El Camino a Eleusis Una Solucion Al Enigma de Los Misterios Wasson Hofmann Ruck

January 11, 2018 | Author: Fernando | Category: Religion And Belief
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Descripción: "Bellísima investigación arqueológica que con ayuda de una nueva ciencia, la etnomicología, y de la qu...

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EL CAMINO A ELEUSIS

L NA SOLUCION AL ENIGMA DE LOS MISTERIOS

R. GORDON WASSON ALBERT HOFMANN CARL A. P. RUCK C p ______________ BREVIARIOS i J Fondo de Cultura Económica

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T rad u cción du F e l ip e

G a ïu u d o

EL CAMINO A ELEUSIS Una solución al enigma de los misterios por R . G otídon W a s s o n A leek t H o f m a n n C arl A. P. R

lck

FONDO DE CULTURA ECONOMICA m î x j c o

Friincra edición en inglrs,

1978

Prim era edición en español, Primera reim presión,

1930 Jâfiâ

T itulo original: The Ftoad ίο E leusis. Unveiling itte Secret of the M ysteries

©1978, Harcourt Brace Jovanovich, Inc., Nueva York D,R. © 1980, F o n d o d e C u u c u r a E c o n o m i c a Av. de la Universidad 975; 03100 México, D. F.

ISBN 968-16-0655-8 Impreso en México

A R ic h a r d

Evants

S c h u lte s ,

Ph. D., Μ. H. (Hon.)

Precursor en el conocimiento de las plantas enteogénicas en el Nuevo Mundo Titular de la Cátedra Paul C. Mangelsdorf en Ciencias Naturales Director y curador de Botánica Económica Museo Botánico de la Universidad de Harvard

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nteóCEKOS

("Dios dentro de nosotros''): sus­ tancias vegetales que, cuando se ingieren, pro­ porcionan una experiencia divina; en el pasado solían ser denominadas "alueinógenos", "psiquedélicos", "psicotomiméticos", etc., térmi­ nos que pueden ser objetados seriamente. Un grupo encabezado por el estudioso de Grecia Cari A. P- Ruck propone "enteógeno” como una designación que llena por completo las necesidades expresivas y que además capta de manera notable las ricas resonancias cul­ turales evocadas por dichas sustancias, mu­ chas de ellas fúngicas, en vastas regiones del mundo durante la pre y la protohístoria. (Véa­ se el Apéndice,)

PREFACIO escrito tanto sobre los misterios eleusinos y desde hace tanto tiempo, que hacen falta unas palabras que justifiquen la pre­ sentación de estos tres estudios dedicados a ellos. Durante casi dos milenios los misterios fueron celebrados cada año (excepto en uno) en beneficio de iniciados cuidadosamente ele­ gidos, en el tiempo correspondiente a nuestro mes de septiembre. Cualquiera que hablase griego tenía la libertad de asistir por su pro­ pia cuenta, con la excepción de aquellos cuyas manos estuviesen manchadas por la sangre no expiada de un asesinato. Los iniciados pernoctaban en el teíesterion de Eleusis, bajo la dirección de las dos familias de hierofantes, los Eumolpidas y los Kerykes, y partían ató­ nitos por la experiencia que habían vivido: según algunos de ellos, jam ás volverían a ser los mismos. Los testimonios acerca de esa noche de vivencias sublimes son unánimes, y Sófocles habla por los iniciados cuando dice: Se

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Tres veces felices son aquellos de los mortales que habiendo visto tales ritos parten al Ha­ des; pues solamente para ellos hay la seguri­ dad de llevar allí una vida verdadera. Para el resto tudo allí es maligno. 9

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PREFACIO

Sin embargo, hasta ahora nadie ha sabido qué es lo que acredita tal clase de declara­ ciones, y hay muchas por el estilo. Para nos* oíros tres ahí reside el misterio de ios mis­ terios ejeusinos. A tal enigma nos hemos aplicado y creemos haber encontrado la solu­ ción, cerca de dos mil anos después de que el rito fue celebrado por última vez y a unos cuatro mil de que se inició. Los tres primeros capítulos de este libro fueron leídos por sus respectivos autores como ponencias ante la Segunda Conferencia In­ ternacional sobre Hongos Alucinógenos, ce­ lebrada en la Olympic Península, Washington, el viernes 28 de octubre de 1977. R. G. W.

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librito inauguramos u n nuevo capí­ tulo en la historia semicen ten aria de la etnomicología; un capítulo que por prim era vez incluye dentro de la esfera de acción de dicha disciplina, y en forma im portante, nuestro propio pasado cultural, el legado que reci­ bimos de la antigua Grecia. La etnomicología es simplemente el estudio del papel de los hongos, en el más amplio sentido, en el pasado de la raza humana; es una ram a de ía etnobotánica. El lenguaje inglés carece de una palabra que designe a íús fungi superiores. Toad­ stool es un epíteto, un término peyorativo que abarca todos aquellos productos fungoi­ deos de los que el consumidor desconfía, con razón o sin ella. Mushroom es una designa­ ción ambigua que para diversas personas cubre diferentes terrenos del mundo fungifor­ me, En este librito utilizaremos la palabra mushroom [hongo] para todos los fungi supe­ riores. Ahora que finalmente el mundo está comenzando a conocer estas formaciones fun­ goideas con todas sus miríadas de formas y colores, aromas y texturas, es posible que esta nueva usanza responda a una necesidad y llegue a ser aceptada generalmente. Con

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Somos tres quienes participam os en esta obra. Albert Hofmann es el químico suizo célebre por su descubrimiento, en 1943, de la LSD; su conocimiento de los alcaloides vege­ tales es enciclopédico y él se encargará de llam ar nuestra atención hacia ciertos atri­ butos de algunos de ellos que son pertinentes á los m isterios eleusinos. Ya que nos encontrábam os ocupados con un tema central de la civilización griega en la antigüedad, era obvio que necesitábamos la cooperación de un estudioso de Grecia. En el momento apropiado supe de la existencia del profesor Carl A. P. Ruck, de la Univer­ sidad de Boston, quien a lo largo de algunos años ha venido realizando notables descubri­ mientos en el indócil terreno de la etnobotánica griega. Durante muchos meses los tres hemos estado estudiando la tesis que ahora proponemos; la contribución de Ruck será la tercera y última. El himno homérico a Deméter es la fuente para el mito que subyace en Eleusis; lo ofrecemos en traducción de Luis Segalá Estalella y de Rafael Ramírez To­ rres (véase la nota de la página 120). En ésta, la prim era de las tres ponencias, mi cargo consiste en destacar ciertas propie­ dades del culto de los hongos enteogénicos en México. En el segundo milenio antes de Cristo, los griegos primitivos fundaron los misterios de

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Eleusis, que m antuvieron embelesados a los iniciados que cada año participaban en el rito. E ra obligatorio guardar silencio respec­ to a lo que allí acontecía: las leyes de Atenas eran rigurosas en cuanto a los castigos que se imponían a todo el que violase el secreto. Pero a lo largo y a lo ancho del mundo griego, por encima del alcance de las leyes áticas, el secreto fue conservado de m anera espontánea durante toda la Antigüedad, y a partir de la suspensión de los m isterios en el siglo IV d.c. el secreto se h a convertido en un elemento que form a parte de la leyenda de la Grecia antigua. No me sorprendería que algunos estudiosos del mundo clásico ’.legaran a sentir incluso que estamos come­ dendo un atentado sacrilego al forzarlo aho­ ra. El 15 de noviembre de 1956 leí un breve irabajo ante la American Philosophical Socie­ ty en el que describía el culto a los hongos en México; en la sesión de preguntas subse­ cuente apunté que dicho culto podría llevar­ nos a la solución de los misterios eleusínos. Un célebre arqueólogo inglés especializado en Grecia, con quien había llevado relaciones muy amistosas durante unos treinta y cinco años, me escribió poco después, en una car­ ra, lo siguiente: No creo que Micenas tenga nada que ver con los hongos divinos ni con los misterios eleu-

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sinos. ¿Puedo darte un consejo? No te apar­ tes de tu culto a los hongos mexicanos, y cuídate de estar viendo hongos por todas par­ tes. Nos gustó mucho tu ponencia de Filadelfia y te recomendaríamos que te mantuvieses tan dentro de tu tema como te sea posible. Disculpa la franqueza de un viejo amigo. Lamento que ahora mi amigo se encuentre ya sumergido en las som bras del Hades; aun­ que tal vez debiera alegrarme de que no podrá ofenderlo mi insolencia al m enospreciar su bien intencionada admonición. Mi difunta esposa Valentina Pavlovna y yo fuimos los prim eros en utilizar el término etnomicología, y seguimos de cerca los avan­ ces en esta disciplina durante los últimos cincuenta años. Con el propósito de que el lector pueda apreciar el dram atism o de nues­ tro últim o hallazgo, debo comenzar por re­ latar de nuevo la historia de nuestra aventura con los hongos. Comprende precisamente los últim os cincuenta años. En buena medida constituye la autobiografía de la familia Was­ son y ahora nos ha llevado directam ente a Eleusis. A finales de agosto de 1927 Valentina y yo, entonces recién desposados, pasamos nuestra demorada luna de miel en una cabaña que nos prestó el editor Adam Dingwall en Big In-

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¿ian, en las m ontañas Catskills. Valentina era rusa, nacida en Moscú en el seno de una fa­ milia de intelectuales; había huido de Rusia con su familia en el verano de 1918, cuando :enía diecisiete años. Tina se recibió como médica en la Universidad de Londres y ha­ bía estado trabajando arduam ente para esublecerse como pediatra en Nueva York. Yo era periodista y trabajaba en el departam ento de finanzas del Herald Tribune. En aquel her­ moso prim er atardecer de nuestras vacacio­ nes en las Catskills salimos a deam bular por un sendero, paseando asidos de la mano, fe­ lices como alondras, disfrutando la plenitud áe la vida. A nuestra derecha había un cal­ ífero y a la izquierda el bosque. De pronto Tina se desprendió de mi mano t se precipitó en la floresta. Había visto hon­ gos; una m ultitud de hongos, hongos de m u­ chas clases, que poblaban el suelo del bosque. Gritó encantada con su belleza. Los llamaba a cada uno con un afectuoso nombre ruso. N'o había visto tal profusión de hongos desde cue dejó la dacha de su familia cerca de Mos­ cú, casi un decenio antes. Tina se prosternó ante aquellas setas, en actitudes de adora­ ción semejantes a las de la Virgen m ientras escuchaba al Arcángel de la Anunciación. Co­ menzó a recoger algunos de los hongos en su delantal. Le advertí: "¡Regresa, regresa acá! Son venenosos, hacen daño. Son setas.

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¡Ven acá!” Sólo conseguí hacerla reír más: sus festivas carcajadas sonarán por siempre en mis oídos. Esa noche Tina aderezó la sopa con hongos y guarneció la carne con otras setas. Ensartó otras más en ristras que colgó a secar para su consumo durante el invier­ no, según dijo. Mi desconcierto fue total. Esa noche no probé nada que tuviese hongos. Desesperado y profundam ente preocupado me dejé llevar por ideas descabelladas: le dije que al día siguiente, cuando me levantara, se­ ría viudo. E ra ella quien tenía razón; no yo. Las circunstancias particulares de este epi­ sodio parecen haber conformado el curso de nuestras vidas. Comenzamos a examinar lo que hacían nuestros compatriotas; ella con los rusos y yo con los anglosajones. Pronto encontramos que nuestras actitudes indivi­ duales eran características de las que tenían nuestros pueblos. Entonces empezamos a reu­ nir información; al principio lenta, aleatoria, intermitentemente. Comparamos nuestros res­ pectivos vocabularios para referirnos a los hongos: el ruso era interminable, aún no lo he agotado; el inglés se reducía esencialmente a tres palabras, dos de ellas imprecisas: toad­ stool, mushroom, fungus. Los poetas y no­ velistas rusos han llenado sus escritos con hongos, siempre en un contexto afectuoso. Un forastero podría tener l a . impresión de que

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todo poeta ruso compone versos sobre la recolección de los hongos casi a modo de un rito de transición que le perm ita calificar cual un artista maduro. En inglés, el silencio de muchos escritores acerca de los hongos es ensordecedor: Chaucer y Milton jam ás los mencionan; los demás lo hacen rara vez. Para Shakespeare, Spencer, William Penn, Lauren­ ce Sterne (abundantem ente), Shelley, Keats, Tennyson, Edgar Allan Poe, D. H. Lawrence y Emily Dickinson, mushroom y toadstool son epítetos desagradables, incluso ofensivos. Los poetas ingleses, cuando los mencionan, los re­ lacionan con la descomposición y con la m uer­ te. Tina y yo comenzamos a extender nuestra red y a estudiar todos los pueblos de Euro­ pa; no solamente los alemanes, franceses e italianos, sino más especialmente las culturas periféricas, fuera de la corriente principal, donde las costumbres y las creencias arcaicas han sobrevivido más tiempo —los albaneses, frisones, lapones, vascongados, catalanes y sardos, los. islandeses y faroeses, y por su­ puesto los húngaros y los fineses. En todas nuestras pesquisas y viajes buscamos como nuestros más preciados informantes, no a los estudiosos, sino a los campesinos humildes e iletrados. Exploramos su conocimiento de los hongos y los usos que les daban. Así mismo tuvimos cuidado de recoger el sabor del vocabulario erótico y escabroso que a

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menudo desatienden los lexicógrafos. Exami­ namos los nombres comunes de los hongos en todas estas culturas en busca de las me­ táforas fósiles ocultas en sus etimologías, con el propósito de descubrir lo que tales m etá­ foras expresaban: una actitud favorable o desfavorable hacia estas criaturas de la tierra. Poca cosa, pensarán algunos de ustedes, es tal diferencia en la actitud emocional hacia los hongos silvestres. Pero mi esposa y yo no lo creimos así, y durante decenios dedi­ camos la mayor parte de nuestro tiempo libre a disecarla, definirla y rastrear su origen. Los hallazgos que hemos logrado, incluyendo el redescubrimiento del papel religioso de los hongos enteogénicos en México, pueden re­ lacionarse con nuestra preocupación por la brecha cultural entre mi esposa y yo, entre nuestros respectivos pueblos, entre la micofilia y la micofobia (palabras que acuñamos para designar nuestras dos actitudes) que dividen a los pueblos indoeuropeos en dos bandos. De ser errónea nuestra hipótesis, ha­ bría que reconocer que una hipótesis falsa que ha dado tanto fruto como ésta es bien singu­ lar. Pero no es errónea. Gracias a los enormes avances realizados durante este siglo en el estudio de la psique humana, todos nosotros sabemos ahora que las actitudes emociona­ les profundam ente arraigadas, que se adquie­ ren a tem prana edad, son de im portancia

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fundamental. Me parece que cuando tales ras­ gos colorean las actitudes de tribus o de razas enteras, cuando tales rasgos han per­ manecido inalterados al través de la historia y, sobre todo, cuando difieren entre dos pue­ blos vecinos, nos encontramos frente a frente con un fenómeno de las mayores implica­ ciones culturales, cuya causa prim era podrá ser descubierta sólo en los veneros de la his­ toria cultural. Nuestros archivos y correspondencia cre­ cieron constantem ente y al final, en algún momento a principios de los cuarenta, Tina y yo nos sentamos y nos preguntamos qué íbamos a hacer con toda esa información. Decidimos escribir un libro; mas había tan­ tas lagunas en nuestros datos que debieron pasar años antes de que pudiésemos llevar as palabras al papel. En nuestras conversacioíes de entonces encontramos que habíamos esado pensando en la misma dirección, temero;os de expresar nuestras ideas incluso entre nosotros: eran demasiado fantásticas. Ambos habíamos llegado a colum brar un período muy remoto, mucho antes de que nuestros ante­ pasados supieran escribir, en que aquellos antecesores deben haber considerado a un tongo como una divinidad o como un ente cuasi divino. No sabíamos cuál (es) hongo (s) ni por qué. En la época del hom bre primitivo el mundo entero se hallaba transido del sen-

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timiento religioso, y los poderes invisibles lo m antenían empavorecido. Sin duda nuestro "hongo” sagrado debe haber sido maravillo­ so, debe haber evocado respeto y adoración; miedo, sí, y aun terror. Cuando ese culto primigenio dejó el lugar a nuevas religiones y a las nuevas prácticas que surgieron con una cultura letrada, las emociones convoca­ das por la vieja devoción hubieron de sobre­ vivir, aun arrancadas de sus raíces. En ciertas regiones pervivirían el miedo y el pavor, ya a un hongo particular (como en el caso de A. muscaria) o bien, conforme al través del tabú deviniese más vago el foco emocional, a las “setas” en general; m ientras tanto en otras regiones, por alguna causa que por ahora no conocemos, lo que pervivió fue el espíritu de am or y de latría. En eso residiría la explica­ ción del enfrentam iento entre la micofobia, y la micofilia que habíamos descubierto. (Por cierto, toadstool fue originalmente el nombre, específico en inglés de A. muscaria, el hongo, divino, de belleza a la altura de su divini-, dad. Al través del tabú toadstool perdió su, especificidad y llegó a cubrir la totalidad, de los hongos que el micófobo elude.) |

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Fue en México donde nuestra búsqueda da un hipotético hongo sagrado alcanzó por prU mera vez su objetivo. El 19 de septiembre) de 1952 recibimos por correo dos cartas da

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Europa: una de Robert Graves, que adjun­ taba un recorte de una revista farmacéutica en que se citaba a Richard Evans Schultes, quien a su vez citaba a varios frailes espa­ ñoles del siglo XVI que contaban acerca de un extraño culto a los hongos entre los in­ dios de Mesoamérica; la segunda, de Giovan­ ni Mardersteig, nuestro im presor en Verona, que nos enviaba un dibujo, ejecutado por él, de un curioso artefacto arqueológico pro­ cedente de Mesoamérica. Dicho objeto se exhi­ bía en el Museo Rietberg de Zurich. Era de piedra, de unos treinta centím etros de alto: era obviamente un hongo, con un radiante ser esculpido en el tallo, o en lo que' los micólogos llaman el estipe. Tal vez ahí se encontraba precisamente el culto que está­ bamos buscando, puesto a nuestro alcance. En un principio habíamos resuelto que en nues­ tras indagaciones nos m antendríamos aleja­ dos del Nuevo Mundo y de Africa: el mundo era demasiado vasto y nuestras manos tenían suficiente con Eurasia. Mas en un abrir y íerrar de ojos cambiamos de opinión y el :urso de nuestros estudios, y nos concenramos en México y Guatemala. Habíamos stado postulando una conjetura fantástica: |ue un hongo silvestre era objeto de devoión religiosa. Y de pronto ahí estaba a luestra puerta. Durante todo aquel invierno stuvimos revisando los textos de los frailes

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españoles del siglo xvi, y qué re la to s tan extrao rd in ario s nos b rin d aro n . Volamos a Mé­ xico en aquel verano de 1953 y rep etim o s el viaje en m uchas tem poradas de lluvias su b ­ secuentes. G racias a la m aravillosa coopera­ ción de todo m undo en dicho país, la noche del 29 de ju n io de 1955 logram os finalm ente n u e stro hallazgo capital: mi am igo el fo tó ­ grafo Allan R ichardson y yo p a rticip am o s con n u e stras am istades indias en una velada, b ajo la dirección de una cham ana de e x trao rd in aria calidad. Fue la p rim era vez, hasta donde se sabe, que alguien de raza ajen a co m partió tal clase de com unión. Fue u n a experiencia sobrecogedora. La tem eraria c o n je tu ra que nos habíam os atrev id o a com unicarnos, en un susurro, años atrás, finalm ente estaba de­ m ostrada. Y ah o ra , casi un c u a rto de siglo después, nos hallam os p rep arad o s para o fre­ cer, en o tro hongo, Ctaviceps purpurea, la clave que guarda el secreto de los m isterios elcusinos. Que debía h ab er un d enom inador com ún e n tre el m isterio del hongo m exicano y los m isterios de Eleusis fue una revelación que m e asaltó de inm ediato. Uno y o tro m isterios provocaban un av asallad o r sentim iento de te ­ m or reverente, de m aravilla. D ejaré que sea el profesor Ruck quien h able de Eleusis, mas deseo c ita r antes a un antiguo escrito r, el re­ tórico Elio A ristides, que en el siglo IT d .c

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alzó por un instan te el velo, cuando d ijo que lo que experim entaban los iniciados era "n u e­ vo, sorprendente, inaccesible a la cognición ra c io n a r’, y después: Eleusis es un santuario común a la tierra entera, y de cuantas cosas divinas existen en­ tre los hombres es la más revercnciablc y la más luminosa. ¿En qué lugar del mundo han sido entonados cánticos más milagrosos y dónde han provocado los dromena mayor emo­ ción, dónde ha existido rivalidad mayor entre el mirar y el escuchar? [Las cursivas son mías.] Y A ristides co n tin ú a h a b lan d o de las "visio­ nes inefables" cuya contem plación fue privi­ legio de m uchas generaciones de h om bres y m ujeres afortunados. Punto por punto esta descripción es para­ lela con el efecto sentido p o r los iniciados en el rito m esoam ericano de los hongos, in­ clusive la "riv a lid a d ” e n tre el m irar y el es­ cuchar. Pues las visiones que uno experim enta asum en contornos rítm ico s y los can to s de la cham ana parece ad q u irir form as visibles y abigarradas. Al parecer, e n tre los griegos c o rría la voz de que los hongos eran el "alim en to de los dioses", brôm a theôn, y se dice q u e P orfirio los llam ó "nodrizas de los dioses", theotrophos. Los griegos de la ¿-poca clásica eran

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micófobos- ¿Acaso no sería e sto p o rq u e sus antecesores .sin tiero n q u e la to talid ad de la fam ilia de los hongos se hallaba contagiada "p o r atracción*’ con la cualidad divina de! hongo sagrado, y en consecuencia los hongos debían ser evitad o s p o r los m o rtales? ¿Acaso no estam os exam inando aquí algo que en su origen fue un tabú religioso? No quiero que se entienda que estoy sos­ teniendo que sólo estos alcaloides (donde­ q uiera que se encuentren en la naturaleza) provocan visiones y éxtasis. Evidentem ente algunos poetas y pro fetas y m uchos m ísticos y ascetas parecen h ab er experim entado \fisiones extáticas que cum plen las condiciones de los antiguos m isterios y reproducen los efectos de la ingestión ritu al de hongos en México. No estoy insinuando que San Ju an , en Patm os, haya tom ado hongos cuando escri­ bió el Apocalipsis. No o b stan te ello, la se­ cuencia de im ágenes en su V isión, tan n ítid as y a la vez tan fantasm ales, me indica que el A póstol se enco n trab a en el m ism o estad o de quien ingiere los hongos. Tam poco insi­ núo, ni por un in stan te, que W illiam Blake conociera los hongos cuando escribió e sta h ipotiposis de la n itidez q u e tiene la "visión": Los Profetas describen lo que ven en la Vi­ sión como hombres reales y existentes, a quie­ nes ellos vieron con sus órganos imaginativos

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c inm o rtales; los A póstoles lo m ism o; m ien­ tras m ás diáfano sea o l.ó rg a n o m ás nítido será el o b jeto . Un e sp íritu y una V isión no son, co m o su p one ¡a filosofía m oderna, un vapor nebuloso o una nada: se encuentran organizados y m inuciosam ente articulados m á s allá de todo lo que puede producir la naturaleza perecedera y m ortal. Quien no im a­ gina con co ntornos m ejo res y m ás vigorosos, y ba jo una lu z m e jo r y m ás intensa, de lo que p u ed en d istin g u ir su s ojos perecederos, en realidad no im agina nada. (Las b astard illas son mías.] E s to s o n a r á c ríp tic o a q u ie n no c o m p a r ta la visió n d e B la k c o n o h ay a in g e rid o ios h o n ­ gos. La v e n ta ja d e los h o n g o s es q u e p u e d e n p o n e r a m u c h a s p e rs o n a s , si n o a to d a s , en este e s ta d o , sin q u e d e b a n s u f r ir la s m o rtif i­ ca c io n e s d e B la k e ni la s d e S an J u a n . S u in ­ gestió n p e r m ite a u n o c o n te m p la r co n m a y o r c la r id a d q u e la d e n u e s tr o s o jo s m o rta le s , v ista s q u e e s tá n a lle n d e los h o riz o n te s de e s ta v id a ; v ia ja r p o r el tie m p o , h a c ia a d e ­ la n te y h a c ia a tr á s ; p e n e tr a r c n o tr o s p la n o s d e la e x iste n c ia ; in c lu so , c o m o d ic e n los in ­ d io s, c o n o c e r a D ios. N o es m u y s o rp re n ­ d e n te q u e n u e s tr a s em o c io n e s re s u lte n p r o ­ fu n d a m e n te a fe c ta d a s , q u e s in ta m o s q u e un v ín c u lo in d iso lu b le no s u n e co n los d e m á s qu e h a n c o m p a rtid o el b a n q u e te sa g ra d o . T o d o ]p q u e u n o ve d u r a n te esa n o c h e tien e

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u n a c a lid a d p r ís tin a : el p a is a je , la s c o n s tru c ­ c io n e s, lo s re lie v e s, lo s a n im a le s : to d o p a re c e re c ié n lle g a d o d e l ta lle r d el C re a d o r. E s ta n o v e d a d d e to d o — e s c o m o si el m u n d o a c a ­ b a r a d e s u r g ir — lo a b r u m a a u n o y lo f u n d e en s u b elleza . De m a n e ra n a tu ra l, c u a n to n o s o c u r r e n o s p a re c e p re ñ a d o de s e n tid o y, e n c o m p a ra c ió n , la r u tin a c o tid ia n a re s u lta triv ia l. U no ve to d a s e s ta s c o s a s co n u n a in m e d ia te z d e v isió n q u e lo lle v a a d e ­ c irs e : “ A h o ra e s to y v ie n d o p o r p r im e r a vez; v ie n d o d ir e c ta m e n te , s in la in te rv e n c ió n de o jo s m o r ta le s ." P la tó n n o s d ic e q u e m á s a llá d e e s ta ex is­ te n c ia e fím e ra c im p e rfe c ta d e a q u i a b a jo h a y o tr o m u n d o id e al d e a r q u e tip o s , d o n d e e l M o d elo d e c a d a c o s a tie n e u n a v id a p e r ­ d u r a b le : h e rm o so , v e rd a d e ro , o rig in a l. A lo la rg o de m ile n io s, p o e ta s y filó so fo s h a n s o ­ p e s a d o y c o m e n ta d o d ic h o c o n c e p to . P a ra m í r e s u lta c la r o d ó n d e e n c o n tr ó P la tó n su s “ I d e a s " ; ta m b ié n lo e r a p a r a a q u e llo s de s u s c o n te m p o rá n e o s q u e f u e ro n in ic ia d o s e n lo s m is te rio s . P la tó n b e b ió d e la p o c ió n en el te m p lo de E le u s is y p a s ó la n o c h e c o n te m ­ p la n d o la g ra n V isión. Y d u r a n te el tie m p o e n q u e u n o e s tá vien­ d o e s ta s c o sa s, en M éxico, la s a c e r d o tis a c a n ­ ta , n o e n v o z a lta p e ro sí co n a u to r id a d . E s b ie n c o n o c id o q u e los in d io s n o se e n tre g a n a c x te rio riz a c io n e s d e su s s e n tim ie n to s , ex·

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cepto en tales ocasiones. EI canto es bueno, m as bajo la influencia de los hongos u n o lo juzga infinitam en te tierno y delicado. E s com o si uno estuviese escuchando con los oídos del espíritu, purificad o de to d a tu rb ied ad . Uno e stá recostado en un p etate; si se pu so listo tal vez en un colchón ínflable y en un saco de dorm ir. E stá oscuro, pues todas las luces han sido apagadas, m enos unas c u an tas as­ cuas entre las piedras del h o g a r y el incienso en un anafe. Hay q u ietud, pues la choza de paja posiblem ente se en cu en tre a c ie rta d is­ tancia del pueblo. En la o scu rid ad y la q u ie­ tud aquella voz cam bia de ubicación en la choza: de p ro n to viene de m ás allá de los pies, ahora suena ju n to al oído, ah o ra a lo le­ jos, a h o ra realm en te ab ajo de uno, con un extraño efecto de ventriloquia. T am bién son los hongos los que p roducen esta ilusión. Todo el m undo la exp erim en ta, asi com o sucede a los nativos de Siberia cu an d o com en A m a­ n tia m uscaria y yacen b a jo el co n ju ro de sus cham anes, que así m ism o hacen gala de una pasm osa habilidad p ara im p rim ir u n efecto de ventriloquia a sus toques de tam b o r. De m anera sim ilar, en México escuche a una cham ana que em prendía una sesión de percusio­ nes de lo más com plicado: con las m anos se golpeaba el pecho, los muslos, la fren te, los brazos; cada punió del cuerpo p ro d u cía u n a resonancia d iferen te y ella m an ten ía un ritm o

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com plicado en el que m odulaba e incluso sincopaba los golpes. El cuerpo de uno yace en la oscuridad, pesado como el plom o, pero el esp íritu parece rem o n tarse y a b an d o n a r la choza, y con la velocidad del p ensam iento v ia ja r p o r donde lo desee, en el tiem p o y en el espacio, acom pañado p o r el can to de la cham ana y p o r el golpeteo de sus rítm icas percusiones. Lo que uno m ira y lo q u e uno escucha parece se r una sola cosa: la m ú ­ sica asum e form as arm oniosas, reviste de form a visual sus arm o n ías, y lo que uno e stá m irando adopta las m odalidades de la m úsica: la m úsica de las esferas. “ ¿D ón­ de ha existido rivalidad m ayor e n tre el m i­ ra r y el escuchar?" ¡Cuán a p ro p ó sito de la experiencia m exicana era la a n tig u a p re­ gunta del retórico griego! Todos los sen­ tidos se encuen tran afectados de m anera sim ilat: el cigarrillo con el que u n o o casio ­ n alm ente rom pe la tensión de la noche tiene un arom a como ja m á s o tro lo ha tenido; el vaso de agua p u ra es infinitam ente m ejo r qüc la cham paña. En algún lu g ar escribí una vez que la persona que ha ingerido hongos se encuentra suspendida en el espacio: una m irad a despojada del cuerpo, invisible, in­ corpórea, que ve pero no puede ser vista. En realidad los cinco sentidos se en cu entran des­ pojados del cuerpo, todos ellos a tono con ese alto nivel de sensibilidad y alerta, todos

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ellos m ezclándose de la m anera m ás ex trañ a h a sta que el sujeto, en teram en te pasivo, de­ viene un pu ro recep to r de sensaciones infi­ n itam ente delicado. M ientras el cuerpo de uno yace ahí en el saco de dorm ir, el alm a queda libre, pierde todo sentido del liem po, alerta com o nunca antes; vive una etern id ad en u n a noche, m ira u na infinitud en un grano de arena. Lo q u e uno h a visto y escuchado queda g rabado com o p or un buril en la m em oria, de d o nde ja m á s p o d rá ser borrado. P o r fin conoce uno lo inefable y lo que significa el éxtasis. ¡Éxtasis! El e spíritu se rem onta al origen de esa p ala­ bra: para los griegos ekstasis .significaba que el alm a volaba fu era del cuerpo. E stoy se­ guro de que esta p alab ra fue acu ñ ad a p a ra d escrib ir el efecto de ios m isterios de E leu­ sis. ¿Puede h allarse m e jo r térm ino q u e ése para d escrib ir el estad o de quienes han in­ gerido hongos? En el habla cotidiana, en tre los m uchos que nunca han exp erim en tad o el éxtasis, "éx tasis" significa algo divertido, y a m enudo la gente me pregunta p o r q u é no tomo hongos todas las noches. Pero el éxtasis no es una diversión. Es el alm a m ism a lo q ue es lom ado y sacudido h asta el estrem e­ cim iento. Después de lodo, ¿quién bu scará sen tir el tem or de una reverencia a bso lu ta, o tra s p a s a r esa p u e rta de m aravillas que lleva a la Presencia Divina? El ig norante o rd in a rio

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em plea mal la p alab ra, y n o so tro s debem os re c ap tu ra r su sentido total y a te rro riz a d o r. . . Unas c u an tas h o ras después, a la m añ an a siguiente, uno está listo para ir a tra b a ja r. Pero cuán baladí nos parece el tra b a jo en com paración con los p o rte n to s o cu rrid o s d u ­ ra n te aquella noche. Si uno p uede hacerlo, pre fe rirá perm anecer cerca de la casa y, ju n to con quienes c o m p artiero n esa noche, com pa­ r a r notas y g rita r de asom bro. Q uiero d ar una idea de la abrum adora, sen­ sación de reverencia que los hongos sagrados provocan e n tre la población n ativa de las m ontañas m exicanas. E n la trib u m azateca donde los tom é p o r p rim era vez estos hongos en especial no son "hongos": pertenecen a o tra categoría. Hay una p alab ra, th a in s, que ab arca a todos los fungi: los com estibles, los que son inocuos aunque no puedan com erse y los. venenosos; a todos los fu n g i m enos los sagrados. Los hongos sagrados reciben un no m b re que es un eufem ism o de o tro nom bre ah o ra perdido: son >nti'xisth o s. (En m azateço, cada sílaba puede pro n u n ciarse en cu atro tonos distintos, o con entonaciones q u e van de uno a otro ; el m ás ag udo es \ El signo inicial "> es una oclusión de la glotis.) El p ri­ m er elem ento, ^n ii', es un dim inutivo d e afec­ to y respeto. El segundo, xP tho1, significa "el que b ro ta ”. Así pues, la p alab ra com pleta sería "el pequeño que b ro ta ”. Pero e sta pa­

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la b r a es s a g r a d a : n o s e e s c u c h a e n el m e r ­ c a d o n i en d o n d e h a y a u n g ru p o d e p e rs o n a s re u n id a s . E s m e jo r t r a e r el te m a a co lació n p o r la n o c h e , a la lu z d e u n a fo g a ta o d e u n a ve la (v e la d o r a ) , c u a n d o u n o se e n c u e n tra a so la s con s u s h u é s p e d e s . E n to n c e s ello s se e x te n d e rá n la rg a m e n te s o b re la s m a ra v illa s de e s to s h o n g o s p ro d ig io so s . E s p ro b a b le q u e en lu g a r d e d ic h o n o m b r e e u fc m ís tic o u tilic e n in c lu s o o tr o s e u fe m is m o s m á s a v a n ­ z a d o s: lo s n iñ o s s a n to s o la s c o s ita s, e n m aza teco . C u a n d o p a r tía m o s a c a b a llo d e las m o n ta ñ a s m a z a te c a s , d e s p u é s d e n u e s tr a p r i­ m e r a v is ita , p re g u n ta m o s a n u e s tr o m u le te ­ ro , V íc to r H e rn á n d e z , c ó m o h a b ía sid o q u e lo s h o n g o s s a g r a d o s lleg asen a s e r lla m a ­ d o s lo s p e q u e ñ o s q u e b r o ta n . V íc to r h a b ía re c o r r id o la s m o n ta ñ a s d u r a n te to d a s u v id a y h a b la b a e s p a ñ o l, a u n q u e no s a b ía le er, e s ­ c r ib ir , n i d e c ir la h o ra en el re lo j. S u r e s p u e s ­ ta , p r e ñ a d a d e em o ció n y s in c e rid a d , a le n ta b a la p o e s ía d e la re lig ió n , y yo la c ito a q u í p a la b r a p o r p a la b ra , ta l c o m o ¿1 la p ro n u n c ió y yo la a n o té e n to n c e s e n m i lib re ta : E l honguillo viene p o r sí m ism o, no se sabe de dónde, com o el viento que viene sin s a b e r de dó n d e n¡ p o r qué. V íc to r se r e f e r ía a la g én e sis d e los h o n g o s s a g ra d o s : b r o ta n s in s e m illa s n i ra íc e s, u n

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m isterio desde el principio. C uando le p re ­ guntam os a A urelio C arreras, carn icero de H uautla, a dónde nos llevan los hongos, d ijo sencillam ente: "Le llevan allí d o nde Dios e stá .” Según R icardo G arcía González, de Rio Santiago, para to m a r los hongos "hay que ser m uy lim pio, es la sangre de N u estro S eñor P adre E tern o ” . Los testim onios an te rio re s so n de h abitantes del pueblo que hablaban esp a­ ñol y que elegim os al azar; expresan la reli­ gión en su esencia m ás pura, sin ningún contenido intelectual. A ristóteles d ijo de los m isterios eleusinos precisam ente lo mismo: los iniciados debían su frir, sen tir, experim en­ ta r ciertas em ociones y estados de ánim o; no estaban ahí p a ra ap ren d er nada. Cuando el hom bre em ergía de su basto pasado, hace m ilenios, hubo un estad io en la evolución de su conciencia en que el descu­ b rim ien to de un hongo (¿o fue una p lan ta superior?) con propiedades m ilagrosas cons­ tituyó una revelación, un verdadero d eto n a­ d o r para su alm a que desp ertó en él sen ti­ m ientos de tem or y reverencia, de b o ndad y am or, en el m ás a lto re g istro de que la h um anidad es capaz; todos esos sen tim ien ­ tos y virtudes que a p a rtir de entonces la hum anidad ha con sid erad o com o el m ayor a trib u to de su especie. Esa p lan ta le per­ m itió ver lo que estos ojos m o rtales no pue­ den m irar. C uánta razón tenían los griegos al

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rodear de sigilo y custodia este m isterio, esie b eber la poción. Lo que hoy en día ha desem ­ b ocado en una sim ple droga, una triptam ina, un derivado del ácido lisérgico, era para ellos un m ilagro prodigioso, in sp irad o r de poesía, filosofía y religión. Tal vez con todos n uestros conocim ientos m odernos no necesi­ tem os ya de los hongos divinos, O ¿los nece­ sitarem os más que nu n ca? N o falta quien se m oleste porque la clave, aun de la religión, p ueda reducirse a una m era droga. P o r o tra p arte, tal droga es tan m isteriosa com o siem ­ p re lo ha sido: “como el viento que viene sin saber de dónde ni p o r qué". De una sim ple droga brota lo inefable, surge el éxtasis. Ko es el único caso en la h isto ria de la hu m an i­ dad en que lo m ás b a jo ha dado origen a lo divino. Parafraseando un texto sagrado d iríam os que esta p a ra d o ja es difícil de acep­ tar, m as digna de que todos los h om bres crcan en ella. ¿Qué no darían nuestro s estudiosos de la antigüedad clásica a cam bio de la o p o rtu n i­ dad de a sistir al rito en Eleusis, de h ab lar con las sacerdotisas? Llegarían a los recin­ tos. e n tra ría n a la cám ara sagrada con la reverencia em anada de los textos que han venerado a lo largo de milenios. ¡Qué propicio seria el estado de su esp íritu si se les invitara a co m p a rtir la poción! Pues bien, tales ritos ocurren ahora, ignorados p o r los estudiosos

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de la antigüedad clásica, en habitaciones a p ar­ tadas, hum ildes, techadas con p aja, sin ven­ tanas, lejos de los cam in o s trillados, en lo a lto de las m on tañ as de México, en la q u ie­ tud de la noche, rasgada sólo p o r el ladrido lejano de un perro o el rebuzno de un asno. 0 bien, ya que nos encontram os en la tem po­ rada de lluvias, el m isterio puede celebrarse b ajo un aguacero torrencial, con el acom pa­ ñam iento de tru en o s terroríficos. Y entonces, p o r supuesto, m ientras uno yace a h í bajo el efecto de los hongos, escuchando la m úsica y contem plando las visiones, conocerá u n a experiencia estrcm ecedora al re c o rd a r cóm o algunos pueblos prim itivos creían que los hongos, los hongos divinos, d ebían su o ri­ gen a la participación celestial de Parjan y a, el dios ario del rayo, q u e los engendraba en la suave M adre Tierra. Hay quien ha llam ado a la micología el entenado de las ciencias. ¿No está a h o ra ad ­ quiriendo una dim ensión to talm en te nueva c inesperada? La religión se ha en co n trad o siem pre en el m eollo de las m ás a lta s facul­ tades del hom bre y de sus m ayores logros cul­ turales; a p a rtir de tal perspectiva quiero a h o ra pedirles que considerem os n u estro hu­ m ilde hongo: ;qué testim onios de nobleza y de añeja e stirp e van respaldándolo! R . G ordon W a sso .v

II. U N A P R E G U N T A IN Q U IE T A N T E , Y M I RESPUESTA

E n j u l i o df. 1975 m e encontraba visitando a mi am igo G ordon W asson en su residencia de D anbury, cuando rep en tin am en te d m e planteó la p reg u n ta siguiente: ¿creía yo que el hom bre prim itivo, en la antigua G recia, podría haber descubierto algún m éto d o para aislar un entcógeno a p a rtir del cornezuelo que pudiese haberle pro p o rcio n ad o tina expe­ riencia com parable a la q u e da la l s d o la psilocibina? Le respondí que bien p o d ría h ab er sido así y prom etí enviarle, d espués de que Jo hubiere pensado m ejor, un com entario so ­ bre nu e stro s conocim ientos presentes acerca del tem a; los cuales, según yo sospechaba entonces, apoyarían mi posición tentativa. H an pasado dos años, y ah o ra h e aq u í mi respuesta. Corne 2 uelo es el nom bre castellano de un producto fúngico, el esclerocio de un hongo que los m icólogos conocen com o Ciaviccps purpurea (Fr.) Tul. Es un p a rá sito del cen ­ teno y de otros cereales como la cebada v el trigo, así com o de algunos pastos silves­ tres. O tras especies del género C hviccps, como C. pas pal i Stev. y H all, C. nigricans Tul. y C. glabra Langdon, e n tre o tra s, p a ra sita» mu· 33



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chas clascs y variedades de pasto. El cor­ nezuelo m ism o carcce de una com posición quím ica uniform e: se p resen ta en razas "q u í­ m icas" o "biológicas” que difieren e n tre sí sobre iodo por la com posición de los alca­ loides que contienen. (Los quím icos definen los alcaloides com o su stan cias alcalin as q u e contienen nitró g en o y que re p re sen ta n los principios activos, desde un p u n to de vista farm acológico, de n um erosas p lantas.) Asi, en Suiza existen tres variedades de cornezuelo del centeno: 1) En la planicie suiza u n a que contiene sobre todo el alcaloide ergotam ina; 2) En el V alais una con alcaloides del grupo de la ergotoxina, y 3) E n los G risones una que no contiene alcaloides. Además, en o tra s clases de cornezuelo — del trigo, de la ceba­ da, del m ijo, de la cizaña, etcétera— existen grandes variaciones en cuanto a los alcaloi­ des que contienen, a vcces según la locali­ zación geográfica. Con m ucho, el más im p o rtan te de todos los tipos de cornezuelo es el del centeno, un cuerpo pardo-violáceo q u e ap arece en las es­ pigas y provoca la h ip e rtro fia del grano. En inglés al cornezuelo del centeno se le llama horned rye, sp ike d rye, spurred rye, y m ás com únm ente ergot of rye, que es una trad u c­ ción del térm ino francés ergot de seigle (en la nom enclatura científica. Secale cornu­ tu m ). La palabra ergot aparece definida en el

UNA PREGUNTA INQUIETANTE

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P e tit L a ro u sse c o m o " p e tit o n g le p o in tu d e ­ r r iè r e le p ie d d u c o q " ( " p e q u e ñ a u ñ a p u n ­ tia g u d a en la p a r te p o s te rio r d e la p a ta del g a­ llo") m a s la p ro c e d e n c ia del té rm in o fra n c é s erg o t e s in c ie rta . O tra s d e s ig n a c io n e s f r a n ­ ce sas so n b le c o r n u , seigle erg o té , seigle ivre. P a rece s e r q u e en a le m á n h a y m á s v a ria n te s q u e en o tr a s le n g u as: M u tte r k o r n , R o c k c n m u tte r , A f te r k o m , T o d te n k o r n , T o llk o n i y m u c h a s m á s. E n el fo lk lo re g e rm a n o e x istía la c re e n c ia do q u e c u a n d o el c e re a l o n d u la b a con el v ie n to la m a d re d e los g ra n o s (u n d e m o n io ) p a s a b a p o r ej c a m p o ; su s h ijo s e ra n lo s lo b o s d e l c e n te n o (el c o rn e z u e lo ). De a c u e rd o con n u e s tro a r g u m e n to o b s e r­ v am o s q u e d o s d e los n o m b re s m e n c io n a d o s . seigle ivre (" c e n te n o e m b r ia g a d o '’) y T o Jlk o n t (" g ra n o e n lo q u e c id o ”) d e ja n v e r u n c o n o c i­ m ie n to d e lo s e fe c to s e n te o g é n ic o s d e l c o r ­ nezu elo . E s ta c o n c ie n c ia p o p u la r de la s s e ­ cu e las d el c o rn e z u e lo s o b re la m e n te m u e s tra u n c o n o c im ie n to ín tim o d e su s p ro p ie d a d e s al m e n o s e n tr e los h e rb o la rio s , p r o fu n d a ­ m e n te a r r a ig a d o e n la s tra d ic io n e s e u ro p e a s. E l co rn c2 u e lo d e c e n te n o tie n e u n p a s a d o h is tó ric o . O tr o r a un v en e n o te m ib le, h a lle­ g ad o a c o n v e rtirs e e n u n a ric a fu e n te d e v a­ lio so s p r o d u c to s fa rm a c é u tic o s . D u ra n te la E d a d M edia h u b o en E u ro p a e x tr a ñ a s e p id e m ia s en q u e m illa re s do p e r ­ so n a s p e rd ie ro n la v id a , p ro v o c a d a s p o r el

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pan elaborado con centeno contam inado por e! cornezuelo Dichas epidem ias se p re sen ta ­ ban en dos form as: el ergotism us convuísivus, caracterizado p o r síntom as epileptífor* mes y convulsiones nerviosas, y el ergotism us gangraenosus, en el q u e un rasgo d om inante eran las m anifestaciones gangrenosas que cau­ saban la m om ificación de las extrem idades. El ergotism o se conocía tam bién com o ignis sacer ("fuego sagrado") o com o "fuego de San Antonio", p o rq u e San Antonio e ra el pa­ tro n o de una orden religiosa fu ndada p a ra p re sta r atención a las víctim as de dicha en ­ ferm edad. La causa de tales epidem ias —pan contam inado con el cornezuelo— se descu­ brió apenas en c! siglo x v u , y a p a rtir de entonces los brotes de envenenam iento p o r el cornezuelo del centeno han sido sólo es­ porádicos. El cornezuelo fue m encionado com o un rem edio por prim era vez e n 1582, p o r el m é­ dico alem án Adam Lonitzer, quien inform ó que las com adronas lo utilizaban para in d u ­ c ir los alum bram ientos. La p rim era com uni­ cación científica so b re las aplicaciones del cornezuelo como un agente u tero tó n ico fue presentada en 1808 p o r el m édico e sta d u n i­ dense John S tearns: "A ccount of th e pulvis parturieus” Pero ya en 1824 el d o c to r David H osack, tam bién estadunidense, reconoció los peligros de utilizar el cornezuelo p a ra a p re ­

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s u r a r lo s p a r to s , y re c o m e n d ó q u e la d ro g a fu ese e m p le a d a s o la m e n te p a r a in h ib ir la h e ­ m o rra g ia p o s t p a r tu m . De c s a fe c h a en a d e ­ la n te el c o rn e z u e lo h a sid o u s a d o e n o b s te ­ tric ia , s o b re to d o co n d ic h n p r o p ó s ito .1 (E l ta l d o c to r H o sa ck fu e u n h o m b re e m in e n te . E r a c! m e d ic o d e m u c h o s de los n eo y u rq u inos d is tin g u id o s de la é p o c a , y a c o m p a ñ ó a A lex a n d er H a m ilto n a W e e h a w k c n , e n o c a ­ sió n d e su trá g ic o d u e lo c o n A aron B u rr. E s to llegó a m i c o n o c im ie n to al tra v é s d e la a d m i­ ra b le b io g ra fía d e H o sa c k q u e e s c rib ió C h ris ­ tin e R o b b in s.) El ú ltim o y el m á s im p o r ta n te c a p ítu lo en la h is to r ia d el c o rn e z u e lo lo e x a m in a c o m o un a ric a fu e n te de a lc a lo id e s co n a p lic a c io n e s fa rm a c o ló g ic a s .7 M ás de tr e in ta a lc a lo id e s h an sid o aisla d o s d el c o rn e z u e lo y es im p ro b a b le q u e p u e d a n s e r d e s c u b ie rto s m u c h o s m ás. C ie n to s d e m o d ific a c io n e s q u ím ic a s d e d ic h o s alc a lo id e s n a tu r a le s h a n sid o p re p a r a d a s c in v e stig a d a s d e s d e el p u n to de v is ta farm acu 1 L a monogr a f í a de consulta obligada sobro lo butánica y la historia del cornezuelo ûs la do C. B a r ­ ger: lírg o t a u d E rg o tism . G u r n e y a n d Jackson. Londres, 1931. 2 E n su monogr a f í a Die M utterkornalkaioU lc (F. E n k c Vcrlag. Stuttgart. 1964>. A. H o f m a n n revisa los resultados de las investigaciones medicas, far­ macológicas y químicas sobre los alcaloides del cornezuelo realizadas en laboratorios d o todo el inundo.

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lógico. Hoy en día todos esos alcaloides tam ­ bién pueden ser obtenidos m ediante síntesis total. Los alcaloides con aplicaciones m edicina­ les m ás im p o rtan te s proceden del cornezuelo del centeno. El p rim ero que tuvo un uso terapéutico am plio fue la ergotam ina, que Λ. Stoll aisló en 1918. La ergotam ina es el ingrediente esencial de p rep arad o s farm acéu­ ticos com o el Cafergót y el Bellergal, m edi­ cam entos que se utilizan c o n tra la m igraña y los tra sto rn o s nerviosos. Dos prep arad o s m odernos especialm ente útiles son la Hydergina. desarrollada p or A. Stoll y A. H ofm ann en los la boratorio s Sandoz, de Basilea, que contiene alcaloides de ergotoxina h id ro g e­ nados y se em plea en el tra ta m ie n to de algunas alteraciones geriá tricas, y el D ibydcrgot, que contiene dihidroergotam ina como ingredien­ te activo y se utiliza en la terap éu tica de tra sto rn o s circulatorios. Las investigaciones sobre el alcaloide ergonovina. que es el principio u tcro tó n ico es­ pecífico del cornezuelo, soluble en agua, son de especial im portancia para los a su n to s que e stam os tratand o . En 1932 H. W. Dudley y C. Moir descubrieron, en In g laterra, que los ex­ tra c to s del cornezuelo hidrosolubles, q u e no contenían ninguno de los alcaloides insolu­ bles en agua del tipu ergotam ina-ergotoxina, inducían una intensa actividad uterotónica.

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E sta observación llevó, tres años después, al aislam iento del alcaloide cau san te de dicha acción, en form a sim u ltán ea en c u a tro dife­ rentes lab o rato rio s que lo llam aro n "ergomctrin a", "e rg o b a sin a ”, "erg o to cin a" y ''crgostetrina'·, respectivam ente. La Comisión de la Farm acopea In tern acio n al p ropuso un nom bre que fuera acep tad o in tern acio n alm en te para reem plazar a tales sinónim os: esto es, ‘'ergonovina". En 1937, a p a r tir de ácido lisérgico n a tu ­ ral p re p a ré la ergonovina, que p o r su com ­ posición quím ica es la propanolam ida del áci­ do lisérgico. com o se m u estra en la figura 1. El ácido lisérgico es el núcleo com ún de la m ayoría de los alcaloides del cornezuelo. Se extrae de cultivos especiales de cornezuelo, y en la actualidad tam bién sería posible p re ­ p a ra rlo m e d ia rte una síntesis to tal, si no fue­ se porque tal procedim iento es dem asiado caro. Yo utilicé el m étodo desarro llad o para la síntesis de la ergonovina con el o b jeto de p re p a ra r num erosas m odificaciones quím icas de dicha sustancia. Uno de esto s derivados de la ergonovina, en parte sintéticos, fue la b utanolam ida del ácido lisérgico. H oy en día se utiliza en o bstetricia con el nom bre co­ mercial de M ethergina para co n ten er la he­ m orragia post partum y prácticam ente ha re­ em plazado a la ergonovina. Otro derivado del ácido lisérgico q u e sin­

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teticé en el curso de e sto s tra b a jo s, con la intención de o b te n e r un analéptico (es decir, un agente con propiedades estim ulantes de la respiración y de la circu lació n ), fue la dietilam ida del ácido lisérgico (Fig. 1). Los exám enes farm acológicos revelaron que el com puesto tenía una actividad utero tó n ica claram ente intensa, casi tan vigorosa como la de la ergonovina. E n 1943 descubrí, al so­ m eterm e a experim entos con la droga, la alta potencia entcogénica de la dietilam ida del ácido lisérgico, que llegó a ser conocida en todo el m undo p or su n o m b re en clave en el laboratorio: lsd-25. Mi interés p o r los agentes cnteogénicos, o ri­ ginado en 1943 a p a rtir de mi tra b a jo con la LSD, m e llevó a co nocer a G ordon W asson, p re c u rso r com o etnom icólogo y precu rso r tam bién en e! estu d io del antiguo cu lto de los hongos en México. Roger Heim, en aquel tiem po jefe del L aboratoire de C ryptogam ie y directo r del célebre M uséum N ational d'H istoirc N aturelle de París, a quien W asson invitó a e stu d iar c id en tificar en el cam po los hongos divinos, m e envió m u estras de ellos con el o b je to de q u e analizara su com ­ posición quím ica. J u n to con mi ay u d an te de laboratorio, H an s T sch ertcr, logré a islar los principios enteogénicos de los hongos sagra­ dos de México, a los q u e llamé psilocibina y psilocina. En com pañía de m is colegas de

crgonovina (propanolamida del acido liscrgico)

i.so (diciilam ida del ácid o lisérgico)

c rgína (am ida del ácid o liscrsico)

liidruxictilam id a del

ácido lisérgico F i gura I

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los L aboratorios de Investigación S an d o 2 con­ seguí elucidar la e stru ctu ra quím ica de la psilocibina y la psilocina, así como sintetizarlas. Insp irado por las conversaciones con mi am igo W asson y anim ado p o r n u estro buen éxito con los hongos cntcogénicos, decidí ab o r­ d a r tam bién el problem a p resen tad o p o r o tra p lanta cnteogcnica m exicana, el ololiuhqui. Con la ayuda de W asson obtuve una gran c an tid ad de au té n tica s sem illas de ololiuhqui, de las dos especies de m aravilla que los in­ dios m csoam cricanos han utilizado: sem illas de Turbina corym hosa (L.) Raf. y de Ipom oca violacea L. C uando las analizam os lle­ gam os a un re su lta d o inesperado: estas an­ tiguas drogas que estáb am o s dispu esto s a llam ar "m ágicas” y que los indios consideran divinas, contenían com o p rincipios psicoactivos algunos de nu estro s ya fam iliares alca­ loides del cornezuelo. Los com ponentes p rin ­ cipales eran la am ida del ácido lîsérgico y la hidroxíetilam ida del ácido lisérgico, am bos alcaloides hidrosolubles, estrech am en te rela­ cionados con la dietilam ida del ácido lisérgi­ co (l s d ), com o resulta evidente incluso p ara quien no sea quím ico (Figura 1). O tro cons­ tituyente de los alcaloides del ololiuhqui era la ergonovina, el prin cip io utero tó n ico del cornezuelo. La propiedad enteogénica de estas am idas sim ples del ácido lisérgico, estrech am en te re-

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U c io n a d a s c o n la l s d , e s tá b ie n e s ta b le c id a . La c u e stió n q u e e n to n c e s s u r g ía p o r s í m is m a e ra íi la c rg o n o v in a — un c o m p o n e n te a lc a lo id e no só lo d el c o rn e z u e lo s in o ta m b ié n d el nloliu h q u i— p o s e ía a c tiv id a d c n te o g é n ic a . A la luz d e su e s tr u c tu r a q u ím ic a e s to no p a re c ía im p ro b a b le : n o d iíie re m u c h o de la l s d . M as a n o p u e d e in q u i r ir p o r q u e , si es u n en teó g eno, e s te h ec h o s o rp re n d e n te n o h a sid o co ­ m u n ic a d o , en v is ta de q u e h a v e n id o e m ­ p le án d o se e n o b s te tric ia d u r a n t e la s ú ltim a s d éc ad as. S in d u d a la r e s p u e s ta se e n c u e n tr a en la· d o s is e x tr e m a d a m e n te b a ja d e erg o n o vina q u e se e m p le a p a ra c o n te n e r la h e m o ­ rra g ia p o s t p a r iu m , e s to es, de 0.1 a 0.25 mg. La d o sis eficaz d e la a m id a del á c id o lise rg ico es d e 1 a 2 m g p o r vía b u c a l. Así p u e s , d e c id í a d m in is tr a r m e u n a d o s is c o rre s p o n d ie n te de crg o n o v in a. /? de abril de 1976 12:20 h: 2.0 m g d e m a l é a l o a c ido d e c r gonovina, q u e c o n t i e n e n 1.5 m g d e b a s e d e er> g o novina, ingeridos e n u n v a s o d e agua. 13:00 h: n á u s e a ligera, m i s m o efecto q u e s iempre h e expe r i m e n t a d o en mi s ensayos con LSD o c o n psilocibina; c a n s a d o , necesi­ d a d d e r e c o s t a r m e ; c o n los ojos cerrados, figuras d e colores. 13:30 h: los árboles del b o s q u e v e c i n o p a ­ r e c e n a n i m a r s e ; sus r a m a s se m u e v e n d e m a n e r a amenazadora.

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14:30 h: intenso deseo de soñar, incapacidad para el trabajo sistemático; con los ojos ce­ rrados o abierlos, acosado por sensaciones y formas moluscoidcs. 16:00 h: los motivos y colores sc ban hecho más claros, pero aún encierran peligros ocultos. 17:00 h: tras una breve siesta me despierta una especie de explosión interior de todos los sentidos. 18:00 h: una visita inesperada me obliga a entrar en actividad, pero durante toda la tarde viví más en un mundo interior que en el exterior. 22:00 h: todos los efectos desaparecidos, sen­ saciones normales. F ue una experiencia realizada sin un proce­ dim iento riguroso, m as p rueba que ia crg o ­ novina posee una ligera actividad enteogénica m odificadora del estado de ánim o, siem pre q ue se tom e en la m ism a c an tid ad que la de u na dosis eficaz de la am ida del ácido lisérgico, el constituy en te principal del oloiiuhqui. Su p otencia corresponde ap roxim adam ente a u n a vigésim a p a rte de la que tiene la lsd , y a unas cinco veces la de la psilocibina. H ay un hallazgo m ás que p o d ría se r de )a m ayor im portancia para considerar la p re ­ gunta de W asson. Los com ponentes p rin ci­ pales de las sem illas de m aravilla m exicana son. 1) Amida del ácido lisérgíco ( = "ergi-

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n a '1) , y 2) H idroxietilam ida del ácido lisérgico. Toles son tam bién los alcaloides m ás im ­ p o rta n te s del cornezuelo que crece en el p asto silvestre Paspalum d istich u m L. Este p a s­ to crece en to rn o de toda la cuenca del Me­ diterráneo y a m enudo es infectado por Claviceps paspali. En I960, F. Arcam onc el al·1 fueron los prim eros en descu b rir esto s alca­ loides en el cornezuelo de P. d istich u m . E n tre las clases de cornezuelo producidas por las diferentes especies del género Claviceps y sus num erosos huéspedes —cereales y pastos silvestres— , p o r su p u esto existen al­ gunas que contienen alcaloides enteogéntcos, los m ism os alcaloides q u e hay en las m aravillas enteogénicas de México. E sto s a l­ caloides, principalm en te la am ida del ácido lisérgico, la hidroxietilam ida del ácido lisérgico y la ergonovina, son solubles en agua, en co ntraste con los alcaloides no enteogénicos q ue tienen aplicaciones m edicinales, del tipo de la ergotam ina y la ergotoxina. Con las téc­ nicas y el equipo disponibles en la A ntigüe­ dad era pues sencillo p re p a ra r un ex tracto enlcogénico a p a rtir de los tip o s de co rn e­ zuelo apropiados. ¿Cuáles eran esos tipos de cornezuelo a p ro ­ piados de que podían d isp o n er los antiguos Arcamunc. F.: Boninu. C.; Chain, E. B.; Ferrcili, A.; Pcnnclla. P.; Tonolo, A., y Vero, L.: Nature. núm. 187, p. 238. Londres, I960.

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griegos? En su tie rra no h abía centeno, au n ­ que sí trigo y cebada, y el Claviceps p urpu­ rea m edra en am bos. A nalizamos en n uestro laboratorio el cornezuelo del trigo y el de la cebada, y encontram os que contienen bási­ cam ente los m ism os alcaloides q u e el del centeno, es decir, la ergonovina y los del g ru ­ po de la ergoto x in a y la ergotam ina, y en ocasiones tam bién trazas de la am ida del áci­ do lisérgico. Según dije con a n te rio rid a d , la ergonovina y la am ida del ácido lisérgico, am bas enteogenicas, son hidrosolubles, m ien tras los dem ás alcaloides no lo son. Como todos sa ­ bem os, el cornezuelo difiere en su com po­ sición quím ica de acuerdo con la geografía y con la p lanta huésped. No tenem os m anera de sab er cuál era la com posición del corne­ zuelo de la cebada o del trig o que se cosecha­ ban en Ja llanura R ariana, vecina a Eleusis, en el segundo m ilenio antes de C risto. Pero c ie r­ tam en te no es d isp aratad o suponer que la ccbada cultivada allí era huésped de un co r­ nezuelo que contenía, quizás e n tre o tro s, los alcaloides enteogcnicos solubles. La vecindad con la fértil llanura sin duda h ab rá influido en la elección de Eleusis para le v a n tar a h í el tem plo de D cm eter, y en la form ación del ram illete de vigorosos m itos en to rn o a este lugar y a Triptólcm o, que todavía hoy e je r­ cen su fascinación sobre nosotros.

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La separación de los agentes enteogénicos, m ediante su sim ple disolución en agua, de los alcaloides no solubles —la ergotam ina y la ergotoxina— bien se encontraba al alcance de las posibilidades a b ie rta s al h o m b re p ri­ m itivo en G recia. Un m étodo aún m ás sen­ cillo habría sido re c u rrir a alguna clase de cornezuelo como el que crece en el pasto Pas pal um d istichu m , que contiene sólo alca­ loides que son enteogénicos y que podría incluso h a b er sido usado d irectam ente en form a de polvo. Como dije antes, P. d isti­ chum crece p o r todas p a rte s en to rn o a la cuenca de! M editerráneo. D urante los m uchos siglos en que los m isterios eleusinos m a n tu ­ vieron fascinado al m undo de la antigua G recia, ¿no pudieron los h iero fan tes de Eleu­ sis h a b e r am pliado su conocim iento y per­ feccionado sus habilidades? P a ra el m undo griego, com o para nosotros, los m isterio s se encuentran vinculados con D em éter y Core; ellas ju n to con Triptolem o son los afam ados progenitores m íticos del cultivo del trigo y la cebada. Mas en el cu rso del tiem po, los hierofantes pudieron fácilm ente h ab er descu b ierto el Cíaviceps pas pal i, que crecía como p arásito en el p asto Paspaban d istich u m . Entonces po­ d rían haber obten id o su enteógeno d irecta­ m ente, puro y sin necesidad alguna de di­ solverlo.

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Pero si m enciono esto es sólo com o u n a posibilidad o una probabilidad, y no porque P. d istich u m haga falta para d a r respuesta a la pregunta de W asson. Por últim o, debem os tam bién co m en tar un cornezuelo que p arasita un p asto silvestre llam ado Lolittm tem u lcM tw t L. en ia nomen* d a tu r a científica. E sta hierba, que e n caste­ llano llam am os cizaña, es am p liam en te co­ nocida en inglés como darnel o cockle o. en la Biblia, Jares, y es una plaga p a ra los sem ­ b ra d ío s de gram íneas. A veces tam bién se le llam a en inglés w ild rye grass (literalm en­ te, "p a sto de centeno silvestre”) , que es un nom bre poco afo rtu n ad o pues el centeno sil­ vestre nada tiene que ver con el verdadero centeno (en español se llama ballico) : el rye ¡ de w ild rye grass tiene una etim ología to­ talm ente d istinta. En el griego clásico la ci­ zaña era aira, y en el latín clásico /o/íium. Su nom bre en francés es ivraie y en alem án Tatim cllolch, térm inos am bos que ap u n tan hacia u n a , creencia en su actividad cnteogénica p o r p a rle del conocim iento p o p u lar de los h e r­ bolarios europeos tradicionales. Se ha en ­ co n tra d o una mención de ivraie en el año 1236, V puede suponerse que el térm in o es m ucho más antiguo. El análisis de Loliitm tc m u la U u m en mi la ­ b o rato rio , así como un am plio estudio bo­ tánico, quím ico y farm acológico realizado

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p o r I. K atz ,4 m o s tr a r o n q u e e s ta p la n ta no c o n tie n e a lc a lo id e s ni p o see n in g u n a a c tiv i­ d a d fa rm a c o ló g ic a . P ero la s esp ecies d el gé­ n e ro L o liu m (L. te m u le n tu m y L. p e re n n e ) so n p re s a s n o to r ia s d el h o n g o C laviceps. Así, la r e p u ta c ió n e n le o g é n ic a d e la c iz a ñ a d eb e a tr ib u ir s e a su in fe sta c ió n p o r el c o rn e z u e ­ lo. M u e s tra s de c o rn e z u e lo q u e c re c ía en L. te m u le n tu m y en L. p e r e n n e re c o g id a s en Ale­ m a n ia , F ra n c ia y S uiza r e v e la ro n u n a que se c'.cîù que h abía sid o fu ndada cuando la m u je r del lugar perdió la cabeza p o r el varón de la nueva d in astía, que h abía arra n c ad o un hongo. La etim ología de Myke­ nai,' reconocida en la Antigüedad pero repeti­ d am ente rechazada por los estudiosos m o d er­ nos, se deriva c o rrectam en te de Mykcnc, la desposada del m ykcs, o sea el hongo. Las m a­ nifestaciones fúngicas del co n so rte v egetati­ vo en la Unión Sagrada pueden d escubrirse tam bién en el sim bolism o de los pad res fu n ­ dadores en o tro s sitios m iccnicos, tal vez por-

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q u e c s a o le a d a de in m ig ra n te s en p a r tic u la r t r a jo c o n s ig o cl c o n o c im ie n to d el h o n g o s il­ v e s tre c in d o m e ñ a b lc , c o n fo rm e d esc e n d ió h a c ía el m e d io d ía p o r tie r r a s g rie g a s. D u ra n ­ te la ¿ p o c a c lá s ic a , cn A ten a s, la a n tig u a hiero g a m ia se c e le b ra b a a ú n c a d a a ñ o : cn el m es d e f e b r e r o , la e sp o sa d el p r im e r m a g is tra d o y s u m o s a c e r d o te d e b ia u n irs e c o n el d io s D io n iso s. F u e b a j o la f o r m a d e D io n iso s co m o el Z eus q u e h a b ía s id o a s im ila d o cu a l c o n s o rte d e la D io sa M a d re s o b re v iv ió d u r a n te la ép o c a c lá ­ sica . S u n o m b re lo id e n tific a co m o el Z eus d e N isa, y a q u e D ios e s u n a fo rm a de la p a la b r a Z eus. N is a n o e r a s o la m e n te , com o lo h e m o s v isto , el lu g a r d o n d e P e rs é fo n e fue r a p t a d a , s in o ta m b ié n el n o m b re p a r a c u a l­ q u ie r lu g a r d o n d e se re p r e s e n ta r a ese m ism o e n c u e n tr o n u p c ia l re la c io n a d o con la p a s ió n del n a c im ie n to y la m u e r te de D ionisos. C u an ­ d o el d io s p o s e ía a su s d e v o ta s, las m é n a d e s o b a c a n te s , e r a s in ó n im o d e H a d e s, el s e ñ o r d e la m u e rte , d e s p o s a d o co n la d io s a Pcrsófo n c . Al ig u al q u e P e rs é fo n e , las m é n a d e s re c o g ía n flo re s; s a b e m o s e s to p o rq u e su e m ­ b le m a e r a el th y r s o s ( tir s o ) , u n a la rg a c a ñ a r e m a ta d a co n h o ja s d e h ie d ra ; ta le s c a ñ a s h u e c a s so lía n s e r u tiliz a d a s p o r los re c o le c ­ to r e s d e h ie rb a s a m o d o d e re c e p tá c u lo s p a ra su s h allazg o s, y la h ie d r a q u e re lle n a b a los tirs o s de la s m é n a d e s e s ta b a c o n s a g ra d a a

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D ionisos y se la consideraba an a p lan ta enteogénica. Dionisos, sin em bargo, podía poseer a sus extáticas seguidoras p o r la v irtu d d e o tra s p la n ta s tam bién, ya que él era el consorte vegetativo que residía en toda clase de em ­ briagantes. al p arecer inclusive en algunos hongos. Por analogía con el em blem a de las m énades, el estipe tam bién era llam ado thyr­ sos, y el som brerete del hongo ocupaba el lu g a r de las hierbas cnteogénicas. El propio D ionisos había nacido p rem atu ram en te en el m ístico séptim o mes, d u ra n te una nevada in ­ vernal, cuando su divino padre d ejó c a e r un relám pago sobre Sérnele, su desposada m o r­ tal, en Tcbas; del m ism o m odo, se creía que los hongos eran engendrados en cualquier sitio donde un rayo cayera sobre la tie rra. El p adre de Dionisos era o tro Dionisos, com o c ab ría esperar en una Unión Sagrada, pues el niño nacido al tiem po de la renovación de la tie rra es idéntico al co n so rte ingerido que se reunirá con su m adre-esposa en el pavo­ roso reino in fe rio r de donde la vida debe renacer siem pre. Asi, no ha de so rp ren d ern o s sab er que Scmele concibió a Dionisos cuando bebió una poción p re p a ra d a con el corazón de su p ropio hijo. Así tam bién Dionisos, al igual que su padre, e ra llam ado el Fulm inador, pues pese a la suavidad de su infancia y a su apariencia a veces afem inada, podio re-

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pentinam ente tran sfig u rarse y a d o p ta r la vi­ rulencia de su ho m b ría en pleno, form a bajo la cual era un to ro que hendía la tie rra, com o en su nacim iento, y se anunciaba con un bram ido, cl m ykem a , p alabra que significaba la presencia del m ykû s u hongo. Su simbolo era el phallos mismo, que m erced a u n a m e­ táfora que es com ún tam bién recibía el nom ­ bre de m ykcs. Sin em bargo, e ra con la vid y con su jugo ferm entado con lo que p rin cip alm en te se re ­ lacionaba a Dionisos. En realidad, los hongos m ism os era n considerados un ferm ento de la tierra, un sím bolo p erfecto del re n a ce r de la vida a p a rtir del frío reino de la p u tre ­ facción que era el m ohoso trasm u n d o . Un proceso sim ilar se percibía en la espum eante agitación por la que los honguillos del jiste convertían los caldos de uva en vino. El dios había encontrado en el vino su m ay o r bendi­ ción p a ra la hum anidad; con esa bebida su indom eñable, selvática naturaleza sucum bió a Ja dom esticación. Se decía que el dios mis- . mo había descubierto las propiedades de la p lanta —que b ro tó de la sangre de los dioses derram ada— al ver cóm o una serp ien te b e­ bía sus toxinas de las uvas, pues se creía que las serpientes obtenían el veneno de las p lan ­ tas que com ían, así como recíprocam ente se decía que podían co m unicar sus toxinas a las plantas que se en co n trab an en su vecindad.

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D io n iso s e n s e ñ ó a l h o m b re la m a n e r a de s u a ­ v iz a r la v io le n ta n a tu ra le z a de su d o n , d ilu ­ y é n d o lo co n ag u a . Y a s í e ra c o m o los g rie g o s s o lía n b e b e r s u s v in o s, m e z c lá n d o lo s co n ag u a . L a c o s tu m b r e d e d ilu ir el v in o m c rc c e n u e s ­ tr a a te n c ió n , y a q u e lo s g rie g o s n o co n o c ían el a r t e d e la d e s tila c ió n y p o r lo ta n to el c o n te n id o a lc o h ó lic o d e s u s v in o s n o p u d o h a b e r e x c e d id o d e u n c a to rc e p o r c ie n to , c o n ­ c e n tr a c ió n a la cu a l el a lc o h o l d e la fe rm e n la c ió n n a tu r a l lleg a a s e r le ta l p a r a el ho n g o q u e lo p ro d u c e y en c o n s e c u e n c ia el p ro c e so co n c lu y e. L a s im p le e v a p o ra c ió n , s in alq u ita ra m ie n to . n o a u m e n ta r ía el c o n te n id o a lc o h ó ­ lico p u e s to q u e el a lc o h o l tien e u n p u n to de e b u llic ió n in fe rio r al d el a g u a y s im p le m e n te e s c a p a r ía p o r el a ire , co n lo q u e el p ro d u c to fin a l s e ria m á s flo jo y n o m á s f u e rte . En re a lid a d , el a lc o h o l ja m á s llegó a s e r a isla d o e n G recia c o m o p rin c ip io tó x ico del v ino, y en e l g rie g o a n tig u o n o h ay p a la b r a p a r a d esig ­ n a rlo . E n c o n s e c u e n c ia , la d ilu c ió n d el vino, d e o r d in a r io co n c u a n d o m e n o s tr e s p a r te s de a g u a , d e b e ría p ro d u c ir u n a b e b id a co n p r o ­ p ie d a d e s e m b r ia g a n te s m u y lig eras. M as n o e r a ta l el ca so . E l te rm in o en g rie ­ go p a r a d e s ig n a r la b o rra c h e r a s e ñ a la un e s­ ta d o d e lo c u ra d e lira n te . S a b e m o s de a lg u n o s v in o s ta n fu e r te s q u e p o d ía n s e r d ilu id o s con v e in te p a r te s d e a g u a y q u e r e q u e r ía n p o r lo

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m en o s o c h o p a r le s d e a g u a p a ra s e r b e b id o s sin rie sg o , y a q u e , seg ú n los in fo rm e s q u e le ñ em o s, el b e b e r c ie rto s v in o s s in d ilu irlo s p ro v o c a b a d e f u n c io n e s c e re b r a le s ir r e v e rs i­ bles y en alg u n o s c a so s a u n la m u c rle . B a s ­ ta b a n tr e s c o p a s p e q u e ñ a s d e v in o d ilu id o p a ra q u e el b e b e d o r q u e d a ra al b o rd e de la lo cu ra. O b v ia m e n te el a lc o h o l no p o d ía s e r la c a u s a d e re a c c io n e s ta n e x tre m a s . T a m b ié n sab em o s p o r las fu e n te s q u e v in o s difeiO ntes p o d ía n p r o d u c ir s ín to m a s físic o s d iv e rso s , d esd e s u e ñ o lig ero h a s ta in s o m n io y alucin acio n es. L a r e s p u e s ta a e s ta m a n ifie s ta c o n tra d ic ­ ción es s im p le m e n te q u e en la A n tig ü e d ad el tin o , c o m o el d e c a si to d o s los p u e b lo s p r i­ m itiv o s, n o c o n te n ía a lc o h o l co m o s u sta n c ia e m b ria g a n te ú n ic a , sin o q u e p o r lo g e n e ra l era u n a in fu s ió n v a ria d a d e to x in a s v eg e tale s -•n u n líq u id o v in o so . U n g ü e n to s, e s p e c ia s y h ie rb as co n p ro p ie d a d e s e n te o g e n ic a s bien co n o c id as, p o d ía n a ñ a d írs e le d u r a n te la c e re ­ m onia d e s u d ilu c ió n c o n ag u a , lin a d e s c rip ­ ción d e tal c e re m o n ia a p a re c e e n la O disea, ¿c H o m e ro , c u a n d o H ele n a p r e p a ra un v in o ísp ec iaJ a g re g a n d o el e u fó ric o n e p e n th e s al ■ino q u e e sc a n c ia a s u es p o s o y su in v itad o . El h e c h o e s q u e los g rie g o s h a b ía n e s ta b le ­ cid o u n a a m p lia g a m a de in g re d ie n te s p a ra 4us b e b id a s , c a d a u n o con s u s p ro p ia s v ir­ tudes.

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Asi p u e s , el v in o d e D io n iso s e r a el m e d io e s e n c ia l p o r el q u e los g rie g o s d e la ép o c a clá sic a c o n tin u a ro n p a r tic ip a n d o d el v e tu sto éx ta s is q u e re s id ía e n to d a s la s fo rm a s ve­ g e ta tiv a s q u e e ra n el h ijo de la T ie rra . C u an ­ do se c e le b ra b a u n a r e u n ió n so cia l la b e b id a e ra re g u la d a p o r un d ire c to r, q u e d e c id ía el g ra d o d e e m b ria g u e z q u e im p o n d ría a los c o n c u rr e n te s , m ie n tra s ello s b e b ía n c e re m o ­ n ia lm e n te u n a s e rie p re s ta b le c id a d e b rin d is. E n las c e le b ra c io n e s re lig io s a s el v in o solía s e r m á s p o te n te , y el p ro p ó s ito e x p re s o de las lib a c io n e s e r a p ro v o c a r u n a em b ria g u e z m á s p ro f u n d a e n q u e lq p r e s e n c ia de la d e i­ d a d p u d ie r a s e n tirse . La reco lecc ió n de la s h ie r b a s co n q u e se p re p a r a b a n las s u s ta n c ia s e m b ria g a n te s ve­ g etales e m p le a d a s en e s to s rito s d io n isíaco ? ex ig ía p ro c e d im ie n to s m á g ico s. P u e s to q u e se tr a ta b a d e c r ia tu r a s s ilv e stre s cu y o s e s p ír i­ tu s e r a n a fin e s a s u s a n im a le s g u a rd ia n e s p a r tic u la r e s , la s p la n ta s e ra n o b je to d e una -} c a c e ría . Y el r a p to de é x ta s is q u e podían I p r o d u c ir en un á m b ito relig io so la s id e n tifi­ c a b a in e v ita b le m e n te co m o fu e rz a s sexuales Así, las m u je re s c o n s a g ra d a s al d io s Dio-1 n is o s a p r o p ia d a m e n te p o r ta b a n el tirs o cornil su e m b le m a , m ie n tra s re c o rr ía n en invierne! los c o lla d o s en b u s c a de a q u e lla p la n ta llam a d a vid q u e crec ía d e re p e n te al go lp e del ray>¡ s o b re la tie r r a y e n tr e el b r a m a r de los toros)

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en m edio de sus danzas n o c tu rn as; ese niño querido, el inm em orial consorte serpiente, e ra el objeto de su cacería; lo am am an tab an y después, com o si fuera un anim al, lo despe­ dazaban y lo devoraban crudo; sus p ropias m adres, com o a m enudo se p ro clam aba, eran culpables de canibalism o al com er su carne, pues cual m adres las m ujeres h abían dado el ser a la droga, cosechándola y p re p a rá n ­ dola con la ayuda de las llam adas nodrizas del dios, b a jo cuyo am oroso cuidado crecería h a sta s e r adu lto y con el tiem p o llegaría a p oseerlas como esposas. Tales cerem onias rep resentaban las nupcias sag rad as de las m u­ jeres de la ciudad, que de ese m odo estab le­ cían la tem erosa alianza con el señ o r del infram undo, de cuyo reino dependía toda la fertilidad, ta n to hum ana com o vegetal, de este mundo. El ra p to de Perséfone en Nisa era arquetí* pico de aquellas p rim eras nupcias e n tre los dos reinos, la experiencia p rístin a de la m u e r­ te, En el lugar de cacería llam ado Agrai, en el mes de febrero, que era nom brado tiem po de las flores, los a sp iran tes a la siguiente iniciación en E leusis experim entaban de a l­ guna m anera la m u erte de Perséfone al tra ­ vés de la m im esis ritual de aquellas c eleb ra­ ciones dionisíacas. Ese acontecim iento era denom inado los m isterio s m enores y se con­ sideraba p re p a ra to rio p a ra la visión de los

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m isterios m ayores, q u e habría de o c u rrir du­ ra n te la sem entera de otoño, en el m es de septiem bre. Los m isterios m ayores eran com plem ento de los m enores, pues se co n cen trab an en la redención m ás que en la m uerte, en el re to rn o triu n fa l de Perséfone del Hades con el hijo concebido du ran te su estan cia en com unión con el reino espiritual. Después de su relato del m ortífero encuentro nupcial de Perséfo­ ne, el him no hom érico continua contando cóm o D em éter estableció los m isterios m a­ yores. En duelo p or su h ija desaparecida, la diosa fue a Eleusis. Su v iaje allí es una im itación analógica de la en tra d a de Perséfone a la cindadela del H ades, pues Eleusis era una imagen del o tro m undo, donde tam ­ bién D em éter experim entaría la om inosa fase ctónica de su m ad u rez com o m u jer; no com o la reina sacra del señ o r de la m uerte, sino como hechicera y nodriza en casa del dios, ya que cuando Perséfone avanza m ás allá de la doncellez su m adre debe d e ja r el lugar, ab an ­ donando su papel a n te rio r y pasan d o al ter­ cer estadio, cuando el vientre q u e envejece de una m ujer la lleva una vc 2 m ás a la vecin­ dad con los poderes de la m uerte. E stas fases clónicas, u orien tad as hacia la tie rra, d e la naturaleza fem enina e stab an sim bolizadas en la diosa Hécate, cuyo cuerpo trifo rm e expre­ saba la totalidad de la m u je r com o doncella,

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esposa y envejecida n o d ri 2 a en el reino de Hades. E n Eleusis, a l principio D em éter p ro cu ra m itigar su do lo r negando la posibilidad de! m undo de Ja m u e rte en el que ha p erd id o a su hija. Lo hace alim entando con la in m o r­ talidad al príncip e real. Sin em bargo, la m a­ dre del príncipe se opone, pues no puede en te n d er o ace p ta r un sistem a que inevita­ blem ente enajenaría al h ijo del reino de su propia m adre en form a tan irrem ediable com o □ Perséfune de Dem éter. Una v e/ m ás D em éter intenta unn s o lu ­ ción; ahora una etern id ad de m u erte en que ella y su b ija perm anecerán por siem pre en su fase clónica. La diosa desencadena una plaga de esterilid ad , de tal m anera que nin­ guna clase de vida puede b ro ta r de la tierra. Tal solución, em pero, no deja ningún papel para se r asum ido p o r las in m o rtales d eida­ des del cielo, cuyo delicado eq u ilib rio con las fuerzas de la tie rra depende de la continua adoración de los m ortales, que com p arten con ellas los fru to s de la vida. La solución final es devolver la salu d al universo donde ah o ra la m uerte se ha e n tro ­ metido, adm itiendo tam bién la posibilidad de re to rn a r a la vida. R enacer de la m uerte era el secreto de Eleusis. En el H ades. Perséfoue, com o la tie rra mism a, tom a la sem illa en su cuerpo y m erced a eso represa e tern a­

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m ente a su extática m ad re con su h ijo recién nacido, sólo p ara m o rir tam bién etern am en te en el a b ra 2 0 fccu n d ad o r de su p ro p io hijo. La señal de la redención era una espiga de ce­ bada, el grano cosechado, q u e después del m isterio sería confiado una vez m ás a la fría tie rra en la siem bra de la llan u ra sag rad a adyacente a Eleusis. Tal fue la m ediación íinal que D em éter com unicó a un segundo prin cip e real en la ciudadela de Eleusis. Su nom bre era T riptólemo, el guerrero trip le, y llegó a ser el a p ó s­ tol de la nueva fe, dedicado a v ia ja r p o r todos los confines del m u n d o en un c a rro tirad o p o r serpientes para d ifu n d ir el evangelio del cultivo de las gram ineas. Su identidad exacta era parte del secreto de los m isterios, pues las diversas tradiciones acerca de su ascen­ dencia hacen sup o n er que los iniciados a p ren ­ dían que, al igual que el gran o q u e e ra su em blem a, T riptólem o era en realidad h ijo de las triples m u jeres q u e reinaban en la casa del señor de la m uerte. Asi pues, T riptólem o era o tra form a de Dionisos, quien de m anera sim ilar era un apóstol que utilizaba un ca­ rru a je de la m ism a clase en su reco rrid o p a ra enseñar al hom b re el cultivo de la vid. La pau ta que siguen estos apostolados eleu­ sinos señala claram en te la transición de u n a cu ltu ra de recolectores a las artes agrícolas de que depende la vida civilizada.

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En las varias trad icio n es m íticas d e u sin a s hay o irás figuras varoniles que sim boli 2 an una tran sm u tació n sim ilar: el h o rro r y la p é r­ dida desoladorcs que rep resen ta la m u erte se transfiguran en un joven arre b a ta d o ram en te apuesto que nace del reino de H ades en p re n ­ da de la redención fu tu ra. En una de tales tradiciones es íacco s (la k c h o s), el ex u ltan te y dionisíaco varón que conducc a los inicia­ dos hacia su visión de vida etern a; en o tra es Eubuleo, la serena personificación del plan cosmológico en que los dioses del ciclo cola­ b oraron con los poderes de la m uerte para m o stra r a la hum an id ad cuál es el papel que le corresponde; en una tercera tradición es Zagreo, enigm ático co m p añ ero de cacería de sus extáticas desposadas. La c u a rta y la m as perfecta de estas figuras tran sm u tad as es Pin­ to (P loutos), la personificación de la riqueza surgida de la fertilid ad del hom bre y los cam pos. Los iniciados podían esp e ra r que de allí en adelante esc benéfico rep resen tan te de la m uerte sería recibido en su s hogares como un huésped p erm anente, su jeto p o r la20S de am istad. O riginalm ente, Pluto era el hijo vegetativo de D em éter en la m ás rem ota an ­ tigüedad de la diosa com o Gran M adre, en Creta, donde ío concibió en un cam po arad o tres veces, al u n irse con su enloquecedor com ­ pañero Iasión, cuyo nom bre significa “el hom bre de la droga".

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Sin em bargo, Triptólem o era la tra n sm u ­ tación suprem a, la resp u esta especial de De­ m eter al problem a de la m uerte. Su cebada sagrada, que se cultivaba con toda solem ni­ dad en la llanura R ariana y se desgranaba en su suelo, era cJ ing red ien te p rin cip al de la poción que los iniciados bebían cu an d o se p reparaban para la visión culm inante. La fór­ m ula de dicho breb aje ha quedado registrada en el him no hom érico: adem ás de la cebada contenía agua y u n a m enta aro m á tic a lla­ m ada blechón. En p rin cip io esta h ierb a p a ­ recería se r la m ás indicada p a ra con ten er el agente enteogénico de la pócim a, m as cu an to sabem os de ella indica que n o era la ad e­ cuada: no era suficientem ente enteogénica com o p ara que existiese el peligro de su uso p rofano, ni tan reverenciada com o c o rre sp o n ­ dería a la droga secreta. Más bien era fran cam ente m enospreciada com o u n sím bolo de la unión ilícita de ho m b re y m u je r en un concubinato lascivo, fuera del sacram en to del m atrim onio. Precisam ente p o r tal clase de unión, no santificada. D em éter perdió a su h ija en Nisa y en consecuencia, según sabe­ mos. desahogó su ira convirtiendo en m enta a la p ro stitu ta de H ades, cuyo cuerpo b o tá ­ nico fue en adelante m olido y m achacado. La solución final de Eleusis, por o tra p arte, re ­ conciliará a la m adre con la p érd id a de la h ija por medio de la legitim ación del ra p to nup-

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cial al través del rito del m atrim o n io , con lo cual la casa dinástica p uede c o n ta r con un heredero. La cebada, no la m enta, constituye la revelación en Eleusis, y es en dicho cereal donde debem os b u scar la droga sagrada. Con el cultivo de las gram íneas el hom bre dejó su vida nóm ada, selvática, y se asen tó en ciudades, entreg ad o al cuidado de la tie­ rra para o b te n e r después la cosecha. Todas las instituciones civilizadas se d eriv aro n de ese delicado convenio acordado con las frías y oscuras fuerzas de la m uerte. Los granos m ism os se consideraban h íb rid o s que habían evolucionado tra b a jo sam e n te , a p a rtir de pas­ tos m ás elem entales. Si no eran a ten d id o s con el cuidado debido, podía su ced er que re to r­ nasen a su m anifestación a n te rio r, incom ible e inservible. Se consideraba que el p ariente p rim itivo de las gram íneas era la p la n ta lla­ m ada en griego aira, y en la no m en clatu ra botánica Lolium te m u le n tu m (cizaña, en es­ pañol). E sta plaga se en cu en tra de o rd in a rio infestada por un hongo, Claviccps purpurea, cornezuelo o añublo: un cuerpo rojizo al que, según se creía, la cebada e ra p a rtic u la rm e n te susceptible. Así pues, el aira am enazaba d o ­ blem ente el sostén de la vida que c o n stitu ían los cultivos: prim ero , p o r ser el pasto ele­ m ental que renacía; en segundo lugar, por ser el huésped de la invasora infestación del cornezuelo. Además, la tendencia regresiva

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del grano infestado era obvia, pues cuando el esclerocio caía a tie rra nc b ro ta b a n g ra ­ m íneas, sino dim inutos hongos de color p ú r­ p ura: los esporangios del cornezuelo, que claram ente e ra n un re to rn o a la especie del im pío ra p to r dionisíaco. A diferencia de los hongos, que carecen de sem illas, el cornezuelo debe de h ab er parecido sim ilar a los granos que p arasitab a. Del m is­ m o modo que las gram íneas, p o r consiguien­ te, era una p lanta de D em éter, pues la diosa solía llevar su color distintivo en la túnica o en el calzado, así com o ser llam ada p o r su epíteto, Erysibe. Las p ropiedades enteogenicas del Claviccps eran conocidas en la An­ tigüedad, así q u e podem os c o n je tu ra r q u e los apostolados paralelos de la cebada y de la vid significaban tran sm u tacio n es análogas, en que los esp íritu s ctónicos se som etían al c u l­ tivo. El vino, sin em bargo, era el dom inio de D ionisos, el liquido que otorgaba un sueño sem ejante a la m uerte y p ropiciaba el olvido; D em éter en cam bio e ra la tie rra, siem pre se­ d ienta, p o rta d o ra de la cosecha con que el hom bre se sustentaba. El grano era su sacra­ m ento. D urante su p rim era visita a Eleusis, D em éter rechazó una copa de vino, y en consecuencia los iniciados im itaban su abs­ tención como una deferencia al sim bolism o superior de la poción de cebada. R esulta claru que el cornezuelo de cebada

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es cl m ás probable agente enteogénico de la pócim a eleusina. Su relación, ap arentem ente sim biótica, con la cebada rep resen tab a un enajenam iento y una tran sm u tació n a p ro p ia ­ dos del e spíritu dionisíaco con el cual el gra­ no, la h ija de Dem éter, se h ab ía p erd id o en la unión nupcial con la tierra. El cornezuelo y la sem illa ju n to s, adem ás, se en co n trab an reunidos en una unión bisexual com o her­ m anos, llevando, ya en el m om ento de la pér­ dida de la doncella, la potencialidad de su propio re to rn o y del nacim iento del h ijo faloideo que crecería de su cuerpo. Un her­ m afroditism o sim ilar puede ap reciarse en las tradiciones m íticas acerca de la m u je r g ro­ tescam ente fértil cuyos gestos obscenos se dice que alegraron a D em éter y la consolaron de su dolor, inm ed iatam en te an tes de que bebiera la poción. E sta respuesta a los m isterio s de Eleusis parece aún m ás pro b ab le a la luz de un frag­ mento de papiro que me hizo conocer Danny Staples, quien tra d u jo el him no hom érico a D eméter al inglés para la edición original de esta obra. Dicho fragm ento conserva una p a r te de Demes, una com edia que E u p o lis escri­ bió poco después del escándalo provocado p o r la profanación de los m isterio s en el si­ glo V a.c. E se texto co n firm a que el sacrilegio estuvo relacionado con la ingestión del sagra­ do kykeon, c indica q u e n u e stra identifica-

LA SOLUCION DEL MISTERIO ¿a Ja d ro g a q u e e s te liq u id o c o n te n ía es ;c :a . E n la co m e d ia , u n te stig o in fo rm a - .* :-jez có m o s o rp re n d ió a u n in d iv id u o q u e *»? «¿—e n te h a b ía e s ta d o b e b ie n d o la p ó c im a , • 4 : _ίϊ te n ía p c d a c ito s d e c e b a d a en los bif .* f : E l a c u sa d o h a b ía c o h e c h a d o al infor» 4 - ..· p a ra q u e d ije r a q u e lo q u e h a b ía e ra s im p le m e n te u n a p a p illa d e c e re a l • V .'a p o ció n . M e d ia n te u n p ro b a b le re tru é c! c o m e d ia n te p u d o in c lu s o s e ñ a la r q u e — ¿¿^ato ras “ m ig a ja s d e c e b a d a ” e ra n p u r" p in ta s d e c e b a d a ” . V:. p u es, a v e n tu r é m o n o s a h o r a a lle n d e las p r o h ib id a s y re c o n s tru y a m o s la es¿n la g ra n s a la d e in ic ia c ió n en E le u sis. 5. *.*:r.tecim iento c e n tra l e ra Ja p re p a ra c ió n &■- : re b a je . C on fa u s to b ie n e s tu d ia d o el ï î r - .:'an te, u n s a c e r d o te c u y a a s c e n d e n c ia se - r ^ .- : '- a b a a la p r im e r a re p re s e n ta c ió n del :rio , to m a b a los e s c le ro c io s d e cornezue* •r ¿t !a c á m a r a a is la d a q u e se a lz a b a d e n tr o &·. ' ’.¿ sicrio n , s o b re los v e stig io s del te m p lo •;r< -.al q u e h a b ía e s ta d o a llí en tie m p o s T ^ 'v c o s . M ie n tra s c e le b ra b a el se rv ic io en*=.··-:j c a n to s a n tig u o s , en fa lse te , p u e s su en lo s m is te rio s e ra a se x u a l, el d e un * * - * q ue h a b ía s a c rific a d o su sexo a la G ra n T »*-; E n tre g a b a el g ra n o en u r o s cá lice s a λ - u c e rd o tis a s y e n to n c e s é s ta s b a ila b a n r· ·- - sala , b a la n c e a n d o la s v a s ija s y u n a s :t* s -a ra s s o b re s u s ca b ezas. A c o n tin u a c ió n ,

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el grano era m ezclado con la m enta y con agua en unas urnas, de donde la poción sagrada era finalm en te servida con un cucha­ rón en las copas especiales en q u e los inicia­ dos beberían su p arte. Por últim o, çn re c o ­ nocim iento de su buena disposición, lodos m anifesiaban con cánticos que habían bebido la pócim a y m anipulado los o b je to s secretos que habían llevado consigo, en can a sta s ta p a ­ das, d u ra n te su cam inata p o r la Vía Sacra. Después, sentados en las rin g leras de p elda­ ños que se alineaban a lo largo de los m u ro s de la cavernosa sala, agu ard ab an en la oscu­ ridad. Por causa de la poción iban grad u al­ mente entrando en éxtasis. Debemos re c o rd a r que este brebaje, entcógeno, en el lu g a r y □ajo las circunstancias adecuadas, altera el oído interno del ho m b re y propicia so rp re n ­ dentes efectos de v entriloquia. Podem os ter.er la seguridad de q u e el h iero fan te, con una experiencia de generaciones, conocía to ­ dos los secretos para hacer favorables el lugar y Jas circunstancias, E stoy seguro de q u e h a ­ ma m úsica, tal vez ta n to vocal com o in stru ­ mental; no m uy inten sa pero sí clara, c ite rio r y exterior, proceden te ahora de las p ro fu n d i­ dades de la tie rra y después de la superficie; ih o ra un m e ro susu rro que se filtrab a p o r as oídos, cam biando de lu g a r co n stan tem en ­ te. Los h ierofantes bien pueden h a b er cono­ cido el a rte de difu n d ir p o r los aires v ario s

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perfum es en sucesión, y deben de h ab er c o n cer­ tado Ja m úsica en un crescendo de expecta­ ción h a sta el m om ento en que, de p ro n to , la cám ara in te rio r era a b ie rta y e sp íritu s lum i­ nosos entraban en la h a b itació n —lu ces sua­ ves, me parece, no cegadoras— ; e n tre ellos el e spíritu de Perséfone con su h ijo recién nacido, de regreso del H ades. La diosa llegaba al tiem po que el hicro fan te alzaba la voz en vetustas m odulaciones reserv ad as p a ra el m is­ terio: “ La Reina T errib le ha d ad o a luz su h ijo, el T errible". E ste nacim iento divino del S eñor del Infram u n d o era acom pañado p o r el bram ido de un in stru m en to sem ejante al gong que, p a ra la ex tática audiencia, so b re­ p asaba al del tru en o m ás violento y pro ced ía de las e ntrañas de la tie rra. Algunos obispos cristianos, en los últim o s días de los m isterios, creyeron h a b er dcscub iertp el secreto de Eleusis y q u e podían revelarlo. Uno dijo que en ese rito pagano se m aterializaba una espiga de cebada. Qué acertado, si se tom an en cuenta sus luces li­ m itadas, y sin em bargo cuán to talm en te fal­ so. El obispo no h abía ex p erim en tad o la no­ che de las noches en Eleusis. E ra com o alguien que no conociera la l s d o los hongos de México, o las sem illas de la m aravilla. Du­ ra n te cerca de dos m il años unos cuantos de los antiguos griegos p asaron cada año por los portales de Eleusis. Allí festejaro n el don

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divino del cultivo de las gram íneas y tam ­ bién fueron iniciados en los sobrecogcdores poderes de] infram undo, al través del m is­ terio p ú rp u ra de ese herm ano del gran o que H ofm ann ha vuelto a h acer accesible para n u e stra generación. Los m ito s de D em cter y Perséfone, y c u an to los acom paña, se co rres­ ponden con n u e stra explicación en todos los puntos. Nada, en ninguno de ellos, es incom ­ patible con n u estra tesis. H asta ayer m ism o sabíam os de Eleusis sólo lo que unos cuan to s de los iniciados nos contaron, pero el e m b ru jo de su s p alab ras ha subyugado a la h um anidad d u ra n te ge­ neraciones. A hora, gracias a H ofm ann y a Gordon W asson, aquellos de n o so tro s que hemos experim entado los cnteógenos supe­ riores podem os u n irn o s a la com unidad de los antiguos iniciados con un perd u rab le vínculo de am istad , una am istad nacida del h ab er com partidó la experiencia de u n a rea­ lidad m ucho m ás profunda de c u an to hayamus conocido antes. C arl A, P. R u ck

IV. D A T O S A U X I L I A R E S U n ESTUDIOSO de G recia q u e escribió hace apenas medio siglo, no vaciló en calificar de ‘ trivial y a b su rd o " el cu lto a D em ctcr en Eleusis, aunque, según añadía, " n o puede haber duda de que fue muy im p o rtan te para satisfacer 3a faceta emocional de los in stin ­ tos religiosos de los griegos. Su equivalente m oderno es quizás el E jército de Salvación" E speram os que n u e stras p ro p ia s com paracio­ nes sean m enos extravagantes que la suya. En nuestra generación d isfru tam o s la v e n ta ja de h a b er rcdescubierto la experiencia cntcogénica. Además, el valor de la colaboración in ­ terdisciplinaria estrib a en que nos perm ite el acceso a conocim ientos q u e de o tra m anera probablem ente q u ed arían fuera del alcance de los especialistas. N uestro esfuerzo c o n ju n ­ to ha a rro ja d o una respuesta definitiva a nuestro problem a: ha p re p a ra d o el terren o para reexam inar m uchas de las opiniones tra ­ dicionales acerca de los griegos de la a n ti­ güedad clásica y de su lite ra tu ra trágica en honor del dios Dionisos. El testim onio antiguo sobre Eleusis es u n á­ nime y preciso. Eleusis era la experiencia su­ prem a en la vida de un iniciado. Lo e ra en un sentido tanto físico com o m ístico: tem ­

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D A TO S A U X IL IA R E S

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blores, vértigo, su d o r frió, y después una visión que c onven ía cuanto hubiese sido visto antes en una especie de ceguera; un sen ti­ m iento de asom bro y sobrecogim iento an te un resp lan d o r que provocaba un silencio p ro ­ fundo, pues lo que acababa de ser visto y sentido ja m á s p o d ría ser com unicado: las palabras no se en co n trab an a la a ltu ra de tal tarea, Tales síntom as corresponden inequí­ vocam ente a la experiencia producida p o r un enteógeno. Para llegar a .tal conclusión b asta con m o stra r que los racionales griegos, y ciertam ente algunos de los m ás inteligentes y célebres entre ellos, eran capaces de expe­ rim entar tal irracionalidad y de en treg arse p o r entero a ella. La experiencia de Eleusis difería de la festiva em briaguez de los am igos en un sym ­ posion, o de la b o rrach era d esenfrenada del kom os en los festivales de d ram a. Eleusis era algo p ara lo que incluso el éxtasis m enádico de las m u jeres en la m o n tañ a era apenas una p reparación parcial. De diversas m ane­ ras tam bién o tro s cultos griegos escenifica­ ban aspectos de la antigua com unión p ra c ti­ cada entre los dioses y los hom bres, en tre !os vivos y los m u erto s, pero era únicam ente en Eleusis donde la experiencia ocu rría con abrum adora irrevocabili dad: solam ente allí se cum plía el gran designio de la doncella rediviva con su hijo concebido en la m uerte.

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y de la espiga de cebada que com o ella había retoñado b a jo la cierra. M ediante tal resu­ rrección se validaba Ja continuidad de todo aquello que era m ás preciado para un griego, aquellas form as de vida civilizadas que, más allá de la constitución de cada ciudad, eran el legado de Grecia, em ergidas del p rim iti­ vismo original de la m ism a m anera que tam ­ bién toda vida provenía del benéfico acuerdo con el señor de la m uerte. P o r supuesto aquí se encuentra un m ito rico y com plejo, Heno de contradicciones com o todos los m itos de una edad iletrad a en que uno decía una cosa y o tro o tra y un tercero o tra distinta, m as de alguna m anera al final arm onizaban en un todo: un m ito que para los griegos explicaba el principio y el fin de las cosas. Meses de aprendizaje y de rituales p rece­ dían a la revelación en la noche de los m is­ terios; cada actividad iba anticipando con m ayor detalle el significado y la sustancia, las ram ificaciones com pletas de Ja visión que aguardaba adelante. Al final los iniciados se sen tarían en las grad as de la sala de inicia­ ción. Todo estaba cum plido entonces, excepto el final. H abían ap rendido la versión secreta del m ito sagrado, se habían b añado en el m ar, abstenido de in g erir varios alim entos y bebidas tabúes, sacrificado un puerco, rea­ lizado la larga m archa desde Atenas p o r la Via Sacra, y ejecu tad o el peligroso cruce de

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la últim a b a rre ra de agua an tes de llegar a la ciudad de sus anfitriones eleusinos. Fue­ ra de los m uros del san tu ario se celeb rab a un baile d urante toda la noche, a] lado de! Pozo de la Doncella, sobre el m ism o suelo que la diosa había pisado. A continuación venía la firm e y trascend en tal en tra d a al te rrito rio prohibido que se extendía allende la caverna que constituía una en trad a al H ades v la roca donde D em éter se había sentado a llo rar su dolor. En la cám ara de iniciación se celebra­ ba la últim a danza cerem onial de las sacer­ dotisas portando el cáliz de grano sobre la cabeza m ien tras m ix tu rab an y d istrib u ían la pócima sagrada: el frag an te blcchon, Iá h ierba m enospreciada, vinculada con la n a­ turaleza ilícita dei rap to , se sum ergía en agua, a la que se agregaba una pizca de h arin a de cebada procedente de la llanura Rariana^ adyacente a E leusis. El potencial de la ceba­ da com o alim ento básico de la hum anidad dependía de que fuera posible m an ten er a raya el avance de la p u rp u rin a form a degertct rativa. que podría hacerla volver al estad io en que era inservible, com o cizaña in festad a de roya. Al igual que el blcchon. la cizaña tamibien se encontraba vinculada con el p rim iti­ vismo y con los modos de vida previos a que las instituciones de la sociedad llevaran al hom bre a una form a de existencia superior. Los iniciados bebían de esas dos p lan tas y des­

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pués aguardab an expectantes la redención, al tiem po que el h icro fan te entonaba las a n ti­ guas palabras. Entonces, de p ro n to , se hacía la luz y los confines de este m undo estalla­ ban al tiem po que las presencias espirituales se hacían sen tir e n tre los iniciados y la sala era inundada p o r un rad ian te m isterio. De principio a fin se escenificaba allí un d ram a sagrado en que tanto ios iniciados como los oficiantes tenían un papel q u e des­ em peñar, h a sta que acababan p o r experim en­ ta r como actores lo inefable; la to talid ad de sus sentidos y em ociones se veía sacudida por lo que de allí en ad elan te sería p o r siem pre lo inexpresable. A m edida que los iniciados pasaban p o r las dilatadas cerem onias iban siendo p a rtíc i­ pes de num erosos secretos, -pero los hierofantcs se h abrían bien p reocupado p o r m an­ te n e r ap artad o de ellos el Secreto de los Secretos: el agua sag rad a de la pócim a habla ya absorbido del cornezuelo inm erso en ella la dosis apropiad a de ergina y de ergonovi­ na, según llam am os hoy a estas sustancias. Y ciertam ente a lo largo de los siglos los hierofantes buscarían m aneras de m e jo ra r su técnica, sus fórm ulas. En el curso de esos dos m ilenios, ¿no podrían h a b er descu b ierto u n a clase de cornezuelo que contuviera solam en­ te los alcaloides enteogénicos, así com o en la época m oderna se ha en co n trad o que su­

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cede con el cornezuelo del Paspalum disítchum ? Sin duda otros herb o lario s ajen o s a las fam ilias de los h iero fan tes deben h ab er com partido estos descubrim ientos, y debe h a ­ ber sido su conocim iento lo que favoreció la proliferación de sacrilegios en el añ o 415 a.C. Jam ás se conocerá en detalle la h isto ria de aquellos acontecim ientos, pero de seguro allí hubo una h isto ria que contar. En las cu ltu ra s iletrad as el conocim iento de los h erbolarios — el conocim iento de las propiedades de las p lan tas y de su uso— es siem pre un corpus de sab id u ría secreta que se tra n sm ite oralm en te de un h erb olario a un aprendiz, y en ocasiones de un h erb o lario a otro. Se requieren años de ap ren d izaje antes de que alguien com ience a e jercer p o r su propia cuenta, y jam ás puede considerarse que aquél h^ concluido. H ay que e sta r al ta n to de cuestiones de dosificación, efectos secun­ darios, ingredientes vegetales benéficos que se convierten en veneno cu ando se tom an en exceso. E n México, fray B ernardino de Saha* gún y Francisco H ernández fueron españoles de gran talento que in v irtiero n in fin ito s es­ fuerzos y tiem po p a ra a p re n d er de los 'ndios las virtudes de varias p lan tas m exicanas. Mas se tra ta b a de europeos que no conocían el m undo de las plan tas am ericanas, v en su ám bito europeo no eran ciertam en te lo que pudiéram os llam ar botánicos o herbolarios.

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Sus intenciones eran buenas, pero su igno­ rancia era com pleta. Lo que tienen que d ecirnos acerca de los enteógenos es pueril. Pudieron haber pro b ad o los enteógenos, pero p refirieron no hacerlo: d esperdiciaron la o p o r­ tunidad. ¡Qué historia tan d iferen te nos h a­ brían contado si hubiesen vivido algunos años cóm o aprendices de los sabios indios! En el him no hom érico a D em éter, cuando la diosa llega a E leusis, exhausta y desconso­ lada p o r la pérd id a de su h ija Perséfone, le o frecen una copa de vino que ella rechaza, Ya que cada episodio en este poem a posee un sentido m ítico, parece ser q u e la bebida alcohólica no iba bien con la ingestión de la pócim a divina llam ada kykeon. Las dos cla­ ses de em briaguez eran incom patibles. E n México, quienes se disponen a to m ar Jos hon­ gos saben que deben ab sten erse de to m ar bebidas alcohólicas d u ra n te cu atro días antes de la velada, no m b re con que se designa la sesión de los hongos. La em briaguez alcohó­ lica profanaría, envilecería la libación divi­ na, lo m ism o en México que en Grecia. Los m isterios eleusinos se hallaban exclu­ sivam ente en m anos de las fam ilias de los E um ólpidas y de los Kerykes. D urante casi dos m ilenios los híerofantes gob ern aro n con a u to rid a d au to crática los ritos de Eleusis. En c ontraste, en la tierra de los hongos sagrados en México, cada pueblo tiene sus sabios que

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son los custodios del rito. (En algunas re­ m otas aldeas m ixes cada fam ilia tom a p o r sí m ism a los hongos cu ando siente que los ne­ cesita, sin la guia de un sabio. N o sabem os si esta práctica inform al del país m ixe cons­ tituye una degeneración del rito o la su p er­ vivencia de un p rocedim iento arcaico a n te ­ rior.) En Grecia los “ in iciad o s” tom aban la poción solam ente u n a vez en la vida, de m a­ nera que no podían c o m p a ra r experiencias sucesivas. En México uno puede c o n su ltar los hongos cada vez que se p resen ta un conflicto fam iliar grave. Algunos indios deciden no to ­ m arlos nunca; o tro s lo hacen solam ente una vez; otros m ás lo hacen de m anera in te rm i­ tente. A quien particip a p o r p rim e ra vez en la experiencia se 1c advierte co n stan tem en te que la ingestion del entcógeno es algo en extrem o ‘‘delicado”, con una connotación de grave peligro. T anto en Eleusis como en México algunos com estibles quedaban p ro scrito s d u ra n te cier­ to tiem po antes de la gran noche. Es im po­ sible com parar las exclusiones d ic ta ría s, pues los alim entos en uno y o tro lugares son muy diferentes, pero en am bos casos los huevos eran tabú. El ayuno era p racticad o en Grecia y tam bién en México, desde la m añana y al través de todo el día: en uno ν o tro sitios se llegaba a la noche con el estóm ago vacío. En los círculos a risto c rá tico s del México pre-

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cortesiano se aco stu m b rab a beber el n u tritiv o chocolate espolvoreado con los hongos em ­ briagadores: así se ro m p ía el ayuno en el m om ento en que se iniciaban los aconteci­ m ientos nocturnos. Debido al silencio que guardaron todos los q u e tom aron parte en los m isterios, en los escritos del periodo de es­ plendor de Eleusis difícilm ente se en cu en tra algún indicio de lo que allí acontecía; pero en los prim eros siglos de la e ra c ristian a, cuando Eleusis se hallaba en decadencia, es posible descubrir unas cu an tas m enciones, o s­ curas, inhibidas, que nos p erm iten algunos atisbos inciertos. Así encontram os la referen­ cia a una colación que se servía a los inicia­ dos: una gran to ria llam ada peíanos, p re p a ­ rada con cebada y trigo cosechados en la sagrada llan u ra R arian a, se p artía en peda­ zos y las porciones eran servidas a to d o el m undo. En las fuentes se dice que e n tre los iniciados surgía un vínculo de alianza y am is­ tad, y algunos han sugerido que dicho vínculo se originaba on la colación que todos com par­ tían. No resulta incom patible con los textos priegos su p o n er que dicha colación equivalía al rom nim ienío del ayuno en México, con el le ía n o s en lugar del chocolate. Mas segura­ m ente los lazos de alianza y am istad nada l e n t i l que v er con este alim en to : nada tan simpU· h a b ría sid o .suficiente. El av asallad o r jK 'c t't de es-a noche b a jo la influencia de un

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¿n teó g cn o h a c c b r o ta r n a tu r a lm e n te el s e n ti­ m ie n to de h a b e r c o m p a rtid o u n a e x p e rie n c ia s u p r a n a tu ra l q u e ja m á s p o d r á s e r o lv id a d a ; un s e n tim ie n to d e c o fra d ía , d e h e rm a n d a d . D os d e n o s o tr o s h e m o s co n o c id o e s to p e r s o ­ n a lm e n te cn M éxico: q u ie n e s c o p a rlic ip a n en u n a v elad a, c o n el e s p ír itu y en las c irc u n s ­ ta n c ia s a p r o p ia d a s , viven u n a e x p e rie n c ia sob re c o g c d û ra y en s u in t e r io r s ie n te n g e rm in a r u n v ín c u lo q u e los u n e co n los c o m p a ñ e ro s de e s a n o c h e d e la s n o c h e s, q u e p e rv iv irá p o r ta n to tie m p o c o m o d u re s u e x iste n c ia . C ree m o s q u e e s d e a h í d e d o n d e p ro c e d e ese lazo d e a lia n z a y a m is ta d del q u e la s fu e n te s g rie g as h a b la n o s c u ra m e n te . A c o n tin u a c ió n te n e m o s el a s u n to d el se­ c re to . N ad a s e h a b ía e s c u c h a d o de los h o n ­ gos s a g r a d o s en lo s c írc u lo s c u ltiv a d o s de M éxico d e s d e q u e los p r im e r o s fra ile s los m e n c io n a ro n s u c in ta m e n te en los sig lo s x v i y XVII. S e h a d ic h o q u e los h o n g o s c o n s titu ía n u n " s e c r e to " d e los in d io s q u e h a b ita b a n cn las s e r r a n ía s d el M éxico m e rid io n a l. P re c is a ­ m e n te n u e s tr o p e q u e ñ o g ru p o lo p u s o al d e s ­ c u b ie rto . P e ro n o s o tro s c o n s id e ra m o s q u e este ''s e c r c to 1' n u n c a lo fu e re a lm e n te . E n la s c o ­ m u n id a d e s in d ia s to d o el m u n d o e s ta b a al ta n to d e los h o n g o s, a s í c o m o d e la s s e m illa s de la m a ra v illa . C u a lq u ie ra p o d ía , si lo d e s e a ­ ba, a p r e n d e r el a r te d e r e c o n o c e r los h o n ­ gos s a g ra d o s , y m u c h o s lo h ic ie ro n . Los h o n g o s

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c r a n o b je to d e c ie rto in te rc a m b io c o m e rc ia l s e c r e to q u e s a tis fa c ía la d e m a n d a d e los in ­ d íg e n a s q u e se h a b ía n in s ta la d o en la s c iu d a ­ d e s y q u e a u n q u e ría n " c o n s u lta rlo s " . O rig in a l­ m e n te la Ig le sia s e o p u s o a su c o n s u m o y d u r a n te Jos sig lo s xvi y x v n el S a n to O ficio d e la In q u is ic ió n in te n tó e r r a d i c a r el u s o de los h o n g o s e n tr e los n a tiv o s al tra v é s de e n é r­ g ic as p e rs e c u c io n e s . P o r s u p u e s to ta le s e s ­ fu e rz o s f r a c a s a ro n , m a s la m ic o fo b ia n a tu ra l d e lo s e s p a ñ o le s , s u d e s d é n p o r la s p rá c tic a s in d íg e n a s , y la a c titu d p a r a le la d e los fra n c e ­ ses, a le m a n e s ; e in g leses q u e m á s ta rd e lle­ g a r o n a c o n o c e r M éxico, p ro v o c a ro n en fo rm a n a t u r a l u n a fa lta de c o m u n ic a c ió n e n tr e los n a tiv o s y los o c u p a n te s e x tra n je ro s , s o b re to d o en lo s a s u n to s q u e s e h a lla b a n m á s p r ó ­ x im o s al c o ra z ó n de los in d íg e n a s . No es s o r p r e n d e n te q u e los h o n g o s s a g ra d o s , d e s ­ p u é s d e lo s in fo rm e s fa llid o s, irre m e d ia b le ­ m e n te in a d e c u a d o s , q u e d ie ro n d e ellos los te x to s d e lo s p rim e ro s fra ile s , h a y a n p e rm a ­ n e c id o ig n o ra d o s p a r a el m u n d o h a s ta n u e s ­ tr o s p ro p io s d ía s. L os in d io s ja m á s h a b r ía n to m a d o la in ic ia tiv a p a r a h a b l a r d e ello s. El " s e c r e to " n o e r a u n a c o n s p ira c ió n de sile n cio : fu e im p u e s to a los in d io s p o r el h o m b re b la n ­ co, p o r c a u s a d e la f a lta d e in te lig e n c ia y de c u r io s id a d e n t r e la é lite d el m u n d o d e los b la n c o s. E l s e c re to d e la a n tig u a G re c ia re s p e c to

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a lo s m is te rio s e le u s in o s e r a e n c ie r ta fo rm a d ife re n te . L as leyes d e A te n a s c o n v e rtía n en u n c rim e n el h a b l a r d e lo q u e o c u r r ía en el le le s te rio n d e E le u sis. H acia el fin a l d e l h im ­ n o h o m é ric o a D e m é te r e s te s ile n c io e s ex* p r e s a m e n te o r d e n a d o a to d o s lo s in ic ia d o s. E n el a ñ o 415 a.c. h u b o u n b r o te d e p ro f a n a c io ­ n es d e lib e ra d a s d e lo s m is te rio s , p o r p a r te del j e t s e t a te n ie n s e , al q u e s ig u ie ro n e n é r­ gicas m e d id a s d is c ip lin a r ia s y la im p o sic ió n d e c a stig o s sev ero s. P e ro el s e c re to e ra im ­ p u e s to p o r alg o m á s p o d e ro s o q u e la s leyes d e A ten as: d o m in a b a to d o el m u n d o g rie g o y n u n c a f u e s e r ia m e n te v io lad o . É l m ism o p ro p ic ia b a s u c u m p lim ie n to . Q u ien e s c o n o ­ cía n lo s e n te ó g e n o s s u p e rio re s al tra v é s de la ex p e rie n c ia p e r s o n a l no se e n c o n tr a b a n d is ­ p u e s to s a c o m e n ta r c o n e x tra ñ o s lo q u e Ies h a b ía s id o re v e la d o : la s p a la b r a s n o p o d ía n tr a n s m iti r a lo s f o ra s te ro s la s m a r a v illa s de a q u e lla n o ch e y e x istía sie m p re el p e lig ro de q u e lo s e s fu e rz o s p a r a e x p lic a rla s tr o p e ­ z a ra n c o n la in c re d u lid a d , con la s m o fa s y la s b ro m a s , q u e p a r e c e r ía n sa c rile g a s a los in ic ia d o s y lo s o fe n d e ría n en lo m á s in tim o de su s e r. Q u ien ha c o n o c id o lo in e fa b le se re s is te a e m b a r c a r s e e n e x p lic a c io n e s: la s p a la b r a s s o n in ú tile s. H a s ta d o n d e p o d e m o s sa b e rlo , en c a d a a s ­ p e c to lo q u e su c e d ía en E le u s is c o in c id e co n la e x p e rie n c ia e n te o g é n ic a d e M éxico, a u n q u e

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en u n p u n to im p o r ta n te el rito m e x ic a n o va m u c h o m á s le jo s q u e el d e E le u s is . A m bos p a r tic ip a n d e la g ra n V isió n (u n a " V is ió n '1 q u e a b a rc a to d o s los s e n tid o s y la s e m o c io ­ n e s ) . p e ro e n M éxico los h o n g o s s a g ra d o s , y lo s d e m á s c n tc ó g e n o s s u p e r io re s , sirv e n ta m ­ b ié n co m o o rá c u lo s . L os h ie r o fa n te s d e E le u ­ sis a te n d ía n a u n n u e v o g ru p o d e in ic ia d o s c a d a a ñ o y e s to s g ru p o s e r a n n u m e ro so s . C on la s lim ita c io n e s im p u e s ta s p o r ta l p ro c e d i­ m ie n to , lo s c n tc ó g e n o s n o p o d ía n s e r c o n s u l­ ta d o s p o r lo s in d iv id u o s ni p o r el E s ta d o re s p e c to a a s u n to s g ra v e s cn q u e p r e c is a ra n d e c o n s e jo . E n c a m b io , cn M éxico lo s e n teó g en o s s o n c o n s u lta d o s d e vez en c u a n d o so­ b r e to d a c la s e de a s u n to s d e lic a d o s . L as c u e s ­ tio n e s q u e se p la n te a n a lo s h o n g o s d eb e n s e r s e ria s: si s o n f rív o la s o in tr a s c e n d e n te s e s p r o b a b le q u e e l s u p lic a n te re c ib a u n a ta ­ ja n te . re p r im e n d a . E n tr e los in d io s q u e c o n ­ s e rv a n la s c re e n c ia s tra d ic io n a le s la fe cn los h o n g o s es a b s o lu ta . C u a n d o el s u p lic a n te h a re s p e ta d o to d o s lo s ta b ú e s , c u a n d o la v elad a s e c e le b ra c n la s c o n d ic io n e s a p r o p ia d a s de o s c u r id a d y d e sile n cio , y c u a n d o s e p re s e n ta n la s p re g u n ta s c o n u n c o ra z ó n p u ro , los h o n ­ go s n o m e n tir á n . E s o d ic e n lo s in d io s. Y s e g ú n la s fla c a s e v id e n c ia s de- q u e u n o d e n o s o tr o s d is p o n e , p u e d e s e r q u e te n g a n razó n . H a c ia el fin a l del s ig lo p a s a d o el m u n d o s u p o del p ey o te, y a p e n a s m e d ia d o el prc-

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s e n te las p ro p ie d a d e s e n tc o g é n ic a s d e las se­ m illa s d e la m a ra v illa f u e ro n id e n tific a d a s p o r R ic h a rd E v a n s S c h u lte s . P oco d e s p u é s los h o n g o s s a g r a d o s d e M éxico re c ib ie ro n la e s tim a p ú b lic a q u e m e re c ía n , m e rc e d ai d e s ­ c u b rim ie n to y a los e s c rito s d e R o g e r H eim y d e u n o d e n o s o tro s . L a p is ta les fu e s e ñ a ­ la d a p o r u n b o tá n ic o , B las P ab lo R cko, y p o r u n a n tro p ó lo g o , R o b e rt J . W e itla n c r. A ho­ ra n o s o tro s tr e s e s ta m o s p r e s e n ta n d o al m u n ­ d o m o d e rn o lo q u e b ie n p u e d e s e r la clave p a r a el e n ig m a d e los m is te r io s e lc u s in o s . El vín c u lo q u e u n e el g ra n o de T rip tó le m o con la e x p e rie n c ia e té r e a d e E leu sis, fá c il y s e ­ g u ra m e n te o b te n ib le del co rn e z u e lo , es tan ju s ta , n a tu r a l y p o é tic a m e n te s a tis fa c to rio , c u m p le de tal m a n e ra p u n to p o r p u n to con el m ito d e D e m é te r y P e rsé fo n e , q u e ¿ a c a so n o e s ta m o s v ir tu a lm e n te o b lig a d o s a a c e p ta r e s ta s o lu c ió n ? N u ev as s e n d a s se a b re n p a r a la in v e sti­ gació n . P o r e je m p lo : la s e m p e ra tr ic e s de Biza n eio , c u a n d o e s ta b a n e m b a ra z a d a s , vivían cn u n a h a b ita c ió n ta p iz a d a co n p ó rfid o , de m a n e ra q u e su p ro g e n ie n a c ie r a “ e n la p ú r ­ p u r a " (p ó rfid o = p ú r p u r a ) . E s ta " p ú r p u r a " ¿ e ra el c o lo r del C la v ice p s p u r p u re a y te n e ­ m os a q u í u n flo re c im ie n to p o s tu m o de la D em é ter de tú n ic a p u r p u r a y de H adcs-el-dec a b c llo -p ú rp u ra ? E n E u r o p a los có d ic e s m ás a n tiq u o s se e s c rib ie ro n en v ite la p ú r p u r a . ¿F u e

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a s í p o r q u e s o la m e n te el c o lo r m á s ex c elso e ra d ig n o d e, d ig a m o s, D e c iv ita te D ei, de S an A g u stín ? M e d ia n te el r e f le jo d e u n a genu* fle x ió n lo s v a lo re s d e l m u n d o p a g a n o p e rv i­ v iría n e n to n c e s b a jo la s b e n d ic io n e s d el c ris ­ tia n is m o .

V. EL H IM N O H O M É R IC O Λ DE M É T E R

¡ C o m ie n z o p o r glo rificar en m i canto a D cm cter, veneranda diosa de herm osa cabellera, y a su esbelta h ija a quien a rre b a tó Adoneo! Zeus, el de resonante trueno y am plias m irad as, se la entregó sin que lo su p iera D cmcter. la de á u re a hoz y espléndidos fru to s, cuando a q u é ­ lla jugaba ju n tam en te con las h ijas de 5 Océano, las de profunda c in tu ra . Ella cogía flores en un am eno prad o : rosas, azafrán, herm osas violetas, espadillas, jacintos y aquel narciso que la T ierra pro d u jo tan adm irablem ente lozano, p o r la voluntad de Zeus, con el íin de enga­ ñ a r a la doncella de cu tis de rosa y com10 . placer a Polidectcs, Y al verlo se aso m ­ b ra ro n así los inm ortales, dioses com o los m o rtales hom bres. De su raíz se elevaron cien capullos y con su frag an te aro m a sonreían el a lto cielo inm enso y la tie rra toda y las vastas llan u ras del 35 - salado m ar. AI verlo la joven tendió hacia él am b as m anos para ap o d erarse de aquel herm oso juguete; pero en to n ­ ces se ab rió la tie rra de an ch o s cam inos en la llanura Nisa, y p or la a b ertu ra salió el soberano Polidegtnon, hijo fa95

EL HIMNO HOMÉRICO m o so d e C ro n o s, llev ad o p o r su s c o rc e ­ les in m o rta le s . Y a r r e b a tá n d o la c o n tra su v o lu n ta d e n c a rro d e o ro , s e la llevó m ie n tr a s g r ita b a y g em ía, in v o c a n d o a s u p a d re , el su m o y ex c e le n te C ro n id a . P e ro n in g u n o d e los in m o rta le s ni de lo s m o r ta le s oyó s u voz: ni s iq u ie ra su s c o m p a ñ e ra s d e e s p le n d id a s m u ñ e c a s . S o ­ la m e n te la o y e ro n la h ija d e P erseo , la d e tie rn o s p e n s a m ie n to s , d e s d e s u c u e ­ va; H écate, la d e lu c ie n te d ia d e m a , y e l rey H elio s, el h ijo e s c la re c id o de Hi· p e rió n . É s to s la o y e ro n c u a n d o in v o c ab a a su p a d r e - e l C ro n id a Z eus. P e ro é s te se e n c o n tr a b a le jo s y a p a r te de lo s d io ­ ses, s e n ta d o e n u n te m p lo , ro d e a d o de m u c h o s s u p lic a n te s , d o n d e le e r a n o fr e ­ c id o s h e rm o s o s s a c rific io s p o r los m o r ­ ta le s h o m b re s. C o n tra s u v o lu n ta d , p u es, p o r el c o n ­ s e jo d e Z e u s, se la llevó su tío p a te rn o co n los c a b a llo s in m o rta le s , a q u e l q u e s o b re m u c h o s im p e ra y a m u c h o s recib e, el h ijo fa m o so d e C ro n o s. M ie n tra s la jo v e n n o p e rd ió d e v is ta la tie r r a , el c ic lo e s tre lla d o , el im p e tu o s o o le a je dei P o n to a b u n d a n te en peces y lo s rayos d el so l, a ú n c o n fia b a q u e v e ría a su a u g u s ta m a d re y la s fa m ilia s d e los se m ­ p ite r n o s d io ses; d e m o d o q u e , a u n q u e llo ra b a , la e s p e ra n z a a c a r ic ia b a s u áni·

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m o y resonaban las cum bres de los mon40 tes y las profu n d id ad es del P om o con su voz. Fue entonces cuando al fin la escuchó su veneranda m adre; sintió ésta que un agudo do lo r le trasp asab a el co­ razón, destrozó con las m anos la cinta que sujetaba su cabellera in m o rtal, echó­ se sobre los hom bros un m anto negruzco 45 y salió presu ro sa, a la m anera de las aves, en busca de su h ija p o r la tie rra y el m ar. Mas ninguno de los dioses ni de los m ortales q uiso revelarle la ver­ dad; ni siquiera se le p resen tó algún ave que con sus au g u rio s 1c an u n ciara algo con certeza. Así anduvo la noble Demé­ ter, vagando d u ran te nueve dias p o r la tie rra con una a n to rc h a encendida en las m anos, llena de tristeza; y en esc 30 tiem po no gustó la am b ro sia ni el dulce néctar, ni sum ergió su cu erp o en el baño. Mas cuando esparció su luz la rad ian te décim a au ro ra, le salió ni en cu en tro H é­ cate con una a n to rc h a en la m ano, y p a ra darle noticias le dirigió la p alabra, diciendo: "¡V eneranda D em éter, que nos traes SS los frutos a su tiem po y nos h aces es­ pléndidos dones! ¿Cuál de los dioses del ciclo o de los m ortales h om bres a rre b a ­ tó a Perséfonc y en tristeció tu ánim o? P orque yo oi sus g rito s, pero no vi con

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EL HIMNO HOMERICO m is o jo s q u ie n fu e s e el r a p to r . M e ap res u r o a d e c irte to d a la v e rd a d ." Así se ex p re s ó H écate. P e ro la h ija d e R ea, la d e h e rm o s a c a b e lle ra , n o le re s p o n d ió p a la b r a a lg u n a , s in o q u e al p u n to e c h ó a c o r r e r c o n ella, llev an d o e n su s m a n o s las te a s e n c e n d id a s . Y lle ­ g á n d o se a H elios, el so l, a ta la y a d e d io ­ ses y d e h o m b re s , se d e tu v ie ro n a m b a s a n te su s co rce les. A di D e m é te r, la d iv in a e n tr e la s d io sa s, lo in te rro g ó : "¡O h , H elios! H ó n r a m e a m í q u e soy d io sa , si a lg u n a ve?, h e re g o c ija d o co n p a la b r a s u o b r a s tu c o ra z ó n y tu á n i­ m o ; y ta m b ié n a la h ija q u e d i a luz, d u lc e re to ñ o , fa m o sa p o r su h e rm o s u ra , c u y a voz a flig id a a lc a n c é a o ír al tra v é s d e l v a n o v ie n to , c u a l si fu ese v io le n ta ­ d a , a u n q u e n o lo vi c o n m is o jo s . P e ro tú , q u e c o n lu s ra y o s c o n te m p la s d esd e el d iv in o é t e r to d a la tie r r a y el P o n to , d im e s in c e ra m e n te , s i es q u e e n a lg u n a p a r t e v is te a m i h ija a m a d a , cuál de lo s d io s e s o de los m o rta le s h o m b re s se la h a llev ad o , c o g ié n d o la a viva f u e r ­ za , c o n tr a su v o lu n ta d y d u r a n te m i a u s e n c ia ." Así le h a b ló . Y el h ijo d e H ip c rió n le c o n te s tó c o n e s ta s p a la b ra s : "¡O h re in a D em é ter, h ija d e R ea, la de h e rm o sa c a b e lle ra , tú lo s a b rá s ! P o rq u e

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m ucho te venero y m e apiado de ti al verte acongojada p o r causa de tu hija. N inguno de los in m o rtales es culpable sino Zeus, qu e am o n to n a las nubes, el cual se la dio a H ades, su p ro p io h e r­ m ano, p a ra que la llam ara su esposa. Y H ades, raptán d o la, se la llevó en su ca­ rro a las oscu ras tinieblas, m ien tras ella profería grandes gemidos. Pero, oh dio­ sa, cese tu gran llanto: ninguna precisión tienes de se n tir sin m otivo esa cólera insaciable, pues no es Adoneo, que sobre m uchos im pera, tu p ropio herm ano, un yerno indigno de ti. En cuanto a su je ­ ra rq u ía , a él cupo en suerte, cuando en un principio se efectuó la división en tres partes, se r señ o r de aquellos e n tre los cuales m ora." D ijo así y al p u n to azuzó los corceles; y éstos, con la increpación, a rra s tra ro n rápidam ente el veloz carro con las alas extendidas a m anera de aves, Pero De­ m éter su frió en su corazón un m ayor y m ás cruel dolor. Irrita d a co n tra el C ro­ nida que se envuelve en oscu ras nubes, evitando el consorcio de los dioses y el alto Olimpo, se fue hacia las ciudades de lus hom bres y los fértiles cam pos de cultivo, ocultando por m ucho tiem po su figura inm ortal. N adie al verla la reco­ noció, ni los varones ni las m uieres

EL IIIMNO HOMÉRICO du a p r e ta d o s c e ñ id o re s , h a s ta q u e llegó al p a la c io del p ru d e n te Celeo, q u e e n ­ to n c es e r a rey d e E le u s is , p e r fu m a d a d e in c ien so . A fligida en su c o ra z ó n , s e n tó s e a la v e ra d el c a m in o , en el ρ θ 2 θ P a ric n io , a d o n d e ib ó n p o r a g u a las m u je re s d e la c iu d a d , a la s o m b ra , p u e s e n s u p a r te a lta h a b ía b r o ta d o u n fro n d o s o olivo. P are c ía u n a a n c ia n a q u e ya no fu ese a p ta p a r a d a r a lu/, ni p a ra g o z a r d e los p re s e n te s d e A fro d ita , la d e b e lla c o ro ­ na. E s ta b a tal c u a l su ele n la s n o d riz a s d e los h ijo s de rey es q u e a d m in is tra n ju s tic ia o la s d e s p e n s e ra s d e lo s p alacio s de in fin ito s sa lo n e s. A hí la v ie ro n la s h ija s d e C eleo, h ijo d e E le u s in o , q u e v en ían p o r a g u a , fácil d e s a c a r, p a ra He· v a ria e n v a s ija s d e b ro n c e a l p a la c io de su p a d re . E r a n c u a tr o , co m o c u a tr o d io ­ sas, en p le n a f lo r d e s u ju v e n tu d : Calíd icc, C lisid ice , D om o la a m a b le y CaJíto c , q u e e ra la m a y o r d e to d a s. N o la re c o n o c ie ro n , p u e s p a r a los m o rta le s los d io ses so n d ifíciles d e re c o n o c e r p o r s u a s p e c to . M as a c e rc á n d o s e a e lla le d i­ je r o n e s ta s a la d a s p a la b ra s : "¿ Q u ié n e re s ? ¿D e d ó n d e e r e s , o h a n ­ c ia n a ? ¿D e q u é a n tig u o s v a ro n e s n a c is te? ¿ P o r q u e e s tá s a c á r e t ir a d a d e la c iu d a d y n o e n tr a s a la s m a n sio n e s en

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q u e la s m u je re s d e e d a d co m o la tuya y ta m b ié n la s m á s jó v e n e s s u e le n h a b i­ ta r ? E lla s (o r e c ib iría n co n u n a a m is ta d q u e p r o b a r ía n a s í s u s p a la b ra s c o m o su s o b r a s .” Así d ije r o n . Y la m a s v e n e ra d a e n tre la s d io s a s les re s p o n d ió co n o s la s p a ­ la b ra s : “ ¡H ija s a m a d a s , c u a le s q u ie ra q u e seáis d e e n tr e las jó v e n e s, salu d ! Yo o s h a ­ b la ré , q u e n o es in c o n v e n ie n te re v e la ro s la v e rd a d a v o s o tra s q u e ven ís a h a b la r· m e. Mi n o m b re e s D oso, q u e tal fue el q u e m e im p u s o m i v e n e ra d a m a d re . A h o ra h e v en id o d e C reta, sin q u e yo lo d e s e a ra , p o r el a n c h o d o rs o del m a r; p u e s u n o s p ir a ta s m e llev aro n fa ta l y v io le n ta m e n te , c o n tra m i v o lu n ta d . A cer­ c a ro n luego su nave veloz a T o ric o , d o n ­ d e la s m u je re s s a lta r o n ju n t a s a tie rra , m ie n tr a s ello s d is p o n ía n la c e n a ju n to a las a m a r r a s del navio; p e ro m i á n im o n o a p e te c ía la a g r a d a b le cena, y la n z á n ­ d o m e s e c r e ta m e n te p o r la o s c u ra tie rr a , h u í d e m is .soberbios s e ñ o re s, te m e ro s a d e q u e v e n d ié n d o m e — ¡a m i, q u e n ad a (es h a b ía c o s ta d o !— se lu c ra r a n co n mi p re c io . E r r a n te llegué a q u í e ig n o ro q u é tie r r a es é s ta y q u ié n e s son su s h a b i­ ta n te s . ;Q u e los d io so s to d o s q u e tien en s u s m o ra d a s en el O lim p o o s c o n c e d a n

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m a rid o s le g ítim o s y jó v e n e s, y te n e r h i­ jo s c u a le s los d e s e a n los p a d re s ! P ero a p ia d a o s de m í, d o n c e lla s , se d m e b e n é ­ v o la s, h ija s a m a d a s , h a s ta q u e e n c u e n tre la ca sa d e u n o s e sp o so s p a r a tr a b a ja r g u s to s a m e n te p o r ello s, h a c ié n d o le s cuan140 ta s faen a s son p r o p ia s de u n a m u je r a n c ia n a . Y o b ie n p o d ría s e rv ir co m o nod riz a a u n in fa n te re c ié n n a c id o y to m a rlo e n m is b ra z o s y s a b r ía g u a r d a r la c a sa y a r r e g la r el le ch o d e m i s e ñ o r en lo m á s r e c ó n d ito de s u b ie n c o n s tr u id a r e ­ c á m a r a , y e n s e ñ a r la b o re s a la s m u ­ je r e s /’ >45 Así h a b ló la d e id a d . Y al p u n to le re s p o n d ió C alídice, d o n c e lla lib re a u n y la m ás h e rm o s a d e la s h ija s d e Celeo: "¡O h , m a d rc c ita ! Lo q u e n o s d e p a ra n los d io ses h e m o s d e s u f r ir lo n e c e s a ria ­ m e n te lo s m o rta le s , a u n q u e e s te m o s afli* g id o s, p u e s a q u é llo s n o s a v e n ta ja n m u ­ c h o en p o d e r. P ero d é ja m e in fo rm a rte c la r a m e n te de e s a s c o s a s y n o m b ra r te ISO lo s v a ro n e s en q u ie n e s re s id e a q u í la h o n ra del s u p re m o m a n d o ; los cu a les so b re s a le n en el p u e b lo y d e fie n d e n los 135 m u r o s d e la c iu d a d co n su s c o n s e jo s y r e c to s fallo s. Las e s p o s a s d e to d o s é sto s — del p ru d e n te T rip to le m o , d e D io d o , de P o lix en o, del irre p re n s ib le E u m o l­ po, de D ó lico y d e n u e s tro es fo rz a d o

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p ad re— llevan el gobierno de su s m o­ radas; y ninguna, en c u an to te vea, te a le jará de su casa, m enospreciando tu as160 pecto; todas te ad m itirán , pues tienes el aspecto de una diosa. Mas, si lo p re ­ fieres, espera aq u í m ien tras vam os a la casa de n uestro p ad re y n a rra m o s d e ta ­ lladam ente todas estas cosas a n u estra m ad re M etanira, la del a p re ta d o ceñ id o r que hace caer la túnica en pliegues p ro ­ fundos, p o r si acaso te m anda que vayas a n u e stra casa y no busques las de los dem ás. En su bien co n stru id a m ansión n u tre a un hijo que le nació ta rd ía m e n ­ te, pues lo engendró en su ancianidad, 165 y se siente con él m uy alegre y benévola. Si lo c ria ra s tú, y él llegara a la época de la p u b e rta d , cualquiera de las m u­ je re s te envidiaría al verte: tan grande recom pensa te daría p o r la crianza." 170 D em éter a sin tió con la cabeza. Y las jóvenes, una vez que llenaron de agua las refulgentes vasijas, regresaron u fa­ nas a su m ansión. P resto llegaron a la espaciosa m orad a de su p ad re y al m o­ m ento co n taro n a su m adre lo que ha­ bían visto V oído, y ésta les m an d ó que fu eran en seguida a llam arla, ofrecién­ dole un enorm e salario. Como las ciervas 175 o las b ecerras retozan p o r el p ra d o en la estación prim averal, una vez q u e se

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EL HIMNO HOMÉRICO

h a n s a c ia d o d e f o r r a je , a s f la s d o n ­ ce lla s, c o g ién d o se lo s p lie g u e s de su s lin ­ d o s v elo s, s e la n z a ro n p o r e l c a m in o a h o n d a d o p o r el c o r r e r de los c a rr o s : a lr e d e d o r d e su s h o m b ro s f lo ta b a n las c a b e lle ra s q u e p a re c ía n flo re s d e aza* ir á n . E n c o n tra ro n a la d io s a p re c la ra c e rc a del c a m in o , en d o n d e a n te s la h a ­ b ía n d e ja d o , y la c o n d u je ro n a la m a n ­ sió n d e su q u e rid o p a d re . E lla les seg u ía d e trá s , a c o n g o ja d a en s u c o ra z ó n y c u ­ b ie r ta d e s d e la ca b e z a : el p a r d o velo o n d u la b a e n to rn o d e los á g ile s p ies de la d io s a . P r o n to lle g a ro n a la m o ra d a d e C eleo, s e g u id o r de Z eus, y p e n e tr a ro n 119 en el p ó r tic o d o n d e la v e n e ra d a m a d re e s ta b a s e n ta d a , c e rc a d e la c o lu m n a q u e s o s te n ía el te ch o a rtific io s a m e n te la b r a ­ d o , co n el n iñ o , s u n u e v o re to ñ o , en el reg az o . L as d o n c e lla s c o rrie r o n h a c ia su m a d re y la d io s a tr a s p u s o c o n su s pies el u m b ra l, ro zó co n s u c a b e z a la vig a del te ch o y lle n ó la s p u e r ta s d e u n re sp la n ito d o r d iv in o . S o b re c o g ió a la d u e ñ a u n te m o r m e z c la d o d e re v e re n c ia y j u n t a ­ m e n te se p u s o p á lid a , y |je ce d ió el a s ie n ­ to y la in v itó a s e n ta rs e . P e ro D cm O tcr, q u e n o s tr a c los f r u to s a s u tie m p o y n o s h a c e e s p lé n d id o s d o n e s, no q u is o s e n ta r s e cn el v is to s o silló n , s in o q u e 1*5 p e rm a n e c ió c a lla d a y con los b e llo s o jo s

E L H IM N O UOM P.RTCO

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hincados en tierra, hasta que lambe, la de castos pensamientos, puso para ella una fuerte silla que cubiló con un blan­ co vellocino. Una vez neniada, con sus propias monos echó hacia adelante, so­ bre el rostro, el velo que ataba su cabe­ llera, Pero reprimía la voz por causa de su pena, y asi permaneció sentada, sin tornar parte en la conversación ni c o m u ­ nicarse con nadie, ni por medio de sus palabras ni por medio de sus obras; per­ manecía sentada sin sonreír, sin aceptar alimento ni bebida, deshecha por la año­ ranza de su hija, la de profunda cintura, hasta que lambe, la de castos pensa­ mientos, bromeando mucho, movió con sus chistes a la costa señora a sonreír, a reír y a tener alegre dnlmo: por esto lambe en tiempos posteriores agradó a la diosa en sus ritos. Entonces Metanira le ofreció una copa llena de vino dulce co mo la miel, pero la diosa la rechazó, afirmando que le estaba vedado beber el rojo vino: le rogó en cambio que le diera una mezcla de harina con apun y m e m a molida, AquiMla preparó la mis­ tura y se la ofreció a lo diosa, como Os tu lo ordenara, y la m u y venerable Demiíter, hablándola aceptado de confor­ midad con el rito...

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. . . M e ta n ira , la d e p r o f u n d a c in tu ra , c o ­ m en zó a d ec ir: " S a lv e , m u je r , p u e s n o c re o q u e tu s p a d re s s e a n v iles, s in o n o b le s: el p u d o r y la g ra c ia b rilla n e n tu s o jo s c o m o si 215 d e s c e n d ie ra s d e rey es q u e a d m in is tr a n ju s tic ia . Lo q u e n o s d e p a ra n los d io ses h e m o s d e s u f r ir lo n e c e s a ria m e n te los h u ­ m a n o s, p u e s s u y u g o e s tá s o b re n u e s tro c u e llo . A h o ra, p u e s to q u e h a s v en id o ac á, te n d r á s c u a n to te n g o yo m ism a . C ría m e e s te n iñ o q u e lo s in m o rta le s m e h an d a d o ta r d ía e in e s p e ra d a m e n te , d e s p u é s 220 d e r e ite r a d a s s ú p lic a s . S i t ú lo c ria r a s y él lle g a ra a la é p o c a de la p u b e rta d , c u a lq u ie r a de Jas m u je r e s te e n v id ia ría al v e rte : ta n g ra n d e re c o m p e n s a te d a ría p o r la c ria n z a ." R e s p o n d ió le a s u vez D em éter,. la de b e lla c o ro n a : 225 " S a lv e ta m b ié n tú , o h m u je r , y m u ­ ch o , y q u e (os d io s e s te c o lm e n de b ie­ nes. G u sto sa re c ib iré a tu h ijo , co m o lo m a n d a s , y lo c ria r é . N o te m a s p o r s u b ie n e s ta r; p u e s n o p r o b a r á la leche de n in g u n a n o d riz a p e rv e rs a ni lo d a ñ a ­ rá n in g ú n s o rtile g io de ios q u e c a u s a n la p o s e s ió n d e u n a c r i a tu r a n i p r o b a r á el d a ñ in o h iló to m o , p u es c o n o z c o las po-

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d e r o s a s h ie r b a s q u e se reco g e n y sé u n re m e d io e x c e le n te c o n tr a el fu n e s tís im o s o rtile g io ." H a b ie n d o h a b la d o a s í, cogió co n sus m a n o s in m o r ta le s al n iñ o y se lo p u s o en el f r a g a n te sen o ; y la m a d r e se ale* g ró en su c o ra 2 Ón. Así ella c r ia b a en el p a la c io al h ijo ilu s tr e d el p r u d e n te Cele o , D e m o fo o n tc , a q u ie n h a b ía d a d o a lu z M e ta n ira , la d e b e lla c in tu ra ; y el n iñ o c re c ía , s e m e ja n te a u n d io s, sin c o m e r p a n ni m a m a r la leche d e su m a ­ d re . D e m é te r lo fro ta b a co n a m b ro s ía , c u a l si fu ese h ijo d e u n a d e id a d , halag á n d o lo s u a v e m e n te co n su a lie n to y lle v á n d o lo e n el sen o ; y p o r la n o c h e lo o c u lta b a en el a r d o r del fu eg o , co m o un tizó n , a e s c o n d id a s d e su s p a d re s , p a ra lo s cu a les e r a u n a g ra n m a ra v illa q u e c r e c ie r a ta n flo re c ie n te y c o n u n a s ­ p e c to ta n p a re c id o al d e la s d e id a d e s . Y asi le h u b ie r a lib ra d o de la v ejez y de la m u e rte ; p e ro M e ta n ira , e s p iá n d o la d u ­ ra n te la n o ch e , v io to d o d e s d e su p e r f u ­ m a d o lecho. R u g ió e n to n c e s y te m e ro s a p o r su h ijo se g o lp e ó a m b o s m u s lo s y e n lo q u e c ió de fu r o r , y e n tr e la m e n to s le d irig ió e s ta s a la d a s p a la b ra s : " ¡ H ijo D em o fo o n tc! E s a f o r a s te r a a q u ie n y o h e d a d o u n lu g a r en m i ca sa

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te e s c o n d e en u n g ra n fu eg o , y m e c a u sa lla n to y fu n e s to s p e s a re s ." 2so Así g r itó g im ie n d o . Y la e s c u c h ó la v e n e ra d a e n tr e la s d io s a s . I r r it a d a c o n ­ tr a ella, D c m c te r, la d e b e lla c o ro n a , sa c ó d e l fu e g o al n iñ o a m a d o , al q u e in e sp e ­ ra d a m e n te h a b ía d a d o a lu z M c ta n ira en el p a la c io , y c o n s u s m a n o s in m o r ta ­ le s lo a p a r t ó d e sí, d e já n d o lo e n el suelo. T e rrib le m e n te e n o ja d a en s u á n im o , d ijo a l m ism o tie m p o a M e ta n ira , la d e h e r ­ m o sa c in tu ra : 255 " ¡H o m b re s in c o n sc ie n te s y locos! ¡No p o d é is p r e s a g ia r n i la b u e n a ni la m a la s u e r te q u e e s tá n p o r v enir! T ú a h o r a , p o r tu n e c e d a d , te h a s p ro c u r a d o u n d a ñ o e n o rm e . P o n g o p o r te s tig o la im p la c a b le 260 c o r r ie n te d e la E stig ia , p ro n u n c io el j u ­ r a m e n to d e los d io s e s : yo ib a a h a c e r d e tu h ijo a m a d o u n s e r in m o r ta l y no ó x p u c s to a la vejez, y le ib a a c o n c e d e r e te rn o s h o n o re s . A h o ra en c a m b io ya no le s e rá p o s ib le e v ita r la m u e r te y las p a rc a s. M as el h o n o r im p e re c e d e ro lo 2ís a c o m p a ñ a r á s ie m p re , p o r h a b e r su b id o a m is ro d illa s y h a b e r d o rm id o e n m is b ra z o s : c o n el a n d a r de los tie m p o s , al lle g a r la e s ta c ió n d e b id a , los jóvenes e lc u s in o s c e le b ra rá n en su m e m o ria c o m ­ p e te n c ia s y lu c h as u n a y o tr a vez. " Y o soy la v e n e ra d a D c m e te r, q u e re-

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270 p r e s e n ta la m a y o r u tilid a d y a le g ría así p a r a lo s in m o r ta le s c o m o p a r a los m o r(ales. H e a q u í lo q u e d e b é is h a c e r : lá­ b re m e to d o el p u e b lo u n g ra n te m p lo c o n s u a l t a r al p íe d e la c iu d a d y de s u a lto m u r o q u e se c ie rn e n s o b re el po zo C alíco ro , e n la p ro m in e n te c o lin a , y y o , cn p e rs o n a , o s e n s e ñ a ré los m is te ­ rio s p a ra q u e luego a p la q u é is m i á n im o 275 c o n s a n to s s a c r ific io s /’ Asi h a b ló la d io s a . Y lu e g o tr a n s fo r m ó s u e s ta tu r a y a p a rie n c ia y a b a n d o n ó su a s p e c to s e n il, d e m o d o q u e p o r to d a s p a r te s r e s p ir a b a b elleza . S u pop í o b ri­ lla n te e x h a la b a u n a g ra d a b le a ro m a . La lu z d e s u c u e rp o in m o rta l b rilla b a a lo le jo s . S u s c a b e llo s d o r a d o s c a ía n p o r los h o m b ro s . Y to d a la b ie n c o n s tr u id a r e ­ c á m a r a se ilu m in ó c o m o al r e s p la n d o r d e u n r e lá m p a g o . P e ro la d io s a in m e ­ d ia ta m e n te se a le jó , y al p u n to d e s fa lle ­ c ie ro n la s ro d illa s d e M e ia n ira , q u e estu v o la rg o tie m p o sin voz y sin a c o rd a rs e e n a b s o lu to d el h ijo q u e le h a b ía n a c i­ d o e n la VVJC2 , p a r a le v a n ta rlo d el su elo . M as la voz la s tim e ra d el n iñ o fu e o íd a p o r s u s h e rm a n a s , q u e s a lta r o n de los 7 » lech o s d e h e rm o s a s c o lc h a s : u n a d e ellas le v a n tó a l in fa m e c o n s u s m a n o s y se So p u s o en el s e n o , o tr a e n c e n d ió fu eg o , y o tr a acudir!» lig era m o v ie n d o la s tie r n a s

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p la n ta s p a ra le v a n ta r a s u m a d re e n la p e r f u m a d a a lc o b a . R e u n id a s a lr e d e d o r d el n iñ o , q u e e s ta b a p a lp ita n d o , lo la v a­ r o ro n y a c a r ic ia ro n ; p e ro n o se le a q u ie tó el á n im o , p u e s a h o r a lo s o s te n ía n u n a s a m a s y n o d riz a s m u y in fe rio re s . E s ta s , te m b la n d o d e m ie d o , a p a c ig u a ­ r o n d u r a n te to d a la n o ch e a la g lo rio sa d e id a d ; y, al d e s c u b rirs e la a u r o r a , re fi­ rie ro n v e ra z m e n te al p o d e ro s o C eleo lo q u e h a b ía m a n d a d o la d io s a D e m é te r, 295 la d e b e lla c o ro n a , C eleo, h a b ie n d o co n ­ v o ca d o al n u m e ro s o p u e b lo p a r a q u e se re u n ie r a en el á g o ra , o r d e n ó q u e se e ri­ g ie ra u n r ic o te m p lo y u n a l ta r a De­ m é te r, la d e h e rm o s a c a b e lle ra , en la p ro m in e n te co lin a. M uy p ro n to le o b e­ d e c ie ro n ; e s c u c h á ro n le a te n to s m ie n tra s les h a b la b a y, tal c o m o lo m a n d ó , labratoo ro n u n te m p lo q u e fu e c re c ie n d o p o r v o lu n ta d d e la d io sa . U na vez q u e lo h u b ie ro n te rm in a d o y c e sa ro n d e tr a b a ja r , c a d a cu a l re g re s ó a su c a sa . Y la b lo n d a D e m é te r se esta* b le d o allí, le jo s d e los b ie n a v e n tu ra d o s d io ses, c a rc o m ié n d o se en la so le d a d y la tris te z a q u e s e n tía p o r su h ija , la de ΥΛ p r o f u n d a c in tu ra . E h izo q u e s o b re la fé r­ til tie r r a fu ese a q u e l a ñ o m u v te r rib le y cru e l p a r a los h o m b re s; y el su elo no p r o d u jo n in g u n a sem illa , p u e s las es*

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co n d ía D em o ler. E n v a n o a r r a s tr a r o n los b u ey e s m u c h o s c o rv o s a r a d o s p o r los lio c a m p o s e in ú tilm e n te cayó e n a b u n d a n ­ cia la b la n q u e c in a c e b a d a s o b re la tie rr a . Y h u b ie r a p e re c id o p o r c o m p le to el li­ n a je d e lo s h o m b re s d o ta d o s d e p a la b ra p o r c a u sa d el h a m b re feroz, p riv a n d o a los in m o r ta le s del h o n o r d e la s o fre n d a s y de lo s sa c rific io s , si Z eus n o lo h u b ie se n o ta d o y c o n s id e ra d o en su á n im o . Pri315 m e r a m e n te in c itó a Iris , la d e á u re a s a la s, a q u e lla m a ra a D em o ler, la de h e r ­ m o sa c a b e lle ra y a s p e c to a m a b ilís im o . Así se lo re c o m e n d ó ; y ella, o b ed e c ie n d o a Z eus, el h ijo de C ro n o s, q u e se e n v u e l­ ve en o s c u r a s n u b e s, re c o r rió v elo zm en te c o n su s p ies el e s p a c io in te rm e d io . Lle­ g ó a la c iu d a d d e E le u s is , p e rfu m a d a p o r el in c ien so , h a lló en el te m p lo a Dei » m e te r, la d el lu c tu o s o velo, y h a b lá n d o le le d ijo e s ta s a la d a s p a la b ra s : "¡O h , D em éter! T e llam a el p a d re Zeus, c o n o c e d o r d e lo e te r n o , p a ra q u e vayas a d o e s tá n la s fa m ilia s de los s e m p ite r­ n o s d io ses. Ve, p u e s , y n o sea ineficaz m i p a la b r a , q u e p ro c e d e de Z eus." Así d ijo , s u p lic á n d o le . P ero el án im o 325 - d e D e m é te r n o se d e jó p e rs u a d ir. S e g u i­ d a m e n te Z eu s le fu e e n v ia n d o a to d o s los s e m p ite rn o s , b ie n a v e n tu ra d o s dioses, y e s to s se le p re s e n ta ro n u n o s en pos de

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o tr o s , y la lla m a ro n , y le o fre c ie ro n m u choK y h e rm o sísim o s d o n e s y las h o n ras q u e e lla q u is ie ra e n tr e los In m o rta le s d io ­ ses; m a s n in g u n o p u d o p e rs u a d ir la m eniso te y el p e n s a m ie n to d e la q u e e s ta b a ir r ita d a en su c o ra z ó n y rcch o 7 ab n o b s ti­ n a d a m e n te las ra z o n e s. E lla a firm a b a q u e n o s u b iría al p e rfu m a d o O lim p o ni p e r m itir ía q u e s a lie s e n f r u to s d e In tie­ r r a h a s ta q u e co n su s o jo s v ie ra o su h e r m o s a h ija . C u a n d o e s to su p o Z e u s, el to n a n te , el d e a m p lia s m ir a d a s , e n v ió ai E r e b o o i » H e rm e s , el d e la á u r e a v a rita , a quien lla m a n el A rg lcid a p u e s d io m u e r te a esc m o n s tr u o del c e n te n a r d e o jo s , p a r a que. e x h o r ta n d o a H íidcs co n su a v e s p a la ­ b r a ^ s a c a r a a la c a s ta P e rs é fo n e d e la o s c u r id a d te n e b ro s a y la lle v a ra a la lu», a los d io se s, c o n el fin de q u e la m a d re mo la v ie ra co n su s o jo s y d e p u s ie ra ia cóle­ ra . N o se r e h u s ó H e rm e s , sin o q u e al p u n to a b a n d o n ó su tr o n o e n el O lim po y b a jó veloz a la s p ro fu n d id a d e s d e lo tie r r a . Allí e n c o n tró d e n tr o d el p alacio al rey H a d e s, s e n ta d o en u n a lto lecho, ju m a m e n te c o n su v e n e ra d a e s p o s a ; y a
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