Diodoro Sículo, Biblioteca Histórica 1

April 19, 2017 | Author: Miguel Ángel Mendía Hidalgo | Category: N/A
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DIODORO DE SICILIA

BIBLIOTECA HISTÓRICA LIBROS I-III

INTRODUCCIÓN, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE

FRANCISCO PARREU ALASÀ

fit ED IT O R IA L C R ED O S, S. A.

BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 294

Asesor para la sección griega: C a r l o s G a r c ía G u a l . Según las normas de la B. C. G., la traducción de este volumen ha· sido revisada por M a n u e l S e r r a n o -S o r d o .

© EDITORIAL GREDOS, S. A. Sánchez Pacheco, 85, Madrid, 2001. www.editorialgredos.com

Depósito Legal·. Μ. 11890-2001. ISBN 84-249-2292-1. Obra Completa. ISBN 84-249-2291-3. Tomo I. Impreso en España. Printed in Spain.

INTRODUCCIÓN

A. LA BIBLIOTECA HISTÓRICA DE DIODORO DE SICILIA. PANORÁMICA GENERAL

1. Diodoro, el hombre Diodoro de Sicilia o Siculo es conocido con esta deno­ minación por ser originario de esta isla mediterránea, con­ cretamente de Agirio, hoy Agira, situada en las cercanías del Etna. Una inscripción funeraria de su ciudad hace refe­ rencia a un Diodoro, hijo de Apolonio1; si bien no tenemos pruebas para suponer que le pertenezca, tampoco las hay de lo contrario y el mismo testimonio nominal es ya interesan­ te. En esa ciudad, tendría Diodoro posesiones de tierras que le permitirían, como mínimo, despreocuparse de los aspec­ tos materiales de la vida y dedicarse a viajar, a investigar y a escribir. A falta de más datos, viajar, investigar y escribir son los referentes que han servido para reconstruir su hipotética vi­ da. Eso por lo que hace a su ubicación espacial; su ubica-

1 Insc. Gvaec., XIV 588.

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ción en el tiempo parece más clara, pero tampoco llega a ser exacta. En efecto, son varias las noticias que pueden servir para fijarla: del propio Diodoro y de otros autores. Su estancia en Egipto, según propia confesión en I 44, 1, tuvo lugar durante la Olimpíada 180.a, es decir, entre el 60/59 y 57/56 a. C. El dato se ve confirmado por otro de I 83, 9: Diodoro se encontraba en Egipto cuando Ptolomeo XI Auletes estaba en trámites de ser reconocido por los ro­ manos, cosa que ocurrió en 59 a. C. Sin embargo, en el mismo 1 44, 1, Diodoro añade: «y reinaba Ptolomeo, el apo­ dado Nuevo Dioniso», es decir, Ptolomeo XII (rey del 52 al 47), el sucesor de Ptolomeo XI Auletes. Para obviar el pro­ blema, se ha supuesto que Ptolomeo XI recibió dos apela­ ciones, «Auletes» y «Neo Dioniso»; la segunda sería here­ dada por su hijo. Sin embargo el problema subsiste; además, se sabe que el Auletes fue destronado por su pueblo en el 57 y repuesto por los romanos en el 55 a. C. La época de redacción del libro I se deduce de I 44, 4. Aquí, Diodoro fija en 276 los años que han pasado desde que empieza en Egipto el poder de los macedonios en el 333 a. C. Si restamos ambas cifras, obtenemos el ano 57 a. C. En la propia Biblioteca Histórica, hay además una serie de noticias que fijan un terminus post quem: el primero está ya en el proemio, en I 4, 7; se deduce claramente que la época de su redacción es posterior a la divinización de Cé­ sar (44 a. C.). Otras fechas dignas de retención son las de la expedición de César a Bretaña de 55 a. C. (Diod. Sic., III 38, 2) y la de la sumisión de las Galias en 51 a. C. (Diod. Sic., IV 19, 1-2). La noticia cuya fecha (36 a. C.) es más re­ ciente en toda su obra es la de la colonia romana de Octavio en Tauromenio Taormina, en XVI 7, 1. Fuera de Diodoro, tenemos la de la Crónica de Eusebio, en la version latina de San Jerónimo; para el año 49 a. C., cita: «Diodoro Siculo,

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escritor de historia griega, es considerado ilustre»2. La Su­ da, D, 1151, dice que nuestro autor ha vivido «en los tiem­ pos de César Augusto y antes». Los datos citados hasta aquí son difíciles de conciliar; algunos de ellos se contradicen claramente; la contradicción ha afectado especialmente a la cuestión de hasta qué época comprendía su obra y al problema de la fecha de publica­ ción. Sin embargo, puede pensarse que esos treinta años que, en I 4, 1, confiesa haber invertido en su obra pueden abarcar desde algo antes del 60 a algo antes del 30 a. C. Partiendo de esta base, se deduce su fecha de nacimiento, que habría tenido lugar hacia el año 90 a. C. y la de su muerte, supuesta hacia el 30 a. C .3. 2. La obra, una historia universal El título de Biblioteca Histórica se ha considerado como una declaración de que su obra consiste en una simple reco­ pilación de libros4. Oldfather dice textualmente: ... la elección de un título tan inusual... es evidencia añadida de que Diodoro no tuvo ninguna pretensión de hacer nada más que dar un sumario adecuado de acontecimientos que han de encontrarse en mayor detalle en muchos libros5.

Sin embargo, el término no fue utilizado por nuestro autor, que se refiere a su obra como syntaxis o pragmateía (‘com­ posición’ u ‘obra’). La carga peyorativa que parece ocultar­ 2 Crónica de E u s e b io , versión latina de S a n J e r o n im o , Helm, 2 .a ed., 1956, pág.l 55. 3 Cf. F. C iiA M o u x , Introd. a la traducción de D.S. en Les Belles Lettres, París, 1993. 4 Cf. J. H o r n b i .o w e r , Hieronymus o f Cardia, Oxford, 1981. 5 En la introducción a su traducción de Loeb C.L., Londres, 1965, pág. XVII.

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se en el título de la obra de Diodoro sería, pues, fruto de la misma prevención moderna que ha perseguido a nuestro autor y provendría, según la vieja opinión de M. Budinger recogida por J. Lens6, de la mala interpretación de un pasaje de Eusebio7; Eusebio cita «biblioteca» como método de composición, no como título de la obra. «Biblioteca», si acaso, puede dar a entender la enormi­ dad de los temas tratados por Diodoro, que no era especia­ lista en ningún campo determinado, sino un intelectual cu­ rioso por todo. Por lo tanto, el contenido de su geografía, etnología, mitología, historia, filosofía, botánica, zoología, etc., tiene para nosotros el atractivo de reflejar el estado de la «cultura» (no a nivel de especialista, sino de persona ilustrada en general) al final de toda la tradición grecolatina, cuando está por llegar el cambio de era. La Biblioteca Histórica estaba destinada a contener to­ dos los acontecimientos humanos de todo el mundo desde el principio de los tiempos hasta su época. Y no como un sim­ ple catálogo, sino en un orden y relación ajustados. Diodoro era un estoico y como tal pensaba que el devenir no es algo desconexo y accidental, sino que todo el cosmos está regido y armonizado en una común relación. Es lo que llama «His­ toria Universal», concepto que, aunque nacido en cierto mo­ do con Heródoto por los temas que trata (la historia de toda Europa y Asia frente a las historias locales de los logógra­ fos) se había ido concretando y desarrollando, también teó­ ricamente, durante toda la época helenística. Que tal era su propósito queda claro en I 3, 6:

6 Cf. Introducción a la traducción de D i o d o r o de J. L e n s et alii, Edi­ ciones Clásicas, Madrid, 1995. 7 E u s e b io , Praeparación Evangélica, 16.

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... si alguien describiera los hechos de todo el mundo trans­ mitidos en la memoria como íos de una sola ciudad, empe­ zando desde los tiempos más antiguos hasta su propia épo­ ca todo lo posible, asumiría un gran trabajo, es evidente, pero compondría la obra mas útil de todas para los estudio­ sos.

Según nuestro autor8, antes de él, no se había llegado a la culminación de esa universalidad puesto que «historia universal» ha de entenderse en el espacio y en el tiempo y todos sus predecesores presentaban deficiencias en uno u otro sentidos. La identificación de los historiadores a que se refiere Diodoro es una empresa muy interesante que puede consul­ tarse más abajo, en el apartado B 5 (Historia universal. Au­ tores). Ahora lo que conviene es seguir destacando el ánimo con que Diodoro se enfrenta a su obra. El propósito es no limitarse a coleccionar acontecimientos dispersos. Quiere exponerlos todos juntos para poner de manifiesto que nada ocurre porque sí, sino por un plan general trazado por una inteligencia superior. Pero conciliar espacio y tiempo no es posible y hay que elegir entre empezar por uno u otro. En efecto, ni las modernas técnicas audiovisuales han podido resolver la papeleta de explicar a la vez dos acontecimientos simultáneos llevados a cabo en dos sitios distintos. La pan­ talla de cine partida por la mitad reflejando, por ej., lo suce­ dido en París y en Nueva York es un intento en ese sentido, pero parece siempre extraño al espectador; el cine opta en­ tonces por explicar primero lo que pasa en París y después lo que pasa en Nueva York; el público ya entiende que las acciones son simultáneas.

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Aunque la division que él mismo declara sea temporal (hechos de antes de los troyanos), Diodoro ha de conceder primacía al espacio en sus tres primeros libros. En ellos, na­ rra los hechos de los bárbaros: Egipto (libro I); Asiría, India, Escitia, Arabia e islas de Yambulo (libro II); Etiopía, Libia y Atlántida (libro III); pero no se limita a su historia y mi­ tología de antes de los troyanos, sino que aprovecha para dejar ya vistos espacialmente esos países para no mezclar con la historia de los griegos ningún hecho bárbaro. Cf. I 9, 5 y el apartado B 1 (Contenidos de los tres primeros libros de Diodoro. Generalidades) de la introducción. También es el espacio el elemento distribuidor de su li­ bro V, dedicado a las islas del Mediterráneo y al Oeste (Ibe­ ria, Céltica, Bretaña, etc.). De acuerdo con ello, en esos cuatro libros (I, II, III, V), además del aspecto histórico, tie­ nen un lugar muy importante la geografía, la corografía (la geografía local, por así decir) y la etnografía. El libro IV y los fragmentos del VI están dedicados a la mitología9 y, por lo tanto, la componente temporal sí es observable aquí, aun­ que se limite a ser anteriores a la guerra de Troya. Diodoro lo llama Antigüedades de los griegos y lo clasifica junto a los bárbaros en un primer grupo de seis libros. En cambio, para narrar los hechos históricos de los grie­ gos (libros VII a XL, conservados enteros sólo del IX al XX), el elemento distribuidor es el tiempo. Es con referen­ cia a esta parte, pues, que se ha dicho que copia la forma de los anales. En efecto, en ella, el sistema de componer histo­ ria es muy distinto del de los seis primeros libros. Ahora sé describen las acciones que tienen lugar cada año: una vez 9 En realidad, ya el libro III contiene ciertos pasajes de mito griego; cf. el apartado B, 53 (El problema de la mitología en el libro III) de esta introducción.

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datado normalmente con el arconte de Atenas y los cónsules de Roma, se pormenorizan los hechos que suceden en Ate­ nas, en Sicilia, en Persia, en Egipto, en Roma, en Epidauro, en Corinto, etc., etc. Es el espacio, pues, el elemento ordenador de los he­ chos, sitios y costumbres de los lugares exóticos; uno por uno y después de otro. En cambio es el tiempo, cada año, el ordenador de la historia de Grecia, Roma y sus enemigos. No son procedimientos nuevos; cf., por ej., Heródoto y Tu­ cídides, respectivamente. Pero volvamos al principio, a la historia universal10. Dio­ doro quiere hacer algo distinto, algo nuevo, llevar a las úl­ timas consecuencias su idea de la comunidad de hombres y acontecimientos, de ningún modo quiere resumir por resu­ mir autores anteriores, no pretende ser poco original, no de­ sea caer en contradicciones ni ambigüedades. Al contrario, quiere hacer una síntesis personal y original de todo lo su­ cedido en el mundo antes de él para que «sirva de ejemplo de esa historia universal», en la que se note claramente que los hechos humanos no suceden porque sí, sino que obedecen a unas constantes regidas por dos entidades casi personaliza­ das por Diodoro: una es esa Divina Providencia, la directora del devenir universal; la otra, su ayudante, es la naturaleza, 10 El tema ha sido muy estudiado; cf., por ejemplo, B. F a r r in g t o n , Diodorus Siculus universal historian, Swansea Univ. o f Wales Pr., 1937. También, V. M. S t r o g e c k ij , «Diodorus of Sicily and the problem o f universal history», en P. O l iv a , A, F r o l ik o v a (eds.), Concilium Eirene, Praha Kabinet pro studia recka, rimska a latiniska, CSAV, Ï983, págs. 368-270. U otro artículo de M. PAVAN, «Osservazioni su Diodoro, Polibio e la storiografia ellenistica», Aevum 61 (1987), 20-28, de A. Μ ο μ ιο ι .ιλ ν ο , «The origins of Universal History», Annali della Scuola Normale Superiore di Pisa, 12 (1982), 533-560 y de E. T k o il o , «Considerazioni su Diodoro Siculo e la sua storia universale», Atti Inst. Veneto di Sci., Lett, e Arti, 1940-41, págs. 17-42.

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que proporciona siempre auxilio a quienes lo necesitan. Pe­ ro llevar a la práctica ese tipo de historia que podríamos llamar «total» es una empresa capaz de desbordar a cual­ quiera. Es evidente que, para no perderse, para no desviarse de ese objetivo final (probar que el devenir es uno y planifi­ cado) Diodoro necesita, a su vez, unas directrices a que su­ jetarse, necesita poner un exquisito cuidado en no cargar más una parte que otra de sus historias y necesita dejar claro para el lector esas partes y esa preocupación; necesita, en suma, un claro plan de trabajo. 3. Plan de la obra. Indicaciones de composición Antes de ocupamos de cómo Diodoro se organiza para llevar a cabo su plan, pasemos un momento a Heródoto. Es conocidísima la discusión entre analíticos y unitarios sobre si su Historia tiene un plan de composición o es una amal­ gama de lógoi anteriores unidos al azar. Para circunscribir­ nos a la materia de los tres primeros libros de Diodoro, re­ marquemos la distinta impresión que produce en el lector la trabazón herodotea del libro I frente al II. En el primero, la descripción de la historia, geografía y etnografía de los dis­ tintos pueblos está muy hábilmente tratada gracias a la co­ nexión de cómo se habían ido gestando los imperios del li­ dio Creso y del persa Ciro, ocupándose paulatinamente de los distintos pueblos con que entraron en contacto, sea para conquistarlos, sea para buscar su alianza, caso de Atenas y Esparta. En cambio, en cuanto se llega al libro segundo, el de Egipto, la materia se hace tan vasta, las noticias tan nu­ merosas, que la impresión de conjunto que la obra de Heró­ doto produce aquí al lector es la de un gran cajón de sastre bastante poco ordenado. El plan de composición, si existe, es muy difícil de determinar. En efecto, este autor no acos­

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tumbra a incluir en su texto ninguna indicación que sirva de aclaración de lo que va a narrar o ha narrado ya. En Diodoro, por el contrario, las suturas entre sus dife­ rentes temas son voluntariamente aparentes. No llega a la altura del inteligente plan del libro I de Heródoto, pero no da la impresión de desbarajuste del libro II de este autor. Diodoro utiliza siempre, en el transcurso de toda su obra, indicaciones de qué tema trata, el motivo por que lo trata (después de otro relacionado las más de las veces), recoge el tema ya tratado, da razones de haberlo resumido (teniendo en cuenta la simetría), etc. Esas indicaciones de composición son muy útiles para investigar las intenciones de Diodoro pero detallarlas aquí sería prolijo y pesado; constatemos sólo que, con ellas, está claro que Diodoro no amontona mate­ riales indiscriminadamente, sino que los sitúa ordenadamen­ te en un esqueleto y con unos fines que tiene muy claros. 4. Valoración antigua hasta el siglo XVIII Según F. Chamoux, «... uno no se sorprende de que la Biblioteca Histórica haya sido muy degustada en la Anti­ güedad, entre los bizantinos, en el Renacimiento y hasta el siglo X V III»11. En efecto, aparte de las citas, ya de por sí in­ teresantes, conservamos varios textos de autores antiguos que se pronuncian sobre Diodoro. Ya Plinio el Viejo (naci­ do h. el 23 d. C., unos cincuenta años después de la muerte de Diodoro) hace referencia a la ausencia de afectación que denota la elección de un título tan simple como Biblioteca: «Entre los griegos, Diodoro se abstuvo de frivolizar y tituló

il Cf. F. C h a m o u x , Introd. a su traduc, de D i o d . Sic., Les Belles Lettres, París, 1993, pág. LXVÏI.

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Biblioteca a su historia»12. Después de Plinio (aunque es citado por varios autores), hay que llegar a la segunda mitad del siglo π para encontrar una opinión en el Pseudo Justino; Diodoro es para él «el más famoso de- los historiadores de entre vosotros»13. Un juicio parecido le merece poco des­ pués a Eusebio de Cesarea (h. 320 d. C.), que le considera «el hombre más conocido de los eruditos griegos»i4, o «un hombre ilustre y dotado de una no pequeña fama de cultura entre todos los filólogos»!5. Ya hemos visto, sobre el año 49 a. C., que San Jerónimo (h. 400) cita: «Diodoro Siculo, es­ critor de historia griega, es considerado ilustre»!6. En el s. vi, Diodoro continúa siendo considerado «el más sabio» por Juan Malalasí7. Pasemos por alto varias citas para llegar al juicio de Focio (h. 838), que, aparte de su desacuerdo en algunas afir­ maciones negativas sobre el pueblo judío18, dice que la his­ toria de Diodoro es «ecuménica»19 y, por lo que respecta a la lengua, que «ha usado de una frase clara y desafectada

12 P u n i ó , Historia Natural, Prefacio, 25. Cf. en el apartado A, 2 (La obra, una historia universal) de esta introducción el problema que el título de Biblioteca ha planteado. 13 Cf. P sf.u d o J u s t i n o , Cohortatio ad Graecos, ch. 9. Hay otras noticias (que empleó 30 años, que resumió libros, que recorrió Asia y Europa para una mayor exactitud y autopsia) pero no son datos signifi­ cativos puesto que los obtiene en eí mismo Diodoro. 14 E u s e b io , Preparación Evangélica, I 6 , 9. 15 E u s r b io , Preparación Evangélica, II p ro e m . 6. i(' Crónica de E u s e b io , versión latina de S an J e r ó n i m o , Helm, 2.a ed., 1956, pág.155. 17 I o a n n is M a l a l a e Chronographia ex recensione Ludovici Dindorfíi, Corpus Script. Hist. Byz., Bonn, 1831, Fr. VI 2, VII 14. 18 Focio, Biblioteca, codex 134.VI. 19 Focio, Biblioteca, codex 70.1

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muy conveniente a la historia...»20. En general, en la época bizantina, nuestro autor fue muy considerado y utilizado; por ej., por los Excerpta compilados por orden de Constan­ tino Vil Porfírogéneta (primera mitad del siglo x) o por la Suda (segunda mitad del siglo x). Ésta última contiene tam­ bién en D, 1151 una noticia biográfica (proveniente de una glosa de Hesiquio de Mileto, s. vi) muy neutra: «Diodoro, Sículo, historiador: escribió la Biblioteca; es historia romana y diversa en 40 libros; existió en los tiempos de César Au­ gusto y antes». El renacimiento tuvo en gran estima a nuestro autor, co­ mo lo denota la abundantísima copia manuscrita y, después, edición de la traducción latina que Poggio Bracciolini había hecho para el papa Nicolás V (1447-1455). En 1530 aparece la primera versión al francés21. Según Oldfather22, la prime­ ra traducción notable al inglés es de 170023; al alemán, de 1827-4024. La primera traducción al castellano ha aparecido recientemente25. Sin embargo, la versión latina de Poggio (libros I-V) ya había servido de base a la traducción a diver­ sas lenguas; al francés en 1535, por A. Macault, al italiano, en 1526, y, al alemán, en 1554. Evidentemente, Diodoro también ha sido repetidamente objeto de edición; para un sucinto comentario de cada una, cf. el apartado C 1 (Ediciones) de esta introducción. Ahora, lo que nos interesaba era remarcar que, hasta empezar la 20 Focio, Biblioteca, codex 70.35 a 6. Cf. un mayor detalle en el apartado A, 7 de esta introducción, dedicado a la lengua y estilo de Dio­ doro. 21 Debida a Claude de Seysse!, París, 1530. 22 En la introducción a su traducción de Loeb C.L., Londres, 1933. 23 Debida a G. Booth, Londres, 1700. 24 Debida a J. F. Wurm, Stuttgart, 1827-40. 25 Debida a J. L e n s et alii, Ediciones Clásicas, Madrid, 1995.

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época dorada de la filología, es decir, el siglo xix, Diodoro había sido leído repetidamente y había sido visto con inme­ jorables ojos, fruto de un acercamiento franco y directo de los lectores a su obra. El éxito de Diodoro ha sido estudiado por R. Laqueur26; bástenos aquí reproducir un juicio del comienzo de su difusión impresa, perteneciente al comenta­ rio que H. Estienne añadió a su edición de Diodoro (Gine­ bra, 1559, la primera del texto completo conservado): Pues cuanto (sobresale) la luz del sol entre las estre­ llas, tanto entre cada uno de los historiadores que han lle­ gado a nuestra época, (...) puede decirse que nuestro Dio­ doro sobresale.

Tres siglos después, los jóvenes y jovencitas ingleses tenían a Diodoro como libro de lectura amena y formativa; en él aprendían normas de vida, vicios y virtudes, como ha­ bía hecho en el siglo x el emperador Constantino VII Porfirogéneta. 5. Valoración moderna, tradicional y reciente Pero las cosas variaron con la gran filología del pasado siglo, alemana básicamente. Sobre todo, cuando se puso de moda la Quellenforschung; el problema de las fuentes des­ vió la atención de la obra en sí misma y Diodoro empezó a ser visto bajo otra óptica. Hasta llegar a un punto en que existían pocos historiadores tan despreciados por la crítica tradicional27. A Diodoro, se le había negado sistemática­ mente cualquier capacidad como investigador y cualquier capacidad de redacción y de estilo: un simple compilador. 26 R. L a q u e u r , «Diodorea», Hermes 86 (1958). 27 Cf. L. Canfora, «Un historien mal-aimé. Diodore de Sicile», Bull.

Assoc. Guill. Budé (1990), 243-252.

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Tan asumido se tenía que escribía mal que, a veces, se había aducido la existencia de contradicciones en los textos como prueba para atribuirlos a nuestro autor; como si el único ex­ puesto a contradicciones de tema y a brusquedades de estilo fuese él. De esa opinión eran, por ejemplo, Schneider28 y Schwartz29, Ni Mommsen30 ni Wilamowitz tenían un juicio nada favorable: «un escritor tan miserable»31. Edwin Mur­ phy afirma: La visión característica de antes sostiene que Diodoro es algo así como un desordenado como historiador; que su trabajo abunda en errores, omisiones, repeticiones y con­ tradicciones. Después, también ha sido acusado de falta de originalidad, de ser un compilador sin juicio y un plagiador de libros anteriores a los que no añadió nada propio de sí mismo,.. Diodoro es acusado también de tener un estilo de escritura no habitualmente pero sí generalmente falto de inspiración y (en la mayoría de casos) de adherirse sin sa­ biduría a una organización analística32.

Hemos elegido la cita de Murphy porque, a continua­ ción, pone el dedo en la llaga afirmando que, si Diodoro es denostado, es porque no es lo suficientemente conocido. Puede que, más que verse desbordado Diodoro por la em­ presa de una historia universal, la desbordada haya sido la crítica moderna por la interpretación de una obra tan vasta:

28 G. J. Schneider, De Diodori Fontibus, Berlín, 1880. 29 E. S c h w a r t z , «Diodoros», Griechische Geschichtsschveiber, Leip­ zig, 1959
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