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El descubrimiento de Aristeo Tellez. Probablemente nada habría ocurrido si Aristeo no se hubiera dormido en clase ese día. Bueno, en realidad no se durmió, solamente se distrajo. La Mtra. Alonso estaba hablando del sistema solar y de cómo todos los planetas giran alrededor del sol y Aristeo simplemente dejó de escucharla, porque de pronto, vio aparecer en su mente un gran sol en llamas con muchos planetas chiquitos girando a su alrededor. Súbitamente, Aristeo se dio cuenta de que la maestra le estaba mirando. Trató de aclarar su mente para poder prestar prestar atención atención a las palabras palabras de la pregunta: pregunta: "¿Qué es lo que tiene una cola larga y gira alrededor del sol cada 77 años?". Aristeo se dio cuenta de que no tenía la menor idea de la respuesta que la maestra esperaba. "¿Una cola larga?". Por un instante jugó con la idea de decir: "Un Can", (él acababa de leer en una enciclopedia que a la constelación donde se encuentra la estrella Sirio la llaman el Can Mayor), pero temía que a la Mtra. Alonso no le haría gracia la respuesta. La maestra no tenía mucho sentido del humor, pero en cambio era muy paciente. Aristeo sabía que contaba con unos instantes que podría aprovechar para pensar en algo qué decir. Recordó que la maestra había dicho: “ Todos los planetas giran alrededor del sol” y esa cosa con cola, fuese lo que fuese, también giraba alrededor del sol. ¿Sería también un planeta? Valía la pena probar. "¿Un planeta?", respondió dudoso. Aristeo no se esperaba la burla que le hicieron sus compañeros. Si hubiera prestado atención, habría escuchado a la maestra decir que el objeto al cual se refería era el cometa Halley y que los cometas giran alrededor del sol, como los planetas, pero que no lo son de ninguna manera. Por suerte el timbre sonó justo en aquel momento, indicando la hora de la salida. Pero mientras Aristeo caminaba de regreso a su casa, todavía se sentía mal por no haberle podido contestar correctamente a la Mtra, Alonso. También se sentía confundido. ¿Cómo es que se había equivocado? Trató de recordar cómo había intentado averiguar la respuesta. La maestra había dicho muy claramente: “ Todos los planetas giran alrededor del sol”. Pero esa cosa con cola también giraba alrededor del sol, sólo que no era un planeta. “ Así que hay cosas que giran alrededor del sol y que no son planetas”, Aristeo se dijo a sí mismo. “ Todos los planetas giran alrededor del sol, pero no todo lo que gira alrededor del sol es un planeta” . Y entonces se le ocurrió ocurrió una idea. “Un enunciado no puede invertirse. Si se pone primero la parte final del enunciado, deja de ser verdadero. Tomemos por ejemplo el enunciado Todos ‘Todos los pinos pinos son árboles’, si uno lo invierte se convierte en Todos ‘Todos los árboles son pinos’. Pero no, es falso. Ahora bien, es cierto que Todos ‘Todos los planetas giran giran alrededor del sol’, pero si uno le da vuelta al enunciado y
dice ‘Todo lo que gira alrededor del sol es un planeta', deja de ser verdadero, ¡es falso!”. Su idea le fascinó tanto que decidió probar con más ejemplos. Primero pensó en el enunciado “ Todas las pelotas son juguetes”. Supongo que es verdadero, pensó. Ahora vamos a voltearlo: “ Todos los juguetes son pelotas”. Cuando se invertía, ¡el enunciado resultaba falso! ¡Aristeo estaba encantado! Hizo otra prueba: “ Todos los pepinos son verduras”. (A Aristeo le encantaban los pepinos). Pero al revés no era cierto. ¿Todas las verduras son pepinos? ¡Claro que no! Aristeo estaba emocionado con su descubrimiento. Si lo hubiera sabido ese día, se habría evitado toda aquella vergüenza. Entonces vio a Luisa. Luisa también estaba en su clase, pero por alguna razón él creía que ella no se había reído de él. Y le parecía que ella lo podría entender. — “Luisa, ¡se me acaba de ocurrir una idea muy chistosa!”, dijo Aristeo casi gritando. Ella sonrió y le miró con curiosidad. — “¡Cuando inviertes los enunciados dejan de ser verdaderos!”, dijo Aristeo. Luisa frunció el ceño. “¿Qué tiene eso de asombroso?”, preguntó. — “Bueno”, dijo Aristeo, “dime un enunciado, cualquier enunciado y te lo mostraré”. — “Pero, ¿qué clase de enunciado?”, preguntó Luisa confundida. “ Yo no puedo invertir un enunciado así, sin más ni más”. — “Bueno”, dijo Aristeo, “un enunciado con dos clases de objetos, como perros y gatos, helados y comida, o gente y astronautas”. Luisa se puso a pensar, entonces, cuando parecía que ya iba a decir algo (mientras Aristeo esperaba impaciente a que lo dijera), sacudió la cabeza y siguió pensando. — “¡Vamos!, ¡Dos cosas!, ¡Dos cosas cualesquiera!”, insistió Aristeo. Finalmente Luisa se decidió. — “Ningún águila es león”, Aristeo se fue sobre el enunciado igual que su gato, Pelusa, se iba sobre las bolas de estambre que le tiraba. En un instante lo invirtió: “Ningún león es águila”... Se quedó atónito. El primer enunciado, “Ningún águila es león”, había sido verdadero, pero también lo era cuando se invertía, pues era cierto que “Ningún león es águila ”. Aristeo no entendía por qué no había funcionado. “ Antes sí funcionó...”, empezó a decir en voz alta, pero no pudo terminar la oración. Luisa le miraba con curiosidad. “¿Por qué me habrá dado un enunciado tan tonto?”, pensaba Aristeo con un poco de resentimiento. Pero entonces se le ocurrió que si en verdad hubiera descubierto una regla, debería haber servido tanto con enunciados tontos como con los que no lo fueran. Así que en realidad no era culpa de Luisa.
Por segunda vez ese día, Aristeo sintió que, de algún modo, había fallado. Su único consuelo era que Luisa no se estaba riendo de él. — “De veras pensé que lo tenía”, le dijo a ella. “De veras pensé que lo tenía”. — “¿Lo probaste?”, preguntó Luisa. Sus ojos grandes y almendrados lo miraban con seriedad. — “Por supuesto. Tomé un enunciado como ‘Todos los planetas giran alrededor del sol’, ‘Todas las pelotas son juguetes’ y ‘Todos los pepinos son verduras’ y descubrí que cuando la última parte se pone al principio, el enunciado deja de ser verdadero”. — “"Pero el enunciado que yo te di no era como los tuyos ”, contestó Luisa rápidamente. “ Tus enunciados empezaban con la palabra ‘todos’, pero el mío empezaba con la palabra ‘ningún’. ¡Luisa tenía razón! Pero, ¿esa era toda la diferencia? Sólo había una cosa que hacer: probar enunciados que comenzaran con la palabra ‘ningún’. — “Si es cierto que ‘Ningún submarino es canguro’”, empezó Aristeo, “¿entonces es cierto que ‘Ningún caramelo es mosquito’”. — “¡Eso es!”, exclamó Aristeo emocionado. “¡Eso es! Si un enunciado verdadero empieza con la palabra ‘ningún’, entonces al invertirlo también es verdadero. Pero si empieza con la palabra ‘todos’, al invertirlo es falso". Aristeo se sintió tan agradecido con Luisa por su ayuda que no sabía que decir. Quería darle las gracias, pero en vez de hacerlo, sólo pudo balbucear algo y salió corriendo para su casa. Cuando llegó, fue directamente a la cocina, donde encontró a su mamá parada frente al refrigerador, hablando con su vecina, la Sra. Olea. Aristeo no quería interrumpirlas, así que se quedó quieto por un momento, escuchando la conversación. La Sra. Olea estaba diciendo, “¡Qué le cuento Sra. Téllez! Fíjese que he visto que la Sra. Batres, la que acaba de entrar a la Sociedad de Padres de Familia, va todos los días a la tienda de licores. Bueno, usted sabe cómo me preocupa esa pobre gente que no puede dejar de beber. Y todos los días los veo en la tienda de licores. Bueno, eso me hace pensar si la Sra. Batres no será... Bueno, usted sabe — “¿Si la Sra. Batres será alcohólica?”, preguntó abiertamente la mamá de Aristeo. La Sra. Olea asintió. De pronto, algo en la mente de Aristeo hizo ¡CLIC! — “Sra. Olea”, dijo, “sólo porque de acuerdo con usted, ‘Toda la gente que no puede dejar de beber es gente que va a las tiendas de licores’, no es necesariamente cierto que ‘Toda la gente que va a las tiendas de licores es gente que no puede dejar de beber’”. — “ Aristeo”, dijo su madre, “eso no es asunto tuyo. Además, estás interrumpiendo”. A pesar de todo, Aristeo adivinó, – por la expresión de su mamá – , que a ella le había agradado lo que había dicho. Así que, sin chistar, tomó un vaso de leche y
se sentó a beberlo, sintiéndose más feliz de lo que se había sentido en mucho tiempo.
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