Dufour

August 15, 2017 | Author: Orne Galesi | Category: Nihilism, Society, Symbols, Social Alienation, Ontology
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El neoliberalismo: la desimbolización, una forma inédita de dominación Dany Robert Dufour Numerosas capas de la sociedad con frecuencia viven dolorosamente la desimbolización posmoderna en curso. Se observa una gran paradoja: cuanto más se sufre esta desimbolización, tanto menos sabe uno si, antes bien, no debería alegrarse de que se haya producido. Lo que se tiende a pensar es que la posmodernidad y el desvanecimiento del gran sujeto acarrear nuevos desordenes en el –ser uno mismo- y en el –estar juntos-. Hoy se tiende a decir que la destrucción de los antiguos globos simbólicos (la religión, el patriarcado, la familia, la nación, etc.) no ocasiona nada más que una clarividencia dolorosa pero salvadora del sujeto que pasa súbitamente de la modernidad a la posmodernidad. El autor propone dos tesis que enmarcan la situación de sujeto posmoderno en cuanto a sus valores. Esta desimbolización contiene a los valores que generaban sentido pero que se han deteriorado. Primera tesis: Estamos entre dos nihilismos. El nihilismo lucido, que parte de la idea de que los antiguos fundamentos metafísicos de los valores, nunca fueron otra cosa que ficciones edificadas alrededor de la nada. Este nihilismo obliga a hacer un ejercicio, eminentemente exigente y con frecuencia saludable: ¿Cómo empezar a pensar partiendo de la nada? El otro nihilismo, el nihilismo fatigado que remite a un momento incierto en el que todos los valores se vuelven grises. Esta circunstancia se presentaría hoy como un hecho social e histórico que se manifiesta mediante un fenómeno, difundido en las poblaciones, de repudio de toda jerarquía de los valores e incluso de rechazo de todo valor. En este nihilismo fatigado y hasta agotado, sería cuestión de concederle lugar central a todo lo que alivia, cura, tranquiliza, bajo disfraces diversos. Hoy la mercancía ocupa ese lugar clave. Estos dos planos están íntimamente ligados. El autor se cuestiona en que nihilismo estamos: ¿tenemos que vérnosla con una liberación inédita que habría que saber aprovechar o hemos entrado en una nueva alienación? Ya no se sabe que pensar, hemos caído en una antinomia de la razón. Por lo tanto hay una vía para salir: tomar por las astas esta antinomia para resolverla. Plantea la segunda tesis. Segunda tesis: se pregunta si lo que toma por desimbolización no sería la manifestación de una resistencia original a toda forma de dominación, lo cual pasaría, evidentemente, por una nueva instrucción de la noción de dominación.

Para hablar de dominación toma como referencia a Bourdieu que dijo que la cultura es una forma de dominación de una clase sobre otra, y por lo tanto de un instrumento de poder y alienación. Dice el autor que Bourdieu puso de relieve aspectos importantes de la cultura como sus impactos sociales, pero al precio de olvidar lo esencial, lo que es ontológicamente la cultura (en su relación con la naturaleza humana) y lo que es la cultura en sí misma. Para retomar las dimensiones constitutivas de la cultura podemos entonces hacerlo, partiendo de un hecho esencial que Kant había identificado: el hombre no tiene instinto, tiene que trazarse el mismo su plan de conducta. En otros términos hoy se diría que el hombre es un neoteno, que su naturaleza esta inacabada. Por lo tanto no puede completarse por su propia naturaleza, para realizarse debe salir de ella. En su condición de ser inacabado, depende de otro ser capaz de remediar esa incompletitud. Y en la medida en que se encuentra obligado a buscar a ese otro ser, la primera dominación bajo la cual cae el hombre es, pues, de naturaleza ontológica. Su simple naturaleza no podría bastarle para hacerlo vivir y, por lo tanto, debe imperativamente encontrar el todo del lenguaje y de la cultura para poder consumarse. Lacan, en contraposición a Bourdieu decía que el hombre esta cogido en la cadena simbólica y ese estar cogido significa una dominación especial y una dependencia ineludible. Además agregaba que el sujeto es siervo del lenguaje y aún más del discurso. Servidumbre simbólica: el término es tanto más sobrecogedor por cuanto no hay nada que permita sustraerse a esa dominación radical que ejerce el lenguaje sobre el ser humano. Solo después de haber postulado esta primera dominación (ontológica) se puede decir que la dominación también es para el hombre un hecho sociopolítico. Esta dominación es tanto el conjunto de los medios por los cuales ciertos grupos de individuos ejercen el dominio económico político y o cultural sobre otros grupos como el conjunto de los medios por los cuales esos grupos dominantes disimulan sus intereses particulares tratando de hacerlos pasar por intereses universales. Esta segunda dominación presenta la particularidad de ser contingente y de funcionar mientras pasa inadvertida para los incautos dominados. Entonces tenemos dos dominaciones: una de la cual no podemos sustraernos (la primera, a ontológica), mientras que de la otra, en ciertas condiciones es posible deshacerse. La dificultad está en la vinculación que hay entre estas dos dominaciones. La dominación ontológica está ligada a la sociopolítica. Ciertos grupos aprovechan la dominación ontológica (necesaria) para establecer una dominación sociopolítica (contingente). A través del ejercicio de control sobre aquello que gobierna el acceso al sentido. Así es como existen instituciones específicas correspondientes a cada forma de dominación sociopolítica, destinadas a vigilar de cerca el sentido autorizado. A hacer

esto, los que dominan se hacen cargo de asegurar el acceso de los individuos a la función simbólica con el propósito de controlar a los sujetos. El error es confundir estas dos dominaciones. La dominación ontológica nunca puede disolverse ni expresarse en la dominación sociopolítica. Aunque en la práctica este mezclado con lo sociopolítico, lo ontológico conserva siempre su especificidad lógica y su eficacia propia. Nada podrá detener la búsqueda de sentido. Este error lo cometen quienes ven en los actos de desimbolización formas de resistencia a la dominación sociopolítica. Cuando en realidad esos actos solo deshacen la función simbólica.

El neoliberalismo y la desimbolización La novedad del neoliberalismo es que funciona a través de la dominación en instituciones es decir que apela a la desinstitucionalización. El nuevo capitalismo descubre e impone una manera mucho menos coercitiva y menos costosa de asegurar su fortuna: resulta más eficaz destruir las instituciones y terminar así con la tarea de hacerse cargo de la primera dominación, a fin de obtener individuos blandos, precarios, móviles, abiertos a todos los modos y todas las variaciones del mercado. Así llegamos a que lo único justificable hoy son los intercambios comerciales. El único imperativo permisible es que las mercancías circulen. El neoliberalismo promueve un imperativo de transgresión de las prohibiciones que confiere a su discurso un perfume libertario fundado en la proclamación de la autonomía de cada individuo y en la extensión indefinida de la tolerancia en todos los terrenos. Es por eso que lleva consigo la desinstitucionalización: no solo hace falta menos Estado sino también hace falta menos de todo lo que pueda estorbar la circulación de mercancía. Lo que produce esta desinstitucionalización es la desimbolización de los individuos. A lo que apunta es a la dependencia simbólica del hombre. La lógica neoliberal produce sujetos que, al funcionar precisamente siguiendo la ley del más fuerte, refuerzan aún más la lógica. La única solución es que el sujeto vuelva a tener acceso a la simbolización y recupere la dignidad humana. Por lo tanto hay que emprender una lucha contra la desimbolización, lucha que supone identificar previamente con precisión las formas actuales que reviste.

¿Qué es la desimbolización?

La desimbolización indica un proceso cuyo objetivo es desembarazar el intercambio concreto de lo que lo excede y al mismo tiempo lo instituye: su fundamento. En efecto, el intercambio humano está inmerso en un conjunto de reglas cuyo principio no es real sino que remite a valores postulados. El nuevo espíritu del capitalismo persigue un ideal de fluidez, transparencia, circulación y renovación que no puede avenirse al peso histórico de esos valores culturales. La desimbolización es entonces un objetivo: quitar de los intercambios el componente cultural que siempre es particular. Esta desimbolización en curso es hoy adquiere tres formas: venal, generacional y nihilista.

La desimbolización venal Se habla de que para las nuevas teorías financieras, el trabajo no define el valor económico. Reduce a los sujetos a individuos movido únicamente por sus intereses racionales. Habla del dinero que dejo de tener fundamento porque no representa nada. No garantiza nada y no simboliza nada, pero es el acceso a ese mundo de mercancías al que esta reducida nuestra civilización.

La desimbolización generacional Igual que en el caso anterior pero en este caso, el trabajo no define el lugar social en la producción de riquezas. Los bienes de consumo sobras mientras que el empleo es escaso y precario, y a menudo, se vuelve descalificado. Pone como grupo social desimbolizado específicamente a la franja etaria que esta entre la escuela y el empleo, que carece de recursos propios, y que ya no son solo adolescentes sino que pasan a ser una suerte de categoría social de un género nuevo. La antigua relación vertical entre las generaciones se ha transformado en una relación horizontal entre contemporáneos con lo cual la diferencia simbólica se ha vuelto obsoleta. La familia ya no socializa sino que se ha vuelto proveedora de lo que prescriben los medios y la publicidad. En el seno familiar como escolar, tiende a desaparecer la diferencia generacional, todos se tratan de igual a igual. La autoridad encarnada en un papel (que antes era de los adultos) se niega. De ello se sigue la suspensión de lo que describimos como la “servidumbre simbólica” del hombre, suspensión que constituye el sedimento de cierto nihilismo contemporáneo.

La desimbolización nihilista Esta juventud de la que se habla está en un grupo fuera de toda clase, que se define negativamente por lo que no es.

Una parte de la juventud se ve excluida de la actividad social. La violencia juvenil no se puede analizar desde la lucha de clases ya que no va contra la explotación, adhiere a los valores mercantiles, no denuncia alienación, etc. Se produce un derrumbe del sentido, a través de una desimbolización nihilista. El neocapitalismo propone un poder anónimo, informe e ilocalizable. Se trata de la promoción de la anomia, el levantamiento de las prohibiciones y de todo lo que pueda imponerse a la impetuosidad de los apetitos. Esta manera de reducir la ciudadanía a la sociedad civil, constituida por el conjunto de intereses particulares, imposibilita la necesaria dialéctica entre el cuerpo social y su representación política. La antropología neoliberal ya confesaba una ausencia de principios, en donde los mejor adaptados pueden aprovecharse de las situaciones mientras que los peor adaptados se los deja sencillamente abandonados y hasta expuesto a desaparecer. Se ha abandonado aquí el deber tradicional de protección de la población que le corresponde al Estado. Estamos ante un círculo vicioso de nihilismo: la anomia como condición de posibilidad del neocapitalismo vuelva al nihilismo tanto a los que se aprovechan de el como a quienes lo padecen. Estamos en la fabricación de un nuevo hombre, de un sujeto acrítico y psicotizante a cargo de una ideología avasalladora, pero probablemente más eficaz que las grandes ideologías del siglo pasado. El neoliberalismo quiere un sujeto desimbolizado, flotante, liberado de toda atadura simbólica; un sujeto unisex e inengendrado, es decir, desamarrado de sus cimientos en el suelo de lo real, el de la diferencia sexual y el de la diferencia generacional. Es decir, que no solo está en peligro nuestro haber cultural, sino nuestro ser y lo que somos. Hay que reconstruirlo todo, desde una crítica inteligente y una nueva comprensión del inconsciente. El imperativo categórico hoy es la resistencia ante el establecimiento del capitalismo total.

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