El Cernícalo pequeño gran halcón

April 11, 2017 | Author: Fernando Monteoliva | Category: N/A
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EL CERNÍCALO

PEQUEÑO GRAN HALCÓN “Guía de adiestramiento del principiante” POR: JUAN SEBASTIÁN DEL FRESNO CONTELL

EL CAMINO DE LA ALTANERÍA “Diario” POR: LIDIA RODRÍGUEZ LÓPEZ

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EL CERNÍCALO PEQUEÑO GRAN HALCÓN

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EL CERNÍCALO “GUÌA DE ADIESTRAMIENTO DEL PRINCIPIANTE” “EL CAMINO DE LA ALTANERÌA”

POR: JUAN SEBASTIÁN DEL FRESNO CONTELL Y LIDIA RODRÍGUEZ LÒPEZ

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A Umbría mi fiel compañera... Juanse

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PRESENTACIÓN

"EL ENCUENTRO" Mi nombre es Juanse y desde hace diecisiete años comparto la vida con una hembra de cernícalo vulgar llamada Umbría “ La vieja Umbría”. Como os podéis imaginar he vivido mil y una aventuras con mi compañera alada. Todo comenzó en el año 1994, concretamente el 8 de febrero de 1994, día en que tras diez meses de interminable espera, Umbría que nacía en Inglaterra llegaba al aeropuerto de Madrid-Barajas. No puedo describir la emoción que sentí en ese momento, aunque creo suponer que todos la habréis sentido en mayor o menor medida con la llegada de vuestro primer pájaro. Recuerdo que al coger la caja de transporte en donde venía ese tesoro tan preciado para mi, miré a través de un agujero respiradero de la misma y por primera vez se cruzaron nuestras miradas. Sentí tal escalofrió que sin poder evitarlo se me saltaron las lágrimas de la emoción. Comenzaba para mi una aventura que me llevaría a descubrir, tantos y tantos secretos que la naturaleza guarda, y que a través de la cetrería puedes llegar a conocer. 9

"PRIMEROS VUELOS"

La primera vez que pesé a Umbría pesaba 273gr, con lo que pude darme cuenta de que era una hembra y muy grande por cierto. Tenía un temperamento muy bravo y me costó conectar con ella, pero el tesón del principiante ilusionado no tiene igual. Estuve lo poco que restaba de temporada y la siguiente volando sin emisor. Aún siento como se me aceleraba el corazón cada vez que Umbría se alejaba más de la cuenta. Con la llegada del emisor fui ganando confianza y empecé a disfrutar mucho más dejándola volar a su antojo. Por aquella época no solía levantar más de tres o cuatro metros del suelo, llamándola al puño, volándola al señuelo o soltándola algún escape. Confieso que con eso ya era verdaderamente feliz, por tener la suerte de poder volar con mi amiga y sentir que el lazo que había entre nosotros comenzaba a crecer, dándome la sensación de que empezaba a surgir un bonito compañerismo. Disfrutaba enormemente estando con ella en el campo, llegando a sentir que podía verlo a través de sus ojos, desvelándome secretos del mismo que yo solo creo que nunca hubiera descubierto. Como digo, creía que era completamente feliz volando con el pájaro a mí alrededor, simplemente llamándole al puño o disfrutando de su compañía, pero un día me mostró lo que era la “Altanería”.

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"LA ALTANERÍA"

Que placer dios mío ver como tu pájaro va escalando el cielo en alas del viento. Podía sentir como nuestro hilo de unión se estiraba, pero sin llegar a romperse. Era así como desaparecían todas y cada una de las preocupaciones que todos cargamos con nosotros y solo existíamos Umbría, yo y un campo infinito puesto allí para nosotros. En esos momentos da la sensación de que el tiempo se ralentiza, todo parece transcurrir a cámara lenta… y como traída por el viento una voz que te dice "AHORA, ES EL MOMENTO" y sin quitar la vista del pájaro, sacas el escape y lo lanzas al cielo. El primer picado fue para mí una de las experiencias más bonitas que he vivido nunca, recordándolo ahora, creo sentir el viento en mi cara a la vez que las imágenes se aceleran por la caída. Verdaderamente no solo fue el primer picado de Umbría sino también el mío. Después de ese primer picado vinieron muchos más, comencé a disfrutar de volar a Umbría como nunca hubiera imaginado. Intenté la caza de pajarillos, pero me di cuenta de que ni Umbría ni yo teníamos los conocimientos necesarios para afrontar este reto con garantías de éxito. Todo se complicaba en demasía, pero era tan grande ya nuestro compañerismo que no me importó reconocer que no podíamos y busqué otros caminos para seguir avanzando.

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"EL PERRO"

Así fue como llegó Alba, una preciosa cachorra de Epagneul bretón. Con Alba se abría todo un abanico de nuevas posibilidades y desde el primer momento dediqué tanta atención a su adiestramiento, como al de Umbría. Cómo me sorprendió Alba, no imaginaba que se pudiera disfrutar tanto enseñando a un perro a ser cetrero. Qué afición, qué instinto, cuánta pasión desbordada por la caza. Era sin duda la compañera ideal para disfrutar del campo. Umbría por su parte no estaba muy contenta con su nuevo compañero de caza pero, poco a poco y gracias a que Alba era muy pequeña cuando llegó, conseguí convencer a Umbría de que Alba no representaba ninguna amenaza, llegando a darse cuenta de que si se lo proponía podía intimidar a Alba recordándola su lugar en el grupo. Cuando Alba terminó su aprendizaje básico, comencé a salir al campo una o dos horas antes a soltar un par de codornices para luego buscarlas con la perra y el pájaro. Qué sensación tan diferente entrar en el campo sin saber si las codornices seguían en la zona o si por el contrario se habrían desplazado. Algunas veces ya no estaban y otras descubría que era el conocido cernícalo zahareño quien había almorzado a mi cuenta, pero si las codornices seguían en los alrededores Alba se encargaba de dar con ellas.

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Ver a Alba quedarse clavada en la muestra y mirar arriba y ver a Umbría esperando en su sitio era verdaderamente precioso y muy emocionante, dándome cuenta que las codornices voladas de esta manera salían mucho más bravas, deparándome lances infinitamente más espectaculares y movidos.

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"LA CAZA"

No sé si recordareis que hace unos cuantos años, de repente, la población de ratones de campo vivió una gran explosión, llegando incluso a comentarse si no habrían sido los ecologistas los responsables de dicha explosión. El caso es que un día mientras estaba volando a Umbría (por aquella época volaba más altanera que nunca), la vi caer en un picado fantástico hasta que desapareció tras una pequeña colina. Sorprendido corrí a su encuentro y lo que encontré me dejó alucinado. Umbría había capturado un gordísimo topillo a la misma puerta de su madriguera. Recogí a Umbría sobre el puño y, mientras llenaba sus oídos con grandes alabanzas, cebé a placer sobre su merecida captura. Todo esto que os cuento hubiera quedado en una simple anécdota (anécdota que a mí me llenaba de orgullo) de no ser por Alba, pues días más tarde, observando a la perra, pude darme cuenta que parecía encontrar los rastros que los ratones dejaban en sus correrías. Comencé a animar a Alba para que persistiera en la búsqueda mientras llevaba a Umbría en el puño y de repente, mientras seguíamos los vientos de la perra, surgió delante de la misma, saltando entre los rastrojos, un pequeño ratoncillo de campo. La aparición del ratón y la salida del puño de Umbría fue todo uno y en un lance precioso de mano por mano Umbría conseguía hacerse con su segundo ratón de campo.

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Cortando por lo sano con la altanería, puse todo mi empeño en la búsqueda de los pequeños roedores. Ver como Alba daba con el paradero de las diminutas presas era un verdadero deleite, llegando incluso a desalojarlos de sus madrigueras escarbando. Se daba el caso de que estábamos en un año excepcionalmente lluvioso y era bajo la intensa lluvia cuando más ratones encontrábamos fuera de sus refugios. Parece ser que con la abundante lluvia las madrigueras quedaban anegadas, no teniendo más remedio que permanecer en la superficie. Tenía la sensación de estar cazando con un azor en miniatura. Los lances eran preciosos, llegando incluso a capturar tres ratones en un mismo día y, con el buche lleno, continuar cazando. Umbría no intentó nunca llevar en mano, sino que al contrario como sabía que la iba a dejar comerse su merecida captura, al ofrecerle el puño saltaba ligera sobre el mismo con el ratón bien cogido entre sus garras.

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Fue una temporada realmente increíble, terminando la misma con 68 ratones capturados en nuestro haber. Lamentablemente no volvió a repetirse esta gran proliferación de ratones en temporadas siguientes, volviendo a dedicarme a las codornices por altanería, eso si, habiendo saboreado el dulce veneno de la caza con este pequeño gran halcón llamado "UMBRÍA". Tan solo me resta comentaros que también he conseguido criar con Umbría desde hace ya unos años y podéis imaginaros la experiencia tan bonita que esto supone, para cualquier cetrero o amante de los animales. Como podéis ver el cernícalo vulgar de vulgar solo tiene inmerecidamente el nombre, pues a mi entender y haciendo justicia a todo lo vivido con este bravo halconcillo debería ser conocido con el nombre de “Cernícalo Real”.

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CARACTERÍSTICAS

EL CERNÍCALO VULGAR El cernícalo común (Falco tinnunculus) es ese pequeño gran halcón que se cruza en nuestras vidas de la manera más variada. Cuantas veces no habré observado algún ejemplar desde el coche, posado en alguna farola o esgrimiendo su más famoso arte de cernirse sobre los barbechos más allá de las cunetas. El cernícalo es el halcón de todos nosotros, sin duda el primero que aprendemos a reconocer y por lo tanto a admirar. En poco tiempo de observación comenzaremos a diferenciar los machos de las hembras. Ellos son los más llamativos, con su cabeza y cola de un precioso gris azulado semejante al de un cielo nublado y el dorso como los arcillosos suelos de los campos de castilla, adornado por pequeñas manchas negras semejantes a gotas de agua y manchas mas grandes con forma de corazón. Cuanto mas viejos son los torzuelos (o machos) más finas y delicadas se vuelven dichas manchas. Si por algo destacan los torzuelos a parte de por su belleza, es por su figura esbelta y su rapidez en vuelo. Esto es debido a su menor corpulencia, ya que los pesos de los machos rondan entre los 135 a los 225 gr. 17

Las primas (o hembras) no son por sus colores apagados menos hermosas. No tienen los grises de los machos y en el dorso tienen manchas más grandes adornando un fondo marrón más discreto. Como es lógico esto tiene una misión bastante clara y extendida en muchas especies, en las que los machos son mas llamativos que las hembras y no es otra que las hembras, al tener que pasar mas rato echadas en el nido y criando a los pollos tienen un mimetismo más marcado que los machos haciéndolas pasar más desapercibidas. Se dan casos de hembras que con los años tienden a tener la cola azulada (como por ejemplo las dos protagonistas de este libro, Umbría y Cisco, madre e hija) pero nunca será tan intenso como el precioso azul que alcanzan los machos. La hembra suele ganar en cuestión de peso al macho ya que puede oscilar entre los 170 y los 270 gr. Destaca también su forma más corpulenta, con la espalda algo más ancha. Esto le hace tener algo menos de agilidad en vuelo. Pero por el contrario dada su mayor corpulencia y peso, sus picados tienen mayor contundencia. Sea como sea, tanto torzuelo como prima ostentan una bravura digna de admiración. Hay otro cernícalo en nuestros campos, el primilla (Falco naumanni), que se puede confundir con el vulgar. Los primillas son algo más pequeños y sobre todo destacan por tener las uñas blancas y por volar muchas veces en grupo cerca de sus colonias de cría. 18

Como decía al inicio y tras conocer un poco la figura de estos halconcillos, es raro mirar a los campos de la península y no ver al valiente cernícalo oteando el herbazal. Lo encontramos a orillas del mar, en los típicos cantiles que adornan nuestra geografía, en cualquiera de nuestras montañas, viviendo incluso en el interior de nuestras ciudades… Se suele decir que es un ave esteparia. Pero si bien prefiere los espacios abiertos, se adapta muy bien a casi todos los hábitats de nuestro país como se suele comprobar si somos un poco observadores. Y esta capacidad le ha servido para ganarse durante su existencia un lugar en Europa, Asia y África con sus diferentes subespecies. El cernícalo es un gran luchador que no se amedrenta ante enemigos o competidores que le superen en tamaño a la hora de defender su territorio. No se libran ni águilas, ni cuervos, ni halcones. Una tarde después de volar a nuestras aves observamos una tremenda persecución de una gavilana tras un cernícalo que poco antes había caído en picado sobre ella para expulsarla de su territorio. Sus ataques llegan a ser furibundos, haciendo pasadas de vértigo a cualquier rapaz que se introduzca en su zona, más si cabe si se trata de la época de cría. No faltan en estos casos los gritos de guerra de este pequeño gladiador que llena el cielo con su canción de lucha. En otras ocasiones ellos mismos son perseguidos y atosigados por las numerosísimas urracas de nuestros campos. Pero rápidamente se zafan de ellas y continúan sus vuelos en busca de posaderos con vecinos menos conflictivos. 19

A finales del invierno empiezan los solitarios cernícalos a buscar pareja. Los machos se pavonean en el cielo para seducir a la hembra con su agilidad y sus capturas. Es entonces cuando, si un intruso osa adentrarse en el territorio, ambos congéneres luchan totalmente coordinados para expulsarlo lejos. Como buen halcón, el cernícalo no construye nido alguno. Si le es posible se aprovecha de nidos abandonados de otras rapaces o córvidos, pero si no siempre encuentra alguna oquedad en un cantil, un edificio e incluso un puente de carretera. Todo es factible para el adaptable y prolífico cernícalo vulgar. La puesta es normalmente de entre 4 y 6 huevo, semejando a joyas pardo moteadas que eclosionan tras un mes de incubación. Pero se han llegado a ver hasta 8 escandalosos pollos demandando fervientemente su comida como enlatados en un pequeño nido. El cernícalo tiene varias maneras de obtener su alimento. Recuerdo una vez en la que Cisco tubo que defender su captura cuando uno de sus congéneres silvestres descendió del cielo para robarle la presa que tenía ya trabada en el suelo. Solo cuando me acercarme corriendo a ellos – para evitar peleas – el cernícalo salvaje salió volando y desistió de su empeño. Como veis, el cernícalo cuando puede es un gran oportunista, además de un incansable oteador que busca el sustento desde el amanecer hasta el anochecer para satisfacer las demandas de un acelerado metabolismo impuesto por su pequeño tamaño. Llegando a ser asombrosa su capacidad de encontrar alimento en la época de cría, cuando la numerosa prole les espera hambrienta en el nido.

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En las campiñas cerealistas, los barbechos y herbazales o los matorrales bajos es común observar al cernícalo cernido, con la cola abierta en abanico y batiendo alas rítmicamente cuando el viento no le ayuda a mantenerse estático en el cielo. Desde allí vigila el más mínimo movimiento o rastro que le indique la presencia de un suculento bocado, que pasa por el topillo o el ratón, lagartijas o avecillas a los abundantes insectos de la primavera y el verano. Es por tanto un gran aliado del campo controlando animales que con facilidad pueden llevar a suponer plagas. Cuando detecta una presa, este halconcillo se deja caer en picado para capturarla (a veces hace un primer amago descendiendo parte de su altura, para volverse a quedar cernido y una vez situada perfectamente la presa, vuelve a dejarse caer en picado). Es común también verles posados en los postes telefónicos o los cables desde los cuales observan el terreno cercano y descubren presas sin el esfuerzo de cernirse. Si tienen la oportunidad de toparse con un grupo de pajarillos debilitados por los rigores del invierno, juveniles inexpertos en la época estival o pájaros distraídos, no dudan en hacer espectaculares persecuciones o empuestas para hacer presa. Otro caso es el de los cernícalos acostumbrados a cazar en nuestros pueblos y ciudades. Es digno de ver como una flecha que cae desde el cielo en un sencillo jardín de ciudad captura al confiado gorrión que picotea en el suelo. Estos halcones urbanos, se convierten en verdaderos especialistas de la caza de pájaros por sorpresa, tapándose con árboles y edificios para que sus presas no adviertan lo que se les viene encima, y sus vuelos de caza son vertiginosos. Casi como una exhalación, pues igual que aparecen se esfuman entre las casas. También se ciernen mucho en la primavera y verano entre los tejados en busca de los inexpertos pollos de los pajarillos de ciudad o incluso llegando a perseguir al atardecer a los ágiles y escurridizos murciélagos. A fuerza de sus virtudes, el cernícalo común se ha ganado no solo su merecido lugar en el difícil teatro de la vida, si no también la fascinación más profunda de todos cuantos llegamos a conocerle.

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EL HERRAMENTAL CETRERO

Antes de pasar al adiestramiento y demás fases que se tratan en esta guía, es de obligado cumplimiento el tratar de los utensilios que nos permitirán manejar y conducir al pájaro en los diferentes momentos del mismo.

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LAS PIHUELAS Son unas pequeñas correitas de cuero que se fijan a los tarsos de la rapaz . El cuero más utilizado para confeccionarlas es la ternera engrasada, cuero este muy liviano y resistente. También tiene buena fama la piel de canguro. Estas correas sirven para sujetar al pájaro, evitando que se nos escape de las manos y desde la antigüedad llevan el nombre de pihuelas. Hay dos modelos de pihuelas que son los más utilizados en la actualidad. Las primeras son las llamadas tradicionales, pues vienen directamente de las utilizadas por los cetreros en la edad media y que incluso mucho antes eran ya utilizadas por los cetreros de la antigüedad para sujetar a sus pájaros. Estas pihuelas están fabricadas de una sola pieza. Las correas de cuero son de aproximadamente 20 cm. de largo y 1 cm. de ancho (estamos hablando por supuesto de pihuelas para cernícalos) a las que como veis en las fotos, se les hace una serie de incisiones - concretamente tres- que nos sirven cada una de ellas para diferentes cometidos.

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Las dos primeras incisiones, que están alojadas en un extremo de la correa, están destinadas a la sujeción de las mismas a los tarsos del pájaro de forma ingeniosa y podríamos decir sencilla - la forma de colocarlas queda explicada en el dibujo adjunto -. La tercera de las incisiones que se efectúa en las pihuelas esta realizada en la parte final de la correita y tiene como misión enganchar a la misma el tornillo de manufactura cetrera, que se usa de quita vueltas para que las correas no se enreden entre ellas.

El otro modelo de pihuelas, de utilización más reciente que las tradicionales, consta de dos elementos y son denominadas aylmeri. Por un lado se fabrica una especie de brazalete - como veis en el dibujo que viene a continuación - que abrazando el tarso del pájaro se cierra por detrás con un broche de cierre fijo.

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Este broche debe ser un ojal a través del cual se meterá la correita propiamente dicha, fabricada de tal forma que en su extremo final termine en un botón que se consigue con un doblez sencillo. El botón sirve de tope, de manera que frene la correita y no permita que salga por el otro lado del ojal. Este tipo de correita por supuesto tiene también una incisión al final de la misma para poder sujetar el tornillo.

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EL TORNILLO El tornillo es un elemento que cumple las funciones de evitar que el pájaro, en sus debatidas, enrede las correas entre si - cosa esta bastante peligrosa pues deja al pájaro impedido de realizar cualquier movimiento - y su otra función es la de unir las pihuelas a la lonja - correa esta más larga que es atada al guante o al banco donde se depositará el pájaro. El tornillo, como todos los herramentales utilizados en cetrería, debería ser de manufactura cetrera, de forma que sus medidas y características estén pensadas para el fin concreto al que nos hemos referido. En su defecto nos puede servir un quita vueltas tradicional que se utiliza mayormente para la pesca, aunque como es lógico estos no están fabricados para utilizarlos con las rapaces de cetrería y por esta razón no son en ocasiones tan fiables, ni en cuanto a su resistencia, ni en la misión concreta que tienen que cumplir. Por lo tanto lo recomendable es que tratemos de conseguir uno de manufactura cetrera como los que se muestran en la siguiente fotografía.

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LA LONJA

La lonja es una correa más larga y gruesa (también se suele utilizar la misma ternera engrasada que para las pihuelas pero de mayor grosor), de aproximadamente metro y medio de largo, y que cumple la misión de atar el pájaro al guante o a cualquier otro sitio donde tenga que permanecer atado. Desde hace algún tiempo se viene utilizando también cuerdas del tipo de escalada, pero como es lógico en el caso que nos ocupa con el cernícalo, de un grosor bastante menor, pues el cernícalo pesa muy poco y por lo tanto no ejercerá excesiva fuerza al tirar de la misma. Estos cordones dan también muy buenos resultados, aunque en mi opinión pierden algo de ese aire tradicional que tienen todos los utensilios de manufactura cetrera. Para atar el pájaro al guante o a cualquier otro lugar donde queramos que permanezca se utiliza un nudo que lleva el nombre de nudo cetrero. Este es un nudo muy resistente que tiene la particularidad de que se realiza con una sola mano, pues tenéis que tener presente que al llevar el pájaro en una de vuestras manos tan solo dispondremos de la otra para hacer nudos y muchas otras cosas, que os tendréis que acostumbrar a hacer con la mano libre. 28

Con el tiempo este nudo del que os hablo será realizado por el cetrero con toda facilidad y naturalidad, pues precede a todos los momentos que pasamos con nuestros pájaros. En el dibujo que se muestra a continuación podéis ver como se realiza.

NUDO CETRERO 29

EL GUANTE O LÚA La lúa, es el guante que protege la mano del cetrero de las garras de la rapaz mientras permanece en el puño. En el caso que nos ocupa, este debe ser de un cuero bastante fino, de forma que prime el tacto que tengamos con el puesto al grosor del mismo, pues el cernícalo no tiene garras lo suficientemente poderosas como para que tengamos que protegernos más allá de una fina capa de cuero. Como siempre, recomiendo lúas o guantes de fabricación cetrera. Creo que es algo que no deberíamos perder pues no cabe duda que realizamos una actividad que consta de una tradición muy larga y elaborada. Por lo tanto el guante será de cuero también, inspirado en los patrones más utilizados en la larga vida de la cetrería. Es importante que procuréis mantener la limpieza del mismo, limpiándolo a diario con un cepillito de raíces, pues el guante y el señuelo, al ser donde el pájaro recibe su comida, de no limpiarlos a diario acaban deteriorándose y convirtiéndose en una fuente de bacterias que podrían llegar a ser peligrosas para el pájaro. Esto que os digo debe convertirse en una rutina que os llevara apenas un par de minutos. Cada vez que cebéis al pájaro en cualquiera de ellos, se le dará un nuevo repaso con dicho cepillo y así conseguiréis que estos elementos tan conocidos y preciados por vuestro pájaro os duren muchísimo más tiempo del que durarían sin duda sin hacerlo.

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LA CAPERUZA

La caperuza es una cofia de cuero, cual gorrito, que se pone en la cabeza de la rapaz con la misión de privarla de la vista, consiguiendo de esta forma que el pájaro se mantenga quieto y más o menos tranquilo, puesto que las rapaces, al igual que el propio hombre, son animales de cerebro óptico. Al privar a los pájaros de la vista se mantienen quietos, sin que se asusten de todos los elementos de nuestra ajetreada vida diaria, evitando que se estresen innecesariamente con cosas que no entienden y que podrían causar graves daños en el pájaro, provocándoles un estrés que en ocasiones puede llegar a ser mortal. La caperuza se utiliza mayormente en los primeros momentos del amansamiento, en caso de que el pájaro sea tan nervioso y asustadizo que no pueda estar en nuestra presencia sin debatirse y asustarse. Después de esta fase del amansamiento, cumple la función de mantener al pájaro tranquilo en los desplazamientos que tengamos que hacer con él para llevarle por ejemplo a volar al campo, manteniéndole calmado mientras esperamos el momento en que queramos comenzar con la lección o cualquier otro cometido que queramos llevar a cabo. Así posibilitamos que el pájaro se mantenga mentalmente estable y no nervioso como sin duda estaría si pudiera estar viendo las cosas que ocurren a su alrededor.

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Con la caperuza quisiera ser más pesado si cabe en que la misma sea realizada por un maestro artesano y que, si bien nosotros vayamos practicando para confeccionar nuestras propias caperuzas, las primeras que utilicemos para nuestro nuevo pájaro estén hechas de forma que nos aseguremos de que no molestan al pájaro rozándole en los ojos o en cualquier otra parte, evitando crear resabios innecesarios y totalmente contraproducentes en estas primeras fases a las que hago referencia, como es el amansamiento propiamente dicho.

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LOS CASCABELES Como no, estos utilísimos elementos están hechos por las manos expertas de los magníficos artesanos cetreros que tenemos la fortuna de contar entre nosotros. Los cascabeles cumplen mil y una funciones, siendo la principal la de ubicar al pájaro mientras vuela en la espesura o en la distancia y no nos es posible verle directamente. El sonido de los cascabeles viene a ser para el cetrero la música que ameniza todos los momentos tan intensos que pasa con su pájaro en el campo. El sonido de los mismos viene marcado por la diferencia de que uno sonará más agudo y otro más grave, se dice que deben ser “Bordón” y “Prima”. Esta diferencia de sonidos hace que aumente considerablemente la distancia a la cual el sonido se hace audible. Por la música de los cascabeles, el cetrero con experiencia podrá ser capaz de ver, a través de las variaciones del sonido mientras el pájaro vuela, ese lance que por ejemplo transcurre fuera de su vista, llegando a leer en el sonido de los mismos las fintas y regates del pájaro tras de su presa. Como digo la principal misión es la de ubicar al pájaro que sabemos que anda cerca pero que no somos capaces de descubrir gracias a su marcado mimetismo. Pero también cumplen otras misiones, como podría ser el saber como se encuentran nuestros pájaros por ejemplo cuando están en sus bancos enjardinados, advirtiéndonos con su sonido de cualquier peligro que pueda molestarles, con lo que los cascabeles nos avisarían de que algo esta perturbando al pájaro, provocando sus debatidas.

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Normalmente los pájaros que permanecen en sus mudas son despojados de ellos (podrían hacerse daño o engancharse al picarlos) y no los vuelven a portar hasta que no salen de nuevo al campo, donde nos volverán a servir para saber que el pájaro esta tranquilo en los desplazamientos y para seguir sus evoluciones en el campo.

En el campo lo normal será ponerle tan solo uno en una pata y en la otra le pondríamos el emisor de contar con él, para evitar sobrecargar al pájaro que ya lleva sobre peso con tanto artilugio. Los cascabeles van atados a los tarsos del pájaro con unos pequeños correones confeccionados también en cuero, como podéis ver en el dibujo.

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EL SEÑUELO El señuelo es un armadijo hecho de cuero en cuyo interior meteremos esparto o cualquier elemento de relleno que nos sirva para que coja forma, procurando que no sea material duro que pudiera lastimar al pájaro en caso de chocar contra él mientras lo volteamos al llamarle. El mismo lleva unas correitas en los dos lados, en las cuales ataremos la comida. El señuelo se podría decir que es uno de los utensilios más importantes dentro de que lógicamente todos son importantes -, pues será el principal estímulo que nos devolverá al pájaro siempre que sea necesario hacerlo y estando a la distancia que este, mientras sea capaz de descubrirlo con su poderosa vista en el horizonte. El señuelo siempre significará para el pájaro comida abundante y segura, por lo tanto como digo será el estímulo “correcto” más poderoso para recuperar al pájaro mientras se encuentra libre. Este utensilio, junto con las pihuelas, es de los de más fácil manufactura y por lo tanto el cetrero aprendiz puede confeccionarlos el mismo. Al señuelo se le pondrá una lonja a través de un ojal para poder voltearlo, por otro lado esta lonja nos servirá de repuesto en caso de perder en las carreras por el campo la que le ponemos al pájaro.

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EL SILBATO El silbato es un elemento que como es lógico se utiliza para llamar al pájaro cuando queremos que acuda a nosotros. El silbato no tiene por que ser propiamente dicho un silbato, unos preferirán utilizar el silbido, si saben producir este con potencia, o incluso habrá quien no utilice ningún tipo de silbido y se limite a llamarle a viva voz. El silbato o cualquier tipo de llamada que en lo sucesivo utilizaremos para llamar al pájaro debe implantarse en el cerebro del pájaro desde las primeras lecciones en las que empecemos a llamarle al puño y después cuando le introducimos al señuelo, de forma que sirva de estímulo y el pájaro lo reconozca como el preámbulo de la comida. Lo utilizaremos cuando llamemos al pájaro haciéndolo sonar una primera vez en la propia llamada y otra vez cuando ya esta en el puño comenzando a comer. Si vemos que no le asusta el sonido, en las demás lecciones también reforzaremos el estímulo haciéndolo sonar mientras se acerca volando y de nuevo cuando esta comiendo. Con la llamada al señuelo haremos de igual forma. Es importante recordar que si hemos acostumbrado al pájaro al sonido del silbato deberíamos tener cuidado de no olvidarlo en casa, por ejemplo con las prisas por salir a volar, - cosa que ocurre en muchas ocasiones - por lo cual yo particularmente que tengo un silbido muy potente no utilizo el silbato y de esta forma no me lo olvido nunca, pues el silbato va siempre conmigo.

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EL MORRAL

En los morrales utilizados en cetrería se podría decir que encontraremos la mayor variedad de tipos diferentes de los mismos. El morral debería permitir al cetrero llevar guardados los elementos que utilizaremos con el pájaro y los recambios que pudiera ser necesario utilizar en caso de perdida de alguno de ellos. Estos elementos son: el señuelo, un tornillo de recambio, unas pihuelas de recambio, un pequeño cuchillito que nos pueda facilitar rematar a las posibles presas evitando sufrimientos innecesarios, la lonja de recambio… Un trozo de cuerda fino de unos dos metros también puede sernos de utilidad en el caso de que el pájaro, reticente a acudir a nuestra llamada por estar falto de hambre o por haberse alejado asustado por algún elemento extraño, no quiera venir al señuelo y tenga que utilizarse un señuelo vivo para reclamar más su atención, pudiendo atar dicha cuerda a una extremidad de este señuelo viviente de forma que podamos soltarlo de manera controlada para atraer la atención de nuestro pájaro asustado o desganado. Es recomendable llevar una caperuza de repuesto por si la moscas y también debería tener sitio para llevar un escape (una presa viva), tanto si lo utilizamos para el vuelo del día o como último recurso a la hora de recuperar a un pájaro extraviado. Por supuesto debe llevarse la comida que le daremos al pájaro y que, independientemente de si vamos a cazar o no, deberemos llevar en buena cantidad por si se nos estropea algún trozo, cayéndose en la tierra o perdiendo el que llevamos atado en el señuelo al salir disparado al voltearlo sin que nos demos cuenta. 37

Y por último deberían llevarse los permisos y documentación del propio pájaro. Como podéis comprobar, en principio se deben llevar bastantes cosas, aunque luego cada uno decida llevar más o menos de las comentadas. Por lo tanto el ingenio del cetrero a la hora de confeccionar dicho morral no tiene límites. Algunos llevan un tipo de chaleco parecido a los que se utilizan en la caza y que tienen todo tipo de bolsillos para las diferentes cosas. Otros se decantaran más por la tradición cetrera y llevaran grandes morrales que cuelgan de un hombro para descansar en un costado -estos últimos no hay que negar que tienen una tradición y un aire que huele a cetrería, aunque a la hora de la verdad puedan ser un poco incómodos, pues en las carreras que todo cetrero tiene que dar en muchas ocasiones tras de su pájaro este tipo de morral suele ser un poco molesto porque se bambolea molestando al cetrero.

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Yo particularmente utilizo el morral de cinturón y, para poder llevar todo lo necesario, uso diferentes compartimentos que reparto a lo largo del cinturón. Como podéis ver en la foto, tengo un primer morral en el que llevo el señuelo y los recambios además de la comida del día para el pájaro, otro pequeño compartimiento me sirve para guardar la caperuza una vez que se la quito al pájaro, también llevo el cuchillito al que hacia referencia, también un carnero donde llevo comida troceada en pequeñas picadas que luego iré dando al pájaro según se desarrollen los vuelos y por último un compartimiento donde guardo el escape que siempre me acompaña como último reclamo.

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EL FIADOR El fiador es un largo cordel que nos servirá para atarlo al tornillo que va unido a las pihuelas del pájaro en las primeras lecciones que demos al aire libre, de forma que evitamos que el pájaro pueda escapar volando al no estar entrenado ni correctamente adiestrado. El fiador debe ser de un material fuerte pero liviano, pues el pájaro tendrá que tener fuerza suficiente para arrastrarlo. Para evitar que el fiador se enrede con las hierbas y las matas del campo yo utilizo un sistema denominado “Trole” que después en el apartado correspondiente del adiestramiento explicaré con fotos para que no haya ninguna duda. Este sistema del que os hablo lo llevo utilizando desde hace muchos años dándome un resultado excelente. En cualquier caso el fiador debe ser una cuerda de larga longitud, pues nos servirá para volar al pájaro a distancias que pueden superar los 50, 80 y hasta 100 m. Es sumamente importante que pongamos muchísimo cuidado con los nudos que realicemos para atar el fiador al pájaro y al sitio donde lo atemos en su otro extremo. Cuántos pájaros se habrán perdido por un mal nudo del fiador o por una rotura del mismo... se deben tener todas las precauciones al utilizarlo de forma que no nos llevemos una sorpresa tan desagradable.

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POSADEROS Los bancos son los posaderos que utilizaremos para dejar al pájaro cuando este reposando, por ejemplo, en el campo después de los vuelos, para enjardinarlos en casa o simplemente tenerlo dentro de casa, si no disponemos de una muda donde dejar al pájaro descansar. Los posaderos pueden ser de muy diferentes formas, siendo los más utilizados los bancos y los arcos (de los cuales incluyo fotografías). Lo que tenemos que tener en cuenta a la hora de fabricarnos un banco o comprarlo es que tengan una base muy estable para los diferentes terrenos en los que los utilicemos. Unos están pensados para el campo, de manera que suelen estar provistos de fuertes pinchos que clavaremos en el suelo. Otros son para superficies duras, como por ejemplo los utilizados para el interior de las casas, y se busca que tengan buena base y que sean pesados para que el pájaro no los arrastre en sus debatidas.

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Sea cual fuere el sistema por el que nos decantemos, se debe buscar ante todo la seguridad del pájaro y deben ser sencillos, sin aristas que puedan dañar o enredar al pájaro y que no sean muy altos, de forma que el pájaro en caso de llegar a enredarse no quede nunca colgado del mismo sin posibilidad de llegar al suelo, pues moriría rápidamente. Los bancos son los más utilizados con los halcones y tienen una superficie plana y lisa. Se debe mirar que tengan la anchura suficiente para que el pájaro no pueda engancharse con las pihuelas pasando una pata por un lado y la otra por el otro, deben ser mayores que la distancia existente entre una pihuela y la otra. Todos los diferentes tipos de posaderos tienen que estar recubiertos de césped artificial, astroturf o de cualquier otro elemento que no dañe al pájaro pues tendrá que permanecer, en ocasiones, mucho tiempo sobre el mismo.

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LA BÁSCULA La báscula es un instrumento se podría decir indispensable para la cetrería moderna. Antiguamente no existían estas básculas tan precisas y cómodas. Los cetreros tenían que guiarse por el tacto del pecho de los pájaros y sobre todo por el comportamiento de los mismos. En la cetrería moderna debemos utilizar también los métodos usados en la antigüedad pero con la diferencia de que la báscula nos dará un valor en el que apoyar nuestras apreciaciones. La báscula que debemos utilizar para el cernícalo o las rapaces pequeñas en general, debe pesar de gramo en gramo para poder llevar un control lo más preciso posible del peso.

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Los pájaros deben ser pesados a diario en la época de vuelo y siempre a una misma hora antes de comer para poder apreciar como le ha afectado en el peso la comida dada el día anterior. Puede ser recomendable, sobre todo cuando no se tiene mucha experiencia, el pesar al pájaro también después de comer para saber cuanta comida le hemos suministrado y tener una idea más precisa de cómo le afecta la misma. Como digo, la báscula debe cumplir la misión de ponerle cifras al comportamiento del pájaro, de manera que podamos comprobar como responde en los diferentes pesos que iremos probando a lo largo del adiestramiento. Es importante comprender que un pájaro que esta en periodo de amansamiento, y por lo tanto que no tiene un alto grado de confianza hacia el cetrero, necesitara de un temple más recio y riguroso que un pájaro que esta volando y que conoce y confía en el cetrero, sobre todo al ir mecanizándose por la rutina de las lecciones diarias. Según vaya aumentando la confianza del pájaro y el trabajo realizado por el mismo el peso debe ir aumentando, de forma que el pájaro tenga un mayor aporte alimenticio acorde con el gasto de energía que poco a poco ira aumentando mientras el pájaro va ganando músculo y fuerza con el ejercicio diario. El indicativo de que el aumento de peso es el correcto lo marcará por supuesto el pájaro con su comportamiento, de manera que al ir subiendo poco a poco el peso el pájaro podrá contrarrestar, correctamente, el incremento en el consumo de energía que le supondrá el ir manteniéndose cada vez más en el aire, mientras las lecciones diarias se van alargando.

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LA TELEMETRÍA La telemetría es sin duda una de las mejores aportaciones que la tecnología ha tenido a bien el regalarnos a los cetreros (aunque no te la regalan precisamente). La telemetría consta de dos aparatos, uno que emite una señal y otro que la recibe, lógicamente el aparato que manda la señal lo llevará el pájaro consigo y el que la recibe lo llevará el cetrero. Han acaecido muchos avances en este campo en los últimos tiempos y cada vez se fabrican aparatos más precisos y sobre todo más ligeros. Es debate muy común la necesidad o no de la telemetría con el cernícalo. Yo no voy a entrar en ese debate, lo que si os diré es que cuando uno pasa tanto tiempo intentando conseguir que el pájaro entienda en que se basa nuestra relación y, por encima de todo, cuando uno empieza a comprender lo que supone el pájaro para nosotros en términos afectivos, creo que no hay cosa mejor que se pueda hacer por la propia seguridad del pájaro que hacernos con uno de estos aparatos, que nos deberían permitir tener una relación con nuestro pájaro larga y fructífera. Como os digo, el emisor es el que llevará el pájaro y tiene un tamaño muy reducido, pensado para molestar lo menos posible a este en sus evoluciones. Se suele colocar en un tarso del pájaro con un correón como el utilizado para los cascabeles o también es muy común el que se coloque por mediación de un enganche en forma de clip en la cola del pájaro - este último sistema pensado para intentar evitar en lo posible que la antena que irremediablemente tiene que llevar el aparato emisor pueda engancharse en algún elemento del entorno y por lo tanto pudiera llegar a ser peligroso para el pájaro si lo llevara en la pata.

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Este sistema tiene un único problema y es que el cernícalo, dado su pequeño tamaño, tiene unas plumas muy finas y frágiles, lo que dificulta un poco el utilizar dicho sistema sin que suframos a lo largo de la temporada la rotura de alguna pluma, por la manipulación que debemos llevar a cabo al quitárselo y ponérselo a diario. Este emisor como os digo manda una señal que puede ser recogida por el receptor a grandes distancias (hay aparatos de los que dicen que alcanzan más de 50 kilómetros, dependiendo un poco de la ondulación de terreno y demás elementos) y a través de dicha señal, podremos ir a la búsqueda de nuestro pájaro, en la mayoría de las ocasiones con una precisión asombrosa. De cualquier forma la telemetría no asegura al cien por cien el recuperar un pájaro perdido y por lo tanto el cetrero no debe nunca bajar la guardia, ni jugarse el pájaro en situaciones complicadas y peligrosas. No puedo dejar de escribir sobre la telemetría sin imaginarme que hubieran dicho nuestros admirados maestros de la antigüedad de haber podido disponer de un aparato tan sumamente útil. Sin duda la sonrisa de alegría que les provocaría el saber que podrían ir a la búsqueda de sus más queridos pájaros cuando se extraviaran sería, por si sola, algo digno de contemplar.

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LA CÁMARA DE MUDA Cámara de muda se denomina al habitáculo preparado para el pájaro en donde vivirá mientras no tiene que estar volando o con su maestro. El término en realidad viene de la antigüedad y se refiere a la cámara donde todos los años se deja al pájaro en soledad y tranquilidad para que mude las plumas. Esto sigue siendo así, pero también se viene utilizando la cámara de muda para la permanencia continuada del pájaro en ella, siendo en muchos casos - si se dispone del espacio necesario para ello - la forma preferida por muchos cetreros para tener al pájaro, estando este en su interior en libertad y no atado como debe permanecer en caso de estar en un banco o una “alcándara” (que es una especie de banco alto en el que se depositan a los pájaros para su permanecía, estando provista esta de una malla para que el pájaro pueda agarrarse y alzarse en caso de quedar colgado en una debatida). Las mudas pueden ser de muy variadas dimensiones, tantas como diferencias de espacio de las que dispongan los cetreros para prepararles a sus pájaros. Las hay desde varios metros cuadrados hasta las de metro escaso. Es muy común que el cetrero principiante, en su afán de que el pájaro este los mas cómodo posible en su interior, tienda a recargar de posaderos el interior de la muda, pudiendo llegar a ser peligroso, pues el pájaro en sus debatidas o pequeños vuelos por la misma puede golpearse con ellos llegando a estropearse el plumaje o incluso haciéndose daño por los golpes.

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También deben de estar provistas de un cuenco con agua donde pueda beber y bañarse y en el caso concreto del cernícalo se debería poner también un cuenco con tierra fina de forma que el pájaro pueda darse también los baños de tierra de los que tanto gusta. El cernícalo, como buena ave esteparia que es, gusta de este tipo de baños, pues en un medio tan hostil y falto de agua como suelen ser las estepas dichos baños cumplen la misión de limpiarles el plumaje de la misma manera que los gorriones de la gran ciudad hacen para su limpieza. De cualquier forma, este espacio destinado al pájaro siempre será útil para permitirle al mismo descansar y sentirse protegido entre sus paredes del ajetreo diario que la vida moderna provoca. Es recomendable también que una parte de la muda reciba los beneficiosos rayos de la luz solar, pero siempre contando con que a su vez dispongan en todo momento de una zona resguardada de dicha luz, de forma que el pájaro pueda permanecer expuesto a ella o no a su conveniencia.

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“NOCIONES BÁSICAS DE ALIMENTACIÓN”

Como dice el título de este capítulo, lo que pretendo es daros unas nociones básicas de alimentación - que comen, como preparar la comida o que cuidados debemos tener al alimentar a nuestros pájaros -. Para empezar trataremos sobre cual es la comida que debemos dar a nuestro cernícalo. El cernícalo, en su condición de pequeña rapaz y por lo tanto de metabolismo bastante acelerado, requiere de una alimentación nutritiva y lo más fresca posible. Para esto que os comento, creo que la comida que nos será mas fácil de conseguir y que cumple los requisitos y necesidades del pájaro es, sin duda, la codorniz. La codorniz la podemos encontrar de diferentes formas. Unas las encontraremos en granjas de cría y por lo tanto tendremos posibilidad de comprarlas vivas. Otras las encontraremos en pollerías y establecimientos similares para el consumo humano y las compraremos muertas y desplumadas, además de prácticamente desangradas. Los dos tipos de codorniz pueden servirnos de alimento para nuestros cernícalos, aunque como es lógico las que compremos vivas siempre tendrán mayores aportes energéticos y vitamínicos. La codorniz recién sacrificada conserva sus fluidos y aparte de ser mucho más sabrosa para nuestros pájaros les proveerá de una alimentación mucho más equilibrada.

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“LA CODORNIZ” A la hora de dar una de estas codornices a una rapaz debemos tener en cuenta una serie de precauciones. La principal es la observación del ejemplar que vamos a sacrificar, comprobando que se mantiene en buenas condiciones físicas y que no apreciamos ningún síntoma alarmante como puede ser delgadez extrema o falta de viveza y vitalidad. Nunca, repito nunca alimentaremos a ninguna rapaz con un animal en el que apreciemos síntomas de adormecimiento injustificado, plumaje erizado o debilidad muy acusada, ya que la mayoría de los casos de enfermedad en los animales destinados a la alimentación vienen acompañados de alguno de estos síntomas. A la hora de comprar animales para la alimentación de las rapaces, lo que debemos mirar a ser posible son las condiciones en las que han sido criadas dichas piezas o la seriedad con que trabaja el sitio en el que las compremos, para asegurarnos de que todo esta más o menos controlado. Una vez sacrificadas las piezas podemos proceder a congelarlas troceando las mismas de forma que a la hora de descongelarlas podamos hacerlo únicamente con la cantidad que vayamos a suministrar ese día al pájaro y que no nos sobre nada, pues la comida descongelada debe ser desechada pasadas 24 horas de su descongelación. El motivo de congelar la carne que le daremos al pájaro es porque al hacerlo muchas de las bacterias y agentes infecciosos que puedan tener dichas piezas mueren. Yo personalmente no suelo congelar la comida que le doy a mis pájaros, pues prefiero dárselas lo más frescas posible de manera que no pierdan los nutrientes que en el proceso de congelación es inevitable que pierdan. Desde hace muchos años compro las codornices a un mismo proveedor y nunca he tenido problemas de salud con mis pájaros, dándome la confianza necesaria para procurárselas recién sacrificadas.

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A la hora de preparar las codornices sigo un proceso de limpieza que detallo a continuación: Primeramente y tras el sacrificio, hago una incisión en el bajo vientre de la codorniz y extraigo todo el tracto intestinal, pues es hay donde más elementos perjudiciales podemos encontrar.

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Seguidamente abro con unas tijeras el pecho de la codorniz por la mitad y retiro los conductos de la traquea, los tubos del esófago que van desde el pico hasta el corazón y la molleja respectivamente. En el proceso corto también el pico, pues el mismo es materia indigerible para el pájaro y podría causarle daños a la hora de tragárselo o en el propio buche.

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El corazón y los higaditos los dejaremos pues tienen muchas vitaminas que le vendrán bien al pájaro. Ahora que tenemos la codorniz abierta comprobaremos que todo parece correcto y que no nos encontramos con partes del interior que pudieran estar afectadas por algún mal, viendo que no haya durezas, bultos o secreciones sospechosas. En caso de encontrar algo fuera de lo normal desecharemos inmediatamente la comida y la sustituiremos por otra. Las patas – solo las manos - son otra de las partes desechables de la codorniz, pues al estar en contacto con los suelos de las jaulas tienen mucha suciedad y podrían contaminar a nuestro pájaro. Seguidamente troceamos la codorniz de forma que cada parte corresponda a la gorga diaria del pájaro. Normalmente un cernícalo viene a consumir entre 20 o 30 gramos diarios de comida, dependiendo por supuesto del ejercicio diario que realice o de las condiciones ambientales del momento - léase frió o calor -, pues según sea el caso el pájaro necesitará mayor o menor cantidad de comida. Esto intentaré explicároslo un poco más detenidamente en un apartado referente al peso y al temple del pájaro.

“Despiece de codorniz de engorde” 53

“RATONES” Otra comida muy recomendable para nuestros cernícalos son los ratones. Los cernícalos en la naturaleza se alimentan de gran cantidad de estos pequeños roedores y por lo tanto serán una comida excelente para nuestros pájaros. Se suelen utilizar los ratones de laboratorio, criados en cautividad y muy utilizados para la alimentación de otros animales carnívoros. Se debe evitar dar ratones silvestres a nuestros pájaros cuando estos provengan de zonas cercanas a enclaves humanos puesto que podrían haber injerido algún tipo de veneno o similar, muy utilizado para controlar a tales animales. A estos ratones les quitaremos también el tracto intestinal, aunque en este caso no sea tan necesario el hacerlo pues no debería causar ningún problema que nuestro pájaro ingiriera estos órganos.

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“POLLITOS” Otro de los alimentos que más se vienen utilizando para alimentar a las rapaces son los pollitos de un día. Todos los diferentes tipos de alimentos que les demos a nuestros pájaros tienen sus propios valores nutricionales. En el caso de los pollitos de un día estos valores son bastante bajos y por lo tanto la cantidad de comida que tendremos que dar al pájaro utilizando dichos pollitos deberá de ser mayor por su escaso valor energético. A los pollitos les quitaremos la llamada yema, una bolsa amarillenta que llevan en el vientre y que estos utilizan para su alimentación en sus primeros días de vida. Dicha yema es muy fuerte para los pájaros y por lo tanto la eliminaremos, dándosela tan solo una vez cada 15 días aproximadamente. La mayor ventaja de los pollitos es que, dado su bajo valor energético, nos permitirán alimentar al pájaro con una buena cantidad de comida de forma que pueda hacer un buen buche. Así tendrá la sensación de haber comido abundantemente y, sin embargo, no le hará subir de peso como lo haría con la misma cantidad de comida de otro alimento de mayor aporte energético. Por esta razón este tipo de comida es muy utilizado en las primeras fases de amansamiento y adiestramiento, en las cuales el pájaro no tiene un gran gasto energético como el que tendrá más adelante cuando pueda volar, y nos servirá para mantener en peso al pájaro sin tener que reducir drásticamente la cantidad de comida que tendríamos que suministrarle en caso de utilizar otro tipo de alimento.

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“PALOMAS” Las palomas son sin duda uno de los alimentos de mayor nivel nutricional que podemos dar a nuestros pájaros, teniendo estas una carne roja muy apetecible para ellos. Lamentablemente las palomas suelen ser portadoras de gran cantidad de enfermedades que se pueden contagiar a nuestros pájaros y por lo tanto su uso debe ir acompañado de un mayor control si cabe de la salud de las mismas, pues en muchas ocasiones los pájaros son infectados por las dolencias que acompañan a las conocidas palomas. En este caso, lo más recomendable como dije antes es congelar la carne de las mismas para que en el proceso mueran gran cantidad de los agentes contagiosos que podrían ser fatales para nuestros pájaros. Se comenta mucho sobre el tiempo que deben estar congeladas dichas presas para asegurarnos de que quedan libres de enfermedades. Se dice que tienen que estar al menos dos semanas congeladas para poder dárselas a los pájaros.

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Es muy buena alimentación para cualquier tipo de rapaz, aunque puede causar algunos problemas con pájaros que no estén acostumbrados a comerlas. Su gran valor energético puede saciar a un pájaro de tal forma que incluso estando en peso no tenga hambre aparente. Por lo tanto este tipo de comida se debe dar con precaución y solo en pájaros con un gasto energético muy alto ocasionado por grandes esfuerzos a la hora de volar o cazar. Si no fuera así, el pájaro al no quemar completamente este exceso de energía, podría guardarla como energía almacenada y jugarnos una mala pasada por la inapetencia que esto puede generar, afectando a su grado de atención y por lo tanto a su obediencia. La paloma es muy utilizada también para recuperar fuerzas con pájaros que hayan sido excesivamente templados hasta el punto de perder la viveza, buscando que la carne roja de paloma les devuelva la fuerza y la vitalidad perdida.

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Por último es muy importante comprobar que la carne que vamos a suministrar al pájaro este en buenas condiciones, ósea que no tenga mal olor y que tenga buena presencia. Nunca daremos a un pájaro carne de la que dudemos de su frescura por cualquiera de estos síntomas. Si sacamos la carne de la nevera, debemos tener la precaución de dejarla un buen rato a temperatura ambiente y no dársela al pájaro nunca estando la misma fría, pues podría sentarle mal. Por supuesto con la comida congelada también esperaremos a que esta esté totalmente descongelada y a temperatura ambiente para ofrecérsela a los pájaros.

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EL TEMPLE Y LOS PESOS ¿Qué es el temple? Templar un pájaro es llevarle a un estado en el que estando fuerte, sano y musculado mantenga su apetencia por la comida y por lo tanto, codicie el perseguir a las presas o este receptivo a los estímulos, permitiéndonos poder manejarle y guiarle. Os pondré un ejemplo simple para que comprendáis lo que siente un pájaro al perseguir su sustento para pasar un nuevo día. Imaginar que para comer cada día tuvierais que perseguir por ejemplo un conejo… por supuesto si el hambre aprieta perseguiréis a dicho conejo hasta conseguir su captura, pues sabéis que lo necesitáis para subsistir. Pero por el contrario, si no sentís ese hambre porque habéis comido lo suficiente para manteneros ese día esta claro que no perseguiréis con la misma codicia a la esquiva presa. Sabéis que no lo necesitáis y preferiréis sentaros en el sillón de casa a ver la televisión o echaros una siestecita, a correr detrás del “maldito” conejo. Con los pájaros ocurre lo mismo. Si un pájaro esta alto de peso y tiene suficientes reservas para pasar el día, no querrá trabajar para ganarse la comida y preferirá posarse tranquilamente en el primer árbol que encuentre y ver pasar la vida sin más. Cuando observamos por ejemplo a un cernícalo salvaje que busca comida de sol a sol, es ni más ni menos porque lo necesita.

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La mayoría de sus presas son de pequeño tamaño y el gasto que supone el buscarlas e intentar su captura apenas le deja reservas, por lo que debe persistir en una búsqueda constante de alimento, para mantener el equilibrio entre lo que alcanza con cada captura y lo que consume para conseguirla. A este estado en la naturaleza se le llama el hambre del campo o “Yarak”. Se podría decir que el pájaro del campo siempre tiene hambre y por lo tanto siempre esta dispuesto a conseguir ese poco de excedente energético que le permita tomarse un respiro. Con nuestros pájaros deberemos trabajar para encontrar ese temple o Yarak que nos permita manejar al pájaro de forma que siempre este dispuesto a volar para ganarse el sustento y así poder conducirle por los diferentes caminos que nos plantea el adiestramiento. Como es lógico, este temple se consigue controlando a diario el peso del pájaro y no dejándole comer cuanto quiera. En las primeras fases del adiestramiento, cuando el pájaro aun no confía en nosotros, este temple tiene que ser más rígido de forma que llevado por el hambre pierda parte de sus recelos, centrándose en la comida que sabe que necesita para superar un nuevo día. Por supuesto en nuestra relación con el pájaro, no todo se reduce al hambre. Para conseguir llegar al pájaro debemos trabajar en que entienda que no queremos hacerle daño. Nuestro trato con él debe ser exquisito, manejándole con tacto y delicadeza, y es el hambre el elemento que nos permitirá ir puliendo la desconfianza congénita que tienen las rapaces hacia el hombre tras siglos de persecuciones por parte del mismo.

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Según vayamos ganándonos su confianza podremos ir probando otros pesos más altos en los que el pájaro pueda estar en plenitud de facultades, pues lo necesitará al ir aumentando la dificultad y la duración de las lecciones que tendremos que darle. Se debe buscar el temple en el que el pájaro, estando lo más alto posible de peso, siga reaccionando como debe a los estímulos que utilizamos. Como os digo, para controlar el temple debemos tener muy en cuenta el incremento del gasto energético que tiene el pájaro en las diferentes fases del adiestramiento. No es el mismo el gasto energético que tiene un pájaro que pasa todo el día en el banco, en la muda o sobre nuestro puño, que el gasto de un pájaro que tiene que volar a diario y pelear con las difíciles presas. Por supuesto el gasto que tiene un pájaro adiestrado y que vuela todos los días es mayor que el del pájaro que apenas hace ejercicio. Esto debéis tenerlo muy claro, pues si os limitarais a encontrar un peso en el que el pájaro se mantenga tranquilo en nuestra presencia sin que tenga que hacer un ejercicio en el que consuma energía y después, cuando el adiestramiento vaya avanzando con el consiguiente incremento de exigencia y por lo tanto de mayor consumo energético, os limitarais a mantenerle en el peso inicial, estaríais corriendo el riesgo de que el pájaro gastará más de lo que obtiene, con lo que podríamos entrar en lo que se da por llamar el hambre torcida.

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Resumiendo, en las primeras fases de amansamiento, para poder llegar al pájaro, tendremos que darle un temple más recio de forma que nos permita manejarle con mayor facilidad que si estuviera alto de peso y por lo tanto menos receptivo. Más adelante, según vallamos ganándonos su confianza, podremos ir subiéndole el peso pero siempre buscando que siga respondiendo con prontitud a nuestras llamadas al puño. Al subirle un poco de peso nos aseguramos de que tenemos un margen el cual podemos utilizar en caso de necesitarlo, por ejemplo a la hora de sacarle al campo en donde le daremos las primeras lecciones de señuelo. Las rapaces son animales de costumbres y por lo tanto entienden la rutina en la que se convierten las lecciones diarias que les damos. Pero por esto mismo, cuando introducimos algún cambio inesperado para ellas, la forma de conseguir que no se distraigan demasiado con las cosas nuevas es volviéndoles a dar una vuelta de tuerca con el peso. Si no tuviéramos ese pequeño margen en el peso al que hacia referencia antes, no podríamos utilizar este elemento en nuestro beneficio para conseguir que el pájaro nos preste de nuevo toda su atención. También tendréis que tener en cuenta, como os he explicado brevemente en el apartado de alimentación, que no es lo mismo 25 gramos de pollito de un día que 25 gramos de codorniz recién sacrificada.

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La primera es una carne liviana y apenas afectara al peso del pájaro mientras que la segunda es una carne mucho más rica en nutrientes y por lo tanto afectará de muy diferente forma en el peso del pájaro. Por esta razón en las primeras fases del adiestramiento utilizaremos el tipo de carne más liviano, como son los pollitos de un día, que nos permita ir templando al pájaro sin que tengamos que reducir drásticamente la cantidad de comida que le damos. Según vaya avanzando el adiestramiento y por lo tanto el ejercicio realizado por el pájaro sea mayor, podremos ir introduciendo otro tipo de comida más nutritivo pues sabremos que el pájaro gastará el exceso de nutrientes que acompaña a este tipo de alimento, manteniéndole en peso y en perfectas condiciones. Como dije antes en el apartado de la báscula, el peso del pájaro debe ser controlado a diario, siendo muy recomendable el llevar una pequeña bitácora donde apuntaremos los pesos del pájaro y un pequeño resumen de nuestros avances diarios con el mismo. Esta especie de diario nos será muy útil por varios motivos. Por un lado podremos apreciar de un solo vistazo cual ha sido la progresión de los pesos, teniendo una visión más amplia de como ha ido variando el mismo. Estos datos también nos servirán para tener una referencia en las siguientes temporadas (puesto que tras la muda anual de las plumas que tienen que llevar a cabo todos los pájaros, de la cual hablaré brevemente en otro apartado, los pájaros estarán desentrenados y altos de peso), en las cuales nos guiaran para volver a conseguir el temple adecuado perdido tras la muda. También el breve resumen diario de lo que hemos hecho con el pájaro hará que, al tener que pararnos a escribir sobre ello, nos demos cuenta de detalles que quizás en un primer momento nos hayan pasado desapercibidos.

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Como veréis más adelante, la cetrería se basa en pequeños detalles que, tras días de tratar con el pájaro, vamos asimilando y analizando para intentar comprender un poco mejor que es lo que les mueve a hacer las cosas y que es lo que les motiva. No es broma cuando los cetreros con experiencia os dicen que se debe ser cetrero las 24 horas del día. A través del profundo análisis de lo que nos traemos entre manos podemos dar con las soluciones que, si bien para ello os puede ayudar este tipo de guías o libros, os aseguro que las mismas deben salir de un entendimiento al que nada más que podréis llegar gracias a vuestra preocupación y vuestro esfuerzo. Realmente os podría hablar de pesos concretos para los pájaros y cantidades de comida que debéis suministrarles a los mismos. Pero sería un grave error puesto que como ocurre con las personas cada pájaro es un mundo. Unos pájaros serán más nerviosos con el consiguiente gasto energético mayor a otros que sean más tranquilos y por lo tanto gasten menos. Unos machos serán más pequeños y otros serán más grandes y unas hembras serán más pequeñas y otras serán más grandes. Por lo tanto no se puede generalizar con los pesos que deberían tener machos y hembras, al igual que no se puede con la cantidad de comida que estos consumen.

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PERIODO DE MUDA Como imagino que todos sabréis, los pájaros mudan el plumaje todos los años coincidiendo con la época de cría. En la naturaleza el motivo de esta coincidencia no es otro que aprovechar la mayor abundancia de presas, dada por la renovación de individuos que tiene lugar durante dicha época en la fauna en general, siendo más fácil capturar a las presas jóvenes y inexpertas y por lo tanto compensando la merma que supone para el vuelo el tener el plumaje incompleto por la muda. Este incremento en el número de presas disponibles proporciona a las rapaces el exceso de nutrientes necesario para la renovación del plumaje. Las plumas de los pájaros durante el periodo de muda requieren de riego sanguíneo para su crecimiento, cosa de la que carecen durante el resto del año, y por lo tanto supone un gasto energético añadido que se suple por supuesto con aumento del alimento ingerido. Como iréis viendo a lo largo de esta guía, una gran parte de nuestra relación con los pájaros se basa en el control del peso de los mismos por parte del cetrero, que templa al pájaro de forma que no permite una acumulación excesiva de grasas o reservas de energía. Un pájaro alto de peso preferirá disfrutar de un merecido descanso a trabajar para conseguir su sustento, pues estando gordo sabe que no lo necesita.

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Es aquí donde las necesidades del pájaro durante la muda y la necesidad del cetrero de volar al pájaro templado chocan. El pájaro, al no tener una reserva importante de energía durante la temporada de vuelo, no podrá hacer uso de dichas reservas para suplir el incremento del gasto que supone la renovación de las plumas. Si continuamos volando a un pájaro templado, el ciclo de la muda puede verse seriamente afectado. Un pájaro al que no se le para durante el periodo de muda suele retardar y ralentizar la misma, llegando incluso a no mudar en su totalidad las plumas como lo haría uno que al estar parado se le pueda suministrar mayor cantidad de alimento, pues no necesita estar templado. En la época de muda los pájaros se vuelven algo más nerviosos y, coincidiendo con un clima mucho más benigno que en el crudo invierno, el cetrero se suele ver obligado a volar al pájaro más bajo de peso de como lo hacía normalmente en la época de frío. Esto como os podréis imaginar dificulta aún más el volar al pájaro durante el periodo de muda. También habría que añadir que al coincidir con la época de cría los pájaros sienten de forma más acusada la llamada del campo, cambiándoles en muchas ocasiones el carácter y por lo tanto también su comportamiento. El cetrero se encontrará entonces con un pájaro que, sin razón aparente, comienza a comportarse de forma extraña, volviéndose más desobediente a los estímulos que utilizamos para reclamarle. En ocasiones parece como si algo les asustara, volando nerviosos sin motivo aparente.

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El cambio de temperatura también propicia que se formen grandes térmicas en las que los pájaros se montan y les cuesta bajar. Es la época del año en la que más pájaros se suelen perder y por lo tanto hay que extremar las precauciones para que esto no ocurra. Lo normal es volar los pájaros, desde finales de agosto o mediados de septiembre, que es más o menos cuando terminan la muda, hasta mediados de febrero o principios de marzo, que es cuando las cosas comienzan a complicarse. Desde luego cada uno hará como crea conveniente, pero no esta de más el avisaros de los riesgos que se corren. En la época de muda se debe buscar ante todo la tranquilidad del pájaro, de forma que al evitar situaciones de estrés propiciemos un correcto crecimiento de las plumas. Se le debe suministrar al pájaro mayor cantidad de comida para que pueda suplir el mayor gasto que supone el regenerar el plumaje, pero no conviene tampoco tenerle demasiado gordo, pues se vuelven inapetentes y la excesiva acumulación de grasa puede llegar a ser peligrosa. Lo mejor sería que siguiéramos tratando con el pájaro, dándole de comer a diario en el puño, de forma que podamos vigilar cualquier posible síntoma de que algo no va bien. En época de muda es también cuando los pájaros, al no estar tan vigilados por el cetrero, en caso de enfermar corren mayor riesgo al pasar desapercibidos estos síntomas de enfermedad o decaimiento, tan importantes de detectar a la hora de actuar con la rapidez necesaria que requieren estos casos.

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En caso de que el pájaro al estar muy alto de peso no consienta el comer de nuestro puño sin asustarse o estresarse, procuraremos comprobar a diario su estado a través de la observación del pájaro, actuando enseguida ante cualquier síntoma que nos parezca sospechoso de que algo pasa. Es conveniente que tenga siempre a su alcance agua limpia donde pueda beber y refrescarse y tener mucho cuidado, en caso de tenerle mudando en un banco, de no exponerle durante mucho tiempo bajo los fuertes rayos del sol que en estas épocas calurosas podrían llegar a ser realmente peligrosos.

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ADIESTRAMIENTO

“EL CERNÍCALO VULGAR” 69

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“ADIESTRAMIENTO” Bueno amigos, tras muchos años adiestrando y volando cernícalos y ante la falta de tratados o libros que se dediquen a este pequeño gran halcón y al cetrero principiante, he decidido intentar aportar mi pequeño granito de arena en el entendimiento de esta pequeña pero fascinante falcónida escribiendo esta guía, apoyándome en mis propias experiencias con dichos pájaros. Espero que os sea útil a la hora de aclarar todas esas dudas que nos invaden cuando nos adentramos en el vasto mundo de la cetrería de la mano de uno de estos bonitos y valientes pájaros. Lo primero que os diría es que en esto de la cetrería una de las cosas más importantes que debéis aprender es a poneros en el lugar de vuestro pájaro y, de alguna manera, intentar pensar como lo haría él. Sé que esto es difícil y más cuando no se tiene experiencia con estas aves. Tenéis que pensar que cuando el pájaro llega a vuestras manos, es un animal indefenso que solo conoce la seguridad de su nido y la compañía protectora de sus padres. Cuando son separados de sus progenitores, se encuentran totalmente desprotegidos y no son capaces de asimilar lo que les esta ocurriendo.

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Tenéis que daros cuenta de que las rapaces no forman parte de los llamados animales de compañía - los animales de compañía de alguna manera llevan siglos compartiendo su vida con el hombre y suelen ser animales sociales que tienen ya de por si un contacto entre individuos que les capacita para comprender un lenguaje social y jerárquico. En las rapaces esto no existe a excepción quizás de los harrys. Por norma general, las rapaces son animales solitarios y absolutamente autosuficientes, dependiendo únicamente de sus capacidades individuales para sobrevivir en la dura lucha diaria de la naturaleza. Esto los hace animales esquivos y desconfiados en los cuales el contacto incluso con un congénere en la mayoría de los casos es una amenaza. Teniendo esto un poco claro, intentaré contaros lo que haría yo a la llegada del nuevo pájaro.

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ÂXÄ XÄ tÅtÇátÅ|xÇàÉÊ

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1ª PARTE:

“EL AMANSAMIENTO” En primer lugar, los pájaros suelen venir del criadero, metidos en una caja, unos con caperuza y otros sin ella. Cuando lo sacamos de la caja por primera vez lo que debemos hacer es, a la vez que le sacamos de la misma, palpar el pecho del pájaro para intentar deducir si el pájaro viene gordo o por el contrario delgado (aunque no tengáis experiencia deberíais notarlo). Esto es tan sencillo como palparle el pecho en su parte central de forma que toquemos con la yema de los dedos el hueso central o quilla del pecho de nuestro pájaro. No hay que saber mucho para darse cuenta de si la quilla del pájaro al tocarle el pecho - por el tacto - se nota mucho o poco. Si la carne es escasa y se escurre demasiado a los lados de la misma haciéndola muy pronunciada, es que esta delgado y si por el contrario el hueso central de la quilla se nota poco y el pecho esta redondeado uniformemente, es que viene gordo. Acordaros del famoso dicho de los tratados medievales “el pecho a la española”, ósea, como las antiguas corazas españolas que tenían como un filo en la parte central del mismo y que sus lados se combaban de forma uniforme y sin grandes depresiones…

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A ser posible pesaremos al pájaro para hacernos una idea de en que peso ronda, aunque en este momento el peso del pájaro en muchos de los casos no signifique que el pájaro venga gordo por el hecho de suponer que al estar con los padres habrá comido cuanto quiera. No, como os digo será al palparle el pecho y más tarde su evolución en la báscula la que os diga como se encuentra el pájaro. Aprovecharemos también este momento para armarle con las pihuelas y así evitar el volver a tener que abatirle más tarde. Para empezar lo mejor sin duda es disponer de una muda aunque esta sea pequeña, pero hoy en día esta claro que en muchos casos no será posible y nos tendremos que conformar con un banco o una percha. Yo os recomendaría que si disponéis de esa pequeña muda le dierais la oportunidad a vuestro pájaro de acostumbrase a la misma, dejándole un par de días tranquilo en ella, de forma que le dejéis algo de comida dentro para que él tranquilamente y sin interferencias coma por sí solo. De esta manera os aseguráis que el pájaro come, pues en estos primeros días hay muchos pájaros que si intentarais darles de comer desde el primer día en el puño o no comería o lo haría en poca cantidad con el consiguiente riesgo. En estos primeros días lo que más os debe preocupar es el bienestar del pájaro y eso pasa por que coma bien. A su vez el pájaro, al comer tranquilamente en la muda, esta dando un paso muy importante para adaptarse con más facilidad y rapidez a la misma.

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Pasados estos primeros días comenzareis con el amansamiento propiamente dicho. En esta fase no le daréis nada de comer hasta la noche, momento en que con mucho tacto recogeréis al pájaro en el puño, si es necesario por su nerviosismo le pondréis la caperuza, y os iréis a un cuarto tranquilo donde solamente estéis el pájaro y tú (en muchos casos incluso no será necesario el uso de la caperuza en estos primeros momentos, pues hay pájaros que no se muestran tan asustados como para tener que usarla). Si llevase la caperuza, tras un buen rato de tenerle tranquilo sobre el puño sin movimientos bruscos, cogeréis una pequeña picada con la punta de los dedos y le tocareis las manos - las patas - de forma que el pájaro al sentirse tocado baje la cabeza para intentar defenderse picando y lo que se encuentra es la picada de carne que tenéis en los dedos. La primera vez lo más seguro es que la tire extrañado, pero si en estas primeras picadas le dais carne roja, como los higaditos de una codorniz o similar, se le quedará el sabor de la carne en la boca y en la siguiente picada lo normal es que se la coma (sino llevara la caperuza actuareis de igual forma).

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Tras varias picadas y con mucho cuidado aflojareis los cerraderos de la caperuza y le daréis alguna picada más, para con mucho cuidado quitarle la caperuza. Es importante que el cuarto tenga poca luz, que este un poco en penumbra y que cuando le quitéis la caperuza mováis muy despacio las manos y no le miréis mucho directamente a los ojos.

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Con mucho cuidado cogeréis una picadita de las que tenéis preparadas aparte de la comida que tendréis también en el puño entre sus manos y se la ofreceréis como cuando tenía la caperuza. Si no la coge se le pueden acariciar las manos de nuevo para que baje la cabeza y al intentar picaros se lleve otra picada. Cada vez que coge una picada os quedáis muy quietos y así picada a picada vais consiguiendo que vaya comiendo, intentando que baje la cabeza tocándole las manos para conseguir que empiece a comer de la comida que tenéis en el puño. Si comiera el solo del puño os quedareis muy quietos sin mover un solo pelo mientras come y si para, con mucho cuidado de nuevo, picadita hasta que vuelva a comer él solo y otra vez quietos. Cuando ha comido una buena cantidad de comida y antes de que termine le pondréis de nuevo con mucho tacto la caperuza, teniendo cuidado de no ser bruscos al cerrar los cerraderos, y tras darle unas picadas le dejareis de nuevo en su banco o en su muda tranquilo, para que piense en lo ocurrido. Como dirían los maestros antiguos, “QUE PIENSE DE SI”.

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Os recomiendo que para dejarle dormir si esta en un banco le dejéis en un cuarto tranquilo y con muy poca luz. Le quitáis la caperuza, os retiráis muy lentamente y, apagando la luz, le dejáis tranquilo hasta la mañana. Si tiene su muda le quitareis la caperuza y le dejareis tranquilo en la misma, pero dejándole en estos primeros días atado en un banco bajo de forma que no pueda quedarse colgado. El motivo de dejarle atado en estos primeros días es facilitarnos el recogerle al día siguiente, sin que tengamos que estar persiguiéndole por la muda, implantando en su cerebro miedos innecesarios. Más adelante cuando empiece a confiar en nosotros podremos dejarle suelto en la muda. Debéis evitar tenerle muchas horas encaperuzado pues no es bueno para el pájaro. Pues de lo que se trata es de conseguir cuanto antes y de forma progresiva que pueda estar sin caperuza, sin asustarse demasiado. Es muy importante que controléis el peso del pájaro y que deduzcáis como varía el mismo con la cantidad de comida que le deis cada día, de forma que le peséis antes y después de comer, siempre a la misma hora del día, para saber en el peso que estaba y la cantidad de comida que come, viendo como le afecta la misma al día siguiente.

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El peso es muy importante y más en estos primeros días, pues debéis encontrar la cantidad de comida que tenéis que dar al pájaro de forma que ni gane ni pierda peso acusadamente. Si perdiera peso por ejemplo dos días seguidos de forma clara y le habíais dado de comer en el puño hasta que no quisiera más, significa que el pájaro esta más asustado de la cuenta y por miedo no come lo suficiente. En tal caso, deberíais aseguraros de que come bien y dejarle algo de comida aparte en la muda o en el banco para que terminara de comer él solo. De esta forma os aseguráis que paráis la bajada de peso, cosa muy importante. Como os digo en estos primeros días no debéis tener ninguna prisa en conseguir cosas del pájaro y lo que debéis hacer, en vez de enseñarle algo a él, es aprender vosotros primero del pájaro para después utilizarlo en vuestro beneficio. Como bien decía Nick Fox de lo que se trata es de comprender al ave de presa para poder utilizar ese conocimiento en conseguir lo que buscáis de vuestro pájaro.

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Resumiendo, Lo más importante es que en estos primeros días consigáis que coma bien y suficiente en el puño. Una vez conseguido esto empezareis a tener al pájaro sobre vuestro puño el mayor tiempo posible, de forma que ahora si vaya acostumbrándose a las personas y las cosas que serán parte de su nueva vida, pero siempre con la seguridad de que el pájaro come lo suficiente para estar sano. Si un pájaro esta muy bajo de peso, aunque coma bastante seguirá bajando de peso y, por el contrario, si esta alto con poca comida seguirá subiendo. Debéis encontrar como os digo ese equilibrio en el que el pájaro comiendo bien se mantenga en peso o suba o baje muy poquitos gramos (2 ó 3). Si fuera bajada subiríais un poco la cantidad de comida hasta estabilizarle y una vez estabilizado si fuera necesario se le volvería a bajar poco a poco.

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Conseguido esto se debe intentar que el pájaro salte por primera vez al puño. Para hacer esto esperareis a que este comiendo del puño engolosinado y con mucho cuidado le dejáis sobre algún sitio - una silla, una mesa o cualquier superficie que tengáis preparada cerca para tal efecto - y ponéis el puño a un palmo, que casi llegue con el pico a la comida, de forma que tenga que dar un pequeño salto para seguir comiendo. En estas primeras lecciones con ese pequeño salto y una sola vez será suficiente. Tras cada salto le cebareis con la cantidad de comida que corresponda a ese día. En días sucesivos vais alargando la distancia del mismo un poco, pero como os digo con un solo salto y solamente cuando haga este salto con toda la confianza y a una distancia de unos metros podréis darle algún salto más. Así día tras día, pero siempre teniendo cuidado de que si le vais a dar un salto más sea porque sabéis que lo dará y no le costará. Si por el contrario pensáis que no lo hará, no intentarlo.

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Quiero terminar esta primera parte del adiestramiento diciéndoos que tengáis mucho cuidado si dejáis al pájaro en una alcándara o banco de que sea lo más bajo posible para que el pájaro, en caso de debatirse, llegue siempre al suelo y no tenga ninguna posibilidad de quedar colgado de la misma, pues moriría en muy poco tiempo. Y sobre todo tener muchísimo cuidado a la hora de recoger al pájaro de su banco. Tener siempre presente que en un simple descuido al desatar un nudo o cambiar una lonja por un fiador el pájaro, en un susto repentino, puede dar un tirón y escaparse de vuestras manos. No bajéis nunca la guardia y haced estas cosas con total concentración en lo que hacéis y os evitareis un gran disgusto. Si le ponéis un fiador, antes de quitar la lonja atar el fiador al tornillo y después desatáis la lonja. Repito, muchísimo cuidado con el exceso de confianza y siempre atentos y apercibidos a que esto no os pase. En esta fase deberéis encontrar el peso adecuado para que el pájaro responda correctamente a los estímulos y por supuesto deberéis ir regulando ese peso en función de la respuesta del pájaro hacia la comida, pero siempre teniendo muchísimo cuidado de no bajar demasiado al pájaro ni hacerlo de forma precipitada. Recordar, a la hora de bajar el peso a un pájaro hay que hacerlo de forma muy progresiva y vigilando que no lo haga de forma descontrolada.

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2ª PARTE:

“EL SEÑUELO” Una vez que hayáis conseguido que el pájaro salte con toda confianza dentro de la casa, debéis introducir el silbato que utilizareis en lo sucesivo en las llamadas y cuando ya vuele toda la longitud del cuarto donde le dais los saltos sin miedo alguno, habrá llegado el momento de introducirle al señuelo. Para introducirle en el señuelo tenéis que seguir los siguientes pasos. A la caída de la tarde - como siempre que dais un nuevo paso pues estáis utilizando el momento de más apetencia del pájaro, porque él sabe que el día se acaba y se terminan las posibilidades de comer ese día - le ponéis en el jardín de casa en su percha (si tenéis la suerte de disponer de un jardín, en su defecto se utilizará algún lugar tranquilo de la casa) y, colocándoos muy cerca de él, le lanzáis el señuelo encarnado justo debajo, ósea a un palmo. No tenéis que voltear el señuelo, tan solo se lo dejáis caer suavemente delante y esperáis a que baje a comer. Si el pájaro baja y comienza a comer, le dejáis comer un rato en el señuelo y muy despacio os agacháis sin inclinaros encima de él y le ofrecéis picaditas con la punta de los dedos para que las coja y siga comiendo.

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Cuando lleva un rato comiendo le cogéis sin levantaros del sitio, - ósea sentándoos -, y recogiendo el señuelo junto con el pájaro le termináis de dar de comer sobre el señuelo en el puño. Cuando vaya a terminar le dais por ejemplo un muslito de codorniz o un ala que tenga poca carne, intentando que lo agarre y suelte el señuelo. Y con mucho cuidado y escondiendo el señuelo con el cuerpo, se lo retiráis sin que vea que os lo guardáis y termináis la ceba en el puño con el trozo de carne que le habéis dado. Si le dais un ala de codorniz con sus plumas os servirá de roedero y podréis alargar el tiempo que esta engolosinado en el puño comiendo y desplumando, con lo que ganará confianza, acostumbrándose a permanecer en el puño sin sustos ni debatidas. Cuando termine le lleváis al sitio donde vaya a pasar la noche y le dejáis tranquilo para que piense en lo ocurrido. Al día siguiente hacéis exactamente lo mismo pero este día le dais menos de comer en la lección, para que se quede con hambre para el próximo día, y mientras esta comiendo en el señuelo, con delicadeza empezareis a tocar el silbato o cualquier otro reclamo que hayáis utilizado para reclamar al pájaro anteriormente en sus vuelos al puño (recordar que si tenéis un silbido potente también podéis utilizarlo en lugar del pito) y de nuevo a pensar tranquilo en su banco hasta el día siguiente. Al tercer día procuráis que no coma nada en todo el día, ni picadas ni nada, y por la tarde con todo el cuidado y el tacto del mundo os vais al campo.

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El paso de sacar el pájaro al campo debe ser dado en un peso que sea él más bajo hasta la fecha, pero siempre con cuidado de no pasaros. Esto lo conseguiréis poniendo ahora en práctica los conocimientos sobre los pesos del pájaro que habéis ido acumulando a lo largo de este tiempo en el que habéis ido aprendiendo de sus reacciones. El motivo de haberle enseñado antes el señuelo es que en estos primeros días de campo los pájaros suelen venir mal al puño y sin embargo responden mejor al señuelo. Como os digo este día os iréis con él al campo, a poder ser solos, y buscaréis un lugar muy tranquilo donde le podáis dejar en su banco mirando que este en un sitio en el que su espalda quede protegida por alguna mata grande, árbol o algún declive del terreno, dejándole en su banco tranquilo el tiempo que sea necesario hasta que veáis que el pájaro empieza a acostumbrase a lo que le rodea y, de repente, se acuerda de que tiene hambre y entonces os mirará, pidiéndoos con la mirada o con reclamos su comida. Hasta ese momento habéis estado cerca de él sentados, tranquilos observando al pájaro y el entorno, tan solo acompañándole y disfrutando como él de lo que os rodea. Pero cuando veáis que el pájaro os mira con ganas de comer preparáis el señuelo sin moveros del sitio mientras él os ve hacerlo y muy despacio os acercáis un poco y le tiráis el señuelo delante de forma que llegue a él sin tener que ponerle fiador, que lo alcance con la longitud de la lonja con la que esta atado al banco. Cuando salte os comportáis de igual manera que en los días anteriores en casa y, al terminar de cebar, caperuza y para casa, a dejarle tranquilo que piense en lo ocurrido.

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Al día siguiente todo igual, pero esta vez antes de dejarle en el banco utilizáis para atarle al mismo un fiador teniendo mucho cuidado de que quede muy bien atado al tornillo y al banco. Le dejáis unos dos o tres metros de fiador, no más, y os volvéis a sentar a esperar que el pájaro os diga cuando empezar con la lección. Hacéis lo mismo que los otros días pero esta vez le lanzáis el señuelo un poco más lejos, a la distancia que le hayáis dado con el fiador y de nuevo ceba, caperuza y para casa. Día tras día vais alargando la distancia del fiador y poco a poco vais adelantando el momento de llamarle, pues él ya sabe a que habéis ido allí y estará más atento a ese momento y sin daros cuenta tendréis a un pájaro viniendo al señuelo desde 40 o 50 metros y sé ira acercando el momento de hacerlo libre por primera vez. Quiero ser muy rígido al comentaros que debéis ser muy escrupulosos a la hora de seguir los pasos que os he dicho, sin introducir más que las dichas variaciones de un día para otro. Las lecciones diarias deben convertirse en una rutina y realizarse de forma mecánica todos los días. Antes de quitar la caperuza al pájaro habremos preparado los fiadores y todo lo necesario, evitando que se asuste en el proceso. En esta etapa debéis olvidar los saltos al puño y dedicaros en cuerpo y alma a implantar el señuelo en el cerebro del pájaro. Esto lo conseguiréis si la única comida que consume a lo largo del día es sobre dicho señuelo, terminándola sobre el puño, y siendo tan solo una llamada al día en la que le cebéis con la gorga completa (la cantidad de comida diaria).

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Debéis seguir cogiendo al pájaro a lo largo del día pero sin darle comida, tan solo minúsculas picadas al recogerle para que os reciba de buen grado, preocupándoos de que el contacto con vosotros sea placentero para él, como dirían los antiguos dándole placer al pájaro. Esto se consigue llevándole a algún lugar tranquilo de la casa (si tienes jardín, perfecto) y, poniéndole el baño de agua o de tierra, os sentáis cerca de él para ver pasar la vida junto a vuestro nuevo amigo sin molestarle demasiado, de forma que cuando llegue el momento de la lección se encuentre a gusto y mentalmente preparado para hacerlo bien. Cuando superéis este punto que os estoy comentando estaréis preparados para el siguiente paso, él más delicado y entre comillas importante, pues habrá llegado el momento de volar al pájaro libre por primera vez. Intentad ser muy serios en vuestro trato con el pájaro. Con esto me refiero a que no le toquéis demasiado si a él no le gusta y que vuestra relación con él sea placentera y tranquila. Recordad que no es un animal de compañía al que le gusta que le toquen. Al contrario, él sabe que tocándole le estáis perjudicando el plumaje pues le quitáis el óleo que se da en el mismo con el pico - el óleo es un aceite que consigue de su glándula uropigial que tiene en la base de la cola y que sirve para impermeabilizar y mantener limpio el plumaje - y de esta manera se siente agredido por vuestra mano. Con el tiempo podréis tocarle algo, aunque esto no sea del gusto del pájaro, pues no entienden de caricias.

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Quiero complementar esta parte del adiestramiento con un sistema para el fiador que me ha dado muy buenos resultados siempre, pues el fiador no sé enreda y el pájaro en caso de variar su trayectoria en pleno vuelo no puede irse por ejemplo a un árbol, como lo haría con un fiador normal. Se trata de un sistema - como veréis en el siguiente dibujo - en el que se pone una cuerda fija y tensa a través de la cual se mete por ejemplo un tornillo como el que utilizamos para unir las pihuelas a la lonja. Por uno de sus dos óvalos se mete la cuerda fija y al otro ovalo del tornillo atamos un trozo pequeño de cuerda que será el que atemos al tornillo que lleva el pájaro, de forma que al volar vaya arrastrando este trozo pequeño de fiador y no se enganche en el suelo como suele pasar con los fiadores habituales, cosa esta muy mala a la hora de dar la lección al pájaro. Lo más importante a la hora de utilizar este sistema es que debéis colocar la cuerda fija en la dirección correcta en que viene el viento de manera que el pájaro vuele siempre pico a viento. Si no esta bien colocado, el pájaro, que siempre tiende a apoyarse en el viento (ósea que vuelan de cara al viento), se torcerá en la dirección que lleva el viento y se quedaría frenado porque el pequeño trozo de cuerda que arrastra no le permite volar dando un rodeo.

“Sistema de fiador Trole” 92

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3ª/PARTE

“VOLANDO LIBRE” Nos habíamos quedado en un pájaro que empieza a venir muy bien al señuelo a distancias de 40 ó 50 metros. Lo principal en estos momentos es trabajar en que la repuesta del pájaro sea inmediata. Los vuelos pueden alargarse más en distancia, pero lo verdaderamente importante es la repuesta del pájaro hacia el estímulo del señuelo. Se debe buscar que el sacar el señuelo, signifique que el pájaro inmediatamente salga en un vuelo directo y decidido a la captura del mismo. El pájaro debe volar dando alas constantemente, con la única fijación de llegar al señuelo. Si tarda en salir o duda en pleno vuelo es que todavía no esta preparado para dar el paso de volar libre. Lo normal sería que el pájaro conocedor de la lección que estamos realizando y mecanizado por la repetición de las acciones, incluso no nos dé tiempo para colocarnos correctamente a la distancia que queremos llamarle, pues sabedor de lo que toca a continuación se adelanta a la salida del señuelo y vuela en pos nuestra a la búsqueda de su comida. Esto que os cuento suele ocurrir y por lo tanto debéis estar atentos al pájaro cuando os alejéis de él para que, si pasa esto, estéis preparados y podáis sacar el señuelo rápidamente recogiéndole en el mismo y premiándole por lo bien que lo ha hecho.

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Conseguido esto que os comento o alcanzado el momento en que no hagas más que sacar el señuelo del morral y ya este volando el pájaro hacia su captura, ha llegado el momento sin duda de volarlo libre por primera vez. Ahora os voy a contar como hago yo para volar al pájaro en libertad por primera vez. Lo que hago es tan sencillo como repetir - al día siguiente por supuesto – lo que venimos haciendo cada día, pero con la diferencia de que esta vez el pájaro lo hará en total libertad. Lo principal en este día tan señalado es que elijáis el momento adecuado para hacer el ejercicio (como siempre las últimas horas del día). Para ello dejareis al pájaro en el banco atado con la lonja y, como hacíais al principio de los vuelos al señuelo, esperareis la señal del pájaro que os diga que es el momento y os pondréis en movimiento para realizar el ejercicio.

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Aclarar que antes de este momento y como os comente anteriormente, habréis trabajado en que el pájaro tras los días de repetir la lección diaria ya no tenga que esperar en el banco a avisaros que esta preparado. Ya habréis conseguido que el llegar al campo y quitar la caperuza para dejarle en el banco dé paso inmediatamente a que os retiréis para comenzar con la lección, sin ningún tipo de espera. Por lo tanto este día que por fin decidís que es el momento de volar libre, al dejarle un pequeño rato en el banco para esperar la señal que nos diga que se encuentra preparado (como hacíamos en las primeras lecciones al aire libre), estáis asegurándoos que va a responder correctamente. Por otro lado, el pájaro acostumbrado ya a comenzar con la lección inmediatamente, se pondrá más impaciente con lo cual estará más pendiente si cabe del comienzo de la lección. Esta espera desde luego no debe ser larga en absoluto. En caso de que no diera muestras de impaciencia es que no esta preparado, con lo que abandonaríamos la idea de volar libre y continuaríamos trabajando con el fiador. Si todo esta correcto, este pequeño espacio de tiempo que os comento os debiera ser suficiente para controlar que el entorno se encuentra despejado y libre de amenazas en este momento tan importante en el que os lo vais a jugar todo a una carta. Recordad, todo debe estar tranquilo y debéis vigilar que no haya nada ni nadie por la zona que pueda de alguna manera distraer o asustar al pájaro en este momento.

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Bueno vamos haya.... Todo esta correcto y el pájaro nos mira pendiente de cada movimiento que hacemos. Con toda la calma del mundo nos acercaremos a él y le recogeremos con una picada en el puño, con lo que volvemos a comprobar por su actitud que esta apetente y preparado. Respirando hondo y con naturalidad le retiraremos la lonja y el tornillo y le dejaremos de nuevo en el banco, comenzando a alejarnos inmediatamente sin perder de vista al pájaro por si viéramos cualquier reacción en el mismo que nos dijera que algo no va bien. No alargaremos en demasía la distancia a volar en este primer vuelo libre. Rápidamente sacaremos el señuelo y es entonces amigos cuando el tiempo parecerá detenerse y, mientras un escalofrió os recorre todo el cuerpo, seréis testigos de la magia que se encierra en este arte cuando, por primera vez, veáis a vuestro pájaro viniendo a vuestro encuentro en total libertad. Seréis testigos de lo diferente que es para vosotros este primer vuelo en libertad y disfrutareis de ver volar al pájaro con una ligereza y una facilidad nunca vista hasta la fecha de este día tan señalado.

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Este primer ejercicio es sin duda mucho más importante para la confianza del cetrero que para el pájaro en sí, pues él, en su ignorancia, no es consciente de que ha hecho algo tan especial. Aunque eso sí, habrá notado que algo es diferente, sintiendo esa ligereza y esa facilidad en el vuelo que le proporciona el volar libre de ataduras. Todavía deberemos seguir muy concentrados en lo que hacemos y no dejar que la alegría de haberlo conseguido nos distraiga de recoger al pájaro como debemos y asegurarle al guante con tranquilidad, con movimientos seguros y firmes. Es entonces cuando podemos sonreír y dejar que la adrenalina que corre desbocada por nuestras venas nos nuble los sentidos con una sensación única, de entre las vividas a lo largo de toda una vida. Bueno, ya hemos conseguido que el pájaro haga su primer vuelo en libertad y es en estos momentos tan importantes para nosotros cuando debemos echar mano de la sangre fría y no dejar que este primer triunfo nos dé pie a relajarnos creyendo que ya lo hemos conseguido. Esto que os digo es un error muy común. Sin darnos cuenta nos relajamos y no prestamos la suficiente atención a esos pequeños detalles que componen el intricado mundo que es el arte de cetrería... Esos pequeños detalles son los que hacen que esa magia de la que estamos hablando, tenga un efecto tan maravilloso y sorprendente.

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Volviendo al mundo de los mortales, abandonamos el Olimpo de los dioses para seguir trabajando con las mismas ganas e ilusión que con tanto esfuerzo nos han llevado a donde estamos. El siguiente día lo hacemos prácticamente igual pero esta vez, volvemos a aligerar un poco - no esperamos tanto - y le damos mayor distancia al vuelo del día y ya, sin el lastre que supone el volar a un pájaro con fiador, disfrutamos más tranquilos esta vez de ver volar al pájaro en total libertad, clavándonos sus ojos mientras viene hacia nosotros y terminando como siempre con la correspondiente ceba, caperuza y para casa, a que piense de sí. En estos dos días (no tienen por que ser dos exactamente cada uno lo hará de la forma en que se sienta más seguro y si son cuatro, pues son cuatro) nos han servido para comprobar que el pájaro evoluciona y se adapta correctamente a esta forma de volar. Si todo esta en orden, podemos comenzar a introducir algún cambio pero siempre cuidando que todo evoluciona correctamente y si pensáis que el pájaro necesita más tiempo o sois vosotros los que necesitáis ese tiempo, no precipitéis las cosas y tomaros el tiempo que sea necesario.

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Si por el contrario pensáis que todo está como debe, en este día actuareis de esta forma. Como siempre dejareis al pájaro libre en el banco y comenzareis a alejaros siempre sin perderle de vista - ósea girando la cabeza. Pero en esta ocasión mientras os estáis alejando y cuando estéis como a media distancia, reclamareis al pájaro sin dejar de andar de la misma forma en que lo hacéis cuando sacáis el señuelo, (unos lo harán con el pito, otros le silbarán ellos mismo y otros le reclamaran con la voz acostumbrada). Si el pájaro esta pendiente como debería, lo normal es que salga volando detrás vuestro y, al llegar a vosotros y no ver el señuelo, debería pasaros por encima rebasándoos para ponerse por delante. Es en ese momento justo en que os rebasa y le tenéis volando frente a vosotros cuando sacareis rápidamente el señuelo llamándole como siempre, de forma que el pájaro lo vea y gire en el aire a la caza del señuelo, que le entregareis en el suelo y le recogeréis como se debe felicitándole por lo bien que lo ha hecho. También podría ocurrir que el pájaro al no ver el señuelo se posara al lado vuestro extrañado. En este caso le hablareis tranquilizándolo y volveréis a alejaros para reclamarle de nuevo y que consigáis lo que antes os decía. En días sucesivos, vais haciendo lo mismo, pero cada día intentando conseguir que de un torno más alrededor de vosotros.

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Esto lo haréis dejándole que os rebase una primera vez como ayer y reclamándole de la misma forma con la grita o el silbato para que gire y venga hacia vosotros, pero de nuevo sin sacar el señuelo. Cuando vuelve a rebasaros por segunda vez, sacáis el señuelo y se lo entregáis en el suelo. Es conveniente que os mováis andando deprisa de forma que el pájaro tenga que seguiros y no se pose a vuestro lado como sin duda haría si estuvierais quietos. Así día tras día le vais sacando tornos alrededor vuestro. Ya no tendréis que hacer sonar el silbato sino que tan solo con una voz deberíais conseguir que gire y de otra vuelta, de forma que no utilicéis el conocido silbato de reclamo de la salida del señuelo cuando en realidad todavía no ha salido, pues si hicierais mucho esto, dicho reclamo iría perdiendo su efecto poco a poco, sintiéndose el pájaro engañado por no sacarle el esperado señuelo. Es muy importante que el señuelo salga siempre antes de que el pájaro pierda interés y se distraiga con el consiguiente riesgo de que se aleje y pueda perderse. Si todo va bien podéis ir alargando los vuelos y el pájaro dará tornos alrededor vuestro a la espera del codiciado señuelo y una vez conseguido esto, habrá llegado el momento de sacar los escapes a escena. En esta fase el pájaro ya esta acostumbrado a volar todos los días y podréis comenzar a soltarle como lo haréis siempre en lo sucesivo.

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Os colocareis en un lugar central del voladero que utilicéis, dicho lugar os debería permitir ver una gran cantidad de terreno y con toda la calma del mundo le quitareis las ataduras que le unen a vosotros cual cordón umbilical para que, quitándole la caperuza, le dejéis observar el terreno estando vosotros más pendientes de las reacciones del pájaro al escrutar el terreno que de vuestra propia vista. El pájaro con su capacidad visual muy superior a la vuestra os indicara con su actitud si en el campo de vuelo esta todo correcto o si por el contrario descubre alguna amenaza, con lo que con su actitud nos avisará de que algo no anda bien y tan solo tendremos que seguir la dirección de su mirada para descubrir el motivo de su preocupación. Debéis darle el tiempo necesario para que escrute el terreno, de hay esa típica imagen del cetrero que con el puño levantado espera a que el pájaro decida salir por si solo o por el contrario con su actitud relajada (suelen sacudir el plumaje y echar una tolledura antes de salir) os diga que todo esta correcto y podréis lanzarle al aire, que es su elemento.

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4ª PARTE:

“LOS ESCAPES” El motivo de sacar el escape a escena no es otro, que al pájaro le motivará más si cabe el escape que el señuelo. El escape es una presa viva que huye, por lo que despertara el instinto cazador que nuestro pequeño depredador lleva inscrito y por lo tanto estará más pendiente de nosotros sabiendo que tiene que estar muy atento y centrado, pues los escapes vuelan y pueden escapar en caso de no reaccionar a tiempo y el señuelo no escapa y está siempre asegurada su captura. Para soltar los primeros escapes -léase los 2 ó 3 primeros escapes - recomiendo, aunque quizás alguien no este de acuerdo, que el pájaro vea que salen de vuestra mano. De esta forma nos aseguramos que el pájaro los reconoce como suyos y hay muchas más posibilidades que reaccione como debe persiguiendo el escape y deleitándoos con las primeras capturas, que os aseguro saben a gloria. Para soltar estos primeros escapes actuareis de la misma forma que veníais haciendo con el señuelo, esperando que dé unos cuantos tornos alrededor de vosotros y en el momento en que aparecería el señuelo, con el mismo reclamo (el pito, el silbido o la grita), hagáis que el pájaro gire y cuando os mira tras girar para capturar el señuelo, lo que se encuentra es el escape que sale de vuestras manos, al cual reconocerá enseguida como la comida de ese día.

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En los siguientes días iréis trabajando en que el pájaro pendiente como esta de la salida del escape vuele en torno vuestro y os siga por el campo, terminando la lección siempre antes de que el pájaro se canse y se distraiga. De esta forma comenzareis a disfrutar de ver volar al pájaro en torno vuestro y a su vez el pájaro empezará a aprender del viento y de los demás elementos que componen, eso que al querido maestro Félix le gustaba llamar… “EL TEATRO DE LA BELLEZA DE SUS VUELOS”, que no es otra cosa que el cielo, incomparable escenario en el cual cada día se representa el drama de la lucha por la vida. Una vez conseguido que el pájaro marche buenas distancias volando en torno vuestro, si queréis que el pájaro descubra que hay otra forma de volar como es la “Altanería” deberéis hacer de tripas corazón y dejarle volar más a su aire, de forma que descubra por sí solo que existen unas corrientes que se llaman térmicas y que apoyándose en ellas aprenda como os digo una nueva y embrujadora manera de volar. Hay que estar muy pendiente en esta época y tampoco dejarle que se aleje en demasía, sobre todo si voláis sin emisor, siendo este artilugio el mayor aliado a la hora de dejar volar a nuestro pájaro más libremente.

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Es muy importante que llegado el momento crítico en el que descubre la altanería estéis cerca del pájaro, pendientes y preparados para sacarle correctamente de su altura. Esto debe hacerse con ese escape maravilloso que os hará descubrir, al pájaro y a ti, lo que es capaz de depararnos, este incomparable arte que es la cetrería por altanería. Se me pasaba comentaros que en las lecciones debéis intercalar los escapes con el señuelo (unos días volareis a escapes y otros al señuelo) de forma que refresquéis correctamente los estímulos que os devolverán al pájaro sano y salvo a vuestras manos. Esto se consigue siendo fiel a los estímulos que utilizamos, ósea que si es el señuelo el que sale a escena signifique para el pájaro el terminar con la lección de ese día con la consiguiente ceba y si por el contrario es el escape, igualmente daremos por terminada la lección. También es recomendable que variéis la duración de los vuelos, de forma que unos días terminéis muy pronto con la lección y otros días alarguéis la duración de la misma para que el pájaro no sepa cuanto tiene que esperar para dar por terminada la jornada de ese día.

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También en esta etapa podemos encontrarnos con un contratiempo, muy común con pájaros que están en su primera temporada de vuelo. Contrariamente a como cabría esperar, en muchas ocasiones el aprendiz - y el veterano cetrero también, todo hay que decirlo – se encontrará con que el pájaro, cuando pretendemos que empiece a volar dando tornos alrededor nuestro, en vez de volar - ahora que supuestamente debería hacerlo pues le estamos dando mayor libertad, volándole durante más tiempo y dejándole pensar más pues ya no vuela con un estímulo frente a sí como antes que volaba directamente hacia el señuelo - se dedica a posarse al poco de salir del puño y a esperar a que le llamemos con el señuelo o con cualquier otro reclamo, buscando economizar el gasto de energía que le supone estar dando tornos alrededor nuestro, a la espera de recibir la recompensa de dicho reclamo. Esto que también ocurre con los grandes halcones se intenta solucionar con la introducción de los stooks o pasadas al señuelo. Los stooks sirven para que el pájaro vuele entorno a nosotros dando pasadas al señuelo sin que le permitamos su captura hasta que consideremos que ha trabajado suficiente. De esta manera vamos musculando al pájaro y sobre todo evitamos que se pose negándose a volar. Una vez que el pájaro esta bien musculado se sentirá más fuerte y lo normal es que empiece a volar más y con más ganas y podremos continuar con el ritmo normal del entrenamiento, haciéndole volar tras de nosotros mientras nos desplazamos por el campo a la espera del señuelo o del escape.

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Lo lógico por tanto sería que llegado el caso de que nuestro cernícalo no quisiera volar le hiciéramos trabajar con los stooks, pero al hacer esto volveremos a encontrarnos con otro problema. El cernícalo tiene una morfología similar a la de los demás halcones, sin embargo posee una cualidad que le diferencia de la mayoría de sus congéneres y esta es su larga cola. Este apéndice caudal capacita al cernícalo de una maniobrabilidad en pleno vuelo muy superior a la de sus grandes hermanos, permitiéndole pararse súbitamente en pleno vuelo, con lo cual al intentar burlarle retirándole el señuelo según pasa junto a nosotros, este optará por pararse en seco y intentar la captura del mismo, incluso llegando a suspenderse en el aire a la espera de que vuelva a aparecer el señuelo. Como os digo esto no pasa con los grandes halcones pues no disponen de la capacidad de pararse de esta forma en pleno vuelo, viéndose obligados a dejarse llevar por la inercia que traen para girar de forma más o menos amplia y volver a intentar capturar el señuelo con otra pasada. El cernícalo, pájaro muy hábil e inteligente, lo que intentará es arrebatarnos el señuelo volando en giros muy cerrados entorno a nosotros y en la mayoría de los casos, a no ser que el cetrero tenga mucha experiencia a la hora de voltear el señuelo y mirando de mantenerse constantemente en movimiento para que el pájaro tenga que seguirle y no pueda quedarse estático, se verá en serios apuros para burlar al pájaro que enfadado y extrañado se posará a nuestros pies reclamando el codiciado señuelo, con lo que no habremos conseguido nada.

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Con esto no quiero decir que no se pueda enseñar al cernícalo a dar pasadas al señuelo de forma más o menos correcta. Lo que quiero decir es que el cetrero principiante - y la principal misión de este escrito es guiar al cetrero que comienza - se verá en serios apuros para enseñar a su pájaro a comportarse como lo hacen los grandes halcones, propiciando por lo tanto que las lecciones se vuelvan imprecisas, de manera que al pájaro le costará mucho definir en su pequeña cabeza cual ha sido la lección del día. Ante este contratiempo, lo que yo hice fue buscar un sistema que, asemejándose a los vuelos al señuelo, me permitiera volar a mi cernícalo sin preocuparme de si el pájaro me quitaba el señuelo mientras yo intentaba que no lo hiciera o que se posara en el suelo piando desconsolado porque no le dejaba capturar el señuelo. Este sistema es muy sencillo de llevar a cabo a la vez que muy divertido sobre todo para el cetrero principiante. Consiste en sacar a volar al pájaro al campo lanzándole desde el puño y, sin dejar que se aleje más de unos metros y antes de que se pose, volverle a reclamar de vuelta al puño en el que tendremos preparada una pequeña picadita que recibirá como premio por haber retornado al mismo sin haberse posado. Para conseguir esto conviene que durante un par de días os dediquéis a llamarle al puño en casa en vez de sacarle al campo. Le llamareis muchas veces seguidas al puño, de forma que repartamos la comida de ese día en muy pequeñas picaditas que le iremos dando de una en una en cada salto.

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Esto se tiene que convertir en una especie de juego y debemos de darle muchos saltos seguidos con su correspondiente picada en cada salto. Los saltos los haremos de seguido, lanzándole a alguna repisa de casa o colocándole en el suelo y llamándole inmediatamente de nuevo al puño para recibir la pequeña recompensa. Pasados un par de días de realizar los saltos al puño en casa le volveremos a llevar al campo, colocándonos en una zona del mismo libre de árboles o grandes matas donde pueda posarse y le lanzaremos al aire para reclamarle inmediatamente de vuelva al puño, recibiendo la picada correspondiente. Seguidamente volvemos a lanzarle y de nuevo le llamamos para que vuelva al puño. Es muy importante que nunca llamemos al pájaro al puño mientras este posado en el suelo o cualquier otro sitio. De lo que se trata es de hacerle comprender que recibirá su premio siempre que tras salir del puño se mantenga volando hasta que le reclamemos de nuevo. Por su puesto en las primeras lecciones diarias le llamaremos de esta forma sin alargar demasiado dicha lección; hay que evitar que se distraiga y se marche por su cuenta a posarse en algún sitio como venía haciendo, de hay que estemos intentando inculcarle algo nuevo. Día tras día iremos alargando las lecciones de vuelos al puño y esto lo conseguiremos espaciando cada vez más la siguiente llamada al puño. Poco a poco el pájaro irá entendiendo que para recibir el premio de la codiciada picada, tendrá que mantenerse volando alrededor nuestro sin posarse.

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Nosotros podremos empezar a desplazarnos por el campo mientras el pájaro da vueltas y vueltas en torno nuestro esperando la nueva picada. Recordar, si se posa nos acercamos a él y recogiéndole sin darle ninguna picada lo volvemos a lanzar al aire para llamarle mientras se mantiene en vuelo. En estas lecciones también se puede seguir llamando al señuelo al pájaro para terminar con la lección de ese día, de forma que dejaremos un trozo de la gorga un poco más grande y lo pondremos en el señuelo. En uno de sus giros y cuando queremos dar por terminada la lección sacaremos el señuelo y terminaremos de cebarle en el mismo. Cuando consigáis que el pájaro vaya cogiendo fuelle y aguante más tiempo en vuelo, vais progresivamente dejando de llamarle al puño y retomáis el hilo del adiestramiento en el punto en el que lo dejasteis, dejándole volar ahora si más a su aire.

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5ª PARTE:

“LA ALTANERÍA” ¿Cómo conseguir que el pájaro suba?... Lo que esta claro es que los pájaros - lógicamente hablamos del grupo de las denominadas falcónidas - prácticamente todos acaban por subir. Unos tardarán más, otros tardarán menos y nosotros podremos ayudar a que el pájaro entienda que tiene que subir, pero realmente será él quien un día, decida que ha llegado el momento hacerlo. Cuando un pájaro empieza a dar sus primeros vuelos en libertad buscamos que este muy pendiente de nosotros, pues todavía no tenemos la suficiente confianza en él y por lo tanto le volamos en pesos, podríamos decir, bajos. Desde luego una vez superada esta primera y delicada fase (fase que durará tanto como crea conveniente el cetrero, no dejando que las prisas nos hagan precipitarnos) debemos empezar a confiar más en el pájaro y en nosotros mismos, pues tras estos primeros vuelos hemos podido comprobar que el pájaro está reaccionando correctamente y que ya no existe tanto riesgo de que se distraiga y se aleje demasiado con peligro que esto supone. Por lo tanto podremos ir volándole, progresivamente y con mucho cuidado, en pesos más altos.

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Se podría decir que ante nosotros parten dos caminos que se muestran como los más indicados para conseguir que un pájaro acabe subiendo. Uno pasa por empezar a trabajar con los escapes – presas precapturadas procurando que dichas presas sean cada vez más fuertes, intentando aumentar la dificultad de la captura - cosa esta nada fácil - de forma que el pájaro, en su progresivo entendimiento de la dificultad cada vez mayor de capturarlas, busque de forma natural la manera de conseguir dominar a las presas y la mejor forma para conseguir esto es sin duda la altura. Esta opción es la más utilizada con grandes halcones (peregrinos y similares) y con estos suele dar buen resultado, pues tenemos la posibilidad de hacerle escapes digamos más voladores, como son las palomas. Dichos halcones son también más propensos por sus características congénitas de vuelo a buscar la altura en su beneficio. Sin embargo con los cernícalos esto es más difícil. Partiendo de la base de que es más o menos complicado el conseguir que las primeras presas adecuadas para esta falcónida vayan más allá de las codornices (con el tiempo podrán ser tórtolas o incluso palomas) y al utilizar como es habitual este tipo de escape - codornices -, nuestro cernícalo no encontrará demasiada dificultad para capturarlas y por lo tanto no tendrá tanta necesidad de buscar nuevas formas de vuelo para conseguir su captura. Esto puede retardar un poco el que el pájaro suba.

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El segundo camino pasa por ir dando poco a poco a nuestro pájaro la oportunidad de volar más tiempo cada día, a la vez que probamos a volarle en pesos algo más altos. De esta forma, al no estar tan pendiente de nosotros, tendrá mayor oportunidad de investigar y aprender por sí mismo de los elementos que le rodean (léase, el viento y los accidentes del terreno que provocan las corrientes ascendentes de aire caliente llamadas térmicas), encontrando nuevas formas de volar que le permitirán seguir evolucionando. Hay que dejarle volar.

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Es muy importante que en esta delicada fase del adiestramiento seamos ahora nosotros los que estemos muy pendientes del pájaro, vigilando que en sus evoluciones cada vez mayores no pueda meterse en líos que podrían llegar a ser peligrosos. Estos peligros pueden ser otras rapaces y similares que vivan en el terreno que hemos elegido para volar a nuestro pájaro o que, embrujado por el viento y empujado por sus ganas de aprender, se aleje demasiado de nosotros con el riesgo que esto sin duda conlleva. De ahí que siempre haga tanto hincapié en que seáis muy cuidados y fieles al implantar los estímulos en el pájaro, y sobre todos ellos, el señuelo, es sin duda el más importante. El pájaro tiene que tener una fe inquebrantable en el señuelo, de forma que sepa que el señuelo es siempre sinónimo de comida, seguridad y sosiego, por lo que nos será mucho mas fácil recuperar al pájaro en situaciones que podrían llegar a complicarse.

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Por lo tanto una vez que consideréis que el pájaro esta más musculado pues comprobareis que aguanta más tiempo en el aire y que empieza a utilizar el viento como un aliado, apoyándose en él para evitar cansarse y viendo como gana fuerzas en su forma de remar (de dar alas) - es cuando debéis templar los nervios y dejarle volar más a su aire sin reclamarle tanto, acompañándole en sus incursiones cada vez mayores y por lo tanto más peligrosas. Todo esto que os cuento debe ser hecho con mucha paciencia y mucho tacto, no hay que ser impacientes y obsesionarnos con el siguiente paso a dar. Cada paso debe ser dado con firmeza, implantando en el pequeño cerebro de nuestro pájaro una mecánica alcanzada por la repetición machacona y constante de los ejercicios que realizamos a diario. Por lo tanto debéis intentar disfrutar con el pájaro en todos y cada uno de los momentos tan importantes en los que nos encontramos, sabiendo que este arte siempre dará sus frutos con la realización de un trabajo a largo plazo en el que deberemos poner todos nuestros sentidos, para poder templar y guiar a nuestro pájaro en sus evoluciones, como si fuéramos nosotros mismos los que estuviéramos volando. De esta forma, cuando creamos que el pájaro sabe como comportarse en la mayoría de las situaciones que se nos puedan presentar en el campo, es momento de dejarle pensar más - cosa que antes no permitíamos - y este pueda hacer uso de la libertad de movimientos que poco a poco le vamos dando.

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De esta manera, un día cualquiera de los muchos que debemos pasar volando junto a nuestros pájaros, nos encontraremos con que de repente comienza a subir. Es entonces cuando hay que saber actuar - reclamándole antes de que se aleje demasiado o se descentre distraído por las nuevas perspectivas que se revelan ante sus asombrados ojos - sacando a escena ese escape que le muestre lo que es capaz de hacer apoyándose en la altura. Os aseguro que si esto lo hacéis así, para el pájaro significará un antes y un después en su forma de volar a partir de ahora, pues una vez ha descubierto lo que significa la altanería el pájaro tenderá a seguir subiendo cada día, limitándonos nosotros a esperar a que el pájaro decida cuando subir ese día. Es importante a partir de este momento terminar la lección de cada día habiendo conseguido que el pájaro suba. De esta forma conseguiréis que el pájaro comprenda que esto es lo que debe hacer para que la recompensa que recibe cada día aparezca en escena.

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CONCLUSIONES: Hay que empezar a tener claro que es lo que pretendemos de nuestro primer pájaro. Si lo que pretendemos es tener un pájaro que llegue a capturar presas salvajes, con la gran dificultad que esto conlleva, lo que tenemos que tener claro es que el pájaro debe trabajar única y exclusivamente con la mente puesta en la caza real. Para esto en lo que tendremos que trabajar es en tener un pájaro centradísimo con nosotros y deberemos disponer de un número muy grande de escapes similares a las presas que perseguimos. No sirve de nada dedicarnos a soltarle codornices y luego pretender que capture presas mucho más difíciles como son los pájaros silvestres. Como os digo la caza de presas silvestres pasa, única y exclusivamente, por disponer de dichos escapes y trabajar con un pájaro muy musculado y conocedor de la técnica necesaria para conseguir esto. ¿Y cuál es esa técnica? Diréis. 123

Esa técnica supone el enseñar al pájaro que lo que tiene que hacer es perseguir la caza real, de forma que llegue a asustar tanto a sus presas como para que estas, al sentirse acosadas, decidan buscar refugio en una mata o cualquier herida que les proporcione el terreno. Para conseguir esto se debe trabajar única y exclusivamente con escapes similares a las presas que pretendemos dar alcance. Los escapes deben ser hechos de forma que el pájaro crea que esta persiguiendo a presas salvajes. De esta forma se consigue que el pájaro confié en sus posibilidades y que esa fe se trasforme en la codicia y la audacia que sin duda necesitará para poder llegar a las presas salvajes. Conseguido esto - cosa bastante difícil -, el pájaro debe aprender a esperar en el aire dando pasadas a media altura para bloquear a la presa en su refugio - de poco nos servirán ahora las grandes alturas a la espera de que nosotros desalojemos a la presunta presa en el momento justo en que el pájaro tiene más posibilidades.

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Ese instante será cuando el pájaro, en una de sus pasadas entorno a la mata donde se encuentra escondida la presunta presa y ayudado por la velocidad que le proporciona llevar el viento en cola, se encuentra cerca de pasar junto a dicha mata. Es entonces cuando nosotros sacaremos a la presa en la dirección que trae el pájaro, de forma que la hagamos volar hacia campo abierto y nuestro cernícalo utilice la velocidad que trae en su pasada para llegar a dicha presa. Y que así, azorada y asustada como está por la presencia del pájaro y la nuestra, pueda llegar a cometer un error fatal traicionada por los nervios que permita a nuestro pájaro trabarla en el aire antes de que gane muchos metros, pues será el miedo que consigamos meterle a presa el factor determinante para llegar a conseguir su captura.

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Esto que os comento es a mí entender la forma más real y factible de conseguir una captura, pues creedme si os digo que es extremadamente difícil que nuestro cernícalo llegue a alcanzar alguna presa a primer vuelo o en persecución directa partiendo este desde nuestro puño ( hablamos claro esta de la caza a pie y no desde el coche o en situaciones excepcionalmente favorables) . Se debe buscar una semi altanería en la que el pájaro se mantenga en alturas de 10 ó 15 metros, de manera que, cuando se deje caer en picado, a la presa no le dé tiempo de volver a ocultarse como pasaría estando el pájaro más alto de contar la presa con otra herida cercana. ¿Qué es lo que complica esto que os estoy comentando? Lo primero es que el pájaro debe saber perfectamente cual es su papel y cual es su altura y posición para conseguirlo.

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Con esto os podréis dar cuenta de que se requiere un control sobre el pájaro y un dominio sobre su vuelo muy difícil de alcanzar, os lo aseguro. Se deben buscar lugares y situaciones muy concretas para conseguirlo. Dichos lugares deben ser despejados para que el pájaro pueda evolucionar de forma correcta y deben tener unas heridas aisladas en las que consigamos encerrar a las presas, de forma que estas, en su posterior huida, no tengan más remedio que salir a campo abierto, no pudiendo burlarnos cambiando de herida como harían sin duda de contar con más refugios cercanos. Por lo tanto esto supone que debéis encontrar dicho sitio - como el que describo - y que se dé la casualidad de encontrar una presa propicia cerca del mismo. Como os podéis imaginar esto comienza a ponerse cada vez más complicado. El pájaro destinado a la caza de presas silvestres deberá disponer de una fe y una confianza grandísima en la captura de dichas presas y la única forma de conseguirlo será disponiendo como os decía de escapes propicios para ello. ¿Qué dificultades conlleva esto último? Por un lado, deberéis poner en práctica métodos de captura de escapes que en la mayoría de los casos están prohibidos - y como es lógico esto es muy poco recomendable -, con lo que correríamos un gran riesgo al hacerlo pues estamos hablando de algo muy serio. Por otro lado deberíais mantener dichos escapes en perfectas condiciones de vuelo, pues si os limitarais a tenerlos en una caja (por ejemplo dándoles tan solo de comer) dichos escapes perderían toda o casi toda su bravura, por lo que ya no nos servirían para lo que estamos persiguiendo puesto que necesitamos de escapes en plenitud de facultades. 127

Los escapes deben cumplir la misión de enseñar al pájaro a medirse con dichas presas salvajes, por lo que debemos utilizarlos con astucia, pues si no se daría cuenta enseguida de cuales son las presas de escape y cuales son las de verdad, persiguiendo con energía las primeras y dejando las segundas por saber que son más difíciles. Por lo tanto es sumamente difícil saber utilizar los escapes de forma correcta, consiguiendo que sirvan para que el pájaro crea que captura presas salvajes y no escapes, mucho más fáciles y sencillos. Como podéis comprobar, cada vez se complica más la cosa... El siguiente problema lo encontrareis, en el entrenamiento del pájaro propiamente dicho. En este entrenamiento todos y cada uno de los pasos deberían ir encaminados a conseguir que entienda como debe comportarse para medirse con este tipo de presas y esto que os comento no se consigue siguiendo unos consejos o pautas que de alguna manera podamos daros en los libros o similares… ¡no! … Esto se aprende en el campo y sobre todo con la práctica. Pues os aseguro que de momento bastante tenéis con conseguir que el pájaro vuele en libertad estando pendiente de vosotros pues sabe que de vosotros saldrá la comida que necesita - como para que consigáis depurar tanto un entrenamiento, tan complejo como el que estoy intentando explicaros. Desde luego si estuviéramos hablando de algo legal, que nos permitiera conseguir los elementos necesarios para intentarlo, esto sería mucho más fácil.

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Pero cuando pasas un día con la red vertical puesta o con cualquier otro método de captura que se utilice, con el miedo constante que supone el que nos pillen y sabiendo que no es tan fácil la captura de escapes como el poner una red y sentarnos a esperar que caigan solos, os aseguro que se os quitaran las ganas de seguir jugándoos tener un serio problema, cuando en realidad las dificultades no han hecho más que comenzar con la captura de dichos escapes. Por lo tanto, ¿qué es lo que pretendéis de vuestro primer cernícalo? ¿Pretendéis tener una súper maquina de volar y cazar? (con lo que sin duda nos habríamos equivocado de pájaro). ¿O lo que pretendéis es el aprender los misterios y embrujos que se esconden en este arte, en el cual disfrutareis de ver volar y evolucionar a vuestro pájaro, volando y evolucionando vosotros junto a él?

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“RECOMENDACIÓN” Bajo mi punto de vista, lo que deberíais perseguir es aprender vosotros mismos junto con vuestros pájaros, de la naturaleza, del viento, de las presas y de todas y cada una de las cosas que nos enseña el compartir la vida con semejantes seres vivos. Por lo tanto, en mi opinión no deberíais obsesionaros tanto con tener un pájaro súper musculado y pensando en hacer una súper maquina de volar y por el contrario deberíais disfrutar y valorar la grandísima oportunidad que os brinda el compartir la vida con vuestros pájaros, de forma que lo que busquéis sea enriqueceros con el placer que supone el contacto con la naturaleza y con todos sus seres vivos. Una vez conseguido esto, podréis plantearos futuros retos que exijan de vosotros el utilizar toda la experiencia acumulada en el tiempo que lleváis con vuestro pájaro, de forma que ahora si intentéis alcanzar con el mayores desafíos. Lamentablemente cada vez es más habitual ver a cetreros principiantes que un día pensaron que cazar con una rapaz sería más sencillo y que cuando comprueban la verdadera dificultad que esto conlleva, se sienten defraudados perdiendo gran parte de esa ilusión tan necesaria para llegar a conseguirlo. “Si perseveráis y tenéis paciencia, llegareis a conseguir grandes cosas que os llenen de orgullo”.

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EL FINAL Bueno amigos, llega el final de este largo y agotador intento de ayudaros. Me gustaría terminar diciéndoos que esto que os he explicado sea utilizado con el respeto y la admiración que sin duda profesamos los que amamos la naturaleza, hacia esos otros animales de nuestro entorno, respetando que la cetrería que debemos practicar hoy en día debe ir encaminada única y exclusivamente hacia las rapaces criadas por nosotros en cautividad. Debemos mantener un respeto absoluto y responsable hacia los hermanos salvajes de nuestros pájaros, para que las generaciones futuras puedan seguir disfrutando de ellos como nosotros y no puedan decirnos desde los organismos más radicales que fuimos nosotros, precisamente quienes más amamos a semejantes animales, los que contribuimos de manera activa en la disminución y en muchos casos la desaparición de tan queridos seres vivos. Desde aquí hago un llamamiento con el corazón para que respetéis a la naturaleza como lo que es, un tesoro de incalculable valor, y a todos y cada uno de sus elementos como lo que son, los verdaderos protagonistas de esta maravillosa “AVENTURA DE LA VIDA”.

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“EL CAMINO DE LA ALTANERÍA” “DIARIO”

POR “LIDIA RODRÍGUEZ LÓPEZ”

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T Å| ÅtxáàÜÉ M La brisa fría recorría la linde de aquel sembrado abandonado a las malas hierbas. Salvo unos pocos que habían sido arados y quedaban ahora atrás, los campos eran una mezcla de reverdores otoñales y restos del seco verano. Recorríamos aquel paraje que desde la carretera casi parece un retazo en la inmensidad, pero una vez adentrado en su corazón, se hace extenso y hermoso. Quizá ese paisaje, a un lado del bullicio de la gran ciudad y al otro silencio armonioso del monte mediterráneo, pueda parecer a los ojos de algunos de escaso valor… pero para unos pocos es ese refugio de tranquilidad donde olvidar para sumergirte en lo más profundo de los sentidos, allí donde el alma viaja en cuanto tiene oportunidad. Ante el eco lejano de la civilización, el silencio de la naturaleza se deja escuchar. El frío aire del norte va acariciando desde el pie de la montaña todas las tierras hacia el sur. Sientes el murmullo de los pinos cuando sus acículas parlotean con el viento, las desnudas ramas de los almendros entrechocar, la ráfaga removiendo los herbazales salvajes como oleadas de colores verdosos y dorados, el trino de los pequeños pájaros o la silueta lejana de la rapaz oteando el páramo... ese indescriptible silencio que tranquiliza y alerta los sentidos, solo roto por nuestros pasos entre las resecas espigas y por la brisa que acaricia el instinto perdido en el asfalto... Y allí, en medio del quebrantado silencio, te veo caminar solitario ave al puño como cada tarde, antes de que el sol decline, antes que el ocaso alcance. Te sitúas en un alto donde el viento choca de frente con el rostro.

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Casi parecería una rutina, pero como cada día te acompaña esa congoja de soltar pihuelas y no saber que deparará la jornada... y alzas el puño al cielo. Con la única diferencia de que yo te observo entre curiosa y embelesada, hasta que como un proyectil, esa ofrenda alada al cielo sale del puño y comienza su coqueteo con el viento. Me fijo en cada detalle, cada gesto queda grabado en mi mente. Y pienso que no hay mejor aprendizaje que observar a tu maestro. El dulce tintineo de los cascabeles se oye aquí y allá mientras caminamos observando nuestro alrededor. Algunos pajarillos se espantan a nuestro paso. Andamos cara al norte, enfrentándonos al soplido incesante y frío del aire. Algunos cirros y nubes altas rasgan el cielo en mil franjas blanquecinas. Esa pájara conocedora ya de su quehacer, vuela a su antojo disfrutando del cielo que le ha sido entregado. Pero siempre va atenta de nuestros pasos. La vieja Umbría me fascina con sus vuelos. Entre verla surcar el cielo, dejo volar mi imaginación y puedo ver a su hija que va sobre mi puño haciendo grandes cosas, emulando a su madre que navega ahora en el viento… Aunque sepa que para eso nos queda mucho por aprender y tiempo por transcurrir. De vez en cuando en su deambular, Umbría pasa cerca. Tú bien conoces que esta pidiendo el desenlace de sus vuelos, pero con un solo gesto la dices que no, que vuele, que siga jugando con el viento. Mientras seguimos la marcha y sin perderla de vista me das detalles, sobre todo del viento, sobre como saber cuando soltar esa codorniz que siempre se espera que de una hermosa batalla. En el pasado quizá la muerte de un ser vivo de tal forma me hubiera causado una extraña contradicción y bien me has demostrado que es natural sentir pena cuando realmente amas el campo y la vida de tal manera. Y sin embargo, ¿hay muerte más digna que morir midiendo tus fuerzas con las de un adversario para el que la naturaleza le ha dotado de sus propias armas? Es el juego de la vida, ese juego en el que no siempre vence el mismo. Empiezo a sentir ese profundo respeto y admiración por la presa, ese del que tanto te he oído hablar. Tanto respeto y admiración como siento por nuestros pájaros, el mismo que siento al mirar el cielo, el riachuelo, los bosques o las estrellas… Abres el porta escapes para sacar la presa de hoy y Umbría ya adivina en tus movimientos que es hora de dejar los juegos. Antes de soltar me indicas que aquella es la manera de la que me habías estado hablando, de cómo hay que esperar que el pájaro nos rebase volando contra el viento. Mientras la observamos podemos ver como nos mira desde el cielo, girando su cabeza sobre el ala. Y es en ese momento cuando la codorniz propulsada hacia el cielo empieza a batir sus alas, se lanza cola al viento en una desesperada búsqueda de la herida más cercana. Ella sabe que es la única salvación que le queda ante la inminente llegada de su perseguidor. Por un momento hay más silencio en los alrededores, como si todo se hubiera prestado a observar el desenlace de aquella lucha. Un final, que tras segundos de incertidumbre, acaba con Umbría sobre la codorniz entre un montón de espigas, cerca de la linde donde había adivinado que se iba a esconder la desafortunada presa. Las cosas suceden tan fugazmente que para mí es complicado asimilar todo lo visto. Falta de práctica, me digo. Sonreímos por lo contemplado y rápidamente vas a buscar y a felicitar una vez más a la compañera de tus vuelos. Saboreamos un rato la escena en nuestras mentes mientras parece que alrededor todo sigue en calma y la percepción del tiempo vuelve a la normalidad. 136

Mientras recoges a Umbría, me dedico a observar el horizonte. Contra el cielo se recortan las cumbres blancas de la sierra. Las observo casi con nostalgia mientras el sol continua advirtiéndonos de que los días de otoño se hacen cada vez más cortos. Ya cebando a la pájara continuamos recorriendo el campo, volviendo sobre nuestros pasos mientras piensas un buen lugar donde hacerle unas tiras al señuelo a su hija, que sigue tranquila en mi puño. Realmente hay rincones maravillosos escondidos tras las lomas donde, tras los vuelos, terminas preso en la tranquilidad con la que solo un lugar tal puede obsequiarte. Puede parecer que, al lado de los largos vuelos de Umbría, el vuelo directo de Cisco hacia el señuelo mientras la anilla que le une al fiador va deslizándose hacia mí sea menos importante. Pero para el que siente la cetrería como nosotros es igual de hermoso, es una alegría que solo puedes sentir cuando sabes que tú y tu pájaro vais por un buen camino. Desde aquel primer momento en el que comió en el puño su primera gorga o desde ese otro en el que apenas le tiras el señuelo a las garras para que salte a él, hasta el día en el que té invade la emoción al quitar la lonja y el tornillo, para dejarle por primera vez libre. No hay un solo momento que no disfrutes solo con ver los breves pero firmes avances. Ese ayer que parecía no marcharse, cuando el pájaro era una criatura salvaje que apenas comía con tranquilidad en el puño, queda tan lejos que casi olvidas que un día tuviste en tus manos una fiera a la que parecía imposible tranquilizar y enseñar. Con que satisfacción recoges de nuevo a tu compañero mientras se ceba en su merecida comida y como premio final obtienes la aprobación de ese maestro que te guió desde el primer momento para que sacaras el arte cetrero que reside dentro. Y no contentos con tales regalos, aún tenemos tiempo de deleitarnos con la belleza que nos rodea, del sosiego y las luces del atardecer en el campo, protegidos del crudo viento y con los pájaros en sus bancos al sol. Entre los comentarios de la jornada cada uno navega por sus pensamientos, observando como los pájaros se convierten en una bola de plumas y se olean con los últimos rayos de la tarde. Sus miradas inquietas nos advierten de la presencia de cualquier imprevisto, inclusive esas rapaces salvajes que buscan sustento o vuelven a su refugio antes de la noche. Una vez más te pierdes en el mundo de los sentidos, escuchas tú alrededor y te paras a pensar en la fortuna de poder compartir de un modo tan natural y hermoso la vida con unos animales tan fascinantes… y al fin al cabo con la naturaleza que nos rodea, es maravilloso. Acabo entendiendo que para mi no es tan importante llegar a la presa, “Esa que dicen ser necesaria para hacer cetrería”como llegar a mi pájaro, llegar, a ser parte de su vida tanto como él ha llegado a ser parte de la mía, llegar hasta la esencia misma de la desconocida naturaleza, siendo parte de esa esencia la despiadada lucha por la supervivencia. El campo se tiñe con los colores del fuego, el sol se esconde tras el horizonte y las nubes, entre rosadas y azuladas, reflejan los últimos rayos del astro… Es entonces la hora de marcharse y volver a esa otra realidad del asfalto… Pero solo volver en parte, porque sabes que por muy lejos que estés, siempre parte de tu alma estará perdida en ese campo donde te sentiste un ser libre mientras volabas con tu compañero del aire. 137

De nuevo recorremos las veredas y los páramos, con los pájaros ya encaperuzados, con las estrellas apareciendo tímidamente en el firmamento. Se espantan las cogujadas que ya se acurrucaban unas con otras entre los campos para aguantar el frío… El silencio es aún mayor... Que pincelada tan acertada para acabar el día tras la satisfacción de unos buenos vuelos. Aún seguimos hablando, aún comentamos dudas, nuevas enseñanzas, sueños que no abandonan nuestro pensamiento mientras regresamos. Pero a veces solo puedo escucharte como un eco lejano, un instante en el cual solo puedo pensar en mi fortuna. Una vez estuve segura de que volar un halcón era uno de mis más añorados sueños. Sin embargo siempre lo vi lejano. Acudía a mí la añoranza de algo que aunque desconocido latía en mi interior al mismo ritmo que los latidos de mi corazón. En los primeros pasos no tuve más apoyo que mi voluntad. Pero he aquí que mi fortuna cambio cuando alguien pudo ver, con solo leer en unas simples palabras que en mi timidez conseguí escribir en un foro de Internet, ese sentimiento que deseaba con todas mis fuerzas dejar salir de mí. No sé si tengo más suerte por haber encontrado un gran maestro o un gran amigo... El maestro me transmitió un legado que espero que jamás caiga en el olvido y consiguió con su ayuda cumplir mi sueño y calmar mis dudas. Gracias a ello mi sueño esta hoy sobre mi puño. El amigo comprendió esa parte de mí que hasta el momento nadie había entendido y fue el apoyo que me había faltado. Tengo la satisfacción de saber que cada vez que vuele a mi querido pequeño gran halcón o con los años quizá otras aves recordaré las palabras y la pasión por este arte de mi querido maestro. Gracias. Gracias por siempre y de todo corazón. “Lidia”

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“Diario”

~ El duende gavilán ~ “Cisco” Peso:197 gr.

Es una tarde de octubre, de esas aún calurosas en las que el sol se resiste de apagar un poco su calor... la campiña esta desierta. Se oye una llamada desde unos árboles lejanos y las alondras sobrevuelan el páramo con sus cantos, resistiéndose a dejar el celo atrás mientras las hojas de los almendros amarillean y el pasto dorado da paso a la hierba verde y fresca. No es mucho lo que se contempla desde la hondonada, en una isla de árboles en medio de un sembrado ya herido por el arado. Tan solo un muro de tierra que partirá en dos el corazón de aquellos campos inundando el ambiente con el incesante ruido de los coches... Más allá de la nueva carretera aún quedan reductos de encinar, de aquel que algún tiempo cubrió aquellas tierras y que aún hoy da cobijo a seres camuflados e ignorados por la mayoría de los humanos. Allí estamos Cisco y yo… Ella debatiéndose alguna vez, aún desconfiada de mí recién salida como esta de la muda y yo intentando adivinar que es aquello que llama poderosamente su atención. Y aunque muchas veces es imposible verlo, otras me descubro compartiendo la visión de aves lejanas que sin los ojos de mi amiga jamás hubiera descubierto en el cielo. En un instante cambia su actitud desconfiada y vislumbro a mi amiga, aquella con la que disfrutaba del arte de volar por el cielo... Arrastrando el señuelo levemente por el suelo consigo que capture su simulada “presa” y que coma después picaditas de mi mano. Y todo habría sido esperado, como pensábamos que iba a ser... Todo menos el teatro de la vida, ese que se representa todos los días en nuestros campos al alcance de unos pocos ojos afortunados... 139

Cuando me disponía a marcharme el silencio del campo se llena de sonidos de alerta lanzados por un grupo de pajarillos que parecen asustados. No puedo verlos, pero escuchó como se aproximan hacia nosotras. En breves instantes me sorprenden viniendo de frente hacia el lugar donde nos encontramos. No puedo percibir que mal les atemoriza tanto, pero el miedo se palpa en su vuelo... De repente, un relámpago gris ataca desde la retaguardia a las avecillas. Es rápido, como una flecha que corta el viento. Le veo seleccionar la presa y fintar en el aire intentando alcanzar su pequeño trofeo... Su pecho es rojizo, aunque poco más puedo ver ante tal velocidad. La suerte a favor de la presa quiso que las ramas de un almendro se interpusieran entre las garras del cazador, que sin embargo intenta capturar dentro de la maraña de hojas y troncos. No lo consigue y la presa se refugia en lo más profundo del follaje evitando a la muerte vestida de gavilán. Aún boquiabierta contemplo como el resignado cazador, ignorando por completo mi presencia y la de Cisco que observa en mi puño la escena, sale por nuestro lado del árbol y empieza a dar tornos hacia las alturas del celeste firmamento. El duende sube firme... seguro que aún con el regusto amargo de la derrota. Pero no se rinde y sé que volverá a intentarlo cuando, otra vez desprevenidas las presas, la altura le sirva de atalaya para la caza. El gavilán altanero se pierde donde la vista no alcanza a los pocos instantes para alivio de los pajarillos, que huyen de las heridas del lugar despavoridos. Tal como apareció, el fantasma se desvanece. Escucho al pájaro afortunado que aún sigue entre las ramas, seguro que recuperando aún el resuello de la vida que casi se le escapa entre las garras de su enemigo mortal. Un día más para vivir... y sin embargo que belleza la de la caza, que maestría y que arte el de los depredadores, belleza que sin presas y sin muerte no sería posible. Belleza de la vida que pervive en nuestros campos y que cada vez se ve más acorralada por la civilización, por carreteras que cruzan sus dominios, por casas que cercan a su territorio... belleza que poco a poco se retira a los confines de nuestra geografía huyendo de la “quema” de los humanos... Belleza que rara vez verán ya nuestros sucesores, en los campos donde antaño nuestros ojos vieran instantes que marcaron nuestro profundo respeto, admiración y veneración hacia lo más puro que navega por nuestra alma: la vida, la sencillez encerrada en la complejidad de la naturaleza, encontrar que no somos tan distintos del resto, que sufrimos, morimos, crecemos, amamos y vivimos, conscientes o no de ello. La felicidad de encontrarse a uno mismo, perdiéndose en el mundo de los sentidos donde no existen más que las leyes de la vida...

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~ El “túnel” de viento ~ “Cisco” Peso:192 gr.

Tras casi una semana de rutina campera empiezo a vislumbrar en los ojos de mi compañera aquella chispa que nos unía y nos hacia libres en nuestra especial amistad. Aún es reticente a la caperuza, ese instrumento que le trae por el camino de la amargura cada vez que lo ve venir hacia sí. Aunque ahora donde más intenta evitar con sus debatidas la caperuza es en el campo, cuando debemos marcharnos. Pero ya no es como antes... su mente ha cambiado de nuevo y en cuanto ve el señuelo no duda en aletear y volar hacia el. Por fin nos hemos aclimatado de nuevo al quehacer de una nueva temporada, venciendo a los gramos de más y también a la propia pereza que muchas veces intenta vencer a nuestra pretensión de volver a la rutina de los vuelos. Pero algo que he aprendido es que las ganas de volver siempre vencen, por mucho que se oponga la costumbre de la inactividad que para el cetrero supone la muda. Hoy en el campo hacía viento... normalmente me gusta el viento aunque a veces trae ruidos que me inquietan. Cisco en cambio no parecía alertada por nada. Una vez fuera la caperuza, he volteado el señuelo y al poco ha acudido volando asegurada por el fiador... no ha sido un vuelo largo, tan solo lo necesario para comprobar si ya estaba realmente dispuesta. Una vez encima me he acercado de rodillas como siempre a ofrecerla suculentas picaditas a por las que acude de buena gana. Es una alegría descubrir como el pájaro va recordando poco a poco lo aprendido en las temporadas anteriores. Muchos acabarían la jornada ahí, encaperuzando al halcón antes de que acabe su comida. 141

Yo retiro el señuelo con cuidado para que termine la gorga sobre mi puño y, una vez acabado el festín, nos acomodamos en la hierba o el barbecho de los campos y disfrutamos de un baño de sol y de la brisa. Miramos el infinito hasta donde la vista alcanza, deleitándonos con la vida que se muestra en toda su belleza ante nuestros curiosos ojos. Hoy la pájara ha empezado a olearse algunas plumas que quizá tenía descolocadas por el vuelo. Luego hemos contemplado a las urracas, un grupo de seis que jugaban a perseguirse entre los almendros o que intentaban volar a duras penas contra el viento, como retozando en alas de Eolo. Quizá impulsada por la visión de las urracas, Cisco ha abierto las alas a la corriente del noreste. Era como si volara sin despegar del puño, como si entrenara para volar jugando con la brisa racheada... como un pollo que aletea en el nido días antes de iniciar sus vuelos. Luego las cerraba un rato, para volver a colocar las plumas o para mirarme con esa pose tranquila que se reconoce en un pájaro que esta a gusto en el puño. Me ha parecido ver alegría en el brillo de esa mirada oscura. Y me he divertido viendo a mi compañera de nuevo feliz y con mayor confianza sobre el puño. Un gran premio el de esta jornada de viento, mientras la pájara volaba suspendida en la lúa, como en un túnel de viento. Quizá me advertía: “nos esperan grandes jornadas de vuelos, ya lo veras”...

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~ El recuerdo ~ “Cisco” Peso:187 gr.

Han pasado algunos días ya desde la tensa primera salida al campo. Hemos vivido grandes momentos desde entonces. Como era de esperar, Cisco ha evolucionado a mi favor. Renovadas de nuevo las buenas costumbres mi amiga voló libre hace tres escasos días. He de decir que yo también he sufrido ese renacer de la costumbre hasta que la rutina ha nutrido mis ganas de salir a volar, aunque quizás lo que más me agrada de todo son los momentos que pasamos después del ejercicio, cuando nos sentamos a ver el mundo, a contemplar el campo y los seres que habitan en él ignorando por un momento a la humanidad... El canto de los alaudidos, las grullas sobrevolando a mucha altura mientras gritan desde el alto cielo... o esa rapaz furtiva que nos mira curiosa desde la atalaya, ya sea árbol, tocón o firmamento, para después desaparecer tal y como vino en el infinito de cualquier horizonte. Los grillos cantan en estas bocanadas de estío otoñal. Ella inflada, hecha una feliz bola de plumas. Y yo más feliz viéndola a ella y al campo. El primer vuelo libre fue el regreso del ritual. Estábamos allí, en el campo de mi maestro, ese lugar que tanto añoro en incontables ocasiones. El aire tranquilo que se respira en ese lugar y que de momento me es muchas veces imposible de apreciar en mi propio campo... Esos terrenos de paz, con los campos cubiertos de malas hierbas resecas, con sus veredas de almendros y taludes reverdeciendo, con sus encinas aisladas... con el horizonte del Madrid de los rascacielos a un lado y a otro el mar de encinar del monte mediterráneo que se pierde hasta el pie de la Sierra de Guadarrama. Un lugar colmado de recuerdos, de jornadas cálidas y frías donde campeábamos aves al puño y perro a la muestra. 143

Donde las codornices, sembradas o lanzadas, nos daban grandes lances y el sol caía entre murmullos de la brisa, nuestras voces o nuestros silencios. Añoro mucho de aquella primera temporada que vi volar a Umbría la vieja mama de Cisco. Pero lo cierto es que ahora, cuando muchas veces me retiro a un recoveco escondido del campo para contemplar el mundo tras la jornada, hecho de menos la compañía de mi maestro. No por mucho me repito. Volverá pronto seguro....... Tras probar el emisor, voy al lugar de costumbre. No ha cambiado nada desde el año anterior, solo que hay más maleza. Tras quitar lonja y tornillo, dejo a la pájara en un tocón de hormigón de esos que abundan en este campo y que parecen delimitar unos campos de siembra de otros. Sé que esta impaciente. Me alejo dándole la espalda y preparando el señuelo; “casi puedo notar sus ojos clavados en mi espalda”. Y sé que una vez más no tengo nada que temer porque la pájara esta preparada para dar de nuevo el paso a la libertad. Efectivamente viene rauda, con más limpieza y más altura al no estar ya impedida por las limitaciones del fiador. Persigue el señuelo con garra mientras cae al suelo. No sé si serán mis ojos, pero este año noto algo diferente en el vuelo de mi pequeño gran halcón, sus aletazos me parecen más firmes, más limpios. Al terminar los vuelos nos acomodamos cerca de la conocida charca que se encuentra casi seca. Muchas tarabillas cazan insectos desde la espesa zarza que se alimenta de ese agua. Y muchas veces el gavilán o el esmerejón sobrevuelan de improviso la zona por si encuentran a alguna de estas avecillas despreocupadas en desventaja.

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~ ¡Vuela Cisco, vuela! ~ “Cisco” Peso:183 gr.

Tras estos dos días saliendo desde algún posadero que nos brindaba el campo, empezamos los vuelos saliendo desde el puño. Después de breves tornos premio con el señuelo sin esperar que se distraiga. Y así alargamos día a día la lección, intentando que cada vez sean más los tornos. Alguna vez se posa en el suelo pero no es como el año pasado. Cuando despega de nuevo vuela muy fuerte, dando unos tornos con una garra que no le había visto nunca en las dos temporadas anteriores. Se nota la fuerza que va adquiriendo gracias a que salimos todos los días. Llegó el puente de los santos y el viernes fue el día de las sorpresas. Para empezar un ratonero nos salió casi de los mismos pies con una paloma blanca entre sus garras. Se perdió entre los pinos aunque me dejó ese punto avizor que da el saber que rapaces más grandes baten la zona. También tuvimos la visita de la gavilana altanera. Los vuelos fueron fantásticos. Cisco salió con ganas y voló muy bien, tanto que no se llego a posar en el suelo. Lo malo de estas jornadas es que los vuelos acaban tan rápido que casi no da tiempo a saborearlo. No obstante, bajamos la loma para ir a parar a la charca, en donde terminamos la ceba. En esos instantes vuelve a salir el ratonero ya después de su merienda y con una térmica alcanza la altura idónea para alejarse hacia la espesura. Nos pasamos un buen rato, más de media hora, mirando el campo hasta que encuentro preciso volver. 145

Pero justo cuando me decido a levantarme, aparece Juanse que viene a hacernos una visita para ver que tal nos va. Bajamos a los árboles que hay descendiendo la loma del cañaveral. Es un lugar tranquilo donde rara vez te molesta nada y es donde hicimos muchas tiras de fiador antes de llegar hasta hoy. La pájara esta muy desconfiada de Juanse cuando le quito la caperuza. Yo creo que aún se acuerda de muchas que le ha hecho el maestro y se las tiene guardadas je,je.je... Eso sí, cuando la dejamos en su arquito le entra una gran felicidad de saber que aún va ha estar otro rato en el campo y no se va para casa. A mi como siempre me parece una maravilla observar sus movimientos curiosos cuando mira el campo... se retoca algunas plumas... nos mira y mira a los pajarillos en los almendros. Me atrevo a decir que si no tuviera otra cosa que hacer en la vida que mirarla, la pasaría embobada desde el primer momento mirándola sin alcanzar aburrimiento alguno. Jamás me cansó de verla. Juanse me comenta que la nota distinta, con el plumaje ya de ave adulta y sin esa cara de pollo... aunque sigue siendo un poco tontuela, esperemos que se le pase este año. Le falta arrancar hacia la curiosidad de volar, de jugar con el aire, de elevarse en sus brazos y abandonarse por un momento al viento olvidándose un poco de mí. Tampoco mucho, no quiero que se pierda. Pero es una pájara muy apegada desde que la tengo, que le gusta poco alejarse y volar. Y yo digo que es a lo que yo la he acostumbrado con mi falta de tiempo... y cuando tenía tiempo quizás por mis miedos. Aunque mi maestro se apresura a decirme que he aprovechado bien el tiempo que se me ha dado para ello. Y es cierto, tengo un buen cernícalo. Solo le falta arrancar de una vez y descubrir de lo que es capaz. La curiosidad de la pájara nos alerta y miramos al cielo. Descubrimos un ave enorme, con un plumaje oscuro casi negro. Sin duda parece un águila y aunque no hemos visto las hombreras blancas, llegamos a la conclusión de que posiblemente sea un águila imperial aún joven y con escasas hombreras. No es la primera vez que se las ve por allí. Una vez una me regalo su concierto de cante desde gran altura. El maestro me confiesa que va a empezar ya con Umbría y que va a dejar ya las siestecitas de por la tarde... je, je... Le entiendo bien, ponerse al tema da una pereza increíble... Es extraño, la verdad. Nos pasamos la muda pensando en volar y cuando llega la nueva temporada siguen las ganas de volar pero no las de moverse para hacerlo. Todo es hacerse de nuevo a la rutina… como ya he dicho antes, al igual que el pájaro necesita recordar nosotros también lo necesitamos. Al fin y al cabo somos animales de costumbres, como ellos. El caso es que me alegra sobremanera la noticia de la vuelta de Umbría a los campos de mano de mi maestro. Tengo ganas de verla algún día volar con esas ganas que solo ella tiene. Aunque ahora nos las veremos para volar los dos pájaros y trabajaremos el doble seguro. Pero la compañía lo merece. Y tengo muchas ganas de rememorar aquellas andanzas de mi primera temporada. Me trae muy buenos recuerdos... que ganas tengo, aunque no se lo confieso a mi maestro. Es posible que él lo sepa. Y a pesar de su pereza yo también sé que desea de nuevo disfrutar de los vuelos de su querida Umbría. Decidimos que lo mejor es seguir dejando al pájaro dar tornos y esperar que quizá un día la suerte le haga encontrar una térmica. 146

Juanse me recomienda algunos lugares propicios del campo, con hondonadas y altos donde la brisa y los vientos se revuelven con más facilidad y dan ventajas al vuelo. El sol desaparece tras la loma entre nuestras palabras y decidimos marchar. Es increíble como en cuanto cae el sol desaparece el ambiente primaveral y se extienden los fríos. A la pájara le cuesta un mundo la caperuza. A mi me cuesta irme de la agradable compañía y de la buena conversación. Pero me digo que en breve se repetirá más a menudo. Ultimamos los preparativos y nos vamos sin más sorpresas. Nos acompaña el anaranjado intenso del cielo despejado. El horizonte se come al sol en minutos, las montañas antes azules se tornan a un color violáceo oscuro. Los campos antes dorados se vuelven ocres, el verde pierde su brillo amarillento hasta abatirse a las sombras. La oscuridad de la noche poco a poco se adueña del campo y de los seres que habitan en él...

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~ Los reencuentros ~ “Cisco” Peso:185 gr.

Los maestros han vuelto al campo así como el frío ha llegado a las tierras bajas mecido desde el norte. Ya pasaron los días de otoño veraniego... Ya no se ven tanto a los gavilanes, ni los ratoneros, ni siquiera los cernícalos. En cambio el campo empieza a bullir vida. La vida de los bandos de pajarillos que seguramente huyen del frío de las alturas y del norte descendiendo a la meseta. Eso hace pensar que pronto llegará el esmerejón con sus empuestas, al igual que pronto han de llegar las ansiadas lluvias que harán reverdecer al páramo y, al fin y al cabo, hacerlo revivir de este estío tan largo que se ha mantenido en los campos. Ya no sale tanto el pastor ni los campistas campan por doquier. Ahora el barbecho pertenece a quienes sepan hacer de lo inhóspito un lugar de tardes inolvidables. Al abrigo de una loma me preguntaba hace ya más de una semana cuanto le faltaría a Umbría para ponerse a tono y volver a su feudo. Cisco ya volaba bastante bien, posándose poco y dando muchas vueltas a mí alrededor mientras caminaba. Poco a poco parece entender que hay que ganarse el sustento volando. Como temporadas atrás tiene una fe inquebrantable en el señuelo, fruto de buenas lecciones. Toda la gorga del día en semejante instrumento es suficiente para convencer a un ave de presa de que el señuelo será a partir de ahora como su “plato” de comida.

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Y así se convierte en el más preciado instrumento, junto con la telemetría, a la hora de recuperar un halcón. Su solo volteo hace que venga desde cualquier lugar cuando es bueno el apetito. Hoy llegábamos al campo sabiendo que el primer escape de la temporada nos esperaba. Fue un lance precioso. Cisco volaba hacia delante cuando propulse a la codorniz desde mis manos. La presa aprovechó el aire en cola para huir con rapidez. Cisco fintó para tomar el favor del viento y se colocó a ras de suelo dando alas con fuerza. Por un instante estuvieron igualados y de repente pensé que la codorniz embarraría inevitablemente en una zarza cercana y se escondería en tan buena herida. Tuvo intención de ello pero dudó y la duda sentencio su final pues se paso ligeramente la zarza y cayó al otro lado donde Cisco la atrapó con gran agresividad. La pájara terminó la ceba en presencia de Alba, la bretona de mi maestro. No hizo muchos extraños, pero en cuanto aquello se movía la inquietud le alisaba las plumas. La búsqueda de la perra entre las matas secas provocaban continuas debatidas. Al acabar con los vuelos del día íbamos hacia el alto de la loma de las encinas para descansar cuando la perra hizo una muestra. El ratón era diminuto y se escabulló entre los cardos. No obstante seguimos la busca. Nos alejamos un poco con Umbría preparada para el lance que se presentase. Alba regresó al lugar donde habíamos visto al roedor y volvió a hacer la muestra. Allí estaba de nuevo. Y esta vez en un lance corto no pudo escapar de las garras de la ya cebada Umbría. La mía nada más que hacía asustarse así que el intento de buscar uno para ella se quedo en eso.

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~ “La Martirio” ~ “Cisco” Peso:191 gr.

Todo empezó un viernes de este Noviembre que ya casi alcanza a su fin. Llegué al campo sobre las cuatro tras aguantar el atasco de costumbre de los viernes. Juanse me esta esperando en el campo. Tocaba volar en la parte alta por la venida propicia del leve viento. Primero Cisco, que hace buenos vuelos hasta que la veo cansada y doy señuelo. Al poco nos viene a visitar la cernícala salvaje que da una vuelta de reconocimiento y se posa en uno de los postes de hormigón. Según nos acercábamos a ella levanta el vuelo y desaparece... Juanse me dice que aquella semana Umbría había tenido pelea con ella. Mientras cebo, Juanse prepara a Umbría y charla con un harrisero que debió vernos desde la lejanía. Umbría empieza a volar al rato. Vuela bien aunque se posa bastante, producto de su aún baja forma. Mientras vuela aparece de nuevo la pájara salvaje. Esta vez va directa dando su grito de guerra… ha reconocido a Umbría. Se enzarzan en una batalla entre graznidos y lances increíbles. Se agarran, pero antes de que Juanse pueda llegar ya se han soltado. Se suceden los encuentros. En cuanto nos confiamos reaparece la cansina dueña del páramo para echar a la “intrusa”. Pero Umbría siempre ha gastado un carácter agresivo y valiente. No se deja amedrentar y responde. 150

Los lances se suceden como las carreras para evitar las peleas y los agarres. En la última ambas desaparecen en la hondonada. Veo a Juanse desaparecer tras la loma corriendo mientras que las pájaras luchan y chillan. Juanse se da un tortazo de campeonato por intentar socorrer a Umbría que pelea con su congenere en el suelo Al cabo de un rato consigue regresar con Umbría volando y, sin que ya moleste la cerní salvaje y se le hace un escape. La codorniz, en vez de tomar viento en cola loma abajo, lucha contra el viento en cara hasta que sin salida y vencida por el viento se deja caer en lo alto de la loma y es capturada por Umbría. Mientras cebamos decidimos que nos vamos a alejar por un tiempo de la zona pues los pájaros no están todavía fuertes y la cerní salvaje a la que bautizamos como la Martirio, es mucha cerní.

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~ Simulando la caza ~ “Cisco” Peso:192 gr.

Hoy hemos quedado para simular un día de caza y, para evitar un poco los ataques de la Martirio, elegimos un lugar más escondido. El sitio es idóneo, la ladera que cae hacia el camino del río se convierte en nuestro escenario. Allí dos horas antes algunas codornices fueron soltadas por Juanse. Hoy es el día para probar a Cisco con la perra. Estoy segura de que no hará ningún extraño y todo irá a la perfección. Empieza volando mi estimada compañera. Nada más salir se posa en las encinas que nos acompañan en el camino. Alba empieza a buscar entre la densa espesura que cubre los suelos y nosotros caminamos tranquilamente. Cisco nos va siguiendo de árbol en árbol hasta que finalmente se arranca a volar sin posarse tan a menudo. Es un espectáculo ver a Alba recorrer de arriba a abajo los campos buscando las codornices embarradas entre las matas de hierbas secas. La pájara pasa cerca muchas veces e incluso sobrevuela a Juanse y a Umbría, que va encaperuzada. Breves minutos después y tras haber recorrido bastante trecho descubrimos a la presa. Alba hace la muestra mientras Cisco sigue sobrevolando. Nos colocamos en posición para levantar la codorniz de su escondite ladera abajo y esperamos a que la pájara se sitúe en el lugar adecuado. La codorniz sale con premura bajo nuestros pies al verse acosada y Alba corre detrás. Al mismo tiempo doy la grita y la pájara voltea en pos de la presa. Rápido Juanse llama a la perra para impedir que continúe persiguiendo el lance y pueda asustar a Cisco. 152

La codorniz, tras un buen vuelo decide embarrar y Cisco entra sin dificultad para trabarla. Mientras cebo continuamos nuestra búsqueda... ahora le toca a Umbría. Repetimos la ceremonia hasta que encontramos la siguiente codorniz que Alba nos muestra con su agudo olfato. Nos preparamos y la codorniz sale volando fuerte ladera arriba, tanto que embarra antes de que Umbría pueda llegarle. Alba vuelve a encontrarla entre las matas y esta vez conseguimos que salga hacia abajo. Vuela igual de apresurada o quizá más. Umbría le pisa los talones... Extrañamente cruzan el cauce seco sin que la codorniz se escabulla en las amplias zarzas que crecen a su alrededor... Umbría la barre en el otro extremo cuando intenta zafarse de sus garras en el aire. Ha sido un lance muy bonito y para recordar.

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~ El ratón ~ “Cisco” Peso:195 gr.

El camino de entrada al campo esta cortado y tenemos que entrar por detrás. El cambio de rumbo nos hace elegir un nuevo campo de vuelo bastante despejado que desciende hacía el cauce reseco y las lomas de más allá. Hoy Umbría volará primero. El paso lento de un jinete impide iniciar la jornada, ya que a Umbría no le hacen especial gracia los caballos y podría no querer volar. Al cabo de un rato podemos empezar. La pájara se posa primero en una retama para luego volar hasta el tejadillo de una de las casetas de ladrillo que tenemos en la cercanía. Seguimos caminando mientras pasa un ciclista por debajo de ella y se pega un leve susto. Al poco viene en pos nuestra y empieza a volar bastante bien, alejándose e investigando su territorio. Lo esta haciendo muy bien... pero aparece la Martirio y tienen una pequeña trifulca. Por suerte, tras darse un poco de leña, la cernícala salvaje se vuelve a ir y nos deja para el resto de la jornada. Umbría regresa a volar como hasta entonces y Juanse suelta la codorniz, que da un vuelo fuerte y largo. Embarra en el último momento haciendo dudar a la pájara que ya iba a trabarla en vuelo. Pero las dudas se disipan con rapidez y se vuelve para barrer la presa en el suelo. El turno de Cisco comienza entonces. Nada más salir del puño va a parar a la misma retama que eligió Umbría, la llamo al poco y acude dando un poco de alas hasta que vuelve a buscar una atalaya que encuentra en los almendros del lado opuesto. Sigo avanzando mientras Juanse avisa de que viene el tractor, que nos ve y nos regaña un poco por pisar un campo muy extrañamente sembrado. A mi me descentra un poco... la pájara viene y vuela muy bien un rato. 154

Hasta que viéndola colocada suelto la codorniz. La persecución es impresionante y termina como su madre barriendo la presa en el suelo. Es pronto y decidimos ir un rato a la hondonada. Colocamos a las pájaras en la ladera de la colina y observamos como la tarde se va marchando. El pastor ha perdido algunas ovejas y vuelve a buscarlas con otra persona. Al poco escuchamos los berridos. En un carro de obra trae nueve corderillos con sus madres detrás persiguiéndoles sin perder el paso. Es entonces cuando decidimos marchar sin sospechar que un ratoncillo temerario nos aguarda en el camino. Alba muestra casi cuando llegamos al límite de las matas. Al acostumbrado “Busca”, la perra intenta hallar la presa para mostrarnos su posición. De repente lo veo cruzar ante mis ojos en una mata más arriba. Juanse prepara a Umbría, aunque sabemos que se ha cebado mucho... El ratón es el colmo de lo temerario. Se cruza al lado de mis piernas y Umbría se frena al verme delante. El roedor se ha salvado en este lance... paso tan cerca que me digo que quizá Cisco lo hubiera querido, aunque también ha recibido una buena ceba. Y lo intentamos, pero suelto antes de que la pájara se centre y acaba yéndose por detrás de la loma... Toca correr con todos los trastos encima (cámara incluida). Suerte que tras insistir volteando el señuelo regresa sin dudarlo. La conozco bien y sabía que iba a volver, aunque no deja de ser bastante imprudente a la luz escasa de la joven noche. Recibe cortesía y volvemos a intentarlo, esta vez templando la paciencia de ver al ratón delante de nuestras narices, exhibiéndose sin ningún reparo. La pájara lo ve por fin... la veo dispuesta y lanzo. Pero se tira a plomo, supongo que más por ver el bicho en movimiento que por hambre. El ratón corre y escapa ante nuestras incrédulas miradas quedando Cisco un tanto confundida. Se ha lanzado inocentemente, quizá por la falta de apetito. Eso en la caza real es un fracaso seguro. Juanse intenta buscarlo de nuevo tras recoger con gran cuidado a la pájara. Pero se lo ha tragado la tierra... seguramente haya podido llegar a su madriguera. Mejor así, se ha ganado seguir viviendo después de tentar tanto a la suerte y burlarnos de tal manera a unos experimentados “ratoneros” y a sus aprendices. Otro día caerá contando con la imprescindible ayuda de Alba, seguro.

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~ Doblete ~ “Cisco” Peso:196 gr.

Varios días habían pasado ya desde los anteriores lances, cuando después de despegar Cisco de mi puño notamos que la pájara no estaba muy dispuesta por volar ese día. Al cabo de unos minutos estaba más en los árboles que en el cielo, con las plumas ahuecadas y mirando su feudo. Era un día con algo de viento y bastante frío, pero no rendimos la tarde por las malas expectativas en los vuelos... quizá hoy era el día de dedicarse exclusivamente a la caza real... Fue fácil recoger a Cisco que bajo rápidamente hacia el puño desde su atalaya en el árbol. Mientras la premiaba con unas pocas picaditas caminábamos hacia las primeras retamas tras la linde de almendros. Alba se puso a trabajar a la primera orden y buscó los topillos con su particular maestría. Pero los rastros no parecían indicar nada factible y seguimos caminando por encima de la loma hasta las siguientes retamas que se cruzaban en nuestro camino. Donde comenzaba a descender la ladera hacia el camino dos retamas contiguas sirven de escondite a un buen número de senderos y alguna madriguera. Además tiene la ventaja de ser bastante desparramada y no tener mucha maleza por el suelo que nos impida ver a las presas. Alba se adentra hasta lo profundo de la mata. Husmea nerviosa porque ha encontrado un rastro y de pronto se para mirando el suelo, señalándonos el punto donde esta el topillo o estaba hace unos instantes. Con esta prueba fidedigna de que tenemos caza, Juanse se adentra en la mata para ayudar a la perra mientras Cisco y yo nos quedamos un poco apartadas. 156

Cisco esta más atenta que nunca. Hoy que no ha cazado la codorniz con anterioridad se come el suelo con los ojos y mueve la cabeza continuamente cuando ve entre las ramas algún leve movimiento. Yo sé que esta viendo a la presa pero que aún no la tiene a su alcance. Pero esta en peso y se precipita hacia la presa aún cuando sabemos que lo más fácil es que se escurra por sus escondrijos. Efectivamente un recoveco entre las ramas impide que las garras se topen con el pelaje del topillo y Cisco se queda mirando como entre las uñas solo tiene hierbajos. Como si intentará comprender que ha podido ocurrir para errar su lance... Sin duda el apetito ha hecho que mi compañera se precipite. Me sorprendo cuando pongo el puño a su alcance y ella salta con gran rapidez buscando esta atalaya de caza que sin duda tanto la beneficia en su empeño. Me emociona. Cisco no es un pájaro que le guste mucho acudir al puño, por eso verla trabajar de tal modo mientras la ayudamos en la caza me llena de un orgullo que solo se puede sentir por el compañero en el que tanta dedicación empeñas. Decidimos que es mejor cambiar el lugar de espera. Juanse y Alba se adentran por la zona donde nosotras estábamos antes. Cisco y yo nos situamos en el camino que cruza entre las dos retamas. Apenas es un hueco de hierba corta donde las ramas de uno y otro arbusto se entrechocan en el aire. Pero es seguro que será suficiente para que Cisco tenga su oportunidad. Una vez más la pájara se acalora y se tira entre las ramas de la primera retama sin obtener éxito alguno. Inmediatamente regresa al puño y pone sus ojos de nuevo en encontrar a la presa que persigue. Esta vez el topillo, hostigado por Alba y por Juanse, cruza por delante de nosotros. Es muy rápido. Cisco se lanza desde el puño, cae con facilidad desde la atalaya y aprieta tras la presa. Pero el topillo alcanza una rama que cubre su sendero y Cisco vuelve a quedarse con un pequeño montón de hierbas entre las garras. El error no importa, la pájara aprende... Juanse guía a la perra hasta la otra retama donde comienza de nuevo el intento por hacer moverse a la presa. El topillo se mueve entre las ramas. Cisco quiere ir pero ahora se llena de paciencia y espera, comprendiendo donde radica su posibilidad de éxito. El topillo asoma cerca. Nos quedamos totalmente quietas evitando asustarle y entonces se decide a cruzar de nuevo hacia la retama más grande de donde antes fue desalojado. Allí esta su madriguera y su mayor posibilidad de salvación. Pero Cisco no perdona. Antes de que el roedor llegue a cruzar el sendero, cae sobre él con una rapidez y una viveza increíbles. El ímpetu frena por completo la rauda carrera del topillo que emite un grito de desesperanza cuando cae presa de su natural cazador. Por fin la merecida presa es capturada y nos felicitamos por esta esperada primera captura de Cisco. El topillo es hermoso y sirve de justo premio por haber conseguido su captura. Al cabo de un rato tras saborear nuestro primer triunfo y dirigirnos contentos al coche vemos que Alba ha dado con un nuevo rastro. Tras deliberar un rato que hacer, Cisco disipa todas nuestras dudas pues se muestra súper atenta a la nueva presa que sin duda ha llegado a ver entre las retamas. Cuando por fin nosotros también conseguimos ver a la presa, comprobamos que es un ejemplar de un tamaño muy considerable, quizá de los más grandes que hemos visto. Cruza casi delante nuestra por un camino que le lleva a una gran y densa retama entremezclada con un pequeño arbusto de encina… Aunque mis compañeros lo buscan parece imposible sacar al inquilino de la herida. 157

Seguimos la búsqueda en las retamas más pequeñas y accesibles. Entre ellas los caminos de los roedores son numerosos, como una auténtica red de carreteras que cubre todo el pasto. Se dan varios rastros. Pero hasta que no ha transcurrido un buen trecho no damos de nuevo con nuestro objetivo. Alba nos lo muestra con su olfato y Cisco ladea la cabeza al verlo moverse entre los gruesos tallos de la retama que tenemos enfrente. En un descuido se escapa por detrás sin dar opción a un lance y tenemos que seguirlo hasta otra mata. Allí volvemos a encontrarlo. Esta vez el topillo sale a una nueva mata y Cisco lo advierte. Sale del puño con rapidez pero casi cuando ya lo tenía el topillo consigue llegar a la retama, ganándose su refugio por milímetros. ¡¡¡Huyyy!!!... Por un rato perdemos la pista del roedor. Y en realidad no sabemos si el topillo que encontramos unas matas más allá es el mismo al que perseguíamos o un nuevo individuo que se ha cruzado en nuestro camino. Tras un rato de mover la herida con insistencia, el topillo sale por un camino lateral sin que lo veamos. Pero Cisco vuelve a salir del puño como una exhalación y vemos alucinados como en un vuelo precioso lanza sus garras hacia delante, dándole caza antes de que llegue a un nuevo refugio. Increíble........ Se ceba a placer sobre la segunda presa y mientras el sol se esconde tras el horizonte y el cielo se torna violáceo no paramos de revivir una y otra vez, contagiados por la euforia de la caza, los lances tan bonitos y movidos que los topillos nos han deparado. ¡¡Bravo Cisco!!...

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~ Lance en campo abierto ~ “Cisco” Peso:200 gr.

Volamos en campo nuevo. Después de aguantar el atasco por fin llegamos al lugar, un llano de sembrados sumergido entre carreteras y centros comerciales. Parece que te adentras en un mundo totalmente distinto del que acabas de abandonar y sin embargo esta a escasos metros. Los aviones de Barajas despegan sin cesar hacia el frente. Umbría vuela primero y sigue sin querer volar demasiado. Seguimos lamentando los constantes encontronazos que ha tenido con la Martirio, pues sin duda han frenado la evolución que debería haber tenido Umbría en sus vuelos diarios. La codorniz embarra varias veces antes de que Umbría consiga hacerse con ella. Juanse no ceba mucho buscando templar un poco a Umbría. Cisco se sigue posando pero vuela bien. Lo lógico sería acortar las lecciones esperando que el pájaro, al llamarle antes de que se pose, vaya aprendiendo que ha de volar para comer. ¿Pero realmente es eso lo que buscamos? Creo que no... Al menos de momento. En esta etapa en la que nos encontramos, les dejamos volar sin que las obsesiones de nuestra mente frenen sus alas, disfrutando de cada batido, de sus sacudidas, de su satisfacción por ver el campo y tomar el sol, sintiendo la brisa o sufriendo el viento gélido y la lluvia como nosotros mismos, así nos sentimos libres... Es por eso que no buscamos que nuestros pájaros nos den más de lo que nos dan y frenamos las obsesiones por no posarse, por no subir o por no cazar cuando afloran en nuestro sentir.

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Porque realmente no necesitamos más que esta emoción que nos invade, sintiéndonos realmente afortunados por el simple hecho de vivir una experiencia tan extraordinaria como es la cetrería. Buscando tan solo disfrutar por el simple echo de ver disfrutar a nuestros pájaros. Cisco sigue volando con nosotros, sin alejarse nunca de nuestras miradas. No sube mucho, solo unos pocos metros. A veces más a veces menos... se divierte volando, se le nota. De repente en uno de los tornos vemos como se lanza en un mini picado hacia el suelo y nos asombramos al contemplar como intenta capturar un pajarillo muy pequeño. La presa se escabulle entre las matas. Valoramos que en el lance anterior ha estado muy cerca de conseguir una sorprendente captura y buscamos al pajarillo para intentar un nuevo lance. Su refugio es un pastizal de altas hierbas del que, por más que peinamos el terreno en su busca, el pajarillo no sale dejándonos un sabor agridulce por haber podido contemplar el primer lance, pero sin posibilidad de volver a intentarlo. Se necesita más que empeño para hacer presas reales en campo abierto con un cernícalo, se necesitan medios poco accesibles y en su mayoría de escasa legalidad, aparte de jornadas llenas de casualidades... Soltamos la codorniz que Cisco captura en un buen lance y nos vamos con la satisfacción de los vuelos, de los lances y de la libertad.

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~ Intento de caza real ~ “Cisco” Peso:197 gr.

Hoy salimos tarde y nos atrevemos de nuevo en los dominios de Martirio. Encuentro a Juanse, que ha ido antes a volar, aún con Umbría suelta. Anda posada por el tejadillo de la caseta. Aún debe estar desconfiada por los ataques incesantes de la cernícala salvaje. Finalmente vuelve a levantar el vuelo pero sin remontar demasiada altura. Si se aleja hacia la caída del vallecito es posible que la Martirio venga a fastidiar un rato. No sería la primera vez que nos ocurre. Por eso, cuando se ha mantenido unos minutos en el aire trabajando se libera el escape. Una buena codorniz que cruza el llano en busca de alguna herida. Pero Umbría va detrás, rápida y dispuesta. Tras un vuelo de unos metros Umbría traba con todas sus ganas dando por finalizados un día más sus vuelos. Con Cisco decidimos intentar algo distinto. Viendo que la pájara intenta cazar pajarillos que salen cuando se encuentra volando, decidimos intentar algún lance de mano por mano a presa vista. Subimos a un conjunto de pequeñas encinas donde quizá encontremos alguna posible presa. Mientras caminamos hacia nuestro objetivo oímos una amenazante voz. Desde las torretas da su aviso la Martirio que ya nos ha visto aunque no estemos todavía volando. En breve vendrá a sobrevolarnos, quedándose bien centrada sobre nosotros el resto de la tarde. Hacemos caso omiso de la contrincante y comenzamos a instigar las matas. Al principio nada se mueve entre las heridas. Pero de repente una pequeña presa cruza el escaso aire entre dos pequeños matorrales. 161

Nuestra estrategia consiste en llevarla al borde y obligarla a realizar un vuelo largo hacia las lejanas encinas de la ladera. Para su suerte nos sale antes de tiempo y la vemos alejarse realizando el vuelo deseado, nos lamentamos dándonos cuenta de que hubiera sido el vuelo perfecto para intentarlo... que mala suerte la nuestra. Aunque la buscamos de nuevo no hay suerte, pero entonces se cruzan en nuestro camino otras posibles presas. Se encuentran entre las hierbas de la ladera. Intentamos acercarnos lo máximo posible a ellas pero van desplazándose de lado a lado huyendo de nuestra persecución. Yo me encuentro encima de la ladera mientras Juanse intenta llevarlas a un lugar óptimo. Pero se hace complicado. Finalmente lanzo a Cisco sin éxito y esta acaba posada en uno de los muchos almendros de la zona. Nos cuesta horrores bajarla de su atalaya y encima la Martirio anda vigilante dispuesta a entrar a por el intruso. Lanzo un ala de codorniz al aire para que baje. Una de las veces que cae al suelo baja a recogerla pero para colmo se la lleva volando a otro almendro más alto para degustarla a gusto. Juanse se ríe, no me extraña. La Martirio acude a montar gresca y Cisco defiende su bocado. Al final conseguimos que sienta más apetencia por una codorniz casi entera que por el alita que posee entre sus garras. Pero cuando la recogemos descubrimos que las presas se han marchado. Vamos hacia la zarza donde suelen esconderse si no se encuentran entre las matas de las laderas. Y allí efectivamente encontramos a la pareja. Como vía de escape tienen un espino y algunos árboles bajos. Conseguimos que el machito vaya al espino. Nos colocamos, la presa sale con un golpe acertado en la mata hacia un arbolillo. Lanzo a Cisco con fuerza y parece fijarse en su presa. Va tras ella con ganas. Pero el arbolillo interrumpe un lance increíble donde Cisco ya estaba a pocos centímetros del pajarillo. Cisco queda frenada por las ramas mientras la presa hace un quiebro entre ellas para volver de nuevo al espino y luego escabullirse a la zarza otra vez. Tras rendirnos a la evidencia, con varios intentos más, finalmente nos vamos al llano donde voló Umbría y allí hacemos lo de siempre, volar nuestro escape de codorniz. ¿Es posible la caza? Tal vez con más medios, más escapes menudos, más perseverancia y toda la entrega posible. Quizá con suerte lo es, pero esta vez no nos acompaño. Pero nos marchamos felices de haber podido ver tales imágenes y pensando que puede ser posible aunque no hayamos podido.

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~ El llano ~ “Cisco” Peso:204 gr.

Durante muchos días hemos acudido de nuevo al llano, a pesar de que vuelan allí un grupo de halconeros que asiduamente acuden al lugar con sus diversos peregrinos y algún híbrido y hacen sueltas de palomas. Esto nos ha hecho tener que acudir temprano, antes de que llegaran ellos, siempre mirando el reloj y también el camino por donde debían aparecer. Supongo que esto no nos ha dado la libertad que teníamos en otros lugares, sabiendo que aquí, al contrario que en nuestros paraísos robados por la Martirio, el tiempo de vuelo esta limitado por la silueta de los grandes halcones. Conseguimos que las pájaras volaran bien, posándose de vez en cuando pero dispuestas a trabajar cuando lo creían oportuno. Los lances de las codornices empezaban a ser bastante buenos, muchas veces con dos o más vuelos a la misma presa que se encerraba siempre que podía en las matas de hierba o en la linde del sembrado que se alzaba más enmarañada por encima del resto del terreno. En el llano los días se hicieron un tanto monótonos para nosotros que somos de terrenos más irregulares, echando de menos nuestras lomas y hondonadas. Habíamos disfrutado de muy buenos lances pero había ganas de cambiar un poco. Quizás en la única colina que se yergue en este campo los vientos nos serían más favorables y las térmicas más accesibles para nuestros pájaros. Por eso al día siguiente subimos la colina y descubrimos un lugar distinto, con lomas, con un pinar al fondo, con barbechos sin arar y sembrados retoñando, con zonas de denso herbazal dorado, reino de los ratones. El primer día allí fue espectacular. 163

Volamos primero a Cisco, que no lo estaba haciendo mal, pero esperamos demasiado cuando estaba bien situado, quizá con la ilusión de que cogiera la térmica que nunca aparecía y subiera, y se nos posó en el suelo por arrancarle unos tornos más. Cuando volvió al cielo volaba algo más bajo pero cuando estuvo en buena posición soltamos la codorniz que capturó tras un vuelo bonito. De nuevo subimos a la cumbre para soltar a Umbría. Estuvo volando un buen rato a su bola en el otro lado de la cima, jugando con el viento como solo ella sabe hacer. Luego volvió para volar con nosotros... solo que nos ocurrió lo mismo que con Cisco. Por esperar hasta el borde de una de las lomas para soltar la codorniz el pájaro se posó en el suelo. Al volver a remontar el vuelo y volverse a colocar en su sitio, se sucede el lance más largo a una codorniz que jamás recordamos. Pendiente abajo, la codorniz vuela alta mientras Umbría intenta ganarle terreno más a ras de suelo. No dejan de volar ni una ni otra, una en su empeño por escapar y otra en su tesón por hacer presa. Las perdemos cerca del pinar en la lejanía... Juanse baja a buscarla, pero no hay rastro de ella ni sus cascabeles suenan para alertarnos de su presencia. Juanse decide ir a la furgoneta (bastante lejos por cierto) en busca del receptor mientras yo busco alejada del pinar por si se ha marchado hacia algún punto peligroso. Al cabo de unos minutos veo que el maestro ha subido con el coche hasta la cima de la colina y baja desde allí buscando el palpito de esperanza que lleva en el tarso su pájaro. Señala hacia el pinar. Vamos hacia el pinar y finalmente hallamos a la pájara. Juanse la encuentra tumbada sobre la codorniz medio pelada, refugiándose de nuestras miradas. Al levantarlas del suelo se queda el rastro de un colchón de plumas que señalan el desenlace del lance. Se respira tranquilidad de nuevo y Juanse y Alba se sientan cansados mientras Umbría se ceba en el puño. El maestro esta contento. Su pájara había sido encontrada con la codorniz entre las garras después de unos cuatrocientos metros de persecución. Parecía increíble, jamás olvidaremos ese lance. El más largo de los hasta ahora contemplados por nuestros ojos. Con la luz del atardecer charlamos satisfechos y felices por lo que nos ha deparado la jornada. Un día para recordar mientras el ocaso devuelve todo a su lugar...A partir de este día salieron unas codornices buenísimas.

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~ El día que se volvió altanera ~ “Cisco” Peso:199 gr.

El año nuevo empezó con mucha suerte a nuestro favor. Volvimos al campo de los halconeros como días atrás y Umbría voló primero. No recuerdo el lance, aunque seguro que fue bueno. Si recuerdo que antes de volarla pasó un halcón hacia el campo de vuelo que suelen utilizar los otros cetreros. Pero desapareció en breve. Cisco también voló como de costumbre, a veces más alto, otras más bajo, posándose al principio. Pero luego cogió su merecida codorniz. Lo curioso vino cuando, tras recoger el pájaro y andar hacia los coches, aparece de nuevo el halcón. Juanse extrañado saca el señuelo, señoleando hacia el pájaro que se aleja y para nuestra sorpresa el peregrino gira viniendo hacia nosotros como un rayo. Finalmente, tras muchas pasadas en las que intenta robarnos el señuelo, lo recuperamos y localizamos tras varias llamadas por el móvil a su dueño, con la consiguiente alegría del mismo cuando viene a recogerlo. Es el paso de las horas el que nos hace percibir el peligro al que hemos estado exponiéndonos volando en la tierra de los grandes halcones. En cualquier descuido o mismamente por la perdida de uno de estos pájaros, nuestros pequeños cernícalos corrían un grave peligro de resultar presas accidentales de los mismos. De nuevo teníamos que buscar otro lugar de vuelos, un lugar donde los cernícalos del campo tampoco se interpusieran en las lecciones de nuestros pájaros... Cuántas veces una de estas reyertas ha arruinado un vuelo constante o un inicio de ascensión. Decidimos probar un pequeño campo inmerso entre carreteras y ciudades. 165

Es un llano salvaje con escasos caminos abruptos, cuyo horizonte son edificios y coches, que resulta ser como un oasis en un desierto, hermoso en su escasez, en sus cauces, en su charca escondida entre cortados y su manto dorado de hierba hastiada. Quizá un lugar horrendo para algunos, pero en realidad tiene algo de especial, quizás la magia de lo inhóspito y lo solitario a pesar de estar rodeado por la sociedad asfixiante. Para nuestra sorpresa descubrimos que es refugio de alondras, de tarabillas y de otros pajarillos. Un buffet libre de ratones para unos cuantos cernícalos salvajes. Es la morada de avecillas que habitan entre las junqueras de los cauces escondidos. Los buitrones son dueños de tal maraña de juncos. Vuela de vez en cuando una gavilana altanera, increíblemente es cazadero de lechuzas campestres... ¿Quién dijo que este barbecho asalvajado no tiene interés alguno? Quizá la belleza más simple esta presente solo para quien la quiere ver... El campo nos presenta un nuevo reto solo asumible con la siempre beneficiosa ayuda de Alba. Los espesos pastos silvestres son herida segura y eficaz para las codornices. Pronto embarraran las presas en esta maraña de hiervas altas y muy difícilmente se las podría sacar de su escondrijo sin los vientos de un buen perro. Empezamos a disfrutar de este campo nuevo. Las pájaras volaban bastante bien. Cisco se mantenía volando mucho más tiempo aunque la altura no era lo suyo. Umbría muchas veces no quería volar. Pero al final de una forma u otra cazaba su codorniz, siempre con sorprendente agresividad. Con Cisco se sucedieron los revuelos debido a su falta de garra a la hora de trabar a la presa en el aire, su manía de acuchillar le complicaba a menudo los lances. A veces parecía entenderlo y se empleaba para capturar a primer vuelo. La falta de árboles incitaba al vuelo y en bajando una hondonada del terreno conseguíamos más altura de la que el pájaro quería remontar. Pasamos muchos días sin escapes, por lo que el señuelo volvió a ser el aliado de nuestros vuelos. Incluso sin codornices las cosas cambiaron en una de estas jornadas... quizá el día indicado. Las motos que raramente acudían allí aparecieron y nosotros caminamos huyendo de su estruendo hacia la zona final del campo, donde las lomas y quebradas paredes de arena formaban pequeños cortados. Fue por aquellos rincones donde descubrimos una charca escondida entre algunos árboles. Un lugar asombroso en medio de toda esa “nada”, oculto y cobijado por las laderas de las lomas. Aquel día aparte de descubrir tan recóndito entorno disfrutamos viendo volar a los pájaros. Recuerdo el vuelo de Cisco. Le soltamos desde lo alto de los cortados y se posó en el suelo nada más salir. Finalmente conseguí que torneara a mí alrededor a baja altura, mientras caminaba por el borde de la pendiente. Juanse se quedó abajo en la hondonada. Los tornos se sucedieron hasta que Juanse desde abajo pensó en reclamarle con el señuelo. De repente Cisco descendió hacia la hondonada realizando el primer picado largo de su vida y capturó el señuelo entre la maleza del borde de un camino. Este vuelo debió sorprenderle, descender cortando el viento, veloz y ligero. Tanto, que desde este día, Cisco se volvió halconcillo altanero... No se explicar como... pero poco a poco los pocos metros que ascendía se fueron incrementando y con ellos los picados se hicieron más largos, más complejos... más bellos. 166

Poco a poco la pájara volaba sin descanso, disfrutando de una libertad que acababa de descubrir en sus alas. El cielo se convirtió en su feudo. Aprendió que la fuerza de la caída propiciaba la captura. Cuando la codorniz embarraba tenía que volver a volar y en breve comprendió que si volvía a las alturas le volvería a ser mucho más fácil alcanzarla. Aprendió a entrar a nuestra vertical en busca de la presa. Al principio perdiendo algo de altura y con el tiempo, realizando su entrada emballéstada y sin perder ni un ápice de su techo. Lo más hermoso de todo esto no son los picados, ni los lances de los que nos hace disfrutar. Lo más valioso, es ver como ha aprendido de los vientos para desenvolverse con soltura allá arriba y como por fin disfruta de sus alas y se sabe libre en las alturas... ¿Cómo hemos conseguido esto?... Sin duda con la constancia de cada día, la repetición y la rutina diaria, sople el vendaval, haga frío, llueva o diluvie. Sin perseguir más objetivo que el de disfrutar del más sencillo vuelo, sin necesidad de conseguir más, sin obsesionarnos con que día será el que por fin suba y sin sufrir porque no vuele como deseamos, sino disfrutando porque tiene la oportunidad de volar. Acumulando paciencia cuando parece que se agota, dando gracias porque los malos días en los que los peligros nos acecharon volvió a nuestro lado. Con buenos escapes que también ayudaron y Alba para levantarlos... y sin duda con la ayuda de mi maestro, para guiarnos en el arduo arte de la altanería. Simplemente un día el halcón descubre que hay cielo más allá del aire que rodea a su cetrero. Y ese día preparaos para sufrir y disfrutar.

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~ Una tarde con el maestro ~ “Cisco” Peso:198 gr.

Juanse me dijo que hoy había quedado con Carlos, su maestro, y que este traía consigo una sorpresa. Mientras voy de camino al campo no puedo imaginarme que sorpresa puede ser la que nos espera en el páramo olvidado. ¿Quizá un nuevo pájaro? ¿Algún lance inusual? No acierto a pensar que puede ser. No esperamos a que llegue Carlos con el todo-terreno y directamente nos adentramos por los tortuosos caminos embarrados aún a riesgo de que cualquier día se nos quede el coche atrancado. Incluso Juanse intenta cruzar el camino del cauce con el sufrido Corsa pero resulta imposible. Al final conseguimos llegar al lugar de otras veces sin mayor sobresalto y vamos preparando los utensilios y los escapes mientras esperamos. Con Cisco ya en el puño contemplo el día mientras Juanse corta las picaditas para Gala. Ya hace unas semanas que Umbría ha pasado de nuevo al descanso de su muda y ha adquirido su relevo Gala, la gavilana, con lances que dan alas a los sueños. Hace buen tiempo y el cielo esta despejado como acostumbra en este atípico invierno. Continuo dándole vueltas a la sorpresa que traerá Carlos, mientras esperamos que en cualquier momento aparezca en lo alto de la loma. Juanse sigue hablando de ello con emoción, diciendo cuanto me va a gustar... Empiezo a sospechar de qué se trata. No hace muchos días, en una de las varias jornadas que coincidimos con Carlos volando los pájaros, comenzaron a hablar de Aurelio Pérez, ese gran naturalista y cetrero que había sido mano derecha de Félix Rodríguez de la Fuente. 168

Aurelio era gran amigo de Carlos y Juanse le comentó que algún día podía traerlo a disfrutar de una de nuestras tranquilas jornadas cetreras. El recuerdo me vino a la cabeza de repente y descubrí la sorpresa antes de verla. Carlos traía Aurelio. Se lo comenté a Juanse que me miró un instante asombrado, antes de confirmármelo con una amplia sonrisa. Segundos después aparecía el coche de Carlos en la colina y Aurelio con él. Sentí nerviosismo. Iba a conocer a alguien que había trabajado codo con codo con Félix y que había visto tantas y tantas maravillas de la naturaleza que hasta me costaba llegar a alcanzar en mi imaginación. Alguien a quien admiraba tanto como al propio Félix. Y de repente se me brindaba la oportunidad de conocerle y de disfrutar de una tarde de vuelos en compañía de un cetrero de esos a los que no puedes más que admirar, un cetrero que por encima de todo ama el campo. Nunca me gusto demostrar nada en el campo, nunca tuve nada que demostrar. Y con Aurelio en seguida te das cuenta de que puedes ser tu mismo. Con Aurelio se va a disfrutar de la jornada en buena compañía, a escuchar sus palabras y a absorber sus sabios consejos. Tras saludar a Aurelio, Juanse nos presenta y al poco comenzamos los vuelos. Y quizá los vuelos son lo menos importante de aquel día. Guardo en mi mente todas esas palabras que Aurelio nos decía. No importa cuantas cosas te diga Aurelio. Nunca será un reproche sino un consejo a tomar muy en cuenta. Como cuando apoye al pájaro en mi rodilla para retirar el emisor y me recordó algo que a veces olvido: que es mejor hacerlo levantando la cola y apoyando la parte trasera de los tarsos sobre la superficie donde deseas que suba el halcón. Yo volé con Cisco como todos los días y allí abajo en la hondonada nada podía escuchar de lo que arriba opinaran los maestros. Ese día Cisco voló más bajo y no subió tanto. Quizá porque había bajado unos gramos más de lo deseado. Pero no importó demasiado... lo hizo bien y se lanzó a por su escape de manera sublime cuando Juanse y yo, como todos los días, se lo soltamos. Aunque cuando parecía que la cuchillada era inevitable, la codorniz se tiro al suelo. Me dio un poco de pena que lo hiciera. Podía haber sido precioso. Pero nos conformamos con la trabada entre la espesa maleza del suelo una vez más. Aurelio dijo que era un pájaro morralero, por lo centrado que se mantenía en todo momento, en lo que no le faltaba razón. No es un pájaro cazador si no un cernícalo puesto a codornices de escape. Si lo hubieras visto los dos años anteriores... Entonces no era morralero sino una lapa. Lo viste en una de sus mejores etapas, cuando empezaba a descubrir junto a mí la altanería... me hubiera gustado que la hubieras visto más avanzada la temporada, Aurelio... Carlos voló su torzuelo de peregrino, un pájaro que trabajaba de muy buenas maneras y que en seguida se ponía alto y atacaba su paloma. Gracias a ese peregrino y al medidor de altura de Carlos nos hicimos una idea de a cuantos metros puede estar un pájaro. Aurelio nos dejo boquiabiertos cuando mientras Carlos sostenía en el puño una hermosa hembra de peregrino dijo que aquella hembra era mezcla de escocesa. Recuerdo la sonrisa de Carlos mirando al experimentado maestro y diciendo que así era. 169

Por supuesto, Aurelio no sabía nada sobre la sangre de aquella pájara y lo había supuesto con solo ver la estampa del halcón. Todos nos preguntamos como era capaz de diferenciar esos pequeños detalles con solo echar un simple vistazo sin si quiera acercarse a verla más de cerca. Ni más ni menos que diferenciar en un mismo individuo las subespecies de las que procede. A mi me maravilló tanta sabiduría cetrera. Recuerdo nuestra pequeña charla, cuando me preguntó cómo es que me gustaba la cetrería. Y yo no pude más que responderle que siempre me habían gustado los pájaros y me había llamado la atención este arte. Me falto decirle que gracias a él y a Félix pude conocer la existencia de esta forma de vida. La respuesta pareció sorprenderle. Luego Juanse añadió que también por culpa de que le había conocido a él, mi maestro cernicalero. Además le dijo que estudiaba biología y Aurelio se dio la vuelta con un soplido que parecía decir “haber empezado por ahí” y añadió después, no me digas más. Le pregunte después, sabiendo a los muchos cetreros que el conoce en toda España, si había tenido la dicha de conocer alguna mujer gavilanera. Es algo que me planteo para un futuro y Juanse, que me ha estado enseñando muchos de los intrincados secretos del gavilán, se sentiría más que encantado de verlo algún día. Dijo que no conocía a ninguna, cosa que me imaginaba. Continuó hablándome de que había conocido a varias cetreras pero que la mayoría lo dejaban. Muy pocas seguían al pie del cañón con el paso de los años. Yo le prometí que sería una de esas pocas. No concibo ya mi vida sin la cetrería. Hablamos también sobre las aves de cetrería, sobre el esmerejón para cazar ciertas presas. Aurelio nos dijo que el aplomado era una seria opción en ese desempeño. Nos enseñó una foto de unos hermosos aplomados que aparecían en la que pronto presentaría como su autobiografía. No podré olvidar cuanta gracia me hizo cuando Juanse dijo que a él le gustaban mucho las pequeñas para la cetrería y de repente el maestro dijo muy serio “a mi lo que me gustan son las mujeres”. Nos reímos todos largo y tendido tras semejante afirmación. No recuerdo si fue antes o después de estas palabras cuando acudió en compañía de Juanse a cazar con la gavilana y con Alba siempre cerca. Carlos y yo nos quedamos en la loma, observando el cauce por el que andaban el cazador y el maestro que observaba de cerca. Es como si les viera a ambos cada vez que lo recuerdo, caminando en el páramo... y me admiró aún al recordar a Aurelio caminando allí mientras se buscaba el lance, como si de uno de sus documentales se tratara. Gala no defraudo y tras trastejar un poco los carrizos que invaden un seco y viejo cauce de un rió, consiguió su captura, en un bonito lance que Carlos y yo solo llegamos a intuir desde la distancia. Mientras Gala se cebaba hablamos un rato, sobre todo del libro de Aurelio, de que lo iba a presentar en breve. En plena charla poco antes de marcharnos apareció un hombre con unos perros que solíamos ver a menudo siempre que acudíamos a aquellos campos. En principio solo parecía alguien atraído por la belleza de los pájaros pero de repente se puso a hablar de halcones como alguien que sabe de cetrería, preguntando sobre todo por los peregrinos de Carlos. Resultó ser un cetrero ingles retirado de este arte y que ahora vivía en Madrid.

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Mantuvimos una charla agradable en la que nos comentó esos puntos de vista que tienen allí de no volar escapes, además de que lo tienen prohibido. Luego, hablando más resultó ser amigo de otro cetrero que conocían Juanse y Carlos. El mundo es un pañuelo. La charla solo se interrumpió por el paso de una parejita de cernícalos que según presintió el maestro Aurelio deben anidar en los cortaditos cercanos que veíamos. Carlos hablaba sobre Aurelio con admiración delante del curioso halconero ingles. Aurelio en cambio parecía como si con él no fuera la cosa cuando se hablaba de que él había sido el ayudante de Félix. Una prueba más de la humildad y sencillez de este naturalista del que dicen que siempre decía ante las alabanzas, que él solo era un pastorcillo soriano. El último punto del día que despertó nuestras sonrisas fue cuando el cetrero ingles pidió a Aurelio que le apuntaran algo, no recuerdo que, en la invitación que este le dio de la presentación de su libro, a lo que Aurelio respondió todo serio “yo no sé escribir” arrancándonos con su ingenio y su buen humor grandes carcajadas. Aurelio Pérez, que gran personaje eras... Agraciadamente este día fue uno de esos días en los que la enfermedad que tenía el maestro parecía concederle una tregua y pudo disfrutar del campo un día más. Afortunados nosotros, que se nos permitió su compañía por unas horas que quedarán gravadas en la memoria y que jamás se olvidarán... Este es mi humilde homenaje a ese maestro que conocí aquella tarde, que vivía cada instante que se le ofrecía. A muy pocos he visto mirar el campo como a ti. Siempre que este en el campo, volando a mis aves o intentando disfrutar de lo recóndito de la naturaleza, recordaré que en mi emoción palpitan las mismas ilusiones que todos vosotros sentisteis antes que yo, maestros que nos inculcasteis un modo de vida, que nos disteis a conocer el mundo de los sentidos y nos mostrasteis el teatro de la vida.

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~ Ese aliado del cetrero moderno ~ “Cisco” Peso:206 gr.

Quiero hablar de una experiencia única por la que tarde o temprano todos los amantes de la cetrería tenemos que pasar. Pero sobre todo deseo transmitir con esto una idea que debería de rondar la cabeza de todo aquel que ame a su compañero alado. Hoy era un día lluvioso, de mucho viento, de cielo gris y frío del que cala hasta los huesos. Una vez más dos cetreros van al campo sin importarles demasiado tales inclemencias. El día ya apuntaba raro desde su comienzo. Cisco se había dado un baño en la muda y al recogerla para pesarla antes de irnos descubrí como el agua impregnada en sus plumas no me dejaba averiguar certeramente su peso, aunque mostraba claramente que era alto. No me preocupaba demasiado pues llevábamos ya unos días subiendo el peso para intentar que el pájaro no estuviera tan centrado con nosotros... “Esto por supuesto conlleva sus riesgos, pues un pájaro menos dependiente de nosotros puede llegar a ser peligroso. Pero para intentar practicar la altanería, se debe fomentar de alguna manera que el pájaro interactué más con los elementos del entorno, como puede ser el viento o las corrientes ascendentes que se forman en las irregularidades del terreno. Si llevamos al pájaro muy templado, ósea muy hambreado, estará demasiado pendiente de nosotros y esto le impedirá pensar en otra cosa que en terminar pronto con el vuelo del día para conseguir el alimento. Si por el contrario no tiene tanta necesidad de alimento, esto fomentará que el pájaro investigue más por su cuenta, aprendiendo a utilizar su entorno para alcanzar esa altura que él ya sabe, por la repetición de las lecciones y por el premio recibido por alcanzar dicha altura, que es lo que buscamos. 172

Por supuesto para hacer esto el pájaro tiene que estar ya totalmente mecanizado por la rutina diaria. Para conseguir su sustento debe volar y seguir unas pautas que nosotros fomentamos, al premiarle por ejemplo la altura y la intensidad de los vuelos con la salida del esperado escape o del señuelo”... Lloviznaba y Cisco estaba en mi puño, sin decidirse a salir a ese cielo que desde hace días domina con tanta soltura. El agua no tienta a las alas a pesar de que el viento nos espolea sin miramientos. Finalmente lanzo aún sin estar el pájaro demasiado convencido y sabiendo que lo más probable es que intente posarse. Sin saberlo, la situación se nos iba a complicar en breve... Cisco empieza a volar bien y acaba poniéndose a una altura estupenda, tanto como ayer con el sol y la brisa que nos acompañó. Nos sorprende gratamente porque el tiempo no esta para bromas y en cambio este valiente cernícalo vuelve a desafiar al cielo con sus alas y su corazón. Intentamos preparar el lance, embarrando a la brava codorniz en una mata. Empieza a llover con fuerza mientras Alba aguanta la muestra. Descubrimos como las gotas nos juegan una mala pasada y las nubes se ríen de nosotros. Cisco comienza a descender, ya mojado y quizá algo extenuado por esa causa. Intenta posarse en unos árboles desnudos pero el viento no se lo permite y vuelve a remontar. Pero ni por asomo vuelve a esa altura donde antes dominaba el aire. No obstante decidimos no perder la oportunidad y levantar la codorniz. La presa revuela varias veces acosada por la perra. Pero Cisco no logra su captura y termina posándose en el suelo totalmente empapada. Las cosas empiezan a pintar mal y maldecimos no haber soltado la codorniz cuando la tuvimos tan alta y centrada. Caminamos hacia ella. Y de repente, sin saber bien por qué, Cisco se aleja despavorido y Juanse advierte que algo va mal. Cisco se pierde en la distancia mientras señoleo y la llamo a viva voz con todas mis fuerzas, pero no aparece ni da señal alguna de su presencia. Desde la cima de la loma no se ve más que lluvia, nubes y un campo desolado por el mal tiempo. Ya imagino, con la lluvia intensa que cada vez nos azota con más fuerza, que no me ve o que quizá me oye pero no se siente con ánimos de regresar. Empapada como estaba y algo alta de peso nos tememos que hoy es el día en el que por primera vez tenemos que buscar a Cisco a base de telemetría. La lluvia no moja en estas circunstancias, ni tampoco se nota el frío, ni el cansancio vence. El señuelo no surte el efecto deseado y oigo la lejana llamada de mi maestro. Esta en lo alto de las lomas siguiendo el sonido de la vida que le trae la telemetría, el susurro capaz de devolver el compañero perdido a las manos de su afligido dueño. Es un como un latido de esperanza en medio del temporal. Pero las cosas aún no pintan del todo bien. La señal se dirige a una finca privada que esta vallada. Cuando llegó a la cumbre descubro a Juanse al otro lado de la valla siguiendo la señal del receptor. La finca se encuentra en una amplia hondonada y coronada por unas torretas eléctricas en su ladera más alejada. ¿Qué se piensa en esos instantes? Es difícil de recordar las de cosas que pasan por la mente. Maldices que no venga al señuelo al que nunca dudo en acudir y empiezas a temer que se haya ido lejos, asustada, confusa y mojada. Miras esas amenazadoras torres de metal con profundo pesar. No obstante nunca se posó en ninguna de ellas así que te tranquiliza la idea de que no las buscará como posadero y las tendrá recelo. 173

Intento saltar pero la perra que permanece conmigo se niega a dejarme ir y me empuja para impedírmelo. No quiere quedarse sola al otro lado de la verja. Pero yo quiero ir a buscarla... Oigo gritar a Juanse desde lo lejos que me quede ahí. Sin saltar. Desciendo siguiendo la verja señoleando. ¿Donde se habrá metido según esta el día? Los peligros acechan por todas partes y empiezas a temer que haya podido suceder algo. Los minutos pasan y la incertidumbre crece. Alba me sigue nerviosa, quizá pendiente de que no me vaya al otro lado y la deje sola. Jamás maldeci más que le pongan “puertas” al campo. Mientras tanto al otro lado de la verja surgen las mismas dudas y mi maestro mira a las torretas eléctricas con temor. La señal da hacia ellas. Por el camino ha de vadear una zanja repleta de zarzas que se antoja insuperable cruzar por en medio tras varios intentos. Cuando lo consigue la señal que da hacia la eléctrica es intensa pero no tanto como la que da a sus espaldas un instante después. Ya sabe que no esta en esa trampa y que tan solo seguía un rebote de la señal. Aún así no la encuentra, no responde al señuelo, teme que otra rapaz haya echo presa del cernícalo aprovechando su confusión y sus plumas caladas de agua. Cuando finalmente la encuentra sana y salva posada en el suelo, mojada como una sopa, la alegría es inmensa. Tan sorprendida esta la pájara por la situación que no quiere el señuelo, ni la codorniz viva que revolotea atada a la cuerda. Hay que acercarse y cogerla aun sabiendo que Cisco es bastante asustadiza en esos casos. Una pechuga fresca invita al ave a acercarse al puño. Instantes después una picada la despierta de su shock y es entonces cuando Juanse consigue por fin subirla al puño y recuperarla por completo. La alegría hace olvidar el mal rato pasado y la fortuna inunda el pensamiento. Pues somos afortunados por haber recuperado a Cisco. Como explicar la sensación que te invade cuando ves a tu pájaro de nuevo comiendo sobre tu puño. Realmente es una emoción tan fuerte, tan profunda, que hasta que no la vives no eres capaz de concebirla. Hoy tengo certeza de que la lúa habría vuelto desnuda de no ser por ese aliado material que es la telemetría. Que habríamos sufrido lo indescriptible por recuperarla y que quizás nunca hubiéramos dado con ella. Y se habría quedado allí sola, en el campo, en el duro escenario de la naturaleza, sobre el suelo, empapada y expuesta a cualquier peligro. Que ahora mismo la lluvia que oigo caer tras los cristales seguiría calando sus plumas, acordándose mientras de ese hogar donde el agua no llega, allí donde le proporcionan comida y refugio todos los días. ¿Volar sin telemetría? Sin duda la mayor insensatez que puede cometer un cetrero moderno.

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~ Cernícalo peregrino ~ “Cisco” Peso:211 gr.

Cuantas veces he soñado con ese día en el que mi pequeño gran halcón volara como uno de sus congéneres, fuerte y libre demostrando todo su potencial. Allí en lo alto, como el mejor de los halcones, jugando con las nubes y conversando con los vientos. Ayer lo vi... No era un día cualquiera. Confieso que el día anterior me había dejado tocada de una advertencia. Mi cernícalo estaba alto de peso, se había perdido bajo la intensa lluvia y el señuelo no había hecho su efecto. El día no se mostraba mejor: el peso era incluso más alto y aunque esta vez no llovía si soplaba de nuevo el viento. Y además era un día en soledad, pues el maestro no podía venir con nosotras... Acudimos a ese pequeño oasis entre los edificios de las ciudades. Lleve el receptor encima a sabiendas de que las cosas podían torcerse. El emisor daba su latido y en breve subí hasta lo alto de la loma para desencaperuzar y soltar pihuelas. No iba pensando en que las cosas fueran a salir mal, todo lo contrario, tenía confianza en la pájara. Pero aún así quedaba esa duda, ese palpito de saber que jugar con pesos altos puede llegar a ser peligroso... Se acerca el final de la temporada y quizás debería ir pensando en acabarla con el pájaro en la muda... No quise verlo en su salida nerviosa, ni cuando se alejaba quizás más de la cuenta, pero cuando la vi perderse tras una loma lateral, entonces si que pensé que otro día más me la estaba jugado. Cisco desapareció por largos minutos y entonces, tras haber visto lo ocurrido el día anterior, me asuste. Señoleando largo rato la pájara no hacia acto de presencia. Subí a lo más alto, buscándola en lo lejano. No se la veía. 175

Quizá estaba posada fuera de la vista y por eso no acudía al siempre grato señuelo. Aliviada al fin descubrí su figura en el cielo a baja altura. Quizá cometí una estupidez guardando el señuelo de nuevo para dejarla volar en condiciones, esperando que se centrara y subiera a su altura. Y quizá no era el momento de hacerlo sabiendo que el día anterior se había negado a acudir a ese estímulo que siempre ha tenido tan marcado en su mente. Pero me sabía demasiado amargo aquel pequeño susto y deseaba acabar con mejores sensaciones, borrando de una vez los temores que me hubieran perseguido habiendo hecho Cisco esos raros amagos huidizos dos días seguidos. La pájara empezó a tornear cerca y centrada como en días anteriores y volví a sentirme tranquila, sabiendo que esta vez estaba trabajando. Caminaba despacio, primero acercándome para después alejarme de ella e intentar guiarla hacia el lugar que me parecía más propicio para soltar la codorniz. Cuando miré de nuevo a mi espalda la observe más alta y lejana, quizá a la altura que solía llegar todos los días pero torneando de manera extraña. No batía las alas y seguía alejándose más y más de donde yo estaba. Subía y subía, elevándose con total facilidad... Comprendí entonces que Cisco había encontrado una térmica. No sé que sentí antes, alegría o miedo. Me quede allí unos instantes observando fascinada como la pájara subía y subía sin esfuerzo a muchos metros de mí. Luego decidí que debía acercarme a ella para intentar llamar su atención, centrarla y que bajara a terminar su jornada. Pero según se acercaban mis pasos Cisco se alejaba peligrosamente. Rozando las nubes no era más que una muesca en el cielo, una mota que se perdía de vista en el infinito del firmamento. Saque el señuelo pensando que no podía soltar la codorniz, sabiendo que si lo hacia podía perder en la maraña de pastizal uno de mis recursos más preciados para recuperarla aunque intuía que al señuelo no iba a bajar y mientras daba vueltas y vueltas en el aire iba perdiendo en el cielo a mi compañera que aún seguía subiendo sin descanso. Empecé a sentir esa incertidumbre que te anega cuando las cosas escapan de tu control. Saqué la codorniz llevándola en la mano mientras corría, sabiendo que perdía a Cisco en un sitio rodeado por todos los puntos cardinales de edificios y calles, de peligros. Me paré exhausta de gritar su nombre, mirando al cielo, buscando esa mota oscura mientras señoleaba. Y por un momento la perdí... No sabía que hacer. El señuelo no servía y la codorniz, estando tan lejos no llegaría ni aunque le hiciera algún caso. Así que me paré a mirar el cielo, buscándola y casi echando ya la mano al receptor. De repente la vi bajando desde las alturas lentamente haciéndose cada vez más grande esa muesca del cielo, con las alas afiladas y en picado oblicuo. Seguía señoleando, pero mientras bajaba guarde el señuelo y solté la codorniz que había llevado sujeta en mi mano durante toda la carrera. La codorniz se embarró en seguida y Cisco se quedó cernida a una altura más acorde a la de días anteriores. Recorrí todas las hierbas hasta que la codorniz salió como un proyectil loma abajo y pico al viento. Cisco plegó sus alas de nuevo y bajo impulsado por la inercia en pos de la presa. La persecución fue de unos cien metros, con Cisco pegado a la cola y finalmente la codorniz intentó esconderse tiràndose al suelo pero fue en balde, Cisco trabó con energía. Llegue a la carrera para comprobar si el lance había tenido el desenlace deseado y allí estaba con su codorniz trabada, orgullosa y precavida. 176

Y pensé que mi pequeño gran halcón era magnífico mientras se me saltaban lágrimas de emoción por haber contemplado tales hazañas... después de tantos sustos e incertidumbres, allí estábamos de nuevo. Jugando al filo de una navaja habíamos conseguido salir de nuevo airosos y regresar a casa una vez más con nuestro compañero sobre el puño. Solo podía mirar al firmamento y preguntarle a mi amiga“¿a cuántos metros habrás ascendido para parecer una mínima mota adornando el cielo?”

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~ Altanería ~ “Cisco” Peso:208 gr.

Un día después de que Cisco llegará al techo más alto jamás visto aunque algo descentrada, volvió a su rutina y a trabajar como esta acostumbrada. Subió a una buena altura, picó y agarró su codorniz tras hacerla tirarse al suelo. Pero dos días después de que todo se estabilizara como antes de que ascendiera a las grandes alturas, las cosas fueron cambiando de nuevo, dando un giro a nuestros vuelos que, aunque esperado en algún momento según avanza esta temporada, nos ha hecho disfrutar más si cabe. Como casi siempre la pájara sale y se posa en algún árbol o retama. Allí termina de acicalarse… si no se sacude las plumas unas siete veces parece que no se siente preparada para volar. Al poco vuelve a levantar el vuelo y como de costumbre comienza a trabajar sin ninguna distracción más. Se eleva con suavidad y rapidez ayudada por los soplos de la brisa y comienza su andadura por ese cielo azul que nos acompaña casi todos los días. Revuela en rededor del llano donde nos encontramos, buscando el lugar más idóneo donde ascender con mayor facilidad. Cuando lo encuentra cerca de la encina solitaria sube y sube sin parar hasta alcanzar un techo que seguramente puede superar los cien metros. Allí en lo alto sigue dando alas y de vez en cuando nos sobrevuela pidiendo su codorniz. Con la codorniz embarrada, Alba hace la muestra y esperamos a que la pájara entre emballestada sin perder su altura para levantar la presa.

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Cuando la codorniz salta y la grita resuena en el páramo el halcón se afila y se deja caer en un picado casi vertical, sacando las garras casi al final del trayecto y cerca del suelo cual águila en pos de su presa. Pero la codorniz embarra antes de que Cisco llegue y no consigue localizarla en el suelo mientras Alba vuelve a hacer muestra. Cisco esta muy cerca pero sigue sin verla aunque la busca a su alrededor. Finalmente se lanza de nuevo al aire y comienza a subir sin descanso, a coronar el cielo. En pocos instantes la pájara ha vuelto a las alturas y se emballesta de nuevo. Esta vez soltamos la codorniz de reserva en un lance vertiginoso. De nuevo el picado es impresionante, Cisco parece haber aprendido del anterior lance pues tras llegar a la codorniz la traba en el aire de forma espectacular. ¡¡Vaya lance!! Absortos miramos al cielo, imaginando la brecha que abrió en el aire en su descenso de las alturas. Al día siguiente acudimos al campo con un nuevo reto: una tórtola. La pájara sale bien, sin posarse al principio y volando con ganas alcanzando con rapidez su altura asombrosa de los estos últimos días. Una vez centrada Juanse da la grita con anterioridad a la salida de la tórtola. Cisco empieza su picado y ataca a la presa, pero cuando la misma coge velocidad y altura decide abandonar ante la duda que le presenta tan fuerte y diferente oponente. Era algo que nos esperábamos y no nos importa en absoluto ver como la que era presunta presa, huye con su recién ganada libertad. Sabemos que para introducir en una nueva presa al pájaro hay que efectuar una serie de pasos que no hemos cumplido, pero era demasiado tentador como para no intentarlo. Quizás la siguiente temporada, pues esta está cerca ya de su final. Dejamos que Cisco se centre de nuevo a su altura para levantar, esta vez si, la codorniz. Apenas ha volado unos metros cuando Cisco corta el cielo con su picado y la traba en el aire una vez más. Bravo Cisco.

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~¿Qué más se puede pedir?~ “Cisco” Peso:208 gr.

Hoy hemos vuelto a nuestro campo habitual. El viento sopla en ráfagas irregulares y eso nos favorece para aprovechar la extensión del llano. Como siempre Cisco se acicala en el puño antes de salir hasta que la lanzo al aire. Se vuelve a posar en las cercanías. Las retamas, las ramas secas de los árboles caducos o la copa de la encina solitaria son sus posaderos predilectos para acabar esos últimos retoques al plumaje. Como siempre levanta el vuelo por si sola a los pocos minutos para inmediatamente comenzar su ascensión hacia las alturas. Hoy empieza a tornear en la dirección de donde viene el viento y se aleja subiendo. Al principio se la ve a la mitad de los altos rascacielos que se recortan en el horizonte, pero rápidamente los sobrepasa y sigue ascendiendo. Apenas da alas y sube con la facilidad de una cometa empujada por el aire. Sin lugar a dudas sus alas se ven espoleadas por la fuerza de una térmica que ha atrapado en su vuelo. Empieza a irse hacia atrás siguiendo la corriente y subiendo cada vez más alto. 180

El sol nos impide ver con detalle su ascensión durante largos instantes. Luego se aleja de su luz cegadora y nos deja admirar su altura. Es de nuevo un punto en el cielo y, aunque no esta tan alta como aquella otra vez, esta cerca de llegar a esa altura tan descomunal. Fácilmente llega a los doscientos metros o más y continúa ascendiendo. Me marcho rápido a embarrar la codorniz en una mata mientras se acerca y sin perder su altura se dirige a la vertical de Alba, que espera ya paciente en la muestra... La grita al unísono resuena en el campo y la pájara finta levemente hacia arriba antes de dejarse caer a plomo. Mientras la codorniz sale, nosotros solo tenemos ojos para mirar arriba, al cielo... Cisco cierra alas y se lanza verticalmente hacia el suelo. Nunca había visto que picara tan perpendicular al llano. La codorniz consigue embarrar tiràndose aparatosamente al suelo en el último instante, con lo que Cisco se pasa de largo haciendo una pequeña punta por la gran velocidad que le ha proporcionado el impresionante picado. Pero justo en ese momento Alba que venía siguiendo a la codorniz en su huida vuelve a levantar a la codorniz y Cisco retoma la persecución de su presa ganándola centímetro a centímetro con asombrosa facilidad y trabándola en el aire de forma espectacular. Nos miramos maravillados pues Cisco vuelve a sorprendernos con esta impresionante muestra de su valía, mostrándonos el gran corazón que palpita en el pecho de este pequeño gran halcón... Después de volar a Cisco en el llano dejamos los barbechos del sembrado para adentrarnos en las zonas de matorral donde se esconden las presas del gavilán. “Gala” Peso:226 gr.

Es curioso recorrer el campo con uno de estos pájaros, que miran todo como si en cada rincón fueran a encontrar algo que perseguir con ahínco. Armados de palos y con Alba a nuestro lado, vamos escudriñando cada herida. Cisco nos mira con curiosidad desde mi puño. Me preguntó que pensara al ver las capturas de Gala... Las presas muchas veces escurridizas se van fugando de nuestro alcance y otras veces parece como si el campo se hubiera quedado completamente desierto... Cuando la figura del gavilán recorre el páramo hasta parece ahogarse el murmullo del viento. Algo descubrimos por fin entre las matas. Parece un zorzal que esta picoteando en el suelo. Gala sale a su encuentro convirtiéndose en una sombra. Estática observó el lance... Gala vuela de empuesta pegada al terreno para tapar todo lo posible su llegada a la presa. Cuando parece que la va a capturar en el suelo, por fin se percata el zorzal intentando una huida desesperada, pues no ha podido poner en acción su maniobra de defensa preferida que es subir como una exhalación hacia el cielo. Es una persecución de poder a poder, dramática y hermosa, en la que predador y presa parecen unidos por un hilo invisible. De repente y para nuestra sorpresa, el zorzal escoge pasar a través de un abandonado tubo de hormigón intentando sin duda que su perseguidor quede frenado en el interior del mismo. El engaño, aunque de inteligente estratega, es en balde. Gala sobrevuela el tubo adivinando que la presa saldrá por el otro extremo. Y así sucede... 181

Gala sabe que ha llegado el momento de terminar y en un vertiginoso sprint le llega golpeándole en el aire pero no es capaz de atraparle. El zorzal cae al suelo y rebota confuso con gala a su lado... Con desesperación intenta rehacerse de nuevo pero, poco antes de llegar a la posible salvación de otra herida, Gala le envuelve en el aire con tal rapidez que el cerebro apenas es capaz de asimilar lo que ha ocurrido ante tus asombrados ojos. Al recoger a Gala comprobamos que el zorzal no parece tener grandes daños y, con un rápido y habilidoso movimiento, Juanse le cambia la presa a Gala por una codorniz recién sacrificada mientras que, ocultándolo de los ojos de la pájara, me pasa por detrás al tembloroso zorzal. Me dice que le eche un rápido vistazo y que si no tiene alguna herida aparatosa que lo suelte sin que Gala se percate. Y así lo hago para total satisfacción de ambos. La caza sin muerte........ ¿se puede pedir más?....... creo que no. Este lance quedará grabado en nuestra memoria como uno de los más llamativos que hemos visto, no por ser el más bello sino por esa actitud del zorzal tratando de zafarse del ataque usando la cañería y por la veterania de Gala por no caer en tan ingenioso engaño. Lances como este que acabo de relatar sin duda fueron los culpables de que los cetreros de la antigüedad tuvieran ese respeto tan profundo por la caza con gavilán. Me doy cuenta de que cazar con este pequeño diablo es vivir la cetrería en su más pura esencia. En la caza con gavilán no existen las medias tintas. Si el gavilán se encuentra en peso y no hay demasiadas interferencias que nos puedan molestar durante los vuelos, la misma se convierte en algo tan bello, tan puro, que absorbe completamente los sentidos. Pero si por el contrario el campo esta movido y el gavilán no anda fino, acabará con los nervios del cetrero más templado. En la caza con gavilán o se está en el paraíso o desciendes al mismísimo infierno.

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~ Un paseo... ~ “Cisco” Peso:206 gr.

Hoy no vuela Gala y acudimos al campo con el fin de disfrutar de los vuelos de Cisco. Pero cambiamos un poco la rutina. Cisco no coge una altura desmesurada - más bien algo medio - y por ello nos alejamos caminando entre las lomas para observar los campos mientras Cisco nos sigue desde las alturas. La pájara parece algo sorprendida pero pronto entra en el juego y viene alternando sus vuelos con ratos de reposo en las ramas de los árboles. Lo mejor de estos días es observar la fauna. En nuestro camino se cruzan urracas y liebres, los carpinteros o las alondras se levantan a nuestro paso. Alba va a su ritmo, se divierte buscando rastros al trote. Descendemos el cauce de un rió seco, cuando de repente, mientras Cisco revolotea por el aire, Alba se queda de muestra. No se hace de esperar el vuelo de las perdices y Cisco, desde su poca altura, se lanza en picado en su persecución desapareciendo tras una loma. Al asomarnos oímos los cascabeles largo tiempo hasta la loma de enfrente donde seguro han embarrado las perdices. Nos quedamos parados un rato intentado adivinar lo que ocurría en la distancia, hasta que descubrimos a Cisco posado en una encina. Quizá esta vigilando el encierro de alguna perdiz. Acudimos a la ladera y pronto vuelve a volar la cernícala siguiéndonos en nuestro caminar. De repente Alba vuelve a hacer una muestra, debe haber encontrado alguna de las perdices embarradas en el interior de una retama. Intentamos que Cisco acuda antes de levantarlas. Cuando se levanta la primera perdiz Cisco esta un poco alejado, pero aun así la sigue. Vuelven a perderse las dos en un vuelo largo detrás de una loma. 183

Al poco volvemos a ver a Cisco dando tornos, mientras regresa a nuestra vertical. Después de divertirnos y de alabar el corazón de estos pequeños cernícalos, decidimos viendo que Cisco esta volando bien que es el momento de soltarle el escape. La primera codorniz aparte de muy voladora sabe lo que se hace y se esconde en una mata con rapidez antes de que Cisco la de alcance. Esperamos a que Cisco vuelva a colocarse en su altura y echamos mano de la codorniz de recambio que estará más fresca. Somos testigos entonces de un lance precioso entre los árboles del cauce donde Cisco vuelve a mostrarnos que aprende de los errores, trabando a la codorniz con gran agresividad antes de que vuelva a ganar otra herida. Tenemos un largo camino de regreso al coche en el cual aprovechamos para comentar los bonitos momentos que hemos pasado mientras recorremos el páramo.

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~ Una tarde para el recuerdo ~ “Cisco” Peso:205 gr.

Los campos vuelven a vestirse de intensos colores. Las pocas lluvias han reverdecido el páramo y la primavera va anunciándose en los floreados almendros. También se anuncia en cada sonido, en cada ser que se descubre al caminar por las veredas. Aquí y allá las urracas se pelean, los ratoneros vuelan en parejas y las alondras se exhiben sin reparos. Esta vez el campo nos espera con un cielo encapotado que amenaza lluvia… Lejos de amilanarnos, nos produce alegría pues como dice mi maestro estos son días de cetrería, días en los que el campo respira esa tranquilidad de la que el sol y las temperaturas agradables nos privan. Hoy parece que podremos disfrutar del campo en soledad compartida con nuestros pájaros. Tan solo hay un elemento que acompaña a este cielo nublado que preocupa un poco a Juanse y es el viento algo molesto, que dificulta la caza con gavilán. Sin embargo con Cisco no es ningún problema. Es más, este viento pone una nota más de color a los vuelos de esta cernicalita altanera. Volamos en un precioso rincón cercano a la sierra norte. Son los feudos de Gala con sus pequeñas colinas y sus heridas dispersas. Cisco acude a lo alto de los cielos con la sencillez adquirida por sus ya acostumbrados vuelos altaneros. Entre las lomas de este bonito cazadero, el viento envuelve sus alas y da soltura a su vuelo. Comienza a batir las alas y a recorrer ese campo que ya tan bien conoce. Se nota que tiene ganas de trabajar y de disfrutar del aire. Descubrimos en sus tornos que ha atrapado una térmica cosa que nos sorprende. Lo delata el abanico de su cola abierta y los ligeros bandazos que a veces le dan los vientos ascendentes de la corriente. 185

En esta ocasión no sube demasiado pero se va desplazando poco a poco hacia la hondonada del campo. Allí empieza de nuevo a ascender hasta alturas que nos dejan fascinados mientras observamos su pequeña figura en la distancia. Intentamos no pensar demasiado en el peligro que sin duda representan tales alturas. Se nota que Cisco esta disfrutando. Aún maravillados, embarramos la codorniz en una mata y Alba hace muestra al poco rato. Estamos intentando centrar a la cernícala llamándola y elevando la palma de la mano. Pero de repente aparece junto a ella otra pequeña silueta. Es otro cernícalo que aparece de la nada en aquellas alturas desorbitadas. Nos preguntamos si estaría aún más alto que Cisco y nos parece extraordinario. Dan unos tornos estudiándose y el cerní silvestre inicia un picado para espantar a Cisco. Nuestra compañera esquiva el ataque y se rehace para enfrentarse al adversario. Se intentan agarrar en el aire aunque no por demasiado tiempo. Finalmente ambos abandonan la batalla. El dueño del territorio desaparece de nuevo en los cielos mientras Cisco acude a nosotros con orgullo. Aunque viene perdiendo toda su altura para posarse en uno de los árboles desnudos que adornan las lindes de este pequeño llano, donde se pone a arreglarse el plumaje como si nada hubiera pasado. Juanse saca a Alba de la muestra para evitar que el pájaro se centre sobre ella antes de coger altura. Cisco ha entendido a la perfección la función del perro y sabe que allí donde se queda quieta la bretona esta la codorniz que levantaremos para que ella le dé caza. Nos sorprende mientras tanto una alondra que vuela a gran altura emitiendo sus melodiosas notas, dando tornos y pequeñas caídas en el aire. Nos admira un picado oblicuo en pos del suelo al finalizar su exhibición. Unos pocos minutos después Cisco vuelve a levantar el vuelo casi sin darnos cuenta por el escaso ruido que ha hecho el cascabel. Empieza a volar más centrada sobre nosotros, dando tornos amplios a nuestro alrededor y a media altura. Parece que esta vez no quiere ascender como la anterior y durante largos minutos se queda centrada. Puede que la vuelta de Alba a la muestra sea en parte causante de este comportamiento en el pájaro. Vemos como en vez de entrar emballestada sobre nosotros lo hace sobre la perra, señal inequívoca de que sabe perfectamente la función que Alba desempeña. No obstante, hacemos caso omiso de su cercanía y continuamos caminando sin prestarla demasiada atención. Finalmente parece entender que ha de trabajar más para obtener su presa. El viento la mece y abre el abanico caudal, descubriendo nosotros desde el suelo que de nuevo ha cogido una térmica. Pero esta vez lo ha hecho sobre nuestras cabezas. La vemos ascender con facilidad hacia las nubes. Parece que va a entrar a una altura perfecta, pero da un torno más. Finalmente y sin perder altura se encamina buscando la perpendicular a nosotros, se emballesta de nuevo y nos encaminamos a levantarle la codorniz. La grita resuena en el páramo y la codorniz, tras unos instantes de indecisión, sale propulsada por una increíble fuerza hacia la hondonada cola al viento. Cisco cierra completamente las alas y cae en picado como un proyectil que nos deja maravillados. La codorniz aún así consigue sacarle algo de ventaja, pero el cernícalo, aprovechando la fuerza de la caída da alas endiablado en pos de la presa. 186

Vemos como antes de que se pierdan tras la loma Cisco va tomando ventaja y ganando terreno en el lance. Desconocemos el desenlace, pero Alba con su regreso de la escena en aptitud relajada nos anuncia que la codorniz ha caído en garras del pequeño halcón. Tardamos todavía un rato en encontrar al pájaro, que parece haber desaparecido. Finalmente Juanse la encuentra altiva sobre una roca, desplumando con alegría a la abatida codorniz. Intentamos imaginar como habrá sido ese final que una vez más nos hemos perdido tras la colina. Quizá la capturó en vuelo y ayudada por el viento llegó hasta el roquedal donde se posó a degustar su captura. O tal vez la codorniz embarró una primera vez y le obligó a realizar un segundo vuelo que acabó cerca de la roca. Acaso llevó en mano la presa desde el descubierto llano del sembrado hacia las rocas más abrigadas y sombrías. Recojo aún admirada a mi compañera y le halago con la cortesía que suponen algunas picadas suculentas antes de ofrecerle su media pechuga de la reciente presa. Esa presa que nos ha hecho disfrutar con tan espectacular vuelo y con la bravura con la que intentó zafarse del ataque de este pequeño y efectivo halcón “codornicero”. La jornada no acaba aquí, es el turno de Gala, la gavilana. Un pájaro fascinante que lleva la sabiduría y experiencia de un cazador escrita en sus ojos amarillos. Tras cinco temporadas volando junto a su maestro, nos muestra en cada vuelo la veterania adquirida con el paso de las mudas. Gala Peso:217gr

Nos encaminamos expectantes a la búsqueda de la misteriosa presa que como bien decía el querido maestro Félix “ siempre parece ser la primera y en verdad puede ser la ultima” y pocos días podía ser mas acertado pues el viento continua poniendo una nota de incertidumbre a los vuelos que nos disponemos a realizar con Gala. Tras un corto rato de caminar tapándonos del fuerte viento con las laderas de las lomas del cazadero, Gala sale disparada del puño en un lance de empuesta… parece que va a por unas presas de las llamadas imposibles, que están en una zarza a 60 o 70 metros de nosotros. Esto es una muestra de que la pájara sale con ganas, pues sabe que a este tipo de presas no es capaz de llegarlas en vuelo batido, aunque esto no sea motivo para que de vez en cuando intente darles una sorpresa volando de empuesta... empuesta que como suele ocurrir, es un lance fallido pero sirve para desfogar las ansias de la pájara por terminar pronto la jornada. Gala espera paciente sobre la misma zarza que servia de posadero a las presas fugadas y al acercarnos a ella retorna al puño de Juanse a la primera llamada. Mi compañero me dice que es posible que alguna presa que estuviera cerca de la herida se haya escondido en la misma al ver llegar a Gala. Por lo que tomamos posiciones para abordar un posible lance. Como siempre Juanse se queda en un lado de la herida y Alba y yo intentamos desde el otro lado desalojar a la posible presa. Gala esta muy atenta a todo lo que ocurre, pasan los segundos y parece que no hay suerte, pues nuestros esfuerzos parecen no dar el resultado apetecido… 187

...pero repentinamente escuchamos mas que vemos que algo se a movido dentro de la zarza y es entonces cuando oigo chillar a Juanse desde el otro lado...¡¡¡ es un conejo!!!... Tan inesperada es la salida del conejo, pues no es precisamente lo que andábamos buscando, que hasta a Juanse le cuesta unas décimas de segundo reconocer que es un lance factible… se trata de un gazapo bastante crecido que corre como alma que lleva el diablo hacia el cauce seco del río, en busca sin duda de su madriguera. Como dice mi maestro “en estos lances el tiempo toma otra medida dando la sensación de que se ralentiza. Solo son décimas de segundo y en cambio da tiempo a analizar multitud de detalles del lance… parece increíble pero el cetrero avezado es capaz de ver en este pequeño lapsus en el tiempo, detalles que parecería llevar mas tiempo discernir, como por ejemplo si la presa tiene un tamaño que podría dar alguna posibilidad de culminar con éxito tamaña empresa para un gavilán o que la carrera del conejo le lleva por un terreno bastante despejado hacia las madrigueras que el cazador en su conocimiento del terreno adivina en la distancia … Desde el otro lado de la zarza no veo la salida de Gala del puño, aunque si oigo el conocido sonido de los cascabeles que me dice que la veterana gavilana a aceptado el reto una vez mas. En otras ocasiones ha tenido lances a conejos pero ninguno a terminado en captura. Cuando por fin, al rebasar la zarza puedo ver el vuelo, va volando como una centella rozando el suelo con las puntas de las alas en pos de su presa y milésimas de segundo después, Juanse les sigue corriendo anticipándose a la posible captura. Mientras observo paralizada el lance, veo que gala le llega al conejo con un golpe fortísimo y dan una voltereta increíble en el aire. La gavilana no ceja en su empeño a pesar de la peligrosa acrobacia y mantiene la presa que ha hecho en el conejo. Cuando caen de nuevo al suelo vemos con sorpresa que Gala sigue aferrada al cuello del conejo y que lo ha parado con una autoridad asombrosa... será capaz de sujetarlo asta la inminente llegada de Juanse que corre cuanto puede detrás de ellos??... La gavilana sujeta a la presa con mano férrea y veo a Juanse entrar sin miramientos. Gala parece sorprenderse un poco por la impetuosa llegada de su compañero. Pero es imprescindible, pues en cualquier momento el conejo puede rebelarse y escaparse de sus garras como ha ocurrido en otras ocasiones. Pero en esta ocasión Juanse consigue sujetar con manos temblorosas a las presa y me mira con una cara que delata su inmensa emoción, por haber culminado con éxito un lance tantas veces soñado por mi maestro… Cuando Alba y yo llegamos para compartir la alegría de este lance de ensueño, no puedo mas que pensar en lo afortunada que he sido, de ver a Juanse emular la hazaña que tan solo unos pocos han conseguido, de cazar un conejo con un gavilán………. No contentos con tan impresionante jornada aún nos aguarda otra sorpresa. De vuelta hacia el coche, cuando ya casi hemos superado la pendiente de las lomas, Alba se para en un arbusto de encina que no llega a la cintura. La muestra es clara. La perra mira en el suelo que cubre el matorral lo que nos hace llegar a la conclusión de que la presa que alberga esta encina no es otra que el topillo. Pero durante un rato, aunque la perra se mueve de un lado a otro del arbusto indicando que el roedor se mueve entre la hojarasca, no vemos al escurridizo inquilino. 188

Cisco y Gala parecen advertir algún movimiento mientras descansan en nuestros puños. Incluso cebados, muchas veces en otras ocasiones se han lanzado a intentar dar caza a los topillos. Al rato por fin consigo ver la esquiva presa en un lateral de la mata. Junto con la perra que no deja de atosigar al roedor allá donde se desplaza, nosotros comenzamos a hostigar otros puntos de la mata. Empezamos a verle mucho más. Se mueve rápido esquivándonos con acierto y sin salir de su denso escondrijo. Por momentos pensamos que puede llegar a esconderse en su madriguera. Pero tal cosa no ocurre, no tiene su refugio en esta herida, y Cisco esta a punto de arrojarse en varias ocasiones tras de el. La cooperación da sus frutos al cabo de unos minutos eternos. De repente el topillo, acosado y perseguido en su refugio, decide que es mejor buscar uno nuevo. Gran error… Casi sin verlo y a una velocidad increíble, se lanza en una carrera desesperada bajando una pendiente hacia una zona de heridas mas cerradas donde poder esconderse. Las matas y refugios quedan no están todo lo cerca que este querría… Y pagara cara su decisión... Cisco ve la presa en su carrera y sale cuando esta ya ha sacado algunos metros de ventaja. Se arranca del puño y da alas frenética adquiriendo gran velocidad. Sin heridas que puedan interponerse entre el cazador y su presa, vemos como la cernícala gana terreno y desciende hasta casi tocar el suelo con sus alas… El topillo no cesa en su carrera. Pero Cisco tampoco en su persecución… De repente sus garras se disparan hacia delante como un resorte y atrapa entre sus llaves al descuidado topillo sin dejar ni un segundo de volar. Una vez lo recoge entre sus garras el viento la empuja y vuela unos metros para posarse en lo alto de una de las lomas con una orgullosa estampa por haber obtenido otra presa del campo. Con gran satisfacción nos vamos habiendo cazado con nuestros dos pájaros y con una jornada que recordaremos con gran cariño en nuestra memoria.

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~ El juego de la caza ~ “Cisco” Peso:202 gr.

El cielo amenaza lluvias y algunas gotas han caído sobre el campo. La hierba aparece cuajada de diminutas gotas que brillan cuando el sol se asoma entre las nubes. Por suerte la tormenta viaja hacia el sur perdiéndose poco a poco en la lejanía. Y no sé porque, pero estas nubes hacen que la luz de la tarde sea distinta a la de otras tardes. No sé si más intensa o más cautivadora. Juanse ha ido al campo de nuevo unas horas antes para soltar un par de codornices en la zona. Al llegar soltamos a Cisco y ponemos a la perra a buscar. Es realmente emocionante ir a buscar las codornices de esta forma, pues no sabes cuando ni donde darás con ellas, si es que llegas a encontrarlas. Cisco una vez más vuela de maravilla. Al principio se posa como de costumbre. Luego sube a media altura y no se aleja demasiado de nosotros. La perra pronto encuentra una de las codornices embarradas, pero la dejamos un poco que aguante la muestra esperando que el pájaro se decida a subir un poco más. Le cuesta salir de la altura que tiene… pero de repente empieza a dar alas mientras tornea y vemos como se va elevando a las alturas solo con la fuerza de sus aleteos. No tarda en entrar emballestada y esta vez no somos nosotros quienes levantamos la codorniz, solo somos meros espectadores que dan la grita al halcón. 190

Es Alba quien realiza semejante trabajo y Cisco cae en picado algo oblicuo. La codorniz vuela alta, más de lo que lo hacen normalmente. Casi la ha alcanzado cuando se interpone una retama donde la codorniz se tira azorada por el arrojo del cernícalo y cae al suelo confusa buscando el refugio del espino cercano. Cisco se posa en otro de los espinos. Otra nueva nube empieza a teñir de nuevo el páramo de luces sombrías. Pero nada ensombrece el corazón de nuestro pequeño gran halcón. Tras unos minutos de descanso regresa al cielo donde es libre y tornea en el aire elevándose con una facilidad en su batir de alas que abruma. Esta vez no buscamos de nuevo grandes alturas. Esta vez queremos enseñar otra valiosa lección a Cisco. Levantaremos la misma codorniz encerrada en el espino. Para que todo parezca lo menos artificial posible y los escapes se conviertan en un juego de caza en apariencia semejante a la persecución de codornices de campo. Alba esta en la muestra desde hace rato y Cisco nos sobrevuela. No esperamos mucho más. La vemos acudir con su característica silueta. La codorniz hace un primer intento de salir y Alba finalmente la saca. Vuelve a volar alta y el picado se sucede, más veloz quizá y con las alas cerradas casi al máximo. Cisco no perdona cuando la presa intenta lanzarse de nuevo al suelo y resuena el golpe seco con el que atrapa a la codorniz entre sus garras, descendiendo suavemente sobre la tierra revestida de pasto. Qué belleza de lance… ¡Qué bonita es la altanería con un cernícalo así!

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~ La última y más larga jornada... ~ “Cisco” Peso:202 gr.

Los fines de semana calurosos son días incómodos para volar. Hay demasiada gente quebrantando los silencios del campo.... Aunque son cosas que con un cernícalo más o menos se soportan, son una fuente sucesiva de inconvenientes para cazar con un gavilán. Por eso un domingo más acudimos a la zona norte, para disfrutar de una jornada más tranquila si es posible en este campo más solitario. Cisco esta en 202 gramos, un peso bastante bueno, más bajo que días atrás, que llego a volar en 211, aunque sigue estando alta. Gala, que también nos acompaña hoy, por lo visto ha salido de la muda más baja de lo esperado aunque en el límite normal de su peso. Recuerdo que en el camino que nos separa del alejado campo de hoy le comento a Juanse que el día anterior estuve viendo una foto, una imagen de hace muchos años en blanco y negro, donde Madrid acababa en la Plaza de Castilla sin ni un solo edificio. El resto era campo, un páramo hoy día cada vez más arrinconado por las construcciones. Juanse me cuenta sus recuerdos de esos lugares y como hace más veinte años el campo que hoy vemos empezaba en la puerta de su casa. Hablamos de como parece que nuestra naturaleza humana tiene el único fin de ir consumiendo la Tierra y de cambiarlo todo hasta sus últimas consecuencias... El paisaje de casas y carreteras corrobora nuestros pensamientos. El sol justiciero nos promete un día de térmicas sin igual. Juanse advierte al poco de llegar al campo que hoy nos vamos a tener que agarrar fuerte cuando Cisco vuele. 192

Lo que no sabíamos es que hoy íbamos a probar el doble filo de estas corrientes, tan abundantes ahora que se acerca la primavera y que se instalan con todo su esplendor en las tardes de buen tiempo en nuestros campos. Salvo un cernícalo posado sobre una retama no parece que haya más adversarios para Cisco. El cielo esta tranquilo, despejado y apenas sopla una brisa ligera desde el oeste. El firmamento un día más se le ofrece hasta el horizonte. Según avanzábamos hacia el sembrado voy quitándole la lonja a mi pájara. Es en esos pasos, en los que observo detenidamente que pronto debo cambiar las pihuelas y mientras voy pensando esto, Cisco sale del puño algo espantada. No le presto demasiada atención ya que no es el primer día que levanta el vuelo como asustada para luego empezar a volar como debe y sin ningún temor. Siempre lo he achacado a que es una pájara nerviosa y por eso no le doy demasiada importancia. Los siguientes instantes lo confirman. Se pone a elevarse cerca siguiendo un poco la corriente de la brisa, como suele hacer siempre. Allí permanece unos instantes, bandeada por los vientos. Parece que ha cogido una térmica. Al llegar a la hondonada se elevaba con suavidad hacia el cielo alejándose poco a poco de nosotros. Sube hasta ser de nuevo un punto distante y no podemos evitar sentir cierta preocupación. Juanse advierte medio en broma que me vaya despidiendo de la pájara, algo ha visto el maestro que no le ha gustado. Intentamos llamarla a viva voz, centrarla levantando el brazo como acostumbramos últimamente y en un último intento señoleo con todas mis fuerzas observando como la pájara hace caso omiso de nosotros. Esta lejos, muy lejos ya... apenas somos capaces de distinguirla en el azul del cielo... Cisco nos esta diciendo adiós y cada vez tenemos menos bazas a nuestro favor para intentar que regrese hacia nosotros. Busco hasta el silbato al que no esta acostumbrada por si pudiera servir de algo, pero no lo encuentro. Consternados vemos como se va adentrando en los cielos del monte del Pardo y el punto que se dejaba ver dando tornos en las alturas desaparece irremediablemente en los inmensos campos del cielo. Cuando acudimos en busca del receptor, Carlos que había venido a visitarnos y que lleva un rato viendo toda la escena desde donde solemos aparcar los coches, ya ha sintonizado su propia telemetría y mientras que me la ofrece apunta que la señal es buena.

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Yo se lo acerco a Juanse que se ha quedado en el campo señoleando y mientras se marcha siguiendo el constante sonido en busca del pájaro acompañado por Alba, me dice que me quede señoleando por si Cisco decide volver por la zona. Es extraño pero en estos instantes aunque preocupada no pienso realmente que podemos perderla. Quizá porque supongo que volverá o porque esta atada con el lazo invisible de la telemetría. Quizá porque ya aprendí varias veces que los nervios no dejan actuar y pensar con la claridad que requiere estos casos. Los momentos siguientes se hacen eternos y según avanza la tarde siento que la pájara se aleja de nosotros sin escuchar siquiera el sonido del receptor. Durante un rato camino fuera del sembrado y busco a Juanse entre las lomas. Al fin le veo en lo lejano gracias a Alba. Esta cerca de la valla que nos separa del Pardo y veo como busca la señal a la par que señolea sin descanso. Pasado un rato sin ninguna novedad, me acerco hacia el coche ya sesgada por la incertidumbre para intentar saber hacia donde da la señal de mi receptor después de todo este rato. Me provoca un vuelco al corazón cuando descubro que el hilo que nos une a mi pequeño halcón se ha roto y no hay señal alguna que llegue desde ningún punto. Juanse regresa al poco. Él también ha perdido la señal. Dice haberla visto de nuevo montar sobre una térmica como un punto minúsculo en la lejanía sobre el bosque. Hasta que todo se convirtió en silencio... Carlos prepara la antena para coche y él y Juanse se marchan en busca de la señal con mi receptor, debido a que el de Carlos que esta bajo de batería se estropea al intentar cargarlo en el todo terreno. Antes de marcharse recibimos en el receptor un ¡bip! débil hacia el sur que se pierde y reaparece constantemente. Pensamos que quizá se ha ido hacia otro campo donde volamos, más cercano a Madrid y del que nos separa el monte del Pardo. Esa quizá sería la mejor baza, pero cuando busco con la mirada aquel campo distante, no soy capaz de ver mas allá, del profundo y inquietante monte del Pardo. El monte prohibido... Me quedo sola sin el tranquilizador sonido de la telemetría, señoleando a cada cernícalo que pasa aunque no escuche el ansiado tintineo del cascabel. El desasosiego me alcanza y me siento en medio del sembrado sin dejar de dar señuelo por encima de mi cabeza. Aunque me duele ya la mano del roce de la cuerda, continúo intentando aferrarme a la débil esperanza de verla surgir del cielo. Pero la tristeza que siento aferrada en mi alma me sumerge por fin en sus oscuras aguas... sé que ya no va a regresar allí. El sol se ha marchado y las luces del mundo se extinguen, llevándose con sigo toda esperanza de recuperarla antes de que la noche caiga. Al fin cuando la penumbra inunda los campos me alejo derrotada al coche. Gala, la pobre gavilana que estaba algo baja de peso, me recibe con la lastimera voz del hambre. Me acurruco en el coche con el palpitante dolor de cabeza, esperando recibir noticias desde el móvil. Mientras se me cruzan por la mente los peligros de la noche, las bestias nocturnas que buscan su alimento entre los árboles y pienso en cuanto le quedarán a esas pilas del emisor de Juanse... Miro a la oscuridad donde se extiende el bosque... ¿Dónde estas Cisco? Cuídate de las sombras... Mientras tanto los dos amigos encuentran la señal del emisor entre el tráfico de la M-40. Paran en el arcén y Juanse se adentra en el monte armado únicamente de mi receptor en busca de Cisco. 194

La noche se le echa encima sin móvil y sin más ayuda que el sonido del transmisor y su orientación para el regreso… saltando vallas y sorteando ríos profundos que calan la ropa, escondiéndose de todos aquellos que guardan el paraje del alcance de la gente de a pie… Carlos me llama al rato para decirme que han encontrado la señal y que mi maestro sigue en el monte. Consciente de que en la noche no podrá recuperar a la pájara ni aunque llegue bajo el árbol que haya elegido como posadero, Juanse por fin se da la vuelta sabiendo que ya no puede hacer nada más por Cisco. Sabe que esta cerca mientras escudriña la oscuridad. Pero no tiene sentido continuar y correr el riesgo de perderse en plena noche. Aunque encontrara al pájaro en el posadero exacto no habría manera de bajarlo en la oscuridad. Se asustaría y sabe dios que pasaría después. Solo cabe esperar que las pilas aguanten la noche y que no se suceda ninguna desgracia en esas horas. Hay que esperar al alba... Juanse me llama al llegar al coche con Carlos para darme ánimos y escucho el sonido esperanzador de la telemetría a través del teléfono. La señal es fuerte. Es noche cerrada cuando regresan a las Rozas. Juanse me dice de nuevo que la señal esta localizada. Debemos regresar antes del amanecer y adentrarnos en el Pardo para encontrarla. Intenta consolarme con su optimismo… pero yo estoy en otro lugar, pues mi alma esta en el monte con Cisco. He dado ya demasiadas vueltas a las cosas que se me pasan por el pensamiento y me duele tanto la cabeza que ya apenas soy capaz de pensar en nada. Juanse me ofrece su casa para quedarme esta noche y regresar antes del alba al monte. De camino a las mudas, me relata sus aventuras, como saltó la valla delante de los guardias civiles sin que le vieran, como le miraron algunos domingueros de un recinto privado donde se coló, como el agua del río le empapo de rodillas para abajo. También que la antena del coche que tiene Carlos ha dado alas a la posible recuperación de Cisco encontrando la señal y situando así un lugar desde el que iniciar mañana la búsqueda. Suerte que si era hoy el día que tenía que perderse eligió el día en que Carlos se había ofrecido a acompañarnos.

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La jaqueca me tiene demasiado mareada como para darle más vueltas a las cosas e intento concentrarme únicamente en que el coche no me maree más y en lo que me va contando mi compañero. Todo esto parece más un mal sueño que una realidad... Nunca el transito de las horas de la madrugada se me hizo tan lento y agobiante. El cansancio y el sueño me venció hasta las dos de la madrugada. Luego el pasar de las horas y la preocupación apenas me dejó dormir. Suerte que ya no me dolía la cabeza. De vez en cuando calmaba mis nervios sentándome en la litera observando la luz de la calle entrar por las rendijas de la persiana. Algún mirlo cantaba melodías nocturnas en las cercanías... No podía dejar de pensar en los búhos, en los gatos monteses o en alguna jineta que pudiera hallar a Cisco entre las ramas de una encina. Quién sabe que habrá en el Pardo. Y cuanto más deseaba que terminara la noche más lentos pasaban los minutos en el reloj... Pero finalmente el tiempo pasa. Llegado el momento nos preparamos para el acontecimiento que nos esperaba. Desayunamos poco e intento que de nuevo se me quite el dolor de cabeza que ha regresado. Pasadas las seis salíamos de Fuencarral guiados por el GPS, armados con señuelos, un par de codornices y dos receptores. Nuestro destino era una calle solitaria pegada al muro que separaba el Pardo de una urbanización al lado de la M-40. Cuando llegamos aún es de noche aunque comienza ya a clarear por el horizonte. Lo primero que hace Juanse es comprobar la señal del receptor. Es un momento delicado... Con gran alivio escuchamos claramente la señal que nos transmite el emisor desde algún lugar de la negrura del bosque. Durante la noche había pensado mucho en ese sonido y en si lo volveríamos a escuchar antes del alba... Cisco sigue atado con el hilo invisible que nos une a él y comienza la aventura de su rescate. El muro esta coronado por una verja oxidada, con alambres llenos de pinchos en la zona superior. Superamos este primer obstáculo bastante mejor de que lo que me pensaba. Pero por impaciente la oscuridad me hace calcular mal la altura y me golpeo en la rodilla contra el muro al caer al otro lado. Un dolor agudo me acompaña desde este momento durante todo el viaje. Un camino y sucesivas casetas que van siguiendo el mismo separan el primer muro de la siguiente valla. Comprobamos con alivio que esta tiene una puerta que abrimos con facilidad sin necesidad de saltos y que volvemos a cerrar sin problemas. No es así la siguiente valla que encontramos a pocos pasos. Por suerte tiene un tramo que es como una escalera y no es demasiado complicado llegar por fin al otro lado. Nos encontramos ya en el bosque donde reina un silencio que hace resonar nuestras pisadas. Hablamos lo justo y siempre en voz baja. Esta zona es bastante clara, con numerosos retoños de encina cubriendo los suelos. Nuestros furtivos pasos en el reciente amanecer alertan a los animales del monte. No creo que estén muy acostumbrados a ver gente paseando por la zona. Cruzamos un cauce húmedo, embarrado pero sin apenas agua en su fondo. El barro muestra infinidad de huellas de animales. Adivinamos entre las escasas luces las figuras de los jabalís y de algún venado mientras cruzamos cauces medio secos y tropezamos con numerosas ramas que no vemos en el suelo. Sin embargo nada enturbia la esperanza del sonido que nos guía entre los árboles bajos del bosque mediterráneo. 196

El paisaje que empieza a dibujarse con la insinuación del amanecer es como una porción más que acompaña a este mal sueño. Los árboles son como centinelas de los campos, impasibles y firmes al paso del tiempo. El mundo se tiñe de tonos azulados, oscuros como las profundidades del mar. Una ligera neblina adereza el mágico entorno... Me llama poderosamente la atención como en cada camino embarrado, en cada vereda entre los árboles y cada senda que cruza la hierba esta dibujada por las huellas de los venados y los jabalíes. Solo nuestras propias pisadas rompen un poco la armonía de estos senderos surgidos por el continuo trasiego de estos animales. Pronto alcanzamos un lugar más claro, más adehesado que los parajes que ya hemos atravesado. Miro un momento hacia Madrid mientras caminamos. Las altas torres se dibujan entre los anaranjados tonos del amanecer con unas nubes purpúreas al fondo. Hay neblina rojiza en una hondonada del bosque que hace que varios árboles recorten su silueta contra la coloreada bruma matinal. Es una imagen preciosa, como si te encontraras sumergido en un lugar escondido del mundo, un lugar donde la mano del hombre no alcanza a moldear el entorno. Me recuerda a esas imágenes de las selvas perdidas, vestigios de un pasado más natural e indómito del mundo... Abandono la embrujadora visión para seguir a mi maestro. Adivino el sonido del tren que cruza constantemente los bosques y que rompe la paz de la naturaleza... Juanse se vuelve de cuando en cuando para preguntarme como voy. La verdad es que me duele la pierna pero no me importa demasiado, lo único que me preocupa es seguir adelante siguiendo sus pasos que con certeza nos acercan cada vez más a nuestro ansiado objetivo. Descendemos por un pequeño barranco y vemos como algunos grupos de gamos y ciervos huyen entre las sombras y los jabalís dejan sus quehaceres en el suelo del bosque para perderse en la espesura, hasta que nos encontramos con una nueva traba. La hondonada esta cruzada por una carretera por la que de cuando en cuando vemos pasar las luces de algún coche. 197

Las sombras nos cobijan de las miradas mientras nos acercamos a la calzada y los gruesos troncos de los árboles se convierten en el escondite adecuado, mientras esperamos que pase un coche para franquear el asfalto hacia el otro lado. Corremos cuanto podemos entre las sombras cuando Juanse que va más adelantado me advierte preocupado... unas nuevas luces surgen cuando estamos cruzando y corremos con todas nuestras fuerzas. Los árboles y las sombras nos ocultan de nuevo. Ha faltado poco... Siento una tremenda serenidad cuando nos alejamos del transito de los coches para adentrarnos de nuevo en lo profundo y misterioso del monte. Mientras recuperamos el aliento rodeamos una nueva valla y cruzamos un cauce seco y arenoso. Siguen surgiendo figuras que se cruzan con nuestro paso. Las perdices comienzan a cantar al amanecer y se levantan con su característico vuelo. Montones de pajarillos huyen de los árboles que dejamos a los lados. Las cornamentas de los venados se confunden con las ramas de las encinas... Al poco hayamos un nuevo camino. Esta vez es una carretera más sencilla que la que cruzamos anteriormente, con más años observando el bosque desde sus irregulares arcenes. Otra vez los escasos árboles pero de gruesos troncos y las retamas de los alrededores nos sirven de escondite cuando esperamos a que se halle solitaria antes de cruzarla. De nuevo la adrenalina se dispara en la carrera en pos de la otra orilla... Esta vez no hay mayor contratiempo y nos adentramos de nuevo en el bosque dejando atrás el temor al descubrimiento de nuestros furtivos pasos. Inmediatamente el bosque vuelve a cerrarse mientras las luces se van acrecentando con el paso del alba y la llegada del nuevo día. Es la zona más tupida de cuantas hemos franqueado hasta ahora... por dondequiera que mires se descubren siluetas observando nuestros pasos, vigilando nuestro caminar, con las altas cuernas coronando la figura esbelta de los venados antes de desaparecer en la espesura.

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Algunas manadas nos asombran por su cercanía y nos regalan sus brincos entre las matas. Todo parece sacado de algún lugar mítico y aislado, un mundo perdido, como si el tiempo, la tecnología y el ser humano nunca hubieran turbado la armonía de este lugar. Asombra el pensar que alguna vez así debieron ser los bosques de la península... y estremece hasta lo más profundo del alma su sola contemplación. Llegamos a un pequeño cortado arenoso que ha debido contornear el río con el paso de los años. Descendemos con cuidado entre la inestable arena que conforma la pendiente. El cauce se ve bañado por una capa de agua fina y cristalina muy poco habitual en tales cercanías a la capital. Es tan maravilloso y mágico que no puedo dejar de admirarme por estos paisajes que van surgiendo a nuestro paso. Me siento absorta y ajena al mundo. Esto debe ser lo que sienten aquellos que saben estar viendo paisajes que no están al alcance del resto del mundo. El río se ve adornado por álamos enormes, seguro que con muchos años sujetos en sus cortezas. Es una zona de juncos bajos, repleta de nuevas huellas en el firme húmedo. Todo el bosque esta bañado por el rocío de la mañana que empieza a verse como un manto blanquecino sobre la hierba con estas primeras luces del sol. Se nos descubre otro paraje adehesado, entre caminos que nos mantienen más alerta a posibles transeúntes que a las manadas de ciervos que cruzan de lado a lado este páramo olvidado. El sonido del emisor se hace más cercano, avisándonos de que se acerca el desenlace. Eso hace que me sienta más nerviosa a la par que los despejados caminos me hacen temer por nuestro anonimato. Solo la visión clara de los grupos de gamos y ciervos corriendo hace olvidar por unos instantes los problemas a los que nos debemos enfrentar. Para salir de esta franja tan peligrosa nos hayamos con el mayor obstáculo encontrado hasta el momento: dos verjas altas que separan la línea ferroviaria del monte del otro lado. Al menos no presentan las típicas espinas en su remate... Una vez más odio con toda mi alma “las puertas del campo” Por unos minutos apagamos la telemetría que guía nuestros pasos. Buscamos algún lugar donde sean más bajas o más fáciles de cruzar. Los trenes pasan cada pocos minutos en ambos sentidos. No hallamos más que metros y metros de valla. En la lejanía se observa un puente, pero no podemos arriesgarnos más tiempo; ya hemos tardado demasiado y debemos cruzar de inmediato. Cada nuevo minuto nos exponemos a que alguien nos descubra y arruine nuestro propósito. En una pequeña salida de agua desde las vías, más escondida de los caminos y del propio tren, Juanse salta la verja con rapidez. Llega mi turno, me ayuda doblando la verja a modo de escalones. La rodilla me duele horrores cuando la fuerza depende de su único apoyo. Él consigue doblar el extremo de la verja para que pueda apoyarme y cruzar con mayor facilidad y nuevamente me ayuda a descender. Un par de trenes pasan antes de que lleguemos al lugar elegido desde la distancia para saltar la siguiente valla. Tras el paso del último tren, mientras las vías aún vibran estrepitosamente, cruzamos hasta el otro extremo. Allí la valla, al contrario de lo que nos había hecho parecer desde el otro lado, es igual de alta. Además tiene un problema, los cables superiores están tumbados hacia dentro con lo que saltar se hace más tedioso y complicado si cabe. 199

Una chapa oxidada tirada en el suelo nos sirve a modo de escalera para alcanzar la mitad de la valla. Cuando ya ha saltado él, consigo por indicación de Juanse meterme entre la verja y los cables de encima de esta, me sujeto en la espalda de mi sufrido amigo y por fin estamos al otro lado de las malditas vías. Me pregunto si alguno de los viajeros del tren nos habrá visto mientras realizábamos nuestra hazaña. Solo espero que la velocidad haya impedido, a algún iluminado demasiado despierto para las horas que son, la ocurrencia de tomar una imagen o video tan de moda en estos tiempos ¡¡saldremos en el youtube o en el telediario!! Rápidamente nos alejamos de los caminos para introducirnos nuevamente en el encinar. Un bosque denso, de árboles bajos y juntos, con gran cantidad de matorral y pequeños retoños de encina que algún día contribuirán a mantener esta espesura. Los primeros rayos de sol que llegan al suelo, descubren un mundo de miles de gotas transformadas en pequeños espejos que convierten a la hierba verde en un reflejo del cielo iluminado. Un azor observa nuestra marcha desde una torreta eléctrica. Le miro por primera vez en mi vida con desazón, sabiendo que es un cazador mortal de los que he temido en las largas horas de incertidumbre... La señal se incrementa mientras guía nuestros pasos en la espesura. Los nervios se acrecientan sabiendo que estamos más cerca que nunca. Son las ocho de la mañana y el bosque mediterráneo se nos muestra en todo su esplendor. Juanse me dice que estamos muy cerca. Nos encontramos en la cima de la pendiente con otro páramo adehesado, con numerosos espacios entre los árboles que dejan ver el cielo con claridad. Es una suerte porque si Cisco aparece le podremos ver más fácilmente para reclamarle al señuelo. El maestro vuelve a decir que esta cerca, que saque el señuelo y que le hable. Como en un sueño empiezo a voltear el señuelo mientras susurro su nombre entre las encinas. Por unos segundos nada cambia en el inmutable estado del monte... Hasta que llega claro a mis oídos el precioso sonido de un cascabel... Recuerdo mi voz quebrada anunciar “la he oído”. La llamamos de nuevo para orientar su vuelo y Cisco aparece breves instantes después entre los árboles. No puedo creerlo. Viene hacia nosotros con la magia de siempre, la del principio de sus vuelos, la de días atrás... Los nervios hacen que al lanzar el señuelo caiga en unas matas de encina que cubren gran parte del suelo de la dehesa. Cisco lo sobrepasa para posarse sobre un árbol aislado y nos mira, nos mira, aliviado quizá, como pensando ¿pero dónde os habíais metido?...

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Conmovidos observamos como la pájara se posa con delicadeza sobre una solitaria encina y nos contempla feliz, contenta por nuestro encuentro. Me recorre una emoción indescriptible, un escalofrío desde que escuche su cascabel tras pronunciar su nombre al cielo. Recojo el señuelo y tras voltearlo de nuevo lo lanzo al suelo. Pero no se decide a bajar ni al mío ni al de Juanse. No puedo dejar de mirarla mientras acuden a mis ojos las lágrimas de alegría que mi maestro advierte con una sonrisa, mientras me da un apretón afectuoso en el hombro seguido de un fuerte abrazo. Todo lo sufrido se ha reconvertido en alegría ante la aparición de Cisco. Sabemos que ya es nuestra y nos armamos de paciencia esperando que decida bajar, llamada por el hambre de una noche al raso. Varias veces señoleamos y lanzamos los señuelos sin resultado. Los señuelos quedan bajo el almendro y Cisco los mira de vez en cuando. Juanse se pone a preparar una codorniz que ata por las patas a una cuerda. La lanza varias veces intentando que el aleteo desvalido del ave llame la atención del cernícalo. Pero la mira con poco interés y se entretiene viendo a los pajarillos entre los árboles, como a gusto con nuestra sola presencia allí cerca. Tras varios intentos recoge de nuevo mi señuelo y lo lanza más cerca del árbol. Cisco estira el cuello para verlo. Lo remira varias veces con intención de descender al suelo en su captura. Da un aleteo indeciso y a los pocos segundos por fin se deja caer desde las ramas y captura el señuelo. Poco a poco empieza a dar algunas picadas. Cojo un ala de codorniz que guardo en el morral y se la muestro mientras me acercó despacio y cuidadosamente. No hace intención de marcharse y sigue picoteando la carne del señuelo. Por fin me arrodillo y despacio pongo a su alcance mi puño. Tras un momento de indecisión se abalanza a por el ala sin soltar el señuelo, que yo recojo y alzó sobre el puño para después agarrar las pihuelas dando fin a la aventura de Cisco.

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Hemos vencido. Hemos ganado al tiempo. Hemos salido victoriosos de este encuentro con el mundo salvaje. Es imposible describir la alegría que siento en estos instantes. La misma que seguro siente Juanse mientras satisfecho desata el pedazo de codorniz de mi señuelo para que sirva también de ceba. La pájara esta perfecta, con la nuca y la espalda algo mojadas por el rocío. De ahí que suponga que por suerte ha debido dormir bien cobijada en el interior de un árbol. Habrá que dar gracias a la sabiduría innata de la naturaleza... Juanse me presta su lonja y su preciado tornillo para amarrarla. Con una jugosa pechuga, Cisco se ceba sobre el puño lentamente entreteniéndose a menudo con el paso cercano de pajarillos. Veo un enorme jabalí delante de nosotros que aún no nos ha visto pero que si nos ha debido oír pues parece alertado mientras camina y se para un momento. Al final nos descubre y se marcha a la carrera quedando solos en mitad del bosque. Es momento de dar la buena nueva a los que la esperan...Nos sentamos relajados mientras la pájara se ceba en el puño. Ahora, cumplido nuestro objetivo, disfrutamos más si cabe de este paraíso acotado. Todo brilla bajo el sol, los pájaros cantan a la mañana que promete ser antecesora de un hermoso día primaveral y el azor se marcha de la torreta en busca de alimento.

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Hablamos de nuestra fortuna al contemplar este lugar donde parece que no ha pasado el tiempo desde años inmemoriales. Pero los realmente afortunados son todos estos seres que aún pueden disfrutar de este enclave misterioso y apartado de la civilización. Porque si no fuera así, el monte del Pardo no sería lo que es hoy día mientras lo contemplamos admirados. A pesar de que el sol ilumina los campos aún corre el relente de la mañana y hace que empecemos a sentir frío. Pero colmados de felicidad esperamos a que Cisco acabe su gorga, sentados bajo uno de estos árboles centenarios. Retiro el cascabel que tanta alegría nos trajo con su sonido, pues ahora, en el regreso, podría delatarnos. Porque nuestra aventura aún no ha terminado y quizá nos queda lo más complicado: regresar a la luz del día ave al puño. Tras el disfrute de la ceba, Cisco recibe con escasas ganas la caperuza. Hemos pensado en intentar cruzar las vías del tren por el puente que divisamos más arriba. Es la única manera de no complicarnos en exceso ahora que llevamos al halconcillo. Además seguro que mi rodilla lo agradece, pues el frío de esta parada en el monte ha hecho acrecentar la molestia. El GPS nos guía de regreso a la calle donde quedó aparcado el coche. Marca unos cuatro kilómetros de separación hasta nuestra libertad. Descendemos la cuesta que nos lleva entre los árboles hacia la zona más despejada donde transitan los trenes. Pronto hayamos el puente, dejando atrás las lomas de ese enclave inolvidable donde recuperamos a Cisco que quedará para siempre gravado en lo más recóndito de nuestra alma. El puente tiene una puerta cerrada por un candado viejo y una cadena de eslabones rojizos por el óxido. Sin embargo al otro lado no hay puerta ni verja, por lo que solo debemos saltar la puerta. Además son dos recuadros de verja enmarcada de madera, con dos troncos cruzados de esquina a esquina que hacen de perfectos soportes para los pies. Al otro lado, el muro del puente ayuda a descender más fácilmente de la puerta. Salvado el primer obstáculo, la dehesa se nos muestra con más esplendor ahora que no nos persigue la premura de hallar a mi compañera alada. Cuando nos disponemos a subir la cuesta y abandonar el pequeño valle adehesado del río, un búho real sale de entre los árboles alertado por nuestra cercanía. Parece a nuestros ojos que la naturaleza misma nos desafía mostrándonos el peligro al que Cisco pudo estar expuesto en la noche. Quizá diciéndonos “pude encontrarle allá en las sombrías ramas entre las tinieblas... Pero no quise”. Sea lo que fuere, resulta espectacular ver salir al gran duque de entre las encinas y difuminarse entre los bosques... Agradecemos su hermosa aparición y su escasa suerte al no encontrar a Cisco esta noche.

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Una vez ascendemos la empinada pendiente embarrada y plagada de huellas, el bosque denso y enmarañado vuelve a rodearnos. Los encuentros con los venados se suceden. Allá entre las ramas un grupo nos observa estático hasta que rompen en saltos y estrepitosa carrera. Los machos de gamos nos sorprenden con sus cuernas aplanadas recortándose entre los verdes paisajes del interior de la floresta. Los ciervos, más grandes y corpulentos, despiertan el estruendo de sus cascos en el suelo del bosque. Vuelve a revolar un gran búho, quizá el mismo que nos salió al paso instantes atrás. Allí donde miramos descubrimos una nueva manada o la anterior que nos huye y se detiene de cuando en cuando para ver si seguimos cerca. Hay grupos de más de una docena de ejemplares que son un auténtico regalo para la vista. Es curioso como los grupos aún en esta época del año son solo de hembras o de machos. Me parece tan increíble que exista todavía un rincón así en Madrid... Tantas veces había escuchado a mi maestro hablar de ello, cuando aquella vez tuvo que estar persiguiendo en estos bosques densos a Gala, la gavilana... y sin embargo no es sino hasta que no lo ves con tus propios ojos cuando asimilas la riqueza que se esconde tras los muros que delimitan este inmenso coto, cautivo rincón de los señores de España. Tan hermoso que quizá falten palabras para trasladar su belleza a estas letras... Le digo a mi compañero cuanto hecho de menos en estos instantes mi cámara de fotos para retratar estos paisajes únicos, testigos de nuestro allanamiento en busca de mi querido pequeño halcón. Y él con palabras sabias me contesta “guárdalo en tu cabeza... y en tu corazón”. Más pronto de lo deseado de nuevo se abre el bosque y los espacios entre los árboles. Las retamas salpican algunas zonas despejadas y los animales salvajes se hacen más escasos. Esto significa que nos acercamos a la primera carretera, uno de los puntos negros en nuestro regreso, donde vamos a vivir uno de los momentos más peligrosos y tensos de este viaje... Tras el paso de un coche nos lanzamos a la carrera.

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De repente escucho decir a Juanse que nos han descubierto. Un coche de la Guardia Civil viene por la carretera ya muy cerca. Nos quedamos quietos y nerviosos temiendo que en cualquier momento el vehículo se detendrá a nuestro lado. Absortos contemplamos como el guardia pasa a buena velocidad a escasos metros de nosotros sin apenas mirar más que a la carretera. Totalmente alucinados vemos como el coche se aleja de nosotros y sin pensarlo dos veces cruzamos al otro lado invadidos por la tensión pero también por el alivio. ¿Cómo es posible? No acaban aquí nuestros posibles problemas. Aún asombrados por lo que acaba de acontecer andamos entre las retamas cerca de un camino de arena que sale de la carretera. Súbitamente Juanse advierte que hay una caseta de guardia ocupada por un vigilante. Sin dejar de caminar con paso tranquilo nos dirigimos paralelos a la carretera y cruzando el camino para rodear la caseta. Pero el guardia, que parece un soldado del ejército, nos mira con unos prismáticos de buen tamaño. Durante largos momentos nos tiene a la vista y nos observa, mientras nosotros evitamos mirar en su dirección y continuamos nuestro camino como si no tuviéramos nada que ocultar. Cuando por fin desaparecemos de su vista nos damos cuenta de que en las cercanías hay una casa bastante lujosa que es sin duda lo que vigilan... Los pequeños cauces secos se suceden entre los encinares hasta alcanzar a ver la valla circular que lindaba con la siguiente carretera. En un álamo achaparrado dos abubillas revolotean encrestadas y llenan con sus gritos el silencio. Descubrimos con pesar como los coches pasan con más frecuencia de la deseada. Nos adentramos en el cauce arenoso por un nuevo lugar más abrupto, inmovilizando nuestros pasos cuando un coche pasa cerca. Un grueso álamo nos sirve de escondite cuando apenas nos separan escasos metros del asfalto. Los coches no parecen reparar en nuestra presencia. Esta vez nuestra carrera en busca de la orilla opuesta se sucede sin sobresaltos y ascendemos la colina para adentrarnos de nuevo en el bosque más cerrado. Bajo las sombras observamos la vivienda que emerge entre los árboles. Más tarde descubriremos que se trata de la Zaruela y el palacio de los príncipes... ... De la que nos hemos librado al no ser descubiertos... Paramos a echar un trago de agua sentados en la floresta mientras nos reímos de nuestra suerte y echamos la vista atrás refugiados en las umbrías. No es la primera vez que esto ocurre, ya cuando Juanse buscó a su gavilana le paso algo parecido con la Guardia Civil, que llamándoles a viva voz y todo, ignoraron su presencia. Luego recordamos también la hazaña de mi maestro el día anterior, saltando una verja en plan película al lado de un grupo de policías y cruzando un recinto recreativo privado delante de numerosas personas que le miraban saltar vallas con ojos desorbitados...Nuestra tremenda aventura esta colmada de suerte y de momentos un tanto inverosímiles. No tardamos en iniciar el regreso por si acaso nos andan buscando. Escasos metros nos separan ya de las últimas vallas. Los venados aparecen igual que desaparecen en la espesura. Otra vez son grupos numerosos los que nos huyen. Hasta que por fin divisamos las casetas que bordean el camino y suplicamos que estén vacías. Superamos la primera verja con facilidad y a pocos metros volvemos a cerrar tras nuestro paso la puerta del siguiente cercado para dejar todo lo que hemos visto refugiado en este edén de la meseta madrileña. 208

Comprobamos que nadie parece ocupar las garitas. El último muro nos separa de la calle tras cruzar el camino. De nuevo con la ayuda de mi maestro conseguimos superarlo airosos, caminamos lentamente por la piedra y el hormigón hasta alcanzar la chapa que separa el descampado desolado de la urbanización. Cerca se escucha el estruendo de los coches de la M-40. La ciudad, que parecía un pequeño espacio de humanidad entre los encinares, convierte ahora al Pardo en el oasis entre toda esta civilización que nos rodea. Lo primero que hacemos es librarnos de todos los pesos y de la ropa de más que llevábamos para aguantar el frío de la madrugada. Estamos agotados, calados de sudor, sin apenas haber dormido. Juanse se sienta en el suelo apoyado en el muro para beber las últimas gotas de agua que nos quedan. Le imito y durante unos instantes nos abstraemos de todo lo sufrido para quedarnos con la intensidad de lo vivido en estas horas. Ha sido una experiencia única e inolvidable, plagada de riesgos que hemos superado sin vacilar ni poner en duda nuestro cometido: salvar a mi pequeño gran halcón de las seguras garras de las penalidades. Lo que hemos visto quedará grabado en nuestras memorias, imborrable. Dice mi maestro mientras descansamos que esto forma parte de la cetrería y esta temporada que hoy damos por finalizada me ha hecho pasar por todos y cada uno de los escalones de este arte. Desde el sublime Olimpo de alcanzar la más perfecta altanería hasta el infierno en que se reconvierte todo cuando tu pájaro se marcha. Ha sido la temporada más asombrosa que pudiera esperar, consiguiendo alcanzar metas que en otro momento se me antojaban inalcanzables. Un cernícalo altanero, incansable volador, que una vez fallaba el lance volvía a subir a su altura para repetirlo cuantas veces hicieran falta. Un halcón hecho de manera inigualable a la ayuda del perro, que cortaba el viento con sus alas y se manejaba entre las corrientes como el más versado ave de campo. Y todo ello logrado sin más intención que la de ir a disfrutar al campo hasta del vuelo más sencillo con el que Cisco adornaba el cielo. 209

Pero sin duda, lo más asombroso de estos días junto con la altanería ha sido el último acto de este teatro de la vida del que otros días no hemos sido más que meros espectadores. Hoy, en los dominios de lo salvaje, cruzándonos con esas criaturas que viven ajenas a la naturaleza en declive que estamos acostumbrados a ver fuera de estos muros, hemos sido protagonistas de la más apasionante aventura de la vida. Solo sé que tras vivir en primera persona todos estos momentos me siento más viva, como si alguien me hubiera mostrado el mayor tesoro del mundo y me hubiera dejado palpar todo su esplendor con los sentidos. Ahora no miento si digo que deseaba contemplar lo contemplado. Y en vista del resultado, volviendo con Cisco, creo que ha merecido la pena el atrevimiento. Quizá lo único indeseable de toda esta aventura son esas horas muertas de incertidumbre, de impotencia, de larga espera que ya han quedado atrás... pero qué larga se hace la noche cuando tu amigo alado duerme en el campo. Juanse me dice entre bromas que mañana volvemos a soltar a Cisco para perderlo de nuevo y así tener una excusa para volver a adéntranos en este paraíso. Pero espero que Cisco no siga tentando a la suerte, pues un día puede que no este de nuestro lado... Aunque ¿quién se niega a volver detrás de este muro? Y brindar de nuevo a nuestros ojos la oportunidad de observar las maravillas de un mundo escondido, de admirarnos del frágil equilibrio reinante y de respirar la armonía del monte... Ojala no hicieran falta excusas como esta para poder regresar... No sé si volveremos algún día para tentar a la suerte. Pero de momento me doy por satisfecha por haber vivido una de las mayores aventuras de mi vida durante esta jornada y en todos estos días de la temporada, disfrutando de la más pura esencia de la cetrería: la de aquellos que además de cetreros son naturalistas. Ahora mientras miro al horizonte, veo los páramos que dejamos atrás, a donde no volveremos hasta la próxima temporada con las aves al puño... a donde por suerte podremos regresar en compañía de este pájaro que ha llenado de ilusiones los días de campo. Dejaremos de ser amos del cielo para preguntarnos de cuando en cuando, mientras el viento nos trae los soplos de la nostalgia, que nos depararán los cielos en el futuro...

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Por último solo me queda decir que sin ti, maestro, nunca habría sido posible vivir estos momentos, conseguir lo soñado en las alas de la hija de Umbría. Solo a tu lado y con tu ayuda, aparte de tu incomparable manejo de la telemetría, habría podido yo encontrar a Cisco en medio de la densidad del Pardo, salvando cada traba del camino con tu apoyo y reforzando las esperanzas con tu aplomo y la fuerza de tu confianza y convicción. Solo con tu auxilio Cisco volverá a pintar el firmamento con sus vuelos en jornadas venideras. Vuelos que no habrían llegado tan alto ni tan lejos sin el tiempo que has dedicado a nosotros desde el día en que Cisco vio por primera vez la luz del sol. ¿A quién si no iba a dedicar estos relatos sino a quien hizo posible que pudiera escribir cada uno de ellos? Gracias otra vez mi amigo, por ser el cómplice de nuestros sueños...

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Â_t vxàÜxÜ•tÊ ¿Qué es la cetrería para mí? Puff… como explicar lo que siento… tendría que remontarme a cuando era niño… Recuerdo cuando de niño salía a la montaña con mi padre, desde muy pequeño me cogía de la mano y me llevaba a contemplar algo que para él sin duda era de gran importancia, “La naturaleza”. De alguna manera consiguió que yo captara a través de sus ojos la belleza que nos rodeaba, él me enseñó que había que respetar a todos y cada uno de los seres vivos, pues hasta el más pequeño de ellos cumplía con un importante papel en la representación diaria que tenía lugar ante nuestros asombrados ojos. Me llevó hasta las altas cumbres desde las cuales podías ver como cada ser formaba parte de un conjunto en el que los sonidos, los colores y las formas cobraban vida ante nosotros, era como si pudieras sentir que la propia tierra fuera un ser vivo, que arropaba bajo su manto colorido a los seres que en ella vivimos. Desde el principio me fascinaron los infinitos colores que nos rodeaban, representando cada uno de ellos un canto a la vida y la armonía.

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Los que mas llamaban mi atención eran los verdes y los azules en sus infinitas tonalidades. Pero sobre todo me fascinaba un elemento invisible que todo lo tocaba y que se llamaba “Viento”. El viento traía los olores de la vida y aclaraba la mente como si la limpiara de un soplido de toda impureza. El viento en mi cara me hacía sentir inmensamente libre y vivo y desde la cima de la montaña pude decirle a mi padre con la mirada que lo había comprendido… A partir de entonces caminábamos siempre que podíamos el uno junto al otro, sabiendo que compartíamos la misma pasión por descubrir nuevos horizontes y nuevas vidas que nos hicieran comprender un poco más esa alegría de estar vivos… Así fue como un día estando en la cima, de repente mi padre me mostró un ser que venía cabalgando en el viento que yo tanto admiraba. Desde el primer momento pude ver que su armonía con el viento era total y quede embrujado al ver como sus plumas acariciaban la brisa de una forma tan bella...sin duda aquel era un ser especial.

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Mi padre me dijo que era una de las grandes águilas que viven en las altas cimas. Inmediatamente la reconocí como un ser poderoso, que dominando el viento se erigía sobre los otros seres y que con su vista penetrante parecía que todo lo veía. Sin duda estaba viendo al señor de los vientos y no pude más que maravillarme ante la majestuosidad que desprendía. Un día pude ver como uno de estos seres se dejaba caer en un picado fulminante y le pregunte a mi padre que es lo que hacía... Mi padre me explicó con un brillo extraño en sus ojos que estaba “Cazando”.

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Al principio sentí pena, pues ya había aprendido a amar a los animales y en mi inocencia no podía concebir que ese ser al que tanto admiraba pudiera ser un ser malvado y temido por los demás animales. Poco a poco fui ganando en compresión y empecé a darme cuenta que lo que en un principio confundí con maldad era simple supervivencia y que todos y cada uno de los seres vivos, incluyéndome a mí, estábamos unidos en esta constante lucha por la vida. No había maldad oculta cuando un ser mataba a otro para poder sobrevivir. La vida estaba siempre acompañada por la muerte pero los animales, lejos de desesperar ante esta verdad que ahora se rebelaba ante mis ojos, lo que hacían era vivir si cabe con mayor intensidad. De repente los cantos de los pájaros se convirtieron en un canto a la alegría de seguir vivos, los reverdores de los campos en el renacer de una nueva vida, comprendí que la muerte de un ser vivo significaba la vida para otros muchos y casi podía sentir como si al morir devolvieran sus cuerpos a la tierra para que con su sacrificio pudiera seguir subsistiendo la vida.

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El comprender esto, me hizo ver con otros ojos a esos animales llamados depredadores y de repente me sentí atraído de forma inconsciente hacia ese instinto de la caza, que descubrí que yo también tenía. Sin saber como, mi tristeza y mi pena se tornaba en emoción cada vez que veía a estos seres que con valentía luchaban por su vida, la sangre se me aceleraba y los sentidos se acentuaban de forma increíble, daba la sensación de que las imágenes se ralentizaban para poder percibir con mayor precisión lo que acontecía ante mis ojos. En ocasiones me veía del lado del cazador que perseguía …y en otras ocasiones me descubría del lado de la presa que huía… Paso el tiempo y mi padre y yo seguimos disfrutando de todo cuanto veíamos y fue entonces cuando descubrí que esa atracción instintiva que yo sentía por las rapaces, muchos otros antes que yo ya la sentían. Descubrí que esta pasión tenía un nombre y ese nombre era “CETRERÍA” y que desde la antigüedad se practicaba un arte que llevaba al hombre a una intima alianza con las rapaces, a través de la cual podría colmar con creces mis ansias de ser testigo de este espectáculo que es la lucha por la vida.

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A través de la pequeña pantalla conocí a un hombre que marcó de forma decisiva mi vida. Ese hombre era “Félix Rodríguez de la Fuente” y a partir de ese momento pude sentirme acompañado por él de igual forma en que siempre lo hacía mi padre, mostrándome maravillas de la vida que hasta ese momento habían permanecido ocultas. Félix me enseñó que podía compartir con los animales la vida, de una forma que se me antojaba mágica pues ya no era un simple observador de la vida, él me mostró que podía ser también protagonista en la increíble aventura de la vida. A mi padre le debo cuanto soy, nunca podré agradecerle lo suficiente el que me mostrara la belleza de la vida… A Félix le debo mi más profunda admiración. Con su forma incomparable de relatarnos las aventuras de esos seres tan cercanos y a la vez tan desconocidos, despertó en muchos una pasión por la vida que hasta su llegada desconocíamos. A la cetrería le debo él haberme hecho mejor persona, más sensible, mas vivo.

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Gracias a la cetrería me he encontrado en la soledad compartida con un pájaro, con sentimientos y sensaciones que de otra forma jamás hubiera sentido…A la cetrería le debo el sentir el mundo de forma muy diferente a como lo siente la gran mayoría. A través de la cetrería hablo con el viento, y el viento me trae noticias de los seres con los que comparto la vida. A través de la cetrería entiendo mejor al ser animal que todos llevamos dentro, haciéndome comprender que los animales que nos rodean viven y sienten de igual forma que nosotros y que por lo tanto se merecen el respeto que muchos les niegan. La cetrería es para mí el bálsamo que calma mi temor a que algún día me aparte tanto de lo que en realidad soy que ya no sepa hablar con el viento y los animales como lo hago ahora. La cetrería es el vínculo que me une a la vida, esa vida que la gran mayoría ya no sabe reconocer como suya.

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La cetrería es la máquina del tiempo que me permite caminar al lado de tan ilustres cetreros como lo fueron y lo son el canciller Pero López de Ayala, el Fabrique Zúñiga de Sotomayor, Félix Rodríguez de la Fuente o Manuel Diego Pareja Obregón... y al caminar junto a ellos, puedo sentir que mi pasión y mis desvelos son los mismos que los que sin duda tuvieron y tienen los grandes maestros cetreros. Para mí esta es la verdadera grandeza del ARTE DE CETRERÍA. “A mi padre, mi primer maestro”

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XÄ àxÜÜ|àÉÜ|É El día esta tranquilo, la brisa acaricia los campos y como siempre voy observando el terreno antes de llevar a Umbría a su sitio elevado donde soltarla. Todo parece sereno y mi vista no descubre ninguna amenaza. De cara al viento libero de ataduras a mi vieja amiga y murmurando las mismas palabras de siempre abro los cerraderos de la caperuza… "Bien chica, bien mi Umbría, tranquila chica, tranquila"… Umbría como siempre me mira a los ojos, busca en mi mirada que todo este bien y a continuación observa su feudo, su territorio tras tantas temporadas… Abriendo sus alas juega con la brisa sin soltarse de mi puño y tras una sacudida se suelta del puño elevándose como una hoja llevada por el viento. Un ligero movimiento de la punta de sus alas la hace girar veloz, pasa muy cerca de mi cara y puedo ver como me miran sus oscuros ojos y mi mente como siempre imagina las imágenes de lo que debe ver Umbría……………………… > . . . > >>

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 dâx ÄtÜzt áx {tvx Ät ÇÉv{x5 Era noche cerrada y el silencio invitaba a dormir... pero no todos lo conseguían…. El día concluido había estado lleno de emociones y lances, lances que ahora en el silencio de la noche se repetían una y otra vez en la mente acelerada del Gavilanero. Cada finta y cada regate provocaban una nueva vuelta entre las sabanas, no puede evitar volver a sentir la rabia de cada lance fallido, una rabia carente de egoísmo o de fracaso, una rabia llena de retos y esperanzas. Retos de vencer de nuevo a la presa que lucha con valentía por su vida, esperanzas de ser capaz de volver a superar la dura prueba que el campo plantea cada día... Una y otra vez los lances se repiten en la mente del cetrero, incapaz de poner fin, incapaz de darse por vencido… “En aquel lance, debería haber soltado antes y en ese otro, debería haberlo abordado desde el otro lado”… el Gavilanero se imagina a su aliada en la soledad de la muda y sabe que en la mente de su compañera se suceden los mismos lances y se buscan las mismas soluciones… que larga se hace la noche. Las dudas hacen presa en los pensamientos, el Gavilanero teme haber sido demasiado exigente con su aliado y piensa si no debería haber cebado al pájaro, pues, aún sin conseguir el éxito, no duda que el pájaro había puesto el alma en cada lance como siempre. Ahora se le antojaba poca al Gavilanero la reducida ceba que el instinto cetrero le había indicado que tenía que suministrarle para que pasara la noche. 231

Las dudas le hacen levantarse de nuevo y asomarse a la ventana para analizar el frío de la noche, pero el instinto le dice que todo esta bien y que el pájaro descansa en su resguardada muda recuperando fuerzas para el amanecer de un nuevo día. Que larga se hace la noche……… El Gavilanero no recuerda cuando consigo por fin dormirse, tan solo sabe que la noche esta llegando a su fin cuando de nuevo se despierta, el reloj le dice que la hora ha llegado y que tiene una cita con el amanecer a la que no piensa llegar tarde. Mientras recoge sus preciados aparejos dejados la noche anterior en prefecto orden, su mente sigue inmersa en lances, pero esta vez los lances no son los lances fallidos ayer, los lances que se suceden ahora en su mente son los lances que el nuevo día promete… Sale a la calle y el silencio todavía reina en la noche. En segundos y sin pensar conscientemente en ello, ha analizado el día que hace, el viento, el frío, el cielo… en su mente solo existen los recovecos de su conocido cazadero y los regates y las fintas de las presas. En la muda encuentra a su aliada esperándole y las dos miradas se cruzan sabiendo que el campo les aguarda. Realmente el Gavilanero siente que puede percibir en cada movimiento, en cada gesto de su pájaro, una comunicación que esta mas allá de la conseguida con el lenguaje o con cualquier otro medio, se comunican a través del instinto como si estuvieran unidos por unos genes compartidos. Son cazadores, son guerreros y una sola mirada entre ellos les dice cuanto necesitan saber. Se tienen el uno al otro y con eso les basta, no necesitan nada ni nadie, el campo espera.

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El Gavilanero conduce en las carreteras desiertas mientras observa receloso la línea del horizonte, no quiere llegar tarde a la cita... Ya en el lugar habitual donde siempre deja el coche, prepara todo con movimientos mecánicos… “corta las picadas que le ira dando al pájaro mientras vuelan, revisa el emisor que sabe le llevaría hasta el pájaro en caso de que algo perturbe la complicidad que alcanzan cuando los dejan tranquilos, encarna el señuelo y comprueba que la codorniz de escape, que es el último y más poderoso estímulo que le devolverá el pájaro en caso de extravió, se encuentra perfectamente en su porta escapes”… Mientras, el gavilán escucha todos estos conocidos sonidos que preceden el vuelo de cada día y los nervios le hacen piar con un lamento, impropio de un pájaro mudado y curtido en tantas batallas. Gavilán y Gavilanero esperan el rojo amanecer en el alto talud del conocido río. No dicen nada, no se agitan, tan solo esperan, esperan, a que el astro sol les bendiga con su luz y su energía… Hoy sin duda será nuestro día.........

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ÂXÄ ÜÉ}É tàtÜwxvxÜ5 tàtÜwxvxÜ5 .........El Gavilanero descansa ya, apoyado en la vieja higuera que tantos lances ha presenciado. El sol sonríe entre las nubes y el Gavilanero le devuelve la sonrisa, a su lado el cascabel de su aliada pone notas musicales a un tapiz que a los ojos del cetrero se le antoja demasiado bello, demasiado prefecto para ser real… Sus sentidos siguen acentuados al máximo tras las carreras y los lances que ha vivido, representándose en su mente con detalles y matices que en el fragor de la batalla no había sido capaz de percibir. Su piel se estremece erizándose al recordar esa finta final que le arrancó un grito de jubilo, realmente se siente un privilegiado al poder contemplar semejante espectáculo de naturaleza viva y de compartir sensaciones con un ser tan puro… El Gavilanero vuelve la mirada a su lado y se encuentra atrapado en el fuego de esos ojos que parece que todo lo ven, esos ojos que le son tan conocidos, esos ojos donde al verse reflejado recibe una imagen de sí mismo, más pura, más noble… El sol les calienta los cansados músculos y la sensación del trabajo cumplido les infunde una serenidad y una paz que les capacita para ver lo que les rodea con otros ojos, ojos que casi se podrían decir de creador, ojos que son capaces de percibir la armonía en el desorden ordenado que les rodea… El Gavilanero siente que podría quedarse allí tumbado, recostado en la higuera junto a su aliado, tanto tiempo como le fuera dado. 235

El Gavilán le mira... las plumas de la frente esponjadas, la poderosa garra ahora guardada, el vértigo de su mirada ralentizado… y lo que ve en el Gavilanero, es un ser que siente y vive con la misma intensidad con que él lo hace, un ser que sabe ocupar su lugar en la batalla, un ser que le trata con tal respeto, que él no puede más que respetarle de la misma manera. Juntos se complementan a la perfección, el uno confía en la capacidad del otro y juntos son capaces de superar con éxito el reto que plantea la aventura diaria… No necesita saber más, no intenta buscar más, con eso le basta y por eso sigue con él cuando podría marcharse... El Gavilanero sabe que son estos momentos de paz los que le hacen sentirse vivo, el Gavilanero se encuentra consigo mismo y le gusta lo que encuentra, encuentra tranquilidad y sosiego, encuentra la paz que a muchos se les niega… El día va llegando a su fin y el rojo atardecer descubre a Gavilán y Gavilanero en el mismo sitio donde los dejo ayer al concluir el día… al atardecer ya no le extraña esta alianza, los conoce y sabe que aun siendo muy diferentes, por sus venas corre con igual fuerza la sangre, sangre roja como la de sus presas y le alegra poder ver que juntos de nuevo le contemplan. El atardecer sonríe y, con un último rallo de luz, calienta sus cuerpos y después se marcha, se marcha sabiendo que mañana volverá a verlos mientras le miran atrapados por el fuego de su mirada…

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iÉvtuâÄtÜ|É VxàÜxÜÉ ~A~ Abajar: Desainar. Adelgazar al ave, quitarle el saín o grasa. Acuchillar: Acción de los halcones, tras un picado a gran velocidad, en una pasada golpean a la presa con las garras sin trabarla. Adiestramiento: Proceso completo de la doma de un ave. Incluye el amansamiento, señoleo y la introducción. Afeitar: Amansar y entrenar a un ave de presa para su empleo en la cetrería. Alcahaz: Cesta para transportar las aves Alcándara: Posadero conformado por una vara de madera forrada de tejido suave en la que se dejan posadas las aves de cetrería. Aljaba: Bolsa o zurrón en la que los cetreros y cazadores llevan trozos carne para ofrecérselas a sus aves. 237

Altanería: Modalidad de caza en la que el ave debe de coger altura (en "tira" o en "tornos"), y posicionarse "centrado" encima del cetrero. Llegado este momento el cetrero puede "levantar" la pieza (la cual puede haber sido marcada anteriormente por un perro de caza), y el ave, aprovechando su altura se dejará caer (desemballesta) para capturar a su presa. Amansamiento: Primera fase del adiestramiento. Apiolar: Poner las pihuelas al ave de cetrería, armar. Arco: Posadero bajo en forma de arco que se usa especialmente con los accípitres para enjardinarlos. Armar: Poner las pihuelas a una ave de presa. Atalaya: Lugar donde el ave observa el vuelo de las aves de caza y sus presas. Atrainar: Entrenar un ave de cetrería para que cace un presa determinada, soltándole escapes de la misma. Aylmeris: Pihuela desmontable con ojales que permiten al ave volar sin correa. ~B~ Bajar: Abajar, Desainar. Bajo Vuelo: Haccion de caza que se realiza llevando al ave sobre el puño durante la misma, saliendo tras de la caza desde el puño. Banco: Posadero con base plana redonda que se utiliza mas para los halcones. Bloquear: asentar. Acción del ave de caza en que el pájaro tras la persecución, se posa o queda cerca de donde se ha escondido la presa para dominarla por si se levantase antes de que venga en su ayuda el cetrero. Bordón: De los dos cascabeles que se le ponen a las aves de cetrería el que produce el sonido más grave. Botón: Tope de la lonja y pihuelas aylmeri.

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Buche: Estómago del ave. Bolsa que esta debajo del pico del ave donde almacena la comida que ingiere para después ir gastando de ella poco a poco. Burchaca: Bolsa o zurrón de los cetreros. ~C~ Calzas: plumas del tarso de las aves. Cámara: Muda. Habitáculo en el que cambian las plumas las aves. Cría campestre: Procedimiento de crianza para los halcones niegos, teniéndoles total o parcialmente libres durante su primer periodo del desarrollo de los vuelos. Cañón: Vástago hueco de las plumas de ave, o la pluma entera cuando empieza a crecer y aún no tiene barbas. Caperuza: Capucha de cuero que cubre la cabeza de la rapaz para evadirla temporalmente de los estímulos visuales que pudiesen ser rechazables o estresantes para la rapaz. Fundamental en la etapa de amansamiento y adiestramiento. Cascabel: Bola hueca de metal, ordinariamente del tamaño de una avellana o de una nuez, con asa y una abertura debajo rematada en dos agujeros. Lleva dentro un pedacito de hierro o latón para que, moviéndolo, suene. Cebar: Dar de comer al ave sobre la presa que acaba de cazar. También introducir en la caza Cera: Zona desnuda que presentan las aves de cetrería en la base del pico Cerradero: Correita que cierra la caperuza. Cetrero/a: Persona que caza con aves de presa. Léase azorero, gavilanero, halconero, cernicalero etc, etc... Clavos: Enfermedad que afecta a las manos de las aves rapaces. Copla: Dos rapaces cazando por cetrería juntas compartiendo lances Correón: Correa de cuero con la que se atan los cascabeles al zanco de las aves. 239

Cortesía: Premio que reciben las rapaces sobre la pieza cobrada, permitiéndoles comer una pequeña parte de la misma. Cuchillo: Régimes primarias de las aves de cetrería. ~D~ Desainar: Hacer perder grasa al ave mediante la reducción de la gorja. Desbuchar: Administrar a las aves carnes poco nutritivas para que adelgacen. Descañar: Criar un pollo hasta que pierde los cañones, por lo tanto descañado es el pollo que ya ha desarrollado el plumaje. Desemballestar: Dejarse caer en picado tras la presa. Desplumadero: Lugar donde despluma y come un ave de presa. ~E~ Egagrópila: (también conocida como plumada). Materias indigeribles por el buche del ave (plumas, huesos, élitros...) que son expulsadas por la vía oral del ave después de la digestión. Emballestado: Acción en la que el halcón acude a la vertical de su maestro manteniendo la altura deslizándose por el cielo con las alas afiladas y preparado para dejarse caer en cualquier momento en picado Embarrar: Acción de la pieza que se deja caer en tierra para esquivar al halcón. Empuesta: Lance de caza en el que se suelta el ave mientras la pieza está posada, para que la sorprenda o lance que se realiza sobre una pieza desde lejos, a gran distancia. Encaperuzar: Poner la caperuza. Enjardinar: Poner una ave en el césped, al aire libre. Ensainar: Engordar. Entremudado: Ave que ha hecho su primera muda y todavía conserva algunas plumas de su etapa juvenil. 240

Escape: Presa precapturada y que sirve pata iniciar a una ave cetrera en la caza de presas silvestres. Estirar: Aumentar la resistencia de una ave en el vuelo. ~F~ Fiador: Cordel largo empleado durante el adiestramiento para que el ave no se escape y crea que esta libre. ~G~ Gastar: digerir. Gorga: Ración de comida completa, para un ave de cetrería. Grita: Grito o llamada que emite el halconero cuando se levanta la presa. ~H~ Hacer: Adiestrar a un pájaro. Halconera: Lugar donde se mantienen las aves de cetrería. Halagar: Dar pedacitos de carne a un ave de cetrería. Hamez: Imperfección del plumaje. Herida: Lugar donde se oculta la pieza de caza atemorizada por el ave de presa. ~I~ Injerto: Reconstrucción del plumaje deteriorado del ave con plumas guardadas por el cetrero por ejemplo durante la muda del pájaro, con las cuales por medio de una fina aguja se inserta en ambos cañones de las plumas uniéndolas. Introducir: Entrenar a un pájaro para la captura de una pieza determinada. ~J~ Jaldado: Ave que presenta la cera del pico y los tarsos y dedos amarilloanaranjado o dorados. 241

Jalde: Color amarillo que algunos halcones presenta en la cera del pico y en los zancos. ~L~ Liar: Acción de atrapar la presa con las garras. Llave: Los dedos más poderosos, primero y cuarto, de la mano de las aves de presa. Llevar en mano: Huir con la pieza capturada cuando se acerca el cetrero. Lonja: Correa, tradicionalmente de cuero, empleada habitualmente para atar a la rapaz a su posadero o similar. Va unida a las pihuelas por medio de un tornillo que evita que éstas se enreden. Lúa: Guante de cuero con el que el cetrero se protege la mano y el brazo cuando lleva un ave en el puño. ~M~

Mano: Garras de las aves de cetrería. Mano por mano Lance de caza en el que se suelta el pájaro desde el puño, después que la pieza se ha levantado. Montar: Elevarse el halcón altanero hasta conseguir la altura óptima para cazar. Montar sobre cola Persecución directa sobre una presa que huye, copiando por parte de la rapaz las maniobras de huida de la presa. Elevarse tras de su presa pegado a su cola. Muda: Cambio estacional de la pluma del ave que se sustituye por una nueva. Cámara o habitación en la que se encierra a las aves durante la muda. Mudado: Es el pájaro que ha terminado ya la segunda muda, y ha perdido todas las plumas de "pollo". ~N~ Niego: Pájaro de cetrería sacado del nido. 242

~O~ Olear: Acción de engrasarse el plumaje las aves, secretado por la glándula uropigial. ~P~ Papo: Abultamiento del buque del pájaro después de comer una buena ración de comida. Pasajero: halcón pollo, capturado después de septiembre y antes de la primera muda. Pegar: Chocar en el aire con la presa. Pico a viento: Cuando el ave se sitúa volando en contra del viento para gastar menos energías. Pieza: Animal objeto de la caza. Pihuelas: Correitas de cuero, que se fijan a los tarsos del ave. Placear: llevar al ave a plazas, al bullicio de la calle, para que se amanse. Plumada: Egagrópila; amasijo de materias indigestibles -plumas, huesecillos, ternillas- que las aves expulsan por el pico. Pollo: Ave de presa que aún no ha mudado por primera vez. Presa: Animal capturado por un ave de cetrería. Presión: Grandes presas que las aves de cetrería no suelen capturan por sí solas cuando están en estado silvestre. Prima: Cualquier ave de cetrería que es hembra. Antiguamente se creía que las hembras eran las primeras en nacer del y los machos los terceros, de hay que se les denominara, Prima a las hembras y terzuelos o torzuelos a los machos. ~R~ Rabo a viento A favor del viento. Ralea: Pieza de caza inconveniente que la rapaz persigue alejándola

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Recazador: Pájaro que repite los ataques a una pieza difícil. Rizo: Giro que da un pájaro de altanería tras haber acuchillado a una presa para liarla, también llamado punta. Roedero: Trozo de carne dura que entretiene y abre el apetito de las aves de cetrería. ~S~ Saín: Grasa que han acumulado las aves de cetrería durante la muda. Señolero: rapaz que ha sido introducida al señuelo. Señuelo: El señuelo es una imitación de una presa del halcón. Normalmente tiene forma de herradura. Existen señuelos de todo tipo según la presa hacia la que se quiera orientar al halcón. Se suelen hacer de cuero o incluso con alas de volátiles. En torno al señuelo se colocan piezas de carne para atraer la atención del ave. En un extremo se ata una cuerda para que el halconero pueda voltearlo. Sopesar: Acción en la que el pájaro tras capturar se le ve intención de llevar en mano. ~T~ Templar: Poner a un ave en las condiciones adecuadas de hambre para el vuelo y la caza. Tercia: Sesión alternativa en el adiestramiento de un ave. Día si día no. Timoneras: Plumas grandes de la cola. Tira: Vuelo en línea recta, sin hacer tornos. Tolledura: Excrementos. Tornillo: Doble anillo giratorio que se pone entre las pihuelas y la lonja. Tornos: Los círculos que describe el halcón altanero para ganar altura o mantenerla. Torzuelo: Cualquier ave de cetrería que sea macho. Trabar: Agarrar a la presa en el aire. 244

~V~ Varal: Percha para las aves. Viento abajo: Lance a favor del viento. También llamado rabo a viento. Viento arriba: Lance en contra del viento. ~Y~ Yarak: punto óptimo del temple de un pájaro. ~Z~ Zahareño: Halcón capturado después de la primera muda.

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INDICE PRESENTACIÓN: EL ENCUENTRO – 9 Pág. PRIMEROS VUELOS –10 Pág. LA ALTANERÍA –11 Pág. EL PERRO – 12 Pág. LA CAZA – 14 Pág. CARACTERÍSTICAS: EL CERNÍCALO VULGAR – 17 Pág. EL HERRAMENTAL CETRERO: EL HERRAMENTAL CETRERO – 23 Pág. LAS PIHUELAS – 24 Pág. EL TORNILLO – 27 Pág. LA LONJA – 28 Pág. EL GUANTE O LÚA – 30 Pág. LA CAPERUZA – 31 Pág. LOS CASCABELES – 33 Pág. EL SEÑUELO – 35 Pág. EL SILBATO – 36 Pág. EL MORRAL – 37 Pág. EL FIADOR – 40 Pág. POSADEROS – 41 Pág. LA BÁSCULA – 43 Pág. LA TELEMETRÍA – 45 Pág. LA CÁMARA DE MUDA – 47 Pág. NOCIONES BÁSICAS DE ALIMENTACIÓN: LA CODORNIZ – 50 Pág. RATONES – 54 Pág. POLLITOS – 55 Pág. PALOMAS – 56 Pág. EL TEMPLE Y LOS PESOS: EL TEMPLE Y LOS PESOS – 59 Pág. PERIODO DE MUDA: PERIODO DE MUDA – 65 Pág. ADIESTRAMIENTO DEL CERNÍCALO VULGAR: ADIESTRAMIENTO – 71 Pág. EL AMANSAMIENTO – 75 Pág. EL SEÑUELO – 87 Pág. VOLANDO LIBRE – 95 Pág.

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LOS ESCAPES – 107 Pág. LA ALTANERÍA – 117 Pág. CONCLUSIONES – 123 Pág. RECOMENDACIÓN – 130 Pág. EL FINAL – 131 Pág. EL CAMINO DE LA ALTANERÍA “ DIARIO”: A MI MAESTRO – 135 Pág. EL DUENDE GAVILÁN – 139 Pág. EL TÚNEL DE VIENTO – 141 Pág. EL RECUERDO – 143 Pág. ¡VUELA CISCO, VUELA¡ - 145 Pág. LOS REENCUENTROS – 148 Pág. LA MARTIRIO – 150 Pág. SIMULANDO LA CAZA – 152 Pág. EL RATÓN – 154 Pág. DOBLETE – 156 Pág. LANCE EN CAMPO ABIERTO – 159 Pág. INTENTO DE CAZA REAL – 161 Pág. EL LLANO – 163 Pág. EL DÍA QUE SE VOLVIÓ ALTANERA – 165 Pág. UNA TARDE CON EL MAESTRO – 168 Pág. ESE ALIADO DEL CETRERO MODERNO – 172 Pág. CERNÍCALO PEREGRINO – 175 Pág. ALTANERÍA – 178 Pág. QUÉ MAS SE PUEDE PEDIR – 180 Pág. UN PASEO – 183 Pág. UNA TARDE PARA EL RECUERDO – 185 Pág. EL JUEGO DE LA CAZA – 190 Pág. LA ÚLTIMA Y MÁS LARGA JORNADA – 192 Pág. RELATOS: LA CETRERÍA – 215 Pág. EL TERRITORIO – 223 Pág. LA REVANCHA – 227 Pág. QUE LARGA SE HACE LA NOCHE – 231 Pág. EL ROJO ATARDECER – 235 Pág. DICCIONARIO: VOCABULARIO CETRERO – 237 Pág.

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