Description
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9 789504 646518 Sol Linares es una adolescente atípica. Cínica y solitaria, pasó su infancia en la
L A VELOCIDAD Í
redacción de u n diario y siempre supo que sería periodista. La o p o r t u n i d a d llega el día en que, j u n t o al hotel donde una m u l t i t u d de chicas espera la aparición de
°ELA|v||jsiCA
su músico preferido, ella se topa con el cuerpo de u n hombre asesinado. Con una acida mirada sobre el mundo del periodismo, esta primera entrega de la serie "Sol de noche" sumerge a su protagonista en el ámbito de la música y sus fans para rastrear las razones de u n crimen. A l mismo tiempo, Sol empezará a asomarse a otro misterio, más inquietante, que se esconde en el interior de su familia.
«¿Cómo era posible que una persona con custodia permanente, asediada día y noche por fans y fotógrafos, pudiera desaparecer sin que nadie la viera?»
SOLdeNOCHE^ L a p r i m e r a p a r t e de u n tKriller imperdible
NDREA LoQueLeo
FERRARI
I
L A VELOCIDAD
© 2015, A N D R E A F E R R A R I © 2015,
EDICIONES SANTILLANA S.A.
© De esta edición: 2016,
E D I C I O N E S S A N T I L L A N A S.A.
°ELA|V|USICA
Av. Leandro N. Alem 720 (CIOOIAAP) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina I S B N ; 978-950-46-4651-8 Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina. Printed in Argentina. Primera edición: enero de 2016 Primera reimpresión: octubre de 2016 Coordinación de Literatura Infantil y Juvenil: M A R Í A F E R N A N D A M A Q U I E I R A Edición: L U C Í A A G U I R R E
Cubierta: C A R L U S R O D R Í G U E Z
DIRECCIÓN DE ARTE: JOSÉ CRESPO Y ROSA MARÍN
P R O Y E C T O GRÁFICO: M A R I S O L D E L BURGO, R U B É N C H U M I L L A S Y J U L I A O R T E G A
Ferrari, Andrea La velocidad de la música / Andrea Ferrari. - la ed . la reimp. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Santillana, 2016. 176 p. ; 22 X 14 cm. - (Roja, narrativa contemporánea)
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y
ISBN 978-950-46-4651-8 1. Literatura Infantil y Juvenil. I . Título. CDD 863.9282
y^NDREA Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo n i en parte, n i registrada en, o transmitida por; un sistema de recuperación de información, en ninguna forma, n i por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.
E S T A P R I M E R A R E I M P R E S I Ó N D E 4.000 E J E M P L A R E S S E T E R M I N Ó D E IMPRIMIR E N E L
MES DE OCTUBRE DE 20l6, E N TiNTA P H I S.A., AV. SAN MARTÍN 1275, (1704) RAMOS MEJÍA, BUENOS AIRES, REPÚBLICA ARGENTINA.
pERRARI
lOQueleo
1.
r
I
Todavía n o había c u m p l i d o los diecisiete c u a n d o
I
v i o a su p r i m e r m u e r t o . Así l o llamó desde en-
JL
tonces, mi primer muerto, pero n o es que ese
cuerpo tuviera u n a relación directa c o n ella. Era solo u n a f o r m a de h a b l a r que le h a b í a c o n t a g i a d o J u a n Frazoni, u n periodista de Policiales al que le encantaba recordar las épocas en las que trabajaba para u n p r o grama de televisión sensacionalista y corría t o d o el día de u n m u e r t o a o t r o . —¿Te conté de m i m u e r t o más famoso, Sol? —sonreía en esos m o m e n t o s c o n añoranza—. ¿Y d e l m á s extraño? Siempre le d i j e r o n Sol, aunque en verdad se l l a m a ba Soledad. N o le gustaba su n o m b r e . C u a n d o le preg u n t ó los m o t i v o s de esa elección, su padre se encogió de h o m b r o s y d i j o que se le había o c u r r i d o a la madre, que sonaba bien, que n o hacía f a l t a o t r a razón. Pero ella creía que ser Soledad había sido u n a m a l a señal de entrada, u n presagio de que las cosas se le i b a n a c o m plicar apenas lanzada a l a vida.
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ANDREA FERRARI
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Volviendo al m u e r t o : sucedió u n miércoles de ca-
—Es u n f e n ó m e n o c o m o c u a l q u i e r o t r o . H a y m i -
l o r inesperado. Ese día había empezado c o m o tantos
llones de chicos fascinados c o n ese... T o m . . . ¿ c ó m o
otros, c o m o empezaban casi todos los días en su casa.
se llama?
C u a n d o ella se levantaba, su padre solía estar ya senta-
— T o m m y Fox.
do en la mesa, c o n el televisor encendido sin sonido en
—Eso. Y los periodistas de Espectáculos se o l v i d a n
el canal de noticias y los cuatro diarios que recibían ca-
de c u b r i r t o d o l o que n o es... M i r a , j u s t o , ahí está.
da mañana desplegados frente a él. Y golpeando. Porque esa era la manera en que Diego leía los diarios: m u r m u r a ba y golpeaba. Llevaba entonces veinte años como periodista y doce c o m o jefe de redacción de Hora Cero, pero n o había dejado de golpear con cada noticia que los
Sol giró hacia la p a n t a l l a del televisor d o n d e la m u l t i t u d de adolescentes saltaba y gritaba frente al vallado de u n h o t e l lujoso. L o reconoció enseguida: era el Continental. —Es acá cerca.
otros diarios tenían y ellos no, n i c o n cada u n a de las que sí tenían pero n o le gustaba c ó m o habían salido.
—Sí, a tres cuadras del d i a r i o . Fíjate la c a n t i d a d de...
Sol preparaba el café y las tostadas e insistía para
Pero ella ya n o tenía t i e m p o para fijarse en nada,
que se las comiera. Esa m a ñ a n a estaba e m p u j a n d o en
o t r a vez se había levantado demasiado tarde. T o m ó l a
su dirección u n a u n t a d a c o n mermelada de naranja
m o c h i l a y le d i o u n beso.
cuando él golpeó la mesa c o n p a r t i c u l a r energía y volar o n las migas.
—Nos vemos después —dijo y volvió a empujar l a tostada en su dirección—. Come algo.
— ¡Y esto t a m p o c o l o tenemos! Ella se inclinó a mirar en el diario de la competencia lo que le provocaba tanto enojo. E n la foto se veía a u n a
M i e n t r a s salía v i o que le daba u n par de bocados. Seguramente l o hacía p o r ella.
masa de adolescentes en a c t i t u d h i s t é r i c a f r e n t e a u n a valla policial.
Horas más tarde, el colectivo en el que volvía del
—¿No tener esa n o t i c i a te preocupa? ¿Un m o n t ó n
colegio quedó trabado en u n e m b o t e l l a m i e n t o y n o se
de chicas descerebradas tirándose de los pelos p o r u n
movió d u r a n t e quince m i n u t o s . Sol se estaba ahogan-
pibe que n o sabe cantar?
do. Aunque ya era mayo, ese día se había instalado en
Diego levantó la cabeza y l a miró. Había u n dejo de i n q u i e t u d en sus ojos.
invernal y a los escasos centímetros que la separaban
—No sé si te dije alguna vez, Sol, que sos demasiado cínica para tener dieciséis años.
de la axila de su vecino de viaje, l a hacía sentir levemente descompuesta. I n t e n t ó sacarse algo, pero n o había
—Lo dijiste. Pero insisto: ¿semejante idiotez te preocupa?
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Buenos Aires u n verano tardío que, sumado a su r o p a
suficiente espacio de maniobra, así que decidió bajar. El ambiente en la calle era caótico, entre los conductores que
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i n t e n t a b a n avanzar a fuerza de bocinazos, los policías
— N o , n o , estoy b i e n .
que pretendían desviar el tránsito hacia u n a calle para-
Pero se frotó l a espalda, que le dolía.
lela y u n a a m b u l a n c i a c o n las sirenas encendidas que
—¿De verdad? ¿Hay algo en que pueda ayudarte?
n o conseguía pasar. Se sacó l a campera y caminó unas
— N o , de verdad.
cuadras, hasta llegar a l o que parecía ser el centro del
—Bueno, entonces... —sonrió fugazmente y volvió a
caos, d o n d e u n p a t r u l l e r o cruzado en la calle impedía
recoger sus cosas—. Tengo ique correr. Perdón o t r a vez.
el paso y obligaba a t o d o el m u n d o a hacer u n enorme
Sol se estaba sacudiendo los pantalones cuando
desvío. Se d i o cuenta entonces de que estaba a unos
vio que j u n t o a su m o c h i l a había quedado u n o de los
cien metros del H o t e l C o n t i n e n t a l y volvió a odiar a
bolsos. T e n í a el l o g o del Canal 8 y en letras amarillas el
T o m m y Fox y sus excitadas fans.
n o m b r e del p r o g r a m a : El ojo de la noticia. E n el i n t e r i o r
• Fue en ese m o m e n t o cuando se desencadenó u n a
había grabadores y micrófonos. Levantó la vista.
serie de hechos sin mayor i m p o r t a n c i a que i b a n a ter-
—¡Eh! —gritó—. ¡El bolso!
m i n a r poniéndola frente a frente c o n su p r i m e r muer-
El t i p o ya estaba lejos y n o l a oyó. T o d o habría si-
t o . E l equipo de u n canal de televisión que acababa de
do d i s t i n t o si h u b i e r a seguido su p r i m e r i m p u l s o :
bajarse de u n a camioneta detenida en el embotella-
abandonar el bolso en el lugar. A l fin y al cabo, n o era
m i e n t o pasó a su lado a los empujones, cargando cáma-
asunto suyo. Pero u n a sensación i n c ó m o d a se l o i m p i -
ras y lámparas. E l último del grupo, u n t i p o de aspecto
dió. Quizá fue u n a suerte de s o l i d a r i d a d c o n el g r e m i o
nórdico, alto y m u y r u b i o , que se veía agobiado bajo el
periodístico, que venía a ser algo así c o m o su f a m i l i a .
peso de varios bolsos y rollos de cables, corría m i r a n d o
Entonces se cruzó el bolso al pecho y salió c o r r i e n d o
para u n costado y n o la vio: su brazo derecho impactó
detrás del t i p o .
c o n t r a la espalda de ella y u n palo que cargaba se le clavó en el o m ó p l a t o . Sol gritó mientras manoteaba en el aire, en busca de u n sostén que n o encontró, y terminó
Sabían a dónde ir, eso era evidente. D o b l a r o n en l a
en el suelo. C u a n d o levantó l a cabeza el t i p o la estaba
p r i m e r a esquina y luego nuevamente en la siguiente,
m i r a n d o c o n expresión c o m p u n g i d a . L o v i o d u d a r en-
hasta llegar a o t r o vallado, custodiado p o r u n policía.
tre quedarse a ayudarla y correr a sus compañeros, que
Sol ya estaba cerca de ellos cuando v i o que u n o de los
n o habían advertido nada y seguían adelante, pero se
tipos le mostraba unas credenciales y le entregaba algo
quedó. Apoyó sus bolsos y rollos en el suelo y le exten-
que el poHcía se guardaba en el b o l s i l l o antes de correr
dió u n a m a n o .
la valla para dejarlos pasar. Estaba volviéndola a su l u -
— M i l disculpas —dijo mientras la ayudaba a incorp o r a r s e - . Es i m p o s i b l e caminar p o r acá c o n el equipo. ¿Te lastimaste?
gar cuando ella llegó.
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—Estoy c o n ellos —dijo s i n aliento y señaló el b o l so—. Llevo e q u i p o . 11
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Increíblemente, la frase f u n c i o n ó a la perfección.
A l instante el r u b i o dejó de hablar y se concentró
E l policía se limitó a asentir y movió la valla para que
en su tarea. Sol observó unos segundos la situación, el
pasara. Sol advirtió entonces que estaba en l a parte tra-
despliegue p o l i c i a l , el nerviosismo del equipo de televi-
sera del hotel, j u n t o a l a entrada de autos. Había varios
sión y llegó a la conclusión de que esa era u n a n o t i c i a
patrulleros estacionados y m u c h a gente dando vueltas.
i m p o r t a n t e . Así que le escribió u n mensaje de texto a
Hasta ese m o m e n t o ella había creído que el caos se de-
su padre: " M a t a r o n a u n fotógrafo frente al C o n t i n e n -
bía simplemente a la presencia de T o m m y Fox y su banda,
tal. M a n d a a alguien".
pero empezó a darse cuenta de que t o d o era demasiado:
La respuesta demoró veinte segundos. Le d i o cier-
demasiada gente, demasiados uniformes, demasiada ten-
ta satisfacción darse cuenta de que el i n s t i n t o paterno
sión en el aire.
se había disparado antes que el periodístico.
C u a n d o finalmente llegó hasta el equipo del Ca-
"¿Qué estás haciendo ahí?", decía.
n a l 8 se enteró de qué se trataba. Estaban preparando
E l segundo mensaje entró diez segundos después.
las cámaras j u n t o a u n área acordonada c o n cintas na-
"¿Quién es el muerto?".
ranjas. Y en el m e d i o había u n cuerpo.
Ella ya había oído el n o m b r e .
Su p r i m e r m u e r t o . Era i g u a l que en las series de
"Roberto C o n v e r t i n i " , contestó.
televisión: t i r a d o boca arriba, los ojos cerrados, la piel
Supuso que le iba a ordenar que volviera de i n m e -
grisácea y u n a enorme m a n c h a roja que le teñía la ca-
diato, l o que la h u b i e r a obligado a d i s c u t i r o a m e n t i r -
misa blanca.
le, porque n o pensaba moverse de ahí. Pero n o : resultó
Sol tocó la espalda del r u b i o que la había golpeado, que en ese m o m e n t o estaba acomodando unos cables. —Te dejaste esto —dijo, extendiéndole el bolso. El t i p o obviamente estaba m u y nervioso p o r q u e saltó al sentir el roce. La miró mientras u n a ola de alivio le t r a n s f o r m a b a l a cara. —Me salvaste la vida. Acababa de darme cuenta de que l o había perdido. —¿Qué pasó? —preguntó Sol señalando hacia el muerto. —Es u n fotógrafo. L o asesinaron mientras...
que en l a batalla entre el padre y el periodista había ganado el periodista. " H a y u n cronista en c a m i n o —escribió—. A n o t a t o do l o que veas. Es u n notición". Sol sacó u n cuaderno de la m o c h i l a y se dispuso a abrir bien ojos y oídos. Anotó l o que p u d o , atropelladamente, sin saber en qué debía fijarse. De todas formas, quedó m u y feliz c o n la experiencia. A m u c h a gente su p r i m e r m u e r t o podría provocarle impresión, náuseas, tristeza, horror. A ella le dieron muchas ganas de saber qué le había pasado.
El grito del que sin d u d a era su jefe l o interrumpió. — ¡Nos d i e r o n cinco m i n u t o s ! ¡Cinco! ¡No perdam o s el t i e m p o !
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A
lgunos apuntes personales antes de seguir adelante. Primero: la edad. A Sol siempre le daban menos o más edad de la que tenía, n u n c a la justa. Suce-
día que era de contextura física pequeña. Por eso m u c h a
gente decía: "¿Dieciséis? Pareces menor". Pero p o r ciertas particularidades de su crianza, y quizá por el hecho de que todos sus amigos eran mayores, su comportamiento y manera de hablar eran más bien de adulto. Por eso, a poco de conocerla, otra gente decía: "¿Dieciséis? Pareces mayor". T o d o l o cual le resultaba bastante irritante. Segundo: n o tenía madre. Había m u e r t o antes de que ella c u m p l i e r a dos años. C u a n d o i n t e n t a b a recordarla, la única i m a g e n que aparecía en su cabeza era u n vestido azul c o n minúsculas flores blancas en el que ella apoyaba la frente mientras su madre le acariciaba el pelo enrulado. Pero en realidad n o sabía si eso era u n recuerdo o el resultado de haber m i r a d o demasiadas veces u n a f o t o de ella que estaba en la biblioteca, en l a que llevaba ese vestido. De todas f o r m a s , estaba a c o s t u m b r a d a a n o tener
m a d r e . Pero m u c h o s
cuando
se
enteraban
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decían " o h " y p o n í a n cara de " ¡ p o b r e c i t a ! " . T a m b i é n eso la irritaba. Tercero: había crecido en u n d i a r i o . Era u n l u g a r i n u s u a l para crecer, pero así se d i e r o n las cosas. Después de que su madre m u r i e r a , D i e g o había contrata-
3.
do a u n a señora para que l a c u i d a r a p o r las tardes. Pero al parecer el arreglo a ella no le gustó y se dedicó a m o r derla t o d o el t i e m p o que pasaban j u n t a s . La señora se fue y llegó otra. Volvió a hacerlo: según le d i j o u n a psicóloga a su padre, pasaba p o r u n a fase de i r a que, incapaz de expresar en palabras, descargaba clavando los dientes en t o d a superficie disponible, preferentemente manos y brazos. T a m b i é n mordió a la psicóloga. V o l vió a hacerlo c o n la niñera que siguió y c o n l a otra. U n día en que su padre n o tenía c o n quién dejarla la llevó
R
o b e r t o C o n v e r t i n i , paparazzi". Así l o escribió Sol en su cuaderno aquella tarde. Después se enteró p o r H o m e r o Rossi (a q u i e n todos lla-
al diario. C o n t a b a n quienes la v i e r o n que había c o r r i -
m a b a n a sus espaldas el loro sabio) que estaba m a l . La
do t o d a la tarde p o r la redacción c o n evidente felici-
palabra, paparazzi venía del italiano y era plural, le expli-
dad, sin m o r d e r a nadie. Así que volvió a llevarla. C o n
có, y si se hablaba de u n o solo había que decir u n papara-
el paso del t i e m p o dejó de correr y fue e n c o n t r a n d o
zzo. Pero ella dudó, p o r q u e n a d i e parecía decirlo así.
sus lugares y amigos ahí. A los dieciséis años ya tenía
Había oído hablar de los paparazzi, esos fotógrafos
bastante más t i e m p o de redacción que varios d e j o s pe-
odiados p o r t o d o el m u n d o que se quedaban horas ha-
riodistas. Y aunque n o solía p r e s u m i r , sabía más cosas
ciendo guardia en la calle para retratar a algún famoso,
que m u c h o s de ellos.
preferentemente
U l t i m o . Le interesaba la sección Policiales. Estafas, robos, secuestros. Sobre t o d o , asesinatos.
en u n a situación
m u y incómoda.
C u a n t o mayor era el escándalo, más alto era el precio que pagaban las revistas de chismes. Se suponía que los medios serios estaban en c o n t r a de este t i p o de práctica periodística que invadía la vida privada y p o r eso n o compraban esas fotos. A u n q u e a veces l o hacían. E n el caso de Hora Cero, estaba firmemente en contra y, sobre t o d o , tenía poco dinero, así que n u n c a las compraba.
:
El día del asesinato todos los medios sacaron a la' l u z el pasado de C o n v e r t i n i : al parecer, entre los m u y
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odiados paparazzi, él era el más odiado de todos. E n
baúl llevaba t o d o l o que podía necesitar: baterías, co-
u n o de sus últimos trabajos había s o r p r e n d i d o a u n a
m i d a , abrigo, agua. Podía pasar allí muchas horas.
famosa m o d e l o y a u n f u t b o l i s t a todavía más famoso
La m u e r t e se había p r o d u c i d o entre las cuatro y
besándose adentro de u n auto. Los dos estaban casa-
las seis de la m a ñ a n a , pero el cuerpo recién fue encon-
dos, pero n o entre sí. El escándalo había d u r a d o meses,
trado p o r l a tarde, cuando el c o n d u c t o r de u n a grúa
la m o d e l o había l l o r a d o , el f u t b o l i s t a había p e d i d o
intentó llevarse el auto, u n Fiat rojo que estaba en i n -
perdón y m e d i o m u n d o había criticado a C o n v e r t i n i .
fracción, y descubrió que recostado en el asiento delan-
Pero cuanto más l o criticaban, más feliz estaba él: l a
tero, y semioculto bajo u n a m a n t a , había u n cadáver.
f a m a aumentaba el precio de sus fotos.
Lo sacaron y l o p u s i e r o n en el suelo.
Seguro que m u c h a gente l o odiaba l o suficiente
Ahí l o v i o Sol. Se acercó t o d o l o que le p e r m i t i e r o n
c o m o para querer m a t a r l o , pensó Sol esa tarde: l a Hsta
para tener u n a i m a g e n clara de su p r i m e r m u e r t o . Tres
de sospechosos tenía que ser enorme. N o era u n a con-
cosas le l l a m a r o n la atención. La piel tenía u n color
clusión m u y o r i g i n a l . M i l l o n e s de personas que veían
opaco, u n gris a m a r r o n a d o . Pero más rara era l a pose,
televisión pensaron l o m i s m o después de oír hasta el
u n poco torcida, en que había quedado el cuerpo cuan-
cansancio c ó m o C o n v e r t i n i había a r r u i n a d o l a v i d a de
do lo r e t i r a r o n del auto, ya que había comenzado, según
tantas celebridades, c ó m o las perseguía sin descanso
escuchó, el rigor m o r t i s . Es decir que el cuerpo empeza-
c o n esa poderosa cámara que, c o m o u n ojo feroz, se metía enjardines, piscinas, restaurantes y habitaciones para retratar l o que nadie quería que fuera retratado.
ba a ponerse rígido y era difícil acomodarlo. L o tercero fue el olor: denso, penetrante. Se preguntó si ese sería siempre el o l o r de la muerte.
A u n q u e se anunció u n estricto secreto de s u m a r i o ,
"28 de mayo. Escena del c r i m e n : calle Piedras, j u n -
ese día se conocieron m o n t o n e s de detalles §obre el
t o al h o t e l C o n t i n e n t a l . Víctima: Roberto C o n v e r t i n i ,
asesinato. Se supo, para empezar, que C o n v e r t i n i ha-
paparazzi. D i s p a r o en el pecho a corta distancia. Rigor
bía m u e r t o a la madrugada. A esa hora, el resto de los
m o r t i s i n i c i a d o " , escribió en el cuaderno. N o t u v o d u -
fotógrafos que habían hecho g u a r d i a t o d o el día a la
das de que ese sería u n recuerdo que la acompañaría el
espera de que T o m m y Fox saliera del h o t e l , o al menos se asomara a l a ventana de su h a b i t a c i ó n , se h a b í a n
resto de su vida.
r e t i r a d o desilusionados. Y los fans -casi todas chicas de n o más de dieciocho a ñ o s - también habían empe-
Siempre supo que sería periodista. Su padre, sin
zado a irse al caer la noche. Pero C o n v e r t i n i sabía
embargo, n o t e r m i n a b a de aceptarlo. Él h u b i e r a prefe-
aguantar. Tenía su auto estacionado frente a la cochera
r i d o que hiciera o t r a cosa: algo más t r a n q u i l o , algo que
del h o t e l de donde, esperaba, intentaría salir T o m m y
le p e r m i t i e r a llevar u n a v i d a apacible, decía en u n t o n o
Fox u n a vez que el lugar se despejara de curiosos. E n el
que i n t e n t a b a ser conciHador pero que ella oía c o m o
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u n a imposición. Sol le había hecho n o t a r varias veces
espacio era habitable. Además, consiguió poner en
la f a l t a de coherencia en su planteo, teniendo en cuen-
l'uncionamiento u n a de las c o m p u t a d o r a s desechadas,
ta que esa era la profesión que él había elegido y le gus-
sacando piezas de aquí y allá. Esa era su máquina.
taba. Pero sabía que cuando discutía c o n ella su padre
La gente l a consideraba desde m u y chica u n a espe-
estaba t a n lleno de p a t e r n i d a d , t a n m e t i d o en l o que
cie de genio de la informática. Era u n a evaluación u n
quería para su f u t u r o , que la coherencia quedaba en
poco exagerada, pero l o cierto es que cuando u n a per-
u n segundo p l a n o .
sona pasa la infancia en u n diario, y más específicamen-
Por eso n o le d i j o que había resuelto ponerse en m a r c h a apenas se presentara alguna o p o r t u n i d a d . Y la o p o r t u n i d a d estaba servida.
te en el área de Sistemas, algo t e r m i n a aprendiendo. Además, había t e n i d o u n b u e n maestro. E n Sistemas trabajaban cuatro personas, pero p o r
C u a n d o entró al d i a r i o aquella tarde h i z o u n pe-
sus horarios Sol n o r m a l m e n t e solo coincidía c o n dos.
queño desvío para pasar p o r Diagramación. T e n í a ga-
Q u i e n entraba a l a o f i c i n a solía toparse p r i m e r o c o n
nas de contarle a T a t ú sobre su p r i m e r m u e r t o , pero
Rolando, que tenía cincuenta y cinco años, anteojos
todavía n o estaba ahí, algo que en realidad, se dijo, po-
gruesos y u n estómago i m p o r t a n t e . Y que n o sabía casi
dría haber previsto. T a t ú solía llegar c o n u n a h o r a de
nada de computación: era u n verdadero enigma c ó m o
d e m o r a a todas partes, l o que n o contribuía para nada
había t e r m i n a d o ahí. L o que hacía c u a n d o l o l l a m a b a n
a mejorar la t i r a n t e relación c o n su jefe. Sol dejó sobre
p o r u n p r o b l e m a era, básicamente, apagar y prender,
su escritorio u n chocolate que había c o m p r a d o , sa-
que era c o m o se resolvía el setenta p o r ciento de los ca-
b i e n d o que él iba a poder adivinar de quién era. Lleva-
sos. También verificaba que la m á q u i n a estuviera en-
ban
de
chufada mientras fingía realizar tareas más complejas.
golosinas y ella aún n o tenía claro si era simplemente
L o notable era que m u c h a gente creía que de verdad
u n acuerdo entre dos apasionados p o r el dulce o signi-
había resuelto u n problema. Eso era posible p o r q u e l a
ficaba algo más.
mayoría de los periodistas sabían de c o m p u t a c i ó n aún
u n buen
tiempo con
esos intercambios
Después se encerró en s u l u g a r y se dedicó a leer en i n t e r n e t t o d o l o que encontró sobre C o n v e r t i n i .
menos que él. Ignacio, el verdadero genio, intentaba pasar inadver-
Su lugar era u n refugio que la alejaba de las m i r a -
t i d o . Tenía t r e i n t a y siete años y u n aspecto de o t r a épo-
das curiosas: u n pequeño espacio en la oficina de Sistemas,
ca. Sol había leído en algún lado que así era como lucía la
ubicado tras u n panel de madera delgada. Antes esa
gente en los años setenta: pelo m u y largo, que llevaba re-
parte trasera era simplemente u n depósito, donde se acu-
cogido con u n cordón, barba desprolija, camisa suelta,
mulaban computadoras desarmadas, cables, transforma-
jeans desteñidos y sandalias. C o m o n o sentía el frío, usa-
dores y otras cosas de aspecto incierto, t o d o viejo y sucio.
ba sandalias t o d o el año. El problema de Ignacio era la
U n día, ella se p r o p u s o ordenarlo. C u a n d o t e r m i n ó , el
gente: no tenía la más mínima capacidad de mantener
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L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
ANDREA FERRARI
u n a charla intrascendente, esas charlas en las que n o se
Se d i o cuenta entonces de que tenía u n a i n f o r m a -
dice nada i m p o r t a n t e pero sirven para llenar el t i e m p o
ción que aún n o se c o n o c í a y fue en busca de Frazoni.
y evitar las situaciones incómodas. Ignacio no soporta-
C u a n d o entró a l a redacción l o v i o c a m i n a n d o hacia l a
ba los contactos cercanos, le daban ganas de h u i r . Pero
puerta c o n u n cigarrillo apagado entre los dedos. Ren-
era él q u i e n tenía que intervenir cada vez que R o l a n d o
gueaba más que de costumbre, observó mientras l o lla-
n o podía resolver u n p r o b l e m a , es decir, cada vez que
maba para que la esperara. M u c h o s años atrás, Frazoni
existía u n p r o b l e m a real. E n esos casos, parecía m u y
había recibido u n balazo en u n a r o d i l l a al ser t o m a d o
infeliz.
como rehén p o r u n a famosa b a n d a c r i m i n a l cuando
Fuera de estas particularidades, los dos eran bue-
cubría el asalto a u n a financiera. S i n d u d a esa era su
nas personas y n o objetaban su presencia en su oficina.
h i s t o r i a más heroica y se r u m o r e a b a que le gustaba
E n el último verano habían arreglado para que hiciera
exagerar l a renguera para que nadie p u d i e r a olvidar
algunas suplencias pagas. Pero el resto del t i e m p o ella
aquellos días de gloria. Pero l a c r u d a realidad era que
simplemente estaba ahí y si había m u c h o trabajo les
los periodistas m á s jóvenes n o conocían su pasado n i
daba u n a m a n o , aunque todos t r a t a b a n de que se n o -
les interesaba: para ellos era apenas el viejo rengo de
tara l o menos posible para evitar problemas.
Policiales que en cualquier m o m e n t o se j u b i l a b a . —¿Salís a fumar? —Sí —Frazoni estaba encendiendo el cigarrillo aún
Volviendo o t r a vez al m u e r t o . Había sido u n t i p o conocido, de eso n o cabía d u d a . C o n solo googlear su n o m b r e Sol e n c o n t r ó cientos de referencias. T r e i n t a y nueve años, soltero, había trabajado en diversos medios pero llevaba bastante t i e m p o c o m o freelance: vendía sus fotos al mejor postor. Leyó rápidamente t o d o l o que estaba saliendo sobre el asesinato en las ediciones digitales de los diarios y en las agencias de noticias, pero n o era m u c h o m á s de l o q u e ya sabía. E n t r e las especulaciones sobre los m o t i v o s d e l c r i m e n sobresalían dos: que h u b i e r a sido u n r o b o que t e r m i n ó en m u e r t e , quizás p o r l a resistencia d e l f o t ó g r a f o , o que a l g u i e n h u b i e r a i d o a vengarse p o r a l g u n a de las m u c h a s f o t o s inconvenientes que había sacado en su vida.
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antes de cruzar l a puerta—, n o d o y más. ¿En qué andas, criatura? D i o u n par de p r o f u n d a s y gozosas pitadas m i e n tras escuchaba el relato y u n a sonrisa le suavizaba l a expresión. —Así que tuviste t u p r i m e r m u e r t o . Y te tocó u n o i m p o r t a n t e , m u y bien. E l m í o , n o sé si te conté alguna vez, fue u n carnicero de A l m a g r o . Le pegaron tres balazos cuando abría el negocio y el charco de sangre era t a n grande que... Se l o había contado. Y ella n o tenía t i e m p o de v o U ver a escucharlo. —¿Lo llevas vos, Frazo? —No, querida —dijo con desilusión-, por desgracia n o me lo dieron a mí. Sigo con el asunto de las falsificaciones. 23
L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA ANDREA FERRARI
Lo de C o n v e r t i n i l o lleva Juárez. ¿Lo conoces, no? Ese pibe m o r o c h o que se cree n o sé qué cosa... Sí, Sol l o conocía, y había algo en él que n o le gustaba. Q u i z á s era l a a c t i t u d soberbia a l a que aludía F r a z o n i . O que se mostraba siempre a la defensiva. O esas uñas comidas hasta lastimarse que le desagradaba m i r a r . Tenía unos v e i n t i o c h o años y llevaba apenas seis meses en el diario, en los que se había m o s t r a d o claramente ambicioso y u n poco paranoico. C u a n d o Sol se acercó a su escritorio hablaba p o r teléfono. L o v i o cortar c o n irritación mientras soltaba
—¿Vos tenes algo nuevo? —Varias cosas, pero hay que confirmarlas. E n eso estoy. Era bastante evidente que n i n g u n a " f u e n t e " le esi.iba atendiendo el teléfono, aunque ambos p r e f i r i e r o n d i s i m u l a r l o . C u a n d o ella se estaba yendo, Juárez se paró y le puso u n a m a n o en el h o m b r o , u n gesto paternal (]ue le resultó i r r i t a n t e . —Gracias, Sol. Te debo una. —Ya te l a voy a cobrar —sonrió. Pensaba hacerlo.
u n i n s u l t o algo confuso que i n v o l u c r a b a a varias generaciones de los familiares de su i n t e r l o c u t o r . Era evidente que las cosas n o le estaban yendo bien. L a miró y levantó las cejas. —¿Me esperabas a mí? —Sí, te quería comentar que yo estuve en la escena del c r i m e n de C o n v e r t i n i . —¿Sí? —Frunció el ceño—. ¿Y p o r qué? —Fue u n a casualidad, pasaba p o r ahí. Pero creo que tengo u n a información que te puede servir. —¿A ver? —Le escuché decir a u n policía que la cámara de C o n v e r t i n i había desaparecido. Pero tenía u n reloj caro y bastante d i n e r o en el bolsillo, que n o tocaron. Entonces, se puede pensar que el m o t i v o de la m u e r t e n o era el robo, sino alguna f o t o que sacó mientras estaba frente al h o t e l . Recién en ese m o m e n t o l a expresión de Juárez se relajó y a s o m ó u n a sonrisa. —Es m u y interesante —dijo—. L o voy a chequear c o n m i s fuentes. 25 24
L
a madre de Sol era inglesa. Diego la había conocido en u n viaje de trabajo, cuando fue a Londres a c u b r i r u n a cumbre presidencial. D i j o que se
trató de u n flechazo: la v i o y b u m , fue c o m o si alguien le h u b i e r a dado u n golpe en la nuca. N o podía dejar de mirarla. Estaban los dos esperando que empezara u n a conferencia de prensa en el salón de u n h o t e l m u y elegante. Ella, que p o r entonces era fotógrafa de u n a revista, se había sentado
a u n costado y le estaba
cambiando el teleobjetivo a su cámara. E l pelo se le iba a la cara y le molestaba. Entonces h i z o u n m o v i m i e n t o brusco c o n la cabeza hacia arriba para apartar esa mata oscura, enrulada, larguísima. Y descubrió al t i p o que la observaba c o n u n a i n t e n s i d a d m u y poco educada, al menos para las costumbres británicas. —¿Necesita algo? —dijo en m a l t o n o . —¿Te trataba de usted? —le preguntó Sol la ú l t i m a vez que él se l o c o n t ó . Ya había oído la anécdota otras veces, pero le gustaba hacérsela repetir, porque él solía acordarse de algún detalle nuevo.
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ANDREA FERRARI
L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
—Hablábamos en inglés, Sol, ya sabes que n o hay
- ¿ M u c h o gusto? —esa parte a Sol le chocaba cada
vos o usted. Pero creo que, si h u b i e r a p o d i d o elegir, sí,
vf/. que l a oía—. ¿Realmente te d i o la m a n o y d i j o m u -
m e habría t r a t a d o de usted. Los ingleses son m u c h o
( l i o gusto? ¿Y tenía solo v e i n t i c i n c o años?
más formales que nosotros. —¿Y qué hiciste? Él supo que tenía que decirle algo enseguida y soltó l o p r i m e r o que le v i n o a l a cabeza. —Bueno, sí, quería saber si podrías prestarme u n a b i r o m e , p o r q u e me olvidé l a mía. A n n e - a s í se l l a m a b a e l l a - sonrió b u r l o n a y h u n dió la m a n o en su cartera.
—Sí, te dije que son formales. Sus palabras f u e r o n Niív to meetyou. —¿Y vos qué le contestaste? —Diego Linares. Nice to meetyou. A l o t r o día f u e r o n a cenar.
T o d o eso explicaba p o r qué cada t a n t o ella recibía
—¿Qué clase de p e r i o d i s t a viene a u n a c o n f e r e n cia de prensa s i n b i r o m e ? — m u r m u r ó m i e n t r a s le extendía una.
entendía la m i t a d . Su inglés n o era t a n bueno. Pero l o
Diego tenía dos posibilidades: quedar c o m o u n
par de veces al año le llegaban cartas. Le costaba creer
mails de tíos y p r i m o s que casi n o conocía, de los que que le parecía más e x t r a o r d i n a r i o era que al menos u n
i d i o t a o c o m o u n lanzado. Eligió l a segunda.
que aún existían personas que escribían verdaderas
—En realidad tengo b i r o m e —dijo—. Pero n o me animé a decir l o que estaba pensando: que me gustaría i n v i t a r t e a t o m a r u n a cerveza c u a n d o esto t e r m i n e . ¿Qué te parece?
cartas en papel, i b a n al correo, pegaban estampillas y
Ella se r i o ( p u n t o para él), pero negó c o n la cabeza.
en la vida. Y en las dos primeras Sol era demasiado chi-
las m a n d a b a n . U n a de ellas era su abuela Jennifer. E l l a le decía Granny, c o m o le había p e d i d o . N o era que se l o dijera m u y frecuentemente: se habían visto tres veces
— I m p o s i b l e , t e n g o que v o l v e r enseguida a l a revista.
ca c o m o para recordarlo.
—A l a noche, entonces —insistió él—. Soy u n arg e n t i n o solo en u n a c i u d a d desconocida. Necesito u n a guía.
bió u n a de sus cartas. Apenas l a abrió cayó l a f o t o , vieja y u n poco amarillenta. G r a n n y decía que había visto las últimas imágenes que ella h a b í a s u b i d o a Facebook
—No creo que pueda...
(no es que su abuela usara Facebook, se las había mos-
—¿Mañana? ¿Por favor?
trado Rosie, la menor de las primas de Londres) y le había
Ella volvió a sonreír y usó la b i r o m e que n o le había dado para anotar su teléfono en u n papel. Luego le extendió l a m a n o . —Anne Seymour —dijo—. M u c h o gusto.
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A l día siguiente del asesinato de C o n v e r t i n i , reci-
i m p a c t a d o n o t a r l o parecida que estaba a Anne. E n t o n ces había revisado viejas cajas en el altillo hasta encontrar u n a f o t o en l a que ella tenía su m i s m a edad. Dieciséis, casi diecisiete. Sol volvió a mirarla: ahí estaba
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S U m a m á , parada en el jardín de la casa. Llevaba u n a
IIIIcusa c a m p a ñ a en medios y redes sociales l o había
remera c o n rayas y u n s h o r t azul que dejaba ver unas
• onvertido en u n f e n ó m e n o i n t e r n a c i o n a l , c o n clubes
piernas
E l pelo largo, enrulado. Y u n a
(le fans en b u e n a parte del m u n d o . Para T o m m y , u n
sonrisa forzada: obviamente n o le gustaba que le saca-
(liico de f a m i l i a sencilla crecido en Texas que acababa
flaquísimas.
r a n fotos. Sí, eran m u y parecidas.
lie c u m p l i r veintiún años, el vértigo del éxito n o había
Se l a m o s t r ó a su padre.
sido fácil de manejar. Los medios decían que t o m a b a
— M i r a , me la m a n d ó Granny. Es m a m á a m i edad. El t o m ó l a foto y l a observó u n rato.
Hincho (él l o negaba), que usaba drogas (él l o negaba),
—Cada día te pareces más. Vas a ser t a n l i n d a c o m o
lando todas las n o r m a s de tránsito (él l o negaba) y que
c]iie le gustaba correr picadas en autos deportivos vio-
ella.
adoraba a sus fans. Esto n o l o negaba, t o d o l o contra-
Sonreía, pero era u n a sonrisa u n poco triste. A veces lo deprimían los recuerdos.
rio: cada vez que pasaba j u n t o a las masas de ululantes
Sol prefirió cambiar de tema. —¿Qué se sabe del asesinato del
fotógrafo?
—No m u c h o . H o y v a n a estar los resultados de algunas pericias, de ahí puede salir algo interesante. Por supuesto, t o d o el m u n d o está buscando p o r el l a d o de los guardaespaldas de T o m m y Fox, pero aún n o hay nada. Él n i siquiera salió esa noche, así que n o h u b o m o t i v o para enfi-entarse con los
fotógrafos.
Pero su-
p o n g o que ya leíste eso. Sí, ella ya había leído esas notas que repetían u n a y o t r a vez las mismas palabras: fama, m i t o , descontrol, ' e n t o r n o , agresiones. N a d a concreto p o r el m o m e n t o , cierto, pero u n área fértil para especular. Fox era u n p r o d u c t o típico de l a época: había s u r g i d o de u n reality show. N o cantaba m u y bien pero tenía encanto, unos enormes ojos verdes y u n aire entre i n g e n u o y sexy que
devotas se acercaba y les tocaba las manos a cuatro o cinco mientras gritaba emocionado: "/ loveyou, guys! I loveyou so muchü". Siempre a l g u n a se desmayaba. Los que n o se mostraban t a n cariñosos eran sus guardaespaldas. Porque T o m m y viajaba acompañado p o r dos patovicas que le abrían paso p o r el m u n d o . A él no le gustaba estar encerrado, se sabía, pero cada vez que quería salir, entre las masas de fans que se le echab a n encima, los paparazzi que l o perseguían y sus i r r i t a bles custodios, se producía algún incidente. Por eso los guardaespaldas estaban ahora en el foco de l a atención. A Sol el t e m a le fascinaba. Le h u b i e r a g u s t a d o i n v e s t i g a r l o p o r su cuenta, p e r o n o era fácil. P e n s ó que quizá era h o r a de p o n e r en m a r c h a u n a i d e a que llevaba u n t i e m p o m a s t i c a n d o . H a s t a t e n í a n o m b r e : Sol de noche.
impactaba en el público f e m e n i n o , p a r t i c u l a r m e n t e en la f r a n j a de doce a diecisiete años. Y c o n u n a b u e n a banda, hasta se n o t a b a poco l o m a l que cantaba. H a bía firmado c o n u n a discográfica que en seis meses de
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A
veces solo hay que esperar que el destino llame a t u p u e r t a . O , en este caso, a la p u e r t a de Sistemas. Sol estaba en su cubículo, i n t e n t a n d o
mantener los ojos abiertos frente a u n soporífero trabajo de Geografía, cuando oyó dos golpes. N o respondió:
eso era lo que hacía habitualmente si estaba sola en la oficina. Consideraba que no la buscaban a ella. Tras esperar u n m o m e n t o prudencial, la persona entró. —Buenas... ¿hay alguien? O t r a vez n o respondió. A veces, al n o ver a nadie se iban: tras el panel de madera, ella quedaba fuera de su alcance visual. Pero este avanzó u n o s pasos y se a s o m ó a su área. Era Hernán Juárez. —Hola, Sol, ¿no sabes p o r dónde anda la gente de acá? Sonrió. —No estoy segura... Deben estar arreglando alguna máquina. Ya van a venir. E n realidad, sabía perfectamente dónde estaban. Rolando había i d o a comprarle c o m i d a a su madre,
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que tenía ochenta y cinco años y m a l a salud. Ese trámite podía llevar al menos u n a hora. Ignacio había salido a f u m a r u n cigarrillo y airearse u n poco después de l i diar d u r a n t e cincuenta m i n u t o s c o n u n a chica de l a sección Política que j u r a b a que su c o m p u t a d o r a se había devorado la mejor n o t a de s u v i d a d u r a n t e u n a baja de tensión. Era i m p o s i b l e saber c u á n d o iba a volver.
—Y quizá también les interese saber cuál es el o r i y;cii de la palabra. Nadie respondió, pero eso n o l o detuvo. —Viene de l a película La dolce vita, de Fellini, donde lino de los personajes es u n fotógrafo llamado Paparazzo. Se supone que Fellini eligió el apellido p o r su s i m i l i t u d 11)11 la palabra del dialecto siciliano papataceo, u n mos-
Juárez frunció el ceño.
1)11 i to grande. La película se hizo t a n famosa que luego
—No p u e d o esperar... M i m á q u i n a n o enciende y necesito i m p r i m i r u n archivo para u n a entrevista.
i-l término pasó a definir ese t i p o de fotógrafo. Sol detuvo l o que estaba haciendo para escucharlo,
Ella estuvo a p u n t o de decirle l o obvio: que las
pero n o pareció que los demás estuvieran t a n interesa-
c o m p u t a d o r a s estaban en red y podía acceder a sus ar-
dos. Viñas entrelazó sus manos, quizá para contener sus
chivos desde cualquier otra. Pero se detuvo a t i e m p o : quizás esto le servía. Se levantó.
deseos de ahorcarlo, y consiguió volver a sonreír. —Interesante, H o m e r o , m u y interesante.
—Puedo t r a t a r de ayudarte.
C u a n d o se fue, todos p u s i e r o n los ojos en blanco y
Por supuesto, el p r o b l e m a de l a c o m p u t a d o r a era
suspiraron. Sol decidió que ya era h o r a de encender l a
completamente t r i v i a l , u n cable flojo. Pero Sol se t o m ó
c o m p u t a d o r a de Juárez, que m o s t r ó u n alivio t o t a l -
más t i e m p o del necesario, para que pareciera algo serio. Estaba en eso cuando apareció H o m e r o Rossi, el l o r o sabio. O c u p a b a la j e f a t u r a de C u l t u r a y p o r eso consideraba que era su deber advertirle al resto del diar i o sobre sus errores y c o m p a r t i r sus a m p l i o s conocim i e n t o s . A ella le caía bien. Pero se daba cuenta de que la suya era u n a opinión más b i e n m i n o r i t a r i a .
'
—Quería comentarles —dijo H o m e r o m i r a n d o al jefe de Policiales, Raúl Viñas—, que en l a edición de h o y l a palabra paparazzi salió escrita dos veces con u n a sola zeta. U n o pensaría que los correctores lo iban a notar, per o —hizo u n a mueca irónica—, qué raro, n o l o vieron. Viñas l o miró c o n ojos asesinos y forzó u n a sonrisa. —Gracias, H o m e r o , trataremos de evitar que vuelva a pasar.
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i
mente desproporcionado a l a situación. U n a vez que tuvo las hojas impresas en m a n o se acercó a ella y nuevamente le puso u n a m a n o en el h o m b r o , u n a c o s t u m bre que le estaba d a n d o ganas de volver a sus tiempos de m o r d e d o r a . —Gracias —sonrió—. A h o r a te debo dos. —Sí —ella también sonrió—. ¿A quién vas a entrevistar? — A l socio de C o n v e r t i n i . C o m p a r t í a n el estudio y tenían algunos clientes en c o m ú n , así que sabe m u y b i e n c ó m o trabajaba. Puede salir algo interesante. —Seguro. Q u i e r o i r c o n vos. Juárez la miró extrañado y le sacó l a m a n o d e l hombro. —¿Qué? ¿ C o n m i g o ? ¿A l a entrevista?
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—Sí, a l a entrevista.
iicas". B o r d a giró hacia ella. Parecía s o r p r e n d i d o
—No sé, es raro... ¿ c ó m o te presentaría? —Podes decir que soy u n a pasante... A l g o así. A l t i p o n o le va a i m p o r t a r . Se l o n o t a b a i n c ó m o d o .
(Ir i|uc fuera capaz de hablar. —En l a cámara que estaba usando Roberto las f o los se salvan a u t o m á t i c a m e n t e : las envía al celular p o r lina conexión inalámbrica y luego suben a la nube. N o
—¿Tu viejo estará de acuerdo?
hay p o s i b i l i d a d de perderlas. —¿O sea que l a policía las tiene?
— N o es necesario contárselo. A h o r a se veía más i n c ó m o d o . —No sé, Sol... me pones en u n c o m p r o m i s o . . . —Me debes dos, vos l o dijiste. Resopló. —Bueno. Espérame en l a puerta. E l t a x i llega en diez m i n u t o s .
Se encogió de h o m b r o s . —Supongo que tienen el celular. A mí n o me l o picguntaron. —Y si n o , podrán acceder a ellas a través del servicio que usaba. —Sí. Necesitarían la clave, claro. A l salir, t o m ó u n a tarjeta de l a entrada d o n d e figu-
La primera media hora de la entrevista le resultó francamente aburrida. Marcelo Borda, el socio de Convertini, se la pasó alardeando sobre las imágenes exclusivas que habían conseguido a l o largo de sus carreras, los altísimos precios que cobraban y las revistas de t o d o el m u n d o que habían p u b l i c a d o sus fotos. Pero
finalmen-
te llegó a i m p u n t o interesante. —Lo que n o tiene sentido es que digan que Roberto se resistió a que le robaran la cámara. N u n c a l o habría hecho. —¿Por qué? —Sabemos que es algo que puede pasar en esta profesión. Las cámaras están aseguradas, es absurdo arriesgar la v i d a para protegerlas.
laba l a dirección de correo electrónico de Convertini. Y se fue m u y satisfecha. Porque había algo que n o t o d o el m u n d o sabía de su amigo y maestro Ignacio: en su adolescencia había sido u n hacker. A los diecisiete años había logrado meterse en el sistema de la A r m a d a de los Estados Unidos, hazaña p o r la que u n t i e m p o después t u v o que pagar u n alto precio: u n allanamiento en su casa, u n ataque de histeria de sus padres, u n a m u l t a bastante considerable y seis meses de trabajos c o m u n i t a r i o s para evitar i r a la cárcel. Después o p t ó p o r convertirse en técnico en c o m p u t a ción. Pero n o había perdido sus habilidades.
—¿Y si quería proteger las últimas fotos que había tomado? Fue l o p r i m e r o que dijo después de que Juárez la presentara c o m o " u n a estudiante que está haciendo
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S
abía que a su p a d r e le preocupaba su inclinación al encierro, las largas horas que pasaba frente a la c o m p u t a d o r a o el placer que encontraba en
escuchar u n a y o t r a vez las viejas anécdotas de los muertos de Frazoni.. C o n t a l de n o ver la i n q u i e t u d en sus ojos o esas rayas que se le f o r m a b a n en el entrecejo al m i r a r l a , más de u n a vez Sol deseó encajar mejor en el r o l de la adolescente clásica. O al menos en la i m a gen que él parecía tener de la adolescencia:
eternas
charlas c o n amigas, bailes los fines de semana, ojos m u y m a q u i l l a d o s y risitas histéricas cuando alguien hacía u n chiste s u b i d o de t o n o . Pero, aunque l o hubiera i n t e n t a d o , esa n o era ella. Y en verdad n o estaba t a n d i s c o n f o r m e c o n q u i e n era. Tenía pocos amigos - m u y pocos-, las charlas de las chicas le daban sueño y n o le gustaban los pibes de menos de veinte. Pero n o se sentía m a l . Y tenía algunos proyectos. Llevaba u n t i e m p o dándole vueltas a u n o de ellos: u n b l o g donde se discutieran las noticias policiales m á s interesantes. E l n o m b r e h a b í a s u r g i d o u n día en que
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encontró u n viejo y polvoriento faxol en el f o n d o de u n armario. —Eso es u n sol de noche —le había explicado su padre—. Lo usábamos con t u m a m á cuando íbamos de camping. Le g u s t ó c o m o título para el b l o g . Ese Sol de noche c o n t e n í a su n o m b r e y echaba l u z . Hasta h a b í a preparado u n diseño y u n l o g o . L o que la había d e t e n i d o de avanzar c o n la idea hasta este m o m e n t o n o era u n detalle m e n o r : n o sabía c ó m o l o g r a r que l a gente l o leyera y c o m e n t a r a . Pero a h o r a t e n í a l o que necesitaba. Se l o debía a Ignacio, claro. C o n l a dirección de correo de C o n v e r t i n i n o le h a b í a resultado m u y difíc i l hachear su cuenta en la n u b e . H a b í a a p u n t a d o p r i m e r o al servicio que usaban casi t o d o s los fotógrafos y h a b í a acertado. E l l a sabía que n o era m u y ético. Se d i j o que n o i b a a usar n i n g u n a f o t o personal. Y sí, i g u a l n o era ético, pero estaba d e c i d i d a a echar u n a m i r a d a sobre esas fotos. C o n Ignacio se j u r a r o n que eso sería u n secreto entre los dos, sobre el que j a m á s dirían u n a palabra. Sol podía estar t r a n q u i l a : él era u n a t u m b a . Rara vez hablaba de algo que n o tuviera que ver c o n la tecnología. E n verdad, rara vez hablaba. Quizás era que sus expectativas habían sido demasiado grandes, pero cuando finalmente las t u v o frente a ella, las f o t o s le parecieron poca cosa. D u r a n t e el día, C o n v e r t i n i había sacado unas cuantas de las fans de T o m m y Fox y de la gente que pasaba p o r ahí. Parecía, incluso, que estaba a b u r r i d o y le había a p u n t a d o a t o do aquel que andaba cerca: u n vendedor de helados, o t r o de banderines, u n a m a d r e c o n su bebé, u n g o r d o
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L A VELOCIDAD D E L A MÚSICA
iii yntvo
de River, u n policía... Pero u n a vez c a í d a l a
• , tomada segundos después, esta persona e m p u j a b a I 1 puerta para salir. E n l a tercera, u n camión de b a s u r a había detenido en el frente y obstruía la visión. E n l a I I . u t a , el c a m i ó n ya había cargado bolsas y avanzaba . i>n los trabajadores subidos en el estribo. Atrás se veía la ( r o m p a de u n a u t o azul. Finalmente, en la ú l t i m a , el 1111 o azul partía y había u n a figura m o v i d a en el f o n d o , .1)11 abrigo negro, i m p o s i b l e de identificar. N a d a de esto le pareció a Sol interesante, menos aún m o t i v o para lili asesinato. ¿Pero quién era ella para decidir si tenían • lio valor? Eran, n o había d u d a , las últimas f o t o s de la vida de C o n v e r t i n i , y eso las t r a n s f o r m a b a en u n d o c u mento único. Esa tarde escribió su p r i m e r texto periodístico, i lablaba del asesinato del fotógrafo, de las c i r c u n s tancias en que h a b í a aparecido el c u e r p o , de las especulaciones
sobre
los
posibles
motivos.
Luego
presentaba las cinco ú l t i m a s f o t o s . Releyó y corrigió hasta que se sintió satisfecha. N o p o d í a evitar pensar a cada m o m e n t o qué diría su padre de ese artículo. I^ero n o se l o i b a a m o s t r a r . La irritó darse c u e n t a de que el secreto le generaba u n cierto malestar. C o m o t o d o el m u n d o decía, habían sido siempre m u y u n i dos. Q u i z á demasiado. Había pensado dejarlo s i n firma, pero al final decidió crear u n a falsa i d e n t i d a d . L a n o t a l a firmaba J u l i á n 41
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LA VELOCIDAD D E LA MÚSICA
Monterreyes. Le pareció que de ese m o d o alejaba l a p o -
—Mis favoritos —dijo Sol y se los guardó en la mochila.
sibilidad de que alguien p u d i e r a ligarla c o n ella. N o era
M i e n t r a s salía se preguntó p o r qué había m e n t i d o :
solo que quería mantener este experimento en secreto
el eucalipto le gustaba bastante poco.
p o r u n t i e m p o sino que, sobre t o d o , ansiaba provocar algún revuelo. Y sabía perfectamente b i e n que nadie iba a t o m a r en serio el b l o g de u n a adolescente.
C a m i n ó hasta Corrientes a paso rápido. T e n í a que
Luego escribió el texto de u n m a i l que iba a m a n -
llegar a t i e m p o a u n a librería para comprar el regalo de
dar, desde u n a dirección de correo creada c o n ese p r o -
cumpleaños de su padre: u n a novela que llevaba u n
pósito, a diferentes periodistas de policiales cuyos
t i e m p o queriendo leer. Y, c o m o siempre, u n a b i r o m e .
nombres había j u n t a d o en días previos.
La novela la consiguió enseguida, la b i r o m e le d i o más
" U n nuevo b l o g sacude el m u n d o periodístico: Sol
trabajo. Esta vez quería u n m o d e l o bueno y miró varias
de noche. E n su p r i m e r a entrada, y en exclusiva, las últi-
hasta que se decidió p o r u n a roller plateada de cuerpo
mas fotos que t o m ó Roberto C o n v e r t i n i antes de m o -
metálico c o n detalles en azul. Llevaba años regalándo-
r i r " . Le parecía imposible que quienes recibieran ese
le biromes, desde que supo que eso hacía su madre.
texto n o clickearan sobre el enlace p r o p o r c i o n a d o . L o
Entre ellos, el asunto se había convertido en u n a b r o -
que harían después aún era u n m i s t e r i o . L o m a n d ó y
m a permanente.
apagó la c o m p u t a d o r a .
Siempre le había parecido bastante romántica la h i s t o r i a de sus viejos. Empezaba en Londres, c o n el flechazo en la conferencia de prensa y seguía en la cena,
Antes de salir pasó p o r Diagramación. Quería con-
tras la cual n o se separaron d u r a n t e seis días en los que
tarle a T a t ú que finalmente había puesto en m a r c h a el
él descuidó su trabajo y estuvieron a p u n t o de echarlo.
b l o g . Era el único que conocía el proyecto desde el co-
A l fin se t u v o que volver, pero p r o m e t i e r o n encontrar-
m i e n z o y l a había ayudado c o n algunas ideas de dise-
se o t r a vez. C u a t r o meses más tarde Diego la convenció
ño.
de t o m a r sus vacaciones en la A r g e n t i n a . A Sol le ha-
Lo
encontró
concentrado
en
su
pantalla,
d i a g r a m a n d o u n a página. —Soldé noche está online —le susurró al oído.
Buenos Aires y de la gente (se suponía que del padre ya
T a t ú levantó la cabeza, y sonrió.
estaba enamorada). Estiró su estadía u n a semana más
—Felicitaciones. T e r m i n o esta página y l o m i r o . ¿Te quedas u n rato?
de l o previsto pero nuevamente llegó l a h o r a de las lágrimas en el aeropuerto. A eso s i g u i e r o n ocho meses de
—No, tengo que i r a c o m p r a r algo.
frecuentes llamados y carísimas cuentas telefónicas
—Tenía esto para vos. —Sacó de su bolsillo u n pa-
hasta que él le m a n d ó u n a carta que ella conservó el
quete de caramelos—. Son de eucalipto. ¿Te gusta?
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bían contado que, n o b i e n llegó, ella se e n a m o r ó de
resto de su vida. Ahí le planteaba cuatro asuntos que.
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decía, debían resolverse c o n extrema urgencia. Primero: tras achicar al máximo sus gastos había conseguido ahorrar l o suficiente para u n pasaje Londres-Buenos Aires, que ponía a su disposición de i n m e d i a t o . Era so-
7.
lo ida. Segundo: u n amigo que tenía u n puesto i m p o r tante en u n semanario le había infi^rmado que estaban buscando u n fiDtógrafi) y su c u r r i c u l u m les había parecido m u y interesante. Podían esperarla u n mes, n o más. Tercero: Diego había vaciado la m i t a d del armario de su habitación. C u a r t o : en Buenos Aires había u n a súbita f a l t a de biromes y él tenía que c u b r i r varias conferencias de prensa. ¿Podría traerle alguna c o n sum a urgencia? Ella contestó de i n m e d i a t o . D i j o que estaba considerando seriamente los p u n t o s u n o y dos, aunque aún n o prometía nada. Sobre el tercero, ponía en d u d a que le alcanzara la m i t a d del a r m a r i o . Pero sobre el cuarto era c o n t u n d e n t e : enviaría la b i r o m e a la brevedad. Diez días más tarde, él estaba desayunando en su casa cuando s o n ó el t i m b r e . —¿Quién es? —preguntó. U n a voz f e m e n i n a respondió, en u n confuso castellano: —Envío i n t e r n a c i o n a l para el señor Diego Linares. Abrió y ahí estaba ella. T e n í a r o p a de i n v i e r n o en pleno verano, tres valijas grandes y u n a b i r o m e en la mano.
S
e moría p o r conocer el impacto que habían tenido las fotos de su b l o g en el diario, pero sabía que tenía que soportar la impaciencia hasta el día si-
guiente: no podía preguntarle a su padre n i i r a husmear a Policiales, porque eso la habría puesto en evidencia. La ansiedad, sin embargo, n o la dejó esperar de brazos cruzados. O quizás era que la sangre periodística de l a que solía hablar su viejo ahora le corría p o r las venas. (Según él, el problema con la mayoría de los periodistas era que esa sangre se les secaba en f o r m a prematura). C o m o fuera, esa noche decidió hacer u n a entrevista telefónica. Había estado leyendo informes y m i r a n d o los canales de noticias t o d a l a tarde y l o más interesante habían sido unas breves declaraciones de u n fotógrafo llamado Fito Galíndez sobre los posibles enemigos de Convertini.
Desde entonces, el regalo fue infaltable. Sol siguió
Galíndez era u n r u b i o p l a t i n a d o c o n anteojos de
la tradición, siempre le había parecido u n a buena idea.
armazón r o j o y u n i r r i t a n t e aire de estrella. N o fue difí-
A u n q u e ahora estaba empezando a pensar que quizá
cil conseguir su teléfono. —¿Sol de noche? ¿Qué es eso? —preguntó c u a n d o
debía dejar de c o m p r a r biromes.
ella se presentó.
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—El b l o g que h o y sacó en exclusiva las fotos de C o n v e r t i n i . ¿No las vio?
situación que n o le gusta y se pone loco. Son las reglas del juego.
Evidentemente l o desconcertó. H u b o u n silencio
—Usted hizo la de Maradona tirando u n ladrillo, ¿no?
en la línea y Sol pensó que quizá estaba tecleando a t o -
—Sí —carraspeó c o n evidente satisfacción—, esa es
da velocidad en u n a c o m p u t a d o r a para verlas.
m i f o t o más conocida.
—Ah, sí, sí... —dijo—, claro. ¿Y en qué te puedo ayudar?
—¿Le pegó el ladrillo?
Ella decidió aplicar u n a regla que le había enseña-
Volvió a reírse.
do Frazoni - " a l noventa p o r ciento de la gente le encanta hablar de sí m i s m a y conviene dejar que l o haga"- para aflojar el c l i m a antes de empezar c o n las preguntas que realmente le interesaban.
—No, pero casi, pasó rozando. Y saqué la f o t o justo a t i e m p o . —¿Y C o n v e r t i n i c ó m o trabajaba? ¿El iba siempre p o r sorpresa o arreglaba?
—Hoy los paparazzi están en la boca de t o d o el
—Todos arreglamos en algunos casos, en otros los
m u n d o . Y c ó m o los atacan... S u p o n g o que n o debe ser
cazamos. A Roberto le gustaba m u c h o la adrenalina de
fácil soportar semejantes odios.
la caza. U n a vez se pasó m e d i o día subido a u n árbol y
Galíndez se r i o . —Bueno, nos o d i a n , nos a m a n , nos necesitan. De t o d o u n poco. —Por l o que se escucha, n o parece que los a m e n demasiado.
consiguió sacar a Susana t o m a n d o sol en topless. Era paciente y eso le permitió hacer fotos únicas. Pero t a m bién se metía en problemas bastante a m e n u d o . U n carácter difícil. —¿En qué sentido?
—Es que los que suelen hablar más son los que nos
—Se iba a las manos c o n facilidad. E n esta profe-
o d i a n . Pero así son los famosos: a veces nos q u i e r e n
sión hay que saber borrarse cuando las cosas se p o n e n
matar, otras veces nos buscan. Viven de su i m a g e n y si
complicadas. Él se enfrentaba.
n o aparecen d u r a n t e u n t i e m p o en los medios se marc h i t a n . ¿O te crees que hacemos todas las fotos p o r asalto? M u c h a s están arregladas.
—¿Algún caso reciente que se acuerde? ¿Alguno que le haya hecho ganar enemigos? —El del ruso. ¿O era ucraniano? El n o v i o de u n a
—¿Arregladas?
vedette, W e n d y Torres, que l o agarró a trompadas
—Claro, "afanos pactados" los l l a m a m o s . Es que
cuando les sacó u n a f o t o . Y después estuvo l a h i s t o r i a
ellos quieren promoción. Entonces nos avisan y los
c o n el sicario.
" e n c o n t r a m o s " a la salida de u n restaurante c o n la
—¿El qué?
nueva pareja o el flamante bebé. S i m u l a n sorprender-
—El sicario, seguramente la oíste. U n supuesto
se, disparamos. Tapa de u n semanario. U n mes des-
asesino profesional. Eso fue hace u n par de meses: u n
pués quizá le sacas u n a f o t o a ese m i s m o t i p o en u n a
canal de televisión anunció que iba a hacer en vivo u n a
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e n t r e v i s t a c o n u n sicario c o l o m b i a n o que t r a b a j a b a en el país. L o sacaron c o n l a cara en sombras, p a r a que fuese i r r e c o n o c i b l e . E l t i p o c o n t ó al aire que t o -
Galíndez r i o p o r l o bajo. A Sol casi le parecía estar Mcndo c ó m o echaba hacia atrás su j o p o p l a t i n a d o y se a i D m o d a b a l o s anteojos rojos.
m a b a " e n c a r g o s " p a r a l i q u i d a r gente, que se m o v í a en m o t o c o n u n c ó m p l i c e , que cobraba según el cliente... U n f i s c a l que estaba v i e n d o el p r o g r a m a decidió actuar y l o esperó a l a salida del canal c o n l a policía. A R o b e r t o le s o p l a r o n el d a t o y t a m b i é n él estaba esperando, e s c o n d i d o en su a u t o . S a c ó l a f o t o antes de que n a d i e se d i e r a c u e n t a . E l t i p o se p u s o como loco. —¿Era realmente u n asesino profesional? —¿La verdad?, n o creo. N i t e n í a antecedentes. A n t e l a J u s t i c i a d e c l a r ó que el c a n a l le h a b í a pagad o p o r l a n o t a y que c o n t ó p u r a s m e n t i r a s , l o que ellos q u e r í a n oír. A u n q u e q u i é n sabe, ¿ n o ? Si era u n asesino, o b v i a m e n t e n o se l o i b a a decir a u n j u e z . D e s p u é s R o b e r t o r e c i b i ó amenazas, p e r o i g u a l t r a t ó de v e n d e r l a f o t o . N o l o c o n s i g u i ó p o r q u e a esa a l t u r a t o d o el a s u n t o se h a b í a c o n v e r t i d o en u n b o c h o r n o y n a d i e se creía q u e el t i p o fuese de verdad u n sicario. —¿O sea que la f o t o n o salió? — N o , n u n c a salió. Roberto la tenía guardada. —¿Y c ó m o l o amenazaron? —Le dejaron algo grabado en el contestador. Que le i b a n a cortar las manos, u n a cosa así. —¿Lo denunció? — N o , n o creo que le haya dado i m p o r t a n c i a . Es algo h a b i t u a l para nosotros. —Una profesión riesgosa. —Bastante, bastante.
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8.
D
iego levantó la cabeza de los papeles que leía y frunció el ceño al oír la pregunta. -¿Qué?
Sol la repitió. —¿A m a m á le hubiese gustado que yo fuese perio-
dista? A u n q u e en cierta f o r m a A n n e estaba siempre presente, n o solían hablar m u c h o de ella. Tenían, sí, su f o t o en l a b i b l i o t e c a de la entrada, j u n t o al l u g a r d o n de Sol a c o s t u m b r a b a dejar sus llaves. L a f o t o del vestido azul con
flores.
A veces ella l a saludaba
en
silencio, para sí m i s m a , al entrar o salir. Hola, ma. Chau, ma. Y D i e g o cada t a n t o repetía las viejas anécdotas o h a c í a comentarios triviales, a ella le encantaba esta canción de los Beatles, tu madre moría por un buen asado, los scons le salían increíbles. Pero era quizás u n cuidado del o t r o , u n t e m o r a agitar s e n t i m i e n t o s d o r m i d o s , lo que hacía que h a b i t u a l m e n t e n i n g u n o de los dos pasara de esos i n t e r c a m b i o s superficiales c u a n d o hablaba de ella.
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—¿Qué, es u n a decisión tomada? —Ya te l o dije. M e voy a anotar en C o m u n i c a c i ó n el año que viene. Estoy en q u i n t o , n o sé si te acordás. —Claro que me acuerdo. Pero tenes t i e m p o , l o podes pensar u n poco más. —No necesito pensarlo. Ya l o sé. Y n o me contestaste: ¿a m a m á le hubiese gustado? —No sé. E n p r i n c i p i o diría que sí, era su m u n d o , finalmente.
Pero supongo que también le hubiese i n -
quietado u n poco. Es difícil de decir... Si ella hubiese sobrevivido... D e j ó l a frase e n el aire. A p a r e n t e m e n t e se había a r r e p e n t i d o de t o m a r ese c a m i n o y o p t ó p o r un viraje.
—Igual te falta. Y sabes c o n o es eso: el pasante es el ú l t i m o de l a cadena. Tiene que hacer l o que quiere el jefe, aunque sea el café. —Estoy dispuesta. M e gustaría que fuera en Policiales. —No estoy d i c i e n d o que sí, Sol, estoy d i c i e n d o que n o . N o p o r ahora. Te falta recorrer m u c h o c a m i n o . —Sonrió y le pellizcó l a nariz—. Todavía tenes que t o m a r m u c h a sopa antes de ser periodista. A ella le hubiera gustado decirle que ya l o era, que no necesitaba la sopa, que el c a n i n o l o estaba recorriendo en ese m i s m o m o m e n t o sin que él se diera cuenta. Pero se quedó callada.
^
—Igual, aunque te anotes en Comunicación, después podes cambiarte. —No me voy a cambiar. A veces me p r e g u n t o c ó m o hubiera sido t o d o si ella n o h u b i e r a m u e r t o . —¿Mmm? — O t r a vez, el ceño fruncido—. ¿En qué sentido? —No sé, c ó m o sería yo. Si ahora querría ser periodista. C ó m o habría sido l a v i d a para nosotros. —Diferente, eso seguro. La tristeza le opacaba la voz. A h o r a fue ella la que se arrepintió y c a m b i ó el r u m b o . —El año que viene —dijo—, cuando empiece la facultad, me gustaría ser pasante en el diario. —¿Pasante? N o , Sol, sos m u y chica. —¿Por qué no? Los pasantes son todos estudiantes. —Pero están al menos en tercero o cuarto año de la carrera. T i e n e n más de veintidós o veintitrés. —Hay u n o en Espectáculos que tiene v e i n t i u n o .
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L
as fotos f u e r o n reproducidas en varios blogs y sitios web. Hora Cero les dedicó u n b u e n espacio en la edición impresa del o t r o día: en la n o t a se
aclaraba que habían sido tomadas del b l o g Sol de noche y que el d i a r i o consideraba, tras consultas c o n diversos profesionales, que eran verdaderas. Esa m a ñ a n a el s i t i o t u v o cuatrocientos ochenta visitantes. A Sol la efervescencia del éxito le duró u n par de horas. Subió su entrevista c o n el fotógrafo y luego pasó u n largo rato i n t e n t a n d o inútilmente escribir algo bueno para aprovechar la o p o r t u n i d a d . T o d o eso quedó en la nada, p o r q u e esa tarde estalló u n a n o t i c i a que h i z o que las fotos pasaran i n m e d i a tamente
al o l v i d o . El p r i m e r i n d i c i o fue que
los
organizadores de los recitales de T o m m y Fox anunciar o n que se cancelaban las funciones de esa noche y la siguiente, p o r cuestiones de salud del artista. E l dinero de las entradas sería devuelto. Fox n o se había mostrado públicamente después del asesinato de C o n v e r t i n i , pero eso había sido i n t e r p r e t a d o c o m o u n a muestra de
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delicadeza ante la tragedia. A h o r a , en cambio, t o d o parecía ponerse en d u d a . De i n m e d i a t o el n ú m e r o de fans que se agolpaban cotidianamente frente al h o t e l se multiplicó y abundar o n las escenas dramáticas: chicas l l o r a n d o desesperadas p o r q u e n o podían ver a su ídolo, carteles del t i p o "Te amamos-te esperamos-te apoyamos", agitados al viento, descomposturas, desmayos. Las versiones sobre el p r o b l e m a de salud i b a n desde u n a intoxicación alcohólica hasta u n a terrible enfermedad descubierta en m e d i o de la gira. Pero la verdad n o p u d o ocultarse y terminó filtrándose horas más tarde. Fue p r i m i c i a de u n canal de televisión que puso u n a placa roja y a n u n ció:
T O M M Y
FOX ESTÁ
DESAPARECIDO.
Parecía increíble y, sin embargo, T o m m y Fox estaba desaparecido.
a d o r m i r a su habitación: tenían que descansar para el ensayo de la m a ñ a n a siguiente. T o m m y quedó solo. Y en algún m o m e n t o de la noche, se h i z o h u m o . C u a n d o a las siete de la m a ñ a n a u n o de sus guardaespaldas golpeó varias veces a la p u e r t a y, tras l a falta de respuesta se decidió a entrar, la habitación estaba vacía. U n canal de televisión le puso u n apodo que p r e n dió enseguida: el rey del escape. Porque el asunto tenía su costado gracioso: ¿ c ó m o era posible que u n a persona c o n c u s t o d i a permanente, asediada día y noche p o r fans y fotógrafos, p u d i e r a desaparecer sin que nadie la viera? H a r t a ya de escuchar u n a y o t r a vez la m i s m a i n formación, esa tarde Sol decidió poner en práctica u n a idea que l a iba a convertir, al menos p o r u n rato, en alguien que n o tenía absolutamente nada que ver c o n ella: en u n a f a n de T o m m y Fox. O , c o m o esas chicas se l l a m a b a n a sí mismas - u n a palabra que le daba náu-
E n las siguientes horas f u e r o n conociéndose los detalles. T o d o había sucedido la m i s m a noche del asesinato del fotógrafo. Según los guardaespaldas, que f u e r o n interrogados p o r la pohcía, tras cenar en l a suite de T o m m y , la b a n d a había recibido a cuatro fans para charlar y t o m a r tragos. Resultó que el club de fans tenía u n a habitación contratada en el m i s m o h o t e l , d o n - de se alojaban dos de ellas, y varias más accedían c o m o visitas. Los guardaespaldas d i j e r o n que cuando se retir a r o n a descansar la reunión seguía y que nadie tenía previsto sahr del h o t e l . Los otros músicos, cuyas declaraciones trascendieron a l o largo del día, avalaron esa versión. C o n t a r o n que habían estado c o n las chicas unas dos horas y que luego cada u n o se había retirado
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seas-, u n a foxgirl. Pasó p o r su casa a cambiarse y dedicó m e d i a h o r a a leer i n f o r m a c i ó n sobre el m ú s i c o y su b a n d a . E n W i k i p e d i a decía que su video "Baby, o h , baby" se había c o n v e r t i d o en el m á s r e p r o d u c i d o del m u n d o en Y o u T u b e al sobrepasar a u n o de Lady Gaga. Que tenía cuarenta y ocho m i l l o n e s de seguidores en T w i t t e r . Que algunas fans le habían hecho santuarios y que besaban su f o t o cada noche. Que había h i m n o s en su h o nor. "Ay, D i o s " , pensó. Luego caminó las cuatro cuadras que la separaban del H o t e l Continental. En el camino encontró a u n o de los tantos vendedores callejeros que estaban aprovechando el aluvión y se detuvo a m i r a r los productos exhibidos
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en su manta. Eligió u n horrible pañuelo con la cara de
Su i g n o r a n c i a pareció apabullar a l a chica.
T o m m y estampada entre corazones y se l o puso a m o d o
—La fiesta en l a calle. Bueno, ¿llevas l a pulsera?
de vincha. R o g ó n o encontrarse c o n ningún conocido.
—Sí —Sol sacó el d i n e r o y se l o entregó—. M e interesa f o r m a r parte del club. ¿ C ó m o se hace? —Hay u n a c u o t a a n u a l de ochenta pesos. Porque
¿Por qué alguien iría a pararse horas frente a u n
este es el club oficial, el único reconocido p o r l a disco-
h o t e l para aclamar a u n a persona que n o está allí? La
gráfica. Acá tenes l a dirección de l a página d o n d e p o -
lógica de las fans se le escapaba, pero l a m u l t i t u d n o ha-
des bajar el f o r m u l a r i o de inscripción. Si te aceptan,
bía hecho más que crecer en las últimas horas. Circuló
podes i r a l a reunión de mañana.
u n rato entre esas chicas exaltadas y llorosas hasta que vio a u n a que estaba vendiendo unas pulseras rojas de goma. Llevaba u n a b a n d a en el brazo que decía " C l u b de fans
OFICIAL".
T o m ó el f o l l e t o que le ofrecía y prometió inscribirse ese m i s m o día. O d i a b a usar así la plata, pero n o veía o t r o camino.
—¿Cuánto salen las pulseras? —le preguntó. —Diez pesos. Las ganancias v a n a servir para orga-
C u a n d o llegó al d i a r i o l a n o t i c i a h a b í a saltado a
nizar actos en los que vamos a reclamar la aparición de
la t a p a y t o d o el m u n d o h a b l a b a d e l a s u n t o . A h o r a
T o m m y . Son c o m o las que usamos en su cumpleaños
ya n o era solo t e m a de Policiales, s i n o que t a m b i é n
solo que rojas en lugar de azules. N o sé si sabes que él
i n v o l u c r a b a a otras secciones: I n f o r m a c i ó n G e n e r a l
es diabético.
y E s p e c t á c u l o s , p o r l o que los editores se estaban pe-
N o sabía. Pero asintió. —Claro.
l e a n d o p o r q u i é n t e n í a el c o n t r o l d e l a s u n t o . S o l se
—Por eso cada 6 de m a r z o , el día de su cumplea-
pantallas de l a redacción. Estaba de n o t o r i o m a l h u -
ños, usamos las pulseras azules para crear conciencia
m o r , p o r q u e le h a b í a n d a d o l a n o t a p r i n c i p a l a u n a
sobre la enfermedad. Y ese día n o t o m a m o s azúcar.
chica de I n f o r m a c i ó n G e n e r a l y él solo t e n í a u n re-
Sol l a m i r ó u n o s segundos para ver si era u n a bro-^ ma, pero n o . L o decía en serio.
acercó a J u á r e z , que m i r a b a televisión en u n a de las
c u a d r o en l a p á g i n a 4 y u n r e s u m e n p a r a l a e d i c i ó n digital.
—¿Y ahora qué piensan hacer?
—¿Qué se sabe? —le preguntó.
—Estamos p l a n i f i c a n d o varias cosas, pero n o pue-
—Hay tres versiones. La primera, que se m u r i ó p o r
d o adelantar nada. Por supuesto l a Fox Fest se cancela
u n a sobredosis y aún n o se atreven a i n f o r m a r l o . La se-
p o r el m o m e n t o .
gunda, u n secuestro extorsivo. L a tercera, que Fox está
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Levantó las cejas.
escondido y t o d o esto es u n m o n t a j e p u b l i c i t a r i o , para
—¿La qué?
vender más entradas y discos. Yo m e i n c l i n o p o r esa.
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A N D R E A FERRARI
D e j a r o n de hablar p o r q u e en ese m o m e n t o la televisión anunciaba u n " Ú l t i m o m o m e n t o " . La i m a g e n mostraba a u n a pareja mayor cuando llegaba a su casa, u n chalet de tejas rojas y jardín cuidado, y eran abordados p o r u n g r u p o de exaltados periodistas. La placa
10.
decía: " A u s t i n , Texas: Los padres de Fox se niegan a hablar". A m b o s se veían agotados, frágiles, temerosos. La m u j e r llevaba u n c o n j u n t o de pollera y chaqueta color a m a r i l l o y aferraba c o n fuerza las correas de u n a pequeña cartera negra. Su m a r i d o , c o n u n traje azul a r r u gado, movía las manos en u n vano i n t e n t o p o r abrirse paso entre los periodistas que insistían en preguntarles dónde estaba su h i j o . —We don't know, sorry —repetía, u n a y o t r a vez, disculpándose c o n u n gesto triste. A Sol le d i e r o n pena. Por ellos, deseó que T o m m y Fox estuviera vivo.
L
e d i o el l i b r o a su padre durante el desayuno y, p o r supuesto, le gustó. Era obvio: había d i c h o cuatro veces en el último mes que tenía ganas de
leerlo, la típica f o r m a en que la ayudaba a elegir sus regalos. La b i r o m e le provocó u n o de esos m o m e n t o s emocionales que a ella le resultaban m u y i n c ó m o d o s . La abrazó, d i j o que la quería m u c h o y que su madre estaría m u y orgullosa de ella. Los ojos se le habían h u medecido y Sol pensó que definitivamente tenía que dejar de c o m p r a r biromes. Algunas veces tenía ganas de que su padre tuviera u n a novia o algo parecido. Otras veces no. Sabía que sería difícil soportar que u n a extraña se metiese en su casa. Pero también sabía que él necesitaba distraerse u n poco y entusiasmarse c o n o t r a persona. A u n q u e ella n o quería u n a madre s u s t i t u t a . Para nada. Lo más parecido que había t e n i d o a u n a madre tras la m u e r t e de la suya era FeUsa. Y probablemente ella era l o más cercano que Felisa t u v o a u n a hija, de m o d o que el asunto parecía ser conveniente para las
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A N D R E A FERRARI
L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
dos. Empezó cuando Sol era chica y corría c o m o b o l a
Diego siempre se había t o m a d o m u y en serio l o de
sin m a n i j a p o r el diario. E n algún m o m e n t o paraba y
ser su padre. O sea, el padre de u n a chica sin madre. Le
Felisa estaba ahí para ofrecerle leche y galletitas o
gustaba que le contara qué hacía cada día, que c o m -
acompañarla al baño.
partieran las comidas, que hablaran de cosas i m p o r -
Felisa trabajaba en el d i a r i o desde que el d i a r i o
tantes. Por eso, cuando ella sugirió que dejaran esas
existía, de m o d o que era algo así c o m o u n a de sus co-
cenas que para él eran u n poco indigestas, se negó. Deci-
l u m n a s centrales. Nadie se i m a g i n a b a el diario s i n ella.
dieron entonces que serían en el d i a r i o , así él n o corría
Era la asistente personal de los directivos, que le tenían
de u n lado al o t r o . Luego siempre había alguien que la
m u c h a confianza, y eso le daba u n cierto poder. De
podía a c o m p a ñ a r a casa.
chica Sol buscaba protección en ella más que en su pa-
Las primeras tres noches él encargó pizza. La
dre, que solía estar m e t i d o en alguna reunión. Porque
cuarta se encontró c o n la m i r a d a censora de Felisa, que
a veces se sentía cohibida: la realidad era que su pre-
le d i j o que esa n o era u n a dieta apropiada para u n a
sencia constante en la redacción n o era exactamente
chica. Y se ofreció a averiguar qué restaurante podía
u n m o t i v o de felicidad para t o d o el m u n d o . P o l i n i , p o r
mandarles u n a c o m i d a más sana. A Diego le pareció
ejemplo, que era el secretario de redacción y el t i p o
que l o menos que podía hacer era i n v i t a r l a a acompa-
más detestado del diario, la m i r a b a c o n evidente fasti-
ñarlos.
d i o . Y era la m a n o de Felisa en su h o m b r o o su v o l u m i -
Desde ese día, el r i t o se mantenía. A las nueve, los
noso cuerpo, tras el cual podía esconderse, l o que la
tres se reunían en la oficina de Diego. Felisa había con-
hacían sentir segura y en casa.
seguido u n a mesita para que n o ensuciaran el escrito-
Probablemente podía decirse que eran u n a especie
rio y a veces hasta le ponía m a n t e l . Se sentaban a
de familia: Diego, Felisa y ella. Por l o menos cenaban t o -
saborear l o que había elegido esa noche y conversaban.
das las noches j u n t o s . Esas cenas habían empezado
El día del cumpleaños de Diego el tema inevitable fue
cuando Sol tenía once o doce años. Antes, su padre la
la desaparición de T o m m y Fox. Sol c o m e n t ó que en su
llevaba a la casa cuando caía la noche. Ella tem'a que correr
escuela había varias fans descerebradas que n o hacían
para ponerse al r i t m o de sus zancadas a l o largo de las
más que l l o r i q u e a r y que hablaban de Fox c o m o si real-
cuadras que separaban el diario de su departamento,
mente fuera u n a m i g o de ellas, l o que resultaba patéti-
mientras él hablaba a los gritos p o r el celular, sin darse
co. La conversación derivó en el asunto de los amigos.
cuenta de que caminaba cada vez más rápido. Era u n
M a l tema.
horario difícil: coincidía con el cierre de la edición, había muchas cosas que decidir. E n la casa comían rápido y él se volvía al diario tras dejarla acostada y cuidada p o r u n a vecina que había contratado con ese fin.
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—¿Tenes pocos amigos en la escuela, no? —preguntó Felisa. Ella se limitó a encogerse de h o m b r o s y siguió com i e n d o . Prefería esquivar la cuestión de los amigos, de
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ANDREA FERRARI
S U supuesta tendencia a la soledad o del escaso interés que le despertaba l a gente de su m i s m a edad. —Sol n o tiene amigos —dijo Diego. — N o es cierto —protestó ella—. Tengo algunos 11.
amigos, pero n o en la escuela. —¿Sí? ¿Y quiénes son? —Frazoni es m i a m i g o . T a m b i é n Ignacio. Y Tatú. Feli es m i amiga. Felisa la miró c o n d u l z u r a y pasó u n a m a n o p o r su pelo. —Más b i e n me gusta pensarme c o m o u n a tía. O u n a abuela, considerando m i edad.
dor... raro. ¿No te parece que tendrías que tener a m i -
A
gos de t u edad? Los amigos son fundamentales en la
i i c m p o . C u a n d o miró la h o r a se d i o cuenta de que
adolescencia.
aimque corriera ya iba a tener m e d i a falta. Y entre me-
—Tatú n o es raro. Y solo me lleva cinco años. Además, el asunto de l a a m i s t a d adolescente está sobrevaluado.
dia y u n a entera... D u d ó . Había prueba de H i s t o r i a , pe-
Viendo que las cosas venían difíciles, Felisa deci-
del cuarto, que acababa de recibirse de médico, seguro
—Exacto, Felisa es de la f a m i l i a —dijo Diego—. Y los otros... u n periodista amargado de sesenta años, u n loco de las c o m p u t a d o r a s que n o habla y u n diagrama-
l día siguiente los medios solo hablaban de T o m m y Fox y el fotógrafo m u e r t o . Su padre había salido t e m p r a n o y, sin nadie que la pre-
sionara, Sol se quedó leyendo u n a n o t a demasiado
ro siempre podía presentar u n certificado de que había estado c o n fiebre y se la t o m a b a n o t r o día. Su vecino
dió que ese era el m o m e n t o del postre. Se habían c o m -
se lo hacía. Levantó el teléfono para avisarle a su padre
plotado
y lo volvió a dejar: mejor le decía que se había quedado
para
c o m p r a r y esconder
una
torta
de
chocolate, que llevó a l a mesa c o n u n a velita encendida.
d o r m i d a y listo. Pero seguía d u d a n d o . A l final ya era t a n tarde que la d u d a dejó de tener
Le c a n t a r o n el feliz cumpleaños a Diego, que pidió
sentido. Y cuando se sentó c o n su café c o n leche y esa
tres deseos y sopló la vela. Para alivio de Sol, n o volvió
gloriosa m a ñ a n a libre p o r delante se sintió i n u n d a d a
a emocionarse.
por u n a alegría inesperada. A u n q u e evitaba reconocerlo cuando discutía c o n su padre, n o l o pasaba nada bien en la escuela. Estaba ansiosa p o r t e r m i n a r l a de u n a vez y empezar la facultad. E l p r o b l e m a estaba en l a
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L A vELOciDArD D E LA MÚSICA
A N D R E A FERRARI;
gente que era... n o sabía b i e n qué, pero n o le interesa-
que tas del propio fotógrafo. Si bien existen cientos
ba. Y parecía evidente que Sol t a m p o c o les interesaba a
de afectados por sus fotos que podrían haber teni-
ellos. Era c o m o si caminaran p o r diferentes galaxias. A
do un motivo para matarlo,
algunos n i siquiera los registraba del t o d o . U n a vez se
que ninguno haya estado cerca.
había cruzado a u n a de las chicas en la calle y n o la sa-
no hay pru&bas de
Versio¥\es: Los rumores apuntan hacia "-el sica-
ludó p o r q u e n o estaba segura de quién era. Ese episo-
rio", sobre todo después de que un huésped del hotel
dio le había hecho f a m a de antipática y a u m e n t a d o su
mencionó que al llegar, de madrugada, una moto con
aislamiento.
dos hombres lo sobresaltó al pasar a su lado a toda
Pero t o d o eso desapareció de su cabeza esa maña-
velocidad. Lo que se sabe de ese tipo es poco: Se ííama
na. Tras u n a p r i m e r a l e c t u r a de los artículos c o n c l u -
Oscar Manuel Vásquez y llegó de Colombia hace seis
yó
de
meses. El canal que lo entrevistó explicó que accedie-
declaraciones de u n o de los investigadores policiales
ron a él a través de un ex preso, que les aseguró que
y del fiscal que intervenía en l a causa. O de "fuentes
Vásquez trabajaba de asesino a sueldo. Jurat^on que
cercanas a l a investigación", c o m o l l a m a b a n los dia-
no le habían pagado. Pero en la físcalía donde fue in-
rios a los i n f o r m a n t e s que solo aceptaban h a b l a r ojf
terrogado dicen algo muy distinto: que el tipo era un
the record. Que, en este caso, p r o b a b l e m e n t e eran el
desempleado sin antecedentes criminales en e.l país y
m i s m o policía y el m i s m o fiscal c u a n d o querían decir
que inventó una buena historia para hacerse d& unos
algo s i n dar el n o m b r e .
pesos en la televisión. Después nadie lo encontró: tras
que
todo
lo
p u b l i c a d o era
el
producto
Luego h i z o u n resumen de las principales c o n c l u siones para ordenar sus ideas. M i e n t r a s l o escribía pensó que quizás era u n enfoque u n poco escolar del
ser liberado, la misma noche de la entrevista televisiva, dejó la pensión donde vivía. ¿Secuestro?:
Tommy
Fox lleva cuatro
asunto. C o m o si se l o h u b i e r a encargado u n a profeso-
desaparecido y hasta el momento
ra- chicos, extraigan las ideas centrales del texto. Pero n o le
ningún pedido de rescate, aunque aún no descar-
importó. Por ahora era l o que servía para saber hacia
tan un secuestro extorsivo.
dónde ir. Hasta subrayó los títulos.
no se
días recibió
La banda: Tommy pasó su última noche en el hotel con el resto de su banda y algunos miembros
Los casos: El asesinato de Convertini y la des-
de la producción.
También
recibió a cuatro
inte-
aparición de Tommy Fox están siendo investigados
grantes de su club de fans. Todos contaron que lo
por dos equipos en permanente conexión, pero hasta
encontraron en buen estado de ánimo, que comió,
el momento no hay ningún indicio firme que los una.
tomó unas cuantas copas y después dijo que. queríal
Sospechosos: Convertini fue asesinado con una
irse a dormir para estar bien el día siguiente. Pero efi
bala calibre .38. En el auto no había otras huella^
baterista contó que el día anterior Tommy le había 67
ANDREA FERRARI
L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
confesado que la gira, que ya llevaba quince días, lo
—Vamos a empezar c o n l a reunión. P r i m e r o quie-
había agotado y que le costaba soportar el encierro
ro dar l a bienvenida a algunas compañeras nuevas que
permanente en hoteles de lujo.
se u n i e r o n en estos días. Para las que n o me conocen recién
soy Ariana, secretaria del club. H o y voy a c o n d u c i r la
fue presentada por su manager un día después de
reunión, p o r q u e c o m o cualquiera puede imaginar — m i -
que advirtieran su ausencia. Esto supuestamente se
ró brevemente a sus dos compañeras— D a n i y Marcela
debe a que ya otras veces Tommy tuvo momentos
están pasando u n m o m e n t o difícil.
Demora: La denuncia por su desaparición
difíciles en las giras en los que eligió aislarse en luga-i
H u b o u n m u r m u l l o general de asentimiento.
res desconocidos y no querían generar alarma en'
—¿Quiénes son? —le preguntó Sol en voz baja a la
vano. Pero no explica cómo consiguió salir. EmJ^iMa: El hotel fue revisado a fondo, habita-
rubia que tenía al lado, que se había c o r r i d o para hacerle lugar.
ción por habitación. No encontraron nada que ayude
—Daniela, la de pelo castaño, es la presidenta del
a entender la desaparición. Ni sus amigos ni el per-
club —susurró—. Marcela es la vicepresidenta. Las dos
sonal lo vieron salir esa noche. Ninguna de las cáma-
tuvieron que i r a declarar a l a policía.
ras que filman (os accesos lo captó. verdadero mi^^ig^^^^^^
Ese es el
„.;^4,..„
—Son las que estaban en el h o t e l —dedujo Sol—. ¿Y quién más estaba? La chica sonrió tímidamente. —Tres o cuatro chicas más. Yo también estuve. Pero
Esa tarde Sol t u v o su p r i m e r a reunión de foxgirls. Horas antes había pagado los ochenta pesos y completado los trámites de inscripción al c l u b de fans, tras l o cual había recibido u n mensaje citándola para el encuentro, que tendría lugar en u n gimnasio en desuso cedido p o r u n colegio.
me quedé en la habitación, n o p u d e entrar en la suite de T o m m y . Soy la encargada de Comunicaciones: L i l i . —Yo soy Sol —respondió ella y también sonrió mientras pensaba que acababa de tener u n golpe de suerte. L a reunión, según p u d o constatar mientras los m i n u t o s pasaban h o r r i b l e m e n t e lentos, consistía en
Fue u n a de las últimas en llegar. Ya había entonces
buena parte en u n a descarga colectiva de tristeza y
unas ochenta o noventa chicas y apenas entró tuvo ganas
frustración p o r la desaparición del ídolo y la suspen-
de escapar. El ruido era ensordecedor: todas parecían es-
sión de los recitales. L a mente de Sol empezó a
tar hablando al m i s m o tiempo. Se apuró a acomodarse
lejos de allí. Pensó en T a t ú , en los caramelos de euca-
flotar
en el f o n d o en el m o m e n t o en que u n a morocha alta pa-
l i p t o que aún tenía en la m o c h i l a , en la s o m b r a de bar-
rada en el frente tomaba el micrófono y pedía silencio.
ba que él llevaba en los últimos días. Unos aplausos la
Junto a ella había otras dos chicas sentadas en sillas blan-
sobresaltaron y se d i o cuenta de que había p e r d i d o el
cas de plástico, con pose rígida y cara de velorio.
h i l o del asunto. I n t e n t ó volver a concentrarse: ahora
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L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
ANDREA FERRARJ
una voz temblorosa hablaba de algo llamado meet and greetyde u n sueño destrozado. —¿Qué es el meet andgreet7 —le preguntó a la rubia, —Es u n a entrada especial que te permite pasar unos
—No exactamente. A veces viene u n g r u p o que t o tlavía no es m u y conocido acá y necesitan hacerlo p o [lular. Nosotras ayudamos. A cambio recibimos cosas. —¿Por ejemplo?
m i n u t o s con los chicos de la banda en los camarines, sa-
—Remeras, entradas, discos...
carte una. selfie con ellos, conseguir autógrafos... Salen co-
Sol pensó que era u n precio ínfimo para semejante
m o cuatrocientos dólares y se agotan enseguida. Cuatrocientos dólares. Todos los comentarios que se le ocurrían le parecieron inadecuados. —No se olviden —estaba diciendo Ariana cuando volvió a prestarle atención— de t o d o lo que nosotras hicimos. ¡En solo u n a semana conseguimos los diez m i l likesl
trabajo. H u b i e r a querido seguir preguntándole pero en ese m o m e n t o vieron que Daniela, la presidenta, t o m a b a el micrófono. Era u n a chica de unos dieciocho años, u n poco excedida de peso y con l a expresión de q u i e n acaba de recibir u n golpe que la ha dejado sin aire. —Ahora vamos a separarnos en grupos para encarar
Todas a p l a u d i e r o n . Sol seguía en l a niebla.
distintos trabajos —estaba diciendo con poco entusias-
—¿Diez m i l likes? ¿Y p o r qué eso es i m p o r t a n t e ?
mo—. Ya hay u n equipo armado para discutir nuestras
—Era lo que pedía la discográfica para traerlo a
estrategias. El resto, quienes quieran y puedan quedarse,
T o m m y : diez m i l "me gusta" en Facebook. Hicimos que la
tienen que dividirse en dos grupos: u n o irá c o n Cecilia
página argentina de T o m m y fiaese una de las más popula-
para confeccionar carteles y volantes para los próximos
res del m u n d o . Y cuando salió el último disco... —sonrió—.
actos y el o t r o con L i l i . . . —miró hacia el público—. ¿Lili?
Pero seguro que t o d o eso ya l o sabes. —No, n o , decime.
La r u b i a se puso de pie y saludó. —Ahí está. Bueno, L i l i se encarga de organizar los
—Cuando salió " D o n ' t leave me", gracias al e m p u je que le d i m o s las fans se convirtió en disco de p l a t i n o en solo dos días.
contactos para anunciar los actos. Los dos equipos ne-
Sol asintió. N i siquiera sabía l o que era u n disco de p l a t i n o .
mayoría de las fans ya se había i d o . El trabajo que le
—La discográfica debe estar m u y c o n t e n t a —son-
larios d o n d e las simpatizantes habían dejado alguna
rió—. ¿Y qué otras cosas hacen para ellos? —Pedimos canciones en las radios, p o r ejemplo. O vamos al aeropuerto a recibir a algún g r u p o m u s i c a l
cesitan gente, así que a organizarse. Sol se quedó c o n L i l i hasta l a noche, cuando la tocó era terriblemente tedioso: revisar miles de f o r m u vez u n m a i l o teléfono y a r m a r listas. Pero t o d o ese t i e m p o d i o para hacer muchas preguntas. C u a n d o salió de allí se sintió feliz. Feliz de estar
que n o tiene fans.
afuera, en silencio, sola o t r a vez. Pero también feliz c o n
i
—O sea, ¿hacen de falsas fans?
la información conseguida. A l final, ser algo t a n patéti-
L i l i se r i o .
co como una foxgirl tenía sus ventajas.
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71
12.
A
l o t r o lado del panel Rolando e Ignacio llevaban media h o r a discutiendo en t o n o áspero a quién le correspondía c u b r i r el t u r n o del d o -
m i n g o . Sol se levantó y fue en busca de u n café. Sabía que en algún m o m e n t o iba a tener que acostumbrarse a t o d o eso. Si quería ser p e r i o d i s t a tendría que poder escribir en m e d i o de las conversaciones ajenas, de los teléfonos que sonaban, de los televisores encendidos, de las peleas, las risas y el b a r u l l o que hacía la impreso-
ra. Pero aún n o podía. Pensó en t o m a r el café e irse a su casa. C u a n d o volvió a l a oficina, sin embargo, la encontró felizmente vacía: l a discusión se había trasladado a o t r a parte. Apoyó el café j u n t o a la c o m p u t a d o r a , sacó su l i b r e t a de notas y se sentó a escribir en su b l o g . E n ese m i s m o instante empezó a sonar el teléfono en la mesa de Ignacio. H i z o u n esfuerzo p o r i g n o r a r l o .
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ANDREA FERRARI
L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
SO^eNOCHE Un rayo de luz. sobre (os hechos más oscuros
Más tarde alguien trajo otras botellas para los tragos: r o n , v o d k a , jugos. Las chicas se quedar o n unas dos horas en las que Daniela, que habla u n
fluido
inglés, t u v o l a p o s i b i l i d a d de
E n l a noche de su desaparición, T o m m y Fox
conversar largamente c o n Fox. E l músico, ade-
recibió a c u a t r o integrantes del c l u b de fans.
más, les concedió el raro privilegio de oírlo t o -
N o era esa, s i n embargo, l a p r i m e r a vez que las
car la guitarra...
veía. D o s días antes dos de ellas - D a n i e l a A m a deo y M a r c e l a N i r o , presidenta y vicepresident a del c l u b - habían conseguido entrar en l a
A l g u i e n golpeó u n par de veces l a p u e r t a y entró.
p r u e b a de s o n i d o gracias a sus aceitados c o n -
—¿No hay nadie?
tactos c o n la discográfica y l a p r o d u c t o r a de
Reconoció la voz de i n m e d i a t o y se quedó inmóvil.
los espectáculos. Allí t u v i e r o n la p o s i b i l i d a d
Quizá, si n o hacía ningún r u i d o se iba. Pero n o t u v o
de conversar u n o s q u i n c e m i n u t o s c o n el m ú -
t a n t a suerte. U n o s segundos después Rubén P o l i n i
sico que i d o l a t r a n y presenciar el ensayo del
a s o m ó la cabeza en su espacio.
show. Ese contacto, en el que dicen que Fox las
— A h —dijo c o n obvia decepción—. Sos vos.
deslumhró c o n su a m a b i l i d a d e interés, d i o l u -
Sol l o miró sin hablar.
gar a que f u e r a n invitadas a l a suite del h o t e l l a
—¿La gente de acá? Llevo m e d i a h o r a l l a m a n d o y...
ú l t i m a noche.
—Me parece que están arriba, en u n a reunión.
Antes de que llegaran, los c u a t r o integrantes
—Típico. C u a n d o u n o los necesita n u n c a están.
de la b a n d a y dos m i e m b r o s de l a p r o d u c c i ó n
—Apenas vengan les aviso que los estás buscando.
h a b í a n cenado carne asada y b e b i d o varias bo-
—La cuestión es que los necesito ahora. Urgente.
tellas de v i n o . M á s tarde a l g u i e n trajo...
—La miró c o m o sopesando l a situación. Sol n o t ó que le costaba decirlo—. ¿Vos n o podrías...? —¿Qué p r o b l e m a tenes?
E l teléfono volvió a sonar. N o había dejado de íia-
—Se me colgó la c o m p u t a d o r a mientras escribía el
cerlo en los últimos quince m i n u t o s y ya l a tenía harta.
e d i t o r i a l de m a ñ a n a y n o sé si l o perdí. Pero segura-
Se levantó, incapaz de seguir escribiendo c o n ese r u i d o
mente vos n o vas a saber arreglarla. M e j o r deja.
permanente, y se acercó al escritorio de Ignacio. A t e n -
P o l i n i la trataba m a l , t a n m a l c o m o trataba al res-
derlo n o era buena idea: seguramente se metía en p r o -
t o del m u n d o . Quizás eso se había convertido en u n a
blemas. Así que l o desenchufó.
satisfacción para ella. N o que la maltratara, sino que no
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ANDREA FERRARE
L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
hiciera diferencias. Porque algo que l a fastidiaba bas-
—¿Qué tenes, q u e r i d o ? N o me digas que n o hay
tante desde su i n f a n c i a era que m u c h a gente c u a n d o
II.ida —resopló—. E s c ú c h a m e , p o n e a tus c r á n e o s a
la m i r a b a n o la veía a ella: veía a l a p o b r e huérfana, a
investigar c ó m o salió el pibe d e l h o t e l . Es l o único que
la chica que h a b í a p e r d i d o a su m a d r e c o n solo dos
le i m p o r t a a la gente. Ya nadie piensa en el m u e r t o , so-
años. E n l a cara se les p i n t a b a esa c o m p a s i ó n que la
lo en c ó m o cuernos salió el chico. N o sé, q u e r i d o , uste-
enfermaba. Así que a veces la bestialidad de Polini era u n respiro. —Puedo verlo —le d i j o y se puso de pie. E n el c a m i n o hacia su oficina, él se detuvo a hablar c o n u n a p e r i o d i s t a de Política. Sol esperó. —¿Tenes lista la nota?
ili's sabrán, pero dame u n título. El pibe ese no era I i o u d i n i , a l g u i e n l o tiene que haber visto. Sol le h i z o señas i n d i c a n d o que el p r o b l e m a en l a c o m p u t a d o r a ya estaba resuelto. P o l i n i asintió y l a des[lidió c o n u n gesto displicente. N i gracias le d i j o .
La chica l o miró incómoda. —Me f a l t a n t r e i n t a líneas.
Pero en verdad tenía razón, pensó Sol cuando es-
—Es para hoy, eh. Esto es u n diario, querida.
tuvo de vuelta en su escritorio: l o que i m p o r t a b a ahora
Sol reprimió u n a sonrisa. Esa era u n a de sus frases
era c ó m o había salido Fox. Dedicó la última parte de la
preferidas. Esto es un diario. Así d i c h o , en m e d i o de l a
nota a hablar sobre ese m i s t e r i o . Trazó u n paralelo c o n
redacción, sonaba u n t a n t o obvio, pero todos sabían l o
los enigmas de cuartos cerrados, esos policiales d o n d e
que quería decir: esto no es un semanario ni un mensuario,
hay u n c r i m e n que parece i n s o l u b l e p o r q u e n o existe
el cierre nos corre, estás enterrando la edición. Esas cosas.
salida posible para el asesino. Había leído cuatro o cin-
U n a vez que llegó m u y tarde u n a m a n o a n ó n i m a había
co de esas historias, libros amarillentos que habían
pegado u n cartel en la p u e r t a de su oficina que decía:
pertenecido a su madre.
"Para hoy, q u e r i d o . Esto es u n d i a r i o " . E l l o había
E n este caso, claro, n o había cuarto cerrado, pero
arrancado y r o t o mientras m i r a b a hacia l a redacción
era c o m o si t o d o el h o t e l l o fuera: ¿ c ó m o era posible
en busca del culpable. Quizá fue u n gesto de nostalgia.
sacar al t i p o más famoso del m o m e n t o sin que nadie
Todos decían que P o l i n i extrañaba las épocas en que se
lo viera? Según la policía, los empleados de seguridad
trabajaba c o n papel. Entonces era famoso su gesto de
no habían registrado nada a n o r m a l en las entradas y
desprecio: cuando le entregaban u n a n o t a que ñ o le
salidas p o r las puertas principales: h u b i e r a sido i m p o -
gustaba la rompía en la cara de su autor. A h o r a ya n o
sible que n o vieran a Fox. Pero, además, había cámaras
podía ejercer ese nivel de humillación.
que
M i e n t r a s Sol se ocupaba de su problema, él marcó u n i n t e r n o en el teléfono y se puso a hablar i g n o r a n d o su presencia.
m i e m b r o del e q u i p o del músico había salido en ese h o -
76
filmaban
constantemente
los accesos. Solo u n
rario: M a x C o r n e l l , u n o de sus guardaespaldas. C u a n do fue i n t e r r o g a d o , explicó que había i d o a t o m a r algo
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ANDREA FERRARI
con u n a chica que había conocido el día anterior y que volvió de madrugada. En las filmaciones también aparecían varias integrantes del c l u b de fans, que se f u e r o n a dorm i r a sus casas. E n cuanto a la cochera, ningún a u t o había salido entre las doce cuarenta (última h o r a en
13.
que Fox había sido visto p o r sus amigos) y las siete, cuando se detectó su ausencia. Entonces, ¿magia? Publicó l a n o t a y luego se dedicó a estudiar H i s t o ria. Pero le c o s t ó concentrarse: el caso de Fox era c o m o u n a mosca z u m b a n d o en su cerebro. Y siempre le había resultado difícil aceptar el z u m b i d o de las cosas pendientes.
C
u a n d o era chica, Sol creía que su madre había m u e r t o en u n accidente. Así se l o habían d i cho. U n accidente para ella significaba sin n i n -
guna d u d a que había autos. E n su cabeza, la situación se dibujaba c o n perfecta claridad: su madre c o n el vest i d o azul cruzando t r a n q u i l a m e n t e u n a avenida al m i s m o t i e m p o que u n c o n d u c t o r loco o quizá borracho avanzaba a t o d a velocidad, sin m i r a r el semáforo, y la hacía volar p o r el aire. D u r a n t e m u c h o t i e m p o odió a ese c o n d u c t o r inexistente. A los diez años quiso conocer los detalles. E n t o n ces se enteró de que el accidente n o era en r e a l i d a d u n accidente. Era algo m u c h o más c o m p l i c a d o que i n v o lucraba policías y ladrones, u n r o b o y u n a persecución en l a avenida C a b i l d o , disparos al aire y u n a bala que había d a d o en el pecho de su madre. Pero t o d o eso fue c o n t a d o s i n precisiones n i detalles: a D i e g o n o le gustaba hablar del tema. L o p o n í a triste. Supo así que si quería saber más i b a a tener que averiguarlo sola. 78
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T e n í a trece años cuando se d i o cuenta de algo evi
L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
rn j u n i o de 1999. N i siquiera sabía l a fecha exacta.
dente: u n a h i s t o r i a c o n policías, ladrones y muertes en
Lt'opoldo levantó l a vista de sus papeles y l a miró de
la calle tenía que haber salido en los diarios. Y decidió
una manera especial. Sol pensó que así debían m i r a r
buscarla. Por supuesto, l o p r i m e r o fue googlear el n o m -
los médicos a los pacientes a los que estaban p o r reve-
bre de A n n e , pero c o m o era u n caso a n t i g u o había
l.ules que padecían u n a enfermedad h o r r i b l e . C o m p a -
unas pocas menciones al pasar y nada m u y c o m p l e t o .
tleciéndose, aunque decididos a ser sinceros.
Entonces fue al archivo del diario. Era u n lugar especial el archivo, u n poco tétrico. Años atrás, le habían contado, era m u y d i s t i n t o : estaba
—¿Estás buscando información sobre la m u e r t e de t u madre? —Sí, eso.
siempre lleno de gente, p o r q u e cada día los periodistas
Asintió y le dijo que esperara. U n o s m i n u t o s des-
i b a n en busca de información para sus notas. Habían
pués apareció c o n tres gruesos sobres y los apoyó en
llegado a trabajar allí seis o siete personas, que recortaban noticias de todos los medios, a las que luego clasificaban y guardaban en sobres, sobres que se archivaban en u n o r d e n estricto, comprensible únicamente para ellos. Ya nada era así. A h o r a t o d o el m u n d o buscaba la información p o r internet: el archivo había quedado red u c i d o a dos pequeñas habitaciones a las que se accedía por u n a i n c ómod a escalera al f o n d o de la redacción. Solo trabajaba allí Leopoldo, u n t i p o de pelo t o t a l m e n t e blanco que caminaba lento, u n poco encorvado. Su tra-
u n escritorio. —Parte del m a t e r i a l está d i g i t a l i z a d o y si querés l o podes consultar en aquella c o m p u t a d o r a . E l resto, en papel. Te podes sentar acá. Quédate el t i e m p o que quieras. N o le alcanzó l a tarde para leer t o d o . Volvió al día siguiente y al o t r o . E n ese t i e m p o , L e o p o l d o le ofreció mate y galletitas, le encendió la l u z cuando fue necesar i o y, básicamente, l a dejó en paz.
bajo no era m u y claro: básicamente parecía custodiar u n material que a nadie le i m p o r t a b a .
E l 4 de j u n i o de 1999 tres hombres asaltaron u n a
Sol subía cada t a n t o c o n a l g u n a excusa débil y
joyería ubicada en l a calle Sucre. E l dueño logró accio-
conversaba c o n él. Sobre t o d o para constatar que se-
nar u n a alarma silenciosa y dos policías que estaban en
guía vivo: le daba m i e d o que algún día se m u r i e r a y na-
la esquina aparecieron enseguida. Pero los ladrones ya
die se diera cuenta en m u c h o t i e m p o . Pero si l o
habían salido y ahí empezó la persecución p o r la aveni-
apreciaba n o era p o r q u e fuera simpático. M á s b i e n al
da C a b i l d o . E n la carrera u n o de los ladrones disparó
c o n t r a r i o , le parecía bastante gruñón. Pero aquella vez,
hacia los policías, que r e s p o n d i e r o n al ataque y de
hacía u n par de años, había sido amable c o n ella.
p r o n t o t o d o fue u n caos, c o n gente g r i t a n d o y tirándo-
Había subido haciéndose la distraída. D i j o que ne-
se al suelo desesperada. E n m e d i o de t o d o eso, u n pe-
cesitaba material sobre u n t i r o t e o en l a avenida C a b i l d o
r i o d i s t a y u n a fotógrafa, que acababan de llegar a u n
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edificio al final de esa cuadra para entrevistar a u n escritor, se asomaron a la calle a ver qué sucedía. Inesperadamente, los asaltantes c o r r i e r o n en dirección a ellos. Las balas también: el periodista recibió u n dispa14.
ro en u n a pierna. La mujer, que se había adelantado u n poco más a fin de t o m a r unas fictos del caso, t u v o peor suerte: u n proyectil impactó en su pecho. Tenía v e i n t i nueve años y era inglesa. La muerte, d i j e r o n los medios, fij,e instantánea. Lo que más t i e m p o le llevó leer fiie t o d o l o que siguió. L a investigación, c o n sus marchas y contramarchas, el resultado de las pericias, las informaciones que se a n u n c i a b a n y luego se desmentían. Pero el resumen, después de meses de investigaciones, era este: los asaltantes habían h u i d o y n u n c a los atraparon. H u b o
L
as repercusiones de su artículo l a sorprendier o n . D o s diarios y varias radios habían recogido parte de l a información y citado el b l o g . Eso se-
i d e n t i k i t s elaborados en base a numerosos t e s t i m o n i o s
guramente se debía a dos m o t i v o s : p r i m e r o , a que las
y a las borrosas imágenes tomadas p o r u n a cámara ins-
fotos exclusivas de su p r i m e r a entrada le habían gene-
talada en l a p u e r t a de u n banco. Se llegó a detener a u n
rado u n cierto reconocimiento. Pero, sobre t o d o , a que
sospechoso, pero todas las pruebas eran m u y débiles y
en las horas previas n o había sucedido absolutamente
l o dejaron ir. T a n t o los asaltantes c o m o la policía ha-
nada. Los periodistas se la habían pasado e x p r i m i e n d o
bían disparado c o n armas 9 milímetros. El proyectil
a sus fuentes en busca de alguna novedad del caso sin
que m a t ó a su madre había atravesado su cuerpo y n o
resultados: en m e d i o de semejante sequía los datos so-
fue posible recuperarlo, de m o d o que n u n c a se supo de
bre las fans habían resultado u n a l l u v i a fresca.
qué b a n d o era q u i e n la m a t ó . Los cuatro policías i n v o -
La sorpresa v i n o después, cuando revisó la corres-
lucrados recibieron sanciones p o r su actuación, pero
pondencia que llegaba al m a i l del blog. Ocho mensa-
siguieron en l a fuerza.
jes.
Siete n o
eran de m a y o r interés:
comentarios
Y eso era t o d o . C u a n d o terminó de leerlo Sol sin-
intrascendentes, preguntas, pedidos de mayor i n f o r -
tió que n o era casi nada. Y, sin embargo, era eso en l o
mación. Pero el octavo era o t r a cosa. Firmaba u n t a l A . L .
que pensaba. D í a tras día.
T i m ó n . " L o felicito p o r la calidad de su información", decía. "Pero n o estoy de acuerdo c o n usted en la comparación que hace con los enigmas de cuartos cerrados. E n este caso n o existe semejante enigma. Más todavía.
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diría que l a respuesta de l a desaparición de Fox es bastante sencilla. Usted l a tiene frente a sus ojos. Solo tiene que abrirlos".
MIS rasgos. Si l a a m p l i a b a m u c h o , l a imagen se pixela-
Le irritó la soberbia que desprendía y le contestó
Se sentía f r u s t r a d a y, peor aún, n o sabía si el es-
en ese m i s m o m o m e n t o . " N o sé a qué se refiere c o n
fuerzo valía l a pena. ¿Y si este T i m ó n le estaba t o m a n -
'respuesta sencilla' si hasta ahora n i la policía, n i la jus-
do el pelo? Pensó en buscar otros ojos que quizá
ticia, n i el p e r i o d i s m o la e n c o n t r a r o n . Además, si quiere e m i t i r u n a opinión n o estaría m a l que usara su n o m b r e real. ¿A.L. T i m ó n ? Suena, disculpe usted, bastante falso". El t i p o respondió pocos m i n u t o s más tarde. " N o fue m i intención atacarlo. Créame cuando le d i g o que la solución está frente a sus ojos, más exactamente en la p r i m e r a entrada de su b l o g . Sé que n o cualquiera sabría verla, pero pienso que usted podrá hacerlo. E n cuanto a m i i d e n t i d a d , efectivamente T i m ó n n o es m i n o m b r e real. Pero creo que estamos en i g u a l d a d de condiciones. Porque... ¿Julián Monterreyes? N o hay ningún p e r i o d i s t a n i blogger de m í n i m a trayectoria c o n ese n o m b r e . T a m p o c o tiene p e r f i l en las redes sociales. Entonces permítame seguir siendo T i m ó n mientras usted sea Julián". Touché, habría d i c h o H o m e r o . E n ese aspecto el t i po tenía razón, pensó, mejor dejar de lado el asunto de los nombres. Y aunque la seguía i r r i t a n d o su pedantería, n o p u d o evitar volver sobre la p r i m e r a entrada y mirar. ¿Mirar qué? Tenía que ser las fotos, p o r supuest o , pero ya las había m i r a d o u n millón de veces. La p r i mera era la que parecía tener más interés: esa
figura
captada a través del v i d r i o . Por algún m o t i v o C o n v e r t i n i había elegido retratarla: había visto algo en ella que le llamó l a atención. Pero estaba lejos y el v i d r i o opacaba
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h.i y no era m á s que u n m a n c h ó n . Miró el resto de las lotos: nada.
pudieran captar detalles que a ella se le escapaban y fue a verlo a T a t ú . Solo Ignacio y él conocían su relación con el b l o g , de m o d o que n o tenía muchas a l t e r n a t i vas. Lo e n c o n t r ó o c u p a d o . Llevaba u n a camisa azul que n o le c o n o c í a , c o n las mangas dobladas, l o que permitía ver l a serpiente t a t u a d a en su brazo izquierdo. T a t ú tenía su a p o d o b i e n ganado: n o solo su brazo estaba t a t u a d o , sino t a m b i é n l a m a n o i z q u i e r d a , l a espalda c o m p l e t a y parte de l a nuca. Probablemente era eso l o que l o h a c í a raro a los ojos de D i e g o , pero a ella n o le parecía nada raro. T e n í a veintiún años y, además de los tatuajes, era fanático del r o c k y de ciertos videojuegos. D e c í a que d i a g r a m a r estaba b i e n p o r el m o m e n t o , pero n o era para el resto de su vida. A u n que en v e r d a d todavía n o sabía qué quería hacer c o n su vida: era algo, le h a b í a explicado, que p r o b a b l e m e n t e le llevara u n t i e m p o descubrir. Sol tenía l a sensación de que l a relación entre ellos estaba en u n m o m e n t o s i m i l a r : aún f a l t a b a descubrir de qué se trataba exactamente. —Hola, Sol —le d i o u n beso—. ¿Qué se cuenta? —Estoy volviéndome loca c o n u n mensaje que recibí —bajó l a voz—. Es sobre el b l o g y aparentemente hay algo en las fotos que n o l o g r o ver. ¿Vendrías conmigo a mirarlo? 85
L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
ANDREA FERRARI
T a t ú frunció el ceño.
lil corazón se le fue al estómago. Amplió l a f o t o al
—Ahora n o me puedo mover. H o y llegué dos horas
máximo posible. T e n í a cierta s i m i l i t u d . . . Buscó rápida-
tarde y m i jefe me quería cortar en pedazos. M e d i o
mente fotos de T o m m y Fox, las fue descartando hasta
ocho páginas para diagramar. Hasta que n o termine...
encontrar u n a en u n a pose s i m i l a r y las comparó. L a
Ella miró en dirección a A t i l i o Cruz, el jefe, y se t o -
nariz, la línea de la mandíbula... sí, era parecido. ¿Qué
pó c o n unos ojos encendidos que l a observaban. Des-
significaba entonces eso? ¿ T o m m y Fox había salido del
vió la m i r a d a .
hotel disfrazado de recolector de residuos? Sería u n a
—Bueno, mejor me voy entonces. Nos vemos después.
noticia espectacular. ¿Pero si n o era cierto? E n ese m o m e n t o Ignacio se a s o m ó a su cubículo y algo en su expresión debió alertarlo.
C u a n d o volvió a su c o m p u t a d o r a e n c o n t r ó u n
—¿Estás bien?
nuevo mensaje de T i m ó n . Evidentemente, daba p o r
—Sí, pero necesito que mires esto.
sentado que todavía n o había dado c o n la respuesta, l o que la irritó más aún. " Q u i z á —decía— n o tiene que
Se l o explicó en pocas palabras. —Guau. —Levantó las cejas—. I m p a c t a n t e .
pensar t a n t o en c ó m o salió Fox, sino en quién p u d o
—¿Cómo puedo saber si realmente es él?
moverse p o r el l u g a r s i n l l a m a r l a atención".
I g n a c i o p u s o de i n m e d i a t o sus m a n o s en el
M i r ó o t r a vez. ¿Quién n o l l a m a b a l a atención? ¿El
a s u n t o : aisló y a g r a n d ó l a cara d e l supuesto trabaja-
personal de seguridad del hotel? ¿El recepcionista? ¿El
d o r y l a c o l o c ó j u n t o a l a f o t o en que Fox t e n í a u n a
camión de l a basura? Eso, el c a m i ó n de la basura n o
p o s i c i ó n m u y s i m i l a r . Luego s u p e r p u s o sobre ambas
llamaba la atención de nadie: pasaba todas las noches
i m á g e n e s u n a c u a d r í c u l a que p e r m i t í a
a la m i s m a hora. ¿Y si se l o habían llevado a Fox? N o ,
áreas p e q u e ñ a s . Utilizó u n p r o g r a m a de r e c o n o c i -
ridículo, ¿ c ó m o i b a n a meterlo en u n camión sin que
m i e n t o f a c i a l , h i z o sus p r o p i a s m e d i c i o n e s y f i n a l -
nadie l o viera? Volvió a m i r a r las fotos. Agrandó u n a de
m e n t e le d i o s u v e r e d i c t o .
comparar
las últimas. Y en ese instante supo l o que había estado
—Si estuviera de frente sería posible estar seguro.
buscando. H a b í a tres trabajadores subidos al estribo,
Pero en esa posición n o : yo diría que l a identificación
todos c o n el u n i f o r m e de l a empresa. A u n o de ellos se
es positiva en u n 85 p o r ciento. Y ahora tengo que se-
l o veía bastante bien. E l segundo estaba de espaldas, era alto y g o r d o . E l tercero tenía la cabeza i n c l i n a d a ha-
g u i r trabajando.
cia la i z q u i e r d a y solo era visible u n lado de su cara. Llevaba u n g o r r o c o n la visera hacia atrás y anteojos os-
E n u n estado de creciente agitación, Sol d i o v u e l -
curos. Eso fue l o que finalmente despertó a sus neuro-
tas d u r a n t e m e d i a h o r a i n t e n t a n d o decidir qué hacer.
nas. ¿Anteojos oscuros y gorra para trabajar de noche?
S a b í a que t e n í a u n a p r i m i c i a explosiva entre m a n o s .
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pero t a m b i é n sabía que si se equivocaba el b l o g se h u n d í a para siempre. A l fin, o p t ó p o r m a n d a r l e u n nuevo m a i l a T i m ó n . " S u p o n g o que usted se refería a la n o t o r i a s i m i l i t u d que el recolector de residuos tiene c o n Fox. Pero es i m p o s i b l e c o n f i r m a r que efectivamente sea él". Le contestó cuatro m i n u t o s más tarde.
¿Y por qué? ¿Cuál era su intención? Tardíamente, advirtió también el juego del n o m b r e : al timón. ¿Una estúpida manera de decir que era él el que c o n t r o l a b a las cosas? ¿Quién era ese tipo? Esa era l a p r e g u n t a que se le estaba atragantando. ¿Y si T i m ó n era el asesino de Convertini?
"Es él. E n este t i e m p o me t o m é el trabajo de averiguar cuántos empleados lleva la empresa Buenos Aires L i m p i a p o r camión. La respuesta es que son solo tres: el c o n d u c t o r y dos trabajadores que m a n i p u l a n las bolsas. Ese cuarto h o m b r e n o tenía nada que hacer ahí". Sol n o dudó más. Redactó u n texto breve, incluyó ambas fotos ampliadas para resaltar el parecido y subió t o d o al b l o g . Luego escribió u n m a i l que envió al listado de periodistas al que le había i n c o r p o r a d o nuevos nombres para c u b r i r radios, diarios y blogs de t o d o el país. E n el asunto decía: " E l b l o g Sol de noche descubre c ó m o salió T o m m y Fox del h o t e l " . Apretó enviar y se quedó m i r a n d o la pantalla. Sabía que en cuestión de segundos muchísimas personas estarían e n t r a n d o en el sitio, observando el parecido, lanzando u n a exclamación... Y en ese m o m e n t o , c o m o si alguien le hubiese tirado u n a piedra en m e d i o de la frente, u n a idea la golpeó c o n t a l fuerza que p o r unos instantes se quedó sin aire. Acababa de darse cuenta de que había hecho exactamente l o que quería q u i e n se escondía tras el n o m b r e de A . L . T i m ó n . Que ese desconocido le había a r m a d o u n c a m i n o que ella había seguido ingenuamente, paso a paso, hasta llegar al objetivo que él se había propuesto. 88
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15.
I
ncapaz de seguir sentada p o r más t i e m p o agarró su m o c h i l a y salió a caminar. N o lograba superar la desazón de sentirse m a n i p u l a d a , de haberse con-
vertido en u n a presa fácil para el i n q u i e t a n t e T i m ó n . Porque tenía que haber u n m o t i v o para que ese h o m bre dedicara t a n t o t i e m p o a darle las pistas y guiarla por el c a m i n o que había trazado. Tenía que haber u n propósito o c u l t o : quizá desplazar la c u l p a hacia u n inocente. C o m o fuera, n o podía ser bueno. Se sentía t a n agitada que perdió l a n o c i ó n del t i e m p o y la distancia. C u a n d o miró el reloj había pasado más de u n a h o r a y estaba bastante lejos del d i a r i o . E n el c a m i n o de regreso consideró la p o s i b i l i d a d de contarle t o d o a su padre. Le podía hablar del b l o g y de los mensajes de T i m ó n y dejar que él decidiera si con-
venía decirle algo a l a policía. Esa decisión la serenó y cuando llegó al d i a r i o le pareció que había recuperado el d o m i n i o de sí m i s m a . Entonces v i o a Ignacio, que estaba f u m a n d o en la p u e r t a y le hacía señas para que se apurara.
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—¿Qué pasa? —preguntó i n q u i e t a .
cnipleados que entraran a recogerla se encontrarían
—Armaste u n lío...
i o n u n chico vestido c o n u n u n i f o r m e s i m i l a r al que
E l estómago se le volvió a cerrar.
llevaban, que los ayudaría a acarrear las bolsas y luego
—¿Qué? ¿Estaba t o d o mal?
subiría c o n ellos al estribo. Solo p o r unas cuadras: en
—No, al contrario, estaba t o d o bien. Por eso m i s m o .
no más de cinco o diez m i n u t o s se bajaría. Y cada u n o
Corrió hasta la redacción y se detuvo frente a u n o de los televisores. E n la p a n t a l l a se veían las oficinas de Buenos Aires L i m p i a y u n t u m u l t o de periodistas y camarógrafos que esperaban para entrevistar a sus autoridades.
de ellos (los dos que m a n i p u l a b a n las bolsas y el con-
—¿Viste? —Juárez apareció a su lado—. Fox se esca-
sonreír y cargar c o n las bolsas. Había recorrido solo
pó en u n c a m i ó n de basura.
d u c t o r ) recibiría p o r el " f a v o r " trescientos pesos. A los trabajadores les había parecido u n asunto inofensivo. Y t o d o había salido según l o planeado, d i j e r o n : el chico que los esperaba en la cochera se había l i m i t a d o a unas dos cuadras c o n ellos antes de bajarse del c a m i ó n
—¿Cómo se supo?
en u n semáforo y subir de i n m e d i a t o a u n auto que ha-
—Fue p r i m i c i a de u n b l o g . Sol de noche, creo que se
bía frenado atrás.
llama. Y ya se está c o n f i r m a n d o : u n gerente de la em-
N o sabían el n o m b r e de l a mujer, pero l a recorda-
presa d i j o que el tercer t i p o que aparecía en l a f o t o n o
ban bien. Era joven, m u y joven, apenas u n a chica, y lle-
es empleado de ellos. A h o r a l a policía está i n t e r r o g a n do a los trabajadores.
vaba u n impermeable negro. U n dibujante de la policía se sentó c o n ellos y en pocos m i n u t o s elaboró u n i d e n t i k i t . Los investigadores n o t u v i e r o n que i r m u y lejos: ape-
E n las siguientes horas trascendieron todos los detalles. Los dos recolectores habían c o i n c i d i d o en su versión: u n a m u j e r les había p e d i d o que le p e r m i t i e r a n subir al m u c h a c h o . T o d o había empezado dos días antes del hecho, cuando esta m u j e r se les había acercado mientras cargaban l a basura en el C o n t i n e n t a l . Quería pedirles u n favor: u n a m i g o había apostado que podía subirse al c a m i ó n de residuos y quería ayudarlo a c u n ; p l i r l a apuesta. Ellos n o tenían que hacer nada fuera de l o h a b i t u a l : se detendrían, c o m o siempre, en la p u e r t a trasera d e l h o t e l , d o n d e l a basura se a c u m u l a b a en el sector de las cocheras p a r a n o afear el f r e n t e . Los
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nas entraron al hotel con el d i b u j o , el recepcionista l a reconoció. Sol estaba escuchando el i n f o r m e en u n o de los televisores de l a redacción j u n t o c o n T a t ú , que h a b í a term i n a d o el trabajo del día. —Tengo u n m a l p r e s e n t i m i e n t o —le d i j o . —¿De qué? —No sé, esa mujer... Pero T a t ú n o estaba m u y atento al tema. —¿Y si salimos a t o m a r algo? D e paso me acompa-
ñas a... —Shhh —Lo h i z o callar p o r q u e en ese m o m e n t o el periodista en l a p a n t a l l a estaba diciendo que tenían. 93
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ANDREA FERRARI
en exclusiva, el n o m b r e de l a involucrada. H i z o u n sugestivo silencio y luego l o soltó. —La m u j e r que solicitó el favor se l l a m a D a n i e l a Amadeo. Sol n o p u d o evitar pegar u n g r i t o . —¿Quién es? —preguntó alarmado Tatú. Le contestó en u n susurro. —La presidenta del c l u b de fans. Esa m i s m a n o c h e D a n i e l a A m a d e o q u e d ó det e n i d a , a c u s a d a p o r l a d e s a p a r i c i ó n de T o m m y Fox.
—Una novela de Stephen K i n g , donde u n a f a n secuestra a su escritor favorito y l o t o r t u r a , enojada c o n i-l final de u n o de sus libros. —Qué macabro —Felisa sirvió el agua—. Quizás esta chica solo quería que Fox le cantara al oído. —Y quizá l o tiene enterrado en el jardín —sonrió su padre. —Ustedes d a n p o r sentado que es culpable —objetó Sol—, pero eso todavía n o se sabe. Además, si ella secuestró a Fox, ¿quién asesinó al fotógrafo? —La m i s m a chica, ¿por qué no? E l fotógrafo l a v i o llevarse a Fox y t u v o que m a t a r l o . Secuestradora y ase-
C o m o h i p n o t i z a d a , Sol siguió las noticias m i n u t o a m i n u t o . A u n q u e casi nadie sabía que la p r i m i c i a había sido suya, el solo hecho de que su blog hubiera desatado semejante catarata de noticias le provocaba u n a euforia electrizante. Poco a poco se fue d e b i l i t a n d o su decisión de contarle t o d o a su padre. Sabía que l a forzaría a abandonar el b l o g y n o quería hacerlo. Se d i j o
sina a los dieciocho años. —Diego elevó las cejas—. Q u é nota. —No la veo —dijo Sol—, es demasiado joven para eso. Y tendría que haber t e n i d o cómplices. Para mí que hay alguien más en t o d o esto. Esa era en r e a l i d a d su p r e o c u p a c i ó n . Q u e l o de D a n i e l a A m a d e o n o fuese m á s que u n a n u b e que ta-
simplemente que en adelante i b a a ser más cuidadosa
pase al verdadero culpable. ¿ T i m ó n ? De p r o n t o se le
con Timón.
cruzó u n a idea que, a u n q u e n o t e n í a n i n g ú n susten-
A las nueve Felisa le avisó que h a b í a llegado l a com i d a y aunque los nervios le habían q u i t a d o completamente el hambre, se sentó frente a u n a milanesa c o n ensalada. —¿Cómo es la tapa de m a ñ a n a ? —le preguntó a su padre. —Todavía n o está decidida, pero p o r supuesto es sobre el caso Fox. V a n a ver que en las próximas horas todos los medios se v a n a acordar de Misery. —¿Qué es eso?
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t o en l a r e a l i d a d , se le prendió c o m o u n a g a r r a p a t a al cerebro y n o p u d o desprendérsela el resto d e l día: que T i m ó n era el sicario. Q u e se l a t e n í a j u r a d a a C o n v e r t i n i . Y que era capaz de m a n i p u l a r h á b i l m e n te los h i l o s de l a i n f o r m a c i ó n . E n otras palabras, que ella m a n t e n í a u n a c o r d i a l relación c o n u n asesino profesional. Antes de irse a d o r m i r volvió a revisar los mensajes del b l o g y e n c o n t r ó u n o de él. Era escueto: " T o d o u n
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ANDREA FERRARI
éxito. Felicitaciones". Le pareció percibir u n dejo sarcástico: a fin de cuentas, ella n o habría conseguido nada sin su ayuda. C o n t e s t ó enseguida. "Le debo u n agradecimiento p o r su colaboración. Y, disculpe m i curiosidad. T i m ó n , ¿por qué hace esto?".
16.
Se quedó u n rato más fi-ente a la pantalla, pero n o llegó nada. Esa noche le costó d o r m i r . D i o vueltas en la cama durante dos horas y al final se levantó y volvió a chequear el correo. A h o r a sí. T i m ó n había contestado. " N o busque m o t i v o s extraños, p o r q u e n o los hay. Soy simplemente u n a persona a la que le g u s t a n los misterios. Y este, estoy seguro, n o terminó. Así que seg u i r e m o s en contacto. Hasta p r o n t o , Julián".
T a l c o m o había a n t i c i p a d o Diego, al día siguiente todo el m u n d o recordó a Misery. Las opiniones en los medios se dividían entre quienes creían que T o m m y Fox estaba secuestrado en algún s ó t a n o fi-ío y oscuro y quienes estaban convencidos de que ya estaba m u e r t o . Daniela A m a d e o se había negado a declarar hasta que u n abogado la representara y ese t i e m p o vacío de n o t i cias ñie llenado c o n rumores y especulaciones. Se decía; que el cadáver ya había sido encontrado, que se espera-i ba a la f a m i l i a para a n u n c i a r l o , que intervenía en el asunto la Embajada de los Estados U n i d o s , que los detalles eran macabros. Los rumores volaban y hacían pie en las redes sociales, d o n d e engordaban y se m u l t i plicaban hasta el i n f i n i t o . S i n noticias, los programas de televisión se vier o n i n v a d i d o s p o r supuestos especialistas que hablab a n de u n a sociedad obsesionada c o n las celebridades y de la patología del f a n m i e n t r a s pasaban imágenes viejas del acosador de M a d o n n a y el asesino de J o h n Lennon.
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A N D R E A FERRARII
Si algo faltaba, a media m a ñ a n a se supo que tani
. Ilie ya no soportaba el r i t m o de l a gira, que estaba can-
bien había sido detenida Marcela N i r o , la vicepresidenta
'..iilo de l a vestuarista, de los ensayos, de sus guardaes-
del club de fans. A esa altura, el presunto secuestro de
I Millas, h a r t o de sonreír y, más que nada en el m u n d o ,
T o m m y Fox era el único tema que i m p o r t a b a en el país.
harto del encierro al que l o o b l i g a b a n centenares de
Las vidas de Daniela y Marcela se expusieron en pantalla
1,1 ns y fotógrafos que estaban pendientes de cada u n o
hasta el más m í n i m o detalle: aparecieron fotos de cole-
lie sus m o v i m i e n t o s , dispuestos a seguirlo si salía del
gio p r i m a r i o , opiniones de sus maestros y compañeros y
hotel c a m i n a n d o , en auto o en helicóptero. Si ellas p u -
hasta algún ex n o v i o despechado que definió a Daniela
dieran sacarlo, les dijo, si f u e r a n capaces de llevarlo a
como u n a persona cruel. Pero en verdad costaba creer
algún lugar d o n d e no fuera acosado p o r l a gente, las
que esas dos chicas que acababan de terminar el secun-
amaría p o r siempre. Daniela se r i o : p o r qué n o sacarlo
dario y se veían t a n absolutamente normales pudiesen
del h o t e l disfrazado, sugirió. A l g o que n o l l a m a r a l a
haber cometido u n c r i m e n semejante.
atención: p o r ejemplo, u n traje de recolector de resi-
C u a n d o finalmente se supo que las casas de ambas
duos. Eso se le ocurrió p o r q u e u n a semana antes su
habían sido allanadas s i n n i n g ú n resultado y que ellas
p r i m o había conseguido u n u n i f o r m e de ese t i p o para
declaraban n o tener idea de dónde estaba Fox, la ola de
usar en u n a fiesta de disfraces. T o m m y se entusiasmó
descreimiento fue generalizada. E l hashtag más p o p u l a r
enseguida. Claro, sonrió, y podría escapar a b o r d o de
en T w i t t e r fue #nomejodas.
u n camión de basura, así nadie l o reconocería. D a n i e l a
Y sin embargo, D a n i e l a y Marcela, interrogadas numerosas veces p o r separado, se m a n t u v i e r o n firmes y coherentes en su versión de los hechos. L o que decían era, más o menos, l o que sigue.
asintió: era posible, seguro que podía arreglarse. L o que había empezado c o m o u n a b r o m a terminó convirtiéndose en u n p l a n real. D o s días después, D a n i e l a llevó el u n i f o r m e que le había dado su p r i m o al h o t e l y le explicó a T o m m y t o dos los pasos previstos. Él t e n í a que acarrear unas b o l -
Habían conocido al músico en la prueba de soni-
sas desde l a cochera y treparse al estribo del camión:
d o y h u b o enseguida u n a corriente de simpatía entre
no hacía f a l t a que dijera nada, los t i p o s ya estaban avi-
ellos, en p a r t i c u l a r c o n Daniela, que hablaba u n per-
sados. Ellas i b a n a estar atrás, e n u n Chevrolet gris que
fecto inglés. T o m m y estaba en u n m o m e n t o especial,
había conseguido prestado Marcela, al que él subiría
dijeron, quizá p o r q u e extrañaba a su familia, o porque
u n a vez que c o n f i r m a r a n que n o los seguía n i n g ú n f o -
venía de enterarse c o n desazón de que habían agregado
tógrafo. Y luego serían libres. H a b í a hecho u n a reserva
nuevas funciones en Santiago de Chüe y la gira se exten-
en el exclusivo v i p de u n a discoteca, donde podían bai-
día. O quizá fue simplemente el hartazgo, que estalló en
lar sin que nadie los molestara. Y si T o m m y quería, l a
ese instante. L o cierto es que se abrió con ellas: les contó
seguirían en su casa, ya que sus padres estaban de viaje.
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ANDREA FERRARJ
A D a n i e l a l a i n q u i e t ó n o t a r que él ya n o parecía t a n e n t u s i a s m a d o . Pero i g u a l se m o s t r ó c o n f o r m e c o n el esquema y a c o r d a r o n u n h o r a r i o para v o l v e r a encontrarse.
el resto de l a noche d i s i m u l a r o n l a a m a r g u r a de las lá-
El p l a n se cumplió paso a paso. Marcela partió p r i -
fue asesinado. Eso fue lo que t o d o el m u n d o repitió en
mero para buscar el auto y esperó, a tres cuadras de
grimas c o n v o d k a y j u g o de naranja. Es decir que no tenían n i n g u n a coartada para esas horas cruciales en las que Fox desapareció y C o n v e r t i n i los días siguientes.
allí, el paso del camión de la basura. Luego se acercó a los recolectores y les d i o el d i n e r o p r o m e t i d o . A l recibir el aviso en su celular, D a n i e l a bajó p o r ascensor hasta
Cuantos más detalles se conocían, peor se sentía
la cochera c o n T o m m y , que ya llevaba el u n i f o r m e
Sol. Eso le d i j o a T a t ú en el café de l a esquina del dia-
puesto, y l o dejó esperando j u n t o al contenedor de re-
rio. Supuestamente festejaban el éxito del b l o g pero la
siduos. Después salió del h o t e l p o r la p u e r t a p r i n c i p a l
i n q u i e t u d que ella tenía clavada en el estómago n o le
y subió al auto. El único inconveniente que se presentó
permitía pasar siquiera u n a cocacola.
fue que u n Peugeot azul se i n t e r p u s o entre ellas y el camión. Pero estaban seguras de que igual él las veía. Y entonces v i n o la sorpresa: a las dos cuadras, T o m m y saltó del camión y, sin siquiera mirarlas, se subió al Peugeot. A l p r i n c i p i o creyeron que había sido u n error: los autos eran de u n color parecido y en la noche podían confundirse. T o c a r o n bocina, pero T o m m y n o se i n m u t ó . Boquiabiertas, v i e r o n c ó m o el Peugeot doblaba en la esquina y desaparecía. C u a n d o reaccionar o n e i n t e n t a r o n seguirlo ya n o estaba a la vista. N o habían p o d i d o ver la cara del conductor, pero les pareció que era u n h o m b r e . Fue u n golpe d u r o . Las dos d i j e r o n l o m i s m o : u n
—Tengo la sensación de que las chicas están d i ciendo la verdad, pero nadie les cree —le explicó—. Y me siento responsable de que las detuvieran. —¿Responsable? Estás loca, Sol. Esto h u b i e r a saltado de cualquier f o r m a . —No sé, fue a mí a q u i e n a p u n t ó T i m ó n . Yo p u b l i qué el d a t o que destapó el asunto. —Pero si vos n o le hubieras hecho caso, seguramente T i m ó n le mandaba la información a o t r o med i o . Y decime, ¿quién es ese T i m ó n ? —Esa es l a o t r a cosa que me preocupa. Está demasiado interesado en este asunto, puede que sea parte de él. Quizás estoy ayudando al asesino...
golpe que les aplastó la ilusión. Claramente, T o m m y
T a t ú frunció el ceño. E n ese m o m e n t o los distrajo
Fox las había traicionado, había armado u n p l a n c o n
alguien que alzó la voz en u n t o n o m u y i r r i t a d o en la
o t r a persona para escapar de allí. C o n el á n i m o que-
mesa vecina, ocupada p o r tres periodistas de Econo-
brado, D a n i e l a sugirió que f u e r a n a su casa, d o n d e ha-
mía. Varias cabezas se volvieron y p o r unos segundos el
bía dejado l a heladera llena de bebidas para el festejo, y
m u r m u l l o que constituía la música h a b i t u a l del café se
t r a t a r a n de olvidar l o que había pasado. Eso h i c i e r o n :
acalló, a l a espera de algo que podía ser interesante. Ese
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lugar era de alguna manera parte del diario. Era ahí donde se cocinaban acuerdos, se dirimían peleas y nacían romances. A veces había más personal del diario en el café que en la redacción. U n o s segundos después, 17.
t o d o volvió a la n o r m a l i d a d . Pero en ese instante a Sol se le ocurrió pensar que quizá T i m ó n estuviera ahí m i s m o , que quizás había averiguado quién era ella y l a estaba observando. ¿Y si era ese m o r o c h o de pelo o n d u l a d o y bigote fino sentado en u n a mesa cercana? Leía u n diario distraídamente y cada t a n t o chequeaba su celular. —Lo i m p o r t a n t e es que n o te expongas —Tatú v o l A
vió a mirarla—. Espero que n o se te ocurra encontrarte c o n ese t i p o . Prométemelo.
1 o t r o día el club de fans envió u n correo a todos
/ \s asociados convocando a u n acto esa m i s m a A . t a r d e p a r a p e d i r l a liberación de D a n i e l a y
Su i n q u i e t u d la enterneció.
A~
—No te preocupes. El t i p o me conoce c o m o J u l i á n
Marcela. Las chicas eran, decía la carta, absolutamente
Monterreyes y quiero que siga siendo así. A u n q u e a ve-
inocentes y n o había n i u n a sola prueba que las i n c r i m i -
ces, n o sé, tengo la sensación de que en verdad él sabe
nara. E n ese aspecto no les faltaba razón. N o había prue-
t o d o . Que me ve.
bas que las vinculasen firmemente con u n secuestro, pero
—Sol, eso suena u n poco paranoico.
en medio del escándalo generado, la Justicia dilataba to-
—Tenes razón —sacudió l a cabeza—, es u n delirio.
do lo posible la decisión de imputarlas o liberarlas.
Y sin embargo, volvió a m i r a r al t i p o de la mesa
El acto estaba a n u n c i a d o a las cuatro enfrente de
vecina. E n ese m o m e n t o él levantó l a cabeza y sus ojos
Tribunales. Sol llegó quince m i n u t o s después y u n rá-
se cruzaron. Fue apenas u n segundo, pero bastó para
p i d o vistazo le dijo que l a convocatoria era u n fracaso.
que a ella se le erizara l a piel.
Habría apenas cincuenta o sesenta chicas, u n a cantid a d ínfima comparada c o n las que en cualquier c i u d a d del m u n d o cortaban las calles frente a los hoteles d o n de se alojaba T o m m y Fox o agotaban las entradas para sus recitales. Pero en cierta f o r m a era comprensible: la mayoría de los padres de las fans habían decidido que las cosas se habían puesto demasiado oscuras. Que el asunto Fox ya n o era divertido, sino inquietante.
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Las que estaban presentes, además, se veían u n po-
tanta atención, fue... n o sé, u n sueño para ella. Y ahora
co desconcertadas en ese contexto. Estaban acostum-
está presa. Y encima todos hablan de los fans c o m o si
bradas a o t r a cosa - l o clásico: larga espera d e l ídolo,
fuéramos... algo h o r r o r o s o , enfermos mentales.
aullidos y e m o c i ó n al verlo, nueva espera hasta la
cierto que a L e n n o n l o m a t ó u n f a n , pero eso n o nos
próxima o c a s i ó n - y en esta protesta n o sabían b i e n có-
convierte a todos en asesinos, ¿no?
Es
m o actuar. Algunas llevaban carteles y coreaban u n a
—¿Vos p o r qué te metiste en esto?
consigna c o n poco entusiasmo: " L i b e r t a d , l i b e r t a d , pa-
Apenas h i z o l a pregunta, Sol se d i o cuenta de que
ra Maree y D a n i e l a ya". Había unos pocos periodistas
se había equivocado. Se suponía que ella también esta-
de los que Sol se alejó para n o salir en las fotos y u n par
ba fascinada c o n T o m m y Fox, que era t a n f a n c o m o
de tipos extraños que daban vueltas entre el público y, según los rumores, eran policías de civil: p o r m u y raro que resultase, esa masa de chicas c o n r o p a de marca, abundante maquillaje y mochilas c o n flores rosas o d i bujos de H e l i o K i t t y habían pasado a ser sospechosas de algo. Enseguida v i o a L i l i , que llevaba u n o de los carteles y parecía d e p r i m i d a . — H o l a —sonrió levemente—, qué b u e n o que viniste. N o somos muchas. —Lo que está pasando es u n a l o c u r a —dijo Sol. —Totalmente. N o puede ser que las chicas estén presas. *s
—¿Vos sabías l o que había pasado? —No l o supe antes, me enteré hace unos días. Daniela
estaba destrozada p o r l a a c t i t u d de T o m m y . Las usó
cualquiera de las otras, pero en su t o n o era posible oír el rechazo que le producía t o d o eso. A u n q u e quizás L i l i n o se d i o cuenta. —Supongo que p o r las mismas razones que cualquiera —se encogió de hombros—. Porque me gusta su música. ¿Y vos? —Sí, también... —intentó pensar u n m o t i v o razonable—. Y para conocer gente. —Exacto. Para mí fue genial. Yo antes n o tenía a nadie. M e acuerdo cuando empecé c o n esto... Acababa de salir el segundo disco de T o m m y y escribí u n post largo en u n o de los sitios de fans. Ese día tuve ciento veinte comentarios. ¡Ciento veinte! Fue c o m o si se abriera el m u n d o , ¿entendés? Sol n o sabía si entendía. Pero d i j o que sí.
para salir del h o t e l y después se fue c o n o t r a persona. Ella realmente había creído que... —pareció d u d a r sobre l o que i b a a decir—, bueno, que era sincero.
Todavía estaba c o n ella cuando empezó a correr el r u m o r . L o había oído en l a radio u n a chica: acababa de
—¿Que estaba interesado en ella?
aparecer u n testigo que supuestamente había visto a
Sonrió i n c ó m o d a .
q u i e n podía ser el asesino de C o n v e r t i n i . U n h o m b r e .
—Sí, creo que sí. Supongo que fue ingenua, él tiene
Si era c i e r t o , eso desviaba en p a r t e l a a t e n c i ó n de
las chicas que quiere. Pero imagínate, cuando le dedicó
Daniela y Marcela. Poco a poco, el r u m o r fiie circulando
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entre las manifestantes y logró levantar algo el á n i m o de la triste convocatoria. Esa noche casi todos los medios r e p r o d u j e r o n l a versión, aunque los detalles eran escasos: solo decían que el testigo trabajaba de sereno en u n a obra en cons-
18.
trucción cerca del h o t e l y que había visto el a u t o de C o n v e r t i n i esa madrugada. —Parece que el t i p o recién ahora se encontró en u n diario con la foto del auto y l o reconoció p o r u n cartel en la luneta trasera que dice "en venta" —le explicó Juárez después en el diario—. Dice que esa noche pasaba f r e n te al h o t e l y se paró al verlo p o r q u e andaba buscando u n usado para comprar. —¿Y entonces v i o al asesino? —Vio a u n t i p o que se acercaba y golpeaba en l a v e n t a n i l l a d e l c o n d u c t o r . Eso es t o d o l o que sé. H a s t a ahora ningún m e d i o lo enganchó: n i siquiera se cono-
J
uárez, a fin de cuentas, i b a a demostrar que c u a n d o quería algo era capaz de insistir, alabar, sobornar y p r o m e t e r hasta conseguirlo. Sobre t o d o , si ese algo
era u n a p r i m i c i a . A l día siguiente Sol l o cruzó en u n pasillo. C a m i n a b a apurado y c o n cara de fastidio.
ce el n o m b r e . Pero estoy atrás de eso, Solcito —le guiñó
—¿Pasa algo?
u n ojo—. Teneme confianza.
—Algo b u e n o y algo m a l o —hizo u n a mueca b u r l o -
Estiró la m a n o para ponérsela en el h o m b r o , pero Sol se corrió a t i e m p o .
na—. ¿Por dónde empiezo? '
r
—Por l o bueno. —Conseguí u n a fuente espectacular en l a policía,
que me pasó el teléfono d e l testigo. L o llamé y aceptó verme d e n t r o de m e d i a hora. —Genial. ¿Y l o malo? —Lo típico: n o hay ningún fotógrafo d i s p o n i b l e en las próximas dos horas. La única que me queda es sacarle fotos c o n el celular, pero imagínate que... Sol l o interrumpió. —Voy yo de fotógrafa. Juárez frunció el ceño. *i 106
—¿Vos? 107
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—Sí, tengo u n a cámara profesional. Y l a tengo acá.
teléfono. Yo hace m u c h o que andaba pensando en algo
—¿Y p o r qué tenes u n a cámara profesional?
así, u n usado chico para pasear c o n la f a m i l i a los fines
—Cuando el Chueco Benítez se compró u n a nueva
de semana. M e paré a m i r a r l o y entonces me d i cuen-
me vendió la que tenía antes. —¿Sabes usarla? —El Chueco me está enseñando, eso fue parte del arreglo. Ya sé l o básico. Seguro que las fotos v a n a salir mejor que c o n t u celular. Juárez suspiró. —No sé c ó m o t e r m i n o llevándote a todas partes. Anda a buscarla, te espero en la puerta.
ta de que h a b í a u n t i p o a d e n t r o . Era raro, a las cinco de l a mañana... —¿Qué hacía? —Nada, parecía m e d i o d o r m i d o . Por eso dudé: quería hablar c o n él para preguntarle cuánto pedía por el auto, pero n o me a n i m a b a a despertarlo. M e quedé a u n costado, a n o t a n d o el teléfono. Y entonces apareció el o t r o t i p o . —¿Vio de dónde venía? —No, lo v i cuando ya estaba al lado del a u t o . Gol-
Santiago Rímini era u n h o m b r e de unos cuarenta
peó en la v e n t a n i l l a y me pareció que el que estaba
y cinco años y m i r a d a h u i d i z a . A u n q u e era evidente
adentro se sobresaltaba. Bajó el v i d r i o y se p u s i e r o n a
que la atención que estaba recibiendo lo inhibía, acep-
hablar. Entonces m e f u i . N o tenía t i e m p o , m i compa-
tó sin quejarse el i n t e r r o g a t o r i o de Juárez y las fotos
ñero me esperaba, ¿me entiende?
que Sol disparó mientras hablaban en u n café y luego
—¿Y c ó m o era el hombre?
frente a l a o b r a d o n d e trabajaba. E n sus labios se d i b u -
—No sé, c o m ú n . Ya me l o p r e g u n t a r o n , pero no
j a b a u n a sonrisa i n c ó m o d a cuando insistía en que n o
me acuerdo de nada especial: alto, pelo c o r t o . Tenía
tenía g r a n cosa para contar.
u n a campera oscura.
—Fue una casualidad que yo pasara p o r ahí a esa hora. —¿Qué h o r a era exactamente?
—¿Podía haber sido u n ladrón? — N o creo, estaba bien vestido. A mí me d i o más
—Las cinco. E n realidad, ese día n o me tocaba tra-
b i e n la sensación de que podía ser u n policía, pero no
bajar en la obra. Pero el compañero que estaba ahí me
sé p o r qué... U n i f o r m e n o tenía. M e gustaría poder ser
llamó de urgencia porque le habían avisado que su es-
más útil, v i o , pero es l o que recuerdo.
posa estaba a p u n t o de tener familia... N o m e podía
Juárez asintió.
negar, así que me levanté y salí. Fue cuando me bajé del
—¿Y p o r qué decidió hablar ahora?
colectivo que v i el a u t o .
—Porque antes no tenía idea de lo que sabía. El otro
- E l Fiat.
día v i en la televisión u n a imagen del auto del m u e r t o y
—Sí, u n Fiat rojo. Tenía u n cartelito pegado en el
ahí me d i cuenta, p o r el cartelito, que era el que yo había
v i d r i o trasero que decía: "Se vende". Y u n n ú m e r o de
visto. A m i mujer no le gustó que me metiera en esto.
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L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
pero si puede servir para que agarren al que l o mató... ¿hay que hacerlo, no? Ya estaban en la p u e r t a del edificio en construcción d o n d e trabajaba cuando Juárez le hizo la última pregunta.
que n o pasaba nada de nada. La reunión había empezado c o n P o l i n i golpeando la mesa: —A ver, gente, ideas. Escucho. Habían evaluado u n nuevo terremoto en M i y a g i , Japón, pero el jefe de Internacionales objetó que cin-
—¿Si volviera a verlo l o reconocería?
cuenta m u e r t o s n o eran m u c h o s y que ya había cesado
—Puede ser... —se detuvo u n m o m e n t o , c o m o con-
el alerta de tsunami. Después consideraron los últimos
siderando la posibilidad—. Sí, creo que l o reconocería.
anuncios sobre cargas impositivas, pero la jefa de Economía dijo que era u n asunto demasiado técnico del que los lectores n o i b a n a entender nada. También f u e r o n des-
Ese ñie después el título: " E l testigo podría reco-
cartadas l a cosecha récord de soja p o r reiterativa y las
nocer al asesino de C o n v e r t i n i " . U n poco fi^rzado, te-
declaraciones de u n d i p u t a d o en estado de ebriedad p o r
n i e n d o en cuenta que n i siquiera se sabía si el h o m b r e
ridiculas. Cuando parecía que n o iba a surgir nada más
que Rímini había visto era el asesino, pero había que
y Polini se estaba poniendo francamente pesado, el jefe
i n f l a r la n o t i c i a porque iba a la tapa. C u a n d o l o supo, a
de Espectáculos abrió la boca para sugerir que llevaran a
Juárez l a cara se le iluminó c o n u n a sonrisa ancha y vo-
la tapa el escándalo de la presentadora de televisión que
raz que a Sol le h i z o pensar en u n cocodrilo.
le había tirado u n cenicero p o r la cabeza a su novio vio-
—¿Mi n o t a es tapa? —preguntó solo para constatar que sus oídos n o l o habían engañado. —Ciento veinte líneas —contestó Viñas, su jefe—. Apúrate p o r q u e P o l i n i la quiere ver cuanto antes. La n o t a había escalado desde el oscuro final del d i a r i o al que estaba relegado Policiales hasta las p r i m e ras páginas debido a u n a discusión que m u y pocos habían
oído
en la redacción
pero
lento, provocándole u n a c o n m o c i ó n cerebral. Era el tem a que estaba sacudiendo las ediciones digitales de los diarios y las redes sociales. —Le agregamos la opinión de alguna socióloga, sumamos u n par de ejemplos más y armamos u n a tendencia: ahora las mujeres contraatacan. Varias cabezas asintieron y Polini sonrió complacido.
t o d o el m u n d o
Fue entonces cuando H o m e r o Rossi se agarró la cara con
comentaba. Diez m i n u t o s después de entrar Sol ya sa-
ambas manos y empezó a emitir u n sonido extraño, co-
bía todos los detalles. El escenario, según le c o n t ó Ta-
m o u n quejido de perro. La jefa de Economía, sentada a
tú, había sido la reunión de edición donde se decidía el
su lado, le puso u n a mano solidaria en la espalda.
tema central de tapa. El desencadenante, u n hecho que
—¿Te pasa algo, H o m e r o ?
la mayor parte del público ignora: es m u y difícil hacer
—No puedo creer que este diario esté p o r poner se-
u n diario cuando el m u n d o se empeña en estar t r a n q u i -
mejante i m b e c i l i d a d en la tapa. M e parece que es h o r a
lo. Y ese era u n o de los días malos para el periodismo, en
de que piense en retirarme.
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—¿Me estás diciendo imbécil? —reaccionó airado el jefe de Espectáculos. —¿A vos qué te parece? A eso siguió u n silencio de muerte, en el que solo se oyó l a fricción de la b i r o m e del e d i t o r de Deportes
19.
c o n t r a el papel en que d i b u j a b a c i r c u l i t o s para relajarse. F i n a l m e n t e se alzó l a d u b i t a t i v a voz d e l jefe de Policiales: acababa de r e c i b i r u n mensaje de t e x t o de u n o de sus cronistas, que le había hecho u n a entrevista al supuesto testigo en el caso C o n v e r t i n i . A l g o podía salir de ahí. E n veinte segundos se decidió: a t o dos les pareció u n excelente t e m a de tapa. Así f u e c o m o a l a m a ñ a n a s i g u i e n t e S a n t i a g o R í m i n i descubrió que p o r solo haber visto d u r a n t e unos segundos a u n h o m b r e parado frente a u n a u t o
S
olía chequear el correo antes de salir. Era apenas u n instante, u n a m a n o en el mouse mientras l a o t r a sostenía el café o l a tostada a m e d i o comer.
u n o puede convertirse en el personaje del día. T a m b i é n
Pero esta vez había u n m a i l que la detuvo más t i e m p o .
descubriría sus consecuencias.
Era de Beth, l a m a y o r de sus p r i m a s de Londres. Le costó descifrarlo. L o leyó dos veces y aunque era consciente de que el t i e m p o corría y tenía que apurarse, n o p u d o dejarlo hasta tener u n a idea a p r o x i m a d a de su c o n t e n i d o . Entendió, básicamente, c u a t r o cosas: Beth se casaba en ocho meses. E l n o v i o se l l a m a b a J o n a t h a n . A todos les gustaría m u c h o que su padre y ella f u e r a n a la fiesta y se quedaran en l o de Granny. Y tenían que responder p r o n t o . Levantó l a cabeza para anunciarle l a novedad a su padre y l o v i o concentrado en u n a n o t a . T e n í a u n a expresión extraña. -¿Papá? -¿Sí? N o parecía la h a b i t u a l irritación p o r u n a n o t i c i a que les faltaba. Era o t r a cosa. Tristeza, quizá.
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L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
—¿Pasa algo?
el n o m b r e del comisario que había intervenido. Felipe
—No, nada... —Miró el reloj—. Es tarde. —Sí, ya me voy.
Pinedo. ¿Por qué le sonaba ese nombre?
M e j o r se l o decía a l a noche. C u a n d o se acercó a
aparecieron unas pocas referencias a ese policía. Y cuan-
darle u n beso miró p o r encima l a página del d i a r i o que
do ya estaba a p u n t o de darse p o r vencida, algo sonó en
Pasó media h o r a navegando en internet, pero solo
estaba leyendo. Había subrayado algunas frases c o n b i -
el f o n d o de su cerebro. U n eco del pasado. Fue entonces
rome y u n círculo rodeaba a u n nombre: Pinedo. ¿Pinedo?
a buscar l a carpeta donde guardaba notas y recortes re-
Le sonó conocido. M á s tarde i b a a leer esa n o t a .
feridos a la muerte de su madre. Ahí estaba. Felipe Pinedo había sido u n o de los policías involucrados. 1
Se sentó c o n u n a desagradable opresión en el pe-
El acoso de los medios encontró a Santiago Rímini
cho y volvió a m i r a r el artículo. El comisario Felipe Pinedo.
c o n la g u a r d i a baja: n o tenía experiencia en estos asun-
O sea que ese h o m b r e , suspendido en sus funciones
tos y sin darse t i e m p o para pensarlo atendió p o r telé-
después de su intervención en el tiroteo, había seguido
fono
recién
haciendo carrera. De agente raso había llegado a c o m i -
amanecía. E n las siguientes horas n o h i z o o t r a cosa:
sario. La segunda idea que cruzó su cabeza l a inquietó
atender, hablar, cortar, volver a atender, hablar, cor-
más aún. Su padre decía siempre que no quería hablar
al periodista de
una
radio cuando
tar... Para cuando decidió apagar su celular, pasado el mediodía, ya había repetido innumerables veces que el h o m b r e era alto, que llevaba u n a campera oscura, que solo l o había visto unos segundos pero que sí, segura-
del asunto p o r q u e l o entristecía, pero estaba pendiente de cada detalle. Quizá pensaba en l a m u e r t e de l a madre aún más que ella.
mente podría reconocerlo si l o veía de nuevo. Había sido la única n o t i c i a del día referida al caso,
A u n q u e se acostó a l a h o r a h a b i t u a l , n o p u d o dor-
concluyó Sol esa noche antes de acostarse y apagó el
m i r . Aún daba vueltas en l a cama cuando oyó que su
televisor. Recién entonces recordó el episodio de l a ma-
padre llegaba y se levantó. Él frunció el ceño al verla.
ñ a n a y fue a buscar el artículo que su padre había esta-
—¿Qué haces despierta a esta hora?
do leyendo. Le sorprendió descubrir que la n o t a había
Se encogió de h o m b r o s .
sido recortada: en su lugar había u n agujero. ¿Su padre
—Me desvelé. Y te quería contar algo: h o y recibí u n
cortaba los diarios? A h o r a sí que estaba i n t r i g a d a y sin perder más t i e m p o fue a m i r a r la edición de ese diario en internet. Y nuevamente se sorprendió: se trataba de algo sin mayor i m p o r t a n c i a , l a crónica del asalto a u n banco que l a policía había l o g r a d o frustrar. Pinedo era
m a i l de Beth. —Beth era... —dejó su bolso en u n sillón y se quitó el abrigo— ¿hija de Maggie o de Rachel? —De Maggie. La mayor. Bueno, se casa en ocho meses y nos i n v i t a .
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—¿En Londres? —Caminó hacia la cocina y sacó u n a botella de agua de la heladera. —Sí. M e gustaría ir, papá. —No sé, Sol, es m u y caro. Dos pasajes, más la esta-
20.
día... ¿Querés agua? —No, gracias. N o s i n v i t a n a parar en l o de Granny. N o tendríamos que pagar h o t e l . —Igual, n o es el m o m e n t o . . . —miró el reloj—. Es m u y tarde. —Pa, a mí me gustaría saber más sobre m a m á . Ver dónde vivía, hablar c o n su familia... — M m m , sí. Bueno, l o charlamos mañana. A h o r a anda a d o r m i r . Empezó a caminar hacia su habitación, pero cambió de idea y se detuvo. —Vi l o de Felipe Pinedo. El sobresalto de su padre fue evidente, aunque i n tentó d i s i m u l a r l o . -¿Qué? —La n o t a que estabas leyendo esta mañana. Felipe Pinedo. Es comisario. Por u n rato n o d i j o nada. Sol llegó a pensar i n c l u so que iba a darse vuelta sin contestarle. Pero asintió.
E
l n los días siguientes l a n o t i c i a empezó a d i l u i r I se. O t r o s hechos habían saltado a los t i t u l a r e s y y, a f a l t a de novedades, l a desaparición de
T o m m y Fox y l a m u e r t e de C o n v e r t i n i se h a b í a n red u c i d o a pequeñas notas en las últimas páginas. Esa m a ñ a n a Sol echó u n a m i r a d a general y solo e n c o n t r ó u n título que se repetía c o n escasas variantes en varios diarios: " D i e z días sin T o m m y Fox". Los n ú m e ros redondos siempre venían b i e n . —Diez días, u n mes, c i n c o a ñ o s , u n s i g l o : es el p e r i o d i s m o - a n i v e r s a r i o . L a excusa n u m é r i c a sirve
—Sí, es comisario.
p a r a p u b l i c a r c u a l q u i e r cosa —le d i j o esa t a r d e a
—¿Por qué n u n c a hablamos de eso?
Tatú. E l levantó las cejas. —¿Tenemos u n día super crítico?
—Porque es m u y d u r o . Porque n o ganamos nada —Se acercó, le pasó u n brazo p o r los h o m b r o s y le d i o
—No más que l o h a b i t u a l —sonrió—. Quisiera sa-
u n beso en la cabeza—. A h o r a anda a d o r m i r , hija, es demasiado tarde.
car algo en el b l o g de este asunto, pero n o está pasand o nada. —¿Qué hay de t u i n f o r m a n t e secreto? p.
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—¿Timón? N a d a , silencio absoluto. 117
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ANDREA FERRARI
puso en p u n t a s de pie y tocó nerviosamente el costado
—Pero en estos días algo tiene que pasar: Fox n o puede haberse desvanecido en el aire. ¿Vos crees que está secuestrado?
de la pantalla. N o encontraba ningún botón. Estaba
— N o , ya n o l o cree nadie. N o puede pasar t a n t o
la espalda u n o de los mozos c o n u n a bandeja cargada.
i n t e n t a n d o c o n el o t r o costado cuando se le acercó p o r
t i e m p o sin que p i d a n u n rescate. T a m p o c o h u b o u n
—Tenes que pedirle al encargado, Sol —susurró—,
solo t e s t i m o n i o de alguien que l o haya visto. T o d o pa-
pero te aviso que n u n c a quiere. N i el p a r t i d o nos deja
rece i n d i c a r que está m u e r t o . La hipótesis más fuerte
escuchar.
es que fue u n secuestro que salió m a l , él quiso escaparse y l o m a t a r o n . . . Pero n o hay cuerpo n i sospechosos.
I b a a ser más rápido correr a la redacción. Volvió a la mesa y, aún de pie, t o m ó u n trago largo de café, has-
—¿Y las chicas detenidas?
ta acabarlo.
—Se supone que las están p o r soltar. Es increíble
.
que n o l o hayan hecho todavía: n o hay n i n g u n a prueba que las c o m p r o m e t a . Pero es l o de siempre cuando hay u n famoso i n v o l u c r a d o : todos se m u e r e n de m i e d o
—Tatú, págame m i parte, después te devuelvo — d i -
j o mientras agarraba su cartera y corría, sin escuchar l a respuesta.
ante lo que p u e d a n decir los medios. T a t ú sonrió.
L a expresión desolada de Juárez se l o confirmó an-
—Definitivamente, es u n día u l t r a crítico. Creo que u n café con algo dulce en la esquina te puede apaciguar. —Vamos.
tes de preguntar. Era Santiago Rímini. Había caído del
Se sentaron j u n t o a u n a ventana y p i d i e r o n dos cortados y u n a porción de t o r t a para c o m p a r t i r . T a t ú acababa de meterse u n a a b u n d a n t e cucharada en l a boca c u a n d o abrió grandes los ojos y señaló hacia el frente.
tre sus pertenencias habían encontrado u n a botella de
p r i m e r piso de l a o b r a en construcción d o n d e trabajaba y estaba inconsciente, i n t e r n a d o en u n h o s p i t a l . Env i n o a m e d i o t o m a r , p o r l o que la policía sospechaba que el a l c o h o l podía haber sido la causa de la caída. ^
sentó, el mareo había empeorado.
— M m m —tragó c o n d i f i c u l t a d — . Mira eso. •
—¿Vos qué pensás? —No sé —respondió en voz baja Juárez—. Voy para
Sol se d i o vuelta: su m a n o apuntaba a la pantalla colgada en la pared. Estaba sintonizado u n canal de noticias y u n a placa sobreimpresa decía: "¿Accidente o
Pero t a m p o c o descartaban u n atentado. Sol se
allá. —Te a c o m p a ñ o .
atentado? U n testigo del caso Convertini gravemente
Esta vez, él n i siquiera se resistió. E n el c a m i n o n o
herido tras caer de u n p r i m e r piso". Se sintió algo ma-
h a b l a r o n , aunque ella t u v o l a impresión de que l a
reada mientas se levantaba y caminaba hacia el televisor.
preocupación p o r el estado de R í m i n i era u n lazo que
E l l o c u t o r movía l a boca, pero n o había sonido. E l l a se
p o r p r i m e r a vez los estaba acercando. La preocupación
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ANDREA FERRARI
y algo más. U n a sensación molesta, que se le había inst.i
mayoría eran los trabajadores, que se habían enterado
lado en la boca del estómago. ¿Habían i n f l u i d o de alguna
de la n o t i c i a al llegar, y volvían u n a y o t r a vez sobre l o
manera en l o que había sucedido? Cuando faltaban po-
poco que sabían. T o d o había sucedido a l a madrugada,
cos metros para llegar al lugar u n a m o t o pasó velozmente
cuando Rímini estaba solo, les explicaron.
a su lado y le provocó u n sobresalto que Juárez percibió.
—Sí, le gustaba t o m a r u n poco —dijo el capataz—,
—¿Qué pasa? —preguntó—. ¿Estás m u y nerviosa?
pero n u n c a se había emborrachado d u r a n t e las horas
—No, nada —dijo mientras se agachaba a ajustar el
de trabajo. Todavía n o sabemos nada: está inconscien-
cordón de u n a zapatilla que n o l o necesitaba. Era u n a sensación de c u l p a b i l i d a d l o que le anudaba l a garganta. A su cabeza volvían las imágenes del encuentro c o n Rímini, el p u d o r c o n que h a b í a posado para las fotos, su voz suave que respondía: "Sí, creo que l o reconocería". ¿Se había condenado c o n esa frase?
te y n o p u d o hablar. , —¿Quién l o encontró? —preguntó Juárez. — U n vecino l o v i o y llamó a u n a ambulancia. —¿Cómo es el lugar desde donde cayó? ¿Hay algun a protección? —Sí, hay u n a defensa de madera, que ahora está ro-
Juárez se detuvo en l a vereda del frente y m i r ó la obra en construcción. Ella siguió su m i r a d a .
ta. Quizá tropezó, se fue encima de la defensa y la r o m -
—Ahí arriba, parece haber algo r o t o —dijo—. H a y unas cintas.
E n ese m o m e n t o el agente de guardia se h i z o a u n
Sí, ahora alcanzaba a ver, unas cintas naranjas. Luego c r u z a r o n y él volvió a detenerse. M i r a b a u n a m a n c h a oscura en el piso. —Seguramente cayó ahí. Y m i r a —señaló a u n costado—, u n zapato. Era, en realidad, u n a zapatilla, t i p o alpargata. Sol v i o que él sacaba su l i b r e t a y t o m a b a n o t a . —¿Es i m p o r t a n t e ? —preguntó. — N o , n o creo. Pero c o n eso voy a empezar l a n o t a : la zapatilla que perdió a l caer. Es l o único que después van a recordar los lectores.
pió c o n el cuerpo —el capataz fruncía el ceño—. N o sé. lado para dejar pasar a u n g r u p o que salía de la obra. Había dos hombres c o n guardapolvos y bolsos: los peritos. Los seguían dos policías de u n i f o r m e y
finalmen-
te u n t i p o alto y c o r p u l e n t o c o n traje oscuro. N o tenía identificación pero n o había que ser u n genio para reconocerlo c o m o u n policía de mayor rango. Juárez sonrió al verlo. —A ese l o conozco —susurró antes de salir tras él. Volvió diez m i n u t o s después c o n expresión satisfecha. —Tengo algo, Solcito. —Contame. —Encontraron u n a pequeña m a n c h a de sangre en
La policía impedía el acceso a l a o b r a y u n n u t r i d o g r u p o de gente se había j u n t a d o en la p u e r t a . E n su 120
el p r i m e r piso y unas maderas rotas. Pudo haber u n a pelea. U n a hipótesis posible es que alguien l o asustó, quiso escapar y saltó desde el p r i m e r piso. N o era u n a 121
ANDREA FERRARI
distancia m u y grande, pero t u v o m a l a suerte: l a cabeza. d i o c o n t r a u n caño. —Fue p o r l o que d i j o —murmuró ella—. L o atacar o n p o r l o que nos dijo. —Quizá —dijo Juárez, pero n o l a miró.
21.
M i e n t r a s caminaban de regreso al diario le preg u n t ó qué i b a a escribir sobre l o sucedido. N o tenía más que versiones, argumentó, nada firme, nada que sostuviera l a historia. Juárez sonrió. — M u c h o c o n d i c i o n a l , Sol. -¿Qué? —"Se habría p r o d u c i d o u n a pelea...", " R í m i n i habría caído...". Es l o que u n o hace cuando n o sabe: usa el condicional. El t o n o resultaba u n poco exasperante, pero ella l o p a s ó p o r a l t o . Le p a r e c i ó que estaba a p r e n d i e n d o algunas cosas.
E
l 1 i m p a c t o de lo sucedido c o n Rímini n o duró I m u c h o p o r q u e al o t r o día salió a la l u z la n o t i ^cia más inesperada, la que dejó a m e d i o país
c o n la boca abierta. A esa a l t u r a t o d o el m u n d o estaba convencido de que T o m m y Fox estaba m u e r t o y tarde o t e m p r a n o aparecería su cuerpo. Por eso en u n p r i m e r m o m e n t o m u c h o s creyeron que l a n o t i c i a era en realid a d u n chiste de m a l gusto, u n a m e n t i r a que había echado a rodar c o n éxito algún b r o m i s t a . Empezó a circular poco antes del mediodía. Por la ausencia de dos profesores, Sol había salido del colegio a media m a ñ a n a y llegó al d i a r i o a esa h o r a t e m p r a n a en que la redacción siempre le resultaba u n lugar extraño y algo i n q u i e t a n t e . C o n poca gente, los televisores aún apagados y a m p l i o s sectores a oscuras, se i m p o n í a u n silencio que p o r algún m o t i v o llevaba a los pocos presentes a hablar en m u r m u l l o s . M á s que u n a redacción se parecía a u n teatro sin actores. Estaba c o n v e r s a n d o c o n l a chica de l a recepción cuando Juárez entró, pasó a su lado corriendo
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-literalmente c o r r i e n d o - y se metió en la redacción. Ella
(
La p r o d u c t o r a Showbiz S.A. desea i n f o r m a r al
lo siguió, curiosa p o r saber cuál era el incendio que ha-
V
público que el artista T o m m y Fox ha sido l o -
bía que apagar. Cuando se acercó él n o le quiso hablar.
calizado y en las próximas horas emprenderá
C o n u n a m a n o pasaba los títulos de los cables en u n a
el regreso a los Estados U n i d o s . E l señor Fox
agencia de noticias y con la o t r a sostenía el teléfono.
(
sufrió en días pasados u n a crisis nerviosa p o r
Poco antes le había llegado el r u m o r e i n t e n t a b a
la que fue medicado y aislado en u n a clínica,
c o n f i r m a r l o . Juárez era p o r entonces u n o de los pocos
i;
Su delicado estado de salud le impidió t o m a r
periodistas del d i a r i o c o n suficiente j u v e n t u d , a m b i -
:
contacto c o n sus allegados y n o tuvo conoci-
ción y ansia de f a m a c o m o para conservar l a excitación
m i e n t o de l a preocupación generada p o r su
de la g r a n n o t i c i a y l a e m o c i ó n de ver su n o m b r e i m -
ausencia. T a n t o él como su equipo l a m e n t a n
preso al día siguiente. Sol apostaba a que terminaría
t
p r o f u n d a m e n t e los problemas
yéndose a l a televisión, d o n d e había más p r o t a g o n i s -
i-
ofrecen sus sinceras disculpas a quienes p u -
m o y dinero.
causados y
d i e r o n resultar afectados.
C u a n d o e n c o n t r ó l o que buscaba saltó de l a silla. — ¡Mierda, era cierto! Había g r i t a d o s i n darse cuenta. Sol se acercó a l a p a n t a l l a y leyó el cable. Estaba fechado seis m i n u t o s antes. URGENTE:
T o m m y Fox está vivo.
t
Se m i r a r o n . Juárez fruncía el ceño. —¿Una crisis nerviosa? ¿Y nadie l o sabía hasta ahora?
o
—¿Y quién l o atendió? —preguntó Sol—. ¿Dónde?
N o dicen nada de eso. —Suena t r u c h o .
L o a f i r m a l a p r o d u c t o r a de sus shows.
—Totalmente.
Sigue ampliación.
Ese descreimiento se repitió c o n escasas variantes en cada redacción donde a l o largo del día se oyó la n o ticia. P r o n t o empezaron a circular las más dispares ver-
—¿Y dónde está?
siones del hecho. A l g u n o s decían que en realidad la
— N o sé —dijo Juárez mientras buscaba en l a agen-
p r o d u c t o r a había logrado que liberaran a T o m m y tras
da de su celular los números de la productora Showbiz.
pagar u n jugoso rescate, pero n o l o querían a d m i t i r .
T e n í a tres, pero d u r a n t e cinco eternos m i n u t o s todos
O t r o s sostenían que l o que el músico había s u f r i d o era
d i e r o n ocupado. Seguía intentándolo cuando se le
u n a sobredosis de variadas sustancias y estaba en t a l
ocurrió revisar su correo electrónico. Y ahí estaba: el
m a l estado que n o se atrevían a m o s t r a r l o .
c o m u n i c a d o oficial de la p r o d u c t o r a . D e j ó el teléfono y l o leyeron j u n t o s .
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F u e r o n tantos los rumores y t a n t a la presión de los medios que esa m i s m a tarde l a p r o d u c t o r a se vio
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L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
obligada a ofrecer u n a conferencia de prensa con
a n t i g u o T o m m y . Se aclaró l a g a r g a n t a y esbozó u n a
T o m m y presente. Esta vez Juárez se negó a llevarla y
sonrisa tenue.
Sol t u v o que resignarse a verla p o r televisión.
" Q u e r i d o s amigos:
Aprovechó la oficina de su padre, que estaba vacía.
Estoy aquí h o y para agradecer el apoyo recibido y
La trasmisión ya había empezado y era evidente que el
también para pedir disculpas. C o m o ya saben, pasé
salón del h o t e l contratado para la ocasión había que-
p o r unos días difíciles en que m i salud se resintió. Es-
dado chico ante la m u l t i t u d de periodistas, fotógrafos
tuve aislado y no supe nada de l o que sucedía. Lamen-
y camarógrafos que p u j a b a n p o r entrar. E n u n i m p r o -
to con t o d a el a l m a la i n q u i e t u d que provoqué. Le p i d o
visado escenario ya se habían ubicado los productores,
perdón a m i público, a mis queridas foxgirls, a D a n i e l a
el representante y el t r a d u c t o r . Pero a T o m m y h u b o
y a Marcela p o r todos los problemas causados. H o y ne-
que esperarlo. C u a n d o finalmente entró, a c o m p a ñ a d o p o r sus guardaespaldas, se oyó u n a exclamación colectiva y los fotógrafos d i s p a r a r o n al unísono, c o m o u n pelotón que ha recibido la orden. Él levantó una mano, u n gesto incierto que podía ser t a n t o u n saludo como u n pedido de clemencia ante esas luces que l o cegaban. Se l o veía raro, m u y delgado, incómodo. La cámara l o acercó a los televidentes hasta u n cruel primerísimo plano. Su piel estaba m u y blanca, quizá l o habían m a q u i l l a d o . Llevaba u n gorro de beisbolista azul que echaba sombra sobre sus ojos y la boca f r u n c i d a en u n rictus que le daba u n a expresión diferente. Amarga, pensó Sol.
cesito regresar a m i país y t o m a r m e u n descanso. Pero les p r o m e t o que apenas esté recuperado volveré a l a A r g e n t i n a a entregarme a ustedes, c o m o l o merecen. M u c h a s gracias. Los amo". C u a n d o terminó apoyó el micrófono en su base y se d i o vuelta. La sala estalló en u n griterío confuso, en que cada periodista i n t e n t a b a i m p o n e r su p r e g u n t a mientras los fotógrafos disparaban c o m o poseídos y l a gente de l a producción hacía inútiles gestos para recuperar l a calma. U n o de los guardaespaldas rodeó c o n u n brazo a T o m m y y l o sacó de allí. —Por favor, p o r favor... —Luzzani había v u e l t o a
Julio L u z z a n i , u n directivo de la p r o d u c t o r a , t o m ó el m i c r ó f o n o .
t o m a r el c o n t r o l — . T o m m y n o está en condiciones de
—Por favor... p o r favor... Les pedimos a los fotógrafos unos m i n u t o s de calma. A h o r a T o m m y va a leer u n a declaración que preparó, que será t r a d u c i d a en simultáneo.
nosotros. Les ruego que levanten la m a n o y alguno de
Fox se acercó a l m i c r ó f o n o y m i r ó hacia adelan-
—En u n a p e q u e ñ a c l í n i c a de l a P r o v i n c i a de
te. N o a los periodistas, n i a los fotógrafos, n i a su
B u e n o s A i r e s . N o estoy a u t o r i z a d o a revelar el n o m -
e q u i p o . M i r a b a a las cámaras y m á s allá: a l a gente que estaba d e l o t r o l a d o . Y p o r u n m o m e n t o fue el
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responder a sus preguntas, p o r eso l o vamos a hacer los asistentes les va a acercar u n micrófono. La p r i m e r a fue u n a periodista radial. —¿Dónde estuvo T o m m y todos estos días?
b r e . Les ruego que sepan entender que esto es u n t e m a de salud p r i v a d o . 127
L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA A N D R E A FERRARI
O t r a m a n o se alzó. —Pero la policía l o estuvo buscando d u r a n t e diez días, hasta h u b o detenidas... ¿ c ó m o n o les avisaron dónde estaba? —Sí, l a m e n t a m o s m u c h o esta situación. N o s o t r o s n o c o n o c í a m o s su paradero. —¿Y los médicos que l o atendieron? L u z z a n i tosió. —Los médicos n o sabían quién era. Ustedes segu-
—Es u n o d e nuestros asistentes de producción. N o dijo nada p o r q u e T o m m y le había hecho prometer que mantendría silencio sobre su situación. S i n d u d a , fue una decisión equivocada, pero sus intenciones eran buenas. T e n e m o s que t e r m i n a r acá... U n a voz surgió del f o n d o . —¿Y c ó m o se relaciona esto c o n l a m u e r t e del fotógrafo? E l t o n o de L u z z a n i fue gélido.
ramente saben que T o m m y Fox es su n o m b r e artístico.
— N o se relaciona de n i n g u n a manera. T o m m y n o
Ellos v i e r o n su n o m b r e real en la identificación, D a n i e l
t u v o nada que ver c o n ese episodio. M u c h a s gracias
T h o m a s Foxenberg.
p o r venir.
—¿Y n o l o reconocieron? La i n c r e d u l i d a d en el t o n o del periodista fue evidente.
La gente siguió g r i t a n d o , pero fue inútil. N o h u b o más respuestas.
—No, n o l o reconocieron. T o m m y estaba sufi-iendo u n a crisis y los médicos se concentraron en ayudarlo. —¿Cuál es exactamente el p r o b l e m a de salud de Tommy? —Nuevamente, les ruego que entiendan... —la expresión de L u z z a n i mostraba su disgusto—. Esta es u n a cuestión privada. C o m o ya d i j i m o s , l a salud psíquica de T o m m y estuvo afectada. Bueno, señores, les agradecemos su presencia... La mano de Juárez llevaba alzada u n rato, pero nadie le alcanzaba el micrófono. Decidió gritar su pregunta. —Luzzani, había u n a persona c o n T o m m y esa noche. El que l o llevó en a u t o cuando salió disfrazado del hotel. Él tenía que saber. ¿Quién es? ¿ C ó m o n o avisó l o que estaba pasando? L u z z a n i volvió a acercarse al m i c r ó f o n o c o n gesto irritado. 129 128
I
i
22.
E
l n teoría el caso estaba cerrado. T o m m y Fox haI bía aparecido sano y salvo, p r o n t o se volvía a J Estados U n i d o s y sus familiares y fans celebra-
b a n el final feliz. Se suponía que era u n a buena n o t i c i a . Pero a Sol n o se le iba la sensación de i n c o m o d i d a d ante ese desenlace. Necesitaba d i s c u t i r l o c o n a l g u i e n y fue en busca de Frazoni. —¿A vos te cierra, Frazo? E l m o v i ó l a cabeza m i e n t r a s se p a r a b a c o n d i ficultad. —Caminemos u n poco. H o y m i pierna está fatal. La t o m ó a Sol p o r el h o m b r o mientras i b a n hacia la recepción. Ella percibió que n o era t a n t o u n gesto de afecto c o m o la necesidad de u n sostén y le rodeó la espalda c o n su brazo. —¿Andas mal? —No, querida, n o te preocupes. Solo estuve demasiado t i e m p o sentado. Y, c o m o vos sugerís, el caso n o cierra p o r ningún lado. Habría que i r a escarbar a la p r o d u c t o r a : es ahí donde está el secreto. M e encantaría
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L A VELOCIDAD DIÍ LA MÚSICA
ANDREA FERRARI
meter l a n a r i z en ese asunto. Pero le d i e r o n el t e m a al chico este que, francamente...
O
N o terminó la frase p o r q u e en ese m o m e n t o l o vier o n entrar a Juárez. A l pasar j u n t o a ellos se detuvo y le guiñó u n ojo a Sol.
cerlo. T o d o le resultaba demasiado confuso, demasia-
—Supongo que l o viste, ¿no? —Sí, pero d i j e r o n t a n poco... —No h u b o manera de que aceptaran más preguntas. Pero después te comento algunos datos que pesqué... Era t a n evidente que buscaba excluir a F r a z o n i que Sol tuvo ganas de irse para evitar la i n c o m o d i d a d . Pero fue Frazoni el que anunció que iba a c o m p r a r cigarrillos. Juárez l o miró renguear hasta la salida c o n u n a
T a m b i é n Sol quiso escribir algo para su b l o g , pero
aunque le d i o muchas vueltas al asunto n o p u d o hado sospechoso y n o encontraba u n eje para desarrollar. Revisó varias veces sus mensajes, en busca de alguna señal de T i m ó n que p u d i e r a i l u m i n a r l a , pero n o había nada. Llevaba días sin comunicarse, l o que n o hacía sin o a u m e n t a r su suspicacia. Si él estaba i n v o l u c r a d o , le convenía este frenesí mediático concentrado en o t r o lado - p r i m e r o las chicas, ahora T o m m y F o x - para que nadie se ocupara de C o n v e r t i n i . Pero Sol n o podía negar que, suspicaz y t o d o , ansiaba recibir alguna señal de él que l a o r i e n t a r a en esa confusión.
sonrisa irónica. —¿Tomabas clases c o n el abuelo? Sol frunció el ceño pero n o respondió a l a b r o m a .
Ese día Felisa n o había i d o a trabajar, de m o d o que
—Decime, ¿qué va a hacer l a policía c o n esto?
cenó a solas c o n su padre. Obviamente, pizza. E l apro-
—Nada. ¿Qué pueden hacer? A l fin y al cabo acá n o
vechó l a o p o r t u n i d a d para hacerle preguntas que venía
hay ningún delito. El pibe desapareció unos días, nada más. Es probable que alguna gente de su equipo supiera dónde estaba y n o l o d i j e r o n para tapar los secretos
guardándose. —Te v i el o t r o día en el café c o n este chico... T a t ú —dijo m i e n t r a s le servía u n a porción—. ¿Pasa algo?
de T o m m y . . . pero t a m p o c o eso es u n delito. Las que
—¿Algo? N o , ¿qué va a pasar? Somos amigos.
p a g a r o n el p a t o f u e r o n las pobres fans, D a n i e l a y
—Lo c o m e n t o p o r q u e ú l t i m a m e n t e te v i muchas
Marcela. Por supuesto, ya las liberaron. —¿Y el asesinato de Convertini? ¿Y Rímini?
veces c o n él. —Sí, ya te dije, somos amigos.
—Es u n asunto independiente. La hipótesis más
Por supuesto, ella también se p r e g u n t a b a si eran
fuerte es que l o de C o n v e r t i n i fue u n a venganza, quizá
solo amigos. Estaba el asunto de las golosinas y quizás
el asunto ese del sicario... Y Rímini... n i siquiera está con-
había u n leve flirteo, pero nada demasiado significati-
firmado
que fuera u n atentado. Y ahora, Solcito, tengo
vo. Se divertían j u n t o s y p o r el m o m e n t o ella se i n c l i -
que escribir: cincuenta líneas para l a edición d i g i t a l y
naba p o r esperar a ver qué pasaba, si es que algo
ciento veinte para m a ñ a n a . A l g u i e n tiene que trabajar
pasaba. Pero n o pensaba hablar nada de esto c o n su
en este lugar.
padre.
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Él masticó lentamente u n bocado de pizza y volvió a m i r a r l a . Era obvio que n o iba a dejar el tema. —Creo que es demasiado grande para vos, Sol. A
L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
Ella se r i o y dejó los cubiertos sobre el plato. —No terminaste —observó Diego. —No tengo más hambre. I g u a l , la pizza está fría.
esa edad las cosas son diferentes... Riesgo de conversación seria, pensó ella. Quizás de sexo. N o estaba de h u m o r para eso.
Más tarde d i j o que quería acompañarla a la casa. A
—Pa, ¿podes cortarla? Somos amigos y listo. —De-
Sol n o le gustó: meses atrás l o había convencido de que
cidió contraatacar—. ¿Pensaste l o de Londres?
tenía edad suficiente para volver sola y temió que estu-
—¿Lo del casamiento? Sí, l o estuve pensando. -¿Y?
viera retrocediendo.
—Creo que podrías i r vos.
Diego antes de que ella p u d i e r a objetar—. E l cierre está
—¿Sola?
t r a n q u i l o y tengo ganas de estirar u n poco las piernas.
—Sí, sola. Así resulta más económico. Ellos te pue-
H o y estuve t o d o el día m e t i d o en reuniones.
den i r a buscar al aeropuerto y... Lo interrumpió.
— N o , n o es que haya cambiado de idea —sonrió
E n el c a m i n o h a b l a r o n sobre el caso Fox. Él coincidía en que había algo oscuro en la historia, algún se-
—¿Es p o r la p l a t a o hay o t r o m o t i v o ?
creto que desconocían. M i e n t r a s l o decía le pasó u n
E l le sirvió o t r a porción sin preguntarle.
brazo p o r los h o m b r o s , u n a costumbre que m a n t e n í a n
—La plata es u n p u n t o —dijo—, pero n o es el único.
desde que a los doce años Sol se había negado a seguir
M i r a , yo entiendo que vos quieras conocer mejor a la fam i l i a de t u madre. Pero n o es l o que yo quiero ahora. —¿No te caen bien?
c a m i n a n d o de la m a n o . —Pero probablemente n u n c a se sepa. E n estos días el chico se vuelve a Estados U n i d o s y t o d o el m u n d o se
—Sí, me caen m u y bien. N o es eso. Es que... son m u c h o s recuerdos.
olvida del caso.
La voz se le había adelgazado y Sol temió que se derrumbara. Solo u n a vez l o había visto l l o r a r de verd a d y n o había sido fácil de soportar. Le apretó u n a mano.
siado casual que las dos cosas hayan pasado en la mis-
—¿Y la m u e r t e de Convertini? ¿No te parece demam a noche? Movió l a cabeza. —Sí, es extraño. Yo n o soy u n amante de las casua-
—Está bien, si n o tenes ganas n o vamos.
lidades, pero a veces suceden, Sol. Y, teniendo en cuen-
—No, n o —hizo u n esfuerzo y sonrió—. Tengo ga-
t a que n o hay hasta ahora ningún i n d i c i o , es probable
nas de que vos vayas. Vas a divertirte, tus p r i m o s te van
que l o de C o n v e r t i n i t a m p o c o se resuelva.
a pasear p o r todos lados... Y de paso mejoras t u inglés,
—¿No te mata? ¿No saber n u n c a la verdad?
que anda m e d i o flojo.
Sonrió.
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A N D R E A FERRARJ)
— N o , n o todas las verdades me i m p o r t a n t a n t o . Habían llegado a l a p u e r t a de l a casa y se inclinó a darle u n beso. — A h , sobre l o del o t r o día... L o que dijiste del p o l i cía. Pinedo. Q u i z á f u i u n poco t e r m i n a n t e . Ya va a llegar el m o m e n t o de conversarlo.
23.
Posiblemente esa frase h a b í a sido el objetivo de l a caminata, pensó Sol. —Yo q u i e r o saber, papá. E l asintió mientras le acomodaba tras l a oreja u n m e c h ó n de pelo que se le iba a los ojos. —¿Saber qué, exactamente? —Todo. Quién le disparó, c ó m o fue, p o r q u é act u a r o n así... Q u é pasó c o n esos policías. Si hay algo más, algo que n o sepamos. Diego asintió, aunque en su m i r a d a Sol creyó percibir u n a cierta i n q u i e t u d . —No sé si a l g u n a vez sabremos t o d o . Pero l o ent i e n d o . Ya l o vamos a hablar. k
Le d i o o t r o beso y esperó a que entrara antes de irse.
La reaparición de T o m m y Fox volvió a movilizar a las fans a la puerta del hotel, si bien nadie sabía con seg u r i d a d si estaba alojado allí. Pero ya no era lo m i s m o . El número de chicas se había reducido y también su fervor. Cuando Sol pasó p o r ahí al mediodía n i n g u n a de las cabezas del club estaba a la vista. Se preguntó si la experiencia pasada había extirpado la pasión de Daniela y Marcela. Si el a m o r se había convertido en odio. Se estaba yendo cuando alcanzó a oír el r u m o r que provocó u n a estampida: T o m m y , decían, estaba camino a Ezeiza para t o m a r el avión que lo llevaría de vuelta a Estados U n i d o s . Lo vio más tarde p o r televisión: u n t u m u l t o de fotógrafos, camarógrafos y fans bloqueaba el acceso a la puerta de abordaje y el personal de seguridad hacía infructuosos esfuerzos p o r dispersarlo. Finalmente apareció la policía aeronáutica, que logró abrir u n pasillo a través del cual avanzó T o m m y , protegido por sus dos voluminosos guardaespaldas. Quizá fue el contraste con esas espaldas macizas, o la amplia remera negra que volaba en t o m o a su cuerpo, pero le pareció más delgado
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L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
ANDREA FERRARJ
aún. Caminaba con cautela, algo tieso, como u n conva-
que l o acompañó. Esa es la p u n t a del h i l o del que hay que
leciente. E n el último instante, antes de atravesar la puer-
tirar para descubrir qué pasó. ¿Acepta el desafío?".
ta, giró y miró a las cámaras. El blanco impecable de sus
Entonces T i m ó n quería buscar la verdad. Quizá sus
dientes brilló con las luces de la televisión cuando abrió la
sospechas habían sido pura fantasía. O quizás intentaba
boca para gritar:
manipularla otra vez. En cualquier caso ella quería acep-
—ril be back, Argentina!
Iloveyoul
tar el desafío. Solo que no sabía por dónde empezar.
La frase provocó u n a explosión final de la m u l t i t u d , u n a ola de frenéticos gritos, flashazos y carteles agitados con furor, esos carteles confeccionados a último m o m e n -
Lo que hizo finalmente, y no sin algo de vergüenza,
to que prometían quererlo, esperarlo, no olvidarlo. U n
fue sacarle información a Juárez. Esa tarde se acercó dis-
m o m e n t o después las puertas se cerraron, los gritos cesa-
traídamente a su escritorio y le preguntó qué noveda-
r o n y los carteles fueron enrollados. Lentamente, la m u l t i -
des había del caso. Se l o veía m a l h u m o r a d o .
t u d se deshizo. Sol pensó que no l o verían nunca más.
—Estoy c o n o t r o tema, u n a f u g a en u n penal —suspiró—. Es que n o pasa nada: Fox se fue y n o hay nada nuevo sobre l a m u e r t e de Convertini...
Tampoco pensaba tener más noticias de Timón, pero esa tarde la sorprendió u n nuevo mensaje. N o solo la sorprendió su reaparición, sino la naturaleza del mensaje, que desafiaba sus presunciones. "Esperaba u n a r t í c u l o suyo que c u e s t i o n a r a es-
—¿Cómo que te c a m b i a r o n de tema? —Su t o n o sonó genuinamente escandalizado—. Yo estaba segura de que ya tenías algo del t i p o que estuvo c o n Fox cuando salió del h o t e l . Es el que sabe t o d o , ¿no? E l c o m e n t a r i o l o fastidió más aún.
tas explicaciones increíbles sobre la desaparición de
—Sí, yo quería seguir c o n eso... Ya tengo el n o m -
Fox —decía—. ¿Cómo es posible que ningún medio haya
bre: u n contacto en l a p r o d u c t o r a m e d i j o que podría
logrado i r más allá, que nadie haya investigado qué pasó
ser u n pibe que se l l a m a Federico, n o sé el apellido. Pe-
durante esos diez días de su supuesta 'crisis nerviosa'?
ro... —de p r o n t o l a miró c o n preocupación—. N o vayas
Además, t o d o el m u n d o parece haberse olvidado de que C o n v e r t i n i murió l a m i s m a noche en que desapareció Fox.
a decir nada de esto. —Por supuesto. ¿Y qué pasó c o n ese pibe? —Hace días que n o va p o r la p r o d u c t o r a . Según m i
"Le propongo que intentemos avanzar j u n t o s en este
contacto puede ser que haya t e n i d o u n accidente.
camino. Lo último que se sabe de T o m m y Fox es que su-
Diez m i n u t o s más tarde Sol estaba en su cubículo
bió a u n Peugeot azul, seguramente el que alcanza a ver-
l l a m a n d o a Showbiz. Atendió u n a voz femenina c o n
se en u n a de las fotos que usted publicó. E l o t r o d a t o
t o n o seco y f o r m a l de secretaria.
es que fue u n asistente de la p r o d u c t o r a Showbiz el
138
—¿Está Federico? —preguntó. 139
ANDREA FERRARI
— N o , n o está. ¿De parte de quién? N o había pensado qué decir y l o p r i m e r o que v i n o a su cabeza fue el n o m b r e de u n a compañera de la escuela p r i m a r i a . 24.
—Diana Bermúdez. ¿Cuándo l o puedo encontrar? —Federico está c o n licencia —dijo c o n l o que pareció cierta reticencia—. ¿Por qué asunto es? —Es personal, soy u n a amiga. —De p r o n t o se rio—. Ay, discúlpame, pero n o sé si estoy equivocada, tengo dos Federicos en m i agenda y capaz marqué m a l . ¿Es Federico Núñez, no? — N o . —El t o n o se aflojó—. Federico Pereira.
—Sí, n o te preocupes, l o l l a m o a la casa. Gracias.
E
C u a n d o cortó se sentía absurdamente satisfecha
y estaba sentado en el sofá, pasando canales en l a tele-
de sí m i s m a , c o m o si acabase de resolver el caso. U n
visión c o n evidente m a l h u m o r . O d i a b a los feriados:
m i n u t o después su o r g u l l o se desinfló. Tenía el n o m -
i g u a l había que hacer el d i a r i o , decía, y n u n c a pasaba
bre y la confirmación del accidente. ¿Y c o n eso qué? Era o b v i o que n o l o i b a a e n c o n t r a r p o r l a guía: los
nada. —¿Por qué esa cara? —le preguntó Sol mientras se
Pereira eran miles.
servía el café.
—Ay, claro, Fede Pereira, perdón, me equivoqué. A h , me enteré que t u v o u n accidente, ¿no? —Sí, creo... —volvió a dudar—. ¿Sos i m a amiga, dijiste?
l 1 feriado d e l día siguiente le permitió levantarse I pasadas las doce c o n esa sensación plácida que é p r o d u c e n en el cuerpo diez horas de sueño se-
guidas. A esa a l t u r a su padre ya había leído los diarios
Pensó que, si ese era u n trabajo c o n j u n t o , b i e n po-
—Se me acaba de caer l a ú n i c a tapa posible. Y, ob-
día empezar a c o m p a r t i r su d e s c u b r i m i e n t o y le escri-
v i o , n o hay nada. L o más emocionante es u n i n c e n d i o
bió a T i m ó n .
sin heridos. N o sé qué vamos a inventar.
"Tengo el n o m b r e del asistente de la p r o d u c t o r a
Sol fue a su habitación y prendió l a c o m p u t a d o r a .
que a c o m p a ñ ó a Fox: Federico Pereira. Está de licencia
Estaba haciendo u n solitario c o n l a mente en blanco
porque t u v o u n accidente".
cuando entró u n mensaje de T i m ó n . Era breve y, sin
Recibió l a respuesta m i n u t o s más tarde. "Excelente información —decía—. Yo estoy investigando, en breve le mandaré algo". El resto fue esperar.
140
embargo, p r o m e t í a t a n t o que le aceleró el corazón. "Julián, creo que encontré l a respuesta. Le envío u n enlace, ya va a ver de qué f o r m a esa h i s t o r i a explica 141
A N D R E A FERRARI
L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
t o d o . A h o r a le queda a usted hacer el trabajo periodístico".
a altísima velocidad y haciendo zigzags, el cuerpo de Gálvez voló y golpeó c o n t r a l a luneta, que quedó destrozada. Luego cayó al asfalto.
El enlace abría u n a breve n o t a de Cañuelas Hoy, u n
El testigo explicó que, tras el choque, el auto se
diario local de esa c i u d a d bonaerense. La leyó atrope-
detuvo y bajaron dos hombres, heridos p o r la
lladamente y en u n p r i m e r m o m e n t o se le escaparon
explosión del cristal. U n o de ellos gritaba con-
todos los datos i m p o r t a n t e s . T u v o que bajar de revolu-
mocionado. Se acercaron a Gálvez que estaba
ciones y leerla dos veces m á s antes de c o n c l u i r que
inconsciente en el suelo y, tras u n a breve discu-
T i m ó n estaba en l o cierto. La fecha era el 30 de mayo,
sión, volvieron a subir al auto y partieron. El tes-
u n día después de la desaparición de Fox y la m u e r t e
tigo n o p u d o ver la patente, pero aseguró que se
de C o n v e r t i n i .
trataba de u n auto pequeño, color azul oscuro.
Atrepellan y dejan abandonado a un hombre en la ruta 205
Lo leyó p o r cuarta vez. Si t o d o era c o m o parecía ser, significaba que T o m m y Fox era cómplice de u n del i t o grave. Por eso se había escondido.
E n la m a d r u g a d a de ayer, u n auto que circula-
De p r o n t o t u v o m u c h o calor. Se levantó, se sacó el
ba a alta velocidad p o r l a r u t a 205 atropello y
suéter y d i o vueltas p o r la habitación mientras pensa-
dejó gravemente h e r i d o a u n h o m b r e que i b a
ba en el mensaje de T i m ó n . Le estaba señalando el ca-
en bicicleta. U n testigo que declaró ante l a Po-
m i n o : este episodio explicaba t o d o lo sucedido. ¿Pero
licía d i j o haber visto c ó m o el vehículo embes-
si n o era así? ¿Y si esto n o era m á s que u n a casualidad,
tía al ciclista y tras detenerse
brevemente
partía s i n auxiliarlo.
¿Si T i m ó n le estaba d a n d o pistas falsas?
La víctima es A l b e r t o Gálvez, de 58 años y re-
L o que t e n í a que hacer era o b v i o : localizar a l a fa-
sidente en Vicente Casares. M i n u t o s después
m i l i a . Volvió a su silla. N o fue difícil, solo h a b í a u n
del accidente fue trasladado al H o s p i t a l de
Gálvez de Vicente Casares en l a guía. Atendió u n a voz
Cañuelas, d o n d e permanece i n t e r n a d o en es-
m a s c u l i n a y Sol le explicó de u n a f o r m a u n t a n t o
tado reservado.
confusa que trabajaba en u n s i t i o de noticias de i n t e r -
E l testigo, cuyo n o m b r e n o fue d i v u l g a d o ,
net y quería hacerle u n par de preguntas sobre el acci-
afirmó que Gálvez circulaba en su bicicleta
dente
p o r el costado de la ruta. Aún era de noche y la
vacilación i n i c i a l el h o m b r e d i j o que era el h e r m a n o
visibilidad era baja p o r la neblina. Cuando fue
de A l b e r t o . —Una cosa m u y triste —suspiró.
embestido p o r el auto, que según el testigo i b a
142
u n accidente d o n d e había i n t e r v e n i d o u n a u t o similar?
a algún
f a m i l i a r de la víctima. Tras
una
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L A VELOCIDAD DI; LA MÚSICA
ANDREA FERRARI
—¿Cómo está su hermano?
r o t a b a n los t u r n o s , sabe, y a veces llegaba así, de noche
H u b o u n instante de silencio.
tarde, en l a bicicleta. Yo le decía que...
—Pensé que sabía. Falleció hace dos días. Sol se puso roja. - L o siento m u c h í s i m o —tartamudeó— n o tenía idea.
—Y los hombres —lo interrumpió—, los dos que se bajaron del auto, ¿ c ó m o eran? —No pude ver b i e n las caras. Jóvenes, parecían. M e pareció que estaban heridos. U n o gritó u n poco, pero
—Ayer l o enterramos.
n o entendí nada: creo que hablaba en o t r o i d i o m a . Ese
—Solo quería preguntarle si saben algo más del
tenía u n a r o p a rara.
a u t o que l o atropello. Algún dato del conductor... —Yo n o sé nada. El que v i o t o d o fue Rogelio. —¿Rogelio? ¿El testigo? —Sí, Rogelio. ¿Quiere hablar c o n él? —¿Qué, está ahí? —Vive al lado. Si quiere se l o busco.
—¿Rara c ó m o ? — U n traje entero, c o m o el que usan algunos l a b u rantes. C o n unas bandas color naranja. —¿Cómo el u n i f o r m e de los recolectores de basura? —Sí, algo así. Y u n a gorra, eso también: tenía u n a gorra c o n la visera para atrás. ¿Sabe u n a cosa? N o sé quién llamó a la ambulancia.
Solo t u v o que esperar cinco m i n u t o s hasta que apareció en la línea u n a voz agitada. Parecía haber i d o corriendo. —Habla Rogelio García —dijo. Sol trató de explicar o t r a vez de qué m e d i o era, pero al h o m b r e n o le i m p o r t ó m u c h o : claramente estaba dispuesto a repetir su h i s t o r i a las veces que fuera necesario. Bastó u n a p r e g u n t a para que largara casi sin resp i r a r t o d o l o que había visto, desde el p r i n c i p i o al final:
—¿No llamó usted? —Yo me desesperé cuando v i t o d o y corrí hacia él. Estaba hecho pelota, pobre Gálvez, t i r a d o en el asfalto. Entonces volví a correr a m i casa y le grité a m i señora que llamara. Pero no habían pasado n i tres m i n u t o s y la a m b u l a n c i a ya estaba ahí. A l g u i e n más los llamó. Sol le agradeció y cortó. Pensó que l o que tenía en sus manos podía cambiar la v i d a de varias personas. Le d i o frío y volvió a ponerse el suéter.
la n e b l i n a en l a madrugada, el a u t o que venía zigzagueando, Gálvez que pedaleaba despacito, el i m p a c t o , el cuerpo v o l a n d o , l a h u i d a . —¿Y usted dónde estaba? —En l a p u e r t a de casa. Había salido a f u m a r u n cigarrillo p o r q u e m i señora n o me deja hacerlo adentro. Y l o v i a Gálvez, que volvía del trabajo en la fábrica. Le
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25.
S
e t o m ó u n día para pensar y escribir el artículo. Tenía que i r c o n cuidado y usar m u c h o s verbos en c o n d i c i o n a l , pensó recordando a Juárez. Pero
u n a vez que repasó la h i s t o r i a se sintió segura de que así habían sido las cosas: era u n a secuencia lógica y explicaba t o d o l o que había sucedido. La vio, escena a escena, en su cabeza. T o m m y dejaba el h o t e l en el c a m i ó n de basura y se subía al auto de Federico. Sabían a dónde ir, seguramente era u n a cita arreglada previamente y t o m a b a n l a r u t a en dirección a Cañuelas. I b a n rápido, m u y rápido. Y de p r o n t o el ciclista surgía de l a nada. Venía entonces el i m p a c t o , el v i d r i o r o t o , los gritos. C u a n d o bajaban l o veían t i r a d o en el asfalto, inconsciente. Y decidían n o quedarse a ayudarlo. T o m m y estaba
aterrado, p o r supuesto:
podía ser
detenido.
Quería ocultarse y n o le había i m p o r t a d o nada, n i l a suerte de las chicas, n i la preocupación de la gente. Sol o que n o se supiera, que las huellas del accidente desaparecieran de su cuerpo antes de dejarse ver, antes de escapar del país y de l o que habían hecho.
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A N D R E A FERRARI
L A VELOCIDAD D E LA MUSICA
N o le c o s t ó e s c r i b i r l o , t e n í a l a i n f o r m a c i ó n y l a
Se fue antes de que le pusiera la mano en el h o m b r o .
declaración d e l testigo. Pero le c o s t ó s o l t a r l o . Repa-
En su computadora la esperaba u n mensaje de Timón.
só m u c h a s veces el t e x t o y cada vez que i b a a clickear
"Excelente artículo. A h o r a solo nos f a l t a encon-
en el b o t ó n de " p u b h c a r " su m a n o d u d a b a . U n a i n -
trar la conexión c o n C o n v e r t i n i . ¿Qué vio? ¿Quién l o
q u i e t u d le s u b í a d e l e s t ó m a g o a l a g a r g a n t a y se i n s -
mató?".
talaba ahí, c o m o u n f i l o c o r t a n t e . N o era T o m m y
Por supuesto, tenía razón. Ese h i l o de l a t r a m a
q u i e n le p r e o c u p a b a , él ya estaba m u y lejos. Era el
aún permanecía o c u l t o . Pero ella estaba demasiado
o t r o , Federico, p a r a q u i e n l a v i d a i b a a c a m b i a r en
cansada para pensar en c ó m o encontrar la p u n t a .
u n i n s t a n t e y p a r a siempre.
Además i n t u í a que en las horas siguientes l a madeja
Demasiados escrúpulos, pensó. Esa era u n a frase
se desarmaría sola.
de su padre: demasiados escrúpulos c o m p l i c a n el ejercicio del p e r i o d i s m o . Se repitió muchas veces que el chico era culpable, que había abandonado a u n h o m bre al borde de la muerte. Y apretó publicar. Después le m a n d ó u n mensaje a T i m ó n , pidiéndole su opinión, y fue en busca de Juárez. Se l o debía.
Pronto se supo que Federico Pereira tenía u n Peugeot 205 azul a su n o m b r e . Que, casualmente, se encontraba en u n taller para ser reparado. Y que había llegado c o n la l u n e t a delantera destrozada. Pero la n o t i c i a más impactante se conocería m u c h o más tarde. Sol se enteró p o r Juárez, que esa noche fue p u r a sonrisa. Gracias a
Lo encontró c o n el teléfono en l a m a n o , i n t e n t a n -
que había sido el p r i m e r o en l l a m a r al fiscal - y avivarlo
do contactar a alguien de Showbiz que n o l o atendía. Y
de las novedades que c i r c u l a b a n - , había conseguido la
de evidente m a l h u m o r .
f o t o más ansiada en exclusiva.
—Estoy ocupado, Sol —se atajó de entrada—, nece-
Porque l o p r i m e r o que el fiscal h i z o fue pedir las
sito ochenta líneas para la edición de m a ñ a n a y p o r
imágenes de ese día tomadas a u t o m á t i c a m e n t e p o r las
ahora n o tengo m a t e r i a l n i para cinco.
cámaras del peaje en la a u t o p i s t a a Cañuelas. Y allí es-
—Vengo a contarte algo que te puede ayudar. E n el b l o g 5o/ de noche acaban de sacar u n a n o t a interesante.
taban el Peugeot azul y sus dos ocupantes retratados. La sorpresa llegó cuando la a m p l i a r o n . Q u i e n ma-
Juárez entró al b l o g de i n m e d i a t o y la cara le cam-
nejaba el a u t o n o era Federico: era T o m m y Fox. E l ído-
bió mientras leía. Se le fue abriendo la boca de p u r o
lo de las niñas, el m u c h a c h o de los ojos verdes y la
asombro y mientras volvía a agarrar el teléfono la miró
sonrisa perfecta, era el culpable directo del h o m i c i d i o
de reojo.
de A l b e r t o Gálvez. Por supuesto, la f o t o fue la tapa del
—Si esto es cierto, tenemos tapa. Gracias, Solcito, muchas gracias.
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diario. Se l o veía sonriente, canchero, c o n las manos en el volante. E l título era: "Cae u n a estrella".
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ANDREA FERRARI
Horas más tarde el c l u b de fans envió u n m a i l a todos sus socios a n u n c i a n d o su disolución. L a estrel l a había caído del firmamento y nadie quería que l o golpearan los pedazos. 26.
S
o l pensó que era u n a crueldad que h u b i e r a u n a cámara frente a la casa de Federico Pereira en el m o m e n t o en que l o sacaban esposado y su ma-
dre lloraba a mares en l a puerta. Pero, p o r supuesto, n o era p o r crueldad sino p o r conveniencia, o p o r u n i n t e r c a m b i o de favores, que la policía había pasado el dato que le permitió al canal de televisión estar en ese preciso instante y m o s t r a r la cara de n i ñ o asustado que pese a sus veintidós años tenía Federico, los ojos húmedos y el t e m b l o r de sus manos esposadas. N o solo estaba destruido p o r la perspectiva de la cárcel, sino p o r la traición de su supuesto
amigo
T o m m y Fox, que había h u i d o sin volver a hablarle y se encontraba "descansando" en algún lugar de Estados U n i d o s que sus representantes se negaban a revelar. Por eso era esperable que Federico se quebrara y en los días siguientes contara t o d o , t o d o l o que le preguntar o n y más aún. Y l o que c o n t ó convirtió al caso en algo m u c h o más impactante y jugoso de lo que se esperaba. Fue el único tema del que los medios hablaron a l o largo
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ANDREA FERRARI
L A V E L O C I D A D DE I.A MÚSICA
de días y días, hasta que el público estuvo saturado de
M i r a b a al h o t e l . L o v i o t o m a r l a cátnara, bajar la
T o m m y Fox y t o d o el asunto. Y aún entonces se siguió
v e n t a n i l l a y d i s p a r a r varias veces. Ux\o le
hablando u n poco más.
recorrió el c u e r p o , u n p a l p i t o de que algo m a l o i b a a suceder. Se l o c o n t ó a T o m m y apenas s u b i ó al a u t o , pero él n o le d i o i m p o r t a n c i a . M i r ó h^cia atrás y sa-
La relación se había i n i c i a d o apenas T o m m y llegó al país, cuando la p r o d u c t o r a puso a Federico a cargo de la poco envidiable tarea de velar p o r los deseos del músico. Era él q u i e n debía garantizar que en la heladera hubiera u n a provisión suficiente del agua m i n e r a l que le gustaba, que la f r u t a en su habitación estuviera en su p u n t o j u s t o y las camisas se plancharan acorde a sus indicaciones. Su apodo pasó a ser Fedy: así era com o T o m m y podía p r o n u n c i a r su n o m b r e . Y fue Fedy el elegido
para descargar su
secreto aquella
noche.
T o m m y le habló del p l a n diseñado p o r Daniela para escapar a b o r d o del camión de basura y también de sus dudas. Porque la idea le provocaba u n a mezcla de fascinación y pavor. —No quiero quedar en manos de la gorda —le dijo.
cudió l a cabeza. —No me reconoció —dijo sonriente--^ si n o , nos h u biera seguido. Este disfraz, hermano, es espectacular. E n el auto sonaba su p r o p i o disco y T o m m y empezó a cantar mientras hacía percusión contra l a guantera. Ya habían s u b i d o a la a u t o p i s t a cuando d i j o que quería manejar. Federico intentó disuadirlo: sabía que había t o m a d o bastante, que n o tenía su licencia de c o n d u c i r y que le gustaba demasiado la velocidad. ¿Pero quién podía decirle que n o a T o m m y Fox? T e r m i n a r o n c a m b i a n d o de lugar poco antes de llegar al peaje. Luego T o m m y t o m ó la r u t a 205, quizá por error. Pero al verla sonrió: la r u t a lucía desierta, una l e n g u a negra que desaparecía en la masa de niebla. Eta c o m o meterse en u n a nube o en u n sueño.
Federico se ofreció a acompañarlo. O si prefería, a
Acababa de empezar el tema " L a Velocidad de la
cambiar el plan: en lugar de i r a bailar a u n boliche po-
m ú s i c a " cuando T o m m y subió al máxitno el v o l u m e n
dían i r todos a u n a fiesta a la que él estaba invitado. Era
y apretó a f o n d o el acelerador. Federico le gritó que es-
en u n barrio cerrado cercano a Cañuelas donde tres ami-
taba yendo demasiado rápido, pero n i siquiera logró
gos festejaban que acababan de recibirse: habría m u c h a
oír su p r o p i a voz.
bebida y unas chicas que estaban m u y pero m u y buenas. T o m m y sonrió complacido. A l instante decidió no solo cambiar el plan sino dejar a Daniela y Marcela afuera.
—The music can't stop, the music can'tstop... —aullaba T o m m y en el m o m e n t o en que surgió en m e d i o de la n u b e esa figura f a n t a s m a l en bicicleta. I n t e n t ó u n vo-
E n p r i n c i p i o t o d o salió según l o planeado. Federico
l a n t a z o , pero fue demasiado tarde: el cuerpo golpeó
esperó en el Peugeot el paso del c a m i ó n de basura y se
c o n t r a l a l u n e t a , la l l u v i a de v i d r i o s los b a ñ ó y l a fre-
puso detrás. T o m m y estaba trasladando u n a bolsa al
nada h i z o que el a u t o girara c o m o u n t r o m p o antes
camión cuando él descubrió al fotógrafo en el auto r o j o .
de detenerse.
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L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
ANDREA FERRARI
Fue u n instante y duró para siempre. C u a n d o abrió los ojos, Federico v i o que los dos tenían cortes, sangre en las manos y en la cara. Aún sonaba l a música, pero se mezclaba c o n los gritos de T o m m y y u n z u m b i d o que él n o sabía si venía de afuera o del i n t e r i o r de su cabeza. Se desprendió el cinturón y abrió l a puerta. Quería bajar y ver y al m i s m o t i e m p o n o quería. Porque presentía que l o estaba esperando u n a escena h o r r i b l e , u n cuerpo destrozado, u n hecho sobre el que ya n o había c ó m o volver atrás.
en el cuello. Pero l o que a M a x le i m p o r t a b a era si alguien sabía, si alguien l o había visto. — N o , n o , solo las chicas, en el h o t e l , pero n o sabían a dónde íbamos. A h . . . y había u n fotógrafo en u n auto r o j o . Fedy l o v i o . Sí, sacó fotos, n o sabemos de qué... Sí, p u d o ser del auto. Él n o escuchó la respuesta del guardaespaldas. Pero supo que insistía en que se refugiaran en u n lugar apartado y terminó ofreciendo l a casa de fin de semana de sus padres, a la que sólo i b a n en verano. E n la garita de seguridad se guardaban unas llaves de repuesto, que retiró al llegar.
D i j o que después pensó muchas veces en t o d o l o que había hecho m a l . Dejar que T o m m y manejara, p o r supuesto. Después, n o quedarse en el lugar. Había sacado el celular y estaba j u n t o al t i p o h e r i d o , m a r c a n d o el 911, cuando el brazo de T o m m y l o detuvo. —Tenemos que irnos —le gritó—. N a d i e nos puede ver acá. Para m í es el final de m i carrera, es el fin de t o do. Vamos al a u t o . Y Federico obedeció. Pero ya había apretado el botón en su celular y antes de subir al auto pidió la a m b u lancia. Cortó cuando le preguntaban su n o m b r e . N o h u b o ahora discusión sobre quién manejaba: limpió el asiento de vidrios, se abrochó el cinturón y avanzó lentamente. Pensaba en i r a u n h o s p i t a l a que les curaran las heridas y l o examinaran a T o m m y , que se quejaba de u n fuerte d o l o r en el cuello. Pero él se negó. Estaba histérico y t o d o l o que quería era hablar c o n Max, su guardaespaldas. A l tercer llamado logró despertarlo. Federico l o oyó llorar c u a n d o le contaba del accidente, del cuerpo en el asfalto, de sus heridas, del d o l o r
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—¿Qué le pasó? —preguntó i m p r e s i o n a d o el guardia al ver el a u t o . —Me cayó encima la r a m a de u n árbol. Parece que ya habían denunciado que estaba quebrada y la m u n i cipalidad n o h i z o nada. C u a n d o l o d i j o pensó que esa era la p r i m e r a m e n tira, la p r i m e r a de las muchas que tendría que decir en los días siguientes. U n par de horas más tarde se presentó en l a casa u n médico j o v e n al que M a x había contratado para que les viera las heridas. E r a n superficiales, consideró, pero c o m o precaución le h i z o poner u n cuello ortopédico a T o m m y . Que a esa a l t u r a estaba insoportable: u n quejido permanente p o r el d o l o r , p o r la m a l a suerte, p o r el f u t u r o . M a x llegó a la m a ñ a n a siguiente, c o n c o m i d a y r o pa para los dos. Tenía u n a a c t i t u d afable, casi ligera, cuando d i j o que tendrían que quedarse unos días hasta que desparecieran las heridas, una semanita quizás. Federico contestó que n o era posible, que él tenía que volver a su casa y al trabajo. Pero n o era así, le explicó
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ANDREA FERRARI
L A VELOCIDAD D E LA MIISICA
M a x : estaba t o d o arreglado. Su jefe en l a p r o d u c t o r a
—Fue a hablar c o n el fotógrafo. Le ofreció c o m -
era el único al t a n t o de la situación y le m a n d a b a a de-
prarle las fotos de ese día, buena plata. Pero el t i p o se
cir que su tarea en los siguientes días era cuidar a
puso difícil, d i j o que tenía que analizarlas, que n o sa-
T o m m y . Y hasta les habían avisado a sus padres que
bía el precio... Empezaron a d i s c u t i r y las cosas se le
habían t e n i d o que m a n d a r l o de viaje de i m p r o v i s o , para c u b r i r a u n compañero enfermo. Esa m i s m a tarde, además, le llevarían el a u t o a u n taller y quedaría c o m o nuevo. —O sea —Max sonrió—, n o tenes que preocuparte p o r nada. A Federico la frase le pareció m u y preocupante. Pero aceptó, c o m o aceptaría t o d o l o que siguió, c o n angustia y al m i s m o t i e m p o sin saber c ó m o sahr de l a t r a m p a . El peor m o m e n t o llegó en la noche cuando
f u e r o n de las manos. M a x se metió en el a u t o y el t i p o se agachó y agarró u n a barra de m e t a l que tenía en el piso. Entonces M a x sacó el arma, h u b o u n forcejeo... —Y l o m a t ó . Qué h i j o de p u t a . T o m m y sacudió la cabeza. —Te digo que n o quería. A h o r a todos estamos metidos en esto, Fedy. H a y que aguantar y... Federico n o oyó más: fue al baño y vomitó t o d o el c o n t e n i d o de su estómago.
vieron por televisión la noticia de la muerte de Convertini. Estaban los dos sentados en el sillón y Federico se v o l -
A l o t r o día M a x llegó c o n u n a enorme p i l a de
vió bruscamente hacia T o m m y . U n a sensación de náu-
D V D : series y películas. T a m b i é n traía u n bolso c o n
sea le estaba subiendo desde el estómago.
sus efectos personales p o r q u e había decidido instalar-
—¿Vos sabías?
se c o n ellos unos días. Para atenderlos mejor, d i j o . M á s
T o m m y negó c o n la cabeza y clavó su vista en la pantalla. Era m a l o m i n t i e n d o , se le veía en l a cara. —¿Lo h i z o M a x , no?
T a m p o c o había i n t e r n e t y, c o m o solía suceder en la zo-
T o m m y volvió a sacudir la cabeza. N o lo miraba y qui-
na, su celular n o tenía señal. N o más noticias. D u r a n t e
zá fue eso lo que acabó por desatar la furia de Federico. Le
varios días se sintió t a n aislado c o m o en u n a isla de-
puso u n a m a n o en la m a n d í b u l a y c o n violencia l o for-
sierta. O c o m o estaría en prisión, pensó c o n amargura.
zó a girar la cabeza. —Decime la verdad.
tarde Federico descubrió el porqué de las películas. La conexión al cable de la televisión había sido cortada.
E n esos días varias veces consideró la posibiHdad de escaparse. Pero M a x d o r m í a en el l i v i n g y tenía que
—Soltame —la voz de T o m m y se estaba quebrando—. E l n o quería.
pasar a su lado para alcanzar la puerta. Finalmente la
Federico l o soltó. La náusea ya le llegaba a la boca.
salió a comprar comida. Había cerrado la puerta c o n lla-
—¿No quería? ¿Qué querés decir? ¿Lo m a t ó sin darse cuenta?
ve, pero Federico descubrió que u n a de las ventanas de
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o p o r t u n i d a d llegó u n a tarde en que el guardaespaldas
la cocina tenía la reja r o t a y se abría lo suficiente para
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ANDREA FERRARI
salir p o r ahí. Esperó hasta que T o m m y se metió en el b a ñ o y escapó s i n llevar nada consigo. E n l a g a r i t a explicó que estaba s i n teléfono y los guardias de segurid a d le p i d i e r o n u n remise. Estaba viajando a su casa cuando recibió u n mensaje de texto en su celular.
27.
"Si hablas estás j o d i d o . T o m m y va a contar que i n tentaste secuestrarlo. Ya tenemos u n testigo dispuesto a declarar que vos manejabas, que tenías a T o m m y atado y que te negaste a esperar l a ambulancia. Te caen quince años, m í n i m o " . N o habló c o n nadie. Los días siguientes los pasó c o n sus padres, encerrado en su casa. Hasta que u n a tarde supo que T o m m y estaba viajando de regreso a Estados U n i d o s . A u n n o se sabía nada y pensó que, a l fin y al cabo, quizá t o d o quedaría así. Después l a b o m b a le estalló en l a cara.
L
a n o t a de Sol de noche que reveló l a existencia del accidente h i z o que el s i t i o batiera su récord de
visitas y que llovieran t o d o t i p o de mensajes.
H u b o felicitaciones, preguntas, hasta ofertas de traba-
j o . Sol se sentía orgullosa, pero el a n o n i m a t o que se había i m p u e s t o le impedía m o s t r a r l o . E n verdad, era u n poco d e p r i m e n t e n o tener c o n quién festejar. T a t ú se había t o m a d o u n a semana de vacaciones e Ignacio era indefectiblemente Ignacio: le d i o u n a p a l m a d a en la espalda, susurró unas palabras de aliento y n o volvió a hablar del asunto. U n a de esas tardes escuchó u n a conversación cuando pasaba p o r Policiales. Juárez hablaba c o n Raúl Viñas, el jefe de la sección. Se detuvo y fingió leer la tapa de u n d i a r i o que estaba sobre u n escritorio. —¿Pero quién es el t i p o que hace ese blog? —preguntó Viñas. —Las notas las firma J u l i á n Monterreyes. Pero debe ser u n seudónimo. Para m í es alguien d e l m e d i o , c o n experiencia y buena data. 158
15')
L A VELOCIDAD DE LA MÚSICAí ANDREA FERRARI
" M u c h o más —respondió él—. Festejemos esta n o -
Viñas bajó la voz. —¿No será Frazoni? H a y algo en el estilo... —¿Frazoni? —Juárez se r i o — . N o , t i e n e que ser
che, pago yo. ¿Sushi y vino? ¿Pizza y cerveza? ¿ O todavía n o tomas?".
a l g u i e n m u c h o m á s j o v e n . Los c o n o c i m i e n t o s tec-
A Sol n o le gustaba m u c h o el alcohol, pero odió
n o l ó g i c o s de F r a z o n i apenas le a l c a n z a n p a r a p r e n -
tener que a d m i t i r que n o t o m a b a , porque era u n a for-
der l a c o m p u t a d o r a . N o debe n i saber l o que es u n
m a de recordar que seguía siendo m e n o r de edad.
blog.
!
"Pizza o sushi me gustan. Para mí con agua", escribió.
—En cualquier caso, hay que prestarle atención. Es
Él se t o m ó varios m i n u t o s para responder: quizás
alguien c o n m u y buenos contactos. Más quisiera yo
era que estaba a s i m i l a n d o los años que los separaban.
que nosotros tuviéramos esas primicias. M i e n t r a s iba hacia Sistemas Sol se reía sola. Se
"Tenemos u n a cita entonces. ¿ E n l a esquina de t u casa a las diez?".
imaginaba sus caras si supieran quién era en verdad Ju-
A Sol le pareció extraño que usara la palabra cita,
lián Monterreyes. E n esos días fantaseó muchas veces
excesivamente f o r m a l . Y el h o r a r i o era u n poco tarde:
c o n revelar el secreto y observar sus reacciones. Pensa-
confiaba en poder estar de regreso antes de que volvie-
ba en el revuelo que se armaría, en la sorpresa de su
ra su padre.
padre, en la expresión de Juárez, que habría t e n i d o que dejar de l l a m a r l a Solcito de u n a vez p o r todas. Pero n o lo hizo. Ese m o m e n t o n o valía t a n t o c o m o para h u n d i r para siempre el blog, que habría sido el único resultado posible si contaba la verdad.
"¿Puede ser a las ocho y media?". O t r a vez, él demoró la respuesta. Y cuando llegó le pareció t i e r n a y u n poco d e p r i m e n t e a l a vez. "Creo que hace diez años que n o ceno a esa h o r a . L o voy a hacer solo p o r ser vos... Besos".
E l viernes recibió u n mensaje de texto de Tatú, que acababa de volver tras u n a semana aislado en u n refugio de m o n t a ñ a y recién entonces se enteraba de l o sucedido. C u a n d o leyó el mensaje, Sol se d i o cuenta de l o m u c h o que l o había extrañado. "¿Te dije que sos m i periodista preferida? Les pasaste el t r a p o a t o d o s " . Contestó enseguida. " M e merezco, m í n i m o , u n a caja de
chocolates,
¿no?".
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28.
E
f ra la p r i m e r a vez que i b a n a salir de noche. O I n o : en verdad, varias veces habían t o m a d o algo 4 en la esquina después de que T a t ú t e r m i n a r a su
trabajo, cuando ya había oscurecido. Pero n o así, n o como cita. L a sola palabra la había puesto nerviosa. Se c a m b i ó tres veces y
finalmente
volvió a los
jeans, para n o parecer demasiado preocupada p o r su aspecto. Pero en lugar de las zapatillas se puso las botas con tacos que la acercaban u n poco a la a l t u r a de él. Y se maquilló discretamente: solo u n trazo de delineador en los ojos y u n toque de lápiz de labios rosa pálido. C u a n d o se miró en el espejo pensó que era poco y a la vez m u c h o . {
Él llegó sorprendentemente p u n t u a l y la saludó con u n abrazo que duró unos segundos más de l o esperado. Tras discutir las opciones eligieron el sushi, n o tanto p o r la c o m i d a en sí sino porque el lugar, dijo Tatú, tenía más o n d a que la pizzería. Cuando entraron Sol vio que era u n a o n d a de música suave y velas en las mesas, lo que n o hizo más que aumentar su nerviosismo. Pero
163
L A VELOCIDAD DE LA MUSICA
A N D R E A FERRARI
T a t ú se veía relajado y tras encargar la tabla de sushi, el
¿lili
—Creo que estoy u n poco enamorado de vos.
v i n o y el agua, pasó a relatarle con l u j o de detalles sus
Ella n o supo dónde poner los ojos n i qué hacer
peripecias p o r la montaña, el accidente que l o había lle-
c o n esa sonrisa que aún tenía pegada en los labios. Se
vado a perder el r u m b o y a que u n cazador estuviera a
h i z o u n silencio que a los dos les pareció i n t e r m i n a b l e .
p u n t o de matarlo confundiéndolo con u n a n i m a l salva-
—No sé qué decir —fue l o que finalmente ella d i j o .
je. Poco después ya se reían p o r cualquier cosa, él afloja-
Él t o m ó el último trago de v i n o .
do p o r el v i n o que iba bajando en la botella y ella p o r su
—Creo que ya me arrepentí —dijo mientras se le-
risa, unas carcajadas explosivas que hicieron que u n par de veces u n vecino de mesa se volviera a mirarlos.
vantaba—. A h o r a vengo. E n el b a ñ o se lavó la cara varias veces en u n i n t e n -
Analizaron el caso de T o m m y Fox paso por paso, los motivos que lo habían impulsado, sus consecuencias. —Es t r e m e n d o si u n o l o piensa —dijo Tatú—. Primero dejaron t i r a d o a u n t i p o m o r i b u n d o y después
t o p o r e l i m i n a r el alcohol y la vergüenza que le parecía tener pegada en las mejillas. M i e n t r a s volvía a la mesa le hizo u n a seña al m o z o para que les trajera café. Luego la miró, serio.
m a t a r o n a o t r o c o n t a l de taparlo. T o d o para que
—Discúlpame. ¿Podemos olvidarnos de l o que dije?
T o m m y n o perdiera su imagen, su pedacito de fama.
Sol sonrió incómoda.
—La gente es capaz de t o d o para defender l o que le
— N o , discúlpame vos. M e tomaste p o r sorpresa. Él movió l a cabeza.
interesa. Hasta las cosas más horribles.
—Estuvo m a l . Vos sos demasiado chica y yo estoy
—Te estás p o n i e n d o oscura.
demasiado borracho.
—La realidad es oscura.
Se callaron mientras el m o z o depositaba las tazas
T a t ú sonrió y se sirvió u n poco más de v i n o . —Mejor cambiemos de tema. C o n t a m e las novedades del diario. H a b l a r o n entonces de los últimos chismes, de las
de café en la mesa. —¿Podemos olvidarlo? —Si querés. Y no soy demasiado chica.
peleas recientes, las alianzas y, sobre t o d o , del romance
N o fue fácil recuperar l a conversación, pero al fi-
entre u n fotógrafo y u n a periodista de Espectáculos
nal e n c o n t r a r o n u n tema que p u d i e r o n p r o l o n g a r has-
que ellos i n t e n t a b a n o c u l t a r pero t o d o el m u n d o co-
t a el final de la cena y en la c a m i n a t a hasta la casa de
mentaba. Fue entonces cuando T a t ú se sirvió el
Sol. A l despedirse ella lo abrazó y le susurró al oído que
final
de la botella y la miró sonriendo. —Te voy a decir algo de l o que quizá me arrepienta. Sol también sonrió. Pensó que venía u n a h i s t o r i a jugosa y secreta sobre alguno de sus compañeros. -Dale.
164
estaba t o d o bien. M i e n t r a s subía en el ascensor se sintió f u r i o s a consigo m i s m a . ¿No sé qué decir? Eso había dicho. No sé qué decir. Había sido l a peor respuesta del m u n d o , la más imbécil, la más mezquina. A u n q u e , p o r o t r a parte,
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ANDREA FERRARI
había sido sincera: n o l o sabía. C o m o n o sabía tantasi otras cosas: si quería que pasara algo c o n Tatú, si pre-! feria esperar y conocerlo mejor, si le daba m i e d o , si también ella estaba u n poco enamorada de él. N o sabía si su respuesta había cerrado l a p u e r t a entre ellos o si
29.
aún había u n a rendija. N o sabía si él l a perdonaría o si le había r o t o el corazón. Lo único que sabía era que n o estaba t o d o b i e n .
U
nos días más tarde, c u a n d o fue a desayunar, Sol encontró u n sobre blanco en su l u g a r de l a mesa. Su padre leía los diarios. Ella apoyó la
taza de café y l o levantó. —¿Qué es esto? — A b r i l o —dijo sonriendo. Adentro había u n papel. Lo recorrió rápido con los ojos. U n pasaje de avión, eso era. A n o m b r e de Soledad
Linares. Buenos Aires-Londres. Ida: 10 de enero. Regreso: 8 de febrero. Era real, se iba. —¡Lo compraste! — D i o v u e l t a a l a mesa y l o abrazó—. Gracias, pa. Él pasó u n brazo alrededor de su c i n t u r a . —Y estuve h a b l a n d o c o n t u abuela. N o sabes l o contentos que están todos de recibirte. Quieren pasearte p o r t o d a la ciudad, llevarte u n día a O x f o r d , o t r o a Cambridge y n o sé cuántas cosas más. Tiene m u c h o s planes t u Granny. - ¿ Y vos? -¿Qué? 166
167
L A VELOCIDAD D E LA MÚSIÍ:A
ANURKA FERRARI
—¿No te d a n ganas de ir?
—En m i habitación, adentro de u n a valija. Antes
Movió l a cabeza.
no quería que l o vieras, pero ahora pienso que esto
— N o , creo que es m e j o r así. Vas a ver los l u g a -
también es tuyo.
res d o n d e c r e c i ó t u m a d r e , su escuela, su gente. M e
—¿Y qué hay?
d i j e r o n que J u d y , su m e j o r a m i g a de l a adolescen-
—De t o d o . E n los primeros años yo estaba obse-
cia, te q u i e r e conocer. T i e n e f o t o s y cartas p a r a que
sionado, sabes. Quería que encontraran a los asaltan-
veas. U n a , e n p a r t i c u l a r , q u e q u i e r e e n t r e g a r t e : a h í
tes, que los pohcías fueran presos p o r su intervención
t u m a m á le c o n t a b a que estaba e m b a r a z a d a de vos
y, sobre t o d o , saber. Saber quiénes eran, p o r qué se ha-
—sonrió—. Creo que t o d o eso p a r a m í sería d e m a -
bían c o m p o r t a d o así, si alguien los había m a n d a d o .
siado.
Hablaba c o n el fiscal, i b a a las audiencias, buscaba i n -
Sol asintió mientras se sentaba. Era cierto. A veces
formación, cortaba l o que salía, en los medios. T o d o
tenía la sensación de que su madre era para ella u n
eso está ahí. E n u n m o m e n t o me d i cuenta de que n o
hueco. U n hueco que necesitaba ser llenado c o n rela-
quería seguir viviendo así, que no podía. Y aflojé. Pero
tos, información, imágenes. Pero para su padre era
n u n c a pude dejar de cortar las notas.
o t r a cosa: u n a herida, quizá, que convenía n o tocar demasiado. Le d i o u n trago al café, que estaba u n poco frío. —Te voy a extrañar. —Creo que yo te voy a extrañar más, vos vas a estar m u y ocupada. Estaba m o r d i e n d o u n a tostada cuando se d i o cuenta de que había u n a caja rara sobre el aparador. Era grande, de cartón azul, y n o l a había visto nunca. Diego captó su m i r a d a . —Esa es o t r a cosa de la que te quería hablar. —¿Qué es?
Sol metió la m a n o en la caja, y sacó u n o de los cuadernos. Estaba cubierto de anotaciones, con la letra pequeña y p r o l i j a de su padre. Fechas, nombres, hechos. — U n día l o voy a leer t o d o . Pero n o ahora. — N o —sonrió—. H a y t i e m p o . A h o r a tenes que dedicarte a planear t u viaje. E n realidad —miró el reloj—. A h o r a tenes que i r a l a escuela. -Sí. Se levantó y volvió a abrazarlo. M á s fuerte. —Gracias, pa. Por t o d o esto. Te quiero. —Dale, que es tarde —dijo Diego y clavó la m i r a d a en el diario.
Se levantó y trajo l a caja a l a mesa. Sacó l a tapa:
Sol sonrió mientras recogía su m o c h i l a . Obvia-
adentro había varios cuadernos, recortes de diarios y
mente él quería evitar que se diera cuenta de que esta-
revistas, d o c u m e n t o s legales, hojas sueltas.
ba emocionado. U n llorón, su viejo.
—Es t o d o l o que j u n t é sobre la m u e r t e de t u madre en estos años. —No l a había visto nunca. ¿ D ó n d e estaba?
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30.
F
Federico Pereira estuvo preso diez días y luego le I d i e r o n la l i b e r t a d c o n d i c i o n a l hasta el j u i c i o . U n a vez que se confirmó que era T o m m y q u i e n
iba al volante, los cargos c o n t r a él se alivianaron: solo l o acusaron p o r abandonar a Gálvez herido y por el en' c u b r i m i e n t o . L a Justicia, en t a n t o , había pedido la extradición de Fox y de M a x C o r n e l l , pero nadie creía que eso p u d i e r a suceder p r o n t o , si es que alguna vez sucedía. Los cargos c o n t r a ellos eran más pesados: a ambos se los acusaba de h o m i c i d i o . Rímini, el sereno, evolucionaba m u y lentamente y aún n o podía declarar. Los rumores, sin embargo, decían que n o recordaba gran cosa de l o sucedido. La pequeña m a n c h a de sangre y los destrozos encontrados n o habían alcanzado para p r o b a r nada, de m o d o que sin su declaración el caso quedaría en la oscuridad. Sol se i n c l i n a b a a pensar que había sido M a x Cornell q u i e n lo había atacado, y quizá p o r q u e l o había conocido a Rímini, p o r q u e le había parecido u n buen t i p o , esperaba ansiosa que se recuperara y señalara al culpable.
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L A VELOCIDAD D E LA MÚSICA
ANDREA FERRARÍ
A u n q u e t a l vez l a ansiedad también se debía a que
L a respuesta tardó solo quince m i n u t o s . Sol aca-
el caso había t e r m i n a d o . E n los días siguientes, después
baba de ponerse el p i y a m a cuando oyó el sonido de u n
de publicar su última entrada en el blog, se sintió u n po-
mensaje entrante y se abalanzó sobre la c o m p u t a d o r a .
co vacía. Fue cuando tuvo ganas de escribirle a T i m ó n .
Lo leyó cuatro veces seguidas p o r q u e quería más, t a n t o
Había estado pensando m u c h o en él y en sus sospechas,
más. Pero t u v o que resignarse a que eso era l o que le
que ahora veía absurdas. Era evidente que ella se había
daría y, en cierta f o r m a , era j u s t o .
equivocado. Pero a u n así, su c o m p o r t a m i e n t o le seguía pareciendo extraño. ¿Quién era? ¿Y p o r qué se había
" E s t i m a d o Julián:
molestado t a n t o en ayudarla? De m o d o que u n a noche
" M e i m a g i n a b a , sí, que u s t e d h a b í a d u d a d o de mí
se sentó a escribirle, decidida a averiguar l a verdad.
y e n t i e n d o que m i c o m p o r t a m i e n t o puede resultar enigmático. Pero t a l c o m o le dije, y vuelvo a decirle,
"Estimado A.L. Timón:
n o h u b o m o t i v o s o c u l t o s en m i i n t e n c i ó n de ayudar-
"Creo que n u n c a le agradecí c o m o correspondía
l o a descubrir l a verdad. S i m p l e m e n t e me apasiona
su ayuda. S i n ella, n o habría llegado a n i n g u n a parte. Y
hacerlo.
le confieso, A l (¿puedo decirle Al? L l a m a r l o p o r su fal-
"Creo que l o va a desilusionar saber que n o me
so apellido me resulta m u y impersonal), que d u r a n t e
parezco a su fantasía. N o soy anciano n i estoy en silla
u n t i e m p o desconfié de sus m o t i v o s , creí que podía es-
de ruedas. Pero sí me siento m u y atraído p o r los casos
tar i n v o l u c r a d o en el caso. De m o d o que n o solo quie-
policiales que encierran algún enigma. Y también paso
ro agradecerle calurosamente su colaboración, sino también pedirle que me dé algo que alivie esta t r e m e n da curiosidad. ¿Por qué l o hizo? ¿Quién es A . L . T i m ó n ? "Déjeme que le cuente c ó m o l o i m a g i n o . Pienso
m u c h o tiempo en m i casa por motivos que no voy a comentar. Este caso me permitió poner m i cabeza en algo i n teresante y olvidar por u n tiempo ciertos temas difíciles. " L o que n o es j u s t o es que me p i d a m i n o m b r e
que usted es u n ex policía o ex detective c o n notables
real. ¿Acaso yo sé quién se o c u l t a detrás de su apodo?
habilidades para l a investigación. Pero que p o r algún
M e j o r sigamos a m a n o . Y sí, claro, puede decirme A l .
m o t i v o está encerrado en su casa. Quizá sea m u y an-
Yo voy a seguir llamándolo Julián. Quizás, a esta a l t u -
ciano, quizá esté en silla de ruedas... C o m o sea, tiene t o d o el t i e m p o del m u n d o , u n a c o m p u t a d o r a conectada a internet y u n cerebro privilegiado. ¿Me acerco en algo a la verdad? "Por favor, n o m e deje c o n u n a i n t r i g a eterna. " C o n aprecio, "Julián".
172
ra, también podríamos empezar a tutearnos. "Pienso que h i c i m o s en este caso u n gran equipo. ¿No estás de acuerdo? Te p r o p o n g o que mantengamos esta sociedad. Estoy seguro de que m u y p r o n t o habrá o t r a h i s t o r i a que nos convoque. " H a s t a entonces, "Al". 173
A N D R E A FERRART
índice
Sol apagó l a c o m p u t a d o r a y fue a lavarse los dientes. Se d i o cuenta de que poco a p o c o su frustración se
Capítulo 1 .
7
chas cosas, entre ellas el verdadero n o m b r e de T i m ó n .
Capítulo 2.
15
Ya habría t i e m p o de averiguarlas. Tenía u n proyecto,
Capítulo 3.
17
u n socio y estaba ansiosa p o r encontrar u n a h i s t o r i a
Capítulo 4.
27
nueva.
Capítulo 5.
33
Capítulo 6.
39
Capítulo 7.
45
Capítulo 8.
51
Capítulo 9.
55
Capítulo 10.
61
Capítulo 11.
65
Capítulo 12.
73
Capítulo 13.
79
Capítulo 14.
83
Capítulo 15.
91
iba disolviendo. Por ahora podía seguir sin saber m u -
Su Sol de noche seguía encendido.
174
•¡
Capítulo 16.
97
Capítulo 17.
103
Capítulo 18.
107
Capítulo 19.
113
Capítulo 20.
117
Capítulo 21.
123
Capítulo 22.
131
Capítulo 23.
137
Capítulo 24.
141
Capítulo 25.
147
Capítulo 26.
151
Capítulo 27.
159
Capítulo 28.
163
Capítulo 29.
167
Capítulo 30.
171
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