Documento - Comunicacion en Pareja - Alberto Ferrer
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Comunicación en pareja Alberto Ferrer Botero* Muchas personas tienen problemas de comunicación con sus parejas. Una de las quejas más frecuentes que consultan en terapia de pareja es: “Él/ella no me escucha”. Estos problemas de comunicación son extraordinariamente frecuentes y probablemente responsables de gran parte del fracaso de las parejas. Una pregunta fundamental es, entonces, ¿por qué tenemos problemas de comunicación en la pareja?. *
Psicólogo de la Universidad de San Buenaventura. Especialista en Psicología Clínica de la Universidad del Norte. Magíster en Psicología de la Universidad de San Buenaventura. Profesor titular del Departamento de Psicología de la Universidad de Antioquia.
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La respuesta a esta pregunta es que sencillamente no hemos aprendido a comunicarnos. Muchas personas están convencidas de que el ideal romántico de la comunicación de inicios de la pareja va a durar por siempre. De alguna manera, creen que la intensidad inicial de la relación y la percepción de compatibilidad que se tiene en esos primeros momentos van a ser suficientes para comunicarse bien por el resto de la vida. ¡Nada más alejado de la realidad! Cuando las parejas han permanecido juntas durante algún tiempo y el mito del amor romántico se ha desvanecido, es más necesario que nunca el arte de la comunicación. No podemos suponer que el amor puede con todo. Esto nos lo recuerda Aaron T. Beck, el padre de la terapia cognitiva, al titular su libro sobre parejas Con el amor no basta (1). Es necesario, por tanto, aprender a comunicarnos. Esa es una habilidad básica de la convivencia de pareja. El punto es que como cualquier otra habilidad se trata de algo aprendido. Hay personas que se comunican extraordinariamente bien, con una fluidez sorprendente. Muchas veces al ver esas personas pensamos que nunca aprendieron a comunicarse y que sencillamente nacieron así. Pensamos que es una especie de don. Sin embargo, si miramos la fuente de aprendizaje fundamental que tenemos los seres humanos: el ejemplo, nos daremos cuenta de que aprendieron la habilidad de una forma natural en sus hogares. En todos los casos la habilidad de comunicación se trata de algo aprendido: algunas personas lo aprendieron de forma natural en su temprana infancia, otras personas tendrán que hacerlo de una forma menos natural y más ardua. Es igual al aprendizaje de cualquier otra habilidad, como el aprendizaje de un idioma extranjero. Este proceso de aprendizaje tiene cinco puntos: 1. Expectativas realistas respecto a la pareja y a la relación de pareja. 2. Aceptación del comportamiento del otro. 3. Expresión de un mensaje al otro. 4. Evitación de ciertas trampas, como una comunicación inadecuada. 5. Estimular el cambio de comportamiento del otro.
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1. LAS EXPECTATIVAS REALISTAS RESPECTO A LA PAREJA Y A LA RELACIÓN DE PAREJA Vamos a comenzar por el primero, que usualmente es el generador de gran parte de los problemas de pareja: expectativas realistas respecto a la pareja y a la relación de pareja. Toda persona, al conformar una pareja, trae un conjunto de aprendizajes, muchas veces inconscientes, sobre lo que deben ser la pareja y los roles genéricos desempeñados en ella. Es a esto que llamamos expectativas de pareja. Como lo dice María Consuelo Cárdenas de Saez de Santamaría, en su libro ‘Las relaciones de pareja, todos nosotros’: “hombres y mujeres, independientemente de que formemos parte o no de una pareja estable, de que seamos conscientes de ello o no, y prácticamente en todas las edades, tenemos alguna idea sobre lo que debe ser este tipo de relación” (2). Lo más dramático es que creemos que la otra persona comparte totalmente esos ideales, pensando, como dice la autora, que hay una “comunidad ideológica” en torno a la pareja. Es decir, no solamente dejamos de comunicar esas expectativas, sino que ¡además esperamos que el otro las cumpla, porque creemos que las comparte! Obviamente, nos vamos a sentir defraudados y hasta engañados al darnos cuenta de que el otro no tiene esas expectativas. Este es, pues, un aspecto básico. Lo primero que tenemos que hacer es reconocer nuestras expectativas. Vamos a hacerlo a partir de las siguientes preguntas: “¿Cuál es mi ideal de pareja?, ¿qué valores y cualidades tiene esa pareja ideal?, ¿cómo me imagino un momento perfecto en mi vida de pareja?, ¿qué actividades me imagino que estamos realizando?, ¿qué emociones me imagino que estamos sintiendo?, ¿qué metas me imagino que tenemos en común?, ¿qué valores y sistemas de creencias me imagino que compartimos?, ¿cómo me imagino a mi pareja enfrentando
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problemas y dificultades?, ¿cómo me la imagino en la intimidad, en las situaciones sociales, con los hijos?, etc. Como puede verse, no llegamos sin equipaje a nuestra pareja. Muchas veces llegamos excesivamente cargados. La clave es que tenemos dos parejas: la real, de carne y hueso, y la imaginada. Cuantos más ideales tengamos, cuanto más carga imaginada traigamos, más dificultad tendremos en aceptar a nuestra pareja real. Debemos recordar que los ideales son perfectos; y lo son por existir en nuestra mente. Ninguna cosa que exista fuera de nuestra mente es perfecta, incluyendo nuestra pareja. El idealismo respecto a nuestra pareja se convierte en un obstáculo para su aceptación. Debemos, por tanto, aprender a ser realistas.
2. LA ACEPTACIÓN DEL COMPORTAMIENTO DEL OTRO El segundo punto de las habilidades de comunicación es la aceptación del comportamiento del otro. Aceptar al otro tal cual es constituye uno de las cuestiones más difíciles de la relación de pareja. Gran parte de las dificultades en este proceso de comunicación se originan en el hecho de no aceptar el comportamiento de la otra persona. Después de que una persona ha presentado determinado comportamiento que no nos agrada, nos quedamos pensando: “¿Por qué es así?”, “es el colmo que se comporte de esta manera”. Esto lo hacemos de una forma natural y convencidos de que es lo correcto. Creo que gran parte de esto se debe a nuestra cultura: nos han enseñado que aceptar es sinónimo de resignación, que aceptar es claudicar y entregar nuestros ideales. Desde el punto de vista de la terapia cognitiva, aceptación es sinónimo de realismo, de madurez emocional. Sólo la aceptación del otro posibilita la convivencia. Para realizar cualquier proceso de comunicación tenemos que reconocerle al otro el derecho a ser así, como es. Si no le damos al otro ese mínimo derecho, ¿cómo esperar comunicarnos con él? Por aceptación no estoy dando a entender agrado. No estoy diciendo que, al aceptar a una persona tal cual es, me tengan que agradar todos sus
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comportamientos. Eso sería absurdo. Lo que estoy dando a entender es que renuncio a la pretensión de cambiar al otro. Cuando mi intención es cambiar al otro estoy entrando en una relación neurótica. Conformamos una relación neurótica cuando sufrimos por las intenciones, emociones y comportamientos de otra persona, y cuando pretendemos cambiar esas intenciones, emociones y comportamientos. Con todo lo anterior queda claro que el proceso de comunicación no se dirige a cambiar el comportamiento del otro sino a informar. Como afirmaba anteriormente, si mi meta en el proceso de comunicación es modificar el comportamiento del otro, voy a estar en una relación neurótica, donde el resultado será una gran decepción y un afecto negativo desagradable. Es importante entender que el cambio en el otro puede darse, pero no porque yo lo opere o lo logre. El cambio se produce porque el otro lo hace de forma libre, debido, probablemente, al efecto de la comunicación que yo he tenido con él. La meta en el proceso de comunicación no es cambiar conductas sino informar. Existen dos creencias que dificultan de forma notable la aceptación del comportamiento del otro: la normatividad y el culpar a otros. Ambas son ideas irracionales en el sentido de Ellis (3), ya que parten de imperativos categóricos. Ellis describe las ideas irracionales como necesidades perturbadoras, que surgen de absolutismos como “tener que…”, o “deber…”. Cuando hacemos afirmaciones del tipo: “yo tengo que…” o “yo debo…”, lo más probable es que estemos empleando una idea irracional. La normatividad es la idea, firmemente arraigada e inflexible, de que todo el mundo tiene que cumplir las reglas. Lo desadaptativo de esa idea no es que no deban existir reglas o que se deba pretender que la gente no cumpla las normas. Lo desadaptativo es pretender, primero, que todo el mundo tenga que cumplir mis reglas y, segundo, afectarme emocionalmente cuando ha ocurrido el incumplimiento. Esta idea irracional me va a llevar a ser poco eficiente e intolerante cuando una persona actúe de una forma diferente a la que yo espero o cuando
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rompa alguna de las reglas sociales. Las personas normativas esperan de los otros actuaciones de ángeles y se molestan terriblemente cuando estas actuaciones no se dan. Así, una persona normativa será absolutamente intolerante y radical con los “errores y equivocaciones” de su pareja. Ellis define la idea de culpar al otro como “la idea de que cierta clase de gente es vil, malvada e infame y que deben ser seriamente culpabilizados y castigados por su maldad” (4). En consecuencia, es una idea que más que juzgar comportamientos busca culpabilizar a las personas. Aquellos que tienen esta idea terminan juzgando y culpabilizando a los demás, cuando sus acciones no les agradan. Es claro que una persona con esta idea será un juez terrible e implacable con su pareja. Estas dos ideas obstaculizan seriamente el proceso de comunicación, ya que en lugar de proponernos informar, nos proponemos modificar. El asunto central es que la combinación de estas dos ideas puede llevar al resentimiento. Este sentimiento es el más negativo que podemos experimentar por el ser humano que amamos. El resentimiento es el cáncer del amor. Es una idea absolutamente totalizante, generalizada (el otro es…, el otro siempre…, etc.), negativa (malo, egoísta, etc.) e inmodificable del otro. El problema es que una vez formamos un resentimiento pensamos que tenemos razón y vamos a esperar siempre la oportunidad de confirmarlo. El resentimiento no es algo objetivo, por el contrario, es una creencia errónea sobre el otro, construida a partir de unos pocos datos aislados. Sin embargo, quien lo siente cree que es algo objetivo, que realmente es así, y que tiene la razón. Esto nos lleva a entender por qué, una vez que el resentimiento se ha formado, la persona no va a hacer absolutamente nada por deshacerlo. Al contrario, va a seleccionar datos para confirmar la teoría que tiene del otro. Como puede verse, el resentimiento es un sentimiento que impide una comunicación normal.
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3. LA EXPRESIÓN DE UN MENSAJE AL OTRO Después de aceptar el comportamiento del otro, viene el tercer punto en el proceso de comunicación: la expresión de mensajes al otro. Normalmente, en un proceso de comunicación podemos expresar un pensamiento, un deseo, una opinión, una petición, un desacuerdo, etc. La expresión consiste en comunicar sentimientos, deseos, etc., de forma franca, adecuada y clara, respetando los derechos del otro. Expresar no es sinónimo de culpar a otros. Frases como: “¿Usted por qué es así?”, “¿cómo se le ocurre?” y “¿por qué me hace esto?” buscan culpar al otro; por tanto, no son sinónimos de expresión. La expresión debe hacerse desde el punto de vista del propio sujeto. Es la persona quien comunica, desde su punto de vista, lo que siente, piensa, espera, etc. del comportamiento del otro. La expresión no debe dirigirse a señalar un comportamiento del otro, como si ello fuese algo objetivo. Puede señalarse el comportamiento del otro, pero aclarando que es a mí a quien molesta. Es decir, más que señalarle al otro sus defectos (lo que demostraría que no estoy aceptando al otro como es, que estoy siendo normativo y que lo estoy culpando), es comunicarle algo mío (mis sentimientos, deseos, pensamientos y peticiones). Ejemplos de expresión son los siguientes: “Siento que tú…”. Sentimiento “Me siento mal cuando tú…”. “Siento mucha rabia porque tú…”. Pensamiento
“Pienso que tú…”. “Pienso que tú podrías…”.
Deseos
“Desearía que tú…”. “Me gustaría que tú”.
Peticiones
“Te pediría, por favor, que…”.
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Los ejemplos anteriores muestran formas adecuadas de expresión, donde el sujeto comunica o expresa, desde su punto de vista, deseos, sentimientos, etc., sin criticar el comportamiento del otro. Algo muy importante que debemos tener presente es que cuando le expresamos algo a alguien, la persona podría cambiar, pero también podría no hacerlo. Tenemos que saber que muchos comportamientos que nos desagradan de los otros corresponden a rasgos muy estables de su comportamiento y que les cuesta realmente cambiarlos, aunque se lo hubiéramos pedido de forma adecuada. Es claro que tenemos que prepararnos para que el comportamiento que pedimos al otro cambiar reaparezca. Esto nos lleva al cuatro punto del proceso de comunicación.
4. LA EVITACIÓN DE ENTRAMPARSE EN UNA COMUNICACIÓN INADECUADA Muchas parejas se entrampan en “comunicaciones” absolutamente inadecuada. Más que procesos de comunicación parecen verdaderos duelos, donde cada uno busca hacer el mayor daño posible al otro. “Pegar donde más duele” parece ser la consigna de estos “procesos de comunicación”. El asunto es que cada uno de los contendores conoce a la perfección los puntos débiles del otro. Armados de una emoción fuerte (ira y resentimiento), se enfrentan en una disputa que no deja vencedores, sólo vencidos. Después de este enfrentamiento cada miembro de la pareja se siente decepcionado, mal tratado, mal querido, etc. y reafirma todas las creencias negativas respecto al otro y a su relación. ¿Qué hacer en un momento así? ¡Retírese de esa situación y no se entrampe en una comunicación inadecuada! Sabemos que muchas veces es extraordinariamente difícil hacerlo. Todos conocemos lo motivante y
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atrayente que es una pelea cuando tenemos la ira suficiente, sin embargo, debemos recordar que el objetivo de una pelea es hacer daño, producir dolor. Cuando la emoción de la ira está presente no dudamos de ese objetivo. Pero las emociones son iguales que el clima: cambian. La ira, que en un momento dado parecía tan intensa y eterna, se diluye como por arte de magia. Entonces, ¿qué hacer con lo que dijimos?, ¿cómo borrar de la mente del otro aquellas “verdades” absolutas que pronunciamos sin ningún recato? Ese es el problema de una buena pelea: las consecuencias. Generalmente son desastrosas para la relación. Si hubo un vencedor, después se culpa por lo que dijo. Si hubo un vencido, después se resiente por lo que le dijeron. Entonces, la pelea continúa: el vencido le hace pagar al vencedor su trato inadecuado con culpa e indiferencia; y el victorioso vencedor se sume en la culpa y el autoreproche. Después, a ambos, les queda emprender una ardua tarea: tratar de reparar aquello que destrozaron. Como se ve, ese tipo de enfrentamiento no deja nada positivo para la pareja. Hay que desarrollar la habilidad de no entramparse en una comunicación inadecuada. Para ello, la pareja puede llegar a acuerdos, por ejemplo, no discutir jamás cuando estén alterados. Muchas veces esos acuerdos no se cumplen. Si esto pasa y el otro persiste en una buena pelea, retírese de la situación y evite el comportamiento desagradable del otro. Reconozca que el otro está alterado y que, al estarlo, no va a iniciar una comunicación constructiva. Es difícil que el comportamiento descontrolado del otro no produzca emoción alguna en usted, por tanto, trate de manejar esa emoción. La emoción más frecuente que podemos tener en ese momento es ira: nos sentimos maltratados por el otro. Maneje su ira recordando que el otro también la tiene y que todo lo que diga bajo esa emoción es exagerado. No sobredimensione el trato injusto que recibe del otro en ese momento. Dígase algo como: “Bueno, está siendo injusto/a, pero no
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lo voy a convertir en una tragedia, ni en una catástrofe. Cuando se le pase hablaré con él/ella”. Aprenda en ese momento a no culpar al otro por el trato inadecuado que recibe. Cuando se le pase, dígale lo que usted siente, piensa, etc., de ese trato, pero no culpe al otro. Al culpar al otro se inicia un ciclo de culpa/castigo. De malos y buenos, de víctimas y victimarios, que no es sano en una relación.
5. LA ESTIMULACIÓN DEL CAMBIO DE COMPORTAMIENTO DEL OTRO El quinto y último punto en el proceso de comunicación es estimular el cambio de comportamiento del otro. Debemos estar muy atentos a reforzar los pequeños o grandes esfuerzos que el otro hace como resultado de nuestra expresión. Debemos recordar, como lo afirmaba anteriormente, que el cambio de comportamiento es algo que se le dificulta al otro, ya que no es fácil cambiar rasgos extraordinariamente estables de la personalidad. También debemos recordar que al otro puede no molestarle su comportamiento, es a nosotros a quienes molesta. Si el otro cambia, lo hace porque se lo hemos pedido. Por eso debemos estimular y reforzar los pequeños o grandes cambios que el otro ha realizado como efecto de nuestra expresión. LAS DIFICULTADES MAYORES EN LA COMUNICACIÓN El desarrollo de estos cinco puntos asegura, ciertamente, un buen aprendizaje de la habilidad de comunicación. Sin embargo, hay situaciones (por lo delicado de los temas, por la alta emotividad, etc.), en las cuales es necesario seguir ciertas reglas en el proceso de comunicación. En estas situaciones es adecuado emplear lo que Dattilio y Padesky (5) denominan “hablar y escuchar con reglas”. Tal tipo de comunicación puede sentirse un poco artificial al comienzo, pero con la práctica se hace más natural. En el “hablar y escuchar con reglas”
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existen normas expresas para el orador y el oyente. Las reglas del orador son pocas y las del oyente son más complicadas. Las reglas para el orador son las siguientes: - Debe tratar de ser breve. - Debe centrarse en lo que quiere decir y no en hablar sobre el otro. Por ejemplo, en vez de decir: “Tú nunca tienes en cuenta mis sentimientos”, debería decir: “Yo quisiera que escucharas mis sentimientos”. Las reglas para el oyente son más difíciles: - Sólo va a escuchar y a formular preguntas que le ayuden a conocer más el punto de vista del orador. Por ejemplo, en un momento en el que no entienda el punto de vista del orador, podría preguntar: “No entiendo bien la razón de tu disgusto. ¿Me lo explicas, por favor?”. - No puede rebatir lo que el orador dice. Por ejemplo, en vez de decir: “No estoy de acuerdo con lo que dices”, debería pedir: “Explícame más tu punto de vista”. - No puede responder con sus ideas. Por ejemplo, en vez de decir: “Yo pienso que tenías rabia desde antes”, debería preguntar: “¿Tenías rabia desde antes?”. - No debe hacer comentarios. Por ejemplo, en vez de decir: “Claro, yo sé que mi opinión nunca te ha importado”, debería preguntar: “¿Consideraste lo que yo te he dicho sobre ese tema?”. - Hacer un resumen de las principales ideas expresadas por el orador, cuando éste termine de hablar, y preguntarle si faltó algo
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en ese resumen. Por ejemplo: “Déjame ver si te he entendido. Me estás diciendo que estás muy molesta conmigo porque yo no le puse atención a lo que me decías. Piensas que ese es un comportamiento que siempre tengo y crees que se debe a que yo no valoro tus opiniones. ¿Es eso lo que te molestó?, ¿estoy entendiendo bien tu punto de vista?, ¿dejé de decir algo que hubieras dicho o agregué algo que no dijiste?”. Cuando se ha terminado la comunicación se cambian los papeles: el orador hace de oyente y el oyente de orador. La anterior forma de comunicación puede dar excelentes resultados en parejas con gran dificultad en esa habilidad. Cuando ellas se entrampan en una “comunicación” que no lleva a nada, uno de los miembros de la pareja puede pedir “hablar y escuchar con reglas”, como un entrenador de baloncesto pide un time. Muchas parejas eligen un lugar específico para practicar esta forma de comunicación. Siguiendo estos pasos, muchas personas que anteriormente no lograban realizar una adecuada comunicación, llegan a realizarla. Sin embargo, existen algunos aspectos que dificultan la adquisición de habilidades de comunicación. Estos aspectos son: déficits interpersonales, afecto intenso y creencias interferentes (6). El primer punto que dificulta una adecuada comunicación son los déficits interpersonales. Existen personas que carecen de habilidades interpersonales básicas aun en situaciones no conflictivas. Estas personas tienen problemas para hablar y escuchar en otras relaciones interpersonales y en situaciones de la vida diaria. Si este es el caso, es importante que la persona consulte a un psicólogo que le ayude a superar sus déficits interpersonales. El segundo punto que dificulta una adecuada comunicación es el afecto intenso. Muchas parejas tienen grandes problemas para comunicarse claramente cuando tienen una fuerte emoción (ira, ansiedad, depresión,
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etc.). En estos casos, la ayuda del psicólogo puede dirigirse a enseñarles métodos para reducir la emoción intensa. De estos estados emocionales, la ira es el más problemático. A veces se enseña a las parejas métodos de time out, en situaciones en las cuales la comunicación es más destructiva que constructiva. Aaron T. Beck (7) habla de “zonas de color” para identificar los grados de rabia y control de la pareja. Por ejemplo, la zona azul representa calma y buenas habilidades de comunicación; la zona amarilla representa rabia moderada, en donde todavía existe un relativo control sobre los pensamientos, palabras y acciones y la zona roja muestra una rabia intensa, donde ya hay pérdida del control sobre lo que se dice y lo que se hace, existencia de ataques físicos y visión extremadamente negativa de la pareja. Con esto, se le enseña a la pareja a practicar las habilidades de comunicación sólo si está en zona azul. Posteriormente se le enseña a comunicarse en zona amarilla. Cuando las discusiones entran a zona roja, cualquiera puede pedir time out (de unos cinco minutos), con el fin de llegar a una zona que facilite la comunicación. Deben existir reglas claras sobre el time out (por ejemplo, los lugares a los cuales ir durante éste). La tercera dificultad son las creencias interferentes. Muchas parejas tienen la posibilidad de comunicarse bien, pero no lo hacen, debido a las creencias que tienen sobre la pareja o la comunicación. Una de esas creencias es la desesperanza (“mi pareja no puede cambiar”, “nuestros problemas son irresolubles”, “para qué hacer tanto esfuerzo si todo sigue igual, etc.). Otra creencia es la intolerancia hacia el malestar emocional de los demás (“soy malo si le causo dolor a las otras personas”, “tengo que solucionar el sufrimiento de mi pareja”, etc.). Un tercer tipo de creencia interferente es el miedo a la intimidad (“si la gente llega a conocerme como soy, me rechazará”, “si expreso mis verdaderos sentimientos me humillarán”, etc.).
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Es muy importante que las parejas identifiquen si alguno de estos tres tipos de creencias está interfiriendo en su proceso de comunicación. Es fundamental hablar tranquilamente sobre ellas. Si a pesar de ello el proceso de comunicación se sigue obstaculizando por la presencia de tales ideas, es necesario consultar a un especialista en terapia de parejas.
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Referencias (1) T. BECK, Aaron: Con el amor no basta, Barcelona, Ediciones Paidós, 1990. Este libro es uno de los más importantes en terapia de parejas. Es fácil y ameno de leer. Está escrito por uno de los psicólogos clínicos más importantes que existen actualmente en el mundo, padre de la Terapia Cognitiva. (2) CÁRDENAS DE SANZ DE SANTAMARÍA, Maria Consuelo: Las relaciones de pareja”, Bogotá, Uniandes,1990. En este libro se trabajan las ideas sobre las expectativas hacia la pareja y la relación. También, trata la concepción de pareja y los roles genéricos, las razones por las cuales consultan las parejas y consideraciones finales sobre diferentes temas. (3) ELLIS, Albert: Razón y emoción en psicoterapia, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1980. Albert Ellis es el creador de la Terapia Racional Emotiva (hoy llamada Terapia Racional Emotiva Conductual). Este tipo de terapia es una de las más influyentes junto con la Terapia Cognitiva de Beck. Gran parte del trabajo de Ellis gira en torno de la identificación de creencias o “ideas irracionales”. En este libro, se identican 11 ideas irracionales. (4) ELLIS, Albert: Razón y emoción en psicoterapia, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1980, página 64. (5) DATTILO, Frank M.; PADESKY, Christine: Terapia cognitiva con parejas, Bilbao, Desclée de Brouwer, 1995. En este libro se trabaja la técnica de “hablar y escuchar con reglas. Estos dos autores son discípulos de Aaron T. Beck, por lo tanto trabajan desde la terapia cognitiva. Este es un libro escrito para terapeutas. (6) Las tres áreas comunes de dificultad: déficits interpersonales, afecto intenso y creencias interferentes, también se trabajan en el libro de Frank M. Dattilio y Chistine: Terapia cognitiva con parejas. (7). El concepto de “zonas de color” es trabajado en el libro de Aaron T. Beck: Con el amor no basta. Específicamente, en el capítulo 17: Domar las furias.
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