El Poder en Alboroto y Motín de Los Indios de México

August 8, 2017 | Author: Oscar Cortazar | Category: New Spain, Mexico, Social Stratification, Spain, Government
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Descripción: La conocida obra de Carlos de Sigüenza y Góngora Alboroto y motín de los indios de México, fue escrita en 1...

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PODER Y SUBVERSIÓN EN ALBOROTO Y MOTÍN DE LOS INDIOS DE MÉXICO, DE CARLOS DE SIGÜENZA Y GÓNGORA

Universidad Iberoamericana Puebla Oscar Ramírez Cortazar

La conocida obra de Carlos de Sigüenza y Góngora Alboroto y motín de los indios de México, fue escrita en 1692, pero editada póstumamente por Irving A. Leonard en 1932. Ahora bien, nuestro objetivo es indagar como fue la relación entre el poder virreinal y la masa de indios que protagonizó el motín. El análisis sobre esta obra, que es una carta escrita en el periodo del barroco mexicano, nos ha llevado hacia una teoría sociológica, pues la obra comprende vicisitudes sobre la sociedad novohispana del siglo XVII. En Alboroto y motín de los indios de México de alguna manera Sigüenza hace una descripción de lo más bajo de la sociedad y lanza diatribas contra lo que él llama la plebe, en medio de la crítica situación. La situación comienza con algunas calamidades que azotan las cosechas y luego una sequía severa, provocando la escasez de granos. A falta de maíz en la capital, cundió el hambre entre la gente. La multitud indígena se congregó en partes de la ciudad, causando desmanes, por medio de incendios, vituperios y robos. Sigüenza describe carta el vívido acontecer de los disturbios. La importancia del motín de 1692 en la ciudad de México es de importancia histórica. En Alboroto y motín de los indios de México hay más páginas dedicadas a la apología de las virtudes del virrey, las calamidades de la ciudad y las medidas tomadas por

el virrey para solucionarlas. Sigüenza y Góngora era allegado al virrey conde de Galve, personaje ligado a los acontecimientos de la obra. Lo muestra como un hombre preocupado por su pueblo y solícito ante la necesidad pública (Terán Elizondo 440). Como defensor explícito del virrey, Sigüenza deja ver que es buen gobernante, más sin embargo humano y por ello, proclive a cometer errores. El virrey fue incapaz de resolver adecuadamente un motín que hizo tambalear la estabilidad política y social de la ciudad de México. A pesar de esto jamás queda ensombrecida la figura del virrey como protagonista. Como narrador-observador, Sigüenza deja poco margen a la intromisión personal, característica de las narraciones historiográficas de la época (Terán Elizondo 449). No hay en Alboroto y motín una actitud generosa en defensa de los indios, que son descritos con desprecio. La forma y métodos expresivos de Sigüenza consistían en la comparación de las virtudes del virrey, reales o deseadas, con alguna divinidad o héroe mitológico. Así cumple Sigüenza lo que le manda la tradición. Su formación criolla tenía como base la erudición clásica europea, a la que se sobreponían elementos americanos (la experiencia histórica de la conquista y la evangelización y sus respectivas expresiones en las obras de los cronistas y poetas de su tierra) (Berendová 53). Annick Lempériere da el contexto de lo que se percibía como el orden ideal de aquella época, donde podemos situar Alboroto y motín de los indios de México. En la Nueva España había una trilogía sagrada: Dios, el Rey, el Público. La policía, el buen gobierno y el bien común se agregaban a esa constelación que configuraba idealmente la cultura pública del Antiguo Régimen

hispanoamericano. El buen orden equivalía a la policía de la ciudad. El aparato de la “policía” lo constituían el orden moral, político y material. El orden era una realidad consensual para proporcionar un norte estable a la actuación de los individuos encargados del gobierno. En las ciudades más importantes el gobierno estaba disperso entre el conjunto de cuerpos establecidos para cumplir finalidades muy diversas (58). El consenso social esperaba de los individuos virtud y decencia. Era muy intensa la vida corporativa en los lugares de encuentro, desde los inofensivos, como la fuente pública, hasta los sospechosos, como las pulquerías y vinaterías, que gozaban al mismo tiempo de gran popularidad y pésima reputación (Lempériere 64). Alboroto y motín de los indios de México muestra las redes discursivas mediante las cuales se expresó la paranoia de la elite criolla con respecto al Otro interno de la colonia. También muestra una retórica de la alteridad desplegada en la atribución de «barbarie» sobre los indios, expresada por un criollo (Restrepo 190). La sociedad se estructuraba como una pirámide, en cuya cima estaba el virrey, representante del Imperio y garantizador del orden. Esta idea se muestra por medio del elogio, expresado en la enumeración de obras del virrey. El autor muestra interés por inscribir sus reclamos como «agencia criolla», interpelando a la autoridad virreinal por medio de la letra (Restrepo 192). Sigüenza condena la presencia del indio en los espacios que recorre, por ser una amenaza al orden. Por eso escribe sobre los espacios del indio, como las pulquerías, foco de rebelión y acecho. En Alboroto y motín las capas sociales bajas no son reconocidas como

elementos constitutivos e integrales de la ciudad. Desde su perspectiva, esa estirpe baja problematiza la autoridad en la ciudad de México. También pone en evidencia las estrategias diferenciadoras que ejecutó la elite criolla frente a su alteridad étnica (Melo Ruiz 26). De la obra del filósofo y sociólogo Elías Canetti, Masa y poder, hemos extraído ideas primordiales de un capítulo en específico: Masas de inversión. De esta manera vamos a llegar a reflexiones sobre Alboroto y motín en nuestro análisis, con ayuda de las consideraciones de Canetti, en lo que atañe al poder, la autoridad y las masas oprimidas. Los hombres que tanto tiempo estuvieron indefensos, de pronto enseñan los dientes. Su número debe compensar lo que les falta en experiencia de maldad. La inversión presupone una sociedad estratificada. La limitación de ciertas clases entre sí, en donde una tiene más derechos que la otra, debe haber existido por mucho tiempo y haberse hecho sentir en la vida de los hombres desde tiempo atrás, antes de que surja una necesidad de inversión. El grupo superior daba órdenes al inferior, por ejemplo porque había llegado al país por conquista y se colocó por encima de los habitantes, o porque la estratificación había surgido de acontecimientos en el interior (62). Hombres a quienes siempre se les dan órdenes y que están colmados de pesadumbre, experimentan una pulsión a deshacerse de ella. La manera para alcanzar la liberación es la de devolver lo que durante largo tiempo almacenaron y sufrieron de sus superiores a éstos mismos. Un individuo débil e indefenso podrá alcanzar esta oportunidad en contadas ocasiones. No obstante, cuando muchos se encuentran en una masa, pueden volverse contra aquellos que hasta ahora les han dado órdenes. La masa de inversión es

aquella cuya descarga consiste principalmente en una liberación de aguijones-órdenes (Canetti 64). Canetti menciona las características de la masa contra el poder: Las masas de inversión se constituyen en las circunstancias más diversas: puede tratarse de una revuelta de esclavos contra sus amos, de la gente negra contra los blancos que están instalados en su medio. Siempre unos han estado por mucho tiempo bajo el dominio de los otros. Ya iniciada una inversión, ésta sigue siempre adelante. Cada persona busca la manera para liberarse de su aguijón. La masa de inversión es un proceso que afecta a toda una sociedad, y aunque quizá tenga éxito inmediato al comienzo, sólo llega al final de manera lenta y difícil (65). Una revuelta es una liberación de aguijones, pues cada hombre había adquirido un aguijón progresivamente por un largo sometimiento a un señor. Es común a este proceso el hecho de la inversión y el escenario psíquico en que tiene lugar: la masa (Canetti 67). Recordemos que la inversión de la masa presupone una sociedad estratificada. Y Sigüenza describe lo más bajo de la pirámide social, que más tarde se ha de invertir ante la autoridad virreinal. […] siendo plebe tan en extremo plebe, que sólo ella lo puede ser de la que se reputare la más infame, y lo es de todas las plebes, por componerse los indios, de negros, criollos y bozales de diferentes naciones, de chinos, de mulatos, de moriscos, de mestizos, de zambaigos, de lobos y también de españoles que, en declarándose zaramullos (que es lo mismo que pícaros, chulos y arrebatacapas) y degenerando de sus obligaciones, son los peores entre tan ruin canalla (Alboroto y motín 109).

Las castas mencionadas por el autor estaban sometidas a la autoridad del virrey, que al ser español peninsular, estaba en lo más alto del estrato social. Sometimiento y autoridad son causantes de que una masa provoque una revuelta. Volviendo a Canetti, cuando muchos individuos se encuentran en una masa, se vuelven contra aquellos que les habían dado órdenes. Este hecho se observa en el tumulto de mujeres indias en el Palacio Real, que se rebelan contra el orden superior, en este caso la autoridad española. […] se encaminó toda la chusma, que pasaba de más de doscientas indias, al Palacio Real. Llenáronse con ellas los corredores, pero no pasaron a los salones de Su Excelencia, como querían, porque la Guardia alta de los Alabarderos se lo estorbó. Volviéronse de aquí (sin que las acompañase ni un solo indio) a las Casas Arzobispales y aunque, por el tropel grande con que venían ahora, les cerraron las puertas superiores de la escalera, por donde no ha entrado mujer alguna desde que lo habita este venerable Prelado, fue tal su instancia y su gritería, que consiguieron supiese Su Señoría Ilustrísima lo que les había pasado (Alboroto y motín 126). Refiere Canetti que una vez que inicia la inversión, sigue siempre adelante. Lo anterior se nota en el relato, pues el caldo de cultivo del motín comienza con el tumulto de indios en la alhóndiga, las calles de la ciudad, específicamente en la plaza, el Palacio Real, los tribunales, hasta llegar a lo peor, con la quema de las Casas del Ayuntamiento. No olvidemos que los que tanto tiempo estuvieron indefensos, de pronto enseñan los dientes, siguiendo a Canetti. Y de alguna manera la enardecida turba de indios enseña los dientes a la autoridad virreinal:

[…] al entrar por la Iglesia se levantó un murmullo no muy confuso entre las mujeres (pues lo oyeron los gentileshombres y pajes que le asistían, ¿cómo pudo Su Excelencia dejar de oírlo?), en que feamente le execraban y maldecían, atribuyendo a sus omisiones y mal gobierno la falta de maíz y la carestía de pan (Alboroto y motín 127). Recordemos la postura de Canetti sobre el hombre indefenso: su número debe compensar lo que les falta en experiencia de maldad. De alguna manera esto toma cuerpo en al aumento del alboroto a causa de la plebe enardecida. Quedáronse las mujeres en la esquina de Providencia, común a las calles del Arzobispado y a la del Reloj, y pasó adelante una tropa de indios, hasta ponerse a la vista del balcón grande del Palacio Real; no llegaban a cuarenta indios los de esta tropa, según dicen uniformes cuantos los vieron, ni hicieron movimiento alguno por un buen rato. No sería esto porque se les azorase el ánimo el hacer refleja de la locura a que se arrojaban, sino porque se les agregasen otros en mayor número, supuesto que, al mismo instante que creció el suyo, comenzó uno con grandes voces a decir contra el Señor Virrey las más atrevidas desvergüenzas y execraciones que jamás se oyeron y, sacando una piedra del seno, la tiró al balcón (Alboroto y motín 121). Y en el punto álgido del motín, aumenta el número de alborotadores: Parecióme hasta ahora, según la amplitud de lo que ocupaban, excederían el número de diez mil los amotinados; y como después de haber dejado al Señor Arzobispo en su Palacio, depuesto el miedo que al principio tuve, me volví a la Plaza, reconocí con sobrado espacio (pues andaba entre ellos) no

ser solos indios los que allí estaban, sino de todos colores, sin excepción alguna (Alboroto y motín 123). Es importante que antes de que ocurra una inversión, debe haber antes el sentir de que una clase tiene más derechos que la otra, y debe haberse hecho sentir en la vida de los hombres desde tiempo atrás. Esto se observa en el hambre generalizada entre la plebe por el embargo de maíz decretado por el virrey. Por aquella calle donde yo estaba (y por cuantas otras desembocaban a las plazas sería lo propio) venían atropellándose bandadas de hombres. Traían desnudas sus espadas los españoles y, viendo lo mismo que allí me tenía suspenso, se detenían; pero los negros, los mulatos y todo lo que es plebe gritando: “¡Muera el Virrey y cuantos lo defendieren!", y los indios: "¡Mueran los españoles y gachupines (son los venidos de España) que nos comen nuestro maíz!" […] (Alboroto y motín 129). Los hombres que están colmados de pesadumbre, experimentan una poderosa pulsión a deshacerse de ella, lo cual se ve en el maleficio que los indios quieren causar a los españoles, utilizando cosas supersticiosas: […] se sacó, debajo del puente de Alvarado, infinidad de cosillas supersticiosas. Halláronse muchísimos cantarillos y ollitas que olían a pulque, y mayor número de muñecos o figurillas de barro, y de españoles y todas atravesadas con cuchillos y lanzas que formaron del mismo barro, o con señales de sangre en los cuellos, como degollados (Alboroto y motín 117).

El motín, con sus desmanes, destrucciones y saqueos, son una suerte de liberación para la turba de indios, como si devolvieran lo que durante largo tiempo “almacenaron y sufrieron de sus superiores a éstos mismos” parafraseando a Canetti. Asimismo, cuando muchos están en una masa, pueden volverse contra sus superiores. Es de este modo que la violencia tomó proporciones alarmantes: No pasamos de los Portales de Providencia, porque, reconociendo habían ya derribado a no sé cuál de los cocheros de una pedrada y que, sin respeto a la Cruz que veían y acompañada de solos clérigos, nos disparaban piedras, se volvió Su Señoría y cuantos le acompañamos él paso largo; y poco después de sucedido esto, se acabó el crepúsculo y comenzó la noche (Alboroto y motín 128). Mientras que la violencia hacia los lugares reservados para los españoles es peor, con incendios provocados por la masa de indios. Mayor fue el estrago de las Casas de Ayuntamiento, pues las abrasaron todas, quiero decir, la vivienda de los Corregidores, la Contaduría de propios, el Oficio de la Escribanía de Cabildo y la Sala de Ayuntamiento, y cuanto por lo bajo correspondía a esto y era parte de la Alhóndiga, el Oficio de la Diputación y Fiel Ejecutoría, los de los Escribanos Públicos y en ellos y en el del Mayor del Cabildo cuantos papeles había, así de lo que estaba corriente como de los protocolos, antiguos libros de censos, mayorazgos y semejantes cosas (Alboroto y motín 131). De las características mencionadas por Canetti, dos nos parecen cruciale. Una es que las masas de inversión se constituyen en las circunstancias más diversas (lo que

provocó la inversión de los indios fue el hambre generalizada por la escasez de comida). Y segunda, la masa de inversión es un proceso que ataca a toda una sociedad, quizá tenga éxito inmediato al comienzo, y sólo llega al final de manera lenta y difícil (la sociedad virreinal resultó toda afectada, soldados, comerciantes, criollos). La masa amotinada tuvo éxito ya que los soldados poco podían hacer contra ellos y hubo heridos y muertos, estos del bando indio. Recordemos que la descarga de la masa consiste en la liberación de «aguijonesórdenes»; ejemplo de ello es cuando los indios sobrepasan los límites que les corresponden, por ejemplo el barrio de Tlatelulco. Nuestra conclusión es que la masa puso en peligro el orden de la ciudad, que debía ser sólo para criollos y españoles, por lo que esos indios salieron de sus espacios reservados para ellos: pueblecillos, arrabales, barrios, y así invadieron el espacio civil. Además Sigüenza era un hombre de ciudad, y un letrado. El caldo de cultivo por parte de la masa de indios, motivo la sedición. Con sus actos de barbarie la masa de indios protagonizaron un acto de inversión.

Fuentes de consulta

BERENDOVÁ, Alexandra, La identidad nacional y la conciencia criolla en los autores del barroco novohispano, 2000, Signos Literarios y Lingüísticos. Recuperado de: https://tesiuami.uam.mx/revistasuam/signosliterariosylinguisticos/.../getdoc. php CANETTI, Elías, Masa y poder, 1981, Barcelona FERNANDEZ, Cristina Beatriz, Carlos de Sigüenza y Góngora: las letras, la astronomía y el saber criollo, 2000. Recuperado de: https://lacua.au.dk/fileadmin/www.lacua.au.dk/.../carlos_de_siguenza.pdf GUERRA, François-Xavier, LEMPÉRIERE, Annick, et al, “Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX”, 2008 Recuperado de: https:// books.openedition.org/cemca/1456?lang=es MELO RUIZ, Héctor Alfonso, Alboroto y Motín de la plebe racializada de don Carlos de Sigüenza y Góngora, Recuperado de: https:// ejournals.library.vanderbilt.edu › ... › Vol 9 (2013)

RESTREPO, Catalina, Aproximaciones a la problemática criolla novohispana: el ego y los Otros en Alboroto y Motín de los indios de México de Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700). Tabula Rasa. SIGÜENZA Y GÓNGORA, Carlos de, Seis Obras. Infortunios de Alonso Ramírez. Trofeo de justicia española. Alboroto y motín. Mercurio volante. Teatro de virtudes políticas.

Libra

astronómica

y

filosófica,

1984

Recuperado

de:

http://bibliotecayacucho.gob.ve/fba/index.php?id=97&backPID=87&begin_at=10 4&tt_products=106 TERÁN ELIZONDO, María Isabel, ¿Verdad histórica o verosimilitud literaria? El Alboroto y motín de los indios de México, de don Carlos de Sigüenza y Góngora, 1995, Universidad autónoma de Zacatecas, https://

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