EL EVOLUCIONISMO HA MUERTO. Y DARWIN NO HA ESTADO EN EL ENTIERRO
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EL EVOLUCIONISMO QUISO SER UNA CIENCIA, PERO NO LO HA LOGRADO. DESDE QUE EN EL SIGLO PASADO DARWIN FIJARA SUS COORDENAD...
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EL EVOLUCIONISMO HA MUERTO
EL EVOLUCIONISMO HA MUERTO Y DARWIN NO HA ESTADO EN EL ENTIERRO EL EVOLUCIONISMO QUISO SER UNA CIENCIA, PERO NO LO HA LOGRADO. DESDE QUE EN EL SIGLO PASADO DARWIN FIJARA SUS COORDENADAS FUNDAMENTALES, LOS EVOLUCIONISTAS EVOLUCION ISTAS HAN ENSAYADO ENSAYADO TODA SUERTE DE ARTES, ARTE S, INCLUSO LAS DEL ENGAÑO, PARA SACAR ADELANTE SUS TEORIAS. EN VANO. HOY, HOY, EL ULTIMO ULTIMO BASTION B ASTION EN E N QUE SE S E APOYABA APOYABA EL SISTEMA S ISTEMA Y SU FILOSOFIA F ILOSOFIA DEL PROGRESO HA MUERTO. por Isidro-Juan Palacios / Publicado en «PRÓXIMO MILENIO» s frecuente notar en los ámbitos de la divulgación cientí�ca, en los terrenos más periféricos del debate de las ideas, en los lugares donde impera la prensa menos rigurosa y contrastada, y donde las “verdades hechas” del sistema se imponen sin apelación posible a saber que las cosas pueden ser de otra manera; es corriente allí, como digo, tachar a quien de�ende una posición no-evolucionista o antidarwiniana como “acientí�co” o como “anti-cientí�co”, reduciendo enseguida su esquema a trasnochados postulados religiosos creacionistas “ya superados”. superados”. La mayoría de la gente tiende a creer, por eso, que sólo los pensadores religiosos o tradicionales �eles a sus doctrinas clásicas están en contra del evolucionismo en virtud de tales actitudes -irracionales- de pensamiento. Sin embargo, esa no es toda la verdad. Cada vez hay más “hombres de ciencia” en un sentido estricto y, generalmente, situados en las l as vanguardias de las investigaciones más sólidas y novedosas, que contradicen el axioma. La bioquímica, la antropología, la nueva paleontología o la última biología, por no hablar de la genética, de la geología o de la nueva física, están aportando cada vez más nombres a este campo de la crítica, estrictamente cientí�ca. Y lo curioso es que ya constituyen legión.
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CIENTIFICOS CONTRA DARWIN Y EL EVOLUCIONISMO. utilio Sermonti, hermano del mundialmente famoso Giuseppe Sermonti por sus trabajos en la Universidad de Perugia, por la dirección de la revista internacional de biología Biology Forum y co-autor con el paleontólogo Roberto Fondi del de�nitivo libro titulado Dopo Darwin (Más Allá de Darwin), es asímismo biólogo. En un interesante
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opúsculo aún no traducido al español, Rutilio Sermonti publica en sus páginas un “breve”elenco de cientí�cos adversarios del darwinismo dar winismo y de las teorías evolucionistas que, aunque silenciados en su mayoría, dieron muestras de una buena agitación heterodoxa durante la pasada década en que Occidente celebrara el primer centenario de la muerte del maestro. Por orden alfabético cita Sermonti a los siguientes: Acworth B Bell-Dawson W. Betchell Betchel l T. Bounoure L. Carazzi D. Chance E. Dewar D. Diamare W. Fleischmann A. Fleming A. Fano G. Fondi R.
Grant Watson E.L. Herbert G.K. Kelley Kelle y A.P. A.P. Kleinschmidt O. Kuhn O. Lefevre J. Lemoine P. Marsh Mars h F.L. Mersone Davies L. Moore J.N. More L.T. Murray D.
Nilsson H. O’Toole G.B. Raffaele Raffael e F. Sermonti G. Servier J. Taylor G. Thomas M. Vavilov N.J. Vuialleton L. Von Uexküll J. Westenhofer M.
Con ser cualitativamente cuantiosa, cuanti osa, la lista no es más que un botón de muestra. muestra . Y sin exagerar, exagerar, con varias décadas publicando la Rivista di Biologia arriba anotada, volumen tras volumen, nuestra publicación no tendría páginas su�cientes para mencionar tan sólo los títulos y a los autores de los trabajos que allí se han venido reuniendo sobre el estado crítico de esta cuestión. Lamentablemente casi nadie es consciente de este hecho, pasando, como es natural, desapercibido. Es más cómodo seguir en la inercia manipuladora del sistema que conocer la verdad de lo que sucede. No importa, el último de los muros del mecanicismo cientí�co y de la �losofía del progreso está ya agrietado irreparablemente. Muy pocos saben, por otra parte, que al poco de salir publicado el Origen de las especies de Charles Darwin, unos años después, su autor llegó a retractarse sobre el dato de la llamada “selección natural”, aquella pieza básica en el entramado de la teoría que permitía explicar el mecanismo desencadenante o propiciatorio de la evolución. En 1871, Darwin escribió en su Descent of Man: “en “en las primeras ediciones de mi Origen de las especies he atribuido probablemente demasiado a la acción de la selección natural y de la supervivencia del más acto... creo que esto sea una de las más grandes equivocaciones encontradas hasta ahora en mi trabajo...” A juzgar por los derroteros que fue tomando la hipótesis darwinista darwinis ta y la teoría de la evolución, en las que ambos postulados acrecentaron aún más su importancia clave, puede a�rmarse que los mentores del evolucionismo que siguieron, defendieron o apoyaron a Darwin callaron sospechosa e intencionadamente, manteniendo una falsedad dentro de los amplios términos en que fue formulada, como en los últimos años de este siglo ha puesto de mani�esto el embriólogo embriól ogo sueco S/oren L/ovtrup. 4 www.vopus.org
EL TIEMPO, ESA CLAVE QUE TAMPOCO SE CUMPLE. tro de los aspectos del evolucionismo que tampoco ha conseguido resistir a la crítica cientí�ca actual reside en la importancia que para la teoría evolutiva los darwinistas han dado al tiempo. En efecto, para que la evolución, como ellos explican, pudiera haberse rati�cado, la Tierra, nuestro planeta, habría tenido que disponer de una antigüedad en millones y millones de años que la nueva geología no puede aceptar. El cientí�co británico Richard Milton, tras haber pasado veinte años recogiendo materiales y realizando pruebas de investigación, llegó a presentar sus conclusiones dentro del marco anual del congreso de la Asociación británica para el Avance de la Ciencia, de agosto de 1992. Su informe provocó un seísmo: la Tierra no tiene la edad de esos cientos, miles, millones de millones de años necesarios para que haya podido permitir el pleno curso de la evolución, mediante la selección natural, hasta llegar al hombre. Nuestro planeta, en efecto, es mucho más joven, con lo que la teoría se hacía imposible. En la misma línea, sir Melvin Cook, de la Universidad de Utah, mediante un método de datación cronológica basado en el radiocarbono, llegó a demostrar idénticas severaciones que las de Milton. Otros libros podrían podr ían ser citados, como los del biólogo holandés hol andés Ouweneel. Y entre la amplia panoplia de cientí�cos que han rechazado la idea y la acción a seguir buscando el “mítico” “mítico” eslabón perdido podríamos nombrar a modo de ejemplo al paleontólogo Otto Schindewolf, o a los biólogos George Simpson y Gordon Taylor Taylor,, ambos estudiosos de los fósiles de mamíferos. Para todos ellos no sólo nos faltaría el eslabón perdido entre el mono y el hombre, sino entre toda suerte su erte de animales y plantas. “La falta de formas de transición es un fenómeno universal “-puntualizan-. De seguir, larga sería la lista en esta línea, que bien podríamos dejar provisionalmente cerrada con el biólogo de la Universidad de Cambridge, Rupert Sheldrake, quien con sus aportaciones sobre los campos morfogenéticos deja sin respiración a la teoría evolucionista. El evolucionismo ha muerto, muer to, es cierto. Lo saben quienes, �eles todavía a algunas de las parcelas del Darwinismo, ya no pueden seguir manteniendo la evolución. Konrad Lorenz llegó a escribir que, acaso, como mucho podría llegar a hablarse de “mutaciones” y no de “evoluciones”. Pero al explicarse hería en pleno corazón al “mito del iluminismo progresista” sobre el que �losó�camente basaba Darwin y todos los evolucionistas sus especulaciones. La mutación genética -a�rmaba el Premio Nobel de medicina austriaco-alemán- es posible, sin duda; sin embargo, se produce muy raras veces en la naturaleza de los seres vivos (sólo una cada diez elevado a la octava oc tava potencia), y por regla general el resultado es casi, por no decir siempre, si empre, una anomalía, con lo que el ser o el órgano u órganos nuevos que emergen suelen “empeorar” la fuente o la especie de la l a que proceden o han nacido, siendo además, por lo común de las veces, tales resultados inviables por su inadaptación al medio. De ahí que se haya alcanzado la máxima de las contradicciones en la teoría de la evolución, pues antes
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que referirnos a ella, en su sentido literal, mejor sería hablar de “involución”. Tal vez por eso, del inconsciente de Lorenz, brotaron simultáneamente a su obra cientí�ca, como etólogo escritos culturales muy críticos sobre la decadencia que la humanidad occidental había alcanzado con el progreso. Otros neo-darwinistas, como Stephen Jay Gould, de la Universidad de Harvard, entonando un meritorio mea culpa, llega a sentenciar: nunca se llegará a encontrar el eslabón perdido porque, sencillamente, sencill amente, no existe. La evolución continúa y por grados jamás ha podido ser demostrada.
«El tiempo es una de las claves en la teoría evolucionista. De hecho, para que pudiera cumplirse, nuestro planeta tendría que tener una edad mucho mayor que la que en realidad tiene, como han demostrado los cientí�cos Richard Milton y Melvin Cook.»
EL EVOLUCIONISMO EN EL JAPON. n caso distinto es el representado por los cientí�cos japoneses, para quienes Darwin sería completamente inaceptable desde lo más básico de su teoría. La “lucha universal”, la “competitividad”, la “lucha entre individuos de la misma especie”, por la “selección “selección natural”, natural”, hasta llegar l legar a evolucionar, sería para Kinji Imanishi o para, en otro extremo, Mooto Kimura, aspectos esenciales de la teoría evolucionista inadmisibles. Para el Japón, más amante de los términos armoniosos en la naturaleza, donde los seres se apropian y se reparten colectivamente un mismo territorio practicando el mutualismo, Darwin sería “demasiado “demasiado occidental“. occidental“. Desde este punto de vista oriental, la naturaleza sería más maternal al favorecer la continuidad, la asistencia mutua y la estabilidad; mientras que Occidente habría desarrollado el frente contrario: un plano donde la naturaleza silvestre y salvaje sería más bien un objeto del que huir, a la vez que dominar, hacia una vida no natural. Velocidad Velocidad de fuga, huida de lo primitivo, del origen donde nunca estuvo el paraíso, hacia un futuro de progreso.
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HUIR DE LOS ORIGENES A TODA PRISA. so es el evolucionismo, una teoría que ha llegado a divinizar el tiempo, que ha roto el sentido de comunidad favoreciendo el individualismo y que, en el polo de los pueblos, ha enseñado que la civilización se levanta sobre la ruptura de los orígenes, sobre la traición a las tradiciones, sobre la colonización y muerte de lo salvaje, de la tierra primordial. El mono es el recurso que el evolucionismo emplea para desligarse
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rápidamente, por el progreso de los orígenes y de sus legados. Pues en lugar de un Dios tendríamos en el inicio de la cadena de nuestros antepasados a un “monstruo” o, más aún, materia inorgánica insensible. Para las religiones y formas espirituales antiguas, para los mitos, los orígenes son siempre los más puros y añorados: ese presente operante en todo tiempo y lugar, que no necesita correr hacia ninguna parte. El presente, y no la loca carrera hacia un punto omega como quería Teilhard Teilhard de Chardin en una precipitada adaptación de la teoría evolucionista, al cristianaismo, ese presente divino en el que la eternidad toca al tiempo... Menos mal que, como ha dicho Heisenberg en Física y Filosofía, la nueva ciencia le ha dado la razón al hombre antiguo, se la ha quitado qui tado al mecanicismo, al determinismo, y a ese “Newton de la biología” biol ogía” llamado Darwin, y le ha estrechado la mano.
«Para la ciencia actual, desde la paleontología a la genética, pasando por la bioquímica, no sólo nos faltaría para explicar la teoría evolucionista el eslabón perdido entre el mono y el hombre, sino entre toda suerte de animales y plantas.»
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¿EVOLUCION DE LAS ESPECIES? SI LA EVOLUCION FUERA UNA REALIDAD, REALIDAD, APARECERIAN “TIPOS INTERMEDIOS” POR TODAS PARTES, DADA LA ENORME VARIEDAD Y COMPLEJIDAD DE FORMAS EXISTENTES, Y ADEMAS, CON EL TRANSCURSO DEL TIEMPO, TODOS LOS SERES TENDERIAMOS A LA “HOMOGENEIDAD” PERO LA ENORME CANTIDAD DE FOSILES ENCONTRADOS NO SOLO NO RELLENAN LOS ESPACIOS VACIOS, SINO QUE ACENTUAN AUN MAS LOS PERFILES FIJOS DE CADA TIPO, QUE DESDE LUEGO, PERMANECEN EN SUS TRECE SIN QUERER EVOLUCIONAR. por Carlos Galicia / Publicado en «PRÓXIMO «PRÓXIMO MILENIO» MILENIO» ¿Qué es el evolucionismo: una teoría, un sistema, una hipótesis? -se preguntaba Teilhard de Chardin en 1944-. Nada de eso, sino una realidad, mucho más: una condición general, a la cual, en lo necesario, deberá uno plegarse” (History of the Con�ict between Religion and Science Pekín 1944, página 765). Y un cientí�co de la talla de Jean Rostand, hacia 1957, en el Figaro Literaire hacía esta memorable confesión: “Creo �rmemente, porque no veo en qué otra cosa podría creer, que los mamíferos provienen de los lagartos, y los lagartos de los peces; pero a�rmando o pensando esto, no puedo ocultar la monstruosidad de semejante aserción y pre�ero dejar en la duda el origen de tales metamorfosis, antes que añadir a su improbabilidad la de una ridícula explicación cualquiera”. Y sin embargo -como dice el epistemólogo Karl Popper-, “ni Darwin ni ningún darwiniano ha dado hasta ahora ninguna verdadera explicación causal de la evolución adaptativa de un solo organismo o un solo órgano determinado” determinado”. ¿Cómo se explica entonces la vigencia y la omnipresencia de un dogma tal ante el cual nadie en su sano juicio se atrevería hoy a discrepar? ¿Por qué “deberá “deberá uno plegarse“ ante semejante monstruosidad y hacer profesión de fe sin más? ¿Cómo se ha producido esta alucinación colectiva? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí y a dónde se nos pretende llevar?
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EL CAMBIO DE PARADIGMA. PARADIGMA. n primer lugar hay que decir que desde Aristóteles hasta el sueco Karl von Linne (Lineo) a nadie se le habría ocurrido pensar en un “continuum” “continuum”de formas orgánicas encadenado una tras otra a todas las especies vivientes. Por eso, cuando Buffon, Lamarck
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e incluso el propio Darwin Dar win hablaron de ello, apenas encontraron eco en la comunidad cientí�ca de su época. Casi todos los biólogos y naturalistas de �nes del siglo XVIII y principios del XIX, creadores de ciencias como la l a Paleontología, así como Lineo, Cuvier, Owen, Lyell, Hooker, Agassiz, Bronn, etc, eran partidarios del modelo “tipológico”, y no porque fueran especialmente religiosos o creacionistas sino porque aunque su sistema de tipos no pudiera dar solución (todavía) a todos los problemas biológicos planteados, no obstante, era el suyo un modelo mucho más ajustado ajus tado a la realidad que los propuestos por los evolucionistas. Y esto es tan cierto como que las críticas que hicieron en su día a Darwin, nunca refutadas, cobran hoy especial interés.
EL YACIMIENTO YACIMIENTO DE BURGESS. no de los descubrimientos paleontológicos de este siglo es sin duda el yacimiento de Burgess Shale (Columbia británica, Canadá), que ha venido a derribar todas las conjeturas y esperanzas esp eranzas de la evolución enológica. Tal Tal descubrimiento se produjo en 1909 auspiciado por el paleontólogo norteamericano Charles D. Walcott. Walcott. En aquel momento, y debido a los prejuicios evolucionistas, Walcott hizo una clasi�cación “for“forzada” de los fósiles allí encontrados a �n de que pudieran encajar en la sistemática y en el sentido evolutivo que exigía una u na diversi�cación lenta, gradual y progresiva de las especies. Posteriormente, y en virtud del prestigio que por entonces gozaba Walcott, nadie se a atrevió a cuestionar su trabajo, hasta que en tiempos más recientes, gracias al giro dado a los estudios paleoanatómicos por Harry Whittington y sus discípulos, S.Conway y D. D. Briggs, el paleontólogo de Harvard Har vard Stephen Jay Gould llegó a realizar en su magní�ca obra Wonderful Life (1989) una nueva valoración del hallazgo. Asemejándose Asemejándose más o recordando la idea creacionista de Cuvier, Gould incluye en su trabajo el papel jugado en la historia de los seres vivos las grandes extinciones en masa provocadas por cataclismos cíclicos. Algo nada desdeñable. Pues bien, todo aquello que hasta hace pocos años parecía disparatado, propio de una mente enferma (grandes explosiones de vida, seguida de un descenso rápido de la tasa de “�la” -linajes o grandes grupos de organización de la vida-, seguida de un proceso diezmador, y enseguida de otra explosión de vida) ha quedado q uedado sorprendentemente demostrado. demostrado. Si a esto es to unimos la circunstancia circuns tancia de d e que ni de la “sopa primordial” primo rdial”,, ni de los lo s “coacervados” coacer vados”,, probiontes probi ontes etc, no se encuentran rastros en las rocas más antiguas (desde China a Groenlandia), de tres mil quinientos millones de años, y sí en cambio de algas ya formadas, el origen autónomo de vida (abiogénesis) ha quedado descartado. Sin embargo, como era de esperar, este extraordinario acontecimiento ha pasado desapercibido para el gran público. ¿Seguirá el mismo camino ese gran descubrimiento reciente de Atapuerca (Burgos)? Quienes sí se han enterado son los biólogos darwinistas dar winistas que recurren constantemente a nuevos métodos (el Carbono Carbo no 14, el Tandetron, Tandetron, Resonancia Paramagnética, Termoluminiscencia, etc.) tratando de alargar el “tiempo de gracia”.
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Sin embargo, ahí tenemos a las estrellas de mar, a los corales, a las ostras “con la misma apariencia” -dice Simpson en The Meaning of Evolution - «e incluso el mismo sabor que las que hoy se sirven en los restaurantes”. Lo mismo podemos decir de los primates que llevan millones de años sin evolucionar. ¿A qué esperan pues para hacerlo? ¿No será que las especies son “pancrónicas” “pancrónicas”,, esto es, que aparecen de golpe, gol pe, permanecen miles y millones de años sin apenas sufrir variaciones (salvo las propias debidas a la adaptación, que son siempre dentro de la especie e irrelevantes) y por �n desaparecen también de golpe? Si la evolución fuera una realidad, aparecerían “tipos intermedios” por todas partes, dada la enorme variedad y complejidad de formas existentes, y además, con el transcurso del tiempo, todos los seres tenderíamos a la “homogeneidad”, pero la enorme cantidad de fósiles encontrados no sólo no rellenan los espacios vacíos, sino que acentúan aún más los per�les �jos de cada tipo, que desde luego, permanecen en sus trece sin querer evolucionar.
LOS FOSILES VIVIENTES. o único que ya les faltaba a los evolucionistas era el hecho de que los pocos e hipotéticos “eslabones perdidos”, perdidos”, identi�cados en algunas especies fósiles fósil es desaparecidas hace cientos de millones de años, volvieran un día a la vida para testimoniar no solo que no han evolucionado nada durante tanto tiempo sino que su pretendida clasi�cación como “especie intermedia” era totalmente errónea. Eso es lo que pasó con el Sphenodon, con la Neopilina o con el Celacanto. Este último, un pez azulado de 1,80 metros y 90 kilos de peso, que vivió hace trescientos setenta millones de años y que se creía desaparecido con los dinosaurios hace ochenta millones de años, fue pescado el 22 de diciembre de 1938 en alta mar frente a East London (Africa del Sur, en las Islas Comores). Se había pensado que, por la forma de sus aletas, parecidas a las patas de un tetrápodo, constituiría por ello el “anillo entre los peces y los l os an�bios” más, ¡oh desilusión¡, el celacanto (Latimeria Chalumae) no sólo s ólo no era capaz de dar un paso sino que además sus órganos internos y su �siología, no recordaba para nada a los an�bios. Era simplemente eso... ¡un pez¡
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«Es más cómodo seguir en la inercia manipuladora del sistema que conocer la verdad de lo que sucede.»
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FRAUDES EVOLUCIONISTAS La falta de pruebas llevó a algunos partidarios par tidarios del evolucionismo a forzar las investigaciones. Fue así como irían surgiendo algunos de los fraudes más destacados. Y aunque los engaños fueron descubiertos, descubier tos, algunos de ellos, como el caso del Pitecántropo, siguen �gurando en los libros de texto.
SCHEUCHZER l primer fósil atribuido a un ser humano fue encontrado por Scheuchzer en 1726, al lado del lago Constanza, y fue bautizado con el nombre Homo Diluvii Testis. El lema que se le dedicó rezaba así: “lúgubre esqueleto de un u n antiguo pecador; enternece el corazón y el alma de los nuevos hijos de la l a maldad”. maldad”. Posteriormente se comprobó que se trataba del esqueleto esq ueleto de una salamandra gigante del Mioceno Superior, muy frecuente por aquella zona.
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HAECKEL ándole vueltas a la ley biogenética de von Baer y de otros, Haeckel cayó en la cuenta de que los organismos superiores en su fase inicial de desarrollo embrionario se parecían mucho más entre si que una vez desarrollados. Haciendo de esta cuestión morfológica una ley, declaró: la ontogénesis (desarrollo de un individuo) es una breve y acelerada recapitulación de la �logénesis �l ogénesis (desarrollo de un “fylum” o especie). A esto lo Ilamó Ley Biogenética Fundamental. Fundamental. Para apoyarla, como no encontraba pruebas, consideró más sencillo retocar unos grabados de embriones humanos que había tomado de Wilhelm His, dando a entender que se trataba de un ser humano “en la fase del pez”. Naturalmente las protestas del famoso anatomista alemán no se hicieron esperar, esperar, quien tras publicar los documentos auténticos consiguió que el “desaprensivo “desaprensivo sabio” reconociera su superchería.
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DUVOIS o contento con ello, Haeckel mandó llamar a un médico holandés, Eugenio Duvois, para que fuera a buscar el Pitecantropus Alalus. En 1891, el gran Duvois descubría en la isla de Java lo que había estado buscando afanosamente. Halló dos piezas dentarias, una extraña bóveda craneal y, a una docena de metros, un fémur. El cráneo era pequeñísimo y con los caracteres pitecoides (de mono) propios de un gibón, mientras que el fémur era típicamente humano. Pues bien, Duvois atribuyó los dos hallazgos a la misma criatura, ¿por qué no?. Sólo tres años después todo quedaría
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aclarado. Duvois, poco antes de morir, confesó su fraude. El cráneo había pertenecido per tenecido a un hilobato o gibón. Todo Todo había sido un montaje, tal y como había denunciado en su día el profesor de Berlín Ber lín Rudolf Virchow. Virchow. Sin embargo, en aquel año de 1940 Europa estaba inmersa en la guerra, por lo que qu e nadie prestó demasiada atención a la confesión del arrepentido naturalista.
DAWSON DAWSON Y CHARDIN CHA RDIN harles Dawson, excavando desde 1911 en las gravas de Piltdown (Inglaterra), encontró al siguiente año una gruesa bóveda craneal de diez a doce milímetros, pero de forma netamente humana. En cuanto se difundió la noticia, enseguida acudieron al lugar sir Smith Wooward y un jesuita francés, Tailhard Tailhard de Chardin. Por verdadera casualidad, nada más llegar este último personaje, Dawson descubrió una mandíbula en el mismo mis mo sitio donde había estado trabajando dos años. Pero a pesar del claro prognatismo, no se le concedió mayor importancia; y unos meses después se hizo otro descubrimiento extraordinario: ¡al �n, “el eslabón perdido” era un simple canino suelto! Y, Y, ¿quién los encontró? El padre Pierre Teilhard Teilhard de Chardin, naturalmente. Sir Wooward atribuyó todos los fósiles al mismo individuo y lo llamó Eoanthropues Dawsoni Wooward, un verdadero “hombre-mono”. Pero no faltaron las contradicciones, como la aportada, entre otros, por Friedericus, quien atribuyó el cráneo a un hombre semejante al actual, en tanto que la mandíbula seguía perteneciendo a un antropoide que llamó Boreo Pitecus. Además, este cientí�co demostró que las distintas piezas del rompecabezas no encajaban unas en otras. En 1950, el geólogo inglés Oakley, del British Museum, utilizando el método del �uor, llegaba a la conclusión de que la mandíbula y el cráneo eran de la l a misma época. Aquello acabó con los rumores. r umores. Todo Todo parecía sentenciado, cuando en 1953 los cientí�cos Weiner, Weiner, Le Gros Clark y Oakey, probando un nuevo método de �uor, llegaron al sorprendente y bochornoso parecer de que la mandíbula era de un simio actual, pero tratada de un modo que a la vista parecía fósil. Además, como ya había apuntado Friedericus, se habían roto los cóndilos de la mandíbula con el �n de que no pudiera comprobarse el fraude. Al publicar el boletín del British Museum (Bol.2, núm.3) tales conclusiones estalló el escándalo. Se llegaron a realizar nuevas dataciones con el método del nitrógeno y la mandíbula puso tanta sustancia orgánica como la de un cadáver actual. También se realizó un examen microscópico de la super�cie super �cie de desgaste de las piezas dentales y se probó que estaba limada. Igualmente se comprobó que el color de la mandíbula había sido teñida con permanganato potásico. A propósito de este sonado caso, el etnólogo Jean Servier, cuenta cómo Teodoro Monod tuvo la desfachatez de reprocharle el haber dejado en evidencia a Teilhard Teilhard de Chardin y denunciar el engaño en el que éste había incurrido.
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TEILHARD DE CHARDIN tro tanto ocurrió con el Sinántropo de Chu-kutien. En este caso también nos topamos con nuestro esforzado jesuita, el padre Pierre, Pierre, quien de nuevo «encontró» «encontró» otro diente, como en el caso anterior. Con este nuevo «hallazgo» se dirigió con rapidez a la Foundatión Rockefeller, Rockefeller, donde se le l e concedió una subvención de 20.000 dólares. Con aquel dinero aparecieron más cosas. Enseguida, los restos de útiles de manufacturas líticas fueron atribuidas como pertenecientes a los restos de monos que allí mismo encontraron. En 1932, todo quedaría explicado. En una cantera situada por encima del pozo de las cenizas, se descubrieron tres esqueletos adultos con sus cráneos de homosapiens, junto con hachas de piedra, rigurosamente idénticas a las l as que Teilhard Teilhard de Chardin, Black y sus ayudantes habían atribuido al Sinanthropus.
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Teilhard de Chardin se implico directamente al menos en dos fraudes de los provocados por los evolucionistas para probar sus teorías.
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Indice EL EVOLUCIONISMO HA MUERTO CIENTIFICOS CONTRA DARWIN Y EL EVOLUCIONISMO. EVOLUCIONISMO. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .3 EL TIEMPO, ESA CLAVE QUE TAMPOCO SE CUMPLE. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 EL EVOLUCIONISMO EN EL JAPON. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 HUIR DE LOS ORIGENES A TODA PRISA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 .
¿EVOLUCION ¿EVOLUCION DE LAS L AS ESPECIES? EL CAMBIO DE PARADIGMA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8. EL YACIMIENTO DE BURGESS. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 LOS FOSILES VIVIENTES. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10
FRAUDES EVOLUCIONISTAS SCHEUCHZER . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 HAECKEL . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 DUVOIS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 DAWSON Y CHARDIN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12 TEILHARD DE CHARDIN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 .
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