Educar en la convicción

September 8, 2017 | Author: jhsalaza | Category: Learning, Knowledge, Society, Technology, Science
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Descripción: Sin importar lo bien que yo expusiera un tema y lo muy concentrados que se encontraran los estudiantes, la ...

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EDUCAR EN LA CONVICCIÓN. Reflexión en torno a la formación tecnológica de los estudiantes de arquitectura. 2006.

09 Documento actualizado el 15 de Enero de 2011 …………………………………………………………………… …………………………………………………………………… …………………………………………………………………… …………………………………………………………………… …………………………………………………………………… …………………………………………………………………… …………………………………………………………………… Matrícula A0570049534 …………………………………………………………………… …………………………………………………………………… Teléfonos. 57-(9)4-511 46 56 / 513 17 48 …………………………………………………………………… …………………………………………………………………… Fax. 57-(9)4-5719062. Medellín, COLOMBIA. …………………………………………………………………… Email. [email protected] …………………………………………………………………… ………………………………………………………5

Arq. Jorge Hernán Salazar Trujillo

Progresivamente fui comprendiendo, como supongo que lo terminan comprendiendo la mayor parte de los docentes, que nuestro aprendizaje ni es instantáneo ni ocurre de manera automática, es el final de un proceso que ocurre a veces muy rápidamente y en otras ocasiones en periodos de tiempo bastante prolongados y que paradójicamente no tiene mucho que ver con los contenidos curriculares. . Siendo todavía un estudiante estaba yo completamente convencido que la universidad era un sitio de encuentro al que los docentes asistían para enseñar (en la acepción de mostrar, exhibir, señalar) los conocimientos y que por nuestra parte, a los estudiantes nos correspondía aportar nuestra colaboración para comprender aquello que se nos enseñaba. Cada uno de estos encuentros se podría considerar como exitoso en la medida que el docente se pudiera retirar del aula con la certeza de haber enseñado lo que correspondía para ese día y que yo pudiera irme a casa habiendo entendido lo que acaba de serme presentado. Lógicamente algunas cosas tendrían luego que ser estudiadas en casa para asegurar una mayor permanencia en mi mente, pero si lo enseñado en clase había sido comprendido por completo, se trataba de una tarea rutinaria, que exigía voluntad, tiempo, pero poco esfuerzo intelectual. Con los libros era algo diferente, puesto que la labor de comprensión-aprendizaje-estudio permanecía aglutinada e indiferenciada en las lecturas sucesivas y por esta razón el proceso de aprendizaje me resultaba allí menos evidente. Siendo ya egresado pude constatar que la participación de una persona que me pudiera enseñar o entrenar en algo para mi desconocido no era imprescindible para que yo aprendiera y lo consideré, en cierta EDUCAR EN LA CONVICCIÓN. Reflexión en torno a la formación tecnológica de los estudiantes de arquitectura.

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forma, una variación del modo de aprendizaje a través de la lectura: se trataba de “saber leer los problemas”, “entender las situaciones” y cosas por el estilo. Estas creencias permanecieron más o menos inalteradas durante muchos años, incluso cuando me encontraba ya ejerciendo como docente, pero paulatinamente aquellas situaciones en las cuales un estudiante manifestaba o demostraba tener dificultades en el aprendizaje de algo me hicieron necesario comenzar a entender que el asunto no resultaba tan simple. Sin importar lo bien que yo expusiera un tema y lo muy concentrados que se encontraran los estudiantes, la presencia simultánea de ambos componentes no bastaban para garantizar que el aprendizaje ocurriera. Progresivamente fui comprendiendo, como supongo que lo terminan comprendiendo la mayor parte de los docentes, que nuestro aprendizaje ni es instantáneo ni ocurre de manera automática, es el final de un proceso que ocurre a veces muy rápidamente y en otras ocasiones en periodos de tiempo bastante prolongados y que paradójicamente no tiene mucho que ver con los contenidos curriculares. Preservamos mediante la educación aquellos conocimientos que consideramos legítimos, pero verdades que en su momento parecieron irrefutables, por las que se luchó y murió en importantes pero sangrientos momentos de la historia, hoy no existen más que como verdades históricas. Los sistemas de creencias y verdades coexisten, mutan, evolucionan y se extinguen, las estructuras sociales se tambalean cuando las verdades en que están fundamentadas son rebatidas y reemplazadas, pero a la vez todo el potencial de innovación y regeneración de las estructuras de legitimidad, así como los organismos e instituciones que poseen la autoridad, sólo resultan posibles en la medida que este socavamiento sea permitido, incluso fomentado. El progreso cultural de la sociedad humana se encuentra vinculado a cierto margen de cuestionamiento y reemplazo de sus estructuras de legitimidad, un margen lo suficientemente amplio como para permitir que la sociedad se pueda auto-transformar paulatinamente y lo suficientemente estrecho para que esto no devenga en la erosión y desmoronamiento culturales. Cuando todos los miembros de una sociedad aportan su voluntad, creatividad y conocimiento a apuntalar la representación colectiva del mundo, se transforma en un colectivo que no busca la contradicción y refutación de sus ideas, sino que únicamente se ocupa de transmitir y preservar su sistema de creencias y verdades, todo aquello que no encaje en él será calificado de error, locura o herejía. En una sociedad que establezca la endogamia intelectual como su pauta de comportamiento, ni los roles sociales ni los conocimientos podrán cambiar, únicamente perpetuarse. Cualquier situación didáctica diseñada para propiciar el aprendizaje de las técnicas en arquitectura podrá tener momentos para que los estudiantes tomen contacto efectivo con el tema, pero a pesar de ello, una buena parte de lo que ocupe el tiempo de un estudiante de arquitectura en el área de la técnica le resultará inútil para cuando este listo para ejercer la profesión. La educación es un oficio paradójico, pero en aquellas temáticas que están sujetas a un progreso permanente y acelerado la paradoja se hace más evidente, pues el factor de obsolescencia resulta aquí sencillamente insoslayable. Los docentes y estudiantes convivimos con esa paradoja y muchas veces terminamos por ignorarla, olvidando que todavía el futuro no existe y que por lo tanto no podemos trabajar sobre aquello que aún no ha sido creado. En parte por ello un docente orientado

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hacia el área tecnológica deberá estar siempre en permanente actualización y se preocupará por ofrecerle a sus estudiantes conocimientos e información de la máxima actualidad y vigencia que le sea posible, pero a pesar de todo su empeño y compromiso, le resultará sencillamente imposible educar acerca de aquello que todavía no existe pero que sin duda va a resultar útil para el desempeño profesional en el futuro. Toda preocupación por parte del docente para asegurar la actualidad del tema y la vigencia de la información que suministra o sugiere a sus estudiantes como material de estudio de poco sirve en tanto aquello acerca de lo que se enseña se encuentra condenado a una acelerada obsolescencia. Como buena parte de los temas de estudio no le serán de utilidad durante la vida profesional al futuro egresado no aplicará ni utilizará estos conocimientos y al final terminarán por ser olvidados. Es comprensible que el panorama resulte desolador, pero no por ello hay que olvidar que en toda situación didáctica hay más de un propósito de aprendizaje: por un lado un trabajo orientado a la consolidación y construcción de un conocimiento y por otro un aprendizaje acerca de los procesos gracias a los cuales el conocimiento puede ser adquirido. En los procesos educativos hay muchas cosas que efectivamente se olvidan, pero regularmente van acompañadas de otros aprendizajes muchísimo más difíciles de olvidar y que están incluidos en lo que reconocemos bajo el nombre de formación. En la mayor parte de las ocasiones estos segundos resultan de mucha mayor trascendencia.

El sentido de Eficacia "La sabiduría es lo que queda cuando casi todo ha sido entregado al olvido." Ha quedado en suspenso la idea de que siempre hay algo oculto detrás de los temas de estudio, algo inmaterial y elusivo que para su adquisición requirió de los contenidos que en su momento fueron estudiados, se "encarnaba" en los conocimientos, iba con ellos, pero en últimas era algo bien distinto. Para quienes poseen "eso" el conocimiento pasa a la categoría de un simple insumo y por ello no le resulta tan importante conocer acerca de un tema, de hecho les basta saber que lo supo, o que alguien lo sabe, o que efectivamente se puede trabajar para saberlo. Para una persona capaz de ver un problema desde este ángulo, el conocimiento sobre un tema le resulta menos importante que la convicción de sentirse en capacidad de pensar y actuar acertadamente frente al mismo. Si los docentes de arquitectura supiéramos educar directamente en eso tal vez podríamos ahorrarnos un largo camino, pero resulta que la convicción es un punto de vista, se puede llegar a él pero no puede ser aprendido y mucho menos ser enseñado; los puntos de vista son conquistas individuales, a lo sumo se puede incentivar el desplazamiento de la atención del aprendiz para facilitarle llegar a ellos. El conocimiento transforma nuestro entendimiento del mundo, por esta razón cuando se olvida un conocimiento la mirada queda y no se pierde. No es posible volver a ser el mismo luego de haber sabido algo. De todas formas hay cierto tipo de conocimientos que tienen una mayor capacidad para cambiarle el punto de vista a las personas, el tipo de conocimientos que se adquieren a

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través de lo que se denomina un aprendizaje significativo. En la búsqueda de lograr un mayor anclaje en la mente de nuestros estudiantes, los docentes elegimos de manera intencional situaciones de aprendizaje con esta característica y por este motivo una buena parte de los conocimientos que en el transcurso de su formación profesional adquieren los estudiantes han operado a su vez como vehículo de el tipo de experiencias suficientemente significativas como para transformar la mirada del aprendiz. En el afán de optimización en que nos sumerge el sistema vigente, todos desearíamos racionalizar nuestros esfuerzos y no educar en tantas cosas que de antemano sabemos que bien pueden ser olvidadas, por supuesto que no se trata de la situación ideal; todos desearíamos no olvidar aquello que en su momento nos costó tanto esfuerzo aprender, pero si observamos el asunto desde su otra cara, no debería causarnos desosiego el significativo papel que desempeña el olvido en nuestro reconocimiento del mundo. Aunque el estudio de tantos temas sea inevitable, su olvido no es algo trascendental y mucho menos una desgracia; al aprender crecemos y una vez hemos crecido, lo aprendido bien puede ser olvidado. Inicialmente el maestro ponía al servicio de sus discípulos su conocimiento y experiencia, para ayudarle a sus aprendices a reconocer y corregir los errores que ellos no serían capaces de observar en sí mismos. La posesión de un punto de vista privilegiado para el reconocimiento de los errores ajenos es lo que hace legítima la corrección y evaluación del maestro, pero en el sistema educativo vigente esto degeneró en un docente que se anticipa al error y lo previene, impidiendo que el estudiante se equivoque y castigándolo cuando lo hace, dos perversiones que deforman el proceso de aprendizaje y que deberíamos prevenir. Con la idea de que el día de su graduación los estudiantes estén preparados para evitar cometer muchísimos errores, los docentes actuamos como inquisidores, enfrascados en una cacería de errores que explican bastante bien cierta impopularidad que nos vemos en obligación de capear semestre tras semestre durante la época de las evaluaciones. Probablemente es cierto que cuando un estudiante ha cometido muchos errores y ayudado por el docente ha aprendido a reconocerlos se encuentra preparado para responder a las principales eventualidades que le deparará su vida profesional. Pero en el ámbito tecnológico y científico la veloz obsolescencia de los conocimientos involucrados permiten asegurar que ese trata de un entrenamiento inútil, pues al momento de su educación hay innumerables errores que todavía resultan imposibles de cometer. Para una persona a la que se le ha educado castigándolo por todos sus errores cometidos debe ser una sensación bastante desagradable ponerse a pensar acerca de los errores aún desconocidos que le aguardan para ser cometidos. Para gestionar esta característica tan estrechamente vinculada a cualquier proyecto que involucre algún tipo de innovación tecnológica es conveniente hacer un trabajo doble: educar al futuro profesional en el reconocimiento y anticipación de los errores, pero haciendo todo lo posible para que aprovechen las oportunidades que se les ofrezcan para que puedan aplicar y experimentar su sentido de eficacia. Una forma de lograrlo es embarcar a los estudiantes en un proyecto real que les implique un compromiso concreto, para que no tengan más remedio que actuar y encontrar su camino. Todo aprendizaje es una ampliación de nuestra conciencia y por lo tanto todo conocimiento o destreza recientemente adquirida deviene en una mayor capacidad de acción. Cuando el estudiante actúa en otros ámbitos diferentes al estrictamente académico hay una EDUCAR EN LA CONVICCIÓN. Reflexión en torno a la formación tecnológica de los estudiantes de arquitectura.

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progresiva incorporación de realidades que enriquecen su conocimiento del mundo y a la vez el conocimiento de sí mismo. Todos tenemos limitaciones, sería una ingenuidad afirmar que nuestras mentes carecen de ataduras, pero precisamente propiciar que nuestros estudiantes y nosotros mismos exploremos nuestras limitaciones es en lo que consiste el ejercicio de nuestra libertad intelectual. La convicción de la pertinencia y la capacidad de acción que permiten que una persona se sepa capaz de medir sus esfuerzos, identificar sus posibles errores y actuar adecuadamente, provienen del conocimiento de las capacidades y limitaciones personales. Cuando se le permite al estudiante conocerse, se le está preparando para que en el futuro no asuma compromisos que puedan superar sus capacidades. Si el estudiante es quien debe decidir hasta dónde llega su trabajo y se compromete a llegar hasta allí sin esperar a que nadie le diga qué es lo que tiene que hacer, tendrá que ser gerente de sí mismo. En esta circunstancia el docente podrá actuar como asesor, tal vez opinar, ofrecerse incluso como mano de obra, pero nunca decidir. Los docentes nunca deberíamos hacernos cargo de las responsabilidades de nuestros estudiantes, sino por el contrario ocuparnos de que aprovechen las oportunidades que se le presenten para coordinar, delegar y socializar. Cuando se coloca al estudiante frente al público se le está permitiendo que afiance su confianza en sí mismo y si se ayuda a los estudiantes a que conquisten otras instancias de legitimidad, luego sabrán por experiencia propia que nivelarse con estándares de calidad extra-universitarios es algo que efectivamente está a su alcance. De esta manera cuando trascienda al docente podrá ahora verlo como un colega, incluso como un estudiante más, para que no pierda de vista que el docente, sus conocimientos, el estado actual de la técnica, son siempre una producción humana. Cooperar con los estudiantes para que sean ellos los que construyan y recorran su propio camino, de modo que puedan trascender la universidad y sentirse miembros de una comunidad mayor, eleva su autoestima, fortalece su sentido de eficacia, incentiva su seguridad y por lo tanto permite generar una impronta en la vida académica del futuro profesional. El que ha ido sabe volver, para que un estudiante se sienta capaz de pensar acerca de cómo hallar respuesta a sus preguntas no basta con que se le indique el camino, pues cuando un docente enseña un camino lo que está demostrando es que él conoce un camino, su camino, pero esto de poco le sirve a un estudiante al que queramos educar en el ejercicio de su autonomía y libertad intelectual. Contrariamente, es una practica que le esclaviza del conocimiento y la opinión ajena, pues no le incentiva a explorar sus propios límites ni a idear y recorrer sus propias rutas. Cuando un estudiante ha adquirido la convicción acerca de la factibilidad del conquistar sus propias metas no emprenderá la búsqueda de un postgrado con la esperanza de entregarse a alguien capaz de sacarlo de la ignorancia, pues ya sabrá que si bien participar en un estudio de postgrado o trabajar en compañía de algún experto le podrá fortalecer conceptual e instrumentalmente, pero que nadie conoce las respuestas a todas las preguntas que uno se hace. La conclusión es simple: cuando un estudiante elabora su propia representación acerca de lo que hace y es capaz de hacer, puede saber con claridad de qué forma y en cuáles contextos sus conocimientos y destrezas resultan o no aplicables. Cada persona construye su vida profesional haciéndose responsable de lo que en ella sucede, no imitando o deseando repetir la vida profesional de los otros y mucho menos esperando que otros obtengan para las soluciones que se necesitan. Formar arquitectos capaces de innovador requiere que los docentes, nos ocupemos de EDUCAR EN LA CONVICCIÓN. Reflexión en torno a la formación tecnológica de los estudiantes de arquitectura.

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desatar las mentes de nuestros estudiantes para que puedan hacerse con los puntos de vista que les permitan comprender que el infinito es del tamaño de su imaginación. Los estudiantes tienden a interiorizar el mundo que se les enseña en la universidad como el mundo real y no como un mundo propio de un contexto institucional determinado. Cuando los estudiantes comprenden que se pueden olvidar de la universidad, los libros, los profesores y en general de todo el sistema didáctico, poseen la convicción de que pueden elegir ser intelectualmente libres, reconociendo que su obligación social es trascender aquello y aquellos que en su momento fue necesario para lograr su educación. Los objetivos del aprendizaje y la instrucción en ciencia y tecnología deben concentrarse en la naturaleza misma de las actividades tecnológicas más que en sus hechos, teorías y principios. La formación tecnológica para los futuros arquitectos les debería brindar la oportunidad de experimentar la ciencia no sólo desde la óptica de sus procedimientos de aplicación tecnológica, sino también desde su faceta dialéctica de elaboración-refutación de nuevas teorías y técnicas, libres de las leyendas, idealizaciones, mitos y malentendidos acerca de lo que significa y representa el proyecto tecnológico de la sociedad humana. Si se flaquea en la exploración de las fronteras entre la ignorancia y el conocimiento, se interrumpe el camino del aprendizaje y la capacidad de innovación y creatividad se esfuma. Despejando el camino de las verdades a medias y el dogmatismo tecnológico para revelar la ciencia y la técnica en su verdadera dimensión, con sus fortalezas y limitaciones, es que lograremos ser capaces de juzgar con justicia la ciencia, sus procesos, sus productos y sus posibilidades de crecimiento, transformación y desarrollo. De esta forma los futuros profesionales de la arquitectura podrán valerse de su convicción para trabajar creativamente en la construcción de sus propias verdades, en vez de dedicarse a perpetuar y transmitir a las generaciones siguientes aquello varias décadas atrás sus profesores conocían, o lo que es tal vez peor: dedicarse a adaptar tecnologías foráneas y hacer remiendos tecnológicos, prácticas que rara vez se adaptan a las condiciones ambientales y sociales del sitio donde se utilizan y que ayudan a perpetuar ciertas facetas del sistema económico vigente que están amenazando con agotar nuestro planeta.

Fin del documento.

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