El Martirio de Juan Hus PDF

March 2, 2024 | Author: Anonymous | Category: N/A
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EL MARTIRIO DE JUAN HUS

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En esta oportunidad quiero compartir contigo el contenido de una carta escrita por Poggio, quien se autodenomina, el papista. Poggio fue el emisario papal quien entregó el documento de citación a uno de los más grandes reformadores en los anales de la historia: Juan Hus, o también llamado el Ganso de Bohemia, y Bohemia es lo que es hoy la actual República Checa en Europa. A Juan Hus se le citó compadecer ante el concilio de Constanza y responder sobre sus enseñanzas. Constanza, hoy en día, es una ciudad que se encuentra en Alemania. Para garantizar la seguridad de Juan Hus el Emperador Segismundo le dio un salvo conducto. Poggio participó en este concilio como miembro activo y en 2 cartas escribió a su amigo Nikolai todo lo acontecido con vivos detalles. Estas cartas se encuentran hoy impresas en un libro de 72 páginas llamado, “Hus el Hereje, por Poggio el Papista”. Lamentablemente este libro no está traducido al español, pero si tu mi amigo dominas el idioma inglés, permítete sugerirte la lectura del mismo. Ese es uno de los libros más

conmovedores que alguna vez puedas leer. Nosotros hemos hecho un resumen de la segunda carta y la hemos traducido a nuestro idioma. La primera carta de Poggio fue escrita el 3 de noviembre en el año de Cristo 1414, y básicamente narra todo lo que le sucedió a él durante su viaje. Ahora, escucha con atención el contenido de su segunda carta escrita en el día de Calixto en octubre 1415. Saludes a vuestra merced, mi Leonhard Nikolai. Lo que os he prometido haré en esta segunda epístola, continuaré con la historia de Hus, donde me quedé en la última vez. Cuando llegaron la nuevas a Constanza de que Hus, el archi-hereje, había llegado, hubo un gran tumulto. Todos esperaban el día cuando Hus caminaría por las calles de la ciudad hasta el concilio. Esto sucedió el 25 de noviembre cuando fue llamado a un corto interrogatorio ante varios cardenales. El casi no podía escurrir su largo cuerpo entre las masas del populacho. Las calles estaban

totalmente abarrotadas de curiosos. Algunos deseaban hacerle preguntas, y él las contestaba sin problema. Pero esto mostró quienes eran sus jueces preliminares, porque ellos no querían que el fuera conocido ni escuchado por el pueblo. -“Nosotros, los principales guardias de la santa iglesia Católica Romana, os exigimos, Juan Hus, de aquí en adelante, por el poder de nuestro oficio, que os calléis y estéis en silencio, y solo os damos permiso para responder humildemente nuestras preguntas. ¿Habéis entendido Juan Hus, archi-hereje anatema de Bohemia?”. La gente esperó por mucho tiempo el regreso de Hus de los cardenales, pero llego la noche y el no apareció. Sorprendidos y con interrogantes, finalmente el populacho se fue a sus hogares. La preocupación sobrecogió a sus seguidores y la satisfacción a sus adversarios. La mañana siguiente se esparció el rumor de que Hus había sido echado en prisión por mala conducta a petición del emisario papal. 6 semanas y varios días

pasaron sin una palabra de Hus. Dos de los compañeros de Hus salieron hacia Bohemia para decirle al rey Wenceslao lo que le había acontecido a su compatriota en Constanza. Durante estos días, semanas y lunas, el archihereje fue transferido en la prisión a compartimentos más pequeños, y bien resguardados. A menudo era sacado de su agujero para ser interrogado sobre sus convicciones, a ver si las había abandonado o cambiado. Más aún, como los fuertes arrecifes que Dios ha puesto en la orilla del mar, así de firme permanecía el Bohemio. Y yo, querido Nikolai, tenía una convicción similar dentro de mí. Porque Hus dijo: – “¿Por qué es que vosotros cardenales, arzobispos y jueces me pedís que peque en contra del Espíritu Santo con mentira y engaño?” Vosotros me ofrecéis oro y queréis con el poner candado a mis labios, queréis darme riquezas y vestirme con delicada vestimenta, y darme comida bien cocida, para que pueda estar perdido en todo lo que es tontería y deseo mundano que lleva al

desastre y la condenación. Puesto que yo he tenido el valor de esparcir luz en este desierto, vosotros me confináis tras oscuros muros, y me tratáis peor que aun asesino y homicida. Por los pasados 3 meses no he respirado aire limpio, como si ya yo mismo me estuviera descomponiendo. Y estos actos perversos son cometidos por vosotros quienes no me habéis prestado un oído amable, quienes no habéis oído mis enseñanzas evangélicas solo por la razón de creer que os pueden traer daño y deshonra.” Esta clase de plática escuche con mis propios oídos. ¡Oh! tuve que ser yo el medio para perseguir al hombre que hablaba así la verdad sin temor a ningún poder terrenal. Nunca pensé que torturarían a Hus ni que le vendría el mal. Cuando le visite recientemente, porque escuché que estaba sufriendo de una enfermedad, quede totalmente horrorizado al encontrarlo en semejante mazmorra. Imagina la torre de la esquina sobre el puente Rin, las aguas fluyen alrededor de su fundamento. Un poco arriba

del agua veras un pequeño hoyo con gruesas barras de hierro, a través del cual, cuando las olas golpean con fuerza, espumas y rocío penetran a la oscura habitación donde Hus está sentado. Es necesario descender 30 escalones que están protegidos con 3 puertas de hierro. Finalmente, uno llega a un aposento estrecho, el cual es tan largo y ancho como la altura de un hombre, y con muy escasa luz. Cuando el prisionero se acuesta, su cabeza y pies casi tocan los muros. Su ropa estaba harapienta y si quiere vaciar sus intestinos tiene que sentarse en un agujero redondo en la piedra desde donde se levanta una hediondez bestial; hasta que la marea alta se lleva los excrementos, y esto sucede cada 3 o 4 semanas. -“¿Quién se aproxima a mi prisión, excepto tu guardia? Si es un mensajero de muerte, su visita será grandemente bienvenida, porque me gustaría entrar en el hogar de mi Señor en paz”- dijo Hus con escasa voz cuando vio dos sombras delante de si.

-“Pobre Juan”- repliqué, “Es Poggio, quien os visita. En mi gran tristeza he oído que habéis enfermado en prisión, por lo tanto, es propio para mí que os cuide, para que no tengáis resentimientos por yo haberos dado la carta de llamado por la cual os he entregado a este cautiverio que os ha traído tan gran sufrimiento. Al mismo tiempo quiero preguntaros en vuestras penas, sino os habéis hecho consiente de alguna enseñanza falsa o algún error, mientras pensáis vuestras teorías en la quieta soledad, puesto que todos somos humanos y cometemos errores debido a nuestra vanidad, orgullo, debilidad, o cualquier otra cualidad ignorante de la cual todos somos siervos desde el nacimiento, y puesto que nadie debe avergonzarse de cambiar a la piedad genuina, ni nadie debe ser castigado, sea su creencia cualquiera que sea. Ellos solo quieren que desistáis de vuestras alucinaciones y que no persistáis en ellas, ni las enseñéis causando la condenación de vuestra alma y de otros, ahora y en la eternidad. Hablemos tranquilamente sobre esto para que yo pueda

hablar bien de vuestra merced a aquellos cuya jurisdicción esta sobre nosotros de acuerdo a la ley divina y humana”-. Mientras hablaba, Hus se levantó despacio y con dificultad se apoyó sobre mi hombro. - “Vuestra visita me es mucho, por amor a la bondad que os trae a mí, honorable prelado, porque me vuelto miserable en este calabozo, pero nunca he tenido esto en contra vuestra, porque lo habéis hecho inocentemente, y yo lo he seguido sin engaño, sano en alma y cuerpo, solo para podrirme en las garras demoníacas de mis enemigos. Acerca de mis enseñanzas y palabras, mi lengua no ha hablado una palabra vana u orgullosa, o alguna de la cual me lamente y nunca me avergonzaré de reconsiderar en caso de haber errado y que mis enseñanzas no estén arraizadas totalmente en las santas escrituras. Pero me gustaría rogaros que habléis con mis jueces para que me concedan mejor morada donde pueda mirar una vez más el azul arco del cielo antes que muera. Y si está en vuestro poder e influencia

conseguirme una defensa pública delante de los caballeros de la asamblea, por amor a Dios, humildemente permitidme suplicaros que lo hagáis”-. Con ayes me retiré de Hus e inmediatamente me apresuré a ir donde Dominico, el cardenal legado. Pero la mente de este estaba tan fijada en contra del prisionero que se alegró al saber que estaba en ese agujero hediondo. Por esta razón fui donde el mayor comisario de la ciudad de Constanza y le pedí, por amor a las 5 heridas de Cristo, proveer mejor lugar para el enfermo. Este se levantó inmediatamente luego de oír mi suplica y dijo: -“Ningún acto malvado contra un extraño desertor hallara apoyo bajo mi administración, tan cierto como mi nombre es Stuessi. Un guerrero justo honra incluso a un enemigo vencido. -” Después de un corto momento, Hus fue llevado de su calabozo a una habitación decente., pero sus pies casi rehusaron llevarlo. La luz de sus ojos estaba

inacostumbrada al día, sus mejillas están pálidas de muerte y flojos todos los dientes que le quedaban, puesto que 11 se le habían caído debido a la húmeda prisión. Las uñas de sus dedos estaban terriblemente largas porque no había podido morderlas por muchas semanas, sobre su piel había una concha de mugre de la cual emanaba un olor fétido, y su otrora cabello castaño caía en blancas trenzas sobre su podrida manta. Sus zapatos se habían podrido sobre sus pies y él se había convertido una imagen de miseria sin igual, irreconocible para aquellos que lo habían conocido antes. El horror llenó a aquellos que le veían, y personas compasivas le prepararon un baño, trajeron ropa y le refrescaron con buena comida, por las cuales el solo podía agradecer con ojos llenos de lágrimas. Así pasaron 3 días en junio de este año, 1415, durante los cuales los padres del largo concilio estuvieron todos reunidos y el 5to día de junio fue establecido como el primer día de la sesión. Hus fue inmediatamente informado, para que se preparara a responder a los cargos que se le

habían hecho. Hus pidió una Biblia para leer de ella las pruebas de sus teorías durante la interrogación, pero no le fue concedida, así que él dijo: - “¿Qué? Os digo, que, si aún quemarais y exterminarais las santas escrituras, yo podría reemplazarlas de memoria, exceptuando las Crónicas. -” Llegó el día de la primera audiencia ante los padres. Ni una piedra era visible del camino desde la prisión hasta la iglesia. La turba inquisitiva cubría todo espacio. Más de 40,000 personas con y sin odio al archi-hereje se habían juntado. Sonaron 3 veces las campanas anunciando la importancia del día y cesó el trabajo en todas partes. El cardenal legado hizo sonar trompetas y anuncio que cada cristiano creyente rogara, dobladas las rodillas, por el triunfo de la iglesia sobre los portales del infierno. Cuando el reloj marcó las 8, Hus se levantó en su prisión y caminó hacia la iglesia tan erecto como le permitían sus fuerzas. En la iglesia encontró 56 clérigos, 2 fiscales, y varios escribas

sentados en mesas especiales, además 11 testigos, quienes, pronto después de la llegada de Hus, juraron por la verdad de su testimonio. Pero aconteció que mientras se tomaban los juramentos, uno de los testigos se arrepintió porque su conciencia lo torturaba. Declaró públicamente que se había dejado sobornar para dar falso testimonio por una suma de dinero que el había estado necesitando. Rápidamente, se ordenó sacar al testigo arrepentido con la sentencia de muerte: -“Colgad una piedra en el cuello del mentiroso, y arrojadlo en las aguas fuera de la ciudad donde sea más profundo”-. Prontamente el mandato de los padres fue obedecido, y el desafortunado hombre fue llevado al puente y arrojado sobre la baranda y se ahogó. Después de esto, la paz reino en la asamblea de la iglesia como si no se hubiera quitado ninguna vida humana, aunque los verdugos de la terrible sentencia gritaron con voz fuerte y orgullo:

-“La bestia de un hereje ya se ha ido al infierno, en el río”-. Luego Hus fue vestido de una manta sacerdotal, con lo cual se indicaba que solamente con esta manta el era digno de que ellos le dirigieran la palabra. Primero el sacerdote juzgado quería poner las quejas contra sus enemigos que lo habían encarcelado por 8 meses, a pesar de tener un salvo conducto imperial, pero los padres y también el cardenal legado le prohibieron, por el poder de su oficio, cualquier queja y le demandaron solo respuestas de si o no a las preguntas que el concilio encontró de lugar. Hus escuchó atentamente las preguntas, respondió 29 en negativo y una la contesto firmemente con una dicción bien articulada en positivo. Un gran tumulto surgió entre los padres cuando se reportó que Hus después de salir de Praga supuestamente dijo al cardenal Columna, quien lo había ordenado venir a Roma: -“Que tipo de obediencia es esa, que yo, una persona desconocida y falsamente acusada,

deba viajar 300 millas, en medio de tantos adversarios, hacia mis enemigos quienes serán los jueces, testigos y todo lo demás al mismo tiempo? ¿He de permitirme ser llevado, y si no puedo pagar un soborno, ser declarado culpable en el asunto más justo, y que más, adorar al Papa en mis rodillas como a Dios y arrastrarme de rodillas hasta él? ¡No!, El papa Juan es una vergonzosa bestia y es el mismo anticristo, porque ha comenzado una guerra injusta solo por sus deseos, en contra del rey Ladislao de Nápoles, el permite que indulgencias sean vendidas a los asesinos, ladrones, calumniadores y todos aquellos que le ayudan con sus posesiones, sangre, dinero o soldados a sueldo. Juan no es refugio a los hijos errantes, sino un asesino vergonzoso, porque bajo su mandato, el bellaco arzobispo Sbynko en Praga ha causado la muerte sangrienta de tres hombres. -” Estas y otras acusaciones Hus no negó en lo absoluto, sino que trató de probar lo que él realmente dijo todo el tiempo. Pero ahora

estaba siendo denunciado en alta voz, maldecido y condenado en muchas lenguas, así que no pudo continuar hablando y permaneció en silencio cuando Michael de Causis en plena excitación saltó delante de él y dijo amenazante con puños levantados: -“Ahora os tenemos en nuestro poder, del cual no escapareis hasta que hayáis pagado con vuestro último ducado! Y quemado seréis, aun si vuestros flacos huesos nos hayan costado tanto dinero. -” Aquel quien fue así silenciado, tuvo que quitarse su manto sacerdotal, y después comenzaron a burlarse de él. Luego fue conducido a su pequeña recámara. El envejecido conserje Erlo lo seguía tristemente. -“Amigo”, dijo Erlo a Hus cuando se encontraban solos, “Veis que soy viejo, y mis días están contados, ya tengo 81 años. Así que escuchadme y meditad en lo que os ofrezco. Vuestros enemigos han jurado muerte para vuestra merced, sea por veneno

si sois liberado por el emperador o por fuego si sois hallado culpable. Esta noche cuando el reloj marque la una, estad despierto y preparaos para vuestro escape. Bajo vuestra cama hallareis un uniforme militar Austriaco y una bolsa dentro de la cual hallareis una carta describiendo que Viena es vuestro destino. Cerca del muro de la ciudad, adonde yo os conduciré seguro, encontrareis una mula ligera que pertenece al obispo Wollra de Praga, quien está de vuestro lado, en esta mula huiréis con Emizka, el noble de Monravia, quien conocéis, quien es un valeroso guerrero y lleva una considerable cantidad de oro. Con el estaréis seguro hasta llegar donde vuestro rey”. “Que acontecerá con vos, viejo Erlo, si sois acusado de haberme ayudado a escapar? -” Pregunto Hus. -“Dejadme ocuparme de eso. No se perdería nada si soy muerto en vuestro lugar. Casi soy una carga a mí mismo, pero vuestra merced tenéis menos, sino 40 años y podéis ser de servicio a la humanidad. Idos a dormir para que tengáis fuerza para vuestra aventura.-”

Así actuó Erlo, como me fue dicho por Hus en secreto bajo juramento y promesa de silencio, que también espero de ti, querido Noklolai. Esto es lo sucedido en dicha hora. Erlo fue donde el prisionero y le animó a escapar porque todo estaba presto. Pero Hus dijo: -“Lejos este de mi poner en peligro vuestras canas por mi huida, humilde Erlo! He aquí, caminare el sendero que el dedo del Señor me ha mostrado. Seria para mi un terrible pecado el huir como ladrón de noche y otorgar a mis enemigos el triunfo a expensas de mi falta de honor. ¿Que podrían hacerme seres humanos si el brazo de Dios me protegiere? ¡Y si no, la venganza de mis enemigos me encontraría aun si huyera al océano más remoto!". “¡Escapad! ¡Huid! Mientras hay tiempo, mientras la puerta está abierta y os espera vuestro amigo. Vuestra huida no es cobarde, sino justa, porque vuestros jueces pecan contra vos usando su poder en desgracia y negándoos justicia y defensa. ¡Venid, venid! ¡Huid! Escapad, antes que cante el gallo!" Así insistía el viejo

conserje. -“Desistid de apurarme”- dijo Hus. “Sois hombre muerto, vestíos y seguidme. Solo quedan unos pocos momentos. Por que tardáis? No oís al vigía anunciando media hora pasada las dos y no veis esta antorcha casi apagada? ¡Venid, venid os ruego por amor de Jesucristo! -” Grito el viejo al vacilante quien se asió de él como pudo y lo llevó. Hus realmente fue con su libertador hasta afuera de la prisión, luego se detuvo y miro al cielo y se devolvió diciendo a Erlo: -“Devoto padre, no puedo huir, os agradezco vuestro esfuerzo de amor, y orad por mi si he de ir a mi muerte, confiaré en Dios y esperaré mi tiempo!” De la libertad, Hus se devolvió confiado a su estrecha prisión. Erlo fue al compañero que esperaba para contarle su fracaso. Este se puso tan furioso con el viejo, quien creyó era un mentiroso o traidor, que lo apuñaló con su daga y cayó. Mientras tanto Hus cantaba el himno ambrosiano en latín.

A la mañana siguiente, el 6 de junio, 2 extraños vinieron a Constanza. Uno con gran pompa, el otro sin ninguna muestra de esplendor. El primero era el emperador Segismundo, y que multitud había, querido Nikolai. Se oían muchas lenguas. De España, Francia, Vieja Inglaterra, Holanda, Dinamarca, Pommerania, Prussia, Polonia, Sajonia, Bohemia, Austria y Bavaria. El segundo extraño, de quien os hablo era Jerónimo de Praga, cuyo rango era profesor en teología. Además era un caballero del rey Bohemio Wenceslao y era un devoto pupilo de Hus. Este hombre, como el cual es difícil encontrar otro con tanta sabiduría y elocuencia, vino a Constanza a defender a su angustiado amigo, esto lo hizo espléndidamente, pero el hacerlo, trajo sobre si mismo su propia muerte. El amanecer del 7 de junio 1415 llegó a Constanza. El reloj marcando las 8, la procesión de obispos, cardenales, padres, delegados se dirigían a la iglesia. Todo el mundo ocupo su lugar, también Segismundo.

Después el escriba leyó los cargos a Hus, 47, de los cuales enfatizo en 6 artículos serios que fueron: 1. El acusado no cree en la transubstanciación. 2. Desprecia el credo de la infabilidad papal y la adoración de los santos. 3. Disputa el poder de la absolución por un sacerdote y la confesión a el. 4. Rechaza la absoluta obediencia a los superiores terrenales. 5. Rechaza la prohibición del matrimonio de los sacerdotes. 6. Llama las indulgencia una simonía, pecando contra al Espíritu Santo. “Por estas y otras charlas faltas de Dios, Juan Hus es acusado de archi-herejía y es llamado ante el emperador y los padres de la

iglesia para que enseñanzas-.

se

retracte

de

sus

Entonces Hus levantó su voz de manera que no había la más remota esquina donde no fuera escuchado y bien entendido. -“Yo, he estado esperando este día con deseo y ansias, en el cual, luego de un largo encarcelamiento, sería mi turno de pelear en contra de lo falso que han dicho testigos en mi contra…-” Una vez que Hus había comenzado hablar así, se le prohibió continuar y le fue dicho que solo estaba permitido a responder acerca de lo que se le había leído. “-Antes que nada-” dijo ahora el Bohemio, “principalmente se me acusa de no creer en la transubstanciación, y eso es correcto, porque no puedo entenderlo en lo absoluto. Porque es difícil dar por sentado el hecho de que un pedazo de masa, mezcla de harina y agua, secado a la luz del sol, pueda cambiarse en cuerpo divino, a través de la cual sangre divina fluya, o que sea hecho, por la consagración del sacerdote, el cuerpo y la

sangre de Cristo. Ni en el concilio de Jerusalén, ni en el de Nicea se habló de una transubstanciación literal de la hostia, solo sobre su uso, en vez del pan sin levadura. Y así como nadie puede crear realmente sangre del agua y vino, así nadie puede crear carne de una masa de harina, tal presunción de parte de un sacerdote es pecaminosa, impía y debe ser condenada; en ningún lugar en las sagradas escrituras hay fundamento para esta creencia. Mientras no se me muestre desde la Santa Biblia que estoy en error, insistiré en este argumento-”. “-En segundo lugar, se me acusa de que no tengo ninguna creencia en el papa y en su infabilidad en asuntos de credo, también de que no hallo sentido en la adoración a los santos. Admito esta doctrina en cada punto. Porque cómo puede un hombre, aunque sea el papa, ser infalible, puesto que sus errores son los mismos que los de los otros hombres, y errar es su principal pecado y el de todo el mundo. No está escrito en las Sagradas Escrituras: “¡Nadie es perfecto, sino solo

Dios!” Ser infalible significa tanto como ser perfecto y nunca errar: pero como todos somos mortales, todos somos propensos a cometer errores y todos debemos admitirlo. Es, por lo tanto, un engaño visible y serio a todos los cristianos, tal orgullosa y engañosa predica, de que alguien, nacido de mujer, es igual al Señor e infalible; los hechos de ningún ser humano son tan perfectos, de que algo que alguien haya hecho hoy, no pueda ser corregido mañana. Además, a nadie se le ha dado el poder para hacer santo a ningún hombre, sin importar cuan puro y piadosamente haya vivido, algo que los papas, por varios siglos han creído que es su derecho. Está escrito en las Sagradas Escrituras: “Nadie es santo, solo yo soy vuestro Dios!” y también dice: “Nadie puede llamarse santo, solo Dios!” Cualquiera que conozca algo diferente, testifique ante esta asamblea-”. “-En tercer lugar, mis enemigos me acusan de que no honro la confesión como una institución divina y no acepto la absolución

por un sacerdote. Esta acusación es cierta y no puedo renunciarla aquí. Escrito está en las Santas Escrituras: “¡Nadie puede perdonar pecados, sino solo Dios!” Así como ningún ciego es capaz de mostrarle el camino a otro ciego, de la misma manera el sacerdote no es capaz de perdonar pecados que el mismo comete. ¿Ya he dicho demasiado? Entonces castigadme, vosotros padres reunidos en concilio-”. Esto inicio un murmullo y una plática adversa entre algunos obispos y ancianos, pero el emperador levantó su mano derecha y la agitó hasta que hubo silencio y Hus continuó hablando después de haber tomado un sorbo de agua. “-En cuarto lugar, estoy siendo condenado y encerrado porque no soy capaz de someterme a obediencia absoluta a la autoridad terrenal. Esta acusación también la admito y no tengo la más mínima voluntad de retractarme de lo que he ensenado sobre este punto. A pesar de que sé que el obedecer es mejor que el sacrificio, esta declaración no

puede ser interpretada con razonamiento de una forma diferente a: “Teme a Dios y ama a tu prójimo, entonces alcanzaras más al obedecer los mandamientos de Dios que al ofrecer un sacrificio.” Pero que las leyes humanas tienen que ser obedecidas sin cuestionar, es una demanda sin sentido y humilla al hombre, quien permanece en alta estima, en su estación y sabiduría dada por Dios, mientras no obtiene nada. Aun los cristianos de la iglesia primitiva argumentaron en contra de sus superiores de esta forma: “Uno debe obedecer a Dios más que el hombre”. Yo también sostendré este argumento. Yo sé muy bien, y lo he aprendido con tristeza, que se me hubiera permitido arrastrar a la muerte a 10,000 judíos con diversas torturas en vez de predicar y decir lo que he dicho y predicado ante la humanidad, ningún cabello sobre mi cabeza habría sido lastimado por tales actos, pero como no quiero vivir en oscuridad papal y rehúso obedecer aquello que está en contra de mi conciencia, soy enfrentado como si

fuera un monstruo por no prestar ciega obediencia-”. “-En quinto lugar, se tiene en mi contra de que enseño y predico en contra de la actual Simonía y este asunto así llamado indulgencia. Mi adversidad en contra de esta me parece que es apostólica y evangélica, y no censuro y predico más energéticamente en contra de tan pecaminoso comercio, más aún, porque nada más me parece más impío que el comercializar el perdón de los pecados, para engañar al pobre y miserable pueblo y mantenerlos en la creencia de que el cielo puede ser comprado por unas cuantas monedas. Son una Simonía, como de aquel que está escrito en el octavo capítulo de los hechos: “y cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero diciendo: Dadme también a mi este poder para que cualquiera a quien yo impusiera las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se

obtiene por dinero. No tienes tu parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiente, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón.; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás-”. “-En sexto lugar seré severamente reencarcelado porque he predicado en contra del celibato, no honro este dogma de la iglesia como un sacramento y lo condeno como en contra de la naturaleza. Lo que he dicho acerca de esto, tengo el valor suficiente para repetirlo aquí como me lo dicta mi sentido común. Muchos siglos han pasado desde la fundación de la cristiandad y obispos y sacerdotes se han casado y se han permitido ellos mismo el casarse en decencia y honor, hasta que algunos papas, Gregorio VII, también llamado Hildebrando, e Inocente III, mil años después de la muerte de Jesús Nazareno, concibieron el pensamiento de prohibir el matrimonio a los sacerdotes, para que ellos no amaran a sus familias, no

honraran sus hogares, y se vieran obligados a buscar salvación debajo de las alas de Roma solamente. ¿No ha instituido Dios mismo el matrimonio, como un medio de satisfacer los deseos de amor en todos los hombres, y más aún en los animales? Y no le escribió Paolo a Timoteo en el tercer capítulo: “Es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro, que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción, con toda honestidad.” Yo veo esto como la semilla de la iniquidad, y la raíz de todo mal, el hecho de que el sacerdote no se case. El se vuelve al otro sexo, poniendo carnada a las que tienen esposos, engaña a aquellas que son viudas, o las que son simples doncellas. Y si no hace estas cosas, el sacerdote abusa su propio cuerpo hasta que se seca, o fornica con prostitutas. Así prediqué y mis palabras estuvieron abiertas para el escrutinio de todo el mundo. ¡Cualquiera que sea capaz de

probar que estoy equivocado, hágalo delante de esta asamblea! -” Los señores del clero no podían contenerse por más tiempo. Todos vociferaban en ira sin importarles la presencia del Emperador: -Hus, el Satanás, es un hereje, un archihereje, peor que Ariel, como ningún otro que haya salido del infierno hasta hoy. Quemadlo, quemadlo, porque es un monstruo salido del infierno que debe ser despreciado por todos los cristianos-. -“Deteneos!”, exclamo el Conde Bohemio Chlum, quien estaba en pie junto al encargado, y movía su espada sobre su cabeza en forma amenazante. -“Muerte a aquel-”, grito el, “-quien lastime un cabello sobre la cabeza de Hus! ¿Cómo podéis airaos y maldecir uno que es más justo que todos vosotros? Cristo no visito a sus adversarios con maldiciones, sino bendiciones. Estáis tan airados porque el ha levantado el ala de aquel que con tanta pompa se sienta en la silla de

Pedro, y ha mostrado que tipo de aves se esconden debajo de las brillantes plumas-” “¡Calláos, hereje! ¡O nuestra maldición será sobre vos y sobre todo el territorio Bohemio“! Le dijeron los clérigos y una espada se vio en cada puño. “-Mi Emperador”, dijo el Conde Guenther, “¿Cómo podéis tolerar tal pecado delante de vuestros ojos, habéis recibido la espada para que permanezca envainada en contra de los vestidos de negro? -". “¡Trompetero suene el ataque!”, grito el arzobispo de Mainz, “-para que todos los creyentes cristianos se reúnan para proteger la santa iglesia de los portales del infierno-”. Segismundo se puso pálido, tembló y tartamudeo como un prisionero, hasta que el elector Ludewig levanto su voz, no en dulce tono exactamente:

“-En nombre de la cabeza del imperio, mi primo Segismundo, quien está sentado aquí sobre su trono, demando inmediato silencio y quietud-”. Lentamente y uno tras otro los señores se sentaron y la paz entro en la iglesia una vez más. Entonces el encargado anuncio el final de la sesión y ordenó la continuación del concilio en la tarde. Muchos no estaban satisfechos con esto, especialmente los papistas de Italia. Ellos demandaban una votación para determinar que sería hecho a Hus. Mi corazón latía furiosamente, querido Nikolai, porque tenía una premonición de la suerte del sacerdote Bohemio. ¡Ay! ¡Tres veces ay!, exclame. Con cuanta alegría hubiera perdido un ojo, cortado una mano, o si eso no fuera suficiente castigo, habría dado mi vida, para no haber tenido nada que ver con la venida de Hus hasta aquí. Tu sabes bien, querido amigo, después de Dios, como soy en mi interior, y por esta razón no puedo omitir el decir que todo lo que Hus había dicho había sido grabado

profundamente en mi alma, y había sido dicho de mi propio corazón, por lo cual lo estimaba mucho y lo amaba. El no oculto su luz bajo un barril, sino que la hizo brillar en la oscuridad de la incredulidad en la cual muchos como yo estaban sentados. Yo me parecía al ciego sentado junto al camino que escucho a Jesús, pero cuyos ojos no le contemplaron. Más aún, me parecía al cojo, quien vio a Jesús y lo escucho, pero era tan flemático como para seguirlo, o levantarse de su lecho. Por lo tanto, yo trataré de hacer mi parte para prevenir la crucifixión de aquel quien ha iluminado a muchos hombres incluyéndome a mí. Pronto sonaron las campanas llamándonos nueva vez a la iglesia, y a través de un estrecho camino que los soldaros mantenían abierto entre la gente, pudimos llegar a nuestros asientos. El encargado se levantó, se inclinó reverentemente varias veces frente al Emperador que ahora estaba vestido de negro y ante lo padres reunidos. Luego leyó el nombre, cargo y domicilio de cada votante.

Había 88 hombres sin el Emperador. Debió haber habido 89, pero el arzobispo de Cleve había muerto en el momento en que Hus hacia su defensa en la verdad. Silenciosamente su cuerpo fue puesto nuevamente en su silla, como si todavía estuviera vivo y solo estaba declinando votar. Los años, lunas y días de la edad de los votantes determinaron la manera en que fueron echados los votos, ya sea Si o No, a tres preguntas formuladas: 1. ¿Debe Juan de Huss en Bohemia, ser declarado hereje, basado en sus reformas y doctrinas? 2. ¿Tienen los padres reunidos en esta asamblea del concilio de Constanza, en nombre del santo padre y el Emperador, el derecho y poder para determinar el castigo de la iglesia a Hus? Y 3. ¿Cuál será el castigo dado a Hus por su blasfemia al papa y los santos sacramentos?

La primera pregunta fue contestada en afirmativo con 51 votos. La segunda inmediatamente de la misma manera. La tercera pregunta fue contestada con 30 votos declarando a Hus no culpable, 11 votos pedían la excomunión publica, pero 45 votos pedían la muerte del acusado si no se retractaba. Después de la votación, El bohemio fue llamado a retractarse de todo lo que había predicado por años en contra de las leyes de la iglesia y lo que había ensenado públicamente. Pero el se puso en pie erguido y respondió con una fuerte voz: -“Nunca puedo negar la justificación de mi enseñanza y creencia en el evangelios de Jesucristo y esta es la voluntad de Dios, mi fuerza permanecerá conmigo constantemente, mientras no se me muestre que estoy equivocado usando la Santa Biblia”. Segismundo pidió varias veces al Bohemio, con urgencia y buena intención, que se

retractara, por lo cual, Hus se puso sobre sus rodillas y oro en voz alta y con devoción pidiéndole a Dios que iluminara su corazón y le mostrara el camino de la verdad y lo guiara si él se había errado o se había apartado del camino. Esta fue su oración, una como yo nunca he oído con tanta devoción. Pero muchos de los delegados se burlaban de él y demandaban una votación vociferando, así que el suplicante se levantó y permaneció en silencio a pesar de todo lo que se decía en contra de él por los testigos que habían sido vueltos a traer. Una gritería de condenación surgió y se demandó un voto, el cual fue tomado al instante. Primero los electores o sus delegados votaron, luego los cardenales, los arzobispos, los obispos, entonces los delegados de los condados y pueblos de acuerdo a su edad. Cuando los votos fueron contados, el número de aquellos que habían votado por su muerte fue 45 sin el legado Romano ni el Emperador, quien, cuando escucho el resultado final, se puso pálido y

tembló de miedo como si tuviera que pronunciar su propia sentencia de muerte, a pesar de saber que la libertad y vida de Hus dependía de él. El cardenal papal delegado no hizo su voto porque suficiente leña ya se había recogido sin su ayuda. Un terrible silencio reinó sobre toda la iglesia y el encargado le hizo esta pregunta a Segismundo: -“Poderoso Emperador! ¿Qué piensa vuestro corazón de la doctrina de Hus? ¿Cree vuestra majestad que es un hereje que merece la muerte? ¿Deseáis perdonarlo o no? -” A lo que él contesto temblando: - “Creo que Hus es un hereje y que si no se retracta merece la muerte en la estaca y yo aún por mi oficio no puedo salvarlo del fuego”. Luego de hablar así, se apresuró a salir, pero el emisario papal Michael Causis se le aproximó pidiéndole esperar un poco hasta

que se hubiera escrito la sentencia para que la firmara con su glorioso nombre imperial. Hus se levantó y tomó un paso hacia el emperador diciendo en alta voz: -“Poderoso Emperador Segismundo! ¿Cómo podéis deshonrar vuestra propia corona y nobleza Germana al no honrar vuestra carta de seguridad que me habéis dado con vuestro sello? ¡No tengo cuidado de mi vida, pero me preocupa la perdida de vuestra reputación y veraz majestad la cual enterrareis con vida si deseáis mi muerte por temor a ofender a mis impíos jueces-!” Segismundo se defendió de esto diciendo: “-Os he asegurado, hereje, solamente un salvo conducto hasta Constanza, el cual te ha sido dado, nunca os prometí un regreso seguro y nunca ha sido pedido. ¿Dónde está entonces la razón de vuestra queja en contra mía? Vuestros superiores os han condenado por mayoría-.”

Cuando Causis le pasó la sangrienta sentencia al Emperador para ser firmada, el Conde Chlum dijo al Emperador: “-Cesar, desistid de vuestra acción, estáis deshonrando el nombre de vuestro pueblo, desistid os ruego, en nombre de la santísima trinidad-”. Pero los oídos del Emperador estaban sordos y fueron cerrados todavía más por los cardenales y obispos y sacerdotes quienes se agruparon alrededor de el alabando su nombre. El escriba tomo el documento y puso en alto leyéndolo en voz alta: -“Por demanda del poderoso Emperador Segismundo y con la santa gracia del papa Juan, el vigésimo tercero, se llamó un concilio de padres a reunirse en Constanza para examinar las doctrinas de un Bohemio llamado Juan de Hussenitz, las cuales han sido encontradas como enseñanzas del demonio y archie-herejía. Los padres le dieron el tiempo de un año para que reconsiderara y puesto que no se ha

retractado, ha sido hallado como un blasfemador de los 7 sacramentos de salvación de la santa iglesia Católica Romana y ha sido sentenciado a ser quemado en la hoguera, aprobado por el emperador Segismundo en su quinto año de reinado y en el 1415 de la era cristiana. Amen. Constanza el 5 de Julio-”. Hus escribió una carta de despedida a sus amigos en Bohemia, que concluía diciendo: “Escrita en Constanza, durante mi última noche, el 5 de julio de 1415 cuando tenía 42 años. Juan de Hussenitz”. Tranquilamente Hus se recostó para dormir, después de hacer una oración piadosa y haber entregado la carta escrita al Conde Chlum, su amigo. Se esparció el rumor de que se había preparado el escape para el prisionero, pero el no aceptó porque su conciencia se lo prohibía. La puerta de su celda había sido dejada abierta y sus amigos lo habían llevado sobre sus brazos por la fuerza hasta la calle, pero él rehusó irse quizás porque creía que la mano de Dios lo

rescataría con honor, o quizás porque temía que su escape causaría daño a la santa causa a la cual servia y traería deshonra a su propio nombre. Fuere la razón que fuere, en la mañana del 6, se levantó temprano y canto varios salmos. Luego pidió un poco de vino y un pedazo de pan. Cuando le fue dado, pidió estar solo, cayó sobre sus rodillas, oró en alta voz y lloroso a Dios, le agradeció por los días de su vida, por las alegrías y penas desde su niñez hasta hoy. Luego confesó sus pecados a Dios, oró por bendiciones para sus amigos, y perdón para sus enemigos. Bendijo el pan que había pedido y lo comió mientras recitaba las palabras de la última cena, lo mismo hizo con el vino. Después de todo esto, oró otra vez con más devoción, luego caminó dentro de su celda hasta que llegaron sus amigos a llevarlo. Yo también, querido Nikolai, lo visité y lo encontré con calmada apariencia y en paz con el mundo. Y cuando le rogué que no tuviera malicia en mi contra porque yo había sido quien le entrego la carta que lo había

puesto en penurias, modestamente:

me

contesto

-“Pueda Dios prevenirme de tener malicia en mi corazón en contra de alguien, por no haber sido mi Jonatan. Me habéis mostrado mucho amor por vuestro voto en mi favor, por esta razón, mi querido Poggio, os debo las gracias por el servicio que habéis hecho al obedecer el mandato del señor Romano en la silla de Pedro. Esto me ha dado la oportunidad de llegar a ser testigo de la verdad delante de todo el pueblo.” Ahora las campanas llamaban a la iglesia, a donde Hus fue llevado y a donde yo fui con muchos otros llorando calientes lágrimas. Una vez más había una gran multitud, especialmente en la iglesia. El Emperador rogó a Hus que se retractara de sus opiniones y errores, los cuales fueron leídos públicamente por un monje panzudo. El emisario Cardenal Romano pidió al acusado una vez más que se retractara, a lo cual Hus contesto con hombría y el valor de un apóstol:

-“Estoy aquí bajo el ojo de Dios, y nunca puedo hacer lo que me pedís, porque lo blasfemaría a él y prostituiría mi conciencia.-” Después de esta declaración, su sangrienta sentencia fue leída una vez más, acto durante el cual el Emperador huyo, como si se hubiera convertido en un malhechor y como si las aves del cielo demandaran venganza. Fuera de la iglesia, el arzobispo de Constanza puso sobre la cabeza de Hus un sombrero de papel sobre el cual había pintados 3 feos demonios, diciendo: -“Os entregamos a las cortes mundanas y vuestra alma entregamos al demonio y sus discípulos”-. Los soldados del pueblo habían formad un ancho circulo frente a la iglesia, hacia donde era llevado el acusado. Habían encendido un pequeño fuego dentro del cual fueron echados varios libros escritos por Wycliffe y Hus. Todo el mundo festejaba deseosos de ver el espectáculo al anochecer, chicos y chicas, y especialmente los papistas latinos,

entre los cuales había algunos que no habían visto como se asaba un hereje. “Dadme un poco de agua”, pidió Hus a su guardia, -“para que pueda refrescar mi lengua y no muera de sed, no sea que vuestro gozo de verme en la estaca os sea quitado. Lamentaría que eso sucediera por aquellos que han venido aquí para verme quemar y han gastado tanto dinero por mi culpa.-” El agua le fue dada prontamente. Esta ecuanimidad y piedad de parte de Hus impresionó el corazón del guarda, y el se acercó a su sargento y renuncio a su servicio con estas palabras: -“He peleado muchas y sangrientas batallas, y he visto muchos hombres valientes morir, pero mis viejos ojos nunca han visto tal valor sin el más mínimo temor para enfrentar la muerte, por lo tanto creo que este Bohemio es un hombre justo, y no tengo el más mínimo deseo de servir a superiores que persiguen a los débiles y protegen a los papistas. Tomad mi lanza y espada, porque me marcho de

Constanza hoy, antes que suba el humo y flamee el fuego que consumirá sus huesos.” Así llego la hora quinta de la tarde, cuando comenzó la procesión. Hus cantaba la gloria de Dios en himnos en latín. Luego canto con elevada voz, como el salmista en el salmo trigésimo primero: “En ti, o Jehová, he confiado, inclina a mi tu oído”. Con esta cristiana oración, Hus llego a la estaca, mirándola sin miedo. Se subió a ella luego que dos asistentes rompieran sus ropas y le pusieran un manto empapado en brea. El elector rogó a Hus que se retractara para salvarse de las llamas, pero Hus contestó: -“Hoy asareis un delgado ganso, pero dentro de 100 años, oiréis a un cisne cantar, a quien no asareis y ninguna trampa o red lo atrapará para vosotros.-” Los verdugos ataron las manos y pies de la víctima a la estaca y pusieron lana empapada de aceite en sus extremidades, y vaciaron tanto aceite sobre su cabeza, que este goteaba de su barba. Después las astillas

fueron encendidas en 6 o más lugares, pero no se quemaban, porque había demasiada lana en todos lados. No soplaba nada de viento y el atado tuvo que esperar el temor de la muerte por media hora, hasta que el humo comenzó a envolverlo. Un humo espeso y hediondo envolvió al desdichado hombre en negras nubes, desde donde se le oyó decir 3 veces: -“¡Jesucristo, hijo del Dios viviente, ten misericordia de mí!”. Luego se estuvo quieto y se disipó el humo y Hus fue visible ante todos los ojos, pero su cabeza estaba sobre su pecho y había muerto antes que alguna llama lo hubiera tocado. 2 horas más tarde su cuerpo había sido quemado, y luego las cenizas fueron recogidas y esparcidas con gran jubilo al río. Quise haceros saber esta historia de un hereje, mi querido Nikolai, para que sepáis cuanta fuerza de fe Hus había mostrado delante de sus enemigos, y cuan glorioso, en su fe, fue el final de este hombre piadoso. ¡De

cierto digo, el era demasiado justo para este mundo! Apreciado amigo, hoy día, en pleno siglo 21, Roma todavía mantiene los mismos dogmas que causaron la muerte de Juan Hus en el siglo 15. Pero gracias a hombres como Hus, hoy, tu y yo tenemos la verdad en medio del error. Hoy podemos ver claramente lo que Dios ha dicho en su palabra. Juan Hus antes de morir dijo: “Hoy asareis un ganso, pero 100 años de ahora, oiréis a un cisne” estas palabras amigo mío, hallaron su cumplimiento 102 años más tarde cuando Dios levantó a otro hombre para que esparciera luz en medio de las tinieblas espirituales, Martin Lutero, y su luz hoy llega hasta nosotros. Hoy tú tienes la verdad, las has escuchado, puedes escudriñarla por ti mismo, ¿Qué harás tu amigo mío con la verdad? ¿Estás dispuesto a obedecer a Dios antes que a los hombres? ¿Estarías dispuesto a dar tu vida por la verdad? Es mi deseo que abras tus ojos a la luz, y permitas que Dios continue santificandote en su verdad.

Fuente: https://asihadicho.org/el-relato-de-huss/

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