El jailli

August 27, 2017 | Author: Alfred Flores Cortez | Category: Nature
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Descripción: sas...

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El jailli

Dios, origen del Universo, creador de todo, oro que arde tan sólo entre la noche del corazón. Que la alegría de tu aliento venga en el viento. Que tu manomagnánima siempre se extienda y que tu sempiterna voluntad sea la única que florezca.

FRANZ TAMAYO (1879 – LA PAZ -1956)

LAS KHANTUTAS

Regia flor escarlata del Ande innata, su tinte en que el sol brinca consagra al Inca. Toda doncella de fiera sangre India renace en ella!

Ricardo Jaimes Freyre 1872-1933

PEREGRINA PALOMA IMAGINARIA

Peregrina paloma imaginaria que enardeces los últimos amores; alma de luz, de música y de flores peregrina paloma imaginaria.

Vuele sobre la roca solitaria que baña el mar glacial de los dolores; haya, a tu peso, un haz de resplandores, sobre la adusta roca solitaria...

Vuele sobre la roca solitaria peregrine paloma, ala de nieve como divina hostia, ala tan leve...

Como un copo de nieve; ala divina, copo de nieve, lirio, hostia, neblina, peregrina paloma imaginaria...

Oscar Cerruto (1912-1981)

Altiplano El Altiplano es inmensurable como un recuerdo. Piel de kirquincho, toca con sus extremos las cuatro puntas del cielo, sopla su densa brisa de bestia. El Altiplano es resplandeciente como un acero. Su soledad de luna, tambor de las sublevaciones, solfatara de las leyendas. Pastoras de turbiones y pesares, las vírgenes de la tierra alimentan la hoguera de la música. Los hombres, en el metal de sus cabellos, asilan el caliente perfume de los combates. Altiplano rayado de caminos y de tristeza como palma del minero.

El Altiplano es frecuente como el odio. Ciega, de pronto, como una oleada de sangre. El Altiplano duro de hielos y donde el frío es azul como la piel de los muertos. Sobre su lomo tatuado por las agujas ásperas del tiempo los labradores aymaras, su propia tumba a cuestas, con los fusiles y la honda le ahuyentan pájaros de luz a la noche. La vida se les tiza de silencio en los fogones mientras las lluvias inundan sus huesos y el canto del jilguero. Altiplano sin fronteras, desplegado y violento como el fuego.

Sus charangos acentúan el color del infortunio. Su soledad horada, gota a gota, la piedra.

Yolanda Bedregal 1016-1999 Elegía humilde Un auto ha arrollado a la vieja sirvienta ¡La pisó como una hoja! Era una flor del campo, toronjil, yerbabuena. En la casa hubo duelo por su muerte de plata. Esta mujer oscura de noble cepa aymara endulzaba la vida de seres y de cosas. Llena está nuestra infancia de su imagen de Mamita Copacabana; debajo de su manta de castilla siempre traía la sorpresa de frutas, empanadas o juguetes. ¡Ay dulce abuela nuestra de las macetas y del canario! Tendida en su mortaja, con unción le besamos las santas manos toscas quietas por fin del cotidiano afán. Parecían avergonzadas del reposo; dos angelitos blancos bajaron a cubrirlas. Su nombre era Mama-Usta, y nada más. Las hadas humildes sólo tienen un nombre pero es varita mágica de gracia y bendición. De la mano llevaba a mi padre a la misa; la conocieron los abuelos y bisabuelos. Era lazo entre el ahora y lo perdido. Todo lo daba, todo, su bondad y su alegría, el cobre de la dádiva, el óleo del consuelo. Cual sombra milagrosa colmaba de manjares la olla de cada día, y con agua y con sol daba celajes a los visillos y manteles. Ella prendía el fuego del hogar.

Un auto la ha matado. ¡Ay, Dios mío! Su frente estaba herida y su cuerpo, nunca tocado, salpicado de barro. Cuando llegaba al cielo, con un solo zapato, la falda desgarrada un coro de jilgueros le cantaba aleluyas. Con humilde inocencia, debió de imaginar que era fiesta pascual para nosotros. -¿Como para ella el aleluya? ¿Como para ella nuestro llanto?Sencilla y limpia entró en la gloria cuidando todavía la canasta para la cena de hoy. Nuestra Mama Usta ha muerto. ¡Ay canario, ay macetas, patio y agua!

Pablo Neruda El sol YO entré en Florencia. Era de noche. Temblé escuchando casi dormido lo que el dulce río me contaba. Yo no sé lo que dicen los cuadros ni los libros (no todos los cuadros ni todos los libros, sólo algunos), pero sé lo que dicen todos los ríos. Tienen el mismo idioma que yo tengo. En las tierras salvajes el Orinoco me habla y entiendo, entiendo historias que no puedo repetir. Hay secretos míos que el río se ha llevado, y lo que me pidió lo voy cumpliendo poco a poco en la tierra. Reconocí en la voz del Arno entonces viejas palabras que buscaban mi boca, como el que nunca conoció la miel y halla que reconoce su delicia. Así escuché las voces del río de Florencia, como si antes de ser me hubieran dicho lo que ahora escuchaba: sueños y pasos que me unían a la voz del río, seres en movimiento, golpes de luz en la historia, tercetos encendidos como lámparas. El pan y la sangre cantaban con la voz nocturna del agua.

Jaime Saenz 1921-1986

Como una luz Llegada la hora en que el astro se apague, quedarán mis ojos en los aires que contigo fulguraban Silenciosamente y como una luz reposa en mi camino la transparencia del olvido.

Tu aliento me devuelve a la espera y a la tristeza de la tierra, no te apartes del caer de la tarde -no me dejes descubrir sino detrás de ti lo que tengo todavía que morir.

Blanca Wiethuchter 1947-2006 Reposo Entro en mi casa y me alojo en su centro esperando la temperatura que enmudece los ruidos inútiles. En un andar del silencio comienza el mundo en un olor a fuego en una hoja en un cambio de sábanas en una gana de hacer cosas no siempre precisas. Ya no soy la misma y mis pasos en la voz resuenan más oscuros. Otro es el sol que arde en los crepúsculos que contemplo viajera inmóvil pienso sólo quiero cuidar de lo vivo y tener luz para él y mis niñas.

Guillermo Bedregal García 1954-1974 Tengo una meditación Tengo una meditación de ti que me despide cada mañana desde el mirar penoso de una esquina. Tuve que haber tocado el ruido del pájaro en la noche para vencer el estar que mi piel habitaba, para sorprenderme en la claridad que algún tejado olvidó en mí, y partir definitivamente, sin bagaje ni ausencia, sin pasajero envuelto en lo antiguo de algún horizonte. Ni siquiera te robé la memoria pues necesito de tu evocación sonámbula para regocijarme del olvido de las montañas y el polvo y saber que en alguna ventana la muerte me espera, con tus mismos ojos con tu mismo recordar, extrañando el olor a ciudad que la distancia y mis habitantes derramados han dejado en mi silencio.

Eduardo Mitre Vitral del pasado

Nunca se quedó atrás nuestro pasado: tenaz, entre intervalos de aparente olvido, nos fue siguiendo los pasos, furtivo como un ladrón detrás de los árboles.

Pasajero invisible en los viajes, se embarcó con nosotros en los trenes y aviones que por deseo o fuga abordamos.

En los cuartos de los hoteles, tras el azogue de los espejos registró celestinamente los cuerpos prohibidos que amamos.

A menudo, es cierto, perdió el sentido (no las huellas) de nuestro tránsito, pero siguió, indigente, recolectando fragmentos de cuanto vivimos.

Sólo bastó que llovieran los años y nos volviéramos lentos para sentirlo sobre la espalda, con su talego de calamidades y milagros.

Juan Carlos Orhuela Retornos Para amarte había preparado un lienzo y una cerbatana. Había también mirado el sesgo de tu falda –penúltimo corcel de mi estampida– para que tus ojos inicien sus murmullos y desciendan serenando las horas nuevas. Algo así como un astro se apoyaba en mis costados algo así como una garúa descendiendo por las oquedades de mi infancia.

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