El Ala Rota

August 5, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
Share Embed Donate


Short Description

Download El Ala Rota...

Description

 

Laura Sampedro Redondo

El ala rota

Ediciones Irreverentes

Premio Provincia de Guadalajara de Narrativa 2009

 

L AURA S AM  AMPE PEDRO DRO R EDONDO EDONDO

El ala rota Premio Provincia de Guadalajara de Narrativa, 2009

Ediciones Irreverentes Colección de Narrativa

 

Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción reproducción total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento procedimiento y el almacenamiento o transmisión de la totalidad o parte de su contenido por cualquier método, salvo permiso expreso del editor. © Laura Sampedro Redondo, 2010

De la edición: © Ediciones Irreverentes S.L. octubre de 2010 2010 Ediciones Irreverentes S.L http://www.edicionesirreverentes.com ISBN: 978-84-96959-70-5 Depósito legal: Diseño de la colección: Absurda Fábula Imprime Publidisa Impreso en España.

 

«No siempre resulta r esulta sencillo establecer ese momento en que por un acto, volitivo onosotros reflejo, mismos. impusimos untodos, puntoeny nuestro a parte fuero a nuestra vidasomos y todocapaces cambió,deincluidos  Pero fuer o interno, identifi-  car entre la maraña ese instante en que una u na palabra, un gesto o, incluso, un pen-  samiento, propio o de otros, hicieron que la línea quebrase en otra dir dirección... ección... Tal vez, el devenir sea un juego de canicas can icas en el que, una de eellas, llas, al chocar  con otras, va cambiando su trayectoria a modo de vagabundo que elige en la  encrucijada. No hay retorno retor no una vez tomada la nueva senda, se abrirán otras, que  serán mejores o peores, peor es, pero nunca las mismas, porque, incluso aunque alguna rea-   pareciera  parec iera como opción, opción, nosotros nosotros ya no seríamos seríamos los mismos mismos al tomarla tomarla y eso la haría  haría  diferente en su resultado» 

Es que, si dejase de agarrarme agarrar me al pomo, pomo, la puerta se abriría y él saldría del despacho. O no. Probablemente no, porque no siento que tire desde dentro. Lo que sí noto es un hormigueo hormi gueo en las piernas, que amenazan con disolverse y dejarme caer, pero asida al pomo como estoy no me caeré. No sé... Respirar es importante, recuerdo haber leído semejante obviedad en algún sitio. Inspiro, espiro. Nada. Toda yo soy un temblor liberado de adrenalina, un caos mental y físico. Solo tengo clara una cosa. No soporto más este lugar, ni al maldito déspota que lo dirige, ni ese permanente tufo a habano 5

 

que sigue y nutre su cuerpo. Lo expele con cada palabra, con cada aliento como un insulto. Y estoy harta de insultos. Las caras de los compañeros se me hacen borrosas. La luz que entra por el ventanal lo llena todo, a pesar de que está lloviendo. Esta sala sin tabiques, sin intimidad, tantos años, tanta basura mental acumulada. Y yo, yo, que nunca supe lo que quería, que ría, que creí quer querer er o necesitar esto, y ahora sé que no mereció la pena y que lo que acabo de hacer es lo que debí hacer tiempo t iempo atrás, atrás, y sin embargo embarg o... Caminar hacia la mesa, coger coger las pocas cosas que tengo, teng o, son actos reflejos. Qué poco tiene uno y cuánto deja de sí en un sitio como este. La madera rechina vejestoria bajo mis pies, trazando mi m i ir y venir diario, como su mirada. Y eso que engordé, lo sé, pero por alguna razón es peor, no lo comprendo. Más obvia sí que me siento siento... pero no para tanto ¿Habré sido yo la que se pasó con la falda? No. No... no... Bueno,, no sé... pensándolo bien... En cualquier caso, Bueno caso, creo que a mis treinta y cinco años, acabo de protagonizar protag onizar el despido con más decibelios de la historia del del trabajo. T Todavía odavía me retumban los gritos, g ritos, suyos y míos, en los tímpanos, y no me atrevo a levantar la vista para mirar a nadie a mi alrededor... no quiero ver. Pero al final lo hago. Me vuelvo desde la puerta, y durante un instante eterno enfrento sus rostros que me miran, unos con lástima, otros... con mal disimulada alegría, alguna con envidia por mi valor, pero los más con cierta perplejidad por lo inesperado inesperado..

6

 

No estuve mucho tiempo mirando el mar, noviembre no es un buen mes para afrontar una mojadura. Aterida, con el agua bajándo-

me por la espalda después de empapar el abrigo, me batí en retirada chapoteando en mis zapatos, atravesando calles, esperando semáforos, y tratando de controlar mis pensamientos, que vagaban más entre inconexas qu eenentre que los hechos propiamente. Por Porque, que, al fin yimágenes al cabo ¿Qué ocur rió ocurrió realidad? El viento azota las gotas contra mi cara y se lleva la ira que necesito para poder retener el porqué de mi estallido. Gota a gota, se diluye la importancia de lo ocurrido... ocur rido... un rebosar de aguantes, una última nimiedad que colmó mi capacidad de negación.  Y el semáforo en rojo rojo.. No sé que miran esos dos obreros, obreros, ellos están más mojados que yo,, mejor seguían taladrando la acera, que es lo suyo y se dejaban de tanyo ta tonteríaa ylastanta risita,que que acaban no creode quecargarse les paguen y decir bobadas mujeres seispor añosmirar de trabajo estable y un contrato indefinido marchándose marchándose por propia voluntad y  por lo tanto sin derecho a finiquito. ¡Qué has hecho Teresa! La taladradora se hunde en la acera, el semáforo se abre, y un latido doloroso me pulsa en la sien. Sólo quiero llegar a casa.  Y llego. llego. Claro que, de poco me sirve sir ve en lo que a relajarme se refiere. refiere. Ya Ya no me acordaba, esta mañana sinlos recoger. Anoche me olvidó poner elpero desper despertador, tador, y porme eso,fui tarde dos –eso sí, másseenfadado Carlos que yo–, nos fuimos corriendo cor riendo cada cual a lo suyo, yo a mi cubil, él a su Estudio, Estudio, yo a mi jefe y mi ordenador, mi tarea repetitiva pero segura, él a su socio, su reto, su ilusión. 7

 

Me daré un baño de agua caliente, encenderé la vela, apagaré las luces y me olvidaré de la pesadilla que acabo de ver en la cocina, con todo lo del desayuno sin recoger y en el dormitorio, la cama sin hacer... Nunca fui muy ordenada, aunque me gusta el orden. Me hace sentir

mal verlo todo así, y sin embargo así es como lo tengo la mayoría de las veces. veces. Es como mi vida, hay un abismo entre lo que yo quisiera que fuera y lo que es en realidad, pero no por mala suerte, sino porque no tengo la constancia constancia suficiente, así que, no hago las cosas cosas,, y luego cuando no prosperan o las veo sin hacer me arrepiento, como me arrepentía de niña, cuando llegaba el domingo por la tarde y sabía que no había tocado los libros, libros, no había hecho los deberes, y quería, ansiaba que el tiempo retrocediese, o que por algún milagro estuvieran hechos los ejercicios... pero no era así. No hay milagros. milagr os. Solo una enorme ansiedad.  Y ahora ahora quisiera quisiera –tanteo con un pié el agua cal caliente iente que llena de  vaho aromatizado de de lavanda lavanda el baño a la luz de la vvela– ela– que tod todoo lo hecho durante el día desapareciera, no haber perdido el temple, no haber gritado. O mejor aún, quisiera, no haber estado nunca en la oficina, haber seguido estudiando, como quería la abuela. No le hice caso. O haber ido con Carlos de la mano, desde un principio. No haber dicho tantos «no». Claro que, por querer, quisiera no haber empezado el tratamiento, quisiera volver volver a la ilusión de los primeros meses de casados, cuando todavía pensaba que podía quedarme embarazada, cuando en realidad todavía no me había planteado sí de verdad quería tanto el quedarme... Maldita sea, quiero volver volver atrás, volv volver er a aquellas tardes con la abuela, tardes de pereza, de caricias en el pelo, tardes seguras... si no fuera que... aquellas tardes, cuando las viví, no me parecían tan maravillosas porque las desperdicié sintiéndome muy  8

 

infeliz por no tener a mi m i madre a mi lado, y no saber si mi padre alguna vez se acordaba de mí. Lamentable. Quisiera no haber gritado, no haber dado muestras de enterarme de nada, seguir negando neg ando,, tampoco fue tan obvio obvio,, tan evidente como

para irme así. No más que otras veces. Un instante en que, subida a la escalerilla de mano, m ano, archi archivador vador en ristre, mi dignidad se abrió camino por encima de mi sensatez en un alarde de carácter que no logro discernir si necesario o estúpido. Con el rumor del agua al caer llenando la bañera, como con la llu via al salir salir de allí, allí, se dil diluyen uyen las razones razones y no tengo dud dudaa de que he sido sido demasiado impulsiva. Un empleo seguro. seguro. Un contrato indefinido...La indefinido...La vela titila entre el vaho brumoso, br umoso, me dejo saturar del calor con olor a lavanda, la pequeña luz de la vela se agranda, se ensancha, se desdibuja. «... Es media tarde, y yo estoy tendida en la hierba, rodeada rode ada de flores ama-  rillas, apenas oyendo el rumor de las olas entre el ronroneo de una segadora.  El seco, seco, fresco y verdicla verdiclaro ro aroma de la hierba hierba recién cortada cortada hace nacer en mi mi gar-  gar-   ganta un nudo nud o de melancolía melanco lía feliz, fe liz, de infanci in fanciaa perdida y nunca nunc a suficiente sufici entemente  mente  exprimida, de sueños traspapelados, de instantes que quisiera retener, pero la bru-  ma funde el horizonte, las flores desaparecerán bajo la cuchilla, los abejorros abejorr os zum-  ban los minutos que el sol avanza...» 

Un portazo en la entrada rompe mi ensueño y me enfrenta a una realidad que no quise anticipar. En dos segundos Carlos asomará su fleflequillo siempre tan liso por la puerta del baño y encenderá la luz... Me mira ceñudo. ceñudo. Probablemente entró en la cocina, y desde luego pasó por el dormitorio. Odia el desorden. desorden.  –Mee han  –M han echa echado do del del trab trabaj ajoo –l –lee es espe peto to a boca bocaja jarro rro y sin sin po pode derr concontenerme, apartando un rizo húmedo con la mano llena de espuma. 9

 

Mis latidos hacen temblar el agua remansada– Bueno, Bueno, más bien... me he despedido despedid o yo. yo. Su mirada se ensancha a la primera frase, y se achina a la segunda. Pero no dice nada y se va. Emerjo chorreando del agua y enfundo apresurada el albornoz para seguirle, regando la alfombra.  –¡Tee recuerdo  –¡T recuerdo que acabamos acabamos de ccomprar omprar el coche! coche! –me enfrenta

en la –¿Es cocina, a abrirpor la boca. quesin nodarme me vas vastiempo a preguntar preguntar qué me fui? –pregunto tratando de apretar mejor el cinturón. La escena me resulta desagradablemente familiar. El zumo de naranja reseco sobre la meseta, las tazas sucias, migas de pan por el suelo, y él, ahí de pié pensando en su coche nuevo, el mimo del señorit señoritoo. No necesita mi sueldo para eso, él gana ahora lo mío y tres veces más. El enojo me pica, purulento pur ulento y me duele en un nudo apretado, apretado, con la imperiosa necesidad de que me ampare, que me coja en sus brazos y  me consuele, principio, comodeantes...  –¡Tee has  –¡T has ido! icomo do! –sual voz se aagudiza gudiza asombro– ¡Voluntariamen ¡Voluntariamente! te! O sea, que no te van a dar ni un duro de indemnización... ya imagino que tendrás una razón más que convincente.  –Puess parece  –Pue parece que lo dudas dudas –res –respon pondo do entre entre mord mordaz az y dol dolida ida–. –. La tengo... Discutí con Del Valle. Valle. Me... me mandó subirme subir me en la escalera a por el archivador de gestión del 93, y me sujetó... me puso las manos en el trasero. Le grité que me soltara y discutimos. Le dije que estaba harta, hart a, de sus malos m modos odos,, de sus miradas, de sus roces... de... Las lágrimas de ira contenida se me mezclan con las de la vergüenza de decirlo, de pensarlo como realmente sucedió. No era er a así, de todos modos, como yo había previsto contárselo. No allí, en medio de 10

 

la cocina con su gesto de impaciencia y sus brazos en jarras. Porque así, incluso a mí me suena absurdo.  Y me mira perplej per plejo. o. Se peina el flequ fl equillo illo con los dedos hacia haci a atrás... está nervioso... va a reaccionar, a pesar de mi explicación tan torpe, se indignará, me dirá que he hecho bien, que nadie tiene tiene que tocarme, que no tengo teng o que aguantar ni lo más mínimo mínimo... ... He hecho bien. De pronto vuelvo a estar segura de lo que ocurrió, ocur rió, de lo que implica, y de que tenía que irme. ir me. Me va a decir que antes se dejó llevar, pero que lo del coche no

importa, porque ahora su Estudio ya da dinero, y puedo prescindir unos meses, hasta encontrar algo que me guste más...  –A ver ver si lo entiendo ¿Me estás diciendo que te fuiste porque tu jefe te sujetó para que no te cayeras de la escalera?  –¡Tee estoy  –¡T estoy dicien diciendo do que me tocó el cul culo! o! –grito –grito con rab rabia, ia, ya no sé muy bien contra cual de los dos. Siento los pies helados sobre las baldosas mojadas. Minúsculas migas me alfiletean las plantas con su corteza. Nunca, jamás en la  vida, habría habría anticipado anticipado lo que estoy oyendo oyendo ¿Es mi propio propio mari marido do al que oigo preguntar pregunt ar si estoy segura de lo que afirmo? ¿Insinúa que me lo he imaginado todo? ¿Es posible que sea su boca la que formula esa sentencia de muerte acerca de mi indumentaria? No. No puede ser. Lo es. Cierro los ojos con fuerza. No quiero mirarle. No puedo explicarle lo que siento, no mientras advierta en él esa actitud act itud más que escéptica. Yo lo sé. Cualquier mujer lo sabe. Hay una sutil diferencia, tan  ínfima, tan de matiz, que sólo la piel la percibe, antes incluso que la mente. Es ese tacto, un nanosegundo más de la cuenta. cuent a. Un milímetro ¡Qué digo un milímetro! La infinitésima parte de un milímetro, más 11

 

arriba o más abajo. Es una presión, ligera, más allá de lo necesario. Es el tono de su voz, o la mirada que calienta como el punto rojo de un láser. Es el instinto que te grita la piel asqueada. Cómo explicarlo... y una está allí, y no puede decir nada porque... es tan sutil... él sabe que lo es y con eso juega. Si dices algo, te mira con sorpresa desdeñosa ¿Qué te has creído? ¡Ya te gustaría! Y te rebaja al nivel de muñeca hinchable pero pinchada. O sea, basura. De modo que no dices nada. Haces como quedenodonde te enteraras enteraras, te nudo sientesgrueso estúpida y denigrada, tus latidos se salen deben, yy el y espeso qu e seyforque ma en tu laringe amenaza con ahogarte. Pero callas porque incluso tú dudas... y porque hay nada que puedas demostrar.

Eso hice yo. Callar durante años, unas veces, sobre todo al principio,, porque era tan espaciado que me negaba a admitir lo que ocucipio rría, nunca fue lo suficientemente explícito como para no dudar si se analizaba de forma aislada. Hasta hoy. Hoy me pareció insoportable. De pronto sentí cómo toda la humillación postergada se sumaba, la englobé enmi ungarganta todo y me nudo, espeso,, en espeso se sentí hizo incapaz buche, yde lo seguir tragué,tolerando. como un El sapo, sin agua, que una vez en mi estómago gritó por mí, lo que yo hubiera callado con tal de no armar ar mar el escándalo escándalo,, con tal de no admitir la vergüenza difusa pero contundente que acompaña a esa ambigüedad, a ese no poder establecer la frontera entre ent re la realidad objetiva del tacto y la subjetiva de la intención.  –No lo puedo explicar –resumo suplicante–. suplicante–. Sen Sencillamente cillamente lo sséé ¡Por favor!... favor!... entiéndeme... ne necesito cesito que lo comprendas, que me digas que hice supieras lodemal que yme Perobien. no heSiterminado decirlo ya sentí... sé que no lo hará. Lo advierto en su mirada, en el mohín apretado de sus labios. No me apoyará en 12

 

esto. Y no por mala fe, ni porque sea un hombre, ni por ninguna monserga feminista fem inista o machista de incomprensión entre se sexos xos.. No lo hará porque hace tiempo que nos deslizamos por la pendiente resbalosa del desamor. Porque nuestro matrimonio no funciona como él quiere. Porque Por que aquel diminuto, rechoncho rechoncho y bigotudo big otudo ginecólogo confirmó confir mó hace años con su científico lenguaje lo que yo no quería oír: que la culpa es mía. Porque hace veintidós meses –los llevo contados– que funcionamos a base de termómetro y eso desquicia.  Y de ahí surge también su reproch reprochee por mi minifal minifalda. da. No por un sentido ibérico de su longitud, sino por una íntima acusación de publicidad engañosa. No soy lo que prometo enfundada en la licra. De ahí  surge también mi minifalda, de un íntimo impulso de sentirme más

mujer... que estupidez... pero los días se trabajan, las noches se duer mujer... men, las siestas dormitan dor mitan telediarios y las bolsas de compresas siguen  vaciándose  vaciánd ose mes tras mes... mes...  –No te entiendo entiendo.. No puedo entenderte –sentencia contundente, contundente, negando mis razones con un rítmico balanceo–. Hace tres años, cuando puse el Estudio con Ramón, te pedí que dejases de trabajar y te dedicases con su mujer a moverte por ahí... en los sitios que me interesaban. Te negaste en redondo. Tu Tu independencia... creo recordar que dijiste... Ahora me vienes con que no aguantas más... Parece desolado pero le percibo frío.  –Hacee tres años  –Hac años,, no podíamos podíamos sabe saberr si el Estud Estudio io iba a funcionar funcionar.. Necesitábamos la seguridad de mi sueldo para poder dar el salto...  –La mujer mujer de Ramón se arriesgó.  –Marina no tenía trabajo trabajo,, no arriesgó nada nada..  –¿Y nosotros nosotros?? ¡P ¡Perdí erdíamos amos muc mucho! ho! ¿V ¿Verda erdad? d? Nov Noventa enta mil mise miserarables pesetas de aquella, creo... creo... una for fortuna... tuna... 13

 

 –¡Noventa mil miserables pesetas  –¡Noventa pesetas que te sirvieron durante años para acabar la carrera! ¡Oh, señor! Cómo puedo haber dicho esto...  –No quería... quería...  –Déjalo...no  –Déj alo...no import impo rta... a... ni sé para qué me mole molesto sto en disc discutir utir esto... siempre haces lo que te viene en gana. Ahora no quiero dejar mi trabajo... ahora lo dejo dej o... Yo no cuento. Ni siquiera tienes tiene s la... ¡Podías haber esperado medio día, venir a casa, contármelo, dar un poco de margen, reflexionar! Te tocó el culo ¡Vale! Es impresentable. Pero puede haber sido una casualidad.  –No lo fue. Lleva años haci haciendo endo pequeños pequ eños ge gestos stos como ese, siempre en el límite de lo interpretable, de acuerdo, pero...  –Pues peor me lo pones... pones... porque porque nunca nunca me dijiste dijiste ni media pala pala-bra y bien que te pedí que dejases ese sitio. sitio.

Es poco explicable, es cierto, pero es que, en el fondo, en un fondo que no soy capaz de analizar, no quería dejar de trabajar por mi cuenta, y sabía, que su respuesta a cualquier queja en ese sentido sería precisamente esta. Ahora bien ¿Porqué ¿Porqué antes no y ahora sí? No sabría decirlo con seguridad, pero hoy me sentí especialmente vulnerada, tal  vez porque acababa de ponerme poner me la inyección de hormonas hor monas que me tocaba, y era muy consciente de mí misma, de mi problema, de mi feminidad absurdamente puesta en cuestión por no ser capaz de tener hijos, como si esto resumiese mi esencia y me abocase al fracaso como mujer.  –... y compramos el coche... coche...  –¡Oh Carlos! Tu mismo mismo acabas acabas de decirme decirme que mi ssueldo ueldo no era una fortuna.  –Mañana firmamos la hipoteca hipoteca par paraa el nuevo local. 14

 

 –Bueno, eso no quita. Lo que calculamos entraba dentro  –Bueno, dentro de que podemos asumir.  –No. Ramón Ra món encontró encon tró un bajo en la Calle Cor Corrida. rida. Echamos Echamo s cuentas, y entraba dentro de los márgenes, estirando un poco, claro, y  por supuesto contando con tu sueldo.  –Pues...  –Pues ...  –Pues no hay sueldo. sueldo. Es evidente.  –¿Y  –¿ Y el otro? otro? Tamp ampoco oco est estaba aba tan mal. mal. La Are Arena na es un bue buenn barr barrio io,, cada –No vez más es lacomercial... calle calle Corrida –responde mordaz.  –No.. No lo es –musito  –No –musito consternada consternada–. –. Lo Lo siento siento Carlos Carlos,, lo siento de verdad...  Algo  Al go en su gesto gesto me di disu suad adee de acer acerca carme rme a él. él. De Desm smen enuza uza un trotrozo de pan respirando agitado pensamientos que no soy capaz de seguir pero que a todas luces le enojan cada vez más. No sé que añadir.  Yaa no me quiere. Al menos no como antes  Y antes.. En algún momento

le perdí. Y ni siquiera puedo engañarme, un no embarazo no destruye tru ye por sí sólo un contra matrimonio. Es mi casero. manera Es de ser y la suya. Es su orden escrupuloso mi desaliño su prudencia contra mi impulsividad. Es su sentido de lo socialmente correcto contra mi dualidad entre tímida y aparatosamente espontánea y fuera de lugar. Es... yo no sé lo que es, porque yo le quiero, a pesar de todo lo dicho y lo que no se dijo nunca. Le quiero por la mañana sin afeitar, pijama arrugado arr ugado y olor a sueño. Le quiero a medio día con su corbata y su traje elegante elegant e y enérgico con olor a tabaco ajeno... le quiero de noche...  –Necesito estar sólo sólo. No respondo. Para qué. 15

 

Inmóvil, le observo obser vo salir de la cocina con paso cansado y triste, y  le siento salir de la casa, retumbando el portazo en mis sienes. sienes. Le imagino salir del portal ¿De copas con Ramón? ¿A casa de sus padres? ¿Ambas pero sucesivas? No es la primera vez. Ramón le iluminará horizontes que conmigo no tiene, y su madre le susurrará la convicción que siempre siempr e tuvo de su equivocación al casarse. casar se. No, no es la primera  vez, pero con extraña claridad, claridad, soy consciente de que no es una más más.. Me sobresalta el ruido tajante de una persiana al bajarse de golpe. La vecina de enfrente poniendo la oreja. Que no falte. Despacio, recojo todo el barullo. Primero la cocina, la salita, después el dormitorio y finalmente el baño. En el espejo, todavía algo empañado, un rostro me mira triste. Ojos oscuros, pestañas largas pero no rizadas, nariz algo grande, mejillas pálidas, pálidas, y la boca... triste como el ojo de un puente. No es una cara hermosa. Soy más bien corriente. Dicen que me salva la expresividad, pero hoy no me queda.  Todavía  T odavía huele a hierba h ierba recién cortada, cort ada, a mar, a olas... pero no huele a libertad liber tad y... y... de cualquier cualquier modo, todo se irá por el agujero girando como un pequeño tornado. Mis sueños por el desagüe.

 Y ahora que ya ya hice hice los deberes, deberes, que que soy soy digna nuera de mi digna suegra, puedo acurrucarme en la butaca y llorar mi soledad. No la física, sino la otra: la que brota brot a de la conciencia de no ser comprendido por aquellos a los que amas amas,, la que, a su vez, hace germinar ger minar la duda de si se estará volviendo uno loco, pues ve con toda claridad una flor, donde los demás ven una ortiga. La oscuridad va inundando la salita, sigilosa y de rondón, dispuesta a quedarse al menos diez horas. No enciendo la luz. Acurruco Acurr uco la mejilla sobre el brazo del butacón que ya hace tiempo que no huele a la abuela... sólo a llanto. 16

 

 –¿Teresa R  –¿Teresa Roces? oces? Es pelirroja y despampanante. de spampanante. Sonrisa encan encantadora. tadora. Toda Toda ella de diseño. Asiento levemente y me medio levanto sujetando el abrigo y  el bolso al tiempo que cierro cierro apresurada el Hola de hace más de un mes. Interesantísimo vaya...  –Pasa,  –Pas a, por favor –añade dándome la espalda. espalda. Es un despacho pequeño, pero exhibe a gritos la fuerte personalidad de su creadora, todo muy chic, y muy caro, porque sólo ese búcaro de cristal crista l que tiene un lirio dentro, de ntro, lo vi yo en una tienda hace poco, y no me pude a preguntar: Lalique.qué Cristal francés 24% plomo, una resistir joya... Sia entrar tiene esto en el despacho no tendrá la niña en casa... Naturalmente artificial y sofisticadamente sencilla. No podía ser de otro modo. Siendo conocida de Ramón el socio de Carlos, tenía que ser de este tipo. Una de esas deleznables mujeres que salen de casa con un peinado despeinado en que los mechones sueltos parecen haberse escapado como por casualidad pero nunca se sueltan más allá de lo que queda bien... horas delante del espejo, espejo, seguro. Pero el resultado es una perfección imperfecta hace que losmisma hombres de rodillas, y a mí, odiarla a ellaque y odiarme a mí por se serhinquen tan víbora.

Me siento torpe, grande y desaliñada. Y eso que me vestí con todo el cuidado del mundo, mi mejor traje... hasta fui a la peluquería.  Todo  T odo iinútil, nútil, ante un ejemplar como este, este, soy soy como un cac cachalote. halote. Le doy mis datos completos. El nombre ya lo sabe; número de carnet...  –¿Edad?  –Treinta  –T reinta y cinco. cinco.  –¿Estudios? 17

 

 –Perdona, creí  –Perdona, creí que habíais recibido mi currículum y que por es esoo me llamabais...  –Oh,, sí, lo recibi  –Oh recibimos mos,, sí. Pero Pero a mí –so –sonrí nríee más si cab cabe–, e–, person personalalmente me parece que estos procesos de selección de personal siempre resultan un poco demasiado... mecánicos. Me gusta hacer la entrevista desde el principio. Lleva más tiempo, pero resulta más eficaz.  –Ya...  –Y a... Secretariado de direcc dirección ión bilingüe, en la academia D Dawawson. Un año.  –De eso, eso, por lo que veo... veo... hace tiempo... tiempo... ¿Hiciste algún curso curso de reciclaje desde entonces? ¿Qué tal se te da la informática? Me refiero en la práctica, no a que me recites la típica letanía de cursillos.  –Bueno,, no hice ningún otro curso,  –Bueno curso, pero pero no dejé de trabajar desde entonces. Hace, ocho años que estoy estoy... ... estaba. estaba..... en la misma misma empresa, y no... en fin... la informática se me da bien, en la práctica domino un par de procesadores de textos, te xtos, W Word ord por supuesto supuest o, y en su día trabajé mucho con Word Perfect, ahora ese ya, nada... se manejar las bases de datos más habituales... y algo las hojas de cálculo, bueno estas últimas no tan bien, pero me defiendo. defiendo.  –¿Internet?  –¡Oh, sí, claro! claro! IInternet nternet tambié tambiénn –sonrío –sonrío tímid tímidamente amente,, es es terreno pantanoso.

  ¿Sabrías diseñar una web? web? Pantanosísimo.  –No.. Eso  –No Eso no no.. Pero tengo entendi entendido do que no es muy difícil difícil y apr aprenendo con facilidad, me gusta todo lo que tiene que ver con la informática. Si es para eso el puesto puesto,, en poco tiempo podría....  –Bueno,, tan, tan fácil  –Bueno f ácil no es –responde con cier cierta ta suficiencia–, pero no te preocupes, no te llamamos para ningún puesto precon18

 

cebido.. No todavía. Nuestra empresa es... diferente, o al menos eso cebido pretendemos. Nos gusta conocer a fondo a nuestros candidatos y  después les buscamos un empleo acorde con sus aptitudes, con su perfil. Es decir, pretendemos funcionar al revés de lo habitual, no buscamos un empleado para un puesto, sino un puesto para cada desempleado. Sonrisa total.  –Dicho así, así, suena muy muy bien –sonrío –sonrío yo a mi vez, des desconcertada concertada pero empezando a animarme, tal tal vez la primera impresión no sea la que cuente después de todo.  –Recapitulando.. Así que, estabas  –Recapitulando estabas fija desde hhacía acía tres años en la asesoría contable, pero llevabas un total de ocho. Y antes, tres meses en una empresa de conservas conser vas,, y un año en una compañía de seguros ¿Qué tal se te te da la venta? ¿Has trabajado cara al público? En la de seguros, me refiero refier o.  –No,, estaba también de secretaria.  –No secretaria. La verdad... es que llevo toda la vida haciendo lo mismo.  –Tee aburre –sentencia–.  –T –sentencia–.  –¡Oh, no... no! n o! No quería querí a decir d ecir tal cosa. Es lo mío, me siento cómoda haciéndolo. Me refiero precisamente a que creo que domino este tipo de trabajo. Se quita las gafas y se inclina hacia mí, con los codos flexionados y los antebrazos paralelos a la mesa, en un un intento de complicidad.

 –Entonces, y teniendo  –Entonces, teniendo en cuenta que estabas estabas fija ¿Porqué ¿Porqué dejasdejaste el último trabajo? Es... Es ... La Pregunta... Sabía que me la iba a hacer hacer..  Tra  T raigo igo resp respue uest staa pr prepa epara rada da de rigor rigor,, no mu muyy or orig igin inal al pe pero ro sí lo su sufifi-cientemente ambigua como para ser creíble. 19

 

Pero no quiero darla. Ahora que voy a esgrimirla me apetece decir la verdad.corroborar Carlos y su necesitar misincapacidad razones razones.. para comprenderme me hacen No debo deb o. Es una locura. Mejor me atengo a lo ensayado.  –Mee fui porq  –M porque ue no es estab tabaa a gusto gusto.. El amb ambien iente te,, ya sabes sabes,, es imp imporortante. Al menos para mí. No dice nada, pero su mirada pregunta, toda ella es un signo de interrogación que me obliga a seguir, y ya, de antemano, presiento que me voy vo y a¡Pues enzarzar en dado explicaciones que no tenía intención ¡Maldita sea! haber tu respuesta ensayada, Teresa! Teresa! de dar.  –No me entendía bien con mi jefe. jefe. Él... bien.... yo.... yo.... Parpadea pero no se mueve.  –... me sentía acosada. acosada.  Yaa está. Dicho.  Y Dicho. Sin más. más. Se echa para atrás en su butaca y mordisquea con cautela la patilla de la gafa.  –¿A qué qué te refieres refieres exactamente? exactamente?

 –Ana, soy  –Ana, soy yo ¿Dónde ¿Dónde andas?... andas?... No... No... hablar hablar cont contigo igo un rato rato... ... bah, bah, mal, si te digo dig o lo que me acaba de pasar no te lo crees... ¿Quedar no, no, pero hablar sí? Bueno, pues ¡Qué remedio!... No, vvoy oy caminando hacia

el bar de Manolo... ¿Me oyes bien? No puedo puedo hablar más alto... ¿Al fijo? Hija que rollo con esto de la poca cobertura, estáis fatal en esa oficina. Cuelga que te vuelvo a llamar al otro. otro. 20

 

Me detengo en el paso de cebra y marco el otro número número.. Frente a mí, la verja de un colegio escupe niños en serie, con su uniforme, sus pelitos cortos y enormes carteras. carteras. Todos Todos tan diferentes y todos tan iguales con sus caritas excitadas, corriendo anhelantes a contarles a sus madres todo lo que les pasó durante el día, con ese lenguaje atropellado y desigual que siempre te acaba haciendo sonreír.  –A ver, ver, sí, sí, aahora hora sí. Vengo de la agencia, y fa fatal. tal. En realidad realidad todo iba bien pero la cosa se torció... ¿Me oyes?... ¡Que iba bien, pero que la cosa...! ¡No, si me va a dar algo!... ¿Qué?...¡Sí, por lo que más quieras, baja un minuto y te lo cuento! cuent o! ¡Donde Manolo! ¡Diez ¡ Diez minutos! ¡Vale! La gente cruza el paso, ahora abierto a peatones, y yo corto la llamada pero no me muevo, muevo, teng tengoo la cabeza tan llena de pensamientos, sensaciones y sentimientos, que no sé qué q ué orden dar para moverme, así que permanezco per manezco en el sitio, resistiendo los leves leves empujones de los que me rodean al pasar a mi lado. Un niño se abraza a su madre, apretado,, apretado y al soltarse le enseña un papel arr apretado arrugado ugado lleno de colorines... colorines ... como su cara...  Tal  T al vez debería debería habl hablar ar con el ginecólo ginecólogo, go, preg preguntar untarle le si es posible posible que lo que mencionó como «pequeñas molestias, tal vez irritabilidad» puede provocarme estas vomitadas de adrenalina salvaje. Porque si es eso, lo dejo. Lo dejo, porque va a acabar conmigo y con mi entorno. Estoy todo el día discutiendo, todo el día enfadada, todo el día echando en cara cosas absurdas a los que aprecio y a los que no, todo el tiempo sintiéndome ofendida por cualquier gesto, que ni a palabras hace falta llegar para ofenderme...  Y el Café Café de de Manolo Manolo hasta los topes como de costumbre, costumbre, no hay  andamio de obra en fachada que pueda con el olor de un bocadillo de

calamares recién hecho. 21

 

 –A ver, ver, preciosa, qué te doy. doy.  –Pue  –P uess... si titien enes es un buen buen trab trabaj ajoo, me lo po pone ness...... y ta tamb mbié ién. n..... un ca café fé con leche.  –Y pincho de calama calamares, res, que lo mando yo, que tiene tieness cara de necesitarlo. necesit arlo. Ya Ya me he enterado, ent erado, ya.  –Vuelan.  –V uelan.  –Las malas malas,, siempre siempre,, ya lo sabes. sabes.  –¿Quién te vino con el cuento? ¿Ernesto? ¿Pilar?  –Pilar –confiesa con una una m mueca– ueca– Me lo lo co contó ntó a primera hora de ayer. Creo que armaste la de vámonos Juana. Tembló toda la oficina.  –Ni uno me dijo dijo adiós adiós –una –una pun punzad zadaa dolor dolorosa osa me late late la sie sien– n– ¿Te ¿Te lo dijo todo? ¿Lo oyeron... todo?  Asiente  –¿Y qué dicen?  –Quee se te fue un poco  –Qu poco la mano mano –n –nuev uevaa mueca, mueca, esta esta vez vez de discul discul-pa– Perdona, Perdona, no quería hacer un chiste tan fácil. Lo que quiero decir es que te pasaste un poco. Pilar dice que ella lleva manejando al jefe más de quince años y que con un poco más de tacto podrías haber salvado la situación.  –Ya.  –Y a. Pilar es una bruja. SSiempre iempre lo fue. Pero Pero tal tal vez en esto tenga razón, al menos eso parece que pensáis Nosin sé, es posible que me haya equivocado –las lágrimas pugnantodos. por salir contención posible. Concentro la mirada en el café, en un intento algo más que desesperado. Otra escena no. Otra NO– Supongo que es así...  –Oye, oye, yo no he dicho eso. No puedo juzg juzgar, ar, no estaba en esa escalera, y sea como sea, si tú te sentiste mal, es que algo hubo hubo.. Para mí eso basta. Escucha Tere, tengo que atender aquella mesa... ¿Estarás bien?

View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF