Cuando la valentía premia Martín vivía en un pequeño pueblo que se conectaba con el mundo a través de un único camino. Andando por él, todo caminante se encontraba luego con que tres diferentes destinos: la ciudad, el mar y un tercero en cuyo cartel se anunciaba, “ninguna parte”. Por supuesto nadie en el pueblo se había tomado la molestia de recorrer un sendero con tan singular final, un poco de miedo seguramente les daba también. Pero Martín no era como el resto y en tanto nadie le daba razón de nada, su curiosidad fue en aumento hasta que un buen día, armándose de valor, decidió recorrer el extraño camino.
Se adentró poco a poco en un enorme bosque donde las copas de los árboles impedían que entrara la luz del sol, un camino que se hacía cada vez más largo y que puso a prueba su tesón. Cuando el cansancio empezó a invadirlo apareció un pequeño perro que le dio ánimos y así, juntos, llegaron al final del camino donde se levantaba un enorme castillo. Martín fue recibido por una hermosa mujer, un hada tal vez, que lo reconoció y le ofreció llevarse en una carreta los tesoros que quisiera y pudiera cargar.
Cuando llegó al pueblo y vieron el oro y las joyas que traía consigo hicieron que contara su historia una y otra vez hasta el cansancio y mientras lo hacía, los pueblerinos, envalentonados por la ambición, emprendieron el mismo camino pero esta vez, solo para encontrarse con una infranqueable muralla de árboles y espinas.
Este excelente autor, de larga trayectoria en la literatura infantil, nos dice así que “ciertos tesoros existen únicamente para quien recorre un camino nuevo por primera vez”. Título: El camino que no iba a ninguna parte Autor: Gianni Rodari Ilustrador: Xavier Salomó
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