El Poder Sanador de Las Mascotas

August 13, 2017 | Author: jhoselin bailón | Category: Dogs, Pet, Love, Cats, Horses
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Descripción: El poder sanador de las mascotas...

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"¡Probablemente, éste es el mejor libro que se haya escrito sobre mascotas! Es cálido,. compasivo, informativo y una delicia de leer. ¡Lo recomiendo ampliamente!" -Richard Carlson, autor de Don't Sweat the Smai(Stuff En los últimos tiempos, la medicina moderna ha descubierto el maravilloso poder que tienen los a~imales de. detectS- ·r ayudar a tratar y curar gran cantidad de dolencias, tanto fisicas como emocionales, tales como depresión, ataques de páñico, cáncer y enfermedades cardíacas. ~

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En E/ poder sanador de las mascotas, el doctor Marty Becker, veterinario del popular programa de televisión norteamericano Good Morning America, recoge los últimos descubrimientos científicos en esta área y los combina con historias reales de personas que han logrado superar sus obstáculos gracias al amor y a la compañía incondicionales de sus mascotas. Muchas veces, dice el doctor Becker, la mejor medicina no está en el botiquín, sino justo a nuestro lado, moviendo la cola o ronroneando, pero la cuestión es aprender a aprovechar esta ca~acidad de los animales de ayudarnos a estar mejor en todos los aspectos.

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Sorpréndase con la enorme habilidad que tienen los animales para ayudarnos a ser felices y mantenernos saludables.

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El poder sanador de las mascotas Sorpréndase con la enome habilidad que tienen los animales para ayudarnos a ser felices y mantenernos saludables

Marty Becker con Danelle Morton

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Traducción Esperanza Meléndez

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... GRUPO EDITORIAL

norma Bogotá, Barcelona, Buenos Aires, Caracas, Guatemala, Lima, México, Panamá, Quito, San José, San Juan, Santiago de Chile, Santo Domingo

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Becker, Marty, 1954El poder sanador de las mascotas 1 Marty Becker ; traducción Esperanza Meléndez. - Bogotá : Grupo Editorial Norma, 2003. 280 p. ; 23 cm. Titulo original : The healing power of pets. ISBN 958-04-7256-4 l. Mascotas - Uso terapéutico 2. Terapia ocupacional 3. Animales domésticos - Uso terapéutico l. Meléndez, Esperanza, tr. ll. lit. 615.8515 cd 19 ed. AHP3301 CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis-Angel Arango

Titulo original en inglés: THE HEAUNG POWER OF PETS

Hamessing the Amazing Ability of Pets to Make and Keep People Happy And Healthy Una publicación de Hyperion, New York 77 W. 66'h Street, New York, NY 10023-6298 Copyright @ 2002 por el doctor Marty Becker. Copyright @ 2003 para Latinoamérica por Editorial Norma S. A. Apartado Aéreo 53550, Bogotá, Colombia http://www.nonna.com Reservados todos los derechos Prohibida la reproducción total o parcial de este libro, por cualquier medio, sin permiso escrito de la Editorial. Impreso por Imprelibros Impreso en Colombia - Printed in Colombia Edición, Adriana Delgado Escruceria Diseño de cubierta, Marta Clara Salazar Posada Armada electrónica, Andrea Rincón Granados Este libro se compuso en caracteres Berkeley ISBN 958-04-7256-4

DEDICAMOS ESTE LIBRO a todas las mascotas que prodigan regalos de sanación a una familia humana. Estamos en deuda con ellas. A las familias que velan por la salud, la felicidad y la longevidad de sus mascotas como una prioridad. A todos los profesionales de la salud que celebran, protegen y promueven el concepto de la medicina que integra mente, cuerpo y significado y que usan el poder sanador de las mascotas para mejorar la salud y el bienestar de los humanos. A los investigadores que ya están demostrando lo que todos hemos sabido: que las mascotas no sólo nos hacen sentir bien, sino que nos hacen bien. A Dios, por el regalo de los animales y la promesa de otro Jardín del Edén en el Cielo.

Contenido

PRIMERA PARTE:

El poder sanador de las mascotas • Un inicio saludable: la influencia de las mascotas en la infancia • Desatando el nudo de una infancia infeliz • Salir al paso de los problemas cardíacos • Cura contra el cáncer: las mascotas dan una segunda oportunidad • Dolor crónico: juegue con dos mascotas y llámeme mañana • Vida sedentaria: una caminata de corazón a corazón • Hipoterapia: senttmtento equino • Terapia asistida por animales: la droga milagrosa y otros animales sanadores • Animales de servicio: ¿Qué haría sin mis amigos? • Tercera edad: el amor de una mascota siempre hace milagros

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SEGUNDA PARTE:

La prescripción de una mascota • Encuentre la mascota que mejor pueda ayudarlo a sanar • ¿Estoy listo para una mascota?

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El poekr sanador de fas mascotas

• Buscando el amor donde está • Recetar la mascota perfecta

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TERCERA PARTE:

Fortalecer el vínculo afectivo con su mascota • Cómo obtener lo mejor de su relación con una mascota • Califique su relación con su mascota • ¿Cómo está la salud de su mascota? • Cómo alimentar el vínculo afectivo con su mascota

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El vínculo afectivo con las mascotas: La unión de la ciencia y el alma SOY DE ESAS PERSONAS QUE AL LEVANTARSE por las mañanas ya están dándole vueltas a lo que harán en el día y las próximas semanas. Sin embargo, un miércoles de noviembre de 2000 mi cuerpo rehusó cooperar. Me levanté como de costumbre pero, cuando mis pies tocaron el piso, estaban tan entumecidos como si hubiera caminado descalzo durante la noche a través de un campo de nieve que me cubría hasta las rodillas. Cuando logré incorporarme de la cama, descubrí que tampoco tenía sensibilidad desde la punta de los dedos de las manos hasta los codos. Quizás no dormí bien, traté de convencerme mientras arrastraba hasta el baño mis pies endurecidos. Flexioné los dedos y los brazos, en un intento por bombear sensibilidad a mis extremidades mientr.as me miraba en el espejo del baño. Durante todo el tiempo, mi médico interior repasaba los principales problemas médicos que estos síntomas podían significar. Tenía mucho miedo. Mi hermano mayor, Bob, había presentado estos mismos síntomas tres años atrás y le habían diagnosticado esclerosis múltiple. Pero me esperaba una larga semana de trabajo; tenia citas desde el día siguiente en Nueva York, Colorado Springs

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y Houston. Este año había sido duro para las finanzas de la familia. Mi esposa Teresa y yo lo habíamos bautizado la Perfecta Tormenta Financiera. Y estas citas prometían calmar esta tempestad. Aguanta el dolor, me dije, no tienes tiempo ahora para enfermarte. Y no le conté a nadie. Trabajé sin parar durante el día y, a medida que el entumecimiento se disipaba, me convencí de que estaba mejorando. Pero al llegar a Nueva York comenzaron los dolores de cabeza: una presión intensa detrás de los ojos que irradiaba el dolor hasta mis hombros. Empecé a tomar a puñados remedios para el dolor de cabeza, intenté presionar con mi pulgar puntos de acupuntura y traté de dormir cubriéndome los ojos con un paño frío. Nada calmaba el dolor. Tras una noche de insomnio en Nueva York, tomé el vuelo de las seis de la mañana a Colorado Springs. Allí me esperaba el doctor Jim Humphries, médico veterinario colaborador de CBS. Jim vio que algo estaba mal e intentó convencerme de buscar atención de urgencia. Le dije que me sentia mucho mejor y, luego de nuestra reunión, me llevó hasta el aeropuerto. Allí comencé a dar traspiés. Llamé al doctor Steve Garner, colega veterinario y amigo mio desde hacía cuatro años, a cuyo seminario en Houston me dirigía. Me desconcertó su alarma al conocer mis síntomas. En la sala de espera, mi teléfono celular empezó a sonar. La primera llamada era de Jim, para decirme que no me había visto bien. Propuso volver por mí y llevarme a un centro de urgencias, pero rechacé su oferta. Luego me llamó Steve para informarme que un amigo suyo, neurólogo de la Universidad de Baylor, me vería tan pronto como aterrizara. Lo que yo más deseaba era volver a casa. Me hundí en una silla en la sala de espera, agobiado por el dolor. Imaginé a Teresa, a mi hija Mikkel, de catorce años, y a mi hijo Lex, de diez años, sentados por las noches, como tantas veces lo habíamos hecho en el último verano, en el piso de nuestra casa en Bonners Ferry, Idaho, rodeados de mascotas. Nuestra casa da sobre la garganta de un valle glacial de cincuenta kilómetros de largo. Nos gusta mirar cómo se desvanece la luz a medida que pasan

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las manadas de ciervos y alces mientras los halcones y las águilas calvas bajan en picada. Si estaba tan enfermo, quería esa vista, esos olores, a mi familia. Llamé a nuestro médico familiar, el doctor Will McCreight, quien me dijo exactamente lo que mi corazón sentía: regresa a casa. Estando listo para abordar mi avión de regreso a casa, recibí otra llamada de Steve. Su amigo neurólogo pensaba que podría haber derrame cerebral y me recomendaba no subir al avión, pues el cambio de presión durante el ascenso podría matarme, y buscar de inmediato un hospital en Colorado Springs. Le dije que me iba a casa y me hice a un lado de todos los pasajeros para rezar y confiar en que estuviera tomando la decisión correcta. Luego subí al avión. Debido a mi ansiedad, ése fue uno de los vuelos más largos de mi vida. Cuando aterricé hacia las once de la noche, el doctor McCreight me había conseguido para la mañana siguiente una cita con un neurólogo en Coeur d'Alene y otra para tomar una imagen de resonancia magnética. El médico que me examinó habló con pesimismo de cuatro posibilidades: accidente cerebrovascular, tumor cerebral, esclerosis múltiple o hemorragia subaracnoidea, nombre oficial del derrame cerebral. Cuando llegué a tomarme la resonancia magnética, me advirtieron que la prueba era ruidosa y claustrofóbica, que incluso algunos mineros de la localidad se ponían ansiosos dentro del túnel del aparato. Me preguntaron si quería escuchar música durante el escáner de todo mi cuerpo y elegí un CD de himnos religiosos. Cuál no seria mi turbación al escuchar el primero, que decía: "Con suavidad y ternura, jesús te está llamando, regresa a casa, regresa a casa 1 Tú que estás cansado, regresa a casa". Tal vez hubiera sido preferible elegir otro. Sin embargo, los resultados de la resonancia magnética fueron los mejores que hubiera podido esperar. Se trataba de un simple problema mecánico: un disco intervertebral del cuello había hecho prolapso y su contenido se había derramado dentro de mi médula espinal. Los discos que protegen los huesos de la médula están construidos como una dona de gelatina: una capa exterior más dura que el interior,

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blando como una gelatina. Por lo general, cuando un disco se desliza afecta sólo un lado, pero mi caso era más grave y ejercía una presión extrema a través de toda la médula. Ésta había sido la causa del entumecimiento bilateral. Los dolores de cabeza eran el resultado de espasmos musculares y de la ansiedad. Necesitaría una cirugía para retirar el disco dañado, insertar un trozo pequeño de hueso de vaca para mantener el espacio adecuado y soldar la inestabilidad en mi médula con una placa de titanio. Me recetaron unos relajantes musculares para la ansiedad y me enviaron a casa con un cuello ortopédico mientras me examinaba un neurocirujano, con quien sólo fue posibe fijar una cita para finales de diciembre ... Aún faltaban seis meses. Mi médico me aconsejó que, mientras tanto, bajara mi ritmo de trabajo y me preparara para una larga recuperación. Si bien sentí alivio al conocer que el diagnóstico no era ninguna de las cuatro enfermedades que temía, me fue muy difícil aceptar que tenía que bajar el ritmo de trabajo. Cinco años atrás nos habíamos mudado a Bonners Ferry. Teresa había bautizado la finca Cerca del Cielo porque la veía como un oasis de belleza, bondad y serenidad. Diseñamos papelería familiar y yo le agregué el eslogan "La vida a baja velocidad". Pero este eslogan se convirtió en una broma para mi familia. Desde que llegamos aquí, yo empecé a trabajar aun más duro que antes, siempre prometiendo que pronto trabajaría menos. Pero los compromisos se presentaban uno tras otro y yo arrancaba de nuevo. Siempre parecía más importante atender los negocios que cuidarme a mí mismo. De hecho, desde que nos trasladáramos a este hermoso y pacífico lugar, engordé doce kilos y me volví hipertenso. Para Teresa, esta crisis fue la oportunidad de obligarme a cumplir mi promesa. Me rogó que examinara mi programación de trabajo para los próximos seis meses y empezara a cancelar algunos compromisos ya adquiridos. La sola sugerencia me daba vergüenza. ¿Y si me perdía de algo? ¿Y si nadie me echaba de menos? Empecé a llamar a mis colegas y amigos, llorando mi suerte y en cierto modo pidiéndoles permiso para decir no. Todos me dijeron que trabajara menos y me diera la oportunidad de curarme.

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A la mañana siguiente, mientras Teresa y yo caminábamos hacia el establo para realizar nuestras tareas diarias con nuestros caballos, Sugar Babe, Chex, Pegasus y Gabriel, yo seguía inconforme con el pronóstico. Siempre había gozado de excelente salud y tenía la capacidad para concentrarme y salir de las dificultades -la determinación que requiere un atleta para perseverar a pesar del dolor, o un niño granjero que debe recoger la cosecha para su padre antes de que caiga la tormenta, tuviera o no tuviera gripa-. El médico me había dicho que tendría que permanecer quieto durante unas seis semanas o más después de la cirugía, pero yo siempre me había recuperado rápido de las enfermedades y pensaba que tal vez en un mes o menos podría volver a mis actividades normales. Los caballos galopaban en el potrero, en espera de su comida matutina. Teresa corrió la puerta del establo para que los caballos entraran en sus pesebres mientras yo agarraba el bieldo para levantar un pequeño trozo de heno y darles de comer. Hinqué el tenedor en la paca de heno y de repente descubrí que no tenía fuerzas ni siquiera para levantar esa pequeña cantidad. Avergonzado de no poder terminar una tarea que había realizado regularmente desde que tenía cinco o seis años, me debatí en silencio, recurriendo a todos los trucos que había aprendido de niño en la finca cuando se me ordenaba levantar algo más pesado que yo. El orgullo me obligó a intentarlo, pero el orgullo no logró mover el heno por sí solo. Tuve que pedirle a Teresa que lo hiciera por mí. Ese año la primera nevada fue temprana y muy húmeda, de esa nieve pesada y densa que es la mejor para hacer bolas de nieve pero que es dura para las patas de los caballos. Al ver que nuestros caballos caminaban con dificultad por tener bolas de hielo acuñadas justo en el centro de sus cascos, pensé que por lo menos podría ayudarlos. Fui por el destornillador de mango largo y me incliné frente a la pata delantera derecha de Sugar Babe, doblándosela para hacerla descansar sobre mi muslo. Otro fracaso. Tuve que admitir ante Teresa que tampoco tenía fuerzas para hacer esto y, de nuevo,

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tuve que pedirle a mi esposa que realizara por mí una tarea que yo había hecho cientos de veces. Sostuve las riendas de Sugar Babe mientras Teresa se ocupaba de su casco, pero mi mente estaba perdida en la profunda crisis de identidad que me producía la enfermedad. Me veía a mí mismo como el campo de resistencia, el infatigable proveedor. Si no soy las cosas que hago, si tengo que hacer cosas diferentes y hacerlas de otra manera, entonces, ¿quién soy? La pregunta era demasiado aterradora para darle respuesta. Sugar Babe descansó su cabeza sobre mi hombro con la suavidad de un bebé y yo tuve el reflejo de levantarme para acariciarle el hocico. Hay pocas cosas más suaves que el hocico de un caballo, es el equivalente animal del terciopelo. Los caballos reciben el mundo a través de la boca y ese hocico suave y sensible es para ellos como nuestros dedos y manos. Sugar Babe se acercó un poco más y comenzó a rascarme el cuello con sus bigotes, pelos táctiles similares a los bigotes de un gato pero de diversas longitudes y dispersos por toda la superficie de su boca y nariz. Recorrió toda la zona hasta descansar exactamente en el punto doloroso de mi cuello. Aún le salia vaho debido a su carrera por el potrero y sus ollares despedían con fuerza su aliento. La temperatura corporal de un caballo, de 38,6°C, es unos grados más alta que la nuestra. Su cálido aliento sobre mi cuello dentro del frío establo era como un tratamiento de vapor. Cuando se quedó quieto, me acomodé a los altibajos de su respiración y por primera vez me sentí relajado desde que empezó esta experiencia traumatizante. Estaba vivo, con mis seres queridos y en casa: tres hechos simples que daba por supuestos y que, por ello mismo, había estado a punto de perder. De esa manera simple en que los animales te traen de regreso a tu mundo, Sugar Babe me estaba mostrando que mi sanación tendrta que empezar ahí.

Mientras caminaba con Teresa de regreso a la casa, me acompañó la sensación de haber recibido una imposición de manos a través de la suave presión del hocico de Sugar Babe sobre mi cuello.

Tenía realmente una carga demasiado pesada de llevar, algo que ni la inteligencia ni la determinación podrían eliminar. Por muy dura que esta idea resultara para mí, tenía que considerar la enfermedad no como una derrota sino como un regalo, una oportunidad para sembrar de nuevo, para renovarme y recargarme. Teresa y yo tomamos mi programación de trabajo para los seis meses siguientes e hicimos una lista de los compromisos que tendría que cancelar. Una vez despejada la programación, reservamos mucho tiempo para la familia. Teresa no se detuvo en el estrés visible. En mi oficina un cajón estaba lleno hasta el tope de cosas que tenía deseos de hacer, como capacitar buscadores de fondos, dictar conferencias, impulsar causas benéficas o revisar el manuscrito de un colega. El cajón ya estaba demasiado pesado y yo no podía levantarlo. Teresa lo tomó y ceremoniosamente vació su contenido en el cubo de la basura. Luego me pidió un regalo de Navidad muy específico: me pidió que perdiera doce kilos y controlara mi presión arterial. Reducir el estrés crea un tipo de ansiedad diferente. ¿Qué se suponía que tenía que hacer exactamente conmigo mismo? El famoso dicho "Médico, sánate tú mismo" resultaba algo irónico para mí. Toda la vida he amado los animales y las mascotas, y en mis años como veterinario en ejercicio he observado incontables veces cómo uria estrecha relación con los animales puede dar a las personasj la fortaleza y la motivación para recuperar la salud después de haber~ sido afectadas por alguna enfermedad. He dedicado mi vida proj fesional a alabar esta relación especial que llamamos "el vínculo áfectivo", esa conexión saludable y afectuosa entre las personas y. sus mascotas que apenas ahora la ciencia está comenzando a con~rar seriamente. Pero nunca había estado realmente enfermo, 1 l'tunca había tenido que recurrir a mis mascotas para que me señalaran ~n estilo de vida más saludable. Yo podía describir apasionadamente J"'m detalle este vínculo, pero sólo lo había sentido como obserwdor. En realidad, no tenia la menor idea de cómo sanarme. · Mis propias palabras retumbaban en mi cabeza: las historias, estudios y estadísticas que a menudo había citado para demostrar

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~l poder sanador de las mascotas en múltiples estados patológicos. Por ejemplo, quienes tienen animales en su casa tienen ocho veces más probabilidades de sobrevivir un año después de un ataque al corazón. Las mascotas alivian el estrés porque disminuyen el ritmo cardíaco, la presión arterial e incluso el colesterol. Quienes tienen mascotas consultan menos al médico, permanecen menos tiempo en los hospitales y se adaptan más fácilmente a una nueva rutina de recuperación después de una enfermedad. Las mascotas combaten la depresión y el aislamiento gracias a su papel como rompehielos sociales, al dar a otros algo de qué hab~ar diferente de la enfer1 { medad. Y, lo más importante, el contacto físico de la relación con \un animal es una bendición para la salud. Acariciar a un animal y recibir a cambio un beso de hocico establece una calmada in1 1 timidad en un momento de soledad. También sirven como estímulo 1para el ejercicio, un factor clave en la mayoría de las recuperaciones. Pero el elemento que más me ha impresionado siempre de esta poderosa relación es la importancia de cuidar a otra criatura. En \ un momento en que la persona enferma se está sintiendo desconectada del mundo e incapaz de cumplir con sus responsabilidades \ normales, la mascota le demuestra que hay alguien que la sigue \.!tecesitando y que su presencia sería extrañada terriblemente. Si me hubieran preguntado por el vinculo afectivo que yo tenía con nuestros animales, habría calificado nuestra relación con un diez. Todas nuestras mascotas reciben una dieta cuidadosamente balanceada, son examinadas regularmente por el veterinario de la casa, tienen muchas oportunidades de hacer ejercicio y están rodeadas por una familia que las ama y las consiente. Aun así, mi enfermedad me reveló que, como tantas cosas que aprecio en la vida, ahora tenia el tiempo (sólo tenia que encontrar la paciencia) de sentarme simplemente a observar los animales para comprender la forma en que ellos podían cuidar de mi. A medida que aprendí a ver el mundo de cerca, y no a cinco kilómetros de distancia, empecé a encontrar este cuidado en cada interacción, incluso en algo tan sencillo como el momento en que regreso a casa.

Por lo general, mi familia adivina cuándo estoy tomando la carretera para recorrer los últimos doscientos metros que llevan a nuestra cabaña. Si llego en medio de la noche y ya Teresa, Mikkel y Lex duermen entre sus cobijas de plumas, no espero que abandonen el calor de su cama para saludarme. Pero podría estar llegando a las seis de la tarde y tampoco saldrían corriendo a saludarme. Ni una sola vez he visto a Teresa esperándome a la entrada, moviéndose agitadamente para saludarme saltando entre mis brazos. Nunca vi, al entrar en el garaje, el rostro de Mikkel y Lex pegado contra las ventanas, radiantes de alegría y saludándome con las manos. En cambio, Sirloin, nuestro labrador negro, y Lllucky, nuestro perro maravilla, siempre me están esperando, ansiosos desde antes de mi llegada, cualquiera que sea el clima, sin fallar ni un solo día por haberse quedado dormidos o simplemente porque no estaban de ánimo. Empiezan a saltar nerviosamente sobre el pasto en el centro del camino circular que conduce a nuestra casa, como dos teteras a punto de hervir, esperando el momento en que finalmente me detengo y me bajo del vehículo. Con sus tres patas, Lllucky siempre gana la carrera para saludarme, avanzando imprudentemente mientras su ladrido resuena como un tambor bajo. Sirloin, aunque tiene sus cuatro patas, se queda atrás porque su origen de perro cobrador no le permite acercarse a mi sin llevarme un regalo, como algún chamizo desarticulado del bosque, un palo, un juguete, una piña de pino o cualquier cosa. Con sus colas encrespadas moviéndose rítmicamente de lado a lado, chocan contra mi cuerpo en una loca alegría de pelajes. A Scooter, que duerme bajo una gruesa cobija de plumas en el cuarto de Mikkel, no la veo por ningún lado. Enseguida es mi turno. Los llamo por sus nombres y apodos mientras busco los lugares en donde más les gusta que los rasque o los frote. "Gomer, tú eres el niño grande de papá, ¿verdad?", le digo cariñosamente a Sirloin mientras le rasco por dentro las orejas caldas. "Boo, que salgan los perros, hu, hu, hu, hu", le canto a

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Lllucky, a quien a veces llamamos Boo. Éstos son apodos únicos y utilizo una voz aguda especial que no uso con ninguna otra criatura en el mundo. Cuando miro sus inquietos ojos aguados llenos de amor, no sé si brillan por mí o por el sonido de la bolsa de la comida. Pero en realidad no me importa. Sólo sé que siento cómo desaparecen de mí las tensiones del mundo exterior; el ritual me conecta instantáneamente con los placeres simples, sin crear expectativas respecto a mi comportamiento. Ciertas noches de verano, cuando llego a casa, en lugar de simplemente aplacar a los perros y entrar en la casa, nos acostamos sobre el prado y miramos el cielo. Sirloin y Lllucky me estimulan, siguiendo los movimientos de mi cabeza mientras yo recorro el cielo con la mirada. A veces una estrella fugaz salta de la cima de una montaña a otra dejando una estela de polvo luminiscente para marcar el camino. Estos momentos de reposo me han permitido conocer las fases de la luna, muchas de las constelaciones, las rutas de los satélites, dónde está encaramada esa noche la Estrella del Norte, acompañado por la música más relajante que sea posible imaginar: la de los sonidos del mundo nocturno. Esto es lo que más tne han dado mis mascotas: el momento de alegría, el punto de conexión, un llamado a detenerme en la belleza de la vida que me rodea. Asi me ayudaron a sanar. Cada paso que yo daba para mejorar su vida era un paso hacia una mejor lsalud y una mayor felicidad para mi. Soy un hombre acostumbrado a grandes abrazos y relaciones rápidas, seguro de haber dejado una huella pero no dispuesto a permanecer lo suficiente para ver el efecto de la onda. En una época en que no me sentía muy útil en el mundo, mis mascotas me guiaban para ser útil de una manera más simple en mi mundo inmediato, demostrándome cómo tener este poder en mi microuniverso, cómo tocarlo de manera que fuera un apoyo y un beneficio no sólo para los animales sino para toda mi familia. Nuestros perros no parecen exactamente un trío de asistentes médicos, fisioterapeutas o psiquiatras, pero en eso se convirtieron

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para mí. Supe que las historias de rescates protagonizadas por animales no siempre tienen que mostrar un perro que en una acción heroica lo arrastra para sacarlo de un edificio en llamas. Las mascotas lograñ\ rescates heroicos diariamente, con el simple hecho de estar presen- ( tes en los momentos de necesidad. ) Scooter es nuestra querida y algo engreída fox terrier, llena de energía, incontenible y belicosa, con la expresión alerta y encendida. La llamamos cariñosamente "la princesita peluda" para señalar su categoría de reina por ser la única mascota de la familia que vive dentro de la casa y por su habilidad poco perruna de manejar nuestra política de "no regalos". Tiene una gran cantidad de accesorios caninos, como un collar tejido a mano, pañoletas según las estaciones y hasta un equipo completo de Elvis, con todo y su guitarra tamaño perro. Al verla como una princesa, nunca esperé que ella pensara ~n las necesidades de los demás. Sin embargo, entre el día de mi diagnóstico y la fecha de la cirugía, Scooter se subía al sofá donde, 'p«:gado al control remoto, había resuelto echarme como si estuviera , 'm. el transbordador espacial listo para el lanzamiento: con almo'~das bajo mi cuello y una pila de tres bajo mis rodillas. Ella levantaba Jni ~ntumecida mano derecha con su hocico, haciéndome saber que ~ estaba, por si la necesitaba. Y durante mi recuperación de la ,,,cirugía de la columna se acercó todavía más a mí. ·;; . . . Así como admiraba en Scooter su gracioso dominio de sí misma, 1 3§~ también me maravillaba la personalidad de Lllucky, alegre a ~sar de su incapacidad. Las tres eles en su nombre marcan sus .~res. escapadas a la muerte antes de convertirse en un miembro de l!~estra familia. Nacido en una casa donde no había amor, ni sic;uliera una simple amabilidad, su dueño lo había escogido con la ~peranza de que la parte de pastor alemán que llevaba en su pedigree '·~~onvirtiera en un agresivo perro guardián. A pesar de los abusos .q'!le sufrió -hasta perder su pata delantera derecha en una batalla '•rSQ~U"a un tren de carga-, el fornido animal siempre mantuvo su c.omportamiento bondadoso. Cuando lo vi por primera vez, el muñón

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de la pata aún estaba inflamado por la cirugía que le habían practicado para retirar los fragmentos de hueso que quedaban. Tenía la cara destrozada y en carne viva por haber sido arrástrado por la carretera a cien kilómetros por hora. Ulucky representaba lo que tantas veces había visto como veterinario. Sin dejarse amilanar por complejo alguno, sin buscar simpatfa y sin deseos de "arrastrar el mal", las mascotas se recuperan de los accidentes o enfermedades graves como bolas rebotonas. Para Ulucky, perder una pata o salir volando del vehículo de rescate para caer estrellándose contra el piso tres veces fue como si le hubieran quitado una astilla, no una pierna. Según Rolan Hall, el veterinario que trató a Lllucky después de los accidentes, en ningún momento el perro se quejó, lloró de dolor o dejó de mover la cola. Tan sólo quería comida (y mucha, pues había pasado hambre) y un poco de amor. Ahora que tiene ambas cosas en abundancia en nuestra casa, siempre está feliz y tranquilo. Su alegría de cachorro contrasta con su rostro adulto parecido al de Abraham Lincoln. Con su ejemplo de amor y valor personal, Scooter y Ulucky me ayudaron a ver los aspectos más privados y espirituales de sanar la mente y el espíritu. Por su parte, Sirloin, nuestro labrador negro, me ayudó en la tarea de usar de nuevo mi cuerpo. Sirloin, que tiene cuatro años, se mueve por el mundo sin la carga del odio, la amargura o los celos y siempre está moviendo la cola. He tenido labradores desde niño. Para mi, son la prueba positiva de que la madre naturaleza si tiene sus favoritos. Estos versátiles animales son utilizados como guías para ciegos, como ayudantes en la búsqueda de narcóticos, como perros de caza y como mascotas familiares confiables. Son amables, leales, ecuánimes e inteligentes y les encanta agradar. Sirloin tiene los genes de un campeón. Su padre fue un atleta canino en pruebas de campo y es tan bellamente musculoso que un amigo comentó que bien podría ser el perro del David de Miguel Angel. Aquí tenia, pues, a tres criaturas rebosantes de salud: Sirloin en la flor de la vida; el valiente Lllucky, discapacitado pero intré-

pido; y la geriátrica Scooter, enferma pero sin flaquezas. Al mismo tiempo que yo intentaba crearme de nuevo, decidí intentar imaginar cómo serta la siguiente etapa de su vida. Quería proporcionarle alivio a Scooter, puesto que ahora sabía cuánto debía dolerle su artritis. Quería asegurarle a Lllucky que nunca tendría otra vez hambre ni frío y que nunca volvería a estar solo, que contaba con la seguridad del amor de nuestra familia mientras viviera. Y el mejor regalo que podía darle a Sirloin era vitalidad plena, la oportunidad dt usar las habilidades que traía en sus genes. Alivio, tranquilidad y vitalidad son una buena descripción de lo que también quería para mí mismo. Comencé a ver que cada manera que tenia de fortalecer el vinculo afectivo con mis mascotas era en realidad un paso hacia mi propia recuperación. Así se fue desarrollando entre mis mascotas y yo un nivel más ptofundo de comunicación, confianza e interacción. Observé la forma en que nuestros perros y gatos usaban sus orejas y movían su cola, y cómo sus ojos expresivos eran ventanas hacia su corazón y cabeza. La veterinaria etóloga Myrna Milani me informó que los perros podían c.omprender 180 palabras humanas, algo que me pareció notable~\ Aun más notable fue la pregunta que me hizo: "¿Cuántos ladridos ó maullidos diferentes reconoce?" Con el tiempo y mediante el estudio y la atención cuidadosa, pude reconocer muchos. Miré en lo profundo de sus oscuros ojos pata ver si brillaban ante la expectativa de un juego o un regalo, o ante la fascinante vista del camión de FedEx que se acercaba por la car_retera. Pude saber si sus ojos estaban apagados por el dolor de la artritis o llenos de tristeza al ver su plato de comida vacío. Algunas veces pude ver que estaban confundidos por saber "¿quién es el responsable aquí?": era una mirada muy diferente de aquélla que mostraban cuando estaban satisfechos, Con un golpe suave de la cola, una mueca tonta, un ladrido o un maullido, frotándose contra mi o mirándome fijo a los ojos, me estaban comunicando cantidades enciclopédicas de información que antes yo desconocía. El primer día de enero de 2001, tan sólo cuatro días después

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de la operación de mi cuello, por orden de mi médico y para cumplir la promesa que le había hecho a Teresa en Navidad, comencé mis sesiones matinales en el molino de pedales. Teresa es de esas personas que pueden trabajar alegremente durante horas en esas máquinas, pero yo estaba más allá de mis límites al cabo de media ho_ra de trabajo forzado. Así que empecé a caminar todas las tardes en compañía de Sirloin, mi ayudante personal en mi rehabilitación. En nuestra primera salida sólo recorrimos la distancia de la casa al establo, aproximadamente el largo de una cancha de fútbol. Había olvidado que así es como cada persona empieza a caminar hacia un objetivo. Paso a paso. Ir al establo y regresar. Volver al establo y regresar de nuevo. Una semana más tarde, fuimos un poco más lejos, bajamos por la colina y regresamos. El movimiento me producía dolor y al principio la ruta que tomábamos era repetitiva. Lo veía como un deber y al decirle a Sirloin: "Vamos a caminar", empleaba un tono cada vez menos alegre y más fúnebre. Pero a medida que noté mejoria en mi fuerza y mi estabilidad, decidí dejar de controlar la situación y seguir a Sirloin. Guiado por los agudos sentidos de mi labrador, mi caminata se transformó. Era sorprendente ver cómo se ponía alerta cuando escuchaba movimientos cientos de metros adelante, algo de lo que yo normalmente hacía caso omiso. O escucharlo ladrar y detenerse, olfateando el piso al haber detectado la presencia de un pájaro que había caminado por allí minutos antes. Con el tiempo, mis pequeños pasos se fueron haciendo cada vez más grandes. Guiado por Sirloin, recorrimos terrenos montañosos, bajamos por barrancos poblados de árboles y bordeamos riachuelos buscando alguna presa sin intención de causarle daño alguno. En algunas ocasiones tenía que abrirme paso de rodillas por la maleza para explorar el último hallazgo de Sirloin, que bien podía ser una pila de boñiga fresca de ciervo. Recuperábamos el

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aliento descansando en las rocas y deleitándonos con el esplendor del norte de Idaho. En tan sólo tres meses logré rebajar doce kilos. Los pantalones ya no me apretaban como un torniquete y mi espalda dejó de quejarse por cargar mis abultadas nalgas. Mi cuello recién operado pudo girar otra vez para observar el panorama del cielo y la montaña. El aire fresco, la paz y la belleza de mi entorno, así como la amorosa compañía de mi perro y el vigoroso ejercicio, me estaban transformando. Por primera vez en más tiempo del que puedo recordar, me estaba encaminando a la ruina, pero también a la salud. El regalo que recibí de Sirloin fue aun más generoso que eso. Gracias a su atención permanente en el entorno, me ayudó a desarrollar la capacidad que los humanos modernos tanto envidiamos: vivir completamente en el presente. Cuando estoy con Sirloin, no pienso en lo que voy a hacer cuando regrese; él no está pensando en el año próximo ni en cómo desarrollar plenamente su potencial de labrador. En realidad, ni siquiera está pensando. Simplemente vive fascinado con el mundo que se extiende bajo su hocico. A Sirloin le gustaba el juego de traer objetos. Llegaba con pequeños símbolos de afecto como piñas de pino o palos, agitándolos en la boca, incitándome a quitárselos. Al principio yo lo hacía a un lado, pues estaba demasiado preocupado por cumplir con mi ración diaria de ejercicio y no apreciaba el regalo que me estaba ofreciendo. Mi noción del juego estaba inserta en la estrecha versión del mundo humano. O uno quiere ganar o por lo menos no quiere parecer est~pido. Pero con una mascota, lo importante del juego es estar en él. Un gato seguirá golpeando el hilo con que le juega tanto como usted quiera. Incluso se lo dejará tener algunas veces. Y un perro irá feliz por el palo que le lanza hasta que ambos estén cansados. No hay agendas ocultas, ni actitudes qué adoptar, ni duplicidad. Sólo jugar por el placer de jugar. Cuando los médicos recomiendan que los pacientes consigan un animal para hacer ejercicio, rara vez recomiendan un gato, porque

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la creencia generalizada es que a los gatos no se los puede molestar. Uno de los libros más gastados de mi biblioteca es El perro perfecto. Pero no existe su equivalente en el mundo felino. A pesar de nuestros intentos por hacer que todo marche a un ritmo acorde con la urgencia de nuestra vida, los gatos se han negado rotundamente a acompañ.arnos en esa carrera. A diferencia de los perros, que ahora parecen personas en abrigos de piel, los gatos son miembros dignos de otra especie que, si mucho, tolera nuestros caprichos. Mientras que otras especies domesticadas son sociables por naturaleza, el gato típicamente establece sus limites entre estar solo y a distancia y ser sociable según sus propios términos, pensando principalmente en su propia comodidad. Para muchos amantes de los gatos como yo, su atractivo como mascotas está en su naturaleza impredecible y solitaria y en su preocupación por sí mismos. Uno de mis libros favoritos sobre gatos es Cats for Dummíes, y eso es casi todo lo que sabemos sobre estas increíbles criaturas. Por esta razón, cuando me embarqué en esta campañ.a por mejorarme a mi mismo, al principio no consideré como aliados a los gatos de nuestra finca, Turbo y Tango. Siempre tenemos varios juguetes para gatos, como pelotas plásticas y campanas, pero nunca me he dedicado con juico a hacerlos jugar. Como veterinario, no presté mucha atención a los clientes que me pedían juegos para hacerles perder peso a los gatos, pues consideraba que nada funcionaba muy bien. Pero en cuanto me abrt al mundo que era obvio para mis perros, me entró la curiosidad por explorar la vida con gatos y descubrir las maravillas que podían ofrecer. Turbo y Tango han vivido siempre en el establo y sus alrededores. Las estaciones en el norte de Idaho pueden ser duras, de modo que, aun antes de que los pájaros se levanten, vamos al establo para ocuparnos de las necesidades básicas de los animales: darles comida y asegurarnos de que el agua no esté congelada. Desde la puerta del cuarto de la comida, que es donde duermen los gatos, llamamos a Turbo y a Tango para que bajen del piso alto y rápi-

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damente cerramos la puerta, tranquilos al saber que estuvieron a salvo de los depredadores y que durmieron bajo techo. Mientras los animales comen, abrimos el establo y miramos hacia el valle para ver si alguna tormenta acecha sobre las montañ.as cercanas. Siempre me he preocupado por las necesidades básicas de todos los animales, pero lo he considerado como un punto en mi agenda diaria. Sentía que Turbo y Tango llevaban muy buena vida. Tenían por campo de juegos sólo para ellos un enorme establo tibio, lleno de presas para perseguir y cazar. Como con los demás animales, no pensé que pudiera mejorar su vida hasta el día en que me detuve a observar. Cuando lo hice, descubrí que el juego para ellos no era simplemente una especie de comportamiento infantil sino un fenómeno ·extremadamente complejo, porque es libre y variable y no está restringido pór patrones rtgidos. El juego introduce novedad en su comportamiento y continuamente les da a los gatos la oportunidad de aprender y de usar habilidades latentes. Me fui a una tienda de mascotas y compré una muestra de · casi todos los juguetes para gatos que tenían. Encontré plumas colgando de cañ.as de pescar, ratones de cuerda, incluso juguetes de alta tecnología como punteros láser. A veces, Teresa y yo hacíamos más ejercicios con los juguetes que Turbo y Tango, que con frecuencia mostraban desdén y desinterés por nuestras nuevas adquisiciones. Pero otras veces, sin escogerlo expresamente, encontrábamos el juguete perfecto para el momento y no parábamos de reir, golpeándonos en el brazo y diciendo: "¿Viste eso?", mientras le dábamos cuerda a un ratón mecánico. A la luz de las lecciones que aprendí durante mi recuperación, revisé la relación con mis hijos. Somos una familia unida, de fuertes tradiciones, rituales y lazos que se mantienen gracias a una fe compartida. Estaba seguro de que encontrarla sutilezas ocultas en mis relaciones con mis hijos y que éstas podrtan mejorar notablemente. Contradiciendo el dicho popular, quise intentar tratar a mis hijos como a mis perros. Estaba seguro de que esto redundarta en su beneficio.

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Mi hijo Lex vive obsesionado con el juego de estrategia militar llamado War Hammer. Es una mezcla de ajedrez y damas chinas que viene con barcos de guerra, armas y soldados, y un libro de instrucciones del tamaño de un enorme directorio telefónico. Yo siempre he creído que si hay reglas, hay que seguirlas. Llevar el puntaje, jugar para ganar, seguir las instrucciones al pie de la letra. A Lex le gustaba poner sus propias reglas, lanzarse libremente, usar su imaginación. Incluso las cambiaba en la mitad de su turno. Lo que empezaba como un momento para estar juntos se convertía con frecuencia en una disputa porque yo pensaba que él, al cambiar las reglas, estaba tratando de ganar una ventaja injusta sobre mí. Con mi voz de padre le decía que debía respetar las reglas si quería aprender cómo tener éxito en el juego más grande de la vida. Un día, después de una hermosa caminata con Sirloin, decidí dejar que Lex cambiara las reglas a su entera voluntad, poniendo el énfasis en su amor por el juego y en el tiempo que pasábamos juntos, y no en el resultado final de la partida. Fue un momento de euforia para Lex. Estaba muy emocionado al sentir que yo volcaba toda mi atención y todo mi ser en él. Después de una jugada suya, yo le decía: "¡Sabía que me la ibas a hacer!" Se burlaba de mi durante el juego y gritaba cada vez que él o yo hacíamos una gran jugada. Simulaba disgustarse cuando yo ganaba cinco puntos después de haber tirado los dados con mi especial estilo o cuando me ponía a bailar por haberle destruido uno de sus ejércitos. Descubrí que con Lex yo usaba una voz especial, diferente de la que usaba con los perros. Lex subió las escaleras con la cara radiante y la voz ahogada de tanto gritar, pero con ánimos para hablar interminablemente del juego, que gracias a nuestra espontaneidad se había transformado en un recuerdo imborrable. Con mi hija adolescente fue un poco más difícil encontrar una forma de conexión. Hay tanto en su vida que quiere mantener en privado que uno no sabe muy bien cuándo le está dando estímulo y cuándo está siendo un intruso. Mikkel tiene talentos que quiere usar, lo mismo que Sirloin, y a mi modo estoy intentando ayudarle

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a desarrollarlos. La acompaño a sus lecciones de canto y la filmo. Es para mí más que una prioridad asistir a sus presentaciones, ver después la filmación y hacer comentarios que apoyen su crecimiento y le den fortaleza. Esto es alimento para ella, para mí y para la vida de nuestra familia. Nuestra sociedad sólo parece esperar la droga milagrosa que sin esfuerzo prolongue la vida. Pero estar libre de enfermedades es tan sólo una medida de la salud, algo que mi enfermedad me demostró de manera dramática. La Organización Mundial de la Salud define así la salud: "Un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de enfermedad o incapacidad". Para tener una vida que valga la pena vivir, debemos conectarnos con quienes viven a nuestro alrededor y aportar algo a su vida. Aquí es donde el vínculo afectivo con las mascotas juega un papel fundamental. En una época en que la psicología, la sociología y la política han quitado toda espontaneidad a las relaciones humanas, la simplicidad de nuestro afecto por las mascotas es un modelo de los momentos más pequeños e íntimos que realmente nos sostienen. Sin esos lazos que crean vínculos -los vínculos del amor, la amistad, la responsabilidad y la dependencia- comenzamos a debilitarnos gradualmente. Son nuestros vínculos los que nos mantienen saludables. Estoy convencido de que las mascotas prolongan nuestra vida porque restablecen el contacto con nuestra naturaleza animal, aquel ser elemental contra el cual conspiran nuestra sociedad y nuestro estilo de vida. Cuando hablamos de la naturaleza animal de alguien, las características que primero vienen a la mente son la brutalidad, la sexualidad y el vicio; sin embargo, estas cualidades sólo están presentes de manera intermitente en el mundo animal. A través de una estrecha relación con nuestras mascotas despertamos los otros rasgos animales igualmente poderosos de lealtad, amor, contacto físico y alegría. El contacto con el mundo, que a veces resulta forzado y difícil, se transforma con el permanente batir la cola y el afecto incondi-

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cional de las mascotas, que nos saca instantáneamente de nuestro aislamiento. Dejamos de producir ruido dentro de nuestra cabeza y nos concentramos en lo que, de un modo sencillo y sin ningún costo, nos dan nuestras mascotas. Si salgo de la casa y le pregunto a Sirloin si quiere venir conmigo al establo de los caballos, no hay la menor posibilidad de que me diga: "No, hoy no, ve tú solo". Él siempre está convencido de que ésta es la mejor idea que nadie haya tenido jamás. Ahora conozco el sitio exacto en el que vuelve la vista para mirarme cuando avanzamos por el camino, aumentando asi mi entusiasmo por los cien metros de caminata. También puedo señalar con precisión el recorrido que sigue cuando olfatea alrededor del establo para asegurarse de que todo está en orden mientras yo atiendo a mis caballos. Hemos hecho esto juntos miles de veces, pero, desde que me enfermé, nunca olvido en este momento que debo bajar mi ritmo y amar los rituales de la vida cotidiana. Cada día está lleno de rituales. Uno se levanta a una hora determinada, pone a hacer el café antes del desayuno y se ducha después de una serie de acciones que realiza como una rutina sin sentido. Pero un ritual consciente reconoce los valores y las intenciones que sostienen nuestra vida. Antes de mi enfermedad, a veces me aburrían mis tareas en el establo y consideraba que me quitaban mucho de mi valioso tiempo. Ahora, cuando Sirloin da esa vuelta en el camino y me regala un poco de su alegria, o cuando los gatos saltan de poste en poste siguiéndome mientras limpio el corral, siento la conexión con nuestras mascotas, con todos los animales y con la naturaleza, y siento el placer y el orgullo que los caballos dan a nuestra familia. Inhalo un soplo de mi buena fortuna por tener a estas personas y a estas mascotas en mi vida, y respiro la belleza de la vida misma. Y Sirloin, siendo simplemente· lo que es, un perro feliz, me recuerda la razón por la cual hago las cosas que hago y el significado de la más mínima de mis acciones. En los últimos veinte años, la investigación médica ha descrito en detalle el efecto sedante que las mascotas ejercen sobre los

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ancianos, sobre las personas que sufren de estrés y sobre aquéllas que padecen desequilibrios emocionales. Los demás beneficios que las mascotas tienen para la salud sólo pueden observarse cuando la persona se enferma. Un estudio realizado por médicos de la Universidad de Duke demostró que, de los pacientes operados del corazón, los que más fácil se ajustaban a las nuevas exigencias de su cuidado personal eran aquéllos que estaban acostumbrados { a la rutina de cuidar una mascota, lo que en muchos casos contribuía también a una recuperación más rápida y más completa. Según los estudios, los ancianos que viven acompañados por una mascota presentan menor incidencia de cáncer, pero las mascotas pueden ser una ayuda para enfermos de cáncer de cualquier edad. Edward T. Creagan, oncólogo de la Clínica Mayo, prescribe mascotas ·. como parte del tratamiento a una tercera parte de sus pacientes. 1'r De hecho, los científicos han encontrado que las mascotas puedenJ prevenir, detectar, ayudar a tratar y, en algunos casos, curar una variedad de enfermedades. Además de detectar el cáncer, las mascotas pueden ayudar a tratar una gran cantidad de estados crónicos que conducen a serios problemas de salud. Entre las personas más afectadas por el estrés están los corredores de bolsa, que viven a un ritmo frenético porque deben responder rápidamente al cambio más sutil o a la caída súbita del mercado. Son candidatos perfectos a sufrir ataques al corazón y muchos de ellos viven tomando medicamentos contra la hipertensión. La doctora Karen Allen, de la Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo, llevó a cabo un estudio entre los corredores de bolsa de Nueva York que tomaban medicamentos para la hipertensión y encontró que sus niveles de estrés bajaban considerablemente cuando llevaban una mascota a su casa, e incluso cerca de la mitad pudo dejar de tomar el medicamento. El solo hecho de tener una mascota en el cuarto, así se trate de un acuario lleno de peces, hace que las personas se sientan más seguras y tranquilas, según lo han demostrado los estudios realizados en las salas de espera de los consultorios médicos.

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En el caso de pacientes de Alzheimer y niños autistas, las mascotas los traen a la realidad, los motivan a sonreír, a tocarlas, a reír y a hablar. Cuidar de un animal, ya se trate de perros adiestrados para acompañar a personas minusválidas, o de hámsters empleados para que niños con trastorno de déficit de atención los cuiden, estimula en las personas el sentido del respeto, el autocontrol y la !esponsabilidad. En ninguno de estos casos las mascotas "curan" a las personas, pero sí les llegan de un modo en que no lo logran los humanos ni los medicamentos tradicionales. Como resultado de su relación con los animales, estas personas se vuelven ciudadanos del mundo más atentos y sensibles, más conscientes de las necesidades de los demás y más responsables de su propio comportamiento, lo que es tan sólo un lado del milagro. Por todas estas razones sociales, emocionales y físicas, vale la pena explorar, celebrar, proteger y expandir este vínculo afectivo con las mascotas. Si las personas tuvieran las mascotas apropiadas para satisfacer sus necesidades, este mundo sería un lugar más feliz y saludable. En todo caso, no se debe tomar a la ligera la decisión de incluir en la familia un miembro cuadrúpedo. Muchas personas se dejan llevar por la moda de los chihuahuas de Taco Bell o los dálmatas al estilo Disney, y sus animales terminan en refugios porque las características o las necesidades de la raza -nerviosismo o deseo de correr- no corresponden a las de su dueño. Algunos se deciden a tener un gato para consentirlo, pero no saben nada sobre el cuidado de los gatos. Aquí ofreceré una guía para escoger la raza adecuada a las expectativas, el estilo de vida y los recursos de cada cual. ( Como guardianes de la salud del mundo animal, tenemos la responsabilidad de fortalecer el vínculo afectivo con las mascotas. la medicina es medicina, ya sea para un gato, una vaca o un humano. las pruebas para diagnosticar la enfermedad son las mismas y los médicos hacen la investigación sobre nuevos medicamentos primero \ en los animales, para asegurarse de que funcionan en toda la especie. la función de los animales como acompañantes se ha vuelto más

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importante que su utilidad. Por eso, ahora ya no tratamos a las mascotas como una propiedad, sino que reconocemos su personalidad y estamos dispuestos a gastar más en su salud. Hace veinte años, la solución cuando un perro tenía cáncer era sacrificarlo. Hoy en día, el tratamiento del cáncer y la cirugía de reemplazo de cadera para las mascotas son corrientes, y la tendencia es fusionar las dos disciplinas médicas. las universidades en Colorado, Michigan y Missoun}· están integrando sus programas de medicina veterinaria y humana, y muchas otras están considerando esta posibilidad. Estas nuevas alianzas médicas son prácticas más allá de sim--l ples consideraciones burocráticas. Al cuidar mejor de nuestros compañeros animales podemos sentirnos motivados a cuidar más nuestra propia salud. las personas por lo general están muy pendientes de hacer examinar anualmente a sus animales y vacunarlos, pero dejan pasar décadas antes de vigilar su propia salud. Todas las personas con algún entrenamiento médico, incluso los veterinarios, deberían motivar a sus pacientes a hacerse examinar periódicamente. Y en el caso de los estados crónicos, puede ponerse más énfasis en la conexión entre las especies en beneficio de la salud mutua. Si el dueño es una persona sedentaria, así es su mascota, y los cambios en el estilo de vida que son necesarios para prolongar la vida del humano son los mismos también para el animal. Lo que espero que usted encuentre en este libro es no solamente una conexión, sino una oportunidad. Si usamos nuestra razón, nuestra lógica y nuestra destreza para eliminar las enfermedades, creamos un entorno saludable para todas las criaturas. A cambio de ello, nuestras mascotas se nos entregan absolutamente. Esto es sin duda lo mejor que la humanidad puede hacer. Este vínculo vital con el mundo alimenta nuestro espíritu, imparte pasión a nuestra vida y nos hace reír. Es la conexión con Dios, con los animales, con la naturaleza y con los demás. Es la fibra común de una persona feliz y saludable y uno de los principales recursos de la sociedad contra la soledad, el letargo y la depresión. Nuestras amadas mascotas son como vitaminas que nos fortalecen contra amenazas invisibles,

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cinturones de seguridad que nos protegen de los golpes de la vida, sistemas de alarma que nos dan seguridad. En efecto, el poder sanador de las mascotas es una medicina poderosa.

PRIMERA PARTE

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Un inicio saludable: la influencia de las mascotas en la infancia

afectivo con las mascotas, trato de suprimir las frases altisonantes y me dirijo directamente al corazón pidiéndoles a los asistentes que describan las mascotas de su infancia. Los ceños fruncidos desaparecen y casi todos los asistentes empiezan a sonreír, incluso en auditorios prestigiosos como el Instituto Smithsonian. Van bajando los hombros a medida que su mente se devuelve en el tiempo entre diez y sesenta años. Descienden del bus escolar y su perro corre rápidamente a saludarlos. Están hundidos en la hierba bajo la sombra de un árbol, dándole a su perro un bocado de la cena del día anterior. O están en la cama acariciando la cobija a dos manos, tratando de determinar cuál de los bultos es el gato. Las personas recuerdan su relación con su primera mascota como algo que ocurrió en una época más sencilla de su vida. De niños, procuramos hallar un patrón en todos los estímulos, decidimos en qué confiar y a qué temerle, y a lo largo del camino vamos experimentando alegría, conexión, rechazo, soledad e inmensa tristeza. Vivimos nuestros mayores desafíos y nuestros triunfos más memorables y con frecuencia la compañía de las mascotas es la constante que nos ayuda a salir adelante. Yo me crie en una pequeña finca familiar de 65 hectáreas al sur de Idaho donde era preciso trabajar muy duro para poder sostener CUANDO DICTO CHARLAS SOBRE EL VÍNCULO

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a una familia de seis con esa extensión de terreno. La máquina andaba a máxima velocidad todo el tiempo, desde la primera hilera de remolachas azucareras que se sembraban en marzo hasta la última hilera de papas que se cosechaban en octubre. Proyectábamos la imagen de una finca familiar en la que se trabajaba mucho y que para muchos hoy día resulta romántica a medida que las agroempresas agobian el paisaje. Pero esa idea romántica pasa por alto la increíble tensión causada por la lucha contra las incertidumbres que tienen que arrostrar quienes trabajan la tierra: el clima, la maleza, el agua, los insectos, las cosechas y los precios de los productos. Todos los días mi padre reflejaba esa tensión en su rostro mientras escudriñaba los campos con una mirada crítica. Nuestra finca se hallaba en una meseta de tierra desértica, y si a principios de marzo mi padre detectaba una nube de polvo que se movía en el horizonte, se llenaba de ansiedad: algún otro campesino había empezado a trabajar sus campos antes que él, o quizás había oído algo que mi padre no había escuchado respecto al clima o al agua. Cuando aún no existían los herbicidas, nos pedía -a mi madre, a mis tres hermanos y a mí- que acudiéramos de inmediato si llegaba a detectar plantas nocivas en el campo. Incluso nuestros paseos dominicales después de asistir a la iglesia le ofrecían la posibilidad de evaluar el estado de la competencia. "Bob, o manejas o miras el campo, pero no hagas ambas cosas. ¡Nos vas a matar a todos!", gritaba mi madre mientras avanzábamos por las dos calzadas de una vía doble, a quince kilómetros por hora por debajo del límite de velocidad mientras mi padre comentaba quién no estaba irrigando lo suficiente o quién debía usar más

fuf.U\unte. ,,,.d. CoDlO imprudente muchacho de doce años, me jactaba de que ~~Mf mejor agricultor que mi padre si tan sólo tuviera la oportunidad. Para mi sorpresa, un día mi padre me tomó en serio. Me Cfl~Uil ba~cho que tomó en arriendo por tan sólo mil dólares ~Y IN$CirilPió un préstamo de dos mil dólares para que pudiera

comprar semillas y fertilizante. Luego me dejó para que le hiciera frente al reto. Una tarde de febrero, mientras examinaba mi pequeño terruño con muy pocos ánimos, Luke, mi perro labrador, husmeó la tierra ávidamente. Me acuclillé doblando una rodilla y desintegré un poco de tierra reseca y congelada. ¿Cómo podría yo ser capaz siquiera de igualar la cosecha de mi padre con tierra como ésta? Y las cercas -una de ellas de metro y medio de alto, nueve metros de ancho y 275 metros de largo- estaban hechas totalmente de rocas sacadas de esta tierra, tierra que no había sido cultivada en veinte años ni irrigada en tres. Cuando sacara todas las piedras podría construir mi propia cerca. Maldije el nombre de mi padre toda la primavera mientras trabajaba la tierra, sacando miles de rocas cuyo tamaño oscilaba entre el de una pelota de béisbol y el de una de baloncesto y extrayendo con una palanca otras de 45 kilos. En el tractor podía oír a mi padre insistir en que se hicieran hileras perfectamente rectas, mientras el arado accionado por resorte rebotaba como un carro chocón sobre rocas atrapadas en las rejas. Me sentía tan frustrado que pateaba el piso mientras caminaba por el borde de los sembrados. Y tan airado que podía gritar ante la imposibilidad de esta osadía. No sé cómo me las habría arreglado sin Luke. Para Luke, todo esto era una aventura. Con sólo decirle "¡salta!", se trepaba en la camioneta por encima de la compuerta trasera, listo para el recorrido de once kilómetros entre nuestra finca y . la mía. Cuando yo conducía el tractor labrando la tierra o haciendo pequeñas zanjas para el agua que caía por gravedad, Luke no dejaba de seguirme y sólo se detenía cuando yo lo hacía. Caminábamos juntos por el borde del canal -yo con botas pantaneras y con el agua hasta la cintura- mientras la hoja de mi pala despedía chispas a medida que yo surcaba el terreno rocoso para desviar el agua con diques de lona. Con mucha alegría Luke repetía todos mis movimientos, saltando con gran felicidad por los bordes hasta la altura de mis ojos. Al fin y al cabo, podía divertirse persiguiendo

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las bandadas de faisanes, sacando de sus agujeros las lechuzas amadrigadas y mojándose con el agua de una fuente de truchas que refrescaba la tierra a una temperatura de catorce grados. Planté, pues, mis frijoles en hileras y sembré mis semillas de cebada, rogando todo el tiempo que la tierra tuviera algún poder. Resultó ser rica en micronutrientes debido a los muchos años durante los cuales había sido utilizada como pasto para el ganado. Mis plantas de fríjol crecieron rápidamente, cargadas de vainas. La brecha entre las hileras se cerró diez días antes que en el cultivo de mi padre. Y la cebada brotó con espigas gruesas y largas. Mi padre miraba detenidamente mi cultivo cada vez que nos llevaba a Luke y a mí en la camioneta, pero nunca dijo cómo le parecía. Yo sabía que él no hablaría demasiado pronto. El año anterior había sembrado un campo con costosos guisantes, tan bellos que los vecinos se detenían a felicitarlo. Los llamábamos guisantes cougar por el auto Mercury Cougar azul rey que ya habíamos escogido y que íbamos a comprar con las ganancias de esta sobreabundante cosecha. Pero una semana antes de la recolección el inspector agrícola del estado de Idaho descubrió que estaban afectados por una variedad virulenta y contagiosa de bacterias y le ordenó a mi padre enterrar todo el cultivo. Enterrado quedó al día siguiente nuestro nuevo Cougar bajo la tierra que removió el arado. En asunto de rendimientos, no valía la pena decir nada antes de la recolección. Mi padre solía decir: "Prometan menos y entreguen más". Para septiembre ya se vieron los resultados concretos. Fuimos a Rangen, el almacén local de alimentos y semillas, para que pesaran nuestras cosechas, las limpiaran y las almacenaran para la venta. Cuando me bajé del camión de las básculas, por todas partes se escuchaba un murmullo de admiración por mi cosecha. De la cantidad de tierra que trabajé, un campesino normalmente esperaría recolectar veinte bultos de cien libras de frijoles y siete metros cúbicos de grano por hectárea. Las cosechas de mi padre siempre eran de las mejores, y este año había sacado treinta bultos de frijol y cuatro metros cúbicos de cebada. Pero yo había doblado el promedio e

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incluso había superado a mi padre en un 30 por ciento, pues había sacado cuarenta bultos de fríjol y casi seis metros cúbicos de cebada por acre. Aun así, no dijo nada. Permaneció a mi lado mientras yo recibía el elogio y lo remató con su único cumplido: "Ese Marty es extraordinario, sabe cómo hacer las cosas". Durante algún tiempo estuve muy airado con mi padre por su parquedad ante mi triunfo, pero con el paso de los años he entendido que hay muchos y distintos aspectos de un recuerdo. Es cierto que al mirar hacia atrás veo el sudor y la ira. Pero también veo el orgullo y el triunfo. Y el hilo conductor de todo esto es Luke. Veo cuando chapoteábamos en la fuente luego de un polvoriento día en el que agregábamos rocas al gran muro, o cuando Luke peleaba con nuestros novillos holstein, que nos seguían cual labradores dorados con pezuñas. También recuerdo perfectamente la cara de Luke cuando le mostré el hueso que le había comprado en la carnicería para celebrar nuestra cosecha, tan pesado que tuvo que arrastrarlo agarrándolo de un extremo. Mi padre tenía una idea del arduo trabajo que yo había realizado, pero Luke lo había experimentado. Las mascotas de infancia dan un tinte dorado al recuerdo de los episodios más difíciles de la vida. Compartimos lo malo y lo bueno con un animal querido que nunca defrauda y siempre presta su apoyo. Si bien los datos varían, las encuestas demuestran que cerca del 80 por ciento de las familias adquieren algún tipo de mascota cuando los hijos se hallan entre los cinco y los doce años de edad, pues los padres consideran que las mascotas propician la sensibilidad y la responsabilidad y proporcionan compañía. Y están en lo cierto. Los niños que ayudan a criar animales entienden mejor el lenguaje corporal y los motivos y sentimientos de los demás: lo que los psicólogos llaman "empatía". Los que tienen mascotas entregan su cariño con más facilidad. Incluso los varones, que empiezan a dejar su lado tierno al llegar a la mitad de la infancia, cuidan a los animales sin ver en ello un conflicto de género. Antes de ser

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capaces de darse a los demás, los niños muy pequeños pueden sacar gran provecho de su relación con los animales; éstos, según estudios recientes, pueden ayudar no sólo al desarrollo cognoscitivo temprano, sino también, más tarde, a elevar el coeficiente intelectual y a mejorar en parte los índices de lectura. El psicólogo infantil Foster Cline pregunta jocosamente:" ¿Cuál de las criaturas de Dios es más tonta que un recién nacido?" Después de todo, señala, aún no ha sido domesticado y no tiene mayor control de su motricidad. Aventura que un gorgojo atento o una hormiga sabia fácilmente podrían superar al bebé promedio. Pero la curva de aprendizaje de los bebés es increíble. Llegan al mundo con la mente ávida de entender la similitud y la diferencia. El psicólogo suizo del desarrollo ]ean Piaget, quien estudió cómo aprenden los niños, dividió su maduración mental en cuatro etapas, cada una de las cuales se construye sobre la anterior. En la primera etapa de desarrollo motor sensorial, sus ojos se ven atraídos por la más ligera variación de luz y por movimientos inesperados, y su sistema nervioso anhela nuevas sensaciones táctiles. Antes de que puedan formar pensamientos, entienden el mundo a través de los sentidos. Cada interacción con el material que los rodea aumenta su conocimiento de cómo funciona el mundo y cuál es su lugar en él. Aprenden sobre su relación con los objetos, cómo éstos se mueven y cómo manipularlos y moverse ellos mismos. El solo hecho de que los animales estén vivos estimula a los bebés a una interacción alegre. Es lo que Edward O. Wilson, profesor de zoología en Harvard, definió con el término de "biofilia": nuestra tendencia innata a concentrarnos en la vida y en los procesos que se le asemejen, lo cual, a su juicio, es esencial para nuestro desarrollo mental. Un día me encontraba en el hospital de la Universidad de Utah, en Salt Lake City, en compañía de Kathy McNulty y Kyoshi, su akita de cuarenta kilos, raza muy apreciada en materia de terapia asistida por animales. Al pasar por una sala de espera, vi a una joven madre que se ocupaba de su bebé, quien a todas luces acababa de aprender a caminar. Se movía de un mueble a otro agarrándose

de lo que podía, balbuceándole con gran interés a su madre, hasta el momento en que sus ojos quedaron fijos en Kyoshi y tomó el aspecto que toman todos los niños al ver un animal: su quijada desciende y emiten un ruido agudo mientras se van acercando al objeto de su deseo. En este caso, la pequeña caminó como Frankenstein al salir del laboratorio, con las piernas estiradas y tambaleándose, los brazos extendidos hacia adelante, pero con las palmas abiertas y hacia arriba y gesticulando tanto como podía hacerlo, esperando poder tocar a la increíble criatura que acababa de pasar. Kyoshi, Kathy y yo íbamos corriendo para cumplir una cita, cuando el grito de la niña nos paralizó. La pequeña había logrado llegar al pasillo sin ayuda de nadie (seguida a una respetuosa distancia por su madre) y estaba indignada porque el premio por el que tanto había luchado se le estaba escapando. Nos acercamos a la niña, que hundió su rostro entre el pelo largo y suelto de Kyoshi con una exclamación de deleite. Las dos criaturas se hallaban frente a frente. La niña le dio unos golpecitos a Kyoshi en el hocico, mientras el perro se meneaba y resoplaba, explorando los olores del rostro y los hombros de la niña. Tras complicados adioses, la dejamos hablando con su madre, muy probablemente acerca del perro. Muchas cosas del mundo de los niños ofrecen posibilidades de entender similitudes y diferencias, pero, como lo señala Gail Melson, profesora de desarrollo infantil en la Universidad de Purdue, los animales tienen una gran carga de información. Los niños se sienten atraídos hacia los animales "como las polillas hacia el foco de luz", según afirma Wilson, pues éstos les ofrecen una forma de experimentar el mundo físico y el mundo social. ¿Qué está vivo y qué no lo está? ¿Qué es humano y qué no lo es? Los animales de peluche son suaves, pero esta cosa es suave y responde al tacto. Miro a mi madre a los ojos en la misma forma en que miro a esta cosa a los ojos, pero no es lo mismo. Cuando me acerco a esta cosa, · ella se aleja. Si me muevo, ella se vuelve a mover. La espontaneidad de la interacción mantiene el interés de los niños por intentarlo

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una y otra vez, como jamás podría hacerlo un programa de televisión, un juego de video ni un juguete de plástico. Podemos decir con Wilson que nuestra afinidad por los animales es innata, pero nuestra cultura también programa esta reacción. Por lo general, los protagonistas de los libros infantiles son animales. Los niños ven a los animales como héroes en la televisión, en las tiras cómicas y en los juegos de video, los ven como juguetes y en las películas. Los niños de tres a seis años cuentan que en el 61 por ciento de sus sueños aparecen animales, porcentaje que disminuye notablemente al aumentar la edad. A los nueve años la cifra es del 36 por ciento; a los catorce, el porcentaje baja a 20 y finalmente se estabiliza en 7 por ciento. De las primeras cincuenta palabras que emplea un niño, siete se refieren a animales. De hecho, "perro" y "gato" están a la par con "mami" y "papi" en el vocabulario inicial de los niños y en muchos casos resultan más memorables para ellos que las palabras "jugo", "leche" o "pelota". Los animales son predominantes en el pensamiento consciente e inconsciente de los niños. Los investigadores Aline y Robert Kidd trabajaron con bebés de seis a treinta meses de edad para observar su manera de relacionarse con un gato o con un perro de pilas, y también con sus propios perros y gatos, y descubrieron que los niños producían más ruidos y alzaban y perseguían mucho más a los animales vivos que a los juguetes. Al dejar en una sala a bebés de nueve meses y sus mamás, primero en presencia de una mujer desconocida, luego con un conejo y después con una tortuga animada de madera, los niños en su inmensa mayoría prefirieron al conejo. Es más, prefirieron al conejo antes que a sus mamás, y se arrastraban por el piso tratando de alcanzarlo. El atractivo natural de la interacción con animales también favorece el desarrollo mental de los muy pequeños. Robert Poresky, profesor de desarrollo humano y estudios familiares en la Universidad del Estado de Kansas, interrogó a 88 niños en edad preescolar y a sus familias con el ánimo de determinar la influencia de las mascotas en el desarrollo de los menores. Concluyó que los

niños provenientes de familias que tenían mascotas presentaban puntajes superiores en materia de desarrollo motor, social y cognoscitivo. Además del puro estímulo sensorial que proporcionan los animales, una mascota bien domesticada también significa para los pequeños un mayor sentido de seguridad. Los niños confían en que el mundo les dé alimento, cariño y afecto. Una mascota no les da el primero, pero su respuesta coherente sí llena sus expectativas de que serán amados y valorados. Desarrollamos un sentido positivo de nuestro yo -nuestra identidad- a partir de las interacciones que nos hacen sentir reconocidos, aceptados y admirados, y de las experiencias que tienen en cuenta nuestras acciones y sentimientos. Las mascotas ofrecen todo esto sin restricción de tiempo. Los padres, demasiado ocupados con su rutina diaria, no pueden ofrecerles a sus hijos toda la confianza que necesitan, pero las mascotas siempre los escuchan y siempre tienen tiempo para jugar. Los pequeños se apegan mucho a sus mascotas, a veces tanto como a sus padres, y se refieren a ellas como a miembros de la familia. Los niños en edad preescolar creen que los animales los escuchan, los comprenden y les comunican sus sentimientos. De hecho, algunos estudios han demostrado que niños de tres años creen en la reciprocidad del amor que sienten por sus mascotas. En un estudio, cuando los niños de primaria clasificaron sus relaciones más significativas, las mascotas recibieron los más altos puntajes por entrañar las más altas posibilidades de estar presentes "pase lo que pase". En otro estudio, se pidió a niños de tercero de primaria que nombraran sus cinco relaciones principales y mencionaron a los perros con tanta frecuencia como a sus padres, anotando además que consideraban que los animales los reconfortaban más que un amigo cuando estaban asustados o enfermos. De igual modo, se demostró que, en una región de Croada azotada por la guerra, los niños que tenían mascotas presentaban los niveles más bajos de trastornos postraumáticos por estrés. Cuando yo era pequeño, mis padres me dieron un terrier Manchester enano que sin duda contribuyó a ~i desarrollo general. Hablando

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de similitud y diferencia, Skeeter era una amalgama del ya desaparecido terrier negro y canela, del perro lebrel y del terrier blanco West Highland. Era aproximadamente del tamaño del chihuahua, pero su tipo corporal hacía pensar en "Querida, encogí al doberman pinscher". Criados originalmente con el doble fin de cazar conejos y matar ratones, los terrier Manchester perdieron mucho de su temperamento vivaz y de su energía al perder su oficio de "exterminadores", pero conservaron un espíritu alerta y despierto que se ajustaba perfectamente a nuestra caótica casa. De todos los animales de la finca, Skeeter fue el primero en escogerme. Me seguía cuando la familia se dispersaba por la casa o cuando salía a realizar diversos oficios. El carácter preferencial que esto me confería, al menos en mi mente, era increíblemente grande. Quizás no me escogió por mi carisma ni por mi excelente carácter, sino porque yo frecuentemente dejaba caer de la mesa un gran trozo de carne para él, o porque lo dejaba dormir entre mi cama. Al llegar el invierno ese año, mi papá decidió que Skeeter podía dormir dentro de la casa. Hoy me sorprende que nadie se hubiera opuesto a ese enorme cambio en la forma de tratar a los animales, pero realmente era la única alternativa humanitaria. El invierno a orillas del vasto desierto del sur de Idaho es fuerte y trae vientos. Nuestro horno de carbón no producía mucho calor y esto lo contrarrestábamos poniendo costales de paja contra los cimientos de la casa y tapando las ventanas con plástico para desviar el viento. Skeeter, que apenas pesaba cinco kilos con el estómago lleno, habría tenido mucha dificultad para sobrevivir al frío. Por las noches, Skeeter se metía de un salto entre mi cama y se deslizaba por debajo de las cobijas, apretando su hocico contra mi cuerpo hasta encontrar un punto de descanso, convirtiéndose así en mi propia bolsa caliente cubierta de piel -gran ventaja en invierno, pero terriblemente caluroso en verano-. En general, me preocupaba más su comodidad que la mía. Siempre había un punto agradable en la cama, un sitio en el que la temperatura era casi

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perfecta. Ése era su sitio. Si él tiritaba de frío, yo cerraba la ventana y nos envolvíamos en las cobijas, sin importarme si yo tenía frío o calor. Ya entrada la noche, cuando él estaba demasiado acalorado, se salía de las cobijas para acostarse junto a mí en la almohada. Aunque nunca exigió nada, yo apartaba algo de mi dinero de bolsillo para comprarle regalos: un brillante collar de nailon y un vistoso rótulo de identificación, galletas para perro con los colores del arco iris y algunas tonterías de plástico que sólo duraban unos días entre sus dientes. Me producía gran orgullo poderle dar pequeños detalles por lo que él tan abundantemente me daba. Los niños reciben muchos cuidados, orientaciones y protección, pero pocas veces tienen la oportunidad de retribuido, a menos que sean responsables de su propia mascota. Un momento importante de transición en el desarrollo de un joven ocurre cuando empieza a depender menos de sus padres y, mediante sus propios esfuerzos, logra tener una sensación de dominio. Cerca del 99 por ciento de los menores de tres a trece años dicen querer una mascota. Eso no significa que el 99 por ciento de esos niños deseen realizar las desagradables tareas de recoger los excrementos del perro o cambiarles la arena a los gatos, pero si no lo hacen no reciben todo el beneficio que pueden obtener del vinculo afectivo con sus mascotas. Al examinar la relación entre los niños y las mascotas, los investigadores tratan de determinar el grado de apego del niño al animal. Una de las herramientas más populares de medición es la escala de vinculación afectiva al animal acompañante, creada por Robert Poresky. En una escala de siempre a nunca, el niño responde qué tanto se responsabiliza del animal. ¿Le da de comer y luego limpia? ¿Con qué frecuencia acaricia o mima al animal y con qué frecuencia duerme éste en la habitación del niño? Otras preguntas califican la cercanía de la relación. En el estudio de Poresky con niños de preescolar, a mayor puntaje en la escala, mayor también el puntaje en todas las mediciones de desarrollo y de empatía. Y cuando a los papás se les pidió que calificaran las habilidades sociales de sus hijos, los que

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tuvieron altos puntajes en la escala también obtuvieron los puntajes más altos en cuanto a su capacidad de tranquilizarse y los más bajos en cuanto a ser buenos colaboradores. Es claro, pues, que mientras más contacto general tenga el niño con la mascota, más cercano siente el vínculo afectivo. Si el niño también asume la responsabilidad de cuidar a su mascota, el vínculo afectivo se hace aun más fuerte. Cuando los niños describen su relación con sus mascotas, hablan en términos de cómo las cuidan y de qué rutinas siguen. De esta forma, la cercanía con los animales fomenta la autoestima, el autocontrol y la autonomía, según afirma Boris Levinson, pionero en el uso de animales en la psicoterapia. El acto de criar -que significa alimentar, educar o entrenar, además de ayudar a crecerimplica que los niños lean y entiendan señales no verbales. Así, las mascotas animan a los niños a sentirse competentes de maneras mucho más complejas que lo que se logra aprendiendo a ir al baño, a comerse las verduras o a amarrarse los zapatos. Según Brenda Bryant, profesora de ciencias del comportamiento en la Universidad de California en Davis, la sensación de constancia que proporcionan las mascotas se debe en parte a que sus rutinas y necesidades se mantienen mientras el mundo que rodea al niño presenta exigencias cada vez más complejas. "Los animales dan señales muy claras a los niños", dijo Poresky refiriéndose a su investigación. "El perro se sienta a mis pies y se recuesta contra mí cuando quiere salir a pasear. Entender que hay una criatura con sentimientos diferentes de los suyos los saca de su egocentrismo. Comprender esta diferencia es una de las bases del desarrollo de la personalidad. Si se quiere que los niños sean criaturas sociales, es preciso que desarrollen empatía". El interés de los niños por las mascotas es el único demento de la infancia que permanece a medida que ellos van madurando, creando así una constante en un mundo cambiante. Lo que las mascotas ofrecen a los padres es un "momento de enseñanza", una experiencia que incluye emociones, responsabilidades y consecuen-

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cias. Se habla mucho de inculcar a los niños más responsabilidad. Pero cualquier lección sobre el buen criterio y el comportamiento apropiado sólo cobra sentido para ellos dentro del contexto de sus propias acciones. Si han recibido una mala calificación en el colegio, o han sido sorprendidos en una mentira o han decepcionado a alguien, ven y sienten los resultados de lo que han hecho o dejado de hacer. Estas lecciones pueden perdurar toda la vida, pero no constituyen experiencias positivas, como sí suele ocurrir con las lecciones que dejan las mascotas. Hacer que los niños arreglen su habitación o limpien el jardín puede convertirse en una lucha de poder para el adulto, y en un habilidoso intento del niño de evadir sus responsabilidades. ¿Cuál es la consecuencia final de no arreglar la habitación? U:n cuarto desordenado y unas palabras de reprobación de los padres. En cambio, la consecuencia de no cuidar de la mascota como debe ser podría causarle daño al animal. Mis hijos Mikkel y Lex han aprendido que alimentar y bañar a los perros, gatos y caballos es una prioridad. En ocasiones ello significa posponer la llamada a un amigo o la consulta del correo electrónico. El acto de alimentar y cuidar a una mascota -anteponer las necesidades de otro a las propias- es una lección que debe aprenderse a temprana edad. Esa competencia vital de la infancia hace más profundo el vínculo afectivo y, por ende, la interdependencia emocional con la mascota. El niño y la mascota forman su propio mundo de secretos que nunca serán traicionados, y tienen largas sesiones de juego en las que nadie tiene nada más en mente. Cuando funciona, esto puede constituir una gran fuente de estabilidad emocional y de autoconfianza para los niños, así como el fundamento de un carácter más maduro. En estudios realizados en japón y Australia, los profesores observaron más liderazgo y altruismo en los niños más familiarizados con los animales. Los niños que podían describir las rutinas y la conducta de sus mascotas, en general resultaban más competentes. Se presentaron menos problemas de comportamiento en niños

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muy apegados a sus mascotas, y los que dijeron recibir gran apoyo emocional de sus mascotas eran menos ansiosos y retraídos. Los padres que deseen fomentar la autoconfianza en sus hijos harían bien en adquirir un gato. En un estudio suizo con 540 niños de cuatro, seis y ocho años de edad, los que tenían gatos presentaron mayores puntajes en las mediciones de autoconfianza, y los que tenían gatos y perros obtuvieron mejores calificaciones en cuanto a conducta prosocial. Respecto al momento de enseñanza que las mascotas representan para los padres, el psicólogo infantil Foster Cline recomienda una prueba muy interesante para las parejas que expresan dudas sobre su capacidad de educar a los hijos. Les sugiere pedir a un amigo que les preste su mascota y ver qué tanto la pueden controlar. Los aspectos de críanza de una mascota bien educada son los mismos que deben emplearse para disciplinar a los hijos. Los padres deben ser firmes, justos y coherentes -con sus hijos bípedos o cuadrúpedos-. No obstante, las órdenes que los padres dan a sus hijos a veces van teñidas de un tono que las asemeja más a una disculpa. Como veterínario familiar he podido comprobar que, en muchos casos, si la mascota de una familia es indisciplinada, los hijos también tienen problemas de disciplina. Según Cline, las mascotas ofrecen la oportunidad de que padres e hijos aprendan a fijar normas, a comportarse de manera coherente y a premiar la buena conducta. Las mascotas, al igual que los hijos, florecen en la rutina. Se sienten óptimamente cuando el adulto está por completo a cargo de todo. Establecer claramente las líneas de autoridad es importante para el desarrollo de los niños a largo plazo. Los niños que establecen vínculos afectivos con los animales desde su nacimiento hasta los cinco años de edad, y después en las primeras etapas de la adolescencia, de los doce a los quince, experimentan un beneficio a largo plazo. Poresky encontró que la cercanía de una mascota durante esas épocas de cambio se refleja más tarde en un sentido más positivo de si mismos, particularmente en los adolescentes. Un

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estudio suizo con adolescentes demostró mayor bienestar y menos ansiedad en los dueños de mascotas. En su estudio sobre la expresión de las emociones en los humanos y los animales, Charles Darwin encontró muchas semejanzas entre la forma en que su bebé expresaba el temor y la de otras especies: los ojos y la boca muy abiertos, los músculos temblorosos, el ritmo cardíaco acelerado y el cabello erizado. No es de sorprender entonces que los niños que se han criado en medio de animales entiendan mejor el lenguaje corporal. A diferencia de lo que ocurría con señales a veces conflictivas que yo recibía de algunos de mis familiares, mi perro Skeeter expresaba el amor de manera incondicional. Sin importar los resultados de mi libreta de calificaciones, o que tuviera en la piel un grano del tamaño del monte Fuji, Skeeter siempre me saludaba como si mi llegada a casa o mi paso de una habitación a otra fuera el mejor momento del día. Las mascotas también favorecen la autoestima de un niño cuando se convierten en un motivo de envidia. Nada constituye un mayor estímulo que tener una mascota que todos los amigos quisieran tener para ellos. Por ejemplo, Luke, mi labrador, era un atleta increíble, un perro hermoso y fornido, muy semejante a una estrella canina de la Federación Mundial de Lucha, y a Luke le encantaba demostrarlo. Era tan fuerte que si yo encontraba una vara grande, él la agarraba entre sus mandíbulas y me permitía hacerlo girar como un helicóptero durante todo el tiempo que yo quisiera. Además de elevar nuestra autoestima, los perros también nos servían de refugio emocional a mi hermano Bobby y a mí. Mi padre y toda su familia eran maníacodepresivos. De ser un hombre excepcionalmente cálido, cariñoso y comprensivo, amigo de todos los niños del vecindario y nuestro principal apoyo en los eventos deportivos, papá podía cambiar de estado de ánimo en cuestión de minutos, al igual que el clima de Idaho. Soleado un momento, luego nublado y oscuro, después convertido en una tormenta, con su voz como un trueno y despidiendo rayos por los ojos. A veces parecía un cohete alimentado con alcohol. Llegaba a casa o salía a tientas de

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su escondrijo con el deseo de vender la finca, encontrar un puesto y comprarse un auto nuevo. Otras veces se hundía súbitamente en la depresión y empezaba a gritar y a maldecir y a decir que quería divorciarse. "Partamos cobijas", le decía a mi mamá. "Yo me quedo con los niños y tú con las niñas". Mamá siempre mantenía una expresión triste pero estoica mientras se preparaba para las agresiones verbales que venían una tras otra hasta que se quedaba dormido. No obstante, un niño no entiende un diagnóstico clínico de depresión maníaca ni el resultado de emborracharse hasta perder el sentido. Tan sólo entiende que su más mínima acción, incluso una mirada inoportuna, puede desencadenar una ira abrumadora. Cuando mi hermano y yo atravesábamos los campos al llegar del colegio, con frecuencia jugábamos a adivinar en qué estado de ánimo se encontraría papá. A veces cantábamos con una voz rítmica que ocultaba nuestra real preocupación: "¡Papi está de mal humor! ¡Papi está de mal humor!". Mi hermano Bob y yo bromeábamos diciendo que el sombrero de papá se elevaba unos metros por encima de su cabeza para dejar salir el vapor que generaba mientras recorría la finca. En esto también nos ayudaron los animales. Alan Entin, psicólogo de Richmond, Virginia, ha estudiado los efectos que los animales producen en la estructura familiar y habla de cómo una mascota puede servir de foco para las emociones que los miembros de la familia no se atreven a expresar. Esto puede tener un aspecto negativo, como ocurre cuando el papá le manifiesta mucho afecto al gato de la familia y muy poco a su esposa y a sus hijos. En mi familia, en cambio, el increíble amor, respeto y consideración que mi padre nos exigía para con los animales nos recordaba constantemente sus mejores cualidades. Siendo niño, durante muchos años mi trabajo consistía en recoger los huevos de las más de cincuenta gallinas que teníamos. Según las indicaciones de mi padre, debía meter la mano debajo del vientre velloso de cada una de las gallinas y recoger los huevos. Al impaciente niño de siete años que yo era y que deseaba sentarse

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a desayunar, este método le parecía increíblemente lento. Un día simplemente las espanté con un grito y agitando los brazos hacia arriba, y todas salieron volando y despidiendo plumas. Caminé por entre las hileras recogiendo eficientemente los huevos y fui el primero en volver a casa a desayunar. Pensé que había sido una excelente innovación, hasta el día en que mi padre me descubrió. "Así no hacemos las cosas aquí", dijo. "Mientras mejor cuides de los animales, mejor cuidarán ellos de ti". Por agitado que se tornara mi padre, o por violento o abusivo que se pusiera, nunca descargó su ira en los animales. Los amaba y ellos lo amaban. Todos ellos. Bobby y yo logramos superar algunos oscuros veranos en la finca, uno al lado del otro, mientras nos ocupábamos de los animales. Eran oscuros porque papá estaba profundamente deprimido y rara vez salía de casa, mientras Bobby y yo -a veces con la ayuda de algunos vecinos- nos encargábamos de la finca, lo que incluía sembrar, cultivar y cosechar, irrigar, ordeñar las vacas, ocuparnos del ganado, todo. En estos tiempos difíciles nuestra luz de esperanza era Skeeter. Mi papá amaba a ese perro, e incluso en las profundidades de sus peores depresiones, Skeeter ocupaba un sitio de honor. Todas las noches, antes de la cena, Skeeter se subía a una silla y empezaba a orar con la cabeza entre las patas, devoción canina mezclada con aliento canino que salía y se evaporaba por su hocico. Mi papá, de pie junto a la mesa del comedor, lo animaba: "¡Vamos, Skeeter! ¡Vamos!". Más tarde, ya en la noche, cuando nos metíamos juntos en la cama, yo le daba golpecitos a mi compañero, a mi mejor amigo, le decía que él era el perro más inteligente, veloz y atractivo del mundo y que todo iba a salir bien. Sólo ahora me doy cuenta de que decírselo a Skeeter era una forma de decírmelo a mí mismo. Los niños de todo el mundo acuden a sus mascotas en los momentos de tensión emocional. Un estudio realizado en Alemania demostró que la mayoría de los estudiantes de cuarto año encuestados afirmaron recurrir a sus animales antes que a otros niños en momentos de tristeza. Otro estudio realizado en Michigan en 1985 determinó

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que el 75 por ciento de los niños de diez a catorce años acudía a sus mascotas en los momentos de infelicidad. Los niños dieron altos puntajes a los animales por su capacidad de escuchar, tranquilizar, demostrar agradecimiento y servir de compañia. Para quienes no aman a los animales, resulta cómico que alguien crea que las mascotas entienden nuestras emociones. Considero que las habilidades que permiten a una mascota detectar el rastro borroso de una ardilla lejana, el olor de un faisán que se oculta entre la maleza o el sonido del mensajero que trae la pizza antes de que suene el timbre son las mismas que le permiten detectar ligeros cambios en nuestros estados de ánimo, emociones y necesidades. Nuestra mudanza a Bonners Ferry fue una época de transición para todos nosotros, en particular para nuestra hija Mikkel. Estaba próxima a la pubertad y llevaba la carga de esos kilos de más propios de su edad, junto con una timidez severa. Teresa y yo la recogíamos todos los días en su nuevo colegio, en el que tenía pocos amigos, y ella se iba directamente a su habitación con su perra Scooter, su único refugio. Yo la oía hablarle a la perrita y explicarle todo, hasta el más mínimo detalle. Al recordarlo cinco años después, Mikkel asegura que Scooter la entendía. "Claro que no entendía las palabras", dice Mikkel, "pero sí las emociones". Mi situación de infancia con mi padre parece extrema, pero la confusión emocional es común en la vida de muchos niños de hoy. En los dos últimos decenios han aumentado exponencialmente las presiones sobre los niños. En un estudio sobre los niños de hoy realizado por el American lnstitute of Stress (Instituto de los Estados Unidos para el estrés] se afirma que los índices de suicidio y homicidio entre los adolescentes se han triplicado, que la obesidad infantil ha aumentado un 50 por ciento y que hoy viven más niños en la pobreza que hace veinte años. Hoy en día no es extraño ver ataques de ansiedad en niños de nueve años y úlceras causadas por el estrés antes de los doce. Por ello, los colegios de primaria han empezado a ofrecer clases para la reducción del estrés, que incluyen meditación y visualización.

La familia de hoy ya no es lo que fue en una época. El modelo tradicional con padres que permanecían casados y una mamá que no trabajaba por fuera del hogar eran la regla en los años cincuenta. Esas familias son escasas ahora. Como lo señala la profesora Gail Melson en su fascinante libro sobre los animales y los niños, titulado Why the Wild Things Are, las tendencias actuales indican que los niños tienen más probabilidades de crecer en un hogar donde haya una mascota que en uno donde haya papá y mamá. Wilfried Goecke, veterinario danés amigo mío, me contó que cuando la famosa compañía danesa Lego estaba lanzando una nueva línea de productos llamada Lego Villages [Pueblos Lego], pidió a los niños daneses su opinión sobre quién pensaban ellos que debería estar en el pueblo. "Mi mamá, mi hermano o mi hermana, y las mascotas", dijeron. Cuando se les preguntó qué le ocurría al papá, los niños dijeron: "jugamos con mamá, con nuestros hermanos y hermanas, y especialmente con nuestras mascotas. Papá nunca está en casa para jugar con él". Las madres que trabajan fuera de la casa, solteras o casadas, ven las mascotas como una forma de normalizar las horas solitarias que un niño puede pasar en la casa después del colegio. Es más probable que una madre que trabaja fuera de casa adquiera una mascota y, mientras más horas trabaja, más tiempo dedica el niño a cuidar de su mascota y, por ello, aumentan la cercanía y la importancia de ese vínculo afectivo. Un estudio con niños de siete y diez años cuyas madres trabajan demostró que es más probable que los hijos de madres trabajadoras describan a sus mascotas como amigos· especiales. Los estudios señalan la importancia de una mascota para toda la familia. Cuando papá y mamá trabajan fuera de casa, el mundo se hace más pequeño para el niño. Es menos probable que los hijos tengan amigos, grupos infantiles y otras actividades. Los padres exhaustos también tienen menos inclinación a ampliar su mundo, lo que hace que la mascota sea un catalizador importante de la espontaneidad y del juego en el hogar.

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Cuando la mamá de Fred Seford se fue del hogar antes de que él cumpliera un año, los cuatro perros de su padre "se convirtieron en sus hermanos y hermanas", afirmajohn, su padre. Educado en una familia que criaba perros labrador, john tenía tres de éstos y un malamute de Alaska de 65 kilos. Pese a su tamaño, john los tenía tan bien entrenados que a la edad de tres años Fred podía sacar a pasear a los cuatro y hacer que se detuvieran con sólo levantar la mano. john y Fred pasaron de una casa arrendada a otra hasta que adquirieron un sitio propio cerca de Pikes Peak, en Colorado. Para esta época ya Fred tenía once años, los perros habían muerto y john pensó que su hijo ya tenía edad suficiente para tener su propio perro. Fred analizó detenidamente las especificaciones de diversas razas, inclinado por los perros de mayor tamaño que habían sido sus hermanos cuando pequeño. Ya prácticamente se había decidido por un terranova cuando un amigo les dijo que los San Bernardo eran más apropiados para estar con una sola persona. Como Fred quería un perro que fuera suyo y sólo suyo, finalmente se decidió por una perrita San Bernardo a la que llamó Dominó. john, al igual que muchos padres, pensó que para su hijo sería beneficioso tener a otra criatura que confiara en él. Le agradó ver la velocidad con que Fred se adaptó a la rutina de cuidar a Dominó. Además, Dominó también ayudó a john a mitigar la culpa de ser padre único. "Fred es hijo único. Yo quería que Dominó aliviara su soledad". Los días en que john iba a la oficina, Fred asistía a un programa de actividades'extraescolares. Ahora, ya mayor, tiene la posibilidad de estarse en casa con Dominó, su principal compañera de juegos. "Dominó siempre está lista para jugar, siempre está emocionada", afirma John. Cuando era cachorrita, acompañaba a Fred a patinar en su patineta o saltaba delante de él mientras iban caminando. Ahora que tiene seis meses (¡y 38 kilos!) y coordina mejor sus movimientos, juega con Fred a recoger el balón de fútbol. La perra fue importante para realzar el hecho de que tres

forman una familia. Es una gran compañera de juegos, pero a la vez es una mamá vigilante. Fred y Dominó toman juntos el refrigerio cuando él regresa del colegio, y ella se sienta pacientemente mientras él hace sus tareas antes de salir a jugar. Ella lo espera en la puerta del baño mientras él se cepilla los dientes, y por la noche se sienta a su lado hasta que él termina su baño. Aunque Dominó es definitivamente la perra de Fred, también le gusta estar con john. Por las noches, después de ar¡opar a Fred, Dominó se queda despierta hasta más tarde y acompaña a john. Hacia las diez husmea toda la casa para cerciorarse de que todo esté en orden y pasa el resto de la noche en la cama de Fred o a su lado. Todos los hábitos de Dominó han ayudado a john a aliviar las tensiones. "En vez de llegar y ser la distracción, ahora llego y simplemente soy el papá", afirma john. "Es mucho mejor para ambos que ella. esté con nosotros". Dentro de poco, john tendrá que enfrentar la difícil época de la adolescencia de su hijo. Para Dee Parr, cuya hija Christine está en sexto grado en el colegio de mi hijo en Bonners Ferry, los animales han permitido mantener la comunicación entre madre e hija en medio de problemas difíciles. Christine. tiene la virtud de atraer a los animales. La gente a menudo comenta que un gato tímido con los extraños o un perro que siempre gruñe reaccionan con calma en presencia de Christine. Y tanto Christine como su madre dis- . frutan el contacto con los animales. Cuando Dee regresa de su trabajo, ambas se dedican a consentir a los potros y a las mulas jóvenes. Los acarician y los acostumbran a que pierdan el temor a ser tocados por las personas, lo que hace que sean más fáciles de ·manejar y de entrenaP cuando maduren. Además de ayudarle a Dee a reducir el estrés, ésta es una actividad que no crea ningún conflicto entre las dos. "A esta edad estamos empezando a discutir mucho y temo perder el control y no ser capaz de llegarle al corazón. Me parece importante tratar de encontrar un interés común, y el contacto con los animales nos ha ayudado a comunicarnos mejor", afirma Dee. • En mi propio hogar he comprobado que el amor compartido por los animales puede construir un puente entre padres e hijos.

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Hace unos años, Teresa y Mikkel se peleaban por las cosas más pequeñas e insignificantes. Según lo explicó más tarde Mikkel, ella se había percatado de que su mamá era persona fácil de persuadir. Ciertamente, lo que más valoro en mi esposa son su compasión y sensibilidad, su exquisita capacidad para responder a las necesidades de los demás. Esto, para un adolescente, puede significar que un adulto es fácil de manipular. Mikkel se dio cuenta de que si se enfurecía o se ofendía lo suficiente, Teresa cedía, y terminó por perderle el respeto. Todas las situaciones se convirtieron en una incontrolable prueba de limites, en una dolorosa lucha de poder. El año pasado Teresa y yo decidimos ceder ante las interminables peticiones de Mikkel de tener su propio caballo de exhibición. Se había interesado en la equitación recreativa, una demostración competitiva de manejo del caballo. Con Teresa, experta en caballos, pasaron horas observando videos de posibles caballos para Mikkel. Incluso viajaron hasta Alabama para examinar algunos ejemplares, pero optaron por uno ubicado más cerca de casa. Cuando compramos a Glo Lopin había que tomar un sinnúmero de decisiones sobre dónde alojarla, quién entrenaría a Mikkel y con qué tipo de traje competiría. Ahora, al recibir los catálogos de las compañías especializadas en caballos, mi hija y mi esposa se emocionan al examinar los diversos atuendos y accesorios. Pasan muchas horas juntas de camino hacia las competencias y hablan de todo, desde el colegio y los muchachos hasta la política del mundo de los caballos. Mikkel, al igual que Teresa, es tímida pero competitiva. Han empezado a ver sus semejanzas tanto en su forma de ver el mundo como en su relación con él, especialmente cuando Mikkel obtuvo el primer puesto en su primera competencia. Sus discusiones han disminuido de tres diarias a quizás una por semana. "Mamá realmente sabe de caballos", dijo Mikkel. "Definitivamente, respeto su opinión". Ese enlace vital con una mascota, además de aumentar el sentido de excelencia de los niños y la noción general de que son personas confiables e integras, también puede tener un efecto pequeño pero

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positivo en la inteligencia. Poresky estudió a 88 niños de Kansas y descubrió que los que presentaban puntajes superiores en la escala de vinculación afectiva al animal acompañante también tenían, en promedio, un coeficiente intelectual superior en cinco puntos. Aunque ese número no es muy significativo estadísticamente, Poresky cree que una muestra más amplia de niños habría dado, muy probablemetlte, un porcentaje superior. No obstante, no quiere darle todo el crédito a la mascota: "La calidad general del ambiente del hogar es ,m factor mucho más importante en el desarrollo intelectual de un niño que el impacto de la relación con una mascota". En Salt Lake City, las mascotas se han convertido en un puente que conduce a un desarrollo intelectual positivo muy específico. Durante los dos últimos años, grupos entrenados de humanos y perros han ayudado a niños con problemas de lectura a saltar cursos cornpletos en cuestión de pocos meses con un sencillo programa en el que los niños les leen a los perros. El programa, creado por Sandi Martín, miembro de la lntermountain Tnerapy Animals, se inició en 1999 en el colegio Lynn M. Bennion, uno de los colegios de primaria de mayor diversidad cultural de la ciudad. Aunque la especialista en lectura Kris Andreasen se mostraba escéptica en cuanto al éxito del programa, decidió que el colegio no tenía nada que perder con la experiencia. Sandi llegó con su perra de aguas portuguesa, Olivia, acompañada por Kathy McNulty y su akita, Kyoshi, para encontrar que el inglés era el segundo idioma de todos los estudiantes y cada uno provenía de un país diferente: México, Somalia, Bosnia, China, Corea, japón, Tibet e Ir~q. El único idioma que todos entendían era el relacionado con tos perros. Kathy había entrenado al imponente Kyoshi escondiendo al azar unas delgadas sorpresas entre las páginas de un libro. Debido a esta expectativa, Kyoshi mira como si frente a él se estuviera desplegando la historia más fascinante y el libro lo mantiene interesado incluso cuando el niño se enreda en alguna palabra. Kathy y Sandi estimulan al niño con toda suavidad diciéndole que el perro

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no conoce la palabra con que acaba de tropezar. Entonces el niño define la palabra o pide una explícación. La tarde en que observé el trabajo de los dos grupos pude constatar cuánto afecto y estímulo recibían los niños de parte de los perros. Sandi dijo que, cuando empezó a aplicar su programa en el colegio Bennion, no había contado con que los niños con problemas de lectura también tuvieran problemas de integración social. Muchos de ellos tenían pocos amigos y su falta de éxito en el colegio los hacía más retraídos y, por ende, más aislados. Pero el trabajo con los perros les ayudó también en el aspecto social. A cada niño se le asignaban veinte minutos con el perro: alrededor de dos minutos para saludarlo, quince para leerle y unos más al final para despedirse. Era claro cuánto dependían emocionalmente los niños del perro. Según dijeron a Sandi y a Kathy, escogían libros que fueran del agrado de los perros. Se recostaban contra éstos a medida que las sesiones avanzaban, completamente relajados y cómodos. Además de ser agradable, el sistema produce resultados. Los primeros seis niños con los que trabajaron mejoraron mucho en tan sólo diez semanas. Cuatro de ellos mejoraron sus puntajes de lectura avanzando un curso entero y los otros dos avanzaron dos cursos. El colegio tiene más de cien monitores que trabajan con esta población que presenta problemas de lectura, pero los estudiantes más felices y exitosos son los que trabajan con perros. Ahora, muchos de los estudiantes piden ser incluidos en el programa porque sienten que esto les confiere importancia frente a otros compañeros. En este programa, un adulto y el perro ofrecen atención imparcial y total. "Esto no sirve para alguien que quiera seguir una estructura, puesto que cada niño plantea un reto diferente", dijo· Kathy, "y es necesario pensar sobre la marcha". Una tarde, un niño que estaba especialmente enamorado de Kyoshi había escogido un libro de aventuras en el que figuraba un perro. En medio de una escena dramática, Kyoshi se recostó contra Kathy y se quedó dormido. Kathy tuvo que explicarle rápidamente al niño que Kyoshi había

cerrado los ojos porque él estaba leyendo tan bien y la escena era tan interesante que así podía imaginársela mejor. El día de nuestra visita, josh, un niño delgado y fuerte, de tercer año, estaba teniendo dificultades para concentrarse. Había escogido un libro humorístico sobre las aventuras de unos gansos en el que hay más dibujos que texto. Aunque josh había avanzado un curso entero en materia de lectura durante las seis semanas anteriores, al principio no se veía ningún progreso. Empezó a menearse y a retorcerse, ignorando casi del todo a Olivia, luego de saludarla con un ligero golpecito en la cabeza, y trató de saltarse páginas del relato. "Creo que deberías sentarte un poco más cerca", le dijo Sandi. "Olivia se está estirando para poder ver los dibujos". Al acercársele, josh empezó a acariciar a Olivia y la perra se recostó contra él. Esto lo relajó y para cuando la sesión estaba por terminar, josh también se había recostado contra Sandi, leyendo sin distracción. "¿Entonces crees que si lees con Olivia un buen rato ella va a aprender a leer?", le pregunté. josh me miró como si yo fuera un estúpido adulto más. "¡Ella no puede leer!", dijo con exasperación, para luego añadir ufano: "Ella me necesita para que le lea". Aunque la mayoría de los especialistas en lectura consideran que el método no es convencional, mediante la práctica con los perros se conjugan muchos aspectos diferentes de los sistemas exitosos de lectura. Algunos estudios, en particular el del profesor James Lynch de la Universidadjohns Hopkins, han demostrado que cuando los niños leen con un perro amigo, su presión sanguínea disminuye y se relajan. Además, los expertos en lectura afirman que se forman mejores lectores poniendo a los niños regularmente en contacto con los libros y haciéndoles ver que leer es divertido. El método ha tenido tanto éxito que en la principal biblioteca pública de Salt Lake City se establecieron las "Tardes con perros", un programa de lectura con perros que se realiza los sábados por la tarde en la biblioteca infantil y en el que los niños reciben marcalibros con forma de hueso. Actualmente el método se aplica en todas las demás bibliotecas de la ciudad y se está haciendo extensivo a los

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Un inicio saludable

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colegios públicos. Sandi ha prestado servtcws de consultoría en bibliotecas de Louisiana, Missouri y California. Un mes después de mi visita al colegio Bennion, Olivia, de tan sólo tres años de edad, murió de un cáncer que se la llevó en dos semanas. Sandi, consejera en problemas relacionados con el pesar y la aflicción, sabia que no debía intentar ocultarles la verdad a los niños mediante algún misterioso eufemismo. Con frecuencia los padres quieren proteger a sus hijos del dolor de saber que su mascota ha muerto, principalmente porque ellos temen sus propios sentimientos y no quieren que sus hijos los vean perder el control. La familia entera debe hacer el duelo de esta pérdida, por un lado, para rendir homenaje a esa relación, pero también para que los niños experimenten el ciclo de la vida, desde el nacimiento hasta la muerte. Durante una conferencia que Sandi dictaba a un nutrido grupo de adultos sobre cómo hacer el duelo con los niños, escuchó un sollozo en la parte posterior de la sala. Era una mujer de cincuenta años que, invitada a compartir lo que estaba sintiendo, dijo que cuando tenía seis años, sus papás habían tenido que sacrificar a su perro y habían explicado su ausencia afirmando que el perro había escapado. Durante años, ella pensó que su perro simplemente ya no la querta. "Supongamos que ustedes les dicen a sus hijos que regalaron el perro", dijo Carolyn Butler, coordinadora del programa "Cambios", de la facultad de veterinaria de la Universidad del Estado de Colorado, destinado a ayudar a las familias a manejar el estrés causado por la pérdida o enfermedad grave de sus mascotas. "El niño querrá saber si el nuevo dueño es hombre o mujer. ¿Vive cerca? ¿Podríamos visitarlo algún día? ¿Podría enviarnos una fotografía? Pronto estarán ustedes atrapados en una sarta de mentiras. Más adelante, cuando decidan que el niño está emocionalmente listo para manejar la situación, le dirán la verdad. Entonces él empezará a preguntarse en qué otra cosa le habrán mentido". Cuando inicié mis prácticas de veterinario, el procedimiento consistía en llevar al animal a una habitación apartada, lejos de la vista y del contacto con su compañero humano, inyectarle la so-

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dos años para que le ayudara con su dolor de la esclerosis múltiple. Cuando encontró el gato, estaba muy desanimada. Tenía esta enfermedad desde los dieciocho años y había tenido que renunciar a su cargo como gerente de una firma de contadores porque la fatiga y los problemas de visión le impedían seguir trabajando. Pero mientras ella y sus hijos buscaban un hogar para este gato extraviado, ella se volvió loca por Gato, que se convirtió en un gran compañero para su labrador chocolate. También se convirtió en un gran compañero para Sharon. Permanecía a su lado, la acompañaba en los momentos de depresión que seguían a sus inyecciones beta y siempre estaba allí cuando la fiebre le subía a más de 41 oc. Ella no podía hacer más que mirar por la ventana todo el día, pero los animales, especialmente Gato, nunca la abandonaban. Gato, que apareció con Sharon en el calendario "Poder de las mascotas" de la Sociedad Nacional de Esclerosis Múltiple para 200 l, no pesa más de tres kilos y es feliz cuando Sharon lo alza en sus brazos como un bebé. "Hay un efecto sanador cuando me siento y lo alzo en mis brazos", dijo Sharon. "El cuerpo simplemente no puede rechazar el poder sanador del animal que tienes abrazado". El dolor crónico es en parte estructural, dice jeff Burgess, médico del Centro del Dolor de la Universidad de Washington. Los huesos, músculos, articulaciones y nervios pueden ser fuente de dolor. A medida que éste se vuelve crónico, la actividad normal se detiene. Al letargo suelen seguir ansiedad y depresión. "Las mascotas pueden ayudar a las personas a relajarse, a levantar el ánimo y a mantenerse en movimiento", dice el doctor Burgess. Para las personas con artritis, que suman cerca de 4 3 millones en Estados Unidos, de lo que se trata es de "movimiento". "Si antes pensábamos que el buen estado físico era imposible para las personas con artritis, ahora sabemos que el ejercicio es una de las mejores maneras de manejar esta enfermedad y reducir el grado de incapacidad de quienes la sufren", dice Marian Minor, profesora de fisioterapia en la Universidad de Missouri-Columbia y codirectora

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del Centro de Investigación y Entrenamiento para la Rehabilitación de la Artritis. Por eso, los animales no sólo ayudan a aliviar el sufrimiento sino que también estimulan la terapia física. "Las mascotas motivan a la actividad y dan energía a quienes con frecuencia están preguntándose: '¿Me levanto o me quedo aquí sentado?'", dice la doctora Minor. joan Neely, quien sufre de artritis reumatoidea hace veinte años, mantiene sus articulaciones en movimiento adiestrando su caballo Chinook tres a cuatro veces por semana. Ella agradece la paciencia de Chinook, pues durante casi cinco años han repetido los mismos ejercicios con sólo un mejoramiento marginal. "Él puede hacer cambios de dirección, pero no cuando yo manejo las riendas, y nuestro galope y las piruetas no son muy buenos", dice joan señalando el pobre estado de sus esfuerzos. "Él lo haría mucho mejor con un mejor jinete". En la doma de caballos, el jinete tiene que ser suave y flexible. "Lo que se califica es el modo de andar", dice joan. "Si el jinete está rígido, el andar del caballo será forzado". Chinook le ayuda a combatir la tendencia del artrítico a proteger sus hombros y su columna vertebral. "La columna y los brazos, desde los hombros, deben ser muy flexibles. A mí me tomó cinco años relajar mis hombros, aprender a sentirlos". El efecto de esta terapia le dura a joan hasta el día siguiente. Si sale de vacaciones o pierde algunas sesiones, debe volver a aprender a liberarse de la tensión. Otro efecto del trabajo con el caballo es la estimulación sensorial al percibir cómo se siente el animal y cómo huele, y la concentración para lograr que el caballo se mueva como uno quiere. "Cuando uno se concentra en el caballo, es como si sacara la mente del cuerpo. Lo que yo quiera que haga el caballo pasa a él a través del cuerpo", observa joan. "Hay un verdadero sentimiento de logro cuando haces esta conexión; saber que, especialmente para una persona con artritis, lograste que tu cuerpo y tu mente se movieran como uno solo". Meredith Heick, reumatóloga de joan en Spokane, Washing-

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ton, dice que la mayoría de sus pacientes hacen esfuerzos tan sólo para poder continuar las actividades diarias básicas. joan ha escogido la doma equina, un deporte que requiere habilidad física y técnica. "El hecho de poder competir y mejorar en este exigente deporte produce en ella un efecto relajante y tiene una enorme recompensa mental, lo que modera la severidad de su artritis", dice.· "Las mascotas ayudan a las personas de dos maneras", dice el doctor Burgess. "Al desencadenar la respuesta de relajación, las mascotas logran que las personas olviden su dolor y mejoren su estado de ánimo; por otro lado, a través del contacto físico, pueden bloquear la transmisión de su dolor de la periferia al sistema nervioso central y así cierran los centros de procesamiento del dolor". Menciona un reciente articulo de la revista Pain [Dolor] en el que se muestra una tomografia por emisión de positrones de una persona que usaba un contrairritante para bloquear el dolor; se observaba reducción del flujo sanguíneo y de las actividades en esas áreas. Es como si la alta tecnología confirmara lo que muchos pacientes han estado sintiendo y diciendo durante años: que la hipnosis y otras terapias no tradicionales, como las mascotas, funcionan. Aunque el doctor Burgess se refería específicamente al acto de acariciar a un animal, es claro que para muchas personas que sufren de algún dolor crónico, el efecto distractor aumenta durante el tiempo en que la persona deja de pensar en el dolor y se concentra en sus mascotas. Otro aspecto de gran importancia es que las mascotas siempre están mostrando su interés y su amor por sus compañeros humanos. Muchas personas, no sólo las que sufren de dolor crónico, mencionan cómo sus animales sencillamente saben cuándo algo les duele y cómo acercarse lo suficiente para ayudarles a aliviar la sensación. Es muy reconfortante sentir que esa criatura no teme estar contigo en esos momentos aciagos. Después de haber hablado con los especialistas del dolor sobre la eficacia de las mascotas para controlarlo, fui a conocer a Buddy, el mágico terrier Yorkshire de mi hermano Bob. Saludé a mi hermano en la puerta y, siguiendo la dirección de su dedo índice que me señalaba

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el piso, me encontré con un loco frenesí de bienvenida. Buddy daba volteretas a mis pies y rastrillaba el aire con sus patas delanteras como un semental en miniatura. Me arrodillé para verlo más de cerca y Buddy se abalanzó sobre mi y comenzó a dispararme besos sobre todo pedazo de piel que encontraba. Como un padre que prepara a su hijo para una foto, Bob había acicalado a Buddy, de brillante pelo azulado en el cuerpo y la cola y marrón en la cara y las patas. Tenia las orejas levantadas como dos triángulos perfectos y al abrir la boca mostraba unos dientes ultrablancos. De carácter animado y alegre, su característica más definida era la expresividad de sus ojos. Como veterinario, he visto cientos de terriers Yorkshire en mi larga carrera, pero nunca había visto un perro con ojos más expresivos que los de Buddy. Eran del tamaño de una uva pequeña, oscuros y reflexivos, brillantes de inteligencia y con un misterioso aire de entendimiento. Senté a Buddy sobre mis piernas cruzadas. Comencé a acariciarle el vientre con un movimiento de lámpara de Aladino y levantó su pata trasera derecha, moviéndola lentamente. Lo miré a los ojos, diciéndole: "¡Qué lindo eres, Buddy, te quiero!", y empecé a rascarle las orejas. Luego de cinco minutos de esta intensa maratón de caricias, Bob dijo: "¿Viste? Cuando está muy feliz se sonríe, cierra la boca y luego asoma su pequeña lengua rosada por entre los dientes". Como el mejor de los anfitriones, Buddy estaba pendiente de todas mis necesidades emocionales e interrumpía con frecuencia nuestra conversación. Se me acercaba, se recostaba contra mí como si fuéramos dos adolescentes en autocine, y de vez en cuando me miraba fijamente, regalándome ese contacto visual que sólo tiene un significado: te amo. De repente, Buddy se incorporó y se lanzó de cabeza a darme besos en la boca, como en sus mejores días de sangre azul en los que cazaba bichos por entre las ratoneras. Repulsivo para quienes no aman las mascotas, este gesto era· un honor para un fanático del vínculo afectivo con las mascotas como yo: darle tanto afecto a una mascota que ella quiera besarme en la boca. Miré a Bob, quien

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no dejaba de sonreír como un padre orgulloso, disfrutando la forma en que su hermano menor y su mejor amigo habían hecho una conexión tan rápido. Era muy diferente del Bob que yo recordaba de nuestras tensas reuniones familiares. Nunca antes había visto este lado de Bob, tan relajado y recibiendo tanta alegría personal, no sólo de ver a los demás felices sino sencillamente disfrutando de la presencia del otro. Si fuimos capaces de estar juntos de esta nueva forma más íntima fue, en parte, gracias a Buddy. Los animales tienen una manera especial de crear un espacio de seguridad emocional en el ambiente, una base común de valores en la cual puede comenzar una dimensión diferente de sanación. Esto lo he comprobado incluso con personas que me disgustan verdaderamente. Había una mujer en un pueblito cercano que siempre se quejaba de las cosas que yo valoro de la vida en un pueblo pequeño: que es pequeño, que queda lejos, que es simple y sin interés. Por lo general, yo daba por terminada rápidamente su conversación, yéndome al otro lado del almacén para no dejarme atrapar por su negatividad. Un día me enteré de que esa mujer vivía con doce gatos y tres perros inválidos. Eso cambió por completo mi percepción sobre su frialdad. Se necesita un espíritu muy generoso y amoroso, así como mucha energía para cuidar de tantos animales. Cuando la vi de nuevo, le pregunté por sus mascotas y fue tan calurosa para mí como el sol de mediodía. Mascota por mascota, le pregunté por la historia del nombre de cada una de ellas, sus apodos, los lugares donde más les gustaba que las rascaran y otros detalles. Viendo mi amor por las mascotas, ella ya no tenía miedo de revelarme su verdadero ser, algo que por lo general reservaba para sus mascotas. Ya no la desdeñé más, sino que admiré su compasión y la' aprecié como un ser único. Todo ese dolor se había aliviado gracias a la conexión con las mascotas. De un modo diferente, algo similar estaba pasando entre Bob y yo. Al admirar a su brillante compañero y celebrar sus ocurrencias,

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mi hermano y yo nos acercamos más. Aunque amo profundamente a sus hijos, nunca pasaría tanto tiempo con ellos, elogiándolos y aceptando sus características especiales, y mucho menos tocándolos y dejándolos besarme muchas veces en la boca (¡como si les gustara!). Normalmente, cuando su hermano alardea de sus hijos, usted responde diciendo algo aun mejor de los suyos. Pero Buddy había creado para nosotros un espacio de total acuerdo en el cual era seguro ser emotivo, vulnerable y honesto. Ese día fue muy sanador para ambos de muchas maneras.

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Vida sedentaria: una caminata de corazón a corazón

EN LA IGLESIA BAUTISTA DE TYLER STREET a donde íbamos con mi familia cuando vivíamos en Twin Falls, ldaho, yo no era la persona que atendía consultas bíblicas ni a quien se escogía para dirigir el coro. Yo era el abrazador oficial. Hacia el final del servicio dominical, el ministro nos pedía saludar a los fieles. En ese momento yo buscaba a las diez o doce mujeres de edad que necesitaran un abrazo. Aunque sólo las abrazaba por unos segundos, ese instante me permitía entender cuál era mi misión. Muchas de estas mujeres habían enviudado hacía tiempo y tenían una profunda necesidad de algún contacto físico. Algunas de ellas respondían con un apretado abrazo. Pero me di cuenta de que otras venían cada vez menos semana tras semana. Como veterinario, había desarrollado la habilidad de saber cuáles animales podrían sobrevivir y cuáles terminarían por rendirse. En la iglesia, sentí que Ruth, una mujer grande de unos setenta años, se estaba encogiendo, no en tamaño sino en espíritu. Cuando su esposo murió diez años atrás, la pérdida no había sido muy difícil de sobrellevar porque habían vivido alejados durante mucho tiempo. Pero empezó a consumirse desde que murió Drake, su adorado labrador negro. "Seré la próxima", es lo que parecía decir con cada fibra de su cuerpo. Se le empezaron a hundir los hombros y los labios se le estaban congelando de soledad. Comencé a invitar a Ruth a desayunar de vez en cuando para romper su aislamiento. Se ponía su mejor vestido e intentaba ser

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buena conversadora, pero nada parecía subirle el ánimo. En uno de mis viajes a Houston, vi en el aeropuerto una publicidad con una imagen de una mujer ancian~ que llevaba un perro. La leyenda decía: "Como todas las personas de su edad, ella merece tener una casa: la suya". De repente, vi el rostro de Ruth superpuesto sobre el de la mujer de la fotografía. Al regresar, ya tenia un plan para cuando la invitara a desayunar. -¿Por qué no vamos al refugio de animales a buscar una mascota? -le dije mientras pagaba la cuenta. -Oh, no -dijo-. Estoy muy vieja para tener otra mascota. -Es para mi -contesté. Mientras íbamos en el auto, seguía protestando: -Yo no quiero vivir más que mi perro -manifestó. Me quedé callado. Pensé que no debía usar la lógica si había de darse una conexión de amor. Apoyo a las personas que discuten sobre cuál es la mascota que mejor se adapta a su estilo de vida, a sus habilidades y expectativas, pero también a aquéllas que se enamoran de una mascota por todas las razones equivocadas. Nada de ciencia, sólo amor. Me resulta difícil visitar un refugio de animales, pues me gustaría poder llevarlos a todos a mi casa. Caminé detrás de Ruth para ver cuál de ellos le llamaba la atención. Evitaba a propósito mirar yo mismo los perritos y gaticos, por miedo a que la familia Becker se encontrara con otro miembro de cuatro patas, además de los diez que ya tenía. jaula tras jaula, fila tras fila, Ruth pasaba derecho frente a los inquietos cachorros, sin siquiera mirarlos; echaba una ojeada a los más crecidos, parecidos a ella en su ritmo, esperanzas y etapa de la vida. Ya casi terminando el recorrido, se detuvo frente a un viejo mestizo un poco más pequeño que un cocker spaniel y lo miró directamente a los ojos. El perro había sido completamente negro en su juventud, pero la edad le había salpicado el pelaje. Era demasiado viejo para moverse alegremente en señal de saludo, como



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los cachorros cruzados de labrador de la jaula de al lado. Éste no se levantó, tampoco levantó la cabeza del piso, pero miró fijamente a Ruth. Lentamente empezó a batir la cola. Ruth se acercó y la cola se movió más rápido. Pasó la mano a través de la malla, y el perro la estudió cuidadosamente. Finalmente se levantó y se acercó a Ruth. Sacó la lengua y le lamió suavemente los dedos. -Si lo quisiera llevar a casa, ¿qué nombre le pondría? -pregunté, pensando en el cierre de mi plan. Pero Ruth no necesitaba que la convenciera y no se dejó presionar. -Siempre encuentro el nombre perfecto para mis mascotas -dijo muy orgullosa, ya segura de que el perro era suyo-. No me afano por buscarlo. Al domingo siguiente, cuando la abracé en la iglesia, parecía que alguien le hubiera puesto pilas nuevas. Le pregunté si ya había elegido un nombre para su perro. -Oh, si -me dijo alegremente-. Mickey. -¿Mickey Mouse, por las orejas? -¡No! -contestó, asombrada-. Porque desde que lo vi la primera vez, sentí que Dios me soplaba ese nombre. Ese soplo es la relación con un animal que inspira salud y que puede servir como un estímulo para hacer ejercicio y para interactuar con el mundo de un modo en que, si estamos completamente solos, con frecuencia desechamos. Durante años, el médico de Ruth le había aconsejado caminar un poco todos los días para controlar su peso, mantener saludables sus articulaciones y su corazón y mejorar su estado de ánimo. Pero Ruth, que se encontraba un poco deprimida, no consideraba que el esfuerzo valiera la pena. Una vez que Mickey entró en su vida, tuvo que hacerlo para sacar el perro a caminar. Cuando Ruth empezó a salir dos veces al día a pasear con su perro, se abrió para ella el mundo de su vecindario. Mickey caminaba despacio pero olfateaba todo el territorio. Llevó a Ruth más lejos de lo que ella nunca había ido sola. Perdió algunos kilos y la luz volvió a brillar en sus ojos. Quienes solamente la habían

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visto pasar en su auto para ir al supermercado o a la iglesia, ahora se detenían para hablar con ella sobre su simpática mascota. Con el tiempo, Ruth recupen? su optimismo y su orgullo. No es posible decir cuál de todos estos cambios contribuyó más a prolongar su vida, pero vivió cinco años más después de haber adoptado a Mickey. La semana anterior a nuestra visita al refugio, yo hubiera jurado que no viviría más de un año. Uno de los poderes más sorprendentes de las mascotas es su habilidad para combatir con alegría, y no con una disciplina rígida, la crónica condición mórbida de una vida sedentaria. Un estudio demostró que las personas que tienen mascotas hacen ejercicio semanal tres o más veces que las que no las tienen; otro, que las personas que adoptan perros aumentan considerablemente su tiempo de caminata. Muchos estudios sobre las actividades de los pacientes cardíacos y de los que tienen mascotas afirman que los que tienen animales acompañantes hacen más ejercicio, especialmente los que tienen perros. Un estudio demostró que las personas de la tercera edad que tienen perros pasan en promedio 1,4 horas diarias afuera con sus perros. El ejercicio regular y moderado que se logra paseando al perro durante quince minutos dos veces al día, por la mañana y por la noche, es exactamente el que recomienda el Servicio Nacional de Salud Pública en Estados Unidos, recomendación que suele ignorarse. Personalmente experimenté la dificultad de recuperar el estado físico de mi juventud. En 1995, entrando en mis cuarenta, empecé a usar ropa más holgada, fui corriendo el hueco en que ajustaba mis cinturones cada vez más anchos y fui agregando algunas X a la L de mis camisas. Llegué a pesar más de cien kilos y sentía mi cuerpo como encajonado en concreto. No tenía que preocuparme por mejorar en los deportes; ya me resultaba difícil algo tan simple como amarrarme los zapatos, los que ya ni siquiera alcanzaba a ver por encima de la curva de mi abultado vientre ... Empezaron a llamarme la atención los zapatos sin cordones. Como regalo de fin de año me obsequié una máquina para hacer ejercicio,

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que siete años después reposa casi nueva en el depósito de mi casa, así como en muchas otras. El problema con estas resoluciones para mejorar el estado físico es que trabajar en máquinas es aburrido. Cuando el prolapso de mis vértebras me produjo una crisis de mortalidad e inmovilidad, acercándome ya a mis cincuenta años, con renuencia le prometí a Teresa bajar de peso trabajando treinta minutos al día en nuestra rueda de molino mecánica y caminando por las tardes con nuestro perro Sirloin. Mientras resoplaba en los pedales del molino, me sentía como Piegrande atrapado en una gigante rueda de hámster, aburrido y encerrado, esperando en el reloj a que pasara el tiempo como una sentencia de muerte. Ninguna parte de mí sentía la alegria del movimiento, el funhtionslust. Me invadían pensamientos de negocios u otras actividades pendientes y tenía que encontrar un lápiz y un papel para escribirlos. Al día siguiente me sentía tan dolorido como si hubiera jugado un partido de fútbol contra una multitud de toros. Una mañana resolví no bajar al molino y quise que Sirloin saliera solo a caminar. Pero cuando pasé por la ventana del frente, la penetrante mirada de Sirloin dijo: "Hey, deja la pereza y vamos a caminar". Impotente ante esa mirada suplicante, lo hice. Dejé mi trabajo y me puse mis guantes y mis botas de invierno. Las mascotas escuchan todas sus palabras, cambios de tono o chillidos de la silla, conocen secretos de su lenguaje corporal, sienten sus pisadas desde lejos. Sentadas en el piso, han estudiado cada contracción de sus músculos, cada movimiento de su frente. Por eso saben cuándo es el momento de salir a pasear y no aceptan un no por respuesta. He sido testigo de varios intentos divertidos, todos fallidos, de engañar a una mascota para no sacarla a pasear. Como un amigo mío que se escondía detrás de la puerta trasera, sólo para encontrar a su perro mirándolo desde una ventana, como diciéndole: "¡Buen intento, viejo!" Hasta los más entusiastas del ejercicio pierden de vez en cuando el interés. Según los estudios, una vez que se percibe la dificultad

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de alcanzar el objetivo, la frustración y la insatisfacción aumentan, a la vez que disminuye lo, que los investigadores llaman la "eficacia personal", es decir, la confianza en que uno es físicamente capaz de comenzar un programa de ejercicios y estar comprometido emocionalmente a continuarlo. Al día siguiente de haber comenzado, la eficacia está en su más bajo nivel. La persona no siente los efectos maravillosos de hacer mover de nuevo el cuerpo, la gracia de los músculos estirados y tonificados y la fuerza de los huesos fortalecidos. La determinación puede hacer que la persona continúe por un tiempo, pero a la larga necesitará un compañero o resultados rápidos y visibles para continuar hasta alcanzar el objetivo. Las personas que hacen ejercicio con regularidad tienen mejor autoestima, duermen mejor, son menos ansiosas y tienen buen estado de ánimo. Pero cuando el cuerpo está dolorido y uno confirma su mal estado físico, resulta dificil mantener el esfuerzo. Los estudios dicen que el factor que más ayuda a seguir adelante es el apoyo de la familia. Y un perro, además de ofrecer de vez en cuando gestos de estimulo, como puede hacerlo un miembro de la familia con buenas intenciones, sabe cuál es el momento en que uno debe salir a hacer sus ejercicios y puede hacerle la vida un infierno si intenta escabullirse. janet Schulenberger, quien tiene un negocio para alojar mascotas y pasear perros en Omaha, Nebraska, dice que después de estar tres horas al día paseando perros, a veces quiere dar una caminata más tranquila con su esposo jason, pero siempre se interponen Ike, su caniche miniatura, y Russ, un cruce de bichon de pelo rizado y pinscher enano, que por su cuenta agarran sus correas y bajan las escaleras para salir cuando escuchan a janet decir en clave: "¿Jason, quieres salir a C?" O como le sucede a Sid Goldberg, a quien le gusta salir a pasear por su condominio en Sarasota, Florida, a las cinco de la tarde. Pero Maggie, su perrita terrier Yorkshire, prefiere salir más temprano y a las cuatro y media salta encima de Sid y con una mirada al estilo militar le recuerda que "ya es hora", olisquea la correa y finalmente se para en el brazo de la silla sin

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dejar de mirar a su renuente ex recluta hasta que éste cede y se levanta. La compañía es otro factor que aumenta las posibilidades de mantenerse en un programa de ejercicios. Un estudio realizado con personas que adoptaron perros demostró que la adquisición de un animal aumentaba la cantidad de tiempo que las personas pasaban fuera de su casa, especialmente las personas de la tercera edad que, definitivamente, necesitan una motivación para estar en movimiento, lo que los mantiene más flexibles y aumenta la confianza en sí mismos. Las mascotas también hacen que la persona se sienta más segura explorando nuevas rutas, con nuevos vecinos y en horas no habituales. Con el aumento de peso viene la depresión, como le sucedió a Maureen Keller cuando terminó su matrimonio después de catorce años de casada. Subió diez kilos cuando las cosas empezaron a funcionar mal, dos años antes de empezar los trámites legales. Después de la separación empezó a tomar cerveza para poder conciliar el sueño. A los seis meses, cuando ya se había ido a vivir con su hermana y su familia en Littleton, Colorado, había aumentado otros quince kilos. Su hermana Kathy y su familia tenían un labrador llamado Bunker, ya bastante viejo y de andar pesado, tanto que pensaban que no podrían llevarlo al campamento de verano. Maureen lo sacaba a pasear todos los días por los lados del canal Highline que abastece de agua las fincas de la región. Mientras caminaban por la orilla del canal, veían serpientes, zorros y docenas de especies de pájaros. "Había una colina hacia el final, por donde subíamos resoplando y jadeando. Era terrible", dijo Maureen sobre sus caminatas matutinas. "Terminábamos agotados, y Bunker apenas podía levantar la cabeza para saludar por las noches a su familia". Maureep también se inscribió en el gimnasio, tomó antidepresivos y se sometió a un programa de control de peso. La combinación funcionó. Perdió quince kilos en tres meses, poco después consiguió un empleo y pudo irse a vivir sola. Cuando estaba empacando le

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pidió a su hermana que la dejara llevarse a Bunker. Su hermana no estuvo de acuerdo, y Mau:r;een lo aceptó con la condición de que lo siguieran sacando a caminar. Desde entonces, Bunker pudo acompañar a la familia a los campamentos de verano todos los años. Maureen recibió uno de sus propios perros en el reparto del divorcio, un beagle con el que sale a caminar durante 45 minutos todos los días cuando llega de su trabajo. Los estudios recientes demuestran que incluso una diminuta cantidad de ejercicio, mientras se haga con regularidad, puede tener un impacto significativo sobre la salud. Un reciente estudio realizado en Harvard demostró que las mujeres que caminan, aun sin prisa, tienen la mitad del riesgo de sufrir enfermedad coronaria que las que no se mueven en absoluto. Un estudio finlandés demostró que una reducción de peso de tan sólo cinco kilos disminuía en un 58 por ciento el riesgo de diabetes. Como dice Kris Berg, profesor de educación en salud: "Sacar a pasear al perro no te prepara para el maratón, pero sí favorece tu salud". Otro aspecto importante es la interacción social que se promueve al sacar a pasear al perro. En un estudio británico reciente, una mujer que paseaba diariamente con su labrador dorado fue seguida durante cinco días cuando iba con el perro y durante otros cinco días cuando iba sin el perro. Cuando iba con el perro, habló con 156 personas, o más de treinta al día; cuando iba sin el perro, sólo habló con cincuenta personas. La investigadorajune McNicholas, profesora de psicología en la Universidad de Warwick, dice que las relaciones motivadas por el perro son la clave para lograr una mayor sensación de bienestar psicológico. "Esto nos puede ayudar a entender por qué los dueños de mascotas suelen ser más saludables que los que no las tienen", dice McNicholas. "Un mayor número de contactos sociales casuales puede crear una mayor sensación de bienestar y compañía". El efecto del perro funciona independientemente de la apariencia del humano. En una segunda parte del experimento, el humano, en vez de ir vestido con pantalones apretados, chaqueta deportiva

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y corbata (¡esos británicos!), se puso un bluyín, unas botas gastadas, una camiseta vieja y una chaqueta manchada. Las personas que pasaban junto al paseante del perro se fijaban en el perro antes que en el atuendo del humano. Y el contacto social era significativamente mayor para los que paseaban con perros, sin importar su atuendo. Creo que usted ya puede entender lo que quiero decir. Los Institutos Nacionales de Salud estiman que los estadounidenses gastan 33 mil millones de dólares al año en productos y servicios para perder peso, cuando la mejor herramienta para nuestra salud está sentada y hecha un ovillo sobre nuestra cama, tratando de sacarnos al mundo por una fracción de ese costo. Lo que un perro -o, en esencia, cualquier entrenador personal de cuatro patas que no cobra por trabajar- nos ofrece no es una cura maravillosa y caprichosa que nos devuelva nuestro físico de adolescentes, sino la invitación a romper nuestro ciclo de aislamiento e inactividad para que volvamos a ver el mundo, caminando y hablando con nuestros vecinos y sintiéndonos más confiados y contentos con nosotros mismos, con nuestro ser físico y animal.

Hipoterapia: sentimiento equino

de veterinaria, yo le tenía pavor al curso práctico sobre caballos. Cuando mi padre era pastor en las montañas jarbidge, en el norte de Nevada, tuvo varios accidentes a caballo y nos enseñó a ser muy cautelosos con ellos. Nos contó los detalles de cuando un caballo lo había mordido, le había dado coces, lo había tirado al piso, en particular la historia vívida de una vez que cayó sobre la punta de la silla, golpeándose en un lugar muy sensible. Durante un corto tiempo tuvimos un caballo en nuestra finca, y la única vez que intenté montarlo movió bruscamente la cola, yo me bajé de la silla y salí corriendo. Cuando ingresé a la facultad de veterinaria, nunca había montado un caballo, examinado sus cascos o sentido la suavidad de su hocico. Durante los tres meses de la "rotación equina" me vería obligado a pasar hasta cuatro horas diarias como médico de caballos en entrenamiento. Tendría que tomarles el pulso, la temperatura y la respiración, ponerles inyecciones, darles medicamentos revueltos con su alimento, cambiar sus vendajes o ponerles pomada en las heridas, a veces subido en una escalera de tijera para alcanzar las incisiones en la parte superior del cuello. Y, sí, tendría que ir solo a los establos. El primer día de la rotación me encontré, pues, estetoscopio en mano, en el corredor poco iluminado de la sección de animales grandes del hospital de la facultad de veterinaria de la Universidad del Estado de Washington. Un estudiante escoltaba hasta el establo a un magnífico caballo de carreras que estaba herido. Los caballos de carreras se asustan fácilmente, y el nuevo entorno lo aterrorizó.

SIENDO ESTUQIANTE DE TERCER AÑO

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Tuve que pegar mi espalda contra la pared cuando se encabritó al pasar junto a mí, con miedo en los ojos y la cabeza inquieta como si estuviera en el partidor automático. Recé para que no fuera yo quien tuviera que atender a ese caballo. Mis plegarias no fueron escuchadas. Al día siguiente fui asignado para ayudar a que este animal de más de quinientos kilos se despertara tranquilo de su anestesia y pudiera levantarse sin problemas. El procedimiento normal era asignar a dos estudiantes, uno en la cola y otro en la cabeza, para que esperaran en la oscura sala de recuperación a que el caballo despertara y lo ayudaran a levantarse, algo que en circunstancias normales era una acción coordinada pero que esta vez, estando el animal todavía borracho por las drogas, podría ser tambaleante. A mí me preocupaba más mi seguridad que la suya. Bastaba con que el caballo diera un golpe con las patas para que yo cayera al piso al instante. El único ruido que se escuchaba era la respiración continua y profunda del caballo, mientras mi compañero y yo ocupábamos nuestros sitios en extremos opuestos, avanzando sigilosamente para no asustarlo. Yo temblaba. Miraba sus fuertes patas, cofonadas con unos cascos enormes. El contorno de sus músculos y venas se veía aterciopelado en la luz tenue. Los minutos pasaban lentamente y el animal no mostraba signos de despertar. Tuve mucho tiempo para pensar. ¿A qué le tenía miedo realmente?, me pregunté. Había pasado sin problema por la unidad de animales pequeños (perros y gatos, ganado y marranos), que conocía muy bien desde mi infancia. Había sido tan fácil que me había sentido como una especie de líder. Pero entre los caballos no era líder. Envidiaba la calma de quienes se sentían seguros con los caballos y no quería parecer torpe, no quería mostrar mi lado débil. El caballo estaba simplemente allí, inconsciente, mientras yo, sentado frente a sus cuartos traseros, nadaba en el miedo, la insuficiencia y la arrogancia, lo que no me ayudaría para nada a

Hipoterapia

manejar el animaL Para que esto saliera bien, yo tenía que controlar mis emociones y tener siempre presente el objetivo. Los caballos son los artífices naturales de la verdad. Toda relación con ellos hace que cualquier emoción que uno esté sintiendo salga a la superficie. El tamaño y el poder del caballo exigen que uno lo confronte. Como dice Pat Parelli, conocido entrenador equino: "Todo aquél que tiene un caballo está sometido a hipoterapia". La hipoterapia es terapia con caballos, no con hipopótamos; viene del griego hippós, caballo, y significa simplemente hacer tratamientos con la ayuda de un caballo. Aunque la equitación se ha usado con fines terapéuticos durante más de un siglo, la disciplina ganó importancia con la experiencia de Liz Harwell, quien ganó la medalla de plata en doma equina en los Olímpicos de Helsinki en 1952, a pesar de tener sus piernas casi paralizadas por la polio. La victoria de Liz Harwell sobre la invalidez inspiró a la fisioterapeuta noruega Elsbeth Bodthker, quien organizó grupos de equitación para niños inválidos, usando el movimiento de los caballos para estimular el control muscular y la coordinación del jinete. Medio siglo después, existen programas de hipoterapia en 24 países, y las funciones del caballo se han ampliado a usos terapéuticos para personas con problemas físicos, psicológicos, cognitivos, sociales y de comportamiento, tales como parálisis cerebral, espina bífida, retraso mental y depresión. La Asociación Norteamericana de Equitación para los Discapacitados establece una diferencia entre la hipoterapia, que es terapia física con la ayuda de caballos supervisada por un terapeuta profesional, y la equitación terapéutica, que utiliza varias técnicas para mejorar la fortaleza, el control muscular, la coordinación ojo-mano y las habilidades sociales. En ambas técnicas, el caballo es una herramienta para integrar el cuerpo y el espíritu, pudiendo ser el jinete una mujer que ha sufrido de abuso y está en busca de una metáfora positiva para recuperar su poder personal, o un paciente con parálisis cerebral que trabaja la postura y la coordinación.

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De todos los animales con los cuales los humanos suelen crear un vínculo afectivo, el caballo es el único que es considerablemente más grande. Quienes aman los caballos enfrentan continuamente los temas del equilibrio, el poder y el control. En cualquier caso, el encuentro con un caballo siempre es estimulante. Mientras yo esperaba a que el caballo despertara en la sala oscura del hospital, supe que tenía que hacer frente a las consecuencias de mis emociones. Si mostraba miedo, aumentaba las posibilidades de un resultado desafortunado. Si me mostraba arrogante e intentaba obligarlo a hacer algo, estaría poniendo en peligro fisico a mi compañero y a mi mismo. Para que el caballo se despertara sin pánico, tenía que encontrar la forma de que mi cuerpo y mi mente reflejaran de manera calmada y deliberada mi intención de alcanzar el objetivo. Algo encajó en mi esa tarde, porque el caballo de carreras ni siquiera se sobresaltó. Gracias a él, a algunos grandes profesores y a los muchos caballos -que he encontrado en los últimos 22 años desde mi graduación, ya no les temo. A lo largo de mi vida, los caballos dejaron de ser mis enemigos para ser mis amigos. y mi familia. Tenemos cinco caballos de silla en nuestra finca y nos gusta salir a cabalgar en familia por las montañas de Idaho. Creo que nunca seré tan bueno montando a caballo como Teresa y Mikkel, quienes pueden hacer que el caballo haga exactamente lo que ellas quieren, cuando y como ellas quieren, con sólo girar ligeramente la cabeza o moverse de manera imperceptible en la silla. Ellas saben algo más que simplemente montar a caballo, que, como dice Parelli en broma, no es más que aprender a no caerse. Para ellas, una orden empieza en la cabeza, pasa por el corazón y se le expresa al caballo a través de las extremidades, lo que ilustra la descripción que hace Parelli de la relación ideal, que no debe ser la de amo y señor, sino la de una "compañia". En la hipoterapia, como en el verdadero espíritu de cualquier compañia exitosa, la relación debe funcionar en ambos sentidos. Según los fisioterapeutas, montar un caballo es un movimiento tridimensional. Cada vez que uno da un paso, la pelvis se inclina

Hipoterapia

un poco hacia arriba, hacia los lados, hacia delante y luego hacia atrás. El caballo replica la secuencia y la sensación de estos movimientos para las personas con incapacidades físicas o neurológicas, familiarizándolas de nuevo con la forma en que deben moverse sus músculos. La presión de los cascos del caballo contra el piso es otro movimiento multidimensional que estimula las rodillas, las caderas y la columna vertebral del jinete, mucho más allá de lo que los fisioterapeutas pueden recrear con sus máquinas. Las ventajas de la fisioterapia a caballo, dicen los hipoterapeutas, es que el movimiento es ritmico pero sin repetición perfecta, poniendo constantemente a prueba el equilibrio del jinete. "Creemos que el movimiento estimula el cerebro, que hay un circuito en ambos sentidos", dice joann Benjamín, fisioterapeuta de la Asociación Norteamericana de Equitación para los Discapacitados, que ha expedido licencias profesionales a cerca de 1.500 hipoterapeutas en Estados Unidos. "Realmente sentimos que logramos un impacto directo sobre el sistema nervioso". He visto a joann Benjamín trabajar con niños con parálisis cerebral y síndrome de Down, y también con adultos afectados por esclerosis múltiple. En este tipo de hipoterapia, el paciente en realidad no maneja el caballo, porque no puede controlarlo. El movimiento rítmico de un caballo especialmente entrenado le transfiere al jinete la coordinación motriz y el equilibrio, mientras a su lado camina un fisioterapeuta profesional que va ajustando la posición y los movimientos del jinete. El objetivo de la terapia de Dolly Dorsey, una paciente de joann, es lograr un buen trote, lo que significa levantarse ligeramente y un poco hacia delante hasta una posición semierguida, manteniéndose al ritmo del caballo a medida que trotan por la pista. Antes de contraer la esclerosis múltiple en 1982, Dolly hacía esto fácilmente en competencias de equitación. Ahora debe coordinar el movimiento de su sólida y fuerte pierna izquierda con el de la derecha, mucho más débil. A través del caballo, también trabaja el equilibrio y la fuerza.

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la sesión de terapia en el centro de equitación terapéutica Ride On en Chatsworth, California, incluía cuarenta minutos a caballo. Dolly usaba un caminador para ir desde su auto hasta Gem, su caballo de silla, cuyos pasos cortos le conferían un andar seguro. Estaba ubicado cerca de una rampa desde la cual ella podía montarse más fácilmente. Tres personas la acompañaban mientras ella daba la vuelta a la pista con Gem o mientras hacía una pausa para trabajar algunos movimientos específicos a la sombra de un árbol: una que llevaba el caballo, otra que caminaba a su lado, pendiente de su seguridad, y Joann, quien así estaba libre para observar y ajustar los estiramientos y movimientos de Dolly para ayudarla a alcanzar su objetivo. Al terminar la sesión, Joann comentó lo mucho que Dolly había mejorado en fuerza y coordinación durante los seis meses que llevaban trabajando juntas. Con una sola sesión, ya arrastraba menos su pierna derecha, como vimos cuando se dirigió confiada en su caminador de vuelta a su auto. A lo largo de cuatro años de hipoterapia y clases de yoga con varios instructores, había aprendido a sentarse más recta, inclinándose cada vez menos hacia la izquierda. A los 66 años, Dolly ya no espera una recuperación total pero está feliz de haber podido detener la degeneración. Pat Parelli enseña en sus seminarios cómo dirigir un caballo no por la fuerza y la intimidación, sino por la presencia. Partes iguales de amor, lenguaje y liderazgo, dice. Este método forma una compañía entre el humano y el caballo que permite, por ejemplo, hacer que un caballo entre a un remolque desde una distancia de quince metros mediante un simple comando de voz, o montar un caballo mientras se entrena a otro a su lado para saltar un obstáculo. A pesar del renombre internacional que ha ganado por su método, el trabajo que le ha dejado la mayor satisfacción personal es el que ha hecho con su propio hijo, Caton. Siendo muy niño, Caton contrajo hidrocefalia, una acumulación de líquido dentro del cráneo que a menudo se llama "agua en el cerebro". Esta acumulación de líquido cerebroespinal causa

Hipoterapia

presión en el cerebro y puede afectar la visión, el equilibrio y la coordinación motriz. La cabeza de Caton comenzó a crecer hasta centímetro y medio al día. A los tres meses, entró en coma y sus padres lo llevaron al hospital infantil en Oakland, California, donde los médicos le instalaron un drenaje en el cerebro. Cuando regresaron a su casa en Colorado unas semanas después, el pronóstico era poco alentador: si Caton vivía, nunca podría caminar o hablar. "Nunca" es una palabra retadora para Pat Parelli, un fornido vaquero de más de 1,90 metros de estatura y bigote estilo Dalí. "Me dije: '¿Ah, sí? Veremos qué es lo que hace falta. Sólo se necesita más amor, más lenguaje, más liderazgo"', recuerda Pat. El primer reto era mejorar la coordinación motriz y fortalecer las extremidades inferiores de Caton. Desde los seis meses, Pat lo montaba a caballo por la finca llevándolo entre él y la cabeza de la silla. Una vez que el niño pudo sentarse erguido, Pat lo montó amarrado en Sparky, el mejor de sus caballos. Sparky estaba tan sintonizado con las órdenes de Pat que con sólo llamarlo desde el otro lado del corral, el caballo paraba en seco. Parelli pensó que esta seguridad era indispensable para el siguiente paso de Caton hacia la autonomía. "Cada vez que pones a un niño sobre un caballo, estás apostando tu vida a que esto funciona", dice Parelli. Pat observaba a Caton con cuidado y veía en su rostro el deseo de que el caballo se moviera hacia delante, pero Sparky no entendía el mensaje. "Su corazón sentía el deseo, pero su cuerpo no comunicaba el mensaje", dijo Pat. "Un día, a los diez años, se le iluminó la mente. Caton supo que tendría que hacer que algo sucediera en la parte inferior de su cuerpo para que el caballo echara a andar". Y empezó a hacer un esfuerzo para que la mitad inferior de su cuerpo reflejara sus intenciones, apretando las piernas alrededor del cuerpo del caballo e inclinando el peso en la dirección en que deseaba moverse. Una vez que logró hacer esto con el caballo, todo el cuerpo de Caton empezó a moverse de un modo diferente. "Su mente y su cuerpo empezaron a trabajar juntos", dice Parelli. "Entendió que podía controlar su mundo".

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Después de ese momento de iluminación, las habilidades de Caton como jinete empezaron a mejorar dramáticamente. "Pasó de montar amarrado a la silla a montar como el viento", dijo Pat. Antes de estos progresos en la silla, Caton se demoraba diez minutos caminando sesenta metros porque arrastraba los pies y se caía varias veces. Cuando pudo controlar mejor sus músculos, empezó a recorrer la misma distancia en un minuto. Diez veces más rápido. Es casi la velocidad de la luz. Pat descubrió que no sólo su amor, el lenguaje y el liderazgo estaban ayudando a Caton, sino también que el tiempo que pasaba con el caballo era tiempo de juego. A pesar de su aspecto de rudo vaquero, el caballo le enseñó a Pat que necesitaba ser más alegre. "Todos aprendemos más rápido a través del juego, de la diversión", dice Pat. "Lo que descubrí con Caton es que la clave para sus logros era dejarlo divertirse". Además del trabajo con el caballo, Pat también trabajó con Caton en un gimnasio mental. Hacían sumas y restas con caramelos pequeños. Si Caton daba la respuesta acertada, Pat lo dejaba comerse el caramelo. También hacía juegos con transposiciones de palabras. "En lugar de decirle: 'Busca la bolsa de comida para perros', le decía: 'Busca la bolsa de perros para comida', o le pedía que me pasara la taza anaranjada mientras le señalaba una taza blanca", cuenta Pat. "Caton me miraba como si yo fuera un tonto. Era hermoso verlo hacer muecas. Significaba que había entendido". Este espíritu de juego no sólo ayudó a Caton, sino también a Pat a ser mejor profesor. A medida que aumentaron la confianza y la habilidad de Caton, Pat comenzó a dejarlo ayudar a acorralar el ganado e incluso hizo que se presentara en ferias y seminarios ecuestres para hacer una demostración de las técnicas de Pat en la enseñanza de la equitación. Hace poco Caton obtuvo su grado de bachiller, un logro sorprendente para una persona que, según los pronósticos, nunca aprendería a caminar ni a hablar. Ahora participa muy feliz en cabalgatas para conseguir fondos para la Asociación Norteamericana de Equi-

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tación para los Discapacitados, pero no se considera a sí mismo inválido. Pat no es un hipoterapeuta profesional, pero entendió el increíble poder del vínculo afectivo entre los humanos y los caballos. "Son pocos los animales que logran someternos a su poder. Con los caballos, nos entregamos a su estado mental y emocional", dice Pat. "Ninguna persona, ningún médico hubiera podido darle a Caton un apoyo mayor que ése". Lisa Greer también supo que su hijo Nathaniel necesitaba otro tipo de apoyo. Nació tan pequeño que le decían "el pequeño cacahuete" y no crecía a un ritmo normal. A los cinco meses y medio pesaba tan sólo 3,6 kilos y no parecía asimilar bien el alimento. Nathaniel vomitaba hasta veinte veces en un día y el pediatra decía que todo se arreglaría con el tiempo. Pero no fue así y Lisa persistió. Lo llevó a consulta con un gastroenterólogo. Éste le implantó material radioactivo en el tracto gastrointestinal y las radiografías revelaron un defecto congénito. La mitad de su estómago estaba en el tórax, justo debajo del esófago. Por no haber comido adecuadamente durante varios meses su estómago se había atrofiado y, según los exámenes, había girado 180 grados, lo que comprometía la irrigación sanguínea y aumentaba la posibilidad de gangrena. El especialista operó de urgencia a Nathaniel para poner el estómago en su lugar. Por un tiempo pareció haberse curado, pero a las tres semanas tuvieron que llevarlo de nuevo al hospital. El tejido cicatricial de la primera operación le estaba obstruyendo el intestino. "Siempre pasaba algo nuevo", dice Lisa al recordar esos días difíciles. En total, Nathaniel fue sometido a tres operaciones y seis hospitalizaciones antes de cumplir su primer año y medio de edad. justo cuando Lisa y su esposo, David Blumberg, empezaban a perder la esperanza, un especialista en el manejo del dolor, de la Universidad de California oen Los Ángeles, sugirió nortriptilina, una droga comúnmente usada como antidepresivo tricíclico para adultos. Fue una idea genial. De repente, el sistema nervioso de Nathaniel se

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estabilizó y su estómago se relajó. A la semama de estar tomándola, se sentó por sí solo y comenzó a gatear. Finalmente, después de dos años traumáticos de entradas y salidas del hospital, el estado de salud de Nathaniel fue manejable. Lisa y David lo ayudaron entonces a aprender todas las cosas que no había podido hacer por haber estado enfermo. Podía gatear y levantarse algo tembloroso, pero no lograba caminar. Aunque estaba atrasado en el desarrollo del lenguaje, Lisa y David veían en el brillo de sus ojos que él entendía mucho más de lo que podía expresar. Lisa llevó a Nathaniel al Ride On, con la esperanza de que los caballos lo ayudarían más allá de la sola estimulación de su sistema nervioso. "Las cirugías le habían dejado fuertes impresiones de dolor y muchos traumas. Yo esperaba que las imágenes, sonidos y texturas de las caballerizas le ayudarían a mitigar un poco ese impacto emocional", dice Lisa. Además, también quería enseñarle algunos modales. "Médicamente frágiles, los niños con retraso en su desarrollo se vuelven más dependientes de los adultos", dijo Lisa. "Pueden volverse mandones y tiránicos, un poco autoritarios hacia ellos, como resultado de estar siendo siempre atendidos. Quise que él se relacionara con los animales, que desarrollara empatía con ellos". Al comienzo, Nathaniel no quiso cooperar. En la primera sesión se aferró a los hombros de Lisa y joann tuvo dificultad para separarlo. Lisa se avergonzó, pero joann la animó a tener paciencia. Había notado que a Nathanielle llamaba la atención ver a los caballos comiendo y defecando, dos funciones biológicas básicas que él no podía realizar. Por eso, consiguió un permiso especial de la administración para que Nathaniel pudiera alimentar a los caballos con zanahorias. Los alimentó semanalmente por tres meses, afianzándose y adaptándose poco a poco, hasta que empezó a imitarlos. El primer bocado de comida que Nathaniel se llevó a la boca fue una zanahoria sucia de la comida de los caballos. "Me aterraba pensar en la cantidad de gérmenes que tendría esa zanahoria", dice Lisa. "Pero me sobrepuse al verlo comer por sí solo".

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Cinco meses después, Nathaniel estuvo listo para cabalgar, encajando su cabecita en el casco de la talla más pequeña. Su reacción fue nada menos que un milagro. "Empezó a ser más expresivo en su lenguaje, más atento a las llamadas y mucho más locuaz", dijo Lisa. En teoría, una de las razones de que cabalgar sea terapéutico para las p.ersonas con dificultades de habla y lenguaje radica en la forma única en que el caballo estimula todo el sistema nervioso. "La terapia del lenguaje trabaja a nivel de la boca y el cerebro, sin conexión con el resto del cuerpo", dice Ruth Dismuke-Blakely, una terapeuta del lenguaje de Nuevo México que ha utilizado la hipoterapia con sus pacientes desde 1981. "El habla y el lenguaje dependen de la integridad de todos los demás sistemas. El caballo tiene un sistema neurológico altamente organizado. Un caballo de media tonelada usa una diminuta contracción de una parte específica de su piel para espantar una mosca. En la terapia, es como si él pusiera su ordenado sistema al servicio de un sistema desordenado". La terapeuta del lenguaje de Nathaniel, joann Schumacher, que vive muy cerca de Ride On, decidió observarlo cabalgar. Quedó tan impresionada por la receptividad del niño que decidió efectuar sus sesiones de terapia en las caballerizas. Los terapeutas del lenguaje involucran cada vez más a sus pacientes en actividades de la vida real durante sus sesiones porque han descubierto que aprenden más rápidamente en la acción que tratando de reproducir algún sonido al azar. La hipoterapia se adapta bien dentro de esta tendencia terapéutica de vida diaria y, según dijo Dismuke-Blakely, está . aprobada por la Asociación de Fonoaudiología de los Estados Unidos. joann Schurnacher, la terapeuta del lenguaje, llega una hora antes de la sesión que Nathaniel tiene con joann Benjamín. Camina con él alrededor de los establos, hablando sobre los perros, los gatos y, por supuesto, sobre el popó. Recogen naranjas y admiran las flores. Una vez que Nathaniel se monta, joann Schumacher camina a su lado trabajando en su habla, mientras joann Benjamín trabaja en su cuerpo.

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Lisa admite que tal vez la hipoterapia no es la razón principal de que su hijo esté aprendiendo a hablar a un ritmo tan rápido, porque "el mundo de la terapia se ha volcado sobre mi pequeño hijo". Ella redujo su trabajo como defensora pública a tres días a la semana, para así poder supervisar las terapias del pequeño, que incluyen la psicológica, la ocupacional y la física, además del trabajo con la terapeuta del lenguaje y con Joann en Ride On. Cualquiera de éstas, o quizás la combinación de todas ellas, está significando un gran avance para Nathaniel. Nathaniel no puede hacer muchas cosas que otros niños a su edad ya han aprendido a dominar, tales como comer e ir al baño. Él debe permanecer quieto de quince a dieciséis horas diarias mientras es alimentado con un líquido nutriente a través de un tubo conectado a su estómago. Gran parte de esto se hace mientras duerme, pero Lisa admite que el niño ve más televisión de lo que a ella le gustaría. Por eso, dedica largos ratos a pasearlo en su coche por · los centros comerciales de Los Ángeles mientras se alimenta. Usa quiere tener control sobre algunas cosas, antes de que se convierta en un pequeño dictador usando sus rabietas para manipular a los adultos. "Cuando él está sobre el caballo a más de un metro y medio del suelo, los adultos son esenciales para su supervivencia", dice Lisa. "Aunque es el centro de atención, no siempre se sale con la suya. Esperan que sea más cortés cuando pide lo que quiere". Además de la estimulación física con el caballo, Lisa espera crear en Nathaniel un sentido de responsabilidad por sus acciones y actitudes. El caballo simplemente es lo que es, un caballo, y camina rápidamente o con lentitud por la pista, dependiendo de lo que joann quiere que él haga. Las personas vuelcan sus inquietudes sobre el caballo, no importa cuáles sean, y como resultado se sienten muy relajadas. "Para los niños, los caballos ofrecen una experiencia de aventura que requiere de su cooperación", dice Maureen Fredricksen, presidenta de la Asociación para la Salud Mental Asistida por Caballos, una organización cuyos miembros usan los caballos como una herramienta en la psicoterapia.

Hipoterapia

Marilyn Sokoloff, psicoterapeuta con Ph.D. de la Universidad de Florida, utiliza los caballos con este propósito en su programa de terapia de grupo para mujeres, HorseMpower. En la terapia tradicional, el paciente y el terapeuta se sientan y discuten sobre hechos que sucedieron fuera de la sala, mientras que en la terapia asistida por caballos, el hecho ocurre en las caballerizas con el caballo. Marilyn ha encontrado que la naturaleza táctil de la terapia y la escala caballo-humano aceleran muchísimo el proceso. El hecho de tener una experiencia en vivo para interpretar permite superar obstáculos que por años han impedido avanzar. Marilyn y su socia, Memree Stuart, han realizado sesiones de grupo de dos horas semanales en las caballerizas de Memree, en el condado de Marion, Florida, durante dos años. La sesión comienza con una lenta presentación del caballo. En la primera hora, las mujeres, instaladas en sillas que forman un circulo en el centro de las caballerizas, escuchan a los caballos moverse en su corral. A medida que la sesión se torna más emocional, los caballos se acercan a las puertas de los corrales para observar, llamando más la atención del grupo. A las mujeres no se les permite montar los caballos sino varias semanas después de haberse encargado ellas mismas de su cuidado. Al principio permanecen quietas encima de ellos. "Las animamos en lo posible a tener un buen contacto físico con los animales", dijo Marilyn. "Es un período para sensibilizarlas". La dificultad para ejercer poder y control es un problema común en todas las pacientes de Marilyn, que sufren desde depresión, ansiedad y desórdenes alimenticios hasta historias de abuso. "¿Cómo podrías tener control sobre este enorme animal, como no sea maltratándolo para someterlo?", se preguntan. "¿Alguna diferencia respecto a lo que yo conozco?". Una de las pacientes de Marilyn, Amy, había sufrido de abuso sexual. Cuando ingresó en el programa HorseMpower, en febrero, había perdido su trabajo y estaba muy deprimida. Amy llevaba más de un mes cuidando su caballo, llamado Casino, cuando le confesó

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a Marilyn que no confiaba en él. "Debido a su tamaño, puede elegir hacer siempre lo que él quiera", dijo Amy. Marilyn le sugirió imaginar a Casino como la persona que había abusado de ella. Amy lo empujó dudosa, pero Casino no se movió. Cuando puso sus manos sobre el pecho del caballo, logró empujarlo a través del corral. Esto le produjo una sensación de poder. Las otras mujeres se habían reunido frente al corral y la animaban alegremente mientras ella empujaba una y otra vez a Casino. "Ella demostró físicamente dónde quería ponerlo en su vida. Sin abuso, pero lo puso donde ella quería", dijo uno de los expectadores. Para Amy, los minutos que pasó empujando el caballo en el corral fueron un gran adelanto. Un mes más tarde, Amy se sintió mucho mejor para ir a una entrevista de trabajo. Consiguió el empleo y hace poco se trasladó a otra ciudad donde comenzará este nuevo período de su vida. "No es tanto el poder, sino más bien el hecho de ser capaz de ponerme en primer lugar", dijo Amy acerca del efecto del caballo en sus relaciones con los demás. "Creo que preguntarse lo que uno quiere, hablar claramente para conseguirlo y no aceptar respuestas negativas es lo que se requiere para dirigir un caballo y también para dirigir tu vida. Lo que este programa me ha enseñado es a no verme como un observador de mi vida, sino a ser participe de ella". Como bien lo supe desde mis insoportables minutos en la oscura sala de la facultad de veterinaria, esperando a que el caballo de carreras despertara, enfrentarse a un caballo prácticamente destruye todos los miedos. El caballo ofrece una forma de combatir la raíz del miedo y de seguir adelante. En el caso de personas con discapacidades físicas, el caballo les presta todo su poder para que ellas estimulen y ajusten su sistema nervioso. Y en el caso de quienes tienen dificultades para ejercer poder y control, el caballo les permite ver el. problema más claramente. Pat Parelli lo llama amor, lenguaje y liderazgo; Marilyn Sokolofflo llama equilibrio, límites y respiración. De cualquier manera, ambos describen la forma en que este encuentro contribuye a la integración de la mente y el cuerpo; y a que nuestras acciones y decisiones reflejen nuestras verdaderas intenciones.

Terapia asistida por animales: la droga milagrosa y otros animales sanadores

L\ DOCTORA WILLOW, RESIDENTE DE CUARTO AÑO de los Institutos Nacionales

de Salud en Bethesda, Maryland, sale del ascensor en el piso trece del centro clínico y se dirige a la sala de oncología pediátrica para comenzar su ronda semanal. Ella es fina, tiene la nariz afilada, el cabello casi totalmente blanco y los ojos oscuros y brillantes, pero no tiene novio. A pesar de que es inteligente y muy intuitiva, con frecuencia la llaman perra. Al pasar por el puesto de enfermería, todos los que allí se encuentran la miran. Una enfermera incluso le da unas palmaditas en la cabeza. Cuando entra en el cuarto 1301, la doctora Willow se concentra totalmente en su trabajo. Se sienta en la cama al lado del paciente Lucas Sparks, de dieciocho años, y es toda oídos. Escucha tranquilamente sin interrumpir. La doctora Willow es un buen medicamento, de acuerdo. Por la expresión del rostro de Lucas, resulta evidente que él se siente reconfortado por su presencia, como si hubiera tomado una píldora de la felicidad. Antes de salir a visitar al próximo paciente, la doctora Willow pone su cabeza en el regazo de Lucas para que le dé un abrazo. La doctora Willow es una perra whippet de siete años que ha estado impartiendo terapia durante cuatro años en los Institutos Nacionales de Salud con su compañera de equipo, Linda Solano, de la empresa National Capital Therapy Dogs, Inc. Como ellas, hay

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más de cincuenta equipos formados por mascotas y personas que vienen dos veces por semana al primer centro de investigación médica de la nación para ayudar en la rehabilitación de los pacientes con enfermedades muy graves que participan en ensayos clínicos. Los equipos certificados de terapia con mascotas se reúnen en una sala justo al lado de la entrada principal, una hora antes de la hora programada para las visitas. Todos los animales deben ser examinados por un veterinario para verificar que no tengan pulgas o garrapatas, llagas u otras afecciones de la piel, antes de que se les permita ingresar a las salas de pacientes. La persona acompañante también debe asegurar que el perro ha sido bañado en las últimas 24 horas. Una vez terminado el examen del veterinario, un representante del departamento de terapia recreativa indica a los equipos de terapia asistida por animales (TAA) la tarea que les ha sido asignada. Los médicos señalan a qué pacientes, algunos de los cuales permanecen durante meses en el hospital, les gustan los animales, y cuáles aceptarían la visita de un equipo TAA. Los animales son empleados para animar a alguien que está deprimido, disminuir la ansiedad, ayudar a manejar el dolor crónico o ayudar en la fisioterapia. Un equipo puede ser llamado para administrar varias terapias en un mismo día, dependiendo de las necesidades individuales de los pacientes de la sala que le ha sido asignada. Lucas, por ejemplo, ha usado la terapia asistida por animales en cada etapa de su larga batalla contra una oscura enfermedad de la sangre, una deficiencia en la adhesión de leucocitos, enfermedad hereditaria en la cual los glóbulos blancos de la sangre no pueden salir de los vasos sanguíneos para combatir las infecciones en la piel y los tejidos. Cuando llegó por primera vez hace dieciocho meses, Lucas estaba deprimido y retraído. ¿Qué adolescente no lo estaría? Tuvo que abandonar sus estudios para pasar la mayor parte de su año final de bachillerato a muchos kilómetros de sus amigos y de su pueblo natal, Sparta, en Tennessee. El equipo TAA lo visitaba dos veces por semana y lo animaba. Antes de dejar su hogar le acababan

Terapia asistida por animales

de regalar un cachorrito. Por eso, pasar el tiempo con un perro amistoso, cálido y reconfortante fue para él como un apoyo familiar, un pedacito de hogar. Al cabo de una semana, su comunicación con el personal había mejorado. Cuando se iniciaron los tratamientos, el papel de sus amigos caninos cambió. Lucas sentía muchísimo dolor. En lugar del contacto tranquilo y silencioso, empezó a consentir más a los perros. El sistema inmunológico de Lucas estaba afectado por la falta de buenos glóbulos blancos y le llevaba largo tiempo curarse del más leve rasguño. Al mismo tiempo que trataban su química sanguínea, los médicos también querían curarle las llagas que no habían sanado. Le practicaron una serie de injertos de piel en las llagas de las piernas. Para conseguir que los injertos se fijaran, tenía que mejorar la circulación sanguínea. Los animales le ayudaron en eso también. La noche de mi visita, Lucas era el paseador de perros más entusiasta. Estaba dando vueltas alrededor de la sala pediátrica con Willow a su lado. Fui a otro piso para observar otro equipo, y más tarde vi a Lucas correteando con el perro de otra persona. Finalmente, cuando las visitas se terminaron y los equipos TAA regresaron a la sala de recepción, allí estaba Lucas tratando de convencer a alguien de que le prestara un perro para pasearlo. Que lo dejen pasear a uno de esos perros, pensé. Pero, mientras la parte humana del equipo informaba sobre lo que había observado en las sesiones con los pacientes, los perros estaban extenuados, echados a los pies de sus compañeros de equipo. Un par de spaniels King Charles estaban dormidos en un pequeño carro rojo que había sido usado para llevarlos al hospital, como una casa remolque para perros. Uno de ellos incluso roncaba. El que piense que la terapia asistida por animales es una actividad pasiva no ha visto nunca a los animales después de finalizar su trabajo. Mientras los equipos describen cómo actuaron los pacientes con el animal, Rene Stubbs, jefe de terapia recreativa y enfermera, toma extensas notas que luego agrega a la historia del paciente. Los equipos dan opiniones imparciales acerca de si creen que la sesión

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fue eficaz o no, recomiendan si es necesaria otra visita y, si lo es, sugieren lo que se debería hacer en la siguiente visita, tres días después. La seriedad con la cual se realiza la terapia asistida por animales en los Institutos Nacionales de Salud es un signo de su aceptación cada vez mayor como herramienta terapéutica. Aun cuando los animales han sido empleados para calmar a los enfermos desde el siglo noveno, sólo en los últimos veinte años la comunidad médica ha comenzado a incluir encuentros con animales en los planes de tratamiento de personas que tienen sentimientos positivos hacia los animales. La Delta Society, que certifica los equipos de acompañante y mascota, establece una diferencia entre las actividades asistidas por animales (AAA) y la terapia asistida por animales (TAA). En las AAA, un voluntario especialmente entrenado -una amable dama de edad madura con un conejillo en una cesta, por ejemplo- puede llevar su mascota a una escuela o a una institución para pacientes de Alzheimer con el fin de hacer que los residentes interactúen· con ella y sonrían. Por el contrario, la TAA tiene objetivos terapéuticos específicos. . Por ejemplo, en las AAA se envía a un voluntario a los hospitales para que haga una rápida visita semanal con su perro a los pacientes que lo soliciten; en la TAA, un especialista en rehabilitación emplea a un equipo específico por un tiempo determinado para ayudar a manejar el dolor. La TAA también puede tener una meta de terapia física, como ayudar a un paciente a trabajar un tipo de movimiento con una nueva prótesis de brazo, jugando en el corredor del hospital a lanzarle algo al perro para que lo traiga. Para que esas interacciones sean exitosas hay que entrenar a los dos miembros del equipo, es decir al acompañante y a la mascota. Con este fin, la Delta Society estableció estándares de destreza y comportamiento para los equipos TAA en 1990 y comenzó a certificar a aquéllos que fueron aprobados como equipos de acompañante y mascota. En 2001 había más de 450 equipos Delta trabajando en 45 estados y cinco países, con la meta de aumentar el número a

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seis mil equipos en el curso de 2003. Delta tiene una lista de espera de cien instituciones que quieren abrir sus puertas a equipos de acompañante y mascota, pero aún no hay suficientes equipos calificados para satisfacer la demanda. Charlie Brugnola, un antiguo oficial de policía de la unidad canina, a la que renunció después de 22 años para entrenar perros, evalúa los equipos propuestos para TAA. Su compañía en el Apple Valley de California se llama Good Dog [Buen Perro]. Dice en broma que "saca a las mascotas del infierno" y las convierte en ángeles. Su larga experiencia con perros le ha enseñado a reconocer un ángel cuando lo ve, y esto fue ciertamente lo que pensó la primera vez que vio a Sweetheart. Sweetheart es una perrita callejera, alegre y tierna, que fue quemada por dos adolescentes en 1999. Los brutos la regaron con gasolina y le prendieron fuego con un encendedor. Una pareja que estaba comiendo en un restaurante cercano vio las llamas. Rápidamente envolvieron la perrita en una chaqueta y fueron a buscar un veterinario que la tratara gratis. Sweetheart tenía quemaduras de tercer grado en la mayor parte de la mitad inferior de su cuerpo. Cuando el doctor Rick Mori se enteró de cómo la perrita había sido quemada, le costó mucho trabajo contener la ira, pero después miró a Sweetheart. "Ella movía la colita y no se quejaba, aunque sabíamos que su dolor debía de ser terrible", dijo el doctor Morí. "Expresaba muchos sentimientos con sus ojos, pero el principal era 'salgamos de esto'". El doctor Morí le cortó el pelo chamuscado y le puso antibióticos fuertes por vía intravenosa para combatir la probable infección que la amenazaba. Le limpió y le vendó las heridas con un material especial para mantener la piel húmeda. Luego ofreció mil dólares de recompensa por la captura de los dos adolescentes. Cuando se comentó lo que le había ocurrido a Sweetheart, la comunidad se puso en acción de inmediato. Su historia se publicó en los periódicos, la radio y la televisión. La gente pasaba por la clínica para contribuir con su rehabilitación. Al final, las donaciones

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llegaron a nueve mil dólares y la lista de gente que quería adoptarla llegaba casi a cien. El doctor Morí contrató a un veterinario de Nueva York especialista en piel para que le hiciera un injerto a Sweetheart. Tomaron tiras de piel de quince por siete centímetros de los lados del cuello de Sweetheart y las pasaron por una máquina especial. La máquina maceró la piel para adelgazarla y formar una cinta más delgada y más ancha que cubrió un espacio mayor que la zona quemada. Bárbara Réyez es casi tan responsable como Rick Morí de la supervivencia de Sweetheart. Cuando leyó la historia en el periódico, se puso en marcha de inmediato hacia la clínica para pedir que se la dejaran adoptar. Cuando el personal de la clínica le informó acerca de la lista que ya tenían, ella ofreció sus servicios de todas maneras. Bárbara es terapeuta ocupacional. Ofreció ir a la clínica con Lauren, su hija de doce años, para atender a Sweetheart. Así pues, cada día después del trabajo, durante dos meses, Bárbara y Lauren se sentaban con Sweetheart y la reconfortaban mientras tomaba su baño de la tarde en la piscina de hidromasajes para estimular el crecimiento de la nueva piel, y luego le ponían crema humectante. La devoción de Bárbara por Sweetheart le ayudaba en parte a curar sus propias heridas. Hacía tres años, estando de vacaciones en México con Lauren, la mitad inferior de su cuerpo se quemó en la explosión de un tanque de gas propano. Bárbara estaba con una depresión profunda por su propio cuerpo quemado cuando se presentó en el hospital veterinario. Nunca se había acostumbrado a la forma en que se veían las quemaduras y aún tenía mucho dolor. Ella se describía como "en la olla de la autocompasión" y sentía que sus plegarias no obtenían respuesta. Se mantenía preguntando a Dios por qué le había ocurrido eso. "Si todo sucede por una razón, muéstrame un signo de cuál es la razón para esto", decía.' Cuando vio a Sweetheart en el periódico, ése fue para Bárbara el signo de "ve allí". El doctor Morí y el personal del hospital quedaron tan conmovidos con la historia de Bárbara y con la compasión y constancia con que cuidaba a Sweetheart, que decidieron dársela en adopción.

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Sweetheart fue instalada sobre tres cojines de terciopelo para el viaje a casa: uno en la cabeza, otro en las piernas y uno pequeño para evitar que sus delicadas piernas se rozaran entre sí. Bárbara encontró que su tiempo con Sweetheart le producía un mejor efecto que los antidepresivos. Cuando le daba masaje en las piernas a Sweetheart, sus propias piernas vibraban de energía. "Es posible vivir una tragedia y superarla", dice Bárbara acerca de la lección que ha aprendido de su perra. "Sweetheart no guarda rencor ni siente lástima por sí misma". Aquí es cuando Charlie Brugnola aparece. Bárbara quería que Sweetheart fuera la mascota de un equipo de terapia, pensando que si había tenido ese efecto restaurador en ella, era su deber esparcir ese don hacia otros. Llamó a Charlie, quien era el único evaluador licenciado en la zona. Él también se había horrorizado con la historia de Sweetheart y se había preguntado qué habría sido de esa perrita. Estaba encantado de tener la oportunidad de conocerla. Charlie no exagera cuando dice: "No se puede sino amar a Sweetheart". Quien la mira directamente a los ojos no puede menos que recibir la esperanza y el afecto que irradia su dulce mirada. Contemplándola más de lejos se ve lo desfigurada que está. Tiene una tira de pelo a lo largo de la columna vertebral, desde la cola hasta la mitad del cuerpo, donde comienza de nuevo el pelo. La piel quemada quedó brillante y rosada, suave e insensible al tacto. El otro signo del trauma que soportó está en la oreja izquierda, que le quedó destrozada por las chispas del fuego. Con solo verla, Charlie se enamoró de ella. Sin embargo, a pesar de su alegría y todo su afecto, Sweetheart era inmanejable. No conocía las órdenes básicas de obediencia, un requisito indispensable para ser mascota acompañante de un equipo TAA. Pero eso era un obstáculo pequeño desde el punto de vista de Charlie, quien se ofreció a entrenarla gratis. Por sus más de diez años de experiencia en TAA con su perra pastor alemán, Molly, él sabía lo poderosas que podrían ser Sweetheart y Bárbara trabajando con pacientes quemados.

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Al mismo tiempo que le enseñaba las reglas básicas de obediencia, Charlie trabajó en el aspecto emocional, ayudándole a Sweetheart a mitigar el impacto que habían dejado en ella los inenarrables horrores que había vivido. Recorrieron el vecindario donde ella había sido quemada y, usando su entrenamiento como policía, Charlie le preguntaba a todos los que encontraban si sabían algo acerca de los dos muchachos, pero hacía bastante tiempo de eso y el rastro era vago. En casa, le daba masajes cerca de un fuego crepitante. Cuando Sweetheart se sintió más tranquila con esto, Charlie ocasionalmente accionaba un encendedor cerca de su cabeza; esto la hacía estremecerse y salir corriendo. Y, aunque parezca cruel, lo más efectivo fue hacerla lamer un encendedor cubierto con queso fundido. Sweetheart ostenta ahora la certificación Delta como el perro de un equipo de acompañante y mascota para TAA y trabaja en el Arrowhead Hospital. A Charlie le gusta llevarla a las unidades de quemados, especialmente para visitar a quienes van a recibir injertos de piel. Recuerda que hace poco visitaron a un joven ansioso y retraído que, por acercarse mucho a una hoguera, se incendió la ropa y sufrió graves quemaduras en la espalda. Charlie le contó la historia de Sweetheart y el muchacho, derramando algunas lágrimas, contó la suya. Estiró la mano para acariciar a Sweetheart y, cuando se detuvo sobre la piel rosada y brillante, Charlie explicó que ésa era la zona donde se había hecho el injerto de piel. El joven la observó detenidamente por un rato y luego dijo: "Es suave y cálida, no se ve muy mal". No habían pasado más de cinco minutos cuando vino la enfermera a decirle que estaban listos para la cirugía. "Le dio mucha fuerza", dijo Charlie sobre la sesión. "Sweetheart le quitó el miedo a lo desconocido". Cuando el joven fue llevado en la camilla, sus palabras fueron: "Si esa perrita pudo superarlo, yo también puedo". Como buen evaluador, Charlie también es descubridor de talentos. Cuando un equipo pasa el examen, los evaluadores escriben una recomendación que indica qué tipo de instituciones son más ade-

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cuadas para él. Si se trata de un border collie muy juguetón, por ejemplo, él lo recomendaría para trabajar en un albergue para mujeres maltratadas. Su fogosa energía puede espantar las depresiones y los niños van a estar encantados con la aptitud del animal para los trucos. En cambio, un gato impasible sería recomendado para cumplir sus labores con gente mayor. Pero hasta el más hábil evaluador se rascaría la cabeza con sólo echar una mirada a Lucky, el gato de Donna Francis. Lucky es el más pequeño de la camada que tuvo la vieja gata de los padres de Donna Francis a sus dieciséis años. Nació de un tamaño que era la mitad del de los otros de la camada. Se aferró a la vida a pesar de que el lado izquierdo de su cara no se desarrolló apropiadamente. Tenía solamente un ojo, paladar hendido y un tocón de colita. Donna temía también que tuviera daño cerebral porque su manera de andar era como los tropezones de un ebrio. Donna lo llevó a su apartamento, donde lo crio con la diestra asistencia de su caniche miniatura, que decidió que ella era la madre adoptiva de Lucky y lo mimaba todo el tiempo. Después de alimentarlo con biberón, Lucky ganó peso rápidamente y con sus siete kilos llegó a pesar más que los demás habitantes de la casa excepto Donna. A pesar de su aspecto de pirata camorrista, Lucky parece creerse la criatura más bella e inteligente del mundo. ¡Ah, si todos pudiéramos tener el aplomo de Lucky! Lucky y Donna son un equipo de acompañante y mascota. Donna lo lleva una vez por semana a la escuela elemental de Fairview en Sherman, Texas, donde ella enseña a niños sordos. Es un glotón emocional y le encanta ser el centro de atención, de suerte que se queja ruidosamente hasta que no lo hayan saludado en debida forma todos los niños. Cuando todos están sentados a la mesa, él toma su sitio que es exactamente en el centro. Se acuesta boca arriba y espera a que todos los niños lo consientan. De pronto, Lucky decide que ya han tenido suficiente aprendizaje y se acuesta encima de los trabajos de los niños. Se deja caer pesadamente sobre los papeles, levanta la cabeza y mira indignado

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hasta cuando todas las manos se han estirado para acariciarlo. Lucky ronronea tan fuerte que vibra, lo cual es fantástico para estos niños. Antes de que conocieran el signo para el ronroneo, ellos manifestaban que Lucky estaba "sacudiéndose". Donna cree que la lección que Lucky ejemplifica a los niños es que se puede tener confianza y alta autoestima sin importar la forma que se tenga. Lucky necesita el amor de los niños, y no es nada tímido para solicitarlo. "Ellos ven que él es diferente pero que, aun así, se siente muy bien. Es un gato muy exitoso", dice Donna. Lucky también hace TAA en el centro de rehabilitación Reba McEntire, donde entrega un mensaje completamente diferente. tis personas que están ansiosas y con dolor son atraídas por su fuerte ronroneo y su necesidad de afecto. Donna cree que el valor terapéutiee-está-enio-mucho que Lucky aprecia lo. que esas personas pueden darle. Los pacientes son pasivos y retraídos, pero Lucky los necesita pues tienen el poder de hacerlo feliz. Además, Lucky también es un símbolo. Los pacientes van en sus sillas de ruedas sólo para ver las características faciales únicas de Lucky. Donna recuerda a una mujer que se disgustó porque Lucky no se detuvo cerca de ella. Se bajó de la cama, se subió a la silla de ruedas y recorrió el centro de rehabilitación hasta que lo encontró. Una vez que lo tuvo enfrente, lo observó largamente y dijo: "¡Dios mío, es peor que nosotros!" El mismo gato deja un mensaje completamente opuesto en dos poblaciones diferentes. Para los niños, el mensaje en la actividad asistida por animales es: la vida puede ser mejor. Para los adultos, el mensaje en la terapia asistida por animales es: la vida puede ser peor. No todos los animales tienen un efecto curativo en todas las personas, por lo cual algunos programas ofrecen muchas posibilidades de elección. Si bien los perros son mayoría entre los equipos de acompañante y mascota (aproximadamente el 80 por ciento), todos los animales domésticos pueden ser considerados para ingresar en el programa. Por lo general hay perros, gatos, conejos, caballos, pollos, burros, llamas, pájaros y cerditos barrigones.

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He venido describiendo escenas en las cuales los animales son un estímulo para la recuperación, y ciertamente éste es un componente enorme de su utilidad en los hospitales. Además, y como un alivio y liberación de todas las intromisiones en la vida privada, los animales se convierten para los pacientes en algo que subvierte la disciplina de los hospitales y los imperativos médicos. Durante la sesión con el animal, el tiempo se detiene y se rige por reglas distintas. En realidad no son reglas, sino caprichos y antojos, un trato secreto, un lametón pícaro, el escape táctil de acariciar una piel peluda y suave y de mirar unos ojos amorosos. En tiempos de trauma, las mascotas también pueden mostrar a los pacientes que la vida volverá a ser mejor, como lo hicieron con los estudiantes sobrevivientes de la escuela Columbine. El cambio de actitud producido por ese breve encuentro -usualmente no mayor de cinco minutos- puede ser tan poderoso que todos los acompañantes de equipos TAA con los cuales he hablado han visto cómo su animal es el catalizador para que alguien que no ha dicho una palabra en semanas o incluso en meses comience a hablar. Del mismo modo, los animales en los hospitales también pueden ser muy importantes cuando es tiempo de guardar silencio. Cherilyn Frie tiene dos perras de terapia, sus spaniels bretonas Belle y Teigh. Teigh es muy activa y vivaz. Si una persona necesita un estímulo, Teigh sabe cómo hacerlo, incluso hasta el punto de ponerle las patas alrededor del cuello. Pero si el trabajo se desarrolla en el hospicio para moribundos, Cherilyn lleva a Belle, que es estoica y calmada. Con frecuencia, la sesión de terapia comienza en el momento en que Belle y Cherilyn entran en un cuarto donde alguien está muriendo. La sola llegada de Belle les permite a los seres queridos liberar emociones que habían estado guardando en su interior. "Por alguna razón, ella les permite expresar su aflicción", dice Cherilyn. "Los trae a la realidad, al momento presente y así pueden hablar y recordar". Por lo general, todos los miembros de la familia quieren abrazar a Belle. Algunas veces, toman la mano de la persona que

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está muriendo y la dirigen hacia Belle, sobre todo cuando esa persona tuvo una mascota a la cual quiso mucho. Hubo un caso dramático con una familia budista. Todos sabían que la hora de la madre estaba cerca y la estaban velando en silencio en su cuarto, muy consternados porque la mujer tan sólo tenía cincuenta aftas. La hija estuvo de acuerdo en que Cherilyn los visitara con Belle, pues la madre había tenido perros toda la vida. Cherilyn estaba en cuclillas consintiendo a Belle mientras hablaba con la familia, cuando de pronto Belle se paró en las patas traseras, olisqueando y aspirando como si hubiera escuchado un silbido silencioso. Se deslizó hacia la cama de la enferma y trató de subirse, respondiendo a algo que nadie más veía o escuchaba. "No sé qué está haciendo", dijo Cherilyn a la familia, "nunca lo había hecho antes; creo que la madre está muy cerca de morir". La hija estalló en lágrimas. Los demás miembros de la familia también comenzaron a llorar y todos se abrazaron. Se reunieron alrededor de la cama de la mujer, abrazándola y despidiéndose. Cherilyn decidió sacar a Belle del cuarto. Su agitación no ayudaba para nada, pensó, y la familia necesitaba tiempo para estar sola. Normalmente, después de un turno de dos horas Belle llega exhausta al auto. Esta vez, Cherilyn tuvo muchos problemas para controlarla. Belle se escapó. Las puertas se abrieron cuando alguien salió y Belle entró corriendo, directamente hacia el cuarto de la mujer que estaba muriendo. Con gran esfuerzo Cherilyn la llevó de regreso al auto. Diez minutos después se enteró de que la mujer acababa de morir. La extrafta conducta de Belle había llevado a la familia a vivir el momento presente y a afrontar lo que estaba ocurriendo cuando estaba ocurriendo, en lugar de estar allí, como habían estado, atrapados tras un muro de emociones. Más tarde, la hija y el hijo menor buscaron a Cherilyn para agradecerle. "Es maravilloso lo que ustedes hacen por los moribundos y sus familias", dijo la hija. La medicina moderna tiene la capacidad de prolongar la agonía y frecuentemente enfrentamos nuestra muerte no rodeados de las

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caras familiares del médico en quien confiamos y de nuestra familia, nuestros amigos y nuestras mascotas, sino en un ambiente extrafto: un hospital urbano altamente tecnificado, diseñ.ado para prolongar la vida. Las mascotas, incluso las de otros, tienen la habilidad de ayudamos a morir. Según Cherilyn, esto se debe a que, en esas situaciones cargadas emocionalmente, los animales hablan el lenguaje del alma. "Tienen inocencia, ninguna razón o pensamiento cognitivo nubla su percepción", dice. "Son totalmente conscientes de lo físico, sienten lo que está ocurriendo. Pueden olerlo, pueden sentirlo". Cuando alguien está muy enfermo o muriendo, sentir emoción es algo que muchos de nosotros tiene miedo de hacer. Si comenzamos a sentir tristeza o pesar, ¿cómo podemos controlarlo? En esas situaciones, el animal se convierte en nuestro modelo de cómo experimentar la sobrecogedora magnitud de lo que está ocurriendo, estando presentes, fuertes y sin miedo. Los animales nos enseftan, con el ejemplo, no a controlar o suprimir nuestras emociones, sino a experimentarlas totalmente y dejarlas pasar. Verdaderamente, ésta es una terapia para reafirmar la vida.

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Animales de servicio

Animales de servtcto: ¿Qué haría sin mis amigos?

Dos VECES AL MES, CAROL KING SE REÚNE con SUS amigos del club de ejercicios Poway en Oceanside, California, para ~jercitar a sus animales de servicio. Los perros juegan libremente durante una media hora y luego sus compañeros humanos les hacen practicar el recorrido de agilidad. Escalan un pequeño marco en A, corren sobre un balancín y sobre mallas y hacen otras pruebas diseñadas para mantener su fortaleza, resistencia y agilidad y así poder ayudar mejor a sus compañeros humanos discapacitados. El ejercicio más difícil pa:ta muchos de ellos es el de pasar de peldaño en peldaño por una escalera de casi dos metros que está tirada en el suelo, una maniobra delicada que imita el cruce de una rejilla de alcantarilla. Al terminar los ejercicios, pasan a tomar refrescos a una cafetería cercana. Hace unos años, Carol y su perro de servicio, Bubba, estaban en el restaurante con los demás, cuatro en sillas de ruedas y otros con bastones, cuando una de las clientas protestó por la presencia de los perros, diciendo que Bubba no era un perro guía y no se podía permitir su presencia en el restaurante. De acuerdo, Bubba no es el estereotipo de un animal de servicio, ni Carol encaja en el molde de lo que tradicionalmente se piensa de un discapacitado. Bubba no es un perro de gran tamaño, sino un terrier Yorkshire de apenas tres kilos de peso, tan pequeño que Carol con frecuencia lo carga en una bolsa de tela terciada sobre un hombro. No es el perro que va a sacarla de una situación peligrosa, pero su presencia es vital para que Carol pueda llevar una vida plena

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y productiva. Carol sufre de agorafobia y le da pánico salir sola de su casa. En 1996 consiguió a Bubba y empezó a salir con él a su lado (o bajo su brazo), al comienzo acompañada por un adulto y, unos meses después, sola con Bubba. La administradora del restaurante intentó explicar a la clienta que Bubba sí era un perro de servicio, pero la señora estaba tan furiosa que exigió llamar a la policía. Carol siempre lleva consigo copias de las leyes locales, estatales y federales sobre los discapacitados y sus animales, una tarjeta de la Administración de los Ciudadanos Discapacitados en la que se resume la ley y se da un número de línea de ayuda gratuita, y una nota en la cual su médico certifica que Carol necesita a Bubba por razones de salud. Mostró estos documentos a los cuatro oficiales de la policía que acudieron al lugar, quienes le explicaron a la airada dama que Bubba sí era un perro de servicio autorizado. El psiquiatra de Carol, Bryan Bruns, le prescribió un perro pequeño que la ayudara con su ansiedad y su depresión durante ese período en que ella no podía salir de su casa. "Algunas personas sólo salen acompañadas por sus hijos o su cónyuge", dice el doctor Bruns. "Bubba se convirtió en la zona de seguridad de Carol. Cuando uno enfrenta el miedo una vez y sobrevive, y lo enfrenta otra vez y sobrevive, el miedo comienza a disminuir hasta que pierde significado. Ésta ha sido la ayuda que Bubba le ha dado a Carol". Hay dos elementos en el manejo de la depresión: el aspecto biológico y el psicológico, dice Bernard Vittone, presidente del Centro Nacional para el Tratamiento de las Fobias, la Ansiedad y la Depresión. Las mascotas ayudan a mejorar la autoestima y el autocontrol del paciente, a combatir la desmoralización, y contribuyen a crear nuevos y mejores hábitos. Se han dado muchos casos exitosos en que la combinación de terapia, medicamentos y mascotas -un enfoque del tipo "mascotas y Prozac"- ha convertido la depresión en exuberancia. Los agorafóbicos a veces contratan a alguna persona que les dé la misma seguridad que Bubba le da a Carol. Pero estas personas tienen su trabajo y su propia vida y es muy difícil para ellas estar

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disponibles de manera constante. "Las mascotas, en cambio, siempre están ahí y nunca se quejan", dice el doctor Vittone. Sue Shapiro, psicóloga de Nueva York, tiene varios pacientes que usan animales de servicio para sus discapacidades invisibles y ha visto que el hecho de proyectar la incomodidad en una mascota hace que las personas con trastornos de pánico se sientan mejor. Es lo que sucede cuando una persona tímida alza a un bebé y, de repente, se siente bien. Esta "identificación proyectiva" les permite hablar sobre su incomodidad y concentrarse en la manera de tratarla con éxito, y así, por extensión, se están haciendo a si mismas un tratamiento. Hoy en día, Carol viaja por todo el país para hablar sobre Bubba y los perros de servicio psiquiátrico y es miembro de varias comisiones locales sobre los derechos de acceso de los discapacitados. Ha tenido enfrentamientos con varios establecimientos que no están de acuerdo con las reglamentaciones de la Administración de los Ciudadanos Discapacitados. "¿Qué es esto? ¿Un signo de recuperación?", se pregunta. Se tiene la idea generalizada de que los perros qu!! trabajan con discapacitados son perros robustos, labradores o golden retrievers que guían a los ciegos para que puedan cruzar las calles. Esta idea está tan arraigada, dice Ed Eames, presidente de la Asociación Internacional de Perros de Servicio, que a veces en los restaurantes les dan menús en braille a los sordos que llegan con sus guías animales. Pero sólo el 3 por ciento de los discapacitados de Estados Unidos son ciegos, de modo que los animales de servicio pueden trabajar en muchos otros campos. Por ejemplo, más de diez millones de estadounidenses sufren del trastorno de ansiedad social, que se caracteriza por un miedo intenso de ser escudriñado y humillado por otros. Es el más común de los trastornos de ansiedad y constituye el tercer problema psiquiátrico después de la depresión y el alcoholismo. Por fortuna, estas fobias sociales pueden ser tratadas con medicamentos, psicoterapia y mascotas.

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Un maníaco-depresivo no se ve diferente, ni siquiera en su fase maníaca. joan Esnayra, Ph.D., genetista de National Academies, antes Academia Nacional de Ciencia, ha sufrido de depresión toda la vida. Sus padres tuvieron ambos enfermedades mentales: su padre sufría de trastorno de estrés postraumático y su madre era bipolar. Durante su infancia fue víctima de abuso sexual, pero logró salir adelante refugiándose en el estudio y el deporte. Sin embargo, de vez en cuando se sume en la depresión. Hace unos años tuvo un episodio de depresión severa durante el cual era incapaz de salir de su casa y oscilaba entre la depresión profunda, la manía fuerte y la rabia. En esa época empezó a buscar un ridgeback rodesiano que la acompañara, porque había estado muy cerca de un perro de esa raza durante una época difícil de su infancia. De una camada de ocho cachorros, joan escogió uno muy tranquilo que se quedó dormido en su regazo (los otros siete no paraban de saltar y abalanzarse sobre su cara). Lo llamó Wasabe en recuerdo de la vez que su novio la convenció de probar el sushi, que a ella le producía mucho disgusto. Lo probó, le gustó y, en el mejor estilo bipolar, quedó obsesionada con el wasabe, ese picantísimo condimento verde que acompaña el sushi. Con su ridgeback quería intentar algo de lo que no estaba muy segura, por eso lo llamó Wasabe: tal vez terminaría gustándole. Durante el mes siguiente, joan empezó a notar que mientras ella trabajaba durante horas en el computador, Wasabe le golpeaba el brazo varias veces con el hocico. Ella se desesperaba y le gritaba que no lo hiciera más. De pronto se dio cuenta de que Wasabe sólo lo hacía cuando ella se obsesionaba con el computador en un estado maníaco. Era la advertencia de que un episodio maníaco estaba por comenzar. ¿Por qué lo hacía? Buscó en Internet sobre los perros de servicio y encontró información alusiva a aquéllos que alertaban sobre ataques. "Si los perros pueden predecir los ataques", pensó, "Wasabe está en buena compañía". Un problema de la enfermedad psiquiátrica es que afecta la capacidad de la persona para reconocer su estado mental. Si se trata

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de un cáncer o una pierna rota, nadie lo duda. Pero cuando los bipolares entran en estado maníaco, se sienten superiores al resto del mundo, que consideran un lugar muy aburrido y conservador. Si alguien les hace notar su cambio de comportamiento -gastan dinero como locos y pasan días enteros sin comer bien ni dormir-, le dicen que está equivocado. Ellos nunca habían estado mejor. "Nunca les creen a sus amigos y suelen dudar de sus médicos. En cambio, los mensajes de las mascotas son verdad para ellos", dice Mark Smith, psicofarmacólogo e investigador de los Institutos Nacionales de Salud, especializado en trastornos del humor. "Es muy dificil discutir con el perro. Aun en las peores épocas se preserva una función lógica básica, y les resulta muy difícil acusar al perro de estar conspirando contra ellos. El perro es como una visión láser hacia su interior. Me gustaría poder entrenar más perros para que olieran o sintieran esto en sus inicios". Que Wasabe pueda advertirle sobre sus estados maníacos es algo ya conocido, dice joan, pero el servicio que le presta su perro va mucho más allá. Ella y Wasabe pasan el 90 por ciento de su tiempo juntos y la constante presencia de su mascota le ha ayudado .a joan a mantener a raya su depresión y a regresar al mundo. Incluso ha sido un apoyo en momentos en que algún hecho le trae malos recuerdos. Hace poco, joan estaba en un almacén de discos buscando un título especial de música nativa de los Estados Unidos y se encontró con uno de un hombre que la había violado cuando estaba en la universidad. Quedó paralizada y empezó a escuchar un ruido cada vez más fuerte a su alrededor, señal de un ataque de pánico. Se acercó al mostrador con movimientos robóticas y le contó al vendedor lo que ese hombre que aparecía en la carátula le había hecho. Se agachó y comenzó a hablarle a Wasabe, diciendo: "Estamos en 2001, este hombre ya no puede hacerme daño". Si Wasabe no hubiera estado allí, dice, probablemente hubiera terminado hospitalizada. joan y Carol nunca saben qué puede desencadenarles un ataque de pánico. Los estímulos llegan sin avisar y sus defensas son in-

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adecuadas. En el caso de ataques de enfermedades físicas, la ayuda que los animales de servicio pueden prestar es similar e igualmente poderosa. Sonya Worthy dice en broma ser "joven y decrépita". Aunque apenas tiene veintisiete años, ha sufrido problemas graves de salud debido a una diabetes juvenil severa que la dejó ciega. No tiene visión periférica y siempre debe movilizarse colgada a una bomba de insulina para evitar que sobrevenga una crisis. Si puede asistir cumplidamente a sus clases en la Universidad del Sur de lllinois en Carbondale es gracias a Baby, su terrier de seis kilos que la guía por las calles y la espera sentada en su morral mientras está en clase. Si está montando en bicicleta o paseando con sus amigos, Baby resulta el mejor glucómetro que jamás hubiera podido comprar. Cuando van caminando hacia la universidad, Baby es su perra guía, a pesar de su tamaño. Se detiene en las aceras y recuesta su cuerpo contra los tobillos de Sonya para indicarle que debe evitar algún objeto. "Sería bueno que Baby fuera más grande", dice Sonya, "pero así está muy bien, ya me ha salvado la vida más de una vez". En un campamento de verano, hace cuatro años, Sonya tuvo una crisis en la mitad de la noche. Baby fue hasta la cabaña de la jefe del campamento, hizo ruido hasta que la despertó y la llevó al rescate de Sonya, y se. quedó a su lado gimiendo hasta que llegó el médico. Si es en la casa cuando Sonya está por sufrir un ataque diabético, Baby se queda mirándola, se sienta en su regazo y pone su nariz cerca de la boca de Sonya, lo que le indica a Sonya que debe medir su nivel de glucosa y hacer ajustes en su alimentación y en su medicación. El duro trabajo de Baby ha reducido los ataques de Sonya de uno a la semana a uno cada seis meses. Si le da una crisis, Baby corre para avisarle a otra persona o rasca la puerta del apartamento para llamar la atención de los vecinos. Cuando no puede obtener rápidamente ayuda, está entrenada para llamar a urgencias presionando un botón grande en un teléfono especialmente adaptado.

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la persona que adiestró a Baby es Marilyn Pona, de Branson, Missouri, directora de Assistance Dog for Living [Perros de Servicio para la Vida]. Marilyn cree que los perros, prácticamente cualquier raza, pueden ser entrenados para este trabajo si el animal es muy cercano a su dueño y si éste presta atención a la manera especial y única en que el perro da la alerta. El entrenamiento es un proceso largo y comienza pidiéndole al humano que lleve un diario que le permita distinguir entre la actividad normal del animal y la que ella llama "comportamiento de comunicación". "Algunos perros dan la alerta saliéndose de la habitación", dice. "Otros comienzan a morder los pies de su amo y otros se agitan y se vuelven agresivos". Marilyn pasa muchas horas con el humano y con el animal. Cuando el humano sufre un ataque, Marilyn lleva al animal cerca de la boca del humano, incluso le ordena que lama sus labios, pues la teoría dice que, especialmente en los diabéticos, lo que el animal detecta es un cambio en el olor. Cuando el nivel de glucosa en la sangre está alto, el diabético emite un olor dulce y afrutado; cuando baja, emite un olor fuerte a amoníaco. Marilyn cuenta que una vez un perro alertó sobre una baja en el nivel de azúcar cuando su amo estaba bajo la ducha, aetrás de una puerta cerrada. Otra vez, un labrador que estaba entrenado para esperar a su dueña en la recepción del salón de belleza, sintió que algo no estaba bien; se acercó a ella, le alcanzó la cartera y esperó pacientemente .hasta que ella midió su nivel de azúcar y se llevó a la boca uno de los dulces que carga justo para esas ocasiones. Sharon Hermansen, adiestradora de Carolina del Norte, dice que en realidad ella no entrena a los perros, "sólo refuerzo una habilidad que es innata en ellos". Sharon entrenó un perro para Leigh Meyer, quien sufría de epilepsia. En 1995, después de un ataque en el que causó un choque múltiple y perdió la conciencia y la memoria reciente, Leigh quiso encontrar la forma de proteger a sus cuatro niñas pequeñas en ocasiones futuras. Aunque estaba controlada con su medicación, aún sufría ataques varias veces al año. Por esos días oyó hablar de los perros de servicio que alertaban

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sobre los ataques en humanos. Por lo menos, pensó, un perro bien entrenado podría avisarle con el tiempo suficiente para poner a sus niñas fuera de peligro mientras pasaba el ataque. Su búsqueda fue frustrante. Encontró que el perro y el entrenamiento podrían costarle entre diez mil y veinte mil dólares, cifra inalcanzable para ella; que tendría que dejar a su familia entre seis y ocho semanas y, para completar, que no le garantizaban el resultado. "Si fallamos, sólo obtendremos un perro que ama realmente a su dueño", dice Marilyn Pona, señalando que, de todos modos, el porcentaje de éxito es bastante alto. Finalmente, en un almacén de alimentos para mascotas Leigh vio la tarjeta de Sharon, especializada en obediencia y entrenamiento básicos de perros de servicio para discapacitados. la llamó enseguida. En la carnada escogieron a Boris por ser el más despierto, el que les mordía los zapatos y parecía estar pendiente de todo lo que estaba sucediendo. "No es necesario que sea un perro líder. Lo importante es que sean protectores, pero no muy dominantes ni territoriales porque impedirían, por ejemplo, el acceso de los paramédicos en caso de un ataque en un centro comercial". Boris era bullicioso. Se comía la ropa, las medias, los muebles y los controles remotos. "Más de una vez mi esposo estuvo a punto de estrangularlo", dice Leigh. Un día, mientras Leigh estaba en el baño y su esposo james en la cocina, Boris comenzó a gemir y a caminar nerviosamente. james pensó que el cachorrito de tres meses quería salir o jugar, pero de pronto escuchó el ruido de la cabeza de Leigh contra el piso del baño. Leigh había tenido un ataque y Boris lo había presentido, aunque ella estuviera detrás de una puerta en otra habitación. En ese momento, su entrenamiento estaba apenas comenzando. Más tarde aprendió muchas habilidades para poner a salvo a las niñas si a Leigh le daba un ataque. Sharon y Leigh le enseñaron a mantenerlas lejos de la estufa, a cerrar las llaves de la ducha y a quitar el tapón de la tina. Con el tiempo se volvió más insistente al avisar que un ataque estaba por venir. En una ocasión, le hizo quitar a Leigh las

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manos del teclado del computador e hizo rodar la silla por el estudio diez minutos antes del ataque. "Sólo se alborotaba cuando algo estaba por suceder, un ataque o una fuerte migraña", dice Leigh. "Hacia lo que fuera por llamar mi atención. Por lo general, algún comportamiento extraño que no hubiera mostrado desde que era un cachorro". Y ésa era la señal para que Leigh se asegurara de dejar a las niñas en un lugar seguro mientras ella esperaba en su sillón a que pasara el ataque. Desafortunadamente, una de las niñas desarrolló alergia a Boris y tuvieron que dárselo a otra familia. Lo reemplazaron por Lani, un caniche estándar que también mostró grandes dotes. En tres meses aprendió las reglas de obediencia básica. Adquirió las mismas habilidades de Boris. Además, vigilaba a las niñas cuando jugaban en frente de la casa y ladraba con fuerza si alguna de ellas se iba a la calle. Si la familia se separaba en un almacén -unas niñas con Leigh, otras con James-, Lani se ponía nerviosa, sus instintos le decían que debían estar todos juntos. Y cuando Leigh sufría un ataque, se aseguraba de que las niñas estuvieran fuera de peligro y se sentaba sobre el sillón, ayudando a sostener a Leigh para que no se hiciera daño. Como Boris, Lani se ponía insoportable unos diez a veinte minutos antes de un ataque. Un día, Lani empezó a _gemir y a correr entre Darden, la bebé de seis meses, y Leigh. Leigh llegó a tiempo para ver que su bebé había tenido lo que se llama un ataque relámpago, un destello de episodio que recorre al bebé en unos segundos. Inmediatamente después, Darden soltó un grito aterrador que, para Leigh, significaba que la niña estaba sufriendo migraña, como ella misma después de los ataques. Darden fue hospitalizada para someterla a observación. La neuróloga pediatra le hizo un electroencéfalograma y pudo comprobar cómo Lani se puso inquieta unos cinco a diez minutos antes de que la máquina registrara las ondas cerebrales de Darden al tener otro ataque. ¿Cómo se explica esta capacidad de los perros? ¿Huelen algo, notan un cambio de conducta o algo en el campo electromagnético?

Los entrenadores por lo general rechazan la idea del cambio de conducta, porque muchos de los perros detectan los ataques a través de puertas cerradas. Deborah Dalziel, investigadora de la Universidad de Florida, en un estudio financiado por Able Trust, una organización caritativa dedicada a conseguir empleos a los discapacitados, hizo un seguimiento de epilépticos que tenían perros. El 10 por ciento de los perros alertaba a su amo sobre los ataques. Durante éstos, todos los humanos experimentaron las mismas cinco auras (cambios en la percepción sensorial, tales como ver destellos blancos o agudizar el sentido del olfato). Tal vez lo que sienten los perros es un cambio electroquímico provocado por el aura. Antes de que ocurra un ataque, la actividad eléctrica en el cerebro aumenta. Según médicos franceses en informes publicados en The Lancet, siete minutos antes de un ataque epiléptico es evidente el incremento de las cargas eléctricas en el cerebro. Una teoría afirma que los perros sienten estas cargas eléctricas, del mismo modo en que pueden, bajo un cielo azul, detectar una tormeu.ta que se avecina. "Es frecuente que los miembros de la familia sepan cuándo su pariente va a sufrir un ataque. En eso, las madres son las mejorés", dice Bill Bell, director del Centro para la Epilepsia del Centro Médico Bautista de la Universidad de Wake Forest, en Winstom-Salem, Carolina del Norte. "Tal vez los perros son como las madres: no saben cómo saben, sólo saben". ¿De dónde viene este sexto sentido canino? La explicación predominante apunta al extraordinario sentido del olfato de los perros. "Antes de un ataque, en el cerebro se produce alguna actividad anormal", dice en una entrevista al Reader's Digest Steven Schachter, profesor asociado de neurología en la facultad de medicina de Harvard y presidente de la Fundación para la Epilepsia, de la Junta Consultiva Profesional de Estados Unidos. "Es probable que esto, a su vez, produzca sudor o alguna otra secreción poco habitual que un perro pueda percibir por el olfato". El cardiólogo de Mike Lingenfelter, Eugene Henderson, sos-

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pecha que Dakota detecta cambios en la química sanguínea de Mike, los cuales empiezan a producirse horas antes de que tenga un ataque cardíaco. Duane Pickel sigue investigando, con la ayuda del Instituto Smithsonian, cómo su schnauzer George podía detectar los melanomas por el olfato. Sin duda, lo que huelen los perros que detectan ataques diabéticos debe ser horrible, porque hasta los humanos, con nuestro primitivo olfato, podemos sentirlo. Volviendo al comentario de Bill Bell, tal vez la nariz canina simplemente sabe. Larry Myers, de la facultad de veterinaria de la Universidad de Auburn, ha probado las capacidades olfativas de más de tres mil perros. Ha demostrado que la nariz humana, relativamente pequeña, contiene solamente de cinco a quince millones de receptores de aromas, y que sólo una pequeña porción del cerebro interpreta las señales que envían estos receptores. Por el contrario, la nariz del perro tendría hasta 250 millones de receptores. Además de la diferencia en el número de receptores olfativos, los perros pueden detectar algunos olores con una sensibilidad diez millones de veces mayor que la de los humanos. Los resultados que Duane Pickel obtuvo con su schn3J.1zer George están siendo formalizados por Kim Walker y su esposa, Dianne Beidler Walker. jim comparó la agudeza de una nariz con una cámara digital profesional. Para hacer una mejor cámara digital no se requieren mejores receptores, dice, sino una mayor cantidad de ellos. Con el número insignificante de receptores olfativos que tenemos los humanos y la diminuta cantidad de materia gris dedicada al olfato, si mucho podemos oler una colonia barata en un salón, mientras que un perro macho puede oler a una perra en celo en toda la ciudad. Entre el humano y el perro hay un pacto antiguo que se forjó alrededor de las fogatas mediante el contacto físico, como resultado del respeto y la necesidad mutua. El hombre aprendió que los lobos podían ser sus ojos, sus oídos y su nariz, protegiéndolo así de los peligros que lo acechaban y ayudándolo en la cacería. A su vez, los lobos se fueron acostumbrando a que el hombre les diera la

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comida, perdiendo poco a poco su afición por la caza. Hoy, sacamos provecho del extraordinario sentido del olfato canino para detectar desde cadáveres hasta bombas, desde drogas hasta personas desaparecidas. Tomando en conjunto la evidencia y la experiencia, no resulta tan sorprendente que un perro pueda detectar un cáncer o alertar sobre crisis diabéticas o ataques epilépticos. Pero los perros son más que simples mecanismos sensoriales superiores que ayudan a nuestra salud y bienestar. Como dice Harold Krug, el veterinario de Dakota: "Creo que muchos perros tienen la capacidad de alertar sobre un ataque cardíaco, pero muchos te miran y piensan que no vale la pena decírtelon. Es una broma del doctor Krug, pero nos lleva a un aspecto muy interesante de los animales de servicio. Para los perros de servicio psquiátrico, lo más importante es el vínculo afectivo con su amo. Su mayor contribución a sus compañeros humanos es la seguridad de una presencia sin fallas con la que pueden contar en momentos difíciles. Cualquiera de ellos dirá que, como la muerte y los impuestos, los animales de servicio son una de las cosas seguras de la vida. A diferencia de los perros de servicio psiquiátrico, los guías para ciegos deben realizar muchas tareas impresionantes. Por esta razón, en la organización más antigua de perros de servicio, Guide Dogs for the Blind (Perros Guía para Ciegos], se trabaja cuidadosamente en su reproducción para asegurar cierto tamaño y resistencia. Pasé un momento muy agradable cuando visité la sede de Guide Dogs en San Rafael, California. Un equipo de voluntarios va una vez a la semana para jugar con los cachorros de golden retriever, labrador y pastor alemán. Son llamados "socializadores de cachorrosn y su objetivo es que los cachorros se acostumbren, prácticamente desde que abren los ojos, a los humanos amistosos y amorosos. Los cachorros la pasan muy bien desde el comienzo. Sp infancia es monitoreada por cámaras de video para vigilar que su madre los cuide bien. Una vez destetados, pasan parte del día jugando en un jardín donde tienen pelotas, cuerdas y muchos juguetes. Los socializadores

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anotan en un registro si se sobresaltan fácilmente, si son tímidos o si manejan bien la traílla. A las ocho o diez semanas de nacidos son entregados a otros voluntarios que se ofrecen a cuidar de los cachorros durante un año o más siguiendo normas muy estrictas de dieta, obediencia, ejercicio y socialización. Los perros van a todas partes con su familia humana para que durante el mayor tiempo posible sean parte integrante del mundo. Representantes de Guide Dogs los visitan regularmente para vigilar el cumplimiento de las normas y resolver problemas eventuales. Un perro puede ser retirado en cualquier momento del programa de Guide Dogs (Perro guía) si, por ejemplo, muerde a alguien, muestra fuertes impulsos de cazador, se sobresalta al escuchar ruidos agudos o no cumple órdenes. En ese caso, se le asigna otra "carrera". Cuando cumplen un año o año y medio, los perros regresan a s~n Rafael para una evaluación médica general y para que el equipo de adiestramiento determine si son física y temperamentalmente aptos. Son muchos los que no cumplen los requisitos. Menos de la mitad en cada año terminan siendo verdaderos guías o siendo utilizados como sementales. Una vez elegidos los que ingresarán al programa de perros guía, el equipo de adiestramiento entra en escena. Trabajan durante todo el día con los perros, llevándolos al centro comercial y familiarizándolos con las escaleras eléctricas, las multitudes, las aceras, los cruces y el caos general de la vida urbana y suburbana. Durante esta etapa es posible que algunos perros sean descalificados por problemas de comportamiento o de temperamento. Simultáneamente, cada dos semanas llegan grupos de ciegos para comenzar el entrenamiento con los perros guía que serán sus compañeros. En primer lugar se les enseña a usar las órdenes que los perros ya han aprendido. Los entrenadores observan cuidadosamente a los estudiantes porque la pareja de humano y animal que van a formar debe durar de ocho a diez años. "El entrenamiento va rnás dirigido a la relación que a las tareas", dice Bonnie Bergin,

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presidenta del Instituto de los Perros de Servicio y fundadora de Canine Companions for Independence [cc1, Compañeros Caninos para la Independencia). "Debemos asegurar que la personalidad del perro sea compatible con la del humano, en sus intereses y en la respuesta a las cosas, de modo que no sea un esfuerzo para la persona lograr que el perro haga lo que hay que hacer. Es como una pareja de baile en la vida". A los tres días, después del almuerzo, finalmente conocen a sus nuevos compañeros. "Es tal la expectativa que uno ni siquiera recuerda qué almorzó", dice Ken Altenburguer, un ciego que administra la guardería en Guide Dogs. Su perro, Honcho, duerme a sus pies. "Uno sólo piensa en el perro. Ese día, uno oye por primera vez el nombre del perro y empieza a darse cuenta de que es una realidad. Cuando nos presentaron, Honcho se echó a mis pies y ahí se quedó". Empiezan el entrenamiento aprendiendo a manejar aceras y cruces dentro de los límites de Guide Dogs. Los estudiantes muestran de inmediato más seguridad y velocidad al caminar. Cuando ya están familiarizados con l.fis órdenes y con el perro, los entrenadores los llevan a un centro comercial y a San Francisco por la noche y durante el día, para que aprendan a manejarse en la gran ciudad. A las dos semanas se hace la graduación de los equipos de humano y animal, en una ceremonia muy conmovedora que siempre, aunque la hayamos visto docenas de veces, nos hace aguar los ojos. Los perros guía no tienen ningún costo para los ciegos, lo cual significa que la organización siempre está recaudando fondos que le permitan entregar estos perros a quienes los necesitan. En algunos casos, grupos cívicos como los Leones o los Kiwanis pagan el valor de un perro. En otros casos, hay donantes privados generosos que patrocinan un perro. La propuesta es costosa, pues cada perro tiene un costo estimado de setenta mil dólares, cálculo en el cual se tiene en cuenta la elevada tasa de animales que no califican para el programa, cercana al 50 por ciento. Por esta razón, Guide Dogs y otras organizaciones similares como cc1 tienen programas intensivos de crianza que ponen

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mucho énfasis en la genética para sacar perros cada vez más perfectos. Hay una gran demanda de perros para ciegos y para otros discapacitados, como los que tienen problemas de audición. Se requieren perros robustos, no muy pesados, de buenas caderas y lomo fuerte y sin problemas visuales como cataratas. Los programas de crianza se han convertido en intensas sesiones de estrategia matemática donde los especialistas examinan los rasgos genéticos de los ancestros de un perro hasta cinco generaciones atrás para determinar si ese perro ingresa al programa. Los instructores de todas estas organizaciones deben adaptarse a las necesidades cambiantes de sus clientes. Guide Dogs, por ejemplo, fue fundada en 1942 al servicio de los veteranos ciegos que regresaban de la Segunda Guerra Mundial, cuyo único problema, por lo general, era la ceguera. Hoy en día, los estudiantes de cc1 y de Guide Dogs tienen otros problemas físicos y, en su mayoría, pertenecen a la tercera edad. "Los perros ahora deben ser tranquilos y discretos, muy manejables", dice Patty Olsen, presidenta de Guide Dogs. "Además, hoy deben trabajar en entornos más complejos, con escaleras eléctricas y todo tipo de sistemas de transporte". Un reto cada vez más importante para los perros lo constituyen los autos, que cada vez son menos ruidosos y resultan más difíciles de escuchar. Existe también la organización Paws With a Cause (PwAc, Patas con una Causa] que, a diferencia de las anteriores, siempre ha intentado utilizar animales de los refugios. En 2000, el 98 por ciento de los guías para sordos y el 30 por ciento de los perros de servicio fueron sacados de los refugios. Sin embargo, cada vez es más difícil encontrar en los refugios animales que cumplan todo~ los requisitos del programa. Se usan entonces perros donados por criadores o por particulares, u obtenidos en un pequeño programa de reproducción. PWAC empieza por pedirle a sus clientes que filmen su casa y especifiquen sus limitaciones físicas y sus fortalezas para poder escoger el perro que mejor se adapte a sus necesidades. Después

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de un entrenamiento intensivo de dos semanas en las instalaciones de PWAC, un instructor empieza el entrenamiento del perro y de la persona en su casa, en su lugar de trabajo o en ambos sitios. Mike Sapp piensa que este enfoque es mejor que el de la enseñanaza en grupo. "Un mismo perro no sirve para un estudiante universitario y para una mujer de cincuenta años", dice. Terminado el entrenamiento, los instructores regresan cada dieciocho meses para refrendar la certificación, porque en la mayoría de los casos se trata de personas con discapacidades que van cambiando, sobre todo en las de más edad. "Si la persona ya no puede, por ejemplo, prender las luces, entrenamos a su perro para que realice esta nueva tarea", dice Mike. En PWAC se entrenan perros para muchos tipos de discapacidades: parálisis cerebral, distrofia muscular, esclerosis múltiple y lesiones de la médula espinal. En estos casos, los perros deben aprender a empujar sillas de ruedas, abrir puertas pesadas, recoger objetos caídos, prender y apagar luces, alcanzar medicamentos, descolgar el teléfono cuando suena, meter y sacar la ropa en la lavadora y alcanzar alimentos y bebidas. Hay un entrenamiento especial para los perros de servicio para sordos. Uno de los entrenamientos más sorprendentes en PWAC y en otras organizaciones como Independence Dogs lnc., en Chadds Ford, Pennsylvania, es el de los perros de servicio para la enfermedad de Parkinson, que produce rigidez en los músculos y temblores involuntarios. Los pacientes de Parkinson dicen que lo más frustrante de su enfermedad es sentirse como prisioneros en su propio cuerpo, rígido y descoordinado. Mi padre tuvo esta enfermedad, por eso conozco bien sus efectos perturbadores. Según los expertos, los medicamentos son eficaces para controlar los temblores y la rigidez muscular, pero no para la inestabilidad postural o los bloqueos. Cuando un paciente se bloquea, el cerebro se mueve pero los pies no. No se siente débil, o sea que sigue intentando moverse hacia adelante, pero no logra hacerlo. Este bloqueo causa ansiedad

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y las personas tienden a aislarse socialmente. Los medicamentos casi nunca ayudan, los perros sí. Un animal de servicio especialmente adiestrado puede tocar el pie del enfermo de Parkinson y éste comienza a moverse de nuevo. Es como una imposición de patas, y el resultado es instantáneo. Fue Matthew Stern, director del Centro para los Trastornos del Movimiento y la Enfermedad de Parkinson en Filadelfia y profesor de neurología en la Universidad de Pennsylvania, quien le sugirió a Jean King, fundador de Independence Dogs Inc., darles este adiestramiento a los perros. Una vez entrenados, los perros no solamente pudieron desbloquear al enfermo con un golpe de su pata, sino que aprendieron también a anticipar el bloqueo y evitar que se produjera. Peter Morabito, de 61 años, odontólogo jubilado de Potomac, Maryland, padece la enfermedad de Parkinson hace dieciséis años y ha tenido dos perros entrenados por Independence Dogs. Actualmente, su perro es un gran danés llamado Niles. Los gran daneses son buenos para los enfermos de Parkinson porque son tiernos, grandes, fuertes y sensibles. Peter usa a Niles para la estabilidad y el equilibrio. Camina con él como si fuera un bastón de cuatro patas a su lado izquierdo y usa una muleta en el lado derecho. Hay días en que Peter se cae hasta cuarenta o cincuenta veces, y Niles lo ayuda a levantarse. . Dependiendo de cómo estén obrando sus medicamentos, Peter se \ bloquea de diez a veinte veces al día y Niles se para sobre sus pies para desbloquearlo. El mayor beneficio es que lo hace feliz. Cuando está en público, a veces la gente cree que está borracho o drogado, pero al ver a Niles se tranquilizan. "Los perros humanizaron a Peter frente al público", dice su esposa Marilyn. El doctor Stern quedó sorprendido por el apoyo emocional que los perros significan para los enfermos de Parkinson. "Las mascotas ayudan maravillosamente con los problemas físicos y emocionales", dice, y cuenta que ahora siempre les recomienda a sus pacientes tener una mascota, que no es precisamente lo que le enseñaron en

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la universidad. "El único problema es que toma meses entrenar a uno de estos perros y no hay suficientes para satisfacer la demanda". Ed Eames cuenta la historia de Kirby, su perro, que tuvo un problema que parecía imposible de resolver. Kirby aprendió muy rápido dónde quedaba su banco y cuáles eran los restaurantes favoritos de Ed. También era un buen compañero de viaje, algo necesario para Ed y su esposa Toni, ciega como él. Ellos viajan juntos por todo el país dando conferencias sobre los problemas de acceso de los discapacitados. A los seis años, a Kirby le diagnosticaron un cáncer en la pata delantera derecha. Esta noticia afectó mucho a Ed y Toni. Sufrían por Kirby y no querían cambiar tan pronto de perro. Los estudiantes de la facultad de veterinaria de la Universidad de California en Davis, donde Ed y Toni daban una conferencia el día del diagnóstico, se opusieron a que Kirby fuera retirado como perro de servicio una vez que le amputaran su pata. Citaron muchos ejemplos de perros que seguían trabajando aun con tres patas. Insistieron en que Kirby podría seguir haciendo su trabajo si las extremidades restantes eran fortalecidas. De regreso a casa, los Eames se divertían recordando el optimismo de los estudiantes. Un perro de tres patas sería como una mesa de tres patas, no muy firme. Imaginaban que tal vez Kirby se caería en la acera. Pero después de la amputación, Kirby siguió igual de animoso y parecía igual de fuerte. Decidieron darle la oportunidad y contrataron a un niño del vecindario para que ayudara a fortalecerlo sacándolo a correr todos los días por el parque. "Cojeaba mucho, pero nos dimos cuenta de lo fuerte que era". Resolvieron reforzarle el arnés para que el peso descansara más sobre sus tres patas, y Kirby conservó su empleo. ¿Pensará la gente que estamos abusando de este perro discapacitado?, era la preocupación de los Eames. Pero Kirby fue aceptado públicamente, en parte por su cola, que formaba un círculo completo y siempre se estaba moviendo, y porque siguió siendo muy alegre y siguió amando su trabajo. Con el tiempo, los Eames

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entendieron que su importancia iba más allá de su actitud siempre feliz. Se convirtió en un símbolo y en un tema frecuente de sus conferencias, pues Kirby representaba lo que muchos desean en la comunidad de los discapacitados: el derecho a seguir trabajando. Como dice Ed: "Muchos como nosotros, que somos ciegos y sordos, sólo pedimos eso, que nos den una oportunidad. Con algún pequeño ajuste, podemos hacerlo".

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Tercera edad: el amor de una mascota siempre hace milagros

MI MADRE, VIRGINIA, BROMEA DICIENDO que SU segundo nombre, Solita, pasó a ser "Solía" desde que cumplió setenta años. Por ejemplo: Virginia Solía medir 1,60 metros de estatura; Virginia Solía tener una visión 20-20; o Virginia Solía manejar la finca. Ella siempre enfrentó los momentos difíciles con humor. En Twin Falls, a donde se mudó en 1996, cuando mi padre murió, la gente la llama cariñosamente "la loca Virginia", porque anda por el pueblo contando los últimos chistes que leyó en Internet y con una cartera llena de caricaturas (casi siempre subidas de tono) para regalarle a quien se acerque a conversar con ella. Presume de que "al verme venir, las personas siempre saben que algo las hará reír". Hay que conocer muy bien a mi madre para adivinar la tristeza que esconde tras su permanente sonrisa. Más allá del ingenio, las tres frases que usa para bromear con su nombre describen el panorama de la pérdida que sufrimos al envejecer: perdemos la estatura y la agudeza de los sentidos y dejamos de hacer aquello que definía nuestra identidad. El problema de esa broma para mí es que yo aún veo a mi madre como ella solía ser. No pienso tanto en lo que ha perdido como en lo que perdura en ella. ¿Qué importa si ya no tiene una visión 20-20? Aún tiene los ojos más agudos. Yo no puedo ver cómo se encoge, porque para mí sigue siendo una persona de gran estatura.

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Mi recuerdo más lejano es su perfil contra el sol de primavera mientras manejaba el tractor a través de los campos. Y es una visión en primer plano, porque yo la veía, no desde la ventana en el horizonte, sino desde una cuna de madera que mi padre había amarrado al lado del tractor y que mi madre había acolchado con cobijas viejas. Cuando ya fui muy grande para la cuna, me asignaron algunas tareas. El día comenzaba a las cinco y media de la mañana, cuando mi madre, con un vaso de agua en la mano, entraba en el cuarto que yo compartía con Bobby y cantaba su propia versión del toque de Diana: "Es hora de levantarse, de levantarse, por la mañana". Y nos teníamos que levantar, pues de no hacerlo ella derramaba el agua sobre nuestra cabeza. Pasadas las dos horas en que ayudábamos en algunos oficios y en el ordeño de las vacas, mi madre nos servía un abundante desayuno que nos daba más calorías en una sola sentada de lo que consumo hoy en todo un día. Siempre nos daba huevos con tocineta o salchichas, cereal caliente en invierno y frío en verano, además de panqueques o waffles, y tomábamos leche entera de nuestra mejor vaca holstein. Además de ocuparse de la casa, mi madre llevaba las cuentas, negociaba todos los contratos y manejaba a los trabajadores temporales. Para mí, eran como dos gigantes trabajando la tierra: mi padre parecía el coloso de los campos, doblegando la naturaleza a su voluntad, y mi madre era una artista manejando la casa con sus hábiles negociaciones. Pero a medida que envejecieron, cambiaron las proporciones del mundo que los rodeaba. De tener una familia grande a trav~de la cual se conectaban con la vida de la comunidad, pasaron a vivir solos. Mis hermanas se fueron primero; luego, mi hermano se estableció con su familia a doscientos kilómetros de allí. Yo abrí mi consultorio veterinario con un socio en Twin Falls, Idaho, a unos cincuenta kilómetros. Allí empecé mi familia con Teresa, pero ahora vivimos en el extremo opuesto del estado, casi a mil kilómetros de nuestra finca. Cuando mi padre se retiró, en 1982, arrendó la tierra a otro

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agricultor pero siguió viviendo en la casa. Por fortuna, el arrendatario era tan exigente como él, pues de lo contrario no lo habría soportado. Con el tiempo, empecé a preocuparme porque, sin distracciones y con muy pocas responsabilidades -tan sólo unas vacas que cuidar-, mi padre tenía unos tremendos cambios de humor que resultaban difíciles para mi madre. El médico le había recetado algunos medicamentos para esto, pero la mayor parte del tiempo no sabía en qué ocuparse. Algunas veces llegaba a mi clínica y me pedía que lo dejara barrer el parqueadero, sólo para sentirse útil. Pensé que un perro le ayudaría a manejar la depresión. En una edad en que cada vez menos criaturas dependían de él, quizás un perro era lo que necesitaba para sentir deseos de levantarse cada mañana. Un día estuve sentado durante más de una hora en medio de una camada de schnauzers miniatura tratando de imaginar qué personalidad debería tener la mascota ideal para él. Mi padre nunca había tenido su propio perro, o sea que la escogencia resultó más difícil de lo que pensé. Elegí el macho más grande, más oscuro, uno que se asemejara en algo a mi padre. Cuando llegué a la puerta de su casa y les mostré la sorpresa que llevaba oculta bajo mi abrigo, fue amor a primera vista. Le puso por nombre Pepsi, como su gaseosa favorita, y se volvieron inseparables. Poco después, mi madre consiguió para ella otro schnauzer al que llamó Ginger. Funcionó de maravilla. Adonde fueran los abuelos, iban los perros. Cuando la conversación con mis padres degeneraba en quejas o se convertía en una sarta interminable de problemas de salud, era muy fácil evadirla con sólo preguntar por los perros, a quienes adoraban más a que a sus propios nietos. Cuando viajaban en verano, siempre llevaban agua congelada para refrescar el sitio donde dormían los perros. Me enloquecían cuando iba de pasajero, pues podían pasar hasta quince minutos dando vueltas en el parqueadero hasta encontrar un sitio con sombra para que los perros estuvieran cómodos mientras entrábamos al centro comercial. Siempre insistían en tres aspectos de seguridad y comodidad para sus mascotas: sombra,

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bolsas de hielo y la ventana abierta o el aire acondicionado encendido cuando el auto estaba andando. A los niños, las mascotas les enseñan responsabilidad y dedicación. A las personas de edad, les proporcionan un medio para conservar esas mismas habilidades. Es un lugar común de la cultura popular y un tema recurrente de los dibujos animados ver a los abuelos jugar sin vergúenza con las mascotas. Es tal el deleite de las personas mayores con lo que pueden hacer por sus mascotas que el vínculo afectivo que se crea entre ellos puede ser realmente almibarado, pero significa un aliciente y un motivo para la vida. Así lo demuestran las investigaciones médicas y veterinarias que se han realizado en este campo. Las personas mayores que tienen mascotas van menos al médico que las que no las tienen, de acuerdo con un estudio realizado por judith Siegel, profesora de salud pública de la Universidad de California en Los Ángeles, con cerca de mil pacientes de Medicare. El ]ournal of the Royal Society of Medicine confirmó este resultado en un estudio que, por su lado, demostró que tan sólo un mes después de haber adquirido un perro o un gato, los problemas leves de salud de las personas de edad, tales como articulaciones dolorosas, fiebre del heno, insomnio, estreñimiento, ansiedad, indigestión, gripas y resfriados, cansancio general, palpitaciones o dificultad para respirar, dolor de espalda y dolor de cabeza, disminuían en un 50 por ciento. En un estudio realizado en la Universidad de Montana, se pidió a personas de la tercera edad señalar entre una lista las razones por las cuales adquirían una mascota. Tener compañía fue la respuesta de más del 70 por ciento; el 52 por ciento afirmó buscar amor y afecto, y el36 por ciento dijo buscar protección, necesidades especialmente agudas en este grupo de personas. De igual importancia para su salud es tener algo que las mantenga activas y las impulse a salir al mundo. En un estudio canadiense, la profesora de salud comunitaria Parminder Raina, de la Universidad de Guelph, utilizó la escala de actividades de la vida cotidiana para comparar, en más de mil personas de edad, la autosuficiencia

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de las que tenían mascotas con la de aquéllas que no las tenían. Esta escala pregunta si la persona puede realizar sin ayuda tareas sencillas como levantarse y acostarse, comer, vestirse, bañarse y arreglarse. Las que tenían mascotas resultaron más activas y los puntajes permanecieron casi idénticos para ellas durante el año que duró el estudio, mientras que disminuyeron para las que no tenían mascotas. Al comenzar el estudio, la doctora Raina pensó que este efecto se aplicaba únicamente a las personas que tenían perros, porque los perros suelen ser más activos y exigentes que los gatos, pero se sorprendió al descubrir que los puntajes eran altos tanto en los dueños de perros como de gatos. "De algún modo esto se relaciona con el sentido de responsabilidad, con la necesidad de cuidar a otro", dijo. En 1996, los investigadores de Colorado establecieron un vínculo directo entre el hecho de tener una mascota y la mayor actividad en las personas mayores. Las que tenían una mascota caminaban distancias más largas y presentaban índices más bajos de triglicéridos que las que no tenían mascotas. Igual resultado arrojó un estudio realizado en 1993 por Lynette Hart, profesora de veterinaria en la Universidad de California en Davis, quien siguió a las personas de edad que caminaban con sus mascotas o sin ellas a través de un parque de casas rodantes en el que vivían. Encontró que las que llevaban perro caminaban el doble que las que no llevaban, y demostraban una mayor satisfacción con su vida social y física y con sus estados emocionales. Lynette Hart también estudió los tipos de conversación de las personas mayores que tenían perros. Hablaban amorosamente de sus mascotas, usando sus apodos y contando sobre sus hábitos y necesidades y, al pasearlas, la gente las abordaba en la calle para preguntarles por su perro. Tener un perro era un rasgo positivo de identificación para ellas, sin importar otros aspectos de su vida. Virginia "Solía" también es una prueba de esto. Mi madre se las arregla para deslizar con orgullo en cualquier conversación el hecho de que "se me conoce por ser la mascota de los schnauzers".

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Una de las observaciones más interesantes de la doctora Hart surgió de manera subsidiaria en el estudio. Descubrió que las personas que no tenían un perro sólo hablaban del pasado, mientras que las que si tenían su mascota hablaban del presente. En mi opinión, esta observación secundaria es uno de los resultados más impactantes de este estudio. Muchas personas mayores creen que todas las cosas buenas sucedieron en el pasado y que los días se van como las hojas del almanaque. Los animales las traen al presente y le conceden valor al momento. El mismo fenómeno ha sido observado en los estudios de cómo disminuyen el ritmo cardíaco, la presión arterial y el estrés al consentir a una mascota: trayendo al presente al individuo hipertenso o estresado y, a través de la mascota, dándole valor a algo aquí y ahora. Tal vez esto explica en parte que nuestros viejos se vayan volviendo cada vez más dependientes de sus mascotas cuando necesitan apoyo emocional en tiempos difíciles, algo que también demostró el estudio realizado por Judith Siegel, diseñado para examinar el apoyo que las mascotas brindan a las personas de edad en momentos de estrés. Por ejemplo, luego de perder a un cónyuge o a un amigo cercano, las que no tienen mascota acuden más al médico que las que sí tienen. Otro interesante estudio realizado en Kansas por Carolyn Keil intentó medir la manera en que las personas mayores se apegan a sus animales. ¿Cómo pasaban su tiempo juntos cuando el humano no se sentía de buen ánimo? Carolyn Keil estableció una correlación entre los puntajes de estrés y soledad y las mejores características de las mascotas señaladas por los sujetos del estudio. Los que se sentían más solos y estresados calificaban como muy importante la capacidad de sus mascotas para mirarlos de un modo tranquilo. Mientras mejor les parecía la mirada de su animal, más apegados se sentlan a él. Pero en este estudio falta el tema del contacto físico. Todos sabemos que quien tiene una mascota no se limita a mirarla y admirar su belleza desde lejos tratando de hacer contacto visual. Siempre

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acariciamos su suave piel mientras observamos su amorosa mirada. "Es frecuente que los viejos sientan que no merecen amor y afecto", dice Timothy Tobolic, miembro de la Academia de Medicina Familiar de los Estados Unidos. "Y de esto, las mascotas dan en abundancia y de manera consistente". El contacto físico es algo que todos necesitamos, pero las personas mayores son las que menos lo reciben. Mara Baun, profesora de enfermería en la Universidad de Texas, que ha investigado la relación entre las personas de edad y sus mascotas en los hogares de ancianos, ha observado la torpeza con que los hijos ya adultos abrazan a sus padres. "Cuando se llega al punto del contacto físico, es como si entrara en juego toda una vida de relación con esa persona, llena de cosas en el fondo", dijo. "Pero nada de eso existe con los animales". Sin embargo, lo que no pueden cuantificar los estudios es que la relación con una mascota es una relación real con una criatura que tiene su propia mente. No es sólo mirarla, acariciarla y reducir el ritmo cardiaco. También se trata de risas, de distracción y de peleas. Conocí a Don y Sharon Dooley en 1990 durante una conferencia de expertos en administración veterinaria. Sharon, sonriente y amable, con su pelo recogido en un moño, tenía, sin embargo, una mirada opaca. Había sido operada de los oídos en 1982 y desde entonces había comenzado a quejarse de dolores de cabeza. Poco a poco fue perdiendo la memoria hasta que, a los 49 años, se le diagnosticó un daño cerebral que le afectaba la memoria y sus capacidades analíticas. Fue necesario internarla en Üna institución especial y Don se quedó viviendo solo en el gran espacio que había compartido con su esposa y con su gato Suertudo durante tantos años. Don visita a Sharon todos los días. Y en casa, "estamos trabajando nuestra relación con Suertudo", dice. La primera disputa tuvo que ver con cuál de los dos era el verdadero dueño del escritorio de Don. Cuando Sharon se fue, Suertudo comenzó a sentarse justo en medio del escritorio mientras Don

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intentaba trabajar. Una vez, Don estuvo fuera casi todo el día y Suertudo se había quedado encerrado en el estudio. Al regresar, Don encontró que el gato se había hecho popó debajo del escritorio y había ocultado el vergonzoso episodio con unos papeles que había tomado del escritorio. Don no le permitió entrar al estudio durante unas dos semanas. Al final, Suertudo se salió con la suya y aprendió a quedarse en una esquina del escritorio. También aprendió en qué rincones del jardín puede hacerse para que no lo alcancen los chorros que Don sorpresivamente le echa con la manguera. Los investigadores no pueden cuantificar lo que una mascota aporta a un hogar con esa espontaneidad. La voz de Don se oye llena de amor mezclado con resignación cuando cuenta que, en sus visitas diarias, le lleva animales de peluche a Sharon, quien hoy muestra el alegre entusiasmo de un niño en un campo de verano perpetuo. Cambia el tono por uno divertido e impaciente cuando habla de Suertudo: "Si Suertudo se muriera, pronto conseguiría otro gato en el refugio, uno viejo como yo", dice Don. "Tuve aquí unos días a mi nieta, pero los gatos son mejores. Nunca me falta al respeto ni me levanta la voz". La relación de Don con Suertudo le brinda a su vida amor y humor. Algo muy diferente a lo que se siente al entrar en la casa de un anciano que vive solo, que deja el radio prendido todo el día para que haya otra voz en la casa, que se asusta al contestar el teléfono porque no ha oído el timbre en varios días. De pensar todo el tiempo en las pérdidas y las enfermedades, cualquiera siente lástima por sí mismo. Para una mujer como mi madre, que fue el centro de una familia grande, no tener algo de qué sentirse responsable sería una profunda y difícil pérdida de identidad. Cuando mi padre murió, mi madre tuvo miedo de quedarse sola en la fmca. La vendió y compró una casa nueva en una urbanización moderna en Twin Falls. A mí me parece claustrofóbica, sobre todo si se compara la vista que ella tenia desde la cocina de la finca a la que tiene hoy. Ella hablaba por teléfono desde esa ventana, que daba al sur, hacia las montañas de Nevada y Jarbidge, donde mi

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padre cuidaba las ovejas siendo joven. Había muy pocos árboles y adonde quiera que miraba, veía nuestros animales. Hoy, desde su cocina, ve las cercas traseras de cuatro vecinos, un pequeño jardín con algunas plantas bien cuidadas y unas estatuas de hierro de búhos y ciervos en lugar de los animales reales. La pérdida de la vista de la ventana de la cocina me duele más a mí que a mi madre, quien nunca lo menciona. A ella le fascina su diminuta casa blanca, construida completamente a su gusto. La pequeña chispa de espontaneidad que anima su ambiente son sus dos nuevos schnauzers, Peanut Butter y Shelby. Mi madre no se siente sola en absoluto. Me dice que los perros se sientan en su regazo cuando ella está jugando solitario o escribiendo correos electrónicos en su computador. Sé que están ahí cuando hablamos por teléfono porque me los pasa para que los salude. Trabaja como voluntaria en el hospital local y tiene programadas varias visitas diarias o semanales. Saber que ha echado raíces en la comunidad me ayuda a sentirme mejor por el hecho de que no nos vemos sino unas pocas veces al año. Y me alegra tanto como a ella que comience cada día saludando a sus perritos y que ellos salten de felicidad cuando mi madre vuelve a casa. John Stevenson sentía el mismo tipo de culpa con su anciana tía. "Ella siempre quería que yo la visitara los fines de semana", dice. "Todas las personas de edad que conozco necesitan algo en su vida que las mantenga ocupadas y activas. Para evitar que sientan lástima por sí mismas y que fomenten un sentimiento de culpa en sus hijos, pienso que deberíamos conseguirles una mascota". John Stevenson es el presidente de la North Shore Animal League de Long lsland, organización que inició en 1993 el programa "Senior to senior" [De mayor a mayor] con el objetivo de formar parejas de mascotas y personas mayores que tuvieran más o menos los mismos achaques y el mismo ritmo de vida. A pesar de los beneficios obvios de un animal para las personas mayores, sólo el 30 por ciento de las que viven solas tienen una mascota en su casa. Sabiendo que muchas de ellas dudan de

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conseguir una mascota porque piensan que va a costarles mucho o que no podrán mantenerla bien, el programa ofrecía el servicio de recogerlas y llevarlas gratis al veterinario y, una vez al mes, a la peluquería. La respuesta fue sorprendente y muy pronto los costos representaron una parte importante del presupuesto de la liga, por lo que hace dos afios dejaron de reclutar nuevos miembros. Hoy en día, el programa cuenta con unos quinientos miembros, la mitad de los cuales se mantienen en contacto semanal con su directora, jonnie Coe, quien afirma que "para muchos de ellos, la mascota es toda su vida". A través de las mascotas, el programa se ha convertido en un servicio social ad hoc para la tercera edad. "Mi hija presenta mi declaración de renta, mi vecino me recuerda cuándo debo tomar mis medicamentos, ya entregué mi licencia de conducir, pero nadie puede quitarme mi perro", dice Kitty Buckwalter, codirectora del Centro de la Tercera Edad de la Universidad de Iowa, para describir el estado de ánimo característico de las personas de edad. "En una época de la vida en que se acumulan sin tregua las pérdidas, la mascota es una constante. Son una fuente muy importante de solaz y de compafiía". Más allá de la compafiia, la mascota obliga a las personas de edad a mantener cierto nivel de vida. La escocesa Dorothy Alster, experta en educación, describió a una mujer que no paraba de presentar infecciones respiratorias porque se negaba a encender la calefacción en su casa. No creía que valiera la pena gastar tanto dinero en calefacción si ella era la única en la casa. Cuando consiguió un canario, comenzó a mantener la casa razonablemente caliente porque le habían dicho que eso era conveniente para la salud de su pájaro. Cuando una persona mayor tiene una mascota, rara vez se pregunta: "¿Para qué preocuparse?", cuando se trata de mantener el hogar y seguir una rutina para la salud y la seguridad del animal, lo cual redunda en su propio beneficio. Tal vez se piense que una mascota nunca puede reemplazar el cuidado amoroso de los miembros de la familia, o que es triste que estos viejos inviertan tanto de su vida emocional en sus mascotas.

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De acuerdo, sería mejor si estuvieran en el seno de su familia y en una comunidad que los invitara a salir y se preocupara por su bienestar. Pero si no lo están, la mascota se convierte en una chispa de vida. Mi amiga Lori Sweetwood, una terapeuta que hace terapia de grupo en hogares de la tercera edad en Nueva jersey, lo explica muy bellamente: "La calidad de vida es percepción tanto como hechos, es a la vez subjetiva y objetiva. Si una persona percibe que ya no es digna de amor y que ya nadie la necesita, entonces así es", dice Lori. "Si su sistema de creencias cambia y quiere mantenerse saludable para cuidar de otro ser, entonces si se siente digna de ser amada y toda su percepción del mundo es diferente". Hay otro aspecto más profundo del efecto que una mascota produce en las personas de la tercera edad al ponerlas en contacto con el mundo. La noción de biofilia expresada por el profesor de zoología Edward O. Wilson sugiere que el cerebro humano está disefiado para prestar atención selectiva a diferentes especies de plantas y animales. Según Wilson, el hecho de estar rodeado de diferentes formas de vida mantiene la agudeza de los sentidos y fomenta un sentimiento de bienestar. Ésta es quizás la razón de que la salud de las personas de edad que tienen mascotas siempre es mejor que la de las que no las tienen, independientemente de cuáles sean sus achaques. Si se cree, como yo, en la hipótesis de la biofilia, el contacto con los animales y las plantas y con el resto del mundo natural es un factor que contribuye a la buena salud. Esto fue evidente para mi cuando mi suegro, jim Burkholder, decidió dejar de'trabajar. jim trabajó toda su vida dirigiendo su propia compafiía maderera. Algunas veces tenía cuarenta hombres bajo sus órdenes, otras veces era simplementejim. Por lo general se internaba solo en las montafias durante una semana, durmiendo en un refugio de madera hecho por él mismo y que instalaba en la parte de atrás de un camión. Se acercaba a los setenta afios cuando la naturaleza le dio la sefial de que había llegado la hora de retirarse. Mientras aserraba un tronco que acababa de talar, la sierra falló y la cuchilla se le enterró

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en la pierna izquierda. Aunque el corte llegó hasta el hueso y destrozó la fibra muscular que salía por la herida abierta, a él no le pareció tan grave, se puso unas curitas y siguió trabajando. Luego, una rama se desprendió de un árbol y cayó desde una altura de tres metros, golpeándolo directamente en la cabeza. Después de tambalearse durante algunos minutos por el bosque tratando de recordar quién era y dónde estaba, bajó la montaña manejando, caminó hasta la puerta de su casa, se sentó en su silla en la mesa de la cocina y le dijo a Valdie, su esposa de cincuenta años: "Me retiro". Jim tiene más manías y hábitos que un adicto esquizofrénico. Durante cincuenta años ha usado una gorra verde, siempre ha llevado una navaja en el bolsillo derecho y un par de cortauñas en el bolsillo izquierdo, nunca olvida desenchufar la cafetera cuando sale de la casa y clasifica el dinero en su billetera por orden de denominaciones. Además, en la mesa del comedor tiene su propio puesto en la cabecera que mira hacia el interior de su diminuta casa y nunca lo cambia. Cualquiera se puede imaginar la sorpresa de Teresa y la mía cuando un día, poco después de haberse retirado, lo encontramos sentado en la otra cabecera. Al principio no lográbamos articular palabra. "¿Qué haces ahí?", le preguntamos incrédulos. Jim señaló la ventana que mira hacia el jardín, donde los pájaros estaban comiendo y las ardillas jugaban alrededor de un árbol. "Las ardillas me hacen reír", se limitó a decir. Nunca fue necesario convencer a Jim de que necesitaba la naturaleza. Se había ganado la vida con ella y pasó en ella gran parte de sus horas de trabajo, pero apreciarla no estaba en su lista. Cuando comenzó a pasar la mayor parte de sus días en el interior de su casa, la naturaleza significaba la supervivencia de su espíritu. Ya no miraba la colección de tazas de Valdie en la alacena ni la biblioteca combada llena de viejas revistas National Geographic. Ahora disfrutaba las flores, el estanque de los peces y, estirándose un poco, alcanzaba a ver el río Kootenai que corría a unos doscientos metros.

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Abandonó su puesto de poder en la cabecera de la mesa porque quería más tiempo para reír y más estímulos para sus sentidos. Miraba siempre su libro de las aves tratando de identificar otra vez la misma especie (lo olvidaba fácilmente) o espiaba con sus binoculares a una manada de gansos que dormitaba en un banco de arena en medio del río. Mantener los sentidos activos y estimulados es lo fundamental en la batalla para mantenernos jóvenes de cuerpo y espíritu. Mara Baun y Barbara McCabe, profesoras de enfermería de las universidades de Texas y de Nebraska, insisten en que los animales tienen la capacidad de ayudar a las personas de edad, sin importar cuál de sus sentidos las ha abandonado. Sugieren el uso de perros adiestrados cuando empiezan a decaer en el anciano los sentidos de la vista y el oído, y afirman que las personas mayores empiezan a consumirse, en parte, porque al perder el sentido del gusto y del olfato, la comida no les parece tan apetitosa. Las mascotas -dicen- las motivan a preparar los alimentos, además de brindarles contacto social a la hora de las comidas. Lori Sweetwood señala que la pérdida y el control son los aspectos más importantes de la vejez. "Las personas de edad ya no controlan ni cuándo pueden orinar, ni cuándo pueden comer; viven furiosas, retraídas, hoscas y sin esperanza". Cuando ella llega con su perra Shayna al hogar de ancianos, "la presencia de la mascota despierta de inmediato en todos un sentimiento de alegría. Durante esa hora, los que tienen Alzheimer recuerdan cosas. Los recuerdos son un remedio natural". Mara Baun decidió probar el efecto de los animales sobre las personas que ingresan en un hogar de la tercera edad porque se había observado un incremento en el número de muertes durante los tres primeros meses siguientes al traslado. Ya se había demostrado que los residentes eran más felices cuando había un perro. También, en otro estudio, se mostró que los que tenían pájaros en su habitación mostraban actitudes más positivas hacia sus compañeros y hacia el personal y tenían una mejor salud psicológica.

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Baun y los investigadores Jill jessen y Frank Cardiello pusieron jaulas de pájaros en las habitaciones de sólo algunos de los nuevos residentes. Esperaban que la presencia de unos alegres pajaritos podría mejorar la depresión, la soledad y el ánimo. Los residentes no debían abrir las jaulas y algún empleado se encargaba del cuidado de los animales cuando los residentes estuvieran fuera de su cuarto. Los investigadores observaron que el personal de salud y los ayudantes permanecían más tiempo en los cuartos donde había pájaros. Un participante contó lleno de alegría cómo su médico llegaba todas las mañanas a su habitación y le cantaba una canción al pájaro. No sorprende, por lo tanto, que los pájaros tuvieran un fuerte efecto positivo sobre la depresión de los residentes. Muchos se pusieron muy tristes cuando el experimento terminó y los pájaros fueron retirados. Algunos de los médicos pensaron en recetar a sus pacientes la presencia de pájaros, debido al efecto positivo sobre su estado de ánimo, dijo Mara. Es cada vez más frecuente que en los hogares de la tercera edad haya animales, porque se ha visto cuánto ayudan a alegrar el ambiente. Sin duda apoyo esta idea, pero me preocupa la calidad de vida que pueden tener estos animales si el personal no está de acuerdo. Es muy difícil para un perro vivir las 24 horas del día en un lugar donde los residentes pueden estar llamándolo todo el tiempo. Los animales necesitan que una persona se encargue de ellos, que los lleve a descansar por las noches y se asegure de cortarles las uñas y de aseados. De otro modo, lo que podría ser maravilloso para romper la monotonía de un hogar de ancianos podría convertirse en un desastre. Los revolucionarios hogares Eden Alternative, fundados por el gerontólogo y médico familiar Bill Thomas, se basan en la hipótesis de la biofilia. Tradicionalmente, los hogares de ancianos son el único lugar del mundo donde sólo vive una especie -ancianossin ninguna biodiversidad, dice el doctor Thomas. Así era cuando él comenzó a trabajar en el ancianato Chase Memorial en 199.1. Para

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que este lugar pareciera menos un depósito de moribundos y más un hogar verdadero, él y sus colaboradores comenzaron a llevar plantas, animales, pájaros y niños. llevaron jaulas con pájaros a las habitaciones de quienes quisieran tenerlas. También consiguieron perros, gatos, conejos y pollos. Se creó una relación positiva entre el personal y los internos, que se divertían al ver cómo las diferentes especies se acomodaban a la convivencia: los gatos tratando de mirar amablemente a los pájaros, o los perros durmiendo acurrucados junto a los gatos. Según Thomas, la tasa anual de rotación del personal certificado de enfermería, que en la industria en general es del104 por ciento, disminuyó en Chase en un 26 por ciento. En dos años, el número de prescripciones de medicamentos tomados diariamente por los internos en Chase bajó de 3,7 a 2,4 y se redujo significativmanete el uso de medicamentos psicotrópicos para controlar la agitación. La filosofía de los hogares Eden, a partir de la conversión de este primer hogar en 1992, se difundió rápidamente y hoy existen más de doscientos hogares Eden en todo Estados Unidos. Visité uno en Escondido, California, especial para enfermos de Alzheimer. Mientras me dirigía hacia el Silverado Senior Assisted Living, temía encontrar un lugar lleno de internos sentados sin hacer nada en una sala común, drogados para asegurar su obediencia. Mis temores desaparecieron en el momento mismo en que llegué. El edificio de un piso, bien mantenido, quedaba en una colina al norte de San Diego, rodeado de jardines y juegos de niños. El lugar tenía mucha vida. Fui recibido en la puerta por un labrador amarillo muy juguetón y en la distancia alcancé a ver un gato atravesando el vestíbulo. El primer sonido que escuché fue el de las fuertes voces de los viejitos destrozando por completo la canción Let me cal! you Sweetheart. Entre una y otra canción se escuchaban las voces de los cincuenta pájaros que estaban repartidos en sus jaulas por toda la institución. Un hombre llegó al vestíbulo con su chaqueta puesta y su cobija bajo el brazo.

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-Me voy a casa -le dijo a Pat Thompson, la directora del programa-. Me aburrí de este lugar. -¿Se va usted? Bueno, lo sentiremos mucho -respondió ella-. Su hija se sorprenderá de no encontrarlo esta noche cuando venga a visitarlo. -Me voy, y usted no puede detenerme -insistió el hombre señalando a otro interno-. Él me llevará. Nos vamos ambos. -Está bien. Pero supongo que no tiene afán, ¿verdad? ¿Puede sentarse un minuto? -dijo Pat con calma-. Sólo me gustaría llamar a su hija para estar segura de que no piensa venir esta noche. Tome asiento mientras tanto. Pat le señaló un sofá, dejó su cobija a un lado y llamó a uno de los ocho perros de la institución. El perro descansó su cabeza sobre la rodilla del hombre y lo miró de frente. El hombre sonrió y empezó a consentirlo. Yo me quedé observando unos minutos. Quería ver cuánto duraría esta interacción y si el hombre aún querría irse después. Consintió al perro durante un rato y luego se desconectó, su mente parecía estar a cientos de kilómetros, o quizás había retrocedido unos treinta años. Cuando dejó de consentir al perro, éste le dio un golpecito en la mano y lo llevó de regreso la sala. El hombre sonrió y comenzó a consentirlo de nuevo. Esto no fue más que un momento, pero dice mucho acerca de la forma como se manejan en esta institución los arranques de ansiedad que asaltan a los internos cada día, y a veces cada hora. La enfermedad de Alzheimer desorganiza la personalidad y trastorna las prioridades de los sentidos. "Hay un mundo interno que los saca del mundo externo", dice Enid Rockwell, psicogerontólogo y profesor de la Universidad de California en San Diego. "Han perdido la capacidad de discernir, o por lo menos de establecer prioridades, casi como en la esquizofrenia. Les preocupa más cómo sienten la ropa sobre su cuerpo que una conversación, pero no pueden hablar, o sea que no tenemos cómo saberlo. La dificultad está en encontrar una forma de llegarles. Y cualquiera de ellos, hasta el más inválido, le tiende la mano a un animal".

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En otro lugar, a este hombre le habrían quitado su cobija y le habrían dicho: "¿A dónde cree usted que va?", aumentando su sensación de impotencia y su agitación. Aquí, en Silverado, con suavidad fueron distrayéndolo hasta que él mismo se calmó. "Así como la memoria reciente y las habilidades del lenguaje van disminuyendo, así también se agudizan las emociones y la intuición", dice Pat. "Durante un tiempo, cuando esta enfermedad comienza, la persona sabe que se está comportando de manera inadecuada pero no puede hacer nada para corregirlo. Esto le produce rabia y frustración. Quienes la ven en el vestíbulo no saben si tuvo una idea o si está totalmente desconcertada y no sabe dónde se encuentra. Yo puedo tomar esa pérdida y salvar ese momento. Con varios de estos momentos hago un día". El efecto que el perro produjo en este hombre está respaldado por los estudios realizados con pacientes de Alzheimer durante las visitas de equipos de terapia asistida por animales en los hogares de la tercera edad. Cuando hay animales, los enfermos de Alzheimer suelen ser más positivos y receptivos. En un estudio llevado a cabo por Baun y otros investigadores, los pacientes sonreían, se inclinaban hacia delante, tocaban y hablaban más. También expresaban más sus emociones, diciendo, por ejemplo: "¿Entiendes, verdad?" y "Qué lindo perro eres, ¿lo sabes?" No se conocen la causa ni la cura definitiva para la enfermedad de Alzheimer. Por lo tanto, el tratamiento se dirige a aliviar algunos de los síntomas y a modificar el entorno para reducir la agitación. Una manera de hacerlo, como observó Kitty Buckwalter en su estudio sobre el comportamiento social y los pacientes de Alzheimer institucionalizados, es asegurarse de ofrecerles una estimulación adecuada a su comportamiento. Si es demasiada, su agitación puede volverse peligrosa; si es muy poca, se vuelven aislados y retraídos. En su estudio sobre los pacientes de Alzheimer y los perros, Baun y McCabe demostraron que un animal bien entrenado para la terapia en la mayoría de los casos aprende a ofrecer la estimulación adecuada. También puede servir como amortiguador en las disputas

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que a veces surgen entre los pacientes. En un estudio de Buckwalter, cuando dos internos en un hospital de veteranos comenzaron a discutir, E!l perro se interpuso entre ellos y comenzó a ladrar. "Tan pronto como los internos se fijaron en los ladridos, olvidaron el motivo de su disputa", dijo Buckwalter. Con frecuencia, las familias reconocen la utilidad de la terapia asistida por animales antes de que la investigación científica lo demuestre. Kitty Buckwalter cuenta que las familias de los veteranos en el hospital donde ella realizó su investigación consideraban que el perro que alli trabajaba era muy importante para el bienestar de sus seres queridos. Por eso, crearon un fondo común para el mantenimiento del animal cuando el hospital tuvo problemas de presupuesto. Para los ancianos, la mascota constituye un puente entre su casa y el mundo, un mundo que comenzó a correr cada vez más rápido y los estaba dejando rezagados. Con sus mascotas como medio de acceso, se presentan ante el mundo como personas amorosas y el mundo a su vez les entrega amor.

SEGUNDA PARTE

La prescripción de una mascota

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Encuentre la mascota que mejor pueda ayudarlo a sanar

$1 USTED CREE QUE LAS MASCOTAS ayudan a conservar la salud, una pregunta incómoda podría poner en duda esa creencia: si más del 60 por ciento de los hogares estadounidenses tienen mascotas, ¿por qué la mayoría de nosotros no tenemos mejor salud? Para que una prescripción sea eficaz, debemos aplicarla como se nos indique. El problema está en que no aprovechamos tanto como podríamos ese vínculo con las mascotas. Las historias que he contado en este libro muestran que las personas que desarrollan los vínculos afectivos más profundos con sus mascotas son las que obtienen los mejores beneficios para su salud. Aunque siempre viví rodeado de animales, nunca exploré realmente los poderes curativos de mi pequeño zoológico hasta que me enfermé. Cuando la enfermedad me obligó a concentrarme en el aquí y el ahora, mis mascotas se convirtieron en mis fisioterapeutas, mis consejeros para el manejo del dolor, mis entrenadores personales y mis consejeros psicológicos. Y si pude recibir estos beneficios fue porque me tomé el tiempo de fortalecer el vínculo afectivo entre nosotros: acomodarme a su ritmo más lento, seguir sus instintos y comenzar, como ellas, a escuchar mi corazón y a expresar gratitud por los regalos más sencillos. En esta sección presentaré varias pautas que ayudarán a construir ese vínculo afectivo. Es un proceso que comienza con la selección de la mascota que mejor se adapte al estilo de vida individual, a

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Encuentre la mascota que mejor pueda ayudarlo a sanar

las expectativas y a las necesidades de cada uno; se recomiendan también algunos tipos específicos de mascotas para diferentes trastornos de salud. De ahí pasaré a dar algunos consejos sobre la socialización y el entrenamiento de las mascotas, incluso algunas tácticas ya probadas para llevarse mejor con los animales que se tengan en casa. También compartiré lo que aprendí mientras fortalecía mi propio vínculo afectivo con mis animales. Entrevisté a varios expertos en los hospitales y entre las autoridades, desde el editor de una revista sobre gatos hasta un hippie que trabajaba en el refugio local de animales. Fue una sorpresa descubrir que podía incorporar fácilmente, en mis relaciones diarias con mis mascotas, los pasos que debía dar para fortalecer mi vinculo afectivo con ellas. Pude ver que aunque no estuviera enfermo y siguiera en el carrusel de la vida, estos pasos no me quitarían tiempo. Lo más importante fue que ante mis propios ojos se produjo una transformación gratificante. Al pasar más tiempo con ellas, mis mascotas se convirtieron en modelos de completa alegría y, al final del día, también yo me sentía recargado y rejuvenecido.

Elija bien su mascota En esta sección exploraremos cómo determinar las características que debe tener su mascota para que se adapte bien a su estilo de vida y complemente su personalidad. El primer reto para determinar la mejor "marca" y el mejor "modelo" de mascota para usted es lo que he llamado el Gran Debate Auto-Mascota. Piense por un momento cuánto tiempo le dedicó a la elección de su último auto, comparado con el que se demoró escogiendo su última qtascota. Apuesto que le tomó más tiempo elegir el auto, a pesar de que las mascotas duran más. Quien va a comprar un auto consulta catálogos, mira tablas de colores, hace viajes de prueba e involucra a otros miembros de la familia en la decisión. Pero cuando vamos a elegir una mascota, tenemos la tendencia a dejarnos llevar por

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nuestras emociones y buscamos muy poca información. El amor a primera vista es una realidad cuando se trata de cachorritos, y es una poderosa fuerza de la naturaleza y confieso que no soy inmune ' a ella. En la primavera siguiente a nuestra mudanza a Bonners Ferry, íbamos un sábado de picnic hacia el lago, Teresa manejando y Scooter y yo a su lado, y paramos para comprar pan fresco en un mercado al aire libre. Cuando volví con el pan, Teresa y mi hija Mikkel se apresuraron a mostrarme un par de gatitos idénticos, color crema, de ocho semanas de nacidos. -¿Podemos llevarlos a casa? -preguntaron en estéreo. -Claro que no -respondí-. No sabemos qué historia médica tienen. Además, ¿qué haremos con ellos mientras estemos en el lago? -y terminé mi discurso como siempre-: Cuando sea el momento, les prometo conseguir algunos gatitos. El niño que había traído los gatos miró a Teresa y a Mikkel, y dijo: -Si no encuentro hoy un hogar para ellos, mi padre dijo que los dormiría. Supe que no. había nada que hacer. -Prepárate, Scooter --dije mientras arrancamos con dos nuevas mascotas: Turbo y Tango. Mi historia de adopción impulsiva tuvo un buen final. Durante años, Turbo y Tango han patrullado alegremente nuestro establo para espantar las ratas. Pero en muchos casos, ceder a este impulso termina en desastre. La naturaleza ha querido que los jóvenes en cualquier especie sean irresistibles como una forma de protección. Con sólo mirar un cachorro podemos caer en la trampa de la naturaleza, con nuestro corazón a toda marcha y nuestra razón con freno de emergencia. Nuestras emociones nos dicen "sí" y nuestro cerebro no considera el impacto pleno de lo que significa el compromiso de cuidar diariamente durante unos quince años a una criatura. Nos llevamos a la casa el cachorro sin ningún plan y sin estar preparados para la vida con la mascota adulta. Cuando la

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relación comienza a dañarse porque la mascota ensucia la casa, rasguña los muebles, cava huecos en el jardín o ladra demasiado, nos inclinamos de nuevo a responder impulsivamente para quitarnos esos dolores de cabeza no previstos. Los refugios para animales reciben anualmente seis millones de mascotas no deseadas. Condenamos a muerte a nuestras mascotas por el "crimen" de no ser deseadas o producirnos fastidio. En la mayoría de los casos, estos comportamientos que contribuyen a las rupturas familiares hubieran podido ser prevenidos fácilmente y, con la atención adecuada, corregidos. Los animales de pura raza no están exentos de esta sentencia de muerte. Con mis colegas veterinarios hemos hecho frente a los problemas médicos y de personalidad derivados de la reproducción irresponsable de algunas razas, motivada por películas y programas de televisión exitosos. Ejemplos de estas razas populares son el pastor alemán (Rin Tin Tin), el pastor collie (Lassie), el cocker spaniel (La dama y el vagabundo) y, más recientemente, el labrador dorado (Air Bud), el dálmata (101 dálmatas) y el terrier jack Russell (Eddie en Frasier). Nos estremece pensar en cuál será la próxima raza que se pondrá de moda, pues sabemos que la reproducción hecha por aficionados puede liberar los problemas recesivos de cualquier raza en el campo de la salud y el comportamiento. Como ven, para escoger el compañero de cuatro patas que nos acompañará durante un largo tiempo es importante ver más allá de las apariencias. Lo mismo que al elegir a nuestra pareja humana, debemos, además de la atracción física, analizar nuestra compatibilidad y estar seguros de que estamos listos para sellar un compromiso. De otro modo, podemos caer en diferencias irreconciliables y llegar al dolor de una ruptura familiar. Espero poder mostrarle a usted cómo tomar una decisión inteligente, con partes iguales de amor y de lógica, para que pueda encontrar una mascota amorosa que lo acompañe en la vida sin ponerle condiciones de ninguna clase.

¿Estoy listo para una mascota?

COMO NOS LO HAN DICHO LOS PSICÓLOGOS durante años, no estaremos listos para entablar una relación estable y amorosa hasta no sentirnos bien con quienes somos y haber definido lo que queremos. Para tomar una decisión correcta en la adquisición de una mascota, teniendo en cuenta las necesidades y las expectativas del caso, responda las siguientes preguntas: l. ¿Tengo tiempo cada día para alimentar y entrenar a mi

mascota, para cuidarla, jugar con ella y sacarla a pasear? 2. ¿Alcanza mi pr~supuesto mensual para pagar el veterinario, el entrenador, el seguro, la comida, la peluquería y todo lo demás que necesite mi mascota? 3. ¿Tengo la fuerza suficiente para manejar un perro adulto grande y activo? ¿Tengo alguna limitación física o de espacio que haga difícil, si no imposible, sacar a pasear al perro con regularidad? 4. De acuerdo con mis condiciones de vida, ¿tengo alguna restricción en cuanto al tamaño o al tipo de mascota? 5. ¿Alguien en mi familia tiene alergia al pelo o a la caspa de las mascotas? 6. Si pienso conseguir otro gato, teniendo ya uno o varios en la casa, ¿hay espacio suficiente para evitar los conflictos territoriales entre ellos? 7. ¿Qué haré con mi mascota cuando salga de vacaciones o

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cuando por razones de trabajo deba estar fuera de casa por períodos largos? Lleve más lejos su imaginación y visualice una mascota en su mundo. Por ejemplo, si usted es una persona que vive sola en un apartamento y trabaja catorce horas diarias, tal vez quiera un perro que no ladre durante todo el día y moleste a los vecinos pero que sí lo haga durante la noche si algo lo asusta. O si su motivación no es tanto la seguridad como tener compañía, quizás sería mejor que eligiera un gato. ¿Quiere un perro grande, pesado y tontarrón, o prefiere uno pequeño, veloz y muy listo? ¿Quiere un perro que tenga el pelo suave para acariciarlo, o prefiere uno de pelo corto que no le deje la ropa como si se hubiera disfrazado de su perro? ¿Quiere que a su gato le guste jugar con los niños persiguiendo un ovillo de lana, o prefiere uno al que le guste dormir en las bibliotecas? Pensando en qué ejercicios hacer para aprender a buscar nuestra mascota, le pedí ayuda a Rolan Tripp, médico veterinario experto en comportamiento animal y profesor de la Universidad de Colorado, quien diseñó unas pruebas llamadas Cuestionarios de Tripp (Tripp Tests] para la selección de una mascota nueva. Si se responden con honestidad, estas pruebas ayudan a reducir el campo de posibilidades. No todo es pura lógica, claro está. Escoger la mascota adecuada, lo mismo que escoger al compañero adecuado, también tiene algo que ver con la magia de ... la química. Si desea adoptar una mascota del refugio local de animales perdidos, puede usar la guía especial de selección del doctor Tripp, que presenta unas herramientas paso a paso para la ocasión. Estas herramientas son tan sólo la superficie de su amplio conocimiento aplicado del mundo interactivo de las personas y sus mascotas. Puede conseguir información más detallada en el sitio web del doctor Tripp: www.AnimalBehavior.net.

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Guía para encontrar su pareja Para encontrar la mascota que mejor se adapte a usted y a su vida, le recomiendo que analice estas catorce cuestiones vitales antes de responder los Cuestionarios de Tripp que encontrará más adelante. Las palabras entre paréntesis que aparecen después de cada título son una referencia a preguntas específicas del cuestionario. l. CUESTIÓN DE TAMAÑO (Tamaño)

Cuando quiera elegir un perro según su tamaño, la primera consideración es sencillamente de volumen. Recuerde que mientras más grande sea el perro, más prolongado es el aseo. Por otro lado, los perros más grandes por lo general maduran más rápido, pero viven menos tiempo que las razas más pequeñas. Y con los perros más pequeños, tal vez la cuenta de la comida resulte menos elevada, pero es posible que sea necesario llevarlos con más frecuencia al dentista. Cuando tenga en sus brazos el cachorro, haga un esfuerzo por imaginarlo con su tamaño y su personalidad de adulto. Ese pequeño cachorro rottweiler de dos kilos que usted lleva fácilmente bajo el brazo, en menos de seis meses·lo estará intimidando con sus cuarenta kilos de influencia. Si uno de sus objetivos al conseguir un perro es la protección física, piense en uno grande y oscuro como ese rottweiler, cuya sola apariencia produce intimidación visual, pero prepárese para un riguroso programa de entrenamiento en obediencia, de cachorro y de adulto, para prevenir comportamientos incontrolables e indeseados. Si prefiere un perro más pequeño, algún tipo de terrier bien decidido hará sonar la alarma de manera convincente. Los terrier, como los rottweiler, son dominantes y por lo tanto requieren ser entrenados desde pequeños y de manera constante. Si no se le enseña a un terrier y a otras razas de perros activos e inteligentes lo que uno quiere que ellos hagan, tienden a crear s~s propias funciones. Por ejemplo, los

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terrier ratoneros y los beagle excavarán, los basset hound rugirán, los border collie harán rondas con sus juguetes y los labradores nadarán en la piscina. Tal vez a usted le guste más un perro pequeño que se deje consentir mientras duerme en su regazo. Piense entonces en una raza más pequeña y sedosa como el pequinés o el maltés. Los carlinos o doguillos son una raza pequeña fácil de entrenar, son buenos con los niños y siempre están dispuestos a jugar y divertirse. Los habaneros y malteses, los lhasa apso, los shih-tzu y los caniches son más tranquilos que los terrier y no se les cae el pelo, pero deben ser llevados periódicamente a la peluquería. Si le gustan los perros de piernas largas, con ojos apagados y labios gruesos, recuerde que mientras más largas sean las piernas, más largo será el paseo que su perro le pida diariamente. Los ojos apagados como los de los sabuesos pueden partirle el corazón, pero recogen más polvo y son más propensos a las infecciones. Y los labios gruesos de un san bernardo y un terranova le darán besos más húmedos, dejándolo lleno de babas. Las orejas caídas son más propensas a las infecciones que las orejas levantadas. El perro de orejas levantadas tiene un aspecto más intimidante y puede moverlas cuando siente interés o alegría, lo mismo que la cola larga ... que también puede destruir lo que encuentre a su paso. 2. ¡QUÉ CALOR! (Pelo y peluquería) El calor es bueno, pero puede ser demasiado para las mascotas de pelaje largo o con doble capa de pelo que fueron criadas para tirar trineos en la nieve. ¿Dónde vivirá su mascota la mayor parte del tiempo? ¿Afuera o adentro de la casa? ¿Cuáles son las temperaturas extremas del clima donde usted vive? ¿Podrá usted mantener abrigada a una mascota de pelo corto, o mantener fresca a una de pelaje grueso? Hace poco me sentí impotente al ver un samoyedo jadeando y tratando de refrescarse en un caluroso local de Miami. Y, en el

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otro extremo, en una cabaña en la montaña, un chihuahua tiritando y desesperado a pesar de su elegante suéter de lana; Los pelajes largos requieren más peinilla, cepillo y peluquería. ¿Está su bolsillo preparado para llevar a su caniche al salón de belleza cada cuatro a seis semanas? Conozco clientes exigentes que semanalmente llevan sus perros a los profesionales para bañarlos, cepillados profusamente y cortarles las uñas. Esto cuesta una pequeña fortuna, pero produce una apariencia hermosa. No crea que las mascotas de pelo corto mudan menos el pelo que las de pelo largo. En general, mientras más corto el pelaje, más se cae, porque los pelos gastan más tiempo reemplazándose en lugar de crecer más. Cualquier tipo de pelo puede producir algún tipo de alergia. Gatos como los persas y perros como los samoyedos tienen doble capa de pelo, un subpelo delgado y una capa superior que se cae continuamente. Se dice que las razas de doble pelaje pueden provocar más reacciones alérgicas porque liberan más caspa cuando mudan el pelo. En cuanto al color, piense en elegir una mascota del color de los pisos de su casa para ayudar a camuflar los pelos. 3. EDADES Y ETAPAS (Edad) Adoptar un cachorro es como empezar a trabajar una bolita de arcilla suave y húmeda. Será más fácil moldear la personalidad y los hábitos durante el período crítico de aprendizaje entre los dos y los cuatro meses de edad, cuando el cerebro del cachorro es como una esponja. Una buena clase de entrenamiento y socialización desde pequeño reducirá comportamientos agresivos, aumentará el deseo de jugar y mejorará el vínculo afectivo de su mascota con toda la familia, incluyendo otras mascotas. La madurez, sin embargo, también tiene sus ventajas. Cuando se adopta un perro adulto, con sólo verlo se sabe cómo es. Su personalidad ya está establecida y puede probar su temperamento de manera más confiable que con un cachorro. Como un auto económico,

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los perros adultos jóvenes pueden ser menos costosos y alcanzar buen kilometraje. Ya usted no tiene que encargarse de las vacunas ni de la castración, ni tampoco de enseñarle a estar dentro de la casa. De todos modos, hay que estar atento a su "bagaje" de problemas de salud o de comportamiento que hicieron que su anterior dueño lo diera en adopción. Es el riesgo que se corre al querer alcanzar la fruta más madura en lo más alto del árbol. No descarte la adopción de una mascota adulta. Es más fácil calmar y alegrar perros y gatos en sus años dorados, e ideal para una persona que prefiera pasar sus ratos de ocio a bajo ritmo. Sólo asegúrese de poner dinero suficiente en su alcancía. Como los autos con buen kilometraje, las mascotas en sus años geriátricos pueden requerir un mantenimiento imprevisto y más costoso, como limpieza de dientes y el cuidado de las orejas, los ojos y la piel, además de un chequeo médico anual. 4. CUESTIÓN DE SEXO (Género)

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Por lo general, las peleas, el vagabundeo y la marcación del territorio con orina son más comunes en los perros o gatos machos no castrados. Las hembras no esterilizadas pueden presentar problemas médicos y tumores en su sistema reproductivo. Una gata no esterilizada puede enloquecerlo con su interminable e indecoroso ciclo de gemidos, fricciones y revolcones durante el celo. Y una perra no castrada puede mancharle de sangre su tapete blanco favorito durante los pocos días que le dura el celo, dos veces al año. A menos que usted sea un apasionado de la reproducción orientada a proteger la integridad de la raza, es muy recomendable castrar o esterilizar a su mascota, no sólo para reducir el riesgo de problemas de salud y de comportamiento, sino también para disminuir la sobrepoblación de perros y gatos sin hogar. Una vez hecha esta operación, la diferencia de personalidad entre machos y hembras queda esencialmente neutralizada.

S. ENCANTADORES (Actitud hacia las personas) Lo mismo que nosotros, hay mascotas a las que les encanta divertirse. Ésas son las que se desesperan cuando están solas. Los perros vividores se pondrán a morderlo todo, a cavar y a ladrar o gemir para calmar su ansiedad mientras llega su dosis de personas y comienza de nuevo la acción. Estos perros simplemente quieren estar cerca de usted. Si los perros o gatos no han crecido rodeados de niños, es probable que no les guste estar con ellos o, aun peor, que se pongan nerviosos, los muerdan o los rasguñen. Nunca deje de vigilar a un niño pequeño si está con un perro que no le es familiar. Asegúrese también de que los niños traten bien a las mascotas, que sean amables y suaves con sus animales. Enséñeles a pedirle al perro que se siente y a recompensado con una galleta para perros. ¿Qué perros son buenos compañeros para la gimnasia? Si usted pasa sus ratos de ocio en zapatos tenis y le gusta divertirse corriendo, piense en un perro deportivo (retrievers, setters, pointers, spaniels o, tal vez, un vizsla o un braco de Weimar) o de trabajo (akita, malamute, boxer, pastor, doberman, gran danés, rottweiler o mastín de los Pirineos). Son perros de mucha energía y pueden acompañarlo a usted en bicicleta o trotando. En este' caso, debe prepararlos gradualmente si está buscando alcanzar la categoría de minimaratón. Con el cerebro y la aptitud para aprender que tienen estas razas, las sesiones de entrenamiento pueden resultar muy divertidas. Si usted prefiere una mascota tipo velero, que no se le despegue y prefiera estar con usted a jugar con sus juguetes o sus hermanos animales, haga esta prueba de personalidad antes de tomar una decisión. En un ambiente cerrado y neutral, alce al animal y juegue con él un rato; luego póngalo en el piso y aléjese. Si la mascota lo sigue, considérelo un buen signo de interés social. Si lo ignora o se aleja de usted, tal vez esté en presencia de una mascota tímida y retraída. Si la mascota le ataca la pierna en señal de juego, es el primer signo de que está ante un luchador profesional. ¡Aténgase!

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6. ES HORA DE COMPARTIR (Actitud hacia otras mascotas) ¿Cree usted que su actual mascota realmente quiere o necesita un compañero cuadrúpedo? ¿Será usted acusado de suponer que conoce los sentimientos de su mascota? La verdad del asunto es que no todos los gatos o perros quieren compartir su casa con un extraño y se resistirán a compartir su jardín, sus juguetes y el afecto. Cuando su gata se frota la cara contra el sofá o contra la puerta, es como si plantara una estaca para delimitar su territorio. Los gatos no son instintivamente animales de manada porque no cazan en grupo. Que a usted le parezca que su gata está sola durante el día no significa que ella quiera competir por su afecto cuando usted esté en casa. Los gatos que no quieren compartir su morada empezarán a dejar olorosas señales de orina por toda la casa para que el intruso sepa claramente quién estaba allí primero. En cuanto a los perros, tampoco les gusta ser tratados como iguales y debemos aprender a respetar sus jerarquías. No olvide que también será más duro para usted entrenar dos perros, sacar a pasear dos perros y hasta alimentar dos perros a la vez. Si de todas maneras usted decide llevar otra mascota a su casa, le daré algunas pautas para que el primer encuentro sea exitoso. En primer lugar, organice el encuentro en un lugar neutral, como un parque o la playa, para diluir el argumento de "después de todo, ¿de quién es esta casa?". Lo mismo que las personas, algunos perros se entienden bien desde la primera vez, otros no. Si a la familia va a llegar un nuevo gato, instale temporalmente durante varios días al recién llegado en un .cuarto aparte, que puede ser un baño, para que la presentación sea gradual. Póngales la comida a lado y lado de una puerta cerrada y frótelos con una misma toalla para que vayan asociando sus mutuos olores y como estrategia para reducir hostilidades. En ambos casos, trátese de gatos o perros, respete los privilegios de rango de la mascota residente. Salúdela primero, déle de comer primero, déjela estar en más lugares (desde su regazo hasta su casa) y préstele más atención. Ella se lo ha ganado.

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7. ¿QUIÉN HABLA MÁS? (Rasgos vocales/territoriales) Algunas mascotas simplemente tienen algo más que aecir que otras, dependiendo de la raza y del entrenamiento que hayan recibido. Los perros de caza aúllan, y otros como el pastor alemán o el schnauzer miniatura son criados para que ladren cuando hay intrusos. A veces, simplemente les gusta escuchar el sonido de sus propias voces. ¿Le parece alguien conocido? Si su perro ladra demasiado, la relación con sus vecinos puede verse afectada. Así como hay personas que hablan por teléfono para aliviar el estrés, hay perros que ladran para no sentirse solos y aburridos, o porque sienten alguna incomodidad o se ponen nerviosos al ver que algún gato invade su territorio. Si usted quiere que su perro sólo escuche mientras usted habla, intente esta prueba antes de elegir su mascota. Haga rebotar una bola, haga chirriar un juguete, haga subir y bajar una golosina y observe qué tanto se emociona el perro y qué tan rápido y por cuánto tiempo se pone a ladrar. Si usted prefiere una buena conversación, puede desarrollar los talentos vocales de su mascota recompensando sus llamadas con comida, con caricias o con atención exclusiva. Si se trata de un gato, búsquelo de una raza programada genéticamente para la cháchara, como los siameses, balineses y tonkineses. Los más tranquilos suelen ser más pesados y peludos, como los persas y los domésticos atigrados. 8. ¿ALGUIEN QUIERE UN ESPRESSO? (Grado de actividad) ¿Cómo resistirse al cachorro más animado de la camada y que más reclama su atención? Si usted es una persona muy activa, éste puede ser el que más le conviene. Pero si al final del día cualquier movimiento lo saca de quicio y usted prefiere la paz y la tranquilidad, busque un cachorro que espere pacientemente a que usted se le acerque y se anime poco a poco. Éste se adaptará mejor a su personalidad y lo acompañará en una velada que usted quiera pasar con un buen libro y música clásica. Si su perro es activo, manténgalo ocupado, o él hará trabajos que usted no pidió, como

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reciclar la tierra de su jardín o convertir en aserrín la pata de la mesa. Y no lo hace para molestarlo, sino para divertirse o liberar su energía, como nosotros cuando nos comemos las uñas, golpeamos con los nudillos o caminamos impacientemente de arriba para abajo. Muchas personas son impacientes y, considerando que estos son problemas de comportamiento difíciles de controlar, resuelven salir de su mascota. Por eso, piénselo muy bien antes de elegir un perro cazador o deportista. Entre las razas de perros grandes, los más calmados son el gran danés y el galgo, aunque éste puede salir corriendo sin volver la vista atrás para perseguir una ardilla o un gato. 9. PURO NERVIO (Excitabilidad) La excitabilidad es un poco diferente del grado de actividad. Una mascota excitable puede estar tranquila mientras usted no accione el gatillo. Si algo nuevo o divertido atraviesa su vista, puede entregarse a una demostración de ladridos, saltos, trompos y carreras y será dificil encontrar el interruptor para apagarla. Una mascota excitable puede distraerse durante una sesión de entrenamiento. Las personalidades más calmadas tienen periodos de atención más largos y resultan más fáciles de entrenar. 10. PURA DIVERSIÓN (Ganas de jugar) Si usted quiere una mascota jugueto!la, lleve juguetes para hacerle pruebas antes de decidirse por alguna. Si es un gato, perseguirá el juguete, se abalanzará sobre él o lo golpeará con sus patas. Si es un perro, lo perseguirá o lo agarrará con la boca, parará las orejas y moverá la cola; háblele, bata las palmas, agáchese y golpee el piso con las manos para ver si el cachorro le responde en actitud juguetona. Los gatos y los perros pueden ser tímidos al comienzo. Para comprobar sus aptitudes de juego, pase largos periodos con la mascota

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en un ambiente tranquilo hasta que el animal se relaje y le muestre quién es y qué lo hace moverse. Si insiste en ser un aguafiestas y para usted el juego es de una importancia considerable, busque otro. 11. ALUMNOS ESTRELLA (Entrenamiento) Los perros son felices con las rutinas y cumpliendo las reglas domésticas. Si usted está buscando un sabueso estilo Einstein o un caniche aventajado que pueda dominar órdenes avanzadas, necesitará un perro que tenga buena capacidad de concentración, que sea inteligente y le guste agradar. Los perros inteligentes pueden volverse sabelotodos. Un perro inteligente mal entrenado puede tomar las riendas de su casa. Si el perro tiene tendencias naturales de líder, asumirá que él lleva los pantalones y se quedará observándolo a usted servirle la comida y limpiarle sus necesidades. Para hacerle entender que es un subordinado en la familia, hay que saber mostrarle quién está a cargo. Un perro hará lo que se le diga si entiende que, obedeciéndonos, puede confiar en nosotros para su supervivencia. En lugar de darle la comida así no más, debemos pedirle primero que se siente o que cumpla alguna otra orden, para recordarle que nada en la vida es gratis y para que nos demuestre su lealtad y su voluntad de seguir al líder. Los perros adoran naturalmente a sus lideres. Las órdenes que demos al perro deben ser claras para no confundirlo. A veces los culpamos de desobedientes cuando en realidad sólo están confundidos por nuestros métodos de entrenamiento. Con unas clases de obediencia, podrá aprender a comunicarse exitosamente con su perro y a construir la relación estructurada que el perro requiere. Un factor importante en la aptitud del perro para el aprendizaje es su capacidad de atención. Para probarla, atráigalo primero poniéndole una golosina frente al hocico y diciéndole con voz animada "Mírame". Exagere sus gestos faciales para llamar la atención del

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perro hacia su cara. Cuando el perro lo mire a los ojos, felicítelo como a un bebé y observe cuánto tiempo permanece el perro concentrado en usted. Si es posible, entréguele la golosina mientras todavía lo está mirando y repita la secuencia con una nueva golosina. Asegúrese de comparar varios perros antes de elegir al que será su mascota. 12. ¡UN PERRO MUY MACHO! (Obstinación) ¡Quiero tener un perro muy macho! ¿Significa que quiere un perro audaz, fuerte y obstinado? Es probable que nos sintamos más protegidos con un perro muy macho, pero en realidad podríamos estar corriendo un riesgo mayor. Los perros demasiado confiados y dominantes con frecuencia terminan mordiendo a sus amos, en lugar de protegerlos. Si usted es fuerte y está dispuesto a trabajar diariamente con su perro enseñándole las órdenes y a respetar las reglas de su casa, anímese a tener un perro fuerte y obstinado. Si prefiere tener una mascota que se deje mimar, le recomiendo un perro más pasivo, al que le guste agradar, que acepte las órdenes sin protestar y le permita a usted expresar su espontaneidad. 13. SÓLO EL PELUQUERO PUEDE SABERLO (Color)

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¿Son más divertidos los rubios? Algunos criadores, conductistas y veterinarios sugieren que el color del pelo de un gato indica ciertos rasgos de personalidad. Por ejemplo, es bien sabido que los atigrados son muy sociables, afectuosos y buenos cazadores, y que los negros son tranquilos, inteligentes y amistosos. En cambio, no le aconsejo traerle compañia a un gato con manchas o aspecto de tortuga, porque no le gusta cambiar sus rutinas ni compartir su realeza. En todo caso, el debate en este tema es tan extenso y apasionado --entre veterinarios, criadores y otros interesados en determinar las cualidades únicas de las diversas razas de gatos- que opaca cualquier debate político.

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Se dice de todo, pero también hay estadísticas~ Veámoslas. Los gatos y los perros blancos, especialmente los de ojos azules, son propensos a perder la audición con el tiempo. Y los gatos oscuros, según la Academia de los Estados Unidos para las Alergias, el Asma y la Inmunología, tienen dos a cuatro veces más probabilidades, respecto a los felinos de tonos amarillos, de desencadenar estornudos y dificultades respiratorias en las personas. 14. ¡NO APAGUE EL MOTOR! (Voz/ronroneo) Nunca un gato ronronea demasiado. Este sonido nos alegra el corazón y nos hace sonreír. Poner el oído sobre el pecho del gato para escuchar el ronroneo es tan importante como para un bebé escuchar los latidos del corazón de su madre. ¿Cómo saber de antemano si un gato será bueno para ronronear? Cuando lo alce, fíjese si lo hace y por cuánto tiempo y si el sonido se escucha hasta el otro lado del cuarto. Por regla general, mientras más fácil ronronee un gato, más buscará su compañia, lo seguirá por todas partes y se quedará sentado en su regazo. Si quiere pasar largos ratos con su gato, elija una máquina de ronronear. ¡Ya viene la siesta!

Buscando el amor donde está

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PELO y PELUQUERÍA Caída del pelo: _ninguna_ moderada_ fuerte_ necesita cepillado regular _ necesita corte de pelo regular EDAD _ menos de seis meses _ de seis meses a un año _ adulto de más de seis años dos a seis años

HEMOS LLEGADO AL MOMENTO CLAVE para ayudarle a elegir el perro O gato que mejor se adapte a usted. Usaremos los Cuestionarios de Tripp para descubrir todos sus caprichos y evaluar sus expectativas. Si usted vive con otras personas, déles copias y compare los resultados. Clasifique las características presentadas como de alta, mediana o baja prioridad. ¿Listo?

Cuestionario de Tripp para elegir un perro nuevo ASPECTOS EXTERIORES PRIORITARIOS En cada categoría, marque B, baja prioridad; M, mediana prioridad; A, alta prioridad. "A" es lo más cercano a su perro ideal, IdealDogTM.

GÉNERO _ macho no castrado _ macho castrado _ hembra no esterilizada _ hembra esterilizada ASPECTOS DE PERSONALIDAD PRIORITARIOS

ACTITUD HACIA LAS PERSONAS _ independiente _ le gusta agradar _ vividor _ tipo velero ACTITUD HACIA OTRAS MASCOTAS _ amoroso _ amistoso _ antisocial _ hostil RAsGos vocALES/TERRITORIALES _ ladra rara vez _ ladra, para rápidamente _ ladra moderadamente ladra mucho

TAMAÑO _ muy pequefiito _ pequefiito _ hasta la rodilla _ hasta la cintura _ muy grande

GRADO DE ACTIVIDAD _ superatleta _ guerrero de fin de semana _ paseo en el parque _vueltas por el patio _ perezoso

PELAJE _ corto y suave _ suave y esponjoso _ _ rizado _ doble capa

EXCITABILIDAD _ puro nervio _ agitado _ muy inquieto _ reflexivo _ impasible

largo _

(OLOR un solo color _ con manchas _ varios colores

áspero

GANAS DE JUGAR _ sólo diversión _ los fines de semana _ el trabajo antes que el placer _ aguafiestas

Buscando el amor donde está

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ASPECTOS DE PERSONALIDAD PRIORITARIOS ENTRENAMIENTO

_ perro de exhibición _ perro de trabajo _ perro doméstico _ perro sin problemas _ perro salvaje

ACTITUD HACIA LAS PERSONAS

_ juego del escondite _ _ adicto al regazo

independiente _

le gusta saludar

ÜBSTINACIÚN

_ decidido _ independiente _ compañero de equipo _ pasivo

ACTITUD HACIA OTRAS MASCOTAS

_ distante _ hostil _ compinche

Cuestionario de Tripp para elegir un gato nuevo

RASGOS VOCALES/MAULLIDOS

_ mudo _ maúlla para saludar _ historia sin fin

ASPECTOS EXTERIORES PRIORITARIOS

RAsGos vocALES/RONRONEO

En cada categorla, marque B, baja prioridad; M, mediana prioridad; A, alta prioridad.

_ tono menor _ sinfonía mayor _ el silencio es oro

"A" es lo más cercano a su gato ideal, IdealCatnn cuarenta kilos de peso y sus colmillos están diseñados para descuartizar su presa. Pero Sirloin comprendió que éste no era un ataque sino un juego, recibió a Lex con un fuerte lametazo y se dispuso a jugar con él batiendo la cola. Esta escena se repite en los patios y parques del mundo, entre las mascotas y las personas. Si un extraterrestre la examinara, no

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conociendo el vínculo afectivo que se ha creado entre la humanidad y los perros, podría pensar que los humanos están locos al jugar

cuerpo a cuerpo con algo que desdende del lobo, el más temible depredador de su ecosistema. El misterio del vínculo afectivo con las mascotas está en que no lo admiramos tanto como deberíamos. De las más de cuatro mil especies de mamíferos que viven en la Tierra, sólo unas pocas docenas han sido domesticadas y sólo dos han traspasado el umbral de nuestro hogar y nuestro corazón en forma masiva. Las mascotas son como nosotros, pero también son diferentes de nosotros. En nuestra simbiosis, las hemos visto más humanas que los humanos en su forma de reflejar los mejores y más amables impulsos de la humanidad. Las mascotas no mienten ni hacen trampa, . mueren por lealtad y aman incondicionalmente. Estos atributos, que representan la base del mundo de las mascotas, rara vez se encuentran en los humanos. Nuestras mascotas nos ofrecen una manera práctica y confiable de relacionarnos con la naturaleza, de romper las cadenas de la humanidad y sus creaciones. Esta relación, esta conexión afectiva especial, el vínculo afectivo, nos da un sentido incomparable de unidad con !~:naturaleza; nos enseña que no estamos por encima de ella sino que~os parte de ella. Nuestros perros y gatos representan una mira~.intima e imperecedera de otras mentes y almas mamíferas y nos sÍrven como un hilo que nos vuelve a conectar con la naturaleza en toda su extensión. En este vínculo afectivo está arraigado, sin duda alguna, el poder ~anador. Las mascotas son tótems de los valores en que confiamos y nos conducen a las conexiones históricas entre el ser humano y la naturaleza. Ayudan a cultivar la conciencia de que no estamos solos en este mundo sino unidos a todas las cosas vivientes. Nos sacan de nuestro ensimismamiento y nos llevan de nuevo al mundo en que vivimos. Nos necesitamos mutuamente, y esta necesidad, en parte espiritual y en parte visceral, nos mantiene felices y saludables.

Agradecimientos

LA INTIMIDAD CON UNA ADORADA mascota o con un animal especial hace sentir a millones de personas como si cada día se ganaran la lotería. A diferencia de la mayoría de las cosas en la vida, con las mascotas damos muy poco comparativamente con lo mucho que, sin duda alguna, recibimos a cambio. He estudiado durante afios el poder sanador de las mascotas, he sido testigo y he escuchado cientos de historias de milagros médicos e incluso he experimentado el poder del vínculo afectivo con las mascotas durante mi propia enfermedad. Aun después de haberle dado vueltas a la idea de este libro durante casi diez afios, no podia saber que la tesis que en él planteo sería recibida con tanta aceptación. El tema es tan amplio que es una alegria haber emprendido este trabajo. Al comienzo, estaba confiado en que mi experiencia y las historias y estudios con que contaba serian suficientes para escribir un buen libro. Pero mi coautora, Danelle Morton, con su experiencia en periodismo investigativo y como escritora y entrevistadora, contribuyó a que el resultado fuera lo que espero que usted considere un gran libro. Agradezco a Danelle no sólo por su colaboración y sus ensefianzas sobre el oficio de entrevistar y escribir, sino por el regalo de su amistad. También quiero agradecer sinceramente a las siguientes personas que ayudaron en la investigación, revisión o redacción de algunas partes significativas de este libro: Arden Moore, Anne Sellaro, Rolan y Susan Tripp y Sandra Wendel, cuya contribución a este esfuerzo de equipo ha sido invaluable. Asimismo, agradecentt>s a Stephanie Voss, Bill Krauss y Roland Riksheim por su apoyo y ayuda en el manejo de las crisis que surgieron durante el agitado proceso de producción de este libro.

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Quiero expresar mi profundo agradecimiento a los más de 350 de mis colegas veterinarios, médicos y otros profesionales de la salud, investigadores, académicos, escritores, pacientes y amantes de las mascotas que nos permitieron entrevistarlos para este libro. Aunque no fue posible incluir toda la información que nos suministraron ni todas las historias que nos contaron, todos ellos son ingredientes de la receta. Quisiera singularizar y dirigir un reconocimiento especial a algunos fanáticos y partidarios del vinculo afectivo con las mascotas: R.K. Anderson, Scott Campbell, Steve Garner, john Payne, jack Stephens, Chuck Wayner y Jim Wilson. Gracias a nuestro agente y amigo inigualable, David Vigliano, quien sabe hablar duro y aplicar la polltica del garrote. Admiramos su conocimiento sobre todos los aspectos del arte de escribir. Gracias a todo el personal de nuestra casa editorial Hyperion, en especial a dos personas: a nuestra talentosa directora editorial Leslie Wells, cuya guia y entusiasmo consistentes y su firme sentido de lo que necesitábamos decir nos hizo persistir en el trabajo sin perder nuestro optimismo y alegria; y a Carrie Covert, quien en más de una ocasión parecfa menos una asistente editorial y más una maga para resolver problemas, mover montañ.as y conceder deseos. Este libro ~no habría sido posible sin nuestras quertdas familias, cuyo amor nos dio la "ihspiración para la transpiración" y en cuyos amorosos brazos nos acunamos al fin~l de nuestras jornadas de doce a dieciocho horas de trabajo. Finalmente, a mi's mascotas y animales, que me alegraron con sus regalos de amor, risa y lealtad y me permitieron probar mis teorías sobre el fortalecimiento del vinculo 'Íúectivo que creamos con ellas.

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