Djuna Barnes - El Bosque de La Noche

August 24, 2018 | Author: José Castillo | Category: Novels, Philosophical Science, Science
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Descripción: El bosque de la noche...

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DJUNA BARNES

 f 

:



EL BOSQUE DE LA NOCHE Pr61ogo de T. S. ELIOT

Traduccidn del ingles por ANA M.” DE LA FUENTE

Seix Barr Barral al ^

Bibtiot Bibtioteca eca Breve Breve

 A Peggy Guggenheim  y John Ferrar Ferrar Holms Cubiena: -Magdalena en el bosque del amor», cuadro de Emile Bernard (1868-1941) (1868-1941) © D.D.C-1987 D.D.C-1987 Titulo original;  Nightw ood 

Primera edicibn: noviembre 1987 © Djuna Barnes, 1936, 1936, 1951 The literary coexecutors of The Djuna Barnes Estate are The Authors League Fund of America, 234 West 44th Stree S treet, t, New York 10036, USA USA, and The Histofic Churches Preservation Trust, Fulham Palace, London SW6 EA Derechos exclusivos de edici^n en castellano reservados para todo el mundo y propiedad de la traduccibn; © 1987; Editorial Edit orial Seix Sei x Barral, S. A, Cbrcega, 270 • 08008 Barcelona ISBN; 84-322-0577-X Depbsito legal; B. 37-506 - 1987 Impreso en Espana 1987.— RomanykA^alls. Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona)  Nlnguna parte de esta publicacibn, indu ido el diseno de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmicida en manera alguna ni por ningiin medio, ya

 A Peggy Guggenheim  y John Ferrar Ferrar Holms Cubiena: -Magdalena en el bosque del amor», cuadro de Emile Bernard (1868-1941) (1868-1941) © D.D.C-1987 D.D.C-1987 Titulo original;  Nightw ood 

Primera edicibn: noviembre 1987 © Djuna Barnes, 1936, 1936, 1951 The literary coexecutors of The Djuna Barnes Estate are The Authors League Fund of America, 234 West 44th Stree S treet, t, New York 10036, USA USA, and The Histofic Churches Preservation Trust, Fulham Palace, London SW6 EA Derechos exclusivos de edici^n en castellano reservados para todo el mundo y propiedad de la traduccibn; © 1987; Editorial Edit orial Seix Sei x Barral, S. A, Cbrcega, 270 • 08008 Barcelona ISBN; 84-322-0577-X Depbsito legal; B. 37-506 - 1987 Impreso en Espana 1987.— RomanykA^alls. Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona)  Nlnguna parte de esta publicacibn, indu ido el diseno de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmicida en manera alguna ni por ningiin medio, ya

PROLOGO Cuando se trata de prologar un libro de orden creativo, siempre me parece que los pocos libros que merecen ser presentados son precisamente aquellos que es impertinencia presentar. Yo he cometido ya dos impertinencias de estas; ahora va la tercera  y, si no es la la ultima, ultima, nadie se sorprendera m ^ que yo. yo. Este prologo solo de una manera puedo justificarlo: uno esp era que los d e m ^ v ean en un libro, libro, la la primeprimera vez que lo lean, todo lo que uno ha ido viendo en el en el transcurso de un a larga frecuentacion. Yo Yo he leido  El bosqu  woc/ze ze mu cha s veces, en manusbosquee de la woc/ crito, en pruebas de imprenta y despues de su publicacion. Lo que puede hacer uno por otros lectores  —sup on iend ie nd o que, qu e, si leen le en es te pro logo, log o, lo lean le an al  prin cip io— es es bo za r las fas es m as sig nifi cativa cat iva s de su apreciacion del libro. Porque yo tarde algun tiem po en fo rm a r u n a ap reci re ciac ac ion io n d e su sig nifica nif ica do en conjunto. En una descripcion de  El bosque bosque de la noc noche he,,  hecha con el fin de atraer lectores a la edicion inglesa, dije que «gustara especialmente a los amantes de la  poesia» . La fras fr as e es ac ep tabl ta bl e co mo sintes sin tes is pub lici taria, ria, pero quiero aprovec har esta ocasion para m atizar un poco. No es mi deseo sugerir que la excelencia del libro libro sea em inentemente verbal y, y, much o menos, que su aso mbroso lenguaje disimule disimule u na falta de contenicontenido. Si el termino de «novela» no esta ya muy desvirtuado y si se se refiere refiere a un libro en el que se prese ntan unos personajes vivos, con una interrelacion significativa, este libro es una novela. Yo no quiero decir

lo que SI quiero decir es que, en realidad, la mayoria de las novelas contemporaneas no estan «escritas». Adquieren su parte de realidad por la minuciosa reproduccion de los sonidos que, hacen los seres humanos en sus simples necesidades diarias de comunicacion; y la parte de la novela que no esta co mpuesta  po r estos sonid os co ns ist e en un a pr os a que no tie ne mas vida que el trabajo de un redactor periodistico o de un funcionario competente. Una prosa viva exige al lector algo que el lector de novelas corriente no esta dispuesto a dar. Decir que  El bosgue de la noche gustara especialmente a los lectores de poesia no significa que no sea novela, sino que es una novela tan  bu en a qu e solo un a sens ibilid ad ag uz ad a po r la poesia podra apreciarla plenamente. La prosa de Miss Barnes tiene el ritmo propio de la prosa y un fraseo musical que no es el del verso. Este ritmo de prosa  pu ed e se r m as o m en os co mple jo o precios ist a, segii n los fines del autor; pero, simple o complejo, es lo que imprime intensidad suprem a al relato. La primera vez que lei el libro, el primer movimiento, hasta la entrada del doctor me parecio un tanto lento y premioso. Y, durante toda la primera lectura, tuve la impresion de que linicamente el doc tor daba vitalidad al libro. Y, tambien, el capitulo fi nal me parecio superfluo. Ahora estoy convencido de que el ultimo capitulo es esencial, tanto para la accion drama tica como p ara la concepcion musical. Sin embargo, lo curioso es que a medida que, en sucesivas lecturas, los otros personajes iban cobrando vida y el foco de interes se desplazaba, la figura del doc tor no quedaba disminuida sino que, al ser integrada en el conjunto, adquiria un relieve diferente y una mayo r trascendencia. El doctor dejab a de ser el actor  briUante en un a ob ra gris, in te rp re ta da sin gra n conviccion por el resto de la compania, el actor cuya reaparicion espera uno con impaciencia. Si, en la vida real, este personaje puede tender a monopolizar

 pe rs on as m en os comu nic ati vas, ello no oc ur re en este libro. Al principio, solo oimos hablar al doctor y no entendemos por que habla tanto. Poco a poco,  ba jo su au to co mpl ac en ci a y pr es un cion —do ct or Matthew-Poderoso-Grano-deSal-Dante-O’Connor— descubrimos u n desesperado altruismo y una profimda humildad. Su humildad no aparece a menudo de forma meridiana como en la prodigiosa escena de la iglesia vacia, pero es lo que, en todo momento, le infunde su desvalido poder sobre los desvalidos. Sus monologos, brillantes e ingeniosos como son, no est ^ dictados por la indiferencia hacia otros seres humanos sino, por el contrario, por una hipersensible  pe rce pc ion . Cu an do Nor a va a visitarle po r la no ch e {Vigilante, cque me dices de la noche?),  el, inmediatamente, advierte que lo unico que puede hacer por ella («estaba irritado, porque esperaba a otra perso na))) —la unica forma de «salvar la situaci6n»— es hablar torrencialmente, aunque ella apenas se entera de lo que le dice sino que vuelve una y otra vez a su obsesion. Y el al final se subleva, despues de haberse volcado en los demas^ sin recibir a cambio el menor apoyo. Toda la gente de mi vida que me ha amargado

la vida, que venia a mi para saber de la degradacidn  y de la noche.  Pero, casi siertipre, el habla para ahogar el debil Uanto y el gemido de la humanidad, para hacer mas soportable su vergiienza y menos vil su miseria. En verdad, un personaje como el del doctor O'Connor no podia ser el unico real en una ga lena de munecos: un personaje semejante necesita de otros  pe rson ajes rea les , au nq ue se an m en os luc idos, a fin de lograr su plena realidad. No hay en el libro perso naje que no permanezca vivo en mi mente. Felix y su hijo son opresivamente reales. A veces, en una frase, los personajes cobran vida tan subitamente que uno se sobresalta, como el que cree que toca una figura de cera y descubre que es un policia de carne y hue-

 bie n has ta qu e tu le va nt as te mi pi ed ra de un  pu ntap ie y tu ve qu e salir, to do mus go y ojos.» Ro bin Vote (el personaje que mas nos intriga, porque lo sentimos perfectamente real, sin acabar de comprender el medio por el cual la autora consigue que la sintamos asi) es la vision de un anttlope bajando por

una arboleda coronada de azdhar, con un velo nup cial y una pata levantada en actitud temerosa;  y des  pu es tie ne unas sienes como las de los venados jove nes cuando les apunta el cuerno, como ojos  dormidos.  A veces, tambien, una situacion que ya ha biam os in tu id o se co nd en sa br usc am en te co n vivido horror mediante una frase, como cuando Nora, al ver al medico en la cama, piensa: «Dios, los ninos

 saben cosas que no pueden explicar: a ellos les gusta ver a Caperucita y al Lobo en la cama.» El libro no es, simplemente, una coleccion de retratos individuales; los personajes estan enlazados entre si, comb las personas de la vida real, por lo due  po driam os Uamar el az ar o el de stino m as qu e p o r la eleccion deliberada de la compama del otro: el foco de interes es el dibujo que forman, mas que cualquier componente individual. Llegamos a conocerlos a traves del efecto que surten unos en otros. Y, por ulti mo, huelga decir —aun^ue quiza no para el que lo lea por prime ra vez— que este libro no es un estudio de psicopatias. Las penas que sufren las personas por sus particulares anormalidades de temperamento son visibles en la superficie: el significado mas profundo es que la desgracia y la esclavitud humanas son universales. En las vidas normales, esta desgracia queda escondida; con frecuencia, lo que es mas triste, escondida para el que la padece m ^ que para el observador. El enfermo no sabe lo que tiene; en parte, quiere saberlo, pero lo que mas desea es ocultarse el conocimiento a si mismo. Segun la moral puritana que yo recuerdo, antes se suponia implicitamente que, si uno era laborioso, emprendedor, inteligente,

da les , u no -tenia una v ida feliz y «provechosa». El fracaso se debia a cierta debilidad o perversidad pe culiar del individuo; pero una persona «como Dios manda» no tenia por que padecer. Ahora es mas comun suponer que las desgracias del individuo son culpa de la «sociedad» y que pueden remediarse por cambios del exterior. En el fondo, ambas filosofias,  po r disti nta s qu e ap ar ez ca n en su fo rm a de op era r, son iguales. Me parece que todos nosotros, en la medida en que nos aferramos a objetos creados y aplicamos nuestra voluntad a fines temporales, estamos roidog por el mismo gusano. Visto de este modo,  El bosque de la noche  adquiere un significado mas  profun do . Con templar a este gr up o de pe rson as como fenomenos de feria no solo es errar el golpe sino reafirmar nuestra voluntad y endurecer nuestro corazon en u na inveterada soberbia. Yo habria considerado el p^rafo anterior impertinente y tal vez pedante para un prologo que no tiene ma s' arnbicion qiie la de ser u na simple recome ndacion de un libro que a dmiro profun damen te,. si una reseha (por lo menos) de las ya aparecidas, ostensi bl em en te co n anim o de elogio, no pu di er a in du ci r al lector a adoptar esta erronea actitud. Por regia gene ral, al tratar de prevenir una mala interpretacion, se corre el .peligro de s uscita r otra falsa apreciacion im previst a. Es ta es una obra de im aginacibn cre ati va, no un trata do filosofico. Como digo al ,principio, me  par ec e una im pe rti ne nc ia el m er o he ch o de pr es en ta r este libro; y el haber leido un libro muchas veces no necesariamente te infunde el conocimiento adecuado de lo que debes decir a los que todavia no lo han leido. Lo que yo pretendo es dejar al lector en disposicion de descubrir la .excelencia de un estilo, la belleza de la frase, la brillantez del ingenio y de la caracterizacion y un sentido del horror y de la fatalidad digno de la tragedia isabelina.

 En la segunda edicion Como observa ra el lector, el prologo que antecede fue escrito hace doce anos. Dado que mi admiracion  po r el lib ro no ha dism in uido y la lin ica ra zo n para hace r modificaciones seria la de su primir o disimuiar la evidencia de mi falta de madurez en el momento de escribirlo —tentacion que puede presentarse a cualquier critico que repase sus propias palabras tras un lapso de doce anos— me parece conveniente no tocar un prologo que, espero, aun pueda cumplir su finalidad original de apuntar un enfoque que me pa rece util para el nuevo lector.

1949

T. S. Eu ot

UNA PROFUNDA REVERENCIA A principios de 1880, pese a tener fiindadas dudas acerca de la conveniencia de perpetuar esa raza que posee la aprobacion del Senor y la reprobacion de los hombres, Hedvig Volkbein  —v ie n e sa d e g ra n V ig or y bell eza m il it ar, e n u n lecho con dosel dejntenso y espectacular carmesi, con las alas bifurcadas de la casa de Habs b u rg o e s ta m p a d a s e n la c e n e fa y e d re d o n d e  p lu m a s c o n el e s c u d o d e lo s V olk bein fa stu o sa mente bordado en oro viejo— dio a luz, a los cuarenta y cinco anos, a su linico hijo, siete dias despues del anunciado por su medico para el  p a rt o . Volviendose y contemplando su campo vi sual, que vibraba con la trepidacion de un batir de cascos de caballos en la calle, la mujer, con la prosopopeya del general que saluda a la bandera, le puso el no m bre d e Felix, pario y murio. El padre habia sucumbido a unas fiebres seis meses antes. Guido Volkbein, judio de ascendencia italiana,  gourmet  y  dandy,  q u e n u n c a s e p r esentaba en publico sin la pelusilla de la cinta de una desconocida condecoracion en el ojal de la solapa, era un hombre bajo, fomido, de altiva timidez, con un abdomen levemente protuberant e e n p u r v a a s c e n d e n t e q u e h a c i a d e s t a c a r lo s  b o to n e s d el ch a le co y el p a n ta lo n m a rc a n d o el

tnca que ofrecen las frutas, inevitable secuela de las copiosas dosis de borgona, nata y cerveza. Guido habia hecho del otono su estacion por ser esta para ei epoca de nostalgia y horror, en la que le asaltaba n rec uerd os raciales. Y se le veia pasear por el Prater Uevando en el puno,  b ie n visib le , el d eli ca d o p a n u e lo d e lino a m ari ll o y negro que clamaba contra el decreto de 1468 dictado por un tal Pietro Barba, por el que se exigia que los de la raza de Guido corrieran en el Corso, con una cuerda al cuello, para diver s i on d e l p o p u l a c h o c r is t ia n o , m i e n t r a s l a s d a m a s nobles, sentadas en posaderas excesivamente delicadas para el reposo, se ponian en pie y, con los cardenales y los  monsig nor i  d e r o j a s o t a n a , aplaudian con ese abandono frio e histerico a la vez de un pueblo que es a un tiempo injusto y teliz; el rmsmo Papa soltaba su asidero del cielo, estremecido con la risa del hombre que renuncia a sus angeles para recobrar a la bestia. Este r e c u e r d o y e l p a n u e l o q u e l o s i m b o l i za b a h a b i a n exacerbado en Guido la conciencia de lo que s u p o n e s e r j u d i o ( a l i g u a l q u e c i e r t a s f lo r e s que, estimuladas a la apoteosis de un extasis de rloracion, no bien alcanzan su variedad especi'fica, em piezan a deg ene rar). Y el, sofocado , imprudente y condenado, con los parpados temblorosos sobre sus ojos saltones, compartia livido, un sufrimiento que, al cabo de cuatro siglos, hacia de el una victima, y sentia en la garganta el grito que antano recorriera la Piazza M o n t a n a r a , «Roba vecchiak   — l a d e g r a d a c i o n  p o r l a q u e s u p u e b lo h a b ia so bre viv id o. Guido, que a los cincuenta y nueve anos aun no habia sido padre, prepare para el hijo que

corazon, imbuido de su propia preocupacion, el implacable homenaje a la nobleza, la genufle xion que la bestia acosada hace por contraccion muscular prosternandose ante lo inminente y lo inaccesible, como ante un gran calor. Elio habia hecho sentir a Guido, como haria sentir a su hijo, el peso d e un a sang re prohibida. Y sin hijos se murio, salvo por la promesa que pendia del cinto cristiano de Hedvig. Guido habia vivido como todos los judios que, separados de su gente por azar o por voluntad, descu b re n q u e h a n d e h a b ita r en u n m u n d o co n st it uido por seres que, por ser diferentes, obKgan a la mente a sucumbir a un populacho imaginario. Cuando un judio muere apoyado en un pecho cristiano, m ue re emp alado. Hedvig, con toda su a n g u s t i a, l l o r a b a p o r u n p a r i a . E n a q u e l m o m e n to, su cuerpo se convirtio en barrera y Guido m u r i o c o n t r a a q u e l l a p a r e d , s ol o y a t o r m e n t a d o . D urante su vida, el hizo cuanto pud o pa ra salvar aquella distancia inconmensurable, y el mas lastimoso y futil de sus esfuerzos fue el de asumir una baronia imaginaria. Adopto la sehal de la cruz; dijo que era austriaco, descendiente de un linaje muy antiguo, casi extinguido y, para pro  b a r s u a fi rm ac io n , ex hib ia la m a s a s o m b ro s a y vaga de las pruebas: un escudo de armas usur p a d o y u n a li sta d e a n te p a s a d o s (c o n s u s n o m  b re s d e pi la ) a po c ri fa . C u a n d o H ed v ig d e s c u b ri o sus panuelos negros y amarillos, el dijo que los g u a r d a b a e n r e c u e r d o d e u n a r a m a d e s u f am i Ka qu e hab ia florecido en R oma. Guido trato de compenetrarse con ella, adorandola, imitando su paso elastico y marcial que, en el, resultaba forzado y comico. Ella habria

 p ro fa n a d o y re tr a id o , e n c a jo el golp e c o m o cumple a una gentil —aproximandose a el con reserva. Ella creia todo lo que e\  le decia, pero con harta frecuencia preguntaba: «tQue sucede?» —ese continuo reproche que era un continuo recordatorio de su amor. Era como una a c u s a c i o n p e r e n n e e n l a v i d a d e G u i do . atormentado, hablaba con encomio de la realeza,  p ro fir ie n d o el og io s c o n la fu e rz a q u e se im p ri m e a un chorro pequeno aplicando el pulgar al c a n o . R e i a c o n e x c e s i v a j o v i a li d a d c u a n d o estaba en compama de titulos de menor rango, como si, por su buena disposicion, pudiera pro p o rc io n a rl e s u n a d is ti n c io n s o n a d a . Al e n fre n ta rse nada menos que a un general de crujiente cuero, con esa economia de movimientos com u n a l o s m i l it a re s , q u e p a r e c e n r e s p i r a r d e dentro afuera, exudando olor a polvora y a ca bal lo , le ta rg ic o s p e ro p re p a ra d o s p a r a p a rti c ip a r e n u n a g u e r r a n o p r o g r a m a d a t o d a v i a ( u n ti p o al que Edvig apreciaba mucho), Guido se estremecia con un temblor imperceptible. Advertia en Hedvig el mismo porte, la misma mano vigorosa, aunque fundida en un molde mas peque no, reduccion de tamano tan siniestra como la de una casa de munecas. La pluma de su som  b re ro , afi la d a c o m o cuchil lo , p a re c ia tr e m o la r a i m p u l s o s d e u n v i e n to h e r a l d ic o ; e r a u n a m u j e r dotada de fuerte brio natural, rotunda, exuberante y alegre. Al mirarlos a los dos, el se sentia cohibido, como si estuviera a punto de recibir u n a r e p r i m e n d a , n o d e l o fi c ia l s in o d e s u e s p o sa . Cuando ella bailaba, un poco alegre por el vino, la pista era como un campo de maniobras; tenia un taconeo seco y preciso; unos hombros,

de mando; el gesto de la cabeza denotaba la fria vigilancia del centinela cuya ronda no esta exent a d e m o t iv o s d e a p r e n s io n . A p e s a r d e t o d o , Hedvig hacia cuanto podia. Si alguna vez existio l o q u e p o d r i a m o s l l a m a r e l  chic   macizo, ella lo  p e rs o n if ic a b a —p e ro c o n im to q u e d e in q u ie tu d . L o q u e l a m a n t e n i a e n v il o, a u n s i n d a r s e c u e n ta, era la pretension de Guido de que era baron. Ella lo creia como el soldado «cree» una orden. El hormiguillo d e la intuicion, algo d e lo que ella no habria hecho el menor caso, no iba descaminado. Hedvig se habia convertido en baronesa sin cuestionarselo. En la Viena de los tiempos de Volkbein, eran  p o c a s la s p ro fe sio n e s e n la s q u e s e re c ib ia co n agrado a los judios, pero en este caso, el, mediante negocios con mercancias del ajuar domestico, con atinadas compras de viejos maestros de la pintura y de primeras ediciones y cambios de moneda, consiguio para Hedvig una c a s a e n e l c a sc o a n t i g u o , c o n v i s ta s a l P r a t e r p o r el Norte, una casa grande, sombria e imponente que se convirtio en fantastico museo de su vida eh comun. Los largos salones barrocos , 'satura do s de terciopelos y oro, estaban poblados de fragraentos r o m a n o s , b l a n c o s e in c o n e x o s ; u n a p i e m a d e c orredor, una fria cabeza de matrona medio vuelta, sobre un busto herido, en cuyos osadbs y ciegos ojos las sombras dibujaban la pupila, como si lo que contemplaran fuera un acto del sol. El salon era de nogal. Encima de la chimenea colgaban unas impresionantes copias del es cudo de los Medicis y, a su lado, el ave austriaca. "

grueso nudo sangre de dragon de unas alfom b r a s m a d ri le n a s (H ed vig h a b ia in te rp re ta d o los V a is e s d e s u j u v e n t u d c o n b r i o c o m p e t e n t e y v a ronil, al ritmo aceierado de su sangre, con ese aire'que imprimen a su ejecucion los vieneses q u e , a u n q u e a n i m a d o s p o r a m o r a l . ri tm o , t o c a n como el que se bate en duelo). El estudio albergaba dos gigantescos escritorios de fastuosa y sanguinolenta madera, A Hedvig le gustaban las c o s a s d e d o s e n d o s y d e t r e s e n t r e s . E n e l a rc o central de cada escritorio se habian clavado tachas de p lata forma ndo las figuras de un leon, u n o so , u n c a r n e r o y u n a p a l o m a y , e n m e d io , una antorcha Uameante. El diseno fue realizado  b a jo la su p e rv is io n d e G uid o, q u ie n , im p ro v is an do sobre la marcha, lo reivindico como escudo de los Volkbein, aunque despues result© una fauna her^dica que hacia tiempo habia empezado a decaer a causa del desagrado papal. Los  b a lc o n e s (t o q u e fr a n c e s q u e . G u id o c o n s id e ra b a m u y e l e g a n te ) , q u e m i r a b a n a l p a r q u e , t e n i a n cortinajes de terciopelo del pais y telas de Tiinez y las persianas venecianas estaban pintadas de ese tono granate tan caro a los austriacos. Sobre las paredes que se alzaban detras de la larga mesa y que estaban recubiertas con chapa de roble hasta donde se iniciaba la curva del techo, c o l g a b an d o s r e t r a to s d e t a m a n o n a t u r a l d e l p a  dre y la m adre q ue G uido se habia adjudicado. Ella era una suntuosa florentina de ojos vivos y maliciosos y boca grande y entreabierta. Las m a n g a s , a b u l l o n a d a s y a d o m a d a s d e p e rl a s , s e alzaban hacia las ondas de encaje almidonado q u e n i m b a b a n s u c a b e z a c o n i c a d e m e l e n a tr e n zada. La acumulacion de t^la del vestido le caia

d e a m b u l a r p o r e n t r e u n f o n d o d e a r bo l es  pri m itiv o s; te n ia el e s p e s o r d e u n a a lf o m b ra . La m u j e r p a r e c i a e s t a r e s p e r a n d o u n p a j a r o . El hombre, precariamente montado en un corcel, mas que cabalgar parecia estar descendiendo sobre el. Entre la silla y el calzon que cenia el anca del jinete, se divisaba un trozo de cielo azul italiano. El artista hab ia ca ptad o al, caballo al salir de u n salto, con das crines v olando y la .cola ondulada entre unas patas esbeltas y biseladas. El traje del caballero era una desconcertante mezcla de lo romantic© y lo clerical, y debajo del brazo izquierdo sostenia un empenachado sombrero sin casquete. El conjunto sugeria un capricho carnavalesco. La cabeza del hombre, levemente vuelta hacia un lado, tenia un notable  p a re c id o c o n Gu ido- V olk bei n, la m is m a n a ri z majestuosa y cabalistica, unas facciones marcadas y expresivas, salvo en el punto en que el azul virginal del globo ocular abombaba-el par p a d o c o m o si b a jo aq u e ll a c a m e se c o b ij a ra u n organ© que no fuera el de la vista. No habia i nt er va l© e n l a p r o y e c c i o n d e a q u e l l a m i r a d a i n  term inab le y objetiva. El parec ido e ra casual. Si alguien se hubiera interesado por hacer averiguaciones, habria descubierto'que aquellas telas reproducian a dos intrepidos y antiguos actores. Guido las habia encontrado olvidadas en un anticua rio y. las adq uirio -al com pren der q ue neces i ta b a > p n a c o a r t a d a p a r a ' s u e s ti rp e . E n e s t e p u n t o e x ac t© , q u e d a b a c o r t a d a l a h is toria para^Felix qUe, treinta afios-despues, salia al m iindo con- estos. hech'os, los d os retra tos y n a d a m a s . ' S u t ia , m i e n t r a s ' s e p e i n a b a l a s t r e n zas con un peine ambar, le cdnto lo que sabia.'

que habia formado a Felix desde el dia de su nacimiento hasta que cumplio los treinta anos era ignorado por el mundo, porque cada hijo sigue el paso del judio errante. No im porta don de ni cuando lo encuentres; notaras que viene de a l g u n l u g a r , n o i m p o r t a c u a l — a l g i in p a i s a l q u e h a d e v o r a d o m a s q u e h a b i ta d o , u n a t i e r ra s e c re ta en la que ha sido alimentado pero que no  p u e d e h e re d a r, p o r q u e el ju d io p a re c e e s ta r en todas partes y no venir de ningun sitio. Cuando se mencionaba el nombre de Felix, tres o mas  p e rs o n a s ju r a b a n h a b e rl e v is to la s e m a n a p asad a e n t r e s p a i s e s d i f e re n t e s a l m i s m o t ie m p o . Felix se hada Uamar baron Volkbein, al igual que su padre. De que vivia Felix, como habia hecho su fortuna —conoda los numeros como e l p e r r o c o n o c e l a n i d a d a d e p e r d i c e s y t a n i n f atigablem ente co m o el perro seh alab a y- corria—, como habia aprendido siete idiomas, conocimiento que utilizaba ampliamente, nadie lo sabia. Su figura^ y su c ara era n fam iliares a m uc h a s p e r s o n a s . E l n o e r a p o p u l a r , a u n q u e e l p o stumo homenaje rendido a su padre le procure entre sus amistades esa peculiar mirada semicir cular del que, reacio a da r nm trato de igualdad, n o o b s t a n t e , o t o r g a a l a r a m a v i v a ( p o r a q u e l lo d e l a m u e r t e y s u s a n c i o n ) e s a p e q u e n a i n cl in a cion de la cabeza —perdon que presiente una futura aprension—, una reverencia comun a todos nosotros cuando nos encontramos en presencia de esta gente. F e li x e r a m a s g r u e s o y m a s a l t o q u e s u p a d r e . Tenia la frente exce sivamente an cha. .Su cara era un ovalo largo y camoso, marcado por uria insistente melancolia. Solo una de sus facciones

de deseo, como la de ella lo fuera por represion, tensa sobre la estructura osea de los dientes. Las otras facciones eran un poco pesadas: el menton, la nariz y los parpados. Sobre uno de ellos solia colocarse el monoculo que brillaba al sol com o un ojo redondo y ciego. Generalmente, iba solo, a pie o en coche, vestido como para asistir a una gran ceremonia, aunque no habia en el mundo acto alguno para e l q u e p u d i e r a d e c i r se q u e e s t a b a c o r r e c ta m e n t e vestido; su afan por no desentonar en ningun memento le Uevaba a elegir un atuendo que fue ra tan apropiado para la manana como para la tarde. P o r l a s p a s io n e s q u e s e e n t r e m e z c l a b a n e n s u  p a s a d o , p o r la d iv e rs id a d d e sa n g re s, p o r la ra zon de mil situaciones imposibles, Felix dio en ser lo que es complejo y simple a la vez: un h o m b r e c o h i bi d o. Su cohibicion le Uevaba a obsesionarse por lo que el Uamaba la «vieja Europa»: la aristocracia, la grandeza, la realeza. Al pronunciar cualquier titulo hacia una pausa antes y despues del nom  b re . S a b e d o r d e q u e el c ir c u n lo q u io e r a s u un ico punto de contacto con la nobleza, lo hacia interminable y minucioso. Con la furia del fanatico, trata ba de su bs an ar su pro pia descalifica- cion, recomponiendo la osamenta de olvidadas cortes imperiales (solo las recordadas pueden optar al titulo de olvidadas), escuchando con avida atencion a funcionarios y archiveros, no fuera a perderse por una distraccion algun fragmento valioso para su resurreccion. Le parecia que podria recuperarse un poco de aquel pasa do de grandezas si su reverencia era lo bastante

En mil novecientos veinte, Felix estaba en Paris (su ojo ciego le habia eximido del servicio militar), siempre cdn sus botines y su chaque, con sus reverencias, con sus indagaciones, buscando con sus rapidos movimientos pendulares el objeto al que rendir tributo: justo la calle, el  cafe,  la casa, el ambiente mas indicados. En los restaurantes se inclinaba levemente ante todo el que parecia «alguien», pero era tan leve la reverencia que su sorprendido destinatario podia  p e n s a r q u e Fel ix solo p re te n d ia a rre g la rs e el c h a l e co . A l q ui lo s u s h a b i t a c i o n e s p o r q u e u n B o r  b o n sa li o d e el la s p a r a ir a la m u e rt e . T e n ia ay ud a d e c a m a r a y c o c i n e ra ; lo s to m o p o r q u e e l se  p a re c ia a L uis X IV y ella, a la re in a V ic to ri a, una Victoria de baratillo, para bolsillo de pobre. E n s u b i i s q u e d a d e l a  comedie humaine,   Felix fue a dar con los excentricos. Versado en edic> tos y leyes, historias populares y en la herejia, catador de vinos raros, lector de libros mas raros aun, aficionado a cuentos de viejas, que trataban de hombres que se santificaban y de animales que se condenaban, conocedor de todos los pianos de fortificaciones y puentes, visitador de todos los cementerios de todos los caminos, pedante de muchas iglesias y castillos, F el ix p o s e ia u n a m e n t e q u e r e v e r b e r a b a c o n t enue reverencia ante Madame de Sevign^ Goe the, Loyola y Brantdme. Pero.el que pulsaba la nota mas profunda era Loyola: porque vivia solo, retirado y soltero. Una raza que ha huido d e s u s g e n e r a c io n e s d e . c i u d a d e n c i u d a d n o h a tenido el tiempo necesario para acumular esa robustez que produce la obscenidad, ni tampoco, despues de la crucifijdon de ^us ideas, ha

como para crear leyenda. Hay que ser cristiano,  p a ra , b lo q u e a n d o e te rn a m e n te al ju d io el ca m ino de la salvacion, asumir las culpas y extraer de las profundidades del arrepentimiento su p e rs ti c io n e s e n c a n ta d o ra s y fa n ta sti c a s, p o r la s cuales el judio que lab ora lenta. e -incansablem e n t e , u n a v e z m a s , s e c o n v i e r te e n « d ep o si ta rio» de su propio pasado. Su desgracia nunca es  p ro v e c h o s a h a s ta q u e u n  goy  l e d a u n a f o r m a que permita una vez mas enarbolarla como «senal». La desgracia del judio nunca le viene de si m ismo sino‘ de Dios; su rehabilitacion n un ca la consigue por si mismo sino por un cristiano. El cristiano, con su trafico de penitencias, ha hecho de la historia de los'judios^una mercancia; es el m e d i o p o r e l c u a l el j u d i o r e c i b e, e n e l m o m e n t o necesario, el suero de su propio pasado, a fin de que pueda volver a ofrecerlo como sangre. De esta m an era el judio participa de las .dos condic l o ne s ; y d e e s t a m a n e r a t a m b i e n F e l ix t o m o e l  p e c h o de- s u n o d ri za , c u y a le ch e fu e s u ali m e n to a u n q u e n o e r a .s u y a p o r d e r e c h o n a t u r a l. Desde muy joven, Felix se aficiono a la fast u o s i d a d d e l c i r co y e f t e a t r b . E n c i e r t a m a n e r a , la asociaba con esa superior e inalcanzable fastuosidad de los reyes y las reinas. Las actrices m ejor disp uestas de Praga, V iena, Hung ria, Alemania, Francia e Italia, los acrobatas y tragasa ble s, le a b ri e ro n , en alg u n m o m e n to , su s cam eri nos, sa lones -de me ntirijillas en los que el podia sentirse a sus anchas. Alii no tenia por que dars e la s d e c o m p e t e n t e n i d e e x t r a n j e r o s i n o q u e s e convertia en parte de una esplendida y rancia ficcion. L a g e n t e d e e s t e m u n d o , c o n u n o s f i n e s t o ta l -

agenciado titulos de circunstancias. Habia una  p rin c e s a N ad ja , u n b a ro n V on Ti nk , u n a  princi pessa   S t a s e r a y S t a s e r o , u n r e y B u f f o y u n a d u quesa de Broadback: parodias estridentes y baratas nacidas de una vida bestial, inmensamente h a b i l e s e n - es e in q u i e t a n t e q u e h a c e r d e l e n t r e t e nimiento. Asumian titulos unicamente para desl u m b r a r ' a l b u rg u e s , p a r a h a c e r s u v i d a p u bl ic a (lo unico que tenian) misteriosa y desconcertante, sabiendo perfectamente que la habilidad nunca es tan asombrosa como cuando parece inapropiada. Felix esgrimia su titulo para desl u m b r a r a s u p r o p i a m a r g i n a c i o n . E s o l o s as o ciaba. Cuando se encontraba entre aquella gente, hombres que olian menos que sus animales y mujeres que olian mas, Felix tenia la sensacion de paz que antes experimentara solo en los museos. Evolucionaba con un humilde histerismo entre los brocados y las blondas ajadas del Carnavalet; amaba aquel viejo y documentado es p le n d o r co n u n a m o r p a re c id o al q u e el le o n tiene por el domador —ese enigma sudoroso y s a l p ic a d o d e l e n t e j u e l a s q u e , a l ' i m p o n e r s e a l a n i  mal, le muestra un rostro en cierto modo pare cido ^il suyo propio, pero que, aunque curibso y debil, habia extraido de su cerebro la furia necesaria.  N a d ja s e h a b ia s e n ta d o d e e sp a ld a s a Fe lix , t a n s e g u r a d e l a p r e c is i o n d e ' su s o j o s c o m o l o habria estado de la precision lineal de un Rops, s a b e d o r a d e q u e F eH x c o m p a r a b a l a e la s t ic i d a d d e s u e sp in a - d o r s a l d e g r a c i l c u r v a t u r a q u e s e cimbreaba hacia la hendidura compacta del el bello y furios ovim iento- de la

L a e s p i r a l e m o t i v a d e l ci rc o , q u e t o m a b a s u vuelo de la inmensa descalificacion del publico, rebotando de su esperanza sin limites, producia en Felix anhelo y desazon. El circo era una cosa a m a d a q u e e l n o p o d i a t o c a r y , p o r l o ta n t o , nunca podria conocer. La gente del teatro y de la pista eran para el tan dramaticos y tan monst r u o s o s c o m o u n a p a r t id a d e m e r c a n c i a s p o r l a que no pudiera pujar. El que el los frecuentara con aquella perseverancia era evidencia de que a l g o e n s u c a r a c t e r s e h a c i a c r i s ti a n o . D e i g u a l f o r m a , s e s o r p r e n d i a - d e s e n t i r a t ra c cion por la Iglesia, aunque esta tension podia manejarla con mas facilidad; descubrio que su  p a le s tr a se c ir c u n sc ri b ia al co ra z o n d e c a d a cu al . F e li x d e b i o s u p r i m e r a . c o n v e rs a c i o n c o n u n «caballero de calidad» a la duquesa de Broad b a c k (F ra u M an n) . El la, a la s a zo n en B er lin, le e x p l ic o q u e a q u e l l a p e r s o n a h a b i a t e n i d o « alg o que ven> con ella en el pasado. A el le costaba t r a b a j o i m a g i n a r q u e F r a u M a n n h u b i e r a p o d id o tener «algo» que ver con alguien, pues sus coqueterias eran musculares y localizadas. Su especialidad —el trapecio— parecia haberla conservado. En cierto modo, le dab a cierto encanto. Sus piernas poseian esa elasticidad comun a los artistas aereos; en sus muhecas habia algo de la  b a rr a , e n s u s a n d a re s, el s e rr in d e la pis ta , co m o si el aire, por su misma ligereza, por su misma f a l t a d e r e s i s te n c i a , f u e r a u n p r o b l e m a c a s i in s u   p e ra b le , lo c u a l h a c ia q u e sif c u e rp o , a u n q u e es b e lt o y c o m p ac to , p a re c ie ra m u c h o m ^ p e s a d o que el de las mujeres que mantienen los pies en el suelo. En su rostro habia la expresion tensa del organismo que sobrevive*en un medio extra-

traje: un maillot a rombos rojos y amarillos, e s c o t a d o e n l a e s p al d a , c o n f r u n c e s e n l as m a n  g a s, d e s t e n i d o p o r e l s u d o r d e l a s t r e s f u n c i o n e s diarias, medias rojas y botas con cordones  — u no, sin s a b e r p o r q u 4 te n ia la im p re s io n d e que todo aquello penetraba en ella como el di b u jo p e n e tr a ' e n el c a ra m e lo d u ro d e la s fi est as , y el bulto de la ingle, donde se le hincaba la  b a r r a , m ie n tr a s s e b a la n c e a b a c o n el p ie e n la pantorrilla, tan solido y pulido com o el roble, s u g e r i a u n a p e r f e c t a e s p e ci a li z a ci o n . E l m a t e r i a l de las medias no era una simple fimda, era ella misma; la tira de la entrepiema, tejida a punto  p ri eto , e r a c o m o s u p ro p ia c a m e , y la h a c ia ta n asexuada como una muneca. La aguja que hic i e r a a l a im a p r o p i e d a d . d e l a n i n a h a b i a h e c h o que la otra no pu diera ser propiedad del hombre.  —E s ta n o c h e n o s d iv e rt ir e m o s —di jo F ra u Mann a Felix—. A veces, Berlin de noche es enc a n t a d o r ,  nicht wahr? Y el cond e es d igno de ver. Su casa es muy elegante, toda en r*ojo y azul, a el le gus ta el azul, sab e Dios po r que, y le g u s t a t a m b i e n l a g e n t e i m p o s ib l e , p o r e s o n o s h a invitado... —El baro n encogio la p iem a—. Inclus o p u e d e q u e t e n g a m o s e s t a t u a s.  — ^ E s ta tu a s? — di jo Fe lix .  —E s ta tu a s v iv ie n te s —^dijo el la —. E l c o n d e la s adora. —A Felix se le cayo el sombrero, que rod o p or el suelo y se par.6.  —^Es a le m a n ? —p re g u n to .  —Oh , no , es it ali an o, p e ro eso n o im p o rt a , lo habia todo. Me pafece que viene a Alemania a cam biar dinero..., ah ora viene, ahor a se va, y todo sigue igual, salvo que la gente tiene algo que comentar.

 —N o lo h e dich o) p e ro se h a c e U am ar c o n d e Onatorio Altamonte. Es una ridiculez, pero dice qu e tiene vinculos con toda s las- naciones; eso a usted deberia agradarle. Habra cena y habra c h a m p a n a . — L a f o r m a e n q u e e l la d e c i a «c en a» y « c h a m p a n a » i m p r i m i a a l a c a m e  ,y  al liquido su diferenciacion precisa, como si, por haber dom inad o d os m edios, la tierra y el aire, -su talento  p u d ie ra d o m in a r to d o s lo s d em as.  —^S e d iv ie rt e u n o ? —p re g u n to el.  —Oh , m uc his im o .. Ella se inclino hacia delante y empezo a quitarse la pintura con la apresur^da destreza del artista que limpia la paleta. Miro al baron con aire de burla.  — Wir setzen- an dieser Stelle liber den Fluss  —d ijo .

A un extremo del inmenso salon, de pie alrededor de una mesa, habia un grupo compuesto  p o r diez- h o m b re s , to d o s en a c ti tu d p a rl a m e n ta ria y con aspecto de estar decidiendo la suerte de un a nacion, y una m ujer joven. En el momento de la entrada de Felix y la duquesa de Broadback, escuchaban a un «estudiante de medicina» de edad indefinida, cejas hirsutas, abundante cabellera que le dibujaba en la frente un  p ro n u n c ia d o «p ico d e la viud a» , u n o s ojo s o sc ur o s y m u y g r a n d e s y u n p o r t e e h t r e a p lo m a d o y contrito. Era el doctor Matthew O'Connor, irlandes de Barbary Coast (Pacific Street, San Fran cisco), cuyo interes por la ginecologia le habia h e c h o r e c o r r e r m e d i o '^ m u n d o . A h o r a h a c i a ;la s veces de anfitrion, puesto que el conde aun no

mismo porque se consideraba el tema mas divertido.  —T od os p o d e m o s se r la a ris to c ra c ia d e la Na ti^aleza —decia, y, al oir la palabra «aristocracia», Felix se sintio m ucho m as contento, au nqu e lo que vino a continuacion le dejo un tanto per pl ej o—. iP er o p ie n se n en la s h is to ria a d e p o c a trascendencia! Me refiero a las que estan olvidadas, a pesar de todo lo que el hombre recuerda (a menos que se recuerde a si mismo) simplemente porque le sucedieron sin distincion de cargo o titulo —eso es lo que nosotros Uamamos leyenda y es lo mejor que un pobre puede hacer con su destine; a lo otro —agito su brazo-^ lo Uamamos Historia y es lo mejor que los grandes y p o d e r o s o s p u e d e n h a c e r c o n e l s u yo . L a l e y e n  da esta inexpurgada, pero la Historia, a causa de sus actores, esta desflorada —toda nacion con s e n ti d o d e l h u m o r e s u n a n a c i o n p e r d i d a , c om © t o d a m u j e r co n s e n ti d o d el h u m o r e s u n a m u j e r  p erd id a . L os ju d io s son el li n ic o p u e b lo q u e tie n e l a s e n s a t ez s u f i ci e n te c o m o p a r a m a n t e n e r e l hu m or de ntro d e la familia; un cristiano lo es p a rc e p o r to d o el m u n do . ~Ja, das ist ganz richtig   — d i j o l a d u q u e s a con voz potente, pero la mterrupcion no sirvio de nada. Una vez el doctor tenia su auditorio —y ei doc tor consegu ia su a uditorio po r el senciUomietodo de pronunciar en voz muy alta (una voz quer en tales mementos, era tan irritable y posesiva como la de una nxujer enloquecida) algunos de los primitivos verbos sajones mas cortos, enrevesados y rhordientes^ no habia manera de  p a ra rl e El se li m it o a v olv er h a c ia eUa su s g r a n 

mujer y en su extraho atuendo que kimediatamente le sugirio algo casi olvidado pero com  p ara b le , aso cia cio n q u e le hi zo so lt a r u n a ca rc a ja d a y ex cla m a r:  —B ie n, p e ro la P ro v id en cia se si rv e de m ediDs misteriosos pa ra tra er las cosas a m i mente. Ahora me acuerdo de Nikka, el negro que pelea b a c o n el o so e n el C ir que d e P ar is . ,H abia qu e verle, saltando por toda la pista sin mas vestido q u e un  t a p a r r a b o s t a n a b u l t a d o c o m o s i c o n t u viera una captura del fondq del mar, tatuado de  pie s a c a b e za co n to d o el  ame ublement   de la depravacion: guirnaldas de capullos de rosa y garabatos del diablo. {Toda ima vision! Aunque no habria podido hacer nada (y se muy bien de lo que hablo, a pesar de todo lo que se ha dicho de los chicos negros) ni dejandole toda una sem a n a e n u n a m a q u i n a d e c a r d a r , e n c ie r ta p a r t e (segun se dice) llevaba escrito Desdemona. Bien, en el vientre habia un angel de Chartres; en cada nalga, un^ publica y la otra privada, una cita del libro de m agia, confirmacion de la teoria  ja n sen is ta , m a l q u e m e pese te n e r q u e de ci rl o, y decirlo aqui. En las rodillas, y de esto les doy  p a la b ra , en u n a «Yo» y e n la o tr a «pue do». |Conq u e p o n g a n l o j u n t o ! ^ e l b u s to , d e b a j o -d e u n a hermosa carabela con todas las velas desplegadas, dos manos entrelazadas con punos de enca je . E n c a d a te till a, u n co ra z o n a tr a v e s a d o p o r una flecha, cada uno con iniciales distintas pero con identicas gotas de sangre; y, en un costado del cuerpo, de arriba abajo, hacia la axila, la pa labra que pronuncio el principe Arturo Tudor, hijo de Enriq ue YII, cuando , en su noch e de bo- ' das, pidio un vaso de agua (£un vaso de agua2)

le hizo una observacion y recibio en respuesta una palabra tan epigramatica como indigna del grande y noble Imperio britanico, lo cual le prod u j o g r a n s o b r e s a lt o , y e s o e s to d o l o q u e s a b r e mos acerca de ello —dijo el doctor d^dose una  p a lr h a d a e n d a c a d e ra — a n o Se r q u e p o s e a n usted es las dotes d e adivino de Tiny M'Caffery.  —tY e n la s p ie rn a s? —p re g u n to Fel ix ti m id a rnente.  —L as p ie rn a s — di jo el d o c to r O 'C o n n o r-- estaban dedicadas exclusivamente a plantas trepadoras, con el rosal en lo alto, copiado de la re p ro d u c c io n q u e ex is te e n la c a s a d e H a m b u rg o de los Rothschild. En el  dos,  creanlo o no, y yo no lo creeria, una breve descripcion en antigua caligrafia monacal, que unos llaman indecente y otros gotica, de la deplorable condicion de Paris a n t e s d e l a i n t r o d u c c i o n d e l a h ig i en e , c u a n d o l a  N a tu ra le z a te ll e g a b a h a s ta la ro dil la . Y, m is m a mente encima de lo que no puede mencionarse, un p ajaro qu e vo laba Uevando’ en el pico una cinta en la que se leia; «Garde touth   Yo le pregunte el porque de toda aquella barbaridad y el me contesto que le gustaba la belleza y queria r o d e a r s e d e e l la .  —(^Cono ce u s te d V ie na? —p re g u n to Fe lix .  —V ie n a —d ij o el d o c to r—, la c a m a a la -que trepa la plebe, domesticada por el trabajo, y de la qu e salta la n obleza, feroz de dignidad.”^La conozco, pero no lo bastante como para recordarla todavia. Me acuerdo de los colegiales austriacos, bandadas de codornices, sentados du r a n t e e l r e c r e o t o m a n d o e l s ol e h d i s t i n to s l u gares, n ihos d e rnejillas sonirosadas, bo cas ’ rojas y h u m e d a s , o l i e n d o a i n f a n c i a e h r e b a n o , c o n l os

el sol, que pronto se olvidarian y degradarian con la realidad. La juv en tu4 es la causa, el efecto es la edad; o sea que, a medida que se nos e n s a n c h a e l c u e ll o, v a m o s r e c o g i e n d o d a t os .  —Y o n o p e n s a b a en s u s n in es, sin o en s u su  p e rio rid a d m il it a r, e n s u s g ra n d e s n o m b re s  — d ij o Fe lix, s in ti e n d o q u e la- n o c h e y a e s ta b a  p e rd id a , p u e s to q u e el a n fi tr io n n o ll e g a b a y a nadie parecia importarle y que toda la velada tenia que ser dedicada a esta persona voluble q u e s e l l a m a b a a s i m i s m o d o c t o r.  —E l eje rc it o , fa m il ia d e l celi be —d ij o el d o c  to r asintiendcf—. Su unica salvaguardia. L a jo v e n , d e p o c o m e n o s d e t r e i h t a a h o s , se aparto del grupo acercandose a Felix y al doctor y s e q u e d o a p o y a d a -e n l a . m e sa , c o n l a s m a n o s a la espalda. P arecia violenta.  —t^ ^i ce n re al m en te * lo q u e p ie n sa n o h a b la n solo por hablar? —se sonrojo y agrego rapidamente—: Soy la encargada de la publicidad del circo; m e llam o No ra Flood. El do ctor dio me dia vuelta, complacido.  — jAh! —di jo — . N o ra s o sp e c h a d e la fr ia e incauta melodia del tiempo que se escapa lentamente. Pero —agrego— no he hecho mas que empezar. —De pronto, se dio una palmada en el muslo—. Flood. Nora. jCaramba, Dios mio! jHija, si yo te ay ude a venir al mundo! Felix, tan incomodo como si se esperase de el q u e « h i ci e ra a l go » p a r a e v i t a r u n a c a t a s t r o f e ( de l mismo modo que se espera que uno haga algo cuando se vuelca un vaso cuyo contenido va a go tea r por> el bo rde de la m esa y cae r en el regazo de una sehora), al oir la frase «tiempo que se escapa lentamente», prorrumpio en una risa

de su vida, no Uego a explicarse la reaccion. El grupo, en lugar de quedar reducido al silencio, siguio como si nada, dos o tres de ios hombres mas jovenes hablaban de algo escandaloso y la duquesa, con su voz alta y vacia, decia a un hombre muy grueso algo acerca de las estatuas vivientes. Elio no hizo sino au m en tar el torme nto del baron. Empezo a agitar las manos diciendo: «iPor favor!' jPor favor!» y de pro nto tuvo la intuicion de que lo que hacia no era reir sino algo mucho peor, aunque seguia repitiendose: «|Yo me rio, estoy riendo realmente y nada mas!» Y ag itaba los braz os con deso lacion diciendo: «iPor favor! jPor favor!», mirando al suelo, mu y violento po r lo qu e esta ba haciendo. Bruscamente, irguio el cuerpo, con las manos en los brazos del sillon y se quedo mirando fijam e n t e a l d o c t o r q u e, i n c li n a nd o s e , a r r i m a b a u n a silla y se senta ba fre nte a el.  —S i —d ij o el d o c to r so n ri en d o —; d e b e de estar usted decepcionado.  In questa tomba oscu ra.  jOh, infiel! No soy herbolario, no soy un Rutebeuf, no tengo una panacea, no soy un curandero, es decir, que no puedo o no quiero  p o n e rm e c a b e z a ab aj o. No so y sa lt im b a n q u i, ni fraile, ni una Salome siglo tfece que baile sacando el culo sobre un par de hojas toledanas... Pruebe usted de hacer que un a nina enferma de mal de amores, varon o hembra, haga eso hoy. Si no cree usted que antaho pasaban estas cosas, consulte los manuscritos del Museo BritaniCO o vaya a la ca tedral d e C lermon t-Ferrand, a mi todo me da igual; soy como los ricos musulmanes de^Tunez que alquilan a mujeres tontas

hay un a c ura rapid a .para el hom bre. (-Sabe usted lo que el hombre desea realmente?  —p re g u n to el d o c to r m ir a n d o con u n a so n ri sa la cara inmovil del baron—. Una de dos: encontrar u n a m u j e r q u e s e a lo b a s t a n te t o n t a c o m o p a r a que se la pueda enganar o amar tanto como  p a r a d e ja rs e e n g a n a r el.  —Y o n o p e n s a b a en a b s o lu te e n m u je re s  —d ij o el b a r o n tr a ta n d o d e p o n e rs e e n pie.  —N i- yo ta m p d c o —d ijo el d o c to r— . S ie nte se .  —V ol vi o a U en ar se la co p a—. E sta b u e n o el c h a m p a n a — di jo .  —G ra ci as, n o b eb o —d ij o Fel ix.  —Y a b e b e ra — di jo el d o c to r— . V am os a  p la n te a rlo d e o tr o m od o: la Ig le si a lu te r a n a o  p r o te s ta n te c o n tra la ca to lica . La cato li c a es la muchacha a la que uno quiere hasta el extreme de dejarse enganar y la protestante es la que te quiere tanto que se deja enganar por uno y ante la que puedes fingir muchas coscis que no sientes. Lutero, y espero que no le importara que yo lo diga, fue el carnero mas basto que haya ensuciado su propia paja, y todo,- porqu e le habian arrebatado la custodia de la «remision» de los  p e c a d o s d e la g e n te y la s in d ulg enci as, q u e p o r aquel entonces venia a se r la m itad .de todo lo que tenian, y que el viejo fraile de Wittenberg q u e r i a a d m i n i s t ra r a s u m a n e r a . D e m a n e r a q u e , natura lm ente, .se puso furioso y em pezo a des p o tr ic a r, chil la n do com o u n m o n o e n u n ar bol , y  p u s o e n m a rc h a al go en lo ' q u e n u n c a h ab ia  p e n s a d o (o, p o r lo m enos , as i p a re c e co n fi rm arl o lo que esta escrito en su lado de la mesa del desayuno), una megalomania obscena —y por furiosa y desvergonzada que sea, tiene que pare-

tQue se escucha en la Iglesia protestante? El discurso de un hombre que ha sido elegido por su elocuencia. Pero, cuidado, no debe extralimitarse con la elocuencia o no tardaran en bajarle del pulpito, no vaya a servirse de su pico de oro  p a r a fi n es po li tico s. P o rq u e u n pic o d e o ro n o se da por satisfecho hasta que se hinca en el destino de una nacion, y esto es algo que la Iglesia s a b e m u y b i en . »Pero volvamos a la Iglesia catolica, asistamos a misa en cualquier momento. ^Que es lo que encuentras? Algo que ya esta en tu sangre. Tu conoces la historia que cuenta el sacerdote mientras va de un lado al otro del altar, ya sea cardenal, Leon X o un pobre fulano de Sicilia q u e h a d e s c u b i e r t o q u e  pecc are fortiter   e n t r e sus cabras ya no basta a su alma y que, bien lo sabe Dios, ha sido hijo de Dios desde el princi pio: n o im p o rt a. ^P or qu e? P o rq u e tu esta s alii sentado con tus propias meditaciones y con una leyenda (que es pellizcar la fruta como la picotea el pajaro) mezclandolas con la Sagrada Cucha ra ,que es esa historia; o p uede s ir al confesonario donde, con sonora prosa a falta de contricion (si no hay mas remedio) puedes ha b la r d e la m a ra n a y los n u d o s del a lm a y se te contesta con ecos goticos, reciprocos e instantaneos; uno que dice hola a tu adios. jEl mal se desenreda y la altisima mano del cielo te devuelve la madeja bien peinada y perdonada! »De las dos Casas —prosiguio—, una es dura, tan dura como el don de la elocuencia y la otra, tan blanda como flanco de cabra, y no  p u e d e s ech arl e la cu lp a a n ad ie d e n a d a ni p u e  des que rer.a nadie

 —(-Si? —d ij o el do ct o r. Felix, inclinandose hacia delante, irritado y en tono de reproche dijo: «A mi me gusta aquel  p ri n c ip e q u e e s ta b a le yendo u n li bro c u a n d o el verdugo fue a buscarle, le toco el hombro y le dijo que ya era la hora, y el, al levantarse, antes d e c e r r a r e l li br o , p u so u n a b r e c a r t a s p a r a s e na lar la pagina.»  —jAhl —d ij o el d o c to r— . f e e no es u n h o m   b re q u e vi va e n su m o m en to , es e es u n h o m b re que vive en su milagro. —Volvio a Uenarse la copa—. Gesundheit   —dijo—.  Freude sei Each von Gott heschieden, wie heut'so immerdar!  —^Habla u s te d d e la p e n a y la co n fu sio n m u y a la ligera —dijo Nora.  —U n m o m e n to —r esp o n d io el d o c to r— . La  p e n a del h o m b re v a c u e s ta a rr ib a . C ie rto, es muy pesada de transportar, pero tambien es pesada de conservar. Yo, como medico, se en que  bo ls illo g u a rd a u n h o m b re su co ra zo n y su alma, y por que sacudida del higado, los rinones y los genitales se vacian estos bolsillos. No existe la pena pura. ^Por que? |Porque es companera de c am a de los pulmone s, los ojos, los huesos, las entranas y de la bills! Solo hay confusiones, en eso tienes mucha razon, Nora, hija. Confusio nes y angustias vencidas, ahi nos tienes a todos y  ta da   uno de nosotros. Si eres gimnosofista  p u e d e s p res cin d ir d e la ro p a y si ere s co jo se ntiras mas viento que otro entre las piemas; sin embargo, todo es confusion. Los elegidos de D i os a n d a n j u n t o a l a p a r ed . »Yo estuve una vez en una guerra —prosiguio el doctor—, en una ciudad pequena, donde las  b b b el

do en la que no podrias pensar dentro de un minuto si aquel ruido acertaba al caer. Yo baje corriendo a una bodega y alU habia una vieja  b re to n a y u n a v a c a a la q u e h a b ia a r ra s tra d o consigo, y, detras, uno de Dublin decia: «jGloria a Dios!» en un susurro, al otro extreme del ani m a l . G r a c i a s a m i C r e a d o r , yo t e n i a a l a n i m a l d e c a r a, y la p o b r e v a c a t e m b l a b a s o b r e s u s c u a t r o  p a ta s d e ta l m o d o q u e d e p ro n to su p e q u e la t ra g e d i a d e u n a n i m ^ p u e d e s e r d o s p a t a s p e o r que la del hombre. La vaca iba soltando su estiercol por el otro extreme, donde la fina voz celta seguia sonando y decia: «iGloria a Jesus!» Y yo me dije: «Ya podria hacerse de dia, para q u e y o p u d i e r a v e r q u e t e n g o e n l a c a ra .» E n t o n ces hubo un relampago y vi que la vaca volvia la cabeza hacia atras de tal modo que los cuernos formaban dos medias lunas contra sus flancos y las lagrimas le empapaban sus grandes ojazos negros. »Yo empece a hablarle, a maldecirme a mi y al irlandes, y a la vieja que parecia estar contemplando toda su vida, como el que apunta con una escopeta. Yo puse la mano en la pobre desgraciada vaca, y su flanco chorreaba como las cascadas de Lahore, presionando contra mi mano como si tom ara impulse para marcharse,  p e ro n o se m o v ia d e l sitio ; y y o p e n s e q u e h a y direcciones y velocidades que nadie ha calculad o , p o r q u e , c r e a n l o o n o , a q u e l l a v a c a h a b i a i do a algun sitio muy de prisa, un sitio que nosotros n o c o n o c e m o s , a u n c u a n d o s i g u i e r a alii. El doctor levanto la botella. «Gracias —dijo Felix—. No bebo alcohol.»  —B b —d ij el d to

do —continue el doctor—. Es eso de la guillotina. Dicen que el verdugo tiene que llevar su pro p ia c uch il la , c o m o se su p o n e q u e el m a ri d o lle va su propia navaja. Eso es suficiente para envenenarle el corazon antes de que haya cortado la  p rim e ra c ab e za. U n a n o ch e, m ie n tr a s p a s e a b a distraido po r el Bo ul’ Mich’ vi a u no que Uevaba un clavel rojo en el ojal. Para entrar en conversacion, le pregunte por que lo Uevaba, y el dijo: «Es prerrogativa del verdugo.» Me quede tan mustio como un secante escamoteado del Senado. «Antiguamente, el verdugo lo sostenia entre los dientes.» Al oir esto, se me retorcieron las tripas, .al im aginarm elo afilando la ho ja con un clavel en la boca, como Carmen. jY tambien el es el unico que puede estar en la iglesia con los guantes puestos! A veces acaban por degoUarse a si mismos. Es un ritmo que al fin les llega a su  p ro p io cu eU o. A d ela n to el c u e rp o y p a s o el d e d o  p o r el m io d ic ie n d o: «C on ta n to pel o y ta n g ru eso resu lta un p oco dificil», y desde aque l me  mento tuve insuficiencia cardiaca para el resto de mi vida. Deje un franco encima de la mesa y sali como alma que lleva el diablo, con el veUo de la nuca mas tieso que la gorguera de la reina Ana. Y no pare hasta que me vi en medio del M u s e e d e C l un y , a g a r r a d o a l p ot ro . En la sala se hizo un subito silencio. El conde estaba en la puerta, girando sobre sus talones, con una mano a cada lado del marco. Un torrente de palabras en italiano que no eran sino culminacion de un tema iniciado en el vestibulo se corto bruscamente. El recien Uegado se dio una palmada en el muslo y se quedo escudrinando el salon, levemente inclinada su alta figu-

ce y el pulgar una lupa redonda que le colgaba d e u n a a n c h a c i n t a n e g ra . C o n la o t r a m a n o s e impulsaba de una silla a una mesa y de un invitado a otro invitado. Detras de el entro una muchacha vestida de amazona. Al Uegar al apara,dor, el giro sobre si mismo con una agilidad horripilante.  —V ay anse —di jo su av e m e n te , ap o y a n d o la mano en el hombro de la muchacha—. iVayanse, vayanse! —Eviden tem ente, lo decia .en serio. Se inclinaba ligeramente. Cuando Uegaron a la caUe, la duquesa agarro el dobladillo de blonda que se le enredaba en los helad os tobillos.  —(jQ ue le p are ce , m i p o b re .dia bl o? —d ij o ^ Felix.  —iV aya ! —d ijo Felix —. M e g u s ta ria s a b e r q u e ha p asado y por que. H d o c t o r p a r o u n t a x i a g it a n d o l a c a b e z a d e  p e rro d og o q u e a d o m a b a el p u n o d e s u basto n. «Esto se arreg la en cualq uier bar.»  —E sto —di jo la d u q u e s a p o nie n d o se los guantes— es una audiencia breve con la grandeza. Breve, jpero una audiencia! Cuando enfilaban la oscur^ calle, Felix sintio q u e le a r d i a l a c a r a .  —,^Es d e v e rd a d u n co n d e? —p re g u n to .  —H e rr G ot ti —d ij o la d u q u e s a —. ^S oy yo lo que digo ser? ^Lo es usted? ^Lo es el doctor?  —L e ap o yo u n a m a n o §n la rodiU a— . ^Si o no ? El .doctor enc end ia u n cigarrillo y, a su llama, el baron vio qu e reia en silencio. «Nos ha ec hado  p o r u n a d e esa s eap e ra n zas q u e p ro n to q u e d a ra frustrada.» A ^to los guantes p or la ventanilla saludando, a otros invitad os, que estaba n en la ace-

 —lA  que se refiere? —pregunto el baron en un susurro.  —E l c o n d e O n ato ri o A lt am onte , n o m b re q ue o j a l a r u e d e a l A r n o d e s d e e l P o n t ^ V e c ch io , h ^ sospech ado que tenia su ultima ereccion. E l d o c t o r s e p u s o a c a n t a r : «Nur eine Nacht». Fra u M ann, con la ca ra p egada al cristal, dijo: «Esta nevando.» Al oir estas palabras, Felix se subio el cuello del abrigo.  —(-A d o n d e v am os? —p re g u n to a F ra u M an n. Ella volvia a es tar mu y co ntenta.  —V am os’ al ca fe d e H ei nri ch; yo, c u a n d o iiieva, voy siempre. Sirve mas fuertes las bebidas y es buena persona; en su cafe siempre hay sitio  p a r a la g en te de l ci rc o.  —E sta b ie n —d ij o el d o cto r, dis ponie nd ose ' a golp ear el cristal—. (^D6nde‘ esta el cafe d e tu Heinrich?  —H a y q u e b a ja r p o r U n te r d en Lin de n. Yo os indicare.  —Si m e perm it en , yo b a jo aq u i —d ij o Felix. Se apeo del taxi y echo a an dar con tra la nieve. Sentados ya en el ambiente calido del cafe, el do ctor dijo desenroUando la bufanda:  —N u e str o b a ro n F el ix es to d o d e u n a pi eza,  p e ro al m is m o ti em p o p a re c e q u e le fa lt a alg o. E s c o m o s i e s t u v i e ra c o n d e n a d o d e c i n t u r a p a r a arriba, lo que me recuerda a Mademoiselle Basquette, que estaba condenada de cintura para abajo, una chica sin piefnas, construida como un fenomeno medieval. Recorria los Pirineos en u n a tabla co n ruedas. Lo que tenia lo tenia bonito, al estilo tradicional y vulgar, esas caras de la gente que acaban adoptahdo una expresion de as bro racial, no personal. Yo qUeria hacer-

ella me dijo: «Perlas. jVan tan bien con todo!» Imaginese. Y la otra mitad de su persona, todav i a e n l a b o l s a d e l o s tr u c o s d e D i o s. N o m e d i r a que lo que le faltaba no le habia ensenado el valor de lo que tenia. Bueno, en resumidas cuentas —prosiguio el doctor enroUando los guantes—, un dia, un marinero al verla se enamoro de ella. Ella subia por una cuesta y el sol le daba en la espalda cabalgandole en la nuca d o b l a d a y p o n i e n d o d e s t el lo s e n l o s b u c l e s d e s u  pe lo , es p le n d id a e in c o m p le ta c o m o el m a s c a ro n de una nave noruega abandonado por el barco. Y el la tomo en brazos con tabla y todo, se la Uevo e hizo con ella lo que le vino en gana. Cuando bubo satisfecho su deseo, muy galantemente la deposit© en su tabla a unas cinco millas de la ciudad y ella tuvo que volver a fuerza de brazos y llorando que daba angustia, porque u n o e s t a a c o s t u m b r a d o a v e r c a e r l a s l a g ri m a s a los pies. jAy, en verdad , a u na m uje r pue de llegarle la tabla de pino hasta la barbilla y aun asi tener motivo de llanto! Yo le digo, madame, que  p o d ri a m o s a lu m b ra r u n c o ra z o n m o n d o e n u n a  b a n d e ja y a u n asi d ir ia «|A mo r!» y s e e s tr e m e c e r i a c o m o l a p a t a d e- u n a r a n a c e r c e n a d a d e l cuerpo.  — Wunderbar —e x cla m o F r a u M a n n —. Wun derbar, jDios mio!  —A u n n o h e te rm in a d o —dijo el d o c to r po niendose los guantes en las rodillas—, un dia volvere a ver al baron y entonces le hablare del loco Wittelsbach. Se quedara mas triste que un mochuelo embozado en una bufanda.  —jAh! —e x cla m o F r a u M a n n — . E so le g u sta ucho. Es tan te de los titul

das—, yo no quiero hablar de Wittelsbach. [Oh, D io s, c u a n d o m e a c u e r d o d e m i p a s a d o , d e l o gu a  p o s q u e e ra n to d o s e n m i fami Ha , m i m a d re co n a q u e l l a c a b e l l e r a m a s r o j a q u e u n a f o g a t a d e p ri ma vera! (Y le hab lo de alia por los ochenta, c ua n d o u n a m u c h a c h a e r a l a re i n a d e l a c i u d a d , y Hegar hasta el limite significaba langosta a la  N e w b u rg .) L le v a b a u n s o m b re ro m ^ g ra n d e q u e u n a m e s a , c o n t o d o m e n o s a g u a c o r r ie n t e; c o n u n t a ll e c e n i d o p o r u n c o r s e d e b u r a c a n y m i p a d re , s e n t a d o a s u l ad o , m u y u f a n o : u n r e t r a t o d e c u a n  d o s u b i e r o n a l a s m o n t a n a s r u s a s . E l l le v a b a u n a d e e s a s c u r s i s c h a q u e t i t a s a m a r i l la s y u n b o m b i n color canela, encasquetado hasta las orejas, y de b ia d e e s ta r fr e n e ti co , p o rq u e p o n ia lo s o jo s biz c o s, q u i z a f u e r a e l v i e n t o o q u i z a e s t a b a p e n s a n d o e n c o s a s d e m i m a d r e , e n u n m o m e n t© e n q u e n o  p o d ia h a c e r n ad a. Frau Mann levanto la copa y la miro guinand o u n o j o.  —Y o ta m b ie n te n g o u n M bum —d ij o co n vo z dulce—, y en el todos tienen cara de soldado, aunq ue esten muertos. El doctor sonrio apretando los dientes. Frau Mann trataba de encender un cigarrillo. La lla m a b a i l a b a e n s u m a n o i n se g u ra . Frau Mann estaba un poco achispada y el zumbido insistente de la voz del doctor le daba sueno. Al ver que Frau Mann se habia quedado dormida, el doctor se levanto cautelosamente y se fue hacia la puerta, andando de puntillas. En mal aleman, dijo al camarero: «La senora pagara.» Abrio la puerta y salio quedamente a la noche.

 LA SOMNAMBVLE El doc tor vivia cerca de la iglesia de Saint Sul pi ce , cas i e n la e s q u in a d e la ru e S e rra n d o n i. S u figura peque na y desgarbad a era caracteristica de la Place. Para el dueno del Cafe de la Maine du VP e ra casi com o un hijo. Esta plaza, relativamen te pequena, por la que pasa ban tranvias en varias direcciones, limitada a un lado por la iglesia y al otro p or el Ayu ntamiento, e ra la «ciudad» del doc tor.- Lo que no hallara en ella para satisfacer Sus necesidades, le encontraba en las callejuelas adyacentes. Alii se le ha bia visto dispon er det^Ues de funerales en la capilla de pompas fiinebres con sUs cortjnas de ve larte negro y sus fotos de c oches m o f t u o ri o s e n m a r c o s , o c o m p r a r e s ta m p a s y  pe~  tits J^ us e n l a  bouti que   q u e e x h i bi a o m a m e n t o s y artisticas velas. Y, en la M airie du Luxem bourg, h a b i a a p o s t r o fa d o p o r lo m e n o s a u n j u e z c u a n d o una docena de cigarros dej6 de surtir el efecto apetecido. Deambulaba, patetico y solo, por entre los tenderetes de carton de la Foire Saint Germain que, durante algiin tiempo, Ueno la plaza de castillitos de pega. Sele veia bajar con paso rapido  p o r la a e e ra iz q u ie rd a d e la -ig les ia p a r a ir a m i s a , y b a n a r e l d e d o e n l a p i la d e l a g u a b e n d i t a como si fuera el unico pajaro con derecho de acceso, empujando a l4s cansadas criadas y a los com erciantes del -barrio co n la impa ciencia

A veces, por la noche, antes de entrar en el Cafe de la M airie du VI®, se le veia co ntem plar las enormes torres de la iglesia que se alzaban al cielo, adustas pero tranquilizadoras, mientras se  p a s a b a u n d e d o g ru e so y cali do p o r la g a rg a n ta donde, a pesar de la costumbre, siempre le sor p re n d ia to c a r el p el o q u e le a s o m a b a p o r el cue llo de la camisa. O miraba, pequeno e insubot'dinado, com o c aian las faldas de- agu a de las pilas de la fuente, en una orla desflecada y fluida, g r i ta n d o a v e c es a l a s o m b r a d e u n h o m b r e q u e se alejaba: «|Hermosura!» Al C afe d e la M airie d u VJ® Ueyo a F elix,'q ue aparecio en Paris semanas despues de su encuentro en Berlin. Felix pensaba que, indudablemente, el doctor era una gran embustero, pero un embustero valioso. Sus invenciones parecian s e r l a t r a m a d e u n p l a n o l v i d ad o p e r o i m p o n e n te; una condicion de vida de la que el era el unico exponente que quedaba. Sus modales eran los del servidor de una noble familia difunta, cuyos ademanes recuerdan, aunque en for m a d e g r a d a d a , l o s d e u n a m o e x t i nt o . I n c lu s o e l movimiento favorito del doctor, arrancarse pelillos de la nariz, parecia la «vulgarizaci6n» de lo que en tiempos pudiera haber sido un reflexivo m esado de barbas. Del mismo modo que el altar de una iglesia, sin las ofrendas espontaneas de los humildes y los atribulados, no presentaria sino un cuadro frio y deshumanizado, o el  corsage  d e u n a m u j e r cob ra dq pronto un m a r c i a l y . d e sg a r ra d o  p o r la ro s a in tr o d u c id a e n tr e la s fl o re s m a s de corosas por la mano del enamorado que sufre la violencia de no haber llegado a dar el ultimo

que fuera un pecho exuberante y fastuoso, extrayendole tiempo de la entrana (porque el amante conoce dos tiempos, el que se le otorga y el que el debe crear), asi tambien Felix descu b ri o c o n a s o m b ro q u e la s fl o re s co nm o v ed o r a s q u e e s t a b a n e n e l a l t a r q u e e l h a b i a l e va n tado a su imaginacion habian sido colocadas alii  p o r'g e n te s d e u n m u n d o eq u iv o c o y q u e la m a s roja seria la rosa del doctor. A1 cabo de un largo silencio, du ran te el cual el doctor pidio y consumio un Chambery fraise y el baron, un cafe, el doctor comento que el  ju d io y el ir la n d e s , s u b ie n d o u n o y b a ja n d o el otro, suelen encontrarse, pala con pala, en el mismo campo.  —L os ir la n d e se s p u e d e n s e r ta n o rd in a ri o s como la caca de la ballena, con perdon, en el culo del oceano, con perdon, pero tienen imagi nacion, y —agrego— una miseria creativa que les viene de haber sido derribados por el diaWo y levantados por los angeles. jMisericordioso!  jS al va m e, M ar ia , M a d re m ia , y q u e el p ro ji m o se las componga! Pero el judio, t*^ue es el judio en el mejor de los casos? Nunca nada mas que un entrometido y pido perdon por el guantazo, u n e n t r o m e t i d o e x q u i s it o y fa b u l o s o m u c h a s v o  ces pero entrometido. —Se inclino ligeramente doblando la cadera—. De acuerdo, los judios se inmiscuyeron y nosotros mentimos, esa es la diferencia, la sutil diferencia. Nosotros decimos que uno es hermoso, por ejemplo, cuando, a decir verdad, probablemente sea mas feo que un  peca do . Pero , co n n u e s tra m e n ti ra , n o so tr o s hemos asumido un poder y este es el poder del charlatan, jel mas fuerte! Puede caer sobre cual-

que, en resumidas cuentas, hace el mistico y  —a g re g o — h a c e el g ra n m ed ic o. L as u n ic a s p e r s o n a s q u e d e v e r d a d  saben   algo de medicina son las enfe rm era s y ellas ^e callan, o serian ab ofeteadas. Pero el gran medico es un divino idiota y un sabio. Cierra un ojo, el ojo con que estudio y,  p o n ie n d o sus de do s s o b re la s a rt e ria s de l cu er po ; dic e: «Dio s, cu y o ca m in o es es te , m e h a oto rgado permiso para viajar tambien por aqui», lo cual, y que el cielo asista al paciente, es verdad; de esta manera, realiza grandes curas y, a veces,  p o r ese cam in o, se tr o pie za, d e sc o n ce rt a d o , co n el Malaje.' El doctor pidio otro Chambery y pregunto al  b a ro n q u e q u e ri a to m a r, a lo q u e Fel ix re sp o ndio que nada por el momento, y entonces el doctor agrego;  —E l h o m b re n o n e c e s it a q u e se le c u re d e su enfermedad individual; lo que deberia preocu p a r k es s u m a l univ ers al. El baron observe que aquello sonaba a dogma. El doctor le miro.  — tS i? C u a n d o ves al M al aje c o m p re n d e s q u e d e u n e m p u j o n t e e c h a r a d e l c am i n o . »Tambien se o tra cosa —prosiguio—: una copa vertida en otra copa nos da un agua diferente. Las lagrimas derra m ada s por un ojo cegarian otro ojo si cayeran en el. El pecho que golpeamos de alegria no es el mismo pecho que golpeamos de dolor; la sonrisa de un hom  b re se ri a c o n s te m a c io n en lo s la bio s de o tr o hombre. Atras, rio eterno, aqui viene la desgrac ia . El h o m b r e n o t i e n e a s i d e r o q u e n o s e a t a m   b ie n u n c o m p ro m is e . jSea! R ie nd o Ue gue a P aci

del pobre. A mi m e gu stan los pob res y los vagabundos —anadio—, porque la desgracia los hace impersonales, pero a mi... a mi casi se me c o n s i d e r a u n p e s a d o , u n p l o m o , la c e r a q u e h a c e grumos en la bills o en la sangre mediana del hombre, conocida por corazon o haz de los resoplidos. Ojala reviente mi dilatador y se oxide mi especulo y que el panico se apodere de mi dedo indice antes de que yo sehale a mi hom bre. Sus manos (que Uevaba siempre como el perro que anda sobre las patas traseras) parecian a c a p a r a r s u a t en c i o n . Y e n t o n c e s d i j o b a j a n d o sus ojos grandes y melancolicos, con aquel dest e l lo q u e c o n f r e c u e n c i a a p a r e c i a e n e ll os :  —^ P o r q u e s ie m p re q u e oi g o m u s ic a m e si en to como u na novia?  —N e u r a s te n ia — d ij o Fe lix . El doctor movio neg ativamente la cabeza.  —N o; n o e s to y n e u ra s te n ic o ; la g e n te n o m e inspira tanto respeto; lo cual, por cierto, es la  b a s e d e la n e u ra s te n ia .  —I m p a c ie n c ia . E l d o c t o r a s i n ti o .  — Lo s ir la n d e s e s e s ta n im p a c ie n te s d e e te m idad; mienten para adelantarla y mantienen el equilibrio gracias a la pericia de Dios, Dios y el Padre.  — E n m il s e is c ie n to s o c h e n ta y c in c o —d ij o el  b a r o n c o n c a u s ti c o h u m o r— lo s tu rc o s in tr o d u  je r o n el c a f e e n V ie n a, y d e s d e e n to n c e s V ie na , como una mujer, tuvo una impaciencia, algo que le gustaba. Usted ya sabra, desde luego, que a l j o v e n P i t t s e le n e g o l a a l i a n z a p o r q u e c o m e tio la torpeza de ofrecer te. Austria y el te nunca d ri ir ju d iu d d ti b b je

d r e. .. e n A u s t r i a e r a n e l e m p e r a d o r . —E l d o c t o r l e v a n t o l a m i r a d a . E l  cha sseu r del Ho tel Recam i e r (a l q u e c o n o c i a p e r fe c t a m e n t e ) s e a c e r c a b a corriendo.  —j Eh l —g ri to el d o c to r q u e s ie m p re , a to d a s horas, esperaba algo—. tQue hay? —El muchacho, con su chaleco a rayas rojas y negrais y su gran delantal manchado, se paro delante de el y grito en frances del Midi que la senora del veintinueve se habia desm ayado y no podian hacerla volver en si. El doctor se levanto lentamente, suspirando. «Pague —dijo a Felix— y sigame.» Puesto que n i n g u n o d e l o s m e t o d o s d e l d o c t o r e r a o r to d o x o , Felix no se sorprendid por la invitacion e hizo lo qu e se le decia. En el segundo piso del hotel (una de esas pens io n e s b u r g u e s a s q u e s e e n c u e n t r a n e n c a s i t o d a s las esquinas de Paris, ni buenas ni malas pero tan t ip i c a s q u e p o d r i a n c a m b i a r la s d e s i ti o y e n t o d a s  p a r te s ^ c a j a r i a n ) h a b ia u n a p u e r t a a b ie r ta p o r la que se veia una alfombra roja y, al fondo, dos v e n t a n a s e s t r e c h a s q u e d a b a n a l a p la za . En la cama, rodeada por una coleccion de  p la n ta s e n m a c e ta s , p a lm e ra s ex o ti c a s y fl o re s cortadas, y las notas ligeramente excesivas de  p a ja ro s o c u lt o s q u e p a r e c ia n o lv id ad o s —d e ja d o s si n la h a b it u a l f u n d a s il e n ci a d o ra , p a re c ida al pano de urna funeraria, con la que las  b u e n a s a m a s d e c a s a s u e le n t a p a r la j a u la p o r la noche—, semiderrumbada del soporte de los almohadones, abandonada durante un amago de vuelta en si, yacia pesadamente la muchacha, con desaliho, las piernas enfundadas en panta l o n d e f r a n e l a b l a n c a, s e p a r a d a s c o m o e n u n

tos de grueso charol que parecian muy livianos  p a ra la p ir u e ta in te rr u m p id a . Las m a n o s, -la rg as y hermosas, a ca da lado de la cara. El perfume que exhalaba su cuerpo era de la calidad de esa ca m e de la tierra que es el hongo, que huele a humedad capturada y, no obs t a n t e , e s s e co , a h o g a d o p o r e l a r o m a d e l a c e i te de ambar que es una enfermedad interna del m a r , s u g e s t iv o d e u n s u e n o i m p r u d e n t e y t o ta l . S u c a m e t e n i a l a t e x t u r a d e l a v id a v e g e t a l y, debajo, se intuia una estructura ancha, porosa y desgastada por el sueno, como si el sueno fuera u n a p o d r e d u m b r e q u e l a r o i a p o r d e n t ro , d e b a j o de la superficie visible. Alrededor de la cabeza tenia un fulgor que era como esa fosforescencia que envuelve las aguas, como si la vida residiera en ella por imprecisas nebulosas —imprimiendole el caracter turbador de la sonambula nata que vive en dos mundos—, hibrido de nino y de bandido. P a r e c i a u n c u a d r o d e l  douanier   R o u s s e a u , dormida en una selva atrapada en un salon (cuyas paredes, al aprehenderla, habian huido), arrojada erttre plantas carnivoras: su racion. El c o n j u n t o p a r e c i a p r o p i e d a d d e u n  dom pte ur in  visible, medio senor, medio empresario, cuya entrada se espera que sea saludada por una orquesta de instrumentos de viento de madera c o n u n a s e r e n a t a q u e p o p u l a r i z a r a l a s el va . Felix, por discrecion, se situo detras de las  p alm e ra s . El d o c to r, c o n ru d e z a p ro fe s io n a l a c e n t u a d a p o r s u e t e r n o t e m o r a s e r d e s c ub i e rto por las autoridades (no tenia licencia para ejerce r). dijo: ,  —j Por lo s cl av os d e C ris to fn c c io n e le la s m u

La encontro y, con ademan de cordial familiaridad, le rocio la ca ra con la m ano. Una serie de estremecimientos casi impercept ib l e s f r u n c i e r o n l a p i el d e l a m u j e r c u a n d o e l agua le resbalo por las pestanas y los labios h a c i a l a c a m a . U n e s p a s m o b r o t o d e l a p ro f u n d i dad del desmayo y ella abrio los ojos. Inmediatam ente, trato de incorporarse...  —Y o e s ta b a p e rf e c ta m e n te —d ij o y vol vi o a ca er en la postracion del aniquilamiento. Felix, experimentando una redoblada confu sion, miraba ahora al doctor que quedaba parcialmente escondido por el biombo colocado al lado de la cama, y le vio hacer los movimientos  p ro p io s del il usi onis ta ; co n el a ir e del que , al  p r e p a ra r al p u b li c o p a r a el pr odig io , ti e n e q u e fingir que no hay nada que ocultar, y mueve los hom bros y los codos con «inocencia» cuan do lo que hace es preparar la parte mas flagrante de la supercheria. Felix advirtio que su finalidad era la de escamotear unas gotas de perfume de un frasquito que habia en la mesita de noche, empolvarse la aspera barbilla con la borla y pasar la barra de rojo por los labios, frotandolos despues uno con tra otro, a fin de que pareciera que su subito e m b e l le c im i e n to e r a g r a c ia e s p o n t ^ e a d e l a N aturaleza; creyendose todavia al abrigo de toda mirada, como si aquel velo de magia empezara a desintegrarse, como si los mecanismos de la maquinacion se hubieran desencajado y retrocedieran a la simpUcidad del origen, la mano del doctor se poso sobre un billete de cien francos que ha bia encima de la mesa. Con esa opresion en el estomago que senti-

su seguridad en una pirueta embaruUada y,  p ro b a b ie m e n te , m o rt al, Fe lix vi o la m a n o d e s cender, agarrar el billete y desaparecer en el limbo del bolsillo del doctor. El sabia que seguiria sintiendo aprecio por el doctor, pero com p re n d ia q u e el lo s e ri a a c o s ta d e u n a la rg a se ri e de convulsiones del espiritu, analogas a la segregacion del fluido de la ostra que tiene que cu b rir s u d e sa z o n co n u n a p erl a ; as i te n d ria el q u e cubrir al doctor. Al mismo tiempo, sabia que este refrendo de aceptacion (por el cual aquello que debemos querer se convierte en lo que podemos querer) tambien le afectaria a el, aunque n o l o h u b i e r a p r o v o c a d o v o l u n t a r ia m e n t e . Felix, abstraido en las espiras de esta nueva i n q u i e tu d , d i o m e d i a v u e l t a . L a m u c h a c h a s e h a  b la s e n ta d o e n la c am a. C o nocia al d o c to r. Le habia visto en otro sitio. Pero, del mismo modo que uno puede estar diez anos comprando en la misma tienda y ser incapaz de decir de que conoce al tendero si lo ve por la calle o en el  pro menoir d e u n t e a t r o , p u e s t o q u e l a t i e n d a f o r m a  p a r te de s u id e n ti d a d , el la tr a ta b a a h o ra d e situarlo, al verlo fuera del m arco h abitual.  —C afe d e la M ai ri e d u VL —dijo el d o c to r a v o le o , a f i n d e t o m a r p a r t e e n e l p r o c e s o d e s u vuelta en si. La muchacha no sonrio, aunque le reconocio al oirle hablar. Cerro los ojos y Felix, que contemplara con avidez su azul misterioso e impresionante, creyo que seguia viendolos tenuemente, transparentandose a traves de los parpados con una luz de eternidad, como si en el iris hu  b ie ra a d v e rt id o e sa vis io n d e s e n fo c a d a d e la  b e s ti a salv aje q u e n o s e h a a ju s ta d o a s o s te n e r

La mujer que se presenta al espectador como un «cuadro» compuesto y acabado es, para la m en te contem plativa, el m ayo r de los peligros. A veces, uno encuentra a una mujer que es bes tia en trance de hacerse humana. Cada movimiento de esta persona se reducira a la imagen d e u n a e x p e r i e n c ia o l v id a d a , e s pe j is m o d e u n a  b o d a e te rn a p ro y e c ta d o s o b re la m e m o ri a ra ci al ; una alegria tan insoportable como lo seria la vi sion de un antilope bajando por una arboleda, Coronado de azahar, con un velo nupcial y una  p a ta le v a n ta d a e n a c ti tu d te m e ro s a , c am in a n d o con el p^pito de la carne que se hara mito; al igual que el unicornio no es ni hombre ni animal d i s m i n u i d o s in o a n s i a h u m a n a q u e c o m p r i m e e l  p e c h o c o n tr a s u pre sa. Esa mujer es la portadora de germenes del  p a sa d o : d e la n te d e el la n os d u e le la e s tru c tu ra de la cabeza y las mandibulas; nos parece que  p o d ri a m o s co m ern o sl a , a el la q u e es la m u e rte d e v o r a d a q u e v u e l v e p o r q u e s o lo e n t o n c e s a c e r camos la cara a la sangre que hay en los labios de nuestros antepasados. Algo de esta emocion invadio a Felix. Pero el que, por su raza, era incapaz del abandono, se sintio como el que en un museo contempla un mascaron de proa que, aunque estatico, sin mecerse ya en el tajamar, todavia parece ir contra e l vi en t o; c o m o s i a q u e l la m u c h a c h a r e u n i e r a e n si las dos mitades de un destino roto que, en el sueno, se hubieran encarado a si mismas, como una imagen y su reflejo en un lago parecen es t a r s e p a r a d a s u n i c a m e n t e p o r l a v a c i la c i o n d e l a hora. La voz de esta muchacha tenia el tono del

-

«aparte» musitado por el actor que, con la leye avaricia de su discurso, retiene la explicacion hasta el momento oportuno en que haya de lu~ c i rs rs e a n t e s u p u b l i c o — e n s u c a s o , u n a i m p r o v iisacion prudente, aludiendo a lo que diria mas adelante cuando pudiera «verlos». En suma, la f o r m u l a m a s l a r g a d e u n a d e s p e d i d a r a p i d a . X.es invito a entrar a verla cuando «pudiera sentirse mejor».E l d o c t o r , a t r a p a n d o a l p a s o a l  chasseur,  preg u n t o el el n o m b r e d e l a m u c h a c h a . « M a d em em o i selle selle R obin Vote» Vote»,, respon dio el  chasseur. Al salir a la calle calle,, el doctor, deseo so d e tom ar «la ultima antes de ir a la cama», se encamino de nuevo al cafeDespues de un corto silencio, pregunto al ba ron si.algima vez habi'a pensado en las mujeres y el ma trimonio. M antenia la m irada fija en el marmol de la mesa, sabiendo que Felix habia e x p e r i m e n t a d o a l g o e x t r a o r d i n a r io io . El baron respondio que si; el deseaba un hijo que sintiera lo que sentia el por el «gran pasado». Entonces, el doctor, con fingida indiferencia, pregunto de que nacion elegina a la madre de s u hijo. hijo.  —A m e ri c a n a —r e s p o n d io e l b a r o n in m s d ia ta mente—. Con una americana puede hacerse todo. E l d o c t o r s e e c h o a r e i r. r. G o l p e o la la m e s a q o n su blando puho. Ahora estaba seguro. «E1 desti ne y las cpmp licaciones ,empiezan o tra vez; el escarabajo pelotero empujando su carga cuesta arriba. jOh, y que dura es la pendiente!  ha   no bl e za , si, p e r o ^y q u e e s eso ?» El baron fue a responder pero el doctor le-

 —U  — U n m o m e n to , y a lo  se,  son los pocos sobre los que los muchos mintieron largo y tendido h a s t a h a c e r l o s i n m o r ta ta l e s , M u y b i e n , u s t e d q u ie ie re un hijo. —Hizo una pausa—. Para el campesino, un rey es un actor que llega a hacerse tan escandaloso que tiene uno que inclinarse ante el. Escandaloso en el sentido mas elevado, desde luego. po r qu e hay que inclinarse ante el? el? Porque ha sido senalado como el unico perro que no debe contenerse dentro de casa; tari elevados son que pueden difamar a Dios y ensuciar su propia casa; pero el pueblo: eso es diferente. El pueblo tiene que respetar a la Iglesia y respetar a la-nacion:-ellos beben, y rezan, y orinan en el lugar indicado. Todo hombre tiene un corazon d om esticado, salvo el gran hombre.. El pue  b lo a m a a s u Ig le s ia y la c o n o c e , c o m o el p e rr o conoce la casa en la que ha sido educado, y a ella vuelve, guiado por el instinto. Pero, solo ante la autoridad suprema, el rey, el zar, el em p e ra d o r, q u e p u e d e n h a c e r s u s n e c e s id a d e s en el mismo firmamento, solo ante ellos se inclina. El baron, al que la obscenidad siempre Violentaba, no pudo sentirse ofendido por el doctor;  p e rc ib ia la g ra v e d a d , la m e la n co h 'a q u e o c u lt a b a cada broma y cada maldicion que proferia el doctor, y po r eso le le respondio c on seriedad:  —R e n d ir h o m e n a je a l p a s a d o es el u n ic o ge sto que ab arca tam bien el futuro.  — p o r es o q u ie re u n hi jo ?  —P o r es o. Al n in o m o d e m o n o le q u e d a n a d a a lo qu e a'si a'sirs rse. e. 0, m ejor dicho, no le qued a nada con que asirse. Nosotros ahora nos aferramos a la vida con nuestro ultimo musculo: el

locura, recuerdelo. —El doctor se inclino hacia delante—. El ultimo hijo que nace de la aristocracia, a veces, es idiota. Nosotros, por respeto, querem os subir, pero bajamos. El baron dejo caer el monoculo; el ojo desarm a d o e s t a b a i n m o v il il .  —N o n e c e s a r ia m e n te —d ijo . Y a g re g o — : P e ro u s t e d e s a m e r i c a n o y p o r e s o n o c r ee ee .  _ jU h ! —u lu lo el d o c to r— . P o rq u e s o y a m e ri  cano lo creo todo. Por eso le digo: jCuidado! En l a c a m a d e l re re y , s ie ie m p r e s e e n c u e n t r a , j u s t o a n  tes de que se convierta en pieza de museo, el excremento de la oveja negra. —Levanto la copa—. Por Robin Vote —dijo—. No tendra mas de veinte anos. El cierre metalico cayo sobre la ventana del Cafe de la Mairie Mairie du VP con u n rugido.

A1 dia siguiente, Felix se pres en to e n el Ho tel R e c a m i e r c o n d o s t o m o s d e l a Vida de los Bor hones.  hones.  Miss Vote no estaba. Volvio cuatro tardes c o n s e c u t i v a s y, y, c a d a v ez ez , l e d i j e ro ro n q u e a c a b a b a de salir. A la quinta tarde, al torcer por la rue Bo napa rte, se tropezo con ella. ella. Fuera de su marco —las plantas que la rodeaban, el sombrio terciopelo rojo de las sillas y las cortinas, el sonido debil y nocturnal de los  p a ja r d s — ella- c o n s e rv a b a la s u g e re h c ia d e s u entorno natural, como los animales. Le pfopuso dar un paseo por los jardines de Luxembourg hacia donde se dirigia cuando el la abordo. Pasearon por los desnudos y frios jardines y Felix era feliz. Le parecia que con ella podia hablar, que podia contarselo todo, aunque ella guarda-

dit Lyonnais, en el que ganaba dos mil quinientos francos a la semana; que hablaba siete idibmas, que era util al Banco y, agrego, tenia a h o r r a d o a l g u n ' d i n er er o , g a n a d o e n e sp sp eC eC u la la ciones. Felix Felix and ab a u n p oco rezagado. Los movimovimientos de la muchacha eran angulosos y un  p o c o o b li cu o s, le n to s, al d e s g a ir e , p e ro g ra ci os o s: el paso reposado, de la ron da noc turna. Elia no Uevaba sombrero y su cabeza clara, de cabello corto, aplastado en la frente, que hacian todavia ma s e strech a un os rizos que le caian' casi sobre el fino arco de la c^ja, le daban el aspecto de esos querubines de los teatros del Renacimiento; de perfil, perfil, sus ojos parecian ligeiia ligeiiamente mente abom bados y las sienes, bajas y cuadradas.^Era graciosa  p e r o u n p o c o d e sv ai d a , c o m o u n a v ie ja e s ta tu a de u n jardin, que m ue stra las huellas huellas de las inintemperies soportadas, que, mas que obra del hombre, es obra del viento, de la Uuvia y de la sucesiqn de las estaciones y, aunque formada a imagen humana, es una figura de la fatalidad. Felix sentia su presencia como un dolor y tambien como una dicha. Al pensar en ella, rem e m o r a r s u i m a g e n e r a u n a g e s t a d e la la v o lu lu n t a d ; e v o c a r l a in in s e n s i b l e m e n t e c u a n d o s e ib ib a e r a tan facil como evocar una sensacion de belleza abstracta. Cuando sonreia, la sonrisa estaba solo en los labios y era un poco amarga: era la cara de una incufable que todavia no ha enfermado. En dias sucesivos, pasaron muchas horas en los museos, y aunque ello complacia inmensamente a Felix, nO podia menos que sbrprenderse de que, muchas veces, ella, si bien apreciaba lo excelente, tambien elogiaba con una emo'cion no

tocaba un objeto, sus manos parecian hacer las veces de los ojos. El penso: «Tiene el tacto de los ciegos Que, por ver mas con los dedos, olvidan mas con la mente.» Sus dedos avanzaban, vacila ba;  b a; c o m o si h u b ie ra n e n c o n tr a d o u n a c a r a e n la oscuridad. Cuando, por fin, la mano quedaba en reposo, la palma se cerraba; era com o si hub iera tapado una boca Uorosa. La mano quedaba quieta y ella se volvia. En aquellos momentos, Felix experimentaba una aprension inexplicable. L a s e n s u a l i d a d d e s u s m a n o s l e a s u s ta ta b a . Sus ropas eran de un periodo que el no aca b a b a d e -i d en tifi ti fica ca r. L le v a b a p lu m a s c o m o la s que solia solia llevar llevar la ma dre de Felix Felix,, aplastad as hacia la cara. Sus faldas, moldeadas a la cadera, tenian una linea amplia. Eran mas largas y con m as vuelo qu e las de otras mu jeres, y' eran de unas sedas pesadas que le daban aspecto de ren o v a d a a n t i g i ie ie d a d . U n d i a e l d e s c u b r i o e l s e c r e  te. Al entrar en una tienda de antigiiedades de la orilla del Sena, para pedir precio de un pequeno tapiz, vio a Robin reflejada en el espejo de la  p u e r t a d e la tr a s ti e n d a , v e s ti d a c o n u n tr a j e d e grueso brocado que el tiempo habia manchado y TOt TOto en alguno s lugares, pero tan amp lio que  p e r m it ia h o lg a d a m e n te el a rr e g lo . F e li li x d e s c u b r i o q u e s u a m o r p o r R o b i n n o era, propiamente, una eleccion; era como si el  p e s o d e to d a s u v id a s e h u b ie r a c o n c e n tm d o e n un precipitado unico. El tenia el proposito de forjarse un destino con esfuerzo laborioso y'tenaz; pero llego Robin y su destino se le ofrecio e s p o n t ^ e a m e n t e . C u a n d o le le pi p i di di o q u e s e c a s a r a c o n . e l l o h iz iz o c o n u n p r o n t o t a n i m p r e m e d i t a d o que le sorprendio verse aceptado, como si en la

Primeramente, la Uevo a Viena. Para darse seg uridad a si rmsmo, rmsmo, le m ostro tod os los edifi edifi-cios historicos. El se repetia que, mas tarde o m a s t e m p r a n o , e n e s t e j a r d i n o e n a q u e l p a la la c io io , ella se sentiria subitamente conmovida como se sentia el. Sin embargo, ahora le parecia que tambien el era un turista. Trato de explicarle lo que era Viena antes de la guerra; lo que debio de ser antes de que naciera el; sin embargo, sus recuerdos eran desdibujados y confusos, y se oia a si misrao repetir lo que habia leido, porque eso era lo que mejor sabia. Con metodica ansiedad, la llevo por tod a la ciudad. Le decia: «Ahora «Ahora eres baronesa.» El le hablaba en aleman mientras- ella com ia gu esos Schnitzel y  pasteles de c a r n e , o p r i m i e n d o le le l a m a n o s o b r e e l a s a m a c i z a de la jarra de cerveza. Le decia: e s p eci e de tr is te fe U cida d p o r q u e su m u e rte es lo mas espantoso que puede sucederme. En-lo insopo rtable se halla el nacimiento. de la cu rva de la alegria. Yo me siento preso en la sombra de un amp lio tem or que- es mi hijo; el es el cen tre en torno al cual giran la,vida y la muerte, el enc uen tro co n el es mi designio final.  —cY   Robin? —pregun to el doctor. Ella e sta co n m ig o en G ui do; lo s d o s so n in-

separables, y esta vez —dijo el baron atrapando el monoculo— con su pleno consentimiento.  —S e in cl in o h a c ia d ela n te y le v an to la serv illeta—. La batronesa siempre parecia estar buscando a algmen que le dijera que era inocente. Gui do se le parece mucho, salvo en que el es inocente. La baronesa siempre busco en la direccion equivocada hasta que encontro a Nora Flood que, por lo poco que se de ella, parece ser una persona Integra, por lo menos, en intencion. »Hay personas —prosiguio— que necesitan  p e rm is b p a r a vivir. Y si la b a ro n e s a no en cu entra quien le de ese permiso, se construira una inocencia para si; una espantosa clase de inocencia primitiva. Tal vez nuestra generacion la considere «depravada», pero nuestra generacion no lo sabe todo. —Sonrio—. Por ejemplo, Guido. ^Cuantos son lbs (^e lo aprecian en lo que vale? La ,vida de cada cual le es propia de un modo  p e c u li a r c u a n d o u n o la h a in v en ta d o. El do ctor se limpid losdabios.  —E n la ace p ta c id n d e la d ep ra v a cid n es co m o m ejo r se cap ta el sentido d el’ pasado . ^Que es una ruina siho el tiempo que se alivia de la resistencia? La corru pcidn es la Eda d del Tiempo. Es el cuerpo y la sangre del extasis, la religidn y el amor. [Ah, si! —agregd el doctor—. Nosotros no «trepamos» .a las alturas, sino qu e som os consu midos hacia eUas y entonces la confo rmida d y el orden dejan de procuramos satisfaccion. El hombre nace tal como muere, abominando de la limpieza; y‘ luego esta su cond icidn 'intermed ia, el descuido que, generalmente, acompana al cuerpo «atractivo» upa especie de tierra de la q u e s e n u t r e e l am o r .  —E rd d di jo Felix h ia

La baronesa tenia un desalino indefinible, una especie de «olor de recuerdo» como la persona que ha venido de un lugar que hemos olvidado y que dariam os la vida por recordar. E l d o c t o r a l a r g o l a m a n o h a c i a e l p an .  —A si p u es, la raz o n d e n u e s tr a 'li m p ie za se hace evidente; la limpieza es una forma de aprension; nuestra deficiente memoria racial esta engendrada por el miedo. El destino y la historia son desordenados; nosotros tememos el r e c u e r d o d e e s e d e s o r d e n . R o b i n n o l o t e m i a.  —N o —d ijo Felix en vo z b a ja —. N o lo te m ia .  —E l e sta d o casi fo si liza d o d e n u e s tr a ca paci dad de recordar esta demostrado por nuestros asesinos y por quienes leen hasta el ultimo detaUe del crimen con apasionada avidez —prosiguio el doctor—. Solo por tales medidas extremas  p u e d e el h o m b re m e d io r e c o r d a r al go o c u rrid o hace mucho tiempo; ciertamente, no es que rec u e r d e , s in o q u e e l c r im e n e n s i e s l a p u e r t a q u e c o n d u c e a u n a a c u m u l a c io n , l a fo r m a d e p a l p a r el estremecimiento de un   p a s a d o q u e t o d a v i a vibra. E l b a r o n g u a r d o s il e nc io u n m o m e n t o . L u e go , dijo:  —Si; al go d e este ri g o r te n ia la b aro n e sa , al go asi como un primer esbozo; se advertia en su anda r, en su fo rm a de vestir, en su silencio, que escondia un lenguaje confuso y mal articulado. En todos sus movimientos habia una gravid'ez, una premiosidad como si el pasado fuera una red que la envolvia como esa red que el tiempo extiende sob re el edificio m uy viejo. Hay -una  p erc e p ti b le g ra v id ez e n el air e q u e en v u elv e u n edificio del siglo trece —dijo con leve pedante-

rodea una estructura nueva; lo nuevo parece re p e le r y lo viejo a b s o r b e r el ai re . Asi h a b ia en la  b a r o n e s a u n a d en sid a d n o d e ed ad , si n o d e ju ventud . Tal vez fuer a eso lo que m e atrajo.  —Los an im a le s se o rie n ta n p ri n cip alm en te  p o r u n o lf ato m u y se nsi ble —di jo el d o c to r—.  N o so tr o s, p a r a d if e re n c ia rn o s d e ello s, p erd im o s e l n u e s t r o y ^ q u e te n e m o s e n s u l u g a r? U n a t e n  sion del espiritu que es la contraccion de la li b e rta d . P e ro —t e rm in o — to d o s lo s h ec h o s h o rri  b le s ti en en p o r fi n ali d ad el p ro v ec h o . Felix comio un m om ento en silencio. Luego  p r e g u n to a q u em a rro p a :  —U st ed s a b e lo q u e a m i m e p reo c u p a . ^Me jo r a r a m i h ijo ? El doctor, cuanto mas viejo, mas parecia ha b la r co n si g o m is m o c u a n d o te n ia q u e re s p o n d e r a u n a p r e g u n t a , y c u a n d o l a r e s p u e s t a le p e r t u r  b a b a d a b a la im p re sio n d e q u e se en co gia . Dijo :  —N o si g a b u s c a n d o la cala m id ad ; la ti en e en su hijo. Al fin y al cabo, la calamidad es lo'que todos perseguimos. Usted la ha encontrado. El hombre esta completo solo cuando toma en consideracion a su sombra ademas de a si mis cy s s l a s o m b r a d e u n h o m b r e s in o su asombro postrado? Guido es la-sombra de su angustia, y la sombra de Guido es la sombra de Dios.  —T am b ie n a G u id o le g u s ta n la s m u je res d e la Historia —dijo Felix.  —L a s o m b ra d e M aria —di jo el d oct o r. Felix volvio la. cabeza . El bord e d el mon ocu lo lanzo un destello.  —D ice la g en te q u e G u id o n o ti en e la m en te S a n a . ^Que dice usted? di im la l

vez sea mas apta que la de usted y que la mia. A el el habito no le da seguridad, y aiu siempre cabe la esperanza.  —E s q u e n o c rec e —s u s u r ro Felix.  —S u ex ceso d e sen si b il id ad p u e d e co h ib ir su espiritu —dijo Matthew—. Su cordura es un es p acio d es co n o cid o : u n es p aci o co n o cid o si em p re es menor que un espacio desconocido. Yo que usted, portaria la mente de ese nino como la copa que se recibe en la oscuridad. No se sabe lo que puede contener. El se alimenta de extranos restos que nosotros no hemos catalogado; el come un sueho que no es nuestro sueho. En la enfermedad hay mucho mas que el nombre de esa enfermedad. En la persona corriente, lo pe culiar es lo que ha sido desterrado, y en el ser  p e cu li a r lo q u e se d e s c a r ta es lo co rri en te ; a la gente siempre le da miedo aquello que requiere vigilancia. Felix pidio  fine. El doc tor sonrio:  —Y a le dije q u e a c a b a ria b eb ie n d o —r e co rd o , v a c i a n d o d e u n t r a g o s u p r o p i a c op a .  —L o se —r esp o n d io Fe lix —; p e ro en to n ce s no lo entendi. Crei que se referia a otra cosa.  —    que? Felix titubeo haciendo girar entre sus dedos temblorosos la pequen a copa.  —Y o crei q u e q u e ria u s te d d ec ir q u e ab a n d o naria. El doctor bajo la m irada.  —Q uiz a fu e lo q u e q u is e d ec ir . P ero a vec es me equivoco. —Miro a Felix desde debajo de sus gruesas cejas—. El hombre nace condenado e inocente desde el principio, y, tristemente, no hay otro rem edio, ajus ta su m elodia -a estos dos

El baron se inclino hacia delan te y dijo en voz  baj a;  —( -E stab a c o n d en a d a la b a ro n e sa ? El doctor delibero un segundo, sabiendo lo que Felix habia env uelto en aquella pregunta.  —G u id o n o es ta c o n d e n a d o —d ijo . Y el b aro n se volvio rap idam ente—. Guido —prosiguio el doctor— es un bienaventurdo, es la paz de espi ritu, es lo que usted siempre persiguio. La aristocracia —dijo sonriendo— es una condicion que adquiere la mente de la persona al tratar de  p e n s a r e n al go m a s g ra n d e y m ejo r. T ie n e g racia que un hombre nunca sepa cuando ha encontrado lo que siempre anduvo b uscando —anadio secamente.  —^Y la b a ro n e sa? —d ijo Fe lix —. Eso es lo que vas a ' h a c e r; E n t u s il la h u b i e r a n t e n i d o q u e m o n t a r l a P i e d r a S a g r a d a , p a r a q u e d i j e r a si a t u s i y n o a tu no; pero no, esta perdida en la abadia de W estminster, y si yo hu bie ra po dido Salir al paso

a Brec cuando la Uevaba a Irlanda y decirle una palabrita al oido le hubiera dicho: «Espera», aunque aquello fue setecientos anos antes de Jesucristo; podia haberle dado el mensaje. Eso po dia haberte detenido; pero no, tu siempre estas escribiendo a Robin. Nada te detiene, tu la has  jc onv er tid o en le y e n d a y s o b re su ca b e z a h a s colocado la Luz Eterna, y seguiras perseverando aunque esto ie obligue a abrir un millon de so b re s h a s ta el fi n al d e su s dias . ^A ca so sab es tu de que sueno la arrancas? ^Que palabras tiene que pronunciar para acaUar el silbido con el que el cartero llama a otra muchacha que se alza a n s i o s a m e n t e s o b r e u n c o d o ? ^ Es q u e n o p u e d e s soltarnos a ninguno? ^Es que no sabes que tu  p erse v era n c ia es s u u n ic a fe licid ad y ta m b ie n su linica desgracia? Tu escribes y lloras y piensas y cavilas, y mientras tanto, ^que hace Robin? Pues arra nc a florecillas o juega a los soldaditos sentada en el suelo; de manera que no me llores a mi; que no tengo a quien escribir y que no hago m ^ q u e r e c o g e r e s ta r o p i ta t e n d id a q u e s e - co noce con el nombre de la Colada Mundial. Haz un hoyo y entierrame en el. Quia. La Pasion segun san M ateo de Bach voy a ser. yo. Du rante una vida puedes usarlo todo, eso es lo que he averiguado.  —T en go q u e es cr ib ir le —di jo N o ra —. T en go que escribirle.  —E so n ad ie lo sa b e m e jo r q u e yo , yo q u e so y el dios de la os curidad. E sta bien, pero ' ente rate de lo peor. ^Que me dices de Felix y de su hijo Guido, ese niho febril, enferm o y quejumbre»so? P ara el un frio de m ue rte es un -tonico. Al igual que todos los nuevos jovenes, su unico recurso la je la d t

m atu ra.
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