El Niño de Freud a Lacan

Share Embed Donate


Short Description

Resumen de la Conferencia 'El Niño de Freud a Lacan', de la Lic. Alba Flesler...

Description

F i cha cha N º 9

EL NIÑO DE FREUD A LACAN  Lic. Alba Flesler La autora comienza su ponencia planteando que de la clínica con niños se han ocupado múltiples campos (medicina, psicología, pedagogía, y en determinado det erminado momento el psicoanálisis),  pero fue el psicoanálisis el que introduce un viraje en la perspectiva con la cual se veía al niño. Va a hablar desde la clínica del psicoanálisis en su doble vertiente: por un lado la clínica propia del psicoanálisis, y por otro la clínica que se hace a partir del psicoanálisis. El hecho de que haya ido variando la manera de llamar a esta clínica (clínica de niños,  psicoanálisis de niños, clínica con niños) muestra que ha habido muchos intentos para salvar una incomodidad. Al entender de la autora, entre el psicoanálisis y los niños no hay una lograda adecuación. Tal vez se podría leer como un síntoma entre la cuestión del psicoanálisis y los niños. ¿Qué se hace cuando se encuentra un síntoma? A diferencia de otros saberes y clínicas, colocamos allí una pregunta, pero no siempre es así, sino que muchas veces desde el  psicoanálisis se coloca una respuesta. Pero la pregunta, esencialmente, revela una falta de saber,  pero que trae una ganancia, ya que como falta ese saber podemos ir a la búsqueda de uno nuevo. Esto hace a la diferencia entre las psicoterapias y el psicoanálisis:  Psicoterapias  Se trata al síntoma con la cara-signo del síntoma, es decir con lo que representa algo para alguien. Se plantea con ese signo una respuesta a eso que se le presenta.  Psicoanálisis  Se coloca interrogando. El síntoma implica pensar otra vertiente, y se va a tratar de desplegar su congruencia en relación al psa de niños. Respecto a F reud  reud  , nos encontramos con que el psicoanálisis en el marco teorizado por él no fue pensado para los niños. En un primer momento planteó cuáles eran las dificultades de analizar a sujetos narcisistas, ancianos y niños. Entonces, cuando se aboca a pensar la cuestión de los niños, es para indagar la etiología de las neurosis. El niño entonces aparece como un lugar de observación. La teoría freudiana se ocupa del niño, pero del niño del adulto en análisis. Del niño y su lugar en la neurosis. Si rastreamos el lugar del niño en la teoría freudiana, veremos que Freud lo sitúa en al menos tres lugares, para este otro adulto. 1. El lugar de la equivalencia simbólica, como equivalente del pene. Donde el pene y el niño se articulan, gracias a la teoría del valor: ellos valen en relación a un equivalente fálico. El falo es el articulador, que permite que un niño equivalga a un  pene. 2. El lugar que el niño tiene en el narcisismo de los adultos (Su Majestad, el e l bebé). 3. El lugar que el niño tiene en el fantasma del neurótico. Entonces… ¿cuál es el objeto del  psicoanálisis? No es el niño, ni el adolescente ni el adulto, ni la personalidad ni la conducta, sino el sujeto. El psicoanálisis atiende al niño, sí, pero

apunta al sujeto. El sujeto al que referimos es el sujeto de la estructura de la que estamos hechos todos nosotros, el universal del ser humano. Quien ha formalizado el concepto de sujeto, que ha permitido ordenar conceptos que han quedado enredados por los post-freudianos, es L aca acan. El sujeto que formula él, es efecto del

lenguaje. Una de las maneras en que ha llamado al sujeto es  parlêtre (ser que habla), pero se refiere puntualmente a lo que pierde el sujeto a través de la palabra. En la equivalencia simbólica pene=niño de antes: el niño equivale a ese objeto, y si no logra entrar en esa equivalencia, no nace. O sea, su vida depende de que su ser sea equivalente,  pero también depende de que esa equivalencia implique que él no es idéntico. Entonces: decimos que hay una equivalencia porque se pierde una identidad. Sólo podrá haber identificación a otros lugares si se pierde la identidad. Esta pérdida, sin embargo, se sostiene en cierto sentido como igualdad. El niño puede ser igual imaginariamente a un objeto, pero simbólicamente se juega otra diferencia. ¿Qué ganancia tiene entonces que pueda haber distintos significantes para nombrar al sujeto? Que se puede empezar a jugar, pero jugar desde el concepto de mecánica. Las piezas de algo, pueden hacer juego si no son idénticas. Es decir, si el niño logra entrar en una equivalencia que implique una no identidad. Esto no se da sin consecuencias. Este juego de las piezas, original, se juega para el sujeto mucho antes de haber nacido. Si lo ponemos en un lugar, realmente no podemos pensar que es puro objeto, porque el sujeto en realidad comienza a tener un lugar antes de ser un viviente. Entonces nos podemos desprender de la idea de que él es puro objeto, porque el juego entre el lugar de objeto y el lugar de sujeto se empieza a jugar en aquel que lo espera, que lo va a recibir, que lo desea. El sujeto no tiene edad pero sí tiene tiempos, y ubicar los tiempos del sujeto puede sernos de gran utilidad a la hora de decidir nuestra intervención en la clínica con el sujeto en los tiempos de la infancia. Lo infantil en F reud  corresponde al adulto. Es decir, hay una división entre lo que es del orden de la infancia y su producto, lo infantil. Esto no implica tiempos cronológicos, ni evolutivos, sino más bien ‘recreativos’ según la autora. Recreativos en el sentido de recrear varias veces a lo largo de la infancia esta pérdida del origen, porque así como es necesario que se

recree, esto puede ocurrir como no. Que se recreen los tiempos depende esencialmente de la dialéctica que se establece entre el sujeto y ese Otro (desde Lacan). El sujeto entonces, en la dialéctica con ese Otro (que no sólo es objeto de deseo) es también objeto de goce y de amor. Es decir, un lugar en el narcisismo, un lugar en la equivalencia fálica y un lugar en el fantasma. Por eso muchas veces al niño lo encontramos en esos tres lugares. De la dialéctica entonces encontraremos si hay o no recreación, si los tiempos se recrean o si encontramos que ciertos tiempos se produjeron y en realidad otros se detuvieron. Si esos tiempos de la infancia no se recrean, nos encontramos luego con adultos en edad, donde el tiempo no ha pasado, es decir, que el tiempo pasó pero a ellos no les pasó nada. Este ‘no pasarle nada’ habla entonces del estancamiento de estos tiempos. He aquí el punto donde se justifica que

tengamos algún tipo de intervención. Intervenimos cuando encontramos los síntomas de la detención de los tiempos, no los síntomas de producción de la neurosis. El acto analítico entonces apunta a reanudar los tiempos del sujeto en la infancia. Es su finalidad y también decide su fin. Pero para eso, esencialmente, tiene que pensarse al  psicoanálisis desde el universo a las particularidades, es decir, tomar las categorías aristotélicas de lo particular y lo universal para conjugarlo en lo singular de cada sujeto. Debemos hacer del síntoma que se presenta un signo del cual ya tenemos respuesta. Lo que decide que nuestro acto sea analítico es que apuntemos al  sujeto. Es decir, que le encontremos desprendido de la identidad que le podemos adjudicar con nuestras interpretaciones. Para un psicoanalista, es el significante el que representa al sujeto para otro significante. Y he ahí que podemos tropezar, partiendo de que el niño nos haga un signo. Para tomarlo como lo que un significante representa para otro, nosotros de eso no sabemos hasta que el sujeto no

despliega su singularidad, no despliega los significantes que dijeron su ser. Estos tiempos del sujeto son tiempos de lo real, lo simbólico y lo imaginario. Los tiempos comienzan antes de que uno nazca. En ese lugar donde equivale a ser falo del otro. Se mencionó en un momento la palabra ilusión , y la ilusión es lo que permite que se recubra imaginariamente un real. Ser el falo o no serlo será el primer gran conflicto en el plano imaginario. El niño trata de ocupar este lugar activamente, en tanto como sujeto intenta jugar,  poner en juego una no identidad. Es ser o no ser el falo lo que le permite en algún momento estar en la ilusión. Ubicarse en ese lugar de ser o no ser va a dar lugar a otro tiempo, que puede o no recrear al anterior, y que es un tiempo que Freud magistralmente desplegó llamándolo despertar  sexual . El despertar es un momento donde lo imaginario conmueve la representación habida hasta ese momento. Lo que el niño descubre es que algo estaba cubierto, porque él como falo lo cubría. Él era, o creía ser, por eso cae un saber  allí: el falo de la madre. Este ‘despertar’ le permite salir del sueño y pasar a otro tiempo. De este real a otro tiempo que será un tiempo de predominio simbólico. Del conflicto entre ser aquel que satisface lo que el otro espera de él o tener. Esto es Freud. Dialéctica del ser o del tener un goce más allá de satisfacer a la madre.

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF