Madre Teresa sufrió una crisis de fe durante muchos años, mientras luchaba por cruzar ese umbral interno. Pero, debido a su práctica y compromiso, lo hizo de todos modos. Los límites forman parte de la vida. Vas a topar con ellos. No siempre conseguirás lo que quieres, no tendrás ganas de hacer lo que hay que hacer, el mundo no te entenderá y te rechazará, y habrá noches oscuras del alma. Sentirás que todo se viene abajo. Pero si comprendes y practicas este principio, traspasarás los límites, saldrás de los circuitos de la identidad limitada y tendrás verdadero crecimiento y progreso. Comprométete con tu visión y mantén el curso. Y cuando esos límites te tienten a creer que no puedes seguir adelante, hazlo de todos modos. Consigue tu regalo antes de irte El modus operandi del ser humano medio es tratar de mejorar sus circunstancias y, al mismo tiempo, evitar el cambio. Al principio, esto parece comprensible. Pero, como una existencia tan estática raras veces lleva a una paz duradera o a la plenitud, seguimos sintiéndonos carentes, viviendo vidas de desesperación callada e insatisfacción. La verdadera alegría y el significado solo pueden venir del desarrollo de nuestro potencial más profundo. No puedes cambiar tus circunstancias y seguir siendo el mismo, del mismo modo que la bellota no puede seguir siendo una bellota y convertirse en roble. Mejorar nuestras vidas requiere que dejemos de buscar únicamente una experiencia humana mejor y, como Jacob en el Antiguo Testamento, que luchemos con nuestros ángeles hasta que nos otorguen las bendiciones de la transformación. Tanto si nuestra lucha es que estamos atrapados en una relación irreconciliable, en un trabajo irredimible o una dolencia física intratable, ninguno de nosotros puede escapar de esta etapa. La respuesta refleja es querer salir de ello, librarse de ello o encontrar algo mejor: huir en medio de la noche y despertar donde nadie sepa nuestro nombre ni a qué jugamos. Pero no podemos dejar nuestros problemas atrás,

pues son una expresión de nuestra conciencia. De modo que perpetuamos y exacerbamos nuestro sufrimiento, y posponemos el momento de situarnos frente a Dios y establecer esa conexión que nuestra alma está anhelando: eso que nos traerá la vida que verdaderamente deseamos. Una señal segura de que tenemos trabajo que hacer, tanto en una relación como en un empleo, o en cualquier situación de la que queramos salir, es nuestra reacción emocional a ella. Si todavía nos irrita, tiene que ver con nosotros, no con las personas a las que estamos reaccionando. Esto no significa que ellas no tengan su parte; simplemente significa que estamos jugando a una danza de sombras, proyectando nuestros asuntos no resueltos sobre ellas. Ellas solo son un gancho sobre el que fijar nuestra proyección. Esto tampoco significa que siempre tengas que quedarte donde estás, especialmente si la situación es destructiva o físicamente dañina. Si estás experimentando abusos, sal de ahí inmediatamente y trabaja con estos principios desde la distancia. Pero, a menudo, cuando nos sentimos abusados, simplemente estamos atrapados en una guerra con nosotros mismos, experimentando un trauma internalizado y no resuelto de nuestra infancia. Es importante para nuestra salud, seguridad y bienestar establecer esta distinción. Por ejemplo, un compañero de trabajo o un ser querido nos dice algo crítico o desagradable, o trata de controlar todos nuestros movimientos en torno a cierto asunto y empezamos a pensar que este podría ser un comportamiento abusivo. Si verdaderamente hemos hecho todo lo posible en cuanto a responsabilizarnos de nuestra reacción, reconocer nuestro papel en el altercado y, si es necesario, tomar una postura firme a favor de lo que nos parece justo y adecuado, y esa persona sigue sin cambiar su comportamiento, entonces es muy posible que este sea abusivo. Como mínimo, podría quedar claro que no es una relación en la que se nos respete y valore, y desde nuestra nueva posición de fortaleza, podemos elegir pasar a otra cosa. En cualquier caso, si queremos remediar la situación de una vez por todas, debemos hacer una distinción: ¿Vienen las emociones de dolor y sufrimiento de lo que pensamos, sentimos y proyectamos sobre la persona o la situación? ¿O vienen de las condiciones reales de la situación? Si reaccionamos a esa proyección, echamos la culpa a la apariencia y nos vamos, volveremos a proyectar de nuevo esa misma situación. Nuevo entorno, misma historia. Y lo que es peor, pueden pasar semanas, meses o incluso años para que volvamos a esa danza de las sombras, e iremos comprendiendo gradualmente que hemos vuelto a la misma situación, con lo que la sensación de lamento y de tiempo perdido se multiplica. De modo que, si ya estás en el calor de una proyección muy intensa —una relación o un trabajo en el que estás sintiendo fuertes emociones negativas— aprovecha esa situación. No salgas corriendo en la oscuridad de la noche; ¡quédate con la sombra y haz el trabajo! Este es un suelo fértil para crecer. No eches a perder el duro trabajo que le has dedicado ni caigas en la trampa de creer que la próxima

relación o el próximo trabajo o proyecto te salvará. Nunca lo hará. La salvación que estás buscando está dentro de ti en este momento. Si estás en una relación y te sientes aburrido, enfadado o sientes que tu pareja no satisface tus necesidades, o que ya no estás enamorado, irte no hará necesariamente que te sientas más visto, oído o valorado. Si estás en un trabajo en el que sientes que te faltan al respeto, te invalidan o no te aprecian, dejarlo no conseguirá automáticamente que encuentres la validación y la aprobación que buscas. Podrías sentir una euforia repentina al aventar tus sentimientos y al reaccionar ante lo que Eckhart Tolle llama el cuerpo dolor, que es la acumulación de dolor emocional que actúa como una entidad y se alimenta de emociones negativas para sobrevivir6. Pero no durará. Pronto volverás a estar frente a frente contigo mismo, sintiendo los mismos sentimientos, solo que ahora ya no tendrás a nadie a quien culpar, y esos sentimientos irán dirigidos hacia ti. Recuerda, tu verdadero objetivo no consiste en manipular y controlar las apariencias externas hasta conseguir que te sientas mejor; más bien consiste en alinearte con tu esencia interna que ya se siente de maravilla. Entonces, las circunstancias externas se constelarán en torno a ese alineamiento. Esto a veces requerirá que seas paciente y que vayas trabajando por capas. Tienes que mirar más allá de las mentiras que has comprado sin darte cuenta, sentir las emociones que has enterrado, integrar las sombras que has rechazado y, finalmente, reclamar la verdad de tu ser. Ese es tu momento en el umbral, e incluso es posible que sea todo un año en el umbral. Se trata de un punto de inflexión evolutivo diseñado por tu alma para llevarte más profundo, para hacerte más fuerte y activar los poderes y potenciales que están latentes en ti, una divinidad que, de otro modo, no se activaría. Cuando enmarcas la situación de esta manera, te das cuenta de que tu oponente —tanto si es tu jefe como una pareja, un miembro de la familia o una enfermedad— es tu mayor maestro, tu gurú, lo divino mismo presentándose para ayudarte a elevar tu vida al nivel siguiente. Esta es una enseñanza difícil, y es posible que esta sea la razón por la que tan poca gente la sigue. El periodo de luna de miel en un nuevo trabajo o en una nueva relación es fantástico. Todas esas endorfinas y feromonas: ¡Todo es hermoso y posible de nuevo! Pero eso es un truco del ego para que sigas igual mientras te convence de que estás cambiando. Si no ha ocurrido un verdadero cambio interno — si la historia no ha cambiado fundamentalmente porque tienes una conciencia más integrada y expandida de tu verdadera naturaleza—, pronto volverás a estar en la misma obra con otros personajes. Como describí al principio del libro, es posible que ganes más dinero, pero acabarás arruinado en un tramo de ingresos más alto. Podrías conseguir otro trabajo, pero tendrás el mismo jefe sobresaltado con otro uniforme. Incluso es posible que tengas una nueva pareja y que acabes teniendo las mismas discusiones porque la pelea siempre fue contigo mismo. Pero la verdadera tragedia es que, además de acabar lidiando con muchos de los

mismos problemas una y otra vez, o reprimiéndolos y cerrando más partes de ti, nunca llegas a experimentar, expresar y compartir tu verdadero propósito: las partes más profundas, ricas y jugosas de ti. Eres como un personaje atascado en el primer acto de tu obra, y la verdadera aventura no empieza hasta el segundo acto. El potencial de genialidad, el éxtasis y la dicha, tu verdadero destino de grandeza — tanto en el trabajo como en las relaciones, la creatividad o el descubrimiento espiritual— está más allá del umbral. Crucemos ese umbral juntos. El mapa de los umbrales Tómate un momento para reflexionar sobre el año pasado —o los últimos años— y observa si notas un patrón. ¿Eres uno de esos individuos que salta de una relación a otra, de un trabajo a otro, de un proyecto a otro, pero no experimenta una sensación de compleción o satisfacción? Tal vez tu pauta sea romper justo antes de entrar en la verdadera relación, rendirte antes de ir a por el trabajo que verdaderamente quieres, o sentirte aburrido, atemorizado o frustrado justo antes de empezar —o acabar— ese proyecto. Es posible que estés atascado en un trabajo o en una relación que has estado deseando abandonar durante años, pero cada vez que llegas a ese punto, te topas con un umbral y te convences de volver atrás y encontrar un modo de ser feliz donde estás. Tal vez no se trate de un área específica, sino de una sensación general de estar incompleto: un proyecto laboral sin seguimiento, un trabajo dejado a medias, una conversación suspendida, una relación llena de momentos inacabados. No hay juicio; simplemente toma conciencia de estos patrones. Nota los sentimientos que surgen en torno a estas áreas incompletas. A medida que empieces a identificar estos patrones y cualquier punto en común que puedan tener, busca una creencia limitante esencial que afecte a la totalidad de tu vida. Tómate un momento para contemplarla, para meditar sobre ella y escribe algo en tu diario. Plantéate estas preguntas: ¿Dónde se muestran mis umbrales y mis límites? ¿Cuáles son los pensamientos y las emociones que surgen en mí justo antes de ralentizarme, echarme atrás o detenerme? ¿Cuáles son los pensamientos y las emociones que tengo ahora mismo en torno a estas áreas? ¿Qué creo que significa para mí no completar algo o echarme atrás ante un reto que es importante para mí? ¿Cuál es mi diálogo interno? (Soy un perdedor, un fracasado, soy inadecuado, y así sucesivamente.) ¿Qué temo que pueda ocurrir si completo este proyecto, voy a por este objetivo, tengo esta conversación? (Fracasaré, haré el ridículo, seré rechazado, perderé mi trabajo, y así sucesivamente.) ¿Qué temo que otros vayan a pensar de mí si completo este proyecto, voy a

por este objetivo, tengo esta conversación? (Soy arrogante, egoísta, avaricioso, y así sucesivamente.) Como ejemplo, si dejaste una relación porque empezaste a sentirte inadecuado, invisible o poco apreciado, tal vez descubras que también estás afrontando estos mismos problemas en tu relación actual, y hacen que desees irte. Entonces recuerdas que dejaste tu último trabajo, o abandonaste un proyecto creativo porque sentiste algo similar. Mientras escaneas tu vida, ves que este mismo patrón ha producido grietas en la familia, en el trabajo, en las relaciones íntimas, o en la vivencia de tus pasiones más profundas. Es una queja que te resulta familiar: “Ellos no me aprecian. No me ven ni me validan. No me están respetando”. O, en el caso de un proyecto creativo o empresarial, podría sonar así: “Nadie va a valorar esto. No vale nada. Yo no soy válido. ¡Esto es una pérdida de tiempo!”. En otras palabras, asumes el papel de golpearte a ti mismo, puesto que no hay nadie más que lo haga por ti. Pero sigue siendo el mismo comportamiento, porque sigue siendo la misma historia. Al principio, los descubrimientos de este tipo pueden resultar inquietantes. ¡Pero anímate! Esto es el comienzo de la liberación. A medida que notes este patrón repetitivo, empezarás a entender que nada externo ha sido nunca el problema; el problema han sido estos patrones inconscientes. A estas alturas ya sabes que no puedes cambiar a los demás, por más que lo intentes. ¡Qué alivio saber que no tienes que hacerlo! Simplemente tienes que cambiar tu patrón interno o tu relación con él. Y eso es algo que puedes hacer. De hecho, eres la única persona que puede. Al principio es doloroso darte cuenta de que tú eres el común denominador de todos tus fracasos, pero también es el comienzo del verdadero poder. Cuando miras estas diversas situaciones a través de la lente del trabajo hecho en los capítulos anteriores, tomas conciencia de que los detonadores externos son irrelevantes. Lo único que importa es lo que está dentro de ti. Si notas un patrón de no sentirte apreciado, es porque no has activado el sentimiento de sentirte apreciado dentro de ti. Conforme lo hagas usando las prácticas de este libro, la cualidad de aprecio cobrará vida en ti. Y cuando esto ocurra, o bien te considerarás a ti mismo de una forma tan diferente que los demás te apreciarán, o no atraerás a los que no te aprecian. Vibrarás a una frecuencia que alejará de las personas que no te aprecien, o te sentirás tan apoyado desde dentro que no te preocupará en absoluto lo que piense la gente. Echa una mirada a las respuestas que has dado a las preguntas anteriores o a cualquier otra comprensión que hayas tenido durante este proceso. Presta especial atención a las proyecciones: las cualidades negativas que sientes o temes que otros te atribuyan. Estas son tus sombras. Nota cuál de ella resuena más contigo y después vuelve al trabajo con la sombra en la Sexta etapa y trabaja con ella. Como espero que esté quedando claro, a menudo un umbral o límite es un

catalizador evolutivo, y en realidad la mayoría de los problemas están creando las condiciones para que tus oraciones sean respondidas. Hacer el trabajo de ir más allá del umbral te produce una sensación de mayor autoamor, aprecio o cualquier otra que sea la cualidad ausente. Más allá del umbral eres una nueva persona. Has batallado con tus ángeles, has cambiado tu naturaleza, has ascendido en la escala de la conciencia. Desde este punto, las relaciones son llevadas a un nuevo nivel, el entorno laboral mejora o se expande, o el proyecto se completa con éxito. O si esa persona o lugar no es capaz o no desea crecer contigo, serás llevado a una relación o entorno que pueda jugar a este nuevo nivel. Este es el verdadero cambio, la evolución real. Es posible que aún sigas afrontando retos en esta área mientras continúes creciendo, pero nunca volverás a cruzar este mismo umbral. Adquiere la capacidad de cambiar tu vida Se te han dado los principios y las prácticas básicas para entrar en contacto con tu visión, crear un plan, sanar lo que te ha retenido y permanecer bien encaminado, pase lo que pase. Ahora entiendes que, tal como un avión puede estar fuera de su curso el 90 % del tiempo, vapuleado por las fuerzas inerciales, y aun así llegar a su destino a tiempo, tú también serás sacado de tu curso cuando recorras el turbulento camino de la transformación. Como el avión, tienes un destino —tu visión— que te da dirección, y un plan para dirigir tu acción. Pero esto no garantiza que sigas yendo hacia él. Como el avión, necesitas un sistema que detecte cuándo te has desviado, que haga los reajustes y te devuelva al alineamiento. De otra manera, los pequeños cambios naturales acabarán llevándote muy lejos de tu destino. Las herramientas que se te han dado a lo largo de este libro te ayudarán en esto. Cuando mantienes el curso, a pesar de los pesares, llegas a tu destino. A veces podemos criticarnos a nosotros mismos y deseamos parar o renunciar. Estamos frente a un umbral importante y no lo sabemos. O podemos saberlo y estar tan inmovilizados por el miedo o el dolor que somos incapaces de hacer algo al respecto. Ahí es cuando necesitamos un sistema de apoyo, una estrategia. Esto puede significar unirse a un grupo de expertos, a un programa de coaching grupal, contar con el apoyo de compañeros o incluso con un coach personal, mentor o guía espiritual. La mayoría de los grandes maestros, líderes, artistas, atletas y emprendedores cuentan con alguna versión de este tipo de apoyo. Todos necesitamos ayuda. Esto no es un vuelo en solitario; hemos de realizar este viaje juntos. Este sistema de apoyo puede tomar muchas formas. Si quieres ponerte en forma, es de ayuda tener un compañero: esto aumenta las posibilidades de que te presentes, aunque no tengas muchas ganas. Si estás tratando de escribir o hacer algún otro proyecto creativo, encuentra un compañero que esté en lo mismo y reúnete con él cada semana, en persona o por Internet, y trabajad juntos. Tener a alguien que te recuerde tu responsabilidad te mantendrá centrado y hará que te sientas menos solo.

Una clienta mía, Valerie, quería escribir cierto número de páginas por semana, pero siempre encontraba razones para no hacerlo. De modo que hizo un trato con una amiga: si no alcanzaba su objetivo, tenía que invitar a su amiga a comer en un restaurante caro. Como no podía permitirse muchas comidas caras, escribía las páginas. He animado a muchos padres a hacer tratos con sus hijos. Si el padre no alcanza un objetivo específico, tiene que ordenar la habitación de su hijo —o alguna otra tarea— durante una semana. ¡Puedes creer que esos niños hacer cumplir a sus padres! A veces podrás engañarte a ti mismo o relajarte. Considera las posibilidades siguientes: Si quieres empezar a hacer ejercicio, podrías decirte a ti mismo: “Lo único que tengo que hacer es ir al gimnasio. Ni siquiera tengo que hacer ejercicio. Solo presentarme allí”. Después llegas allí, pruebas algunas máquinas, ves cómo es la gente y, antes de que puedas darte cuenta, ya estás haciendo ejercicio. Si quieres escribir o crear algo, podrías decirte a ti mismo: “Lo único que tengo que hacer es sentarme en el ordenador, abrir el procesador de textos y escribir lo que me venga a la cabeza. No tiene que ser bueno. No tengo que hacerlo bien, simplemente tengo que escribir algo”. Así, empiezas a anotar los pensamientos que se te pasan por la cabeza y ¡voilá, ya estás escribiendo! El proceso de emerger no es una receta mágica ni una técnica para hacerse rico. No se trata de desear, preguntarse o esperar algo. Estás diseñando un estilo de vida que te ayude a ser quien realmente eres. Como el árbol de bambú chino, se trata de dedicar la energía y de tener la paciencia para cavar hondo y desarrollar un sistema de raíces que sea suficientemente profundo, fuerte y amplio para sustentar el gran destino para el que naciste. Como dijo Henry David Thoreau en Walden: “Si uno avanza confiadamente en la dirección de sus sueños y acomete la vida que ha imaginado para sí, entonces se topará con un éxito inesperado en sus horas comunes”7.

Vivir en el filo del emerger Si no estás viviendo en el filo, estás ocupando demasiado espacio. Anónimo Nació miles de años antes de que el ser humano construyera la primera civilización en los valles de Mesopotamia. Incluso antes de que las grandes pirámides surgieran en el desierto egipcio, o de que se erigieran los grandes monumentos megalíticos de Stonehenge, este ser majestuoso ya había existido durante milenios. Su nombre es roble Jurupa. Brotó originalmente del suelo durante la última glaciación, y desde entonces se ha mantenido en su lugar como gran guardián de las eras sobre una tempestuosa colina del sur de California durante más de trece mil años, lo que hace de él el organismo viviente más antiguo que se conoce. Este roble milenario que obtiene su nombre de las colinas Jurupa, en el condado de Riverside, se extiende sobre veintidós metros y ha aprendido a limitar su crecimiento a 1,25 milímetros al año, lo que también le distingue como el organismo viviente más paciente de la historia, y esto posiblemente hace que sea aún más antiguo de lo que los científicos piensan. Ha asegurado su supervivencia, entre otras cosas, desarrollando un sistema de raíces capaz de extraer agua y alimento en un terreno seco y rocoso, y de volver a brotar directamente desde sus raíces después de los numerosos incendios forestales1. El Jurupa es un árbol veterano o árbol legado, es decir, vive durante generaciones, siglos, incluso milenios, y además de llevar el pasado consigo como un gigantesco pergamino enrollado, sustenta el futuro con todas sus ofrendas: comida para unos, sombra para otros y un hábitat para los terceros. Un árbol veterano protege y preserva la naturaleza y, como hemos dicho antes, se convierte en el guardián de las puertas, o en la puerta misma —una puerta a la siguiente estación, porque crece y decrece con las estaciones— o el puente entre la tierra y el cielo, porque toca el suelo y el cielo. La vida del árbol veterano tiene que ver con algo más que con su propia supervivencia, tiene un ámbito más amplio que su propia realización. Su vida pertenece a la comunidad en la que está plantado. A menudo es una pieza central, un lugar de encuentro o una luz que junta a la gente, los reúne bajo su sombra y les ancla al pasado, al presente y al futuro —e incluso, en cierto sentido, a lo eterno— de manera duradera. Convertirse en un árbol veterano Se nos ha enseñado que nuestros fines consisten en hacer que nuestro cuerpo, negocio, mente, dinero y relaciones estén en forma. Esta es la función inicial del proceso de emerger. Pero solo es el principio. Una vez que hemos estabilizado estas estructuras vitales mediante este trabajo, se convierten en las planchas de la

plataforma que te permite despegar hacia tu verdadero destino. Si estás dispuesto a ello, puedes usar este principio del emerger para vivir una vida más grande que tu personalidad, al servicio de una gran visión, y convertirte en un instrumento del progreso evolutivo: en tu familia, en tu negocio, en tu comunidad y en el mundo. Para ello debes examinar más de cerca tus creencias y acciones, no solo desde la perspectiva de si estas funcionan para ti personalmente, sino también con relación a su impacto sobre el planeta, otras personas y las generaciones futuras. ¿Vienen tus conductas, hábitos y creencias del filo evolutivo, o forman parte de la maquinaria del antiguo paradigma? A medida que descubras ese filo evolutivo en ti, podrás liberar bloqueos ocultos, expandir tu potencial emergente y vivir la vida de un visionario. En lugar de vivir desde el estrecho paradigma de una encarnación humana limitada en el tiempo, aprenderás a vivir desde tu naturaleza eterna, convirtiéndote en un puente entre el cielo y la tierra, y darás raíces a las verdades intemporales. Conforme entres en el siguiente paso de tu evolución, tendrás en cuenta el impacto de tus acciones, intereses y objetivos no solo a uno, cinco o diez años, sino a veinticinco, cincuenta o incluso cien años. A medida que tu sentido de identidad comience a expandirse para incluir una porción mayor de la humanidad y de la Tierra, las cosas más importantes y los proyectos a los que dediques tu vida tendrán más que ver con la sostenibilidad a largo plazo, la evolución de la raza humana y las futuras generaciones, que cosecharán lo que tú has sembrado. Tu visión no se convierte en el fin del camino, sino en un audaz nuevo comienzo. Deshacerse de los viejos hábitos A estas alturas ya has definido tu visión y has integrado los conflictos internos para establecer un nivel de congruencia que te permita expresar esa visión contando con abundante apoyo. Te estás tomando en serio ser la mejor versión de ti mismo. A medida que avances, para acelerar tu progreso te invito a plantearte preguntas cada vez más profundas sobre tu estilo de vida, preguntas que te lleven más allá de la satisfacción personal y que puedan cuestionar creencias o hábitos muy queridos. La guerra es un ejemplo, pero no la guerra en el sentido más evidente. Me estoy refiriendo a formas de guerra menos evidentes, pero, en algunos casos, igualmente destructivas: la guerra contra las drogas, la guerra contra la pobreza, la guerra contra nuestros cuerpos y la guerra contra nosotros mismos. Toda guerra está dentro. Comienza con una llamada a la batalla en nuestro corazón, con una mina que explota en nuestra alma, luchando con partes de nosotros que consideramos peligrosas, como si fueran invasores extranjeros, y en último término se vierte sobre nuestro mundo en forma de todos los conflictos en los que participamos: las disputas familiares, el activismo iracundo, el partidismo político, y nuestra manera de tratarnos a nosotros mismos, a los demás y a la Tierra. Tenemos guerras abiertas en muchos frentes. Pero, como aquello a lo que nos resistimos persiste y aquello contra lo que luchamos lo alimentamos, cuanto más luchamos, más creamos cosas contra las que luchar.

Entonces, ¿por qué es importante dejar de luchar para activar más plenamente la Ley de Emergencia y vivir en el filo emergente? ¿Te estoy dando un mitin? No, aquí no se trata de convencerte para que pienses de cierta manera; se trata de animarte a pensar. La mayor parte de lo que hacemos no es pensar; es regurgitar viejos pensamientos, muchos de los cuales no son tuyos. El verdadero pensar consiste en usar nuestra mente como una vía de conciencia, en abrirse al reino de lo real, donde el paso siguiente de nuestra evolución siempre está preparado para emerger. Para manifestar nuestro pleno potencial, para convertirnos en quienes estamos destinados a ser, debemos practicar esta forma de ser evolutiva, e incluso revolucionaria. Tanto si lo has elegido como si no, formas parte de un sistema más amplio, eres como una rama del árbol veterano de la vida. Y a medida que el árbol evoluciona, tú debes evolucionar con él para no quedarte obsoleto. Pero también eres un sistema completo en ti mismo: eres tu propio árbol veterano. Conforme vas haciendo este trabajo y te vuelves más refinado en el uso de la energía, vas transformando esas formas de pensar, sentir y comportarte más bajas y densas. A medida que la vibración ascienda en el planeta, los que quieran ascender con ella recibirán apoyo y más energía si están dispuestos a soltar los pensamientos y hábitos densos, mientras que los que no estén dispuestos recibirán menos energía, hasta que la cantidad recibida sea insuficiente para sustentar su proceso de emerger. Cuando vives en el filo de tu emerger, te montas en el poder evolutivo que está llevando adelante a la totalidad del planeta y al cosmos —es como ir montado en un remolque— y te expandes hacia tu Yo superior cada vez con más gracia y facilidad. Tu vida empieza a estar impulsada por el universo, en lugar de por la creencia universal, y tu capacidad de ser un instrumento del bien en el mundo ya no se basa en tus habilidades humanas, sino en la falta de límites de la vida misma. Encuentra tu filo emergente La primera parte de este ejercicio puede hacerse escribiendo en el diario o con los ojos cerrados, en cuyo caso podrías grabar tus palabras y después reproducirlas, o pedir a alguien que te lo vaya dictando. La segunda parte es un proceso de la línea temporal, y es mejor hacerlo con un amigo, con una grabación de audio que te guíe —como se ha descrito antes—, o también puedes hacerlo de memoria después de haber leído todo el ejercicio. Empieza tomando unas pocas respiraciones limpiadoras y establece tu intención con esta oración: “Dios —o cualquier concepto de lo divino que te resuene personalmente—, más que controlar, manipular o cambiar nada, lo que quiero es tomar conciencia de la verdad que me hace libre y me convierte en un instrumento del bien más elevado para todos”. Siente la energía de esta intención. No estás tratando de conseguir nada; te estás abriendo a la verdad de tu ser. Pregunta a tu Yo superior dónde te estás aferrando a una vieja manera de hacer o de ser, a un antiguo paradigma o a una perspectiva evolutiva que te está reteniendo.

Presta especial atención a cualquier área en la que pienses: siempre lo he hecho así. Tal vez hayas aprendido una forma particular de hacer o de ser de tu familia, de la escuela, del trabajo o de la sociedad como un todo. Es posible que haya funcionado por un tiempo. Y es posible que parezca que aún sigue funcionando, pero solo para mantener el statu quo, no para permitirte crecer y expandirte. La has superado emocional, mental y energéticamente, pero aún no la has soltado. Si te estás esforzando por crecer en un área particular, pregúntate dónde —dentro de esa área o en conexión con ella— estás tratando de funcionar desde una perspectiva o desde hábitos anticuados, desde algo que ya no es congruente con quien eres o quien has estado rezando para convertirte. ¿Qué hábitos físicos, emocionales o mentales están en oposición directa con tu visión superior, o con tus oraciones y afirmaciones actuales, o con los deseos de tu corazón? Por ejemplo, si estás rezando para ser más amoroso y comprensivo, cuando alguien te irrita, ¿aún te defiendes y tratas de tener razón o demostrar que el otro no la tiene? Si te estás esforzando por ser abundante, ¿te quejas de no tener lo suficiente o de lo mal que está la economía? Sé consciente de que la respuesta podría estar formulada por el ego a fin de impedirte cambiar de una manera que le parezca incómoda o inconveniente. Es posible que tengas que renunciar a los chismes, a juzgar o a defenderte; es posible que tengas que perdonar a alguien hacia quien sientes resentimientos, que tengas que pasar tiempo solo en lugar de salir, o que tengas que ponerte a meditar en lugar de ver la televisión. O el reto podría ser mayor, como dejar el trabajo o una relación, o trasladarte a otra ciudad. Estos umbrales son poderosos. Una parte de ti ya ha llegado aquí debido a todo el trabajo realizado hasta ahora, pero siempre hay sitio para más contemplación y evolución. Considera esto como un trabajo de maestría, que te permite soltar otra capa más de viejos hábitos y te establece más firmemente en tu filo evolutivo. Mientras te sintonizas con el hábito físico, emocional o mental que has identificado como anticuado o incongruente, pregúntate por el servicio que te ha hecho. Por ejemplo, ¿te ha servido tu actitud defensiva para establecer un escudo entre tu ego y el mundo? ¿Te ha impedido tu tendencia a quedarte en el ordenador hasta muy tarde confrontar tus problemas con el insomnio o las dificultades para dormir? En la mayoría de los casos, descubrirás que estos hábitos anticuados te han servido en cierto momento o a cierto nivel. No pienses que son malos; simplemente estate dispuesto a soltarlos para poder crecer. Al considerar en qué áreas te estás apegando a creencias anticuadas, permítete empezar a elevarte por encima de todo ello, por encima de tu vida, por encima de la línea temporal —tal como hicimos en el Etapa seis—. Desde este punto de vista, mira hacia abajo, a la situación en la que actúas de esta manera concreta. Contémplala sin juicio. Apréciala. Después, imagina que has abandonado el hábito o que has adoptado otro nuevo y más adecuado. Desciende a la línea temporal y

obsérvate comportándote de otra manera. Ve el impacto en tu vida. ¿En qué sentido te tratas a ti mismo de manera diferente? ¿Cómo interactúas con los demás? ¿Qué estás haciendo? ¿Quién estás siendo? Vuelve a elevarte y comienza a ir hacia delante, notando que la línea temporal cambia ante tus ojos: sus colores se vuelven más vibrantes y nuevas posibilidades se unen a ella como afluentes. Sin los antiguos hábitos, tu futuro es diferente. Está emergiendo una nueva historia. Sigue avanzando —un mes, dos meses, cada vez más rápido, seis meses, todo un año— y vuelve a bajar a la línea temporal dentro de un año: ahora el viejo habito no está y ya has dominado el nuevo. ¿Qué ves? ¿Qué ha cambiado? ¿Cómo te sientes? ¿Cómo te estás comportando? Examina tus estructuras vitales —relaciones, trabajo, finanzas, espiritualidad— y date cuenta de qué ha cambiado, si es que ha cambiado algo. ¿Ha surgido algún tesoro o regalo inesperado? Si las cosas pintan peor, si surgen imágenes negativas, no te preocupes; eso es señal de que has movilizado material inconsciente que está saliendo a la superficie: se han tocado algunas raíces profundas. Ahora puedes volver y hacer el proceso de la línea temporal como hemos hecho antes. Si eliges ir más lejos, vuelve a elevarte sobre la línea temporal y empieza a flotar hacia adelante… dentro de dos años, tres años, cuatro años. Contempla la línea temporal pasar debajo de ti. Siente que se acumula la energía. Siente los cambios que se producen a medida que este nuevo hábito continúa afectando a cada área de tu vida —por ejemplo, el efecto acumulativo de hacer ejercicio regularmente, de no comer esos alimentos concretos, de no defenderte ni quejarte—, cualquiera que sea el nuevo hábito, día tras día, mes tras mes y año tras año. Al llegar a la marca de cinco años, vuelve a bajar a la línea temporal y mira a tu alrededor. ¿Qué ves ahora? ¿Qué aspecto tienes dentro de cinco años habiendo tenido esta nueva manera de ser? ¿Con quién estás? ¿Qué estás haciendo? ¿Qué impacto produces en los demás? Una vez más, si aparece algo negativo, no te preocupes; estás agitando viejos materiales. Toma nota de ello y, si sientes ganas de ahondar más en ello, llévalo al proceso de la línea temporal. Si estás satisfecho con esta nueva forma de ser, flota de vuelta al presente y entra en tu cuerpo. Siéntete agradecido por el trabajo realizado, por este momento de cocreación con el impulso evolutivo del universo. Has dicho que sí al sí dentro de ti. Eres más congruente, estás más alineado y tienes menos resistencia a tu naturaleza total que está emergiendo. Toma una respiración profunda y relájate en este conocimiento. Puedes volver cuando quieras para descubrir estos filos evolutivos e ir más allá de ellos. Vivir una vida visionaria Cuando una visión de igualdad racial se apoderó del doctor Martin Luther King Jr., tuvo que soltar muchas ideas y hábitos a fin de manifestarla y cumplir con su papel. Originalmente, no quería ser ministro de la iglesia y no quería arriesgar su seguridad

ni la de su familia. En un momento dado, presionó para llevar un arma escondida y se dice que llegó a tener un arsenal en casa —siendo uno de nuestros grandes defensores de la paz—. Pero, a medida que su vocación se ahondaba, eligió ser un modelo de no violencia y ser más congruente con las enseñanzas de Jesús. No era fácil; tuvo que vivir en el filo emergente. Lo mismo es válido para Gandhi, la Madre Teresa, Oprah Winfrey, Thomas Jefferson, Thomas Edison y Walt Disney. Todos ellos conectaron con una visión que les obligó a soltar viejos conceptos y a salir de sus zonas de comodidad para ser congruentes con la vida que estaba tratando de emerger a través de ellos y como ellos. Ser un visionario no consiste en ser famoso ni en dejar huella en la historia. No tienes que subirte a un podio, llevar un megáfono ni marchar sobre el Capitolio. Más bien, consiste en ver las cosas de manera diferente, en ver lo invisible, y en hacerlo accesible a la familia, a los amigos, a los compañeros y al mundo. Puedes ser un padre, profesor, político, artista, hombre de negocios o fontanero visionario. Todos estamos llamados a vivir una vida visionaria, sea cual sea nuestra condición. Se trata de ser fieles a lo mejor de nosotros. Mientras otros siguen tendencias, juzgan por las apariencias y son guiados como leminos a arrojarse al mar, el visionario alinea sus pensamientos, palabras y acciones con la idea superior que está tratando de emerger en él. Piensa por ti mismo, porque si no piensas por ti mismo, alguien está pensando por ti. Si ya has captado una visión para tu vida o para algún aspecto de ella, es posible que ya te estés moviendo en esa dirección. De no ser así, vuelve a la Primera etapa y trabaja el proceso de la visión hasta que cobre vida en ti. Repite este proceso con tanta frecuencia como quieras. Cada vez que lo usas, estás afinando tus sentidos del alma para ver lo invisible, oír lo inaudible y sentir lo intangible, a fin de poder hacer lo aparentemente imposible. Este es el dominio del visionario. Él ve, oye y siente la dimensión del infinito potencial y las posibilidades ilimitadas. Aquí es donde vive tu verdadero Ser. Aquí es donde existe todo lo que podrías necesitar para cumplir tu destino. Este es el centro del que emerge toda vida. Solo una palabra de advertencia: vivir desde este lugar no es para pusilánimes. Como dijo Ralph Waldo Emerson: “Dios no deja que su trabajo sea manifestado por cobardes”2. El reto de vivir la vida de visionario es que no siempre es popular, porque el visionario ejemplifica, describe y activa una idea que está más allá del paradigma actual, y que requerirá que algo —o alguien— cambie. Esto es lo que hacen los grandes líderes, tanto si son líderes de una familia, como de una comunidad, de un país o de una causa. Como viven dando ejemplo y siendo instrumentos de un ideal superior, generan una especie de presión en su entorno que llama a la gente a la acción. A veces, esa presión conforta a los afligidos, pero a menudo aflige a los cómodos, haciendo temblar el statu quo y desvelando los lugares en los que nos escondemos. Esa presión arroja luz sobre nuestras sombras y agrieta nuestras

conchas protectoras cuando jugamos a ser insignificantes. ¿Has tenido alguna vez la experiencia de estar durmiendo en una habitación y que de repente alguien abra las cortinas o encienda la luz? Es incómodo, y sentimos el impulso de gritar a esa persona que apague la luz. Asimismo, la parte de nosotros que vive en la oscuridad no da la bienvenida a la luz; nos quema los ojos. Desde la perspectiva del ego, la situación es peligrosa, y el ego atacará, tratando de apagar la luz. Si ya llevas algún tiempo haciendo este trabajo, es posible que algunos de tus familiares, amigos y compañeros de profesión no hayan dado mucho apoyo a tus ideas, sueños y objetivos; tal vez incluso te han juzgado, avergonzado o atacado. Pero si bien puedes sufrir algunas pedradas y flechazos de aquellos que no están listos para tu visión, no tienes que vivir una vida de sufrimiento ni ser un mártir. No tienes que convencer a gente que no esté dispuesta o interesada, ni ponerte en la esquina de la calle a profetizar, como si fueras un hombre anuncio. Simplemente tienes que seguir tu curso, perdonar a los que te rechazan, sacudirte el polvo de los pies y seguir caminando. Como dice Jack Canfield en The Aladdin Factor: “Algunos estarán a favor y otros en contra, ¡qué más da!”3. Tu vida no es tuya Tu vida no es enteramente tuya. Como exploramos brevemente al comienzo del camino, tal como cada bellota contiene el potencial de infinitos bosques, tu vida planta semillas que impactarán en las generaciones futuras. Tus formas de pensar y de actuar no solo expanden o contraen tu vida, también fertilizan o consumen el suelo de tu entorno: tu familia, tu profesión, tu comunidad y más allá. Cada pensamiento que tienes forma parte de la mente colectiva, e influye potencialmente en las demás personas de tu vida y en la totalidad de la conciencia humana. Como visionario, tu visión superior es un antídoto para los virus mentales colectivos, plantándose a sí misma en los corazones y en las mentes de aquellos a los que toca, trabajando en su sistema, duplicándose hasta que toma el mando. Así es como rompemos los legados limitantes que nos han sido transmitidos y, con el tiempo, transformamos no solo nuestras familias, sino culturas enteras. Tu trabajo interno y externo, las palabras que pronuncias y tu impacto en el mundo, todos ellos constituyen la obra de arte que llamas tu vida: tu legado. Cuando oyes el nombre de Jesús o Buda, de Shakespeare o Da Vinci, de Martin Luther King Jr. o de la Madre Teresa, no estás oyendo únicamente el nombre de una personalidad; estás sintiendo la vibración de la eternidad, una idea divina que se ha manifestado a través de estos seres. Más allá de sus grandes obras, estos individuos —y muchos más de los que no hemos oído hablar— tuvieron una visión de la vida fuera del espacio y del tiempo, y la enraizaron en la conciencia humana. Más que ninguna otra cosa, esto es lo que sentimos cuando conectamos con estos individuos y su obra: ese es su legado. Tú tienes el mismo potencial de contactar con una idea eterna, el código de

genialidad dentro de ti, y de traerla a la tierra de un modo que sirva y bendiga tu vida, y también a tu familia y a la humanidad durante siglos. Tanto si llegas a ser alguien conocido como si no, si haces este trabajo, la vibración de tu vida seguirá extendiéndose eternamente entre la humanidad, porque una idea eterna, cuando se activa su emerger, no tiene fin. Tu vida se convertirá en una semilla que brotará para dar bosques infinitos, todo un ecosistema que servirá y alimentará a muchos, largo tiempo después de que hayas desaparecido. La visión del legado dentro de cien años Una manera de anclarte en la visión más amplia es contemplar el impacto de tu vida a lo largo de muchas generaciones. Yo lo llamo la visión del legado dentro de cien años. Puede ser divertido y liberador pensar en tu vida de esta manera. Vamos a tomarnos un momento para conectar con ella. Permítete serenarte. Toma unas cuantas respiraciones profundas hacia el corazón y relájate. Cuando estés listo, plantéate las preguntas siguientes: ¿Cuál es el impacto de mi visión más elevada en el futuro, dentro de cien años? Si viviera mi propósito divino, ¿cuál sería el impacto en mi familia en el plazo de cien años? Si viviera mi propósito divino, ¿cuál sería el impacto en mi especialidad laboral en el plazo de cien años? Si viviera mi propósito divino, ¿cuál sería el impacto en mi país en el plazo de cien años? Si viviera mi propósito divino, ¿cuál sería el impacto en el planeta en el plazo de cien años? Si te sientes audaz, expande estas preguntas todavía más y plantéate: “Si viviera mi visión completamente, ¿cuál sería su impacto en el plazo de mil años?”. Un acto de bondad realizado hoy puede provocar una reacción en cadena que dé la vuelta al mundo. Esa sonrisa que dedicas a alguien en el autobús podría salvar la vida de una persona. Tal vez ese sujeto estaba de muy mal humor, pero, por ese acto cariñoso, hoy no tendrá una disputa con su esposa al llegar a casa por la noche. Tal vez, si hubiera tenido la disputa, habrían acabado divorciándose. Pero esta noche acaban haciendo el amor y conciben un hijo. Ese niño crece y descubre la cura para alguna enfermedad, o se hace bombero y salva a alguien en un edificio incendiado, y la persona a la que salva hace algo importante por otra persona, o por el mundo. El impacto continúa ininterrumpidamente durante años, décadas, siglos, cambiando incontables vidas en una espiral ascendente sin fin. Ciertamente, las acciones de un momento pueden cambiar el mundo. Si un momento consciente puede tener ese tipo de impacto, imagínate el impacto que podría tener toda una vida vivida plenamente: miles de

momentos cuyas consecuencias se extienden a lo largo del tiempo, tocando innumerables vidas, activando un potencial inimaginable, cultivando el emerger de nuevas maneras de vivir y mundos enteros de nuevas posibilidades. ¿Puedes verlo? ¿Puedes sentirlo? Siente el poder que tienes. Toma una respiración profunda y atrae ese poder de vuelta a ti en este momento. Toda la capacidad de sanar vidas, transformar la economía y cambiar el planeta: toda esa confianza, genialidad, amor y sabiduría están en ti ahora mismo. Tal como en la bellota ya existen infinitos bosques, esta infinidad de poder está dentro de ti ahora. A medida que expandes los límites de tu imaginación, dejando que se libere de los límites de tiempo y espacio y conecte con nuevas comprensiones y posibilidades, pregúntate: ¿Cuál es la visión más elevada para mi vida? ¿Qué está tratando de emerger en mi vida? ¿Qué idea tiene Dios —o aquel concepto de lo divino con el que más resuenes— para mi vida? ¿En qué sentido debo cambiar? ¿Qué debo liberar o abrazar, qué debo soltar o en qué debo convertirme para crear las condiciones adecuadas para que mi visión más elevada se despliegue en este ciclo de vida? ¿Cómo debo cambiar o qué debo soltar o abrazar para permitir que se despliegue la visión de mi legado a cien años vista? ¿En quién debo convertirme ahora a fin de asegurar la realización de la visión de mi legado a cien años vista? ¿Qué acciones estoy siendo llamado a emprender para entrar en la realidad de esta visión, para acercarme a la posibilidad más elevada de mi vida? Las respuestas a algunas de estas preguntas pueden estar más allá de lo que puedes visionar intelectualmente, pero tu alma intemporal las sabe. A través del alma tienes acceso a un depósito de potencial con el que es posible que no hayas conectado. A medida que emerja una visión, deja que toda ella te atraviese. No juzgues ni corrijas nada de lo que surja. Tal vez veas su impacto en tus hijos, en tus nietos y en los hijos de tus nietos. Tal vez te des cuenta de que algo que estás haciendo ahora podría llevar a que tus nietos crecieran e introdujeran un cambio significativo; o bien, no detener una actividad concreta que estás realizando podría obstaculizarles. Empiezas a ver que lo que podría haberte parecido insignificante o pequeño en comparación con otras visiones mundanas forma parte de un propósito mucho más vasto. Ampliado a estas dimensiones, el impacto de tu vida es tan importante como el de la persona más importante que haya vivido nunca. En lugar de caminar por ahí con la pequeña vibración de lo que percibes como tu exigua historia personal, eres portador de la energía de todo el propósito humano, y empiezas a expresar esa fuerza cósmica a cada paso.

La vocación más grande Uno de los mayores cambios que se dan en el proceso de emerger es el paso de la mera autosatisfacción al servicio. Estamos aquí para plantar árboles cuyos frutos madurarán en futuras generaciones. Como hemos descubierto, nuestra vida en realidad no es nuestra, y no estamos aquí únicamente por nosotros. A medida que nos damos cuenta de que ya lo tenemos todo y formamos parte de un único sistema, dedicamos nuestra vida a ayudar a que otros despierten a su pleno potencial. Esta se convierte en la razón de nuestro despertar, el combustible que nos nutre en las noches oscuras. Vivimos para dar y hacer una contribución donde quiera que vayamos. El conflicto y la competición se disuelven cuando tomamos conciencia de que somos uno. Como dice el dicho Ojibwa: “Ningún árbol tienes unas ramas tan locas que luchen entre ellas”4. Este proceso consiste en hacerse servidor de la vida, tanto en el escenario mundial como en tu comunidad o en tu familia, donde te conviertes en un instrumento no solo de tu propio emerger, sino del emerger de muchos más. Todos estamos llamados a esto, pero pocos responden a la llamada. Si has llegado hasta aquí, si has practicado este material y has mantenido el rumbo, eres uno de esos pocos. De modo que felicidades. Y gracias. A medida que tu conciencia se eleva, eleva la totalidad de la conciencia humana. Y cuando una cantidad suficiente de nosotros eleve nuestra vibración colectiva a un nivel más elevado, otros empezarán a despertar espontáneamente. En uno de los numerosos estudios sobre la elevación de la conciencia, un grupo de aproximadamente cuatro mil meditadores del programa de meditación trascendental de Maharishi Mahesh Yogi fue a Washington D.C. y meditó durante dos meses en un experimento para comprobar si crear una mayor coherencia grupal y reducir el estrés en la conciencia colectiva podía reducir la tasa de criminalidad. Sus hipótesis demostraron ser correctas. Durante ese periodo, la tasa de criminalidad cayó en un veintitrés por ciento. Cada vez que meditas, elevas tu conciencia o tienes una comprensión, te vuelves como la levadura en el pan, que permite elevarse a otros5. Esta es la función más profunda del individuo emergente. No se trata únicamente de diseñar el emerger de tu vida, sino del emerger del planeta. Esta es la forma de servicio más elevada, el verdadero significado de la grandeza. Como dijo Martin Luther King Jr.: “Todo el mundo puede ser genial porque todo el mundo puede servir”6. El camino continuo del emerger A lo largo de este camino, probablemente has tenido muchas comprensiones, has hecho muchos cambios y te has comprometido, o te has vuelto a comprometer, con una visión audaz. También es posible que te hayas topado con muchos obstáculos y que hayas sacado a la luz temores profundos y creencias limitantes, teniendo que

estirarte de maneras que no siempre han sido cómodas. Simplemente debes saber que, surja lo que surja, todo está bien y todo forma parte del proceso normal de crecimiento. En otras palabras, donde quiera que te encuentres hoy, ahí es exactamente donde deberías estar. ¿Sabes cómo lo sé? Porque ahí es donde estás, no podría ser de ninguna otra manera. Sé paciente y bondadoso contigo mismo, trátate tal como quieres que te traten los demás; o incluso mejor, trátate como tratarías a una persona que quisieras mucho. Cada día. Esta es una aventura sin fin y en eterna expansión. No hay línea de meta y no es una carrera. Eres un ser infinito en la senda del emerger interminable. Por mucho que ya se haya desplegado, siempre hay más esperando salir a la superficie. Valora dónde estás, dónde has estado y lo que has conseguido. Sigue ahondando tus raíces, estirando tus ramas, elevando tu corazón de roble aún más hacia el cielo, y bendice a todos los que se reúnen bajo la sombra de tu árbol veterano. ¡Por tu emerger!

Agradecimientos Cuanto más comprendas la verdadera naturaleza de la vida, más te darás cuenta de que el universo entero ha conspirado para hacer posible cada momento. Bajo esta luz, me siento agradecido a todos y a todo lo que ha llevado al emerger de este libro. Algunos individuos concretos han sido luces que guían, manos que ayudan y agentes curativos en mi camino, y sin ellos probablemente yo no estaría aquí, y mucho menos habría escrito este libro. Gracias a mamá, que siempre creyó en mí, incluso cuando yo no creía en mí mismo; su fe me dio alas. A papá, que me devolvió a la tierra; su sabiduría práctica me enraizó en el mundo. A mi esposa: has sido la mejor compañera y crítica, haciendo la danza de sombras conmigo para que yo pudiera ver dónde mi corazón tenía que crecer —¡Seguimos trabajando en ello, nena! —. A mis hijos, que me ayudan a hacer que todo sea real; pensaba que tenía mucho que enseñarles, pero cuando el estudiante está verdaderamente preparado, ¡aparecen sus hijos para enseñarle! Mi agradecimiento sincero a Michael Bernard Beckwith, que no solo llevó a este hijo pródigo de vuelta a Dios y me ancló en los principios universales de la verdad, sino que activó el hambre de despertar, que desde entonces no ha hecho sino crecer. Y a Nirvana Gayle, un mentor espiritual que se sentó y rezó conmigo, ayudando a un joven perdido a integrar estas enseñanzas y a convertirse en un hombre seguro de sí mismo. En muchos sentidos, este libro es hijo de estas dos grandes almas. Me siento agradecido por Joel Goldsmith, un poderoso místico y sanador que dejó este mundo antes de que yo llegara aquí, pero cuyas enseñanzas han sido una constante fuente de inspiración y renovación, desafiándome a vivir con una creciente integridad espiritual. Después está Jesús, con quien mi relación es cualquier cosa menos típica. Como profesor de la verdad universal y estudiante de las grandes religiones y filosofías del mundo, respeto a todos los maestros espirituales, desde Buda hasta Yoda. Me siento muy alimentado por su sabiduría. Pero, por algún motivo, las enseñanzas de este rabino de Galilea han llegado a ser el pan y el agua que más me alimentan. Este libro nunca habría visto la luz sin la fe, la paciencia y la tenacidad de mi agente, Stephany Evans, que creyó en este trabajo en los buenos y en los malos momentos, guiándolo y guiándome a cada paso del camino. Gracias a Anna Noak, mi correctora, quien no solo creyó en este libro, sino que también creyó en mí como escritor. Ella nunca aceptó “bastante bueno” como respuesta. Su disposición a ir centímetro a centímetro conmigo no solo ha hecho que este sea un libro mejor, también me ha hecho un escritor mejor, y tal vez incluso una mejor persona. Gracias Gretchen Stelter, Sylvia Spratt, Sheila Ashdown y Lindsay Brown, que también corrigieron infatigablemente este manuscrito, por no mencionar que soportaron mis divagantes comentarios y preguntas en los márgenes. Todas vosotras sois diosas de la edición, y me siento profundamente agradecido por vuestros esfuerzos.

Hay muchos otros en Beyond Words, Atria y Simon & Schuster que han trabajado duro para convertir este libro en realidad, y que continúan haciéndolo después de su publicación. A todos vosotros, por favor sabed que estoy muy agradecido por vuestra contribución. Y, finalmente, a riesgo de sonar estereotipado, doy gracias a Dios en todas sus formas por alentar su espíritu en mi alma, en este libro, y en este mundo. Aquí tenemos en marcha una cosa muy hermosa. Rezo por que este trabajo, de algún modo, pueda mejorar un poco la vida de todos.

Notas Las citas bíblicas están tomadas de numerosas fuentes, entre las que se incluyen la Versión Estándar Inglesa de la Biblia © 2009, publicada por Oxford University Press; la Nueva Biblia Estándar Americana ©, de Foundation Publications; la Sagrada Biblia, la Biblia rey Jacobo © 2009, de Thomas Nelson, HarperCollins Christian Publishing; la Nueva Versión Internacional de la Biblia © 2001, de Zondervan. Prefacio 1. Alison King, “From Sage on the Stage to Guide on the Side”, College Teaching, vol. 41, no.1 (invierno de 1993): 30-35, http://www.jstor.org/stable/27558571. Introducción 1. Colin Tudge, The Tree: A Natural History of What Trees Are, How They Live and Why They Matter, Nueva York: Three Rivers Press, 2006, 193-195. 2. William Bryant Logan, Oak: The Frame of Civilization, Nueva York: W.W. Norton, 2005, pp. 30-32. 3. Ibid., pp. 90-95. 4. Michael Bernard Beckwith, Your Life’s Purpose: Life Visioning Practices for Activating Your Highest Potential, Louisville, CO: Sounds True, 2012, disco compacto. 5. Departamento de salud y servicios humanos de Estados Unidos, Centro para el control y la prevención de las enfermedades, Centro nacional de estadísticas de salud, Sistema nacional de estadísticas vitales, Informe nacional de estadísticas vitales 58, no.19 (mayo de 2010): tabla 29, http://www.cdc.gov/nchs/data/nvsr/nvsr58/nvsr58_19.pdf; Informe sobre criminalidad del F.B.I., datos ampliados sobre homicidios (2007): tabla 20, http://www.2.fbi.gov/ucr/cius2007/data/table_20.html. 6. Helen Schucman, Un curso de milagros, Nueva York, Viking, Fundación para la Paz Interior, 2007, 88. Fundamentos 1. Hermes Trimegisto, Hermetica: The Greek Corpus Hermeticum and the Latin Asclepius in a New English Translation, with Notes and Introduction, ed. Brian P. Copenhaver, Cambrigde University Press, 1995. Goodreads, http://goodreads.com/quotes/636262-as-above-so-below-as-within-so-without-originated Hallado originalmente en el Kybalion, un texto hermético publicado anónimamente en 1908. 2. Michael Talbot, The Holographic Universe: The Revolutionary Theory of Reality, Nueva York: Harper Perennial, 1991. 3. Elizabeth Knowles, ed., Oxford Dictionary of Quotations, séptima edición,

Nueva York: Oxford University Press, 2009, p. 119. 4. Walter Isaacson, Einstein: His Life and Universe, Nueva York: Simon & Schuster, 2008, p. 20. 5. James Hillman, The Soul’s Code: In Search of Character and Calling, Nueva York: Gran Central Publishing, 1997. 6. Masaki Kobayashi, Daisuke Kikuchi y Hitoshi Okamura, “Imaging of Ultraweak Spontaneous Photon Emission from Human Body Displaying Diurnal Rhythm”, PLOS ONE 4, no.7, 2009, doi: 10.371/journal.pone.0006256. 7. William Ernest Henley, citas, ThinkExist.com, http://en.thinkexist.com/quotation/it_matters_not_how_strait_the_gate-how_charged 8. Pierre Teilhard de Chardin, Goodreads, http://www.goodreads.com/quotes/21263-we-are-not-human-beings-having-a-spiritual 9. “Distant Healing Studies and Articles, Research Studies”, IONS: Instituto de ciencias noéticas, http://www.noetic.org/research/project/compassionat-intentionprayer-and-distant-healing/reading; Larry Dossey, “A Conversation About the Future of Medicine”, http://www.dosseydossey.com/larry/QnA.html; Larry Dossey, “Prayer and Medical Science”, Archives of Internal Medicine, 26 de junio de 2000, 160:1735-1738, http://www.mercola.com/article/prayer/dossey.htm. 10. Ralph Waldo Emerson, cita, ThinkExist.com, http://thinkexist.com/quotation/the_dice_of_god_are_always_loaded/297304.html. 11. Helen Schucman, Un curso de milagros, Nueva York, Viking, Fundación para la Paz Interior, 2007, p. 303. Primera etapa 1. Albert Einstein, cita, ThinkExist.com, http://thinkexist.com/quotation/imagination_is_more_important_than_knowledge-for Tercera etapa 1. George T. Doran, “There’s a S.M.A.R.T. Way to Write Management’s management’s Goals and Objectives”, Management Review 70.11 (noviembre de 1981): 35, EBSCO Business Source Corporate. 2. Pelé (Edson Arantes do Nascimento), cita, ThinkExist.com, http://thinkexist.com/quotation/everything-is-practice/ 535485.html 3. Jennifer White, Work Less, Make More: Stop Working So Hard and Create the Life You Really Want!, Hoboken, NJ: John Wiley & Sons, 1999, p. 75. Quinta etapa 1 . D.H.S. Nicholson y A.H.E. Lee, eds., The Oxford Book of English Mystical Verse, Oxford: Claredon Press, 1917. Bartleby.com (2000), http://www.bartlevy.com/236/102.html. 2. Franz Kafka, cita, Goodreads, http://www.goodreads.com/quotes/18883-you-do-not-need-to-leave-your-room-remain

3. Kurt Vonnegut, Mother Night, Robbinsdale, MN:Fawcett, 1961. 4. Mahatma Gandhi, cita, ThinkExist.com, http://thinkexist.com/quotation/to_believe_in_something-and_not_to_live_it-is/216405 5. Wayne Gretzky, cita, BrainyQuote.com, http://www.brainyquote.com/quotes/quotes/w/waynegretz383282.html. 6 . Ralph Waldo Emerson, cita, ThinkExist.com, http://thinkexist.com/quotation/do_the_thing_and_you_will_be_given_the/167062.html 7. Bhagavad Gita, cita, ThinkExist.com, http://thinkexist.com/quotation/those_whose_consciousness_is_unified_abandon_all 8. Bhagavad Gita, 4:18, KrihsnaStore.org, http://prabhupadabooks.com/bg/4/18. 9. Franklin D. Roosevelt, citas (fechas desconocida), http://aboutfranklindroosevelt.com/franklin-delano-roosvelt-quotes/480/. 10. Edward Everett Hale, cita, BrainyQuote.com, http://www.brainyquote.com/quotes/quotes/e/edwardever393297.html. Edward Everett Hale fue capellán del Senado de Estados Unidos, pero es más conocido por su novela: The Man without a Country. 11. Oliver Wendell Holmes, cita, BrainyQuotes.com, http://www.brainyquote.com/quotes/quotes/o/oliverwend392895.html. Sexta etapa 1. Vanessa Chiasson, “Discovering ‘The Jack Pine’ in Algonquin Provincial Park”, Ontario Travel Blog, 9 de diciembre de 2013, http://ontariotravelblog.com/2013/12/09/discovering-the-jack-pine-in-algonquin-provincia 2. Brian Tracy, Change Your Thinking, Change Your Life: How to Unlock Your Full Potential for Success and Achievement, Hoboken, Nueva Jersey: John Wiley & Sons, 2005, p. 189. 3. Jesucristo, cita, ThinkExist.com, http://thinkexist.com/quotation/if-you-bring-forth-what-is-within-you-what-you/1329600 Parte del Nuevo Testamento apócrifo y los libros perdidos de la Biblia no están incluidos en la versión canónica final. 4. William Shakespeare, cita, BrainyQuote.com, http://www.brainyquote.com/quotes/quotes/w/williamsha166828.html. 5. Greg Botelho, Vivan Kuo y Josh Levs, “Antoinette Tuff Hailed as ‘True Hero’ for Handling Georgia School Gunman”, CNN online, 22 de agosto de 2013, http://www.cnn.com/2013/08/21/us/georgia-scholl-gunshots/. 6. Mark Memmott, “Only ‘A Good Guy with a Gun’ Can Stop School Shootings, NRA Says”. The Two-Way (blog), National Public Radio, 21 de diciembre de 2012, http://www.npr.org/blogs/thetwo-way/2012/12/21/167785169/live-blog-nra-news7. Debbie Ford, The Dark Side of the Light Chasers: Reclaiming Your Power, Creativity, Brillance, and Dreams, Nueva York: Riverhead Books, 2010. Séptima etapa

1. “Fastest Growing Plant”, Libro Guinness de los récords, http://www.guinnessworldrecords.com/records-3000/fastest-growing-plant/. 2. Helen Schucman, “Healing and Wholeness”, Un curso de milagros, Nueva York: Viking, Fundación para la Paz Interior, 2007. 3. Russell H. Conwell, Acres of Diamonds, 1869; Proyecto Gutenberg, 2008, http://www.gutenberg.org/files/368/368-h/368-h.htm/. 4. Samuel Johnson, cita, BrainyQuote.com, http://www.brainyquote.com/quotes/quotes/s/samueljohn385293.html. 5. Lucinda Vardey, Mother Teresa: A Simple Path , Nueva York: Ballantine Books, 1995, p. 185. 6. Eckhart Tolle, Una nueva tierra: un despertar al propósito de su vida, Barcelona, Grijalbo, 2013. 7. Henry David Thoreau, Walden, Seattle: CreateSpace Independent Publishing Platform, 2014, p. 181. Vivir en el filo del emerger 1. Steve Connor, “At 13.000 Years, Tree Is World’s Oldest Organism”, Independent, 22 de diciembre de 2009, http://www.knowtex.com/nav.at-13000-years-tree-is-world-s-oldest-organism_5943. 2. Ralph Waldo Emerson, Self-Reliance and Other Essays, Seattle: CreateSpace Independent Publishing Platform, 2014, p. 2. 3. Jack Canfield, The Aladdin Factor, Nueva York, Berkley, 2002. 4. Ojibwa, cita, Illustrated World of Proverbs, http://www.worldofproverbs.com/2012/12/no-tree-has-branches-so-foolish-as-to.html 5. J.S. Hagelin et al., “Effects of Group Practice of the Transcendental Meditation Program on Preventing Violent Crime in Washington, D.C.: Results of the National Demostration Project, June-July, 1993”, Social Indicators Research 47, no.2, 1999, pp. 153-201. 6. Martin Luther King Jr., cita, ThinExist.com, http://thinkexist.com/quotation/everybody_can_be_great_because_anybody_can_serve

Glosario Camino deseado: un camino pedestre desgastado por los viajeros que encuentran su mejor ruta al lugar deseado (también llamado línea de deseo). Proceso de emerger: el proceso de trasladar las siete etapas del emerger a la propia vida. Emerginación: una facultad del alma que te permite conectar con la impronta divina o forma original que está detrás de toda forma (también denominada Imaginación 2.0). Tonalidad de sentimiento: como las emociones son energía en movimiento, o la transformación del pensamiento que se produce en el cuerpo emocional, una tonalidad de sentimiento es la energía del alma, la verdadera esencia o frecuencia de nuestro ser. Mientras que las emociones cambian y acaban disipándose cuando se les presta atención consciente, la tonalidad de sentimiento —que es real, inmutable e infinita— se expande e incrementa su intensidad cuando le damos atención. Vivir en la tonalidad de sentimiento de tu visión: tu vibración visionaria. La práctica de vivir en la tonalidad de sentimiento de tu visión cada día forma parte de los tres pasos para crear las condiciones congruentes que se estudian en la Segunda etapa. Plan cuántico: un plan destinado a crear una estructura de vida que refleje la impronta de tu alma (tu camino deseado divino) y a favorecer tu emerger. No es un plan que consiste únicamente en conseguir. En física, la palabra cuanto hace referencia a la mínima cantidad de cualquier entidad física involucrada en una interacción. En mecánica cuántica se usa la palabra cuanto para describir el marco fundamental que nos permite entender lo más esencial de la naturaleza. En resumen, es nuestra esencia en acción. Nos alineamos con esta esencia, planeamos desde este nivel y llegamos a nuestro destino antes de haber dado el primer paso. Al plan cuántico le importa más quién está tratando de emerger que lo que se consiga externamente. Está diseñado para acelerar tu evolución, para sacar a la luz más del verdadero tú. Si el objetivo final de tu plan no te exige cambiar y ser más tú mismo, no es un plan cuántico; solo es un plan. El plan cuántico debe sacar más de tu potencial infinito a la superficie. Pilares del propósito del alma: sentir, ser y hacer. Son parte de los tres pasos para crear condiciones congruentes en la Segunda etapa: cultiva las condiciones congruentes. Sentido del alma: mientras que el gusto, el tacto, la vista y el oído son facultades perceptuales del cuerpo, un sentido del alma es una facultad perceptual interna que

nos permite ver y sentir reinos internos situados más allá de los sentidos materiales. Declaración de la visión: una afirmación en presente que describe la realización de una visión como si ya se hubiera completado o como si estuviera ocurriendo. Generalmente se escribe para poder repetirla diariamente. Estudio de la visión: un entorno interno sagrado que creas para descubrir, definir y diseñar tu visión ideal, donde no se permite entrar al corrector, al crítico y al analista, al menos hasta haber expresado una versión completa e inspiradora de tu visión. La clave para crear este santuario creativo es estar dispuesto a mantenerse en un espacio de apertura y libre de juicio, como si fueras un niño. Vibración visionaria: la característica energética que es única y singular de tu visión; cómo te sientes cuando te imaginas viviéndola. Esto no es solo un buen sentimiento, sino la esencia y sustancia misma de tu visión emergente.

Recursos Visita mi página web, www.DerekRydall.com, para aprender sobre mi trabajo, los eventos y para tener acceso a algunas herramientas gratuitas, entre las que se incluyen: Herramientas gratuitas para favorecer tu proceso de emerger: www.derekrydall.com/main/free-offers/ El proceso en audio que forma parte de la práctica de Vivir en la tonalidad de sentimiento de tu visión, que se describe en el libro: www.derekrydall.com/vibrationradiation/ Consigue un mes de coaching privado con Derek Rydall, junto con muchos otros recursos, por un céntimo: http://www.derekrydall.com/bestyearofyourlife Un curso gratuito en audio para favorecer tu crecimiento: www.LawOfEmergence.com Un curso gratuito en audio sobre el proceso de la sombra que se halla en la Sexta etapa: www.derekrydall.com/shadowprocess

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