El Enigma de La Vagina
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El Enigma de la Vagina JUEVES, 26 DE MARZO DE 2009
De quién se trata No es importante quien soy. Lo importante es lo que quiero trasmitir. Claro que los recorridos de mi vida le dan sabor y color a mi trabajo y el hecho de haber pasado por varios lugares terapéuticos y el haber estado en contacto con las cosas que hacen sufrir al prójimo, me ha ido forjando y despertando cierta capacidad de empatía y simpatía con las personas. Desde la adolescencia sentía que un mundo ajeno a mi comprensión eran las mujeres y fue como un desafío distinguir sus modos de imaginar y entender la realidad. Al principio creía que en los libros temáticos que hablaban sobre la feminidad iba a encontrar respuestas y si bien es cierto que descubrí varias pistas importantes pero fue leyendo poesía y, en sobre todo, en la experiencia de relacionarme con mujeres donde me nutrí de un conocimiento real sobre ellas. Además, claro está, el meter mano en mi lado femenino fue de gran ayuda. Es que si uno no sana adentro lo de afuera está atado con alambres. Ver en mí que sucedía con mis emociones, con mi intuición y con las imágenes de mujer que guiaban mi camino modelos nacidos en mi historia, legados por la familia y por herencias ancestrales, me permitió darme cuenta de las cárceles y los enredos en los cuales los hombres estamos prisioneros y que nos impiden ver a la mujer, en carne y hueso, en cuerpo y alma, tal como es. Y claro, las creencias hacen estragos en nuestras relaciones. Fue curioso ver que a medida que más sabía de la mujer concreta que estaba a mi lado más mejoraban mis vínculos con ella. Pero, cuando digo saber no me refiero a información sino a sentir y sintonizar sus deseos profundos, sus anhelos no de cosas, sino de afectos, no de tiempo sino de presencia. Desde hace años trabajo con mujeres. La mayoría de mis alumnos son mujeres, la mayoría de mis pacientes son mujeres, la mayoría de mis amigos son mujeres. Y este comentario puedo hacerlo ahora y sucede, así, porque se que sé de las mujeres y que las mujeres están cómodas con mi cercanía y cuando dialogamos. También yo me siento cómodo con ellas. No son ya, como hace años atrás ocurría, ni oponentes, ni territorios a conquistar. Son compañeras de viaje en la escuela de la tierra, maestras a las que valoro y a las cuales me permito desear, sin miedo y sin posesividad. El libro queda lugar al presente blog, El Enigma de la Vagina, nace imaginando esa húmeda y calidad oquedad que, equidistante tanto de las orejas como los pies, es al mismo tiempo, tanto confesionario como raíz. Pero no es cualquier oquedad, sino la que vibrante bulle, hermosa y deseada, por debajo de las faldas que cubre la pelvis de cada mujer que amo. Lo demás no cuenta mucho. Lean mis escritos, lean mis libros y valoren si lo que allí digo hay que tenerlo en cuenta o solo dejarlo pasar. No se queden pegados a las ideas que no comparten. Busquen lo que nos une, no lo que nos separa. Poner el acento en lo que nos conecta es algo que aprendí de las mujeres de mi vida.
Eduardo H. Grecco
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Libro: El Enigma de la Vagina
El Enigma de la Vagina, es un texto atípico, cuyo tema central es nada menos que eso que las mujeres poseen por naturaleza y los hombres desean por instinto: la vagina. Sucede que, en el telar de sus mucosas, la mujer expresa sus climas emocionales y la trama de su personalidad. Por lo tanto, el conocimiento del “lenguaje vaginal” permite descubrir aquello que la conciencia ignora, de manera habitual, acerca del cuerpo, la mente y los sentimientos femeninos. Para alcanzar este saber la mujer no debe poner la atención en su pensamiento, sino en el misterioso laberinto de su sexo. Allí, en el nido vaginal, está la auténtica verdad de lo que su feminidad demanda, porque la vagina es rotundamente honesta en lo que desea. Escrito en un estilo desenfadado y ameno, saborizado con algunos versos de la más alta poesía universal e ilustrado con bellas imágenes, este libro nos revela que la vagina es, también, un templo mistérico donde el hombre puede iniciarse en el arte de amar y llegar a descubrir su verdadera masculinidad. En esta nueva obra su autor bucea en el universo femenino a partir de la metáfora de la vagina, concebida ésta no como un órgano anatómico sino como un territorio simbólico, como el hogar de la personalidad de la mujer y como el tejido donde se manifiestan sus emociones, deseos, fantasías y creencias. Un apasionado y sugerente libro, que nos propone una visión de la sexualidad como diálogo y que pretende ser ―en palabras del autor― “un elogio a la vagina como crisol del pene, a la mujer como forja del hombre”.
Publicadas por Eduardo H. Greccoa la/s 11:354 comentarios:Vínculos a esta publicación Etiquetas: comentarios, libro, vagina
Comentarios sobre el libro Nietzsche dice que "Cada mujer es una ramera de corazón y hasta que un hombre no comprenda esto, no le será posible penetrar en la pureza virgen de su ser." Esta es una cita que encontré en un texto de Eduardo Grecco a la que hace una serie de comentarios que incluyo enseguida a los cuales agrego, de mi puño y letra, unas reflexiones que como mujer me inspiraron estos “minos” (Nietzsche y Grecco) tan lúcidos que casi no parecen hombres. Dice Grecco “Como, por supuesto esta frase es una traducción española arbitraria del alemán, es bueno sustituir "ramera" (que se refiere a la mina (mujer) que cobra por sexo) por "puta" (que da más idea de mujer sabia en el sexo -en este sentido le dice "puta" un tipo en la cama a una mujer, no por "ramera o prostituta", sino=2 0por "maestra del sexo" -que sabe tanto como una "profesional", pero que es "gozadora y gozable" en serio y sin tabúes ni culpa; y además, porque creo que ésta es la idea que quiere transmitir Nietzsche, quien, por otra parte, no se cansa de afirmar que "las mujeres piensan con la vagina". Y lo dice en el sentido mas eleogioso y profundo aludiendo que allí la mujer debería buscar sus puntos de referencia y su centro.” Concuerdo absolutamente con uno y con el otro y considero, a despecho de cuanta feminista o mina intelectual se me crucen por delante, que mucho más que nuestro corazón y nuestro cerebro y nuestra famosa intuición, nuestra vagina -es decir, lo que ella "piensa y siente"- es, para nosotras, la medida de todas las cosas. No estoy, ahora, como para explicar mi elucubración al respecto, pero, a grandes rasgos, confieso que creo firmemente que en toda mujer hay una puta de puta madre (incluso, en minas tipo Hillary Clinton o Golda Meir o la reina Isabel de Inglaterra y aun nuestras propias progenitoras, con esto te digo todo...), pero muchas no quieren hacerse cargo porque le tienen terror al desborde de su puta escondida, pero sobre todo, desconocida... y, además, la mayoría de los tipos por estas latitudes occidentales, ni idea de cómo corno coadyuvar a que aflore esa naturaleza putesca de la mina con la que se encaman -algunos, hasta ¡en exclusiva y de por vida!!!-; por eso Nietzsche dice, generalmente, ".... penetrar en la pureza virgen de su ser", porque justamente allí reside la puta pura, intocada aún, que toda mujer trae en potencia al nacer... ). De modo que te propongo que la frase inicial quede así: "Cada mujer es una puta de corazón y hasta que un hombre no comprenda esto, no le será posible penetrar en la pureza virgen de su ser." Y luego de proponer esta traducción más cercana al espíritu real de la mujer, me gustaría la tomemos como un mantra de nuestra condición femenina y que enseñemos a nuestros hombres (o a los hombres en general) la verdad tan escondida de que nuestra naturaleza y nuestro poder radica en esa “… húmeda y calidad oquedad que, equidistante tanto de las orejas como los pies, es al mismo tiempo, tanto confesionario como raíz, tanto anatomía como santuario.” (E. Grecco) que llamamos vagina. Y que, además, nuestro destino es ser putas, maestras del sexo, porque si como dice Grecco “. la vagina es un templo donde los hombres se arrodillan a rezar…” es en la ceremonia del sexo donde, en ese templo, los hacemos dejar de ser niños para transformarse en hombres. Susana, Argentina
Publicadas por Eduardo H. Greccoa la/s 11:301 comentario:Vínculos a esta publicación Etiquetas: comentarios, textos, vagina
Textos del libro El Enigma de la Vagina INTRODUCCIÓN
El que conoce la verdad del cuerpo comprende la verdad del universo. El que traiciona su cuerpo, traiciona la verdad. Nemer Ibn el Ramses
Los textos incluidos aquí ― que fueron escritos casi de un solo impulso― responden a la intención de motivar la reflexión sobre un territorio del que mucho se habla pero que sigue siéndonos ajeno, de modo mayoritario, a la conciencia. Los hilvana un mismo hilo, pero fueron imaginados como notas independientes y, por lo tanto, no hay que buscar en su conjunto una estructura de libro en el sentido clásico del término. El tono festivo con que intento presentar el tema quiere quitarle dramatismo a algo que se ha cargado de un exceso de seriedad y aburrimiento, de censura y provocación, de conflicto y enredo cuando, en realidad, es algo sencillo, divertido y natural. El hecho de que hayamos convertido algo simple en complicado se debe, en parte, a que los seres humanos ―sobre todo, los que provenimos del mundo judeo-cristiano― nos hemos hecho especialistas, a lo largo de los siglos, en el arte de sentir culpa por todo, de amargarnos la vida y de restringir todo aquello que nos da placer. Además, porque la sencillez no es el estilo de la mayoría de nosotros, ni tampoco es disciplina que se enseñe en la escuela, o quizás porque tal como dice un maestro hindú: “Es sencillo ser feliz, lo que no es fácil es ser sencillo”. En estos escritos, más sugerentes que educativos, se habla de mujeres y de hombres, no como conceptos o promedios estadísticos, sino como personas vivas, y de sus penes y vaginas, no como zonas anatómicas, sino como instrumentos con los cuales el cuerpo puede proyectar y celebrar atractivos recitales musicales a lo largo de su historia. Si en el día a día advirtiéramos que la sexualidad humana es, más allá de su función reproductora de la especie, la posibilidad concreta de placer para el cuerpo y también exquisita música para el alma, les daríamos más valor y aun asistiríamos más gustosos y con más frecuencia a los conciertos que los seres humanos ejecutamos ―tantas veces, desafinando o en automático o a desgano― y, al mismo tiempo, comprenderíamos que el conocer al pie de la letra la teoría musical sobre el violín no nos hace, por eso, violinistas. Que, en el ámbito de la sexualidad, la experiencia es la que cuenta; que la práctica es un camino irremplazable para saber acerca de la vida y, sobre todo, para saborearla (recuérdese que “saber” y “sabor” son términos que tienen, etimológicamente, la misma raíz), y que la información da conocimiento pero sólo la experiencia nos aleja del pecar de ignorantes y nos lleva a adquirir “el valor que representa el coraje de querer” ―como dice ese verso inmortal de Le Pera―, y a afrontar el riesgo, siempre amenazante, de “no poder” y, sin embargo, intentarlo una y otra vez. Ahora bien, aunque nos cuenten otra cosa sobre la vivencia sexual (tanto desde el punto de vista de una ideología represiva de la sexualidad, como del de su indiscriminado, y a veces autodestructivo, extremo opuesto), ella es un condimento esencial para convertirnos en personas libres y plenas. En su espacio se dramatiza, de manera simbólica, el trabajo del alma; allí está en juego mucho de lo que pasa en la vida de cada uno y allí se hace posible asumir la sexualidad como una actividad que cuestiona a un sistema prohibitivo y prejuicioso que nos aparta de nosotros mismos, de los otros y del amor. El cuerpo y el psiquismo son registros inseparables. Al escribir esta última línea recuerdo que en un Congreso psicoanalítico llevado a cabo en Roma, en el año 1963, Lacan dice, en su ponencia, que “en el comienzo está el verbo”; entonces, la psicoanalista francesa Françoise
Dolto pide la palabra y le refuta que “en el comienzo está el cuerpo”. No puedo no suscribir el parecer de Françoise Dolto en esta ocasión. Porque estoy de acuerdo: sin cuerpo no hay historia (ni verbo, ni psiquismo, ni psicoanálisis, ni sexualidad, ni siquiera la sensualidad de estas páginas…). En esa complementación de psiquismo y cuerpo, la emoción no es “algo” que se agrega a la arquitectura y la dinámica corporal, sino esencial a ellas. Aún podríamos avanzar un poco más y señalar que los afectos son uno de los estados funcionales generados en regiones de la corporalidad que, a causa de la historia escrita por la evolución, se han tornado en áreas propicias para servir de lienzo sobre el cual los diversos colores que asumen las emociones se hacen carne y escriben su mensaje. En el mismo carril de ideas, otro hecho a resaltar es que los diferentes segmentos del cuerpo admiten, por su particular geografía y por los movimientos propios de su fisiología (esto que la biología denomina memoria filogenético estructural y dinámica), determinadas posibilidades de anidar y expresar afectos. Cada parte del organismo abunda en ciertos sentires diferentes y privativos, concordantes con la naturaleza específica de la zona corporal de que se trata. Pero, si miramos el cuerpo en su topografía, de todas las montañas, valles, mesetas, lagos y desiertos el relieve que aquí interesa es la grieta vaginal. La vagina no es una túnica mucosa, muscular y adventicia de entre 8 a 11 cm de extensión (en términos relativos, dado que tiene la generosidad, si es una buena anfitriona que no sabe de histerias, de adaptarse, cada vez, a la medida del largo y el ancho de su huésped ocasional) que se esconde tras una bragas, sino un órgano vivo capaz de provocar una actividad energética plena y precisa. Esta acción vaginal puede escenificarse bajo la metáfora de ráfagas eléctricas que responden, como vendavales, huracanes, ventiscas, tormentas temporales y vientos suaves, a los arrebatos, furias, ardores, exaltaciones, pasiones y deseos del corazón y del alma femenina. Sucede que las emociones de la mujer se transforman en “climas vaginales” y que estos climas reflejan el estado afectivo en el cual la mujer se encuentra inmersa en cierto instante de su vida. Tal circunstancia es posible porque cuerpo y emoción son co-dimensionales: se habitan mutuamente. Pero, las emociones presentes en una vagina, en un momento específico, no manifiestan la totalidad de los afectos humanos sino sólo aquellos que guardan una simetría y resonancia (que coinciden) con el estado del mundo que rodea a la mujer (tal como ella lo aprecia) y con el cual está conectada. De manera que la vagina posee una capacidad perceptiva que le permite leer la realidad y reaccionar ante ella de diferentes modos, y estas reacciones, muchas veces hasta predictivas, son estados de conciencia hechos calor, humedad, tensión y textura, a los que hemos llamado, precisamente, “climas vaginales”. Además de clima, la vagina es, también, memoria. Guarda, en los repliegues de sus túnicas y rocíos, el recuerdo de las experiencias propias, constelares y arquetípicas de la feminidad: las huellas del proceso de la mujer para construirse como tal. Y estas inscripciones son como hilos que forman un tapiz mágico, una escritura que aspira a ser descifrada y, a mismo tiempo, un telar que teje entre dilataciones y encogimientos, sequedades y vapores, calores y fríos, una historia que, aunque propia y singular, recrea todas las historias femeninas presentes, pasadas y futuras. Este breve ensayo, espero que insinuante y alborotador —y que pretende ser, en última instancia, un elogio a la vagina como crisol del pene, a la mujer como forja del hombre—, lleva el título de El Enigma de la Vagina.
Sin embargo, el pene es también, a su vez, siempre un enigma, pero sólo in situ (tanto para usuarios como para beneficiarios): ¿Responderá en esta ocasión? ¿Se elevará? ¿Nos hará quedar mal? ¿Nos quedaremos con las ganas? Pero es un enigma cuya solución, más tarde o más temprano, siempre llega (para satisfacción o para frustración de la pareja sexual de ese momento). En cambio, la vagina ―no importa cómo reaccione― seguirá siendo insondable, secreta e indescifrable, un verdadero misterio (y no digamos sólo para el partenaire sexual, sino también, en muchos casos, para la propia portadora). En esta cualidad, más que en ninguna otra, radica la atracción y la veneración, cuando no el “horror sagrado”, que los hombres ―y aun no pocas mujeres― le profesan. “El misterio es perturbador”, decía Marx; nosotros agregamos: y, también, provocador. En efecto, perturbados y provocados por el Enigma de la Vagina, nos hemos atrevido a ingresar en su laberinto, en un intento de mirar de frente a la "esfinge" que mora en su centro, y de llegar al fondo de sus ojos para arrancarle el enigma, como hizo Edipo con la suya. Muchas cosas se nos han ido revelando en nuestro temerario intento (las páginas de este libro dan prueba de ello). Y, tropezando aquí y allá con algún pensamiento extraviado o alguna intuición descarrilada, adhiriendo nuestras manos a las cálidas pero inquietantes paredes de sus mucosas y con el corazón en la boca y el alma asombrada, aún seguimos penetrando en el interminable y maravilloso laberinto vaginal… Y tal vez llegue el día en que victoriosos (aunque rendidos) sobre (o bien, al lado o todavía dentro de) una vagina, podamos vivir la experiencia de descubrir que si bien el camino hacia ella nos es ―parafraseando a Jorge Luis Borges― “fatal como la flecha”, en esa hendidura, en esa grieta, “está Dios, que acecha”. Eduardo H. Grecco Cuernavaca, verano de 2008
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