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October 25, 2020 | Author: Anonymous | Category: N/A
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El año que nos volvimos todos un poco locos

EL AÑO QUE NOS VOLVIMOS TODOS UN POCO LOCOS

© 2012, Marco Antonio de la Parra  © 2012, Aguilar Chilena de Ediciones S.A. © De esta edición:   2013, Santillana S.A.  Av. Primavera 2160, Lima 33 - Perú

Un sello editorial de Santillana S.A., que edita en: • España • Argentina • Bolivia • Brasil • Colombia • Costa Rica • Chile • Ecuador • El Salvador • EE. UU. • Guatemala • Honduras • México • Panamá • Paraguay • Perú • Portugal • Puerto Rico • República Dominicana • Uruguay • Venezuela 

ISBN: 978-612-309-120-0 Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2013-12666 Registro de Proyecto Editorial Nº 31501401300702

Primera edición: octubre 2013 Tiraje: 3 500 ejemplares

Impreso en el Perú - Printed in Peru Quad Graphics Perú S.A. Los Frutales 344, Lima 3 – Perú

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la Editorial.

Marco Antonio de la Parra  El año que nos volvimos todos un poco locos

 A Miguel Ángel,  febril lector en ciernes.

OTOÑO

 JAIME

E

se que está en la foto de curso soy yo. Es una foto antigua, pero soy yo cuando tenía doce. Es decir, fui. Soy el gordito abajo a la derecha que se ha puesto en pose de foto de equipo de fútbol, a pesar de ser un desastre en la cancha. Soy gordo, lo era en la época de la foto y lo sé y no me importa. Me dicen el guatón Cárcamo y nadie me llama por mi nombre, Jaime, porque cuando se tiene esa edad eres lo que pareces más que quien realmente eres. Es como si uno se ganara el nombre propio a fuerza de logros, puñetes, triunfos y derrotas. El guatón Cárcamo está en esa foto y pronto de jará de serlo. Me vendrá la hepatitis de ese verano, que estropeó las vacaciones a toda la familia y despertaré en marzo más alto y más flaco. «¿Qué te pasó, guatón Cárcamo?». Yo ya no era el guatón Cárcamo. No era guatón, no tenía ni un gramo de grasa y medía como una cabeza sobre el resto de mis compañeros. Pero lo de guatón Cárcamo no se acaba de un día para otro porque en un rincón de la mente sigues siendo el gordito chistoso del curso. Además, de pronto, tus compa11

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ñeras se transforman y les cambia el cuerpo y te pasan cosas con ellas. Y tienes espinillas y la mamá te pone frenillos que paga con mala cara mi papá y no sé bien quién soy. Cuando me dicen Jaime ni siquiera sé si me están hablando a mí.

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CLAUDIA

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sa de la foto soy yo. Tengo dos colitas en la imagen. Salgo bien nerd. Era bien nerd. Las bacanes del curso no me tomaban en serio y ese verano me molestaban con que me gustaba el guatón Cárcamo. ¿Cómo me iba a gustar el guatón Cárcamo? Están locas. Y me sacaban pica y el guatón ni se daba cuenta de lo que estaba pasando y yo lo pasaba pésimo y le pedí a mi mamá que hablara con mi papá para que me cambiaran de colegio. Lo pasaba pésimo. Lo paso pésimo todavía. Pero en ese momento, el de la foto, aún no sé que voy a dejar de pasarlo pésimo a fines del año siguiente. Que ese verano me voy a enamorar como loca y mi cuerpo va a cambiar y me va a llegar la regla, así como si fuera una ráfaga de  viento o un hada madrina que se acordara de mí y me pusiera bonita como es mi mamá y dejara de escuchar burlas con el mal de la lagartija («Qué buena la madre, qué fea la hija»), y que me voy a enamorar de Esteban, que surfeaba y era total y mino y guapo y salvaje y nos besamos en una disco y después no me dio bola y quise morirme por un lado, pero por otro encontraba increíble que él se hubiera fijado en mí, aunque después me 13

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negara como negó Pedro a Cristo, así me negó, tres  veces, y cuando me tocó me vino un nervio y una vergüenza y una corriente por todo el cuerpo y nunca le contaría esto a nadie, nunca, pero igual se lo conté a la Marta que es mi mejor amiga y era —y es— medio nerd como yo era —y soy todavía un poco—, y todavía no sé que va a quedar el desastre con ella y el ex guatón Cárcamo y Daniel (que era el cabeza de músculo y el mejor amigo, era, ya no es, se puso raro); y la Isabel y el Julio que entrarán al colegio ese año en el que todos estábamos como raros, como si nos hubieran soltado en la selva, como si el aire estuviera lleno de efluvios hormonales y ya no funcionaban los chistes de antes, las burlas ni las tallas ni se sabía quién era bacán y quién era nerd y quién tenía que burlarse de quién, y me pasó con el guatón Cárcamo que lo miré y creí que era un alumno nuevo y lo saludé y le pregunté de qué colegio venía y me dijo «pero si soy el guatón Cárcamo», y no supe qué decirle, si no era el guatón Cárcamo —o lo era pero no lo era— y me dio por decirle «¡ah, Jaime!», y puso cara de no entender nada y yo tampoco entendía cuando bajó la mirada hacia mi escote y me acordé de Esteban en la playa (yo sé que es amor de verano, me lo dijo la Marta, y eso se olvida y te olvidan), y no sé todavía que el Esteban me lo  voy a encontrar en una disco y va a pasar lo que tiene que pasar otra vez y creo que el mundo está girando alrededor mío a una velocidad increíble y la de la foto no seré nunca más, nunca más y eso también es raro, dejar de ser, convertirte en otra, la Claudia medio bacán, la Claudia qué linda que estás —como me dice el novio de mamá, que no se casa nunca con ella— y tam14

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bién mi papá, que es lo más despistado que hay y una  vez levantó la vista de su mesa de arquitecto y me dijo «¡Claudia, estás hecha una mujer!», y yo pensé que para  variar no se daba cuenta de nada pero igual lo quiero.  A mi papá, digo.

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 JULIO

 A

mí me echaron del otro colegio y no sé cómo mi  viejo consiguió que me aceptaran en este. Tomo Ritalín, me llevan a la psicopedagoga y soy un lío. No puedo concentrarme en clases, no puedo, lo juro. Vuela una mosca y soy la mosca, suena un lápiz sobre el papel y soy el lápiz sobre el papel, me molestan por estar distraído y me sale de alguna parte del corazón la rabia más negra, como una llama de súper héroe, y el golpe es tremendo en el mentón, en el ojo, donde caiga. Así le pegué al inspector que se burló de mí. El «loco Valdés», me dijo, y yo no aguanto que me traten de loco. Tengo un tío loco de verdad, tengo una tía loca de verdad. Mi tío está en una casa de locos y vive ahí y vamos a verlo los domingos y yo ya no quiero ir porque me da pena y me aburre y habla raro y yo no quiero ser como él y me da miedo porque era ingeniero y yo también soy bueno para las matemáticas aunque me cueste concentrarme, y me pregunto si seré loco como el tío Juan y no quiero —creo que a nadie le gustaría estar loco— y mi mamá lo quiere porque es su hermano mayor y dice que una vez, de pronto, haciendo clases de cálculo se quedó mudo 16

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y salió al patio de la universidad y se quitó la ropa y desnudo corrió hacia la calle y desde entonces no se ha bajado de la luna y no quiero desnudarme ni nada y por eso me concentro o me desconcentro, no sé, yo lo único que quiero es no ser el loco Valdés y por eso le pegué al inspector Sanhueza y me mandaron de una oreja a la rectoría y llamaron a mi mamá y mi papá alegaba que hasta cuándo me cambiaban de colegio, qué iba a pasar ahora y mamá se acordó de que tenía una amiga que trabajaba aquí y que a lo mejor me aceptaban el próximo año que es este y estoy entrando y todos me miran y nadie sabe que soy el loco Valdés y nadie me molesta y eso es bueno, y conozco a Claudia y encuentro que es linda y se le nota en los ojos que no se encuentra linda y también a Marta que es preciosa y me gustan las dos y no sé qué voy a hacer porque eso no me pasaba antes y me da más miedo todavía desnudarme como el tío Juan y salir corriendo. No quiero quedar en ridículo delante de Claudia ni de Marta que son preciosas y me gustan y me pregunto si esto es estar enamorado y hay buena onda con el flaco Jaime y con el Ernesto y el Luciano que se va deprimir a mitad de año y va ser medio terrible. No quiero ser tampoco como mi tía Julia (que encima me pusieron Julio por ella), que es mi madrina y se fue apagando de a poquito y habla sola, despacito habla, no se le entiende nada, habla mientras come, se le sale la comida de la boca mientras habla, susurra, murmura algo que a veces le entiendo: nombres, palabras sueltas («casa», «botella», «tormenta», «marea», «barco», «montaña», «zapato») y todo es así, desperdigado, y no quiero ser loco como ella, no quiero vivir 17

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en esta casa que es una casa de locos porque aunque mi mamá es tierna, a veces se pone medio rara porque anda recogiendo gatos vagabundos y después de lavarlos y vacunarlos y desparasitarlos los regala (aunque a  veces se juntan varios gatos en la casa y pelean con mi mamá); y cuando no me tomo el Ritalín ando distraído y a lo mejor es que no quiero saber que estoy volviéndome loco, tampoco quiero que vayan a mi casa a estudiar, quisiera que me invitaran el flaco Jaime o Ernesto o Daniel que son buenos para la pelota como yo, y el corazón me salta cuando veo a la Marta o a la Claudia y no sé si el corazón partido es signo de locura (que no hay nada que me dé tanto miedo), yo no estoy loco, no, y al que me lo diga le pego. Aunque me echen de nuevo del colegio.

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LUCIANO

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o me gustan las clases, no quiero ir más al colegio. Me cuestan las matemáticas, lo único que quiero es leer. Ni siquiera veo televisión y por eso, entre tantas cosas, paso siempre por raro. Mi vieja me dice que vea televisión con ella, que me meta al computador. Yo leo, leía, leeré. Leo los libros de mi abuelo (alineados en la estantería que nos dejó cuando se murió, ahí mismo, en el escritorio), que están llenos de polvo y mamá dice que me va a hacer mal a los ojos y yo sé que leer será la única manera de estar en el mundo porque el mundo me duele. Me duele lo que pasa, me duele que reten a mis compañeros, me duelen los recreos donde te molestan y hay que correr y jugar a la pelota y yo no tengo piernas para la pelota, y quiero leer y todavía no sé que voy a terminar escribiendo y que voy a comenzar a sentir cosas raras. Cosas que no quiero ni puedo decírselas a nadie. En cuanto las sentí lo supe. Fue cuando llegó el Julio y me golpeó el hombro y me dijo que era  Julio Valdés y yo le dije que era Luciano Santa María y se rió de mi apellido y yo le pregunté de qué se reía 19

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y se rió de nuevo y en vez de darme rabia su risa me gustó y me pasó algo extraño que me dio miedo, yo sé lo que es porque he leído sobre eso y no quisiera que me pasara lo que me está pasando —pero me está pasando— y ahí viene mi mamá a decirme que la comida está servida y yo estoy escribiendo y me encierro en el gabinete de mi abuelo en la enorme casa de la familia y mis cinco hermanos mayores se disputan el pan y el agua y las bebidas y el computador y yo leo y me dicen el ratón de biblioteca y yo estoy pensando en Julio y me acuerdo y me pongo colorado y eso no puede ser, no puede ser, no puede ser, qué diría mi madre si supiera, no quiero saber, quizás es la edad, lo dice algún libro de mi abuelo que era médico y lector y escritor y profesor de Filosofía y era un genio y estudió hasta Derecho y yo no soy nada de eso, soy el lector de sus huellas, soy el que escribe y esconde sus escritos debajo de sus enciclopedias donde jamás entrará ni se meterá ninguno de mis cinco hermanos y su ruidosa virilidad de potrillos, de machos, casa de hombres, casa de puñetes, combos en el hocico y puntapiés debajo de la mesa y donde desde que conozco a Julio yo no debería estar y entiendo por qué me quedo siempre solo, yo no soy como los demás, yo soy de Marte, soy de otro planeta que nadie quiere  ver y no sé si hay gente que se parezca y según los libros de mi abuelo sí y a veces los han perseguido y asesinado y encarcelado y no quiero llorar —pero lloro— y la Frida que es la más linda, la súper mina, se me acerca porque anda detrás de mí todo el día y tiene los ojos verdes y al guatón Cárcamo loco por ella y todo el colegio loco por ella y me dice «¿qué 20

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pasa, Luciano, mi amor?». «Mi amor», me dice, y yo le digo que no soy el amor de nadie, que no lo seré nunca. O, al menos, eso pensaba.

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FRIDA

S

oy bonita desde chica. Soy bonita bonita bonita. O sea, de verdad. Si me vieran dirían «qué bonita es» y es lo mismo que han dicho todos siempre. Y eso no me gusta. O me gusta solo un poco. Pero ahora me va a gustar más. Antes odiaba gustarle a mis compañeros y que me molestaran las compañeras, hasta que descubrí que era bacán y me junté con la Patricia e hicimos grupo aparte y nos comenzamos a maquillar e ir a fiestas y descubrí que ser linda no era un problema. Me dio lo mismo que mi papá me dijera que no quería que yo fuera una rubia tonta, soy rubia (¿y qué?) y me subo el uniforme hasta los muslos y en cuanto salgo de la casa me maquillo los ojos y cuando me pillan y me reta la inspectora me saco el maquillaje y me lo vuelvo a poner al salir y este verano descubrí cómo me miraban en la playa porque se me armó el cuerpo y ahora quiero ser una rubia tonta porque me cansé de las notas súper espectaculares y de la idea de estudiar Medicina y ser como mi papá y como mi mamá y como mi hermana que es negrita y no es tan bonita como yo pero es súper estudiosa y está en Ingeniería y es gorda y se 22

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come el refrigerador entero de puros nervios porque en Ingeniería le sacan el cuero estudiando y yo no quiero eso, este verano supe que quería divertirme y marearme y embriagarme y bailar y que me miraran, y todos me contemplan cuando paso y en eso ando. Lo grave es que este año me voy a enamorar del Luciano y ya saben todos lo que le va a pasar al Luciano y yo no tuve nada que ver, no soy una rubia tan tonta, quedé fría con todo lo que pasó, lo que va a pasar. En esa foto del año pasado todavía estoy peleando con ser bonita y ahora nada que ver, soy bonita (¿y qué?), muestro las piernas y entiendo a mi mamá que también es rubia natural y de pelo suelto como yo y anda con el escote abierto y mi papá se pone celoso y a veces discuten y mi papá le dice «eres una rubia cabeza hueca coqueta» y yo decidí ser eso, qué magnífico plan, quiero ser una cabeza hueca coqueta y este año las notas no me importan aunque el profe nos maree con que vamos a pasar a la educación media, que se vayan a la punta del cerro que yo vengo a buscar el amor. En la playa estuve con dos tipos, qué risa, qué mentirosa, con tres (se me olvidó el nombre de uno), incluso dos en una noche, soy medio puta pensé (¿y qué?), supe que se pelearon por mí en la playa y sé que la Claudia anda buscando ser amiga mía y la Marta también —que son ahí no más, ni feas ni bonitas—, y me van a nombrar reina del colegio y quiero ser modelo y bailar en la tele y ser conductora de un programa donde se gana mucha más plata que estudiando Medicina (y es menos difícil), y yo canto también y bailo flamenco y tomaré el micrófono en la kermesse del colegio y animaré y habrá silbidos y aplausos y yo estaré feliz feliz, 23

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seguro que al Luciano me lo como, será mío, el más mino del curso, y al Jaime que se puso mino y al Julio (que es raro pero bonito) también, y viva yo, sin miedos, sin complicarme, que la vida es una, se vive solo una vez, y yo no me voy a amargar por una nota cuatro, no me  voy a amargar porque no fui la estrella de la entrega de premios de fin de año, sé quién soy, sé quién seré (pero igual me dolerá todo) y creo que todo será color de rosa (pero no lo será) y no entiendo cómo dejaré de ser la rubia bonita, la que elige un hombre y lo hace suyo, la que lo consigue todo, y se me quedará el corazón medio revuelto y me pedirán pololeo como tres veces y tendré que aceptarlo porque lo necesitaré y no sé cómo me va a pasar eso, eso, eso, eso que no puedo contar todavía...

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