El Exilio Del Retorno[1]

September 17, 2017 | Author: Lucía Gandolfi | Category: Translations, Spanish Language, Testimony, Poetry, Jews
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1

El exilio del retorno / Nicolás Hochman ... [et.al.] ; compilado por Nicolás Hochman. - 1a ed. San Fernando : Heterónimos, 2012. E-Book. ISBN 978-987-28115-0-1 1. Exiliados. 2. Migración Forzada. I. Hochman, Nicolás II. Hochman, Nicolás , comp. CDD 305.906 94 Fecha de catalogación: 16/05/2012 Ilustración de tapa: Fernando Halcón [email protected]

Copyleft Esta edición se realiza bajo licencia de uso creativo compartido o Creative Commons. Está permitida la copia, distribución, exhibición y utilización de la obra bajo las siguientes condiciones: Atribución: se debe mencionar la fuente (título de la obra, autores, editorial, ciudad, año). No comercial: no se permite la utilización de esta obra con fines comerciales. Mantener estas condiciones para obras derivadas: sólo está autorizado el uso parcial de esta obra para la creación de obras derivadas siempre que estas condiciones de licencia se mantengan para la obra resultante.

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Índice

3

Prólogo

6

Irse

10

“dibaxu de la lengua: Gelman en sefardí” Pablo Gasparini

11

“La experiencia del exilio en la literatura argentina reciente. Laura Alcoba y las marcas textuales del desplazamiento” Adriana Badagnani

31

“Exilios, revolución e identidad: la autobiografía de Richard Krebs” Carlos Fernando Hudson

61

“Figuraciones del exilio en la obra de Camilo Blajaquis” Lucía Soledad Gandolfi

82

“Controversia para el examen del exilio argentino” Pablo Ponza

96

“El lugar del exilio en el Partido Comunista Argentino durante la última dictadura militar” Natalia Laura Casola

124

“Descolocamiento” Luis Ángel Gonzo

151

Volver

160

“OOtpakov” Álvaro Couso

161

4

“El regreso: ¿utopía o realidad? Una problemática acuciante de las víctimas de la espera” Marcela Crespo Buiturón

167

“La grotesca escritura del exilio. Osvaldo Soriano, entre el afuera y el retorno” Nicolás Hochman

187

“No habla/no lugar: la desterritorialización del lenguaje en Gris de ausencia, de Roberto Cossa” Gabriela Urrutibehety

209

“Exilio, militancia y retorno a partir de una experiencia trotskista. La construcción política del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) entre 1976 y 1982” Martín Mangiantini

221

“Tensiones en la migración política de retorno. Las organizaciones civiles de solidaridad con los retornados del exilio argentino (1983-1988)” María Soledad Lastra

250

Sobre los autores

283

5

Prólogo

6

Está claro: exiliarse nunca fue fácil para nadie. La experiencia suele ser traumática, desgarradora, dramática, una situación límite. Por supuesto, lo complejo de la condición humana hace que ese exilio no sea, en la mayoría de las ocasiones, un mecanismo binario en el que el sujeto sólo puede estar bien o mal, feliz o deprimido, adaptado al nuevo espacio o permanentemente insatisfecho. Por el contrario, lo subjetivo, el inconsciente, marca permanentes contradicciones no excluyentes, que fuerzan al exiliado a enfrentarse cada día a una sumatoria de vivencias que, aunque contingentes, terminan condicionando su presente, su futuro y, también, la percepción de su propio pasado. El exilio es, probablemente, una de las experiencias más profundas y difíciles de encasillar por las que pueda pasar una persona. Tal vez sólo comparable a otra instancia tanto o más difícil: el retorno. De los que se van, muchos vuelven. ¿Pero funciona de ese modo realmente? ¿Puede un sujeto retornar, verdaderamente? En algún punto, Heráclito expuso la condena que implica el movimiento (inevitable, por otra parte): el exiliado no se baña dos veces en el mismo río, porque ese río fluye; porque el exiliado mismo cambia permanentemente; porque la tierra, las personas, las ideas que abandona son también otras, como otro es él también. El retorno del exilio se convierte, así, en el exilio del retorno, en un nuevo exilio, donde las percepciones del sujeto deben adaptarse otra vez a un panorama que tiene tanto de paradisíaco

como

sensaciones

y

de

desolador,

percepciones

que

con

todas

median

esa

las

emociones,

circunstancia.

Nuevamente, la experiencia se vuelve no-binaria, compleja, 7

intrincada. El sujeto sabe que vuelve, cuando vuelve, pero no puede saber qué es lo que lo espera, cuáles serán sus reacciones y las de su entorno, qué sentirá, qué deseará, qué temerá, qué bromas le gastará su inconsciente. El objetivo al armar esta antología es tan simple como inalcanzable: mirar el exilio en perspectiva, tratar de entender algo de su funcionamiento, de sus consecuencias, de sus características tan disímiles. Sabemos que queremos estudiarlo y comprenderlo, pero el exilio se nos escurre entre las manos (entre los recursos metodológicos, las teorías, las hipótesis, las ideas), porque nunca es uno, porque nunca es igual, porque los investigadores lo miramos en paralaje, sin llegar jamás a descubrirlo por completo. Y, claro, porque los sujetos no son materiales de laboratorio que reaccionen impasibles a la palabra, porque mutan y no dicen lo que dicen, o dicen más, o menos, pero, en todo caso, jamás se dejan encasillar de una manera en que a nosotros nos resulte cómoda y pragmática. El exilio del retorno está dividido en dos partes, que en definitiva son las dos instancias estructurales del asunto, el factor común a todo lo que ocurre dentro suyo: irse y volver. Como corresponde a esta mirada del estudio del exilio, optamos por no pretender una línea teórica que cohesionara los textos. Por el contrario, nuestra convocatoria fue clara desde el comienzo: buscamos autores que miraran desde diferentes áreas de estudio: historia, sociología, psicoanálisis, letras, filosofía, cine. Y es a partir de eso que fuimos articulando el libro, con la creencia de que esa heteronomía es fundamental y necesaria para poder 8

continuar haciendo aportes a este tipo de investigaciones. Un notodo epistemológico desde el cual nos paramos frente a la investigación,

con

hipótesis

y

sospechas

indiciarias,

meras

suposiciones de lo que el exilio significa en sus tan variadas y asimétricas formas.

Nicolás Hochman Director de Grupo Heterónimos Marzo de 2012

9

Irse

10

dibaxu de la lengua: Gelman en sefardí Pablo Gasparini

Resumen Este artículo propone una lectura de dibaxu, un libro de Juan Gelman que reúne poemas en sefardí junto a su correspondiente traducción al castellano, a partir de otros proyectos estéticos del autor y de la pregunta por el posible lugar o valor de la palabra poética–entrevista fundamentalmente en su aspecto lingüístico– en un contexto de exilio y pérdida. Palabras llave: Sefardí – Exilio – Gelman.

Abstract This article poses a reading of dibaxu, a book by Juan Gelman that collects poems in Sephardi and its translation into Spanish, stressing aspects related to others esthetical projects of this author and the question for the value of the poetic word – 11

specially through the examination of its linguistic dimension– in a context characterized by the exile. Key words: Exile – Sephardi – Gelman.

1 Difícil de encasillar plenamente en alguna corriente, la poesía de Juan Gelman se ha venido afianzando desde finales de la década de ‘60 hasta constituirse en una de las experiencias poéticas argentinas más reconocidas internacionalmente. Gelman, de hecho, no sólo ha sido traducido a varios idiomas, sino que quizás sea el poeta argentino vivo más premiado. Remisa a la procacidad de las vanguardias pero refractaria también a todo tipo de reacción romántica, la poesía de Gelman ha sabido jugar con cierto lirismo barrial, habitar, con sus gestos de humor y su concupiscencia con el habla popular, la huella abierta por González Tuñón. Y, en un ámbito más amplio, por sus marcas de localismo, su osadía gramatical y su visceral cotidianeidad, no sería desacertado atisbar en las diversas inflexiones de esta poesía, la impronta, proteica y secreta, del peruano César Vallejo. No trataremos aquí, sin embargo, de trazar un recorrido de la vasta poesía de Gelman, sino marcar más bien el viraje de tono que significa la nota incluida en su libro Carta Abierta (1980). Se 12

trata de una nota documental, violenta y crudamente referencial, como si pudiera escribirse sin operar ningún tipo de desplazamiento o ambigüedad. Estamos frente a lo crudeza de lo real: el 26 de agosto de 1976 mi hijo marcelo ariel y su mujer claudia, encinta, fueron secuestrados en buenos aires por un comando militar. el hijo de ambos nació y murió en el campo de concentración. como en decenas de miles de otros casos, la dictadura militar nunca reconoció oficialmente a estos “desaparecidos”. habló de “los ausentes para siempre”. hasta que no vea sus cadáveres o a sus asesinos, nunca los daré por muertos. (Gelman, 1988: 23) Quien haya seguido la biografía de Gelman sabe que esta nota, o más bien el mandato que allí se establece para aquel que la escribió, fue y es rigurosamente cumplido. En 1998 Gelman descubre que aquel “hijo de ambos”, una niña, había nacido con vida y tras embates con las fuerzas militares y políticas del Uruguay en 2000 consigue encontrar a su nieta y reunirse con ella. Gelman hoy vive en México. Su demorado regreso a Buenos Aires, en 1988, quizás encontró a esta ciudad muy lejos de aquella que había dejado trece años antes, en 1975, debido a su militancia en la organización guerrillera Montoneros. Mucho se ha escrito sobre el exilio, y sobre las imbricaciones del exilio con la vocación literaria en América Latina. En esa rica reflexión, quizás sea paradigmática de cierta posición ética y política “América Latina: exilio y literatura”, el célebre ensayo de Julio

Cortázar

quien,

por

otro 13

lado,

prologará

en

1981

Interrupciones I (1988), una antología de los primeros poemarios de Gelman. Para los fines de este breve trabajo que intentará proponer una lectura de dibaxu (escrito de 1983 a 1985), se rescatará menos la solidez de esa discursividad que un gesto: Gelman siguió y sigue escribiendo poesía. ¿Qué tipo de coraje o convicción debe tenerse para, frente a lo terrible, seguir apostando a la palabra poética? Creo que en el espacio que abre esa pregunta puede inscribirse, entre otros, el proyecto de dibaxu. No, la palabra poética no será (plenamente) refugio frente al desastre. Tampoco denuncia, pues para eso, para lo político, vale la referencialidad (su ilusión o simulacro) con la que la palabra juega dentro del ejido de la polis y de sus férreas instituciones (pensemos aquí en el militante Gelman de las crónicas periodísticas). En todo caso, tal vez, que la palabra poética es lo único que queda cuando todo (“todo” lo simbólico) ha sido calcinado, resto de algo que se ha quemado y quizás acrisolado, es lo que dibaxu (substrato esencial) parece mostrarnos.

2 Porque hay ese gesto de seguir poetizando, de hacer –en la propia Carta abierta– poesía para ese hijo desaparecido y porque, como prueba de la necesidad de la palabra poética (se escribe por necesidad o vanidad, resumía Parra en una entrevista reciente; Pellegrino, 2011), la escritura de Gelman posterior a su tragedia 14

familiar recupera y ahonda búsquedas anteriores. Así, el juego de heterónimos de Hacia el Sur (1982) puede leerse como un proyecto de desmarque del nombre propio a través del cual decirse como si se hubiera quedado allí, en el violento sur, y no en el exilio, pero también como una incidencia, en lo que respecta a la posición del poeta

como

mediador,

de

las

experiencias

de

sus

libros

Traducciones I, II y III, todos de la segunda mitad de la década del ´60. Por cierto, los poemas de Hacia el sur pertenecerían a Julio Grecco (un poeta caído en la lucha armada en 1976) y a José Galván, desaparecido en 1978, quien a su vez es el responsable de la recuperación de los textos de Grecco. Heterónimos de Gelman, Grecco y Galván erigen un homenaje al portugués Fernando Pessoa 1

a quien se le dedica un gracioso y cariñoso poema . De la misma manera, en las ficticias “traducciones” de la década del 60, Gelman se encubre bajo los nombres del inglés John Wendell, del japonés Yamanokuchi Ando y del norteamericano Sydney West para erigirse como traductor de originales inexistentes. Dar o decir su voz bajo la impronta de una explícita alteridad (sea la del heterónimo, sea la de la traducción) se constituye así en un juego que se reabre en la poesía que escribe durante su exilio territorial y no sólo trasluce la permanencia y resignificación de cierta inquietudes y búsquedas estéticas sino también, como insistimos, el 1

Citamos un trecho de este poema, titulado “Yo también escribo cuentos”: “había una vez un poeta portugués / tenía cuatro poetas adentro y vivía muy preocupado / trabajaba en la administración pública y dónde se vio que un empleado público de portugal gane para alimentar cuatro bocas” (Gelman, 1994: 184). 15

gesto de no hacer claudicar precisamente eso, el juego estético, frente a las demandas de la tragedia histórica y familiar. Hacer de la voz del poeta la voz de un traductor, llegando en ocasiones a sacar provecho del poder relacional y de la extrañeza 2

lingüística generadas por las fintas y operatorias de la traducción , será, a su vez, un camino recurrente durante su exilio. En Com/posiciones (1983-1984) Gelman presenta traducciones de diversos poetas judíos de la antigüedad, muchos de ellos de origen sefardí. Su intervención no busca ocultarse y se delata en la decisión de no presentar los textos originales y de titularlos de manera alusivamente contemporánea, por ejemplo cuando titula “Canción de protesta” al anafórico poema de Abba Yose Ben Hanin: guárdame/ guárdame de la casa de Boeto/ guárdame de sus palos/ guárdame de la casa de Katro/ guárdame de sus puños/ guárdame de la casa de Hanin/ 2

Un ejemplo de este juego con la emergencia de la alteridad lingüística inherente a la práctica de la traducción, podría ser el poema I de Traducciones II. Los poemas de Yamanokuchi Ando (1968) donde los versos en español obedecen a una hiperbólica lógica paratáctica advenida, aparentemente, del esfuerzo por pasar cierta lógica de la lengua japonesa a la española: “pelear con la palabra se puede pero / no con mujer de sueño feo donde / ella dobla cabeza / como el cisne para dormir. / ratas cureñas trofeos tornillos / muertos y perfectos abundan / en su cama cuando ella despierta / incómoda por tantos objetos caídos de / un infierno que procuró desalojar / volviendo a entrar una y otra vez / sacando cambiando monstruos muebles matrimonios / diversos terribles tibios” (Gelman, 1994: 92-93). 16

guárdame de sus calumnias/ guárdame de la casa de Ismael/ guárdame de su infamia/ porque ellos son los Sumos Sacerdotes/ sus hijos son los tesoreros/ sus yernos son los síndicos/ y sus esclavos vienen y nos pegan con una estaca/ (Gelman, 1994: 199) Considerando que Com/posiciones es contemporáneo a la escritura de dibaxu, una serie de poemas escritos en sefardí con su correspondiente traducción al español, se vislumbra aquí un proyecto en el que cristalizan la traducción como poética y la indagación en cierta zona histórico-cultural y lingüística. Sobre este último aspecto (el lingüístico), en el “escolio” que precede los poemas de dibaxu, Gelman traza algunos posibles senderos para su poesía y declara: “estos poemas sobre todo son la culminación o más bien el desemboque de Citas y Comentarios, dos libros que compuse en pleno exilio, en 1978 y 1979, y cuyos textos dialogan con el castellano del siglo XVI” (Gelman, 2010: 9). De hecho, en los dos libros citados son frecuentes las referencias a San Juan de la Cruz y Santa Teresa tanto en la retórica amatoria que los ciñe como en eventuales trazos arcaizantes de la lengua (sorprendentemente combinados con un voseo de matices porteños y tangueros): CITA VI (santa teresa) alma que resollás en la mitad 17

del pensamiento/ de la vida/ como caballo que corrés/ ¿dónde está el pienso para parar tus patas locas?/ ¿ansia de derramar grandísimo el amor para que duerma envuelta la esposica que tiembla al alba contra la solombra de tu meditación?/ ¿flores que olés en el manzano del amor crecido donde mis almas varias se perdieron para que almés mi desasido rostro con ella abierta en la mitad de sí/ hermosura de vos como oraciones donde madruga en pena mi callar? (Gelman, 1988: 278) Foffani (1995), coincidiendo con las afirmaciones de Gelman, encuentra en este trabajo con los místicos españoles y con el sefardí, una común indagación en la lengua española del siglo XVI, ya que el sefardí “pone de manifiesto cierto recorrido ‘histórico’ de la lengua (…) hace más legible el español de las Crónicas de Indias, el español de Santa teresa, el español de San Juan de la Cruz” (Foffani, 1995: 186). Y en el ya citado “escolio” de dibaxu agrega Gelman: “Como si buscar el sustrato de ese castellano, sustrato a su vez del nuestro, hubiera sido mi obsesión. Como si la soledad extrema del exilio me empujara a buscar raíces en la lengua, las más profundas y exiliadas de la lengua. Yo tampoco me lo explico” (Gelman, 2010: 9).

18

Término tradicionalmente utilizado por la lingüística para referirse

a

la

permanencia

de

ciertos

rasgos

fonéticos

o

gramaticales de una lengua en otra que se ha sobreimpuesto a su territorio, el sustrato es también la sustancia última o ser de las cosas y, en geología, el terreno o capa que ha quedado abajo, dibaxu diríamos, de otra. Encontrar el sustrato, es entonces buscar hacer pie, intentar afirmarse durante esa experiencia, el exilio, que Vilém Flusser, judío de Praga exiliado en Brasil durante la segunda guerra, define curiosamente como una vivencia de falta de suelo o fundamento; una vivencia de bodenlos (como titula a su singular

autobiografía)

que

supone

para

este

políglota

el

angostamiento de las apariencias, la desacralización de los hábitos de la patria y la ganancia de una posición extralingüística que si bien puede ser rica intelectualmente condena en lo existencial a un “juego del suicidio constante”, a un flotar (“pairar” dice Flusser en su osado portugués) entre diversas lenguas y culturas (Flusser, 2007: 221-236). El flashback diacrónico que la poesía de Gelman escrita durante su exilio propone en diversos libros puede entonces entenderse como la búsqueda de un fundamento que lo depara, no obstante, como si se tratara de un gran y continuo movimiento tectónico, con otros desplazamientos, con la condición diaspórica de la zona histórico-cultural que, de forma central en dibaxu, es aquí convocada. Sobre el peso de las referencias lingüísticoculturales a Sefarad (término hebreo para referirse a España), Gelman, en su “escolio”, prefiere ser algo lateral: “Escribí los

19

poemas de dibaxu en sefardí, de 1983 a 1985. Soy de origen judío, pero no sefardí” (Gelman, 2010: 9). Descendiente de inmigrantes ucranianos, Gelman no reclama para sí su ascendencia judía, aunque sea precisamente en Carta a mi madre (libro que escribe con motivo del fallecimiento de ésta en Argentina mientras él continuaba en el exterior) donde esa ascendencia se dice mediante la evocación del relato familiar de un pogrom en Odessa: ¿por qué de todos tus rostros vivos recuerdo con tanta precisión únicamente una fotografía?/ Odessa, 1915, tenés 18 años, estudiás medicina, no hay de comer/ pero a tus mejillas habían subido dos manzanas (así me lo dijiste) (árbol del hambre que da frutas)/ esas manzanas ¿tenían rojos del fuego del pogrom que te tocaba?/ ¿a los 5 años?/ ¿tu madre sacando de la casa en llamas a varios hermanitos?/ ¿y muerta tu hermanita?/ ¿con todo eso/ por todo eso/contra/ me querés?/ ¿me pedías que fuera tu hermanita? (Gelman, 1994: 33) Si bien como señala el propio Gelman sería forzado una lectura de dibaxu en el sentido de recuperar una raíz identitaria personal relacionada a lo judío, podríamos arriesgar que esta referencia al fuego destructor retorna, de alguna manera, en algunos poemas de este libro (ver VII y VIII) y, principalmente, en la idea de encontrar aquel sustrato esencial por calcinación. “Quizás este libro apenas sea una reflexión sobre el lenguaje desde su lugar más calcinado, la poesía”, remata Gelman en su “escolio” como si calcinar, lexicográficamente “reducir a cal viva los minerales 20

calcáreos”, pudiera entenderse como un proceso de angostamiento o reducción, de incineración y volatilización por el cual pudiera asomar el fundamento (lingüístico y existencial) que es la propia poesía.

3 Búsqueda

de

un

suelo

o

fundamento

lingüístico

por

calcinación, dibaxu parece decir que ese fundamento, cierto fundamento de la lengua española, está dado por el otro. Y no sólo lo otro que podría representar el judío sefardí, expulsado de la península el mismo año de la aparición imperial de la Gramática de Nebrija, sino también el otro que es (como leemos en la dedicatoria del libro) “la poesía de Clarisse Nikoïdski”, novelista en francés y poeta en sefardí del que se dirá también, valga la recurrencia, que su poesía es “diáfana como un fuego” (Gelman, 2010: 7). Pero lo que dejará ver este fuego no es sólo la constatación que, al igual que en la base de toda identidad, el sustrato o fundamento es siempre extranjero (como Moisés, según Freud, un 3

egipcio que mal hablaba la lengua hebrea ) sino también que este 3

En Moisés y la religión monoteísta, Freud (1988: 3246), apoyándose, entre otras fuentes, en Eduard Meyer (Die Mosessagen und die Leviten) sostiene esta hipótesis que explicaría, por otro lado, el lugar de Aarón como traductor de las palabras de Moisés (recordemos que, según el entendimiento tradicional, Moisés tiene dificultades de habla debido a su tartamudez y no, como lo sugiere Freud, al hecho de estar hablando una 21

fundamento sólo puede decirse en traducción. Gelman retoma y retrabaja así sus proyectos anteriores y ahora, en dibaxu, desde la propia dinámica del sefardí, lengua del exilio masivo y de la dispersión (toda una analogía autobiográfica e histórica) y lengua también, según Romero (1992), especialmente nacida de las operación de la traducción, de aquella que siguiendo, según Walter Benjamin, el ideal de esta práctica (“la versión interlineal de los textos sagrados es la imagen primigenia o ideal de toda traducción”; Benjamin, 1923: 144), se habría consagrado a la traducción ritual del texto hebreo. ¿Surge el sefardí de Gelman de ese ladino “lengua calco” en el decir de Romero? ¿Lo reinventa a partir de sus propias traducciones de poetas sefardíes reunidas en Com/posiciones? ¿En qué sefardí, al final, nos habla Gelman? ¿En el del norte de África (judeo-español; jaketía)? ¿En el del Oriente mediterráneo (ladino, judezmo, judió, jidió, espanyoliko)? ¿En el de un ilustrado rabino? ¿En el de un acaudalado comerciante que estudió en escuelas francesas? ¿En el del entreverado turco-balcánico sefardí del pueblo? ¿En el de las aisladas y remurmurantes mujeres?

4

lengua extranjera). Edward Said retomará la cuestión en Freud y los no europeos, priorizando los aspectos culturales y políticos de esa lectura (ver Said, 2006: 69-80). 4 Sigo aquí las observaciones de Castro Míguez (2003): “É importante ressaltar, entretanto, que nem todos os judeus de uma mesma época e de um mesmo lugar falavam da mesma maneira, o que dificulta uma sistematização mais objetiva dessa língua. Idade, sexo, profissão, grau de instrução e nível social determinavam diversos níveis de língua. Dias-Mas (1997) relaciona cinco grandes grupos sócios, com relação às comunidades do oriente: 1) A classe rabínica e letrada, que constituía a camada culta 22

En algo esta pregunta (¿en qué sefardí nos habla Gelman?) evoca la que se hace cualquier estudiante de una lengua sentida como “extranjera”: ¿cómo (quién o qué) debo hablar? Y, para dialogar con las ya clásicas categorías de Orlandi, podríamos decir: hablarás como hablas, en la fluidez de tu lengua, esa fluidez que 5

no está fuera del control al que quieras (o quieran) someterte .

tradicional da população, cuja fala apresentava uma maior presença de elementos hebraicos; 2) A classe alta ou médio-alta, constituída de prósperos comerciantes ou grandes banqueiros, cujo grau de instrução era alto, e que frequentavam –ou enviavam seus filhos- as escolas francesas e italianas. Geralmente, apresentavam um maior número de turquismos, sem chegar ao uso abundante que deles faziam as classes médias e baixas; 3) As classes média e baixa, cujo trabalho as obrigava a estar em contato com seus vizinhos não judeus, enrugavam um grande número de elementos turco-balcânicos em sua fala; 4) Os sefaradim ocidentalizados ou franqueados do Oriente, cuja cultura já não era tão tradicional. Frequentavam as escolas ‘francas’, nas quais se ensinava uma língua europeia (francês, italiano, alemão ou inglês), viajavam à Europa e se dedicavam às profissões liberais. Em sua fala, os elementos hebraicos e turco-balcânicos quase desapareciam por completo, dando lugar a todo tipo de empréstimos e calços do francês e do italiano, principalmente; 5) As mulheres, que, embora não constituíssem uma classe social, recebiam escassa instrução, viviam numa sociedade que as obrigava a um maior grau de reclusão e isolamento, e eram depositarias da cultura tradicional oral. Sua fala também estava povoada de elementos turco-balcânicos, mas também conservavam as características mais arcaicas do judeu-espanhol, principalmente devido a seu apego aos romances, canções e refrãos, de caráter mais tradicional” (Castro Míguez, 2003: 37-38). 5 Aludo aquí a los conceptos de “lengua imaginaria” y “lengua fluida” propuestos por la lingüista brasileña Eni Puccinelli Orlandi. Por lengua imaginaria entendemos determinada sistematización gramatical/política del fenómeno lingüístico (generalmente dado al establecimiento de una referencialidad escolar y nacional), y por lengua fluida la forma inmanente, material y discursiva de la lengua. De esta manera: “Se a língua imaginária é a que os analistas fixam na sua sistematização, a língua 23

Hablarás, en fin, la lengua de tu imaginario (que es, en el mejor de los casos, tu deseo) y en la de tus posibilidades (que son tu cuerpo, sus memorias, potencias e inhibiciones).Y, en el caso de estos poemas, como lo recuerda Foffani (1995: 189), no olvidemos la “ladinez” con la que Gelman nos los presenta. Pues no vienen solos. Vienen pulcramente paralelos a su “versión” en un algo híbrido español contemporáneo. Ladino, ladino (“astuto, sagaz, taimado” dice el diccionario y también “quien habla más de una lengua”): si Gelman considera que la traducción no es necesaria (“Acompaño los textos en castellano actual no por desconfianza en la inteligencia del lector”, declara en el “escolio”), ¿a qué entonces la traducción? Si Steiner considera que el traductor no necesita traducir, pues él ya sabe la otra lengua, siempre se traduce para otro (Steiner, 1978: 35) o, como lo intuye Jorge Monteleone en una reseña de dibaxu, para determinado proyecto estético: los poemas no están estrictamente en uno y otro lado de la página (en sefardí o en castellano) sino en esa zona suspendida, intermedia en el fluir de los tiempos que puede reunirse en la conciencia del poeta y la del lector” (Monteleone, apud Foffani, 1995: 189, nota 7). El fuego calcinó hasta dejar visible el sustrato, pero el sustrato era extranjero y siquiera allí había permanecido, arqueología imposible que deja la huella de una ausencia; y sobre

fluida é a que não pode ser contada no arcabouço dos sistemas e formulas.” (Orlandi, 1988: 28). 24

esa huella finalmente “pairamos” diría Flusser, nos suspendemos, estamos en el entre de las lenguas, instante algo místico (para Benjamin) que Derrida en Torres de Babel prefiere llamar “la pura 6

lengua”, posibilidad pura (todo lo contrario de la “lengua pura”) . Sobre esa ausencia creo que se construye el discurso amoroso tan bien leído en el artículo de Foffani que ya citamos, pues en el YoTú que configuran estos poemas (a veces dados a un más bien anhelado “nosotros” y rodeados siempre de un “mundo” entre apaciguado y amenazante), prima la “distancia que el sujeto que ama no puede salvar” (Foffani, 1995: 198), esa ausencia inherente al amor por la que el “otro” como objeto de la pasión es objeto de resistencia y de imposible o fugaz acaparamiento. Así, este discurso amoroso no es tan sólo y además un discurso sobre el exilio donde el “Tú” parece ocupar el lugar de la tierra (“Il trigu di tu ventre” se dice en el poema XVII y en el XI: “partindu di tu ladu/discuvro/il nuevu mundu/ di tu ladu) y dibaxu es también allá abajo, el amado sur, sino que este discurso amoroso traza, a la par de todas estas evocaciones, el contorno de la ausencia de lengua o más bien el contorno de la ausencia de la mítica relación edénica o transparente con la lengua pues no hay lengua: al sefardí hay que inventarlo y al castellano, ese castellano

6

“Através de cada língua algo é visado que é o mesmo e que, no entanto, nenhuma das línguas pode atingir, separadamente. Elas podem pretender atingi-lo, e se lhe prometer, apenas co-empregando ou co-desdobrando suas visadas intencionais, ‘o todo de suas visadas intencionais complementares’. Esse co-desdobramento em direção ao todo é um desdobramento, pois o que ele visa atingir é ‘a linguagem pura’ (die reine Sprache) ou a pura língua” (Derrida, 2006: 66). 25

porteño roído por el exilio, también. Y la clave de la invención (podríamos decir también la clave de la “creación”) es, creo, precisamente ese “entre”, el espacio (no escrito) que “paira”, como el espíritu de dios, entre ambos textos. Que cada cual lo invente como quiera.

4 Eso es lo que nos deja el fuego: nada. Y, tal vez, la necesidad de pensar cómo era lo que fue quemado o calcinado (allí está el coraje –diríamos para volver a la pregunta que dio inicio a este trabajo– de Gelman). Cómo era aquello que dio combustión (a la lengua, a la patria y a los seres amados que ya no están). Podemos inventar, crear estos poemas. Y, a no ser que seamos expertos estudiosos del sefardí (no es el caso de quien aquí escribe), debemos reconocer que leemos desde el castellano actual, que es nuestra contemporaneidad lingüística la que habitará en la lectura de estos poemas en sefardí. Acaso el sefardí “sulvidar” del poema XXIX no evoca el castellano “olvidar” (y en mi caso, habitado también por el portugués, también “sul”: “sur” y “olvidar”). Y su sustantivo, “sulvido”, presente en el poema XXVI, ¿no nos trae acaso la palabra en castellano “silbido”? Qué cosa, no parecen meras imaginaciones del lector. El segundo párrafo del poema XXIV, aquel que evoca “olvidar” y “sur”, dice precisamente “pondri mi spantu londji/ dibaxu dil pasadu/” y el poema XXVI, en

26

el que nuestra contemporaneidad lingüística deja entreoír un “silbido” , continua con los siguientes versos: agora pinsu qui un paxaricu in tu boz arrastra la caza dil otonio/ Hay aquí algo vallejiano, otra vez, al menos en aquel hallar en ciertos vocablos extranjeros –en Vallejo geográficamente lejanos: el lituano, el ruso, el alemán, el polaco, el rumano, entre 7

otros)– cierto aura poético . Y si Vallejo afirma que la poesía es 8

intraducible , valga aquí notar que la traducción al castellano mata muchas de las evocaciones que el sefardí leído o dicho desde otras lenguas (esta ilusión de sefardí diaspórico) podría suscitar e, incluso, haber rendido en la propia creación textual del poema. Así, mediante la traducción, sabemos que “sulvidar” es tan sólo “olvidar”, sin aires de “sur” ni de “silbido”. Y no sólo eso. La traducción “corrige” los “malentendidos” que podría provocar nuestra lectura del sefardí desde el castellano actual. Pongamos por caso dos versos del poema XXII que parecen hacer del vientre (amado) un elemento que conforma cierto orden o cosmogonía

7

En esta búsqueda podemos adivinar también, en el caso de Gelman, un gesto autobiográfico, ya que este poeta en repetidas ocasiones ha recordado como su hermano mayor le leía “incomprensibles” pero bellos textos en ruso. 8 Sobre Vallejo y su experiencia con vocablos extranjeros ver Vallejo (1973: 42). Sobre la intraducibilidad de la poesía, ver en el mismo libro su ensayo “Electrones de la obra de arte”. 27

(“nila

noche

/tu

ventre

queda

astros”)

y

que

son

traducidos/corregidos al castellano contemporáneo como “en la noche/ tu vientre detiene astros”. O el sugerente verso del poema XXV en el que un “tú” parece ser el que está lloviendo (“ista yuvia di vos”) que queda, en nuestro castellano contemporáneo, reducido a una mutilada y prosaica relación de pertenencia (“tu lluvia”). Y todo esto aún sin hablar de las relaciones temporales “subvertidas” por nuestra lectura anacrónica del sefardí: “uno qui liyera istus versus / prieguntara” dice el poema XVI convocando lo hipotético de lo que nos suena a un imperfecto del subjuntivo que pasa al castellano con la rotundidad del indefinido: “alguien que leyó estos versos / preguntó”. ¿Podría Gelman haber traducido de otra manera? De tenerse en cuenta la experiencia y habilidad traductora de Gelman no queda dudas que la respuesta es afirmativa y que la forma en que tradujo estos poemas del sefardí al castellano, cierta apuesta por un castellano híbrido y mayoritariamente contemporáneo, es una opción menos estética que ideológica pues hacer de la traducción la “corrección” de una ineludible lectura anacrónica evidencia la relación imperial que determinada lengua establece con su pasado. La mera inversión de la cuestión, preguntarnos que sucedería si consideramos los poemas en castellano como los originales y su versión en sefardí como su traducción (no hay nada que impida esta lectura a no ser las declaraciones del autor) afianzaría esa evidencia. Por cierto, resulta fácil, ineludible y natural hacer habitar el castellano actual en los textos originales en sefardí, pero resulta imposible hacer habitar el sefardí en los 28

supuestos originales en castellano: aunque el castellano actual esté constituido, entre otros, por esa base histórica, la “enciclopedia” de ese sustrato, el sefardí, ya no está a nuestro alcance. A lo más, pudiéndonos reportar sólo a lo visible, quedaría aquí el sabor y la apariencia

de

ciertos

falsos

“errores”

ortográficos.

Nos

sorprendería como la “lluvia” y “voz” devienen “yuvia” y “boz” por ejemplo, o nos extrañaríamos morfológica y ortográficamente con esa “u” que lleva, como en un beso, nuestros labios hacia delante, pero siempre estaríamos operando sobre la materialidad y no sobre el ya ausente, ido, expulsado, quemado, sentido. Escribir contra el imperio del tiempo a sabiendas que el pasado no volverá, escribir a sabiendas que ese encuentro (del presente con el calcinado pasado) es, en todo caso, un trabajo y un hallazgo intelectual, una creación, es lo que esta poesía tiene de exilio y de inhabitual coraje.

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La experiencia del exilio en la literatura argentina reciente. Laura Alcoba y las marcas textuales del desplazamiento Adriana Badagnani

Resumen La crítica literaria ha abordado frecuentemente la relación entre la literatura y el exilio concluyendo que esta particular y dolorosa situación determina ciertas características en la forma escrituraria. Pero una

cuestión que no

ha sido abordada

sistemáticamente es cómo incide el exilio en una segunda generación, esto es: cómo viven los hijos de los exiliados políticos el desterramiento y la trabajosa construcción de la identidad que supone. Las novelas de Laura Alcoba –La casa de los conejos (2008), Jardín blanco (2010)– permiten acercarnos a esta cuestión: ¿Cómo vive el exilio una segunda generación para la cual el retorno no es un regreso a una identidad definida? ¿Qué marcas deja en la escritura esta particular situación de desplazamiento geográfico? ¿Cómo se posiciona un autor exiliado hasta de su propia lengua en el marco de la escritura de una nueva generación que está abordando estas temáticas? 31

La hipótesis de este trabajo es que pese al aislamiento en la formación y en las experiencias, Laura Alcoba comparte muchos de los rasgos y preocupaciones de su generación; y por otra parte, que su particular situación de exilio determina marcas escriturarias en función de las cuales sus trabajos comparten características propias de las escrituras de exilio. Palabra claves: Exilio - Laura Alcoba - Literatura argentina reciente.

Abstract Literary criticism has frequently dealt with the connection between literature and exile, concluding that this particular and painful situation determines certain characteristics of the writing style. Nevertheless, a question that has not been systematically approached is how exile affects a second generation, that is: how political exiles’ children live proscription and the arduous construction of identity which that implies. Laura Alcoba’s novels La casa de los conejos (2008), Jardín blanco (2010)- allow us to get closer to this question: How do a second generation for whom the return does not mean to go back to a defined identity live exile? What marks do this particular situation of geographical movement leave on writing? How does a writer in exile, dispossessed even of his own language, position himself in the framework of the writing of a new generation that is approaching this matter? 32

The hypothesis of this article is that in spite of her isolation as regards education, upbringing and experience, Laura Alcoba shares much of the characteristics and concern of her generation; and besides, that her particular situation of exile determines writing traits which make her pieces of work share features typical of works done in exile. Key words: Exile - Laura Alcoba - Recent Argentine literature

1. Representaciones de la dictadura Las imágenes literarias sobre la dictadura y la lucha armada en Argentina han sido objeto de variaciones desde la llegada de la democracia hasta la actualidad. Esquemáticamente podemos apreciar que en la década del ‘80 (en paralelo al Juicio a las Juntas) la estrategia dominante implementada por los organismos de Derechos Humanos fue la focalización en el tema del Terrorismo de Estado y sus atrocidades. En este marco la problemática de la militancia armada se transformó en un tema tabú (Dalmaroni, 2004; Longoni, 2007). Las primeras representaciones sobre la bestialidad de la dictadura argentina fueron las literaturas del exilio. Esto es, escrituras producidas bajo la dictadura que habían aparecido en el exterior o que pudieron publicarse en el país después de 1983; 33

textos claves para comprender la lógica de un mundo literario en proceso de recomposición (Bocchino, 2008). En este sentido resulta productivo analizar la relación entre escrituras y exilios: Tanto quienes son compelidos al desplazamiento geográfico como los que escriben desde un exilio interior suelen construir una posición de resistencia vinculada, muchas veces, a la recuperación de la memoria. Y en relación con la constitución lingüística de escrituras que rodean situaciones de esta naturaleza, se afronta el problema de la referencia que abre la reflexión sobre los vínculos entre los textos y lo real. Son escrituras que reproducen la irreductibilidad entre órdenes (del lenguaje y de lo real) y traducen ese ámbito borroso y diverso, exasperando el problema de la referencia y así el de la representación. Las pérdidas, los cruces de memoria y olvido, ciertos reconocimientos o encuentros, el miedo, la esperanza, la impostergable necesidad de seguir escribiendo tensan la relación entre las palabras y las cosas. En las tramas, en las figuras retóricas, en los ritmos, en los saberes inscriptos, en los silencios de las distintas escrituras se despliega el discurso de lo social; la historia se desliza en trazas que son, en definitiva, estimulantes operaciones ideológicas de nuevas interpretaciones. (Bocchino, 2008: 6) En opinión de Adriana Bocchino las literaturas de exilio se caracterizan por un particular montaje de lo real, rompiendo con la idea de referencia. Lo real, concreto o deseado, aparece como la imposibilidad de rearmarse; la situación determina un presente que se congela y una inversión de los términos pasado y futuro. La 34

experiencia del desplazamiento marca las escrituras, y por tanto, las lecturas de aquellos textos. El sujeto escribe escribiéndose en situación de exilio con una insistencia en el gesto autobiográfico. La quita, la pérdida, es señalada obsesivamente como forma paradójica de darse un suelo propio. Exiliarse se torna una forma de no dejar de deslizarse, una incertidumbre como estructura fundamental que descuartiza a un sujeto que construye su retórica del desplazamiento. Es por ello que en esta literatura aparece un cruce inevitable de lo literario con lo extraliterario determinado por las estructuras de producción. En este punto las escrituras de exilio se contraponen a la idea de Foucault (1985) de la muerte del autor, ya que quien escribe resulta central; si Foucault asocia el rol del Estado a la individuación burguesa, en las escrituras de exilio ocurre lo inverso: el sujeto se reafirma frente al Estado, se escribe para no morir en un reverso obstinado del asesinato; el gesto de la escritura es un reafirmarse para no desaparecer, el hacerse reconocer está asociado fuertemente al nombre y al apellido. Los acontecimientos traumáticos en lo político y el cruce con las temáticas sociales aparecen como alusiones no siempre directas en una escritura que suele trabajar con lo omitido, los silencios, lo no dicho. De allí que la figura predominante sea la alegoría. Walter Benjamín (1987; 2005) analizó la alegoría en función de las vanguardias del siglo XX, en las que se cuenta su propia escritura. La alegoría aparece signada por las múltiples combinaciones y las interpretaciones variables. Para definirla resulta central la idea de montaje, ya que la figura alegórica requiere una instalación 35

simultánea de una dialéctica de la memoria. La alegoría está asociada al hermetismo y al jeroglífico, a la cifra de un saber secreto en el que el sentido está condicionado. En el exilio existe un montaje de fragmentos de la materia real a la par que un lenguaje cifrado. En la escritura alegórica de las literaturas de exilio está inscripto el desnudamiento de la barbarie, por lo que es a la par ficción y crítica de la cultura. Lo oblicuo, los bordes, las minucias y lo no advertido aparecen como elementos mínimos desde los que se arma la alegoría moderna. Una cuestión importante es que las escrituras de exilio requieren una idea de red: el que se afirma no es un sujeto único, aislado, sino escritores escribiéndose, citándose, dedicándose; una constelación de figuras asociadas a desapariciones y exilios (Onetti, Gelman, Walsh, Urondo, Conti, Tizón, Saer y Castillo) que se ha impuesto cuidar las palabras, evitar también el naufragio de la lengua y sus significaciones enunciando voces y saberes proscriptos, trabajando temáticas marginales, minoritarias. Un ejemplo de la relación entre literatura y política a partir de las marcas textuales del exilio puede encontrarse en el trabajo de Sandra Lorenzano Escrituras de sobrevivencia (2001) en el que trabaja sobre las novelas de Silvia Molloy, En breve cárcel, y de Héctor Tizón, La casa y el viento. Para su trabajo utiliza el concepto de poética de ruinas, contraponiéndola a la estética fascista de los monumentos, concluyendo: “El cuerpo y el deseo (de escritura), en tanto territorios de cruce entre el yo y los otros, entre la historia íntima y la colectiva, le disputan a los

36

autoritarismos el espacio simbólico de la memoria” (Lorenzano, 2001: 252). Las escrituras de la democracia incipiente también se construyen en torno a figuras alegóricas. Con posterioridad a los gobiernos militares, la literatura se distancia de la experiencia para tornarse reflexiva sobre la propia imposibilidad de contar, como una escritura que trabaja con los restos de lo real define Garramuño (2009) a las ficciones publicadas en los primeros años de la democracia. Las experiencias de la guerrilla, la tortura y la persecución política aparecen como lo inenarrable, por tanto los textos no explican ni intentan explicar, sino que simplemente son una pura exploración emocional. El hecho de que como resultado de una época convulsionada emerjan trabajos alejados de las vivencias concretas es sólo aparentemente paradójico. Ya Walter Benjamin (1982) en Experiencia y pobreza analizó cómo, con posterioridad a la Primera Guerra Mundial, existió un vacío de textos sobre esa experiencia, en gran medida como resultado del shock, produciendo un empobrecimiento de lo narrado. El análisis de Benjamin, permeado por la lectura freudiana, se relaciona también con el concepto de trauma, bajo cuyos efectos es imposible la narración de la experiencia, pero comienza a accederse a ella a partir de reflejos. De esta manera pueden ser analizados los textos de Gusmán, Lamborghini o Saer. La alegoría en lugar de la narración no tuvo que ver con los impedimentos de la censura, sino con la misma imposibilidad de contar. Los textos se centran en la mera subjetividad, en la tactilidad, en la discapacidad de narrar como tema en sí mismo. 37

La literatura de los ‘90 muestra importantes cambios. A mediados de los ‘90 se asiste a una serie de declaraciones de los autores materiales del genocidio, que en una época marcada por la impunidad, rompen el pacto de silencio de las Fuerzas Armadas. El más significativo de estos escritos es el de Horacio Verbitsky (1995) El vuelo, libro en el cual Scilingo confiesa el destino de miles de desaparecidos que fueron arrojados desde aviones al Río de la Plata. Este libro ofrece la particularidad de que el protagonista no escribe el testimonio de su propia experiencia, sino que su vivencia se encuentra mediatizada por la escritura de Verbitsky, un periodista en las antípodas ideológicas del militar. En simultáneo, comienzan a publicarse testimonios de militantes de las organizaciones armadas ya que en los ‘80 la militancia era un tema incómodo. Estos escritos adquieren formas variadas: desde el oral trascripto hasta formas de novela tradicional. Lo silenciado en los inicios de la democracia empieza a ser contado, a ser narrado desde diferentes ópticas: el ensayo, la biografía, la autobiografía y la novela (Dalmaroni, 2004). Estos trabajos muestran el entramado de múltiples voces: las mujeres militantes, las batallas de los familiares de desaparecidos, la experiencia de los campos o el dolor del exilio. Al testimoniar, paralelamente, recobran sus identidades y plantean sus reclamos específicos. Este coro polifónico, elaborado desde la culpa, el arrepentimiento

o

la

reconciliación posibilita

una

escritura

reflexiva sobre la memoria en la posdictadura. Estos relatos sobre los ‘70, que forman una parte importante de la literatura del período, entran en juego de forma particular con la narrativa que 38

los nuevos escritores comienzan a publicar en los ‘90. La literatura testimonial sobre el genocidio forma parte de un clima de época signado por la preocupación por este tema, aunque también produce una cierta saturación al hacer narrable aquello que es único e inenarrable, creando una hermenéutica de la derrota. Siguiendo a Raymond Williams (2009) consideramos que los autores de los ‘90 pueden ser visualizados como una formación con una peculiar estructura de sentir que presenta signos de estructuras emergentes. Por otra parte, resulta indispensable la noción de campo intelectual de Pierre Bourdieu (1995) para comprender cómo los autores responden a las reglas de su propio escenario. Teniendo en cuenta estas dos concepciones teóricas, Laura Ruiz (2005) señala dos rasgos salientes: el haberse educado bajo la dictadura —por lo que la temática de Malvinas y el “clima de cementerio” asociado al “Proceso” son centrales en su producción— y el haber comenzado a publicar en los ‘90.

2. Laura Alcoba y la narrativa de los hijos Dentro de este cuadro la figura de Laura Alcoba se presenta con rasgos diferenciados. Por haberse criado y educado en Francia la

autora

presenta

algunas

características

especiales.

La

experiencia del menemismo y el clima cultural a él asociado, que resultan determinantes para la generación de los ‘90, es un contexto que a Alcoba le resulta lejano por haberse exiliado con su madre en la niñez y haber crecido y educado en Francia donde 39

cursó la carrera de Letras . No obstante, es llamativo analizar cómo la mirada de la escritora sobre la dictadura y la lucha armada se asemeja bastante a la de otros autores con vivencias similares en relación a la militancia de sus progenitores. Dentro de los relatos de los escritores de los ‘90, los escritos de los hijos de militantes y de desaparecidos se recortan en un espacio diferenciado, aunque es preciso aclarar que la perspectiva que construyen no es unívoca. Cristian Gundermann (2007) analiza cómo la aparición de la agrupación H.I.J.O.S. se caracteriza tanto por nuevos tipos de acción política, como el escrache, como por unas representaciones del horror diferenciadas. Gundermann define estas representaciones, presentes tanto en la literatura como en el cine, como actos melancólicos, en la medida que la melancolía se presenta como una forma de negar la elaboración del duelo. Esta negación, que en la psicología presenta connotaciones frecuentemente negativas, es

rescatada

como

un acto

de

resistencia. Miguel Dalmaroni (2004), analizando testimonios de hijos de desaparecidos presentes en antologías9 y en revistas editadas por H.I.J.O.S., concluye que estos textos se presentan como una curiosa amalgama entre los discursos heredados y la construcción de una identidad propia. Se trata de relatos fuertemente intimistas y subjetivos, pero que sin embargo poseen profundas implicancias colectivas. Estos escritos se presentan como narrativas de mezcla, ya que no siguen los cánones del género testimonial y permiten sentidos abiertos o en construcción sobre 9

Dalmaroni trabaja, centralmente, con los textos de Andrea Suárez Córica (1996) y Gelman y La Madrid (1997). 40

los años ‘70. Los hijos de los militantes suelen recuperar una tradición cultural de izquierdas como forma de restablecer el vínculo con los ausentes, a la par que buscar una voz propia. Estos relatos fragmentados le permiten a Dalmaroni pensar que este pasado en conflicto puede ser narrado antes que pensado. En una perspectiva similar, pero rebasando ciertos límites de aquellos discursos presentes en la retórica de H.I.J.O.S., se ubican ficciones como la de Félix Bruzzone en Los topos (2008), Ernesto Semán en Soy un bravo piloto de la nueva China (2011), la película de Albertina Carri “Los rubios” (2003), o la propia novela de Alcoba La casa de los conejos (2008). Se trata de trabajos que al partir de la mirada de un niño sobre la dictadura proponen un extrañamiento hacia aquello que es objeto de su mirada: la militancia, la violencia y el terror. En una perspectiva similar a los trabajos analizados por Dalmaroni, estos escritos también se encuentran en un género de mezcla amalgamando el testimonio con la ficción. Pero estos textos tienen en común el rebasar ciertos presupuestos presentes en los discursos de los organismos de Derechos Humanos: al criticar a sus padres también hacen la crítica a la generación de los ’70, a la idea de revolución y a la opción por la violencia. Según la conceptualización de Humberto Eco (1996) existe un “pacto ficcional” que es un convenio implícito entre el autor y el lector de un texto de ficción en el que se acuerda que aquello que se narra es imaginario, lo que supone una suspensión del juicio sobre si lo que se cuenta es verdadero o falso. Cada género implica cláusulas específicas en relación al pacto con el lector, pero el rasgo saliente es si aquello que se cuenta es verosímil, vale decir, 41

si se adapta a las convenciones del género en el que se ubica. En esta misma línea, Gérard Genette (1989) denomina “contratos de ficción” a las marcas textuales y paratextuales que el autor dispone para dar instrucciones sobre la lectura de su texto. El género testimonial, según el concepto utilizado por Nora Strejilevich (2006) posee una peculiar vinculación con la verdad. El lector entiende que aquello que narra es verdadero, pero en contextos en que el propio lenguaje se ha transformado en una prisión, el relato frecuentemente suena distante, irreal y hasta desprovisto de emoción. Es por ello que los testimonios más logrados son aquellos que señalan su propia imposibilidad, los que muestran la impotencia del silencio frente al horror. Siempre existen tensiones entre el ver, decir y escribir en un juego entre lo ético y lo estético; las formas del testimonio sobre hechos traumáticos suelen construirse como una labor arqueológica de recolección de fragmentos a veces superpuestos. El trauma masivo impide su registro ya que los mecanismos de observación y registro colapsan. La verdadera experiencia se lleva a cabo a posteriori al contárselo a otro; por tanto, el testimonio del trauma incluye al oyente que es la página en blanco sobre la que el evento se escribe por vez primera. Por otra parte, resulta dificultoso distinguir la mentira de la perspectiva personal, dado que el habla supone siempre una interpretación. Lo verdadero, por tanto, no es el dato objetivo sino el abuso, la persecución, el aniquilamiento y el sufrimiento. En opinión de Forster (2000) el testimonio que no transmita una dimensión íntima, subjetiva y real del horror no debe llamarse 42

testimonio sino deposición. El sentido del testimonio constituye una forma de recuperación de la dignidad humana; quien da testimonio confronta el horror de ese universo incomprensible dándole sentido al presente antes que al pasado. Frente a la degradación, el deseo de aniquilación, el intento de lograr que el otro nunca haya existido, el testimonio expone las marcas, desafía la destrucción, aunque admite sus efectos señalando la derrota, el trauma, la pérdida que debe ser señalada para elaborar el duelo. Los textos cuya materia es testimonial, pero donde se hace uso de los recursos de la novelística, presentan pactos de lectura ambiguos. La mirada sobre los ‘70 de los hijos de militantes o desaparecidos está recorrida por esta ambigüedad. En el caso de Los topos, de Félix Bruzzonne, se trata de un narrador en primera persona, pero en ningún lugar del texto o del paratexto se indica que se trata de una experiencia autobiográfica, aunque en las entrevistas que el autor concedió este dato resultaba clave. La novela de Semán, Soy un bravo piloto de la nueva China, se erige en un espacio similar a Los topos, dado que se trata de un narrador en primera persona que construye un relato con todas las marcas de la ficción y en ningún espacio textual o paratextual se indica el carácter testimonial de aquello que se narra, pero este dato aparece en las entrevistas o reseñas críticas del libro. En la película Los rubios el carácter verídico de aquello que se cuenta es central para la historia en la medida en que el film se construye a partir de la distancia entre la experiencia de militancia de los padres y la mirada de la propia Carri. En el trabajo de Laura Alcoba La casa de los conejos aparece un señalamiento explícito sobre que aquello 43

que se cuenta se encuentra vinculado con una experiencia personal, e incluso aparecen los nombres verdaderos de las personas retratadas; sin embargo, es un texto testimonial que aparece construido con las características de la novela.

3. Entre la novela y el testimonio: La casa de los conejos En La casa de los conejos existe, en primer término, un exilio de la lengua. La novela fue publicada originariamente en francés y editada por Gallimard en el 2007. Posteriormente fue traducida por Leopoldo Brizuela y apareció en Argentina en el 2008, publicada por Edhasa. Esta distancia del idioma marca al texto desde su propio título. En francés fue titulada Manège, término que puede traducirse como carrusel, siendo una alusión a la circulación de imágenes traumáticas. El vocablo tiene una segunda acepción ya que significa maniobra o manipulación. En este sentido el título hace referencia a la traición de uno de los integrantes de la casa operativa y al modo que utiliza para descubrir la ubicación de la imprenta montonera. En castellano el libro se tituló La casa de los conejos en referencia explícita a la artimaña utilizada por Montoneros para encubrir la edición del periódico Evita montonera bajo la supuesta actividad de la cría de conejos. Pero el argumento queda más adelante invertido: son los integrantes de la casa operativa los que están cercados, los que van a ser cazados como conejos:

44

Después los momentos de calma se volvieron más raros. El miedo estaba en todas partes. Sobre todo en esta casa. Yo ya no conseguía creer que los conejos blancos pudieran protegernos. ¡Qué pésimo chiste! Tan malo como envolver los periódicos para regalo. Cada semana, César nos traía noticias que no siempre aparecían en los diarios. Centenares de militantes Montoneros eran asesinados día a día; grupos enteros desaparecían. Porque si a veces los asesinaban en la calle, lo más frecuente era que desaparecieran. Así, de golpe. (Alcoba, 2008: 110) El título La casa de los conejos incluye una tercera alusión: el relato se abre con una reflexión a partir de la idea de hogar. La madre de la protagonista le cuenta a su hija que se mudan a una casa, justo como ella quería. Obviamente la idea de casa de la infancia tenía que ver con un deseo de normalización que era imposible por la militancia de los padres. A partir del malentendido sobre el deseo de hogar Alcoba muestra el extrañamiento, el rechazo o la condena hacia la militancia de los padres como forma de impedimento de vivir una niñez normal. …a menudo, yo soñaba en voz alta con la casa en la que hubiera querido vivir, una casa con tejas rojas, sí, y un jardín, una hamaca y un perro. Una casa como ésas que se ven en los libros para niños. […] Tengo la impresión de que ella no ha comprendido bien. Referirme a una casa con tejas rojas era, apenas, una manera de hablar. Las tejas podrían haber sido rojas o verdes; lo que yo quería era la vida que se llevaba ahí adentro. Padres que vuelven de la casa a 45

cenar, al caer la tarde. Padres que preparan tortas los domingos siguiendo esas recetas que uno encuentra en gruesos libros de cocina, con láminas relucientes, llenas de fotos. Una madre elegante con uñas largas y esmaltadas y zapatos de tacón alto. O botas de cuero marrón, y, colgando del brazo, una cartera haciendo juego. O en todo caso sin botas, pero con un gran tapado azul de cuello redondo. O gris. En el fondo, no era una cuestión de color, no, ni en el caso de las tejas, las botas o el tapado. Me pregunto cómo hemos podido entendernos tan mal; o si en cambio ella se obliga a creer que mi único sueño, el mío, está hecho de jardín y color rojo. (Alcoba, 2008: 13-14) Otro título que Alcoba evaluó entre los posibles fue Embute. Esta palabra de origen lunfardo, cuyo significado es hoy elusivo, era de utilización frecuente entre los militantes en los ‘70 para hacer referencia a un lugar en el que se escondían objetos que era peligroso tener: libros, panfletos o armas. Ante esta palabra de significado olvidado Alcoba reflexiona sobre la distancia política e ideológica con respecto a un tiempo violento que hoy nos resulta incomprensible: Cuando pienso en esos meses que compartimos con Cacho y Diana, lo primero que viene a mi memoria es la palabra embute. Este término del idioma español, del habla argentina, tan familiar para todos nosotros durante aquel período, carece sin embargo de existencia lingüística reconocida. Desde el mismo instante en que empecé a hurgar en el pasado –sólo en mi mente al principio, tratando de encontrar una cronología todavía confusa, poniendo en 46

palabras las imágenes, los momentos y los retazos de conversación que habían quedado en mí– fue esa palabra el primer elemento que me sentí compelida a investigar. Este término tantas veces dicho y escuchado, tan indisolublemente ligado a esos fragmentos de infancia argentina que me esforzaba por reencontrar y restituir, y que nunca había encontrado en ningún otro contexto. […] “Embute” parece pertenecer a una suerte de jerga propia de los movimientos revolucionarios argentinos de aquellos años, más bien anticuada ya, y visiblemente desaparecida. (Alcoba, 2008: 47-50) Se simboliza así la dificultad de comprender otra época histórica, el riesgo que supone juzgarla con parámetros anacrónicos o exaltar la violencia. Alcoba reflexiona (Aguirre, 2008) que escribió intentando no caer en la doble trampa: la de juzgar a sus padres y su generación con los parámetros de esta época; o la de enaltecer sus figuras transformándolos en héroes. Con esta perspectiva se coloca en una línea similar a la de varios trabajos de la ensayística reciente (Calveiro, 2005; Longoni, 2007) que consideran indispensable una crítica a las experiencias de aquellos años que no sea una justificación de la violencia estatal. La versión castellana de La casa de los conejos, de Leopoldo Brizuela, presenta las mismas dificultades propias de la traducción, con el agravante de que la realidad a la que se hace alusión es argentina: “No quise hacerlo yo –dijo Alcoba–. Hubiera sido escribir otro libro. Leopoldo hizo un trabajo excepcional y extraño, más que una traducción, porque fue trabajar con una lengua de origen ausente” (Aguirre, 2008). 47

La lengua materna es definida por la propia Alcoba como una lengua ausente. Es por ello que asistimos a un complejo proceso: Alcoba traduce esa experiencia al francés, y Brizuela la traslada o restituye al castellano. La identidad argentina de Alcoba resulta negada

desde

la

propia

lengua

en

un

relato

que

juega

constantemente con las palabras: las perdidas en el tiempo, que tienen que ver con el lenguaje de la militancia, las perdidas en el espacio que ella olvida con el exilio de la madre que se transforma en el propio exilio de la cultura que torna significativas las experiencias narradas. De esta manera, Argentina no es para Alcoba un espacio de retorno, sino una identidad a construir enteramente. La casa de los conejos parece ser una operación clave en el proceso de construcción o invención de la propia identidad desterrada. Esta

identidad

desterrada

se

construye

a

partir

de

fragmentos, de retazos. Estas formas fragmentarias se vinculan con los recuerdos de infancia, pero Alcoba no se limita a un recuento de la experiencia traumática de la niñez, sino que su novela es un verdadero trabajo con la memoria apuntado a la construcción de la propia subjetividad. Esta operación puede leerse a partir de marcas textuales que se constituyen como las formas escriturarias que adquiere la experiencia del exilio. El exilio de Alcoba adquiere una forma particular ya que no es una elección consciente, sino que se trata del exilio de la madre; y por otro lado, las razones que perpetúan la permanencia fuera del país de origen son voluntarias en el sentido que no continúan operando las razones políticas que llevaron a su familia a 48

huir de la Argentina, pero paralelamente la escritora construye una identidad desdoblada en la lengua, en el espacio y en las referencias culturales que marcan de forma significativa la figuración de autor.

4. Eva Perón: un cuerpo en el exilio: Jardín blanco Jardín blanco (Alcoba, 2010), a primera vista, aparece como una novela radicalmente distinta de La casa de los conejos. Todo indica que lo testimonial y los ‘70 han quedado atrás como un acto catártico que inaugura la escritura de Alcoba que en adelante se dedicaría a la pura ficción. Sin embargo, una lectura más minuciosa revela que las marcas del exilio siguen presentes. Jardín blanco describe la vida de tres vecinos en un edificio de Madrid en los años ‘60 valiéndose de la polifonía. No obstante, estos personajes no son anónimos. Uno de los pisos es habitado por Ava Gardner que recuerda, durante las visitas de una joven vecina, los momentos de acceso a la fama. Por otra parte, las vivencias de la española que visita a Ava son puestas en escena a partir de una especie de diario que lleva Carmina. Se trata de una chica embarazada y abandonada por su novio que ha huido de la casa materna instalándose con su hermana. En el marco de una cultura fuertemente represiva de lo sexual y normatizadora de la intimidad, Carmina padece su estado en silencio. El tercer departamento está habitado por Perón y su tercera esposa, Isabel.

49

La cotidianidad del presidente derrotado en el exilio es registrada por Eva Perón. Este último personaje es, sin lugar a dudas, el punto nodal de la novela: el cadáver en el exilio contemplando el día a día de su viudo. En opinión de Alejandro Susti González (2007) la figura de Eva Perón adquiere mayor fuerza mítica a partir de los relatos elaborados en la historia, la biografía, la literatura y el cine. Una de las características centrales de la figura de Eva Perón es el haber dado lugar a la producción de textos de todo tipo cuyo entramado ha urdido un diálogo intertextual en el que se han diluido las fronteras entre lo verdadero y lo falso, por lo que estas textualidades pueden ser abordadas a partir del concepto de simulacro (Baudrillard, 1993) marcado por la esquematización y el exceso de filiación melodramática donde aparece cuestionada la diferencia entre lo real y lo imaginario. Cada texto sobre el personaje se nutre de sus antecesores cronológicos generando subtextos que se sedimentan al interior de los relatos configurando un efecto de contagio textual. Paralelamente, cada texto además de repetir y reinterpretar el acervo de datos que se conoce del personaje, aporta un nuevo elemento, una faceta desconocida. Claudia Soria (2005) denomina a esta red “sistema Evita” en la medida en que son textos enlazados construyendo una realidad de Eva Perón paralela al del personaje histórico. La novela de Laura Alcoba Jardín blanco aparece como un nuevo eslabón en el “sistema Evita” al imaginar los pensamientos de Eva después de muerta. Alcoba elige la narración del cuerpo errante. Evita, que ha sido descripta en todas sus facetas: la santa y la puta, la íntima y la 50

pública, la actriz principiante y la mujer poderosa, la mujer hiperactiva y la mártir agonizante, adquiere aquí una nueva voz: la de ultratumba. El periplo del cadáver ya había sido narrado, pero en relatos en los cuales el sentido de esa errancia se tornaba significativo a partir de la voz de otros. La novedad que introduce Alcoba es ficcionalizar lo que Eva Perón piensa, imagina y juzga al ver a Perón en el exilio, al observar a la mujer que la reemplaza, al oír lo que dicen de ella en su ausencia. De esa manera se emociona al escuchar a Perón decir: –La quise como se quiere a una mujer. Pero la he querido todavía más como un jefe ama a su pueblo. Porque mi querida Evita era el pueblo. Es un gran misterio, Cincotta, pero es así. […] –Hoy, es como si el pueblo hubiera perdido un brazo o una pierna. La desaparición de ese cuerpo que yo había querido preservar es una amputación inicua, Cincotta, una mutilación perfectamente odiosa. Vino por eso, ¿no? Vino a decírmelo. Pero yo ya lo sabía, Cincotta, lo sabía. (Alcoba, 2010: 16-17) El retrato de Perón en el exilio es el de un hombre que supo estar en la cima y se encuentra en el llano. El otrora poderoso es un hombre caído en desgracia, ignorado por Franco, con una mujer inútil a su lado. Un personaje empequeñecido que ensaya intervenciones públicas en el balcón de su departamento; un hombre que supo dirigirse a las masas y que se ve compelido a dar sus discursos hacia un jardín cubierto de flores blancas.

51

Las flores blancas del jardín han sido mandadas a poner por Ava Gardner, una diva del cine retratada como alcohólica y melancólica. La estrella suele embarcarse en largos monólogos en los que recuerda sus inicios y el contrato leonino con los estudios. Su triunfo está totalmente conectado con su cuerpo. En la promoción de una película la calificaron como “el animal más hermoso”, frase que a la actriz le pareció desagradable por la reducción de su persona a su cuerpo. Sus reflexiones de la madurez parecen enfocadas a la crítica de la visualización de la mujer como mera corporalidad; este encasillamiento produce en Ava rebeldía. La actriz es sólo cuerpo porque su habla no posee la elegancia de su figura; ella es consciente de sus limitaciones y considera que su cuerpo es su mayor tesoro a la par que su prisión. De esta manera la figura de Ava se construye en un juego de espejos con la de Eva. El cuerpo de Eva es también clave en el encumbramiento de su figura primero como actriz, después como líder política. Sin embargo, este cuerpo se caracterizaba por lo delgado, por la insignificancia para ser ofrecido como una mercancía atractiva. Entonces ese cuerpo va a ser completado por su voz poderosa. Donde Eva fracasa como figurita en ascenso en la pantalla, triunfa en el radioteatro; de igual manera, la figura decorativa al lado de Perón cobrará fuerza a partir de la presencia de la voz y su radicalidad política que mediante la radio se filtraba en todos los hogares. La radio marca el punto de conexión entre las dos etapas de la vida de Eva que se presentan frecuentemente escindidas: la etapa artística y la fase política se relacionan por las apariciones radiales y el aprendizaje del uso de la voz, que si bien 52

tiene que ver con su trabajo será un arte en la que aprenderá de Perón que le aconsejaba: “–No hay que decir demasiado, sino sugerir, Eva, siempre: en los silencios y en el misterio viven los sueños de la gente” (Alcoba, 2010: 17). Esta relación entre el cuerpo y la voz resulta central en la construcción de Evita como mito. En opinión de Claudia Soria (2005) el cuerpo femenino es un texto altamente significante sobre el que se escribe una historia no controlada por la consciencia. Las marcas que el goce deja en el cuerpo han sido de interés en el psicoanálisis freudiano y lacaniano que concluyeron que hay un goce femenino solo accesible a través del cuerpo que es enigmático ya que, aunque las mujeres lo experimentan, es inabordable por el lenguaje. Un tema de gran importancia en el personaje que nos ocupa es que el cuerpo de Eva parece ser un cuerpo histérico en la medida de que, al no tener un deseo propio, se apodera de los deseos del Otro. Por tanto, trabajar sobre el cuerpo de Eva supone trabajar sobre su inconsciente y sobre los deseos de los otros: Perón, las masas, el peronismo o las mujeres. El texto de Alcoba, operando sobre el sistema Evita, sigue trabajando con el cuerpo de Eva retomando algunas preocupaciones clásicas en los textos que abordan su figura. Uno de estos temas es la blancura de su piel; una transparencia que en muchos casos se asocia a la enfermedad. En opinión de Soria (2005) y de Susti González (2007) esta característica tiene gran resonancia en la hagiografía, es decir, dentro de los eventos propios de la vida de los santos. La relación de

Eva

con

el

trabajo

y

con 53

los

alimentos

parece

ser

profundamente masoquista. El goce parece encontrarse en una conducta ascética, deslibinizadora. Estos actos, sumados a la transparencia de la piel, suelen aparecer como rasgos definitorios de un estadio espiritualizado, en camino a la santidad: “Lo único que me quedaba era la piel sobre los huesos. Ya no se podía hablar de blancura: me había vuelto diáfana, transparente, mi piel era apenas un abrigo fino puesto sobre mis órganos enfermos. Un abrigo muy fino” (Alcoba, 2010: 19-20). Y, más adelante, cuando los que la rodean intentan ocultarle que baja de peso trabando la balanza, Evita reflexiona sobre su cuerpo mermado utilizándola sintomática noción de desaparición, significado que preanuncia el destino de su cuerpo y el de miles de cuerpos en Argentina: “Pero, ¿cómo habría podido yo no sentir este cuerpo que se desmoronaba? Partes enteras de mí ya habían desaparecido y continuaban desapareciendo” (Alcoba, 2010: 39). La figura de la bella muerta, que Alcoba utiliza para hablar de la muerte en vida que supone la desfiguración para Ava, aparece con fuerza arrolladora en el caso de Eva. Eva Perón, que había logrado significar su cuerpo mediante el uso de su voz, queda al ser momificada atada a su corporalidad. Su cadáver embalsamado la torna eternamente bella, y por tanto, susceptible de ser utilizada de forma independiente del habla. El cuerpo, desvinculado del habla

y

de sus

intencionalidades, aparece

entonces

como

disponible para que le sean añadidos diferentes discursos. De esta manera, se ve cuestionado el propósito de tornar a Eva un monumento del peronismo evitando la natural descomposición del 54

cuerpo, así como el acto de Perón de abandonar el cadáver a su suerte en Buenos Aires mientras partía al exilio. El doctor Ara, desolado, contempla como los militares sustraen el cuerpo y coloca sobre el féretro un ramillete de flores blancas. Así retorna el motivo de las flores y el jardín, de la perpetuación del cuerpo o su natural descomposición bajo tierra: Tal vez habrías podido tenerme con vos cuando te derrocaron. Soy tan liviana. Al Español le bastaba con una mano y era mucho menos robusto que vos, corazón. En tu periplo, habrías podido encontrarme un lugar digno de los cuidados del doctor Ara. Me habías prometido el monumento más hermoso, pero me habría contentado con un rinconcito en una capilla. Con un pedacito de parque. Qué sé yo, con un jardín. (Alcoba, 2010: 159) Jardín blanco es una novela que aparece construida a partir de la idea de desplazamiento y exilio de los cuerpos. Carmina deja la casa materna –y en el final de la novela la casa de su hermana, su ciudad y España– porque el embarazo de una madre soltera resulta imposible en el lugar y la cultura en la que está inmersa. Perón debe exiliarse cuando el golpe de Estado lo derroca, iniciando un periplo por Paraguay, Panamá, República Dominicana y España. El cadáver de Eva es sustraído por los militares de la CGT y deambula por los más extraños sitios hasta acabar en una tumba anónima en Italia. Por último, Ava deja la farándula americana acosada por sus propios escándalos para trasladarse a España en busca de una paz que no encuentra. Al respecto reflexiona: 55

Cambiar de lugar para cambiar de vida sólo es una ilusión, sé desde hace tiempo que eso nunca funciona, una tiene la impresión de haber dejado todas las penas en el lugar del que se ha ido, pero cuando se está en otra parte es lo mismo, en otra parte es de golpe aquí y créeme, poco importa que para escapar una haya elegido la acera de enfrente o una isla lejana. (Alcoba, 2010: 10) En este pasaje parece haber una fuerte asociación entre Ava Gardner y la propia Alcoba: de todos los personajes es el único que puede decidir dónde estar. No obstante, esa libertad aparece como un peso o un escollo. De la misma manera, la propia Alcoba parece estar presente en las reflexiones de Ava sobre la traducción: ¿por qué no habría de leer Shakespeare en español? Shakespeare me da mucho menos miedo en español, en inglés no me habría animado a aventurarme, una muchacha del Sur, como yo no lee a Shakespeare en el original, pero en una lengua extranjera es distinto, de inmediato resulta mucho menos intimidante. (Alcoba, 2010: 79) De la misma forma, para Alcoba parece ser menos intimidante escribir sobre la traumática realidad argentina en francés, y que otro –Jorge Fondebrider (2006) en este caso– restituya esa experiencia al castellano. De la misma manera que Andrea le narra a Perón la trayectoria del I Ching, traducido del chino al alemán, del alemán al chino, y nuevamente al alemán como forma de recuperar sentidos perdidos, las novelas de Alcoba – 56

basadas en personajes propios de la realidad argentina– son escritas en francés y traducidas al castellano en un proceso de restitución de la lengua.

5. A modo de conclusión A pesar de las diferencias de tema, género y estilo, La casa de los conejos y Jardín blanco se encuentran atravesadas por la experiencia del desplazamiento, la trabajosa construcción de la identidad y el problema que supone la libertad de radicarse donde uno desee si se está sometido a unas raíces duales. La experiencia del exilio supone para Alcoba una vivencia definitoria que marca su escritura desde la propia lengua, generando un estilo fragmentario y determinando la elección de temas que resultan constitutivos de la propia identidad. Así como para muchos autores en el exilio la escritura resulta una forma de darse un suelo propio, de regresar a un pasado hecho presente, para una segunda generación de exiliados la escritura aparece como la forma de dibujar la propia identidad, un territorio que es más un sitio de la imaginación, de los recuerdos borrosos, que un espacio real de retorno. En La casa de los conejos Alcoba realiza un trabajo con la memoria para recuperar sus propios recuerdos y construir su identidad fragmentada; en Jardín blanco continúa trabajando la temática del exilio reconstruyendo el itinerario de aquellos personajes –el cuerpo errante de Eva, Perón proscrito– que 57

resultaron definitorios en los avatares de su propia vida por la militancia de sus padres. Estos eventos resultan constitutivos para la autora por la prisión de su padre, la permanencia en una casa operativa, el terror y el exilio; pero se tornan significativos también de las vivencias de toda una generación que al haberse educado bajo la dictadura lleva en sí las huellas del silencio y el terror.

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Exilios, revolución e identidad: la autobiografía de Richard Krebs10

Carlos Fernando Hudson

La noche quedó atrás... pero me envuelve, Negra como un abismo entre ambos polos; Doy gracias a los dioses, cualesquiera sean, Por mi espíritu indómito. William Henley Entramos en nuestra patria como refugiados del extranjero. A los mayores de nosotros, Alemania nos pareció, realmente, un país extraño. Jan Valtin

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Este trabajo es una nueva versión corregida y ampliada del texto “Notas sobre la autobiografía de Jan Valtin”, escrito en el marco del seminario de posgrado “Memorias autobiográficas en tiempos de utopías revolucionarias", dictado por la Dra. Bettina Favero y la Mgter. Elisa Pastoriza, durante 2011, a quienes agradezco sus comentarios y observaciones. 61

Resumen El propósito de este trabajo es indagar en la construcción de la identidad en la novela autobiográfica de Jan Valtin (Richard Krebs). El exilio en sentido geográfico, político e identitario es el fundamento de esta construcción. Palabras clave: Jan Valtin – Partido Comunista – Autobiografía – Identidad – Exilio.

Abstract The present study analyses the autobiographical text “Out of the night”, by Jan Valtin (Richard Krebs), in order to articulate some concepts related to the issue of identity, exile and ideological manifestation (Communism). Keywords: Jan Valtin – Communist Party – Autobiography – Identity – Exile.

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1. La identidad como un no lugar: entre el vagabundeo y el lumpenaje La noche quedó atrás (Out of the night, de 1941), publicada bajo el seudónimo de Jan Valtin por Richard Julius Hermann Krebs (Maguncia, 1904 – Betterton, 1951), es un texto autobiográfico escrito durante el obligado exilio de su autor en los Estados Unidos, sucesivamente militante comunista, espía soviético, doble agente durante la segunda guerra y, finalmente, renegado de todo ello, perseguido, acosado. Con semejante peripecia, el libro se transforma en un relato de aventuras y su protagonista en un nuevo personaje picaresco: así como Lázaro llega a la “cumbre de su buena fortuna” cerrando los ojos a las evidencias que podrían enseñarle la infelicidad, Jan Valtin escribe un texto de sus acciones pasadas autojustificando cada paso dado y otorgándole, desde luego, un sentido político y personal. La comparación puede, todavía, ir un poco más allá. Valtin iniciará su relato contando el nacimiento, la soledad de la madre, como una micro aventura en torno al Rin: Soy alemán de nacimiento. Sin embargo, mis años de juventud han transcurridos en puntos tan distantes entre sí como el Rin y en Yang- tse-Kiang. (…) Cierto día, en 1904, hallándose mi madre en el camino de Génova a Rotterdam, para reunirse con su esposo, que regresaba de un viaje por alta mar, sitió que había llegado su hora grave. Interrumpió, pues, su viaje, para dirigirse a la casa de unos conocidos en una pequeña ciudad, cerca de Maguncia. Allí dio a luz a su 63

primer hijo. Y antes de que yo contara un mes, me llevó a bordo de un vapor que bajaba el Rin hacia Rotterdam. (Valtin, 1988: 9) Al igual que el pícaro renacentista, Valtin experimenta la trashumancia como su forma de vida y su experiencia identitaria. Así, no será “alemán”, como dice, más que por su nacimiento, e ignorará la apropiación de un ideario nacional, lo que será, doblemente, su valor y su invalidez. El padre tenía devoción por su tierra natal, más allá de los viajes, “una devoción de la que no he podido participar” (Valtin, 1988: 9). Una infancia trashumante, nómade, cuyas consecuencias son, primero el dominio de los idiomas extraños y diversos (chino, malayo, sueco, inglés, italiano, y “algo de esa jerga indomable del pidgin-English, es decir, del inglés que suelen halar los coolies, chinos radicados en los puertos” (Valtin, 1988: 10). El otro resultado fue el sentirse débil frente a los arraigados y dice: “Mi desquite fue observar con desprecio de muchacho las sanas manifestaciones de los nacionalistas”. De alguna manera, dos son los términos dentro de los cuales se consolidad esta subjetividad. El primero, dado por sí mismo, definirá su calidad: ansias de wunderlust, la inclinación (cumplida) de vagabundear por el mundo cuya correspondencia con la literatura se manifiesta tanto en la presentación del autor como fervoroso lector (lee libros de exploradores y aventuras) como en la tensión estilística de todo este libro, que lo convierte en autor. El segundo, una marca, una cicatriz, otorgado por los otros: lumpenhund. Perro sarnoso para la burguesía colonial inglesa que domina los colegios en los que recala. Un lumpen, sin nación, sin 64

clase, cuyo lugar en el mundo será, sin duda el exilio político, geográfico e identitario.11 Esta huella permanecerá en el hecho mismo de que por decisión propia, Krebs se transformara en Valtin (y en tantos otros alias que permanecen innominados): un seudónimo que esconderá el nombre, que pondrá en situación de exilio interno a la propia identidad y que, en cierta medida, constituirá la impostación como su estrategia egótica central. La distancia que impone el tiempo y el espacio pone en perspectiva los hechos transcurridos y esto le permite recomponer la historia y completar un itinerario que se presenta claro, ordenado y pensado. La racionalidad de este ordenamiento se debe, precisamente, a la composición en la distancia tempoespacial que hace, por otra parte, se pongan de manifiesto ciertas fisuras. Para utilizar la fructífera imagen de Marc Augé (2003), el relato hace emerger a la subjetividad autobiográfica en calidad de ruina preservada de un pasado que, como lo dice el título, quedó atrás. Precisamente, el presente y la situación concreta del exilio definitivo no son narrados. Valtin publica en 1941, ya en Estados Unidos, un texto que se detiene a las puertas de la “nueva vida”, de la que no pretende dejar huellas. No obstante, la narración está construida en el desplazamiento continuo, de modo que puede

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Antes de sus primeros diez años Valtin ha recorrido buena parte de los puertos por los que su padre trabajó. Así, van cambiando los lugares de nacimiento de sus hermanos: Hong Kong, Suez, Colombo, a bordo de un vapor, Singapur. También, los colegios por los que pasa, que incluyen unos meses en un colegio alemán en Buenos Aires. 65

advertirse la configuración de una subjetividad en constante movimiento.12 El propósito de este trabajo es presentar el texto de Valtin en tanto relato autobiográfico y dar cuenta del carácter de revolucionario que el yo de esta novela autobiográfica intenta construir. En este sentido, cabe señalar que el acontecer del exilio es la marca fundacional para establecer dicha construcción.

2. El texto y su peripecia El texto consta de tres partes subdivididas a su vez en un total de 43 capítulos, a lo que se suma un breve apéndice con información sobre algunos de los personajes que aparecen en el relato.13 Se presenta como un relato autobiográfico centrado en la experiencia política del autor como militante y agitador del Partido Comunista Alemán para el Komintern, hasta su alejamiento de la causa comunista y la estructura del partido. Aun con el uso de un seudónimo, se cumplen en el texto las premisas que ha determinado Philippe Lejeune para definir el pacto autobiográfico: 12

La nómina de ciudades, países y barrios es amplísima, y tiene una consecuencia interesante: pareciera que, para Valtin, los lugares se incorporan a un mapa personal en el que no hay un centro y, por extensión, tampoco el margen o el exotismo. Los países de América del Sur, los de Asia, la cambiante Europa, los Estados Unidos “van y vienen” en la medida del personaje y cobran relevancia al paso de éste, y no al revés, como solemos sentir quienes estamos más o menos quietos. 13 Nos referimos a la décima edición en castellano de Editorial Claridad (1988). El apéndice fue elaborado por el hijo del autor. 66

una narración retrospectiva donde hay identidad entre autor (nombre de portada), narrador y personaje principal, y cuyo énfasis está puesto en su vida individual y la historia de su personalidad (Lejeune, 1991). Por otro lado, siguiendo las clasificaciones que presenta Laguna González (2005), nos encontramos frente a un relato que, aunque resulte indudable su contenido polémico, no es otra modalidad sino la autobiográfica, para cuya explicación esta autora toma los elementos provistos por el mismo Lejeune (2005). El período que abarca el relato cubre desde 1904, año del nacimiento del autor, hasta 1938, cuando se produce su alejamiento de la actividad comunista. La narración se plantea en un sentido cronológico lineal con algunos saltos temporales que no inciden en esa estructura; de esta manera, la experiencia vital del narrador se amalgama con los marcos sociales en los que se desarrolla y podemos diferenciar claramente el hilo del relato personal de las digresiones aclaratorias o ilustrativas que aparecen. La unidad de sentido está dada, entonces, por el relato de la participación del autor como militante y cobra relevancia por cuanto es una forma de justificar un presente determinado a la luz de un pasado, tal como indica Gusdorf: “El privilegio de la autobiografía consiste, por lo tanto, a fin de cuentas, en que nos muestra no las etapas de un desarrollo, cuyo inventario es tarea del historiador, sino el esfuerzo de un creador para dotar de sentido su propia leyenda” (Gusdorf, 1991). Vemos, por cierto, ese trabajo constructivo en Valtin. Es, a veces, un militante que acepta, como subalterno, órdenes con las que no comulga y otras, un estratega arriesgado y superviviente: 67

-Esperen nuevas instrucciones en sus camarotes –nos dijeron. Un minuto después un compañero me contaba que había oído decir al guardia en el pasillo que los funcionarios habían llegado a bordo para “arrestar a una pareja de extranjeros indeseables”. Entonces, volé al camarote del camarada B. donde entré maldiciendo: -Tenemos que desaparecer. Combinamos el punto donde nos reuniríamos en tierra y nos separamos. Oímos una voz a través de la escalera de cámara gritando nuestros nombres. Corrí a través del entrepuente hacia una puerta ubicada en el centro del barco, usada en el mar para arrojar por ella los desperdicios de la cocina. (…) Me deslicé a través de la puerta (…) me dejé caer en una de estas correderas. La superficie estaba pegajosa y llena de patos marinos. Me arrastré a lo largo de las correderas, escabulléndome tras una columna de agua (…), hasta que alcancé la popa del barco. Allí había una escalera de hierro (…). Subí corriendo y desaparecí (…). Me uní con el camarada B. en el puerto de un adivino, en el distrito de diversiones de Long Beach, distante un par de millas de los muelles del Pacífico. (Valtin, 1988: 126-127) De escenas como ésta se halla plagado el libro, escenas en las que los motes son una constante (alemán, el ruso, extranjero, etcétera) y en las que el ritmo de una acción global expresada en sus múltiples acciones componenciales (Volé. Corrí. Me deslicé, me dejé caer, me arrastré, etcétera) es del dominio de la identidad (ágil, atrevida, rápida, valerosa) y, a la vez, de la potencia

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ficcional del relato –increíblemente, Valtin, no es sólo el aventurero: es, desde luego un escritor nada ingenuo. Por otra parte, el militante adulto será labrado en las primeras etapas de la vida. La “ilusión biográfica”, como quería Pierre Bourdieu (1997), es forjada ya desde los primeros dos capítulos en los que Valtin narra la infancia. Esta construcción retrospectiva señala que la personalidad no irá disociada de su contexto epocal y político: su narrador da cuenta de las circunstancias en las que su identidad emerge y, en este sentido, sujeto y política se vinculan estrechamente desde el inicio. Como en un viaje por el tiempo, el relato exhibe los rasgos de la Alemania imperial, las penurias de Bremen durante la Alemania en la Primera Guerra Mundial y la efervescencia de la Revolución, para la que, entonces adolescente de catorce años, ya se ha enrolado entre los Jóvenes Espartaquistas. La relación entre los alemanes establecidos en ultramar –donde se reproducen con mayor nivel de intolerancia las diferencias de clase de la metrópoli-, la que establecían con los nativos de los lugares donde estaban, la identidad política de su padre y sus propias percepciones sobre la política y sociedad durante su infancia, sus vivencias de niño entre la guerra, la pobreza y el hambre, son factores determinantes, en el relato, de la exposición de esa identidad marcada a fuego por las distintas expulsiones vividas: Yo llevaba trajes de papel, mis zapatos estaban hechos de madera, en el verano iba descalzo, y nuestra comida principal consistía en nabos y pan inferior; raras veces teníamos algunas papas, y la carne de 69

caballo era un verdadero lujo. (…) En esos años aprendimos lo que significa tener hambre, y en invierno pasar un frío atroz, sin un pedazo de carbón. Los muchachos, como una manada de lobos, merodeábamos por todos los rincones de las chacras y de los depósitos del ejército, robando leña, papas y conservas; en las cercanías de las fábricas y de las líneas férreas, limpiábamos las calles de los preciosos pedazos de carbón. Repetidamente fui atrapado por algún guardabosque o gendarme ya entrado en años. Puesto que no vi nada de malo en cometer esos “robos”, llegué a considerar a todo el que tuviese un signo de autoridad como a un enemigo declarado. (Valtin, 1988: 12)14 Estas primeras experiencias serán el correlato de su posterior inserción en el mundo de la militancia en un país convulsionado por la revolución. Es en pleno marco revolucionario cuando el padre del narrador muere y la socialdemocracia en el gobierno pone freno a los sectores revolucionarios más radicalizados, reprimiendo a los espartaquistas. En el cruce de esos dramas, el personal y el colectivo, Valtin se aleja del hogar materno y emprende la 14

Veinte años después la situación no es mejor para los alemanes pobres. El “pan inferior” de Valtin bien puede parecérsele a lo que Klaus Kinski, en otro texto autobiográfico apasionante, llama warshauer: “están hechos de pedazos, a menudo quemados, de bizcocho, de las migas que se desprenden del pan y las pastas, y de lo que los panaderos recogen al barrer el suelo y limpiar el mostrador. Hacen una masa con todo ello y la meten de nuevo en el horno para que tome consistencia. Un warshauer como es debido, que tiene el tamaño de un pan de molde y que debe comerse con cuidado para no tragarse pelos de escoba, astillas de madera o metal, jirones de papel o incluso cristales, cuesta unos 20 pfennigs.” (Kinski, 2006: 31). 70

búsqueda de una vida de marinero. Con quince años de edad, y en un país en permanente zozobra, el narrador se familiariza con la soledad, el hambre y la violencia.15 Entre un ritmo propio de una novela de aventuras, el trayecto individual nos permite percibir con intensidad los climas por los que va transitando el héroe del relato. Cuando se hace a la mar, la tripulación del barco resulta reflejar el ambiente de Bremen o Hamburgo revolucionarias: el motín y la deserción son tan comunes como los polizones; la ebriedad se pavonea entre la tripulación y la vida carece de algún valor superior al capricho. El mismo narrador valora al suyo como un país enfermo, y eso le resulta más evidente cuando hace el contraste entre esa sociedad en descomposición y la sudamericana, inmerso en la cual puede sentir la libertad que no había podido conocer en Alemania. Ese contraste está en la base de la encrucijada que se le presenta a Valtin a su vuelta: puede tener una vida más liviana en un país joven y lejano, o decidirse a hacer la revolución socialista en su patria. Esta última es la opción que toma: Estaba en camino de hacerme un revolucionario profesional (…) el corazón del Comintern y de los partidos afiliados debía consistir en una organización interna manejada por hombres y mujeres cuyo solo y único fin en su vida era trabajar para la revolución… Tenía conciencia de mi clase, pues eso era ya una tradición familiar. Estaba orgulloso de ser un obrero y 15

Para ver las características de algunas formas de la vida social y política de Alemania durante el período es interesante el texto de Peter Fritzche, De alemanes a nazis 1914-1933 (2009). 71

despreciaba a la burguesía. Mi actitud frente a la respetabilidad convencional era más bien burlona. Tenía un sentido de la justicia, agudo pero unilateral, lo que me impulsaba a un odio loco contra los que yo creía responsables de los sufrimientos y la opresión de las masas. (Valtin, 1988: 45)

3. Un revolucionario profesional Al momento de enrolarse en el Partido Comunista Alemán, Valtin cuenta con 19 años de edad y es designado a cargo de la propaganda y el activismo en la sección marítima, a bordo de todos los barcos de la línea Hamburgo-América. A partir de allí, la jerarquía del personaje dentro del Komintern será creciente hasta llegar a estar a cargo de toda la Sección Marítima y convertirse en un cuadro idóneo para diversas tareas en todo el mundo, por su obediencia, facilidad para los idiomas y versatilidad. Mientras su situación en el partido se va consolidando, Valtin va conociendo y dominando con más detalle los mecanismos de funcionamiento de esa estructura, elementos que pasan a ser introducidos en el relato: Trabajando silenciosa y eficazmente en la sombra del poderoso edificio comunista estaba la subterránea G.P.U. del partido alemán. Sus divisiones incluían en “Apparat S” para el espionaje; el “Apparat M” para la penetración comunista en el ejército y la armada; el “Apparat P” para la destrucción de la moral de la policía; el “Apparat BB” para el espionaje industrial a 72

favor de la Unión Soviética; existían también los “Parteischutzgruppen”, es decir, los cuerpos armados del partido; el “Appart N” para pasaportes, censura partidaria, servicio de correos y comunicaciones; y los distintos “Apparat” para el contraespionaje y destrucción del partido social-demócrata, del centro católico, del partido monárquico, y para los trabajos dentro de las formaciones militares del movimiento nazi. Cada departamento del partido y cada organización auxiliar eran dirigidos por un emisario especial de Moscú, investido de poderes dictatoriales extraordinarios. (Valtin, 1988: 191) De alguna manera, la explicitación de los mecanismos de esa estructura es una acción preparatoria en los tiempos de lectura del relato. A partir de allí, todo lo autobiográfico conduce a la construcción de la justificación final y se convierte, en el proceso, en un discurso político, muchas veces enmascarado. Podríamos preguntarnos en este punto, quién es el lector ideal de este relato. Eliseo Verón, al referirse a los posibles destinatarios del discurso político, incluye a aquellos que no tienen opinión, a los que, de alguna manera, es posible persuadir. Aquí, Valtin se esfuerza por convencer a más de un posible lector, entre otros, al lector de partido (comunista o contrario) y a ese lector sin opinión formada. El caso es que la historia que nos ocupa tiene un sentido político y polémico claramente definido y que se revela en la última página del libro: rechazar las acusaciones de espía nazi y enemigo del comunismo que se difunden en la prensa partidaria después de su

73

fuga.16 Si las descripciones presentan un tono aséptico y neutro, el objetivo es de doble denuncia: en la intencionalidad del autor, el lector comunista valorará los aportes de Valtin a la causa y asumirá como desviación de los burócratas del partido su acusación y consecuente alejamiento; el lector no comunista agradecerá la explicación del funcionamiento de una serie de mecanismos subterráneos y valorará como un gesto de maduración la fuga del narrador de la telaraña de delaciones, traiciones y amenazas en la que estaba atrapado; el lector ingenuo admirará el ritmo de aventura y los discretos gestos heroicos que aparecen en la 16

El campo discursivo de lo político implica enfrentamiento, es eminentemente polémico dado que supone la construcción de un adversario. Esto significa que todo acto de enunciación política indica necesariamente que existen otros actos de enunciación opuestos al propio y es réplica mientras anticipa una réplica. Todo discurso político está habitado por un otro negativo, pero también construye un otro positivo, con los que se relaciona. La relación con el otro negativo, el contradestinatario (en este caso los anteriores camaradas de Valtin, jerarcas del Komintern, que lo denuncian como doble agente y enemigo del comunismo), se da a través de la inversión de la creencia, o sea, lo que es verdad para el enunciador, es falso para el contradestinatario y a la inversa. Esta presencia del otro negativo no es otra cosa que la lectura destructiva, que caracteriza la posición del adversario. Por el contrario, el lazo que une al enunciador político con el otro positivo, es la creencia presupuesta, corresponde a la posición del que participa de las mismas ideas y adhiere a los mismos valores (en nuestro caso los militantes de base del comunismo); a este receptor se lo llama prodestinatario. Hay también un tercer tipo de destinatario: el paradestinatario, figura asociada a la suspensión de la creencia, al papel de los indecisos y sobre el cual recae la mayor fuerza persuasiva (para nuestro libro, los que no pertenecen al mundo comunista en general). En síntesis, el discurso político funciona como refuerzo para el prodestinatario, como polémica para el contradestinatario, y como persuasión para el paradestinatario (Verón, 1987). 74

narración; en cualquier caso, es parte de los propósitos del libro lograr la empatía del lector con el héroe del relato.

3.1. La construcción del héroe Se ven largamente las cavilaciones de Valtin al captar las distintas instancias de prueba a las que es sometido, y sin embargo cuando es él mismo el que somete a los demás a las mismas instancias de las que fue víctima, el discurso, sin llegar a ser autocomplaciente, es sucinto, desplazando la responsabilidad a la cadena de mando de la que es tan sólo un eslabón más. Ejemplo de estas cuestiones puede ser la falsa invitación a vender información al enemigo que recibe cuando pasa a tener responsabilidades que exceden el marco de Hamburgo: al denunciar a quien le hizo esa propuesta sus tribulaciones son recibidas con carcajadas. Pero no todos los escenarios de denuncia son un juego, y lo muestra el autor cuando se ve compelido a denunciar a alguien que admiraba por lealtad al partido: El que sepa quebrar el carácter y la independencia de un hombre, tendrá un soldado obediente. Esta era la nueva arma del Comintern. Mi deber como comunista era traicionar a mi profesor, a quien respetaba. ¿Sería, de aquí en adelante, la traición entre camaradas, el precio de la lealtad? (Valtin, 1988: 185)

75

También la traición entre camaradas puede ser aquí tomada como un costo más en el ascenso dentro de los niveles de la organización del Komintern, en pos de realiza un aporte mayor a la causa de la revolución. Los otros costos que paga Valtin van a representar muestras de lealtad cada vez más comprometidas. La contradicción entre las misiones que se le destinan y los gustos del héroe se resuelven, por lo general, con el cumplimiento del deber. Son dos las excepciones graves que hace Valtin a la regla de obediencia

dentro

del

partido;

la

primera

lo

posiciona

favorablemente, la segunda sella su salida de la esfera del bolchevismo. En ambos casos se presenta una disyuntiva moral entre la lógica partidaria y la propia del autor. Mientras que el partido sostiene que no hay nada que no pueda hacer un bolchevique, nuestro personaje considera que no es bueno para cometer un asesinato a sangre fría; lo considera un acto de terrorismo y, deliberadamente, falla. Tres años en la prisión norteamericana de San Quintín le dan tiempo para estudiar y le brindan el aura heroica de quien cayó en manos del enemigo pero resistió sin delatar a nadie y manteniendo intacta su lealtad, de modo que al volver a Europa ha consolidado su buena imagen y ha concluido su etapa formativa. Ahora se ha vuelto un cuadro intermedio del partido; es tan claro este corte que es determinante en la estructura del relato. Decíamos que el libro consta de tres partes: la primera de ellas abarca la infancia del autor y aquello que considera su etapa iniciática como activista, la segunda parte narra su crecimiento como cuadro dentro y fuera de las fronteras de la Alemania de 76

Weimar hasta que otra vez la combinación de drama personal y social se combinan: recibe la noticia de la muerte de su madre junto con la del ascenso de Hitler a Canciller del Reich. Para ese momento es un funcionario de jerarquía en el Partido Comunista Alemán que había crecido por ser el único capitán de barco formado en academia y al servicio del partido, por su eficiencia y pulcritud en misiones entre distintos países de mundo y sobre todo en la lucha doméstica contra los enemigos del partido: coincidiendo con los nazis contra los socialistas y, sin socialdemócratas en el horizonte, desbaratando mítines nacionalsocialistas. La tercera parte del libro narra la última etapa de la participación de Valtin como dirigente comunista en el fangoso terreno de una Europa convulsionada y una Alemania gobernada por los nazis, hasta que es capturado y torturado; describe la red comunista de espionaje dentro de la cárcel y hasta cumple con órdenes del partido de convencer a sus enemigos de su conversión hasta volverse un agente doble. Están presentes en la narración, entonces, las tensiones disciplinarias del personaje, esto es, algunos reparos que pone Valtin y que permanentemente lo somete a acusaciones de desviación pequeñoburguesa.17 El tema donde más se palpa ese

17

Dentro y fuera del partido, la marca de las miradas totalitarias es de esta condición: la identidad perfecta es la de la lealtad absoluta y la identificación del ser y sus opiniones con las reglas propuestas en esa visión. Esta experiencia relatada por Valtin va más allá, entonces, de su situación propia. El texto publicado en 1948 por George Orwell así lo pone de manifiesto; 1984 es la novela en la que cualquier ciudadano de un estado totalitario podría sentir expresada su experiencia. 77

conflicto es en la relación entre el protagonista, su mujer y el partido, que será lo que finalmente lo lleve al conflicto final con la organización comunista. Firelei es

el nombre con que el

protagonista bautiza a la joven alemana estudiante de bellas artes que conoce en Amberes y de la cual se enamora. El relato no llega a ser amoroso en términos canónicos. Con un tono tan aséptico como el que emplea para otras descripciones o historias, el narrador, con muy pocos tintes de sentimentalismo, describe su romance con Firelei y las alternativas de su convivencia. Pese a que ella no es una comunista convencida, por las presiones de la organización, su ahora esposo la afilia y la convierte en una militante del partido. En las mejores situaciones ella dibujará afiches propagandísticos antinazis; pero la mayoría del tiempo pasará de un lugar a otro huyendo o cumpliendo con directivas del partido, debiendo permanecer lejos de su compañero y hasta del hijo que juntos han tenido. Sólo cuando Valtin logra, siguiendo directivas del partido, convertirse en un espía nazi (doble agente) ella podrá pasar una temporada con su hijo, pero esta vez vigilada por los nazis como garantía de la conducta del nuevo agente de los nazis en la estructura comunista. Este último será el conflicto final de nuestro personaje con el Partido Comunista: la exigencia de buscar la liberación de Firelei lleva las tensiones al límite. Valtin es apresado por sus camaradas y su fuga lo volverá blanco de la persecución de comunistas y nazis por igual. La aparición de su nombre y foto en la prensa comunista de todos los países denunciado como agente doble del nazismo y traidor a la causa comunista resulta, en definitiva, el móvil 78

principal de la publicación del libro. La forma que Richard Krebs encuentra de proteger su vida frente al riesgo de que cualquier comunista lo asesine en cualquier lugar del mundo es contar su historia con abundancia de detalles.

4. Traidor y héroe El cautivante ritmo de la historia y la narración ha convertido La noche quedó atrás en un libro sumamente exitoso, en primerísimo lugar por su forma de construir el relato, las historias y los personajes, todos ellos posesos de la excepcionalidad, y también, por las posibilidades únicas que da al lector de bucear en un universo poco frecuente para la mayoría. Un ejemplo de la pasión que La noche quedó atrás ha generado es el testimonio de Mario Vargas Llosa, presente en su autobiografía El pez en el agua, de 1993, texto también curiosamente “utilitario”, en el que el autor peruano intenta justificar y racionalizar su candidatura a la presidencia del Perú, en los noventa: Entre los libros del tío Lucho encontré una autobiografía, publicada por la editorial Diana, de México, que me tuvo desvelado muchas noches y que me produjo un sacudón político: La noche quedó atrás, de Jan Valtin. Su autor había sido un comunista alemán, en tiempos del nazismo, y su autobiografía, llena de episodios de militancia clandestina, de sacrificadas peripecias revolucionarias y de atroces abusos fue, para mí, un detonante, algo que me hizo 79

pensar por primera vez, con cierto detenimiento, en la justicia, en la acción política, en la revolución. Aunque, al final del libro, Valtin criticaba mucho al partido comunista, que sacrificó a su mujer y actuó con él de manera cínica, recuerdo haber terminado la lectura sintiendo gran admiración por esos santos laicos que, a pesar del riesgo de ser torturados, decapitados o de pasarse la vida en las mazmorras nazis, dedicaban su vida a luchar por el socialismo. (Vargas Llosa, 1993: 100) Estamos ante un héroe que es a la vez traidor: alguien que ha hecho todo por consolidar una identidad precisa –la de militante del partido– termina desenmascarando múltiples zonas en las que su yo fue otro. En este sentido, vemos a una subjetividad marcada por distintos exilios y no es el menor éste, el de la consolidación de una identidad en perpetuo peligro de evanescencia. En este contexto, accedemos a captar la lógica del personaje y entender sus explicaciones. Cuando nos ubicamos en ese rol podemos, de una forma particular, percibir la entrega a una causa sin tomarla como una alienación, sino como una operación racional y emocional perfectamente equilibrada; seguramente, algunos sacrificios que hace Valtin puedan parecernos excesivos o aberrantes –al fin y al cabo la causa lo alejó de madre, mujer e hijo–, pero despojados de una lectura moral podemos meternos en el mundo del Komintern y la GPU y sentir cómo la revolución mundial y la solidaridad proletaria, empujadas por las intrigas y los burócratas, se nos escapan como agua entre los dedos.

80

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Figuraciones del exilio en la obra de Camilo Blajaquis Lucía Soledad Gandolfi

Resumen Este artículo trabaja las figuraciones del exilio y la sintaxis espacial que se articulan en La venganza del cordero atado, el libro que publica Camilo Blajaquis meses después de salir de prisión. Camilo Blajaquis es un seudónimo, es un joven de Villa Carlos Gardel, del distrito de Morón. De los dieciséis a los veinte años estuvo preso en distintos institutos penitenciarios, hasta que salió en el 2010. Durante ese tiempo creó la revista ¿Todo piola?, que empezó como una fotocopia de circulación clandestina y que en la actualidad se edita regularmente y en entregas temáticas. Escribió, además, los poemas que conformarían su primer libro, sobre el que se referirá el presente artículo. El segundo, titulado Crónica de una libertad condicional, fue presentado en la Biblioteca Nacional el veintidós de noviembre del 2011. Palabras clave: Exilio – sintaxis espacial.

82

Abstract This article deals with the exile’ images and space syntaxes that appear in La venganza del cordero atado, the book published by Camilo Blajaquis months after he got out of jail. Camilo Blajaquis is a pseudonym, he is a young man from Villa Carlos Gardel, located in Morón’s district. From sixteen to twenty years old he was imprisoned in different penitentiaries, until he was released at 2010. During that time he created a magazine called ¿Todo piola?, which started as a photocopy in the underground circuit and today is edited on a regular bases in thematic editions. Besides, he wrote the series of poems that would integrate his first book, which this article refers to. His second book, entitled Crónica de una libertad condicional, has been launched at the National Library on November 22nd, 2011. Keywords: Exile – Space syntaxes.

Para un hombre que ha dejado de tener una patria, el escribir se convierte en un lugar para vivir. Theodor Adorno (1951: 87)

83

Nuestra historia posee una íntima relación con el exilio y, así también, nuestra literatura. Sarmiento funda su representación con la tragicómica escena que inaugura el Facundo. A pesar de su demostrada inexactitud histórica (Peña, 1907), hay que admitir que la estrategia literaria es impecable: exhibe la distancia que impone el exilio con una arrogancia que define futuras imágenes y se condensa en un gesto por demás significativo, de quien al abandonar la patria abandona también la lengua materna. La postura se repite, incluso, con un sentido inverso, como en los descamisados de Eva o, actualmente, en los autodenominados N.D.M.: Somos la barbarie, en detrimento de la civilización. Somos los cabecitas, los grasitas, los de las patas en la fuente, los que quemamos el parqué. Somos los Negros de Mierda, porque el insulto y el desprecio del enemigo es para nosotros un motivo de orgullo. (Las cursivas son mías) Después de todo, “no hay peor cárcel que la mirada del otro” (Blajaquis, 2011: 15), sonríe Camilo Blajaquis. Blajaquis vive en la Villa Carlos Gardel, de Morón, en el conurbano bonaerense. Tiene poco más de veinte años, cuatro de los cuales los pasó en distintos institutos penitenciarios. Es allí donde un docente, que más tarde fue amigo, lo puso en contacto con los libros, con un universo que hasta entonces le había sido vedado. A partir de ese encuentro Camilo Blajaquis vive un cambio que se manifiesta en la elección de un nombre nuevo, de una identidad que se amplía: Camilo en

84

alusión a Camilo Cienfuegos, el compañero revolucionario del Che, y Blajaquis en honor a uno de los militantes sindicales que retrata Walsh en ¿Quién mató a Rosendo? Me parece pertinente este gesto no tanto por las coordenadas ideológicas que expresa que, al fin y al cabo, podrían tratarse de una impostura, sino porque prefigura una relación extraordinariamente fluida con el lenguaje. Durante el tiempo que Blajaquis se encontró en el Instituto de menores creó la revista ¿Todo piola?, que empezó como una fotocopia de circulación

clandestina

y

que

en

la

actualidad

se

edita

bimestralmente y en entregas temáticas, que reúnen los aportes de otros jóvenes de distintos barrios e inclusive de aquellos privados de libertad. Escribió, además, los poemas que al salir conformarían su primer libro titulado La venganza del cordero atado. El segundo, Crónica de una libertad condicional, fue presentado el veintidós de noviembre del 2011 en la Biblioteca Nacional. A algunos les gusta leer este trayecto como un relato de redención moral, “de pibe chorro a poeta” parece ser el titular preferido, tal como lo expresa el prólogo de Luis Mattini (en Blajaquis, 2011: 5). Sin embargo, lo que sorprende del caso no es tan sólo el vuelco que ha dado esta vida singular sino el hecho de que, habiendo pasado por casi todo el sistema escolar, nadie hasta ese momento se hubiera percatado de su potencia, siquiera de su sensibilidad. Estremece que haya tenido que llegar a la cárcel para salir a la luz, pero no se trata en absoluto de su regeneración, sino que fue allí recién donde alguien lo vio realmente, más allá de los parámetros con que ciertos sectores juzgan el valor de una vida:

85

ciertos habitus de clase, una cierta manera de mover las manos al hablar, de pronunciar las consonantes. Para Camilo Blajaquis, entonces, lo carcelario simboliza más, mucho más, que un lugar común, que un “modelo analógico” para hablar del encierro en términos de Deleuze (1991: 11). Para él es la experiencia de lo vivido, que se ha hecho cuerpo; de donde proviene, acaso, la potencia de su escritura. Si la retórica es –como esboza Barthes– un código de prescripciones morales destinadas a encauzar

las

desviaciones

del

lenguaje

pasional,

la

frase

pronunciada las trasciende, porque se trata ya no de una hipérbole sino de una imagen que nos golpea con toda la fuerza de una evidencia

empírica

y

conmueve

a

la

figura

convencional,

petrificada, investida ahora de poderosos sentidos: colores, música, hedor, tacto. Basta con entregarse a la lectura de su “Plegaria para la libertad”, donde la tópica del amor como prisión “donde deleitarse” (Blajaquis, 2011: 69) se repliega sobre sí misma, se extrema, se deshace y vuelve a crecer, más vívida ante nuestros ojos, para comprender a qué me refiero. Es por esta cualidad de su escritura, precisamente, que me parece valiosa la lectura de las figuraciones del exilio que en ella aparecen.

La “vida en un mundo aparte o así se vive apartado del mundo” En su poética del espacio, Bachelard define una “dialéctica de lo de dentro y de lo de fuera” (Bachelard, 2000: 251) donde las imágenes de la intimidad, delineadas por unos límites que nos 86

protegen, se oponen a las de un exterior hostil. Esta contraposición es la que traza las representaciones clásicas del exilio, a las que pertenecen, en apariencia, las notas de Blajaquis agrupadas bajo el título elocuente de “Villas: la vida en un mundo aparte o así se vive apartado del mundo” (49)18. Luego de una descripción minuciosa, atomizada, de este paisaje mental, Blajaquis vuelve sobre la idea que expresaba al principio y que lo resume todo: “Es la villa, es otro mundo, es vivir apartado” (50). Sin embargo, la significación tradicional del exilio implica una experiencia de desarraigo, mientras que estas líneas se explayan sobre lo que parece ser el espacio habitado desde la infancia, hasta de “posesión” –“mi barrio” (49)– en términos de Bachelard. La escritura trama una paradoja a partir de la cual es el espacio exterior –apartado– y conocido donde los límites actúan ya no como protección sino como “barreras” (Bachelard, 2000: 254) –“La avenida y su frontera que divide a la villa del mundo” (50)– que mantienen al sujeto “Encerrado en el exterior” al decir de Bachelard (Bachelard, 2000: 254). Frente al discurso del poder carcelario que impone el encierro como pago de una presunta deuda a la sociedad o como tecnología diseñada para reformar al individuo desviado de la normalidad –entendida esta como un cierto estado “natural” definido en base a una cientificidad vinculada a la medicina o a la psiquiatría o como sometimiento a un determinado cuerpo de normas garantizado por el aparato judicial–, el texto de Blajaquis 18

Los números de página que aparecen sin cita, entre paréntesis, responden em todos los casos a Blajaquis (2011). 87

denuncia, por un lado, la connivencia sutil del resto, o más bien del centro, del interior de esa sociedad: la “policía y sus cacerías” (49), los “extranjeros” (las cursivas son mías) “de la clase media que vienen a comprar droga y se van descalzos, sin plata, pero con la droga” (50). Pero, sobre todo, revela19 como, bajo el aspecto de desviación o exclusión, se opera, en el corazón mismo del sistema carcelario, un desplazamiento a través de inserciones cada vez más compactas de las cuales la prisión no es sino la continuación natural, un grado superior de esa trayectoria recorrida paso a paso20. Recorta un “Panorama de vida que siempre tiene olor a celda, a plomo, a trabajo en negro o en gris... o a traje de encargado de limpieza. / Es la villa, es otro mundo, es vivir apartado” (50).

19

El término revelación opera aquí en el sentido sartreano: el escritor obra de tal modo que nadie pueda ignorar lo narrado ni ante ello decirse inocente. El lector ya no puede contemplar lo relatado sin involucrarse, debe tomar partido, aprobar o censurar. El autor revela una situación para así poder cambiarla. 20 Prueba de ello es el hecho, sagazmente señalado por Foucault, de que “en una proporción considerable, la biografía de los condenados pase por todos esos mecanismos y establecimientos de los que fingimos creer que estaban destinados a evitar la prisión” (Foucault, 2002: 309). Vale destacar al respecto la presencia de un “Apéndice del autor”, donde Blajaquis nos conduce por un “Recorrido cronológico” a través de los varios institutos penitenciarios que transita hasta su retorno a la libertad. 88

“La realidad es que estoy preso, en una cárcel. Lo real es que soy libre demasiado libre” Esta dialéctica de lo de dentro y de lo de fuera que formula Bachelard podría traducirse fácilmente en voluntad de pertenecer o, mejor dicho, encajar, “ingresar en esa secta amurallada: de la sangre del oro” (87) donde habitan aquellos que Blajaquis llama con ironía “los decentes” y “los honestos” (78). Sin embargo, el anverso de la villa que asoma en los márgenes, vale decir, Buenos Aires, capital de la República, centro privilegiado por las élites y por la lírica nacional, figura en el poemario de Blajaquis apenas como una forma devaluada de la naturaleza: “un jardín sin aroma”, “un cielo sin sentido y con estrellas apagadas”, “Una flor sin luz, sin color, sin amante...” (78). El gesto, desmitificador de una ciudad idealizada, recuerda al de Lorca en Poeta en Nueva York, salvo por un detalle: el español parte de un origen que contrasta con la experiencia de la metrópoli –figuración clásica del exilio. Blajaquis, por el contrario, señala como el propio “hábitat”, la “Ciudad panóptica” (15) que impone sus límites sobre el resto del territorio, su “frontera” mal disimulada por una “avenida” (50), establece, a su vez, unas relaciones periféricas con el “primer mundo”21: “Ciudad de Buenos Aires, rincón de asfalto que te hace olvidar que es parte de un país llamado Argentina, ciudad sin

21

En otro poema, Blajaquis demuestra, con una lógica impecable, el “error” que “es creer en los rangos. /Que sólo pisando al resto uno puede elevarse”, ya que, finalmente, “¿Quién no se siente pisado?” (60). 89

identidad, ciudad esclava, un estado más de los Estados Unidos” (18; las cursivas son mías). “Ciudadanos que hablan en lenguaje de cajero automático” (18) o, lo que es lo mismo, en tránsito perpetuo por los no lugares enunciados por Augé, espacios sin identidad, destinados a lo provisional, a lo efímero, al pasaje: “un colectivo” (15), el “Ferrocarril” (19) y, en el caso de Blajaquis, el “Camión de traslados” (97), los “Buzones”22 (113), “el Juzgado” (115). Es decir, atrapados en un eterno presente, circunstancia propia de la globalización –o, en términos de Augé, de la sobremodernidad– que Blajaquis sintetiza bellamente: “Aunque el mundo es mas grande de lo que dicen/ percibo que nos achicaron el tiempo...” (19). En una “institución total” (Pérez Guadalupe, 2000) como es la cárcel esta cualidad se acentúa: “el tiempo se murió hace rato” declara Blajaquis (105). El tiempo, la propia vida se percibe como malograda, como un “hábito innecesario” (54), puede irse indistintamente en “miles de tardes robadas” (97) o en “mirar el techo todo un día entero” (66).

22

A pesar de la “benignidad” que impone la “reforma” (Foucault, 2002: 80) del XVIII al aparato punitivo, hasta el día de hoy nuestro sistema penitenciario continúa utilizando como forma de castigo una “celda (…) hermética”, donde “no penetran lo sonidos” y donde hace “Frío… mucho frío”, que se conoce como “Buzones” (113). Lo mismo ocurre, por citar otro ejemplo, con el “camión de los comparendos. Hay que ser ingenioso, capaz y decidido para crear un móvil donde se te torture tan fácilmente, sin golpes físicos ni gritos. Tan solo haciéndole los arreglos necesarios que tiene para que en invierno agonices de frío durante el viaje y para que en verano te ahogues de calor” (98). 90

La cosmología que configuran los no lugares impone una serie de imágenes –cuyo paradigma es la “publicidad” (40; 99)– por medio de las cuales interpela a los individuos y, a su vez, los asimila,

produce

una

experiencia

de

soledad

tanto

más

desconcertante en la medida en que evoca a millones de otros: …en el micro de traslados, se cruzaban distintos personajes. De diferentes barrios, pero con dolores en su alma similares en todos. Uno era de Dock Sud, otro de Lugano, otro de Fuerte apache, otro de La Boca, y así sucesivamente, pero en todos ellos, inclusive en mí, se reflejaba el hechizo del consumo, esa ley invisible que nos obliga siempre a querer ser más que el otro (97) Aquí la voluntad de distinción manifiesta una lógica aparentemente contradictoria: hacer como los demás para, así, poder superarlos. Los no lugares convierten a los ciudadanos en meros elementos que obedecen los mismos códigos y responden a las mismas apelaciones. Esta categoría –en la que insiste Blajaquis (18; 24)– se degrada en términos cada vez más vacuos, como el de usuario o uno que se ha puesto de moda en la jerga política: el vecino, la unidad de medida de una forma de gobierno que circunscribe su territorio a lo más cercano y parecido a sí mismo, es decir, una forma de gobierno que exilia. El no lugar, tal vez como una forma sobremoderna del exilio, aleja provisionalmente a quien lo transita de sus determinaciones habituales. En este sentido, la cárcel representa un caso extremo. “El encierro simplifica el mundo” (87) y parece abarcarlo por 91

completo: “Puede parecer una exageración” –confiesa Blajaquis– “pero hoy cuando me subí a la camioneta que me llevó hasta el Juzgado, sentí un gran alivio al ver que todavía hay vida allá afuera” (111). El sujeto se reduce al rol que se le imprime: El preso mira el espejo y ve la espalda que le dieron los humanos. Lo mismo pasa con los locos. El preso imagina el destino y encuentra un tiroteo. La razón es la costumbre de sentirse encadenado a la muerte, de haber nacido ya con un prontuario y con las esposas puestas. ¿Que linda imagen no? La de bebés esposados adentro de una incubadora. (111; las cursivas son mías) Blajaquis nos pone a prueba. Ironiza, juega, proyecta una relación extraordinariamente fluida con el lenguaje. En ella encuentra una forma de deshacer, de “desnudar con letras” (115), los discursos que se le imponen. La escritura se vuelve “Vacío” (21), deseo vital; sin ella vuelve a ser “tan sólo un expediente” (27).

“Salimos a la conquista de lo desconocido. No se puede volver” Si, como afirma de Certeau, “Todo relato es un relato de viaje” (de Certeau, 2000: 128), la obra de Blajaquis es el relato de

92

múltiples exilios, de exclusiones y de “fuga” (17)23, pero, sobre todo, de transformación. Blajaquis, desafiante, asume el mismo gesto que fija Sarmiento para las futuras representaciones del exilio: “¿Y si mi presencia inquieta todos tus planes? (…) ¿Y si lo más inspirador fuera tu desconfianza?/ ¿Y (…) si mis preguntas sorprenden también a mi pasado?” (14). Pero reformula sus términos, escapa de la “trampa” de los “problemas binarios” (64), inventa una “línea de fuga” (17) y da un salto a lo desconocido. Frente a una teleología de lo alto, de la luz, de lo que ocupa un centro, Blajaquis emprende un viaje de vuelta, en busca de algo perdido más acá del cuerpo que de las palabras, algo que –intuye– no se encuentra en ninguna elevación sino que permanece oculto… …debajo de nuestras suelas. Algo que unas normas impiden que dejemos salir a la luz, algo bien escondido, sujetado a indestructibles cadenas, inquebrantables candados, más atrás que cualquier atrás, más lejos que todos los lejos... (99) Algo que se vislumbra en la escritura, que “no tiene destino” (21), que se basta a sí misma. Es la propia vida desangrándose sobre el papel, es la incesante concreción de un “proyecto de instantes” (48).

23

En este sentido, vale destacar la serie de ilustraciones del artista desaparecido Franco Venturi titulada Fantasías de sopre. 93

Bibliografía Adorno, Theodor (1951). Minima moralia. Londres: New Left Books. Augé, Marc (2004). Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa. Bachelard, Gaston (2000). La poética del espacio. México: Fondo de Cultura Económica. Barthes, Roland (1993). La aventura semiológica. Barcelona: Paidós. Blajaquis, Camilo (2011). La venganza del cordero atado. Buenos Aires: Continente. Prólogo de Luis Mattini. De Certeau, Michel (2000). La invención de lo cotidiano I. Artes de hacer. México: Universidad Iberoamericana. Deleuze, Gilles (1991). "Posdata sobre las sociedades de control", en Christian Ferrer (comp.), El lenguaje literario. Montevideo: Nordan. Foucault, Michel (2002). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI. García Lorca, Federico (1966). “Poeta en Nueva York”, en Obras Completas. Tomo I. España: Aguilar. Grimberg, Mabel (edit.) (2006). Franco Venturi, homenaje 19371976 detenido-desaparecido. Buenos Aires: Asunto Impreso. N.D.M. (2010). Somos. http://lapopulartambien.blogspot.com/2010_03_01_archive.ht ml (última visita en marzo de 2012). Peña, David (1907). Juan Facundo Quiroga. Buenos Aires: Imprenta y Casa Editora de Coni Hermanos. 94

Pérez Guadalupe, José Luis (2000). “Ervin Goffman y las instituciones totales”, en La construcción social de la realidad carcelaria. Perú: Fondo editorial. Sarmiento, Domingo Faustino (2007) [1845]. Facundo o Civilización y Barbarie en las pampas argentinas. Buenos Aires: Gradifico. Sartre, Jean Paul (1950). “¿Qué es escribir?”. En ¿Qué es la literatura?

95

Controversia para el examen del exilio argentino Pablo Ponza

Resumen El tema del trabajo es el exilio y su principal propósito es analizar algunas de las ideas que desarrollaron un grupo de intelectuales argentinos exiliados en México a través de la revista Controversia (1979-1981). Para ello, por una parte, el texto caracteriza

cuantitativa

y

cualitativamente

el

colectivo

de

exiliados argentinos durante la última dictadura militar (19761983). Y, por otra, propone comparar a Controversia con otras publicaciones semejantes en términos editoriales y de contenidos. Las dos ideas centrales del artículo son, primero: explorar el proceso de debate y revisión de su actuación política previa. Y, segundo: la resignificación de la idea de Democracia. Palabras Claves: Intelectuales – Exilio – Transición a la Democracia.

96

Abstract The issue of this article is the exile and its main purpose is to analyze some ideas of a group of Argentinean intellectuals exiled in México taking the magazine Controversia (1979-1981). On one hand, the text describes qualitative and quantitative Argentinean exiled collective during the last military dictatorship (1976-1983). And, on another hand, it’s comparing Controversia with others similar content magazines. The article has two central ideas, firstly: to explore Intellectual’s debates and critical review about their past politic trajectory. And, secondly: to examine the reasons that drove them to change their minds and to re-evaluate positively the Democracy. Key words: Intellectuals – Exiled – Transition to Democracy.

Introducción: recorte y precisiones sobre el colectivo argentino exiliado Es difícil establecer con total exactitud cuántos fueron los exiliados por razones políticas que provocó la última dictadura argentina (1976-1983) ya que, entre 1977 y 1981, los militares suspendieron el registro público en las fronteras del país. No obstante, a través de fuentes alternativas es posible hacer algunas 97

aproximaciones que nos permitan dimensionar tanto el tamaño como algunas características socio-culturales de ese colectivo. Por ejemplo, Susana Schkolnik (1987: 71) ha calculado mediante datos disponibles en algunos países receptores que hacia 1980 habrían salido de Argentina –por razones políticas– alrededor de 307.700 personas. Los principales países de acogida fueron primero México y luego España, tal vez por ser los de mayor cercanía lingüística y cultural. Pero también Venezuela, Brasil, Suecia, Francia, Italia, Israel, Bélgica, Holanda, Estados Unidos, Canadá y Australia recibieron buena cantidad de exiliados latinoamericanos. México, principal destino de los desterrados, mantuvo una activa política solidaria con los latinoamericanos que sufrían persecución dictatorial. Según datos del Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos (INEGI-México) entre 1975 y 1980 fueron alrededor de 600.000 los argentinos que llegaron a México. No obstante, ese dato no distingue entre exiliados políticos y residentes por otros motivos. De modo tal que esta fuente no nos permite hacer una calificación exacta del colectivo en cuestión. Sin embargo, podemos inferir que los exiliados por razones políticas eran miles, en especial si tenemos en cuenta que el período de mayor crecimiento de la comunidad argentina en México coincide con el de mayor acción represiva en Argentina: 1975-1980. Recordemos, como lo ha hecho Marina Franco (2008: 31) que el exilio puede sumarse a la detención ilegal, la tortura, la desaparición de personas, o a cualquier otra forma de violencia política ejercida por aquel poder estatal y paraestatal establecido por la última dictadura argentina. 98

Por otra parte, según fuentes de la embajada mexicana en Buenos Aires (1976-1977), el colectivo asilado por gestión diplomática

muestra

un

perfil

sociodemográfico

claramente

definido: se trata de gente joven, el 52% tenía entre 20 y 39 años, y un colectivo con formación universitaria: el 77% tenía un titulo universitario y el 90% reconocía su persecución a propósito de su adscripción política, en buena parte ligada al peronismo de izquierda. En coherencia con estos datos, y en un detallado trabajo de análisis sobre el tema, Pablo Yankelevich (2009: 73) advierte que un elevado porcentaje del total de los argentinos exiliados en México entre 1974 y 1983 estuvo constituido por profesionales, académicos y estudiantes. Entre 1974 y 1983 el sector de profesionales y académicos representó cerca del 30% de los hombres y 20% de las mujeres que residieron en México. Según Yankelevich las dos terceras partes de los académicos argentinos encontraron empleo en instituciones de educación superior públicas: 33% fueron contratados por la UNAM, el 11% por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y el 6% por la Universidad Autónoma de Puebla (UAP), seguidos en menores porcentajes por el Instituto Politécnico Nacional (IPN), el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) y el Colegio de México, entre otras universidades. Por su parte, casi el 60% de los profesionales que no se colocaron en el sector universitario fueron contratados por Secretarías de Estado, por administraciones estatales y por el Gobierno del Distrito Federal. Entre ellas se destacaron la de 99

Educación

Pública,

Agricultura

y

Recursos

Hidráulicos,

Asentamientos Humanos y Obras Públicas, el Consejo de Ciencias y Tecnologías, el Instituto Nacional de Estadísticas, entre los que más se destaca la contratación de argentinos. Por esta razón, es decir, por la política de absorción solidaria con las víctimas de las diferentes Dictaduras latinoamericanas es que México se convirtió – comparativamente con otros destinos– en un país privilegiado para el encuentro entre quienes se vieron forzados a buscar nuevos rumbos geográficos. La estadía media en los países de acogida fue de siete años y las trayectorias individuales fueron verdaderamente diversas. Si bien no es tarea de este artículo, podemos decir que el abanico de recorridos

personales

fue

amplio

y

con

frecuencia

estuvo

determinado por diferentes razones: por el nivel de implicación o militancia política que las personas habían tenido en Argentina, por la capacidad de incorporarse a las redes que algunas organizaciones lograron establecer en el exterior, o simplemente dependió de los recursos que individualmente cada uno pudo procurarse. En cualquier caso, hubo exiliados que llegaron a México, a España o a cualquier otro país que les ofreciera asilo después de haber desarrollado una larga y reconocida militancia. Pero también hubo otros que sin haber ocupado lugares destacados o visibles en sus organizaciones formaban parte del grueso de personas que por diversas causas corrían graves riesgos en un contexto de dictadura. Vale la pena destacar que en Argentina la opción del exilio no fue generalizada sino que adquirió una dimensión de clase muy pronunciada. Quienes pudieron salir del país en su inmensa mayoría 100

procedían de una clase social media con buen nivel educativo, de consumo e incluso de acceso a pasaportes europeos. Emigrar no sólo implicaba gastos sino también cierta red social, formación, destreza, conocimiento y origen familiar (en el caso de quienes tenían doble ciudadanía). Por ello esta situación con frecuencia privó a los militantes de extracción popular u obrera de aprovechar esta alternativa.

La vida cotidiana y la denuncia desde el exilio Motivados por la escasa información que recibían y por el deseo

de

recibir

noticias

de

Argentina

muchos

exiliados

comenzaron a reunirse e intentar organizarse alrededor de pequeños núcleos que les hicieran más amena la llegada y el transcurrir de la vida cotidiana en un ambiente por completo desconocido. En algunas ocasiones dichos grupos desarrollaron publicaciones; como fue el caso de la revista Controversia para el examen de la realidad argentina (México), Cambio (México), Testimonio Latinoamericano (España), Resumen de la Prensa Argentina (España), Confluencia (Suecia), El diente libre (Suecia), Debate (Italia), entre otras. Estas revistas eran la expresión sin mediaciones de los exiliados, allí se observan sus preocupaciones, sus intereses, sus deseos, su perspectiva del exilio y de la situación que se estaba viviendo en Argentina. Estas publicaciones compartieron tres características comunes. En primer lugar, el público a la que 101

estaban destinadas, ceñido casi exclusivamente a la comunidad argentina y latinoamericana residente en el exterior. Todas comenzaron su andadura con un formato artesanal y se financiaron con la suscripción o venta de ejemplares. En segundo lugar, todas se definieron en oposición a la dictadura argentina en particular y en contra de todas las dictaduras latinoamericanas en general. Desde ese ángulo se propusieron denunciar y sensibilizar a la opinión pública internacional frente a las violaciones de derechos humanos que se cometían no sólo en Argentina. Y en tercer lugar, los redactores de las revistas revisaron su actuación en tanto miembros del campo de la izquierda revolucionaria y reflexionaron acerca de las razones político-ideológicas que llevaron a la derrota de los proyectos impulsados por sus organizaciones entre 1959 y 1976. Quienes hicieron un ejercicio crítico de su actuación política lo hicieron, principalmente cuestionando el método de la Lucha Armada, la lógica binaria aplicada a los conflictos y revalorizando la democracia en tanto sistema o instancia eficaz para licuar las controversias políticas de una sociedad. En resumen: la autocrítica plasmada en las publicaciones destacó tácitamente la renuncia a las transformaciones radicales de la sociedad. Esto se observa no sólo en los cuestionamientos a la concepción y la estrategia político-militar que llevó a las organizaciones al fracaso, sino también en la crítica al voluntarismo que condujo a sus militantes a la desaparición, la muerte o el exilio. Por ejemplo, en Madrid algunos miembros del Club para la recuperación Democrática Argentina –entre los que estaban Carlos 102

Aznárez (periodista, ex militante de Montoneros), Aldo Comotto (abogado laboralista, ex militante del PRT) y otros colaboradores como Lucila Pagliai o Carlos Slepoy–, comenzaron a recoger la poca información disponible y la hicieron circular de mano en mano entre sus conocidos. El entusiasmo que provocó esta iniciativa en el resto de los exiliados animó al grupo a ampliar esa primera gacetilla. Una gacetilla que comenzó luego a aparecer con regularidad bajo el titulo de Resumen de la prensa argentina, un modesto boletín elaborado artesanalmente que no contaba con financiación externa y cuya subsistencia dependía exclusivamente de los suscriptores: Veníamos de distintas experiencias, abrazábamos las más variadas posiciones políticas pero nos unificaba la inclaudicable oposición a la dictadura militar y la definición por la democracia y los derechos humanos (…) Con eso bastaba y con eso pudimos llegar hasta 1983 cuando la perspectiva del retorno era casi una realidad. Así fundamos el Club para la recuperación Democrática Argentina. Una vez semi consolidado el Club, la revista surgió como una verdadera necesidad (…) Comenzamos con 20 ejemplares que se distribuían en mano, pero no nos amilanamos ante los circunstanciales bajones. (Aznares, 2005: 29) Resumen de la prensa argentina lanzó su primer ejemplar en Madrid el 1 de enero de 1979 y, durante sus 100 números de vida, se distribuyó puntualmente y sin interrupciones cada quince días. Clausuró su edición cuando Raúl Alfonsín asumió el cargo de primer presidente electo democráticamente tras la última dictadura. 103

Resumen de la prensa argentina se definió como una publicación antidictatorial, impugnó la política represiva militar y se posicionó a favor de los derechos humanos y la defensa de la democracia. Era un boletín tipo periódico donde se seleccionaban y consignaban las noticias más destacadas de la prensa argentina. La publicación estaba compuesta por recortes de diarios argentinos fotocopiados y ordenados por tema: economía, política, sociedad, etcétera, aunque de vez en cuando también se agregaron algunas noticias de Argentina en periódicos españoles. Desde el primer número contó en su primera página con un resumen de los artículos seleccionados. Ese diseño se mantuvo en las siguientes ediciones, aunque la precaria calidad de imprenta de sus primeras entregas se fue superando paulatinamente hasta el número 32 (noviembre de 1980) donde redujo su formato a tipo revista e incorporó tapas de cartón. Por su parte, el resto de la comunidad argentina y latinoamericana exiliada en Barcelona, México, Roma, Estocolmo, o en todas aquellas ciudades donde circulaban esta clase de publicaciones, pronto comenzó a percatarse no sólo de la aparición de esta nueva vía de encuentro entre compatriotas sino que las propias revistas se apoyaron entre sí y se dieron mutuamente importancia mencionando la experiencia de sus pares en los diferentes países donde aparecían. A modo de ejemplo podemos recordar

cómo

desde

Barcelona

la

revista

Testimonio

Latinoamericano, en la contratapa de su primer número, daba cuenta de que:

104

Varios órganos de expresión han comenzado a testimoniar actitudes, reflexiones y aportes de la diáspora latinoamericana desde todos los países en que ésta ha sido acogida. Nos referimos aquí a algunos de los que han llegado últimamente a nuestras manos, en un momento en que se renueva el interés por seguir el proceso político continental. (Testimonio Latinoamericano, 1980: contratapa) Y a continuación dedica una referencia bibliográfica a cuatro revistas que estaban siendo editadas por exiliados: Cuadernos de Marcha (junio de 1979: México), Controversia (octubre de 1979: México), Presencia Argentina (noviembre de 1979: Madrid) y Sin Censura (noviembre de 1979: Washington y París); demostrando que la iniciativa y el deseo de comunicarse, de establecer vínculos e intercambiar ideas entre exiliados era una necesidad compartida simultáneamente. Los articulistas de las diferentes revistas hacían permanente mención de la necesidad de publicar sus opiniones en tanto fórmula para romper el aislamiento y generar así un espacio de reflexión, de reunión y de identificación cultural e ideológica con los compatriotas. La idea de que el exilio debía servir para algo se reitera en casi todos los números de las revistas. Por ejemplo El diente libre, editada en Estocolmo por un grupo de argentinos y uruguayos decía al respecto: el Diente Libre fue hecho porque al no existir posibilidades de comunicación más directa con las personas que integran la colonia latinoamericana en Suecia, había que encontrar alguna forma de 105

acercamiento en una lucha desesperada contra la soledad y el aislamiento. (El Diente Libre, 1982: 4) Lo mismo ocurría con Debate, una propuesta de un grupo de ex militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores con sede en Roma: El aislamiento en el que operamos a menudo y al que nosotros mismos nos obligamos, con frecuencia hace que muchos de nosotros se encierre en el sectarismo dogmático, en la barrera de las fórmulas rituales de reconocimiento como última defensa de la propia identidad ideológica. Ese es un camino sin salida destinado a agravar nuestra separación (…) es un camino que lleva a la fragmentación exasperada, a la división perpetua. (Debate, 1977: 3)

Controversia para el examen de la realidad argentina Pero si hubo una revista y un grupo de intelectuales argentinos que se destacó en el exilio por su capacidad reflexiva y autocrítica con su pasado militante, ese fue el encabezado por José Aricó, Juan Carlos Portantiero, Héctor Schmucler, Oscar Terán, Nicolás Casullo, Oscar del Barco, Sergio Bufano, Jorge Tula, Rubén Caletti, Ricardo Nudelman y Hugo Vargas, entre otros. Este grupo de hombres, que estaba unido por afinidades ideológicas, orientación profesional y antiguos vínculos de amistad, fundó en el Distrito Federal de México la revista Controversia para el examen de la realidad Argentina, una revista que editó trece números 106

entre octubre de 1979 y agosto de 1981, y contó con la colaboración de más de setenta y dos destacados articulistas. A juicio de Emiliano Álvarez (2005: 2) esta fue la revista más importante de todo el exilio argentino, no sólo por constituirse en la única publicación que trató en el destierro de reflexionar teórica y políticamente sobre la derrota y/o fracaso de la lucha revolucionaria en Argentina, sino porque, al mismo tiempo, intentó elaborar un nuevo proyecto político de signo democrático. No hay otra publicación de estas características donde podamos observar con más crudeza las expresiones de aquellos exiliados que intentaban saldar cuentas de conciencia con su pasado reciente. Asimismo, en Controversia podemos ver reflejado el curso evolutivo de los intereses y preocupaciones políticas del amplio grupo que participaba directa o indirectamente del proyecto. Cabe recordar nuevamente que gracias a la política solidaria con las víctimas de diferentes dictaduras, México se convirtió – comparativamente con otros destinos– en un país privilegiado para el encuentro entre quienes se vieron forzados a al exilio. Quizás por ello, a poco de llegar, intelectuales latinoamericanos de diferentes nacionalidades tuvieron la oportunidad de comenzar a reflexionar con amplia libertad acerca de la naturaleza de los regímenes militares que en aquellos años ensombrecían buena parte del continente, y hacer una crítica de las concepciones políticas de las organizaciones revolucionarias a las que habían pertenecido. Dicho intercambio condujo luego a un debate y ese debate a un análisis en torno a cuáles eran las alternativas políticas más viables para el futuro. Jorge Tula, ex director de Controversia, 107

recientemente fallecido, ha expresado al respecto que: “los argentinos sabemos muy bien lo que nos dejó México: un sentimiento de gratitud por haber sentido en carne propia la solidaridad y la libertad que nos dio para desplegar nuestras ideas y actividades, nuestros hijos mexicanos (…) ya no somos los mismos desde que conocimos y vivimos en aquella tierra” (Tula, 2009: 1). Como ha recordado José Aricó (1999) Controversia se creó con el objetivo explícito y específico de hacer público un debate que se reiteraba durante las reuniones de los exiliados, un debate en el cual se repetían principalmente dos cuestiones: por un lado, la autocrítica a las concepciones políticas y los desvíos militaristas de la izquierda radicalizada y, por otro, las alternativas viables para terminar con la dictadura. Por todo ello, sin duda Controversia es una fuente fundamental a la hora de analizar la ruptura ideológica de un buen número de intelectuales exiliados que, entre 1976 y 1983 cambiaron de piel, abandonando las concepciones revolucionarias de juventud para comenzar a confiar en la democracia como un sistema eficaz para la resolución de conflictos político-sociales, y como salida potencial al régimen de facto. Tal como lo he comprobado en trabajos anteriores (Ponza, 2010), en Argentina antes del establecimiento del régimen militar, es decir, antes que los militantes de izquierda sufrieran los poderosos efectos del Terrorismo de Estado y el posterior exilio, buena parte de estos intelectuales menospreciaban la democracia al punto de considerarla un sistema engañoso e ineficaz, útil solamente a los intereses de la sociedad burguesa y la clase 108

dominante. De allí la importancia de Controversia, que no sólo nos permite reconstituir la línea evolutiva de estos intelectuales (una línea que pierde visibilidad durante el exilio) sino también nos da las claves para comprender una metamorfosis cultural y política difícilmente inteligible por haberse producido fuera del país. Hay que tener en cuenta que buena parte del grupo que editó Controversia había compartido una experiencia editorial previa en Argentina: la revista Pasado y Presente (Córdoba, 19631965, y Buenos Aires, 1973) y el sello editorial Cuadernos de Pasado y Presente, que se convirtió en un icono de los sesenta. Pasado y Presente tal vez fue la publicación de la época que expresó con mayor sofisticación teórica las posturas de la llamada Nueva Izquierda, sector que surgió poderosamente influenciado por el ethos revolucionario de aquellos años. En especial por la experiencia cubana, la proscripción peronista, la llamada traición frondizista y las lecturas marxistas en clave humanista ligadas al cuestionamiento de la izquierda clásica (PC); hechos estos que marcaron a fuego el horizonte político-ideológico de toda una generación militante. Asimismo, en la trayectoria de Pasado y Presente podemos identificar una tendencia, digamos, “generacional” que arranca desde la teoría del compromiso pero que paulatinamente se dirige y consolida como instrumento de una intelectualidad orgánica, marxista-gramsciana y revolucionaria. Del proyecto inaugural, que tuvo lugar en Córdoba, participaron Oscar del Barco, Aníbal Arcondo, José Aricó, Héctor Schmucler, Samuel Kieczkovsky y Juan Carlos Portantiero; grupo al que se integraron luego Juan Carlos 109

Torre, César Guiñazú, Carlos Assadourian, Francisco Delich, Luís Prieto y Carlos Giordano. Es decir, varios de los mismos que luego fundarían Controversia y el sello Siglo XXI México Editores.

Crítica a la lucha armada y a la visión belicista de la política Ya en la editorial de su primer número Controversia planteó lo que consideraba la cuestión central a analizar en el exilio: la derrota y la errónea manera de concebir la política que tuvo –entre 1959 y 1976– la llamada izquierda revolucionaria argentina: sufrimos una derrota, una derrota atroz. Derrota que no sólo es consecuencia de la superioridad del enemigo sino de nuestra propia incapacidad para valorarlo, de la sobre valoración de nuestras fuerzas, de nuestra manera de entender el país, de nuestra concepción de la política. (Controversia, 1979: 2) Las críticas al foquismo y a la teoría de la vanguardia fueron los tópicos más complejos de escrutar para la revista, en especial por las hondas implicaciones morales que implicaba el tema y por la gran cantidad de muertos y sufrimiento que habían ocasionado. El primer articulista que abordó el tema fue Sergio Caletti, quien plateo una serie de hipótesis para reflexionar sobre la lógica binaria que la izquierda radicalizada había aplicado a la práctica política.

Según

Caletti,

la

práctica

política

había

sido

conceptualizada por la izquierda revolucionaria bajo el paradigma

110

de la guerra, bajo una lógica de enfrentamiento, bajo una visión que concebía al adversario político como un enemigo, y a la escena pública como el campo de batalla. Además, Caletti plateo que: El parentesco del foquismo con el resto de la izquierda radical tiene un solo y gigantesco punto de ruptura: el controvertido método de la lucha armada. Por lo demás, este parentesco es tan amplio que permite, en más de un caso, conceptualizar las organizaciones radicales no guerrilleras como focos desarmados. (Caletti, 1979: 18) También Héctor Schmucler desplegó tempranamente una profunda impugnación a los métodos terroristas que aplicó la guerrilla en su búsqueda de eficacia: ha cultivado la muerte con la misma mentalidad que el fascismo privilegia la fuerza. (…) ha edificado estructuras de terror y de culto a la violencia ciega. Ha reemplazado la voluntad de las masas por la verdad de un grupo iluminado (Schmucler, 1979: 3). En este sentido, Hugo Vezzetti (2009: 98) ha señalado que el análisis y la discusión que llevaron adelante muchos exiliados abordó un núcleo sensible de la política y la memoria. Un núcleo constituido por la relación con la muerte, o mejor dicho, la relación con la muerte que había establecido un importante sector de la izquierda radicalizada argentina. A juicio de Vezzetti ésta no sería una discusión general sobre la violencia y la política, sino una discusión sobre el problema ético y político planteado por una 111

arraigada visión instrumental de la muerte, aún la justificación del asesinato como una práctica común, casi rutinaria para la época; la decisión de matar o morir por una causa política. Cabe señalar que quienes no se exiliaron, es decir, quienes se quedaron en Argentina, no gozaron de la posibilidad de abrir un debate pleno sobre este asunto. Y no tuvieron esa opción por dos sencillas razones: en primer lugar, porque las condiciones represivas imperantes hasta 1983 no lo permitieron. Y, en segundo lugar, porque luego de recuperada la democracia el eje de las preocupaciones tanto de la militancia como de los organismos de Derechos Humanos estuvo enfocado en el juzgamiento a las Juntas Militares. No era entonces ni política ni jurídicamente conveniente desarrollar críticas sobre el accionar de la guerrilla, situación que sin duda habría favorecido la posición de los cabecillas del Terrorismo de Estado. Según lo observado en la revista, a esa altura de lo acontecido la derrota política y militar de las vanguardias revolucionarias ya era una completa certeza para los redactores de Controversia. Tal vez por ese motivo, es decir, por razones eminentemente pragmáticas –por haber constatado en carne propia que seguir con una postura radicalizada no tenía viabilidad alguna–, es que se revalorizó la idea de la democracia y su discusión cobró actualidad. Una discusión que, en opinión de Jorge Bernetti y Mempo Giardinelli (2003: 81) a veces se convirtió en una disputa de intensa tonalidad emocional; pero otras, estuvo confinada a círculos de especialistas que la trataron con asepsia científica.

112

La resignificación de la democracia Había pues intelectuales especializados en el tema y sin duda fueron esos especialistas quienes aportaron mayor riqueza y sofisticación teórica al debate. Pero en cualquier caso, debe quedar claro que la democracia como salida a la dictadura argentina era un asunto que estaba sobre el tapete, se debatía y estaba en los primeros lugares de la agenda de los exiliados. De hecho, José “Pancho” Aricó reconoció durante una entrevista la resignificación que se había hecho de la democracia en tanto sistema civilizado de resolución de las grandes cuestiones políticas, sociales y económicas; y cómo esa resignificación era más el resultado directo de la derrota sufrida por el movimiento social argentino que producto de la maduración de una profunda reflexión cultural y política sobre los males de la nación: Fruto de esta derrota pudo imponerse un gobierno terrorista y genocida que llevó la situación a un plano de gravedad tal, que la única salida deseable y posible aparecía como la instauración de un orden a partir del cual fuera posible reconstruir el campo de los político y lo social, y se pudiera volver a pensar cómo organizar una vida civilizada en nuestro país. (Aricó, 1984: 14) La democracia era la alternativa al socialismo, esa era la conclusión a la que llegaron los intelectuales exiliados y especializados en el asunto. Y desde esa perspectiva expresaron sus opiniones,

desde

la

perspectiva

de

quien

ha

comprobado

empíricamente que la opción armada como vía para conseguir 113

transformaciones no era factible. Y esto podemos comprobarlo con claridad a través de artículos publicados en la época. A continuación cito, a modo de ejemplo, un extracto donde Juan Carlos Portantiero, uno de los más destacados ideólogos de la Nueva Izquierda, abordó el intrincado nudo conceptual de la idea de democracia y planteó sin tapujos las primeras definiciones de cómo, a su juicio, debía comprenderse: La lucha política de clases no es otra cosa que una lucha entre proyectos hegemónicos de grupos capaces de definir el sentido de la acumulación (la dirección del progreso histórico) y que buscan apropiarse, como núcleo de dominación, del consenso de la mayoría. Ese consenso de la mayoría es, si se prefiere llamarlo así, la democracia. (…) En este punto emerge una discusión que no puede ser eludida: la democracia, ¿es un conjunto de reglas para la constitución del gobierno y para la formación de decisiones políticas? ¿O es una ideología, una meta hacia el autogobierno de las masas? Por fin: ¿no será la democracia ambas cosas, un contenido indisociable de una forma? (Portantiero, 1979: 7) Si bien observamos que Portantiero aplicó en sus análisis esquemas marxistas eminentemente gramscianos y desde allí formuló algunas definiciones respecto a la cuestión democrática, también vemos que el asunto no quedó zanjado ni mucho menos, y que los interrogantes en relación al modelo democrático que debía aplicarse en Argentina permanecían pendientes de ser resueltos: 114

Ni la democracia formal es coextensa con el capitalismo, ni la estatización de los medios de producción generan automáticamente la “verdadera democracia”; la democracia es, por el contrario, una construcción popular. Estas son las primeras conceptualizaciones y definiciones de la democracia en esta revista. (…) cabe entonces retomar una idea: la de considerar a la democracia como una producción de las masas, como una etapa en el proceso de su constitución política, como un continuum nacionalpopular que no se “realiza” en el socialismo como mera derivación de cambios estructurales y los hace históricamente reales. (Portantiero, 1979: 6)

Un nuevo vínculo entre Socialismo y Democracia Para Cecilia Lesgart (2003) fue precisamente a través de estas discusiones que se alcanzó, en el seno de los grupos intelectuales argentinos en México, un consenso respecto a la conveniencia de promover en Argentina un sistema democrático como un orden “mínimo institucional”. Es decir, la autocrítica y las conclusiones de dichos encuentros condujeron a pensar en la democracia

como

un

centro

de

rutinas

y

procedimientos

institucionales ampliamente aceptados por los principales actores políticos

y

sociales.

Unas

rutinas

y

procedimientos

que

supuestamente permitirían garantizar la permanencia de un Estado de Derecho y la primacía de los Derechos Humanos.

115

Por

su

parte,

y

específicamente

para

el

caso

de

Controversia, Roxana Patiño (2004) asegura que pensar la democracia en estos términos funcionaba para el grupo editor como una especie de prismático que permitía concebir un nuevo orden cultural ligado al cambio ideológico y político del grupo. Un cambio ideológico que tenía su razón de ser, como dijimos antes, no sólo en la derrota política de los proyectos revolucionarios, sino fundamentalmente en el terrible impacto psico-emocional que supuso la implantación del Estado Terrorista, la persecución, la detención ilegal, la tortura y la desaparición de muchos de sus compañeros, amigos y familiares. Por eso el viraje hacia la democracia por parte de muchos de estos intelectuales marxistas y peronista de izquierda habría sido una alternativa de refundación de su propio proyecto político y cultural. Un proyecto que pareció incluso convertirse en una opción viable y realista para resignificar la

transformación

socialista;

pero

esta

vez

destacando

la

centralidad táctica y estratégica del concepto y la práctica de la democracia. Hay que aclarar que los debates teóricos no estaban al alcance de todos sino sólo para aquellos mejor dotados, es decir, estaban al alcance de los especialistas en el tema, como era el caso de Portantiero, Aricó, De Ípola, Terán, Del Barco, Schmucler, Bufano, entre otros. En rigor, el interrogante que se planteaban desde el exilio era ¿cómo incorporar la Democracia dentro del horizonte socialista argentino como valor cultural capaz de generar un nuevo orden político? El debate de estos intelectuales buscaba darle un valor universal a la idea de Democracia y poder 116

establecer, entre ella y la idea de Socialismo, un nuevo vínculo o un nuevo modo de conceptualizarlas como categorías afines. Dicho de otro modo, pretendían deslindar y deshacerse del leninismo vanguardista que había atravesado los organigramas y el ideal socialista de la izquierda más radicalizada de las últimas décadas. El leninismo imperante en la mayor parte de las organizaciones de la izquierda revolucionaria latinoamericana había logrado separar abstractamente la idea de democracia formal de la de democracia real. La primera de ellas había quedado destinada al orden capitalista y la segunda, la idea de democracia real, al socialismo. Pero esta concepción aludía primordialmente al orden político y olvidaba o marginaba otros aspectos de la vida y las relaciones sociales, quedando así en contradicción con el ideal de las libertades modernas y condenando al socialismo a un orden despótico. En resumen: el vanguardismo leninista latente en la izquierda no permitía pensar la Democracia como una producción autónoma,

como

un

sistema

independiente

de

las

cargas

sustantivas. El deseo de estos intelectuales era precisamente desprenderse de esa aplicación despótica. Concretamente, para Portantiero (1988: 11) por ejemplo, las sociedades no tenían porque implicar consensos sustantivos sino más bien “acuerdos procesuales e institucionales” que podían ser, o no, democráticos. Acuerdos que permitieran, en definitiva, incrementar y ampliar los márgenes de decisión de las distintas fuerzas políticas que disputan el control del Estado, pero no a través de la fuerza sino a través del juego electoral. 117

En otras palabras, a partir de este nuevo paradigma la máxima expresada por von Clausewitz y heredada por las organizaciones de la izquierda guerrillera: “la guerra es la continuación de la política por otros medios” ya no sería viable. La política ya no debía ser considerada como un conflicto destinado al enfrentamiento pleno entre partes sino erigirse sobre la voluntad firme de concebir el juego y la práctica política como un espacio de negociación público, y la sociedad como un esquema mixto de cooperación y conflicto. Esta fue, a grandes rasgos, la conclusión a la que arribó este grupo de hombres. Tanto es así que llegó a convencerse

de

que

la

acción

política

democrática

debía

comprenderse desde una doble dimensión: por un lado, como la lucha por cuestiones que los sujetos definen como sustanciales; y, por otro, como la forma institucional convenida para solucionar esas luchas. A la vez, entonces, conflicto y orden; disenso y acuerdo- (Portantiero, 1988: 185) En este plano, el desafío durante los años de exilio estuvo dado por pensar el Socialismo desde la opción democrática.

Breve comentario final Por último, cabe agregar que luego de los debates realizados en el exilio la democracia comenzó a ser vista no sólo como una salida viable a la dictadura, sino como la única salida. Es decir, 118

como la única salida que aceptarían los sectores dominantes que habían apoyado el régimen militar. Del mismo modo, el efectivo establecimiento de un orden democrático en Argentina suponía para los exiliados la manera más plausible de hacer realidad el añorado regreso al país. Obviamente, un regreso a un contexto seguro, de respeto por el estado de derecho y los Derechos Humanos. Si bien hemos destacado la gran sofisticación teórica alcanzada por los intelectuales que editaron Controversia en México, es justo señalar que no todas las publicaciones contaban en sus comités editoriales o entre sus colaboradores con especialistas destacados en esa materia. No obstante, con mayor o menor grado de complejidad, es notorio cómo el tema de la recuperación de la democracia en Argentina estuvo presente. Por último, creo que uno de los aspectos más interesante que revelan estas revistas es el recorrido que llevó adelante el colectivo intelectual de izquierda exiliado, que pasó de promover nociones revolucionarias a revalorizar los postulados democráticos que antes habían despreciado –o habían considerado ineficaces– para la consecución de sus objetivos políticos. En efecto, las revistas nos permiten reconstituir el tránsito ideológico realizado por este colectivo, un tránsito que perdió visibilidad en Argentina, precisamente, por haberse producido fuera del país. Actualmente las revistas editadas en aquella época son un medio privilegiado de acceso a las ideas que circulaban por esos núcleos, puesto que las fuentes orales son escasas y el relevamiento documental de las organizaciones solidarias de exiliados (fundamentalmente en 119

México) es limitado y aún debe ser analizado. Por ello la bibliografía hasta ahora disponible y especialmente las revistas nos ofrecen las claves para, poco a poco, mejorar la comprensión integral de una metamorfosis cultural y política que, de otro modo, sería difícilmente inteligible.

Fuentes

Confluencia.

Hacia

una

confluencia

revolucionaria

por

el

socialismo y la libertad (1979-1980). Estocolmo, Suecia. Del número 1 al 5. Controversia para el análisis de la realidad argentina (1979-1981). Distrito Federal, México. Del número 1 al 14. Debate (1977-1981). Roma, Italia. Del número 1 al 16. El diente libre. Es de leche pero muerde (1980-1982). Estocolmo, Suecia. Del número 1 al 7. Resumen de la Prensa Argentina. Editado por el “Club para la recuperación Democrática en Argentina” (1979-1983). Madrid, España. Del número 1 al 100. Testimonio Latinoamericano. Revista del Círculo de estudios Latinoamericanos (1980-1982). Barcelona. Del número 1 al 5. Aricó, José María (1984). “Repensar la democracia”: entrevista de Daniel Molina. El Porteño, Año III, Nº 27, marzo. Buenos Aires. “Algunas ideas acerca de los intelectuales” (sin firma). El diente libre. Es de leche pero muerde. Año I, Nº 3. Octubre-diciembre 1980. Estocolmo, Suecia. 120

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(1979).

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democrático

y

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123

El lugar del exilio en el Partido Comunista Argentino durante la última dictadura militar

Natalia Laura Casola

Resumen El presente trabajo reconstruye la política del Partido Comunista de Argentina (PCA) hacia el exilio argentino durante la última dictadura militar. En primer lugar da a conocer la política hacia adentro del partido y los fundamentos de la decisión de quedarse en el país. Luego resume sus posicionamientos públicos, analiza las disputas y alianzas en el exterior, considerando tanto los vínculos sostenidos con otras organizaciones como también con el Movimiento Comunista Internacional. Finalmente presenta las tensiones que el exilio generó en los militantes frente a la posibilidad de “irse” y luego frente al dilema de “retornar” al país. Palabras clave: Exilio – Partido Comunista – Militancia.

124

Abstract The present work reconstructed the policy of the Communist Party of Argentina (PCA) to the exile during the last military dictatorship. In the first place it occupies about the policy towards the party and the reasons why they decided to stay in the country. Then it summaries the public positions of the PCA, and analyzes disputes and alliances abroad, considering both sustained links with other organizations as well as with the International Communist Movement. Finally presents the tensions generated by exile between militants against the possibility of "leave" and then face the dilemma of "return" to the country. Keywords: Communist Party – Exile – Militant,

Presentación El presente trabajo aborda la problemática de los exilios de argentinos durante la última dictadura militar a partir de un recorte poco explorado: la política del Partido Comunista de Argentina (PCA). En primer lugar, se da a conocer la política hacia adentro del partido y los fundamentos de la decisión de quedarse en el país. Luego el trabajo resume sus posiciones públicas y analiza las 125

disputas y alianzas gestadas en el exterior. Finalmente presenta las tensiones que el exilio generó en los militantes frente a la posibilidad de retorno. Un elemento a subrayar es que este trabajo interviene sobre uno de los numerosos aspectos a estudiar en torno del exilio argentino: sus sentidos, efectos y prácticas políticas. Se trata de reconocer la capacidad de acción de los sujetos frente al terror, contextualizar y periodizar los debates entre “los que se iban” y “los que se quedaban” revisando la óptica de una de las organizaciones que, oficialmente, mandató a sus militantes a quedarse. En los últimos años la revalorización política de la militancia de los setenta en las narrativas públicas sobre el pasado reciente permitió recuperar la experiencia del exilio argentino en términos de su agencia histórica, contrarrestando la difundida imagen del exiliado como víctima que, sin opción, fue expulsado del país y derrotado política y subjetivamente. Este cambio supuso la recuperación de las experiencias vinculadas a la organización de un entramado internacional de denuncias contra la dictadura militar que acompañó la resistencia de los organismos de derechos humanos dentro del país. Pero, aunque en menor medida, también permitió recuperar los sentidos más específicos que la salida del país tenía en cada organización. El caso más conocido es el de Montoneros y la organización de la “contraofensiva”. Pero estos sentidos diferentes tenían un alcance mayor y explican la resistencia de muchos militantes a pensarse como “exiliados” y su

126

preferencia por denominarse como militantes que luchaban en el exterior. De manera que, reconstruir el lugar del Partido Comunista en ese complejo entramado que constituyó el exilio argentino, ayuda a pensar en una experiencia que dialoga entre el adentro y el afuera, pero que oficialmente defendía la perspectiva de que la lucha debía darse en el país. El PCA participó en el debate político del exilio argentino con una línea específica. Consideraba que al mando de la Junta Militar había quedado el sector “moderado” de las Fuerzas Armadas y que, por el momento, el peligro “pinochetista” quedaba neutralizado.24 En tanto no consideraba que el golpe militar hubiese infringido una derrota decisiva sobre los sectores democráticos, sostenía que no existían razones de peso para promover y organizar la salida del país de los militantes propios y ajenos. Al contrario, en su visión, la retirada de la militancia hacia el exterior debilitaba las posibilidades

del

“campo

progresista”

de

promover

la

redemocratización del país y abría la puerta a una eventual toma del poder por parte de los sectores “fascistas” que anidaban en la Junta Militar. Esa caracterización era reforzada por el trato relativamente “privilegiado” que recibieron de la dictadura militar, comparada con la política de proscripción y aniquilación que sufrieron

otras

organizaciones

de

la

izquierda

argentina

consideradas “subversivas”. El PCA mantuvo su legalidad y salvo en 24

El término pinochetista hacía alusión al dictador chileno Augusto Pinochet que, en la lectura del PCA, había instalado un régimen fascista. 127

operativos y regiones específicas como en la Zona III25, no fue blanco predilecto de la represión. Por esa razón, los comunistas evaluaban que contaban con instrumentos para desarrollar su actividad política dentro del país. De acuerdo con la caracterización de “gobierno en disputa”, el PCA evitaba calificarlo como “dictadura” y se oponía a las organizaciones que dentro y fuera del país responsabilizaban al régimen militar como un todo por los secuestros seguidos de desaparición y los asesinatos políticos. Por otro lado, que Argentina no rompiera relaciones diplomáticas y comerciales con la Unión Soviética era un elemento que, desde el punto de vista de la dirección del PCA, confirmaba que la Junta Militar no había tomado la senda del fascismo. En consecuencia, optaban por no denunciar la política de connivencia de los países socialistas con la Junta Militar y al contrario, defendían ese acercamiento como la prueba de la progresividad del ala moderada de los militares contra el peligro de la imposición del pinochetismo.26 25

La Zona III se encontraba al mando de Luciano Benjamín Menéndez y con sede en Córdoba, tenía jurisdicción sobre Jujuy, Salta, Tucumán, Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca y Santiago del Estero. 26 Durante 1977 la URSS votó tres veces en contra de la inclusión de la Argentina en la lista de países para ser investigados por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU. En 1980, vota nuevamente contra la inclusión de Argentina en el procedimiento de la resolución 1503 y contra la creación un grupo especial cuya función era observar la cuestión de las desapariciones. Por su parte, la Junta Militar procuraba evitar el aislamiento internacional y compartía con los soviéticos, la necesidad de aliados para oponerse a las denuncias internacionales por violaciones a los derechos humanos. 128

La caracterización sobre la situación internacional partía de una premisa básica: en el conflicto este-oeste, se imponía la defensa de la Unión Soviética como reservorio del socialismo mundial y la denuncia de los Estados Unidos como principal potencia imperialista. Aquello de que “los enemigos de mis enemigos, son mis amigos” podría, en cierto modo, aplicarse a la posición sobre la dictadura argentina, ya que se exageraban tanto las diferencias que coyunturalmente se sostenían con Estados Unidos como los acercamientos con la Unión Soviética. El revés de la fórmula, “los amigos de mis enemigos, son mis enemigos”, explica, al menos en parte, por qué aquellos sectores que se apoyaban en la política exterior de Estados Unidos eran eventuales adversarios con los que el PCA polemizaba. La asunción de James Carter a la presidencia de los Estados Unidos en enero de 1977 implicó la profundización de la política exterior de los Estados Unidos centrada en los derechos humanos. Esta política estaba fundamentalmente dirigida a denunciar las graves denuncias que recaían sobre la Unión Soviética. Sin embargo para que fuese creíble el gobierno de Estados Unidos debió incluir y mostrar preocupación por la situación de los derechos humanos en los países de su área de influencia. El Partido Comunista no dudó en oponerse a Estados Unidos, denunciar la hipocresía de su política externa y denunciar la supuesta preocupación por los derechos humanos en Argentina como un intento de injerencia imperialista sobre el país. En los planes del PCA la campaña por la “no injerencia” debía cooperar en el proceso de acumulación de fuerzas a favor de 129

un bloque político antiimperialista. La expectativa en la evolución progresista de las Fuerzas Armadas seguía operando como el espejismo que justificaba el andar por un camino pedregoso y desierto. Era en virtud de esa caracterización que el Partido Comunista

pensaba

que

la

campaña

impulsada

por

las

organizaciones y personalidades en el exilio otorgaba credibilidad a las denuncias formuladas por Estados Unidos. Juntos debilitaban al gobierno “moderado” del general Videla y alimentaban las posibilidades golpistas del pinochetismo. Esta posición política, inevitablemente entraba en conflicto con el trabajo de denuncia realizado por los militantes y activistas que, dentro y fuera del país, intentaban capitalizar la presión que la principal potencia mundial podía ejercer sobre la dictadura.

El lugar del exilio Para el PCA, el exilio era sinónimo de derrota. En consecuencia, si la clase obrera y los sectores de la “democracia avanzada” no habían sido derrotados, el exilio carecía de justificación. La salida del país sólo era pensable como un último recurso de supervivencia ya que un éxodo masivo reducía la capacidad resistente de las organizaciones políticas democráticas en su lucha contra el autoritarismo. Por lo tanto, era necesario que el Partido se opusiera y polemizara abiertamente con las

130

organizaciones que promovían la salida de sus militantes para constituir una retaguardia en el espacio exterior. La postura asumida por el PCA derivaba de la experiencia histórica acumulada por el partido bajo diversas dictaduras militares, y por su pertenencia a un movimiento internacional que en diversas ocasiones fue derrotado y debió partir al exilio. La memoria histórica, fundamentalmente de la Guerra Civil Española pesaba en la evaluación política sobre las posibilidades que las internas militares brindaban para evitar la derrota a manos del “fascismo”. Por ejemplo, para José Schulman, militante del partido en Rosario, a pesar de que había sufrido varios atentados en su domicilio de Rosario desde fines de 1975 hasta su detención, irse del país, …sencillamente no era una opción. No la considerábamos como opción (…) Pero bueno, nosotros, debería decir para hacerte sincero, que nosotros, en aquellos años, nos guiábamos en las cuestiones que tenían que ver con la seguridad por lo que decidía nuestra organización, por lo tanto, no la discutíamos como opción, no estaba… sí éramos conscientes, éramos conscientes de que corríamos peligro, no es que no imaginábamos que había peligro pero sencillamente considerábamos la idea de estar acá sin mucho pensarlo. (Schulman, 2010) Por los mismos motivos, los militantes comunistas presos, generalmente, rechazaban la posibilidad de salir del país haciendo

131

uso del derecho a la “opción”27. Se alentaba a los presos a que abandonaran la cárcel sólo si conquistaban la libertad mediante la movilización. Teniendo en cuenta esta lógica política es comprensible que la relevancia que comenzaban a adquirir las denuncias a la dictadura en la arena internacional no resultara indiferente a la estrategia del comunismo. Desde comienzos de 1977, esta preocupación comenzó a traducirse en reuniones con el Movimiento Comunista Internacional (MCI) y los países socialistas con el propósito de hacer circular su propia versión sobre lo que ocurría en Argentina y preparar las condiciones para la organización de un equipo del partido en Europa. Los efectos de esa actividad no tardaron en hacerse sentir. La diferenciación respecto de las lecturas de los Montoneros y el PRT sobre la situación argentina, no dejó de alarmar a un sector del comunismo internacional pro-soviético. Un ejemplo de esa reacción lo ofrece la actitud resuelta por el gobierno de Berlín Oriental, que emite un memorando el 8 de abril de 1977 en el que decía:

27

La “opción” es un derecho constitucional (Art. 23) que garantiza que en caso de conmoción interna, el presidente de la Nación puede otorgar la posibilidad de salir del país a los detenidos a disposición del Poder Ejecutivo. La dictadura militar, al menos durante los primeros dos años anuló ese derecho mediante el decreto 21.338 del 29 de marzo de 1976. Recién hacia 1978 comienza a rehabilitarse aunque quienes podían y/o decidían hacer uso de la opción no podían regresar al país ya que la ciudadanía les era revocada. 132

No podemos excluir que van a venir solicitudes de asilo individuales a nuestra Embajada. Algunos compañeros dirigentes del PC Argentino pueden ser aceptados cuando se los conozca personalmente. En otros casos, otras personas tienen que ser tratados con la máxima cautela. (Naumann, 1976) Resulta notable que se distinguiera entre el asilo a militantes comunistas de los de otra procedencia política, dejando en claro que la República Democrática Alemana (RDA) también se hacía eco del supuesto “ultraizquierdismo” de las organizaciones políticas perseguidas por el régimen militar. Efectivamente en ningún caso se abrió la embajada de Alemania del Este a los refugiados. Al contrario, frente a la exigencia de solidaridad de los exiliados argentinos, el Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA)28, el partido del gobierno de la RDA, sólo aceptaba colaborar de manera exclusiva con el PCA. El Partido Comunista de la Argentina pide que los bienes de la solidaridad sean mandados directamente al PC, de modo que los beneficios se destinarán específicamente al Partido Comunista. (Krause, 1978) Este último aspecto revela hasta qué punto las relaciones entre los partidos hermanos podía transformarse en un filtro para la organización del exilio en el exterior. Sin embargo, en Europa occidental el cuadro presentaba matices. Aunque la situación de Argentina fuese difícil de asir para 28

Acrónimo del alemán, Sozialistische Einheitspartei Deutschlands (SED). 133

el progresismo europeo, incluyendo al comunismo, no todos los PC se mantuvieron indiferentes frente a los reclamos de la militancia argentina, aun cuando aquello implicaba desplazarse de las posiciones pro-soviéticas. Indudablemente, el debate en relación al eurocomunismo también se expresaba en el terreno de la solidaridad con los argentinos que podían aprovechar en su favor las diferencias suscitadas. Así habría ocurrido con el Partido Comunista Italiano y el Español, países que se habían transformado en importantes centros de denuncia y sede de residencia desde fines de 1976 de las direcciones de las principales organizaciones político militares: ERP y Montoneros (Bernardotti y Bongiovanni, 2004). Un informe elaborado por la STASI (Ministerio para la Seguridad del Estado)29 de ex República Democrática de Alemania (RDA) y fechado el 16 de febrero de 1977, da cuenta de este comportamiento disímil de los partidos europeos y la repercusión generada en la jefatura del PCA. En él informan que dos dirigentes veteranos comunistas (presumiblemente Oreste Ghioldi y Oscar Arévalo a cargo de la sección de asuntos exteriores), habrían expuesto sus planes para establecerse en Europa al tiempo que elevaban una queja sobre el trato preferencial que el PCI otorgaba a militantes Montoneros. Al parecer, el PCA esperaba que la RDA llamara la atención a los italianos sobre la conveniencia de atender al reclamo argentino. …A este grupo de la ultra izquierda operante en Italia, pertenecen también representantes Montoneros. Su 29

Acrónimo del alemán Ministerium für Staatssicherheit. 134

líder sería un supuesto Hellman [Juan Gelman], el cual fue expulsado del PCA. Hellman mantiene estrechos contactos con el PCI [Partido Comunista Italiano], y es apoyado por ellos así como por la embajada cubana en Roma. La aguda protesta pronunciada por el PCA, ha quedado por el PCI largamente sin responder. Repetidas interpelaciones del PCA le fueron ya comunicadas, se va a respetar la opinión del PCA. En este asunto planea el PCA también charlas con el compañero cubano en la Habana. Esto es para asegurar que Cuba deje de apoyar a los Montoneros en la Argentina y en el extranjero. (Ministerio de Relaciones Exteriores de la RDA, 1977) La mención especial a la expulsión de Juan Gelman del Partido, al parecer, daba argumentos adicionales acerca de lo inconveniente que resultaba el buen trato que los italianos daban a los Montoneros. Si el PCA había expulsado a Gelman, sus buenas y serias razones tendría; ese solo hecho debía suscitar desconfianza y precaución. Sin embargo, el PCI desconfiaba de los exiliados argentinos y de su actividad guerrillera tanto como el resto del espectro político de Europa cuya lectura sobre la situación en Argentina se asemejaba más a la del PCA que al de cualquier otra organización de la izquierda argentina (Franco, 2008; Jensen, 2004). Específicamente en relación a Montoneros, la dirigencia del comunismo italiano no alcanzaba a comprender la ubicación ideológica de la organización y temía por los contactos que la guerrilla pudiera establecer con el Movimento Sociale Italiano (MSI) de raíz neo-fascista. Pese a esto, desde 1977 la relación con 135

Montoneros como con el PRT parece haber sido similar: cierta distancia oficial y una fuerte solidaridad de base. En este contexto, la preocupación que suscitaba en el PCA las relaciones entre los comunistas europeos y las organizaciones argentinas los llevó a planificar el envío de una misión de trabajo a Europa. El mismo informe elaborado por la STASI revela que en esa reunión, … se hizo conocer, quiere formar el PCA un pequeño y efectivo grupo de trabajo en Italia, que tenga la tarea de establecer un punto de apoyo con la ultra izquierda Argentina en Italia. (…) [ y la preparación de una] conferencia [para] la coordinación de medidas contra los efectos de las fuerzas argentinas de ultra izquierda en Europa occidental, así como el ensanchamiento y conducción de una campaña de solidaridad y la edición de un periódico boletín sobre los acontecimientos y desarrollos en Argentina. (Ministerio de Relaciones Exteriores de la RDA, 1977) Efectivamente, a partir de marzo de 1977 el Comité Central del PCA decide enviar a Italia a Enrique Gigena, veterano dirigente del gremio ferroviario de Rosario, cesanteado desde 1976, como representante del Partido y de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH).30 Durante todo ese año, Gigena se dedica a prepararse y familiarizarse con el trabajo de sus compañeros en la 30

La LADH fue el primer organismo de derechos humanos de Argentina. Fundado en 1937 en el contexto de las luchas antifascistas, fue orientado desde siempre por dirigentes del Partido Comunista a pesar de la pluralidad política de sus comisiones directivas. 136

LADH. En diciembre de 1977, parte a Italia con el propósito de organizar allí y en España un equipo de trabajo que respondiese a la línea partidaria. La elección de Gigena como cuadro principal del comunismo argentino en Europa estaba ligada tanto a su experiencia como organizador del partido como por su pertenencia al Comité Central (C.C.), rol que le permitía debatir en paridad con las direcciones del resto de las organizaciones argentinas y con los partidos comunistas europeos. El debate con el exilio europeo derivaba de las profundas diferencias políticas sobre la situación en Argentina. Para el PCA, las chances de una salida democrática dependían de la acumulación de fuerzas de las que fuesen capaces los sectores progresistas dentro del país. Por lo tanto, el exilio en masa provocaba desprotección entre quienes quedaban, y en consecuencia, el debilitamiento de cualquier reclamo democrático. Pero no era el único motivo de polémica con las organizaciones en el exilio. Los comunistas evaluaban que la denuncia que Montoneros y el PRT ejecutaban contra el gobierno de Videla, calificando al régimen militar de “dictadura”, “fascista” y “terrorista”, provocaba el debilitamiento del sector moderado al tiempo que fortalecía las ambiciones de la derecha fascista. Para el PCA, la solidaridad debía consistir en conseguir pronunciamientos políticos, visitas de delegaciones sindicales a Argentina y aportes económicos para quienes luchaban dentro del país. Sobre este punto, el comunismo no admitía la posibilidad de que los exiliados transformasen su residencia en el exterior en

137

permanente, y mucho menos que el eje de su actividad fuese la construcción de organismos políticos en el país de acogida. Gigena llega a Italia a fines de 1977 y al poco tiempo se traslada a Madrid. Al principio molecularmente, comienza a reagrupar a los militantes que habían salido al exterior a pesar de la posición partidaria, y a estructurar una corriente de solidaridad en varios países de Europa. Aunque hubo excepciones, la mayoría de

los

afiliados

y/o

militantes

que

salen

al

exilio

eran

personalidades reconocidas del mundo de la cultura. Encuadran dentro de la primera oleada del exilio previa al golpe de estado e integrada mayormente por intelectuales, periodistas, artistas y algunos deportistas que salen del país a partir de 1974 (Jensen, 2004: 262). Aunque nunca fueron demasiados numerosos, la existencia de militantes en distintos países permitió que la posición del partido circulara

por

todo

el

continente

e

influyera

en

varias

organizaciones políticas. … Estamos hablando… primero dos, mi primer contacto fue la Negra Sara y Raúl, los dos artistas, uno había sido inclusive de la comisión directiva del gremio de actores, acá en Argentina, esos fueron los primeros y comienzo con ellos a tender las redes, después se incorpora uno más y su señora, este compañero era economista, y otro y otro. Luego] una cantidad de amigos del sector de artistas, Lautaro Murúa31, la

31

Lautaro Murúa fue un importante actor y director de cine y teatro. Llegó exiliado a España en 1976 y permaneció allí hasta 1983. Falleció en 1995. 138

hermana de Norma Aleandro…32 y se fue armando un grupo. Y armamos un grupo bastante numeroso y activo dentro de Madrid. De Madrid me trasladé a Barcelona; tenía la vinculación con un par de amigos; trabajaban allá y con ellos organizamos un grupo en Barcelona. Ya había estado en Italia, había ubicado a uno que me ayudó, un argentino que vivía allá, y con él, nos vinculamos con un matrimonio y sus dos hijos en Florencia y armamos un grupo, un grupo también en Roma. Teníamos un compañero abogado en Francia, en París, un cordobés, David Neistaf (…) y con él organizamos un grupo en París y una relación con una compañera de la Liga por los Derechos del Hombre francesa que además era internacional y que además tenía estatus de organismo consultivo en Naciones Unidas. Por lo tanto con ellos, todos los años íbamos a Ginebra a plantear las cosas. Y, teníamos muy buenas relaciones con Comisiones Obreras, Partido Comunista, con el Partido Socialista de España, con la UGT, la central de trabajadores socialistas y con el Unión de Centro Democrática, estaba Suárez en el gobierno, teníamos llegada con dirigentes de primer nivel (…) Después organizamos un grupo de apoyo en Bruselas y uno en Amsterdan, muy poquito, pero con la ayuda del partido pudimos organizarlo; un grupo de trabajo en Inglaterra, cerca de Londres, y un grupo de trabajo bastante importante en Estocolmo que a su vez tenía relación con Noruega y con Finlandia. Nosotros hacíamos, Comisiones Obreras nos editaba el periódico y nos hacía más o menos, 1200, 1400 ejemplares e iba a organizaciones de dieciséis países, y bueno, algunas

32

Se refiere a la actriz Maria Vaner. En 1974, habiendo sido amenazada por la Triple A, decide volverse a España, país del que era oriunda. En 1983 retornó a la Argentina. Falleció el 21 de julio de 2008 139

con idioma inglés pero de alguna manera se enteraban. (Gigena, 2011) Como puede apreciarse, sin llegar a ser masiva, la presencia comunista logró una influencia territorial considerable ayudándola a cobrar una fisonomía definida. Por otro lado, esa extendida influencia permitió que la colecta de aportes financieros para enviar a Argentina fuese sumamente provechosa. José Schulman narra que en una entrevista que Gigena sostuvo con el Primer Ministro de Suecia le pidió un aporte de medio millón de dólares y a los tres días se encontró con un cheque en un sobre. Al año siguiente, al parecer, pidió un millón de dólares que volvieron a concederle (Schulman, 2008: 219). Una vez establecidos los grupos de trabajo en varios países de Europa, comienzan a editar un periódico mensual que resumía las principales novedades políticas de acuerdo con la línea editorial del partido. Pero, aunque los contactos proporcionados por el MCI fueron de gran ayuda, la discusión con el eurocomunismo era un motivo de tensión. Al ser preguntado por la relación con los partidos comunistas europeos, Enrique Gigena cuenta: En el Comité Central debatimos todo esto… vos vas a organizar la solidaridad hacia Argentina (…) Si hay debates, debatís, aunque no públicamente. Si tenés respuesta para todo las das, sino no, decís que tenés que consultar con el Comité Central; pero relaciones fraternales y amistosas con todos. Eurocomunismo no existe para vos. Por supuesto, yo me siento con los compañeros del Comité Central español y te dicen 140

“porque nosotros….” Cuando toman aire para respirar vos le decís “compañero, conozco las posiciones que tenemos cada uno, no vengo a discutir eso, vine a esto, esto y esto y vengo a pedir la solidaridad, lo demás, por la vía que corresponde, cada uno sabe dónde debatir. De modo que nosotros soslayábamos eso (…) ¿Entonces la reacción del PCE y el PCI fue buena? En general ellos tenían algunas críticas, pero una visión coincidente en cuanto a que había que estar adentro. Eso era básico para ellos. “Nosotros vivimos la experiencia de la guerra civil con todos afuera, y los demás, italianos, franceses vivimos la experiencia de la ocupación y necesitamos organizar una batalla adentro, para hoy y para mañana. (Gigena, 2011) Evidentemente las tensiones entre los partidos no podían dejar de incidir en el plano de la relación que los comunistas europeos establecían con el activismo argentino. Sin embargo, con el Partido Comunista de España (PCE) las relaciones fueron menos complicadas que con el PCI. El comunismo español se caracterizó por la amplitud de la solidaridad con los argentinos en el exilio poniendo en segundo lugar la procedencia política (Jensen, 2004: 476). No obstante, podría pensarse la amplitud política de los españoles como la contracara de la incomprensión política acerca de lo que ocurría en Argentina. En ese sentido la posición del PCA no debe haber facilitado el proceso de clarificación.

141

Por su parte, la indiferencia hacia los argentinos por parte del Partido Comunista Francés podría indicar un alineamiento con las posiciones del PCA. Marina Franco, en su tesis sobre el exilio argentino en Francia, registra que en ocasión del Mundial de Fútbol el PCF señaló, muy tempranamente, que boicotearlo era condenar a la Argentina al aislamiento y que, en cambio, “una solidaridad responsable” consistía en ir, ver y denunciar la situación política y social, según lo pedían las propias fuerzas políticas locales (Franco, 2006: 443). En esa ocasión el PCE esgrimió argumentos similares, lo que indicaría que, al menos durante el Mundial, el PCA había conseguido influir en el comunismo europeo. La apelación a la tradición antifascista también parece haber tendido un puente efectivo para acercar posiciones entre el Partido y la diversa reacción de los PC europeos. La clave del antifascismo también fue explotada por otras organizaciones de la izquierda argentina en la medida que conformaba un discurso convocante para la izquierda europea que les permitía poner blanco sobre negro una situación compleja políticamente como era la argentina. De este modo, los partidos europeos evocando los años del antifascismo, argumentaban a favor de la unidad de todas las fuerzas contra las dictaduras latinoamericanas, entre las que incluían a la Argentina. De manera que, cuando el PCA se montaba en el ideario antifascista y radicalizaba sus posiciones podía encontrar mayor recepción. En la misma dirección Gigena recuerda en términos de “muy efectiva” una actividad realizada junto a Montoneros para la televisión española en la que aparecían 142

ofreciendo testimonio sobrevivientes montoneras de los campos de concentración. Una vez más, cuando el comunismo, en ocasiones, se apartaba de su posición moderada y aparecía en franca oposición a la dictadura, conseguía mejores resultados. Mismas reacciones aparecían entre los propios militantes del PCA en el exterior. Habiendo salido del país a pesar que el partido instaba a sus militantes a quedarse, elegían sumarse a la militancia siempre que pudieran ubicar espacios de franca oposición al régimen que los había expulsado. La decisión de marchar al exilio era necesariamente difícil en los militantes del PCA. Aunque el tema resulte difícil de abordar, el propio Enrique Gigena desliza las dificultades que tuvo en el reclutamiento de los militantes en Europa, a quienes debía citar “más de una vez a tomar un café” para intentar “convencerlos” (Gigena, 2011), que lo que importaba era defender a los compañeros que habían quedado dentro del país trabajando por la solidaridad desde dónde estuviesen. Sin embargo, aun en los casos de militantes que salieron al exilio de manera organizada y con el consentimiento del Partido la relación no parece haber sido sencilla. Jorge Alberto Canelles era un militante importante del PC de Córdoba. Dirigente del sindicato de la construcción, había sido compañero de Agustín Tosco de quien se consideraba además, amigo. Cuando se produce el golpe de 1976 Córdoba queda bajo el III Cuerpo del Ejército al mando de Luciano Benjamín Menéndez. El Partido Comunista es duramente reprimido. En septiembre de ese año el PC decide que Canelles salga del país para proteger su vida. La partida y el alejamiento de su familia es recordada con angustia: 143

…pasamos a la total clandestinidad, ni salíamos, hasta que el PC resuelve que, como estaba prohibida la actividad, porque como partido no se podía actuar, después se resolvió que en setiembre que me fuera a Bulgaria, solo. Mi familia quedó acá con una situación muy difícil porque esa casa [la casa de resguardo] hubo que entregarla, hasta que un gran compañero. (…) le dijo [a la mujer] “venite a mi casa, a un departamento de dos piezas”. Pero llegó un momento en el que el PC ni aparato le dio a mi compañera para cubrirla. (Canelles, 2001) Canelles proporciona un ejemplo de la suerte que corrieron los pocos militantes que el PCA decidió sacar del país y de los vínculos que proporcionaron para estos casos, los países socialistas. …en Bulgaria estuve en una Academia del Comité Central, vendría a ser una universidad marxista leninista del PC búlgaro. En ese momento había como 6000 estudiantes, particularmente de África del Norte, y Asia menor, o sea se repartían con la Academia de la Unión Soviética la atención y formación de los cuadros. Había muchos congoleños, muchos cubanos, 400 cubanos. Yo tenía una asignación ahí, que me permitía vivir, estaba con el nombre cambiado, por supuesto. ¿Sabían lo que pasaba en Argentina? Sí, teníamos información a través de la embajada búlgara. ¿Sabía de los campos de concentración? Sí, ¿Cómo vivía el exilio?

144

…y yo lo vivía muy duro porque a veces no sabía qué pasaba con mi familia, pero uno cumplía las determinaciones del PC como se las daban, ¿no? Y uno sabía que en esos momentos de acuerdo al centralismo democrático había que actuar disciplinadamente. (Canelles, 2001) Sin embargo, aun en estos casos la permanencia afuera del país no era indefinida: “En el ‘78, entro de nuevo a la Argentina y me quedo en buenos Aires, porque así lo consideraron en la dirección del partido” (Canelles, 2001). De manera que, podría pensarse que el exilio en el PCA siguió un patrón parecido al de otras organizaciones de la izquierda argentina (armada y no armada) y al mismo tiempo adquirió características específicas. Al igual que para el resto de la izquierda el exilio no apareció como una

opción

prima

facie.

Pero,

mientras

que

en

algunas

organizaciones la salida de militantes, aunque a cuentagotas, fue muy numerosa, en el Partido Comunista el exilio sólo fue consentido a pocos dirigentes sobre los que existían serias razones para temer por su vida. Además, no supuso una ruptura con la militancia sino una oportunidad para profundizar la formación política. En ese sentido, la concepción con la que los comunistas salían del país no difiere de lo narrado por militantes de otras organizaciones. Sin embargo, podría especularse que, a diferencia de otros casos de organizaciones en el exilio, que el PCA no se encontrara atravesando un periodo de crisis y fraccionamiento (al menos no de manera explícita) evitó que la salida del país fuera acompañada por un proceso de revisión ideológica. En el caso de

145

Canelles, la disciplina establecida por el régimen de estudios en la universidad dejaba un menor margen a la posibilidad de que afloraran diferencias políticas como resultado de una experiencia no deseada. Canelles no había decidido los términos de su partida pero tampoco los de su retorno. Sin embargo, aun dentro del PCA no parece posible unificar la experiencia del exilio asignándole un único sentido político. En este sentido, la diferencia entre el relato de Canelles y la experiencia de los militantes radicados en otros países de Europa salta a la vista. Por ejemplo, en una nota sobre los exiliados argentinos frente a la apertura democrática realizada por el diario La Vanguardia, Andrés Cornely declara que no pensaba “en una vuelta inmediata” ya que sus hijos de 12 y 13 años “se sienten más catalanes en muchos aspectos” (La Vanguardia, 1983). Aunque preguntado por la situación de Argentina responde siguiendo a pié juntillas la línea del PCA, su margen de decisión respecto de dónde quería establecer su residencia evidentemente era mayor que el que tenía Canelles. Quizás futuras investigaciones puedan determinar si el flujo de viajes hacia las escuelas soviéticas se intensificó por aquellos años y si las designaciones comenzaron a decidirse, como sugiere el testimonio, de acuerdo con criterios de exposición a la represión. Finalmente el testimonio confirma que, en cualquier caso, la salida del país era considerada preventiva y por lo tanto, transitoria. De manera que el tema del “retorno” no parece haber sido objeto de discusión. Canelles retorna de la misma manera como se fue: por decisión del Partido. 146

En relación a la acogida brindada por los países socialistas el testimonio de Canelles confirma el comportamiento mostrado por estos países en otros ámbitos. La admisión de estudiantes comunistas argentinos, como de otros PC exiliados, ejemplo el chileno, era una práctica habitual, de manera que difícilmente pueda interpretarse como una ayuda solidaria. Como quedó demostrado en Naciones Unidas, la dirigencia de la URSS trabajó insistentemente en el debilitamiento del movimiento de denuncia argentino entrando en contradicción, inclusive, con las necesidades del propio Partido Comunista Argentino. En este sentido, Enrique Gigena deja entrever la existencia de tensiones al relatar las dificultades que encontró al solicitar a los países socialistas que pusieran a disposición de la campaña del partido argentino la solidaridad de los movimientos internacionales de orientación comunista o que realizaran aportes económicos.

Algunas conclusiones y perspectivas El presente trabajo intentó intervenir en la reconstrucción de las disputas por el sentido político del exilio en la izquierda argentina. La imposición de una u otra lectura sobre la situación política determinaba cuan “legítimo” era para un militante salir al exilio en las diferentes organizaciones políticas, más allá que en términos apriorísticos el exilio en los años 70 no fue contemplado como una opción legítima por ninguna fuerza política.

147

En el caso del PCA la lógica era la siguiente: si el golpe no había implicado una derrota sobre los sectores democráticos, entonces, no existían razones de peso para promover la salida del país. Al contrario, el éxodo facilitaría las chances de que derecha tome el poder dentro de la Junta Militar. Sin embargo algunos afiliados

y/o

militantes,

fundamentalmente

artistas

y

personalidades públicas que habían sido amenazadas por la Triple A, decidieron partir antes de 1976 o en los primeros meses del golpe. Otros fueron sacados del país posteriormente de manera organizada. No obstante, las salidas fueron escasas. En todos los casos el exilio se mantuvo como una alternativa sólo en peculiares circunstancias. Ese efectivo militante en el exterior sirvió para la conformación de una corriente comunista en Europa, que aunque minoritaria,

intentó

influir

en

el

terreno

de

las

redes

internacionales de denuncia a la dictadura trabajando para fortalecer política y financieramente a la militancia dentro de Argentina. Los disímiles derroteros que muestran estos itinerarios ayudan a poner de relieve que el sentido político del exilio, aun dentro de un mismo partido, era complejo y no admitía una única lectura. Los ejemplos de Cornelly y Canelles son ilustrativos al respecto. Mientras el primero se transformó en un referente del activismo comunista en el exilio, frente a la posibilidad del retorno, elige quedarse en España. Canelles, en cambio, aislado en las escuelas soviéticas transcurre el exilio de manera pasiva, y retorna al país de la misma manera en la que se fue: por decisión partidaria. 148

Bibliografía Bernardotti,

María

Adriana

y

Bongiovanni,

Bárbara

(2004).

“Aproximaciones al estudio del exilio argentino en Italia”, en Pablo Yankelevich (comp.), Represión y destierro. Itinerarios del exilio argentino, La Plata: Al Margen. Franco, Marina, (2006). Los emigrados políticos argentinos en Francia (1973-1983). Algunas experiencias y trayectorias. Tesis doctoral, Universidad de Buenos Aires-Université de París 7. ----- (2007). “Solidaridad internacional, exilio y dictadura en torno al mundial de 1978”, en Exilios. Destinos y experiencias bajo la dictadura miliar, Silvina Jensen y Pablo Yankelevich (comps.). Buenos Aires: Libros del Zorzal. Jensen, Silvina (2004). Suspendidos de la Historia, exiliados de la memoria. El caso de los argentinos desterrados en Cataluña, 1976-…, Tesis doctoral, Departamento de Historia Moderna y Contemporánea, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Barcelona. Schulman, José (2008). Los Laberintos de la Memoria. Buenos Aires: El Folleto.

Entrevistas citadas José Ernesto Schulman, dirigente del Partido Comunista y preso político durante la dictadura militar. Ciudad de Buenos Aires, 28 de octubre de 2010. La entrevista fue realizada por la autora. 149

Enrique Gigena, dirigente del Partido Comunista. Rosario, 7 de febrero de 2011. La entrevista fue realizada por la autora. Jorge Alberto Canelles. Memoria Abierta, Buenos Aires, 2001

Documentos citados Telegrama N° 79/6 con fecha 25 de marzo de 1976 enviado desde Buenos Aires al Departamento Latinoamericano, firmado por el Dr. Naumann, DY 30/13820/51. Archivo Nacional Berlín. Memorándum con fecha 6 septiembre de 1978, firmado por Krause. DZ 8/94/40/17/107. Archivo Nacional Berlín. “Los argentinos residentes en Cataluña regresarían si hay libertad real”, La Vanguardia, lunes 31 de octubre de 1983, pág. 11. http://hemeroteca.lavanguardia.com (última visita en marzo de 2012).

150

Descolocamiento Luis Ángel Gonzo

Resumen El

presente

trabajo

realiza

un

acercamiento

a

la

problemática del exilio a partir del análisis de algunos aspectos de las películas “The terminal” (“La terminal”, Spielberg, 2004) y “Les trottoirs du Saturne” (“Las veredas de Saturno”, Santiago, 1986). Palabras clave: Exilio, “The terminal”, “Les trottoirs du Saturne”.

Abstract This paper makes an approach to the problem of exile from the analysis of some aspects of two movies: “The terminal” (Spielberg, 2004) and “Les trottoirs du Saturne” (Santiago, 1986). Keywords: Exilio, “The terminal”, “Les trottoirs du Saturne”.

151

¿Cuándo se sale de un país? Uno de quienes confunden ciencia y verdad con información y estadística diría sin duda que se sale de un país en el momento en que se atraviesa su frontera. Lo diría así de liviano: atravesar la frontera; como si el reparo en las arbitrariedades que hacen a la institución de los límites fuera sólo la conjura trasnochada de algunos paranoicos y los infinitos matices, poros y localizaciones de esas líneas pretendidamente unívocas fueran algo apenas remotamente alucinable para alguien como él. Mientras uno, que persiste en juntar partes y distanciar todos, recuerda un capítulo de ”Los Simpsons” en el que Homero salta una y otra vez la línea que divide el territorio de una nación con el de otra. ¿Será así nomás? No deja de ser cierto, sin embargo, que quien pretende salir de su país en avión lo hace aún antes de que el aparato levante altura y atraviese las fronteras: entre la blancura desodorizada y el gris impersonal de los aeropuertos, donde lo que predominan son el tránsito de identidades bajo controles y el flujo de mercancías según diversos valores cambiarios (no hay ya una moneda oficial) en los que se destaca, una vez pasada cierta puerta, la ausencia de impuestos, y por ende de recaudación y quién sabe si de presencia estatal, uno puede sentirse mas o menos fuera de su territorio: le han sellado el pasaporte, no van a volver a pedírselo y de ahora en más sólo le queda la espera o el trote en ese lugar indeterminado rumbo al extranjero (al territorio extranjero, y también al ser extranjero uno mismo, que se vuelve un poco otro: diferenciado por pasaporte frente al guarda del puerto siguiente, o por acento frente al 152

primero que por cualquier razón deba escucharlo, o por la mera pinta del arrastre, como lastre de pasado, en principio y al menos, de una valija: alguien que es o que estuvo en el extranjero, que, de ser argentino, en vez de documento se identifica, allí, con su pasaporte: pase y porte: otra forma de identificación). Uno está en el país pero no; uno se va, pero tampoco (algo similar se da en otros de esos espacios-límite dentro del territorio nacional, como las embajadas o las iglesias, cuya autonomía es vulnerada en contextos dictatoriales). Entre luego y todavía, aún mañana: espera y suspensión. La exasperación de esa espera, su devenir permanencia por eventuales conflictos bélicos del territorio de pertenencia, lejano y en crisis, es puesta en juego por la película “La

terminal”

(Spielberg,

2004):

el

protagonista,

aunque

extranjero, no deja de estar determinado por su lugar de origen: el país en cuestión lo pone en duda a él como sujeto. No como sujeto físico, porque es obvio que esta allí, sino como sujeto jurídico: no tiene identidad de pertenencia ni, por ende, derechos a los que apelar para poder salir de su estado puramente físico e indeterminado en la terminal y desarrollar cualquier forma de vida fuera de ella: no tiene donde volver, donde referirse, y con eso no tiene donde ir: no puede salir. Estrictamente, no es ni ciudadano (su país se vuelve indefinible) ni exiliado (porque no tiene punto de referencia): existe y sobrevive, margen y abismo: toca el límite de su propia exterioridad como sujeto reconocible por otros; y queda al borde de sí mismo a causa de la indeterminación de la que alguna vez supo llamar, como tantos otros en un alarde de soberbia y candidez adorables, “mi tierra”, "su tierra". De manera que así 153

como el país —en el que uno está registrado en unos cuantos numeros y fichas y trámites de horas perdidas y polvo que hacen lo que da en llamarse identidad, archivo al que se recurre a la primera de cambio ante la ley— puede alcanzar al sujeto fuera de su territorio y hacerle recaer encima su peso (extradiciones, permisos, conflictos, beneficios que van desde la deportación hasta la disminución de colas burocráticas), también puede suceder que el sujeto configure su devenir extranjero no como efectivo advenimiento de lo otro sino como declinación particular de lo mismo, sea por homologación (el allá medido e identificado con la vara del acá, con las permutaciones o miopías correspondientes) o por carencia (el sentimiento de estar en el guión que separa acáallá, nos-otros: estar fuera y pensar, sin embargo, en un determinado universo limitado por la geografía, que vuelve y revuelve); incluso puede pasar que se vea completamente identificado por el lugar de origen, como Rodrigo: "el acento lo llevo como marca registrada". Del mismo modo, así como la partida de un territorio puede dilatarse y descomponerse en diversos núcleos o puntos de inflexión que la realizan y tensan los límites de sus comienzos, tambien un exilio puede encarnarse de forma deliberada ante determinados hechos o, en otro orden de cosas, advenir a la estadía en "el exterior", previa a los acontecimientos que definen al sujeto exiliado; o puede ser, por ultimo, un exilio interior, como el de Miró durante el franquismo, una forma de resistencia en el país (distinción entre Estado y gobierno, territorio y poder político, que por supuesto no siempre puede sostenerse en contextos dictatoriales): el pintor hace su obra alli, pero sin 154

complicidad, retraído y en silencio, sin exponer o exponiendo solo en otros países (una de las formas de exponerse). Algunas variables de estos problemas son puestas en juego por la película “Las veredas de Saturno” (Santiago: 1986), cuyo protagonista, Fabian Cortés, músico que se encuentra en París, de la mañana a la noche se vuelve un exiliado: una dictadura toma el poder en su país de origen mientras él trabaja en Europa; es decir, el trabajador cosmopolita se vuelve exiliado. El director de la película, Hugo Santiago, modulaba otras variables de la cuestión cuando a propósito de sí mismo decía: “Lejos o cerca, siempre vivo en Aquilea” (Santiago: 2009). Aquilea, como se sabe, es la ciudad sitiada en “Invasión” (1969) y añorada en “Las veredas de Saturno” (1986); su existencia (y la poética de Santiago) opera por metáfora y desplazamiento: de aires porteños y referencias oblicuas e innegables, la ciudad es a la vez signo autónomo, imagen cinematográfica, localización de la ficción. (Algo similar sucede en la nominación del país natal del protagonista de “The terminal”: llamado, en la película, “Krakozhia”, la inestabilidad del lugar es a la vez la evocación de un referente general –por sonoridad y carácter, una república apócrifa de la Unión Soviética– y escenografía ficticia: forma de codificación de lo real.) En “Invasión” es defendida por algunos hombres tan vagos como los motivos del sitio, cuyo significante hace eco —mas no referencia— de contextos dictatoriales (cronológicamente, estamos en la antesala de la década del 70; históricamente, en el inicio de una serie de escaladas armadas y militarización del Estado que tajeará la década siguiente y ulteriores). En Las veredas de Saturno, 155

Aquilea es el objeto de deseo y lugar de origen evocado y añorado por Fabian Cortés, el bandoneonista radicado en París que extraña (porque quiere volver a; porque vuelve irreconocible a), en un contexto diegético y de realización que espejea efectivamente sobre

la

Buenos

Aires

contemporánea

al

director

(cronológicamente, pasan entre ambas películas diecisiete años cruciales, que de alguna manera funcionan como un aleph de la historia argentina reciente). Aquilea es así el lugar de la proyección (de la ficción, del cine, de la historia), que es también el de la fuga; o sea, forma de forjar la realidad entre incidencias y efectos mutuos de estética y política. Alrededor de ella, los personajes de Santiago se mueven como fantasmas. Lugar del descolocamiento, es el punto de origen y fuga de apariciones, espectros, signos. La frase de Santiago, al situarlo a él, como sujeto, en un espacio diegético más que geográfico y jurídico, tal vez aluda a cierta concepción de lugar o posición de artista; y sin duda de exiliado. Si hubiera dicho, en vez de Aquilea, Buenos Aires, hubiera engrosado el catálogo de frases que desde un sentimiento de pertenencia desafían las leyes mas elementales de la física a partir de la vieja escisión cuerpo y alma, y hubiera experimentado, seguramente, la paradoja del regreso, su imposibilidad, el reencuentro con lugares vagamente familiares cuyos rasgos mas notables son la evidente falta de concordancia con las proyecciones deseadas y/o la evocación de lo que ya no está; para decirlo ambiguamente: el encuentro con lo extrañado. Algo de esto último es lo que le sucede al protagonista de “Las veredas de Saturno”, que intenta volver a Aquilea y encuentra de modo literal la imposibilidad de 156

ese destino, o acaso su consumación más certera: la muerte. En la película, volver a lo sido aparece como modulación del no ser; regresar al pasado como forma de morir el presente. No hay actualización y revisión del pasado en la historia personal de Cortés, sino ceguera y espejismos que imposibilitan lo actual. Sus amigos se lo advierten: la Aquilea que conocieron es hoy una farsa, sólo les queda la memoria. Pero él se obstina en su deseo y en la negación de la misma manera en que cuestiona sucesos para otros indudables. Así, Cortés es un personaje que, como todo exiliado, aparece sobre la figura de cierto descolocamiento: escindido de los lugares y de los sujetos que cohabitan (sería excesivo decir que viven) con él en el espacio. La película configura esta situación desde el inicio: los primeros planos son sucesivos lugares deshabitados. El sonido es una melodía que evoca al tango pero en cierta forma lo trasciende, como lo hará a lo largo del film (si bien de aires tangueros, lo que compone y toca Cortés desarrolla y pone en juego discontinuidades, atonalidades entre cuerdas y vientos: juegos de silencios que no dejan de subrayar, por llamarla de algún modo, cierta elocuencia del silencio). De ese modo, desde el comienzo el lugar deshabitado presenta la ausencia que supone el exilio: muchos espacios, pocos sujetos —espacios sujetos a nada, podría decirse: puentes, habitaciones, escaleras que, mediante planos de cierta objetividad, más que conectar sujetos, los evocan: alguien debe percibir, pero no sabemos quién ni cómo. Mientras tanto, la música que acompaña el recorrido presenta, de alguna manera, al protagonista en su género: bandoneonista y tanguero, toca y compone la música del desarraigo que a esa altura de la 157

historia se ha vuelto, también, de exportación; pero en ese esquema aparece lo atonal, los silencios, la musique punctuelle que hace sonar los silencios: el desarraigo de la música del desarraigo: ya no se trata de decir una añoranza (descolocamiento uno, situación del inmigrante) sino sobre todo de aludir a un indecible (descolocamiento radical, situación del exiliado): un ser fuera de sí, del uno que vivía en una tierra. No tanto un dolor o una nostalgia de tal o cual naturaleza (el sufrimiento entra en el universo simbólico de pertenencia y se codifica de determinada manera) sino la experiencia de la exterioridad de uno (algo que escapa a las concepciones del sujeto y lo lleva al límite de su lenguaje: como la música, especialmente la atonal). El árbol sin raíces dibujado con palabras es harto elocuente al respecto: “Somos un signo sin ningún sentido más allá de todo dolor y hemos casi perdido la lengua en el extranjero”. De ese modo se trata, para Santiago a través de Cortés, no de la mención del exilio sino del roce de la fisura, de la grieta, del abismo irreversible que el exilio entraña. A lo largo de la película se concatenan apariciones y desapariciones, diálogos e interrogantes que vuelven sobre ausencias y posibilidades derivadas del exilio: el regreso, su discusión, la transmisión generacional coartada por la violencia estatal, la consecuente posibilidad de repetición de la historia –son variables que recorren el film. Así, no se narra una historia sobre el exilio, sino el exilio.

158

Bibliografía “Lejos o cerca, yo vivo en Aquilea” (entrevista a Hugo Santiago). En http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos /5-15291-2009-09-15.html (última visita en marzo de 2012).

Filmografía “Invasión” (1969). Dirección: Hugo Santiago. Guión: Jorge Luis Borges y Hugo Santiago, sobre un argumento de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. “Les trottoirs du Saturne” (“Las veredas de Saturno”) (1986). Dirección : Hugo Santiago. Guión: Hugo Santiago, Juan José Saer, Jorge Semprún. “The Terminal” (“La Teminal”) (2004). Dirección: Steven Spielberg. Guión: Sacha Gervasi y Jeff Nathanson.

159

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160

OOtpakov33 Álvaro Couso

…tengo dieciocho años y la felicidad ya el sabor de la memoria… Alessandro Baricco

tiene

…y no halle cosa en que poner los ojos que no fuera el recuerdo de la muerte… Francisco de Quevedo

Como los ríos van a la mar… así fuimos. Éramos agua también, pero no teníamos la salinidad, ni el color, ni la temperatura del mar, fuimos como ríos, arroyos, esteros, pequeños afluentes; hacia la mar que era el morir. Para otros, en cambio, aquellos como nosotros, VIVIR. Escribieron nuestros nombres con tinta indeleble. Publicaron nuestras fotos. Pusieron precio a nuestras cabezas, indujeron a la delación entre hermanos, a los vecinos; luego de nuestro ancestro Hiparco34, envilecieron a todos…

33

En el Ágora ateniense: cáscara de hueco, caparazón de tortuga o pedazo de terracota sobre el que se escribía el nombre de aquel que sería sentenciado al ostracismo. 34 L. Almados (2003). “Hiparco de Carmo: Bajo las leyes de Clístenes, 488 a. C. Primer condenado al ostracismo”, en Igualdad y diferencia en la 161

Nos hicieron distintos, otros. Esos signos no se borraron. Persistieron en el tiempo. Así fuimos hacia la mar de uno en uno… Nos evadimos, desordenada u organizadamente. Así nos fuimos para salvar la vida, la dignidad, el pudor, los secretos... Huimos de la muerte real y de la que imaginábamos, del dolor físico, para salvar lo que quedaba. Nos llevamos el sufrimiento moral; y la dignidad, debo decir, fue difícil salvarla. Nos fuimos, no porque quisiéramos sino porque querer otra cosa era impensable. Quisimos irnos y eso nos pesó por el resto de nuestras vidas. Nos agravió y nos afrenta. No fuimos consecuentes con el legado atávico35, con la consigna que guiaba a los Orientales en la Agraciada36. No pudimos sostener nuestro juramento37. Ni siquiera ratificamos el compromiso con nuestra militancia38. De uno en uno y a la mar, a ese territorio que es uno y muchos, que es tantos, y que ni siquiera es un territorio… Donde las olas, tormentas, e impiedades del elemento nos llevaron a sobrevivir o naufragar… Dejando de ser agua, océano, mar. Convirtiéndonos en simulacros de los personajes que éramos, en Democracia ateniense. Encuentros Facultad de Ciencias Humanas. Colombia. Pág. 136. 35 “Libertad o muerte”, Leit motiv del estado griego. Emblema independentista del juramento de los kléftis el 25/3/1821, en Kalavryta, Peloponeso. 36 “Libertad o Muerte”, leyenda en la bandera de los Treinta y Tres Orientales que desembarcan en la playa de la Agraciada el 18 de abril de 1825. 37 Vicente López y Planes. “O juremos con gloria morir”. Estrofas de la Marcha patriótica, 11/5/1813. A partir de 1847 Himno Nacional Argentino. 38 Fidel Castro. “Patria o muerte. Venceremos”. Proclama del líder cubano en el acto por los mártires del atentado yanqui al barco La Coubre. 5/3/1960. Luego lema de los grupos revolucionarios setentistas en América Latina. 162

sombras de nosotros mismos… En marineros errantes. Con el alma entre paréntesis, con la juventud que pasaba y la madurez que nos alcanzaba y siempre con la muerte presente. Esperando. Con el temor a una muerte anunciada, anticipada… Muchos murieron, incluso algunos, sin perder la vida. El hálito vital se extravió, se perdían los ideales que configuraron los deseos y toda postura era presa de configuraciones erróneas… No obstante, cierta fatalidad circunscribía el sentido de la muerte. Desterrados, exiliados, extraviados, así íbamos en un vagabundeo en el que habíamos sido privados de nuestros atributos intrínsecos. Sufríamos todos, la pérdida de nuestra identidad. Soñábamos, con la tierra prometida y malograda… Digo soñábamos, en realidad soportábamos las pesadillas de una realidad que se nos aparecía de una hostilidad intolerable. Partíamos hacia una escena originaria que nos emancipaba del tiempo presente. Hacia la configuración de una pintura que deslucida, desdibujada, buscaba su contorno y su color definitivo en la memoria que nos habitaba. Reconstruíamos en nuestros imaginarios un tiempo que disolvía los fantasmas de monstruos uniformados… Repetimos enajenados escenas que nos antecedían, la de nuestros progenitores, la de desconocidos emigrantes, en busaca de su futuro, con todas las ilusiones y desilusiones consecuentes… Hacíamos un camino inverso, en la búsqueda fantasmática de su perdido origen. Vimos con nuestros ojos anegados de tristeza, los amaneceres boreales en el Báltico. Caminábamos por la calle Coronel Díaz hasta la librería Letra Viva a encontrarnos con nuestros primeros libros de psicoanálisis, en la Place des Vosges buscamos la casa de Víctor Hugo, guiados por el 163

inefable “yo acuso”; por el Trastevere escuchábamos los epigramas de

Marcial,

reivindicando

su

derecho

a

escribirlos;

reencontrábamos el español rioplatense sobre un banquito en Marble Arch, en el Speaker corner de Hyde Park… Y digo reencontrábamos, pues más allá del origen de nuestra lengua madre, o de los complementos idiomáticos que habíamos recibido en el secundario o en la universidad, –quienes tuvimos esa oportunidad – la inmersión en el habla que nos amparaba, más allá de borrar nuestra singularidad nos confundía con los dialectos y los acentos de los lugareños… Reencontrábamos con alegría nuestra lengua que se nos iba perdiendo, exilada ella también de nuestra consciencia, de nuestros cuerpos, desterrada como un amante despechado, como una seña a pie de página de nuestro texto… La historia, nuestra historia repetía las máximas de Empédocles en el exilio: nos uníamos por el amor y el odio nos separaba… para ver fue necesario, como Edipo, perder los ojos… Éramos, aún así, Jean Valjean –perseguidos “ad eternum” por Javert– intentando salvar por nuestro honor y el de todos a Cosette… Desterrados de nuestra tierra, de nuestra historia, de nuestra lengua y de nuestros cuerpos... Así errábamos, habiendo dejado de ser quiénes éramos, no siendo lo que queríamos ser, siendo otros, muchas veces inaceptable para nosotros mismos. Aprendimos a ser otros, sin embargo, convirtiéndonos en nosotros mismos. De eso se trataba, de aceptarse, no de adaptarse ni de tolerarse, de aceptarse. De reconocer y admitir, de no eludir ni negar nuestro viejo –nuevo rostro. De rescatar nuestra diferencia, de borrarla para no ser reconocidos, para ser igual a todos, de reivindicarla en la soledad 164

de nuestras expectativas y de nuestros deseos. En ese perderse en la multitud otra, nos desaparecíamos, generando nuestros propios guetos,

nuestras

propias

identidades,

islas

vulnerables

que

recibieron el embate persecutorio de la larga mano del poder… No queríamos, sobre todo, olvidar. Las sociedades, todos los grupos humanos son como una manta, que cobija y no solo protege del frío… Desnudos, nuestros cuerpos, a la intemperie, tiritaban. Fuimos

nómades,

en

un

desierto

cuyo

sentido

fue

la

despersonalización. Un desierto que era “la metáfora del vacío”, entre todas las voces: el “silencio”39… El recuerdo de una esquina, el nombre de una calle, el olor de las mañanas temprano al despertar, la brisa en el atardecer del “río como mar”… Los recuerdos nos unían, nos reunían con un pasado y una tierra en común, nos daban una historia. En cambio la libertad que gozábamos al desplazarnos por esas nuevas latitudes, todo lo que venía como novedad a nuestra percepción era la expresión sucinta y concreta de la soledad, una voz nueva en el desarraigo. Así se conjugaban esos dos verbos para cada uno de nosotros. –Libertadsoledad–. Sin una idea o una acción que nos aglutinara, la degradación que presuponía la derrota, pues no nos olvidemos que de esa experiencia éramos efecto, la pérdida que presuponía, no podía no interrogar toda certeza. Habíamos sido profundamente creyentes, habíamos practicado escrupulosamente los ritos de nuestra fe, sin embargo para ese entonces el ateísmo corroía nuestra vida… aún si éramos libres… Vagábamos, vagabundeábamos 39

Edmond Jabés (2001). Del desierto al libro. Buenos Aires: Alción Editora. Pág. 25 –26. 165

por una iglesia, que ya no lo era. En Utrecht, un grupo punk hacía rock en una catedral abandonada… La ferocidad de la música envalentonaba nuestro dolor y nuestra rabia. Deshabitada de Dios, la soledad entre aquellos jóvenes nos parecía el último reducto a nuestras cavilaciones. A nuestras pasiones. Que sin embargo, en muchos, no cedía… Entre los compañeros, pasado el tiempo, quedaron los hermanos… Volví al país donde había nacido y del que me hacía debido ir, en 1984, trece años después, nada parecía allí, haberme esperado, que razón habría para que así fuera…. La vida había transcurrido. Casi todo había cambiado. Y los sueños de un reconocimiento, de una reivindicación tardía debieron esperar todavía… aquí y allá algunas sombras, marcas que deje no expresamente, constituyeron los restos permanentes a los que mi memoria se aferró. La casa en la que había vivido se había convertido en una Clínica psicológica para niños… desde el fondo de mi angustia me sorprendía una sonrisa irónica… Algunos volvimos, algunos se quedaron, otros volvimos a partir, ¿que nos animaba, amaba, bramaba para que así fuera? De lo que se perdió sólo puede hacerse el duelo. Entre Nietzsche y Lacan, “Muerto Dios”, todo es posible y ya nada está permitido… Entre el deseo y la culpa, entre la responsabilidad que insiste y la desesperanza, la utopía pervive en la ética… Se respondió, nadie supo jamás, ciertamente todos los porqué...

166

El regreso: ¿utopía o realidad? Una problemática acuciante de las víctimas de la espera

Marcela Crespo Buiturón

No pongas ningún clavo en la pared, Arroja sobre una silla tu chaqueta. ¿Vale la pena preocuparse por cuatro días? Mañana volverás. Bertolt Brecht, Meditaciones sobre la duración del exilio.

Resumen Puede sostenerse, en líneas generales, que la experiencia del exilio, así como su ficcionalización, gira en torno a tres ejes fundamentales: el desarraigo, producto de la expulsión del lugar de origen; la fractura identitaria, debido a la dislocación y la necesidad de inserción en el país de acogida, lo cual supone la convivencia de dos mundos paralelos: el propio, llevado cual mochila en el recuerdo, y el ajeno, en la cotidianeidad; y el retorno, obsesión siempre presente en la vida del exiliado. Pero es este último el que ha derivado de una de las grandes utopías tanto de la experiencia antropológica como de su elaboración estética. La forma en que diferentes escritores, que han atravesado las tres 167

instancias mencionadas al comienzo, han reflexionado sobre las posibilidades de concreción de la utopía del regreso es el punto de partida del presente ensayo, en el que se intenta elaborar una aproximación a esa poética del retorno de la literatura argentina escrita durante y después de la última dictadura militar argentina. Palabras claves: Exilio – Retorno – Desarraigo.

Abstract It can be argued, in general, the experience of exile and its fictionalization, revolves around three axes: the uprooting, the result of the expulsion from the source; the identity fracture due to dislocation and the necessity of insertion in the host country, which implies the coexistence of two parallel worlds: his own, taken which rucksack in the memory, and the foreign one, in the ordinariness; and return, ever-present obsession in the life of exile. But it is the latter which has been derived from one of the great utopias both anthropological experience as it is drawn up aesthetics. The way in which different writers, who have gone through the three instances mentioned at the beginning, have pondered the possibilities of realization of the utopia of return is the starting point of this essay, which seeks to develop an approach to the poetics of Argentina return in literature written during and after the last military dictatorship in Argentina. 168

Keywords: Exile – Return – Uprooted.

Introducción La historia argentina ha sido signada, en gran medida, por movimientos migratorios, tanto de recepción como de expulsión de habitantes

foráneos

o

nacionales

respectivamente,

pero

la

experiencia del exilio vivida por numerosos argentinos durante la década del ’70 ha sido especialmente significativa, por lo que tuvo de violenta y contradictoria, al ser precisamente promovida por un gobierno que, en aras de la seguridad nacional, puso en marcha un programa de persecuciones, torturas, expulsiones y ejecuciones que poco parecen tener que ver con la consigna que lo ha motivado, es decir, la protección de la población. Esto ha determinado la recurrencia de la figura de Estado Criminal que ha aparecido en gran parte de la bibliografía que indaga en los fenómenos de violencia colectiva recientes. Aun habiendo numerosos estudios acerca de la magnitud del exilio provocado por la última dictadura militar (estadísticas oficiales argentinas, del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados, de las embajadas extranjeras en Buenos Aires, de los programas de acogida de los países receptores de exiliados, etcétera, así como de investigadores universitarios del país y de 169

otros centros de estudios foráneos: Margulis, Jensen, Orsatti, Lattes, Franco, Canelo, Bernardotti, Bongiovanni, entre otros), resulta del todo imposible precisar la cantidad exacta de desterrados, así como su origen y cualidad, ya que muchos de ellos salieron del país como turistas, o bien, clandestinamente. Asimismo,

debido

a

los

grandes

movimientos

migratorios

mencionados al comienzo, numerosos argentinos se han hecho acreedores a dobles nacionalidades, lo cual ha imposibilitado aún más su registro en el extranjero. A todos estos factores, también hay que sumarle la dificultad para diferenciar exiliados de emigrantes. Aunque muy discutida, la cifra aproximada que parecen aceptar estas diversas indagaciones es la de medio millón de personas, distribuidas por Brasil, México, Venezuela, Cuba, España, Francia, Italia, Alemania, Estados Unidos, Israel, etc. (Yankelevich, 2010: 23-26). Estos son sólo datos de un somero panorama de todo aquello que habita en las zonas del espanto, algunas vedadas, otras reveladas (Boccanera, 1999: 12), y que han ido convirtiéndose en materia literaria. El exiliado se torna así una figura emblemática en la literatura de las últimas décadas en Argentina: errante en un país que le es ajeno, luchando entre la realidad y el deseo; empobrecido o enriquecido, según se entienda esta experiencia como un castigo o como un espacio de reflexión y conocimiento; mutilado o fragmentado por la dislocación temporal, espacial e identitaria; extrañado del presente colectivo, de las relaciones que lo definen; desdoblado y suspendido entre dos tiempos (el pasado 170

añorado y el presente perturbador, amenazante y difuso) y dos espacios (o tal vez, tres: el país de origen, el idealizado en el recuerdo y el que lo recibe), con las raíces al aire de la tierra natal que lleva a cuestas y con otra bajo sus plantas, donde no prospera ninguna de aquellas; con la única casa posible en el exilio: la escritura, como diría Adorno, o con la tierra, más que en la memoria, en la imaginación (Cardoza y Aragón, 1986); cargando una valija que no termina de desarmar, como sugieren los versos brechtianos del epígrafe que precede a este ensayo. Por este camino han transitado numerosos escritores. Valgan sólo como ejemplo de los tantos posibles: Nicolás Casullo, Antonio Di Benedetto, David Viñas, Cristina Siscar, Pedro Orgambide, Humberto Constantini, Tununa Mercado, Osvaldo Bayer, Daniel Moyano, etcétera Ese sendero largo y sinuoso ha ido produciendo profundas reflexiones en torno a tres instancias que suponen el descubrimiento de la realidad facetada del fenómeno del exilio: el destierro, la inserción en el país de acogida y lo que constituye el punto central de este ensayo: el regreso. Pero no es el propósito de este breve ejercicio el realizar un análisis de la complejidad de la problemática del exilio, largamente estudiada y discutida, ni mucho menos un relevamiento exhaustivo de sus múltiples y diversas aristas, sino un abordaje tentativo de dos cuestiones que subyacen a estas tres instancias mencionadas anteriormente y que resultan esenciales para la calidad dolorosa y perturbadora del exilio: el sentimiento de extrañamiento y el consecuente temor a lo diferente, las cuales se

171

entienden determinantes para la constitución y preservación de la utopía del regreso. Con tal propósito, se tratará primero la índole y ocurrencias de esas dos cuestiones citadas, para luego pensar cómo resultan imbricadas en el pensamiento de algunos escritores que han sufrido la experiencia del exilio y que han configurado, de alguna manera, una poética del retorno. Finalmente, se dará cuenta de algunas reflexiones surgidas a partir del tratamiento de estas cuestiones.

El temor frente a lo extraño: una piedra en el camino del retorno Hannah Arendt plantea en el capítulo titulado “Nosotros, los refugiados”, incluido en la segunda parte de Escritos judíos, que compendia trabajos redactados durante la década del cuarenta: Yo no sé qué recuerdos y qué pensamientos moran de noche en nuestros sueños. No me atrevo a pedir información, ya que también yo preferiría ser una optimista. Pero a veces imagino que al menos por la noche pensamos en nuestros muertos o recordamos los poemas que una vez nos entusiasmaron. Podría incluso entender que nuestros amigos de la Costa Oeste, durante el toque de queda, hayan tenido ideas tan curiosas como la de creer que no somos sólo “futuros ciudadano” sino actuales “extranjeros enemigos”. (Arendt, 2009: 355)

172

A partir de esta afirmación, Fernández Bravo, Garramuño y 40

Sosnoswski , llegan a la conclusión de que la vivencia del exilio no sólo el argentino, sino el latinoamericano en general, está también signada, en muchos casos, por una suerte de ambivalencia en el estar del refugiado en suelo extranjero, ya que es percibido por parte de la sociedad que lo acoge en su carácter de futuro ciudadano, con posibilidades de integración al nuevo colectivo, a la vez que lo considera como potencial enemigo, como eventual conspirador, como otro ajeno y exterior, misterioso y amenazante. Esta ambivalencia se convierte así en un complemento de la que el exiliado ha sufrido en su país de origen frente a un Estado que, lejos de combatir y eliminar la vulnerabilidad de sus ciudadanos y protegerlos de la incertidumbre y del peligro – cimientos sobre los que el poder estatal moderno se sostenía (Bauman, 2011: 77)–, instala el terror y la inseguridad en el seno mismo de la sociedad, convirtiéndose en propulsor del crimen institucionalizado. Es decir que el desterrado parte de una imagen ambigua de su lugar de origen (tierra materna-vida / tierra expulsora-muerte) para recalar en otra figura ambivalente, la del país de acogida (refugio / hostilidad). No parece haber descanso para el temor que genera el extrañamiento, primero de la patria que lo considera otro, que lo expulsa del sentimiento colectivo, y luego, del país

40

Organizadores del simposio (In)migración, exilio y diáspora en la cultura latinoamericana (Universidad de San Andrés y Museo de Arte Latinaomericano de Buenos Aires, 21 y 22 de marzo de 2002), cuyas ponencias han sido compiladas en el volumen Sujetos en tránsito. 173

que lo recibe, que duda en considerarlo semejante, desplazándolo tanto uno como otro, por lo que el exiliado tiene de diferente, hacia el espacio de la amenaza latente. Pero esta dualidad siniestra, arduamente analizada desde diferentes enfoques disciplinares en cada uno de estos ámbitos (la expulsión y la acogida), en cada posible dicotomía complementaria (lo propio y lo ajeno; el uno y el otro; etcétera) no se acaba con el regreso al país de origen. Es más, en esta última instancia, es tal vez donde más lacerante se vuelve. Recuperar el espacio propio; reencontrarse con el pasado y reinsertarse en el decurso natural de una sociedad, saltando desde un

hiato

–el

tiempo

del

exilio–

muchas

veces

insalvable;

recomponer la identidad fragmentada en una suerte de sincretismo bastante peculiar entre la cultura propia –que ya se ha vuelto, en cierta medida, algo difusamente ajena– y la adoptada durante la estadía extranjera; son algunos de los desafíos que vuelven a catapultar al exiliado hacia esa misma ambigüedad de la que viene escapando. La pregunta sobre la posibilidad del regreso o de un nuevo exilio en el retorno, por proyectar otros múltiples y complejos cuestionamientos, resulta difícil de responder. Por ello, se han escogido dos posturas ante la misma, difíciles de reducir cada una, por su complejidad, a un discurso unívoco, y en cierta medida, enfrentadas: la que sostiene la imposibilidad de una verdadera concreción de la utopía, por no poder superar las controversias y adversidades del regreso, presentada en un diálogo –elaborado ficticiamente en este ensayo– entre Cristina Siscar (con su 174

testimonio) y Sergio Bufano (a través de los ojos de su personaje 41

Simón ) y glosado por David Viñas; y la segunda postura, la que ha buscado una alternativa posible, en otro intercambio imaginario: el 42

de María Rosa Lojo (en las palabras de Rosalind Kildare ) con Héctor Tizón y Pedro Orgambide (en sus comentarios sobre el retorno), y también con Juan Gelman (en sus reflexiones sobre el olvido). Para los primeros, el verdadero regreso es imposible. Buenos Aires, su ciudad, el seno que abrigara su infancia y juventud, colmado de imágenes, rincones y afectos que la convertían en un espacio luminoso y acogedor, se ha convertido en un resabio oscuro y siniestro del pasado, una trampa que los conduce hacia el recuerdo de violencia y muerte del que han luchado por escapar, que les niega el encuentro con sus seres queridos y que sólo les deja ver lo que han perdido: Sergio Bufano: “Trataría de ver la ciudad como si éste fuera un sábado cualquiera, sin lapsos de ausencias, sin nostalgias ni temores…” (Bufano, 1983: 120) Cristina Siscar: “La pienso mía, pero la siento ajena y hostil. Además, la ciudad también se ha transformado. No encuentro a los amigos; y los lugares que subsisten me parecen decorados vacíos o llenos de extraños…” (Boccanera, 1999: 59) Sergio Bufano: “[esa ciudad que estoy viendo no es más] que la fachada de algo que no retornaría

41 42

Protagonista de su cuento “Simón en la ciudad”. Personaje principal de su novela Finisterre. 175

simplemente porque los protagonistas eran otros…” (Bufano, 1983: 122) Cristina Siscar: “Ahora los pedacitos de mi historia personal están dispersos en una ciudad desarticulada” (Boccanera, 1999: 59) Y cerrando esta imagen, entretejida por ambos en este diálogo imaginario, de ciudad despojada de todo aquello que les era familiar y acogedor y que se presenta ahora como ajena, hostil y hasta siniestra, Simón, el personaje de Bufano, termina con su llanto desgarrado: Ya no sería un extranjero, proscrito, intruso, ya no sería el desterrado ni el apátrida ni el forastero. Era Simón, el de Buenos Aires, un gesto más en la muchedumbre, un rostro cualquiera entre sus congéneres… No es posible, pensó Simón. No, habló en voz alta. No, repitió casi en un grito, cuando en algún lugar de su interior sintió el nudo que precede al llanto […] Algunos lo empujaron y le pidieron disculpas y volvieron a empujarlo mientras él estaba solo, inmerso en el hervidero de gente que pasaba a su lado sin mirarlo… Sobre el pavimento, caída de su bolsillo, perdida entre la gente, quedaba una fotografía ya bastante maltrecha. En ella aparece Simón, de pie, sonriente. Junto a él hay una pareja cuyo paradero nunca se pudo establecer. (Bufano, 1983: 124-125) Tanto el testimonio de Cristina Siscar como la elaboración estética del retorno del exiliado que perfila Bufano en su cuento 176

confluyen no sólo en la noción de dislocadura renovada, sino en la enfática visión de ser recibidos con indiferencia y hasta con temor, como lo sostiene claramente la primera en su testimonio: “Estaban los zombies de siempre, que habían vivido en una burbuja; aquéllos a los que les resultaba sospechosa…” (Boccanera, 1999: 60). Por su parte, el segundo escritor, a través de su personaje, perfila la figura del retornado como un ser fantasmal, que no recorre la ciudad, sino que deambula cual fantasma sin ser “visto” –en el evidente sentido de no ser “reconocido”– por sus compatriotas, para terminar siendo arrastrado hasta “el salón del Hotel del Prado, junto a una imagen de muerte de Diego Rivera” (Bufano, 1983: 125), donde la foto desleída a la que se ha hecho alusión anteriormente le recordará lo perdido, en clara composición con la pintura del artista mexicano. Y como corolario de este panorama, una sombra oscura se cierne para volver más oscura y desalentadora esta visión del retorno: la percepción del mismo como una suerte de traición, de derrota, de claudicación de los ideales que tan caro costaron sostener, como lo sugieren las palabras de David Viñas: Y… al volver tenés que dar examen de ingreso, ganarte espacios, toda esa putada. Desde ya. Tenés un capital simbólico, que es más simbólico que capital. […] Y optás. Digo, en función del campo de posibilidades que tenés a partir de una determinada práctica, muy concreta, la práctica crítica. Ese lugar, ¿no? No sé si todos los días, pero con mucha frecuencia existe la tentación o la propuesta de reconvención, de instalarte en el sistema. Y… si se trata de acomodarse, 177

por ahí alguna cosita podés ligar. Te jugás a esa mano. Ya. Perfecto. Un mes, dos meses. Al tercer mes, te decís: ¿qué carajo estoy haciendo yo acá? (Ángel, 1992: 42) Lo cual supone que volver no es reencontrarse consigo mismo ni con su original perdido, sino despertar el lado más oscuro de ambos. Para el segundo grupo de escritores, el panorama del regreso parece menos desolador. María Rosa Lojo, si bien no ha sido una de las escritoras del exilio, ha reflexionado largamente sobre el mismo, debido a su condición de hija de exiliados republicanos españoles en Buenos Aires, y lo ha incorporado como eje vertebrador de muchos de sus textos ficcionales y metaficcionales. Parece lícito insertarla en este segundo eje por lo que su novela Finisterre tiene de representación ficcional de las posturas de Héctor Tizón, Pedro Orgambide y Juan Gelman. Todos, de una u otra manera, piensan el retorno asociado a la dicotomía olvidomemoria

(elementos

engañosamente

contradictorios

por

su

carácter complementario) y es en ella –y en la ilusión de recuperar la unidad robada- en la que cifran la esperanza de la consecución de la utopía. En la citada novela de Lojo, Rosalind Kildare remite cartas escritas desde un espacio cargado de intensos simbolismos: Finisterre, el fin de la tierra, a Elizabeth Armstrong, su hija de crianza durante su exilio en la Pampa Argentina. Se constituye así como la responsable de restituir la memoria negada por su padre, al llevarla a Inglaterra a una edad muy temprana, alejándola así no 178

solamente de Rosalind, sino de sus orígenes, ya que había sido concebida por la hija de un cacique ranquel, con quien Oliver Armstrong había establecido lazos comerciales a través de esa unión. Elizabeth sólo guardaría recuerdos fragmentarios y, hasta entonces, sin sentido. En la literatura del exilio, el olvido ha sido mayoritariamente considerado un elemento negativo, una amenaza permanente que acecha, intentando desbaratar el único medio de supervivencia en el destierro, la única esperanza de preservación de la identidad personal y nacional y de retorno: la memoria. En la obra de Lojo, es evidente el rol primordial que le atribuye a esta última, pero con la peculiaridad de considerarla como forma complementaria de aquél: Aquí llegó Decio Junio Bruto después de haber obligado a sus hombres a cruzar el río Limia, al que creyeron el Río del Olvido. Si lo cruzaban, le dijeron, perderían la memoria de su nombre, de su patria, de quiénes eran y quiénes habían sido, de lo que deseaban y lo que temían. Serían como parias vagabundos o niños viejos, sin oportunidad de renacer. (Lojo, 2005: 180) Es decir, se convertirían en exiliados. Rosalind también cruzó el Río del Olvido, dos veces, una de España a Argentina y otra a viceversa, cuando regresa a su tierra natal. Pero no ha perdido la memoria, pues, como bien dice ella misma, un cruce neutraliza los efectos del otro: He cruzado dos veces el Océano y el Río del Olvido. 179

Por dos veces he tenido que olvidar quién era y quién había sido, y lo que deseaba y lo que temía y ahora soy solamente una niña vieja. Quien olvida dos veces nada olvida. (Lojo, 2005: 181) El regreso, entonces, es percibido como un movimiento compensatorio que restituye no sólo la unidad perdida, sino que permite al exiliado reconciliarse con su pasado, con sus pérdidas, a la vez que lo enriquece con la conciencia de ese segundo legado que ha adquirido en el destierro, como lo sostiene la autora en una entrevista sobre la problemática del exilio: Si hay una forma de “desexiliarse”, creo que es compensar esa vivencia de pérdida con todo lo que uno puede incorporando o absorbiendo de la cultura adoptiva. Se puede pasar entonces de la indigencia y el desgarramiento del exilio, a la riqueza de la identidad plural, que es hondamente creativa, que integra y entreteje complejos vínculos entre los mundos. (Crespo Buiturón, 2008: 228) En consonancia con la opinión y posición de Lojo frente al regreso, aunque no con la terminología, Héctor Tizón comenta: Ni entiendo ni me gusta la palabra “desexilio”; prefiero decir regreso; aunque uno no se haya ido de verdad nunca, porque siempre es posible regresar. Es como volver a vivir; de alguna manera, una vuelta a la semilla, en el mejor de los casos. (Boccanera, 1999: 85)

180

Idea que será completada por Pedro Orgambide, al valorar el aporte

43

que ha significado en su experiencia de exiliado el

contacto con otras culturas: El exilio enseña. Uno aprende a vivir con sus compatriotas y con la gente del país que lo recibe. Con más humildad, creo. Como habrán vivido nuestros abuelos inmigrantes al llegar al Río de la Plata. (Bardini, 1983: 104) En definitiva, el movimiento que significa el regreso abre una puerta insospechada y reparadora: permite al exiliado entender los lazos que lo unen a otras culturas y, en muchos casos, comprender mejor la historia de sus antepasados a través del rescate de otra memoria, la ancestral. Juan Gelman, por su parte, aunque adoptando una postura mucho más desgarrada, parece entender el regreso, no sólo rescatando un cierto aspecto positivo del mismo, sino también estableciendo

–como

Lojo– esa

misma

correspondencia

que

desbarajusta la idea antinómica del par memoria-olvido: El olvido es una función de la memoria. Es una función muy difícil, por lo menos para ciertas memorias. Hay 43

No se desarrollará en este ensayo la cuestión del aporte o aprendizaje que significó el exilio, por no ser el punto central de abordaje de la problemática del regreso. Sólo se alude a dicha cuestión por haber hallado la idea, en los escritores de este grupo, de que una de las razones para proyectar una figura positiva del retorno es la de que éste posibilita una concientización más profunda de los lazos y conocimientos que han enriquecido al exiliado. 181

un regreso de la memoria al olvido y un regreso del olvido a la memoria. Esto es absolutamente inevitable; el regreso y el olvido se juntan ahí. El regreso fue, en mi caso, el reencuentro con muchos vacíos, y es así como la memoria regresa a sus vacíos, y también el encuentro con presencias inesperadas: la presencia del temor, pero a la vez memoria de lo que pasó y olvido de lo que pasó. (Cruz, 1991) Lo que subyace en sus palabras es la idea de que el retorno posibilita al exiliado que la memoria recuerde lo que es debido, es decir, que el olvido como función vital y necesaria de aquella, también emprenda su camino de regreso. No sólo vuelve el exiliado, sino también el olvido, porque este es una suerte de compañero inevitable en el destierro que paradójicamente convive con el recuerdo omnipresente del país que se ha dejado atrás, creando un extraño efecto de anulación del tiempo y del espacio que sólo puede convocar la escritura: En todo caso sé que nada de lo escrito en el exilio está apartado del país, siempre estuvo lleno del país. Lo sigue estando. En realidad, es imposible sacar los pies fuera del alma del país. (Borgna, 1983: 26)

Reflexiones finales ¿Se puede hablar de un verdadero regreso, más allá del movimiento físico, en escritores que plantean situaciones como las que sintetizan las palabras de Viñas: “es imposible sacar los pies 182

fuera del alma del país”? Porque pareciera que estas sugieren que no se ha logrado desterrar definitivamente a los exiliados, que podrán haber expulsado sus cuerpos, pero su espíritu y su escritura permanecieron en su lugar de origen, o bien, que lo han llevado a cuestas. ¿O esta postura ha surgido como una suerte de andamiaje que soporta la caída irreparable? Lo cierto es que el exilio se percibió por la mayoría como un desgajamiento de lo colectivo, como una dislocadura difícilmente superable, como una fragmentación identitaria con repercusiones múltiples y disímiles. Y estas vivencias han desembocado y han constituido no sólo la instauración, sino la eternización de la utopía del regreso, porque esta es tal vez la instancia más perturbadora de la experiencia del exilio. Asimismo, el regreso es la utopía que necesita mantenerse como tal para no ser frustrante, porque cuando el exiliado comprueba que la consecución de la utopía no basta para curar su mal, como diría Abdelmalek Sayad, sobreviene la decepción. Porque

el

regreso

puede

significar

recuperar

espacios



relativamente, porque estos también cambian: no son exactamente los mismos que en el momento de la partida–, pero sin duda no supone recuperar el tiempo que debiera haber sido compartido con los demás miembros de la comunidad de origen y que se ha perdido en ese hiato insalvable en el que devino el exilio. Augusto Roa Bastos sintetiza estas vivencias claramente al preguntársele si considera que el destierro termina alguna vez:

183

Yo creo que el exiliado continúa a perpetuidad siendo exiliado, porque el retorno no es la restitución, la recuperación de un destino, sino simplemente el comienzo de otro destino que sigue siendo el de un exiliado. (Boccanera, 1999: 33) La utopía del regreso comienza así en la partida misma, con la sentencia de expulsión del sentimiento colectivo, porque el solo hecho de ser obligado desata la fuerza de los imposibles, es decir, de las utopías, como bien lo entendiera Cortázar: A lo largo de veintiocho años yo he vivido en Europa y nunca me sentí exiliado porque era una decisión personal, yo podía volver a mi patria cuando quería. Desde hace cinco años no puedo volver. Desde hace cinco años soy un exiliado como todos los demás. (Boccanera, 1999: 18) Y la utopía continúa al enfrentarse a los cambios que se han operado en los espacios familiares, en las ausencias que se imponen, en el sentimiento de extrañamiento que vuelve a instalarse en el espíritu, en el temor a ser considerado extraño: no sólo el país de origen es, de alguna manera, “otro”, sino que el exiliado también lo es. Ha cambiado su forma de relacionarse con los espacios y con la gente y, por si fuera poco, vuelve soportando el peso de “otra” pérdida: la del lugar de acogida, donde paulatinamente

había

dejado

de

ser

un

“otro”,

ajeno

y

amenazante, para ser aceptado como un fronterizo –ni de un lado, ni del otro, en el medio– familiar.

184

De esta forma, la partida y el retorno se convocan permanentemente. O, como propone Sayad: “Para que la nostalgia no se convierta en decepción hay que mantener el retorno en suspenso” (Sayad, 1996: 12). ¿Quién resolverá, entonces, la utopía del regreso?

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La grotesca escritura del exilio. Osvaldo Soriano, entre el afuera y el retorno

Nicolás Hochman

Resumen Osvaldo Soriano (1943-1977), escritor y periodista argentino, se exilió a mediados de la década del ’70. Su experiencia en Bélgica y Francia, entre 1976 y 1984, fue fundamental para la escritura de sus novelas, en las que el tema del exilio aparece siempre de un modo sutil, un poco velado y aparentemente secundario, pero que muchas veces funciona como un eje que atraviesa las historias que narra en sus ficciones. En este artículo proponemos un análisis que se enfoca en cómo Soriano transmite al lector una sumatoria de vivencias, tanto en el extranjero como en el retorno a la patria. Un mundo en el que los personajes, que se mueven entre la risa y el grotesco, entre la aventura y heroísmos más bien patéticos, se hallan en una tensión permanente con respecto a su vínculo con el Estado, lo que los lleva a estar desarraigados aun dentro de su propia tierra. Palabras clave: Osvaldo Soriano – Exilio – Desarraigo. 187

Abstract

Osvaldo Soriano (1943-1977), writer and journalist, was exiled in the mid 70's. His experience in Belgium and France between 1976 and 1984, was instrumental in the writing of his novels, in which the theme of exile is always in a subtle, slightly veiled and seemingly minor, but often serves as an axis running through the stories told in his fiction. We propose an analysis that focuses on how the reader transmits Soriano a sum of experiences, both abroad and in the return to the motherland. A world in which the characters that move between laughter and the grotesque, between adventure and heroism rather pathetic, are in constant tension with respect to its link with the state, which leads them to be uprooted even within their own land. Keywords: Osvaldo Soriano – Exile – Uprooting.

Introducción Estudiar el exilio de Osvaldo Soriano y la forma en que esto se ve representado en sus novelas es una tarea difícil, por lo menos en

tres

aspectos

bien

diferenciados,

pero

que

inextricablemente unidos como parte de un mismo corpus.

188

quedan

En primer lugar, por la serie de problemáticas inherentes que se presentan a la hora de investigar la obra de un autor reciente y su vínculo con un pasado, también reciente, que está lejos de haber sido resuelto. Si en cualquier estudio historiográfico tradicional es complicado sostener hipótesis sólidas, los trabajos que incluyen un estudio de la historia inmediata añaden a ello el plus de confrontar subjetividades sensibles. Es decir, entrar en un debate (tantas veces productivo como ocioso en otras) con individuos que fueron actores del período abordado, o, más complejo todavía, que compartieron alguna instancia de la experiencia del sujeto (u objeto) al que apunta la investigación, haciendo del vínculo directo un factor potencialmente útil y hasta necesario, que muchas veces suele transformarse en un escollo para la elaboración de conclusiones demasiado concluyentes. Segundo, porque el exilio es un concepto particularmente difícil, escurridizo, que no posee una definición homogénea y estandarizada, y que permanentemente se ve interpelado por los que se fueron, los que volvieron, los que nunca necesitaron irse, los que se quedaron pero sufrieron las consecuencias de hacerlo, etcétera. Si bien existe un relativo consenso en determinar que el exilio es un tipo de experiencia migratoria signada por condiciones políticas y/o ideológicas (generalmente por parte de un Estado opresor que expulsa, de manera directa o indirecta, a una persona o grupo de ellas) (Blanck-Sereijido y Yankelevich, 2003; Casullo, 2006; Jensen, 2010), en los últimos años comenzaron a darse a conocer una serie de artículos, ensayos y libros en los que esa posición

es

complejizada,

y

donde 189

se

propone

una

des-

esencialización del concepto de exilio, entendido en su sentido más divulgado (Steiner, 1973; Hochman, 2010a). Por otra parte, aún dentro de las concepciones más tradicionales del término, el exilio es discutido acaloradamente tanto por autores como por sujetos que vivieron (o se adjudican haber vivido) una experiencia de esa índole. Este debate, que no tiene nada de novedoso, cobró un particular vigor en Argentina a partir de la última dictadura militar) y la amplitud (cuantitativa) y variedad (cualitativa) de exilios que ella desencadenó (De Diego, 2000; Dornheim, 2000; Schwarzstein, 2001; Franco, 2008). Por último, el abordaje aquí propuesto también resulta sumamente complejo y delicado, en tanto existen muy pocos trabajos bibliográficos que analizan la vida y obra de Osvaldo Soriano

(Llarena,

1998;

Montes

Bradley,

2000;

Román,

y

Santamarina, 2000; Prieto Polo, 2006). Algo paradójico, si pensamos que durante muchos años fue el autor de ficción más vendido en la Argentina, pero que debe ser entendido a la luz de las disputas académicas de las que, directa o indirectamente, llegó a ser centro de atención. Los debates en torno suyo comenzaron en la década del ’80 y se extienden hasta hoy, siendo en muchas ocasiones un parte aguas que divide las opiniones de universitarios, literatos, críticos e intelectuales en general (Devesa, 1994; Croce, 1998; Bayer, 2007; Sarlo, 2007; Saccomano, 2009). Teniendo en cuenta estas problemáticas, la propuesta que se esgrime desde este trabajo es la de intentar realizar ciertos pequeños aportes que continúen la senda de algunas propuestas similares elaboradas en los últimos años (Gasparini, 2007; 190

Hochman, 2011), y que a su vez permita repensar algunos conceptos, dentro del contexto en el que se basa la investigación. En este sentido, veo los problemas enumerados más arriba no como una serie de obstáculos insalvables, sino como la posibilidad de enfrentar ciertos desafíos que, potencialmente, pueden llegar a generar valiosos aportes para otras investigaciones similares. Lo que intentaré esbozar brevemente desde estas páginas es la relación existente entre Osvaldo Soriano y su exilio, a partir del análisis de sus novelas de ficción. Una vez trazadas las primeras explicaciones, me propongo trabajar con lo complejo de la experiencia exiliar a través del quiebre que se da en Soriano cuando parte de Argentina y que, por lo menos de manera aparente, no puede ser entendido como un punto concreto de su vida (un hecho, un acontecimiento, un día, etcétera), sino más bien como una larga transición, que se extiende hasta su retorno al país con la democracia. Y particularmente, lo que me gustaría poder discutir aquí, es de qué manera su relato del exilio (su experiencia de vida, atravesada por ese fenómeno) aparece contemplado en sus novelas.

Una vida de mudanzas Osvaldo Soriano nació en Mar del Plata en 1943. Hijo de un padre fervientemente anti peronista, se vio influido por la política argentina desde muy pequeño. Siendo adolescente, tras abandonar la escuela en tercer año, comenzó a trabajar como periodista en El 191

Eco de Tandil, ciudad a la que se había mudado con su familia (después de haber vivido en San Luis, Río Cuarto y Cipolletti). En 1969 se instaló en Buenos Aires, donde continuó ejerciendo el periodismo en medios gráficos (Primera Plana, Panorama, La Opinión y El Cronista Comercial) junto a personas como Tomás Eloy Martínez, Juan Gelman, Roberto Cossa, Rodolfo Walsh o Francisco Urondo. En 1973 se editó Triste Solitario y final (Soriano, 1973), su primera novela, traducida a doce idiomas y ganadora del Premio Casa de las Américas de Cuba. En ella se narra una historia desopilante en la que el mismo Soriano realiza una investigación en California, junto al detective privado Philip Marlowe, rodeado de personajes como Chaplin, John Wayne, Laurel y Hardy. En 1976, amenazado por la Triple A, abandonó el país y se exilió en Bélgica, hasta trasladarse a París, en 1978, donde junto a Julio Cortázar, Carlos Gabetta e Hipólito Solari Yrigoyen, fundó el periódico Sin Censura. Desde París se convirtió en un colaborador permanente de medios como Il Manifesto, Le Monde o El País. En 1979 publicó su segunda novela, No habrá más penas ni olvido (Soriano, 1983a), y en 1980 Cuarteles de invierno (Soriano, 1983b), considerada la mejor novela extranjera del año en Italia, y llevada dos veces al cine. En 1983, en Buenos Aires, se estrenó la película "No habrá más penas ni olvido", llevada al cine por Héctor Olivera, basada en su novela homónima, que ganó el Oso de Plata en el festival de cine de Berlín. Soriano permaneció en Europa hasta 1984, cuando retornó a la Argentina, acompañado de su mujer, la francesa Catherine Brucher. Ya en Buenos Aires volvió a trabajar como periodista en 192

diversos medios gráficos, resaltando sus participaciones como fundador en el semanario El Periodista y, posteriormente, el diario Página/12. Tras su exilio publicó las novelas A sus plantas rendido un león (Soriano, 1986), Una sombra ya pronto serás (Soriano, 1990) (también llevada al cine por Héctor Olivera), El ojo de la patria (Soriano, 1992) y La hora sin sombra (soriano, 1995). A estas publicaciones se agregan un libro de crónicas Artistas, locos y criminales (1984), una colección de textos e historias de vida titulada Rebeldes, soñadores y fugitivos (1988), un libro infantil (El negro de París, de 1989) y Cuentos de los años felices (1993), historias cortas, la mayoría de las cuales aparecieron en Página/12. Un año más tarde recibió el Diploma al Mérito en Letras otorgado por la Fundación Kónex. Tras su fallecimiento en 1997, se reeditaron todas sus obras, incluyéndose algunas inéditas, como Piratas, fantasmas y dinosaurios o Arqueros, Ilusionistas y Goleadores, y otras que no habían tenido repercusión, como Fútbol. Memorias de Mister Peregrino Fernández y otros relatos. El motivo por el cual Soriano abandonó Argentina no fue investigado por la bibliografía que cita al escritor, aunque en este sentido no parece haber dificultad en establecer las causas. Según explica Juan Carlos Martini (Martini, 2009), ya en diciembre de 1975 Soriano le confesaba con temor que no le extrañaría que tuviese que irse del país. Para esa época recibía amenazas anónimas, con el sello de la Triple A, en la que se lo advertía seriamente sobre la precariedad de su integridad física. Acusado de peronista de izquierda, cómplice de la guerrilla y comunista, abandonó el país tras el golpe de Estado de marzo de 1976. Su 193

primer destino fue Bruselas, donde se reunió con amigos y compañeros de La Opinión que se hallaban en circunstancias muy similares a la suya. Como él mismo detallaba, … fui a vivir en un enorme caserón con un grupo de gente (...) Ninguno de nosotros tenía documentación para quedarse en Bélgica, de modo que los trabajos que conseguíamos eran esporádicos y semiclandestinos. Yo, por ejemplo, trabajaba limpiando oficinas y barriendo iglesias. (Soriano, 1997) Esas condiciones de precariedad se mantuvieron durante dos años, en los que el escritor comenzó a gestar vínculos laborales con otras ciudades europeas. Cuando se trasladó a París en 1978 su situación mejoró notoriamente, sin por eso vivir en el lujo que muchos de sus detractores recalcaban durante aquellos años. Con el clima político argentino enardecido, le había resultado imposible publicar No habrá más penas ni olvido, escrita en 1974 y que recién pudo editar en 1978. La novela, situada en el imaginario

pueblo

bonaerense

de

Colonia

Vela,

narra

el

enfrentamiento entre dos bandos locales, divididos en peronistas de izquierda y de derecha, a través de la sátira, el humor negro y una estética tan divertida como crítica de la realidad social. En los ocho años que Soriano permaneció en el exilio solamente escribió una novela, Cuarteles de invierno, que publicó en italiano, francés y polaco antes que en español. Esta novela, ambientada en el mismo ámbito de provincia, continúa con la crítica ácida e incómoda de su antecesora, centrando el relato en la llegada de un

194

cantante de tangos y un boxeador al pueblo, que vive el apogeo del régimen militar de los ’70. Proscripto en Argentina, sus libros aparecieron siempre antes en Europa que en América. Y es recién con el proceso de transición a la democracia, en 1983, que las editoriales locales comienzan a disputarse sus textos para imprimirlos en el país.

Otras vidas posibles Cuando se analiza la relación de un autor con sus obras y el contexto en el que las produce es fundamental prestar atención a lo que ellas explicitan. Pero también lo es estar atento a los silencios, las omisiones, los vacíos que el sujeto decide no llenar. En la experiencia de Osvaldo Soriano esto aparece claramente definido por el hecho de que, a diferencia de muchos otros escritores argentinos que vivieron en el exilio, no le dio forma a un corpus bibliográfico en el que el exilio se convirtiera en un eje principal. Dato no menos que curioso, si tenemos en cuenta que vivir ocho años alejado de amigos, familiares y paisajes queridos, obligado por las condiciones políticas e ideológicas del país, es algo que suele afectar de manera directa a las personas. Sin entrar en una discusión en torno al posible trauma (que excedería ampliamente los objetivos y pretensiones de este artículo), podemos afirmar sin demasiado margen de error que, una experiencia de esas características, deja por lo menos algunos rastros visibles en la vida de un sujeto. 195

La obra de Soriano nunca aborda el tema del exilio de una manera directa, sino que lo hace más bien tangencialmente. El relato de su experiencia y las múltiples posibilidades que imagina en tanto escritor están condensadas en pocos párrafos de sus novelas,

pero

que

resultan

más

que

representativos.

Es

sintomático, por ejemplo, que estas ideas no estén presentes en Triste, solitario y final, anterior a los miedos y la fantasía del exilio, pero que ya en su segunda novela aparezcan desde el título mismo: No habrá más penas ni olvido no es más que un extracto de la canción compuesta por Gardel y Lepera, donde se pude leer o escuchar: “Mi Buenos Aires querido / cuando yo te vuelva a ver / no habrá más penas ni olvidos”, que Soriano cita a modo de epígrafe (Soriano, 1983a: 16). Alusión para nada casual ni azarosa, si pensamos que Soriano publica el libro estando a un océano de distancia de ese Buenos Aires querido, al que, kitsch mediante, añora desde un tango tan representativo. Cuarteles de invierno podría ser entendida como un “qué hubiera pasado si”, especie de historia contrafactual lúdica, catártica, imaginativa. Los personajes que allí aparecen bien son distintas variaciones de lo que Soriano podría haber sido si se quedaba en Argentina. Como un síntoma preciso, en la última página, justo después de la última línea, aparece esto: “BruselasEstrasburgo, 1977. París, 1978-1979”. (Soriano, 1983b: 191) La aclaración, tan simple como sutil, habla por sí sola. Es la única vez que Soriano agrega una fecha y un espacio al final de una novela. No lo hace con ninguna de las seis restantes, sino con ésta, que es precisamente la que escribe en el exilio. Y no sólo eso, sino que 196

tanto el tiempo como el espacio aparecen pluralizados, como si a través de esa fragmentación de los lugares y los momentos en los que la escribió, Soriano quisiera transmitir una serie de significados que

pasarían

totalmente

inadvertidos

si

no

conociéramos

mínimamente su historia, las condiciones que hacen posible que ese texto sea escrito allí, entonces, en esas circunstancias. En Cuarteles de invierno el argumento el exilio no aparece nunca, ni mencionado ni demostrado. Lo que sí surge, en un paneo rápido y muy lúcido del contexto militar del Proceso en Colonia Vela. Típico en Osvaldo Soriano, narra una acción que está situada en un momento imposible. Sus personajes tienen la sonrisa del payaso, que pese a todo el maquillaje deja traslucir la tristeza estructural que define al sujeto en un momento así. En A sus plantas rendido un león, la primera novela escrita tras su regreso a Argentina, el tema

del exilio aparece

probablemente de manera más clara. La historia está situada en la capital imaginaria de un imaginario Estado africano, Bongwutsi, donde interaccionan personajes desopilantes que cruzan sus historias a partir del estallido de la Guerra de Malvinas. Uno de los protagonistas, Bertoldi, es una especie de cónsul argentino en Bongwutsi que, imposibilitado de regresar a su país por razones económicas, decide representar patrióticamente al gobierno nacional en África, enfrentándose al embajador británico y al imperialismo en general. A través e situaciones bizarras, paródicas e hilarantes, Soriano teje historias que dejan entrever melancolía, desazón y añoranza. Por ejemplo, a través de párrafos como este:

197

Empujó con una rodilla la puerta de la cerca y recogió la edición internacional de Clarín que asomaba por la ranura del buzón. El diario era la única correspondencia que recibía de Buenos Aires y llegaba a nombre de Santiago Acosta, el anterior cónsul. En esas pocas páginas, Bertoldi trataba de adivinar cómo habría sido su vida en esos años si se hubiera quedado en una oficina de la cancillería. (Soriano, 1986: 12) Nuevamente aparece la fantasía de ese “qué hubiera pasado si”, imposible de probar a todas luces. Y la mención, otra vez, de un elemento “nacional” (el diario Clarín) que funciona como sinécdoque de la realidad de un país y su sociedad. Lo mismo puede verse en diálogos en los que el humor político muestra las hilachas de un análisis ideológico que va más allá de lo gracioso: - ¿Por qué salió de su país? - Nos confundimos con Perón, leímos mal a Marx y pasamos por alto a Lenin. (Soriano, 1986: 89) En esta novela aparece también una proyección en torno a la sensación de extranjería que acompaña generalmente (aunque no siempre) a los exiliados que se refugiaron en Europa: “Nunca había estado en la selva, pero no se sentía más extranjero allí que en las ciudades de Europa por las que había deambulado en busca de refugio”. (Soriano, 1986: 218) La selva a la que se refiere, la impenetrable y misteriosa selva africana, como una extranjería más. Como otra forma de la ajenidad, probablemente más cercana a su pasada (reciente, nativa) experiencia sudaca, que en cierto sentido lo emparenta de 198

manera amistosa y optimista a los monos que aparecen como personajes determinantes en el desenlace de la historia, ya que finalmente son esos simios (y no las clases oprimidas de Bongwutsi) los que llevan adelante la revolución socialista en aquel país. Si No habrá más penas ni olvidos y Cuarteles de invierno hablan de personajes que no se exiliaron (aunque bien podrían haberlo hecho, siendo el contexto el mismo que Soriano decidió abandonar), y A sus plantas rendido un león es la historia de un pobre tipo que no puede regresar, Una sombra ya pronto serás continúa con la línea lógica de las posibilidades, al presentar a un hombre que sí volvió del extranjero: - Oiga, quería preguntarle, ¿se extraña mucho afuera? - Terriblemente. - Yo voy a Madrid. ¿Qué es lo que más extrañaba usted? - Esto, por ejemplo. Este recuerdo no podrá apostárselo a nadie. Las historias de sus amantes no le evocarán nada y lo que usted cuente no le importará un pito ni a la más cordial de las manicuras. - Pavadas. - A veces maldecirá este recuerdo, tratará de borrarlo pero yo estaré ahí. La vidente andará a los tiros y Coluccini seguirá en el sueño echando baba hasta el fin de sus días, padre. Aparte de esto, seguro que le irá mejor allá. La gente tiene montones de tarjetas de crédito y llega a horario a las citas. - ¿Y qué quiere? ¿Le parece que me puedo pasar la vida en este agujero? ¿En un pozo con la mierda hasta acá? (Soriano, 1990: 166-167)

199

El libro es una especie de road movie pampeana, en el que los personajes parecen estar atrapados en un presente cíclico continuo, como Sísifos que, o son inconscientes de sus permanentes repeticiones, o bien están resignados a que no existen otras alternativas. Ese es el panorama que encuentra el protagonista de la historia, que por supuesto tampoco puede despegarse de ello. Recién llegado de Europa, no sabe qué hacer de su vida en el retorno elegido: “Yo estuve en Italia trabajando en la Olivetti. Me iba bien pero cuando se fueron los milicos pegué la vuelta. Me pareció que valía la pena” (Soriano, 1990: 173). Los personajes que estuvieron afuera, estuvieron trabajando. Nunca se menciona que hayan tenido que irse por tramas políticasideológicas, sino que eran cuestiones monetarias las que los impulsaban a partir y permanecer afuera. Sin embargo, es evidente que en algún punto lo político-ideológico afecta sus realidades, lo que se desliza de la cita anterior, en la que los militares no aparecen como factores determinantes excluyentes de su regreso, sino más bien como una posibilidad afectiva. El personaje vuelve porque le parece que vale la pena; es decir, porque cree que hay espacio para un cambio (no define cuál) que, deductivamente, podríamos suponer radical para él, su deseo y expectativas. Pero probablemente sea en el diálogo que sigue donde pueda encontrarse una de las claves más importantes para entender la valoración que Soriano hace del retorno: - Qué, ¿no viene conmigo? –me preguntó (Nadia). - No me interesa el Brasil. Ya estuve mucho tiempo afuera. 200

- Cansado de llevarse puesto, ¿eh? (Soriano, 1990: 170171) La idea es simple, coloquial y aparece como un diálogo más dentro de todos los que dan forma al texto. Sin embargo, la observación de Nadia de que el personaje está cansado de llevarse puesto resulta la mejor descripción que se hace en todo el libro para definir cómo se siente. Luego el protagonista hace suya esta idea, y la utiliza reflexivamente para tratar de entender el accionar de uno de sus compañeros de ruta: Abrí la guantera para ver si encontraba otra señal de Lem: no había más que el título del coche y unas aspirinas desparramadas. Quizá había venido a buscar al chico de la foto pero tampoco él sabía cómo llevarse puesto. (Soriano, 1990: 232) Es necesario leer Una sombra ya pronto serás a la sombra del contexto en que Soriano la publica: es 1990, empieza el menemismo, ya pasó la primavera democrática, la dictadura quedó atrás pero no tanto. Los personajes siguen con esos dilemas en la cabeza, y o bien no se adaptan al nuevo medio, o bien temen que el pasado resurja con más fuerza de antes. Para el que acaba de regresar,

esa

amalgama

de

elementos

es

no

menos

que

problemática, puesto que no sabe cómo ubicarse en relación a las nuevas realidades y su interrelación con los demás. Tomemos, por último, La hora sin sombra, de 1995. El texto, de un aire mucho más autobiográfico, tiene el formato de una novela. Soriano era muy proclive a mezclar realidad y ficción, 201

narrando como propias vivencias ajenas, inventándose un pasado anti heroico, etcétera. En este caso todos esos elementos están presentes, lo cual puede contribuir a despistar al investigador que lea en sus escritos un reflejo biográfico de su yo en forma lineal, creyendo encontrar allí una verdad poco solapada. La escritura siempre trae consigo la ficción, pues la palabra misma es solamente una metáfora de lo que queremos narrar. Sin embargo, inventadas o no, esas anécdotas encierran una imagen que el escritor tiene de sí mismo. Nuevamente, una imagen de lo que fue o podría haber llegado a ser: Mientras viví en Europa no podía terminar nada de lo que emprendía. No daba con el tono adecuado y ahora que lo pienso me doy cuenta de que algo dentro de mí me impedía transformar en escritura los fantasmas de mi lugar ausente. (Soriano, 1995: 75) Yo estaba firmando ejemplares de mi libro y como recién habría regresado al país veía cómplices de la dictadura por todas partes. (Soriano, 1995: 89) Ya me habían echado del Archivo y no me quedaba más remedio que salir del país porque la mujer de mi primo me había denunciado como instigador de la muerte del marido. (Soriano, 1995: 90) Finalmente, una pregunta aparentemente simple, que desata una explicación de corte existencial: “¿Usted sabe a dónde va? -No. Ya estuve en todas partes y no tengo la menor idea” (Soriano, 1995: 151).

202

El largo insomnio Los personajes de Osvaldo Soriano andan siempre perdidos o merodeando en la ruta, muchas veces sin otro objetivo que la ruta misma. Hablan de irse de ahí, de escaparse a otro lugar, pero al final siempre vuelven al ruedo, del que Colonia Vela suele ser el epicentro. En este sentido, se puede confrontar la noción de los nolugares de Marc Augé (2002), suponiendo que para estos personajes ese no-lugar es el único escenario posible e imaginable. Algo que debe ir inexorablemente unido a la experiencia del autor que les da vida y los sitúa en ese tiempo-espacio, mediado por el exilio que él mismo vivió, y que lo enfrenta a narrar condicionado por su propia posición, sus experiencias, lo que vivió, lo que temió vivir, lo que imagina que podría haber ocurrido en cualquier otro caso. No deja de ser curioso que su exilio comience a manifestarse en su literatura cuando regresa a la Argentina, y no en los ocho años que vivió en Europa. Sin poder llegar a establecer tesis precisas al respecto, podemos suponer que esto se debe al proceso de elaboración de la experiencia, que no tuvo un quiebre preciso en su vida, sino que se fue dando de manera progresiva y gradual. Es muy probable que esa elaboración haya comenzado inclusive antes de partir al exilio, en 1976, que se extendiera durante sus etapas en Bélgica y Francia, y finalizara (si es que finalizó) tras varios años de haber regresado a Argentina. Tal como se puede apreciar en Una sombra ya pronto serás, el protagonista retorna al país tras una prolongada ausencia, pero no encuentra su lugar. Tiene muy claro que ese lugar no estaba 203

afuera, eso es seguro, pero tampoco lo halla al regresar. Es decir: el desarraigo ocasionado por la partida rompió algo, que se ve representado en la pérdida de la identidad del sujeto. No porque el sujeto no se reconozca a sí mismo, sino porque no puede hacerlo en esas circunstancias, en las que queda claro que él no pertenece a las tierras extranjeras, pero tampoco a esas pampas que una vez dejó. Tal vez por eso permanentemente los personajes de Soriano buscan irse, escaparse para encontrarse. No saben lo que buscan, pero en cualquier caso eso es mejor que quedarse quietos y a la expectativa de un pasado que, evidentemente, no va a retornar. Marcela Croce juega a comparar el exilio de Soriano como un largo insomnio (Croce, 1998: 62). La metáfora es interesante y sugestiva, ya que serviría para explicar por qué, durante todo ese tiempo,

la

producción

del

escritor

se

redujo

a

trabajos

periodísticos que no fueron los más trascendentes de su carrera, y solamente una novela, en la que el exilio no aparece mencionado sino al final, con la indicación de las fechas y los lugares en los que fue escrita. A la vez, la idea del insomnio también contribuye a pensar en su experiencia como un no poder descansar, que en definitiva es la consecuencia inevitable de aquel que está en continuo movimiento, buscando o escapando, en rutas nacionales o extranjeras, sin poder detenerse ni evitar eso que lo mantiene atado a su vivencia. Un insomnio que no lo deja dormir ni descansar, que lo incomoda, que tiene como consecuencia inmediata el hecho de que no sepa cómo llevarse puesto.

204

Bibliografía

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ya

pronto

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208

No habla/no lugar: la desterritorialización del lenguaje en Gris de ausencia, de Roberto Cossa

Gabriela Urrutibehety

Resumen En Gris de ausencia, el dramaturgo argentino Roberto Cossa escenifica la problemática de las migraciones a partir de la idea de dispersión que se produce por la desnaturalización del lenguaje convertido en un territorio ajeno, factor de incomunicación y desconexión. Retomando la hipótesis Sapir-Whorf (en Fasold, 1988) consideramos que los seres humanos “viven a merced de su lengua”, por lo que, a la vista de la noción de Augé (2000), proponemos pensar al lenguaje de los personajes de Cossa como un no-lugar avant la lettre. Palabras clave: Teatro argentino – Exilio – Llenguaje.

209

Abstract In his play Gris de ausencia, argentine dramatist Roberto Cossa stages the question of migrating people, from notion of produced by unnaturalization of language, converted in an alien territory

and

cause

of

incommunication

and

desconection.

Reintroducing Sapir-Whorf’s hypothesis, we consider that human beings “live at the mercy of their language”. So, as Augé (2000) said, we propose to consider Cossa’s characters language as an avant la lettre no-place. Key words: Argentine teathre – Exile – Language.

La existencia de no lugares, esto es, lugares de anonimato, es un tópico que emerge con potencia a partir de las década de 1990,

especialmente

con

el

libro

de

Marc

Augé

titulado

precisamente Los no lugares. Espacios de anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Para el antropólogo francés “si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad, ni relacional ni histórico, definirá un no lugar” (Augé, 2000: 83). Augé se ocupa de los no lugares postmodernos, como las autopistas, los aeropuertos o los supermercados, pero es posible 210

rastrear, una década antes de su aparición, la construcción de un no lugar en la breve obra teatral de Roberto Cossa, Gris de ausencia, estrenada en 1981, en el marco del ciclo Teatro Abierto. El no lugar que la pieza escenifica es provocado por el exilio y se verifica en el lenguaje. El ciclo Teatro Abierto representó un punto clave en la lucha contra la dictadura militar. Como señala Pelletieri (1992) “es uno de los pocos momentos de la vida del país en el que se instaura el teatro como una práctica social”, cuya ideología estética responde a las característica de cuestionamiento oblicuo al poder, utilización de artificios teatralistas con el fin de probar una tesis realista, que generalmente parodia al poder y sus múltiples proyecciones dentro de la sociedad. Los procedimientos teatralistas tienen su origen en el sainete y el grotesco criollos, el expresionismo, en el absurdo, y son refuncionalizados para servir a los mencionados fines contextuales. Semánticamente, connotan el empequeñecimiento del protagonista que no actúa. Concretan una metáfora de la realidad que termina siendo transparente para un público que tiene su mismo referente. (Pelletieri, 1992) En Gris de ausencia el tema del exilio actúa como causa de la situación dramática que se genera en la escena: una familia de origen argentino –aunque esta afirmación deba matizarse por la excepción del abuelo–sobrevive a los avatares que les impone la disgregación territorial. En el curso de la acción no se aclara en ningún momento que su exilio sea político sino más bien 211

económico, aunque la lectura que se hizo en el marco de su estreno difiere de la hecha en las otras muchas puestas que tuvo la pieza, tal

como

señala

Pelletieri

al hablar

de metáforas

transparente para un público contemporáneo a la instancia de producción del texto. En Gris de ausencia el exilio es doble, puesto que, de hecho, la obra actúa como contracara del sainete criollo de principios de siglo XX: el abuelo emigró de joven a la Argentina y a la vejez ha retornado a Italia. En su primer viaje, es un posible personaje de Vaccarezza y ahora, ha retornado a Italia aunque su marca es la de la desterritorialización. En este sentido, acordamos con lo señalado por Trastoy cuando indica: Gris de ausencia invierte los términos de la primitiva utopía: son argentinos los que vuelven a Italia, la patria de sus mayores, no ya tras la quimera del oro sino para cumplir un mandato implícito, para cerrar el círculo que se había abierto con la gran inmigración de principio de siglo. La búsqueda de la identidad perdida en este doble proceso de desarraigo, será entonces el núcleo grotesco, no sólo entendido como interiorización del sainete sino como su inversión. Cossa revierte el tradicional problema de los inmigrantes trasplantados a un medio extraño y los muestra de regreso al país de origen que tampoco pueden sentir como propio. (…) En este doble proceso de desarraigo, se reiteran las expectativas de regreso y se anula, en forma definitiva, la posibilidad de alcanzar una identidad propia que haga cobrar sentido a la existencia. Perdido todo sentido de pertenencia cultural, ya no queda ni siquiera la esperanza de una 212

lejana y quimérica tierra prometida. (Tratoy, 1999: 141) El abuelo es el sujeto de un tránsito doble que en el espacio/tiempo de la escena se transforma en permanente. En sus parlamentos, va y viene constantemente de Buenos Aires a Roma y viceversa, sin estar en ninguno de los dos lugares: por tal motivo, como el viajero frecuente de una postmoderna línea de aviación, persiste en un no lugar, un lugar sin identidad, ni historia ni relación, tal como indica Augé. Italia no es Italia ni Buenos Aires es Buenos Aires, aunque a la vez lo son en el monólogo desquiciado con que el abuelo cierra la pieza. Las migraciones –políticas, económicas– deconstruyen el mapa y terminan convirtiendo al mundo en un limbo, al decir de Giella (1992), en el que nadie puede sostener el entramado de una identidad porque toda relación con el pasado, con el linaje, con el paisaje, con la historia ha quedado definitivamente trunca. En la falta total de vínculos promovida por el viaje doble de Italia a la Argentina, de la Argentina a Italia, es donde germina este espacio que es un estado mental

caracterizado

básicamente

por

la

desubicación.

Desubicación que en el personaje del abuelo incluye también el sentido que coloquialmente tiene el término al aludir a una persona “que no se comporta de acuerdo con las circunstancias y hace o dice cosas inoportunas o inconvenientes” (RAE), 2001: p 806). La definición del diccionario de la RAE que copiamos más arriba remite a un punto que caracteriza plenamente el planteo de Cossa: la desubicación producida por el exilio está materializada en 213

el decir. En el sainete de principios del siglo XX el lenguaje también ocupaba un lugar fundamental. El conventillo como espacio escénico unificador actuaba sobre las variantes idiomáticas de los personajes y tendía a reducir las diferencias porque, más allá de las disonancias, todos podían entenderse. El sainete criollo se planteaba como el lugar donde las variables confluían y desde donde se podía pensar la unidad. Unidad que, como proyecto, jugaba necesariamente a la homogeneización, tal como plantearon los idearios de la generación del ‘80 y la del centenario. Sin embargo, en Gris de ausencia, el lenguaje traspasa su propio límite y termina siendo un no-lenguaje, por cuanto pone al descubierto la esencial incomunicación que incumbe al ser humano en el mundo fragmentado y desterritorializado de la distopía del exilio y la inmigración. En el escueto espacio del escenario, es el lenguaje el que pone de relieve la existencia irreparable de la distancia. La distancia está en la voz que habla pero que al hablar no puede configurar un territorio común. La pieza pone en escena la trastienda de un restaurante de Roma, atendido por una familia argentina compuesta por Dante, su mujer Lucía, su cuñado Chilo, el abuelo y la hija Frida, que está de visita ya que vive en Madrid. La historia se inicia en el instante en que Frida comienza a despedirse para tomar el avión que la devolverá a España. Un llamado del hijo, Martín, que vive en Londres, completará el cuadro.

214

Todos los personajes hablan una variante dialectal que va desde el cocoliche44 al lunfardo porteño, pasando por el español madrileño. La voz de Martín retrasmitida por Frida y Lucía es un spanglish indigerible. De esta manera, el lugar queda anclado en el habla. Hablar es marcar un territorio, un espacio propio. Como señala la llamada hipótesis Sapir-Whorf, Los seres humanos no viven solamente en el mundo objetivo, ni solamente en el mundo de la actividad social tal como se lo entiende ordinariamente, sino muy a merced de la lengua particular que se ha tornado el medio de expresión de su sociedad. (…) En realidad, el “mundo real” se construye, en buena medida, inconscientemente sobre los hábitos lingüísticos del grupo. (Sapir-Whorf, citado por Fasold, 1998: 79) Entonces, si hablar implica configurar la realidad, los personajes de la pieza configuran su mundo en ámbitos que cada vez se manifiestan más aislados unos de otros. Cada uno aparece entonces exiliado del lenguaje, porque antes ha sido exiliado de su lugar. El que compartan un espacio físico –la trastienda de la Trattoria La Argentina en Roma– ya no implica que compartan nada, como se devela en el transcurrir de la pieza: se ha cumplido la maldición de Babel. 44

“Cocoliche es el nombre que dan, en la Argentina y el Uruguay, los hablantes nativos monolingües de español a la variedad de español usada por los inmigrantes italianos en su interacción con los miembros de la población local.” (Lavandera, 1984; 61) 215

El espacio que propone Cossa, marcado como “antecocina”, a diferencia del patio del conventillo es un espacio de dispersión. No es propiamente la vivienda ni tampoco el restaurant, aunque tiene parte de ambos. Se realizan en él algunas acciones propias de la vida privada de la familia –hacer la valija, hojear el diario– o de la vida comercial –llenar las adiciones, tomar pedidos. Derecha e izquierda indican salidas a la casa y al restaurante, por lo que constituye un espacio de pasaje, de estadía breve, con fines específicos. La única salida al exterior es verbal y está representada por el teléfono, que en su metáfora umbilical dará cuenta de la desconexión en la que el exilio ha sumido a la familia. Ante la vista del público, la antecocina es el lugar de la toma de conciencia, del darse cuenta, pero la acción que sigue a esa toma de conciencia se da fuera de la vista del espectador: en la casa donde huye Lucía para llorar su angustia, en el restaurant en el que Chilo rumiará su fracaso. Angustia y fracaso que provienen precisamente de una acción lingüística: Lucía ha comprendido que no tiene relación posible con sus hijos porque los códigos lingüísticos comunes se han esfumado; Chilo, que pese a sus intentos, ha sido expulsado también de la patria porteña del lunfardo. El único personaje que tiene en la antecocina un espacio propio es el abuelo, quien en los vaivenes de su cocoliche pone en escena la ausencia de lugar donde asentarse. El cocoliche mismo, como variante del español utilizada por los inmigrantes italianos en Argentina, es una lengua en tránsito: ni italiano ni español, utilizada por una generación que no la trasmite a los hijos, el cocoliche está destinado a desaparecer con sus usuarios, previo 216

paso como elemento de comicidad por los sainetes de principios del siglo XX (ver Lavandera, 1984). En su apuesta a la inversión del sainete, la antecocina actúa también como espejo deformado del patio, su escenario típico. El patio es el lugar de encuentro de los habitantes del conventillo, en donde se ventilan todas las vicisitudes de la vida de quienes habitan allí. Es también el punto en que se accede desde el afuera, desde el mundo exterior, lo que configura una posibilidad de apertura que el ambiente de Gris de ausencia no permite. El espacio que muestra el sainete es un espacio de llegada, desde donde, pese a todo, se puede empezar a construir, aún en el marco de miseria económica y social que muestra en el teatro el mundo de los inmigrantes de principios del siglo XX. La antecocina de Gris de ausencia, por el contrario, en lugar de actuar como conexión al mundo reenvía a la total desconexión: tanto la de Dante cuando equivoca “camatarqueña” –disolución del vínculo con el país– como el de Lucía y Frida con Martín, en la escena más angustiosa que revela la disolución total del vínculo de la familia por pérdida de un lenguaje común. En el espacio de la antecocina, Chilo reconoce su destino de emigrado cuando toma el poncho para ir a servir a “los tanos de mierda”, reconocimiento que llega de la mano del olvido del nombre del Riachuelo. Equívoco, olvido, sustitución son los mecanismos con los que el lenguaje marca los efectos de la migración. Chilo construye para Frida una calle Florida que sólo existe en sus deseos; para el abuelo, es lo mismo Perón que el Duce, el parque Lezama que la Piazza Venecchia o el Coliseo que la cancha de Boca. Se ha perdido 217

la referencialidad, no hay anclaje cierto para los términos. Pero es precisamente esta la clave: no hay anclaje porque no hay lenguaje donde anclarse, el del exilio es un lugar inexistente, un u-topos no deseado, un limbo perpetuo del que no es posible escapar. El lenguaje del exilio, entonces, aparece como un nolenguaje. Para estos personajes, se ha roto el axioma saussureano de que la lengua es una institución social: cada uno de ellos es llevado lejos por una corriente lingüística que lo aleja del centro constituido por la familia. Esa fuerza centrífuga genera diferentes reacciones en cada uno de los personajes. Chilo se aferra a un lunfardo porteño extemporáneo, fosilizado en una época y un lugar de los que ha sido expulsado sin remedio. Lucía y Dante se encuentran a sí mismos absorbidos por el agujero negro del cocoliche invertido, el del hispanohablante que ha adoptado la lengua del país de llegada y, parafraseando la definición de Lavandera (1984), lo transforma en una variedad reducida del italiano.45 Sin embargo, ambos personajes difieren en la reacción ante esta situación y eso marca su distancia: angustia en Lucía, aceptación a-problemática por parte de Dante. Frida, con su español madrileño, se hace consciente de las diferencias (“qué gracioso hablas tú” le dice a Chilo) y explica claramente la cuestión cuando indica que “mi lugar está en Madrid”. Es la respuesta de Lucía la que marca la característica de estos personajes que no actúan, como dice Pelletieri en la cita consignada más arriba, sino 45

“Podemos sostener que el cocoliche es una variedad reducida del español en cuanto carece de muchas de las formas que se aprovechan especialmente para expresar significaciones sociales y estilísticas.” (Lavandera, 1984; 70) 218

que son arrastrados por una corriente que no les deja otra alternativa que la dispersión: LUCIA– Tu lucar... tu lucar... ¿Quié lo a deto? ¿Dío a deto que tu lucar está a Madri? ¿Dio a deto que mi lucar está a Roma?¿Que el lucar de Martín está a Londra? ¿Eh? ¿Dío lo a deto? ¿Qué é Dío? ¿Una ayencia de turismo'? (Cossa, 1990: 45) Pero lo que intentamos demostrar es que el lugar que los personajes añoran no es otra cosa que el lenguaje, la lengua unificadora perdida, la añoranza de Babel. Dios se ha convertido en una fuerza que dispersa a los miembros de la familia por Roma, Madrid, Londres. Frente al vengador bíblico, para las criaturas en dispersión solo queda un magro consuelo, también del orden de lo verbal: devaluarlo a la categoría grotesca de “agencia de turismo”. El viaje, entonces, es una experiencia centrífuga, que aleja inexorablemente y oblitera el retorno porque es, antes que nada una experiencia lingüística puesto que, como señalaba Sapir, (citado por Fasold, 1998: 79) los seres humanos viven “a merced de la lengua”.

Bibliografía Augé, Marc (2000). Los no lugares. Espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona: Gedisa.

219

Cossa, Roberto (1990). “Gris de ausencia”, en: Teatro Breve Contemporáneo Argentino. Buenos Aires: Colihue. Págs. 39-54. Fasold, Ralph (1998). Sociolingüística del lenguaje. Buenos Aires: Docencia. Giella, Miguel Ángel (1992). “Inmigración y exilio: el limbo del lenguaje”, en Osvaldo Pelletieri (ed.), Teatro y teatristas. Estudios sobre teatro iberoamericano y argentino. Buenos Aires: Galerna. Págs. 119-128. Lavandera, Beatriz (1984). Variación y significado. Buenos Aires: Hachette. Pelletieri, Osvaldo (1992). “El sonido y la furia: panorama de los ’80 en la Argentina”, en Latin american theatre revew. Disponible

en

https://journals.ku.edu/index.php/latr/article/viewFile/917/8 92 (última consulta en marzo de 2012). RAE (2001). Diccionario de la lengua española. 22ª ed. Madri: Espasa Calpe. Tratoy, Beatriz (1999). “La inmigración italiana en el teatro de Roberto Cossa: el revés de la trama”, en Osvaldo Pelletieri (ed.), Inmigración italiana y teatro argentino. Buenos Aires: Galerna. Págs. 136-145.

220

Exilio, militancia y retorno a partir de una experiencia trotskista. La construcción política del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) entre 1976 y 1982. Martín Mangiantini

Resumen El golpe de Estado de 1976 obligó a las organizaciones revolucionarias

argentinas

a

una

redefinición

táctica

y

metodológica sobre cuál era la forma apropiada de continuar su militancia política en una coyuntura extremadamente represiva. El presente trabajo se propone estudiar la construcción que el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) desarrolló en diversos países latinoamericanos, especialmente en Colombia, como forma de profundizar un trabajo político internacional ya desplegado anteriormente por esta organización y, paralelamente, preservar de la represión estatal a diversos referentes políticos. La práctica internacionalista y el tipo de exilio desarrollado por esta organización serán fundamentales al momento de producirse el retorno de su dirigencia una vez recuperado el contexto democrático.

221

Palabras claves: Exilio – Internacionalismo – Dictadura militar.

Abstract: The coup d'état of 1976 forced the revolutionary Argentine

organizations

to

a

tactical

and

methodological

redefinition on which it was the appropriate way of continuing acting politically in an extremely repressive conjuncture. The present work proposes to study the political construction that the Socialist party of the Workers (PST) developed in diverse LatinAmerican countries, specially in Colombia, as way of deepening a political international work already opened previously by this organization and, parallel, to preserve from the state repression to diverse political modals. The practical internationalist and the type of exile developed by this organization will be fundamental to the moment to take place the return of his leadership once recovered the democratic context. Keywords: Exile – Internationalism - Military dictatorship.

Introducción Para aquellas organizaciones políticas revolucionarias que intervinieron en la convulsionada realidad argentina de la década de 1970, la llegada al poder de la última dictadura militar, obligó a 222

una redefinición sobre la forma de continuar con la labor militante en un contexto que se vislumbraba extremadamente represivo. Por ello, diversas organizaciones políticas experimentaron, tras la concreción del golpe de Estado, una reelaboración táctica y metodológica y un viraje en su militancia cotidiana. El presente trabajo tiene como objetivo analizar el accionar de aquellos militantes del Partido Socialista de los Trabajadores (en adelante, PST) que, durante el último gobierno de facto, debieron exiliarse en diversos países, en particular latinoamericanos, como forma de supervivencia ante la sistemática represión estatal implantada pero, a su vez, como continuidad de una labor política internacionalista

llevada

a

cabo

con

anterioridad

a

esta

circunstancia. El PST se inserta dentro de una tradición política de la izquierda revolucionaria en Argentina que podría encuadrarse dentro del denominado trotskismo-morenista. El primero de los motes ideológicos responde al legado de la figura de León Trotsky, particularmente en cuanto a su concepción crítica del Estado soviético

a

partir

del

stalinismo

como

una

“deformación

burocrática” de la revolución. El segundo aporte de peso fue su concepción internacionalista de la revolución socialista conocida como la teoría de la revolución permanente. Ésta se inserta en un debate teórico contra la teoría de la revolución en un solo país impulsada por el stalinismo (que planteaba la posibilidad de una coexistencia pacífica de un país socialista con los países capitalistas del mundo). Trotsky argumentaba que no era concebible el triunfo de la revolución socialista en un sólo país dada la internacionalidad 223

del capitalismo. Dentro de la historia del trotskismo argentino, la corriente política más destacada fue aquella encabezada desde los años cuarenta por la figura de Nahuel Moreno (seudónimo de Hugo Miguel Bressano). Se denomina entonces como corriente morenista a las diversas organizaciones políticas lideradas por este dirigente a lo largo de la historia desde sus inicios a mediados de la década de 194046. El interés en rescatar el accionar del PST radica en el análisis de una organización que, en toda su historia, otorgó prácticamente la misma jerarquía a la militancia dentro del país como al trabajo 46

El derrotero de esa corriente se originó en los años cuarenta con la formación del GOM (Grupo Obrero Marxista), luego rebautizado POR (Partido Obrero Revolucionario). En los cincuenta, el morenismo formó parte del (PSRN) Partido Socialista de la Revolución Nacional y, tras la caída de Perón, practicó la táctica del entrismo en el movimiento obrero peronista a través de la publicación Palabra Obrera. Como reflejo del impacto de la Revolución Cubana, la corriente morenista se fusionó, en 1965, con el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericanista Popular) dirigido por Roberto Santucho. De esa unión, nació el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Tras un proceso de debate interno, en 1968, esta organización se dividió en dos grupos diferenciados: la corriente morenista dio forma al denominado Partido Revolucionario de los Trabajadores – La Verdad (PRT-LV) que actuó hasta 1972, año en que se fusionó con un desprendimiento del Partido Socialista Argentino (dirigido por Juan Carlos Coral) y dio origen al denominado Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Con esta denominación el morenismo actuó (legal y clandestinamente, respectivamente) hasta la finalización de la dictadura militar en 1983. La reapertura democrática transformó al PST en el Movimiento al Socialismo (MAS), una de las organizaciones de izquierda de mayor peso en la historia argentina. Este partido, entre finales de los ochenta y principios de los noventa, entró en una crisis política que le significó constantes rupturas y desprendimientos. Un número nada despreciable de organizaciones de izquierda actuales provienen de esta tradición política que aquí estudiamos. 224

político a escala internacional, al tener siempre presente como objetivo el forjar y sostener relaciones con distintos agrupamientos políticos y activistas de diferentes latitudes en la búsqueda de una corriente internacional que interviniera en las diversas coyunturas políticas de cada país. Ello implicó, para el PST, no sólo la posibilidad de lograr una construcción política coordinada a nivel internacional sino también la posibilidad de acudir, una vez iniciada

la

dictadura

en

Argentina,

a

estos

contactos

y

organizaciones en el extranjero como método de preservación dada la persecución política local. Por lo tanto, el presente trabajo se ocupará de la construcción política en el exterior que esta corriente elaboró a lo largo del terrorismo de Estado en Argentina haciendo hincapié en Colombia por ser el lugar de inserción más paradigmático. En relación con lo antes dicho, la presente propuesta consiste en reflexionar sobre cómo el PST, al finalizar el golpe de Estado y al producirse el retorno a la Argentina de la militancia exiliada, no salió mayormente dañado como estructura política más allá del exilio y de la represión sufrida, e incluso, reapareció como alternativa

política

de

cierta

relevancia

ante

la

apertura

democrática, aspecto que conlleva una diferencia con otras organizaciones revolucionarias para las cuales la conjunción de represión y exilio significaron (de hecho) su extinción. Por último, el presente trabajo permite una reflexión sobre el exilio como objeto de estudio historiográfico. Existe una abundancia de producciones históricas que presentan experiencias de exilio desde dos perspectivas diversas: por un lado, desde las 225

vivencias personales de los exiliados en los diversos países que sirvieron como refugio (las dificultades de inserción, el desarraigo, la construcción de la vida cotidiana en otras latitudes, etcétera) y, por otro lado, la actividad de los grupos de exiliados como denunciantes de la violación de los derechos humanos que se experimentaba en la Argentina de entonces. En este sentido, nos proponemos el abordaje de una experiencia de exilio no como un mero acto de supervivencia o refugio, o bien, como vía de denuncia al terrorismo de Estado en Argentina, sino también como la alternativa para una construcción política amoldada a diversas regiones y con distintas características de militancia, esto es, el exilio como la práctica política diaria que experimentaron aquellos militantes del PST argentino que debieron emigrar y continuar con su tarea militante en diversos espacios. Para el PST, la llegada castrense al poder implicó, por un lado, una redefinición sobre la manera más adecuada de sostener a la organización en un contexto de clandestinidad y, por otro lado, la salida del país de aquellos referentes partidarios mayormente expuestos y en situación de probable detención con un fin no sólo de supervivencia sino también político. Esto implicaba, por una parte, que la entonces dirección del PST continuaría el desarrollo de la política partidaria argentina desde el exterior y a resguardo de la represión y, por otro lado, que una vez instalados en otros países estos dirigentes profundizarían su trabajo militante a nivel internacional mediante la construcción o integración de diversas organizaciones políticas en distintas latitudes que pudieran articularse entre sí y fortalecer una corriente internacional. Este 226

trabajo, relacionado a la concepción internacionalista antes mencionada, era preexistente al golpe de Estado y fue un denominador común en aquellos partidos insertos dentro de la historia de la corriente morenista, pero la salida forzosa de muchos dirigentes en esta coyuntura permitió una dedicación más tenaz y cotidiana a este tipo de tarea militante. El principal lugar de destino de los dirigentes del PST fue Colombia, dadas las relaciones previamente establecidas. Si bien los principales dirigentes que debieron exiliarse allí funcionaron como la dirección del PST argentino en el exilio, su labor central recayó en la coordinación internacional de toda la corriente política. El PST argentino logró mantenerse y seguir funcionando a través de una dirección argentina que debía actuar en la clandestinidad en forma paralela a la dirección partidaria existente en Colombia. Este factor debe ser tenido en cuenta porque puede afirmarse que el trabajo político de estos militantes que sostuvieron clandestinamente a esta organización significó, en buena parte, que ésta no se disgregara y pudiera sostenerse a lo largo de la dictadura militar. Sin esta tarea en la clandestinidad (reuniones

secretas,

publicaciones

clandestinas,

normas

de

seguridad a cumplir), el trabajo internacional realizado en ese período por sus dirigentes, hubiera resultado insuficiente. En concordancia con ello, uno de los aspectos a tener en cuenta a los efectos de analizar cómo el PST pudo preservarse como organización en la Argentina recayó en la ligazón que sostuvieron aquellos militantes que quedaron a cargo del partido en la clandestinidad con la anterior dirección partidaria exiliada en 227

Colombia. Esta relación permitió que aquellos militantes instalados en Colombia realizaran una campaña internacional por aquellos miembros de su organización que se encontraban detenidos en la Argentina, planificaran diversos operativos para sacar del país a algún miembro del partido en situación de riesgo, o bien, motorizaran

diversos

encuentros

entre

algunos

militantes

argentinos a cargo de la organización en la clandestinidad y los dirigentes del partido que se encontraban en el exterior (como forma de no producir una ruptura entre los cuadros exiliados y los dirigentes residentes en Argentina). Por lo anteriormente explicado, vale una conclusión paralela: dos tareas imbricadas entre sí como lo fueron el fortalecimiento internacional y el sostenimiento de una organización política en la Argentina, permitieron al PST contar con una estructura partidaria no debilitada en demasía por los efectos de la represión y, una vez producido el retorno de su militancia exiliada, ubicarse como alternativa dentro de la política argentina post-dictatorial.

Colombia como centro de la construcción política internacional El análisis de Colombia reviste importancia doble. En primer lugar, como construcción política particular con la creación y el desarrollo de una estructura partidaria local denominada Partido Socialista de los Trabajadores de Colombia. Por otro lado, porque este país se convirtió en el centro de funcionamiento de la corriente morenista. Desde allí, algunos de sus miembros (incluido 228

el propio Nahuel Moreno) establecieron relaciones y discutieron la política partidaria con los militantes de los diversos países en los que la corriente se insertó. A su vez, desde este país se mantuvieron contactos con los militantes de la organización en la clandestinidad argentina con quienes buscaron la coordinación de acciones

mientras,

paralelamente,

se

editaron

diversas

publicaciones para ser trabajadas en los distintos países en los que esta corriente tenía llegada. La llegada de militantes morenistas argentinos a Colombia coincidió con una coyuntura política de matizados cambios. La asunción al poder del liberal Alfonso López Michelsen en 1974 se insertó en un delicado contexto económico dado el vertiginoso proceso inflacionario que golpeó con dureza a las clases subalternas y generó un alza en la conflictividad social y en la radicalización de actores sociales tales como el estudiantado, el movimiento obrero y las organizaciones guerrilleras. En esta agitada coyuntura se produjo la llegada de un conjunto de militantes del PST de Argentina como forma de preservación de sus referentes más expuestos ante el inicio de una sistemática represión estatal. El inicio de este contexto represivo implicó la discusión en el PST Argentino sobre los pasos a seguir y, en particular, sobre cómo proteger a aquellos dirigentes y militantes mayormente expuestos públicamente preservando paralelamente a la organización. El primer debate recayó en cuál debía ser el centro geográfico en el que la dirección argentina debía insertarse y coordinar la construcción internacional. De acuerdo a los análisis realizados, la dirección del PST Argentino barajó tres posibilidades. Por un lado, 229

Portugal en donde la corriente morenista tenía inserción y aún se vivía un proceso político de convulsión social (las secuelas de la Revolución de los Claveles de 1974). No obstante, asentarse en Europa era dificultoso desde un punto de vista organizativo y costoso

desde

lo

económico.

Dentro

de

las

variantes

latinoamericanas, la prioridad recaía en Venezuela en donde existía un grupo de la corriente morenista ya instalado y con perspectivas de crecimiento, pero el gobierno venezolano de entonces vetó la posibilidad de ingreso a exiliados de otras latitudes con lo cual, la entrada en ese país debería haberse organizado de forma exclusivamente clandestina y ello dificultaba una adecuada inserción. La posibilidad de Colombia estaba dada a raíz de los contactos que el PST de Argentina estableció previamente con una flamante organización colombiana, el Bloque Socialista. Con esta organización, el PST argentino forjó un diálogo político y proyectos de construcción en común. No obstante, el contacto con el Bloque Socialista no dejaba de ser simplemente una relación política laxa por lo que dirigirse a Colombia tenía sus riesgos pero, ante la imposibilidad de los otros países mencionados, ése terminó siendo el destino de importantes dirigentes y militantes de la organización argentina. El Bloque Socialista surgió en Colombia al calor de diversos procesos de lucha que se sucedían en ese país, básicamente en el movimiento

estudiantil.

Por

eso

mismo,

sus

principales

componentes pertenecían al sector universitario (tanto estudiantil como docente). Se trató en sus inicios de una organización que se diferenciaba del resto de la izquierda colombiana en sus 230

concepciones ideológicas. En Colombia se encontraban, por un lado, aquellos partidos que respondían a la Unión Soviética (el Partido Comunista colombiano con importante arraigo en algunos sectores obreros), o bien, aquellos ligados al proceso revolucionario chino (el MOIR, de orientación maoísta). Ambos partidos eran criticados por el Bloque Socialista como proclives a establecer alianzas con diferentes sectores de la burguesía y por un accionar burocrático en los ámbitos sindicales. Por otro lado, en la izquierda colombiana proliferaban las organizaciones revolucionarias armadas las cuales tenían, para el Bloque, una táctica errónea lo que se ejemplificaba, según ellos, en el aislamiento político y geográfico que estas estructuras poseían. Por esto, el Bloque Socialista nació sosteniendo una concepción trotskista, ideología hasta entonces no existente en la vanguardia colombiana. El 5 de febrero de 1976, transcurridos algunos meses de discusión entre las distintas tendencias de la organización, el Bloque Socialista realizó su primera Conferencia Nacional a través de

la

cual

es

posible

analizar

sus

principales

aspectos

programáticos y las discusiones relevantes entre sus integrantes. Esta Conferencia discutió básicamente en torno a tres ejes: las cuestiones ideológicas y programáticas, la transformación de la estructura preexistente en un partido político y la participación en las elecciones legislativas a realizarse pocos meses después de ese encuentro. En cuanto a la cuestión programática, la Conferencia decidió, a nivel ideológico, adoptar la Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky. A escala nacional, el Bloque Socialista brindó especial importancia a aquellas consignas adecuadas para 231

insertarse

en

la

clase

obrera

colombiana.

Se

aprobaron

reivindicaciones tales como el aumento de salarios acorde al incremento del costo de vida, el seguro de desempleo y la conformación de una central sindical única que superara la dispersión existente. En relación a la construcción de un partido político, la Conferencia aprobó su conformación y puesta en marcha, partiendo de la necesidad de que éste se insertara activamente en el movimiento obrero de donde deberían salir sus principales cuadros. Por último, la Conferencia dictaminó la participación en elecciones legislativas lo que implicó una discusión interna

importante

dada

la

tradición

abstencionista

que

históricamente sostenía la izquierda colombiana (Erico, 1976: 4-5). En esa situación interna se encontraba el Bloque Socialista al producirse el arribo de los argentinos. Esto repercutió en buena medida en la inserción de los dirigentes del PST argentino dado que no todos los componentes del Bloque Socialista estaban dispuestos a construir un partido con las características propias de la corriente morenista; esto es, una estructura política marxista-leninista con la consecuente práctica del centralismo democrático como forma de funcionamiento interno. A partir de ese momento, los argentinos, junto a aquellos colombianos que impulsaban la formación de un partido con inserción en el movimiento de masas, comenzaron una etapa de discusión y debate con las distintas tendencias del Bloque desperdigadas en toda Colombia. Este proceso terminaría en 1977 con la transformación del Bloque Socialista en el Partido Socialista de los Trabajadores de Colombia a imagen y semejanza de su homónimo argentino (Restrepo, 1977:14). 232

La principal actividad desarrollada por aquellos dirigentes del PST argentino que tuvieron que emigrar a Colombia recayó en la centralización desde este país de las actividades políticas de toda la corriente a nivel internacional y la coordinación entre las distintas organizaciones que sus militantes exiliados integraban en los diversos países receptores. En este sentido, aquellos dirigentes argentinos (Nahuel Moreno principalmente) que se desempeñaron en Colombia durante la dictadura militar argentina iniciada en 1976, tomaron tres tareas como ejes políticos cotidianos. En primer lugar, la construcción internacional de la corriente morenista: desde Colombia se organizó la conformación de la llamada Fracción Bolchevique que agrupó a distintas organizaciones trotskistas y se desenvolvió como corriente dentro de la IV Internacional. Esto implicó que los militantes argentinos viajaran a distintos países en diversas oportunidades y que organizaran desde Colombia las reuniones con los representantes de las distintas organizaciones con las cuales tenían relación. En segunda instancia, los argentinos otorgaban una importancia considerable al desarrollo de la editorial de la corriente, denominada Pluma. De esa forma, desde Colombia se impulsaban distintas publicaciones de carácter internacional que eran trabajadas no sólo allí sino también en los distintos países en los cuales el morenismo se encontraba inserto (es el caso de la publicación Revista de América, por ejemplo). A su vez, la editorial publicó las obras de León Trotsky lo cual fue una novedad en países en los que, como Colombia, su teoría no era mayormente difundida. Por último, una de las principales tareas de los dirigentes argentinos consistió en la realización a nivel 233

internacional de una importante campaña denunciando el accionar represivo de la dictadura militar en Argentina y difundiendo los nombres de aquellos militantes del PST argentino que se encontraban detenidos y desaparecidos en ese entonces. La realización de una campaña internacional por los detenidos del partido tuvo el objetivo de ejercer presión sobre el gobierno argentino en la búsqueda de la libertad de estos militantes. Esto iba de la mano de una ligazón estrecha con aquellos militantes argentinos que sostenían al PST de aquel país en la clandestinidad, lo cual no era tarea sencilla (por ejemplo, en 1980, la corriente desarrolló desde Colombia un operativo para que aproximadamente cien delegados del PST argentino viajaran a ese país para realizar un congreso partidario) (Estatuto del Estatuto del Partido Socialista de los Trabajadores. Aprobado en el congreso de 1980”, CEDINCI ).

La inserción en la política colombiana Una vez conformado el PST Colombia, la organización comenzó a desarrollar un trabajo sindical que se convertiría en el eje más destacable de este partido a la hora de realizar un balance sobre su accionar. A través de testimonios orales contrastados puede concluirse que la mayor inserción del PST colombiano recayó en los sectores docentes primarios, secundarios y universitarios. Uno de los sindicatos más destacados de Colombia era la FECODE (Federación Colombiana de Educadores) que englobaba a más de cien mil afiliados. Quien estuvo a la cabeza de este sindicato fue 234

una joven dirigente del PST colombiano, Socorro Ramírez, quien luego fuera candidata a la presidencia del país. A su vez, este partido logró inserción en otras ramas laborales, como los obreros industriales y los empleados públicos (por ejemplo, en trabajadores telefónicos). En cuanto a las zonas de inserción, el PST forjó un trabajo sindical principalmente en Bogotá, Cali y Medellín (Petit, 2006; Ramírez, 2006). En ese momento, el movimiento obrero colombiano se encontraba fragmentado por dos razones. En primer lugar, por la propia dinámica sindical existente en ese país y en segundo término, por la inexistencia de una central unitaria que agrupara al conjunto de la clase obrera. En Colombia existía el sindicato de fábrica, es decir, cada fábrica negociaba sus condiciones independientemente del resto. Esto permitía un funcionamiento más democrático por lo que no era dificultoso para una corriente de izquierda, como el PST, presentar una lista de trabajadores

para

disputar

la

dirección

de

un

sindicato

determinado y a su vez impedía que se formaran fuertes burocracias sindicales. Pero, como factor negativo, esta estructura generaba que las luchas obreras se desenvolvieran fragmentadas entre sí y sin coordinación. Por otro lado, el PST marcaba la carencia de una central única. En Colombia coexistían inicialmente dos centrales dirigidas por los partidos tradicionales, la CTC (del Partido Liberal) y la UTC (de los conservadores). Luego, surgió la CSTC bajo el ala del Partido Comunista y posteriormente la Confederación General del Trabajo (CGT), central en la que el PST colombiano tuvo participación. Los testimonios dan cuenta de que la militancia y el diálogo con la clase obrera no eran complicados 235

en demasía dada la existencia de trabajadores dispuestos y abiertos a escuchar ideas como las que podrían acercarles las corrientes de izquierda. El principal inconveniente dentro del movimiento obrero para la militancia de esta organización era la constante influencia tanto del Partido Comunista como de las organizaciones guerrilleras con las cuales confrontaban. La crítica principal por parte del PST al Partido Comunista colombiano a lo largo de toda esta etapa recayó en una labor sindical desligada de un bagaje político, lo cual significaba que este partido movilizaba a los sindicatos que manejaba

por

ciertas

reivindicaciones

mínimas

para

los

trabajadores pero luego no ligaba estas luchas a un accionar político por objetivos estructurales. Por lo general, la política del PC colombiano recaía finalmente en la búsqueda de alguna figura de segunda línea del Partido Liberal para que éste encabezara sus listas de candidatos electorales. La otra disputa en el seno del movimiento obrero colombiano se relacionaba con el arraigo que las organizaciones guerrilleras tenían en los sindicatos y de las cuales el morenismo pretendía delimitarse tácticamente. El movimiento obrero fue un importante protagonista de distintas acciones que desembocaron en el Paro Cívico de 1977, una forma de lucha similar a la metodología de la huelga general desarrollada en otros países. Era la primera vez en la historia colombiana que lograba desarrollarse una experiencia de tal magnitud. Lo inédito de este hecho fue que, por primera vez, las cuatro centrales de trabajadores coordinaron para impulsar la huelga en unidad. La jornada que en sus inicios parecía tener los mecanismos clásicos de la huelga general (ausencia laboral, 236

piquetes en las fábricas) se transformó con el curso de las horas en una pueblada de distintos sectores populares. El PST, siendo una organización pequeña, aportó a la concreción de este paro a través de sus militantes insertos en los lugares laborales garantizando el paro, los piquetes y demás acciones pertinentes. Las crónicas partidarias que narran ese día dan cuenta de la muerte de un simpatizante del PST colombiano en los enfrentamientos callejeros suscitados. El partido caracterizó este acontecimiento como un primer ensayo de huelga general: El Paro Cívico Nacional y las cuatro grandes huelgas que lo acompañaron (de cementeros, docentes, petroleros y trabajadores agrícolas de Indupalma) indican que este ascenso obrero ha entrado en una nueva fase, donde aparecen elementos que anuncian la perspectiva de un cambio de etapa, es decir, el paso a una etapa prerrevolucionaria (Ramírez, 1977: 2833. Negrita en el original). El pronóstico del PST recayó en lo que este partido entendía como la posibilidad concreta de que el movimiento obrero dejara de lado las luchas aisladas y fragmentadas y se encaminara hacia la construcción de una central unitaria. De acuerdo al análisis del PST, si esto ocurría, continuarían sucediéndose movilizaciones generales unitarias del conjunto de la clase trabajadora lo cual implicaba paralelamente un enfrentamiento político con el gobierno dejando de lado el plano exclusivamente sindical. Las movilizaciones de los distintos sectores de la clase trabajadora continuaron aunque no en un marco de unidad real como lo fue el 237

Paro Cívico de 1977, sino a través de distintas e importantes acciones pero, al fin de cuentas, nuevamente aisladas. Pero sobre todo, lo que no se previó en esa perspectiva política del PST era que, en los años siguientes, el accionar de las organizaciones guerrilleras fuera cada vez más frecuente. Esto generó, por un lado, complicaciones en el seno del movimiento obrero dado que se colocó en un primer lugar a las acciones de las guerrillas por sobre la movilización de la clase trabajadora y, por otro lado, trajo como resultado una mayor represión gubernamental que sufrieron no sólo las guerrillas sino el conjunto de las clases subalternas en lucha. En este contexto, Colombia se encontró, en 1978, con nuevas elecciones presidenciales. El Partido Socialista de los Trabajadores tomó la decisión de participar en estas elecciones utilizando la campaña para difundir las propuestas programáticas y poner a la organización en un escalón más alto dentro de su política de inserción en la población. La propuesta del PST fue colocar como candidata a la presidencia a la dirigente docente Socorro Ramírez. Dada la idiosincrasia colombiana, la candidatura era llamativa tanto por tratarse de una mujer como por su juventud. La característica central de este proceso, recayó en el intento de apertura de las listas de candidatos al activismo y a la dirigencia obrera existente (más allá de no pertenecer ésta a las filas del PST). En relación con ello, este partido afirmaba: El PST ejerce la presión unitaria con nuevo ímpetu, apoyándola ahora en un precedente contundente: si se logró la unidad de la clase obrera para el Paro Cívico, es posible materializarla también en la construcción de 238

una central única, y en un acuerdo electoral que proclame un solo candidato de todos los explotados. (Ramírez, 1977: 30-32) Se desprende de esta cita que el movimiento obrero y la unidad sindical seguían posicionándose a la cabeza de las reivindicaciones de esta organización colombiana y por ello, estas elecciones fueron utilizadas como forma de entablar un diálogo con el activismo de la clase obrera. El diálogo con la vanguardia obrera podía verse facilitado por un proceso de ascenso de las movilizaciones que finalizaron con el Paro Cívico y por otras acciones de relevancia pero, no obstante ello, la militancia electoral dentro del común de la población no era una tarea sencilla. Como describen aquellos argentinos que se insertaron en la política colombiana de entonces: (...) en los barrios íbamos a plantear la candidatura de Socorro Ramírez, casa por casa, y decíamos: ‘Acá venimos, con la candidatura de Socorro Ramírez, por el socialismo, etcétera’. Y nos decían: ‘Ah, ¿y cuánto dan?’ Entonces la pregunta era cuánto poníamos de plata para ir a votar. Era así en todas las casas. (Ramírez, 2006) No obstante estas dificultades a la hora de realizar la campaña y la cantidad de votos obtenidos por el partido (aproximadamente tres mil), los militantes del PST presentes en ese momento en Colombia destacan el uso de la coyuntura electoral como forma de difundir las ideas partidarias e instalarse

239

como organización política en sectores de la población más amplios. A su vez, la campaña le sirvió a esta organización para diferenciarse de las corrientes de izquierda mayoritarias tanto del Partido Comunista (que colocaba en sus listas a un candidato liberal de segunda línea) como de las corrientes abstencionistas, con quienes el morenismo entabló un debate polémico sobre la utilidad de esta tipo de sufragio: Había el siguiente espejismo de que ser abstencionista era ser revolucionario. Sobre todo el abstencionismo era masivo en los sectores universitarios. O sea, todo lo que era izquierda no dominada por el Partido Comunista era abstencionista. (...) la izquierda creía que la abstención era revolucionaria: no lo era, en verdad la inmensa mayoría de la gente era tan atrasada que ni siquiera votaba. No era que había superado el electoralismo, no había llegado siquiera. (...) Y la izquierda creía que eso era revolucionario (...). (Ramírez, 2006) La última acción importante, que merece ser destacada, del Partido Socialista de los Trabajadores de Colombia en el período coincidente con la dictadura militar argentina, recayó en la conformación de una brigada internacional, la Brigada Simón Bolívar, que participaría de forma independiente en el proceso revolucionario que estaba viviendo Nicaragua en la lucha contra la dictadura de Somoza. La repercusión fue rápida, no sólo en Bogotá sino también en distintas regiones del país. Fue fundamental, a los efectos de la difusión, el arraigo que la convocatoria tuvo en distintos sectores de la opinión pública. En cuanto a las finanzas, 240

cada uno de los brigadistas tomó como parte de la tarea el buscar los recursos posibles para solventar su viaje. Buena parte del dinero restante fue conseguido a través de los brigadistas gracias a un trabajo de militancia que recaía en recorrer sindicatos, grupos estudiantiles y demás sectores a los efectos de pedir una colaboración. La convocatoria, a su vez, tuvo arraigo en la comunidad artística e intelectual de la cual surgieron distintos eventos con el fin de recaudar dinero para las finanzas del viaje. En definitiva, la formación de la Brigada Simón Bolívar fue una tarea importante y un impulso para el Partido Socialista de los Trabajadores

de Colombia, dada

la

difusión

que

tuvo

su

conformación. Es así como aproximadamente un centenar de brigadistas partieron desde Colombia a integrarse al proceso nicaragüense (Mangiantini, 2011: 123-144). El accionar del PST colombiano continuó más allá de la partida de los militantes argentinos una vez finalizada la dictadura. No obstante, la historia colombiana desde mediados de la década de 1980 estuvo marcada por el incremento cada vez álgido de la violencia política que dejó escaso margen para una participación política obrerista y socialista.

La militancia en el exilio Si bien se tomó a Colombia como estudio de caso particular y como paradigma de construcción internacionalista por convertirse en el centro de la militancia en el exilio de la corriente morenista, 241

paralelamente, diversos militantes de esta corriente política tuvieron inserción en distintos países en los que formaron nuevos agrupamientos

políticos,

o

bien,

se

insertaron

en

otros

preexistentes a su llegada. Por ejemplo, el exilio argentino en Perú coincidió con el traspaso de poder de Velasco Alvarado por otro gobierno

integrado

por

hombres

de

las

fuerzas

armadas,

encabezado por Francisco Morales Bermúdez, quien asumió en un contexto de profunda conflictividad social y represión. Los militantes del PST argentino se integraron al proceso peruano a través del Partido Socialista de los Trabajadores de ese país (ya fundado en 1975). Este partido pugnó prioritariamente por la inserción política en el seno del movimiento obrero y, en menor medida, en el movimiento estudiantil y en el campesinado. Con relación a la política para con la clase obrera, los testimonios dan cuenta que la inserción y el diálogo con los trabajadores no era dificultoso para las ideologías del campo de la izquierda. Quienes se insertaron en Perú destacan que en este país no había una burocracia sindical de peso con lo que relacionarse con el común del trabajador implicaba menores obstáculos. Por detrás del movimiento obrero, el PST peruano buscó inserción tanto con el movimiento estudiantil como con el campesinado aunque, en ambos casos, con menor éxito. Como parte de ese ascenso social, se produjo la huelga general de 1977, quiebre en la historia peruana. La contundente irrupción de las clases subalternas en escena significó el principio del fin del régimen militar el cual debió garantizar una salida democrática con la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Ante esto, la posición de la corriente 242

morenista recayó en apostar a la continuidad de las luchas sociales hasta la concreción de un gobierno de los mismos trabajadores y, paralelamente, construir una alternativa que se expresara en el terreno electoral. La consecuencia de este proceso político de ascenso de las masas peruanas fue el inédito resultado que la izquierda obtuvo en las elecciones para la Asamblea Constituyente. Detrás de los dos primeros lugares, reservados para los históricos partidos APRA y Acción Popular, se ubicó el Frente Obrero Campesino, Estudiantil y Popular (FOCEP) sobrepasando el número de los 400 mil votos y obteniendo doce representantes para la Asamblea Constituyente. El PST peruano fue parte de esta conjunción de organizaciones y personalidades de la izquierda, dirigentes campesinos, referentes obreros e intelectuales. El PST, y el resto de las organizaciones de la izquierda en general, supieron utilizar a la Asamblea Constituyente como un ámbito desde el que desarrollar sus ideas y propagar sus reivindicaciones haciéndose eco en ese espacio de los distintos conflictos que se sucedían diariamente. Posteriormente, primó la fragmentación y las discusiones entre las distintas organizaciones de izquierda lo que, sumado a un retroceso general de la conflictividad social, perjudicó la posibilidad de una alternativa política de peso por parte de la izquierda peruana. En las elecciones presidenciales de 1980, el PST logró una alianza con el resto de los partidos trotskistas pero, ante este cambio coyuntural, este frente obtuvo alrededor de 150 mil votos. Dentro de las diferentes experiencias que aquellos militantes argentinos del PST vivieron en distintos países, una de las más 243

notorias fue la intervención en la Revolución Nicaragüense de 1979 a través de la Brigada Simón Bolívar. Lo que hace esta experiencia trascendental es, por un lado, la intensidad de la misma: en pocos meses, formaron esta brigada con militantes de distintos países, combatieron junto al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) contra la dictadura de Somoza, participaron en la organización de un centenar de sindicatos autónomos del Estado y fueron

expulsados

del

país

al

no

comulgar

con

diversas

caracterizaciones y medidas del nuevo gobierno nicaragüense y, por otro lado, por el hecho de formar parte de un proceso revolucionario real, con un levantamiento popular generalizado en todo el territorio nicaragüense. Paralelamente,

diversos

militantes

del

PST

argentino

participaron de la conformación de una organización en Brasil llamada Convergencia Socialista que tiempo después integraría el popular Partido de los Trabajadores (PT). A su vez, algunos militantes desarrollaron una labor política en Venezuela donde construyeron un partido político (PST) que intervenía en la realidad local y que, paralelamente, desarrollaba junto a otros exiliados de diversas tendencias campañas por los presos políticos argentinos. Por su parte, Bolivia no estuvo exenta de esta militancia política internacional a través de la participación en el grupo Convergencia Socialista. Por otro lado, en Centroamérica, diversos militantes participaron del proceso revolucionario salvadoreño, tuvieron inserción en países como Costa Rica y Panamá y en México dentro del Partido Obrero Socialista (POS). Por último, un menor número de militantes se desempeñaron en Europa estableciendo relaciones 244

políticas: anteriormente a la dictadura, desarrollaron una inserción en Portugal y, a partir de la llegada del golpe de Estado argentino, la organización desarrolló un trabajo político en España (en donde se conformó el PST español en 1979). Este breve repaso de ejemplos que merecerían un desarrollo particular de cada uno da cuenta de un trabajo a nivel internacional relevante que excede el caso colombiano aquí mencionado.

El

corolario

de

estas

construcciones

fue

la

conformación, en 1982, de una corriente internacional que agrupó a estas diferentes estructuras políticas construidas o consolidadas. La creación de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT) conformada como tendencia dentro de la Cuarta Internacional tuvo el objetivo de relacionar a estas distintas organizaciones políticas entre sí y convertirse en un proyecto de dirección internacional, propósito fundamental de quienes se reivindicaban dentro del campo ideológico del trotskismo.

A modo de conclusión Al analizar parte de la historia de una organización política como el Partido Socialista de los Trabajadores argentino, aparece en un primer plano su trabajo político realizado a nivel internacional. Consecuentemente con las concepciones teóricas de la ideología trotskista, una de las tareas fundamentales impulsadas por el PST fue la búsqueda de fortalecer una IV Internacional que agrupara a los partidos de esta ideología de las distintas latitudes y 245

dirigiera los diferentes procesos a nivel mundial. Era ésta una concepción opuesta a aquellas teorías nacionalistas también características de esta etapa (fuertemente marcada en Argentina en las organizaciones peronistas) o bien, a la idea del socialismo en un solo país sostenida básicamente por el comunismo. Es en este sentido que, en paralelo a la búsqueda de inserción en el movimiento de masas propia de toda organización revolucionaria, el PST pugnó además por fortalecer los lazos y las relaciones con organizaciones de distintos países con el objetivo de crear una corriente política a nivel internacional que protagonizara una disputa

dentro

de

la

IV

Internacional.

Esta

concepción

internacionalista no empezó con el PST sino que, anteriormente a su creación, ésta fue una tarea de relevancia en los distintos agrupamientos políticos impulsados por la figura Nahuel Moreno. Por ello, el PST tuvo relaciones y embriones de construcción política desarrollados anteriormente al golpe de Estado de 1976, como por ejemplo, en Portugal, Venezuela o Colombia. Estas relaciones previamente establecidas implicaron dos aspectos importantes. En primer lugar, que al momento de producirse el último golpe de Estado, sus dirigentes aprovecharon estos vínculos y lograron instalarse en diferentes países como forma de preservarse de la persecución política iniciada en Argentina. En segundo lugar, a partir del exilio de un número elevado de militantes del PST al exterior a lo largo de esos años, se produjo una acción política central consistente en conformar y consolidar distintos partidos políticos en los diferentes países en los que los militantes debieron residir. Esta conformación de estructuras 246

políticas que, más allá de los matices, se construían a imagen y semejanza del PST argentino, permitieron un fortalecimiento a nivel internacional de esta corriente. Quienes protagonizaron este período de la historia del PST reivindican la enseñanza de participar de diferentes procesos internacionales e insertarse políticamente en diversos países. Esto tiene como consecuencia, con el final de la dictadura militar argentina, el retorno al país de un importante número de militantes con la experiencia de haber actuado en diversas coyunturas y con una formación política a nivel internacional. El retorno de esta generación de nuevos cuadros que realizaron gran parte de su formación política en el exilio se conjugó luego con aquellos militantes que permanecieron en la Argentina y lograron la supervivencia del partido más allá de la clandestinidad obligada por el contexto represivo del país. En síntesis, gracias a la confluencia de aquellos dirigentes reconocidos que permanecieron en el exilio, los militantes que vivieron diferentes experiencias políticas en distintos países y aquellos miembros del PST que sostuvieron a la organización en el país, este partido político tendría su continuidad transformándose en una alternativa en el proceso iniciado en la Argentina

desde

1983.

Consideramos

que

esta

práctica

internacionalista supuso una diferencia con diversas estructuras revolucionarias para que las que la combinación de la represión estatal y el exilio de sus referentes significaron su disolución como agrupamientos políticos más allá del posterior retorno de algunos de sus referentes.

247

Bibliografía

Libros Arrubla, Mario y otros (1985). Colombia hoy. Colombia: Siglo XXI. Bushnell, David (1996). Colombia Una nación a pesar de sí misma. De los tiempos precolombinos a nuestros días. Colombia: Planeta. Halperín Donghi, Tulio (1975). Historia contemporánea de América Latina. Madrid: Alianza.

Artículos Erico,

Eduardo

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“I

Conferencia

Nacional

del

Bloque

Socialista”, en Revista de América, año 2, N° 12, febrero. Mangiantini, Martín (2011). “La Brigada Simón Bolívar. Participación argentina en la revolución sandinista”, en Revista Testimonios, Revista científica digital de la Asociación de Historia Oral de la República Argentina, año 2, N° 2. http://www.historiaoralargentina.org/ (última visita en marzo de 2012). Ramírez, Roberto (1977). “Consecuencia del Paro Cívico”, en Revista de América. Ciencia, arte, economía, política. Número extraordinario con la reproducción de los principales materiales editados durante 1977, Cali (Colombia). 248

Restrepo, Laura (1977). “Un gran congreso de fundación”, en Revista de América, Síntesis anual.

Documentos Estatuto del Partido Socialista de los Trabajadores. Aprobado en el congreso de 1980, CEDINCI.

Entrevistas Mercedes Petit, entrevista personal, 25 de enero de 2006, Capital Federal. Roberto Ramírez, entrevista personal, 24 de enero de 2006, Capital Federal.

249

Tensiones en la migración política de retorno. Las organizaciones civiles de solidaridad con los retornados del exilio argentino (1983-1988) María Soledad Lastra

Resumen El retorno de los exiliados argentinos en la década de los ochenta no ha sido aún investigado en profundidad desde el campo de la historia reciente. Hasta el momento, se carece de estudios que integren al retorno en la comprensión de los procesos exiliares y que, a su vez, lo contemple dentro de una historia política y social de la transición democrática argentina. Dentro de esta agenda, el presente artículo recorre algunas características que asumió el proceso de retorno de los migrantes políticos

argentinos.

En

particular,

se

concentra

en

dos

organizaciones civiles argentinas de solidaridad que actuaron activamente en la atención al retorno: la Comisión Argentina de Refugiados y la Oficina de Solidaridad con el Exilio Argentino. Ambas organizaciones respondieron con un trabajo coordinado al problema del exilio y del retorno desde 1983 hasta 1988 aproximadamente. El artículo invita a conocer algunas pinceladas 250

significativas del proceso de retorno visto desde esta dimensión organizativa. Para ello, se exploran los inicios y desarrollos de las tareas y programas de recepción y asistencia. Allí se recuperan algunas tensiones vinculadas a la imagen negativa que recaía sobre los

retornados

y

que

atravesó

determinadas

actividades

y

decisiones organizativas. Finalmente, el artículo se aproxima al limitado accionar que tuvo el gobierno argentino frente a la problemática del retorno, situación que dificultó las tareas de los organismos de solidaridad. Palabras claves: Exilio – Retorno político – Organizaciones de solidaridad.

Abstract Return of Argentine exiles in the 1980s, has not been yet investigated deeply in the field of recent History. So far, studies that integrate the return within the understanding of the processes of exile, as well as within a political and social history of the Argentine democratic transition are lacking. Within this agenda, this article covers some characteristics of the Argentine political migrants return process. In particular, focuses on two civilian Argentine solidarity organizations that played an active role in caring for the return: the Argentina Commission for Refugees and the Office of Solidarity with the Argentine Exile. Both organizations respond in coordination to the 251

problem of the exile and the return from 1983 until 1988 approximately. The article invites you to know some features of the process of return seen from this organizational dimension. To do this, the text explores the start and development of reception and assistance programs and tasks. Finally, the article looks at the limited actions of the Argentine Government to the problem of the return, a situation which made it difficult for the tasks of the agencies of solidarity. Keywords: Exile – Political return – Solidarity organizations.

Introducción Al compás de la transición democrática en Argentina se desplegó casi silenciosamente un fenómeno masivo de retorno de aquellos emigrantes políticos que debieron abandonar este país en los años ´70 como consecuencia del orden represivo impuesto desde antes de la dictadura militar de 1976. Con este retorno se reeditaron en la prensa argentina las imágenes negativas sobre el exilio que se habían difundido desde el régimen militar. Durante 1982 y 1987 fueron ganando exposición pública los estigmas sobre el carácter “dorado” que había tenido el exilio y sobre la identificación de los exiliados como subversivos y apátridas (Jensen, 2008: 142). Desde la arena política, los partidos políticos 252

homologaron el tema del exilio con el de la “fuga de cerebros” y la urgencia por atender el retorno se concentró, principalmente, en la recuperación de recursos humanos calificados que se habían marchado del país (Infesta, 1987: 102-140; Jensen, 2004: 811-813). Algunos trabajos que han explorado el tema del retorno de los emigrantes políticos argentinos lo han hecho desde el significativo impacto que este proceso tuvo en la experiencia psicosocial y cultural de los exiliados y también de sus hijos (Maletta, Szwarcberg, Y Schneider, 1986; Del Olmo, 2003; Jensen, 2008; Aruj, 2008; Franco, 2008; Yankelevich, 2009). Desde el campo de la historia reciente, la problemática del retorno no ha sido aún investigada en profundidad. Hasta el momento se carece no sólo de estudios que integren la problemática de este tipo de retornos migratorios a la comprensión de los procesos exiliares, sino que los contemplen, en principio, dentro de una historia de la transición democrática argentina en sus aspectos políticos y sociales. En el marco de este tema de agenda, el presente artículo se propone recorrer algunas de las características que asumió el proceso de retorno de los migrantes políticos argentinos en la década

de

1980.

En

particular,

se

concentrará

en

dos

organizaciones civiles argentinas de solidaridad que actuaron activamente en la atención al retorno: la Comisión Argentina de Refugiados (en adelante, CAREF)47 y la Oficina de Solidaridad con el Exilio Argentino (en adelante, O.S.E.A.). Ambas organizaciones 47

Actualmente CAREF se denomina Servicio Ecuménico de Apoyo y Orientación a Migrantes y Refugiados. 253

respondieron con un trabajo coordinado al problema del exilio y del retorno desde 1983 hasta 1988 aproximadamente. Este

artículo

invita

a

conocer

algunas

pinceladas

significativas del proceso de retorno visto desde la dimensión organizativa. Para ello, se exploran los inicios y desarrollos de las tareas y programas de recepción y asistencia. Allí se recuperan algunas tensiones vinculadas a la mencionada imagen negativa que recaía

sobre

los

retornados

y

que

atravesó

determinadas

actividades y decisiones organizativas. Finalmente, el artículo se aproxima al limitado accionar que tuvo el gobierno argentino frente a la problemática del retorno, situación que dificultó las tareas de las organizaciones de solidaridad.

Los inicios La Oficina de Solidaridad con el Exilio Argentino (O.S.E.A.) se constituye formalmente desde junio de 1983 aunque desde el final de la guerra de Malvinas en 1982, las personas que constituirían la Oficina ya se dedicaban a la resolución de los problemas legales de los exiliados argentinos en el exterior. En este sentido, fueron Emilio Mignone y Octavio Carsen quienes, primero desde el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y luego desde O.S.E.A., se dieron a la ardua tarea de responder las cartas de consultas con cuestiones legales y jurídicas –como órdenes de captura pendientes y procesos abiertos, entre otros– que impedían los regresos (O.S.E.A., correspondencia institucional, 14 de octubre, 1983). 254

O.S.E.A. se creó a partir de la propuesta que Emilio Mignone hizo en una reunión en la casa de Belela Herrera –funcionaria en ese momento del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR)– y comenzó sus tareas el 1 de julio de 1983.48 O.S.E.A. fue el resultado de una acción coordinada por diferentes organismos civiles y de defensa de los derechos humanos49 para ayudar en asuntos puntuales del orden jurídico y económico a los argentinos que retornaban. Vinculados a O.S.E.A., se encontraban también el equipo de salud mental del CELS y la Cooperativa de Trabajo, Agencia PROCOP. Esta cooperativa fue impulsada por Mignone en octubre de 1982 con el propósito de incorporar a liberados y familiares de detenidos desaparecidos en una actividad productiva

independiente

y

autogestionada

a

la

que,

posteriormente, se integrarían también los primeros retornados políticos argentinos (O.S.E.A., circular, diciembre, 1983). Desde noviembre de 1983 y hasta el 6 de marzo de 1984, O.S.E.A. aprobó la atención de 132 casos que incluyó a 352 48

En dicha reunión estaban Adolfo Pérez Esquivel, Augusto Conte, Horacio Ravenna, Enrique Pochat, Nelson Soucy de Conserjeria de Proyectos (Costa Rica), el profesor Sadovsky y el Obispo Pagura. (O.S.E.A., 1988: 3). 49 El Consejo directivo de O.S.E.A. estaba formado por Emilio Mignone (presidente del CELS y del Comité Permanente de Defensa de la Educación - COPEDE), Adolfo Pérez Esquivel (Servicio de Paz y Justicia - SERPAJ), Augusto Conte (Diputado Nacional y Vicepresidente del CELS), Enrique Pochat (Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos - MEDH), Jorge Feldman (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - FLACSO) José Federico Westerkamp (Movimiento por la Vida y la Paz - MOVIP) y Octavio Carsen (Secretariado Internacional de Juristas por la Amnistía en Uruguay SIJAU). Posteriormente ingresaron Jorge Taiana (Servicio Universitario Mundial - SUM), Violeta Correa (CAREF) y Marcelo Palermo (SERPAJ) (O.S.E.A., 1988: 1). 255

personas de las cuales, más del 55 por ciento eran adultos y el resto, niños. Uno de los aspectos más interesantes de esta asistencia inicial fue la forma en que, desde diciembre de 1983, crecieron sustancialmente la cantidad de solicitudes, pasando de 14 casos entre noviembre y diciembre de 1983 a 118 en el primer trimestre de 1984. Este aumento de los pedidos de asistencia de retornados llevó a O.S.E.A. a estimar que, desde marzo de 1984, la Oficina recibiría aproximadamente 100 grupos familiares por mes previendo para el mes de junio del mismo año, un nuevo incremento importante de los casos pues se cerraban los ciclos escolares del norte del hemisferio y se vencían los plazos fijados por Naciones Unidas para el pago de pasajes a retornados (O.S.E.A., correspondencia institucional, 1 de abril, 1984). En los inicios de las tareas, O.S.E.A. estimaba que el número de “dos millones de emigrados era una apreciación justa” (O.S.E.A., correspondencia institucional, 15 de junio, 1984) para planificar no sólo la cantidad de retornados políticos que llegarían sino la magnitud de trabajo que tendrían en el futuro. Cuatro años después, la Oficina modificó esa cifra para considerar que el número de 40 mil migrantes políticos en un universo de 500 mil emigrados se ajustaba mejor a la realidad (O.S.E.A., 1988: 2-3). A diferencia de los inicios de O.S.E.A. y de su propósito específico de atender a esta población nacional de retornados políticos, CAREF tuvo su origen en el mundo ecuménico y contó desde 1973 con una experiencia significativa en la atención a los refugiados extranjeros en el país, sobre todo refugiados chilenos, uruguayos, paraguayos, bolivianos e indochinos. Atender este 256

proceso de retorno político de argentinos fue un desafío para CAREF pues significó ampliar la población asistida a los nacionales e integrar al trabajo diario algunas tensiones específicas que moldearon esa experiencia de retorno. El hecho de que CAREF aceptara ocuparse de la recepción y asistencia de los retornados políticos argentinos fue el resultado de un interesante intercambio de ideas y condiciones entre sus autoridades y las iglesias miembros, intercambio que se impulsó con la llegada de una carta, enviada desde Ginebra por el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) en septiembre de 1983. Esta carta consultaba: “como los pedidos financieros para su repatriación procedentes de los argentinos se hacen cada vez más numerosos, sería interesante para nosotros saber si CAREF podría tomar a cargo (teniendo

capacidad

y

medios

administrativos)

esta

ayuda

necesitada para la reintegración de los argentinos que vuelven a su país, siguiendo así el ejemplo de FASIC50 en Santiago de Chile” (CAREF, correspondencia institucional, 21 de septiembre, 1983). Al igual que en O.S.E.A., el CMI manifestaba que las solicitudes de ayuda para regresar al país se volvían cada vez más numerosas conforme

se

aproximaba

el

momento

de

las

elecciones

presidenciales en octubre.

50

La Fundación de Ayuda Social de las Iglesias Cristianas (FASIC) fue una institución chilena de carácter ecuménico que apoyó el retorno de los exiliados chilenos brindando orientación, información y ayuda económica para facilitar la reinserción de estos migrantes políticos al país (Coordinación Argentina de Apoyo al retorno a Chile, s/f: 4). 257

Este llamado del CMI fue respondido positivamente por CAREF luego de acordar con las iglesias miembros51 algunas cuestiones fundamentales a las que debía ajustarse la atención que se brindaría. En primer lugar, desde CAREF se consideraba que era imposible pensar en un programa de retorno masivo y espontáneo. Esto tenía que ver, por un lado, con el hecho de que, desde la organización, no se contaba con certezas acerca de un número aproximado de personas y familias que estarían dispuestas a volver al país, ni desde qué lugares. Algunos de los datos que se tenían se referían a la situación contrastante de los países escandinavos “que están ayudando a los que vuelven de forma integral y generosa” frente a los que volvían de lugares como Francia, Italia, España y México que “serían los más necesitados y desprotegidos” (CAREF (a), correspondencia institucional, 10 de octubre, 1983). Además de esa imprecisión para preparar la asistencia futura, desde CAREF se consideraba necesario saber algo de la situación jurídica y socioeconómica de quienes regresaban y solicitaba que esto fuera informado por algún organismo responsable en el país de asilo. A estas incertidumbres, se le sumó el hecho de que el personal de asistencia social de la organización así como el presupuesto para el año 1983, ya se encontraban asignados y comprometidos en los tradicionales programas de ayuda a los refugiados extranjeros en Argentina.

51

Las iglesias que en ese momento respondieron a la consulta acerca de la atención a los retornados políticos argentinos fueron la Iglesia Evangélica del Río de La Plata, la Iglesia Discípulos de Cristo y la Iglesia Metodista Argentina. 258

En segundo lugar y más significativo aún, desde CAREF se consideraba que “participar en la ayuda a los exiliados que retornan puede llegar a ser tan comprometedor y cuestionado como ha sido el trabajo de CAREF y el Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH) hasta el presente (CAREF (b), correspondencia institucional, 10 de octubre, 1983). En este sentido, una de las ideas incómodas que se barajaba con respecto a esta nueva tarea de asistencia, tenía que ver con la naturaleza política de esa migración argentina de retorno, pues se estimaba que atender a esta población generaría no pocas rispideces entre CAREF y aquellos que expresaban esa mirada negativa sobre los exiliados (como por ejemplo la prensa nacional). Por otra parte, antes de que las Iglesias le otorgaran el nuevo mandato de asistencia, en Buenos Aires hubo una reunión de CAREF con el Obispo Angel Peiró, en la cual se mencionó la importancia de atender a un espectro más amplio de retornados, pues “los pedidos de ayuda hasta el momento han sido iniciativa de una misma tendencia política (…), habrían muchas personas que no estarían embanderadas

con

ningún

partido

particular”

(CAREF

(a),

correspondencia institucional, 10 de octubre, 1983). Aunque no se especificaba cuál era esa tendencia política que solicitaba ayuda para repatriarse, se incluía como sugerencia para CAREF el brindar esa asistencia con más apertura. Finalmente, en la correspondencia institucional emerge el problema del privilegio como una de las principales dificultades para asistir a los retornados argentinos del exilio. Al respecto, desde el CMI en Ginebra se consideraba que “toda asistencia a personas que desean regresar a su patria debe 259

ser tratada con mucha prudencia, requiere de consultas periódicas y no debería nunca poner (o parecer poner) el retornado en una situación privilegiada en relación a los que ‘lo aguantaron todo’ adentro del país” (CAREF, correspondencia institucional, 2 de noviembre, 1983). De manera coincidente, la Iglesia Evangélica Metodista Argentina comunicó a CAREF su aprobación para atender a los retornados argentinos en una asistencia pastoral, jurídica, social y económica pero solicitó “enmarcar el trabajo de exiliados en proyectos más generales, de tal manera que no se cree una situación privilegiada de los exiliados frente a otros afectados por la

represión”

(CAREF,

correspondencia

institucional,

23

de

noviembre, 1983). Esta alerta con respecto a privilegiar a los exiliados fue también una de las tensiones con las que lidió O.S.E.A. a lo largo de su vida institucional, alertas que se vinculaban con los discursos sobre el exilio dorado. Uno de los embates fue con respecto a la migración económica que salió del país sobre todo desde 1980 por la crítica situación laboral. Aquí, O.S.E.A. defendió la diferencia entre el exiliado y el emigrante económico por la forma compulsiva de la salida que adoptó el primero (Reencuentro, 1984: 2). Para Octavio Carsen, secretario ejecutivo de O.S.E.A., este contraste era fundamental pues el exiliado “no tuvo siquiera la opción de elegir entre afrontar la miseria del país o irse, porque en ello se le iba la vida o la libertad” (La Voz, 1984). Por su parte, con respecto sobre todo a los ex presos políticos, a los detenidos-desaparecidos y a sus familiares, O.S.E.A. aseveraba que los exiliados debían ser incluidos en el conjunto de las víctimas de la represión porque el 260

exilio había sido una forma de eliminar a bajo costo la oposición política y por lo tanto, debía entenderse como una violación a los derechos humanos (Reencuentro, 1985: 13). Esto será retomado más adelante. Al trabajo inicial de O.S.E.A. de atención a los retornados, se sumó en diciembre de 1983 el área de asistencia social de CAREF que se encargó de evaluar cada situación para que la Junta Directiva de O.S.E.A. se informara y considerara el otorgamiento de la ayuda económica. En general, la asistencia otorgada consistía en “ayudas de emergencia” que se definían como un apoyo económico equivalente a un sueldo mínimo por adulto más las asignaciones por hijos. Estos estipendios se otorgaban a cada retornado o grupo familiar por un período de tres a seis meses (O.S.E.A., 1988: 14). Por otro lado, el MEDH, la Comisión Católica Argentina de Migraciones (CCAM), el Servicio de Paz y Justicia (SERPAJ) así como algunos Obispados, funcionaron como delegaciones de O.S.E.A. que asistían a los retornados políticos del interior del país. De esta manera, el trabajo fuerte comenzó desde Buenos Aires, en conjunto entre CAREF y O.S.E.A. y se mantuvo desde 1983 hasta fines de 1985 y principios de 1986 aproximadamente. Luego de ese tiempo, CAREF ya no se ocupó de las tareas de asistencia a retornados argentinos y O.S.E.A. continuó con la atención integrando el área de asistencia social al equipo interno de la Oficina y realizando una serie de modificaciones operativas. Hasta aquí, es posible observar que la atención concentrada en el problema de los retornados fue el resultado de una serie de demandas que provenían del exterior, de los mismos argentinos 261

exiliados que comenzaron a movilizarse a partir de la derrota de la guerra de Malvinas para concretar el regreso. Demandas que hallaron en el CMI y en Mignone dos puentes para llegar a lo que luego serían los programas específicos de asistencia de O.S.E.A. y CAREF. Para estas organizaciones, el retorno político comenzó entonces con la urgencia por resolver problemas puntuales de asistencia –sobre todo en el orden legal y económico– y con importantes dificultades vinculadas al estigma del exilio dorado.

Asistir y Reintegrar El trabajo realizado por O.S.E.A. durante el tiempo que funcionó la Oficina puede ser distinguido en dos grandes etapas. La primera, de 1983 a 1985 aproximadamente, que concentró los esfuerzos del equipo de O.S.E.A. junto al de CAREF en la recepción de los retornados políticos, en resolver los serios problemas legales que impedían los ingresos al país y en aminorar las dificultades económicas y habitacionales por medio de ayudas de emergencia. La segunda, desde 1986 hasta 1988, en la que disminuyen significativamente las solicitudes de ayuda y el trabajo de O.S.E.A. se concentra en dos áreas principales: el área laboral, orientada a la creación y mantenimiento de una fuente de trabajo para los retornados políticos y el área de comunicaciones, a través del Boletín Reencuentro, preocupada por ampliar la difusión de los problemas del exilio tanto en el país como en el exterior.

262

El grueso de la atención brindada por O.S.E.A. y CAREF se concentró en la primera etapa, sobre todo en 1984 y 1985, años en los que otorgaron asistencia económica a 3676 personas de un total de 5052 que atendieron desde 1984 hasta 1988 (O.S.E.A., 1988: 17). Además de este número, CAREF atendió con fondos especiales del CMI a 300 grupos familiares en esos dos años. Esta asistencia dependió no sólo de la coordinación entre ambas organizaciones, sino de los recursos que pudieron conseguir en el exterior ante la evidente falta de fondos por parte del gobierno nacional. Si bien el retorno de los exiliados argentinos fue una problemática que halló financiamiento en diferentes organismos europeos y americanos, la coordinación, decisión, administración y entrega de esos fondos, así como otro tipo de atención brindada a los migrantes políticos de retorno estuvo exclusivamente en manos de O.S.E.A. y CAREF. Sobre este tema no se detendrá el artículo, pero es importante resaltarlo para comprender el lugar que ambas organizaciones tuvieron en este proceso. Regresando a la primera etapa, fue también en 1984 y 1985, cuando ACNUR tuvo más presencia en el proceso de retorno a través de los programas de repatriación para facilitar el viaje de regreso y luego con un programa especial de “Rehabilitación de Retornados” que fue implementado –a través del gobierno nacional– por O.S.E.A., CAREF y la CCAM. La repatriación de argentinos exiliados significó para ACNUR la oportunidad de modificar y flexibilizar algunos instrumentos jurídicos internacionales, de manera tal que pudieran reconocer post facto el carácter de refugiado de muchos argentinos en el exterior que no tuvieron esa 263

condición en su exilio y que les fue otorgado para poder solventar los costos de los pasajes (AAVV, 2007: 108). Algunos de los exiliados que no pudieron acceder al estatus de refugiado, fueron ayudados por el Comité Intergubernamental para las Migraciones (CIM) para el pago del pasaje o para reinsertarse laboralmente en el país a través de otro programa especial. Para el “Programa de Rehabilitación de Retornados”, la categoría de refugiado facilitó la tarea del equipo administrativo de ACNUR a la hora de aprobar las ayudas de emergencia seleccionadas por CAREF y O.S.E.A. De acuerdo con la coordinadora de CAREF, el argentino que contaba con estatus de refugiado llegaba “limpito de dudas” mientras que, con el resto de los retornados,

CAREF

no

podía

seleccionar

y

“teníamos

que

arreglárnosla para armar criterios de encuadre operativos (para) creerle a la persona su historia” (Entrevista a María Amelia Silva de Sosa, 2011). Esta operación de encuadre no fue exclusiva de la tarea con retornados argentinos sino que fue utilizada por CAREF desde que comenzaron a recibir exiliados chilenos en 1973 y servía para determinar si las personas que se acercaban a pedir ayuda tenían motivos fundados en el miedo o la amenaza por motivos políticos, aunque no contasen con el estatus de refugiados del ACNUR. En términos de metodología de trabajo ambas organizaciones tuvieron posicionamientos similares frente a la información que les brindaban los retornados políticos sobre sus historias. Desde CAREF, las entrevistas a los retornados argentinos que llegaban buscando ayuda se realizaban respetando ciertos límites de registro de la 264

información que eran autoimpuestos por la organización. De acuerdo con Violeta Correa, responsable del programa de atención a los retornados de CAREF, aunque había una escucha atenta de todos los problemas y dimensiones que pesaban sobre las personas retornadas, la organización se abstenía de preguntar por las experiencias militantes y políticas previas a la salida del país y, en caso de saberlas, no realizaban ningún tipo de registro sobre ellas. Se priorizaba la reserva, el cuidado, la distancia, el no involucrarse con los entrevistados, “porque a nadie se le preguntaba: ¿Y Ud. dónde estaba? ¿Ud. militaba, no militaba? ¿Era un perejil, no era un perejil? ¿Se fue porque tenía un amigo? La gente contaba (…) pero no le preguntabas” (Entrevista a Violeta Correa, 2012). Para la coordinadora de CAREF en ese período, que no se mencionara la experiencia política en los documentos de la organización es el resultado de un acuerdo tácito entre estas organizaciones de solidaridad pero también refleja el poco tiempo que los retornados políticos pasaban en la organización. A diferencia de los refugiados latinoamericanos que llegaron a establecer un vínculo más duradero con CAREF, los retornados argentinos tuvieron una presencia más fugaz que fue promovida indirectamente por el mismo diseño de los programas de asistencia que entregaban el dinero sin tener un seguimiento de los resultados (Entrevista a María Amelia Silva de Sosa, 2011). Sobre el modo de entrevistar a los retornados políticos, desde O.S.E.A. también se priorizaban los aspectos más urgentes vinculados a la necesidad económica, laboral y habitacional, “sin preguntar si eran del ERP, de Montoneros, aunque todos sabíamos” 265

(Entrevista a Octavio Carsen, 2012). Desde O.S.E.A. se decidió preservar las historias dejando de lado procedimientos que pudiesen ser inquisitorios o que pudieran herir a los retornados con preguntas angustiantes (O.S.E.A., 1988: 14). A pesar de esta similitud en las tareas de registro de la información, una de las diferencias más sustantivas fue que, en O.S.E.A., el exilio como problemática de derechos humanos tuvo un mayor grado de presencia que en CAREF. Esto se manifiesta tanto en los informes internos de la organización como en las declaraciones públicas en la prensa nacional y a través de su boletín Reencuentro que realizaron Octavio Carsen y otros miembros de la Junta Directiva. De

esta

forma

es

importante

destacar

cómo

estas

organizaciones priorizaron el silencio y el extremo cuidado sobre el registro

de

la

información.

Estas

prácticas

pueden

ser

comprendidas como una de las herencias del miedo por la represión estatal que no sólo impactó en las personas que permanecían en el exilio y en los retornados políticos, sino que se introdujo en la dinámica de estas organizaciones como reflejo de la desconfianza en el futuro del nuevo gobierno democrático. La prueba de ellos es que “cuando se dio Pascua, con los carapintadas, el pánico que se dio, que después se volvió a dar con el episodio de La Tablada (1989), motivó que los archivos de las fichas individuales de la gente que habían pasado (por O.S.E.A.) fueron destruidos porque tenían miedo de un allanamiento y que estuvieran al alcance de la mano de los represores del nuevo golpe” (Entrevista a Octavio Carsen, 2012). Para CAREF esto se puede observar en el uso que se hizo del vínculo con ACNUR para legitimar y proteger la tarea diaria 266

de atención a los retornados: “cada vez que en CAREF pasaba algo, sacábamos la chapita del ACNUR: 'trabajamos con las Naciones Unidas', eso decíamos en todos lados. Aunque el trabajo con las Naciones Unidas fuera una reunión” (entrevista a Violeta Correa, 2012). Dentro de las características de este proceso desde su dimensión organizativa, cabe destacar que, para O.S.E.A., una de las dificultades más importantes para la asistencia tenía que ver con el inadecuado o casi nulo planeamiento y preparación que había tenido el regreso para muchos exiliados argentinos (O.S.E.A., 1988: 13). Desde el inicio, esto ya había sido motivo de preocupación para CAREF y las Iglesias que la constituían cuando se sugería no estimular un retorno masivo y espontáneo. Según la coordinadora de CAREF en ese momento, durante los dos años dedicados a la asistencia social, fueron muy pocos los retornados políticos que llegaron al país “con el proyecto bajo el brazo” es decir, con un plan de trabajo diseñado o pensado desde su país de exilio para implementar en Argentina y reinsertarse (Entrevista a María Amelia Silva de Sosa, 2011). De todas formas, quienes contaron con eso, tuvieron poco éxito en lo que emprendieron pues se encontraron con un país que estaba destruido económicamente (Entrevista a María Amelia Silva de Sosa, 2011). A esta situación de desorden en el regreso, se sumó –como se verá– la ausencia de políticas

estatales

efectivas

que

aliviaran

mínimamente

la

instalación, así como la débil difusión de la información necesaria para que los retornados conocieran las condiciones reales del país al que regresaban (O.S.E.A., 1986: 10). 267

La segunda etapa de trabajo, desde 1986 a 1988, comenzó sin CAREF y con la preocupación de O.S.E.A. por resolver los altos índices de desocupación en la población de retornados políticos. A partir de febrero de 1986, O.S.E.A. decidió cerrar la recepción de nuevos retornados políticos porque en esa fecha ya había caducado la validez de la figura de refugiado para los argentinos que aún no habían regresado. La organización pasó a concentrarse en la población estable de retornados políticos que no había logrado reintegrarse a la sociedad por la persistencia de problemas de salud mental, vivienda y sobre todo, por las dificultades laborales (O.S.E.A., 1986: 23). En particular, fue decisión de O.S.E.A. destinar los esfuerzos económicos y de coordinación a la atención de la población de retornados que se encontraba en el interior del país, debido a que la situación económica repercutía con mayores conflictos allí que en la Capital Federal (O.S.E.A., 1986: 28). En consecuencia, la reorganización interna de la Oficina y la modificación de los programas de ayuda parecen indicar un tránsito de los objetivos de asistencia al de reintegración de los retornados políticos argentinos. Lograr la reinserción laboral de los retornados políticos conllevó algunas tensiones significativas para O.S.E.A. a la hora de conseguir

financiamiento

internacional.

En

particular,

la

organización decidió no plantear el pedido de ayuda en términos de “donación”

(O.S.E.A.,

correspondencia

institucional,

9

de

septiembre, 1986) pues trataba así de resaltar la capacidad de agencia de los retornados políticos, de sus recursos y capacidades propias (O.S.E.A., 1985b: 2). Esto también tenía que ver con 268

“tratar de no generar una relación de dependencia de los ex exiliados con la institución, sino de brindarles un acompañamiento” (O.S.E.A., 1986: 17). Una de las tensiones que se repetía en este tema, tenía que ver con “prevenir cualquier tendencia hacia la sobreprotección o el paternalismo (…) cuidando siempre de no generar privilegios entre los retornados, y entre estos y la situación media de la población local” (O.S.E.A., 1987/1988). Una de las estrategias para evitar este tipo de “privilegios” consistió para PROCOP y O.S.E.A. en proponer que las cooperativas de trabajo reunieran a los liberados, exiliados y familiares de desaparecidos bajo la misma categoría de “desocupados” (PROCOP, 1984). Y si esto llegaba a provocar desacuerdos con quienes habían pasado la dictadura “adentro”, O.S.E.A. destacaba que “la población del exilio está conformada por militantes populares, ex presos políticos, familiares de detenidos desaparecidos, etcétera, por lo que sus problemas tienen mucho en común con los afectados que nunca dejaron el país” (Reencuentro, mayo 1986:13). Como se puede observar, no fueron pocos los recovecos discursivos que halló O.S.E.A. para darle más presencia a los problemas del exilio y defender el retorno como un derecho que el Estado argentino debía garantizar. Al cierre de sus actividades, O.S.E.A. explicitaba que la reintegración se alcanzaría no sólo con la reinserción laboral, sino cuando se produjera el reencuentro positivo del retornado con la familia,

amigos

participación

y

otros

sociopolítica

grupos y

en

sociales, actividades

cuando de

tuviera

estudio

y

finalmente, con el acceso a una vivienda. Se consideraba que la 269

reintegración de los retornados sería exitosa “en cuanto dejaran de ser exiliados y fueran, dentro de lo posible, argentinos como todos. Esta razón fue la que nos impuso el deber de no continuar recordando la etapa del exilio. Y si alguien volvía a O.S.E.A., que lo hiciera por decisión propia, pero no porque se lo iba a buscar” (O.S.E.A., 1988:16). Visto de esa manera, reintegrarse podía significar para los retornados el silenciamiento de sus experiencias específicas de exilios.

La Comisión Nacional En noviembre de 1983, la prensa argentina difundió las declaraciones del futuro Ministro del Interior, Antonio Tróccoli con respecto al exilio argentino en el que se anunció que “todos pueden volver” (La Voz, 1983). Esta fue una noticia esperanzadora para los argentinos exiliados en el mundo, excepto para aquellos cuya situación legal estaba comprometida por “causas pendientes” con la justicia. Estas dificultades legales que tuvieron algunos exiliados argentinos antes de regresar, se incrementaron mucho más desde 1985 pues, si bien se podía regularizar su situación legal antes de ingresar al país, desde el gobierno no se ofrecían garantías de que no se abrirían nuevos pedidos de captura por hechos del pasado (Reencuentro, 1985: 4). La incertidumbre legal sufrida por los exiliados argentinos fue uno de los puntos más conflictivos para O.S.E.A. en su relación con el gobierno.

270

En junio de 1984, O.S.E.A. y CAREF, junto al ACNUR y el MEDH, asistieron a una reunión en el Departamento de Derechos Humanos de la Cancillería con el Dr. Horacio Ravenna con el fin de informarle al gobierno acerca del trabajo que se estaba realizando en la recepción de retornados. Tres meses después de esa reunión, un informe de CAREF enfatizaba que “el gobierno nacional, principal actor en la tarea de facilitar y colaborar en la integración de los exiliados a la vida del país respondió con la conformación de la Comisión Nacional para el Retorno (pero) hasta el mes de septiembre no se había logrado de parte del gobierno una respuesta operativa, es decir, cómo pensaba instrumentar la ayuda ofrecida” (CAREF, 1984: 11). Esta Comisión Nacional para el Retorno de los Argentinos en el Exterior (CNRAE), fue creada en junio por decreto presidencial número 1798/84 y su objetivo era “realizar las acciones tendientes a facilitar el regreso de los argentinos en el exterior y de sus familias así como arbitrar procedimientos para consolidar los vínculos con quienes, aún sin cambiar su lugar de residencia puedan contribuir al desarrollo cultural, económico y científico del país” (Presidencia de la Nación, 1984: 2-3). La CNRAE parecía convertirse en la instrumentación que CAREF le había solicitado al gobierno nacional en aquella reunión del mes de junio de 1984. Sin embargo, su injerencia en la problemática

del

retorno

político

resultó

muy

estrecha,

principalmente porque la Comisión no contaba con facultades de resolución y se limitaba a asesorar al Poder Ejecutivo (Noticias Argentinas, 1984). Por ejemplo, en junio de 1984, Octavio Carsen 271

envió una carta al Presidente de la CNRAE indicándole al gobierno nacional una serie de puntos preocupantes que impedían el retorno y la instalación de los exiliados y que merecían la atención de esa Comisión con suma urgencia. La mayoría de esos puntos respondían a cuestiones de irregularidad legal que afectaban seriamente la concreción del regreso. Sin embargo, estos pedidos que realizaba O.S.E.A. para que se derogaran las normas y leyes represivas que afectaban el retorno de los exiliados, sobre todo los pedidos de captura, no tuvieron en la Comisión un interlocutor que pudiera darle cauce. En la relación entre O.S.E.A. y la CNRAE el “privilegio” también fue un tema de disputa. Desde la presidencia de la CNRAE se explicaba que el objetivo de esta Comisión consistía en “crear las condiciones de retorno tanto para los exiliados como para los argentinos residentes en el exterior sin brindar privilegios a nadie” (Noticias Argentinas, 1984). Mientras la CNRAE trataba de actuar “igualitariamente”

en

la

asistencia

a

los

argentinos

que

retornaban, O.S.E.A. intentaba transmitirle en la misma carta para la Comisión el carácter urgente que tenía reconocer al exilio como un problema social que afectaba a todo el país, señalándolo como un destierro obligado y a los exiliados como víctimas de la represión. O.S.E.A. intentó dar algunos pasos en el camino de desnaturalización del exilio como “experiencia privilegiada” y lo hizo a través de la diferenciación de dos grupos de exiliados: para una parte de éstos [exiliados], en especial técnicos, profesionales, artistas e intelectuales de renombre, el exilio no les significó un perjuicio 272

económico ni siquiera una disminución del nivel social; vuelven por sus propios medios y no necesitan ni del apoyo, ni del gobierno, ni de ninguna organización gubernamental. En cambio, hay una parte considerable del exilio que sufrieron a través de estos años, un deterioro no sólo económico sino personal muy grande. Por sus propios medios no pueden regresar, es nuestra obligación como sociedad ayudarlos (…). No se trata de impulsar el retorno de nadie, ni tampoco de crear privilegios para nadie, ni los exiliados lo piden, ni los organismos que tienden a facilitar el regreso lo proponen. Se trata simplemente de disminuir en algo las diferencias en contra ocasionadas a los exiliados por una permanencia fuera del país que no quisieron (…). Existe en el país un desconocimiento total de la población de lo que fue y es realmente el exilio. La imagen que se tiene es de un exilio de oro en países exóticos a los cuales normalmente se llega a través de excursiones turísticas por los sectores privilegiados de la población. El retorno exige una gran dosis de generosidad y de apego al terruño que debe ser divulgado y reconocido. (OSEA, correspondencia institucional, 29 de junio, 1984) Desde O.S.E.A. se identificaban entonces dos grandes grupos dentro de la población exiliada, un grupo carenciado y necesitado de ayuda y otro mejor posicionado socialmente, mucho más reconocido y vinculado al ámbito público. Se aclaraba entonces que la ayuda se destinaría al sector de exiliados sin recursos que seguiría llegando y al que no le correspondería el carácter privilegiado pues, en ese caso, se trató de un amplio grupo 273

carenciado, generoso y que regresaba por ser “apegado al terruño”. Así, se intentó deslegitimar el discurso del gobierno para establecer que no pudiera hablarse de privilegio si se estaba atendiendo a una población carenciada que sobre todo, llegó a esa situación por haberse ido del país sin elegirlo. Este argumento se reforzaba cuando se subrayaba la naturaleza democrática de este retorno, en cuanto este grupo era capaz de regresar a un país en crisis económica, habitacional e inflacionaria sólo porque lo movía “el deseo de aportar con su esfuerzo a la etapa de reconstitución económica, democrática y social del país” (La Voz, 1984). Como explicaba Carsen en 1984, “la decisión de los exiliados argentinos es volver al país haya o no preparación del retorno, haya o no estructuras que tiendan a resolver estos problemas porque quieren a su patria y tienen mucho que aportar a su reconstrucción” (La Voz, 1984). Al carácter administrativo que tuvo la CNRAE se sumó como uno de sus límites, la ausencia de fondos propios pues dependía de los programas de ayuda especial gestionados tanto por Naciones Unidas como por convenios que el gobierno nacional había firmado con los países donde se estimaba que había más exiliados argentinos (El Periodista, 1984). Este fue el caso del “Programa de Rehabilitación de Retornados” que se mencionó antes y donde la CNRAE sólo apareció nominalmente” (CAREF, 1984/1985). No es de sorprender que, el informe final de CAREF al respecto subrayara que “tanto ACNUR como el Gobierno, dejaron en manos y a iniciativa de las agencias el seguimiento de situaciones más problemáticas

y

el

acompañamiento 274

para

una

efectiva

reinstalación. Este aspecto no es sentido como responsabilidad por ninguna de las dos instancias primeramente mencionadas” (CAREF, 1984: 11). Tal como se indicó en ese informe, el objetivo de ese programa podía considerarse cumplido de forma parcial, pues no incluía un seguimiento de los casos que permitiera contemplar la efectividad y los resultados de la misma. Finalmente es importante mencionar que una de las principales distancias entre la Comisión Nacional y O.S.E.A., tuvo que ver con la población de retorno a la que se trataba de ayudar. De acuerdo con O.S.E.A., uno de los errores más importantes que había cometido la CNRAE se hallaba en el mismo decreto de origen, pues en él se igualaba al exiliado con el emigrante económico así como difundía “un discurso de carácter economicista, en cuanto plantea el recupero de recursos humanos que considera más necesarios” (O.S.E.A., 1988: 41). Como se mencionó, evitar esta equivalencia entre exiliado y emigrante económico fue uno de los combates más importantes para O.S.E.A. pues en la diferencia vinculada al carácter compulsivo se jugaba una oportunidad de deconstruir la idea del exilio como privilegio. Finalmente, el 31 de julio de 1985 la CNRAE terminó sus tareas dejando una huella casi invisible en los recuerdos de las personas que coordinaron CAREF y O.S.E.A. Tal es así que, cuando actualmente se le consulta a María Amelia Silva sobre el papel del gobierno nacional en el proceso de retorno, la respuesta no se hace esperar: “No. No creó nada. No creó nada. No. No hubo una oficina de asistencia” (Entrevista a María Amelia Silva de Sosa, 2011).

275

Palabras finales A partir de este breve recorrido sobre un aspecto de la dimensión organizativa del proceso de retorno político de los argentinos

es

importante

destacar

el

rol

significativo

que

desempeñaron las organizaciones de solidaridad como CAREF y O.S.E.A. frente a la evidente ausencia gubernamental. Como se mencionó, una de las tensiones que emergió en este camino de asistencia fue el problema del “privilegio a los retornados”, tema que atravesó y moldeó muchas de las preocupaciones en la gestión. Pero también, el pasado político de los migrantes de retorno constituyó

otra

de

las

tensiones

importantes

pues

ambas

organizaciones de solidaridad parecen haber ocluido en distintas gradaciones la experiencia política de los exiliados. Quizás para CAREF esto tuvo que ver con un mandato original de no intervención sobre ese aspecto mientras que, en el caso de O.S.E.A., pudo haber operado un trabajo de comprensión del exilio en un registro cuya clave los integró en el universo de las víctimas de la represión. Resulta más visible en el trabajo realizado por O.S.E.A. el esfuerzo por otorgarle legitimidad al problema del exilio y del retorno, sobre todo a través de esa identificación de los exiliados como víctimas y desde un discurso de los derechos humanos. Permitir y facilitar el regreso tenían que ver no sólo con un derecho sino con una forma de reparación a las víctimas (Reencuentro, 1986: 13). Sin embargo, este registro discursivo no fue privativo de O.S.E.A. sino que se vinculó directamente con el predominio que la 276

narrativa humanitaria adquirió a nivel internacional. En Argentina, este registro humanitario se cristalizó en el informe Nunca Más en el cual la figura de las víctimas de la represión se acompañó de un borramiento de la experiencia política previa. Ese silenciamiento del pasado político que fue utilizado también por O.S.E.A. para poder instalar en la esfera pública a los exiliados como víctimas tuvo un alcance limitado pues fue sobre todo la figura de los desaparecidos la que concentró las atenciones públicas y operó como la lupa desde la cual mirar (y comparar) al resto de las experiencias represivas.

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de

la

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279

Correspondencias O.S.E.A., 14 de octubre, 1983. Correspondencia enviada por Emilio Mignone

a

Conserjería

de

Proyectos

para

Refugiados

Latinoamericanos, Costa Rica. Archivo CELS. ----- 1 de abril, 1984. Correspondencia enviada por Emilio Mignone y

Octavio

Carsen

a

Organismos

internacionales

de

Financiamiento. Archivo CELS. ----- 15 de junio, 1984. Correspondencia enviada a CEBEMO – Holanda. Archivo CELS. ----- 21 de septiembre, 1983. Correspondencia recibida desde el Consejo Mundial de Iglesias. Archivo CAREF. CAREF (a), 10 de octubre, 1983. Correspondencia enviada a Iglesia Evangélica del Río de La Plata, la Iglesia Discípulos de Cristo y la Iglesia Metodista Argentina. Archivo CAREF. ----- (b), 10 de octubre, 1983. Correspondencia enviada al Consejo Mundial de Iglesias. Archivo CAREF. ----- 2 de noviembre, 1983. Correspondencia recibida desde el Consejo Mundial de Iglesias. Archivo CAREF. ----- 23 de noviembre, 1983. Correspondencia recibida de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina. Archivo CAREF. O.S.E.A., 9 de septiembre, 1986. Correspondencia enviada por Marcelo Palermo a Organization canadiense pour la solidarité et le Developpment. Archivo CELS. ----- 29 de junio, 1984. Correspondencia enviada por Octavio Carsen al Sr. Presidente de la Comisión Nacional, Dr. Jorge

280

Pedro Graciarena y al embajador Dr Horacio Ravenna. Archivo CELS.

Otros documentos O.S.E.A., diciembre, 1983. Circular firmada por Emilio Mignone. Convocatoria a participar en las Cooperativas de Trabajo. Archivo CELS.

Periódicos y revistas Noticias Argentinas, (1984). “Precisiones para el regreso de las personas exiliadas”, 19 de julio, Buenos Aires. El Periodista de Buenos Aires (1984). “Los duros pasos del regreso”, N° 13, 14 de diciembre, Buenos Aires. La Voz (1983). “Pueden regresar los exiliados”, 18 de noviembre, Buenos Aires. ----- (1984). “Exiliados, aún falta mucho por hacer”, 24 de junio, Buenos Aires. Reencuentro (1986). “A diez años del golpe (1976-1986)”, mayo, año 2, N° 9, O.S.E.A., Buenos Aires. ----- (1985). “Recurso de Hábeas Corpus”, noviembre, año 1, N° 7, O.S.E.A., Buenos Aires. ----- (1984). “Exilio: nunca más”, diciembre, año 1, N° 2, O.S.E.A., Buenos Aires. 281

Entrevistas Violeta Correa (2012), responsable del programa para retornados argentinos de CAREF. Entrevistadora: María Soledad Lastra. 26 de enero, Buenos Aires. María Amelia Silva de Sosa (2011), coordinadora de CAREF desde 1983 hasta 1986. Entrevistadora: María Soledad Lastra. 22 de diciembre, Buenos Aires. Octavio

Carsen

(2012),

Secretario

Ejecutivo

de

O.S.E.A.

Entrevistadora: María Soledad Lastra. 25 de enero, Buenos Aires.

282

Sobre los autores

283

Adriana Badaganani (Balcarce, 1977). Es Licenciada en Historia y se encuentra cursando la Maestría en Letras hispánicas en la Universidad Nacional de Mar del Plata. Es becaria en la categoría Iniciación en la misma casa de estudios; cumple funciones docentes en el Seminario de Licenciatura y en Teoría y Crítica II de la carrera de Letras. El tema de investigación propuesto para la investigación es el de representaciones literarias recientes de la última dictadura militar en Argentina, analizando la obra de Ernesto Semán, Laura Alcoba y Carlos Gamerro, teniendo en cuenta especialmente la mirada que una nueva generación de escritores tiene sobre un fenómeno como la lucha armada. Sobre esta misma temática versará su tesis de Maestría.

Natalia Casola (Argentina, 1982). Profesora de Historia graduada en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, en la que además trabaja como docente de la cátedra Historia Argentina II "B". Es investigadora del Programa de Historia de Oral de la FFyL-UBA y becaria de CONICET. Publicó diversos artículos en revistas especializadas y participa habitualmente en reuniones científicas de su especialidad. La presente investigación es parte de su tesis doctoral en curso, titulada "Estrategia, militancia y represión: el Partido Comunista de Argentina durante la última dictadura militar (1976-1983)".

284

Álvaro Couso (Montevideo, 1949). Licenciado en Psicología en la Universidad de la República Oriental del Uruguay. Revalida del título en la Facultad de Psicología en la Universidad Nacional de la Plata. Ha publicado Un sexo sin Imagen (Letra Viva) y Memorias impersonales (Imago Mundi), y se encuentra en imprenta Desgarros de la constitución subjetiva. Publicó artículos sobre la práctica y la teoría psicoanalítica en Imago, Psicoanálisis y el Hospital, Anudar, Actualidad Psicológica, Agenda, El Otro, Prometheus, elsigma.com, itinerario.psco.edu.uy,

imgomundi.com.ar,

notaazul.com,

periodicolanota.com, entre otros. Fue supervisor en los hospitales Aráoz Alfaro, Rivadavia y Ramos Mejía. Dictó cursos en diferentes instituciones psicoanalíticas (Escuela Freudiana de Buenos Aires, Escuela Freudiana de Montevideo, Escuela Freudiana de La Plata, Fundación Centro Psicoanalítico Argentino) y en las facultades de Psicología de la UBA, ROU y Flores.

Marcela Crespo Buiturón (Buenos Aires, 1970). Doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Lleida, España; Coordinadora del Instituto

de

Investigaciones

Literarias

y

Lingüísticas

de

la

Universidad del Salvador, e investigadora del CONICET y de la Universidad de Buenos Aires, con un proyecto titulado: “Poéticas del exilio en la narrativa argentina de las últimas décadas: Un resquicio ontológico en la dimensión política”. Ha participado en varios equipos de investigación en universidades argentinas (UBA y USAL) y españolas (Universidad Autónoma de Barcelona y Universidad de Lleida), es miembro de la Asociación 285

Española de Estudios Literarios Hispanoamericanos y colaboradora del Proyecto e-exiliad@s de la Secretaría de Estado de Inmigración y Emigración del Gobierno de España. Actualmente, dirige el proyecto “Representaciones y conceptualizaciones de la relación sujeto-poder en la constitución de la figura del marginal en la narrativa argentina de las últimas décadas” en la USAL. Es editora de la revista Gramma, de la FFyL de la USAL. Ha publicado diversos artículos en revistas especializadas y volúmenes temáticos y recientemente, los libros: Andar por los bordes. Entre la historia y la ficción: El exilio sin protagonistas de María Rosa Lojo / Buenos Aires: La orilla frente al abismo. Sujeto, ciudad y palabra en el exilio argentino / La memoria de la llanura: Los marginales usurpan el protagonismo de la Historia (en prensa).

Lucía Soledad Gandolfi (Mar del Plata, 1989) Actualmente se encuentra cursando la carrera de Licenciatura en Letras en la UNMdP. Pertenece al grupo de investigación Estudios de Teoría literaria, dirigido por la Dra. María Coira y codirigido por la Dra. Rosalía Baltar. Ha publicado en las actas de las XIV Jornadas Marplatenses y Argentinas de Teatro e Identidad y en la Revista digital Estudios de Teoría Literaria. Se ha desempañado como adscripta en la cátedra de Teoría y Crítica literarias II y como profesora suplente en la Escuela Media Nº 14 que funciona en la Unidad 50 del Instituto Penal de Batán. A partir de esta experiencia y de esta práctica docente se pone en contacto con la obra de Camilo Blajaquis, que es la que inspira su presente artículo. 286

Pablo Gasparini (Rosario, 1971). Profesor en Letras por la Universidad Nacional de Rosario, posee maestría y doctorado en Letras (Literatura hispanoamericana) por la Universidad de São Paulo, Brasil. Realizó pos-doctorado en el Instituto de Estudos da Linguagem de la Universidad de Campinas, Brasil). Sus temas de investigación se orientan a la cuestión del exilio (publicó El exilio procaz: Gombrowicz por la Argentina, Beatriz Viterbo, 2007) y a la problemática

del

desplazamiento

lingüístico/literario.

Posee

artículos sobre el tema en varias revistas especializadas. Desde 2009 es profesor de la Universidad de São Paulo.

Luis Ángel Gonzo (Necochea, 1987). Estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires. Es adscripto a la cátedra de Literatura Europea Medieval de dicha institución. Actualmente trabaja en un proyecto sobre los modos de lectura de la filología decimonónica francesa, en relación a algunos cantares de gesta medievales. Participa en publicaciones periódicas sobre cine, literatura y afines, y es profesor en escuelas secundarias.

Nicolás Hochman (Buenos Aires, 1982). Profesor y Licenciado en Historia por la Universidad de Mar del Plata, Doctorando en Ciencias Sociales por la UBA, becario de CONICET. Presidente de Grupo Heterónimos, director de revista Casquivana, consejero editorial de Lamujerdemivida, miembro del comité académico de Prometeica. Revista de Filosofía y Ciencia y editor de Prometheus. Publicó, entre otros, los libros Pensar el afuera (Kazak, 2010) y El 287

mundo entre 1945 y el siglo XXI. De la polarización a la globalización

(Longseller,

2011),

y

artículos

en

revistas

especializadas de Argentina, Chile, Colombia, México y España. Su tesis doctoral es acerca de las diferentes formas del exilio, abordando las experiencias de Witold Gombrowicz, Osvaldo Soriano y Fabio Morábito.

Carlos Fernando Hudson (Mar del Plata, 1978). Profesor en Historia (UNMdP) y doctorando de la misma disciplina en la UNICEN, con el apoyo de una beca tipo II del CONICET y la dirección de la Dra. María Estela Spinelli. Su investigación se centra en el gobierno de José María Guido desde una perspectiva de historia política. Resultados parciales de esta investigación se han visto expresados en artículos y reseñas académicos y ha editado Figuraciones del siglo XIX. Libros, escenarios y miradas (Finisterre editores/unmdp, 2007).

María Soledad Lastra (La Plata, 1982). Licenciada en Sociología (UNLP); Magister en Ciencias Sociales (FLACSO-México) y becaria doctoral de CONICET. Cursa el Doctorado en Historia (Fahce-UNLP) con el proyecto de tesis: “Procesos de retorno del exilio: el regreso de la migración política argentina y uruguaya desde México”. Es integrante del Centro de Investigaciones Sociohistóricas (FahceUNLP).

288

Martín Mangiantini (Buenos Aires, 1979). Profesor en Historia, graduado del ISP Joaquín V. González y maestrando en Historia en la Universidad Torcuato Di Tella. Se desempeña como docente en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, dependiente de la Universidad de Buenos Aires, y en diferentes establecimientos de enseñanza media y terciaria de la Capital Federal. Publicó diversos artículos en torno a la militancia revolucionaria de las décadas del sesenta y setenta en Argentina y participó como ponente en distintos

congresos

académicos.

Actualmente

se

encuentra

elaborando una historia del trotskismo argentino entre 1968 y 1976 bajo la dirección del historiador Hernán Camarero.

Pablo Ponza (Córdoba, 1976). Es Doctor en Historia por la Universidad de Barcelona, España, e Investigador del CONICET con sede de trabajo en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC), Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Sus investigaciones se han centrado especialmente en el vínculo entre el mundo de la cultura y la política, haciendo especial hincapié en los discursos políticos, las corrientes de ideas y los intelectuales durante la segunda mitad del Siglo XX. En la actualidad investiga cuál fue el rol de los intelectuales en el proceso de Transición a la Democracia argentina. Recientemente ha publicado Intelectuales y violencia política (1955-1973) (Babel, Córdoba, 2010), además de una veintena de artículos en revistas científicas internacionales. Dicta regularmente cursos de postgrado en universidades argentinas y extrajeras. 289

Gabriela Urrutibehety (Tandil, 1961). Licenciada en Letras (UBA) y Magister en Enseñanza de la Lengua y la Literatura en la Universidad de Rosario. Ha obtenido la diplomatura en Educación y Nuevas Tecnologías (Flacso) y la especialización en Lectura, escritura y educación (Flacso). Ejerce la docencia en el Profesorado de Lengua y Literatura del ISFD 168 de Dolores, donde dirige un proyecto de investigación sobre lectura y escritura para el Instituto Nacional de Formación Docente (INFD). Ha publicado últimamente, entre otros, artículos en Novedades Educativas, La trama de la Comunicación y Lectura y Vida, y el libro Tras las huellas de Girondo. De muertos y revivos yoes (en colaboración), resultado de una investigación financiada con una beca del Fondo Nacional de las Artes.

290

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