El Contexto Histórico en Que Vivió Sjbdl
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Sisntesis del contexto social, politico y religioso en que vivio San Juan Bautista de La Salle...
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EL CONTEXTO HISTÓRICO EN QUE VIVIÓ SAN JUAN BAUTISTA DE LA SALLE1 La vida de Juan Bautista de La Salle estuvo encarnada en unas circunstancias muy concretas, como ocurre con cada ser humano; y esas circunstancias influyeron en su persona y en sus obras. Le tocó vivir un momento histórico de grandes contrastes. La Francia del Gran Siglo, donde florecieron personajes de singular importancia para la historia, tanto en los campos de las ciencias y de las artes como en los de la política y de la religión. Su vida coincide casi por completo con co n el reinado de Luis XIV, el rey Sol. La sociedad estaba condicionada por el respeto y la obediencia al monarca como co mo algo indiscutible. indiscutible. Luis XIV fue un monarca en cuya vida y gobierno hubo grandes logros y también grandes lagunas. De éstas, probablemente las principales fueron las frecuentes y numerosas guerras, que consumían los bienes del Estado, es decir, del pueblo. Junto al monarca existía una clase noble, que por prestigio y tradición debía mantener un rango social elevado, que a veces resultaba en extremo costoso. En general la clase noble estaba muy bien considerada y de ella dependían ciertos territorios, en ocasiones muy extensos, y con ellos los habitantes que allí residían. Había también una clase media, constituida, en gran medida, en las ciudades, por personas de estudios y comerciantes. Pero la mayor parte de la población era la clase baja, integrada por artesanos, jornaleros, campesinos, y pequeños tenderos o vendedores, carentes de estudios. Debajo de ellos ellos estaban los pobres de solemnidad, es decir, los mendigos, que al no poseer nada, vivían pidiendo limosna, sobre todo en las ciudades. Juan Bautista vivió estas circunstancias sociales. Él pertenecía a la clase media alta, y su abuelo materno hasta tuvo título de nobleza, que se perdió con el matrimonio de su madre. Pero sin duda, no se perdió p erdió en la familia el estilo y los modales exquisitos propios de la clase noble. La educación2 En la Francia del siglo XVII las opciones que tenían las familias en cuanto a las escuelas para la instrucción de sus hijos a lo que hoy llamaríamos nivel primario, solían ser las “escuelas menores” y las “escuelas “escuelas de caridad” y ninguna de estas ubicadas ubicadas en la aldeas. La enseñanza
no era de forma colectiva y la admisión no debía ser pagada. Esta etapa comprendía entre los seis y nueve años y con contadas excepciones la admisión era exclusiva para varones. Mientras que en las escuelas menores se tenía una instrucción 1
Hermanos de las Escuelas Cristianas (2001), Obras Completas de San Juan Bautista De La Salle. Ediciones Pío X, Madrid, pág. 31
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Cf. GALLLEGO, S. San Juan Bautista de La Salle, I Biografía, BAC, Madrid, 1986 pp. 17-38
relativamente bien estructurada y de calidad (lógicamente por ser paga). Mientras las escuelas de caridad, aunque seguían los mismos módulos que las escuelas menores tenían una asistencia más floja y de menor calidad. Estas escuelas dependían enteramente de las parroquias, y si esta era pobre, ni hablar de tener una escuela. De forma normal, en las escuelas de caridad nadie seguía estudiando entre los ocho y nueve años, esto debido a la situación de pobreza y necesidad que atravesaban la familias, lo que empujaba a que los varones trabajasen desde muy temprana edad para el sostenimiento de la misma. De aquí en adelante los estudios en lo s llamados “colegios” y las “universidades” estaban reservados para aquellas familias que tuvieran cierta posición económica y que les permitiera costear los estudios de sus hijos. No necesariamente eran personas de la nobleza o emparentados con estos, podían ser comerciantes o incluso campesinos que con el esfuerzo colectivo de la familia apoyaba normalmente al primogénito o alguno de los hijos varones que consideraran aptos para estudiar. Los estudios que recibió San Juan Bautista, transcurrieron con relativa calma, en buenas instituciones, lo que lo prepara en las “artes” de su tiempo. Se destaca como un brillante
estudiante, que logra las más altas calificaciones, que incorpora una fidelidad extrema a la forma de vida que decidido llevar y las reglas que cada una de sus etapas formativas le iba imponiendo. Muchos de estos rasgos de sus primeros años los podemos ver posteriormente en las obras que la providencia pone en sus manos. En cuanto a la situación religiosa, la vida de Juan Bautista coincide con siete pontificados: Inocencio X, que murió en 1655, Alejandro VII (1655-1667), Clemente IX (1668-1670), Clemente X (1670-1676), Inocencio XI (1676-1689), Alejandro VIII (1689-1691), Inocencio XII (1691-1700) y Clemente XI, elegido en 1700. Ciertamente esta sucesión de Pontífices tuvo su influencia en Juan Bautista, que profesó toda su vida fidelísima devoción al Papa. Pero, sin duda, lo que más influyó en él fue la educación cristiana que recibió en su hogar y en la escuela, y sobre todo sus vivencias personales cuando se decidió a seguir el estado eclesiástico, recibiendo la tonsura a los 11 años y accediendo al cabildo de la catedral de Reims en 1667, con sólo 15 años. Todas las demás circunstancias que siguieron en el aspecto religioso son como el desarrollo y continuación normal de estas primeras semillas. Desde niño vivió inmerso en el ambiente religioso de los eclesiásticos: estudió con vistas al sacerdocio, se relacionó con numerosos eclesiásticos, eligió a sus directores espirituales entre personas virtuosísimas, recibió el sacerdocio, vivió todos sus años como sacerdote. Y cuando la Providencia le llamó a organizar a unos maestros, que llegarían a formar una comunidad singular y que se constituirán en Instituto religioso, él lo hizo desde su sacerdocio y como respuesta a algo que Dios le pedía.
El fundador 3 El perfil de fundador es, sin duda, el que más nos mueve a reconocer a La Salle como maestro. Considerarlo como "Fundador" equivale a admitir que posee un carisma que le permite descubrir, discernir y valorar aspectos de la realidad que nos toca vivir a nosotros. Empecemos por despejar el primer equívoco: La Salle no es Fundador primeramente porque haya "inventado" una estructura que se llama "Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas". Si fuera así, sólo los Hermanos podrían reconocerlo como Fundador; y sin embargo, hoy, muchas personas -además de los Hermanos- consideran a La Salle, con toda justicia, su "Fundador". Analicemos este "perfil": Dice la Regla actual de los Hermanos: "Impresionado por la situación de abandono de los 'hijos de los artesanos y de los pobres', Juan Bautista de La Salle descubrió, a la luz de la fe, la misión de su Instituto como respuesta concreta a su contemplación del designio salvador de Dios." (R 11 – Edición revisada de 2008, de la regla aprobada en 1987)4.
Primera cosa que nos hace notar: Entre su propia experiencia de fe y la llamada que experimenta por el carisma, hay un fluir continuo. Segundo, el centro de gravedad está, no en el Instituto, sino en la misión. Esta es anterior -en todo sentido- al Instituto.
¿Qué significa ese "descubrimiento de la misión", hecho por Juan Bautista de La Salle?
Está atento a una realidad externa: "la situación de abandono...". Desde una actitud interna: "su contemplación del designio salvador de Dios". Consecuencia: Juan Bautista resulta "impresionado" por aquella realidad, la "descubre" como llamada de Dios y “responde”... Es la acción del Espíritu en Juan
Bautista, a través del carisma que le concede. Es decir, su carisma de Fundador le permite
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RAICES Nuestra Identidad, Botana, A. FSC En la regla 13 de 2015, se le e: “Impresionados por la situación de abandono de los “hijos de los artesanos y de los pobres”, y en respuesta a la contemplación del designio salvífico de Dios, Juan Bautista de La Salle y los primeros Hermanos se asociaron para establecer escuelas cristianas gratuitas. Conjugando la formación cristiana con una enseñanza de calidad, y llevándola a cabo de un modo fraterno, han aportado un servicio importante y necesario a la Iglesia y a la sociedad. Hoy, los Hermanos continúan la misión lasaliana compartiéndola con hombres y mujeres que reconocen la importancia del carisma lasaliano. Viven su misión como testimonio, servicio y comunión. El Instituto se preocup a, en primer lugar, por las necesidades educativas de aquellos a quienes no se reconocen ni su dignidad ni sus derechos fundamentales. En su misión, se compromete a darles la posibilidad de vivir dignamente como hijos e hijas de Dios. El Instituto establece, renueva y diversifica sus obras según las necesidades del Reino de Dios” . 4
1. Descubrir la educación cristiana de los niños, sobre todo de los pobres, como lugar privilegiado de presencia y crecimiento del Reino5. 2. Valorar la dedicación a dicha labor como un ministerio de gran importancia en la Iglesia. Un camino religioso Puede decirse, pues, que la vida de Juan Bautista estuvo toda ella impregnada del sentido y del ambiente religioso, e inserta en lo que era la vida eclesial de su tiempo. En cuanto a la cultura, Juan Bautista estudió la Filosofía y la Teología que le preparaban para el ministerio sacerdotal. Coronó sus estudios con el doctorado en Teología, y por sus escritos se ve que había leído mucho dentro de las diversas ramas teológicas: Sagrada Escritura, Dogmática, Moral, Culto, Espiritualidad, Patrística, Historia de la Iglesia, Vida monástica, etc. Concretamente, cuando llegó el momento de elaborar las Reglas comunes de los Hermanos, leyó, asimiló, consultó y desentrañó varias de las Reglas de algunas Órdenes religiosas existentes. Este estudio se refleja en no pocas líneas de sus escritos. Entre los libros que tenía en su Biblioteca sabemos que estaban los escritos de varios padres y doctores de la Iglesia, y obras muy prestigiosas de teología y de vida espiritual. En sus escritos queda claro que en muchas ocasiones tenía ante los ojos obras de autores que eran muy importantes ya en su época, o que habrían de adquirir prestigio posteriormente. Rasgo llamativo en Juan Bautista es que siempre se atiene a la doctrina segura (su relación de fidelidad con las reglas ya establecidas es herencia de su formación como lo hemos visto con anterioridad). No se siente atraído por novedades, sino por la doctrina tradicional de la Iglesia. En su época hubo, dentro de la Iglesia, doctrinas peligrosas, que originaron tensiones, y que llegaron a ser el problema más serio de la Iglesia de Francia. Fueron, especialmente, las corrientes galicanas y el quietismo; ambas, en algún modo, relacionadas entre sí, pero de contenido distinto. El quietismo atrajo y conquistó a personas de gran prestigio, tanto entre el clero como en la vida religiosa y entre los fieles más cultivados. El problema, y con él las tensiones, duró largo tiempo, pero llegó al punto culminante cuando el Papa Clemente XI promulgó la Bula Unigenitus, condenando 101 proposiciones de Quesnel. El episcopado francés se dividió, y algunos prelados y sacerdotes apelaron a un Concilio, sin someterse a la decisión del Papa. Fue el movimiento de los «apelantes», que tantas luchas sordas, y tantos sinsabores originaron en la vida de Juan Bautista, ya que personas para él muy queridas, se adhirieron al movimiento de los apelantes.
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La regla de 2015, ha enfatizado los aspectos de a quienes están dirigidas las obras: “El Instituto se preocupa, en primer lugar, por las necesidades educativas de aquellos a quienes no se reconocen ni su dignidad ni sus derechos fundamentales” (R13 – 2015 cuarto párrafo).
En cuanto a las corrientes galicanas, consistían en establecer distancias entre la Iglesia de Francia y la Santa Sede. Un alejamiento que, en ocasiones, llevaba visos de escisión o cisma. Juan Bautista de La Salle, como es comprensible, no pudo abstraerse de estos problemas. Pero para él había un principio claro e inconmovible: siempre con la Iglesia, siempre con el romano Pontífice, cabeza visible de la Iglesia. Y este principio lo siguió escrupulosamente a lo largo de su vida, a pesar de las presiones de que fue objeto y a pesar de las dificultades que de ello se derivaron. Situación Económica6 Francia, empobrecida por las guerras de Richelieu y de Mazarino, había empezado a rehacerse bajo la administración de Colbert. Los ingresos de las contribuciones indirectas aumentaban, lo cual prueba que los habitantes consumían más. Esta prosperidad no duró mucho. Ya en 1678, en la paz de Nimega, el embajador de Venecia escribía: «París es una ciudad rica, pero no hay que representarse a Francia según París. Los provincianos están muy empobrecidos por los impuestos y el paso de las tropas». Cuando Colbert, para proporcionarse dinero, estableció tributos del timbre y de tabacos, el pueblo de Burdeos se amotinó y mató a dos funcionarios, Casi toda Bretaña se sublevó. En Rennes, el pueblo saqueó los despachos establecidos para la venta del timbre y el tabaco, gritando: «¡Viva el rey sin edicto!». Campesinos se reunieron en bandas, degollaron a los empleados del tabaco, se apoderaron de un castillo y le demolieron. Se enviaron soldados al país insurrecto, y allí permanecieron algún tiempo, alojándose en las casas de los habitantes, divirtiéndose en robarles, a veces en darles muerte. Muchos campesinos fueron enrodados o ahorcados. El gobernador mandó demoler todo un arrabal de Rennes y prohibió recoger a los moradores, muchos de los cuales perecieron de hambre. Luis XIV gastaba sumas enormes para sus edificaciones de Versalles. Á partir de 1688, sostenía contra Europa entera una guerra que exigía gastos cada vez más cuantiosos. Los protestantes perseguidos huían de Francia, y como muchos eran fabricantes y artesanos, las industrias, sobre todo las pañeras del Mediodía de Francia, quedaron arruinadas con su partida. El déficit aumentó muy rápidamente, y fue tan grande como los ingresos. Cada año se gastaban 200 millones de libras y no ingresaban más que 100. El Gobierno se dio cuenta de que el país se empobrecía, y encargó a los intendentes que hicieran informaciones para averiguar la causa. Una Memoria de 1687 manifiesta que «casi en todas partes el número de familias ha disminuido considerablemente... Se han ido a pedir limosna y han perecido en los hospitales o en otras partes. Ya no se ven casi en las poblaciones pequeñas y en el campo diversiones. En Laval, donde había cinco juegos de pelota, no queda más que uno, que no produce casi nada. Los propietarios no tienen dinero, no dan en dote a sus hijos más que tierras cuyo valor ha bajado mucho. Hay muchos menos alumnos en los colegios, porque las gentes no tienen medio de pagar la escuela a sus hijos. Hay muchas menos gentes que trabajen en las manufacturas». 6
Charles Seignobos (10 de septiembre de 1854 – 24 de abril de 1942) Historiador francés. Historia XVI: Situación material de Francia en tiempo de Luis XIV. https://es.wikisource.org/wiki/Historia_XVI:Situaci%C3%B3n_material_de_Francia_en_tiempo_de_Luis_XIV
Durante la guerra, como no hubiera habido cosecha, se padeció hambre. En el mismo París faltó pan, y el Gobierno mandó hacer distribuciones al pueblo. La multitud se peleaba para coger los panes, y hubieron de custodiar éstos las tropas. Al final de la guerra, los intendentes hicieron una información en todas las provincias. En todas partes se observó que la población había disminuido y se había hecho más pobre. Se daban como razones los impuestos, el alojamiento de las gentes de guerra y la emigración de los protestantes. — En la comarca de Rouen, en 1698, «de 700.000 habitantes no se cuentan 60.000 que tengan siempre pan que comer y que duerman en otra cosa que en paja». — En la de Caen, la población ha disminuido en una mitad. — En el centro de Francia, en el territorio de Moulins, los aldeanos no tienen para comer más que castañas y habas, «negras y de la peor vista». Con la guerra de Sucesión de España, el déficit se hizo mucho mayor, aumentando en siete años 1.300 millones de libras. El pueblo no podía pagar los impuestos, no había quien prestase dinero. Vauban, sorprendido por la pobreza de los campos, escribió entonces su famosa obra El diezmo real. Decía: «Los caminos reales, las calles, los puertos están llenos de mendigos que el hambre hace salir de sus casas... Cerca de la décima parte del pueblo está reducida a la mendicidad y pide limosna. De las otras nueve partes, hay cinco que no pueden socorrer a nadie. De las cuatro restantes, tres están arruinadas por las deudas y los pleitos y la última décima, que comprende toda la nobleza, los altos funcionarios, los comerciantes ricos y los rentistas, no llega a contar 100.000 familias. La causa de esta miseria es la manera como se recauda el impuesto, porque el que podría dedicarse un poco a la industria prefiere estar sin hacer nada, y el campesino, que podría tener algunas vacas o carneros de más, está obligado a privarse de ello, porque si recolectase algo más pagaría mayor tributo». El invierno de 1709, que fue uno de los más fríos del siglo, acabó de determinar el desastre: todos los ríos se helaron, los árboles frutales, las vides, los olivos, perecieron; las siembras se helaron en el suelo; no hubo en absoluto cosecha. Muchas gentes murieron de hambre durante aquel invierno. Cuando terminó, no hubo que comer. Mendigos en tropel fueron a Versalles y sacudieron las rejas del Palacio Real gritando: «¡Pan!» Los mismos criados del rey, que hacía dos años no cobraban su sueldo, pedían limosna. Fenelón escribía en 1710 desde Cambrai, de donde era arzobispo: «El pan falta frecuentemente a los soldados, es casi todo de avena y mal cocido. El ejército apenas puede maniobrar, porque no tiene pan sino para un día. Los aldeanos que han perdido su trigo de primavera, carecen de todo recurso». Añadía: «Los enemigos dicen que el Gobierno de España, tan despreciado, no ha caído nunca tan bajo como el nuestro». Francia, al final del reinado de Luis XIV, estaba arruinada, como España al terminar el reinado de Felipe II. Luis XIV vio morir sucesivamente a todos los miembros de su familia. No le quedaba más que un biznieto de cinco años, que fue Luis XV. Antes de morir le mandó llamar y le dijo:
«He amado con exceso la guerra y las construcciones. No me imitéis, tratad de sostener siempre la paz con vuestros vecinos». Murió a los setenta y siete años (1715). El pueblo recibió con alegría la noticia de su muerte. En el camino que siguió el cortejo para llevar su cadáver de Versalles a Saint-Denis, las gentes, sentadas a las mesas en las tabernas, se regocijaban de ver el fin del reinado. “Impresionados por la situación de abandono de los “hijos de los artesanos y de los pobres”, y en respuesta a la contemplación del designio salvífico de Dios, Juan Bautista de La Salle y los primeros Hermanos se asociaron para establecer escuelas cristianas gratuitas” (R13 – 2015).
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