El Mejor Pintor de Flores Del Mundo
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AFAGUARA INFANTIL
© Del texo: CAROS JosÉ EY, 200 © De eta edición: 201 Disibuidora Dis ibuidora y dioa gilar lea Taur lfaguaa . Calle 80 No 9-69 Teéfono (57) 639 60 00 Telefax (7 236 93 82 Bogotá Bog otá Coo Coomba mba wwwanillanacoco wwwanillanaco co faga • gula, tea aur faga v Leando N e 720 (00) eno ire • antllana diciones Geerae, de C vda Univeidad, Uni veidad, 767 Col Del Vale Mxico DF CP 0300 • antilana diciones Geneale L Torreagna 6028043 Madrd
IBN 978-98-704-933 Impreso en Colombia Pmea edición e n Coloba, Coloba, abil de 200 Pea repreón, octbre de 200
Diseño de la colec colección: ción: M sRAA sracone: MA PÑA Diagraación XA EO CRA
Todos lo derecho eevado. Et publiión no uede uede e erodd, ni e todo e pare, regstrada en o ramtida por un sitema de ecperacón ecpe racón de nfomac nfomac en nina forma po nú medio ea mecáco oqímc oqímco o elecco maéco eectopco or fooa o ulqer oro emo vo or eo de edoril
El mejor pinto de floes del mundo Carlos José Reyes Ilustraciones d
Mónica Peña
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Contenido
La avenura del maesro .............................. 9 Los peligros de la selva ..............................19 E niño dbujane ....................................... 35 Los jóvenes herboaros ...........................56 El dibujane rebede............................66 E niño y la serpente.....................................78 El mejor pintor de fores del mundo y e vejo ecor .......................................87 Epílogo.................................................109 Noa del auor ....................................... 13 Bograía ................................................. 17
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La aventura del maestro
Don Pedro, el maestro de escuela de un pequeño pueblo perddo en medio de la cordllera de los Andes, llevaba muchos años dictando las diversas materias de los cursos de primara y sentía que haba llegado el momento de retrarse, para lo cual era necesaro que enviaran a aguen ms joven y de ser posible, no uno, sno dos o tres prosores, que puderan encargarse de cada crso por separado Hasta el momento él se ocupaba de todo, con ayuda de su esposa, doña Carola, pero ella no dc taba clases, sino que se encargaba de otras tareas en la escuela, como vgilar a los niños en los recreos, cuidar los exámenes para que nade se copiara de los otros y otras actvidades semejantes. Por eso la aparcón de un hombre que contaba hstorias llamó la atencón de los muchachos, prmero de uno, luego de cnco o ses y, al fnal, un curso completo corra a la plaza para escuchar los cuentos de aquel viejo.
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El hombre, sentado bajo a gran ceiba de la plaza que según agunos era mucho más vieja que los abuelos, le comuncaba una especial emoción a as hstoras que contaba, cambaba a vo cuan do hablaba otro personaje como s fera un actor entrenado paa representa muchos papeles. Don Pedro el maestro había observado desde cierta dstancia a rma como aquel hombre se expesaba los gestos que hacía los tonos y tmbres que ponía a su vo y se había dado cuenta de que era muy dicil competr con él para atraer a sus aumnos Sentía que en a últma case de la tarde los uchachos casi no ponían atención pues que rían sair corriendo tan pronto doña Caroa tocaba a campana
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Por as noches, don Pedro no podía dormr pen sando en a frma de vover a atraer la atención de sus aumnos Sabía que a mejor manera de ograrlo aún estaba lejos de su comprensión Dicilmente podía consegur un buen resutado por medio de regaños o castgos Peo, por oa parte, a él e resu taba muy dici cambiar o encontr otras fas de expresión que atraeran a atención de los muchachos, pues era un hombre mayor y ya no estaba en edad de aprender cosas nuevas ni de cambiar de actitudes Lo pensó una y otra vez, hasta que una voz en su interior empezó a decirle: "¿Y or qué no puedes cambiar? ¿Acaso lo has intentado? ¡ Debes sair a tomar aire esco para poder mirar las cosas de otra manera! Aque da era sábado, y os niños no tenían que asistir a cases Por lo genera, se evantaba tarde, cas al mediodía, sin anes Su mujer tampoco se ponía en pie tan temprano como solía hacero durante la joada de estudios, cuando iniciaba sus actividades con e prmer canto de gao. Esa era su opotunidad, antes de que ea despertase, pues quera hacer as cosas a su modo, sin que nadie metiese a cucharada y e dijese cómo actuar, como
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ocurría cada ve que pensaba hacer ago, cuaquier cosa, por pequeña que fera Doña Carola entonces opinaba as sugerencias que hacía se convertían en verdaderas órdenes y . ¡Ay de que no las cumpiera! Porque entonces podían pasar varios días sin que ella volviera a dirigire a paabra. Saltó de su cama tratando de no hacer e me nor ruido y se puso de inmediato os pantalones que había puesto sobre un banco Metió os pies dentro de sus alpargatas y se puso la camisa y el saco como si estuviese en una competencia de ver quién se vestía primero. uando doña Carola despertó, e viejo maes tro ya se encontraba ejos de allí Había salido del pueblo y se había metido por entre la espesura de unos matorraes buscando ago que todavía no sa bía qué era Quizá podría encontrar un animaito extraño y convertirlo en la mascota de la escuela. O unas pantas distintas a as que crecían en os huertos o patios de las casas que pudieran serv de modeos para que os niños las dibujasen A medida que avanzaba satando por sobre gruesos troncos metiéndose entre unos vericuetos muy enredados para no caer en ningún camino conocido, sentía e aliento de la aventura, una sensación que no expe
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rimentaba desde los ya remotos días de su juventud, cuando soñó con salir de su pueblo y viar por el mundo para conocer otros paisajes, otros países y otras gentes. Pero la idea del viaje se fe aplazando una y otra vez, en espera de una mejor oportunidad, que es algo indenible que nunca se sabe qué es. Después se casó, le dieron el puesto de maestro de la escuela y allí se quedó, enseñando a una generación tras otra de los habitantes del pueblo siempre las mismas cosas, que por lo general olvidaban al terminar los estudios. ¿Cómo podría lograr el hacer cosas que valie ran la pena de ser recordadas? ¡Necesitaba encon trar algo soresivo, para que los muchachos se entusiasman y vieran que aún estaba en capacidad de enseñarles cosas nuevas, de ayudarlos a descubrir otros mundos! Aquellas ideas revoloteaban en su cabeza, co mo mariposas de distintos colores, cuando se dio cuenta de que estaba perdido Habían pasado varias horas y se había alejado ucho del pueblo y de la civilización. Ahora se hallaba en el ndo del bosque, en un lugar selvático y por eso comenzó a experimentar una sensación de peligro. Recordó la rma como su rival, el hombre que contaba cuen
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tos, hablaba de las aventuras de gentes del pasado, de personas que estaban lejos, tanto en el tiempo como en el espacio, pero al n era él mismo quien estaba viviendo una aventura, ahí y ahora, en ese moento, y no sabía cómo podía salir del embrollo en el que se había metido por su propia cuenta. El impulo de avanzar y avanzar, de ir cada vez más ejos, hacia lo desconocido, no le había permitido poner atención a los detalles de las plantas, a la observación de pequeños aniales, de pájaros exóticos, de ores raras que había en los alrededores, y fe entonces cuando decidió que lo mejor que podía hacer era regresar y, mientras encontraba el camino para volver al pueblo, podía recoger mues tras de plantas, piedras de rmas raras o mariposas de colores exóticos. Por el tronco de un árbol subía una iguana o una salaandra, no sabía bien qué animal era. . . Tenía un color verde esmeralda muy intenso y unos ojos enormes; un animal curioso, peo ¿cómo llevarlo? Hubiera necesitado un canasto, una pequeña jaula, cualquier cosa Ahora se daba cuenta de cómo al dejarse aastrar por un ipulso no había tenido la previsión de buscar una mochila, un costal, algo para recoger aquellas cosas con las que había soñado descubrir.
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Caminó y caminó otro buen rato y comenzó a sentr hambre y dolor en las pieas No tuvo más remedio que sentarse sobre una gruesa raíz que se agaaba al suelo con torceduras caprichosas, mien tras meditaba sobre lo que debía hacer a parr de ese momento. Mientras el maestro se hallaba perdido en los vericuetos de aquel bosque, sin hallar signos que le indicaran cómo volver al pueblo, doña Carola estaba muy preocupada, pues desde las primeras horas de la mañana, al constatar su desaparición había preguntado por él a los vecinos, en las tiendas dónde hacían las compras y en todos los lugares donde podía pensar que se encontraba su esposo, que desde luego no eran muchos, y nadie supo darle razón de su paradero. Muy angustiada, decidió llamar entonces a un grupo de sus alumnos, entre los cuales se encontra ba Jacinto, un muchacho vivaz e inteligente que siempre se destacaba como el más capaz y de más iniciativa entre a sus compañeros. Los jóvenes se reunieron y después de canar por uno y otro lado, recorriendo las distintas calles del pueblo, llegaron a la conclusión de que el maes tro se había marchado quién sabe por qué y sin saber para dónde Pero no podían volver adonde
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doña Carola con una respuesta tan pobre ente a os temores de ea Tenían que hacer un eserzo y halar a frma de encontrarlo Don Pedro nunca había hecho algo así. ¿ Se habría vueto loco? A las mentes de los pequeños vinieron toda clase de ideas.¿ Y si estuviera enermo? Varios de eos pensaron que con los años que aque hombre tenía encima, podía haber muerto de repente, pero ninguno se atrevió a deciro Entonces acordaron dar vuetas por todas as cales y pre guntar por todos ados si aguien o había visto. Crearon varios grpos de exploración, y después de los primeros tanteos, se unieron más estudiantes y e número ya legaba a 20 Haciendo un rápido ejercicio matemático, Jacinto dividió 20 por 4 y así concluyó que cada grupo tendría 5 niños, y, así divididos podrían cubrir los cuatro puntos cardina les: norte, sur, oriente y occidente acinto marchó con el primer grupo hacia e norte y los otros tomaron su camino. Aqueos jóvenes sentían que estaban viviendo una aventura emocionane al intentar resolver e misterio del paradero de su viejo maestro, un hombre que había dejado de interesares desde hacía mucho tiempo, en especia desde que legó al pueblo e contador de historias que ahora los observaba, desde su
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banco en a paza correr de un ado a otro como buscando algo que se es había perdido Tal como o habían paneado recoeron as calles, preguntaron por todas partes e incuso sae ron de pueblo y buscaron por agunas de as veredas de os arededores pero nada E hombre había desaparecdo sin dejar rastro.
Los peligros de la selva
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Sin saber en qué momento, cuando ya se estaba haciendo de noche, don Pedro se fe quedando dormido, recostado contra e tronco del árbo donde se había sentado a descansar. En ningún momento imaginó el revueo que había causado en el puebo No dejaba de ser curioso e que hubiera lamado a atención y despertado e interés de sus aumnos y de la gente del pueblo más con su ausencia que con su presencia Parecía un asunto de magia que e viejo maestro se hubiera vueto invisible Caro que él no pensó nada de eso. A contra rio, soñó que estaba en su casa, como todos los días, y que su mujer e acababa de servir un buen pato de sopa, pues de todos modos e hambre que tenía se e acanzó a meter en el sueño A a mañana siguiente, despertó con los primeros rayos de so Le doían os brazos y las pieas, a cintura y e cuello, por a posición tan incómoda en la que había quedado En un primer
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momento se sorprendió al encontrarse en aquel stio, los de su casa y de la cama en la que dormía todas las noches Pero después de pensarlo unos nstantes, recordó el lío en el que se encontraba al meterse en las profndidades de un bosque enmarañado, de una selva desconocida para él, que queda ba más allá del sitio donde teminaban los caminos y veredas marcadas por la huella del hombre En ese momento no sabía s al avanzar se estaba acercando o alando del pueblo No haba tendo la precaución de ar algunos puntos para orientarse Ahora ya no saba dónde estaban el note ni el sur. En medo de su confsión, había olvidado por dónde sala el sol y por dónde se escondía En un claro de aquel bosque descubrió una pedra con una rma extraña, que además parecía valiosa, pues mostraba vetas de varos colores, entre ellos un verde ntenso y brillante ¿Y s fera una eseralda? Por el tamaño, además, pensó que poda ser muy valosa De ser cierto aquel hallazgo, el viaje habría valido la pena, a pesar de sus temores. Buscara con toda la calma, hasta encon trar algo o a alguien que le pudiera ndcar la vía de regreso Se dirgió entonces a la piedra y comenzó a arrancarla de la terra, donde pareca esta incrustada
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Después de hacer varios movimientos, para uno y otro ado, como s era un too, a pedra se desprendió, pero, a msmo tiempo, de una peque ña cueva que aquea piedra había tendo tapada, saió una cuebra, que se arrastró haca é, rosa por haberla despertado Después de abrr su boca y mostrar una engua roiza que entraba y saía veozmente por entre unos afados dientecos, e do un erte mordsco a maestro; nocuándoe su veneno en una pea. E maestro sintió a pcadura, pero a pedra e dio un gope a repti, que de nmediato se aejó perdiéndose por entre os matoaes Don Pedro dio unos pasos, muy asustado, y pronto empezó a senr como un vahído y un extraño cosqueo Re gresó a ado de árbo donde había pasado a noche y vovó a recostarse contra e tonco, mientras una sensación de ío e nvadía todo e cuerpo En ese momento sintió que había egado su hora y que iba a morir sin que pudieran encontraro en aque parae tan aejado de cuaquier huea humana En e tempo que había transcurrdo desde que e maestro despertó y e picado por a seiente, sus auos no se habían quedado con os brazos cruzados Después de dar vuetas por e puebo y sus aededores sin tener nnguna pista o ndcio
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que permitiera pensar qué haba pasado con su maeso, buscaron a hombre que contaba hstoas, pues estaban seguros de que tenía una amplia expe riencia en los asuntos de mundo y sabía muchas cosas, conocía otros ugares, pues había recodo ampos espacos en su larga vida, y e pidieon que los ayudara a buscar a don Pedro Le explicaron que no habían dormdo buscan do por uno y otro ado, y no podían imagnar para dónde y por qué se haba marchado un hombre de costumbres tan fas y repetidas como su maestro, que todos os das haca o msmo desde que lo conoceron, cuando llegaron a a escuela por pr mera ve El hombre que sabía tantos cuentos se quedó pensando que ta vez alí había una nueva historia Por más que creamos conocer a los demás o a al guen en especa, siempre cabe la posbidad de que de pronto saga con algo nesperado, reaccione de una manera derente a como acostumbra o haga algo que amás haya hecho y lo ntente por primera ve, aunque se trate de un hombre vejo y en apa rienca predecible. Luego, el contador de hstoras, cuyo nombre aún no conocan os muchachos, pues no se os había querido decr, quá para conservar un cto
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msterio sobre su vida y milagros, se puso de pie y señaló hacia las montañas, auera del pueblo ¿Para dónde pudo haberse ido ese buen se ñor? Si no está en el pueblo y nadie lo ha visto, ni existe ninguna razón para que se haya escondido, debe haber salido de aquí, tal vez buscando algo o tratando de escapar de algo que no le gustaba. Al mirar los posibles escenaros que rodeaban al pueblo, el contador de historis concluyó que existían dos posbles recorrdos, muy difrentes el uno del otro: o se marchó por las montañas o hab resuelto meterse por entre los parajes selváticos que se encontraban al otro lado La pmera posi bilidad era poco probable, pues trepar la cordillera a pie, para un hombre de su edad y poco acostum brado al ejercicio, era algo casi imposible, pues no existía noticia alguna de que hubiera emprendido el viaje a caballo o a lomo de un burro o una mula, pues ni él tenía esa clase de animales ni nadie dijo habérselos prestado o alquilado. Y como ninguna persona puede disolverse en el aire o desaparecer sin explicación alguna, habría que examinar esa otra alteativa: observar la zona selvática, desde distintos puntos del camno, a ver si se descubría alguna señal de pisadas, ua rama
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rota o algo que indicara el paso de un cuerpo por entre los ramaes del bosque. Así lo hcieron y después de algunas vueltas, sn que los jóvenes supieran cómo, el condor de historas señaló un puno y dijo: Por aquí salió el maesro Síganme a ver si damos con su paradero. Eso hcieron los muchachos, completamene seguros de lo que aqel hombre estaba haciendo, como si fese un detective experimentado Mraba el piso, ramas dobladas y dealles que los jóvenes no alcanzaban a percibir, hasa que al n, después de dar vueltas por enre una espesa maleza, llega ron a un claro y descubrieron al viejo, muy pálido, con un geso de dolor, pues no hacía mucho lo acababa de morder una serpiente. Bastaron dos o res palabras del maestro, que aún esaba conscente, para que sus alumnos se dieran cuenta de la dramáica situación en la que se encontraba. Por la paldez de su rostro y un cons ante emblor en todo el cuerpo vieron que si no se hacía algo de inmediato, odía morr antes de llegar al pueblo. Enonces todos se volearon a un mismo tempo a mirar a conador de hisoras, que sabía tantas cosas, a ver si él encontraba un remedio, o de lo conrario todo estaría perddo.
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Ni siquiera tuveron que hacerle una pregunta para que el hombre tuviera lista una respuesta y les diera algunas indicaciones sobre lo que ellos tenían que hacer en ese momento. Si de la naturaleza salió el mal, ella misma debe daos la solucón No se queden ahí con la boca abierta, muchachos. Busquen unas ramas para hacerle una cama a ese buen señor, pues por lo que parece no está en condciones de caminar por su propa cuenta. Mientras tanto, yo voy a mirar cómo está la herida y a ver qué se puede hacer... Y dicho y hecho, los jóvenes buscaron prime ro dos ramas fertes, que aguantaran el peso del cuerpo y luego otras que le srveran de camastro, y las feron entrelazando unas con otras, tal como habían visto hacer a los artesanos del pueblo cuan do bricaban canastos. Los jóvenes estaban concentrados en esa tea, mientras el contador de historas daba vueltas por los alrededores, como buscando algo, hasta que de ronto se detuvo ente a una especie de bejuco que tenía unas hojas de color verde oscuro, gresas y jugosas. Entonces ancó algunas de esas hojas y pedazos de la corteza del busto, se drgó a donde estaba el maestro, le qutó los pantalones y observó la herida; la pea estaba amoratada, se había
inamado y para como de maes el maestro había perdido a conciencia Cuando los jóvenes egaron después de armar un improvisado camastro con la intención de acos tar a viejo sobre as ramas al vero rígido y con os ojos cerrados creyeron que estaba muerto y que ya no había nada que hacer Siempre hay algo que hacer dijo el contador de historias ¿Pero cómo? Si está muerto.. ¡ Muchachos apresurados! ¿Acaso no pueden distinguir a vida de a muerte? Esta panta está viva, mientras esta roca está rígida y muerta Su maestro todavía respira aunque débilmente. ¿ se puede hacer ago para savaro? Ya es die que siempre se puede hacer a Aguna utilidad tienen que tener las historias qu conozco así que vamos a ver si a experi cia de otros ante la picadura de serpientes puede ervos en el caso presente Y después de decir esas palabras e contador de historias comenzó a ot la pie a herida de maestro con las ramas del bejuco q había encon trado Lo hacía con ferza para que saiera e jugo que tenía dentro una y otra vez con mucha
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paciencia y a la vez le tocaba la ente a don Pedro, que estaba bañada de un sudor espeso y ío. Hay que buscar algo en que traer un poco de agua para bajarle la febre No terminó de decirlo, cuando dos de los jóvenes corrieron hacia una quebrada cuyas aguas se oían al golpear contra las piedras y después de buscar por los alrededores encontraron el cascarón de una especie de calabaza que les sirvió de totuma, y allí llevaron el agua con la que el contador de historias empapó un pedazo de tela que había aancado de la camisa que llevaba puesta y la puso sobre la ente del maestro. ¡ Hora de regresar! dijo. Y alí se inició el viaje de regreso hacia el pue blo; el contador de historas iba señalando el cam no, mentras los muchachos lo seguían, llevando al doliente maestro en andas, que aún no había recupe rado la conciencia. Los propios jóvenes no hubieran podido saber por dónde regresar, pues se sentían tan perdidos como el maestro cuando se llenó de temo res al no saber cómo volver al pueblo. Las cosas se deshacen conrme se hacen. Es dijo el hombre una voz frme que les dio plena seguridad a los muchachos. Aunque aún es taban preocupados por el maestro, pues no lo veían
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reaccionar en el fndo creían que e emedo que le había pues el contador de hisorias lo a a savar, y or eso queían que les contara cómo haa conocido ese emedio y si había alguna historia que pudiera conar sobre ese asunto. Sí Conozco una hisoria, de la que hace pare un niño como ustedes Pese a la gravedad del momeno que esta ban viviendo y en medio de la inceridumbre por la suerte del maesro heido po el veneno de la serpiene los jóvenes se pusieron muy conentos ante la posibilidad del relao que el viejo podía conarles
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Las gentes del pueblo vieron cómo entraba la comitiva de jóvenes, encabezada por el viejo que se sentaba bajo la ceiba de la plaza a contar episo dios del pasado Observaron el esado lamenable en que se hallaba el maesro, del cual muchos de los hombres mayores habían sido alumnos años atrás. Varios de ellos acompañaron el corejo hasa la casa del maestro, que quedaba al lado de la escuela, y vieron cómo se asomaba a la puera doña Carola, que se angustió aun más al ver a su marido en esa siuación. De inmediato lo llevaron a su cama, lo acosa ron, y el conador de hisorias preparó una insión, una especie de té con las cortezas del bejuco y con algunas de las hojas de la misma planta, y se las dio a beber al maestro, quien aún estaba medio incons ciene, pálido y con ebre, y su aspeco era tal que parecía presagiar un trágico desenlace El maestro, cuyo pronósico era reservado, aún permanecía en el lecho, el contador de hisorias se quedó a su lado, acompañado por doña Carola, quien esaba pendiente de odo lo que aquel hom bre necesitaba, como traerle paños de agua ía y ponerlos en la ene del afcado, o hacerle tomar oros sorbos del bebedizo que había preparado, como si se raase de un remedio de botica Aquel
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desconocido que saba tantas cosas parecía un mé dico de verdad Transcurrió todo e día y una nueva noche, y algunos óvenes se tuaban para ir a la casa de su maestro a preguntar por su salud Entre ellos Ja cinto, que se haba convertido en el comandante de aquelas ferzas uveniles. Jacinto hababa con el contador de historias y luego relataba sus conver saciones con pelos y señales a sus compañeros de la escuela Lo más importante que quería saber era si su maestro se iba a curar y si quedra bien, de modo que pudiera seguires dando case El hombre dijo que eso se sabría unas horas más tarde, y que él también podría comprobar si una historia que co nocía de a época de naes de a coonia era verda dera o si se trataba de una cción o una leyenda El contador de historias se quedó dormido a lado de la cama del enrmo Cuando despertó a la mañana siguiente, e maestro estaba sentado en su lecho, con los ojos muy abiertos y una actitud com pletamente distinta a la de día anterior. La paidez había desaparecido, los colores habían regresado a su rostro y, o más importante de todo, había des pertado con mucha hambre
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Doña Carola se puso muy contenta, le dio as gracias a viejo que se haba conveido en e salva dor de su esposo y coió a la cocina para prepaar un buen cado de gaina, de esos que dicen que sir ven para resucitar muetos, y hay que perdonar la expresión, ero en est caso la fase viene a cuento pues don Pedro, el maestro, había pasado las últi mas horas más muero que vvo dede el momento en que o mordió cuebra y le intodjo su veneno dentro del cuerpo. Mientras tomaba su caldo, e maestro miraba al hombre a quien había considerad su rival, pues se haba convertido en una especie de héroe de sabio o en e mejor conversaor o conador de histoias, hasta el pnto de que ss aumns habían perdido l interés por las clases que él es ictaba, y entras es trataba de explicar cualquier cosa muchos de eos bostezaban y hacían cara de abuimieno, lo cual o ponía muy trste Quería buscar en el bosque algo que pudie r a interesar a mis aumnos dijo a modo de ex picación . Una plata, un animal, a lo mejor un armadillo, una tortuga, cualquier ser iviente que hiciera más iteresante a clase Y de pronto encontré una piedra de heosos coores que tenía
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una veta de un verde muy intenso . . . ¡ Y fe ahí cuando apareció la culebra! Jacnto, que acababa de llegar con otros com pañeros a preguntar por su maestro, le djo que todo estaba ben , que ellos habían traído esa pedra, por que él la había agaado cuando ellos lo encontrron caído al lado del árbol. Ahora tenían que colocar la pedra a la entrada de la escuea, como un troo de la aventura que había vvdo su prosor. -Con todo lo que ha ocurrdo, ya sé qué hsto ria les voy a contar Vayan mañana a la plaza, des pués de ir a la escuela y escuchar el relato de su maestro, y les dré de qué se trata Se puso de pie, se despdió de don Pedro y de doña Carola, agradeció el caldo de gallna que se había tomado, se puso su sombrero y salió de allí, al ver cómo se había recuperado el maestro y al asegurarse de que ya no era necesara su pre senca.
El niño dibujante
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Al otro día, gran parte de los estudiantes de la escuela se reunió en la plaza a la sombra de la gran ceiba en espera de la historia que les había prometido el contador de historias Mucha gente del pueblo había sacado bancos o sillas para escuchar el relato como si se tratara de una representación teatral El vieo prendió su pipa y habló con una voz potente para que todos lo escucharan: Muchachos antes que todo déjenme decirles que su maestro arriesgó su vida para encontrar algo novedoso que pudiera despertr su curiosidad Ustedes se han interesado por mis relatos que por el momento aparecen como una novedad pero si yo tuviera que hablar durante años y ustedes me tuvieran que ver todos los días a lo meor llegarían a cansarse de ú. Muchos de aquellos niños trataron de dec que no peo el viejo impidió que siguieran los
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murmullos con n gesto de su mano y prosiguió su eplicación: Agún sabio en el pasado dijo que el que va despacio va lejos lo que quiere der que para aprender algo útil y frmarse e verdad hay que tener una gran paciencia y escuchar las lecciones que día a día van frmando la personadad y los conocimientos de cada uno de ustedes. Esa tarea no siempre es placentera ni para los jóvenes que quie ren divertse y descubrir algo nuevo a cada instante ni para el maestro que tiene que verlos y dictarles clase durante días meses y aos Don Pedro el maestro se había levantado de su cama y escuchaba desde cierta distancia, pues doña Carola también había sacado una silla para que se sentase a escuchar ya que aún estaba débil como para mantenerse e pie. También e alegra ver que aqí hay gente mayor porque en la vida a cualquier edad se pue den aprender cosas útiles Después de dar dos bocanadas a su pipa y de jar que la nubecilla de humo del tabaco se dispersara en el aire el hombre prosiguió su explicación como un prólogo a la histora que iba a contar: El maestro de estos muchachos y de muchos de ustedes dijo sealando a los adultos ha vivido
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una experiencia muy interesante, digna de tenese en cuenta, en relación con la investigación de la naturaleza. Porque esa naturaleza que nos da los alimentos de cada día, que nos da los animales que son útiles para el trabajo y que nos mueta tantas cosas bellas como las ores, las maiposas de vivos colores o las aves que nos alegran con sus trinos también tiene muchas cosas que pueden ser peligrosas paa el hombre, como las tempesta des, los terremotos, las inundaciones, el ataque de animales roces o la pcadura de las seientes Paa sobreviv hay que tomar precauciones y estar preparado para aontar los peligros ue se puedan presentar Por eso, la historia que les oy a contar tiene que ver con la investigación de la natualeza, y en ella inerviene un niño como cualquiera de ustedes, que en un momento se mostró rebelde y capricoso, pero que al n comprendió el valo de las lecciones También él tuvo que ver con la picadura de una seiene, y su experencia fe la que nos sirvió para pedr que el veneno de la culeba que mordió a don Pedro fea a acabar con su vida Gracias a esa experiencia, él está ahora sano y salvo, peo deben tener paciencia y escuchar todo el relato, para que puedan comprender las causas
38 de as grandes mpresas y las dicultades que se presentan para sacarlas adelante El contador de historias había adoptado un tono de voz prosora!, quizá como homenaje al viejo maestro, y don Pedro sintió en el fndo, que todas aquellas palabras dichas se referían a él y a su abnegado papel como frmador de tantas generaciones de adultos Tuvo entonces un sentimiento de gratitud y aprecio hacia aquel hombre que había llegado al pueblo no como un rival y enemigo suyo , sino como un amigo y compañero en la dicil tarea de educar y rmar a los muchachos y además, de mentar su curiosidad y aprender a escuchar con atención. Po todo elo, sóo poda tener hacia él un proundo agradecmiento Después de aquellas palabras de introducción, el hombre entró de lleno en su historia: = + =
En los últimos tiempos coloniales, durante la se� gunda mitad del siglo XVIII, se produjeron im� portantes cambios en el llamado Nuevo Reino de Granada, que después de la independencia s convirtió en la República de Colombia. Fue una época de refrmas, durante la cual mejora� ron las ciencias, la investigación, la medicina y la botánica, entre otras. Y a todo esto contribuyó
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un hombre muy importante, que llegó a Cartagena en 1760, en la comitiva del virrey Messía de la Cerda: José Celestino Mutis. Antes de emprender el vije, Messía de la Cerda había encontrado a Mutis estudiando distintas especies e plantas en elardín Botánico de Madrid. Cuando se enteró de que además había realizado estudios de medicina lo invitó a acompañarlo como su médico personal. Pero Mutis tenía otos intereses además de a mediina: as
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matemáticas, la astronomía, a botánica y el estudio de los mneales. Muchas de estas actividades eran cas por completo desconocidas en estas tierras, or tal razón, pronto Mutis fe consultado sobre todos los temas imaginables Era un verdadero sabio, y por eso lo llamaron «el oráculo e reino». José Celestino Mutis tradujo textos de matemáticas y de sica, del nglés Isaac Nwton, Newton tena la visin más moderna de a época en estos campos de la ciencia ¿Recuerdan la historia de Newton y la manzana Pues se cueta que, al observar la cada de una manzana, descubrió la ley de la gravedad, que es la rma como la tierra atrae las cosas como si fera un imán• • •
Entonces el viejo se inclinó, tomó una piedra en sus manos, se subió a la banca en la que había estado sentado y dejó caer la piedra.
Hoy nos parece lógico y sencillo ¡verdad/, p�1
sar n esta ley al ver la rma como caen los objetos al suelo. Pero, de esta observación, Newton rmu toda una ley de a ciencia, a de la gravitación universal, lo que demuestra que un buen observador puede etraer conclusiones muy
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interesantes y profndas hasta del detalle más pequeño . . . Desde su llegada a Santa Fe de Bogotá, a comienzos del 1761, Mutis tuvo un intenso tra bajo como médico. No sólo tenía que atender al virre sino a muchas personas que lo llamaban cuado padecan alguna enrmedad... Porque no habí muchos médicos en la ciudad, sino yerbateros, bruos y oras personas sin conoc miento de las enermedades ni de los remedios. Pero aquello fe lo que más preocupó al médico y botánico: que no había sucientes re medios, ni se conocían aquellas plantas que po drían servir para preparar jarabes o ungüetos en la boticas . . . Quería estudiar la naturaleza, investigar las plantas de este nuevo continente -la mayor parte de las cuales no habían sido observadas en rma cientíca-, para saber qué eecos podrían producir al preparar bebidas o usarlas de cualquier otra manera, no sólo para curar a los enermos, sino como un modo de prevenir y evitar las enrmedades. Todo esto que les estoy contando, amigos míos, nos va a servir para presentar al protago nista de esta historia: un niño como ustedes que apenas tenía nueve años cuano lo descubrió José
Celestino Mutis. Pero para llegar a ese punto, tenían que pasar otras cosas. Llegaron nuevos virreyes, y también feron cambiando las actividades de aquel sabio. Al tiempo que trabajaba como médico, comenzó a dictar clases de sica y matemáticas en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, que es una de las universidades más antigua de la capital y del país. De allí salió a buscar minerales valiosos en distintos lugares, primero en los alrededores de Pamplona y luego en cercanías de !bagué. Poco a poco, desde el primero de estos viajes que realizó entre Cartagena y Bogotá por el río Magdalena, fe descubriendo las maravillas de la naturaleza tropical, las plantas, los animales, los pájaros de mil colores, los utos de toda clase que eran una delicia al paladar... Pero también descubrió las enrmedades, los padecimientos de la gente, y sentía mucha tristeza por no poder ayudarlos a todos como hubiera querido. En cierto momento, se ordenó como sacerdote, así podría dedicarse todo el tiempo a sus investigaciones y al estudio de la naturaleza, así no lo invitarían a bailes y otras estas, ni tendría que conseguir una novia y casarse, porque todo eso lo distraía de su verdadera pasión: la ciencia
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en sus distintos campos, pero sobre todo la botánica. La botánica, sí, porque veía cómo, en estas tierras de los trópicos, se daban muchas plantas que no se conocían en Europa, y que algunas podrían servir como alimento y otras como medicina. De ellas se podín sacar ustancias que podrían ser útiles a la gente de distintas maneras. Así, por ejemplo, oyó hablar de una planta que se daba cerca de Quito, en la provincia de Loja, que hoy hace parte de la República del Ecuador: la quina Se trataba de un arbusto cuya corteza, es decir, la piel del arbolito que le sirve como vestido, era un magnífco remedio para bajar las f ebres y curar muchas enrmedades. Después de dar varias vueltas por los alrededores de Santa Fe, que era como se llamaba en esa época a Bogtá, descubrió que por estos lados también existían plantas de quina. Las descubrió cerca del pueblo de Tena, en la región que queda en los alrededores del salto de equendama. Sobre la mosa quina ya existía una historia que se había convertido en una leyenda. Una duquesa que ivía en España, en un pueblo cercano a Madrid llamado Chinchón, tenía una enermedad muy grave y nadie había podido
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enconrar el remedio. Sus febres eran cada día más altas. No quería comer y se sentía tan mal, que no era capaz de levantarse de la cama. Un día apareció en su casa un hombre que acababa de llegar de las provincias de América, y llevaba varias muestras de las cortezas de la quina. Entonces djo que tal vez aquella planta podría aliviarla un poco, pues en las tierras de la Amé� rica del Sur los indígenas decían que era buena para curar muchas enermedades. Les djo a las sirvientas de la duquesa que pusieran a hervir
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agua con trozos de aquellas cortezas, como si se tratara de una infsión, una especie de té. Los médicos que habían atendido a la duquesa ya habían perdido las esperanzas de salvarla, y estaban pendienes de que llecera de un momento a otro. La palidez de su rostro y su mirada perdida parecían anunciar un pronto desenlace. Por eso, no se perdía nada con intentar esa última posibilidad de obtener alguna mejoría. Entonces las damas de compañía de aquella señora comenzaron a darle a beber tazas de ese té de quina a la mañana y a la noche. ¡Muy pronto se produjo el milagro! En el rostro de la señora volvieron a aparecer los colores. La expresión de sus ojos se hizo más vivaz Se incorporó en el lecho y pidió que le pusieran unas almohadas para senirse más cómoda. Antes no quería probar bocado, pero ahora se le había despertado un gran apeito, y apenas había alcanzado a decir que tenía hambre, cuando aquellas mueres corrieron a prepararle un buen caldo de gallina. Una recuperación parecida a la de don Pedro, el maestro. A los pocos días, la duquesa de Chinchón pudo levantarse, sana y salva, y por eso aquellas cortezas de la bendita planta se llamaron a partir
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de ese momento Quina chinchona, palabra que se transfrmaría en Quina cinchona, que es una de las variedades de tan benéco arbolito. El sabio Mutis descubrió varias especies de la quina, por la frma y color de sus cortezas entre ellas la cinchona, la quina amarilla, la blanca o la naranjada, como las llamaba el sabio Para dar noticia de los benecios de aquella planta recién descubierta por él, publicó en el Papel Periódico de Bogotá un escrito en el que empezaba diciendo: «Son ciertamente muchas las enermedades que puede vencer la quina donde no alcanzan otros remedios» Mutis estaba muy contento de poder curar a enrmos de ebres muy altas y de otros males que habían terminado con la vida de mucha gente, como gripas, que aectaban los pulmones y causaban verdaderas epidemias, ebres persistentes y otras dolencias de distinta naturaleza. Ya en ese momento José Ceestino Mutis quería dedicar todo su tiempo al estudio de la botánica, y por eso pidió ayuda a las autoridades, al rey y al virre a los obispos y arzobispos, pero tuvo que trabajar muchos años por su propia cuenta, sacando el dinero de su trabajo como médico, como prosor de matemáticas o como
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mineo para poder fnanciar los primeros pasos de su investigacón, antes de que el rey autorizara la creación de la Expedición Botánica y le otor� gara los recursos económicos necesarios para � nanciar sus actividades. Sólo hast 1783, veintidós años después de haber llegado a la capital, Mutis logró reci� bir la ayuda tan esperada para poder adelantar os trabajos de investigació de la naturaleza, en una empresa que reunió a mucha gente y que se llmó la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada. Era un trabo tan grande, que no podía hacerlo él sólo Necesitaba toda clase d ayudn� tes en distinos campos: gentes que recolectaran las muestras de plantas, po los alrededores de Bogotá o bando por la cordillera hasta llegar a la tierra caliente; boticos que pudieran dis� tinguir las distintas milias de plantas, por la rma de sus hojas o los tipos de ores y utos que tuviesen, y también pintores y dibujantes, que pudieran reproducir las imágenes de las muestras reunidas en los herbarios, para su es� tudio y clasifcación. A estos ayudantes les dio algunas clases para que supieran el tipo de plantas que debe�
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rían recoger y el modo de conservar las mues tras. Se llamaron «herbolarios», pues eran los encargados de rmar los llamados «herbarios» compuestos por ramas de distintas plantas con las hojas y sus ores y utos que deberían ser llevados a la casa de la Expedición donde serían guardados y preservados para que el grupo de pintores pudiera dibuaros con la mayor fdeliposible.
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En aque punto del relato, los muchachos comenzaron a habar en voz baja hacendo sus comentarios pues por aquellos días, en las clases de la escuela, tenían que hacer dbujos de plantas en el salón y estaban muy preocupados por retener las imágenes y no ovdar as rmas y colores, ya que a hacer las tareas no ba a tener la panta delante para copara Etonces le preguntaron al viejo cómo era aquelo de los herbaros y qué podían hacer elos para tener sus propas coleccones. -Paa elo, Muts les enseñó una técca a sus ayudantes, que les voy a expcar un poco más adelante Tengan paciencia porque todo lega a su tempo Antes tengo que expicares cómo fe que Muts se encontró con aquel niño de nueve años y
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qué e lo que el muchacho ho en esa expedcón, que requería de nvestgadores centífcos y de pn tores expermentados Cada vez que el vejo quería motvar la cu rosidad de los jóvenes creaba una espece de suspenso Paraba de habar y encendía su ppa, dejando que los cculos de humo se desvaneceran en el are Todos o mraban muy atentos, pues ya ba a aparecer el personaje que estaban esperando desde hacía un buen rato.
1 En una de las veredas campesinas, bajando - de-
Santa Fe de Bogotá a tierra caliente en com� pañía de algunos de sus ayudantes, pintores y herbolarios, a Mutis le llamó la atención ver a un niño, en medio del campo, cuidando a los animales pero concentrado en otra cosa Tenía toda la atención puesta en una hoja de papel y observaba con mucho cuidado un árbol que te� nía delante. Con un carboncillo estaba tratando de dibujar el tronco y las ramas de aquel árbol corpulento El cura botánico se acercó a él, con pasos lentos, tratando de no hacer ruido, para no distraerlo de su tarea. El niño seguía dibujando sin caer en cuenta del sacerdote que lo observaba con especial atención
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Mutis duró un buen rato contemplando los trazos del niño sobre el papel, mientras sus acompañantes lo esperaban a cierta distancia. Ellos sabían que cuando algo le llamaba la aten� ción, una planta, un insecto, un pájaro o una lagartija, o ahora un niño pintando, se dedicaba a observar con gran paciencia, sin que el tiempo pareciera importarle. De pronto, el niño alcanzó a ver la sombra del faile sobre la hierba y se volteó a mirarlo, tratando de esconder el dibujo, como si hubiera sido sorprendido haciendo algna diablura. Dame ver lo que has pintado -le dijo Mutis, con una sonrisa bonachona. -No, señor... No me vaya a regañar.. . Le juro que no lo vuelvo a hacer. . . ¿Y por qué te iba a regañar? Si no estás haciendo nada malo. Al contrario, la pintura que has hecho de ese árbol es muy bonita, tiene cierto parecido. Pero podría ser mucho mejor si aprendieras el ocio, hasta convertirte en un buen dibujante. Mis padres no me dejan, señor. Tengo que cuidar las vacas y llevarles la comida a los cerdos y las gallinas. -¿Te gustan los animales?
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No lo sé señor. . . ¡Siempre he vivido con ellos! ¿Y no me regalarías el dibujo que has hecho? Sí, señor pero no le cuente a nadie que yo lo hice Mi papá me regañaría porque siempre dice que yo no hago más que perder el tiempo. José Ceestino Mutis sonrió al descubrir a ingenuidad de las gentes del campo, y recordó los días de su inncia en Cádiz cuando empezaba a dar los primeros pasos en la observación de a naturaeza y el conocimiento de las ciencias. También a él lo habían regañado por pasar largos ratos observando una planta o un insecto pues pensaban que eso no le iba a servir para nada y en cambio lo distraían de as tareas y ocios qe le asignaban en su casa Poco a poco, sin embargo se feron dando cuenta de que, para José Celestino, saber observar la naturaleza era algo muy serio, pues incluso muchas personas de autoridad quisieron apoyarlo y le consiguieron ayudas importantes para estudiar medicina en Madrid. Aquellos recuerdos le inspiraron deseos de apoyar a aque niño que mostraba un talento
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especial para el dibujo. Hasta ese momento los pintores y dibujantes que colaboraban con él ya estaban rmados en las técnicas artísticas, pero a este niño él podría educarlo desde el comienzo. Después de hablar un poco con el uchacho, Mutis le preguntó si no le gustaría irse con él a la casa de la Expedición, donde se estaba rmando una verdadera escuela de dibujo. El niño lo escuchó con atención y sus ojos comenzaron a brillar de la emoción, pues hasta el momento nadie le había puesto atención en relación con sus dibujos, que para él se habían convertido en un juego secreto y placentero. -¿Cómo te llamas? Francisco, señor. Francisco Javier Matís. ¡Mira que tenemos un apellido parecido! El mío es Mutis, y mi nombre es José Celestino. . . Y dime Francisco: ¿cuántos años tienes? Por ahora nueve señor, pero más tarde voy a tener muchos más. Mutis volvió a sonreír ante la gracia ingenua de aquel muchacho, cuyo talento natural merecía tener una buena guía, como sucede con la semilla de una planta, que puede crecer y dar buenos futos si se cultiva en terreno abonado y con todos los cuidados que se requieren.
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Como director de la Expedición Botánica Mutis no perdió el tiempo para ganar a ese nue� vo dibujante que con algunas clases y buena orientación podría ser muy útil para el tra� bajo científco y con mayor razón si podía rmarlo él mismo desde sus primeros pasos Lo primero que hizo e hablar con los padres del muchacho luego, lo llevó con los demás di� bujantes a la casa que la Expedición tena en el pueblo de Mariquita y de inmediato comenza� ron las lecciones.
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Los jóvenes herbolarios
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Después de unos primeos tanteos en la prác;1 del dibujo, durante los cuales Matís realizó bos� quejos de plantas en carboncil o, Mutis tomó la decisión de vincularlo al grupo de pintores que constituían toda una escula y se había conver� tido en el principal baluare de la xpedición. Allí lo encomendó al cuidado del primer dibujante y mayordomo de la Expedición Botá� nica, que se l amaba Salvador Rizo, para que le diera papel carboncilo y pinceles para ss pri� meros trabajos, y realizara dibujos de las hojas y fores de las plantas que se encontraban en el jardín de la casona. Tanto Mutis como Rizo observaban los trabajos de los dibujantes, con mucha o poca experiencia, corregían lo que estaba mal y les daban charlas que eran verdaderas clases tanto de dibujo como de botánica. También asistían
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los enargados de recoger muestras de plantas en el campo, los Hamados herbolarios, y el joven Matís que llegó con muchos deseos de aprender y conocer nuevas tierras, hacía las dos cosas: dibaba al principo imágenes en blanco y negro, aprendiendo a hacer sombreados, y también acompañaba a los herbolarios en la búsqueda de nuevos emplares para los herbarios. En estos paseos, por fera de la casona, comenzó a hacer amistad con otros jóvenes del pueblo que más adelante le crearon problemas y serios disgustos con su maestro y protector Mutis explicaba: «Para identicar la planta, hay que arse primero en la or, que es la que contiene la semilla y es a parte más hermosa de la planta Luego, hay que numerarlas, de acuerdo con el orden de los herbarios, para poder reconocerlas y evitar confsiones». Y volviéndose ·a Matís, le aclaró: «az de cuenta que se trata de un juego: esta planta con este número, y ahí le escribimos el nombre con el que la gente a conoce» Para el niño todo aquello resultaba nuevo y tenía mucho misterio, pues aunque había mostrado un talento natural para el dibujo, no sabía leer ni escribir, ni tenía
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nociones de matemáticas ni de aritmética, pues nunca había estado en una escuela Fue así como poco a poco la Expedición Botánica se convirtió en una verdadera escuela para él Varios de los miembros se dedicaron a enseñarle el uno, la escritura; el otro, a manejar los pinceles; un tercero, a reconocer las distintas clases y frmas de las muestras de plantas que llegaban para armar los herbarios Mutis vigilaba cada uno de los pasos, pues se daba cuenta de la gran responsabilidad que tenía como director de aquella Expedición cientíca. Además de director, se había convertido en maestro y casi en un padre para el nuevo miembro de la Expedición Botánica que era Francisco Javier Matís Por eso, no se cansaba de explicarle en detalle cómo debía organizar sus trabajos , de paso, le enseñaba a comprender los misterios de la naturaleza y la vida de las plantas Observando un capullo en un arbuso, deca «La or comenza a abrirse en botones y capullos, y luego, cuando crece y se desarrolla hasta llegar a su plenitud y plena madurez, como sucede con las personas, entones pued transmitirnos todos sus secretos: su aroma, su belleza
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en todo su esplendor. Par conoce todo ee proceso proc eso,, convene convene dibujar dibujar cada cada una de las eta etapas pas.. Fí ate aquí aquí en este este capullo; capullo; lue luego, go, en es esaa or qu quee está abrendo y después en ésta, que ha llegado a susu pleno pleno des desarr arroll olloo. . • Db Dba a cada cada una de esas partes, y s lo haces ben, es como s contaras la hstora de la planta. Por eso hay que poner mpree la fcha en la que que la muestra se recog recogóó y � mpr / la que que sese hzo el dbuj dbujo» Los niños escuchaban al viej con mucha atencón aten cón,, pue puess tam tambié biénn ell ellos os que quería ríann aprender l a mejor frma de hacer las cosas y de dibar los árboles, árbole s, los arbu arbustos stos,, las la s or ores es y lo loss ru rutos, tos, y, por eso, decidie decidieron ron crear su propi propioo herbario, par paraa que les sirviera de modelo en las ases ases de dbuj dbujo o Entonces le l e preguntaron al viejo cómo organizaba Mutis los herbarios, para ellos ntentar hacer algo semejante. A, bueno, muchachos dijo el viejo, me alegra que estas historias que les cuento puedn serles útiles en la l a vida, para mejorar mejorar su propio desa rrollo . . Y ya que me lo preg rrollo pregunta untan, n, voy a explicarexplicar les la frma frma co como mo el e l sabio M utis les l es enseñó a sus colaboradores colaborad ores a preparar preparar los herb herbario arios s
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»Lo priero qe había que hacer era cortar de árbol o del arbsto as ra ramitas mitas cargadas de sus hojas y ores en n taaño en e qe cieran en n piego de pape extendido. «Después había qe poner cada raita entre dos hojas de estraza que es n tipo de ap ape e áspe ro sin banq banqear ear.. En e o oento ento de co ocar a ass raas er eraa ip ip01 01an ante te tener cuidado al extender las la s hojas y las ores porqe ego se pasaba a colo car estas estras de pantas entre dos tabas de iso taaño taaño car cargán gándoas doas con n peso sfcie sfciente nte paraa hacer presión pero no tanto que llegara a par apast arlas y destruir apastarlas destruiras as »Mutis decía: "Si e tiepo es húedo hay qe ponerlas a so so con e peso en enci ciaa por agunas horas ca cabiándoles biándoles los papeles después de apa apartarrtar as del sol para irles qitando qitando a h he edad. dad. Cando estén bie bien n secas hay que colocar cada esquee esqueeto to o raa disecada en n piego de pape extendi extendido do Entonces a cada hoja se e pone n papeito con e nobre con c on el que se conoce a la l a planta, plan ta, o este nobre se escribe en e i is so o piego. Lego al gardarl as despé gardarlas despéss de ne nerarl rarlas as ha hayy qe hacer na ista para saber cuántas y cáles pantas se tienen..¿Entendieron?» tienen
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Los niños hicieron un gesto como dciendo que sí, pero intercambaron mradas entre elos, dando a entender que no estaban seguros Entonces el viejo les propuso un nuevo juego: Hagamos de cuenta que yo soy Muts y ustedes los herbolarios que trabajan conmigo De iedato, cambió la expresón de sus ros tros El vejo les pdó recolectar plantas, averguar sus nombres, colocarlas en hojas tal como les había explcao y luego ponerlas a presión entre dos tablas Com eso no lo podían hacer de un solo golpe, dio por termnada la sesón de aquel día, nvtándolos a contnuar cuando tuvieran listos los herbarios, dos o tres días más tarde El viejo le encomendó a Jacinto la tea de organzar las cosas, como je de grupo, y hacer la lista fnal de todos los herbaros que logra ran reu. Después de despedirse, el viejo se alejó, como siempre, desapareciendo quién sabe por qué lugar, pues ellos no habían logrado descubrr s vvía en el pueblo o en una vereda, n siquiera tenían la manera de preguntar por él, pues hasta ese momento no habían logrado saber cuál era su nombre n nadie se había atrevido a preguntárselo Por eso le encargaron esa msón a Jacnto, ya que el viejo le
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había dado una esponsabidad y o había nomba do en un cago que venía a se como e de n je. Clao que nadie potestó po eo, pues todos sabían que Jacinto se había ganado ese deecho a se e pmeo en habla con e vejo hace que contaa sus hstoas. Antes de ir a sus casas, os gpos de mucha chos decdeon da una vueta po as afeas de puebo, paa busca las pmeas muestas paa sus hebaos Estaban contentos poque tenían a sensacón de que o que estaban hacendo ea my mpotante, y queían ganase a conanza de ejo, demostándoe que habían entenddo sus expca cones y que ean tan capaces de ma hebaos con as pantas de os arededoes, como o habían hecho os asistentes de Mtis en e pasado. Ente as dctades qe tenían qe esolve estaba a de consegu e tal papel de estaza o ago que se le paecea y la de bsca las tablas paa pesona as amas y as oes, de modo que no se fean a despedaza Algunos ya habían hecho e expeimento con hojas o pequeñas oes en cua deos, ponéndoes luego algunos libos o piedas encma, paa pesonaas y de este modo sacales el líquido y podeas coseva. Peo lo m ás impo tante de todo ea que estaban m uy entusiasmados
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y tenían los mejores deseos de descubr plantas raras y averiguar sus nombres Para eso tenían que pedir la ayuda a los más viejos, a sus padres y a sus abuelos porque si ellos no lo sabían,¿ qué clase de nombres podían poner en los papelitos al lado de planta? Cada grupo tomó una dirección distinta, y to dos quedaron en encontrarse al otro día, antes de entrar a la escuela, para ve cómo iban las cosas qué habían conseguido y qué les ltaba. La tarea que el viejo les había puesto se había convertido en una verdadera aventura Era distinta de las tareas que les mandaba hacer don Pedro en la escuela; primero, porque en este caso lo hacían por gusto y no por obligación y, segundo, porque tenían que salir del pueblo y buscar en la naturaleza las muestras que les iban a servir para conocer un poco más sobre la variedad de las plantas y su uti lidad, y, además, tendrían de este modo los mejores modelos para hacr sus dibos, pues ya no estarían obligados a pintar las cosas de las que se acordaran, sino las ores, los tallos y las hojas que podían ver con sus propios ojos, detallar sus frmas y colores y guardarlas en sus herbarios durante el tiempo que quisieran, ya que, si lo hacían bien, podía durar para toda la vida
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Además, deberían cudar la l a manera manera de mover mover-se y buscar las muesras entre os maoales par paraa a pcad pcadura ura de culebras y de otr otros os anmal anmales es ev ar a evar pelgrosos. pelgr osos. La expere experencia ncia vvda por su maestro enía que servires de ección
El dibuante rebelde
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Pasó una semana antes antes de que los jóv jóvenes enes tuviera tuvierann listos sus herbarios. Ya habían colocado las uestras entre entre las plan planchas chas y la l a noche anterior anterior tra rabb aron por grpos en varias de de las casas , ante ante la curiosidad de sus pad padres res,, que se most mo stra raba bann complacidos ante aquella actividad que sus hi hio oss habían empre emprendi ndido do con tanto tanto in inter terés és Algun Algunos os padres padres inclus inc lusoo ayud ayudaro aronn a sus hios con los materiales y también a colocar las ramas de la meor manera posible Una parte del pueblo se comenza comenzaba ba a interesar interesar por la botánica botánic a y muchos adultos que querí rían an ir con los niños a la paza a escuchar los relatos del vie vie o También había otros otros que no n o iraban iraban con co n bue bu e nos oos el entusiasmo que había despertado ese misterioso vieo vieo en los l os niño niñoss S i querí querían an ap aprende enderr cosas, para eso estaba la escuela ¿Quién era ese hombre? ¿De dónde había salido? ¿Qué buscaba poniendo a tra traba ba ar a los lo s niño n iñoss en la recolección de plantas? Jacinto alcanzó a escuchar algunos de los
rumores que habían legado hasta las pueras d e su rumores casa, y es advrtó a sus comp compañero añeross que tenía tenían n que ser más discretos y no andar por ahí dciendo dcie ndo cosas n habla hablando ndo tanto de viej viejo, o, pues eso había desspertado habadurías entre aqueos que se de sempr mpree trataban tratab an de mirar el lado malo d e las cosas. E día que se reuneron con con e vejo y e mos traron sus herbaros herba ros,, había aum aument entado ado a cantdad de espectadores. No sóo se había hecho presente e curso comp competo eto de acnto y sus amgos, sno que también tambi én legaro legaron n alumn alumnos os d e otros cursos cursos,, unos ás pequeños y otros más grandes. El vejo observaba todo aquello con especal cudado y pena concienca de d e a situacón. Había despertado la curosdad de muchas personas de aque puebo tranquilo, perdido en las montañas d e a cordlera d e los Andes y ahora no podía de deauaudar a tantos jóenes que habían puesto un nterés especial en sus hstoras O bservó con c on cudado los herbaros hechos por los muchachos y, después de hacerles agunas observaciones sobre la mejor frma de colocar as plantas para que no queda ran unas ramas encima d e otras porque así no se podrían d dse seca carr de un unaa manera adecuada, vovió tomar la hstora d e Francisco Javer Matís, el di dibu bu jante más joven jove n d e la Expedción Botánica. Botánica.
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Maís comenzó su rabajo cuando era un nio como ellos y uvo que pasar muchos rabajos y superar momenos diciles, anes de converirse en el gran pinor que llegó a ser. Las cosas no resulan de la noche a la maa na Un gran escrior do que el que anda despacio va lejos y un reán popular dice que de la carrera no queda sino el cansancio Tampoco Francisco Javier Mas llegó a ser un gra arisa de buenas a primeras, y la mayor diculad que uvo que supe rar en aquellos primeros años en a Expedición fe indisciplina y desobediencia ane las órdenes del sabio Muis o de Salvador Rizo, que era el mayor domo de la Casa de la Boánica y su maesro de pinura Pero ¿qué e lo que hizo de malo? pre gunaron los jóvenes oyenes. - Recuerden que aquel muchacho era un hul de campesino, dedicado a cuidar los animales de su casa cuando Muis lo descbrió dibujando algunas planas. En esa época, para él el dibujo no era más que un juego, una rma de divertirse, mienras que para el sabio direcor de la Expedición el dibo era algo muy serio que le iba a permiir desaollar su invesigación sobre la nauraleza de aquellas
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regones y mostrar a mundo entero sus halazgos de nuevas pantas. Entonces e joven, a var a Marquita y empezar una nueva vida ejos de sus padres, buscó vvr aquela experenca como s fera una aven tura. Se escapaba de la casa de a Expedcón, para dar vuetas por e puebo, en compañía de algunos jóvenes que buscaban divertirse sin hacer nada de provecho Mutis e lamó la atención, pero é sguió saiendo a esconddas. Además, e habían dado algunos materiaes y certas pnturas para que trabara en sus dibujos, mientras ba aprendendo, y e prohiberon que usara otras, traídas desde Europa, que resutaban más costosas y sóo podían ser utizadas por os pntores más experimentados. Para emplearlas, era necesaro conocer as técncas y saber manejar ben os pncees y los coores Mutis le había dado permiso de usar determ nados colores y pncees, pero e señaó al maestro Rizo y al mismo Matís que no podía mezclar las pnturas con coa, sno con goma arábiga, que era lo que se usaba para los trabajos más ordnaros, pues se conseguía en a botca del pueblo. Sin embargo, no e sno prohibrle algunas cosas, para que Matís las hiciera enseguida, dando
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muestras de su rebeldía El muchacho que quería hacer las cosas muy rápido utilizó sin permiso varios de aquellos colores y hasta los mezcló con cola para ver qué pasaba lo que le valió un ferte castigo por parte de osé Celestino Mutis Los niños estaban silenciosos y se miraban los unos a los otros sintiendo vergüenza ajena por lo que había hecho Matís ya que ellos se sentían iden ticados con aquel niño el que había derramado pintura en su casa tratando de empezar a dibuar o el que usó un papel sin permiso o cualquier otro que hubiera hecho alguna cosa indebida aunque fera pequeña Tenían sentimiento de culpa como si el relato de las diabluras de aquel niño pintor se reriera a ellos. Entonces Jacinto preguntó qué castigo le habían puesto a Matís, interetando lo que todos querían preguntar Bueno. . Tal vez el padre Mutis fe dema siado rigroso No le pegó, desde luego porque eso no estaba en su carácter pero hizo que lo ama aran a un árbol y lo deó allí toda una tarde y una noche sin darle nada más que un poco a agua Mutis pensó que con esto Francisco se iba a corre gir y no volvería a hacer nada de lo que se le había prohibido pero estaba equivocado
71 ¿Por qué? ¿ Volvió a usar los coloes traídos desde España? Tal vez eso no pero siguió saliendo a escon didas a ciertos lugares del pueblo que no le gusta ban nada al padre Mutis y menos para un joven que apenas estaba en plena adolescencia a os doce o trece años. ¿ Y qué hizo? ¿Lo volvió a castigar? El viejo se dio cuenta del interés que mostra ban los jóvenes uando se hablaba de travesuras y castigos. También el maestro, que escuchaba el relato un poco más lejos, estaba pendiente de lo que él iba a decir Jacinto preguntó entonces cuáles eran esos lugares del pueblo a donde iba el joven y que Mutis veía con malos ojos.
Maís iba a un siio clandesino, un lugar que no � enía permiso de las auoridades como negocio público, ya que era una especie de gario o casa de juegos Allí se aposaba dinero, en juegos, como uno de baraja española que se llamaba el «ruco» al que poco a poco aís se afcionó, hasa que se convirtió en un vicio paa él. A Maís le gusaba mirar aquellas caras, que represenaban personajes que lo hacían
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73 imaginar historias de aventuras, pero también le gustaba jugar y apostar unas monedas. En alguna ocasión incluso tomó algún dinero de la casa de la Expedición, lo que hizo enrecer aun más a Mutis, que había sido su maestro· y pro� tector, casi un padre para é, y que por tal com� portamiento sentía que el muchacho le había ltado al respeto tanto a él como a la Casa de la Botánica Durante un viaje que hizo a la capita, Mu� tis le escribió algnas cartas a Salvador Rizo, para que se ocupara de Matís y evitara que si� guiera haciendo necedades. En esas cartas le decía que el muchacho quería vivir como un ca� ballo desbocado. Pero, sobe todo, tenía el-temor de que en aquellos sitios donde sejugaba eljuego del «truco» el muchacho se mezclara con malas compañías, gentes bajas y de mala conducta que usaran el juego para ganar dinero fácil haciendo trampas, de las cuales él debería vivir apartado. Tanto Mutis como Rizo le llamaron la aten� ción una y otra vez Él simulaba estar arrepentido, pero volvía a escaparse y a reunirse con jugadores en lugares oscuros, que cambiaban a cada rato para evitar la vigilancia de las autoridades, que
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habían prohibido aquellos juegos y no dejaban de perseguir a sus patrocinadores. Las cosas llegaron a un punto tan grave, que Mutis estuvo a punto de expulsar a Matís de la Expedición Botánica, al considerar que el muchacho parecía ser un caso perdido Ya no le valían regaños ni advertencias y hasta había descuidado sus trabajos como herbolario y dibu� jante. Mutis llegó a pensar que había perdido el tiempo tratando de educarlo, y hasta revoloteó por su mente la idea de castigarlo en frma severa si seguía en malas compañías y era descubierto en algo reprobable. En tal caso, lo entregaría a las ades para que lo enviaran a las prisiones 1 autorisedhall a ban en las murallas de Cartagena. El viejo hizo un nuevo silencio, como para medr el alcance de sus palabras entras volvía a encender su pipa Alrededor todos estaban pen dientes y también guardaban silencio Después de todo el trabajo de eso últimos días con la búsque da de plantas y la preparación de los herbarios en ese momento estaban tristes sorprendidos y hasta desilusionados pues el niño dibujante que se les había presentado como un ejemplo a seguir se había convertido en una especie de delincuente.
75 ¿Para qué entonces les había contado el viejo esa historia? ¿Qué quería darles a entender? No tuvieron que esperar mucho tiempo, pues antes de que ninguno de ellos ni siquiera Jacinto, se hubiera atrevido a hacer la pregunta, el viejo ya tenía lista la respuesta al continuar su relato:
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No crean, niños, que las cosas terminaron con el joven Francsco Javer Matís encerrado en una prsión y castigado por sus malos pasos. Cuando el muchacho estuvo a punto de caer en un abismo, o de perderse en el vico de juego y las maturrangas a las que se acostumbró por las malas compañías, tuvo la inteligenca para darse cuenta de sus errores y corregir a tiempo su con� ducta. Comprendió que estaba perdiendo una oportunidad única de aprender y de hacer algo importante en la vda, al dejarse llevar por im pulsos y caprichos que no valían la pena Entonces le escribó algnas cartas a Mutis pidiéndole que lo perdonara por su mal com� portamiento, jurándole que estaba arrepentdo y que en adelante dedcaría todo su tiempo a las tareas de la Expedición y a la elaboración de los dibujos y plantas con toda seriedad, y no volvería a salir con amigotes a los juegos prohibidos
76 Al comienzo, Mutis no creyó mucho en las palabras de su pupilo, que ya había dicho que se iba a corregir para volver a las andadas a la primera oportunidad. Sin embargo, pasaron al� gunos días y luego semanas, y Matís seguía me� jorando en sus dibujos y poniendo atención a las indicaciones y enseñanzas de Salvador Rzo, su maestro pintor Para demostrar que de vedad había cam� biado y que ahora estaba entregado de lleno a as actividades del estudio de las plantas y la realiza� ción de dibujos de ores y utos, no hacía otra cosa que estudiar los herbarios y dibujar hasta los más mínimos detalles, con un cuidado y una delicadeza que pronto superaron en calidad a los dibujos realizados por artistas con más expe� riencia que la suya Sin embargo, Mutis no estaba del todo con� vencido de la sinceridad de aquel muchacho tan mañoso. Se preguntaba: ¿De verdad Francisco estará dispuesto a cambiar No basta con tener el deseo y el buen propósito de hacerlo También se necesita la voluntad y la disciplina, que a veces se consigue después de mucho esferzo
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Y el contador de historas calló por un momen to y ró a los muchachos con mucha atencón, para observar sus reaccones. Luego se levantó y les dijo que la respuesta la sabrían en otra sesión pues por esa tarde era sucente Se escuchó un murmullo en la plaza mientras el contador de hstorias se alejaba después de despedse Unos creían que Matís volvería a sus andanas otros lle garon a pensar que lo iban a castigar enceándolo en una prsión pero en el fndo todos querían que lograra salir adelante y continuara progresando en el dibujo como lo habrían deseado para ellos smos
El niño y la serpiente
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f l l l Al l l ll Dé l l
La oportunidad de borrar los malos pasos e sus escapadas a las casas de juego se presentó un día en que estaba estudiando las cortezas y hojas de un buco lamado guaco, en los jardines de la Casa de la Botánica en Mariquita. En ese momento se encontraban alí varios miembros de la Expedición, junto con un campesino de la región, conocido como e negro Pío. En ese momento hablaban sobre la picadura de las culebras, que abundaban en aquellas zonas de tierra caliente, algunas de las cuaes podían
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matar a una persona en pocos minutos espués de morerla e inocularle su veneno. El negro Pío señaló la planta que en ese mo� mento tenía en sus manos Francisco Javier Ma� tís, las ramas y hojas el bejuco Guaco, y contó cómo había visto a un águila que emprenía el vuelo llevano entre sus garras a una culebra que había cazado La culebra mordió al águila, le in� yectó su veneno , de inmeiato, el ágila soltó a la culebra, que cayó ando vueltas entre los ma� torrales el lugar. El ave extendió sus alas, como buscano al� go, mientras el veneno comenzaba a circular por su organismo e tal modo que actó el movi� miento e sus alas. Parecía ano tumbos, como si estuviera borracha, hasta que localizó la planta del bejuco guaco, se posó sobre ella, picó las ho� jas y las cortezas y fotó sus patas, en el mismo sitio por donde había sio picaa, contra las ho� jas y ramas el guaco. Luego se trepó sobre una rama y esperó unos minutos, hasta que el antí� doto hizo eecto y el águila recuperó sus ener� gías y emprenió de nuevo el vuelo, como si no hubiera pasao naa. Quiere ecir, concluyó el negro Pío, que con el zumo de esa planta se puee detener el
81 ecto del veneno, haciendo una ferte icción con las hojas en el sitio de la picadura, como hizo el águila. Eso habría que probarlo: si le sirvió a un águila, no quiere decir que le vaya a servir en la misma rma a un ser humano dijo uno de los asistentes Esperen, sus mercedes, a que aparezca por aquí una culebra venenosa para hacer la prueba• Yo le tengo a esa planta, porque si salvó un ave, que es de naturaleza más ágil y delicada, ¿por qué no va a salvar a un hombre, que tiene mejo� res densas? En esas estaban cuando uno de los herbola ros descubrió una serpiente que se paseaba por entre los matorrales que rodeaban el jardín botá nico de la Expedición. Logró introducirla en ua canasta y la llevó al sitio donde se encontr;ban los asistentes de Mutis, alrededor de la mat' del Guaco. Fue en ese momento cuando Francisco Ja vier Matís se adelantó para probar que estaba dispuesto a lo que fera, incluso a arriesgar su vida, para apoyar las investigaciones cientícas de la Expedición, que no sólo se ocupaban de estudiar las plantas, sino también los animales,
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las aves, los insectos y aun las serpientes El especialista en aquellos animales que se arrastraban por la tierra y se clasifcaban con el nombre de ofdios era otro importante miembro de la xpedición: Jorge Tadeo Lozano. Pero de nada iban a servir las teorías, las suposiciones o las palabras que unos y otros pudieran decir si alguien no tomaba la iniciativa para hacer la prueba en carne propi. Matís se acercó entonces a la canasta donde estaba la culebra, que era nada menos que una talla X, una serpiente muy venenosa. La zarandeó con su mano, hasta que el reptil, al sentirse atacado, reaccionó mordiendo al muchacho en la mano, inoculándole su veneno y sacándole algo de sangre. Todos reaccionaron de inmediato quitando la culebra del lado de Mats, quien, antes de que nadie se lo dijera, restregó su mano con las hojas del Guaco, y luego pidió que le prepararan una pócima para beber el líquido que saliera de la planta. Los dibujantes y los herbolarios estaban admirados del valor de aquel muchacho, y a la vez se mostraban muy preocupados de lo que le pudiera pasar. Aquella era, en verdad, una serpiente muy venenosa y todos tenían un gran
83 temor de que Francisco Javier, que apenas con� taba con quince años de edad, pudiera resultar actado gravemente por lamordedura e ncluso temían que corriera el riesgo de mrir a causa de su osadía La situación era tan apremiante, no s podía perder ni un minuto Algunos corrieron a prepa� rar el bebedizo, una especie de té con e zumo del guaco, mientras otros otaban con frza las hojas sobre la picadura Matís estaba pálido y si� lencioso De nuevo se había dejado llevar por un impulso, ya que aquelos arrebatos hacían parte de su temperamento, pero en este caso se rataba de un gesto que, si salía bien, podría ser de gran utilidad para la Expedición y para la ciencia, pues se habría encontrado un remedio ecaz contra la picadura de las serpientes Haber corrido aquel riesgo había sido un acto heroico que en el f� turo podría salvar muchas vidas. Matís fe llevado al humilde jergón donde dormía, para que se acostara de inmediato Va� rios lo rodearon, observándolo con sumo cui� dado, para ver si se notaba algún cambio en su naturaleza, en la expresión de sus ojos o en el co� lor de su piel, en la mano donde había recibido
84 la mordedura o en el rostro, donde se delatan las emociones y las caenturas. Un rato más tarde, el muchacho dormía profndamente Le tocaron la ente para com� probar si tenía ebre y estuvieron vigilantes por si llegaba a convulsionar Aunque en tiempos ante rires Matís se había convertido en un constante problema a causa de sus picardías y el propio Mutis había dicho que eljoven uería vivir como un potro desbocado, los herbolarios y dibujantes rogaban porque no le fera a pasar nada después de aquella diícil prueba, pues en el ndo todos querían a ese muchacho como si fese un hijo, un hermano o por lo menos un amigo y compa� ñero. Y allí estaba, en su camastro, con un sueño profndo que para muchos parecía ser un com bate silencioso entre la vida y la muerte. A la mañana siuiente, cuando comenzaron a clarear con las primeras luces del alba, todos corrieron a ver qué había sido de la suerte de Francisco Javier Matís, empezando por el negro Pío, que se sentía culpable por haber contado aquella historia del águila y que no tendría lu� gar dónde esconderse si algo le llegaba a pasar al joven. Sin embargo, tal como lo expresó José Ce lestino Mutis en una carta al arzobispo Virrey
85 Cabaleo y Góngoa, «nada se sigió después de aquella modedua ... Matís madugó, desayunó inmediatamente, con apetito tabajó todo el día en su ejecicio de pinto, durmió sin senti a me� no noedad, quedando todos enteamente con� vencidos de la bondad del emedio y deseosos de
1 :ropagación en benefio de la humanidad».
Los muchachos que escuchaban el relato comenzaron a apaudir con emoción el liz resultado de aquella aventura. También os adutos que se halaban en os arededores apaudieron con erza, no se sabe si a a audacia de joven, a la bondad de remedio o al relato de aquel viejo cuentero a quien en un comienzo miraban con cierto recelo, pero que ahora comenzaban a apreciar pues sus historias e habían infndido una nueva vida al pueblo. Pero o que todos pudieron comprobar era el modo en que el hombre que contaba historias ha bía aprovechado aquela experiencia para urar a don Pedro, e prosor de a escuea, que en aque momento era el oyente más atento y el espectador que apaudía con más fera no sólo el buen na de la experiencia del joven dibante, sino el de a suya propa.
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Todavía lta a mejor parte - djo e veo, senciando los murmulos y apausos que parecían haberle puesto punto fnal a reato, como ocurre cuando cae el telón en los teatros- . Pero ese fna queda para mañana, pues no se pueden acumuar tantas emociones en un solo día.
El mejor pintor de flores . del mundo y el viejo lector
Tal como lo había oecido, el contador de historias entró de lleno en la útima parte de su relato sobre Francisco Javier Matís, tan pronto sus oyentes, que habían aumentado cada vez más, hasta incluir una buena parte de la gente de aquel pueblo, se senta ron a su alrededor, en las bancas en sillas traídas de sus casas o en el mismo suelo Después de inrmarse sobre la total recupe ración de Matís, tanto de la picadura de la culebra como de su afción al juego del trco, pasó a re rirse a una nueva etapa de a Expedición Botánica, esta vez en una ciudad más grande, la capital del Nuevo Reino de Granada.
La Expedición Botánica levaba varios años:; Marquta, estudiando la fora de la egón, es decir, la variedad de plantas de los alrededores,
88 entre el pueblo y el río Magdalena, con su oes de encendidos colores. Daba gusto ver a vare� dad de futos que se colocaban en los distintos puestos en los mercaos dominicales , aun más, contemplar las docenas, centenares de dibujos que salían de las plumas y pinceles de los dibu� jantes de la Expedición, entre ellos los de Fran� cisco Javier Matís, quien ya había aprendido todo lo que podía aprender de sus maestros Mutis se sentía muy a gusto en aquel pue� blo, tan alado de la vida social y de los com� prmiss que día a día aparecían en la capital. Ya llevaba un poco más de treinta años en el Nuevo Reino de Granada, y comenzaba a sentir ls achaques de la edad y por eso le gustaba es� tar en aquella población, donde podía conseguir aguas medicinales y hierbas curativas para sus dolencias Sin embargo, aquel saludable y grato retiro estaba a punto de terminar, pues a comienzos del año de 1791 llegó una carta del nuevo virre don José de Ezpeleta, quien le ordenaba a Mutis, como director de la Expedición Botánica, que regresara de inmediato a la capita para adelantar allí sus trabajos, de tal modo que pudieran verse y constatarse, pues la Corona estaba invirtiendo
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importantes sumas para el desarrollo de aquellas tareas y tanto el virrey como los miembros de la corte en España querían ver los resultados. Mutis quedó preocupado porque le exigían abandonar el paraíso que había encontrado después de tanos anes En él había logrado hacer realidad su suño de investigar los dones de la naturaeza: los que desplegaba en los climas rdienes, en las márgenes del río Magdalena, y los que se daban en los páramos, en las motañas que rodean la sabana de Bogotá En sus exploraciones había comprobado cómo iban cambiando los olores y colores de las plantas a medida que la tierra se iba haciendo más caliente En la tiera fía, de la sabana de Bogotá haia arriba, predominaban los distintos tonos del verde y las plantas parecían tener abrigos para protegerse de las helaas que tre la neblina de los páramos De aquellas plantas, como el failejón, Mutis decía que hacían parte de la «vegetación lanuda». Pero, como se suele decir, donde manda capitán no manda marinero, y Mutis tuvo que recoger sus herbarios y dibujos y emprender e regreso hacia la capital. Al subir por la cordilera veía abajo los pueblitos que iba dejando atrás,
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con un aire de nostalgia, sin saber si algún día podría regresar Algunos miembros de la Expedición permanecieron unos días más en Mariquita, entre ellos Francisco Javier Matís, quien continuaba realizando sus trabajos con gran esmero y laboriosidad. Los tempos de desobediencia y malas compañías habían quedado en el pasado y ahora todos veían con mucho agrado los futos de su dedicación El propio Mutis le escribió desde Santa Fe, elogiando sus dibujos de ores blancas, las paulinarias y uñas de gato, que era el nombre de 1 algunas de las plantas que había pintado en los últimos tiempos
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Ya ven, muchachos, que a as matas que ustedes han disecado en sus herbarios hay que poneres os nombres por os que son conocdas por a gente. Puede ser que después vengan los científcos y es pongan otros nombres, pero siempre es bueno saber cómo son conocidas en la misma tierra donde nacen y crecen. El viejo se levantó con la intención de mar charse, como había hecho en otras opor tunidades, pero viendo a cantidad de gente que había ido a
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escucharlo y la rma tan atenta como lo habían hecho, por vez prmera dio una explicación en el momento de despedirse: A todos los que han venido les agradezco la atención que han prestado a mis palabras, tanto a los niños como a los adultos. Mañana terminaré de contarles la historia de ese niño que dibaba plantas y ores Después, tendré que irme por un tempo y no sé cuándo podré volver. El vejo partió dejando a los niños con una sensación de tristeza, pues se habían encarñado con él y con las historias que contaba Entonces, los prosores de la escuela se acercaron a sus alumnos y les dijeron que no podían dejar que ese hombre se fera así o más, sin antes agradecerle por la rma como se haba dedicado a contarles la vida de otros niños que se habían vuelto impor tantes, gracias a la dedicación y el entusiasmo que ponan en las cosas que hacan. Un personaje como Francisco Javier Mats había sido un niño campesino como ellos, de mi lia modesta, que había logrado hacer algo importan te en la vida gracias a su esferzo y dedicación. También don Pedro y doña Carola estuvieron de cuerdo en invitar al viejo a la escuela y darle una medalla de reconocimiento y, a la vez, les pidieron
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a os muchachos que en ese mismo momento leva ran os dibujos a a escuela, para arreglar os sao nes, os corredores y demás espacios con aquelas pinturas de plantas y ores También es dijeron a os niños que deberían preparare a viejo algo que le permitiera recordaros: un dibujo un escrito o cualquier detalle simpático, ya que él es había enseñado muchas cosas que podrían seres úties en la vida Con ese propósito cada uno de ellos se dirigió a a escuea evando sus herbarios y dibujos, y uego se marcharon a sus casas en busca de ago que pudieran regalarle a aquel vio contador de historias Al día siguiente en a escuela se desaolló una actividad dirente a a acostumbrada En vez de las clases normaes, el maestro, su esposa y sus aumnos se dedicaron a arregar os salones, os coedores y demás espacios con os herbarios y dibujos que habían hecho. Incluso los jóvenes que no habían escuchado los relatos del viejo partici paron con entusiasmo en esta joada Los pocos que en un momento se mostraron en desacuerdo o indirentes a este homenaje poco a poco se feron dejando levar por la emoción que sus compañeros e habían puesto al asunto.
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Ese día se suspenderon las clases y todo se convrtó en una esta A la entrada de la escuela colocaron un gran letrero que decía: «Benvendo el contador de hstorias», ya que a esas alturas aún gnoraban el nombre del vejo Algunas madres de los jóvenes prepararon regalos para é una anasta de uas , un asco con arroz de lehe, bocadllos y otras delcas caseras Hasta ese momento, a nade se le había hecho un homenaje como ese y en el ndo, los que habían escuchado al vejo pensaron que esa era una buena rma de lgrar que se quedara en el pueblo o por lo menos que regresara pronto Cuando se e acercando la hora de a la plaza a escuchar la últma parte del relato sobre el nño pnto, a actvdad se hzo más fbrl y emoconan te y había algunos que ya ordenaban os regalos en una gran mesa. Había de todo: dbujos, cartas, algún lbro veo, una nueva ppa, una gurlla hecha con una raíz de rmas redondeadas y otra buena cantdad de pequeñas cosas que los nños habían rebuscado en los rncones y cuartos de San Alejo de sus asas Don Pedro guardó la pedra con aquela veta verde brllante en una caja, pues había decddo que ese era su regalo para el hombre que le salvó la vda
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Sonó a campana y todos querían ir a a ce ra a a paa a escuchar e na de reato y uego ivitar a viejo a a escuea. Los niños que había oído la histoia de Matís se la contaron a os que no habían asistido y así todos podían participar en una avetura costrida tan sóo con a magia de as palabras. E maestro nombró a Jacinto para que e entre gara la medala al contador de historias A y al cabo, él había sido e primero en acercarse a aque extraño personaje que en un comieno había dado ugar a muchos equívocos y habadurías La escuea etera marchó en orden a a paa y aí estaba e viejo sentado bajo a ceiba, co un aire patriarca. La paa se fe enando de gente Además de os estudiantes y os maestros estaban os padres de miia y muchos curiosos que se asomaban a ver qué era o que había motivado e iterés de tanta gente E viejo observaba aquea maistación es pontánea con emoción, pero a la vez, con cierto erviosismo. Se había acostumbrado a la soledad de camiante empedeido, no tenía ninguna aspiración poítica ni era u comerciate que
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tuviera algo que vender y para ello buscara atraer a los compradores Tan sólo era un viejo que contaba cuentos Pero en aquel pueblo donde nunca pasaba nada, aquello se había convertido en un aconte cimiento extraordinario. Allí nunca había llegado un circo ni una representación teatral. No existían diversiones, salvo algunos juegos, ni movimientos de tanta gente, salvo en las procesiones de Semana Santa Por eso la presencia de aquel personaje y sus relatos constituían una verdadera novedad. Cuando ya la gente se colocó como pudo alre dedor del viejo, los niños sentados adelante, en el suelo, y los adultos detrás, se hizo un silencio muy grande y el viejo comprendió que había llegado el momento de hablar. Pero ante la presencia de tanta gente, ¿ qué podría decir? Tampoco era j usto que repitiera toda la historia o comenara otra nueva. Lo que pensó fe lo que realmente había ocuido, por lo menos en la escuela, y era que los niños que habían escuchado su historia de Francisco Javier Matís se la hubieran contado a los otros. Era una buena rma de ayudar de nuevos cuenteros que pudieran transmitir tanto historias que venían de los antepasados, de lo que había sucedido en otros tiempos, así como sus propias experiencias.
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El viejo se puso de pie y despés de carras pear un poco, pues los nervios le haban atorado n poco la garganta, comenzó a hablar tratando de que su voz llegara a la mayor parte de la gente que estaba pendiente de sus palabras: No esperaba la llegada de tantas y tan ama bles personas Creo que estos benos mchachos han alebrestado a todo el pueblo, pero como ayer me comprometí a terminar de contar la historia de Francisco Javier Matís, debo cumplir esa promesa, y por eso espero que todos me sirvan de testigos. Se escucharon entonces fertes aplausos, que lo único que lograron fe hacer que el viejo se psiera más nervioso. Los niños que ya conocían s modo de ser hicieron gestos para qe dejaran de hacer ruido y todos pdieran escchar el nal del relato Sólo cuando un poderoso silencio se hizo dueño de la plaza, el viejo decidió continuar.
Por órdenes del virrey José de Ez eleta, José Celestino Mutis tuvo que trasladar la Expedición Botánica de Mariquita a Santa Fe Pasar de tierra caliente a tierra fía. Algnos pintores y recolectores de plantas, los llamados herbolarios, permanecieron unos días más en la casa de
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Mariquita, recogiendo plantas, elaborando dibujos y preparando todas las cosas, las cas con herbarios, los dibujos y papeles con notas, para trasladarlo todo a la capital Entre estos últimos se encontraba Francisco Javier Matís, quien ya no era un simple aprendiz, sino uno de los mejores dibujantes de la Expedición. Cuando Matís llegó a Santa Fe de Bogotá quedó anonadado ante el tamaño y las edifcaciones de la ciudad Aunque apenas era un pueblo grande, en aquella época la capital contaba con cerca de veinte mil habitantes, pero comparada con los pueblos que Matís había conocido hasta entonces, le parecía que era una ciudad enorme Los días de mercado, la plaza mayor se llenaba de campesinos de los pueblos de los alrededores, que venían a traer los productos que cultiv2ban, así como los dulces, almojábanas, quesos y demás comestibles que preparaban en sus casas en rma artesanal Era todo un espctáculo verlos desde el recién inaugurado atrio, también llamado altozano, mientras las gentes que salían de misa, iban a los puestos donde exhibían sus productos para hacer sus compras. La actividad de Mutis y sus colabordores tomó otro carácter a partir de ese momento La
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casona de la Expedición Botánica se encontraba en la esquina suroccidental de la plaza mayor, que con el paso de los años y después de la In� dependencia se llamaría Plaza de Bolívar. En aquella casa, además de continuar con las activi� dades normales, se creó una escuela de dibujo y pintura, bajo la dirección de Salvador Rzo, entre cuyos proesores estaba Francisco Javier Matís. Esta fe su principal actividad, aún muchos años después de la muerte del sabio Mutis y de la des� aparición de la Expedición Botánica. Pero en aquel momento a comienzos del siglo IX, nadie pensaba en que aquella expe� dición cientíca pudiera terminar por el con� trario, todos sus miembros actuaron con mayor empeño en la capital, donde sus actividades eran observadas con atención por las autoridades, co� menzando por el propio virrey Ezpeleta. La ma de Mutis y sus investigaciones so� bre la botánica se extendió por muchas partes del mundo. Un par de cientícos europeos muy importantes, que venían investigando la geogra� a y los recursos naturales de América, llegaron a Cartagena, y desde allí se dirigieron a Santa Fe de Bogotá por el río Magdalena. Se trataba
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del geógraf alemán Alejandro de Humboldt y del médico ancés Amado Bonpland. Venían a la capital con la intención de conocer personalmente a José Celestino Mutis y observar los trabajos de su Expedición. Humboldt había llegado al nuevo mundo con la intención de estudiar la geograía y los recursos naturales de América, sus mineraes, plantas y demás aspectos que pudieran servir para el desarrollo de la ciencia y el comercio. El caso de Bonpland era semante al de Mutis: además de médico era botánico. Quería estudiar as plantas de las tierras americanas que pudieran servir tanto para curar las enrmedades tropicales como las que se presentaban en la vieja Europa y que actaban a miles de personas sin que se hubieran encontrado remedios ecaces para su curación. Humboldt y Bonpland llegaron a Honda, y desde allí subieron por la cordillera hasta llegar a la sabana de Bogotá. Antes habían enviado varios correos anunciando su visita yJosé Celestino Mutis les había preparado una casa para hospedarlos, cerca de donde quedaba la sede de la Expedición Botánica. El propio arzobispo envió
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un coche y una comitiva para recibirlos compuesta por algnos de los notables de la capital. Los ilustres viajeros hicieron su entrada a Santa Fe de Bogotá el 15 dejulio de 1801. Se iniciaba un siglo en el que se iban a producir grandes cambios en todo l continente americano. El trabajo de los científcos había contribuido de un modo importante a este cambio pues la gente conocía mejor el valor de sus riquezas naturales, sus plantas y minerales y por eso comenzaron a pensar en la independencia, para manejar por sí mismos aquel valioso patrimonio. Los viajeros ilustrados observaron con cuidado los dibujos de plantas de la Expedición y en particular las detalladas anatomías de las ores que había dibado Francisco Javier Matís. Humboldt se mostró tan interesado en estos trabajos que Mutis le regaló cien láminas para contribuir a sus estudios sobre los vegetales amercanos. Y aquí viene la parte de esta historia que se refere a nuestro personaje. Al ver los dibujos de Matís Humboldt dijo que era «el mejor pintor de ores del mundo». Un elogio que llenó de orgullo a Mutis, pues aquel joven campesino,
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que en aquel momento ya contaba con 27 años de edad, había sido el uto de sus enseñanzas y desvelos Había aprendido no sólo a dibuar, sino también a investigar y reconocer las plantas. Era, en verdad, el mejor pupilo de Mutis y uno l o s más efcaces mi e mbros de l a Expedi c i ó n ; : ca. �áni E viejo había concluido la pare de la hsto ra de Fancsco Javier Matís que quería contar, y ahora se dirigó en frma más directa tanto a os jóvenes que lo escuchaban, como al maestro y a los adultos que los habían acompañado aquel día: Por eso es tan importante tener buenos maes tros, y, para los maestros, tener buenos aumnos. Pueden existir momentos dcles, muchachos que en una etapa de nquietudes tienen un ma com portamiento y descuda sus trabajos de la escuela, pero, con pacenca y amor, sus prosores pueden hacerlos cambar de acttd y ograr que desarro len sus mejores aptitudes, hasta convertirse en hombres útiles a a socedad en que viven. De nuevo vieron grandes aplausos, y el maeso se acercó a licit al viejo y agradecerle por la frma como habí logrado motivar la curiosidad
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de los niños hacia temas tan interesantes como la historia, la ciencia y el dibo Luego lo invitó a visitar la escuela, donde le tenían preparadas algu nas sorpresas. El viejo no pudo negarse a visitar el sitio donde estudiaban sus queridos oyentes, y, por eso, todos se dirigieron hacia all rodeando al contador de historias. Cuando vio los letreros que le daban la bienvenida y luego contempló a rma como habían organizado los dibujos y herbarios dentro de la escuela, sintió una profnda emoción. Jacinto le entregó la medalla que le daba el colegio como un reconociento a su generoa labor y luego los muchachos se acercaron para darle sus regalos. En toda su vida el viejo nunca haba recibido tantas cosas y ahora no saba cómo llevarlas. Quiso compartir los comestibles con sus amigos estudiantes, y guardó los demás detalles en una gran bolsa que le obsequió doña Carola. Era como un Papá Noel al revés: no era él quien llegaba con regalos, sino los niños quienes le haban hecho sentir la mayor licidad de su vida al obsequiarle tantas cosas entrañables. En ese momento, todos queran saber quién era realmente ese viejo, cómo se llamaba y cómo haba hecho para convertirse en un contador de historias
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que sabía tantas cosas Después de la rma tan cariñosa como se habían portado con él, llenándolo de regalos con anta generosidad, no podía negarse a conesar odas las pregunas Contó que se llamaba Anselmo, y que si que rían ponerle un apellido, el que mejor le convenía era Libreros Luego les dijo que todo lo que sabía lo había aprendido de los libros, visitando la biblio teca de Bogotá y algunas bibliotecas que había en oras ciudades. También había reunido algunos li bros propios, muchos manuscrios, revisas y hojas impresas donde se conaban hisorias de mucha gene Me fi llenando de lecturas, de episodios de la vida de muchos personajes, después de pasar tardes enteras y muchas horas en la bblioteca y con los libros. Cuando logré jubilarme, decidí recorrer los pueblos y regiones donde habían ocu ido muchas de las hisorias que había leído Y enonces pensé que no podía ser egoísa y guardar para mí sólo odas aquellas historias, de modo que me converí en un lecor para los niños, esperando que con el tiempo pudieran converirse en buenos lecores ambién Se hizo de noche y el viejo Anselo se des pidió de la gente de aquel pueblo tan acogedor,
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prometiendo que pronto recibirían noticias suyas. Se fe con su bolsa llena de regalos desaparecien do por las callejuelas del pueblo y por el camino que se hallaba en las aferas, continuando su actividad de viero trotamundos, que lo mantenía en buen estado de salud y con mucho entusiasmo por todo lo que aún podía leer y conocer.
Epílogo
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Pasaron arias semanas sin tener noticia alguna de la vida y milagros de Anselmo Libreros, el lector de los niños Hasta que una mañana llegó a las puertas de la escuela un hombre, montado en un buo, con un mensaje del io y un regalo para el pueblo. El maestro y algunos alumnos el primero de los cua les era Jacinto, se asomaron a er de qué se trataba. El hombre traía en su burro cuatro grandes cajas cargadas de libros Aquí les manda don Anselmo para que ayan frmando una biblioteca en la escuela dio Y aña dió otro mensaje que el iejo les había eniado : «Hagan de cuenta que en estos libros están muchas otras historias que no alcancé a contarles y por eso, al leerlas, pueden hacer de cuenta que estoy con ustedes» Desde aquel día, la nueva biblioteca de la es cuela abrió sus puertas para toda la gente del pueblo
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qe qisera leer así como para los qe vivían en las veredas o en los pueblos vecnos. Y s no crees qe esta historia es verídca, vsita los peblos de aquella región, en la cordllera de los Andes, y pregnta s tienen na bibloteca. El regalo del viejo fe na primea semilla y mchos libros sigen esperando en las bibliotecas de los pueblos y cidades a qe llegen los lectores los abran y descbran ss secretos
Nota del autor
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Nací en Bogoá en 1941. Desde muy niño me gusaron os cuenos, las historias A los 18 años comencé a hacer teatro y a escribir Mi primera pieza earal fe una obra para niños llamada Amor
de Chocolate, que contaba la historia de un payaso Más tarde seguí escribiendo para niños obras de tíeres y eatro, como Dulcita y el burrito La piedra de la felicidad La esta de los muñecos Globito Manual y El hombre que escondió el sol y la luna. Con el grupo eatral que fndé y dirigí, llamado "El Alacrán, abrimos y sostuvimos durante varios años, con los demás miembros del grpo, un "Taller de creatividad innil, donde rabajá bamos todos los sábados para niños de 6 a 12 años, presentando obras, contando cuentos y motivando a nuestros jóvenes paricipantes a que escribieran, conaran sus propias historias, dibujaran o prepara
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ran representacones escéncas Con esta activdad buscábamos enar un vacío a abrr espacios de juego y creatvdad que ayudaran a los nños no sólo a despertar su imaginación sno también a eaborar sus propas ccones, pues aunque todo ser humano va construyendo un reato nteror de sus experiencias, no sempre ogra darle frma y escribirlo para compartirlo con as demás personas Más adeante me nacó el nterés por la his tora y en especal por a histora de Colomba. Escrbí varas seres de televisón para el espacio "Revivamos nuestra hstora, como Bolvar, el hombre de las dfcultades; Nariño el Precursor; José María Córdova o Mosquera y Obando. Muchos jóvenes vieron aquellos programas sobre los creadores de nuestra naconalidad y los prncipaes héroes de la Independenca, cuyos doscentos años ceebramos en e presente Por eso me interesó la histora de Francsco Javer Matiz, a qien el sabio José Celestino Mutis descubrió pntando árboes y ores, cuando apenas era un nño de ocho años y lo nvtó a hacer parte de la Expedción Botánica. Como era un niño inquieto, en sus prmeros años en la Expedicón
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planteó muchos problemas y estuvo a punto de ser expulsado. Pero luego se dedcó de lleno al dbujo deallado de plantas y ores, hasta llegar a ser, según expresión del sabio alemán Alejandro de Humboldt, el mejor pintor de fores del mundo. El conocmieno de la hisora y los relaos de vdas y hechos del pasado son un gran medo para afanzar nuesra personalidad comprender nuestro presente, como un resulado de los hechos hisórcos que nos han antecedido, de este modo, dos herramentas para consrur nuestro porve
Carlos José Reyes
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Reconocdo dramaturgo guonsta e nvestigador hstórco , miembro de la Academa Colombana de Historia y de la Academia de Historia de Bogotá. Obtuvo e Premio "Casa de las Américas de Cuba en 1973 por sus obras para niños Globito manual y El hombr que escondió el sol y la luna. Drigió la Bblioteca Naconal de Colombia durante diez años
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