El Dominio de Si Mismo
February 27, 2017 | Author: Antonio Avila | Category: N/A
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El triunfo al alcance de todos.
EL DOMINIO DE SÍ MISMO J. W. Ford
1952 2
Nunca es demasiado tarde. Cuanta más experiencia se tiene de la vida, más fácil es planear y construir para el futuro.
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Advertencia:
Nunca perder de vista, al leer este libro, la primacía de la caridad: Si, hablando lenguas de hombres y de ángeles, no tengo, caridad, soy como bronce que suena o platillo que retiñe. Y si teniendo el don de profecía y conociendo todos los misterios y toda la ciencia, y tanta fe que trasladase los montes, si no tengo caridad, no soy nada. Y si repartiere toda mi hacienda y entregare mi cuerpo al fuego, no teniendo caridad nada me aprovecha. La caridad es constante, es benigna; no es envidiosa, no es jactanciosa, no se hincha; no es descortés, no busca lo suyo, no se irrita, no piensa mal; no se alegra de la injusticia, se complace en la verdad; todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera. (I Corintios 13, 1-8)
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ÍNDICE GENERAL CONSIDERACIONES GENERALES......................................................................7 ¿Estás contento contigo mismo?...................................................................................7 ¿Qué es el dominio de sí mismo?..................................................................................8 Grados del dominio de sí mismo...................................................................................9 Examen de conciencia.................................................................................................12 El hombre satisfecho de sí mismo...............................................................................15 El ejemplo del malabarista..........................................................................................15 Ejercicios prácticos para el dominio de sí mismo.......................................................17 Orden de materias........................................................................................................21 Una actitud frente a la vida..........................................................................................22 El dominio de sí mismo en la soledad.........................................................................24 Dominio de la memoria...............................................................................................26 Dominio del pensamiento............................................................................................28 Dominio de la imaginación.........................................................................................29 Ejercicios de dominio corporal....................................................................................30 El dominio de sí mismo en el trato con los demás......................................................34 Dominio de sí mismo en la conversación....................................................................35 El primer momento......................................................................................................37 Reacción ante el insulto...............................................................................................38 El arte de decir que sí..................................................................................................40 Dominio de la palabra.................................................................................................41 Dominio del gesto........................................................................................................45 El dominio del rostro...................................................................................................48 Impulsos emocionales que se han de dominar especialmente.....................................50 Defectos a corregir......................................................................................................55 Cualidades a adquirir...................................................................................................71 TEMAS DE APLICACIÓN PRÁCTICA...............................................................76 Procedimiento para fortificar la atención....................................................................76 Doctrina de la moderación...........................................................................................76 No te librarás de las influencias exteriores sino en la medida que conquistes el dominio de ti mismo....................................................................................................77 Antes de pensar en consumir, conviene aprender a producir......................................77 El esfuerzo...................................................................................................................78 El deseo de aprobación es uno de tus enemigos más poderosos.................................78 El atractivo del placer inmediato.................................................................................79 El corazón tiene sus razones, que la razón no conoce.................................................80 Escoge tu obra. Mide bien tus fuerzas. Toma lo que puedas soportar y deja el resto. 81 Tu fin ha de ser la proyección de tu personalidad sobre la pantalla del porvenir.......81 Se ambicioso. Pretende lo máximo posible.................................................................81 No aspires a ser feliz, aspira a realizar tu obra............................................................82
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No diluyas tu personalidad en cien pequeñas cosas inútiles. Cífralas en una sola cosa grande y fuerte.............................................................................................................83 El pensamiento que no se resuelve en acción, no es un pensamiento completo.........83 Teoría de la tranquilidad mental..................................................................................84 Todos los hombres que han triunfado estuvieron de acuerdo en un punto: creyeron que las cosas no obedecen a la casualidad, sino a una ley..........................................85 El éxito no es menos normal que la tela tejida en un telar. Un hilo roto estropea todo el tejido de una pieza. Una debilidad personal estropea el éxito de una vida.............85 La más prosaica ocupación contribuye a ejercitar la mente, a condición, claro está, de que la mente tome en ella parte activa.........................................................................86 El hombre que prescinde de lo que no le interesa.......................................................86 Los tres «jamás»..........................................................................................................87 Los tres «siempre» para dominar a los otros...............................................................87 Las tres virtudes que te harán invencible....................................................................87 Fija bien estas palabras en tu mente............................................................................88 Tres dominios esenciales sobre tu cuerpo que no has de olvidar jamás......................88 No te dejes simplemente influir por los otros..............................................................88 Ser dos en uno.............................................................................................................89 El triunfo sobre el miedo natural.................................................................................90 EL ASCENDIENTE PERSONAL...........................................................................91
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CONSIDERACIONES GENERALES
¿Estás contento contigo mismo? Empiezo por hacerte esta pregunta, a la que sólo puedes contestar de dos modos: Sí o NO. Sí. Pues si eres sincero y no te haces trampa a ti mismo, cosa que no te produciría ningún beneficio, sigue adelante y sin titubeos. No hace falta que leas este libro. Pero piensa una cosa: El hombre que está contento de sí mismo, o es muy poco ambicioso o es un perezoso mental que no se atreve a enfrentarse con la realidad. En este libro se trata de la realidad que más te interesa, de la única que de veras te pertenece y depende de ti: tú mismo como hombre. Disimula, si quieres, delante de los otros, pero no te engañes a ti mismo. Busca tus debilidades y no te asustes cuando las encuentres. Piensa que el solo hecho de haber comprado este libro y de leerlo ya supone en ti un encomiable deseo de mejorar. NO. ¿Por qué? Porqué eres con frecuencia víctima de tus tendencias y de tus impulsos naturales. Nadie nace perfecto. No olvides que todos los hombres que han conseguido algo en este mundo han sabido dominar su naturaleza. Tú puedes dominar la tuya. Y lo has de hacer. Aunque tu posición personal te sitúe por encima de los otros, conviene que aprendas a dominar tu naturaleza. Si no aspiras a conseguir del mundo algo más de lo que ya tienes, puedes aspirar a conseguir aún mucho de ti mismo. Tu naturaleza obedece frecuentemente a impulsos que no te conducen al fin que te proponías alcanzar. Domínalos. ¿Es que no ambicionas alcanzar una meta? ¿Es que no quieres ser un poco mejor cada día?
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Todos los días de tu vida dejarán su huella en ti. Algunos, desgraciadamente, te harán peor de lo que eres; otros te dejarán igual. Algunos te mejorarán. Sólo éstos serán los días verdaderamente vividos. Existir es una cosa; vivir otra. Ser es una cosa; ser hombre de veras, otra. Sólo llegarás a hacer de ti un hombre verdadero si cada día, gracias a tu esfuerzos, adquieres algo bueno que no tenías. Los animales no se perfeccionan. Lo mismo son ahora que diez siglos atrás. Lo mismo son en la vejez que en la juventud. Pero el hombre puede hacerse cada día mejor. Y el consuelo de la vejez es el conjunto de bienes y de cualidades que se han adquirido con esfuerzo durante toda la vida. Aprende el arte de dominarte a ti mismo, y todas las puertas se te abrirán, la vida te sonreirá, y algún día podrás exclamar: ¡Yo he sido el arquitecto del magnífico edificio de mi propia vida!
¿Qué es el dominio de sí mismo? Podría definirse en una fórmula breve; pero prefiero explicarlo en un párrafo largo para que tengas una idea más clara de todo lo que se puede conseguir. Emprender la tarea diaria a la hora fijada; acometer resueltamente aquello que es necesario para tus fines y que tú, por inclinación natural, dejarías de lado; reprimir toda palabra y todo gesto desagradables; estar atento siempre a las cosas importantes y prescindir en absoluto de aquellas que no lo son; proceder siempre con calma, sin atolondramientos y sin omisiones; observar estrictamente un determinado régimen de trabajo; practicar asiduamente un ejercicio; moderar toda tendencia disipadora de fuerzas; regular el uso de las facultades naturales; saber relacionarse con los otros hombres; estar siempre en actitud de escucha, ser atento y obediente; reaccionar serena y decididamente en las circunstancias angustiosas; tener para cada uno la palabra más adecuada; organizarse con seguridad en medio de las vicisitudes; elegir los caminos que más directamente conducen a la meta y seguirlos sin vacilaciones; ponerse a la cabeza del ejército de las propias fuerzas, después de hacerlas tenaces e indestructibles. Todo esto es lo que se llama: 8
DOMINIO DE Sí MISMO ¿Verdad que es un programa apasionante? Pero nada de todo esto se improvisa. La vida no es una tarea fácil. El hombre tiene instintos, pasiones y pensamientos. Los instintos son enemigos poderosos que le desvían del camino recto; las pasiones le hacen ver las cosas y las personas distintas de como son, y en el pensamiento luchan los recuerdos y las imaginaciones contra la auténtica facultad de discernir. Sólo el hombre que domina sus instintos y sus pasiones es capaz de convertir su pensamiento en obra. Hasta los hombres más débiles y peor dotados tienen propósitos buenos. Pero en la vida de acción no es cierto que con la intención basta. Un propósito es apenas nada. Todo el mundo piensa; sólo algunos hacen, y muy pocos hacen lo que han pensado antes. Sólo el hombre que aprende a dominarse a sí mismo puede confiar en que sus propósitos serán algo más que humo, y que algún día se verán realizados.
Grados del dominio de sí mismo Nunca se consigue todo de una vez. Los caminos son largos; pero si se dividen en etapas lo parecen menos, porque cada etapa vencida es una meta parcial alcanzada. Cuatro son los grados o etapas del dominio de sí mismo. Cada grado tiene su nombre, que se ha de tener presente porque define un conjunto de cualidades que dan forma al carácter del hombre. 1º Sobriedad. 2º Calma resistente. 3º Impasibilidad. 4º Tenacidad flemática.
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Sobriedad La persona se hace sobria cuando consigue eliminar todos los excesos, todos los movimientos y esfuerzos inútiles o perjudiciales. La energía del hombre no es ilimitada. Un hombre medio puede andar diez horas diarias durante toda su vida. Pero si, mientras anda, salta y se sube a los árboles, se cansará mucho antes de las diez horas. Sin embargo, el andarín sobrio resistirá hasta doce y catorce horas. La sobriedad tiene dos ventajas: evita los abusos perjudiciales y es un ahorro de energía. Todo el que quiera triunfar en el dominio de sí mismo ha de empezar por hacerse sobrio en todo. No sólo en el comer y en el beber y en los movimientos del cuerpo, sino en el ejercicio de sus facultades mentales: no pensar en vano, no recordar cosas inútiles, no sucumbir a las satisfacciones inmediatas.
Calma resistente Nunca la precipitación conduce a buen fin. El hombre que consigue el triunfo sabe proceder con calma, pero también con constancia. La fórmula que mejor expresa su actitud es ésta: sin prisa y sin pausa. Hay dos grados de calma. El primero, y más asequible, es la calma en el obrar, El segundo, y más difícil, es la calma ante los ataques ajenos, las calamidades y los fracasos. Ésta es la calma resistente. Obrar con calma es bueno, pero no basta: se ha de saber resistir con calma. Ésta es la única base de la invulnerabilidad. La verdadera fuerza del hombre no está en pegar, sino en recibir los golpes sin perder la calma.
Impasibilidad El hombre sobrio, que es capaz de obrar y resistir con calma, adquiere la impasibilidad, la cual indica que ha alcanzado un dominio absoluto de todos los movimientos pasionales. Casi todos los grandes hombres han sido impasibles. Y si hay excepciones, las encontramos todas entre los artistas, que son, por naturaleza, seres pasionales. Observemos la distinta manera de reaccionar de un verdadero hombre y la de un sujeto vulgar cualquiera ante algún contratiempo o 10
provocación. El sujeto vulgar se impacienta, se enfada violentamente y derrocha sus energías en vano. El verdadero hombre se muestra impasible y, por tanto, superior a todo fenómeno externo. Nada de lo que se produce fuera de sí mismo tiene poder sobre él. La gente vulgar reacciona violentamente contra los insultos y los ataques del prójimo. Los hombres que. han adquirido cierta grandeza, se sonríen. No les importa lo que hacen, dicen o piensan los otros sino lo que hacen, dicen o piensan ellos. Lo único de la vida que tiene valor para ellos, lo llevan dentro.
Tenacidad flemática No sirve de mucho la impasibilidad perezosa. Hasta es posible que la indolencia y la pereza sean causas de una aparente impasibilidad. Ciertos hombres egoístas y perezosos se muestran impasibles sólo para evitarse el trabajo de reaccionar contra su turbación de ánimo. El hombre sólo triunfa por sus obras. Todo el que quiera triunfar ha de estar actuando siempre. La labor de cada día, en cualquier orden de cosas, ha de ser el preámbulo de la tarea del día siguiente. Esta tenacidad en el trabajo y en la persecución de un fin es condición indispensable para que los propósitos se realicen. Nunca las cosas se hacen solas y pocas veces hay quien las haga. Sólo el hombre que ha logrado vencer su pereza innata, consigue estar obrando siempre. Pero tenacidad es más que actuación. La idea de tenacidad supone un estado continuo de atención y de concentración en la obra, que permite aprovechar toda oportunidad que se presenta. El hombre tenaz, si es sobrio, si resiste con calma y es impasible, logra alcanzar siempre el fin que se propone y acaba siempre por imponerse. La tenacidad del hombre que sabe dominarse es, además, flemática. Esto quiere decir que su tenacidad no le causa jamás alteración ni le cuesta esfuerzo visible. El ímpetu puede admitirse en ciertos casos para salvar un obstáculo; la tenacidad flemática se ha de tener siempre. Un carácter impetuoso sucumbirá, a la larga, ante un carácter tenaz y flemático. El que consigue tenerlo, gracias al dominio de sí mismo, obra en la vida como el invasor en país sometido y dispone de todas las riquezas del vencido.
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Examen de conciencia El dominio de ti mismo ha de tener un fin práctico. No merece la pena que te molestes y gastes tu tiempo sólo para que midas el alcance de tus fuerzas. En la vida moderna los éxitos son una suma de pequeños y eficaces resultados diarios. Sé han de ganar muchas batallas para conseguir la victoria final. Y tú has de ser como un general que, antes de desplegar sus fuerzas, observa las posiciones del enemigo para atacarlas y reducirlas una a una. Ahora el enemigo eres tú mismo y tus inclinaciones naturales. Tienes en contra un ejercito poderoso, cuyos soldados son todos los defectos tuyos que quieres corregir. Has de empezar por hacer un examen de conciencia sincero y reconocer sin miedo y con lealtad cada uno de tus defectos y anotarlos todos en una hoja de papel por orden de menor a mayor, de donde sólo te atreverás a tacharlos, el día que hayas triunfado de ellos.
El orden de menor a mayor Aún no estás adiestrado para el combate; aún no has probado tus fuerzas. Sólo tienes un buen deseo sostenido por la voluntad. Pero aún no existe en ti ese impulso natural hacia la perfección que facilita la lucha diaria. Si empiezas por un enemigo pequeño, le vencerás. Si empiezas por un enemigo fuerte, no podrás contra él. Pesa bien todos los defectos a corregir y empieza por los menos arraigados, que son tus enemigos más débiles. Así, fortalecido y preparado, podrás enfrentarte con los enemigos fuertes y los vencerás sin demasiado esfuerzo.
Un ejemplo Supongamos que eres un hombre que tiene que conversar frecuentemente con los demás. El arte de conversar es difícil y tiene reglas precisas. Tú has estudiado este tema y has hecho examen de conciencia, descubriendo en ti tres defectos principales:
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a) Divagación. No consigues ceñir la conversación al tema único que te interesa. b) Negación. Cuando cualquier cosa que el otro te dice te parece equivocada, empiezas tu frase con la palabra no.
c) No sabes hacer que sea el otro quien defienda tus propias ideas, como si fueran suyas. Bien. Estás decidido a sacar partido de las conversaciones. Y quieres corregir los tres defectos. Empezarás registrándolos, por orden de menor a mayor. Así: 1. Negación. 2. Divagación. 3. No saber cómo conseguir que el otro defienda tus propias ideas. Es fácil corregir el primer defecto. Tu costumbre de decir no es casi mecánica. Casi todo el mundo lo hace; todos los tontos lo hacen. Empieza, pues, por limitarte a decir siempre sí, sea cualquiera la afirmación del otro. Empieza siempre por darle la razón. Así le predispondrás a tu favor y a que acepte sugerencias tuyas, incluso renunciando a sus propios propósitos. Anota en un papel este principio y fíjalo en tu mente: Empezar siempre por dar la razón al otro. No hay nada más fácil. No tardarás mucho tiempo en advertir que ya eres incapaz de empezar. negando. Sólo entonces arremeterás contra tu segundo defecto: la divagación. No importa que tú no divagues. Divaga el otro. Lo difícil no es dejar de divagar tú, sino hacer que no divague el otro; llevarle continuamente al tema, no consentirle desviaciones. Piensa que la divagación es el principal enemigo del éxito en las conversaciones. Nunca resolverás una cosa si hablas de otra. Y esto es lo que sucede casi siempre en las conversaciones privadas. Después de practicar esto algún tiempo, te darás cuenta de que tus conversaciones son como un camino recto que te conduce, sin desviaciones, al sitio que querías llegar. Ahorrarás tiempo y palabras y te asombrarás de los resultados. Y, por fin, eliminados ya los dos primeros defectos, no tendrás dificultad para transmitir tus ideas al otro interlocutor y para hacer que sea 13
él quien las asuma como suyas. En esto consiste el arte superior de la conversación. ¿Crees que habrías conseguido el mismo resultado si te hubieses propuesto corregir los tres defectos a la vez? Probablemente no. Más adelante, al tratar en especial del dominio de ti mismo en la conversación, volverás a leer este apartado.
Cualidades a adquirir En el examen de conciencia da siempre la preferencia a tus defectos. Eliminados éstos, busca las cualidades que te faltan. Con estas cualidades también procederás en la misma forma: las anotarás en un papel, empezando siempre por las de más fácil adquisición, hasta llegar a las más difíciles. Y así, una a una, por orden, lentamente y sin cesar, las adquirirás todas. No lo conseguirás jamás si pretendes adquirirlas todas a la vez.
Examen general y examen diario Toda tu vida de relación está hecha de acciones sucesivas. Acostúmbrate a ser juez de ti mismo en cada caso. O sea, a juzgar inmediatamente todos tus actos. Pero hazlo en seguida. No esperes otro día, ya que las nuevas actuaciones te distraerán de las anteriores y de cómo procediste en ellas y acabarás olvidándolas. Has de conseguir una doble atención continua. 1ª Atención a lo que estás haciendo en el momento presente. 2ª Atención a lo que hiciste inmediatamente después de haber acabado el acto. Y entonces, lealmente y sin concesiones a tu favor, reconoce tus yerros y tus aciertos; proponte enmendar los primeros la próxima vez y felicítate por los segundos. Hay mucha gente que no interviene jamás personalmente en los asuntos de la vida. Más que seres racionales, se parecen más a puras máquinas, más o menos perfectas, dirigidas desde fuera por los hombres más fuertes. Si eres de éstos y te resignas a serlo, no necesitas libros como éste. Pero el solo hecho de estar leyendo este libro, demuestra que no te avienes a sufrir este sentimiento de inferioridad. 14
Piensa que sólo puede triunfar el hombre que interviene de continuo en el proceso de sus acciones diarias y que consigue un alto juicio favorable de cada una de las mismas. Juzga lealmente cada una de tus acciones y no cejes en tal empeño hasta estar satisfecho de todas ellas.
El hombre satisfecho de sí mismo Hay dos tipos de hombre satisfecho de sí mismo: 1º. El vanidoso. Éste es un hombre equivocado, un niño grande, que no ha sabido jamás juzgarse a sí mismo objetivamente. Él cree una cosa de sí mismo, y los otros creen otra. Es como un monarca destronado que aún se cree rey y vive entre sus ex súbditos en actitud de soberano, sin que nadie se considere su vasallo. Él cree que ciñe sus sienes una corona de oro y pedrería; los demás sólo ven en su cabeza una ridícula corona de cartón. 2º. El ponderado. Éste es el hombre que conoce exactamente su posición, el efecto que produce, la influencia que tiene sobre los otros y el resultado de sus intervenciones. Es el hombre que ha sabido dominarse, el único que anda con paso firme por los caminos del éxito. Éste es el hombre tipo que has de tomar como modelo si quieres lograr tus aspiraciones. Pero así como al primero lo descubrirás en seguida, a este segundo, no. Porque una de las características del hombre ponderado es que no suele publicar sus éxitos.
El ejemplo del malabarista ¿Has estado en el circo alguna vez? Todos los artistas que intervienen en una función de circo han pasado años y años ejercitándose en el dominio de sí mismos. 15
Un malabarista hace saltar cinco pelotas con las manos. Prueba a hacer esto. No lo conseguirás. Tal vez si te ejercitas todos los días, después de mucho tiempo consigas hacer saltar tres pelotas. Pero difícilmente llegarás a cuatro, y casi nunca a cinco. Para lograrlo haría falta un dominio de tu atención y de tus movimientos que sólo alcanzarías al cabo de algunos años de práctica. El malabarista ha conseguido este dominio porque se lo ha propuesto. Y se lo ha propuesto porque lo necesita para el éxito de sus actuaciones. Tú no necesitas hacer malabarismos de esta clase. Nada ganarás con tirar pelotas al aire, como no sea entretener alguna vez a tus amigos. En la vida no se trata de distraer al prójimo, sino de obtener resultados prácticos que resuelvan tus problemas vitales. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir, sencillamente, que antes de empezar los ejercicios de dominio de ti mismo has de saber lo que te propones con este dominio, que no es jamás un fin, sino un medio. Tus manos no han de jugar con varias pelotas a la vez; tus intervenciones son de otro tipo. Pero en ellas, con atención y ejercicio, puedes alcanzar la misma capacidad de dominio que el malabarista con las pelotas. Agradece al cielo los dones naturales que te ha dado y adquiere los que te faltan. Nadie está suficientemente dotado para hacerlo todo bien. Empieza por proponerte un fin. Escoge después los medios para realizarlo. Traza tu plan de vida y usa el dominio de ti mismo para obrar siempre según este plan, o sea, para emplear siempre con acierto y sin concesiones los medios que te han de conducir al logro de tus fines. Piensa que mucha gente sueña en llegar al Norte, y se pasa la vida caminando hacia el Sur. Éstos, evidentemente, nunca llegarán al Norte, y si llegan al Sur, nada tendrán que hacer allí ni estarán satisfechos de sí mismos. El mundo está lleno de hombres descontentos. Y los descontentos son siempre los que siguen un camino equivocado, que no conduce a la meta de sus aspiraciones. No olvides el ejemplo del malabarista. Él decidió en la juventud que su éxito había de consistir en hacer saltar bolas y platos entre las manos; 16
dominó su atención y sus movimientos, y consiguió el fin que se había propuesto. Empieza por saber bien lo que quieres, domina tu atención y tus movimientos, y así, sin perder tiempo en dar pasos en falso, conseguirás también, indefectiblemente, el fin anhelado.
Ejercicios prácticos para el dominio de sí mismo Antes de seguir adelante, te invito a hacer algunos ejercicios elementales de dominio de ti mismo en distintos órdenes aunque sea únicamente como experiencia personal y para convencerte de que tienes la posibilidad de hacer de ti otro hombre si te lo propones. Te describo diez ejercicios fáciles. Escoge uno cualquiera y te sorprenderá lo fácilmente que consigues una primera victoria sobre ti mismo. ¿Que no te servirá de nada? No lo digas. Por lo menos, te enseñará a creer en tus posibilidades. No seas perezoso. Piensa que el hombre sólo se perfecciona después de un largo trabajo, y que el que no ha intentado mucho, no ha conseguido jamás nada. Desconfía de los ejemplos ajenos, pues, en ellos sólo ves los resultados, pero no el trabajo que los ha precedido. La vida hace muy pocos regalos, pero se deja robar fácilmente por el ladrón pertinaz. Roba tus bienes a la vida, y la vida se fijará en ti y volcará sobre ti mucho más de lo que has intentado arrebatarle.
Ejercicios 1º. El gesto. Observa los gestos de los demás. Muchos te parecerán desagradables o cómicos. Observa los tuyos después. Piensa que los otros los ven y basan en ellos el juicio que forman de ti. ¿Manifiestas habitualmente algún gesto desmesurado o desagradable? Sí, probablemente. Proponte dominarlo y sustituirlo por otro más suave. Pronto tu gesto desagradable desaparecerá. Nada más fácil que sustituir un gesto por otro. Por este camino puedes llegar fácilmente a 17
suprimir todos tus gestos perjudiciales, todos los que pueden darte ante los demás un cierto aire de muñeco grotesco. Obsérvate durante tu conversación. Advierte uno de tus gestos desagradables y no lo repitas. Haz esto todos los días. 2º. Suprime el no como principio de tus frases en las conversaciones. Si es el otro quien dice no a una de tus afirmaciones, ¿qué piensas? Piensas que estáis en dos mundos de interpretación distintos y que nada sacaréis de seguir hablando. Tú no quieres que el otro piense lo mismo. Quieres que tu conversación sea eficaz. Suprime el no y empieza siempre tus frases así: «Sí, tienes razón... » «Sí, sí, desde luego, esto es cierto... » «Sí, estoy de acuerdo contigo... » Y después, por medio de un pero, de un de todas formas..., de un claro que si lo pensamos bien u otra locución adversativa, da la vuelta a la idea y debilita por partes la afirmación del otro hasta negarla, si hace falta, en toda su extensión. 3º. No digas jamás yo. Todo el mundo habla de sí mismo y dice muchas cosas que, desde luego, carecen de interés para los demás. Tu interés eres tú. Pero todos están en el mismo caso. ¿Crees que conseguirás predisponer a otro en tu favor si le hablas de lo que no le interesa? Pues tú no le interesas. No digas jamás yo. El mundo es inmenso fuera de ti. ¿Por qué hablar precisamente de ti, en un mundo tan dilatado? Y con más razón cuando cualquier cosa de este vasto mundo interesa más a los otros que tú mismo. El gran secreto de la conversación es saber hablar a cada uno de lo que a él le interesa. Tú no les interesas. Ejercítate hoy en no decir ninguna vez yo. 4º. Ejercítate en elogiar. Todo el mundo tiene algo bueno. Piénsalo. Cuando hablas con otros puedes hacer dos cosas: tratar de explicarles tus gracias o alabarles algunas de las suyas. ¿Qué crees que los predispondrá más a tu favor? Evidentemente, que los elogies.
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Si lo haces, ellos saldrán de tu presencia más contentos de sí mismos y unirán tu recuerdo a un placer. Ejercítate en que en cada una de tus conversaciones haya algo elogioso para el otro. 5º. Aprovecha un tiempo que sueles desperdiciar. ¿No hay en tu día muchos ratos desaprovechados? Sí, sin duda. Todo el mundo pierde mucho tiempo por inercia. No hacer nada y no pensar nada tienen un encanto indudable. Sin embargo, lo único provechoso es hacer algo. ¡De cuántas materias todavía no sabes nada!. Si dedicas tan sólo media hora todos los días a enterarte de una materia, te sorprenderás de lo mucho que, en poco tiempo, llegarás a enriquecer tus conocimientos. Fija esta media hora y dedícala diariamente a aprender. Si tienes una enciclopedia o un diccionario ilustrado, léelo con atención, casi artículo por artículo, durante media hora todos los días. El ejercicio de dominio no consiste únicamente en aprender más, sino en invertir diariamente un tiempo, a una hora fija. en una actividad determinada. 6º. Invitación a madrugar. ¿A qué hora te levantas? Probablemente lo más tarde posible para empezar tu trabajo a la hora señalada. Haces bien; en la cama, por la mañana, se suele estar bastante cómodo. Sin embargo, la comodidad no ha de ser el único fin de tu vida. Decide levantarte media hora antes durante un mes, y cumple este propósito sin una sola falta. ¿Cómo emplearás esta media hora? No lo sé. Pero, tal vez, de su empleo resultará una cosa buena para ti. 7º. Un ejercicio durante la comida. ¿Comes algo sin apetito, por el puro placer de recrear el paladar, cuando ya tu hambre está satisfecha? Probablemente sí. Bien; durante quince días, por puro ejercicio, suprime todo lo superfluo en tus comidas. Tal vez éste sea el principio de un nuevo régimen alimenticio más saludable para tu cuerpo. 8º. Las lamentaciones. Esta mañana has hablado con cinco personas. Las cinco se han lamentado. ¿Qué has pensado de sus lamentaciones? Que sí, que tal vez 19
tengan razón; pero que como tú no podrás remediarlas en nada, han perdido el tiempo lamentándose ante ti. No pierdas tú el tiempo lamentándote ante otros. Durante quince días hazte este propósito por la mañana, al levantarte: Hoy no me lamentaré ni una sola vez. Y cúmplelo. Éste será el primer paso para deshacerte de una costumbre que nada añade a tu atractivo personal. 9º. Ejercicio para los fumadores. ¿A qué hora empiezas a fumar? ¿Después del desayuno? ¿Tal vez antes? Bien. Durante diez días, por mero ejercicio, no fumes ningún cigarrillo antes de las doce. O enciende uno después del desayuno, y ninguno más en toda la mañana. No pretendo privarte del placer del tabaco. Sólo deseo que ejerzas un poco de dominio sobre ti mismo valiéndose de una costumbre arraigada en la mayoría de los hombres. 10º. A la hora de dormir. ¿Te duermes en seguida cuando te acuestas? Si te duermes en seguida, eres un hombre afortunado. Sino; ¿en qué entretienes el pensamiento para solicitar el sueño"? Uno de mis amigos empieza un viaje todas las noches y, desde luego, no lo acaba ninguna. Visita por segunda vez países que ya conoce y los va recordando. Es un buen sistema. Tú puedes aprovechar este rato pensando en algo que permita una solución mejor que la actual: en la disposición de los muebles en una habitación, en la relación con un amigo, en cualquier pequeño asunto de tu trabajo personal. Plantéate un problema y trata de resolverlo. Es más cómodo dejar vagar libremente el pensamiento. Ya lo sé. Pero tú has de aprender a dominarte. Elige cualquier cosa mal resuelta y trata de hallar, en tu pensamiento, una solución mejor. Escoge uno, por lo menos, de los anteriores diez ejercicios y practícalo durante quince días, sin ninguna interrupción.
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Orden de materias En los ejercicios de dominio has de proceder por este orden:
1º Dominio de ti mismo en la soledad. Hazlo en aquellas cosas que no suponen una relación con los demás hombres. Dominio de tus inclinaciones y tus apetitos. Dominio de los movimientos de tu cuerpo y de la expresión de tu rostro.
2º Dominio de ti mismo en el trato con los demás. Toda la vida de relación del hombre se reduce a saber tratar a los otros hombres. Saber tratar es, sencillamente, saberse dominar. Empieza por dominarte en el trato de los negocios. En este terreno, cualquier error tiene consecuencias lamentables. Sigue dominándote en el trato social. La libertad es mayor, pero no es menos necesario que te domines si quieres que los demás encuentren agradable tu compañía. Éste es el fin del trato social. Y, finalmente, aprende a dominarte en las ocasiones difíciles. Nada cuesta reír cuando se recibe la noticia de que se ha ganado un millón de pesetas en la lotería. Lo difícil es sonreír cuando se recibe la noticia de que se ha perdido un millón de pesetas.
3º Dominio de ti mismo en el trabajo y en el plan general de vida. Determina con lealtad y sin miedo cuáles son las cosas que se han de sacrificar a otras. Y sacrifica, decididamente, todas aquellas que te impedirían dedicar tu tiempo y tu atención a otras más importantes. Saber cuáles son las cosas que se han de sacrificar, es fácil. Sacrificarlas es más difícil. El secreto de la vida consiste en sacrificar siempre una pasión a otra pasión más noble. El secreto del éxito consiste en sacrificar siempre una cosa cualquiera, por mucho que te complazcas en ella, a otra que sea más importante para la consecución de tus fines. 21
4º Dominio de ti mismo en familia. Es más difícil, porque, en familia, ninguna insubordinación, ningún exceso de mal humor, ninguna intemperancia son castigados con un quebranto económico. La familia es la válvula de escape de todos los excesos de carácter. Muchos hombres que se dominan en su vida de negocios y en el trató social, se sueltan en familia y no se avergüenzan de conducirse como verdaderos salvajes. Sin embargo, la convivencia en familia es una gran escuela de dominio. Convivir es mucho más difícil que vivir. Y la familia es el máximo ejemplo de convivencia. No has de ir a buscar lejos el campo para tus ejercicios diarios. Lo tienes en tu propia casa, al lado de los tuyos, en cuya presencia puedes ejercitar con provecho todas tus posibilidades de dominio.
Una actitud frente a la vida No basta saber lo que se ha de hacer; es necesario hacerlo. Un escritor humorista ha dicho: «Si una vecina guapa me citara en la esquina, a escondidas de mi santa mujer, sé perfectamente lo que tendría que hacer; pero no sé lo que haría.» ¿No es esto lo que sucede en cualquier ocasión? Todos los hombres que han pensado un poco y tienen un refugio moral del orden que sea, saben lo que han de hacer en cada caso. Lo que no saben jamás es si lo harán o no. Porque el hombre es víctima, cien veces al día, de la satisfacción inmediata. Si quieres avanzar en el dominio de ti mismo has de insistir constantemente. Ésta es la fórmula mágica que allana todos los obstáculos: Insistir constantemente. No hay otra fuerza comparable a la insistencia, y la victoria siempre es del más fuerte. Ninguna cualidad, ningún talento natural se hacen efectivos si no son constantemente aplicados, día por día.
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Se ha de empezar alguna vez. Todo lo que se requiere hacer se ha de comenzar algún día. Pero de nada servirá empezar si no se persevera. André Maurois da este consejo, entre otros, a los escritores jóvenes: «Terminar siempre todo lo que se empieza». Todos deberíamos tener escrita esta máxima en grandes letras doradas, frente a nuestros ojos. Lo que se deja a medio hacer sólo supone tiempo perdido inútilmente. Terminar todo lo que se empieza. Sí; pero el trabajo de dominarse a sí mismo sólo se termina con la muerte. Para que tu obra de autodominio se acerque a la perfección has de insistir constantemente durante toda tu vida. La insistencia no es más que una costumbre. La facilidad no aparece en seguida, pero se llega indefectiblemente a ella después de un tiempo. El que insiste sin cesar, consigue esta facilidad que le permite seguir insistiendo sin esfuerzo. Todo se hace fácil, como mecanizado, después de un tiempo. Tomemos el ejemplo del agente de seguros. Ha de hacer diez visitas diarias. Sólo así hará un seguro cada tres o cuatro días. Son cálculos de tanto por ciento efectivo que no fallan nunca. Pero si el agente sucumbe a las satisfacciones inmediatas y un día suprime dos visitas, y otro día suprime cuatro, jamás conseguirá la cifra necesaria y estimulante para no perder la fe en sí mismo y en su profesión. Si insiste constantemente, creará en él la costumbre de esta insistencia y, pasado un tiempo, las diez visitas diarias constituirán una de las normas más fáciles de su vida.
Trabajo completo El trabajo ha de ser, además, completo. No se gana mucho si sólo se ejerce un dominio parcial. Tanto cuenta el hombre por sus cualidades como por la ausencia de defectos. Éstos se han de combatir todos. Un solo defecto puede deslucir una vida, por otra parte llena de cualidades. Dominarse a sí mismo siempre y en todo quiere decir dos cosas: 1º Ejecutar siempre todo lo que se ha decidido hacer. 2º No incurrir jamás en expansiones de las que luego te puedas arrepentir. 23
No hagas ni digas jamás aquello que, de haberlo pensado antes, no habrías dicho ni hecho.
El dominio de sí mismo en la soledad Dominio de tus apetitos corporales Los animales beben cuando tienen sed y comen cuando tienen hambre. En ambos casos sólo beben y comen hasta satisfacer sus necesidades. El hombre ha conseguido, por la excitación del sentido del gusto, alterar los límites naturales de su satisfacción. ¿Qué sucede en verano con la sed? Algunos hombres tienen sed constantemente y beben vaso tras vaso. Sin embargo, nunca tienen menos sed que los otros que saben dominar el deseo de bebida y beben menos. ¿No te dan pena esas señoras gordas que dicen: «Sé que no me conviene comer tanto, pero no me puedo dominar»? Dime francamente: ¿qué piensas de ellas? ¿No es infantil eso de sucumbir diariamente a un placer cuyas consecuencias te han de perjudicar? Empieza por imponerte un plan de sobriedad en la comida y de austeridad en la vida.
Sobriedad en la comida Esta sobriedad consiste en no comer más de lo necesario para satisfacer el hambre, y en no beber más de lo preciso para apagar la sed. Se han escrito muchos libros que tratan del arte de comer y de beber. Y también se han escrito algunos, mucho más inteligentes, acerca del arte de no comer y de no beber. Los primeros abundan más, porque con la comida y la bebida se han montado muchos negocios. Y muy pocos para establecer una dieta sana. El que gana dinero dando de comer y de beber a los otros, no cesará jamás de aconsejarles que coman más y que beban más, y que coman bien y que
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beban bien, sobre todo si consigue hacerles creer que comer bien y beber bien consiste en gastar más dinero en la comida y en la bebida. Tengo sobre la mesa un libro de cócteles. Contiene quinientas recetas. Ninguna de ellas es tan útil para calmar la sed como una limonada o una tisana caliente o, tal vez, como un vaso de agua fresca. Pero el agua potable cuesta poco y no puede ser, como primera materia, objeto de negocio alguno, mientras que los cócteles sí. A veces, en una reunión mundana se oye una voz que dice sencillamente: Gracias, no bebo. Ésta es la voz de un hombre sensato que sabe dominar sus apetitos corporales. Muchos elogios se han escrito del vino. Y se escribirán muchos más todavía, porque el vino es la base de una industria y de un gran comercio; pero ¿en qué aventaja el bebedor al abstemio? En nada. Nunca la bebida ha sido el origen de un bienestar duradero, ni la paz interior se ha encontrado jamás diluida en una mezcla de licores. Cualquier hombre es capaz de celebrar una fiesta, aunque sea de origen espiritual y religioso, con una comilona. Si haces esto te pondrás al nivel de los hombres que no se han esforzado jamás en superarse. El exceso de comida aniquila el cuerpo. Nada conseguirás si no cuentas con un cuerpo sano y bien dispuesto siempre. Ahora que ya los carteles y los libros te han enseñado a comer y a beber demasiado, acude a ti mismo, sé hombre de una vez y aprende la técnica contraría: la de no comer ni beber demasiado. Y haz que esto sea en ti fácil y natural.
Austeridad en la vida La austeridad consiste en no sucumbir jamás a los apetitos corporales, de cualquier orden que sean. Muchos hombres son víctimas de sus excesos. Y se alaban de ellos. Hay quien presume de fumar cuarenta cigarrillos al día. ¿Qué pensarías de un hombre que presumiera de faltar cuarenta veces al día a sus deberes, o de sucumbir a la pereza o a la solicitación del placer engañoso cuarenta veces al día? No te avergüences de aparecer austero.
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No te dejes dominar por ningún vicio. No duermas más de lo necesario. No descanses jamás sin estar verdaderamente cansado. No te dejes tentar nunca por ninguno de los siete pecados capitales. No seas soberbio. No te niegues a ceder a los otros la riqueza que te sobra. No seas lujurioso. No te enfades nunca. No comas con exceso, para la pura satisfacción animal del gusto. No seas envidioso del bien de tus semejantes. No te dejes dominar jamás por la pereza., Y tu cuerpo y tu alma estarán siempre dispuestos a avanzar decididamente por los caminos del éxito.
Dominio de la memoria Es curioso que la gente confiese siempre, hasta con presunción, su falta de memoria y no confiese jamás su falta de inteligencia. Sin embargo, la memoria es una facultad psíquica tan noble como las otras y también necesaria para triunfar. Muchos hombres más brillantes que tú, no son más inteligentes; sólo tienen más ejercitada la memoria. No digas jamás, como una excusa: «Yo no tengo memoria; yo no me acuerdo de las cosas.» No confieses un defecto tan vergonzoso como otro cualquiera. Al contrario, reacciona contra él y practica diariamente algunos ejercicios para fortalecer tu memoria, y pronto te asombrarás de los resultados.
Ejercicios de memoria 1. Recuerda los nombres. Recuerda los nombres de todas las personas que has tratado alguna vez y que posiblemente tratarás de nuevo. Lleva siempre un papel en la cartera y anota los nombres de esas personas. Acostúmbrate a decir siempre el nombre completo de las 26
personas cuando te dirijas a ellas. Nada hay tan agradable para una persona cualquiera como oír sonar su nombre. 2. Quédate con la síntesis. Aprende a reducir cualquier materia a una síntesis hecha de lo único que has de recordar. Y olvídate, sin pena, de todo lo demás. No intentes recordarlo todo. Empieza por escoger entre lo que destinas al olvido y lo que deseas retener en la memoria. Y lo que quieras recordar, redúcelo a una expresión clara y fíjalo en tu mente. La memoria está hecha de imágenes fijadas. Para que una imagen se fije son necesarias dos cosas: a) Que sus contornos estén bien determinados. Huye de la vaguedad en tus representaciones mentales. b) Que intervenga un esfuerzo de la voluntad en la fijación de la imagen. ¿Recuerdas lo que hacías en el colegio cuando aprendías las lecciones de memoria? Las repetías hasta que la imagen de las palabras quedaba grabada en tu mente. Haz esto con todo lo que quieras recordar: apréndelo de memoria. La vida diaria sólo es aprovechada cuando la hemos sabido reducir a una serie de lecciones que podemos aprender de memoria. 3. Lee para recordar. Leer es una ocupación fácil, casi siempre sin valor. No leas sólo para la satisfacción actual y pasajera de tu mente: lee para recordar. Anota lo esencial de cada lectura. Reléelo después e incrústalo en tu memoria. Aprende a reducir a imágenes las síntesis de tus lecturas y a fijar estas imágenes en tu mente. 4. Oye para recordar. Las conversaciones son un despilfarro tremendo de palabras. Pero en ellas también se dicen cosas que conviene recordar. Si alguna idea de las que surgen en la conversación te parece digna de ser recordada, haz que te la repitan. Redúcela inmediatamente a una fórmula clara e introdúcela en tu mente. Es muy posible que ya la recuerdes siempre.
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5. Observa para recordar. ¿Crees que todo el que mira, observa? No. Muchos miran, sólo porque tienen los ojos abiertos. Y los ojos abiertos miran siempre. Observar consiste en mirar con atención cada cosa hasta darte cuenta exacta de su naturaleza. He aquí un sistema para ejercitar la observación: piensa cómo podría mortificarse cada cosa para hacerla mejor o más adecuada a su objeto. Te sorprenderás de la importancia de tus descubrimientos. Y, además, recordarás todo aquello que hayas observado bien. ¿Eres capaz de describir alguna cosa que has visto? Seguramente no. Pero si observas bien, ejercitarás esta capacidad. 6. Aprende para recordar. Aprender es de un orden superior a leer y a observar. Aprender supone la voluntad de aumentar los conocimientos. Pero ¡cuántas cosas has aprendido en tu vida que no recuerdas! A veces, se han de aprender cosas que ya no hace falta recordar después. Pero otras cosas que se aprenden es mejor recordarlas siempre. Sólo lo conseguirás si las aprendes para recordarlas. Me decía un jugador de tenis, que había leído cien veces las dimensiones exactas de una pista de juego y que nunca conseguiría recordarlas. Las buscamos en un libro y las anotamos en un papel: 23,79 por 10,97. Durante algún tiempo, cada vez que nos encontrábamos nos saludábamos así —¡Veintitrés, setenta y nueve! —¡Por diez, noventa y siete! No creo que ni él ni yo nos olvidemos jamás de estas cifras; sin embargo, no más difíciles de recordar que otra cosa cualquiera.
Dominio del pensamiento El pensamiento es una fuerza que actúa siempre. Sólo en raros casos, bajo una influencia exterior muy fuerte, el hombre deja de pensar. 28
Esta fuerza continua del pensamiento es de las menos aprovechadas. Y esto es así porque casi nadie se ejercita en dominar su pensamiento.
Plan de dominio del pensamiento 1º. Divide el tiempo de tu pensamiento en dos partes: una de libertad y otra de sujeción. 2º. Deja el pensamiento en libertad siempre que no te urja hallar alguna solución o tomar alguna decisión más o menos importante para ti. 3º. Durante los períodos de libertad, observa lo que te rodea y usa el pensamiento para hallar la manera de mejorar todo lo que sea susceptible de mejora. 4º. Haz una lista de los temas personales tuyos que no están aún resueltos o lo están mal. 5º. En los períodos de sujeción piensa en el primer tema y no lo abandones hasta tenerlo resuelto. Anota la solución tan pronto como la consigas, para que no se te olvide. 6º. Si surge un tema nuevo, más importante o más urgente que los otros, dedícale tu. pensamiento, sin distracciones, hasta tenerlo resuelto. Y una vez hallada la solución, borra el tema de tu pensamiento.
Dominio de la imaginación ¡Qué agradable es soñar! Cuando yo era estudiante salía muy temprano de mi casa todas las mañanas. Y andaba más de media hora para ir a la universidad. Me gustaba ese andar solitario, porque era una ocasión para entretejer mis sueños. ¡Quién no se ha entregado al placer inefable de soñar! El hombre tiene este don de imaginarse otra vida, en la que hace siempre el papel de héroe. Pero si sucumbe con demasiada frecuencia al placer de los sueños, no le queda tiempo de pensar ni de obrar.
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Organiza la vida de tu imaginación. Dedica, si quieres, un rato diario a soñar, pero no consientas jamás que, en el resto del tiempo, el placer inmediato de los sueños te impida pensar y trabajar. Domina esta gran amiga y enemiga tuya que se llama imaginación.
Ejercicios de dominio corporal Tal vez estos ejercicios te parecerán inútiles. No lo creas así. Estás continuamente sometido a causas externas que irritan, embotan o sobreexcitan tus nervios. Y si quieres avanzar en el dominio de ti mismo, has de saber ejercer un imperio absoluto sobre tu sistema nervioso. Los ejercicios que a continuación se explican son particularmente eficaces para conseguir este fin. Ejercicio 1º De pie, sentado o tendido, procura guardar inmovilidad absoluta por espacio de cinco minutos cuando menos. Y hazlo sin fatiga, o sea hallando reposo en esta inmovilidad. No llegarás a la ejecución perfecta de este ejercicio sino después de muchos ensayos. Pero no habrás perdido el tiempo. En muchas y muy diferentes ocasiones hallarás la manera de poner en práctica esta especie de adiestramiento, sin robar tiempo a tus ocupaciones habituales. Ejercicio 2º De pie, en posición lo menos forzada posible, eleva el brazo derecha tanto como puedas, en un movimiento lento. Cierra la mano. Deja caer el brazo de golpe, hasta su primitiva posición. Finalmente, como movimiento de reposo, extiende el brazo en posición horizontal. Todo este conjunto de movimientos lo has de efectuar con mucha lentitud, invirtiendo en ellos por lo menos un minuto. Repite la operación con el brazo izquierdo. Ejercicio 3º Repite el mismo movimiento, pero con la mano fuertemente cerrada desde el comienzo, como si sujetaras un objeto que no quieres soltar. O sea, haz el mismo movimiento, pero poniendo en juego toda la energía muscular de tu brazo. Ejercicio 4º Repite cualquiera de los dos movimientos anteriores simultáneamente con ambos brazos.
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Ejercicio 5º Pon en la palma de tu mano cualquier objeto pequeño, preferentemente de forma concreta y de superficie pulida y brillante. Dirige la mirada sobre el objeto. Quédate inmóvil y continúa mirando por espacio de unos tres minutos. Trata de inmovilizar también tus párpados. Cambia el objeto de mano y repite la operación. Este ejercicio es especialmente recomendable cuando, para vencer la agitación producida por cualquier influencia exterior, tienes necesidad de calmar rápidamente tu sistema nervioso. Ejercicio 6º Realiza el mismo ejercicio anterior, pero con el objeto colocado entre los dedos pulgar e índice y con el brazo extendido de manera que la mano quede a la altura de los ojos. Este ejercicio se ha de ejecutar con ambas manos, por separado. Ejercicio 7º Siéntate ante una mesa y extiende el brazo paralelamente a ella, colocando la palma de la mano en la dirección de la mesa. Baja el brazo lentamente, hacia la mesa, hasta que tu mano establezca un ligero contacto con ella, pero sin que llegue a descansar encima. La dificultad de este ejercicio consiste en dominar el esfuerzo muscular que hace tu brazo para apoyar la mano sobre la mesa.
Ejercicios generales de dominio 1º Ten siempre el cuerpo a punto de saltar. Comprende bien lo que esto quiere decir: has de saber hacer una clara distinción entre el trabajo y el reposo muscular. Mientras tu cuerpo esté trabajando has de tenerlo siempre a punto de pasar, de golpe, a un trabajo mucho más violento: al salto. Y cuando tu cuerpo descansa lo has de tener en reposo absoluto, o sea que has de saber mantener todos los músculos en estado de relajación. Cualquier reposo completo breve te descansará más que un reposo imperfecto muy largo. 2º Aprovecha cualquier momento oportuno para ejercitar tu cuerpo en movimientos musculares que le produzcan pequeñas fatigas, las cuales harán después más agradable la inmovilidad. Estos movimientos pueden ser tan pequeños que ni siquiera se noten exteriormente. Y, sin embargo, gracias a ellos mantendrás tu cuerpo siempre en perfecta disposición de trabajo.
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3º Esfuérzate en dominar las sensaciones más frecuentes, por ejemplo, la sensación de frío y la de calor. Piensa que es más fácil dominar el frío que el calor. Ejercítate con tesón en este dominio. Habrás observado que en invierno algunas personas cubren su cuerpo con gran cantidad de ropa, y otras, en cambio, llevan casi la misma que en verano. Tal vez la sensibilidad al frío de los dos cuerpos no sea igual. Pero no es imposible que la persona que se abriga menos haya aprendido a dominar el frío, y la otra no. Se dice que los tibetanos saben dominar la sensación de frío por medio de ejercicios musculares imperceptibles, o sea que no los nota nadie, y que, gracias a ellos, pueden permanecer mucho tiempo inmóviles en un ambiente de temperatura muy baja. Lo cierto es que si te propones vencer el frío, lo conseguirás. 4º Esfuérzate en crear en ti una sincera indiferencia ante la perspectiva de tener que dejar de hacer alguna de tus comidas habituales. Es decir, no consientas que la sensación de hambre te impida llevar a cabo otras cosas que en aquel momento te interesen más que sentarte a comer. 5º Evita dar muestras de dolor, y el padecimiento, gracias a esta actitud, será menor. Recuerda esto especialmente en los casos de un dolor fuerte y repentino, de un golpe o de una herida. Piensa que el que sabe dominar las sensaciones, puede llegar a sentir mucho menos cualquier dolor físico que las personas corrientes.
Ejercicios de dominio contra los ruidos molestos Si cerca de ti, en cualquier ocasión, se produce un ruido continuo, más o menos desagradable, siéntate y deja tus músculos en estado de relajación. Esfuérzate entonces, no en no oír el ruido, sino en evitar toda influencia de tu voluntad sobre tu sistema muscular. Cuanto más perfecta sea la libertad de tus músculos, antes se disipará la molestia que te causa el ruido. Y al cabo de cuatro o cinco minutos te darás cuenta de que oyes el ruido con absoluta indiferencia. 32
Si ensayas este ejercicio con diversas clases de ruidos, todos ellos particularmente molestos, llegarás a adquirir una verdadera facultad de insensibilizarte contra ellos.
Ejercicio de dominio de los impulsos 1º Cuando recibas una carta, no la abras inmediatamente. Déjala sobre la mesa y espera por lo menos diez minutos. Todo el que recibe una carta siente el deseo, casi irreprimible, de abrirla en seguida, y muchas veces lo hace hasta delante de otras personas, cosa que no es tenida por señal de buena educación. Si son cartas de negocios y las recibes en día de fiesta, no las abras hasta el día siguiente. Así ejercerás un dominio sobre la satisfacción inmediata de tus impulsos y conseguirás hacerte superior a cualquier influencia que, sin tu solicitación, te llegue de fuera. 2º A veces tendrás noticia de alguna novedad o hecho ocasional que será susceptible de introducir modificaciones temporales o definitivas en tu modo de vida. Si este caso se produce, no te apresures a reaccionar. Si las referidas modificaciones te parecen ventajosas, no demuestres alegría, ni manifiestes pesar si te parecen adversas. Tómate siempre un tiempo para examinar fríamente la situación y conserva, en todo caso, la serenidad. Reflexiona bien, valora objetivamente la trascendencia del nuevo acontecimiento, y no reacciones antes de haber confrontado todos los pros y los contras. Si lo haces así, tu reacción nunca será violenta. La supresión de las reacciones violentas es indispensable para avanzar en el dominio de ti mismo. Piensa que la fatalidad, en muchas ocasiones, es sólo aparente. La perspectiva de lo inevitable, nunca te debe hacer perder de vista las posibilidades de tu inteligencia. *** Más adelante, al tratar del dominio de sí mismo en la vida de relación, se explicará la manera de dominar en todo caso la actitud, el gesto y la expresión del rostro, que, aunque se ha de conseguir en la soledad, sólo tiene eficacia cuando se aplica en la vida de relación. 33
El dominio de sí mismo en el trato con los demás Tú y el mundo EL hombre vive en continua relación con sus semejantes y, si quiere triunfar, ha de estar preparado para dominarse a sí mismo ante los otros y dominarlos, a su vez, en su trato con ellos. El hombre que no sabe tratar a sus semejantes ni obtener ventajas personales de este trato, nada conseguirá. Cada hombre que hallamos en el camino es un obstáculo que se ha de vencer. ¡Ánimo! ¡Feliz el hombre que puede trabajar aislado en su laboratorio! Pero, en la mayoría de los casos, el éxito depende de las pequeñas victorias que se obtienen en el trato con nuestros prójimos. Uno de los secretos de la vida es éste: saber sacar, del trato con los demás, el beneficio indispensable para los fines propios. Piensa que el éxito es el resultado de la comparación entre tú y el mundo, entre tú y los otros hombres. No se trata sólo de hacer las cosas bien: se trata de hacerlas mejor que los otros. La única medida es ésta: mejor que otro cualquiera. Estas palabras podrían ser la cifra del escudo del hombre triunfador: mejor que otro cualquiera. No se trata de llegar hasta tal límite, sino más lejos que los otros que siguen la misma ruta. El que se detiene, por mucho que haya avanzado ya, será adelantado y oscurecido por los que le siguen. Tu sitio en el mundo depende del que ocupan los otros. De nada te servirá saber mucho si todos los que te rodean saben más que tú. El poco y el mucho no importa. Sólo importa saber y ser más que los otros. Y esto es verdad en cualquier orden de vida. No te desanimes jamás. Piensa que en el mundo hay muchos millones de seres para quienes el dominio de sí mismos no es aún una idea claramente inteligible.
¿Tienes alguna duda sobre la absoluta necesidad de dominarte a ti mismo? Imagina un grupo de hombres en el que ninguno se dominara y todos dijeran lo primero que se les ocurriera y se entregaran, sin reservas, a sus 34
impulsos naturales. Sería mucho menos salvaje un grupo de monos en la selva. Porque los monos no hablan, y el hombre sí. Y la palabra del hombre sólo adquiere la alta categoría de conversación si es sometida a un severo y riguroso dominio personal. Toda la vida civilizada es dominio de los impulsos naturales del hombre. La educación es el arte de dominarse correctamente delante de los otros, para evitar todo lo que pueda molestar. Si es cierto que el hombre inteligente es el que conoce el calificativo que merece cada uno de sus semejantes, también es cierto que el hombre educado es el que no lo pronuncia jamás. La vida de relación es una técnica, y sólo puede triunfar en ella el que conoce todas sus reglas y las aplica. Pero estas reglas no son más que restricciones impuestas a los impulsos naturales. En una palabra: dominio de sí mismo.
Dominio de sí mismo en la conversación Principio general Observa lo que te molesta de los otros cuando hablan, y sabrás lo que no has de hacer, si no quieres molestarles a ellos. Has sostenido una conversación con otros hombres. Uno de ellos no ha dejado de hablar un solo momento y ha querido imponer su criterio en todo. No ha hecho ningún caso de tus atinadas observaciones y ha despreciado en todo momento tu parecer. ¿Te ha entusiasmado esta conducta? No; al contrario. Has pensado: «Es un hombre pesado e insoportable». No le imites, si no quieres que piensen lo mismo de ti.
Reglas para el dominio de ti mismo en la conversación 1º Acuérdate de dar siempre la razón a los otros, por principio (no porque la tengan). Muchas veces creerás que no la tienen, y para dársela tendrás que ejercer un dominio sobre ti mismo. Dar la razón no quiere decir someterse a ella, 35
no. Es una pura fórmula. Después, con habilidad, recortarás aquella razón hasta anularla completamente si hace falta. 2º No digas jamás nada que pueda molestar. Si lo dices, sólo conseguirás esto: molestar y predisponer a los otros contra ti. Si crees necesario hablar a otro de uno de sus defectos o errores, hazlo sin reprocharle nada, de manera que no se sienta directamente aludido. No olvides que nadie reconoce jamás sus errores. Intentar que otro reconozca un error, sólo es perder el tiempo e indisponerse con él. 3º Cuando hables con alguien, aprovecha la ocasión de decirle alguna cosa que le halague, y de hacerle sencillamente un elogio personal. Esto supone un dominio constante de la atención, pero se ha de hacer. Y no es menester que mientas. Todo el mundo tiene alguna cualidad o alguna cosa buena. Sólo hace falta que te esfuerces en descubrirla. Piensa que todos vemos en seguida lo que nos parecen defectos ajenos. El único mérito consiste en distinguir las cualidades.
4º. Habla a cada uno de aquello que le interesa y sabe. Si hablas únicamente de lo que te interesa a ti o de lo que tú sabes, le aburrirás. Y tú, que estás aprendiendo a dominarte, has de ser un hombre en cuya conversación hallen placer los otros. 5º Acuérdate siempre de decir a los demás aquellas palabras que pueden hacerlos mejores o más felices. Todo el mundo sabe hablar del tiempo, de sus preferencias, de sus costumbres o de su casa. Pero muy pocos saben decir aquella palabra que se convertirá en un bien espiritual para el otro. 6º Si la conversación es de negocios o tiene un fin determinado, procura hacer decir al otro sólo aquello que a ti te interesa que diga. Si es una conversación de puro placer, haz que el otro diga sólo aquello que le hará estar contento de sí mismo. Lo que tú digas en la conversación tiene mucha importancia. Pero tiene más, en la mayoría de los casos, lo que diga el otro bajo tu influencia. Piensa que el que sabe sacar mejor partido de las conversaciones es el que sabe hacer decir a los otros aquello que se ha propuesto. 36
El primer momento Los orientales tienen esta máxima: «Antes de contestar, cuenta hasta diez. Y si estás enfadado, hasta ciento.» No sé si la cumplen o no; pero la máxima no puede ser mejor. Todos los hombres somos más o menos repulsivos, y nuestra reacción del primer momento es contraria a la actitud que escogeríamos reflexivamente en un caso igual. Acabas de recibir un libro raro y caro; tal vez un ejemplar de bibliófilo, numerado y con tu nombre en la primera página. Y tu secretaria (o tu mujer, o tu hijo) vierte, sin querer, un tintero encima del libro abierto. ¿Qué harás? ¿Te revolverás hecho una fiera contra esa persona que involuntariamente te ha perjudicado? ¿O le dirás sencillamente: «No hay que apurarse; peor habría sido que me hubiesen obligado a beber la tinta»? Si lo reflexionas, decidirás que lo mejor y más elegante en un caso así es una frase con cierta dosis de humor, que disimule tu pesar por el daño sufrido. Pero en el primer momento nadie reflexiona y es muy probable que, antes de pensar nada, obsequies a la secretaria con alguna frase ofensiva. Con esta pregunta, por ejemplo: «Pero ¿es que no tiene usted ojos en la cara? Acaba de estropear el ejemplar más precioso de mi colección.» Esto, si no le gritas, sencillamente: «¡Idiota!» Sin embargo, ninguna palabra dura, ninguna frase agresiva, pueden reparar el mal. Al contrario, el insulto o la intemperancia son un nuevo mal que se añade al de la ruina del libro. Si sabes dominar tu primer momento te ahorrarás muchas palabras y actitudes de las que sólo puedes arrepentirte después. Toda palabra, todo acto tuyo, deben ser precedidos de reflexión. Has de acostumbrarte a tomar el tiempo necesario antes de contestar. No cuentes hasta diez como los orientales. Tú eres occidental y, por lo tanto, más rápido. Pero cuenta hasta tres. Ya será bastante para dominar el primer momento. Piensa que la mayoría de la gente no sólo no piensa antes de contestar, sino que interrumpe al que le está hablando, para contestarle antes de estar bien enterado de lo que el otro le va a decir.
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No contestes jamás a una pregunta sin enterarte exactamente de todo su alcance. Los que adelantan la contestación suelen perder el tiempo, porque no contestan a lo que se les preguntaba, sino a otra cosa. Hay gente tan anticipada que si les anuncias que vas a hacerles una pregunta, contestan en seguida a lo que ellos imaginan que les preguntarás. Un sistema para no anticiparse consiste en pedir siempre una aclaración o explicación antes de contestar. Adquirir esta costumbre equivale a poner un freno a todo el mal que puede salir de tu boca en los primeros momentos. Los demás no se dominan. Piénsalo así, aunque no siempre sea cierto. Y piensa que esta falta de dominio es la causa de la provocación que se encierra muchas veces en sus palabras. Si alguna vez un hombre enfadado te ha dirigido la palabra, ¿crees que ha salido de sus labios algo parecido a una conversación pensada? No. Se ha manifestado únicamente según sus impulsos sin pensar jamás ni en el resultado posible de sus frases ni en tus reacciones. Por razón de la falta de dominio sobre los impulsos momentáneos, resulta siempre de una extrema comicidad un diálogo entre dos personas enfadadas la una con la otra. No dan la impresión de dos seres racionales que hablen, sino de dos máquinas de producir palabras, sin ninguna relación con un cerebro pensante. ¿Crees que el hombre enfadado, que habla bajo esta pasión, consigue algo más que el hombre que sabe mantenerse sereno? Sí, consigue una cosa: pasar un mal rato y hacerlo pasar a los otros. Consigue convertirse momentáneamente en un ser inferior.
Reacción ante el insulto Los hombres superiores se revelan en los casos difíciles. No cuesta nada dominar el primer momento en las conversaciones suaves y amistosas. Es una pura cuestión de espera o de ingenio. Pero en una conversación violenta puede surgir un insulto. Y entonces dominar el primer momento ya es una cuestión de temple.
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Temple es una alta cualidad, de la que mucha gente carece. Somos seres excitables e impresionables, muy susceptibles a las influencias exteriores. Sentimos el calor y el frío y cualquier clima que nos llega de otras personas. Estamos sometidos a influencias magnéticas ajenas. Se han escrito tratados sobre el arte de influir y en ellos se dicen muchas verdades. Si no se tiene temple suficiente para conservar la impasibilidad ante un insulto, se ha de buscar la manera de suscitaría o, por lo menos, de fingirla. El que sabe el sistema de conducirse con impasibilidad fingida, se puede comparar al impasible auténtico y hasta aventajarle, porque su actitud es pensada y razonada y, por tanto, más inteligente. El sistema mejor para no descomponerse ante un insulto es hacer repetir el insulto. He aquí un gran descubrimiento. Cualquier insulto repetido después de una invitación a ello, pierde toda la virulencia y se convierte, en la boca del que lo pronuncia, en un arma inofensiva. Pero se ha de hacer repetir no con ironía ni delectación, sino sencillamente, como si no se entendiera bien. Las dos consecuencias inmediatas de esta conducta son: 1º Se evita cualquier contestación violenta, propia de un primer momento no dominado. 2º Se anula toda la violencia del insulto. La primera consecuencia no necesita aclaración. La segunda, sí. El que insulta, nunca está convencido de la verdad de lo que dice. Ningún hombre tiene la íntima convicción de que otro merezca un insulto. Con el insulto, por tanto, no se pretende clasificar o definir a otro, sino sencillamente hacerle daño, provocarle, hacerle saltar. Si el otro, en vez de reaccionar violentamente, pide una aclaración, desaparece toda la eficacia del insulto. Imagina que otro te insulta y tú le preguntas en seguida y sin enfadarte: —¿Cómo has dicho? No he comprendido bien. Lo has de preguntar sin enfadarte y sin ironía, como si, en realidad, no hubieses comprendido el insulto. La persona que ha proferido el insulto una vez, se siente avergonzada al tenerlo que repetir. Es como disparar por segunda vez contra una estatua de bronce que se había confundido con un ser humano; es un acto inútil, una tontería. 39
No olvides jamás que el que no se da por ofendido, anula todo el poder de la ofensa. Contra una calma perfecta se estrellan siempre todos los ataques hechos con intención de ofender o de molestar.
El arte de decir que sí Este enunciado parece, a primera vista contradictorio con el del apartado “Ejercicios prácticos para el dominio de sí mismo", epígrafe segundo: "Suprime el no como principio de tus frases en las conversaciones”. Sin embargo, el lector advertirá en seguida que el no que ha de suprimir es el que niega las afirmaciones de la otra persona y la predispone contra nosotros, y el sí que se ha de evitar es el que establece un compromiso propio, solicitado por el otro que nos habla, y que es precisamente lo que él se propone obtener de nosotros. Muchos de nuestros contratiempos dependen de haber dicho que sí cuando otro quería que así lo dijéramos. Fija bien en tu mente la máxima que antecede. Y si, gracias a ella, consigues ser maestro en el arte de no decir que sí, te hallarás como acorazado contra la guerra de palabras e influencias que estás sosteniendo continuamente en tu vida de relación. ¿Qué se propone ese señor que está hablando contigo? Ignoro cuál es el tema de la conversación. Pero, si no se trata de un mero diálogo circunstancial o de sociedad, no dudo que ese señor se propone que le digas que sí. Quiere arrancar de ti esta afirmación. Quiere que tú transijas. Piensa que mucha gente sólo vive de hacer decir a los otros que sí. Existen libros para arrancar a los otros este sí comprometedor, que pone en una clara situación de inferioridad al que lo pronuncia. Una regla precisa del arte de influir en las personas es ésta: Empieza siempre por hacer decir al otro que sí, aunque no sea precisamente en el tema principal que es objeto de tu conversación. Esto lo has de tener siempre presente y no has de decir que sí sino después de estar completamente seguro de que el nuevo estado de cosas creado por tu afirmación es bueno, o es lo mejor para ti. 40
¡Cuántas veces, inmediatamente después de haber dicho que sí, ya te arrepientes y dirías que no! Pero no lo haces por no quedar mal, por no parecer informal, para que no crean que eres un hombre que cambia de opinión como de camisa. ¿Qué has de hacer siempre antes de decir que sí? 1º Pensar bien las consecuencias de tus afirmaciones. 2º Pedir todas las explicaciones y las aclaraciones que creas necesarias, aunque sólo sea para ganar tiempo. Nunca digas que sí sin hacer repetir más de una vez la proposición. Pocos perjuicios te vendrán de cualquier sí a una proposición que te han hecho dos o tres veces. Lo único malo es decir que sí la primera vez. 3º Vacilar ostensiblemente, de manera que el otro se dé cuenta de tu vacilación. Así intentará convencerte y hablará más, y conocerás mejor el alcance de su intención. 4º En último caso, y para cerrar la conversación, sustituir el sí por un adverbio de duda: quizá, tal vez, acaso, o por una aceptación condicionada.
Dominio de la palabra Toda tu vida de trato con los otros se resuelve por medio de palabras. La palabra es el único medio de que disponen los hombres para comunicarse y entenderse entre ellos. Los demás no conocen tu pensamiento; sólo conocen tus palabras y sólo por ellas te juzgarán. Aunque lo pienses todo bien, si todo lo dices mal no merecerás jamás un juicio favorable. Pero si consigues ejercer un severo, hábil e inteligente dominio de tus palabras, los demás te valorizarán y, en cierta manera, se someterán a ti. Callar no es lo mismo que dominar las palabras. Sólo lo es cuando las palabras que se pronunciaran son absolutamente innecesarias. Pero en la mayoría de los casos la mejor demostración del dominio que ejerces sobre tus palabras es usarlas bien, o sea saber hablar. 41
Saber hablar consiste en saber expresar tus ideas con las palabras más adecuadas y, al mismo tiempo, con las menos posibles. Toda idea expresada sin precisión a con gran lujo de palabras innecesarias tiende al confusionismo. No olvides que todo lo que puede ser mal interpretado es siempre mal interpretado. Expresa, pues, tus ideas claramente, con precisión y sin miedo. Y sólo así evitarás que sean mal interpretadas. ¡Cuántas palabras vanas se están oyendo siempre! ¡Cuántas palabras decimos sin más ni más, que nada añaden a la expresión de nuestras ideas, y sólo sirven para mantener una especie de contacto con las otras personas! Esto se puede hacer cuando no se tiene nada que decir. Es la ocasión de hablar del tiempo, de usar expresiones ambiguas, frases sin sentido y palabras sueltas, que ni siquiera llegan a formar frases. Pero cuando hablas con otra persona para decirle algo, has de saber dominar tus palabras de tal manera que le digas precisamente aquello que piensas decir y no otras cosas que distraigan su atención. El dominio de la palabra consiste, pues, en dos cosas: a) Saber decir lo que se quiere decir. O sea usar palabras que expresan claramente tus ideas. Mucha gente no acierta a expresar sus ideas con claridad. La palabra no parece estar en inmediata dependencia de las ideas. Se presume que en el proceso de la idea a la palabra interviene un tercer factor, nuestra conciencia tal vez, que va escogiendo las palabras correspondientes a cada idea y las va ensartando en frases. Quizás algunas personas no usan jamás las palabras que expresan claramente sus ideas, porque empiezan por no tener ideas claras. Pero muchas otras personas, que hacen las cosas bien y tienen, por tanto, una idea clara de como se han de hacer, no lo saben explicar con palabras. Todos hemos conocido personas que pueden citarse como verdaderos ejemplos cómicos de falta de relación entre sus palabras y sus ideas, y hemos conocido otras que, al revés de éstas, se pueden citar como ejemplos de claridad en la expresión de sus ideas. Éstas no hacen reír jamás y da gusto oírlas.
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b) No usar palabras inútiles, que sólo pueden desviar la atención ajena y perjudicar la precisa claridad de los conceptos expresados. Son interminables los ejemplos de personas que usan palabras inútiles. Hay quien para decir sencillamente que sí, está hablando durante dos minutos. Son personas incapaces de dominar su lenguaje. Hay algo en ellas que va produciendo palabras, como con independencia de su voluntad. Nada hay más agotador que sostener una conversación con una de estas personas. Un antiguo proverbio dice: «O calla, o di algo mejor que el silencio». Esta sentencia puede tomarse como fórmula del dominio de la palabra. Callar es bueno muchas veces. Pero otras es mejor hablar. Pero sólo hablarás con dominio de tus palabras si dices alguna cosa que sea de veras mejor que el silencio. Si no, más te valiera haber callado.
Dos medios para adelantar en el dominio de la palabra. 1º Fíjate bien en cómo hablan los otros, analiza sus frases y suprime de ellas mentalmente toda palabra inútil o perjudicial para la claridad. Así, con un continuo ejercicio, al darte cuenta de lo que no has de hacer y sí hacen los otros, descubrirás la manera de hablar con claridad y precisión. Tu vida diaria de relación es un continuo ejercicio de conversación. Por tanto, con un poco de atención puedes aprovechar todo momento para avanzar en el dominio de tus palabras. La vida, si no te abandonas,, se convierte en una experiencia continua. 2º Este segundo punto es muy importante: Piensa siempre lo que vas a decir. No es exagerado asegurar que la mayoría de la gente no piensa lo que dice. Ni lo piensa antes, ni lo piensa mientras habla, ni lo piensa después. Algunos se dan cuenta después de lo que han dicho, y entonces les parece que lo han pensado, lo consideran como una auténtica opinión y se aferran a ello. Nada sorprende tanto en las discusiones como la tenacidad de ciertas personas en sostener una opinión que se ha formado evidentemente en sus labios y que no había sido pensada jamás. 43
Muy poca gente sigue este orden aparentemente tan natural: pensar las cosas y decirlas después. Hazlo. Antes de hablar, piensa lo que vas a decir. Y dilo después tan concisa y claramente como sea posible. Si consigues hacer esto, tu manera de hablar cambiará en seguida, y hallarás en ti una nueva y sorprendente posibilidad de expresión que antes desconocías. Piensa que si alguien te repitiera lo que acabas de decir, muchas de tus frases te sorprenderían. Y si mantuvieras una conversación ante una cinta magnetofónica que la repitiera después, quedarías probablemente más decepcionado al oírte a ti que al oír a los otros. Y no digo nada si alguien se entretuviera en analizar razonablemente el sentido de tus frases y su relación con tu pensamiento auténtico. Piensa siempre que sólo serás juzgado por las palabras, y aprenderás a dominarlas, para convertirlas en verdaderos medios de expresión de tus ideas.
Habla de las cosas más que de las personas Los hombres, entre ellos, cuando no han de tratar de un asunto concreto, hablan casi siempre de los otros hombres. Ésta es ley general. Siempre que dos personas sostienen una conversación íntima, es casi seguro que están comentando la manera de ser de otras personas, o que se dedican a informarse mutuamente de todo lo que saben acerca de las vidas ajenas. ¿Crees que ésta es la conversación más provechosa? Tal vez no; pero es la conversación más fácil, y, para mucha gente, la mas entretenida. Tú, que te has propuesto sacar provecho de tu relación constante con los demás, mejor será que tomes poca parte en este tipo cae conversación. Si se habla de otra persona, adopta siempre la misma actitud: limítate a pensar en las cualidades más aparentes de aquella persona, las que nadie puede contradecir, exponlas brevemente y no intervengas más. Piensa que casi todo el mundo domina alguna materia. Si llevas la conversación hacia esta especialidad de cada persona que trates te enterarás de muchas cosas que ignoras y que algún día pueden serte útiles. 44
También tú conoces alguna materia. Si la ocasión es propicia y los demás muestran deseo de documentarse, di sencillamente lo que sabes. Pero no te excedas jamás. No digas también, por vanidad, aquello que no sabes bien o de lo que no estás completamente seguro. Intenta siempre que tu conversación te sirva para aprender algo nuevo de lo que saben los demás. Así cada día enriquecerás tus conocimientos. Sobre todo, ten siempre muy en cuenta lo que te he aconsejado al principio: habla siempre de las cosas más que de las personas.
Dominio del gesto Todos los hombres intervienen de dos formas en la conversación: con la palabra y con el gesto. El gesto tiene fuerza expresiva propia. Tanto es así, que precisamente por la colaboración del gesto cambia el sentido de las frases, hasta el punto de que si se hablara suprimiendo el gesto, muchas frases parecerían otras. A veces, un solo gesto equivale a toda una frase, siempre completa el sentido y sustituye a muchas palabras, que, en virtud del gesto, se hacen innecesarias. Por esta razón, debe hacerse un estudio concienzudo del gesto y aprenderse a dominarlo, lo mismo que las palabras, si se quiere que las intervenciones en el trato con los demás sean eficaces. Para empezar, observa cuidadosamente el gesto del prójimo. Empieza por aislar sus gestos de sus palabras, y entonces muchos de ellos te parecerán movimientos mecanizados, del todo desprovistos de utilidad y en muchos casos hasta de gracia. Te bastará repetir algunas veces la observación de los gestos ajenos para crear en ti la necesidad de vigilar los tuyos. Observa después tus gestos mientras hablas, tal como se producen siempre, casi mecánicamente, sin ejercer ningún dominio sobre ellos ni esforzarte en suprimirlos.
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En seguida descubrirás tus gestos inútiles, los que no tienen ninguna relación con las ideas expresadas, los excesivos y todos los que ante la gente te dan la apariencia de un muñeco mecánico. Estos últimos son los que has de combatir antes que ninguno. Todo lo que parece mecanizado da risa. Y nada conseguirás de los hombres si les haces reír sin proponértelo. Haz una experiencia: de vez en cuando, durante la conversación, al pronunciar una determinada palabra, acompáñala de un gesto excesivo y muy notorio. Los otros lo advertirán, y si descubren que tu gesto es el compañero inseparable de una palabra o de una idea, tendrán que esforzarse para no reírse. Evita, pues, siempre en la conversación todo gesto mecanizado o instintivo que surja con independencia de tu voluntad, y que puede ser, para los demás, motivo de burla.
Educación del gesto Hay gestos sobrios y graciosos, que son como un adorno de la conversación. Otros, al contrario, no hacen más que anular la seriedad de tus frases. Para educar el gesto, practica los siguientes ejercicios: 1º Habla sin gesticular. Intenta de vez en cuando, durante una conversación, la supresión total de tus gestos. Es difícil. Pero si ejerces un dominio atento y severo sobre ti mismo, lo conseguirás. No todas las razas tienen la misma propensión a los gestos excesivos. Las razas latinas gesticulan más que otras. Un norteamericano sobrio es capaz de hablar una hora seguida sin apenas mover un músculo del rostro. Un latino no suele hacer esto. Y, dentro de cada zaga, unas personas, por condición suya natural, gesticulan más que otras. Si eres de los que gesticulan, has de poner doble empeño en hablar largo rato seguido delante de otros y hacer los menos gestos posible. Esto, en ciertas conversaciones tranquilas, tiene poco mérito. Pero en las conversaciones agitadas o cuando necesitas dominar a
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los otros con tus palabras, convencerlos, contradecirles o discutir con ellos con cierta violencia, es mucho más difícil. Esfuérzate en suprimir la gesticulación en los momentos enérgicos o violentos de la conversación. Si consigues dominar la atención de los otros por la sola fuerza de tus palabras, suprimidos los gestos, habrás alcanzado una gran victoria. Los gestos añaden fuerza expresiva a las frases. Esto es indiscutible. Si los suprimes y te esfuerzas en que tus frases conserven toda la expresividad, no tendrás otro remedio que escoger muy bien todas las palabras, para así fortalecer la frase. El que mejor habla es el que consigue hacerse oír con atención sin gesticular y casi sin levantar la voz. 2º Ejercítate en sostener el gesto hasta convertirlo en actitud. La actitud no es más que un gesto sostenido, inmovilizado durante mucho tiempo. Las personas que gesticulan mucho, no tienen actitud. Cuando sea necesario, una actitud elegante, correcta y amplia atraerá mucho más la atención sobre ti que una serie de pequeños gestos rápidos y sucesivos. Observa que los actores cómicos suelen gesticular (repitiendo ciertos gestos personales en la mayoría de los casos) para despertar la hilaridad. Pero los actores dramáticos sustituyen los gestos por la actitud. Así consiguen dar al auditorio la impresión de su estado pasional interior, en conflicto con los hechos. 3º Declara una guerra sin cuartel a todos los gestos violentos. Entre tu expresión y tu ánimo hay una íntima trabazón. Si tu ánimo es sereno, tus gestos serán pausados. Y, al revés, si consigues que tus gestos sean todos lentos y austeros, desaparecerá la agitación de tu animo. Todos los que se han preocupado por el efecto que su aspecto personal produce en los demás, han estudiado sus gestos y saben dominarlos y administrarlos bien. Observa que casi ningún gran personaje, cuando está en funciones, o sea cuando se muestra ante los otros, gesticula excesivamente.
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No basta no gesticular para ser un gran hombre. Pero si suprimes toda violencia en el gesto, subirás un peldaño más en la escalera de tu grandeza personal.
El dominio del rostro No te canses jamás de observar los rostros ajenos. Es una gran lección. ¿Qué ves en la expresión habitual de los semblantes de los demás, sobre todo en los de la gente vulgar, que no ha prestado jamás la menor atención al dominio de sí misma? Casi todos ellos tienen una expresión fija, como independiente de la voluntad, que en nada contribuye a hacerles el rostro agradable. Unos expresan la angustia, otros la queja, otros el rencor, otros el aburrimiento. Muy pocos rostros tienen una expresión serena, y los menos son inteligentemente inexpresivos. Algún rostro te llamará la atención por la belleza de sus facciones. Casi siempre se tratará de un rostro que no ha sido dominado por la expresión y que se limita a ser como una máscara correcta que oculta las inquietudes del ánimo. Piensa que todo el mundo ve tu rostro, y que todo el mundo lo mira, especialmente cuando hablas. Con la expresión y la serenidad de tu rostro puedes influir en los otros, tanto o más que con tus palabras. Si no haces un esfuerzo continuo de dominio sobre la expresión de tu rostro, se contraerá según los distintos estados de tu ánimo, sus músculos se anquilosarán en las formas de expresión más habituales, y acabarás por mostrar uno de esos rostros que siempre parece que van a llorar, a insultar o a pedir cuentas de alguna grave ofensa. Tus palabras no serán insultantes, pero es posible que tu rostro lo sea. Y si ya no eres joven, la expresión de tu rostro se inmovilizará y se hará independiente de ti. Esfuérzate con atención continuada en mantener inexpresivo tu rostro, pero apto para adoptar cualquier expresión que convenga a tu adecuado aspecto personal. Sin embargo, la expresión de serenidad, que sólo se consigue a fuerza de dominar cualquier otra expresión de inquietud, es siempre la más noble y la más atractiva.
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No importa que eduques tu rostro ante el espejo hasta conseguir una expresión serena, inconmovible. Lo has de hacer. El constante esfuerzo en mantener la serenidad de la expresión repercutirá en tu genio interior, apaciguándolo. Ríete, y crearás en ti un estado de verdadera alegría. Adquiere una expresión serena y tu alma avanzará rápidamente por el camino de la verdadera serenidad. Piensa también una cosa: tú recibes siempre algo, como un reflejo, de la impresión que los otros reciben de ti. Esto es muy importante. Si tú los impresionas angustiosamente, esta impresión de angustia repercutirá sobre ti. Lo mismo sucederá si los impresionas cómicamente. Si los otros reciben de tu rostro una impresión de serenidad, la sensación de que los otros reciben este bien de tu presencia será como un patio de luz que influirá ti. Y esta sensación contribuirá a hacerte sencillamente superior a los otros.
Ejercicio de expresión serena Observa tu rostro en un espejo, desde muy cerca. Muévelo, haciéndolo pasar por sucesivas expresiones distintas, y cuando tus músculos faciales, ya flexibles, te obedezcan cómodamente, intenta una expresión inmóvil de absoluta serenidad. Sostenla un buen rato. Fija bien en tu mente la imagen de esta expresión serena de tu rostro. Y en cualquier ocasión favorable, principalmente en tus contactos con el prójimo, recuerda con insistencia la imagen de tu rostro sereno. Así, sin darte cuenta, recuperarás la expresión lograda ante el espejo. No olvides que la expresión mejor para impresionar favorablemente a los otros es de «inteligente serenidad, vagamente iluminada por una sombra de sonrisa».
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Impulsos emocionales que se han de dominar especialmente Expansividad Todas las expansiones pueden ser agradables en ciertos momentos. Pero nunca serán inofensivas si obedecen a impulsos que no has sabido dominar. Expansiónate si el alma te lo pide, pero sólo cuando estés en la situación adecuada y razonablemente admitida como tal. Toda otra expansión delante de los demás, te pondrá en condiciones de inferioridad. Cada exclamación, cada palabra, cada gesto retenidos aumentarán tu riqueza interior. Toda retención es una demostración de fuerza que disminuye las posibilidades de tus enemigos. Tu energía mental es limitada. No cunde para todo. Si la usas en un sentido, no podrás usarla simultáneamente en otro. Has de saber escoger el destino de tu energía mental. No te malgastes en bagatelas, ni en ociosa palabrería, ni en comentarios sobre las circunstancias cotidianas independientes de ti, ni en apreciaciones mal fundamentadas sobre las personas que te rodean o sobre la vida ajena y las acciones que presencies. No te dejes jamás influir, de manera aparente, por los fenómenos exteriores de cualquier orden.
Desaprobación La tendencia a desaprobar la conducta y los juicios de sus semejantes es natural en el hombre. Pero la desaprobación, sobre todo si es inmediata, no suele ser razonada. Esfuérzate en dominarla hasta la eliminación total. Abstente severamente de hacer juicios en este sentido. Las personas que desaprueban siempre, sólo consiguen ser desagradables y crear a su alrededor un ambiente de mala disposición hacia ellas.
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Intolerancia La intolerancia impulsiva es uno de los azotes de la humanidad. Si es reflexiva se puede admitir como defensa de los principios morales fundamentales de cada hombre. Piensa siempre que los que sostienen doctrinas o adoptan sistemas distintos de los tuyos, no están necesariamente equivocados. y pocas cosas son esencialmente intolerables. Tolerar lo que a primera vista parece intolerable es una condición distintiva de la grandeza humana.
Incomprensión Comprender es siempre más difícil que no comprender. Por tanto, el hombre tiende, por impulso natural, a la incomprensión. Todos creemos comprendernos muy bien a nosotros mismos y, por tanto, somos extremadamente tolerantes con nuestros propios defectos. Pero muy pocos hombres se esfuerzan en comprender a los otros. Esta incomprensión, que tanto separa a unos hombres de otros, es una de las principales causas de la intolerancia. En casi todos los conflictos con otros hombres basta un esfuerzo de comprensión para tomar la honrada decisión de buscar la mejor solución amistosa. Todo el mundo cree tener siempre sus razones, y es imposible convencer a nadie de que las suyas son equivocadas. Más vale esforzarse en comprenderlas y en juzgar desde la posición del otro. Si se hace esto, casi todas las actitudes respiran naturalidad. Los hombres obran más frecuentemente por pasión que por razón. Y es mucho más difícil comprender las pasiones ajenas que las razones ajenas. Esta incomprensión es la causa principal de las enemistades, de los rencores y de los desprecios. El que se esfuerza en comprender a los otros no ha de ponerse necesariamente de acuerdo con ellos, pero siempre acaba por hacerse superior a todos. Un hombre superior ha de ser fundamentalmente humano, y esta condición de humano sólo se consigue a través de la comprensión. Ser 51
humano quiere decir, precisamente, comprender las razones y las pasiones de los otros hombres.
Mal genio, enfado, arrebato. A veces conviene leer o releer las frases de los grandes hombres, cuyas conductas deben servirnos de ejemplo para perfeccionar las nuestras. Marco Aurelio fue emperador de Roma en el segundo siglo de la Era Cristiana, hace casi dos mil años. Vivió en intimidad con su conciencia, y dejó mucho escrito con lo mejor de su pensamiento. Sus ideas, vertidas si todos los idiomas literarios de la tierra, siguen siendo una de las mejores fuerzas humanas vivas. Su concepción de las cosas tiene la desnuda grandeza de un templo sin símbolos y sin ornamentos. Se ha escrito de él que «sus pensamientos breves, apretados, palpitantes, que se suceden sin transiciones, como los suspiros de un corazón desbordante de ternura, son a la vez las estrofas de una oda y los argumentos de una filosofía». Nada mejor se puede decir contra el mal genio, la violencia, el enfado, el arrebato y todas las alteraciones del ánimo que lo dicho por él. Copiaré cinco de sus mejores sentencias: «Del obstáculo con que se tropieza debe hacerse un motivo de ejercicio; como el fuego que se apodera de todo lo que cae en una hoguera. Una lamparilla quedaría apagada; pero un fuego impetuoso se apropia en seguida todo lo que en él se arroja, y lo consume, y más alta eleva su llama.» «Todo lo que sucede es cosa tan natural y poco sorprendente como la rosa en primavera y el fruto maduro en estío; tal es la enfermedad, la muerte, la calumnia, las traiciones y cuantas cosas alegran o entristecen a los insensatos.» «Haz por ser semejante a un promontorio. Las olas del mar se estrellan contra él de continuo, y él se mantiene inmóvil, hasta que en torno suyo se abonanzan las aguas.» «A nadie le acontece cosa alguna que no sea, por naturaleza, capaz de soportar.» «El mejor modo de vengar la injuria es no parecerte al que te la infirió.» 52
¿No es consolador pensar que nada se puede añadir ahora, para nuestro bien, a las palabras de un hombre que vivió hace cerca de dos mil años? Esto significa que, en cualquier época, sólo han merecido un puesto en el tablado de la grandeza humana los que han sabido dominarse a sí mismos.
Precipitación Un antiguo refrán dice: «Vísteme despacio, que tengo prisa». Quiere esto decir que hacer las cosas precipitadamente no es más que un entorpecimiento que impide acabarlas pronto y bien. La precipitación es un curioso fenómeno. No se ha de confundir la precipitación con la prisa. La prisa muchas veces es justificada; la precipitación no lo es nunca. Precipitarse es, etimológicamente, sinónimo de hundirse en el precipicio, en el contratiempo seguro, en el error y en el mal. La prisa es una consecuencia del ritmo de la vida. Se ha de vivir aprisa para poder hacer muchas cosas en poco tiempo. Saber hacer las cosas aprisa y bien es un don. Pero la precipitación es un impulso, que en algunos hombres parece parte de su naturaleza, y que es funesto siempre. ¿No has observado que algunos hombres andan siempre precipitadamente de un lado a otro como si su presencia fuese a la vez necesaria en partes distintas, y que jamás se detienen en ninguna ni hacen nada de provecho? En dos circunstancias es importante no precipitarse: al hablar y al hacer. Todo lo que se dice precipitadamente, se dice mal. Todo lo que se hace precipitadamente, no se hace bien. Pero se ha de advertir que la ausencia de precipitación no significa jamás indolencia. La fórmula buena es ésta: hacerlo todo lo más aprisa posible, pero sin ninguna precipitación.. Dos defectos igualmente funestos son: proceder con excesiva calma y proceder con precipitación. Piensa que el hombre que procede con demasiada calma, nunca llega a tiempo de recoger el fruto; pero el que se precipita, va siempre hacia algún daño grave. Muchos hombres carecen de la presencia de ánimo suficiente para proceder con serenidad en las situaciones apuradas. Todos ellos, si tienen 53
cerca a una persona superior que los domine con un ademán de la mano y les diga sencillamente «no te precipites», realizarán en menos tiempo una obra más perfecta.
Rencor. Resentimiento. Ser rencoroso quiere decir ser incapaz de olvidar el daño que otro nos ha hecho, y alimentar con este recuerdo una mala disposición hacia él. Por lo mismo, eliminar el rencor es una pura cuestión de olvido. No siempre olvidar es más fácil que recordar, y lo más difícil de todo es saber escoger razonablemente las cosas que se han de olvidar y las que se han de recordar. Entre lo que debe olvidarse se ha de poner siempre todo el daño que, intencionadamente o no, nos han hecho los demás. Olvidar el daño no quiere decir dejar de tomar precauciones para otra vez. Lo que se ha de olvidar es la disposición desfavorable hacia el autor del daño. Guardar rencor no hace jamás bien. El rencor es siempre un sentimiento negativo. Tal vez el rencoroso no ha intentado jamás, por orgullo o por falta de atención, olvidar esta mala disposición contraria al otro, que le produjo el daño recibido. Si lo intenta una vez y lo consigue, descubrirá dentro de él un mundo mejor, y se avergonzará de haber sido rencoroso algunas vez. Todo sentimiento negativo y destructivo es fundamentalmente malo. El rencor no es sino un daño que se añade al que se ha recibido ya. Y este daño recae sobre el rencoroso. Por tanto, el rencor trabaja a favor del autor del daño, aumentando su mala obra. Y lo peor del rencor es que, a la larga se convierte en resentimiento, que no es más que un estado creado por los rencores consentidos. El resentimiento llega a ser como una segunda naturaleza en ciertos hombres. Y no se trata del resentimiento contra una persona determinada, sino de un estado del alma, que oscurece los íntimos goces de la vida. El resentido no es feliz. Nutre una pasión destructiva que, como todas las de esta clase, empieza por destruirle a él mismo. Y en todas sus manifestaciones externas hay una cierta falta de claridad, que le convierte en un personaje poco simpático y que es debida al instinto de ocultar su mala pasión negativa.
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Si quieres luchar victoriosamente contra el rencor empieza por un ejercicio elemental: trata con amabilidad, como si estuvieras dispuesto a hacer cualquier cosa por ellas, a aquellas personas a las que guardes rencor. Hazlo por sistema, prescindiendo tus sentimientos. El éxito será tan inmediato que pronto eliminarás en ti todo sentimiento negativo. Piensa que siempre ha sido carácter distintivo de los grandes hombres saber tratar como amigos, sin rencor ninguno, a los peores enemigos. Y que el resultado ha sido siempre el mismo: que algunos de estos enemigos, los que tienen un alma noble, se han convertido en los amigos más incondicionales. Consecuencias inmediatas del rencor: a) Aumenta el daño que otros te han hecho. b) Conserva la enemistad de los enemigos. Consecuencias inmediatas de no guardar rencor: Ganar amigos que, en otro caso, no lo habrían sido jamás.
Defectos a corregir Apego cerrado a tu opinión Si consigues suprimir la opinión, suprimirás la disputa siempre, y muchas veces la ofensa. Muchos hombres reducen su vida de relación a opiniones sobre cualquier cosa y cualquier persona. Muchos escritores reducen su obra a opinar sobre todo lo humano. Esto no es, en realidad, un arte creativo. Cualquiera puede opinar. Lo único excepcional es abstenerse. Y si se opina alguna vez, lo único que redime de haber opinado es no encerrarse para siempre en la opinión dada. No quieras convertir tus opiniones en un carácter permanente de tu personalidad. No lo es. La opinión brota bajo ciertas influencias exteriores, y expresa un momento tuyo mental, sin duda pasajero. 55
Acéptalo así y no te aferres jamás por sistema a tus opiniones. No opinar no significa no pensar. Al contrario, el hombre que opina pretende ahorrarse todos los pensamientos futuros sobre aquel tema. Sólo los tontos dicen: Yo opino así. Y no admiten que mañana, tal vez, opinarán asá. No en vano se ha dicho que es propio de sabios cambiar de opinión. No seas testarudo en las ideas. Sé testarudo en los hechos y en las obras. Pero en las ideas, jamás.
Ostentación Piensa si hay alguna ostentación en ti, y combátela. La ostentación es la pública exhibición de tus bienes, sean materiales o espirituales. Y con esta exhibición no los aumentarás. Al contrario, los expondrás a los ataques ajenos, de los que pueden salir muy mal parados. Tu fin no ha de ser jamás el exhibicionismo, sino el aumento de tus posibilidades, de tus energías y de tu riqueza interior.
Disipación y despilfarro Toma nota de estas, dos palabras y, suprime de tu vida todo lo expresado por ellas, en cualquier orden. La disipación de las ideas es lo más opuesto a la concentración. Disipar significa dispersar, desvanecer, derrochar. No lo hagas. Un hombre disipado es un hombre incapaz de fijar su atención, de concentrarse, de andar mucho tiempo seguro por el mismo camino. Mucha gente no consigue jamás nada de lo que se propone, porque empieza por disipar sus ideas en ensueños vagos, y acaba disipando sus energías en cien direcciones, que le apartan del verdadero y único camino. Despilfarrar significa gastar en balde, sin tino ni medida. La vida te ha enriquecido con dones inestimables; no los despilfarres. úsalos, empléalos, labra tu porvenir, con ellos, pero no los malgastes inútilmente. No despilfarres tu tiempo, El tiempo es siempre un caudal limitado, que se agotará rápidamente si no lo administras bien. Si tus dedos aprietan el cuerpo de una mariposa, reducen a polvo el alado y bello insecto. Del mismo modo puedes aniquilarte tú si malgastas tu tiempo. 56
No despilfarres tu energía. Todo movimiento supone un gasto de energía. No andes a saltos si quieres llegar lejos. No te enfurezcas si quieres que tu espíritu labore. No te agotes en movimientos inútiles. No despilfarres tu pensamiento. No puedes pensar dos cosas a la vez. Piensa siempre la que sea más importante. Muchos no avanzan jamás, por despilfarrar todo su pensamiento en especulaciones inútiles. No despilfarres tu corazón. Esto es muy importante. No alimentes el odio jamás. El odio no es sino un despilfarro de corazón, de un corazón que debería destinarse enteramente a amar.
Confidencia Disraeli decía: «Never explain, never complain». No explicar nunca, no quejarse nunca. Es una magnífica fórmula, cuya aplicación exige un gran dominio, porque todos los hombres tienden siempre a lamentarse y a dar grandes explicaciones de sí mismos. La confidencia es la explicación más peligrosa. Si hablas delante de muchos sólo pretenderás lucirte. Si hablas a uno solo confidencialmente, tenderás a revelar tu verdad interior. ¿Qué uso hará el otro de esta revelación? Nunca lo sabes y lo más probable es que no hará un uso que redunde en beneficio cuyo. La confidencia tiene un cierto encanto: lo reconozco. Y es fácil sucumbir a ella. Hay seres de espíritu poco educado que se pasan la vida haciendo confidencias a los otros. Suelen ser seres muy vanidosos y que no han conseguido sentir un verdadero Interés por la vida. No los imites, y huye de ellos si se te acercan. De todas maneras, si crees que oyéndolos les haces un bien, escúchalos. Pero nunca les pagues con la misma moneda. He dicho antes que has de hablar de las cosas más que de las personas. Y ahora añado que de la persona de quien menos has de hablar es de ti mismo, y confidencialmente, menos que de otra manera.
Las lamentaciones ¿Te produce mucho placer ver a otro que se lamenta? No. Piensas que no hay para tanto, que el otro exagera, que se está poniendo pesado, 57
que tú ya tienes bastante con tus propios problemas. Y acechas la primera ocasión para desembarazarte de él. Él que se lamenta delante de los otros, no se ha parado jamás a reflexionar un poco en el efecto que produce ni en las consecuencias de su actitud. Observa tú que la gente vulgar se lamenta mucho más que la gente escogida. En esto se los distingue en seguida. Quien se lamenta y dice luego: «Así me he desahogado», miente. No se ha desahogado. Ni siquiera esto. Más que antes, se siente presa de sus sufrimientos y torturas. Los ha convertido en imágenes vivas, los ha dramatizado, y la primera víctima ha sido él. Lamentarse de lo qué sucede fuera de uno mismo es una tontería siempre. Porque una de dos: o ello depende de ti, o no depende de ti. Si no depende de ti, nada conseguirás con tus lamentaciones. Si depende de ti, perderás con ellas un tiempo precioso, que podrías dedicar a corregir la circunstancia adversa. Lamentarse de lo pasado es siempre tiempo perdido, porque: a) Lo pasado no se puede enmendar y tus lamentaciones sólo te impedirán influir con serenidad en la buena marcha de lo presente. b) De lo pasado, bueno o malo, has sacado fruto de experiencia. Recuerda tu actuación, acertada o no, saca de ella consecuencias, pero no te lamentes. e) Todas las lamentaciones agotan la riqueza emocional y debilitan la voluntad. d) Todo desperdicio de energía es contrario a la eficacia. Observa la perfecta impresión de plenitud que te invade siempre que consigues llevar tu conversación y tu acción a la única actualidad que importa resolver.
Yoísmo Ya al hablar de la conversación he insistido en que no se ha de decir jamás «yo», ni se ha de hablar jamás de uno mismo. Ahora sólo quiero añadir una observación. Hay quien sólo habla para demostrar a los otros que tiene ciertas cualidades, que sabe ciertas cosas, o que las hace. No hagamos nosotros lo mismo.
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El que habla de sí mismo, yerra siempre. Basta, para convencerse, observar a los otros cuando hablan. Los que sólo nos hablan de sí mismos se hacen pesados y quisiéramos verlos con la boca cerrada. Nuestras palabras pueden ser buenas como el pan y luminosas como el sol. Si lo son, todo el mundo las escuchará con gusto. Pero no lo serán jamás mientras hablemos de nosotros mismos, porque nuestro tema personal no es jamás pan que nutre a los otros, ni sol que los alumbre y caliente. Domina tus impulsos de personalizar. Pasa un día entero sin hablar jamás de ti mismo, y observarás como al calor de tu conversación se animan los rostros ajenos, como se forma una corriente de simpatía a tu favor, y esto te animará a perseverar en la conducta escogida.
Ocuparse de lo accesorio Todo negocio tiene una parte esencial y otras partes accesorias. En lo esencial has de decidir siempre tú. Pero en lo accesorio, en aquello que lo mismo da, fundamentalmente, una cosa que otra, deja que decida uno cualquiera de tus subordinados. No pierdas el tiempo jamás en hacer aquellas cosas accesorias que otro hombre cualquiera puede hacer tan bien como tú. Observa a los verdaderos hombres de acción y advertirás como desdeñan ocuparse de lo accesorio, y como, en cierta manera, se ríen de los encargados de resolver estas cosas. El éxito en la vida se consigue gracias a una continua elección de lo más importante en cada caso. Siempre el camino se parte en dos y siempre se ha de estar dispuesto a elegir uno valientemente. Si se duda o se yerra en la elección se avanza poco. Se ha de empezar por distinguir claramente accesorio. Y ejercer después un dominio severo energías a lo importante, y dejar lo accesorio al azar personas. Sólo así se consigue aprovechar todo el disponemos.
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lo importante de lo y dedicar todas las o al cuidado de otras poco tiempo de que
Discutir Discutir es inútil siempre, porque jamás ningún hombre ha convencido a otro de nada gracias a una discusión. Si coincides con el otro, saca el mejor partido posible de esta coincidencia. Si no coincides, afírmate en la convicción de que las mentes humanas se mueven frecuentemente en universos distintos. Discutir es peligroso siempre, porque al calor de la discusión se puede perder la serenidad, se dicen cosas de las que uno se arrepiente luego y se produce una perturbación espiritual, nunca bienhechora. Muchos discuten y gritan hasta que el otro calla, y creen que le han convencido. Se equivocan: hacer callar a otro no es convencerle. Siempre el que mucho grita hace callar a los otros, pero no los convence. El que esgrime enérgicamente razones aplastantes acaba por aplastar, pero no convence. Las convicciones son como el resultado de todas las circunstancias vitales de cada hombre, y nunca puede influir en ellas una voz ajena, por mucho que se esfuerce. Nadie puede ver en los otros ni en las otras cosas más de lo que él mismo tiene. Esto es importante. Jamás conseguirás que un hombre menos dotado que tú aprecie las cosas tal como tú puedes apreciarlas. Cada hombre comprende hasta cierto punto. Más allá sólo hay el vacío para él. No es que se piense de manera distinta: es que los pensamientos son fuerzas desiguales, que unas llegan más lejos que otras. Y en donde un pensamiento fuerte ya se encuentra solo, es inútil que busque la compañía de los otros. A nadie le gusta cambiar sus puntos de vista. Cada hombre sólo quiere quedarse en donde está y sólo busca razones para conseguirlo. El que se propone vencer a otro, fracasa siempre. Por lo mismo, en el arte de triunfar, la palabra convencer ha sido substituida por la palabra persuadir. Convencer a otro es influir en su pensamiento. Persuadirle es influir en su conducta. Esto es lo único posible. ¿Qué te importa que el otro esté o no convencido, si has conseguido persuadirle? La única colaboración efectiva que has de buscar en el prójimo es la de sus actos, no la de sus pensamientos.
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Intentar modificar la manera de ser de los otros Si lo intentas, perderás el tiempo en un esfuerzo inútil. Cada cual es como es, y así seguirá hasta la muerte. El comportamiento del hombre que sabe dominar sus intervenciones en la vida es otro: analiza con la mayor precisión posible el modo de ser de sus semejantes y se esfuerza en sacar el mejor partido posible de esta manera de ser de cada uno. Graba bien en tu mente este consejo: En vez de intentar cambiar a los otros, esfuérzate en conocerlos bien, en tomarles la medida sin error y en encauzar y usar las buenas disposiciones que encuentres en ellos.
Querer que el otro te dé la razón De nada sirve este esfuerzo. El otro nunca puede darte sinceramente la razón porque no piensa con tu mente, y, por tanto, desconoce siempre tus razones verdaderas, que yacen oscuramente en tu intimidad y son a menudo inexpresables. Si el otro te da la razón, o lo hace por sistema, para caerte en gracia, o habla por hablar, sin más ni más. No has de buscar jamás esta satisfacción. Domina tu impulso de vanidad. Ten la humildad de admitir que ha de haber siempre una barrera de incomprensión entre tú y los otros. No pienses que, por tratarse de ti, las razones han de aparecer más claras a los otros. Mucho es que alguien consiga hallar claridad en sus propias razones; nadie la hallará jamás en las de los otros. No quieras, pues, que otro te dé la razón. Pero si la tienes, a tu modo de ver, y la comprendes con claridad, obra según ella. Los hombres débiles no saben obrar según una razón que los otros no les han reconocido. Los hombres fuertes sí.
Malgastar tu tiempo en hacer cosas sin deliberado propósito O sea, no te dejes mecer, como un corcho, sobre el mar, más o menos agitado de la vida. No. Tú has de ser como una lancha motora que va
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decididamente de un puerto a otro y en cada uno hace, ni más ni menos, lo que ha de hacer. Sé perfectamente que levantarse por la mañana y vivir sin temor hasta el día siguiente a la espera de cualquier cosa que sobrevenga es una actitud muy amable y que fácilmente se elogia como cosa superior, como la manera propia de las almas insolentes que ya están de vuelta de casi todo. Pero esta actitud decadente, si bien te convertirá en un muñeco tal vez seductor, no te facilitará jamás el logro de ninguna aspiración. —Es que yo no tengo aspiraciones —dicen algunos. Bien, que no las tengan. Que se queden en una vida fácil. Pero que respeten a los otros que las tienen y luchan para realizarlas. Toda vida verdadera es lucha. Una raza que se entregara a la molicie y renunciara a luchar, degeneraría en poco tiempo, y bien lo demuestran las razas que pueblan ciertos países cálidos y fértiles, donde no hace ninguna falta luchar para vivir. La indolencia propia de esos paraísos inmoviliza a sus habitantes, que saben y hacen ahora lo mismo que hace mil años atrás. Y el día que otras razas luchadoras necesitan aquellas tierras, los indígenas insolentes son barridos de un soplo. El mundo entero está dominado por algunas razas fuertes y luchadoras, y las otras no hacen más que sobrevivir. Tú, si quieres triunfar, has de dominar esa tendencia natural de dejarte llevar por la corriente. Somete tu vida a un plan de trabajo. Decide cada principio de año todo lo que has de hacer en los doce meses; decide cada lunes todo lo que has de hacer durante la semana; decide cada mañana todo lo que has de hacer durante el día. Y niégate a hacer cualquier otra cosa que no te hayas propuesto hacer deliberadamente. Tu éxito estará asegurado el día que puedas decir sin mentir: —Yo sólo hago aquello que antes me he propuesto hacer.
Hacer las cosas mal Una antigua sentencia dice: Hage quod hagis. O sea: Haz lo que hagas. Que quiere decir esto: Haz bien cualquier cosa que hagas. Piensa que todo lo que se hace, se puede hacer bien. Esta posibilidad se ha de tener presente. De hacer mal a hacer bien una cosa, muchas veces 62
no hay sino la diferencia de un pequeño esfuerzo, de una pequeña atención. Ejercítate en hacer bien todas las cosas pequeñas cotidianas. Es un ejercicio saludable, porque te alimentará la satisfacción de ti mismo y aumentará tu alegría interior. El día se compone de cien pequeñas acciones, aparte las acciones grandes y decisivas que te pueden encumbrar. Ten siempre despierta tu atención y procura hacer bien todo aquello que hagas, aun lo más insignificante. Piensa que todo se puede hacer bien y se puede hacer mal. Elegir la manera buena sólo representa un trabajo de atención. Pero no olvides que se ha de elegir en cada caso. Si te distraes, no elegirás. O sea, que tu atención ha de estar siempre despierta y en pie de guerra.
Ociosidad Se tienen comúnmente ideas muy equivocadas acerca de la ociosidad. Se considera como un estado ideal, y se dice que todos los hombres trabajan para no hacer nada algún día, como si el fin del trabajo fuera alcanzar la ociosidad. A este fin aspiran los espíritus mediocres. Si de veras la ociosidad fuera un ideal, lo más razonable sería no hacer nada desde un principio. Parece que los auténticos ociosos siempre resuelven más o menos bien su vida sin hacer nada. Más de la mitad de nuestro trabajo es el precio que pagamos por la convivencia entre los hombres. Pero el ocioso que suprime esta convivencia y vagabundea, suprime de golpe la mitad de su trabajo. Y si consigue que su mente también vagabundee a placer y que su cuerpo se goce en la miseria y en la insatisfacción, ya no necesita para nada trabajar. Con lo que le den, podrá vivir ocioso el resto de sus días. Esta actitud no me parece censurable. Pero trabajar durante cuarenta o cincuenta años para pasar después, en la cómoda ociosidad, los últimos diez años de la vida, me parece de una absoluta mezquindad mental. Trabajar y trabajar, para acabar cuidando gallinas, no tendría que ser un ideal para nadie . Parece que los que sólo persiguen ideales de tan fácil realización, tendrían que empezar por ellos, y se ahorrarían una gran parte de todo el trabajo que se han tomado sólo para llegar a no tenerlo. 63
El trabajo sólo ennoblece cuando engendra trabajo. El ideal del hombre verdaderamente trabajador no ha de ser no trabajar, sino tener más trabajo cada día y más capacidad para hacerlo. ¿Por qué se dice que los que más trabajan son los que más tiempo tienen para hacerlo todo? Porque nada desarrolla tanto la capacidad de trabajo como el trabajo mismo. Y nada la embota tanto como la ociosidad. Es un error creer que el trabajo fatiga. No; el trabajo adiestra, dispone a seguir trabajando, mantiene el cuerpo y el alma en tensión. Exigid un pequeño esfuerzo a un ocioso, y no lo hará jamás. Exigid un esfuerzo grande a un trabajador, y lo hará siempre sin esfuerzo. Sorprende la capacidad de trabajo de ciertas personas. ¿Cómo la han adquirido? De una sola manera: trabajando. También sorprende la capacidad de no hacer nada que tienen otras. ¿Cómo la han adquirido? Entregándose pertinazmente a la ociosidad. El fin de toda vida noble es servir. Si tú crees que tu fin es no servir a nadie ni para nada, allá tú; entrégate a la ociosidad. Y procura además guardar silencio y así te convertirás en un mero montón de carne, en un bulto, del que algún día se escapará tu pobre alma inútil. Pero si quieres cumplir este fin tan humano que es servir siempre a alguien o para algo, no te abandones jamás a la ociosidad. Todo reposo innecesario es imperdonable. Toda concesión a la ociosidad será un retroceso cuesta abajo por la pendiente, y tendrás que hacer un nuevo gasto de energía no para avanzar, sino para recuperar el mismo sitio que ya habías alcanzado antes.
Indecisión El indeciso justifica su actitud diciendo que no tiene una razón clara para estar a favor de uno de los dos términos del dilema o para estar contra el otro. Y en esto no se equivoca. Tal vez nunca hay una clara y absoluta razón para escoger. Siempre aparecerá alguna contrarrazón de más o menos peso. No en vano se ha dicho que el que todo lo pensó, nunca se decidió. Pero el hombre resuelto sabe echar tierra rápidamente sobre las razones secundarias y obrar por una razón principal. Y en muchos casos sabe obrar por impulso. Este obrar por impulso es propio de los hombres 64
de iniciativa, expeditivos, que deciden sin vacilación y que tienen mucha confianza en sí mismos y, por tanto, en sus impulsos. Se han de saber tomar decisiones rápidas. Existe un arte de asumir sin miedo la responsabilidad, que muchos ignoran. Es preciso estar siempre dispuesto a apreciar rápidamente los pros y los contras, y también es necesario muchas veces lanzarse a tentar atrevidamente la suerte. Alea jacta est: La suerte está echada. Ésta es la frase que pronunció César cuando se decidió a cruzar armado el Rubicón y atacar a Roma. Si no lo hubiese hecho, no hubiera sido jamás emperador. El hombre de negocios está decidiendo constantemente. Su vida es esto: una decisión tras otra. Para adoptar siempre una actitud decidida se ha de tener un cierto amor al riesgo y una cierta ponderación, que nos impida jugárnoslo todo a una sola carta. Es cierto que algunas decisiones equivocadas pueden conducir al fracaso; pero el éxito es imposible para el que no se decide jamás. El que sabe decidir no ha de temer las consecuencias, porque también sabrá, llegado el caso, decidir lo que sea conveniente para corregir el error y continuar avanzando. Sólo el indeciso es víctima irremisiblemente de sus errores, porque carece del poder de enmendar con otra una decisión equivocada. Piensa que es necesario atreverse a elegir el propio pensamiento y a apostar sobre una hipótesis. Nadie está seguro de lo que va a suceder mañana; pero el hombre que es dueño de su fuerza, está seguro de sí mismo, suceda lo que suceda.
Vanidad La vanidad es un defecto grave que hace dar un valor excesivo a los méritos propios. El hombre vanidoso se cree siempre superior a lo que es; pero los demás no comparten esta creencia y le tienen por un ser ridículo y equivocado. Todos tenemos un cierto grado de vanidad. Pero los que saben dominarla influyen provechosamente en el efecto que producen en los otros. Siempre somos juzgados. Siempre vivimos como ante un jurado que ha de pronunciar su veredicto.
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Se equivoca el que se deja abatir por la derrota. Pero también se equivoca el que se deja envanecer por los éxitos. Toda derrota se puede convertir en pedestal del éxito, y todo éxito puede ser la causa de una derrota próxima. La mejor manera de combatir la vanidad es no mostrarse jamás, si es posible sinceramente, satisfecho de sí mismo. Y considerar que todo lo conseguido en cada momento no es sino el preámbulo de otros resultados de mayor ambición. No te contentes jamás con tus éxitos obtenidos. Olvídate de ellos y ataca valientemente el porvenir, libre del peso de la personal vanagloria. ¿Cómo podrá corregirse el que empieza por creerse mejor de lo que es? Ésta es la causa de la persistencia del vanidoso en casi todos sus defectos, y entre ellos, desde luego, en su vanidad.
Curiosear inútilmente Todo interés es bueno. Pero deja de serlo si te hace perder un tiempo que deberías dedicar a otro interés más elevado. En los casos de conflicto, has de saber elegir la cosa digna de convertirse en objeto acaparador de tu interés y desechar todas las demás. La curiosidad supone un movimiento tuyo hacia la cosa objeto de tu interés y, por tanto, un gasto de energía. Si quieres disponer de toda tu energía para las cosas que te importan más, líbrate de la curiosidad hacia las que te importan menos o las que carecen en absoluto de valor para ti. Con frecuencia darás con gente que tratará de desviar tu curiosidad hacia aquello que no te importa. Aprende a decir: «Esto no me importa», y consigue que esta afirmación sea sincera. O sea, consigue desprenderte de la curiosidad hacia lo que no te interesa de veras. Recuerda que el adjetivo curioso aplicado a las personas, más expresa un defecto que una cualidad. Para que tu curiosidad sea de calidad has de saber desligarla siempre de cualquier objeto inútil que la seduzca. No creas que se trata de un arte fácil. Las curiosidades inútiles han impedido muchos éxitos.
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Falsas afirmaciones Todo el mundo dice lo que sabe y muchas veces lo que no sabe. Diciendo lo que no se sabe no se consigue sino desacreditarse y, sin embargo, muchos lo hacen, convencidos tal vez de que así aumentan su reputación de personas entendidas. Haz una pregunta cualquiera a otro. Pocos, si desconocen la respuesta exacta, contestan: No lo sé. A todo el mundo le gusta presumir de conocimientos que no tiene. ¿Qué consiguen? Perder el tiempo ellos y hacértelo perder a ti, desviando tu atención hacia las informaciones falsas. Alguien ha dicho que todas las informaciones son falsas. Esto es quizá exagerado, pero muchas informaciones lo son. Y lo son precisamente por esa tendencia general a afirmar lo que no se sabe y a poner mucho de la cosecha propia en las explicaciones que se dan. ¿Cuántas personas bien informadas y competentes has encontrado en que puedas confiar en la veracidad de sus informaciones a ojos cerrados? Muy pocas. Sin embargo, esas pocas personas son buscadas y oídas siempre con interés, porque todo el mundo sabe que lo que dicen es verdad. El que los otros se fíen de ti te ayudará a triunfar. Para conseguirlo, no hagas jamás falsas afirmaciones. Domina tu tendencia natural a decir lo que no sabes. No te avergüences jamás de confesar sinceramente no lo sé, siempre que ésta sea la verdad:.
Distracción La distracción es el peor enemigo de la atención y de la concentración. Y ambas virtudes son indispensables para avanzar en el dominio de ti mismo. La distracción es la consecuencia inmediata de toda voluntad débil. Si te dicen: «Fortalece tu voluntad», preguntaras: «¿Qué he de hacer para fortalecerla?» Pero si te dicen: «No te distraigas», ya no has de pedir una explicación. Combatir la distracción es una orden concreta, las consecuencias de cuyo cumplimiento es fortalecer la voluntad. ¿Qué es la distracción? El veneno más dulce de todos los ociosos, de todos los que no se han propuesto un fin en la vida, de todos los seres 67
inútiles y vegetativos que sólo aspiran a permanecer hasta la muerte allí en donde están. Si convives con una persona atenta y con una persona distraída, pronto te darás cuenta de la diferencia. Al lado de la primera, la vida es fácil. Junto a la segunda, la vida es imposible. Si al distraído le reprochas su manera de ser, te contestará: «Es que yo soy así. ¿Qué puedo hacer?» Esta disposición resignada es un sofisma. Nadie es así ni así por naturaleza, y todo el mundo puede hacer mucho por mortificarse y ser mejor de lo que es. Ejercicios contra la distracción: 1. Siempre que hables pon atención continua y esmerada en decir sólo aquello que te propondrías decir si pensaras cada frase antes de pronunciarla. 2. Cuando escuches atiende a cada palabra y a cada concepto del otro, pídele que te explique mejor todo lo que no entiendas bien y observa si dice exactamente lo que quiere decir u otra cosa. Con este sistema evitarás al mismo tiempo que el otro se pierda en palabreos inútiles. Al verse obligado a precisar para que le comprendas bien, lo hará y hablará mejor. En general, tenemos la impresión de dirigirnos a seres que no hacen el menor caso ni prestan la menor atención a lo que les estamos diciendo. 3. Cuando leas evita rigurosamente, durante un rato, pensar en otra cosa. Leer y sólo pensar en lo que se está leyendo no es tan fácil como parece ni es cosa que se suela hacer. 4. Observa sin cesar a los otros y esfuérzate en no perder detalle de su expresión ni de sus gestos, ni de su vestido y maneras. Esto te ayudará enormemente a conocer a las personas. 5. Practica algún juego que exija atención, como el ajedrez o el bridge, y esfuérzate en jugar concentrado, sin sucumbir a la distracción en ningún momento de la partida.
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Timidez Tengo sobre la mesa un libro que se titula La timidez vencida. Conozco otros varios sobre el mismo tema. En las revistas dedicadas a la juventud y a los hombres que quieren triunfar en el mundo se dan constantemente consejos contra la timidez. Esto demuestra que la timidez es uno de los principales obstáculos con que tropiezan ciertos hombres en el camino del éxito. Ahora bien, ¿qué es la timidez? No es más que el miedo a un peligro inexistente. Por tanto, un miedo injustificado. Es, como si dijéramos, el miedo a un fantasma que no se ha aparecido jamás. El hombre que tiene miedo de atravesar un bosque donde vive un tigre salvaje, no es tímido: es prudente. Su miedo es justificado y hará muy bien en no aventurarse. Pero el que tiene miedo de expresar en público su personalidad es tímido, porque el público no es un tigre que devora al que se expresa bien, sino todo lo contrario. Si intenta devorar a alguien es al que por timidez se expresa mal. La timidez impide hacer muchas cosas necesarias para conseguir otras. Nada es fácil. A un resultado cualquiera, a una situación, sólo se llega después de mucho pretender y expresarse. Muchas veces los audaces, aun con menos valores, consiguen más, y los tímidos quedan postergados. ¿Qué razón justifica la timidez? Ninguna. Es siempre un complejo negativo de inferioridad, debido a ciertas deformaciones del espíritu, que tanto pueden ser congénitas como adquiridas por circunstancias externas. El tímido ignora que los peligros que teme no se realizarán jamás. No sabe que se asusta de un fantasma. Basta que lo sepa, para que empiece a vencer su timidez. ¿Cómo lo puede saber? De manera muy fácil: conduciéndose expresamente como si no fuese tímido, aunque le cueste un gran esfuerzo. Así comprobará que el resultado de su conducta le es siempre favorable y perderá pronto la timidez. Casi nunca la audacia perjudica al que la tiene. Esto es cierto y los audaces lo saben. Atrévete a todo y se te allanarán muchos caminos. Ejercicios para dominar la timidez: 1. Preguntar cosas innecesarias a personas desconocidas o que se conocen muy poco. 69
2. Sostener entrevistas, con cualquier excusa, con personas de más alta posición. 3. Repetir varias veces una entrevista difícil. Por ejemplo, intenta vender algo a cualquiera de las tiendas que se dedican a este negocio de compra y venta, y no cerrar nunca el trato. Es decir, entrar en la tienda dispuesto a no vender, pero demostrar todo lo contrario. Conocí a un tímido que venció su defecto vendiendo tres veces cada día un reloj de oro de su abuelo, que al fin vendió de veras y a muy buen precio. 4. Sustituye el aire tímido por otro aire de más seguridad en ti mismo, de más audacia. Al tímido se le conoce por el aspecto exterior. Parece que no sabe qué hacer de su persona, que se estorba a sí mismo, que teme que su presencia ha de molestar a los otros. Adopta voluntariamente un aire distinto; anda con mas seguridad, más erguido, como si pisaras un terreno propio, y condúcete como si tu presencia fuera algo estimable para los otros. 5. Mira siempre a los ojos de las personas con quienes hables y di las cosas con seguridad, en voz clara y suficientemente alta, para que te oigan bien. Si te interrumpen antes de haber expresado toda tu idea, advierte que no has acabado aún y sigue hablando sin miedo.
Impaciencia La impaciencia exteriorizada es siempre una prueba de inferioridad. Piensa que la impaciencia no remedia nada ni hace que los acontecimientos se precipiten. Si puedes influir en ellos, hazlo. Pero si no puedes, ¿qué ganarás con mostrarte impaciente? Nada. Sólo conseguirás angustiarte. Toda impaciencia es incompatible con una fuerte personalidad. Cuando se encuentran varias personas reunidas en una sala de espera, siempre son los más vulgares los que se impacientan antes.
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¿Qué puedes hacer para no mostrar tu impaciencia? En primer lugar, observar a los otros impacientes. Sólo por no imitarlos, te dominarás. En segundo lugar, observar atentamente todo lo que te rodea e introducir en todo, con tu pensamiento, cualquier posible mejora. Si tu mente no está ociosa, nunca te impacientarás. Piensa que la mayoría de las personas tienen la mente ociosa siempre, y por esto se impacientan cuando alguna fuerza exterior les impide sucumbir a su vaciedad mental. Siempre que la vida se detenga a tu alrededor, lo único que puedes hacer, para no perder el tiempo, es sacar partido del momento. Un hombre superior sabe sacar partido de todas las circunstancias adversas. La impaciencia no hace más que aumentar el mal. Además de no beneficiarte en nada, perturba tu ánimo y te pone en evidencia delante de los otros. ¿Es que te consuela en algo eso de divertir a los demás, sin proponértelo? ¿No sería mejor que te divirtieras tú a costa de ellos? En este espectáculo de la impaciencia humana, sé siempre mero espectador y nunca actor.
Cualidades a adquirir Confianza La confianza es una virtud prodigiosa, compañera inseparable de los hombres triunfadores. Es cierto que muchos hombres han fracasado por confiar demasiado en sí mismos y muchos más han fracasado por confiar demasiado en otros. Pero advierte que he escrito adrede la palabra «demasiado»; confiar demasiado supone siempre un error de proporción. Eliminando este exceso de confianza, que suele ser causado por una cierta ceguera para ver los propias limitaciones, y muchas veces no es sino una excusa para justificar la pereza, nadie ha fracasado jamás por confiar en sí mismo ni por confiar razonablemente en otros. Al contrario, toda la vida se funda en la virtud de la confianza.
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Muchos son desconfiados por naturaleza. No se fían de sí mismos y siempre andan dudando y pidiendo consejo, ni se fían de los otros, creyéndose rodeados de enemigos. Éstos, de ninguna manera pueden llegar lejos. Aprende a pensar que todo depende de ti. Para eludir la responsabilidad se suele decir: Esto no depende de mí. Bien; ya sé que la lluvia y el sol no dependen de ti, pero sí la manera de no mojarte y de sacar el mayor goce y provecho del sol. Aprende a confiar en los demás, sobre todo en tus subalternos, en los que han de cumplir tus órdenes. Nada puede conseguir el hombre que es incapaz de confiar en sus subordinados. Los demás harán todo lo que tú desees si sabes hacer que lo hagan. Y entonces será natural que confíes en ellos. Haz que los demás confíen en ti. Nada ayuda tanto a tener seguridad en uno mismo como la sensación de la confianza ajena. Haz también que los otros confíen en sí mismos. Mucha gente carece de confianza en sí misma porque desconoce sus posibilidades. Descúbreselas tú por ellos si eres más inteligente, y haz que las conozcan y las usen. Recuerda estos cuatro aspectos de la virtud de la confianza: 1. Confía en ti mismo. 2. Confía en los otros. 3. Haz que los otros confíen en ti. 4. Haz que los otros confíen en sí mismos.
Obstinación AI principio de este libro te he recomendado que insistas constantemente cuando quieras conseguir alguna cosa. Ahora te repetiré el mismo consejo con otras palabras: Sé obstinado. La obstinación es uno de los factores del éxito. El mundo es de los obstinados. Piensa que la obstinación no es más que la forma inexorable y sólida del dominio de sí mismo. Si no eres obstinado desaprovecharás muchas de tus buenas cualidades. No todo se consigue en cinco días. Pero si te cansas en el día 72
sexto, se perderá el esfuerzo de los cinco primeros días, y no conseguirás aquello que necesitaba un esfuerzo de diez o doce días. ¿Quién sabe sí el momento que iba a seguir al de tu renuncia era el que te ofrecería el éxito? Piensa que si te cansas de insistir, todo los esfuerzos anteriores de nada te servirán. Los esfuerzos sólo se suman cuando no se interrumpen. Sé obstinado siempre y en todo lo que pretendas conseguir. La obstinación abre todas las puertas y rinde todos los castillos. Buffon dice que el genio es una larga paciencia. Y esto es una gran verdad. Pero casi nadie es obstinado en el mismo sentido durante toda la vida. Si tú lo eres, te convencerás de la maravillosa verdad que encierran las palabras citadas. Una larga e ininterrumpida paciencia lo consigue todo. Ten siempre esta palabra fija en tu mente: obstinación.
Tener siempre presente la meta He aquí una cualidad que te llevará muy lejos si sabes adquirirla y ejercerla sin desmayo. Consiste en retener con firmeza la idea que sintetiza el fin que te propones alcanzar. Esta retención es la base de la concentración necesaria para el dominio de sí mismo. Empieza por dar forma sencilla y breve a la idea. Retenla después de manera que siempre la tengas presente en la mente. ¿Qué sucederá? Que sin darte cuenta pondrás los medios necesarios para que la idea se realice. Todo pensamiento tiende convertirse en acto. Y si el pensamiento no cede, la conversión no deja de realizarse jamás. Una vez presente la idea en el centro de la conciencia, ejerce inevitablemente sus efectos, predisponiéndote para llevarla a la práctica. Piensa siempre en una cosa y algún día ello se realizará con aparente indiferencia de tu voluntad. Los rayos del sol concentrados a través de una lupa se convierten en fuego. El pensamiento concentrado a través de tu conciencia se convierte en una fuerza tan poderosa como el fuego. Nada exterior será bastante resistente para oponerse a ella.
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A. de Vigny dice: «Una gran vida no es mas que pensamientos de la juventud realizados en la edad madura». Realizados a fuerza de mantenerlos siempre vivos como tales pensamientos. Sintetiza el fin que te propones alcanzar en una idea fácil y clara, y si es posible en una imagen, que sea como la dramatización de la idea. No permitas que esta imagen se disipe jamás en ti, y un día u otro advertirás que has alcanzado el fin que te habías propuesto.
La calma Escribe esta palabra en letras grandes en un papel y tenlo en un sitio visible durante mucho tiempo. Todo dominio de ti mismo converge siempre en este resultado: la virtud de la calma. Calma no quiere decir indolencia ni falta de actividad. Calma quiere decir dominio de todos los impulsos en el primer momento. Es sinónimo de serenidad Piensa en el mar; cuando se agita, se enturbia y todo lo destroza. Es una fuerza negativa. Pero el mar en calma resplandece y fácilmente se navega. La calma es un arma indispensable para imponer una idea. A gritos no la impondrás jamás. Deja decir a los otros, espera; deja que los argumentos ajenos se revuelvan contra quienes los han expuesto; deja que las razones ajenas se debiliten por su propio peso. Y vuelve siempre, con calma, a tu idea. Adopta, en los casos de conflicto con las ideas ajenas, la doctrina de la tranquila insistencia. Insiste hasta conseguir, pero siempre con calma. La respuesta suave calma las iras ajenas. Ten esto siempre presente; es como un agua que las diluye o una niebla que las difumina. Muéstrate siempre con calma. Empieza por adoptar siempre posturas de calma. Habla siempre con calma y sin levantar la voz. Muévete siempre con calma y sin ninguna violencia en el gesto. No andes pausadamente si quieres llegar a tiempo. Muévete tan aprisa como sea necesario para llegar puntualmente, pero siempre con calma. 74
Esfuérzate en aparentar calma. No digo en tenerla, sino en aparentarla. Y ella sola se formará debajo de la apariencia. El hombre sereno, que usa de la calma como de una segunda personalidad, evita todos los dramas y conflictos. Si la calma preside todos tus actos, nunca te verás metido en situaciones embarazosas ni llegarás a decir palabras irreparables. Y tu paso siempre dejará un rastro de luz para los demás.
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TEMAS DE APLICACIÓN PRÁCTICA TEMA 1 Procedimiento para fortificar la atención. 1º Toma dos objetos similares, dos llaves por ejemplo; observa atentamente los detalles de cada una de ellas. Compáralas desde el punto de vista de peso, dimensiones, color, estructura, etc., de manera que puedas dar una explicación exacta de la imagen de cada una de ellas. 2º Dibuja de memoria cada uno de los objetos escogidos y observados. Nada refuerza tanto la atención como observar un objeto para dibujarlo de memoria. 3º Lee un trozo de cualquier libro erudito y repite después en voz alta todos los puntos esenciales contenidos en él. 4º Contempla analíticamente cualquier fisonomía; observa su simetría o asimetría y analiza las relaciones que pueda haber entre su altura y su anchura y entre sus tres partes: la superior, la media y la inferior. Observa las características del cabello, de los ojos, de la nariz, de las orejas, de la boca, los detalles del rostro. Observa todas las anomalías aparentes. Nota. No leas todos los temas de un tirón. Conviene leer sólo uno cada día, practicar en él, sacar consecuencias, anotarlas y asimilarlo de esta manera para hacerlo propio.
TEMA 2 Doctrina de la moderación. Ten bien presente siempre este principio: Para durar es preciso moderarse. 76
No abuses nunca de nada. Ten en cuenta que todo abuso produce un estrago, que te incapacita para de alguna manera durante un tiempo. Aprende a interrumpir el placer en su plenitud, o sea antes de que te cause fatiga y deje, por tanto, de ser placer para ti. Habrá momentos en la vida que habrá que excederse, abusando de uno mismo, de las energías propias. Pero sólo lo conseguirás sin demasiada fatiga si te has ejercitado antes por moderarte en todo. Consérvate en forma tal que puedas decir en cualquier momento: Puedo abusar de todo sin perjudicarme; porque siempre he sido moderado en todo.
TEMA 3 No te librarás de las influencias exteriores sino en la medida que conquistes el dominio de ti mismo. Tú no puedes evitar que los fenómenos exteriores se produzcan o que actúen sobre ti, pero puedes convertirlos en un bien para ti. Puedes dominar tus reacciones y sacar partido de las nueva situación que te son inevitables. Todo lo que te rodea es como un mar alborotado. Tú has de ser como un promontorio rocoso, que resiste los embates del mar y aparece en toda su soberanía en los momentos de calma, sin haber sufrido el menor derrumbamiento. Tener que relacionarse con la gente es inevitable: aprovecha tales oportunidades, de manera que cada encuentro con los demás perfeccione tu manera de ser.
TEMA 4 Antes de pensar en consumir, conviene aprender a producir. La vida es bella y está llena de riquezas. Pero no intentes gozarlas sin pagar antes tu precio, produciendo más riqueza. Si consumes sin producir te hartarás y la vida perderá todo el atractivo para ti. 77
Empieza por ser bueno contigo mismo y con los otros, si quieres que la vida sea buena contigo. Quien crea más riqueza nunca se decepciona; el que únicamente las consume, sí. No empieces por la decepción. La lucha contra la decepción se cifra precisamente en esto: en no consumir antes de producir. El error de la mayoría de los que se llaman incomprendidos es éste: que intentan ser felices antes haber hecho nada por adquirir la felicidad. Trata de hacer felices a los demás y participa alegremente de la parte de felicidad que te corresponde. En todos los momentos, esfuérzate siempre por dominar tu tendencia natural a consumir antes de producir.
TEMA 5 El esfuerzo. Introduce una llave en una cerradura mohosa. No girará. Fuérzala, y la romperás. Pon aceite en la cerradura antes de forzar la llave y ésta girará bien y la abrirás. No malgastes nunca tu esfuerzo sin poner antes aceite en las cerraduras. O sea sin aplicar aquellos medios que convierten tu esfuerzo en una energía útil Ejercita tu esfuerzo en cosas útiles. No pierdas el tiempo con cosas inútiles. Aprende a sustituir siempre el esfuerzo inútil por un esfuerzo efectivo. El esfuerzo útil se convierte en un bien. El esfuerzo inútil sólo produce fatiga, lo cual es un mal.
TEMA 6 El deseo de aprobación es uno de tus enemigos más poderosos. Muchos hombres sucumben por este deseo de aprobación. El bebedor que sólo quiere demostrar su resistencia a la bebida para lucirse ante un grupo de amigos, sucumbe desgraciadamente él mismo por el deseo de aprobación. 78
No te ha de importar que los demás no aprueben tu conducta por el momento. Sólo tú eres el árbitro de tu destino y tu propio juez y sólo tú has de aprobar tu conducta. Los demás aprobarán en ti muchas tonterías, y después, cuando sufras las consecuencias, se reirán de ti. No hagas nada sólo para conseguir la inmediata aprobación ajena. Ten siempre muy presentes tus fines personales y rehúsa hacer todo lo que de ellos te aparte. Elimina de ti el afán de lucirte en todo momento ante los demás. Ningún beneficio sacarás de este lucimiento ni ellos te lo pagarán, como no sea con un aplauso ocasional.
TEMA 7 El atractivo del placer inmediato. Este atractivo es uno de los azotes de la humanidad. En cada momento el placer inmediato está en pugna abierta con la tenacidad, con la insistencia, con la continuidad y la perfección de la obra. El mundo está lleno de solicitaciones tiernas y bellas que actúan sobre ti. Si sucumbes y te entregas a ellas, te hallarás después decepcionado y más atrasado en el camino del éxito que los otros que supieron resistir. Has de vivir siempre alerta contra el placer inmediato. Piénsalo bien. Tú no vives para estas satisfacciones momentáneas, sino para la consecución de un fin más noble, más alto. ¿Cuál es tu primer placer inmediato por la mañana? Permanecer en la cama. ¿Y en la mesa? Comer más y abusar dé todo lo que recrea tu paladar. ¿Y cuando pasas por delante de un cine? Entrar y ver la película. ¿Y por la noche? Reunirte con tus amigos a cenar y a charlar hasta muy tarde. ¿Qué será de ti si sucumbes a diario a estos cuatro placeres, aparentemente tan inofensivos? He aquí algunas de las satisfacciones inmediatas a las que has de resistir siempre que tengas ocasión: Abrir una carta en seguida o delante de otros. 79
Leer el final de un libro antes de haber leído todos los capítulos anteriores. Contestar inmediatamente a una carta ofensiva, o molesta, en términos parecidos o de venganza. Contestar a una injuria en el mismo tono. Interrumpir el trabajo. Piensa siempre que el placer es muy distinto del gozo y la felicidad. El placer sólo deja un poco de insatisfacción, amargura y remordimiento. Si te preguntan por qué haces una cosa, no digas: «Porque me da placer.» Mejor será que puedas decir: «Me daría más placer hacer otra, pero hago ésta, porque es un paso necesario para la consecución de mis fines.»
TEMA 8 El corazón tiene sus razones, que la razón no conoce Esta fórmula de Pascal se repite muchas veces a tontas y a locas. Sin embargo encierra una verdad magnífica, que el hombre triunfador ha de tener siempre presente. Es tal vez uno de los pensamientos más grandes que hayan sido jamás enunciados. El deportes de riesgo, las carreras de autos, la aventura, los deseos de toda clase, pueden ser algo absurdo a los ojos tenemos razones para hacer tales cosas. Y si tenemos razón, es que existen otras razones distintas de la fría razón. Son las razones del corazón, que la razón no conoce. Medita esto bien. Te ayudará a conseguir una rica personalidad que aumentará el valor humano de todos tus actos. No quisiera jamás que pensaras que sólo los hombres fríos, sometidos a la lógica y a la sensatez y a la razón, pueden triunfar. No es así. Los caminos del éxito discurren por campos floridos. Hay un cierto sentido poético de la vida, que apoya a las otras fuerzas que conducen al triunfo. Un triunfador frío no es un triunfador feliz. Y tú tienes que estar convencido de que de los dos triunfos, el que obtengas sobre las cosas y el que obtengas sobre ti mismo en tu interior, que éste último ha de ser siempre el preferido. 80
TEMA 9 Escoge tu obra. Mide bien tus fuerzas. Toma lo que puedas soportar y deja el resto. Nada sacarás de proponerte un trabajo superior a tus fuerzas. No has de equivocarte al medir tus fuerzas. Esto no. Has de pensar que todos los hombres tenemos muchas posibilidades que no hemos ejercido jamás, que ni tan siquiera conocemos. Pero también es cierto que tenemos un límite. Y es muy importante para cada hombre saber poner su felicidad en su límite. Lo más difícil es «renunciar al resto». La elección tiene siempre es difícil: renunciar a todo lo demás que no ha sido elegido. Muchos hombres han fracasado, no por haber elegido mal, sino por no haber sabido renunciar honradamente a todo lo demás.
TEMA 10 Tu fin ha de ser la proyección de tu personalidad sobre la pantalla del porvenir. Tu sombra ante ti ha de ser una imagen agrandada y simplificada de ti mismo. Si consigues ver tu imagen convertida, delante de ti, en lo que ha de ser, tendrás mucha menos dificultad en fundirte con esa imagen. En el colegio, cuando teníamos doce años, hablábamos a veces de lo que seríamos después en la vida. Sólo uno de nosotros parecía saberlo con exactitud. Quería ser médico y se expresaba así: «Nosotros, los médicos...» Los demás hemos conseguido algo, unos más y otros menos. Pero aquel niño que a los doce años ya tenía proyectada su imagen sobre el porvenir, mucho antes de los cuarenta era ya uno de los médicos más célebres de nuestro país.
TEMA 11 Se ambicioso. Pretende lo máximo posible. No conviertas la mediocridad en ideal. 81
Este tema no se contradice con el noveno. Allí se dice que no has de escoger jamás un camino que no puedas andar y que has de saber desprenderte de todos los lastres inútiles. Aquí se te dice que, escogido ya el camino, no has de ceder hasta haber alcanzado la cima. Todos los caminos conducen a una cumbre. Pero la mayoría de los hombres se quedan en las laderas inmediatas, a más o menos altura, y muchos de ellos buscan un sitio cómodo y soleado en donde puedan establecerse y gozar de una fácil mediocridad. No son ambiciosos. Pero el triunfador ha de ser ambicioso. Sólo el que se ha propuesto no parar hasta alcanzar la cumbre, puede poner los pies en ella. Los otros ya están descartados. Y estos hombres que pisan la cumbre son necesarios, porque son ellos los que hacen avanzar la humanidad. Proponte ser uno de ellos. Tal vez no lo consigas. Pero piensa que si no te lo propones, no lo conseguirás jamás.
TEMA 12 No aspires a ser feliz, aspira a realizar tu obra. Esta distinción es muy importante. Se habla mucho de la felicidad como el fin principal de la vida del hombre. Sin embargo, para muchos no lo es, o, por lo menos, no es esta felicidad inmediata, conseguida a costa del sacrificio de las ambiciones y de la mera elección del camino más fácil. Fue un gran personaje el que dijo esto. Consagraba toda su vida al trabajo, sin cesar y sin permitirse ninguna distracción. Y alguien le preguntó si, con aquel género de vida, era feliz. Y él contestó: Yo no aspiro a ser feliz; yo sólo aspiro a realizar mi obra. Esta contestación resuelve de un golpe todas las dificultades de orden personal y sitúa, al que es capaz de darla honradamente, en el camino de la grandeza humana.
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TEMA 13 No diluyas tu personalidad en cien pequeñas cosas inútiles. Cífralas en una sola cosa grande y fuerte. Dedicarse a una sola cosa, con exclusión de todo lo demás, es uno de los síntomas de la grandeza humana. Observarás que mucha gente está diluyendo continuamente sus energías en múltiples atenciones sin valor, en saber un poco de todo, en estar al corriente en las materias más insignificantes, en intervenir en todas las conversaciones, en tener vela en todos los entierros y cuchara en todas las mesas. Estas gentes se convierten en una especie de comodines que sirven un poco para todo, pero que no sirven de veras para nada, ni resuelven jamás nada, ni consiguen jamás situarse en las cercanías de ninguna cumbre. Su pecado consiste en no saber sacrificar los pequeños intereses y satisfacciones diarias a un solo interés grande y a una sola satisfacción final. Éstos nunca conseguirán emanciparse de la servidumbre de la hora, en honor a la más alta servidumbre de la vida.
TEMA 14 El pensamiento que no se resuelve en acción, no es un pensamiento completo. Esta máxima es de Goethe. Es bueno leer las máximas de los grandes pensadores, que han sabido condensar en fórmulas claras el sentido confuso de las verdades humanas. Pensar es fácil. Hacer es mucho más difícil. Hacer lo que se ha pensado es lo más difícil de todo. Cuando los hombres se juntan para tomar una resolución, pierden mucho tiempo en conversaciones inútiles, que no añaden nada a la eficacia de la consulta. De igual manera, cuando el hombre se junta consigo mismo para tomar una resolución, se pierde en largos pensamientos que no son convertidos jamás en actos, y, por tanto, aquéllos carecen de esta condición de plenitud del pensamiento creador. 83
El pensamiento que no se convierte en acto, nunca es creador. Se le podría llamar divagador. Se piensa siempre, pero no se hace siempre. La naturaleza es así. El hombre puede adoptar la inmovilidad, pero difícilmente puede detener el pensamiento. Lo único difícil es sólo pensar aquello que luego se ha de hacer y sólo pensar después en la manera de irlo haciendo bien. Esta sumisión del pensamiento a la acción es una de las cualidades más características del hombre triunfador.
TEMA 15 Teoría de la tranquilidad mental. Desprecia la fuerza muscular si quieres, pero no desprecies jamás la fuerza mental. El dominio de ti mismo es, en resumidas cuentas, el dominio de todo tu sistema nervioso. ¿Qué es la tranquilidad mental? Es sencillamente el bienestar del sistema nervioso. Goza de esa tranquilidad mental el que sabe hacer que sus nervios se sientan cómodos. La tranquilidad mental no depende del ascensor, ni de la calefacción, ni de la profusión de almohadones, ni de la electricidad, ni del agua corriente. Depende únicamente de dos circunstancias: del silencio y de la penumbra. El dominio de uno mismo se obtiene y fortalece más en el silencio y en la penumbra que en la casa más modernamente instalada. Acaso tú no puedas tener una casa con todos los adelantos de la vida moderna. Pero siempre podrás tener una cierta zona de silencio y de penumbra a tu alrededor. Has de luchar para obtener estas dos zonas, en las que puedas refugiarte un rato casi todos los días.
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TEMA 16 Todos los hombres que han triunfado estuvieron de acuerdo en un punto: creyeron que las cosas no obedecen a la casualidad, sino a una ley. Has de tener una idea clara de la influencia de la casualidad en tu vida. Piensa que: 1. La casualidad puede favorecerte algunas veces. Es cierto. Pero puede no favorecerte nunca. Por tanto, no has de esperar jamás nada de este factor. 2. La influencia favorable de la casualidad depende siempre de tu disposición en el momento de producirse el acontecimiento casual favorable. Por tanto, has de estar siempre bien dispuesto a aprovechar cualquier casualidad buena. Esta disposición es en sí superior a la casualidad. 3. No has de dejar nada confiado a la casualidad, que es una fuerza ciega, que tanto puede favorecerte como perjudicarte. Las cosas obedecen a leyes. Y la casualidad puede interrumpir algunas veces estas leyes. Pero tú te has de limitar a poner todos los medios para que las cosas se realicen, convencido siempre de que si lo haces sin error, las cosas, según la ley, se realizarán.
TEMA 17 El éxito no es menos normal que la tela tejida en un telar. Un hilo roto estropea todo el tejido de una pieza. Una debilidad personal estropea el éxito de una vida. Piensa que tu vida es un edificio construido de tal manera que cada nueva piedra se apoya en la que está debajo, y que si una piedra cualquiera es sustituida por otro material más débil, todo el edificio, a partir de aquel punto, se puede derrumbar. Esto quiere decir que has de estar atento siempre a combatir las acometidas de tu debilidad. La debilidad, aunque parezca paradójico, es una fuerza tremenda. No sucumbas a ella jamás. 85
Lo peor de la debilidad es esto: que es como un hilo roto en el tejido de una tela y, por su culpa, todo el tejido se puede deshacer. No basta, pues, el ser fuerte. Se ha de ser fuerte siempre.
TEMA 18 La más prosaica ocupación contribuye a ejercitar la mente, a condición, claro está, de que la mente tome en ella parte activa. Has de educar tu mente de manera que tome siempre parte activa en todo aquello en lo que tú intervienes. No creas que es tarea fácil. Y si observas un poco tu manera de hacer, te darás cuenta de que son muchas las veces en que tú estás entregado a una actividad y tu mente está en otra parte, seguramente en la región indecisa de los sueños. Observa a las otras personas cuando tú les hablas de aquello que les interesa. (Ya no te digo cuando les hablas de aquello que no les interesa.) Sus mentes no están tomando parte activa en la cosa. Y lo puedes comprobar fácilmente. Interrúmpete y pregúntales: ¿Qué té estaba diciendo? La mayoría no sabrán responder. Es importante hacer que la mente tome siempre parte activa en todo. Si lo consigues, te situarás de lleno en la zona de los hombres eficaces. Y no creas que esta actitud te fatigará. Al contrario, es mucho más descansado y más cómodo tener la mente puesta en lo que estás haciendo que tenerla desconectada y vagando por caminos de ensueño. Sólo es una cuestión de voluntad primero, y de costumbre después.
TEMA 19 El hombre que prescinde de lo que no le interesa. ¡Qué muestra de energía, de fuerza, de seguridad da el hombre que sabe pasar por alto las cosas que no tienen importancia para él o que de nada le sirven para su fin! Compáralo con ese otro hombre insignificante que finge un gran interés por lo que no le importa, y que pierde el tiempo introducido en 86
ambientes que no son los suyos y de los que no ha de sacar ningún provecho ni placer. Estos hombres son como escritores que sólo saben ortografía. Podrán escribir páginas enteras sin ninguna falta, pero no dirán en ellas nada que valga la pena de ser leído. Observa que el escritor genial suele pasar por alto la ortografía. ¿Por qué? Porque su genio sólo da importancia al sentido, o sea a lo único que tiene importancia de veras. La ortografía cambia de un siglo a otro, pero el sentido seguirá siendo eternamente el mismo.
TEMA 20 Los tres «jamás». No te enfades. ¡Jamás! No te lamentes. ¡Jamás! No cuentes tus cosas. ¡Jamás! Piensa que una sola vez que lo hagas, ya no es jamás. No te hagas concesiones a ti mismo. Hazlas a los otros, pero no a ti. Es contigo con quien debes de ser siempre el más exigente.
TEMA 21 Los tres «siempre» para dominar a los otros. En cada una de tus intervenciones, en lo que pretendas obtener de otro, en la idea que quieras imponer: Pon atención. ¡Siempre! Concéntrate. ¡Siempre! Repite. ¡Siempre!
TEMA 22 Las tres virtudes que te harán invencible Calma. No pierdas nunca la calma. Ponderación. Juzga siempre con ponderación. 87
Intransigencia. Sé siempre intransigente contigo mismo.
TEMA 23 Fija bien estas palabras en tu mente. Ha de llegar a ser en ti natural saber soportar sin quejas y calladamente las molestias de cada día.
TEMA 24 Tres dominios esenciales sobre tu cuerpo que no has de olvidar jamás. Domina tus ojos. Domina tu lengua. Domina tus manos. O sea, vive siempre pendiente de aquello que ves y de adónde y cómo miras; de lo que dices y de cómo lo dices, y de todos los movimientos de tus manos. Que una de tus ambiciones sea sacar fruto de todo aquello que ves. Que otra ambición sea sorprender a los otros con tus palabras. Que otra ambición sea sorprender a los demás con la extremada corrección de tus gestos. Sigue este consejo: Jamás bajes los ojos sin querer. Domina este movimiento físico de inferioridad. Mira a los otros de frente. Examínales bien el rostro mientras les hablas. El primer sorprendido serás tú, por la satisfacción que esto produce.
TEMA 25 No te dejes simplemente influir por los otros. Practica corrientemente ejercicios contra la influencia ajena. Por ejemplo, no aceptes jamás una bebida alcohólica cuando a otro le da por invitarte. La frase que has de tener siempre a punto es ésta: 88
—Gracias, no bebo. Si, a pesar de todo, te llenan el vaso, cosa que suele suceder y que algunos hasta consideran que es un deber de hospitalidad, déjalo intacto. Su contenido será más inofensivo dentro del vaso que en tu estómago. Si quieres beber, bebe luego a solas. Pero sé inquebrantable delante de los otros. Sólo así le encontrarás un cierto placer a hacerte invulnerable a la influencia ajena. No hagas jamás una cosa sólo porque otro te la proponga. Estimula tus inquietudes y deseos, y sé tú el que propone las cosas a los otros. Que la iniciativa parta siempre de ti y no de otro. Dirás que en las cosas no esenciales es más cómodo seguir la iniciativa ajena. Sí, tienes razón. Pero yo no trato de proponerte una vida cómoda, sino una vida eficiente.
TEMA 26 Ser dos en uno. Ser dos en uno consiste en tener siempre bien despierto dentro de ti el genio interior, convertido en una especie de otra personalidad, distinta de la que actúa, y que dirija todos los movimientos de ésta. Sé a la vez el que habla y hace, y el que domina a éste y le hace hablar y hacer. Sé tu propia fuerza motriz, tú dictador. Pero establece claramente la distinción entre las dos personalidades: la que se ve y actúa, y la que nadie conoce pero dirige todos los actos de la otra. Di a tu otro yo: Ahora vas a decir esto y a hacer esto. Tu actitud ser exactamente ésta. En ti no ha de haber ningún conflicto. Trabajarás tantas horas todos los días, poniendo toda la atención en tu trabajo. Te divertirás a su debido tiempo y te entregarás entonces, en cuerpo y alma, a la diversión. Si consigues distinguir en ti esta doble personalidad, podrás decir con orgullo: «Yo sólo digo y hago aquello que yo mismo ordeno que sea dicho y hecho.»
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TEMA 27 El triunfo sobre el miedo natural. Antes el hombre temía la enfermedad, porque la ciencia no había conseguido dominarla aún. Una pulmonía era mortal. Cualquier infección lo era. Ahora ya nadie teme las pulmonías ni las infecciones, porque ha desaparecido el peligro mortal de tales enfermedades, gracias a que el hombre las ha dominado. Si tú has aprendido a dominar a los otros hombres; después de dominarte a ti mismo, tampoco les temerás jamás, precisamente porque sabes que los dominas. Éste es el magnífico resultado de haber creado esta fuerza en ti mismo. ¿Nunca has tenido miedo de ti mismo? Sí, muchas veces. Pero has conseguido triunfar en el dominio de ti mismo y este miedo ha desaparecido. Ahora ya tienes en ti mismo una gran seguridad. Dominas tu actitud y todas tus reacciones. Sabes que cada ocasión te conducirás de la mejor manera posible, para conseguir el fin que te habías propuesto. Antes te costaba bastante actuar. Actualmente vivir te resulta un placer, porque ahora ya no tienes miedo, sino seguridad en ti mismo. Andar por la vida es como andar por terreno propio, donde nadie puede discutir tus derechos.
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EL ASCENDIENTE PERSONAL
El ascendiente personal es el resultado de una gran experiencia en el dominio de sí mismo. ¿Has oído hablar alguna vez del hombre deslumbrante, del hombre que se impone siempre, que ejerce siempre una clara influencia sobre los demás, que allí en donde interviene él la vida le reserva siempre el primer puesto y le hace presidir? Este hombre ya eres tú. Pero no te dejes engañar. Tu ascendiente personal es fuerte, pero nunca has de confiar ciegamente en tus propias fuerzas. Tu ascendiente personal no es sólo cuestión de apariencia. Desde luego, tu apariencia ha de ser agradable. Pero no consiste en esto todo el secreto de tu magnetismo. Dentro de la apariencia ha de haber una fuerza poderosa e incansable, superior a las fuerzas que los otros puedan oponer. El aspecto físico que más impresiona es el que refleja las mejores cualidades morales. Lo que más molesta en el aspecto físico son los estigmas negativos de hipocresía, de deslealtad, de torpeza, de debilidad moral. El gran secreto para mantener el ascendiente personal consiste en embellecer el rostro gracias a la fuerza moral interior. Fuerza moral quiere decir tanto como fuerza ya convertida en costumbre. Si eres verdaderamente un hombre, si tu alma está hecha de metal precioso, tu presencia no pasará jamás inadvertida. Y entonces, por tu palabra, por tu gesto, por tu sonrisa, por tu silencio, por tu YO entero, ejercerás una influencia bienhechora sobre todo lo que te rodea.
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