El Origen de La Tragedia. F Nietzsche

August 27, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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xágoras como el primero que forjó la idea de espíritu como opuesto a la materia. (N. del T.)

 

 ORIGEN IGEN DE LA TRAGEDIA E L  OR

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la actividad artística, todo quedó en un estado de desorden caó tico y primordial. Tal debía de ser que el juicio de Eurípides: en   consciente cuanto al prim primero, ero, entre los tr trágicos, ágicos, perm aneció de sus actos, le era preciso condenar a los poetas   ebrios. Lo que Sócrates dijo de Esquilo: que «lo que hacía estaba bien hecho, aunque lo hiciera inconscientemente», no hubiera sido aprobado nunca, ciertamente, por Eurípides, que hubiese concluido sim plemente que la actividad de Esquilo,  como no consciente, tenía que ser mala a la fuerza. El divino Platón mismo no habla ordi nariamente de la fuerza creadora del poeta sino en tono irónico, mientras ésta no es eldelefecto de unaqueinteligencia y la compara al numen adivino, interpretaconsciente, los ensueños, siendo el poeta incapaz de crear antes de haber llegado a la in consciencia y haber abdicado de toda razón. Eurípides trató, comoo también lo quería hacer Platón, de mostr com m ostrar ar al mundo lo con trario del poeta «desprovisto de razón»; su principio estético: «Todo debe ser consciente para ser bello» es, como he dicho, el paralelo del axioma socrático: «Todo debe ser consciente para ser bueno». Por lo tanto, tenemos derecho a considerar a Eurípi des comoespectador, el po poeta eta del socratism o eestético. stético. Y Sócrates ffue ue este segundo quesocratismo no comprendía com prendía la tragedia, y a causa de esto la desdeñaba: aliado con él, Eurípides se arriesgó a ser el heraldo de un arte nuevo. Si este arte determinó la pérdida de la tragedia, el socratismo estético fue su primer asesino. Pero en cuanto la lucha estaba dirigida contra el espíritu dionisíaco del arte anterior, reconocemos en Sócrates al adversario de Dioniso, el nuevo Orfeo que se levanta contra Dioniso, y aunque estaba seguro de ser despedazado por las Ménades del tribunal ate  95

,

niense sin embargo, al omnipotente la fuga;  obligó, y éste, como en el tiempo que huía deldios reya deemprender Edónida Licurgo, se refugió en las profundidades del mar, es decir, bajo lass olas místicas de un culto secreto la secreto,, que ppoco oco a poco debía inva dirr el di el mundo entero entero.. 95

  Una versi versión ón de la mitolog mitología ía hace mo rir a Orfeo linchado por las m ujeres tracias, traci as, dol dolidas idas por el desdén con que él trataba al sexo femenino.

 

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Que Sócrates tenía una estrecha relación de tendencia con Eu rípides, no se le ocultó a ninguno de sus contemporáneos, y el testimonio más elocuente de su clarividencia es aquella leyenda difundi dif undida da en A tenas según la ccual ual Sócrates tenía llaa costum bre ddee colaborar con sus consejos en las obras de Eurípides. En las la mentaciones de los partidarios del   buen tiempo viejo,  estos dos hombres iban unidos cuando se trataba de designar a los corrup tores pueblo, artistas decadencia de del las fuerza fue rzasdel s fí físic sicas as y m morales, orales, dedelauna ruina del an antiguo tiguoprogresiva y rudo vigor cuerpo y del alma de los héroes de Maratón, sacrificados cada vez más a una dudosa intelectualidad. En este tono, medio in dignado medio despreciativo, suele hablar la comedia aristofanesca de aquell aquellos os hhom ombres, bres, co conn escándalo de los jóven jóv enes, es, qque ue le hubieran, es verdad, abandonado voluntariamente a Eurípides; pero que no se podían hacer a llaa ide ideaa de que Sócrates fu fues esee repre repre  sentado por Aristófanes como el  sofista por excelencia, espejo y suma de qtodas las especulaciones sofistas. No mlesismo quedaba recurso ue poner en llaa picota a Aristófanes Aristóf anes , comootro un Alcibíades de la poesía, embustero y libertino. Sin retroceder en la defensa de las intuiciones profundas de Aristófanes, conti nuaré demostrando, por los testimonios del sentimiento general de la Antigüedad, la estricta homogeneidad de espíritu y de in

fluencia de Sócrates y de Eurípides. Es de notar especialmente que Sócrates, en su calidad de impugnador del arte trágico, se abstenía de asistir asistir a las representaciones de la tr traged agedia ia  y no se mez claba a los de espectadores sino elcuando se más trataba de una concepción Eurípides. Pero ejemplo célebre de lanueva aso ciación de estos dos hombres nos lo suministra el oráculo de Delfos,, que proclam Delfos proclamóó a Sócrates como el más sabio de los los hom  bres,  y añadió al mismo tiempo que Eurípides iba inmediata m ente después de él. Com o el ttercero ercero de esta ser serie ie eera ra citado citado Sófocl Sófocles, es, qque, ue, com compa pa rado a Esquilo, podía jactarse de obrar bien, porque «sabía» lo que era obrar bien. Es evidente que éste es el alto grado de luci dez de este discernimiento, de esta «sabiduría consciente», que

 

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distingue a estos tres distingue tres hom hombres bres com comoo los ttres res genios «conscientes» «conscientes» de su tiem tiempo. po. Pero la palabra más incisiva sobre el nuevo y extraordinario valor concedido al conocim conocimiento iento y al juicio la pronunció pronunc ió Sócra tes.  En efecto, efecto, él era era el único que confesaba «no saber nad a» 9 6 , m ientras ientras que en sus sus paseos por las call calles es de Atenas, com o obser vador crítico, al visit visitar ar a los homb hombres res de Estado, a lo loss oradores, orado res, a los poetas y a los artistas artistas célebres, céleb res, veía en todos la pretensión a llaa sabiduría. estupefacto, que, celebridades aun desde elnopunto de vista de su Reconoció, actividad especial, todas estas poseían ningún conocimiento con ocimiento exacto y cierto cierto ni obraban más que instinti instinti vamente. «Sólo instintivamente»: esta frase nos descubre la me dula y el corazón de la tendencia socrática. Por estas palabras el socratismo condena tanto el arte que entonces existía como la ética de su tiem tiempo: po: cualquiera cu alquiera qque ue sea el lugar al que diri dirija ja su m i rada escrutadora, comprueba la falta   de juicio y el poder de la ilu si sión, ón, y de aquí concluye su carácter absurdo, absu rdo, llegando a la la con

denación de lo que le rodea. Partiendo de este punto de vista, Sócrates creyó deber reformar la existencia: como precursor de una cultura, de un arte y de una moral diferentes, avanzó sólo, con la faz altiva y desdeñosa, por en medio de un mundo cuyos últimos últ imos vesti v estigios gios son para nosotros objet objetoo de una pr profund ofundaa vene ración y la fuente fuente de los más vivos go goces. ces. Ésta es la la enorme enorm e perpleji perplejidad dad que nos invade sie siem m pre en pre sencia senc ia de Sócrates, y que que,, renovada sin sin cesar cesar,, nos induce a penetrar el sentido y el alcance de esta enigmática figura de la Antigüe dad. ¿Quién es ése, que por sí solo se atreve a desautorizar la esencia misma del helenismo; que por sí solo se atreve a sustituir a Homero, a Píndaro, a Esquilo, a reemplazar a Fidias y a Peri la Pitia Pitia y a Dioniso, y que, como el abism abism o m ás cles, a suplantar a la insondable y la cima más alta, está seguro de antemano de nues tra admiración y de nuestro culto? ¿Qué fuerza sobrenatural tiene derecho de verter en el polvo esta bebida encantada? ¿Quién es este semidiós, a quien el coro invisible de los más nobles huma96

  Sócrates Sócrates hizo célebre la la fr frase ase «sólo sé que no sé nada». nada» .

 

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nos ha de gritar: «¡ «¡Ay Ay de ti ¡Ay de ti ¡Has destru de struido ido con tu tu brazo poderoso ese m undo de de belleza ¡Mírale ¡Mírale cómo cóm o se se hunde hun de »? (Goethe: Fausto,  I). Unaa clave para desci Un descifr frar ar la esencia de Sócrates la encon encontramos tramos en aquel fenómeno extraño que, bajo el nombre de   Demonio de Sócrates 9 7 , nos permite ver más claramente en el fon fondo do de la na turaleza tural eza lucidez de este hom hombre. bre.inteligencia En estas circunstancias, cuando la una extraor dinaria de su parecía abandonarle, voz divina se deja dejaba ba oír dentro de él y le daba nuevos ánim ánimos. os. Cuando Cua ndo esta voz le habla, siempre le  disuade.  La sabiduría sabiduría insti instintiva ntiva en esta naturalez natur alezaa com complet pletam amente ente anor anormal mal no intervi interviene ene nunca m ás que

para   entorpecer,  para combatir al entendimiento consciente. M ientras que en todos todo s los hom hombres bres el instinto, en lo que se refiere refiere a la génesis de su creación, es precisamente la fuerza poderosa, positiva, creadora, y la la razón consciente conscien te una funció funciónn crítica, crítica, de salentadora, en Sócrates el instinto se revela como crítico y laY ra zón es creadora: ¡verdadera monstruosidad por  defectum en verdadd com probamos aquí un monstruoso defectus de toda verda toda dispo dispo  sición natural al misticismo, de suerte que Sócrates podría ser considerado como el  no-m ístico ístico  específico, en el cual, por una particular parti cular superfetación 9 8 , el espíritu lógico se hubiese desarro llado de una manera tan desmesurada como lo está en el místico la sabiduría instintiva. Pero, por otra parte, el poder de volver so bre sí mismo le estaba absolutamente vedado a este instinto im pulsivo en Sócrates; Sóc se rates; este terreno tercon renounasi sinnviolen freno freno es comodeunalógica fuerzaque de aparece la Naturaleza: precipita cia que solamente solam ente la encontram enco ntramos, os, para nuest nuestra ra estupef estupefacción acción y nuestro espanto, en los más m ás irr irresist esistibles ibles im impulsos pulsos del d el instinto. instinto. El que al leer los escritos de Platón sintió pasar por él el soplo de esta ingenuidad y de esta seguridad divinas de la doctrina socrá tica de la vida, reconocerá también que la formidable rueda mo triz del socratismo lógico gira, en cierto modo,  detrás de Sócra97

  Sócrates contaba a sus conciudadanos que en los momen mo mentos tos decisivos sen títíaa agitarse dentro de sí un demonio demon io (divinidad, en la aceptación de aquel tiempo) que le dictaba lo que había de decir o hacer.   (N. del T.) 98   Superfetaci Superfetación: ón: concepción de un segundo feto feto durante el em embarazo. barazo.

 

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tes, y que todo esto debe ser considerad o a través de Só crates, como a través de un fantasma. Pero el mismo Sócrates tenía el presentimiento de este estado de cosas, y lo demuestra plena m ente la noble gravedad graved ad con que se valía en en todas partes, y se va lió ante  sus jueces, de su predestinación divina. Tan imposible era

desm desmentir entirle le endeeste est como comAnte o aprobar su influenc influencia ia disolvente y destructiva lose punto instintos. este dilema insoluble, no que daba, cuando fue conducido al Areópago ", más que una sola pena que aplicarle: el destierro; se le hubiera debido desterrar, como algo enigmático, inclasificable, inexplicable, sin que la posteridad hubiera tenido derecho a acusar a los atenienses de un acto odioso. Pero el mismo Sócrates parece que solicitó la pena de muerte, mu erte, y no solamente solam ente el destierro, destierro, con plena conciencia conc iencia de lo que hacía y sin sin experimentar experim entar ante lo lo desconocido descon ocido el horror instin instin tivo tida vod que de lamNaturaleza: la mcuando, uertedo,con la misma tranquili tranquili dad ostró, al decir decimarchó r de Platón, Plata ón, cuan como el últ último imo de los libertinos, dejaba el  simposion  10°, a las las primeras clari claridades dades de la aurora, para comenzar un nuevo día, a pesar de que detrás de él, en los bancos y en el suelo, sus compañeros de mesa se quedan dormidos para soñar con Sócrates, el verdadero erótico.  Sócrates moribundo   se hizo el nuevo ideal, insospechado insospechado hasta entonces, de la la noble juventud juve ntud griega; antes que todos, todo s, Plat Platón, ón, el tipo tipo del adolescente helénico, se prosterna delante de esta imagen con toda la pasión de su alma soñadora. 14 Figurémonos ahora, semejante al ojo único y monstruoso de un cíclope, el ojo de Sócrates S ócrates fija fijado do sobre la ttragedia: ragedia: ese ojo que nunca se vio chispear por el entusiasmo artístico —acordémonos cuan refr refractar actario io era a la naturaleza de este hombre hom bre el com co m placerse en el espectáculo de los los abismos dionisíacos— , ¿qué es lo que debía ver fatalmente en este arte trágico   sublime y glorioso,  s e ' Areópago: tribunal tribunal ssuperi uperior or de la antigua Atenas. Aten as.   Se refiere refiere al diálogo diálog o de Platón titulado el Simposion (el banquete).

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gún la fr fras asee de Platón? A lgo com completam pletamente ente irracion irracional, al, causas sin sin efecto y efectos sin causas, y sobre todo esto, un conjunto tan confuso y diverso, que un espíritu reflexivo debía sentirse escan dalizado, y las las almas ardientes y sensibles peligrosamen peligrosamente te turba das.  Sabemos cuál era el único poesíaacomodaticia admitido porcon él: la  fábul fábula a de Esopo;  y ello, con género aquelladesonrisa que el buen G eller ellertt cantaba las glorias de la poesía en la fábul fábulaa de la abeja abeja y la gallina: Ya ves por por mí cuá cuáll es ssuu

fin fin:: decirr la ver deci verdad dad por una alegoría alegoría a quien quien no posee posee gran gran inteligencial01 . Perolaa verdad, Sócratessinlecontar parecíatambién que el con arteque trágico había dicho nunca dichonoarte se dirigía al que no posee gran intel inteligencia, igencia, es decir, no hablaba a los filó sofos:  doble razón para mo mostr strarse arse aleja alejado do de él. Al igual que PPla la tón, le clasificaba entre las artes complacientes, que no pintan más que lo agradable y no lo útil, y exigía que sus discípulos se abstuvieran rigurosamente de tomar parte en diversiones tan ex trañas a la filosofía; lo logró tan bien, que el joven poeta trágico Platón, para hacerse discípulo de Sócrates, empezó por quemar sus lucha poem as. últi últim m o, cuando la doctr doctrina inasusocráti socrática ca ysealencontró en conPor inclinaciones invencibles, fuerza, mismo tiempo la influencia de esta naturaleza monstruosa, fue aún bas tante grande para dictar a la misma poesía nuevas condiciones, hasta entonces desconocidas. Ejemplo de esto nos lo of ofre rece ce el m mismo ismo Platón. En la condena ción de la tragedia tragedia y del arte arte en general, no se quedó, quedó , ciert ciertam amente, ente, atrás atr ás respecto del cinismo cinismo ingenuo de su maestro, m aestro, y sin sin em embargo, bargo, impulsado por un imperativo artístico, por una necesidad artís tica, tiíntima ca, llee analogía fue fue prec preciso iso una for forma ma que tiene recisam ente concrear las formas quedeél arte reprobaba. El pprecisam principal re proche que Platón dirigía al arte antiguo, a saber: que era la imi tación taci ón de una apariencia y, por consiguiente, consigu iente, que pertenecía a un 101

  Christian Fürch Fürchtegott tegott Ge Gellert, llert, Fábulas y cuentos.

 

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orden inferior al del mundo empírico, no debía poder ser dirigido al arte nuevo. Así, vemos que Platón se esfuerza por llegar más l0 2 allá de laseudorrealidad realidad y representar la Platón Idea, que constituyehabía el fondo de esta . Pero en el pensador lle gado así, por un rodeo, justamente a un terreno en el que, en cuanto poeta, había estado siempre en su casa, y desde este mo mento, Sófocles y todo el arte antiguo pudieron protestar solem nemente contra sus críticas. Si la tragedia había absorbido en sí todas las formas de arte anteriores, lo mismo se puede decir, en un sentido excéntrico del diálogo. Constituido por una mezcla de todos los estilos estilos y ddee todos los géneros, flota ent entre re la nnarración, arración,

el liri lirism o, el drama drama, , entredelalaprosa y ladepoesía, poforma infri inflenguaje ringe, nge, ade adem m ás,es regl regla a smo, antigua y rigurosa unidad unidad foesía, rma edel le nguaje. . Los esla l0 3 critores  cínicosl03   se le adelantaron en este cam camino, ino, por la inco inco herencia del estilo, por la sucesión desordenada de las formas prosaicas y métricas, m étricas, consiguiendo consiguiendo darnos la iimag magen en literaria literaria del complacía placía en representar en en la vida. El Sócrates furioso,   que se com diálogo platónico fue, en cierto modo, la navecilla que sirvió de refugi ref ugioo a la la poesía an antitigua gua con todo todoss sus hij hijos, os, después despué s del nau fragio de su embarcación: encerrados en un estrecho espacio, te merosamente sometidos al único piloto, Sócrates, bogan a través de un m mundo undo nuevo  que jam ás pudo pud o cansarse del espectáculo fa fan n tástico tást ico de este cortejo. Platón Platón ha dado realmente realm ente a la posteridad po steridad el 102

  Para la comprensión comp rensión de este pasaje pasaje conviene recordar la la teoría teoría de las las Ideas de Platón. Platón. Según este filósof filósofo, o, las cosas no tienen tienen realidad realidad po r sí mismas. mism as. La ver dadera realidad corresponde a las Ideas incorruptibles y eternas, que han sido contempladas directam ente por nosotros en una ex existencia istencia anterior anterior.. La única cien cia que poseemos, nace de una   reminiscencia  de esta visión de las ideas. Con fo forme rmeen acuanto ella, ella, podemos discernir las cosas les concedem os cierto ciert grado participa de reali realipa  participan dad   de las ideas. Así,y una cosa será bella enocuanto partici de la  Idea de la belleza; buena, en cuanto participa de la  ¡dea de bondad, etc. La filosofía de Kant, con su  fenómeno  o apariencia y su cosa en sí, y la de Schopen hauer, con su   representación  y su  voluntad,  reproducen remotamente este dua lilismo. smo. Nietzsche, com o sabemo sabe mos, s, acepta aceptaba ba en principio la metafísic metafísicaa de Kant y de

Schopenhauer.   (N. del T.) 103   Los cínicos constituyen una u na escuela filosófi filosófica ca nacida de la división de los discípulos de Sócrates y fundada por Antístenes. Diógenes fue su más señalado representante.

 

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prototipo de una obra de arte nueva, de la  novela,  que puede ser considerada fábulaestá de subordinada Esopo infinitamente perfeccio nada, y en la como cual lalapoesía a la teología, es de cir,, como cir com o   ancilla1 0 4 . Tal fue la nueva condición a la que Platón redujo la poesía, bajo la influencia demoníaca de Sócrates. losófico co  rebasa el arte con sus vegeta Aquí el   pensam iento fifilosófi ciones y le obliga a enlazarse estrechamente al trono de la dia léctica. La tendencia   apolínea  se ha trocado en sistematización lógica; ya hemos hecho notar en Eurípides algo análogo, y ade más una transposición de la   emoción dionisíaca  en sentimiento naturalista. Sócrates, héroe dialéctico del drama platónico, nos recuerd a al héroe de Eu rípide s, que, com o él, ssee ve forzado forzado a justificar sus actos con razones y argumentos y corre tan frecuen temente, de este este m modo odo,, eell riesgo riesgo de perder para nosotros todo in terés trágico. En efecto, ¿quién podría desconocer la naturaleza optimista   de la dialéctica, que triunfa a cada conclusión y no puede vivir más que de fría claridad y de certidumbre, ese ele m ento optimista que que,, desde que penetra en la ttragedia, ragedia, invade sus regiones dionisíacas y la conduce fatalm fatalm ente a ssuu propia pérdida, hasta dar el salto fatal (y mortal) en el drama burgués? Pensemos en las consecuencias de los preceptos socráticos: «La virtud es la sabiduría; sabidur ía; no se peca más qque ue por ignorancia; el hombre virtuoso virtuoso es el hombre feliz». Estos tres principios del optimismo son la muerte de la tragedia. Pues desde el momento que esto es así, el héroe virtuoso debe ser dialéctico; desde ese momento, entre la virtud virt ud y la la sab sabiduría, iduría, entre la ffee y la mo moral, ral, es preciso qu quee haya hay a un lazo visible y necesario; desde ese momento, la concepción tras cendental esquiliana 1 0 5  de la equidad es reducida al principio su

perficial e imprudente de  Injusticia poética, con su habitual Deus ex m achina. En este arte teatral nuevo, socrático y optimista, ¿cuál es en tonces la situación situación del coro, y en general de toda la sustancia dioniso-musical niso-mu sical de la tragedia? Todo est estoo aparece com o algo fo forr104 105

  Ancilla:  esclava.   Esquilo ffue ue llamado por Arist Aristófanes ófanes el verdadero señor dionisíaco.

 

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tuito, como una reminiscencia inútil, y aun superflua, de los orí genes de la tragedia, mientras que hemos reconocido que el coro no puede ser comprendido sino como  causa primera,  principio generador de la tragedia y de lo trágico en general. Ya en Sófo cles se comprueba esta dificultad con respecto al coro: indicio importante, que nos revela que en él la materia dionisíaca de la tr tragedia agedia com ienza a disgregarse. Ya no se at atreve reve a confi confiar ar al coro el papel em emotivo otivo principal, y rest restringe ringe su acción a tal punto, punto , que estee coro pparece, est arece, al present presente, e, asimilado a llos os actores, com o si hu biese sido transportado de la orquesta a la escena; y a despecho de la la aprobación de A ristóteles, ssuu carácter queda definiti definitivam vamente ente alterado. Esta perturbación en el papel del coro, introducida por el m ismo Sófocle Sófocles, s, y aun recomen recomendada dada por él en uno de sus escri tos, según la tradición, es llaa primera eetapa tapa de esa aniquilación del coro, cuyas fas fases es se suceden suceden con espantosa rapi rapidez dez en Eurípides, Eurípide s, Agatón y la comedia nueva. Armada con el látigo de sus silogis mos,  la dialéctica optimista arroja a la música  de la tragedia, es decir, destruye la esencia misma de la tragedia, esencia que no puede ser interpretada sino como una manifestación y una objeti vación vaci ón de los est estados ados dionisíacos, como com o una simbolizaci simbolización ón visi blee de llaa música, como el mu bl mundo ndo de ensueño de una embri em briaguez aguez dionisíaca.

Pero si admitimos que aun antes de Sócrates ya se sentían los efectos de una tendencia antidionisíaca, que sólo en él alcanzó una extraordinaria y grandiosa expresión, no debemos renunciar a profundizar el alcance de un fenómeno cual es la aparición de Sócrates, Sócrat es, que los diál diálogos ogos platónicos platónicos no nos perm permititen en considerar únicamente única mente com comoo una fuer fuerza za negativa y disolvente. Y por verdad que sea que llaa primera primera con secuencia del movimiento mov imiento socrático fue una adulteración de la tragedia dionisíaca, un episodio signi fi ficat cativ ivoo de la vida de Sócrat Sócrates es m ismo ismo,, nos obli obliga ga a preguntarno preg untarnoss s¡  necesariamente hay entre el socratismo socratismo y el aart rtee una antinom antinomia ia irreductible y si la idea de un Sócrates  artista  es algo absoluta mente contradictorio en sí. En efecto, efecto, aquel lógi lógico co ddespótic espóticoo tuv o, de cuando en cu and ando, o, el sentimiento de una omisión, une deber debe r quizá incum incumplido. plido. Co Contaba ntabade auna sus laguna, amigos, am igos,deeennun su pesar, prisión,dequ que

 

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se le aparecía a veces en su sueño una sombra, siempre la misma, y que le repetía todos los días las mismas palabras: «¡Sócrates, ejercítate en la música ». Hasta sus últimos momentos se había tranquilizado tranqu ilizado con la idea de que la filosof filosofía ía es el art artee más ppre re cioso que nos han legado las musas, y no podía imaginarse que una divinidad hubiese venido a recordarle la   música común, po pular.   Por último, en su prisión, para aliviar completamente su conciencia, se decidió a ocuparse de esta música m úsica que tan poco es titim m aba. Y en est estaa situac situación ión de ánimo com puso un himno a Ap Apolo olo y puso en verso algunas fábulas de Esopo. Lo que le impulsó a estos ejercicios fue algo análogo a la voz de su demonio familiar, fue su intuición apolínea de que se encontraba como un rey bár baro,  ignorante, ante una imagen tan noble y divina, y que corrí corríaa el riesgo de ofender a una divinidad con su ignorancia. Estos E stos sue ños de Sócrates Só crates y esta aparición son el único indicio de una dud duda, a, de una preocupación sobre los límites de la naturaleza lógica; quizá se debió decir a sí mismo: Lo que no es comprensible para

m í ,  no es necesariamente lo incomprensible. Quizá haya un lí mite de la sabiduría de donde esté desterrada la lógica. Quizá sea el arte un correlativo, un suplemento obligatorio de la ciencia.

15 Debemos indicar ahora, en el mismo sentido de ideas evocado por estos sugestivos problemas,decómo hasta y para toda la posteridad futura, la influencia Sócrates se hoy ha extendido sobre el mundo com comoo una som sombra bra que se al alarga arga si sinn cesar ba bajo jo lo loss rayos de un sol sol poniente: cómo esta infl influencia uencia impon imponee la necesidad de una perpetua renovación del   arte  —y en verdad del arte en un sentido ya metafísico, en el sentido más amplio y más pro fundo—, y cómo la duración infinita de esta influencia nos ga rantiza la duración inf infini inita ta del arte. Antes de que pudiese reconocerse esta verdad, antes de que se estableciese que todo arte está, conSócrates, respectoena los griegos, yperentoriamente a los los griegos después de Hom Ho m ero hasta la relación de la más íntima dependencia, los griegos debían ha-

 

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cemos un efecto análogo al que Sócrates producía sobre los ate nienses. En casi todos los tiempos, las culturas, al sucederse unas a otras, han tratado de sacudir el yugo de los griegos con pro fundo descontento, porque toda creación personal, en apariencia absolutamente original y muy sinceramente admirada, parecía a su lado perder repentinamente el color y la vida y abortar en una tor torpe pe la imit im sorda itación, ación,cólera en caricat caricatura. ura. Y aen cada m omento om ento estalla, estalla, corazón una vez más, condensada el fondo de nuestro contraa ese pequeño pueblo arrogante, que ttuvo contr uvo la audacia audacia de mar m ar car,, por eternidad car eternidades, es, con el epíteto de  bárbaro1 0 6 , todo lo que no era suyo. ¿Quiénes son esas gentes, nos preguntamos, que, sin

otro título que un esplendor histórico efímero y con instituciones ridiculamente limitadas de un valor moral dudoso, y cuyo solo nombre equivale a una odiosa injuria 1 0 7 , reivindican, sin em bargo, entre los pueblos un puesto aparte y el rango que entre la masa corrdeesponde corresponde al genio? Desgraciadamente, no hemos tenido do 108 la suerte descub de scubrir rir la cicuta cicu taDesgraciadamen  que hubiera hu biera te, puesto pu esto fin fin a talteni exis tencia, pues ni el veneno, ni la envidia, ni la calumnia, ni la có lera desencadenadas pudieron conseguir turbar esta insolente se renidad. reni dad. A sí, ante ante los griegos senti sentim m os vergüenza y miedo miedo.. Que haya, por lo menos, un hombre amante de la verdad por encima de todo, que ose proclamar que, que , semejantes semejantes al cochero que con duce un carruaj carruaje, e, los gri griegos egos han tenido en sus m manos anos las rienda rien dass de nuestro nuest ro arte, as asíí com o de todo arte; pero que casi siempre siem pre el carro y los caballos, de calidad harto ínfima, han sido indignos de sus glorios glor iosos os conductores, con ductores, que se divierten divierten en precipitar todo el convoy conv oy en el abismo abismo que ellos mismos mism os franquean franquean fácilmente fácilmente de un salto, salto, como co mo Aquiles A quiles 1 0 9 , el de los pies ligeros  u 0 . Para reivindicar la dignidad de un papel directivo semejante a favor avor de Sócrates, basta basta recon reconocer ocer en éste el modelo de un titipo po hu10 1066

  Bárbaro, de  dell gri griego ego ¡MpPapoc,, ¡Mp Papoc,, extranjero, extranjero, no grieg o. 107  Se refiere a la esclavit esc lavitud. ud. (J(JV. del T.) 108   La cicuta se empleó em pleó eenn Grecia Grecia para la ejecuc ejecución ión de los los condenados políticos. políticos. 109   Hace ref referencia erencia al carro carro de Aq uiles, del que tiraban tiraban cuatro caballos inmor tales regalados por Tetis a éste. 11 1100   Es una de las las denominaciones que Hom ero da a Aq uiles.

 

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m ano desconocido descono cido hasta entonces, el ttipo ipo del  hombre teórico  m, cuya significación y cuyos fines estudiaremos inmediatamente. Del mismo m ismo mo modo do que el arti artista, sta, el hombre teórico teórico encuentra tam tam  bién en lo que le rodea rode a una satisf satisfacción acción infinit infinita, a, y este sentimien sentimiento to le protege, como al artista, como la filosofía práctica del pesi

m y sus ojos de lince, liance, no lucen másnueva quea en tinieblas. tinieblas. Enismo efecto, si elojos artista, artista, todaque m anifestaci anifes tación ón nuev de las la verdad, se desvía de esta esta claridad claridad reveladora y contempla contem pla si siempre empre con m irada irada encantada lo que, a pesar pesar de esta cl claridad, aridad, permanece aún en las tti i nieblas, el hombre teórico se sacia en el espectáculo de la oscuri dad vencida y encuentra su máximo placer en en el adveni advenim m iento iento de una verdad nueva, sin cesar victor victoriosa, iosa, y que se im im pone por p or su pro pia fuerza. fuerza. No hab habría ría ciencia si no tuviera otro objeto que la verdad y no se debiese preocupar «únicamente» m ás que de esta diosa desnuda, ni tuviese tuvieseque quehubieran hacer otr otraproyectado a cosa; co sa; sus adeptos tendrí an elenas pecto de personas abrir untendrían agujero la titierra erra que la atravesase atravesase de parte a parte, y vieran, vieran, tras una vida en tera de anhelos y trabaj trabajos, os, qu quee no podían avanzar av anzar m más ás que una ín fima parte del enorme camino, y que el result resultado ado de su trab trabaj ajoo se ría colm colmado ado y anulado ante ante sus ojo ojoss ppor or el traba trabajo jo de su vecino; de suerte que un tercero pensaría obrar muy prudentemente esco giendo a su talante talante un lugar nuevo nuev o para su propia tentativa. tentativa. Si uno de ellos consiguiese demostrar entonces perentoriamente la impo sibilidad sibili dad de alcanzar por este procedim procedimiento iento los antípodas, ¿quién querría que rría persi persisti stir,r, en ese caso, caso , en segu seguir ir trabajando trabajando en el pozo po zo pri m itivo, itivo, si no se hubiera decidido, de cidido, de cuando en cuando, cuand o, a descubrir en él piedras preciosas o leyes de la Naturaleza? Por Po r esto Lessing, el más sincero de los los hombres hom bres teóricos, osó declarar que encon encon traba más m ás satisf satisfacción acción en la la investigación investigación de llaa verdad que en la verdad misma, y de este modo se descubrió, con sorpresa y con 11 1111

  La palabra pala bra teórico viene del grieg o Ser Serap apiiKÓc;, KÓc;, fiestas o espe es pectá ctá cu los (xd 9ecopvK(x K(x: dinero dado por el Estado Estad o a los atenienses ateniens es pobres p obres para que pagasen paga sen su asiento en el teatro), y deviene de teoría, del griego Gecopíoc: visión, contem plación, asistencia a espectáculos o fiestas (sagradas o no, oráculos, etc.), y ésta de Oetopéco: contemplar, observar con la inteligencia, contemplar como especta dor, enviar em isarios isarios al oráculo o a fiestas.

 

EL ORIGEN DE LA TRAGEDIA

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gran irritación irritación po porr parte de los sabios, el secreto fundamental de la ciencia. Sin embargo em bargo,, al lado lado de esta confesi confesión ón aislada, de este ex ceso de franqueza, si no de desfachatez, comprobamos también u n a   ilusión  profundamente significativa, encarnada por primera vezz en la persona ddee Sócrates: est ve estaa inquebrantable convicción de  m que el pensam iento, por el hilo hilo de Ariadna   de la causalidad, puede penetrar hasta los más recónditos abismos del ser, y tiene el poder no sólo de conocer, sino también de  reformar la existencia. Esta noble ilusión m etafísica etafísica es el instint instintoo prop propio io de la ci ciencia, encia, que la conduce sin cesar a sus límites naturales, en los cuales tiene  finn real  hacia el cual titiende ende este insti instinto. nto. que transformarse en  arte, fi Si consideramos ahora a Sócrates bajo esta nueva luz, se nos aparecerá el oprimero que een pudo vivir, sino ta también mbién (y como es much mucho m más) ás) morir n nomnobresolamente de este inst instinto into de llaa ciencia, y por esto la imagen de  Sócrates moribundo,  el hombre emancipado em ancipado,, por el saber y la rrazón, azón, del m iedo a la m muerte, uerte, es el escudo de armas suspendido en el pórtico de la ciencia, para re cordar a todos que la causa final final de la ciencia es hace hacerr la existen cia concebible, y de este modo justificarla, para lo que, natural mente, en el caso de que la razón no baste, debe servir, en fin de cuentas, también   el mito, que acabo de mostrar como la conse cuencia ineludible, como el fin real deque la ciencia. Cuando se observa el espectáculo ofrecen después de Só crates, este mistagogo " 3  de la ciencia, los diversos sistemas filo sóficos que, parecidos a las olas del mar, se persiguen y se suce den incesantemente; en presencia de esta universal avidez de saber sab er que se ha ha manifest manifestado ado con una fuer fuerza za jamás jam ás sospechada en todas las las es esfer feras as del m mundo undo civilizado, civilizado, y que que,, im im poniéndose a to dos com comoo el verdadero deber del hom bre inteli inteligente, gente, ha llllevado evado a la cienci cienciaa al puesto supremo que ocupa hoy, y del cual no se le ha podido nunca arr arrojar ojar del todo; ante est estee universal u niversal deseo de co conono12

'   Ariadna, enamorada de Teseo, que había ido a Creta a matar al M inotauro, le proporcionó proporci onó los m medios edios para hacerlo y un hilo qu que, e, tendi tendido do por po r  e  ell laberinto, le guiara haciaa la sali haci salida. da. Tra Trass ser abandonad abandonadaa por Teseo, Ariadna se casó con D ioniso. 113 113   M istagogo: sacerdote ddee la gentil gentilidad idad grecorrom ana que iniciaba en los misterios.

 

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FRIEDMCH NIETZSCHE

cer, que enlaza a todo el planeta en una red de ideas com cer, co m unes une s y le hace soñar que someterá un día a sus leyes todo el sistema solar; y si se se considera al mismo mism o tiempo la colosal pirámide de d e la cien cia moderna, mo derna, no podem os menos m enos de ver en Sócrates el eje eje y llaa pa lanca de lo que constituye la historia del mundo. Imaginémonos, en efecto, la suma incalculable de fuerzas absorbidas por esta tendencia universal, consagrada no al servicio del conocimiento, sino a la realización de los deseos prácticos, es decir, egoístas, de los individuos individuos y de los los pueblos; es probable que entonces, en m me e dio de las perpetuas migraciones de los pueblos y de las luchas exterminadoras, el amor instintivo a la vida se habría debilitado tanto y el hábito del suicidio habría llegado a ser tan general, que el individuo creería, como el habitante de las islas Fidji, cumplir su deber suprem o de hi hijo jo m atando a ssuu padre, y de de amigo am igo aho  gando a su amigo; pesimismo práctico que podría llegar a susci tar la espantosa moral del aniquilamiento de los pueblos por la piedad, y que, por otra parte, existe y ha existido en el mundo, siempre que el arte no ha aparecido bajo una forma cualquiera, particularmente bajo la forma de la religión o de la ciencia, como remedio remed io y protección protección contra es este te soplo envenen envenenado. ado. Frente a este pesimismo práctico, Sócrates es el primer modelo del optimismo teórico, teóric o, que atribuye a la fe en la posibilidad pos ibilidad de profundizar la naturaleza de d e las cos cosas, as, al saber saber,, al conocim iento, la virtud virtud es una un a panacea universal y considera considera el error como com o un m al en sí. Investi gar las causas y distinguir el verdadero conocimiento del apa rente y del erróneo pareció al hombre socrático la vocación más noble, la única digna de la Humanidad; y desde Sócrates, este mecanismo de los conceptos, juicios y deducciones fue conside rado como el más alto favor, el presente más maravilloso de la N aturaleza, aturaleza, y estim estim ado por encima de todas todas las demás facultades. facultades. Las más nobles nob les acciones acciones m orales orales mism m ismas, as, los los im im pulsos de la pie dad, del sacrificio, del heroísmo, y también ese estado de alma tan difícil de alcanzar, comparable a la calma silenciosa del mar inmóvil, y que el griego apolíneo llamaba Eco
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