El Diamante Oscuro Resumen
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EL DIAMANTE OSCURO Autor: ANDREA FERRARI Género: narrativo. Tipo: Novela: dividida en 52 capítulos Clasificación: realista Canción de Andrés Calamaro: Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Diamante con color es el símbolo para marcar el contraste entre el mundo ordenado de Alina y lo que comienza a vivir a partir de él. Alina y Frederick reciben el mandato de Lucio de unirse e impedir que la piedra caiga en manos de Elsinger para prolongar su guerra personal (venganza) más allá de su muerte. Los personajes tienen distinta postura frente al objeto: algunos creen que tiene poderes que incide en su destino Personajes: Alina ZAk: adolescente de catorce años, alta, con pelo lacio oscuro y larguísimo que solía llevar recogido, ojos oscuros, piel aceitunada. Parecía mayor por su aspecto o porque sus ojos miraban con intensidad los gestos del interlocutor. Hija única de una pareja de sordos. Es la mediadora entre el mundo de sus padres que se comunican con la lengua de señas (oral y gestual) y el mundo que se comunica con el lenguaje oral-auditivo. Era la “pequeña voz de sus padres”, su intérprete. Independiente y sorprendía por su capacidad de decisión. En la noche sentía miedo y se sentía como el verdadero perro guardián de sus padres porque todo mientras ellos dormían dependía de ella. De bebé por las noches un hilo delgado atado en su muñeca y en la de su madre le permitía darle a conocer que estaba llorando. A los tres o cuatro años sufría pesadillas con monstruos de muchos ojos y orejas. Ser hija de sordos la había convertido en alguien diferente, un bicho raro, hablaba lenguaje de señas y leía los labios y comprendía los movimientos gestuales. Ese era su poder. Su mejor y única amiga era Paula con quien inventó un sistema de señas propio. Era callada. Su infancia fue solitaria. Solía hablarse en voz alta, quizás por la desinhibición que genera saber que nadie oye o por el gusto de escuchar una voz en su casa. Había nacido el 9 de junio coincidiendo con el descubrimiento del diamante al que se parecía. No creía en los poderes del diamante. Elisa Blanco: madre de Alina, sorda de nacimiento, siempre usaba el audífono, tenía buena dicción, era paciente y a veces se comunicaba por escrito. Tenía la capacidad de concentrarse en sus pensamientos como lo hacía cuando pintaba como si el cuadro la tragara. Era tozuda por eso había seguido escribiendo a su Tío Lucio. Hija de Inocencio y Mirna, muertos en un accidente. Se casó a los 22 años con Roberto. Lucio le regaló para la boda el dinero para comprar una casa en Buenos Aires y aprendió rudimentos de la lengua de seña para comunicarse con Elisa y Roberto. Nunca iba al choque con su hija, conocía bien sus cambios de ánimo en sus ojos. Roberto Zak: padre de Alina, sordo, no toleraba los audífonos, le costaba leer los labios e intentaba hablar muy lentamente para que le entendieran. Por una infección quedó sordo de bebé y desearon que aprendiera a hablar como cualquiera y no con las manos. Alina hablaba por él. Profesional al que siempre lo relegaban a tareas menores por su problema de comunicación. Tenía un taller de carpintería y Alina actuaba como su secretaria Plácido: ovejero alemán, no era guardián pero acompañaba. Inicialmente le habían puesto Orejas gracias al sentido de humor de su padre, porque debía avisar a sus padres si algo sucedía porque ambos sordos. Inocencio: opuesto a Lucio. Se casó con Mirna y de ellos nació Elisa. MIRNA: compañera de escuela de Lucio. Enamorada de él pero se casó con Inocencio. Don Juan Manuel: padre de Inocencio y Lucio. Tenía un negocio textil en la Salta. Le auguró a Lucio un destino de vagabundo y lo obligó a elegir entre enderezar su vida o irse de la casa. Sofía, una prima de Elisa que vivía en Salta. Por ella se enteraron que Lucio había muerto y se ofreció para averiguar sobre las propiedades de Lucio mediante un hombre de una empresa que las administraba. PAULA: única mejor amiga de Alina. De pelo rubio corto con aspecto de cepillo y de su misma edad. Establecieron un sistema de señas propias con luces para comunicarse desde las ventanas por las noches para escapar de la rigidez de los padres de Paula. Claudia y Facundo: padres de Roberto. Sus visitas no eran una fiesta. Nunca aprendieron la lengua de señas. Deseaban que se mudaran a barrio Norte cerca de ellos. Insistían en que debían abandonar el tema de la herencia. Carmen Ruano: compañera de colegio de Elisa. Sorda. No habían sido buenas en matemáticas, sobre todo ella. Había escrito el mejor cuento sobre marcianos que atacaban la escuela vestidos de Pato Donald. Le confirmó que su hermana Mercedes había muerto atropellada en Salta por chico de 18 años que estaba borracho conduciendo la camioneta de su padre, un comerciante conocido y no había parado para ayudarla. Vivía en Paraná Mercedes: hermana menor de Carmen Ruano. Vivían en Paraná y estaba en Salta. Viuda. Se ofreció de intérprete y era como un ángel para Alina. Luego descubrieron que había muerto atropellada en Salta y
quien había estado con ellas era una falsa Mercedes, una mujer delgada, bastante joven, que hablaba muy bien lengua de señas que se fue luego de recibir el llamado de Frederick a través de Saldaño y saber que estaba en el hotel Sarmiento en BsAs. con el testamento. Dejo una nota. Fernando: hijo de Carmen Ruano, que atiende a Alina que llamó para averiguar el número de celular Mercedes que estaba parando en su casa. Le respondió que si era una broma no tenía gracia que su tía Mercedes había muerto hacía tres años. Hace de intérprete de su madre para que hable con Elisa en un segundo llamado. abogado Martín Rueda contactado por Sofía: amable y permitía que Alina tradujese todo a Elisa. Afirmaba que debían conseguir el testamento verdadero o demostrar que el presentado era falso. Le muestra a Elsinger en Salta Tío Lucio Martín Blanco: argentino, de cara redonda, acostumbraba a tomar mate, hablaba bien inglés pero insultaba en su propia lengua. Había muerto. Hermano menor de Inocencio, padre de Elisa, que le había regalado la casa para su boda y se había ido a vivir a África. Se había dedicado al comercio de diamantes, muy rentable. No tenía esposa ni hijos. Elsinger había sido su socio. Habían hecho testamentos recíprocos. La relación se había roto. Por él había perdido a la única mujer de la que se había enamorado. Creía que el diamante tenía el poder de proteger a quien lo tenía y por eso vivió dos años a pesar del cáncer. David Klein: abogado indicado por Lucio Sam (Samantha). Había sido novia de Elsinger y tres años después que habían roto la relación, reencontró con Lucio que se enamoró como nunca. Le cayó mal a Elsinger, los amenazó. Todo en medio de la pelea por la muerte de Shaun. Lucio se había ido a Argentina Un auto la atropelló cuando cruzaba la calle. Se salvó, decidió huir dejando una carta a Lucio pidiéndole que no la buscara. La buscó pero nunca pudo encontrarla. Lita Menendez: figuraba en los cuadernos de Mirna. Era la madre de Marta, una amiga de Sofía. Había ido al colegio con Lucio. Había perdido la memoria. Dio el nombre de quien apodaban Chino. Chino: Adolfo Martínez Arnaudo: figuraba en los cuadernos de Mirna. Su hermana Anita era amiga de Lita. Como su madre era japonesa lo apodaron Chino. Tenía voz gruesa, cálida como de locutor de radio. Hombre de confianza de Lucio que trabajó en Sudáfrica después del viaje de Lucio a Argentina. Era el hombre del mechón blanco que vigilaba a Alina y Elisa para cuidarlas. A través de él, durante la visita al teatro Colón, Alina conoció la historia de Lucio, su amor, el descubrimiento del diamante y su mito, las razones de la enemistad entre Lucio y Elsinger, muerte del hermano de Elsinger y de Sam, las 3 copias del testamento y que Frederick debía encontrarla para darle la copia. Sabía que Elsinger lo quería matar. En Sudáfrica se había cambiado el nombre y usaba el apellido de su madre. Era un artista que tocaba el violín. Lucio lo había encontrado en Tokio intentando establecerse en el país de su madre. La oferta de Lucio lo había seducido pensando que en unos pocos años podría volver a Argentina y le había cedido parte de la herencia en vida. Le tenía mucha confianza y se había convertido en un experto en diamantes. Elsinger lo mató de dos disparos al reconocer su voz en el serpentario del zoo. Rosa Suárez: nueva vecina del segundo piso. Hablaba lento y vocalizaba con cuidado. Se disculpó por las molestias. Profesora de matemáticas. Alina supuso que se habían mudado para vigilarlos y que estuvieron implicados en la noche del robo. Finalmente se supo que era sobrina del Chino y estaba en su entierro. Su tío había visto el cartel de alquiler, se ocupó de los trámites a cambio que los cuidaran un poco. Luis: marido de la vecina Rosa, tipo alto de espaldas anchas que se había dedicado al deporte. Lo habían trasladado de Mar del Plata, trabajaba en un banco en seguridad. Fernando Céspedes: figuraba en los cuadernos de Mirna. Le contó a Sofía que Lucio estaba peleado a muerte con Elsinger y le dio el número de Sara Olaguer. Ana Rodríguez Arnaudo: hermana del Chino. Alina le dejó mensaje y número. Era parecida a él, aunque mayor. Comentó que la noticia de su muerte que le había dado Alina era la que había estado temiendo por demasiado tiempo y que el Chino había cometido el error de su vida al meterse en el asunto de los diamantes. Sara Olaguer: más de sesenta años, cortés, extremadamente delgada, locuaz. Muy amiga de Lucio pero sus caminos se bifurcaron al terminar la secundaria. Le entregó la última carta de Lucio para demostrar que deseaba anular el testamento a favor de Elsinger. Shaun Mudiwa, ayudante en quien confiaba Lucio desde el su inicio pero Elsinger lo tenía entre ceja y ceja. Dijo que lo había sorprendido robando diamantes de la caja fuerte y por eso lo había amenazado con arma y Elsinger lo mató en defensa propia. Oficial Canetti, un investigador que intervino cuando mataron al Chino. De unos 50 años, poco pelo, labios finos y cara de no creerle. Alina tuvo que explicarle quién era el Chino, por qué vestía de payaso y quién lo había matado: Elsinger. Iban a analizar la información y luego el juez decidiría si emitía una orden de captura.
Frederick Breuge: Vivía en Ciudad del Cabo. De 18 años, rubio de ojos azules, con cara de niño. Alina lo describió como joven, de grandes ojos azules, pelo rubio ondulado y barba incipiente. Debía cumplir la misión que le había encargado Lucio. Después de caer del coche en marcha sufre una AFASIA leve, lesión cerebral que provoca que lo que se quiere expresar está claro en su mente pero al emitirlo resulta incomprensivo para el receptor. El libro de El Conde de Montecristo que le ha regalado Lucio, representa un libro que venía del pasado y que lo entrega a quien siente como su hijo y que habla de la venganza de un hombre contra su antiguo amigo que lo ha traicionado y tiene similitud con la relación entre Lucio y Elsinger aunque en la novela de Dumas es una justa reivindicación o reclamo por la traición recibida y en El Diamante simboliza la obsesión de venganza de Lucio más allá de su muerte. Duda de los poderes del diamante. Fiona: hermana mayor de Frederick, de melena rojiza. Siempre cumplió su rol de hermana mayor desde antes que su madre muriese. Lo ayudó a transformarse en Doris. Estaba recién casada con William William: quien pasó a buscar a Fiona por el dpto de Frederick y se fue abrazada con ella. Ian: amigo de Frederick. Lo esperaba en su auto para cruzar la frontera de Namibia. Era un genio de la informática desde los 12 años. Apenas terminó el colegio consiguió trabajo en el mantenimiento de un sitio de noticias de Internet. Fue secuestrado por gente de Elsinger para sacarle el auto y esperar a Frederick para sacarle el testamento. Se encontró nuevamente don Frederick, le dio el pasaporte, el libro y lo despidió en el aeropuerto al salir para Argentina. Chofer del auto alquilado: quien buscó a Frederick en su casa preguntando por la señorita Strydom, llevó al correo y lo dejó en Table Mountain Médico, Rick Johnson con cara gorda y bigotes con las puntas del hospital donde estuvo internado Frederick Enfermera Verónica: joven, de pelo rubio recogido con un rodete. Linda, tierna y compasiva. Sabía demasiado sobre Frederick. Le transmitía optimismo. Tenía un plan para ayudarlo a escapar de la clínica. Enfermera Cara de Bulldog. Su sola presencia desanimaba a Frederick Doctor Shilowa: especialista, de cara ancha y dientes muy blancos que contrastaban con su piel oscura. Le explicó que sufría de AFASIA TRANSITORIA y que es Mark Harris Manuel Saldaño. Acompañante de asiento de vuelo, un argentino de unos cincuenta años, vestido prolijamente que hablaba impecable inglés y trabajaba en importaciones y exportaciones de cuero. Lo ayuda con trámites y a elegir hotel Sarmiento. Hizo la primera llamada a Alina y dejo en mensaje a Mercedes. José. Hijo de Saldaño, adolescente de unos 16 años. Millie, madre de Frederick. Había muerto. Lucio la había conocido cuando estaba en un consultorio médico por una enfermedad muy avanzada. Se había hecho amigo de ella y se había ocupado de llevarla de un médico a otro y de los gastos hasta el final. Había tomado como asistente de Frederick para darle dinero y herir su orgullo. recepcionistas del hotel Sarmiento Uno, Roberto, hablaba inglés pero era un tipo desagradable, antipático y parecía siempre ocupado. Envía al guardia de Seguridad y llama a la policía cuando la gente de Elsinger fue a sacarle los papeles a Frederick. Una chica amable y linda pero su inglés apenas alcanzaba para el saludo. guardia de Seguridad del hotel. Claudio. Era un hombre mayor, con estomago prominente y cara de odiar las peleas. Lo habían enviado de recepción y que habían avisado a la policía. Lo obligaron a llamar para informar que todo estaba bien y le pidieron que abriera la caja. Esas llaves eran para puertas y no para cajas. Le indicó a los tipos que tenían a Frederick por dónde escapar. Lo acompaña a Frederick a declarar en la comisaría. médico de anteojos: atiende a Frederick en el hotel Sarmiento, que tras revisarlo dijo que debía llevarlo al hospital para darle unos puntos en el labio superior comisario: tomó declaración por el intento de robo y lesiones sufridas por Frederick en el hotel Sarmiento. El Gordo: con pelo oscuro y un lunar en la mejilla izquierda. Hombre de voz gruesa que lo durmió con un pañuelo con una sustancia química y lo obligó a buscar los sobres en el correo, sobornando a la empleada. Hirió con un cuchillo a Frederick en Sudáfrica y lo arrojó del auto. Buscaron a Frederick en el Hospital donde figuraba registrado como Mark Harris. Conductor que acompañaba al gordo. rubio más bajo que el gordo. Tenía una pistola pero el mecanismo estaba trabado y no pudo dispararle a Frederick. Empleada del correo: joven que aceptó un soborno de un rollo de billetes de cien rands para devolver el sobre que Frederick había enviado. Electricista: aparentaba ser un electricista pero en verdad vigilaba a la familia por encargo del Chueco Chueco Bermúdez: alto, de pelo corto, bigote cuidado, cara angulosa que le recordaba a un actor inglés. Trabajaba para Elsinger, el jefe, controlaba los movimientos de la familia de Alina para evitar que
recibiesen el sobre grande. Atacó a Frederick en el hotel. Contratado como guardaespaldas por Frederick a quien llamaba Chief y le dio un celular con la música de Misión Imposible. Salvó a Frederick y Alina cuando iban al zoológico a encontrar al Chino. dos tipos atacantes en el hotel: Uno era el Chueco que encontró la caja fuerte. El otro, ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco, común y corriente, de esos que no se recuerdan. Muchacho de gorra azul: de unos 20 años vestido con jeans y sweater oscuro como cualquiera de su edad. ERA EL CHUECO porque era quien se sentó con Fred y éste lo contrata como guardaespaldas. hombre mayor con un mechón canoso en el lado izquierdo(el Chino) que le dijo CUIDADO cuando lo vio con los binoculares al noche anterior a viajar a Salta. Alina pensó que quizás fue quien le sacó la carta de Lucio dada por Sara Olaguer. En el cap 29 supo que era el Chino. Galindez. hombre canoso que le puso un fierro (arma) en la nuca a Alina cuando iba al zoo con Frederick. Reconoció al Chueco que le hizo bajar el arma y que los chicos se fueran Sargento Raúl Moroni: policía que acudió al llamado de Alina y Paula cuando vieron luz en la casa de Alina Marcos Elsinger: amigo de Lucio a quien por viejo testamento le había legado todos sus bienes. tipo alto, levemente canoso, de ojos celestes brillantes, con elegante traje azul seguido por dos guardaespaldas. Julio Elsinger: hermano de Marcos, argentino de 35 años, asesinado de dos balazos por Lucio, en defensa propio. Había una disputa de negocios ya que Lucio y Marcos habían la sociedad comercial. Rogelio Quiroga: abogado de Elsinger con estudio en Bs. As. Hombre alto, con traje formal y anteojos de marco negro con oficina elegante. Temas: Delincuencia - Familia - Relaciones personales - Relaciones familiares - Misterio – VenganzaTraiciones – Poderes que se atribuyen a objetos Dos personas de mundos diferentes y distantes tienen que encontrarse para cumplir los deseos de un familiar muerto, pero el camino estará lleno de dificultades, alguien intentará impedirlo por todos los medios. La principal línea del argumento está protagonizada por Alina, una chica de catorce años cuyos padres, Roberto y Elisa, son sordos; como conoce bien su lenguaje de signos y ha tenido que actuar muchas veces como una especie de intérprete para ellos, es una persona madura que ha de hacer frente a una situación extraña: cuando tienen noticias de que ha muerto en Sudáfrica su tío Lucio y saben que son ellos los principales beneficiarios de su testamento, un testamento que no aparece, comienzan a pasar cosas extrañas. La otra línea sigue las accidentadas peripecias de un chico sudafricano llamado Frederick que ha de cumplir el encargo de llevar el testamento a la familia de Alina. El diamante oscuro atrapa el interés y funciona bien, aunque no engranan del todo las dos vertientes del relato. La más conseguida es la de la vida cotidiana de los personajes mientras que la de «thriller» bordea los límites de lo improbable. Están bien dibujados los personajes de Alina y sus padres: se reflejan con verosimilitud y emoción contenida los problemas de comunicación que se les presentan y la forma en que Alina se bandea con ellos. Es más esquemático el personaje de Frederick y, sobre todo en sus aventuras, abundan los pasajes con acentos peliculeros: después de las palizas que recibe resulta sorprendente que llegue vivo al final. El enganche de la historia también está en cómo una y otra vez se induce al lector a preguntarse, junto con los protagonistas, si quien tienen al lado es fiable o no, si quienes se acercan lo hacen con intención de ayudar o de traicionar. Capítulo 1 Alina Zak recuerda cuando intenta reconstruir el orden de los acontecimientos para definir el momento que su prolijo mundo se había hecho trizas que el día que recibió la carta había tropezado en la calle y caído en un charco de agua estancada. La sensación de asco que experimentó le había impedido leer la carta en ese momento porque la levantó y no le llamó la atención el sello de Sudáfrica y quedó debajo de una revista y la lata de galletas de la que comió. Quizás si la hubiera leído la hubiese relacionado con ciertos hechos extraños que empezaron a suceder como aquella noche que mirando con sus binoculares por la ventana observó a un muchacho con gorra oscura junto al kiosco de la esquina de su casa que estaba cerrando. En ese momento sonó el teléfono, que casi nunca sonaba salvo que fuese Paula o sus abuelos, y una voz masculina e insegura preguntó por Elisa Blanco, su madre, situación extraña porque ella era sorda y colgó. También escuchó el ascensor que se había detenido en su piso y luego volvió a moverse. Antes de volver a la cama verificó que las puertas y ventanas estuvieran cerradas. Su perro Plácido, ovejero alemán no era guardián pero acompañaba. Inicialmente le habían puesto Orejas gracias al sentido de humor de su padre, porque debía avisar a sus padres, ambos sordos, si algo sucedía.
Alina se mostraba independiente y sorprendía por su capacidad de decisión. Pero en la noche sentía miedo y se sentía como el verdadero perro guardián de sus padres porque todo mientras ellos dormían dependía de ella. Su madre afirmaba que debía quedarse tranquila porque si algo sucedía ellos de alguna forma se enterarían. De bebé por las noches un hilo delgado atado en su muñeca y en la de su madre le permitía darle a conocer que estaba llorando. A los tres o cuatro años sufría pesadillas con monstruos de muchos ojos y orejas. Ser hija de sordos la había convertido en alguien diferente, un bicho raro, hablaba lenguaje de señas y leía los labios y comprendía los movimientos gestuales. Para su amiga Paula, ese era su poder. Sus pesadillas ya no eran con monstruos sino con ruidos. Cuando empezaba a amanecer logró un sueño profundo y silencioso. Capítulo 2 Acababa de amanecer en Ciudad de Cabo, Frederick Breuge, se despertó sobresaltado de otra pesadilla. Era demasiado temprano pero decidió levantarse igual porque no iba a poder seguir durmiendo. Era el día que debía cumplir la misión que le había encargado Lucio, su amigo argentino, ya muerto. No tenía café y decidió tomar mate como había acostumbrado con Lucio, aunque al principio le parecía una hierba asquerosa. Rescató el sobre amarillo del escondite (dentro de un envoltorio de plástico debajo de hojas de diario en el fondo del cesto de basura). Estaba intacto aunque llevaba 2 meses allí. Escribió 10 líneas de acuerdo con las instrucciones de Lucio y la introdujo en el sobre donde transcribió una dirección que tenía anotada. Sacó una carta escrita en español por Lucio y la colocó en otro sobre donde copió otra dirección. Se afeitó la barba que le había llevado casi un año conseguir para aparentar al menos sus 18 años y volvió su cara de niño. Sonó el timbre. Llegó Fiona quien golpeó con los nudillos 8 veces contra la puerta con el ritmo que años atrás usaban como saludo. La mujer tenía larguísimo pelo rubio, anteojos oscuros, labios rojos, pesados aros plateados, un pañuelo rojo en el cuello, un amplio impermeable azul y botas. Se desvistió y dejó al descubierto su melena roja. Comentó que había visto un auto verde con dos tipos. Fiona maquilló a su hermano Frederick incluso con labial rojo, le colocó la peluca rubia pero no los aros que Frederick consideraba un instrumento de tortura. Le colocó un corpiño con relleno, el pañuelo rojo y el impermeable. Frederick quiso ir al baño a verse y decidió que tenía cara de Doris. Había entrado Doris y saldría Doris. Frederick comentó que en una hora vendría el auto contratado, que se detendría en el correo para enviar el sobre e iría hasta la base de Table Mountain donde la esperaría Ian con sus documentos y bolsa de ropa para cruzar la frontera con Namibia. Luego quizás viajaría lejos como le había recomendado Lucio. Frederick agradeció a su hermana que se puso unos anteojos negros y cubrió su pelo rojo con un pañuelo para irse. La observó pasar abrazada con William entre los listones de la cortina veneciana, siempre cerradas desde que se había dado cuenta que lo vigilaban. Luego, colocó dos sobres uno debajo de las plantillas de cada bota y agregó la tarjeta de crédito a nombre de Robert Uys que le había dado Lucio. Doris estaba lista para la misión. Capítulo 3 Alina pensó que la inquietud por la llamada de teléfono había sido ridícula y no comentó nada a sus padres. El padre en lenguaje de señas (con otra tipología textual) le pidió que le hiciese una llamada de teléfono a un cliente suyo. Alina odiaba que le pidieran favores cuando estaba apurada pero igualmente la hizo. Al salir al encuentro con Paula vio un electricista trabajando en el hall pero no reparó en el muchacho de la gorra azul, parado al otro lado de la calle. Alina no volvió a pensar ni en la llamada, ni en la carta hasta varios días después. Al entrar vio a su madre Elisa abstraída, concentrada en sus pensamientos como lo hacía cuando pintaba como si el cuadro la tragara. Por la forma en que se arqueaban sus cejas notó su inquietud. Le contó en su lenguaje que había encontrada una carta de Lucio bajo otros sobres. Era el tío que le había regalado la casa y se había ido a vivir a África y que se estaba muriendo. Estaba fechada más de un mes atrás. En ella Lucio relataba que no se consideraba un tío ejemplar; se había ocupado mucho en hacer dinero ( siempre corriendo por una cornisa), hacía poco tiempo se había enterado que los padres de Elisa habían muerto en un accidente; la relación con su hermano Inocencio nunca fue estrecha; lamentaba no haber conocido a Alina, una chica excepcional por las cartas que tampoco había contestado; no había tenido hijos ni se había casado; aparte de la familia de Elisa la única persona importante era Frederick, un chico huérfano con sólo una hermana, que se había convertido prácticamente en su hijo. Agregaba que como habían tenido algunos problemas que podrían complicarse con su muerte había pensado en que Frederick podría pasar un tiempo con ellos y que en su testamento pensaba dejar algunas propiedades en Argentina a Elisa y la custodia de una piedra preciosa fundamental para Lucio a Alina. La copia del testamento la llevaría Frederick. Indicaba el teléfono de un abogado en Cuidad del Cabo y una extraña posdata: “no dejes que nadie te confunda” Elisa pensaba viajar para acompañar a su tío pero no tenía ninguna dirección. Alina se ofreció para llamar
al abogado pero nadie atendió. Pensó que todo era extraño, irreal y le pidió a su madre que le contara la historia de su tío Lucio. Capítulo 4 Elisa conocía la historia de Lucio por anécdotas contadas de sus padres: Inocencio y Mirna pero siempre había sentido que le faltaban piezas para armar la imagen de su tío. Era el hermano menor de Inocencio con quien compartía la piel clara y los ojos grandes y oscuros. Eran opuestos: Inocencio, alto y robusto y representaba lo que sus padres deseaban mientras que Lucio, delgado y de salud frágil no había querido estudiar, ni ocuparse de los negocios familiares en Salta, ni ponerse de novio con Mirna (compañera de escuela). Fabricó una propuesta aceptable: viajar para buscar nuevos mercados para los productos textiles del negocio. Al tiempo regresó con un ojo morado, labio partido y sin un peso. Don Juan Manuel, su padre, le auguró destino de vagabundo y lo obligó a elegir entre enderezar su vida o irse de la casa. Lucio con anhelo de libertad se marchó a extraños destinos: Sudáfrica, Kenia, Bélgica. Se había dedicado al comercio de diamantes, muy rentable. Inocencio se casó con Mirna y de esa unión nació Elisa. Cuando Elisa, a los 22 años, estaba preparando su casamiento con Roberto volvió Lucio después de 30 años. Le regaló para la boda el dinero para comprar una casa en Buenos Aires y aprendió rudimentos de la lengua de seña para comunicarse con Elisa y Roberto. A los 3 meses decidió abruptamente volver a África nuevamente. La razón más creíble era que se había enamorado de Mirna e Inocencio lo había echado. Inocencio por la noticia que su hermano había matado a un hombre le escribió y ese fue el último intento. Elisa con su tozudez siguió escribiéndole quizás en agradecimiento por la casa o porque Lucio había aprendido la lengua de señas para comunicarse con ella hasta que la última carta volvió al remitente porque Lucio ya no vivía allí. Alina siempre supo por su madre que en algún lugar del mundo tenía un tío rico del que no esperaba noticias hasta esta última carta extraña. Al llegar Roberto le contaron sobre la noticia. La idea de la herencia era para Elisa y Roberto una oportunidad porque podría mejorar su taller y cambiar su suerte profesional que siempre le resultó difícil por su problema de comunicación. Para Alina era un asunto extraño e irreal que no podía sucederle a una persona común y corriente como ella. Capítulo 5 Frederick estaba decidiendo qué libro llevarse cuando lo pasó a buscar el chofer preguntado por la señorita STRYDOM. Sin pensarlo más, tomó El conde de Montecristo, viejo regalo de Lucio que había leído varias veces. Para evitar que la voz lo delatara como hombre fingió estar afónico por una gripe. No había señal que alguien lo estuviera siguiendo. Paró en el correo y envió las cartas sacándose un peso de encima. El chofer lo halagó como linda chica. Al llegar a Table Mountain era un hervidero de autos, ómnibus de turistas. Vio el coche naranja de Ian pero no le pareció que fuese la cabeza de Ian ni conoció la camisa roja que vestía. Alguien con voz gruesa le tapó la boca con un pañuelo con una sustancia química y lo empujó dentro del auto. Al despertarse un gordo lo cacheteaba para hacerlo reaccionar y le preguntó por el sobre. El otro tipo que conducía el auto encontró el ticket del correo. Frederick preguntó cómo lo habían encontrado y el gordo le explicó que habían interceptado el teléfono de Ian. Volvieron al correo y recuperaron un sobre alegando que lo había enviado su novia (Doris) por error y sobornaron a la chica del correo con un rollo de billetes de cien rands. Al abrir el sobre encontraron una carta en español, incompresible para ellos y descubrieron que había enviado dos sobres según el ticket y volvieron para recuperar el otro. Al acercarse se encontraron con un patrullero en la puerta del correo (junto al edificio de al lado había un tipo esposado). Frederick golpeó el vidrio pidiendo auxilio al policía. Arrancaron el auto creyendo que le habían tomado la matricula del auto. Los tipos decidieron consultar a su Jefe quien le indicó que Frederick no podía sobrevivir que lo tirasen. Tomaron una ruta desierta a la izquierda de la autopista. El conductor sacó una pistola pero el mecanismo estaba trabado. El gordo acuchilló a Frederick y lo arrojó del auto. Frederick se dijo a si mismo que al menos no habían encontrado los papeles. Capítulo 6 El Chueco Bermúdez recibió el llamado del celular de su jefe mientras comía. Le comentó que tenía identificados a todos y que tenía a otro trabajando como electricista en el hall. Debía evitar que recibieran el sobre grande. El jefe le informó que el chico (supuestamente Frederick en Sudáfrica) no iba a llegar porque ya se habían hecho cargo de él sin aclararle si lo habían liquidado. Agregó que se ocupase del otro ¿?? Capítulo 7 Alina llamó en distintos horarios a David Klein, el abogado indicado por Lucio. Su madre quería obtener
por la operadora el número de Lucio o de Frederick y encontraron el de Lucio pero había sido inhabilitado en forma permanente. Alina pensaba que si la historia era cierta recibirían noticias y si no la carta era el delirio de un enfermo y lo mejor era olvidarla. Por sugerencia de Roberto llamó nuevamente al abogado y su secretaría le informó que estaba de viaje por mucho tiempo en el exterior y que la información de sus clientes era confidencial. Alina pensó que esta información empeoraba la situación. Sus padres habían pensado que viajara con Elisa a Salta para averiguar la situación de las propiedades de Lucio. Alina se enojó por estar harta de hacer de puente entre sus padres y el mundo. Su enojo la avergonzaba. Alina exasperada por los ruidos de una mudanza de una joven pareja al segundo piso desocupado desde hacía seis meses, tomó lo binoculares y observó el muchacho de gorra azul, de unos 20 años vestido con jeans y sweater oscuro como cualquiera de su edad. Su madre al ver la luz que se encendía cuando sonaba el timbre, atendió. Era la nueva vecina, Rosa Suárez que hablaba lento y vocalizaba con cuidado. Se disculpó por las molestias y le llevó una parte de una torta de chocolate. Alina volvió a enfocar la calle y ya no había rastros del chico de la gorra. Se convenció que nadie la observaba, que era su imaginación. Capítulo 8 Alina hizo un llamado a un cliente de la carpintería de su padre para negociar el precio de unos muebles. Era una secretaria eficaz. Paula le preguntó cuándo había empezado a hacer de interprete para sus padres sordos a los que la gente llamaba erróneamente “los mudos”. Alina le comentó que fue desde siempre. Para sus padres el mundo exterior era descarnado y sus manos se avergonzaban pero en la casa eran divertidos. Su madre era sorda de nacimiento, siempre usaba el audífono, tenía buena dicción, era paciente y a veces se comunicaba por escrito. Su padre no toleraba los audífonos, le costaba leer los labios e intentaba hablar muy lentamente para que le entendieran. Alina hablaba por él. La llamaban “NUESTRA PEQUEÑA VOZ”, pedía la comida en los restaurantes, discutía en le banco o con el plomero, era una diminuta jefa de familia. La gente la consideraba mayor porque era alta y se vestía seriamente hasta que conoció a Paula o porque sus ojos miraban con intensidad cada gesto del interlocutor. Capítulo 9 Frederick no sentía el cuerpo y pensó que eso era la muerte: un cerebro flotante. Escuchó voces de mujeres y las consideró ángeles. Descubrieron que era un hombre vestido de mujer y que tenía pulso. Llegó la ambulancia pero Frederick no podía pronunciar palabra. Al abrir los ojos nuevamente, estaba en el hospital. Quiso levantarse para recuperar sus botas, notó que no tenía control sobre los dedos de su pie izquierdo y que tenía un pie vendado. Al intentarlo se mareó y al hacer caer algunos objetos sonó una alarma. Quince días después dos mujeres, las enfermeras, comentaron que debía estar por despertarse, que estaba mejor y que era raro porque lo habían encontrado vestido de mujer, sin documentos, ni nadie la había buscado. Tenía una lesión cerebral y no sabían si podría hablar. Frederick pensó en decir su nombre pero no le vino a la cabeza. Capítulo 10 Elisa no iba al choque con su hija optaba por dar rodeos para volver al tema de discusión de manera inesperada. Por eso aquel día empezó diciendo que había averiguado que en la ciudad de Salta había dos intérpretes de lengua de señas y que se podía comunicar con ellos por correo electrónico. Sería una solución para que Alina no tuviera que acompañarla. Alina se sentía incapaz de dejar a su madre para afrontar todo sola y por eso le dijo que la acompañaría. Decidieron llamar a Sofía, una prima de Elisa que vivía en Salta. Por ella se enteraron que Lucio había muerto y se ofreció para averiguar sobre las propiedades de Lucio mediante un hombre de una empresa que las administraba. Alina pensó la forma de comunicarle la noticia a su madre pero no se le ocurrió nada y le dijo:”dice Sofía que Lucio murió”. Elisa miró la foto que había conservado de su tío que la abrazaba y sonreía y lamentó no haber podido acompañarlo. Alina recibió otro llamado de Sofía. Le comunicó que habían abierto el trámite sucesorio en la justicia con un testamento hecho hacía muchos años, en el que Lucio había dejado todo a un amigo, Marcos Elsinger. Como podría haber otro testamento posterior, Sofía se ofreció para consultar un abogado. Alina explicó a sus padres que no eran herederos y ambos reaccionaron de manera muy distinta. Su padre no dudaba que ese tipo que se había presentado como heredero era un farsante y que debían ubicar a Frederick. Elisa desde la llegada de la carta tenía la esperanza de volver a ver a su tío con vida. El cartero trajo otra carta cerificada. Pensaron que podía ser el testamento que Lucia iba a enviar por correo. Era de un estudio con dirección en Bs. As firmado por Rogelio Quiroga, abogado. Le informaba, en nombre de Marcos Elsinger, del fallecimiento de Lucio Blanco para que fuese a retirar efectos
personales del fallecido el miércoles. Elisa consideró que tenían que ir. Después se iba a arrepentir pero en ese momento no lo sabía. Capítulo 11 Llegaron al estudio de Quiroga, oficina elegante. El abogado era un hombre alto, con traje formal y anteojos de marco negro. Alina le dijo que era hija de Elisa y su intérprete. Ambas hablaban entre sí sin ser entendidas (ese tipo me parece un idiota, decile que tenemos parte de los documentos). Alina le comentó que Lucio les había anunciado que les dejaría parte de sus bienes y le mintió diciendo que tenían parte de la documentación y que le resto le llegaría por un mensajero desde Sudáfrica. El abogado afirmó que el único testamento válido hasta la fecha era el que tenía su cliente y que la sucesión estaba avanzada. Le entregó un reloj, una foto antigua de Lucio joven junto a otro hombre y una hoja con datos del cementerio donde había sido enterrado en Ciudad de Cabo. Antes de retirarse, el abogado le aconseja que NO SE DEJE LLEVAR POR FALSAS ESPERANZAS, QUE LE PROCESO ESTÁ AVANZADO. Elina, con su propia voz metálica le contestó que no era una falsa esperanza y salió. Estaba furiosa porque consideró que la había citado para sonsacarle algo sobre el testamento y que no debía haber ido. Para sacarse el mal humor decidió pasar por el club donde solía encontrar amigos. Alina no fue ya que su única amiga era Paula. Había tenido una infancia solitaria. Era de poco hablar y soportó estudios auditivos para probar que no tenía ningún problema con sus oídos. A los ocho años pidió unos binoculares para su cumpleaños. Enfocaba caras y gestos pero era difícil leer los labios de la gente en movimiento sin equivocarse al interpretar. Su amistad con Paula comenzó cuando vio su mudanza por la ventana. Era rubia de pelo corto con aspecto de cepillo y de su misma edad. Luego se cruzaron en la tienda de la esquina. Paula la encaró preguntándole si era la chica de la ventana y le aseguró que serían amigas. Pronto establecieron un sistema de señas propias con luces para comunicarse desde las ventanas para escapar de la rigidez de los padres de Paula. Era inventado y casi perfecto. Paula también había conseguido que le regalasen binoculares por su supuesta afición a las aves. Alina sentía pudor de captar conversaciones ajenas como si mirase la vida de otros por el ojo de la cerradura. Aquella tarde, leyó los labios de su nueva vecina que dialogaba con un hombre que supuestamente era su marido. Creyó leer: “ese tipo nos puede liquidar” pero pensó era ridículo pensando que era fácil equivocarse al leer los labios. (ver cap. 6) Capítulo 12 Alina despertó el sábado con un silencio inusual. Su hogar no era silencioso porque sus padres solían golpear puertas, arrastrar muebles o hablar alto con quien no usara señas. Roberto había salido y Elisa pintaba en su dormitorio. Alina leía un policial. Plácido quería conseguir que los sacaran a la calle. Alina decidió hacerlo y su madre le pidió que revisara el buzón del correo porque esperaba un catálogo de materiales de pintura. Después de la carta de Lucio, habían empezado a chequear el buzón varias veces al día con la expectativa de que llegará el testamento. Vio al empleado del correo quien le dio un paquete con el catálogo y otro sobre dirigido a su madre. Se cruzó con su vecina Rosa quien le presentó a su marido Luis, tipo alto de espaldas anchas que había visto el día anterior. El sobre sin remitente, despachado el día anterior en Buenos Aires con un recorte de diario amarillento escrito en inglés, fechado en Sudáfrica, 14 años atrás. Se refería al asesinato de Julio Elsinger, argentino de 35 años. Su agresor era Lucio Blanco, comerciante de diamantes, quien le dio dos balazos en defensa propia. Acababa de romper la sociedad comercial con Marcos, hermano de la víctima. Confirmaron que era cierto que Lucio había cometido un asesinato. Dedujeron que era difícil que Elsinger fuera el heredero de su tío por lo cual el testamento presentado era falso y debían encontrar el verdadero y para eso, buscar a Frederick. Elisa pensó que en el cuaderno de anotaciones de Mirna, una especie de diario, podrían hallar datos de algún contacto de Lucio en Argentina que fuera el puente con amigos en Sudáfrica. Estaba en la casa de su sobrina Sofía tras el accidente de los padres de Elisa. Alina sintió inquietud por esa noticia sobre Lucio quien era amable y generoso según su madre pero chiflado o asesino por lo que acababan de informar. Capítulo 13 Frederick había sufrido una pesadilla: El Gordo le clavaba el cuchillo en el vientre, abría la puerta del coche y Frederick caía al asfalto. El golpe en la cabeza y la muerte. Percibió movimiento de dos o tres personas que acababan de entrar en la habitación del hospital con la intención de identificarlo. Compararon (quizás una foto) y les pareció que era el mismo. Buscaron entre su ropa algún otro dato cierto pero no hallaron nada para confirmar su identidad. No tenía documentos. Frederick preocupado por sus botas intentó gritar pero solo le salieron sonidos guturales. Al intentar
levantarse se golpeó la cabeza y se le desprendió el suero. Volvieron a colocarle todo. Pensaron que había querido decirles algo. Mientras entraba en la inconciencia, Frederick pensó satisfecho que no habían encontrado el escondite de los papeles aún. Capítulo 14 Alina vio los flashes en la ventana de Paula. Iban a repasar matemáticas y se quedaría a dormir allí. Al cruzar la calle vio al muchacho con un teléfono celular en la mano. No tenía la gorra pero le pareció que era el mismo. Oyó que decía pájaro. Desde la casa de Paula con sus binoculares observó que sus padres salían del edificio, sus vecinos nuevos no estaban y el muchacho por su celular decía: Ahora y desapareció en la esquina. Vio luz en su departamento que parecía ser de una linterna. Supusieron que eran ladrones y llamaron a la policía. Avisaron a la madre de Paula y enviaron un mensaje al celular de Elisa. Bajaron y pusieron al tanto de lo visto al sargento Raúl Moroni quien decidió subir al departamento con dos de sus acompañantes. Alina le advirtió que había un perro que era demasiado bueno para que no le disparasen, que le dijera “Cucha, Plácido”. Llegaron Elisa y Roberto en un taxi. La gente especulaba sobre lo ocurrido. El sargento Moroni confirmó que se habían escapado aparentemente por la terraza, que la puerta del dpto había sido forzada y todo estaba revuelto. Les indicó que revisaran para determinar qué habían sacado y que al día siguiente pasaran por la comisaría para declarar. Dejaron un agente para vigilar. Plácido estaba vivo. No faltaba nada de valor pero las carpetas en las que Elisa guardaba documentos habían sido descuartizadas y la foto de Lucio había sido sacada de su marco de manera incomprensible. Sin duda habían entrado por la terraza porque la puerta de comunicación con la escalera estaba abierta. El razonamiento de Roberto fue lógico: buscaban algo de valor, dieron vuelta todo donde podía haber dinero, la sirena de la policía los asustó y se fueron por la terraza por donde habían entrado. Alina calló sus pensamientos sobre que alguien los vigilaba y había dado la alerta al decir AHORA, y no era un robo cualquiera. Habían elegido el blanco. No podía sacarse esa idea de su cabeza. Capítulo 15 Alina no encontraba las llaves de su casa en su mochila. Se las había olvidado. Tocó timbre pero su madre estaría ocupada cocinando ya que vendrían sus abuelos a cenar y no veía la luz del timbre. Recordó que a los cinco años había bajado del transporte escolar con ganas de ir al baño y ante la demora de su madre en atender el timbre se encontró con un charquito. A partir de ese momento le habían dado las llaves a pesar que su maestra se había escandalizado por considerar que era chica para semejante responsabilidad. Recurrió a la estrategia del papel que a alguna vez le había funcionado y pasó una hoja escrita en imprenta diciendo que era Alina que le abrieran. Plácido ladraba si advertirle a nadie que había gente. La situación la venció y se sentó resignada. Subió Rosa por la escalera y la invitó a subir a su casa. Alina se tentó con la idea del sándwich, uso del baño y el teléfono. Rosa le comentó que vivían en Mar del Plata antes del traslado de su marido Luis quien trabajaba en un banco. Rosa era profesora de matemáticas en un colegio. Hablaron sobre el robo. Alina le aclaró que tenían una caja de seguridad en un banco donde guardaban las joyas heredadas por su madre pero creía que ninguna documentación. Vino su madre a buscarla porque había encontrado el papel. Estaba de mal humor porque venían sus suegros a cenar y siempre tenían cara de insatisfacción. Sus visitas no eran precisamente una fiesta. Alina la ayudó en la cocina. Se encerró en su habitación y escuchó la canción de Calamaro bailando sobre la cama. El padre por la vibración del equipo percibió que estaba fuerte y lo bajó y le pidió que se cambiara. Al principio la cena estuvo perfecta: hablaron de Miguel, hermano de Roberto, que vivía en Méjico y de su hijo Nico. Los suegros nunca aprendieron la lengua de señas solo agregaban algún gesto para que le leyeran sus labios. Insistieron con la idea de años que debían mudarse a Barrio Norte donde ellos vivían porque ni el barrio, ni la casa nunca le habían gustado pero ahora comentaban que era inseguro por el robo. Alina se arrepintió de decirles que quizás buscaban algo relacionado con el testamento de Lucio. Su abuelo con un modo militar les dijo que debían abandonar el tema de la herencia que les traería problemas. Ese modo enfurecía a Roberto. Alina le contestó que no tenían que abandonar porque hubiese otros que querían sacarlos del medio. Su abuelo Francisco le dijo que sus padres no tenían condiciones para enfrentar a nadie y que ella era chica para opinar. Alina le contestó que era chica para opinar pero no hacer de traductora. Claudia, la abuela, le pidió que se callara en un tono que le dolió. Alina les reprochó que nunca hubiesen aprendido señas para comunicarse con su padre. Roberto golpeó la mesa diciendo que no era asunto de ella. Alina se fue a su habitación y se odió por lo que había hecho pero era tarde para dar marcha atrás. Capítulo 16
Frederick se sentía lucido. Seguía en el hospital pero no estaba conectado a ningún tubo. Movíó los brazos y los pies y todo su cuerpo obedecía. Entró una joven enfermera, Verónica y le preguntó su nombre. Frederick no pudo decirlo. Era como si su nombre hubiese desaparecido. Los recuerdos estaban borroneados a partir del momento en que el gordo le había clavado el cuchillo y lo había empujado. Volvió Verónica con un médico y otra enfermera con cara de bulldog. El médico, Rick Johnson con cara gorda y bigotes con las puntas hacia arriba le comentó que había estado varios días inconsciente, que le iba a revisar la herida de su cabeza pero había olvidado en el consultorio unas cosas que necesitaba y que volvería pronto. Mientras esperaba cerró los ojos y se quedó dormido o soñó despierto. Vio la cara de su hermana que primero se reía y luego se enojaba porque no la había llamado. Se dijo que tenía que hacerlo ese mismo día. Abrió los ojos y escuchó que las enfermeras comentaban que hacía eco, repetía lo que oía, no era tan raro después de un traumatismo de cráneo. Lo miraban con compasión. Supo que algo horrible pasaba, no podía hablar, como si las palabras estuviesen encerradas en su mente. Capítulo 17 A Alina la despertó una puerta cerrada bruscamente media hora antes de lo previsto. Se encendió el televisor a todo volumen que había olvidado de enmudecer antes de apagarlo. Ya había renunciado a pedirles a sus padres que fueran más silenciosos en las mañanas ya que les era difícil evitar ruidos que no podían oír. Se dijo a si misma idiota en voz alta. Solía hablarse en voz alta, quizás por la desinhibición que genera saber que nadie oye o por el gusto de escuchar una voz en su casa. Fue a tomar el desayuno. Había pensado en disculparse por su torpeza de la noche anterior por mencionar el tema de la herencia y por la discusión con su abuelo explicando que había quedado alterada por el robo. Nadie sacó el tema. Su padre le recordó que al día siguiente viajaban a Salta y que tenía que preparar su equipaje. El ambiente estaba raro como si sus padres tuvieran ideas inquietantes que no querían compartir. Como lo que había estado pensando y que le comentó a Paula. Pensaba que Luis y Rosa, vecinos demasiado amables, estaban implicados en el robo, no cometiéndolo sino mandando a alguien. Su idea era coherente: ellos habían dejado entrar a cualquiera al edificio y esconderlo en su casa hasta que les avisara el tipo de la gorra; habían dejado sin llave la puerta de la terraza para crear una explicación a la forma de ingreso; se ausentaron para volver en el momento oportuno y demostrar su inocencia; sabían que con Placido no había riesgo porque se hacía amigo de cualquiera; la había mirado de cerca cuando recibió el sobre para Elisa y pudo creer que era el testamento de Lucio. Esto se la había ocurrido por el interés que mostró Rosa cuando le comentó que tenían una caja de seguridad y por ello pudo pensar que el testamento fue guardado ahí. Creía que se habían mudado para vigilarlos. Además la foto de Lucio tirada pudo ser un mensaje para asustarnos. Algo así como: estuvimos aquí y tal vez volvamos. Paula le preguntó si lograron asustarla y ella dijo que solo un poco. Esa tarde la abuela tocó el timbre para invitarla a tomar un helado pero a Alina le pareció que había en el fondo algo más y no se equivocó. Insistió en que su abuelo tenía razón sobre el tema de la herencia que era muy complicado y que no la convencía que fuera a Salta por ese asunto. Le dio la razón acerca de que tendrían que haber aprendido lengua de señas y le explicó que cuando su papá quedó sordo por una infección era bebé y desearon que aprendiera a hablar como cualquiera y no con las manos. Se habían equivocado. Por la noche se despidió de Paula cuando vio los flashes en la ventana. Observó a un hombre mayor con un mechón canoso en el lado izquierdo que la miraba. Se sobresaltó. Volvió a mirar con los binoculares y al mover sus labios dijo: CUIDADO. Pensó que no podía ser cierto. Miró otra vez y ya no estaba. Capítulo 18 Sofía las esperaba en el aeropuerto de Salta. Las abrazó con afecto. Le confesó que al principio siempre le resultaban difíciles los encuentros con Elisa, que la volvían a su infancia cuando le parecía que su prima que hablaba con las manos era inalcanzable para ella. Sofía recurría a lo básico para comunicarse como señalarse a si misma o sacudirse para mostrar el miedo y eso arrancaba carcajadas en Elisa. Las esperó con un almuerzo soberbio. Había bajado del altillo las cajas con los cuadernos de Mirna e Inocencio y había hablado con el abogado. Mencionó que Elsinger estaba en la ciudad, que parecía que había contratado un grupo de abogados influyentes, que un tipo pesado que andaba con guardaespaldas, tenía mucho dinero y lo había estado repartiendo. Sonó a advertencia. Alina le dijo que ya se las arreglarían. El abogado Martín Rueda contactado por Sofía era amable y permitía que Alina tradujese todo a Elisa. Elsinger había presentado todo los documentos traducidos y certificados. Elisa no era heredera forzosa como un hijo o la esposa. Debían conseguir el verdadero o demostrar que el presentado era falso y para ello debían encontrar gente cercana a Lucio para demostrar su intención de escribir otro diferente. Elisa se mostró desilusionada. Al salir le muestra a un tipo alto, levemente canoso con elegante traje azul hablando por celular seguido por dos guardaespaldas. Era Elsinger. Se encontraron con una mujer alta y elegante que dijo ser la hermana menor de Carmen Ruano. Vivían en
Paraná y había sido una de las mejores amigas de Elisa en el colegio, también sorda y poco a poco había dejado de cartearse con ella. El encuentro le había levantado el ánimo. Cambiaron teléfonos para verse después. Elisa decidió revisar los papeles de su madre: cuadernos de anotaciones, agendas con números de teléfonos y reflexiones varias sin ningún orden claro. Parecía imposible encontrar algo vinculado a Lucio allí. Alina fue a encontrarse con el hombre que se ocupaba de las propiedades de Lucio. Le comentó lo que ya sabían: que el abogado de Lucio era David Klein pero en el último mes no había podido dar con él y que debía depositar el dinero en otra cuenta por orden del juez mientras definían la sucesión. Alina pensó que el viaje había sido inútil salvo que tuvieran un golpe de suerte. Vio los guardaespaldas que había visto más temprano delante de un bar. Adentro estaba Elsinger en una mesa con otro tipo. Era una oportunidad. Entró y se sentó en una mesa enfrentada a Elsinger que vocalizaba de forma clara y pausada. Dijo que no eran más que dos sordos y una nena y que los tenían controlados. Sonó el celular y preguntó: ¿pero el chico no estaba muerto? Asegúrense que sea definitivo, ¿me entienden? Cortó la comunicación. Alina tuvo miedo y bajó la vista. Capítulo 19 El Chueco Bermúdez estaba en su auto. El calor y el almuerzo le habían provocado modorra. Sonó su celular. El chueco le comentó a su jefe que el tipo había salido a trabajar y ellas no habían vuelto todavía. El jefe (Elsinger) le advirtió que debía estar muy atento por si aparecía el muchacho a quien habían dejado pensando que estaba muerto pero no encontraban su cuerpo. Si no lograban encontrarlo allá debía hacerse cargo con su gente. Debía impedir que se encontrase con la chica y sacarle lo que tenía. Cortó. Capítulo 20 Las últimas frases de Elsinger habían dejado a Alina en un estado de confusión que sumado al café con leche tragado rápidamente, le provocó una sensación nauseosa. Pensó que había leído mal los labios y en vez de muerto dijo puerto o tuerto. Su madre había encontrado en los cuadernos de Mirna algunos nombres vinculados a Lucio: Lita Menéndez, Fernando Céspedes y el Chino, apodo que parecía tener alguna clave porque aparecía una y otra vez como a quien buscaba Lucio y no podía encontrar. Sofía comentó que creía que Lita era la madre de una amiga, Marta. Efectivamente era así y había ido al colegio con Lucio pero había perdido la memoria acordándose de cosas del pasado. Alina y Sofía la fueron a visitar. La mujer estaba tejiendo ajena a lo que ocurría a su alrededor. Después de mencionarle a Lucio, a Frederick Bruege sin que se inmutara, al hablar del Chino, que la quería conquistar, la mujer le explicó que su nombre era Adolfo Martínez Arnaudo, su padre era Raúl y su hermana Anita era su amiga. Como su madre era japonesa y para la gente ignorante es igual japonés o chino, lo apodaron Chino y la quería conquistar. Alina fue a contárselo a su madre que estaba con Mercedes que hablaba muy bien lengua de señas por estar acostumbrada a hacer de interprete de su hermana sorda. Elisa que se consideraba muy reservada encontró en Mercedes algo tranquilizador que la invitaba a abrirse. Le contó sobre la herencia de Lucio y ella se ofreció para servir de intérprete ya que viajaría a Buenos Aires por trámites legales (su marido había muerto hacía seis meses). Alina pensó que Mercedes era como un ángel que le habían enviado porque era la primera vez en su vida que alguien se ofrecía a cumplir su función. Cenaron juntas y Sofía propuso un brindis porque la herencia llegara por fin a sus manos. Al día siguiente intentarían encontrar algún Martínez Arnaudo. Alina salió a sacar la basura y vio un muchacho medio oculto tras un árbol que la observaba y al cruzar miradas se sobresaltó. Le pareció que retrocedía. Se dijo que tenía que dejar de ver fantasmas en todos lados. Capítulo 21 Frederick no sabía cuánto tiempo llevaba en el hospital, ni aún desde que había recuperado la conciencia porque dormía y la distinción entre el día y la noche se le habían desdibujado. Veronica lograba transmitirle cierto optimismo, en cambio la enfermera Cara de Bulldog lo desanimaba con su sola presencia. Ella había entrado y le anunció que un especialista iría a verlo. Frederick le señaló el televisor, a veces se comunicaba mejor por señas y ella lo encendió. Lo atendían sorprendentemente bien. No lograba concentrarse y cuando lo hacía los recuerdos con la imagen del gordo clavándole el cuchillo volvían y lo aterrorizaban. En ocasiones gritaba dormido, se lo había dicho Verónica que lo calmaba diciendo que estaba a salvo. Era como si intuyera que el peligro lo rondaba. Sabía sobre él más de lo que debía. Vio en el noticiero que había sido incendiada la oficina de correos de la que había enviado los sobres y
sólo algunas bolsas habían sido salvadas. Pensó que la estrategia pensada por Lucio acerca de un segundo sobre que iría a un amigo suyo en Holanda con el pedido de que lo enviara a Argentina había sido derrotada por las llamas. Solo quedaba él. Verónica le comentó ese incendio había sido intencional. Llegó el doctor Shilowa, de cara ancha y dientes muy blancos que contrastaban con su piel oscura. Le explicó que sufría de AFASIA, trastorno en la capacidad del habla por una lesión en el cerebro y que era TRANSITORIA porque la lesión era menor y podría recuperase espontáneamente. Creía que de hecho se estaba recuperando porque al principio estaba mudo y en ese momento hablaba un poco aunque no encontraba las palabras apropiadas y hacía eco. Lo llamó MARK y le explicó que su familia había llamado desde LONDRES, que vendría a buscarlo. Habían contratado un detective que con una foto suya lo había localizado allí y que su MADRE le había contado que después de la muerte de su HERMANO había decidido viajar y allí había sufrido un accidente. Habían enviado dinero para darle la mejor atención. Frederick pensó que había una confusión o que él se había vuelto loco y creado otra personalidad. Pensó en lo que le habían dicho y ninguna imagen venía a su cabeza y pensó en su hermana pelirroja, en la misión y en las botas. Se levantó, caminó hacia el armario y encontró las botas con los papeles y la tarjeta de crédito. No todo estaba perdido. Tenía que pensar cómo salir pronto del Hospital. Capítulo 22 Mercedes viajó con ellas. Elisa la había invitado a su casa. Alina no estaba feliz por la noticia porque casi no se conocían pero la mujer siempre ofrecía ayuda y de eso alguna ventaja tenía que salir. Al llegar Alina huyó para contarle a Paula la sensación de que Elsinger los estaba vigilando y que había leído en sus labios la palabra muerte. Tenía miedo la sensación de que los espiaban Rosa, Luis, el chico de la gorra, el hombre del mechón blanco. Paula había visto a Luis revisando el buzón de correspondencia, tenía las llaves. Alina pensó que tenía que ser más rápida que ellos para revisar cada día el buzón. El Chino era el único camino posible. Sofía había conseguido el número de Ana Rodríguez Arnaudo que al parecer era su hermana. Alina el dejó un mensaje para el Chino y su número en el contestador. Deseaba dedicarse a cualquier actividad normal y abandonar la investigación del paradero del testamento pero sabía que no lo haría. Sofía le avisó que había hablado con Fernando Céspedes quien le había contado que Lucio estaba peleado a muerte con Elsinger y le había dado el número de Sara Olaguer, que vivía en Bs. As. y se había estado carteando con Lucio. Alina la llamó y acordaron verse al día siguiente en su casa. Alina pensaba en Frederick. Se le ocurría que podían haberlo matado, la palabra muerte de boca de Elsinger. Se echaba la culpa por no haber leído antes la carta. Pero en las mañanas pensaba que quizás el chico odiaba la idea de pasar una temporada con ellos en Argentina. De pronto sonó el teléfono. Era el Chino, con voz gruesa, cálida como de locutor de radio. Le dijo que sabía todo y preguntó si el testamento no había llegado. Afirmó que era extraño, que estaba trabajando en eso y que le iba a avisar cuando pudieran verse porque era peligroso. Alina pensó que había dado con la persona adecuada y que acababa de perderlo, quizás definitivamente. Capítulo 23 Alina y Elisa se encontraron con Sara. Tenía algo más que sesenta años. Era cortés, extremadamente delgada, locuaz, había sido muy amiga de Lucio a los 15 años hasta terminar la secundaria pero sus caminos se habían bifurcado: ella se mudó a Bs.As y él empezó a viajar. Durante años se cartearon y la había visitado cuando hizo escala camino a Salta. Lucio estaba endurecido y la relación con Elsinger se había arruinado. Habían hecho testamentos recíprocos porque ninguno tenía esposa ni hijos y si uno moría el otro no perdía la mitad de la sociedad pero había iniciado trámites para anularlo después de la pelea. En la última carta que había recibido de Lucio antes de su muerte explicaba que podía esperar cualquier cosa de Elsinger, un cretino, por quien había perdido a la única mujer de la que se había enamorado. Lo positivo era un chico, hijo de una amiga fallecida, al que quería como un hijo. Había anulado el testamento anterior y que estaba haciendo otro para dejar sus bienes a su familia y amigos. Deseaba ver a su hermano (Inocencio) y a su sobrina (Elisa) Asintió en entregarles la carta que les permitiría demostrar que Lucio no quería a Elsinger como heredero. Bajaron del colectivo. Cuando caminaban hacia la casa, no advirtieron que un muchacho venía corriendo y le sacó la cartera a Elisa. Elisa se cayó y le pareció haberse torcido un pie. Un hombre de camisa blanca lo corrió y levantó la cartera que había caído lejos del ladrón que huyó. Se la devolvió a Elisa. Estaba abierta y sólo faltaba la carta. El tipo hizo mueca de pesar y se marchó rápidamente. Alina le gritó gracias. Cuando el hombre giró la cabeza y levantó la mano como despedida, Alina advirtió un mechón blanco en el lado izquierdo de su cabeza. Capítulo 24 Frederick había recuperado el apetito y también se estaba produciendo su recuperación de la afasia
espontáneamente. Había decidido ser Mark mientras pudiera ya que la madre de Mark había retrasado el viaje. Pensaba vías de escape pero ya todos lo conocían y por la noche la puerta estaba cerrada y había un guardia que no lo dejaría salir sin autorización. Necesitaba ayuda interna. Verónica le contó que vendría su madre en dos días. Le dijo que lo haría con la tía Cathy y que Mark Harris vivía en Kensington. Ella le dijo que la estaba engañando respecto de su identidad ya que a todo respondía que sí y en verdad ella acababa de inventarlo. Le preguntó si no era Frederick Breuge ya que dos tipos: uno gordo, con pelo oscuro y un lunar en la mejilla izquierda y otro, más bajo y rubio y habían echo una descripción perfecta de él pero les habían contestado negativamente porque él estaba registrado como Mark Harris. Se habían ido nada convencidos. Frederick le pidió ayuda a Verónica porque estaba en peligro. Le dio un día más antes de contar la verdad de su identidad e informar a la madre de Mark que se había cometido un error. Capítulo 25 Elisa se apoyó sobre los hombros de Alina para volver a su casa porque le dolía mucho el tobillo. En la puerta encontraron a Mercedes preocupada por la tardanza y le contaron lo ocurrido. Alina pensó que la carta podía haberse caído porque se la devolvieron abierta y podía haber volado mientras el ladrón corría con ella. Decidió ir con Paula a buscarla luego que su madre ya había tomado unos analgésicos. Paula le sugirió que podía ser alguien que quería la carta más que un ladrón o que quizás el hombre del mechón blanco, que las había estado siguiendo, había aprovechado el intento de robo para apoderarse de la carta. Terminaron de inspeccionar la calle, incluso dos cestos de residuos y no había rastros de la carta. Cuando volvieron a la casa el tobillo de Elisa estaba muy hinchado y Mercedes creyó conveniente acompañarla al hospital porque quizás estuviera fracturado. Alina aceptó que fuera con Mercedes a pesar que le costaba dejar a su madre sola cuando las cosas se complicaban. Sonó el teléfono. Era la voz del Chino. Le dijo que tenían que verse porque tenía algo que le podía servir. Le indicó que la cita sería en el Teatro Colón, en la visita guiada en español a las tres de la tarde del día siguiente PERO DEBIA IR SOLA. Paula dijo que estaría allí como una visitante más, que nadie se daría cuenta que se conocían pero habría un par de ojos mirándola por si algo pasaba. Reservaron dos entradas para el día siguiente. Capítulo 26 Frederick abrió el armario. Allí estaba su pantalón negro todavía usable, la camisa rota y machada con sangre que debería reemplazar, el impermeable femenino no apropiado y lo fundamental, sus botas. En los bolsillos tenía un pañuelo, un ticket de compra y 240, 50 rands. Tenía que intentar escaparse esa misma noche después de la cena cuando la clínica se aquietaba. El problema era el guardia a quien podía convencer por las buenas u ofrecerle todo su dinero aunque era improbable que aceptara. Tal vez otra salida sería alguna puerta de emergencia. Entró Verónica con un paquete y cara muy seria. Tenía un plan para ayudarlo. Le había traído una casaca y pantalón de tela verde de camillero y una credencial. Antes de la cena, cuando había mucha gente, lo pasaría a buscar para caminar. El tendría sobre el uniforme verde, la bata azul. Le trazó un plano donde le indicó el recorrido: cerca de la puerta de Radiología, había un baño y más allá otra puerta para “solo personal autorizado” Frederick desearía ir al baño, donde se sacaría la bata, la escondería y se colocaría la credencial. Ella aprovecharía para ir a enfermería. El iría hasta la puerta que decía solo personal autorizado que desembocaba en el garaje donde descargan las cosas para la clínica, caminaría hacia una pequeña puerta sin llave hasta las 7 y ya en la calle encontraría hacia la izquierda una avenida. Una vez que estuviese a salvo la llamaría al celular. Verónica esperaría un rato, como no lo encontraba en el baño, lo buscaría en la habitación y por la clínica y luego de una media hora, daría la voz de alarma para indicar que se había escapado. Cuando la llamase al celular que le dejó anotado se pondrían de acuerdo para encontrarse y le daría medicamentos. Frederick pensaba que estaba demasiado bien planeado y que Verónica había cambiado muy rápido de parecer. Sospechaba que la hubieran comprado y que lo entregaría. Pensó en llevar a cabo el plan sólo. Cara de bulldog lo demoró sacándoles sangre y tomándole la temperatura. Cuando estuvo listo, aunque mareado, era tarde porque Verónica venía por el pasillo a buscarlo. Capítulo 27 el diamante alina Alina anunció que iba a ver al Chino en una confitería para darle un barniz de naturalidad y que la acompañaría Paula. A Elisa le habían colocado un yeso en el pie y debía hacer reposo por unos días. Alina y Paula habían acordado no hablarse ni siquiera durante el viaje por si las vigilaban. Al ingresar al hall del Teatro Colón miró en busca del Chino. (Teatro construido por el arq. italiano Tamburini que falleció inesperadamente y su colaborador Meano fue asesinado por su mayordomo. Capacidad de 2487 espectadores sentados en sala). El Chino le murmuró en la espalda y le indicó que la guía abriría un palco
para ver de allí la sala y como podrían ubicarse en los contiguos que fuera al segundo palco de la derecha. Alina entró en él. El Chino en penumbras le dijo que Elsinger era muy peligroso y que solo pensaba en la venganza. El testamento existía pero no sabían donde estaba. Le relató que Lucio se había metido en el negocio de diamantes en Sudáfrica con una pequeña empresa. Se asoció a Elsinger que tenía capital. Hicieron testamentos donde se dejaban los bienes uno al otro. Ninguno estaba casado ni con hijos. Eran competitivos, irascibles (propenso a la ira). Elsinger se metió en el negocio de armas y se asoció con gente violenta. Hubo muertes y la primera fue de Shaun Mudiwa, ayudante en quien confiaba Lucio desde el su inicio, pero Elsinger lo tenía entre ceja y ceja. Dijo que lo había sorprendido robando diamantes de la caja fuerte y por eso lo había amenazado con arma y Elsinger lo mató en defensa propia. Fue el límite y decidieron disolver la sociedad. Lucio viajó a Argentina cuando conoció a los padres de Alina y convenció al Chino para que se fuera a trabajar con él. Había una mujer en la vida de Lucio y quería llevarla con él pero no se concretó. En Sudáfrica descubrieron el diamante de 102 quilates, de color raro, oscuro y traslucido al que Lucio llamó Alina porque había recibido carta de Elisa que iba a tener una hija que llamaría Alina. En torno a la piedra se creó el mito de que era capaz de proteger a quien la tuviera. Le salvó la vida a Lucio cuando Elsinger junto a su hermano le pidió la mitad de su valor justificando que aún no habían terminado la división de bienes. Discutieron con Marcos y Lucio temía que le robaran el diamante. Lo envolvió en una tela y lo puso en una caja metálica para llevarlo a un lugar seguro. Alguien le disparó y la bala golpeó contra la caja metálica del diamante pero Lucio hirió mortalmente al agresor, que era el hermano de Elsinger. Por eso éste juró matarlos a ambos y a las personas que más quisieran. Desde entonces el diamante quedó en manos de Lucio, aumentó su valor con la idea que el Alina tenía poderes, incluso le ofrecieron venderlo en partes como amuleto. Lucio terminó creyendo la historia. Chino le entregó un documento donde Lucio manifestaba su intención de anular el testamento anterior, ya que el abogado que debía tramitar la anulación fue pagado por Elsinger y engañó a Lucio. Ante la insistencia de Alina quedaron en encontrarse en una habitación vacía junto a los talleres de trajes en el subsuelo, casi al final de la visita. Capítulo 28 Verónica entró en la habitación para buscar a Frederick, quien no sabia si agradecerle u odiarla y pensó que con esa cara angelical no podía estar a punto de entregarlo a sus asesinos. Su duda se delató en su mirada, pero la justificó diciendo que eran los nervios. Comenzaron con el plan. Al llegar delante del baño por el pasillo él le dijo de su urgencia. Ella comentó que se había olvidado el radiollamado en Enfermería, que lo iba a buscar y que lo esperara. Frederick en el baño se sacó la bata, la escondió en un cubículo y se puso la credencial. Salió con la cabeza baja, intentado no cojear aunque la pierna le dolía. Llegó a la puerta “solo personal autorizado” y un pasillo lo condujo al garaje donde había movimiento pero nadie se volvió para mirarlo. Alcanzó la puerta de salida y sintió que estaba pisando la libertad. No iba a seguir las indicaciones de Verónica y fue hacia la derecha. Un auto se detuvo y un hombre le gritó para pedirle ayuda para entrar a su madre a la clínica porque tenía un ataque. No podía volver a entrar. Le dijo que iba a otra entrada a buscar una silla de ruedas. En verdad comenzó a correr para huir. Se sintió culpable por esa mujer que se había quedado esperando ayuda pero era cuestión de vida o muerte. Le dolía mucho su pierna. Por suerte un taxi se detuvo para bajar una pareja. Subió. Fue a un banco con cajero automático. Sacó la tarjeta en el trayecto. Esperaba que funcionara. Intentó recordar la clave. Pensó en fechas históricas: la segunda guerra mundial (1945), el inicio de la guerra (1939) y finalmente recordó el descubrimiento de América, 1492. Agradeció en su interior a su profesora de historia que lo había obligado a estudiar tanto. Tenía un saldo en la cuenta de 60.000 rands, una fortuna. Extrajo 500 y volvió al taxi para ir a un local de Internet que recordaba. Se comunicó con Ian. Su amigo genio de la informática desde los 12 años. Apenas terminó el colegio consiguió trabajo en el mantenimiento de un sitio de noticias de Internet. Estaba conectado con su nick: Ian, el loco. Ian le comentó que pensaba que estaba muerto y que escribía raro. Por eso Frederick le escribió cosas que solo ellos podían conocer como el nombre de la chica de la que se había enamorado, que lo ayudó con Geografía que logró aprobar a pesar de descomponerse por comer bombones, que le gustaba Fiona pero no se había atevido a decírselo. Le pidió que se encontraran en el café donde habían conocido a Lisa y Annie y que le llevara el pasaporte. Le envió un mail breve a Fiona para decirle que estaba bien y que cuando pudiese la llamaría. Compró jeans y camisa negra para desechar el uniforme de enfermero, en cuyo bolsillo encontró el teléfono de Verónica. Pensó en tirarlo, algo se lo impidió y la llamó. Ella le contó que se había armado revuelo pero que nadie había sospechado de ella. Le sugirió encontrarlo. El se negó porque lo invadía la sospecha. Verónica parecía desilusionada. Aunque pensó que nunca le confesaría su traición, Frederick le preguntó por qué lo había ayudado y se quedó mudo cuando ella le confesó que fue porque le gustaba. Le dijo que la llamaría. No supo si considerarse un ganador o un idiota.
Capítulo 29 Paula parecía disgustada porque no sabía dónde se había metido Alina que le dijo que había estado con el Chino en otro palco. No era el enemigo y lo volvería a encontrar abajo otra vez. Siguieron el recorrido, escucharon un concierto de violín y finalmente anunciaron que irían a los subsuelos a ver los talleres de confección de trajes, zapatos, sombreros. Alina entró en la habitación contigua al taller de zapatos y con la luz del día supo que el Chino era el hombre del mechón blanco que había rescatado la cartera de Elisa, le había dicho cuidado porque sabía que leía los labios e incluso le dijo que le había enviado el recorte de diario por correo. La había estado vigilando para protegerla a ella y a su madre por pedido de Lucio. Alina se había convertido en alguien muy importante para Lucio aunque no la conociera y por eso hizo ese testamento. Estaba enloquecido por el odio hacia Elsinger por el asunto de Sam (Samantha). Había sido novia de Elsinger y tres años después que habían roto la relación, se reencontró con Lucio que se enamoró como nunca. Le cayó mal a Elsinger, los amenazó. Todo en medio de la pelea por la muerte de Shaun. Lucio se había ido a Argentina donde buscó al Chino, alguien de confianza para dejar en Sudáfrica y poder instalarse en Argentina. Pero un auto la atropelló cuando cruzaba la calle. Se salvó, decidió huir dejando una carta a Lucio pidiéndole que no la buscara. La buscó pero nunca pudo encontrarla. Tampoco se supo si habían querido matarla pero Lucio creía que detrás de esto estaba Marcos. Todo el mundo supuso que la muerte del hermano del Elsinger había sido el desquite. La guerra creció y Marcos le ofreció pararla a cambio del diamante. Lucio se negó y prefirió hacer otro testamento. Hizo tres copias firmadas de puño y letra: una quedó en manos del abogado David Klein que debía iniciar la sucesión y avisar a los herederos pero quizás lo habían comprado y estaba desaparecido; las otras se las dejó a Frederick que tenía que enviar una por correo (son sabían por qué no había llegado) y la otra la debía llevar personalmente (Frederick estaba desaparecido). El Chino le insistió que usaran el documento que le había dado para ganar tiempo en el juicio. Había aprendido que el odio y el dinero eran capaces de mover montañas, que la guerra entre Elsinger y Lucio seguía aún con Lucio muerto y que si Elsinger lograba eliminar a Alina y su madre se quedaba con todo, incluso con el diamante que era su obsesión porque creía que tenía un poder peculiar. Le anotó una dirección de e-mail por alguna urgencia. Alina confirmó que las estaban vigilando, gente de Elsinger y del Chino. La guerra de Sudáfrica se había trasladado a la puerta de su casa. Al salir la guía iba a reprender a Alina pero la vio con el “maestro Takahashi” (el Chino) que le dijo que habían estado conversando sobre música. Capítulo 30 Ian estaba en el café cuando llegó Frederick y lo abrazó como si hubiese venido de la muerte. Le dijo que lo habían estado buscando en hospitales, comisarías y en la morgue. Frederick le contó que había estado en una clínica registrado con otro nombre, que lo habían acuchillado y tirado del auto, que por un tiempo no pudo hablar y que todavía estaba medio tonto. Al preguntarle por Fiona supo que estaba medio loca desde su desaparición. Ian contó que lo habían secuestrado por un rato, luego lo tiraron y después había encontrado su auto abandonado en la autopista. Frederick le pidió que lo alcanzara al aeropuerto para irse a Argentina porque se lo había prometido a Lucio y él estuvo cuando Fiona y él lo había necesitado. Ian le dio el pasaporte, un sobre y el libro del Conde de Montecristo que había encontrado en el auto. Le ofreció dólares pero no lo necesitaba. Consiguió un vuelo a San Pablo con combinación a Bs. As. Mientras esperaba en las tiendas del aeropuerto compró algo de ropa y un bolso con rueda para que no lo vieran raro sin equipaje. Comentaron que en Arg. era primavera, se hablaba español y había vacas. Compró un diccionario inglés-español, sus chicles favoritos y analgésicos. Al despedirse sintió que se derrumbaba por dentro, tuvo ganas de llorar y correr en busca de Fiona. Se abrazaron y no volvió la vista atrás. Frederick se disponía a leer su libro cuando su acompañante de asiento, un argentino de unos cincuenta años, vestido prolijamente que hablaba impecable inglés y trabajaba en importaciones y exportaciones de cuero, Manuel Saldaño, le dio su tarjeta. Frederick le dijo que viajaba por turismo. El hombre le expresó que le gustaría estar en su lugar mientras Frederick pensaba que si supiese no le gustaría en absoluto. Capítulo 31 Paula consideraba a raíz de lo contado por Alina que el Chino estaba loco como una cabra. Sin embargo a Alina le parecía cuerdo porque sabía muchas cosas de su madre, de ella que leía los labios y que por algún motivo lo conocían en el teatro. Se preguntaba qué le habría ocurrido a Frederick, si estaba muerto. Paula pensó que quizás hubiera mandado todo al diablo y que les vendría bien el diamante Alina aunque no era supersticiosa pero se alegraba de encontrar un trébol de cuatro hojas y no le gustaba pasar por debajo de las escaleras. Roberto se puso eufórico con el documento dado por el Chino, fechado en Cuidad del Cabo, con la firma de Lucio manifestando la intención de revocar el testamento a favor de Elsinger, que permitiría excluirlo
de la herencia. Le pidió a Alina que llamara al abogado Rueda. Se mostró interesado porque el juez tendría que hacer averiguaciones que llevarían un tiempo y quizás mientras tanto llegaba el testamento. Pidió que se lo alcanzaran a una oficina céntrica. Alina cortó y pensó que no le quedaba tiempo para estudiar. Esa misma tarde Alina acompañó a su madre a controlar su pierna. Se molestó cuando dos mujeres las miraban y les gritó si creían que eran monos en el zoológico. Estaba nerviosa y no le quedaba ni media hora para estudiar. Capítulo 32 El avión aterrizó en San Pablo. Frederick dormía como una roca. Saldaño lo despertó. Tenían la misma combinación de vuelos. Frederick se sentía horrible, que dolía la pierna y estaba mareado por haber tomado una cerveza. Saldaño se quedó con su pasaporte y tarjeta de embarque para hacer todo. Subieron al avión pero quedó unas cinco filas más atrás que Saldaño. Se despertó con los gritos de una azafata que le decía palabras incomprensibles entre las que pudo distinguir Bs. As. La mayoría de los pasajeros ya habían bajado. Se dirigió hacia Migraciones. Tanteó sus bolsillos y no encontró el pasaporte. Recordó habérselo entregado a Saldaño. Se sentía mareado pero no podía desmayarse en ese momento. Corría el riesgo que lo devolvieran a su país. Pensó que podrían haber puesto al tipo de señuelo. Estaba harto de sospechar de todo el mundo. Mientras pensaba en acercarse a un policía para hacerlo llamar por altavoz, Saldaño lo sujetó por la espalda y le dijo que había ido al baño y le había pedido a la azafata que lo despertara y le avisara que lo esperara en la salida. Tenía su pasaporte. Recuperaron el equipaje. Lo acompañó a un puesto de informes turísticos donde eligió y reservó un hotel bien ubicado (hotel Sarmiento). Le agradeció a Saldaño quien le dijo que deseaba que se mejorara cuando estaban en la parada de taxis. Frederick siempre había tenido facilidad para los idiomas y el castellano no tenía por qué ser la excepción, pero al taxista le debió mostrar la tarjeta del hotel para que entendiera. Durante el trayecto el embotellamiento lo llevó a pensar que podía ser una emboscada para atraparlo. Vio personas bailando en un semáforo. A primera vista Buenos Aires le pareció un lugar extraño pero le daría tiempo para que mostrara sus encantos como le había dicho Lucio. La habitación era agradable sin lujos. Guardó en la Caja fuerte empotrada en el armario los papeles que estaban debajo de las plantillas de las botas. Salió a comprar algunas ropas y cosas de baño, conseguir mapa. Cenó en el restaurante del hotel. Durmió quince horas. Capítulo 33 Alina había empezado el día con la sensación de que estaba haciendo todo mal. Esa tarde debía llevar el documento al socio de Rueda. Su madre no estaba todavía en condiciones. Su padre debía colocar una biblioteca. Mercedes se había ofrecido pero su padre rechazó el ofreciemiento. Estaba harta de cargar con todo. En el colegio, se había sacado un cuatro en historia, que era su materia favorita. Paula había faltado por una gripe. Mientras estudiaba después de almorzar, regresó su padre buscando el documento para llevarlo. Alina pensó en decirle a su padre cosas que le había contado el Chino, la vigilancia de Elsinger. Pero como su padre con cara burlona le recriminó que siempre se quejaba, no lo hizo y fastidiada pensó en olvidarse de todo por un rato y estudiar. Recordó que tenía que comprar mapas y salió. Vio al muchacho de la gorra azul con un celular y sus labios decían: pájaro. Era ella el pájaro y pensaban cazarla. Un poco más lejos había un auto azul estacionado de donde bajó un hombre alto que la miró. Avanzaba hacia ella Luis, el marido de Rosa. Se sintió rodeada. Su única escapatoria era cruzar la calle. Lo hizo sin mirar y provocó la frenada de un auto contra el cual el de atrás impactó. Luis la tomó con sus manos poderosas y bíceps ultradesarrollados que parecían quebrarla como si fuera un pájaro. Le dijo que la acompañaba a su casa. Alina pensó que no era el enemigo porque no iba a secuestrarla en su propia casa. Le agradeció y subió por la escalera. Pensó en contarle a su madre que habían querido atraparla pensando que tenía el documento para el abogado. Desistió porque solo lograría asustarla. Se encerró a estudiar. Pensó en enviarle un mail al Chino para averiguar si Rosa y Luis eran gente de Elsinger. Se arrepintió porque quizás no lo supiese y solo debía escribirle ante una urgencia. Más tarde volvió Roberto. Había entregado el documento y se sentía optimista. Le preguntó si no había tenido problemas en la calle y ella respondió: ¿qué podía pasar? Extrañado le expresó que no importaba. Después de la cena cuando sus padres dormían, sonó el portero eléctrico. Nadie respondió. Percibió el sonido del ascensor que se detenía en su piso. Apoyó la oreja sobre la puerta y sintió sonidos difusos como si alguien rascara la puerta. Intentó preguntar quién andaba allí con tono para amedrentar pero le salió una voz infantil. Se acercó Plácido y su olfato reaccionó a la presencia del otro lado y ladró con energía. Alina en cuatro patas gruñó a la par pensando que eso no se lo contaría a nadie. Abrazó al perro que la lamió. Volvió a mirar con los binoculares y enfrente observó a un muchacho rubio que le pareció que miraba la casa. Se dijo en voz alta basta y contó los metros del Aconcagua como ovejas hasta que se
durmió. Capítulo 34 Frederick logró recuperar algo de su lucidez después de una ducha y un desayuno capaz de alimentar a una familia. La comunicación le era más difícil de lo esperado. Localizó en el mapa la casa de Alina. Era en Palermo, bastante lejos del hotel. Lo difícil no era llegar sino qué decir. Pensó que si tuviera cómo ubicar al Chino todo será más fácil o si tuviera a Fiona o a Ian en quienes apoyarse. Lucio, en su última conversación días antes que desapareciera de su vida, dos meses antes de morir recluido en una residencia cuya ubicación no le había dicho a nadie, había insistido en que no hablara con nadie y que lo terminara por su cuenta. Le interesaba que lo entregara personalmente por algún motivo que a su tiempo iba a conocer, a pesar que una copia la tenía el abogado para comunicarse con Elisa y Alina y otra, Frederick la debía enviar por correo a través de Carl, amigo en Holanda de Lucio. Frederick extrañaba a Lucio. Se había prometido intentar que su muerte no lo afectara demasiado. Lucio había conocido a su madre, Millie, cuando estaba en un consultorio médico por una enfermedad muy avanzada. Se había hecho amigo de ella y se había ocupado de llevarla de un médico a otro y de los gastos hasta el final. Sonó el teléfono. Era Saldaño. Quería quedarse tranquilo que Frederick estuviese bien. Tenía un hijo de su misma edad que solía meterse en problemas y que si él estuviera en el lugar de Frederick le gustaría que alguien le diera una mano. Le agradeció. Quizás lo llamaría. Lamó a Fiona. Le resumió lo ocurrido desde el secuestro. Ella se culpó por dejarlo hacer lo que él le había prometido a Lucio, dejarlo trabajar para él, vivir solo desde que se había casado con William. Le dio el teléfono del hotel y le tuvo que prometer que la llamaría todos los días. Le dieron instrucciones para tomar un subterráneo hasta la casa de Alina. Era demasiado tarde para presentarse. Cambió de idea y tocó el portero. Las palabras le salieron incomprensibles en español. Alina preguntó quien era. Un hombre salía del edificio y decidió subir para conversar cara a cara. Tomó el ascensor. Parado en la puerta no quiso asustarla. Tuvo la idea de escribirle una nota apoyado sobre la puerta. (mi nombre está Frederick viniendo de Lucio). No le sonaba bien. Un perro ladró del otro lado de la puerta. Pensó dos posibilidades: alguien abriría unos perros entrenados lo atacarían o Alina llamaba a la policía y el tendría que dar explicaciones difíciles a un oficial. Salió a la calle otra vez y miró la casa pero todo estaba a oscuras. Capítulo 35 Alina estaba alegre, optimista, ligera. Se había sacado de encima un examen. Elisa y Mercedes habían salido a hacer compras y trámites. Al día siguiente se iba a Paraná a celebrar el cumpleaños de su hermana Carmen. Se acababa la visita que había sido de ayuda pero Alina estaba contenta que la casa recuperara el funcionamiento normal sin ojos externos que la hacían sentirse juzgada. Era una maravillosa tarde de viernes. Con Paula comieron galletas y vieron una película de terror. A las siete no habían regresado. Una hora después, volvió Roberto y Paula ya se había ido. Su madre no estaba aún. Le envió un mensaje de texto y no hubo respuesta. Quizás no tenía batería pero era inusual que se retrasara sin mandar algún aviso. Chequeó el correo electrónico y tampoco había nada. Su padre sugirió que prepararan la cena, que solo tenían que calentar un pastel de carne. Prepararon la mesa con inusual dedicación mientras esperaban a Elisa. A las diez menos cuarto Alina decidió contarle a su padre lo del chico que decía pájaro cuando ella pasó, el intento de secuestro (quizás habían atrapado a Elisa), sus dudas sobre Rosa y Luis, los ruidos en la noche, aún pensando que iba a enfurecerse por no haberlo contado antes. La sorprendió que él hubiese pensado también en la gente rara que no habían visto antes. Pensaron en el celular de Mercedes. Roberto buscó la agenda de Elisa pero después de revolver el dormitorio concluyó que se la había llevado. Alina revisó la habitación que ocupaba Mercedes (un pequeño estudio donde estaba todo pulcro y ordenado) y sólo hallo el cargador enchufado. Se le ocurrió conseguir el teléfono de Carmen en Paraná por el servicio de informaciones. Lo consiguió y llamó. Explicó a Fernando, que su madre había sido compañera de la suya y que necesitaba el número de celular Mercedes que estaba parando en su casa. Le respondió que si era una broma no tenía gracia que su tía Mercedes había muerto hacía tres años y no tenía ninguna otra tía. Capítulo 36 Frederick ya no sentía dolor en su pierna. La excusión nocturna a la casa de Alina le pareció un disparate. Cualquiera podría haber concluido que era un ladrón o un delirante. Le pareció más lógico llamarla por teléfono y concertar una cita pero su deficiente español y la duda sobre si ella hablaría inglés lo llevaron a pensar en un intérprete para el llamado. Uno de los recepcionistas hablaba inglés pero era un tipo desagradable y parecía siempre ocupado. También en la recepción había una chica amable y linda pero su inglés apenas alcanzaba para el saludo. Mientras desayunaba pensó en Manuel Saldaño que accedió y lo
invitó a pasar por su casa y presentarle a su hijo. Frederick anotó la dirección. A las nueve y media estaba tocando timbre. Saldaño abrió apurado, estaban viendo River-Boca, partido que definía el campeonato. Le presentó a José, su hijo, un adolescente de unos 16 años. Llegó la pizza pedida. Comieron sin dejar de ver el partido. Finalmente, venció River y festejaron. Frederick ya sabía la canción y saltaba con los demás. A las 10.30 le explicó a Saldaño que necesitaba hablar una chica, Alina, que le dijese que le traía unas cosas de parte de Lucio Blanco desde Sudáfrica y que necesitaba verla cuanto antes para entregárselas. Saldaño le preguntó si no era cuestión de drogas y Frederick le dijo que traía un testamento. Saldaño habló con la tía porque Alina no estaba. Le trasmitió el mensaje claramente y le dejó el número de teléfono del hotel y de la habitación. Capítulo 37 Alina apoyó el teléfono. Su cuerpo temblaba. Se sentía culpable. Había hablado con el hijo de Carmen que le había dicho que su tía Mercedes había muerto hacía tres años. Todo era una farsa. La mandaron para buscarlos, se hizo pasar por alguien para conseguir su confianza y espiarlos. Su madre no podía reconocerla porque no se habían visto desde hacía mucho tiempo. Roberto no quiso llamar a la policía. Oyó el ascensor que se detenía y la puerta de abría. Entró Elisa y sus caras la asustaron. Se disculpó. Ya no tenía el yeso pero cojeaba. Mercedes los miraba sonriente. Elisa contó que habían sido testigos de un robo que casi terminó en muerte: al bajar de un taxi una pareja, un tipo de impermeable negro intentó arrebatarle un maletín que después supieron tenía mucho dinero. El atacante le clavó un cuchillo en el vientre y salió corriendo. Llegó la policía y pidió a los testigos que fueran a declarar. La ambulancia llevó al herido. Elisa debería declarar otro día porque necesitaban conseguir un intérprete oficial y Mercedes se había olvidado los documentos. Elisa no había llamado porque se había olvidado el celular y Mercedes no tenía batería. Alina aprovechó que Mercedes había ido al baño y les propuso a los padres que después de cenar fueran de Paula. Así, deslizó durante la cena que los padres de Paula los habían invitado a tomar un café. Mercedes dijo que se dedicaría a preparar su equipaje. Al salir Elisa los increpó irritada. En la casa de Paula le explicaron todo. Elisa sostenía que debía haber un error, que era su amiga. Alina insistió que no tenía los documentos encima y tampoco, ella los había encontrado en el cuarto, ni había papeles referidos a la sucesión que supuestamente estaba tramitando. Paula miraba con los binoculares y dijo que acababa de atender el teléfono. Era tarde. Alina vio que anotaba algo en un papel. Mercedes hizo otro llamado y Alina leyó: “ ya está. Vengo..número ...chico”. Había tomado su equipaje y se escapaba. Alina quiso llamar a la policía pero Elisa con lágrimas en los ojos pidió que la dejaran irse. Capítulo 38 El Chueco Bermúdez tomó el celular y avisó a su jefe que tenían ubicado al chico en un hotel gracias al dato que le había pasado quien él ya sabía (Mercedes). Elsinger le dijo que no perdiera tiempo y que consiguiera los papeles. Sabía que era un riesgo pero para eso le pagaba. El Chueco se apuró a cortar al mismo tiempo para ganarle de mano. Capítulo 39 A Frederick le sorprendía no haber recibido noticias de Alina pero probablemente iba al colegio por la mañana y se comunicaría al volver. Sólo debía esperar. Decidió comprar una guía turística de la ciudad. Recorrió San Telmo y le compró una pulsera a Fiona, deseoso de complacerla. Pensaba llamarla para hacerle saber sus planes de vacaciones en la isla Mauricio con playa espectacular y cerca de Sudáfrica para que Fiona y William lo acompañaran. Sentado en una plaza imaginó la escena, arrullado por el sonido del mar o la voz de Fiona. Su hermana iba a querer hablarle de su futuro ya que no estaba Lucio y debían arreglárselas solos, que entrara a la Universidad pero no tenían idea de que decía el testamento de Lucio, ni tampoco qué decía la carta escrita en español que abriría con Elisa y Alina aunque intuía algo importante para su futuro. Ya faltaba poco. Al llegar al hotel supo que no tenía mensajes. Se dirigió al ascensor y apretó el botón. Sintió como si alguien le estuviera clavando un objeto en la espalda y otro tipo se había colocado a su lado tomándolo del brazo. Le susurraron que tenía una pistola en la espalda y lo empujaron suavemente dentro del ascensor. Frederick se dijo que tenía las horas contadas. Una mano se interpuso y las puertas se abrieron otra vez. El recepcionista antipático subió con una mujer. Marcó el tercero. Tal vez percibió algo y le preguntó en inglés si ya no tenía problemas con el agua caliente. Frederick no había tenido ninguno. La pregunta le resultó extraña. Le estaba dando una oportunidad. Entonces le contestó en inglés que sería bueno que llamara a seguridad y le respondió que en cuanto fuera posible. Bajaron y al cerrarse las puertas lo agarraron del pelo. Sintió como si se le desprendiese el cuero cabelludo del cráneo. Lo empujaron fuera del ascensor, tomaron la llave y abrieron la habitación haciendo entrar de otro empujón.
Le pidieron los papeles. Tenía que ganar tiempo y balbuceó “turista, no entender”. Una patada contra la cara lo tiró al piso. Sacó el pañuelo para detener la hemorragia del labio y le ofreció el dinero que tenía en el bolsillo. Otra trompada en la nariz. El tipo alto encontró la caja fuerte y le pidió las llaves. Patadas en el estómago. Sonaron tres golpes en la puerta y preguntaron: Señor Breuge está todo bien? Uno de ellos con voz fingida dijo que estaba durmiendo. El guardia abrió usando la llave maestra. Era un hombre mayor, con estomago prominente y cara de odiar las peleas. Lo hicieron entrar y le sacaron un cortaplumas y el manojo de llaves. El guardia dijo que lo habían enviado de recepción y que habían avisado a la policía. Lo obligaron a llamar para informar que todo estaba bien y le pidieron que abriera la caja. Esas llaves eran para puertas y no para cajas. Oyeron la sirena. El guardia le indicó cómo escapar por la escalera entre el primer piso y PB había una puerta que daba a un patio. Arrastraron a Frederick por las escaleras hasta que vieron que con él no podrían escapar, era un lastre. Un último empujón lo hizo rodar hasta el descanso. Aún conservaba el pañuelo donde días atrás había enrollado la llave de la caja fuerte. Capítulo 40 Volvieron a la casa sin hablar. Elisa se había disculpado ante Paula por la visita y salido sin fijarse si la seguían. Alina había tratado de discutir sobre lo que harían pero había chocado con la pared que parecía que habían levantado sus padres. Roberto vio la nota que Mercedes había dejado sobre la mesa en una hoja arrancada de una libreta y escrita con trazos gruesos y descuidados junto a las llaves que le habían facilitado durante su estadía. En ella se lamentaba despedirse de esa manera. Se justificó mencionado que había recibido un llamado de su sobrino mayor con la noticia que debían operar a uno de sus hermanos al día siguiente de urgencia y como Carmen necesitaba ayuda trataría de tomar el ómnibus que salía esa noche. Agradecía la hospitalidad y que estaba segura que los vería pronto. Elisa la leyó tres veces e insistía que no podía ser una farsante, que quizás no era la casa de la hermana donde habían llamado. Alina no sabía si la tozudez de su madre le daba pena o impaciencia. De nuevo analizaron el asunto: la información recibida por teléfono, la falta de documentos, su partida. Roberto sugirió hablar con Carmen otra vez. Era muy tarde y lo harían al día siguiente. Ninguno pudo dormir bien: Alina se sobresaltaba por los ruidos y sus padres por los pensamientos que parecían gritar. Ya en el desayuno, Elisa parecía tener miedo de enfrentar el asunto. Alina llamó para poder estar seguros. Atendió Fernando y ambos hicieron de intérprete de sus madres. Elisa deseaba saber si hablaba con la persona correcta y Carmen mencionó que en el colegio no habían sido buenas en matemáticas, sobre todo ella. Elisa le dijo que había sido buena en Literatura. Carmen había escrito el mejor cuento sobre marcianos que atacaban la escuela vestidos de Pato Donald. Luego le confirmó que su hermana había muerto atropellada en Salta por chico de 18 años que estaba borracho conduciendo la camioneta de su padre, un comerciante conocido. No había parado para ayudarla y luego, la hallaron muerta. Le describió a la falsa Mercedes como una mujer delgada, bastante joven, que hablaba muy bien lengua de señas. Le preguntó para qué había querido engañarla. Elisa se calló. Alina decidió que debían poner fin a la conversación. Se despidieron. Fernando le aclaró que la historia de Mercedes cualquiera la conocía en Salta porque hubo un gran escándalo en los diarios y televisión. Alina dijo que no le habían sacado nada pero pensó que le había quitado sus secretos. Elisa estaba dolida por la traición. Se sentía defraudada. Pero el verdadero problema era la información que la falsa Mercedes había obtenido: no tenían el testamento pero sí otro documento y Alina se había encontrado con el Chino a quien estaban buscando. Alina le mandó un mail al Chino explicándole lo ocurrido con una posdata: “Escríbame. No sé qué hacer” Roberto creía que debían abandonar el asunto porque era peligroso. Elisa enojada pensaba seguir y no dejar que esa gente le pasara por encima. Capítulo 41 Frederick abrió los ojos y estaban el recepcionista, el encargado de Seguridad, el gerente del hotel y un médico de anteojos que tras revisarlo dijo que debía llevarlo al hospital para darle unos puntos en el labio superior. Le habían puesto una bolsa de hielo. Se desesperaban por atenderlo. El gerente insistía que el establecimiento era seguro y no entendía cómo dos hombres podían haber ingresado sin ser advertidos y Frederick no pensaba sacarlo de su error. El médico le dio unos calmantes y se quedó dormido en el viaje al hospital donde apenas sintió unos pinchazos cuando lo cosían. Volvió a dormirse camino a la comisaría. El comisario le preguntó si tenía idea por qué lo habían elegido para el robo. Frederick afirmó que lo habrían confundido con otro con dinero y que además no les entendía si no les hubiera dado dinero y pasaporte que guardaba en la caja de seguridad. Lo dejaron irse. De pronto una idea lo golpeó: no podía quedarse en ese hotel porque volverían a buscarlo, era la presa. Preparó el equipaje, sacó el pañuelo repugnante con sangre seca, recuperó la llave, extrajo el contenido de la caja y guardó todo en sus botas. Al observar el sobre con la solapa parcialmente despegada estuvo tentado de leer la carta de Lucio que quizás podía entender con su manejo de castellano pero había prometido no hacerlo hasta encontrarse con Elisa y Alina. Buscó en la guía un hotel y reservó uno en
Recoleta con vigilancia privada 24 hs, más caro. Sintió más tranquilo dentro del taxi constatando que nadie lo seguía. Fue curioso pero cuando recién estuvo a salvo, metido en la bañera con agua y espuma, escuchando jazz en la radio, se preguntó cómo supieron dónde encontrarlo. Tal vez no se lo había preguntado antes porque odiaba enfrentar la única respuesta razonable: Saldaño estaba al servicio de Elsinger y lo había traicionado. Su delirio paranoico que descartó al conocerlo en el avión había resultado cierto. Era probable que ni se hubiera comunicado con la supuesta tía de Alina y el mensaje nunca hubiese llegado. Sintió autocompasión. Se sentía David luchando con Goliat y no veía otra posibilidad que ser aplastado como una cucaracha. Siempre había logrado superar los escollos de la vida: su padre había muerto cuando recién él había nacido, su madre, a sus quince años pero con el apoyo de Fiona y Lucio. En ese momento se sentía solo y un inútil. Pasando al enojo, decidió que al día siguiente se contactaría con Alina, si intermediarios para cumplir la misión. Capítulo 42 El Chueco Bermúdez tuvo la idea de tirar el celular por la ventanilla del auto porque sabía que era su jefe y las noticias no le iban a gustar. Volvió a sonar. Atendió y le dijo que cuando entraron a la habitación del chico habían mandado un guardia de seguridad y después a la policía. Agregó que habían revisado y los papeles no estaban y que lo habían molido a palos y no les informó nada. El jefe le dijo que debían haber conseguido los papeles primero y luego molerlo a palo. Que acababa de perder el trabajo y lo amenazó. Bermúdez pensó en reclamarle el dinero que le debía pero consideró que no era el mejor momento ni hubiera podido hacerlo porque ya había cortado. Capítulo 43 El domingo por la mañana Alina se miró al espejo y vio que tenía ojeras porque el miedo no la había dejado dormir. La gente a la que se enfrentaban eran demasiado para ellos. Cuando uno no sabe qué es lo se espera el miedo aumenta. No pensaba trasmitir su preocupación a sus padres. Estaba lloviznado. El domingo por la mañana Frederick se miró al espejo y vio que era un monstruo por los labios hinchados y las marcas violetas en su pómulo y frente donde había una formación semejante a un cuerno. Se puso hielo y una venda. Bajó a desayunar y un turista le preguntó qué le había ocurrido. Dio una respuesta creíble: había tenido un accidente de auto. Decidió volver al hospital para que le revisaran los puntos de su boca y le dieran algo para mejorar su aspecto. Al salir del hotel y tomar un taxi sintió una llovizna molesta. Elisa le sugirió a Alina salir a almorzar. Alina tomó los binoculares y vio que no había autos ni personas sospechosos, podían salir sin problemas. En el restaurante Alina hizo el pedido de todos como siempre. La tensión se palpaba. Pensó que hubiera sido mejor comer en su casa. La cara de Frederick seguía deformada a pesar de la crema que le habían aplicado y el hielo. Se veía como un boxeador caído en desgracia. Recuperó los papeles de la caja fuerte con cerradura electrónica y los volvió a colocar en sus botas. Dudó otra vez en leer la carta de Lucio pero su lealtad no se lo permitió. Decidió llamar a Alina antes de ir pero nadie respondió. Pensó que era una excelente oportunidad para esperarla en la puerta y presentarse sin tener que someterse al portero eléctrico. Eran las tres y veintitrés cuando salió. Alina al volver del restaurante fue a tocar timbre de Paula para que se cruzara a escuchar música. A las 3.40 estaban entrando. Si se hubiesen demorado tres o cuatro minutos las cosas hubiesen sido distintas. Ellas estaban subiendo cuando un muchacho, rubio con una venda en la frente y el labio hinchado, se paró frente a la casa a esperar. Capítulo 44 Alina y Paula estaban escuchando música. Paula intentaba reproducir la letra de la canción. Alina le preguntó si pretendía ser ruso o alemán a lo que Paula le respondió que no todos hablaban inglés como lady Alina pero vio algo por la ventana. Tomó los binoculares y dijo que le parecía que había un nuevo espía, joven y lindo pero que pareciera que le había pasado un camión por encima. Alina le sacó los binoculares y observó un chico apoyado contra el muro que parecía esperar a alguien. Tenía en su cara varios moretones violetas, una venda en la frente, grandes ojos azules, pelo rubio ondulado y barba incipiente. El chico observó el reloj y se sentó en el escalón de la puerta de la farmacia. Minutos después volvió a mirar le pareció que observaba el departamento. Sus miradas se cruzaron. El sonrió y agitó su mano. Paula le dijo que podía ser peligroso. Alina volvió a acercarse y él deletreó FREDERICK. Alina le hizo seña que subiera con sus manos. En ese momento un auto se detuvo muy cerca y Frederick salió corriendo. Alina corrió por las escaleras hacia la calle, seguida de Paula que le gritaba que podía ser peligroso aunque no había cómo detenerla. A Frederick le pareció ver en el auto a uno de los tipos que lo había golpeado en el hotel. Corrió y dobló
en un calle en contra mano para asegurarse que el coche no lo siguiera. Entró en un negocio para recobrar aliento. Pensó que había echo contacto con Alina aunque estaba mayor que en la foto que le había mostrado Lucio. Tenía el pelo negro muy lacio, ojos oscuros y piel aceituna. Pensó en llamarla pero no había llevado el número. Necesitaba conseguir una guía de teléfono para obtener el número. Le dolía el cuerpo y estaba tan mareado que le parecía que la calle se agitaba como una alfombra voladora. Compró agua mineral para tomar unas pastillas y se sentó en un banco de una plaza. Observó un local de Internet. Cuando iba a pararse, un hombre se sentó a su lado y le inmovilizó el brazo. Tenía gorra azul. Era uno de los tipos que lo había golpeado. Le dijo que solo quería hablar para hacer negocios y le hizo gesto de dinero: Money?. El Chueco Bermúdez sonrió al sentir que le entendía. Capítulo 45 Alina recorrió cada una de las tiendas de su barrio, cafés, restaurantes, supermercados. Pero no había huellas del chico. Estaba empecinada en encontrarlo. De acuerdo con la lógica nunca hubiera entrado en el local de Internet ni caminado entre las mesas, ni se hubiera acercado hasta tener de frente a la nuca rubia y descubrir que tenía vendas y marcas violetas en la cara. Frederick estaba concentrado en la pantalla y tardó en detectar a alguien parado a su lado. Supo que era Alina. Ella lo abrazó invadida por la euforia y pensó que estaba abrazando a un desconocido. Se liberó avergonzada. Las palabras se atropellaban en su boca. Era el mensajero de Lucio. Había esperado alguien mayor, más serio y no un chico lleno de moretones y cara de susto. Alina le propuso hablar en inglés a pesar de que su pronunciación no era buena. Frederick con fastidio le dijo que si hubiese sabido que hablaba inglés se hubiera ahorrado muchos problemas como la traición de quien hizo de intérprete para llamarla, aunque creía que no había llamado a la tía de Alina. Ella le mencionó que era posible que hubiera llamado pero no era su tía la que atendió sino alguien que la había traicionado a ella. Pero era una larga historia y mejor lo hablaban en su casa. Caminaron eléctricos y ansiosos y hablaban rápido interrumpiéndose uno al otro. Alina le presentó tardíamente a Paula. Al llegar a un semáforo Paula los hizo callar al ver un tipo alto de bigotes que los seguía. Frederick dijo que los seguía para cuidarlos, que era uno de los que lo había golpeado pero luego lo había contratado de guardaespaldas aunque era peligroso pero peor no contratarlo. (Chueco Bermúdez). Alina estupefacta. Se despidieron de Paula. Alina le explicó que sus padres eran sordos. El ya lo sabía por Lucio quien le había enseñado un poco de lengua de señas que él había aprendido. Elisa quedó paralizada cuando entraron. Alina pensó que su madre tenía miedo y le explicó quien era. Frederick dijo, en inglés y con señas raras, que Lucio le había hablado mucho de ella. Elisa le sonrió y hubo algo en él que la emocionó. Después que Frederick explicó los problemas de su viaje y dijo que tenía el testamento y una carta que leerían en ese orden según lo pedido por Lucio. Creía que el testamento era un poco extraño. Alina tuvo una desagradable sensación ante la palabra extraño y le preguntó dónde estaba. Frederick afirmó que podía resultar raro pero le había permitido protegerlo todo el tiempo. Se sacó las botas, levantó las plantillas y extrajo unos papeles arrugados y probablemente olorosos. Capítulo 46 El testamento era manuscrito y en inglés, Frederick y Alina lo leyeron juntos haciendo pausas para que ella tradujera el contenido a sus padres. En el primer punto, Lucio dejaba asentado que estaba sano y no lo hacía bajo presión e incluía la firma de dos testigos de ese acto: el Dr. Paul Rath (médico que atendió a Lucio) y la sra. Angie Gwala (que lo ayudaba en la casa). Anulaba cualquier otro testamento realizado con anterioridad y que era su última voluntad. Asignaba la casa en Ciudad del Cabo a Fiona y a Frederick y el campo de Argentina (180 ha.) a Elisa Blanco, pero debían pagar las deudas existentes. Frederick aclaró que podían ser muchas. Había dejado un fondo para costear la educación universitaria de Frederick y en una caja de seguridad en un banco estaba el magnífico Alina que dejaba en poder de Frederick y Alina por el resto de sus vidas y no podían venderlo. Quedaba para el que sobreviviera, pero debían elaborar un testamento conjunto para decidir quién lo iba a heredar a la muerte de ambos pero nunca en poder de Marcos Elsinger. Frederick aclaró que Lucio creía que la piedra tenía el poder de proteger a sus dueños y por eso quería protegerlos a ellos de algún daño. Alina pensó que Lucio estaba un poco loco; Frederick la apuró para leer la carta. Cuando Alina abrió el sobre cayó a la mesa una tarjeta de memoria. Pensaron que en la carta estaba la explicación. Alina le traducía la carta escrita en español a Frederick mientras sus padres la leían. Estaba encabezada con “querida familia”, que en ese momento estarían todos juntos (Elisa, Alina, Roberto y Frederick) y esperaba que Frederick se sumara a esa familia. Afirmaba que a veces uno se volvía tan autosuficiente que terminaba por creerse que no necesitaba a nadie, le indicaba a Frederick que no fuera un idiota como él. A él sólo lo había sacado de ese estado Samantha y por culpa de Elsinger, ella había desaparecido de su vida. Aclaraba que la tarjeta de memoria contenía las pruebas (fotos y reproducción de documentos) para mandar a la cárcel a Elsinger y debían dársela al Chino que sabría cómo usarlas.
Afirmaba que podían pensar que era una muestra de su locura, pero que no era así: sin esos documentos nunca se iban a liberar de Elsinger y el diamante cuidaría a Frederick y a Alina. Alina pensó que a Lucio le interesaba sobre todo destruir a Elsinger para evitar que se apoderara del diamante. Sonó el teléfono: era el Chino. Alina le comentó que estaba Frederick. Frederick transformó su cara cuando le pasó el teléfono para que hablaran. Acordaron en verse al día siguiente en el Zoo, en el sector de las serpientes. Elisa le propuso a Frederick que se quedara a dormir esa noche y todas las que siguieran. Quería ofrecerle algo parecido a una familia. Alina sonrió. Frederick deseaba un lugar donde descansar tranquilo. Bajó a arreglar cuentas con el Chueco quien le dio un celular para mantenerse comunicados. Lo trataba de usted y se le ocurrió llamarlo Chief, porque sonaba bien. Capítulo 47 Elsinger estaba furioso, histérico. Sabía que en ese estado no tomaría las mejores decisiones pero no iba a calmarse. Su abogado, Rogelio Quiroga estaba conversando con él. Pensaba que era otro idiota más de su colección. No podía aceptar que estuviera rodeado de inútiles. Le comentó que habían tenido a Frederick en el hotel, lo habían dejado escapar y por eso había despedido al Chueco de quien le habían dicho que era un profesional eficaz. Ya había contratado a otro. El abogado insistía en que pensaran la estrategia jurídica una vez que presentaran el nuevo testamento. Elsinger consideraba que aún no estaba presentado y que a pesar que Lucio había dedicado su vida a perjudicarlo no iba a dejar que lo siguiese haciendo estando muerto. Comentó que le había robado el diamante porque en ese momento la división de la sociedad no estaba firmada aún; que había matado a su hermano Julio aunque dijeron que había sido en defensa propia; que con el Chino todavía podía ajustar cuentas; que antes de eso, había elegido a Sam para arruinarle la vida. Afirmó que las supuestas pruebas que tenían en su contra no las iban a poder usar y que tarde o temprano iba a conseguir el diamante. El abogado comentó que tenían una demanda abierta en Sudáfrica por la división de la sociedad y se concentró en esos papeles para discutirlos con Elsinger que hablaba por teléfono. Volvió a sonar y le informaron que los chicos estaban saliendo juntos. Elsinger les indicó que no podían llegar a ningún lado y que le avisaran paso a paso lo que hacían. Quiroga pensó que era momento de irse. Capítulo 48 A la mañana, Frederick se veía mejor porque las horas de sueño profundo le habían dado a su cuerpo un poco de paz. Había cumplido con la misión. Alina le sugirió que caminaran hasta el zoológico donde se encontrarían con el Chino. Frederick pensó más tarde que el optimismo y un día de sol lo hacían descartar la solución apropiada como ir en coche y no exponerse. Aunque eran prácticamente desconocidos se sentían cercanos de una forma extraña. Frederick pensaba que el diamante les generaba un lazo especial. Le comentó que en Sudáfrica creían que el diamante brindaba protección. Lucio lo creía porque vivió más de dos años a pesar que le pronosticaron pocos meses por el cáncer, incluso la gente enferma quería ver o tocar el diamante. Esto hizo enfurecer más a Elsinger que también se convenció del poder y decía que Lucio se lo había robado porque la división de la sociedad ante la ley no estaba cerrada. Ellos ya habían acordado cuando apareció el Alina que esa explotación quedaba para Lucio. Alina percibió que un auto había frenado, un hombre canoso se bajó y le puso una pistola (fierro) en la nuca diciéndole que no se moviera. Frederick oyó la voz del Chueco que acababa de apoyar su arma sobre la espalda del tipo que tenía a Alina. El canoso le dijo: Chueco, esto no es asunto tuyo. El Chueco lo llamó Galindez y que dijo que sí lo era. Le sacó el arma y le indicó al Chief y a Alina que corrieran. Salieron en zigzag entre la gente que se había detenido gritando: “Ladrones”. Se oyeron sirenas. Frederick se estaba cayendo y Alina no pudo sujetarlo terminando los dos en el suelo. Con la ayuda de un hombre Alina lo movió hasta el escalón de un negocio y buscó agua. Frederick que ese estado (tirado y golpeado) se estaba convirtiendo en costumbre y que otra vez requería la ayuda de una mujer. Afirmó que al final había sido una buena decisión contratar el Chueco. Se subieron a un taxi para no perder la cita. Sonó la música de Misión Imposible en el celular que le había dado el Chueco. Le contó que había llegado la policía pero había zafado. Preguntó a dónde iban. Se rió como una hiena y quedaron en verse con las serpientes. Capítulo 49 con Chino Alina y Frederick miraban la serpiente pitón mientras esperaban al Chino que no había llegado a la hora prevista. Frederick explicó que el Chino tenía miedo que lo vieran porque sabía que Elsinger lo quería matar. En Sudáfrica se había cambiado el nombre y usaba el apellido de su madre. Era un artista que tocaba el violín. Lucio lo había encontrado en Tokio intentando establecerse en el país de su madre. La oferta de Lucio lo había seducido pensando que en unos pocos años podría volver a Argentina y le había cedido parte de la herencia en vida. Le tenía mucha confianza y se había convertido en un experto en diamantes. Aunque Lucio fue quien le había disparado al hermano de Elsinger, éste había dicho que los
iba a matar y se trataba de un tipo al que se le podía creer cuando decía algo así. Salieron del serpentario y vieron al Chueco que los saludó. Por el sendero lo único que se acercaba era un payaso. Tenía un traje amarillo, los clásicos zapatones, una peluca verde, una pelota roja en la nariz y un par de globos. Al acercarse, gritó que era Fafá, el Rey del Humor, y le dio una palmadita Fred diciéndole: “¿un globito?”. En voz baja y en perfecto inglés, indicó que se sentaran en un banco. Dijo que prefería ser un ridículo a estar muerto. Fred le comentó que tenía una tarjeta de memoria con fotos y documentos que comprometían a Elsinger y que Lucio había pedido que se la entregara, porque sabía cómo usarla para hundirlo definitivamente. El Chino comentó que creía que en esas famosas pruebas Lucio había gastado buena parte de su fortuna y que su idea era vengarse. Suponía que ya era su turno de desaparecer en algún lugar lejano y calmo donde pudiese hacer una vida normal y disfrutar de la música y el dinero que había juntado. Le había prometido a Lucio ayudarlos y ahora ya estaba tranquilo. Esa palabra volvió a la mente de Alina, porque después de pronunciarla Frederick vio avanzar al canoso que había intentado secuestrarlos a la mañana. El Chino vio que el canoso ya tenía el arma en sus manos y gritó que había un loco con un arma. Sonó un disparo, cuya bala impactó en una de las jaulas. El caos era total: todos se tiraron al suelo, apareció el Chueco parado en la salida del serpentario para cubrirlos; del lado opuesto, apareció el hombre canoso y en el medio un montón de gente histérica. Podía ser una masacre. El Chino en tono muy calmo pidió que no hiciesen ninguna locura que había mucha gente. Después, en una de las tantas veces en que Fred y Alina comentaron lo sucedido, concluyeron que había sido la voz gruesa, cálida e inconfundible la que delató al Chino. Fue después de oírla cuando apareció Elsinger, detrás del canoso, levantó su mano y le disparó dos certeros tiros en el pecho al Chino. Alina no se enteró que Elsinger dio media vuelta y se fue corriendo con el otro, y el Chueco, tras ellos. Porque estaba gritando como una loca, sin sacar los ojos del cuerpo del Chino, donde una mancha roja crecía en medio del traje amarillo de payaso. Capítulo 50 Marcos Elsinger fue a un pequeño aeroclub en busca de su abogado. El auto del abogado estaba detenido allí, y luego apareció. Quiroga le dijo que ya preparaban la avioneta que lo iba a llevar hasta Paraguay discretamente y que allí lo recibiría un amigo para organizar el siguiente tramo del viaje. Elsinger pensaba que quizás no lo hubieran llegado a identificar y que no había pruebas de nada. Quiroga no entendía como podía haber hecho algo semejante en un lugar público. No lo tenía planeado, Galindez generó el pánico de puro idiota porque se le escapó un tiro que dio contra una jaula de vidrio. Cuando oyó el ruido, vio a ese payaso que hacía años buscaba. Solo disparó, fueron los dos mejores disparos de su vida. Elsinger insistió que se quedara tranquilo y que se ocupara de la sucesión. Quiroga consideró que debía ser realista, que era posible discutir la forma en la que se había disuelto la sociedad pero en el punto del diamante había que rendirse. La avioneta ya estaba lista y Elsinger le dijo que allí era donde se equivocaba, y esa era la diferencia entre ellos: el nunca se rendía. Capítulo 51 Los paramédicos habían aparecido enseguida junto a los guardias de seguridad, una ambulancia y la policía, trataron de reanimarlo pero no lo lograron. Durante mucho tiempo a Alina la perturbaba la imagen del cuerpo de el Chino en el serpentario con su traje amarillo de payaso y la patética sonrisa pintada. La interrogó el oficial Canetti, un investigador de unos 50 años, poco pelo, labios finos y cara de no creerle. Tuvo que explicarle quién era el Chino, por qué vestía de payaso y quién lo había matado. Había visto la cara de Elsinger. Iban a analizar la información y luego el juez decidiría si emitía una orden de captura. Alina pensó que para ese momento de Elsinger no quedaría ni la sombra. Estaba enojada. Frederick dijo que prefería dormir esa noche en el hotel. Se sentía culpable porque él le había insistido para verlo, que si no hubiese sido por él, el Chino estaría vivo. Frederick se refugiaba en el silencio en los momentos difíciles. Al día siguiente pasó a buscar a Alina. Ana, la hermana del Chino los esperaba en la puerta del cementerio. Era parecida a él, aunque mayor. Comentó que la noticia que le había dado Alina era que había estado temiendo por demasiado tiempo y que el Chino había cometido el error de su vida al meterse en el asunto de los diamantes. Le había avisado a unos pocos familiares porque su hermano no había hecho relaciones sociales desde su regreso de Sudáfrica. Frederick rompió su empecinado silencio para comentar que ese hubiera tenido que ser su entierro. Alina sintió que una presión en su espalda. Era Rosa su vecina. Pensó que Elsinger los perseguía otra vez y Rosa era la ejecutora. Rosa le aclaró que el Chino era su tío. El había encontrado el cartel de alquiler cuando ella y Luis tuvieron que trasladarse a Bs. As porque andaba por la casa de Alina para ver si todo estaba bien. Le había hecho los trámites a cambio de un favor: que se acercaran a ellos y los cuidaran. El Chino no era creyente. No hicieron ninguna ceremonia religiosa. Ana dejó caer unas rosas sobre el féretro y dijo: Ojala estés en paz. Al volver Alina invitó a Frederick a comer panqueques en un café cercano por su efecto sobre el mal
humor y la tristeza. Aceptó por complacerla. Alina comentó que se sentía avergonzada por haber desconfiado de la amabilidad de Rosa y Luis. Frederick pensaba igual respecto de Saldaño y de Verónica a quien un día tenía que llamar. Alina preguntó quien era. El se limitó a decirle que era la enfermera de su ciudad y le preguntó por la historia de la tía. Exhaltada dijo que era una cretina. Nunca sabrían su nombre pero era evidente que había sido contratada por Elsinger por hablar la lengua de señas. Hablaron sobre la muerte de Lucio, que se había internado en una clínica que nadie conocía para estar tranquilo y que Frederick no se había podido despedir porque cuando le avisaron ya estaba todo dispuesto para el funeral que había pagado Elsinger. La explicación que había encontrado: hacer creer que se habían amigado y que el testamento antiguo seguía vigente. Pasó Roberto y habló con Alina a través de vidrio. Ella no les había contado sobre la muerte de Chino para que no entraran en pánico. Roberto había llevado los papeles al abogado y notó que Frederick tenía mala cara. Le pidió que le dijese que le gustaría que se mudase con ellos por un tiempo. Le dijo a Alina que la quería y que se cuidara. Alina sonrió sorprendida porque era un tipo seco y se lo había dicho dos o tres veces en su vida. Capítulo 51 Alina había oído un ruido en la sala: pisadas. Eran las 6.15, se puso la bata y vio salir de la cocina a Frederick con una taza de café, que siempre estaba nervioso antes de viajar. Junto a la puerta estaba preparado el equipaje que había crecido en los 10 días que habían pasado. Frederick comentó que tenía ganas de ver a Fiona y a sus amigos, pero que no era fácil empezar de nuevo. Alina le dijo que esperaba que no se olvidara de escribirle. Todavía tenían que resolver dónde guardarían el diamante. Fred le contó había visto el diamante, y que era una piedra sin pulir, más o menos grande, transparente, grisácea con un suave tinte verde. Lucio nunca había querido pulirla porque su brillo estaba en el interior y que creía que Alina se parecía al diamante. Además supo más adelante, que lo habían encontrado el mismo día del nacimiento de ella: el 9 de junio y que eso no era una casualidad sino que ella estaba unida al diamante. Alina se rió y le preguntó qué harían con los papeles. Fred dijo que los originales quedarían en Argentina en una caja de seguridad y se llevaba una copia para hacerle saber a Elsinger que lo tenían, siguiendo el consejo de el Chino. Alina comentó que si quedaba dinero del campo su padre lo invertiría en una nueva carpintería y en algún empleado que la liberase de los llamados y que quizás viajarían cuando se definiese lo de la herencia. Fred sonrió diciendo que iba a conocer su país. Alina le comentó que había estado pensando que esa guerra no era de ellos, que quizás podían venderle el diamante a Elsinger o entregárselo. Y que como le había dicho el Chino: que la guerra era como el fuego, que si no querían quemarse era mejor perder el diamante. Creía que Lucio sólo quería revancha y era bastante oscuro como su diamante. Frederick se negó porque no podía ir contra lo que Lucio le había pedido, aunque estuviera muerto y no se enteraría. Alina dijo que era sólo una idea y que le preocupaba que él estuviera en peligro. Fred mencionó que tenía los papeles y además que el diamante los protegía. Alina lo miró diciendo: “ no vas a decirme que de verdad te crees eso”. Él se rió y dijo que en verdad no sabía si lo creía o no. No hablaron más. Alina pensó que tenía que vestirse para ir al colegio, como cada mañana y a su regreso, Frederick ya no iba a estar más en su casa. Todo habría vuelto a la normalidad aunque nunca nada volvería a ser igual.
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