El Camino a la realidad - K.P. Yohannan

November 20, 2017 | Author: moirix | Category: Christ (Title), Jesus, Faith, Christmas, Love
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Descripción: Regresando a Jesús de un mundo irreal...

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El Camino a la Realidad

¡NO ES MUY TARDE! ¿Se ha desviado usted de su primer amor, Jesús? ¿Anhela usted ser su fiel discípulo, pero a menudo se distrae por un estilo de vida que sutilmente lo aleja de El?

No es muy tarde para volver al camino correcto, sólo siga a Jesús a lo largo de El Camino a la Realidad, y regrese nuevamente al corazón del Cristianismo En este profético y práctico libro, K. P. Yohannan ofrece una libertad restauradora de las seducciones de la cultura actual, y hace un llamado a comprometerse con una vida de sencillez — con propósito. Usted saldrá mejor equipado para, en forma práctica, aplicar principios bíblicos a su propia vida, y adquirirá un nuevo entendimiento acerca del corazón de Dios. “El Camino a la Realidad puede cambiar a quien se siente cansado de un Cristianismo a medias y no tiene temor de tomar pasos gigantescos con Dios. A través de estas páginas, K.P. Yohannan le acompañará y se sentará con usted a compartir su corazón. Si escucha cuidadosamente, el resultado será ‘la eternidad marcada en su corazón.’ ” —Del escritor del prólogo ERWIN LUTZER

Yohannan

Dr. K.P. Yohannan es el fundador y director internacional de Evangelio para Asia (Gospel for Asia). Ha escrito más de 200 libros publicados en La India y seis en los Estados Unidos, incluyendo Revolución en el Mundo de las Misiones, del cual se han publicado más de 2 millones de copias. Dr. Yohannan coordina los esfuerzos de más de 16,500 misioneros nacionales, y dirige 67 colegios Bíblicos que adiestran a más de 10,000 estudiantes cada año para el campo misionero. Dr. Yohannan y su esposa Gisela, tienen dos hijos Discipleship U.S.$11.95 adultos, Daniel y Sarah, que están sirviendo al Señor.

Cover Photo © copyright 2001PhotoDisc, Inc.

B2SP-B0A

a division of Gospel for Asia www.gfa.org

Regresando a Jesús de un mundo irreal

El Camino a la

Realidad

K . P. YO Y HANNA N N

El Camino a la Realidad ©2010 por K.P. Yohannan Publicado originalmente en Inglés bajo el título: The Road to Reality Todos los derechos reservados. 2010 Traducido al Español por Nelson Grullon y Carolina Ramos. 2010 Editado por Romance Amavizca y Abigail Elizalde Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida en ninguna manera sin la autorización escrita de la casa publicadora. A menos que se indique otra cosa, las citas bíblicas de esta publicación han sido tomadas de la Reina-Valera 95® © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizado con permiso. Citas con permiso de: The Bible: A New Translation por James Moffatt. Derechos Reservados ©1935 por Publicaciones Harper and Row Inc. Usado con permiso de la casa publicadora. The Spiritual Man por Watchman Nee, 3 volúmenes (New York: Publicaciones Christian Fellowship, 1968), I: 187–188. Usado con permiso. Why Revival Tarries por Leonard Ravenhill. Publicado y patentado ©1959 por Publicadora Bethany House, Minneapolis, MN 55438. Usado con permiso. No Turning Back por George Verwer, Publicadora Tyndale. Derechos Reservados ©1983. ISBN: 978-1-59589-059-7 Publicado por GFA Books, una división de Evangelio para Asia 1800 Golden Trail Court, Carrollton, TX 75010 Teléfonos: 972-300-7777 800-946-2742 Fax: 972-300-7778 [email protected] Impreso en los Estados Unidos de América Para más información acerca de otros materiales, visite nuestro sitio en: www.evangelioparaasia.org.

Dedicación Este libro está dedicado con amor a mi esposa Gisela. Ella fue la primera que decidió caminar este camino a la realidad conmigo. Y, gracias a Dios, aun entre lágrimas y pruebas, ella nunca ha mirado atrás.

El Camino a la Realidad A lo largo del camino vamos a cruzar puentes difíciles, y sólo el Señor puede mostrar el camino.

Reconocimientos

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stoy tristemente convencido de que es imposible en este limitado espacio reconocer los cientos de personas que han influenciado mi vida y ministerio a través de los años, y han tenido, por lo tanto, el mayor impacto en el contenido de este libro. El Camino a la Realidad es más que una colección de pensamientos adquiridos durante mi jornada espiritual, es el resultado de líderes, amigos y compañeros de trabajo quienes hicieron más de lo que debían para discipularme e instruirme en las cosas de Dios. Gracias a esos que tomaron el tiempo para confrontarme con amor con las verdades expuestas en este libro, especialmente a esos que modelaron para mí la vida de la guerra espiritual victoriosa. Es mi deseo y oración en estas páginas, que el lector aprenda algunas de las lecciones que me fueron enseñadas por tan excelente grupo de maestros espirituales. Deseo especialmente agradecer a los que estuvieron más cerca de mí durante los meses en que escribía y editaba este manuscrito, William T. Bray y Robert Walker. Agradecimientos especiales a Heidi Chupp, y también a las muchas manos que ayudaron de Evangelio para Asia, quienes aportaron una invaluable contribución. Finalmente, agradezco al fiel personal del ministerio y amigos personales por tomar el tiempo para leer y criticar en forma positiva este manuscrito en sus diferentes facetas hasta su culminación. A Dios sea toda la gloria.

Índice

Dedicación................................................................................ 5 Reconocimientos...................................................................... 7 Prólogo ..............................................................................11 Prefacio ............................................................................. 13

Parte I: La dicotomía mortal 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

Llamado a ser siervo..................................................... 17 Una dicotomía mortal.................................................. 21 No lo que hacemos, sino quiénes somos.................... 31 ¿Qué realmente está pasando?..................................... 37 ¿Por cuánto tiempo estaremos engañados?................. 45 El propósito de Dios para usted................................... 51 Una batalla de toda la vida.......................................... 59

Parte II: Descubriendo a Jesucristo nuevamente 8. 9. 10. 11. 12. 13.

Sin dolor no hay ganancia............................................ 69 La fe verdadera no es barata......................................... 75 Un pasaje de ida............................................................ 83 Sed santos porque Yo soy santo................................... 89 La línea de batalla debe ser marcada........................... 97 En la encrucijada......................................................... 103

14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26.

Intimidad espiritual.................................................... 109 Más actitud que acción............................................... 115 El mundo, la carne, el diablo.....................................123 Dios ha bendecido a América.................................... 131 Llamado a las misiones..............................................139 El ejército de Dios.......................................................147 Involúcrese personalmente........................................153 Amar es compartir....................................................... 161 Viviendo como Cristo viviría.....................................167 Dios y las riquezas......................................................175 La sencillez del Nuevo Testamento............................183 Dios lo quiere a usted................................................. 191 El modelo de servidumbre......................................... 203

Parte III: Un modelo para nuestros tiempos 27. Pablo, un hombre peligroso....................................... 215 28. El secreto de su vida.................................................... 221 29. Esperando órdenes......................................................229

Prólogo

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e vez en cuando Dios le da a Su pueblo un hombre calificado para penetrar a lo profundo del alma, darnos un diagnóstico y recetar un remedio para nuestra cura. K. P. Yohannan es tal hombre. Este no es un libro sobre misiones, aunque el latido del corazón del autor por la evangelización del mundo palpita en cada página. Este es un libro sobre la realidad espiritual; sobre lo que significa ser un seguidor de Cristo en el siglo 21. Es un libro acerca de la condición espiritual de la iglesia occidental en contraste con la sorprendente necesidad en otras partes del mundo. Usted descubrirá rápidamente que K. P. es un hombre de una pasión profunda que ama fervientemente a los creyentes de los Estados Unidos y Canadá, pero su corazón sufre por la insensibilidad espiritual de la Iglesia en general. Con lágrimas, él nos amonesta a dejar nuestra fascinación con la prosperidad material y el disfrute de los placeres personales y volvernos a Cristo con todo nuestro corazón. Ese, después de todo, es el camino a la verdadera felicidad y realización personal. K. P. lo llama Realidad. Este es un libro que va más allá de los pseudo remedios para la renovación espiritual y vuelve a los fundamentos. El autor es impaciente con el conocimiento intelectual a menos

que el mismo nos lleve a vivir una vida de santidad con una determinación particular de ver la Iglesia alrededor del mundo crecer para la gloria de Dios. Y él practica lo que predica. Todo creyente al cual le preocupe la vida espiritual de la Iglesia en Norte América debe leer este libro. Usted descubrirá, como lo hice yo, que algunas veces el análisis del autor me hizo sentir incómodo y a la defensiva, pero al final supe que él estaba en lo correcto. Este libro puede cambiar a quien se sienta cansado de un Cristianismo apático y no tenga temor de tomar pasos gigantes con Dios. A través de estas páginas, K.P. Yohannan le acompañará y se sentará con usted a compartir su corazón. Si escucha cuidadosamente, el resultado será “la eternidad” marcada en su corazón. Erwin W. Lutzer Pastor principal, Iglesia Moody Chicago, Illinois

Prefacio

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o perdimos. En algún lugar a lo largo de nuestra jornada de una religión de leyes y culpabilidad, nosotros los cristianos modernos hemos olvidado el otro lado de la gracia. Fue indudablemente dejado al borde del camino con el mejor de los motivos. Estoy seguro de que la mayoría de los que abandonaron la realidad sinceramente querían demostrar el inmenso amor de Dios a un mundo perdido y necesitado. Pero hemos fracasado en revelar la maravillosa gracia de Jesús, la cual cantamos con obediencia en nuestra vida diaria. En lugar hemos producido una religión tipo “agua sucia”¡esa insípida y tibia fe la cual Jesús dijo que vomitaría de su boca! Todos esos incómodos versículos de la Biblia que hablan sobre tomar la cruz, disciplina, sacrificio y sufrimiento, de alguna manera, parece que “estorban” nuestro actual, moderno y conveniente cristianismo. Hemos sido enseñados por tanto tiempo a servir un “evangelio de papel” que ya el verdadero y genuino Evangelio es una vergüenza. Sin embargo, una verdad a medias no es verdad. La obediencia siempre debe ser una parte vital de nuestra respuesta a Su amor y gracia. La fe sin obras es muerta, es hora de que encontremos nuevamente nuestro equilibrio para restaurar el auténtico cristianismo antes que sea demasiado tarde. El evangelio torcido y perverso siempre se autodestruye.

Es mi oración, amado lector, que Dios use este libro para ayudarle a tomar sus primeros pasos. Los puentes hacia la realidad en nuestro peregrinaje espiritual podrían parecer un poco extraños. El camino es extraño para nosotros. Las disciplinas de la realidad espiritual son “artes perdidas” para la mayoría de los cristianos de hoy, pero las mismas han sido tratadas, examinadas y probadas por millones antes que usted. Tales disciplinas son la única salida de la fantasía y la ilusión que acompaña el falso cristianismo de hoy. ¿Podría yo retarle a empezar una jornada en el camino a la realidad? ¿Se aventuraría conmigo en un viaje al corazón de Jesús? K. P. Yohannan Carrollton, Texas

Parte I

LA DICOTOMíA MORTAL Descubra el misterio del porqué la cultura occidental contrasta tan directamente con el estilo de vida que nuestro Señor manda. ¿Cómo hemos divorciado lo que sabemos de quiénes somos y lo que hacemos?

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Llamado a ser siervo

Capítulo 1

Llamado a ser siervo

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uán perverso y torcido puede convertirse el ego humano en su interés por ser reconocido y aplaudido! Al principio de mi ministerio con los misioneros nacionales, el Señor tuvo que intervenir severamente en esa área de mi vida. En lugar de enviar dinero de los Estados Unidos al campo misionero cada mes como lo hacemos ahora, depositaba en el banco los fondos que recaudábamos. Lo hacía para llevar yo mismo el dinero a Asia. Disfrutaba distribuir los fondos en persona, pero por una razón egoísta, la cual no tenía el valor de admitir. Por supuesto razonaba y me decía a mí mismo que lo hacía para poder examinar el trabajo y estar disponible para ayudar a entrenar mis hermanos nacionales en el ministerio. Sin embargo, en realidad esperaba ser recibido en el tren por misioneros y delegaciones de las iglesias. Me imaginaba siendo homenajeado con guirnaldas de flores, el modo tradicional de la India de mostrar respeto y honor a visitas importantes. Aunque me cuidaba para que no se notara, mis sentimientos eran heridos profundamente cuando no me honraban. Enmascaraba mi ego, y lamento decir que anhelaba

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ese tipo de atención. Ahora le doy gracias a Dios que muchos de los misioneros nacionales que patrocinábamos eran hombres de una alta calidad espiritual que no podían ser comprados. Eran fieles siervos del Dios altísimo que alababan al Señor por nuestra ayuda, pero estaban muy ocupados ganando almas para venir a saludarme cuando venía a visitarlos. “¿Acaso no saben lo que he sacrificado por ellos?” le preguntaba a mi orgullo herido. “¿Acaso no saben cuán importante es mi ayuda económica para el futuro de su ministerio?” Con el pretexto de que era por el bien de ellos, decidí no enviar más ayuda hasta que pudiera ir a la India y llevar a cabo una conferencia de entrenamiento. Quizás entonces podría explicarles discretamente su responsabilidad hacia mí, eso pensé. ¡Qué piadoso puede ser nuestro orgullo cuando busca sus propios intereses! Cuando finalmente reconocí mi problema, estaba atónito. ¿Cómo pudo pasarme eso? Nadie podía estar más seguro de la gracia de Dios en su vida que yo, al menos eso pensaba. Nacido en una aldea de la jungla en uno de los países más pobres del mundo, nunca usé zapatos hasta que cumplí 17 años de edad. Era increíblemente tímido y no mostraba ningunas cualidades de liderazgo. Era como si yo no existía en nuestra aldea, siempre evitaba las multitudes. Pero sí tenía una madre cristiana, y fueron sus oraciones por un hijo predicador que el Señor escuchó y contestó. El Señor permaneció fiel Hasta entonces, el proceso de preparación para el ministerio fue un proceso lento y torturador, pero el Señor fue siempre fiel. Un milagro tras otro pavimentó el largo camino. Primero adquirí una valiosa experiencia con un equipo de jóvenes evangelistas testificando y predicando por las aldeas

Llamado a ser siervo

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del norte de la India. Pude ver con mis propios ojos el poder de Dios en acción en las vidas de personas cuyas mentes y corazones estaban cegadas por poderes demoníacos, producto de los viejos ritos y religiones del Oriente. Luego tuve el privilegio de asistir a conferencias sobre liderazgo y misiones en mi propio país, las cuales eran patrocinadas por la Operación Movilización en Bangalore y Madras, después asistí al Instituto Haggai en Singapur. Finalmente pude estudiar, por la providencia divina, en el Colegio Bíblico de Dallas, Texas, en los Estados Unidos. Simplemente, todo eso era Dios obrando y nada por lo que yo podía tomar crédito, aún mi visión de despertar la iglesia de Jesucristo a nivel mundial con el gran propósito de que ésta se involucre en el evangelismo nacional, admito que vino de él. Sin embargo, al mirar atrás, pude ver cómo me dejé llevar por mis emociones, en parte quizás por el éxtasis de la visión, o a lo mejor por mi interpretación de la misma. Noche tras noche a través de los Estados Unidos y Canadá, estuve hablando en iglesias de todas las denominaciones. En mis mensajes hice un llamado con pasión a la gente para que respondiera al mandato del Señor de predicar y enseñar el evangelio en todas las naciones. Hice un cuadro para ellos de la desesperada condición de la gente en mi propio país que no tenían esperanza ni conocimiento de Cristo. Apelé a congregaciones para que dieran por lo menos $1 dólar por día para apoyar misioneros nacionales que pasan por sacrificios casi insoportables para compartir su fe en Jesucristo. Les dije que el costo para apoyar esos misioneros fluctúa entre $1,000 y $1,400 dólares, comparado con los $43,000 que se lleva mantener a un misionero occidental en el campo por un año. La respuesta a mi mensaje no fue inmediata aunque los fondos comenzaron a llegar de manera sorprendente. Evangelio para Asia ha sido reconocido cada vez más como una misión

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respetable y nuestro programa de misioneros nacionales como una efectiva forma de evangelismo. Como resultado, comencé a recibir reconocimiento como líder de misiones. Entendí el mensaje Entonces una noche el Señor me visitó y me hizo una advertencia. “Si así es como te sientes,” me dijo, “puedo usar a otro para este trabajo, te he llamado a ser Mi siervo y el siervo de Mis siervos, no un jefe.” Entendí el mensaje, y con confesión vino el gozo y el alivio del arrepentimiento y el perdón. Comenzaba ahora a comprender la apatía de los cristianos de las iglesias occidentales. Consumidos por la abundante provisión de su cultura, es difícil para ellos entender la deteriorada condición espiritual de los países del tercer mundo. Por otra parte, pude reconocer que en cierta forma yo mismo había caído en esa trampa. Acostumbrado a no padecer necesidades físicas en América, trataba de dictarles a mis fieles colegas en la India como debían responder a mis esfuerzos por ayudarlos. Alabé a Dios por su infinita bondad al abrir mis ojos espirituales en este incidente y en otros que sucedieron después. Descubrí que la santidad no es algo que se da por sentado, sino un proceso continuo. Pedro nos recuerda bien esto: “Mas bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: “Sean santos, porque yo soy santo.” (1 Pedro 1:15,16 NVI). Desde ese día, Jesús me ha guiado a través del emocionante camino a la realidad espiritual, el cual tiene muchos puentes, y cruzarlos no siempre ha sido fácil. En las siguientes páginas, deseo compartirle algunas de las lecciones que aprendí en esta larga jornada. Aún más importante es el inmenso gozo que nos llena al ver al Señor mismo al otro lado de esos puentes animándonos cuando nos entregamos totalmente a seguirle.

Capítulo 2

Una dicotomía mortal

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as piedras del estacionamiento de la iglesia crujían bajo mis pies en el aire frío de diciembre. Era mi primera navidad en América y estaba tan emocionado y sorprendido como cualquier niño de dos años ante lo maravilloso de la ocasión. ¡Nunca antes había visto una Navidad como ésta! En muchas partes de la India, el 25 de diciembre es un día como cualquier otro. Para mi gente es solamente otro día de esclavitud del pecado, sufrimiento y muerte, la vida sin Cristo. Como puede ver, en la mayor parte de Asia no hay Navidad. Para mil millones de personas, Cristo aún no ha venido. Su paz y su redención a través del Calvario no han sido aún conocidas o comprendidas. La mayoría de Asia aún no ha oído la buena nueva de la Navidad—que Cristo vino al mundo a buscar y a salvar los pecadores perdidos. Camino a la iglesia esa noche, me parecía como si toda la nación fuera cristiana. Las calles, tiendas y centros comerciales estaban brillantemente decorados. Miles de personas que se veían cansadas llenaban sus autos con bolsas, cajas de regalos,

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comida y vino para las fiestas. Casi todas las casas tenían luces de colores, árboles decorados y también pesebres grandes mostrando la historia de la Navidad. “¡Cuánto ama esta gente a Cristo!” Pensé, “¡Qué maravilla vivir en un país saturado de cristianos, iglesias y evangelio!” Una vez en la iglesia toqué los bellos bancos acojinados con asombro y caminé cuidadosamente en la delicada alfombra. Aun el altar estaba decorado con cintas rojas y alumbrado con velas para los cánticos que habíamos venido a escuchar. A un lado tenían un árbol grande y al otro una bandera estadounidense. El simbolismo de una nación cristiana celebrando el nacimiento del Salvador era algo nuevo y emocionante para mí. Al frente de la iglesia había una orquesta respaldada por un coro de 100 voces parados en la forma piramidal de un “árbol de Navidad vivo.” Al principio, pensé que era un árbol, pero luego me di cuenta de que eran hombres y mujeres con ropas coloridas formando el árbol. Un hombre me dijo que el andamio de acero para la exposición le había costado a la iglesia más de $25,000 dólares. No podía imaginar tanto dinero, con esa cantidad, fácilmente se podía construir cuatro o cinco iglesias en las aldeas de mi país. Cuando miré el sofisticado programa en mis manos me preguntaba cuánto había costado imprimirlo. En la India, trabajaba en la imprenta de tratados para nuestros equipos de evangelismo y me acuerdo que con cinco centavos podíamos imprimir suficientes tratados para llevar el evangelio a 100 personas. “Pero esta gente ama al Señor,” me reprendí, “no debo juzgar,” pero el pensamiento no se iba. Si producir este programa costaba 50 centavos, sería el equivalente a 1,000 tratados. (Sospechaba que costó más de 50 centavos) Pensé sobre los misioneros nacionales que conozco en Nepal y Burma trabajando sin suficiente literatura evangélica entre

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millones de hindúes y budistas perdidos. El resto de esa primera Navidad fue aún más fenomenal y emocionante para mí, pero el pensamiento de esos tratados sin imprimir me perseguía. ¿Por qué esta gente que ya lo tenía todo necesitaba comprar más? ¿Por qué enviaban tantas tarjetas de Navidad a gente que apenas conocían? ¿Por qué comían y bebían tanto que a menudo se enfermaban? Y ¿Cómo, me preguntaba, podía todo esto hacerse para celebrar y proclamar la venida del Salvador? Si aún el mismo nombre del Salvador es desconocido para millones de almas perdidas, razonaba, ¿No es esta fiesta egoísta una manera extraña para anunciar la venida del Señor Jesús? ¿No sería más adecuado proclamar las buenas nuevas de Su venida a aquellos que no la han oído en vez de a los que ya la han oído miles de veces? Enorme autoengaño Desde esa Navidad he viajado a través de los Estados Unidos y Canadá cientos de veces, hablando a cristianos. He consultado en privado con cientos de ellos acerca de sus creencias y estilos de vida. Lo que he descubierto tiene que ser una de las ironías más trágicas de todos los tiempos. Un pequeño grupo de creyentes que tiene el evangelio, continúan predicándoselo una y otra vez entre ellos. Mientras tanto, millones caen en las llamas del infierno eterno sin siquiera haber oído una vez la historia de salvación. La mayoría de los cristianos viven esa ironía de la Navidad diariamente de una forma u otra. Como individuos, su estilo de vida a menudo resulta en un enorme autoengaño. Quienes claman ser, está desconectado de lo que saben, y lo que saben está aún más alejado de lo que hacen. Es algo tan irreal, es una misteriosa pero mortal dicotomía espiritual. Una dicotomía es algo dividido en dos partes, y nosotros, como cristianos modernos vivimos peligrosamente en esta

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doble contradicción de lo que creemos—especialmente aquí en el occidente. Escoger deliberadamente vivir en un mundo irreal como éste es una epidemia o enfermedad. Para un cristiano, es además pecaminosa desobediencia al Señor a quién amamos. Esto provoca el juicio del Dios de amor que no puede ni nos permitirá seguir para siempre viviendo en tal hipocresía. El mensaje de este libro es un resultado directo de mis primeros diez años de confrontación con creyentes del Occidente. Muchas noches, después de predicar con todo mi corazón, regresaba a mi cuarto de hotel amargamente desanimado, preguntándome como tal paradoja podía existir. Tiene que ser uno de los grandes misterios de la historia. Por ejemplo, mientras escribía este libro, otra gran conferencia misionera se llevaba a cabo donde miles se reunían de casi todos los estados de la nación. Muchos de ellos fueron criados con amor, en hogares cristianos donde la Palabra de Dios era respetada. Se reunieron para considerar las demandas de Jesucristo en sus vidas. Algunos de los más grandes oradores cristianos de nuestros tiempos les hablaron. Algunos de los mejores músicos del mundo tocaron y cantaron para ellos. Bellas películas y videos expusieron las necesidades de un mundo perdido y moribundo en vivos detalles gráficos. Cientos de organizaciones cristianas gastaron miles de dólares para presentar las desesperadas necesidades de un mundo sin Cristo. Líderes de misiones viajaron de cada continente para apelar la causa de los perdidos. Además, los participantes mismos gastaron grandes sumas de dinero con el fin de ser educados e informados. ¿Cuáles serían los resultados de esa enorme inversión? Miles se pusieron de pie ante la invitación y se ofrecieron para el servicio misionero. Pero si esta conferencia es como otras pasadas, las posibilidades estadísticas de que tan

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siquiera un pequeño grupo de ellos actualmente fuera a los perdidos son muy remotas. Menos del uno por ciento de los que respondieron al llamado del altar obedecerán la gran comisión de Cristo e irán al lejano campo misionero. De esos que van, más de la mitad no regresarán a servir una segunda vez. El porcentaje que realmente irá a las remotas regiones de Asia, donde dos terceras partes del mundo perdido perecen sin Cristo, es tan pequeño que no aparece ni siquiera en las estadísticas. Como otro ejemplo, recientemente tuve el privilegio de hablarles al grupo de jóvenes de una de las grandes iglesias evangélicas estadounidense. Es un modelo de ministerio que sería el sueño realizado de cualquier pastor. Estos jóvenes están expuestos al más balanceado ministerio juvenil posible. Tienen un director de jóvenes a tiempo completo, estudios bíblicos varias noches a la semana, reuniones sociales, confraternidad semanal, un gimnasio con equipos deportivos, campamentos, conferencias, conciertos, videos, música, una gran biblioteca, personal de consejería a tiempo completo—todo. Esperaba ansioso presentarles la carga del corazón de Cristo por el mundo perdido. Cuando me dirigí a estos 350 saludables, bien alimentados y brillantes jóvenes con el mensaje del cristianismo del Nuevo Testamento, los resultados fueron increíbles. Con lágrimas en mis ojos les compartí acerca de los millones perdidos y necesitados todavía sin Cristo. Algunos parecían profundamente conmovidos, pero cuando pedí que levantaran la mano los que estaban dispuestos a ofrecer su vida para el servicio de Cristo, ninguno fue capaz de decir, “¡Sí Señor!” ¿Desde cuándo la obediencia es opcional? Nadie estuvo dispuesto a salir de esa jaula de terciopelo

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de comodidad y conveniencia para comenzar un estilo de vida radical de una realidad interior que afecta el mundo. ¿Desde cuándo la obediencia a Cristo y Su Evangelio es opcional para el cristianismo? ¿Qué tipo de iglesia, cultura o grupo étnico puede producir una fe donde la obediencia a Dios es condicional? Esta es la pregunta que me hago una y otra vez, es la razón por la que tuve que escribir este libro. Estos ejemplos no son raros, sólo los extremos. Semanalmente, predico a miles de personas en las iglesias de Norte América. Aun en las mejores reuniones, es extraño que más del uno o dos por ciento de los que me escuchan prometan al menos $1 dólar al día para apoyar a los misioneros nacionales, mucho menos ofrecerse de voluntarios para servir en el campo misionero. Esto me sorprende constantemente porque la mayoría de los creyentes en los Estados Unidos y Canadá pueden contribuir $1 dólar al día—casi sin sacrificio. Sin embargo, esa pequeña ofrenda puede significar la diferencia entre la vida y la muerte espiritual para alguna tribu o aldea en Asia donde ahora ningún occidental puede ir y llevar el Evangelio. Esto debe hacer sonar la alarma en nuestras mentes y corazones. Algo anda mal cuando los cristianos no responden a algo tan apreciado para el corazón de Jesús. ¿Qué anda realmente mal? ¿Cómo podemos identificar las causas o enfrentar este problema mortal en nuestra vida cristiana? Creo que podemos describirlo mejor como la dicotomía del cristiano moderno. Primero, nosotros los cristianos modernos hemos divorciado lo que hacemos de quiénes somos. Hemos perdido contacto con nuestra identidad espiritual en Cristo. Raramente nuestro hombre espiritual es el que controla y domina. Estamos contentos actuando una religión externa, un estilo de vida desconectado de la vida nacida del Espíritu Santo en nuestros

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espíritus humanos. Más de 50 millones de estadounidenses se han convertido en lo que llaman equivocadamente “nacido de nuevo.” Con esta expresión, quieren decir que caminaron por el pasillo para salvarse del infierno, encontrar paz y gozo, escapar de la culpa, complacer familiares y amigos, encontrar riqueza, salud y felicidad y deshacerse de ese molestoso predicador. Pero una religión medida en tales superficiales, términos externos no se parece en nada a la fe de las Escrituras. Jesús es ahora “popular” en Norte América. Ser cristiano es una respetable, aceptable y normal decisión. Para colmo, es gratis, instantáneo, un artículo comercial. Lo único necesario es hacer una oración de 30 palabras, firmar una tarjeta o poner su mano en la pantalla del televisor y ya está. Este cristianismo moderno es deficiente en los Evangelios. Raramente se escucha un evangelista predicar de Mateo, Marcos o Lucas. El hacerlo convertiría las demandas de Cristo al ego de sus seguidores en un asunto de central importancia. Por lo tanto, la falsa religión del cristianismo popular no nos pide escudriñar la pasión y mente de Cristo, rendir nuestro ego, echar a un lado nuestra carne, tomar la cruz y empezar un estilo de vida marcado por el sometimiento a la voluntad del Padre como lo hizo él. Raramente se nos pide escudriñar los mandamientos de Cristo para vivir un estilo de vida de sacrificio, servicio y sufrimiento por la causa de nuestro Señor. No se nos pide amar como Él amó, caminar donde Él caminó, interactuar con el tipo de gente pecadora como Él lo hizo, y vivir la vida de servicio y sacrificio incondicional al prójimo, que fue su forma de vida. ¿Qué de la amplia cadena de actividades cristianas que constantemente preocupa nuestras mentes, manos y corazones en el Occidente? ¿No prueban nuestras frenéticas

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vidas nuestra piedad? No puedo mirar a la gente sin hacer la pregunta crítica, “¿De dónde proviene esta actual ola de activismo?” ¿Pasará por el fuego del juicio? ¿Es ésta el producto de nuestras manos y egos o proviene del corazón de Jesús? Si su servicio cristiano terminara hoy, ¿Haría éste una diferencia en la eternidad? Segundo, nosotros los cristianos modernos estamos divorciados de lo que sabemos. Hasta que usted no viaje fuera de Norte América, no puede apreciar lo saturados de información religiosa que estamos en el Occidente. Somos bendecidos con miles de libros, emisoras cristianas las 24 horas, conferencias, seminarios, conciertos, videos y televisión. Alguien dijo que hay más de 1,000 comentarios sobre el libro de los Hechos en el idioma inglés—pero no hay 100 cristianos viviendo con el poder del cristianismo del Nuevo Testamento. Tal parece que muy a menudo preferimos ser estudiantes del cristianismo en lugar de discípulos de Cristo. La verdad es que la mayoría de nosotros hemos substituido la práctica de la obediencia por el aprendizaje y la información. En ningún lado es esta situación más evidente que en el área de las misiones. En los Estados Unidos, el enfoque ha cambiado a aprender sobre las almas inalcanzadas en lugar de ir a ellas. Probablemente ninguna cultura ha sido mejor calificada para cumplir esa escalofriante profecía en 2 Timoteo 3:1-8. Somos los que: “siempre están aprendiendo, pero nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad.” Estamos verdaderamente: “teniendo apariencia de piedad, pero negando la eficacia de ella.” Nunca en la historia ha habido una sociedad con tanta información acerca de Dios, pero muy poco conocimiento real sobre el Altísimo.

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Cualquiera que sea la razón de esta falta de realidad espiritual en el Occidente, no puede ser la falta de recursos de aprendizaje. Hemos vergonzosamente acumulado conocimiento cristiano, impidiendo que el resto del mundo encuentre la verdad—mientras nosotros mismos no aprovechamos el conocimiento que tenemos. ¿Por qué aún somos bebés espirituales? La pregunta que enfrentamos es ésta: “¿Cómo puede una cultura cristiana que conoce tanto fracasar en cumplir la misión?” ¿Por qué tenemos tanto estudio bíblico? ¿Nuestra escuela dominical y programas de educación cristiana? ¿Nuestros viajes a la tierra santa y cruceros cristianos? ¿Nuestros campamentos, retiros, seminarios, conferencias, libros, revistas, periódicos, discos compactos y emisoras? ¿Por qué ahora tenemos parques cristianos, teatros familiares y cafeterías? ¿No es la razón ser como Cristo? ¿No es eso lo que decimos? Entonces, ¿Por qué aún somos bebés espirituales? ¿Cristianos de kindergarten? ¿Por qué hay tan poco poder y santidad en nuestras vidas? ¿Por qué no estamos manifestando a Cristo a nuestros amigos, vecinos, compañeros de estudio y de trabajo? ¿Por qué no lo estamos personificando en los barrios de nuestra ciudad—y a los mil millones aún en tinieblas alrededor del mundo?

Capítulo 3

No lo que hacemos, sino quiénes somos

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ra temporada de conferencias misioneras. Hay dos en Norte América. Estos son períodos especiales donde las iglesias se reúnen, duran cerca de 13 semanas cada primavera y otoño. Durante este tiempo, las iglesias con mentalidad misionera cumplen con una vieja tradición que comenzó durante la era colonial. Durante estos meses paso tanto tiempo en los aviones como en la tierra. Noche tras noche me encuentro hablándoles a multitudes de fieles creyentes que apoyan los programas de misiones extranjeras. Para mí es siempre un tiempo de intensa guerra espiritual, y entre reunión y reunión batallo contra el desaliento. Según predico cada mensaje, las almas perdidas de millones caen ante mis ojos en las eternas llamas del infierno. Sin embargo, me doy cuenta de que para muchos en la audiencia, sólo soy una especie de entretenimiento espiritual para la noche. A medida que participo de estas conferencias cada año, ciertas verdades se han tornado evidentes. Una de las más devastadoras es el hecho de que el concepto de misiones ha perdido tanta importancia, que ahora muchos cristianos del

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Occidente lo igualan a la recaudación de fondos. Ha sido reducido a otro pedido más de dinero, similar a la campaña del presupuesto anual o a las actividades pro-templo. Nunca olvidaré la noche cuando pude entender eso. Antes del servicio en una iglesia famosa por su generosidad a las misiones, el pastor me pidió que me reuniera con él y el comité de misiones para orar. Nos reunimos en uno de los salones, pero hubo poca oración. Por el contrario, se habló del déficit financiero y las metas del presupuesto para la conferencia. Finalmente, justo antes de que fuéramos a la plataforma, uno de los hombres nos dirigió en una corta oración pidiéndole a Dios que “me usara y bendijera el servicio.” No entendí el impacto de todo esto hasta antes de mi turno para hablar. El pastor hizo un emotivo reto a las misiones y luego me presentó en una forma tan heroica que me sentí avergonzado. Finalmente, cuando me dirigía al púlpito, le pidió a la congregación que le diera la bienvenida al hombre que “nos ayudará a dar nuestra mejor ofrenda para las misiones mundiales.” De repente, sentí como si me hubiera clavado un cuchillo en el corazón. En ese instante entendí que él y su comité de misiones me veían como un simple hombre de negocios. Para la semana de conferencia, habían preparado un gran termómetro para la recaudación de fondos para misiones. Ahora sabía el papel que habían planeado para mí, yo no era algo más que su “pistolero a sueldo,” que vino a ayudarles a llenar los espacios en blanco. También comprendí por qué, en tantas iglesias, compartía las emocionantes y nuevas oportunidades que ahora tenemos de evangelizar al mundo, y sin embargo veía solamente dos o tres personas comprometerse a apoyar un misionero nacional o maestro bíblico. Cuando las misiones son reducidas a una decisión de dólares

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y centavos, simplemente otra opción para dar, probamos que hemos quitado la mirada del Salvador. La prueba de nuestro verdadero amor no es cuánto damos, sino cómo vivimos. Misiones no es algo que hacemos, sino algo que somos. Hay un principio en acción aquí: cristianos egoístas no pueden y no responderán a Cristo porque no están sometidos y no lo tienen a Él como cabeza. Cristianos dicotómicos han reproducido sus vidas esquizofrénicas en la vida corporativa del cuerpo. ¡Cristianos desobedientes producen iglesias desobedientes! El mandato de Cristo no cambia Jesús ha sido bien claro en su mandato sobre las misiones para todos los que clamamos seguirle. Él dijo que vivió para hacer la voluntad del Padre; los campos de almas perdidas estaban blancos para la cosecha; Él nos envió a esos campos tal como el Padre le envió a Él (Juan 4:34-38). Significa que “misiones” es simplemente una extensión de Su vida, actuando a través de usted para alcanzar esta generación con el amor de Dios por la humanidad perdida. Dios no nos pide que demos dinero a las misiones, sino que hagamos de las misiones la pasión central de nuestras vidas. La iglesia, como la expresión corporativa del cuerpo de Cristo, existe solamente para cumplir Su voluntad. Entonces ¿Cuál es Su voluntad? Él no quiere “…que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Cristo quiere que Su iglesia sea primeramente una organización misionera, o mejor dicho, un organismo misionero. El cuerpo de Cristo, Su iglesia, es la presencia viviente del Dios cuyo corazón palpita con gran pasión por las almas perdidas y moribundas. Por lo tanto, debemos congregarnos y adorar con una cosa en mente, alcanzar hombres y mujeres

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perdidos dondequiera que se encuentren. Debemos estar dispuestos a cambiarlo todo por la perla de gran precio-el reino de Dios. ¿Es el Cristo que hoy seguimos y adoramos el mismo Cristo de los Evangelios? Jesús siempre se movía a predicar en la próxima aldea. El llanto de su corazón y su oración era siempre por los moribundos espirituales, por los perdidos, los enfermos y los atados. El corazón de cada verdadero discípulo que sigue los pasos de Jesús debe ser igual. Debemos estar dispuestos, como Él lo estuvo, a dejarlo todo por amor a las almas perdidas, ofrecer nuestras vidas para recobrar al menos una pulgada del terreno perdido en las tinieblas y el infierno. ¿Cómo puede una iglesia que no refleja este espíritu ser realmente la novia de Cristo? ¿Qué explicación o razonamiento podemos dar para explicar la condición actual del cristianismo? La Biblia nos ofrece poca ayuda, no ocupa mucho espacio en describir una iglesia que aparenta ser nada menos que un cuerpo muerto sin cabeza. ¿De qué otra forma podemos describir una iglesia que parece haber caído tan lejos de los mandamientos del Señor Jesús? Permítame explicar: Una mentalidad de primero yo Tenemos una mentalidad de “primero yo.” El cristianismo de hoy está estancado en un círculo de desarrollo propio. Es una religión estilo “yo-y-lo mío” que sobrevive en una interminable dieta de libros, discos compactos, conferencias y seminarios. Esta fe de cabeza gorda ha producido una generación de cristianos que saben todas las respuestas pero no cruzarán la calle para ayudar a un vecino en necesidad espiritual. Este razonamiento demoníaco dice, “Primero yo—después de todo, no puedo ayudar a otros hasta que me ayude yo mismo.”

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Estamos contentos con sentarnos en nuestros bancos acojinados semana tras semana, tomando de nuestros biberones espirituales, mientras el entretenimiento religioso ofrecido no interfiera con la comida o el juego de pelota. El hecho de que este estilo de religión no afecte en forma alguna nuestro estilo de vida el lunes por la mañana no importa. En primer lugar, no fue diseñado para hacer diferencia alguna en el trabajo, la escuela o el parque. Las iglesias de hoy, con sus atrios y gimnasios con aire acondicionado, son diseñadas con el mejor ambiente que el dinero puede comprar. Los diseñadores no quieren que nos sintamos diferente en el templo a como lo hacemos en el centro comercial o en el club de salud. Nuestras iglesias están copiando al mundo en su arquitectura, evangelismo y programas en lugar de seguir lo que Cristo dice a través del Espíritu Santo. Por muy largo tiempo hemos estado copiando la última moda del mundo e incorporándola a la iglesia, adornándola con palabras bonitas. Los bailes mundanos ahora son “bailes de alabanza.” Los servicios de citas por computadoras se convirtieron en “clubes de cristianos solteros,” El rock emergió como “música de rock cristiano,” y últimamente el sonido metal pesado ha renacido como “shock-rock cristiano.” La lista es larga, hay cientos de ejemplos. Una mirada al calendario de actividades de nuestra iglesia revela no un cuerpo de dadores, sino una sociedad de recibidores. Aun nuestros cultos de oración son poco más que clubes “bendíceme.” ¿Podría ser que hemos dejado que nuestras iglesias se conviertan en elaborados programas sociales con el nombre de Dios como una táctica añadida? ¿Tenía Carlos Marx la razón en este caso? ¿No es esa especie de religión realmente un narcótico—”el opio de los pueblos?” Éste es un cristianismo “tienda comercial.” La función primordial del pastor es encontrar formas de endulzar el

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mensaje del Evangelio, asegurándose de predicar un mensaje que no ofenda a nadie y a tener una iglesia que supla cada necesidad física y mental imaginable. Es una religión que se jacta en decir “la caridad comienza en casa” cuando el tema de misiones sale a colación. Nos recuerda que Jerusalén debe ir al frente para comer primero, pero olvida la parte del verso acerca de “Judea y Samaria” y especialmente lo “último de la tierra.” ¿Qué piensa el Señor Jesús acerca de nuestra religión tipo carrusel? La pregunta que se debe hacer sobre cada actividad cristiana que apoyamos es simplemente ésta: “¿Causará este evento algún impacto en el mundo perdido y moribundo?” Si la respuesta es no, entonces debemos reconsiderar patrocinarla. Debemos preguntarnos si esto es parte de nuestra agenda o la de Él. “Mas sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores” (Santiago 1:22). Hemos optado por retirarnos y sobrevivir. Confrontar el control que, por décadas, el humanismo secular ha ejercido sobre nuestro sistema escolar e instituciones es demasiado trabajo para nuestra religión. Eso requiere salir y testificar a los publicanos y pecadores de nuestros tiempos. Por eso corremos a refugios temporales de sobrevivencia tales como: escuelas cristianas, programas religiosos de radio y televisión, conciertos cristianos y miles de otras formas innumerables de escapismo. La fuerza que controla este retiro masivo de esta cultura post-cristiana y secularizada del Occidente es miedo más que santidad, vagancia más que rectitud. Y surge por la falta de amor en lugar de un deseo genuino de separación. ¿Podría ser que estas “cosas buenas” son realmente enemigas de las mejores? “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).

Capítulo 4

¿Qué realmente está pasando?

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emos establecido un sistema de casta social en nuestras iglesias e instituciones. Yo pensaba que sólo el hinduismo tenía un sistema de discriminación social, pero la experiencia estadounidense demuestra que la religión de por sí, casi siempre divide en vez de unir a la gente. Están aquellos que se congregan en las iglesias por todo tipo de razones menos la razón bíblica. Muchas iglesias venderían su propiedad y se mudarían si el vecindario comenzara a cambiar racial o económicamente. Ningún costo es muy alto para preservar la distinción de clases creada por la iglesia como prioridad. Pagaríamos lo que sea para mantener una iglesia sin personas diferentes a nosotros en ningún aspecto. ¿Podría ser que la raíz de la mayoría de nuestras denominaciones y divisiones locales no es una piadosa búsqueda de la verdad, sino un invisible sistema de discriminación contra otros, basado en edad, raza, educación y antecedente económico? Y qué tragedia vemos en el campo misionero cuando algunas de estas denominaciones tratan de exportar sus desavenencias y enseñanzas divisionistas a las iglesias del tercer mundo.

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Debemos admitirlo, nos gusta estar entre nuestro grupo. Una iglesia que nos pida amar y alcanzar a los no amigables o a los que son diferentes a nosotros es algo inimaginable—sin embargo este fue el centro del estilo de vida evangelístico de Cristo. Necesitamos arrepentirnos del cristianismo sin amor, intolerante y egoísta que se ha convertido en una de las más distintivas características de la iglesia actual. Algunos de los maestros modernos de igle-crecimiento están ahora abiertamente aplicando técnicas de mercadeo de la Avenida Madison para crear iglesias y dividirlas aún más basándose en datos demográficos en lugar de nacimiento espiritual. Esto solía hacerse a través de pequeños comités de intolerantes fanáticos raciales que se reunían secretamente. Hoy es enseñado como crecimiento de congregaciones en algunos de nuestros seminarios. “Pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la Ley como transgresores” (Santiago 2:9). Estamos fascinados por tener lo mejor y lo más grande. Científicos sociales dicen que la última señal de vida en cualquier movimiento viene cuando el mismo comienza a construir edificios monumentales. ¿Por qué insistimos en construir las más grandes e impresionantes estructuras en nuestra ciudad cuando al otro lado hay gente con hambre, sin trabajo y congregándose en locales diminutos? ¿Por qué construimos extravagantes, descomunales e ineficientes edificios después de todo? ¿Qué oscuro motivo nos hace querer ser los más grandes y mejores? Necesitamos hacernos ese tipo de preguntas porque ahora una típica iglesia nueva en América cuesta tanto como 2,000 simples “casas de oración” costarían en las dos terceras partes del mundo. ¿Quién nos enseñó que “más grande es mejor” y “nada es demasiado bueno para la casa del Señor?” ¿Nos dijo eso Dios o lo hemos aprendido del mundo?

¿Qué realmente está pasando?

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¿Cómo podemos tener iglesias con hipotecas mensuales de $50,000 dólares y aún decir que no hay suficiente en el presupuesto para misiones? ¿Podemos comparar esta extravagancia con los mandamientos de nuestro Señor que dijo, ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros…?” (Juan 5:44) Estamos consumidos con la teología de las calcomanías de parachoques. Cualquier tipo de pensamiento espiritual que vaya más allá de “como tener una familia feliz” parece ser incomprensible para los cristianos modernos. El único tipo de cristianismo que nos interesa es el tipo pragmático que nos enseña a tener una actitud mental positiva, triunfar en nuestra carrera, ganar amigos e influir en las personas. Lo cierto es que hemos convertido nuestra teología y agenda de predicación en una imagen de nosotros mismos. Cuando comencé al principio a predicar sobre la necesidad de una vida transformada y obediente, alguien siempre venía y me decía, “debemos tener cuidado de no transmitir a la gente sentimiento de culpabilidad y enseñar legalismo.” Tales personas quieren que el Evangelio y la Biblia terminen con la frase, “los cristianos no son perfectos, sólo son perdonados.” Ese es el fin de su teología, es lo único que cabe en la calcomanía de sus parachoques. ¿Qué sucedió con las enseñanzas de Jesús? Bueno, ese no es el Evangelio, y yo tampoco estoy enseñando perfeccionismo. Pero debemos cuestionar un cristianismo que ha distorsionado tanto la doctrina de la gracia que un simple llamado a la obediencia es confundido con legalismo. Desafiar a la gente a vivir la vida cristiana normal en lugar de acomodarse al pecado no es transmitir sentimiento de culpabilidad ni manipulación. Estas frases son usadas frecuentemente hoy como una defensa sin fundamento por creyentes egoístas que no quieren que su

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religión de fantasía sea reprendida por la verdad. Esta corta visión de la salvación ha empobrecido nuestra fe más de lo que creemos. ¿Qué pasó con las enseñanzas de Jesús sobre el juicio eterno y el infierno? ¿Por qué no le advertimos a la gente acerca del terrible castigo que les espera si no se vuelven a Dios ahora? Es sorprendente que muchos llamados cristianos, creyentes en la Biblia, han tomado un par de tijeras y han cortado grandes secciones de las Escrituras. Jesús vivió diariamente consciente de las terribles consecuencias de rechazar la gracia de Dios, pero ¿Por qué hoy no está Su cuerpo conectado a la pasión del Salvador que murió para salvar a hombres y a mujeres de las llamas eternas? ¿Cómo podemos ser indiferentes ante el mundo perdido cuando Dios lo consideró tan importante que Su única solución fue el Calvario? “Respondiendo él, les dijo: ¡Hipócritas! Bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: “Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí, pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres. (Marcos 7:6–7). Hemos consentido demasiado nuestros niños y jóvenes. ¿Por qué a los jóvenes de nuestras iglesias les damos diversión y juegos en lugar del desafío de la gran comisión? Los años de la pre-adolescencia y la adolescencia son muy críticos. Es ahí cuando la mayoría de los jóvenes escogen sus carreras y sus parejas, probablemente las dos decisiones más grandes que determinan el curso de la vida de cualquier creyente. Cualquiera que haya trabajado con adolescentes le diría que éste es probablemente el punto más energético e idealista de nuestras vidas. Los adolescentes desean tratar la ética y la moralidad de su iglesia y sus padres para ver si realmente funcionan.

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¿Apoyarán los padres este tipo de programa? Pero ¿qué estamos dándoles a nuestros jóvenes? La respuesta común es contratar un director de jóvenes para planear fiestas y viajes basados en la idea de que: “puedes ser cristiano y divertirte a la vez” ¿Cuántos millones de nuestros jóvenes han sido arruinados por la introducción de este cristianismo mundano justo en el momento de sus vidas cuando más necesitaban ver la realidad? ¿Qué pasaría si en lugar de eso tratáramos a nuestros jóvenes con total seriedad, exponiéndolos a aprender las experiencias del campo misionero? ¿A oportunidades de amar y sacrificarse por otros? ¿A servir en el frente de batalla del Evangelio? ¿Apoyarían los padres este tipo de programa? Si no, ¿por qué no? ¿Por cuánto tiempo vamos a evadir esta pregunta? Hemos desechado lo sobrenatural y optado por el cristianismo computarizado y autosuficiente. La tecnología es la magia moderna del Occidente, ofrece a sus usuarios un increíble pero falso sentido de poder y control. Para muchos hoy, conocimiento e información es lo mismo que acción. Por eso es que la iglesia occidental se ha convertido en el colector de conocimiento y habilidades más grande del mundo, razón por la cual hoy dependemos tanto de los consejeros especialistas. ¿Cuántos pastores pasan mucho más tiempo en reuniones con asesores de igle-crecimiento, recaudadores de fondos y negociantes que el que pasan buscando el rostro de Dios, Su voluntad, planes y soluciones? Nos estamos volviendo más y más dependientes de lo horizontal y lo racional, de soluciones rápidas a nuestros problemas. Nos hemos convertido en tremendos consumidores de productos, seminarios, atajos o lo que sea que no requiera esperar en el Señor para soluciones verticales a nuestros dilemas.

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Párese frente a una iglesia típica la próxima semana y observe la congregación saliendo del servicio. ¿Por qué tantos lucen como si acabaran de salir del cine, riéndose y despreocupados? ¿Por qué otros están tristes y atribulados con problemas personales sin resolver? ¿Por qué se ven algunos tan obviamente atados por adicciones y pecado? ¿Son estos los rostros de personas que han tenido un encuentro cara a cara con el Dios viviente? ¿Dónde está la reverencia y el temor que se espera de personas que acaban de ser testigos de lo sobrenatural? ¿Qué realmente está pasando hoy en nuestras iglesias? La pregunta clave que se debe hacer sobre el estado del cristianismo occidental es ésta: “¿Por qué la gente que tiene tanto tiene tan poco? Con todo ese conocimiento y habilidad, ¿Por qué no hay un gran mover de Dios en Norte América hoy?” ¿Cuándo vamos a mirarnos al espejo y decir, “Bien, ya sé suficiente, ya entrené lo suficiente, he consultado suficiente, qué voy a hacer con mi conocimiento de Dios y Sus caminos? ¿Cuándo va a demostrar mi vida Su compasión por el mundo necesitado a mi alrededor?” Estamos siguiendo falsos pastores. La iglesia de hoy está siendo saqueada por hombres engañadores que propagan un evangelio a medias y conducen millones a la perdición con enseñanzas falsas. No quiero tomar tiempo y espacio aquí para mencionar ejemplos de estos estafadores religiosos, de todos modos, ganaría muy poco haciéndolo. Es suficiente decir que están por todas partes, y muchos de ellos suenan doctrinalmente correctos. Pero debemos hacernos preguntas aún más relevantes, sin descansar hasta que tengamos las respuestas en nuestros espíritus: “¿Por qué permitimos esa gente en nuestros hogares a través de la radio y la televisión? ¿Por qué asistimos a sus seminarios, conferencias e iglesias? ¿Por qué compramos

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sus libros y discos compactos? ¿Por qué damos millones de dólares para mantener sus ineficaces ministerios activos?” Pocos cristianos pueden decir que no han sido engañados por esos lobos en una ocasión u otra. Entonces, ¿Qué es lo que nos hace tan vulnerables a sus seductivas doctrinas? “Hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros que introducirán encubiertamente herejías destructoras y hasta negarán al Señor que los rescató,… seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia,… Esos hombres son fuentes sin agua y nubes empujadas por la tormenta, para quienes la más densa oscuridad está reservada para siempre.” (2 Pedro 2:1, 14, 17). Híper activismo y obras muertas Hemos sido víctimas del híper activismo y las obras muertas. Las iglesias modernas están entre las organizaciones más frenéticas del mundo. Casi en cualquier comunidad regular, el calendario está tan lleno que usted puede ir a todos los servicios día y noche por todo el año. El creyente descuidado es desafiado constantemente a participar de este carrusel de actividades religiosas y confraternidades. Como rendir el control de nuestro tiempo y dinero a Cristo es una prueba muy importante de mayordomía, muchos sinceros pero ingenuos cristianos caen en esta trampa de activismo carnal. Para muchos, la adicción al trabajo es tan peligrosa como el alcohol y el fumar. Tales víctimas de “ocupaciones” religiosas son poco diferentes de los cultos falsos en su rutina de ganar la salvación por penitencias, vendiendo libros o haciendo buenas obras. Sus bibliotecas están llenas de libros cristianos y cintas. Algunos hasta dejan de ver televisión por completo. Siempre se dirigen a otro seminario o reunión. Escuchan programas cristianos y cintas en sus automóviles. Son el tipo de personas

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que están presentes cada vez que la iglesia abre sus puertas. Pero en el albor de estos cristianos ocupados hay a menudo hogares rotos, incluyendo relaciones e iglesias. Familiares, amigos y compañeros de trabajo sacuden sus cabezas e instintivamente se alejan. Jesús predijo que la rama conectada a la vid produciría mucho fruto espiritual, pero muy a menudo nuestras frenéticas vidas son estériles. ¿Dónde en nuestras ocupadísimas vidas de servicio cristiano está Cristo? ¿Dónde está el fruto que haría genuinas nuestras obras? ¿Estamos simplemente actuando la vida cristiana o está el Espíritu de Dios siendo derramado en nuestras actividades religiosas? Para contestar estas preguntas y muchas otras, debemos cruzar un puente. Muy pocos cristianos modernos ni siquiera se han dado cuenta, pero no hay ninguna otra salida para el creyente mundano y fatigado. Significa dejar nuestras nociones de fantasía sobre Cristo y el cristianismo. Significa salirnos del cristianismo cómodo, el cual hemos igualado a nuestra cultura. Pero para el hombre y la mujer que Dios usa, no puede haber otra opción. No hay otra salida que el camino a la realidad. En el siguiente capítulo, le mostraré como usted puede dar su primer paso en la senda hacia el auténtico cristianismo.

Capítulo 5

¿Por cuánto tiempo estaremos engañados?

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asta ahora estoy seguro que ya usted se está haciendo la más crítica de todas las preguntas: ¿Hay alguna esperanza para aquellos que han caído tan lejos de la auténtica vida cristiana? Recientemente un querido amigo y compañero de ministerio en Nueva York pasó por una experiencia que debe ser la peor pesadilla de todo padre. Necesito contarle esta historia ahora porque creo que es bastante paralela a lo que estoy tratando de decir sobre los cristianos y la cultura cristiana occidental actual. Esta historia verídica me da confianza y esperanza en la inmensurable gracia de Dios. Me da fe para continuar creyendo y esperando un gran avivamiento en el Occidente. Para la protección de los involucrados, llamaré a su hija Mary. Aunque Mary parecía ser una hija modelo en sus primeros años, ella y toda su familia obviamente tenían muchos problemas mentales y espirituales sin resolver. Mary creció en la iglesia, rodeada de toda ventaja física y espiritual que una niña podía tener. Me quedé en casa de esta familia en varias ocasiones, pero nada me preparó para la sacudida que me causó lo que esta bella niña llegó a ser en sus años

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rebeldes de adolescencia. En su segundo año de secundaria, empezó a tener problemas de conducta en la iglesia y en la escuela. Sus familiares y amigos se frustraron al no poder con ella. Se trató la consejería numerosas veces pero el problema sólo empeoró. Mary rehusó escuchar hasta el consejo más amoroso. Parecía que si algo era contra las reglas, Mary tenía que hacerlo— mientras más escandaloso, mejor. Eventualmente, nadie pudo controlarla, comenzó a desaparecer por días y llegó al extremo de una vida pródiga de abuso de drogas y sexo ilícito que la llevó hasta intentar el suicidio. Su padre y algunos amigos de la iglesia a menudo caminaban por las calles de Times Square buscándola entre los miles de adolescentes fugitivos de toda la nación que eran atraídos a ese lugar. Después de muchos intentos de detenerla, sus amigos desanimados decidieron rendirse. Los próximos dos años de su vida transcurrieron dentro y fuera de las cárceles, instituciones y hospitales. La vida de Mary iba rápidamente camino a la destrucción cuando finalmente el Señor la alcanzó en una misión de rescate. Gracias a Dios, su historia tiene un final feliz. Ella volvió a Cristo y hoy le sirve al Señor. Relato esta historia de Mary, la hija pródiga, porque fácilmente podría ser la historia de la iglesia cristiana de hoy en América. Nosotros también somos pródigos, como congregaciones—e individuos—estamos lejos de la realidad. Al igual que Mary, no estamos escuchando ni sometiéndonos a nuestra cabeza espiritual. Y lo que es peor, estamos en tal rebelión contra Cristo que ya ni cuenta nos damos de que algo anda mal. En nuestra historia, Mary finalmente llegó al punto donde despertó y se dio cuenta de que tenía que volver a Dios o terminaría muerta en un callejón. Pero aunque

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hoy el cristianismo occidental está desesperadamente enfermo, todavía no queremos admitir nuestra necesidad de intervención crítica. Estamos tan ocupados en nuestros propios planes, agendas, actividades y placeres que hemos perdido de vista la única y sola razón por la que Cristo nos redimió. El mundo está dictándonos sus normas La situación es grave. ¿Por cuánto tiempo puede el Dios de amor continuar dejándonos sin castigo y sin juicio? Individual y colectivamente, somos como niños capturados por fuerzas que no podemos controlar o entender. El mundo está dictándonos sus normas, y los creyentes hemos sido tomados cautivos por los poderes de las tinieblas. Vivimos en una generación que no es más el cuerpo de Cristo ejerciendo autoridad sobre los poderes de este mundo. Al contrario, el mundo está dictándonos sus sucias normas. No estamos manifestando la vida y el poder de Cristo. Por el contrario, vivimos en cautividad y servidumbre. No estamos atacando las puertas del infierno, sino que estamos cayendo unos sobre otros en retirada—buscando agujeros para escondernos del enemigo. ¿Por qué retrocede el ejército de Dios ante el mundo, la carne y el diablo? ¿Podremos nuevamente mostrar el glorioso amor del Cristo viviente? ¿Podrá este mundo oscuro y moribundo ver a Jesús en nosotros nuevamente? Mi respuesta es sí—mil veces, sí. Hay una forma de salir de este lío. No tenemos que permanecer viviendo en una hipocresía insípida y sin poder. Dios nos ha llamado para demostrar a Cristo a un mundo perdido y moribundo. Él quiere que obtengamos la victoria. Él quiere que recobremos nuestra autoridad perdida y vivamos nuevamente como Él lo hizo. El cristianismo auténtico no está reservado solamente

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para héroes misioneros y súper santos. No es algo que pasa exclusivamente en los campos extranjeros lejanos o en las páginas de la Biblia. Debe florecer y lo hará ahí mismo en la calle donde usted vive, en su trabajo, en su escuela. Es para cada creyente, no importa su llamado o circunstancias. Jesús quiere extenderse a sí mismo en su mundo. Sin embargo, para que ese milagro de vida abundante suceda, usted debe tomar decisiones diariamente. Dios jamás le forzará a tomar el camino a la realidad espiritual. Es una jornada que usted y yo debemos decidir emprender personalmente. Debemos ver al Jesús verdadero La realidad espiritual comienza cuando, al igual que Moisés ante la zarza ardiente, estamos cara a cara con el Dios viviente. Hasta ese momento, Moisés trató, sin éxito alguno, de liberar a Israel con sus propias fuerzas. Sus planeados intentos de rescate fracasaron, pero entonces por primera vez, vio al Creador invisible en el monte de Dios. ¡Qué gran transformación la que vino sobre este desprestigiado príncipe! Moisés recibió poder de lo alto. Desde ese momento, consideró un privilegio abandonar el esplendor de Egipto y sufrir con el pueblo de Dios. ¿Podría ser que muchos de nosotros no hemos venido a la zarza ardiente para mirar al Jesús verdadero? Es ahí donde debemos empezar nuestra jornada espiritual—no en los sustitutos plásticos ofrecidos muy a menudo en las ondas de radio. ¿Cuánto tiempo continuaremos engañados por los falsos “cristos” que son mostrados por los proveedores de la religión popular de la televisión? El secreto de la vida abundante es Cristo y sólo Cristo. Debemos ver al Jesús verdadero. Debemos tener una visión correcta de quién es Él, y por lo tanto tener bien claro a quién vamos a encarnar y a servir durante nuestro tiempo en el planeta Tierra. Sólo entonces descubriremos nuevamente la

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autoridad, gloria y poder de Su majestad. Una de las imágenes más reveladoras del verdadero Jesús se encuentra en Colosenses 1:13-20. Aquí lo vemos como el Señor de todas las cosas visibles e invisibles…tronos, dominios, principados y potestades…todo fue creado por medio de Él, y todas las cosas en Él subsisten…el primogénito de entre los muertos, para que en Él todo tenga la preeminencia…por cuanto agradó al Padre que en Él habitase toda plenitud. ¡Qué Dios tan poderoso servimos! El infinito universo, todo lo que vemos y no vemos, fue creado por Él, Él es cabeza de la iglesia y nuestro Señor, fuimos hechos por Él y para Él. Éste no es el mismo Dios que las súper estrellas de la religión estadounidense nos han estado enseñando a manipular y a dar órdenes. El verdadero Jesús gobierna—y eso significa que Él nos gobierna. El verdadero Jesús reina—y eso significa que reina sobre nosotros. Debemos aprender que nuestro lugar apropiado es a los pies del Señor Jesús. Sólo entonces encontraremos la clave para conocer Sus planes y propósitos en nuestras vidas individuales. ¡Qué temor, reverencia y adoración los nombres de nuestro Señor deberían producir en el espíritu de cada verdadero creyente! Y llamarás su nombre . . . Jesús, Príncipe de Paz, Dios Poderoso, Maravilloso, Consejero, El Santo, Cordero de Dios, Príncipe de Vida, Señor Dios Todopoderoso, León de la Tribu de Judá, Raíz de David, Verbo de Vida, Autor y Consumador de Nuestra Fe, Abogado, El Camino, El Alba, Señor de Todos, Yo Soy, Hijo de Dios, Pastor y Sacerdote de las Almas, El Mesías, La Verdad, Salvador, Principal Piedra del ángulo, Rey de Reyes, Juez Justiciero, Luz del Mundo, Cabeza de la Iglesia, Estrella de la Mañana, Sol de Justicia, Señor Jesucristo, El Buen Pastor, Resurrección y Vida, Cuerno de Salvación, Gobernador, Alfa y Omega. Aunque Él se humilló a sí mismo y vino como un bebé humano, se mostró a sí mismo como un siervo y murió como un criminal—este Jesús es el mismo ayer, hoy y por

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los siglos. Aunque Él es Jehová Yireh, nuestro proveedor, Él no es el Santa Claus que muchos piensan que es. A medida que tenemos una comprensión más plena de nuestro lugar en la creación, la maravilla de Cristo que habita en nosotros se convierte en el principio del entendimiento. Sin embargo, esta comprensión permanece secreta para muchos en nuestra era, porque nuestra real adoración se ha desviado del Rey del universo. Adoramos nuestras propias habilidades, cuerpos, mentes y talentos en lugar de adorar al Dios que nos los dio.

Capítulo 6

El propósito de Dios para usted

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ontrario al pensamiento popular del cristianismo de hoy, el Señor no vino a salvarnos del pecado y de la muerte para que fuéramos únicamente felices, saludables y ricos. Los que enseñan esto han inventado otro evangelio y predican un falso cristo—el dios de este siglo en lugar del Dios de la Biblia. Un evangelio sin cruz no es Evangelio en ninguna manera. El propósito de Dios para el hombre, desde el momento en que nos creó, nunca ha cambiado. Siempre hemos sido destinados para el trono—creados para reinar junto al que creó todo para Sí mismo. Primero, estamos aquí para ser el cuerpo—las manos y los pies de Jesús en este mundo. “… y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia,” dice Colosenses 1:18. Los que han creído y han sido bautizados en Cristo son la iglesia. Ahora sabemos que nuestra cabeza, Jesucristo, está a la derecha del Padre intercediendo por nosotros. Pero la Biblia dice que Su cuerpo está en otro lugar, Su cuerpo somos nosotros. Somos dejados aquí en la tierra para llevar a cabo Sus deseos y Su voluntad. El propósito del cuerpo es cumplir los mandamientos,

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anhelos y deseos de la cabeza. Estamos unidos a la cabeza para que podamos manifestar la mente de Cristo y hacer Su voluntad en la tierra. Dios ha ordenado el mundo de tal forma que ahora mismo somos Sus principales agentes de redención para la humanidad perdida. Nuestras manos son Sus manos, nuestros pies son Sus pies, nuestras lenguas son Su lengua. Esto significa que la manera básica en que Dios expresa hoy Su amor sin límites es a través de la iglesia. Los hombres y las mujeres perdidos en este mundo oscuro y moribundo no serán encontrados a menos que los busquemos. En 1 Juan 4:17 leemos, “… pues como él es, así somos nosotros en este mundo.” Me gusta la forma en que Moffatt lo traduce en su clásica versión del Nuevo Testamento. Dice, “. . . pues en este mundo vivimos como Él.” Esto hace abundantemente claro que la vida del creyente debe representar a Cristo para que el mundo pueda nuevamente ver a Jesús. Debemos seguirle de tal manera que otros puedan experimentar nuevamente la presencia de Jesús caminando y viviendo entre ellos. La única forma en que Cristo puede ser encarnado hoy a un mundo perdido es a través de nosotros—estamos llevando y extendiendo Su presencia, Su palabra y Sus obras a una nueva generación. Cuando Jesús caminó las costas de Galilea, Él reveló la imagen del Padre a hombres perdidos y pecadores. Este glorioso ministerio es ahora nuestro según revelamos la mente de Cristo a los perdidos a nuestro alrededor. Segundo, somos embajadores de Cristo ante los tribunales de un mundo rebelde. Cuando Jesús se preparaba para dejar este mundo y regresar a Su Padre, llamó a sus discípulos y los reunió. “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra,” Él declaró. “Ahora vayan en Mi nombre—como el Padre me envió, yo los envío.” Más tarde, bajo la inspiración del Espíritu Santo, Pablo nos describe como “Embajadores de Cristo.”

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Un embajador es alguien que representa a su país en una tierra extranjera. Tiene autoridad de su gobierno para representar los mejores intereses de su nación. Puede hacer y romper contratos para su gobierno y manejar todo tipo de negocios, tanto civiles como militares. Los embajadores ejercen enorme poder e influencia, particularmente cuando representan un reino poderoso. Nuestra ciudadanía está en el cielo La Biblia nos dice que ya no somos ciudadanos de este mundo, nuestra ciudadanía está en el cielo. Hemos sido trasladados del reino de las tinieblas al reino de la luz. Pertenecemos a nuestro soberano Rey y su nombre es Jesús, Rey de reyes y Señor de señores. Como embajadores enviados a este mundo por otro reino, ¿Cómo entonces vamos a vivir y representar a nuestro Rey? Bajo una real monarquía, no se debaten los deseos del rey, simplemente se obedecen sin discutirlos o cuestionarlos. El Señor Jesús nos dejó una imagen clara de Sus deseos para nuestra generación. Sabemos exactamente por las Escrituras lo que Él quiere que estemos haciendo. Sabemos aun el tipo de conducta que Él quiere que el mundo vea en nosotros, porque Él nos enseñó Su estilo de vida tanto por palabra como por ejemplo. Tercero, Él quiere que actuemos en Su autoridad y poder. Cristo quiere que nos movamos en el mismo sorprendente poder y autoridad que rodeaba Su ministerio terrenal. En Mateo 7:29 y en muchos otros lugares leemos, “Porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.” Él confundió los mejores maestros y teólogos de Su época—al igual que todo tipo de reyes y gobernantes. Desde el principio de la iglesia, vemos esta misma cualidad reproducida entre los apóstoles. En Hechos 4, Pedro

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y Juan son traídos ante el Sanedrín—el tribunal religioso más poderoso en Israel. Ellos son cuestionados acerca de dónde recibieron autoridad y poder para sanar a un paralítico. En el verso 10, Pedro, en el poder del Espíritu Santo, valientemente contesta, “Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios le resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.” Esta fue una respuesta elocuente, y dejó perplejos a los abogados y sacerdotes. En el verso 13 leemos, “Entonces viendo la valentía de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se admiraban; y les reconocían que habían estado con Jesús.” Ahora vemos el cuadro completo. Estos altamente educados y sofisticados líderes reconocieron que algo raro estaba pasando. ¡Algo sobrenatural estaba sucediendo! Ellos no estaban acostumbrados a ver a un grupo de simples obreros responder de esa manera. Aun los incrédulos reconocen el poder de Jesús Por esta razón sabían que esos pescadores de poca educación habían estado con Jesús. La misma energía que emanaba hacia ellos del Galileo que mataron estaba viva nuevamente en estos discípulos. Los que no querían tal luz y vida se vieron muy amenazados. Podemos ver que a través de Cristo somos potencialmente restaurados para vivir como Dios originalmente quería que el hombre viviera en el jardín del Edén. Dios le dio autoridad al hombre en Génesis capítulo uno—y ahora se espera que vivamos y le sirvamos en ese poder. ¿Le hace esta “descripción del trabajo” sentir un poco incómodo? Me sucedió lo mismo cuando comparé las vidas

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que vivimos hoy con la vida de un cristiano normal como lo describe el Nuevo Testamento. ¿Cómo es posible vivir como Su cuerpo, ser Su embajador y operar en Su poder y autoridad? ¿No está Dios demandando cosas imposibles de Su creación caída? ¡Por supuesto que no! Dios no nos pediría que vivamos un tipo de vida lleno de poder y autoridad sin antes hacer una provisión para que podamos vivir tal existencia sobrenatural. La escritura clave que explica el secreto de esta divina posesión está en Gálatas 2:20. “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Dios no compromete Su autoridad al azar con nadie. Este verso es básico para entender el proceso de encarnar a Cristo en nuestra generación. La vida de Cristo es mía por fe. Se le llama por diferentes nombres, pero esta vida transformada es la única norma aceptada según el Nuevo Testamento. Cualquier cosa menos es un sustituto enfermo para la realidad. He sido crucificado—y ya no vivo yo. Nuestro ego está muerto, nuestra voluntad está rendida y sometida. No podemos dejar que las circunstancias, la familia, los amigos, el gobierno, la prensa, los líderes religiosos o el mismo Satanás nos lleven a nada menos que la realidad. El mensaje perdido de la cruz Pero algo aún anda muy mal. ¿Por qué hay tan pocos viviendo el estilo de vida “no yo, sino Cristo” que Pablo describe en Gálatas 2:20? Aunque Dios ansiosamente desea manifestarse en nosotros, creo que es porque muy pocos de nosotros hemos aprendido a dejar que la cruz haga su obra de muerte en nuestra carne diariamente.

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Aún no hemos llegado a un completo entendimiento de la cruz. Debemos retornar al Calvario. La gloria y la presencia de Cristo retornarán nuevamente a nuestras vidas e iglesias sólo cuando hayamos redescubierto la cruz de Cristo. La cruz tiene dos funciones. Primeramente, en ella Cristo pagó el precio por nuestros pecados, y compró nuestra eterna salvación, pero no se queda ahí. La segunda función de la cruz provee para nuestra continua santificación—La diaria, continua crucifixión de nuestra carne. Esta gran doctrina no es muy popular en nuestros días porque requiere aceptar voluntariamente la muerte de nuestro ego y nuestro “yo.” Alguien lo puso de esta manera, “Si el “yo” está en el trono, entonces Cristo está en la cruz. Si Cristo está en el trono, entonces el “yo” está en la cruz.” Por esta razón, Pablo dice en 2 Corintios 4:10 que debemos estar “… llevando siempre por todas partes la muerte de Jesús en el cuerpo, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos.” Aceptando la muerte de mi ego es la única forma de manifestar la vida de Cristo. Condenando mi “yo” a muerte es la única forma de cambiar mi vida por la de Él. Creo que este es el significado real de Gálatas 2:20 donde Pablo dice, “Con Cristo estoy juntamente crucificado.” He aquí la ley espiritual de la carne: la medida con la que manifiesto la vida de Cristo es la misma medida con la cual estoy dispuesto a condenar mi “yo” a muerte. Cuando Jesús caminó sobre la tierra, Dios nos mostraba no sólo cómo era Él, sino también cómo quería Él que el hombre fuera. Jesús tenía autoridad y poder porque Él constantemente se sometía a la voluntad del Padre en todo. Cristo agradó al Padre y lo reflejó perfectamente porque Él perfectamente condenó a muerte Su carne. Y nosotros repetimos este ciclo al someternos a nuestra cabeza, el Señor Jesús.

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Esta es la vida que está conectada a Jesús, la cabeza, una vida diaria de decisión tras decisión. Es la vida sometida y de “muerte al yo,” la que el Señor puede levantar y usar para Su gloria. Es el único tipo de vida que Él capacitará y usará. Si estamos conectados correctamente a la cabeza de esta forma, sería difícil imaginarnos tomar una decisión sin antes someterla a Cristo para Su aprobación. ¿Cómo afectaría eso la forma en que usamos nuestro tiempo? ¿Qué dice Cristo de la televisión y las películas que vemos, la música que escuchamos o los catálogos y revistas que leemos? ¿Qué de nuestras actividades—iglesia, clubes, tiempo libre, amistades, pasatiempos, oración, servicios, deportes y estudio? ¿Qué de nuestras relaciones con novios, novias, mentores y modelos a seguir? ¿A quién idolatramos y como quién querríamos ser en nuestras vidas? ¿Qué de nuestras compras, tanto grandes como pequeñas? ¿Está nuestro carro de compras bajo Su control? ¿Dirige Él los cheques que escribimos? ¿Qué de nuestras “compras mayores”—nuestro auto, casa y seguro? ¿Qué de la comida y bebida que consumimos? ¿Está Cristo en control de nuestros apetitos? Y por supuesto, están esas decisiones importantes en la vida—servicio misionero a tiempo completo, carreras y planes de trabajo, educación y la elección de una pareja. Para el cristiano, ya ninguna de estas cosas es una decisión personal. No es lo que otros digan, lo que yo diga o lo que las circunstancias dicten. La única pregunta válida es siempre, ¿Qué me dice Cristo sobre esta decisión? Pero la mayoría de nosotros, estamos haciendo aun las decisiones más importantes sin oración y luego esperamos la dirección del Espíritu Santo. Obviamente, el trecho entre el cristianismo bíblico y la corta espiritualidad de nuestros días es bastante significante.

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¡Qué diferente es esa fe de sacrificio propio a la religión débil, egoísta y busca placeres predicada y practicada tan a menudo en nuestras iglesias!

Capítulo 7

Una batalla de toda la vida

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uánto sufre y se resiste la carne en rechazar la obra de la cruz! Con nuestra conversión a Cristo se inicia una batalla de toda la vida con la carne—ésta no es quitada de una vez por todas. La Biblia nos dice que la carne se opone fuertemente al Espíritu. Cuando nacemos de nuevo, nuestra vieja naturaleza no desaparece. En cambio, una nueva naturaleza es introducida y comienza la lucha. Ambas naturalezas batallan diariamente hasta morir. La vieja naturaleza grita “¡yo!,” “¡lo mío!” y “¡lo nuestro!”; mientras que la nueva naturaleza contesta “¡lo Suyo!,” “¡otros!” y “¡lo de ellos!” ¿Cómo podemos responder con éxito a los ataques de la carne? He aquí varias defensas importantes: Primero, no busque experiencias místicas y espirituales para vencer la carne. He aconsejado hablando con cientos de creyentes que luchan diariamente con todo tipo de problemas de la carne—celos, deseos sexuales, egoísmo, odio, traición y los otros mencionados en Gálatas y Corintios. Muchos buscan

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un atajo a la victoria a través de alguna experiencia mística. ¿Por qué nos gusta tener ciertas experiencias espirituales y jactarnos de ellas? Cuando usted viene de visita al Occidente, casi todo con el que se encuentra busca una etiqueta. Ellos quieren saber si usted es “fundamental” o “lleno del Espíritu.” Sin embargo, he notado que casi nadie pregunta si está usted muerto a la carne. Esta experiencia no tiene gran prioridad en nuestras listas. Pero la verdad es que hasta que hayamos aprendido a ir a la cruz y hacer morir los impulsos de nuestro ego que se oponen al Espíritu, no puede haber realidad en la vida cristiana. Ni la obediencia ni la victoria ocurren sin la cruz. En una reunión donde prediqué este mensaje, una joven se me acercó al final y me pidió que pusiera mis manos sobre ella y orara por una necesidad que tenía. Le pregunté cual era el problema. Ella me dijo, “Hermano K.P., tengo el terrible problema del vicio de fumar y estoy segura de que es un demonio. Si usted ora por mí, creo que puedo ser liberada.” A medida que hablé más con ella, me dí cuenta de que era una persona que realmente no tomaba su fe en serio. Buscaba un atajo, una experiencia fácil en vez de venir cara a cara y hacer morir la carne. Estaba dispuesta a culpar a los demonios y a otros, pero el problema era su propia voluntad. Sin atajo La Biblia contiene leyes que no cambian, por tal razón, no podemos echar fuera, atar con palabras espirituales, negar u ordenar salir lo que la Biblia declara que necesita ser crucificado—nuestra carne. No hay atajo hacia la vida victoriosa, Dios nunca hará morir su carne por usted. Él hizo su parte en el Calvario. Ahora se nos ordena en Romanos 8 a “… hacer morir las

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obras de la carne.” Debemos elegir experimentar la realidad de Gálatas 2:20. Algunas personas creen que necesitan esperar que Dios los liberte, que venga y crucifique su carne. Tienen una falsa noción de que deben permanecer neutrales y dejar que Dios haga una especie de “obra de santificación” en su carne. Nada puede estar más lejos de la verdad. Su obra fue completada en la cruz hace casi 2,000 años. Ahora tenemos que actuar en la libertad que Él ha ganado para nosotros. Estamos llamados a hacer morir nuestra carne momento tras momento—por fe—de la misma manera en que recibimos la salvación primeramente. Todo es gracia por la fe. La única acción humana requerida es el sometimiento de su voluntad a la de Él. Segundo, eche a un lado el orgullo religioso relacionado a su conocimiento, tradiciones e identidad de denominación. Obviamente, el trecho entre el cristianismo bíblico y la manera en que vivimos hoy es muy grande. Una de las piedras de tropiezo más comunes hacia la victoria es el orgullo por nuestras doctrinas religiosas, denominaciones y tradiciones. Usted puede alardear sobre pertenecer a la iglesia verdadera todo lo que quiera, pero eso no hace ninguna diferencia. Sea usted fundamental, evangélico, lleno del Espíritu o lo que sea, no cambia el hecho de que la Biblia dice claramente, “Si vives conforme a la carne, ciertamente morirás.” Por supuesto, el diablo viene y dice ciertamente no morirás—como le mintió a Eva en el jardín. Pero la verdad es que si usted continúa escuchando a sus maestros favoritos— viviendo exteriormente de acuerdo a su pequeño grupo, pero viviendo interiormente conforme a la carne—de todas formas morirá. En el juicio, el Señor no le preguntará sobre sus creencias fundamentalistas, si su iglesia puede probar sus raíces apostólicas o la manera en que fue bautizado.

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Lo único que importará entonces serán las palabras de Romanos 8:13,14: “Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; pero si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios.” La prueba de nuestra realidad espiritual gira en torno a como hemos manejado la carne, no en nuestros credos o cualquier otra cosa en este mundo, incluyendo otros pecados de “orgullo en la vida,” tales como la educación, el nacimiento, parentela, clase social o raza. Aún después de 20 años de estar predicando, Pablo dijo en 1 Corintios 9:27 que él abofeteaba su cuerpo para ponerlo bajo sumisión. ¿Por qué? Le preocupaba que después de haberles predicado a los demás, él fuera descalificado. La verdad nos hará libres Pablo sabía que doctrina correcta sin vida correcta no vale nada ante los ojos de Dios. Parece que olvidamos que los fariseos del tiempo de Jesús estaban correctos en su doctrina. Ellos eran justos en sus vidas exteriores, cumplían la ley mucho mejor que nosotros hoy. Ellos eran clérigos respetables, conocían la verdad y eran muy activos en la iglesia—pero aún así se apresuraron y mataron al Rey de gloria. Tenemos que dejar de confiar en nuestras creencias religiosas y títulos. Si realmente conocemos la verdad, entonces la verdad nos hará libres—y eso significa libres de nuestro yo y muertos a la carne. Tercero, tenemos que renunciar a toda esperanza y manera de poder reformar y redimir la carne. En Romanos 7:18, Pablo dice, “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no habita el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. …” No queremos admitir eso hoy. Aún queremos mostrar nuestros títulos, experiencia, ideas y talentos. Nos hemos enamorado de nuestro conocimiento,

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habilidades administrativas y tecnología. Hemos quitado nuestros ojos del Dador y los hemos enfocado en los dones. A menos que nosotros como humanos estemos atados y conectados a Cristo nuestra cabeza, no somos nada ni tenemos propósito. Aun los grandes genios del arte y la ciencia son sólo un reflejo pálido y superficial del Dios que creó nuestro universo. Jesús murió para que podamos estar arraigados en Él, como los pámpanos son parte de la vid. El vivir de nuestros propios recursos, sin conectarnos a la vid, sólo conduce a la sequedad, a la muerte y al fuego. La Biblia nos dice que todas las obras de la carne serán quemadas. Cuán difícil es aceptar esto, aún queremos hacer la obra del Señor con nuestro propio poder y fuerza—sea con nuestra educación, talento o riqueza. Pero a los ojos de Dios, es sólo educación carnal, talento carnal o riqueza carnal— todo para ser quemado en el juicio y rechazado por Él. Tenemos que llegar al punto de entender absolutamente que como seres humanos no hay nada en nosotros—ni nuestro físico, antecedente, educación, riquezas, talentos o lo que se pueda añadir—que nos pueda capacitar para vivir el tipo de vida que Dios quiere que vivamos en nuestra generación. Vemos a Pablo en Filipenses 3:4-12, escribiendo desde una celda en prisión, aún clamando y anhelando experimentar un poco más de muerte a su ego. Al igual que su Maestro se enfocó en la cruz, Pablo estuvo determinado a continuar diciéndole no a la carne y sí al Espíritu hasta el fin de su vida. “Nosotros somos la circuncisión,” nos dice, “los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne.” (Filipenses 3:3). En este pasaje, Pablo menciona muchos de lo maravillosos talentos, experiencias, dones y conocimiento que poseía—y luego nos dice que lo tenía todo por basura. Él dijo, “comienzo en cero,” “lo he perdido todo...para ganar a Cristo.”

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La idea es nunca reformar, santificar o purificar la carne— la fórmula para la victoria es siempre la misma: “Hacerla morir.” El concepto de ser “semejante a Su muerte” necesita ser visto por lo que es, un proceso continuo. Puede que seamos insignificantes a los ojos del mundo, pero si participamos de Su muerte, entonces la gloria y el poder de Cristo será por cierto manifestada. Por esto es que el desamparado, el humilde y el pobre son tan a menudo escogidos por Dios como objetos de Su gracia. En el régimen de Dios, la cruz siempre viene antes de Pentecostés. La muerte siempre viene antes que la vida. ¿Qué quiere mi Amo? El cristiano controlado por el Espíritu aplicará este principio a todos los días, orando para que cada acción y decisión esté de acuerdo a la voluntad de Cristo en vez de la voluntad de la carne. A los que querían seguirle, Jesús les dijo, “Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 16:24). Jesús nos invita a tomar el arma de nuestra ejecución si queremos seguirle. En otro lugar Él dijo, “Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo.” (Lucas 14:26) Como puede ver, seguir a Cristo significa hacer un giro de 180 grados. Es un intercambio, mi vida por Su vida. Ya no hay ninguna existencia paralela de las dos juntas. Ya no es lo que yo quiero. No es mi voluntad, mi manera, mis planes, mis deseos—sino sólo lo que Él quiere. La pregunta es siempre, ¿Qué dice mi Amo? ¿Qué quiere Él? Entonces todo lo que tengo es Suyo. Mis manos, piernas, corazón, ojos, oídos, finanzas, familia, sueños y visiones— todo le pertenece a Cristo. Él puede vivir, respirar, caminar,

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tocar, llorar, mirar y oír a través de este vaso terrestre que es mi cuerpo. El Señor Jesucristo derrotó a Satanás, no cuando hizo milagros y levantó los muertos, sino cuando fue a la cruz. Según estemos dispuestos a escoger la cruz diariamente en nuestras vidas, nosotros también experimentaremos victoria sobre el pecado, el mundo, la carne y el diablo. . Antes de movernos a los próximos capítulos, que nos enseñan algunas de las lecciones prácticas, es importante que usted haya conscientemente escogido hacer morir su ego. Si está hambriento por la realidad y quiere seguir con Dios, por favor deténgase ahora mismo y haga esta oración de rendimiento. Asegúrese de mencionar áreas específicas de su vida que no haya clavado aún en la cruz. Señor Jesús, confieso que he fallado en someterme a Tu Espíritu en vez de ceder a la carne en lo referente a ____________________________. A partir de este momento, muéstrame Tu voluntad así como yo, por fe, hago morir mi carne en esta área a través de Tu obra terminada en la cruz. Amén. Si usted decide hacer esta oración sinceramente en cada decisión y área de su vida, tomará el primer paso hacia la realidad en su vida cristiana. Este es el primer puente en el camino a la realidad, y una vez es cruzado, puede comenzar a rendir otras áreas más específicas de su vida diaria.

Parte II

DESCUBRIENDO A JESUCRISTO NUEVAMENTE Podemos reflejar la imagen del Señor en nuestro mundo actual mientras cruzamos nuevos puentes en nuestro camino a la realidad.

Capítulo 8

Sin dolor no hay ganancia

L

o queremos todo—y lo queremos ahora. Como cultura, el Occidente está esclavizado por una casi adoración a la comodidad y a la conveniencia. Dios me enseñó esta lección al principio de mi ministerio en América. Me ha ayudado a comprender por qué la iglesia se ha convertido tan a menudo en piedra de tropiezo para el Evangelio, cuando debería ser la maquinaria de misiones en el mundo actual. Resultó claro para mí cuando el Señor me abrió la puerta para predicar en una pequeña iglesia del sur. Durante el servicio de la mañana, el Espíritu Santo se movió poderosamente en la congregación. Hubo una gran convicción acerca de los millones de perdidos en Asia. El pastor fue especialmente tocado. Con lágrimas en los ojos, se puso de pie ante su gente y confesó que su corazón había estado frío hacia las misiones. Pero dijo que el Señor le había dado una nueva visión esa mañana y quería ver la congregación envolverse en llevar a cabo la Gran Comisión. Él urgió a su gente a orar por las necesidades de Asia y a regresar esa noche para ver nuestras transparencias

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misioneras. Nuevamente esa noche el Señor se movió en forma sobrenatural, y muchos se comprometieron a adoptar misioneros nacionales. Era el principio de nuestro ministerio, y en esos días, acostumbraba a pasar la noche como huésped en casa del pastor local. Después del servicio, él volvió a hablar de cómo el Señor lo había movido. En esa ocasión, planeábamos un viaje visionario para que los pastores vinieran y vieran el trabajo de los misioneros nacionales con sus propios ojos. Al ver su gran interés, le ofrecí a este pastor la oportunidad de acompañarnos en el viaje. Parecía fascinado cuando le hablé de líderes como David Mains de la Capilla del Aire y muchos otros cuyos ministerios se habían revolucionado por una visita al campo misionero. Entonces hizo preguntas, pero no las que yo esperaba. Quería saber sobre el calor de 100-grados que experimentaría al norte de la India, cómo íbamos a viajar, cómo iba a ser la comida y dónde nos íbamos a quedar. Finalmente se volvió a mí y me dijo algo que se convertiría en una revelación para mí. “Hermano K. P., soy sólo un campesino. He sido criado comiendo panecillos con salsa de carne. Probablemente contraería diarrea si fuera, y además siempre viajo en autos con aire acondicionado.” Tristemente, nunca visitó el campo misionero, aunque dejé la puerta abierta para él. Al igual que millones, sólo el pensamiento de alguna incomodidad temporera fue suficiente para alejarlo de una aventura espiritual única en su vida. Negocios, políticos y aun muchos líderes de iglesias contribuyen a este blando e inservible mancha en el alma de nuestra nación. Fortunas han sido hechas por corporaciones que proveen servicios sin cola o molestia, que han aprendido a satisfacer las demandas del consumidor con gratificación instantánea. Pero hay un lado oscuro y mortal en esta fascinación por

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la comodidad y la conveniencia. Cada 20 segundos, en un lugar de los Estados Unidos, la vida de un niño sin nacer es acabada a través del aborto. ¿La razón usualmente dada? “Nosotros no estamos listos para tener un bebé ahora.” Traducido al español simple, esto significa que tener el bebé sería demasiado inconveniente. Si una nueva vida humana estorba nuestra carrera y metas de ingreso, agendas escolares o planes matrimoniales, la solución estadounidense de primera elección es despiadada y simple: Matarla. No permitimos que nada se interponga en nuestro bienestar. El aborto es una de las más chocantes, y a la vez enteramente lógicas, extensiones de esta obsesión con la comodidad, la conveniencia y el lujo. Menos dramática, pero igual de mortal para millones de almas perdidas en nuestro mundo, es nuestra falta de disponibilidad para hacer aun pequeños sacrificios para alcanzarlos. Pagando el precio del dolor ¿Dónde están los creyentes que harán una decisión voluntaria de aceptar el sacrificio y el sufrimiento por causa de seguir a Cristo? Jamás entraremos al campo enemigo ni invadiremos las puertas del infierno hasta que nos demos cuenta nuevamente de que el soldado no vive de sentimientos. Las pérdidas, la incomodidad y las heridas son parte del programa para la victoria. Los cristianos reales aceptan el sufrimiento como parte normal de seguir a Cristo, así como las madres aceptan el parto como parte normal del nacimiento de un bebé. “Sin dolor no hay ganancia” aplica al evangelismo mundial al igual que a los programas de ejercicio. Hasta que aceptemos el sufrimiento, el sacrificio y el negarnos a nosotros mismos como una rutina normal, jamás veremos la Gran Comisión cumplida en nuestra generación. Pero las ideas distorsionadas de la Avenida Madison

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acerca de la buena vida están profundamente incrustadas en nuestras mentes y estilos de vida. No se irán sin una decisión consciente de convertirnos en siervos en vez de ser servidos. A menos que escojamos el camino de la cruz, siempre estaremos cayendo automáticamente en ese patrón de extravagancia y derroche que se ha convertido en la norma de esta cultura. El visitante se queda atónito ante la manera en que vivimos en un mundo donde desechamos las cosas. Sin pensar son echados a la basura botellas, latas, toallas y platos, mientras que en otros lugares del mundo, los mismos serían atesorados. ¿Por qué no tomamos el tiempo de lavarlos y usarlos de nuevo? La razón es simple: la conveniencia reina, y la persona promedio no cambiaría eso por nada. Sentirme bien es suficiente para mí Y hemos adaptado este “desechable” estilo de vida en nuestra actual práctica del cristianismo. Hoy hemos sustituido los mandamientos del Maestro por una religión de buena onda y sin problemas. Él dijo, “... tome su cruz y sígame,”pero hemos cerrado nuestros puños y rehusado abrir nuestras manos. No recibiríamos el clavo, porque eso significaría hacer morir nuestro “yo.” En lugar de eso demandamos complacer nuestros deseos de auto-gratificación. Y hemos encontrado pastores y maestros de la Biblia que nos dan una teología de “sentirnos bien” para igualar y justificar nuestras vidas de pecaminosa rebelión. La letra de una canción popular se ha convertido en el himno nacional de nuestra generación. El refrán dice, “Sentirme bien es suficiente para mí.” ¿Cuántos millones viven hoy con este dicho como su filosofía, incluyendo muchos cristianos? La mayor parte de esta religión “Santa Claus” tan popular hoy, está centrada alrededor de una horrible distorsión de la doctrina e historia bíblica. Es una enseñanza contraria

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a la esencia central de las Escrituras. Niega las demandas del Evangelio y dice, “puedes tener la buena vida ahora—y también el cielo.” Nos acaricia los oídos el oír la enseñanza de esta religión. Nos promete los servicios de un dios que existe para resolver todos nuestros problemas—haciéndonos felices, saludables, populares, exitosos y ricos. Pero éste no es el Jesucristo que Pablo y los apóstoles siguieron. Ni es el Dios de Abraham, Moisés, David o Elías. Suena más bien como las falsas promesas de Baal o los ídolos falsos del paganismo. El llamado de Cristo al sufrimiento Jesús nunca se disculpó por llamar a Sus discípulos a una vida de negación a sí mismos. Es interesante ver la manera en que Él aplicó esta enseñanza a esos que se ofrecieron a seguirle. Él prometió que andaríamos errantes. Leemos en Lucas 9:57 de un individuo que alardeaba de que seguiría a Jesús adondequiera que Él fuera. Pero aparentemente desistió de ello cuando Jesús le respondió, “Las zorras tienen guaridas y las aves de los cielos nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza.” (Lucas 9:58). Él prometió relaciones rotas. Otro hombre dijo que le seguiría pero necesitaba primero enterrar a su padre. Jesús le dijo, “Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú vete a anunciar el reino de Dios.” (Lucas 9:60). Él prometió separación y soledad. Un tercero que aspiraba ser discípulo dijo, “Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa.” Jesús le respondió, “Ninguno que, habiendo puesto su mano en el arado, mira hacia atrás es apto para el reino de Dios.” (Lucas 9:62). Es obvio que Jesús no tendrá entre Sus seguidores a nadie que quiera poner la comodidad, los lazos familiares o la seguridad terrenal antes que Su reino. Jesús está diciendo, en efecto, “Te ofrezco lo que tengo—sufrimiento, hambre,

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trabajo, soledad, rechazo, sudor, lágrimas y muerte. Soy extraño y peregrino en este mundo, y si me sigues tendrás que desprenderte de los pegajosos lazos de esta vida presente.” Los Evangelios dan otro ejemplo. Un joven rico quería seguir a Jesús y preguntó qué tenía que hacer para heredar el reino. Jesús simplemente respondió, “Anda, vende lo que tienes y dalo a los pobres.” El joven se fue triste. Jesús obviamente le amaba, le tuvo que doler ver al joven irse. Pero en este caso y en las otras historias similares, usted nunca ve a Jesús ni una vez, ir detrás de estos aspirantes a discípulos. No se esfuerza en apaciguar, modificar o suavizar las inquebrantables demandas de la cruz. El asunto es “deja todo y sígueme” o “no vengas.” A todos los que le seguirían, Él dio el mismo mensaje básico. Los que salven su vida la perderán—los que pierdan su vida por Su causa la encontrarán. Los primeros serán los últimos y los últimos los primeros. No hay lugar en Su grupo para los que no estén dispuestos a aceptar inconveniencia, sufrimiento e incertidumbre. Este es aún el precio de seguir a Cristo hoy, como lo fue entonces. Estoy convencido de que la razón principal de por qué no estamos impactando nuestra generación para Cristo es que rehusamos ser honestos acerca del cristianismo. Le hemos ofrecido al mundo un evangelio sin sacrificio ni sufrimiento. Hemos hecho todo lo que hemos podido para disculparnos por las demandas de Cristo y eliminarlas con explicaciones. Le hemos dicho a la gente que Jesús realmente no quiso decir lo que dijo—que ellos pueden tener a Cristo sin Su cruz. El resultado se ve a nuestro alrededor. Tenemos cristianos dogmáticos, defensivos y superficiales cuya fe no pasa de la próxima esquina, mucho menos va a revolucionar el mundo. Aunque tenemos millones de libros y más conocimiento que cualquier otra generación en la historia cristiana, aún permanecemos sin poder y derrotados.

Capítulo 9

La fe verdadera no es barata

A

través de la Biblia, usted podrá encontrar que los que siguieron a Dios frecuentemente pagaron con sus vidas: En el mismo principio, Abel fue asesinado por su celoso hermano después de haber agradado a Dios con un sacrificio de sangre. Noé fue burlado y ridiculizado por 120 años como resultado de su obediencia. Abraham—el padre de la fe—buscó servir a Dios y pagó un alto precio. Le costó todo. No sólo dejó padre, madre, su casa y sus riquezas, sino que ni aún sabía hacia dónde iba. Él cedió sus derechos a la mejor tierra cuando dejó a Lot escoger las bellas llanuras de Sodoma. Pero el Señor le había prometido que Él sería su recompensa y eso era suficiente para Abraham. Él deseaba a Dios más que cualquier cosa que este mundo pudiera ofrecer. Más tarde, Dios cumplió Su promesa y le dio a Abraham un hijo, pero después le pidió que entregara al muchacho en sacrificio. Si Dios hubiera pedido 50,000 ovejas o 10,000 carneros—lo que sea que Abraham tuviera—le hubiera sido dado sin cuestionar, pero esto fue realmente doloroso. Dios

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lo pedía todo, y Abraham no le rehusó nada. Moisés fue otro. Él tuvo todo el reino de Egipto en su mano. Era un príncipe pero desechó tal posición. No quiso ser llamado el hijo de la hija de Faraón y en lugar de eso escogió sufrir aflicción con el pueblo de Dios. La Biblia dice que él renunció a todo eso porque puso su mirada en el Invisible. Él eligió sufrir para cumplir el plan de Dios en su vida. Cuando usted va a los jueces y a los profetas, verá hombres de lágrimas, tristeza, agonía y dolor. Ellos fueron golpeados, apedreados, asesinados y puestos en calabozos. Hebreos 11 resume las historias de docenas que pagaron por su fe con su misma vida. Todos menos uno de los apóstoles del Nuevo Testamento fueron martirizados. Caminaron las pisadas del Maestro hacia una muerte como la Suya, con sus propias cruces. Otros fueron decapitados, Jesús dijo que un siervo no es más que su Señor. En vista de todo esto, yo hago una simple pregunta: “¿Cuándo cambió Dios Su plan y ofreció un método más fácil para vivir para Él?” ¿Son los evangélicos modernos los únicos cristianos en la historia en experimentar el poder del Dios viviente sin pagar un precio personal? No, creo que los métodos de Dios aún son los mismos. Aún hay una cruz para cada uno de nosotros. Aún hay un camino de sufrimiento y sacrificio para cada cristiano que desea manifestar a Cristo. No ascetismo o masoquismo Por favor no me malentienda. No estoy promoviendo ascetismo o herirse intencionalmente. Aún hay personas que se flagelan en las Filipinas y muchos otros países que practican esta herejía hoy, pero ese no es el misterio del sufrimiento que enseña la Biblia. El verdadero sufrimiento cristiano viene porque vivimos

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para Dios y servimos en la expansión de Su reino. Es un sacrificio positivo por el bien de otros. No es un acto morboso e introspectivo que uno hace para sentirse o convertirse en espiritual. No, estoy diciendo que si realmente quiere seguir a Cristo, no estará en paz hasta que todo el mundo sepa de Él. Usted pagará cualquier precio para que otros conozcan el amor de Dios. “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución;” dice 2 Timoteo 3:12. Este es el significado de sufrir por Cristo. Es la verdad en todos los países y en todos los tiempos. ¿Cómo nos atrevemos a pensar que tenemos el derecho de ser una excepción? En el libro de los Hechos, vemos a Pablo yendo a Jerusalén sin importar el hecho de que sabía que aflicciones, golpizas, encarcelamiento y tristeza le esperaban. Él fue avisado. No tenía que ir, pero decidió amar al Señor más que a su propia vida. Pablo tomó un riesgo calculado. Él dijo, “...ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.” (Hechos 20:24) Este es un perfecto ejemplo de la actitud correcta hacia el sufrimiento. No es nunca algo que deseamos sólo porque sí, sino algo que elegimos porque es necesario por la causa del Evangelio. El sufrimiento autentifica nuestra fe y llamado Cuando el apostolado de Pablo fue desafiado, él usó una defensa en 2 Corintios que pone en ridículo nuestro actual cristianismo de “tienda comercial.” Él no basa su caso en el testimonio de su llamado, su conversión, nacimiento o antecedente—con lo maravillosos que eran. Él apenas

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menciona sus increíbles dones espirituales. Casi no hay referencia a sus credenciales, grados educacionales, ordenación o membresías. Él no habla de bendiciones materiales como edificios, inversiones o riquezas porque él se desprendió de todo para seguir las pisadas de Jesús. En resumen, él no contó con ninguna de las calificaciones con las que nosotros contaríamos hoy. En lugar de eso, él usa su sufrimiento y sacrificio como la base de su defensa. Pablo está diciendo que las pruebas y tribulaciones autentifican, verifican y justifican su ministerio. Para Pablo, el sufrimiento era la prueba de su discipulado— no el reconocimiento o los símbolos del éxito aceptados por la cultura, la sociedad o aun líderes religiosos. Mire sólo parte de la terrible lista que él describe como “leve tribulación:” trabajos; encarcelamientos; azotes sin número; en peligros; cinco veces recibió 39 azotes; tres veces fue azotado con varas; una vez apedreado; tres veces padeció naufragio; penalidades; muchos desvelos; hambre y sed; frío; desamparo; soledad; en debilidades y dificultades. Pablo fue traicionado, odiado, rechazado, insultado, perseguido y angustiado. Como los otros apóstoles y millones de cristianos a través de los tiempos, él eventualmente sufrió el martirio por su fe en Cristo. La operación de la muerte Pero en todas sus cartas, Pablo parece aceptar esta vida de terrible sufrimiento y sacrificio como normal y necesaria. “La muerte actúa en nosotros,” él razonó, para que otros tengan vida. Jamás olvidaré el día en que aprendí el significado de estas palabras. Cada año tratamos de llevar pequeños grupos de líderes estadounidenses a visitar los equipos de misioneros nacionales en la India y otras críticas naciones de Asia. En uno de esos

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viajes, el hermano Moisés Paulose recibió nuestro grupo en el aeropuerto. Una mirada me convenció de que algo andaba terriblemente mal en él. Se veía esquelético, débil y enfermo— especialmente al lado de los estadounidenses robustos y con sobrepeso. “¿Qué sucede, hermano?” le pregunté. Él me respondió sólo con estas palabras: “La muerte actúa en mí, y en ellos la vida.” Lágrimas brotaron incontrolablemente de mis ojos cuando reconocí la alusión al razonamiento de Pablo sobre el sufrimiento en 2 Corintios 4:12. Descubrí que por casi un mes, el hermano Paulose había estado viajando sin el adecuado alimento y descanso para visitar los misioneros. ¡Era casi un esqueleto! Él había hecho una consciente decisión de negar las necesidades normales y mínimas a su cuerpo por el bien de las almas. Para que la vida llegue a uno, la muerte tiene que venir a otro. Este es el intercambio bíblico desde Génesis hasta Apocalipsis. Alguien siempre paga el precio, entrando en afiliación con los sufrimientos de Cristo. Esa es la forma en que el Evangelio es siempre iniciado en nuevas áreas, aldeas inalcanzadas y tribus perdidas. Tan valiosas como lo son la radiodifusión y la literatura, éstas son sólo artillería de largo alcance en esta guerra. El soldado de la cruz a pie tiene que continuar siempre y establecer la iglesia a través de sacrificio propio y sufrimiento. El intercambio tiene que llevarse a cabo. Pablo escribe, “...que estamos atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos. Dondequiera que vamos, llevamos siempre en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. . . De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.” (2 Corintios 4:8-10, 12)

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El Camino a la Realidad Sufriendo en todo tiempo

Este concepto de aceptar el sufrimiento como parte normal de nuestra experiencia diaria es resistido en el Occidente. Se nos ha enseñado sólo lo opuesto. Todo en nuestra cultura, vidas personales e iglesias se inclina a evitar el sacrificio y el sufrimiento. Pensamos que debemos esperar un desastre o un tiempo de tribulación para sufrir, que el sacrificio y el negarse a sí mismo son reservados solamente para situaciones especiales y temporales. Pero esa no es la forma en que las cosas trabajan en la vida real—no en la iglesia o en el mundo. Celebramos la dedicación de los atletas olímpicos que llevan una dieta, entrenan y hacen ejercicio diariamente por años para prepararse para los juegos. Ellos abandonan no sólo la comodidad física sino también toda esperanza de una vida social y familiar normal. Cuando los oficiales de la policía y los bomberos mueren, miles van a sus funerales. Honramos a nuestros hijos que mueren en el servicio militar más o menos de la misma forma—frecuentemente organizando ceremonias públicas y días de fiesta. El Vietnam Memorial en Washington es considerado una de las atracciones turísticas más populares en los Estados Unidos. Se espera que las celebridades de la televisión, como actores, reporteros de noticias y músicos, sacrifiquen cualquier tipo de vida normal para entretenernos las 24 horas—y se les paga millones de dólares por ello. Los nombres de astronautas se vuelven famosos porque ellos arriesgan sus vidas para promover la conquista del espacio. Pero en el momento en que una persona joven cristiana comienza a orar y ayunar, a considerar el campo misionero, o dejar carrera o romance por Cristo—consejeros preocupados,

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familiares y amigos, pasan horas tratando de evitar que él o ella “lleguen al extremo de esas cuestiones religiosas.” Aun devotos padres cristianos se oponen al servicio cristiano cuando su propio hijo o hija decide dejarlo todo por Cristo. Disciplina, dolor, sacrificio y sufrimiento son recompensados con fama y fortuna en el mundo. ¿Por qué entonces rehusamos aceptarlos como parte normal de dar a luz espiritualmente en el reino de nuestro Señor? El requisito bíblico es que deberíamos voluntariamente hacer todo lo posible para aceptar tareas que envuelven sufrimiento. Pero esta enseñanza ha sido descuidada por tanto tiempo, que hasta el sonido de ella se ha vuelto extraño a nuestros oídos. Viviendo en otra dimensión Uno de los secretos para aceptar esta vida de sufrimiento voluntario es una creencia firme en la resurrección y la eternidad en el próximo mundo. Pablo estaba dispuesto a morir porque él vivió deshonrosamente para otro mundo. Él escribe, “no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.” (2 Corintios 4:18) ¿Cuántos de nosotros necesitamos confesar nuestro adúltero romance amoroso con este mundo presente? No podemos ir con Dios a la tierra prometida porque aún estamos mirando atrás a las ollas de carne de Egipto. Algunas veces este pecado es revelado en las cosas grandes, pero mucho más a menudo se ve en las cosas pequeñas. Por ejemplo, me gusta cierta marca de jabón perfumado. Por años siempre compré esa marca. Lo consideré un asunto inocente, hasta que un día mi esposa comentó que ese jabón costaba cuatro veces el precio del jabón regular. Podíamos ahorrar $4 o $5 dólares al mes o $60 al año si yo cambiaba de marca. Ese dinero se podía usar para dar el Evangelio a

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miles de personas si lo invertíamos sabiamente. Yo estaría igual de limpio, pero tendría que echar a un lado mi gusto especial por esa marca de jabón. ¿Cómo podía yo rechazar una amonestación tan justificada? Si tan solo pudiéramos comenzar a hacer sacrificios en las cosas pequeñas como ésta, sería mucho más fácil decir que no al mundo y a la carne, cuando tuviéramos que hacer grandes decisiones.

Capítulo 10

Un pasaje de ida

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ecientemente aconsejé a una pareja que planeaba ingresar al servicio misionero. Decían que querían desesperadamente servir al Señor. Estaban bien calificados y era obvio que el Espíritu Santo les estaba llamando al privilegio de Su servicio. Pero el mundo tenía una atadura en ellos. Comenzaron a hacer lo que ahora reconozco como las preguntas estadounidenses críticas sobre el servicio cristiano. Si se iban a las misiones, ¿Cómo iban a vivir? ¿Tendrían una casa? ¿Tendrían un plan de retiro? y ¿Qué de la educación de sus hijos? ¿Qué del seguro? Estaban midiendo la oportunidad para el servicio por la cantidad de inconveniencias que éste les causaría. No querían enfrentar la posibilidad de dificultades, tristezas, sacrificio e incertidumbre en el servicio misionero. Los riesgos eran demasiado grandes, y—al igual que millones de otros norteamericanos—ellos aún no han obedecido al llamado, y probablemente nunca lo harán. Qué contraste con los rutinarios sacrificios hechos por

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tantos obreros cristianos en los países del tercer mundo. Pienso en un equipo de cinco jóvenes misioneros pioneros a quienes el Señor llamó a comenzar una misión en Rajasthan, un estado al norte de la India. No tenían dinero para el pasaje del tren, mucho menos para comida o alquiler. Todos los desanimaban y les rogaban que se quedaran en casa. Pero esta fue su respuesta: “Si no tenemos dinero para el tren, caminaremos (1,500 millas). Si uno de nosotros se enferma y muere en el camino, lo enterraremos a la orilla, y el resto de nosotros continuará el viaje. Si solamente uno de nosotros sobrevive la jornada y llega a Rajasthan, y deja tan sólo un tratado del Evangelio en la arena caliente del desierto de ese estado antes de morir, habremos cumplido nuestra misión, y habremos obedecido al Señor.” Un pasaje de ida para Kathmandu Muchos otros han dejado el sur de la India para irse al norte en uno de los famosos pasajes misioneros de ida hacia Rajasthan o Nepal. Estos hermanos y hermanas lo dejan todo, sabiendo que no tienen forma de volver a casa si Dios no les suple. Ellos confían en Dios para suplir cada necesidad, consciente de que la decisión puede significar pasar hambre, enfermedad y muerte si Él no lo hace. El Oriente está lleno de las tumbas de misioneros norteamericanos y británicos de generaciones pasadas que fueron al campo, sabiendo muy bien que era improbable que regresaran. Algunos, como los hermanos moravos, se vendieron como esclavos para poder entrar a tierras cerradas. Una pareja entró voluntariamente al exilio en una colonia de leprosos, sabiendo que eso les costaría su libertad y eventualmente la vida. Cuando leemos las historias de héroes misioneros, hay una tendencia de descartar sus sacrificios como algo que solamente sucede en otro lugar y época. Pero eso no es verdad,

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si le permitimos al Señor guiarnos, Él nos permitirá tener parte y unirnos a Su sufrimiento dondequiera que estemos. Por ejemplo, a través de Estados Unidos y Canadá, hay silenciosos hombres y mujeres trabajando en el anonimato en trabajos seculares—pero viviendo para ayudar y apoyar las misiones. Ellos no pueden ir personalmente, pero pueden patrocinar a otros. Creo que estos son los no elogiados héroes reales de las misiones hoy. A menudo son vistos sólo por Dios. Estas son personas que voluntariamente se sacrifican para ahorrar unos dólares aquí y allá para la obra del Señor. Puede que no reciban ninguna gloria en este mundo, pero la Biblia dice que ellos sirven a Cristo tan efectivamente como cualquier guerrero del frente de batalla; y se les ha prometido su recompensa. Hay muchas maneras prácticas en que podemos entrar en este compañerismo de sufrimiento sin dejar las costas de Norte América. Dondequiera que esté, hay una cruz que llevar. Dios tiene un camino de sacrificio para cada uno de nosotros cuando oramos por el privilegio de negarnos a nosotros mismos. La prueba del tiempo y del dinero El sacrificio y el sufrimiento por Cristo depende de cómo escogemos dar nuestro tiempo y finanzas. Cada uno de nosotros puede al menos encontrar maneras para dar más tiempo y dinero para el reino de Dios si revisamos nuestros estilos de vida. El primer paso usualmente envuelve renunciar a las demandas normales de nuestros cuerpos por alimento y sueño para poder orar por otros—situaciones, países, gente, tribus y los misioneros que los están alcanzando. Con ayunar un tiempo de comida o renunciar a una noche de televisión, es sorprendente cuánto tiempo puede ahorrar para la obra de la oración intercesora que cambia

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el mundo. Hay otras maneras estratégicas, por supuesto, de ofrecer tiempo para misiones, pero ninguna es tan importante como la oración. Cuando se nos pide que demos para misiones, la mayoría de nosotros siente que estamos dando todo lo que podemos. Pero al decidir buscar maneras para planear un acto de sacrificio, casi siempre hay una forma en que podemos dar más. Nuestro equipo en Carrollton, Texas, recibe cientos de cartas de cristianos que encontraron maneras únicas para ayudar a los misioneros nacionales financieramente: • Un adolescente en Milwaukee, Wisconsin, camina a la escuela en vez de comprar una bicicleta. En lugar de la bicicleta nueva que sus padres le habían prometido para su cumpleaños, le pidió a su papá y a su mamá que enviaran el dinero al campo misionero. Allá fue usado para comprar una bicicleta para un misionero nacional. • Un ejecutivo en Dallas, Texas, “empaqueta” su almuerzo en vez de comer en los restaurantes. El dinero que ahorra es más que suficiente para apoyar completamente un misionero nacional. • Una ama de casa en Arizona trabaja de niñera para los niños del vecindario y da todo el dinero para patrocinar un maestro bíblico. • Una pareja misionera retirada puede ayudar varios misioneros vendiendo vegetales de su jardín a los vecinos. • Una viuda en Jamestown, Nueva York, fabrica y vende colchas de cama. Sus ganancias son usadas para patrocinar sus misioneros nacionales. • Otra viuda retirada en Puerto Rico omite comidas para enviar algo de su pequeño ingreso para la obra de Dios. Probablemente hay miles de otras maneras que podemos encontrar para ganar algunos dólares extras y ayudar a alcanzar las almas perdidas. He creído por mucho tiempo que casi todos los cristianos en Norte América pueden encontrar una

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forma de ayudar a enviar un misionero nacional, sacrificando algo en su estilo de vida personal. Conviértase en un defensor para los perdidos Otro método de envolverse con sacrificio es convertirse en un defensor de la evangelización mundial en su casa, iglesia y comunidad. Algunas veces esto envuelve sacrificar algunas de sus esperanzas y sueños para sus hijos, iglesia u organización cívica. A menudo significa renunciar al prestigio. Los cristianos espectadores y la gente del mundo tienen poco tiempo para estimular a los voluntarios para misiones. Algunas veces usted será malentendido, abandonado, aborrecido o perseguido por otros cuando habla a favor de Cristo. En una era de cristianismo plástico, cuando la acción es sustituida por la información, no se sorprenda si su servicio voluntario para misiones encuentra oposición. Responda como lo hizo Cristo y agradezca a Dios por la oportunidad de ser malentendido. He aquí algunas de las formas prácticas en que usted puede convertirse en un defensor de misiones en su localidad: •  Sea un distribuidor de publicaciones de organizaciones misioneras en su iglesia y comunidad. •  Organice semanalmente una reunión de oración por las misiones en su hogar o apoye una con su asistencia. •  Ayude a planear para su iglesia, escuela bíblica o club, poder patrocinar un misionero como grupo. •  Tome parte activa en incrementar el porcentaje del presupuesto de su iglesia o denominación que se envía a las misiones nativas. •  Planee para que películas de misioneros nacionales, videos y oradores lleguen a su iglesia u organización cristiana. • Gentilmente ayude a su pareja e hijos a que estén más conscientes acerca de las misiones nativas y encuentren

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formas para unirse a usted en su ministerio de sacrificio y sufrimiento. Quebrantando su vasija en Su servicio Cuando Gedeón y sus 300 hombres poderosos atacaron el ejército madianita, tuvieron que romper sus vasijas para confundir el enemigo con la repentina luz. Estoy convencido que esto es lo que Pablo tenía en mente cuando se refirió al tesoro que tenemos en vasos de barro, en 2 Corintios 4:7,8. Tenemos que estar dispuestos a dejar que nuestras vidas sean rotas y quebrantadas para que esta luz brille. Y naturalmente no queremos eso, por supuesto. Queremos admirar nuestras vasijas y presumir cuán listos, talentosos y valiosos somos. Pero Jesús insistió en que no hay vida a menos que primero la semilla sea plantada en la tierra y muera. No se puede experimentar la vida de Cristo sin la cruz, ningún poder es liberado a menos que arriesguemos sufrimiento y sacrificio. Si Jesús mismo aprendió la obediencia a través del sufrimiento, ¿Cómo nos atrevemos a tratar de evadir el aceptar esto como parte normal de nuestra vida cristiana? Las excusas no son válidas. Ninguno de nosotros es muy viejo o muy joven para aprender el poder de la negación voluntaria. Nunca podremos decir que ya sufrimos lo suficiente o que no hemos sido llamados al sacrificio. La Biblia no nos deja otra opción. Tenemos que llegar al nivel en donde el sufrimiento sea normal. Cuando aprendamos a correr hacia el sufrimiento y a aceptarlo, cuando podamos planear habitualmente a carecer de cosas por causa de Cristo, entonces habremos comenzado a vivir la vida del culto racional: “Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto.” (Romanos 12:1)

Capítulo 11

Sed santos porque Yo soy santo

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l caer la noche, me senté a hablar con un frustrado pastor y su esposa, notaba la agonía y el grito profundo de su alma. En su sala de comedor ese domingo por la tarde, endulzábamos nuestro café y mirábamos por la ventana en profundo silencio. Todo lo que podía ver era la negra oscuridad de la noche. Y como resultó después, esa noche era símbolo de muchas de las vidas de las personas de su iglesia. Al igual que muchos otros pastores que privadamente han compartido su dolor conmigo a través de los años, este hermano descargaba su corazón sobre la trágica situación de su congregación. Aunque exteriormente su gente parecía una iglesia vibrante y creciente, bajo la superficie estaban llenos de confusión—cegados por el pecado, y sin ningún entendimiento de lo que significaba seguir al Santo de Israel. El pastor mismo estaba confundido y preocupado, y me explicó que se sentía como un hipócrita. Me dijo que se vio tentado a empacar e irse lejos de todo. Pero ¿Hacia dónde iría? y ¿Era esa la solución del Señor? Él tenía muchas preguntas,

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y yo pocas respuestas. Era una iglesia bastante grande de una denominación notable, y nadie hubiera pensado que algo andaba mal. Yo había predicado en esa iglesia esa mañana, y estuve impresionado. Los himnos fueron cantados vibrante y significativamente. Todo parecía normal. Pero en realidad, él insistió, todo era una farsa. “Hermano K.P.,” me dijo, “Estoy cansado y desesperado— le predico a esta gente domingo tras domingo. Pero no hay gran diferencia entre ellos y la gente del mundo. Ahora mismo, tenemos cada pecado que usted se pueda imaginar sucediendo abiertamente entre los creyentes de nuestra congregación—divorcio, adulterio, chismes, vidas llenas de lujuria, falta de perdón, orgullo, jactancia, celos, falta de control propio, juventud rebelde, etc. “No sé si pueda continuar predicando la Palabra a corazones tan duros.” Él continuó, sin esperar una respuesta. “Hermano, ¿Es ésta realmente la iglesia de Cristo, o sólo la llamamos iglesia debido a nuestras tradiciones e historia?” Claramente, parecía un alma hambrienta, no satisfecho con vivir una mentira. Dijo que estaba cansado de montar una fachada, harto de satisfacer las expectativas de sus tradiciones de denominación, complaciendo a hombres y directivas de iglesias sin ver ninguna realidad en las vidas de las personas. Siento decir que hoy ese querido pastor no está más ahí; dejó un púlpito y una carrera exitosa en su denominación. Está dispuesto a ser desconocido, escogiendo en lugar de eso pasar tiempo esperando en el Dios viviente—caminando ante Él con un corazón sin culpa. ¿Cuántos pastores, me pregunto, harían lo mismo si fueran honestos acerca de la verdadera condición espiritual de la gente en sus congregaciones?

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Un engaño magistral Cuando miramos muchas de nuestras iglesias hoy, no estamos viendo el verdadero cuerpo de Cristo, sino un engaño magistral. Usualmente, la doctrina parece sana—sólidamente evangélica y correcta. Algunos de los edificios de iglesias más grandes y las más grandes congregaciones en la historia están floreciendo. Grandes nombres, enormes coros, la ostentosa publicidad y el poder de la televisión ocasionan que creamos que estamos viendo algo realmente grande. Pero tenemos que desafiar estas nociones. No es todo lo que parece ser. A lo mejor lo opuesto puede ser verdad. ¿Por qué las iglesias buscan el entretenimiento, la recreación y las actividades sociales para mantener a la gente en sus congregaciones? Recientemente un pastor se jactaba en las noticias nacionales de la semana, que su iglesia tenía mejor instalación de recreación que cualquier club comercial de salud en la ciudad. Les había costado millones de dólares, y el pastor dijo que tenían el mejor equipo disponible. Es difícil creer que hablaba en serio. ¿Desde cuándo imitar al diablo en instalaciones se ha convertido en parte de la Gran Comisión? Mientras tanto, los ministerios de consejería están creciendo como fuego forestal porque las vidas de muchos cristianos están confundidas y vacías. No pueden encontrar respuestas en sus iglesias. Por eso, ahora van fuera de la iglesia local. Los ministerios de radio y televisión son bombardeados con cartas y llamadas de familias e individuos que no tienen soluciones a sus necesidades y problemas espirituales. Nuestras iglesias a menudo están al borde de reventar; tenemos programas todas las noches en la semana, pero nos falta el poder y la autoridad de una vida conforme a la voluntad de Dios.

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Nuestras vidas son tan contrarias a la santidad y pureza que Dios busca en su pueblo que nos hemos convertido en blancos fáciles para los ataques de Satanás y los demonios. Mientras adoramos a Dios de labios, nuestras vidas se alejan más y más de Su palabra. Evangelio falso; cristos falsos El Nuevo Testamento nos advierte que en los tiempos del fin, vendrán algunos enseñando un evangelio que no es el verdadero; presentando un “cristo” que no es Cristo (2 Corintios 11:4). Yo creo que lo que ya vemos sucediendo hoy—y mucho más que pronto vendrá sobre nosotros—es un resultado directo de las pasadas décadas de falsa enseñanza. Nos han lavado el cerebro con lo que Dietrich Bonhoeffer originalmente llamó un evangelio de “gracia barata.” Como resultado estamos arruinando nuestras vidas individuales y familiares, así como nuestras iglesias. Temo por la nación y el pueblo cuyas iglesias cristianas han abandonado la santidad y la separación del pecado y del mundo. Este es un nuevo evangelio que es realmente medio Evangelio. Muestra correctamente el maravilloso amor y el perdón de Dios, pero no da importancia a la necesidad de la confesión, el arrepentimiento y el cambio de vida. Más que todo, virtualmente ignora la continua obra de la cruz en nuestra vida diaria. Por esta razón, ahora estamos cegados a cientos de Escrituras que enseñan santidad práctica en el diario vivir. Este falso evangelio ignora las mismas enseñanzas de nuestro Señor y Salvador. Jesús dijo, “Bienaventurados los de limpio corazón, porque verán a Dios.” (Mateo 5:8) Esto significa que usted puede asistir a todos los servicios, leer toda la Biblia que quiera, y estudiar toda la teología que

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pueda y estar en la iglesia cada vez que la puerta se abra—pero aún así no prevalecerá ante Dios en el día del juicio. La Biblia dice que la única forma de ver el rostro del Dios viviente es siendo puro y estando limpio de pecado en su corazón. Este es el hecho que se ha perdido en el evangelio de “gracia barata” que ha invadido nuestras iglesias. Y hoy estamos viendo el terrible fruto de esta suavizada perversión de la verdad—el mundo ha devorado a la iglesia. La mayoría de los cristianos están viviendo vidas carnales de derrota y fracaso. El deseo de Dios para la iglesia no cambia La Biblia dice que el Señor Jesucristo viene por una novia que es santa, pura y sin mancha. No viene por una iglesia ramera, viene por un pueblo santo que está caminando el camino angosto como Él lo caminó. Creo que Apocalipsis 18:4 es un verso muy relevante para nuestras iglesias de hoy. Preste atención, “¡Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados ni recibáis parte de sus plagas!” Dios demanda de su pueblo una total separación y una vida santa—como siempre lo ha hecho a través de cada generación y dispensación. Dios no cambia, el mandamiento que Dios le da a Su pueblo es siempre “sed santos porque yo soy santo.” Desde el principio de la creación, el deseo de Dios ha sido tener un pueblo santo. A nosotros nos impresiona el tamaño y la cantidad, pero a Dios le impresiona más inmensamente la calidad. Estamos viviendo en una sociedad tan enfocada en estadísticas que haríamos casi lo que sea por tener números más grandes, organizaciones más grandes y mega-iglesias. Mientras que Dios está buscando unos pocos que caminen en pureza y santidad. Él simplemente no está impresionado con nuestras largas

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listas y el tamaño de nuestros directorios. ¡O, que Dios nos ayude a ver que somos menos que el tamaño de los gérmenes en Su vasto universo! Sin embargo seguimos midiendo la efectividad de nuestros negocios, carreras y ministerios en términos de presupuestos más y más grandes, más amigos influyentes y edificios más grandes. Aun nuestras revistas cristianas están llenas de fotos y números diseñados para mostrar lo grande que creemos que somos. ¡Si tan solo pudiéramos ver qué trágica ridiculez es todo esto para Dios! Estamos igual que las culturas seculares a nuestro alrededor, cegados por el dios de este mundo— Satanás mismo. Buscamos gratificar los deseos de nuestra carne y de la mente como lo hacen los pecadores perdidos, comparándonos entre nosotros mismos. En el Antiguo Testamento leemos que la crítica de Dios contra Israel no era porque no daban grandes ofrendas en términos de tamaño o número, sino porque sus ofrendas eran impuras. (Malaquías 1:6-11) Lo que Dios está buscando es verdadera santidad y pureza, separación del mundo y del pecado. Dios le había enviado a Israel profeta tras profeta—por 1,450 años—exhortándoles a volverse del pecado a la pureza, pero ellos no habían escuchado. La falta de reverencia de Israel fue manifestada cuando le traían al Señor ofrendas de animales enfermos, cojos y ciegos. No le ofrecieron a Dios lo mejor. Mucho de lo que los creyentes le ofrecen a Dios hoy cae en la misma categoría. A menudo hay poca negación propia o sacrificio envuelto en lo que traemos ante Él. Nuestras vidas están confundidas con los caminos del mundo, arruinadas por nuestra desobediencia y engaño—indignas de Su llamado. En Romanos 12:1,2, leemos sobre la ofrenda pura que Dios busca hoy. Él quiere nuestras vidas—apartadas del mundo, de la carne y del pecado. En Isaías 1:11-17, Dios pregunta a Su pueblo, “¿Para qué

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me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de grasa de animales gordos; no quiero sangre de bueyes ni de ovejas ni de machos cabríos. ¿Quién pide esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para pisotear mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación. Luna nueva, sábado y el convocar asambleas, no lo puedo sufrir. ¡Son iniquidad vuestras fiestas solemnes! Mi alma aborrece vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes; me son gravosas y cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos. Lavaos y limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos, dejad de hacer lo malo, aprended a hacer el bien, buscad el derecho, socorred al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda.” Desde el libro de Génesis hasta el libro de Apocalipsis, vemos que Dios continúa inculcándonos este mismo mensaje. Él busca un pueblo santo con un corazón puro. La justicia es críticamente importante para Él, porque Él es justo—y Él nunca estará satisfecho con menos que un pueblo justo.

Capítulo 12

La línea de batalla debe ser marcada

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unca olvidaré cuando me hospedé con una familia mientras viajaba a predicar en conferencias en los Estados Unidos. Cuando me fui a dormir esa noche en el cuarto que me dio esta familia, descubrí que por alguna razón no podía dormir. Me sentí como si estuviera en una casa encantada. Comencé a tener pesadillas, y en seguida un miedo terrible e irrazonable se apoderó de mí. En poco tiempo, me desperté y me dí cuenta de que estaba bajo ataque por lo que el Nuevo Testamento llama los dardos de fuego del maligno. No estaba solo en mi cuarto, espíritus demoníacos me atacaban. Reconociendo a Satanás como mi enemigo, lo reprendí en el nombre de Jesús y eventualmente me volví a dormir. La mañana siguiente me levanté, y oí un sonido demoníaco de música rock que salía del cuarto junto al mío. La puerta estaba abierta, y mientras caminaba miré hacia adentro. Me sorprendí al ver, pegados en las paredes del cuarto, muchos pósteres obscenos de estrellas de rock. Algunos estaban medio desnudos, y otros estaban vestidos con cuero y cadenas. Por las expresiones de arrogancia y orgullo de

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pecado en sus rostros, pude ver que las fotos se parecían a los ídolos de los dioses demoníacos que se adoran en los más tenebrosos templos de Asia. El cuarto pertenecía al adolescente de la familia. De repente vino a mi mente el porqué tuve que enfrentar tal batalla espiritual para poder dormir la noche antes. Aquí vivía un adolescente cristiano, ignorantemente adorando y rindiendo culto a los dioses demoníacos. Y esta era la misma familia con la que fui a la iglesia durante su conferencia de misiones. Se sentaron en los bancos y participaron en todo el servicio. Todo se veía tan bien, como si en verdad fueran cristianos comprometidos; y estoy seguro de que ellos se consideraban a sí mismos en armonía con el Dios verdadero. Sin embargo su hogar estaba bajo el poder demoníaco. ¿Cuántos millones de nuestros hogares cristianos están similarmente esclavizados? ¿Cuántos se llaman a sí mismos cristianos, pero sus casas están siendo holladas por los poderes de las tinieblas? Las vidas de muchos jóvenes están siendo destruidas y descarriadas aun antes de que ellos mismos se den cuenta de lo que sucedió. De repente, se encuentran esclavizados al alcohol, las drogas, la inmoralidad y todo tipo de deseos por cosas materiales—por fama—y por poder. Millones de hermosos y brillantes adolescentes cristianos están siendo destruidos hoy—justo en el momento en sus vidas cuando deberían lanzarse a una vida completa de productivo servicio cristiano. En hogares cristianos un sin número de horas están siendo usadas para adorar frente al ídolo de la televisión. A través de la publicidad y la programación, todo tipo de iniquidad y vicio se está metiendo a nuestras mentes y estilos de vida. Los medios de comunicación desarrollan apetitos en los corazones de cristianos que abren puertas a los demonios para controlar y arruinar preciosas vidas. Los padres cristianos deben tener discernimiento para ver lo que Satanás está

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haciendo a sus hijos. Pero el dios de este mundo ha cegado sus ojos. La mayoría de los cristianos están tan lejos de Dios que ya no parecen poder ver al diablo en el arte, la música, la moda y la cultura popular de nuestros días. A través de la televisión, muchos cristianos están quitando las barreras de separación y santidad que deberían estar protegiendo sus vidas y familias de los ataques del maligno. Sus hogares se han convertido en nidos de Satanás, y sus mentes y valores morales serán los próximos en caer. Esta es la historia de todo pecado y derrota espiritual. La Biblia fielmente la narra desde el jardín del Edén hasta el final de los tiempos. La necesidad urgente de restauración ¿Dónde están los padres que se levantarán contra esta invasión de impureza y dirán, “pero yo y mi casa serviremos a Jehová?” (Josué 24:15) ¿Dónde están las madres de Tito 2:35, mujeres que “sean reverentes en su porte;” que “enseñen a las mujeres jóvenes” a vivir vidas rectas? ¿Dónde están los hijos que se acuerdan de honrar y obedecer a sus padres? Tenemos que restaurar la santidad en nuestras familias, como también en nuestras vidas personales e iglesias. La santidad no es un don del Espíritu. No es un sentimiento que viene misteriosamente sobre nosotros. No es algo que Dios hace por nosotros. Comienza con una elección deliberada—un acto de la voluntad. La semilla que sembramos crecerá y producirá como resultado el fruto de santidad. La línea de batalla debe ser marcada en nuestras vidas y en las vidas de aquellos que se nos ordena proteger. Es de vital importancia para cada lector de este libro, aceptar esta responsabilidad como suya. Estoy especialmente preocupado en que esos de nosotros en posiciones de liderazgo tomemos la responsabilidad de

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purificar nuestras propias vidas individuales y hogares. Si no lo hacemos, ¿Cómo podemos ministrar santidad a quienes aconsejamos? En Ezequiel 34:2,3, Dios habla claramente, “Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza, y di a los pastores: “Así ha dicho Jehová, el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan a sí mismos! ¿Acaso los pastores no apacientan a los rebaños? Os alimentáis con la leche de las ovejas, os vestís con su lana y degolláis a la engordada, pero no las apacentáis.” Como nunca antes, necesitamos pastores piadosos que levanten la voz contra el pecado y llamen al pueblo de Dios al arrepentimiento, a vivir vidas santas y separadas. Cuando leemos a través del Antiguo Testamento, ¿Qué tan a menudo vemos a Dios pronunciando juicio contra los falsos pastores que esparcen el rebaño y destruyen su vida? En Mateo 7:15, Jesús advirtió sobre falsos maestros que vienen vestidos de ovejas, pero en realidad son lobos. La mayor tragedia hoy en este país, yo creo, es que los púlpitos están llenos de hombres que hablan sus propias palabras y no tienen palabra del Señor. Ellos halagan sus congregaciones con palabras para llevar a cabo sus ambiciones egoístas y carnales. Cuando nuestros motivos están confusos y nuestras vidas personales están llenas de pecados escondidos, los poderes de las tinieblas tienen un camino abierto y directo dentro de nuestros ministerios. Por tanto, ellos pueden controlar nuestros pensamientos y palabras, trayendo muerte a vidas individuales, congregaciones y ministerios. Tal ministro estará indefenso en la guerra espiritual. Recibirá y acogerá los pensamientos y sugerencias del enemigo y hará todo para cuidar su propia reputación. A la misma vez, suavizará la palabra de Dios y se retractará de cualquier cosa que sea de serias consecuencias, tales como predicar contra el pecado, o confrontar un hermano o hermana que ha

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caído en error, o llamar a su gente a una vida de separación y santidad. Podrá fácilmente ser engañado a malentender las bendiciones de Dios, como sentir orgullo por el tamaño de los edificios, el número de personas en su congregación o el tamaño del presupuesto de su iglesia. La aprobación de los hombres, los grandes títulos y la popularidad pueden simplemente controlar completamente su mente y corazón. Pablo, hablando a los Tesalonicenses, les dice: “…Dios nos dio valor para anunciaros su evangelio en medio de una fuerte oposición. Nuestra exhortación no procedió de error ni de impureza, ni fue por engaño. Al contrario, si hablamos es porque Dios nos aprobó y nos confió el evangelio. No procuramos agradar a los hombres,[c] sino a Dios, que prueba nuestros corazones, porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia.[d] Dios es testigo. Tampoco buscamos gloria de los hombres...” (1 Tesalonicenses 2:2–6) En Jeremías 10:21, leemos, “Porque los pastores se han vuelto necios y no han buscado a Jehová; por eso, no prosperaron y se dispersó todo su rebaño.” En Jeremías 12:10, el profeta continúa, “Muchos pastores han destruido mi viña, han pisoteado mi heredad, han convertido en desierto y soledad mi heredad preciosa.” Este, creo, es el triste cuadro de lo que todos estamos viendo muy a menudo en nuestras iglesias de hoy. Como nunca antes, necesitamos siervos de Dios que estén dispuestos a arriesgar sus vidas para predicar la infalible palabra de Dios, llamando a la gente una vez más a la separación total y a la pureza en sus vidas. Como cristianos laicos, necesitamos buscar pastores valientes como esos y ponernos bajo sus ministerios. Necesitamos motivarlos, orar por ellos y someternos a ellos como mandó Pablo en Hebreos 13:17, “Porque ellos velan por vuestras almas.”

Capítulo 13

En la encrucijada

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n el día de hoy, todos estamos en una encrucijada en el tema de la santidad personal. Cada uno de nosotros tiene que elegir el camino que va a tomar. Esta no es una decisión que solamente predicadores y líderes cristianos deben tomar, aunque es mi oración que empiece por ahí. No, cada hombre creyente, mujer, joven y señorita tienen que decidir personalmente. “¿Me rendiré al espíritu de nuestra era, o resistiré y me uniré al grupo de vencedores?” es la pregunta que hay que hacer. ¿Queremos continuar viviendo en derrota, fracaso e injusticia o decidiremos seguir el camino de la excelencia que lleva a una vida de calidad, pureza interior y separación para Dios? Por supuesto, también podemos continuar una vida de hipocresía y legalismo y estar contentos poniendo una fachada externa de justicia. Aun si podemos engañar a otros por un tiempo con una religión fingida, no podemos mentirle a Dios ni por un instante. Si después de ver claramente el deseo de Dios de que

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vivamos una vida de pureza y santidad, aún no obedecemos y comprometemos nuestras vidas, la Biblia nos dice en Apocalipsis 22:11-12, que Dios no siempre contenderá con nosotros sino que vendrá con juicio. “El que es injusto, sea injusto todavía; el que es impuro, sea impuro todavía; el que es justo, practique la justicia todavía, y el que es santo, santifíquese más todavía.¡Vengo pronto!, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.” La Biblia nos dice en 1 Corintios 3:13 y 4:5 que “la obra de cada uno se hará manifiesta, porque el día la pondrá al descubierto, pues por el fuego será revelada. La obra de cada uno, sea la que sea, el fuego la probará. Así que no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones. Entonces, cada uno recibirá su alabanza de Dios.” Tenemos que entender que aunque Dios quiere que realmente seamos luces resplandecientes en este mundo, que ganemos al perdido y hagamos un impacto en nuestra generación de activismo religioso, esto nunca podrá ser un sustituto de una vida separada. Pero recordemos que es igualmente importante que no estemos ofreciendo un servicio a Dios en el poder de la carne, con un corazón impuro. Todo el trabajo y sacrificio que logremos—aun por la causa del evangelismo mundial— nunca podrá ser agradable al Señor a menos que venga de un corazón santo y puro. Por esto el escritor de Hebreos nos advierte que, “... sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia, porque nuestro Dios es fuego consumidor.” (Hebreos 12:28,29) Los peligros del legalismo Usted puede estar diciendo ahora, “Eso me suena a legalismo.” Le aseguro que no es así. Tenemos que dejar de

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confundir la obediencia a Dios con el legalismo. Tenemos que dejar de confundir la santidad con el legalismo. Hay un verdadero peligro con el legalismo, pero eso no es de lo que la Biblia habla aquí. Jesús odiaba el legalismo y reprendió a los legalistas con las palabras más fuertes que Él haya usado. Pero Él también enseñó obediencia, santidad, pureza y separación. Definamos legalismo en términos bíblicos. El legalismo es obedecer las enseñanzas de los hombres como lo hicieron los fariseos, añadiendo reglas y normas humanas de conducta a lo que ya Dios había establecido. La obediencia a la palabra de Dios es algo completamente diferente. Proviene de un verdadero compromiso y un genuino amor por el Señor. No está basada en cosas externas ni sigue las interpretaciones de los hombres. Esta es la razón por la que el Señor Jesucristo frecuentemente le decía a Su audiencia que seguirle a Él significaba que tendrían que caminar con Él, como Él caminó. Él dijo, “Ninguno puede servir a dos señores;” (Mateo 6:24). Para vivir por Jesús y seguirle, usted tiene que renunciar a sus propios deseos y anhelos para su vida. Eso es lo que necesitamos hoy tan desesperadamente. Existen dos formas seguras de evitar el legalismo. Primero, tenemos que dejar de comparar nuestras vidas con las de otros. Esto puede pasar en cualquier lugar, aun en las mejores iglesias y organizaciones, y es un terrible pecado. En vez, tenemos que traer nuestras vidas ante la luz de Su Palabra. Debemos anhelar ser como Jesús. Tenemos que quitar la mirada de nosotros mismos—y de otros—y enfocarnos en Él. Él por sí solo es nuestro ejemplo a seguir. Segundo, le insto a no estar satisfecho con los logros externos que pueden ser requeridos por su denominación, congregación, organización o cualquier otra tradición de hombre. Nuevamente, usted tiene que buscar conocer al Señor

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Jesucristo. Aprender todo acerca de Jesús, Sus enseñanzas y teología no es a lo que me refiero. Usted debe pasar tiempo con el mismo Señor y aprender a conocerle personalmente en su espíritu. Enamórese de Él, y conózcale íntimamente, se dará cuenta mientras lo hace que puede obedecer todo lo que Él manda sin ningún peligro de caer en el legalismo. Pasos hacia la santidad Para muchos, entrar en una vida de santidad y separación con el Señor puede que parezca un misterio. Pero no necesariamente debe ser así. Al igual que todas las otras bendiciones y requisitos de la vida cristiana, todo lo que se requiere es un simple acto de fe. El primer paso para entrar a vivir en santidad es descubrir nuevamente la obra completa de la cruz. Dios ha provisto para nosotros no sólo para que seamos salvos del castigo del pecado en el Calvario, sino que también proveyó para que tengamos victoria sobre el pecado día tras día. Todo cristiano necesita estudiar esta gran verdad en Romanos 6 al 8 hasta que sea una realidad en su vida diaria. La vida cristiana normal que Dios ha ordenado para cada uno de nosotros es una de triunfo sobre el mundo, la carne y el diablo. Para empezar a vivir este puro y separado estilo de vida, tenemos que reconocer que no nos pertenecemos, que fuimos comprados por un precio; y sangre fue el precio que el Señor pagó por nosotros. Él nos ha comprado y tiene el derecho de controlarnos así como un esclavo no tiene derecho en su propia vida. Un creyente tiene que llegar al punto de reconocer que está totalmente muerto con Cristo— crucificado con Él y viviendo no más para sí. Ahora vivimos cada minuto y segundo para agradar a nuestro amo. Somos Suyos; le pertenecemos a Él, cuerpo, alma y espíritu. Segundo, la santidad requiere esperar en Dios. Sin pasar tiempo en la presencia del Santo, nadie puede ser santo—

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porque sólo Dios es la fuente de toda santidad. Necesitamos controlar nuestro televisor y todos los demás ídolos que nos están atando y nos mantienen lejos de la presencia del Señor y Su Palabra. Renuncie a los pecados ocultos que lo tienen esclavizado, y reclame las áreas en su vida que han sido entregadas al enemigo. Dígale a Satanás que todos los derechos que él tiene en su vida han sido cancelados por la sangre de Cristo en la cruz y que usted ha reconocido que es libre del pecado. Dígale que usted se ha entregado completamente al Señor. Tercero, confiese y arrepiéntase de todo pecado conocido. Asegúrese de que se ha limpiado de cualquier derecho que el enemigo podría aún tener en usted a través de costumbres en su vida. Haga una lista de todo lo que el Espíritu Santo traiga a su mente, pequeño o grande, de lo cual necesita alejarse. Pueden ser personas o hábitos o aun su forma de pensar y lo que la alimenta, como libros, catálogos y videos. Lo que sea que el Espíritu Santo traiga a su mente debe irse. Dele al Señor tiempo para enfocar Su luz en esas áreas que le impiden acercarse más a Él. Hace un año, hice una serie de radiodifusiones transmitidas desde Sri Lanka llamadas “Los cambios que ocurren cuando Jesús viene a nuestra casa.” Día tras día, por 50 días, le pedí a mi audiencia que pensara en términos de vivir sus vidas como si Cristo mismo hubiera venido a vivir con ellos. ¡Qué diferente viviríamos si Jesús en forma humana se sentara y caminara con nosotros cada momento del día! Decenas de miles de personas escribieron y contaron de los cambios radicales que ocurrieron en sus vidas mientras empezaban a vivir conscientemente, imaginando en los ojos de su mente que Jesucristo vivía en realidad con ellos. La verdad es, por supuesto, que el Señor Jesús vive en nosotros por Su Santo Espíritu. Él está con nosotros siempre, no tenemos planes que sean secretos para Él. Jesús nos ve

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cuando nos alejamos de Él y escogemos el pecado. Sin embargo, qué trágico es cuando el pueblo de Dios se entrega a pecados de todo tipo, contristando el mismo corazón del Señor Jesucristo. La Biblia dice claramente en 1 Juan 2:6, “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.” Nuevamente, 1 Juan 3:5,6 declara, “…y no hay pecado en él. Todo aquel que permanece en él, no peca.” Para la mayoría de los cristianos modernos, que viven como si versos como estos no estuvieran en la Biblia, el concepto de la santidad parece extraño y ajeno—algo anticuado y pasado de moda. Pero para los que buscan la realidad espiritual, es tiempo ya de volver a esta doctrina.

Capítulo 14

Intimidad espiritual

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unca olvidaré uno de mis primeros cultos de oración en América. Había estado en los Estados Unidos sólo unas semanas, y estaba ansioso por conocer los gigantes espirituales y los grandes líderes. Antes de salir de la India, había escuchado de un hombre en particular. Era famoso por su fiel defensa de las Escrituras y de la sana doctrina. Así que ese primer domingo, me apresuré a visitar su iglesia—una de las más famosas de la ciudad. Más de 3,000 asistieron al servicio de la mañana para escuchar los talentosos coros y la excepcional predicación de la Palabra. Mis oídos estuvieron atentos cuando el pastor de la iglesia anunció con un énfasis especial el próximo culto de oración a mediados de semana. Él dijo que habían ciertas cosas “que cargaban su corazón.” Anunció el nombre de cierta capilla, y me propuse ir. En otras partes del mundo, donde los cristianos son frecuentemente perseguidos y atacados por su fe, los cultos de oración son el centro del calendario de la iglesia, todos van. La oración y la adoración a menudo se extienden toda la noche. La oración es la maquinaria de su fe, y muchos

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creyentes se levantan antes del amanecer para los cultos diarios de oración. La oración es probablemente el mejor termómetro que usted puede tener para medir su crecimiento en Cristo. Controla todo lo que es espiritual, tanto en la iglesia como en nuestras vidas personales. La noche señalada llegué temprano, por temor de no conseguir un buen asiento—o simplemente, un asiento. En seguida noté que había espacio para aproximadamente 500 adoradores, pero no había cantos ni aplausos. El salón estaba completamente vacío. Caminé hasta llegar al frente y me senté a esperar. Ya para las 7:15 me estaba realmente preocupando. “Probablemente entré al salón equivocado,” pensé. Salí a revisar el nombre sobre la puerta, y pude ver que estaba esperando en el lugar correcto. Finalmente, a las 7:30 varios otros vinieron al gran salón, no había líder, canciones o adoración. La gente se sentó y habló sobre los deportes y el clima. Aproximadamente después de 45 minutos un anciano vino a dirigir el culto de oración. El pastor ni siquiera estaba ahí. Conté siete personas. El anciano leyó una escritura, hizo algunas observaciones de enseñanza y dirigió una oración breve. Cuando los demás se paraban para irse, me quedé sentado y atónito. ¿Era eso todo? ¿No se iban a quedar y esperar en Dios? ¿Dónde estaban la adoración y las lágrimas? ¿Los clamores por guía y dirección? ¿Dónde estaba la lista de los enfermos, los pobres y los necesitados? ¿Qué de la carga que el pastor dijo era pesada en su corazón? ¿No íbamos a interceder por un milagro? ¿Y qué de las misiones? Me pregunté en silencio. Esta iglesia apoya misiones en todos los continentes. ¿No iban a pasar las cartas de petición de oración misionera y orar juntos

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por los misioneros que estaban enfrentando los ataques de Satanás en el frente de batalla? Muchos organizan sus iglesias y sus vidas igual como lo hacen con sus carreras y negocios seculares. Con o sin la bendición y la presencia de Dios, la religión sigue funcionando como una máquina bien lubricada. Estas iglesias, por decenas de miles, tienen lo que llaman “cultos de oración semanales.” Pero es una vergüenza aun llamarles cultos de oración. Lo que realmente sucede en estos cultos rara vez tiene que ver con la oración. La gente se reúne. Alguien dirige algunos cánticos, luego una persona ora—brevemente. Otra persona lee una lista de anuncios. Por supuesto, el predicador usualmente da un corto sermón. En algunos casos, puede que haya unas pocas oraciones, pero la mayoría termina sin realmente haber tenido ningún tiempo de oración. ¿Cómo podemos llamarle a eso un culto de oración? Nada revela la bancarrota del cristianismo moderno más clara y rápidamente que la actual crisis en la oración. Esta ha alcanzado proporciones alarmantes y demanda nuestra atención. Lo puedo hacer yo mismo, ¡gracias! Muchas veces he preguntado, “¿Por qué nosotros los creyentes del Occidente no oramos más?” y “¿Por qué las iglesias no dedican más atención a la oración?” Después de todo, la oración es el acto fundamental de intimidad espiritual con Dios, ¿No debería ser esta la actividad central de nuestras vidas completas? No puede ser que nos falte enseñanza acerca de la oración. Pocos cristianos tienen más libros y seminarios sobre la oración que los creyentes de Norte América. La horrible verdad, la admitamos o no, es que no oramos porque en nuestros corazones no creemos que realmente

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necesitamos a Dios. No sabemos como orar porque la oración verdadera puede sólo originarse de una vida vacía de autosuficiencia. La iglesia que vemos hoy es realmente la iglesia de Laodicea descrita en Apocalipsis 3:14-22. No hay una descripción más exacta de nuestra condición espiritual en ningún otro lugar en la Biblia. Jesús dijo de esta iglesia, “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Tú dices: Yo soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad. Pero no sabes que eres desventurado, miserable, pobre, ciego y estás desnudo.” (Apocalipsis 3: 15–17) Nuestra falta de oración resalta nuestra autosuficiencia. Esta mentalidad de que “lo puedo hacer yo mismo: es el cáncer espiritual de nuestros tiempos. Es la raíz causante de la actual falta de poder en nuestras vidas personales e iglesias. Porque aún no comprendemos la esencia de la oración, fracasamos en ver la arrogancia y terrible rebelión de nuestro estado presente. Tenemos tantas cosas de las cuales depender hoy­­— edificios, máquinas, dinero, programas y tecnología. Pasamos miles de horas con consultantes en estudio y planificación, pero parece no haber tiempo para orar. Claramente, hemos perdido contacto con el Dios viviente y eterno. En su lugar estamos sirviendo a las máquinas, a los programas y sistemas que hemos establecido. Pero esos son ídolos, dioses que hemos creado y ahora controlamos con nuestra propia ingenuidad. Y el mensaje de la Biblia sobre la idolatría es claro. O nos alejamos de estos ídolos y confiamos en Dios, o el Señor mismo intervendrá para destruir las obras de nuestra carne. Es peligroso viajar en este camino de orgullo—en nuestras vidas personales como también en nuestra vida como iglesia.

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Esperando el poder de lo alto Qué diferente es nuestro estilo de vida actual a las instrucciones de Cristo a los primeros discípulos. Después de tres años y medio de constante ejemplo y enseñanza, ¿Cuál fue la única lección que Él quiso que ellos recordaran? “Sin mí nada podéis hacer.” Con razón Él les dijo que se quedaran en Jerusalén y esperaran hasta ser llenos con poder de lo alto, antes de ir a cumplir la gran comisión. Él quería que se dieran cuenta de que, por ellos mismos, iban camino al desastre. A menos que vengamos a este nivel de total impotencia, nunca podremos comprender la oración. Por esto es que Pablo dice “Cuando soy débil, entonces soy fuerte.” La oración no es nada más que expresar nuestra dependencia de Dios. Y la respuesta a cada oración no es nada más que ésta: Dios está con nosotros, con todo Su poder y autoridad, para compensar nuestras limitaciones humanas. Cada uno de nosotros, en nuestro diario vivir y nuestro trabajo, pasa a través de pruebas y tribulaciones. Estas prueban nuestra fe y deben estimularnos a una vida de más oración y más profunda dependencia de Dios. Tenemos incontables oportunidades para confiar en Dios en el mundo de la obra misionera. Sin embargo, aun en esta área, donde parecería que querríamos más depender de Dios, es raro encontrar líderes moviéndose en total confianza en Dios. Me sorprendo ante las docenas de pequeñas y grandes conferencias de misiones y consultas que se llevan a cabo anualmente en los Estados Unidos y Canadá. He asistido a unas cuantas de ellas. Rara vez los líderes han hecho un llamado a todo un día de oración, sin parar, por las necesidades del mundo perdido. También he hablado con docenas de líderes de misiones

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y les he preguntado cuánto tiempo pasan en oración con su personal. Con pocas excepciones, la mayoría ni siquiera tiene un culto semanal de oración de dos horas. Sin embargo, estos mismos líderes viajan a través del país para reunirse con consultantes para asuntos de recaudación de fondos y planificación. Tenemos tiempo para estudiar antropología, sociología, teología, mercadeo y comunicaciones, pero no tenemos tiempo para orar. No es nada para nuestros líderes pasar dos o tres días en continua planificación y proyectos. Pero rara vez encontrará a estos mismos hombres y mujeres en sus rodillas para una noche de oración. ¿Por qué no estamos esperando una revelación de Su plan? ¿Clamando para que el Dios invisible vaya al frente de nosotros en la batalla? ¿No es ésta una clara indicación de que estos líderes y organizaciones están tratando de alcanzar el mundo perdido sin venir cara a cara con la realidad espiritual? ¿Cómo podemos vencer fuerzas espirituales que no se ven, echar fuera fortalezas malignas y abrir puertas cerradas a menos que seamos gente de oración? El ejército de Dios siempre se mueve al frente en sus rodillas. Miles de grupos escondidos están aún sin el Evangelio en Asia. Y nosotros seguimos ciegamente—participando en conferencias tras conferencias de planificación en cómo alcanzarlos sin al menos dedicar igual tiempo a la oración. Si nuestras propias carreras, iglesias, familias y ministerios no están fundamentadas en la oración, estamos en peligro de engendrar un Ismael.

Capítulo 15

Más actitud que acción

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n Génesis 17, Dios cumple la promesa que le había hecho a Abraham en oración. Ésta es una poderosa lección que revela la absoluta necesidad de esperar que el Señor actúe en vez de confiar en nuestra propia ingenuidad. Dios les había prometido a Abraham y a Sara un hijo. Pero a medida que pasaban los años, nada sucedía. Cuando pasaron los años de maternidad, comenzaron a preguntarse cómo Dios iba a poder cumplir Su promesa. Ellos razonaron y agonizaron por meses, estoy seguro, y finalmente decidieron que tenían que ayudar a Dios. Como resultado de sus propios razonamientos carnales, hicieron lo que muchos de nosotros hacemos hoy cuando tenemos una crisis de fe—se inventaron su propio plan. Su idea fue usar a Agar la sierva de Sara como una madre sustituta. El hijo que Abraham tuvo con ella fue llamado Ismael. No nos gusta admitirlo, pero este mismo tipo de cosas todavía sucede hoy—aun en las reuniones de negocios de la iglesia y en la obra misionera. En nuestras campañas para recaudar fondos, desde el púlpito y en nuestras comunicaciones, constantemente nos están lavando el cerebro

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con la idea de que Dios depende de nuestros esfuerzos. Si lo decepcionamos, dice este tipo de razonamiento, Sus propósitos no serán cumplidos. No podemos esperar en Dios, por eso hacemos las cosas a nuestra manera. Entonces, como Abraham, buscamos las bendiciones de Dios con nuestros esfuerzos. Después que Ismael nació, Abraham sabía que algo andaba mal y por eso buscó la aprobación y la bendición de Dios. El Dios de misericordia contestó las súplicas de Abraham y bendijo a Ismael en ciertas maneras—pero no le dio a Ismael la promesa. Y más aun, hasta el día de hoy, hay guerra entre los hijos de Ismael y los hijos de Isaac. Así pasa con todos los problemas de nuestra carne; a menudo crean más problemas que el que intentamos resolver. Como puede ver, Dios nunca ha cambiado Su plan. Su obra siempre se llevará a cabo en el Espíritu o no es Su obra. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.” (Zacarías 4:6) Ismael nació cuando Abraham tenía 86 años de edad. En Génesis 17:1, encontramos que Abraham tenía ahora 99 años y estaba obviamente impotente. Ahora el tiempo escogido por Dios para actuar había llegado. No le quedaba nada a Abraham—absolutamente nada—que pudiera ayudarle a él o a Sara a tener un hijo. La Biblia dice que ella tenía 90 años, bien pasada de sus años de maternidad. Isaac nacería milagrosamente para que todos pudieran ver que este nuevo linaje era un pueblo de gracia, creado por la gracia y la misericordia de Dios. Luego, en Génesis 17:11, Dios introduce un símbolo poderoso de la vulnerabilidad de Abraham, le manda a circuncidarse. Más tarde, Pablo explica en Filipenses 3:3 que somos la verdadera circuncisión porque no tenemos confianza en la carne. El cortarse la carne fue una dramática demostración a

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Abraham y sus descendientes de que el pueblo de Dios no podía tener confianza en su propia habilidad. Como pueblo de Dios en este tiempo, también tenemos que olvidar nuestros Ismaeles y ser circuncidados en nuestros corazones. Sólo cuando aprendamos a depender de Dios no engendraremos más nuestros Ismaeles. ¿Cómo nos atrevemos a acudir al mundo a buscar su conocimiento como si Dios no fuera capaz de hacer Su obra? Estoy convencido de que hemos sido engañados por el poder de las tinieblas. Por muchos años, hemos estado transfiriendo nuestra fe en Dios a los modernos métodos de negocios, administración, mercadeo y ciencia. Por eso no oramos hoy. Por eso no pasamos noches en oración esperando a que Dios nos muestre Su plan. Con razón la autoridad, el poder y la gloria de Dios han desaparecido de nuestras asambleas y misiones. Por eso somos víctimas de cada nueva moda, filosofía y pseudo-teología que aparece. Nuestra auto-dependencia está produciendo una explosión de bebés Ismaeles del siglo 20. Los santos del Antiguo Testamento oraron hasta obtener la victoria A través de la Escritura, vemos que Dios usó hombres y mujeres que dependieron de Él. Estas personas humildes a menudo cambiaron el curso de la historia, hicieron volver una generación a Dios e impactaron totalmente su entorno. Ellos ilustran vivamente el poder de una vida conectada al Señor en oración. Moisés dirigió un pueblo de la esclavitud a ser nación. Un desertor asesino, Moisés aprendió en forma difícil a escuchar la voz de Dios. Cuando fue primeramente llamado, él equivocadamente pensó que era lo suficientemente fuerte, educado e inteligente para libertar a los judíos de la esclavitud. Pero tomó 40 años

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de esperar en Dios para traerlo al lugar donde reconocería que no había nada en él ni en su educación egipcia. Estaba tan humillado hasta ese momento que se quedó sin palabras. Pero es ahí cuando el sorprendente diálogo de oración entre Dios y Moisés pudo comenzar. ¿Cuántas veces en la vida de Moisés lo vemos acudiendo a Dios buscando consejería? ¿Cuántas veces esperó él días y semanas ante el Señor en oración y ayuno? Moisés era un hombre de intercesión. Siempre estaba trayendo su carga por el pueblo de Israel ante el Señor. La tragedia de nuestros días es que muy pocos tienen la carga de tomar este papel sacerdotal. Las respuestas de Dios a las oraciones de Moisés llenan cinco libros de la Biblia. El Señor le mostró que estaba interesado en cada detalle en las vidas de Su pueblo. En estos tiempos de oración, él fue enseñado a dirigir, organizar y gobernar un pueblo—recibiendo minutas instrucciones de Dios en cientos de temas diferentes. Y Dios reveló Su gloria y poder a través de Moisés. Su autoridad dada por Dios fue respaldada por sorprendentes milagros. Gedeón aprendió a reconocer la voz de Dios y recibió mandatos de Él mientras le buscaba. A través de vellones, señales y mensajes del Señor, Gedeón redujo un ejército de 32,000 a sólo 300 soldados escogidos por Dios. Una y otra vez, el Señor fue bien claro con él sobre la razón de esta extraña táctica: “Hago esto para que Mi pueblo no se alabe de que ellos lo hicieron.” Investidos del poder de Dios, este pequeño ejército derrotó un ejército de 135,000. Dios estaba tratando de mostrar a Gedeón y a las fuerzas israelitas Su poder. Él conocía su impotencia ante el Señor y venía una y otra vez en oración buscando dirección. En respuesta a esas oraciones, Dios mismo mostró a Gedeón estrategias, tácticas y maniobras que derrotaron un ejército enormemente superior.

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Elías recibió fuerza sobrenatural y poder. La Biblia nos dice que Elías era muy humano, con las mismas pasiones y problemas de ego que tenemos nosotros. Materialmente, él no tenía nada de este mundo: ni casa, ni edificios, ni publicidad, ni congregación, ni alimento, ni amigos. Por eso él tenía que depender completa y totalmente de Dios. Sin embargo, él podía controlar elementos de la naturaleza, levantar los muertos, hacer caer fuego del cielo y lograr grandes hazañas físicas. Hay poder en la oración porque ésta nos conecta a la fuente de todo poder. Profetas como Isaías y Jeremías sintieron la pasión del corazón de Dios por Su pueblo rebelde. A través de la oración, depender y esperar en el Señor, Isaías y Jeremías realmente comenzaron a sentir el dolor del quebrantado corazón de Dios por Su pueblo rebelde y pecador. Jeremías penetró tanto en el corazón de Dios que no podía contener los llantos y las lágrimas de aflicción. La oración puede tornarse en algo bien subjetivo mientras emocionalmente entramos al corazón y a la mente de Jesús. Sus poderosas profecías revelaron el amor de Dios y Su plan de castigar y restaurar Su pueblo caído. Ellos purificaron, consolaron y ayudaron a restaurar un pueblo que de lo contrario pudo haberse entregado a la desesperanza. Nehemías es otro ejemplo. Cuando él oyó las historias de las desoladas ruinas de Jerusalén, no acudió a los expertos en recaudación de fondos buscando consejo. Él no planeó ni proclamó una conferencia de ingenieros y políticos. En lugar de eso, leemos en el primer capítulo de su libro que él lloró y oró por meses ante el Dios viviente. Y Dios contestó esas oraciones con una visión de un gran proyecto de obras públicas. Como humilde siervo civil, Nehemías esperó el tiempo y la gracia de Dios para presentar el concepto a un rey que de otra manera pudo haber sido hostil al plan. En Jerusalén, continuó comunicándose con Dios a través de cada etapa del proyecto. A través de la oración,

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recibió sabiduría de lo alto para llevar a cabo una gran campaña política, organizar la reconstrucción y encargarse de los enemigos del pueblo de Dios. El poder de la oración en el Nuevo Testamento La Iglesia del Nuevo Testamento nació en un servicio de oración el día de Pentecostés. Jesús prometió poder a Su Iglesia si tan solo ellos esperaban en Él. Los escritos de Pablo están llenos de tantas referencias a la oración que casi parece como si él pasó todo su ministerio simplemente orando de una ciudad a la otra. Pero la maravillosa vida de oración de los apóstoles y la Iglesia primitiva era sólo un pálido reflejo de la devoción de nuestro Señor a la oración. Cuando miramos la vida de nuestro Señor Jesús, nos maravillamos de ver lo importante que Él consideraba la oración. Él comenzó su ministerio con 40 días de ayuno y oración. En momentos críticos, como el escoger los 12 discípulos y antes de ir a la cruz—Él pasó noches enteras en oración. Jesús estaba siempre retirándose de las multitudes para pasar tiempo extra solo con Dios el Padre. Sin embargo, para Jesús era algo más que sólo pasar tiempo. Jesús no sólo hizo de la oración una prioridad, sino que Él modeló una vida de constante oración. Jesús demostró una actitud de oración en cada una de Sus acciones. Jesús nos mostró que la verdadera oración no se encuentra en ninguna de las fórmulas a las que nos aferramos. En realidad, no son necesarias ni palabras ni pensamientos. En vez de eso, la oración comienza con lo que usted es en su corazón. Es más una actitud que acción. La oración genuina y efectiva es un diálogo con Dios. Manifiesta dependencia, humildad, obediencia, sumisión y adoración. Finalmente, espera en que Dios muestre Su gracia y misericordia.

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Tales oraciones como éstas pueden comenzar con una sola frase. Por esto es que el Señor Jesús frecuentemente alzaba Sus ojos hacia el Padre y hacía oraciones cortas que generaban respuestas instantáneas—cuerpos sanados y tormentas apaciguadas. Más que darnos una combinación de frases y palabras, Jesús ejemplificó momento a momento, una dependencia en Dios en Su vida de oración. No aprenderemos a orar como Jesús nos enseñó hasta que hayamos aprendido a vivir una vida llena de oración como Él lo hizo. Sus oraciones salían natural y espontáneamente de un constante conocimiento de la voluntad del Padre. Él disfrutó de una bien-practicada intimidad con el Padre. Él no oró a Dios sino con Dios. Hasta que aprendamos a orar con el Hijo en la misma manera en que Él lo hizo con el Padre, no aprenderemos la esencia básica de la oración. Lo que la oración no es ¡Qué diferente es este tipo de oración de las palabras vacías, mociones y modas que se hacen pasar como oración en tantas de nuestras vidas hoy! Ya que el significado de la verdadera oración ha sido tan distorsionado, sería bueno para nosotros mirar aquí y en el próximo capítulo tres cosas que la oración no es: La verdadera oración no es magia. La triste realidad es que muchas de nuestras oraciones modernas son frecuentemente poco diferentes de los mantras hindúes. A través del mundo pagano, cierto tipo de chamán, o brujo, es siempre llamado en tiempos de problemas. Quizás es por enfermedad, sequía o hambruna. O puede ser un problema de negocios o familiar. Un precio es pagado, y luego el sacerdote pronuncia encantamientos con la esperanza de que la “suerte” de la víctima cambie. Estos pueden durar horas mientras el hechicero trata de hacer contacto con varios

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espíritus demoníacos. La Biblia llama a éstos las “vanas repeticiones” de las oraciones gentiles. Nuestras oraciones son casi iguales—más cerca de la brujería que de la venerable confianza en Dios. Usualmente, estamos hacienda lo nuestro, a nuestra propia manera, en nuestro propio horario. Luego, cuando nos vemos en aprietos, hacemos un “servicio de oración” para decir algunas palabras mágicas sobre nuestros problemas. Finalmente, esperamos que el Dios que diseñó y creó el universo intervenga y bendiga nuestras insignificantes agendas. Muchas veces, nuestro amoroso Padre celestial concede algunas de estas peticiones, pero flaqueza viene a nuestras almas. Terminamos perdiendo la intimidad y el gozo que habríamos experimentado al esperar en Él para aprender Su voluntad. Y, por supuesto, no podemos seguir para siempre añadiendo la frase “en el nombre de Jesús” a nuestra lista de deseos sin provocar el castigo del Señor. Dios ha prometido honrar las oraciones efectuadas en el nombre de Jesús sólo cuando éstas son exactamente eso— peticiones que vienen de nuestra intimidad espiritual con Cristo. Tales intercesiones califican para ser en Su nombre sólo porque estamos en Cristo. Tristemente, al tomar ciertas Escrituras fuera de contexto, algunos maestros de la Biblia han distorsionado el concepto de la oración para muchos en nuestros días. La oración no es un “boleto gratis” a la salud, la riqueza y la prosperidad como estos “brujos disfrazados” pretenden que creamos.

Capítulo 16

El mundo, la carne, el diablo

L

a oración no es un nuevo producto para ser comercializado. Hoy tenemos torres de oración, paños de oración, oraciones telefónicas, líneas de oración en vivo, libros, cartas de oración, cintas, mapas, diarios, relojes de oración, rosarios, amuletos e incontables artículos—pero menos oración verdadera que nunca. Existen incontables seminarios, talleres, retiros y cursos sobre la oración. Pero la pregunta debe siempre hacerse, ¿Dónde está el Dios viviente entre estos productos y eventos? No es solamente instrucción y seminarios lo que necesitamos. En vez de eso necesitamos hombres y mujeres que se arrodillen y oren. Los que lo hagan dependiendo totalmente del Dios viviente, son los que Dios usará para estremecer esta generación. En su libro Why Revival Tarries (Por qué el Avivamiento se Tarda), Leonard Ravenhill clama por la realidad en esta crítica área: “Ningún hombre es más grande que su vida de oración. El pastor que no ora está jugando; la gente que no ora está desviándose. El púlpito puede ser un escaparate de cristal para exhibir el talento de alguien; el aposento privado de oración no permite el exhibicionismo.”

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“Asolada está la iglesia de hoy en muchas cosas, pero su área más afectada es la de la oración. Tenemos muchos organizadores, pero pocos gemidores; muchos participantes y contribuyentes, pocos que oran; muchos cantantes, pocos adoradores; montones de pastores, pocos luchadores; muchos temores, pocas lágrimas; mucha moda, poca pasión; muchos entrometidos, pocos intercesores; muchos escritores, pero pocos guerreros. Fracasando aquí, fracasamos en todas partes.” “Nosotros… confundimos acción con unción, alboroto con creación, y mucho ruido con avivamiento.” Muy frecuentemente, igualamos el aprender sobre la oración a la oración en sí. Para otros, la promoción de la oración ha eliminado la oración misma. Lo que se acepta como oración en estos casos es más a menudo el absurdo activismo que confunde el movimiento con la vida. La oración no es una técnica de administración. El calendario cristiano está saturado con los llamados servicios de oración, cadenas de oración de 24 horas, marchas, vigilias, noches de oración, medias noches de oración y un montón de otros movimientos de oración secretamente diseñados para promover causas secundarias. Algunos de estos son reales. Otros son meramente usados como una técnica de promoción por movimientos religiosos, sectas y organizaciones. La oración verdadera es guerra espiritual. Esta requiere que luchemos con el mundo, la carne y el diablo—venciendo con el poder de Su Espíritu, y no con nuestra propia carne y mente. Por consiguiente, el primer requisito en la oración es que nos acerquemos más a Dios. Mientras más nos sentamos a Sus pies y miramos Sus ojos, más nuestras oraciones reflejarán Su mente. De este modo, mientras más seamos como Él—más realidad habrá en nuestras vidas de oración. Tenemos que

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empezar a amar la gente y las cosas que Él ama—y aborrecer lo que Él aborrece. Mientras nos adentramos más profundo en el corazón de Jesús, oraremos de acuerdo a Su voluntad porque sabremos Su voluntad. ¿Cómo podemos empezar a cruzar este puente vital a la realidad? ¿Cómo podemos tener una vida significante de oración? Primero, la oración tiene que ser la prioridad principal. La oración siempre va primero en el horario de Dios. Tenemos que invertir el proceso del pensamiento moderno para poder descubrir la realidad espiritual. En lo natural, comenzamos con nuestras necesidades y deseos—los problemas por resolver. Entonces nos fijamos metas y planeamos las cosas al revés. En lugar de esperar la dirección de Dios, dependemos de nosotros mismos para las soluciones. Confiamos en nuestra belleza, finanzas, intelecto, fuerza y talento. La ciencia y la tecnología nos han enseñado a experimentar, estudiar e investigar soluciones. Los que han creído esta mentira piensan que con suficiente tiempo y dinero, pueden resolver cualquier problema en sus vidas personales o en sus ministerios. Como ellos realmente no creen que necesiten a Dios, la oración no tiene parte en la mayoría de sus planes. Cuando oran, tienden a hacerlo al final, en vez de al principio de sus esfuerzos. ¡Qué diferente es esto del acercamiento de un hombre o mujer espiritual! El hombre y la mujer de Dios primero se fijan metas en sus rodillas en vez de hacerlo en el tablero. El siervo a quien Dios escoge usar es el que ha aprendido eso, si parece haber alguna explicación humana para nuestro éxito, es probablemente falsa. Esta clase de cristiano sabe que usted tiende a orar mejor sin computadoras, títulos, educación, dinero, belleza física, habilidad administrativa o talento. Cuando estamos libres

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de la dependencia de un plan humano, programa, líder u otros recursos, entonces podemos confiar en Dios en lugar de confiar en nosotros mismos. Mientras no aprendamos a echar a un lado nuestra confianza en cada recurso humano y hagamos de esperar en Dios la prioridad número uno en la vida, aun estaremos en el kindergarten en cuanto a la oración. Segundo, tenemos que invertir tiempo en la oración. Por supuesto, de por sí largas horas de oración no son una señal de acercamiento a Dios. Es más importante que vengamos ante Su presencia, como lo hizo la estéril Ana, con desesperado abandono y sumisión a Su voluntad. A ella no le salieron palabras delante de Dios, y el Señor le concedió el milagro de la concepción en respuesta a sus silenciosas plegarias. Sin embargo, nuestro diario vivir muy a menudo traiciona nuestra cruel indiferencia ante Dios. La verdad es que nadie puede conocer a Dios sin pasar tiempo con Él. Si amamos al Señor como decimos que lo hacemos, ¿Cómo podemos pasar tan poco tiempo en Su presencia? Nos esforzamos para sacar tiempo valioso para amigos y familiares. Millones de nosotros planeamos nuestras vidas de acuerdo a nuestros programas favoritos de televisión, eventos deportivos y vacaciones. Entonces, ¿Por qué es tan difícil hacer una cita con Dios—para pasar una hora o dos cada día en oración? ¿Cuántos de nosotros podemos decir que pasamos el mismo tiempo en oración que el que pasamos alimentándonos y socializando al comer? Nuestras vidas están tan llenas de frenética actividad que lo hemos sacado a Él fuera de nuestros días. ¿Es de asombrarse que nuestro cristianismo es tan inefectivo, débil y sin poder? Hay solamente una manera de ver un cambio. Tenemos que hacer de la oración una prioridad y sacar tiempo para ella todos los días.

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Una invitación para cada creyente Cristo está llamando a cada creyente a separarse y a disfrutar intimidad espiritual con Él a través de varios aspectos de la oración: adoración, confesión, intercesión, escuchar, dar gracias, petición, alabanza, cantar y esperar en Él. Esta no es una invitación abierta solamente para unos pocos santos atrevidos—sino un acceso a la presencia de Dios ofrecido a todos los creyentes del Nuevo Testamento. Y es todo por gracia a través de la fe. Dios quiere tener esta intimidad con nosotros más de lo que podemos imaginar. Una vez recibí una llamada de una dama en California. Estaba postrada en cama y no podía moverse del cuello para abajo. Pero tenía un mapa del mundo puesto en su pared. Recostada ahí, ella oraba por siete horas al día. Este era su trabajo. Cuando me contó sobre varios países por los que había estado orando, me sorprendió ver que esas eran las mismas áreas en las que habíamos experimentado puertas abiertas y avivamiento. La oración funciona. Nosotros como individuos podemos hacer de la oración una parte de nuestro diario estilo de vida, si estamos dispuestos a romper con nuestra cultura y vivir para Dios. Conozco amas de casa que pueden orar mientras lavan los platos, doblan la ropa y hacen otros quehaceres domésticos. Otros oran y alaban en el automóvil camino al trabajo. Cada uno de nosotros se puede levantar temprano o separar otras ocasiones para estar a solas y esperar en Dios. A principio de 1976, cuando el Señor empezó a quebrantar mi corazón acerca de la perdición del mundo, una de las primeras cosas que hicimos como familia fue llamar algunos de nuestros amigos y comenzar un servicio de oración en nuestro hogar. Ese servicio del martes por la noche aún

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continúa sin fallar después de todos estos años. Pasamos la primera parte de la tarde en adoración y alabanza, con breves testimonios y acción de gracias. No perdemos tiempo hablando, sino que escuchamos reportes de diferentes países del mundo, individuos, tribus y grupos de gente inalcanzada. Leemos cartas de oración y peticiones de todos los Estados Unidos y Canadá, y también del exterior. Frecuentemente pausamos y nos dividimos en pequeños grupos o parejas para orar por cada petición. De esta manera, hemos visto cientos y cientos de respuestas específicas a las oraciones. Si no hay un grupo de oración por misiones en su iglesia o vecindario, ¿Por qué no comenzar uno? Si ya existe uno, ¿Por qué no ir y añadir su fe y su fervor a ese grupo? Si le gustarían algunos consejos en cómo tener un balanceado y fervoroso servicio de oración, sólo escríbame y pida una copia de nuestro folleto Guía para servicios de oración efectivos. Será un placer enviarle uno sin costo. Dios se deleita en las oraciones de Su pueblo Segunda de Crónicas 16:9 revela el corazón de Dios en este asunto: “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con Él. . .” Dios quiere bendecirnos, Él busca a esos con corazones totalmente dedicados a Él. El mundo busca personas hermosas y seguras de sí mismas para dirigir y entretener. Pero Dios busca gente humilde y dependiente de Cristo que amen al mundo como Él lo ama. Para los que están dispuestos a confesar su total dependencia de Dios en oración, su vida entra al ámbito de lo sobrenatural. Y este poder está disponible a familias, iglesias y organizaciones donde la gente está dispuesta a comenzar a vivir una vida de oración. Hebreos 11 e incontables otros pasajes nos revelan a través

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de la historia que siempre ha habido un puñado de personas que extienden sus manos y tocan a Dios en fe a través de la oración. Al unirnos a ellos en nuestras rodillas, veremos el poder de Dios operar en nuestras vidas al igual que ellos. Recibiremos la visión y guía que necesitamos para movernos sobrenaturalmente con Dios y cumplir Su voluntad. Hoy, existen razas, naciones y pueblos aún sin Cristo. Hay familias destruyéndose en todo nuestro alrededor e individuos atrapados en el pecado. Hay prisioneros que necesitan ser libertados, hambrientos que necesitan ser alimentados y enfermos que necesitan ser sanados. Hay iglesias, vecindarios e individuos en su propia comunidad que necesitan un toque de Dios. El Señor está buscando personas vacías de autosuficiencia para aceptar en oración el desafío de alcanzar esos mil millones de perdidos con la salvación. A través de la oración usted puede intervenir en estas vidas necesitadas y sus situaciones—trayendo el poder de Dios a las vidas de los perdidos y los solitarios. ¿Se unirá usted, con tiempo de oración personal y corporativa, a esta lucha cósmica para ganarlos para Cristo?

Capítulo 17

Dios ha bendecido los Estados Unidos

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ios quiere hablarle en los eventos diarios de su vida si tan sólo usted abre su corazón a Él. Permítame ilustrar con una historia verídica tomada de una página de nuestro álbum familiar. Mi hijo Daniel era gimnasta. Eso significaba que como familia, a menudo éramos llamados a apoyarlo junto a su equipo en sus actividades gimnásticas. Mientras escribía este capítulo, manejé con toda la familia a San Antonio, Texas, un sábado para una competencia de gimnasia. Ahí Dios me habló en una manera especial acerca de Su amor por los Estados Unidos y el plan que tiene para esta nación—si tan sólo caminamos en obediencia a Él. Mientras casi 100 jóvenes atletas se reunían para comenzar la competencia, nos pusimos de pie solemnemente con los demás padres para el himno nacional. Mi esposa Gisela es aún ciudadana alemana, y yo soy ciudadano de la India. (De esta manera tenemos mayor acceso a los campos misioneros.) Pero nuestros hijos, nacidos en los Estados Unidos, son ciudadanos de este gran país. Mis ojos miraron automáticamente hacia arriba a la

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gigantesca bandera estadounidense colocada al final del salón brillantemente iluminado. Entonces Dios me habló mientras tocaban el himno nacional “The Star-Spangled Banner”. Sentí una abrumadora urgencia en mi espíritu de parte de Dios. Me dí cuenta de que estaba mirando la bandera de una nación como ninguna otra en la tierra. Mi mente se remontó atrás a los pasados 14 años desde que había aterrizado en el suelo de este maravilloso país. Recordé el día en que llegué al aeropuerto de Dallas con $8 dólares en mi bolsillo y poca ropa. No conocía a nadie. La escuela donde estaba inscrito hizo saber mi situación a otros estudiantes. Richard Shaffer, oriundo de Pennsylvania, vino a recogerme y me llevó a su casa. Por los próximos seis meses, me quedé con él. Me amaba y me cuidaba como si yo fuera su propio hermano. Dondequiera que iba, percibía amor y aceptación. Estaba sorprendido, sabiendo que era un extraño, y ellos no tenían que esforzarse para mostrarme amabilidad y amor. Además, ¿Qué otra nación, me preguntaba, nos hubiera ayudado a establecer una casa y una organización misionera? ¿Quién nos hubiera permitido enviar millones de dólares para predicar el Evangelio a personas que ellos jamás han conocido? He viajado a muchas naciones pero nunca había estado en un país donde la gente fuera tan abierta y amable como en los Estados Unidos de América. Mientras estos pensamientos se filtraban por mi mente, mis ojos estaban llorosos—y una voz de las profundidades de mi corazón se levantó como una orquesta de mil voces, diciendo, “Señor, mil gracias por los Estados Unidos. Gracias por Tu amabilidad hacia mí y mi familia al traernos a este país. Oro para que continúes mostrando Tu amor a esta nación, que una vez más, oh Señor, esta nación sea una nación que invoque Tu nombre, y un pueblo que verdaderamente tema al Dios viviente.” Una vez más, me comprometí a orar por los

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Estados Unidos más que nunca. Por supuesto, tenemos problemas en esta nación. No niego eso. Pero tome un problema de los que tiene aquí y multiplíquelo por mil veces, y empezará a entender los problemas que otras naciones experimentan alrededor del mundo. No me malentienda—no estoy tratando de suavizar el pecado ni el cristianismo tibio que vemos hoy. A los que mucho se les ha dado, mucho se les demandará, y yo sé que Dios está empezando a pedir cuentas por todas las bendiciones que nos ha dado en esta nación. Mientras usted lee este libro, comparto mi sincero sufrimiento por mis hermanos y hermanas en esta nación. No hablo como alguien que condena, sino como un miembro de la familia, que le habla con amor y preocupación. No debemos estar satisfechos con compararnos con nuestros vecinos, sino que debemos comparar nuestras vidas, el nivel en que estamos, con el alto llamado que Dios nos ha hecho. Debemos estar dispuestos a arrepentirnos, levantarnos y seguir adelante buscando cosas mayores en los días venideros. Los Estados Unidos es un país singularmente bendecido. Dios el Señor ha separado esta tierra de las demás otras para recibir Su favor especial. Pocas naciones en la historia de la humanidad tienen más de 200 años sin ser molestadas por invasiones extranjeras, pobreza y plagas. Nunca antes un pueblo ha disfrutado tal libertad, paz y prosperidad. Dios habla hoy a los Estados Unidos Esta presente generación de estadounidenses, en particular, está recibiendo el más inmerecido favor de todos los tiempos. Dios ha hecho este pueblo la nación más rica en la tierra, sin embargo los estadounidenses viven como si esta riqueza fuera un derecho natural—como si no tuvieran una obligación con el mundo perdido, que muere en tinieblas sin Cristo. Dios ha sido tan paciente con nosotros. El porqué esta

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maravillosa gracia continúa tiene que ser la pregunta que todo el cielo hace. Es seguro que los Estados Unidos hoy merece Su juicio y castigo. Pero el Señor ha continuado mostrando misericordia a estos rebeldes descendientes de los creyentes de Mayflower y Jamestown. El Dios viviente ha estado cumpliendo los pactos que esos primeros colonos hicieron con Él, misericordiosamente cumpliendo Sus promesas a un pueblo pródigo. En mi último encuentro con Leonard Ravenhill, discutimos el misterio y la maravilla del amor paciente y sufrido de Dios por el pueblo estadounidense—y el hecho de que no puede continuar así por mucho tiempo. Nunca olvidaré sus escalofriantes palabras: “El juicio viene. Si Dios no juzga esta nación, tendrá que disculparse mil veces ante Sodoma y Gomorra.” Que Dios nos enseñe que todas estas bendiciones son solamente temporeras y condicionales. Que Él nos ayude a entender lo tarde que es y cuán urgente es que respondamos con obediencia a Su gracia y misericordia. Jesús dijo que los campos están ahora blancos para la cosecha. Cualquiera que haya trabajado en una finca sabe lo que eso significa. Cuando usted tiene una siembra madura en el campo, todo se detiene. Debe cosecharla o se echa a perder en la tierra. Dios nos ha prosperado con un propósito. Él es el rey de Mateo 25:14-30, quien confía riquezas a sus siervos y se va a un largo viaje. Cuando regresa, el rey pide cuentas y la ganancia de lo que él había dado para invertir. ¿Qué le presentaremos al Señor cuando Él regrese y nos pida cuentas? ¿Qué tipo de mayordomos estamos siendo con las bendiciones que Él ha derramado en esta nación? Un pueblo privilegiado Los norteamericanos no saben cuán increíble privilegio

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es haber nacido o vivir en los Estados Unidos y Canadá. Podría escribir volúmenes sobre la abundancia de educación, alimento, cuidado de salud y alojamiento en el Occidente. No hay nada que una persona necesite aquí que no sea económico y abundante. Aun la gente sin hogar y de las calles en los Estados Unidos vive infinitamente mejor que muchos en las naciones pobres. Mientras la mayoría del mundo asiático trabaja desde que amanece hasta que oscurece por unos pocos puñados de arroz, muchos estadounidenses están más enfocados en cómo perder peso. Mientras mucha gente en el mundo no sabe leer ni escribir, los estadounidenses se preocupan acerca de cómo escoger la escuela “correcta” para sus hijos. Mientras la mayor parte del mundo apenas tiene para dos cambios de ropa, muchos estadounidenses están preocupados primeramente por la última moda y sus colores. No necesito realmente desarrollar este punto. La mayoría de los norteamericanos ya está vagamente consciente de estos lujos materiales y privilegios, aunque raramente se detienen para dar gracias a Dios por ellos. Pero parece que estamos menos conscientes de los lujos espirituales que disfrutamos. Vamos a concentrarnos en esta área por un momento. Primeramente, en los Estados Unidos conocemos de Jesús. Aun si Su hermoso nombre es usado como palabra de maldición o chiste, prácticamente cada estadounidense por lo menos ha oído la historia de la Navidad. La mayoría ha oído el Evangelio repetidamente. ¡Cuán diferente es esto de mi nativa Asia! Por casi seis años yo iba de aldea en aldea y de calle en calle en el norte de la India como misionero nacional y evangelista. En todas partes hacía la misma pregunta, “¿Ha oído usted de Jesús?” No puedo decirle cuantas veces escuchamos la respuesta, —Señor, aquí no vive ningún Jesucristo. Quizás viva en la

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próxima aldea. “¿Por qué no pregunta allá?” Millones de personas en Asia no han oído el Evangelio ni una vez, nunca han visto una Biblia, un tratado o un video cristiano. Cientos de millones nunca han escuchado un programa radial cristiano ni han visto un creyente—mucho menos han hablado con un misionero evangelista entrenado. Cientos de miles de aldeas no tienen un cristiano que les testifique, y hay 11,000 grupos inalcanzados en el mundo que aún no tienen una iglesia. La mayoría de estos están en Asia. Muchas veces, cuando cito estos gigantescos números a las audiencias, veo ojos velarse. Estos números han sido oídos tantas veces que han perdido su impacto. Pero recuerde, estamos hablando de gente real con almas perdidas. Estos no son monos saltando arriba y abajo, o peces en el mar, sino gente que nacen y mueren, que aman y odian. Ellos sufren soledad, culpa y dolor al igual que usted y yo. Que Dios abra nuestros ojos a la realidad de los casi tres mil millones de personas que no han sido aún alcanzados por el Evangelio de Jesucristo. Mientras la población global excede los seis mil millones de personas, enfrentamos una situación donde hay más gente viviendo en la tierra hoy que las que han vivido en toda la historia de la humanidad. Compare esta alarmante necesidad en el exterior a la presente situación sólo en los Estados Unidos: • Más de 1.5 millones de estadounidenses son ministros ordenados, resultando más o menos en un predicador por cada 187 personas. • En este país hay más de 600,000 iglesias, 6,100 librerías cristianas y sobre 4,000 estaciones de radio y televisión cristianas. También tenemos incontables escuelas cristianas, colegios y seminarios. • Más del 95 por ciento del presupuesto total de la iglesia en los Estados Unidos es usado en casa para mantener programas en lugar de alcanzar almas en las misiones. Del 5 por ciento

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que va a las misiones exteriores, menos de un medio por ciento es usado para alcanzar a los perdidos. • Solamente el uno por ciento de los misioneros norteamericanos en el exterior se está concentrando en ir a la gente inalcanzada. Para entender completamente esta injusticia, imagine que los 55,000 asientos en el Astrodomo de Houston representan la población del mundo. Si 171 vendedores de “hot-dogs” representaran todos los misioneros que enviamos al exterior, 170 de ellos ofrecerían alimento solamente a los primeros 25,300 asientos. ¡Un vendedor solitario tendría que ir a los otros 29,700 asientos! Y es peor que eso. Cuando hayan terminado con esos primeros 25,300 asientos la primera vez, ellos no irían a las otras filas llenas de hambrientos fanáticos, en lugar de eso volverían a los primeros asientos otra vez, otra vez y otra vez. Eso es lo que realmente está pasando en las misiones cristianas de hoy. Y la situación aquí en casa es el peor escándalo de todos. Una pequeña porción de la población del mundo que vive en los Estados Unidos y Canadá, está siendo colmada con el Evangelio repetidas veces mientras la mayor parte del mundo aún está esperando una primera rebanada. Aunque sólo ocho por ciento de la población del mundo habla inglés, más del 90 por ciento de todo el ministerio cristiano es conducido en el idioma inglés. Hay más de 4,300 grupos de lenguajes en el mundo que aún no tienen una Biblia traducida en su propia lengua. Nuestra primera reacción, supongo, debe ser caer de rodillas y agradecer a Dios por el privilegio de vivir en una nación que está súper saturada del Evangelio. Pero luego, necesitamos preguntarnos seriamente el porqué Dios le ha dado a los Estados Unidos estos tremendos materiales y recursos espirituales.

Capítulo 18

Llamado a las misiones

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a Biblia enseña en Lucas 12:48 que con cada privilegio hay una responsabilidad correspondiente. “...porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará, y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.” Seguramente Dios no les ha permitido a los estadounidenses ser la gente más rica en la tierra por casualidad. Como cristianos, ¿Cómo no podemos usar nuestra posición privilegiada y riqueza para el avance del reino y ganar el mundo para Cristo? La prueba real de nuestro compromiso con Cristo es la profundidad de nuestra participación en lo que más le interesa a Él—la evangelización del mundo. ¿Cómo podemos decir que Él es nuestro Señor a menos que estemos buscando cumplir el anhelo más grande de Su vida—seguir Sus órdenes y terminar la tarea que Él comenzó en las riveras de Galilea? Jesús dijo en Marcos 16:15 que tenemos que ir a “todo el mundo” con el Evangelio. Parece ser que algunas personas piensan que esto sólo significa ir a la gente de su raza que vive del otro lado del pueblo. Otros con una “gran visión” parecen pensar que eso significa los Estados Unidos. Pero Jesús dio

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un mandato claro. Debemos tener una visión mundial que alcance nuestra “Jerusalén” como también nuestra “Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra.” El punto de referencia de su amor por Dios es su carga y su comprometida acción por todo el mundo—no sólo parte de él. ¡Qué ingeniosas y “espirituales” excusas he escuchado en mis viajes! Una de las excusas más interesantes culpa a Dios de nuestros problemas. Usualmente comienza así, “Pero, Hermano K.P., usted no conoce mi. . .” y termina con una triste historia acerca de una vieja derrota, herida, pecado o tentación. Yo la llamo la excusa del “soldado herido.” Con amor en mi corazón, lo único que le puedo decir a este fabricante de excusas es, “Lo entiendo. Pero no importa cuán mal lo hayan herido, está un millón de veces mejor que cualquier pecador perdido caminando rumbo al infierno. Si cree que tiene problemas, ¿Qué le parece tener que adorar a un dios demoníaco que demanda de usted sacrificar a su bebé recién nacido cortándole la garganta ante un ídolo? ¿Qué le parece adorar a un dios que demanda que usted se lance viva en las llamas de la pira del funeral de su esposo? o ¿Qué le parece estar esclavizado en una religión que lo obliga a postrarse y adorar las ratas que se comen su grano y causan que sus hijos se mueran de hambre?” Todo eso está pasando hoy en Asia y alrededor del mundo—en todas partes la gente está esclavizada en religiones paganas. Otra excusa que suena bien es algo como esto, “Hermano K.P., ¿Y qué de mi __________?” Puede llenar el espacio usted mismo: carrera, hijos, iglesia, educación, salud, seguro, familia, retiro. Esta excusa está basada en la idea de que Dios no nos ama y no proveerá para nosotros si le servimos. Hay tantas otras excusas como hay personas, pero uno de

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estos días cada uno de nosotros tendrá que comparecer solo ante Dios y repetirlas si nos atrevemos. Sus hijos. Su jefe. Sus padres. Su pastor. Su cónyuge. Sus amigos. Ninguno de ellos estará con usted ese día. Todas las personas que usted trató de impresionar con su espiritualidad o sofisticación a través de los años no estarán allí. Usted estará solo y mirará los ojos de Jesús. Usted tendrá que responder a Dios por lo que hizo por el mundo perdido. En Efesios 2, Pablo describe a los no redimidos viviendo para las cosas de este mundo y de la carne. En contraste, la principal característica de nuestras vidas debe ser “buscad las cosas de arriba” (Colosenses 3:1). ¿Por qué no se detiene en este momento y hace un inventario espiritual de su vida? ¿Está usted viviendo por las realidades eternas, o está su vida centrada en tener más de las cosas de este mundo o en proteger lo que ya tiene? ¿Cuándo fue la última vez que puso a un lado su lista de compras, sus problemas, sus necesidades, su familia y dijo, “Heme aquí Señor, envíame?” La realidad espiritual siempre arde con un propósito convincente y motivador. Cristo nos ha dado como individuos y como nación la tarea más emocionante e imaginable—ser los portadores de Su amor y salvación a un mundo perdido en el pecado y las tinieblas. Dentro del corazón de Jesús El corazón del Señor que yo amo palpita por los perdidos. De Génesis hasta Apocalipsis, la Biblia es una larga historia de amor. Hasta que nosotros como creyentes podamos entrar en ese amor, no tendremos la fuerza para tomar nuestra cruz y seguirle. ¿Parece este tipo de compromiso apasionado por el evangelismo mundial irreal para usted? ¿Aún no llora usted por las almas perdidas y las naciones sin el conocimiento

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de Dios? ¿Ya la inmoralidad y el pecado no ofenden sus sensibilidades? ¿Es esta lectura sobre el evangelismo mundial y el reino, irrelevante a su vida diaria y preocupaciones? ¿Puede usted orar por su propia salvación, por su familia y seres queridos—pero no por los millones perdidos de este mundo necesitado? ¿Puedo desafiarlo entonces a hacer una simple y pequeña oración que ha cambiado mi vida para siempre? Creo que puede hacer por usted lo mismo que hizo por mí a finales de 1976. No estoy seguro donde la leí, pero un día encontré una pequeña anécdota en un folleto. Cierto predicador pasaba por una sequedad espiritual. El fuego de Dios se había apagado en su vida. Su corazón ya no palpitaba de amor por los perdidos. En desesperación, cayó de rodillas y le gritó a Dios, “¡Por favor sella la eternidad en mis dos ojos!” Cuando leí eso, me arrodillé inmediatamente e hice la misma oración con todo my corazón. ¡Qué cambio ha hecho! Tome su edad actual y agréguele 100 años. ¿Dónde se encuentra ahora? ¿Dónde están su auto, su casa, su biblioteca, sus muebles y sus ropas? ¿Dónde están las cosas por las que se preocupa—y por las que ora—y ahorra—dónde están ahora? Medido por la eternidad—nada en este mundo hace mucha diferencia. De aquí a 100 años es poco probable que ni aun una persona en el mundo se acuerde de cómo lucíamos en esta vida. Pero el cielo es real. El infierno es real. Esto fue lo que le dio a Jesús tal propósito y urgencia en Su ministerio. Jesús conocía la realidad de la muerte eterna donde las almas perdidas caen año tras año—para siempre—en un ardiente

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abismo sin fondo donde el fuego nunca se apaga y el gusano nunca muere. Por eso Él se pudo levantar y llorar por Jerusalén. Por eso Él seguía predicando sin descanso de una aldea a la próxima. Por eso Él anduvo errante, hambriento, y enfrentó peligro y rechazo. Por eso Él escogió finalmente ir a la cruz voluntariamente. Por eso Él nos dejó Su Gran Comisión. Como puede ver, Jesús vivió con Su mirada en la eternidad. Él había venido de la eternidad e iba a regresar a la eternidad. Él nunca perdió el contacto con la realidad espiritual. Con razón Él pudo vivir una vida para otros como un siervo desinteresado. Jesús sabía que Él era “el camino, la verdad, y la vida: nadie viene al padre sino por mí.” Sí, nuestro Señor sabía que hay un cielo y también un infierno. Él sabía que era el único camino para ir al cielo y no al infierno. Por eso Él amaba las almas perdidas tan desesperadamente que estuvo dispuesto a pasar Su ministerio alcanzando pecadores de todas clases—intolerantes, borrachos y prostitutas, como también respetables religiosos, que estaban tan perdidos como los demás. Muchas veces he luchado con este hecho: Jesús es el único camino a Dios—y sin Él, los pecadores perdidos se irán para siempre al infierno. He deseado que no sea así, pero es así. Jesús lo enseñó, y esa verdad lo envió a la cruz. Jesús estaba invadido por un amor apasionado por los perdidos, y nosotros necesitamos dejarnos invadir por la misma realidad espiritual. Esta es la única forma en que podemos entrar en la realidad de Su vida de amor. Tenemos que ver el mundo perdido como Jesús lo ve. ¿Cómo podemos ser el cuerpo de Cristo si no estamos pensando como Él piensa, amando como Él ama y siendo motivados por las cosas que lo motivan? En mi primer libro, Revolución en el Mundo de las Misiones,

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hablé de cómo mi reunión con Bob Pierce en Singapore, cambió mi vida. Jamás olvidaré las lágrimas en sus ojos cuando oró, “Señor, quebranta mi corazón de nuevo con las cosas que quebrantan el Tuyo.” En el camino a la realidad espiritual, tenemos que llegar a ese punto donde podamos ver el mundo perdido como Jesús lo ve, cuando nuestros corazones son quebrantados con las preocupaciones que quebrantan el Suyo. La prueba de madurez de doble filo Cuando aprendemos a ver la situación de este mundo perdido y moribundo como el Señor Jesús la ve, creo que tenemos que hacernos dos preguntas sobre todo lo que hacemos: Primera, ¿Lleva esto a cabo la Gran Comisión? Segunda, ¿Ayudará esto a establecer Su reino? Si puede responder sí a ambas preguntas, entonces puede estar casi seguro de que su próxima movida es la correcta. Estas dos preguntas pueden y deben ser hechas sobre cada actividad, compra o relación. Esta es también la prueba real de cualquier decisión corporativa en su iglesia o en cualquier misión cristiana. ¿Encaja bien este nuevo programa o compra? o ¿Es esto una tangente que nos aleja del evangelismo mundial y la edificación del reino? Cuando mi esposa y yo primero regresamos a la realidad de esta vida del reino en 1976, me acuerdo de que aun oraba para gastar $2 dólares en un corte de pelo, porque en esos días esos $2 dólares podían comprar 1,000 tratados del Evangelio. Creo que cada detalle de nuestras vidas debe ser medido con amor y oración a través de este patrón. Y no estoy defendiendo el legalismo. ¡Esta es la simple obediencia que cualquier esclavo que ama gozosamente le debe a su amo! Muchos hoy confunden obediencia con legalismo, así como confunden conocimiento con acción.

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Jesús no pide disculpas por demandar obediencia en esta área. Si usted no está poniendo el reino primero, ¿Cómo puede usted estar en el camino a la realidad espiritual? O está usted en pecado y necesita arrepentirse—o se está engañando usted mismo acerca de ser un cristiano nacido de nuevo. La palabra “cristiano” significa “pequeño Cristo” —¿Cómo podemos verdaderamente seguirle cuando estamos en desobediencia directa a Sus demandas más básicas?

Capítulo 19

El ejército de Dios

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a Gran Comisión comprende la misión de cada cristiano individual, cada iglesia y cada organización cristiana. Es la orden permanente para el ejército de Dios. Es el último y final mandato del Señor Jesucristo para nosotros antes de que ascendiera al Padre. Jesús, cuando mencionaba las señales de Su segunda venida en Marcos 13, dijo, “Y es necesario que el Evangelio sea predicado antes a todas las naciones.” A través de los siglos muchos han creído que esto significa que Cristo no regresará hasta que el Evangelio sea predicado a cada tribu y lengua, y hasta este momento todavía hay 11,000 grupos sin un testigo del Evangelio. ¿Podría ser que la única razón por la que Cristo no ha regresado por Su novia, la iglesia, es nuestro fracaso en llevar a cabo la misión que nos dejó? Las palabras reales de la Gran Comisión se repiten cinco veces en el Nuevo Testamento, una en cada uno de los cuatro Evangelios y una en el libro de los Hechos. En cada versión, hay un énfasis ligeramente diferente. Si aún no lo ha hecho, comprométase a memorizar cada una de las cinco citas. A

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continuación aparecen como han sido traducidas en la versión Reina-Valera: Mateo 28:18–20: “…Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Marcos 16:15–18: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado, será salvo; pero el que no crea, será condenado. Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas, tomarán serpientes en las manos y, aunque beban cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.” Lucas 24:46–49: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día; y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Ciertamente, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” Juan 20:21–23: “¡Paz a vosotros! Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y al decir esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados, y a quienes se los retengáis, les serán retenidos.” Hechos 1:8: “Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.” Nunca fue la intención del Señor Jesús que fuéramos con nuestra propia fuerza. Él prometió poder milagroso y

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autoridad a los que esperaran en Él. Estos versos no dicen nada de derrota, esfuerzo propio o debilidad humana. Los pasajes de la Gran Comisión no nos dejan otra opción. Ellos presentan una inconfundible declaración de misión a cada creyente y a la iglesia. La primera tarea de cada cristiano es extender el Evangelio a cada grupo de personas en la tierra. Cualquier cosa y todo lo demás deben subordinarse a esta gran obra. Eso significa que cada actividad, cada edificio, cada esfuerzo, cada programa, cada organización y cada proyecto debe ser evaluado en términos de cómo contribuyen a la misión principal de la iglesia—la evangelización mundial en nuestra generación. Entendiendo los principios del reino La suprema importancia de la Gran Comisión en la Escritura levanta preguntas inquietantes de creyentes sinceros que realmente buscan la voluntad de Dios. Muchos vienen a mí con inquietantes preguntas acerca de cómo dar prioridad a la Gran Comisión e integrarla al resto de sus vidas. ¿Significa esto que cada creyente debe ser un misionero extranjero a tiempo completo? ¿Cómo relacionamos la gran comisión con los otros mandamientos de la Escritura? ¿Qué de los programas de la iglesia para alimentar al hambriento, sanar al enfermo y dar refugio a los desamparados? ¿Cómo relacionamos las exigentes demandas de la inconclusa tarea misionera con la familia, nuestra vida diaria y el trabajo? Estoy muy agradecido de Dios por el apreciado consejo y dirección que mi querido amigo David Mains, de la Capilla del Aire, me ha dado en este asunto. A través de David, mis ojos fueron abiertos para ver el balance divino que Cristo enseñó sobre este asunto. Es por esto que necesitamos hacer una segunda pregunta sobre cada decisión que hacemos acerca del tiempo y del

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dinero: ¿Está esto realmente ayudando a edificar el reino de Dios? Cuando entendemos completamente la Gran Comisión, y los principios del reino juntamente, encontraremos que ambos son una pieza de tela completa, un solo tejido. Creo que 2 Corintios 5:14-21 nos enseña que todos somos embajadores de Cristo, enviados para representarlo en el mundo perdido y moribundo a nuestro alrededor. El verso 8 dice que Él nos ha dado el ministerio de la reconciliación para traer a nuestros vecinos nuevamente a Dios. Y en esta obra de reconciliación, se nos ha asignado a todos, lugares diferentes en el campo de la mies. Pero sólo hay una mies y un Señor de la mies. Necesitamos trabajar juntos y apoyarnos el uno al otro en la tarea común. El amor debe reinar Es como si estuviéramos edificando una casa, una persona fabrica puertas, otra fabrica ventanas y otra trabaja en el techo—pero todos estamos edificando la misma casa. No importa realmente quién hace cuál tarea siempre y cuando la casa se edifique. El amor debe reinar entre los obreros, pero una de las cosas más tristes que veo hoy es que muchos no entienden este principio. Satanás ha engañado algunos a pensar que solamente ellos están edificando el reino. Por eso terminan peleando enojados, convencidos de que no pueden trabajar con otros que no se ven exactamente como ellos, actúan exactamente como ellos o creen exactamente de la misma manera. Por supuesto, no estoy hablando de comprometer la doctrina cristiana básica. No podemos nunca trabajar con los que no están de acuerdo con nosotros en lo esencial, pero eso raramente divide a los cristianos hoy. Estamos mayormente divididos por doctrinas congregacionales,

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métodos, personalidades y estructuras. Muy a menudo estamos edificando nuestro reino en lugar de Su reino, y eso simplemente es pecado. Una vez entendamos que sólo tenemos un rey y que estamos edificando solamente un reino, podremos comenzar a orar y a trabajar unidos. No hay otra manera en que podamos alcanzar un mundo que tiene una población de más de seis mil millones de almas. Por tanto, mientras se requiere que cada cristiano sea testigo en su localidad y esfera de influencia—también se debe ser “uno que envía” misioneros simultáneamente. No muchos estadounidenses actualmente tendrán el privilegio de llevar el Evangelio a un grupo inalcanzado. Pero todos podemos ayudar mientras atendemos lo que el Señor nos ha llamado a hacer en el reino. Necesitamos ver este principio, y cuando lo hagamos, será la revelación más liberadora. No tendríamos que proteger más nuestra asociación, denominación, ministerio, carrera o llamado vocacional de otros cristianos. En mi lengua nativa tenemos un pequeño refrán que dice, “No importa quién golpee el arroz siempre y cuando sea molido.” Así es como debemos ver a otros en el reino, apoyándolos lo más que podamos mientras cada uno hace su parte para terminar la tarea antes de que venga la noche. Unidad en Cristo Es cuando entendemos esta verdad de la unidad que tenemos en Cristo que el gran crecimiento realmente comienza en nuestras vidas espirituales. Cuando dejamos de pelearnos unos con otros, estamos libres para hacer las preguntas realmente importantes: ¿Cómo extendemos el gobierno de Cristo a nuestra carrera escogida, a nuestro jefe, compañeros de trabajo, competidores y compañeros?

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¿Cómo extendemos el gobierno de Cristo a las vidas de nuestra pareja, hijos y padres? ¿Cómo ayudamos a extender el gobierno Cristo a las esferas controladas por principados, potestades y autoridades— algunas de las cuales podrían aún estar gobernando nuestras vidas y ministerios? Por esto el Nuevo Testamento muy a menudo describe nuestro peregrinaje en esta tierra como una guerra o competencia atlética. La vida cristiana debe ser una vida mansa de amar a nuestros enemigos, pero nunca podemos olvidar ni por un minuto que no es una vida sin terribles enemigos. Somos llamados a una vida de conflicto y confrontación. Pero debe ser con los enemigos reales, no con los creyentes. ¿Puede usted ver por qué el “ego” debe estar en la cruz para que podamos obtener la victoria en esta guerra espiritual? Si lo que hacemos es tratar de edificar un reino personal en vez de Su reino, Él no puede apoyarnos en la batalla. Si lo que queremos es nuestra manera en vez de Su manera, entonces el torneo está perdido. Esta es una de las mayores razones por la que muchos cristianos se encuentran a sí mismos derrotados—aun en trabajos de la iglesia y ministerios que por fuera parecen ser buenos y correctos en ellos mismos. Es la razón por la que encontramos murmuración, envidia, celos y lujuria manifestándose aun en las mejores iglesias, organizaciones cristianas y familias. Evidentemente, sin embargo, esto no es necesario. ¿Cómo? En el próximo capítulo tengo algunas sugerencias.

Capítulo 20

Involúcrese personalmente

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ablo revela el secreto de la indiferencia en Romanos 15:20, donde dice que se esforzó a predicar el Evangelio “no donde Cristo ya hubiera sido anunciado.” Debemos aprender a estar atentos a las oportunidades para compartir a Cristo con aquellos que no han tenido una oportunidad de oír—dondequiera que estén. Hay tres maneras básicas a través de las cuales usted puede envolverse en el evangelismo mundial: Primera, sea un intercesor informado. Existe todo tipo de recursos disponibles para ayudarle a aprender más sobre misiones y orar por el evangelismo en la línea frontal. Lea libros actualizados sobre lo que está pasando hoy en el mundo de las misiones, tales como Operación Mundo de OMlit, En la Cima de la Ola de Regal, Revolución en el Mundo de las Misiones de GFA Books. Cuelgue mapas nacionales y mundiales de varios campos misioneros en su casa, oficina e instalaciones de la iglesia. Hay muchas fuentes excelentes para conseguir estos mapas. Algunos también incluyen bellas ilustraciones de varios grupos “étnico-lingüísticos,” antecedentes nacionales y

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nombres de líderes. El mapa de oración “Operación Mundo” de OMLit es uno de los más populares. Por supuesto, usted también puede ordenar mapas seculares de la Sociedad de Geografía Nacional y de los cartógrafos. Cuando Dios tocó mi familia con una renovada carga por las almas perdidas y moribundas, una de las primeras cosas que hicimos fue colgar un mapa grande de Asia en nuestra cocina con fotos de los misioneros nacionales cerca. Nuestros hijos están creciendo, orando y aprendiendo acerca del mundo perdido. Suscríbase a revistas misioneras, periódicos y cartas de oración. Literalmente miles de estas publicaciones son publicadas por denominaciones, misiones y organizaciones cristianas. Una de las herramientas más útiles es el Compendio de Oración Global, que provee actualizaciones diarias en el progreso del evangelismo mundial. Vaya a un viaje de corto plazo al campo misionero. Muchas misiones patrocinan viajes a naciones budistas, comunistas, hindúes y musulmanas. Si tal visita es bien organizada, usted puede ver con sus propios ojos el sacrificio y servicio de los misioneros nacionales en la línea frontal. Para muchos, aun una o dos semanas en una nación restringida puede ser una experiencia que cambie sus vidas. Una advertencia, sin embargo: Dos semanas o dos meses en el campo misionero no lo hace a usted un misionero. Esto conlleva mucho más que una visita breve y algún trabajo voluntario para discipular nuevos creyentes y plantar iglesias. Hemos aprendido que los viajes de corto plazo son una de las experiencias más transformadoras posibles si son organizados propiamente. Segunda, conviértase en un fiel guerrero de oración. Hay multitudes de formas en las que usted puede recordar en oración a los obreros del Evangelio en la línea frontal. Pase tiempo a solas todos los días recordando las

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necesidades de los misioneros nacionales, las organizaciones que los envían y los pueblos inalcanzados. Cuando lea los periódicos, vea la televisión o use otro medio de comunicación, haga cortas oraciones por la gente y los lugares de los cuales aprende. Trabaje con su pastor, el liderazgo de la escuela bíblica y otros departamentos de la iglesia para asegurarse de que la oración por los misioneros sea incluida como parte regular de toda adoración y actividades de grupo. Tercera, involúcrese personalmente. Usted puede ser un cristiano mundial, hay algo que cada uno puede hacer. Ayude a patrocinar un misionero usted mismo. Por tan sólo $1 dólar al día, usted puede ayudar y apoyar un misionero nacional trabajando en las remotas áreas de Asia. Motive a otros a ser patrocinadores. Comparta en oración la visión de los pueblos inalcanzados y los misioneros nacionales con su pastor, grupo o líderes de clases. Con frecuencia el grupo puede hacer del evangelismo mundial una parte importante en el presupuesto y patrocinar un misionero nacional. En otras ocasiones, puede obtener permiso para desafiar a otros a ser patrocinadores de misioneros. Muchas organizaciones misioneras tienen películas, conferencistas y videos disponibles que le ayudarán a compartir la historia de varias misiones a su iglesia o grupo pequeño. Vaya al campo misionero como voluntario a corto plazo. Muchas veces hay formas anónimas en las que usted puede servir a los misioneros nacionales e iglesias en los países del tercer mundo. En algunas áreas, los voluntarios a corto plazo pueden ser efectivos en la distribución de literatura y el evangelismo. Le doy gracias a Dios por ministerios como Operación Movilización y Juventud con una Misión, los cuales están ayudando cientos de jóvenes estadounidenses a pasar dos años sirviendo en el extranjero. Creo que Dios quiere enviar decenas de miles más de estas riveras—aun si es sólo

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por uno o dos años. Estoy convencido de que hay lugar para los que quieren aprender y para los jóvenes con corazón de siervo en los campos misioneros del tercer mundo. Evangelice representantes de pueblos inalcanzados en su comunidad. Muchos estudiantes y visitantes de los países restringidos son visitantes a corto plazo en los Estados Unidos. Estos incluyen árabes, budistas, israelitas, hindúes, marxistas, musulmanes y muchos otros de naciones en donde el Evangelio es restringido. Su amistad, hospitalidad, oración y testimonio a estos puede ayudar a introducirlos a Cristo. Históricamente, tales contactos han ayudado a ganar naciones enteras y estados para el Señor. Ayude a organizar una conferencia misionera en su iglesia, o mejor aún, un festival anual de misiones unidas para toda su comunidad. Ofrézcase de voluntario para servir en el comité de misiones de su iglesia. Hay muchos recursos disponibles de varias misiones y asociaciones que le ayudarán a organizar tales eventos. Finalmente, puede ir como misionero usted mismo. Creo que hay algunas personas leyendo este libro a quienes Dios está llamando a ir a “lo último de la tierra.” Otros pueden pensar que está desperdiciando su vida, pero si usted obedece, Dios le abrirá puertas a lugares donde puede ser efectivo y usado por Él en la línea frontal. ¿Cuánto tiempo hace desde que se arrodilló e hizo la oración que Jesús seguramente hacía todo el día, “Señor, por favor úsame para alcanzar a los perdidos—que no se haga mi voluntad, sino la Tuya”? Hay algo que Él le daría para hacer. Usted puede tomar una parte en este gran drama del final de los tiempos. No deje que nada se interponga en el camino de dar lo mejor por la causa de Cristo. El evangelismo mundial ahora es posible En este momento estamos al borde de la explosión más

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grande de evangelismo en toda la historia. Hoy en día, Dios está haciendo un milagro en las misiones mundiales. Por todo el tercer mundo, Él está levantando decenas de miles de evangelistas nacionales y plantadores de iglesias, que hablan el idioma y entienden la cultura de la gente que han sido llamados a alcanzar. Este nuevo ejército ganador de almas ya está en movimiento, yendo a su propia gente con las buenas nuevas de redención en Cristo. Estos misioneros nacionales son increíblemente efectivos. En Tailandia, por ejemplo, donde 150 años de esfuerzo misionero occidental sólo han producido un pequeño grupo de creyentes, esfuerzos recientes de equipos de misioneros nacionales están resultando en miles llegando a Cristo cada mes. Un solo evangelista nacional ha ganado 10,000 personas para Cristo usando simples presentaciones de cartulina. Otro, comprometido a hacer discípulos de acuerdo a 2 Timoteo 2:2, ha visto 12 generaciones de convertidos desarrollarse del primero que ganó para Cristo. Esas son las clases de milagros que estamos viendo hoy, no sólo en Tailandia sino en la India, Myanmar, los Himalayas y las Filipinas. Completar la tarea de la evangelización mundial en nuestra generación nunca ha sido más posible que en este momento. El líder africano Gottfried Mensah, quien era director ejecutivo del Comité de Evangelización Mundial Lausanne, ha hecho lo que Ralph Winter llama “una sencilla y electrizante propuesta.” Él dice que si hoy dejáramos que cada 1,000 creyentes evangélicos en el mundo seleccionara y apoyara una pareja de misioneros de su entorno, y luego se enviara esa pareja a uno de los 11,000 grupos inalcanzados, cada tribu, lengua y cultura tendría un misionero que les testificara. Alcanzar las 500,000 aldeas de la India podría ser logrado fácilmente si tan sólo uno de cada 92 evangélicos en los

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Estados Unidos patrocinara a un misionero nacional. ¡Eso es menos del uno por ciento de los evangélicos en los Estados Unidos—y sería suficiente para apoyar 500,000 misioneros pioneros a tiempo completo en la India! Las oportunidades son muchas y grandes ¡Se puede hacer, y por la gracia de Dios se tiene que hacer! En este momento, miles de misioneros nacionales están listos para ir a los inalcanzados si tan sólo el apoyo estuviera disponible. Ahora mismo la nación de la India es la puerta abierta más grande del mundo para misiones. La necesidad allá puede ser superada sólo por la oportunidad. Situaciones similares existen en tierras cercanas como Myanmar, Tailandia y las Filipinas. Pero ¿Qué está actualmente sucediendo en el lado estadounidense? ¿Qué están haciendo los cristianos en los Estados Unidos para responder? Leí un pequeño artículo en el Indian Express que dice que los Estados Unidos están ahora enviando más dinero a la India para apoyar el hinduismo que para ninguna otra causa. Las misiones cristianas estuvieron clasificadas más abajo en la lista como número siete de todas las ganancias de los cambios extranjeros entre los Estados Unidos y la India. ¡Cada aldeano en la India, aunque no pueda leer ni escribir, conoce la Coca Cola! Firmas de mercadeo como los cosméticos Avon tienen más de 1.4 millones de vendedores a nivel mundial vendiendo de puerta en puerta jabón y maquillaje. ¡Eso es 21 veces más que el número total de misioneros que América envía al mundo entero! El mormonismo, un culto falso, puede enviar 30,000 jóvenes misioneros cada año—4 veces más que el número total de misioneros evangélicos haciendo evangelismo pionero a nivel mundial.

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¡Qué reprensión son estas figuras a la desobediencia y la rebelión de tantos cristianos e iglesias de hoy! Nuestro Señor nos ha dado el mandato de ir, el poder espiritual para ir y los recursos materiales para ir. ¿Cuánto tiempo más continuaremos siendo el obstáculo que detiene el evangelismo mundial? Debemos descubrir nuevamente el propósito de nuestras vidas. Mientras escribía este capítulo, uno de los más grandes programadores de computadoras de una compañía Fortuna 500 se me acercó a hablar sobre el servicio cristiano. Él había estado trabajando para esa compañía por 17 años y ganaba un salario comparable a $100,000 al año en la economía de hoy. Pero se sentía miserable con su vida y su trabajo. “Todo lo que hago,” dijo, “es diseñar programas, entrenar personas para ejecutarlos y diseñar más programas. Yo quiero usar mis habilidades y entrenamiento para Dios.” Gloria al Señor, él está ahora sirviendo en una organización cristiana. Dios no está llamándonos a todos a dejar nuestro trabajo e ir tiempo completo al servicio cristiano como este hermano y su esposa lo han hecho. Otros necesitan quedarse y desarrollar sus carreras y vocaciones—pero encontrar maneras de enviar más de su salario al campo misionero. Aún otros pueden hacer trabajo voluntario para ayudar a expandir la visión por las misiones en las iglesias del Occidente. Yo creo que Dios tiene algo especial para que cada uno de nosotros haga en esta gran obra del evangelismo mundial. Ya no hay ninguna excusa para nosotros vivir vidas mediocres y acabadas sin un sentido de propósito y misión. Cada cristiano tiene algo que hacer en esta gran tarea de la evangelización mundial.

Capítulo 21

Amar es compartir

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as calles de la India—especialmente en nuestras abarrotadas y sobre pobladas ciudades como Mumbai y Calcuta—son irritantes para los visitantes occidentales. Millones de personas desamparadas nacen, viven y mueren en ellas. Parte letrina, parte establo, parte carretera—ellas también son el dormitorio, la sala y el lugar de comercio para los más pobres de los pobres del mundo. En el ardiente calor del verano, el polvo de siglos se levanta para llenar sus ojos, ahogando su boca y nariz. En las periódicas lluvias, las calles se convierten en vastos mares de fango y desperdicio. En el crudo invierno, el pavimento congelado trae enfermedad y muerte a esos que no tienen en donde descansar sus cuerpos hambrientos. Fue en una de estas horripilantes calles en Mumbai que me vi rodeado de un ejército de niños limosneros. Ya tarde y en camino a una reunión importante, traté de ignorar sus súplicas mientras esperaba que la luz del semáforo cambiara a verde. De repente, entre el mar de rostros hambrientos oí una voz tan distinta a las demás que me quedé paralizado. En

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tonos claros como el cristal, la escuché hablando en simple hindú, “Señor, mi padre murió de tuberculosis hace tres meses. Mi madre está muy enferma para pedir limosnas. Mis pequeños hermanos y hermanas no han comido en dos días. Por favor, señor, ellos están hambrientos y llorando. ¿Puede usted por favor darme unos centavos para comprar pan?” La luz cambió a verde, pero no me pude mover. Estaba conmovido por la imagen de esta pequeña niña de probablemente unos 9 años. Su carita era uno de las más bellas que había visto, perfectamente formada con ojos grandes de color café y un pelo negro y largo. A través de las lágrimas en sus mejillas, el polvo y el sudor, pude notar que en diferentes circunstancias, esta desesperada pequeña errante pudo fácilmente haber sido una princesa. Su cabello sucio obviamente no había sido lavado o peinado por semanas. Estaba descalza y vestida con harapos. Pero estaba seguro de que tenía el potencial de ser una ganadora en el certamen de belleza Miss Mundo. Jesús ama a todos los niños Entonces algo más sucedió. Fue como si otro rostro apareciera ante mis ojos junto al de ella. Era de otra niña, de más o menos 8 años, también de grandes ojos café. Pero ella tenía su pelo largo y limpio y una carita brillante. Sus ropas eran frescas y coloridas—y tenía bonitos calcetines y tenis. Yo la conocía, era la mejor estudiante de su clase. Cada noche oraba y leía la Biblia, sus padres la amaban. Ella tenía una casa cómoda, con aire acondicionado en el verano de Texas y calefacción en el frío invierno. Tenía una cama cómoda con sábanas limpias cada semana. Yo no sabía el nombre de la sucia y pequeña limosnera, pero sí sabía el de la niña a su lado. Era Sara, mi propia hija amada. Entonces oí a mi lado una voz sobrenatural que me preguntó, “¿Cuál es el valor de esta pequeña limosnera?

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¿Tiene ella menos valor que tu hija Sara?” Sabía la respuesta de la Biblia. Instintivamente, contesté, “No, Señor—Jesús ama a todos los niños del mundo.” Pero aun cuando respondí, me dí cuenta de que Dios no me estaba haciendo la pregunta que contesté. Él me preguntaba algo más personal y que estremecería mi vida. Él realmente me preguntaba acerca de mis prioridades. ¿Estaba yo dispuesto a amar esta niña limosnera como Jesús la amaba—en la misma forma en que me amaba a mí mismo, a mi esposa y a mis hijos? ¿La amaría con verdadero amor, el tipo de amor que comparte? Como puede ver, Dios nos pide que nos enfoquemos en el principio del amor. Esta es la única fuerza con suficiente poder para impulsarnos sobre los puentes al desprendimiento y la simplicidad. Sólo el amor nos puede traer a la realidad en el manejo de las cosas materiales, y sólo el amor puede prevenirnos de estrellarnos en las rocas del legalismo en esta área crítica de disciplina espiritual. La ley del amor Cuando Jesús fue desafiado a nombrar el mandamiento más grande y por consiguiente resumir la enseñanza moral del Antiguo Testamento, Él rápidamente respondió a sus acusadores, “…Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Mateo 22:37-39, énfasis mío) Este es el eje desde donde todo trabajo cristiano gira. Esto es lo que verdaderamente nos motiva a ser agentes de redención en nuestra Jerusalén, Judea, Samaria y lo último de la tierra. Leí la triste historia de un padre en Waco, Texas. Su hijo había sido diagnosticado con cáncer y necesitaba un tratamiento para salvar su vida. El frenético padre vendió la

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casa de la familia, su automóvil y su camioneta para sufragar los gastos médicos. Cuando se le acabó el dinero, hizo una venta de garaje donde vendió todo lo demás—incluyendo sus ropas. Cuando no quedaba nada más para vender, tomó prestado todo lo que pudo, pero al final el muchacho murió. ¿Cuánto valía la vida del muchacho para su padre? Obviamente no tenía precio, lo valía todo. Así es como amamos cuando el desastre viene a nuestras propias vidas, o a la de nuestros seres queridos en nuestra propia familia. ¿Cuánto vale un alma? ¿Cuánto vale su propia vida y comodidad para usted? ¡Se dará cuenta cuando apenas tenga un dolor de cabeza o en un diente! Usted va al gabinete de la medicina. Va a la farmacia. Va al doctor. Ora por sanidad. ¿Cuánto vale su propia alma eterna para usted? Probablemente mucho o no estaría leyendo este libro. Esa es la razón por la que la mayoría de nosotros viene a Cristo y va a la iglesia. Nos dimos cuenta de que nuestro pecado nos estaba llevando al infierno, y por eso nos arrepentimos y clamamos a Dios para que nos salve. Nos preocupamos por nosotros mismos. Queremos pasar la eternidad en el cielo con nuestro Amo y Señor. Queremos lo mismo para nuestros hijos, nuestros padres o nuestra pareja. Como puede ver, amamos nuestras propias almas, y amamos las almas de nuestros seres queridos. No queremos que se quemen eternamente en las llamas del infierno, separados de Dios y cayendo en el abismo sin fondo por siempre y para siempre. Por eso gemimos por ellos y les compartimos a Cristo en cada oportunidad que tenemos. Esto es lo que Dios nos está diciendo. Si sólo el pensar en uno de nuestros seres queridos viviendo en las calles de Mumbai nos quebranta—y si el pensar en un ser querido en

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el infierno es inimaginable—entonces ¿Cómo podemos decir que amamos a nuestro prójimo mientras lo dejamos ir en un tren expreso al infierno? Hacedores—no tan sólo habladores ¿Qué de los millones que desesperadamente están esperando y quieren oír el Evangelio en Myanmar, la India, Tailandia y las Filipinas? ¿Qué de los otros millones a quienes se les niega el Evangelio en las Maldivas, Nepal, el Tíbet, Turquía y el Norte de Vietnam? ¿De quién es la responsabilidad de que los misioneros nacionales sean enviados a estas naciones ahora ocupadas y gobernadas por las fuerzas de las tinieblas? Si los cristianos ricos y pudientes del Occidente no comparten con los perdidos, ¿Quién más en esta tierra puede costear el envío de obreros? Tenemos ahora miles de misioneros esperando ir a tribus perdidas y aldeas escondidas—pero el 96 por ciento de todos los recursos cristianos en América está siendo usado para alcanzar sólo el seis por ciento de la población mundial. Mientras millones de cristianos en otras naciones aún no tienen una Biblia personal, muchos en este país tienen varias copias—a menudo cubiertas en lujoso cuero, que cuestan 30 o 40 veces más que una simple Biblia en Asia. ¿Dónde encaja el verdadero amor en todo esto—la clase de amor que comparte? Cuando le hicieron a Jesús esencialmente la misma pregunta, Él contó la historia del buen samaritano que se detuvo y ayudó a un extraño en necesidad. Me gusta el énfasis de la enseñanza de Santiago en este tema en el capítulo 2, versos 15 y 16: “Y si un hermano o una hermana están desnudos y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos», pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?”

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Santiago dice que Dios quiere hacedores, no sólo habladores. En 1 Juan 3:16-18, la Biblia dice, “En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.” (énfasis mío) Ser compasivo es compartir. Amar es compartir. Misiones es compartir. Todo el propósito de la iglesia en este mundo se puede resumir en esa simple palabra: compartir. De esto realmente se trata el amor ágape del Nuevo Testamento. De esto se trata la Gran Comisión misma. Pero millones de cristianos aún están en kindergarten espiritual porque sólo se les ha enseñado a adquirir y a recibir en lugar de practicar el verdadero amor al compartir.

Capítulo 22

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n mi primer libro, Revolución en el Mundo de las Misiones, relaté mis experiencias americanas desde 1974 hasta 1980. En 1976, durante los tiempos más oscuros de mi alma, tuve que aprender la realidad del desprendimiento y la simplicidad. Satanás me tenía tan presionado con cargas del ministerio y problemas de apoyo hasta el punto de que casi abandono el ministerio. Una vez, la presión era tan grande que consideré mejorar nuestras vidas trabajando en bienes raíces, así tendríamos suficiente dinero para pagar las cuentas y los gastos del ministerio y a la misma vez mantener nuestro estilo de vida. Mi esposa vio lo que estaba sucediendo, y me rogó que continuara confiando en el Señor y viviera sin nada, en lugar de alterar el llamado de Dios a mi vida. Estoy tan feliz de haber orado durante ese tiempo difícil, y Dios nos dio la facilidad y libertad de aprender a buscar Su reino primero y a confiar en Él para suplir nuestras necesidades. Aprendimos a alterar nuestro estilo de vida, en lugar de comprometer Su llamado.

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No estoy compartiendo esta historia sobre nuestra familia para imponerle reglas. Dios asigna a cada uno de nosotros un lugar diferente en el campo de la cosecha, y por tanto tenemos que responder al Espíritu Santo en nuestras propias maneras la forma como manejamos las finanzas y las cosas materiales. Esto es simplemente cómo sucedió en nuestra casa. Usted y su familia tendrán que encontrar su propio camino al desprendimiento y la simplicidad. Puede que sea muy diferente al nuestro, y está bien. Sólo espero que nuestra historia le ilustre principios básicos y le provea alguna dirección en su viaje a esta área de realidad espiritual. Engañados por demonios Nuestra sociedad parece estar buscando un estilo de vida cada vez más materialista, y nosotros como creyentes no somos inmunes a eso. Actuamos bajo normas que recibimos de anunciantes cristianos al igual que mundanos. Aspiramos vivir la “buena vida,” tal como es anunciada en la televisión, los carteles y los periódicos. Estamos siendo engañados por los demonios que controlan los medios de comunicación estadounidenses, ¡y lo tenemos todo—o vamos en camino a tenerlo todo! Tenemos armarios llenos de trajes, corbatas, camisas, vestidos, blusas y zapatos para cada ocasión. Tenemos varios autos, una cuenta de ahorros y pólizas de seguros. Tenemos una casa y una hipoteca que va con ella y, por supuesto, deudas de tarjetas de crédito. El televisor está siempre encendido, y nos suscribimos a revistas populares y periódicos. No podemos vivir sin helado en nuestro refrigerador, y bebemos refrescos entre comidas. Comemos pasteles, galletas y comida chatarra. Nos bañamos con jabones perfumados y tenemos un gabinete médico lleno de cosméticos, medicinas y aerosoles.

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Me sentía miserable por dentro Mi familia y yo no fuimos inafectados por el estilo de vida materialista a nuestro alrededor, y nosotros, también, fuimos atrapados en este mismo espíritu. En la superficie, todo estaba bien. Estaba predicando, estudiando la Palabra por horas diariamente y pastoreando un rebaño de 200 almas. Nuestra iglesia estaba creciendo. Se le daba a la congregación el alimento de la palabra de Dios. La gente se estaba salvando, pero me sentía miserable por dentro. Mi alma se estaba secando. Era atormentado por el conocimiento que llevaba en mi corazón y en mi cabeza. Otros no habían visto lo que yo había visto en Asia, y no podía olvidar las personas que había dejado atrás. Me perseguían los recuerdos de millones de almas perdidas en el Norte de la India, y el sufrido y olvidado pequeño grupo de misioneros nacionales que sabía que aún estaban tratando de alcanzarlos para Dios. Por dos años, mi corazón se endureció. No había derramado una lágrima por ellos. De hecho, yo no podía derramar una lágrima por nadie o por nada. Entonces, cuando oré y evalué mi vida a la luz de la eternidad, todo cambió. Me desprendí de una cosa materialista tras otra—para rendir mis ambiciones y planes para un futuro ministerio en la seguridad y garantía de América. Durante dos semanas de oración, hice una deliberada decisión de ponerlo todo en el altar y dejar que Dios una vez más tuviera el control total de mi vida. De repente, un dique de lágrimas se rompió en mi interior, y pude una vez más llorar y sentir el amor de Cristo por las almas perdidas. Mi estilo de vida estaba listo para cambiar. Todo y cada acción fue examinado con la enseñanza literal de la Escritura. Decidí que no iba a acumular tesoros para mí en esta tierra. Hice una elección definitiva de poner el reino de Dios en

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primer lugar y confiar en Él para “añadirme todas estas cosas.” Nuestro estilo de vida se volvió más simple. Mi auto nuevo fue lo primero que se fue. Las pólizas de seguros, cuentas de ahorro, tarjetas de crédito, la mayoría de mis ropas—todo lo que pude lo vendí para poder enviar el dinero a mis necesitados hermanos nacionales. Pero nunca extrañamos nada. Era un gran gozo moverse otra vez en la dirección del Espíritu Santo. De pronto éramos libres. Teníamos alas como águilas para volar por encima de nuestra esclavitud a esos juguetes materiales. De un golpe, nosotros como familia estábamos de nuevo teniendo un impacto significante en un mundo perdido y moribundo. Sabíamos que estábamos ejerciendo la mente de Cristo sobre estas cosas, y comenzamos a confiar en nuestro Padre para suplir nuestras necesidades. Un estilo de vida cambiado De hecho, encontrar nuevas maneras de ahorrar dinero para las misiones se convirtió en un juego en nuestra casa. Comencé bañándome con jabón genérico en lugar de las marcas caras. Las suscripciones a revistas y las horas malgastadas frente al televisor desaparecieron de nuestras vidas así como el tiempo que antes usaba tratando de combinar los colores de las ropas en mi armario. No tenía pesares. No buscábamos más mejorar nuestro estilo de vida, preocupándonos sobre la bolsa de inversiones, ahorrando para uno de estos días—y todas esas otras tonterías que dañan y destruyen las vidas de tantos cristianos en este país. Permítame desafiarle, querido lector, a ir en oración a través de su casa y su vida con Jesús a su lado. Traiga consigo papel y haga una lista. Pídale a Jesús que le hable sobre su garaje, sótano y sus ropas de más. Le desafío a jurar su lealtad

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a Él de tal manera que le rendirá lo que le pida. Permítame retarle a revertir su estilo de oración cuando se trata de la manera en que gasta su ingreso. ¿Cuántos cristianos oran antes de ir al supermercado? ¿Cuántos oran antes de ir a la tienda o al centro comercial? ¿Antes de comprar un libro o una revista o ir al cine? ¿Antes de ir a un restaurante donde el total de la cuenta podría patrocinar un misionero nacional por un mes? ¿Y qué de usted? Sin embargo, en el momento en que son desafiados a apoyar la verdadera obra de Dios, las cosas se tornan muy espirituales. ¡Ahora tienen que orar para patrocinar un misionero nacional, orar para responder a las cartas de solicitud misionera, orar para contribuir con una ofrenda! No estoy diciendo que debemos ser mayordomos descuidados para apoyar las misiones, pero sí digo que la mayoría de nosotros aplica una regla para nuestra conveniencia que no está basada en el amor ágape y que comparte. Si el gasto de nuestro ingreso es para nuestras cosas y nuestro placer, entonces la señal es “¡compra—compra—compra!” Pero muchas veces, cuando almas perdidas están en juego, dejamos que la ambición y el atesoramiento estén a cargo. Entonces tenemos que pensarlo y considerarlo. Y no hacemos esto sólo en nuestras vidas personales. La misma forma de pensar prevalece cuando tomamos decisiones corporativas en la iglesia. Recientemente escuché de una iglesia que compró un candelero por $100,000. Otra iglesia hace un pago semanal de $52,000 por la hipoteca. Cuando se trata de aprobar un viaje a esquiar para el grupo de jóvenes o una nueva alfombra para el santuario, el asunto pasa por el comité de presupuesto sin comentario. Pero si es para enviar Biblias a Myanmar o apoyar un misionero nacional, entonces hay necesidad de debate. Esto es lo opuesto a cómo deberíamos estar pensando.

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El Camino a la Realidad Cómo Jesús manejó el dinero

Jesús tenía mucho que enseñar sobre el dinero—cómo usarlo y compartirlo. Él también nos dejó un buen ejemplo de cómo manejar fondos. Se encuentra en la historia de Juan sobre la última Cena. Ahí el apóstol separa un pequeño detalle que nos da un vasto conocimiento de las prioridades que Jesús usó para distribuir fondos durante Su ministerio terrenal. Judas, el tesorero, había terminado su diálogo con Jesús y estaba a punto de dejar la mesa para traicionarlo. El Señor hace un simple comentario que es malinterpretado por los otros discípulos. Él dice a Judas, “Lo que vas a hacer, hazlo ya.” Ahora ¿Cómo los otros interpretaron el comentario? Habían estado con Jesús por tres años y medio. Ellos conocían la responsabilidad del trabajo de Judas—y habían observado cuidadosamente cómo Jesús gastaba el dinero. Pensaron que Judas iba a salir a hacer lo que siempre hacía. Ellos dedujeron que el Señor estaba enviándolo a comprar cosas necesarias o dar ayuda a los pobres. Esa era la forma en que Jesús usaba el dinero, para comprar necesidades inmediatas y ayudar a los pobres. Qué sorprendente conocimiento en la mente de Cristo y uno que encaja bien en todas las otras enseñanzas de nuestro Señor sobre el uso correcto de las cosas terrenales. Todo sobre Jesús y los apóstoles refuerza esta fuerte impresión. Ellos eran hombres prudentes que habían aprendido a dominar el dinero y a usarlo como siervos del reino en lugar de enfocarse en él. Nuestro problema hoy es que creemos que todo el dinero que viene a nosotros nos pertenece para gastarlo como nos plazca. Tenemos la loca idea de que si Dios nos da un ingreso anual de $100,000, es para que vivamos un estilo de vida de $100,000 para nosotros mismos.

Viviendo como Cristo viviría

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Los apóstoles sabían lo correcto. Ellos vivieron un estilo de vida que iba con su responsabilidad a un mundo perdido y moribundo. Se podía ver en el tipo de iglesias que plantaban. Los cristianos del Nuevo Testamento eran ejemplos vivientes del control de Cristo sobre los bienes terrenales. El ejemplo más famoso es la iglesia de Jerusalén, donde “Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas: vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Perseveraban unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.” (Hechos 2:44–47) El principio aplicado Aquí vemos el principio de compartir del Nuevo Testamento aplicado a las vidas diarias de los primeros cristianos. De nuevo en 2 Corintios 8 y 9, encontramos un largo pasaje sobre principios de mayordomía que repite el concepto de compartir: “Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre siendo rico, para que vosotros con su pobreza fuerais enriquecidos. … No digo esto para que haya para otros holgura y para vosotros escasez, sino para que en este momento, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad, como está escrito: El que recogió mucho no tuvo más y el que poco, no tuvo menos.” (2 Corintios 8:9,13–15) De acuerdo a escandalosas estadísticas del Centro para la Misión Mundial de los Estados Unidos, sólo un medio por ciento de los presupuestos de nuestras iglesias en este país es usado para predicar a Cristo a los 3.8 mil millones de

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El Camino a la Realidad

personas inalcanzadas en el mundo. Más del 95 por ciento de los presupuestos de nuestras Iglesias es usado localmente. Del 5 por ciento que se envía al extranjero para misiones, 4.5 por ciento es para trabajo social y subsidios para establecer iglesias en el campo misionero. ¿Puede imaginarse lo que pasaría si hoy los cristianos en el Occidente comprendieran el principio de compartir y lo aplicaran a las necesidades del Evangelio alrededor del mundo? En unos cortos años, los misioneros nacionales habrían predicado el Evangelio en cada aldea perdida del tercer mundo. ¿Podría ser que la adoración al dinero y al materialismo está en este momento manteniendo al mundo en tinieblas en cuanto a las buenas nuevas de salvación? Este es mi desafío para usted: Viva con menos si eso es lo que tiene que hacer—pero determine aquí mismo y ahora que vivirá como lo haría Cristo en sus asuntos financieros. Estoy convencido de que, si adaptásemos el tipo de estilo de vida radical y compartidor del Nuevo Testamento, revolucionaríamos nuestro mundo para Cristo. Si viviéramos de acuerdo a las leyes de la economía del reino, fácilmente podríamos enviar nuevos misioneros por cientos de miles. Durante nuestro tiempo de vida, podríamos proveer la Palabra de Dios a cada ser humano en este planeta. Y, por supuesto, este poderoso ejército de testigos se dejaría sentir aquí en casa como en el exterior. Al desprendernos de nuestra adoración a las cosas terrenales, aprenderíamos a vivir vidas más relajadas y felices. Esta libertad de la codicia y la ambición nos permitiría escapar del frenético síndrome “gane, gaste y consuma” que opera en nuestra cultura. Este es el carrusel que Satanás usa ahora para mantener nuestras familias, iglesias y sociedad en esclavitud financiera. Pero esta cadena puede ser rota.

Capítulo 23

Dios y las riquezas

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odo nuestro acercamiento a las cosas materiales debe girar en torno a las extensas enseñanzas de Cristo sobre el dinero y las riquezas. Tres principios para manejar nuestros asuntos financieros están bien claros: Primero, no podemos servir a Dios y al dinero al mismo tiempo. En Mateo 6:24, Jesús dice, “Ninguno puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” Dios y las riquezas son amos mutualmente exclusivos. Tenemos que elegir uno o el otro. El dinero será o nuestro amo o nuestro esclavo. En Lucas 16, se nos dice que Dios no puede confiarnos las riquezas verdaderas a menos que hayamos conquistado y subyugado nuestra atracción natural a las riquezas de este mundo—y las hayamos controlado para el reino. Aquí se nos dice que solamente somos mayordomos. Eso significa que debemos administrar las posesiones de nuestro amo—ni siquiera considerar las cosas que tenemos como nuestras. En ningún lado enseña la Biblia que no podemos ganar

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o tener dinero, pero sí enseña que no podemos amarlo. No podemos tener amistad con el dinero ni por un instante. No podemos secretamente desear la normal extravagancia de nuestros vecinos del mundo, o nos veremos consciente o inconscientemente haciendo cosas para obtenerla. Amamos a Dios o amamos el dinero, no hay término neutral aceptable. Watchman Nee, en su libro El Hombre Espiritual, enfatiza esta verdad: “Necesitamos seguir la amonestación de nuestro Señor de acordarnos de la mujer de Lot, porque ella fue una que no olvidó sus posesiones ni aún en tiempo de grande peligro. Ella no fue culpable de dar un paso atrás hacia Sodoma, todo lo que hizo fue mirar atrás. Pero ¡Cuán revelador fue ese vistazo hacia atrás! ¿No dice esto mucho sobre la condición de su corazón? Es posible para un creyente exteriormente desechar el mundo y dejar todo atrás y sin embargo en su interior aferrarse a esos mismos elementos que había desechado por la causa del Señor. No se requiere que una persona consagrada retorne al mundo o vuelva a poseer lo que había dejado en el mundo, para indicar que el deseo del alma está aún activo. Si echa un vistazo anhelante es suficiente para dejarnos saber que no reconoce verdaderamente en qué nivel está el mundo con relación a la cruz. Ganar vida espiritual es condicional a sufrir pérdida. No podemos medir nuestras vidas en términos de ganar; deben ser medidas en términos de perder. Nuestra real capacidad está no en cuánto retenemos sino en cuánto sale de nosotros. Los que pueden perder más son los que tienen más para dar. El poder del amor es mostrado por el sacrificio del amor. Si nuestros corazones no están separados del amor al mundo, el deseo de nuestra alma aún tiene que ir a la cruz.” Cada uno de nosotros debe resolver este asunto de una vez por todas, o lo veremos regresar una y otra vez. A través de nuestras vidas, Satanás lo usará como una palanca

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para debilitar y destruir nuestro caminar con Dios. No debemos estar satisfechos hasta que sintamos interiormente un aborrecimiento a la verdadera e idólatra naturaleza del dinero. El Espíritu Santo anhela traernos a todos a un lugar donde no sintamos ya más atracción por él. Segundo, debemos acumular tesoros en el cielo—no en la tierra. Mateo 6:19–21 dice, “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompe, y donde ladronas minan y hurtan; Mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompe, y donde ladrones no minan ni hurtan: Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.” Este pasaje no es difícil de entender si simplemente lo entiende literalmente. No estamos aquí para acumular riquezas en esta tierra ni almacenar cosas, sino para invertir todo después de las necesidades básicas en expandir el reino de Dios. El significado más profundo está en la definición de tesoro. ¿Cuándo se convierte el dinero en un tesoro en nuestras vidas? ¿Cuando son $1,000 o $50,000 o un millón de dólares? Jesús muy sabiamente no quiso definir una cantidad o porcentaje. Él hizo esto por una buena razón. He visto aun $1 dólar convertirse en un tesoro para el pobre hermano o hermana que desea poseerlo y mantenerlo. Si algo en este mundo tiene control sobre nosotros—sea una cuenta en el banco, valores, plan de retiro, auto, casa o ropas—eso es un tesoro. No debemos intentar poseerlo, acumularlo o mantenerlo, después de todo, nada de este mundo es nuestro. Todo lo que viene a nuestras manos pertenece a nuestro Amo y Señor, Jesús. Por tanto debemos siempre mantenerlo desinteresadamente, dispuestos a que Él nos lo pida en cualquier momento, invirtiéndolo felizmente en la salvación de las almas y el progreso del Evangelio.

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Tercero, no debemos estar ansiosos o preocupados sobre el futuro. Mateo 6:31–34 dice, “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen, y donde ladrones entran y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde ladrones no entran ni hurtan, porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” Cuán ridículo es para nosotros planear y buscar riquezas, ahorrando para “ese día” cuando Cristo nos ha prometido que Dios suplirá todas nuestras necesidades a Su tiempo. ¿Cuántos millones de vidas cristianas son desperdiciadas y permanecen inútiles para el Maestro porque estamos agobiados con preocupaciones sobre el futuro? El desprendimiento en el Antiguo Testamento Dios siempre ha honrado al creyente que ha aprendido a permanecer desprendido de las cosas de este mundo. El Antiguo Testamento está lleno de muchos ejemplos, algunos positivos y algunos negativos, que nos enseñan la importancia de crucificar nuestro amor a las cosas materiales en la cruz. Job lo perdió todo y aún podía adorar a Dios. “…Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.” (Job 1:21) Job fue probado, como creo que todos lo somos en esta área—pero pudo efectivamente decir, “¡Alabado sea el Señor, no estaré preocupado!” Abraham respondió amablemente y no quiso pelear por beneficio material. En Génesis 13, vemos un problema familiar ocasionado por tierra para apacentar entre Abraham y su sobrino Lot. El dinero divide familias y amistades. Pero Abraham retrocedió y dejó que Lot se quedara con las llanuras de riego de Sodoma porque él no permitiría que las riquezas fueran un problema. Esta es la actitud de un hombre de Dios, y el Señor

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le bendijo por ello. Él le prometió toda la tierra que podía ver desde el monte Hebrón. Lot, al contrario, perdió todo al final, incluyendo su familia y sus hijas rebeldes. Qué lección para esas familias de hoy que tienen que tener dos ingresos para competir con los vecinos y están dispuestos a sacrificar el futuro de sus hijos por ganancia material. Balaam vendió su ministerio y eventualmente perdió su vida. En Números 22, vemos el trágico descenso y caída de un buen profeta que no quiso tratar con su apego a las cosas de este mundo. Sólo fue capaz de resistir hasta cierto punto. Cuando Balac le ofreció un pequeño soborno, él dijo que no. Pero finalmente, cuando el precio fue demasiado alto para resistir, cedió y lo perdió todo. ¡Cuántos caen en esa trampa aún hoy! Si hay dinero envuelto, sin orar automáticamente lo consideramos una bendición, pero puede sólo ser, como pasa a menudo, una prueba del Señor o una trampa del infierno. Acán destruyó las vidas de su familia y trajo derrota a su nación porque deseó cosas materiales. En Josué 7, vemos cómo Acán primero echó un vistazo a los tesoros prohibidos, luego los deseó, los tomó y finalmente los escondió—todo en contra de los mandatos de Dios. Estos son los cuatro pasos inevitables para pecar en esta área de cosas materiales. Al final encontramos al pobre Acán vergonzosamente escondiendo este botín. Cuando tiene que esconderse y disculparse en sus asuntos financieros o riqueza, usted sabe que algo anda desesperadamente mal. Giezi persiguió un regalo que trajo la maldición de la lepra sobre él. Esta es la triste historia de un siervo que salió detrás de Naamán por un regalo monetario que el profeta Eliseo ya había rechazado. Dios estaba haciendo una obra espiritual en el corazón de Naamán, pero Giezi cometió el tonto error de tratar de sacar provecho de ella. Aquí tenemos a un hombre

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que llamaríamos hoy un obrero cristiano a tiempo completo, privilegiado por servir en el ministerio de un gran profeta. Quizás si él tan sólo hubiera sido fiel, hubiera recibido en cambio una doble porción del espíritu de Eliseo como éste la recibió de Elías. En lugar de eso, él y sus descendientes fueron a sus tumbas como leprosos para siempre. El desprendimiento en el Nuevo Testamento El joven rico dejó a Jesús desilusionado, no estuvo dispuesto a cambiar su riqueza por su propia alma. Este era un joven que por fuera se veía perfecto, guardaba la ley y parecía que sinceramente quería la vida eterna. Pero entonces Jesús le hizo una prueba. Le dijo que fuera y vendiera todo lo que tenía, lo diera a los pobres y siguiera a Jesús. El pedido resultó muy grande, él se fue triste porque amó sus riquezas y confió en ellas más que en Dios. Esto provocó a Jesús a hacer un comentario que sorprendió a sus discípulos: “... difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.” Ellos habían crecido creyendo que las riquezas eran señal de la bendición y el favor de Dios, pero Jesús las identificó como un gran estorbo para la salvación. Judas vendió a Jesús por 30 piezas de plata y terminó en el suicidio. Este era un hombre religioso y bien educado, que caminó y vivió con Jesús durante Su ministerio terrenal. Era tan patriótico y bien respetado que ninguno de los otros discípulos jamás sospechó que era un traidor. Pero la Biblia nos dice que era un ladrón tan esclavizado al dinero que podía traicionar al Hijo de Dios por unas pocas monedas. Judas indudablemente conocía de memoria las enseñanzas de Cristo sobre las riquezas, sin embargo cuando vino la prueba, prevaleció la ambición. Ananías y Safira mintieron, reteniendo parte de su ofrenda—y ambos perdieron sus vidas por ello.

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Ellos pensaban que estaban engañando a los hombres por la forma en que trajeron su ofrenda, pero Pedro dice claramente que estaban tratando de mentir contra Dios y el Espíritu Santo. No podemos retener nuestros diezmos o fallar en mantener nuestras promesas en asuntos de finanzas. De estos ejemplos y las enseñanzas del Nuevo Testamento, podemos ver claramente que aun gente religiosa y aparentemente piadosa, puede fácilmente ser destruida por un amor desenfrenado a las cosas terrenales.

Capítulo 24

La sencillez del Nuevo Testamento

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prender a usar correctamente las cosas terrenales es uno de los más grandes desafíos que enfrentan los cristianos

hoy. Extremistas y falsos maestros abundan, enseñando el ascetismo por un lado y el evangelio de la prosperidad por el otro. Para los que buscamos la realidad, debemos evitar ambos extremos y aprender la enseñanza balanceada de la Biblia sobre cómo debemos manejar el dinero. Digamos que usted conoce con seguridad el futuro de las relaciones internacionales, y sabe que habrá una guerra nuclear muy pronto. Digamos que también conoce los blancos exactos, y ellos incluyen su pueblo natal, su lugar de trabajo, su casa—en otras palabras, todo lo que tiene en este mundo. ¿Cómo viviría usted con semejante conocimiento? Sus cosas materiales no significarían mucho para usted, ¿O sí? O su carrera, su casa, su auto, sus colecciones de arte o cualquier otra cosa que ahora atesora. Estoy seguro de que querría hacer todo lo que pudiera para salvar su familia, amigos y seres queridos.

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Tal conocimiento crearía un cambio radical en las prioridades de cualquier persona. Sin embargo, como cristianos creyentes en la Biblia, tenemos tal urgente conocimiento. Sabemos con absoluta certeza que todo en este mundo será pronto completamente quemado, y que todos nuestros conocidos y amados morirán dentro de unos pocos años. Y sabemos que mil millones de otros alrededor del mundo también van camino a una eternidad sin Cristo. Con este conocimiento y lo que la Biblia enseña sobre el compartir, el amor y el desprendimiento, ¿Cómo deberíamos estar viviendo? La conclusión es ineludible: En vista de la presente condición del mundo y los mandamientos de Cristo, debemos renunciar a todo por encima de las necesidades básicas para completar el evangelismo mundial. Cada uno de nosotros tiene asignado un lugar diferente en el campo de la siega. El significado de la simplicidad, por lo tanto, variará de tiempo en tiempo y de lugar en lugar, pero ningún cristiano está exento. Necesitamos aprender a vivir el estilo de vida acerca del cual leemos en la Biblia. En Lucas 14:25-35, Jesús está hablando de nada menos que una vida radical de sacrificio— una donde analizamos el costo y decidimos pagar el precio dándole la espalda a los lujosos estilos de vida que nuestra cultura nos ha acondicionado a desear. “Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.” (Lucas 14:33) Si usted vive para Cristo, usted no mira su sala y sueña sobre el tipo de muebles que puede comprar. En vez de eso, encuentra formas de vivir sin ellos o espera en Dios para que supla. Pablo le escribió al joven Timoteo, “Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.” (2 Timoteo 2:4)

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Nosotros ya estamos en guerra. El día en que confesamos a Cristo como nuestro Salvador nos enlistamos para la batalla, y por eso hago un llamado a cada cristiano a comenzar a vivir a la luz de la realidad espiritual. Hago un llamado a creyentes en todas partes que se unan a mí en una vida de simplicidad radical y separada que parecerá locura a muchos de sus familiares y amigos. Puede vivir una vida de ambición y egoísmo, o puede elegir el camino de la cruz, viviendo para otros como lo hizo Jesús, quien todavía hoy nos llama a que lo imitemos. Mientras escribía este capítulo, me senté con algunos amigos por una hora para analizar. Nuestra meta era pensar en el mayor número de formas posibles para simplificar nuestras vidas y ahorrar dinero para el evangelismo mundial. Se nos ocurrió una lista de 53 cosas—ninguna de las cuales era un sacrificio mayor. He aquí algunas de ellas. Compradores Evite etiquetas de diseñadores y las marcas famosas. Compre productos genéricos y de marcas domésticas. Use cupones de descuentos sólo para las cosas que compra normalmente y guárdelos para las ventas en ofertas y especiales. Compre artículos en oferta sólo cuando ya los tiene en su lista de compras. Planee sus compras usando listas y presupuestos. Compre el papel de baño más económico y productos desechables. Pague en efectivo y no use tarjetas de crédito ni planes de pago con intereses. Espere por lo menos 24 horas antes de comprar un artículo de alto precio. No salga a comprar sólo por comprar. Compre en tiendas de ahorro o en almacenes de descuentos. Compre al por mayor en vez de pequeñas

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cantidades. Compre de amistades o en ventas de garaje. Compre autos y electrodomésticos usados en lugar de nuevos. No compre artículos que no necesite. No compre vehículos deportivos como botes o vehículos recreacionales. Deje su chequera en casa cuando vaya de compras y llévese sólo el dinero que necesitará. Cuando compre aparatos tales como teléfonos, compre los de menor precio sin esos lujos extras que raramente usa. Preste atención a los ciclos de los productos y espere a comprar al final de la temporada y en ventas de liquidación. Finalmente, elimine de su lista de compras los productos adictivos y peligrosos. Padres Organice el cuidado de niños en cooperación con amigos y vecinos; organice transporte colectivo en auto para llevar los niños a eventos. Sea moderado al regalar juguetes a los niños; envuélvase más en actividades gratuitas fuera de la casa. Use bibliotecas en vez de comprar libros y grabaciones; explore museos y otras actividades gratuitas; traiga su almuerzo en salidas en lugar de comprar la cara comida chatarra de las cafeterías y los vendedores. Use las secciones cómicas dominicales para envolver regalos en las fiestas de los niños. Haga de las actividades de la iglesia el centro de la vida social de sus hijos en lugar de los costosos entretenimientos mundanos. Dé a sus hijos tiempo y atención en vez de chucherías. Amas de casa Haga un presupuesto para gastos y sígalo. Use agua en vez de los aerosoles de almidón para planchar la ropa; aprenda a comer más arroz; reduzca las costosas

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carnes rojas. Escriba cartas y notas en lugar de usar el teléfono. Reduzca el uso de electricidad y otras utilidades, especialmente la calefacción y el aire acondicionado. Use recipientes plásticos reusables para alimentos en lugar de depender del papel plástico y de aluminio para guardar las sobras de comida. En vez de dejar las pequeñas barras de jabón derretirse o de tirarlas, mójelas y añádalas a las nuevas barras de jabón. Ayune regularmente. Haga una lista de cosas esenciales que necesita para vivir y luego comience a eliminar y a vender todo lo demás. Llene las lavadoras de ropa y de platos a capacidad. Congele y guarde las sobras de comida para usarlas después. Repare las cosas en vez de tirarlas; haga mantenimiento preventivo en su auto y su casa antes que la condición empeore, para que el arreglo sea más barato. Finalmente, inspeccione su casa una vez al año y haga una venta de garaje de todo lo que no usa o necesita. Empleados Lleve su almuerzo al trabajo en lugar de comer fuera, así ahorra tanto tiempo como dinero. Compre ropas que requieran un mínimo mantenimiento y que combinen con las que ya tiene. Vista ropa clásica en vez de la última moda. Únase a alguien y comparta recursos profesionales con otros en su carrera. Evite las máquinas vendedoras. Damas Reduzca el uso de cosméticos y productos de belleza. Evite comprar modas durante las temporadas de modas; tenga

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cuidado con los populares productos de dieta y artículos caseros que usa una vez y luego los tira o simplemente los guarda sin usar en los armarios y gabinetes. Caballeros No compre peluquines; espere las ofertas para comprar trajes y zapatos. No compre artículos deportivos que rara vez usa, como equipos de ejercicio y armas de fuego. Evite la compra de cámaras profesionales y equipos de video. Cuidadosamente evalúe la necesidad real de las costosas herramientas eléctricas y los sofisticados sistemas de sonido. Para todos Indague a su alrededor los precios de corte de pelo y elija los estilos clásicos en lugar de los de la última moda. Reduzca las suscripciones a revistas y catálogos. Compre artículos usados de calidad en lugar de productos nuevos y baratos. Envíe notas en vez de tarjetas de ocasión. Evalúe y reduzca los regalos, particularmente en la Navidad. Evalúe y reduzca el costo y la duración de las vacaciones. Reduzca los costosos entretenimientos y estilos de vida recreativos. Evite los restaurantes lujosos. Reconsidere el costo de mantener y alimentar mascotas. Reconsidere las colecciones costosas y los hábitos caros. Clérigos Reconsidere y simplifique el uso de ciertas vestiduras sacerdotales y muebles eclesiásticos. Reduzca el tamaño de su biblioteca y no compre libros que sólo usará una vez. Reevalúe anualmente todo el presupuesto de la iglesia para evitar el uso egoísta de los fondos y usarlos en las misiones. Separe por lo menos el cinco por ciento de su presupuesto bruto para las misiones nativas de la línea frontal y corte en

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otra área en sus programas, si es necesario, para asegurarse de que este mínimo vaya al extranjero. Reevalúe la eficiencia de sus programas misioneros actuales, especialmente esos que apoyan misioneros estadounidenses o servicios sociales. Entienda que la mayoría de los esfuerzos misioneros que dependen de personal estadounidense—o proveen servicios sociales—ya no son efectivos. Use las cosas materiales para el reino Nuevamente, permítame reiterar que estas son sólo unas ideas que podrían o no aplicar a su situación particular. Todos los cristianos están llamados a encontrar formas de simplificar sus propios estilos de vida según el Espíritu Santo les dirija. La meta más importante es usar las cosas materiales para el reino de Dios en lugar de hacerlo para nosotros mismos. Esta es una de las pruebas más reales para saber dónde está su amor. Cristo demanda nada menos que el total señorío de todo nuestro ser, incluyendo las bendiciones materiales que hemos acumulado en esta vida. No es cuánto damos lo que cuenta—sino con cuánto nos quedamos. Esa es la única manera de medir correctamente la simplicidad de la vida de alguien. Continúa siendo uno de los autoexámenes espirituales más privados que se nos requiere hacer, y es absolutamente esencial si queremos llegar a la realidad espiritual que buscamos. John Wesley dijo una vez, “Acumular tesoros en la tierra es tan prohibido por nuestro Maestro como el adulterio y el homicidio.” A través de su larga vida como famoso autor y orador, Wesley, si hubiera vivido hoy, hubiera sido multimillonario. Sin embargo él diligentemente operó sus negocios de tal manera que nunca tuvo más que unos cuantos dólares en sus bolsillos. Condujo un ministerio a nivel mundial, sin

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embargo siempre dijo que manejó sus asuntos financieros con tal simplicidad que no había necesidad de un testamento o ejecutor para sus bienes. Y cumplió su palabra. Para el tiempo en que Dios lo llamó a Su presencia, sus amigos y familiares estaban asombrados al ver que Wesley verdaderamente, de una forma silenciosa y sistemática, había dado todo para la obra del Señor. No quedó nada excepto el pequeño cambio en sus bolsillos.

Capítulo 25

Dios lo quiere a usted

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ios no tiene problemas, Él no necesita nuestro servicio, tiempo o talento. Pensar que es así después de haber oído el llamado de Dios, lleva a menudo a muchos nuevos creyentes a desperdiciar años de labor sin fruto. En 1976, cuando Dios me llamó del pastorado para volver a las misiones, una de mis primeras excusas para no moverme hacia adelante en obediencia fue el púlpito. Después de todo, razonaba, esta iglesia está obviamente siendo bendecida, y “Dios me necesita aquí.” ¡Qué ignorante! Tenemos que aprender que Dios no nos necesita en ningún lado. ¡Él no es un inválido! Lamentablemente, muy pocos voluntarios están dispuestos hoy para hacer la obra del Evangelio. Casi todos los días tenemos una conferencia misionera sobre cómo ganar el mundo para Cristo—pero la obra sigue sin hacerse porque no tenemos hombres y mujeres con corazones de siervos que salgan y renuncien a sus identidades personales para completar la obra. A menos que estemos dispuestos a vernos como desconocidos, sin reconocimiento y trabajando en el

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anonimato, no hay esperanza de que nuestro servicio espiritual produzca verdadero fruto en el reino de Dios. Esta es la razón principal por la que creo que ya Dios no está complacido con muchas de las denominaciones, misiones y organizaciones cristianas de hoy. Por eso también es tan importante que entremos al corazón de siervo de Jesús. El estilo de Jesús es el estilo del siervo, y es el único acercamiento aceptable al servicio cristiano. Jesús dijo que “... el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir,…” (Mateo 20:28). Y se supone que “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús:” (Filipenses 2:5). Los creyentes individuales, las iglesias cristianas y las misiones que no quieren reconocer el servicio son traidores a la causa de Cristo y hacen un daño incalculable. Tristemente, hay muchos cristianos en nuestros días para quienes el concepto de servidumbre del Nuevo Testamento es aún un misterio, “...y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo.” (Mateo 20:27). La educación, el antecedente familiar, el talento, la belleza, la voz, las riquezas y la inteligencia no significan absolutamente nada para Dios. Él no necesita nuestras habilidades más de lo que necesita nuestro dinero. Qué triste es que muchos creyentes talentosos pasan años luciendo bien por fuera, pero permaneciendo absolutamente inútiles para el Señor. Es muy posible estar haciendo la obra del Señor y aún no haber entrado en el servicio. Enormes esfuerzos, estudios, planes y trabajo son ejecutados—todo inútilmente porque no pueden permanecer ante el fuego del juicio. ¡Qué trágico! Y qué contraste con el servicio lleno del Espíritu de un siervo cristiano rendido. Cuando usted realmente se compromete con Dios, Él hace lo mismo con

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usted. Las vidas son cambiadas, las almas se salvan y las personas son sanadas en cuerpo y espíritu. Dios da fruto, y el fruto permanece. Hay una gran necesidad hoy de creyentes que dejen de buscar sus propias ambiciones, sueños y planes. Dios está buscando al hombre o la mujer que espere en Él y que haga preguntas como, ¿Qué quieres que yo haga? ¿Dónde quieres que lo haga? ¿Cuándo quieres que lo haga? ¿Cómo quieres que lo haga? Descripción del trabajo para el servicio Frecuentemente en sus escritos, el apóstol Pablo expone su descripción del trabajo para el servicio: “Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, separado para el Evangelio de Dios.” Aquí la palabra griega para siervo es doulos o “esclavo.” Ahora, un esclavo no es un siervo ordinario. Hay una gran diferencia. Un siervo ordinario es libre. Es un empleado que entra a trabajar a las 9 de la mañana y sale a las 5 de la tarde. El jefe no tiene ningún control sobre cómo éste usa sus horas libres, su salario, lo que come o cómo se viste. Una relación de jefe/ empleado permite que el siervo sea libre para casarse, escoger sus amigos y vivir una vida privada. La historia del esclavo es diferente. Este es el esclavo descrito en Deuteronomio 15:16–17, que ama tanto a su amo que escoge voluntariamente la vida de esclavitud. Él ha entrado en un contrato con el amo, simbolizado en una ceremonia durante la cual el oído del siervo es perforado. Este tipo de siervo quiere ser esclavo. Un esclavo ha renunciado a futuras ambiciones, familia, fortuna y planes personales. Ha escogido convertirse en propiedad de otro, su propia vida ya no le pertenece. Al perforar su oído, el esclavo le dice al mundo entero,

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“Quiero quedarme con este amo para siempre. Mi oído está abierto sólo para él. Renuncio a todos mis días y todas mis noches—mi esperanza de familia, pareja y dinero. Existiré para hacer su voluntad.” El empleado ordinario tiene derechos, el esclavo no los tiene. Necesitamos entender que los que pertenecemos a Cristo hemos sido llamados a ser Sus esclavos, y ya no tenemos ningún derecho sobre nuestras vidas. Raras veces es necesario inflar o motivar tales personas con aplausos, reconocimientos, premios o salario. El cristiano que ha aceptado el servicio como regla normal se ha entregado él mismo al Señor y sólo dice, “Heme aquí; envíame a mí.” Mantengo un pequeño poema anónimo en mi Biblia que lo dice muy bien. Esta es la clase de espíritu de siervo que Dios busca hoy. Busco a alguien que espere y vea, el gesto de Mi mano—Mi ojo. Quien trabaje a Mi manera la obra que le doy, y la que no le doy—la ignore. Y ¡Oh el gozo que me trae! cuando encuentro a tal persona. Un hombre que haga toda Mi voluntad, que esté determinado a estudiar la mente de su Amo. Esto es lo que Dios está llamando a Su pueblo a aceptar en estos tiempos finales—una vida de servicio. Él nos desafía a unirnos a la fraternidad de los que se envuelven, un compañerismo de creyentes que saben que la única verdad real es la verdad vivida. Podemos ir a conferencias, comprar grabaciones, escuchar música, leer libros, asistir a los servicios de la iglesia—pero no ver cambio. ¿Qué tendremos que hacer? ¿Cómo podemos

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pasar de ser los cristianos mejores informados del mundo a una vida de servicio activo? ¿Cuándo estarán nuestras vidas de acuerdo con lo que sabemos y creemos? ¿Cómo podemos llegar al punto donde nos lancemos a la acción en lugar de sólo hablar acerca de los perdidos y de los millones que sufren a nuestro alrededor? La respuesta es simple. Usted necesita ir al marco espiritual de la puerta de su casa y pegar su oído contra la madera. Necesita darle el perforador a Jesús y decirle, “Por favor, Maestro, perfora mi oído. ¡Quiero ser Tu esclavo para siempre!” No puede haber cambio hasta que cambiemos nuestra actitud de jornalero y nos convirtamos en esclavos. Tenemos que renunciar a nuestras imaginaciones. Hemos soñado con la idea de que podemos tener un contrato de empleo condicional con Dios. La Biblia no ofrece tal cosa. Debemos renunciar a las cuidadosamente planeadas ventanillas de escape que hemos diseñado. Tenemos que darle la espalda voluntariamente a nuestras excusas para la desobediencia. Sólo cuando entendamos que Cristo pide nada menos que servicio incondicional, entonces comenzaremos a caminar en la realidad espiritual. Cristo no anda buscando hoy animadores y porristas, sino atletas que se envuelvan en el partido y que jueguen. Dondequiera que voy encuentro personas que felizmente cantan sobre las misiones, estudian sobre las misiones y aun oran por las misiones. Pero ¿Dónde están esos con espíritu de servicio que se envolverán con sus vidas? Estos son los que están dispuestos a ir, a enviar y a sufrir para obedecer los mandamientos del Maestro. Pablo menciona en Romanos 1:1 que él está separado para el servicio del Evangelio. La Gran Comisión envuelve el venir así como el ir. Usted no puede ir a todo el mundo a menos que primero se haya apartado de él y luego se haya

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separado usted mismo para seguir a Jesucristo. La esclavitud, al igual que el matrimonio, implica total lealtad al Amo. Y no hay forma de que tengamos esto a menos que nos comprometamos a vivir una vida de separación de todos los otros amos y todas las otras cosas. Sepárese del pecado Usted no puede servir al pecado y a Cristo al mismo tiempo. Romanos 6 nos advierte que no debemos dejar que el pecado reine en nuestros cuerpos. “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerlo, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte o sea de la obediencia para justicia?” (Romanos 6:16). Unas de las más poderosas palabras de advertencia en la Biblia se encuentran en Lucas 17:32: “Acordaos de la mujer de Lot.” Aquí tenemos una mujer que miró atrás deseando el pecado y la rebelión de Sodoma, y le costó todo. No podemos estar mirando atrás a nuestro pasado pecaminoso—jugando con los deseos de nuestra carne—y aún esperar servir a Cristo efectivamente. No, tenemos que aborrecer el pecado como lo hizo Cristo, al punto de morir por ello. Necesitamos vernos a nosotros mismos crucificados con Cristo. Imagínese usted mismo colgado en su propia cruz de ejecución. ¿Quedaría en usted alguna atracción al pecado y al mundo? ¿Le atraerían ahora los placeres temporales de este mundo? Esta es la muerte al pecado que cada siervo del Dios altísimo debe experimentar diariamente. Pablo escribió en Gálatas 6:14, “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí y yo para el mundo.”

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Sepárese del mundo La Biblia dice que no podemos amar a Dios y al mundo simultáneamente. No existe término neutral. Usted tiene que amar a uno y aborrecer al otro—el Señor no permite otra posición. Desde la temprana niñez, aprendimos los caminos de este mundo. Inconscientemente, la mundanalidad penetró en nuestras mentes. Pero debemos olvidar estos métodos y técnicas, llegando a ser como niños nuevamente si queremos ser siervos efectivos en el reino de Dios. Tenemos que aprender que es imposible mezclar métodos mundanos y espirituales sin estorbar la causa de Cristo. Sepárese del diablo La Biblia enseña que Satanás es el príncipe de este mundo, y vemos que él gobierna con ingeniosa eficiencia. Es un gobierno organizado y sometido a un dictador que gobierna cruelmente. En los negocios, la educación, las leyes, el gobierno, los medios de comunicación, la medicina—aun en los juegos de niños, la moda, la música y el entretenimiento—Satanás ha establecido sistemas para atrapar y esclavizar las mentes y almas de la humanidad. Tenemos que aprender a resistir los dardos de fuego del maligno y vencer este perverso trío si queremos ser siervos de Cristo. El mundo, la carne y el diablo son fuerzas reales. Tenemos que elegir conscientemente separarnos de ellos. Tristemente, muchos millones de cristianos hoy no pueden seguir a Cristo en una vida de servidumbre porque no han hecho esta consciente elección. No estoy hablando de mover nuestras iglesias evangélicas y nuestras casas a los suburbios. Eso no es separación bíblica de ninguna manera. Sólo haríamos esto para evitar

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confrontar al pobre, al necesitado y a los esclavizados al pecado. Tenemos miedo de ir donde Satanás manifiesta su reino sobre este mundo. Muchas veces tenemos miedo porque sabemos en nuestros corazones que no estamos viviendo una vida cristiana totalmente separada. Y por esa razón, aún nos sentimos vulnerables a Satanás. Jesús no tenía miedo de visitar políticos corruptos, prostitutas y mafiosos porque Él amaba la gente esclavizada por el licor, el pecado y los vicios. Él deliberadamente fue a los desfavorecidos, enfermos y pobres de Su tiempo. El verdadero siervo de Cristo sabe que la obediencia a menudo es peligrosa, arriesgada y desagradable. Puede significar dejar los pequeños y cómodos refugios que hemos edificado—nuestras casas e iglesias en los suburbios—para ir a las peligrosas calles del interior de la ciudad. Puede incluir dejar nuestro círculo familiar de amigos para alcanzar a los vecinos con problemas, los adolescentes problemáticos, los enfermos y los presos. Ser un siervo de Cristo significa también envolverse de alguna manera en las misiones del tercer mundo con el mismo tipo de personas—sólo que en peor situación porque ellos viven en lugares donde el Evangelio no ha sido predicado aún. Como lo dice el gran atleta británico que se volvió misionero, C.T. Studd, “Algunos quieren vivir cerca del sonido de la campana de una iglesia o capilla. Yo quiero dirigir una obra de rescate a un metro del infierno.” Comprados por un precio El servicio es la vida cristiana normal. Esta no es una vida reservada sólo para los clérigos, los misioneros o los súper santos. El Señor Jesús tiene todo el derecho de esperar que cada uno de nosotros rindamos completamente nuestras vidas a Él. El apóstol Pablo dice por qué. En I Corintios 6:19-20 y nuevamente en el 7:21-23, Pablo

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escribe que nuestros cuerpos y espíritus han sido comprados por Jesucristo por un precio. Su sangre derramada en el Calvario compró nuestra redención. Ahora le pertenecemos a Él. El servicio es sólo devolverle a Dios lo que ya es de Él. Imagínese esta escena, un invitado en su casa le roba su cartera. Más tarde, él se siente culpable, confiesa su pecado y le devuelve a usted su cartera. ¿Ha hecho el ladrón algo maravilloso? No, él sólo le ha devuelto lo que ya era suyo. Así es exactamente cuando aceptamos la servidumbre como una forma de vida. Sólo estamos devolviendo lo que le pertenece a Él. Sólo estamos haciendo lo que debimos haber hecho el mismo minuto en que nacimos de nuevo. De hecho, puede que usted haya sido un mejor siervo al principio, cuando experimentó su salvación, que el que es hoy. La temperatura espiritual en muchas de nuestras iglesias está hoy tan baja que un nuevo creyente tiene que descarriarse para sentirse en casa. Si esto le parece extremo, quizás debería volver a examinar su experiencia cristiana para ver si realmente es salvo. Escribo este mensaje a los verdaderos cristianos nacidos de nuevo, ya que son ellos los que deben ponerse a cuentas en lo que se refiere al verdadero servicio cristiano. Le estoy demandando con atrevimiento que escoja una vida de rendición total porque ésta es la norma del Nuevo Testamento para el vivir cristiano. Y algo más, el servicio comprado con sangre es también la única motivación aceptable para el servicio cristiano. Si la fuerza motivadora para su servicio cristiano busca algo como la aventura, el compañerismo, la gratificación del ego o el hambre de poder, entonces es inaceptable para nuestro Señor. Esto no quiere decir que dejemos de servir cuando detectemos falsa motivación. Lo que significa es que nos arrepintamos del pecado y hagamos la obra de Dios con

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la motivación correcta. Si los hombres y las mujeres de este mundo pueden morir por causas tan insignificantes como la independencia política, la riqueza material y la ventaja territorial— ¿No es el servicio verdadero la respuesta mínima que podemos ofrecer al amor de nuestro Creador? Él es, después de todo, el Dios viviente con quien vamos a pasar toda la eternidad. Y Él ha dejado claro que el servicio es lo que Él espera de nosotros. Por qué el cielo es un lugar feliz El cielo es un feliz, tranquilo y perfecto lugar porque sólo la voluntad de Dios se hace allá. Los ángeles no corren frenéticos tratando de cambiar el universo y salvar el mundo. No, ellos esperan órdenes. Los ángeles entienden su papel de siervos. Cuando nosotros como creyentes podamos llegar a ese punto en nuestras vidas, entonces comenzaremos a entender un poco lo que es tener una actitud de siervo. Luego Dios podrá realmente usarnos. Jesús era un carpintero. Eso significa que hizo yugos, los collares de madera que se usan para conectar los bueyes a las carretas. Tenían que ser muy buenos y muy cómodos porque Jesús dijo, “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas, porque mi yugo es fácil y ligera mi carga.” (Mateo 11:28–30) ¡Qué diferente suena esto a las vidas frenéticas y sobre cargadas de tantos cristianos hoy! Cuánto necesitamos aprender el significado de Hebreos 4:9,10, “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios, porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras...” Dios quiere que echemos a un lado nuestros planes,

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agendas, proyectos y visión y aprendamos a servirle en el poder del Espíritu Santo. Él quiere llevarnos a lo largo de nuestro servicio—para que dependamos de Él por misericordia y gracia en nuestros tiempos de necesidad. Cuando usted hace Su obra de esta manera, no hay necesidad de peleas, riñas, murmuración, quejas o chismes. Ya no somos más intimidados por la gente o las circunstancias. No estamos en una montaña rusa de emociones en cada victoria o derrota, porque Dios está totalmente en control. Sabemos que todas las cosas obran para bien porque somos llamados conforme a Su propósito, y estamos conduciendo nuestro trabajo conforme a Su voluntad. ¡Qué glorioso alivio! ¡Qué diferencia a los yugos hechos por los hombres, las organizaciones, la sociedad y por el mundo a nuestro alrededor! ¡Qué diferencia a los yugos que hacemos nosotros mismos! Siempre son pesados, dolorosos y duros de llevar. El elemento de más gozo al entrar en la servidumbre es el alivio que nos trae de temores, preocupaciones y tribulaciones que provienen de proyectos llevados a cabo con sabiduría y fuerzas carnales.

Capítulo 26

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esús es el Maestro perfecto, llamó a sus discípulos a seguirle a Él, no a una serie de doctrinas o una religión. Ellos aprendieron la vida cristiana al estar con Él, sometiéndose a Su ejemplo y a Su estilo de vida—no en el salón de clase. Él nunca espera de nosotros lo que Él no haya vivido ya en los días de Su carne. Cristo es el ejemplo ideal de servidumbre. Él es, en realidad, el siervo sufriente que Isaías predijo que vendría a ser el Salvador del mundo en su profecía 650 años antes de que Cristo naciera. Primero, Cristo sometió Su voluntad al Padre. Él reflejó perfectamente la voluntad del Padre. Al punto de que Jesús aún declaró que si ellos querían ver al Padre, todo lo que tenían que hacer era mirarlo a Él. La noche antes de Su traición, “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa;[a] pero no sea como yo quiero, sino como tú.” (Mateo 26:39) En Filipenses 2:7,8 leemos que Él “...se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. Mas aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y

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muerte de cruz.” Segundo, Él esperó el permiso y el tiempo de Dios. Jesús siempre hizo y dijo sólo lo que el Padre ordenó. A través de Su ministerio terrenal lo vemos deteniéndose a buscar dirección y permiso para proceder, aun cuando Él conocía la voluntad de Dios. En las bodas de Caná, cuando Su madre le pidió el milagro de transformar el agua en vino, Él dijo, “…¿Qué tiene que ver esto con nosotros, mujer? Aún no ha llegado mi hora.” (Juan 2:4) Más tarde, cuando fue bombardeado con pedidos por un milagro en la muerte de Lázaro, yo creo que Jesús pausó para orar y preguntarle al Padre el tiempo correcto. Entonces, cuando Dios el Padre le dio la luz verde—y sólo entonces— Jesús procedió con el milagro requerido. Tercero, Él deliberadamente escogió la posición más baja de servidumbre. En Juan 13, encontramos a Jesús dramáticamente lavando los pies de los discípulos—el más bajo de los trabajos que los siervos hacían en los tiempos del Nuevo Testamento. En este acto particular, Jesús demostró la función que Él espera de todos los cristianos a través del tiempo. Después de secar los pies de sus discípulos con Su propia vestimenta, haciéndose Él mismo una alfombra para Sus seguidores, Jesús les preguntó si entendieron el significado de Su acción. “Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.” (Juan 13:13,14) ¿Cuál es el menor y más bajo servicio que puede encontrar para hacer? ¿Cuál es la cosa más despreciable que necesita hacerse en su iglesia, su familia o su grupo? ¿Qué se necesita hacer para las misiones en su iglesia y en su comunidad? Si identifica esa tarea y la hace, usted se está moviendo en el

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espíritu de servicio que Jesús demanda. El liderazgo y el servicio cristiano no son jerárquicos, aunque muchas de nuestras organizaciones actuales están organizadas conforme a las líneas de poder mundanas. El reino no está diseñado conforme a la América corporativa o el sistema militar. En lugar de eso, es un compañerismo de siervos, en el cual debemos dejar que la mentalidad de siervo de Cristo sea nuestra mentalidad. ¿Por qué es ésto tan difícil para nosotros hoy? ¿Qué sucedió que causó que perdiéramos el estilo de siervo de Jesús en la mayoría de lo que hacemos? Creo que tengo la respuesta. Usted se convierte en lo que adora Jesús le dijo a la mujer samaritana en el pozo que Dios busca adoradores que le adoren en espíritu y en verdad. Es vital que adoremos al verdadero Jesús—no sólo a Jesús como Salvador sino a Jesús como Señor. Muchos solamente conocen la mitad de Jesús, sólo el lado de Salvador. Se les ha olvidado que la Biblia nunca nos pide aceptarle como Salvador sino como Señor. Como puede ver, la Biblia nos enseña que nosotros llegamos a ser igual al objeto de nuestra adoración. Nunca olvidaré cuando hacía trabajo evangelístico en una aldea donde la gente adoraba a un dios serpiente. La gente actuaba como serpientes. Y nos trataban como lo harían las serpientes—respondiendo al equipo del Evangelio con ciego temor y hostilidad. Esto es cierto dondequiera que usted encuentra idolatría. Los que adoran el dinero y el poder se convierten en ambiciosos dictadores. Pero los que adoran a Jesús, el siervo sufriente, serán conformados a Su imagen. Por tanto, los que no han desarrollado una vida de adoración en espíritu y en verdad han comenzado un ciclo

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vicioso en sus vidas espirituales. Creo que la razón por la que tantos han perdido su habilidad de servir a Dios es simplemente una falta de adoración. No adoramos porque no sabemos cómo esperar. Y no esperamos porque no somos esclavos. Y no somos esclavos porque no hemos renunciado a nuestros egos. Y no renunciamos a nuestros egos porque no adoramos. Por consiguiente, estamos de vuelta donde empezamos. La adoración es la disciplina más difícil para la mayoría de nosotros porque requiere que renunciemos al “yo” y asumamos la humildad. Muchas personas pasan semanas sin ninguna significante adoración de este tipo—privadamente o en la iglesia. Pregúntese, ¿Cuándo fue la última vez que estuve tan metido en la adoración que caí postrado en humildad ante Él? ¿Cuándo fue la última vez que estuve tan vacío de mí mismo que no tuve palabras ante Su presencia—que quedé inconsciente de los que estaban a mi alrededor? Creo que la servidumbre empieza aquí mismo. Sólo cuando hemos rendido todo ante Él, cuando nos vemos sumergidos en amor y adoración, podemos comenzar a confiar en Él con nuestras vidas. Él busca verdaderos adoradores que vengan a Él en espíritu. No está buscando operadores de ruletas, negociantes, prometedores o suplicantes—sino adoradores que han dejado sus planes y listas de oraciones antes de venir al trono de Dios. He encontrado que sólo en este tipo de oración podemos encontrar el amor de Dios que nos capacitará para rendir todo a Él, incluyendo nuestros temores a la servidumbre. Sólo en el éxtasis de tal adoración podemos encontrar libertad de las ansiedades, reservaciones y tristezas que nos atan. Adorando en espíritu, podemos mirar a los amorosos

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y todopoderosos ojos de Jesús. Cuando hacemos eso, algo maravilloso pasa dentro de nosotros. Una vez que hemos visto a Jesús, ¿Cómo no podemos tener nada más que confianza en la bondad de Dios para cuidar de Su siervo—sin importar qué pruebas podríamos estar enfrentando en nuestra carne? Solamente en tal adoración, el abandono de nuestro ego y la aceptación de la servidumbre vienen a ser motivo de gozo. Este es el secreto de la iglesia del Nuevo Testamento. ¿De qué otra forma podemos explicar la habilidad de sus miembros para alabar y creer en Dios, aun mientras sufrían por el nombre de Jesús? He descubierto en mi propia vida que cuando estoy de rodillas ante mi Amo no soy un predicador ni un ejecutivo de misiones. Todas las posiciones y títulos son irrelevantes. Los grados universitarios, la educación y los honores terrenales no significan nada. El orgullo es imposible. Es tan fácil renunciar a mis propios derechos y planes. Lo que Él me pida que haga, sea simplemente servir una taza de té o abrir toda una nación para el Evangelio, lo veo todo igual. Ya no es importante lo que me pida que haga—lo único que importa es que Él lo pidió. El Amo indica, y el siervo obedece sin preguntar por qué. Las recompensas tampoco cuentan cuando se está realmente a los pies de Jesús. Ya no parece importante quién fue primero al campo, quién trabajó más, quién soportó el calor del día. El Amo dijo ve, y el Amo determina los salarios. Eso de por sí es suficiente para satisfacer el corazón y la mente de cualquier siervo verdadero. Y, por supuesto, no importa quién se lleva el crédito o qué título uno tiene. El verdadero siervo no le robaría a Dios ningún honor. No tomamos gloria para nosotros, siempre recordando que “…no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.” (2 Corintios 4:5)

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El Camino a la Realidad El alto precio de la servidumbre

Jesús advirtió, sin embargo, que esta vida de servidumbre no se vive sin un precio. Él dijo, “… El siervo no es mayor que su señor” (Juan 13:16), y, si le persiguieron y le aborrecieron a Él, no podemos esperar mejor trato. En 2 Timoteo 3:12 Pablo escribió, “...todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución.” Por tanto éste es también el precio que nosotros como siervos debemos estar dispuestos a pagar. Esto es tan difícil de aceptar para nosotros en nuestro mundo de autocomplacencia, en nuestro cristianismo de “yo estoy bien, tú estás bien.” Nadie quiere ser odiado, aborrecido o malentendido—especialmente por la familia, los amigos y los seres queridos. Pero éste es a menudo exactamente el precio a pagar por cualquiera que seriamente desee seguir a Jesús a una vida de servidumbre. La única forma de caminar como un verdadero siervo es decidir justo al principio aceptar ser un don nadie como Cristo, bajando al punto de no tener reputación. Debe decidir que no le importará lo que la gente piense o diga de su estilo de vida. Va a obedecer a Cristo cualquiera sea el costo, y el asunto está arreglado. Dios podría pedirle olvidarse de su futuro, renunciar a su educación y a su carrera, abandonar su negocio y su herencia, dejar familia y amigos. Podría pedirle manejar un auto viejo, vestir ropas pasadas de moda, renunciar a su romance y planes de matrimonio, ir al campo misionero extranjero, o mudarse a uno de los barrios sucios de la ciudad. Y, por supuesto, podría pedirle quedarse donde vive y vivir una vida de sacrificio, servicio y testimonio entre su propia gente. Para muchos, quedarse en casa puede ser más difícil que ir. Pero lo que sea que Él pida, puede estar seguro de que uno de sus más grandes desafíos será enfrentar los problemas

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de rechazo y aceptación de sus compañeros. Muchos pensarán que está loco. A menudo pudieran ser personas cuyo amor y respeto usted quiere mantener. Algunas veces cristianos confiables y líderes se irán en su contra. Pero debe obedecer al Amo, recordando la pregunta que hizo Jesús, “¿Cómo podéis vosotros creer, pues tomáis la gloria los unos de los otros...? (Juan 5:44) Hoy, Dios está llamando un ejército de estadounidenses que sienta el palpitar de Su corazón y acepte el llamado a vivir una vida de servidumbre cristiana radical. La tentación es dialogar con el mundo, buscando comprensión, aceptación y simpatía. Pero en la mayoría de los casos esto sólo demora lo inevitable. Los cristianos mundanos y los amigos inconversos simplemente no pueden entender. Cuando el Señor le llama a alejarse de este desorden del cristianismo tibio, mediocre y plástico, puede estar seguro que muchos dirán que es un tonto. Y les parecerá locura a ellos. Simplemente debemos aceptar tal persecución como una parte normal del servicio al Señor. El honor terrenal—una batalla de toda la vida Esta batalla contra nuestro deseo egoísta de gloria y honor nunca termina. El mundo y aún la iglesia continuamente nos tientan a cambiar la toalla del siervo por una recompensa terrenal. Pablo mantuvo el balance correcto. En 1 Corintios 4:12,13, él dice, ““...nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y respondemos con bondad; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos.” En otras palabras, Pablo parece aceptar y recomendar la noción de que su función normal es ser la escoria de la tierra. Pero nadie, no importa cuánto tiempo lleve en el servicio

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cristiano, es inmune a la tentación de buscar posición y recibir honor. Aun los medios de comunicación cristianos de hoy a menudo miden la obra de Dios en términos mundanos, con un énfasis en grandes números, edificios y programas. Celebridades convertidas, predicadores y músicos son promovidos y glorificados en programas cristianos como si fueran estrellas de cine. Mientras escribía este capítulo, recibí una llamada de un pastor conocido nacionalmente. Me pidió si podía viajar conmigo a la India. Quería conocer algunos de los soldados de la cruz de la línea frontal y planeaba apoyar cientos de ellos a través de nuestro programa de patrocinio. Yo estaba encantado de ayudar a organizar tres reuniones donde él pudiera conocer personalmente misioneros nacionales sin apoyo. Escogimos algunas de las áreas más inalcanzadas de la India para las reuniones, incluyendo una en Udaipur, Rajasthan. Allá, 250 evangelistas de aldeas de cuatro estados del norte de la India se reunieron para tres días de conferencia. Muchos de los hermanos eran creyentes de primera generación que vinieron al Señor de un antecedente tribal. La mayoría había caminado por horas o llegado en carros de bueyes a las terminales de autobuses o trenes. Eran hombres del campo, sin educación y sin los modales de la vida urbana. Vestían de faldas enrolladas, sandalias abiertas y ropa típica de aldea. Sus pies estaban polvorientos y sucios por días de viaje. Su piel estaba agrietada llena de ampollas por el viaje. Pero su sufrimiento y su dolor fueron olvidados por tres días mientras este famoso y exitoso pastor estadounidense abría la palabra de Dios. El ultimo día, antes de que los hombres empezaran a regresar a sus aldeas, él hizo algo nunca antes visto en la India. ¡Él anunció de la plataforma que el Señor había puesto en su corazón lavar los pies de los

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250 obreros del Evangelio! Nuestros líderes nacionales se miraban unos a otros en asombro, moviendo sus cabezas. Ninguno podía creer que esto estaba realmente sucediendo. Ningún orador invitado de América había hecho esto antes. Pero el visitante insistió, diciendo que hacerlo era su privilegio. Él quería lavar los pies y orar por estos hombres que iban a llevar las buenas nuevas de salvación a los millones perdidos. Una gran tina de agua fue traída, y por las próximas dos horas y media, este anciano ministro estadounidense se sentó con las piernas cruzadas en el suelo y lavó los pies de cada misionero. Durante todo el tiempo, la carpa estuvo llena de canciones de adoración y alabanza, transformando la reunión en un poderoso tiempo de avivamiento. Los corazones fueron conmovidos, y el mensaje de la palabra de Dios fue grabado en los corazones de todos los que asistieron. Por tres horas después del servicio, los hermanos nacionales continuaron abrazándose unos a otros, prometiendo apoyarse el uno al otro hasta la muerte. Los líderes fueron especialmente movidos por el ejemplo y la disposición de un exitoso pastor norteamericano de servir a los sufrientes evangelistas pioneros del tercer mundo. “Él ha robado sus corazones,” dijo un líder solemnemente. Comprendí entonces el grandioso poder del liderazgo de servicio en una manera muy diferente. Dios está llamando a cada cristiano a aprender el secreto de la servidumbre a un mundo en necesidad—no sólo en las emociones de una conferencia sino en una vida entera de servicio humilde y anónimo al cuerpo de Cristo.

Parte III

UN MODELO PARA NUESTROS TIEMPOS En el camino a Damasco Saulo de Tarso comenzó una vida que abrió las puertas del mundo gentil a incalculables riquezas de vida con el gran Creador, Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Y esta vida puede ser nuestra.

Capítulo 27

Pablo, un hombre peligroso

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i usted es como yo, para cuando haya leído estos últimos capítulos, podría sentir deseos de rendirse. Aún cuando escribía los capítulos, me sentía a menudo desanimado. Más de una vez me pregunté a mí mismo, ¿Por qué debería escribir esto? ¿Es esto posible para alguien vivirlo? A la luz de las realidades espirituales de las cuales escribo, mi propio corazón fue también expuesto. Me dí cuenta de cuán frecuente había fallado, y todavía fallo, en caminar las sendas de la realidad. Tales sentimientos no son únicos. A través de los tiempos, muchos creyentes se han desanimado después de ver el desafío y el costo de seguir a Cristo. Algunos aun se volvieron al legalismo o comenzaron a vivir una doble vida. En su libro No Turning Back, George Verwer dice, “El desaliento es una de las más sutiles y astutas técnicas que el diablo tiene en su arsenal para detener el movimiento hacia adelante del Evangelio.” Jesús tuvo que enfrentar algunos de estos sentimientos en el corazón de Sus discípulos. En Mateo 19, después de explicarles las aflicciones para entrar al reino de Dios, los

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discípulos preguntaron, “¿Quién pues, podrá ser salvo?” En otras palabras, estaban diciendo algo como esto: “Parece una tarea imposible seguirte y hacer Tu voluntad en este reino Tuyo. Si esos que son educados, poderosos y adinerados no pueden entrar ni ser parte del reino, entonces ¿Cómo podremos nosotros los pobres lograrlo?” Pedro, al igual que los demás, debió sentir deseos de rendirse y regresar a su viejo trabajo. De hecho, en un momento después de la crucifixión, él regresó a su bote. Pero, por supuesto, Jesús nos responde, “Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible.” (Mateo 19:26) La pregunta que cada uno de nosotros debe responder es ésta: “¿Nos pediría Dios ser alguien o hacer algo que Él sabe que es imposible para nosotros?” Por supuesto que no. En Salmos 103:14, leemos, “porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo.” Dios sabe que somos hechos del polvo. Es extremadamente importante para nosotros recordar esto. Del polvo de la tierra Dios nos formó y sopló en nosotros el aliento de vida. Mientras vivamos, siempre existirá esa influencia del polvo que quiere bajarnos y limitarnos a las cosas finitas de esta tierra. Sin embargo, es el deseo del Espíritu Santo que mora en nosotros darnos fuerzas continuamente, para que seamos atraídos a “las cosas de arriba.” (ver Colosenses 3:1–3) Por tanto, aunque es imposible para nosotros vivir una vida de realidad en la energía y la fuerza de nuestra carne, con Dios es posible que vivamos y hagamos las obras que Él nos pide hacer. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Filipenses 4:13) Todo poder le es dado Anteriormente consideramos el tipo de vida que Dios quiere que vivamos ahora. Como Jesucristo estuvo una vez físicamente en el mundo, también lo estamos nosotros. Esta

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es la realidad por la cual debemos vivir y operar. Jesús dijo, “… como me envió el Padre, así también yo os envío.” (Juan 20:21) Una y otra vez leemos a través del Nuevo Testamento que los que siguen al Señor Jesucristo tienen que ser el Cristo viviente para un mundo perdido y moribundo—manifestando la vida de Cristo dentro y a través de ellos. Debemos estar demostrando Su autoridad como Sus embajadores en este mundo. Es fácil para nosotros levantar nuestras manos y decir, “Es imposible vivir una vida como esa. No soy Cristo. No la puedo vivir. He tratado y tratado. Es inútil.” Cuando escuchamos esa voz demoníaca, el desaliento se apodera de nosotros. Perdemos la fe, y pronto nos encontramos peleando una batalla perdida. Debemos siempre recordar que como seguidores de Cristo, estamos viviendo en un mundo cuyo príncipe es aún Satanás. Estamos detrás de las líneas enemigas. Somos como paracaidistas lanzados en territorio enemigo. Nunca olvide que estamos peleando esta batalla espiritual en el campamento enemigo. A menos que reconozca este hecho, usted continuará desanimado, y Satanás le empujará fuera del camino. Le exhorto más bien a meditar en todos los recursos y el poder que el Señor nos ha dado. Nunca olvidemos que, cuando nos dio la Gran Comisión, Él también prometió, “... y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo….” (Mateo 28:20) No estamos solos. No somos impotentes. Tenemos fuerza sobrenatural y poder milagroso para pelear esta batalla. En lugar de escuchar la propaganda satánica, volvámonos a las muchas promesas y estímulos que Jesús nos ha dado en Su Palabra, la Biblia. En ella podemos encontrar ejemplos de hombres y mujeres piadosos que fueron antes que nosotros y triunfaron en Cristo.

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El Camino a la Realidad Pablo—un hombre como nosotros

Yo creo que ésta es una razón de por qué Dios llamó a Pablo de la manera en que lo hizo. El Espíritu Santo nos ha dado un ejemplo inspirado del Nuevo Testamento de una victoriosa realidad espiritual en la vida de Pablo. Él era una persona ordinaria, pero sabemos que en el poder de Cristo vivió una vida increíble. Éste era un hombre del polvo que enfrentó las mismas pruebas y tentaciones que enfrentamos nosotros, sin embargo cumplió el plan de Dios para su vida. Creo que Dios nos está diciendo a través de Pablo que la realidad espiritual es posible para cada hombre, mujer, joven y señorita de hoy. Cuando entendamos los principios y nos entreguemos a esta obra como lo hizo Pablo, nosotros también cumpliremos la tarea en nuestra generación. No hay lugar para el desánimo, solamente para el ánimo cuando vemos esta realidad. Dondequiera que Pablo iba, la gente no podía olvidar el impacto que hacía en sus vidas y su comunidad. Él no era como un evangelista moderno que tiene mensajes de tres puntos y hace chistes. En Tesalónica, los no creyentes testificaron, diciendo, “Aquí viene un hombre que ha revolucionado el mundo.” En Éfeso, los enemigos de la cruz, los que odiaban todo lo que Pablo predicaba, confesaron, “...sino en casi toda Asia, ha apartado a mucha gente con persuasión, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos.” (Hechos 19:26) En otras palabras, dondequiera que él iba, le cayera bien a la gente o no, una cosa que no podían negar era que este hombre, Pablo, era peligroso. Su sola presencia trajo cambios en forma de pensar y de vivir. Leemos en Hechos 19:13-16, cómo los hijos de Esceva trataron de echar fuera demonios de los que los tenían, y un demonio en particular les habló diciendo, “A Jesús conozco,

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y sé quién es Pablo: pero vosotros, ¿quiénes sois?”Los demonios saltaron sobre estos jóvenes, y ¡éstos huyeron desnudos! Esto nos dice que las huestes del infierno, los demonios, temblaban ante la sola palabra “Pablo.” El cielo reconocía a Pablo. Todo el asunto se resume en esto: Pablo vivió una vida tal que estaba lleno de autoridad espiritual. Él verdaderamente siguió los pasos de su Maestro. Marcos 13:34 muestra la relación que Jesús tiene con tales seguidores. Es como un rico millonario que se fue de vacaciones, dejando sus propiedades y poder legal a su personal. Él ha dejado su autoridad a sus siervos, así como Dios ahora nos ha confiado Su autoridad. Jesús enseñó a la gente como alguien que tenía autoridad y no como sus escribas les enseñaban. (ver Mateo 7:29) Y en la misma manera, esto era cierto en la vida de Pablo y en su ministerio. Para mí, este es el hecho más alentador sobre la vida de Pablo. Pablo era una persona muy igual a usted y a mí. Cuando usted estudia su vida, hay esperanza porque podemos ser como él. Si Dios lo pudo hacer en Pablo, lo puede hacer en cualquiera. Estoy convencido de que Dios nos dio a Pablo para que fuera un ejemplo y un estímulo. Es tan raro encontrar personas que son reales—que viven su fe de una manera tan práctica que ésta funciona todo el tiempo. Ellos parecen atraer la gente a Cristo con su sola presencia. Cuando se está con ellos, las cosas espirituales se vuelven naturales y fáciles de hablar. De hecho, ¡se vuelve difícil hablar sobre otra cosa! Ellos tienen una forma de traerle a la presencia de Dios. Tales personas producen fruto dondequiera que van. Así es como podemos ser, también, cuando vivimos una vida de realidad. Así como las semillas de manzana producen manzanas, y las de pera producen peras, así produciremos fruto

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espiritual en la medida que entendamos y vivamos el tipo de compromiso con Cristo que Pablo vivió. Tal parece que en Pablo, Dios deliberadamente nos dio la esperanza de que nosotros, también, podemos vivir semejantes vidas fructíferas y victoriosas. De hecho, Pablo recomienda esta idea más de una vez. A los Corintios, les dijo, después de estar un año y medio con ellos, “Vosotros habéis visto mi vida; seguidme.” A Timoteo, le dijo, “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2 Timoteo 2:2) Y después de estar tres años con los ancianos en Éfeso, les dice, “…Vosotros sabéis cómo me he comportado entre vosotros todo el tiempo, desde el primer día que llegué a Asia, …por tanto, mirad por vosotros. . .” (Hechos 20:18, 28)

Capítulo 28

El secreto de su vida

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ntonces, ¿Cuál era el secreto de la vida extraordinaria de Pablo? ¿Era su educación, antecedente, habilidades o privilegios especiales? No, no era nada que Pablo tenía en sí mismo lo que hizo posible que él viviera esta vida de la que hablo. En Romanos 7:18, él dice, “Y yo sé que en mí, (es á saber, en mi carne) no mora el bien:...” No había nada, absolutamente nada en él, que lo hizo lo que él era. Por otro lado, todo su antecedente, educación, prestigio, y los privilegios que le fueron otorgados, no eran sino basura en su mente. Pablo dice en Filipenses 3, que lo tenía todo “por basura.” Todo fue eliminado de su mente. Él comenzó en cero. Aunque tenía grandes dones naturales y espirituales, Pablo nunca se jactó o se apoyó en ellos. En lugar de eso, él deliberadamente ignoró y echó estos beneficios a un lado. Pablo raras veces tuvo alguna ilusión acerca de sí mismo. Él no era una súper estrella y lo sabía. Él era lo suficientemente práctico para escribir que necesitamos morir diariamente, tomando nuestra cruz personal momento a momento. No

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hay ningún indicio aquí de un hombre que siente que “ha llegado.” Por el contrario, vemos a un hombre que reconoce la vida como una jornada espiritual. Constantemente se recordaba a sí mismo y a otros que era un vaso terrenal, una persona ordinaria y normal. Durante la vida y el ministerio de Pablo, él ciertamente no encajó en la imagen moderna de un evangelista viajero, dinámico y elegante. De hecho, él tampoco exhibió mucho una presencia física. La gente se asombraba de su pequeño cuerpo y su voz chillona. La tradición dice que él sólo medía cuatro pies y seis pulgadas de estatura. Cuando estaba en la plaza del mercado, este pequeño hombre apenas podía ser visto a menos que estuviera parado en una roca o una caja. Si él se parara hoy detrás de nuestros púlpitos regulares, usted probablemente no podría verlo. Él mismo habla de su discurso como desestimado. En otros pasajes es claro que Pablo no era un gran orador público. Él debió haber sido como Moisés, que le gritó a Dios, “¡No sé hablar!” Todo esto nos dice que estaba lejos de ser una sofisticada personalidad. Era un hombre ordinario. De hecho, si Pablo caminara en las calles de hoy, me imagino que apenas lo notaríamos. Aun si lo notáramos, podríamos mirarlo con lástima—o le ofreceríamos ayudarle a cruzar la calle porque era casi ciego. Mucha gente cree que él tenía problemas con la vista— quizás una enfermedad o aun cataratas. Su vista pobre debió haber sido una prueba constante. En el libro de Gálatas, él dice, “Miren que les escribo de mi puño y letra ¡y con letras bien grandes!” (Gálatas 6:11, NVI) El problema debió haber sido obvio y provocó lástima en otros, porque también dice, “...si hubierais podido, os habríais sacado vuestros propios ojos para dármelos.” (Gálatas 4:15) Además, tenía mal temperamento y no siempre se llevaba

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bien con otros. ¡Cuántos de nosotros podemos relacionarnos con esto! Era un hombre como nosotros, que no estuvo de acuerdo con su compañero de trabajo Bernabé. Fue tan impaciente en una ocasión que no podía concebir en su corazón perdonar y aceptar al joven Marcos. Además, sabía que estaba hecho de polvo. Esta es la razón por la que leemos en 2 Corintios 4:7-12: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros, que estamos atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos. Dondequiera que vamos, llevamos siempre en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos, pues nosotros, que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida.” Aquí leemos de un hombre acosado por los mismos temores, agonías y desilusiones que nosotros enfrentamos. Él tuvo que manejar todas las emociones y dificultades que cualquier persona ordinaria como usted y yo debemos enfrentar en nuestras vidas diarias. En otro lugar, Pablo habla de cómo vino a Corinto con temor y temblor. Saulo antes de su conversión Saulo, el joven que se convirtió en Pablo, debe ser especialmente fácil para los cristianos del siglo 21 relacionarse con él, porque, en muchas maneras, era un hombre del siglo 21 viviendo en el primer siglo. Los lectores occidentales, especialmente los estadounidenses, probablemente deberían poder relacionarse con Saulo tan bien como con cualquier otro personaje en la Biblia. Antes de su conversión, él vivió una vida muy similar

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a la del estadounidense promedio de hoy. Era un hombre de enormes privilegios. Nacido y criado en el rico puerto de Tarso, disfrutó lo mejor de ambos mundos. Su antecedente cultural combinaba la ciudadanía romana, la cultura griega y la educación hebrea. No podemos imaginarnos a este joven careciendo de alguna cosa material, mental o espiritual en la forma en que fue criado. No hay duda de que Saulo era intelectualmente brillante, entendido en las costumbres del mundo, y un pensador global. En una cultura de información donde el conocimiento era poder, el joven Saulo estaba peculiarmente posicionado. Además, tenía buenas conexiones en Jerusalén. Tenía el linaje educacional y familiar necesitado para llegar a la cima en cualquier área. Quizás su pequeña estatura y su fanático celo religioso por la fe de sus padres eran desventajas en algunos círculos, pero tanto la sociedad romana como la judía las hubieran ignorado si Saulo hubiera hecho las movidas correctas. El joven Saulo parece haber sido políticamente activo, socialmente liberado, capaz, respetado y seguro de sí mismo. No es difícil imaginar a este joven idealista y entusiasta siendo arrogante—incluso intolerante y hostil. Era lo suficientemente justo en su opinión para participar en el asesinato de Esteban y tan espiritualmente ciego que aparentemente ignoró el testimonio del Evangelio en el juicio de Esteban y su martirio. Si Dios no hubiera intervenido, es interesante especular a dónde la habilidad, la determinación, el intelecto y el celo de Saulo lo hubieran llevado. No es difícil imaginárselo como un poderoso líder político, un juez, un general o un exitoso hombre de negocios. Estaba motivado por las ambiciones de la carne y probablemente podía lograr cualquier cosa que este mundo le ofreciera en su vida. Puede ver por qué Saulo era como el estadounidense

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promedio de hoy—pudiente, ambicioso, informado, religioso, seguro de sí mismo y sofisticado. Saulo lo tenía todo, incluyendo un fanatismo religioso tan poderoso que lo envió a perseguir y destruir a los primeros cristianos. Pablo—el hombre quebrantado Pero entonces sucedió, Saulo se encontró con Jesús en el camino a Damasco, y su vida fue cambiada radicalmente. Cegado por el Dios viviente, a Saulo le quedaba poco orgullo y confianza en sí mismo mientras era llevado de la mano a la casa de Ananías. Allá, cuando se encontró con el Señor Jesucristo, hizo esta pregunta tan importante, la cual creo que fue uno de los secretos más importantes en la vida de Pablo: “¿Señor, qué quieres que yo haga?” Puede ver, como un ordinario, vaso terrenal, Pablo era exactamente como usted y yo. Cuando conoció al Señor Jesucristo, le entregó el gobierno de su vida a Jesús. Esa palabra, kurios, en el texto original significa “el que tiene autoridad sobre algo, dominio.” Hasta ese entonces, Pablo había estado viviendo por sus tradiciones, su religión—y sobre todo, para sí mismo, gobernando y dirigiendo su propia vida. Ahora levantó sus manos y dijo, “Señor, he aquí, toma mis manos y átalas a las Tuyas. Quiero ser Tuyo ahora y para siempre. Renuncio a mi derecho de dirigir mi propia vida. De ahora en adelante, Tú estarás a cargo.” En otras palabras, Pablo hizo a Jesucristo el Señor de todo en su vida. Yo creo que la única manera en que usted puede llevar a cabo el llamado de Dios en su vida es entregando su vida y cada detalle, las decisiones más pequeñas y las más grandes que haga—todas las cosas—al Maestro. Pablo explicó esto en 1 Corintios 7:23: “Por precio fuisteis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres.” Ya no escuchaba lo que los demás decían sobre él—fuera bueno o

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malo. Ahora era libre de las opiniones de los hombres. Cuán cierto es que la mayoría del tiempo no podemos vivir la vida de Jesús en nuestros cuerpos mortales porque estamos demasiado concentrados en las opiniones de otros. No podemos valorar las opiniones de nuestros padres, hermanos y hermanas, miembros de la iglesia o compañeros de trabajo por encima de la opinión del verdadero Maestro, el Señor Jesucristo. Uno de los primeros cordones que debemos cortar es el deseo de ser aceptado, aprobado y comprendido por la gente a nuestro alrededor. A través de la historia de la humanidad, encontrará que los que caminaban con el Dios viviente eran a menudo hombres solitarios. Ellos fueron malentendidos, abandonados y rechazados. Conocían el dolor de sentir el frío viento de la oposición contra su rostro. Mientras permanezcamos atados a la opinión de la gente sobre nosotros, jamás conoceremos el poder de una vida sobrenatural. Tales cristianos son como una pelota rebotadora, de vez en cuando tocando el techo de la espiritualidad, quizás experimentando algún gozo o éxtasis en los servicios de adoración de los domingos pero luego nuevamente caídos en el polvo, sintiéndose derrotados y desanimados. Pregunto entonces, ¿Es su compromiso al Señor Jesucristo lo suficientemente real que está dispuesto a considerar el costo de perder amistades, lazos familiares y cualquier cosa que se interponga entre usted y el Señor? El costo de seguirle a Él Jesús dejó bien claro que cuando usted le sigue, su propia casa y aun los mejores amigos se pueden convertir en sus enemigos. Pero entonces Él no le ofrece ninguna otra cosa que lo que Él enfrentó en Su vida. Pablo tuvo que dejar todas las cosas y todo lo que conocía. Por tres años solo en el desierto, se relacionó con el Maestro para quien había dado su vida

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completa y totalmente. Por eso dijo, cuando fue llamado por el Señor, que no consultó con carne ni sangre para buscar la opinión de otros sobre lo que debía hacer. Así que la próxima pregunta que hago es, ¿Está usted dispuesto a hacer lo mismo? Si su respuesta es sí, entonces le garantizo que ha dado el primer paso para experimentar una vida semejante. En 1 Corintios 6:19,20, Pablo dice, “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?, pues habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo...” Este era el lado positivo del compromiso de Pablo con Cristo y lo que hizo de Jesús su verdadero Señor y Maestro. Él reconoció que sangre fue el precio que Jesús pagó por él, y ya no era su propio dueño. Por mucho tiempo, le había robado a Dios. Había retenido su vida para sí. Ahora en arrepentimiento, viene y le devuelve su vida al Señor. Al igual que el gerente de un banco que maneja millones y millones de dólares pero no tiene derecho a usar ese dinero para sí, Pablo se dio cuenta que su propia vida, todo en ella, pequeño y grande, ya no era suyo. Fue comprada con la sangre del Señor Jesucristo. Basado en esto, rindió su vida para ser un esclavo del Señor Jesús. Su compromiso ahora y para siempre era hacer nada más que la voluntad de su Amo.

Capítulo 29

Esperando órdenes

U

sualmente, en la India, frente a los edificios de oficinas, se puede ver a un muchacho mensajero sentado en una banqueta, aparentemente haciendo nada. Pero cuando él oye que una campana suena adentro, se apresura a entrar y pregunta, “Señor, ¿Qué quiere que yo haga?” Cualquiera que sean las instrucciones, las sigue sin quejarse. Luego regresa y se sienta, esperando nuevamente oír la voz de su amo. Esta es la clase de compromiso que Dios quiere de nosotros. Pero esto es lo opuesto al desenfrenado, presuroso, pragmático y moderno cristianismo evangélico en el que la mayoría de nosotros está envuelta hoy. De alguna forma asumimos que Dios está en un gran lío, que debemos correr por todas partes y frenéticamente ponernos a Su lado, o Él tendrá grandes problemas. Por otro lado, creo que Dios está esperando por aquellos que estén dispuestos a ser esclavos, hombres y mujeres que esperen y escuchen la voz del Amo para solamente hacer las cosas que Él les pida que hagan. Media hora con Dios, limitada a hacer Su voluntad,

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a Su manera, vale más que un millón de años haciendo lo mejor por nosotros mismos y con nuestra energía. Todo esfuerzo carnal será quemado hasta ser ceniza y no llegará a la eternidad. ¿Ha reconocido el hecho de que usted fue comprado por un precio, que no se pertenece? Si es así, no tiene ningún derecho a decidir aun en los asuntos más pequeños en su vida. ¿Qué clase de compromiso ha hecho usted con Cristo? ¿Está usted solamente “devolviendo un favor” en su servicio cristiano, o ha rendido la totalidad de su vida, incluyéndolo todo, a Su control? ¿Es usted el que aún anda corriendo por todas partes con brillantes ideas, tratando de hacer esto o aquello por Dios? o ¿Es usted el que está tan comprometido con Cristo que no está motivado o persuadido por nada externo? ¿Está usted muerto a las voces de otros, su propio ego y ambiciones, pero vivo a la voz del Espíritu Santo? Si la vida de Pablo tiene algún secreto para nosotros, es éste, “porque para mí el vivir es Cristo, y el morir, ganancia.”(Filipenses 1:21) También hay varias áreas en nuestras vidas donde esta verdad debe hacer un impacto si queremos encontrar la realidad que buscamos. Su matrimonio Si usted es una persona joven que está pensando en el matrimonio, ¿Le ha preguntado al Señor la clase de persona con la que Él quiere que usted se case? ¿Quién le dijo que debe salir con todas las personas que conoce para probar y asegurarse de conseguir la pareja correcta? ¿Se ha preguntado alguna vez si las tradiciones y las palabras de los hombres en cuanto a escoger su pareja son de Dios, o son creadas por el sistema corrupto de este mundo? ¿Qué está buscando en esa persona con la que se quiere casar?

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¿Educación, dinero, futuro, habilidades y talentos? o ¿Está usted buscando una persona totalmente comprometida con Cristo de todo corazón? Debe renunciar a su derecho de decidir en su matrimonio y en la pareja de su vida. Busque al Señor con todo su corazón, y tenga en mente los valores eternos cuando decida sobre el matrimonio. Cientos de devotos jóvenes creyentes han destruido sus vidas y el llamado de Dios en ellos porque cayeron en la tentación de casarse con alguien basados en las cosas externas en lugar del llamado y la voluntad de Dios en sus decisiones. Si usted ya está casado, ¿Qué espera usted de su cónyuge? ¿Se han vuelto sus valores hacia la comodidad personal, la seguridad y las cosas de este mundo desde su matrimonio? ¿Desea usted que su pareja haga la voluntad de Dios sin importar el costo—aun si eso significa sacrificio para usted? Cuando ora por su esposo o esposa, ¿Es la voluntad de Dios lo primordial? Su educación Nunca olvidaré cuando hablaba con una pareja que lloraba con mucho pesar por la arruinada vida cristiana de su hijo. Él estaba quebrando sus corazones. Un estudiante sobresaliente cuando terminó la escuela secundaria, al principio quería ir y servir al Señor en el campo misionero. Sin embargo, sus padres fueron enseñados a adorar la educación. Ellos eran buenos padres evangélicos/ fundamentales, pero no podían ver cómo Dios podría usar a alguien como él sin una mayor educación. Por meses, el joven persistió en hablar sobre su visión por las almas perdidas, pero sus padres no lo dejaban libre. El joven era uno de los que creía que sólo debía hacer las cosas que sus padres le mandaran a hacer. Al final, lo persuadieron de ir al pastor para consejería. Presionado por los padres, el pastor

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recomendó y convenció al joven de que debía adquirir una mejor educación. Entonces, en contra de su propio corazón y conciencia, el joven se fue a la universidad. El mismo primer año, se enamoró de una muchacha y se casó con ella. Pasaron dos años, y ya él se había completamente descarriado, terminando divorciado. Ahora los padres estaban llorando ante mí, reconociendo que ellos fueron los instrumentos que impidieron que su hijo siguiera al Señor con todo su corazón. No estoy culpando a nadie en esta situación, pero esto me hace hacer una pregunta crítica. ¿Quién nos dijo que debemos de tener grados universitarios? Millones de jóvenes nacidos y criados en hogares cristianos buscan una mejor educación sólo para descubrir que su visión misionera terminó. Raramente logran ir al campo misionero. Estoy convencido de que esta llamada mejor educación “para servir a Dios y vivir por Él” es una de las más grandes decepciones de nuestros tiempos. Dios está buscando a aquellos que den sus vidas completa y totalmente, aun si no tienen nada en términos de educación o las cosas de este mundo. No me malentienda—No estoy en contra de la educación, ni de nadie que vaya a un colegio o universidad a adquirir la mejor educación posible. Sólo estoy preguntando, ¿Está buscando hacer lo que Dios le ha pedido que haga? ¿Ha sometido esta área a Dios para que le dirija? Su trabajo La idea de que un mayor salario y el avance en su carrera obviamente deben venir de Dios es un mito común. Muchos lo creen, pero no es verdad. La pregunta real es, ¿Ha orado usted y ayunado verdadera y honestamente para que Dios le indique su trabajo y el lugar en donde trabaje? Podría ser que ganaría mucho más dinero en otro lugar,

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¡Pero Dios lo quiere donde está! Quizás en una menor posición, con menos paga y menos prestigio, es donde Él lo quiere para impactar esa área, esas personas y esa sociedad para la causa de Su reino. Todo lo que hace en su trabajo podría ser incidental. Lo más importante es que usted es un embajador, la luz del mundo y la sal de la tierra. Dios quiere colocarnos en diferentes lugares en diferentes ocasiones por causa de Su reino. Por supuesto, sólo los que verdaderamente buscan el rostro de Dios y se someten a Su autoridad, sabrán dónde Él les está diciendo que vayan. La pregunta es, ¿Le ha preguntado a Él sobre eso? o ¿Es esa decisión sobre su carrera, ese traslado o ese salario algo que está buscando sin la dirección del Señor Jesús? ¿Planea usted dar un poquito de “su” dinero o de su tiempo a Dios por un lado para mantenerlo feliz? Debemos destruir esta clase de ambición mundana y planes egoístas si seriamente queremos seguir a Jesús hasta el final. Tenemos que volver a Dios y someter esta área a Él, junto con todas las otras. Su compra y venta Estamos viviendo en una sociedad donde nuevos catálogos salen por miles en cada época del año. Somos tentados a comprar las últimas modas y los nuevos productos del día. Las ventas especiales nos engañan para que compremos cosas que no necesitamos. Nuestras mentes están tan distraídas que no nos detenemos a preguntarle a Dios Su voluntad en lo que vamos a comprar. Pensamos que tenemos libre derecho para conseguir lo que queremos, cuando lo querramos. Ese televisor que compró” ¿Consultó a Dios sobre él? ¿Fue Su voluntad? Esas nuevas modas, los juguetes, el auto— no, no me malentienda—no estoy en contra de que compre cosas. Lo que estoy diciendo es que a Dios le interesan las

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decisiones que toma con su cartera. ¿Es Dios el Señor de su compra? Sus hijos Para mi esposa y para mí, aún antes de que nacieran nuestros hijos, nuestra continua oración de todos los días era que Dios salvara sus almas y los llamara a ser misioneros. Nosotros oramos con ellos y los ayudamos mientras oran por ellos mismos. Para los que seguimos a Cristo, ¿No es la eternidad más importante que el tiempo? Todo lo que tenemos, todo lo que edificamos, toda nuestra seguridad—todo acerca de nosotros—va a ser quemado. Verdaderamente estamos siendo preparados por el Dios viviente para reinar con Jesús para siempre por toda la eternidad. Estamos destinados para el trono. Si ese es el caso, ¿Cuál es su más grande deseo para sus hijos? ¿Cuándo fue la última vez que oró y derramó lágrimas, pidiéndole a Dios que llame a sus hijos a servirle? ¿Está dispuesto a renunciar a sus hijos para ir a un país lejano, y si es necesario, nunca regresar, para servirle a Él? ¿Qué quiere para sus hijos—la mejor salud, la mejor educación, la mejor familia, la mejor casa? ¿Qué tal procurar lo mejor para ellos como Dios lo quiere? Pero, ¿Qué quiere Dios? Por supuesto, usted nunca lo sabrá hasta que haya sometido sus hijos y su vida completamente al señorío de Cristo, buscando Su rostro y preguntándole diariamente, “Señor, ¿Qué quieres que hagamos?” Su dinero Las tradiciones y la sabiduría de nuestra sociedad, y nuestros temores por el futuro, aún dictan lo que la mayoría de cristianos hacen con su dinero y recursos. Cuando mira

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las cosas materiales de este mundo, ¿Le ha preguntado verdaderamente a Dios qué quiere Él que usted haga con estos bienes terrenales? Jesús habló mucho acerca de la riqueza y las cosas del mundo. Él nos amonestó fuertemente, “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho destruyen...” (Mateo 6:19) Él nos dijo que hagamos nuestro tesoro en el cielo. Él nos dijo que usáramos las riquezas injustas para ganar amigos para la eternidad; eso es, para ganar preciosas almas. Muchas personas le dan sus recursos a Dios de lo que les sobra o por sentimiento de culpa. ¿Es usted una de ellas? O ¿Procura usted vivir tan simplemente como pueda, con tan poco como pueda con lo mínimo indispensable, para poder enviar más para Su obra? El cristiano promedio gasta más dinero en comida de perro y en el cuidado del césped que por la causa del reino de Dios porque ha llevado completamente su vida y sus finanzas lejos de la mano del Dios viviente. Es su propio amo cuando se trata de dinero y recursos. Nunca ha buscado el rostro de Dios y jamás se ha sometido a Él en esta área como Sus siervos lo han hecho. Le desafío a que lea el Nuevo Testamento y marque cada verso donde Jesús y los apóstoles hablan sobre las riquezas de este mundo. Procure obedecer la Palabra, no explicarla. Luego vea los cambios maravillosos que ocurrirán en su vida. El milagro de la fe se convertirá en una realidad. ¿Ha sometido usted esta área de su vida a Dios? Su tiempo La cantidad de tiempo que el creyente promedio pasa frente al televisor, leyendo novelas mundanas y en recreación es sorprendente. Aun en la iglesia, observamos nuestros relojes cuidadosamente para asegurarnos de que el predicador no use un minuto más de los 25 minutos que se le asignaron

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para predicar. ¡Vaya parodia! ¡Qué lejos hemos caído cuando darle una o dos horas en la semana a Dios es un doloroso ejercicio! El que ha sometido su vida a Dios no puede separar el tiempo de ella. ¿Cómo está usted usando su tiempo libre? ¿Quién le dijo que tomara tantas semanas de vacaciones aquí o allá? ¿Quién le dijo que leyera cada artículo concebible en las revistas y vea la televisión para estar informado? El mundo y su sistema son aún controlados por el príncipe de este mundo, y Satanás está procurando extraer de su vida cada minuto que pueda. Satanás ha preparado cien pequeñas trampas de tiempo para impedirle que sea efectivo para Cristo. Necesitamos estar orando por la guía de Dios en nuestras vacaciones, navidades y otros días feriados. ¿Puede este tiempo ser usado para el reino en lugar de ser desperdiciado egoístamente? ¿Cuánto tiempo pasa en oración cada día? Es alarmante saber que el miembro promedio del coro que canta en nuestras iglesias pasa más tiempo practicando su instrumento y afinando su voz que orando y leyendo la Palabra de Dios. Si sometiéramos nuestro tiempo a la voluntad de Cristo, ¿Qué tan diferentes fueran nuestras vidas? ¿Quién es el Señor de su tiempo? ¿Lo considera suyo? o ¿Le pregunta al Señor Sus planes para sus minutos, horas y días? Aunque encontramos en las vidas de Jesús y Pablo—y aquellos que los siguen hoy—que cada minuto es sometido a hacer la voluntad de Dios. Su vida privada Una de las tragedias más grandes de esta civilizada y moderna sociedad es que a la gente se le ha dicho—y lo han llegado a creer—que nadie debe decir nada sobre su vida privada. Nadie debe entrometerse, y nadie debe molestar.

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Pero no hay tal cosa para el cristiano. Entonces mi pregunta es simple, ¿Ha sometido usted su llamado mundo privado al señorío de Cristo? ¿Qué de los lugares a los que va? ¿Las cosas que lee y la gente con quien habla? ¿Sus conversaciones telefónicas? ¿Las revistas que compra? ¿Las películas que ve y las amistades que mantiene? Para muchos cristianos, su hombre interior ha sido destruido y vive en ruinas—todo porque nunca ha sido sometido a la autoridad de Dios. Tales creyentes insisten en que ellos son sus propios amos; por eso viven esta vida terrenal derrotados y destruidos por el poder de las tinieblas. ¿Qué tal usted? Creo que Pablo era un hombre que miraba cada área de su vida y decía, ”Señor, heme aquí. ¿Qué quieres que yo haga?” Una y otra vez, mientras el Señor ponía más luz en su vida, vemos a Pablo arrepintiéndose y caminando la senda de la cruz. Después de 20 años de predicar, él confesó ser el primero de los pecadores, el menor entre los hermanos más pequeños. En Filipenses 3:12-14, él dice con denuedo como se considera a sí mismo “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” ¿Cómo pudo Pablo y otros como él continuar con esta clase de vida? Creo que eso es sólo posible a través de un continuo autoexamen y confesión. Necesitamos comparar nuestros estilos de vida repetidamente con la Escritura. Luego, al ver dónde necesitamos estar, ¡Nos arrepentimos, nos levantamos y continuamos!

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A menudo tengo que postrarme y decir, “Señor, otra vez Te he fallado. Tienes la razón y quiero continuar. Por favor perdóname y purifícame.” Esto debe ser una práctica diaria. Yo tengo que hacerlo en tantas áreas en mi propia vida. Lo bello de todo es esto: Cuando Jesús murió en la cruz, Él perdonó todos los pecados que usted ha cometido, está cometiendo y cometerá. Antes de que el hijo pródigo volviera a casa, su padre ya lo había perdonado. Su agonía y la oración memorizada que recitó no fue lo que motivó a su padre a perdonarlo. Perdonar era la naturaleza misma del padre. Si cuando éramos enemigos Dios nos amó tanto, ¿Cuánto más nos amará por cuanto le hemos respondido y somos ahora Sus hijos? Para mí, algunos de los más grandes versos en el Nuevo Testamento están en Romanos 8:32-39. Lea esto despacio y en oración. “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.”

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Su gracia es suficiente Ya que hemos llegado al final de este libro, permítame decir que la clave más importante para recordar en una vida que sigue a Cristo es continuo arrepentimiento cuando nos alejamos. Manténgase a cuentas con Dios; y Su gracia es suficiente. Recuerde, sólo a los soldados que van al campo de batalla les disparan y los hieren. Los que se quedan en casa y están cómodos nunca conocen las dificultades de pelear contra el enemigo. Cuando se lance usted ahora por fe a seguir al Señor en Sus pisadas, necesitará tomar la armadura de Dios. Usted se ha sumergido en lo más ardiente de la batalla. Está en el campamento enemigo, y no puede volver atrás. Una de las tácticas más sutiles que el enemigo usa es hacerle a usted inefectivo desanimándole y haciéndole pecar. En el Antiguo Testamento, cuando los enemigos del pueblo de Dios quisieron derrotar a Israel, preguntaron a Balaam qué hacer. Balaam les dijo que tentaran al pueblo de Dios a pecar. Eso fue exactamente lo que hicieron y, por supuesto, Israel fue derrotado. La falsedad del pecado le impedirá lograr una vida comprometida. Cuando usted reconoce esto, debe arrepentirse inmediatamente, tomar la gracia de Dios y el perdón que ya le ha sido dado, y luego agradecerle por Su bondad. Recuerde, estamos llamados a ser soldados. Él está de nuestro lado. Él siempre nos ama, a pesar de todas nuestras fallas, y Él quiere hacernos a la imagen de Su Hijo. Para esto Él le ha llamado. ¡No se rinda!

Una Oración

Q

uerido Señor, reconocemos que nuestro compromiso contigo es tan superficial. Decimos que te amamos, pero nuestras acciones nos traicionan. Abre nuestros ojos para que podamos ver el tiempo y la eternidad como Tú los ves. Perdónanos por olvidar que solamente somos extranjeros y peregrinos en esta tierra. Cuán tontos somos, oh Señor, al atesorar tesoros en esta tierra y pelear para salvar nuestras vidas y preservarlas, cuando Tú nos dices que perderemos nuestras vidas si tratamos de hacer eso. Te pedimos, querido Señor, que nos perdones y nos ayudes a seguir tus pisadas—dejándolo todo, negándonos a nosotros mismos, cargando nuestra cruz diariamente y amándote supremamente para que tus causas se puedan realizar en este mundo tenebroso y moribundo. En el nombre de Jesús, Amén.

Si este libro ha sido para usted una bendición, me gustaría oír de ti. Por favor, envíeme un email a [email protected]

Después de 2,000 años de cristianismo, ¿cómo puede ser que casi 3 mil millones de personas todavía no han sido alcanzadas con el Evangelio? ¿Cuánto tiempo más deben esperar? Hace más de 30 años, Dios nos llamó específicamente a invertir nuestras vidas para alcanzar a los aún no alcanzados en el sur de Asia, a través de la capacitación y envío de misioneros nacionales. Evangelio para Asia es una organización misionera, dedicada a alcanzar al mundo perdido en la ventana 10/40. Contamos con 16,500 pastores y misioneros que ministran de tiempo completo en 10 países de Asia, compartiendo el amor de Cristo. Los misioneros nacionales son muy efectivos ya que trabajan en su propia cultura o en alguna similar. Ellos ya saben o pueden aprender fácilmente el lenguaje, las costumbres y la cultura de las personas a quienes ministran. Ellos no necesitan visa y viven económicamente en el mismo nivel que sus vecinos. Estas ventajas los hacen uno de los métodos más rápidos y eficaces para promover el Evangelio a los millones que todavía están esperando escuchar. Por la gracia de Dios, los misioneros trabajan junto con los creyentes en más de 30,000 iglesias para compartir la esperanza en Cristo. Sin embargo, la Iglesia de Asia es débil económicamente, lo que le impide completar la enorme tarea por sí sola. Para alcanzar a estos casi 3 mil millones de personas con el Evangelio se necesita la ayuda de todo el Cuerpo de Cristo. Es por eso que Evangelio para Asia ofrece a quienes no pueden ir, la oportunidad de enviar misioneros y ser sus compañeros en oración – cumpliendo juntos con la Gran Comisión y siendo parte en la cosecha de almas. Para obtener más información acerca de Evangelio para Asia o para recibir una copia gratuita del libro “Revolución en el mundo de las misiones” visite nuestro sitio web: www.evangelioparaasia.org o escríbanos al correo electrónico: [email protected]



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No es muy tarde para volver al camino correcto, sólo siga a Jesús a lo largo de El Camino a la Realidad, y regrese nuevamente al corazón del Cristianismo En este profético y práctico libro, K. P. Yohannan ofrece una libertad restauradora de las seducciones de la cultura actual, y hace un llamado a comprometerse con una vida de sencillez — con propósito. Usted saldrá mejor equipado para, en forma práctica, aplicar principios bíblicos a su propia vida, y adquirirá un nuevo entendimiento acerca del corazón de Dios. “El Camino a la Realidad puede cambiar a quien se siente cansado de un Cristianismo a medias y no tiene temor de tomar pasos gigantescos con Dios. A través de estas páginas, K.P. Yohannan le acompañará y se sentará con usted a compartir su corazón. Si escucha cuidadosamente, el resultado será ‘la eternidad marcada en su corazón.’ ” —Del escritor del prólogo ERWIN LUTZER

Yohannan

Dr. K.P. Yohannan es el fundador y director internacional de Evangelio para Asia (Gospel for Asia). Ha escrito más de 200 libros publicados en La India y seis en los Estados Unidos, incluyendo Revolución en el Mundo de las Misiones, del cual se han publicado más de 2 millones de copias. Dr. Yohannan coordina los esfuerzos de más de 16,500 misioneros nacionales, y dirige 67 colegios Bíblicos que adiestran a más de 10,000 estudiantes cada año para el campo misionero. Dr. Yohannan y su esposa Gisela, tienen dos hijos Discipleship U.S.$11.95 adultos, Daniel y Sarah, que están sirviendo al Señor.

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B2SP-B0A

a division of Gospel for Asia www.gfa.org

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