¿Donde Estoy Yo? (Dennett)

September 5, 2017 | Author: Felipe Correa | Category: Brain, Organ Transplantation, Psychology & Cognitive Science, Texas, State (Polity)
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Descripción: Texto de Dennet sobre el Yo...

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1 PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA DE CHILE ESCUELA DE PSICOLOGIA CURSO: Procesos Psicológicos Básicos ¿DONDE ESTOY YO? Ahora que he ganado mi lugar bajo el alero del Acta de Libertad de información me siento libre como para revelar por primera vez un curioso episodio de mi vida que puede ser de interés no sólo para aquellos ligados a la investigación de la filosofía de la mente y a la neurociencia, sino también para el público general. Varios años atrás, algunos oficiales del Pentágono se acercaron a mí y me pidieron ser voluntario en una misión secreta altamente peligrosa. El Departamento de Defensa, en colaboración conla NASA y Howard Hughes, estaba gastando billones en desarrollar un Dispositivo Subterráneo Supersónico Abre-Túneles (DSSA). Se esperaba que pudiera cavar túneles a través del casquete terrestre a una gran velocidad y depositar una cabeza nuclear especialmente diseñada "justo debajo de los silos de misiles de los Rojos", como lo planteó uno de los enviados del pentágono. El problema estaba en que e una de las pruebas iniciales habían tenido éxito en alojar na cabeza nuclear a casi una milla de profundiad bajo Tulsa, Oklahoma y ahora querían que yo la recuperara para ellos. "¿Por qué yo?", preguntè. Bueno, la misión implicaba la aplicación pionera deañguos recientes hallazgos de investigaciones cerebrales y ellos habían escuchado de mi interés por los cerebros, y, por supuesto, de mi curiosidad faustina, mi gran coraje y toda una serie de otros atributos...Bueno, ¿cómo podía yo rehusar? La dificultad que trajo al Pentágono hasta la puerta de mi casa era que el dispositivo que se me pedía recuperar era fuertemente radioactivo en una forma distinta a cualquier dispositivo ya conocido. De acuerdo a los instrumentos de monitoreo, algo en la naturaleza del dispositivo y sus complejas interacciones con cúmulos de materiales de la profundidad terrestre habían producido radiación que podría causar severas anormalidades en ciertos tejidos del cerebro. No se había encontrado forma alguna para proteger al cerebro de estos rayos mortíferos, los cuales aparentemente eran inofensivos para los otros tejidos y órganos del cuerpo. Por lo tanto, se había decidido que la persona enviada a recuperar este dispositivo debía dejar atrás su cerebro. Este sería guardado en un lugar seguro desde donde podría ejecutar sus funciones normales de control a través de elabotados circuitos de radio. ¿Estaría y odispuesto a someterme a un procesamiento quirúrgico que removería completamente mi cerebro, el cual sería entonces ubicado en un aparato para mantenerlo vivo en el Manned Spacecraft Center de Houston? Cada ía de input y Output, como se measeguro, sería sustituída por un par de transceptores (trasnceivers) de radio microminiaturalizados, uno adosado directamente al cerebro y el otro a las terminaciones nerviosas en el cráneo ahora vació. Ninguna información se perdería, todas las conexiones se mantendrían. En un comienzo yo estaba un tanto reacio a la idea. ¿Funcionaría realmente? Los cirujanos cerebrales de Houston me envalentonaron. "Piénselo", me dijeron, "Tómelo simplemente como un estiramiento de los nervios. Si su cerebro sólo fuera movido cerca de una pulgada dentro del cráneo, su mente no se vería alterada ni disminuída. Nosotros simplemente vamos a hacer a los nervios infinitamente elásticos introduciendo conexiones de radio entre ellos. Se me mostró el laboratorio de mantenimiento vital en Houston y pude ver la flamante tina donde sería guardado mi cerebro si es que yo aceptaba todo esto. Conocí al inmenso y brillante equipo de apoyo, constituído por neurólogos, hematólogos, biofísicos e ingenieros eléctricos. Después de varios días de discusiones y demostraciones, acepté hacer una prueba. Se me sometió a una enorme cantidad de pruebas de sangre, "scanners" cerebrales, experimentos, entrevistas y cosas por el estilo. Anotaron mi autobiografía con gran detalle, grabaron tediosos listados con mis creencias, esperanzas, temopres y gustos. Incluso registraron mis grabaciones estereofónicas favoritas y me dieron una fuerte sesión psicoanalítica. El día de la intervención quirúrgica finalmente llegó y, por supuesto, fui anestesiado no pudiendo recordar nada de la operación misma. Cuando salí de la anestesia, abrí los ojos, miré alrededor y formulé la inevitable, tradicional y lamentablemente trivial pregunta post-operatoria: "¿Dónde estoy?". La enfermera me sonrió. "Ud. está en Houston", dijo ella y yo pensé que esto todavía tenía la posibilidad de ser cierto en un sentido u otro. Ella me pasó un espejo. Con toda certeza, ahí estaban las pequeñas antenas asomándose a través de las ventanillas de titanio cementadas en mi cráneo. "Deduzco que la operación fue un éxito", dije yo. "Quiero ir a ver mi cerebro". Me guiaron (yo aún estaba un tanto mareado e inestable) a lo largo de un corredor y luego al laboratorio de mantenimiento-vital. El equipo de apoyo soltó un grito de entusiasmo y yo respondí con lo que supuse era un expresivo saludo. Aún sintiéndome débil, se me ayudó a llegar hasta la tina de mantenimiento-vital. Miré a través del vidrio. Ahí, flotando en algo que parecía una bebida gaseosa, habían terminaciones de circuitos, tubos plásticos, electrodos y otros accesorios. "¿Es todo eso mío?" pregunté. "Mueva el

2 conmutador del transmisor del output que está ahí al lado de la tina y vea por sí mismo" me respondió el director del proyecto. Moví el conmutador y lo dejé en OFF e inmediatamente caí, embotado y nauseabundo, en los brazos de los técnicos, uno de los cuales gentilmente llevó el conmutador a la posición ON. Mientras recuperaba mi equilibrio y compostura, pensé para mí mismo: "Bueno, aquí estoy sentado en una silla plegable mirando a través de un vidrio plateado lo que es mi propio cerebro... Pero un momento "me dije a mí mismo", ¿no debí haber pensado más bien. Aquú estoy yo, suspendido en un líquido burbujeante, siendo observado por mis propios ojos?. Traté de reflexionar acerca de este último pensamiento pero fallé en llevar adelante el ejercicio con convicción. Traté nuevamente. "Aquí estoy yo, Daniel Dennett, suspendido en un líquido burbujeante siendo observado por mis propios ojos". Yo, simplemente no resultaba. Era extremadamente desconcertante y confuso. Siendo un filósofo de fuertes convicciones fisicalistas, yo creía en forma inmutable que la génesis de mis pensamientos estaba ocurriendo en alguna parte de mi cerebro: sin embargo, cuando pensaba "Aquí estoy", el lugar donde el pensamiento se me ocurría era aquí, fuera de la tina, donde yo, Dennett, estaba parado observando mi cerebro. Una y otra vez, traté de pensarme a mí mismo dentro de la tina, pero sin resultado. Intenté lograrlo a través de ejercicios mentales. Pensé para mí mismo "El sol esté brillando allá" cinco veces en una rápida sucesión, señalando mentalmente un lugar diferente cada vez: en orden fueron la esquina del laboratorio iluminada por el sol, el césped del frontis del hospital que me era visible, Houston, Marte y Júpiter. No encontré mayor dificultad en hacer que mis "allá" saltaran por todo el mapa celeste con las apropiadas referencias. Podía elevar un "allá" en un instante hasta los mlímites más lejanos del espacio y luego apuntar el siguiente "allá" con una precisión increíble al cuadrante superior izquierdo de una peca de mi brazo. ¿Por qué estaba teniendo tantos problemas con mis "aquí"? "Aquí en Houston" no suscitaba problemas, como tampoco "aquí en el laboratorio", incluso, "aquí en esta parte del laboratorio", pero "aquí en la tina" me parecía una mera palabrería sin un significado mental. Intenté cerrar mis ojos mientras pensaba en ello. Esto ayudó en algo, sin embargo, no logré arreglármelas para sacar el problema adelante, excepto quizás por un instante fugaz. No lograba estar seguro. El descubrir que no podía estar seguro también me alteraba. ¿Cómo podía saber aqué dónde me estaba refiriendo con el "aquí" cuando pensaba "aquí"? ¿Podía yo pensar que me estaba refiriendo a un lugar cuando en realidad me refería a otro? No podía entender como esto podía ser admitido sin desatar los escasos lazos de intimidad entre una persona y su propia vida mental que habían sobrevidio a la embestida de los científicos y filósofos del cerebro, de los fiscalistas y conductistas. Quizás yo sería incorregigle en cuanto al lugar al cual me refería cuando decía "aquí". Pero en las circunstancias presentes parecía que estaba condenado ya sea por la mera fuerza del hábito mental, a pensar en base a premisas indicativas sistemáticamente falsas o bien en lugar donde está una persona (y, por lo tanto, el lugar desde el cual sus pensamientos son generados para fines de análisis sistemáticos) no es necesariamente donde su cerebro el asiento físico de su almareside. Agobiado por la confusión, intenté orientarme retomando el pasatiempo favorito de los filosófos. Empecé a ponerle nombre a las cosas. "Yorick", le dije en voz alta a mi cerebro, "tú eres mi cerebro. El resto de mi cuerpo, sentado en esta silla, se apodará "Hamlet". Así que aquí estamos todos: Yorick mi cerebro, Hamlet mi cuerpo y yo, Dennett. Ahora, ¿dónde estoy yo? Y cuando pienso "¿dónde estoy yo?", ¿dónde se genera esa duda? ¿Surge en mi cerebro, que está a sus anchas en la tina, o justo aquí entre mis orejas donde parece generarse. ¿O en ninguna parte?. Sus coordenadas temporales no me daban problema, ¿quizás tampoco tendría coordenadas espaciales? Empecé a hacer una lista de alternativas. 1) Donde va Hamlet, ahí va Dennett. Este principio era fácilmente refutable apelando a los familiares experimentos sobre pensamiento y trasplante de cerebros tan disfrutados por los filósofos. Si Tom y Dick intercambian cerebros, Tom es el sujeto que queda con el cuerpo que originalmente pertenecía a Dick - basta con preguntarle a él; sostendría que es Tom y podría contarle hasta los más íntimos detalles de la autobiografía de Tom. Quedaba suficientemente claro, entonces, que mi cuerpo y yo podíamos dejar de acompañarnos, pero no era tan probable que yo pudiera ser separado de mi cerebro. La regla de oro que emerge en forma clarísima de estos experimentos sobre pensamiento es que en los trasplantes de cerebro uno querría ser el donante antes que el receptor. De hecho, sería mejor llamar a tal operación un trasplante de cuerpo. Por lo tanto, tal vez, la verdad era que... 2) Dónde va Yorick, ahí va Dennett. Esto, sin embargo, no era todo lo defendible que hubiera deseado. ¿Cómo podría ser que yo estuviera dentro de la tina sin posibilidad de ir a ninguna parte cuando obviamente estaba fuera de la tina mirando hacia dentro y comenzando a hacer culposos planes para retornar a mi cuarto y pedir un suculento almuerzo?. Buscando algún tipo de apoyo para mi intuición, llegué a una especie de argumento legalístico que podía estar apelando a Locke. Supongamos, me dije a mí mismo, que yo viajara a California, robara un banco y fuera aprehendido. ¿En qué estado sería juzgado: en California, donde el asalto tuvo lugar, o en Texas, donde el cerebro de la operación estaba lozalizado? ¿Sería yo

3 un ladrón californiano con un cerebro fuera-del-estado, o un ladrón texano controlando remotamente a un cómplice en California? Parecía posible que yo pudiera tener éxito en tal golpe en base a la imposibilidad de decidir tal dilema jurísdiccional, aunque quizás podría ser considerado una ofensa interestotal, y, por lo tanto, federal. En todo caso, supongamos que yo fuera recluído. ¿Se daría por satisfecha California encerrando a Hamlet sabiendo que Yorick estaría a sus anchas dándose la buena vida en Texas? ¿Encarcelaría Texas a Yorick dejando a Hamlet libre para tomar el siguiente barco a Río? Descartando la pena capital u otro castigo cruel e inusual, el estado se vería obligado a mantener el sistema de mantenimiento-vital para Yorick, aunque probablemente lo llevarían de Houston a Leavenworth y, aparte de lo displacentero de este oprobio, yo, por una vez, no me sentiría para nada molesto y me consideraría a mí mismo un hombre libre bajo tales circunstancias. Si el estado tiene interés en reubicar forsozamente a las personas en instituciones, fallaría en reubicarme a mí en una institución al ubicar a Yorick ahí. Si esto era cierto, surgía una tercera alternativa. 3) Dennet está donde él piensa que está. En general, el planteamiento era el siguiente: en cualquier momento una persona tiene un punto de vista y la localización de ese punto de vista (la cual es determinada internamente por el contenido del punto de vista) es también la localización de la persona. Tal proposición no deja de tener algunas perplejidades, pero me parecía estar dando un paso en la dirección correcta. El único problema era que parecía ponerlo a uno en una situación en que cara-gano-yo/sello-tú-pierdes y donde se hacía muy difícil fallar al no tomar en cuenta la localización. ¿No me habría equivocado yo mismo sobre dónde estaba, o por lo menos muchas veces me había sentido inseguro?. ¿No podía uno perderse? Por supuesto, pero perderse geográficamente no es la única forma en que uno se puede perder. Si uno se perdiera en un bosque, uno podría intentar reasegurarse a sí mismo con el consuelo de saber, por lo menos, dónde se estaría: uno estaría en los alrededores familiares del propio cuerpo. Quizás en este caso tal certeza no nos llamaría tanto la atención como para sentirnos agradecidos. Sin embargo, existían peores estados imaginables, y yo no estaba seguro de no estar en tal estado en ese mismo momento. El punto de vista tiene que ver claramente con la localización personal, pero es en sí mismo una noción poco clara. Era obvio que el contenido del propio punto de vista no era el mismo que, o no estaba determinado por, las creencias y pensamientos personales. Por ejemplo, ¿qué podríamos decir acerca del punto de vista del espectador de Cinerama que se encoge y contorsiona en su asiento cuando el acercamiento de la montaña tusa sobrepasa su capacidad de distanciamiento psíquico? ¿Se ha olvidado que está sentado seguro en su asiento del teatro? Aquí me sentí inclinado a decir que la persona está experimentando un cambio ilusorio en su punto de vista. En otras ocasiones, mi inclinación a llamar a tales cambios ilusorios fue menos intensa. Los trabajadores de laboratorios y plantas que manipulan peligrosos materiales operando brazos y manos mecánicas controlados por retroalimentación sufren un cambio en el punto de vista que es más vívido y pronunciado que cualquier cosa que pueda provocar el Cinerama. Pueden sentir el peso y lo resbaladizo de los receptáculos que manipulan con sus dedos metálicos. Saben perfectamente dónde están y la experiencia no los confunde con falsas creencias, aunque es como si estuvieran dentro de la cámara aislada hacia la cual están mirando. Con un esfuerzo mental se las pueden arreglar para cambiar su punto de vista hacia adelante y atrás, como en los cubos transparentes de Necker o en los dibujos de Escher cambiando de orientación delante de los ojos del observador. Parece extravagante suponer que el efectuar esta pequeña gimnasia mental se están transportando a sí mismos para adelante y atrás. Pese a todo, su ejemplo me dio esperanzas. Si de hecho yo estaba en la tina a pesar de mis intuiciones, me podría entrenar en adoptar ese punto de vista incluso como un problema de hábito. Debería convivir con imágenes de mí mismo confortablemente flotando en mi tina, dirigiendo voliciones a ese cuerpo tan familiar allá fuera. Reflexioné que la facilidad o dificultad de esta tarea seguramente era independiente de la verdad acerca de la localización del propio cerebro. Si hubiera practicado antes de la operación, quizás ahora estaría encontrando su segunda natura. Ahora, Ud. puede probar por sí mismo tal trompe l'oeil. Imagínese que ha escrito una polémica carta que ha sido publicada en el Times, obteniendo como resultado que el gobierno escogiera su cerebro para ser depositado por un período probatorio de 3 años en su Clínica de Cerebros Peligrosos en Bethesda, Maryland. Por supuesto que su cuerpo es dejado libre para ganar un sueldo y así poder continuar con su función de acumular entradas que luego serán gravadas con impuestos. En este momento sin embargo, su cuerpo está sentado en un auditorio escuchando un peculiar recuento de Daniel Dennett sobre su experiencia personal similar a la suya. Pruébelo. Imagínese a sí mismo en Bethseda y luego retorne con ansias a su cuerpo, que está tan lejos aunque parece estar tan cerca. Es sólo gracias a la restricción de larga distancia (¿propia?, ¿del gobierno?) que puede Ud. controlar su impulso de hacer que esas manos aplaudan cordialmente antes de hacer entrar al viejo cuerpo en el repostero y obtener un bien merecido vaso de cherry nocturno en el vestíbulo. La tarea imaginativa es ciertamente difícil, pero si consigue su meta los resultados pueden ser consoladores. En todo caso, ahí estaba yo en Houston, perdido por decirlo así entre mis pensamientos, pero no por mucho tiempo. Mis

4 especulaciones fueron prontamente interrumpidas por los doctores de Houston que querían probar mi nuevo sistema nervioso prostético, antes de enviarme a mi peligrosa misión. Como mencioné anteriormente, me sentía un poco mareado al comienzo, lo que no es muy sorprendente, aunque pronto me habitué a mis nuevas circunstancias (las cuales eran, después de todo, bastante similares e indistinguibles de mis antiguas circunstancias). Mi acomodación no era perfecta, y hasta hoy sigo siendo atormentado por dificultades de coordinación menores. La velocidad de la luz es rápida, pero finita, y a medida que mi cerebro y mi cuerpo se apartan, la delicada interacción de mis sistemas de retroalimentación es llevada a desarreglos por los retardos temporales. Así como uno es llevado a casi perder el habla por una audición retardada o interferida por el eco de la propia voz hablada, así también, por ejemplo, prácticamente no puedo seguir un objeto en movimiento con mis ojos cuando mi cuerpo y mi cerebro se han alejando más de unas pocas millas. En la mayoría de mis actividades mi desajuste es difícilmente detectable, aunque ya no puedo pegarle a una pelota lenta que viene con efecto con la misma autoridad que antes. Por supuesto, existen algunas compensaciones. Aunque el licor sabe tan bien como siempre, y entibia mi garganta mientras corroe mi hígado, puedo tomar la cantidad que desee sin llegar a embriagarme en lo más mínimo, lo cual es una curiosidad que puede haber sido notada por algunos de mis amigos cercanos (aunque en ocasiones he fingido estar ebrio para distraer la atención sobre mis inusuales circunstancias.) Por razones similares, tomo oralmente una aspirina para una muñeca torcida, pero si el dolor persiste, les pido en Houston que me administren codeína in vitro. Em tiempos de enfermedad la cuenta del teléfono puede causar vértigos. Pero volvamos a mi aventura. Finalmente, tanto los doctores como yo estábamos satisfechos de que yo estuviera listo para realizar mi misión subterránea. Así es que dejé mi cerebro en Houston y fui llevado a Tulsa en helicóptero. Bueno, en todo caso, así me parecía que eran las cosas. Así es com o lo expresaría, como si así lo fuere. Durante el viaje relfexioné acerca de mis anteriores ansiedades y decidí que mis primeras especulaciones post-operatorias habían estado teñidas por el pánico. El problema era mucho menos extraño o metafísico de lo que yo había supuesto. ,Dónde estaba yo?. Claramente en dos lugares: tanto dentro de la tina como fuera de ella. Así como uno puede pararse con un pie en Conneticut y otro en Rhode Island, yo estaba en dos lugares a la vez. Me había transformado en uno de esos individuos disgregados de los cuales tanto oíamos hablar antaño. Mientras más consideraba esta respuesta, me aparecía más obviamente verdadera, No obstante, aunque parezca extramo decirlo, mientras más verdadera la encontraba, menos importante me parecía la pregunta que podría estar respondiendo acertadamente. Triste destino para una pregunta filosófica. Obviamente esta respuesta no me satisfacía completamente. Quedaba una pregunta en suspenso para la cual me hubiera gustado tener una respuesta y que no era precisamente "¿Dónde están todas mis variadas y diversas partes?" ni tampoco "¿Cuál es mi actual punto de vista?". O al menos parecía haber tal pregunta, ya que parecía innegable que en cierto sentido yo, y no meramente la mayor parte de mí, estaba descendiendo dentro de la tierra bajo Tulsa en busca de una cabeza nuclear. Cuando encontré la cabeza nuclear ciertamente me alegré de haber dejado mi cerebro atrás, ya que la aguja del contador Geiger especialmente construído que yo había traído, estaba fuera del dial. Llamé a Houston con mi radio ordinaria e informé al centro de control de operaciones sobre mi posición y mis progresos. En respuesta, me dieron instrucciones para desmantelar el vehículo basándose en mis observaciones del lugar. Yo me había puesto a trabajar con mi hacha cortante cuando de pronto ocurrió algo terrible. Me puse totalmente sordo. Al comienzo pensé que sólo eran mis audífonos de radio que se habían descompuesto, pero cuando palmoteé sobre mi casco no escuché nada. Aparentemente los transceptores (transceivers) auditivos no estaban funcionando. Ya no podía escuchar ni a Houston ni a mi propia voz, pero podía hablar, por lo que empecé a controles lo que había ocurrido. A mitad de la frase me di cuenta que algo más estaba fallando. Mi aparato vocal se había paralizado. Luego mi mano derecha se puso flácida -otro transceptor se había descompuesto. Estaba en verdaderos aprietos. Pero lo peor aún no acontecía. Después de unos pocos minutos me puse ciego. Maldije mi suerte y después maldije a los científicos que me habían guiado a este grave peligro. Ahí estaba yo, sordo, mudo y ciego, en un hoyo radioactivo más de una milla bajo Tulsa. Acto seguido, se descompusieron mis últimos enlaces cerebrales y repentinamente me encontré con un problema nuevo y aún más choqueante: siendo que hace un instante atrá s yo estaba enterrado vivo en Oklahoma, ahora estaba descorporalizado en Houston. Mi reconocimiento de mi nuevo status no fue inmediato. Me demoré varios minutos bastante ansiosos en hacerme la idea de que mi pobre cuerpo yacía a varios centenares de millas de ahí, con el corazón palpitando y los pulmones respirando, pero, en otro sentido, tan muerto como el cuerpo de cuerpo de cualquier donante para un trasplante de corazón, con su cráneo lleno de dispositivos electrónicos descompuestos e inservibles. El cambio de perspectiva que anteriormente había encontrado prácticamente imposible ahora me parecía bastante natural. Aunque me podía pensar a mí mismo de vuelta en mi cuerpo en el túnel bajo Tulsa, me costó algún esfuerzo mantener la ilusión. Ya que era seguro que era una ilusión suponer que yo aún estaba en Oklahoma: había perdido todo contacto con ese cuerpo. Se me ocurrió entonces, en uno de esos instantes de revelación de los cuales debemos ser sospechosos, que había tropezado con una impresionante demostración de la inmaterialidad del alma basado, en principios y premisas fisicalistas. ¿Acaso no me había yo cambiado de localización desde Tulsa a Houston a la velocidad de la luz cuando murió la última

5 onda de radio entre ambas localidades? ¿Y no había yo conseguido esto sin incremento alguno de masa? Lo que se movió de A a B a tal velocidad ciertamente fui yo mismo, o en su defecto mi alma o mente -el centro sin masa de mi ser y hogar de mi conciencia. Mi punto de vista se había quedado un poco atrás, pero yo ya me había dado cuenta de la influencia indirecta del punto de vista sobre la localización personal. No podía ver cómo un filósofo fisicalista podría discutir esto salvo que tomara la horrible y anti-intuitiva ruta de desterrar toda conversación con personas. Sin embargo, la noción de personalidad (personhood) estaba tan bien arraigada en la visión del mundo de todos, o así me parecía, que cualquier negación sería tan curiosamente no convincente, tan sistemáticamente falsa, como la negación cartesiana "non sum". El gozo de este descubrimiento filosófico me ayudó a sobrepasar algunos minutos, o quizás horas, muy malos, mientras la idefensión y desesperanza de mi situación se me hacía más clara. Me sacudieron olas de pánico e incluso de náusea, las cuales eran aún más horribles por la ausencia de su fenomenología normal ligada al cuerpo. No habían hormigueos por la adrenalina en los brazos, ningún corazón palpitando, ninguna salvación premonitoria. Sentí en un momento una horrible sensación en mis entrañas de estar hundiéndome, lo que momentáneamente me engañó haciéndome tener la falsa esperanza que estaba sufriendo un retroceso en el proceso que me había llevado a esta dificultad -una gradual antidescorporalización. Pero lo aislado y único de ese dolor pronto me convencieron que simplemente era la primera alucinación de un miembro fantasma que luego sería seguida por una plaga de ellas, las que yo, como cualquier otro amputado, estaba muy propenso a padecer. Mi ánimo entonces se puso caótico. Por un lado, me sentía dichoso por el júbilo de mi descubrimiento filosófico y estaba estrujando mi cerebro (una de las pocas cosas familiares que aún podía hacer) tratando de imaginarme cómo comunicar mi descubrimiento a las revistas científicas; mientras que por otro, me sentía miserable, solo y lleno de horror e incertidumbre. Afortunadamente, esto no duró mucho, ya que mi equipo de apoyo técnico me aplicó un sedante que me hizo dormir sin ninguna actividad onírica, sueño del cual desperté escuchando con magnífica fidelidad los familiares acordes iniciales de mi trío favorito para piano de Brahms. ¡Así es que por eso querían una lista con mis grabaciones favoritas!. No me tomó mucho tiempo darme cuenta que estaba escuchando la música sin oídos. El output del aparato stereo estaba siendo incorporado directamente a mi nervio auditivo por algún ingenioso circuito de rectificación. Yo estaba haciendo de principal canal de salida para Brahms, una experiencia inolvidable para cualquier bafle stereo. Al final de la grabación no me sorprendió escuchar la reaseguradora voz del director del proyecto hablando a través de un micrófono, que ahora sería mi nuevo oído prostético. Confirmó mi análisis de qué es lo que había fallado y me aseguró que se estaban dando los pasos necesarios para re-corporalizarme.Después de unas pocas grabaciones más me encontré cayendo nuevamente en el sueño. Estuve dormido, supe después, la mayor parte de un año y cuando desperté me encontré con mis sentidos estaban plenamente reestablecidos. Cuando me miré en un espejo, eso sí, me sorprendí un poco al contemplar un rostro poco familiar. Como barba y un poco más obeso, guardaba sin duda cierto parecido familiar con mi rostro original, la misma mirada que denotaba una traviesa inteligencia y un carácter resuelto, pero definitivamente un nuevo rostro. Posteriores auto-exploraciones de naturaleza íntima no me dejaron duda alguna de que éste era un nuevo cuerpo, y el director del proyecto confirmó mis conclusiones. No me entregó ninguna información sobre la historia de mi nuevo cuerpo y yo dicidí (sabiamente, pienso ahora en retrospectiva) no meterme en asuntos ajenos. Como lo han planteado recientemente muchos filósofos que no conocían mi odisea, la adquisición de un nuevo cuerpo deja a la propia persona intacta. Y después de un período de ajuste a una nueva voz, a nuevas fuerzas y debilidades musculares y demases, la propia personalidad es en gran medida preservada. Se han observado rutinariamente cambios de personalidad más dramáticos en personas que se han sometido a grandes cirugías plásticas, y para qué decir en operaciones de cambio de sexo, y creo que nadie pone en duda que la persona sobrevive en tales casos. En todo caso, pronto me acomodé a mi nuevo cuerpo, al punto de ser incapaz de recuperar cualquiera de sus novedades para mi conciencia o incluso para mi memoria. La mirada en el espejo pronto se me hizo totalmente familiar. Esa mirada, dicho sea de paso, aún revelaba antenas, por lo que no me sentí sorprendido de saber que mi cerebro no había sido movido de su refugio en el laboratorio de mantenimiento-vital. Decidí que el bueno y viejo Yorick se merecía una visita. Yo y mi nuevo cuerpo, al cual podemos llamar Fortimbrás, cruzamos el ya familiar laboratorio recibiendo una nueva ronda de aplausos de los técnicos, los que, por supuesto, se estaban felicitando a sí mismos y no a mí. Una vez más, me paré delante de la tina y contemplé al pobre Yorick y, en un capricho, nuevamente desconecté caballerosamente el conmutador del transmisor de output. Imagínense mi sorpresa cuando no ocurrió nada inusual. Ninguna sensación de desmayo, nada de náuseas, ningún cambio apreciable. Un técnico se apuró en devolver el interruptor a ON, pero todavía yo no sentía nada. Exigí una explicación que el director del proyecto se apuró en darme. Pareciera que incluso antes de que me operaran en la primera ocasión, habían construído un duplicado computarizado de mi cerebro, reproduciendo tanto la estructura de procesamiento de información completo como la velocidad computacional de mi cerebro en un programa de computador gigante. Después de la operación, pero antes que se atrevieran a enviarme a mi misión en Oklahoma, habían hecho correr este sistema computacional lado a lado con

6 Yurick. Las señales que salían de Hamlet eran enviadas simultáneamente a los transceptores de Yorick y a los sietmas de input del computador. Y los output de Yorick no eran sólo dirigidos de vuelta a Hamlet, mi cuerpo; fueron grabados y chequeados contra los outputs simultáneos del programa computacional, el que fue llamado "Hubert" por razones desconocidas para mí. Por días e incluso semanas, los outputs fueron idénticos y sincrónicos, lo que por supuesto no probaba que habían tenido éxito en copiar la estructura funcional del cerebro, pero el apoyo empírico era fuertemente esperanzador. El input de Hubert, y por lo tanto su actividad, se había mantenido paralelo al de Yorick durante mis días descorporalizados. Y ahora, para demostrar esto, habían botado prácticamente el conmutador principal que había puesto a Hubert por primera vez en la línea de control "on" de mi cuerpo no Hamlet, por supuesto, sino Fortimbrás. (Hamlet, supe después, nunca fue recuperado de su tumba subterránea y se podría suponer a estas alturas que ya hace bastante tiempo volvió al polvo. A la entrada de mi tumba aún yacía el magnífico dispositivo abandonado, con la palabra DSSA escrita con brillantes y grandes, letras en sus costados -una circunstancia que puede proveer a los arqueólogos del próximo siglo un curioso insight acerca de los ritos de entierro de sus antecesores). Discuté mis preocupaciones con los técnicos y el director del proyecto. Les expliqué que la perspectiva de que pudieran existir dos Dennetts era aborrecible, más que nada por razones sociales. No quería constituirme en mi propio rival por conseguir el efecto de mi esposa ni me gustaba que dos Dennetts compartieran mi modesto sueldo de profesor. Eso sí que aún más vertiginosa y desagradable era la idea de saber tanto sobre otra persona, mientras ella tendría las mismas ventajas sobre mí. ¿Cómo podríamos alguna vez enfrentarnos? Mis colegas del laboratorio señalaron que yo estaba ignorando el lado positivo del asunto. ¿No eran acaso muchas las cosas que quería hacer pero que no había podido realizar siendo sólo una persona?. Ahora, un Dennett se podría quedar en casa y ser un hombre de familia, mientras el otro podría emprender una vida de viajes y aventuras- echando de menos a la familia por supuesto pero contento al saber que el otro Dennett estaba manteniendo el fuego del hogar encendido. Podría ser fiel y adúltero a la vez. Me podría incluso hacer "cornudo" a mí mismo, para no mencionar otras posibilidades más lúgubres que mis colegas estaban ansiosos de transmitir a mi ya sobrecargada imaginación. Pero mi odisea en Oklahoma (¿o había sido en Houston?) me había hecho menos aventurero y desistí de esta oportunidad que se me estaba ofreciendo (aunque, por supuesto, nunca estuve muy seguro si realmente se me estaba ofreciendo a mí en primer lugar). Había otra perspectiva aún más desagradable: que el repuesto, podría tratarse de Hubert o Yorick según el caso, pudiera ser desconectado de cualquier input proveniente de Fortimbrés y simplemente fuera mantenido desconectado. Entonces, como en el otro caso, habrían dos Dennett, o al menos dos que exigirían mi nombre y posesiones, uno corporalizado en Fortimbrás y el otro, triste y descorporalizado. Tanto los celos como el altruísmo me hicieron dar algunos pasos para prevenir que esto ocurriera. Por lo tanto, pedí que se tomaran algunas medida oara asegurar que nadie nunca pudeira entrometerse en las conexiones de transceptores del conmutador principal sin mí (¿nuestro?, no, mí) conocimiento y asentimiento. En vista que no tenía ningún deseo de pasar mi vida custodiando el equipo en Houston, se decidió en forma conjunta que todas las conexiones electrónicas del laboratorio serían mantenidas bajo llave. Esto implicaba tanto aquellas que controlaban el sistemas de mantenimiento-vital para Yorick como las que controlaban el sistema de mantenimientovital para Yorick como las que controlaban la fuente de energía para Hubert; ambas serían custodiadas con dispositivos a prueba de fallas y yo me llevaría el único conmutador principal, arreglado para ser operado por control remoto, adonde quiera que fuera. Lo llevo en una correa alrrededor de mi cintura y -esperen un momento- aquí está. Cada cierto tiempo examino el estado de la situación cambiando los canales. Hago esto sólo en presencia de amigos, por supuesto, ya que si el otro canal estuviera, no lo quiera el cielo, ya sea muerto u ocupado, tendría que haber alguien que estuviera cerca como para cambiar el switch a la posición original para traerme de vuelta del vacío. Ya que aunque puedo sentir, ver, oír y captar cualquier cosa que entre a los sentidos de mi cuerpo, después de tal cambio de canal no podía ser capaz de controlarlo. Dicho sea de paso, las dos posiciones del conmutador están intencionalmente sin marcar, de manera que nunca tengo la más mínima idea si estoy cambiando de Hubert a Yorick o viceversa. (Algunos de Uds. pueden pensar que en este caso realmente no sé quién soy yo, para qué decir dónde esyoy. Pero tales reflexiones ya no hacen mella alguna sobre mi esencial Dennettitud, en mi propio sentimiento de quién soy yo. Si es cierto que en un sentido no sé quién soy, entonces esa es otra de sus verdades filosóficas de una abismante significación). En todo caso, cada vez que he cambiado el conmutador hasta ahora no ha ocurrido nada. Así es que hagamos una prueba... ¡GRACIAS A DIOS! ¡PENSE QUE NUNCA CAMBIARIAS ESE CONMUTADOR!. No te puedes imaginar lo horrible que han sido estas últimas dos semanas -pero ahora sabes; es tu turno en el purgatorio. ¡Cuánto he ansiado este momento! Uds. verán, hace unas dos semanas atrás -excúsenme, señoras y señores, pero tengo que explicarle esto a mi...ummm, hermano supongo que se podría decir, pero él ya les ha contado los hechos, así que Uds., entenderán- hace unas dos semanas nuestros cerebros se selleran sólo una pizca en su sincronización. Yo no sé si mi cerebro es ahora Hubert o

7 Yorick más de lo que Uds., mismos pueden saber, pero en todo caso, los dos cerebros se alejaron y, por supuesto, una vez que el proceso empezó fue cómo una bola de nieve, ya que yo estaba en un estado receptivo ligeramente diferente para el input que ambos recibimos, una diferencia que pronto fue magnificada. En ningún momento se disipó completamente la ilusión de que yo tenía el control de mi cuerpo -nuestro cuerpo... No había nada que pudiera hacer -ninguna forma de llamarte. ¡TU NI SIQUIERA SABIAS QUE YO EXISTIA!. Ha sido como haber sido acarreado en una jaula o, mejor aún, como estar posesionado -escuchar a mi propia voz decir cosas que no quería decir, mirando con frustración como mis manos ejecutaban movimientos que yo no tenía intención de realizar. Tú rascabas nuestras picazones, pero no en la forma que yo lo hubiera hecho y tú mantenías despierto con tu tos y tus vueltas. He estado totalmente exhausto, al borde de un colapso nervioso; siendo llevado impotentemente para todos lados por tu frenética ronda de actividades, manteniéndome sólo gracias al conocimiento de que algún día girarías el conmutador. "Ahora es tu turno, pero al menos tendrás el consuelo de saber que yo sé que estás ahí. Como una madre expectante, ahora yo estoy comiendo -o en, todo caso, gustando, oliendo, viendo- por dos, y trataré de hacerlo fácil para tí. No te preocupes. Tan pronto como termine este coloquio, tú y yo volaremos a Houston y veremos qué se puede hacer para que a uno de nosotros le den otro cuerpo. Puedes tener un cuerpo femenino -tu cuerpo puede ser del color que desees. Pero repensémoslo. Te diré una cosa -ára ser justos, si ambos queremos este cuerpo, te prometo que dejaré al director del proyecto tirar una moneda patra decidir quien de nosotros se queda con él, y quien entonces tiene que elegir un nuevo cuerpo. Eso debiera garantizar la justicia, ¿o no?. En todo caso, yo te cuidaré, te lo prometo. Estas personas son mis testigos. "Señoras y señores, esta conversación que acabamos de escuchar no es exactamente la conversación que yo hubiera tenido, pero les aseguro que todo lo que él dijo fue perfectamente cierto. Y si ahora me excusan, pienso que yo nosotros- debiera (debiéramos) sentarme (sentarnos).

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