El Perdón: La Mejor Terapia - Miguel Lucas
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EL PERDÓN: LA MEJOR TERAPIA
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MIGUEL LUCAS El perdón: la mejor terapia
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INTRODUCCIÓN La falta de perdón es la causa de la mayor parte de los problemas en la vida. El perdón garantiza la paz, nos libera del poder que las actividades de los demás poseen sobre nosotros, y nos despierta para la bondad y el amor. Perdonar es complicado porque no siempre somos conscientes de toda la rabia y la amargura que guardamos en el corazón. A veces, no perdonamos porque no sabemos cómo hacerlo y porque no nos perdonamos. Perdonamos por un acto de nuestra voluntad, no necesariamente por nuestros sentimientos. ¡Cuántas veces vivimos con rabia o resentimiento, por no saber que son emociones poderosas que consumen nuestras energías! Por eso, hay que estar en contacto con nuestros sentimientos. Es la manera de volvernos abiertos y libres, de ser nosotros mismos.
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TOMAR CONCIENCIA DE NUESTROS SENTIMIENTOS Los sentimientos son la manera de percibirnos. Son la reacción al mundo que nos circunda. Cada uno de nosotros obra conforme a los sentimientos que tiene. Por eso, comprender nuestros sentimientos es comprender la reacción ante el mundo que nos rodea. Los sentimientos están ahí: la rabia, el resentimiento, la culpa, la ansiedad, el fracaso, la depresión, el miedo... Debemos reconocer, aceptar y manifestar nuestros sentimientos. No podemos negarlos, reprimirlos o racionalizarlos. Así por ejemplo, el hijo dice a su madre: ¿usted se siente mal? La madre lo niega, pero está con un fuerte dolor de cabeza. Alguien es ofendido y se reprime, no reacciona. O también, se buscan disculpas o defensas para justificar el modo de proceder. Debemos reconocer que los sentimientos están en nosotros, que no somos perfectos, que somos vulnerables, limitados, humanos, y podemos fallar. Para eso, es nesesario tener humildad. Los sentimientos no pueden ser controlados, pero sí podemos controlar su reacción. Así por ejemplo, puedo ser ofendido por alguien y sentir rabia o resentimiento. Sin embargo, puedo reaccionar a ese sentimiento con el perdón. Pues el perdón no es un sentimiento, es una decisión.
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¿CUÁL ES LA PRIMERA ACTITUD QUE DEBEMOS TOMAR FRENTE A LOS SENTIMIENTOS? Tenemos que aprender la manera de descargar: el fracaso, la ansiedad, la rabia, el resentimiento, la culpa, la depresión y el miedo. El primer paso para descargar los sentimientos es ser honestos con ellos, lo que significa declarar la verdad, sin disculpas o defensas, sin fingimientos o restricciones. O sea, hay que reconocerlos, aceptarlos. El segundo paso para descargar los sentimientos es manifestarlos abiertamente, colocarlos hacia fuera. Esas emociones, muchas veces, permanecen ocultas, y aunque estén amortiguadas o ardiendo en la superficie, en cuanto no sean totalmente curadas, perjudicarán nuestra capacidad de ser felices, de tener relaciones saludables y satisfacciones. Anestesiar o negar, por ejemplo, nuestro dolor y rabia con drogas, alcohol, trabajo, no nos libra de ellos.
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EFECTOS NEGATIVOS DEL DOLOR O DE LA RABIA Ciertos sentimientos de rabia están reprimidos, escondidos o negados, desde la infancia, adolescencia o juventud hasta hoy. A veces, esos sentimientos crónicos se somatizan y encuentran un lugar en el cuerpo. Ellos pueden manifestarse en forma de dolores de cabeza crónicos, problemas estomacales, dolores de espalda, etc. Recuerdo que un compañero me decía que todos los días, a una cierta hora , sentía dolor de cabeza. Le recomendé que recordara desde qué edad empezó a sufrir ese dolor y qué le aconteció en aquella ocasión. Recordó que a los 7 años su padre lo había castigado, lo que le pareció ser un castigo injusto. Ahora reconocía el posible motivo del castigo, perdonó a su padre y el dolor de cabeza desapareció, porque liberó la rabia. Cuando la rabia no es liberada, ella también acostumbra a manifestarse en forma de miedo, aislamiento, furia, depresión, comportamientos agresivos, inhabilidad para ser eficiente en el mundo e incapacidad de tener relaciones emocionales íntimas. Jean Monbourquette dice en su libro La curación por el perdón que si reprimimos la rabia y la culpa, el perdón que ofrecemos no se enraizará en nuestro ser, porque los sentimientos reprimidos se transforman en una barrera para eso.
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EFECTOS NOCIVOS DEL RESENTIMIENTO CONSTANTE Mucha gente sufre porque viven en permanente resentimiento. Es el caso de muchos divorciados. Mantenerse preso del pasado hace que la vida se estanque. Y el tiempo pasa sin ninguna felicidad. Vivir resentido, aunque sea inconscientemente, exige mucha energía y mantiene un estrés constante. El resentimiento produce efectos nocivos. El estrés causado por el resentimiento ataca eventualmente el sistema inmunológico. Así se explica el origen de muchas enfermedades, tales como artritis, arteriosclerosis, enfermedades cardiovasculares, diabetes, etc. Entre las mejores estrategias de defensa contra los efectos múltiples del resentimiento, el Dr. Redford recomienda la práctica habitual del perdón en el día a día.
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SENTIMIENTO DE CULPA Hay personas que viven atormentadas por el sentimiento de culpa, por haber hecho de niños algo que ahora consideran inmoral, por no haber hecho lo necesario para evitar que sus padres fallecieran o por no haber educado mejor a sus hijos. Paren de atormentarse y reconozcan que la conciencia actual sobre moral, no es la misma que tenían de niños y, por eso, no se puede juzgar con la conciencia de ahora hechos del pasado. Tampoco se puede culpar aquellos que cuando educaron a los hijos o fallecieron sus padres, hicieron todo lo que pudieron. Les recomiendo que en todos estos casos tranquilicen su conciencia, perdonándose. Perdonarse significa reconocer su “posible” error, tener un arrepentimiento, pedir perdón y cumplir una penitencia, por ejemplo, orar o dar limosna. Entonces se sentirán aliviados y perdonados.
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EL CAMBIO DE COMPORTAMIENTO INCLUYE RECIPROCIDAD El perdón sólo existe si alguien hace algo errado. Entonces hay que corregirlo. Sólo perdonar al otro no funciona. Hay que resolver el caso pendiente. Así por ejemplo: si el marido levanta la voz a la mujer, ella tiene que hablar; decir que no le gusta que levante la voz, para que no lo haga otra vez. Es absolutamente necesario que dentro del matrimonio, los cónyuges, entiendan que la solución de los problemas compete a los dos y no a uno sólo, que exige mutua colaboración. Si un miembro de la familia espera que el otro cambie y no hace nada de su parte, fácilmente se llega a un problema sin solución. La colaboración de ambos lados quiebra toda posición rígida y dirige las energías para el suceso. Esto se consigue siendo sinceros y abiertos con nuestros sentimientos y sabiendo decir las cosas. Pues el modo de decirlas es fundamental.
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LA CULPA DEL PROBLEMA PUEDE SER DE AMBOS Culpar a los demás no resuelve ningún problema matrimonial o personal, si no se asume antes la propia parte de culpa. Atribuir parte del problema personal a los otros puede aliviar la culpa, pero no resuelve el problema. Nadie puede cambiar el pasado, pero podemos verlo de forma diferente, pues lo que nos perturba no es lo que pasa, sino el modo de ver lo que pasa. Un señor me decía que fue engañado por su mujer y que la humillación lo torturaba, pues él siempre había sido fiel; yo le recomendé a ese señor que reconociera su resentimiento y aceptara su humillación, y que empezara a ver el caso de manera diferente, empezando por preguntarse: ¿Mi mujer será la única culpable? ¿Ella será mala o sentirá mi falta de cariño, mi frialdad y dureza? La actitud de aceptar responsabilidades en vez de lanzar recriminaciones es de capital importancia. La culpa del problema puede ser de ambos. Cuando se reconoce todo eso, es cuando acontece el milagro del perdón.
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ACEPTAR QUE SOMOS VULNERABLES Dice David Viscott, en El lenguaje de los sentimientos, que las personas se sienten ofendidas cuando sienten que perdieron alguna cosa. Todos nos sentimos vulnerables en relación con algo. Debemos aceptar nuestra vulnerabilidad en vez de tentar ocultarla. Ser abierto significa ser vulnerable, ser capaz de sentir las ofensas. Las personas tienen que entender que sus imperfecciones son humanas y que pretender esconder los problemas hace más difícil el corregirlos. Si tú aceptas tu vulnerabilidad y la encaras como prueba de que estás abierto al mundo, estarás aceptando que no eres perfecto. La verdad es que si aceptamos que tenemos defectos y somos humildes, podemos hasta ser atacados o criticados, pero no seremos tan fácilmente heridos. Sentirse ofendido es sólo una prueba de que somos vulnerables y humanos. Nunca llegaremos a perdonar si persistimos que fuimos ofendidos, heridos, y que nuestra pobreza interior fue colocada al desnudo.
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RECONOCER LA PROPIA RABIA Y DIRIGIRLA CONTRA UN BLANCO DETERMINADO Rabia es el sentimiento de estar irritado, ofendido, puesto de lado. Las personas quedan con rabia cuando han sido ofendidas. La reacción natural es dirigir el sentimiento negativo hacia fuera. David Viscott cuenta este caso: Un niño de 10 años tiene un perro, que muere atropellado. Él tiene rabia por el hecho de que el perro ha muerto. Pero, ¿con quién debe estar rabioso? Primero culpa al conductor del coche. Después se recuerda que el perro siempre perseguía automóviles. Queda con rabia de sí mismo por no haber entrenado bien al animal. Posteriormente, él empieza a dirigir sus sentimientos contra su perro por no saber hacer otra cosa, excepto perseguir automóviles. Gradualmente, la rabia del niño es aliviada. Expresar rabia hacia quien le causa la herida permite que una herida emocional se cure. En el caso que acabamos de relatar, el niño empezó a buscar objetos contra los cuales pudiese descargar su rabia. Desahogando su rabia contra todos los blancos posibles, finalmente, llegó al correcto –al perro– lo que le permitió que se curara de su herida. Para que una pérdida sea curada de la mejor manera, la rabia que ella genera necesita ser totalmente liberada. El primer paso para reparar una injuria es conocer la ofensa recibida, quedando con rabia. El segundo paso es dirigir la rabia contra un blanco apropiado. La rabia reprimida sólo aumenta la herida. Permitir que la furia salga purifica la herida emocional e inicia la curación.
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¿CÓMO DESCARGAR LA RABIA PARA QUE ÉSTA DESAPAREZCA? En la medida que la rabia es enfrentada, con franqueza, ésta, una vez descargada, desaparece. Existen maneras de liberar la rabia. Cuando alguien te hiera, dile esto abierta y francamente: “Tú me has herido...”. Quiero que conozcas mi sensibilidad, de forma que puedas llevarla en consideración en el futuro. Lo más importante es que tú aprendas la mejor manera de descargar los propios sentimientos. No te contengas. Deja salir tus emociones. Si su rabia empieza a crecer, he aquí algunas maneras de soltarla: telefonea a la persona que te ofendió, sin quitar el teléfono del gancho, dejando que toda tu rabia explote. Quedarás aliviado y te sentirás mejor. Dar en una almohada durante unos diez minutos unos golpes también ayuda mucho a desahogarse. Lo mismo se diga si se da unos gritos, si uno se relaja o practica algún deporte. Pero cuidado con esto, pues estos recursos no sirven cuando no hay coraje para enfrentarse directamente a la persona que te ofendió.
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CÓMO ALIVIARTE DE LA CULPA Culpa es el sentimiento de ser indigno, malo, lleno de remordimientos, sin autoestima, autocensurable, detestándose a sí mismo. El tipo más común de culpa proviene de que tú te des cuenta que hiciste algo verdaderamente ofensivo contra otra persona. Negar la responsabilidad por esa ofensa refuerza tu sentimiento de culpa. La mejor manera de aliviarte de esa culpa es aceptar la crítica por tus acciones, disculparse, y reparar el daño que causaste. Ésta es una manera notable de disminuir la tensión interior y de que todos se sientan mejor. Si te sientes culpable por haber ofendido a alguien, considera con qué intereses estás obrando, y, a la luz de eso, por qué ofendiste al otro. Tal vez tú no hayas errado totalmente o nada, dice David Viscott.
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PERDONAR AL OTRO NO SIGNIFICA DISCULPARLO Perdonar tampoco significa volver a ser lo que se era antes de la ofensa. Igualmente, el perdón no exige que se renuncie a los propios derechos. No se puede confundir perdón con justicia. El perdonar no dispensa recurrir a la justicia si es necesario. Es el caso del atentado que sufrió el papa Juan Pablo II. Él perdonó al criminal, pero nunca pidió que la justicia no le condenase. Otro caso lo tenemos en las mujeres que son maltratadas por sus maridos o en el caso de separaciones matrimoniales, que aunque ellas puedan perdonar, pueden recurrir a la justicia. Hay que optar por la manera de no buscar venganza.
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NO SE PUEDE DESCARGAR DE SU RESPONSABILIDAD AL QUE OFENDE A veces el marido, por ejemplo, niega la evidencia de la infidelidad de la mujer, o la madre niega que su hijo use drogas, aun cuando ella observa en el hijo un comportamiento de drogado. Recuerdo que un día una señora me decía que su hijo no iba bien en el colegio porque cuando nació quedó enfermo y aún no estaba bien de salud. Por eso no le podían exigir demasiado en los estudios. Me informé bien y vi que el niño se refugiaba en el concepto que sus padres tenían de él, de enfermo, pero en realidad era sólo pereza, como éste decía. Apenas existían falsas excusas por parte de la madre.
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HAY QUE IDENTIFICAR BIEN LA PÉRDIDA PARA DESPUÉS OLVIDARLA Somos más alcanzados por nuestra propia interpretación de un evento desagradable que por el propio evento. Lo que nos perturba o nos hace sufrir no es lo que sucede, sino el modo de ver lo que sucede. Hay que cambiar el modo de ver las cosas. A muchas personas no se les puede corregir nada, porque en seguida reaccionan negativamente y se ofenden. Hay que procurar comprender la intención positiva del “ofensor”, que a veces corrige con la intención de ayudar al otro o simplemente le llama la atención para hacer una broma. En cualquier caso, lo importante es el modo de decir las cosas. ¡Cuántas veces se oye: Es que hablas de una manera que me dejas irritado!
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LA ACEPTACIÓN DE SÍ MISMO Y EL PERDÓN Carl Jung afirma que la neurosis se origina por la falta de aceptación de sí, de autoestima. “Todo lo que yo haga al menor de mis hermanos, es a Cristo a quien lo hago. Pero, ¿qué haría yo, si descubriese que el menor de todos, el más pobre, de todos los mendigos, el más execrable de todos los que me ofendieron se encuentran dentro de mí mismo, pues soy yo quien necesita de la limosna de mi amabilidad, soy yo quien reclama mi amor?”. Este perdón a sí mismo condiciona el éxito de todos los otros perdones.
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CONOCER MEJOR LOS ANTECEDENTES DEL OTRO Las crisis de angustia de los padres pueden ser por problemas del pasado. Me contaba un joven que conforme él crecía, su padre fue muy crítico y exigente con él. Le tenía rabia a su papá por no haberle dado el amor y afecto que precisaba, y lo consideraba responsable de todos sus problemas. El joven se limitaba a sentir rabia hacia su padre y a mantenerse distante; hasta que un día, este joven se informó de que el comportamiento de su padre era una proyección o transferencia de la falta de cariño y de las exigencias y críticas que había sufrido desde niño en su casa. A partir de ese momento, este joven, en vez de sentir rabia contra su padre, empezó a compadecerse de él, sintió su dolor y lo aceptó. Por primera vez se sintió unido afectivamente a su padre. El perdón es la llave para la paz de espíritu.
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COMPRENDER AL OFENSOR Eso no significa justificarlo. El poco conocimiento adquirido del ofensor hará más fácil el perdón. Comprender al ofensor ayuda a dejar de censurarlo. Una secretaria del departamento de una compañía aérea era víctima de una presión constante y de un comportamiento agresivo por parte del gerente, lo que le causaba estrés y ansiedad. Un día ella llegó a saber que un hijo del gerente sufría una enfermedad grave y que por ese motivo él estaba siempre preocupado y por eso, era agresivo en el trabajo. Desde aquel momento la secretaria empezó a mirar al gerente de modo más comprensivo. Y comenzó a ayudarlo. A partir de ahí, ella no fue más aquella mujer estresada y sobrecargada.
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GRANDES MOTIVACIONES PUEDEN ACABAR CON LA RABIA, Y MEJORAR LA SALUD Un día apareció en mi consultorio un señor y me contó lo siguiente: Trabajaba en un banco, y la relación con su jefe era pésima, pues éste era ansioso y muy exigente. Al mismo tiempo estaba insatisfecho con el lugar de trabajo. Se sentía sin fuerzas. Pero, por tratarse del jefe, no podía hablar mal de él o criticarle, porque temía ser expulsado de su trabajo. Todo esto le disminuyó su autoestima, pues no se sentía capaz de trabajar bien y por eso era maltratado. La rabia contenida lo conducía al sentimiento de culpa, y la culpa, no aliviada, le conducía a la depresión y a la crítica diaria de su esposa, pues, cuando volvía del trabajo con rabia de su jefe y estaba deprimido no le daba la debida atención ni cariño. Mi orientación fue ésta: Él debía tener dos grandes motivaciones que le llevasen a cambiar de actitud con el jefe y con la esposa: una motivación era la de tener una buena salud, y la otra, la de construir una buena familia. Si la salud y la familia eran asumidos como valores fundamentales, en el trabajo no estaría más con rabia reprimida, ni daría mayor importancia al conflicto, y en casa, se organizaría mejor para tener tiempo para todos.
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PERDONAR NOS ENSEÑA QUE PODEMOS DISCORDAR DE ALGUIEN SIN NEGARLE EL AMOR Recuerdo que en una fiesta de bodas, el padre del novio invitó a sus hermanos, pero una hermana no compareció. Pregunté más tarde a esta hermana por qué motivo no había ido a la fiesta de la boda de su sobrino. Ella me respondió: “No fui porque mi hermano (el padre del novio) un día me dijo unas palabras que no me agradaron”. Yo le dije que no podía confundir lo que su hermano le dijo o hizo con su persona. La persona humana tiene su dignidad. Y hay que respetarlas. En estos casos el perdón nos enseña que se puede discordar de los demás sin negarles amor. Dice san Agustín: “Ama al pecador y odia el pecado”. “Dios hizo al hombre y el hombre hizo el pecado”.
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DESCUBRIR SIEMPRE EL SENTIDO POSITIVO DE LAS PÉRDIDAS En estos casos nos podemos preguntar: ¿Qué beneficios me trajo la experiencia de haber sido causa de una injusticia o de ser víctima de una infidelidad? ¿Logré conocerme mejor? ¿Qué lección saqué de la ofensa recibida? ¿Qué límites y fragilidad descubrí en mí? ¿Me he vuelto más humano después? Victor Flankl dice: “Lo importante es apelar al potencial humano más elevado, y transformar una tragedia personal en victoria, un sufrimiento en realización humana”.
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¿CÓMO ABRIRSE AL PERDÓN DE DIOS? Jesucristo enseñó a perdonar. Siempre insistía en la necesidad del perdón: “Así mi Padre se comportará con ustedes, si cada uno no perdona a su hermano desde el fondo del corazón” (Mt 18, 35). ¿Quién no conoce el caso del hijo pródigo, de la mujer adúltera, de la mujer penitente, las palabras de perdón en la Cruz, la petición de perdón del Padrenuestro, la respuesta de Cristo a Pedro: perdonar setenta veces siete, la parábola del administrador infiel, etc.? Para ser perdonados son necesarias dos condiciones: La primera, reconocer que somos pecadores; y la segunda: que perdonemos a los demás. Rehusar el perdón a los demás es señal de que no nos abrimos bien para recibir nuestro propio perdón. Rehusamos el perdón de Dios, rehusando el nuestro. Dice san Agustín: “¿Cómo te atreves a decir: Padre nuestro, perdóname como yo perdono, si no perdonas de verdad a tus hermanos? ¿Cómo te va a perdonar si rehúsas pedir perdón? En primer lugar, mientes a Dios mismo. En segundo, te engañas a ti mismo” (Sermón 49, 9). El milagro del perdón Si nos confesamos, lo hacemos lo más discretamene posible, no cerramos en un confesionario y nos esforzamos para que nadie lo sepa. Nadie salta de alegría. Al contrario acontecía en el tiempo de Cristo. Jesús se convida alegremente a la mesa de los pecadores, antes de invitarles. Él mismo va a la mesa de la comunión. Zaqueo se apresura a prepararle una cena; Mateo, el publicano, invita a sus colegas y ofrece un festín! Gracias a Cristo, todas la faltas se tornan felices culpas, por causa del amor con el cual sabía perdonar. Era preciso ser Dios, para perdonar así: para que el recuerdo de la culpa no recordase más que el amor que se manifestó como consecuencia de ella. Esto es la confesión: un encuentro con Jesús, un contacto con Él, el extraordinario descubrimiento de que Él nos ama y que esto puede cambiar toda nuestra existencia. La absolución no nos puede curar nuestras faltas a no ser sobre la condición de que nos dé algo mejor, que nos revele un amor, una vida, una alegría, mucho mejor que nuestros pecados, que nos permita pasar sin ellos. Pocas veces nos confesamos de lo esencial: de nuestras rabias, de la
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indiferencia ante los demás, de nuestras faltas de fe y amor. Si a la hora de confesarse apareciese Cristo, a muchos cristianos que se confiesan, imagino que les diría: Cállate, deja de cansar tanto tu memoria con cosas sin importancia. Mírame, ¿crees en mí? ¿Crees que te amo? ¿Que sufrí mucho, que deseé mucho perdonar tus faltas, cambiar tu vida? ¿Crees que soy capaz de renovar tu vida, de llenar tu vida? ¿Crees que puedes vivir una vida nueva por causa mía? Luis Évely piensa que ante estas preguntas quedaríamos largo tiempo con la boca callada. Y antes de cualquier palabra, desde que hubiésemos visto y encontrado a Cristo, hubiésemos sabido lo que nos faltaba, hubiésemos sabido que nos amaba, que nos procuraba, que nos esperaba desde siempre, y que no habíamos creído en eso, en su amor. He aquí nuestra mayor culpa de la que nos deberíamos acusar antes de nada.
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ANTE EL GRAN AMOR DE DIOS, ¿QUÉ DEBEMOS HACER? Después de la venida del Espíritu Santo la gente preguntó a los Apóstoles: “¿Qué debemos hacer?”. La respuesta fue: “Arrepiéntanse, conviértanse al Señor”. Dios perdona porque ama. Nosotros amamos porque somos perdonados. Es el caso de Jesús y la mujer penitente: “Si ama mucho es porque se le han perdonado sus muchos pecados. Al que se le perdona poco, ama poco” (Lc 7, 47). Todos tenemos la experiencia del pecado. Debemos vivir también la experiencia del amor de Dios. El punto de partida de toda conversión consiste en aceptar que somos pecadores, necesitados. Dios nos quiere como somos. Debemos aceptar nuestra pobreza y nuestra condición para cambiar y sentir que Él nos perdona. Dejémonos cambiar. La bondad de Dios está por encima de todo. El perdón y la misericordia de Dios son mayores que nuestros pecados. Debemos seguir el ejemplo de la Virgen María: “Hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1, 38). La pobreza de espíritu nos coloca en las manos de Dios. Seamos, pues, pobres, abiertos y disponibles al Señor. El teólogo Paul Tillich escribió: “El perdón es una respuesta, la respuesta divina implícita en nuestra existencia”.
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Index El perdón: la mejor terapia 2 Miguel Lucas 3 Introducción 4 Tomar conciencia de nuestros sentimientos 5 ¿Cuál es la primera actitud que debemos tomar frente a los 6 sentimientos? Efectos negativos del dolor o de la rabia 7 Efectos nocivos del resentimiento constante 8 Sentimiento de culpa 9 El cambio de comportamiento incluye reciprocidad 10 La culpa del problema puede ser de ambos 11 Aceptar que somos vulnerables 12 Reconocer la propia rabia y dirigirla contra un blanco determinado 13 ¿Cómo descargar la rabia para que ésta desaparezca? 14 Cómo aliviarte de la culpa 15 Perdonar al otro no significa disculparlo 16 No se puede descargar de su responsabilidad al que ofende 17 Hay que identificar bien la pérdida para después olvidarla 18 La aceptación de sí mismo y el perdón 19 Conocer mejor los antecedentes del otro 20 Comprender al ofensor 21 Grandes motivaciones pueden acabar con la rabia, y mejorar la salud 22 Perdonar nos enseña que podemos discordar de alguien sin negarle el 23 amor Descubrir siempre el sentido positivo de las pérdidas 24 ¿Cómo abrirse al perdón de Dios? 25 Ante el gran amor de Dios, ¿qué debemos hacer? 27
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