Duelo y Melancolía

July 8, 2022 | Author: Anonymous | Category: N/A
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Sobre el Duelo

Enrique Bajo Agrasal

 

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“Sufrir la muerte  propia y renacer no es fácil” (Fritz Perls,1966)

El duelo es en una experiencia de sufrimiento. De sufrimiento, pero necesaria para poder llegar al otro lado. Y ese lado no se puede imaginar, ni siquiera podemos acercarnos para observarlo. Hay que haber cruzado el rio para senr que ya pasó. Y se llega diferente, siendo otro el que se siente. El duelo, ante todo, es una experiencia que pone en juego todo nuestro ser, a saber: cuerpo, mente y alma. Nos enfrenta a la pérdida de aquello que nos dene. El cuerpo se resiente, nuestras células que son la base orgánica de nuestro pensamiento, nuestros senmientos y nuestras emoc em ocio ione ness se resi resien ente ten. n. So Soma maz zam amos os,, do dolo lorr de ba barr rrig iga, a, inso insomn mnio io,,  jaquecas, etc. Lindenman en 1944 describe senmientos de tristeza habi ha bitu tual ales es en la lass pe pers rson onas as su sufr frie ient ntes es,, ira, ira, cu culp lpa a y re remo mord rdim imie ient nto, o, ansiedad, ansie dad, soled soledad, ad, faga faga,, desam desamparo, paro, shoc shock, k, añora añoranza, nza, emanc emancipació ipación, n, alivio, insensibilidad…. Nuestra mente no encuentra solución por más que se debate con mil preguntas, se siente incrédula, confundida, preocupada, se enen sensaciones de presencia, alucinaciones, se trastorna el sueño, la alimentación, nos senmos distraídos, retraídos, soñamos con el fallecido, y nue uest stra ra al alma ma se enc ncu uen enttra en un una a en enccru ruci cijjad ada a en do dond nde e se ve enfrentada con sus creencias sobre el sendo del vivir, sobre la vida y sobre la muerte. Es el precio que pagamos por estar vinculados a nuestros

 

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seres queridos y poder experimentar la conexión de afecto e inmidad necesaria para vivir, crecer y desarrollarnos como personas. La mayoría de las personas no necesitan de ayuda especializada para pa ra su supe pera rarr el du duel elo, o, pe pero ro ha hay y pe pers rson onas as qu que e no son ca capa pace cess de reorganizar su vida ni de sobreponerse al intenso dolor, y acaban con problemas de salud y psicológicos. ¿A qué es debido? ¿Qué diferencia unos de otros? Uno de los problemas que nos encontramos para poder entrar en el duelo es cuando la persona no se ve en él. “¿Qué me ocurre?” Cuando nos encontram encon tramos os con una perso persona na que ene los síntomas arriba descrito descritos, s, lo primero que nos viene a la cabeza es la palabra depresión. Observar la palabra nos impide ver lo que está detrás, nos hace confundir lo que estamos observando, ya que si no miramos más allá de ella corremos el riesgo de situar a la persona doliente en una clasicación diagnósca que noss im no impi pide de ob obse serv rvar arla la.. Un Una a cl clas asi ica caci ción ón qu que e e ene ne qu que e ve verr co con n la necesidad de nuestra sociedad de aislar todo, con un intento de dar sendo a aquello que nos parece sin sendo. Clasicar para dar sendo, observar las partes y no el todo. No buscar la Gestalt sino quedarnos lejos, a distancia, con miedo a acercarnos. ¿No podemos ver en ese aislamiento un movo o causa de la propia depresión? No entramos en duelo cuando nos senmos abandonados, cuando nos encontramos solos e intentamos por todos los medios que regrese la compañía, la comunicación, a veces de manera agresiva. ¿No es la depresión una manera agresiva de tratarnos a nosotros mismos y no es la depresión una forma agresiva como nos trata la sociedad en su conjunto, y no es la depresión el vacío que nos queda ante la imposibilidad de ser en este po de sociedad?.

 

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  En un una a so soci cied edad ad qu que e hu huye ye de su suss sen senmi mien ento toss em emoc ocio iona nale less negavos, donde predomina la imagen y el ideal del individuo adaptado a la sociedad, y consumista como medio de relacionarse con ella estos senmientos enen que proyectarse fuera y se colocan en individuos que de manera consciente o inconsciente se “ven” fuera de la sociedad. Se manda el mensaje de que tu cuerpo no funciona bien y así no se puede parcipar de lo colecvo. Se les l es da la baja, se les medica con un intento de reestablecerlos y se les abandona a su suerte aislándolo del sendo de comunidad con un mensaje de que no estás bien y así no debes estar. La sociedad en su conjunto proyecta, a través de un cuerpo de especialistas; profesionales que, más allá de ver a la persona en su senr en la vida, estr es truc uctu tura ran n de ma mane nera ra ob obje jev va a y clas clasi ica can n es esto toss se sen nmi mien ento toss y conductas alejando cada vez más a la persona de sus propios senmientos negavos a la manera como hace la sociedad en su conjunto.

En el “Libro betano de la vida y la muerte” aparece un texto de Montaigne donde dice: No hay lugar en la Tierra donde la muerte no pueda encontrarnos, por mucho que volvamos constantemente la cabeza en todas direcciones como si nos halláramos en una erra extraña y sospechosa. Si hubiera alguna manera de resguardarse de los golpes de la muerte, no soy aquél que no lo haría. Pero es una locura pensar que se pueda conseguir eso. Los hombres vienen y van, trotan y danzan, y de la muerte ni una palabra. Todo muy bien. Sin embargo, cuando llega la muerte, a ellos, a sus esposas, sus hijos, sus amigos, y los sorprende desprevenidos, ¡qué

 

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tormentas de pasión no los abruman entonces, qué llantos, qué furor, que desesperación ¡ Para empezar a privar a la muerte de su mayor ventaja sobre nosotros, adoptemos una actud del todo opuesta a la común; privemos a la muerte de su extrañeza, frecuentémosla, acostumbrémonos a ella, no tengamos nada más presente en nuestros pensamientos que la muerte: así pues, esperémosla en todas partes. Praccar la muerte es praccar la libertad. El hombre que ha aprendido a morir ha dejado de ser esclavo. Yo añadiría que el hombre que ha aprendido a morir ha aprendido también a vivir. Dice Darian Leader en su libro “Duelo, melancolía y depresión” que la sociedad concibe la depresión como un problema biológico y que esta forma de entenderla puede ser parte del problema mismo. Se separa lo bio de lo psico dando lugar a una separación del individuo, una disociación en donde su yo busca encontrar sendo a qué es lo que le pase en el sendo de que hay algo malo dentro de él, algo que no le permite avan av anza zar, r, se serr no norm rmal al.. En la ps psic icolo ologí gía a po popu pula lar, r, sigu sigue e dici dicien endo do Da Dari rian an Leader, el duelo se equipara con la idea de superar una pérdida, ¿Pero, se pregunta el autor, alguna vez superamos nuestras pérdidas? ¿No es más bien que las incorporamos a nuestras vidas en diferentes formas, a veces de manera frucfera, a veces catastróca, pero nunca sin dolor? ¿No será que el dolor y el sufrimiento forma parte de la vida y que una sociedad que anula su expresión y su sufrimiento es una sociedad que lo descalica y, por tanto, la medica como forma agresiva de dar cuenta de ella?. Agre Ag resi siva va en el sen sendo do de sepa separa rarr la lass pa part rtes es de dell to todo do,, de sepa separa rarr la

 

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vivencia del cuerpo. Un cuerpo que funciona diferente de mí, al que yo no enendo y con el que tengo que convivir. “El mensaje es deprimente”.

Ana Isabel de 30 años vino a verme porque se encontraba muy angusada por la muerte de su padre. Se encontraba muy triste, lloraba mucho y tenía la idea de que estos senmientos no eran normales. Tenía el convencimiento de que ya había llorado durante un par de días por la muerte de su padre y con esos ya era suciente suciente.. Pero, no no,, seguía llora llorando, ndo, no sabía po porr qué y no encontraba sendo a su llanto, como no lo encuentra la propia sociedad en la que vive. Todos callaban cuando se acercaban a ella, la miraban con tristeza como si fuera un bicho raro raro,, as asíí se sen ena a el ella la.. Ha Habí bía a ten enid ido o un una a rela relaci ción ón muy ambivalente con su padre debido a que él y su madre no se habían llevado bien en vida. Su padre y su madre habían tenido connuas discusiones y en el plano de pareja no habían tenido encuentro según me explicaba Ana Isabel. Su madre era una mujer muy posesiva y tenía sumida a Ana Isabel en una relación muy críca por lo que Ana no pudo desplegar toda su individualidad y ejercer su diferenciación, viviendo todo este empo con la idea de una madre maravillosa a la que le debe todo y un padre sin una pizca de senm mie ien ntos, lo que ocasionaba que en numerosas ocasiones se viera enfrentada con él. Ana en terapia descubrió que la muerte de su padre le había hab ía oca ocasio sionad nado o un gra grave ve tra trasto storno rno per person sonal al por porque que nun nunca ca antess ha ante habí bía a sen sendo do la mu muer erte te tan tan de ce cerc rca, a, oc ocas asio ioná nánd ndol ole e senmientos de soledad y abandono; además, ella, en vida de

 

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su padre, había anhelado su amor y veía que su deseo no se podr po dría ía real realiz izar ar y te tend ndrí ría a qu que e real realiz izar ar el du duel elo o sin sin ha habe berl rlo o conseguido. Esto le producía mucha angusa y le dejaba ante un posible duelo complicado. El empo que estuvimos trabajando los dos fue un encuentro que normalizó sus senmientos para, de alguna manera, socializar aquéllo que la sociedad no nos permite, sus senmientos y sus emociones. Con su padre pudo trabajar de manera simbólica su relación y hacer las paces para, a parr de ahí, poder ir separándose de él para que duelo pudiera hacer su trabajo.

¿No será que el trabajo del duelo lo que conlleva es el trabajo de mentalización en donde se incorpore la muerte como forma de vida?. ¿No será que el trabajo de duelo consiste en recuperar un espacio de senr la pérdida; pero llevado a la “modernidad” un trabajo arduo, por cuanto nos aleja del ideal de vida alejada de cualquier po de sufrimiento?.

Susana vino a trabajar la muerte de su padre que en extrañas circunstancias se suicidó. Me contó que había estado ll llor oran ando do de desc scon onso sola lada dame ment nte e y, co con n mu much cha a an angu gus sa, a, me contaba que no entendía qué le estaba pasando. Una visita al médico y un ansiolíco la colocaron en otro lugar. Ahora ya no lloraba, sino que se reía. Evitaba a toda costa encontrarse en el otro otro la lado do.. La vida vida de Su Susa sana na fue fue un ca calv lvar ario io de co con nnu nuos os maltratos por parte de su padre y un intenso amor y cuidado hacia su madre debido a una enfermedad mental grave que ésta

 

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padecía. Susana no entendía por qué había tenido esa vida, no entendía a su padre, no entendía lo que le pasaba a su madre y no en ente tend ndía ía que que su he herm rman ana a se hu hubie biera ra co conv nver erd do o en un una a muje mu jerr fría fría y falt falta a de sen senmi mien ento tos. s. Su vida vida se co conv nver era a en trab trabaj ajar ar e ir ad adap aptá tánd ndos ose e a la lass dis disnt ntas as re rela laci cion ones es qu que e iba iba teniendo. Se adaptaba a ellas pero “su amor” se lo daba a sus anim an imal ales es.. Se de desv sviv ivía ía po porr el ello los. s. Ta Tant nto o qu que e su suss pa pare reja jass le acababan dejando porque las cuidaba más que a ellos mismos. Su perra la escuchaba, le daba besos, hacía lo que ninguna de sus parejas hacía, conectar con su parte más frágil, reconocerla en su dolor y más importante: ella le colocaba todo aquéllo que en sí mi mism sma a no er era a ca capa pazz de ob obse serv rvar ar.. Su pe perr rra a se ha habí bía a converdo en el espejo de su alma. En el encuentro que tuvimos fu fuim imos os da dand ndo o un es espa paccio pa para ra qu que e la Susa sana na má máss frági rágill apareciera y la fuéramos habitando, escuchando, sinendo. Un encuentro que construyó una idendad más completa en donde la experiencia de pérdida tenía un lugar como algo propio del vivir. A parr de ahí el duelo se desarrolló con normalidad.

Cuando la muerte o la circunstancia que provoca el duelo ocurre, la persona doliente pierde una expectava, un sueño, un deseo, una ilusión que es muy importante para ella porque reeja una manera de lidiar con “nuestros conictos” y ha sido a través de esa relación donde hemos moviliz mov ilizado ado tod todos os nue nuestr stros os rec recurs ursos os emo emocio cional nales es y rela relacio cional nales es par para a cumplir ese deseo. Me reero a cómo una pareja se u une ne con el deseo de completar comple tarse se con aqu aquell ello o que no en ene e y bus busca: ca: seg seguri uridad dad,, com compañ pañía, ía, comprensión, amor. Cuando el duelo se inicia y se pierde a la persona a la

 

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que se le colocan esas necesida idades, la relación ión donde se está reactualizando nuestro deseo, se produce un sufrimiento que escenica nuestro trauma, nuestra pérdida del deseo de conseguir lo anhelado, aquello que buscamos y no nos dieron y no tanto a la persona verdadera con la que nos relacionamos.

Marta vino a trabajar la muerte de su hija quien, con poco más de veinte años y tras una dura enfermedad, moría dejando incon inc oncl clus usa a to todo do aq aque uell llo o po porr lo qu que, e, co como mo ma madr dre, e, hu hubi bier era a deseado tener en vida en relación con su hija. Se encontraba angusada, no dejaba parr a su querida hija. Marta que es una mujer católica relataba que lo que más le preocupaba era si había alguna cosa que ella estuviera haciendo mal en vida y que estuviera obstaculizando a que su hija fuera al cielo. También buscaba la manera, tal vez rezando o comportándose bien, para que su hija se hiciera merecedora de él. Después de trabajar cómo tuvo una infancia en que su madre no hizo todo lo que ella nece ne cesi sitó tó,, pu pudo do co cone nect ctar ar con con su ne nece cesi sida dad d de es esta tarr mu muy y presente en la vida de su hija y también en su muerte. Pudimos cone co nect ctar ar em emoc ocio iona nalm lmen ente te co con n su hija hija,, de la qu que e re reci cibió bió el mensaje de que ya era mayor y que ya no era su función seguir preocupándose de lo que ella hiciera ni dónde se encontrara. Marta conectó con su imposibilidad de separarse de su hija en vida en un intento de reparar sus conictos pasados, para poder hacer esa separación tras su muerte y dejar que el duelo hiciera su trabajo.

 

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Es importante tener en cuenta que, cuanto más seamos capaces de vernos a nosotros mismos, más capaces vamos a ser de ver al otro, siendo menos las proyecciones con las que le observemos. Si la persona que sufre el duelo ha sido capaz de ver al otro tal cual es, sin la proyección, éste es diferente, no tan angusoso, porque ésta se manene de manera más total y no parcial.

Yola Yo land nda a vino vino a ve verm rme e po porr la mu muer erte te de su he herm rman ana a fall fallec ecid ida a po porr un cá cánc ncer er muy muy ag agre resi sivo vo,, qu que e la de dejó jó invá inváli lida da durante mucho empo. La hermana no podía reconocer que su muerte estaba cercana y colocaba en Yolanda toda su angusa emoc em ocio iona nall de mo modo do qu que e a el ella la le pe perm rmi ia a so sobr brel elle leva varr su enfe en ferm rmed edad ad sin sin en entr trar ar en co cont ntac acto to co con n lo qu que e ve vení nía. a. Pa Para ra Yolanda esto fue devastador, por todo el sufrimiento que le ocasionaba ver así a su hermana. La había vivido idealizada, perfecta, una madre en la que había podido tener todo aquello que no tuvo con la “biológica”. Sufría mucho por todo el dolor que tenía que sobrellevar en solitario y porque, de algún modo, sa sabí bía a qu que e a ell ella a no le co corr rres espo pond ndía ía ese ese luga lugar. r. Te Tení nían an un unos os padres que nunca les habían cuidado y, de alguna manera, ella había ocupado el lugar de contención emocional que deberían de ha habe berr ma mane neja jado do el ello loss cu cuan ando do eran eran má máss pe pequ queñ eñas as.. En el duelo de su hermana Yolanda trajo todo su sufrimiento por no haber podido ayudar a su hermana y un gran dolor por la rabia inconsciente, que no se permia ver, para mantener una imagen

 

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ideal de los padres. Pero que se daba cuenta que a ella no le corr co rres espo pond ndía ía.. De Desp spué uéss de un du duro ro trab trabaj ajo, o, en do dond nde e pu pudo do enfa en fada dars rse e co con n su suss pa padr dres es po porr lo qu que e le ha habí bían an he hech cho o a su hermana y a ella misma, el duelo pudo seguir su camino de manera natural.

Freud escribió un arculo sobre duelo y melancolía en el año 1915. En este arculo relacionaba estos dos estados entre sí por lo similar que te tení nían an y po porq rque ue so sobr brev even enía ían n co como mo co cons nsec ecue uenc ncia ia de ex expe peri rien enci cias as parecidas. Freud denió el duelo como la reacción a la pérdida de una persona amada. No vio en ello ningún estado patológico y creyó ver, en cambio, una disposición enfermiza en los melancólicos. Según Freud el melancólico melancólico,, igual que el doliente, sufre un enorm enorme e dolor en el alma y ésta queda inhibida del mundo exterior; pierde la capacidad para amar y para ser producvo. A diferencia del duelo se prod produc uce e un una a re reba baja ja en el sen senmi mien entto de sí, sí, qu que e se ex exte teri rior oriz iza a en autorreproches y auto denigraciones y se extrema hasta una delirante expectava de casgo. El duelo, sigue diciendo Freud, muestra los mismos rasgos excepto uno, falta en él la perturbación del senmiento de sí. En el duelo se pierde la capacidad de escoger algún nuevo objeto de amor y se extraña respecto de cualquier trabajo producvo que no tenga relación con co n la mem emor oria ia de dell mue uert rto. o. Dic ice e Freu reud: “e “est sta a inhi inhibi bici ción ón y este ste angostamiento del yo expresan una entrega incondicional al duelo que nada deja para otros propósitos y otros intereses”. Freud explica el trabajo del duelo como un ejercicio de ir quitando toda la libido de sus enlaces con el objeto, después que el examen de

 

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realidad muestra que el objeto amado ya no existe más, oponiéndose a ello una comprensible renuncia, ya que el hombre no abandona de buen grado una posición libidinal. Esa renuencia puede alcanzar tal intensidad que produzca un extrañamiento de la realidad y una retención del objeto por vía de un psicosis alucinatoria de deseo. Lo normal es que prevalezca el acatamiento a la realidad, pero la orden que ésta imparte no puede cumplirse enseguida. Se ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de empo y de energía de invesdura y, entretanto, la existencia del objeto perdido connúa en lo psíquico. Cada uno de los recuerdos y cada una de las expectavas en que la libido se anudaba al objeto son clausurados, sobre invesdos y en ellos se consuma el desasimiento de la libido. Una vezz cu ve cump mpli lido do el tr trab abaj ajo o de dell du duel elo o el yo se vu vuel elve ve otra otra ve vezz libr libre e y desinhibido, pero después de una operación de compromiso que dice Freud es extraordinar extraordinariamen iamente te dolorosa dolorosa.. Para cada uno de los recu recuerdos erdos que qu e mu mues estr tran an a la libid libido o an anud udad ada a co con n el ob obje jeto to pe perd rdid ido, o, la re reali alida dad d pronuncia su veredicto: el objeto ya no existe más, y el yo preguntado si quiere comparr ese desno se deja llevar por la suma de sasfacciones narcisistas que le da el estar con vida y desata su ligazón con el objeto aniquilado. Esto, tan lentamente y tan paso a paso que, al terminar el trabajo, también se ha disipado el gasto que requería.

La autora Joan Didion en su obra “El año del pensamiento mágico” escribe: “Sé por qué intentamos mantener con vida a los muertos; por tenerlos con nosotros. También sé que si queremos seguir vivos llega un momento en que tenemos que dejar ir a los muertos, dejarlos ir, dejarlos muertos, dejar que se los lleve el agua aunque saber esto no hace que me resulte más fácil dejar que se lo lleve el agua”.

 

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En la melancolía también se da una reacción frente a la pérdida de un objeto amado pero, en algunas ocasiones, puede reconocerse que esa pérdida es de naturaleza más ideal. El objeto tal vez no está realmente muerto, muert o, pero se perdi perdió ó como objeto de amor. En otras circun circunstan stancias cias no sabe sa bemo moss lo que se pe perd rdió ió e, incl inclus uso o sab abie iend ndo o a quie uien pe perrdió, dió, el melancólico no sabe lo que con él perdió. Esto nos llevaría a referir, según Freud, de algún modo la melancolía a una pérdida de objeto sustraída de la conciencia, a diferencia del duelo, en el cual no hay nada inconsciente en lo que atañe a la pérdida. En el duelo hallamos que inhibición y falta de interés se esclarecían totalmente por el trabajo del duelo que absorbía el yo. En la melancolía la pérd pé rdid ida a de desc scon onoc ocid ida a te tend ndrá rá po porr co cons nsec ecue uenc ncia ia el tra traba bajo jo inte interi rior or semejante y será la responsable de la inhibición que le es caracterísca. Solo que la inhibición melancólica nos impresiona como algo enigmáco porque no acertamos a ver lo que absorbe tan enteramente al enfermo. El melancólico nos muestra todavía algo que falta en el duelo: un enorme empobr emp obreci ecimie miento nto del yo. En el duelo, el mundo se ha hecho pobre y vacío; en la melancolía, eso le ocurre al yo mismo.  El enfermo describe a

su yo como indigno, estéril y moralmente despreciable. Se humilla ante todos los demás. No juzga que le ha sobrevenido una alteración; exende su críca al pasado; asevera que nunca fue mejor. El cuadro de este delirio de insi insign gnic ican anci cia a -pre -predo domi mina nant ntem emen ente te mo mora rall- se co comp mple leta ta co con n el insomn ins omnio, io, la rep repuls ulsa a del ali alimen mento to y un des desfal fallec lecimi imient ento, o, en ext extrem remo o asombroso psicológicamente, de la pulsión que compele a todos los seres vivos a aferrarse a la vida.

Freud dice que, en algún sendo, el enfermo ha de tener razón; él es en realidad todo lo faltó de interés, todo lo incapaz de amor y de

 

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trabajo que él dice. Pero esto es secundario; es la consecuencia de ese tra traba bajo jo in inte teri rior or qu que e de devo vora ra su yo yo,, un trab trabaj ajo o qu que e de desc scon onoc ocem emos os,, comparable pero diferente al duelo. También en algunas otras de sus auto imputaciones nos parece que ene razón y aún que capta la verdad con más claridad que otros no melancólicos. En nuestro fuero interno nos parece que se acerca bastante al conocimiento de sí mismo y sólo nos intrigue la razón por la cual uno tendría que enfermarse para alcanzar una verdad así. Freud asevera que, el que ha dado en apreciarse de esa manera y lo maniesta ante otros, ese está enfermo, ya diga la verdad o sea más o menos injusto consigo mismo. El melancólico no se comporta en un todo como alguien que hace contrición de arrepenmiento y de autorreproches. Le falta la vergüenza en presencia de los otros. En el melancólico podría casi destacarse el rasgo opuesto, el de una acuciante franqueza que se complace en el desnudamiento de sí mismo. Lo esencial no es que el melancólico tenga razón en su penosa rebaja reb aja de sí mis mismo. mo. Imp Import orta a que est esté é des descri cribie biendo ndo cor correc rectam tament ente e su situación psicológica. Ha perdido el respeto por sí mismo y tendrá buenas razones para ello. Se produce una contradicción; donde deberíamos inferir que él ha sufrido una pérdida en el objeto de sus declaraciones, surge una pérdida del yo. Freud en este trabajo se dio cuenta de la constución ínma del yo humano. Una parte del yo se contrapone a la otra, la aprecia crícamente, la toma por objeto. La instancia escindida del yo la podemos separar del resto del yo. Se llama conciencia moral. Freud también se dio cuenta de que, observando las crícas que el paciente se dirige, da la impresión que las más fuertes de ellas se adecúan

 

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muy poco a su propia persona y muchas veces, con lev levísi ísimas modicaciones, se ajustan a otra persona a quien el enfermo ama, ha amado o amaría. Al indagar él, dice Freud, corrobora esta conjetura. La clave del cuadro clínico, los autorreproches como reproches contra un objeto de amor que, desde éste, han rebotado sobre el yo propio. El proc proces eso o serí sería a de la sigu siguie ient nte e ma mane nera ra:: hu hubo bo un una a elec elecci ción ón de objeto, una ligadura de la libido a una persona determinada; por obra de una ofrenda real o un desengaño de parte de la persona amada, sobrevino un sacudimiento de ese vínculo de objeto. El resultado no fue el normal, que habría sido un quite de la libido de ese objeto y su desplazamiento a uno nuevo, sino otro disnto, que para producirse parece requerir varias cond co ndic icio ione nes. s. La in inve ves sdu dura ra de ob obje jeto to re resu sult ltó ó po poco co re resi sist sten ente te,, fue fue cancelada, pero la libido libre no se desplazó a otro objeto, sino que se rer reró ó so sobr bre e el yo yo.. Ah Ahíí no en enco cont ntró ró un us uso o cu cual alqu quie iera ra,, sirv sirvió ió pa para ra establece esta blecerr una iden idencació cación n del yo con el objet objeto o resignado. La sombra del objeto cayó sobre el yo,  quien pudo ser juzgado por una instancia

parcular como un objeto abandonado. La pérdida del objeto hubo de mudarse en una pérdida del yo, y el conicto entre el yo y la persona ama am ada da,, en un una a bi bipa par rci ción ón en entr tre e el yo crí críco co y el yo alte altera rado do po porr idencación. Dice Freud: ene que haber exisdo una fuerte jación en el objeto de amor y por el otro y en contradicción a ello, una escasa resistencia de la invesdura de objeto. Oo Rank dice que la elección de objeto se haya cumplido sobre una base narcisista, de tal suerte que la invesdura de obje ob jeto to pu pued eda a re regr gres esar ar al na narc rcis isis ismo mo si trop tropie ieza za co con n dic dicul ulta tade des. s. La

 

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idencación narcisista con el objeto se convierte entonces en el sustuto de la invesdura de amor. Trae por resultado que el vínculo de amor no deba resignarse a pesar del conicto con la persona amada. La di disp spos osic ició ión n a co cont ntra raer er me mela lanc ncol olía ías, s, dice dice Freu Freud, d, re remi mite te al predominio del po narcisista de elección de objeto. La melancolía toma prestados una parte de sus caracteres al duelo, y la otra parte a la regresión desde la elección narcisista de objeto hasta el narcisismo. Como el duelo, es reacción frente a la pérdida real de objeto de amor, pero ene una condición que falta al duelo o lo convierte en un due uelo lo pa pattol ológ ógic ico. o. La pé pérd rdid ida a del obj objeto de amo morr es un una a oc ocas asió ión n priv privile ilegi giad ada a pa para ra qu que e ca camp mpee ee y salga salga a la luz la am ambi biva vale lenc ncia ia de los vínculos de amor originarios de los primeros conictos. Así, la invesdura de amor del melancólico en relación con su objeto, ha experimentado un desno doble: por una parte ha regresado a la idencación y, por otra parte, bajo la inuencia del conicto de ambivalencia, fue trasladada hacia atrás, hacia la etapa del sadismo más próxima al conicto.

Por su parte Melanie Klein escribió un arculo tulado “El duelo y su relación con los estados maniaco-depresivos. La autora dice que el niño experimenta senmientos depresivos antes y durante el destete, en un estado que denomina “posición depresiva” y dice que es una melancolía en status nascendi. El objeto del duelo es el pecho de la madre y todo lo que el pecho y la leche han llegado a ser en la mente del niño: amor, bondad y seguridad. El niño siente que ha perdido todo esto y que esto ocurre por su incontrolable voracidad y la de sus propias fantasías e

 

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impulsos destrucvos por lo que le sobrevienen senmientos de culpa y pérdida. En el proceso de internalización hay una constante interacción entre las ansiedades relacionadas con la “madre externa”, en contraste con la “madre interna”. El hecho de que estos objetos internalizados se hagan inaccesibles a la observación del niño, ene una gran importancia en su mundo mund o intern interno. o. Las dudas dudas,, incer incerdumb dumbres res y ansie ansiedade dadess consig consiguient uientes, es, actúan en el niño pequeño como un connuo incenvo para observar los objetos del mundo exterior, mundo del que surge su mundo interno, para adqu ad quir irir ir se segu guri rida dad d so sobr bre e el ello loss pa para ra po pode derr así así co comp mpre rend nder er me mejo jorr lo interno. La madre que él ve, la madre real, le da así pruebas connuas de cómo en la interna, de si lo quiere o está enojada, de sí lo ampara o si es vengava. Todas las alegrías que el niño vive, a través de su relación con la madre, son pruebas para él de que los objetos amados, dentro y fuera de su cu cuer erpo po,, no es está tán n da daña ñado doss y no se tran transf sfor orma mará rán n en pe pers rson onas as veng ve ngad ador ora a y ay ayud uda a al ni niño ño a ve venc ncer er su de depr pres esió ión n y senm senmie ient nto o de pérdida. Lo capacitan para probar su realidad interior por medio de la realidad externa. Se fortalece su conanza en su propia bondad, en la de las personas que lo rodean, aumenta su esperanza de que los objetos buenos y su propio yo puedan salvarse y preservarse y disminuye su ambivalencia y sus temores a la destrucción del mundo interno. En los niños los procesos de introyección y proyección dominados por la agresión y las ansiedades conducen a temores de persecución de objetos malos; a estos miedos se agrega el temor a la pérdida de los objetos amados y es así como surge la l a posición depresiva.

 

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Cuando surge la posición depresiva, el yo se ve forzado a desarrollar defensas maniacas que se dirigen contra el penar por el objeto amado, fundamental en la organización del yo. Las uctuaciones entre la posición depresiva y la maníaca son parte esencial del desarrollo normal. El yo está conducido por ansiedades depresivas a construir fantasías omnipotentes y violentas, en parte con el propósito de controlar y dominar los objetos “malos” peligrosos, y en parte para salvar y restaurar los objetos amados. Estas fantasías omnipotentes esmulan todas las acvidades, intereses y sublimaciones del niño y entran en ellos. La idealización es una parte esencial de la posición maníaca y está ligada con la negación. Sin una negación parcial y temporaria de la realidad psíquica, el yo no podría soportar el desastre por el que él mismo se siente amenazado cuando la posición depresiva llega a su cúspide. La omnipotencia, la negación y la idealización, ínmamente ligadas con la ambivalencia, permiten al yo temprano armarse en cierto grado contra los perseguidores internos y contra la dependencia peligrosa y esclavizante de sus objetos amados y así progresar en su desarrollo. En el duelo de un sujeto, la pena por la pérdida real de la persona amada está en gran parte aumentada por las fantasías inconscientes de haber perdido también los objetos “buenos” internos. Se siente así que predominan los objetos internos “malos” y que su mundo interno está en peligro de desgarrarse. En el sujeto en duelo, la pérdida lo conduce hacia un impulso de reinstalar en el yo este objeto amado perdido según dicen Freud y Abraham. Pero también reincorpora, reinstala sus objetos buenos bue nos int intern ernali alizad zados. os. Sie Siempr mpre e que se exp experi erimen menta ta la pér pérdid dida a de la pers pe rson ona a am amad ada, a, es esta ta ex expe peri rien enci cia a co cond nduc uce e a la se sens nsac ació ión n de es esta tarr

 

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destruido. Se reacva entonces la posición depresiva temprana y los temores de persecución.

El dolor experimentado en el lento proceso del juicio de realidad durante la labor del duelo, parece deberse en parte, no sólo a la necesidad de re reno nova varr lo loss vínc víncul ulos os co con n el mu mund ndo o ex exte tern rnos os y así así co con nnu nuam amen ente te reexperimentar la pérdida, sino, al mismo empo y por medio de ello, reconstruir ansiosamente el mundo interno que se siente en peligro de deterioro y desastre. Escribía Melanie Klein que el sujeto en duelo es realmente un enfermo ya que durante el duelo se reacvan las tempranas ansiedades psicócas.

Bowlby por otro lado estaba interesado en encontrar los patrones de interacciones familiares involucrados tanto en el desarrollo sano como en el pa pato toló lógi gico co y se ce cent ntró ró en có cómo mo las las dic dicul ulta tade dess de ap apeg ego o se transmian de una generación a otra. Mien Mi entr tras as qu que e Me Mela lani nie e Kl Klei ein n ex expr pres esab aba a el rol rol de las las fant fantas asía íass infanles del niño acerca de su madre, Bowlby enfazaba la actual historia de la relación entre el niño y su madre. Este autor describía efectos potencialmente negavos de la separación de la madre en los primeros años de la vida de un niño, exponiendo la teoría de la necesidad materna, en la cual describe que la actud afecva constante con la madre es un dato fundamental de la salud psíquica del niño. Observó que el niño desarrolla un rme apego a su madre dentro de los primeros seis meses de vida, tanto que, si se rompe, causaría serias consecuencias.

 

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Esta Es ta teor teoría ía pr pres esu upo pon ne que lo loss niño niñoss ma mayo yore ress y los los adu dult ltos os conservan conductas de apego, mostrándolas en situaciones de estrés o de riesgo. Bowlby adoptó el modelo de la etología para el estudio cienco de las relaciones materno infanles. Adoptó del lósofo Kenneth Craik el concepto de modelo interno en las relaciones sociales. También, de la Ci Cibe bern rné éca ca,, el co conc ncep epto to de eq equi uili libr brio io ho home meos ostá tác co. o. De la te teor oría ía Piage Pia geana ana,, las noc nocione ioness de ext extern ernaliz alizaci ación ón y de per perman manenc encia ia de los objetos, cuando el niño no los observa, y del conducsmo, las conductas de refuerzo posivo entre madre e hijo. El centro de la teoría del apego consiste en entender que un ser humano, desde su nacimiento, necesita desarrollar una relación con, al menos, un cuidador principal, con la nalidad de que su desarrollo social y emoc em ocio iona nall se pr prod oduz uzca ca co con n no norm rmal alida idad. d. “E “Ell es esta tabl blec ecim imie ient nto o de es este te primer vínculo fundamenta la seguridad del niño, pero también signa la futura seguridad del adulto”. Una Un a al alum umna na de Bo Bowl wlby by,, Ma Mary ry Ai Ains nswo wort rth h en su suss trab trabaj ajos os so sobr bre e apego en diferentes culturas, examinó el po de cuidados maternos y se dio cuenta que predecían las diferencias individuales en la calidad de la seguridad en el apego madre-hijo, demostrando que había varios pos de apego. Más tarde se introdujo el concepto de base segura (Bretherton, 1992) y se clasicó un número de patrones de apego en recién nacidos: apego seguro e apego inseguro y, dentro de este úlmo, apego inseguro ansioso

ambivalente,

apego

ins inseguro

ambivalente

evit ita avo.

Pos ostterio eriorm rmen ente te se de desc scri ribi bió ó un cua uart rto o patró atrón n de ap apeg ego: o: ape pego go desorganizado.

 

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Una Un a de la lass in incu curs rsio ione ness qu que e real realiz izó ó Bo Bowl wlby by co con n su te teor oría ía,, fu fue e invesgar el efecto que la pérdida de cuidados maternos en la temprana infancia ejercía en la personalidad y cómo ésta afectaba al tratamiento del duelo. Se comprobó que el niño, ante la separación de la madre, muestra porr lo ge po gene nera rall un una a se secu cuen enci cia a pr pred edec ecib ible le de co comp mpor orta tami mien ento to.. Ta Tall secuencia se puede dividir en tres fases, de acuerdo con la actud que predomin ine e con respecto a la madre: fase de protesta, fase de desesperación y fase de apartamiento y de desapego, en donde el niño parece olvidar a su madre. Si ésta aparece, se muestra desinteresado por ella e incluso puede aparentar que no la reconoce. En cada una de estas fases,

el

niño

incurre

fácilmente

en

rabietas

y

episodios

de

comp co mpor orta tami mien ento to de dest stru ruc cvo vo,, qu que e co con n frec frecue uenc ncia ia so son n viole violent ntos os.. El comportamiento del niño en los casos en que su madre regresa depende de la fase alcanzada durante la fase de separación. Cuando cede por n di dich cho o es esta tado do,, se po pone ne de ma mani nies esto to la inte intens nsa a am ambiv bival alen enci cia a de su suss senmientos hacia su madre. El niño expresa exaltadamente su estado afecvo, no quiere separarse de ella ni un momento y, si esto sucede, muestra una intensa ansiedad y rabia. Exis Ex iste ten n mo mov vos os pa para ra cr cree eerr qu que e la secu secuen enci cia a de resp respue uest stas as de protesta, desesperación y desapego resultan caracteríscas de todas las formas de duelo. Consecuvamente a una pérdida inesperada, parece darse siempre siempre una fase de prote protesta, sta, durant durante e la cual, la perso persona na desolada aspira a recuperar a la persona perdida. Durante esta fase y la siguiente, de des desesp espera eració ción, n, los sen senmi mient entos os son amb ambiva ivalen lentes tes,, mie mientr ntras as que el es esta tado do de án ánim imo o y la ac acci ción ón va varía rían n de desd sde e un una a inm inmed edia iata ta ex expe pect cta ava va expresada través de una airada exigencia de que retorne la persona en

 

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cuesón, hasta una desesperación que se expresa en un suave anhelo, o que incluso no se maniesta en absoluto. A la larga se desarrolla cierto grado de desapego emocional respecto a la persona perdida. Tras haber some so med do o a de deso sorg rgan aniz izac ació ión n du dura rant nte e la fase fase de de dese sesp sper erac ació ión, n, el comportamiento se reorganiza en esta fase, sobre la base representada por la ausencia permanente de la persona. Siguiendo lo anterior, las respuestas de los niños de corta edad a su in ingr gres eso o en un ho hosp spit ital al u ot otra ra in ins stu tuci ción ón,, dice dice el au auto tor, r, ha han n de se serr consideradas sencillamente como variantes de procesos básicos de duelo. Al igual que los adultos, los lactantes y niños pequeños que han perdido a una persona querida, experimentan pena y pasan por períodos de duelo. La ira es una respuesta inmediata, corriente y quizá invariable a la pérdida. La función de esta ira es la de recuperar a la l a persona perdida, que es caracterísca de la primera fase del duelo. Tan solo después de haber realizado todos los esfuerzos posibles para recuperar a la persona perdida, parece ser que el individuo está en la disposición de ánimo precisa para admir su derrota y orientarse de nuevo hacia un mundo que acepta que la person persona a ama amada da est está á per perdid dida a par para a sie siempr mpre. e. ¿Po ¿Porr qué tan tan evi eviden dente te ausencia de realismo? Desde la teoría de la evolución se piensa que la respuesta a la pérdida es recuperarla primeramente y luego regañarla. Son respuestas automácas que entran en acción sin diferencia entre las que son realmente recuperables y las otras. ¿De qué modo se disngue el duelo patológico de un duelo sano? Una de la lass pr priincip ncipal ales es ca cara raccterí terís sccas de dell du duel elo o pa pato toló lógi gico co es la incapa inc apacid cidad ad par para a exp expres resar ar abi abiert ertame amente nte la nec necesi esidad dad de rec recupe uperar rar y regañar regañ ar a la persona perdida perdida,, con todo el anhelo por su retorno y toda la

 

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ira contra ella que esto supone. En lugar de ser abiertamente expresadas, han sido reprimidas. A parr de entonces prosiguen como sistemas acvos dentro

de

la

persona,

inuyendo

sobre

los

senm mie ien ntos

y

el

comportamiento. De aquí la aparición de las múlples formas de trastorno del carácter y de enfermedad neuróca. La misión del tratamiento ha de consisr en ayudar al paciente a recupera su latente anhelo por su madre perdida y su ira hacia ella por abandonarle; hacerle retornar a la primera fase del duelo, con toda su ambivalencia de senmientos, la cual, en el periodo de la pérdida había sido omida o eludida. Es necesario que la persona que ha sufrido la pérdida de un ser querido exprese, más pronto o más tarde, sus senmientos. “Concede palabras a tu pena” decía Shakespeare. ¿Cómo conceder palabras a la pena? ¿Qué senmientos son los que hay que expresar? ¿Qué es lo que está deteniendo su expresión? Las emociones más intensas provocadas por la pérdida de un ser querido son el miedo a quedar abandonado, el anhelo de la gura perdida y la ira de no poder encontrarla de nuevo. La persona con problemas en el duel du elo o le lejo joss de en enfr fren enta tarr co con n la re real alid idad ad y ad adap apta tars rse e a ella ella,, qu qued eda a bloqueada en una lucha con su pasado. Resulta esencial que veamos las cosas desde su punto de vista y que resp respet etem emos os su suss se sen nmi mien ento tos. s. Ta Tan n só sólo lo si es esta ta pe pers rson ona a sien siente te qu que e podemo pod emoss com compre prende nderla rla y arm armoni onizar zar con ell ella, a, es pro proba bable ble que pue pueda da expresar los senmientos que están oprimiéndola.

 

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¿Con ¿Co n tod todo o lo ant anteri erior, or, cóm cómo o pod podemo emoss hac hacer er un bue buen n abo aborda rdaje je ter erap apé éu uco co ant nte e una per ersson ona a dol olie ient nte? e? Desd sde e las las

mira irada dass del

psic ps icoa oaná nális lisis is,, de desd sde e la neur neurop opsi sico colog logía ía y de desd sde e la teor teoría ía de dell ap apeg ego o podemos acercamos a la experiencia de duelo contemplando sus disntas face faceta tass en un mo mode delo lo má máss int integ egra rado dor. r. No po pode demo moss co cons nsid ider erar ar un una a reacción concreta en un momento dado como una función separada y aislada de la totalidad de la experiencia vital de la persona que afronta la vivencia de pérdida de la relación. En el trabajo publicado por Alba Payás Puigarnau “Las tareas del duelo” se describe cómo, en la neurociencia, la intervención del terapeuta no es má máss qu que e un inte intent nto o de po pote tenc ncia iarr el pr proc oces esam amie ient nto o me ment ntal al de dell doliente. La psicoterapia se ve como una manera de crear y potenciar caminos sinápcos neuronales en el cerebro para controlar la amígdala. Las memorias emocionales de la amígdala están indeleblemente grabadas, y lo mejor que se puede esperar es haber logrado regular su expresión. La mane ma nera ra en qu que e lo in inte tent ntam amos os es ha haci cien endo do qu que e el có córt rtex ex co cont ntro role le la amígdala. Hoy sabemos que las conexiones corcales entre el córtex y la amígdala son mucho más débiles que entre la amígdala y el córtex; ésto explica por qué la infor explica informació mación n emoci emocional onal invade tan fácilm fácilmente ente nuestro nuestross pens pe nsam amie ient ntos os co cons nsci cien ente tess y po porr qu qué é es tan tan dic dicil il co cont ntro rola larr de desd sde e la conciencia nuestras propias emociones. Dice la autora que puede que el proceso de psicoanálisis tradicional sea tan largo por esta asimetría en las conexiones del córtex con la amígdala. Esta autora, citando a Joseph LeDoux, denomina a esos procesos en los que se intenta que el córtex gane control sobre la amígdala, procesos de ar arrib ribaa-ab abaj ajo. o. La Lass in inte terv rven enci cione oness ps psic icot oter erap apéu éuc cas as arri arriba ba-a -aba bajo jo pretender abordar el self consciente dándole recursos para que luche

 

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contra un self inconsciente subyacente que conene una información o esquema implícito, responsable de inducir el síntoma mal adaptavo. La memoria memor ia emocional que guarda la amígd amígdala ala es para siempr siempre. e. Sus efect efectos os pueden migarse durante un empo, con este po de intervenciones arriba arr iba-ab -abajo ajo,, per pero o sie siempr mpre e serán serán sus suscep cepbl bles es de ser rea reacv cvado adoss ant ante e nuevos traumas o esmulos. ¿No ¿N o se serí ría a mu much cho o má máss fá fáci cill di dice ce la au auto tora ra trab trabaj ajar ar en la otra otra dirección, intentando que desde la amígdala se gane control sobre el córtex, aprovechando que el sistema se retroalimente una y otra vez? El hecho de que las conex conexiones iones neurona neuronales les sean much mucho o más intensas entre la amígdala y el córtex que en sendo contrario, apunta a un modelo de psicoterapia que ulice la sintomatología como una puerta de acceso al sistema de procesamiento mental; que priorice en el trabajo clínico la focalización en las sensaciones corporales y las emociones asociadas a la memoria implícita. Las posibilidades de disolver estos esquemas pueden dars da rse e re reab abri rien endo do el ci circ rcuit uito o ne neur uron onal al de la me memo mori ria a de desd sde e de dent ntro ro,, reavivando esas experiencias emocionales. Para poder acceder al material del sistema límbico y poder alterarlo, es esencial que el paciente pueda focalizar conjuntamente en la emoción y en el signicado. En relación a los mecanismos de defensa, por muy disrupvos que sean, enen una función, y esta función es mantener a toda costa el bi bien enes esta tarr de dell indi indivi vidu duo o y pr prot oteg eger er al eg ego o de cu cual alqu quie ierr am amen enaz aza a de sufrimiento psicológico. Se han originado en un intento de sobrevivir y responder a alguna necesidad psicológica o tarea de la persona en duelo. Reconocer Reco nocer y acoge acogerr con sensibilid sensibilidad ad esta estass condu conductas ctas y valida validarr su funci función ón es uno de los objevos de la intervención.

 

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Hay conductas que son manifestaciones de unas necesidades no sasfechas con relación al duelo. El error, si no tenemos la mirada puesta en el punto nal del duelo, es que se considere como objevo terapéuco eliminar estos afrontamientos juzgados como mal adaptavos, sin tener en cuenta la información que encierran. Explorar e idencar lo que está proteg pro tegien iendo do com como o fu funci nción ón tra transi nsicio cional nal.. ¿De qué man manera era y has hasta ta qué punto contribuyen estos afrontamientos al proceso de asimilación de la pérdida? La pregunta ¿qué es estar sano o qué es una patología? es crucial. Desde una perspecva relacional y la intersubjevidad, nuestra idendad está est á con congu gurad rada a por ta tanto ntoss sel selff disnt disntos os com como o dif difere erente ntess rel relaci acione oness interp int erpers ersona onales les ten tenemo emos, s, y cad cada a uno de est estos os sel selff lle lleva va aso asocia ciado do un conj co njun unto to de sen senmi mien ento tos, s, pe pens nsam amie ient ntos os y re recu cuer erdo dos, s, de ac act tud udes es,, creencias y recuerdos. Estar sano consiste en que este self uido pueda elegir entre esta amplia variedad de formas de relacionarse con nosotros mismos y con los demás, dependiendo del contexto interpersonal en que nos hallemos. Cuan Cu ando do la ex expe peri rien enci cia a no pu pued ede e se serr ac acom omod odad ada a en nu nues estr tras as relaciones signicavas, no puede ser procesada adecuadamente, ende a ser disociada o fragmentada, es relegada al límite de la conciencia y este es el ca cami mino no al frac racas aso o en la int nteg egra raci ción ón de los los self. lf. Es Esto toss Self  elf  desintegrados se manenen como partes inapropiadas o rechazadas hasta que, qu e, en el co cont ntex exto to de un nu nuev evo o esta estado do,, pu pued eden en ser ser re reac acv vad ados os y actualizados. La disociación segrega algún aspecto de la experiencia al margen de la conciencia. Cuanto mayor es el grado de disociación, mayor disconnuidad hay en el sendo del yo, y más confusión ión, más contradicción y menor comunicación hay entre los disntos self.

 

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El objevo de la intervención terapéuca en el duelo no es el restablecimiento del contacto con el objeto perdido, ni el alivio de la sintomatología o del sufrimiento, ni la exnción de comportamientos o estrat est rategi egias as mal ada adapta ptavo vos. s. La int interv ervenc ención ión te terap rapéu éuca ca deb debe e est estar ar orientada a potencia el procesamiento integrado de la experiencia de pérdida, de los elementos de estrés o trauma, en su verente defensiva, en lo loss asp spe ecto toss pr pro opios pios de la relac elació ión n pe perd rdiida o en la tar tarea de recons rec onstru trucci cción ón de sig signi nica cados dos.. Al ser int integr egrado ado per permi mirá rá el ac acces ceso o profun pro fundo do a ex exper perien iencia ciass ple plenas nas,, lo que pos posibi ibilit litará ará el de desar sarrol rollo lo de si sign gni ica cado doss nu nuev evos os sin sin ne nece cesi sida dad d de di disg sgre rega garr y di diso soci ciar ar,, ni de establecer defensas. Hay que facilitar el restablecimiento de conexiones neuronales promoviendo un proceso integrado emocional-cognivo.

En este trabajo he intentado abordar el tema del duelo por el interés personal que me suscita. Vivimos desde la relación y somos en ella, y, cuando la perdemos, algo nuestro desaparece. Creo que entendiendo lo anterior podemos comprender lo duro que puede resultar, como dice Freud, el trabajo de duelo. Vivimos con miedo a morir, es una de nuestras heridas, no la única, y el duelo nos ofrece la oportunidad de morir en vida. El duelo se ofrece como una experiencia de renovación, de trabajo, que, como dije al principio del texto, nos lleva a otro lado donde ya no somos el mismo. Esto mismo ocurre en cada momento de nuestra vida; cuando termine de escribir estas letras ya no seré el mismo que empezó a escribir, porr la ma po mara ravi vill llos osa a rela relaci ción ón qu que e e ene ne el en encu cuen entr tro o co con n un uno o mi mism smo o mientras se redactan estas líneas.

 

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En los encuentros que he tenido con personas que han venido a verme para tratar el duelo por la muerte de un ser querido, he podido percibir o senr que el doliente no encuentra sendo a lo que le está ocurri ocu rriend endo o y la pér pérdida dida le pro produc duce e dol dolor or y tam tambié bién n des desequ equilib ilibrio rio.. Un desequilibrio psíquico por tener que incorporar en su existencia la relación con la muerte del ser querido y con la suya propia. Algo he perdido y mi psiquismo no lo puede manejar, quiero que regrese. Como si a un niño de tres años le tuviéramos que pedir que realizara él solito las tareas del hogar. Se enfadaría con nosotros. Le estamos pidiendo que se encuentre en un lugar que él no enende, ni siquiera lo puede imaginar i maginar y, además, lo tengo que hacer yo solito; él está a otras cosas, a jugar, a dormir, a ser un ni niño ño.. En el du duel elo o la ex expe peri rien enci cia a no noss ob oblig liga a a ev evol oluc ucio iona narr de ma mane nera ra fulminante para ser otro más evolucionado y, claro, ésto no se nos puede pedir tan a la ligera. Por este movo veo tan importante que, desde lo Colecvo, desde la familia, se de a la muerte el espacio que merece como parte de la vida para que, llegado el momento de dejar parr al otro o a noso no sotr tros os mi mism smos os,, te teng ngam amos os ya he hech cho o un po poqu quit ito o de dell trab trabaj ajo o de elaboración.

Cuando Cuan do es este te es espa paci cio o no se no noss ofre ofrece ce,, en ento tonc nces es tene tenemo moss qu que e recurrir a un duro trabajo y ahí la terapia ene su espacio para poder realizarlo. Por eso, de los textos que he leído, Freud y Melanie Klein describen tan brillantemente ese trabajo interior que el doliente ene que sobrellevar para poder ir recolocando sus “objetos”, tanto internos como externos, pero también me he dado cuenta que ese trabajo no se hace solo. sol o. Tie Tiene ne que exis exisrr ese “otro “otro”” que compa comparta rta con nos nosotr otros os lo más verdadero del ser humano, la relación. Sin ella no somos, no existe eso que llaman “ser humano” y el duelo no se puede transitar.

 

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BIBLIOGRAFIA

Alba Payás Puigarnaus: “Las tareas del duelo”. 2010 Darian Leader: “La moda negra”. 2014 Joan Didion: “El año del pensamiento mágico”. 2016 John Bowly: “Vínculos afecvos: Formación, desarrollo y pérdida”. 2014 Malenie Klein: “El duelo y su relación con los estados maniacodepresivos”. 1940 Sigmund Freud: “Duelo y melancolía”. 1917 Sogyal Rimpoché: “El libro betano de la vida y la muerte”. 2006

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