Durand. Las Estructuras Antropológicas de Lo Imaginario

Share Embed Donate


Short Description

Download Durand. Las Estructuras Antropológicas de Lo Imaginario...

Description

GILBERT DURAND

LAS ESTRUCTURAS ANTROPOLOGICAS DE LO

IMAGINARIO Introduccifln a la orquetipolog-a general Versión castellana de

Mauno Anutño

taurus

Título origina l: I'es structares,,

oginaire' (Introdaction

4t O

1979, BoRDAS, París. ISBN : 2-04-008001-t '

Sócn,rr¡s: Por tanto, acerca de las mismes cosas que uno ignora, ¿puede tener en sí opiniones verdaderas?

M¡ruóN:

Parece evidente que sí.

Sócn,rr¡s: En estos momentos, las opiniones

verdaderas

han brotado en él como un sueño...

Pt.ttóN, Menón, 8)

c.

Reducir la imaginación a esclavitud, aunque se rrare de lo que burdamente se llama la felicidad, es sustraerse de todo cuanto h"y, en el fondo de sí mismo, de justicia suprema. Sólo la imaginación me da cuenra de lo que puede ser, y eso basta par^ levantar un poco la terrible prohibición. Basta para que me abandone a ella sin temo r a enge,ñarme

..

.

A. Bn¡roN, Manifeste du Suréalisme.

O 1981, TAURUS EDICIONES, S. A. Pr'rncipe de Vergara, 81-1.o - M¡'oruo-6 ISBN z 84-306-1202'5

-

Depósito Legal: M . 33 -91t'L982

PNNTED IN 'tP'{/N

INTRODUCCIÓN

Una antropcllogia entendida en el sentido más amplio; es decir, un conocimiento del hombre que asocie diversos métodos y diversas disciplinas, y que nos revele un día los secretos resortes que mueve n a este huésped, prese nte sin habe r sido invitado a nuestros debates: el espíritu humano...

Cl.

LÉvl-SrnAUSS,

Antltropo/ogie structurA/e,

p. 91. Aunque el documento escapa con demasiada frecuencia la historia, no puede escapar a la clasificación.

A. Lnnol-GouRHAN , L'bomme et /a p.

a

matiDre,

18.

Lns IMÁcENES DE ucuATRo cuARToso

. El pensamie hto occidental , - y especialme nte la filosofía francesa, tiene por tradición constante devaluar ontológicamente la imagen y psicológicamente la función de imagin ación . Con justo motivo se ha señalado' que el vasto movimiento de ideas que , desde Sócrates y a través del agustinismo ,, la escolástica, el

carteslantsmo y el siglo de las luces, de semboca en la reflexión de Brunschvicg, de Lévy-Bruhl, de Lagneau, de Alain o de Valéry, riene por consecuencra poner en cuarentena todo lo que considera como vacaciones de la razón. Para Brunschvicg, toda imaginación sea -¡aunque platónica!- eS upecado contra el espíritu>r. Para Alain, más roleranre

t Gusoons, Mythe et nzétapltysique, p,174. 2 BRuNscHVIcc, Héritage de nzots, báitage d'idées, p. 98. r7

I dos mitos son ideas en estado naciente> y lo imaginario es la infancia de la concien cias . Podía esperarse que la psicolo . Nada de eso. S gos clásicos confunden la image ción, que ehriquece el esp-ritu más que copias de las cosas objeti ción es reducida, por los clásicos , e Ia sensación, y que se denomina imagen remanente o consecutiva. Sobre esta concepción de un iml,gingrio-devaluado es sobre lo que florece el asociacionismo t, esfuerzo loable desde luego para explicai lrs conexiones imaginativas, pero que comete el erroráe ieducir'laimaginaci1n a u|. puzz/e estático, romo; la image n a una mezcla muy .qúíuoca ? -y medio camino entre la solidez de la-sensaci6n y la purerá aé la idea. 6 Bergson dio el primero de los golpes decisivos al asociacionismo ahondando dimensiones nuevas en el continuanz, de la concien cia. Sin embargo, Bergsg.n !o liberó cgmpletamente la imagen del papel subalterno que la obligaba ocupar la psicologia clásica. Porque, én'él,la imaginación se resuelve en memoria, €o una especie de iontador de la .*"irtencia,_ que se estrope? e n e I de e gulariza por la atención percept-iva a.la vida. A que no se puede confundir lo imaginado y lo la memoria colorea la imaginación de residuos a posteriori, no es menos cierto que existe una esencia propia de lo imaginario que diferencia el pensamiént9 d9l P.oe-ta.del pensamiento del cronista ó del memoralista.H^y una facultad de lo posible que es necesrio estudiar por medios distintós a la introspección- bergsoniana, siempre sospechosa de regresión. No insistimos más en la sólid a crítjca que Sartre diri teoÍ.ta,

clásica de la imagen miniatura y contra la imagen recuerdo 7, reprochando ? ambas

de la ar>>

la

imagen y romper con ello el dinamismo de la conciencia alienando su función principal, que es más conocer que ser: ..Indudablemente se han reempl azado las pesadas piedras de Taine por ligeras brumas vivas que se transforman sin cesar. Pero no por e llo ésas brumas han cesado

de ser cosas...>>8. Se trata de preguntarse ahora si Z'Imaginaire de Sartre ha mantenido las promesas críticas de L'Irnagination, Para evitar ucosific ar> la imagen, Sartre preconiza el método fenodel fe nómeno menológico, g.r. ofrece la vent aia de_no _d.i a: toda ilusión de inmaimaginario más que intenciones purificadas de^pa:ecer que reve la la.descripción fenomenolóne ncia e. El caricter de la .imagen Slca,.es que es una conciencia, y por consiguiente eS, como toda conciencia, ante todo trascendente'n. El segundo carácter de laimagen que diferencia la imaginación de ottos modos de la conciencia, es que el objeto imaginado viene dado inmediatamente por lo que es, mientras que.el saber perceptivg se forma lentamente_ por aproximaciones y acercamie ntos sucesivos. Sólo el cubo imaginado tie ne de entrada seis caras. Por tanto, la observación de semeiante objeto por la imaginación no me enseña nada, y en última instancia no es más que una ..cuasiobservaciónr> ' '. De ahí resulta al punto un tercer caricteÍ t'; la conciencia imaginante ..plantea su objeto como una nada,r; el uno ser>> sería la categoria de la imagen, lo cual explica su caricter último, es decir, su espontan'eidadtr; la imaeinación traga el obstáculo que es la opacidad laboriosa de lo real percibido, y la vacuidad total de la conciencia corresponde a vna total espontaneidad. Es 1 p9r tanto, a una especie de nirvana intelectual a lo que llega el análisis de lo imaginario, que no es más que un conocimiento desengañado, una upobreza esencialu. En los capítulos siguientes, Sartre uatari de hacet un censo completo de la ufamilia de la imagen)>'o; no podrá impedir que esta última sea considerada como un pariente pobre mental, ni que las tres partes finales de su obra rt, en las que por otra parte abandona el método fenome nológico, DO estén sobreente ndidas por el /eia motiu de la udegradación> de I saber que representa la image n. A la pluma del psicólogo vuelven sin cesar epítetos y apelaciones degradantes t6 l7 imagen es una .rsombra de objeto>) o también 2l. Ért, afhmación. va seguida de un post scriptum muy discuTible consrir"iá" pot 'e consideraciones estéticas, en el que Sartre cha mano de la tesis dé la irrealidad del arte y el tema del resentimienro conrra la poesia. Elauror de !'lmaginaire se acuerda de que ha sido detractor^ de Baudelaire igual que de Camus y de Faulkneir, El mérito que nadie puede negarle a Sartre es el de haber hecho un esfuerzo. por describir el funciottrmi..tto específico de la imagin ación y p.or distinguirla en las doscientas primeras pág"inas de l; -al menos obra- de I comportamie nto perce ptivo o mnésico. Pero á rñ.dida que prgg{9.san los capítulos, la imaggnJ el papel de la imaginación prr...n volatilizarse y desembocar, en definitiva, en una totri devalur.iO.r de lo imaginario, devaluacjón que no corresponde en modo alguná al papel efectivo 9.ue iuega la imagen en el .á-po le las motiuíciones óricológicas.y culturales. Finalmé.rte ,la critica que Sartre dirigia a las iosiciones clásicas en L'lrrzagmahon, al reprocharles .,destru ,í l^ imag[nu y uhacer una teoría de la imaginaci6n sin imágenes)>, se vuelve contia el .

autor de L'lmaginyle._ Afirmar, en efecto , ál mismo tiempo que lmag€n es una realidad.psjeui5a cierta>

y que la

..la

tmagen nün.r^puede ser alcanzada por una uinducción>22 de ios^hechos de"experienci^ .ont7

20

2l 22

la sedicente fenomenología psicológica, nos parece contradictorio

op. cit., pp

. 30, 40, 46, 49.

S¡lrn¡ ,, Baudelaire y Situations, I. 20

. Ca-

be preguntarse , pues, por qué Íazones Sartre ha marrado hasta tal punto la imagen e n sus dos volúmenes consagrados a. la imaginación. ^En principio, y en nuestra opinión, por una incapacidad del autor del ensayo sobre Baudelaire para captar el papel de la obra de arte y de su sopofte imagin ario. El mismo arte sartriano oscila constantemente entre el juego hábil e insignificante de la comedia de bulevar y la pesada ten tativa de reintegración total de lo real, eo la que se encuentra un hipernaturalismo lo Zola acomp añado de una filosofía al estido de ^ Paul Bourget 2i. lamás es considerado el aÍte como una manifestación

original de una función psicoso cial, iamás la imagen o la obra de arte es captada en su sentido pleno, sino siempre tenida por mensaje de irrealidad. De ahí el carácter a menudo inauténtico de la obra novelesc .y teatral de Sartre, que tan pronto es un brillante pastic/te del teatro burgués o de la novela ame ricana, coino sale pesadamente de los maÍcos estéticos p^ra abordar las interminables riberas de la pedante descripción fgnomenológ ica. Por último, también la estétici sartriana es una >'o y no hay que sorprenderse de que un autor cerrado a tal punto a la poética hay a maÍrado hasta ese punto la esencia de

la imagen. Pero, sobre todo, eo nuestra opinión Sartre ha marrado la imaginación por haber querido limitarse a una- aplicación restringida del método fenomenológico, reducido por el solipsismo psicológico. En efecto, parece paradíiico haber intentado el estudio del fenómeno de imaginación sin dignarse consultar el patrimonio imaginario de la humanidad que constituye n la poesia y la morfologia de las religiones. La obra que Sartre consagra a L'Imaginaire podría titularse perfectamente . Por este psicologismo tun estrecho como parcial, Sartre peca contra la fenomenol ogia. Porque una fenome nología de lo imagin ario debe, ante todo, prestarse con complacencia a las imágenes y ..seguir al poeta hasta la extremidad de sus imágenes sin reducir iamis ese extremismo que es el fenómeno mismo del impulso poético r>25 . En nuestra opinión, Sartre ha confundido reducción fenomenológica con restricción psicoló gica debido al compromiso con una estrecha y timorata situación dada, y por faltar, debido a ello, a esa modestia sist emitica que Bachelard exige con motivo del fenomenólogo2í. Para poder uvivir directamente las imágnes> es 2t Cfr. J. L^run¡Nt,, Paul et Jean-Paul, en Table ronde (febrero 1950); cfr. asimismo lacritica que H. Bonnet hace de la estética utilitaria y semiolígice de J.P. Sartre en Ro-

rnon et poésie, pp

l8 rg

cteta, a no ser por una e n general, no se distinguía

-? los fenómenos de conciencia. Por homogénea de el conttario, la Denkpsicología, prolongando el cartesianismo, se vale del que a veces dio pruebas resueltamente del dualismo de )ames -y conciencia,r, €S decir, la conBergson-lo que separa la.,corriente de ciencia únicamente válida, del polípe ro superficial de las imáge nes. Paradoia., decimos, porque el ), caro a la Denkpsicologia, parece acercarse más morfológicamente a las relaciones formales de las uimáge nes-ideasu del asociacionismo que las riqu ez^s ^ Bradley I' flotantes de la corriente de conciencia. No obstante , lo que descubre , aproximadamente por la misma época que fames, es la primacía de los elementos transitivos del lenguaje y del pensamiento sobre los elementos sustantivos y estáticos, mientras que \Wundt 12 distingue de la percepción productora de imágenes la apercepción de un > intelectual. Pero es, sobre todo con Bre ntano y con Husserl 13 cuando la actividad del espíritu va oponerse radicalm'ente a los u.o.] ^ uinte nción)> o acto inte lectual de I tenidosr> imaginarios y sensoriales. la espíritu, es decir, el sentido organizador de estados o de colecciones de estados de concie n cia,, es afirmada como ttascendente a esos estados mismos. Y Sartre, como hemos visto, oo se ha perdido la lección de esta trascendencia constitutiva de la conciencia. Desde ese momento, los psicólogos de la Denkpsicología aceptan, como Sartre , la dicotomía metafisica c Ía a los clásicos entre conciencia formal y residuo psicológico y 3a llegaban a nociones .psicológicas muy próximas a la de 16. Al no ser ya de naturaleza lingüística el símbolo, no se desarrolla en una sola dimensión. Las motivaciones que ordenan los símbolos ya no forman,-_por tanto, oo rólg largas cadenas de Íazones, sino ni siqu iera ucaden . La explicación lineal del tipo deducción lógica o

consecuencia. En efecto pefte nece al dominio de la semi ologia, sino que es incumbencia de una semántica especial, es decir, que posee más d'. .r. sentido arúficalrnente d?d9, pero cuenta con un pode r esencial y esponráneo de reso-

nancia

es so ce

5').

importanre de esta defioición del símbolo nológica co-mo ontoto,gña, t.l-li"in¡fisftro audiovisual. Es lo que el gram áti:to rt paredefine la ,rfactividadu como el caráctir co-

mún de todas las formas de expresa píritu del sujeto hablante es Iá sed reaccio nar sobre el espíritu de otro cuando ha tomado un valor factiv

^rr17

t2 Cfr. Mn¡KowsKI, Vers ane coslnologie, P. 82. ,t Cfr. HSRDER, S. lY, VIII, p. 189; [ov,rus, Scbif,, III, pp. 15,143,147; VoN

lo imagina que une a uel plano P.

10.

-9; cfr. Pbilo. da non, pp. 7 r-76; poétiqae

9l l, p.

10.

p.6.

pp.69,73. 26

Scnun¡nr,, SymboliÉ,, p. 24. t4 Cfr, ÁquÉ, Pbltos. da Sunéalism€, p. 173; Bn¡roN, Point du four, p.250. 5t El neologismo es de Pl^rcrr, op. cit., P. 158. ,6 F. or SaÚssunl, op, cit., p. tO¡ . Ye eñ la semántic1 li-ngüGtica la noción de (encrucijada, establecida por BErtN-MTI.trRoN (en Lo réforn9 de la Connaissance, PP. 10-1t, 42,49 y ss.) no implici la sucesión lineal del sentido de las palab¡as, sino la convergencia en red

{e

las significaciones.

,t iden, pl 103. Reemplazaremos

este término de ncadenan P9r el de qconstelación simbólican. Fsia terminologn nos viene sugerida tanto por el término de npaqueteD que I¡roi-Gourham utiliza pará caracterize¡ la acumulación iconográfica de s'rmbolos, como por el término de , una polémica nefasta a base de susceptibilidades ontológicas, que en nuestra opinión mutila dos puntos de vista me todológicos igualmente fructíferos y legítimos mientras se acantonen en la convención metodológica . Para el mente en lo que llamaremos el traye

sante intercarnbio que existe en el pulsiones subJetiaas y asimiladoras y nan de/ medio cósmico y social, Esta queda los problemas de ante rioridad ontológica, puesto que postularemos de una vez por todas que h^y génesis recíprocaet que oscila del 88 Cfr. LÉvr-SrnAuss, Antr/top. structurale, pp. 9L,, 3I9 . Cfr. Gusoonr , op, cit. , pp. L96,202: cPara llegar al hombre, hay que pasar por la mediación de una psicolog'ny

de una cultura.n 8e Neologismo utilizado por HruSE, en Élérnents de psycbol, sociale, pp . 3-5. 90 Cfr. Articles de Lac,rcHE y de Fru¡oMANN, en Bull. de psycltol,,I, X, 10 de noviernbre de 1916, pp. L2,24; cifr. idea muy cercana a la nuestra en Pl.rcnr (Epistérnologie génátique, I, p. lt) que exige una estrecha colaboración enüe los métodos psicogenéticos y los métodos so-ciogenéticos. er Cfr. Pr,rcnr (Epistémologie génétique, I, p. 36) define la noción de génesis recíproca por cel equilibrio móvilD y (p.37) por la ')'). Esta génesis recíproca del gesto y del entorno, del que el símbolo es el foco, ha sido puesta de relieve perfectamente por la psicología social americana: 92 Cfr. PracET, Formation du syrnbole, P. 2Lg. 93 Cfr. PncET, op. cit,, p. 219. e4 Terminología tomada de H¡usn (op. cit., p. 1) que distingue enrre los imperativos biopsicológicos de las intimaciones sociales.

et cfr.

LrrurrtN, Principles

of Topologicol Psycltology, p. 5. I, p. 37. Cfr. DÚn,rÑo, Les Trois niaeaux de forma-

e6 Cfr. Pltc¡t, Epistárnologie, tion du symbolisnze. 97 BacHrl¡, no , op , cit, , p. 300.

Kardiner r00 inscribe en las nociones de ..primariedadu y de porque trasciende la forma y porque es >121 . Esta forma cinemática de reconsiderar el esquema clasificador de los símbolos es confirm ada por numerosos psicólogos . Para algunos r22 la

no es la de un punto en el espacio imaginario, sino la de una udirecrr8 LÉvt-Srnauss,, Sttuctures é/érnentaires de la parenté, pp. 120-122. ttq Cfr. Hrusr, op. cit,, p. 5. Lzo BAcu¡r¡,no,, Air et songes, p. 18. L2L B¡,cH¡raRD, Eaa et réues, p. 16I; Tene et repos, p. 60. Cfr.la, noción de udecorado mítico> tal como nosotros la utilizamos en nuestro estudio Le décor mytiqae de /a Cbartreuse de Parme. r22 Cfr. B¡,uoouIN, Da l'instinct d l'esprit, p. 197; cfr. pp. 60,,63. Traité de psycbol,,11,2, p. 5, y Plnc¡t, Forrnat, du syrnb., p. L97.

4t

Cfr.

PRADINE,

ades dinámicas> son las ((caregorías

do Desoiller23 quien parece relaciomotrices)) con los modos de repre-

rando incluso que esta cinemática simbólica es dinámicamente medible , puesto que .ñ lor acos mentales de imaginación de I movimie nto h"y uñ" diferéncia del orden del 1t al 20 por 100 con el metabolismo del reposo mental. Son, pues, esras , así nosotros hemos dé equilibrar los objeto, ,i-bOlicos Pol la oscura motivación de los movimi..rto, dominrÁt., que hemos definido. No obstante, y contrariamente a ciertas necesidades de la teoría tecnoló gica, agyí_no concederemos jamás una prelaci óD la materia sobre la fuer za " .'i4. Porque nada es más maleable que una materi.a.imaginada cuando las fue rias reflexológicas y las p,rtriones tendenciales siguen siendo más o menos consranres. Léroi-dourh p^]i.,-.., efecto, de una clasificación material muy próxim q;. ^n hemos criticado en Bachelard'tt. Se puede incluso'.rr.o.rtrar^ un ^l^esbozo de clasifi-

cación elemental en el tecnólogo: al ser tierra, marerial de percusiones, lügar de ges tar , model an>>, ser la segund a la áel fue-go ^y lentar, cocer, fundir, secár, deformaf , la íer con las técnicas del desleimienro, de la fuente último, el cuafto elemento es el aire q".;;;; pronto el tecnglogort7 enuncia una gr^i ley que corrige el materialismo rígido qug deiaba presentir esta clalifica.ibn elemenül: uSi la materia manda inflexiblemente sobre la técnica, dos materiales tomados de dos cuerpos diferent:s, pero con las mismas^propiedades físicas generales,

tendrán inevitablemente la misma manufáctu'ra.

r>

Esto es reconocer que

la materia es actu^d? por detrás de los caraceres conceptual.,

q,r.;&-

la la clasificación aristbtéüca, es confesa r la import ancia del gesio. Í ,i el cobr e y Ja coÍtez^ tienen por instrumenro co nún de manüfr.t ura la mauiz y el percutor, si el hilo de cáñamo, de rota o de hierro se rrara por.procedimientos idénticos es, al parecer, porque la inici ativa técniia

vuelve al gesto, gesto que no se pt.ó..rpa de las lategorías de un marerr2 rr3 271.

cfr. L¡nor-GounHAN, L'Homme et la matiére y Miliea et tecbnique. L'Hornme et la rnatiére, p. 18. Cf¡. LÉvl-Srniuss, Ántbropo,l.'itract., pp. 240..

rt4 Cfr. EserN,ts, Les oigines de la tec/tno/ogir, pp. L3, 14.

C\. supra, pp. 30 y ss. ::l r'6

Cfr. Lrnot-GóunnrrÑ, ?p. cit,, p, 18. LÉvr-Srn^uss, habla con mucha razón de uinestabilidad lógica de un objéto -"nirf".turadon, ,i;.-Io pensáe ioorigr, p. tgg. tJ7 L'Hornme et Ia matiére, pp. 16l y ss.

47

rialismo compleramenre intelectual fundado sobre afinidades aparenres. Los obieios no son finalmente, como anota el tecnólogo "tt más

que complejos de tendencias, redes de gestos. Una vasiia no es más g.te la mat erialtzación de la te nde ncia gene ral a conte net los fluidos, sobre la que vienen a converger las tend?ncias secundarias del modelado de la aicilla o de I corte de-la made ra o de la cortez^: .,Se tiene algo así como una red de tendencias secundarias que cubren numerosos obietos al parricularizar las tendencias generales.,, Por eiemplo, llt tendencias a , a ..flotarrr, a ..cubrirr, 1 articulatizadas por las técnicas del rraramiento de la cortez^ dan el vaso , la barca o el techo. Si este vaso de cort ez^ esrá cosido, implica inme diatamente otra separación posible de tendencias: coser para contener da el vaso de corteza, mientras que coser p^fa vestir da ei vestido de pieles, coser para a\giar,.la casa de tablas cosidas'1". Esta udoble entrada)> que proponen los obietos concreros oro rga,,por ranro, una gran libertad a la interpretación.tecnológica de los,rt.nrilios. Este carácter de polivalencia de interpretación se acenLos objetos simbólicos, más tuará más en las tras sino que constituye.n redes aún que los utensil e en el árbol: por eiemplo, dondé varias domin puede ser, como veremo5 rrr0, símbolo a la vez del ciclo estacional, y iambién de la ascensión vertical; la serpie nte está sobre determinada por el rragamiento, el ouroboros, y los temas resurreccionales de la renovación,-del renacimiento: el oro es a la vez color celeste y solar, pero

te soro de la ietirnidad. Mucho más: obieto simból constataremos que el sione s de se ntido, o al menos a r procesos de doble negación: co do., la barca-cofre que e ncie rra duras que se convierte en maestro atador, etc Bta compleiidt_d básica, esra complicación del objeto simbólico, justifica nuestro método que es partir de los grandes gestos reflexológicos para desembrollar las redes y ios nudot quá constitry.n las fijaciones y las proyecciones sobre los ob-

también quintaese ncia oculta,

i""i*'i:;'?;:X.'JT:JJ;:;;.

nos vienen dados por ra renexo togia desarrollan y- orientañ la representación simbólica hacia materias de predilección que no tie nen más que leiana relación con una clasificaiiO.t ya demaiiado racionalizada en cuatto o cinco elementol. Y según la eclación que establece Leroi-Gourhan: Fuerza + materia -- herrart8 Op.cit.,p.3lo. tte Cfr. op. cit., pp. 340 y ss. 160 Cfr. infra, pp. -J2-l v ss.

,

16l LÉvr-Srnnu'sd ha insistido en el carácter no sustantivo y uepitético, de los grandes , PP: 76-79), Pero nos axiomas de clasificación del pensamiento ..sa uando es-cribe.que uel parece que va demasiado leJos en su prude ^principió s los cualificativos son de una clasificación no se postula a

priori clasificables. 48

mienta t6t, diremos que cada gesto apela a la vez a Ltna materi a y a una técnica, suscita un material imaginario,y si no una herramienta, al menos un utensilio. Así es como el primer gesto , la dominante postural, exige materias luminosas, visuales y técnicas de separación, de purificación, cuyos frecuentes símbolos son las armas, las flechas, las espadas. El segundo gg:lo,-vinculado al descenso digestivo, apela a las materias de la profundidad: el agv o !^ tierra cavernosa suscitan los utensilios continentes, las copas y los cofres, e inclina a las ensoñaciones técnicas de la bebida o del alime nto. Por último, los gestos rítmicos, cuyo modelo natural realizado es la sexualidad, se proyectan sobre los ritmos estacionales y su coft:jo astral anexionándose todos los sustitutos técnicos del ciclo: tanto la rueda como e I torno, tanto la mante quera como el encendedor, sobredeterminan cualquier frotamiento tecnológico mediante e I ritmo sexual en última instancia. Nuestra clasificación tripartita concue rda, por tanto, entre otras, con una clasificación tecnoló gica que discierne los útiles percutientes y contundentes por un lado, y los continentes y recipientes vinculados las técnicas de la excavación por ^ otro; por último, las grandes prolongaciones técnicas de esa herramienta tan valiosa que es la rueda: tanto los medios de transporte como las industrias del textil o del fuego. Asimismo, a ese entotno tecnológico inmediato se puede re inte grar lo que Piaget trri ll2¡¡a los y que no son nada más que las relaciones, caras a los psicoanalistas, del individuo y de su medio humano primordial. Como una especie de herramie nta, en efecto, es como aparecen el padre y la madre en el universo infantil, oo sólo como herramientas con una tonalidad afectiva propia según su función psicofisiológica, sino también herramientas rodeadas a, su vez de un cortejo de utensilios secundarios: en todas las culturas, el niño pasa n turalmente del seno materno a los diferentes recipientes que durante el destete sirven de sustitutos del seno. Asimismo, si el padre aparece la mayoria de las veces como obstáculo ac.aparador de la herramienta nutricia que es la madre, es venerado al mismo tiempo como una manifestación envidiada del poder, cuyos atributos son las armas, los instrumentos de caza y de pesca. Nos encontramos, pues, con que es económico integrar las motivaciones del medio familiar en las motivaciones tecnológicas. Piaget ha tenido cuidado de subrayar, por otra parte, eue estos se salían de la demarcación de simples esquemas personales y constituian ya especies de categor'!as cognitivas. uEs evidente el psicólogo-tuo qr'r. el inconsciente afectivo, es -escribe decir, el aspecto afectivo de la actividad de los esquemas asimiladores, nada tiene de privilegiado desde el punto de vista inconsciente: sólo el halo místico que rode a la intimidad de la person a ha podido engañar a 162

f¡¡gl-GounH lN, op. cit,, pp. 33r, 332. cit., pp. 8g,9j, 100. Cfr. Pl.rc¡r , Fornz. symb., p. 222. 164 Pl.ac¡t, op. cit,, p. 223. 163 Cfr. op.

49

los psicólogos a este respecto., Sin ir hasta esa toma de posición contra el psicoanálisis y sus motivaciones personalistas, reconocemos sin embargo que los personajes parentales se deian clasificar singularmente en los dos primeros grupos de símbolos definidos por los refleios posrurales y digestivos. El enderezamiento, el equilibrio posrural irá acompañado la mayoria de las veces de un simbolismo del padre con todos los armónicos

, tanto edípicos como adlerianos,

como, por eiemplo, el ejecutivo, el legislativo y el judicial en el seno de la función real, ¿no serían la señal de un acuerdo óptimo entre las aspiraciones biopsicológicas y las intimaciones sociales ? Si nos permitimos extrapolar la tripartición dumez iliana, es porque nos parece que converge en numerosos puntos con la repartición psicotecnológica que hemos tomado como base de uabaio. Es más, esta converge ncia nos permitirá dar cuenta de ciertas relaciones entre ritos y símbolos de las diferentes funciones, relaciones que han permanecido misteriosas e inexplicads en Du mézilt66. Hay que señalar, sin embargo, que la tripartición reflexológica no recubre término I término la tripartición duméz iliana: el primer grupo de dominante postural subsume, como veremos, las dos primeras funciones sociológicas que son la reale za baio sus dos formas y la función r6t G. DuuÉ2l1, Indo_Europ., pp. 40-47. f,f¡. op , cit, , p . 3r9 .

t0

tición sociológica y simbólica

caÍ

cerca de las biparticiones habitual

Que puede compo rtaÍ ,

mientras que la mujer y la madre se verin anexionar por el simbolismo digestivo con sus armónicas hedonísticas. Sea como fuere , la clasificación que nosotros proponemos tiene el privilegio de inte gra;r, junto a la tecnolo g1a, la clasificación sexual y parental que los psicoanalistas dan la mayori^ de las veces a los símboioi. Todavía aparece una notable concordancia entre las tres catego Í'tas simbólicas definidas por la reflexología y las tripartición y bipartición funcionales tal como las consideran Piganiol y Dumézil. Es preciso entendernos bien, porque podrían acusarnos de extrapolar considerableme nte conclusiones sociológicas que no se aplican, eo esos dos autores, más que a los indoeuropeos o incluso nadamis que a los romanos, pero si las ües funciones dumézilianas o las dos estradficaciones funcio nales de la Roma antigua, según Piganiol, no se encuentran netamente en offas culturas, es simplemente porque sociológicamente están más depejadas. ¿No reconoce explícitamente Dumezilt6' que es potque laS civilizaciones indoeuropeas han sabido discernir y reforzx la tripartición funcional, por lo que han alcanzado una supremacia y un incoYnparable equilibrio sociológico? ¿No puede concebirse que el triunfo temporal de las civilizaciones indoeuropeas, y de Occidente en particular, sea debida en gran parte ala adecuación armoniosa, eo los grandes períodos de la historia, enffe las funciones sociales y los imperativos biopsicológicos? La diferenciación de las funciones y luego, en el seno de esas funciones mismas, la discrimin ación de poderes bien definidos,

t66

guerrer?, es Ia segunda dominante reflexológica la que integra la ter{ cera función nurricia que establec

últimas dominanres refleias. Cono es nada contradictoria con la interpreración funcionalr>. Tampo-

mit doe

I como la concibe Piganiolrr,s,

per-

a del dominio del rí-botismo in-

o constatado por .t trirroriador en las ^ de la historia romanos, .le ."si todos los pueblos se abre con el Abel y del labrador caín,>r('e. plir princiiio en rór .linos, en e enr . Tnbaios tan diversos como iganiol resaltan siempre esra fundamental b Przyluski ., ya lo hemós observado s5 lp ingenia pa? encontrar un_ paso Lvolutiío de un término al otro i de iustificar.a.si la. supremacia d¿ Abel sobre por

. .

costumbres y los hábitos

17

Cain

r

último, .o-o

veremos, la bipartición y I? tripa-rtición coinciden con la repartición del espacio sagrado tal como Sousielle la ha descubierro enrre los -riI"ot mexicanosrT2: aspecto polémico y guerrero de las divinidades del Ntrte y del.Sur; aspecto vencedor del sol"naciente, del ¡it.; rtf..ro misterioso e involutivo del Oeste; p-ol ú or y sintético del Centro del espacio , abarcan bien los reflejos ¿oini_

nantes: polémica

y sarsarz son, e

tural, iávol".iOn

tiva;. por último, el Cenrro paquilibrio de los contrarios. establecer el principio de nuesrro notables convergencias de la reflexologia, d.e la. tecn ologra y de la sociolo gia, se funáari a la vez sobre una amplia biparticióñ entre dos,, Regírien¿s del simbolismo-,- .f - l"o

diumo, ef orro nocturao,

y sobre

h lripardción

reflexofOgl.r.

H;;;,

optadci por biparti.iéí de esta clasific ación empírica de las conver"tt1 por dos razones: en primer lugar, como acabamos qengia¡ arquetípicas de indicar, porque este doble plan a la ie biparti"to y tripartito 1.ro ., 167 168

Op. cit., p. lgl. Cfr. PlcANIoL, o.p. ci(.,p.93. Cfr.

e_n Ar,uN, en préliminaires, pp.g6y ss., 100 y ss' , 132 y ss., una división bastante parecida enrre las , de r82. Desde luego, Iung insiste sobre todo en-el caricter colectivo e innato de las imágenes prirñordiales, pero sin entrat en esta metafisica de los orígenes y sin adirerirnos a la cieencia en usedimentos mnésicos> acumulados en el curso

de la filogénesis, podemos hacer nuestra una observación capital del psicoanalista que ve en estos sus

tipos del estadio prelim iner , la primar la imagen ., la idea no sería del arquetipo imaginaúo, eD un dado. Lo que explica a la vez que racional, está mucho más some tid ción racional que influyen fuertem

le procura expresiones conformes estaría dado, pot tanto, ante rent representativo, r.r motivo arquetípico; el lo qug explica asimismo que el^racionalismo y los pasos pragmáticos de las ciencias iamás se liberen complemmente del halo imagiñario, y que todo racionalismo, todo sisop. cit., p. L37. Cfr. JuNc, Types psycb,, PP. 387, 454 y ss. Pare nosoffos, por el contrario, los grandes sustantivos no son más que_ secundarios en relación a los esquemas nverbalesn.

tema de razones lleve en sí sus propios fantasmas. Como dice Iung,

y , , .,día>, ,.solrr, están , , , >. En todos los casos se tÍa,ta,, por tanto., del esquema muy general de animación doblada de angustia ante el cambio, ta partida.sin-lelol1ro _y la muette. Estas significacrones vrenen a polarizatse en la divinidad psicopompa y guardiana de los infiernos Hécate, diosa de la hlna negra y de las tinie blas, fuertemente hipomorfa, súcubo y pesadilla ala que Hesíodo38 hace patrona de los jinetes, dueña de la locura, del sonambulismo, de los sueños y especialmente de la Empusa, fantasma de la angustia nocturna. Más tarde , Hécate será confundida en el panteón griego con Artemis, la ), en Bull. soc. prebist, fraog., t. LV, fasc. 9, p. ,L7. 69 Cfr. el chino nghenr, la tierra. 70 Cfr. KRAPPE, op, cit., p. 86.

74

7'

pp. 162-163.

I

7r es

el monstruo de Shiva o de Kali Durga, es decir, de la fase destructora del tiempo. A través del simbolismo teriomorfo, el astro ;;'-5sl o luna- no es tomado más que como símbolo del tiempo; el 'tli , Surya védico; el fu]-\[-eg¡o, es también llamado > como en Asur el i"' dios Toro es hijo del sol, así como Freyr, el Gran Dios de los escandinai:'-- ,vos 72. Las significaciones acuiticas son las mismas para, el toro que para I el caballo: el toro de las aguas existe en Escocia, en Ale mania igual que en los Países Bálticos. Aquelao, dios del río, tiene una forma taurinaTt; Poseidón conserva la form a asiinica de I toro, y bajo este aspecto es como se manifiesta a Fedra en la tragedia de Eurípides o de Racine 74. Por Nandin

f

ahi es por donde h^y que explicar

el

carácter cornudo de numerosos

ríos: el Tíber de Virgilio, como el Eridan o el Océano griego tie nen cabezaraurina. Monstiuo de las aguas furiosas, el toro tiene quizi la misma etimología que nuestra TarascaT'. Tarascón da, en efecto, Tarusco en Strabón y Tanrscus en Ptolomeo. Y DontenvilleT6 subraya con ello el isomorfismo ctónico-acuático del símbolo raurino. En cuanto al toro t7 del trueno , nada es más universal que su simbolismo: desde la actual Ausualia ala antigüedad fenicia o-védica se encuentra siempre al toro vinculado al desencadenamiento atmosférico. Como el - es, con sus auxiliares los Maruts, el poseedor de Yaira, el rayo.

al tóro del rayo e Indra

rI

;

I

Todas las culturas peleorientales simbolizan el poder meteorológico y destructivo por el toro. Los sobrenombres sumerios de Enlil significan: , .,Amo del huracánr>, >, cuya paredra es Ningalla . El dios Min, prototipo del Ammon egipcio, es calificado de toro y posee el rayo como atributo, su paredra es lavaca Hator; por último, Zeus tonante rilpta a Europa, se une a Antíope y tratr- de violar Deméter baio la forma de

^

un tofo fogoso 7e.

Constatamos, pues, el estrecho parentesco del simbolismo taurino con el simbolismo ecuestre. Es siempre una angustia lo que motiva uno 7r Cfr. H. Zlrrlrrl¡n, Mytbes et symboles dans l'art et la ciuilisation de l'Inde, P. 71; cfr. KnaPPE,, op, cit., p. 82. 72 Cfr. Kn.rppq, op, cit., p. 87. 73 Cfr. P. Gruu.,ri, op. cil, 74 Cfr. Kn,rppl, op, cit., p.20L. 75 Cfr. DoNTErwrrrF, op, cit,, p. l3r. Cfr. L. DuuoNT, La Tarosque, p. 101. 76 Dovr¡rwytr, op. cit., p. 138. 77 Cfr. Éu,ron, Traité, pp. s1-88. Rig Vedo, 11,34-2; VII ,59-9. 78 79

At, Veda, XII, l,

6.

Cfr. ÉuaDE, op. cit., p. 88. 76

y otfo, y huida del

la

ii:'

gustia e st la muerte, la guerÍa, la inundación, la fuga de los astros y de los días, el grüñido del trüeno y del huracán. . . Su vector eseniial és e I esquema de [a' enimación . Caballo y toro no son más que símbolos, culturalme nte soprendentes, que remite n a la alerta y a la fuga d.J animal humano ante lo animado en general. Es"lo"que explica que estos símbolos sean fácilrnente"intercambiables y que puedan siempre , en el Bestiario, darse sustitutos culturales o geográficos. Krappetn observa que los astros diremos el curso temporal de los astros- adoptan numero-nosotros formas animales: perro, morueco, jabali, mienrras que Eliade tt sas observa que Vereth fagn4 el Ind ra iranio, aparece en Zararusrra indistintamente bajo forma de semental, de toro, de chivo o de iaball. En últi-

ma instancia se puede comprobar con Langton t' que la creencia universal en las potencias maléficas está unida a la valorización negativa del simbolismo animal. El especialista de la demonologia constata que numerosos démonios son esp-ritus desencadenados de animales, espec ialmente de animales temidos por el hombre, o incluso de criaturas híbridas, mezclas de parte de animales reales. En el Antiguo Testamen-

to se pueden

encontrat muchas

hue

llas de esta

de

monología

teriom orfa.$ . La demon ologia semítica nos da todas la variedades de la teriomorfia. En primer lugar los Se'irirn o demonios velludos, como en las creencias babilónicas, árabes y hebraicas que vez más -una 84nos encontramos con las ambivalencias señaladas por Dontenville fueron objeto de adoración entre los asirios, los fenicios e incluso los

hebreos. El sentido corriente de la pa,labra sa'ir (plural) st'irim es, según Langtoo 8r, boue y etimológicamente el uvelludo>. Azazel, el gran chivo de la gran tradición cabalística, era- el iefe de los Se'irinz86. Forman el cortejo de estos demonios velludos los Ciyyim, , que frecuentan el desierto; luego los Oc/tin, .,los aulladores)>, que pueden emparentarse con Ahu, el chacal asirio, o también con los búhos. Veremos que los avestruces, los chacales y los lobos son las otras encarnaciones semíticas de los espíritus nefastos, pe-

ro estos animales nos llevan a examinar otÍa implicación de los símbolos teriomorfos que vienen a valorizar más aú,n en un gesto negativo el 80

4R^lrrr, op. cit,, p. 87. 8r Éu.ro¡, Traité, p. 84. 82 L¡,NcroN, op. cit., p. 229.

83

Isa'al XIII, 21, y XX)ilV,

14.

84 Cfr. supzd, p. 66. 8t L¡,NcroN, op. cit., p. t0. 86 Sobre Azazel y el Chivo emisario, cfr. L^rNGToN, op. cit., pp. J3 y ss. Se puede encontrar la misma teriornorfia demoníaca en la mitologiade los iñáios Aimara y i Hermoso espécimen de pesadilla en la que el ambiente terrorífico parece motivado por ese arquetipo tan importante , por ese abstracto espont áneo tan ne gativamente valorizado e n e I hombre y que constituyen las !-in:sblas. Los prióaiagnostica¿Oteé qüülthzan el Rorschach conocen bien el ) provocado por la presentación de la plancha IV: r(rtt. El agva se convlerte incluso en una directa invitación a morir: de estinfálica que era, se dia minuciosamente las epifanías del monsttuo a través de la toponi' mia céltica. El Dragón tiene r8l. Es en este contexto de tristeza, cuyo signo psicológico son las

lágrimas, donde se imaginan ríos y estanques infernales. El sombrío Stix o el Aquerón son moradas de tristeza, la mo rada de la sombras de pesadilla. Baudouinl84, analizando dos sueños de niñas relativos al ahogamiento, observa que están acompañados de un se ntimiento de algo incompleto que se manifiesta por imágenes de mutilación: el Cerbero es, como vemos, el vecino inmediato de Cocito y de I Stix, y el > está contiguo al río de la muerte. Es lo que aparece muchas veces en Hugo , para quien el interior de la mar, donde numerosos héroes terminan sus días mediante un brutal ahogamiento los de Les Traaai//eurs de la mer y de L'Homnze qui rit-, se -como con el abismo por excelencia: , uanálogo confunde de la nocher>, Koceano flox>t, donde los bocetos de vida, las larvas ((se i

I

dedican a las feroces ocupaciones de la sombra

Otra imagen frecuente, y mucho más importante en la

cons-

' telación del agua negra, €s la cabellera. Esta última va a inclinar insen, siblemente los símbolos negativos que estudiamos hacia una feminización lanad4 feminizaciln que se verá reforzada definitivamente por ese agua femenina y nefasta por excelencia: la sangre menstrual. A propósito del ucomplejo de Ofeliau, Bachelard186 insiste en la cabellera flo'-tante que poco a poco contaminala imagen del agua.Lacrin de los caballos de Poseidón no está lejos de los cabellos de Ofelia. A Bachelard no le cuesta mucho mostrarnos la vivacidad del símbolo ondulante en los autores del siglo XVIII, como en Balzac, D'Annunzio o Poe: este último

sueña con ahogarse en un >r87. Podríamos añadir que es la misma composición la que inspiran las trenzas de Me lisenda o la de La Mucltacba de los cabellos de lino, pero también los múltiples Refleios en el agua que pueblan la obra del canror de La Mer, Bachelard, en una perspectiva dinámica, subraya que no es la forma de la cabellera lo que suscita la imagen del agua fluyente, sino su movimiento. Desde el momento en que ondula, la cabellera entrañala imagen acuática,, y viceversa.Hay, pues, una reciprocidad en este isomorfismo, cuya bisagra forma el verbo .,ondularrr._La*g¡d-a_es__la anjmación -tntirna d;l agul- Es también la figura del ieroglffi;gip¿io más ahtiguo, eue se encuentra asimismo en los casos neolíticosr88. Además, anotemos de pasada y sin tomarlo demasiado en serio, que la noción de onda en las ciencias físicas, cuyo signo es la ondulación sinusoide, se apoya en la ecuación de la frecuencia y viene a recordarnos que es rambién el tiempo el que regenta las ondulaciones en el laboratorio . La onda del físico no es más que una metifora trigonomét rica. Asimismo en de la cabellera esti figlda al tiempo, a ese riempo irreil pasado rsí ¿No ténemos en Occidenre ..r^.rosas ares que hacen con los bucles de la cabellera talismanes

obstante es más difícil dar cuenta de forma directa de la fem inización de la cabellera, porque sólo en Occidente la cabellera es patrimonio del sexo femenino re2. Sin embargo, antes de adentratnos por la via de la verdadera explicación, es decir, del isomorfismo que une por los menstruos la onda con su símbolo piloso por un lado. y con 11 feminidad por otro, hemos de detenernos en una convergencia secund aria en la que vamos a encontrarnos con el espeio sobredeterminado por la onda y la cabellef?te3 Porque el espejo no sólo es procedimiento de redoblamiento de las imágenes. del yo, y p9r. tanto s-rmbolo del doblete tenebroso de la conciencia, sino que también está vinculado a la coqu eteria. Al parecer, el agua constituye el espejo originario. Lo que nos sorprende tanto como

-,,

187 188

r82

r8l

cor*r

aes'

P' 89'

,13

o!,llif: ::'::,'n3tr3i:1ffi'"f i:if""J

19r

184

s

189 190

el ogro

18t Cfr. BauooulN, V. Hugo, p. I47; cfr. Trauail/eurs de lA nzer,I, cap. VI. t86 B,¡6¡1E[ARD, Eau et réuis, p. f f a

92

192 193

93

I

el simbolismo lunar en las imágenes que Bachelard '')a pone _de manifiesto en foachim Gasquet o en ¡.rles Laforgue, es que el refleio en el agu^ va acompañado del complejo de Ofelia. Ivfirarse es ya un poco oT.[26. y párticipar en la vida de las sombras. La etnografia viene la poesía: entre los Bambara, el cuerpo del una vez Áai

^.onfirrttrr el dya, es uli sombra sobre el suelo o la imagen en el doble femenino, aguz.>>. Para remediar-el vuelo siempre nefasto de su sombra, el bamba,íh^recurrido al espejo acuático,..se mira en el a,gua de una calabaza, y luego cuando la imagen es nítida la revuelve movie ndo e I recipiente, io qí. envía al dya bá¡o la protección de Faro (el dios benéfico),r'ut. Ahóra bien ,la cabellera esrá vinculada al espeio en toda la iconografia del utocado> de diosas o de simples mortales. El espejo es, eo numerosos pintores, elemento líquido e i-nquietante. De ahi la frecuencia en Occidente del rema de Susana y lof aiefos en el que la cabellera desuenzada se une al refleio glauco del a.gua,:-.como en Rembrandt, qu9 repitió cuarro veces ese mouvo, y como én Tintoretto, donde se allan el carne , la preciosa cabellera, el espeio Este tema nos remite a dos mitós de la nos detendremos un instante porque su za de las imágenes míticas engend rada quemas y de los arquetiPos. plícito: es el de Narciso, her la compañera de Diana, y al

,dorrro femeniflo, la

y la onda.

los que la fuer'

los es-

frir la metamorfosis mortal del esp Acteón donde vienen cristaliza ^ nocrur na y temible. Acteón sorprende el aseo i dispersos de la feminidad I, de ia diosa que , sueltos los cabello!, se baña y se-mira e1 l1 aguas pro' ,'fundas de uqa grxw¿susada por los clamores de las Ninfas, Artemis, tl" diosa lunar, meramorfosea a Acteón en animal, eo ciervo, Y, dueña de los perros , lanza la trailla al encarne. Acteón es desped azado, lacera'

do, y sus restos dispersos

s

s

Sombras que frecuentan las elementos simbólicos de la Nada falta en él: teriomorfia en

s

' s

matización strofe. Nos

a la muier de la Lore-

lei, viene a sustituir con su hasta aquí al anim al raPaz

femin

Lo que constituye la irremediable feminidad de I agua es que la liquidez. es e I elemento mismo de los menstruos. Puede decirse .qle el arquetipo del elemento acuático y nefasto es la sangre rnenstrua/. Es lo que confirma la frecuente relación, aunque parezca- insólita al principio, del agua y de la luna. Éliade r()- explica este constante isomorfismo, por bio debido a que las aguas están sometidas al fluio. lunar; por otro,"qdebido a que por ser germinativas se relacionan con el gran símbolo agrario.que es la luna. No nol ocuparemos más que de la primera afimación: las aguas están vinculadas a la lu¡a porque su arquetipp es menstrual; en cuanto al papel fecundante tanto de las aguas como de Iá'lüñá-;-ñb es más gue un efecto secundario de esta motivación primordial . La mayor parte de las mitologías confunden las aguas y la luna en la misma divinidad, tanto los iroqueses y los mexicanos como los babilonios o en el Ardvisüra Anáhita haniles. Los maoríes y los esquimales, así como los antiguos celtas, conocen las relaciones que existen entre la luna y los movimientos marinos. El Rig Veda afirma esta solidaridad entre la luna y las aguas r')". Pero pensamos que el historiador de las religiones200 se equivoca al no buscar a este isomorfismo otra explicación que la cosmol6gica corriente. Porque vamos ver que baf o el ^ simbolismo lunar convergen dos temas que van a sobredeterminarse recíprocamente, inclinando este simbolismo entero hacia un aspecto nefasto que no siempre conserva . La luna está unida indisofublemente a la muérte y alafehinidad, y es por la feminidad por la que se vinculq al sirnboüsno acuático. \ En efecto, tendremos ocasión de volver ampliame nte sobre este I tema20r: la luna aparece como la gran epifania dramática del tiempo. Mientras que el sol permanece semejante a si mismo, salvo durante Íaros eclipses, y que no se ausenta más que un corto lapso de tiempo del paisaie. humano,la luna es un astro que crece , que mengua, que desaparece, uo astro caprichosg que parece some tido a la temporalid ad y a la muerte. Como subraya Eliade2o2, gracias a la luna y a las lunaciones se mide el tiempo: la raiz indoaria más antigua que se refiere al astro noctutño, ffi€, que da el sánscrito nzal el avéstico rna/t, el rnená gltico, el mene griego y el mensis latino, quiere asimismo decir medir. Por esta asimilación con el destino, la ..luna negra)> está conside rada-l a mayor parte del tiempo como e I primer muerto. Durante tres noches se borra y desapatece del cielo,y los folklores imaginan que entonces está engullida por el monstruo203. Por esta raz6n isomorfa, numerosas divinida-

r atribuido r97

.

198

r94 Cfr. B,TcHELARD, fua et réaes, pp. 120-121. rgt DrcmnuN, op. cit., p. ,9. 196 Cfr. P. Gnlu¡.r, Diciionnaire, artículos , qActeónp. El tema del odoble> subyace en toda la leyenda de Acteón: el centauro Chirón modela una estatua a imagen de Acteón para consolar a los perros desesperados por haber devorado a su arno.

94

cfr.

B,IcHELARD,

L'fuu et /es réues, p. 1ll.

I48; p^r^ los mexicanos la luna cit., p. 26 y ss.

151; KRApp¡, op. cit.,

9'

es

hija de Tlaloc, el Dios

p. L66; HanorNG op. cit,, p.t7.

des lunaes son ctónicas y funerarias. Tal sería el caso de Perséfone; de Hermes y de Dionysos. En Anatolia, el dios lunar Men es también el de la muerte, y lo mismo el legendario Kotschei, el inmortal y maligno genio del folklore ruso. la luna es consid erada a menudo como el país de los muertos, tanto entre los polinesios Tokalav, entre los iranios o los griegos, como en la opinión popular de Occidente en la época de Dante 20a. Más notable es aún desde el punto de vista de la convetgencia isomorfa esta creencia de los habitantes de las Cótes-du-Nord, según la cual la cara invisible de la luna oculta unas fauces enormes que sirven pura aspirar toda la sangre veftida en la tierra. Esta luna antropófaga no.es rara en el folklore euroqeo20t. Nada hay más temible para el campesino contemporáneo que la famosa .,lu na roiar> o 23'. Por ahora no nos ocupamos más que del sentido fundame ntal, que es negativo, del lazo de las divinidades atadoras. Éliade

Cfr. P. RrccuR,op, cit., p. t44,el

Oseas, VII

, L2i Ezequiel,

de la muerte lunar, es el símbolo perfecto del agu a, negra. En la mayor I parte de los pueblos, la sangre menstrual, )¿ luego cualquier otra sangre , es tabú. El Leuítico2'14 nos enseña que la sangre del flujo femenino i es impura y prescribe mrnuclosamente la conducta que debe seguirse durante el periodo menstrual. Entre los Bambara, la sangre menstrual

el testimonio de la impureza de la Bruja-Madre primitiva MoussoKoroni y de la infecundidad momentánea de las mujeres. Es ula prohibición principal de las potencias sobrenaturales creadoras y protectoras de la vida,>2at. El principio del mal, el wAnzo, ha penetrado en la sangre del género humano por una circuncisión original hecha por los' dientes de la ogresa Mousso-Koroni. De ahi la necesidad recíproca de un sacrificio sangriento, excisión o circuncisión, a fin de libe rar al nino Í de su utanzo24('. Es de observar que este tabú imperialista tiene un carácter más ginecológico que sexual: no sólo en la mayoria de los pueblos las relaciones sexuales están prohibidas en periodo de reglas, sino que también está prohibido permanecet en el entorno de una muier i con las reglas. En las épocas menstruales se aísla a las mujeres en chozas, y la muier no. debe tocar siquiera el alimento .que absorbe. Fn, nuestros días aún, los campesinos europeos no permiten a una mujer > tocat la mantequilla,la leche, el vino o la carne , por miedo a que estos alimentos se vue lvan impropios p"ra e I consumo. Prohibiciones semejantes pueden verse en la Bib/ia, eo las leyes de Manú o en el Ta/mud247. Este tabú es esencial, y Harding2as nota que el térmi.3 no polinesio tabú o tapú está empare ntado con tapa, que significa . El famoso lYaÁan de los Dakota significa asimismo . Ella es la impureza y la infidelidad que traiciona al demiurgo Pemba y udejando de cooperar en la obra de creación, comienza a pefturbarlarr2tt. Expulsada por el creador, se convierte en furia , y la violencia sanguinaria de sus actos determina en ella la aparición de los primeros me nsttuos. El Bambara reúne menstruos, sadismo dentario y locura nefasta en una atractiva f1rmula: ..la sangre salió de Mousso-Koroni en el momento en que ella circuncidó con las uñas y los dientesr> 2ie. Desde entonces mancha cuanto toca e introduce el mal en el universo, es decir, el sufrimiento y la muefte. Se la representa baio los rasgos de una bruja demente, vieja vestida de harapos, calzados los pies con sandalias descabaladas tto; es Tántalo quien, después de haber osado hacer devorat la carne de su hiio Pelops a las divinidades del Olimpo, es engullido en el Tirtaro. Es Faetón, friio del sol, quien por haber usurpado las prerrogativas parernas, es fulminado por Zeus, luego precipitado contra la dura tierraj son lxión, Belerofonte y muchos otios los que terminan sus días en la catástrofe de la caida. Con cierto matiz, es Atlas, aplastado eter' namenre por el fardo rerrestre, héroe de la lucha pgr la verticalidad2Tr. Un her-óro isomorfismo catamorfo nos es proporcionado por la mito' logia del antiguo México. Mictlantecutli, el dios del infierno del Norte (Iriictlán), .r Il"-ado Tzontemoc, , io¡¡o el sol poniente, el sol negro. MiCtlanteculli está acompañado de sus animales^ familiares: la lech uza y la araña, es el patrón del dia de la semana así como del día . El Norte. morada de los infiernos y sede del sol , es asimismo el país negro ,la-región del frio, del infiern o2i2. EsK.-i.ema'dg.. arece como el signo del

cestigp y se v9 mUlfiplicadO",,g{l-

u-lra

I

I.

! ltl

I

,.Sg)z*B"ihliar)a'-M+reFtc,€s'Gl.resultadu

TE, Psyclt,, p. 99. 27L Cfr. B¡cHELARD, pp. .tól-366. 272 Cfr. SousrELLE, L¿-Pensée cosmologiqae dqs anciens Mexicains,

) en una

BoN,TPAR'

interpret-A.Sl-o,."9_pu-

"ffiáíar.

274 275

I; VII,2; IX, II; cfr. Apoc., IX, f¡¡6ToN op. cit., p. 2L7.

1.

Cfr. KnaPPE, op. cit., p. 287 . 276 Cfr. L¡,NcroN, op. cit., pp. 144, L47.

277

pp. ,t-62-

"

menstru6'3ütI ""á' meriudo

27t Henoch, VI,

M.

!n&*+s""^/.\ '

tamorfo se une En numerosas tradiciones, a este otra consecuencia que confirma el carácter antagónico de la luna nefasta y las aspiraciones humanas y que amena za con hacedo zozobrar (co-

d, es lo que acabamos

267 Cfr. B.TcHELARD, I^a Tene et /es réueñes de /a uolonté, Pp. 3t0, 400. 268 !¡6HELARD, op. cit,, p. 3r2. 269 B¡cHELARD, op. cit., pp. )44-346; DssotLLE, op, cit., p. 113. 270 Cfr. D¡L, k-Symbollsme dans la mythologie grecqae, PP.64y ss.y

106

,,1

por prorc.tipo,-se epido: r^ por se ve a Ahrimán haber intentado asaltar los cielos, y su calda hacer un precipicio que habitará en el futuro el Príncipe de las Tinieblas. Como bien han subrayado los etnólogos27t, este esquema de la caida no es nada más que el tema del tiempo nefasto y mortal, moralizado en forma de castigo. Se introduce en el contexto físico de la caida una moralizaciín e incluso una psicopatología de la caida: en ciertas apocalipsis apócrifas, la ca=tda es confundida con la .gosesión> por el mal . La calda se convierte entonces én el emblema de los pecados de fornicación, de celos, de cólera, de idolatrla y de asesinato276. Pero esta moralizaciín se desarrolla sobre un fondo temporal: el segundo árbol del jardín del Edén, cuya caida será determinada por el consumo del fruto, no es el del conocimiento como pretenden lecturas recie ntes, sino el de la muerte. La rivalidad entre la serpiente, animal lunar, y el hombre, parece reducirse en numerosas leyendas a la rivalidad de un elemento inmortal, regenerado , capaz de cambiar de piel, y del hombre caído de su inmortalidad primordial. El método comparativo nos muestta que el papel de robador de inmortalidad lo tiene asimismo la serpiente en la epop eya babilónica de Gilgamesb, o en una leyenda, parásita de la de Prometeo, del compilador Elien 277. En numerosos mitos, es la luna, o un animal lunar, quien engaña al primer hombre y ttueca el pecado y la caida por la inmortalidad del hombre primordial. Tanto entre los caribes como

Citado por Knanyn, op. cit., pp. 288-290. Mytb., p.79; KR,tpp¡, op. cit., p.204.

278 Cfr. V¿,N Grmpp,

r07

Se desemboca

'

I 1 1

í

La mujer, de impura que eÍa por la sangre -mensresponsable del pecado original. En la Bibliaz:",, provoque directamente la menstruación,.oo. por no la serpiente aunque -su ja de provocar consecuencias ginecológicas: de nción interve ello uMultiplicaré los sufrimientos de tu embarazo, parirás con dolor.u Otras tiadiciones 280 son mas explícitas: entre los algonquinos, igual que enrre los indios, las mujeres tienen las reglas para expiar una falta. Esta femini zación de la calda moral se encuentra de nuevo en las tradiciones tanro amerindias como pe rsas, esquimales, rodesianas o melanesias, nutre igualmente el mito-griego de Pandora. Pero h?y.que insistir e n el conrrasentido sexual que puede resultar de esta femini zaciln de la ca'r' da. Krappe, siguiendó a Baule y aFrazeÍ281 , no hace de esta sexualizabrías y -.rÉd./-^€^.L4

dS_ la.^Se--qgl*q,.

t"ff;IG"loñui.rte?n

ción más que una lectura tardla debida a un teólogo moralista. En efecto, como hemos observado propósito de la feminidad lunar y

^ de la caida sólo primitivame nte mensrrual, [a simb olización feminoide parece escogida por Íazones de fisiologia ginecológica y n-o p9r razones sexuales. Eñ cieitas culturas hubo un desplazamiento del fenómeno mensrrual hacia consideraciones de moral sexual. Se ha sustituido e I conocimienro de la muerte y la toma de concie ncia de la angustia temporal, como catástrofe fundamental, pot el problema más anodino del ((conocimiento del bien y de I mal> que poco a poco se ha sexu alizado burdamente. Esta inflexión hacia la sexualidad ha sido introducida e n una época relativamente reciente, baio la influencia de una corriente ascética pesimista que parece venir de la India y haberse esparcido en gran parre de Oriehte Próximo antes de llegar a Occidente. Se maniñesta-en el orfismo, en los escritos milesios, por último en el platonismo. La Iglesia no habia hecho más que heredar, a uavés de San Aggtrín, la fo6ia sexual de los gnósticos yde los maniqueos2tr2. Esta modifies una triviali zaci6n- del esquema de la caida original cación -que en un rema moral. y carnal ilustra sobradamente la doble valencia de numerosos temas pslco analiticos que son a la vez .,sub> conscientes y a la vez indicativos de un usobre> consciente, que es un esbozo metafórico de grandes concepciones filosóficas. Es probable, por eiemplo, que el emblema cosmológico de la serpiente, cuyas ricas significaciones estudiaremos a su debido tiempo 2tt, vinculado por su simbolismo cíclico a la luna y a los menstruos , haya sido triviali zado por su forma oblo nga 279 Gén.,

III,

16.

y, lej'os de set siempre la¡ pelona, las divinidades mortícolas se transforman en hermosas y sedúctoras ióvenes: hiias de Mara, seductoras y danzarinas, hermosa Calipso.de la leyenda de Ulises, hadas de leyendas nórdicas, hermoso Ravana del Rarnayana286. Ahora bien, esta eufemizaciln del tiempo mortal, este esbozo de ant-rfrasis, ¿no sería uno de los elementos que sobredeterminan la trivializaciln de la calda, una motivación de su sexuali zaci6n? Hay ahí un movimíento inverso al que ha estudiado Rougemont a propósito de la leyenda de Tristán2g7 . El arnabarn anzare, la doctrina del puro amor, se funde bien sobre un amor fati e incluso sobre un i pero por una contaminación recíproca se esboza en él la eufemización de Ia muerte que nos dirige hacia offo régimen totalmente distinto de la representación imaginaria que el que ahora estudiamos: la eufemización del Destino, por el erotismo, es ya tentativa tl menos verbal de dominio de los peligros del tiempo y de la muerte , está ya en el camino de una inversión radical de los valores de la imagen. Como sugiere profundamente la tradición cristiana, si por el sexo femenino se ha introducido el mal en el mundo, es que la muier dene poder sobre el mal y puede aplast^Í a la se rpiente. Dentro de pocas páginas volveremos a ver la profu ndización de esta inversión de los valores; por ahora nos contentaremos con . subrayar que los sistemas de irnágenes que dan amplio espacio al esmos

284

28t

Nvnop, 286

28, Cfr . infra, pp.

3o

l

y

287

ss.

108

l0g

tentación, como observa Bachelard z'tt,la palabra abismo no es un nombre de objeto, es un uadjetivo psíquico>; nosotros añadiremos incluso qye es un verbo moral. Y el abismo corre el riesgo de componer arm6nicas e mpedocleas y como e n Baader mudarse en tentación, ((en llamada del abismo>>2el. En Baader, la caida no es solamente destino, sino que se exte rio riza y devie ne carnal. El vientre es el microcosmos eufemizado del abismo. Bachel^rl2,; cita además un pasaje del lYilliam Sltahespeare de Víctor Hugo en el que el vientre está considerado en general como >, símbolos ambos que_remiten, respectivamente, a los dos principiós sexuales constitutivos del universo: el Yang y el ) g. La montaña. en el P-apel veftical y estrecho del pintor chino o en el kakemono japonés, es el sursarn Yang, al que se asocian la idea de sol y la de corriente aérea (fo"S). Este isomorfismo solar, macho, celeste, que gravita en torno de los betilos y de las cimas, es el que descubre Donteñville ra en la tradición céltica, eo la que las montañas y las rocas esrán consagradas al Apolo celta, al dios Belén. Los topónimos estelares , y que se contraen en at. La alondra es donde convergen el ala, la elevación, la flecha, la purez^ y la luzaT . Otras aves, aunque en menor grado, están desanimalizadas:-áWi-

l',,[email protected]¡E-*pel-o"g}a48.Desencarnacjónqueexplicalafaci. Tit[il[Tónftue estos volátiles Jé convierten en emblémas y alegorías son utilizados en heráldica. Por eiemplo, el iguila, vinculada al

y

ya augural de origen indoeuropeo, €s reservada en Roma a los nobles ^Íte los patricios, de donde será heredada por los nobles medievles y los emperadores, y no debe ser comprendida entre los páiaros de carácter puramente sexual, como el páiaro carpintero, de los cultos ctónicos de la plebe mediterráne El águila roman4 como el cuervo ge.{rnanocélel mensaiero de la voluntad de allá arriba. Así lo tico, €s esencialmente^0", interpreta la intuición poética. En Víctor Hugo existe un fuefte
View more...

Comments

Copyright ©2017 KUPDF Inc.
SUPPORT KUPDF