El Encanto de La Vida Simple

January 2, 2020 | Author: Anonymous | Category: Gratitude, Happiness & Self-Help, Soul, Metaphysics Of Mind, Psychological Concepts
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PREFACIO

Con frecu encia, las personas pretenden vivir sus vidas al revés: intentan poseer más cosas o más dinero para tener más posibilidades de h acer lo qu e quieren y de esta fo r m a ser más felices. En realidad, el proceso es a la inversa. En prim er lugar, hay que ser uno mismo, luego hacer lo necesario p ara poseer lo que se desea. M argaret Y o u n g

I X ace unos años, después de haber escrito dos libros que elogiaban la vida doméstica del siglo XIX, me disponía a escribir una nueva obra sobre detalles decorativos de la época victoriana. Sin embargo, la pers­ pectiva de pasar un año reflexionando sobre volantes y fiorituras me horrorizaba en lo más hondo de mi corazón. Lo que deseaba era escri­ bir un libro que me mostrara cómo reconciliar mis más hondos anhe­ los espirituales, auténticos y creativos, y mis, a menudo, contradic­ torias y abrumadoras obligaciones con mi marido e hija, mi madre inválida, el trabajo en casa, el trabajo en el mundo, mis hermanos, mis amigos y mi comunidad. Sabía que no era la única mujer que vivía el trajín de la vida real en cuerpo pero no en alma. Sabía que no era la única mujer agotada, deprimida, confundida. Pero también tenía la certeza de que yo no era, ni por asomo, la mujer poseedora de las respuestas. Ni tan siquiera sabía cuáles eran las preguntas. Deseaba tantas cosas — dinero, éxito, reconocimiento, genuina ex­ presión creativa— pero no tenía ni la más remota idea de lo que ver­ daderamente necesitaba. En ocasiones, mis apasionados anhelos eran tan voraces que sólo conseguía aplacarlos mediante la negación. Era adicta al trabajo, a cuidar de los míos y una perfeccionista. Era incapaz de recordar la última vez que había sido amable con mi persona. ¿Lo había sido alguna vez? Con más frecuencia de lo que me gustaría

admitir, era una mujer iracunda y envidiosa que se comparaba cons­ tantemente con los demás sólo para sentirse agraviada por lo que pa­ recía faltar en su vida, si bien no habría sido capaz de expresarlo en palabras. Aquel descontento interior me producía un constante senti­ miento de culpabilidad, pues comparto mi vida con un hombre mara­ villoso y nuestra bella, inteligente, dulce e ingeniosa hija, a quien ado­ ro. Tenía tanto... Me sentía como si no tuviera derecho a querer nada más. El dinero era un enorme problema con una gran carga emocional que controlaba mi capacidad para ser feliz porque yo se lo permitía: el dinero era el único medio para calibrar mi éxito y valía personales. Si mis logros no se traducían en un cheque, no existían. Frustrada e inca­ paz de comprender por qué algunas mujeres parecían sentirse mucho más realizadas con sus vidas — aunque intentaba concienzudamente no dejar ningún cabo suelto— , me debatía entre el sentimiento de estar desperdiciando mi vida y la sensación de estar sacrificándola en el altar de mi ambición personal. Era una mujer que necesitaba desesperadamente El encanto de la vida simple. Sin embargo, antes de poder escribir este libro, tuve que hacer inventario de lo que funcionaba en mi vida y de lo que no. Quizá, por primera vez en mi vida, tuve que ser despiadadamente honesta con­ migo misma y con los demás. Durante este período de profunda introspección, seis principios prácticos, creativos y espirituales — la gratitud, la simplicidad, el orden, la armonía, la belleza y la alegría— se convirtieron en los catalizadores que me ayudaron a definir una vida propia. Una mañana, me desperté con la certeza de que, casi impercepti­ blemente, me había convertido en una mujer feliz que experimentaba más momentos de satisfacción que de inquietud. Recuperada la con­ fianza en mi persona, me propuse escribir un libro de fácil lectura que transmitiera un estilo de vida al alcance de las mujeres que quisieran, como yo, vivir siendo ellas mismas. No obstante, el libro que tienes en tus manos no guarda ni el más lejano parecido con el libro que empecé ni con el que mi editor espe­ raba. Durante los dos años que tardé en escribirlo, E l encanto de la vida simple experimentó una extraordinaria metamorfosis, al igual que yo misma. Cada mañana, la espiritualidad, la autenticidad y la creativi­ dad convergían en sus páginas en una íntima búsqueda de la Totali­ dad. Empecé escribiendo sobre cómo superar la confusión y terminé participando en un safari por el yo y el Espíritu. Yo fui la primera sor­ prendida. A medida que E l encanto de la vida simple evolucionaba y pasaba

i ; crear un estilo de vida asequible a vivir en estado de gracia, empe­ zó i resultarme difícil reconocer a la mujer que una vez fui. E l encan­ to la vida simple me ha ayudado a tener revelaciones cotidianas, a tilla r lo Sagrado en lo ordinario, lo Místico en lo mundano, a imbuir—= ; : m pletamente en el sacramento del momento presente. He kechc el inesperado pero estremecedor descubrimiento de que todo mi vida es tan importante como para ser una continua fuente de r^-exión, revelación y reasociación: los cambios de humor, hacer de c íi: íer. las acongojantes fechas límite, las cuentas bancarias en núme­ ros roios, los suelos sucios, las compras semanales, el agotamiento, la d íerm edad, no tener nada que ponerme, la compañía imprevista, hzszA _is últimas cinco mil pesetas. 5. encanto de la vida simple me ha recordado lo que puedo hacer unas cuantas hogazas de pan y unos cuantos peces y me ha mos~ n : cómo hallar los tesoros más ocultos. Con E l encanto de la vida s r t c : he tenido la trascendente certeza interior de que una existencia i - H ' zlzi es la forma más personal de adoración. La vida cotidiana se 32 : : - vertido en mi oración. Escribir E l encanto de la vida simple me ha permitido percibir que ^ rizrr. de que estuviera tan descontenta, frustrada, resentida, agrat é c í e ir.dignada se debía a que no estaba viviendo la Vida Real para ii : _ e había sido creada. Una vida auténtica. .-.ñora lo intento. Al menos, ahora soy capaz de reconocer los límites; es más, estoy f —- ezando paulatinamente a fijarlos. Para una mujer de los años r r.:i, esto es nada más y nada menos que un milagro. No tengo un —____de dólares en el banco, pero es ahora cuando me doy cuenta de .1 abundancia y la ausencia son realidades paralelas; a diario, elijo cor. cuál quedarme. Ahora comprendo que todas mis horas no son ¿ i —_r ir les; encontrar un centro sereno en el cual crear y llevar una m i mténtica se ha convertido en algo tan esencial como el aire que rfsriro. Sé todo esto porque la finalidad última del camino diario '.i £egría y el bienestar entraña un despertar estimulante y cla­ moroso. un despertar que ha modificado radicalmente mi percepción i : —; misma y de mi entorno cotidiano. E l Yo auténtico es el Alma visible. Hr.t libro está organizado como un recorrido anual que empieza el £e Año Nuevo. Pero si el libro llega a tus manos en abril, no creas : _e n-o va a serte útil. Sin embargo, mi sugerencia es que vuelvas atrás r ¿ n eer el mes de enero, en el que se explican los seis principios de El m csr.zo ¿e la vida simple y su aplicación. Febrero está dedicado a íes;r.:err¿r tu yo auténtico; a partir de ahí, cada mes reflexiona sobre lescubrir la autenticidad en el entorno cotidiano: las artes

domestica», el trabajo, I.» bell.v.i, U moda \ !«>•. in t.rc» .* f»rn«inalw que proporcionan satislaci ion. Leer libros cam bia vidas, l o m iim o ocu rre al «?m iibirlt>s. Q ue / / encanto d e la vida simple, a través de sus amenas le a iones de consue lo y alegría, te ayude a descubrir la vida auténtica pata 11 que luUtr traída a este inundo. SARAH B a N B r i AT11NAC II

Mayo 1995

ENERO

Y ahora demos la bienvenida al Año Nuevo colmado de cosas que nunca han existido. R a in e r M

a r ía

R ilk e

E n e r o , el mes de nuevos com ienzos y entrañables recuer­ dos, nos aguarda. D ejem os que el invierno trence su herm oso hechizo: días fríos y estimulantes de bufandas de lana, largas tardes oscuras de suculentas cenas, animadas conversaciones o gozos solitarios. Fuera, la tem peratura desciende mientras la nieve cae dulcemente. I.a naturaleza entera está en paz. N o s o ­ tras también deberíam os estarlo. A cércate al fuego del hogar, íiste es un mes para soñar, para pensar co n ilusión en el año que com ienza y el viaje interior.

Un año de transformación colmado de gozos y descubrimientos 3

H a y años q u e p la n tea n p reg u n ta s y años q u e d a n res­ puestas. Züra N

ea le

H u r sto n

- A liio Nuevo. Volver a empezar. U n nuevo capítulo de tu vida a la espera de ser escrito. Nuevas preguntas que plantear, comprender y amar. Respuestas por descubrir que luego serán vividas en este año de transformación colmado de gozos y de revelaciones acerca de una misma. H o y , resérvate un espacio de tranquilidad en el que soñar, pluma en mano. Sólo los sueños traen el cam bio al m undo. ¿Q u é esperas del futuro al reflexionar sobre los años pasados? Paulatinamente, a medi­ da que te hagas dueña de tu propia dicha, aprenderás a abrazar los tiernos anhelos de tu co razó n . P ero este año, en vez de buenos p ro p ó ­ sitos, escribe tus afanes más recónditos. Esos afanes que has guardado en secreto hasta que llegara el m om ento idóneo. Ten confianza en que ahora es el m om ento. Plantea las preguntas. E l cam ino hacia el encan­ to de la vida simple infunde confianza en que las respuestas llegarán y nosotras descubrirem os — día a día— có m o vivirlas. Ten un brote de fe y empieza este maravilloso A ño N u ev o co n ­ fiando. C ree en ti misma. Y cree en la existencia de una fuente de am or — un sem brador de sueños— que sólo espera que le pidas que co n tri­ buya a hacer tus sueños realidad.

Amar las preguntas Sólo se v iv e una v ez p er o si se hace bien, con una v ez basta. J oe E. L ewis

( C u á n t a s veces en el pasado le lias dado la espalda a todas las asignaunas pendientes de tu corazón porque temías preguntar? Pero, ¿y si te dijeran que dentro de un año a partir de hoy podrías estar llevando la existencia más creativa, feliz y satisfactoria que nunca hubieras imagi­ nado? ¿C ó m o sería? ¿Q u é cam bios harías? ¿C ó m o y p or dónde em ­ pezarías? ¿Entiendes p or qué son tan im portantes las pregu nta s} «Ten paciencia con tod o lo que queda p or resolver en tu corazón e intenta am ar las dudas en sí mismas — nos aconseja encarecidam ente el poeta alemán Rainer María Rilke— . N o busques ahora las respuestas que no te pueden ser dadas porque no serías capaz de vivirlas y lo importante es vivirlo todo. Vive ahora las preguntas...» Las respuestas a tus preguntas llegarán, pero sólo después de que sepas cuáles merecen la pena preguntar. Espera. Vive tus preguntas. Luego pregunta. Á brete a los cam bios que las respuestas com portarán irremisiblemente. Tal vez te lleve algún tiem po; pero el tiempo es la generosa dádiva del Año N uevo: trescientas sesenta y cinco luminosas mañanas y noches estrelladas; cincuenta y dos prom etedoras semanas; doce meses llenos de cam bios colm ados de bellas posibilidades y cuatro espléndidas estaciones. U n año de encanto de las cosas simples para saborear.

El encanto de la vida simple: el viaje interior H o y quiero que tomes conciencia de que ya posees la sabiduría, la fuerza y la creatividad interiores necesarias para hacer realidad tus sueños. Suele ser un proceso difícil para la mayoría de nosotras, por­ que el origen de esta fuerza personal ilimitada está enterrado a tanta profundidad entre las facturas, los plazos de entrega, el viaje de nego­ cios y la ropa sucia que nos resulta difícil acceder a ella en nuestra existencia cotidiana. Cuando no podemos acceder a nuestros recursos internos, llegamos a la falsa conclusión de que la felicidad y la realiza­ ción personal proceden únicamente de los acontecimientos externos. Ello se debe a que los acontecimientos externos suelen conllevar algún tipo de cambio. Así que hemos aprendido a recurrir a circunstancias ajenas a nosotras para reunir las fuerzas necesarias que nos permitan afrontar los altibajos de la existencia. Pero ya no tenemos que seguir así por más tiempo. Podemos aprender a ser las catalizadoras de nues­ tros propios cambios. El encanto de la vida simple entraña un auténtico despertar que resuena en el seno de tu alma: tú ya posees todo lo necesario para alcanzar la auténtica felicidad. La forma de tomar conciencia de ello es embarcarte en un viaje interior que entraña una transformación emo­ cional, psicológica y espiritual. Se producirá un profundo cambio en tu realidad que te sintonizará con la energía creadora del Universo. Un cambio así es posible cuando invocas al Espíritu para que abra los ojos de tu conciencia a la plenitud que ya te pertenece. Existen seis principios que nos guiarán en nuestro viaje interior a lo largo del año próximo. Son las seis hebras de una vida plena, las cuales, entrelazadas, conforman el tapiz de la dicha que nos envuelve de paz interior, bienestar, felicidad y sensación de seguridad. En pri­ mer lugar, hallamos la gratitud. Cuando hacemos un inventario men­ tal y espiritual de todo lo que poseemos, nos damos cuenta de que en realidad somos muy ricas. La gratitud da paso a la sim plicidad -el deseo de hacer limpieza, delimitando e identificando los elementos fundamentales para llevar una existencia realmente placentera La simplicidad va unida al orden, tanto externa como inlci nainenle. I I sentido del orden en nuestra vida nos aporta ,ir>noni,i I a ai moma nos dota de la paz, interior que ncicsilamos paia apieu.il la l'i'/lt i< la*. nueHas d< l.t ,tlryn,t Sin IN

embargo, como en todos los bellos tapices bordados, es difícil deter­ minar dónde acaba un punto y empieza el siguiente. Lo mismo ocurre ron el encanto de la vida simple. Enhebra la aguja conmigo y da el primer punto en el bastidor de tu vida. Invoca al Espíritu para que abra los ojos de tu conciencia interior. Manten la calma y espera con expectación, sabiendo que la urdim­ bre1 y la trama de tu existencia cotidiana actual contienen las hebras cloradas de un futuro de sencilla plenitud.

4 DE EN ER O

Esto no es un ensayo general C u an do actúas... estás fu e r a d e ti m ism a, eres m ás gran de y m ás p od ero sa , m ás b ella. D u ran te unos m inu tos, eres heroica. Este es el p oder. Es el paraíso terrenal. Y te p erten e­ ce, todas las noches. A g n e s d e M il l e

E s probable que hayas oído la expresión «la vida no es un ensayo general». Por desgracia, muchas de nosotras actuamos como si lo fuei .1. Al igual que la actriz que sólo repasa los movimientos y reserva su energía creativa y su concentración para la noche del estreno, nos relimamos. Tal vez reserves la bella porcelana china para las visitas; tal ve/, tú seas como yo y rara vez te arregles cuando estás sola en casa. Si no estamos actuando ante un público, ¿tiene en realidad alguna importancia? Esta es una buena pregunta que hacernos al empezar el nuevo año y analizar la calidad de nuestro viaje por la vida real. Desde luego, se invierten mas esfuerzos en poner una mesa que resulte apetitosa, pero ion ello disfrutamos más de la comida. Todas nos sentimos mejor i liando dedicamos unos minutos de más a peinarnos y maquillarnos pero, ademas, actuamos de otra forma. Todas las actrices conocen el |iodci marico del decorado y del vestuario para crear estados de áni­ mo espeiiales tanto sobre el escenario como lucra de el. Nadie pretendí' que actuemos a caila instante de nuestras vidas.

I Vi o m ili 'I u n d e

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i .r. |u uli u n i o s

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j.;li>i i.i ilc la vul.i real m.is .1 mcmuln m nos diéramos el |>.i|>< l «l< u n 1. principal cu nuestra propia exisieiuu.

5 DE EN ER O

La mujer que deberías haber sido M uchas m ujeres de hoy sentim os una tristeza qu e no sa b e­ m os definir. A u n qu e llevam os a buen térm ino m uchos d e los objetiv os qu e nos h ab íam o s fija d o , tenem os la sensación de q u e fa lt a algo en nuestras vidas e — infructuosam ente— bus­ cam os « a h í fu era » las respuestas. C on frecu en cia, el error es qu e estam os desconectadas de un auténtico sentido d el yo. E m il y H a n c o c k

T X e ha ocurrido en alguna ocasión? Te estás lavando la cara y, de repente, no reconoces a la mujer que te devuelve la mirada. «¿Quién es?», le preguntas al espejo. No hay respuesta. Resulta vagamente familiar pero guarda un parecido muy lejano con la mujer que espera­ bas ver reflejada. Los psicólogos describen este fenómeno como un «desplazamiento del yo» y suele producirse en temporadas de mucho estrés (lo que, para muchas de nosotras, es el pan de cada día). Pero, ¿qué falla? ¿Cuál es esa tristeza que no sabemos definir? He aquí una pregunta sobre la que debe reflexionarse con amor. Tal vez el origen de nuestra melancolía resida en que echamos en falta a la mujer que deberíamos haber sido. Añoramos nuestro yo auténtico. Pero las buenas noticias son que, incluso habiendo ignorado sus propuestas durante décadas («Vístete de rojo... Córtate el pelo... Estudia arte en París... Apúntate a clases de tango...»), nuestro yo auténtico no nos ha abandonado. En vez de ello, ha estado esperando pacientemente a que lo reconociéramos y volviéramos a conectar con él. Aléjate del mundo este año y empieza a escuchar. Escucha los susurros de tu corazón. Mira en su interior. Tu compañera muda ha encendido faroles de amor para iluminar el camino de la unidad. Después de tanto tiempo, el viaje que estabas destinada a realizar ha empezado.

6 015 E N IIH O

Morirse de sed en un río que cubre hasta la rodilla La sed de fe lic id a d nunca se extingue en el corazón de ¡una m ujer]. J e a n -J a c q u e s R o u s s e a u

I - * a primera vez que escuché la bella versión de Kathy Mattea del lema country E l agua m e cubre hasta la rodilla (y m e m uero de sed), fue una tarde en que me dirigía al colegio de mi hija para recogerla. De repente, tuve que parar el coche en el arcén porque lloraba con tanta vehemencia que las lágrimas me cegaban. Hasta aquel momento, había sido un día ocupado pero bueno. Yo no era consciente de estar triste o deprimida. Así que, ¿por qué lloraba? Mientras Kathy cantaba sobre amistades que no se habían aprecia­ do en su justa medida, amores pasados y un maravilloso mundo lleno de desconocidos esperando a conectar con nosotras (si bien nosotras apartamos la mirada), algo se revolvió en mis entrañas. Había dema­ siadas cosas que yo no valoraba lo suficiente. No quería seguir vivien­ do sumida en la inconsciencia. La revelación de que poseemos todo lo que necesitamos para ser felices pero sencillamente no somos conscientes de ello, y por lo tanto no lo apreciamos, puede ser tan refrescante como una limonada en una tarde de verano. O puede ser tan alarmante como un jarro de agua fría. ¿Cuántas de nosotras pasamos nuestros días con la boca reseca y con sensación de vacío, con sed de felicidad, cuando en realidad el río de la plenitud nos cubre hasta la rodilla? Pero no debemos hacernos ilusiones. El Universo llamará nuestra atención de una forma u otra, con un sorbo o con un chapuzón. Saciemos hoy nuestra sed de «la buena vida» que creemos llevan los demás tomando conciencia de lo bueno que ya hay en nuestras propias vidas. De esta forma podremos obsequiar al Universo con el agradecimiento de nuestro corazón.

7 1)1* I .N I' I>

« DI'. I'.NI'RO

Ll deber infravalorado N o h ay ningún d e b e r q u e m ás in frav alorem os com o el d e b e r d e ser felices. A l ser felic es sem bram os e l m un do de fru tos anónim os. R o b e r t L o u is S t e v e n s o n

TX al vez pienses que serás feliz cuando tengas una cocina más gran­ de o un nuevo empleo, o la persona perfecta con quien compartir tu viil.i. Pero, ¿no deseas empezar a convertir la felicidad en un hábito desde este preciso momento? Al despertar cada mañana, recibimos un maravilloso obsequio — otro día de vida— , así que saquémosle el máximo jugo. Nadie puede hacerlo por nosotras. «La felicidad no es una posesión a la que pueda ponerse precio — escribió Daphne du Maurier en R ebeca— . Es una cualidad del pensamiento, un estado mental.» Adoptemos un nuevo estado mental con respecto a la felicidad. Dejemos de pensar que las cosas que escapan a nuestro control nos traerán la felicidad. Es innegable que reformar la cocina, acceder al empleo con el que habíamos soñado o encontrar a nuestra media naranja puede hacernos felices, al menos momentáneamente. Pero las semillas mágicas de la dicha están plantadas en lo más hondo de nuestro ser. La felicidad que el mundo no puede quitarnos sólo florece en el jardín secreto de nues­ tras almas. Si cuidamos nuestro jardín interior y arrancamos de raíz las malas hierbas de las expectativas externas, estaremos alimentando nues­ tra auténtica felicidad de la misma forma que alimentaríamos algo que es bello y está vivo. La felicidad es una emoción vital. Tu felicidad no es un lujo frívolo y sustituible. La búsqueda de la felicidad es un derecho inalienable garantizado en la Declaración de Independencia de Estados Unidos. Pero debemos querer aspirar a ella. En último término, la auténtica felicidad sólo puede materializarse una vez que nos comprometemos a convertirla en una prioridad de nuestras vidas. Para algunas de nosotras, este paso puede entrañar una conducta nueva no exenta de temores. Sé comprensiva con tu persona. Todo llegará de manera natural. Quizás hoy no estés familiarizada con el hábito de la felicidad. Pero, como cualquier conducta nueva, la feli­ cidad puede ser aprendida.

¿Qué es lo que verdaderamente necesitas? En la caden a de acon tecim ientos de m i v id a , n ad a h a sido a ccid en tal T odo tuvo lugar de acu erdo con una n ecesidad interior. H a n n a h Se n esh

T. JL ienes todo lo que necesitas en este preciso momento? ¿Qué me dices de tus carencias? Pocas de nosotras tenemos lo que queremos y en ocasiones tenemos la sensación de que nuestras carencias acaparan toda nuestra energía. Nuestra sensatez se ofusca ante el bombardeo de los medios de comunicación que glorifican a las personas agraciadas y los objetos caros. Es fácil dejar de tener una noción clara de lo que necesitamos verdaderamente para vivir con autenticidad. La mayoría de nosotras ansiamos algo más en nuestras vidas. Pero, ¿pensamos realmente que la respuesta puede hallarse en una revista de moda o en las películas? Si deseamos tener una vida feliz, creativa y realizada, es crucial hacer la distinción entre nuestras carencias y nuestras necesidades. Por desgracia, muchas mujeres confunden estos términos y luego se sor­ prenden de sentirse tan insignificantes. Haz las paces con la certeza de que no puedes poseer todo lo que deseas. ¿Por qué? Porque, para nosotras, es más importante conseguir todo lo que necesitamos. Como los bebés, estamos satisfechas cuando nuestras necesidades básicas están cubiertas. Ten valor. Pregúntate: ¿Qué es lo que de verdad necesito para ser feliz? Las respuestas profundamente personales a esta pregunta vital variarán en cada una de nosotras. Confía en la amorosa sabiduría de tu corazón. Sólo después de tomar conciencia de nuestras necesidades interiores somos capaces de investirnos con la energía creativa necesa­ ria para que se manifiesten en nuestras vidas. «Es inevitable; cuando se tiene una gran necesidad de algo, se encuentra — nos recuerda Gcrtru de Stein— . Lo que necesitas, lo atraes como un amante.»

Hasta que la muerte nos separe Sólo cu an do sabem os y com pren dem os v erd a d era m en te q u e nuestro tiem po sobre la tierra es lim itado — y es im posi­ b le sab erlo cuando nuestro tiem po se h a consu m ido— em p e­ zam os a v iv ir cada día con la m áx im a plenitu d, com o si fu e ­ ra el único q u e tenem os. E l isa b e t h K ü b l e r - R o ss

isitar nuestros cementerios puede ser muy revelador. Son tan serenos y silenciosos... Tan quedos... Los viejos cementerios nos recuerdan que, hasta que la muerte nos separe, materializar los deseos de nuestro corazón es posible todos los días si sabemos lo que nos hace felices. En la obra de teatro de Thornton Wilder Our Town hay una esce­ na profundamente conmovedora que se desarrolla en un cementerio. Los espectros consuelan a la joven heroína, que ha fallecido reciente­ mente mientras daba a luz. Emily, anhelando aún la vida que acaba de abandonar, desea revivir un día «cualquiera» de su vida. Cuando hace realidad su deseo, se da cuenta de las muchas cosas que los vivos no aprecian en su justa medida. Al final, la experiencia le resulta insoportable. «No me había dado cuenta — confiesa apesadumbrada— de todo lo que pasaba y que nosotros nunca percibimos... Adiós, mundo. Adiós, Grover’s Corners... Mamá y papá. Adiós al tic tac de los relojes... y a los girasoles de mamá. Y a la comida y al café. Y a los vestidos recién planchados y a los baños calientes... y a dormir y a despertarse. Oh, tierra, eres dema­ siado maravillosa para que cualquiera comprenda tu grandeza.» Es durante el período de la Adoración de los Reyes, cuando la renovación de la luz y la revelación se celebran en la liturgia de las iglesias católica, episcopal y ortodoxa. En nuestro nuevo camino bus­ camos revelaciones cotidianas — ocasiones en las que podamos expei imanar lo sagrado en lo ordinario— y, como Emily acaba hacien­ do, tomamos plena conciencia de que ya no podemos permitirnos desperdiciar ni tan siquiera un día «cualquiera» sin percibir su excep< i1k id.ul y el orden echan profundas raíces en la tierra de nuestra exisii-nei.i cotidiana. A medida que avanzamos, la armonía nos anima a i reai una vida auténtica para nosotras y nuestros seres queridos. Con paciencia, la belleza brota y nuestros corazones experimentan no sólo felicidad, a menudo pasajera, sino un raudal de alegría que refresca y re­ nueva. I lemos encontrado nuestro lugar en el mundo. «Con la mirada serenada por la fuerza de la armonía y la profunda fuerza de la alegría escribió William Wordsworth— , somos capaces de percibir la vida de las cosas.» Ser capaces de percibir la vida de las cosas es nuestro objetivo en esta etapa del proceso de transformación. En lo más hondo.de nuestro ser, sentimos el afán de abandonar el camino de la lucha como medio para aprender las lecciones de la vida. Al fin, estamos preparadas para abrazar el camino de la alegría. Aprender a vivir en el momento presente forma parte del camino de la alegría. Pero ello exige un profundo cambio interior en nuestra realidad. Muchas de nosotras forjamos inconscientemente tragedias en nuestras mentes y esperamos lo peor de una situación, con lo que sólo logramos que nuestras expectativas se cumplan como una profecía que corrobora nuestros temores. Sin advertirlo, nos convertimos en auto­ ras de nuestra propia mala suerte. Y así, luchamos día a día, de crisis en crisis, magulladas y apaleadas por las circunstancias sin darnos cuenta de que siempre tenemos otra opción. Pero, ¿qué pasaría si aprendieras a alejar las tragedias y empezaras a tener fe en el fluir de la vida y en la bondad del Espíritu? ¿Si empe-

mi .i*, i c".|»n .11 lo mejoi tic lod.r, l.r. \it tuiciones? ,1No t posible 11«kIciiií >n Mr.inmi Lis . niin i.i■. poi l.i plenitud I .1 l.ili.i de resolución nos li.i robado doma .11111. i ipi ti i uiii11 esos días (ii que le licncn sin ( nielado o c*. i as demasiado can ... I.i | i.i i .1 eo)M'i siquiera mi pincel. ¿Se puede hallar in spiració n en ....... t.-fallos sucios, en una cara sin lavar, en el cabello enmarañado? , l*n. . 1. 11a bei manifestación de revelaciones cuando la falda nos va deiii i i.i.lo ajustada y los pantis nos tiran de la cadera?

< 11nI io en que sí. Pues conozco esos días lo mismo que esos días 11 t u n e e n a mí. '.ni duda a ti te enseñaron — lo mismo que a mí— que es muy impi mante la forma en que nos presentamos ante los demás. Por desi■i ii i i, nuestro exterior cuenta mucho más de lo que debiera. A menuilii, t n,indo no vivimos según las expectativas de los demás respecto a i ii.ti debiera ser nuestro aspecto o cómo debiéramos comportamos, i tennis víctimas de un círculo vicioso de aversión y rechazo hacia nomiiias mismas, del que resulta difícil escapar indemnes. En momentos ahí, resulta consolador recordar que nuestras almas son más relucienme

ii s que el celofán.

l a belleza es una luz interna, un fulgor espiritual que todas las mujeres poseen, pero que la mayoría ocultan, inconscientemente, ni i;.nulo su existencia. Aquello que no reivindicamos, permanece invi­ sible ••, observa Marianne Williamson en A W om an’s Wortb. I’ero, a medida que la relación con tu yo auténtico se hace más intima • .i medida que recuperas tu auténtica identidad incandescen­ te , se produce una transformación gradual, aunque innegablemente lisica. Ks del todo imposible entregarse al propio desarrollo espiritual, •(espertar a la propia luz radiante, sin que esto no salga al exterior. «Es voluntad de Dios que seamos hermosas, que amemos y seamos amatías, y que tengamos éxito en todo lo bueno — nos recuerda Marianne Williamson— . Y es voluntad de Dios que todas nos convirtamos en las diosas para lo cual fuimos concebidas.»

Enviar y recibir señales personales Si decidcs trabajar diariamente para autoneal'izarte, todo tu mundo puede cambiar... I.as dos mujeres que hay en ti pueden hacer que lo consigas. A n u n c io d e la c r e m a d e b e l l e z a P o n d ’s G o o d HOUSEKEEPING, d ic iem b re d e 1947

N

o había visto a mi amiga desde hacía meses. Al principio, cuando se acercó entre la multitud de desconocidos, no la reconocí. El cabello, que siempre llevaba muy arreglado, estaba sin peinar. El rostro, carón te de maquillaje, estaba enrojecido e hinchado, con grandes ojeras do bajo de los ojos. Y llevaba unos téjanos y un suéter holgado en vez do los vestidos de Laura Ashley que solía preferir. Me quedé totalmente desconcertada. ¿Qué era lo que ocurría allí? Cuando nos sentamos ante una taza de café para charlar, ella me habló de la grave crisis que estaba experimentando en su vida. No obstante, antes de que se confiara a mí, supe perfectamente que algo grave le estaba pasando. Cada día, de múltiples maneras, todas nosotras transmitimos seña­ les personales sobre nuestra propia estima. La mayoría no son tan espectaculares como las de mi amiga, sino bastante sutiles. Cuando nos sentimos en la cumbre del mundo, hay como una especie de resor­ te en nuestra manera de andar, una sonrisa en el rostro, un brillo en los ojos. Luego hay esas otras ocasiones en las que, ya sea por falta de tiempo, de energía o de emociones, nos volvemos descuidadas en lo que se refiere a nuestro atuendo o a nuestro arreglo personal. Literal­ mente, cada vez nos cuidamos menos, hasta parecer que no nos cuidá­ ramos en absoluto. Como es lógico, en lo más profundo de nosotras nos preocupa muchísimo nuestra apariencia. Sin embargo, existe una importante razón por la que debiéramos cuidar mejor nuestra apariencia, incluso cuando estamos solas: por la dicha interna que experimentamos al mirar lo mejor que hay en noso­ tras mismas. «Muchas mujeres sienten en sus corazones que no han logrado una auténtica autorrealización — advertía otro anuncio de la crema de belleza Pond’s a las lectoras de G ood H ousekeeping, en mar­ zo de 1949 — . Sin embargo, no es preciso que aceptéis este hecho: la ayuda está dentro de vosotras mismas. Podéis sentirlo en vuestro inte-

....., i . iiii.i i spci ir 111 11111>t 11m) ililci ni m|ik I mi ni ,t l.i lelii iil.ul I .11,111' i In k l,i! ion que hay entre «•m tu i u l n i o i v ese tu exterior, cu i trabajas en una oficina, date permiso para aplazar ese nuevo proyeclo en el que estás trabajando hasta mañana, cuando puedas concenn arte. Mientras tanto, limpia tu escritorio y organiza tus papeles. De regreso a casa, regálate un ramo de narcisos. Repasa tus libros de coci­ na y prepara algo diferente para cenar. Independientemente de cuál sea el camino que elijas, en veinticuatu> horas el día se habrá terminado. Mañana será mejor. Pero, si no lo lucra, y tampoco el siguiente, ni el otro, entonces debes saber que no pasa nada si pides ayuda a tus amistades, a un grupo de apoyo, a un psicoterapeuta, a un médico o a tu energía suprema. A todas nos lle­ gan esos dias oscuros. Sin embargo, los días desalentadores traen con­ sigo oportunidades de oro cuando aprendemos a ser amables con nosotras mismas. Tanto si lo crees como si no, el día de hoy te ofrece un regalo oculto, siempre que estes dispuesta a buscarlo.

La vida real: prendas que encajan en tu estilo de vida «N o tengo n ad a qu e p on erm e» no significa, p o r supuesto, q u e d eb a m o s ir desnudas o recluirnos. Significa qu e en nues­ tro arm ario no h ay n ad a q u e coincida con nuestro estado de án im o o q u e nos ofrezca un sim ple reflejo d e nuestras vidas cotidianas. K e n n e d y F r a se r

mayoría de nosotras hemos pasado por la experiencia de buscai en un armario lleno de ropa y no encontrar nada que encaje con nues­ tro estado de ánimo. Con un suspiro de resignación, recurrimos a un uniforme ya muy gastado y que nos hemos puesto en múltiples oca siones, sea éste un vestido negro con un collar de perlas o una falda vaquera con un suéter y unas botas. La verdad es que muchas mujeres, con algunas excepciones, nos ponemos lo mismo, o algo parecido, una y otra vez. El atuendo puede variar con las estaciones, pero no nuestra dependencia de unos cuan tos elementos principales, los cuales, a su manera, proporcionan una imagen reveladora de cómo vemos nuestra propia vida cotidiana. I a célebre redactora jefe de la revista Vogue, Diana Vreeland, fue famosa por preferir como atuendo de trabajo, durante muchos años, el misim» estilo de falda y suéter negros. ¿Qué hacemos con todas las prendas que no nos ponemos? Nada. Se limitan a colgar del armario abandonadas, debido a su talla, a m i color o a que no resultan adecuadas, porque nos producen csco/oi, porque llevábamos tal vestido cuando tuvimos la última pelea mu nuestro ex marido y no queremos que nos recuerde semejante cli‘»)-,ii*, to. A veces las prendas cuelgan del armario una temporada tras oiia, igual que fantasmas que aguardan alguna ocasión inesperada q u e ...... ca se presenta. La primavera es la época perfecta para efectuar un repaso a mies tros armarios y reconsiderar qué relación tenemos con m u stia s |»n n das. En el aire Ilutan los relreseantes vientos del cambio. Vam os ,i abandonai durante una lar^a tempoiada Ion gruesos abrigos y ln-. jei seys pai.i llev.u vestidos mas li^eios. A band onem o s ai m udes ya t adti JL # a

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cas sobre lo que está o no de moda y sustituyámoslas por ideas nuevas respecto a lo que nos puede ayudar en la vida real, al tiempo que refle­ ja verdaderamente nuestra autenticidad. ¿Y si todo lo que cuelga del armario fuera algo que te encanta, algo que hace que te sientas hermosa o que te sientas maravillosa cada vez que te lo pones? Piensa en lo bien que te sentirías cada día. Adoptar el segundo principio del encanto de la vida simple — la sencillez— puede producir espiritualmente semejante milagro. Más adelante podrás limpiar tus armarios y los cajones del toca­ dor, pero no hoy. Hoy sólo quiero que pienses en tu vida real y en las prendas que vistes cada día. ¿Reflejan éstas verdaderamente a la mujer que hay en tu interior? ¿Y las prendas que te hablan desde las páginas de tu diario de descubrimientos ilustrado? ¿Y qué me dices de las que cuelgan abandonadas en tu armario? Cada vestido, falda, pantalón, téjanos, blusa, suéter, camiseta o chaqueta te cuenta una historia. «Las prendas de vestir tienen una historia completamente independiente de su forma y su color», nos recuerda Kennedy Fraser en The Fashionahle Mind. Serénate, sumérgete en tu interior, y disponte a escuchar de verdad la historia que los hilos de tu vida han tejido.

26 D E MARZO

El mudo lenguaje de la autenticidad A l elegir las pren das, tanto en una tien da com o en casa, es lo m ism o q u e si nos d efin iéram os o nos describiéram os. A l is o n L u r ie

L / a mayoría no creemos que mantengamos una conversación con nuestra psique, con nuestra familia o con el mundo exterior cuando nos vestimos por la mañana, pero así es. Alison Lurie, en su fascinan­ te libro The Language o f C lothes, nos dice que el vocabulario de nuestro ropero expresa muchas más cosas de lo que hubiéramos podido •.oii.il. Mucho antes de que esté lo bastante cerca para hablarte en la calle, en una reunión o en una fiesta, por cómo vistes ya me anuncias lu sexo, edad y clase social..., y posiblemente me facilitas una impor­ tante información (o dcvsinformación) respecto a tu profesión, oríge-

nes, personalidad, opinión, gustos, deseos sexuales y estado de ánimo actual. Es posible que yo no pueda expresar con palabras lo que observo, pero inconscientemente registro la información, y al mismo tiempo tú haces lo mismo conmigo. En el instante en que nos encon­ tramos y conversamos, ambas ya nos hemos hablado mutuamente mediante un lenguaje mucho más antiguo y universal.» En cuanto empiezas a buscar tu yo auténtico, dentro de ti se pro­ duce una de tus percepciones más sorprendentes al averiguar que, durante años, otra mujer ha mantenido conversaciones contigo: en casa, en el trabajo, en reuniones sociales, incluso al salir para hacer unos recados. Al principio esta revelación puede resultar desconcer­ tante, incluso desalentadora. Pero, si se piensa a fondo, puede conver­ tirse en un descubrimiento excitante, pues ahora que empiezas a apre­ ciar y canalizar tu autenticidad a través de tus elecciones creativas, puedes aprender a convertirte no sólo en una persona bilingüe, sino a expresarte con fluidez. Tal como confesaba la famosa diseñadora de modas francesa Gabrielle «Coco» Chanel: «Cuántas atenciones se pierde una cuando decide no ser simplemente algo, sino alguien.»

27 D E MARZO

Reflejos del espejo de oro N un ca es dem asiad o tarde p a r a ser lo q u e p u dieras h a b e r sido. G e o r g e E l io t

(C u a n d o empecé a embarcarme regularmente en la meditación del espejo de oro, a fin de encontrar mi yo auténtico, una de las percepcio­ nes que más a menudo se repetía no parecía muy espiritual, pero sin duda contribuía a animarme. Me encantaba descubrir que mi yo autén tico vestía muy bien y que siempre conseguía tener un aspecto fantásti­ co, tanto si las circunstancias de mi visualización creativa me pedían un suéter de algodón normal como un traje de lana de Ciorgio Arniani. Tú probablemente habrás recibido también reveladores reí lejos desde el otro lado del espejo de oro. Si prestamos atención a las sutiles sena les que constantemente trata de enviarnos la nnijei qu< hay allí dentro,

podremos aprender a exteriorizar nuestra mejor imagen, incluso aun­ que el billetero no haga juego con nuestro gusto exquisito. Al prestar una mayor atención a los matices, descubrí que la sen­ cillez era mi auténtico sello. La sencillez es también la clave para mejorar cié aspecto y transmitir con desenvoltura una elegancia pro­ pia. Esta es el arma secreta de las mujeres acomodadas. Pensemos en los pantalones de Katherine Hepburn en los años treinta, en el cabello y los bolsos de Grace Kelly en los cincuenta, en los sombreritos de Jacqueline Kennedy en los sesenta, o en las camisetas blancas y caqui de Lauren Hutton en los noventa. Desenfadada. Elegante. Chic. Clásica. Sorprendente. La sencillez es una afirmación de moda que toda mujer de hoy en día puede hacer, independientemente de cuál haya sido su estilo per­ sonal en el pasado. Y eso es debido a que la verdadera sencillez nunca decepciona. Una vez hayas aprendido que cuanto menos mejor, lo bastante se convertirá en mucho, y todas tus actitudes ante la vida —incluso ante la moda— se transformarán. Hoy quiero pedirte que consideres hacer limpieza en el revoltijo de prendas pertenecientes a pasadas encarnaciones que se ocultan en tus armarios. Sólo porque en el pasado compraste una cosa, no signifi­ ca que debas conservarla eternamente. Debes permitir que la sencillez reduzca tu vestuario hasta la esencia más auténtica: identifica las préñ­ elas sin las cuales serías incapaz de vivir. Con eso basta. Limítate a considerarlas y a identificarlas, mientras recuerdas que nunca es dema­ siado tarde para convertirte en la mujer que quieres ser. Hoy ya estás un paso más cerca de conseguirlo.



Hacer limpieza: desprenderse de modelos equivocados N un ca es d em asiad o tarde p a ra rectificar, tanto en la fic ­ ción com o en la realidad. N a n cy T hayer

i^ e c t if i c a r tu vestuario a fin de reflejar tu propia autenticidad empieza en el instante en que sin compasión te desprendes de modelos que no encajan contigo o que compraste equivocadamente, y que colapsan tus armarios y confunden tu desordenada mente. Pero sea mos realistas por un momento. Muchas mujeres que conozco neccsi tan que se las mentalice antes de acometer un proyecto como éste. 1,a limpieza de los armarios y de los cajones del tocador es una taren dolorosa para contemplar (todo ese dinero, esas compras equivoca das...), y muy dura una vez se ha comenzado. Pero pocas cosas son tan satisfactorias como poner orden en un armario en el que antes reinaba el caos. El cambio de una estación a otra proporciona la perfecta oca sión para ponerse manos a la obra, pues es el momento de guardar las prendas de invierno y sacar las de primavera y verano. Con un plan de ataque, tú también podrás hacer limpieza del pasado. Encuentra dos horas para esa actividad. Para muchas mujeres, la tarde del sábado es perfecta. Procura conseguir con antelación suli ciernes cajas y bolsas grandes de basura, a fin de no desperdidai m energía al tener que salir constantemente en busca de más contcnedo res. Pon alguna música deliciosa; a mí me gusta escuchar canciones di musicales de Broadway cuando hago limpieza de armarios. Respira hondo. Ahora empieza a sacar todo lo que tienes en el armario y pn lo sobre la cama. Eso es, ahora ya es demasiado tarde para dar man lia atrás. Repasa tu vestuario, una prenda tras otra. Pruebatelns si no est.'m muy segura, y contémplate en un espejo de cuerpo entero < m> honestidad, pero con compasión. Revisa también todos nr. eomplmentos: joyas, pañuelos, bolsos, sombrero., zapatos. Conserva tan sólo aquellas cosas que ames: prendas que te liaban pareen herniosa \ sentirte fabulosa. I.sto es la sencillez en pleno Imieionamiento. , Y .1 algunas de estas prendas no te van bien hoy, pnn a pe,sai tic- lodo n MU -

gustan? Guarda únicamente las que sean una talla inferior a la que uti­ lizas ahora, puesto que volver a caber en ellas es un objetivo bastante 11alista y algo por lo que vale la pena esforzarse. < Considera los distintos ambientes en que se mueve tu existencia y I r. |»i rudas que necesitas para ello: para el trabajo, para las fiestas, para ii « i \nal y un medio de persuasión. Las tradiciones que celebraban los .pn ion

s ig n ific a t iv a .

10 D E MAYO

Un lugar para todo: conservar l.i .ii.nl mental con un plan pcmon.il Si un h og ar no tiene sen tido, n ada lo tu tu I li ....... i

i '...............

A n h e la m o s dar un senttdo al trabajo...... o tlt/ ..... m i mM l'#N dominar las artes y oficios sagrados que ln*. ip n h ........ . i nti aiiau y crear un microcosmos de serenidad. .. ........l id \ m IiuI iiimi i .1 para nosotras y los nuestros. Pero, ¿coiii" \ |>..i d..nd. ntp» • luos, sobre todo si nunca nos enseñaron a guanlai I . ........i» pu-i pndei encontrarlas otro día? Y , si ni nosotras mr.nu tpondim oi Un I... iones básicas, ¿cómo íbamos a poder ensenai a un. a i •* lii|>- I 1.1 I>iIi-ara un fragante jardín tradicional de rosas, lavanda, malvas locas y espuelas de caballo. Cerca de allí, los gatos se deleitaban en el parterre recién plantado con hierba gatera. ¿Cuánto tiempo de nuestra vida desperdiciamos — malgastamos, perdemos o pasamos de mal humor— por nuestra neurótica insisten cía e n la perfección? Tal vez nuestros padres esperaban que viviera mos a la altura de unos valores que sabían que ellos mismos nunca alcanzarían. No cabe duda de que querían que nosotros tuviéramos más» Pero, ¿más de qué? ¿Preocupaciones? ¿No has tenido ya bastan te? E~ioy, acepta que la perfección es inalcanzable. 1.n la vida real, debe nairnos esforzarnos por dar lo mejor de nosotras mismas, no poi sa

I.is mejores del mundo. Aun con codo, siempre habrá algún error ortogi áfico, una mancha en la alfombra, un potager de terracota con chorretones de barro. Las mujeres perfectas no se manifiestan en este plano existencial. I Iabría que compadecer más que censurar, envidiar o emular, a las celebridades que venden la perfección. ¿Por qué? Porque, a pesar de m i lama y sus cuentas bancarias, apenas conocen un momento de paz; lodo el mundo está pendiente, esperando un paso en falso. No, gracias. Yo paso. La perfección deja tan poco margen para el progreso... Tan poco margen para la aceptación o la alegría. En el ca­ mino que hemos elegido, el progreso es un placer sencillo que hay que saborear. Todos los días. Naturalmente, seguro que tendremos m o­ mentos perfectos, como pasar una soleada tarde de mayo trabajando en el jardín con nuestra hija. La vida y los potagers no tienen que ser perfectos para resultar placenteros.

16 DE MAYO

Deshacerse de lo que no es útil ni bello N o tengas n ada en casa qu e no sepas q u e es útil ni creas qu e es bello. W

il l i a m

M o r r is

U n la Inglaterra de los años ochenta, un soplo de aire fresco invadió los mal ventilados salones Victorianos cuando el poeta, artesano y diseñador William Morris fundó el influyente movimiento de Arts and Crafts. Morris y sus asociados hicieron campaña contra los muebles y accesorios decorativos baratos y de ínfima calidad que se producían industrialmente y se acumulaban en los hogares de clase media con un afán desmedido. En particular, Morris instaba a los Victorianos a liberarse de lo feo, inútil c incómodo en favor de un mobiliario sencillo y «honesto». El poeta irlandés W. B. Yeats definió la exhortación de Morris para lo­ grar una comunión ascética de belleza y funcionalidad en el hogar como «da anhelada liberación de las artes decorativas». Ln el camino del encanto de la vida simple, nuestra auténtica libe­

ración docoi .11 iva liacc ai lo ilc pi cscni ia cu.niclo cnipc/aiuos a api cciai y a poner cu práctica la rcj»la ele Morris desprendernos tic todo ln que no creamos que sea bello o útil* a medida que restauramos n fortan y tranquilizan en un plano muy profundo. En ocasiones. i< o con los monjes, otras me gusta imaginar que están re/ando />) >m Es una forma apacible, tranquilizadora y reconfortante de d a r . , cuenta de que existe otra realidad más verdadera, algo que yo s. >\ propensa a olvidar en el transcurso de un ajetreado día —como pi o bablemente te pasará también a ti— . Eloy, busca tu orden intenoi para que el Orden divino pueda manifestarse externamente en tu m tina diaria.

\ v

20 DE M AYO

El arte de la contemplación doméstica L a contem plación dom éstica es en realid ad una ocasión p a ra estar a solas, soñ ar y en trar en contacto con uno mis m o... L a contem plación dom éstica es descubrir. A l e x a n d r a St o d d a r i >

E r n mi mente, hay una diferencia significativa entre la o r g a u i / a c i on , la limpieza y la «contemplación doméstica» de la casa. 1,as d o s pt m u ­ ras labores del cuidado del hogar son los puntales que p r o p o r c i o n a n el orden necesario para celebrar el ritual. La contemplación d o n u st n a es la intersección entre la introspección y la inspiración. No esta e n ..... tra lista de «quehaceres» y por lo tanto encanta, centra y h a l a r a a l..s espíritus estresados. Sin embargo, yo soy incapaz de disírutai n-oi^a nizando mis objetos personales o las flores de un jarrón si c u mi . asa reina el desorden y las telas de araña pueblan los r i n c o n e s . ( Se p u i t •.pi. no soy la única mujer del mundo que alguna vez ha m i r a d o al ici lio

ili I alón y lia visto en un rincón una obra maestra.) Por lo tanto, sue­ lo ilcdii .11 las últimas horas de la tarde del sábado a la contemplación •I•>imi .tica, cuando la casa es un lienzo intacto que despierta mi creati-

\ ¡uncí. Al contrario que la limpieza, que puede ser una actividad en equi­ po, la contemplación doméstica es un pasatiempo solitario que debe i ral i/.irse a ritmo lento para sacar el máximo provecho metafísico. La ■m,'ik ia ile la contemplación doméstica consiste en disponer las cosas Ji oirá manera, aunque también englobo lustrar plata, lavar porcelana ■ i nsial, hacer ramos de flores, incluso cambiar los muebles de sitio lian» este concepto. Parte del placer que proporciona la contemplación.1 .mística reside en la libre asociación de ideas. Concibe esta actividad i orno un test de Rorschach. En vez de interpretar manchas de tinta, mi ditamos sobre el sentido oculto de nuestras pertenencias hasta que i;, unamos un torrente de sueños, elecciones, riesgos, placeres, auténi h as preferencias. Tú crees que lo único que estás haciendo es cambiar 11disposición de tus objetos favoritos en la repisa de la chimenea, la •si ante ría o la mesa cuando en realidad estás creando un nuevo paisaje di ii ii ei iores. «La contemplación doméstica creativa es en realidad una de las actividades con las que más disfruto en casa — nos revela la •m i itora y decoradora de interiores Alexandra Stoddard— . Nos ayu­ da a tom ar conciencia de lo que todavía es importante para nosotras, |ii < Ordena únicamente un cajón de sastre. U n sábado por la tarde, después de hacer la limpieza, dedícate a la contemplación doméstica al son de tu música preferida. Reorgani­ za tu colección de recuerdos personales y fotos. Saborea los dulces recuerdos. Disfruta transportándote mentalmente al pasado. Alquila viejas películas de las décadas de 1930 y 1940 y haz zapping en la televisión por cable en busca de tesoros de otras épocas. Observa los detalles domésticos: el tapizado, las cortinas, los chismes de la cocina. Considera por qué estos encantandores y acogedores ambientes nos incitan a quedarnos. Descuelga los cuadros de una pared y vacía las mesas y repisas durante una semana para experimentar «la plenitud de la nada». ¿Qué quieres volver a poner? Si tienes una colección que te gusta, ¿la tienes a la vista? Pien­ sa en nuevas formas de rodearte de las cosas que amas. s Empieza a salir en busca de saldos con regularidad para tener a la «muchacha materialista» distraída. Infórmate en los periódicos sobre liquidaciones por venta de la casa o traslado, echa un vistazo a los tablones de anuncios de las asociaciones de comerciantes para informarte sobre mercadillos.

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■*•*5 l ime los liltios tic t nv.i lectura puedes ilisliutni para obtrnei i.U.is decorativas so incluyen Mary l.ngclbrcii's /lo m e ( iompatuon. I'hc M. ny l'.ngclbrcit l.ook a nd llo w to ( ¡ct It, de M.uy lingcíbieit, y \ini'ri(an Ju nk , de Mary Randolph Cárter. Desempolva la parrilla, haz ensalada de primavera y s.n .» tus zapatos Mancos festivos. •s.i distinta te chocará», asegura Tom. Antes de encargar veinte metros d< un nuevo tejido, llévate una muestra y examínala tranquilamente en tu casa durante un par de semanas. Si no logras acostumbrarte a él, siguí fica que no es el tejido para ti. Asimismo, antes de instalar un mueble en un lugar definitivo deja pasar unos días para irte acostumbrando a él. Puede que al cabo de una semana te des cuenta de que esa mesa no encaja en el cuarto de estar pero quedará perfecta en el dormitorio si l.t pintas de blanco. 5 . N o te precipites. «No pretendas decorar toda la casa en un cha. La gente comete el error de precipitarse y luego se arrepiente», acón seja Tom. Las mejores habitaciones y los guardarropas evolucionan lentamente. No saltan de tu imaginación o de una tienda perfectamen te organizados. Y no olvides la inspiración. Nunca sabes el «hallazgoque puedes descubrir mañana. La próxima vez que salgas de compras recuerda que el auténtico estilo no tiene nada que ver con el dinero, sino en dejarse guiar por la intuición. La lección ha terminado.

5 DE JU N IO

Tu dormitorio: la cuna de la civilización T odo cuanto una necesita realm en te es un lecho d iv in a­ m en te atractivo. La

señ o ra d e

W

in s t o n

G u est

j a m e s Joyce podría haber descrito Dublín desde su escritorio m París, y Willa Cather haber evocado detalladamente las praderas desde Nueva York, pero si quiero hacer honor a la cuna de la civilización — nuestros dormitorios— tengo que estai acostada. De hecho, Inicua

I*.iiir de este libro lo he escrito en la cama, circunstancia que se me .mioja tan sorprendente como a mi familia. El poeta inglés John Donne debió de pensar en alguien como yo cuando dijo: «Este lecho es tu , l a s e n s . u i i m •I< jiih u , | t i u l i l n d . felicidad, emoción y asombro, t o d a s l a s a l e p < . < ni< >i inicios .mos de mi inlancia. Quizá no exista nada com o el hogar ....... .1ic no h.iy ningún otro lugar en el mundo que huela como nuesII o

Iiiig a r .

Micnti.is escribo, el delicioso aroma a pollo asado cubierto con m u s.ds.i de soja i n vacie la casa. Aunque sea una casa modesta, no exis-

i. iiui|',im otro lugar en el mundo en el que preferiría hallarme esta .....In I )entro de poco regresarán mi hija y mi marido, ella de una r ■m sión con la escuela y él de su despacho en la ciudad. «¡BienveniiIon .i casa!», gritaré desde la cocina. «¡Bienhallada!», responderán maniendo el rito familiar, soltando la bolsa de deporte, la cartera y la ......hila, desembarazándose del fardo de la jornada. «¡Q ué bien huelel, ,mliando cenamos?» H ay tiempo suficiente para dar una vuelta en Im. i 111eileilor de la manzana, pasear por el jardín, beber una copa de vMi**, i elebrar el regreso a casa. Un lindar bagante es un placer sencillo, pero rico en resonancias di muir y seguridad. Los sutiles aromas que impregnan el ambiente mi| >.u i en una sensación de lujo a tu casa. He aquí algunos consejos I* ii .i i onseguir que tu hogar huela deliciosamente. Vénula las habitaciones periódicamente, incluso en invierno, abrien>1" las ventanas y dejando que circule aire fresco. En los sofocantes ñu se-, veraniegos, cuando las ventanas permanecen cerradas y conectas •I .me acondicionado, espera hasta la noche, cuando refresca, para abrirI ii. No olvides abrir las ventanas después de un chubasco para dejar que ....... lien los deliciosos aromas estivales. ’*i tienes animales, utiliza un poco de bicarbonato para eliminar ni 11... olores cada vez que pases el aspirador. N osotros estamos acos.......IH.idos al o lo r de nuestras mascotas, pero puede resultar desagrad tile .i las personas que nos visitan. Anade unos polvos perfumados a la bolsa del aspirador para di•mu I....... la I cagancia mientras limpias las alfombras y moquetas. Lím III das i mi unos limpiadores de pino para impregnarlas de un intenso ..... na i n lugar de emplear aerosoles para limpiar los muebles, utiliza mi ihrill.mtador con perfume de limón. Conseguirás un brillo más inh n s o \ d e paso perfumar el ambiente. I'oii a hervir un poco de sidra de manzana, canela y clavos. Es un 111o i >(11ic i ei omiendan los agentes de bienes inmuebles para crear una iim.i'.li ia acogedora cuando acudan a visitar tu casa unos posibles M•1111ii adores. ( cea un ambiente tan agradable que quizá decidas no mtidai te. \1111« a unas golas de aceites paca perfumar el ambiente a la madera II ••pulula ni piulada, com o la parte interior de mesas y sillas, los quii ■ di las p u e i i a s y allei/aros do las ventanas, el interior de los cajo­

nes, las barras de madera instaladas en los armarios y las estanterías. También puedes añadir esos aceites a los aros de metal o cerámica en los que se apoyan las bombillas (hazlo cuando la bombilla esté fría); al encender las luces, una agradable fragancia invadirá la habitación. Las velas perfumadas y el incienso aportan un toque romántico. Cuelga unos colgadores forrados y perfumados y unos saquitos de lavanda en los armarios; forra los cajones con papel perfumado. Quema maderas y hierbas aromáticas en la chimenea. Recoge los trozos de madera que encuentres en la playa y llévalos a casa; quema hojas de pino con aceites esenciales (bálsamo, lavanda o canela) y unos puñados de hojas secas de romero; añade a los troncos unos trocitos de cedro, mezquita o piñones. En las tiendas donde venden especiali­ dades irlandesas a veces se encuentran pequeños bloques de tierra de Irlanda, mi aroma sentimental preferido, especialmente en invierno. Los americanos nativos queman puñados de salvia para purificar sus casas e invocar una bendición sobre el espacio sagrado de sus hogares. Tú también puedes hacerlo. Coloca unos pebetes en toda la casa, pero utiliza un solo tipo para evitar que las fragancias se confundan. A mí me gustan las fragancias florales en primavera y verano y los aromas a especias en otoño e in­ vierno. Es muy entretenido confeccionar tus propios pebetes, al igual que confeccionar saquitos perfumados, pomos para perfumes y aguas florales. En el libro de Barbara Milo Ohrbach, The Scented R oom , hallarás unas recetas fáciles y útiles. Asimismo, no hay nada como entrar en casa, acalorada y sudorosa, empapar un pañuelo en agua de colonia de lavanda y refrescarte la cara y el cuello, como solían hacer nuestras bisabuelas. «En el mundo actual, considero no sólo agradable sino necesario rodearme a mí misma y a mi familia de cosas que resultan gratas, cáli­ das y acogedoras», sostiene Barbara Milo Ohrbach. Los ratos que pasamos en casa pueden convertirse en unos momentos fragantes y románticos cuando aprendamos a gozar de las delicias de un hogar sutilmente perfumado.

Un lujo al alcance de todos N o existe una casa tan desastrosa q u e no p u e d a transfor­ m arse en algo qu e v alg a la pen a. E lsie

de

W o lfe

T / n 1972 me trasladé a Londres para buscar fortuna en el teatro. No lo conseguí, de modo que durante un tiempo trabajé de secretaria cobrando cien dólares semanales. Por necesidad, viví en un siniestro cuartucho llamado eufemísticamente «bed-sitter», consistente, aparte de una cama, un armario y una silla, en una cocinita, un minúsculo lavabo, un «frigorífico» con dos estantes y unos tres metros de espa­ cio. Básicamente, se trataba de cuatro paredes mal pintadas con una bombilla que colgaba del techo. El baño estaba en el otro extremo del pasillo, y cada vez que quería darme un baño caliente tenía que intro­ ducir un chelín en el contador para que se encendiera el calentador de gas durante cinco minutos. Pero mi cuartucho se hallaba ubicado en el piso superior de un majestuoso edificio Victoriano, en una pintoresca calle inglesa y frente a un bonito parque. Tenía unos escalones de gra­ nito, una maciza puerta de madera negra con un picaporte de bronce que representaba la cabeza de un león, unas altas y elegantes ventanas bordeadas de madera blanca y unos maceteros negros de hierro forja­ do repletos de flores. Desde fuera presentaba un aspecto imponente, y cada vez que me acercaba a él tenía la impresión de ser la aristocrática dueña de una magnífica mansión. Pero en cuanto entraba, cerraba la puerta y subía los cuatro pisos hasta mi habitación, me convertía de nuevo en Cenicienta. También era una soñadora, y soñaba que algún día viviría rodeada de esplendor. U n viernes por la tarde, cuando regresaba a casa después del tra­ bajo, pasé frente al escaparate de unos grandes almacenes. Habían comenzado las rebajas y en el escaparate estaban expuestas las telas más preciosas que jamás había visto. Llevada por la curiosidad, entré, eché un vistazo a mi alrededor e inmediatamente imaginé unas escenas de lujo y grandeza. Aunque no poseía una máquina de coser y apenas sabía coser a mano, el espectáculo de aquellos maravillosos tejidos era irresistible. Se me antojaba el símbolo del lujo, y a un precio razona­ ble. Adquirí una pieza entera, unos treinta y cinco metros — a sólo dos dólares el metro de un algodón indio estampado en color tierra,

verde hoja y azafrán. Me gasté casi todo el sueldo de una semana, pero valía la pena.

Aquel fin de semana me dediqué a cortar, pegar, clavar y colgar trozos de tejido. Forré con él las paredes y el techo, confeccioné unas cortinas cosidas a mano, una colcha, unas fundas de almohada y unos cortinajes que colgué alrededor de la cama. El domingo por la noche, tanto el cuarto como yo habíamos experimentado un profundo cam­ bio. Estaba encantada con mi hermosa habitación y mi atrevida pero satisfactoria iniciativa. Años más tarde, cuando cayó en mis manos A ffordable Splendor, el indispensable manual escrito por Diana Phipps sobre el arte de la improvisación en la decoración de interiores, comprendí que éramos almas gemelas. Diana Phipps posee el don auténtico del ingenio. Utili­ za lo que tenga a mano, desde cajas de cartón hasta colchones de crin. Es capaz de camuflar lo que sea y lo aprovecha todo, ya sea un viejo chal, unas cortinas que se caen a pedazos o una raída alfombra. Los resultados son unos ambientes lujosos, confortables y originales que constituyen la esencia del chic de una tienda de artículos de ocasión pasando por el palacio de Buckingham. Ello no es ninguna coinciden­ cia, pues Diana es una condesa nacida en Checoslovaquia que vivió de niña en un castillo. Posteriormente, tras la ocupación alemana y la ins­ tauración del régimen comunista, su familia emigró a Estados Unidos, donde vivieron en libertad pero en «circunstancias limitadas». No obstante, una vez que Diana descubrió Woolworth’s y salió de allí habiendo adquirido cuarenta metros de algodón azul, nadie habría podido adivinar sus aristocráticos orígenes. Yo adoro ese libro porque comparto por completo las ideas de Diana Phipps en materia de decoración: Jamás ha atendido los conse­ jos de un experto sino sólo a lo que le indica su yo auténtico, lo cual es evidente. Según confiesa ella misma: «Por naturaleza soy perezosa y desordenada. Un carpintero, tapicero o pintor profesional hallaría, con razón, muchos motivos para criticar mi trabajo. Sé que no utilizo métodos ortodoxos ni la terminología correcta. En realidad, no quiero hacerlo. Sé lo que cobran los profesionales, el misterio que exhalan y, sobre todo, el tiempo que tardan en realizar su trabajo.» Diana se encarga de hacerlo todo ella misma y ha ideado unos sencillos méto­ dos destinados a personas «cuyo bolsillo, como el mío, no alcanza para llevar a cabo su sueño dorado». Quizá parezca presuntuoso, pero creo que todos somos tan listos como Diana. Sencillamente, no hemos desarrollado nuestras dotes has­ ta el extremo en que lo ha hecho ella, porque Diana se fía de lo que ve y de sus impulsos creativos. Se deja guiar por su intuición. Nosotros, en cambio, frenamos nuestros impulsos, dudamos, y acabamos apagan

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do la chispa de nuestro ingenio. 1 Ioy me gustaría convencerte de que no existe una habitación en tu casa que no puedas transformar utilizan­ do unos metros de tejido, pintura, una sierra, un martillo, clavos, aguja e hilo, una máquina de coser, cola, tu imaginación, tiempo y energía. «Lo más importante a la hora de decorar un ambiente — nos ase­ gura Diana Phipps— es pasarlo bien. Divertirnos descubriendo un objeto aparentemente inservible y convertirlo en algo útil... Lo mejor es lanzarse adelante con decisión, entusiasmo y unas tijeras bien afila­ das para eliminar obstáculos.»

18 D E JU N IO

Florecer Y llegó el día en q u e el riesgo qu e represen taba p erm a n e­ cer en cerrada en el capullo era m ás doloroso qu e el riesgo de florecer. A n a ís N

c

in

V>-/uanto tiempo, energía creativa y emociones consumimos resis­ tiéndonos al cambio porque suponemos que el hecho de crecer siem­ pre resulta doloroso? Buena parte de las cosas relacionadas con el desarrollo personal son molestas, sobre todo aprender a establecer unos límites en nuestras relaciones. Cuando decidimos mimar a nues­ tro yo auténtico y ayudarlo a desarrollarse, la gente cercana a nosotras advierte los cambios que experimentamos. Ésta es la época en que el desarrollo de las plantas en el jardín, que hasta ahora había sido paula­ tino, se acelera. A nosotras, que iniciamos hace cinco meses el camino diario hacia la plenitud, nos sucede lo mismo. Es difícil expresar tus auténticas necesidades diciendo «lo siento, no puedo», cuando todo el mundo da por sentado que puedes. Pero es peor entorpecer el desarrollo de tu autenticidad. Llega un día — quizás hoy en que el hecho de «permanecer encerrada en el capullo resulta más doloroso que florecer». «La jardinería es una actividad tan creativ.i como pintai o escribir un poema -afirma la escritora victoriana I l.mn.i Rion . Viene' ,\ ser una expresión personal de una misma, un eoiuepto individual di’ la belleza.» Asi mismo, l.i jardinería es una

buena loi m;\ tle explorat delii adamenie l.i i ue .lión del dcs.u i olio peí sonal planteado por la autenticidad, l a Madre Naturaleza es una men tora muy paciente. ¿Has conseguido hallar una rosa perfecta en tu jardín o en la lio ristería? Colócala sobre tu escritorio o tu mesita de noche. El Talmud nos dice: «Cada brizna de hierba tiene un ángel que se inclina sobre ella y musita “crece, crece”.» Nosotras también.

19 D E JU N IO

Arriba y abajo por el jardín L a ja rd in ería es un instrum ento de gracia. M a r y Sa r t o n

L f a jardinería fue uno de los primeros dones que el encanto de la vida simple me concedió al poco de haberme embarcado en el viaje del descubrimiento personal. Nunca había practicado la jardinería porque me parecía un trabajo absorbente y agotador. (Nadie dice nunca que «juega» en el jardín, sino que «trabaja» en el jardín.) Yo ya tenía mucho trabajo con la casa y escribiendo libros y artículos sin tener que ponerme encima a trabajar en el jardín. Pero hace unos años, en otoño, cuando empezó a emerger mi yo auténtico, decidí no saludar otra primavera sin haber plantado unos narcisos atrompetados y unos tulipanes en mi jardín. Dado que no sabía una palabra sobre jardine­ ría, recurrí a cuatro célebres jardineras: Gertrude Jekyll, Vita Sackville-West, Celia Thaxter y Katharine S. White. Katharine White había sido editora de The N ew Y orker desde su fundación, en 1925, hasta que se jubiló en 1958. Asimismo era una apa­ sionada de la jardinería. Su marido, el escritor E. B. White, recuerda en el prólogo del libro escrito por su mujer O nw ard and U pward in the Garden, que «Katharine consideraba el hecho de practicar la jardinería en sus ratos de ocio algo totalmente natural, se encontrara donde se encontrase y por muy ocupada que estuviera con otros asuntos». Otra de las aficiones de Katharine White era comprar por correo. «Hora tras hora estudiaba, analizaba, rechazaba o aceptaba las distintas pro­ puestas de los catálogos, inmersa en el delirio que le producía cultivar

•.un pl.mt.is-», rsi i ibe I H Wliitf. I sia invu iable pasión poi los c.it.ílo j*os ile jardinería la llevó, al eabo de unos años, a escribir sobre el tema. Su primer trabajo fue un artículo sobre catálogos de semillas y semilleros, con el que inauguró su famosa serie de artículos sobre jar­ dinería titulada «Onward and Upward». A mi entender, existen dos tipos de jardineras. Esas mujeres extra­ ordinarias que no sólo conocen cada flor, sino que la conocen por su nombre en latín. Son tan hermosas como las flores que cultivan y tra­ bajan en el jardín luciendo una pamela, perlas, un vaporoso vestido de gasa y zapatos de Ferragamo. Llevan meticulosos diarios de jardinería, planifican la ubicación de las plantas sobre papel cuadriculado y jamás transpiran mientras esgrimen un pico o una pala. Katharine White per­ tenecía a ese género de jardineras. La palabra que mejor describe al otro grupo es «grunge». En el jar­ dín siempre estamos sucias y sudorosas, ostentando en lugar de un «pul­ gar verde» unas uñas impresentables porque nos olvidamos de ponernos los guantes. Nos referimos a «esa florecita amarilla», señalándola con el dedo. Por lo demás, somos unas obsesas de la jardinería, poseídas no sólo por visiones del primitivo paraíso sino del Xanadú de Kubilay Jan. De otro modo, ¿cómo se explica que no se me ocurriera, al pedir que me enviaran catorce rosales en abril, que llegarían todos la misma mañana de mayo y me pasaría dos días cavando? Antes de plantar unos rosales, hay que cavar unos hoyos muy profundos. No obstante, conseguí plan­ tarlos en los hoyos que había cavado. Milagrosamente, no quedé sepul­ tada en ellos. Esos rosales se han convertido en los hijos de mi madurez, concebidos durante una tarde de apasionada lectura de catálogos de jardinería. Pese a la habilidad de Katharine para la jardinería, escribir sobre el tema era una tarea «lenta y tortuosa», según observó su marido. A mí, por el contrario, me resulta más fácil escribir frases que cultivar unos macizos de flores. Con todo, considero mis aventuras en el jardín co­ mo una trayectoria beneficiosa, una evolución del alma. La jardinería se ha convertido en un inesperado instrumento de gracia, pues he des­ cubierto horas de paz interior mientras permanezco arrodillada cavan­ do la tierra. En el jardín me despreocupo del trabajo y de todo aquello que no puedo controlar. Es una tarea que me absorbe por completo, y el sacramento del momento presente que experimento mientras planto flores o arranco hierbajos me produce una exquisita satisfacción. Mi mente se sosiega y siento mi corazón henchido de gozo. Ahora sé por qué el Gran Creador quiso que la mujer prosperara en un jardín. La sabiduría del Espíritu es infinita. Una preciosa rosa llamada «Placer» reclama mi atención. Adelante y hacia arriba. Ha llegado el momento de jugar.

Jardines secretos C on serva en tu corazón un lugar silencioso, secreto, d on d e dep ositar tus sueños. L o u ise D r is c o i .i .

E n 1898 Francés Hodgson Burnett, la autora del bestseller I I p equ eñ o lord, y una celebridad internacional a ambos lados del Atlán tico, alquiló una casa solariega, llamada Maytham Hall, en la campiña inglesa. Deprimida por el escándalo público suscitado por su divorcio y perseguida por la prensa debido a sus relaciones con su administra dor, un apuesto muchacho lo bastante joven como para ser su hijo, la señora Burnett buscó un apacible refugio donde meditar y reorganizar su vida. Su santuario favorito era un espacio exterior rodeado por unos muros de piedra que ella transformó en una rosaleda, en la cual plantó trescientos rosales de color coral. La señora Burnett solía refe rirse a su rosaleda como su estudio particular. En él pasaba los días cultivando los rosales o escribiendo a la sombra de un amplio parasol japonés en los días soleados. Cuando refrescaba se cubría con una manta de viaje, retirándose a la casa sólo cuando era imprescindible. A lo largo de nueve años la señora Burnett escribió tres libros y una obra teatral, y, en 1907, cuando expiró el contrato de alquiler y se vio obli gada a abandonar Maytham Hall, regresó a América. Mientras creaba una nueva rosaleda en su casa de Long Island, Nueva York, comenzó el libro que le daría más renombre, The Secret G arden, que fue publi cado en 1911. The Secret Garden es la historia de la redención de dos desgracia dos niños que hallan consuelo en la Madre Naturaleza. A medida que cuidan de un jardín abandonado, oculto entre muros de piedra, la res tauración del mismo se convierte en una hermosa metáfora sobre la redención de los niños. Hacia el final de su vida, Francés Hodgson Burnett recordó que su jardín en Maytham Hall había restaurado el sentido de su propia id en tidad. Los recuerdos de «una primavera suavemente lluviosa en Kcnt, donde pasé casi tres semanas arrodillada sobre una alfombrilla de cau cho junto a un precioso macizo de flores rodeado de hierba», peí ina nccieron grabados en su mente, así como «las plantas que florecieron en todo su esplendor en verano».

Poco después ile comen/.u ,i explorar y experimentar con los prin­ cipios del encanto de la vida simple en cuanto vehículo creativo para alcanzar la serenidad y la plenitud, tuve un sueño maravilloso. Una mano invisible me guió hasta un viejo jardín rodeado por una tapia y me mostró una llave dorada que yacía en el sendero. Cuando giré la llave en la pesada puerta de madera, ésta se abrió para revelar un erial cubierto de hierbajos y maleza. Estaba muy oscuro, pero al entrar vi una arcada que daba acceso al jardín más fantástico que había visto en mi vida, bañado por la luz del sol. Curiosamente, me resistía a aban­ donar el desolado jardín que yacía a mis espaldas para penetrar en el Paraíso. Algo, como una mano oculta entre la maleza, me impedía avanzar. Al fin conseguí traspasar la arcada. Al hacerlo, el erial desapa­ reció y me vi rodeada sólo por belleza y abundancia y experimenté una gran dicha y serenidad. Cuando me desperté, comprendí de inmediato lo que significaba el sueño. El maravilloso jardín representaba la abundancia en mi vida, y el erial mis pensamientos de carencia. En nuestras vidas existen simultáneamente la abundancia y la ca­ rencia como realidades paralelas. Nosotros decidimos libremente qué jardín secreto deseamos cuidar. La maleza invisible que nos impide avanzar son nuestros pensamientos. Cuando decidimos no pensar en lo que nos falta sino en la abundancia de que gozamos — el amor, la salud, la familia, los amigos, el trabajo y las aficiones personales que nos proporcionan placer— el erial desaparece y experimentamos una gran alegría en nuestra vida cotidiana. Sería maravilloso poseer un jardín secreto, como Francés Hodgson llurnett, pero eso es imposible para la mayoría de nosotras. No obs­ tante, podemos tratar de crear un santuario exterior. Si dispones de un pequeño jardín, coloca una silla y una mesita en un rincón sombreado. ( ) cuelga una hamaca. Instala una silla o una tumbona en un extremo de la terraza o el patio donde puedas retirarte cuando necesites un res­ piro. Y, de paso, no olvides cuidar de tu jardín secreto interior, porque las semillas que florecerán en una expresión exterior se hallan disemi­ nadas dentro de ti. Elimina tus desilusiones, frustraciones, las ambicio­ nes que no se han visto colmadas, esperanzas incumplidas y rabia sobre lo pasado y lo que no se ha producido. Esas malas hierbas emotivas sólo sirven para ahogar tu creatividad. Deja que tu imaginación, libre de trabas, siembre las semillas de la posibilidad en la tierra fértil de tu alma. 1)eja que la pasión cultive tu jardín con paciencia y perseverancia. Pues, tal como observó I'Vanees I lodgson Burnett, «cuando posees un jardín, tienes un luturo y cuando tienes un futuro, estás viva».

Florece donde estés plantada F lorece d on d e estés p lan tada. M a r y E n g e l b r e it

YJL o me desarrollé tarde. Me casé a los treinta y dos años, tuve un hijo a los treinta y cinco, publiqué mi primer libro a los cuarenta y tres y planté mi primer jardín a los cuarenta y cinco. Me cuesta reconocer lo, como si fuera un defecto cósmico, pero May Sarton, quien escri bió, practicó la jardinería y vivió cada día con una pasión admirable, asegura que «la jardinería es una de las recompensas de la madurez, cuando una está dispuesta a vivir una pasión impersonal, una pasión que exige paciencia, permanecer atenta a cuanto sucede a tu alrededor y la capacidad de seguir creciendo en tiempos de sequía y nieve, hasta alcanzar esos momentos de felicidad en que olvidas todos los fracasos y florece el ciruelo». El ciruelo no ha florecido esta mañana, pero en mi pequeño jardín ha brotado un precioso lirio rosa. ¿Cómo llegó hasta aquí? Yo lo planté, evidentemente, pero sé tanto sobre lirios como sobre la vida. Contemplo el lirio que tengo ante mí, majestuoso en su insondable misterio. Es tan efímero, tan exquisito, que su belleza debería adornar el Taj Mahal, pero ha florecido aquí, en Takoma Park. Un desarrollo tardío tiene sus ventajas, ¿pero cuándo fue la última vez que apareció un artículo sobre el tema en una de las elegantes revistas femeninas? La gran escritora y jardinera victoriana, Gertrudc Jekyll, considerada como la primera dama del diseño paisajista moder­ no, también se desarrolló tarde. La señorita Jekyll dedicó la primera parte de su vida a pintar, pero su deficiente vista la obligó a dejar los pinceles y coger una pala. A sus cincuenta y tantos años comenzó a practicar la jardinería, a fin de dar rienda suelta a sus dotes creativas. A lo largo de las próximas tres décadas diseñó más de cincuenta jardines ingleses, a cual más fabuloso, escribió catorce libros y numerosos ar­ tículos. Puede que se desarrollara tarde, pero con envidiable abiin dancia. Desarrollarse tarde significa que has tenido el tiempo y la oportu nidad de revisar y reorganizarte si experimentas con la vida y no con sigues alcanzar tus sueños. Las mujeres que nos desarrollamos tarde podemos arriesgarnos más porque .1 estas alturas nadie espera nada

espectaculai tic n o s o t r a s . Podemos rcinvcnlarnos o dejar que emerja nuestro yo autentico mientras nos redescubrimos y reivindicamos nues­ tra esencia. Mis repetidos intentos y fracasos de conseguir mis propósitos me lian enseñado que si queremos prosperar como seres creativos, si que­ remos desarrollarnos hasta alcanzar la plenitud y la armonía, debemos florecer donde estemos plantadas. En estos momentos quizá no tengas una carrera, un hogar o una relación conyugal perfectos. Como casi todas las mujeres. Pero si tienes el don que significa el presente, tienes la oportunidad de recrear tus circunstancias y perfeccionarlas con los recursos de que dispones. Hoy, tienes ocasión de mejorar tu vida. ¿Qué más puedes pedir? Tengo un pequeño rosal trepador que se llama «Blaze». Lo planté en un lugar demasiado pequeño, junto a unas imponentes peonías. Pero siempre he soñado con vivir en una casa cubierta con rosales trepa­ dores. Cuando dejé de esperar los regalos del mañana, encargué mi pequeño rosal. Cuando llegó, envuelto pudorosamente como una novia adquirida por correo, le di un beso, lo planté y recé para que todo fuera bien. Durante unas semanas no ocurrió nada, aunque yo vaporizaba a diario sus tallos y le murmuraba palabras de aliento para que «se desa­ rrollara y floreciera abundantemente». Por fin, al cabo de un mes, salieron unas hojas y empezó a trepar. Hoy he visto que han brotado unos capullitos. Los rosales trepadores no suelen echar flores el pri­ mer año, pero nadie se lo dijo a Blaze, quien decidió florecer donde había sido plantado. «Las personas que consiguen lo que quieren en la vida se afanan en buscar las circunstancias idóneas — observó el dramaturgo inglés George Bernard Shaw, quien sostenía que sus mejores ideas se le ocu­ rrían mientras trabajaba en el jardín— . Y si no las encuentran las fa­ brican.»

El huerto del gourmet Es difícil p en sar en algo q u e no sea a g ra d a b le m ientras sab oreas un tom ate cu ltivado en tu p rop io huerto. L e w is G r iz z a r d

I-/ a s décadas de los treinta y cuarenta fueron unos años de vacas fia cas en América. Durante los treinta la gente pasaba hambre debido a la Depresión: deudas, sequía, tormentas de polvo, carestía y desempleo. Desde 1942 a 1945, la gente tenía hambre de paz, orden, seguridad, de ver de nuevo a sus hijos que habían partido a la guerra, así como de carne, azúcar, queso, mantequilla y aceite, los cuales estaban raciona dos porque eran enviados a las tropas que luchaban en el extranjero. Durante esas décadas, mientras las mujeres procuraban arreglarse con lo que tenían, el hecho de cultivar un huerto revistió una nueva importancia. En la década de los treinta, las revistas femeninas anima­ ban a sus lectoras a cultivar su propio huerto por razones de econo­ mía. En los cuarenta, el presidente Franklin Roosevelt ordenó crear «huertos de la victoria» a fin de contrarrestar la escasez de alimentos. La propaganda doméstica exhortaba a las mujeres americanas a tener presente que «desperdiciar la comida en tiempos de guerra equivale a sabotaje», y las americanas respondieron a esa llamada patriótica culti­ vando más de un millón de toneladas de verduras al año — la mitad del consumo doméstico— en sus jardines traseros. El huerto de la victoria es un concepto que ha vuelto a ponerse de moda, no tanto por razones económicas sino por placer. Proba­ blemente el argumento más convincente para que cultives tu propio huerto sea un suculento tomate que empieza a madurar en la tomate­ ra. Dentro de un par de semanas, este producto típicamente veraniego alegrará mis mediodías, cuando haga una pausa para comerme un boca­ dillo de tomate y una limonada. Corta unas rodajas gruesas de tomate maduro, unta dos rebanadas de pan integral con mayonesa y aderézalo con una pizca de sal marina y pimienta recién molida. La boca se me hace agua al pensar en ello. Ahora piensa en unos deliciosos calabacines, pepinos, espinacas, guisantes, todo ello cultivado en tu huerto. Ha llegado el momento de pensar en cultivar nuestras propias verduras y hortalizas. El huerto de la victoria de los años noventa tiene un marcado aire gourm et, pero

es un lujo .t1alcana* de todos. ( lultiv.imos nuestros productos no sólo poi razones económicas sino por placer. I loy en día prácticamente toda persona aficionada a la cocina cul­ tiva su propio huerto, puesto que la jardinería y la cocina son dos pasatiempos creativos complementarios. Si no habías pensado nunca en ello, no tienes más que hojear el delicioso libro de Geraldene Holt, The G ourm et G arden, y si no eres aficionada ni a la cocina ni a culti­ var tus propios productos, descubrirás dos nuevas pasiones. Quizás este verano tengas un huerto digno de un gourm et. Los huertos hay que planificarlos y cultivarlos antes de que rindan fruto. Pero puedes sembrar las semillas de este sencillo placer en tu imagina­ ción para el año próximo. «La primera cosecha de ensaladas, rábanos y hierbas me hizo sentir como una madre respecto a su hijo. Me pare­ cía increíble que aquella maravilla fuera mía — declaró Alice B. T o­ ldas— . Cada vez que cogía una verdura u hortaliza en mi huerto expe­ rimentaba la misma emoción y asombro. No existe nada comparable a ello, ni nada tan satisfactorio y emocionante como coger los produc­ tos que cultivas en tu huerto.»

23 D E JU N IO

El sueño de una noche de verano Es el m om en to culm inante d el añ o; lo q u e la m area se h a llev ad o regresa con ren ov ad o ím petu. E l corazón está tan rebosan te q u e basta una gota p a ra h a cer q u e se desborde. Som os felices p o rq u e D ios así lo desea. J am es R u ssell L o w e l l

D u r a n t e siglos, las mujeres inteligentes han sabido que un poco de locura y magia estival es bueno para el alma. Ello probablemente ex­ plica el motivo de que en Europa se celebre tradicionalmente la víspera del solsticio de verano (23 de junio) con alegres festejos y unas gotas de brujería. Esa fecha es también la fiesta sagrada de Aguas Tranquilas, la secta

y

de Nueva Inglaterra imaginada pot la autora y dibujante I asi in I ndoi, Los seguidores de Aguas Tranquilas los parientes y amigos de I r, ha Tudor— sostienen que los placeres sencillos de la vida deben sei saboreados y la naturaleza respetada. La religión de dicha secta, que aúna las creencias más positivas de los shakers, los cuáqueros y los miembros del movimiento amisli, consiste, según su creadora, en un estado de ánimo. «El nombre de Aguas Tranquilas tiene unas connotaciones apacibles — observa TI dress Tudor— . Una vida sin estrés. Hoy en día la gente se siente ago biada. Si bebieran camomila y pasaran más tiempo sentados en una mecedora en el porche, disfrutarían más de la vida.» La víspera del solsticio de verano, los seguidores de Aguas Tran quilas celebran una gran fiesta con música, baile en el corral y una suculenta cena. «Sus miembros son muy hedonistas. Opinan que la vida hay que gozarla, no sufrirla», insiste Tasha Tudor. El primer mandamiento de la religión de Aguas Tranquilas es «disfruta de cada día». Es un catecismo que todos deberíamos observar si queremos experimentar el Cielo en la Tierra. Lamentablemente, los seguidores de Aguas Tranquilas no hacen prosclitismo de su religión, de modo que tenemos que arreglárnoslas solas. No obstante, este credo nos invita a investigarlo personalmente. A mí me encanta el día del solsticio de verano (23 de junio). Para mí, se trata de un momento en que me detengo para revisar mi vida y corregir posibles errores. Salgo al jardín a primeras horas de la maña­ na y cojo una flor salpicada de rocío. Aplico unas gotas de rocío con los dedos sobre mi rostro, pues la leyenda afirma que todas las muje­ res que se laven la cara con el rocío del solsticio de verano se harán más hermosas a medida que pasen los años. A la hora del té comemos unos bollos caseros especiales, preparo un delicioso postre a base de sidra, limón, fresas y nata batida, que tomamos en el jardín, a la luz de la luna, y mis sueños personales se renuevan. Siendo como soy irlan­ desa no desecho la creencia en los amuletos, las hierbas mágicas y la predicción del futuro, pues sé que existen muchas cosas que jamás lle­ garemos a comprender. Pero en estos días no me interesa lo que el futuro me tiene reservado, sino vivir el presente. «En mi opinión, los días más agradables no son aquellos en los que suceden cosas fantásticas y excitantes, sino los que nos procuran pe­ queños placeres, uno tras otro, como perlas que se deslizan de un cor­ del», revela la escritora canadiense Lucy Maud Montgomery a través de su protagonista, Anne Shirley. Cuando llega el solsticio de verano conviene mirar hacia delante y soñar. Con suerte, quizá vivas «un verano inolvidable —uno de esos veranos que ocurren rara vez y dejan una estela de maravillosos recuerdos— , uno de esos veranos en

que, |’,i acias a una feliz combinación ele Inien tiempo, buenos amigos y buenas obras, roza la perfección».

Confío en que este potente sortilegio del solsticio de verano no se rompa nunca para ti y las personas que amas.

24 DE JU N IO

Esplendor en el jarrón: vivir con flores P refiero ten er unas rosas sobre m i m esa qu e lucir unos bri­ llantes a lr ed ed o r d e l cuello. E mm a G o ld m an

I-/ a famosa jardinera y escritora inglesa Vita Sackville-West sostenía que la jardinería era como la pintura. «Una se imagina pintora, dando un toque de color aquí, otro allí, hasta que toda la composición está a nuestro gusto.» Yo soy todavía una neófita en materia de jardinería y no he experimentado su observación de primera mano. Sólo descubro el toque de color que he dado después de que éste ha florecido. Pero sí me siento como una pintora cuando arreglo un hermoso ramo de flores. Ésta es la época del esplendor floral. Saquémosle el máximo prove­ cho. Vivir con flores es un placer sencillo y delicioso; y en primavera, verano y otoño constituye un lujo que todos podemos permitirnos. En invierno, las flores resultan demasiado caras para mi presupuesto. Al igual que Emma Goldman, prefiero tener unas rosas sobre mi mesa que poseer un valioso collar de brillantes. La posibilidad es aún mayor si cultivas tus propias flores, por lo que esta primavera compré unos rosales. En mi corazón e imaginación florece la imagen de una casita y un jardín inglés, pero se materializa muy lentamente. Los jardines requieren mucho tiempo y cuidados antes de recom­ pensarte con un ramo de flores. Entretanto, me dedico a arrancar los hierbajos y a esperar. Pero mientras espero me dirijo al mercadillo de productos del campo que se celebra todos los fines de semana y me detengo en un puesto junto a la carretera para aspirar el perfume de las flores y com­ prar un ramito. Asimismo, he tratado de pensar en la forma de vivir

con llores lodo el ,mo. I )n medio es empe/.u rode.Uidoiio di pm duelos botánicos», descripción t|iio comprende llores, liuiai I• ramas y hierbas. MI término •produi ios hot,m i c o s - s» i. h. n tm.l.i» ti a muebles decorativos, papel para revestir mu ron, ( e j id o s \ n«» I porcelana que ostenten un diseño doral. Hace cuatro mil quinientos años que los seres lumuiu *. dt * ...... un nuestras casas con productos botánicos, según deimiesit i mt mili* egipcio de unas ocas picoteando en un prado salpicado de 11•«*• hHlfl Los diseños florales pueden dar la impresión de un )aidin minlHt, mientras que los abundantes acentos naturales dispomU. , « I.•I n r , ,| todo el año imparten no sólo un gran encanto visual sino una m||I *■ *. de reconfortante continuidad. Si deseas decorar m c a s a .................. . florales te recomiendo dos magníficos libros: A Hottinn.il Lh, Cynthia Gibson, y The Floral H om e, de Leslie Geddes llm» n Durante los meses de verano, cuando las flores abundan \ ........... caras, me gusta llenar mi casa con estos sencillos dones d. I . m anin de la vida simple. Pero mientras arreglo unos ramos no s o l o p,n| I* sala de estar, sino para el comedor, la cocina, el baño y mi m zá vives en un apartamento en la ciudad y no dispones de esp...... Pero eso no es un problema. Algunos de los jardines más bonitos he visto estaban instalados en los escalones de entrada a una casa, Si dispones de un balcón o una terraza, puedes crear un pequeño j.u - lm rebosante de rosas, plantas anuales, hierbas, tomates y verduras. Si no tienes un balcón o una terraza, puedes crear unos minusi ulm

nliin i tic |*l,mi.is c'si.u it>ii.iItvs colorándolas en unos m aceteros i*n el fiuu de l.i rasa. 11no tic los ejemplos m.is encantadores tl.ua de los *H" . itcini.i: coloca una celosía tle madera blanca frente a una ventana 1***1 l.i (jue penetre la luz y planta unas semillas de campanillas en un Himeiero simad o junto a ella. Al trepar por la celosía las flores form aMl i una deliciosa e insólita cortina estival.

• i nenes la suerte de disponer de una pequeña parcela de terreno, «.!• al . el máximo partido. Acude a tu diario de descubrimientos persoitiiI \ i omprueba qué tipo de flores anhelas contemplar en tu jardín. Si i...... . secura, echa un vistazo a los estantes dedicados a la jardinería ni una librería y compara los libros que más te gusten. Anota los .... ni 'ic. tic las flores y dónde encargarlas si no las venden en los co­ * u ms tle tu ciudad. I uego consigue un ejemplar de The Garden Prim er, de Barbara I lamrosch. Cualquier libro que empieza recomendando «manten la Ii.ii le verde hacia arriba» es el tipo de libro de jardinería que me gusta. IVii|'i) otros maravillosos tomos de jardinería, pero The G arden Pri­ m a está cubierto de manchas parduscas que demuestran mi devoción lu> ia el, pues lo llevo siempre conmigo cuando trabajo en el jardín. I n realidad es muy sencillo cultivar un jardín. Sólo tienes que aprendci a pensar como una planta», afirma Barbara, y con su indispensable [•.nía, lo lograrás. I Jna buena manera de comenzar es pedir que te envíen unos catá­ logos de bulbos primaverales. Los bulbos tienen que ser plantados en •ito ño, a finales de octubre o a principios de noviembre, antes de las l*i imeras heladas, de modo que el verano es la época ideal para empe/.u a planificar tu jardín. E. B. White, quien después de la muerte de •ai esposa Katharine reunió en un libro los artículos que ésta publica­ ba en The N ew Yorker, concluye sus recuerdos de la pasión que sen­ tía Katharine por la jardinería con una imagen de ésta plantando sus iilt imos bulbos en otoño y «su profundo convencimiento de que ha­ bí ia otra primavera, haciendo caso omiso de que su vida se estaba con•anniendo, aunque sabía que no tardaría en morir, sentada en el jardín, bajo el cielo plomizo de finales de octubre, sosteniendo un detallado i;i áfico y planificando con calma la resurrección». Al leer ese párrafo lloré de emoción. A partir de entonces, cada primavera, cuando mis bulbos florecen, doy gracias en silencio a Katharine White. Después de cerrar el libro, me dirigí al semillero de Takoma Park y compré cien bulbos de narcisos atrompetados y tuli­ panes para la resurrección de mi alegría y satisfacción. He aquí un consejo sobre plantar bulbos que me resultó muy útil. No hagas caso de los manuales que recomiendan plantarlos a bastante distancia unos de otros. Yo seguí ese consejo al poco de mudarnos a m í

cst.i casa v los resultados fueron tan deprimentes que durante una década renuncié a mi sueño de cultivar un jardín. Al fin, tras admii.it año tras año los macizos de flores que rodean la Biblioteca del ( mi greso, pregunté a uno de los jardineros su secreto. Éste me recomendó que plantara al menos seis bulbos en cada hoyo (forma un círculo dibulbos en el hoyo y coloca un bulbo en el centro) y que los dispusiera a poca distancia unos de otros. El resultado fue extraordinario. Me gustaría poder transmitirte la inmensa alegría y satisfacción que sentí al ver florecer esos bulbos a través del suelo helado, irguien dose hacia el cielo e inclinando sus maravillosos rostros hacia el sol. Cada mañana, en primavera, mientras Katie y yo aguardábamos que llegara el autocar de la escuela, conversábamos con «las damas», según las llamábamos, saludando cada nueva flor que brotaba y dándole las gracias por la belleza que aportaba a nuestras vidas. Por último, te dejo con unos gratificantes consejos de Gertrude Jekyll, cuyos conocimientos cambiaron hace un siglo la faz de la jardi nería. «No te desanimes pensando en cuánto te queda por aprender — nos dice Aunt Bumps (como la llamaban sus íntimos)— . Cada nue­ vo paso que damos nos hace sentirnos más seguras y decididas.»

26 D E JU N IO

La esencia del Paraíso de toda mujer D urante todo el año, ella ten ía unas m acetas de plan tas sobre los escalones d e m a d era p in tados d e verde. H a b ía espe­ cies raras de geranios, rosales enanos, espireas con delicados pétalos blancos y rosas... COLETTE

^ ^ [u c h a s mujeres disponen de un espacio donde hacer realidad sus sueños de poseer un jardín, pero no todas. Si vives en la ciudad y no dispones de un patio o una terraza, no pases por alto estas reflexiones sobre la jardinería. No importa dónde vives, todas las mujeres pueden gozar de esta afición encantadoramente simple. Una estupenda mane­ ra de comenzar es colocar en el interior de tu casa unas plantas que florezcan todo el año.

IV n > no cualquiei u p o de plantas. I las raspillas y los árboles de* rancho en la zona tic* recepción de la oficina, donde deben estar. A dor­ na tu casa con plantas fragantes y románticas com o camelias, fresias, narcisos, jacintos, heliotropos, jazmines, violetas, geranios perfumados.

El hecho de no poder permitirme comprar flores durante todo el año hizo que me decidiera a crear un jardín interior. A medida que descubrí mis auténticas preferencias y busqué detalles sencillos y ale­ gres para animar mi jornada, me di cuenta de lo importante que era para mí estar rodeada por la belleza visual del Espíritu que se expresa en la naturaleza. Deseaba recrearme contemplando y aspirando el per­ fume de unas plantas en mi hogar. La inspiración que me hizo dirigir­ me al semillero fue un libro titulado The Essence o f Paradise: Fragrant Plants fo r In d oor Gardens, de Tovah Martin. Esta maravillosa obra constituye un seductor paseo a través de las estaciones del año, enu­ merando todas las plantas que podemos conseguir desde enero hasta diciembre y explicándonos cómo cuidar de ellas. Empecé cultivando bulbos y ramas floridas en invierno y primave­ ra, porque no puedes fallar con ellas y las jardineras neófitas necesita­ mos alcanzar constantes éxitos en nuestra tarea. Luego, poco a poco, pasé a otro tipo de plantas. Las personas a quienes nos gusta ejercer nuestra imaginación en materia de jardinería, como yo, solemos termi­ nar rodeadas de plantas que parecen cultivadas por el malvado perso­ naje cinematográfico Morticia Addams. Más que poseer grandes dotes jardineras, en nosotras destaca el triunfo del entusiasmo sobre nues­ tras experiencias previas. Con todo, una de mis excursiones creativas favoritas es visitar todos los meses un importante invernadero, para admirar las plantas que con­ tiene. Ahora que sé que soy capaz de cultivar en casa esa belleza y fra­ gancia, mi afición aumenta día a día. «La jardinería no tiene un principio y un fin. El placer que nos de­ para nuestro olfato no sabe de estaciones — asegura Tovah Martin— . Cultivado bajo cristal o floreciendo sobre una mesa junto a ti, el jardín interior posee una inmediatez que los jardines exteriores no tienen. Los aromas imparten una intensidad extraordinaria... Deliciosamente destilados, exquisitamente variados, constituyen la esencia del Paraíso.»

El romero trae dulces recuerdos: cultivar las hierbas de los deseos y las esperanzas L a m elisa te ap orta ternura y la m ejoran a alegría. L a salvia significa larga vida, la asperilla te au gu ra salud, un tesoro m ás fa b u lo so qu e cu alqu ier fortu n a. Si la lav an d a significa una p rofu n d a devoción, e l rom ero te proporcion a afecto y dulces recuerdos. Q u e el cielo, la tierra y el h o m b re se unan p a ra proporcion arte estas bendiciones. R a c h e l P a g e E l l io t t

D u r a n t e siglos, en los conventos benedictinos la jardinería — sobre todo el cultivo cié hierbas— ha constituido un importante ritual en la vida religiosa. Pero la afición a cultivar hierbas se remonta a casi seis mil años antes de la era cristiana. En civilizaciones antiguas como las de Egipto, China y Asiria, los botánicos eran venerados y sus ense­ ñanzas sobre las propiedades medicinales de las hierbas constan en numerosos textos sagrados. Durante la Edad Media la tradición del cultivo de hierbas fue preservada por mujeres sabias y comadronas, quienes compartían recetas y fármacos compuestos por hierbas cogi­ das en el bosque y cultivadas en jardines domésticos. Las hierbas están envueltas en más misterio y leyendas que ningún otro tipo de plantas. Cada hierba posee su propia historia, significado y aplicación para cocinar o elaborar medicamentos. El rey Carlomagno de Francia, el primer emperador del Sacro Imperio Romano, soste­ nía que las hierbas eran «el amigo del médico y el orgullo de los coci­ neros», y en el siglo IX ordenó que plantaran hierbas en el jardín real. Según la creencia popular, las hierbas eran esenciales para vivir una vida larga, dichosa y saludable. Las hierbas son otro vehículo de expresión creativa para quienes vivan en un apartamento, ya que puedes cultivar todo el año una gran variedad de hierbas en unos tiestos frente a la ventana. Si aún no has comenzado, todavía estás a tiempo de visitar esta semana un mercadi­ llo de productos artesanales y comprar unas cuantas plantas. Las hier-

Imn se .id.ipl.iu cMup< nd.míenle .1 los jardines interiores porque no necesitan mucho espacio y son fáciles de cultivar. Puedes cultivar una deliciosa colección de hierbas para cocinar formada por albahaca, enel­ do, perejil, mejorana, tomillo y romero en un amplio recipiente de barro o catino, como suelen utilizar las amas de casa italianas. Aparte de alegrarte, el exquisito aroma de las hierbas frescas te animará a probar nuevos platos y recetas. Tengo una amiga experta en hierbas que consigue mantener un pie en el siglo XVI y el otro en el X X I sin perder el equilibrio. Jeri sabe, conoce y respeta el misterio, la magia y la sabiduría de la naturaleza, a la cual llama «Madre». Cada vez que coge unas hierbas en el campo para crear sus propias medicinas, aprovechando los dones que la Madre le ha concedido tan generosamente, se convierte en protagonista de su cura­ ción, su búsqueda de la armonía y plenitud. Cuando utiliza eneldo, oré­ gano o romero para realzar un plato, contribuye a mejorar su alimenta­ ción, su bienestar y su dicha. Su amor por las hierbas es una expresión tangible de su amor y respeto hacia sí misma. Cuando va al campo a coger hierbas, Jeri ejecuta un rito de los americanos nativos. Lleva una bolsa sagrada que contiene semillas de trigo y mientras coge hierbas arroja las semillas en señal de ofrenda. Aunque las semillas no florezcan, su gesto contribuye a alimentar a las criaturas de la Tierra. «Cuando los americanos nativos cogen hierbas entonan un canto especial — me explicó Jeri— . La tierra es mi madre y cuida de mí. La tierra es mi madre, yo cuido de ella.» Hoy, siembra unas semillas simbólicas, aunque no tengas un jar­ dín, a fin de ritualizar la nueva vida que estás creando en tu interior. Pide la bendición del Espíritu y la ayuda de la Gran Madre, convenci­ da de que a su debido tiempo recogerás una abundante cosecha para ti y las personas que amas. «Cuando fui en busca del jardín de mi madre hallé el mío», nos dice Alice Walker. Hoy, confío en que ambas descubramos nuestro jardín personal.



Trasplantar: dar a las raíces y a tí misma espacio para crecer Florecilla, si p u d iera com p ren d er lo q u e eres, tus raíces y todo lo dem ás, sab ría lo qu e D ios y [la m u jer] significan. A lfr ed ,

lo rd

T en n y s o Ñ

A

JLJLy! Se le caen las hojas. ¿Qué ha pasado? La planta ha sido regada; tiene suficiente luz; no hace ni demasiado frío ni calor. Levanto el ties to y observo el pequeño orificio de drenaje situado en la parte inferior. Veo unas pequeñas raíces blancas asomando por el agujero, tratando de huir o al menos hallar espacio donde respirar. Las plantas se asfixian. ¿Sabías que es necesario trasplantarlas co­ mo mínimo cada dos años? Hasta ahora eso no había representado un problema para mí, puesto que mis plantas no solían durar tanto tiem­ po. Pero a medida que empecé a cuidar mejor de mí misma, cuido más de todo cuanto me rodea. No obstante, aunque las raíces no necesiten más espacio para crecer, es necesario cambiar la tierra porque la plan­ ta ha consumido todos los nutrientes y el interior del tiesto se ha con­ vertido en un erial. «A veces no me doy cuenta de que me asfixio, de que necesito más espacio para respirar — confiesa Gunilla Norris en su espiritual y mágica obra, Being H om e— . Me falta el valor para trasplantarme, para absorber el impacto de la tierra nueva, de sentir y echar raíces en un terreno desconocido.» Nosotros también debemos trasplantarnos de vez en cuando para crecer más. ¿Pero cuándo? Cuando nos sentimos marchitas antes de que comience la jornada. Cuando no somos capaces de visualizar o soñar. Cuando no recorda­ mos la última vez que nos reímos. Cuando creemos haber perdido las ilusiones. Cuando eso ocurre, semana tras semana, debemos recono­ cer que nos estamos asfixiando. Tenemos que desprendernos suave­ mente de la tierra que rodea nuestra alma, hallar algo que estimule nuestra imaginación, que nos acelere el pulso, que nos haga sonreír o hablar más animadamente. Pero trasplantarse no significa que debemos romper nuestro matri- 296 -

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monio o .il >.i ncloi i.i i nuestro 11.il ».ij« >. Significa 111u* necesitamos alj»o nuevo, ¿P o r qué es demasiado tarde para regresar al instituto y estudiar alguna materia que te interesa?

Quizás este verano sea el momento ideal para aprender francés o montar un negocio de objetos de regalo. Quizá puedas llevar a reparar I.i máquina de coser, tratar de preparar un refresco de grosellas o prac­ ticar la esgrima. ¿Qué te impide escribir solicitando ese crédito, hacer­ le socia de un club, asistir a un ciclo de conferencias, publicar tu pro­ pio boletín o pedir que te envíen esc interesante catálogo de venta por correo? Mientras me ocupo de mis plantas, veo que las raíces se han enre­ dado y las separo suavemente con los dedos. Hoja. Tallo. Raíz. Mente. Cuerpo. Alma. Tres en uno. El infinito hilo misterioso del Espíritu. Con frecuen­ cia pienso que si pudiera descubrir dónde comienza una hebra y ter­ mina otra, lo comprendería todo. Comprendo muy poco, pero de alguna manera lo intuyo. Coloco la planta en un tiesto algo mayor. No demasiado; no debe­ mos abrumarla sino alentarla a que siga creciendo. Asimismo, no de­ bemos tratar de arreglar el mundo, sino ocuparnos lenta y concienzu­ damente de las tareas que nos corresponden. Ahora añado al tiesto tierra fértil y riego la planta. Lentamente, la traslado a un lugar sombreado durante un día, para que pueda adaptarse a su nuevo entorno. Pero incluso en este momen­ to, el tallo parece que está más tieso, las hojas más vivas. «Habla con Él y te escuchará — nos dice Tennyson— . El Espíritu se encuentra con el Espíritu; Él está más cerca que nuestra propia respiración y más cerca que nuestras manos y nuestros pies.» La raíz y la flor asisten en silencio a la restauración.

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Di: JU N IO

Podar para seguir avanzando M i a lm a es un cam po surcado p o r el dolor. Sara T easdali-

L o s accidentes de la vida ocurren de improviso, inexplicablemente. Una corredora de fondo descubre que el dolor que siente en sus mus culos se debe a una esclerosis múltiple. Una hermosa actriz, descrit.i por los medios como «una sirena hollywoodiense», se somete a un.i doble mastectomía. La felicidad doméstica de una popular escritor.i, muy celebrada en sus libros, se desintegra públicamente. El rostro de una atractiva modelo queda destrozado por los navajazos de unos gamberros. Una extraordinaria pianista cae a la vía férrea y pierde una mano. Esos accidentes particularmente crueles constituyen una prueba irrefutable de la perversidad del destino. Con demasiada frecuencia la vida nos golpea duro. El término «accidentes de la vida» fue acuñado por Gail Sheehy en su libro Pathfinders. En él, su autora profundizó en los accidentes que sufrimos en nuestra vida y que no somos capaces de predecir ni evitar. «Como decía John Lennon — afirma Sheehy— , los accidentes de la vida son las cosas que nos ocurren mientras hacemos otros planes.» Pero los accidentes de la vida no tienen por qué ser pasto de las noti­ cias de las seis. Los más comunes — divorcio, deudas, drogas— pue­ den causarnos un efecto igualmente devastador. Lamentablemente, según descubrió Sheehy mientras escribía sus libros, «la mayoría de la gente no encaja de forma positiva ni los acon­ tecimientos previsibles, especialmente los que se producen en la ma­ durez, ni los accidentes de la vida». No obstante, las personas que consiguen sacar provecho de la adversidad se convierten en lo que Shee­ hy denomina «pathfinders», o personas que buscan un camino o una salida a su desgracia, unos campeones que, «negándose a dejarse hundir por los golpes de la vida salen de ellos victoriosos». Los accidentes de la vida nos obligan a «podar» todo lo superfluo. Nuestras almas se convierten en unos campos surcados por el dolor. Puesto que soy una jardinera neófita, la tarea de podar me inspira gran respeto. Eleanor Perenyi me asegura en G reen Thoughts: A Writer in the G arden que «las plantas saben que estás allí, y cuando te

•uviT.is ,i ell.i*. (,,.),ii uniendo un cuchillo, gritan espantadas; poi el con ii.\iio , si les hablas con .ileeio o rezas, te recompensarán desarrollan dose de forma extraordinaria». Dado que me inclino más p or hablar­ les con cariño y rezar, siempre acom eto la tarea de podar mis plantas con desagrado.

Por otra parte, la idea de eliminar una parte sana para estimular su desarrollo me deja perpleja. Me parece ilógico. Sí, comprendo intelectualmente que el hecho de podar una planta no la debilita sino que la refuerza, pero no deja de disgustarme. Sin embargo, cuando contemplo mis rosales comprendo que es necesario podarlos de vez en cuando para favorecer su crecimiento. Nosotras también debemos experimentar dolor a fin de crecer. El dolor elimina las emociones, ambiciones y fantasías innecesarias y nos enseña unas lecciones que la felicidad no puede enseñarnos. El dolor elimina los detalles insignificantes que nos impiden concentrarnos en lo que es verdaderamente importante, minando nuestras fuerzas y nuestro espíritu. Si no podamos nuestras plantas, lo hará la naturaleza por medio del viento, el hielo, el granizo, el fuego y las inundaciones, dándoles forma y reforzándolas. Si no somos capaces de eliminar el estrés que nos agobia y seguimos avanzando bajo la pesada carga de lo superfluo e inútil, lo hará el dolor. El dolor es un jardinero nefasto. Los cortes que nos inflige duelen mucho. Pero tras podar y eliminar todo lo superfluo de nuestras vidas, preferiblemente de modo voluntario, conseguiremos discernir lo que es real, importante y esencial para nuestra dicha. Anímate. Examina tus plantas y tu vida. Cuando llegue el momen­ to propicio, sal al jardín armada con unas tijeras bien afiladas. Habla a tus plantas con cariño. Reza suavemente. Pódalas. Y sigue adelante.

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30 D i : J U N I O

Lecciones del jardín T odo cuanto necesitas está en el fo n d o de tu alm a, esperan do revelarse. L o único qu e debes hacer es sosegarte y buscar las respuestas en tu interior, y te garan tizo qu e las hallarás. E il e e n C a d d y

H a c e treinta años, Eileen y Peter Caddy, sus tres hijos y una ami ga llamada Dorothy MacLean, obedeciendo un mandato espiritual interior, se trasladaron a una zona situada en la costa septentrional de Escocia. Allí, junto a un vertedero rodeado de dunas, crearon un jar­ dín siguiendo sus dictados espirituales. A través de la oración y la meditación, Eileen y Dorothy consiguieron contactar con la esencia espiritual, o «deva» de cada especie de plantas, que Dorothy describió como «unos ángeles, unos seres inmensos que infunden vida y crean todo cuanto existe en la naturaleza». Cada planta impartía unas órde­ nes espirituales respecto a lo que precisaba para prosperar en circuns­ tancias adversas. Al cabo de unos años, la Comunidad Findhorn, como acabó llamándose el asentamiento que crearon, alcanzó fama internacional debido a la abundancia de plantas, vegetales, frutas y hierbas que cultivaban en aquel lugar pese a las nefastas condiciones, constituyéndose en la manifestación espiritual de un oasis en medio de un erial. «Ten la seguridad de que todas tus necesidades se verán col­ madas, de que hallarás respuesta a todos tus problemas, de que alcan­ zarás la abundancia a todos los niveles, de que crecerás espiritualmen­ te», me dice Eileen Caddy mientras remuevo la tierra, planto las semillas, arranco las malas hierbas, riego y espero. Ésas son las leccio­ nes que ella aprendió en su jardín. Unas lecciones que ansio aprender yo misma. Estudia los ciclos de la Madre Naturaleza, los murmullos del jar­ dín, pues se corresponden con los ciclos de crecimiento de tu alma. Sosiega tu mente. Reprime tu ansiedad. Aprende a esforzarte. Apren­ de a aguardar. Aprende a aguardar esperanzadamente. Otra importante lección que te enseña el jardín es a sembrar y cosechar, así como el momento en que hay que hacerlo. Cosecharás lo que siembres. Si planto lechugas, no cosecharé tomates. Si sólo planto semillas positivas en mi subconsciente — pensamientos de abundancia en lugar

lm i(Mici.i en nn |.ii(lin llo ro ie ia l.i abundancia I',ii cuanto al momento de sembrai y cosechar, debo advertirle tjik* el tiempo, .i nivel espiritual, no discurre al mismo ritmo que el tiempo que experimentamos en el plano terrenal. Un año para nosotros es un segundo en la dimensión espiritual. Ello explica por qué una pintora que lleva años esforzándose en darse a conocer se convierte en un éxi­ to de la noche a la mañana. He aprendido esa lección sembrando y esperando sin perder la paciencia. Ello no significa que las semillas hayan caído en terreno estéril. Me niego a creerlo, pues he preparado la tierra, he cavado hoyos profundos, he añadido la mezcla adecuada o turba, arena y tierra caliza. El suelo es fértil. Algunos cultivos — las frambuesas, los espárragos, las uvas— requieren mucho tiempo antes de obtener una buena cosecha. Si pretendo que mi cosecha sea un camino diario hacia la alegría y el bienestar enraizado no en el mundo sino en el Espíritu, debo ser paciente. «No vives conforme a las leyes humanas sino divinas — nos re­ cuerda Eileen Caddy— . Los milagros ocurren. No pierdas nunca de vista la idea de prosperidad y abundancia, y ten por seguro que al ha­ cerlo pones en marcha unas fuerzas que las convertirán en realidad.»

de ptMi.NíimirntoN de

Pequeñas alegrías para junio Emprende un viaje a través de la memoria atrapando luciérna­ gas en el césped hasta el anochecer. Prepárales un hotel confortable en un tarro de mayonesa limpio y forrado de hierba, practicando unos orificios en la tapa para que respiren. Tras una breve visita, déjalas en libertad. Saborea un vaso de limonada helada y una buena conversa­ ción cuando regreses a casa después del trabajo. Aunque las limonadas congeladas son muy buenas, ¿por qué no preparas un delicioso néctar con limones frescos y azúcar? He aquí la receta: hierve durante cinco minutos dos tazas de azúcar granulado y una taza de agua junto con las cortezas de tres limones cortadas en tiras delgadas. Deja que el almíbar se enfríe y añade el zumo de ocho limones. Cuélalo, viértelo en un recipiente cubierto y mételo en el frigorífico. Para preparar una limonada utiliza dos cucharadas de almíbar por cada vaso de agua helada o carbónica. ^ Participa en un festival de fresones u organízalo tú misma. Los Victorianos denominaban esos acontecimientos caseros «festín de fre­ sones», y el menú incluía todo tipo de platos confeccionados con ese

Iiuto. I >.i tin.1 (¡esta y piilc* .1 iii*. .uuig.iN que traigan sus recetas lavoii tas a base tic fresones. Un día es un día. Recuerda que el helado es bueno para el alma. Congela un.i porción de helado casero, saborea un cucurucho a la hora de comer, te pondrá de buen humor. Un fin de semana de junio compra una sandía y guárdala vein ticuatro horas en el frigorífico para que esté bien fría. Córtala en pe dazos grandes y siéntate en el porche, en la terraza o en los escalones de la entrada para compartir la sandía con tu familia o amigos. Orga­ niza un concurso para ver quién es capaz de escupir las semillas más lejos. Cuelga una hamaca y túmbate en ella. Celebra el 21 de junio, el solsticio de verano. Instala una tien­ da de campaña en el jardín, saca los sacos de dormir, enciende una fogata en la barbacoa. Sirve perritos calientes y unas galletas y chocolatinas de postre. Diviértete contando historias de fantasmas y dur­ miendo a la luz de la luna. Organiza el 23 de junio «La gran fiesta de una noche de vera­ no», como los miembros de Aguas Tranquilas, la secta creada por Tasha Tudor. Si eres fa n de Tasha Tudor (quién no lo es), ¿has hojeado un ejemplar del catálogo de regalos de Tasha Tudor publicado por la Jenny Wren Press? Contiene artículos de papelería, objetos artesanales, reproducciones de la colección de muebles del siglo XVl l l de Tasha Tudor, conservas Corgi Cottage y muchas más cosas. Puedes sus­ cribirte dirigiéndote por escrito a Jenny Wren Press, P.O. Box 505, Mooresville, Indiana 46158. Concédele un capricho a tu yo auténtico comprándote el sombrero de paja más bonito que encuentres. Píntate las uñas de los pies de rojo. Quizá no puedas plantar un auténtico jardín secreto, pero puedes disponer de un lugar secreto donde refugiarte construyendo una tienda india en el patio o la terraza con un palo y unas cuerdas. Planta judías escarlatas, dondiegos o guisantes de olor y cuando em­ piecen a brotar los tallos sujétalos a las cuerdas para que trepen por ellas. Retírate con frecuencia a tu tienda india para meditar sobre el significado de la vida. Todos necesitamos un refugio donde no exista un teléfono ni un fax. Aunque estés convencida de que no puedes cultivar un jardín porque no dispones de espacio, el maravilloso libro de Malcolm Hillier B ook o f Container Gardening hará que te pongas manos a la obra con una pala y un cubo. Está lleno de sugerencias e instrucciones acerca de cultivar plantas de interior en todo tipo de recipientes, desde macetas hasta urnas, cestas, etcétera. Una idea bonita y original es

plnnlai dos especies ilr.imt.is de tulipanes en una misma maceta; los resultados son espectaculares. '*«5 Planta romero para que te tiaiga dulces recuerdos, y de paso un poco de lavanda, salvia y tomillo. La deliciosa colección de libros de L melle Tolley sobre hierbas (escritos junto con Chris Mead) te ins­

pirará a cultivar tus propias hierbas. H erbs: Gardens, Decorations, and Recipes te ayudará a comenzar; C ooking with H erbs, Gifts fro m the H erb G arden y The H erb al Pantry ofrecen exquisitas sugerencias sobre qué hacer con las hierbas una vez que las hayas cultivado y cose­ chado. Llama por teléfono a Capability’s Books y pide que te envíen su excelente catálogo de libros para aficionados a la jardinería. Contie­ ne más de mil títulos y constituye una estupenda demostración del placer que hallarás cultivando tus propias plantas.

JULIO

J u lio a d o r a b le... con e l m u rm u llo e v o c a d o r d e las a b e ja s en p le n o v u e lo y e l o lo r a crem as b ro n cead oras. C y n t h ia W ic k h a m

O^yaluroso, húm edo, sofocante. Julio. Afloja el paso. O deténte. Es el momento de dejar a un lado aspiraciones y expecta­ tivas, los desplazamientos en tren al trabajo, indumentaria, telé­ fonos celulares, agendas... Nuestros deseos parecen menguar. ¿Será porque nuestras necesidades están cubiertas? Un rincón a la sombra, un refresco helado, una brisa fresca, dentro y fue­ ra de casa. Una tregua en los rigores de la jornada. Tiempo libre para la buena conducta. El verano no es tanto una esta­ ción climática como una melodía, esa canción de complacen­ cia que tarareamos a medida que los días empiezan a hacerse bellamente neblinosos. La búsqueda de la felicidad se conver­ tirá en nuestra prioridad personal este mes, mientras las dul­ ces melodías del cuarto principio del encanto de la vida simple — la armonía— empiezan a escucharse en nuestros corazones.

Anhelo constante C on esto h e apren dido, sea cual fu e r e la situación en qu e m e encuentre, a sentirm e satisfecho. Sa n P a b lo

Y

los veinte pensaba que con la fama tendría suficiente. A los trein­ ta estaba convencida de que la respuesta estaba en añadirle un cero al saldo de mi cuenta corriente. Ahora que estoy en los cuarenta sé que toda mi búsqueda puede resumirse con una palabra: «satisfacción». A mis cuarenta años me he dado cuenta — afortunadamente— de que la fama se paga a un precio demasiado alto. Ser considerada como una mujer «realizada» que dirige con éxito proyectos creativos — des­ de su concepción hasta su culminación— es mucho más apetecible que ser famosa. Y en lo más hondo de mi ser sé que el dinero no puede garantizar la felicidad. De la absoluta certeza de eso me percaté una mañana de verano en que leí que una famosa y rica escritora, cuyos libros se mantienen durante meses en las listas de bestsellers, había perdido a su querido hijo en un extraño accidente. Mientras yo lavaba los platos del desayuno, miré por la ventana de la cocina y vi a Katie lanzando una pelota de tenis contra la pared posterior de la casa: feliz, a salvo, viva. Entonces supe que la famosa escritora habría cambiado en el acto todo su éxito mundano por poder disfrutar de la bendición que a mí se me concedía aquella mañana. Después de rezar por ella, recé por mí. Por favor, que nunca olvide cuán extraordinariamente espléndida es mi vida en estos momentos. Por favor, que nunca olvide que todo cuanto tengo es todo lo que necesito. Por favor, que nunca olvide dar las gracias por ello. No obstante, sé que soy una mujer mucho más feliz cuando puedo pagar sin problemas mis facturas, satisfacer todas mis necesidades, permitirme algunos caprichos y disponer de un holgado saldo en mi cuenta de ahorros. También sería maravilloso — y confío poder expe­ rimentarlo una vez antes de morir— ver algo fabuloso y simplemente decir «me lo quedo» sin preguntar el precio. Sin embargo, estos días la satisfacción es mi anhelo constante. Hasta tal punto que, durante las prometedoras veinticuatro horas que se abren ante mí, luminosas con todo su potencial para conceder pla­ cer, he empezado a preguntarme qué es lo que podría querer para mí...

A vei es se 11.ti.i de ultfo i.in sencillo co m o prep.w .11 me p.u .1 el .ilimiei

/o mi delicioso emparedado de atún con apio y mayonesa al estragón sobre una rebanada de pan de especias, i.d y como lo preparo para mis invitados o para mi familia, y para lo que raramente dispongo de tiem­ po cuando se trata de hacerlo para mí. O algo tan fácil como permane­ cer sentada en la playa, sin nada de trabajo en mi regazo (aunque el plazo de entrega esté próximo), mientras leo un buen libro. Del mismo modo que los hábitos negativos nos asaltan continua­ mente cada día, también lo hacen los anhelos positivos. Meditación, movimiento creativo, momentos para el propio cuidado que puedan proporcionarnos satisfacción..., todo esto puede convertirse en hábilos positivos que nos produzcan bienestar. He descubierto que cuan­ do me tomo veinte minutos para tranquilizarme y sumergirme en mi interior, trabajar con las imágenes de mi diario de descubrimientos ilustrado, dar un paseo o preguntarme cómo conseguir que mi próxi­ ma tarea resulte más agradable, mis necesidades disminuyen. Considera hoy los deseos que realmente importan: aquello que realmente necesitas para sentirte satisfecha. Luego asegúrate de que hoy hay tres instantes, como mínimo, que satisfagan tu mente, tu espíritu y tu cuerpo tuyos completamente.

2 D E JU L IO

El más sencillo de los placeres: una buena cosa que lo es R ed im ir el tiem po. R ed im ir la visión in ad v ertid a d el m ás elev a d o de los sueños... T. S. E l io t

j^ L lg u n os días están modelados por placeres simples, otros se redi­ men tan sólo gracias a esos placeres. Hoy, un hermoso día de verano en la playa, estuvo modelado por gozosas sencilleces. Idilios en un porche con mosquiteras, deambular por algunas tiendas interesantes, una tarde en la orilla del mar con la familia y los amigos, una lectura

irresistible, conlideiuias nuil 11.i *. mienlias las olas acarician los lolx líos, un cucurucho d e helado pat ,i .ilni o i v .ir, paseai poi e l embarcado ro, diversión en el parque de atracciones, ganar un premio. I.ucgo el regreso a casa, una refrescante ducha en el jardín, cócteles y conversa

ción, jovialidad al preparar la cena con una querida amiga, abundancia de platos deliciosos, espléndido vino, risas y sana alegría... Y luego a la cama, feliz. Un proverbio irlandés asegura: «Mejor una buena cosa que lo es, que dos buenas cosas que lo fueron, o que tres buenas cosas que tal vez nunca serán.» Hoy no hace falta mirar con melancolía el pasado ni proyectarse ansiosamente hacia el futuro, pues el presente se ha vivido con plenitud y sencilla abundancia. Hoy ha sido rico con una buena cosa detrás de otra, hasta desbordarse literalmente de placer. Pero no todos mis días son estancias en la playa. No hace mucho, una llamada telefónica a las ocho de la mañana anunciando un impor­ tante cambio de planes, hizo que mi día derivase hacia el total descon­ trol. Al colgar el teléfono los latidos de mi corazón se habían acelera­ do. De repente, mi estrategia cuidadosamente planeada para abarcarlo todo se había esfumado y mis compromisos como anfitriona casi se van al traste. Esto ya era demasiado, pensé mientras paseaba arriba y abajo, murmurando y gimoteando en voz baja. Tenía tres elecciones posibles, pero sólo una era una auténtica solución: gritar de rabia con toda la fuerza de mis pulmones, meter la cabeza dentro del inodoro, o respirar profundamente y redimir el día mediante el plan B. Dado que en casa existe un acuerdo para no hacer nada que pueda alarmar a los niños o a los animales, ponerme a gritar estaba descarta­ do. Meter la cabeza en el inodoro también lo estaba. Si realmente quieres ahogarte, es mejor hacerlo en un cubo de agua transparente. De modo que me preparé una taza de té y recordé la plegaria hasídica: «Sé que el Señor me ayudará... pero, mientras tanto, ayúdame Señor.» La verdad era que el día sería todo lo difícil que yo lo permitiera. O tan agradable. En mis circunstancias no había nada que yo pudiera hacer, sino aceptarlas. «La elección siempre será mía», me dije a mí misma. No es que me gustara necesariamente lo que la vida me depara­ ba, pero sí el intento de coger la sartén por el mango. A fin de cuentas, el éxito en la vida no reside en lo bien que ejecutamos el plan A, sino en lo fácilmente que nos enfrentamos al plan B. Y para la mayoría de las personas, esto ocurre el noventa y nueve por ciento de las veces. Así que consideré el plan B: redimir el día con sencillos placeres, con la búsqueda de algunas cosas buenas. Al principio, cambiar de marcha hacia al plan B exige cierta capacidad de ajuste, pero, al igual que con la conducción, con la práctica acaba convirtiéndose en un movimiento reflejo.

Primero me lome el le en el jardín |>ara 11 anquill/ai me. Ananque .1Iminas malas liiei bas, corte linas Ilores. I íespués de ai regla i las, hojee los libros de cocina. ¿1 )cbía prcparai algo nuevo para cenar esa noche o decidirme por un menú cómodo de entre los f avoritos? Decidí dete­ nerme en la tienda de los granjeros para comprar productos frescos de regreso a casa y ver qué me apetecía. ¿Por qué no alquilar una buena película como obsequio para después de la cena? Los melocotones de encima de la mesa estaban muy maduros, así que decidí hacer pastelitos de fruta al llegar a casa. Mientras tanto, disponía de una hora para trabajar sin interrupciones antes de salir, y decidí hacer todo cuanto estuviera en mi mano. Era mejor una hora dorada que lo es, que dos que lo fueron, o tres que indudablemente no lo iban a ser hoy. El día se abría delante de mí... aunque no como yo había esperado. Sin embargo, gracias a Dios, no de manera irremediable.

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D E JU L IO

El espíritu hambriento Es in con table la gen te b u en a q u e con ozco que, en m i opi­ nión, sería m ucho m ejor si dirigiera sus esfuerzos a l estudio d e sus propias apetencias. M. F. K. F ish er

O ^ u an d o Eva mordió la manzana, nos dio el mundo tal y como lo conocemos: hermoso, imperfecto, peligroso, lleno de vida. Ella nos dio la viruela y Somalia, la vacuna contra la polio, el trigo y las rosas», nos dice Barbara Grizzuti Harrison en la esclarecedora y provocativa colección de ensayos titulada O ut o f the Garden: to r n e n Writers on the Bible. «Ese acto de curiosidad radical por parte de Eva» también nos proporcionó el deseo, el apetito y el hambre. Sin Eva yo no me estaría preguntando qué cocinar esta noche para cenar. Y tú tampoco. Sin Eva yo no disuaría proyectos creativos que a menudo hacen que me cueza en mi propio jugo hasta verlos acabados. Pero tampoco conocería los placeres terrenales que amo, ni el intenso deseo de bocaditos místicos que sólo el Espíritu puede proporcionar: la paz interior, la dicha, la armonía.

I ,a mayoría comemos tres veces .il día (como mínimo), pero... ¿con qué frecuencia vemos satisfecha realmente nuestra ansia? Unas Ion chas de beicon, huevos y galletas de queso me satisfacen más que me­ dio pomelo, pero, por desgracia, a menos que quiera tener el volumen de un tonel, no me lo puedo permitir a menudo. La mayoría de noso tras nos reprimimos constantemente — en la comida, en nuestras reía ciones, en nuestra profesión— , ocultando nuestros deseos en lo más profundo de nuestro yo, como si la pura determinación pudiera man­ tener una tapadera encima de nuestros anhelos. Sin embargo, gradual­ mente estoy llegando a la certeza de que el hambre es sagrada. Esta­ mos destinados a tener hambre cada día, y a satisfacerla cada día. ¿Poi­ qué si no la primera petición del Padrenuestro iba a ser la del pan de cada día, yendo incluso por delante de la ayuda divina? Nuestra alma conoce diversos tipos de ansia: físico, psíquico, emocional, creativo y espiritual. Pero el Supremo Creador nos ha concedido los dones de la razón, la imaginación, la curiosidad, el dis­ cernimiento, y poseemos la habilidad para distinguir entre nuestras apetencias. ¿Tienes realmente hambre esta mañana de galletas para el desayuno o de ruptura? ¿Son besos apasionados lo que deseas o raviolis? ¿O una noche de profundo sueño? Entonces no te sientes a ver reposiciones de viejas películas con ese vino corriente. Apaga el televi­ sor y métete en la cama, y, si no estás sola, invita a alguien que se acueste contigo. «Cuando escribo sobre el hambre, en realidad escribo sobre el amor y las ansias que tenemos de él, así como del afecto y del amor que sentimos hacia él — confesaba la gran gastrónoma y poetisa de la cocina M. F. K. Fisher en 1943— . Y cuando el afecto, la riqueza y la espléndida finalidad del hambre se ven satisfechos... todo se convierte en uno.» No desprecies al deseo, hija de Eva. En tu deseo está la chispa de lo divino. El Espíritu desea que se le ame, y para satisfacer este anhelo se creó a una mujer con fuertes apetitos. Amor. Hambre. Apetito. Deseo. Santidad. Plenitud. T o d o es U n o.

Consigue ser real y personal en la búsqueda de la felicidad N o esperes nada; vive fru galm en te a la espera de la sorpresa. A l ic e W a l k e r

E / n 1890 el filósofo, psicólogo y pionero espiritual William James, hermano del famoso novelista norteamericano Henry James, armó un gran alboroto al publicar un importante estudio sobre la felicidad hu­ mana, Principios de psicología. Doce años para escribirla, dos volúme­ nes y mil cuatrocientas páginas. Esta obra llegó intrépidamente allí donde ninguna otra había llegado nunca, investigando las conexiones entre la mente y el cuerpo, el impacto de las emociones sobre la con­ ducta y la importancia de alimentar una vida interior en vez de concentrarnos en los signos externos para lograr la armonía personal. Con esta obra, James se convirtió en el padre del movimiento nortea­ mericano de autoayuda. William James fue también un elocuente y persuasivo defensor de una escuela de pensamiento filosófico conocida como «pragmatismo». Argumentaba que el mundo ya existe cuando nacemos, y que debe­ mos aceptarlo tal como es. Sin embargo, nuestra habilidad para crear nuestra propia realidad interior puede determinar que veamos el Uni­ verso como algo amistoso o como algo hostil. «Deben estar dispuestos a aceptarlo tal como es —propone— , pues la aceptación de lo que ha ocurrido es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier infortunio.» Dado que era un pragmático, el doctor James creía que la felicidad personal depende de un sentido práctico: si tu realidad cumple tus expectativas, eres feliz; de lo contrario, estás deprimido. Esto es tan real, personal y sencillo como le aseguran la filosofía y la psicología, y es perfectamente comprensible. Por supuesto, esto significa que tenemos que efectuar una elección creativa si queremos ser felices. ¿Nos esforzamos consciente y conti­ nuamente para obtener mayores logros y ahorrar? ¿O disminuimos nuestras expectativas, vivimos con lo que tenemos y aprendemos a sentirnos satisfechas? Muchas de nosotras pensamos erróneamente que disminuir nues-

tras expectativas significa renunciai .1 nuestros sueños. I Jn.i árnica mi.» lo expresaba de este modo: «Lo siento, Sarah, pero a mi me sum.i como si te dieras por vencida.» ¡En absoluto! Los sueños y las expectativas son dos cosas muy di*, tintas. Los sueños exigen un salto a ciegas — con la esperanza de que el Espíritu sostenga la red— a fin de poder continuar con la recreación del mundo mediante tu energía, tu alma, tus cualidades y tu visión. Las expectativas son la inversión personal que el ego hace en un resul­ tado determ inado: lo que se necesita que suceda para que el sueño se haga realidad. Las expectativas del ego nunca son ambiguas: un pre mió, la portada de una revista, la lista de bestsellers de The N ew York' Times. Tus sueños se deben manifestar exactam ente tal como el ego imagina, o de lo contrario alguien no será muy feliz. ¿Adivinas quién? ¡El ego! Puesto que ninguna de nosotras puede predecir el futuro, ni el mejor resultado para nuestro auténtico camino, este tipo de pensa miento resulta autodestructivo. Ya que si no vivimos de acuerdo con las expectativas del ego, volveremos a fracasar. Y entonces, en algún momento, nos rendiremos de verdad. La apasionada persecución de los sueños hace que el alma se eleve; las expectativas que miden el éxito de los sueños lo único que hacen es atar grandes piedras en torno a esa misma alma. No creo que debamos limitarnos a disminuir nuestras expectativas; creo que si verdadera­ mente queremos vivir una existencia feliz y venturosa, tenemos que renunciar a ellas. Vivir nuestra vida como un soñador y no como «expectante» es una declaración personal de independencia. Serás capaz de perseguir de una manera más directa la felicidad cuando no te quedes atrapada en los pormenores de la liberación. Es soñando, y no con expectativas, que se permite al Espíritu que entre y te sorprenda mediante la cone­ xión, la realización, la consumación y la celebración. Tú sueña. Sal para el trabajo. A continuación deja que el Espíritu muestre tu sueño a los demás. Después de prepararme toda la vida para la aflicción, la forma en que ahora abordo el delicado equilibrio del enfrentamiento entre sue­ ños y expectativas es muy al estilo de James: soñar, actuar y distan­ ciarme. «Una vez se ha tomado una decisión y la ejecución está en marcha, hay que descartar absolutamente toda responsabilidad y preocupación respecto al resultado», me aconseja el doctor James. Yo abordo mi tra­ bajo con apasionada intensidad, actuando como si el éxito dependiera totalmente de mí. Sin embargo, una vez he hecho todo cuanto estaba en mis manos, procuro olvidarme todo lo posible y no me creo expec­ tativas sobre cómo el mundo va a recibir mi trabajo. Conscientemente

In fícenlo tlcj.ii me sorp ren d a poi l.i .ilc|’na. I". un.i elección t uelu para un papel en l'hc I ¡idy's Not /) Uurning, tle ( ’hristophci I•i y, como si supiera algo que el ti ¡redor no sabía. «'I'enía luego en los ojos y poseía más teatralidad caminando hasta el escenario de la que la mayoría de la gente tiene sobre él. En aquel momento supe que había encontrado mi Jcnnet Jourdemayne.» Jennet, la animosa heroína de Fry, fue mi pri­ mer papel principal. Por más que seamos buenos artistas, no siempre es posible dedicar nuestra vida al teatro, la música, el baile, etcétera. Pero sí es posible que estas artes mejoren nuestra vida. No hace falta inscribirse en el sindicato de actores para explorar el mundo del teatro, la danza o la ópera como carrera personal, apasionada. Lo que hay a ambos lados de las luces de candilejas puede iluminar tu senda hacia la autenticidad. Como nos recuerda el poeta inglés Francis Bacon, en el teatro de la vida sólo a Dios y a los ángeles les está permitido ser espectadores.

26 D E A G O STO

Lecciones de la vida en el cine Las buenas películas hacen que te intereses por los demás, que vuelvas a creer en las posibilidades. P a u l in e K a e l

E y n vez de meditar, hoy iremos al cine. Escabúllete en pleno día, acomódate en la oscuridad con un cucurucho de palomitas y medita sobre el sentido de la vida. Lo mismo da que pongas un vídeo en casa o que te metas en un cine, la verdad puede distinguirse agradablemen­ te, de encuadre en encuadre, en ambos sitios. En su fascinante libro Reel Power: Spiritual Growth Through film , Marsha Sinetar sugiere que «estudiar las películas en busca de su mensaje místico nos da poder. Adquirimos percepción y aumenta la conciencia de nosotros mismos. Gran parte de la vida de hoy se centra en problemas, en la recuperación y en los esfuerzos penosos que hay que hacer para res­ ponder a las exigencias inexorables de la vida en el siglo X X I. Por des­ gracia, al ocuparnos sólo de los problemas y no vernos a nosotros mismos y a nuestros dilemas bajo una luz heroica, prometedora, nos

limitamos a nosotros mismos I as peinillas elevan nuestro punto c o m p l a c e r t e ,i ti m i s n u .

Aléjate de las personas negativas. No malgastes recursos valiosos: tiempo, energía creativa, etno ciones. Cultiva las amistades. No temas tus pasiones. Plantéate los problemas como unos retos. Respeta tus aspiraciones. Fíjate unas metas alcanzables. Renuncia a las falsas esperanzas. Saborea la belleza. Crea unos límites. Por cada «sí», di «no». No te angusties; sonríe. Recuerda, la felicidad es una emoción viva. Sustituye la seguridad por la serenidad. Cuida de tu alma. Alimenta tus sueños. Expresa todos los días amor. Busca tu yo auténtico hasta encontrarlo.

10 DE O CTU BRE

Las cosas que minan el aplomo N o existe cu alid ad m ás atractiva qu e el a p lo m o , esa sensa­ ción d e estar en p a z contigo m ism a y con e l m undo.

u

GOOD HOUSEKEEPJNG, sep tiem b re d e 1947

no de los días más tristes de mi vida me concedió generosamente un regalo de incalculable valor: comprender que el aplomo es algo que adquirimos o perdemos antes de salir de casa. A principios de mi carrera como escritora acudí a una importante reunión de negocios en Nueva York para entrevistarme con una mujer que, según decían, hacía que Medea pareciera una beatífica colegiala. Decidí prepararme para ese encuentro presentando un aire tan prepo­ tente como ella. En el fondo estaba aterrorizada, pero traté de com­

pensarlo co m pi .indo un i raje que me li.u i.i p.u ecei un.i •*nmjoi im p o r l.m k’ ", .111H(jlie mi .ispéelo no lení.i nada que ver eon mi auténtica peí son.ilid.nl, N o sólo me v cs ií di form a distinta a la li.ihiiu.il, sino que me cam bié el peinado y el m aquillaje.

Como me sentía rara con mi sofisticado atuendo, la víspera perma­ necí despierta hasta altas horas de la noche ultimando los detalles de mi viaje en lugar de relajarme, hacer la maleta tranquilamente y dor­ mir. Cuando me acosté estaba agotada, de modo que dejé mis produc­ tos de belleza e higiene, junto con la bisutería que pensaba lucir, sobre el tocador. Para llegar a Nueva York a la hora concertada tenía que levantar­ me a las cuatro y media de la mañana. No se me había ocurrido que tendría que prepararme en la oscuridad para no despertar a Ed y a Katie. Fue bastante complicado arreglarme y vestirme prácticamente a tientas. Cuando por fin hube terminado salí a toda velocidad, temien­ do perder el tren para Nueva York. La reunión ni siquiera había comenzado cuando noté que estaba sudando. Eso ocurrió poco después de haberme dado cuenta de que la sisa izquierda de mi blusa se había desgarrado. Como era la primera vez que me ponía aquel conjunto, no sabía que las mangas me queda­ ban estrechas y que al sentarme la falda se me subía hasta medio mus­ lo. La laca de uñas rojo escarlata que parecía tan elegante en la pelu­ quería el día anterior se había desportillado; como no podía retocarme las uñas, opté por ocultar las manos. Las numerosas tazas de café que había tomado en el tren, junto con los nervios que padecía, me habían secado la boca, pero no se me había ocurrido meterme en el bolso unas pastillas para refrescar el aliento o pedir un vaso de agua antes de iniciar la entrevista. Durante la entrevista me sentí tan incómoda que me costó concen­ trarme y no me atrevía a expresar mi opinión, aunque no estaba de acuerdo con algunas decisiones referentes a las condiciones de mi con­ trato editorial. Dos angustiosas horas más tarde, la espantosa entrevis­ ta concluyó. Cuando se cerraron las puertas del ascensor, juré que no volvería a abandonar una reunión de trabajo acalorada y sudorosa, del mismo modo que Scarlett O ’Hara juró con el puño alzado que jamás volvería a pasar hambre. Por supuesto, comprendo que probablemente soy la única mujer en el mundo capaz de soportar una humillación de tales proporciones provocada por ella misma. Pero en las vidas de todas las mujeres se producen reuniones importantes, apariciones públicas y ocasiones especiales. He aquí algunos eficaces antídotos para combatir el nervio­ sismo en esos momentos: Nunca te vistas para impresionar a los demás: la vestimenta expre­

sa tu autentico nc*111ido i l c l estilo I .1 unii',1 11 >i ii i.i dr qiu 11« >*. mu i . u n o * , relajados y seguros es sabiendo quiénes somos. Nimia te |*«•11¡■.i■. un traje que no hayas IiuhI con anterioridad; si tienes qu< cstai nrn glándote continuamente la ropa -estirándote la laida o .subiéndole un tirante— no podrás concentrarte y funcionar. Si compras uu.i prenda nueva, pruébatela antes deponértela en una ocasión importante. Nun ca cambies drásticamente de peinado o maquillaje poco antes de en contrarte con alguien que no te conoce. Si quieres cambiar de muren, hazlo con calma y de forma paulatina, para irte acostumbrando poco a poco. Si tu tocador está atestado de objetos y tu armario ropero desoí de nado, es lógico que te pongas nerviosa y te irrites mientras tratas de arreglarte para acudir a una importante reunión. Para alcanzar un orden interior, empieza por ordenar tus armat ios y cajones. Si llevas el pelo sucio, te huele el aliento o tu maquillaje se lia con i do; si la laca de las uñas se ha desportillado o tu desodorante te lia abandonado, te sentirás violenta y evitarás acercarte a la gente, dando a los demás una mala impresión. El aplomo va unido a una buena pi e sencia. Las mujeres conocidas por su sentido del estilo y aplomo van siempre perfectamente arregladas. El aplomo es algo que solemos olvidar cuando tratamos de pre sentar nuestro auténtico aspecto. ¿Que por qué es tan importante el aplomo? Pues porque cuando no estamos obsesionadas con nosotras mismas y nuestros defectos, nuestra sonrisa es más abierta, nuestra risa más espontánea y nos mostramos más simpáticas y encantadoras. La seguridad exterior es un reflejo de la seguridad interior. Los momentos que dedicamos a meditar tranquilamente para alimentar nuestra seguridad interior deberían formar parte esencial de los cuida­ dos personales cotidianos de toda mujer. La confianza en sí misma sólo cuesta tiempo y ganas de agradar. Cuando nos sentimos a gusto con nosotras mismas, nos sentimos a gusto con el resto del mundo.

Siempre ocurre algo S iem pre ocurre algo. R o SI'.ANNF. R o s ia n n a d a n n a (G il d a R a d n e r )

( C ie r t o . A veces no pasa de ser un leve contratiempo. Otras nos deja destrozadas. Pero siempre ocurre algo. Así es la vida. Cuando Gilda Radner dejó el programa Saturday N ight L iv e , donde creó unos inolvidables y divertidos personajes femeninos Roseanne Roseannadanna, Emily Litella— , se propuso crear una vida personal. Durante años había sido una adicta al trabajo, con el que había alcanzado gran éxito, mientras la vida pasaba de largo. Al enamorarse de Gene Wilder se dio cuenta del placer que supone redu­ cir la marcha. Cuando contrajeron matrimonio, en 1984, Gilda deci­ dió cumplir su sueño de convertirse en escritora. Como aguda obser­ vadora y conocedora del material, empezó a escribir un libro llamado Portraits o f t h e Artist as a H ousew ife, una serie de historias, poemas y apuntes elogiando la vida doméstica y el humor que hay inherente en hornos que no funcionan y fontaneros. Seguro que habría sido diver­ tidísimo. Pero la vida le jugó una mala pasada y los médicos le diagnostica­ ron un cáncer ovárico, lo cual hizo que escribiera un libro más amar­ go y dramático, I t ’s Always Something, unas memorias decididamente irreverentes y conmovedoras. Al igual que otras mujeres que tratan de combatir esa terrible enfermedad, Gilda se lamentó de «haber perdido la alegría, la felicidad, el entusiasmo por la vida». El día antes de que los médicos le diagnosticaran su enfermedad, la vida se extendía ante ella, luminosa en sus ilimitadas posibilidades. El momento en que le comunicaron que padecía cáncer, las dimensiones de la vida se reduje­ ron a plazos de veinticuatro horas. En un conmovedor ensayo contenido en el libro Minding the Body: Women Writers on Body an d Soul, Judith Hooper nos reprocha: «Las mujeres solemos pensar que la vida real significa acondicionar una sala de música en el sótano, pero no es así. La vida real es el cáncer. Cuando aceptas el cáncer es como si unos nuevos sistemas dentro de tu organismo se pusieran automáticamente en marcha, como las mascari­ llas de oxígeno y los sistemas de flotación que caen automáticamente sobre tu regazo en un 747 durante una emergencia. Cuando caminas

por la tierra sabiendo que te queda poco tiempo, cada día del calenda rio constituye un amigo querido junto al que permaneces durante bre­ ve tiempo.» Dicho de otro modo, empiezas a vivir. ¿Por qué tenemos que descubrir un bulto en un pecho para que eso ocurra? ¿Acaso lo sabes? Yo no. Pero conozco a una mujer admi­ rable que durante muchos años participó en diversas actividades en la escuela de sus hijos, en parte porque después de haber dedicado una generosa porción de su tiempo personal, nadie se ofreció para susti­ tuirla. Las horas que destinó a ello equivalían a un segundo trabajo de dedicación completa pero sin sueldo. Cuando descubrió que padecía un cáncer de mama, confesó a una amiga que, curiosamente, se sentía aliviada. El cáncer significaba que podía empezar a decir «no», a im­ poner límites y a dejar su puesto en el comité de la escuela sin sentir remordimientos. Ahora podía reanudar su vida personal. Al fin y al cabo, nadie espera que una mujer que lucha contra un cáncer haga otra cosa que ocuparse de ella misma. Por supuesto, tenía razón. Cuando me relataron esa historia, sentí deseos de gritar y llorar: era terrible y conmovedora. Sí, siempre ocurre algo. Pero no siempre lleva grabad o tu nom bre. Rezo y confío en que jamás descubramos que tenemos un bulto en el pecho, pero al mismo tiempo rezo y con­ fío en que no volvamos a dilapidar o regalar otro valioso día por el motivo que sea. Y si has descubierto que tienes un bulto sospechoso, confío en que alcances la plenitud y la vejez con alegría, paz y gracia, regalándonos durante muchos años tu sabiduría. Todas te lo agradeceremos.

12 1)1', O C TIJBRK

Una historia de dos tiempos Fueron los m ejores tiem pos, fu ero n los p eores tiem pos. C h a r l e s D ic k e n s

A ■

x 1 tiempo. Andando el tiempo. A su tiempo. De tiempo en tiempo. Correr el tiempo. Dar tiempo al tiempo. Desde los albores del tiempo, hemos tratado de comprender su naturaleza. ¿Por qué? Para controlarlo. Pero el tiempo constituye un misterio sagrado, un extravagante regalo destinado a ser experimenta­ do, no comprendido. Y menos aún controlado. ¿Por qué crees que vivimos casi siempre a un ritmo frenético? A las mujeres nos cuesta apreciar el misterio del tiempo debido a que tenemos siempre muy poco. Aunque todas disponemos de veinti­ cuatro horas cada día, apenas nos cunden. El tiempo nos infunde, sobre todo, angustia, pues siempre andamos obsesionadas con el reloj. Da lo mismo que sea la hora de G reenw ich, el horario de verano, la hora oficial. Lo importante es que nunca tenemos suficiente tiempo. Lo cual explica por qué la mayoría de mujeres que conozco van siem­ pre corriendo de un lado a otro. Durante siglos aquellos que disponían de tiempo — los santos, los poetas, los místicos, los maestros, los sabios y los filósofos— , han meditado sobre el enigma del tiempo. Han descubierto su dualidad: tal como explica el escultor y poeta Henry van Dyke: «El tiempo es/ demasiado lento para quienes aguardan / demasiado rápido para quie­ nes temen / demasiado largo para quienes sufren / demasiado corto para quienes gozan...» La lentitud y la rapidez son las realidades para­ lelas del tiempo, el yin y el yang de la existencia. A fin de experimentar cierta serenidad durante los días de nuestra vida, debemos descubrir la doble naturaleza del tiempo, que los anti­ guos griegos llamaban «Chronos» y «Kairos». C hronos representa relojes, fechas límite, calendarios,, agendas, gráficos, horarios, «buscas», despertadores. Chronos es el aspecto negativo del tiempo. Chronos nos persigue. Chronos es el delirio de

grandeza. ( ’lironos es dit igit I.i inar.it(>n de los nh trines con tacón alto. E n C h ron o s pensamos solo en nosotros mismos. Cllironos es el tiein po del mundo.

Kairos significa lo trascendente, la infinidad, la reverencia, la ale gría, la pasión, el amor, lo sagrado. Kairos es tener intimidad con lo real. Kairos es el aspecto positivo del tiempo. Kairos es libertad. En Kairos huimos de las mazmorras de nuestro yo. Kairos es bailar un vals de Schubert en la Viena del siglo XIX con tu alma gemela. Kairos es el tiempo del Espíritu. Existimos en Chronos. Ansiamos hallarnos en Kairos. Ésa es nuestra dualidad. Chronos requiere velocidad para no malgastarlo. Kairos necesita espacio para ser saboreado. H acem os en Chronos. En Kairos podemos ser. Aunque creamos que no conocemos Kairos, no es cierto: lo cono­ cemos cuando hacemos el amor, cuando meditamos o rezamos, cuan­ do escuchamos embelesadas una música o estamos enfrascadas en un libro, cuando plantamos bulbos o arrancamos hierbajos, cuando vela­ mos junto a la cabecera de un niño, cuando leemos los cómics del domingo en la cama con nuestros hijos, cuando admiramos una pues­ ta de sol, cuando gozamos de nuestras pasiones. En Kairos conocemos la alegría, vislumbramos la belleza, recordamos lo que significa estar vivas, conectamos de nuevo con nuestra Divinidad. ¿Cómo podemos sustituir Chronos por Kairos? Disminuyendo el ritmo de nuestra vida. Concentrándonos en una sola cosa a la vez. Haciendo lo que debemos hacer como si fuera lo más importante en aquel momento. Fingiendo que disponemos de todo el tiempo del mundo, a fin de que nuestro subconsciente lo asimile y convierta en realidad. Concediéndonos el tiempo preciso. Tomándonos el tiempo necesario. Sólo lleva un momento cruzar la distancia que separa Chronos de Kairos, pero se requiere un m om ento. Lo único que pide Kairos es que nos detengamos unos instantes para oír la música de las esferas. Hoy, incorpórate al baile. Ahora estás en Kairos.

Absolutamente fabuloso I rrigo una p eq u eñ a som bra qu e m e acom p añ a a todas p artes, p ero p or m ás q u e m e esfuerzo no alcan zo a com pren ­ d er su utilidad. R o b e r t L o u is Ste v e n so n

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urante muchos años he tenido problemas para identificar, imagi­ nar y personalizar mi «sombra», el nombre que dio Cari Jung a nues­ tro yo oscuro que reside dentro de nosotros. Jung creía que nuestra sombra era la combinación de todas las emociones vergonzosas, impulsos crueles y aspectos negativos de nuestra personalidad, los cuales tratamos de sepultar para mostrar un rostro aceptable al mun­ do. Piensa en el loco o la loca que su familia mantiene encerrado / a en una torre en las novelas góticas, o en el doctor Jekyll y Mr. Hyde de Robert Louis Stevenson. Desgraciadamente, no saber es precisamente lo que nos duele, so­ bre todo cuando tratamos de sublimar nuestra sombra. En Guilt Is the Teacher, L ov e Is the Lesson, Joan Borysenko describe la fermentación de nuestro «doble fantasmal» como «excitándose más y más dentro de nosotros, configurando nuestros actos sin que sepamos que están ahí», hasta que se expresan «súbita y violentamente por medio de un acci­ dente, un acto impulsivo, una enfermedad, un error de juicio... Dicho de otro modo, una sombra no explorada nos deja en la inopia, asaltadas por extraños impulsos e incapaces de cambiar». Para ser sincera, aunque comprendo el concepto jungiano de la sombra, no sentía el menor deseo de conocer mejor a la mía. Pero otra lección de la vida me abrió los ojos. Lo que descubrí me chocó, pero no hizo que me pusiera a gritar de terror. Más bien me hizo reír. ¿Has visto algún episodio de la divertida serie televisiva británica llamada Absolutely Fabuloust Viene a ser el Fawlty Towers del mundo de la moda y gira en torno a dos extravagantes cuarentonas — Edina y Patsy— cuyo único valor social que las redime es su mutua lealtad. Edina — conocida como «Edie» por sus íntimos— es una publicista de moda, gordita y atolondrada, cuya mayor ambición es «ir siempre a la última». Tiene dos ex maridos, una hija adolescente y sensata que no aprueba la conducta de su madre, y una madre que no comprende por qué le ha salido una hija así. No existe una tendencia de la Nueva Era

que lidie no haya experimentado en un vano intento de hallai el cami no de la verdad, incluyendo cárnicos, irrigaciones del colon y camara.s de aislamiento. Patsy es una editora de moda anoréxiea, alcohólica y ninfómana, rubia, peinada aparatosamente a lo Ivana Trump, su ídolo. Edie nunca ha visto nada excepto alucinaciones de diseño; Patsy lleva siempre un cigarrillo colgado de sus labios rojo vivo o una copa de champán en la mano. Para Edie y Patsy, todo el mundo es «tesoro», «cielo» o «bonita mía»; cualquier hecho agradable es «absolutamente fabuloso», incluyendo la opinión que tienen una de la otra. Son unas mujeres vacías, vanidosas y egoístas. Rematadamente es tupidas. Divertidísimas. Desde luego no son mujeres modélicas, pero tienen los defectos, de nuestras sombras. La primera vez que vi a Edie y a Patsy retozando por Londres, me caí del sofá llorando de risa. Edie es mi gemela perversa, mi sombra. La reconocí inmediatamente. Edie es un auténtico desastre. Pero la quiero pese a sus defectos o quizá debido a ellos. Sospecho que hay muchas mujeres que se identifican en parte con Edie y Patsy. O Thelma y Louise. Todas esas mujeres han perdido el control. Pero nosotras no podemos permitírnoslo; hay personas que dependen de nosotras, tenemos un trabajo que realizar. Pero si pudié­ ramos sacudirnos de encima todas las responsabilidades e inhibiciones durante medio día, quizá nos pareceríamos a una de esas muñecas. Y aunque es divertido, no resulta atractivo. No obstante, cuando estoy estresada, me relajo con un vaso de vino y mirando un vídeo de A bsolutely Fabulous. Siempre regreso a la vida real sonriendo y, curiosa­ mente, renovada. Edie se funde en la oscuridad, tras haberme entrete­ nido durante un rato, y yo regreso a mis tareas de escribir, acompañar a mi hija a algún sitio o preparar rosb if y puré de patatas para la cena. Nuestras sombras sólo son temibles cuando tratamos de reprimir­ las, cuando nos negamos a concederles el reconocimiento que mere­ cen. En su libro Women Wbo Run with the Wolves, Clarissa Pinkola Estes nos aconseja «abrir un poco la puerta al reino de las sombras y dejar salir, de uno en uno, a algunos elementos, para familiarizarnos con ellos y hallarles alguna aplicación...», a fin de «reducir el riesgo de vernos sorprendidas por los inesperados ataques y súbitos estallidos de nuestra sombra», la cual se comporta «como una vela romana que se ha vuelto loca». Edie, quien se automedica con alcohol, cigarrillos, drogas, expedi­ ciones a las tiendas y sexo para ocultar su dolor, abraza ciegamente cualquier tendencia o filosofía de la Nueva Era destinada a ayudarte a descubrir tu yo auténtico, porque teme seguir los dictados de su cora­ zón. Se obsesiona con su aspecto para evitar profundizar en su inte­ rior; es esclava de la moda porque no se fía de su intuición. Pero tal

t o m o no* asegura I. i iloUni.i I '.ir'., I.i sombra -puede conleuci unos aspectos divinos, sensuales, líennosos y potentes de I.i peí son.ilul.ul tales co m o «la mujer e.ipa/ de habla i bien de sí misma sin necesidad de denigrarse, que sabe enfrentarse a su propio yo sin miedo, que se afa­ na en perfeccionar su arte».

El arte de Edie, al igual que el nuestro, consiste en descubrir su autenticidad. Pero en nuestra búsqueda, bonita mía, no debemos hacer caso omiso de lo que la doctora Estes llama «los aspectos arrincona­ dos, devaluados del alma y el ser», aunque nos hagan sentir incómo­ das. Sobre todo — bonita mía— si deseamos que nuestra vida sea rica, intensa y absolutamente fabulosa. Un besito, tesoro.

14 D E O CTU BR E

El Fin último de toda ambición E l Fin últim o de toda am bición es ser fe liz en nuestra casa. Sa m u e l J o h n s o n

T «¿a sabiduría que contiene esta frase merece que reflexionemos so­ bre ella durante el resto de nuestras vidas; probablemente es la razón por la que el doctor Johnson conquistó su eterno descanso junto a los «Inmortales» en la abadía de Westminster. ¿Por qué trabajas tanto? Para ser feliz en casa. Pero si nunca estás en casa — ni mental, física ni espiritualmente— porque siempre estás trabajando. ¿Así que por qué trabajas tanto? Para ser feliz en casa. Esto no es un koan zen. La vida es una paradoja, sí, pero no es necesario que nos la compliquemos más de lo que es. Hace diez meses que emprendimos este camino, pero si crees estar a punto de compren­ der ese enigma, significa que nos llevas una gran ventaja a las demás. Retén este pensamiento: «el Fin último de toda ambición es ser feliz en nuestra casa». Graba esta verdad en tu conciencia. Grábala profundamente, de modo que aunque funciones según tu propia ver­ sión del piloto automático, te dirijas directamente a casa. Escríbela en la palma de la mano; mírala tres veces al día. Pronúnciala en voz baja antes de asistir a una reunión para revisar el presupuesto que comien­

za media hora .mies d e ( j u c leudas •. .ipuios económicos, creemos «pie no podemos peí mil ii n o s e l l n | o «I* cntre^ai un diezmo de nuestros ingresos.

Pero tu.indo pasamos set ias estrecheces, ¿acaso podemos permitir­ nos no enircgai un (Invino de lo que leñemos? ¿ () convencernos de que cuando no tendamos preocupaciones económicas seremos más generosos con los demás? No me cabe duda de que lo cumpliremos. Pero el dinero dejará de ser motivo de preocupación sólo cuando con­ sigamos olvidarnos del tema. Si afianzamos nuestra abundancia ahora, conviniéndonos en donantes generosos, demostraremos nuestra pros­ peridad a la escéptica que reside dentro de nosotras. Deja que tu yo auténtico la convenza y los resultados te sorprenderán.

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DE O C TU BR E

Un imán que atrae el dinero U na bolsa m agra es m ás fá c il de rem ed ia r q u e d e soportar. G e o r g e S. C laso n

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j a civilización más rica del mundo antiguo fue Babilonia. Babilonia era célebre por su fortuna porque tanto el pueblo como el rey gozaban de un nivel de riqueza personal inimaginable hoy día. Los babilonios pobres eran una excepción, pues las leyes de la prosperidad estaban al alcance de cualquiera. Las leyes del dinero elaboradas por los babilonios eran muy sen­ cillas, incluso para los económicamente débiles. Y son tan aplicables hoy en día como hace ocho mil años. El camino que conduce a la rique­ za personal consiste en ahorrar y compartir, controlar los gastos, no tener deudas, incrementar el nivel de prosperidad a través de inversio­ nes prudentes, proteger el grueso de tu fortuna de una inesperada pér­ dida, poseer bienes inmuebles, establecer un plan de pensiones y aumentar la capacidad de ganar dinero a través de la perseverancia. Durante los años veinte y los años de la Depresión, en la década de los treinta, muchos bancos y grandes compañías aseguradoras distri­ buyeron gratuitamente unos folletos explicando estas antiguas leyes de ahorro y riqueza personal a través de unas parábolas escritas por George S. Clason. En 1955 se publicó un libro titulado The Richest

Man in Habylon, que so convitiió en u n t l.isico ele*I genero, t j i u * roa» gía una serio de aquellas parábolas. El primer secreto do los babilonios para alcan/ai l.i riqueza peí so nal era «comienza a engordar tu bolsa». I lio so conseguía tomando una parte de lo que uno ganaba — 110 menos del diez por ciento— y guardándolo en una bolsa que generalmente llevaban sujeta a la cintu ra. El propósito de la bolsa no era únicamente ahorrar dinero sino actuar como un imán para atraer dinero, aportando a su dueño una gran sensación de serenidad económica a medida que la bolsa engordaba. Cuando ésta se volvía demasiado pesada, una parte del dinero era trasladado a un cofre utilizado para préstamos, trueques, adquirí i bienes inmuebles y realizar inversiones. Pero una porción del dinero permanecía dentro de la bolsa a fin de atraer más dinero. Los persona­ jes más ricos de Babilonia siempre conservaban junto a ellos una volu­ minosa bolsa como prueba tangible de su prosperidad. Crear un imán que atraiga dinero es un fabuloso instrumento psi­ cológico para poner en marcha tu serenidad económica si te preocupa el tema del dinero. Un imán para atraer dinero no es una libreta de ahorros, es una cantidad de dinero que puedes conservar a mano para tocarlo con frecuencia y contemplar tu prosperidad. Necesitas dispo­ ner de un dinero que sea completamente tuyo, motivo por el cual debes mantener en secreto la existencia de ese imán destinado a atraer más dinero. No lo utilices para dar una propina al chico que te trae la pizza. Mi imán favorito es un billete de cien dólares que suelo llevar enci­ ma cuando salgo. La razón es que de este modo, pase lo que pase, siempre dispondré de cien dólares para gastarlos como quiera o para una emergencia. Pero tiene que ser un billete de cien dólares, no cien dólares repartidos en diversos billetes y monedas. Es posible que gas­ tes cien dólares, pero no es probable que cambies un billete de cien dólares. (Al menos yo no lo haría.) De esta forma tendrás la sensación de tener dinero sin gastarlo. Es un excelente instrumento que nos en­ seña que la abundancia debe comenzar en nuestra mente antes de que pueda manifestarse en nuestra vida.

I la/le un hueco al misterio, deja que la magia penetre en tu vida P racticar la m agia consiste en tejer las fu e rz a s invisibles y darles fo r m a ; elevarse p o r en cim a d e las nubes; explorar el recóndito á m b ito de los sueños d e la rea lid a d oculta. St a r h a w k

or fin ha llegado el ansiado momento: la víspera de Todos los San­ tos. Algunas de nosotras acompañaremos a los duendecillos durante su recorrido; nuestro amor, ternura y cuidados les protegerán duran­ te la noche. Muchas otras mujeres recibirán a los espíritus que las visi ten con golosinas, tratando de conquistarlos para evitar que les jue­ guen una mala pasada. Una sabia decisión. La fiesta de Halloween proviene del festival celta de Samliaim, IÍ N( )VII!MHIU\

Estar . |>i«>I>1c1111.is y pedimos .1 Ion dem.ÍH que caí con ellos ademas de los suyos, Se .un.ib le con di '.1 ouoeidos. l)ej.\ que los desconocidos sean ama­ bles contigo. < o iiM ileialo un intercambio positivo de ayuda y compa­ sión en el círculo de l.i vida. Recuerda, según dice san Pablo: «Algunos han hablado con andeles sin saberlo.» Y algunos nos hemos encontra­ do con ellos sin darnos cuenta y los liemos rechazado antes de recibir su bendición.

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DE NO VIEM BRE

Benditos sean los vínculos que nos ligan Llámalo clan, llámalo grupo, llámalo tribu, llámalo fami­ lia. Sea como fuere, y seas quien seas, lo necesitas. J an e l I ow ard

I la c i a esta época del año empezamos a pensar en la familia, a veces con cariño, a veces con aprehensión. Aunque la configuración de la fa­ milia ha cambiado profundamente desde la era victoriana, lo que no ha cambiado es nuestra necesidad de sentirnos ligados a nuestros pa­ rientes. Con frecuencia la vida real produce rozaduras' en los vínculos que ligan a las familias. Algunas familias están separadas por la distan­ cia, otras por problemas u obligaciones. Muchas mujeres no sólo cui­ dan de sus hijos y esposos, sino también de sus ancianos padres. Esto a menudo provoca tensiones y resentimientos entre nuestros padres y nosotras, a medida que nos hacemos más responsables de ellos. Pero si nos organizamos bien, podemos disfrutar de una relación muy estrecha con las personas que queremos. Parece absurdo sacar tiempo para demostrar nuestro cariño, ya sea para organizar una cita amorosa con nuestro compañero, quedar para comer con una herma­ na o sostener una larga conversación telefónica con un hermano o una prima. Pero es así. Tengo una amiga que siempre saca tiempo para recordar a todos los miembros de su numerosa familia y enorme círculo de amigos. El sistema que utiliza consiste en comprar un montón de tarjetas para todas las ocasiones. A principios de mes, tan automáticamente como si

se tratara do revisa i las facturas y recibos, tonsulta el calendario para comprobar si alguien cumple años y qué día. Muchas veces nos apetc ce enviar una tarjeta a un pariente deseándole que se recupere pronto de una enfermedad, o para felicitarle por su nuevo bebé, o para darle el pésame por la muerte de un ser querido, pero no lo hacemos para evi tarnos la molestia de salir a comprar una tarjeta. Utiliza la imaginación para complacer a tus familiares. Si posees un libro de meditación que te gusta mucho, regálales un ejemplar a tu madre y a tu hermana. Diles que cuando lees ese libro, siempre pien­ sas en ellas. Recorta artículos de revistas y periódicos que puedan in­ teresar o divertir a algún pariente tuyo. Yo siempre tengo unas tijeras a mano cuando leo un periódico o una revista y guardo los recortes en una cesta. Cada dos semanas, generalmente cuando reviso las cuentas, los envío por correo. Sólo tienes que escribir unas letras, por ejemplo: «Supuse que te divertiría leerlo.» Es un gesto que no te llevará más de cinco minutos, desde introducir el recorte en un sobre hasta pegar el sello, pero tu pariente se alegrará de comprobar que has pensado en él. Si vives lejos de tu familia, llámalos periódicamente por teléfono. Nuestros padres, cuando son ancianos, necesitan que nos ocupemos de ellos y que los llamemos o visitemos con frecuencia, a ser posible una vez a la semana. Todas nos acordamos de los niños de nuestra familia cuando se acerca Navidad, pero no siempre nos acordamos de su cumpleaños. Esos gestos omitidos provocan innecesarios disgustos. No nos cuesta nada tratar de recordar esas fechas, para evitar que los pequeños se sientan heridos. No utilices el pretexto de que no tienes tiempo, o que «pensabas hacerlo pero se te pasó». A ninguna de nosotras nos sobra el tiempo. Todas podemos hacerlo, basta con pensar en los demás y saber organizarse. Comparte historias familiares. Grábalas en un magnetofón para que no se pierdan. Pídeles a tus padres y a tus abuelos que graben sus recuerdos. Cuando haya desaparecido, el sonido de la voz de tu padre te partirá el corazón pero sanará tu alma. Contempla viejas fotografías familiares y manda hacer unas copias para todos los miembros de tu familia. Comienza una colección de vídeos familiares. Trata de reunirte con todos tus parientes al menos una vez al año. A raíz de la muerte de la madre de una amiga mía, ésta y sus her­ manos se repartieron una pequeña cantidad de dinero del seguro de vida de su madre. Dado que mi amiga y sus hermanos vivían en dis­ tintas ciudades, sabían que tendrían que hacer un esfuerzo para no perder el contacto entre ellos. Decidieron utilizar ese dinero para crear un fondo destinado a costear el alojamiento y la comida de todos ellos a fin de poder reunirse cada verano. Mi amiga dice que los primeros

encuentro,s lucion dccnivoi, pues contribuyeron a estableen m u une v.i tradición lamiliat Aluna, mi amiga se siente mas unida a sus licr manos y hermanas (|ue cliando era nina. Según Simone Weil: I.I deseo de sentirse enraizado es quizá la necesidad más importante y menos reconocida del ser humano.» Es un pensamiento digno de meditación el Día de Acción de Gracias.

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DE N OVIEM BRE

Hacer novillos Sabes que no debes dejar escapar las preciosas horas del día. Sí, pero algunas son preciosas precisamente porque deja ­ mos que se nos escapen. j . M. B a r r í i*:

H o y , meditemos con nuestros calendarios abiertos. ¿Que aspecto presenta la semana? ¿Qué día puedes tomarte libre sin que tu mundo se paralice porque durante unas horas has dejado de darle vueltas? Bien. Ahora escribe: «Día dedicado a la salud mental.» ¿Recuerdas los días de «salud mental» que aducíamos en la escuela secundaria para hacer novillos un día? Pues ha llegado el momento de reanudar la tradición. No tengas remordimientos por hacer novillos; se trata de una terapia preventiva. A veces me gustaría ser una médica especializada en trastornos femeninos. Todos los años sorprendería a mis pacientes recetándoles por escrito que hicieran novillos durante un día. Las convencería de que era absolutamente necesario para su salud: física y psíquica. Luego les daría una nota oficial excusándolas de la vida real. Creo que la verdadera razón por la que es tan difícil ser adulta es que no tenemos a nadie que nos excuse de cumplir con nues­ tras obligaciones, ocuparnos de nuestro marido, cuidar a mamá y con­ ducir a los niños a la escuela. No te preocupes. Yo escribiré una nota para ti. ¿Me devolverás el favor? Hacer novillos no es lo mismo que «hacer huelga». Cuando — debi­ do a que no lo soportas más— decides hacer huelga diciendo que estás indispuesta o tomándote un día de vacaciones, no tienes la energía crea­ tiva para «hacer novillos». Cuando hacemos novillos, la palabra opera­

tiva es «jugar* pero nadie liene que saberlo excepto lu yo aulenlico. ( O una buena amiga que liaee novillo-, i oniigo .) I )espues de despedii a tu marido, llama a la oficina y di que le entrevistarás con quien sea mañana y luego lleva a los niños a la guardería. Si te quedas en casa, lia ma a un canguro o concierta con otra madre un intercambio. Dispones aproximadamente de ocho horas para emplearlas como desees. Haz lo que te parezca más frívolo y caprichoso. Compra un albornoz de un diseñador europeo, ve a un salón de belleza y pide que te hagan la pedicura, que te apliquen un tratamiento facial y un nuevo maquillaje. Concédete el capricho de un masaje de aromaterapia. Fin­ ge ser una turista y coge un bus turístico para visitar los lugares más destacados de la ciudad. Vete al cine. Ve a comer a un restaurante que no conoces. Quédate en casa y diviértete contemplando los culebro­ nes de la televisión, los talk-shows, una comedia o un vídeo. Lee una fabulosa novela de una sentada con una caja de chocolatinas junto a ti. No contestes al teléfono. Haz únicamente lo que te apetezca hacer, no lo que tengas que hacer. Ve a recoger a los niños y pásate por una hamburguesería o un chino y llévate comida preparada a casa. Cuando la jornada haya terminado, lo único que habrás hecho es cuidar de tu alma. \ Disfruta de no hacer nada. «Es imposible gozar plenamente de los ratos de ocio a menos que uno esté muy ocupado — confesó el escritor Victoriano inglés Jerome K. Jerome— . No es divertido no hacer nada cuando no tienes nada que hacer... Los ratos de ocio más dulces, como los besos, son los robados.»

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DE N O VIEM BRE

Meditación para chicas malas Es tan fá c il ser m ala sin darse cuenta, ¿ v e r d a d ? A n n e Sh ir l e y (L. M. M o n t g o m e r y )

I - J n a amiga y yo charlábamos un día por teléfono cuando de pron­ to me confesó haber hecho algo terrible pero muy divertido. «Qué mala eres», contesté fingiendo sentirme escandalizada pero con admi-

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r.u ion (el nóvenla \ nuevi pin cíenlo del tiempo «■. un pedazo de p,m), < tundo dejamos de i eirnos a carcajadas, mi amiy.a dei l.iro que las clu cas malas pueden enseuainos un p,u de tosas al resto de las mujeres. ( lomo descul'iu i una chica mala. I as chicas malas beben cham­ pán y combinailo'., no cerveza, jerez, agua mineral, calé con leche o té Darjceling. ( I ) sea, martinis, «destornilladores», bloody marys.) Las chicas malas prefieren vestidos pegados al cuerpo, tops escotados, tacones altos, medias negras de malla, seda, cuero, raso blanco cortado al bies y raso negro corto. Las chicas malas son pelirrojas, rubias o morenas, llevan la boca y las uñas pintadas de rojo vivo. O sea, como Mae West, Rita 1 layworth, Ava Gardner. (Pero las chicas más malas tienen el pelo de un castaño insípido.) Las chicas malas lucen pantalo­ nes ceñidos, sandalias de tacón alto, jerseys de cachemir o m ohair, pa­ ñuelos de seda en la cabeza para taparse los rulos y gafas de sol para ir al mercado; por las noches se ponen un esmoquin negro y una estola de zorro plateado. Las chicas malas están en contacto con su arpía interior porque pasean a unos dobermans con collares de cuero negro con brillantes falsos incrustados. Las chicas malas viajan a Las Vegas con la Visa oro de su ex que todavía lleva su nombre. Son apasionadamente leales a sus amigas. Son capaces de matar a quienes rompan el corazón de sus amigas del alma. Las chicas malas tienen amigos dotados de poderes sobrenaturales. Tienen su propio astrólogo. Saben que un cuerno (de la luna u otro astro) no es necesariamente algo que te pone el marido. Las chicas malas escuchan a Billie Holiday. Saben la importancia de depilarse a la cera periódicamente. Las chicas malas ejercitan unos músculos que el resto de nosotras ni siquiera sabemos que tenemos. Las chicas malas huelen a perfume caro y nunca salen de casa sin unos pendientes fabulosos. Leen a Nietzsche. Compran el N ational Enquirer. Saben pronunciar el nombre de Goethe y recitar Las flores del mal. Las chicas malas utilizan boquilla; las chicas realmente malas asis­ ten a cenas donde sólo se fuman puros. A las chicas malas les gusta disfrazarse: se presentan como madres perfectas, gélidas princesas y bibliotecarias. Las chicas malas son apa­ sionadas mientras que el resto del mundo se muestra frío. Prefieren el oro a la plata. Enseñan el ombligo, pero nunca el alma. Las chicas malas hacen el amor sobre sábanas de Ralph Lauren. Las chicas malas nunca se casan por amor, motivo por el que cambian tan a menudo de apellido. Las chicas muy malas tienen cuentas bancarias numeradas. Las chicas malas saben que no se trata de las cartas que te den, sino de la habilidad con que sepas jugarlas. Las chicas malas ganan al blackjack. Se van de vacaciones a Monaco, donde aprovechan para partici­ par en torneos de backgam m on. Frecuentan los billares, pero sólo jue-

gan al billat en casas partieulaies l'ienen en nomina a un corredor dr apuestas, un asesor financiero \ un abobado. I as tilicas malas envían sustanciosos cheques para buenas causas y nunca se molestan en d e s gravar la cantidad que donan. Las chicas malas no solo quieren diver tirse, sino que hacen todo lo posible para conseguirlo. I as chicas malas viven según la filosofía del placer personal. L a m ayoría de n osotras sólo som os chicas malas en nuestros sue ños. Pero existe cierto p atrón en el estilo de vida de las chicas malas que m erece ser analizado. L as chicas m alas com pran lo que les apetece com prar, com en lo que desean com er, se visten com o quieren, duer ­ men cuando les apetece. L as chicas malas no acuden al p sicó logo porque no lo necesitan. En su lugar, tienen amas de llaves y m asajistas. Las chicas malas saben que esto no es un ensayo general. L a vida real es lo que tú quieres que sea. Puedes ser mala. Puedes ser buena. Pero procura ser auténtica.

23 DE NO VIEM BRE

Una auténtica acción de gracias Un h og a r abierto, un corazón abierto, a q u í crecerá una ab u n d an te cosecha. Judy H and

E l pavo está en el horno, im pregnando el am biente con su suculen­ to arom a, y mi corazón se siente feliz. L as tartas se están enfriando sobre la m esa, rellenas de frutos de la tierra, y mi corazón está reb o­ sante. L a conversación, la com pañía y el afecto transform an las habita­ ciones de esta querida casa, y m i corazón está en paz. Pronto mis seres queridos — parientes y am igos— se sentarán a esta mesa para com partir nuestra com ida y nuestras bendiciones y alzar con nosotros sus corazones en una oración de gracias. M ientras pongo la mesa, mi corazón recuerda con gratitud el legado de am or y tradición re­ presentado en los talismanes del mantel recién lavado y planchado, en la reluciente cristalería, en la herm osa vajilla de porcelana. L a plata brilla, las velas arrojan un suave fulgor, las flores nos deleitan con su belleza.

I *. iiim situauóu pille» 1,1 Ti.iiemni tic pii .eiv.ii e.ie auténtico momento de em auto de l.t vida simple Valoienms e.t.i sensación de salislacción y plenitud. Alebrémonos y alabemos .il Creador de todo lo bueno.

I 1 novelista iM;•11 . I'liornas I lardy sostenía que los últimos días de otoño creaban una estaeión interior que nos permitía vivir «en unas altitudes espirituales que rozan el éxtasis» como en ninguna otra épo­ ca del año. Gocemos de la euforia que experimenta nuestra alma. Venid, hermanas mías. Recemos por los muchos dones que hemos recibido. Cantemos la canción de la abundante cosecha, levantemos nuestra copa de alegría, elevemos nuestro corazón rebosante de grati­ tud. Sonriamos, pues tenemos mucho que compartir. Tanto es así, que en esta época de abundancia somos capaces de aceptar la época de renuncia. Poseemos todo cuanto necesitamos. Amado Espíritu, nos has dado mucho, más de lo que merecemos. Te ruego que nos concedas una cosa más. El don de un corazón agra­ decido. Los corazones no olvidarán lo que has hecho.

24 DE NO VIEM BRE

El don de la salud L a p rim era riqu eza es la salud. R a lp h W a l d o E m erso n

F #n esta época del año solemos pensar más bien en lo que nos falta que en lo que poseemos, lo cual tiene una explicación. Ha llegado la época de lanzarnos a comprar regalos. Pasado el Día de Acción de Gracias comienza la carrera para prepararse para las fiestas navideñas. Apenas acabamos de celebrar la estación de la abundancia cuando, con la llegada de los primeros días oficiales de compras navideñas, inicia­ mos unas semanas frenéticas de búsqueda, compras y encargos, pero no para nosotras mismas. Nos sentimos abrumadas por una época de carencia. Así que antes de que nos dirijamos a unos grandes almacenes, con­ vendría no sólo hacer un repaso de lo que poseemos, sino pensar de­ tenidamente en ello. El dinero servirá para comprar muchas cosas

durante las próximas semanas, pero no se pueden comprar los regalos más importantes: la salud, un matrimonio sólido, unos hijos sanos, la posibilidad de expresar nuestra energía creativa, la paz interior. Es algo que solemos olvidar, no porque seamos unas ingratas, sino por­ que el ajetreo de la vida cotidiana nos impide pensar en ello. Ahora es el momento de recordarlo. Supongamos que te ofrezco una elección. Tienes garantizados todos los dones que he citado más arriba, pero no un BM W aparcado frente a la casa. O tienes garantizado el BMW, con dinero para comprarte la lujosa casa frente a la que está aparcado, pero te arriesgas a perder los dones de la vida real. ¿Qué elegirías? El don del que nos ocuparemos hoy es la salud. La salud no puede comprarse, aunque tengas todo el dinero del mundo. Podemos ad­ quirir los mejores servicios médicos, pero la salud no está en venta. La salud es un don inestimable que nos concede el Espíritu y que la ma­ yoría de nosotras da por descontado hasta que nos ponemos enfer­ mas. «Una de las experiencias más sublimes que podemos vivir es des­ pertarnos habiendo recuperado la salud tras una enfermedad — nos recuerda el rabino Harold Kushner en Who N eeds G od — . Aunque hayamos padecido una simple jaqueca o dolor de muelas, la salud a la que no solemos dar importancia de pronto se convierte en algo muy valioso.» Hoy reconoce que aunque sólo tengas salud, eres una mujer rica. Si tienes una mente sana, un corazón sano y una buena reserva de vitalidad y energía creativa, tienes el mundo a tus pies. Teniendo sa­ lud, lo tienes todo. Pero la salud no es sólo la ausencia de enfermedad. La salud es vitalidad, vigor, energía, equilibrio emocional, claridad mental y resis­ tencia física. Esos son los dones que debes pedir en tus oraciones, no que aplacen el pago de las compras con la tarjeta de crédito y te aho­ rres el bochorno. Toma vitaminas. Agradece al Espíritu la salud de la que gozas, y pide más. Si hay una lección espiritual que deseo que grabes en tu mente, es la conveniencia de pedir. Pide y te será concedido. Pide y si no lo consigues, al menos lo habrás intentado. Pide específicamente lo que deseas. Hoy, pide la suficiente dosis de energía creativa y física que necesitarás no sólo para sobrevivir a las fiestas navideñas, sino para disfrutar de ellas.

Cuando estás enferma L a e n ferm ed a d es el m édico a l q u e hacem os m ás caso; a la am ab ilid ad , a los conocim ientos, sólo h acem os prom esas; a la e n ferm ed a d la o b ed ecem o s sin rechistar. M a r c e l P ro u st

TX

ienes la sensación de que te vas a morir, tienes un aspecto que parece que te vayas a morir y te expresas como si te fueras a morir — me dijo la doctora mientras estudiaba los resultados de las pruebas de laboratorio y mis radiografías— . Pero gracias a Dios, no vas a mo­ rirte. Has vuelto a pillar la gripe, tienes sinusits y has contraído una pleuresía. Quiero que te tomes un antibiótico y guardes cama hasta que estés mejor, una semana o diez días.» Cuando protesté débilmcn te porque había estado tres semanas enferma con la gripe y tenía el ira bajo muy atrasado, la doctora asintió amablemente y respondió: «Vete a casa, tómate la medicina, ponte el pijama y escribe una meditación sobre lo importante que es cuidarnos cuando estamos enfermas. Me enfadaré mucho si vuelvo a verte por el hospital.» ' Hice lo que me ordenó. Más o menos. Escribo este mensaje disi­ muladamente, debajo de la colcha. La mayoría de las mujeres no se meten en cama cuando están enfermas porque no pueden permitírselo. Tienen que ocuparse de los niños, realizar las tareas caseras, preparar la comida, la vida sigue. De modo que continúas con tus quehaceres hasta que te caes redonda. Una mañana amaneces sin poderte mover. Estás enferma. Durante un par de días — a lo sumo— te concedes un pequeño respiro. Tu compa­ ñero y/o tus hijos inquieren solícitamente si necesitas algo, y luego se apresuran a cerrar la puerta para que puedas descansar. A menudo asoman la cabeza para comprobar tu estado porque el espectáculo de ver a su madre yaciendo en la cama durante más de dos horas seguidas equivale .1 un terremoto de una intensidad 6,5 en su escala Richter per­ sonal. «¿Te eneueniras mejor?», te preguntan tratando de animarte. Al r.ibo de pocos días, después de liabei oído esa pregunta por enésima vez, contestas alii mativamente, aunque no sea verdad. Te levantas de la rama, te vistes y te dispones de nuevo a tragar sables mientras haces juegos de manos con antorchas llameantes. Pero a veces no podem os levantam os A veces estamos tan agola

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das que n o lo g r a m o s s a c u d ir n o s la j*i i p r d e c iu u n a , el v u lg a i r c s li ia d o se convierte en bronquitis o n o s p .u i u n o -, u n h u e s o o s t ili u n o s u n pin zamiento de vértebras. A veces n o s o n u i < lo im p e n s a b le : u n b u lt o ti i el pecho, un exceso de glóbulos b la n c o s , u n golpe e n la cabe/a, unos intensos dolores en el pecho. No nos preguntan educadamente si de seamos hacer una pausa para tomarnos un respiro. Nos ordenan brus camente que nos paremos. Flannery O ’Connor, una escritora sureña dotada de una gran sen­ sibilidad, llegó a la conclusión de que «en cierto sentido, la enferme­ dad es un lugar más instructivo que un largo viaje por Europa, un lugar donde no tienes compañía, adonde nadie puede seguirte». La próxima vez que te pongas enferma, no te sientas culpable. Y deja de pensar que lo tienes todo controlado. En vez de arriesgarte a sufrir una recaída, date permiso para descansar tanto tiempo como necesites para (1) recuperarte y (2) explorar suavemente ese extraño giro en tu vida, aunque temporal. Muéstrate tan abierta a los nuevos panoramas que se abren ante ti como un turista curioso. Si no hubiera sufrido una importante herida en la cabeza hace diez años, probablemente no habría montado mi propio negocio, no habría escrito una columna en un periódico y no habría publicado tres libros. Mis casi dos años sabáticos forzados me dieron la oportunidad de emprender un nuevo camino cuando me recuperé. Cada enfermedad, desde un resfriado hasta el cáncer, nos da una lección positiva si esta­ mos dispuestas a tomar nota de ella. Puede ser una lección sencilla o profunda. Como aprender a cuidarnos más en el futuro para no enfer­ mar. Aportar una mayor armonía a nuestra vida cotidiana. Equilibrar nuestra necesidad de descanso y ocio con las exigencias de nuestras responsabilidades. Apreciar los sutiles matices de los días negros ade­ más de los días alegres y luminosos. Buscar la plenitud y la forma de sanar. Buscar no sólo una posible cura, sino la causa de nuestro mal. Flannery O ’Connor buscó los aspectos positivos de su enferme­ dad hasta considerar que el lupus que sufría era «una bendición de Dios». Es posible que nunca lleguemos a alcanzar ese grado de espiri­ tualidad. Pero la próxima vez que no te encuentres bien, te ruego que te cuides con cariño y compasión. Te sentirás mejor.

.’ I>K NOVIKMNKI

\Jiici receta para corazones angustiados y mentes abrumadas l'xiste esperan za p ara todos. A n ím ate p en san d o qu e si no te m u eres, seguirás sobrellev an d o las tribu lacion es de la v id a día tras día. M ary B ec k ett

Aig

unas noches, unas olas de cansancio nos golpean la mente, rom­ pen contra nuestro corazón, invaden nuestro cuerpo amenazando con erosionar nuestras mejores defensas como las dunas de arena que se alzan en la playa. El agua es fría, tenebrosa y profunda. Los recursos que anteriormente funcionaban — el alcohol, las drogas, la comida, el sexo, ir de compras, trabajar— sólo sirven para ocultar una insidiosa corriente. Nada es capaz de frenar la marea. Necesitamos que alguien nos arroje un cabo para evitar que nos ahoguemos en nuestras frustra ciones. Cuando se producen esas noches y me siento abandonada como un náufrago en la playa de mis dudas y mi falta de fe, hallo refugio en una oración muy reconfortante de Dame Julián de Norwich, una mís­ tica inglesa del siglo XIII. Todo se arreglará, y todo se arreglará, y todas las cosas se arreglarán. Esta simple afirmación de la fe resulta especialmente reconfortante por cuanto ofrece consuelo a las oscuras y ocultas tristezas de lo inex­ plicable, lo inexpresado, lo no resuelto, lo injusto y lo innegable que acechan mi alma cuando cierro los ojos. Musito esta oración una y otra vez, como un mantra, sin tratar de comprender el significado de las palabras porque 110 soy capaz. Algunos misterios están más allá de nuestra comprensión. Algunos misterios no los resolveremos nun­ ca. Jamás lograremos descifrarlos. Así pues, en lugar de tratar de entender su significado, dejo que el Espíritu de las palabras tranquilicen mi abrumada mente y mi angus­ tiado corazón hasta que caigo dormida. A veces no entendemos el

sentido de ciertas cosas. A veces debemos simplemente acepiatla*., m u darles más vueltas. Pero si logramos resistir durante U noche h.isia que amanezca un nuevo día, todo se arreglará, aunque sea tic íoi ma distin ta a como habíamos imaginado. Aunque sea distinto a lo (jue espeia bamos y estábamos convencidas de que ocurriría. Todo se arreglará, y todo se arreglará, y todas las cosas se arreglarán.

27 DE NOVIEM BRE

Lo que quieren las mujeres L a gran cuestión... qu e no h e sido capaz de responder, p ese a mis treinta años dedicados a investigar el alm a fem en in a , es: «¿ Q u é qu ieren las m u jeres?» SlGMUND FREUD

J E c h a r un sueñecito, doctor Freud. Ahora. Hoy. Bueno, si no hoy, al menos el domingo por la tarde. Ésta es la plataforma sobre la cual deseo funcionar: ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de ocio. Si una de esas agradables horas de ocio las pasas echando un sueñecito bajo tu mullido edredón, con la puerta cerrada y las cortinas corridas, comprenderé que eres una mujer muy inteligente. Un sueñecito no es dormir. Dormimos para recargar nuestros cuerpos. Echamos un sueñecito para cuidar nuestra alma. Cuando echamos un sueñecito, descansamos la vista mientras damos alas a nuestra imaginación. Es como prepararse para el próximo asalto. Ordenando y separando lo sagrado de lo profano, lo posible de lo improbable. Ensayando nuestro discurso de aceptación para recibir el premio Nobel, nuestra sorpresa al recibir el premio MacArthur al ingenio. Esto requiere una posición horizontal. Con suerte, caeremos dormidas, pero no profundamente. Sólo lo suficiente para rescatar nuestra energía creativa del caos. ¿Dónde puedes echar cómodamente un sueñecito? En tu dormito­ rio. En el sofá de la sala de estar cuando visites a tus padres porque has

Im .1 los ninos i 11i f tlojfii 11.11it 1111I.i ,i mi poblé i n . u l u v salgan .i jugai ,il jardín (ionio le dei tan a ii en.indo eras pequen.) y tu pobre madre quería descansar). (> en una hamaca. O en una tumbona. Debajo de una sombi illa en la playa. 1*,n un cóm odo sillón delante de la chimenea.

i lh

¿Durante cuánto rato? Una hora como mínimo. ¿Cómo podemos hacerlo si tenemos hijos pequeños? Pues echando un sueñecito cuan­ do lo hagan los niños. Pero es que se niegan a dormir durante el día. A partir de ahora lo harán. ¿Podemos echar un sueñecito en la oficina? Desgraciadamente no, a menos que cierres la puerta y apoyes la cabe­ za unos minutos sobre tu mesa de trabajo. Por lo general eso se reser­ va sólo para cuando estás tan cansada que los ojos se te salen de las ór­ bitas. Lo cual demuestra la necesidad de convertir el saludable hábito de echar un sueñecito los domingos en una tradición. Si quieres ser fe­ liz el resto de tu vida, echar un sueñecito no es opcional. ¿Cómo comienzas esa tradición? Domingo, tres de la tarde, des­ pués de pelar las patatas y meter el asado en el horno, desapareces esca­ leras arriba. Asegúrales que regresarás. Explica a quien insista en saber adonde vas que necesitas hacer algo. A solas. Si quieres dar la impre­ sión de que vas a hacer algo productivo, coge un periódico como si te dispusieras a leerlo. Es preferible no ofrecer más detalles. Ahora acués­ tate. Perfecto. Lo has conseguido. «No existe nada terrible que no pueda arreglarse con un sueñeci­ to», afirma Carrie Snow. Ningún día es tan perfecto que no pueda mejorarse con una estupenda siesta.

28 DE N O VIEM BRE

Soñar despierta Soñar despierto no es p e r d e r el tiem po, sino el don de una h ora du ran te la cual el alm a alcan za la plenitud. G astó n B a c h e l a r d

D

e joven, durante esos años en que todo te asombra y maravilla, ¿no te advertían bruscamente que bajaras de las nubes? ¿Que dejaras de soñar despierta? A mí también. Me ha llevado tres décadas perder la costumbre de ser práctica. Imagina lo que habrías conseguido si te

hubieran animado a respeta i nr. .1u 1u c r e a t i v o s com o los dones

es

pirituales que son. El ensueño es una tierra fértil en el que nuestra imaginación pros­ pera y trata de alcanzar la Luz. El ensueño incuba la creatividad y !•» vorece los sueños, la visualización, hasta inc luso las visiones. Muc ha gente cree que los ensueños son fantasías, pero las fantasías poseen un sentido de lo improbable y a menudo de peligro. Las fantasías son perfectamente saludables — todas las tenemos, especialmente fantasías sexuales— y resultan muy terapéuticas. Las fantasías permiten que nuestras sombras den libre curso a nuestras tendencias inaceptables dentro de la seguridad de un holograma interno protector. En una ocasión preguntaron a la esposa de Billy Graham si se le había ocurri­ do alguna vez divorciarse de su célebre marido evangelista, con quien llevaba casada medio siglo. «No — confesó la señora Graham— , pero a menudo he pensado en asesinarlo.» Debemos sumirnos en un ensueño — suspender todo pensamiento consciente de la realidad con los ojos abiertos— antes de experimentar la alegría de soñar. Los poetas, pintores, escritores, músicos y científi­ cos saben que la musa te visita en sueños, si bien el tema del sueño no tiene nada que ver con el proyecto creativo que tengas entre manos. Los ensueños se suelen experimentar a través de una cortina de gasa, justo más allá de la conciencia. Los ensueños son siempre agradables, pero requieren tiempo. Yo necesito soñar despierta durante al menos quince minutos antes de penetrar en la zona de los sueños propiamente dichos. Te darás cuenta de que te habías sumido en un ensueño si cuando sales de él sientes como si penetraras de nuevo en tu cuerpo. Las visualizaciones constituyen la realidad virtual de los ensueños: el montaje consciente y deliberado de un escenario en el que pretende­ mos ver lo que nos ocurrirá en el futuro. Cuando visualizamos, hace­ mos que la escena interior aparezca tan realista y detallada como sea posible, dando vida y color a la escena con nuestros sentidos hasta que lo que visualizamos resulta tan realista que desencadena una reacción emocional: felicidad, euforia, alegría, alivio, gratitud. Puesto que el subconsciente no puede distinguir entre la realidad y la realidad vir­ tual, la visualización consciente y deliberada durante cierto tiempo suele obtener los resultados deseados. El subconsciente es el sirviente del alma; pone en marcha la conducta y las circunstancias necesarias para manifestar físicamente el programa deseado. La pulsión del sub­ consciente es la fe. Si crees realmente, acabarás viéndolo en tu vida. Las visiones son unas revelaciones divinas que se manifiestan a través de imágenes sobrenaturales. Las visiones suelen experimentar­ las los santos, los místicos y los chamanes, unas personas lo suficien­ temente fuertes espiritualmente para poder encajarlas. Es imposible

ItlillH II IIII.I visión, 41MH|lie pOtloil'tON ilivot illl.l I llaves (le IIIK'Nlt'OH ensueños. I’eio ni no lo consigues, no l e Límenles, I . i s visiones t . u u bian de forma dramática y -i veces violentan el emso ile nuestra vi da. No puedes rcgiesai ni pcrm.meeei en un lug.it después de haber experimentado una visión, lista te impulsa hacia delante, te obliga a emprender un nuevo camino. Las personas c apaces de inducir una vi­ sión suelen prepararse para esa experiencia permaneciendo aisladas durante varios días. Los americanos nativos y ciertos pueblos indíge­ nas como los aborígenes se embarcaban en una «búsqueda de visio­ nes» a modo de rito iniciático, y aunque se trata de una tradición muy antigua, no es fácil trasladarla a la vida real de una mujer contemporá­ nea. Existen numerosos e interesantes libros que proponen la forma de emprender distintas sendas espirituales, pero la mayoría de ellos parecen haber sido escritos por personas que no tienen hijos; perso­ nas que tienen libertad para viajar a ashram s, conventos, monasterios, puntos de poder y lugares sagrados donde se unen el cielo y la tierra. Creo sinceramente que la mujer actual puede y debe hallar un camino sagrado en su vida cotidiana. Disponemos de los instrumentos espiri­ tuales de la oración, la meditación, la soledad, la gratitud, la sencillez, el orden, la armonía, la belleza, la alegría y los ensueños. «Un sueño es un escrito religioso», dice el novelista italiano Umberto Eco en E l n om bre de la rosa. Si buscamos la revelación divina acabaremos ha­ llándola, incluso en el transcurso de un viaje en autobús o mientras recogemos la colada.

29 DE N O VIEM BRE

Escapadas nocturnas L os sueños son ilustraciones... sacadas d e l libro qu e tu a lm a está escribiendo sobre ti. M ar sh a N o r m a n

j^^Lnoche soñé que me encontraba en un mercadillo buscando el Santo Grial, supuestamente oculto entre un montón de azucareros de oro, plata y cobre. En el preciso momento en que lo vi se me cayó de las manos un jarrón rosa de porcelana que ni siquiera sabía que sos-

tenía, haciéndose añicos, y tuve que salir corriendo en medio de una fuerte tormenta para rescatar a unos niños que estaban en la playa. Estoy segura de que hay un mensaje encerrado ahí, pero aún no he tenido tiempo de descifrarlo. Pero al menos he anotado el sueño en mi diario, para tratar de desentrañar su enigma cuando tenga la oportuni­ dad de hacerlo. Desde que he emprendido el camino que conduce a la autenti­ cidad, he experimentado más escapadas nocturnas en tecnicolor de lo que cabe imaginarse. Soñamos todas las noches, pero no siempre recordamos nuestros sueños. Mientras persigues la autenticidad no te asombres si empiezas a recordar más sueños. No es una casualidad. Comunicamos nuestro deseo de experimentar una revelación divina a través de nuestras ensoñaciones, y nuestro yo auténtico responde con un fax visual en forma de escapada nocturna. Nuestros sueños son historias divinas que revelan dónde hemos estado y por qué, hacia dónde nos dirigimos y la manera más rápi­ da de llegar. Los sueños constituyen nuestras auténticas piedras de Rosetta. Cada noche se escriben nuevos jeroglíficos, pero no en egip­ cio. Nuestras inscripciones divinas son rostros conocidos, lugares, objetos, deseos, dilemas. Tan sólo debemos buscar tiempo para desci­ frarlos. Los sueños nos ayudan a resolver nuestros problemas. Cuan­ do no sabemos qué hacer en determinada situación o necesitamos que nos guíen, podemos solicitar la ayuda divina a través de nuestros sue­ ños. Científicos, inventores, escritores y compositores se encuentran con su yo auténtico y alcanzan cotas increíblemente creativas durante esas escapadas nocturnas. Beethoven y Brahms saltaban de la cama en plena noche para componer sus obras. Thoreau guardaba siempre lápiz y papel debajo de la almohada. Samuel Taylor Coleridge recibió todo el texto del poema «Kubilay Jan» en un sueño, y Robert Louis Stevenson concibió numerosos pasajes de El extraño caso del doctor Je k y ll y Mr. H yde mientras soñaba. Los sueños más informativos suelen producirse cuando no nos acostamos agotadas o bebidas y dormimos profundamente. Si no pue­ des coger una pluma en el momento en que te levantas porque tienes niños, permanece un rato acostada, recordando el sueño para poder escribirlo más tarde. Si hallas un momento durante la mañana para anotarlo, te sorprenderán los detalles que revelará tu pluma y que ni siquiera recordabas. Al cabo de unrs horas de habernos despertado, sin embargo, las imágenes de esas escapadas nocturnas tienden a esfu marse. Jung creía que todos los participantes m nuestros sueños consti tuían aspectos de nosotros mismos I n tal i .r.o, nirii ante que no pueda ser fuente de inspiración. ('liando empiece', a escribí i tus propias meditaciones con iegul.ii ¡dad te Ilev ai as una |>i au soi piesa al vei cuan AH

tas cosas recuerdas o reconoces. El poeta inglés Cecil Day-Lewis nos dice confidencialmente: «No escribimos con el fin de que nos com­ prendan, sino que escribimos con el fin de comprender.» Si empiezas a escribir tus propias meditaciones auténticas, lo que recordarás, reco­ nocerás y comprenderás es que la vida es bella.

24 DE DICIEM BRE

He aquí todo lo que he considerado espléndido P onlo p o r escrito, cu an do y o h ay a p erecid o: h e a q u í tod o lo qu e h e q u erid o; q u e estas p ared es relucieran d e b ellez a espoleó m i alm a rez a g a d a a cum plir con su d eb er; q u e h u b iera fe lic id a d a q u í . m e h izo tra ba jar sin descanso, añ o tras año... T od o pen sam ien to y to d o acto fu ero n p a r a qu e este h o g a r siguiera intacto. E d g a r A. G uest

E s t a noche es mi noche preferida del año. En este momento de silencio el aumento de las cosas simples no es una filosofía, sino la rea­ lidad perfeccionada. Mi corazón está lleno de gratitud; buscar la sim­ plicidad en nuestras obligaciones para las fiestas ha preservado mi cor­ dura; el orden ha hecho que se moviera todo lo que tenía que moverse; ha surgido un sentido de arm onía porque finalmente me detuve el tiempo suficiente para encontrar el equilibrio entre el trabajo y la fa­ milia, al menos durante las fiestas; la belleza me rodea en los adornos navideños que hay en toda la casa, ahora iluminada e intensificada con el resplandor de las velas y un luego acogedor en la chimenea; y ha lle­ gado la alegría, el hijo de la risa y la felicidad, el huésped de honor en nuestro festín familiar. Después dé la cena, después de que cada uno de nosotros haya abierto un solo regalo y los demás estén en la cama, es el momento pata mi propio litnal puyado de Navidad la prepaiai ión de una batí

É

Mí»

deja de Natividad, que es mu costumbre medieval inglesa que niiiu ,i deja de poner de relieve el verdadero signiiieado de esta noche espei ial. Cuenta la leyenda que en la noche de la Natividad quienquiera que se aventure a salir bajo una copiosa nevada portando un hueso sucu lento para un perro perdido que se lamenta, un poco de heno para un caballo que tiembla de frío, una capa de abrigo para un viajero desam­ parado, una guirnalda de alegres bayas para quien ha llevado cadenas, un plato de migajas para los pájaros ateridos que creían que su canto había muerto y dulces para los niños pequeños que miran desde ven­ tanas solitarias, quienquiera que prepare esta bandeja de sencilla abun­ dancia «recibirá regalos asombrosos que rivalizarán con los colores del pavo real y las armonías del cielo». Así que bajo de lo alto del armario una bandeja enorme, la forro con un paño y pongo en ella un jugoso hueso del asado de la cena, una escudilla de comida para gatos, heno de la bala que he utilizado para los adornos, un abrigo que se le haya quedado pequeño a alguien, una tarta de arándanos, un plato con migajas de pan y semillas de girasol y una bandeja de confites. Sin hacer ruido, salgo de casa y dejo la bande­ ja sobre la pared de piedra que queda cerca de la calle. A veces nieva y a veces, no, pero siempre hace frío. Alzo los ojos en busca de una estrella brillante. ¿Es la estrella? Lo es a mis ojos. Me estoy helando. Es imposible, en esta noche santa, no pensar en las personas sin hogar cuando deposito la bandeja en su sitio. Hace dos mil años otra familia sin hogar dependía de la caridad ajena. No la encontró hasta que una mujer apurada y agotada, una mujer normal y corriente, se detuvo el tiempo suficiente para escuchar lo que su corazón le decía. El mío se siente culpable; que a primera hora de la tarde dejase una cesta y rega­ los en un asilo mitiga un poco la sensación de culpa, pero me siento decepcionada y triste por no haber hecho más. Prometo que lo haré el año que viene. A veces cumplo estas promesas bienintencionadas, a veces la vida real me distrae de la Vida Real. No hago lo suficiente y tanto el Espíritu como yo lo sabemos. Empece a preparar la bandeja de Natividad porque un misticismo casi palpable parecía envolver la leyenda. También me interesaba mucho la promesa de regalos asombrosos que rivalizarían con las armonías del cielo. Todos los años, cuando el día de Navidad por la mañana salgo a recoger la bandeja, muchas de las ofrendas han desapa­ recido. Un año desapareció incluso el abrigo. Que yo sepa, soy el Papá Noel de las ardillas. Pero me siento feliz al pensar que los sueños navideños de alguien se habrán hecho realidad. ¿Y los regalos asom­ brosos que rivalizan con el cielo? Están en todas partes. Pero el mejor de ellos es que ahora verdaderamente los veo.

2!5 DI- l ) l ( 11 M B K i :

Navidad Si, como Herodes, llenarnos nuestra vida de cosas, y nue­ vamente de cosas; si nos consideramos tan poco importantes que debemos llenar todos los momentos de nuestra vida de acción, ¿ cuándo tendremos tiempo para hacer la larga y lenta travesía del desierto que hicieron los Reyes Magos ¿O pa­ ra sentarnos y contemplar las estrellas como hicieron los pastores ¿ O para meditar sobre el nacimiento del niño como hizo Maríaf Cada uno de nosotros debe atravesar un de­ sierto. Descubrir una estrella. Y un ser dentro de nosotros mismos al que hay que dar vida.

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A n ó n im o

D e s c u b r í esta expresión profunda de la esencia del encanto de la vida simple poco antes de empezar a escribir el presente libro. Me encontra­ ba curioseando en una galería de Vermont cuando desde el otro extre­ mo de la sala me atrajo una obra del artista gráfico Michael Podesta. Era una escritura hecha a mano, de una gracia exquisita. «Ahí la tienes — me susurró mi yo auténtico— . Eso es el encanto de la vida simple.» Y lo era, por supuesto, y sentí la necesidad de llevármela. Pero al ver el pre­ cio, supe que no iba a llevármela en aquel momento. «No importa — dije a la hija de Herodes mientras tomaba nota del texto— . De momento acéptalo como regalo y el grabado será tuyo cuando llegue el momento.» Cogí un ejemplar del catálogo de venta por correo del artis­ ta y seguí disfrutando de un día maravilloso con Katie, sus primos y mi hermana. Al volver a casa de mi madre, mencioné el grabado y dije que el texto era la primera cita que tenía para el libro. «Es perfecto para Navidad — le dije— . Resume el libro en un párrafo asombroso.» Al llegar a casa, el grabado de Michael Podesta me estaba esperan­ do. Mi madre me lo había regalado para darme buena suerte. Después de llorar y reír y llamarla para darle las gracias, lo colgué sobre la mesa que utilizo para meditar. Su belleza es como un ancla para mi dormi­ torio, el lugar donde me siento, trabajo, sueño, duermo, amo y rezo; su mensaje intemporal es un puerto profundo para mi corazón inquie­ to, un refugio espiritual. Llamé a Michael para preguntarle de dón­ de procedía la cita y me dijo que no lo sabía, que alguien se la había enviado anónimamente por correo sin mencionar su autor. Pero el

texto le había licuado al corazón y Miitio I.i i u'ic*.hI.uI di usarlo pata hacer un grabado.

Quiero agradecer este regalo especial al poeta desconocido, .il t|lu­ da sabiduría y verdad. — Oh, ojalá la Navidad durase todo el año, como debería durar — se lamentó Charles Dickens— . Ojalá el espíritu de la Navidad pu diera vivir en nuestro corazón todos los días del año. Pero ¿qué es el espíritu de la Navidad? Quizás el espíritu de la' Navidad, al igual que la naturaleza de lo amado, ha de ser un misterio santo. Quizás el espíritu de la Navidad consista en que nuestra alma sepa que las cosas, por más bellas que sean, no son más que cosas; que fuimos creados, no siempre para hacer, sino que a veces sólo para ser. Quizás el espíritu de la Navidad es el cariñoso recordatorio de que debemos reservar tiempo para la larga y lenta travesía del desierto; que debemos tomarnos tiempo para descubrir nuestra estrella; que debemos hon rar el tiempo necesario para reflexionar sobre la llegada de las mujeres auténticas en-que debemos convertirnos porque el amor nos creó para ello. Se ha dicho muchas veces que nuestra vida es un don de Dios, que lo que hagamos con ella es la forma de corres­ ponder a dicho don. Hoy es el día perfecto para recordar esto. Así que éste es mi deseo de Navidad para ambas: que detrás de los juguetes, del oropel, de los villancicos, de las tarjetas y del caos social, venga un momento de tranquila reflexión y paz. Que verdaderamente pueda decirse de cada una de nosotras que sabe celebrar bien la Navi­ dad, si alguna mujer sabe. ¡Feliz Navidad y que Dios nos bendiga a todas!

2u

l)K DIGIHMBRK

Dos vidas Debemos estar dispuestos a librarnos de la vida que hemos planeado para poder disfrutar de la vida que nos está esperando. J o seph C am pb ell

ecuerdas la escena de la película El mejor en la que Robert Redford yace en una cama de hospital, enfermo, desanimado y a punto de abandonar? Es el último partido del campeonato y él no está presente porque ha sido envenenado por la mujer a la que creía amar. Glenn Cióse, su novia de la infancia, lo visita en el hospital. Bob siente bas­ tante lástima de sí mismo, el médico le ha dicho que nunca volverá a jugar a béisbol. Pero el béisbol es su vida. Tiene treinta y nueve años y hace poco que ha llegado a la primera división. «Creo que tenemos dos vidas — le dice Glenn Cióse— . La vida con la que aprendemos y la que vivimos después de ésta.» Tiene razón, como hemos estado aprendiendo hasta ahora en el camino diario hacia la alegría y el bienestar. ¿Y qué hemos aprendido? Que en el universidad de la vida hay sólo dos aulas. En el dintel de la puerta de una de ellas un rótulo dice: «El cielo en la tierra.» Sobre el de la otra: «Seminario para comprender la mecánica del funcionamiento del cielo.» El primer curso es un programa de trabajo práctico y teórico. Vivimos la vida real. De veras. El otro curso es un seminario intelectual. Tratamos de averiguar cómo podemos manipular la vida real, con un poco de mojiganga metafísica. Puede ser. Todas las mañanas se nos da la oportunidad de escoger en cuál de las dos aulas pasaremos las veinticuatro horas siguientes: ¿En la Vida Real o en la vida real? En las dos clases habrá preguntas inesperadas. A algunas no nos avisan de antemano de la fecha en que se celebrará el examen final; algunas estudiantes son más afortunadas. No hay forma de saber en cuál de los dos grupos nos encontramos. «En este angosto planeta sólo podemos elegir entre dos mundos desconocidos — nos enseña Colette— . Uno de ellos nos tienta... ¡ah, qué sueño vivir en ese mundo!... el otro nos asfixia en cuanto empeza­ mos a respirar.»

R

27 d i 7, n i c i i Mimi

Una mujer de verdad P rim ero ten em os q u e creer, y luego creem os. G. C . L ic h t e n b e r g

jCN^Lentras la temporada de creer parece terminar para el resto del mundo, te ruego que me permitas dejar algo muy claro. Entre basti­ dores esperan todavía muchos sueños. Tenemos al alcance de la mano muchas aspiraciones. Muchas hambres necesitan alimentos. Muchos anhelos deben reconocerse con el fin de poder satisfacerlos. Hay que aventar muchas chispas auténticas antes de que la pasión lleve a cabo su obra perfecta en ti. Echa otro leño al fuego. Este no es el día en que lo dejas. Este no es el día en que lloras. Este es el día en que consigues, mirándolas fijamente, avergonzar a todas las personas de tu vida cuando te dicen que no lo han entendido. Porque tú sí lo has entendido. Finalmente. Y ahora sabes que la f e es la sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no se ven. Este es el día en que gritas «¡Creo!». Continúa gritándolo hasta quedar ronca. Se acabó hablar en voz baja. ¿Sabes qué pasa cada vez que un niño dice que no cree en las ha­ das? Pues que un hada cae muerta. ¿Sabes qué pasa cada vez que una mujer dice que no cree, que tar­ da demasiado tiempo? Pues que la mujer cae muerta. Por dentro. Que es donde cuenta. Pero puede que pasen otros cuarenta años antes de que te entierren. ¿Y sabes qué dirán cuando esparzan tus cenizas? Pues dirán que no recuerdan haberte visto nunca verdaderamente feliz. Y tendrán razón. Este no es el momento de dejar de creer. Sencillamente el escepti­ cismo es un lujo que no puedes permitirte. ¿Y qué debes creer cada vez que respires, hasta que creas? ¿Qué te parece la alquimia mística del estilo y el espíritu? En otro tiempo la espiritualidad de una mujer ha estado separada de su estilo de vida. Pero ahora tú sabes que esto no tiene ningún sentido. Nunca lo ha tenido. Nunca lo tendrá. Ahora sabes que la unión del estilo auténtico y el espíritu crea una mujer de verdad. Tú.

I >i ni.t nn .i (Míe ( (mi ii i i i . i ( r e y muí » qui nene*. I.i pasión, I.i imi el i }',cin i . i , I.i |)i ill.iiile/,, I.i i i c.il ividad, I.i sabiduría, I.i claridad, I.i prolmi did.ul y I.i cspci icncia (|uc se requieren para encontrai ese centro silencioso de sol.i/, serenidad y luerza necesario para crear y sostener una vida auióntica. ( lacla día es una plegaria. Una vida auténtica es la forma mas personal de rendir culto. Cuando empieces a creer descu­ brirás que todas las cosas son realmente posibles. Aplaude. Aplaude una vez más. ¡Pero esta vez que se oiga de verdad! ¡Anda! ¡Eso está mejor! Haces tanto ruido, que despertarás a los muertos. Muy bien hecho.

28 D E DICIEM BRE

El valor para crear el mundo anhelado P u edes conseguir lo qu e qu ieras si lo deseas con desespero. D eb es an h elarlo con exu beran cia a flo r d e piel, cual erupción q u e se fu n d e con la en ergía creadora d el m undo. Sh e il a G r a iia m

T

i a primera vez que pienses que te gustaría hacer algo de manera un tanto diferente a lo habitual — puede que llevar estofado de gambas en vez de tu delicioso pero previsible plato de guisantes con patatas a la cena sorpresa— , coges un guijarro. La primera vez que realmente lo hagas de forma distinta — prescindiendo de si los resultados te encan­ tan o te decepcionan— , arrojas el guijarro al estanque. El guijarro crea unas ondas minúsculas, apenas visibles, que se desplazan hacia el cen­ tro. Nadie más se da cuenta de ello. Pero la mujer que tiró el guijarro o se pasó dos horas en la cocina preparando un placer sencillo, sí se da cuenta si presta atención. Ocurre lo mismo con los actos de valor en tu vida cotidiana. Pue­ de que sean tan pequeños, que sólo tú te des cuenta de que pasa algo. Pero un día saldrán a la superficie todos estos momentos pequeños, pero indelebles, de valor privado.

Y tanto tú com o tu inundo os habréis tianslormado en un mo

mentó autentico. Nos volvemos auténticos de la misma manera que nos volvemos valientes. Haciéndolo. No pensándolo. Rosa Parks no pensó en con vertirse en el símbolo del movimiento pro derechos civiles cuando se negó a ceder su asiento para sentarse en la parte posterior del autobús. Pero su compromiso auténtico y exuberante con la igualdad pudo más que su reserva y se unió a la energía que creó el mundo. Exuberante no significa sólo «gozosamente libre», sino también «que muestra algo en abundancia». Rosa Parks dio muestras de abundante valor auténti­ co. ¿Y podemos dudar de que en aquel momento definitorio su alma estuviera «gozosamente libre» aun cuando su corazón temblara? Esta semana las mujeres afroamericanas empiezan a celebrar un festival que honra la fe, la unidad, la herencia y los valores. Su nombre es K w an zaa, que significa «primeros frutos de la cosecha» en swahili, y lo puso en marcha en 1961 la activista pro derechos civiles Maulana Karenga. Durante los últimos tres decenios el festival ha encontrado muy buena acogida entre las mujeres negras que estiman su autentici­ dad. La celebración dura siete días, empieza el 26 de diciembre y cada noche se enciende una vela en honor a un valor específico. Estos valo­ res por orden de celebración son los siguientes: la unidad, la autode­ terminación, el trabajo cooperativo y la responsabilidad, la economía cooperativista, la resolución, la creatividad y la fe. No hay una forma prescrita de celebrar Kwanzaas excepto con un gran alborozo. No todas nosotras celebramos Kwanzaas, pero el valor de abrazar la autenticidad con gozosa libertad es sin duda algo que merece cele­ brarse encendiendo una vela, alzando una copa y realizando algo to­ talmente inesperado que levante nuestro espíritu. «Necesitamos sentir la alegría y la inspiración de encontrarnos unas con otras — cree Josephine St. Pierre Ruffin— . Necesitamos adquirir el valor y la vida nue­ va que nacen del encuentro de almas afines, de quienes trabajan por los mismos objetivos.»

2V 1)1' DICIFMBKI'.

Un éxito inesperado durante un día corriente A p ren d í esto, com o m ínim o, a través d e m i experim en to: qu e si una a v a n z a con con fian za en la dirección d e sus sue­ ños y se esfuerza p o r v iv ir la v id a q u e ella h a im aginado, en con trará un éxito in esperado en m om en tos cotidianos. H

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D a v id T h o r e a u

-i^ .lg u n o s días — y hoy es uno de ellos— pienso que el encanto de la vida simple es el Walden de las mujeres. Pero Thoreau se fue a vivir solo a una choza de los bosques. Nosotras nos encontramos rodeadas de hijos durante las vacaciones, muchos de ellos abatidos y desdicha­ dos porque «no hay nada que hacer». Y cuando les dices que hay muchas cosas que hacer, no es aquello exactamente lo que tienen pen­ sado. Henry, ¿podemos cambiar tu lugar por el nuestro? Hoy es el día en que la melancolía que sucede al fin de las fiestas suele hacernos su visita anual. Después de un gran esfuerzo, especialmente de un esfuerzo que ha durado varias semanas, se produce un bajón natural de la energía y el entusiasmo. «La vida que hay en nosotros es como el agua en un río», nos dice Thoreau. Sube, incluso se desborda, pero luego retrocede has­ ta que encuentra su verdadero nivel. El año va tocando a su fin y, nos demos cuenta de ello o no, esta­ mos haciendo el balance de nuestros libros personales, el cómputo de las ganancias y las pérdidas. Si el saldo es negativo en lo que se refiere a alcanzar metas, renunciar a expectativas, tratar de cumplir aspiracio­ nes, amoldarnos a situaciones que no podemos cambiar o reconocer que hubiéramos podido cambiar las cosas pero optamos por no hacer­ lo, acabaremos sintiéndonos tristes. Si nos hemos pasado del presu­ puesto, es probable que el monedero se resienta durante un par de meses. No es nada divertido. Para colmo de las desgracias, probablemente no te encuentras bien. No te sorprendas si tienes un resfriado fuerte o una congestión pulmonar. Los profesionales de la medicina oriental esperan estas enfermedades en invierno; metafísicamente, el pulmón es el órgano

c|tic* trata el dolor. Si hemos sulrido una pérdida -y todas la hemos sufrido este año, de una clase u otra , puede que aún nos duela, que no podamos aceptarla ni librarnos de ella. Es muy difícil renunciar al viejo dolor; a estas alturas es un amigo conocido, sólo que no es un amigo que vigorice mucho. Cuando esto ocurre es necesario que nos acordemos de tratarnos a nosotras mismas con amabilidad. Este es el momento de confiar y no de emitir juicios. Pronto los niños volverán a la escuela. Las visitas se irán. El trabajo quedará terminado. Pagaremos las facturas. Llegará el momento de la tranquilidad. Podrás recuperar el aliento, y entonces caerás en la cuenta de que ya no te duele. Tu energía creativa y tu entusiasmo volverán. Una vez más empezarás a avanzar con confianza en la dirección de tus sueños. «Por mal que te trate la vida, sal a su encuentro y vívela; no la evi­ tes y la insultes. No es mala... Cuanto más rico eres, más pobre pa­ reces. El criticón encontrará defectos hasta en el paraíso. Ama tu vida, por más que sea pobre. Quizá tengas algunas horas agradables, emocionantes, gloriosas incluso en un asilo de pobres — nos dice Henry— . El sol se refleja en las ventanas de la casa de caridad con tan­ ta luminosidad como en la morada del rico; la nieve se funde ante su puerta ya en la primavera.»

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