Pozo siquem 234TRZ.fh11 22/10/08 13:08 P gina 1 C
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El arte de ser feliz
Colección «EL POZO DE SIQUEM»
234
Anselm Grün
El arte de ser feliz
Editorial SAL TERRAE Santander – 2008
Títulos de los originales en alemán:
Das Glück der Achtsamkeit / Das Glück der Begegnung Das Glück der Dankbarkeit / Das Glück des Einklangs Das Glück der Gelassenheit / Das Glück der Stille Das Glück der Lebensfreude / Das Glück der Liebe Das Glück der Gesundheit / Das Glück der Zufriedenheit © 2004 – 2006 by Verlag Herder Freiburg im Breisgau www.herder.de
Traducción:
María del Carmen Blanco Moreno y Ramón Alfonso Díez Aragón Para la edición española: © 2008 by Editorial Sal Terrae Polígono de Raos, Parcela 14-I 39600 Maliaño (Cantabria) Tfno.: 942 369 198 / Fax: 942 369 201
[email protected] / www.salterrae.es Diseño de cubierta: María Pérez-Aguilera
[email protected] Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida, total o parcialmente, por cualquier medio o procedimiento técnico sin permiso expreso del editor.
Con las debidas licencias: Impreso en España. Printed in Spain ISBN: 978-84-293-1784-8 Depósito Legal: BI-2909-08 Impresión y encuadernación: Grafo, S.A. – Basauri (Vizcaya)
Índice
Prólogo a la edición española, por Anselm Grün
9
1. Alegría
13
2. Amor
25
3. Armonía
37
4. Atención
51
5. Encuentro
65
6. Gratitud
79
7. Quietud 8. Salud 9. Satisfacción
93 105 117
10. Serenidad
129
– 7 –
Prólogo a la edición española
T
« ODOS los seres humanos quieren ser felices», sentenció el filósofo griego Platón. Los griegos distinguen tres formas de felicidad: eutyche es la suerte, que me sonríe, por ejemplo, si me toca la lotería (corresponde al término latino fortuna). Eudaimonia significa la buena relación con el daimon, el compañero interior del alma (corresponde al término latino beatitudo). Platón afirma que es feliz quien mantiene una buena relación con su alma inmortal, con su núcleo divino. La tercera palabra, makarios, está reservada para los dioses del Olimpo. Jesús promete la realidad expresada en esta palabra a quienes deciden seguirlo. Sus discípulos están llamados a tener la experiencia de la independencia y la libertad interiores de los dioses. Los romanos tradujeron esta palabra con el término felix. Únicamente el emperador podía gozar de esta forma de dicha. Después de morir, era divinizado y disfrutaba de los dones de los dioses. Los términos españoles «feliz» y «felicidad» expresan este concepto latino. Por otro lado, la felicidad está siempre relacionada con la apertura a Dios, con el hecho de salir de uno mismo y participar de la libertad y el amor de Dios. – 9 –
En los últimos años se han escrito innumerables libros sobre la felicidad, un tema que, sin duda, nos interesa enormemente. Muchos piensan que podrían comprarla, o que sólo necesitarían un «fin de semana antiestrés» para ser felices. Sin embargo, ser feliz es un arte. Y un arte hay que aprenderlo. La filosofía griega se entendió como el arte de la vida feliz. Algunos piensan que este tema es extraño a la Biblia. Sin embargo, Jesús conienza el Sermón de la montaña con ocho bienaventuranzas, en las que nos muestra el óctuple camino hacia la felicidad, hacia una vida en plenitud. En ellas no nos promete un mundo intacto, sino que más bien nos muestra cómo podemos encontrar un camino hacia una vida plena en la realidad de esta vida, en medio de las turbulencias de nuestra existencia humana. En este libro he descrito 10 actitudes que deberíamos ejercitar para encontrar la felicidad. Diez es el número de la totalidad. Convertirnos en seres en plenitud, realizar las posibilidades que hay en nosotros, reconciliarnos con nuestro lado oscuro...: todo esto forma parte del camino hacia la felicidad. Quien elimina o excluye algo de sí mismo se siente desgarrado. Le falta lo reprimido y excluido para ser feliz. No podemos aspirar directamente a la felicidad, sino que ésta es expresión de una vida plena, de la vivencia de la integridad. A lo largo de toda nuestra existencia estamos en camino hacia la totalidad. Todo lo que vivimos y experimentamos en los conflictos diarios, tenemos que integrarlo en nuestra vida. Entre esas realidades se encuentran también el duelo y el sufrimiento. «Felicidad» no significa euforia. No podemos fabricarla tratando de verlo todo positivamente. Ser feliz significa, más bien, contemplar y aceptar todo lo que vivimos y descubrir, en – 10 –
el fundamento de todas las experiencias, la huella de la armonía y la paz interior. Entonces podremos, incluso en medio del sufrimiento, sentir en lo más hondo del alma la felicidad que es más profunda que todas las turbulencias de nuestra vida. Ser feliz significa estar en armonía conmigo mismo, estar por entero en el momento presente, permanecer en la quietud para poder vivir plenamente cada instante y estar abierto al milagro del encuentro, prestar atención a todo cuanto hago. La felicidad se expresa en la gratitud, en la serenidad y la libertad interior, en la alegría y el amor, en la salud y la satisfacción. Quien ejercite estas diez actitudes se sentirá feliz una y otra vez. Pero no poseerá la felicidad, porque ésta no se deja retener, sino que únicamente podemos percibirla por un instante. El presente libro no nos promete la vivencia de la felicidad, pero sí pretende mostrarnos un camino que puede llevarnos a tocar la felicidad en medio de los altibajos de nuestra vida, en los instantes luminosos y también en los instantes oscuros de nuestra existencia. Deseo que las lectoras y lectores, al ejercitaros en estas diez actitudes, experimentéis una y otra vez la felicidad, tengáis la vivencia de la armonía y la concordia, la experiencia de la alegría y el amor, la gratitud y la satisfacción, la serenidad y la libertad. Con todo, la felicidad no se vive sólo ejercitándose personalmente. La dicha del encuentro nos muestra que la felicidad se nos regala también desde fuera. A veces, en el encuentro con otra persona y en el encuentro con Dios somos partícipes de una felicidad en la que no nos hemos ejercitado, sino que llega a nosotros desde fuera, como un milagro, y nos hace felices. – 11 –
Deseo que los lectores y lectoras de lengua española os animéis a aprender el arte de vivir felizmente; que las diez actitudes os ayuden a adentraros cada vez más en vuestra totalidad personal, en el equilibrio y la armonía con vosotros mismos. Y os deseo también que de vosotros irradie hacia nuestro mundo la dicha que haga más felices a las personas que os rodean. ANSELM GRÜN
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1 Alegría
LA alegría no se puede imponer por decreto, sino que es expresión de una vida plena. No puedo aspirar al gozo en sí, pero lo que sí puedo es tratar de vivir mi vida con todos los sentidos. Entonces entraré en contacto con la alegría, que habita en mi interior desde hace mucho tiempo. Cuanto más conscientemente vivo, tanto mayor es la dicha que siento en mí. En el fundamento del alma de cada uno de nosotros se encuentra ya preparada la alegría. Pero a menudo estamos distanciados de ella. Podemos ejercitarnos en el arte de entrar en contacto con nuestra alegría interior, que ensancha nuestro corazón. Y es saludable para toda nuestra vida que la alegría tenga un espacio en nosotros: el espacio que, de hecho, le corresponde. A quien siente la alegría en su interior muchas cosas le resultan más fáciles. Y su vida recibe un sabor distinto.
Hay muchas formas de entrar en contacto con nuestra propia alegría. Una de ellas consistiría en contemplar foto– 13 –
grafías de nuestros años de infancia: a menudo descubriremos en nuestros rostros una espontánea expresión de alegría. Otra forma –sugerida por la psicóloga Verena Kast– sería escribir nuestra biografía de la alegría. Entonces podríamos recordar todas las situaciones en las que hemos sido felices. Uno puede recordar la alegría anticipada en la noche de Navidad y la que experimentó al entrar en la sala donde estaba el árbol de Navidad, radiante de luz. Otra persona puede acordarse del gozo que sintió cuando su padre encontró tiempo para jugar con ella. Podemos recordar todas las ocasiones en que nos hemos alegrado.
Cada día tenemos muchas oportunidades de alegrarnos. Me alegro al levantarme por la mañana y saber que hoy, en mi trabajo, puedo hacer algo útil. Me alegro porque sale el sol, por la primavera que empieza a brotar, por la luminosa mañana de verano. Siento alegría porque camino por el campo aspirando la fragancia del heno, que me hace recordar intensamente las vacaciones que viví en mi infancia. También los encuentros pueden llenarnos de alegría: basta con que yo me abra al otro y le haga sentir que estoy presente. La mirada amable de la vendedora, la palabra de aliento de un amigo, una carta esperada con ansia y que hoy llega, finalmente...: todas ellas son ocasiones para la alegría. Sólo es necesario que me abra para percibir intensamente lo que vivo. – 14 –
Puedo, sin embargo, atravesar el paisaje más bello y dejar que el mal humor se adueñe de mis pensamientos. De este modo echo a perder mi alegría. Cada persona tiene en su interior la capacidad de ser feliz. Pero abrirme a la alegría o quedarme atrapado en mis exageradas expectativas en la vida y entristecerme porque no se cumplen, es una decisión exclusivamente mía. Hace falta decidirse por la alegría, la cual no viene espontáneamente. No obstante, aun cuando me decida por la alegría, no puedo fabricarla. Lo único que puedo hacer es percibir con mayor apertura y agradecimiento el mundo que me rodea. Pero entonces descubriré las numerosas alegrías que me esperan cada día.
La alegría es una emoción sublimada, afirma Verena Kast. Hace bien al alma. La ensancha, le da alas y hace más llevadera la vida. La alegría me une con otras personas, me impulsa a compartir con los demás. «La alegría compartida es doble alegría», dice un proverbio. La alegría establece relaciones, regala vitalidad. La alegría fortalece la salud. Ya lo decían los sabios del Antiguo Testamento: «Un corazón alegre le hace bien al cuerpo; un espíritu abatido seca los huesos» (Proverbios 17,22). Quien se acuesta triste y lleno de preocupaciones es atormentado también en sueños por sus cuitas. «Un corazón radiante tiene buen apetito, y le aprovecha todo lo que come» (Sirácida 30,25). – 15 –
Puedo alegrarme por una agradable conversación o por un hermoso paisaje. La alegría que no depende de las circunstancias exteriores es una alegría por mí mismo. Si reflexiono sobre el misterio de mi vida, sobre mi singularidad y unicidad, si percibo lo que se me ha regalado –mis talentos y capacidades–, entonces tengo motivos más que suficientes para alegrarme. Estoy contento de mi cuerpo, de mis manos, tan hábiles para escribir, pero que también saben ser tiernas y sensibles. Gozo cuando, en un gesto de oración hecho con las manos, siento la cercanía de Dios. Para dirigirse a los miembros de su cuerpo, Hildegarda de Bingen pone estas palabras en boca de su alma: «¡Me siento muy feliz de haber sido enviada dentro de vosotros!».
El filósofo griego Plotino se avergonzaba de tener un cuerpo, porque suponía para él una limitación y un obstáculo. Hildegarda de Bingen, en cambio, nos invita a amar nuestro propio cuerpo a y complacernos en él. El alimento puede fortalecer este gozo interior. Podemos abrirnos a la alegría. Pero la alegría exige también, ciertamente, disciplina. Para Hildegarda, esta disciplina consiste en el arte de saber alegrarse siempre. Si disfruto conscientemente de un pedazo de tarta, me siento alegre. Si me atiborro comiendo cuatro pedazos, acabo iritándome conmigo mismo. La alegría me exige ser capaz de establecer mis límites y centrarme por entero en el momento presente. – 16 –
Lo que hago me produce alegría. Si algo me sale bien, experimento alegría. Si algo me hace feliz y tengo éxito, me llena de satisfacción. Algunos piensan que esto es contrario a la humildad y la modestia. Pero no saben qué significa realmente la humildad. Si soy humilde, sé que el éxito no define quién soy yo y que no puedo retenerlo. Pero precisamente porque soy consciente de que el éxito es relativo, puedo alegrarme de él. Me alegro cuando una conversación discurre sin dificultad, porque no me cansa. La alegría es un sentimiento gracias al cual permanezco por entero en mí. Al mismo tiempo, la alegría me permite acepta por entero al otro y el momento presente.
Sólo a quien se cree el centro del mundo cualquier conversación le exige demasiado. La experimenta como un esfuerzo excesivo. El trabajo fluye con placer si se hace con alegría. El gozo es una fuente saludable de la que podemos beber sin agotarnos. Esto se observa en muchas personas para quienes se diría que el trabajo es divertido. Nunca se sienten estresadas o exhaustas. Mientras trabajan, no están esperando ansiosamente que llegue la hora de salir. Están totalmente presentes en su trabajo, se sumergen en él, y ello les hace gozar. Quien ve el trabajo como un enemigo de la alegría derrocha una gran parte de su vida con sentimientos negativos. Ser felices con nuestro trabajo y vivirlo como una alegría es todo un arte. – 17 –
No hace falta demasiado para poder alegrarse. Basta con estar totalmente presentes en el instante en que nos encontramos. Si intento tomar conciencia del momento presente, entonces experimento sencillamente la alegría de vivir. Existo y gozo por ello. Siento mi respiración como una alegría. Al respirar, inspiro alegría, vida, amor, claridad, frescura. Disfruto al no tener que hacer nada. Estoy sentado, respiro, observo, escucho, huelo. Estoy en armonía conmigo mismo. No tengo necesidad de regalos exteriores. Para experimentar alegría únicamente necesito estar dispuesto a aceptar, aquí y ahora, el instante presente. Pero hace falta también el ejercicio de liberarse de todas las preocupaciones, de despedirse de todas las reflexiones sofisticadas, para vivir por entero en el instante presente.
Tuve un hermano de comunidad que murió con 92 años. Pese a su avanzada edad, solía tocar con la trompeta una serenata a cada hermano en su onomástica. El día de mi santo, no se limitó a tocar la trompeta, sino que, con sus 87 años, bailó al ritmo de la armónica que tocaba con la boca. Y cuando le di las gracias, me entregó una poesía que había compuesto para la ocasión, donde expresaba que lo más bello en el mundo era dar alegría a los demás. A la vez que alegraba a los demás, no permitía que el gozo estuviera ausente en su ancianidad. No deberíamos estar siempre esperando a los otros, haciéndoles responsables de nuestra alegría o tristeza. Nosotros mismos podemos empezar a dar alegría a los demás. De este modo aumentará también nuestro júbilo. – 18 –
Hay veladas en las que celebramos juntos un cumpleaños o una fiesta onomástica. Al final de estas celebraciones se suele percibir el entusiasmo general: «Todo ha estado precioso...». Si las personas son capaces de alegrarse juntas, de divertirse de buen grado, con ingenio y con gracia, si hacen fiesta en compañía, su alegría se extiende a todos. La condición para que pueda nacer una alegría así es la gratitud por cuantos participan en la fiesta. Si me convierto en el único centro de la fiesta, alegraré poco a los demás. La alegría requiere intercambio, atención... y estar dispuestos a admitir a todos. Si todos pueden aportar algo, la participación es una fuente inagotable de gozo.
La naturaleza es una fuente especial de alegría. En el Antiguo Testamento hay un salmo en que el orante, lleno de alegría, describe lo que observa. Se goza porque Dios hace brotar las fuentes que «abrevan a las bestias del campo», mientras que las aves del cielo «entonan su canto entre la fronda». El orante alaba a Dios por el regalo del vino, que «recrea el corazón del hombre» (Salmo 104,10ss). Y termina su canto con estas palabras: «¡Que le sea agradable mi poema! Yo tengo mi gozo en el Señor» (104,34). El júbilo por la creación es también alegría por el Creador. La creación está llena del gozo de vivir; basta que la contemplemos con los ojos abiertos y con un corazón agradecido. – 19 –
La palabra alemana Freude, «alegría», proviene de una raíz que significa «despierto, conmovido, vivaz, rápido». La alegría acelera el pulso. Suscita energías en el ser humano y hace que todo le resulte más fácil. Da levedad a la vida. Expulsa lo que es laborioso y demasiado exigente. A quien actúa motivado por el gozo de vivir le salen bien las cosas. Todo le resulta fácil. La fuerza de la gravedad se desvanece. La alegría impulsa a iniciar algo nuevo. Es una importante fuerza motriz de la creatividad. Lo decía ya Friedrich Schiller en su célebre Oda a la alegría: «Alegría se llama el poderoso resorte en la naturaleza eterna. La alegría... la alegría mueve los engranajes en el gran reloj del universo».
Los fieles del Antiguo Testamento ven en Dios la fuente más profunda, y a la vez más segura, de su alegría. El salmista dice que el Señor es «el Dios de mi alegría» (Salmo 43,4). Su imagen de Dios dista mucho de la imagen angustiosa que tienen de él muchas personas. Todo lo contrario: Dios es el fundamento de la alegría. Alabar a Dios alegra el corazón del judío piadoso, el cual sabe que Dios enjugará todas las lágrimas y nos llenará de gozo una y otra vez. Dios es quien garantiza que podamos alegrarnos siempre. La espiritualidad del Antiguo Testamento no es una espiritualidad eufórica que excluya las lágrimas. Los seres humanos han tenido presentes también las experiencias negativas de su vida, y de este modo han experimentado que Dios puede transformar su luto en danza. – 20 –
En las palabras de despedida que Jesús dirigió a sus discípulos hay una frase memorable: «Os he dicho esto, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado» (Juan 15,11). Podemos suponer que lo que debía procurarles ese gozo y esa alegría no era sólo la materialidad de las palabras de Jesús, sino también su modo de hablar de Jesús, cuya voz transmitía el sentimiento de la alegría. Es evidente que de él brotaba algo que ponía a los seres humanos en contacto con la alegría que siempre anida en el centro mismo de sus corazones. Con sus palabras, Jesús transmitía su vivencia de la alegría.
Hay personas con las que resulta agradable conversar. La entonación de su voz y sus palabras resultan agradables. Por el contrario, con otras nos sentimos incómodos: detectamos en ellas agresividad, descontento. No podemos cambiar simplemente la entonación de la voz para que produzca alegría en los otros. Al escuchar a personas ancianas llenas de sabiduría, se percibe cómo cada palabra que sale de su boca nos pone en contacto con nuestra propia alegría. Ellas han conocido el lado luminoso y el lado oscuro de la vida. Y ahora brota de ellas algo que «colma» nuestro gozo, como afirma el texto de Juan que acabamos de citar. Palpamos la alegría como la esencia de su larga vida. Al dialogar con ellas, participamos de su júbilo. Esto colma de nuevo nuestro gozo, que con frecuencia se ve apagado por las decepciones. – 21 –
Gozar por las cosas que están fuera de nosotros es un verdadero arte. Porque hay personas que, incluso en medio del paisaje más hermoso y el tiempo más apacible del mundo, no son capaces de alegrarse. Están tan encerradas en sí mismas y tan preocupadas por sus problemas, que han perdido la capacidad de contemplar la belleza que las rodea. Necesitamos apertura para poder gozar de una rosa, de la sonrisa de un niño, de la bondad de un anciano. Necesitamos también la capacidad de vivir el momento presente con todos los sentidos. La alegría nace de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Me alegra escuchar una cantata de Bach, contemplar una puesta de sol, beber un vaso de buen vino. Pero necesito conocer el arte de estar totalmente presente en lo que siento en ese momento.
La alegría que pongo en realidades que están fuera de mí desaparece si me las arrebatan, si cambia el tiempo, si tras el éxito experimento un fracaso... El verdadero gozo, sin embargo, es indestructible. Es una dicha que nadie puede quitarnos. Gregorio de Nisa (siglo IV) hablaba de un gozo indestructible, ilimitado y permanente, que no está atado a las cosas visibles y brota de los estratos más profundos del alma, como expresión de una profunda experiencia de Dios. Gregorio estaba convencido de que quien tiene experiencia de Dios tiene en sí una alegría que ciertamente no está exenta de las experiencias exteriores de sufrimiento, pero que nadie puede arrebatarle en modo alguno. Es una alegría divina. – 22 –
Pablo experimentó esta alegría incluso en la prisión, mientras esperaba cada día que le aplicaran la pena de muerte. Tenía dentro de sí una alegría indestructible, porque sabía que su fundamento era Cristo.
También los cuentos hablan de la alegría interior. En uno de ellos, Hans recibe su primera alegría de la pepita de oro que le han dado como recompensa por un trabajo realizado. Pero al cabo de un rato se cansa de ella. Luego se alegra por un caballo, sobre el que puede cabalgar con toda facilidad. Después desea una vaca que le dé leche. Cambia, pues, el caballo por la vaca; más tarde, ésta por un cerdo y, acto seguido, éste por una oca. Al final, entrega la oca a un afilador a cambio de tres piedras de afilar. Cuando éstas se le caen al agua, se siente realmente libre: «¡Qué verdad es, Dios mío, que hasta ahora no ha habido nadie más feliz que yo!». Se alegra, simplemente, por el hecho de existir. Permanece abierto al instante presente y siente en él su vitalidad. Esto te basta para estar alegre.
Johann Wolfgang von Goethe lo sabía por experiencia propia: «La mejor alegría es habitar en uno mismo». Si me siento verdaderamente a gusto y como en mi propia casa en mí mismo, me invade la alegría. Ésta es la expresión de una vida consciente, plena. Quien habita en sí mismo descubre la alegría en el espacio más íntimo de la casa de su – 23 –
vida. Ella está siempre en él, aunque haya nubes exteriores que la oculten. Si ante los conflictos y las adversidades que me rodean, me retiro continuamente al espacio interior de mi alma, percibiré la alegría. Los místicos hablan del espacio de quietud en lo más íntimo del alma. Allí tienen la experiencia del cielo en sí mismos, una alegría celestial que sólo el gozoso canto de los ángeles consigue expresar.
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