El Cincel de Dios
December 15, 2023 | Author: Anonymous | Category: N/A
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EL CINCEL DE DIOS Guión original de http://skitguys.com/
PERSONAJES HOMBRE DIOS
HOMBRE: Efesios 2:10 dice que somos el trabajo de Dios, y que somos sus obras maestras. No sé tú, pero cuando me levanto por la mañana y me veo en el espejo, yo no veo una “obra maestra”. Quizás una obra de Picasso. Pero yo quiero ser una obra maestra. Quiero ser todo lo que Dios cuando me creó esperaba que yo fuera. Por eso oro y le digo: “Dios mío, haz lo que tengas que hacer para sacar de mi vida todas esas cosas que no tienen que estar ahí. Moldéame a la imagen de tu hijo, para que pueda ser tu obra maestra.” DIOS. Hola. HOMBRE. ¿Quién eres? DIOS. Soy Dios. HOMBRE. (Ríe.) Tú no eres Dios. DIOS. Sí, acabas de hacer la oración y aquí estoy. HOMBRE. (Sonriendo.) Bueno, si tú eres Dios haz que empiece a nevar. DIOS. Si hiciera nevar, el lugar se volvería asqueroso, y no quisiera que eso pasase. HOMBRE. ¡Ves! Tú no eres Dios (señalándole y sonriendo). DIOS. ¿Por qué dices eso? HOMBRE. Dios no diría “asqueroso”. DIOS. Sí que lo diría, es una palabra que proviene del latín, de escharosus o costra. HOMBRE. Bueno, si tú eres Dios, ¿qué dice Lamentaciones 15:9? DIOS. Lamentaciones es un libro muy corto, solo tiene 5 capítulos. HOMBRE. ¿Por qué tan corto? DIOS. Estaba cansado de lamentarme. HOMBRE. Bueno, si tú eres Dios, dime: ¿quién ganará la liga este año? DIOS. ¿Sabes? No estoy aquí para andarme con jueguecitos. HOMBRE. Sí, que eres Dios. DIOS. ¿Por qué estas tan seguro ahora? HOMBRE. Contestaste a mi pregunta con otra pregunta.
DIOS. ¿De verdad? (Ambos sonríen.) DIOS. Así es, así soy yo. ¿O no?.. (Se ríen). Ponte aquí, vamos a empezar. HOMBRE. ¡Ey! ¿Para qué es esto? DIOS. Estas son las herramientas que usaré para hacer de ti mi obra maestra. HOMBRE. Ah, está bien. ¡Espera! Pensé que eras carpintero. DIOS. Ese es mi hijo. Empecemos, ponte aquí. HOMBRE. ¿Cómo sabrás qué quitar y qué dejar? DIOS. Quitaré todo lo que no venga de Mí, y aliviaré tus cargas. HOMBRE. Hablando de eso, ¿podrías arreglarme esta parte? Es que no he conseguido quitármelo de ninguna manera, lo demás, más o menos, pero aquí… hago algo de ejercicio, vigilo mi dieta, pero esto… (señalando la zona abdominal). DIOS. ¿Vamos a hablar todo el rato o empezamos a trabajar? HOMBRE. De acuerdo, empecemos. DIOS. Allá vamos. Tienes demasiada ira (golpea con el martillo al cincel). HOMBRE. ¡Auhh! DIOS. Orgullo. (Golpea con el martillo al cincel.) HOMBRE. ¡Auhh! DIOS. Te comparas con otros en lugar de conmigo. (Golpea con el martillo al cincel.) HOMBRE. ¡Auhh! DIOS. Eres perezoso. HOMBRE. ¡Auhh! DIOS. Haces creer que siempre estás muy ocupado… Tienes problemas de lujuria. HOMBRE. Tiempo muerto (hace la señal de la T). ¡Yo no tengo problemas de lujuria! DIOS. ¿No tienes? HOMBRE. ¡Claro que no! (Dios le mira fijamente) HOMBRE. Está bien (suspira resignado). Espera un momento, ¿podríamos tomarnos un respiro? Creo que ya me has dejado bastante bien.
DIOS. Sí, estás muy bien pero, ¿qué ves cuando te miras al espejo? HOMBRE. ¡Me veo a mí! DIOS. Entonces debo seguir moldeándote, porque el mundo necesita ver a mi hijo en ti. ¡Sigamos! HOMBRE. Espera un momento, no vayas a tomártelo mal, pero cuando empiezo a parecerme a tu hijo la gente se incomoda conmigo, incluso mis amigos de la iglesia me critican diciendo ¡Uy con el santurrón! DIOS. Estás tratando de ser dios sobre partes de tu vida en lugar de que yo sea Dios sobre toda tu vida. HOMBRE. ¡Yo no dije eso! DIOS. Pero es lo que quisiste decir. HOMBRE. Sí, así es (cabizbajo). Es difícil hablar contigo porque ya sabes lo que pienso. Lo que digo es que ya hiciste tu trabajo, ahora toca descansar. ¡Después seguimos! DIOS. Lo que estás haciendo es muy común y se llama “control” ¿quieres controlar las cosas en tu vida o quieres que siga trabajando? HOMBRE. ¡No, no, moldéame! ¿Puedes moldear lo que yo quiera? DIOS. Eso se llama “control”. Has estado aferrado a esto por mucho tiempo. ¿Listo para esto? HOMBRE. Sí… Eso duele DIOS. A Mí me duele más que a ti. HOMBRE. No creo que entiendas este dolor. DIOS. No me hables de dolor, yo sé todo sobre el dolor. Envié a mi hijo y murió en la cruz por el dolor y el pecado. Y lo hice también para darte libertad. ¿Sabes qué es la locura? Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar diferentes resultados. Y esas son las cosas, que si recuerdas, ya hacías en el instituto y que ahora sigues haciendo pero que no funcionan, cuando estás triste, enfadado, cansado, preocupado… ¡pero no funciona! HOMBRE. Bueno, creo que quizás… DIOS. Yo no pienso así. HOMBRE. Bueno, pero si lo hacemos de otra manera. DIOS. Esa no es mi manera. HOMBRE. Bueno entonces, ¡YO NO PUEDO SER BUENO! DIOS. Yo te creé bueno. ¡Sé bueno! ¿Qué? HOMBRE. Nada DIOS. ¿Qué te pasa? HOMBRE. ¡No lo entenderías! DIOS. “Yo, Dios de todo el universo, no entendería lo que uno de mis hijos tiene que decir”. Pruébame.
HOMBRE. Dios, te he dejado caer tantas veces... DIOS. No... tú nunca me has sostenido. Yo te sostengo a ti con mi victoria, nunca olvides eso. En esta relación yo soy quien te sostiene. HOMBRE. Está bien. Sigue moldeándome. DIOS. Sigamos. HOMBRE. Solo…. Prepárate para lo que vas a encontrar. Porque yo sé quién está dentro de mí. Es que Dios... me levanto todas las mañanas, y me miro en el espejo. (Apuntando al espejo.) Y yo veo un… pequeño niño asustado que se levanta todos los días, y trata de vestirse y actuar como un adulto, ¡pero no puede! Así que prepárate para lo que vas a encontrar dentro de mí. DIOS. Has escuchado durante mucho tiempo palabras que no eran las mías. Tú crees que eres basura, ¿verdad? ¿Realmente crees que eres basura? Escúchame bien, yo no hago basura… ¿Qué diría eso de mí? ¿Cómo puedo mostrarte que mi amor no tiene límites? Ya sé, mete la mano en tu bolsillo. HOMBRE. ¿Qué? DIOS. Mete la mano en tu bolsillo. HOMBRE. ¿Por qué? DIOS. ¿Estás discutiendo conmigo? Mete la mano en el bolsillo. ¿Sabes qué es eso? HOMBRE. Es una página de mi diario de cuando era joven. ¿Cómo la conseguiste? DIOS. ¿HOLA? HOMBRE. Es cierto. DIOS. Léela. HOMBRE. “Te amo, (nombre)” DIOS. Al otro lado. HOMBRE. Lo siento. “Querido Dios: Hoy te he entregado todo lo que tengo y todo lo que soy. Nunca me volveré a aferrar a algo. Tu palabra dice que me harás tu obra maestra y me usarás para hacer grandes cosas. No sé cómo va a ser posible, pero lo deseo con todo mi corazón. Así que por favor, haz lo que sea necesario para hacer de mí lo que tú esperas. Te amo, Dios. DIOS. Yo también te amo (nombre). Te amo mucho, te amo tanto como para dejarte así como estás. Así que esta salvación que tú ya tienes, no dejes que sea solo un sentimiento. Quiero que trabajes en cada detalle de tu vida, y no te compares con los demás porque no tiene sentido. Fuiste una de mis obras maestras, fuiste creado a mi semejanza. No veas esto como una prisión (sosteniendo el martillo y el cincel en la mano) sino como el Padre que instruye a su hijo. El Padre instruyendo al hijo que ama. HOMBRE. Lo sé, pero me dolerá. DIOS. Así es. Te dolerá. Al principio, cuando me dijiste que sí creíste que todo sería muy fácil. Esto no funciona así. Quiero que hagas algo, mira al frente y repite conmigo: “(Nombre) es la obra maestra de Dios”. HOMBRE. (Sin convicción, brazos cruzados.) (Nombre) es la obra maestra de Dios.
DIOS. No, no, no. No en la manera en la que te ves, o en la manera en la que te ven los demás sino en la manera en la que YO te veo. HOMBRE. “(nombre) es la obra maestra de Dios” (Esta vez con convicción). DIOS. Sí, lo eres. HOMBRE. Y tú también lo eres. Dios no crea basura. Tú eres la obra maestra de Dios.
EL TIRO DE GRACIA José Andrés Varela Montenegro
PERSONAJES GRETTEL MAMÁ VERÓNICA VIDA
ESCEARIO: Es muy simple, sólo una silla.
ACCIÓN (Música: La pista Nº 1 del CD El Tiro de Gracia. Deja que corra unos 30 segundos, la baja poco a poco y pone la Nº 2. Cuando llega a veinte segundos enciende la luz Nº 11 poco a poco, y luego la Nº 13. (Las luces se encienden, el escenario está vacío, solo una silla en el centro del escenario.) GRETTEL. (Entra por la izquierda, con un salveque en la mano, su paso es muy apresurado. En su rostro se nota tristeza.)
MAMÁ. (Entra detrás de Grettel muy molesta. Trae un examen en la mano derecha. Está muy enojada.) ¿Qué está pasando, Grettel? ¿Qué significa esto? GRETTEL. Pero es un simple examen mamá, no es el fin del mundo. MAMÁ. (La empuja. Le grita.) ¿Cómo te atreves a responderme con esa insolencia? GRETTEL. (En el suelo.) Mami, no exageremos, que no es una mala nota. MAMÁ. (La levanta muy groseramente del suelo.) ¿Qué no es una mala nota? Mira. (Le enseña el examen.) ¿Qué nota dice que sacaste? GRETTEL. (Con voz temblorosa.) Un ochenta y nueve punto cinco. MAMÁ. (Enojada.) Más alto. GRETTEL. (Respira profundo, tratando de no llorar.) Ochenta y nueve punto cinco. MAMÁ. (La toma del pelo y la levanta.) Que lo digas más duro, que no te escucho. GRETTEL. (Grita.) Ochenta y nueve punto cinco. MAMÁ. (Le da una cachetada.) No seas insolente y no me alces la voz, malcriada. GRETTEL. (Mira a su mamá con odio, mientras se acaricia la cara.) MAMÁ. Y eso no es todo, me llaman del colegio para decirme que te habías peleado con otra compañera. ¿Cuándo te he enseñado a pelear? ¿Cuándo me he puesto a hacer el ridículo dándome de golpes con otra mujer? GRETTEL. ¿Te respondo? MAMÁ. (La amenaza.) No me vuelvas a hablar con esa insolencia, o te pego un manazo y te rompo la boca, malcriada. GRETTEL. (Se sienta en la silla y no dice nada.) MAMÁ. ¿Quiero saber por qué te peleaste en el colegio como una vieja de patio? GRETTEL. (Grettel no dice nada.) MAMÁ. A ver, ¿por qué no me respondes?
GRETTEL. (Sigue callada.) MAMÁ. (Se enoja y la empuja de nuevo.) GRETTEL. (Del empujón se cae de la silla.) MAMÁ. (Le grita.) Que me respondas te dije, o te rompo la boca a manazos hasta que me contestes. GRETTEL. (Poniéndose de pie.) Me dijiste que no te respondiera y ahora me quieres pegar porque no te respondo. Entonces mami, ¿cómo es la cosa? MAMÁ. (Levanta la mano de manera amenazadora.) No me venga con pachucadas que no lo pienso una vez para volarle su buen manazo. GRETTEL. (Retando a su mamá.) Pégueme señora, pégueme, y si puede máteme, que ya no soy su hija, porque usted quiere una hija perfecta. ¿Por qué mejor no se compra un robot y lo programa para que siempre le saque cienes y noventa y cincos; que nunca se enoje, que nunca proteste, que no diga nada cuando usted le pega y quiera defenderse...? MAMÁ. (Le da una cachetada.) GRETTEL. (Sigue hablando.) O mejor se compra un saco de boxeo para que practique, porque resulta que mi cara no es tan resistente como lo es un saco de boxeo, o bien... MAMÁ. (Enojada.) Ya basta, cállese, mocosa, no siga. Está castigada, no me sale en un mes. GRETTEL. Me da igual, nunca salgo porque tengo que pasar clavada en el escritorio para poder traerle sus cienes y noventa y cincos. MAMÁ. (Levanta la mano.) GRETTEL. (La reta.) Sígale, sígale, pégueme, descárguese conmigo, que yo tengo la culpa que papá se haya cansado de sus insolencias, que las vecinas no le hablen por los constantes agarronazos con ellas, sígame pegando. MAMÁ. (Baja la mano.) Ojalá te murieras, mocosa, para que pagues esa insolencia y falta de respeto hacia tu mamá. Que Dios te castigue. GRETTEL. (Recoge el salveque del suelo.) No se preocupe señora, Dios escuchó su petición. MAMÁ. (Molesta.) ¡Uy! mocosa insolente. (Sale por la derecha.) GRETTEL. (Con el salveque muy agarrado. Se sienta en la silla. Mira hacia todos lados. Se escucha el latido de un corazón. Abre el salveque poco a poco, muy despacio, como dudando, con miedo.
Luego mete la mano y busca algo, cuando lo tiene lo saca poco a poco. Saca una pistola. Deja caer el salveque. Mira la pistola y cierra los ojos.) (Música: La pista Nº 3 del CD El Tiro de Gracia. Cuando Grettel abraza la pistola, la baja poco a poco, que quede de fondo.) (Se apagan las luces, y sólo queda un reflector de piso encendido.) VERÓNICA. (Entra por la derecha, vestida con el uniforme del colegio. Le habla a Grettel de manera burlona.) Qué rico que sacaste esa nota para que dejes de jugar de viva con tus cienes. ¿Sabes? Me tienes cansada, sapa modorra, nerda anémica, brocha desmechada. GRETTEL. (Cierra los ojos con más fuerza, y se aferra más a la pistola.) VERÓNICA. ¿Sabes, renerda? Me gustaría verte muerta. Sí, muerta. GRETTEL. (Llora.) VERÓNICA. No te soporto, cada examen que sacas bueno, digo bueno, requete excelente… ¿Sabes? Me revuelve el estómago y deseo con todas mis fuerzas que desaparezcas de este mundo. Le pido a Dios con todas mis fuerzas que te mueras. GRETTEL. (Con los ojos bien cerrados.) No te preocupes, Verónica, tus deseos se van a hacer una realidad. VERÓNICA. (Queda en TOC.) (Música: La pista Nº 4 del CD El Tiro de Gracia. Deja que corra unos 15 segundos y la baja poco a poco, que quede de fondo.) VIDA. (Entra vestida de blanco, saltando muy alegre. Rodea a Grettel.) GRETTEL. (Sigue con los ojos bien cerrados.) VIDA. No dejes que nadie te robe la paz. No busques la salida más difícil. No te equivoques en pensar que lo que vas a hacer es la salida más fácil. Puede ser rápida, pero a la postre será la más dura. Cuando mueres, ya no hay vuelta de hoja. GRETTEL. (Se tira al suelo, y cae de rodillas. Está llorando.) VIDA. Hay otra salida, y la conoces muy bien. Desde que eras una bebé has escuchado quien es la mejor salida, quizá no es la más rápida, pero sí la mejor. Él te está esperando con los brazos abiertos. Escúchalo.
GRETTEL. (Sigue llorando.) VIDA. Como quisiera que me pudieras escuchar, cuantos adolescentes como tú toman la decisión equivocada porque no hay quién les hable. (Mira al cielo.) Haz algo, por favor, no permitas que me destruya, yo quiero seguir acá, quiero vivir. Yo sé que aun no es el tiempo de partir. MAMÁ. (Entra. Le grita a Grettel.) Mocosa insolente, ¿por qué no te mueres? VIDA. No, mamá, no me digas así, por favor. Me hieres. MAMÁ. No sé por qué naciste, en qué estaba pensando yo para querer traerte a este mundo. GRETTEL. (Llora con más fuerza.) VIDA. Porque Dios me tiene entre sus planes, pero por favor, no sigas, que me matas poco a poco. MAMÁ. Ojalá te murieras mocosa, para que pagues esa insolencia e irrespeto hacia tu mamá. Que Dios te castigue. VIDA. (Cae de rodillas.) No, Dios no me quiere castigar, Dios me ama. MAMÁ. (Se queda en TOC.) VERÓNICA. (Sale de su estado en TOC. Le habla a Grettel.) Muérete infeliz, quiero verte muerta porque no te soporto. No soporto que seas inteligente, porque yo no puedo. VIDA. (De rodillas.) Sí, lo eres, eres inteligente, sólo tienes que estudiar y esforzarte, pero por favor, no me maltrates, yo no me quiero ir. (Música: Sube la música.) GRETTEL. (Se incorpora, pero sigue de rodillas. Mira la pistola. En su rostro se ve la tristeza y la desesperación.) VIDA. No, Grettel, no lo hagas, yo quiero seguir acá, por favor, no lo hagas, aún tenemos mucho por delante para seguir juntas. VERÓNICA. Muérete. MAMÁ. (Sale de su estado en TOC.) No te quiero, mejor muérete. (Música: La pista Nº 5 del CD El Tiro de Gracia.) GRETTEL. (Se pone la pistola en la sien derecha, sus manos tiemblan, cierra los ojos.)
MAMÁ. No eres mi hija. Mejor es que te mueras. VERÓNICA. No te soporto, mejor muérete. VIDA. No sigan por favor, se lo pido. (Desesperada.) Si me pudieran escuchar. Está bien que me han maltratado mucho, que me han herido, que me han humillado y ofendido, pero no me quiero ir, quiero seguir acá. MAMÁ. Muérete. VERÓNICA. Muérete. VIDA. ¡No! GRETTEL. (Cierra los ojos con más fuerza y dispara.) (Las luces se apagan de inmediato, escuchándose el disparo. Luego se escucha un corazón palpitando.) (Música: La pista Nº 6 del CD El Tiro de Gracia.)
COMO BUEY AL MATADERO
PERSONAJES DAVID KEVIN SEBASTIAN
ESCENARIO Tres sillas colocadas en el centro del escenario
(Kevin está sentado, hablando con Sebastián.) DAVID. (Entra por la izquierda con un libro en sus manos. Su actitud es muy misteriosa. Se acerca a donde están Kevin y Sebastian.) ¡Ey, miren lo que tengo! (Abre el libro y se lo enseña a los dos.) ¿Qué les parece? Una obra de arte, ¿no lo creen?
KEVIN. (Muy asustado.) ¿Dónde sacaste eso? DAVID. (Sentándose a la par de ellos.) Mi hermano mayor tiene un montón de esas revistas debajo de la cama. SEBASTIAN. (Sigue mirando como atontado el libro.) Vaya, nunca había visto nada igual. KEVIN. Sí, yo tampoco. SEBASTIÁN. ¿Y todo eso es de ella? DAVID. Sí, mi amigo, todo eso es de ella. SEBASTIÁN. (Sin salir de su estado de shock.) Vaya, nunca había visto nada igual. KEVIN. ¿Y tu hermano no se enoja? DAVID. No, porque ni siquiera sabe que la tengo. SEBASTIÁN. (Sigue mirando el libro, le da vuelta y lo pone al revés.) Vaya. KEVIN. Mi hermana tiene un libro parecido a ese y lo único que tiene son números. DAVID. Claro, tonto, ese es un libro de matemáticas; yo lo uso para andar la revista escondida. KEVIN. Ah, ya, con razón... DAVID. (Le quita el libro a Sebastián.) Es más, mi hermano tiene películas que en la portada tienen tres equis rojas. Yo vi una anoche, a escondidas de mis papás y de mi hermano, y estaba buenísima. KEVIN. Pero, ¿no que tus papás son cristianos? DAVID. Sí, pero mi hermano tiene todo escondido y ellos nunca lo han visto. SEBASTIÁN. ¿Y tu hermano no es cierto que toca en el grupo de música? DAVID. Sí, pero igual, tiene todo eso y nadie le dice nada. Es más, una tarde de éstas se fue con unos compañeros par una casa, yo lo vi y me le puse al corte. Cuando llegué a la casa me asomé por una ventana y vi lo de la película pero en vivo y a todo color. KEVIN. (Sorprendido por lo que le dice David. Se pone de pie.) ¡Qué bárbaro! DAVID. (Se pone de pie. Con tono muy cínico.) Sí, bárbaro, buenísimo. KEVIN. No, hombre, qué bárbaro vos poniéndote en esas cosas. DAVID. ¿Qué tiene de malo hacer esas cosas? SEBASTIÁN. (Se pone de pie.) No te acordás lo que cantábamos en la escuelita de la iglesia: cuidado tus manitas lo que tocan, cuidado tus oídos lo que oyen, cuidado tus ojitos lo que ven...
DAVID. Bah, esas bobadas de la escuelita, no sé cómo nos ponían a hacer tanto ridículo. KEVIN. Sebastián tiene razón, David, debes de tener cuidado con lo que ves, o tocas y en donde caminas. DAVID. Ah, ya, déjate de tantas bobadas. SEBASTIÁN. Es que no son bobadas, David. DAVID. Vean, lo único que yo sé es que eso me hace más hombre. KEVIN. ¿Quién te dijo que eso te hace más hombre? DAVID. Mis compañeros me lo dicen. Me dicen que si yo tomo o fumo y veo de estas cosas, (enseñando el libro) me voy a hacer más hombre. SEBASTIÁN. Yo no necesito hacer esas cosas para sentirme hombre, tengo la plena seguridad de que lo soy. KEVIN. Sí, yo también. DAVID. (Burlándose de ellos.) Pobre, ustedes son unos gallinas. SEBASTIAN. (Molesto.) Nosotros no somos gallinas. DAVID. Sí lo son. KEVIN. (Lo empuja. Y trata de pegarle pero Sebastián lo detiene.) Que no somos gallinas. SEBASTIÁN. (Se lleva a Kevin para tratar de calmarlo.) DAVID. (Se pone de pie, se sacude la ropa y recoge el libro. Luego les dice a los dos chicos.) Bueno, si no lo son, los espero en el puente que está antes de la iglesia para ir a la casa donde fueron mi hermano y sus amigos. KEVIN. ¿A qué vamos a ir? DAVID. A hacernos hombres. SEBASTIÁN. Mis papás no me dejan. DAVID. (Hace como gallina.) KEVIN. (Trata de írsele encima, pero Sebastián lo detiene.) Ya te dije que no somos gallinas, y vamos a ir para que lo veas. DAVID. Está bien, ahí los espero, no vayan a faltar. (Sale por la derecha. Mientras camina va haciendo como gallina y burlándose de ellos.) KEVIN. (Le grita a David.) Ya te dije que no somos gallinas.
SEBASTIÁN. (Calmando a Kevin.) Ya, déjalo, no le hagas caso. KEVIN. ¿Qué? ¿Vamos? SEBASTIÁN. ¿Estás loco? Yo no voy. (Se sienta.) KEVIN. ¿Qué quieres? ¿Que David se siga burlando de nosotros? SEBASTIÁN. No. KEVIN. ¿Entonces? SEBASTIÁN. Si nosotros le hacemos caso, entonces se va a dar cuenta que nos puede hacer como le da la gana. KEVIN. Sí, sobre todo. SEBASTIÁN. (Se vuelve a poner de pie.) Mira, Kevin, si vos querés ir, andá, pero yo no pienso ir como un buey cuando lo llevan al matadero. KEVIN. Déjate de decir babosadas. SEBASTIÁN. Yo no estoy diciendo babosadas. Sólo que no pienso hacer algo que vaya en contra de lo que mis papás me han enseñado. KEVIN. Bueno, allá vos, si quieres ser el hazmerreír de todos en el colegio. SEBASTIÁN. No me interesa, sólo me interesa lo que va a decir Dios de mí. KEVIN. (Se queda pensativo.) Tienes razón, la opinión de Dios vale más que la de todos los demás. SEBASTIÁN. Entonces, ¿no vas a ir? KEVIN. No sé, voy a pensarlo. SEBASTIÁN. Bueno, mejor vamos a jugar al futbolín. KEVIN. (Como sin ganas.) Está bien, vamos. (Se apagan las luces. Después de 20 segundos se encienden de nuevo.) DAVID. (Está sentado, esperando que lleguen Kevin y Sebastián. Mira el reloj a cada rato. SE pone de pie, hace como una gallina y camina hacia la derecha, riéndose.) KEVIN. (Entra antes de que David salga.) David. DAVID. (Se vuelve.) Kevin, qué bueno que viniste. ¿Y Sebas? KEVIN. No va a venir. Yo me vine a escondidas de él. DAVID. Pero, ni que fuera tu papá para esconderte de él.
KEVIN. Sí, tienes razón. DAVID. Bien, vamos que se hace tarde. KEVIN. (No muy seguro.) Vamos. (Ambos salen por la derecha. Se escucha una voz en off.) VOZ EN OFF. Como un buey rumbo al matadero, como un ciervo que cae en la trampa y al que luego una flecha le parte el corazón; como un ave que se lanza contra la red, sin saber que eso le va a costar la vida.
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