DIGNO Cordero por Ray Summers
April 14, 2017 | Author: evidenciasbiblicas | Category: N/A
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DIGNO ES EL CORDERO Una interpretación del Apocalipsis Por Ray Summers Traducción de Alfredo Lerín CASA BAUTISTA DE PUBLICACIONES
Este libro está dedicado a ELDRED DOUGLAS HEAD Mi maestro, mi colaborador, mi amigo
PREFACIO Hay algunos predicadores del evangelio que naturalmente están dotados de una benéfica curiosidad, o la adquieren desde el principio de su ministerio: quizás en ninguna parte se manifieste mejor esta curiosidad que en un curso de estudio en un seminario teológico. El autor de esta obra tiene una deuda de gratitud para con esa manifestación, porque llamó su atención a la aguda necesidad que hay de un estudio como el que se presenta en este volumen. Especial agradecimiento debe ser expresado al grupo que estudio Nuevo Testamento 7 durante la sesión del verano de 1941. Mientras se hacía el estudio del Apocalipsis en ese curso de ocho semanas, decidí continuar tal estudio. En los años siguientes se ha dado la clase una o dos veces en cada sesión, y de este "laboratorio" ha salido la presente obra. Las opiniones que aquí aparecen han sido sometidas a la consideración de cientos de estudiantes; y los resultados han sido a la vez satisfactorios y estimulantes. El propósito de este estudio es doble: Primero, estudiar el fondo histórico del Apocalipsis. Mediante la inspiración del Espíritu Santo este libro fue dado por un hombre a los hombres. Para él y para ellos el libro debió tener algún significado, ya que el libro llegó a ellos precisamente cuando se encontraban en las condiciones especiales en que estaban. A través de esta obra consideraremos al pueblo de Asia Menor de la última década del siglo primero A. D., como el punto de partida para la interpretación. Yo creo que ninguna interpretación del Apocalipsis puede ser correcta si el libro no tuvo ningún significado y si no proporcionó ninguna ayuda práctica y consuelo a quienes fueron los primeros en recibirlo. El hecho de comenzar desde otro punto de vista, es tanto como seguir el camino que nos aparta de la verdad del libro, más bien que el camino que revela el maravilloso mensaje de la verdad que aquí se imparte a los corazones atribulados. El segundo propósito de este estudio es aplicar nuestro conocimiento del fondo del libro a la interpretación de él. Vamos a usar este conocimiento para saber lo que el libro significó para quienes fueron los primeros en recibirlo, y, en consecuencia, lo que significa para nosotros en la actualidad. Al autor de esta obra le parece que los dos significados acabados de mencionar son uno mismo. En el curso de esta investigación se van presentado muchas limitaciones. La literatura apocalíptica es voluminosa para ser estudiada toda. Para realizar el propósito que anima a esta
obra, ha sido necesario limitar el estudio a la literatura apocalíptica que pudo haber ejercido influencia en el escritor del Apocalipsis, es decir, la literatura apocalíptica judía. Hay muchos lugares donde uno siente la tentación de discutir con amplitud las claramente falsas interpretaciones de pasajes del libro que con frecuencia son tergiversados; pero lo limitado del espacio le impide ceder a dicha tentación. La mayor parte de la interpretación aquí presentada es positiva más bien que negativa. También ha sido necesario evitar largas polémicas, y en cambio ha sido necesario presentar el libro como debe haber sido entendido por quienes fueron los primeros en recibirlo. Muchos libros han sido consultados en el transcurso de los años en que se ha hecho el presente estudio; y expresamos nuestro agradecimiento a todos sus autores. Al fin de este volumen está una bibliografía de las obras de más utilidad; de éstas, las que más nos han ayudado están indicadas por las notas que van al pie de unas páginas. Quizás los estudiosos que han leído muchos de los cientos de volúmenes escritos sobre el Apocalipsis, se darán cuenta de que han sido usadas otras obras que no se mencionan aquí; y deseo hacer saber que siento mucho que no se hayan mencionado: uno inconscientemente absorbe muchas ideas que después usa sin poder decir quiénes fueron los autores. El título escogido, Digno es el Cordero, presenta la idea central del libro: el redentor Cordero de Dios, dominando la vida de su pueblo y la actividad que se manifiesta en este libro; él es quien queda final y completamente victorioso sobre las fuerzas que pretenden destruir al pueblo y la obra de Dios. Por lo mismo. Cuando el telón cae al fin de la última escena de este drama maravilloso, el lector está sobrecogido por la emoción que lo hace inclinar reverentemente su cabeza delante de Dios y unirse a Handel en su coro conmovedor: "Digno es el Cordero que fue inmolado, y que con su sangre nos ha redimido para Dios, de recibir riquezas y honor y gloria y poder." RAY SUMMERS Fort Worth, Texas
CONTENIDO Introducción Primera Parte — Fondo Histórico Capítulo 1 — Naturaleza de la Literatura Apocalíptica I. Literatura Apocalíptica Judía II. Características de la Literatura Apocalíptica Capítulo 2 — Métodos de Interpretación del Libro de Apocalipsis I. Método Futurista II. Método Histórico-Continuo III. Método de la Filosofía de la Historia IV. Método Preterista V. Método de Fondo Histórico Capítulo 3 — Fondo Histórico del Apocalipsis I. El Autor del Apocalipsis del Nuevo Testamento II. Fecha del Apocalipsis III. Los Receptores del Apocalipsis IV. Las Condiciones que Prevalecían en el Imperio Romano Segunda Parte— Interpretación Introducción Prefacio, 1:1-8 Capítulo 4 — El Cordero (Apocalipsis 1:9-20) Capítulo 5 — El Cordero y las Iglesias (Apocalipsis 2:1-3:22) I. Éfeso: Leal; pero no Completamente, 2:1-7 II. Esmirna: Santos que sufren, 2:8-11 III. Pérgamo: Morada de Satanás, 2:12-17 IV. Tiatira: Esperando la Estrella de la Mañana, 2:18-29 V. Sardis: ¿Muerto o Vivo? 3:1-6 VI. Filadelfia: La Iglesia con una Puerta Abierta, 3:7-13 VII. La odisea: La Iglesia con una Puerta Cerrada, 3:14-22 Capítulo 6 — El Cordero y el Libro Sellado (Apocalipsis 4:1 — 5:14) I. El Dios Reinante, 4:1-11 II. El Cordero Redentor, 5:1-14 Capítulo 7 — El Cordero Abre los Sellos (Apocalipsis 6:1 — 11:19) I. El Primer Sello, El Caballo Blanco: Conquista, 6:1, 2 II. El Segundo Sello, El Caballo Rojo: Guerra, 6:3,4 III. El Tercer Sello, El Caballo Negro: Hambre, 6:5, 6 IV. El Cuarto Sello, El Caballo Amarillo: Mortandad por Peste, 6:7, 8 V. El Quinto Sello, Los Santos Martirizados: Persecución, 6:9-11 VI. El Sexto Sello, El Terremoto: Juicio, 6:12-17 Intermedio: Protección para los Redimidos, 7:17.
VII. 1. 2. 3. 4. 5. 6.
El Séptimo Sello, Incienso: Victoria, 8:1-5 La primera trompeta: Calamidad en la tierra, 8:7 La segunda trompeta: Calamidad en el mar, 8:8, 9 La tercera trompeta: Calamidad en las aguas dulces, 8:10, 11 La cuarta trompeta: Calamidad en los cielos, 8:12 La quinta trompeta: Langostas, 9:1-12 La sexta trompeta: Caballería persa, 9:13-21 Intermedio: Anuncios de Retribución 10:1 — 11:13 7. La séptima trompeta: Transición, 11:14-19 Capítulo 8 — El Cordero y el Conflicto (Apocalipsis 12:1 — 20:10) I. La Causa: La Mujer Gloriosa y sus Hijos 12:1, 2, 5, 6, 14-17 II. Los Dos Ejércitos en Guerra 1. Los ejércitos del mal dirigidos por el dragón, 12:3, 4, 7-17 (1) La primera bestia: Emperador Romano, 13:1-10, 18 (2) La segunda Bestia: Comisión para hacer obligatorio el culto al emperador romano, 13:11-17 2. Los ejércitos de la justicia dirigidos por Dios, 14:1-20 (1) El Cordero: Cristo, 14:1-13 (2) La Hoz: Juicio, 14:14-20 Intermedio: Triunfo y sumo gozo de los redimidos, 15:1-4 Transición: El Tabernáculo del Testimonio, 15:5-8 III. Las Copas de la Ira, 16:1-20:10 1. La Primera Copa: Calamidades en la tierra, 16:1, 2 2. La Segunda Copa: Calamidades en el mar, 16:3 3. La tercera copa: Calamidades en las aguas dulces, 16:4-7 4. La cuarta copa: Calamidades en el sol, 16:8, 9 5. La quinta copa: Calamidades en el Imperio, 16:10, 11 6. La sexta copa: Calamidades en el campo de batalla, 16:12 Intermedio: Las tres ranas: agentes reclutadores al servicio de Satanás, 16:13-16 7. La séptima copa: Calamidades en el aire, 16:17-20:10 (1) La mujer de púrpura y escarlata: Roma, 17:1-18 (2) Los oráculos de la ruina: los aliados de Roma, 18:1-20 (3) La piedra: destrucción de la Ciudad de Roma, 18:21-24 (4) Los santos gozosos, 19:1-10 (5) El guerrero victorioso: Cristo, 19:11-20:10 a. Victoria sobre la primera y la segunda bestias, 19:19, 20 b. Victoria sobre los aliados de las bestias, 19:21 c. Victoria sobre Satanás, 20:1-3 d. La victoria de los mártires, 20:4-6 e. La victoria completa, 20:7-10 Capítulo 9 — El Cordero y el Destino Eterno (Apocalipsis 20:11 — 22:5) I. El Destino de los No Redimidos, 20:11-15; 21:8, 27; 22:15 II. El Destino de los Redimidos, 21:1-22:5 1. Compañerismo con Dios, 21:1-8 2. Protección por Dios, 21:9-26 3. Provisiones de Dios, 22:1-5 Conclusión (Apocalipsis 22:6-21)
INTRODUCCION Aunque descuidado, mal entendido, y tergiversado burdamente, el libro del Apocalipsis es único en su género en el Nuevo Testamento. La mayor parte de los lectores lo pasan por alto con una actitud de desinterés que expresan con estas palabras: "Sea lo que fuere, nadie lo entiende." En cambio, para otros muchos, ha sido extraordinariamente atractivo. Para algunos esa atracción ha procedido de un motivo religioso; para otros, de la curiosidad de ellos mismos. Ha habido tal abundancia de opiniones contradictorias acerca del significado de este libro, que muchos han perdido la esperanza de obtener alguna vez una interpretación fácil de entenderse. El libro ha sido usado ampliamente por individuos o grupos que creen que han encontrado la manera de probar casi todo mediante la explicación de los símbolos en él contenidos; y por esta razón han fijado su atención en el libro del Apocalipsis considerándolo como la base de raros sistemas de interpretación. Esta manera de proceder va por el mismo camino que sigue el error que se relaciona con uno de los principios básicos de interpretación. El pasaje obscuro debe interpretarse a la luz del pasaje claro. Seguir el método contrario es maniatarse para no producir un trabajo efectivo de interpretación. Basta examinar los muchos libros que se han escrito acerca del Apocalipsis, para que uno se dé cuenta de que este libro ha sido tratado muy mal por quienes no se han informado del posible significado que tuvo para aquellos a quienes el Señor lo entregó primeramente. Aun entre los que han hecho tal esfuerzo para informarse del significado del libro ha habido tantas controversias vehementes, que muchos hombres prudentes han abandonado la investigación de la verdad del libro. Al hacer frente a esta condición, descubrimos que se nos presentan dos importantes preguntas. ¿Abandonaremos uno de los libros del canon del Nuevo Testamento que consideramos como nuestro? Muchos de nosotros creemos que el Espíritu Santo no sólo inspiró la escritura de los libros de la Biblia, sino también que los conservó para el uso de los hombres. Creyendo esto, no podemos admitir que el cristiano sincero asuma la debida actitud si abandona este libro. No podemos estar de acuerdo con Martin Lutero, quien una ocasión se negó a admitir este libro entre los que él consideraba como del canon, porque, en su opinión, era imposible entenderlo. Puesto que el Espíritu Santo inspiró su escritura y por sus propios procedimientos lo conservó para nosotros, debe tener algún significado para la gente de todos los tiempos: para quienes fueron los primeros en recibirlo, y para quienes lo lean en las futuras generaciones. Por lo tanto, no debemos abandonarlo. La segunda pregunta se relaciona con nuestro estudio del libro. Si sabemos que no es conveniente abandonarlo, ¿no tenemos el deber, delante de Dios y de un mundo confundido, de procurar fervorosamente encontrar el verdadero significado de este libro? Para la mayor parte de los cristianos el Apocalipsis es un libro cerrado, aunque encuentran alguna ayuda en los mensajes dirigidos a las siete iglesias, los cuales están en los primeros capítulos; y en tiempo de aflicción encuentran consuelo en el hermoso lenguaje de los capítulos 21 y 22. Pero la sección que empieza en el capítulo 4 y termina en el capítulo 20, los deja como si estuvieran perdidos en un laberinto sin salida. Otros, y son pocos, han ido al extremo opuesto: han procurado interpretar todos los pormenores de las sorprendentes visiones, como si quisieran descifrar todas las páginas del futuro. Muchas veces han elaborado cronologías que incluyen la fecha del fin de la era presente; pero esas fechas han venido, y pasado, y dejado sus profecías sin cumplimiento. Evidentemente los errores de estas personas nos sirven como una advertencia en contra de tales propósitos y procedimientos. Tal sistema sólo deja confundidos a los lectores
comunes. El propósito de esta obra es presentar un método de aproximación por el cual el lector pueda acercarse un poco más al problema de la exégesis del Apocalipsis. Tenemos el propósito de hacer notar las verdades fundamentales que yacen ocultas en este libro tan raro. Vamos a determinar lo que este libro significó para aquellos que fueron los primeros en recibirlo, los sufrientes cristianos del Asia Menor; y vamos a determinar lo que significó después, aplicándolo también a las condiciones de nuestros tiempos. En la discusión que sigue consideraremos la naturaleza de la literatura apocalíptica. Puesto que el libro del Apocalipsis pertenece a este tipo o grupo especial de literatura, no debemos hacer caso omiso de la naturaleza general de esas obras. Serán estudiadas las condiciones de las cuales dichas obras proceden, a la vez que sean estudiadas las características de toda la literatura apocalíptica. El siguiente paso será un estudio general de los métodos que se usan para interpretar el libro del Apocalipsis. Estos métodos son de cuatro clases generales, y en esta obra se sugiere otro que puede considerarse como el quinto. Este quinto método se presenta como el que más se acerca a la verdad; pero hemos de tener en cuenta una amonestación oportuna que hace Wishart,1 quien declara que cada presentación del Apocalipsis debería tener en el prefacio alguna advertencia que dijera más o menos lo siguiente: "¡El que no tenga su especulación favorita, que arroje la primera piedra!" Partiendo desde este punto, el fondo histórico será considerado frecuentemente y con amplitud relativa. Esto incluirá una discusión de todo lo referente a la paternidad, la fecha, los recipientes y la ocasión, cuando sea necesario hacerlo en la interpretación del libro. El libro manifiesta una actitud de fe en Dios y en su propósito, la cual no es superada en otros libros del Nuevo Testamento. Esta manifestación puede entenderse mejor cuando conocemos la condición en que estaban los primeros lectores del libro. El propósito de esta obra es, pues, presentar una interpretación consecuente del libro como un todo, recordando siempre que el propósito principal es producir un espíritu de confianza en el Cordero redentor, victorioso y viviente, que con paso majestuoso se mueve a través de esta excelsa revelación de Dios. Este Cordero-Cristo que salió victorioso de las condiciones caóticas del mundo del primer siglo, también saldrá victorioso de las condiciones semejantes que haya en cualquier otro siglo, hasta que "los reinos del mundo hayan venido a ser los reinos de nuestro Señor y de su Cristo: y reinará para siempre jamás."
Primera parte — Fondo Histórico Capítulo 1 — Naturaleza de la literatura apocalíptica El libro del Apocalipsis pertenece a una clase especial de escritos conocidos como apocalípticos; y esta clase de literatura casi siempre tiene unas partes que son algo obscuras. Algunas personas abandonan por completo el estudio o la lectura del libro del Apocalipsis por causa de esta aparente obscuridad. Sin embargo, es mucho mejor reconocer que en esta clase de escritos tenemos la revelación de un mensaje. Esta revelación se manifiesta únicamente cuando investigamos con diligencia el propósito del escritor y el método que usa para dar a conocer ese propósito. La palabra griega apocálupsis es una palabra compuesta que significa un "descubrimiento."* El propósito del escritor no era encubrir su mensaje, sino hacerlo vívido progresivamente por medio del "descubrimiento" en el que utilizaba signos y símbolos. Este tipo de literatura es uno de los más comunes del pensamiento religioso. Aunque otras religiones tienen su aspecto apocalíptico, este lugar de la literatura apocalíptica en la religión es muy notable especialmente en el judaísmo. Por esta razón, y por causa de sus conexiones con la literatura cristiana, la discusión de la literatura apocalíptica en esta obra quedará confinada principalmente a la literatura judía. I. LITERATURA APOCALÍPTICA JUDÍA Después de que terminó el largo período profético del Antiguo Testamento, los judíos comenzaron a pasar por tiempos difíciles. "Fueron unos tiempos tan difíciles como éstos, los que dieron origen a la literatura apocalíptica."1 Toda esta literatura es una serie de obras pseudepigráficas que aparecieron durante el período comprendido entre los años 210 antes de Cristo y el año 200 después de Cristo. Tienen varias características en común, siendo la más prominente el uso de "visiones" como recurso literario por el cual introducen sus conceptos. 1. El Fondo de la Literatura Apocalíptica Cuando los judíos regresaron de Babilonia a Palestina, aunque estaban rodeados por pueblos paganos que tenían diferentes religiones, se conservaron firmemente monoteístas. Hubo poco esfuerzo para molestar a los judíos mientras la influencia persa, con su zoroastrismo casi monoteísta, conservó la preponderancia. Con la llegada del poder griego, emergió un diferente estado de cosas. Entonces el sereno desdén de la cultura griega ejerció su influencia en todo el pueblo e hizo que mucha gente abandonara la religión de sus padres. Aunque muchos de los que estaban en los círculos políticos tenían la tendencia de entregarse a la idolatría, hubo una gran parte del pueblo que de ninguna manera recibió la influencia de la cultura helénica. Y no pocos de esta parte del pueblo odiaron fanáticamente las intromisiones en su religión y toda apostasía de sus compatriotas judíos. Este sentimiento se intensificó a medida que pasaron los años; y todos aquellos que participaron de este sentimiento, gradualmente se unieron de manera muy íntima. Y era natural que de este movimiento brotara la expresión de los deseos de ser libertados de esas indeseables condiciones. En este grupo había muchos místicos que sintieron el poder personal de la Deidad. Como es natural en los místicos, sus sentimientos les hicieron ver visiones y soñar sueños. Estas visiones y estos sueños siempre se refirieron al glorioso día
en que serían libertados de las condiciones tenebrosas y del funesto presente en que vivían. Los acontecimientos políticos siempre ayudaron a estas tendencias. Esto se manifestó en los días de Daniel, cuando fueron dadas unas visiones que aseguraban la final vindicación del pueblo de Dios y el establecimiento de un reino eterno con Dios como su Rey. Cuando los judíos estuvieron bajo el reinado de Antíoco Epifanes (175-1G4 a. de C.), experimentaron los días más obscuros que tuvieron desde el período del exilio. Este emperador se dio cuenta de que la mejor manera de destruir la vida nacional de ellos era arrancarles de raíz su religión; entonces les prohibió, bajo pena de muerte, la observancia de sus ritos religiosos, y en el Templo de ellos puso la imagen de un dios pagano. Las persecuciones consumadas bajo el reinado de Antíoco Epifanes hicieron no sólo que ocurrieran las sublevaciones dirigidas por los macabeos, sino también que los místicos de ese tiempo hicieran del conocimiento público otra serie de visiones y esperanzas apocalípticas. El siguiente acontecimiento político que produjo condiciones propicias para crear literatura apocalíptica, fue el puño de hierro de los romanos en el tiempo de Nerón y Domiciano. Esto será estudiado después. 2. Condiciones de las Cuales Esta Literatura Provino Ya se ha dicho que los tiempos calamitosos originaron la literatura apocalíptica. Las pruebas, los sufrimientos, las tristezas, y las condiciones que conducían casi hasta la desesperación, prepararon el terreno en que se produciría esta clase de escritos. Esta forma de expresión, escrita en días de adversidad, siempre exhibió ese tiempo presente como uno de grande persecución y sufrimiento; pero, a la vez, en glorioso contraste, exhibió el tiempo futuro como de libertad y triunfo. Se esperaba que esto sucediera mediante la intervención de Dios en los asuntos humanos, juzgando a los poderes injustos y estableciendo su propio gobierno divino. En tiempo de tan extremas dificultades, a las cuales se refiere este libro, los hombres estaban inclinados a dudar, a entrar en componendas, y, en algunos casos, a apostatar. El propósito de estos escritos fue dar importancia a la virtud de la lealtad y estimular la fe, mostrando de manera vívida la segura derrota del mal y la final victoria de la justicia de Dios. Los escritores de los libros apocalípticos desempeñaron un servicio inestimable al estimular la fe y la lealtad bajo tales condiciones. Frecuentemente uno se siente impulsado a preguntar por qué esta literatura es presentada de una manera tan misteriosa como la que caracteriza a la apocalíptica. La respuesta a dicha pregunta se encuentra en el hecho de que esta literatura fue escrita en tiempos peligrosos. La seguridad personal del escritor y de los lectores quedaba en peligro en caso de que los perseguidores llegaran a entender el verdadero significado del libro. Por esta razón los mensajes apocalípticos fueron escritos para encubrir y para revelar: así el mensaje quedaría encubierto para los extraños y al mismo tiempo revelado para los iniciados.2 Por causa de tales condiciones esta clase de escritos se encuentra en el Antiguo Testamento después de que Israel estuvo bajo el talón de la dominación extranjera; y en el Nuevo Testamento se encuentra relacionada con los días más peligrosos a que se enfrentaron los cristianos del primer siglo. Así pues, el libro del Apocalipsis está correctamente colocado en esta clase de literatura. En muchos respectos difiere del Antiguo Testamento y de la literatura apocalíptica no canónica; pero no puede entenderse sin estos modos de pensamiento y de expresión. Es esencial entender esta clase de literatura para poder entender correctamente el Apocalipsis. Muy bien se puede agregar que al colocar el Apocalipsis en esta clase de literatura, la mayor parte de la cual queda
fuera del canon de las Sagradas Escrituras, no le disminuimos su valor práctico o su carácter canónico. La superioridad del Apocalipsis desde un punto de vista teológico, no lo pone en una categoría literaria diferente de la que corresponde a las obras no canónicas. Este estudio revela la verdad de que la literatura apocalíptica fue producida por causa de los tiempos peligrosos y de prueba. Esto, en sí mismo, es un gran paso hacia el entendimiento del libro. Sin embargo, éste es solamente uno de los muchos pasos necesarios para entender este tipo de literatura. 3. Comparación de la Profecía con la Literatura Apocalíptica Previamente se ha hecho notar que la literatura apocalíptica siguió a la profética. Sin embargo, es un error pensar que las dos son una y la misma clase de literatura. Son semejantes en muchos respectos porque se refieren a los mismos asuntos generales; pero son completamente diferentes cuando se trata de una aplicación específica del método al asunto, pues entonces difieren tanto en contenido como en forma. (1) La literatura apocalíptica difiere de la profética en contenido. —El elemento predictivo está presente tanto en la literatura apocalíptica como en la profética; pero en aquella es más prominente y se refiere a períodos más largos e incluye una comprensión más amplia de la condición del mundo como un todo. Tanto en las profecías como en la literatura apocalíptica hay referencia a la venida del Mesías; pero en los escritos apocalípticos las referencias son más amplias y la esperanza mesiánica es más definida. En los escritos de los profetas y de los salmistas el Mesías se relaciona principalmente con el pueblo de Israel: el Mesías salvaría a su pueblo, moriría por él, tal pueblo sería justo; todo se refiere a Israel; si hay alguna vislumbre de un imperio, es muy pequeño. En cambio, en la literatura apocalíptica el aspecto imperial es sobresaliente: comenzando con Daniel nos damos cuenta de que se menciona un reino mundial del cual no habrá fin.3 Esta idea llega a la culminación de lo apocalíptico en el libro mismo del Apocalipsis cuando encontramos esta declaración: "Los reinos del mundo han venido a ser los reinos de Nuestro Señor, y de su Cristo" (Ap. 11:15). Para el profeta lo principal era hablar "por Dios" (en lugar o en representación de Dios), y predicar la justicia, aunque algunas veces usó la predicción como una garantía de su misión divina o como una exhibición del resultado natural de la rebelión contra las justas leyes de Dios; en cambio para el escritor de literatura apocalíptica la predicción era lo principal. En la literatura apocalíptica típica hay muy poca exhortación. El alcance de lo apocalíptico es inconmensurablemente más grande que el de la profecía. La profecía se refiere al pasado, de una manera incidental; y se dedica al presente y al futuro como si los dos brotaran del pasado. Por otra parte, la literatura apocalíptica puso dentro de su alcance cosas pasadas y presentes aunque su principal interés estaba en el futuro. Mientras el hombre común miraba la superficie de los acontecimientos, el escritor apocalíptico procuraba penetrar más allá de la superficie, sondear en el seno de la esencia de las cosas y encontrar su verdadero significado. Teniendo en cuenta esto, el escritor apocalíptico frecuentemente bosquejó todo el curso de los asuntos mundiales a fin de presentar el completo y final triunfo de la justicia sobre el mal.4 La literatura apocalíptica fue el primer tipo de literatura que se apoderó de la gran idea de que toda la historia es una unidad: una unidad que naturalmente resulta como un corolario de la unidad de Dios. Las profecías y la literatura apocalíptica difieren esencialmente en su manera de
considerar la escatología. La escatología de los profetas trata casi exclusivamente del destino de Israel como una nación, y del destino de las naciones gentiles; pero el mensaje de luz o de consuelo que tiene para el individuo, acerca de la vida futura, es muy poco. Según dice R. H. Charles,5 todo progreso alcanzado en relación con esta idea lo debemos a la literatura apocalíptica. Esta gran autoridad menciona lo que sigue, como una contribución permanente de la literatura apocalíptica: (a) La doctrina de una bienaventurada vida futura no brota de las profecías, sino de la literatura apocalíptica; (b) la doctrina de un cielo nuevo y de una tierra nueva se deriva de la literatura apocalíptica; (c) La doctrina de un fin catastrófico del mundo proviene de la literatura apocalíptica. Por este estudio ya se ha notado que las profecías y los escritos apocalípticos están relacionados, a pesar de los diferentes tipos de pensamiento y de literatura que tienen y que descubrimos si consideramos su contenido. (2) La literatura apocalíptica difiere de la profética en forma. —Hay notable diferencia entre la forma literaria usada por las profecías y la usada por la literatura apocalíptica. Ambas hacen uso de las "visiones"; pero en las profecías, en el sentido más estricto de la palabra, estas "visiones" por lo general están implícitas más bien que descritas. Aunque Isaías llama "visión" a una gran parte de su profecía, sin embargo, solamente en una ocasión describe lo que ve. En la única ocasión en que describe lo que ve (cap. 6), nada es predictivo; su finalidad es exhortar. En los casos apocalípticos la visión es el vehículo por el cual la predicción es comunicada. En la profecía de Ezequiel hay visiones; pero solamente una de ellas, la del "campo de los huesos secos" (cap. 37), es predictiva. Los símbolos usados en la profecía son siempre naturales; los usados en la literatura apocalíptica, en su mayor parte son sobrenaturales o extraordinarios. En cuanto a este particular puede notarse un buen contraste entre Ezequiel y Daniel. La visión que Ezequiel tuvo de los huesos secos, naturalmente sugiere la muerte; el lector se da cuenta de que el proceso por el cual los huesos vuelven a vivir, es el curso natural que tendría que ocurrir en tal acontecimiento. Pero lo que se dice en Daniel acerca del macho cabrío no tiene razón natural para los cambios que ocurren: en esto sólo hay una razón simbólica; pues lo misterioso, lo imponente, lo no natural, o sean las espantosas características de la visión descrita por Daniel en forma apocalíptica, está agregado para dar mayor realce a la misma visión, por causa de la intrepidez del relato. Esta característica constituye una gran diferencia entre la profecía y la literatura apocalíptica desde el punto de vista de la forma literaria. La literatura apocalíptica tiene tanto una forma como un propósito propios de ella. 4. Sumario de la Principal Literatura Apocalíptica no Canónica En tiempos de sufrimiento se han dado casos en que los hombres de visión han intentado penetrar en los secretos de los cielos e investigar, y después escribir relatos de lo que vieron para que esto sirva de amonestación y de estímulo a sus contemporáneos. Una obra literaria producida de esa manera fue llamada una revelación, o para usar el término griego equivalente, diremos un apocálupsis. Estos escritos eran muy populares entre los judíos y los cristianos. En Daniel, Ezequiel, Isaías y Joel pueden encontrarse algunos ejemplos de esta clase de escritos. Varios apocalipsis judíos que nunca tuvieron un lugar en el canon del Antiguo Testamento eran sumamente estimados y muy usados tanto por los judíos como por los cristianos. Así pues, por causa de la importancia que tenían en el campo de la literatura apocalíptica, en seguida haremos un breve estudio de cada uno. (1) El Libro de Enoch. —Este libro, algunas veces llamado 1 Enoch, es quizás el más
importante de los apocalipsis no canónicos. Parece que la forma en que está es un arreglo que contiene varios apocalipsis diferentes que fueron escritos durante los siglos primero y segundo antes de Cristo. Estos escritos, falsamente atribuidos al patriarca Enoch, representan los esfuerzos que diferentes autores hicieron para ayudar a sus contemporáneos revelándoles el contenido de numerosas visiones que se relacionaban con una amplia variedad de asuntos. Este libro, en el arreglo que tiene en la actualidad, y que es probablemente la forma en que lo leyeron los primeros cristianos, comienza con la declaración que el mismo Enoch hace de que sus ojos le habían sido abiertos por Dios. Se refiere que un ángel le mostró una visión y en seguida le explicó todo para que pudiera escribir la revelación, no para la gente de su propia generación sino para la de los tiempos remotos que estaban por venir. La primera cosa que sería revelada fue el hecho de que el Santísimo vendría para juzgar a todos y para destruir a los impíos. Este sería un tiempo de temblor para los pecadores; pero los justos no tendrían nada que temer porque encontrarían la misericordia de Dios y todos los días de su vida quedarían establecidos en un gozo y en una paz eterna. Se describe el destino de los ángeles caídos a la vez que el lugar donde moran en eterna prisión. Según esta visión, Enoch fue de visita al Sheol, donde observó que el trono de Dios estaba situado sobre una de las siete grandes montañas. Estando allí Enoch, le fue permitido ver el árbol de la vida que había sido preparado para que después del juicio final lo disfruten los justos. Después regresó a la tierra y se puso a mirar a Jerusalén que estaba situada sobre el santo monte donde muchos gozos esperaban a los fieles; y más allá vio el valle maldito donde los pecadores iban a ser castigados a la vista de los justos. El contenido de la segunda visión se manifiesta en una serie de parábolas, cada una relacionada principalmente con la inminente destrucción del mal y con el triunfo de la justicia. La primera parábola comienza con una descripción del juicio venidero, cuando los pecadores serán juzgados y expulsados de la faz de la tierra. Enoch está seguro de que hubiera sido mejor para ellos que nunca hubiesen nacido. En contraste con esto, se ve que la morada de los justos es un lugar de bienaventuranzas, bajo las alas del Señor de los Espíritus. El escritor está completamente confundido por la gloria de la escena, al contemplar la majestad del Señor de los Espíritus que es quien, desde antes que el mundo fuera creado, sabe lo que va a acontecer en todo el futuro y de generación en generación. En la presencia de Dios hay millares de millares de seres angelicales. A los que fueron escogidos de entre los hombres se les dieron mansiones en los cielos; pero a los pecadores que niegan el nombre del Señor de los Espíritus se les arrastra hasta afuera para ser castigados. Este mismo tema se desenvuelve en la segunda parábola. Se decreta la destrucción de los pecadores, a quienes no se les permite que asciendan a los cielos ni que moren sobre la tierra. También se hace notar que poco tiempo después Dios enviará a su Mesías para ejecutar el juicio y para destronar y abatir a los reyes y a los poderosos. Entre tanto los justos están siendo asesinados; pero sus oraciones en que piden venganza no serán en vano. La fuente de la justicia es inagotable, y el juicio venidero que será inaugurado con el advenimiento del Hijo del hombre significará una completa vindicación de los justos. Además, también los muertos serán resucitados para que participen de las bendiciones de la nueva era. La escena final de esta segunda parábola describe el ataque de los poderes paganos contra el Mesías y sus acompañantes justos. Los partos y los medos serán incitados por los ángeles del mal para irrumpir como lo hacen los lobos o los leones sobre el ganado: invadirán a Palestina; pero sus ataques serán nulos, pues al llegar delante de Jerusalén serán destruidos por una profunda manía de destruirse a sí mismos. Esta matanza será tan furiosa que los cadáveres
han de ser incontables, todas sus legiones serán devoradas por el Sheol; mientras los justos, fuera de todo peligro, contemplan la destrucción de sus enemigos. Después de todo esto, los judíos de la dispersión regresarán triunfalmente a Jerusalén, llevados allá en un solo día por los vientos del cielo. La tercera parábola presenta al Mesías promulgando el juicio final. Comienza con ricas bendiciones que se pronuncian a favor de los santos, a quienes se les promete una vida eterna de justicia en la presencia del Señor de los Espíritus. Una espantosa retribución alcanzará a los pecadores, particularmente a los reyes y a quienes se enaltecen entre los hombres. Cuando el Mesías se sienta en su trono para juzgar, la palabra de su boca mata a todos los pecadores e injustos que están delante de él; son objeto de la venganza del Mesías porque oprimieron a quienes lo seguían. Entonces los justos son invitados a regocijarse por la destrucción de aquellos sobre quienes cae la ira del Mesías; además, en contraste con esto, los justos morarán eternamente con Dios, y con el Hijo del hombre comerán y se acostarán y se levantarán por los siglos de los siglos. La tercera principal división del libro de Enoch da información referente a los cuerpos celestes. Los cambios de la luna, la duración del año lunar, la acción de los vientos, y otros fenómenos naturales, son considerados como medios para determinar cuál es la voluntad de Dios respecto a los pecados del hombre y al orden moral. El escritor apocalíptico cree que los fenómenos de la naturaleza y las actividades del hombre están tan inseparablemente unidos, que el pecado del hombre afecta seriamente el bienestar del mundo físico; de aquí que el futuro cambio que se tenga en el orden moral implica un correspondiente cambio en todo el universo material. Los hechos de los pecadores producirán tal perversión de los poderes de la naturaleza que los años serán acortados, a los campos les faltará fertilidad, las lluvias se suspenderán, la aparición de la luna será irregular, el sol se desviará de su curso, y las estrellas abandonarán sus acostumbradas órbitas. Guiado por un intérprete angelical, Enoch observa las leyes de estos luminares, y por ello adquiere un conocimiento de los eventos que ocurren en toda la historia del mundo, hasta la eternidad cuando se realice la nueva creación. La cuarta sección del apocalipsis de Enoch contiene un relato de dos sueños-visiones, que revelan el curso de la historia desde el Diluvio hasta la venida del Mesías. El relato continúa la historia hasta por el año 150 antes de Cristo, y entonces asume características apocalípticas. Los gentiles harán un ataque final contra los judíos; los ángeles caídos y los otros seres malvados serán juzgados y condenados a sufrir en el ardiente abismo; Jerusalén será suplantada por una ciudad más grande y más nueva; todos los gentiles de la tierra se someterán a los judíos; los justos que hayan muerto resucitarán, el Mesías aparecerá, y el Nuevo Reino será establecido. Los capítulos finales de Enoch tienen un contenido misceláneo. En lo general, hacen énfasis en las recompensas que están reservadas para los justos y en las adversidades que esperan a los malvados. Después de repetidas bendiciones para los justos y de juicios de condenación para los malvados, el libro termina con una exhortación a las generaciones futuras para que no perviertan las visiones del autor, sino que escriban fielmente todas sus palabras en todos los idiomas. Este libro era popular entre los primitivos cristianos, porque en él encontraban consuelo en las repetidas promesas de libertad para el fiel y justo pueblo de Dios; además, hacía énfasis en la necesidad de que los justos fueran fieles en tiempos de severa aflicción. También el libro describe la gloria triunfante del Mesías celestial al descender a la tierra. Asimismo el libro predice la completa destrucción de los poderes demoníacos, expresa una firme creencia en la
resurrección de los muertos, y anuncia la final revelación de un nuevo cielo y de una nueva tierra. El hecho de conocer este libro proporciona un excelente fondo para entender el libro del Apocalipsis. (2) La Asunción de Moisés. —Esta obra apareció a principios del primer siglo del cristianismo. Parece que es un discurso que Moisés, antes de que partiera de la tierra, dirigió a Josué. Su contenido es una revelación de la historia de Israel desde los días de Moisés hasta la venida del Mesías. El propósito del libro es protestar contra la desviación de los intereses de Israel hacia actividades políticas, y promover la piedad mientras esperan la intervención de Dios en favor de los justos. El escritor, como sus contemporáneos Juan el Bautista y el Señor Jesús, no simpatiza con la ambición que tenían los zelotes (o celadores) de instigar una revolución en contra de Roma. Por lo contrario, promovió una actitud de sufrimiento paciente que llegara hasta el martirio en caso necesario, confiados en que Dios vindicaría a los justos en el tiempo que él escogiera. La descripción de los eventos que concurren para la realización de cierta finalidad es característica de este tipo de literatura judaica. El Personaje Celestial se levantará de su trono y saldrá con indignación e ira por causa de los malvados. La tierra temblará, las altas montañas serán arrasadas, y las colinas serán sacudidas y destruidas; el sol se obscurecerá, la luna no alumbrará y será convertida en sangre; las estrellas saldrán de sus órbitas; el mar se retirará los abismos, y los ríos se secarán. Entonces el Dios eterno aparecerá para castigar a los gentiles y destruir todos sus ídolos; Israel será feliz al ver a sus enemigos en el Gehenna, y se regocijará y dará gracias a su Creador. (3) Los Secretos de Enoch. —Esta obra, que también es conocida como 2 Enoch, es otro apocalipsis que apareció en la primera parte del primer siglo del cristianismo. Expresa que descubrirá secretos que Dios ha revelado a Enoch. Cuando el vidente era llevado a través de los varios cielos, vio cosas maravillosas, inclusive los castigos impuestos a los pecadores y las bendiciones concedidas a los justos. En el paraíso encontró hermosos árboles, de entre los cuales sobresalía el árbol de la vida que producía toda clase de frutos. El jardín estaba guardado por cientos de ángeles que, sin estar nunca en silencio, siempre cantaban alabanzas al Señor. Tal es la herencia eterna de los justos, de los que al estar en la tierra soportaron toda clase de sufrimientos infligidos por quienes hicieron irritar sus almas, y, a pesar de esto, anduvieron sin pecado delante del Señor. El vidente pudo ver también la morada de los réprobos: era un lugar espantoso lleno de toda clase de suplicios y cubierto con una obscuridad torturante. La única luz que había era producida por las tenues llamas que subían del foso ardiente en que los pecadores estaban sufriendo su castigo. Allí se padecía toda clase de sufrimiento. Además, horrendos y despiadados ángeles, armados con inflamadas armas, aumentaban el terror de ese lugar. Tales eran los tormentos reservados para los que, al estar en la tierra, con sus maldades habían ofendido a Dios. Enoch, al llegar al décimo cielo, se encontró en la presencia de Dios, quien le dijo algo acerca de la fundación del mundo. Cada día de la creación representa mil años de duración, así pues, al fin de siete mil años aparecerá un mundo nuevo y eterno. La presente era terminará con un gran juicio, después del cual no habrá ni meses, ni días, ni horas, sino un eterno aión (periodo de tiempo indefinido o inmensurable) que será heredado por los justos. Ellos vivirán allí eternamente, y nunca más volverán a experimentar molestias, ni enfermedades, ni humillación, ni ansiedad, ni violencia, ni noche, ni tinieblas, sino una luz esplendorosa. Enoch, después de haber adquirido todos estos divinos conocimientos, fue enviado otra
vez a la tierra por treinta días para que instruyera a sus hijos en los secretos de los cielos e insistiera en la importancia de vivir en el temor del Señor. Durante estos treinta días de permanencia en la tierra escribió trescientos sesenta y seis libros para la instrucción de sus hijos. Después de esto fue arrebatado otra vez y ascendido hasta el cielo más alto para morar con Dios. (4) El Libro de Baruch. —Esta obra, conocida también como 2 Baruch, procura relatar las visiones que el escriba de Jeremías, Baruch, tuvo poco después de la primera destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor, Rey de Babilonia. Es evidente que el escritor vivió en la época en que dominaron los romanos, y que en la última parte del siglo primero después de Cristo escribió para consolar a los judíos, poco después de la destrucción de Jerusalén ocurrida el año 70 A. D. Este libro, como otros apocalipsis, hace ver que aunque puede parecer que los pecadores triunfan temporalmente, los justos son amonestados para que perseveren en la piedad y sepan que Dios, en el tiempo que él escoja y que será el más conveniente, vendrá para ayudarlos y les concederá una gloriosa recompensa; y en cambio castigará terriblemente a quienes hayan sido enemigos de ellos. En este libro se presenta a Baruch como si permaneciera entre las ruinas de Jerusalén mientras los cautivos eran llevados a Babilonia; y cuando duerme tiene una visión en la cual ve un orgulloso cedro que simboliza al arrogante Imperio Romano. Dios interpreta la visión y muestra a Baruch cómo se va desenvolviendo la historia hasta la venida del Mesías. Al vidente se le informa que el Reino de Babilonia será sucedido por el dominio de los persas, quienes a su vez serán subyugados por los griegos. Finalmente aparecerá el cuarto reino: el romano: este ejercerá su poder con mucho más rigor y maldad que sus predecesores; y aunque se exalte sobre los cedros del Líbano, el Imperio Romano a la postre llegara a un fin repentino y vergonzoso por causa del advenimiento del Mesías. Este Príncipe celestial destrozara al ejército romano, dejando con vida solamente al último emperador, el cual será atado y llevado hasta el Monte Sion. Entonces el Mesías lo sentenciará a sufrir un castigo por todas las impiedades que ha cometido, y reunirá y pondrá delante de él toda la destrucción que sus ejércitos hayan consumado. El emperador entonces sufrirá la pena de muerte, y el escogido pueblo de Dios será protegido. Baruch, después de haber ayunado mucho, fue favorecido con nuevas revelaciones concernientes a la futura edad de oro del gobierno mesiánico. A medida que estos eventos se acercan, aumentan los terrores de los últimos tiempos; pero los justos que sobrevivan serán debidamente recompensados, y los que hayan muerto serán restaurados a la vida; la tierra devolverá los muertos en la misma forma en que los recibió; el juicio vendrá después de la resurrección; los pecadores serán consignados al tormento, mientras los justos reciben un esplendor que supera al de los ángeles. Los píos que hayan sufrido y que hayan conservado esta fe, esperaran, con actitud expectante el día de su Liberación. (5) El Libro IV de Esdras. —Este libro, como el de Baruch, fue el resultado de las calamidades que sobrevinieron a los judíos en la última parte del primer siglo de la era cristiana. El libro describe siete visiones que tuvo Esdras en el tiempo del exilio; pero el dolor de Esdras a causa de la destrucción de Jerusalén por los babilonios, es un artificio literario para expresar el dolor producido por el saqueo y la matanza que los romanos consumaron en la Santa Ciudad. Esdras pregunta por qué a Israel, a quien Dios ha escogido, se le deja que sufra tan severamente a manos de los inicuos. En respuesta a esta pregunta, un ángel dice a Esdras que el amor de Dios para Israel en nada ha menguado, pero que sus divinos designios para con el mundo son muy amplios y trascendentales para ser fácilmente entendidos por los mortales. El plan de Dios
abarca una final y gloriosa liberación de su pueblo. Este malvado mundo actual debe continuar existiendo hasta que llegue el momento escogido por Dios para intervenir en él. El aumento de los pesares debe infundir aliento y valor, porque mientras más pronto ocurran los sufrimientos más inminente es el fin catastrófico. A medida que el fin se acerque, toda la naturaleza perderá su armonía: el sol aparecerá a media noche, y la luna brillará en la tarde; de los árboles brotará sangre, y las piedras hablarán; los peces que estén en la mar morirán; habrá erupciones volcánicas; prevalecerá la ignorancia, y el pecado tendrá el predominio. La segunda y la tercera visión que tuvo Esdras se refieren al mismo problema. A Esdras se le asegura que el presente mundo malo aceleradamente se está acercando a su fin. En cambio, una nueva era que va a ser creada por Dios mismo, está reservada para los fieles. Cuando la maldad haya alcanzado su clímax, la Nueva Jerusalén será manifestada; el justo Israel morará con el Mesías en perfecta bienaventuranza durante cuatrocientos años; al fin de este período todos morirán, el Mesías inclusive, y la creación volverá al silencio del caos primitivo. Entonces seguirá la nueva creación, los muertos resucitarán, los justos recibirán sus recompensas en el paraíso, y los impíos serán arrojados en el Gehenna para sufrir el castigo. La cuarta visión revela las glorias de la Jerusalén celestial preparada para los justos. Esta visión fue dada especialmente a Esdras para aliviar su dolor. La quinta visión retrata la caída de Roma. El vidente mira un águila monstruosa con muchas alas y tres cabezas, simbolizando el poder de la Roma Imperial. Mientras Esdras mira con fijeza a este ser viviente, un león, que representa al Mesías, aparece en escena y anuncia la pronta destrucción del águila. Así el vidente judío queda firmemente convencido de que él está al fin de la era en que la caída de la soberbia Roma es inminente. Al considerar esta convicción que Esdras tiene, nos damos cuenta de que él y su contemporáneo Juan ocupan un terreno común, siendo este escritor sagrado quien por diferentes razones predijo una devastadora destrucción del Imperio Romano. Los judíos piadosos no habían de desalentarse puesto que los planes de Dios incluían la destrucción del gobierno romano y el establecimiento de un régimen mesiánico. Tal es el contenido, dicho con brevedad, de los escritos apocalípticos que existían entre los judíos. La duración de esos apocalipsis o revelaciones judíos es un testimonio de que ese tipo de literatura era popular entre la gente de esa época y de que era de gran valor para esta misma gente. Cuando Juan, el cristiano escritor del Apocalipsis, ofreció a sus compañeros de sufrimientos la esperanza de la destrucción de Roma y la victoria de la causa de Dios, estaba siguiendo un bien transitado sendero que conducía hasta acontecimientos pasados con los cuales estaban familiarizados. Juan, al utilizar confiadamente los conjuntos de imágenes apocalípticas para solucionar sus dificultades, estaba actuando en un ambiente que era completamente análogo al de muchos cristianos, los cuales estaban familiarizados con estos antecedentes judíos de su propia religión. II. CARACTERÍSTICAS DE LA LITERATURA APOCALÍPTICA La tarea de clasificar las muchas características de la literatura apocalíptica, parece interminable. Algunos autores dan una clasificación general que abarca a toda esa literatura. Otros dan las características de los apocalipsis judíos solamente. Sin embargo, otros hacen una lista de las características del Apocalipsis del Nuevo Testamento. Parece que hay tantas clasificaciones de características como hay interpretaciones del libro; y éstas son legión. La clasificación que
seguimos aquí es en gran parte arbitraria. En esta obra se hace un esfuerzo especial para señalar todas las principales características de esa literatura cuando se relacionan con el libro del Apocalipsis. 1. La literatura apocalíptica siempre tuvo un significado histórico. Siempre hubo alguna situación histórica con la cual estuvo conectada; y los elementos de esta situación histórica están representados por las imágenes que se usan en este libro. Debe tenerse en cuenta que el conocimiento de la situación histórica de la cual procedió la obra apocalíptica, en gran manera facilita la interpretación. Esto no puede hacerse con perfecta seguridad en todos los casos; pero todas las evidencias indican que la persecución de Domiciano es el fondo histórico del Apocalipsis. La verdad patente es que un conocimiento de la situación histórica presta mucha ayuda para determinar la correcta interpretación. Se ha hecho notar que el principal propósito de la literatura apocalíptica era proporcionar consuelo, seguridad, y valor en los tiempos difíciles. Conocer los tiempos de que se trata es conocer el valor que se necesitaba y entender mejor el mensaje utilizado para producir ese valor. Desconocer la situación histórica es desconocer la parte principal en la tarea de la interpretación. 2. En general, la literatura apocalíptica es de paternidad pseudónima. Los escritores de estos libros casi siempre escribieron usando el nombre de algún famoso hombre del pasado, como Enoch, Abraham, o Moisés, más bien que sus propios nombres. Sin duda alguna hubo diferentes razones que los hicieron proceder de esa manera, y en la actualidad es difícil entender por qué actuaron así aquellos hombres espirituales que tenían un importante mensaje. Para el autor de esta obra, sin duda alguna, en esa manera de proceder no había nada que fuera contrario a la ética, puesto que usaron mucho material procedente de fuentes antiguas a las que, en muchos casos, mencionaron porque debían ser mencionadas. Además, el escritor hebreo estaba casi completamente exento del orgullo que podía producirle el hecho de ser autor y no mostró ningún celo por sus derechos literarios; poco le interesaba su fama personal: su única finalidad era servir a Dios y cooperar para la felicidad de la nación. Otra razón para que este método fuera seguido, ha sido sugerida por Charles6 después de un estudio de toda la literatura apocalíptica judía relacionada con las condiciones y actitudes a las cuales se refiere. Cuando la Ley alcanzó la supremacía entre los judíos, como pretendía ser la completa revelación de Dios, no dejó lugar para ninguna clase de profecía. Cuando la idea de una ley inspirada —adecuada, infalible, y válida para todos los tiempos— llegó a ser un dogma aceptado por el judaísmo, como llegó a serlo en el período posterior al exilio, no hubo lugar para que un independiente representante de Dios apareciera con el mensaje de Dios. Partiendo de este principio, Charles indica que después del tiempo de Esdras y de Nehemías, el profeta que en su propio nombre pregonaba una profecía no podía esperar que lo escucharan. La Ley impedía que fueran recibidas falsas verdades, a menos que el libro que las contenía tuviera como su autor uno de los grandes nombres del pasado. Los representantes oficiales de la Ley fueron reducidos al silencio en parte, y no pudieron hablar contra el derecho y la autoridad de esos nombres. El legalismo, habiendo llegado a ser absoluto, en lo futuro determina el carácter del
judaísmo. La profecía y la apocalíptica, que habían ejercido una influencia decisiva en muchas de las grandes crisis de la nación y que habían dado origen y forma a la más elevada teología del judaísmo, fueron desalojadas de sus posiciones de autoridad secundaria y desaparecieron absolutamente o fueron relegadas por completo al olvido. Por lo tanto, todos los apocalipsis judíos, desde el año 200 antes de Cristo en adelante, si es que deseaban ejercer una notable influencia en la nación, por necesidad tenían que ser pseudónimos. Como la Ley era todo, la creencia en la inspiración estaba muerta entre ellos, y su canon ya estaba cerrado. Charles opina que esto no fue cierto en relación con el Apocalipsis del Nuevo Testamento, como se tratará cuando se discuta la paternidad literaria del libro del Apocalipsis. Allen7 presenta además una tercera razón por la cual se considera como un acto de cordura el hecho de esconder el nombre del autor de la literatura apocalíptica. Esta razón es muy personal del autor de los libros en discusión. Antes se ha hecho notar que los libros de este tipo tuvieron libertad para profetizar la ruina de los poderes políticos que dominaban en ese tiempo. Si se hubiese escrito un libro, ocultando el nombre del autor, y el libro hubiera caído en manos de las autoridades, esto habría hecho que ellas hicieran investigaciones y castigaran a la persona de quien sospecharan que era la autora del libro, aunque no lo fuera; pero si las autoridades pensaban que el libro había sido escrito mucho tiempo antes, no había nada que pudieran hacer sino esforzarse porque el libro desapareciera ya que el autor estaba fuera del alcance y del poder de ellas. A primera vista, este motivo para ocultar el nombre del escritor de los apocalipsis parece que es indigno; pero cuando se consideran todas las circunstancias, inclusive el bien realizado por una obra que de otra manera no podría haber sido aprovechada por el pueblo, toda crítica desaparece. 3. Una tercera característica de la literatura apocalíptica es la presentación del mensaje por medio de visiones. Este método fue usado muy a menudo por los profetas, mas en los escritos apocalípticos llegó a ser el principal método para expresar la verdad. Estas visiones varían: desde las escenas que ocurren en el cielo hasta las escenas que ocurren en la tierra; en ellas abundan los mensajeros celestiales o ángeles que son agentes de Dios comprometidos a hacer que la revelación divina llegue al vidente. Se ha discutido mucho si en realidad los escritores vieron, o no, las visiones que describen. Algunos comentaristas se inclinan a creer que el escritor vio la verdad que había de ser comunicada; y de la experiencia, de las condiciones y de la literatura que tenía a su disponibilidad formó las imágenes y las visiones que usó. Los eruditos tienen opiniones diferentes en cuanto a esto; pero todos están de acuerdo en que el asunto más importante es el valor religioso de la enseñanza y no la forma usada para presentar la verdad. Un concienzudo estudio del Apocalipsis del Nuevo Testamento deja la profunda impresión de que las visiones mencionadas en él fueron realidades objetivas que Juan vio. Esta impresión proviene tanto de la naturaleza de los símbolos y figuras que aparecen en el curso de las visiones, como de los pasajes en los cuales Juan declara que las visiones fueron objetivas.8 Tal vez esto es asunto de poca importancia. Sin embargo sean objetivas o sean subjetivas las visiones, presentan la misma verdad. La visión sumamente elaborada es la característica más notable de la forma de la
literatura apocalíptica. El asunto que se trata se atribuye a una revelación especial, comúnmente transmitida en visiones, éxtasis, o raptos, dentro del mundo invisible. La visión, o el rapto, en los escritos apocalípticos, es una forma literaria elaborada con abundancia de pormenores, a menudo con extraño simbolismo y con fantásticos conjuntos de imágenes. La manera usada en estos escritos para revelar las cosas escondidas es lo que ha dado a éstos el nombre de apocalipsis. 4. Como cuarta característica de la literatura apocalíptica encontramos un elemento predictivo. Un examen de las condiciones de las cuales se originó esta clase de literatura nos mostrará la verdad de que en ella se trata del futuro. Como ya se ha observado, el término "apocalíptico" era el más apropiado para aquellos días y condiciones tenebrosos: el término se refería al presente como un tiempo de maldad, de tumultos, de persecuciones, de cataclismos, pero predecía un futuro que sería un período glorioso de vindicación y triunfo, tiempo en que quedaremos libertados de los obstáculos que aquí nos estorban. Así pues, se puede notar que por lo común la descripción del futuro es general, y trata del carácter de los evangelios más bien que de los pormenores. Al tratar estos aspectos en la interpretación debe procederse con cautela y debe evitarse el dogmatismo. 5. Una de las principales características de la literatura apocalíptica es el uso del símbolo. Entre los escritores de esta clase de literatura se desarrolló un elaborado sistema de símbolos secretos y figuras de discurso para expresar ideas espirituales. El escritor se enfrentaba con la tarea de ver lo invisible, de describir lo indescriptible, y de expresar lo inexpresable. Por lo tanto, lo escrito está lleno de imágenes y símbolos que difícilmente se pueden entender, y esto hace que la tarea del intérprete moderno quede colocada muy lejos de aquellas condiciones sumamente difíciles. El simbolismo es un sistema en el que las cualidades, las ideas, los principios, etc., están representados por cosas concretas. Estos símbolos tenían un significado para los iniciados, mas para los que no estaban familiarizados con ellos eran una jerigonza desalentadora. Richardson9 se refiere a la noticia de que un hombre estaba en la cárcel porque "se echó al plato a un pájaro", y a la de un caco que de una caja fuerte sacó una "lana" que no le sirve ni para hacer una bufanda. Esta terminología es una ilustración de un lenguaje simbólico de un nivel muy bajo: lenguaje de doble sentido. Los escritores apocalípticos, impulsados por unas circunstancias nada buenas para ellos, y sí, en cambio, frecuentemente hostiles, en las cuales ellos y sus lectores vivieron, produjeron un sistema de símbolos, figuras, y claves por cuyo uso se facilitaban la transmisión de los mensajes con relativa seguridad. Esto demuestra que no podemos interpretar los símbolos como interpretamos la prosa, donde el significado salta a la vista. El escritor usaba los símbolos como un método para comunicar sus pensamientos a quienes estaban familiarizados con este procedimiento de comunicación, y al mismo tiempo ocultaba sus ideas a quienes no pertenecían a ese círculo. Los símbolos son a menudo caprichosos más bien que naturales, como lo fueron las ilustraciones que usaron los profetas. El significado de la mayor parte de los símbolos es claro; pero hay algunos símbolos en cuya
interpretación se pueden tener muy diversas opiniones. No es conveniente ser dogmático al tratar de estos símbolos. Parece que lo más prudente que se puede hacer al interpretar símbolos es seguir el método adecuado para interpretar las parábolas: encontrar la verdad central que se quiere presentar, y hacer que los detalles se acomoden de la manera más natural. Uno de los usos principales de estos símbolos en esta literatura se encuentra en el simbolismo de los números. Hasta una lectura del Apocalipsis hecha con ligereza impresiona a uno por la frecuente repetición de ciertos números. Esto es cierto también en la otra literatura de esta clase que no pertenece al Nuevo Testamento. Por causa de este hecho parece que es prudente incluir en esta obra una discusión del simbolismo de los números. La mayor parte de la discusión que sigue sobre este asunto es un sumario tomado de la obra de Wishart10 y ocasionalmente se hace referencia a otras obras. El simbolismo de los números: El significado interior de los números era una especie de artificio que siempre había fascinado a la mente oriental. En aquellos tiempos antiguos, cuando el lenguaje era primitivo y pobre el vocabulario, algunas veces una palabra hebrea tenía varios significados. Bajo tales condiciones, los hombres naturalmente llegaron a usar los números como nosotros usamos las palabras: los números fueron símbolos de verdades morales o espirituales. Así, cierto número pudo haber sugerido cierto concepto definido. Los conceptos surgieron completamente de manera natural mediante ciertas asociaciones primitivas. Así como el sonido de una palabra dada, por el hábito mucho tiempo cultivado atrae la idea correspondiente, así también cierto número, por causa de la asociación adquirida, atrajo un concepto definido. Tales números llegaron a ser símbolos, y no pueden ser leídos con la exactitud literal que empleamos cuando interpretamos fórmulas matemáticas. De acuerdo con esta costumbre, cuando los hombres veían un solo objeto llegaron a asociar con el número "1" la idea de unidad o de existencia independiente; así este número siguió siendo considerado como símbolo de lo que era único y solo. Este número no aparece simbólicamente en el libro del Apocalipsis. Por supuesto, con alguna frecuencia aparece tal número como fundamento de otros números. En medio de los peligros de la vida primitiva, por miedo a las fieras salvajes o a los ataques de sus enemigos que constantemente estaban delante de él, el compañerismo infundió valor al hombre: dos eran más fuertes y más eficaces que uno. Así el número "2" llegó a ser el símbolo de la fortaleza, de la seguridad, de la energía y del valor redoblado. En el hecho de que el Señor Jesús enviara a sus discípulos de dos en dos, hubo un significado simbólico. Era costumbre que dos testigos confirmaran la verdad, y el testimonio de ellos, que de otra manera hubiera sido débil, llegaba a ser un testimonio poderoso. Este número siempre significó fuerza aumentada, energía redoblada, poder confirmado. Así en el libro del Apocalipsis11 la verdad de Dios está confirmada por dos testigos que fueron muertos, resucitaron y ascendieron al cielo: esto simboliza un testigo poderoso que prospera, en seguida parece que fracasa en la tierra solo para ascender otra vez y entrar triunfalmente en el cielo. Tambien12 hay dos bestias salvajes que mutuamente se protegen a medida que desencadenan una guerra contra la causa de la justicia; constituyen un formidable enemigo; pero contra ellos Dios tiene un "doble" instrumento de guerra: el Cristo conquistador y la hoz del juicio. Evidentemente esto fue bastante para derrotar a las dos bestias. Así, simbólicamente, vemos que la causa de la justicia triunfa sobre el mal.
Wishart insinúa que el hombre, en su hogar primitivo, encontró lo más divino que la vida hubiera podido ofrecerle: amor paternal, amor maternal, amor filial. Descubrió que Dios se manifestaba en la relación que había entre el amor y la bondad y los afectos que existían en su propia familia, y comenzó a pensar en el número "3" como un símbolo de lo divino. En los mementos en que estaba más pensativo llevó retrospectivamente esa idea hasta su concepto de Dios. Por esta razón, sin duda, aparecen vislumbres de la Trinidad no sólo en la teología de los hebreos sino también en los sueños de los griegos. Lo más divino en la vida era "3" y el origen divino de la vida era "3". Aquí, el amor paternal, el amor maternal y el amor filial servían como fundamento esencial del mundo. También aquí estaban los reflejos de los grandes misterios que expresamos con los términos de "Padre", "Hijo", y "Espíritu Santo". "Tres" había de expresar el pensamiento de lo divino. Cuando el hombre salió de su casa y miró a su alrededor, no tuvo una idea del mundo moderno como nosotros lo conocemos ahora. Ni Copérnico se dio cuenta de todo lo que es el universo; para él el mundo era una vasta superficie plana con cuatro limites: el oriente, el occidente, el norte, y el sur; había cuatro vientos que procedían de los cuatro lados de la tierra; y creía el hombre que había cuatro ángeles que dominaban a los cuatro vientos; al estar en la ciudad se colocó dentro del límite de cuatro paredes: así pues, cuando él pensaba en el mundo, pensaba en términos de cuatro. "Cuatro" llego a ser el número cósmico. En el Apocalipsis aparecen cuatro seres vivientes que simbolizan las cuatro divisiones de la vida animal del mundo. Hay cuatro jinetes que simbolizan a los cuatro poderes que destruyen al mundo cuando está en guerra. El mundo en que los hombres vivieron y trabajaron y murieron fue convenientemente simbolizado por el número "4". Después, el hombre se volvió del estudio de su hogar y del mundo que lo rodeaba, al estudio de sí mismo. Quizás nuestro sistema decimal provino del intenso estudio que algún hombre hizo de los dedos de sus manos y de sus pies. Fue una época brutal y cruel aquella en que muchos fueron mutilados y lisiados por causa de las enfermedades, de los accidentes y de la guerra: en aquel tiempo el hombre que tenía todos sus miembros intactos era un hombre completo, perfecto. Así pues, el número "5", que duplicado llegó ser "10", fue el símbolo de lo completo del ser humano: y, en relación con el simbólico número "10" fijémonos en que el deber completo del hombre fue resumido en los "10" mandamientos. La bestia con los diez cuernos fue la representación del poder completo que el gobierno tenía. En el Apocalipsis, el dragón, 13 la primera bestia, 14 y la bestia bermeja15 tienen respectivamente diez cuernos, y en el caso de esta última bestia se dice que los diez cuernos son diez reyes: los cuales representaban el poder mundial completo que, de la manera en que existía en ese tiempo, pertenecía a Roma por causa del sistema de gobierno provincial que tenía. Como múltiple, el "10" ocurre también en muchos de los números más grandes que se mencionan en el Apocalipsis: el "70" es un número que representa algo muy sagrado, el "1000" representa lo que esencialmente está completo: lo que tiene la calidad de completo en un grado indefinido, etc. Cuando el hombre comenzó a analizar y a combinar los números, produjo otros símbolos interesantes. Por ejemplo, tomó el número "4" que representa a un mundo perfecto, lo agregó al número "3" que representa a la divinidad perfecta, y obtuvo el "7", el cual para los hebreos es el número que representa lo más sagrado. Por lo mismo, parece como si la tierra estuviera coronada con el cielo: es decir, se expresa la perfección de la tierra más la divina integridad de Dios. Así pues, el "7" expresa lo completo, lo íntegro, por medio de la unión de la tierra con el cielo. Este número se ve muchas veces en el libro del Apocalipsis: hay siete Espíritus, siete iglesias, siete candeleros de oro, siete estrellas, siete secciones del libro: estando
cada una, excepto la última, dividida en siete partes. El número sagrado, multiplicado por el número "10" que representa lo completo, produce el muy sagrado número "70." El supremo tribunal judío tenía setenta miembros, y el Señor Jesús preparó y envió setenta obreros. En una arrolladora figura presentó la idea de lo ilimitado del perdón cristiano, cuando a uno de sus discípulos le dijo que debía perdonar a su hermano setenta veces siete. Tratando de la multiplicación, digamos que el número "4" fue multiplicado por el "3", y el resultado "12" llegó a ser un símbolo bien conocido. En el pensamiento religioso hebreo el número "12" fue el símbolo de la religión organizada en el mundo. Así pues, hubo doce tribus de Israel, doce apóstoles, y en el libro del Apocalipsis se habla de las doce puertas de la Santa Ciudad. Este número fue multiplicado hasta llegar a 144,000, con el cual el escritor de nuestro Apocalipsis quiso representar la seguridad de que un número perfecto de señalados estaría a salvo de la ira de Dios que se derrama sobre la tierra. En cuanto a la división, el número "7", que representa lo perfecto, fue dividido en mitades. El resultado, "3 1/2", llego a expresar lo incompleto, lo que era imperfecto. Simbolizó los vehementes anhelos no satisfechos todavía, las aspiraciones no realizadas. Cuando el escritor de literatura apocalíptica quiso describir esa condición, cuando se dio cuenta de que era necesario describir al mundo que esperaba algo que no había llegado, cuando vio a los hombres en confusión y desesperación buscando la paz y la luz, usó el número "3 1/2" para expresar todo aquello. Esas ideas se expresaban de diferentes maneras: "3 1/2", "un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo", "cuarenta y dos meses", "mil doscientos y sesenta días"—: todas estas expresiones tienen el mismo significado. En el Apocalipsis se dice que dos testigos predicaron"3 1/2" anos: un tiempo indefinido; el patio del templo fue hollado por los impíos "cuarenta y dos meses" (3 1/2 años); los santos fueron perseguidos cuarenta y dos meses; la iglesia estuvo en el desierto "1.260 días". El número "3 1/2" o su equivalente siempre representó lo indefinido, lo incompleto, lo insatisfecho; pero en todo eso estaban la esperanza y la paciencia esperando un tiempo mejor en que la verdad fuera libertada del cadalso y puesta en el trono que usurpó el error. Queda un número del cual vamos a ocuparnos en este estudio del simbolismo. Para los judíos el número "6" tenía un significado siniestro. Si el "7" era considerado como el número sagrado, el "6" se quedó corto y fracasó. El "seis" era algo así como la carga militar que es derrotada cuando casi tenía el triunfo; en sí mismo tenía poder para dar el golpe destructor; representaba lo que en sí mismo había tenido la posibilidad de ser grande, pero no había podido alcanzar esa grandeza. El "6" era para los judíos lo que el "13" es en la actualidad para mucha gente: un número de mala suerte. Algunos edificios de algunas ciudades (de los Estados Unidos del Norte de América) no tienen el piso número trece: del doce pasan al catorce, porque nadie quiere tomar rentados los cuartos del piso trece para oficinas. De parecida manera algunos hoteles tienen cuarto número 12, cuarto número 12A, cuarto número 14, etc.; pero no tienen el cuarto número 13, porque nadie quiere dormir en un cuarto que tenía el número 13. Es muy posible que el temor que infunde este número se remonte hasta la noche en que trece hombres partieron el pan en la misma mesa: del cuarto en que estaban, uno de los hombres salió para cometer la traición más negra que registra la historia, y el otro para consumar el supremo sacrificio que menciona la historia. Así pues, el "6" era un número malo para los judíos. Es importante que recordemos esto cuando tratemos del número "666" al estudiar el libro del Apocalipsis. De esta observación del uso simbólico de los números se sigue que los números mencionados en el libro del Apocalipsis no se han de entender como si representaran un valor
numérico real, ni siquiera como números redondo. Son puramente simbólicos, y debemos hacer caso omiso de nuestras ideas matemáticas y procurar descubrir su significado simbólico. Una gran parte de los planes providenciales no enseñados en la Escritura, relacionada con el pasado y el presente, está basada en un falso concepto del valor de los números que el escritor emplea. Además del simbolismo de los números que se mencionan en el libro del Apocalipsis, abundan otras figuras de lenguaje. Por ejemplo, muchos objetos se mencionan simbólicamente: personas, pájaros, bestias, ciudades, elementos de la naturaleza, armas, cualidades (lo luminoso, lo obscuro, etc.), piedras preciosas: todo esto y otras muchas cosas que sirven para realizar el propósito del escritor a medida que en el libro nos describe el triunfo de la justicia sobre el mal. "En este misterioso mundo de fantasía que la fecunda imaginación oriental pobló de extrañas figuras y formas espectrales, donde los ángeles vuelan rápidamente, donde hablan las águilas y los altares y donde los monstruos emergen del mar y de la tierra: en un mundo de esta clase, muchos cristianos asiáticos de esa época evidentemente estaban en su medio, y en este debía encontrarlos el mensaje del profeta."16 Quizás uno no puede acercarse a la verdadera interpretación del Apocalipsis si desconoce esta característica central. 6. El elemento dramático, que es uno de los medios que con más efecto usa cualquier escritor, es también otra característica de la literatura apocalíptica. Uno de los principales propósitos de la literatura apocalíptica fue enseñar la verdad tan vívida y enérgicamente como fuera posible. Con frecuencia se presentan las figuras con el propósito de añadir brillo para ayudar a cercar la impresión deseada. Los pormenores son de algún significado solamente desde este punto de vista y no se ha de hacer énfasis en ellos. Este principio se aplica también a muchas de las visiones y figuras que se presentan en el libro. Por medio de símbolos grotescos y terroríficos produce su impresión vívida y dramática en el lector. Ríos de sangre, granizos que pesan cuarenta y seis kilos, un dragón tan grande que derriba la tercera parte de las estrellas con un latigazo de su cola; la Muerte cabalgando sobre un caballo; detrás de esta, la Tumba; una mujer que tiene como vestido la luna, y al sol como estrado de sus pies; animales con muchas cabezas y muchos cuernos, un dragón que arroja de su boca un río de agua para destruir a una mujer que va volando por el aire; un dragón, una bestia, un falso profeta, cada uno de los cuales vomita una rana, ranas que se unen para organizar un ejército: todas estas cosas son simbólicas; pero son algo más que simples símbolos: son símbolos exagerados con el propósito de producir un efecto dramático. El efecto de la figura debe ser discernido considerándola con una amplia perspectiva como un todo, y no tratando de determinar el significado de cada pequeño detalle. Uno no debe interesarse tanto por el actor, hasta perder de vista el argumento y su significado. Esta consideración de las características de la literatura apocalíptica nos ayuda a ver desde luego que no estamos tratando con literatura ordinaria, y por lo tanto no podemos usar métodos ordinarios de interpretación. Esta literatura está escrita así para revelar su mensaje. Este mensaje puede revelársenos solamente cuando interpretamos correctamente los símbolos: de acuerdo con la relación que tuvieron con el fondo del libro, y de acuerdo con la manera en que transmitieron su mensaje a quienes fueron los primeros en recibir el libro. El significado que este mensaje tuvo para ellos es el mismo que tiene para nosotros. Por lo tanto, debemos buscar ese significado para conocer la aplicación del libro en nuestros días.
Capítulo 2 – Métodos de interpretación del libro del Apocalipsis La interpretación del libro del Apocalipsis depende completamente del método que se use al estudiarlo. En el progreso de la historia cristiana se han seguido muchos métodos de interpretación. Algunas personas han estudiado el libro que nos ocupa con la idea de que nos revela todo el futuro de la historia: desde el tiempo del Nuevo Testamento hasta la consumación de los siglos. Otras han supuesto que revela la historia de la apostasía de la Iglesia Católica Romana. Otras más no encuentran nada de valor permanente en el libro, lo consideran como una colección de mitos de los primitivos cristianos, y dice que esos mitos no tienen ningún significado en nuestros días. Otro grupo ha procurado señalar en el libro principios de acción que sirven de base a las relaciones que Dios tiene con el hombre a través de los siglos. Aun más, otros han procurado saber lo que este libro significó en la época de su origen y determinar, por medio de la aplicación de ese significado, lo que significa para todas las demás generaciones. Ciertamente abundan las obras eruditas sobre esta notable porción del inspirado volumen... Pero los puntos de vista de los escritores expositores del Apocalipsis son tan contradictorias ... que quien los estudia pronto se ve obligado a tomar de cada uno de ellos las sugestiones útiles que puede encontrar, y después a proceder independientemente en la búsqueda del significado y de la lección del libro.1 El propósito de esta sección de estudio es escudriñar estos diferentes métodos, clasificarlos, determinar los puntos débiles y los fuertes de cada uno, con el objeto de encontrar la manera correcta de estudiar el libro del Apocalipsis. I. METODO FUTURISTA Este método de interpretación, frecuentemente usado, juzga al Apocalipsis como un libro casi totalmente escatológico, que trata los eventos del fin del mundo. Los que siguen este método consideran el fin del mundo, la venida del Señor, el reino del milenio con los santos en la tierra, la derrota de Satán, la segunda resurrección y el juicio final. Este método ha sido sostenido por muchos cristianos sinceros y piadosos, que consideran el libro como un volumen de profecía no cumplida. Desde el capítulo 4 hasta el fin del libro tenemos registrados unos eventos que han de cumplirse en el futuro y que están íntimamente relacionados con la segunda venida de Cristo. Por causa de muchos deseos naturales de conocer el futuro, mucha gente ha estado más interesada en "las últimas cosas" que en las condiciones presentes del plan y del propósito de Dios en esta era de necesidad. Para algunas personas este libro es, en su mayor parte, un problema de matemáticas celestiales y están más interesadas en el cálculo de las cartas de tiempo que en conseguir justicia social, económica y política para sus vecinos inmediatos.2 Los futuristas sostienen que los eventos que se mencionan en los capítulos 4 al 19 van a
desarrollarse en el breve espacio de siete años. Dicen que este período de tribulación es la septuagésima semana mencionada en la conocida profecía de Daniel 9:24-27, semana que ellos consideran separada de las otras sesenta y nueve semanas, por un periodo de muchos siglos, y que esa misma semana vendrá al fin de la era cristiana. La mayor parte de los futuristas son literalistas en su interpretación del Apocalipsis. Permanecen apegados al liberalismo lo más que les es posible, y ven muy poco de lo simbólico que hay en el libro. En seguida notemos algunos ejemplos de este liberalismo. Según el capítulo 11, el templo es medido: los futuristas dicen que éste es el templo de Jerusalén que será reconstruido antes del fin del mundo. En el mismo capítulo encontramos los símbolos de dos testigos: los futuristas sostienen que esto no es un símbolo, sino una profecía referente a dos grandes profetas que aparecerán cerca del fin del mundo. Los futuristas sostienen también que en el Apocalipsis los números tienen que ver con los valores matemáticos y no con la representación simbólica. Estos son únicamente unos cuantos ejemplos del literalismo de los futuristas. Otra característica de los futuristas es su creencia en la venida de un Anticristo personal. Dicen que la bestia del Apocalipsis es un gobernante personal, malvado, secular o eclesiástico, que gobernará en los últimos días. Este grupo frecuentemente identifica al Anticristo con el "hombre de pecado" que se menciona en 2 Tesalonicenses 3. La mayor parte de los futuristas son milenarios en su teología. Sostienen que después de que el Señor sea revelado desde el cielo en su segunda venida, el juicio final no se verificará inmediatamente; que en lugar de esto habrá una resurrección de los justos, y después Cristo con sus santos reinará mil años en la tierra. No todos los futuristas son milenarios. Uno de los más destacados milenarios en relación con el Apocalipsis es Abraham Kuyper: en una de sus obras3 presenta una interpretación futurista del libro; en otra4 hace pedazos al milenarismo. Pieters5 divide a los futuristas en dos grupos. A un grupo le llama "Dispensacionalistas Darbyistas." El punto de vista que sostiene este grupo fue originado por John N. Darby, fundador de los Hermanos Plymouth. La doctrina característica en su sistema es el concepto que tienen del cielo y de la iglesia cristiana; sostienen que Jesús vino a establecer un gobierno visible sobre la tierra y que Juan el Bautista pensó en esto cuando predicó que el reino de los cielos había llegado. Jesús presentó sus normas para su reino; pero los judíos rechazaron esas normas y al autor de ellas, el Señor Jesús: entonces la oferta fue retirada y el reino fue pospuesto hasta la segunda venida. Como un paréntesis en la historia, Cristo estableció su iglesia: la iglesia no es un cumplimiento de algo que en el Antiguo Testamento se haya dicho acerca de ella: es temporal y tendrá su fin cuando "el rapto" se verifique —"el rapto" es la transportación rápida y milagrosa de todos los verdaderos creyentes para encontrar a Cristo en el aire cuando venga otra vez. — Este "rapto" no será visto por toda la gente. Además, la parte pública de la segunda venida de Cristo, la cual se llama "la Revelación", se efectuará siete años después. El período de siete años acabados de mencionar corresponde a la septuagésima semana de Daniel, pues las sesenta y nueve semanas anteriores terminaron con la primera venida de Cristo (su nacimiento); pero cuando los judíos rechazaron a Cristo se acabó el periodo profético y no comenzará otra vez sino hasta que acontezca "el rapto". Además, el Anticristo reinará durante el periodo de siete años; y los judíos que hayan regresado a Palestina harán un pacto con él para restaurar el culto que ellos quieran. Entonces el templo será reconstruido en Jerusalén, las tribus dispersas serán reunidas y el sistema de sacrificios será reinstituido.
En Ezequiel 40:1 a 44:31 encontramos una completa descripción del templo y de sus atrios; pero hasta hoy nunca ha sido construido un edificio como el que describe Ezequiel. Ahora bien, según dice el Apocalipsis, no habrá templo en la Nueva Jerusalén. Por lo tanto, dicen los futuristas, Ezequiel ha de haber estado describiendo un templo que se usará en la tierra durante el milenio. Es evidente que el templo de que habla Ezequiel no pertenece a la "nueva tierra" porque la tierra en que está situado tiene por límites el mar, y las aguas brotan de ella hacia el mar; pero en la "nueva tierra" (Apocalipsis 21:1) no hay mar.6 ¡Tal es el proceder de los literalistas! Larkin continúa relatando los sacrificios que se ofrecerán en dicho templo: habrá diariamente una ofrenda matutina; pero no la habrá vespertina; habrá ofrendas quemadas, de carne, de líquidos, de las paces, por el pecado, por las transgresiones; y dos fiestas se observarán: la de los tabernáculos y la de la pascua; pero no se ofrecerá ningún cordero pascual puesto que Jesús ya ha desempeñado esta parte. Después de tres años y medio el Anticristo defraudará la fe que los judíos hayan depositado en él y los abandonará, lo cual será seguido por una grande tribulación y por unos sufrimientos para quienes hayan llegado a ser creyentes desde que aconteció "el rapto". El Anticristo exigirá que se le adore; y los cristianos y los buenos judíos que se nieguen a adorarlo sufrirán una grande tribulación. La mayor parte de los acontecimientos que se narran en los capítulos 4 al 19 del Apocalipsis ocurrirán durante este periodo, y cuando los cristianos estén casi anonadados Cristo vendrá a rescatarlos y a destronar al Anticristo en el "Armagedón". Entonces Jesús establecerá su reino en la tierra y reinará mil años con sus santos: el será el Principal Gobernante, y cada seguidor que le haya sido fiel recibirá unas ciudades en proporción a su fidelidad para que las gobierne, exactamente como Jesús lo prometió en la parábola de las minas (Luc. 19:11-26).7 Fácilmente se puede observar que la mayor parte de esta interpretación del Apocalipsis según los futuristas, nada tiene que ver con quienes fueron los primeros en recibir dicho libro, ni con ninguno de quienes lo hayan usado o lo están usando hasta el comienzo de los tres años y medio anteriores al regreso del Señor; y agregan los futuristas que este libro no tiene ninguna palabra para la iglesia cristiana cuando está en peligros, conflictos, y triunfos. Este sistema, según se descubre, no se apega a las Escrituras y es erróneo. Este método de interpretación es el que está en boga actualmente. Es el método utilizado en el sistema de Scofield y enseñado en los tiempos presentes por la mayor parte de las iglesias que no pertenecen a ninguna denominación. Hay un segundo grupo de futuristas que rechazan este dispensacionalismo. Estos se adhieren a un aspecto futuro del Apocalipsis, pero niegan que haya una diferencia entre el "rapto" y la "Revelación"; también creen que todos los creyentes pasan por la gran tribulación. Henry Frost8 pertenece a este grupo: cree que Babilonia será reconstruida y que el Anticristo personal gobernará; también cree que no quedan muchos años antes que llegue el fin del tiempo; sin embargo, no admite que todos los eventos que se mencionan en el Apocalipsis deben ocurrir en el espacio de siete años. Han sido mencionadas muchas objeciones que se hacen al método futurista de interpretación: estas son objeciones al método mismo, y no meramente objeciones a uno o dos aspectos que hayan sido presentados. Las siguientes objeciones representan a quienes se oponen a este método. 1. Objeciones a este Método.
(1) El método futurista no está de acuerdo con la declaración que Juan hizo en el sentido de que los eventos predichos, en lo general, ocurrirían prestamente. "La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para manifestar a sus siervos las cosas que es necesario que sucedan presto" (Ap. 1:1). Esta traducción literal incluye dos palabras que son de grande importancia en este lugar. El verbo griego dei es impersonal e implica una necesidad moral. "Es moralmente necesario" para que un fin justo se realice, que estas cosas sucedan pronto. Esa palabra es la misma que uso Jesús cuando dijo que le era necesario ir a Jerusalén y morir.9 Esto era moralmente necesario para que el fin propuesto se alcanzara. En ese pasaje del Apocalipsis descubrimos que era moralmente necesario que las cosas sucedieran pronto, para que el oprimido pueblo de Dios viera el brazo de Dios revelado y recibiera su consuelo en un tiempo que parecía desastroso. El segundo término griego en que estamos interesados es la frase en tájei que se traduce "prestamente" o "en breve" o "pronto". Los futuristas sostienen que este término solamente significa "certeza" y que no expresa la idea de tiempo. Pablo no usa de esta manera esa expresión cuando dice a Timoteo: "procura venir presto (tajéos) a mí."10 Parece que Pablo dice, según los futuristas: "Timoteo, quiero que vengas a Roma a verme. Trae el capote que dejé en casa de Carpo: lo necesito porque tengo frío pero no hay prisa: ¡nomás llega aquí dentro de los dos mil o tres mil años futuros! Necesito los pergaminos que allá dejé": tráelos para que los lea yo; pues hay algunos pasajes que deseo repasar dentro de uno o dos futuros milenios. Deseo verte. No sé cuánto tiempo podré resistir; así pues, ven dentro de unos pocos miles de años (tajéos): en cualquier tiempo serás bienvenido." ¡Mirabile dictu! Pero, esto es tan absurdo como admitir que la frase de Apocalipsis 1:1 que estamos considerando, significa "certeza de cumplimiento" más bien que rápido cumplimiento. Oigamos a Juan decir a los abatidos, afligidos, sufrientes y perseguidos cristianos de Asia Menor: "Todo está bien. No os inquietéis. Después de unos pocos miles de años las naciones serán reunidas para tener una gran batalla en el valle de Meggido, y cuando esta se haya terminado, Dios establecerá un reino terrenal y reinará con sus santos, y todos los seguidores del Anticristo serán destruidos." Tal mensaje significaría muy poco y consolaría muy poco a quienes necesitan consuelo en abundancia. Ellos necesitaban una revelación de Dios que dijera: "¡Cristo vive; está en medio de su pueblo; va a hacer que su causa triunfe derrotando a quienes procuran acabar con él; y va a hacerlo ahora. Por lo tanto, confortaos, manteneos firmes!" Había una necesidad moral de que estas cosas se cumplieran "prestamente." Había una necesidad urgente, y el mensaje satisfacía esa necesidad. Está fuera de los límites de cualquier interpretación razonable pensar que ninguna cosa del libro ha sido cumplida. Todavía ciertamente el significado de las palabras anteriores no puede extenderse hasta abarcar el último juicio, del cual se trata hasta el fin del libro. Pero el último juicio ocupa solamente una pequeña parte de esta larga profecía que se refiere a la manera en que Dios trata a su pueblo. Al acercarse uno por mar a las playas de los Estados Unidos de América, puede decir con absoluta propiedad: "Ya estamos aproximándonos a América," sin olvidar o negar que el límite más distante de América está como cinco mil quinientos kilómetros más allá. Así también, si la profecía trata de cosas que comenzaron a acontecer poco tiempo después de que fue escrita, esta declaración es verdadera en su sentido natural, aunque su completa realización no se logre
en dos milenios o más.11 Así pues, parece que había llegado el tiempo para el cumplimiento de la profecía como se le había dado a Juan. Esta interpretación y el método futurista se oponen. (2) Una de las objeciones más fuertes al método futurista es que deja todo el Apocalipsis sin ninguna relación con las necesidades de las iglesias a las cuales fue dirigido tal libro y que fueron las primeras en recibirlo. Uno de los principios básicos de la profecía en general, es que comienza con la generación a la cual es dirigida. Su primer propósito es hacer frente a una necesidad inmediata, por ejemplo: consolar, instruir, amonestar. Esto no quiere decir que la profecía se acaba cuando se acaba la generación a la cual fue dirigida. Los profetas que estuvieron en el exilio en Babilonia comenzaron su obra profética relacionándola con las necesidades inmediatas del pueblo de ese tiempo y comenzando con esto, extendieron su mensaje dándole un alcance que llegó hasta el tiempo de la venida de Cristo y del establecimiento de su reino. Precisamente así comienza el Apocalipsis: con la gente de su tiempo, y, habiéndola confortado en su necesidad inmediata, le señala el camino que conduce hasta la final consumación del reino en el tiempo que Dios ha escogido. El primer propósito del Apocalipsis fue ayudar a los primeros que lo recibieron. Seguramente ninguna interpretación puede considerarse como correcta si deja al libro sin relación con las iglesias que fueron las primeras en leer y escuchar el mensaje. Reconocer que el Apocalipsis es la respuesta al clamor de los cristianos que sufrieron la persecución de Domiciano, es reconocer que nunca fue una predicción de la apostasía de la Iglesia Católica Romana o una cronología referente al regreso del Señor. (3) Una gran parte del simbolismo del libro del Apocalipsis es incompatible con el método futurista. Cuando el futurista llega al capítulo 12, tiene que invertir su posición y sostener que el simbolismo alude a un evento pasado o que se refiere a alguna actividad del Israel que existirá al fin del tiempo. El simbolismo habla naturalmente del nacimiento de Cristo y del intento del diablo para matarlo; pero el futurista niega esto y hace que el libro en su centro mismo sea una obra judía más bien que una obra cristiana. (4) Una objeción final, que puede ser más subjetiva que objetiva, es que el método futurista está asociado con una filosofía materialista del reino de Dios y con una base para el triunfo de la justicia, lo cual no está de acuerdo en nada con la Escritura Sagrada. Cualquier sistema que se aparta de los propósitos de la gracia y de la cruz de Cristo, para seguir métodos de victoria de cualquier otra naturaleza, llega a ser repulsiva a la mente cristiana que es sincera. El futurismo hace precisamente esto, ya sea que lo admita o no. Este dispensacionalismo es teología judaica, mayormente de la literatura apócrifa, y no teología del Nuevo Testamento. 2. Puntos Fuertes de este Método Esta sección quizás debería comenzar con un signo de interrogación. Un estudio completo hace que uno se pregunte si hay algún punto fuerte a favor de este método. En seguida decimos lo que los futuristas sostienen a favor de su sistema. (1) Sostienen que el método futurista considera solamente a la Biblia como su guía, la aceptan literalmente sin agregarle o quitarle nada. A primera vista esto parece un noble anhelo. Sin embargo, un estudio sincero revela que la Biblia está escrita en diferentes estilos y con diferentes métodos de presentar su verdad. Debe ser interpretada de una manera consecuente con el método de presentación. Interpretar literalmente una parábola o interpretar la poesía como
si fuera historia, es seguir un procedimiento falso. De semejante manera, el hecho de interpretar un símbolo como si fuera una realidad es seguir un procedimiento falso. Esto produce una perversión de las Escrituras en lugar de lealtad a su verdadero significado. (2) Los futuristas sostienen que su método es el único que conservará viva y activa una esperanza en el regreso del Señor. Dicen que todos los otros métodos obscurecen esta esperanza y hacen que los hombres vuelvan los ojos a la tierra más bien que a las nubes en que Cristo regresará. Esta declaración no es correcta; pues hay muchos cristianos sinceros y piadosos que se apegan a otros métodos de interpretación, y, sin embargo, reconocen todas las doctrinas del Nuevo Testamento relativas a la gloriosa doctrina del regreso del Señor y se deleitan en ella. Aparte de esto, usar un método falso de interpretación de un libro solamente para estimular el interés en una doctrina, aunque sea una doctrina verdadera no puede considerarse como un motivo digno. En el Nuevo Testamento hay muchos lugares donde la segunda venida de Cristo se enseña con mucha más claridad que en el simbolismo del Apocalipsis. (3) Los futuristas pretenden que el hecho de aceptar cualquier punto de vista referente al Apocalipsis, diferente del que se adhiere a una posición milenaria, excluye todo fervor y esfuerzo evangelísticos. Esto también es una falsa declaración hecha frecuentemente y rara vez puesta en tela de juicio. Su falsa naturaleza fácilmente se nota cuando uno observa a los muchos que sostienen una interpretación opuesta. Es cierto que muchos de los hombres más piadosos de la historia cristiana han sido partidarios del milenio; pero es igualmente cierto que muchos de los más piadosos evangélicos han estado opuestos a esta interpretación. Algunos han estado en el grupo de los llamados "postmilenarios" y otros han estado en el grupo más antiguo de los llamados "amilenarios," siendo que los dos grupos absolutamente niegan el punto de vista milenario de esta escuela de pensamiento. Esta revista de "objeciones" y de "puntos fuertes" deja a la interpretación futurista del libro del Apocalipsis pesada en la balanza del pensamiento serio y es hallada deficiente: deficiente para sobrevivir a tantas diferencias que contra ella se acumulan como las pirámides de Egipto. II. METODO HISTORICO-CONTINUO Un segundo método de interpretar el libro del Apocalipsis es el histórico-continuo, el cual, algunas veces, ha sido llamado por cada uno de estos nombres separadamente; pero el término compuesto es el que mejor describe al método. Este método considera al Apocalipsis como una predicción, hecha por medio de símbolos, referente a la historia de la iglesia: así lo sostuvieron los eruditos católicos que hubo poco tiempo antes de la Reforma. Desde ese tiempo la teoría ha sido esencialmente la misma, aunque ha habido grandes diferencias en los pormenores de la interpretación. Según este sistema el libro del Apocalipsis profetiza circunstancialmente la apostasía de la Iglesia Católica Romana. Unos pocos de los famosos participantes de esta manera de pensar son: Wycliffe, Lutero, Bullinger, Brightman, Fox, E. B. Elliot, Albert Barnes, Guiness, Lord, y Carroll. A continuación presentamos un bosquejo que en esencia manifiesta la posición de Barnes:12 Primer Sello: Esto se cumplió en el Imperio Romano, desde la muerte de Domiciano, acaecida en el año 96 d. de J. C., hasta la ascensión de Cómodo, ocurrida el
año 180 d. de J. C. Segundo Sello: Esto se refiere a los sucesos ocurridos desde la muerte de Cómodo, el año 193 d. de J. C., en adelante. Tercer Sello: Esto se refiere a sucesos que ocurrieron desde el año 211 d. de J. C., cuando Caracalla ocupó el trono como emperador, y a lo sucesivo. Cuarto Sello: Esto se refiere a sucesos que ocurrieron desde que Decio ascendió al poder hasta la muerte de Galieno (o Galiano): desde el año 243 hasta el 268 d. de J. C. Quinto Sello: Esto se refiere a las persecuciones que hubo bajo el imperio de Diocleciano durante los años 284 al 304 d. de J. C. Sexto Sello: Se refiere a la invasión que hicieron los bárbaros el año 365 d. de J. C. Séptimo Sello: Mientras está abierto este sello se realiza lo que se dice en conexión con las siete trompetas. Primera Trompeta: Invasión de los godos, 395-410 d. de J. C. Segunda Trompeta: Invasión de Genserico, 428-468 d. de J. C. Tercera Trompeta: Invasión de Atila, rey de los hunos, 433-453 d. de J. C. Cuarta Trompeta: Conquista final del Imperio Occidental por Odoacro, rey de los hérulos, 476-490 d. de J. C. Quinta Trompeta: Los mahometanos. Sexta Trompeta: Los turcos. Capítulo 10: El ángel fuerte representa a la Reforma; el librito abierto representa a la Biblia puesta otra vez al alcance del pueblo en general para que la lea, después de haber estado esclavizada por el papado y por la Vulgata. Los siete truenos que hablaron y fueron oídos, sin que se escribiera lo que dijeron, representan los anatemas que el Papa lanzó contra la Reforma: no fueron escritos porque en ninguno de ellos hubo algo que fuera digno de ser escrito. Capítulo 11: El hecho de medir el templo representa el hecho de determinar qué es lo que constituye a la verdadera iglesia en el tiempo de la Reforma. Los dos testigos representan a quienes han testificado contra los errores de Roma. Séptima Trompeta: Representa el triunfo final de la verdadera iglesia. Lo que está después del capítulo 11 no es una continuación cronológica: lo que cronológicamente sigue es un aspecto de la condición interna de la iglesia, y se refiere exclusivamente a la Iglesia Católica; pues la mujer de quien se habla en el
capítulo 12 es la iglesia verdadera: su fuga al desierto representa la condición en que ella estuvo mientras el papado tenía el poder, la ira de Satanás contra la simiente de la mujer representa los intentos del papado para exterminar a los individuos cuando ya no hay persecución general, abierta y enconada. La Primera Bestia: Representa al poder eclesiástico papal que sostiene al papado. La Segunda Bestia: Representa al poder eclesiástico papal. Las Siete Copas: Representan siete golpes asestados al poder papal, tales como el de la Revolución Francesa, el de la captura de Roma por los franceses, el de la captura del Papa mismo, etc. La Gran Ramera: Representa al papado. La Destrucción de Babilonia: Se refiere a la caída del papado. Esta manera de interpretar el Apocalipsis que es la que usa Barnes y que acabamos de ver, nos proporciona una idea general acerca de todo este método de interpretación. Los intérpretes que pertenecen a esta escuela entran en muchos pormenores para desenvolver estas ideas; por ejemplo, comparan los símbolos del Apocalipsis con los sucesos de la historia, aparentemente con tanto éxito, que algunos se han dado cuenta de que si se hace un estudio del libro "Decline and Fall of the Roman Empire" por Gibbon, junto con el de "Notes on Revelation" por Barnes, se obtiene suficiente prueba de la inspiración de las Escrituras. Uno se siente inclinado a admitir que, ya sea este el verdadero método de interpretación o no, los sostenedores de él han adaptado el libro del Apocalipsis —de una manera admirable— a muchas partes de la historia. Sin embargo, los aciertos ocasionales como estos no pueden considerarse como adecuada prueba de que una interpretación es correcta, cuando a tal interpretación se le pueden oponer tantas objeciones. Es cierto que algunas veces las conjeturas podrán coincidir con la verdad pero es peligroso que uno se deje guiar por ellas todo el tiempo. 1. Objeciones a este Método (1) El Apocalipsis, entendido como lo entienden los partidarios del método históricocontinuo de interpretación, queda sin ninguna relación con la situación de los cristianos a quienes dicho libro fue originalmente dirigido. Debemos recordar un principio declarado anteriormente: Ninguna interpretación del Apocalipsis puede ser considerada como correcta si carece de significado para quienes fueron los primeros en recibir dicho libro. Debemos tener en cuenta que un tratado referente a un sistema eclesiástico que se originó varios siglos después del tiempo de aquellos perseguidos cristianos contemporáneos de Juan, habría sido inútil para confortarlos y ayudarlos en sus tribulaciones. Aquellos cristianos no hubieran podido entender ese tratado; y aunque lo hubieran entendido, no les habría evitado los sufrimientos que padecían. Difícilmente podemos pensar en que la captura del Papa, ejecutada varios siglos después de aquellos tiempos, podría haber avivado el entusiasmo de aquellos abatidos cristianos cuando sus seres amados eran llevados al patíbulo o a las hogueras. El libro del Apocalipsis debe conservarse íntimamente relacionado con aquellos cristianos y con el Asia Menor del primer siglo del cristianismo, si es que hemos de entender su significado.
(2) El método histórico-continuo de interpretación agrega una importancia indebida a la apostasía de la Iglesia Católica Romana. El romanismo ciertamente se ha caracterizado por sus muchas cosas malas; pero la Reforma no es la única cosa importante que ha acontecido desde el tiempo de Constantino. El Papa no es el único enemigo de la verdadera religión; ni el principal propósito del Apocalipsis es equiparnos con armas para una guerra eclesiástica. En lo esencial, Lutero, Barnes, Elliot y otros, son partidarios de este método de interpretación. (3) El horizonte del método histórico-continuo es demasiado reducido: los eventos de que trata este libro, el Apocalipsis, quedan confinados a los países donde el Catolicismo Romano ha tenido preponderancia. Si aceptamos la interpretación que estamos objetando, entonces el Apocalipsis no puede tener significado alguno para los países que no han conocido el sistema católico y en las páginas del Apocalipsis no hay un mensaje universal para todo el género humano. Esa manera de concebir la situación pudo haber sido oportuna para la gente del tiempo inmediatamente posterior a la Reforma; pero es extemporánea para nosotros. (4) Este método de interpretación condesciende con pormenores tan absurdos como los de la escuela futurista. Por ejemplo, Elliot13 interpreta el silencio que hubo en el cielo durante media hora (Ap. 8:1), como los setenta años que transcurrieron entre la victoria de Constantino sobre Licinio, el año 324 A. D. y la sublevación de Alarico y la invasión del imperio el año 395 A. D. Elliot opina que media hora en el cielo es el equivalente preciso de setenta años en la historia de Roma, y que se habla del silencio en el cielo porque no hubo guerra en la tierra. Ni siquiera Elliot se atreve a explicar el porqué de esta interpretación. Antes se ha mencionado ya otro ejemplo de este método de interpretación: en él se observa que Barnes consideró los siete truenos, mencionados en el Apocalipsis, pero no explicados como los anatemas que el Papa lanzó contra la Reforma, y que no fueron explicados o descritos porque en ellos no había nada digno de ser explicado. Esto es quizás un ejemplo clásico de agudeza no católica pero difícilmente puede ser considerado como una exégesis seria. Se necesita una imaginación en gran manera elástica para concebir una idea del consuelo que la interpretación acabada de mencionar podría proporcionar el año 95 de la era cristiana a los afligidos cristianos del Asia Menor. (5) Otra objeción válida contra este método de interpretación es que conduce a cálculos erróneos de tiempos y de periodos que han perjudicado mucho al reino y que constantemente han sido desmentidos por los eventos. Estos cálculos, como en la escuela futurista, están hechos basándose en la teoría del "día-año" que dice que en profecía un día siempre significa mil años. Según esto, la bestia que va a tener poder durante cuarenta y dos meses, realmente lo tendrá durante 1,260 años. Este poder malo llegará al fin después de estos muchos años; pero el papado, considerado por muchos comentaristas como la Bestia, ha durado mucho más tiempo que ése. Fundándose en un principio semejante, Lord14 sostiene que en profecía un día es igual a mil años y calcula que el milenio durará 360,000 años. A pesar de que la base escritural para esta opinión es poca, si es que hay alguna, la idea ha sido muy sostenida por algunos expositores y es predilecta de algunos eruditos que hasta sostienen opuestos puntos de vista en cuanto al Apocalipsis. Los siguientes pasajes de la Escritura se usan frecuentemente para sostener esa manera de opinar: Números 14:34, donde se refiere que los israelitas pasarían un año en el desierto por cada día de los cuarenta que los exploradores ocuparon en su viaje. Ezequiel 4:4-6, donde se dice al profeta que se duerma sobre uno de sus lados durante cierto
número de días, correspondiendo cada día a un año. Daniel 9:24, que profetiza las setenta semanas. Casi todos los expositores están de acuerdo en que esto se refiere a un período de 490 años. Si las semanas se consideran como períodos de siete días cada una, entonces tenemos una profecía en la que un día se conceptúa como un año. Aunque esto fuera cierto, no se sigue que puede ser una regla general en la profecía. Por ejemplo: Isaías 7:8 profetizó que Efraín sería quebrantado 65 años después de pronunciada esta profecía: no significa días. Isaías 16:14 profetizó que la gloria de Moab sería una cosa despreciada, tres años después de hecha esta declaración: el profeta no quiere decir días. Isaías 23:15 dice que Tiro sería olvidada 70 años: la profecía no significa días. Jeremías 29:10 dice que Judá sería sometida a Babilonia 70 años: no quiso decir días. Daniel 9:2 dice que "miró atentamente en los libros el número de los años" y se dio cuenta de que los 70 años del cautiverio casi se habían cumplido: el profeta no miró días. Mateo 20:19 dice que Jesús profetizó que él sería crucificado y sepultado; pero que resucitaría al tercer día: esto fue una profecía; pero no quiso decir que su cuerpo estaría en la tumba tres años. Parece que Alford está en lo correcto cuando dice: "Nunca he visto que se haya probado, ni siquiera que se haya considerado como probable, que al tratar de la profecía apocalíptica debemos admitir que un día significa un año."15 Por hacer cálculos de acuerdo con la teoría del día-año, muchas veces han brotado esperanzas que han conducido al desengaño. A este método se debió que Miller predijera que el fin del mundo acontecería en 1843; y esta predicción produjo excitación e hizo que se organizara la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Diferentes autores han señalado varias fechas: estas fechas han pasado y los expositores han trasladado sus predicciones a un futuro más seguro. En realidad no hay un "futuro más seguro" para ese sistema. 2. Puntos Fuertes de este Método Los eventos de la historia han mostrado que todo este método histórico-continuo, que da la mayor importancia a la apostasía de la Iglesia Católica Romana, es un falso razonamiento que conduce hacia una especulación sin fin y sin provecho: cae bajo el débil peso de sus notables falacias. Evidentemente no tiene puntos fuertes, excepto el de que evita una interpretación literal del Apocalipsis y prevé la completa derrota del mal. III. METODO DE LA FILOSOFIA DE LA HISTORIA El Apocalipsis queda separado casi por completo de su fondo histórico si se usa este
método de interpretación. Dicho método considera al libro del Apocalipsis como si contuviera una discusión de las fuerzas que son la razón fundamental de los eventos; pero no como una discusión de los eventos mismos. Según este método, el Apocalipsis es una expresión de aquellos grandes principios del gobierno de Dios cuyos efectos pueden observarse en todas las épocas; es un libro que expone los principios en los cuales Dios se basa para tratar con todos los hombres de todas las épocas. Se sobrentiende que los símbolos se refieren a fuerzas y tendencias, y que tales símbolos pueden realizarse repetidas veces a medida que estas fuerzas o tendencias se repiten en la historia. Por ejemplo: la bestia feroz que emerge del mar según Apocalipsis 13, se interpreta diciendo que son los poderes antagónicos a la verdadera iglesia, en cualquier tiempo y en cualquier lugar que aparezcan esos poderes. De parecida manera, la segunda bestia, con cuernos como los del cordero pero con voz como de dragón, representa al corrompido poder religioso en alianza con el corrompido poder secular para perjudicar al pueblo de Dios. Esta escuela de pensamiento considera a Juan como el dador de la verdad concerniente a las más poderosas influencias que obran debajo de toda actividad humana. Algunas de estas influencias obran maravillas en beneficio de la civilización. Otras tienen su asiento no solo en religiones hostiles anticristianas o en la antigua Roma, sino también en iglesias poderosas, reformadas o no reformadas, y no menos en algunas sectas que se han revelado contra los dogmas y que no permiten a sus apóstoles perorar contra el egoísmo y la codicia. Según los proponentes de este sistema de interpretación, no hay continuidad en el Apocalipsis; no se espera que se realice lo de los sellos ni lo de las trompetas. Los sellos representan todo el curso de la historia, y las trompetas cubren el mismo territorio solo que desde diferente punto de vista. La relación que existe entre las visiones no se considera como temporal, sino como lógica: se las compara a siete películas que muestran la misma cosa desde diferente punto de vista y con un clímax dramático.10 Los principios revelados aquí no tienen fin y pertenecen a todos los días. Juan revela los grandes principios que siempre están obrando en el mundo; señala la meta final hacia la cual los eventos humanos y la causa de Dios son dirigidos por el Cristo resucitado. Los principios que rigieron a la historia en el tiempo de Juan rigen a la historia de todos los tiempos, y las cosas simbolizadas son tan aplicables a cualquier tiempo como lo fueron al tiempo de Juan. El análisis del método de la filosofía de la historia para interpretar, aclara las objeciones (o puntos débiles) y los puntos fuertes del sistema.
1. Objeciones a este Método (1) Este método coloca al Apocalipsis demasiado lejos de la situación para la cual fue originalmente escrito. Sin embargo, este método de interpretación no deja al libro del Apocalipsis tan fuera del contacto de los cristianos que lo recibieron primero, como lo hacen el método futurista y el histórico-continuo pero hace que el lugar de estos métodos sea tan insignificante, que no se les puede aceptar sinceramente. Admite que los principios que encierra el libro fueron aplicables a esos tiempos remotos; pero sostiene que después no lo fueron, como no lo son en nuestros días. Mas un estudio detenido de las necesidades de los cristianos del primer siglo revela que estas fueron tratadas tan completamente en el Apocalipsis, que no podemos decir que el mensaje de este sea tan universal que no tenga especial consuelo y ayuda
para aquellos. (2) Este método confina al Apocalipsis a un canal demasiado estrecho; pues sostiene que los símbolos se refieren a fuerzas o tendencias y que no hay profecías específicas de eventos específicos en el libro. Parece que este no es el caso cuando descubrimos en todo el libro evidencias claras del cumplimiento de eventos específicos. Por ejemplo, es un hecho bien conocido que la Roma Imperial cayó por causa de una combinación de tres agencias: la calamidad natural, la decadencia interna, y la invasión que procedió del exterior. Este hecho se observa una y otra vez en el simbolismo del Apocalipsis. 2. Puntos Fuertes de este Método (1) Este método reconoce que el libro del Apocalipsis tuvo algún significado para quienes lo recibieron primero. El significado es más bien limitado, pero existe, y eso es más de lo que se puede decir de los dos sistemas mencionados previamente. (2) Este método también reconoce la intervención de Dios en la historia: Dios no ha abandonado a este mundo a sus propios recursos, pues todavía está tratando a los hombres basados en principios que son consecuentes con el carácter de él. (3) Este método reconoce que la meta a la cual toda la historia se dirige, es el triunfo completo de la causa de Dios en los asuntos de los hombres; el propósito y el plan de Dios no fracasará, sino que triunfará por medio de su guerrero que es llamado "Rey de reyes" y que pelea con la espada que procede de su boca (Ap. 19:11-21). IV. METODO PRETERISTA Este método es casi contrario al futurista. Los futuristas dicen que ninguna cosa de las que dice el libro se ha cumplido. Los preteristas, en el estricto sentido del término, declaran que todas las cosas que dice el libro se cumplieron en los días del Imperio Romano. La palabra "preter" es un prefijo que proviene del término latino praeter, el cual significa pasado o más allá. La palabra derivada "preterista" usada de esta manera, se refiere a una persona que considera que el cumplimiento de lo que dice el Apocalipsis ha ocurrido en el pasado. Pieters17 encuentra dos divisiones en esta escuela: la del ala derecha y la del ala izquierda. Las obras de Stuart, Beckwith, y Swete representan al ala derecha de la escuela preterista. Tales autores admiten que el libro del Apocalipsis es literatura inspirada; que la mayor parte de lo que dice se cumplió en el Imperio Romano y bajo el gobierno de Domiciano; que, no obstante, el juicio final y el estado perfecto de la humanidad están por realizarse; que el Apocalipsis es un libro para aquellos días de persecución en Asia Menor, aunque creen que tiene, por lo menos en gran parte, solamente una importancia literaria para la gente de nuestro tiempo. Los del ala izquierda de la escuela preterista no admiten que el Apocalipsis sea divinamente inspirado; lo consideran como una obra de la misma clase de la otra literatura apocalíptica de aquellos tiempos, y valioso únicamente como literatura. Según la manera en que esta escuela hace la interpretación, Juan no supo por inspiración nada del futuro; por lo mismo, no esperan que los eventos narrados en el Apocalipsis se realicen durante la existencia de la iglesia. Esta es la manera de pensar de la escuela preterista, en el más completo significado del término.
1. Objeciones a este método Es difícil hacer las objeciones a este método de interpretación, sin separar los dos grupos de que se acaba de hablar. Para el cristiano sincero que sostiene que el Apocalipsis es un libro divinamente inspirado y que tiene un lugar en el Canon del Nuevo Testamento porque el Espíritu Santo quiso que allí estuviera, las opiniones del ala izquierda son repulsivas del todo: estas no pueden ser aceptadas por quien considera a Juan como el mensajero de Dios, mensajero que habla de los asuntos de los hombres del tiempo de Juan mismo o de cualquier otro tiempo. Este sistema del ala izquierda queda completamente rechazado y no tiene puntos fuertes. Por otra parte, los preteristas del ala derecha se recomiendan a sí mismos diciendo que tienen más puntos buenos que malos. La sobresaliente y quizás la única objeción que se puede hacer a este método es que muchos de sus defensores encuentran mensaje en el Apocalipsis, solamente para el tiempo de Juan; no descubren que el mensaje del libro puede aplicarse a la vida eclesiástica de nuestros tiempos. Sin embargo, hay muchos de este grupo que por adoptar algunos de los principios del método de la filosofía de la historia, descubren que a este libro se le puede hacer una aplicación universal. 2. Puntos Fuertes de este Método Varios puntos fuertes pueden ser observados a favor de este método de los preteristas del ala derecha. (1) Es fiel al fondo histórico del Apocalipsis. Ya se sabe que ninguna literatura puede ser entendida si se aparta de los antecedentes del asunto. Así pues, entenderemos mejor el Apocalipsis cuando conozcamos mejor sus antecedentes históricos: las persecuciones que hubo en tiempo de Domiciano. El método preterista reconoce esta verdad. (2) Los partidarios del método preterista reconocen que el Apocalipsis estaba lleno de significado para quienes fueron los primeros en recibirlo; que el propósito principal del libro era "revelar" a los perseguidos cristianos la proximidad de la venida de Cristo y la seguridad de que la causa que ellos defendían tendría una pronta victoria sobre la manera de ser de la Roma Imperial. El método preterista trata de esto, considerándolo como su principio básico. (3) Los partidarios de este método reconocen que sí se puede hacer una aplicación universal del mensaje del libro: Así como el Cristo resucitado triunfó sobre todo lo que se le opuso en aquellos lejanos días, también triunfará sobre toda condición turbulenta que haya en cualquier tiempo, inclusive el nuestro. Los paganos pueden enfurecerse y la gente puede imaginar cosas vanas; pero Dios todavía está en su trono y Cristo todavía tiene las llaves de la muerte y del destino. Evidentemente esto es un punto fuerte a favor de esta interpretación. (4) Este sistema da una interpretación que en todo está de acuerdo con las enseñanzas del Nuevo Testamento. Uno puede seguir este método, y no tiene que creer que el propósito que Dios manifestó en la cruz de Cristo fracasará y que él tendrá que utilizar la espada para establecer aquí su reino. Las mismas verdades y los mismos principios que se observan en las enseñanzas de Jesús y en las predicaciones y en los escritos de los apóstoles, se observan en el Apocalipsis si uno sigue este método de interpretación. V. METODO DE FONDO HISTORICO
Anteriormente se ha observado que este quinto método puede considerarse como una parte del método preterista; y parece que es bueno discutirlo como una división separada, por dos razones. Primera: porque el grupo del ala izquierda ha dejado unas ideas muy indeseables agregadas a todo el sistema preterista. Segunda: porque hasta algunos del grupo del ala derecha, con la cual este método tiene mucho en común, han sostenido que el Apocalipsis no tiene mensaje para nosotros, sino solo para quienes fueron los primeros en recibir el libro. Por lo tanto, parece que es prudente tratar el método de fondo histórico de interpretación como uno diferente, más bien que considerarlo como una división de otra división del método preterista. Considerado el método de fondo histórico como un método diferente de interpretación, merece más consideración que la que se le daría si se le considerara como una división del otro método, es decir, del preterista. Quizás la mejor manera de describir el método de fondo histórico es mostrar cuáles principios de interpretación siguen. Ninguno de los métodos previamente discutidos tiene el derecho exclusivo sobre la interpretación del Apocalipsis. Cada escuela ha tenido entre sus numerosos defensores algunos que fueron hombres piadosos y eruditos. Cuando estudiamos las opiniones y procuramos seleccionar una que nos parece correcta, nos quedamos perplejos sin saber qué hacer, porque en cada una de ellas hay falacias notables. Los principios asentados aquí tal vez sugerirán un método en el que se combinen una parte del método preterista del ala derecha con una parte del método de la filosofía de la historia. 1. Este método hace recordar que el autor del Apocalipsis escribió su mensaje principalmente para la edificación de los cristianos de su misma época y para infundirles valor. Por lo tanto, quien siga este método debe hacer un cuidadoso estudio de las condiciones en que estaba la iglesia en ese tiempo; debe, además, conocer, tanto como le sea posible, al escritor del libro, las condiciones en que estaba cuando lo escribió, y la relación que tenía con quienes recibieron el mensaje. También, quien siga este método de interpretación, debe conocer la fecha aproximada del escrito; asimismo debe familiarizarse con las condiciones morales, religiosas, sociales y políticas que prevalecían en la época en que el libro fue escrito; por último digamos que debe conocer los pensamientos que el pueblo tenía cuando se enfrentaba a todas las perplejidades de una situación que parecía desastrosa. Una indicación importante que puede servir como guía al intérprete, puede encontrarse en el propósito del libro y en las circunstancias históricas de su origen. El Apocalipsis está vertido en forma de carta para ciertas sociedades cristianas, y comienza con un relato detallado de sus condiciones y circunstancias… El libro comienza con una situación histórica bien definida, y al fin se refiere otra vez a ella; y las visiones intermedias, que forman el cuerpo del libro, no pueden en ninguna teoría razonable quedar separadas de sus circunstancias históricas.18 El expositor indica a continuación que el libro proviene de circunstancias locales y temporales, que es la manifestación del Espíritu Santo para disipar los temores de los cristianos que a fines del primer siglo vivían bajo muchos peligros en Asia Menor, y que todo eso que arroja luz sobre Asia Menor desde el año 70 hasta el 100 de ese primer siglo y sobre el cristianismo de esa región en ese período es de primera importancia para el intérprete del Apocalipsis. Juan no estaba escribiendo acerca del siglo veinte, ni de otro siglo, excepto de
aquel en que vivió... Para las iglesias que eran perseguidas y sufrían, a las cuales Juan se dirigió, los meros detalles del futuro eran asuntos sin importancia; lo que los cristianos necesitaban era una nueva confianza en la idea de que el cristianismo tendría un futuro seguro sobre la tierra. Las dispensaciones y las figuras referidas a tiempos remotos no podrían haberlos auxiliado en condición tan desesperada; ellos necesitaban que la luz de la esperanza cristiana iluminara la época en que vivían.19 William Peter King agrega su punto de vista referente al Apocalipsis, junto con el de los escritores citados: La finalidad del libro era aumentar el valor y la fe de los cristianos, haciendo que en su imaginación se representara vívidamente la caída del Imperio Romano, la victoria final del Reino de Dios y del Cristo triunfante... Uno se sorprende de como los adventistas se han persuadido de que la elevación y la caída de algún moderno papa o dictador podría haber dado algún consuelo y fortaleza a los cristianos primitivos tan severamente oprimidos.20 Al discutir el fondo histórico de este libro serán citadas otras autoridades que se adhieren a esta opinión, las que acabamos de mencionar son suficientes para indicar que el primer paso que se debe dar para entender este libro es entender su fondo. 2. El segundo principio de interpretación que debemos recordar es que este libro en su mayor parte está escrito en lenguaje simbólico. La palabra "símbolo" se deriva de los términos griegos sún que significa ''con", y el infinitivo bállein que significa "tirar", "lanzar", de lo cual se pueden tener las frases "tirar con" o "tirar o lanzar junto con..." Así pues, un símbolo es aquello que sugiere alguna otra cosa por razón de la relación o de la asociación que tiene con ella es un signo visible de algo invisible: como una idea o una cualidad. En este libro se usan los símbolos para describir o representar ideas abstractas que el escritor desea presentar a sus lectores. El libro del Apocalipsis (después de los tres primeros capítulos) es un álbum de fotografías divinas, un álbum de bocetos espirituales, es una presentación pictórica, por medio de símbolos, de ciertos poderes que son la razón fundamental del desenvolvimiento histórico de la Iglesia Cristiana y de su interminable conflicto.21 Por esta razón no es posible seguir las reglas comunes de interpretación. Por lo general las palabras de cualquier pasaje de la Escritura deben entenderse en su sentido natural y llano, a menos que haya alguna razón por la cual se las deba considerar en sentido figurado. La presunción es siempre en favor de un significado literal; si alguien lo hace de otra manera, debe declarar la causa para hacerlo. Este no es el caso en el libro del Apocalipsis: al tratar de este libro, que está presentado en forma pictórica, uno debe admitir que los símbolos deben considerarse figuradamente a menos que haya una buena razón para considerarlos literalmente. Hay pocos lugares donde el lenguaje literal se usa en medio del simbólico; pero estos lugares se destacan como notable auxilio, así como las palabras griegas se destacan en un pasaje escrito en
inglés o en español. El intérprete del Apocalipsis tiene que hacer frente a un doble deber en lugar de a uno solo. Cuando uno lee la historia bíblica de David y Goliat, puede ver al joven, al gigante, la armadura, la honda, y la victoria. Esta es una historia completa. Pero cuando uno lee en el capítulo doce del Apocalipsis lo referente a la batalla que Miguel y sus ángeles sostuvieron contra el dragón y sus ángeles, debe ver no solamente la historia sino también lo que simboliza. Esto no se debe aceptar como la información referente a la batalla que hubo en el cielo, en la cual Satanás perdió el puesto que tenía en los cielos en los tiempos prehistóricos; sino que se debe notar que el acontecimiento simboliza algún hecho o verdad en la vida espiritual o en la experiencia del cristianismo. El intérprete que empieza a creer que la mayor parte del Apocalipsis es literal, comienza en el mal camino, y mientras más avanza en esta dirección, menos entenderá el libro. El escritor usó estos símbolos para comunicar sus pensamientos a los iniciados que podían entender dichos símbolos, pero al mismo tiempo los usó para esconder tales pensamientos a quienes no pertenecían al círculo de los cristianos. Esto último puede parecer que no es de mucha importancia en los tiempos presentes; pero las condiciones del tiempo en que el libro fue escrito revelan que eso era sumamente importante en aquel tiempo. El significado de la mayor parte del simbolismo del Apocalipsis es completamente claro para los lectores modernos que desean verlo así. Hay algunos símbolos que no se entienden fácilmente y que se prestan para que haya mucha diversidad de opinión. En cuanto a estos símbolos no puede uno ser dogmático. Lo mejor que se puede hacer es procurar con ahínco descubrir lo que más probablemente significaron aquellos símbolos para quienes fueron los primeros en recibir el libro y aceptar eso como la más adecuada interpretación. El simbolismo de este libro a menudo es misterioso y grotesco: algunas veces, para representar a los poderes paganos del mundo se usan bestias salvajes con características que por completo son contrarias a la naturaleza. ¿Por qué un animal debe tener siete cabezas, o diez cuernos, o los pies como de oso, y la boca como de león? (13:1, 2). Sin duda, nunca ha existido ese animal real y verdaderamente. Todos los esfuerzos combinados de P. T. Barnum y Robert Ripley no podrían haber producido tal ser viviente. El animal es presentado así para simbolizar que a un poderoso y depravado antagonista se le enfrenta la causa de la justicia en una batalla espiritual. Ningún método de interpretación puede llegar al verdadero mensaje del Apocalipsis a menos que reconozca y siga este simbolismo. 3. El tercer principio importante es que uno debe recordar que el Apocalipsis usa terminología del Antiguo Testamento con significado especial en el Nuevo Testamento; por lo mismo algunas figuras y expresiones del Antiguo Testamento pasan a través del libro del Apocalipsis. Algunos expositores han cometido el error de interpretar este lenguaje de la manera en que fue usado en el Antiguo Testamento; piensan que es inevitable que si una expresión significa una cosa en una parte de la Biblia, forzosamente debe significar la misma cosa en todas partes. Esto es una premisa falsa que conduce a incontables errores. Una expresión o símbolo significa lo que el autor quiere que signifique en el lugar donde lo usa. Juan se refiere a algunos de los animales mencionados en la profecía de Daniel y usa mucha terminología de Ezequiel; pero esto no quiere decir que en la interpretación significan la misma cosa: Juan ha adaptado todo eso de manera apropiada a su mensaje. Mucho del dispensacionalismo que ha estorbado el progreso de la interpretación se debe a la creencia de que el Apocalipsis predice la "septuagésima semana" de Daniel, solo porque algunos de los términos son los mismos. El Nuevo Testamento es principalmente un libro cristiano, no un
libro del judaísmo; el mensaje que presenta es suyo, es propio, ya sea que haya adaptado el lenguaje del Antiguo Testamento, o el de los libros apócrifos, o que todo sea original de Juan. 4. Para descubrir el verdadero significado del Apocalipsis, uno debe procurar considerar las visiones o la serie de visiones como un todo, sin poner mucho énfasis en los pormenores del simbolismo. Previamente se ha hecho notar que muchos de los pormenores se usan para producir efectos dramáticos y no para agregar nada al significado de un pasaje. Puede ser que los detalles de una visión tengan algún significado; pero en el mayor número de los casos se usan únicamente para llenar la escena. Este mismo principio se aplica a la interpretación de las parábolas y frecuentemente a los libros políticos. Por ejemplo, obsérvese en el Salmo 91: 5, 6: "No tendrás temor de espanto nocturno, Ni de saeta que vuele de día; Ni de pestilencia que ande en oscuridad, Ni de mortandad que en medio del día destruya." Pieters dice acerca de esta exhortación: Esto es hermoso y cierto si se considera en conexión con todo el propósito del Salmo, y sirve para vigorizar con detalles concretos la idea de que el creyente siempre está bajo el protector cuidado de Dios. Pero, al considerar cada uno de los detalles por sí mismo, se descubrirá que eso no es cierto: pues los creyentes mueren en los campos de batalla, y enferman de enfermedades contagiosas, como otra persona cualquiera. No se quiere decir que es una realidad lo que se dice en los detalles: estos se usan para producir un efecto acumulativo al asegurar a los hombres que Dios tiene cuidado de quienes confían en el.22 De semejante manera en el Apocalipsis se agregan los detalles para hacer una tremenda impresión con las cosas que se discuten. Lo que dice Apocalipsis 6:12-17 produce una abrumadora impresión de humano terror y de ruina y destrucción inminentes. Esto es suficiente sin inquirir el minucioso simbolismo de las estrellas que caen, del apartamiento de los cielos, ni el del traslado de los montes. La mejor manera de proceder es encontrar la verdad central y dejar que los detalles se acomoden de la manera más natural. 5. El quinto principio de interpretación está sugerido por Pieters al hacer énfasis en el hecho de que el Apocalipsis está dirigido especialmente a la imaginación. Podemos decir que los libros de la Biblia se dirigen a las diferentes facultades del hombre, por ejemplo: la Epístola a los Romanos a la razón, los salmos a las emociones, etc. De un modo semejante, el Apocalipsis se dirige a la imaginación. A medida que el expositor vaya leyendo el libro del Apocalipsis, debe procurar ver con los ojos de su mente los varios episodios que están avivados con aspectos dramáticos, casi como si estuviera en Patmos con Juan y viera tales episodios; debe rendirse ante la majestad del movimiento de Cristo cuando camina entre sus iglesias destrozadas y tiene posibilidades para sanar las heridas que ellas sufren. Si el lector no puede rendirse, perderá los mensajes más grandes del Apocalipsis. El hombre que no tenga una imaginación fecunda, o que la tenga y se niegue a usarla, hará bien en abandonar este libro. Este libro fue escrito para presentar su mensaje por medio de la creación de una impresión, y esta impresión se realiza cuando uno se doblega ante el drama que se desenvuelve ante él en el
escenario del Asia Menor durante los años 90 al 96 de la era cristiana. Cuando la representación termina y cae el telón después de la reverente oración del escritor sagrado —"Sea así. Ven, Señor Jesús."— uno queda bajo una dominante impresión de majestad, de reverencia, y de temor. Juan siente la seguridad de la victoria a pesar de las aparentemente insuperables diferencias; sabe, sin dudas ni reservas, que, venga lo que viniere, Cristo es supremo, y que ningún poder le quitará la victoria que legítimamente es suya.
Capítulo 3 – Fondo Histórico del Apocalipsis Ya se ha hecho notar la importancia del fondo histórico para interpretar el libro del Apocalipsis; y reconocemos que tenemos el deber de indicar, en relación con esta obra, la naturaleza de ese fondo. Para hacer normalmente un estudio como este nos referiremos al autor y a la fecha del libro, al lugar en que fue escrito, a los receptores y a las condiciones en que estos estaban, y a las condiciones generales del mundo en el cual se originó dicho libro. Seguiremos este método en la sección que estamos considerando, aunque tal vez será necesario variarlo un poco. Tal estudio puede ser muy breve, o muy amplio, de acuerdo con las necesidades del trabajo que se esté haciendo. En el estudio de este asunto la discusión será un poco extensa porque una gran parte de la interpretación del Apocalipsis depende de la exactitud de estos asuntos. I. EL AUTOR DEL APOCALIPSIS DEL NUEVO TESTAMENTO Parece que al estudiar el fondo de una obra literaria lo más lógico es comenzar por conocer a su autor. Esto es cierto particularmente al tratarse del Apocalipsis, debido a la tradición que existe en relación con este asunto. Algunos eruditos han dicho que posiblemente hubo otros hombres que fueron autores de este libro: consideraremos sus argumentos a medida que progresemos en el estudio; pero primero nos ocuparemos de la opinión tradicional. Quizás no se hace ninguna violencia al mensaje si decimos que no sabemos definitivamente quién es el autor. El Apocalipsis ya tiene asegurado su lugar en el canon del Nuevo Testamento, y su mensaje es de victoria, ya sea de Juan el hijo de Zebedeo, de Juan el vidente, o de otro alguno. Este caso es semejante al de la Epístola a los Hebreos: los eruditos no se han puesto de acuerdo en cuanto al autor de la Epístola a los Hebreos a pesar de que han pasado muchos años estudiando este asunto; sin embargo, el mensaje de dicha Epístola referente a Cristo como la suprema revelación de Dios, todavía es uno de los pináculos de la verdad redentora. Debemos advertir que hay una diferencia entre estos dos casos: la Epístola a los Hebreos no declara quién es su autor; en cambio, el Apocalipsis declara que fue escrito por una persona llamada Juan.1 Esto es cierto, o el libro no es auténtico. Es un hecho bien sabido que la mayor parte de la literatura apocalíptica era seudónima, este asunto y sus razones ya fueron discutidos en una sección anterior de este mismo libro. Debido a esta verdad, muchos han sostenido que el libro del Apocalipsis, junto con toda la literatura con la cual tiene afinidad, eran obras seudónimas. Es provechoso revisar las opiniones de Charles2 sobre este particular, pues está reconocido como una de las eminentes autoridades en literatura apocalíptica, y admite que el Apocalipsis no es obra seudónima. La idea de que debía haber una Ley inspirada, adecuada, infalible y válida, llego a ser un dogma del judaísmo en la época posterior al exilio; y cuando esta condición fue establecida, ya no hubo lugar para ningún profeta o maestro de religión, a menos que fuera un mero exponente de la Ley. Entonces, también, la formación del canon del Antiguo Testamento con sus tres secciones —la Ley, los Profetas, y los Hagiógrafos (que también se llaman "los Escritos" y corresponden a los libros poéticos) — estimuló la costumbre de producir escritos seudónimos. Después de este tiempo ningún trabajo de naturaleza profética pudo lograr que se le pusiera atención a menos que llevara el nombre de algún antiguo personaje digno de ser atendido. Por lo tanto, cuando un hombre sabía que tenía un mensaje que presentar, lo presentaba de la
manera que le parecía más apropiada para que lo recibieran. Cuando el Apocalipsis fue escrito, esta condición no existía. El advenimiento y el progreso del cristianismo dejaron al Antiguo Testamento en un lugar subordinado pues se pensaba que Jesús y lo que había dicho eran la principal autoridad. El espíritu de profecía había llegado de nuevo a los creyentes, la creencia en la inspiración se había avivado de nuevo, y durante varias generaciones no fue reconocido exclusivamente ningún canon de escritos cristianos. No hay ninguna razón relacionada con esta antigua costumbre, para suponer que el Apocalipsis fue un escrito seudónimo. La segunda evidencia de que el Apocalipsis no fue una obra seudónima la tenemos en el hecho de que el escritor declara que vio las visiones que relata, que le pertenecían, eran de él, y para la generación de su época. La costumbre, al escribir literatura apocalíptica, era que el escritor declarara que las visiones pertenecían a un gran personaje del pasado y que eran para las generaciones del futuro. El escritor del Apocalipsis declara que él es siervo de Jesucristo (1:1), hermano de los cristianos del Asia Menor y participante de la tribulación de ellos (1:9), que estaba sufriendo el exilio en la isla llamada Patmos por haber predicado la Palabra (1:9), y que él mismo vio y oyó las cosas que escribió en este libro (22:8). Hasta aquí, pues, es evidente que el Apocalipsis que tenemos fue escrito por un profeta (Ap. 22:9) que vivió en Asia Menor, y que su verdadero nombre era Juan. Tan cierto es que este libro es obra de un Juan, como lo es que 2 Tesalonicenses capítulo 2 y 1 Corintios capítulo 15 son obras apocalípticas de San Pablo... No hay ni una pizca de evidencia, ni siquiera una sombra de probabilidad para apoyar la hipótesis de que el Apocalipsis es una obra seudónima.3 Así pues, parece que no estamos equivocados al sostener que el libro del Apocalipsis no es una falsificación, sino que fue escrito por una persona llamada Juan. Más tarde se discutirá de cuál Juan se trata precisamente. También nos parece que es un acto de prudencia revisar, antes de comenzar la discusión, lo que sabemos acerca del escritor, quien quiera que haya sido. Llegamos a saber esto por el estudio del texto del libro, cuyo sumario es el que sigue: Juan, a quien debemos el Apocalipsis del Nuevo Testamento, era un judío cristiano que muy probablemente había pasado la mayor parte de su vida en Galilea4 antes de trasladarse al Asia Menor y de establecerse en Éfeso, ciudad que era el centro de la civilización griega en aquella provincia. Se ha llegado a esta conclusión después de haber hecho un estudio del uso que Juan hizo del idioma griego: se ha descubierto que usó de libertades sin paralelo en la sintaxis de ese idioma y que, hasta cierto punto, creó una gramática griega propia; el lenguaje que adoptó no le proporcionó un medio de expresión rígido y normal. Además, el lenguaje estaba en un estilo que ha sido caracterizado por su fluidez, que fácilmente se prestaba para ser reconstruido por la sintaxis que se acostumbraba y por las desconocidas expresiones que el autor usó. El estilo de este escritor es absolutamente único: ha puesto a un lado las reglas comunes de sintaxis y ha desafiado las leyes de los gramáticos pero, según parece, esto no fue intencional. Su único propósito fue usar todas las posibilidades que tenía a su alcance para hacer comprender claramente su mensaje: logró hacer esto y, al hacerlo, se hizo culpable de numerosas violaciones a la sintaxis griega. Parece que la causa de esto es que aunque escribió en griego, pensó con términos hebreos. Frecuentemente tradujo de manera literal algunos modismos hebreos, al griego. Como tenía un profundo conocimiento del Antiguo Testamento,
consciente e inconscientemente usó su fraseología. Esta debe ser la razón para que usara la sintaxis tan singular que encontramos en el Apocalipsis. Sabemos otra cosa en cuanto al escritor de este libro. Esta es, que ejerció una indisputable autoridad sobre las iglesias del Asia Menor, lo cual se puede notar en el hecho de que haya escrito su Apocalipsis para siete de ellas. Es verdad que el mensaje no está dedicado exclusivamente a las siete: sin embargo, fue dirigido a ellas porque fueron consideradas como representantes de todas las iglesias. En el libro, el autor anima a los creyentes a que resistan las exigencias del imperio para que se adhieran a la religión oficial y que, si es necesario, resistan hasta morir; y también los exhorta a que proclamen fielmente la causa victoriosa de Dios. Esta exhortación es dirigida a los individuos y a las iglesias. Además, Juan establece el único verdadero fundamento para la ética y para el gobierno: ¡Cristo, el Rey Supremo! Juan anhela que este mundo y el futuro sean para Dios, y al expresar este anhelo manifiesta un innegable amor para las iglesias; sin embargo, al mismo tiempo "reprueba, reprende, y exhorta" como uno de cuya autoridad no se puede dudar. Este escritor era hombre de profunda penetración espiritual. Su mirada penetra en los misterios de los planes de Dios, en algunos casos tal vez más profundamente que la de otros escritores del Nuevo Testamento. Conserva la mirada en alto, muy por encima de las llanuras donde ruge la batalla, y la fija en el trono. En este trono se sienta Uno que está caracterizado por su soberanía, su santidad, su justicia, y su gracia; y en su mano tiene un libro sellado que contiene los destinos de los hombres. Solamente Uno es digno de abrir este libro: ese Uno es el Cordero que triunfó por su muerte y que ahora vive para siempre. Cuando el Cordero ha abierto todos los sellos y han sido revisados los datos referentes a la manera en que Dios ha tratado a los hombres, la victoria es evidente. Dios continúa todavía en su trono: no ha sido derribado por los esfuerzos combinados del dragón y de las dos bestias. No solamente Dios continúa en su trono, sino también su pueblo está con él y se le ha concedido la Ciudad Perfecta y también todo lo que necesita para nutrir su vida eterna (alimento y salud). Es dudoso que cualquier otro escritor del Nuevo Testamento haya visto con más realidad la segura victoria de la causa de Dios sobre todos sus enemigos. El escritor del Apocalipsis es un hombre que es muy explícito en sus declaraciones: los judíos hostiles de Esmirna y Filadelfia son "sinagogas de Satanás;"5 Domiciano, y el imperio mismo mientras está siguiendo su política, es la "bestia;"6 Roma es "Babilonia,"7 madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra. El tono del libro, cuando fustiga al perseguidor, al idólatra, al impuro, es casi belicoso: la justa ira del profeta al rojo blanco. El concepto que presenta de Cristo en el Apocalipsis es infinitamente majestuoso y augusto pero su característica predominante es la de un poder ilimitado que se muestra en una severidad justa: como Guerrero, gobierna con vara de hierro;8 como Cordero, es terrible en su ira;9 y como Rey, pisa el lagar del vino del furor y de la ira de Dios.10 Solamente una o dos veces se expresa la ternura de la compasión del Señor: estos casos son, por supuesto, donde proporciona consuelo a su pueblo en lugar de contemplar con intenso desfavor a sus enemigos. Toda la información anterior se relaciona con un aspecto general del autor del Apocalipsis; se refiere a sus ideas y características fundamentales, sin expresar ninguna opinión en cuanto a la identidad del autor. En las siguientes consideraciones nos referiremos a los posibles autores del Apocalipsis, aludiendo a las evidencias que haya en favor y en contra de ellos.
1. Evidencias Favorables a Juan, el Hijo de Zebedeo, y otras que le son Contrarias. La opinión tradicional referente a este libro es que fue escrito por Juan, el que fue apóstol e hijo de Zebedeo. Se ha discutido mucho acerca de esto a través de la historia del cristianismo. Dionisio el Grande, de Alejandría, por el año 250 de la era cristiana sostuvo que Juan no escribió el Apocalipsis; basó esta opinión en un estudio que hizo del estilo empleado en el griego del cuarto evangelio y del Apocalipsis; y llegó a la conclusión de que la misma persona no pudo haber escrito los dos libros: creyó que Juan escribió el Evangelio, y por lo tanto no creyó que Juan hubiera escrito el Apocalipsis. Dana, en una obra reciente, se opuso a esta opinión, pues declara que en el segundo siglo existía una "creencia predominante y muy extendida por casi todo el mundo cristiano, de que Juan el apóstol, el hijo de Zebedeo, escribió el cuarto evangelio."11 Acerca de esto el Dr. Dana dice: Una evidencia tradicional tan fuerte no puede ser desechada: es difícil explicar su existencia a menos que el apóstol Juan haya tenido alguna conexión con el cuarto evangelio. La crítica conservadora probablemente persistiría en sostenerse en su veredicto referente a la paternidad apostólica, si no fuera por el hecho de que la evidencia externa en cuanto al autor del Apocalipsis es más antigua e intrínsecamente más fuerte que la que hay para el cuarto evangelio. Las diferencias entre los dos libros son demasiado radicales para admitir la opinión de que hubo un autor común. De aquí que nos sintamos constreñidos a asignar el Apocalipsis al apóstol Juan y a buscar en alguna parte la mano que escribió el evangelio.12 Así pues, se puede notar que Dionisio, en el año 250 de la era cristiana y Dana en el año de 1940 de la misma era comienzan con la misma premisa; pero llegan a conclusiones opuestas. Todo el tiempo ha habido una lucha entre estos dos puntos de vista. La actitud más conveniente, según parece, es la de pesar todas las evidencias y sacar uno sus propias conclusiones. (1) Evidencias en favor de Juan, el hijo de Zebedeo a. Evidencia externa. —Justino Mártir fue uno de los más antiguos padres de la iglesia, cuya obra ha llegado hasta nosotros. Este escritor sufrió el martirio bajo el gobierno de Aurelio, por el año 166 de la era cristiana. Generalmente se admite que su obra "Diálogo con el Judío Tifón" apareció entre los años 140 y 160 de la era cristiana; y en ella se pueden leer estas palabras: ... con nosotros estaba cierto hombre que se llamaba Juan, era uno de los apóstoles de Cristo, el cual profetizó, por una revelación que le fue hecha, que quienes creyeran en nuestro Cristo vivirían mil años en Jerusalén; y, en resumen, que después se efectuarían la resurrección eterna y general y el juicio de todos los hombres.13 El hecho de que el hogar de Justino Mártir y su principal campo de trabajo hayan estado
en Asia Menor, donde estaban localizadas muchas de las iglesias a las cuales fue dirigido el Apocalipsis, hace que esta declaración sea muy sorprendente. El siguiente testigo directo de que Juan el apóstol es el autor de este libro es Ireneo, que murió en Lyon, Francia, por el año 190 de la era cristiana. Este autor está considerado como uno de los principales testigos a favor de Juan. Ireneo nació y fue educado en Asia Menor, territorio donde estaban las siete iglesias; además fue discípulo de Policarpo, el cual era obispo de una de las siete iglesias: de la de Esmirna; y en los muchos libros que escribió menciona frecuentemente el Apocalipsis. Parece que estaba especialmente interesado en el número 666, considerado como el número de la bestia, a la cual conceptuó como idéntica al Anticristo.14 Varias veces dijo Ireneo que el libro había sido escrito por Juan, el discípulo del Señor, y lo identifica con el Juan que se reclinó en el seno de Jesús cuando tuvieron la última cena; además, sostuvo que Juan escribió el libro en el tiempo en que gobernó el emperador Domiciano.15 El testimonio de Ireneo es poderoso puesto que, podríamos decir, sólo un paso lo separaba de Juan. Además, únicamente transcurrieron como setenta u ochenta años entre el tiempo en que fue escrito el Apocalipsis y el tiempo en que Ireneo escribió sus comentarios. Este período podía ser recordado muy bien por los hombres que hubieran querido rectificar las declaraciones de Ireneo si éstas hubiesen sido falsas. No hay ninguna razón para creer que Ireneo y Policarpo procedieron sin honradez en este asunto. Cuando dejamos a Ireneo, ya no encontramos a nadie que haya conocido personalmente o que conociera a alguien que hubiera conocido personalmente al autor del libro. Encontramos a otros autores que se adhirieron a la opinión de que Juan era el autor, aunque no tenían informes de primera mano; algunos de ellos son: Clemente16 de Alejandría (223 d. de J. C.), Tertuliano17 de Cartago (220 d. de J. C.), Orígenes18 de Alejandría (223 d. de J. C.), e Hipólito19 de Roma (240 d. de J. C.). Eusebio cita estas palabras de Orígenes: ¿Qué diremos de aquel que se reclinó en el seno de Jesús, es decir Juan? De aquel que nos dejó un evangelio, en el cual confesó que podrían escribirse tantas cosas que en el mundo no cabrían los libros en que fueran escritas. Él también escribió el Apocalipsis, y se le ordenó ocultar y no escribir las voces de los siete truenos.18 Eusebio opina que todavía no está decidido el asunto referente a que Juan es el autor del Apocalipsis; pero opina así teniendo en cuenta todos los testimonios anteriores. Además los escritores subsiguientes a la época de Eusebio frecuentemente citaron el Apocalipsis refiriéndose a él como a una obra escrita por el apóstol Juan. Algunos de esos escritores fueron: Basilio el Grande, Atanasio, Ambrosio, Cipriano, Agustín, y Jerónimo. Estos autores estuvieron muy lejos de participar de cualquiera duda que haya habido en la mente del gran historiador de la iglesia. Esa concurrencia del testimonio de aquellos que estuvieron en posibilidad de resolver una duda de esta naturaleza, y que en todo respecto merecían crédito, puede anularse sólo mediante la oposición de una evidencia de la clase más terminante. Estos testigos representan una muy extensa parte del territorio donde el cristianismo se había extendido; así, por ejemplo: Justino Mártir trabajó en Asia Menor, Ireneo en Asia Menor primero y después en Francia, Tertuliano estuvo en Cartago, y Clemente y Orígenes eran de Alejandría —la cual fue el centro de información y de cultura en el territorio de la iglesia del
oriente—. Estos personajes representaban a todos los centros principales del cristianismo, excepto a Roma; pero Hipólito, pocos años después, ya partidario de esta opinión, representó a Roma. Pieters20 hace notar que la distribución del tiempo en que fueron hechas estas declaraciones queda así más o menos: años 140, 170, 200, 220, 233, 240 d. de J. C.; y se observa desde luego que el intervalo más grande es de treinta años a partir del fin de la era apostólica. Tal testimonio, en atención al hecho de que ellos eran hombres responsables que tenían lugares importantes en la obra cristiana, permanece firme por la fuerza de una gran convicción. Si aceptamos el posible aunque discutido testimonio de Papias referente al libro que estamos estudiando, entonces el testimonio se remonta hasta el año 125 d. de J. C. Así pues, la tradición del segundo siglo casi unánimemente sostuvo la opinión de que el Apocalipsis fue escrito por Juan. Es verdad que en el siglo tercero surgieron algunas objeciones, 21 pero aun así era dominante el testimonio favorable a la opinión de que el apóstol escribió el Apocalipsis. Puede decirse que hay pocos libros del Nuevo Testamento que tienen un apoyo tan fuerte procedente de la antigua tradición. b. Evidencia interna. —Aunque al tratar de esto hay mucho más material para discutir que el que hay al tratarse de las evidencias externas, al considerar lo referente a las evidencias internas encontramos muchos testimonios a favor del apóstol Juan como el escritor del Apocalipsis. Quizás la primera evidencia a favor de esta opinión es que el escritor dice que él es Juan: hace esta declaración en cuatro lugares (1:1, 4, 9; 22:8). La manera en que se presenta el nombre implica que el nombre era bien conocido, y que la identidad del escritor seguramente sería reconocida por aquellas personas que fueron las primeras en recibir el libro. Esto es cierto en cuanto a Juan, pues había estado en Asia Menor desde la caída de Jerusalén, la cual ocurrió el año 70 d. de J. C.; había trabajado en las iglesias que había en esa región, especialmente en Éfeso, y todas ellas lo conocían muy bien. Otra cosa que está implícita en lo que se tiene como introducción, es que el escritor tuvo tal relación con las iglesias del Asia Menor, que él era el medio más apropiado para dirigirse a ellas con ese tono de autoridad y admonición que emplea. Además, se sabe que Juan pasó los últimos años de su vida con las iglesias del Asia Menor y que entre ellas tuvo una posición que estaba completamente de acuerdo con la actitud que asume en este libro. La tercera vez que se menciona su nombre (1:9), nos hace recordar las palabras que el Señor dirigió a Juan y Jacobo (Marc. 10:38, 39): "No sabéis lo que pedís, ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados del bautismo de que yo soy bautizado? ... A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis; y del bautismo de que yo soy bautizado, seréis bautizados..." Cuando el Apocalipsis fue escrito, ya hacía mucho tiempo que Jacobo (o Santiago) había experimentado las cosas que el Señor le había profetizado; y Juan, al escribir este libro, está bebiendo la copa del sufrimiento y está sumergido en las aguas de la persecución que se realiza en contra del pueblo de Dios. La declaración que hace de compañerismo en el sufrimiento es característica del espíritu fraternal, compasivo, y tierno de Juan. También es notable la similitud que hay entre la alusión que el escritor hace de sí mismo en 22:8 y la que está en Juan 21:24. Comparémoslas. Apocalipsis 22:8 dice: "Yo, Juan, soy el que ha oído y visto estas cosas." Juan 21:24 dice: "Este es aquel discípulo que da testimonio de estas cosas." La similitud es evidente. En cada uno de los cuatro casos en que el escritor menciona su nombre, se puede sostener con toda seguridad que la mención que el escritor hace de sí mismo está en perfecto acuerdo con la teoría de que él no es otro sino el apóstol Juan. No sabemos cuál introducción pudiera haber usado otro Juan. Cualquier conjetura podría ser un argumento basado en el silencio; pero tal argumento nunca es satisfactorio.
Las características del escritor que antes han sido mencionadas, coinciden con la manera de ser del apóstol Juan. Como antes se dijo, el escritor seguramente era un judío cristiano que la mayor parte de su vida había vivido en Galilea antes de ir al Asia Menor: esto fue cierto en cuanto a Juan. Asimismo se notó que el escritor pensó en hebreo pero escribió en griego: esto también probablemente fue cierto en cuanto a Juan, quien tenía antecedentes judíos y una congregación que en su mayor parte era gentil. Otra característica que nos llamó la atención fue la profunda penetración espiritual del escritor: esto también fue cierto en cuanto al Juan de los evangelios: él muy a menudo captó verdades de profunda importancia mucho antes que los otros discípulos las atendieran. La naturaleza positiva del escritor del Apocalipsis estaba presente en Juan el apóstol. Con frecuencia los cristianos le llaman "Juan el benigno"; sí, llegó a ser "Juan el benigno" después de que el Espíritu del Señor estuvo apoderado de él durante sesenta años o más. Su temperamento natural era irritable y fogoso: tenía una naturaleza que lo hizo desear que descendiera fuego del cielo y consumiera a los inhospitalarios samaritanos; también hizo que uno que echaba fuera espíritus malos en nombre del Maestro, ya no continuara en esta benéfica labor, sólo porque aquel sanador no era uno de los inmediatos seguidores del Señor Jesús. Esta naturaleza de Juan hizo que Jesús pusiera a Juan y a Santiago el sobrenombre de "hijos del trueno." El mismo carácter se descubre en el escritor del Apocalipsis cuando con términos devastadores denuncia a los enemigos de Cristo: el escritor pasa desde las más delicadas expresiones hasta las más rigurosas mientras continúa la exposición de su mensaje. Así pues, el autor es una combinación del "Juan el benigno" y del "hijo del trueno", siendo este sobrenombre el que más conocemos. Pueden ser descubiertas otras evidencias internas si se concede que el escritor del Apocalipsis es también el del cuarto evangelio. Este hecho ha sido negado por muchos críticos competentes; pero la actitud tradicional es la de permanecer firmes en la opinión de que Juan el apóstol es el autor de ambos libros, hasta que sean presentadas otras pruebas que no sean conjeturas de naturaleza altamente especulativa. Hablando en general, parece que hay más dificultades si se rechaza la opinión tradicional, que si se acepta. Aceptando la opinión de que Juan el hijo de Zebedeo escribió el cuarto evangelio, encontramos varias semejanzas en el Apocalipsis, de las cuales trataremos en seguida. La cristología del libro del Apocalipsis es un punto importante de evidencia interna. Tal cristología es completamente semejante a las del cuarto evangelio.22 La expresión que está en Apocalipsis 1:1, "que Dios le dio" a Jesucristo, está en perfecta armonía con la enseñanza general del Evangelio de Juan que dice que el Hijo tiene todas las cosas que son del Padre, y que no tiene nada que no haya recibido del Padre. Además, tanto en el Apocalipsis como en el Evangelio de Juan se descubre que el Hijo recibe instrucciones del Padre. La armonía que se observa entre el Hijo y el Padre en el Apocalipsis, sorprendentemente se observa también en el Evangelio de Juan. La idea de que el Hijo tiene solamente lo que el Padre le ha dado se expresa en Juan 17:7, 8; 5:19, 20; 7:16. Esta relación se expresa con otras palabras en otras partes del Nuevo Testamento, aunque no con tanta claridad como en estos pasajes. El uso del término logos refiriéndose a una persona y usado como el título distintivo de Cristo, se encuentra solamente en la literatura juanina: en Juan 1:1, 14; 1 Juan 1:1, y en Apocalipsis 19:13. En este último pasaje se usa dicha palabra como uno de los títulos del Cristo victorioso cuando va a derrotar a los enemigos de Dios. Juan es el único de los escritores de los evangelios que habla de la lanza que hirió el costado del Señor Jesús cuando fue crucificado (Juan 19:34). Y parece que es algo más que una coincidencia que en Apocalipsis 1:7 se haga alusión a la herida que hicieron al Señor: “..., y
todo ojo le verá, y los que le traspasaron;..." Un cuidadoso estudio de estos pasajes revela que la palabra griega que se usa en el original y de la cual se traduce "abrió" y "traspasaron" es el mismo verbo en ambos casos. En Zacarías 12:10 hay una declaración parecida. Los traductores de la Versión de los Setenta usaron una forma del verbo griego katorjéomai. Pero el Evangelio de Juan y el Apocalipsis usan una forma del verbo griego ekkentéo. La diferencia, por una parte, y la identidad, por la otra, deben ser consideradas como algo más que una coincidencia. Esto indica la identidad del autor de los dos libros. En el Evangelio de Juan se habla del Señor Jesús como "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29, 36); y es de notarse que ninguno de los otros evangelistas aplica ese título al Señor Jesús. Probablemente el apóstol Juan estaba presente cuando se hizo esta alusión a Jesús y se usó esa expresión descriptiva; de ser así, evidentemente pensó en que eso significaba mucho. En el Apocalipsis se alude veintidós veces a Cristo como Cordero.23 Por otra parte, los que niegan que Juan haya escrito el Apocalipsis dicen que Juan usa una palabra diferente de la que usa el escritor del Apocalipsis: esto es parcialmente cierto, pues en Juan 1:29, 36 se usa la palabra amnós, y en el Apocalipsis siempre se usa la palabra arníon. Sin embargo, es interesante notar que Juan usa la palabra arníon en relación con otro incidente (Juan 21:15), y Juan es el único escritor del Nuevo Testamento que usa dicho término, además de que lo usa el autor del Apocalipsis. Parece que también esto es algo más que una coincidencia. El uso que el Apocalipsis hace libremente de la idea parece muy de acuerdo con la enfática y muy notable manera en que la idea se usa dos veces en el Evangelio de Juan, al presentar el testimonio de Juan el Bautista acerca del Mesías. En Apocalipsis 1:1, 2 se hace una sorprendente declaración: La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder presto; y la declaró, enviándola por su ángel a Juan su siervo, el cual ha dado testimonio de la palabra de Dios... La forma verbal: ha dado testimonio, está en el tiempo aoristo, e indica que Juan ya había dado su testimonio referente al Logos de Dios. ¿Con esto el escritor quiere decir que él es el escritor del cuarto Evangelio? Parece que sí. A pesar de todas las dificultades encontradas al comparar el estilo y la gramática de los dos libros, hay un notable punto de semejanza entre ellos: que se puede leer fácilmente. El vocabulario y las construcciones usados en ambos libros son de tal naturaleza que el estudiante de griego puede leerlos con mucho menos esfuerzo y referencias al léxico y a la gramática, que cualquier otro libro del Nuevo Testamento, excepto 1, 2 y 3 de Juan que parecen estar escritas por la misma mano. El contraste con los escritos de Pablo, Pedro, o Lucas, en este particular, es notable. Por lo mismo muchos maestros de griego admiten que los escritos de Juan son el mejor material para enseñar ese idioma a los estudiantes que desean aprenderlo: pueden aprender lecciones más grandes, con menos esfuerzo y en menos tiempo. Por otra parte, algunos maestros piensan que los escritos de Juan son demasiado fáciles para que los principiantes obtengan una enseñanza efectiva. Esta estructura del Evangelio de Juan y del Apocalipsis es peculiar de ellos, los hace muy semejantes el uno al otro, y al mismo tiempo los hace diferentes del resto de los libros del Nuevo Testamento. (2) Evidencias contrarias a Juan, el hijo de Zebedeo Kiddle hace notar que:
Ningún asunto de estudio bíblico ha provocado tan elaborada y prolongada discusión entre los eruditos, como el de los cinco libros del Nuevo Testamento que tradicionalmente se atribuyen a Juan. ...Y ninguna discusión ha producido tanta perplejidad y desilusión ni ha sido tan inútil, 24 como ésta. Cuando el estudiante procura seguir las innumerables corrientes de evidencias, queda atrapado por un laberinto de argumentos contradictorios, presentados para defender teorías rivales. Tal laberinto produce dificultades tan grandes que uno no puede llegar a conclusiones satisfactorias. Además, las evidencias que presentan quienes se oponen a la paternidad literaria tradicional del Apocalipsis, son complejas y muy difíciles de desenredar. a. Evidencia externa contraria a Juan, el Hijo del Zebedeo. —El principal testigo contrario a Juan, desde el punto de vista externo, es Dionisio de Alejandría (265 A. D.)- Este fue discípulo de Orígenes; pero no estuvo de acuerdo con su maestro en lo que se refiere al autor del Apocalipsis: sus objeciones se basaron en las dificultades sintácticas y gramaticales, de las cuales nos ocuparemos después. Dice Dionisio que antes que él, ya había habido otros que habían dudado que Juan fuera el autor del libro: Antes que nosotros, ciertamente, ha habido algunos que han rechazado el libro y que han intentado refutarlo por completo, criticando cada capítulo, y declarando que el libro no tiene sentido ni razón. Dicen que su título (Apocalipsis o Revelación de San Juan), es un título falso, porque no lo escribió Juan. Además, dicen que ni siquiera es una revelación, pues el libro esta encubierto por un velo de ignorancia tan denso, que ninguno de los apóstoles, ni ninguno de los santos hombres, o ningún hombre que pertenece a la iglesia podría ser el autor.25 Esto indica que Dionisio no fue el primero en negar que Juan fuera el autor del Apocalipsis; pues antes que él ya había otros que tenían la misma idea, aunque no los menciona. Pero en favor de que Juan fue el autor del Apocalipsis, tenemos esto: el hecho de que algunos negaban que Juan era el autor del Apocalipsis es una evidencia precisa de que antes de tal negación había habido quienes sostuvieran que Juan sí era el autor; después de esto algunos comenzaron a negar la paternidad literaria de Juan. Aunque Dionisio está de acuerdo con los que menciona en relación con la identidad del autor, está en desacuerdo con ellos en algunos de los puntos que sostienen. Esto se puede notar claramente cuando dice: En cuanto a mí, no me atrevo a desechar este libro, porque hay muchos hermanos que lo tienen en gran estima, pero teniendo yo la idea de que su asunto es muy superior a mi capacidad, creo que también tiene alguna insinuación admirable y oculta en cada particular... Por lo tanto, no niego que él se llamara Juan, ni que esto fuera escrito por un Juan. También estoy de acuerdo en que esta fue obra de algún hombre inspirado y santo. Pero yo no admitiría fácilmente que este escritor fue el apóstol, el hijo de Zebedeo, hermano de Santiago, el que es autor del evangelio y de las epístolas generales que llevan su nombre.26 Partiendo de aquí, Dionisio comienza a enumerar las razones que tiene, todas de una
naturaleza interna, para rechazar la opinión de que Juan es el autor del Apocalipsis. Nótese que Dionisio no hace una franca negación, sino que declara que "no admitiría fácilmente" que el Juan que escribió el Apocalipsis era el hijo de Zebedeo. El otro testimonio externo de importancia en contra de Juan como el autor del Apocalipsis procede de Eusebio.27 Este escritor tampoco hace una franca negación. Reconoce que Dionisio dudó que Juan había sido el autor del Apocalipsis; sin embargo admite que muchos favorecen la opinión de que Juan es el autor; en seguida participa de la manzana de la discordia al sugerir que tal vez hubo otro escritor: Juan el anciano, que había sido mencionado por Papias. Como antes se ha hecho notar, los escritores partidarios de Eusebio no participaron de las dudas que éste tenía sobre este particular: continuaron refiriéndose al Apocalipsis como la obra escrita por Juan el hijo de Zebedeo. Juan el anciano, que ha sido introducido en el campo de la crítica juanina, es, a lo más, un personaje fantástico, imaginario; y no es una tarea imposible la de eliminarlo completamente. Robertson hace esto de una manera convincente.28 Eusebio fue el primero en descubrir a este anciano Juan en las obras de Papias. Antes que Eusebio, Dionisio había admitido que el Juan que escribió el Evangelio no era el mismo Juan que escribió el Apocalipsis. Eusebio confirma este testimonio en su opinión, porque en Éfeso hay dos tumbas que, según se dice, pertenecen a Juan. Esto es únicamente una tradición, y muchos competentes eruditos la niegan. Warfield, Plummer, Salmon, and Keim niegan que haya existido un segundo Juan en Éfeso. Bacon, McGiffert, y Schurer, que son bien conocidos por su liberalismo en cuanto a la crítica del Nuevo Testamento, atribuyen el cuarto evangelio a este anciano Juan; y se sentirían felices si encontraran por lo menos un personaje imaginario al cual pudieran atribuir el libro, para poder negarle la paternidad apostólica. Lightfoot y Westcott se inclinan a creer que existió Juan el anciano, aunque niegan que haya escrito el cuarto evangelio. Dana admite la existencia del anciano Juan e indica que es muy plausible la idea de que éste es el autor del cuarto evangelio.29 Teniendo en cuenta todas estas opiniones contradictorias, es bueno que revisemos el testimonio de Papias acerca de Juan. Eusebio cita a Papias de la siguiente manera: Por lo tanto, si alguno viniere, habiendo seguido personalmente a los ancianos, yo le preguntaría acerca de las palabras de los ancianos; qué dijeron Andrés, o Pedro; o qué fue lo que dijeron Felipe, o Tomás, o Santiago o qué dijeron Juan o Mateo o alguno de los discípulos del Señor; y las cosas que dicen Aristión y Juan el anciano, discípulos del Señor. Robertson dice que la doble mención de "Juan" en esta cita fue lo que extravió a Eusebio en su interpretación, Al mencionar a Aristión y al anciano Juan los presenta como si todavía estuvieran viviendo en el tiempo al cual se refirió Papias. Al hablar del testimonio de Aristión y de Juan el anciano, Papias usa la expresión "dicen" y no la expresión "dijeron". Esa manera de expresarse puede entenderse fácilmente si se admite que Juan vivía todavía y que los demás ancianos habían muerto. Ese hecho, el cual es muy posible, explica por qué se repite el nombre de Juan: en el caso de Juan no se trataba únicamente de lo que se informó en relación con lo que dijo; se trataba de lo que Juan todavía estaba diciendo: se trataba del testimonio que Juan, viviendo aún, dio a Papias. Papias llama a Juan "el anciano," es verdad pero también aplica el mismo término, "los ancianos", a los apóstoles mencionados (Andrés, Pedro, Felipe,
Tomás, Santiago, Juan, Mateo). A Aristión solamente se le llama "discípulo". En el Nuevo Testamento a Juan se le llama "discípulo", "apóstol", y "anciano": a Pedro y a los otros se les llama exactamente lo mismo.30 Esta manera de considerar el asunto identifica a "Juan el anciano" con el "Juan" que se menciona en la lista de los otros ancianos. Por lo tanto, en las palabras de Papias no hay nada que exija que haya dos Juanes; y en cambio si hay mucho que apoya la idea de que hubo solamente un Juan. Así pues, no podemos tener dos Juanes, sino dos clases de testimonio acerca del mismo Juan: lo que otros informaron que él había dicho, y lo que él personalmente dice todavía. Ireneo (c. 140-202 d. de J. C.) vivió en una época más cercana a la de Papias (c. 70-140 d. de J. C.), que Eusebio (c. 270-340 d. de J. C.). Ireneo, en su testimonio referente a Papias, identifica a Juan el anciano, el discípulo del Señor, con Juan el apóstol. Ireneo estudió a Papias y lo citó frecuentemente; pero nunca encontró dos Juanes distintos en las obras de Papias. Ireneo no conoció personalmente a Papias; pero conoció a Policarpo, quien conoció a Juan el apóstol. Ireneo dice tres veces que Policarpo conoció a Juan, y afirma que frecuentemente oyó a Policarpo hablar de lo que Juan había dicho, y explícitamente sostiene que Juan, el discípulo del Señor, escribió el cuarto evangelio cuando vivía en Éfeso. De manera que esto es una tradición histórica directa, procedente de uno que conoció solamente un Juan. Y si se estudia cuidadosamente a Papias y se le interpreta correctamente se puede descubrir que es muy probable que haya conocido solamente a un Juan. Esto parece mucho más plausible que la hipótesis que algunos sostienen diciendo que hubo dos Juanes; que los dos fueron discípulos personales del Señor Jesús; que los dos fueron a Éfeso después de la destrucción de Jerusalén; que como los dos fueron tan prominentes en la obra que desempeñaron, los hombres de su época y de la siguiente no pudieron diferenciarlos al hablar de ellos e inevitablemente los confundieron. Polícrates, obispo de Éfeso y contemporáneo de Ireneo, comprobó la residencia del apóstol Juan en Asia, y parece que lo identificó con Juan el anciano, además, escribió una carta para el obispo de Roma, en la cual le decía que Juan, el que se había recostado en el seno del Señor, después se hizo sacerdote, llego a ser testigo y maestro, y fue sepultado en Éfeso.31 Jorge Hamartolos (Jorge el Pecador) realmente confirma la residencia de Juan en Éfeso y su identidad como el autor de los libros del Nuevo Testamento que llevan su nombre. No se puede tener confianza en Felipe Sidetes como testigo. Por lo anterior, parece que la tradición sostenida por Ireneo es correcta y que es igual a la de Papias, cuando esta se entiende correctamente. La supuesta tradición de Papias acerca de que hubo dos Juanes, está basada en el fundamento más precario, si no en el más prepóstero, en caso de que por alguna causa se le pueda llamar fundamento; y no se sorprende uno de que juiciosos e imparciales eruditos como Lightfoot, Westcott, y Plummer hayan rechazado su validez. Ante la escasez de evidencias, podemos permitir al imaginario "Juan el Presbítero" (Juan el anciano) que salga del escenario y conceder al verdadero Juan, hijo de Zebedeo, que siga en el lugar que legítimamente y evidentemente le corresponde. Algo más que puede mencionarse como una evidencia externa en contra de la opinión de que Juan es el autor del Apocalipsis, es la teoría de que él murió en una fecha temprana. Casi todos los eruditos en asuntos del Nuevo Testamento están de acuerdo en que el Apocalipsis fue escrito por el año 95 o por el 96, de la era cristiana durante el gobierno de Domiciano. Por lo tanto, si Juan murió en la séptima década del primer siglo como algunos opinan, entonces
automáticamente fuera eliminado como autor del Apocalipsis. La prueba de que el martirio de Juan ocurrió en esos primeros tiempos, no puede resistir un examen concienzudo ni deja mucha certeza: tal prueba se basa principalmente en un supuesto testimonio de Papias. El primer fragmento literario que sostiene esta opinión fue descubierto en la última parte del siglo diecinueve; es un fragmento que pertenece a un escrito de Jorge Hamartolos, quien fue un obscuro monje del siglo noveno. A continuación insertamos el testimonio de esta persona: En seguida, después de Domiciano, Nerva gobernó un año, y como éste había llamado de la isla a Juan, le permitió vivir en Éfeso. Como en ese tiempo, él era de los doce apóstoles el único superviviente, después de que recopiló su Evangelio tuvo el honor de ser martirizado. Pues Papias, Obispo de Hierápolis, siendo compañero personal del mismo Juan, en el segundo libro que escribió acerca de "Los Dichos del Señor" dice que (Juan) fue asesinado por los judíos; cumpliendo así, claramente, junto con su hermano, la predicción que Cristo hizo acerca de ellos, y la confesión y promesa que ellos le hicieron. Porque cuando el Señor les dijo: "¿Podéis beber del vaso que yo bebo...?" ellos voluntariamente expresaron su consentimiento, su disposición; y agregó: "...del vaso que yo bebo, beberéis; y del bautismo de que yo soy bautizado, seréis bautizados" (Mrc. 10:38, 39; Mat. 20:22, 23). Y así sucedió, porque es imposible que Dios mienta. Y así también lo sostiene el muy erudito Orígenes en su comentario sobre Mateo: es decir, que Juan sufrió el martirio, afirmando que él había sabido esto por los sucesores de los apóstoles. Y después, ciertamente, asimismo el bien informado Eusebio dice en su Historia Eclesiástica: '"Tomás recibió por suerte a Partia pero Juan a Asia, entre cuyos habitantes vivió, y terminó su vida en Éfeso... Dana32 hace notar la evidente debilidad de este testimonio. Hamartolo estaba confundido y en sus declaraciones se contradecía. Primero, no entendía la historia: comenzó el fragmento declarando que Juan fue llamado de Patmos por Nerva, y que, habiendo recopilado su evangelio, fue martirizado. Todo esto es completamente posible; pero el testimonio no se termina, pues Hamartolos cita como prueba del martirio de Juan, el testimonio de Papias, quien dice que Juan fue muerto por los judíos, y relaciona la muerte de este Apóstol con la de su hermano Santiago. Si tal relación fuera exacta, colocaría la muerte de Juan varias décadas antes del tiempo de Nerva. Para hacer esto más confuso, Hamartolos agrega el testimonio de Eusebio, de que Juan vivió toda su vida en Éfeso y allí murió. Dicho sea en pocas palabras, parece que el monje quiere hacernos creer que: (1) Juan fue llamado de Patmos por Nerva en la última parte del siglo primero; (2) Juan fue martirizado con su hermano Santiago antes de la caída de Jerusalén ocurrida el año 70, más o menos el 44 d. de J. C.; (3) Juan vivió hasta el fin de sus días en Éfeso y murió allí, cerca del fin del siglo. Tal arreglo de esta información es absurdo. Hamartolos no imaginó que estaba incurriendo en tal contradicción. Lo que deseaba hacer notar es que Juan murió en Éfeso a manos de los judíos después de que Nerva comenzó a gobernar. Esto es muy dudoso en caso de que haya pensado que el supuesto testimonio de Papias era contradictorio en este particular. Segundo: Hamartolos interpreto erróneamente el testimonio de Orígenes. Orígenes dijo: Los hijos de Zebedeo ciertamente bebieron la copa y fueron bautizados con el
bautismo, puesto que Herodes mató a Santiago, el hermano de Juan, con la espada y el Emperador de los romanos, como lo dice la tradición, desterró a Juan a la isla de Patmos, porque con su testimonio demostró haber aceptado la palabra de la verdad. Juan mismo comunica en el Apocalipsis... las circunstancias de su martirio. Es claro que Orígenes no supo nada del supuesto testimonio de Papias acerca de una muerte de Juan en una fecha temprana. La tendencia de Hamartolos a tergiversar lo que dice Orígenes hace que uno vacile para aceptar lo que dice de Papias. Ciertamente no deseamos poner en tela de duda el testimonio que Ireneo da acerca de la muerte de Juan acaecida en Éfeso, en una fecha tardía, y en cambio favorecer a un testigo como Hamartolos. La segunda evidencia documental que se refiere a este supuesto testimonio de Papias fue descubierto más o menos en el mismo tiempo en que lo fue la primera; pero seguramente es de fecha más anterior. Se cree que este documento es parte del compendio de una "Historia del Cristianismo" escrita por un Felipe de Side, que vivió en el siglo quinto. Lo que es el texto de dicho documento: Papias, obispo de Hierápolis, siendo un oyente de Juan el divino, escribió cinco tratados acerca de "Los Dichos del Señor", en los cuales, al hacer una lista de los apóstoles, después de Pedro y Juan, Felipe y Tomás y Mateo, incluyó en esa lista de los discípulos del Señor a Aristión y a otro Juan, al cual llamo "el anciano." Por lo mismo algunos piensan que a este Juan pertenecen las dos epístolas generales o cortas, que están publicadas con el nombre de Juan; esas personas piensan así porque se basan en que los antiguos solamente aceptan la primera epístola. También algunos falsamente le atribuyen el Apocalipsis. Además, Papias también se equivoca al tratar del milenio, e Ireneo con él. Papias dice en su segundo libro que Juan el divino y su hermano Santiago fueron muertos por los judíos. El susodicho Papias dijo, como lo informaron las hijas de Felipe, que Bernabé, quien tenía por sobrenombre "el justo", siendo desafiado por los incrédulos, en el nombre de Cristo bebió un brebaje, y quedó indemne. Después habla también de otros milagros, especialmente del de la madre de Manaim, a quien Cristo resucitó de entre los muertos, y dice que ellos (Bernabé "el justo" y la madre de Manaim) vivieron hasta el tiempo de Adriano. Dana33 analiza el fragmento y hace notar sus debilidades. Se supone que un importante elemento que da valor al fragmento es que fue escrito por un hombre llamado Felipe de Side en el siglo quinto. Pero esto es solamente un caso de probabilidad, puesto que el origen del libro es obscuro; y aunque haya procedido de Felipe de Side, éste no está considerado como una autoridad digna de confianza. Robertson nos asegura que "... el (Felipe de Side) era un historiador desordenado, que llenó casi mil tomos (su historia comprende 36 libros, cada uno de los cuales abarcaba numerosos tomos) que trataban de geometría, astronomía y geografía, todo bajo el nombre de historia, y fue incapaz de conservar alguna ilación cronológica."34 De ninguna manera se puede desear que Eusebio de Cesárea quede eliminado para, en cambio, confiar en Felipe de Side. Esta obra, como la de Hamartolos, encierra una contradicción; pues su autor comienza
diciendo que Juan vivió hasta el tiempo de Policarpo y de Papias, sin embargo asocia la muerte de Juan con la de Santiago basándose en la suposición de que fueron contiguos en tiempo y en circunstancias. Mezcla dos corrientes de tradición: una, que dice que Juan falleció en Jerusalén al mismo tiempo que Santiago, el año 44 d. de J. C.; otra, que dice que Juan murió en Éfeso a fines del siglo, del 98 al 100 d. de J. C. Como las dos fechas son contradictorias: ¿cual debemos aceptar? La razón exige que aceptemos la que tiene el apoyo tradicional más fuerte: es decir, que Juan vivió en Éfeso hasta llegar a la ancianidad y que allí murió. Esta es la opinión que debemos adoptar mientras no se encuentre una declaración más convincente a favor del supuesto testimonio de Papias. Esa evidencia externa no es convincente de ninguna manera cuando la comparamos con la evidencia externa que favorece a Juan como el autor de Apocalipsis. El testimonio desde el punto de vista de la evidencia externa es claramente favorable a Juan, si es que tenemos en cuenta la fecha de la tradición, el número de testigos, y la calidad del testimonio. b. Evidencia interna contraria a Juan el hijo de Zebedeo. Evidentemente uno de los primeros críticos que dudaron que Juan el hijo de Zebedeo escribiera el Apocalipsis, fue Dionisio; este basó sus dudas en un estudio interno del libro, comparándolo con el cuarto evangelio que, según el mismo Dionisio, fue escrito por Juan. Antes de comenzar su exposición dijo que antes que él, otros, basándose en aspectos doctrinales, negaron la paternidad apostólica del Apocalipsis. Negaron dicha paternidad porque interpretaron literalmente el libro y descubrieron que se enseñaba un reino terrenal de Cristo, doctrina que ellos no creían. Un hombre llamado Cerinto, hereje, que tenía un concepto materialista del reino, esperaba un reinado terrenal de Cristo y, según Dionisio, "como le gustaban mucho las satisfacciones corporales, y al mismo tiempo era sensual en aquello que ansiaba vehementemente, soñaba con gozar mediante la satisfacción de los apetitos sensuales, es decir, en la comida, en la bebida, en el matrimonio...”35 Por causa de las tendencias materialistas que tenía Cerinto, algunos le atribuyeron este libro. Dionisio demostró que estas gentes estaban equivocadas al querer dar una interpretación literal del libro del Apocalipsis, interpretación que los había hecho pensar que Cerinto lo había escrito. Así pues, Dionisio sostuvo que el libro era de valor y que no debía ser desechado; en seguida presentó las razones que tenía para no admitir que Juan el hijo de Zebedeo era el escritor del Apocalipsis.36 Estas fueron sus razones: 1. El evangelista (el escritor del cuarto evangelio) no prefija su nombre ni lo menciona en ninguna parte, ni en el Evangelio ni en su epístola. En cambio, el escritor del Apocalipsis menciona su nombre cuatro veces. 2. El escritor del Evangelio declara que él es el discípulo que fue amado de manera especial por el Señor Jesús; pero el escritor del Apocalipsis no hace dicha declaración en cuanto a sí mismo. 3. Hubo otras dos epístolas atribuidas a Juan, y las dos fueron anónimamente escritas por "el anciano." Pero en la epístola incluida en el Apocalipsis el escritor francamente declara de sí mismo: "Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia sea con vosotros" (Apoc. 1:4), 4. La forma y la naturaleza de la composición del libro del Apocalipsis son muy diferentes, de las del Cuarto Evangelio. Basado en las anteriores objeciones, Dionisio opinó que los libros que tradicionalmente se consideran como juaninos tuvieron diferentes autores; pero admitió que todo esto podía tenerse como hipótesis. Desde el tiempo de Dionisio ha habido otros críticos que no se han
considerado bastante libres para aceptar eso como una hipótesis. Las tres primeras objeciones de Dionisio fácilmente pueden ser refutadas; en cambio, la cuarta requiere una explicación extensa. El cuarto evangelio era una obra de carácter más bien general, y nada en particular se hubiera ganado con declarar el nombre del autor; además, no se acostumbraba que los escritores de los evangelios se identificaran. Una comparación de los evangelios del Nuevo Testamento revela la verdad de estas declaraciones. Por supuesto, hay muchos críticos que niegan que Mateo y Juan hayan escrito los evangelios que tienen sus nombres; pero los evangelios que aceptamos como de Marcos y Lucas, y a los cuales casi todos los críticos reconocen como pertenecientes a los autores que tradicionalmente se les atribuyen, no identifican a sus respectivos autores. A los falsos evangelios de los primeros tiempos del cristianismo (por ejemplo: el Protoevangelio de Santiago, el Evangelio de Pedro, el Evangelio de Tomás), se les asignaron nombres de autores supuestos; pero no se hizo así en el período en que fueron escritos los evangelios del Nuevo Testamento. La Primera Epístola de Juan no es muy semejante a una epístola: tiene, sí, algunos de los elementos personales de una epístola; pero al mismo tiempo es un tratado doctrinal que no necesitó un autógrafo, como una epístola lo necesita. En algunos casos parece que es más tratado doctrinal que la Epístola a los Hebreos, la cual es el gran ejemplo de esta clase de escritos existente en el Nuevo Testamento. Por otra parte, la segunda y la tercera epístolas son personales, y parece ser el extremo opuesto de la Primera de Juan. Esta primera no era tan personal que requiriera un autógrafo; y la segunda y la tercera fueron tan personales que no necesitaron más autógrafo que el término afectuoso de "el anciano" obtenido después de largos años de servicio. La "señora elegida" ("Ciria la elegida", V. H. A.; "electa señora", V. M.) de la segunda epístola, y "Gaio" ("Gayo", V. H. A., y V. M.) de la tercera epístola, solo necesitaron el término "anciano" para identificar a quien les escribió esas epístolas tan personales que recibieron. Con un escrito apocalíptico el caso era diferente. Algo que hizo al libro tan valioso para quienes lo recibieron fue el conocimiento de que procedió de quien había trabajado con ellos durante mucho tiempo y estaba sufriendo con ellos la persecución que padecían. El Apocalipsis, con el nombre de Juan, era más que una carta de consuelo escrita por un personaje desconocido por ellos y de quien no sabían si conocía las condiciones en que estaban y si, por lo mismo, podía consolarlos de manera apropiada. Así pues, el Apocalipsis necesitó el nombre de su escritor para ser más efectivo; pero los otros escritos de Juan no lo necesitaron. La mayor parte de la controversia relativa al autor del libro del Apocalipsis ha girado alrededor del asunto del estilo y de la gramática empleados por el autor. Esta fue la principal objeción de Dionisio, y en esto lo ha seguido un numeroso grupo de críticos que comparan el libro del Apocalipsis con el cuarto evangelio para probar o negar que los dos fueran escritos por la misma mano. Al leer el texto griego del Cuarto Evangelio puede uno darse cuenta de que está escrito en griego sencillo que muy poco se aleja del lenguaje literario de ese tiempo. Al volver al libro del Apocalipsis encontramos una condición diferente: el griego es sencillo, pero uno inmediatamente se sorprende al descubrir que las construcciones con defectos gramaticales son muy numerosas y más notables que en otra parte cualquiera del Nuevo Testamento. Estas variaciones no pueden ser consideradas pormenorizadamente en este lugar; las que más frecuentemente se notan son aquellas en que el autor descuida las reglas comunes de concordancia y las de la construcción de los casos, haciendo errores tales como el de usar el infinitivo como si fuera objeto de verbo, o el de poner una forma en acusativo como si fuera el
sujeto de la oración, y también usa la repetición del pronombre personal después del relativo: esto es usual entre los escritores de hebreo. Haciendo una lectura de las construcciones gramaticales uniformes y hasta suaves del Cuarto Evangelio a la vez que una de las irregulares construcciones gramaticales del Apocalipsis, se inclina uno a creer que no fueron escritas por la misma mano. Pero esto no es necesariamente cierto; pues podríamos darnos cuenta de que la misma persona escribió los dos libros si se pudiera demostrar que escribió el Apocalipsis, como veinticinco o treinta años antes de que escribiera el evangelio y que mientras aprendió más griego. Esto es lo que dicen algunos eruditos que opinan que el Apocalipsis fue escrito durante la persecución neroniana, y que el evangelio fue escrito por el año 95 d. de J. C. Pero esta opinión no es muy digna de confianza cuando nos damos cuenta de que la evidencia que favorece una fecha posterior para el Apocalipsis tiene preponderancia. Smith37 procura resolver la dificultad colocando el Evangelio por el año 78 d. de J. C. y el Apocalipsis por el año 96 d. de J. C.: después de que el vigor varonil del autor se había agotando y cuando volvió a hablar con un lenguaje juvenil: y opina que a esto se deben los errores gramaticales descubiertos. Esto no es muy satisfactorio especialmente cuando consideramos que el cuarto evangelio debe haber sido escrito por el año 95 o por el 96 d. de J. C., lo mismo que el Apocalipsis. La explicación más satisfactoria acerca de la defectuosa gramática del Apocalipsis se puede encontrar al considerar las circunstancias en que estaba el autor y las condiciones mentales de él. Parece que la siguiente explicación es la mejor: Juan escribió el evangelio mientras estaba en Éfeso: escribió con serenidad y deliberadamente para demostrar que Jesús era el Cristo y ha de haber tenido muchos amigos griegos competentes que han de haber podido ayudarlo en las dificultades que haya tenido con el idioma o que han de haber corregido los errores que él hubiera hecho. Y, al contrario, cuando escribió el Apocalipsis estaba solo en la isla de Patmos; allí no había nadie que pudiera ayudarlo o que le corrigiera su gramática defectuosa: además de esto, escribió cuando estaba en circunstancias completamente diferentes, tanto físicas como mentales: estaba en el exilio, separado de las personas a quienes había predicado durante veinticinco años; era el "día del Señor" ("día de Domingo", V. C. V.; V. M.): el día en que los cristianos se congregaban para adorar al Señor. Juan miraba a través del mar que lo separaba de sus "hijitos" que lo necesitaban porque estaban sufriendo una enconada persecución: él anhelaba vehementemente darles algún consuelo; pero no podía. Mientras por obra del Espíritu intensamente anhelaba auxiliar a sus hermanos, oyó una voz triunfante, "voz como de trompeta", que hablaba detrás de él; entonces Juan se volvió a ver de quién era esa voz, y vio a su Señor, al mismo que como sesenta años antes había visto ascender del Monte de los Olivos hasta su Padre; era el mismo Señor, aunque diferente; estaba glorificado y tenía el aspecto de un ser superior a todos los demás; con la voz de la autoridad ("voz como ruido de muchas aguas") dijo a Juan: "No temas: no soy fantasma. Me mataron; pero vivo para siempre. Yo tengo las llaves del infierno y de la muerte. Yo te daré un mensaje que puedes enviar a tus iglesias: mensaje de consuelo, de seguridad, y de victoria. Escribe lo que ves y lo que oyes, y envíalo a las atribuladas iglesias de Asia." Entonces la voz cesó, la visión comenzó, y Juan escribió. La vehemencia de la excitación producida por la escritura no lo dejó pensar en que debía ser cuidadoso para usar correctamente los casos gramaticales y los pronombres relativos. Escribió exactamente como hubiera hablado si hubiese tenido que hacerlo en las iglesias, presentando su mensaje sin que nadie lo interrumpiera para corregirle algún error gramatical. Es probable que los cristianos no se hayan sentido con libertad para corregir el mensaje cuando lo
recibieron al no estar presente Juan, pues reverenciaban mucho ese mensaje; y así fue pasado de una persona a otra, dejando que hasta su gramática defectuosa expresara un mensaje de consuelo, de seguridad, y de victoria cierta para todas los que lo leyeran. Esta explicación es la más satisfactoria que hemos encontrado: explica la sintaxis peculiar del libro, ya sea que éste haya sido escrito o no por el autor del Cuarto Evangelio. Hay otras cosas por las cuales fue necesario que el libro fuera escrito en diferente estilo. Era natural que las grandiosas visiones que pasaron visible y rápidamente delante de Juan, dejándolo en arrobamiento, dieran a su estilo una forma y un colorido que no aparecieron cuando el escritor estaba en calma y en un premeditado estado de ánimo. Además, en el libro hay un nuevo asunto: asunto que difiere de otro cualquiera del Nuevo Testamento. Por lo tanto, aunque en el Apocalipsis encontramos muchas palabras y expresiones que hacen que pensemos en Juan como el autor, no es extraño que en la fraseología encontremos muchas cosas nuevas que tienen hebraísmos que se originaron porque las visiones y la imaginería de los antiguos profetas hebreos frecuentemente están reproducidas en las de Juan. En realidad, han sido muy exageradas las diferencias que hay entre el Evangelio de Juan y el Apocalipsis; pues hasta los críticos más radicales reconocen que entre ambos escritos hay algunas semejanzas: hay varios términos griegos característicos que frecuentemente se usan en esas dos obras, además el Apocalipsis tiene esas expresiones peculiares de Juan como agua de la vida, vino, pastor, victoria, luz, tinieblas, y otras más. Esta abundancia de evidencia interna da apoyo a un poderoso testimonio tradicional que está a favor de que Juan escribiera los dos libros. "Sin embargo, si uno abandona la teoría de la paternidad literaria común" (es decir, que Juan es el autor de los dos libros) "la balanza de la evidencia tradicional se inclina a favor del Apóstol como autor del Apocalipsis."38 2. Evidencias en Favor y en Contra de Otros Autores Sugeridos La obra de Charles y de otros eruditos indica que el Apocalipsis no fue escrito con un seudónimo: esto conserva para nosotros el hecho de que el libro fue escrito por una persona llamada Juan. Por supuesto, el nombre Juan era muy común en ese tiempo; pero la manera en que este escritor escribe de sí mismo indica que era un Juan bien conocido por los grupos de cristianos de la última década del primer siglo d. de J. C. Tres Juanes han sido mencionados como posibles autores del libro: Juan el hijo de Zebedeo, Juan Marcos, y el anciano Juan de Éfeso. Ya hemos discutido a Juan el hijo de Zebedeo; y so lo quedan unas pocas cosas que decir acerca de los otros dos. (1) Juan Marcos fue mencionado primeramente por Dionisio de Alejandría, como autor del Apocalipsis; pero, debido a que Juan Marcos no estaba vinculado con el Asia, el mismo Dionisio dejó de considerarlo como el autor. También algunos críticos famosos como Hitzig, Weisse, Hausrath, y Beza insinuaron la idea de que Juan Marcos era el autor del Apocalipsis; sin embargo, se ha probado que los argumentos de aquellos a favor de éste carecen de valor, porque les falta la evidencia de que Juan Marcos haya trabajado en Asia y porque hay algunas diferencias radicales entre el Evangelio de Marcos y el Apocalipsis: diferencias mucho más marcadas y sin posibilidad de ser reconciliadas que las que existen entre el Cuarto Evangelio y el Apocalipsis. Además, en los estudios críticos del Nuevo Testamento ya se ha llegado a la conclusión que Marcos fue el autor del Segundo Evangelio. (2) Juan el anciano, o el presbítero ha sido puesto como el verdadero contrincante de Juan el hijo de Zebedeo en la paternidad literaria del Apocalipsis. Anteriormente se dijo que este
irreal o imaginario Juan puede ser completamente eliminado del escenario. Es muy difícil que uno crea que hubo dos hombres que se llamaban Juan; que fueron discípulos personales del Señor Jesús, que fueron a Éfeso después de la destrucción de Jerusalén , y que llegaron a ser tan prominentes en los asuntos del cristianismo en Éfeso que sus contemporáneos no podían diferenciarlos. Pero si no eliminamos de la existencia a Juan el anciano mediante el manipuleo del testimonio de Papias, todavía tenemos que enfrentarnos a dos grandes problemas. Primero: no sabemos qué clase de escritos habría hecho el anciano Juan si hubiera tenido que escribir. Todas nuestras evidencias tienen que proceder del silencio; y este tipo de evidencia por sí mismo no puede ser convincente. Segundo: sabemos que hay muchas semejanzas entre el contenido de este libro, el Apocalipsis, y lo que conocemos de Juan el hijo de Zebedeo. Conclusión: Parece que la honradez demanda que aceptemos a Juan el hijo de Zebedeo como el autor del Apocalipsis. Fácilmente se reconoce que al admitir esta opinión aparecen algunas dificultades; pero cuando se pesan todas las evidencias se descubre que hay más dificultades para rechazar que para aceptar a este Juan como el autor. Así pues, aceptamos la tradición favorablemente apoyada por las evidencias internas y externas, y reconocemos a Juan el apóstol como el autor. II. FECHA DEL APOCALIPSIS Todos los críticos están de acuerdo en que el Apocalipsis fue escrito durante un período de severa persecución que hubo en el siglo primero. Ya la tradición primitiva colocó el libro en la época del gobierno de Domiciano y de la persecución autorizada por él. Sin embargo, otras personas han sostenido que el libro fue escrito en el tiempo de Nerón. Por otra parte unas más han opinado que el reinado de Vespasiano sirvió como base o antecedentes para escribir el libro. La opinión moderna está inclinándose a creer que el tiempo fue la época de la persecución fomentada por Domiciano; y se tiene esta opinión por razones que se mencionarán después. Es necesario discutir todos estos períodos para determinar el tiempo en que más probablemente fue escrito el Apocalipsis. 1. La época neroniana ha tenido muchos defensores entre los críticos, a través de toda la historia de la crítica del Nuevo Testamento. (1) Las evidencias que favorecen a esta época son de naturaleza interna. Algunos sostienen que el capítulo once indica que el Templo de Jerusalén todavía existía; por lo tanto, este libro debió ser escrito antes del año 70 d. de J. C. El libro fue escrito durante una persecución, y es un hecho innegable que Nerón persiguió a los cristianos. Weigall39 presenta unos argumentos a favor de la escritura del Apocalipsis en la época neroniana. O poco después —durante el reinado de Galba— basándose en que dice que Nerón esta descrito en este libro como la bestia cuyo número es el 666. (2) Hay muchas objeciones para aceptar la opinión de que el Apocalipsis fue escrito en la época neroniana. En primer lugar uno no puede sostener con seguridad que en el capítulo once se indica que el Templo todavía existía. El libro está escrito con términos tan simbólicos que no podemos asegurar que todavía existiera el Templo, especialmente cuando el mayor peso de la evidencia es favorable a una fecha posterior. Hay muchas evidencias que nos impiden admitir que el libro fue escrito durante el tiempo de la persecución neroniana. El Apocalipsis tiene claras indicaciones de que los cristianos estaban sufriendo una persecución porque se negaban a adorar al emperador: en el
tiempo de Nerón esto no se exigió, pues él persiguió a los cristianos para apartar de sí la culpa del incendio de Roma y arrojarla sobre otros. El pueblo en general sospechaba que Nerón mismo era el autor del gran incendio que acababa de destruir una gran parte de la ciudad; y él hizo aparecer como culpables a los cristianos, los cuales eran odiados por el populacho, y este les infligió los más crueles tormentos. Grandes cantidades de cristianos fueron perseguidos por ese delito; pero no se menciona ninguna persecución porque se rehusaran a adorar al emperador. Además, la persecución neroniana se ejerció solamente en Roma: nunca llegó a otras partes del imperio; y nunca se menciona el exilio como forma de castigo aplicado en la época neroniana: este castigo era demasiado suave para ser practicado por aquella ciudad pagana. La condición interna de las iglesias tampoco nos permite asignar a la escritura del Apocalipsis una fecha anterior a la que se le asigna, pues algunas de aquellas iglesias habían sido organizadas solamente unos pocos años antes de que empezara la persecución neroniana; y es imposible que para esa época neroniana las iglesias se hubieran desarrollado y multiplicado tan rápidamente. Los argumentos que Weigall presenta para establecer que mucha confianza. Por una parte, el acepta ese tiempo sin el Apocalipsis fue escrito en el tiempo de Nerón, no merecen prejuicios contrarios a las actitudes que los historiadores sostienen acerca de Nerón; intenta probar que si los historiadores no hubiesen tenido prejuicios provocados por los cristianos mal informados, Nerón nunca hubiera sido considerado como el terrible tirano que de él hace la historia. Weigall descuida muchas cosas importantes, por el afán de que su opinión prevalezca. Además, se le culpa de ser exagerado cuando dice que los eruditos están completamente de acuerdo en que el número 666 es un signo criptográfico que se refiere a "Nerón Kaisar" (en griego) que se puede convertir en "Non Ksr" (en hebreo), lo cual puede reducirse a los números 50, 200, 6, 50, 100, 60 y 200, que sumados dan un total de 666. Ciertamente los eruditos están muy lejos de mostrarse unánimes en cuanto a esto; y parece que quienes defienden esta opinión son la minoría. Finalmente, como una objeción a que el Apocalipsis fue escrito en la época neroniana, diremos que nos damos cuenta de que aun cuando en la iglesia primitiva no hay verdaderos testigos que acepten esta época, en cambio hay muchos que aceptan la época domiciana. Esto se discutirá después. 2. También se ha sugerido que el Apocalipsis fue escrito en el tiempo en que Vespasiano imperaba (69-79). Esta fecha solo tiene un punto de evidencia, y este es de naturaleza interna. En Apocalipsis 17:9-11 leemos: "Y aquí hay mente que tiene sabiduría. Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se asienta la mujer. Y son siete reyes. Los cinco son caídos; el uno es, el otro aún no es venido; y cuando viniere, es necesario que dure breve tiempo. Y la bestia que era, y no es, es también el octavo, y es de los siete, y va a perdición." Esto que acaba de decirse, evidentemente se refiere a los emperadores del Imperio Romano. Nuestro gran problema es: ¿Son literales estos números? Si lo son: ¿con cuál emperador comienzan? Generalmente en el Apocalipsis los números son simbólicos; pero, parece que aquí son literales y que el autor los usa como medio para expresar sus ideas. Existía la idea popular de que el primer emperador romano había sido Julio César; sin embargo, según la estricta ley constitucional, Augusto fue el primero que tuvo el imperio como forma de gobierno establecido. La serie de "reyes" puede legítimamente comenzar con cualquiera de estos; pero no con ninguno de los que gobernaron después. Evidentemente Juan comienza con Augusto y presenta la siguiente serie: "Los cinco son caídos" — Augusto, Tiberio, Calígula.
Claudio, y Nerón; "el uno es" — Vespasiano; "el otro... que dure breve tiempo" — Tito quien gobernó solamente dos años; "la bestia que era, y no es, es también el octavo, y es de los siete" — Domiciano que fue considerado como la reencarnación de Nerón: las persecuciones que hizo fueron de tipo neroniano, pero mucho más intensas y abarcaron un área más dilatada. Este arreglo omite a Galba, a Oton, y a Vitelio; sin embargo, cada uno gobernó por un breve tiempo aunque las provincias nunca los reconocieron como emperadores. Así pues, aquel a quien se hace alusión como si estuviera gobernando ("el uno es"), era Vespasiano (69-79 d. de J. C.). Después de él Tito gobernando dos años; y después de este, vendría el desbordamiento de la persecución: Nerón reencarnación, por decirlo así, en la persona de Domiciano, que poseería todo el poder satánico necesario para hacer toda clase de mal a los cristianos y al Estado. Parece que esto resuelve el problema y fija la fecha de la escritura del Apocalipsis durante el gobierno de Vespasiano. Pero lo cierto es que todas las evidencias son contrarias a esta opinión; pues Vespasiano no persiguió a los cristianos, y cada parte de evidencia, externa e interna se aparta de la posibilidad de que en el tiempo de Vespasiano se haya escrito el Apocalipsis. El versículo 10 (capítulo 17) se refiere a Vespasiano; pero el versículo 11 se refiere a un octavo emperador cuyo nombre no se dice, y el cual era uno de los siete a los que ya se ha hecho referencia. Se sugieren dos soluciones: Primera: el escritor de ambos versículos, escribiendo en la época de Domiciano, se devuelve y se coloca en la época de Vespasiano, y presenta los acontecimientos históricos bajo la forma de profecía apocalíptica como para confundir a los romanos en cuanto al verdadero tiempo en que fue escrito el libro. Segunda: el versículo once (aludiendo a Domiciano, quien hace que recordemos a Nerón y desempeña la parte de este, es una adición que se hizo más tarde y fue insertada para poner el libro al día. Debido al hecho ya citado de que todas las evidencias se refieren a que el libro fue escrito en la época de Domiciano, parece que la primera de las dos soluciones es la más apropiada. En cualquier caso, la opinión final es que el tiempo fue el de Domiciano, y esto es compatible con la evidencia general que hay en el resto del libro.40 Weigall41 comienza con Augusto y sigue con Tiberio, Calígula, Claudio, y Nerón, como los cinco emperadores que habían caído. Continúa en sucesión directa con Galba al cual se refiere la expresión "el uno es", y Otón del cual se dice "el otro aún no es venido." "El octavo" es, según él, otra vez Nerón, teniendo en cuenta el mito del Nerón redivivo. Dos falacias pueden ser descubiertas: Una: que históricamente Weigall está equivocado, porque las provincias nunca reconocieron a Galba como emperador; otra: que también está equivocado al admitir que Juan creyó el mito del Nerón redivivo. Juan no creyó en ese mito: lo adaptó a su manera de tratar el asunto para ilustrar la maldad de Domiciano. Tertuliano estaba tan seguro de que el libro había sido escrito durante el reinado de Domiciano que piensa que de él se dice "el uno es" y lo considera como punto de partida para razonar en una u otra dirección. Al proceder así comete algunos errores históricos; pues con su sistema hace a Galba el primer emperador romano: ¡esto es un error imperdonable! Con su sistema también hace de Trajano la reencarnación del malvado Nerón. Esto no es histórico por decir lo menos; pues Trajano fue, de acuerdo con la tradición unánime de la antigüedad, el mejor de los emperadores romanos. La teoría de Tertuliano no tiene valor alguno, excepto el de que manifiesta la creencia que existía en ese tiempo: que el Apocalipsis se escribió en el tiempo del gobierno de Domiciano. 3. La época de Domiciano es la más generalmente asentada por los críticos del Nuevo Testamento como aquella en que fue escrito el Apocalipsis. Esta es la fecha tradicional más
remota y que más se acerca al tiempo en que fue escrito el libro. Ireneo41a V. 30.3 dice que el libro fue escrito al fin del gobierno de Domiciano; Orígenes dice que Juan lo escribió cuando estaba en Patmos sufriendo el exilio, y al decirlo sin duda sostiene la tradición de que Domiciano decretó dicho exilio, aunque no menciona el nombre del emperador. Victorio dice que Juan escribió lo que vio en la isla de Patmos cuando estuvo allí desterrado por decreto de Domiciano. Esto mismo sostenían Hipólito, Clemente de Alejandría, Hegesipo y Jerónimo, en cuanto al tiempo en que fue escrito el Apocalipsis. Esto indica que la iglesia primitiva creía que el libro fue escrito durante la persecución de Domiciano. La situación general asumida por el libro es compatible con esta primitiva tradición. La condición en que estaban las iglesias de Asia mencionadas en el Apocalipsis, es la de un período considerablemente posterior a la muerte de Nerón. La vida interior de ellas había experimentado muchos cambios desde el tiempo en que el apóstol Pablo ejerció su ministerio en Éfeso y aun desde que escribió sus epístolas a los Efesios, a los Colosenses, y las dos epístolas a Timoteo cuando éste pastoreaba la iglesia que estaba en Éfeso. La decadencia había comenzado en la iglesia que estaba en Éfeso, y en las de Sárdis y Laodicea la fe había muerto o estaba muriendo. El partido de los nicolaítas, de los cuales no hay ningún indicio seguro en las epístolas de Pablo, ya estaba ampliamente extendido y firmemente arraigado. Por supuesto, estos males pueden crecer con rapidez, especialmente en un ambiente pagano; pero difícilmente puede uno imaginar que hayan crecido tan aprisa en un período de cuatro o cinco años: para que el Apocalipsis representara las verdaderas condiciones en que estaban las iglesias aludidas y para que la escritura del Apocalipsis pudiera haberse hecho en el período neroniano, tendría que haberse efectuado un crecimiento muy rápido de dichos males. El carácter de las herejías descritas en los capítulos dos y tres, indica que el escritor conocía el incipiente gnosticismo de esos días, el cual se desarrolló en una época posterior al 70 A. D. La persecución de los cristianos, a la cual se alude en el Apocalipsis, concuerda únicamente con la época de Domiciano. Además de esto, hubo otros períodos de persecución: Calígula (c. 41), el "emperador loco", efectuó unas persecuciones religiosas; Claudio (c. 52), expulsó de Roma a los cristianos porque tenían conflictos con los judíos; Nerón (c. G4-68), consumó una intensa persecución en Roma por causas ya mencionadas; durante el gobierno de Vespasiano (c. GO-79) hubo una persecución; y Domiciano (c. 81-96) es el emperador de quien la historia dice que bañó el imperio con la sangre de los cristianos. La persecución que Domiciano desato tenía por finalidad hacer forzosa la adoración al emperador. Teniendo en cuenta nuestra actual manera de pensar, puede parecernos muy extraño que al emperador se le haya considerado divino; pero tales apoteosis no pugnaban con los conceptos religiosos del antiguo mundo gentil. El politeísmo, con su gradación de dioses según sus categorías, facilitaba la identificación de los hombres cuyos oficios, poderes, o hazañas eran superiores a los de los hombres comunes, y por lo mismo parecían personajes sobrehumanos. Julio César osadamente exigió que se le rindieran honores como si fuera divino, y colocó su estatua entre las de los dioses que había en los templos. Augusto prohibió en Roma que se le tributaran honores divinos; sin embargo, aceptó el título de "Augustus", epíteto que hasta entonces había sido aplicado únicamente a los dioses; y aceptó que en las provincias, en honor a él, se erigieran templos juntamente con los de la diosa Roma. El culto que fue establecido de esa manera, continúo a través de los imperios siguientes, aunque variando un poco el énfasis particular que se hiciera en él, de acuerdo con las disposiciones de los respectivos emperadores: pero gradualmente llegó a ser un factor esencial en el sistema religioso del imperio. Podemos descubrir que durante el reinado de Domiciano se insistió mucho en la
adoración al emperador, y que esa insistencia era más vehemente y más amenazadora que antes. Este emperador, a quien por causa de su infamante carrera el Senado dejó de honrar con una apoteosis cuando murió, en vida exigía acérrimamente que se le considerara divino; y para sus subordinados llegó a ser "deus et dominus". Según lo refiere Suetonio, este emperador comenzaba sus cartas de la siguiente manera: "Nuestro Señor y Dios ordena que... ", y oficialmente decretó que nadie se dirigiera a él de otra manera, fuera por escrito o de palabra; además, con el propósito de que el pueblo tuviera más facilidades para adorarlo, mandó hacer efigies de sí mismo y las erigió por todo el imperio. Por lo que nos dice Casio, sabemos que una de las primeras cosas que hizo Nerva al subir al trono fue ordenar que fundieran las muchas imágenes de Domiciano que había, fabricadas de oro y de plata, para emplear estos metales preciosos en algo que fuera más útil. Además, nos informa Plinio que Domiciano consideraba como un acto de irreverencia o de impiedad contra su divinidad, cualquier falta de atención cometida contra sus gladiadores o cualquier desobediencia a sus oficiales; y afirma que Domiciano se colocó sobre todos los dioses y escogió para sus estatuas los más sagrados lugares del templo, e hizo que grandes multitudes de cristianos fueran convertidas en víctimas y después sacrificadas por haberse negado a adorarlo. Es evidente que, por esta causa, bajo el poder de Domiciano el cristianismo tuvo que entrar en una lucha de vida o muerte con el poder imperial, el cual siempre exigió, hasta cuando estuvo en las manos de los más moderados emperadores, más de lo que los cristianos podían conceder. Por lo mismo, una violenta colisión era inevitable. Las formas de castigo fueron muchas: unos cristianos fueron muertos, otros fueron desterrados, otros sufrieron la tortura, a otros les fueron confiscadas sus propiedades, otros más experimentaron una combinación de estos castigos... para obligarlos a declarar la divinidad del emperador. Todo esto se manifiesta muy claramente en el Apocalipsis. La mayor parte de estos castigos fue impuesta en Asia Menor porque esa región había sido convertida en el baluarte del cristianismo después del año 70 d. de J. C. Es natural que, puesto que la mayor parte de los cristianos estaba en esa región, allí se mostrara la mayor parte de la oposición a la exigencia de adorar al emperador, y por lo mismo lo más riguroso de los castigos se experimentara en Asia Menor. Esto se descubre no sólo en el libro del Apocalipsis, sino también en otros libros que se refieren a ese período. El Apocalipsis pues, era la palabra de Dios que infundiría ánimo a los cristianos que estaban en esas condiciones. El mito del Nerón redivivo es otra evidencia de que en la época de Domiciano fue escrito el Apocalipsis. Según este mito, que más tarde se discutirá con sus pormenores, Nerón no murió por las heridas que se infligió, sino que huyó al oriente, donde lo estimaban los partos, y ahí estuvo organizando un ejército para regresar a Roma y apoderarse de ella. Fue necesario que transcurrieran algunos años para que este mito se formara y se extendiera: por lo mismo no pudo existir en la época neroniana; pero sí pudo haber existido y haberse propagado en la época domiciana, y por esto Juan lo usó acertadamente como una ilustración en el Apocalipsis. Por consiguiente, es claro que, por todo lo que respecta al conflicto de los poderes del mundo con el reino de Cristo, obtenemos un excelente punto de partida histórico cuando admitimos que el Apocalipsis fue compuesto en el tiempo de Domiciano, mientras esta opinión no tenga ninguna hipótesis en contra. Así pues, la fecha de la ascensión de Domiciano (c. 81) nos proporciona un "términus a quo" (límite desde el cual), y la fecha de su muerte (c. 96) es nuestro "términus ad quem" (límite hasta el cual); pero el límite máximo puede hacerse llegar, con mucha probabilidad, hasta los años 94-96 d. de J. C., más o menos, puesto que la celosa
insistencia con que Domiciano exigía honores divinos y el ánimo que infundía a los denunciantes (o espías) que estaban a su servicio para delatar a los cristianos, corresponden a los últimos años de su reinado. Estamos seguros al opinar de esta manera, porque hay muy fuertes evidencias internas y externas que dan su apoyo a nuestra opinión. III. LOS RECEPTORES DEL APOCALIPSIS El texto del Apocalipsis indica que el libro fue dirigido "a las siete iglesias que están en Asia... a Éfeso, y a Esmirna, y a Pérgamo, y a Tiatira, y a Sardis, y a Filadelfia, y a Laodicea" (1:4, 11). Esto nos da la clave para identificar a quienes recibieron el libro; pero no debemos suponer que el libro fuera restringido únicamente a estas iglesias. El uso del número "7", que es el símbolo de lo completo, indica que el Apocalipsis fue para todas las iglesias de Asia Menor. Conviene tener en cuenta que estas siete iglesias fueron escogidas porque eran las representantes de todas las que había en Asia Menor, y porque las condiciones que existían en aquellas siete también existían en las otras; además, las siete iglesias mencionadas tenían que servir como mensajeras para que también sus hermanas, las otras iglesias, conocieran el Apocalipsis. Las siete ciudades mencionadas estaban en el gran camino circular que conservaba unida a la religión central del occidente, que era la más populosa y la más rica e influyente de la provincia. Dichas ciudades, que eran los mejores lugares de ese círculo, podían servir como centros de comunicación con siete distritos: Pérgamo, para el norte; Tiatira, para un distrito que estaba en el interior del territorio, hacia el oriente y el nordeste; Sardis, para el vasto valle del rio Hermus41b que estaba en la parte central; Filadelfia, para la Lydia superior; Laodicea, para el valle del río Licus41c Éfeso, para los valles bajos del río Meandro41d y para las costas; y Esmirna, para el norte de las costas jónicas. El Apocalipsis, establecido en aquellos siete centros, podría hacerse llegar a todos los lugares circunvecinos, y de allí al resto de la provincia. El lugar ya descrito proporcionó facilidades para la circulación del Apocalipsis por todas las iglesias de la provincia y por las que estaban más lejos. Así pues, hablando en lo general, el libro del Apocalipsis fue dirigido a los cristianos del Asia Menor: su mensaje fue primeramente para ellos. Sin embargo, su mensaje es universal: el mismo mensaje de victoria y triunfo es para caracterizar a todos los cristianos de todos los siglos hasta que "los reinos del mundo sean los reinos de nuestro Señor, y de su Cristo" (11:15). La condición en que estaban los primeros cristianos que recibieron el Apocalipsis era muy crítica. Durante varias décadas el Gobierno Romano no se había dado cuenta de que el cristianismo existía, pues se le había considerado como una parte de la religión judía, la cual estaba ya legalizada en Roma como religión. Cuando se supo que el cristianismo no era un remiendo de tela nueva en el paño viejo del judaísmo, los cristianos tuvieron dificultades con sus prójimos y con el gobierno. Hubo varias razones42 para que existiera un antagonismo directo contra los cristianos; en seguida presentamos algunas: 1. El cristianismo era considerado como una religión ilegal: religio illicita. El Gobierno Romano toleraba las religiones de las provincias conquistadas, y otorgaba a los pueblos conquistados el derecho de poner una imagen de su deidad en el "Salón de los Dioses" si así lo deseaban: esto se les permitía legalmente mientras no intentaran hacer prosélitos para sus respectivas religiones. Pero la religión cristiana no podía someterse a estas exigencias,
porque su verdadero propósito es hacer que otras personas se hagan cristianas aceptando a Cristo. Por esta razón el cristianismo fue declarado fuera de la ley. 2. El cristianismo aspiraba a la universalidad. Para los romanos lo principal era el Estado; para los cristianos lo principal era el extendimiento y el establecimiento del reino de Dios en toda la tierra. Además, los cristianos no simpatizaban con la idea de que la religión debía ser sostenida únicamente mientras pudiera ser una ayuda para el Estado. Así pues, la actitud que asumieron los cristianos los convirtió en peligrosos rivales de los mejores intereses del Estado. 3. El cristianismo era una religión exclusiva; pues sus adherentes se negaban a participar espontáneamente de las costumbres y de la vida social de los paganos. Era necesario que se abstuvieran de relacionarse con el mundo pagano en esas costumbres porque los romanos las asociaban con prácticas idolátricas. Como los cristianos se negaban a concurrir a los templos de los ídolos y a tener ídolos en sus hogares, se pensaba que eran enemigos de los dioses. Así que todo lo malo que los romanos pensaban de los cristianos nunca era demasiado malo para que aquellos creyeran que estos lo practicaban. 4. Los cristianos fueron acusados de toda clase de perversidades. Se sabía que tenían servicios secretos en las noches, y se descubrió que eran muy cariñosos los unos con los otros. Entonces los romanos asociaron estos hechos y forjaron la conclusión de que todas esas reuniones se tenían en grandes proporciones para satisfacer los apetitos concupiscentes. Los romanos, al oír que los cristianos hablaban de "comer la carne y beber la sangre" (refiriéndose a la participación en la Cena del Señor), acusaron a éstos de canibalismo: les hacían el cargo de que bebían la sangre y comían los cuerpecitos de los niños que nacían como fruto de sus orgías. Por lo mismo, la mayor parte de las persecuciones que los cristianos sufrían eran resultado de un mal entendimiento y del odio por parte del pueblo. 5. Los cristianos se negaban a ir a la guerra.43 Tertuliano presenta dos razones para esta negativa de los cristianos. Primera: una parte del juramento y de la iniciación de los soldados consistía en la adoración a los ídolos del Estado y en el uso de insignias idolátricas en sus uniformes. Segunda: Cristo había hecho que los cristianos dejaran de usar las espadas, y en cambio les había proporcionado los medios para que resolvieran sus conflictos por procedimientos pacíficos. Pero, cualquiera que haya sido la razón que hayan tenido los cristianos para negarse a ir a la guerra, el populacho los odiaba y los acusaba de traición. 6. Las personas que se hacían cristianas provenían principalmente de la gente pobre y desechada. Esto hizo que quienes se consideraban "respetables" despreciaran al cristianismo. 7. Los cristianos fueron participantes del desprecio que los romanos tenían para los judíos; y porque se negaban a contemporizar fueron considerados peores que estos. 8. Los cristianos eran despreciados como si fueran fanáticos alborotadores, porque eran muy entusiastas: con esto se irritaban los sentimientos de los filósofos pasivos de ese tiempo,
9. El cristianismo se ponía en conflicto con los intereses temporales de muchos romanos: sacerdotes, industriales, vendedores de animales para los sacrificios, etc. 10. Los cristianos se negaban a adorar al emperador. Si con gusto hubiesen adorado al emperador como la deidad principal del imperio, hubieran sido tolerados; pero no podían decir que el Kúrios César era superior al Kúrios Cristo. Por tanto, debían ser perseguidos y martirizados. Domiciano procuró aniquilar por completo y para siempre esa fe inquebrantable y, para él, traicionera. Además, por causa de su actitud para con los dioses romanos, los cristianos eran culpados de todas las calamidades que devastaban el imperio: si no llovía, los cristianos eran acusados de haber ofendido a los dioses: Si el Tíber se desbordaba y producía inundaciones, los cristianos eran culpados; por todo eran culpados los cristianos: por los terremotos, por el hambre, por los fracasos militares, etc. El veredicto del gobierno imperial fue condenatorio para todos aquellos cristianos sediciosos: tenían que ser destruidos para que se conservara la integridad y la permanencia del imperio. Esta política del gobierno, tendente a exterminar el cristianismo, en sí misma era una amenaza capaz de producir desesperación en los corazones de los desconcertados miembros de las iglesias; pero esto no era todo, pues mientras desde afuera amenazaba este peligro, en el interior acechaba otro monstruo feroz en forma de herejía perniciosa. La herejía del judaísmo se combinó con la del gnosticismo, lo que se expresó prácticamente en el antinomianismo, el cual produjo perplejidad, controversia y disensión para destruir el compañerismo y amenazó con destruir la permanencia del cristianismo. Debemos recordar esto para que tengamos la más profunda estimación y el más claro entendimiento del Apocalipsis. Cuando los cristianos estaban siendo asesinados, o sufriendo el destierro y el robo de todas sus propiedades porque se negaban a abandonar su religión, cuando todos los males estaban amenazando con dar un golpe de muerte a la iglesia: ¿había alguna esperanza en el futuro? El Apocalipsis es la respuesta de Dios a esta pregunta. La relación que Juan tenía con estos cristianos era tal que lo capacitaba para ser el medio por el cual el Apocalipsis habría de ser entregado. Juan fue a Éfeso después de la destrucción de Jerusalén consumada el año 70 d. de J. C.; o quizás fue un poco antes: durante la rebelión de los judíos ocurrida entre los años 65-70 d. de J. C. Después, los siguientes veinticinco años estuvo dirigiendo a los cristianos que había en Asia Menor: allí conoció la condición en que estaban; es casi seguro que muchos de ellos habían participado de las gozosas experiencias que había habido y se convirtieron mediante el ministerio de Juan. Ahora estaban participando de las aflicciones y tribulaciones que en esos días azotaban a todos los cristianos. Juan permanecía en el exilio cuando recibió la visión y escribió el libro. Con ternura para las iglesias y ternura de corazón por la condición en que estaban, dirigía su escudriñadora mirada hacia ellas; y cuando el trascendente Cristo apareció para "revelarle" los eventos futuros, se ha de haber preguntado: ¿Cuál será el resultado de todo esto? ¿Fracasará el cristianismo? ¿Ha perdido Dios su poder? ¿Por qué no interviene Dios? "Cuando uno está en tal estado de ánimo es capaz de captar la nota de sollozante a la vez que de triunfante fe, que llena todo el libro." 44 IV. LAS CONDICIONES QUE PREVALECIAN EN EL IMPERIO ROMANO45
Como el Apocalipsis retrata al Estado Romano en conflicto con la iglesia cristiana, es bueno que adquiramos un retrato claro de este gran enemigo de la iglesia. Durante la última parte del primer siglo de la era cristiana, que es el período en que fue escrito el Apocalipsis, Roma estaba muy cerca del cenit de su grandeza. Sus fronteras se extendían desde las Islas Británicas hasta los desiertos africanos, y desde el Océano Atlántico hasta el río Éufrates. La ciudad de Roma está descrita en Apocalipsis 17:1 como "la gran ramera, la cual está sentada sobre muchas aguas"; y en Apocalipsis 17:15 se dice que estas aguas son ''pueblos y muchedumbres y naciones y lenguas." Los pueblos sobre los cuales Roma gobernaba, eran muchos; y a la gente de ese tiempo le parecía que Roma era todo el mundo. El imperio estaba unificado por un ejército muy numeroso y bien preparado. Las distantes fronteras se habían hecho notables por las guarniciones de experimentados soldados, instruidos en las disciplinas de la vida del ejército romano. El temor a las legiones romanas se había extendido hasta muy lejanos lugares, y parecía que eran invencibles: ellas hicieron que la ciudad que era considerada como la capital del mundo llegara a ser una ciudad de riqueza y ostentación. Roma estaba edificada sobre dos bases: la conquista, y el comercio. Por el gran sistema de carreteras que tenía le fue posible efectuar operaciones comerciales hasta muy remotos lugares. Un aspecto de estas actividades se manifiesta en Apocalipsis 18:11-14, donde se mencionan casi treinta diferentes artículos comerciables cuando los negociantes lamentan la destrucción de la ciudad. Estas mercancías representan las relaciones comerciales que Roma tenía en los territorios de España, África del Norte, África Central, Egipto, el Mar Rojo, Arabia, Tiro, Asia oriental, India, el Danubio, y las Galias. Los artículos negociados eran, en su mayor parte, objetos de lujo, o esclavos: cosas que solamente los ricos podían comprar. He aquí un buen retrato de la enorme riqueza de la ciudad de Roma: los palacios de los ricos deslumbraban por su hermosura; los hombres rivalizaban entre sí en sus extravagancias: Calígula gastó en un banquete una cantidad equivalente a $500,000 (dólares), un patriota ofreció una comida en honor de Nerón y solamente en rosas gastó una cantidad igual a $160,000 (dólares); el principal salón de banquetes de la famosa Casa Dorada de Nerón era circular, y en él se hacía girar de día y de noche una imitación de los cuerpos celestes; por todos los lugares de las mansiones había esclavos que siempre estaban dispuestos para servir a sus amos y para ayudarlos a exhibir las riquezas que éstos poseían; se dieron muchos casos en que los esclavos eran mucho más cultos y educados que sus mismos dueños. Las mujeres no habían de ser superadas por los hombres: en Roma las que se consideraban de la aristocracia y procuraban andar a la última moda, tenían varios esclavos para que les aplicaran los diferentes colores que ellas usaban en el rostro para su arreglo personal: un esclavo para ponerles los colores de las mejillas, otro para los de los ojos, otro para los de las cejas. etc. Las joyas que usaban eran tan costosas, que Séneca, maestro y amigo de Nerón, cínicamente hizo notar que algunas de las mujeres ricas llevaban siempre consigo dos o tres fortunas suspendidas de las orejas. La esposa de Calígula usaba un aderezo de esmeraldas valuado (actualmente) en dos millones de dólares. En contraste con tales riquezas y extravagancias, había una horrible pobreza: no había trabajos por los cuales se pagaran salarios, pues los esclavos hacían los trabajos; los pobres, estando ociosos, acudían en grandes cantidades a la ciudad para buscar el alimento que se distribuía gratuitamente de acuerdo con el enorme sistema de limosnas que se había establecido, y para divertirse con las muchas cosas interesantes de la vida de la ciudad. Esas condiciones produjeron una muy mala moral; tanto, que no hay colores demasiado
obscuros para pintar las bajas condiciones morales de la vida romana. Los maestros de esa época se contradecían a sí mismos en su manera de ser: daban lecciones de pureza; pero vivían una vida de impureza moral. Como ejemplo de esto puede citarse a Séneca, quien enseñaba que las riquezas debían ser desdeñadas, sin embargo, en unos pocos años amasó una fortuna equivalente a más de doce millones de dólares; predicaba la pureza moral en la vida, y abiertamente fue acusado de practicar el adulterio y otros pecados peores, sin que, por lo menos, intentara negar dichas acusaciones. Por supuesto, y naturalmente, los discípulos eran en su manera de vivir como sus maestros. La depravación moral de aquellos días está tan bien reflejada en el primer capítulo de la Epístola a los Romanos, que algunas veces nos resistimos a leerlo públicamente. Según el propio testimonio de los romanos, ellos habían desechado todo lo bueno y honorable: el crimen se había multiplicado, no se hacía ningún intento para ocultar ningún vicio, y parecía que la lujuria y la perversidad constantemente estaban en monstruosa competencia; el matrimonio había llegado a ser una transacción comercial fácilmente efectuada y fácilmente disuelta tanto así, que Séneca dijo que había mujeres que contaban los años de su edad no por los cónsules que había habido, sino por el número de maridos que habían tenido; además, el matrimonio era tan despreciado que fue necesario expedir algunas leyes contrarias al celibato; y como los niños eran considerados como una carga, su crianza y educación fueron encomendadas a los esclavos o fueron vendidos como si también fueran esclavos. Naturalmente, los cristianos miraron con aversión esas condiciones; pensaron que su religión estaba a punto de ser destruida por dichas condiciones, y querían saber cuál sería el resultado de todo esto. Por lo mismo se necesitaba en gran manera el Apocalipsis que les asegurara que de ellos sería la victoria. Roma no era solamente el centro del gobierno y de la riqueza: también lo era de la religión. La religión de ese tiempo era de temor, superstición, y ceremonias; la mayoría de la gente creía en la existencia de dioses, y su confianza se debilitaba cuando esos dioses no ayudaban; una gran parte de la religión de ese tiempo consistía en el formalismo y en el ceremonialismo; y el fracaso de la religión pagana en su aplicación práctica a la vida, durante muchos años había producido un derrumbamiento de las religiones antiguas. El cristianismo se dio cuenta de que esa condición era un terreno fértil, y había obtenido grandes cosechas de la semilla que antes había sembrado. Pero en el fondo de la ley romana estaba la realidad de que el emperador debía ser considerado divino, y algunos emperadores explotaron esta condición, otros no; sin embargo, en la época del imperio en que estamos interesados, esa vieja idea había recibido un nuevo énfasis. Por lo mismo, Domiciano se deleitaba al darse cuenta de que se le consideraba divino y que se le adoraba; por lo contrario, para los cristianos ese homenaje era un acto idolátrico y una completa negación de la fe en Cristo. Para los romanos el hecho de negarse uno a adorar al emperador era una demostración de deslealtad al Estado y un acto de traición; por lo mismo, la adoración al emperador fue un acto que se declaró obligatorio para los cristianos como una prueba de su lealtad al Estado. Al principio se exigía a los cristianos que ejecutaran las ceremonias que indicaban que darían un servicio leal al emperador y que lo adorarían: con los dedos debían tomar un poco de incienso y ponerlo en el altar: negarse a hacer esto indicaba deslealtad, y obedecer probaba que el que lo hacía no era cristiano. Hubo muchos que pensaron que este acto era insignificante, que en nada perjudicaría su fe cristiana, y lo ejecutaron para evitarse el castigo: los que así obraron, por haber ocultado su fe fueron rechazados por sus compañeros cristianos. Como aumentaron las exigencias para adorar al emperador, los cristianos, como cuerpo, fueron declarados fuera de la ley tan pronto como se supo que habían abrazado esa fe; y para
hacer obligatoria la religión del Estado y para castigar a los cristianos, minuciosamente fueron forjados nuevos métodos legislativos y punitivos. Fue organizado un cuerpo oficial conocido con el nombre de praefectus urbi para hacer que dicha clase de adoración se practicara en todas las ciudades; ese grupo oficial se encargaba de castigar a los desobedientes que vivieran en las varias ciudades de alguna provincia que se le había asignado. El cuerpo o grupo que tenía la mayor autoridad se llamaba concilia46 y estaba compuesto por varios diputados que eran enviados por las ciudades o divisiones de una provincia. Este grupo tenía el deber de construir y erigir imágenes del emperador, altares para adorarlo, y utilizar todos los recursos posibles para fomentar la religión del Estado y hacer que se practicara. Estos oficiales obligaban al pueblo a que adorara al emperador, otorgaban favores a quienes obedecían, y castigaban de varias maneras a quienes no obedecían: entre estos hubo muchos que fueron decapitados, otros que fueron desterrados, otros que quedaron en la miseria porque les fueron confiscadas sus propiedades. A todo esto se alude, posiblemente, en Apocalipsis 13:5. El propósito del Apocalipsis está en el fondo de todo lo que se ha dicho en cuanto a los cristianos, las condiciones en que estaban y las necesidades que padecían: el propósito es mostrar que un gran poder como Roma estaba destinado a ser destruido, y que al fin el reino de Dios triunfaría y Cristo sería el Supremo Rey; el propósito es, también, hacer una resonante invitación para que a toda costa los redimidos se conserven leales a la fe, aunque tengan que enfrentarse al martirio y sucumbir en él. Este mensaje es aplicable, de manera particular, a los tiempos actuales: es la invitación para escoger las cosas eternas más bien que las temporales, para resistir la tentación, para negarse a transigir con el secularismo pagano, para dar la preferencia a las demandas de la conciencia y no a las que sean contrarias a ella; es la invitación para fomentar la confianza en que el reino de Dios tendrá la victoria final, no sólo en el tiempo del reinado de Domiciano, sino también en cualquier otro período caótico de la historia del mundo, inclusive en el siglo veinte.
Segunda Parte – Interpretación Introducción El Apocalipsis es una serie de imágenes reveladoras, dadas a Juan por el Espíritu Santo, para manifestar a Cristo eternamente victorioso sobre todas las condiciones del mundo, y por lo mismo para infundir ánimo a los cristianos que vivían en el tiempo de Juan y a los de todos los tiempos futuros hasta que regrese el Señor. Es un mensaje de amonestación a la iglesia para que se conserve pura y sin contaminarse con las costumbres mundanas. Es un mensaje de amonestación a los enemigos de la iglesia, para hacerles saber que finalmente, con el tiempo, la iglesia triunfará por medio de Cristo, y que todo aquel que se oponga a ella será quebrantado por el justo poder de Dios. El libro es un mensaje de consuelo para todos los que sufren: revela que quedarán libres de tristeza y de todo sufrimiento en el tiempo que Dios ha escogido. Es un mensaje de esperanza para todos los que están descorazonados: les dice que se reanimen y que estén jubilosos porque Dios no ha abdicado su trono en favor de ningún hombre ni de ningún poder. El Apocalipsis es un libro peculiarmente adaptado a cualquier tiempo de gran tribulación o de perplejidad. La estructura del libro hace que se estudie con mucho interés. La actitud que uno tenga para con el libro y el punto de vista desde el cual lo considere, determinan la manera en que tratará su estructura. Algunos intérpretes han dividido el libro en dos secciones generales: capítulos 1-11 y capítulos 12-22. Unos dicen que los capítulos 12-22 constituyen un segundo libro que presenta el mensaje del "librito" del cual se habla en 10:1-11; este mensaje es el que le fue encargado a Juan para que lo entregara a otros pueblos, naciones, lenguas y reyes. Que el libro debe ser dividido o no en esta parte, es un asunto todavía controvertible. Aquí hay un cambio de movimiento en el libro; la rapidez de la acción comienza en el capítulo 12 y va aumentando su intensidad hasta que el clímax de la victoria se alcanza en los capítulos finales. Algunos intérpretes creen que el libro debe dividirse en siete partes, excluyendo el prefacio y la conclusión. Descubren que el número "7", que representa lo completo, también aparece en la estructura del libro. Por ejemplo, Moulton1 presenta en séptupla consideración El Trono, Los Sellos, Las Trompetas, El Triunfo, Las Copas, La Palabra de Dios, y La Nueva Jerusalén, con prólogo y epílogo. De semejante manera Dana2 presenta, con prólogo y epílogo, siete episodios desarrollados alrededor de los símbolos, y sugieren Majestad, Juicio, Amonestación, Conflicto, Retribución, Consumación y Destino. Poco después divide cada uno de los primeros seis episodios en siete partes, y divide el séptimo episodio en dos partes: los inicuos y los redimidos. Desde el principio mismo del libro la acción está dominada por Cristo, quien es presentado como el Cordero que ha sido muerto y todavía vive. Por esta razón la presente obra está dividida de manera tal que puede presentar a este Cristo como el personaje central, y como el Cordero redentor por medio del cual el pueblo de Dios obtiene la victoria: "Digno es el Cordero." Prefacio, 1:1-8 Las palabras con que principia el libro declaran que éste es la revelación de Jesucristo.* El escritor piensa que este libro es una revelación que pertenece a Cristo y que es revelada por medio de éste a los lectores; él es el Revelador, también el que está revelado en el libro; en este
libro se ha quitado el velo que cubría a Cristo, y él ha sido descubierto o expuesto a la vista de los seres humanos. Así, pues, Juan no consideró esta revelación como la "Revelación de Juan" o el "Apocalipsis de San Juan" como lo indica su título en nuestras versiones comunes. En otros apocalipsis judíos la revelación se atribuye a alguno de los grandes hombres de Israel: Abraham, Esdras, Moisés, Enoch, Baruch, etc. Juan atribuye esta revelación directamente al Cristo que se la revela; y Juan es únicamente el escriba. El mensaje es del Señor resucitado, y Juan anhela que las iglesias entiendan esto con claridad; pues solamente el claro entendimiento de esto puede ayudarlas a recibir el mensaje de esperanza y consuelo que este libro les depara. Este es un mensaje que Dios dio a Cristo para que lo mostrara o lo demostrara a sus siervos. Esto es una revelación de las cosas que deben suceder presto. La naturaleza del reino de Dios es tal que no puede sufrir una derrota: parecía que iba a sufrirla cuando Juan estaba en la isla de Patmos, a menos que Dios interviniera prestamente; y este mensaje dice que Dios vendría prestamente a libertar a su pueblo. Ya se ha discutido la construcción gramatical griega en conexión con el método futurista3 de interpretar este libro; y es conveniente que aquí hagamos un breve repaso de este asunto. El verbo traducido "deben" o "han de" o "es necesario", es un verbo impersonal que indica que una necesidad moral está implícita: la naturaleza del caso es tal, que las cosas reveladas aquí deben suceder presto. El tiempo aoristo del infinitivo "suceder" agrega a la verdad la idea de que es necesaria la acción inmediata. La frase prepositiva traducida "presto", o "pronto", significa exactamente lo que quieren decir "presto", "pronto" "en breve". Si Juan hubiera dicho: "dos mil o tres mil años", los cristianos habrían pensado que sería demasiado tarde: que las cosas reveladas en este libro debían suceder presto, o la causa estaría perdida, porque Domiciano podría extirpar por completo el cristianismo. Por lo tanto, fracasa cualquier intento que se haga para que esta frase prepositiva sólo signifique "ciertamente"; pues si esto hubiera significado no habría proporcionado ningún alivio a las iglesias que estaban en aquellas condiciones aflictivas. Las iglesias necesitaban la seguridad de que recibirían ayuda en ese mismo tiempo en que les hacía falta; no en algún milenio del distante e incierto futuro. La revelación fue "declarada" por Cristo, por medio de su ángel, a su siervo Juan. La palabra traducida declaró quiere decir: mostrar por signos. Al hacer esta explicación comenzamos a entrar en la consideración de la naturaleza del libro. Es una revelación (es el hecho de quitar el velo) del mensaje de Dios, por medio de signos (símbolos). Esto debe recordarse y tenerse presente siempre, si es que se quiere conocer la verdad del libro. Llegamos a conocer su mensaje, no por entender literalmente sus palabras, sino por la interpretación de los símbolos; pues es un libro divino de cuadros o imágenes. El agente humano escogido para dar este libro a las iglesias es Juan, quien más tarde se identifica, según el versículo 9, como contemporáneo de sus lectores. Por lo pronto se identifica como el Juan que antes había dado testimonio de Palabra de Dios (versículo 2): esta expresión es típica del concepto que Juan tenía del Cristo encarnado (Jn. 1:1-1). Es de notarse que en este libro se pronuncian algunas bienaventuranzas para quienes debidamente reciben su mensaje. La palabra bienaventurado denota la condición bendita de una persona, por causa de la vida espiritual interior. La palabra es igual a la que se usa en el Salmo Primero para describir al varón piadoso; y es la misma que usa nuestro Señor Jesús en "Las Bienaventuranzas" que se mencionan en Mateo 5. Las bienaventuranzas que citamos a continuación forman una serie de las que hay en el Apocalipsis:
1:3 —"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas." 14:13—"Bienaventurados los muertos que de aquí adelante mueren en el Señor." 16:15—"Bienaventurado el que vela, y guarda sus vestiduras..." 19:9 —"Bienaventurados los que son llamados a la cena (de las bodas — V. H. A., V. M.) del Cordero." 20:6 —"Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección." 22:7 —"Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro." 22:14—"Bienaventurados los que guardan sus mandamientos," ("los que lavan sus ropas," — V. H. A., V. M.), "para que... entren por las puertas en la ciudad." Estas majestuosas bienaventuranzas comienzan con la recepción de la revelación de Cristo, y terminan con el lavamiento de las ropas y la entrada en la Santa Ciudad. La idea cualitativa está presente en todo el tema. En la primera de estas bienaventuranzas se hace referencia a la manera en que las iglesias pueden llegar a conocer la revelación: por medio de la lectura pública. Se anuncia que serán bienaventurados tanto el que lee, como los oyentes que escucharen entendiendo (este es el significado de la construcción gramatical), y quienes guardaren las cosas escritas en este libro. Juan estaba pensando en las iglesias de Asia; y no puede haber duda de que el libro fue, principalmente, para los cristianos que vivieron al fin del primer siglo. La declaración con que termina el versículo tercero, porque el tiempo está cerca, es una reafirmación de la verdad de que el mensaje es una revelación de los eventos que van a ocurrir presto; una revelación: como si se quitara un velo de sobre dichos acontecimientos. Esto no quiere decir que cada detalle mencionado en el libro va a tener un cumplimiento inmediato; pues a Juan no le fue revelado el intervalo de tiempo que transcurriría entre el comienzo del auxilio que recibirían los cristianos, y su final consumación; y ni Juan ni los otros cristianos necesitaban saberlo. Lo que necesitaban era la seguridad de que pronto recibirían ese auxilio y de que de ellos sería la completa y final victoria. Esto es exactamente lo que se les dio: la seguridad. La salutación que está en el versículo 4 es característica de las cartas que se escribían en aquel tiempo. El escritor desde luego se identifica, y él mismo se dirige a las siete iglesias de Asia. Ya se han discutido las razones que Juan tuvo para proceder de esta manera.4 Ahora bien, como si tuviera delante de sí al grupo de angustiados cristianos, les dice que les desea gracia y paz de Dios. Estas palabras, "gracia y paz", son las que se acostumbraba usar como salutación; y se usan en la mayor parte de las epístolas del Nuevo Testamento. Aparecen en el orden en que están porque no puede haber paz en el corazón del hombre sino hasta que la gracia haya realizado su obra; pues la gracia es la obra redentora de Dios en el corazón del hombre, inmerecida por éste; y la paz es la condición resultante y permanente que sigue a esa obra. Aquí se habla de la gracia y de la paz como procedentes del que es y que era y que ha de venir. Este concepto acabado de expresar acerca de Dios, era característico de los judíos; además, es una buena reproducción de lo que significa la palabra hebrea que se usa para el nombre Jehová: "el que existe eternamente." De manera incidental digamos que el uso del nominativa jo después de la preposición apó nos introduce a las no acostumbradas construcciones griegas que hay en el Apocalipsis; pues por lo general esperamos encontrar el hablativo tou después de la preposición. También se indica que esta gracia y esta paz deseadas proceden de los siete Espíritus que están delante del trono de Dios. Esta expresión se usa probablemente como un
método apocalíptico de referirse al Espíritu Santo, ya que el número siete indica perfección. Además, la Tercera Persona de la Trinidad no queda omitida, pues se hace notar que dichas gracia y paz deseadas también proceden de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y príncipe de los reyes de la tierra. Es interesante notar que, a pesar de un ambiente en el que se procuraba hacer obligatoria la adoración al emperador, se hace la declaración de que Jesús es el príncipe de los reyes de la tierra. Algunos reyes temporales o emperadores han creído que tienen poder y autoridad divinos; pero superior a ellos existe una Persona igual a Dios, que gobierna también a los reyes. Al que nos amó se le atribuyen la gloria y el imperio eternos. La prueba de su amor continuo (tiempo presente) se descubre en el hecho de que nos ha lavado (tiempo aoristo) de nuestros pecados, con su sangre. Esto es nada menos que una referencia a la muerte de Cristo consumada cuando fue sacrificado en la cruz: lo cual es la manifestación histórica del amor eterno y del carácter redentor de Dios. La realización de este sacrificio aseguraba el eterno señorío de Cristo, en lugar de un señorío breve y temporal como el de Domiciano, quien con tanto empeño estaba procurando aniquilar al cristianismo. Se describe a Cristo regresando de la manera en que se fue (V. 7). La declaración: He aquí que viene con las nubes, se refiere a la esperanza que tenían los cristianos de que se cumpliría la promesa que habían hecho los ángeles, según Hechos 1:11. La afirmación de que todo ojo le verá nos infunde la seguridad de que su venida será un hecho patente, evidente por sí mismo, y la de que todos los seres humanos se darán cuenta de su realidad y de su significado; hasta quienes fueron responsables de la muerte de Cristo reconocerán la trascendental importancia de su regreso. La unión de las tres personas de la Trinidad, juntamente con la aserción de que Dios es Todopoderoso, según lo dice el versículo 8, sirven para otorgar la más fuerte autoridad divina al mensaje que Juan está a punto de entregar: un mensaje que precede del omnipotente y eterno Dios.
Capítulo 4 – El Cordero (Apocalipsis 1:9-20) El párrafo que comienza con el versículo 9 y se extiende hasta el versículo 20 es una presentación del Cristo, del Cordero redentor, que desempeña la parte principal del argumento de este libro. Quizás nada podría haber servido mejor para vivificar la esperanza de los angustiados cristianos que esta visión del Cristo triunfante y glorificado. Este conocimiento produjo los mismos buenos efectos en Juan mismo. Juan estaba en la isla de Patmos sufriendo el exilio por haber permanecido leal a la Palabra de Dios y a la práctica de dar su testimonio acerca de Jesucristo. Esto significa que Juan estaba cumpliendo la sentencia que contra él había dictado el imperio, porque se había negado a obedecer las órdenes de adorar al emperador. La tradición cristiana primitiva confirma lo que acaba de ser dicho. De esa manera Juan era un participante en la tribulación que estaban experimentando los cristianos que vivían en Asia, participaba en el reino de Dios, y también en la paciencia que viene de Cristo Jesús. Estas tres cosas acabadas de mencionar se presentaban ante Juan y sus lectores como realidades existentes en el tiempo en que ellos estaban viviendo: no como algo que podrían experimentar más tarde. Juan fue en el Espíritu. Indudablemente esto se refiere a la naturaleza de su experiencia. Juan estaba en medio de una gran turbación y tribulación, y, sin embargo, continuaba en comunión con el Espíritu de Dios y bajo su poder y dirección divinos. La palabra usada en el original, de la cual se traduce "tribulación", expresa la idea de moler el trigo en un molino hasta triturarlo, expresa la idea de aplastar y machacar las uvas en un trujal para preparar el vino. A primera vista parece que la opresión que precede del exterior tritura y destruye; pero en realidad y finalmente hace que el trigo (como en el caso de la harina) y la uva (como en el caso del vino) rindan un servicio más grande. Lo mismo estaba sucediendo con Juan y sus amigos: parecía que la persecución estaba triturándolos y destruyéndolos; pero lo único que estaba haciendo en realidad, era prepararlos para que rindieran un servicio más eficaz. ¡Cuán frecuentemente el pueblo de Dios ha descubierto, en su experiencia cristiana, que sus tribulaciones están obrando de la misma manera! Esta es una de las verdades más hermosas del Nuevo Testamento. Juan tuvo esta experiencia en el día del Señor* día en que el pueblo cristiano se reunía para tener sus cultos y adorar a Dios. Así pues, era el día de la adoración al Señor cuando el corazón de Juan suspiró por estar con aquellos cristianos que habían dependido de él para recibir consuelo y dirección espiritual; y mientras reflexionaba acerca de su condición y de la de sus hermanos y del resultado de todo lo que estaba sucediendo, oyó una voz que, en esencia, le dijo: "No puedes estar con tus hermanos; pero puedes enviarles un mensaje: un mensaje que yo te daré." Juan describe la voz que oyó: como de trompeta: la nota de triunfo sonaba antes de que Juan identificara al que hablaba. Se volvió para ver al que hablaba, y vio al Cristo viviente, al cual había visto por última vez hacía más de sesenta años: antes de que ascendiera del Monte de los Olivos hasta su Padre que lo había enviado. El Señor se le había aparecido antes a Juan: la tarde del día de la resurrección, en el aposento alto, cuando en su experiencia como cristiano estaba pasando por pruebas muy difíciles. Cuando los discípulos regresaban de una infructuosa noche de pesca —con las manos vacías, las redes sin peces y el corazón entristecido— el Señor se les apareció en la ribera, donde ya les tenía preparado un pez y pan para mostrarles que todavía podía proveer lo necesario para sus seguidores, como lo hizo en los días de su carne cuando multiplicó los panes y los peces para satisfacer las necesidades de ellos. Además, cuando Juan está experimentando ese trágico desaliento, Jesús aparece con un mensaje de
esperanza; y esta vez su apariencia es diferente. Al oír esa voz como de trompeta, Juan se volvió, y vuelto, vio al Cristo trascendente y triunfante: estaba vestido con una ropa talar y ceñido con un ceñidor de oro: vestiduras de sacerdote y de rey. Su cabello era blanco como la lana blanca, como la nieve: blancura que está considerada como símbolo de su santidad. Sus ojos eran penetrantes como llama de fuego: lo cual es símbolo de que tiene una vista penetrante, y significa omnisciencia. Sus pies eran semejantes al latón fino ("bronce bruñido", V. M.), el cual es el símbolo de la fuerza; ese latón era el metal más fuerte que se conocía en el tiempo de Juan. Su voz era como el ruido de muchas aguas: siendo esto un símbolo de la autoridad que tiene sobre los pueblos y naciones. (Compárese el significado de estas características con el que estas mismas tienen en otras partes del Apocalipsis.) Su rostro tenía una brillantez como la del sol cuando resplandece en su fuerza, es decir, a mediodía: simbolizando así su majestad. En su mano derecha tenía siete estrellas: con lo cual se simbolizaba el destino que debían tener las iglesias al quedar bajo el cuidado de los pastores. De su boca salía una espada aguda de dos filos: para simbolizar el exacto y perspicaz juicio que se hará de los hechos de los hombres.1 Estaba en medio de los siete candeleros de oro: de los cuales se declara que son el símbolo de las iglesias.2 Ciertamente, no vamos a suponer que esta es la apariencia de Cristo en la actualidad: si así la tuviera, sería una apariencia grotesca. Por medio del significado del símbolo podemos darnos cuenta exacta de lo que significa la visión y de la seguridad gloriosa concedida a Juan y a sus compañeros que sufrían. He aquí el significado de la visión: un Cristo viviente, santo, majestuoso, omnisciente, con autoridad, poderoso, está en medio de las iglesias, con su mano dirige el destino de ellas, y les dice: "No temáis. Yo estaba muerto; pero ahora vivo para siempre. Además, en mi mano tengo las llaves de la muerte y del sepulcro. No tengáis temor de ir a cualquier lugar del cual yo tengo la llave; puede ser que seáis perseguidas hasta que muráis, sin embargo, yo sigo siendo vuestro rey." La construcción gramatical prohíbe la continuación de un acto que ya está en progreso. Las iglesias estaban tan atemorizadas que casi llegaban a la desesperación: y se les dice que ya no teman. En seguida se les da la razón para que dejen de temer: Cristo vive, y tiene bajo su dominio toda la situación. Este Cristo glorificado y triunfante domina en todos los actos o incidentes que se tratan en el libro. Puede ser que en la actualidad algunos que se dicen "maestros de profecía" tengan dudas en cuanto al éxito de la lucha que hay entre el bien y el mal; pero nunca hubo ninguna duda en la mente de Aquel que dio esta revelación a Juan. Cristo, el Cordero redentor, es el triunfador en todo el sentido de la palabra. Esta verdad es el encabezamiento de la historia del conflicto, y ya sabemos cuál es el resultado, aunque algunas veces en el desarrollo del relato parezca que los ejércitos del mal están obteniendo la victoria.
CAPITULO 5 – EL CORDERO Y LAS IGLESIAS (Apocalipsis 2:1-3:22) Este estudio se presenta teniendo en cuenta que en Asia Menor había realmente siete iglesias. Basados en esta declaración se puede afirmar que el libro debe interpretarse de una manera que haya sido significativa y provechosa para los primeros que recibieron el mensaje. En consecuencia, rechazamos la opinión, que frecuentemente encontramos, de que las siete iglesias representan siete etapas en el desarrollo de la apostasía de la iglesia; pues esta opinión no ayuda a realizar los propósitos del libro y está en conflicto con las enseñanzas de Jesús. Al sostener nosotros la opinión de que se trata de siete iglesias en realidad, no queremos decir que en ese tiempo hubiera solamente siete iglesias en Asia Menor; pues había muchas iglesias en ese territorio, el cual había llegado a ser la fortaleza de las actividades cristianas en el Imperio Romano. Pero esas siete iglesias eran las representativas de todas las demás, y estaban estratégicamente situadas para difundir ese mensaje por todos los lugares de Asia Menor. El número "7" sugiere la idea de lo completo, de lo que abarca todo lo que se quiere, por lo mismo el mensaje de este libro es para todas las iglesias de Asia Menor. Las condiciones de que se trata en estas cartas que escribió Juan en el Apocalipsis, eran las que caracterizaban a muchas iglesias. Una de las cosas maravillosas de este libro es la impresión que da: que las condiciones que existen en las iglesias de todas las épocas, el siglo veinte inclusive, se ilustran con las condiciones de aquellas iglesias. Por lo mismo el mensaje es de aplicación universal. Así pues, dondequiera que existan esas condiciones, con toda propiedad podrá ser aplicado el tratamiento correctivo que sea más conveniente. Estas cartas se entienden mejor cuando se estudian teniendo en cuenta las condiciones que en ese tiempo prevalecían en aquellas ciudades; pues las condiciones de las ciudades se reflejan en las iglesias. De esta manera se ha de hacer este estudio. Hay algunos importantes asuntos de naturaleza general que deben ser observados al estudiar las cartas que fueron enviadas a las siete iglesias. Nótese que en cada caso la carta está dirigida al "ángel" de la iglesia. Se han presentado muchas sugestiones en cuanto al significado del término "ángel"; y algunos intérpretes sostienen que dicho término significa el espíritu o el destino de la iglesia, algún mensajero que la iglesia había enviado a visitar a Juan que estaba en Patmos, o el "ángel guardián" de la iglesia. Posiblemente la mejor opinión es la que dice que el término se refiere al anciano o pastor encargado de la iglesia. Los escritos del Nuevo Testamento, así como otros, enseñan que las iglesias algunas veces tuvieron varios pastores, y que cada uno tenía sus respectivas responsabilidades para hacer que el grupo continuara existiendo. El ángel de la iglesia, por lo tanto, es el pastor que estaba a cargo de dicha iglesia: él tenía la responsabilidad de presentar el mensaje de este libro a la iglesia de la cual estaba encargado, él dirigía el candelero cuando enviaba la luz de Cristo a un mundo tenebroso. Cada una de las cartas sigue un modelo definido: la identificación del remitente (Cristo) es, en cada carta, una parte de la descripción del Cristo glorificado al cual se alude en el capítulo primero: él declara que conoce íntimamente a cada iglesia, la alaba por cada cosa que merece elogio, se queja contra ella cuando así es necesario y le da su consejo. Todo esto va seguido por una promesa para los fieles. El contenido y el orden varían en las cartas, mas en todas ellas puede notarse que predomina una forma común. I. EFESO: LEAL; PERO NO COMPLETAMENTE, 2:1-7
En el tiempo en que este libro fue escrito, Éfeso era una grande y opulenta ciudad de Jonia. Toda clase de gente vivía allí: tanto doctos y ricos, como pobres y analfabetos. La condición general de vida era como la de una ciudad rica, culta, y corrompida. No se nos dice por qué la iglesia que estaba en Éfeso fue la primera en ser escogida de entre las siete iglesias; sin embargo, puede ser que haya sido escogida como la primera porque la ciudad de Éfeso estaba naturalmente situada en el lugar más apropiado del continente para comenzar desde Patmos la transmisión de un mensaje circular. Si se concede que el Apocalipsis fue escrito por Juan el hijo de Zebedeo, se encontrará una indicación favorable a la tradición que afirma que durante un cuarto de siglo Juan había sido el guía principal de los cristianos que vivían en Éfeso. La historia de la organización y de las primeras actividades de esta iglesia está consignada en el libro de los Hechos, capítulos 18 al 20; y se calcula que esta iglesia ya había tenido cuarenta o cuarenta y cinco años de actividad cuando le fue enviado este mensaje apocalíptico. IDENTIFICACION, 2:1 El Señor, llevando las siete estrellas en su mano derecha y andando en medio de los siete candeleros de oro, se presenta a la iglesia que estaba en Éfeso. Esto coloca al Señor en una posición que no deja lugar a duda en cuanto a que él conoce el futuro de la iglesia: él está allí y sabe lo que está sucediendo; el está cuidándola, y en su mano derecha sostiene el destino de ella, así como también el destino de su pastor: estando unidos íntimamente ambos destinos; también observa cada uno de los defectos y de las virtudes de la iglesia, y pronuncia un mensaje que le ha de ser revelado a ella. ALABANZA, 2:2, 3, 6 Es interesante notar que en estas cartas cuando en una iglesia hay alguna cosa digna de ser alabada, el Señor la menciona al principio. Había muchas cosas por las cuales la iglesia que estaba en Éfeso podía ser alabada. 1. Fidelidad en la práctica. Yo sé tus obras, y tu trabajo, y paciencia. Obras probablemente se refiere al servicio que en realidad estaba rindiendo esa iglesia en ese tiempo. Esa iglesia era activa y agresiva. El trabajo de que se habla aquí significa algo más intenso que obras: la palabra original que se traduce trabajo significa el esfuerzo que a costa de sufrimiento produce una obra. Las obras eran producidas por esos cristianos mediante grandes dificultades que los hacían sufrir. La palabra trabajo es como el eco de los gritos de angustia que brotaban del pecho de aquellos cristianos al tratar de caminar hacia adelante para llegar a un fin deseado. Esta era una iglesia trabajadora. La palabra paciencia revela la actitud de aquellos cristianos, una actitud de persistencia en aquellos trabajos mediante los cuales eran producidas las obras aludidas; esta palabra, en el Nuevo Testamento, no significa inactividad; no significa que uno se cruza de brazos y queda esperando lo que venga; literalmente significa: "permanecer debajo"; significa también: estarse uno o quedarse bajo la carga pesada, sostenerse firme enfrente de cualquier dificultad. Las tres palabras juntas producen una fuerte impresión de fidelidad en la práctica y son más significativas porque fueron pronunciadas por los labios del Cristo trascendente. 2. Fidelidad en la doctrina. Tú no puedes sufrir los malos; esto indica que los maestros
del gnosticismo habían ganado unos pocos adeptos en Éfeso. Aquellos falsos maestros habían llegado declarando que eran apóstoles auténticos, misioneros; pero la iglesia los había puesto a prueba y los había expulsado por haber descubierto que eran impostores. Los cristianos efesios, por ser leales al nombre de Cristo, habían sufrido mucho: no se habían cansado con tantas dificultades producidas por la persecución ni por la intromisión de la falsa doctrina. Pablo dijo cierta ocasión a los gálatas inconstantes: "No nos cansemos, pues, de hacer bien" (Gál. 6:9). Pero los cristianos que vivían en Éfeso no necesitaban esa amonestación porque tenían muchas energías en reserva. Los hechos de los nicolaítas habían encontrado en Éfeso una emoción que solo puede ser descrita como aborrecimiento: una ira justa contra toda iniquidad. El Cristo viviente participa de la actitud de los cristianos efesios hacia los nicolaítas, porque también experimenta un constante desagrado contra toda clase de mal. No se ha identificado exactamente a los nicolaítas; sin embargo, por la relación que tenían con quienes seguían la doctrina de Balaam (2:14, 15) parece que sus errores consistían en sostener algunas formas de antinomianismo. Cualquiera que haya sido esa falsa doctrina, era aborrecida tanto por Cristo como por los cristianos que vivían en Éfeso. Toda esta alabanza inclina a uno a dudar de que en esa iglesia haya habido algunos errores; pues realizaba sus obras de servicio a pesar de las dificultades, había expulsado a los falsos maestros, había odiado el pecado, no se había cansado de hacer la obra del Señor. Esto es lo que se debía esperar de una iglesia que había sido bendecida con los servicios de grandes directores como Pablo, Apolo, Priscila y Aquila, Timoteo, y Juan el discípulo amado. Pero el Señor mira con una penetrante mirada como si fuera llama de fuego y descubre un gran pecado. QUEJA, 2:4 Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor; esta breve declaración abarca todo el asunto. Un estudiante, cuando entregó a su maestro un trabajo escrito que debía hacer basándose en este pasaje bíblico dijo acertadamente aunque sin reverencia: "¡Se acabo la luna de miel!" La iglesia había abandonado aquel fervor y aquel amor que habían sido las características de sus primeras experiencias como congregación de cristianos: habían estado realizando el activo programa de una iglesia agresiva, pero habían abandonado el verdadero objeto de la adoración. Cuando el amor a Cristo, como motivo de la adoración, está ausente, el servicio significa muy poco. ... CONSEJO 2:5, 7ª El consejo que Cristo da a la iglesia que estaba en Éfeso bien puede resumirse en tres palabras: recuerda, arrepiéntete, vuelve. Recuerda el gozo que tuviste antes y el deleite que experimentaste por causa de tu amor a Cristo y a su obra; recuerda la fuerza de aquel amor que te impulsaba a realizar lo bueno. Arrepiéntete de la condición en que estás por la cual das tu servicio sin amor, condición a la que has permitido reptar hasta el interior de tu vida: esa condición es el enemigo mortal que impide desarrollar un trabajo efectivo en el reino del Señor; vuelve a ese estado original de servicio impulsado por un corazón amoroso. Cristo advierte a la iglesia que si no vuelve a ese primer estado, está perdiendo derecho a existir como iglesia, y la amenaza con quitar su candelero del lugar en que está. El candelero es la iglesia (1:20), y no tiene derecho a existir si no va a realizar los propósitos que Cristo tiene. ¡Esta amonestación es
muy fuerte para cualquier iglesia! La primera parte del versículo 7 sirve para efectuar la transición de la amonestación a la promesa: El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Los que tienen percepción espiritual son amonestados para que escuchen. Este mensaje no es simplemente el mensaje de un hombre: es el Dios eterno quien habla y pronuncia su amonestación contra el mortífero peligro de la apatía espiritual.
PROMESA, 2:7b Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios. El concepto de triunfo es una de las ideas dominantes en el libro del Apocalipsis; significa: triunfar de las circunstancias en que uno se encuentra. Según el contexto en este libro, parece que significa vivir una vida de servicio a Dios porque esta clase de servicio brota de un corazón lleno de amor. El Señor promete el fruto del jardín de Dios a quien está viviendo esa clase de vida. Por medio de ese símbolo dice: "Yo daré alimento espiritual y sostenimiento al que me sea fiel." Dios nunca defrauda a su pueblo cuando este sufre necesidad: Dios puede dar a su pueblo todo lo que necesite, pero espera que este pueblo viva una vida victoriosa. II. ESMIRNA: SANTOS QUE SUFREN, 2:8-11 Esmirna, durante muchos años, había sido una ciudad próspera; una vez estuvo sumida en la obscuridad, pero fue reconstruida por Alejandro el Grande y por Antígono: entonces, casi al mismo tiempo llegó a ser una ciudad rica y notable, y se conservó en esta condición mucho tiempo después del período del Nuevo Testamento. No tenemos ningún informe referente a la organización de la iglesia que había en ese lugar: tal vez se organizó cuando Pablo, al estar en Éfeso, de la sinagoga que allí había separó y llevó consigo a unos cristianos porque los judíos que no se habían convertido maldecían el Camino del Señor delante de la incrédula multitud.* La historia nos habla de la persecución que hubo contra los cristianos en esa ciudad y del martirio de Policarpo: su martirio ocurrió en el siglo segundo, pero el pudo muy bien haber sido pastor en Esmirna cuando esta carta fue escrita. Es interesante notar que solamente cosas buenas se dicen de esta iglesia. IDENTIFICACION, 2:8 El Señor se identifica como el primero y el postrero, que fue muerto y vivid. De esta manera el Señor declara a esos cristianos que él había estado en todos los sufrimientos que habían estado padeciendo; porque él conocía directamente estas cosas estaba bien capacitado para consolarlos y para infundirles seguridad. ALABANZA Y CONSUELO, 2:9, 10ª Cristo entreteje un dechado de aprobación y consuelo; la aprobación se deriva, en parte, del silencio: no tiene ninguna queja contra estos cristianos. Además, Cristo sabe que ellos están sufriendo tribulación: esta palabra, previamente discutida, retrata la opresión exterior que
amenaza con la ruina a esos cristianos. Cristo conoce la pobreza en que están: esa pobreza indudablemente se refiere a la confiscación de las propiedades de los cristianos llevada a cabo por Domiciano como un medio de persecución: estos cristianos que vivían en Esmirna habían perdido todas sus posesiones materiales, y Cristo, que ve y conoce todas las cosas, les dice: pero tú eres rico. La riqueza, la verdadera riqueza, es el enriquecimiento del carácter, no el hecho de poseer el oro. En este sentido la iglesia que había en Smirna era verdaderamente rica. El Señor conoce la blasfemia de los que se dicen ser judíos: esto quizás se refiere a los judíos que habían logrado que no se les persiguiera ni se les confiscaran sus bienes materiales, porque habían contemporizado con las autoridades. La religión de los judíos estaba reconocida como legal, y porque ellos oraban a favor del emperador quedaban a salvo de los sufrimientos que los cristianos padecían. Esos judíos se burlaban y hablaban mal de los cristianos, quienes habían perdido todo, menos su lealtad a su religión. Cristo dice que esos judíos en realidad no son judíos que son sinagoga de Satanás: son gente del diablo. Es interesante observar en el versículo 10 que el Señor no promete a los cristianos que les evitará las dificultades; al contrario, les advierte que sobre ellos caerá un nuevo diluvio de sufrimientos y tentaciones para que abandonen su religión; serán tentados por una rigurosa persecución exterior durante diez días: el número diez simboliza aquí una tribulación rigurosa en extremo, severísima, completa. El Señor no les ofrece que evitará las dificultades, porque el hecho de sobreponerse a las dificultades es el medio para formar el carácter. PROMESA, 2:10b, 11b La promesa del Señor es doble: Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida... El que venciere, no recibirá daño de la muerte segunda; Cristo dice a los cristianos que viven en Smirna que no tengan miedo a la muerte, porque la vida eterna los espera; y él les dará la corona de la vida: un premio por haber ganado una carrera. Aquellos cristianos no serían dañados por la muerte segunda, la cual simboliza el eterno castigo. El incrédulo muere y encuentra a la otra muerte que lo está esperando; pero el creyente muere y encuentra la vida eterna. Aquí, como siempre, la promesa es para la vida triunfadora. EXHORTACION, 2:11ª Aquí, como en otras cartas, la exhortación es contra el peligro de la apatía espiritual: El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. III. PERGAMO: MORADA DE SATANAS, 2:12-17 La historia dice que Pérgamo era una ilustre ciudad de Misia, entregada casi completamente a las riquezas y elegancias. Esta ciudad era el centro principal de la adoración al emperador: 1 era la principal ciudad de la provincia, y aquí estaba ubicado el "concilio" que tenía a su cargo los asuntos que se relacionaban con la religión del estado y con las ofrendas de incienso que se ofrecían ante la imagen del emperador. La ciudad siempre había sido leal a Roma, de aquí que fuese natural que se mostrara inexorable en su persecución contra los cristianos. No tenemos informes en cuanto a la organización de esta iglesia. IDENTIFICACION, 2:12
El Señor se identifica como el que tiene la espada aguda de dos filos. Esto puede encerrar un doble simbolismo: puede representar su habilidad para proteger a los cristianos aun en medio de la persecución y donde los mártires estaban cayendo; y también puede simbolizar que tienen poder para dar su fallo en un juicio. La idoneidad de esta posibilidad radica en que la iglesia que había en este lugar estaba dando albergue al error. El Señor llega con la espada de su boca — lo cual representa que puede juzgar con perspicacia y exactitud los hechos de los hombres— para habérselas con los falsos maestros. ALABANZA, 2:13 Cristo alaba a la iglesia por su fidelidad aunque padece bajo extremas dificultades, pues se halla ubicada en la ciudad donde está la silla de Satanás; ("el trono de Satanás" V. M., V. H. A., N. P.). El año 29 a. de C. en Pérgamo se había erigido un altar para adorar a Augusto. La ciudad se había conservado como el centro de la religión del estado, y por lo mismo se habla de ese lugar como del lugar "donde está el trono de Satanás". La alusión a la muerte de Antipas indudablemente se relaciona con el bien conocido martirio que muchos cristianos padecían en el altar de los inciensos porque se negaban a adorar al emperador; otros muchos estaban cayendo como él. El martirio de Antipas había sido tan notable que llamó la atención del Señor. Teniendo en cuenta la frase calificativa, mi testigo fiel, que se aplica a Antipas, alguien ha sugerido que este ha de haber sido el pastor de la congregación cristiana que había en Pergamo. Esta opinión es interesante; pero es dudosa. Los cristianos habían conservado firme y constantemente el nombre de Cristo: su nombre representaba su personalidad. El uso del nombre Kúrios Kaísaros (Señor César) en oposición al nombre Kúrios Xristós (Señor Cristo) servía de prueba en esos días. Aceptar al Señor César significaba estar exento de persecución: en cambio, adherirse al Señor Cristo significaba lealtad a él, pero persecución de parte de los enemigos. Por ser leales a su Señor Cristo, los cristianos que formaban la iglesia que estaba en Pérgamo fueron elogiados; también lo fueron porque no negaron la fe de Cristo: al hablar de la fe de Cristo quizás se hacía referencia a todo el alcance de la religión de aquellos cristianos, a la creencia que tenían en la obra redentora que el Señor había consumado, y a la supremacía de él como Señor. Porque esos cristianos eran fieles, aunque serlo significara estar en grandes peligros, el Señor los alabó. QUEJA, 2:14, 15 No todos los miembros de la iglesia eran tan leales como lo era el grupo, el cual como un todo fue alabado, pues la herejía había penetrado: en el grupo había algunos que tenían la doctrina de Balaam; en el libro de los Números capítulos 22, 23 y 24 se nos enseña que Balaam estaba procurando obtener ganancias materiales a cambio de la pérdida de valores espirituales: el mostró a Israel el camino que lo conduciría a la adoración de los ídolos y a la práctica de la vida impura. Algunas de las personas que había en la iglesia de Pérgamo estaban haciendo la misma cosa: para asegurar la protección material de sí mismos y de sus propiedades entraban en componendas religiosas, aconsejaban a otras personas que practicaran la adoración idolátrica (o sea el culto al emperador) para que no fueran perjudicadas, enseñaban que uno debía vivir una vida de maldad para poder ser amigo de los romanos y por lo mismo no ser perseguido. La historia de esa clase de gente se resume en la frase que sigue: errónea creencia,
errónea conducta. Por medio de la historia eclesiástica se ha comprobado muy a menudo que esto es cierto. La combinación de las enseñanzas heréticas de los balamitas y de la vida herética de los nicolaítas había producido en Pérgamo una mala condición: tan mala que el Señor no podía tolerarla y por lo mismo exhortó a los verdaderos cristianos, que eran miembros de la iglesia, a no tolerar a dichos herejes. EXHORTACION, 2:16, 17a La iglesia recibió la exhortación de que se arrepintiera de su actitud de tolerancia de esos pecados y de su falta de severidad para tratarlos; y el Señor dijo que él estaba decidido a que si la iglesia no hacía nada para eliminar el mal, él personalmente haría algo: vendré a ti presto, y peleare contra ellos con la espada de mi boca; ("haré guerra contra los tales" V. M.; "contenderé con ellos" N. P.). No se dice claramente qué es lo que iba a hacer; pero no deja ninguna duda de que tiene todo el poder necesario para resolver correctamente aquella situación. Por lo mismo agrega: El que tiene oído, oiga...
PROMESA, 2:17b El Señor hace una doble promesa a quienes tengan una vida victoriosa. En cuanto a la primera promesa, declara: Al que venciere, daré a comer del maná escondido. Así como divinamente fue proporcionado lo necesario para remediar las necesidades que Israel padecía en el desierto, así también el Señor proporcionará lo necesario para satisfacer las necesidades de quienes tienen fe en él. El Señor les dará del maná escondido: del alimento espiritual que el mundo no puede entender. En cuanto a la segunda promesa dice el Señor: Le dará una piedrecita blanca, y en la piedrecita un nombre nuevo escrito. ¿Qué simboliza esta declaración? Pérgamo explotaba las canteras de piedra blanca y usaba ésta como producto comercial. Además se acostumbraba usar un pedacito de esta clase de piedra con un nombre grabado, con diferentes propósitos o significados, y tal vez el Señor hizo referencia a uno de los cuatro siguientes: 2 1. La piedrecita blanca se le daba al hombre que por alguna causa había sido sometido a un proceso judicial y absuelto justamente. Ese hombre podía llevar consigo dicha piedrecita como prueba de que ya estaba exento del cargo de haber cometido el delito que se le imputaba. 2. La piedrecita blanca se le daba al hombre que había sido libertado de la esclavitud y declarado ciudadano de la provincia donde vivía. Ese hombre llevaba consigo la piedrecita como una prueba de su ciudadanía. 3. La piedrecita blanca se le daba al triunfador en un evento deportivo o en cualquiera competencia, como prueba de que había triunfado sobre sus opositores. 4. La piedrecita blanca se le daba al guerrero que, victorioso, regresaba de la batalla después de derrotar a su enemigo. Es evidente que en el pasaje que estamos estudiando se hace la aplicación de uno cualquiera o de todos estos cuatro usos de la piedrecita blanca. La promesa pudo haberse referido a uno de esos usos, y también pudo haber sido alguna otra cosa que entendían los cristianos que vivían en Pérgamo. La promesa era sagrada
para los cristianos, y tenía por finalidad hacer que ellos aumentarán sus esfuerzos para ser fieles. IV. TIATIRA: ESPERANDO LA ESTRELLA DE LA MAÑANA, 2:18-29 No tenemos informes en cuanto al origen de la iglesia que había en esta pequeña ciudad de Asia Menor: puede ser que su existencia se debiera a alguno de los discípulos de Pablo procedentes de Éfeso, o a Lidia, que era nativa de Tiatira y fue convertida en Filipos, o a algún eminente cristiano de quien nada sabemos. Aunque Tiatira era una ciudad pequeña, era un importante centro comercial; fácilmente podía comunicarse con Pérgamo; una de las principales carreteras atravesaba la ciudad y por lo mismo mucha gente la visitaba. La herejía que dominaba en Pérgamo era la misma que dominaba en Tiatira; pero, según parece, aquí era peor, pues abundaba la gente pagana, y por lo mismo tal herejía encontró en dicha ciudad un suelo fructífero. IDENTIFICACION, 2:18 Cristo se identifica ante la iglesia como el Hijo de Dios, que tiene sus ojos como llama de fuego, y sus pies semejantes al latón fino; ("bronce bruñido" V. M.; "bronce fino" N. P.). Así pues, él es infalible (ya que es el Hijo de Dios), es omnisciente (tiene penetrante mirada: sus ojos son como llama de fuego), es fuerte (tiene pies como de latón refinado en el servicio); por lo tanto la iglesia debe oírlo: él entiende perfectamente bien las condiciones en que está la iglesia y, por lo mismo, está capacitado para hablar de manera justa. ALABANZA, 2:19 El Señor declara que las virtudes de esta iglesia son un motivo para alabarla: él conoce las obras de ella, o sea el servicio que ha dado al Señor; conoce su amor —el cual es el motivo de las obras que hace, y del cual carecía la iglesia que había en Éfeso—; conoce también la fe de la iglesia, su fidelidad a la religión; conoce su ministerio, que refleja su amor en acción al ayudar a los que están padeciendo necesidad; conoce su paciencia, o sea la práctica de su capacidad para sobrellevar la oposición y para conservarse en paz a pesar del antagonismo que precede del exterior. Además de esto, el Señor alaba a la iglesia por el progreso que ha alcanzado en la obra que realiza: tus obras postreras son más que las primeras. Teniendo en cuenta todo lo anterior, parece que esta es una buena iglesia: continúa llevando adelante, con fidelidad, paciencia y amor manifiestos, la obra del Señor; y está "creciendo en gracia" a medida que progresa. Si aquí terminara la carta, la iglesia sería considerada como una iglesia ideal; pero la carta no termina aquí, pues en la iglesia hay muchas cosas malas que deben ser condenadas, y de estas trata a continuación la carta. QUEJA Y JUICIO, 2:20-23 El Señor se queja de que la iglesia conserva entre sus miembros a una persona que es culpable de creer herejías y de enseñarlas: permites aquella mujer Jezabel ("toleras a aquella mujer, Jezabel", V. H. A.). La iglesia, siendo leal a la verdad como iglesia, no era culpable de esas herejías; pero sí lo era de perdonar a quienes las creían y enseñaban. Muchas opiniones
han sido presentadas en cuanto a la mujer llamada Jezabel y su pecado: algunos comentaristas opinan que esa mujer era la esposa del pastor3 porque la palabra griega guné de la cual se deriva la palabra "mujer" puede significar "esposa"; esto ocurre frecuentemente en el Nuevo Testamento: esta teoría no tiene otra base, y no es satisfactoria. Otros opinan que esto es meramente una manera alegórica de presentar la herejía. La mejor opinión, según parece, es que en la iglesia había una mujer que vivía su vida corrompida y decía que había recibido una revelación mística especial de parte de Dios y que procuraba enseñarla. Parece que el versículo 24 sugiere esto. Puede ser que esa mujer haya tenido por nombre Jezabel; pero parece acertado decir que tal nombre le fue asignado por causa de su carácter. Parece que ella estaba desencaminando a los cristianos que eran miembros de la iglesia y los seducía haciendo que fornicaran: esa fornicación pudo ser real y práctica como resultado de las enseñanzas del gnosticismo, o pudo ser una fornicación espiritual por haber violado los solemnes votos hechos a Dios. Parece que esto último es reproducción de una idea del Antiguo Testamento, la cual se encuentra especialmente en la profecía de Oseas, y que tal es la verdad del caso que nos ocupa. A esa mujer no se le permitiría que continuara viviendo de esa mala manera: tendría que ser destruida, y sus seguidores con ella, en el pecado mismo que practicaban (2:22, 23). Esto puede servirnos como prueba de que Dios todavía se ocupa de los asuntos de las gentes y de que para juzgarlas todavía tiene en cuenta las obras que hacen (2:23). PROMESA, 2:24-29 El Señor promete a los que triunfan que no pondrá sobre ellos más obligaciones espirituales que las que ya tienen, ni ningún deber adicional por medio de revelaciones gnósticas (2:24); pero también les hace saber que deben ser fieles en el cumplimiento de los deberes que ya tienen (2:25). Además promete a los que triunfen que les dará autoridad sobre las gentes, y que serán completamente vindicados como cristianos delante de quienes sean sus perseguidores. Esa imagen en que se presenta a los cristianos rigiendo con vara de hierro simboliza la seguridad de que serán vindicados por Cristo y triunfarán con él. Posteriormente a los que sean triunfadores les promete que les dará la estrella de la mañana: su guía y dirección en las negras horas de prueba y de aflicción. Quien haya observado con alguna frecuencia la hermosura esplendente de la estrella de la mañana en la hora más negra que precede al amanecer, comprenderá la hermosura de esta promesa. Puede ser que el cristiano algunas veces tenga que andar por senderos obscuros que le produzcan muchas perplejidades: le será dada la estrella de la mañana para que lo guíe; y debe negarse a seguir las falsas direcciones que le dé el gnosticismo y esperar que le sea dada esa estrella. V. SARDIS: ¿MUERTO O VIVO? 3:1-6 Durante muchos años Sardis fue la principal ciudad griega de Asia Menor. Es cierto que tuvo poca influencia en el período romano, pero vivía orgullosa de su historia pasada. Dana4 dice que esta ciudad es un ejemplo típico de una aristocracia agotada. Los habitantes de esa ciudad eran arrogantes, desmedidamente confiados en sí mismos, y necesitaban la amonestación de Dios. La expresión: "despiertos o decadentes" puede servir muy bien para describir la condición de una iglesia y de una ciudad; por lo general la actitud de una ciudad se manifiesta en las iglesias que tiene.
IDENTIFICACION, 3: la La persona que envía esta carta queda identificada como el que tiene los siete Espíritus de Dios, y las siete estrellas. Tal personaje tiene absoluto poder y sabiduría; además, en sus manos tiene el destino de la iglesia, por lo mismo ésta hará bien al estar atenta a la amonestación. QUEJA, 3:lb Puede observarse que el Señor, al dirigirse a esta iglesia, hace un cambio notable en su manera de hablar. En los casos anteriores, en los referentes a las iglesias que han sido mencionadas, el Señor primero presentó las alabanzas y después las quejas; pero al tratarse de Sardis hay tan poca cosa digna de alabanza y tantas por las cuales se queja el Señor, que él mismo invierte el orden que había estado siguiendo; Yo conozco tus obras, que tienes nombre que vives ("se te cuenta como vivo" V. H. A.; "tienes nombre de viviente" N. P.), y estás muerto. Con estas pocas palabras el Señor expresa una queja tremenda. Esta iglesia tenía muchas actividades exteriores; pero ninguna espiritualidad interior. Indudablemente la organización era perfecta y parecía que todo caminaba muy bien. Una persona que no fuera miembro de la iglesia y que la observara, juzgándola por esas actividades exteriores y sin conocerla bien, pensaría que era una iglesia ideal; pero en esa iglesia no había vida, no había vida verdadera. Alguien ha dicho que "hay pocas cosas mejor organizadas que los cementerios...; ¡pero allí hay muy poca vida!" La iglesia que había en Sardis estaba como un cementerio: se creía que tenía vida; pero el Señor, que tiene un perfecto conocimiento de todas las cosas, declaró que esa iglesia estaba muerta.
CONSEJO, 3:2 El Señor aconseja a la iglesia que se ponga a trabajar y que Confirme las otras cosas que están para morir. ("Sé vigilante, y corrobora las cosas que aún quedan, las cuales están a punto de morir" V. M.; "Ponte en vela y confirma las cosas que aún quedan, que están para morir" V. H. A.). En la iglesia de Sardis todavía quedaban algunas cosas que estaban vivas; y aunque estaban a punto de morir, podían aún ser restituidas a la vida verdadera si la iglesia obraba con prontitud. Eso de tener actos exteriores de culto, era bueno; pero esos actos debían estar llenos de piedad y de poder espiritual. Los cristianos no pueden prosperar cuando sólo practican ritos o ceremonias. Cristo declara que no ha encontrado ningún trabajo que esta iglesia haya hecho y que sea perfecto ante los ojos de Dios. Los miembros de la iglesia habían comenzado bien, pero no habían terminado lo mismo; como los gálatas, que habían comenzado a correr bien, pero después se habían detenido. La iglesia que estaba en Sardis tenía, entre la gente, reputación de hacer buen trabajo; pero Cristo no juzga por lo que ven los hombres, sino por lo que Dios ve, e indica que los de Sardis en realidad no habían terminado ninguna de las cosas buenas que habían comenzado.
AMONESTACION, 3:3 El Señor advierte a la iglesia que sufrirá un desastre a menos que recuerde el verdadero contenido de la religión como lo había recibido, y a menos que retorne a esos primeros principios y los practique. Si la iglesia no hace esto como el Señor quiere, él vendrá a ella para juzgarla y para destruirla. Esta amonestación para "velar" o "vigilar" tiene un significado especial para Sardis. Esta ciudad estaba edificada en una eminencia, y unos riscos precipitosos la rodeaban y protegían por tres de sus lados; por lo mismo la ciudad fácilmente podía ser defendida de los asaltos del enemigo. Pero el descuido había hecho que la ciudad cayera dos veces: 5 una, cuando Creso era rey de Lidia, y la capital (Sardis) fue sitiada por Giro mientras el mismo Creso y sus soldados dormían porque creían que estaban a salvo, pero la ciudad fue capturada por los intrépidos soldados enemigos; la otra vez, cuando gobernaba Achneus, entonces la ciudad cayó en condiciones parecidas ante el empuje de las huestes de Antíoco el Grande. El Señor usa estos acontecimientos para amonestar a la iglesia; y parece que le dice: "Recuerda tu historia, y si no estás vigilando tendrás igual fin." En el Nuevo Testamento la palabra "vigilar" o "velar" no significan únicamente tener los ojos abiertos, significa estar uno ocupado, activo en el servicio al Señor. ALABANZA, 3:4a En la iglesia que estaba ubicada en Sardis había unos pocos miembros dignos de alabanza; de ellos podía decir el Señor: no han ensuciado sus vestiduras; ("no han manchado sus vestiduras" V. H. A.; "no han contaminado sus ropas" N. P.). Estos cristianos no habían tornado parte en la adoración ni en la mundanalidad de los paganos de esos días: en todos sentidos habían sido leales a su Dios. PROMESA, 3:4b, 5 A estos cristianos fieles el Señor les hace la promesa de que andarán con él vestidos de blanco: son dignos de andar en compañerismo con él porque se han conservado leales a él y puros. El que venciere, será vestido de vestiduras blancas. Sardis estaba orgullosa de sus negocios en telas de colores, 6 las cuales usaba la gente parrandera y mundana. Los cristianos que resulten victoriosos en la lucha contra las tentaciones serán vestidos con ropas blancas como símbolo de su pureza, y sus nombres no serán borrados del libro de la vida; sino que tales nombres serán declarados por Cristo delante de Dios y de los ángeles. Por haberse negado los cristianos a obedecer las órdenes de adorar al emperador, sus nombres serían borrados de los padrones humanos y agregados a la lista de los mártires; pero sus nombres serían conservados en el libro de la vida del Cordero y allí estarían seguros: la perfecta seguridad y el honor serían de ellos. El Nuevo Testamento enseña la seguridad del creyente, haciendo énfasis en el hecho de que triunfar y mantenerse firme es una indicación de que tal creyente en realidad estaba redimido cuando comenzó su vida como cristiano. Este pasaje que estamos considerando hace énfasis en esto. VI. FILADELFIA: LA IGLESIA CON UNA PUERTA ABIERTA, 3:7-13
El origen de esta ciudad se remonta hasta el año 159 a. de C.; el nombre le fue dado por Atalo II, cuya lealtad a su hermano Ecúmenes hizo que se le diera el epíteto de "Filadelfo" (amoroso para con su hermano). La ciudad fue fundada para servir como centro desde el cual se esparcieran las costumbres, la cultura y el idioma griegos. Por lo tanto, desde el principio fue una ciudad misionera porque en ella se hacía todo lo posible para difundir por toda la tierra la lealtad al helenismo; y en la carta que fue destinada a la iglesia que estaba en esa ciudad descubrimos una promesa: que tendría oportunidades para desempeñar empresas misioneras de otra naturaleza. IDENTIFICACION, 3:7 El Señor se identifica declarando que, en cuanto a carácter, es Santo y Verdadero; que, por su posición oficial, tiene la llave de David; y por sus facultades administrativas es el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre. La santidad y la veracidad, virtudes propias de su carácter, constituyen su derecho a su dignidad real. Y porque el Señor es rey ejerce su oficio real y administra los asuntos de su reino. ALABANZA, 3:8 Solamente cosas buenas se dicen acerca de esta iglesia; no se dice ni una palabra de condenación para ella. El Señor conoce las obras que ella ha realizado y enfrente de ella está poniendo una puerta abierta que nadie puede cerrar; le está concediendo todo el derecho de disfrutar completamente de los goces espirituales y de las oportunidades para servir; y le anuncia que nadie podrá interrumpir el trabajo que ella haga, si aprovecha las ventajas que le ofrece esta puerta abierta para servir. Esto es lo que en el Nuevo Testamento significa la expresión: puerta abierta.7 Cristo sabe que la iglesia es débil —tienes un poco de potencia; ("aunque poca, tienes fuerza" V. H. A.; "tienes un poco de poder" V. M., N. P.)— sin embargo ha sido fiel, ha guardado la fe; y aunque la iglesia ha estado débil no ha negado el nombre del Señor: su nombre "Jesús" significa "Salvador"; su nombre "Cristo" significa el "Ungido de Dios". La iglesia que estaba en Filadelfia era fiel a todo lo que ese nombre significa; y esto está en contraste con algunas de las iglesias que eran fuertes desde todo punto de vista, pero no habían sido fieles. Los cristianos de esa iglesia, teniendo una puerta abierta para trabajar, seguían adelante aunque estaban débiles. PROMESA, 3:9, 10, 12 Porque los miembros de la iglesia que había en Filadelfia habían sido fieles a pesar de su debilidad y de las dificultades el Señor les prometió vindicarlos completamente. El Señor haría que los judíos perseguidores que estaban haciendo la obra de Satanás se dieran cuenta de que los despreciados cristianos eran los que él, el Señor, amaba verdaderamente (v. 9); y porque dichos cristianos habían sido fieles al Señor, él les prometió que su gracia los sostendría en las tribulaciones que estaban a punto de invadir al mundo, y que éstas no los derrotarían (v. 10). En seguida, antes de la última parte de la promesa, se insertó una exhortación (v. 11) para que de manera segura conservaran lo que tenían: el nombre del Señor, su palabra, su paciencia, la promesa de su regreso, las oportunidades de servir, y para que nadie les hiciera abandonar estas cosas, pues al abandonarlas les sería robada su recompensa. El Señor amenazó a la iglesia
de Sardis al prometerle que él vendría; en cambio para la iglesia de Filadelfia la misma promesa de la venida del Señor era un estímulo porque ella había sido fiel y no tenía nada que temer. La última parte de la promesa está proclamada en el versículo 12, en el cual se prometen varias cosas. Una de éstas es la que el Señor dice en cuanto al cristiano victorioso: Yo lo haré columna en el templo de mi Dios; porque uno haya sido fiel, Cristo lo hará una parte importante del santuario: esto queda simbolizado por una columna que evita que el templo se desplome. La iglesia que estaba en Filadelfia fue fiel y experimentó el cumplimiento de esa promesa: por esto el cristianismo ha sobrevivido en aquella ciudad, aunque no en la más pura de sus formas. El historiador Gibbon8 dice que entre las iglesias de Asia, la de Filadelfia permaneció erecta como una columna en medio de un lugar cubierto de ruinas, lo cual es un agradable ejemplo de que algunas veces el sendero del honor y de la seguridad pueden ser uno mismo. La afirmación de Gibbon es autorizada, pues el sendero del honor y el de la seguridad, en esencia, siempre son uno mismo. Escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios... y mi nombre nuevo. Para el que triunfe habrá perfecta seguridad: el nombre de Dios estará grabado en él, en él estará también grabado el nombre de la ciudad de Dios como señal del lugar donde tiene su habitación, y sobre él también estará el nombre del Cristo triunfante. Esto nos hace recordar que muchas de las religiones paganas acostumbraban poner señales o marcas a sus adherentes para identificarlos. Más adelante, en este libro, podrá encontrarse algo en relación con esta costumbre que la religión oficial de Roma tuvo también. El Señor Jesús, al hablar de su nuevo nombre escrito en sus seguidores, simboliza la relación que él tiene con ellos. Bien se puede decir que a ninguna de las siete iglesias se le hace una promesa más gloriosa que ésta que se hace a la iglesia de Filadelfia. VII. LAODICEA: LA IGLESIA CON UNA PUERTA CERRADA, 3:14-22 Esta ciudad estaba caracterizada por su excesiva riqueza; tanta era ésta, que cuando dicha ciudad fue destruida parcialmente por un terremoto por el año 60 d. de J. C., no necesitó los auxilios de la tesorería de Roma. Laodicea era el principal centro comercial de aquella región y tres caminos romanos convergían en esa ciudad, por esto llegó a ser de gran importancia. Todo esto hizo que Laodicea fácilmente se convirtiera en víctima del letargo y de los placeres que le producían satisfacción; y ese espíritu mundano que prevalecía en la ciudad se hizo sentir en la iglesia. IDENTIFICACION, 3:14 Cristo se identifica ante esta iglesia como el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios. Esta declaración pone de manifiesto su gloria esencial. Para Laodicea, que era un ejemplo de abyecto fracaso, el Señor habla de sí mismo como de quien no puede fracasar. La palabra Amén procede del hebreo, y así ha pasado, sin traducirse, al griego y a casi todos los idiomas. En su significado original esa palabra tenía la idea de criar, alimentar, cuidar, o construir, edificar; y hasta nosotros ha llegado y la usamos con el significado de algo que es positivo, que está establecido, que es permanente. Este pasaje es una prueba de la estabilidad de Jesús, que es quien escribe a esta iglesia inestable. El Señor es el testigo fiel y verdadero por causa de su estabilidad. Cuando él estuvo en la tierra dijo: "Yo soy... la
verdad..." (Juan 14:6): él es la verdad en cuanto a Dios y en su vida y por sus hechos dio un testimonio verdadero en cuanto a Dios. El Señor es el principio de la creación de Dios: esto no quiere decir que él es la primera cosa que Dios creó, sino que él es el agente original en la obra creativa efectuada por Dios. Esta declaración es parecida a la que Pablo hizo en su Epístola a los Colosenses 1:15-18, que dice: "El cual es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura" ("el primogénito de toda creación", V. H. A.). "Porque por él fueron criadas todas las cosas" ("Porque en él fue creado todo lo que hay", V. H. A.)... "todo fue criado por él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y por él todas las cosas subsisten... para que en todo tenga el primado." QUEJA Y CONSEJO, 3:15-18 La queja de Cristo se refiere al letargo espiritual de la iglesia. Esta no era fría: no era absolutamente indiferente; tampoco era caliente: no la caracterizaba un fervor vehemente; era tibia. Cerca de Laodicea estaba Hierápolis, y los viajeros que venían a esta ciudad encontraban hermosos manantiales de agua: cansados y sedientos se detenían pensando que calmarían su sed; pero el agua era mineral y tibia. Tal vez no hay nada más desagradable que esta clase de agua. El Señor dijo que él sentía por una iglesia tibia la misma repugnancia que los viajeros sentían por aquella agua tibia, y como le era desagradable "la vomitaría de su boca." Una iglesia sin entusiasmo, sin urgencia por progresar, sin pasión por las almas perdidas, le repugnaba. Es más fácil tratar con una iglesia que está congelada que con una que está tibia. En los versículos 17 y 18 están entretejidos el consejo y la queja; y en dichos versículos se reflejan las actividades comerciales de la ciudad.9 Los negocios predominantes eran tres, y el Señor usa los tres para ilustrar la actitud de la iglesia. 1. Esta ciudad era un centro bancario de la región, y mucha gente acaudalada vivía en dicha ciudad. Esa gente era orgullosa, arrogante y confiada en sí misma por causa de las riquezas que tenía, y solía exclamar: "Tenemos oro; no necesitamos nada de nadie." Eso era lo que sentían y lo declaraban. En cambio, el Testigo fiel y verdadero decía: no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre: ("eres el miserable, y el digno de compasión, y pobre", N. P.). Tenían muchas riquezas materiales; pero espiritualmente estaban en la miseria. No tenían riqueza de carácter, y estaban demasiado tibios para darse cuenta de ello. Entonces el Señor les aconseja que acudan a él para que les de la verdadera riqueza espiritual que puede hacerlos verdaderamente ricos. Un hombre puede poseer todo el dinero del mundo y, sin embargo, estar en condiciones paupérrimas; o puede suceder que no tenga ninguno de los llamados bienes del mundo y, a pesar de ello, ser rico. Esto depende de lo que uno considere como riqueza. 2. El negocio que en Laodicea ocupaba el segundo lugar en importancia era el de la lana negra. En esa región se producía una lana lustrosa y negra, con la cual se hacían ropas finísimas que en todas partes eran muy demandadas. A esa gente Cristo le decía: "A pesar de todo esto que tienes estás desnudo. Debes venir a mí y obtener de mí un vestido, algo que te cubra, algo que realmente esconda tu desnudez delante de Dios." Sus vestiduras de arrogante suficiencia propia no los cubrían delante de Dios como los cubrían delante de los hombres; lo que ellos
llamaban vestiduras no los cubrían y los dejaban desnudos delante de Dios. 3. El tercer gran negocio que se tenía en Laodicea consistía en la preparación de un ungüento para los ojos; pues la ciudad era un centro productor de medicina. Los viajeros que transitaban por los caminos arenosos y recibían en sus rostros el sol y el golpe de los vientos se ponían contentos cuando podían adquirir ese bálsamo curativo. Parecía que el Señor decía a la gente de Laodicea: "Estas ciega y no lo sabes. Ven a mí y yo te daré" el ungüento que necesitas para tus ojos espirituales, para que realmente puedas ver." El Señor posee todo lo que urgentemente necesita la iglesia, y está dispuesto a concedérselo si en realidad lo desea: verdadera riqueza, verdaderos ropajes, verdadera visión; pero el Señor no impondrá por la fuerza nada de esto a la iglesia, si ella no lo desea. EXHORTACION, 3:19 El Señor no les impondrá a la fuerza estas verdaderas riquezas porque los ama, sino que los reprenderá y los castigará. Sí, los ama; y por lo mismo hasta emite su queja con tonos de piedad y compasión. Además, ya sabemos que el Señor castiga a quienes ama, como se dice claramente en Hebreos 12:5-11. Cualquier persona que es hijo de Dios, recibe un castigo cuando se rebela y peca; por lo tanto el Señor exhorta a esos cristianos a que dejen su estado letárgico, que sean celosos de buenas obras, que sean fervorosamente activos en lugar de permanecer en una condición de tibieza. PROMESA, 3:20, 21 La iglesia que estaba en Laodicea tenía todas las cosas, menos a Cristo: Cristo estaba afuera procurando entrar. En caso de que alguna persona desde adentro respondiera al llamamiento que el Señor hacía desde afuera, él entraría y comenzaría el compañerismo con la iglesia: el Señor podría comenzar hasta con una sola persona cuyo corazón fuera sensible y anhelara la compañía de él. El Señor prometió gloria y compañerismo a toda persona que venciera ese espíritu de letargo y a la vez se tornara en celoso partidario de Dios: haría que esa persona y él se sentaran juntos cuando ella hubiese vencido los obstáculos que se le oponían y le estorbaban; se sentarían juntos como el Señor ya se había sentado con su Padre. Ni la esperanza ni la imaginación pueden ir más allá de las posibilidades que el Señor ofrece en esta promesa; quizás el Señor hace esta gran promesa por causa de lo muy difícil que es vencer en la iglesia esa condición de tibieza: ningún otro incentivo podía ser ofrecido para vencerla. El Cristo glorificado, al estar en medio de sus iglesias y al observar con ojos como de llama de fuego la condición en que estaban, las alaba, se queja de ellas, las exhorta o amonesta, y les hace una promesa. El mensaje que se dirige primeramente a las iglesias que están en el Asia Menor es universal: su mensaje se aplica a cualquier iglesia donde actualmente existen condiciones parecidas; y es difícil encontrar iglesias donde no existan por lo menos algunas de estas condiciones. La exhortación en contra de la apatía espiritual todavía subsiste: El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Capítulo 6 – El Cordero y el Libro Sellado, (Apocalipsis 4:1-5:14). Aquí comienza la parte principal del Apocalipsis; pues en la parte anterior sólo fueron presentados los materiales preparatorios. Juan está a punto de presentar el "Drama de la Redención".1 Los preparativos fueron hechos por la visión del Cristo viviente y victorioso que Juan vio, como lo narra el capítulo 1. En los capítulos 2 y 3 fueron presentadas, con sus vicios y virtudes, las personas para quienes se representa el drama. Ahora es tiempo de levantar el telón y dejar ver el escenario ya listo para el drama. De aquí en adelante, en rápida sucesión, a los perseguidos cristianos se les presentarán algunas escenas que les infundirá la seguridad de que la causa de Cristo no es una causa perdida. Ardua y sin tregua va a ser la lucha; pero cuando cae el telón al terminar el drama (22:21), ya se ha demostrado que hay una completa seguridad de que se obtendrá la victoria. El capítulo 4 sirve de preparación para todo lo que sigue, y el capítulo 5 lo ayuda en la presentación de la soberanía de Dios vindicada por la obra de Cristo. Parece que en el capítulo 4, con el lenguaje que se usa en el Evangelio de Juan capítulo 14, se dice: "Creed en Dios"; y que en el capítulo 5, donde Cristo aparece como el personaje principal, se agrega: "Creed también en mí."2 Después, desde el capítulo 6 hasta el 18 encontramos una descripción de la ira de Dios contra los enemigos de su causa. En los capítulos 19 al 22 se manifiesta la completa y final victoria de Dios y el destino eterno de los hombres. En la presentación aludida antes puede notarse con claridad que esta visión (la que se narra en los capítulos 4 y 5) prepara a los cristianos para que reciban todo el mensaje, y, también, que en esa misma visión se destacan dos ideas: El Dios Reinante, y El Cordero Redentor. I. EL DIOS REINANTE, 4:1-11 La expresión, Después de estas cosas, se refiere a los asuntos preliminares tratados en los capítulos 1 al 3, y se usa para presentar las visiones en su orden sucesivo. Con dicha declaración Juan principia su relato de las visiones que muestran cómo Dios rescató a su pueblo del peligro de la persecución que se llevaba a cabo por órdenes de Domiciano. Era necesario tener una visión del Cristo triunfante antes de que las visiones subsecuentes tuvieran algún significado. Asimismo era necesario mostrar las condiciones en que estaban las iglesias para que pudiera conocerse el verdadero significado de lo que sigue. Esto indica que el libro fue escrito para infundir valor a las personas que fueron las primeras en recibir dicho libro, y no solamente para revelar acontecimientos que se realizarían en la consumación de los siglos varios centenares o millares de años después de la época de Juan. El primer objeto que Juan vio en esa visión fue una puerta abierta en el cielo: por esa puerta podía ver lo que sucedía en el cielo. Juan fue invitado por la primera voz (1:10, que es la voz de Cristo) para ocupar un lugar conveniente desde donde pudiera ver las cosas como Dios las veía. Lo que Juan veía al estar en Patmos era un cuadro obscuro, sombrío; pero cuando pudo ver las cosas como Dios las veía, el color cambió por completo. Viendo Juan las cosas como Dios las veía, pudo ver el eterno trono de Dios y darse cuenta de que ni siquiera se movía ligeramente por las amenazas de Domiciano y de los hombres que en carácter eran iguales a él. Viendo los acontecimientos como se veían en el cielo no quedó duda en cuanto a lo que resultaría de la lucha en que los cristianos estaban. La experiencia espiritual de Juan fue intensificada directamente y él pudo ver la primera garantía de la victoria: a Dios en su trono.
Los cristianos necesitaban una seguridad, y ya la tenían: Dios no había abdicado a favor de Domiciano ni de ningún otro hombre; y en el centro mismo de la visión se veía al Dios soberano sentado en su trono. El nombre de Dios no se menciona sino hasta el versículo 8; pero no hay ninguna duda en cuanto a la identidad de la persona descrita en los versículos anteriores: en el versículo 3 se dice que era al parecer semejante a una piedra de jaspe y de sardio; ("era, al mirarle, como piedra de jaspe y cornalina", V. H. A.), Quizás la transparencia de la piedra de jaspe simboliza la santidad de Dios, y el color rojo sanguinolento de la piedra de sardio ("cornalina", V. H. A.) simboliza su rectitud. Alrededor del trono de este santo y justo Dios había un arco celeste... semejante a la esmeralda. Esto es símbolo de esperanza o de misericordia. El color verde "vivo" es la característica predominante de este arco celeste o arco iris. Según Génesis 9:12-17 el arco iris fue dado como un símbolo de esperanza en medio de aquel juicio. Parece que aquí también representa una esperanza viva en medio del juicio; es una esperanza basada en la fidelidad de un Dios que estaba haciendo un pacto. Ese esplendor de Dios que inspiraba temor reverente aumentó con esa visión que es una prueba de que hay esperanza y misericordia. La justicia punitiva de Dios se aplicará a quienes intentan destruir su causa; pero su gracia y su misericordia siempre se manifestarán a favor de su pueblo. Veinticuatro sillas ("tronos", V. M., V. H. A., N. P.) Estaban alrededor del trono principal (4:4), y en ellas estaban sentados veinticuatro ancianos. Se han dado varias opiniones para identificar a esos veinticuatro ancianos: Carroll3 dice que representan el sacerdocio eterno del pueblo de Dios; Dana4 los considera como símbolo del destino victorioso de los santos mártires de Asia Menor; otros5 piensan que representan a los doce patriarcas de Israel y a los doce apóstoles del Nuevo Testamento uniendo a los redimidos de las dos épocas en un destino de triunfo y de gloria con Dios. Parece que esta interpretación es la mejor. El número "24" es el número "12" duplicado, el cual simboliza la religión organizada. Toda esta escena simboliza el consuelo para los cristianos perseguidos que estaban haciendo frente a la muerte misma. ¿Qué importaba esto? Después de la muerte estarían perfectamente seguros en la presencia de Dios, vestidos con vestiduras blancas, las cuales simbolizaban que estaban libres de cometer fornicación espiritual que es la adoración a los ídolos, y podrían ceñirse sus coronas de oro como símbolo de su victoria sobre el enemigo. El Señor animó dos veces a los doce (Mateo 19:28; Lucas 22:30) infundiéndoles la seguridad de que reinarían con él. Ahora bien, toda la escena que aquí se presenta es el símbolo de que todos los fieles reinarán con el Señor. El siguiente símbolo representa las manifestaciones de la ira divina (4:5a): del trono de Dios salían relámpagos y truenos y voces que mostraban el enojo de Dios contra los enemigos de la cruz. En Éxodo 19:16 está una manifestación semejante de la presencia y de la voz de Dios. Se exhiben estas señales de su presencia y de su poder que producen terror, para mostrar los poderes latentes de su omnipotencia que puede descargar su venganza sobre quienes son enemigos de los cristianos, a los cuales se les simboliza con los veinticuatro ancianos. Dios no ha abandonado a su pueblo a merced de sus enemigos. Las siete lámparas de fuego, de las cuales se dice que representan los siete Espíritus de Dios (4:5b), son otro símbolo: las lámparas dan luz, y el "7" es el número perfecto. Los siete Espíritus representan a Dios en su esencia espiritual perfecta. Por lo tanto, aquí puede estar simbolizada la perfecta operación del Espíritu Santo en su obra de iluminar y revelar a los hombres las cosas de Dios, como una prueba de la soberanía de Dios.
Según 4:6a, delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; ("como un mar transparente, parecido al cristal", V. H. A.): ese mar al estar delante del trono hacía que éste fuera inaccesible. Esto es símbolo de la trascendencia de Dios. Así como el verdadero mar separaba a Juan de las iglesias a las cuales estaba escribiendo, así también por el mar de cristal el Dios trascendente quedaba separado de su pueblo. En Apocalipsis 21:1 se nos dice que "el mar ya no es" y que los hombres estarán en directo compañerismo con Dios. De manera parecida los perseguidos cristianos habían estado separados de Dios; pero esta separación no duraría siempre. Los cuatro animales ("cuatro seres vivientes", V. H. A., V. M.: "cuatro criaturas vivas", N. P.), según 4:6-8, son el siguiente símbolo de la soberanía de Dios. Estos seres estaban en medio del trono, y alrededor del trono ... llenos de ojos delante y detrás ... Y los cuatro animales tenían cada uno por sí seis alas alrededor, y de dentro estaban llenos de ojos; ("Y los cuatro seres vivientes, teniendo cada uno de ellos seis alas, están llenos de ojos alrededor y por dentro", V. M.; "Estos cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas, y estaban llenos, alrededor y por dentro, de ojos", V. H. A.; "Y las cuatro criaturas vivas, tenían, cada una de ellas en sí, seis alas; alrededor y por dentro de estas estaban llenas de ojos", N. P.). Esas "criaturas vivas" tenían diferentes aspectos: la primera era semejante a un león, la segunda a un becerro, la tercera tenía la cara como de hombre, y la cuarta parecía águila. Cada uno de estos seres tenían seis alas: y de día y de noche, sin cesar, emitían palabras de adoración a Dios. Hay dos interpretaciones —que se consideran como las principales— en cuanto al simbolismo de estas cuatro "criaturas vivientes", las cuales no son "bestias" o animales brutos, como los mencionados en 13:1, 2, 11; pues para designar a esos "seres vivientes" y a estas "bestias", en el griego se usan palabras diferentes. Una interpretación dice que aquellos animales o seres vivientes representan los atributos de Dios que nos hacen saber que él está ejerciendo una eterna vigilancia en beneficio de su pueblo.6 Según esta teoría, el león representa el valor, el becerro representa la fuerza, el hombre representa la inteligencia, y el águila representa la prontitud o velocidad. Junto todo esto (sigue diciendo esa interpretación) simboliza la eterna vigilancia que Dios ejerce a favor de su pueblo, pues no lo ha olvidado, es poderoso para vengarlo y con prontitud puede ejecutar la venganza. Esta interpretación sería muy atractiva si no fuera por el hecho de que en el versículo 8 se presenta a tales seres vivientes adorando a Dios, y en 5:8 se les presenta postrándose ante el Cordero para adorarlo. Esto último no está muy de acuerdo con la idea de que se trata de esos atributos. La otra interpretacion7 enseña que aquellos seres vivientes representan la cuádruple división de la vida animal, de modo que todos los seres vivientes creados por Dios están adorándolo. Según esta interpretación el león representa la vida animal salvaje, el becerro representa la vida animal doméstica, el hombre representa la vida humana, y el águila representa la vida de las aves. A todos estos seres vivientes se les presenta en actitud de vigilancia u observación para adorar y reverenciar constantemente a Dios; asimismo se presenta a toda la creación —el hombre, la bestia, y el ave— como si la hubiera glorificado con él, haciendo esto como parte de su soberanía. Cada uno de dichos seres tenía seis alas, y si esto tiene alguna relación con los serafines de seis alas que se mencionan en Isaías 6:2, entonces podemos inferir que por la manera de usar un par mostraban reverencia, por la manera de usar otro par mostraban humildad, y por la manera de usar el tercer par mostraban obediencia inmediata al mandato de Dios. Dice Juan que aquellos seres estaban en medio del trono, y alrededor del
trono: la sugestión que en cuanto a esto hace Smith8 en "American Commentary" parece la más lógica: los animales estaban alrededor del trono, de manera que cada uno estaba en la parte central, o sea en medio de cada uno de los lados del trono; y como tenían ojos delante y detrás, cualquiera de esos seres podía ver a los demás que rodeaban el trono, sin que lo impidiera el lugar en que aquel ser estuviese. Así pues, los cuatro seres estaban observando y preparados para tributar alabanza y adoración a Dios. La escena entera es tal que infunde valor a los obedientes y terror a los desobedientes; y en realidad esto es lo que hace la soberanía de Dios. Esta escena, en la cual se contempla a Dios en su trono, se termina con un tributo de loor (4:9-11). Nótese que el tributo es doble. En primer lugar, los cuatro seres vivientes tributan gloria y honra y alabanza ("acciones de gracias", V. M., N, P.) al soberano y eterno Dios; esas criaturas vivientes estaban adorando al eterno Dios, no al efímero Domiciano. En segundo lugar, los veinticuatro ancianos, que representan a la humanidad redimida, se postraban delante de Dios que estaba en su trono, se quitaban sus coronas y las ponían delante del trono de Dios, y alababan a Dios por su gran poder creador. Solo Dios es digno moralmente de recibir honra y gloria y dominio porque todas las cosas son suyas por derecho de creación. Este "Himno de la Creación" que acabamos de considerar fue dirigido a Dios como una alabanza; y en 5:9, 10 podemos leer un "Himno de Recreación (Redención)" que se dirige a Cristo como una alabanza. En este capítulo 4 —que es donde comienzan las visiones— a modo de sumario encontramos la verdad de que hay un Dios soberano, eterno, creador, protector de su pueblo, castigador de los desobedientes. Dios está en su trono; y aunque los enemigos de la cruz se enfurezcan contra él, él continúa inmovible. El Dios invencible y soberano como centro de actividad es el personaje en quien se hace énfasis en este capítulo. Tales eran los consuelos y esperanzas proporcionados a los perseguidos cristianos que había en Asia Menor en el primer siglo y a todos los cristianos de todos los siglos; así pues, el sufrimiento es temporal solamente, porque Dios es defensor de su pueblo.
II. EL CORDERO REDENTOR, 5:1-14 En el capítulo 4 se trata del poder de Dios como Creador; en el capítulo 5 se trata del amor de Dios como Redentor. Los cristianos creen en el Dios que es creador, omnisciente y omnipotente; también creen en el Dios que ama y demuestra su amor al redimir al hombre de sus pecados. De esto se trata en el capítulo 5. El que está en el trono tiene en su poderosa mano derecha un libro escrito de dentro y de fuera, sellado con siete sellos; ("el rollo de un libro,... cerrado apretadamente con siete sellos", V. M.). Era un rollo de papiro, el papiro era el material en que se acostumbraba escribir. El hecho de que estuviera cubierto con escritura en ambos lados indica que era muy significativo e importante; ¡tantos eran los juicios que el que estaba en el trono tenía que expresar, que le faltaba espacio! El libro estaba sellado ("fuertemente", V. M.; "apretadamente", (V. H. A.) con siete sellos. El participio pasivo perfecto, juntamente con el número perfecto "7", indica con cuánta seguridad estaba sellado el libro. El libro ha sido caracterizado de varias maneras por diferentes comentaristas: uno lo ha llamado el "Libro de la Justicia";9 otro lo llama el "Libro de los Consejos Eternos de Dios y de sus Propósitos Pre ordenados";10 otro piensa que es un prototipo del libro que se menciona en Ezequiel 2:9, 10 y que por lo mismo es un
libro de endechas, lamentaciones y ayes;11 otro más lo considera como el "Libro del Destino". 12 Esta idea y la de justicia están íntimamente relacionados. Parece que ese libro o rollo contiene el destino de los hombres que están amenazados con la visitación de la justa ira de Dios sobre los pecados de ellos. El hecho de que el libro estuviera cerrado con tanta seguridad indica que es imposible que cualquiera persona pueda explicar el destino del hombre: tal destino está en la mano de Dios. Los cristianos sienten que su corazón palpita con más fuerza y celeridad al ver ese libro y al pensar en abrirlo y leerlo. Pero el libro está perfectamente sellado y cerrado para los ojos de ellos: en él están las providenciales relaciones de Dios con el mundo; pero no pueden ser vistas, y por lo mismo todavía es desconocido el resultado de la lucha. En ese libro está el futuro del cristianismo futuro que resultará de su lucha contra la adoración al emperador; pero no puede ser visto ese futuro porque el libro está cerrado y sellado; así pues, no ha de sorprendernos que Juan dijera: Y yo lloraba mucho —aquí se usa el tiempo imperfecto que significa "llorar de manera audible" como un niño desilusionado o lastimado— cuando no oyó que alguien respondiera a la invitación que era hecha, preguntando: "¿Quién es moralmente digno de abrir el libro?" Y no fue hallado ninguno digno. Parecía que el misterio todavía iba a permanecer sin aclarar; y Juan, pensando en la aflictiva condición en que estaban las iglesias y anhelando conocer el resultado, prorrumpió en un llanto de desilusión y dolor, dolor que era más que físico. Pero hubo quien le rogara: No llores, porque había uno que era digno de abrir el libro y de revelar los propósitos que Dios tenía para con los hombres. Esto indica que ese libro servía como medio introductorio para presentar la figura central de este capítulo: el Cristo triunfante. La descripción del Cordero y de la obra que se le atribuye no deja ninguna duda de que la persona aquí retratada es el Cristo redentor. Uno de los ancianos dijo a Juan que el León de la tribu de Judá había vencido, y que esta victoria lo había hecho digno de abrir el libro. Entonces Juan dejó de llorar y dirigió su mirada hacia donde esperaba ver un León; pero, he aquí que en su lugar vio un Cordero, un "cordero pequeño" — como lo indica la palabra griega que se usa únicamente en este libro y en Juan 21:15—. Así como en los sueños las figuras cambian rápidamente de forma, así también cambiaron en la visión que vio Juan: un León súbitamente se volvió Cordero. No hay duda de que este símbolo tiene algún significado. El León representa el valor y la fuerza absolutos; el Cordero, que es un símbolo religioso, representa la bondad absoluta. Las características del Cordero son significativas: allí estaba un Cordero como inmolado ("estaba en pie", V. H. A.; N. P.). La palabra inmolado alude a las heridas que al cordero se le hacían en el cuello cuando era sacrificado en el altar. Aquí se representa a Cristo en su sacrificio expiatorio. Cristo había sido muerto; pero ya estaba vivo de nuevo y continuaría vivo por siempre jamás. El Cordero tenía siete cuernos: en la literatura apocalíptica el cuerno es símbolo de poder. Nótese que el Cordero tenía "7" cuernos, y recuérdese que el "7" es número perfecto; es decir, el Cordero está perfectamente equipado para destruir cualquier oposición que haya en contra de su reino. El Cordero tenía siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados en toda la tierra: esto, sin duda, representa la perfecta e incesante vigilancia que el Cordero ejerce en beneficio de su pueblo; así se indica que la esencia espiritual y perfecta de Dios está comprometida para actuar en beneficio del hombre.13 En el siguiente hecho se manifiesta una actividad que es difícil expresar en los idiomas que son diferentes del griego. Se dice que el Cordero vino ("llegase", V. M., V. H. A.) —en griego el verbo está en tiempo aoristo, el cual presenta la acción como ejecutada en un momento
— y tomó el libro. La forma verbal que acaba de usarse es, en griego, eílephen, que es el tiempo perfecto de lambáno ("extender la mano y tomar"). Beckwith14 dice que esa forma verbal es "aoristo perfecto". Dana15 dice, con más acierto, que es el "perfecto dramático". Esa forma verbal revela que el Cordero tiene una actitud resuelta y un espíritu de fuerte determinación, de manera que —podríamos decir— en un abrir y cerrar de ojos tomo el libro precisamente de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Así pues, Cristo puede abrir el libro y hacer que se realicen los juicios de Dios sobre los impíos, porque el destino de los hombres está en las manos del Cordero, las cuales fueron horadadas por los clavos cuando fue inmolado en el Calvario. Este hecho produjo un gran gozo en todos los que rodeaban el trono; y, también, sin duda, los cristianos que sufrían la persecución gozaron con muy grande gozo cuando su Salvador León-Cordero se convirtió en su defensor denodado y triunfante. También se nos informa del efecto que se produjo en el ánimo de quienes estaban alrededor del trono y en el de quienes estaban más lejos. El Cordero fue adorado por los cuatro seres vivientes que habían adorado a Dios según la escena anterior, y también lo adoraron los veinticuatro ancianos: entonaban sus alabanzas acompañándose con arpas y ofrendaban las oraciones de los santos a los cuales ellos representaban, se postraron delante de él y entonaron el "Himno de Redención". Este himno que cantaban era nuevo: no nuevo en cuanto a tiempo, neós, sino nuevo en cuanto a clase, Kainén. Este cántico es sin igual, no hay otro como él: en él se habla del hombre ya redimido por Dios hecho carne. En este himno (5:9, 10) se alaba a Cristo porque es digno de abrir los sellos: ¡Digno es el Cordero! El Cordero es digno por causa de su obra redentora. Ahora bien, esta obra redentora está descrita por cuatro frases cualitativas: 1. En primer lugar es para Dios; pues aquellos seres vivientes y aquellos ancianos decían en su cántico: nos has redimido para Dios ("adquirido para Dios", V. M.; "rescatado, o comprado, para Dios", N. P.). La misma idea se expresa en Efesios 1:1-14. En esto podemos notar que la redención del hombre se realiza, en primer lugar, como una obra benefactora que Dios efectúa. 2. Se realiza mediante la sangre de Cristo; también decían aquellas criaturas y los ancianos: tú fuiste inmolado, y nos has redimido... con tu sangre. Esta declaración puede referirse únicamente al sacrificio por el cual Cristo murió en la cruz. 3. Es ilimitada; se hace notar que los redimidos son de todo linaje y lengua y pueblo y nación. Esto indica que la gracia de Dios manifestada por medio de Cristo no es para beneficio de una sola nación, sino para todas las naciones. 4. Constituye a los redimidos en un reino; así lo declara la final afirmación hecha en este cántico: nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra. Así pues, los hombres participan de la obra redentora de Cristo, llegan a ser miembros del reino de Dios, y también llegan a ser sacerdotes para servirle en este mundo. De esa manera los ancianos y los seres vivientes adoraban al Cordero, y una multitud de ángeles se les unió en el canto del himno para alabar la dignidad del Cordero. Y toda criatura ("toda cosa creada", V. M., V. H. A.) se unió también en el cántico para tributar la bendición, y la honra, y la gloria, y el poder, al que está sentado en el trono y al Cordero.
La primera visión que Juan vio se terminó con esta emocionante escena de los santos triunfantes y de un universo que también adora y ofrece alabanzas y homenaje al Cristo triunfante. Esta escena fue presentada con el propósito de infundir nuevo valor y nuevas esperanzas en los corazones de los primeros lectores de los escritos de Juan —los perseguidos cristianos que vivían en Asia Menor—, y de impartir el mismo entusiasmo a los corazones de los cristianos de todos los tiempos. Creyendo en el poder de Dios (capítulo 4) y en el redentor amor de Dios (capítulo 5), no hay enemigo o fuerza maléfica a los cuales los cristianos tengan que temer: pueden entrar a la lucha y hacer frente a cualquier mal sabiendo que Dios todavía está en su trono, a nadie se lo ha entregado, que no ha abandonado su cetro, que Dios es más poderoso que todas las fuerzas que se organicen en contra de su pueblo; y la fe en él hace que los hombres evalúen apropiadamente la vida, los asuntos de la misma y el resultado de ellos.
CAPITULO 7 – El Cordero Abre los Sellos (Apocalipsis 6:1–11:19) La acción principal del libro del Apocalipsis comienza con esta visión; y el resto del mismo Apocalipsis es, en realidad, una explicación de los sellos del librito del destino. En el fondo de toda la historia esta Dios en Cristo; y en esta parte podemos observar la mano de Cristo abriendo el libro sellado que contiene los planes de Dios para con los hombres. El sello era un signo de propiedad, por lo mismo, solamente un representante oficial podía abrir el sello que alguna autoridad pusiera. Cristo es aquí el representante oficial de Dios y está capacitado para abrir los sellos. I. EL PRIMER SELLO, EL CABALLO BLANCO: CONQUISTA, 6:1, 2 El Cordero abrió el primer sello; entonces uno de los cuatro seres vivientes dijo con voz de trueno: Ven. Este pasaje tiene una pequeña variación en algunos antiguos manuscritos; por ejemplo: en el Códice Sinaítico hay un doble imperativo: Ven y ve, como si se dirigiera a Juan; y en el Códice Alejandrino, que está considerado como el texto que tiene la evidencia de ser el menos alterado, aparece un solo imperativo: Ven, como una señal dirigida al jinete para que cabalgue a través del escenario. Esto produce una pequeña diferencia que es correcta; y parece que la segunda versión se adapta más a las circunstancias. Cuando la voz dice: Ven, un jinete cabalga en un caballo blanco y atraviesa el escenario. Este es como una pantomima, pues el jinete no dice nada ni hace otra cosa que caminar en el caballo por el trayecto que tenía que recorrer. El jinete puede ser identificado por la descripción que se hace de él y por el color del caballo; y en cuanto a la identidad del jinete podemos considerar dos opiniones que se tienen como las principales. Algunos1 opinan que el jinete del caballo blanco representa a Cristo, o quizás la causa de Cristo: el progreso del evangelio; además, que el color del caballo representa la pureza celestial, la corona sugiere la realeza y el arco representa los medios de que dispone el jinete para abatir a sus enemigos. El jinete pasa en una ininterrumpida marcha victoriosa, en la que la victoria es concedida por Dios: esto es indicación de que la marcha progresiva de la causa de Cristo continuará hasta que todos sus enemigos queden subyugados. Así pues, el victorioso jinete del caballo blanco representa el progreso triunfal del evangelio. Esta teoría es muy atractiva; pero tiene algunas cosas en su contra. Según se puede notar, el jinete del caballo blanco contribuye a las mismas finalidades que los otros; esto no podría ser así si estuvieran opuestos el uno al otro en un conflicto de vital importancia. Además, esta escena, como la presenta dicha teoría, es absurda por cuanto hace aparecer a Cristo como el Cordero que, al cerrarse el telón, va rápidamente a cambiarse el vestuario, se pone el de un soldado persa, y aparece cabalgando en un caballo blanco a través del escenario. Parece que la mejor teoría2 es la que está basada en los aspectos históricos del cuadro. Según esto, el primer jinete representa al militarismo, la conquista, la fuerza armada ansiosa de subyugar nuevos enemigos; y el color blanco del caballo representa la victoria. Siempre que un conquistador hacía una marcha triunfal cabalgaba en un caballo blanco. El caballo mencionado en este pasaje simbolizaba, como también los otros tres del Apocalipsis, una de las fuerzas que contribuirían al derrumbamiento del Imperio Romano; y los cristianos habían de ver en tal
caballo un símbolo de victoria. El jinete que se veía no era romano, sino un soldado de caballería de los partos: y los partos eran los enemigos que más temía Roma. Los soldados romanos no usaban arco: el arco era el arma favorita de los partos. Además, los supremos gobernantes romanos nunca usaron corona. Cuando los Tarquinos fueron expulsados por el año 500 a. de J. C., fue sentado un precedente en contra del gobierno monárquico; por lo mismo, como este era sugerido por la corona, se tenía un odio tradicional en contra de ella; además, muchos gobernantes habían sido asesinados porque habían anhelado ser reyes. En contraste con esto, en unas monedas persas que han sido encontradas se ve un jinete con un arco en su mano y una corona en su cabeza. Esto del jinete en un caballo blanco sirve para hacer saber a los cristianos que la victoria está por venir; que la poderosa Roma no siempre estará en pie; que una conquista que viene de afuera será una parte del método que se usará para destruirla: que Dios tiene en su mano los medios para libertar a su pueblo. II. EL SEGUNDO SELLO, EL CABALLO ROJO: GUERRA, 6:3, 4 Cuando el Cordero abrió el segundo sello Juan oyó que el segundo animal o ser viviente decía: Ven; y a su requerimiento, un jinete en un caballo bermejo ("rojo", V. M.; "rojizo", N. P.) cruzó el escenario. Esto es más espectacular. El jinete no habla ni una palabra: cabalga, y deja que el color de su caballo lo identifique; su caballo es rojo, y le fue dado poder de quitar la paz de la tierra, y que los hombres se maten unos a otros. Además le fue dada una grande espada, que, agregada a todos los otros pormenores, lo identifica como la Guerra. La guerra ha sido el medio sangriento para realizar las conquistas; así pues, era natural que el jinete en caballo rojo apareciera después del que iba en caballo blanco. III. EL TERCER SELLO, EL CABALLO NEGRO: HAMBRE, 6:5, 6 El Cordero abrió el tercer sello, la tercera "criatura viva" hizo el llamamiento, y un jinete en un caballo negro apareció silenciosamente en el escenario. Este jinete tenía un peso ("una balanza", V. M., V. H. A., N. P.) en su mano. En seguida, una voz que procedía de fuera del escenario, de entre los cuatro seres vivientes, dijo: Dos libras as de trigo por un denario, y sets libras de cebada por un denario: y no hagas daño al vino ni al aceite. Todo esto identifica al tercer jinete como el Hambre. En tiempo de guerra el alimento se escasea y tiene que entregarse o venderse racionado a las familias; por lo mismo los alimentos indispensables para vivir tenían que ser muy caros. Una medida (en griego: joinix) de trigo era la ración que se usaba como salario para pagarle a un obrero por un día de trabajo. En tiempo de guerra el trigo costaba doce veces más que en tiempos normales; al mismo tiempo, el trabajo de un día no valía más que una octava parte de las veinticuatro medidas ordinarias de cebada en bruto (las cuales en tiempos normales eran el salario que un hombre ganaba por un día de trabajo). En este pasaje se dice que los productos alimenticios serían escasos y el hambre acecharía por todas partes; el vino y el aceite, que eran artículos de lujo y no de primera necesidad en la alimentación, abundarían para producir mayor exasperación en los hombres cuando vieran la abundancia de estas dos cosas y observaran que los granos alimenticios eran escasos para alimentar a los hambrientos.3 El hambre siempre viene después de la guerra. IV. EL CUARTO SELLO, EL CABALLO AMARILLO: MORTANDAD POR PESTE, 6:7, 8
Cuando el Cordero abrió el cuarto sello y el cuarto ser viviente habló, se presentó una visión muy macabra. En el espectáculo que se presentó ante los ojos de Juan, atravesó el escenario un caballo amarillo ("pálido", V. M., N. P.): y el que estaba sentado sobre él tenía por nombre Muerte; y él infierno le seguía ("el Hades", V. H. A., N. P.; "y el mundo de los muertos seguía en pos de él", V. M.) para coger su presa. Les fue dada autoridad sobre la cuarta parte de la tierra para matar con todos los medios concebibles. Aquí se ven los temidos efectos de la peste, la cual siempre sigue a la guerra y al hambre. La peste habla azotado muchas veces al Asia Menor, y fácilmente podía destruir más que la conquista, que la guerra, que el hambre, y que todas las fieras de la tierra juntas. La peste era un instrumento de castigo que ya estaba preparado en las manos de la justicia divina. El juicio de que se había aquí era solamente parcial, pues abarcaría solamente una cuarta parte de la tierra; pero inevitablemente va produciendo horror a medida que uno ve el caballo pálido o amarillo como un cadáver, jineteado por la Muerte y seguido a toda carrera por el Sepulcro o "mundo de los muertos" que vorazmente va reuniendo todos los cuerpos que han caído.4 Todo lo antes mencionado —la conquista militar, la guerra, el hambre, la peste— son fuerzas que Dios puede usar para destruir a los opresores de su pueblo: por lo mismo, sus cristianos deben ser valerosos y tener en cuenta que la causa que siguen y defienden de ninguna manera está perdida. V. EL QUINTO SELLO, LOS SANTOS MARTIRIZADOS: PERSECUCION, 6:9-11 Cuando el Cordero abre el quinto sello el simbolismo cambia. Antes de esto han sido presentados los instrumentos o medios utilizables para efectuar el juicio, y ya los hemos considerado. Ahora se presenta ante nuestra vista la causa o razón para demandar que haya un juicio: Juan vio debajo del altar ("al pie del altar", V. H. A.) las almas de los que habían sido muertos por la palabra de Dios y por el testimonio que ellos tenían ("del testimonio a que se habían adherido", N. P.). Estos no pueden ser otros sino los mártires cristianos que habían muerto por causa de la persecución que Domiciano había ordenado. Juan, el escritor del Apocalipsis, en este mismo libro nombra a uno de aquellos mártires: Antipas (2:13); y los historiadores mencionan a otros muchos que murieron por la misma causa. En este pasaje, simbólicamente, aquellos mártires clamaban en alta voz preguntando hasta cuando serían vengados. Algunos críticos han dicho que esta actitud no es cristiana, y por lo mismo han pretendido eliminar del canon del Nuevo Testamento el libro del Apocalipsis: estos críticos pasan por alto el hecho de que la ira contra el pecado es una parte esencial de la justicia de Dios. Por otra parte, podemos declarar que lo que se dice en este versículo (6:10) es una manifestación de que existe la necesidad moral de que haya un juicio. Dios no podría ser un Dios justo si permitiera que esos pecados e iniquidades permaneciesen sin castigo. La principal razón para que Dios juzgara al Imperio Romano era que este perseguía al pueblo de Dios. La única actitud no cristiana que se puede entrever en esto es la impaciencia de los mártires; y tal actitud que parece ser no cristiana suele apoderarse de casi todos los seres humanos. Los santos mártires sabían que el juicio vendría; pero no entendían por que Dios se tardaba tanto en realizarlo. A cada uno de aquellos mártires le fue dada una vestidura talar blanca (V. H. A., N. P.), la cual es símbolo de su pureza y de la victoria que ganarían; y se les dijo que fueran pacientes. Ese tiempo no era el conveniente para que Dios consumara su retribución, pues en las iglesias
había aún otros cristianos que tendrían que sufrir; pero, al fin, seguramente obtendrían la victoria. Por lo tanto, aquellos mártires debían saber que el juicio estaba en proceso de organización. VI. EL SEXTO SELLO, EL TERREMOTO: JUICIO, 6:12-17 Cuando el Cordero abrió el sexto sello, Juan vio un gran terremoto con todas sus terribilidades concomitantes: el sol se obscureció, la luna se puso roja como sangre, las estrellas cayeron como los higos caen cuando la higuera es sacudida por un viento fuerte, los cielos se arrollaron como si hubieran sido un libro o rollo de papiro, y las montanas y las islas desaparecieron; las gentes de todas las condiciones y clases sociales se escondieron en las cuevas y pedían a los montes y a las peñas que cayeran sobre ellas y las escondieran de la ira del que estaba sentado en el trono y de la ira del Cordero, porque, decían, el gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá estar firme? ("ha llegado el día grande de la ira de ellos; y “¿quién puede sostenerse en pie?", V. H. A.). Era preferible tener una rápida agonía y una muerte violenta por aplastamiento, y no tener que estar frente a Dios cuando estuviera airado. Hay dos opiniones en cuanto a lo simbolizado por esto. Unos opinantes3 sostienen que esto no representa el juicio final, sino únicamente un juicio temporal manifestado en los castigos que se infligen mediante las calamidades naturales; y dicen que el terremoto es un caso representativo de las calamidades naturales, pues como tales sacudimientos terrestres eran frecuentes en Asia Menor, los cristianos de esta región podrían entender lo que se quería decir con este mensaje apocalíptico. Una combinación de terremotos y erupciones volcánicas había destruido a las ciudades de Herculano y Pompeya el año 79 d. de J. C., y Sardis y Filadelfia una vez fueron destruidas casi completamente por otro terremoto. Esas calamidades naturales ilustraban de una manera muy gráfica el castigo procedente de la ira divina y también ilustraban muy gráficamente el juicio de Dios sobre los opresores de su pueblo. Quienes opinan que en este pasaje se trata de un juicio temporal, para sostener su opinión se refieren al hecho evidente de que en el Apocalipsis no se alude al juicio final sino hasta 20:11-15. Estas personas se niegan a admitir que lo que está dicho en 6:12-17 se refiere al juicio final, porque: 1. Al opinar que se trata de un juicio temporal no tienen en cuenta el uso que los escritores del Antiguo Testamento hicieron de esta idea referente al juicio; pues en Joel 2:10, Jeremías 4:23, 24, 28 e Isaías 13:9, 10 tal idea del juicio, expresada por medio de calamidades naturales, fue usada en relación con asuntos nacionales y temporales. Pero no debemos olvidar, como parece que lo olvidan estos señores, que una de las principales características del Apocalipsis es el uso del lenguaje del Antiguo Testamento con el significado que se le da en el Nuevo Testamento. Este hecho debilita la opinión que estamos considerando. 2. Quienes opinan que aquí se trata del juicio final pasan por alto el hecho de que esto es una visión y que está presentada en un símbolo, y admiten que esto se realizará literalmente. Esto es una verdad a medias. Los futuristas son culpables de esto; pero hay otros comentaristas que sostienen que esto simboliza el juicio final, y, sin embargo, no le dan una interpretación literal. 3. Los que opinan que el pasaje que estamos discutiendo se refiere al juicio final, ponen a éste en un lugar que no es el que le corresponde en el plan general de
las cosas que trata el Apocalipsis. Esto es cierto si la teoría de la recapitulación es errónea. Pero si estas visiones son representaciones de las cosas que van a suceder, siendo cada visión completa en sí misma aunque vaya creciendo en intensidad, entonces quienes opinan que estos versículos se refieren al juicio final, han colocado a éste en el lugar que le corresponde. Otros opinantes6 sostienen que lo que se dice en este pasaje (6:12-17) es simbólico del juicio final. Se adhieren a la susodicha teoría de la recapitulación, y esto es la secuencia natural. Estos intérpretes no se adhieren a la idea de que estas cosas tendrán un cumplimiento literal. Los acontecimientos representados en este pasaje eran asuntos tomados de las cosas que los cristianos de esos tiempos conocían muy bien, y servían para mostrar que finalmente serían derrotados los enemigos de la causa cristiana. Los proponentes de esta teoría aluden a la declaración: Porque el gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá estar firme?, como una indicación de que se refiere al último juicio. Pieters7 y Charles8 responden a esa pregunta con lo que parece que es una declaración verdadera: que esa pregunta expresaba el estado de conciencia de los pecadores consternados por el terror, y no el estado de la conciencia de Juan. Los pecadores pensaban que se refería al fin de las cosas; pero Juan no dio ninguna interpretación. Cada uno de los grupos de opinantes tiene tan buenos argumentos en este asunto, que es difícil aceptar lo que dicen unos y rechazar lo que dicen otros. Yo estoy de acuerdo con quienes opinan que cada una de estas visiones es completa en sí misma y abarca el campo de acción que debe abarcar. Por lo tanto debería yo adherirme a la opinión de que esto se refiere al juicio final y también debería yo proceder en conformidad con ella. Pero me siento fuertemente impulsado a no proceder así, porque hay una poderosa sospecha de que esto no representa el juicio final, sino calamidades naturales usadas como instrumentos de juicio en los asuntos temporales de los hombres. Puede ser que Moffatt9 tenga una manera de salir de esta variedad de opiniones al sugerir que esto simboliza el principio del juicio final; pero el caso es que Juan introduce un entreacto o intermedio que pospone el juicio final y hace que esto dé por anticipado a los habitantes del Asia Menor una prueba de que la destrucción de sus enemigos se realizará. Como quiera que eso sea, esta parte del espectáculo simboliza el poder destructivo de Dios contra quienes rechazan a Dios y rechazan su plan de salvación; pues cuando estas fuerzas —la conquista, la guerra, el hambre la peste, las calamidades naturales— se enfurecen: ¿Quién podrá estar firme? Esta pregunta se contesta en el capítulo 7. INTERMEDIO: PROTECCION PARA LOS REDIMIDOS, 7:1-17 La serie de símbolos de que acabamos de hablar describió la destrucción de los enemigos de Cristo, y la siguiente serie tiene una idea similar. Ahora bien, la pregunta que surge naturalmente es: ¿Qué les sucede a los santos de Cristo mientras la obra destructora está en progreso? ¿Quedan a salvo de esa fuerza destructora o van a ser perjudicados por ella? Por causa de estas preguntas se ha introducido este paréntesis o intermedio: para mostrar que Dios ha proporcionado lo necesario para la protección de su pueblo. El simbolismo expresa la idea de que las fuerzas de la destrucción están como refrenadas hasta que los santos sean sellados para recibir gloria y protección eternas. En esta visión Juan vio cuatro ángeles que estaban sobre los cuatro ángulos de la
tierra; estaban deteniendo los cuatro vientos, los cuales simbolizan la divina retribución.10 Mientras Juan miraba, vio a otro ángel que surgía de por dónde nace el sol, del oriente, de por donde viene la luz a un mundo tenebroso. Este ángel llevaba el sello del Dios vivo, y de manera que pudiese ser oído por todos los lugares de la tierra, clamaba a gran voz a los cuatro ángeles para que detuviesen la divina retribución hasta que él hubiera puesto el sello de Dios sobre las frentes del verdadero pueblo de Dios, con lo cual se indicaba que Dios protegía y poseía a ese pueblo. Juan no vio que el ángel sellara a los siervos de Dios; pero sí oyó que el número de los señalados era: ciento cuarenta y cuatro mil señalados de todas las tribus de los hijos de Israel; también oyó que este grupo de ciento cuarenta y cuatro mil fue formado por los doce mil que de cada una de las doce tribus de Israel fueron señalados. Parece que todos los eruditos admiten que este hecho de señalar es un símbolo de protección. Puede notarse que el lenguaje que se usa aquí es parecido al que se usa en Ezequiel 9, donde se refiere que al pueblo de Dios se le pone una señal en la frente y a los agentes de la destrucción se les prohíbe que dañen a cualquier persona que tenga esa marca. En el libro del Apocalipsis se dice que los señalados tienen el sello de Dios; y esto nos hace recordar que los sellos que se usaban en el oriente casi siempre tenían el nombre del propietario. Así pues, los señalados están protegidos para que los vientos destructores no los perjudiquen. En esto están de acuerdo los eruditos; pero no están de acuerdo cuando se intenta identificar a los dos grupos mencionados en este capítulo (uno en los versículos 3-8; otro en los versículos 9-17). El Apocalipsis está escrito en lenguaje simbólico, y no es correcto que seamos dogmáticos al tratar de símbolos. Es mejor revisar las diferentes opiniones, las evidencias, y formular las conclusiones que parezcan ser las más autorizadas. En cuanto a esto hay dos teorías. La primera dice que los ciento cuarenta y cuatro mil representan a los judíos cristianos, y que la gran compañía, la cual ninguno podía contar representa a los gentiles cristianos. A primera vista esto parece una división natural. Dana11 opina que el primer grupo es el remanente de Israel y que el segundo grupo es el conjunto de redimidos de todas las naciones. Ya sabemos que el número "12" es el símbolo de la religión organizada, y es el número que expresa mejor esta idea. Ciento cuarenta y cuatro mil es un múltiple muy grande de doce, y está destinado a producir la idea de una inmensa multitud. Por lo tanto, este hecho de sellar o señalar a doce mil de cada una de las doce tribus de Israel simboliza una inmensa multitud de judíos cristianos que están sellados para ser protegidos. La grande multitud mencionada en los versículos 9 al 17 es símbolo de la gran cantidad de gentiles que son salvos, a los cuales Juan no deja sin esperanza y los presenta gozosos expresando con anticipación la triunfante protección de Dios. Esta manera de opinar es en esencia la de Stuart; 12 y es también la de Bengel. Hay otros que se adhieren a esta manera de pensar; pero adoptan un punto de vista futurista, lo cual hace que en este asunto queden fuera de este grupo.13 Es sorprendente encontrar a Dana en armonía con Bengel y Stuart en lo referente a este asunto que pasa de una interpretación simbólica a una que es claramente literal. La segunda teoría dice que el simbolismo que aquí se usa no divide a los redimidos en dos grupos: judíos y gentiles. Así opinan Pieters, Moffatt, Kiddle, D. Smith, J. Smith, Richardson, Charles, Swete, Beckwith, Milligan, y Hengstenberg. Estos eruditos son de los mejores que ha habido en cuanto al estudio del Apocalipsis durante los últimos cien años. En seguida presentamos en forma condensada algunas de sus opiniones: Pieters: El primer grupo representa a los verdaderos creyentes que viven en la tierra mientras están sujetos a las tormentas del juicio divino que descienden sobre el mundo; y el
segundo grupo simboliza a los creyentes que ya están en el cielo ... Por consiguiente, los dos grupos son, respectivamente: La Iglesia Militante, y La Iglesia Triunfante.14 Richardson: La iglesia universal, —es decir, todos los cristianos— está sellada y por lo tanto es seguro que recibirá protección. Ningún miembro de la verdadera iglesia se ha perdido. Además los santos del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento están indicados por el múltiple de doce. Aquí no hay distinción entre el judío y el gentil.15 D. Smith: Esto es una visión del cuidado de Dios a favor de su pueblo en medio de las tribulaciones terrenales... Este fue el verdadero Israel, "el Israel de Dios" (Gal. 6:16);... Esto es una visión del triunfo que en el cielo disfrutan las huestes martirizadas ...16 Swete: El Israel de que se habla en la primera visión tiene la misma extensión que la iglesia entera... Las dos visiones representan el mismo cuerpo, aunque bajo muy diferentes aspectos.17 Beckwith: ¿Quienes... son los 144,000 que van a ser marcados? La respuesta que, a pesar de alguna dificultad que se presenta, puede adaptarse más a los conceptos del Nuevo Testamento en general como también a los de Apocalipsis —la respuesta que hace menos violencia al espíritu universalista del libro— es, que son quienes constituyen el cuerpo entero de la iglesia... Los redimidos a que se alude aquí son los que han venido de toda nación y tribu... judíos y también gentiles.13 Charles: Aquí no se trata de creyentes que sean descendientes del Israel literal… sino de los descendientes del Israel espiritual... Estos (los del segundo grupo) son los que han sido sellados en la visión que se acaba de presentar, y por causa del martirio han ganado el privilegio que corresponde a los mártires: el de obtener la inmediata bienaventuranza y la perfección...19 Hengstenberg: Admitir que estos (los 144,000) representan únicamente a los cristianos judíos, es la arbitrariedad más grande... Aquellos a quienes antes se les aseguro que estarían a salvo de los juicios que están decretados contra el mundo, aunque estuvieran en medio de dichos juicios, se nos presentan en la innumerable muchedumbre (7:9) que está en esa gloria celestial que los esperaba.20 Milligan: La primera impresión que produce la visión de los señalados es, indudablemente, que se refiere a los judíos cristianos, y solamente a ellos. Sin embargo, muchas consideraciones nos hacen llegar a la más amplia conclusión de que, bajo la figura de judíos, están incluidos todos los seguidores de Cristo, o sea la iglesia universal.21 Todas esas declaraciones son afirmativas y nos sirven para determinar la posición de cada uno de tales escritores, Existen algunas razones que, desde un punto de vista más o menos negativo, son contrarias a la opinión de que los dos grupos aludidos representan a los cristianos judíos y a los cristianos gentiles, respectivamente. En seguida presentamos algunas de tales razones, las cuales merecen nuestra consideración: 1. En ninguna parte del Apocalipsis se hace alguna diferencia entre judíos y gentiles cristianos. Como Juan ve las cosas, la iglesia es una: no hay judíos ni griegos, barbaros ni escitas, siervos ni libres; no hay ni una palabra que sugiera que el cuerpo de creyentes está dividido en dos partes. Las cartas dirigidas a las siete iglesias indudablemente se refieren a ese cuerpo de cristianos cuyo futuro después se describe. Según esas cartas Cristo anda en medio de ellos y les hace
promesas, no de una manera a unos miembros y de otra manera a otros, sino siempre a todos con iguales palabras; "al que venciere." Si aquí, donde se presenta el asunto de la protección igual para todos, fuéramos a introducir una línea de separación entre los cristianos judíos y los cristianos gentiles, lo haríamos fuera del lugar correspondiente. 2. El autor del Apocalipsis tiene la costumbre de exaltar y espiritualizar los nombres judíos. Así, por ejemplo: el Templo, el Tabernáculo, el Altar, el Monte Sion, Jerusalén son para el la incorporación de ideas más profundas que las producidas cuando esos nombres se entienden literalmente. Entonces, por analogía se infiere que éste es el uso más natural de la palabra Israel en este caso: el uso espiritual. 3. Algunas expresiones del pasaje son incompatibles con el hecho de limitar el número de los sellados a una clase especial de cristianos. Por ejemplo: ¿por qué el detenimiento de los vientos había de ser universal? ¿No sería suficiente detener únicamente los vientos que soplarían sobre los cristianos judíos y no los que soplarían sobre toda la tierra? Por consiguiente, podemos decir que también parece que la designación de siervos (versículo 3) incluye al número completo de los hijos de Dios y no solamente a unos pocos. 4. Si el segundo grupo de que se habla en este capítulo 7 representa a los cristianos gentiles, nada se dice en cuanto a que vayan a ser sellados para recibir protección: y evidentemente estos necesitarían tanta protección como los cristianos judíos. 5. Aquí se dice que el sello protector sería puesto en las frentes de los siervos de Dios, y en 22:4 se dice que todos los creyentes serán marcados de semejante manera. 6. El número de los 144,000 está mencionado otra vez en el capítulo 14:3; y es difícil dudar que las mismas personas están incluidas en ese número mencionado en ambos capítulos (el 7 y el 14). 7. El Apocalipsis es un libro de contrastes; como ejemplo de ellos aquí está uno: en muchos de sus pasajes (13:16, 17; 14:9; 16:2; 19:20) se dice que todos los seguidores de la bestia, o Satanás, están marcados en sus frentes. Esto parece una antítesis del pasaje que estamos discutiendo; por lo tanto todo el pueblo de Dios está sellado. 8. Es innegable que el segundo grupo que se ve en la visión —la gran compañía que estaba delante del trono y del Cordero— presenta una escena más grandiosa de privilegios y de gloria que el primer grupo. Por lo tanto, de esto se inferiría (basándonos en la suposición que con estas líneas estamos combatiendo) que en el mismo instante en que Juan (según se dice) evita que los gentiles sean sellados y les asigna una posición inferior a la de los judíos tratándolos como si fueran un "apéndice" de estos, habla de esos mismos gentiles como de los herederos de un privilegio y de una gloria superiores a los de los judíos. Así pues, nos parece que el apóstol difícilmente podría ser tan ilógico o contradictorio consigo mismo en sus declaraciones. La conclusión que se obtiene de esta preponderancia de evidencia es clara: la visión de la selladura no se aplica únicamente a los cristianos judíos sino a todos los cristianos. Por lo mismo, cuando los juicios de Dios son esparcidos por todo el mundo, todos los siervos del
Señor están sellados para recibir protección; y las dos visiones deben representar al mismo grupo en diferentes circunstancias. Ahora bien, estas circunstancias deben ser estudiadas en seguida. Un examen atento de los principios estructurales que caracterizan a los escritos de Juan mostrará que se distinguen por una tendencia a mostrar el mismo objeto en dos diferentes aspectos, siendo el segundo la culminación del primero; como el escritor no queda satisfecho con una sola expresión de lo que desea usar para impresionar a sus lectores, usa la repetición. Con frecuencia se puede notar en el Apocalipsis que después de que el autor ha presentado un asunto, lo presenta otra vez a sus lectores, vuelve a elaborarlo, lo amplifica, lo profundiza, y lo expone con un colorido más fuerte y más vivido. La segunda presentación de tal asunto es el centro de una circunferencia más grande, y está expresada de una manera más enérgica. Parece que esto es lo que tenemos en el pasaje que estamos discutiendo. Las 144,000 personas de la primera visión consolatoria representan no solamente a los cristianos judíos sino también a todo el cuerpo de creyentes. El hecho de sellar simboliza la protección que Dios les da aunque estén bajo los juicios que van a caer sobre el mundo. El número "12", que es un número sagrado de significado religioso, está multiplicado primero por sí mismo y después por mil; y así el 144,000 resultante se usa para representar lo absolutamente completo: lo cual quiere decir que ningún miembro del verdadero cuerpo de creyentes se perderá.22 El hecho innecesario de nombrar cada una de las tribus, con el número 12,000 repetido, hace énfasis de la manera más fuerte posible en la seguridad de que cada miembro del pueblo de Dios será incluido. Juan tiene una verdad de la más grande importancia que explicar, y, con la maestría de un hábil narrador de historias, de tal manera explica esa verdad que sus lectores quedan en suspenso ante el culminante horror que será lanzado sobre el mundo cuando el séptimo sello sea abierto. Los lectores a quienes fue dirigido este libro deben aprender algunas cosas que los afectan más íntimamente que los portentos espectaculares que fueron narrados en el capítulo 6. La conquista, la guerra, el hambre, y la peste se han presentado amenazadoras; los cuatro ángeles que detienen a los vientos para suspender su misión destructora, son símbolos que se alternan con los cuatro jinetes, y permanecen inactivos hasta que el pueblo de Dios esté sellado y por lo mismo a salvo de la destrucción que está amenazando. Antes de que ocurra la crisis, el bien y el mal deben ser discriminantes, y los justos quedarán inmunes de esta destrucción que persigue a los inicuos. El sello es una marca de Dios para indicar propiedad y protección; y por este sello y por los cantos que los justos elevan a Dios para adorarlo, estos quedan identificados y a salvo de todo peligro. Así pues, este primer grupo representa a los verdaderos creyentes que están en la tierra, donde se descargan las tormentas de la justicia divina; tales creyentes no son quitados del mundo, pero sí son sellados, son conservados en el hueco de la mano de Dios, porque todas las cosas obran juntamente para el bien de ellos. Después de estas cosas, después de sellar a los protegidos santos que estaban en la tierra, Juan vio una visión en que se expresaba un gran gozo y ánimo; vio una gran compañía ("una gran muchedumbre", V. M., V. H. A.), la cual ninguno podía contar: procedía de todas gentes y linajes y pueblos y lenguas; estaban delante del trono y delante del Cordero, y dividían sus alabanzas entre Dios que está sentado sobre el trono y al Cordero; los componentes de ese grupo estaban vestidos de ropas blancas y tenían palmas en sus manos. Este grupo no está sellado para recibir protección porque ya no la necesita: ya están fuera de este mundo, están en la presencia de Dios; han resultado victoriosos en la prueba: esto queda simbolizado por las blancas vestiduras que tenían; además, estaban gozosos, lo cual se
simboliza por las ramas de palmas que tenían en sus manos. En esos tiempos, en muchas ocasiones se acostumbraba usar las ramas de las palmas, y todas esas ocasiones eran de regocijo; los conquistadores romanos usaban guirnaldas y coronas hechas con hojas de palmas cuando celebraban sus victorias.23 Los griegos acostumbraban recibir con una rama de palma a sus atletas que hubieran triunfado en un evento deportivo.24 Sin embargo, el hecho de que aquí se mencionen las palmas probablemente no se relaciona con ninguna de esas dos ocasiones. Con toda probabilidad, el hecho de mencionar aquí las palmas es un recuerdo del uso que los hebreos hacían de ellas en la fiesta de los Tabernaculos, 25 construyendo abrigos o cobertizos sobre los techos de las casas y en las calles. La fiesta de los Tabernáculos era principalmente una fiesta de gozo: gozo por la libertad y la protección de que disfrutaban y por la seguridad que tenían para el futuro. De la misma manera están usadas las palmas en esta parte del Apocalipsis. El canto que entonaba esta muchedumbre era de alabanza, y en el atribuían la salvación —o libertad— a Dios que estaba en el trono y al Cordero. De esta manera daban testimonio de que reconocían la causa de su victoria; y los ángeles que estaban en pie alrededor del trono unían su cántico al anterior, para alabar a Dios por lo que él había hecho. Después, uno de los ancianos, al ver la perplejidad y el interés de Juan, le pregunto: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Juan confiesa su ignorancia sobre este particular, y al mismo tiempo expresa su creencia de que el anciano podrá ilustrarlo; y el anciano le respondió: Estos son los que han venido de grande tribulación, y han lavado sus ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por esta razón, porque han salido victoriosos de entre las condiciones calamitosas que hay en el mundo, están delante del trono de Dios: no abajo, en la tierra; y le sirven día y noche, continuamente. Algo más (vv. 15b-17): Dios les da perfecto compañerismo y protección, y satisface todas las necesidades que tienen; asimismo "el Cordero redentor" ha llegado a ser "el Pastor providente" que los cuidará y los guiará a las fuentes de la vida; y Dios quitará de ellos todo sufrimiento. Todo esto en conjunto presenta una luminosa escena en la que se ve a los santos después de que han pasado por las calamidades que amenazaron a la tierra, como lo narra la primera parte del capítulo. Es glorioso ver a los santos cómo, después de haber estado en el sufrimiento, están llegando (en el griego esta forma verbal es participio presente) victoriosa y gozosamente a tributar su alabanza a Dios y a Cristo, considerándolos como la causa de la libertad que gozan. Lo principal de esto no es solamente salir de la prueba, sino salir1 de ella con una conciencia y una fe inmaculadas. Esto es posible únicamente por medio del poder del sacrificio de Cristo consumado a favor nuestro. El poder de la redención había estado ayudando a los justos a salir victoriosos de la persecución: por esta razón no pretendían tener ningunos méritos en la adquisición de la victoria, sino que todo mérito lo atribuían a Dios y al Cordero. Revisemos la relación que hay entre las dos partes principales del capítulo 7: Las personas de que se habla son las mismas en ambas partes, aunque la situación en que están esas personas es diferente. Según la primera parte, las personas quedan señaladas para estar a salvo cuando el juicio descienda sobre la tierra; están bajo la protección de Dios y quedarán libertadas no del juicio sino por medio del juicio. En la segunda parte del citado capítulo se ve a dichas personas después de que han pasado con éxito por las dificultades: tienen paz, gozo, victoria; cada necesidad ha quedado satisfecha, cada tristeza ha sido aliviada, y cada lágrima enjugada. Estas personas que fueron selladas en la tierra, ya usan los ropajes de victoria y tienen ramas de palmas con las que expresan el gozo que experimentan al estar en el cielo alrededor del trono de
Dios para adorarlo. Las dos visiones juntas ilustran, de la manera más completa posible, la seguridad que tiene el pueblo de Dios ante los juicios de que se habla en los capítulos 6 y 8. Así pues, la pregunta — “¿Quién puede estar firme?"— que motivó esta disertación tiene por respuesta la que hemos dado. VII. EL SEPTIMO SELLO, INCIENSO: VICTORIA, 8:1-5 Aquí, como en otras secciones del Apocalipsis, la última subdivisión de la visión sirve para efectuar una transición: prepara el camino para lo que va a presentarse en la siguiente visión. La sección que sirve para efectuar la transición se divide en dos partes: el silencio en el cielo (vv. 1 y 2), y el incienso de la victoria (vv. 3-5). El silencio en el cielo (8:1, 2) ha sido interpretado desde dos puntos de vista. Según uno, la media hora de silencio es símbolo del juicio diferido: 27 el juicio se ha demorado; pero vendrá en el tiempo que Dios ha escogido. Esta idea del juicio diferido fue sugerida por la detención de los vientos (7:1-3), y puede tener algún significado en esta parte de nuestro estudio. Según el segundo punto de vista, ese silencio en el cielo se produjo para obtener un efecto dramático.28 Juan ya se ha dado cuenta de los instrumentos o medios para realizar el juicio, de las razones o demandas para que haya un juicio, de las terribilidades por las cuales sufrirán los malvados al aproximarse el juicio, y de la protección que hay para el pueblo de Dios durante el juicio. Y, ¿qué sigue? Hasta las huestes celestiales están en silencio, esperando con ansiedad para ver lo que ocurrirá; y lo que ven, como Juan, son siete ángeles que tienen, cada uno, una trompeta en su mano. El sello, como fue usado en la última visión según observamos, servía para esconder unas cosas; y las trompetas —que se usaban para reunir ejércitos y para dar órdenes de efectuar cargas— servían para anunciar cosas. ¿Qué van a anunciar? Esto es lo que se preguntaban los ejércitos celestiales mientras esperaban en silenciosa expectación. Este es un aspecto dramático sin ningún significado profético o doctrinal en sí mismo; es un momento de trémula incertidumbre, de silencio reverente, de esperanza y de oración, un momento en que los ejércitos celestiales —en silencio y como sin aliento— esperan que el espectáculo continúe. No es completamente improbable que ambas ideas estén simbolizadas aquí: la expectación dramática, mientras el juicio está siendo diferido. El incienso de la victoria (8:3-5) puede ser explicado más fácilmente: un ángel llego al altar llevando un incensario y le fue dado mucho incienso para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos; en seguida llenó el incensario con fuego, el cual formó una mixtura de incienso y de oraciones, y lo arrojó a la tierra. De esa manera fue esparcido el incienso de la victoria sobre los carbones encendidos de la intercesión cristiana. Como resultado de esto se ve a la tierra en tumultos o disturbios sujeta a la severidad del juicio divino. De lo que sigue a través del resto del libro se infiere que lo que aquí se simboliza es el hecho de que el Cristo conquistador vendrá a visitar o inspeccionar la retribución que Dios ha dado a los opresores de su pueblo. Lo que hace que esto se realice es la combinación de las oraciones de todos los santos. Los truenos, los relámpagos y los terremotos que hubo después de que fueron ofrecidas esas oraciones, eran presagios de que habría una destrucción. Toda la escena que se presenta en los versículos 3 al 5 es un preludio de lo que en seguida van a tocar las siete trompetas. El propósito práctico que Juan tiene según este pasaje, fácilmente puede ser examinado. El simbolismo de esta visión puede ser visualizado más pronto que en muchas de las otras visiones; por lo mismo hay una tendencia a concentrar la atención en los pormenores pictóricos.
Los resultados de tal consideración han sido frecuentemente desafortunados. Por ejemplo: las plagas han sido objeto de un minucioso escrutinio como si Juan estuviera dando un tratado científico referente a las últimas cosas que han de suceder. Algunos comentadores han dicho que han encontrado incompatibilidades y contradicciones; y se refieren a 8:7 donde Juan declara que toda la hierba verde se quemó, y a 9:4 donde se dice que se ordenó a las langostas que no dañaran ninguna cosa verde, ni a ningún árbol. Tales comentaristas no se dan cuenta de que en 8:7 Juan dice que toda la hierba verde que había en la tercera parte de la tierra fue destruida por el fuego y el granizo. Juan no se preocupó por estos detalles, sino únicamente por los que agregaban al cuadro general que estaba presentando; lo que él deseaba presentar a los cristianos era el significado completo del cuadro. La revelación que Juan imparte fue ocasionada por la severa opresión que sufrían los cristianos, desencadenada contra ellos por el pagano poder mundial de ese tiempo: Roma. Por consiguiente esperamos que tal revelación anuncie la destrucción de ese poder hostil y el triunfo de los cristianos; y teniendo en cuenta esto fue interpretada la visión introductoria en que apareció el ángel con el incienso (8:3-5), El pensamiento fundamental de esto es que Dios escucha los fervientes ruegos de su afligido y esforzado pueblo, y hace que su divino juicio prosiga en contra de los enemigos de dicho pueblo. De aquí que en "la visión de la trompeta" solamente esas cosas puedan ser convenientes, puesto que son salutíferas para los cristianos y destructivas del gran poder que oprimía al mundo de aquellos días. Esto es lo que naturalmente se espera y se encuentra cuando esto de las trompetas se interpreta desde el punto de vista histórico. Los sonidos de las trompetas son avisos de que el juicio vendrá; son llamamientos para que los inicuos se arrepientan. Por lo mismo, cuando suenen las trompetas los ejércitos de la venganza comenzarán a caer sobre Roma. Se presenta a las cuatro primeras trompetas produciendo calamidades en la naturaleza29 o una destrucción parcial del mundo;30 y representan las calamidades que la naturaleza en su cuádruple aspecto sufrirá —según la gente de aquella época, la naturaleza se dividía en: tierra, mar, aguas dulces, y cuerpos celestes. Una parte de este simbolismo es muy parecida a unas de las plagas de Egipto, y otra parte es muy parecida a unos acontecimientos históricos del tiempo de Juan. Esto no debe considerarse como una predicción de que los acontecimientos mencionados en este pasaje ocurrirán literalmente, y que por ellos quedará destruida la tercera parte de todas las cosas. Eso es simplemente una ilustración para advertir que los juicios de Dios son dirigidos contra los inicuos.31 Esto no es el juicio final, pues solamente una tercera parte de cada cosa fue tocada y destruida; es un juicio parcial para amonestar a los impíos. Se tenía la costumbre de usar la frase "una tercera parte" como una expresión convencional que significaba "una parte grande." Estas tribulaciones terribles no habían de ser universales; en caso de que hubieran tenido que ser universales, nadie habría quedado a salvo; y por lo mismo esas calamidades eran enviadas con el propósito de que quienes escapasen de ellas recibieran amonestaciones de naturaleza tan eficaz que no les quedara ni la más pequeña excusa para no arrepentirse. Así no se descuidaría ninguna oportunidad que indujera a los hombres a arrepentirse. Véase otra vez Apocalipsis 9:20, 21. 1. El toque de la primera trompeta produjo calamidades en la tierra (3:7). Se observa que una terrífica tormenta de azufre en llamas mezclado con granizo y sangre desciende de los cielos; y como resultado de esto una tercera parte de la tierra fue abrasada y arrasada, pues los bosques se incendiaron. 2. El toque de la segunda trompeta fue seguido por una erupción volcánica que
arrojó un ardiente y grande monte en la mar; y murió la tercera parte de los peces, y la tercera parte de los barcos fueron destruidos en la mar. 3. El toque de la tercera trompeta fue seguido por la caída de una grande estrella, que ardía como una antorcha, sobre la tercera parte de las aguas dulces: los ríos y los manantiales. Esto hizo que la tercera parte de las aguas se tornase amarga como un veneno, de tal manera que murió mucha gente por haberlas bebido. 4. Cuando la cuarta trompeta sonó, una tercera parte del sol, de la luna y de las estrellas se entenebreció, y por lo mismo una tercera parte del día se obscureció como la noche, y la tercera parte de la noche fue aun más tenebrosa. Todas estas escenas eran representaciones de calamidades naturales que serían usadas como agentes destructores de Roma: el enemigo del pueblo cristiano. Unas de las cosas principales que llevó al Imperio Romano al desastre fue una serie de calamidades naturales: terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones, etc.; muchas de estas cosas habían acontecido en el tiempo en que vivieron Juan y sus lectores, por lo cual ellos podían recordarlas fácilmente; y Dios usó muchos de estos fenómenos externos para revelar a sus enemigos que él tenía esos medios o instrumentos de destrucción. Pocos años antes de que fuera escrito el Apocalipsis, el Vesubio hizo erupción (el mes de agosto del año 79 d. de J. C.) y derramó un diluvio de materias incandescentes que inundaron a las ciudades de Herculano y Pompeya y a muchas pequeñas aldeas, lo cual es recordado con horror por todos los habitantes de esa región. Plinio el joven, en un escrito que le envió a Tácito le platicó los horrores de aquella catástrofe en la cual murió su tío el eminente naturalista Plinio; las cenizas que brotaban de aquella montaña en combustión caían en el mar, en los barcos que estaban muy lejos, y hasta en las distantes playas de Siria y Egipto. Plinio el joven relata que primero hubo un terremoto, después una erupción que arrojó una avalancha de fuego la cual rodó por los lados de la montaña hasta llegar al mar; muchas personas que lograron escapar de las corrientes de lava fueron sofocadas por los gases sulfurosos que llegaban muy lejos; y el cielo estaba tan obscuro que Plinio dijo: "En todas partes era de día; pero allí era una noche más negra y más densa que todas las noches." En otra ocasión, cuando el volcán de la isla Santorín hizo erupción, este parecía una montana ardiendo; y los fugitivos hablaban de cómo los fragmentos de rocas encendidas destruían la vegetación, cómo los vapores sulfurosos mataban a los peces que estaban en la mar, y cómo las aguas se tornaron rojas como la sangre. Tales cosas todavía estaban en la memoria de los lectores de Juan; y sin duda Dios les comunicaba su revelación por medio de cosas que ellos entendían, y les decía: "Yo tengo los medios para destruir a tus enemigos." Y usando tales cosas Dios amonestaba a esos enemigos para que se arrepintiesen y abandonaran todas sus iniquidades. El plan del escritor consiste en dividir cada una de las tres series de símbolos (sellos, trompetas, copas) en cuatro, dos, y una partes, haciendo que esta una actúe como medio de transición. Puede notarse que las primeras cuatro trompetas anunciaron que vendrían unas calamidades sobre la naturaleza; y las dos siguientes anunciaron unas calamidades sobre los seres humanos. Juan vio y oyó "un águila" (V. M., V. H. A., N. P.), un ave de rapiña, y ésta, cuando volaba, decía a gran voz que las otras trompetas anunciarían la venida de unas calamidades sobre los habitantes de la tierra. Las cuatro trompetas acabadas de mencionar habían producido destrucción en la naturaleza, pero "lo peor todavía estaba por venir." Según la superstición común y corriente en aquel tiempo, el águila era un ave de mal agüero y presagiaba calamidades que ocurrirían con toda seguridad. Este anuncio produjo un efecto dramático en los lectores del Apocalipsis cuando, después de pasada la conflagración, vieron delante de sí los
despojos carbonizados. 5. El toque de la quinta trompeta hizo que viniera el azote de la plaga de las langostas (9:1-12). Apareció una estrella grande, personificada, que cayó; su caída hizo que se viera un abismo abierto. Primero, de él salió una nube grande de humo que obscureció al sol; después, el humo dejo que gradualmente aparecieran las langostas, o, mejor dicho, lo que parecía humo se volvió langostas. Las langostas con frecuencia se volvían una peste o calamidad en aquellos días; pero las langostas de que se habla aquí no eran como las langostas comunes; eran excepcionales. En seguida tenemos una breve y dramática descripción de ellas: en la cola tenían un aguijón, como los escorpiones; estaban acorazadas, como los caballos que iban a la guerra; tenían rostro de hombre, cabellos de mujer, dientes de león; y el estruendo que al volar producían sus alas era como el ruido de los carros tirados por muchos caballos que son lanzados a la batalla. A dichas langostas se les dio la orden de no dañar la vegetación verde, la cual comúnmente es su alimento; pero se les permitió pasar cinco meses —tiempo que más o menos duraba la plaga de langostas— atormentando a los hombres hasta que prefirieran morir en lugar de seguir viviendo. Además, a esas langostas se les permitió perjudicar únicamente a los enemigos de la causa de Dios; pero no se les permitió dañar a ninguno de los que estaban marcados con el sello de Dios. Esas langostas tenían un rey con un nombre muy adecuado: "Destrucción", en hebraico es Abaddon, y en griego, Apollyon. Debe recordarse que se está hablando en lenguaje simbólico; también que esto es como una representación escénica, y que se usan los pormenores para hacer más impresionante el espectáculo. Una persona que está como espectador no se interesa tanto en los pormenores de la representación hasta llegar a perder la noción de lo que está representando el actor. Por otra parte, se han hecho muchos esfuerzos para determinar el exacto significado de cada uno de los pormenores de esta representación apocalíptica: tales esfuerzos han sido infructuosos. ¿Qué se simboliza con esas langostas que brotan del interior de la tierra y que están gobernadas por un rey que se llama "Destrucción", nombre que frecuentemente aparece relacionado con el diablo? Algunos eruditos ponen a las langostas en paralelo con los jinetes que se mencionan en el párrafo siguiente; pero la diferencia que existe entre los dos restantes ayees o calamidades anunciadas en 8:13 impiden que se establezca tal paralelismo. Algunos eruditos piensan que esto de las langostas no tiene importancia y lo pasan por alto sin interpretarlo. Parece que la mejor interpretación desde el punto de vista histórico es la que dan Hengstenberg32 y Dana33. Los intérpretes acabados de mencionar opinan que esta visión es un símbolo de los espíritus diabólicos que penetraron en la tierra (Hengstenberg), o las fuerzas de la destrucción que Dios tiene en su mano para castigar a la insolente Roma que desafiaba a la justicia divina (Dana). Esto de las langostas simboliza la podredumbre infernal o sea la decadencia interna que había en el Imperio Romano. Algo de lo que produjo la caída de Roma fue una serie de corrompidos gobernantes y directores del pueblo. En esta visión se representa ese espíritu de podredumbre infernal como si brotara del interior del imperio (esparciéndose sobre la tierra) para producir su destrucción. Esa condición arruinó a Roma; pero en realidad no perjudicó pueblo de Dios, a los cristianos perseguidos, porque no eran parte de la depravada Roma. Así pues, por medio de esta visión, Dios alude a los dos instrumentos que puede usar para derribar a los opresores de su pueblo: las calamidades naturales, y la decadencia interna. Un tercer instrumento se menciona en la siguiente visión. 6. El toque de la sexta trompeta trae sobre los hombres el segundo "¡Ay!" o calamidad (9:13-21). El sexto ángel sonó su trompeta, y entonces una voz que procedió de entre los cuernos del altar le dijo que desatará a los cuatro ángeles que estaban atados junto al gran río Éufrates. Entonces estos cuatro ángeles fueron puestos en libertad y dirigieron un gran ejército
de caballería resuelto a destruir, para lo cual estaba especialmente preparado. El simbolismo de esta visión está lleno de pormenores dramáticos. El ejército de caballería tenía 200.000,000 de jinetes ("doscientos mil millares", V. H. A., "dos decenas de millar de decenas de millar", N.P.), o sea dos veces el diez mil multiplicado por diez mil: cantidad que denota un gran ejercito, un número completo. Con esta cantidad de soldados de caballería en una formación bien organizada se tendría esto: ¡un ejército de caballería de poco más de ciento cincuenta y siete kilómetros de longitud por casi dos kilómetros de anchura! Los jinetes tenían corazas de fuego; los caballos tenían cabeza de león, y de sus bocas salían fuego, humo y azufre, y en lugar de que sus colas fueran normales eran como serpientes y podían morder y dañar a los hombres: una tercera parte del género humano fue muerta por esta caballería. Además, todos estos pormenores se agregan con el propósito de hacer más dramática la visión, aunque tales pormenores no tienen en sí mismos ningún significado profético o doctrinal. Todo este cuadro representa las caballerías de los partos34 procedentes del territorio del rio Éufrates. La gente de esta región era el enemigo que más temía Roma y era una constante amenaza en su frontera oriental; y, como se ha dicho antes, Roma nunca conquistó completamente a los partos. La descripción que se hace en este pasaje es tal que podía aterrorizar a cualquier enemigo del pueblo de Dios. ¿Podemos imaginar un caballo con cabeza de león, arrojando por su boca humo, fuego, y azufre que arde y produce llamas, y teniendo serpientes mortíferas en lugar de cola? Ahora bien, teniendo en cuenta a uno de estos monstruos horripilantes, imaginemos a 200,000,000 de ellos y tendremos una idea del ejército que marcharía contra Roma. En el pasaje que estamos estudiando se presenta todo este cuadro para simbolizar la invasión extranjera que Dios utilizaría para castigar a los opresores de su pueblo. Con esto quedan completos los tres instrumentos. Como si fuera un hilo que atraviesa todo el libro de Gibbon, "Decadencia y ruina del Imperio Romano", aparece la verdad de que tres grandes instrumentos se combinaron para desbaratar al Imperio Romano, y en parte obraron en los tiempos de Juan. Los tres instrumentos fueron: las calamidades naturales, la corrupción interna, y la invasión extranjera. En el libro del Apocalipsis se puede notar que estas tres cosas son los símbolos de los instrumentos ya preparados para ser usados por Dios en defensa de su pueblo. Las calamidades naturales (inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas, etc.), la corrupción interna (una larga sucesión de gobernantes corrompidos), y las invasiones extranjeras (por los enemigos antiguos y por los recientes) estaban combinadas para destruir lo que parecía indestructible. Los versículos 20 y 21 (del capítulo 9 que estamos considerando) indican que los juicios acabados de mencionar eran juicios arrojados contra el poder mundial y no contra los cristianos. Los cristianos sufrirían por estar dentro del territorio donde se manifestarían esos juicios, pero no sufrirían como enjuiciados. Tales sufrimientos serían una parte de la prueba por la cual tendrían que pasar, durante su peregrinación en la tierra, al estar mezclados con la gente del mundo; pero tal prueba no sería juicio para los cristianos. La visión fue presentada como un medio con el cual se infundía a los cristianos la seguridad de que serían ayudados a darse cuenta de que Roma nunca derrotaría al cristianismo. Aquellos juicios iban a ser enviados como medidas punitivas contra los malvados opresores y como una invitación para que se arrepintieran; y podemos darnos cuenta de que esto fue así, al observar que en estos versículos se hace notar que el resto de los hombres, los que no fueron perjudicados por las plagas, no se arrepintieron de las obras de sus manos: de la idolatría, de los homicidios, de las hechicerías, de los hurtos, de las fornicaciones. Después del séxtuple juicio todavía continuaban en sus
malos caminos: Nada haría que se arrepintieran; y nada se les dejó: excepto los juicios de Dios que eran más severos que los anteriores. Intermedio: Anuncios de retribución, 10:1–11:13 Al llegar a esta parte, el progreso normal de los juicios anunciados por la trompeta queda interrumpido, y queda interrumpido precisamente de la misma manera en que lo fue entre los sellos sexto y séptimo; por dos visiones consolatorias. La primera está descrita en el capítulo 10, y la segunda en 11:1-13. Al llegar al versículo 14 de este mismo capítulo 11 se reanuda la serie de las trompetas y se llega hasta el fin del capítulo. Este es el más largo de los intermedios colocados regularmente entre el sexto y el séptimo símbolos de una serie; y contiene el anuncio de una pronta retribución presentada en cuatro partes. Lo que se dice en cuanto al ángel y los siete truenos (10: 1-7) abarca la primera parte del intermedio. Juan vio que un ángel fuerte descendía del cielo, radiantemente vestido. Ese ángel es un mensajero de divina vindicación. Parece que no hay mucho fundamento para sostener la opinión de Richardson35 en el sentido de que este ángel es Cristo mismo; pues en otras partes de la Escritura se habla de los ángeles como mensajeros, y parece que aquí se hace lo mismo. Este ángel tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra para indicar que su mensaje es para todo el mundo; además clamó con grande voz, como cuando un león ruge, pues sin duda ese clamor o grito era lanzado para atraer la atención a lo que iba a decir. Antes de que el ángel dijera lo que tenía que decir, los siete truenos hablaron sus voces ("las voces de los siete truenos hablaron", N. P.). El trueno es uno de los símbolos de la amonestación; y en todos los demás pasajes donde se mencionan los truenos (8:5; 11:19; 16:18), estos son una advertencia de que los juicios de la ira divina vendrán: probablemente esto es lo que significan estos siete truenos. Además de los siete sellos, las siete trompetas, y las siete copas, se tuvo la amonestación de los siete truenos. A Juan se le había dicho que escribiera lo que viese y oyese; y en obediencia a ese mandato comenzó a escribir las cosas que decían los siete truenos; pero una voz procedente del cielo lo detuvo y le dijo que sellara las cosas que los siete sellos habían pronunciado. La razón para proceder de esa manera se da en los pocos siguientes versículos, y es ésta: ya no se harían más amonestaciones. El ángel, que había sido interrumpido por los siete truenos, levantó entonces su mano y pronunció su último veredicto: el tiempo no será más ("ya no habrá más tiempo" o "plazo", V. H. A.; "ya no se daría más tiempo", N. P.), ya no habrá más dilación; en seguida el ángel reveló el hecho de que al sonar la ultima trompeta el misterio de Dios llegaría a su fin. La amonestación dada por la sexta trompeta había sido suficiente; pero como los hombres no se habían arrepentido, entonces vendría la retribución sin más dilación. Por esta razón a Juan no se le permitió escribir las amonestaciones que pronunciaron las siete trompetas. Así pues, ya no habría más amonestaciones, y no habría más dilación. El librito en la mano del ángel (10:8-11) es la segunda parte importante de este intermedio. En este pasaje se dice que la voz que procedía del cielo habló de nuevo desde allí y ordenó a Juan que fuera hasta el ángel y tomara el librito que este ángel tenía en la mano. Juan recibió el librito que le dio el ángel, y este le dijo que lo comiera, y también le dijo que sería amargo para su vientre y dulce para su boca. Después de que Juan comió el librito reconoció que el ángel le había dicho la verdad. En seguida a Juan le fue ofrecida la comisión de profetizar otra vez a muchos pueblos y gentes y lenguas y reyes. Ha habido muchas controversias acaloradas en cuanto al contenido del libro. Algunos comentaristas opinan que tenía la visión que se narra en el capítulo 11; otros suponen que
contenía una segunda revelación, y que ésta comienza en el capítulo 12 y termina hasta el fin del Apocalipsis; en cambio, otros sostienen que su único contenido era la comisión de predicar los juicios divinos que vendrían sobre quienes habían rechazado a Dios. Todas estas opiniones tienen unas evidencias en su favor y otras en su contra. Por un cuidadoso estudio de todo el contexto puede inferirse que el contenido del libro se refiere a asuntos que producen calamidades y tristezas: esto es verdad en cuanto a Ezequiel 2:8 y siguientes: cuando Ezequiel hubo comido el libro se le requirió que pronunciara lamentos y anunciara calamidades sobre el antiguo Israel. Algo semejante puede decirse en cuanto a este librito, cualquiera que haya sido su contenido: era un mensaje que produciría tristeza a Juan cuando lo pronunciara. Por lo tanto, parece que era más bien un mensaje general: los hombres impíos sufrirían calamidades procedentes de los juicios de Dios por haberlo rechazado, los cristianos sufrirían calamidades procedentes de sus enemigos, la iglesia sufriría calamidades por no estar en connivencia con el gran poder mundial llamado Roma, Roma sufriría calamidades y la destrucción. Quizás el contenido de ese librito era una combinación de todas estas cosas, puesto que Juan tenía que profetizar a muchos pueblos y gentes y lenguas y reyes. En lo general los eruditos están de acuerdo en cuanto a lo que significa el hecho de que Juan comiera el librito: dicen que simboliza que Juan conocía muy bien el mensaje que contenía; pues Juan había tenido que asimilarlo, que hacerlo parte de sí mismo. En su boca el librito sería dulce: esto sin duda simboliza la dulcedumbre y el gozo que experimentaría Juan al recibir la revelación de Dios y el deleite que le produciría el hecho de que se le confiara el mensaje y se le hiciera responsable de él. Todo predicador conoce este gozo; todo predicador que tiene en su corazón sentimientos delicados y normales conoce, también, la amargura que le produce el hecho de predicar el mensaje de Dios condenando a los hombres que permanecen en sus pecados. Aunque Juan sabía todo lo que los impíos tenían que ser castigados por la ira de Dios, el solo pensamiento de que tendría que predicar ese mensaje le produjo amargura y tristeza. El hecho de pensar en las terribles consecuencias de la ira de Dios descargada sobre los impíos es en gran manera penoso, aunque uno esté bien convencido de que ese juicio es muy necesario. La tercera parte de este intermedio es el acto simbólico de medir el templo (11:1, 2). Se le entregó a Juan una vara de medir y se le dijo que midiera el templo, el altar, y a los adoradores; el patio que está fuera del templo, o atrio exterior, no había de ser medido porque sería entregado a los gentiles, y la santa ciudad sería hollada durante cuarenta y dos meses. Esto no quiere decir que el Templo de Jerusalén existía aún, ni que tendrá que ser reedificado antes del fin del mundo y de la segunda venida del Señor Jesús. Esta manera de expresarse, como en cualquiera otra parte del Apocalipsis, es únicamente simbólica. El Templo tenía que ser medido para ser objeto de un cuidado y de una preservación especiales.36 El significado de este símbolo es que el verdadero Israel espiritual tendría que ser protegido y preservado por Dios en las tribulaciones que estaban por venir: esto es una visión en que se predice que los que son fieles a Dios serán consolados, en contraste con la condenación que amenaza a sus opresores. La mayor parte del mundo gentil dominado por la perseguidora Roma sufriría: esto quedó simbolizado por el hecho de que el patio de los gentiles no fue medido y por lo mismo quedaba sin protección. Fue dicho que este periodo de sufrimiento duraría cuarenta y dos meses: en números redondos eran tres años y medio. Tres y medio es un número que se usaba para expresar una cantidad indefinida de alguna cosa: aquí se usa para simbolizar incertidumbre, intranquilidad, inquietud, tumulto, alboroto, lo que está en el momento o punto decisivo en que se tiene que ir hacia lo bueno o hacia lo malo. Así también aquí se simboliza la protección de Dios sobre los suyos durante un tiempo indefinido de
alboroto y dificultades, mientras el destino de la gente en general está en las manos de la impía Roma; sin embargo, esto no ha de permanecer siempre así, pues llegará un momento decisivo, y Dios hará que sus planes se realicen. La cuarta parte del intermedio trata de los dos testigos (11:3-13), cuya identidad ha sido interpretada de varias maneras. Larkin, 37 como representante ante de los futuristas, los interpreta literalmente: dice que han de ser unos hombres que presenciarán el fin del mundo, que tendrán un poder sobrenatural y la protección divina por un poco de tiempo, que serán muertos por los representantes del Anticristo reinante, y que después de tres días y medio resucitarán; además, los identifica con Moisés y Elías. Larkin dice que, de acuerdo con Malaquías 4:5 y 6, Elías sería un precursor del grande y terrible día del Señor. Esta profecía no se cumplió en Juan el Bautista, dice Larkin, porque Juan únicamente anunció la primera venida del Señor y los juicios; pero dicho comentarista no hace caso de que el Señor Jesús dijo que Juan era Elías (Mateo 11:1-14; 17:11-13); y dice el citado comentarista que el Señor Jesús quería enseñar que Juan sería Elías en caso de que el mundo recibiera el reino; pero que, como el mundo rechazó al Señor Jesús y al reino, entonces Juan no era Elías. Estas declaraciones de Larkin no merecen ser consideradas como serias. El principal problema es el siguiente: ¿Cuál consuelo recibirían los cristianos perseguidos en el tiempo de Juan con saber que varios miles de años después de su tiempo ocurrirían tales acontecimientos como los que antes han sido descritos? Ningún consuelo hubieran recibido; y todo lo que se les dijera en el Apocalipsis sería sin sentido y no les produciría ninguna tranquilidad ni esperanza. Carroll, 38 que representa a quienes son partidarios de la interpretación históricocontinua, dice que esta visión se refiere a la apostasía de la iglesia durante la época del obscurantismo: desde el tercer siglo hasta la Reforma. Carroll sigue el método de interpretación según el cual cada día representa un año, por lo que los 1.260 días de los tres años y medio representan 1.260 años, abarcando así más o menos desde el fin del tercer siglo hasta los tiempos cercanos a la Reforma. Los dos testigos, según esta manera de opinar, son la verdadera iglesia y el predicador que nunca dejaron de dar testimonio ni en la mencionada época del obscurantismo. El mismo problema se presenta si se usa el método de la interpretación literal: si lo que se dice en el Apocalipsis fuera literal, ¿cuál consuelo recibirían los cristianos del tiempo de Juan? Ellos necesitaban algo que los ayudara precisamente en esos días; ellos no sabían nada, y menos les importaba saber acerca de la Iglesia Católica Romana en el occidente ni de la apostata Iglesia Católica Griega en el oriente. Aquellos cristianos sabían de una iglesia perseguida y maltratada en esos mismos días en que ellos estaban viviendo, y necesitaban algo que les infundiera la seguridad de que recibirían fuerza y protección divinas. Ninguna de las interpretaciones acabadas de mencionar satisface estas necesidades. El criterio que nos debe regir en todo intento que hagamos para descubrir el mensaje de Juan debe ser: ¿Cuál significado tenía este mensaje para los cristianos del tiempo de Juan? Juan escribía en un tiempo en que los cristianos sufrían las más penosas y grandes necesidades, y dicho mensaje debía tener el propósito de satisfacer esas necesidades. Así pues, el pasaje que estamos considerando debe ser tratado desde este punto de vista. Cuando esta visión se coloca en el lugar que le corresponde en el Apocalipsis, se descubre que es una parte de un intermedio que va entre el sexto y el séptimo símbolos de una serie. El intermedio está formado por cuatro partes; las otras tres partes son evidentemente imágenes apocalípticas. Esto, también, debe ser considerado como un símbolo más bien que como una predicción literal; y, ¿qué simboliza? El número "2" era un símbolo oriental que expresaba la idea de la fuerza; por ejemplo:
dos hombres son más fuertes que un hombre. Y, en el caso que venimos tratando, según parece, los dos testigos simbolizan un testimonio o declaración de gran poder.39 Parece que en todo esto Dios está diciendo: "Tened la seguridad de que aunque el mundo en que vivís esté dominado por hombres malvados, vosotros seréis protegidos y el evangelio será predicado: los testigos cristianos serán sostenidos," Cada palabra que se usa para describir a los dos testigos y su trabajo muestra que Juan, al escribir, está haciendo una insinuación: la tarea de la iglesia es la publicación universal del evangelio; y esta tarea debe llevarse siempre adelante aunque este enfrente de la adversidad. Así pues, los testigos representan el espíritu militante y el testimonio de los verdaderos cristianos. Esta visión naturalmente se divide en tres partes, en las cuales se refleja el notable progreso del evangelio durante la época de los apóstoles. La primera parte se refiere a una época en que el evangelio fue predicado y se tuvo mucho éxito: esto queda confirmado por la evidente aprobación divina que se manifestó a favor de los milagros que realizaron los apóstoles. Esta época está simbolizada por lo que se dice en los versículos 4-6, donde los dos testigos de quienes se habla aparecen llenos de poder divino: tanto así, que parecía que nada podría destruirlos, y tenían poder para ejecutar milagros en el mundo material, y tenían poder para hacer daño a sus opositores. La segunda parte alude a un período en que se levantó un poder que intentó destruir el testimonio del evangelio: tal poder tuvo un éxito temporal; y cuando este libro del Apocalipsis fue escrito, el evangelio estaba pasando por un período decisivo. Parecía que la Roma imperial podría destruir al cristianismo y que gozaría por esta destrucción. La bestia —que simboliza a Roma encarnada en el emperador— hizo guerra en contra de los testigos e interrumpió el maravilloso trabajo que ellos habían comenzado a hacer. Los testigos fueron muertos y, para acumular indignidades sobre ellos, los cadáveres fueron dejados insepultos para que toda la gente los contemplara. La gente contra la cual los dos testigos habían predicado se regocijó en gran manera por el hecho de que ya habían muerto esos dos personajes y no la molestarían más. No se requiere mucho trabajo de la imaginación para descubrir que todo esto representa la actitud que asumió el Imperio Romano en este periodo, cuando parecía que el cristianismo ya había sido destruido y que nunca jamás resurgiría. Esto queda simbolizado en los versículos 7-10. La tercera parte se ocupa del período en que el evangelio progresó, lo cual prueba que Roma no había tenido en cuenta el poder de Dios: este poder de Dios hizo que Roma fuera abatida y que el mensaje redentor del evangelio resurgiera con más grandes triunfos. Este período, reflejado en los versículos 11-13, es el que los cristianos tenían en el futuro. El símbolo muestra que a los dos testigos se les devuelve la vida; y cuando les fue devuelta la vida después de tres días y medio de muertos —que fue un período indefinido de tumultos y tribulaciones— hasta los enemigos de los testigos reconocieron que seguramente había algún poder divino que hacía todas estas cosas. Así pues, los testigos quedaron victoriosos, y la verdad de su mensaje iba quedando vindicada a medida que sus enemigos veían que los dos testigos iban siendo rescatados por el poder de Dios. En conexión con esto hubo tan evidente demostración del poder de Dios que muchos tuvieron conocimiento de Dios, y lo glorificaron. Esto también quedó evidenciado por el triunfo del cristianismo sobre sus perseguidores durante el gobierno de Domiciano. Cuando el cristianismo salió victorioso de esas graves dificultades, muchos de los enemigos se convirtieron al cristianismo. Así termina este intermedio, que es un mensaje de retribución; y esta no será aplazada por más tiempo. El mensaje del juicio de Dios será proclamado con todo su rigor; pero el pueblo de Dios será protegido por él. Cierto es que habrá un poderoso testimonio del evangelio durante este periodo que está por venir; pero cuando éste haya pasado, el cristianismo quedará
completamente vindicado ante los ojos de los hombres. 7. El toque de la séptima trompeta; transición: El pacto de Dios, 11:14-19. Después de que hablamos de la sexta trompeta dijimos que trataríamos de dos visiones de naturaleza consolatoria antes de hablar de la siguiente visión general. Una de esas visiones consolatorias está en el intermedio que ya citamos (10:1-11:13), visión que consoló a los cristianos asegurándoles que la justicia punitiva procedente de Dios caería sobre quienes los perseguían. La segunda visión consolatoria es la del área del pacto, y sirve para efectuar una transición hacia la siguiente visión. En el versículo 14 se anuncia el tercer "¡Ay!" o calamidad, lo cual comienza con la presentación del arma del pacto y abarca las fuerzas destructivas que siguen de las cuales se trata desde el capítulo 12. Cuando la trompeta sonó, muchas y grandes voces del cielo declararon: Los reinos del mundo han venido a ser los reinos de nuestro Señor, y de su Cristo; y reinará para siempre jamás. Este himno es de victoria y regocijo. Los cristianos ya habían experimentado muchos días trágicos para ellos; pero Cristo había quedado victorioso. Sin embargo, los cristianos todavía continuarían en conflicto con el mundo — de lo cual se comienza a tratar en el capítulo 12— y experimentarían aún días mucho más trágicos. Pero el resultado del conflicto se anuncia antes de que comience a presentarse la escena del conflicto; y tal resultado es la victoria obtenida por Cristo. Dios, para consolar y animar a su pueblo antes de que el conflicto comience, revela el área del pacto que había hecho con su pueblo, y dicha área se ve en el templo que está en el cielo. Esto simboliza que Dios no ha olvidado a su pueblo ni el pacto que tiene hecho con él. La iglesia estará en conflicto con el mundo, y la persecución satánica se enfurecerá contra los cristianos; pero el pacto de Dios con su pueblo todavía continúa en vigor, y ese pueblo quedará victorioso. Esta manera de anunciar el conflicto era alentadora. El periodismo moderno usa el mismo método al relatar la historia de una gran batalla, pues pone primero un encabezamiento en el que informa que nuestro ejército ha obtenido la victoria, y después narra los pormenores de la acción; muchas veces al estar leyendo esas noticias, hemos imaginado que el enemigo tenía muchas ventajas y que ganaría, pero ya sabemos que la victoria es nuestra porque así lo hemos leído en el encabezamiento. Juan usó muchas veces este método en el Apocalipsis, y siempre de manera eficaz.
Capítulo 8 – El Cordero y el Conflicto (Apocalipsis 12:1-20:10) Al llegar a esta parte del Apocalipsis Swete1 divide el libro en dos secciones: opina que los capítulos 1-11 forman el primer apocalipsis, y que en esta sección Cristo está revelado como la cabeza de la iglesia y como el director y dominador de los destinos del mundo; y opina también que los capítulos 12-22 constituyen el segundo apocalipsis, en el cual se revelan las pruebas y los triunfos de la iglesia. Dicho comentarista dice que el primer drama está completo en sí mismo, y que si el segundo se hubiese perdido nunca habría sido echado de menos. Es verdad que parece que el escritor del Apocalipsis comienza una nueva parte en 12:1; pero el lector ya estaba preparado para esto por lo que está escrito en 10:11, donde se dice que Juan tendría que profetizar muchas cosas más a mucha gente. Teniendo en cuenta todas las evidencias, es mejor que consideremos esta parte (12:1-20:10) como una parte integrante de todo el mensaje. Recordemos que la apertura de los sellos por el Cordero dio ocasión a que los ángeles sonaran las trompetas, y a que este hecho produjera su efecto; este efecto llegó a su punto culminante cuando a Juan le fue ofrecido el librito que contiene la verdad del juicio que vendrá sobre los hombres: el profeta tenía que entregar este mensaje. Dicho mensaje está en la parte que vamos a considerar. En esta parte los personal es son esencialmente los mismos; el conflicto es el mismo aunque se presenta bajo distinto aspecto; y el resultado es el mismo, como fue indicado al principio. Es interesante notar que desde esta parte hasta el fin del libro la acción es más rápida que antes. También puede notarse que se efectúa una sucesión mediante la cual, después del juicio que se tendrá contra Roma seguirá otro juicio contra toda clase de mal; y, finalmente, el conflicto terminará en una completa victoria de parte de Dios y de toda persona que sigue la justicia. Las figuras de esta visión no son uniformes como en algunas de las otras visiones —es decir, no siempre se presentan uniformemente series de siete cosas como en otros casos: siete sellos, siete trompetas, siete copas o tazones de la ira— ni están claramente separadas en el texto: con frecuencia se discuten en el mismo párrafo, pero una u otra sobresale en ese párrafo y logra atraer el interés. La mujer radiante, vestida del sol, y sus hijos son la causa del conflicto. Un grande dragón bermejo y sus aliados —la primera bestia y la segunda bestia— hacen todo esfuerzo posible para destruir a la mujer y a sus hijos; pero los aliados de Dios —el Cordero y la hoz (el juicio)— resultan victoriosos. Al terminarse el conflicto en el capítulo 20 nos daremos cuenta de que el dragón y sus aliados son arrojados en el lago de fuego para que nunca más molesten al Cordero ni a su pueblo. Lo que queda dicho es el símbolo; y todos los personajes deben ser identificados antes de que intentemos conocer su significado: cuando hayan sido identificados y la acción haya sido explicada, el mensaje del Apocalipsis será claro. I. LA CAUSA: LA MUJER GLORIOSA Y SUS HIJOS, 12:1, 2, 5, 6, 14-17 Juan vio en el cielo una grande señal (“portento”, N. P.; “prodigio”, V. M.). Ese grande prodigio, o señal, era una mujer vestida con el esplendor del sol, la luna le servía de pedestal y doce estrellas formaban su corona. La mujer estaba a punto de dar a luz, y sufría y gritaba por causa de los dolores del parto: al fin, nació un hijo varón que estaba destinado a gobernar a las naciones, fue transportado a los cielos para protegerlo, y la mujer huyó al
desierto para protegerse. Fue necesario hacer esto por causa del peligro que significaba el dragón rojo, rojo como la sangre, el cual estaba en actitud amenazadora en contra de la mujer y del niño. Los eruditos difieren en sus opiniones referentes a la identidad de la mujer: algunos2 la identifican con la "iglesia", usando este término en el sentido de una comunidad mesiánica de la cual nacería Cristo, más bien que en el verdadero sentido de "iglesia", puesto que es difícil pensar que la iglesia produciría a Cristo, ya que la enseñanza general del Nuevo Testamento indica que Cristo produjo a la iglesia. Otros eruditos3 sostienen que la mujer simboliza a Israel, el cual, en la persona de la virgen María, produjo a Cristo. Estos eruditos colocan a los hijos de la mujer en dos partes del capítulo que estamos considerando: al hijo varón (Cristo), en el versículo 5; y a los otros de la simiente (los cristianos), en el versículo 17. El hijo varón es seguramente símbolo de Cristo. Algunos eruditos partidarios del método de interpretación llamado histórico-continuo, niegan esto, pues opinan que la mujer simboliza a la iglesia y el hijo varón a los hijos e hijas nacidos de las tribulaciones de la iglesia; dicen estos intérpretes que los hijos y las hijas llegaron a ser mártires y que fueron llevados al cielo para que estén eternamente seguros. Esta interpretación parece buena; pero no hubiera satisfecho las necesidades de los cristianos que fueron los primeros en recibir el libro del Apocalipsis, pues los lectores de Juan no necesitaban ninguna información referente al éxito de la iglesia de la Edad Media. Los cristianos del tiempo de Juan recibieron lo que necesitaban: un panorama del cristianismo desde su principio hasta su triunfo final. La religión cristiana, desde su comienzo, ha sido objeto de la satánica oposición; pero no ha fracasado porque está destinada a triunfar sobre todos sus enemigos. En el versículo 17 se habla de los otros de la simiente de la mujer esplendorosa, lo cual tiene que ser una referencia a los cristianos. Nótese que éstos quedan identificados como los que guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesús. La segunda parte de esta declaración es muy importante. La primera parte puede referirse a los judíos únicamente; pero la segunda claramente identifica a estas personas como cristianas. Todos esos cristianos experimentaron la frenética oposición de Satanás y de sus ejércitos; pero, con Cristo, estaban destinados a obtener el triunfo. II. LOS DOS EJERCITOS EN GUERRA Ahora nos ocuparemos de los ejércitos que están activos en esta guerra que se hace contra la mujer y su linaje, Es muy posible que en esta parte de nuestro estudio nos ayude una breve identificación como prefacio a lo que sigue. Las fuerzas del mal están dirigidas por el dragón, el cual está identificado como el diablo; sus aliados son: la primera bestia (13:1), que simboliza al emperador romano, a Domiciano; y la segunda bestia 13:11, que simboliza a una comisión organizada en Asia Menor para hacer obligatoria la adoración al emperador. Las fuerzas del bien están dirigidas por Dios, quien también tiene dos aliados: el Cordero (14:1), que simboliza al Cristo redentor; y la hoz (14:14), que simboliza al juicio eterno. La batalla es encarnizada; pero Dios con su Cristo redentor y el juicio eterno ganan la victoria. 1. Los ejércitos del mal están dirigidos por el dragón (12:3, 4, 7-17). Puede notarse que al dragón se le describe con términos ominosos: es de color rojo, color que es el de la sangre; tiene siete cabezas, lo cual simboliza una gran inteligencia; tiene siete cuernos, que simbolizan un gran poder; en sus cabezas tiene siete diademas, como las que usan los reyes, lo cual
simboliza una gran autoridad; es tan grande el dragón, que con un latigazo de su cola puede derribar las estrellas del cielo. Este enorme, fiero y poderoso dragón se paró en frente de la mujer que estaba a punto de dar a luz, y estaba listo para devorar al niño tan pronto como naciera. ¿Cual probabilidad de triunfar contra ese enemigo tenían una indefensa mujer y un niño recién nacido? Parece que no había ninguna esperanza de victoria. Más, ¡esperemos! En el versículo 5 Juan nos dice que este niño estaba destinado a gobernar el mundo. Cuando el niño nació, el dragón hizo todo lo que pudo para matarlo; pero Dios ejerció su protector cuidado y el niño fue llevado al cielo y puesto a salvo. Por medio de esta breve información podemos darnos cuenta del cuidado providencial de que fue objeto nuestro Señor Jesucristo durante los días de su peregrinación en la tierra: desde los primeros días de su infancia fue víctima del diablo, quien hizo todo lo posible para matarlo; durante los años de su ministerio divino, continuaron aquellos esfuerzos diabólicos; cuando Cristo fue clavado en la cruz y puesto en la tumba, parecía que al fin el diablo era el victorioso; mas Dios concedió a su Hijo la victoria sobre la muerte, lo levantó del sepulcro, lo subió hasta el cielo y lo puso en su trono mismo. ¡Así el diablo perdió la primera batalla en el conflicto! Estas son imágenes apocalípticas; y por ellas se puede ver una batalla que se estaba haciendo encarnizada: los acontecimientos se cambiaron de la tierra al cielo, después, en el curso de los acontecimientos, regresaron a la tierra. Por esta causa en este espectáculo podemos ver al diablo, después de haber fracasado en sus esfuerzos por destruir a Cristo en la tierra, intentando invadir el cielo mismo para destruir al niño. En los versículos 7-12 se nos habla de la guerra que hubo en el cielo: cuando el diablo intentó invadir el cielo para destruir a Cristo, Miguel y sus ángeles se le enfrentaron. Miguel es el ángel combatiente; tiene una espada en su mano; y él y sus ángeles hicieron la defensa con tanto valor y osadía que el diablo y sus legiones, incapaces de conquistar en el cielo por lo menos el lugar suficiente para poner un pie, fueron lanzados a la tierra. Entonces unas voces del cielo proclamaron la victoria ganada por el pueblo de Dios a pesar de todos los esfuerzos del diablo. Este pueblo resultó victorioso porque fue leal al Cordero redentor: aunque esa lealtad significaba la muerte, fueron leales a él. Este párrafo debe interpretarse en relación con su contexto que está en el mismo libro del Apocalipsis, más bien que en relación con los obscuros pasajes del Antiguo Testamento y del "Paraíso Perdido" de Milton. Esto no es un relato histórico del estado original del diablo y de su caída de ese estado: es una visión apocalíptica destinada a representar los esfuerzos que el diablo hace para destruir a Cristo y a su pueblo. Así pues, el diablo ya tiene perdidas dos batallas en el conflicto: fracasó en sus esfuerzos para destruir a Cristo en la tierra, y fracasó en sus esfuerzos para invadir el cielo y destruir a Cristo. Ante estos fracasos emprendió una tercera campaña: desencadenaría su ira contra la mujer que produjo a Cristo. En el versículo 6 se dice que la mujer huyó al desierto: iba huyendo de la ira del dragón, y sería protegida durante 1.260 días o, hablando en términos generales, tres años y medio. Esta misma idea se repite en el versículo 14 al hablar simbólicamente de un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo, o sean tres tiempos y medio. Recuérdese que en los escritos apocalípticos de los judíos este número era simbólico de lo indefinido, de lo turbulento, de incertidumbres, de perturbaciones. A la mujer —que es Israel— se le dieron dos alas de águila para que volase y escapara de la persecución del dragón, el cual redobló sus esfuerzos para realizar sus propósitos en el limitado tiempo que le quedaba (versículo 12). Entonces el dragón, en sus esfuerzos por destruir a la mujer, escupió un río que la arrastrara y la ahogara; pero la tierra sorbió el agua, y la mujer quedó a salvo. ¡El dragón fue incapaz de destruir a la mujer!
Aquí tenemos otra vez imágenes apocalípticas; y en ellas algunos intérpretes encuentran un símbolo de la desintegración nacional de Israel, y dicen que tal desintegración ocurrió cuando la ciudad de Jerusalén fue destruida el año 70 d. de J. C. Sin embargo, aun cuando Israel está esparcido por todo el mundo, ha sido capaz de conservar su integración racial, y han fracasado todos los esfuerzos que se han hecho para destruirlo como raza. Esto que se acaba de decir es una opinión interesante, y tal vez es lo que aquí se simboliza. De esta idea pueden hacerse muchas inferencias de dudosa naturaleza. Pero es mejor tener en cuenta que aquí, en el Apocalipsis, como en cualquier otra parte de la profecía del Nuevo Testamento, el centro de los propósitos y planes de Dios es Jesús, no los judíos; y que el principal propósito de esta imagen no es mostrar el destino de los judíos sino mostrar los esfuerzos que hace el diablo en este violento conflicto. Esta es la tercera batalla que ha perdido el diablo. En seguida comienza otra: la cuarta: esta (versículo 17) es en contra de los cristianos, y el diablo encuentra unos aliados listos para ayudarlo en esta batalla: las dos bestias. (1) La primera bestia: Esta simboliza al Emperador Romano, 13:1-10, 18. Esta bestia estaba asociada con el diablo para destruir a los cristianos, su aspecto en sí era un negro presagio; era una bestia bruta: tenía siete cabezas, las cuales simbolizan grande sabiduría, o, según el versículo 3, pueden simbolizar larga duración; tenía diez cuernos, que simbolizan un gran poder; y aun cuando en una de sus cabezas fue herida de muerte, continuó viviendo; sobre los cuernos tenía siete diademas, simbolizando ellas muy grande autoridad; y sobre sus cabezas tenía escritos nombres de blasfemia. La bestia era depravadamente combativa, pues participaba de la naturaleza del leopardo, del oso y del león, y ejercía el poder que le había dado el dragón. Una de sus siete cabezas tenía aún las cicatrices de la herida mortal que se le había hecho; pero continuaba viviendo. Todos los habitantes de la tierra —excepto los cristianos (versículo 8b) — adoraron a la bestia y al dragón que le dio el poder. La bestia tuvo autoridad para gobernar cuarenta y dos meses (tres años y medio), y lanzaba blasfemias contra el nombre de Dios; y aunque temporalmente podía derrotar a los cristianos, estaba destinada a ser muerta (versículo 10). La bestia puede ser identificada por todas estas características y además por el símbolo número "666" mencionado en el versículo 18. De las muchas partes del libro del Apocalipsis que han sido debatidas, esta, la del número "666", es la que probablemente ha recibido el trato más variado; quizás sería mejor decir que es la que ha sido más maltratada. Ya se sabe que la especulación en cuanto a la identidad de esta bestia comenzó en el tiempo de Ireneo (c. 180 d. de J. C.). Muchos métodos criptográficos secretos se han usado para determinar el significado del número de la bestia, el "666", dado en el versículo 18. En seguida consideraremos algunos de esos métodos, pero tengamos en cuenta que el más bueno para determinar la identidad de esta bestia consiste en saber lo que ese número simbolizaba en el tiempo en que el libro fue escrito. A la primera bestia con frecuencia se le llama el "Anticristo" porque aparece como rival de Cristo; pero ese nombre no está en el libro del Apocalipsis. Los futuristas creen que el "Anticristo" será un gobernante extremadamente malvado que aparecerá poco antes de la segunda venida de Cristo. Ese sistema de interpretación declara que tendrá que realizarse la restauración de la nación judía, la reconstrucción del Templo, la restauración de la adoración por medio de los sacrificios, y en seguida la anulación del pacto del Anticristo con los judíos. Aquí no tenemos suficiente espacio para refutar este sistema tan raro que se opone a las enseñanzas del Nuevo Testamento; pero sí podemos decir que ésta interpretación no hubiera tenido ningún significado y, por lo mismo, ningún consuelo para los primeros lectores de este libro de Juan. Juan vio que el dragón se puso en pie sobre la arena, a la orilla del mar.3 Mientras Juan
observaba las aguas turbulentas vio que de ellas emergía una bestia muy extraña. La palabra griega de la cual se traduce la palabra bestia significa un animal salvaje, un bruto de la selva y feroz. Esa bestia, en las obras apocalípticas judías, simboliza un gobernante o su gobierno (véase Daniel 7:2-8). Las señales que indican claramente a quién simboliza esta bestia son unos hechos que históricamente están relacionados con Domiciano, quien era el emperador romano en la época de Juan. La bestia blasfemó de Dios, del nombre de Dios y del santuario de Dios (versículo 6). Domiciano se adjudicó los títulos que corresponden a la deidad, exigió que al dirigírsele la palabra se le llamara: "Supremo Señor y Dios"; y hasta se negaba a recibir la correspondencia que le era dirigida si no llevaba aquella salutación. Desde el punto de vista cristiano el uso de esos tratamientos era blasfemar contra Dios y contra el nombre de Dios. Además, la bestia ejercía autoridad suprema sobre todo el mundo conocido (versículo 7): los romanos creían que todo el territorio que ellos dominaban era todo el mundo, creían que eso era toda la tierra habitada; también se referían al Mediterráneo como su mar y como "el centro de la tierra". Todos los que moraban en la tierra adoraron a la bestia: menos los cristianos (versículo 8); hasta los judíos contemporizaron, y por lo mismo oraron a Dios a favor del emperador y dieron pruebas de su lealtad a este. Solamente los cristianos se negaron a rendir ese homenaje. En muchas partes fueron erigidas las imágenes o estatuas del emperador para facilitar más la adoración que se le tenía que tributar (versículo 14). Es bien sabido, por el estudio de la historia de Roma, que la adoración a las imágenes del emperador fue una realidad en el tiempo en que Domiciano gobernó. Pero cuando Trajano llegó a ser emperador hizo que muchas de las imágenes de oro que había en honor de Domiciano fueran fundidas y que el metal se usara con mejores finalidades. En tiempo de Domiciano, a la gente que se negaba a adorarlo se le negaba el privilegio de comprar o vender en los mercados: a esto se refiere el versículo 17; y a quienes lo adoraban se les ponía una señal en la mano o en la frente para indicar, de acuerdo con la costumbre de algunos cultos paganos, que el individuo que la tenía era un adherente a la deidad de ese lugar. La señal a que alude el pasaje era el nombre del emperador; y Juan representa el nombre con el simbólico número "666". Desde los más remotos tiempos de la historia del cristianismo los hombres han estado estudiando el nombre de la bestia y opinando acerca de dicho nombre para determinar su identidad. En los idiomas primitivos con frecuencia se usaba una letra como si fuera número, como los romanos acostumbraban hacerlo; estos usaban la V como 5, la X como 10, la C como 100, etc. Una de las teorías más frecuentemente usadas es la que presenta David Smith en "Disciple's Commentary", obra en la cual reduce el nombre "Nerón Cesar" a las siguientes letras: NRON KSR, y agrega el equivalente numérico de cada letra. Así, pues, en el idioma hebreo los equivalentes numéricos quedarían como sigue: N para 50, R para 200, O para 6, N para 50; K para 100, S para 60, R para 200. De esta manera el total es 666. Muchos intérpretes, teniendo en cuenta estos símbolos, han sostenido que el emperador a quien se refiere el símbolo es Nerón. David Smith, con un mejor concepto de la historia, adapta estos símbolos al mito del Nerón redivivo; pero era común y corriente la idea de que el malvado Nerón había reencarnado en Domiciano, quien, por cierto, era el gobernante en el tiempo en que el Apocalipsis fue escrito. La teoría favorita de los partidarios del método histórico-continuo fue comenzada por Ireneo y se adapta bien a la idea de la apostasía católica romana sostenida por los adeptos a este
método de interpretación. Según los adictos a este método de interpretar, el primer gobernante romano se llamaba Latinus, cuyo nombre se deletreaba en griego de la siguiente manera: Lateinos. De acuerdo con el sistema de evaluación de las letras griegas, el siguiente arreglo es muy acertado: L (lambda) es equivalente a 30, a (alfa) es equivalente a 1, t (tau) equivale a 300, e (épsilon) equivale a 5, i (iota) es equivalente a 10, n (ny) equivale a 50, o (ómicron) equivale a 70, s (sigma) equivale a 200: el total es 666. Según esto la señal de la bestia es la iglesia latina: es decir, el sistema católico romano que está opuesto al verdadero cristianismo. Al tratar esta parte según este método de interpretación, aparece otra vez, como en casos similares anteriores, la misma fatal objeción: ¿Cuál significado podía tener esta interpretación para los cristianos que vivían en el Asia Menor en el año 95 d. de J. C.? ¡Pues cierto es que ellos no estaban siendo molestados de ninguna manera por la Iglesia Católica Romana! ¡Quien los molestaba, y en gran manera, era Domiciano! Con un resultado semejante al del sistema griego se ha usado el sistema romano.4 Al usar este sistema, cuando se encontraba una letra que no tenía valor numérico se la consideraba igual a cero. Por este procedimiento se tiene el resultado que sigue: V igual a 5, I igual a 1, C igual a 100, A igual a 0, R igual a 0, I igual a 1, U igual a 5 (como la V), S igual a 0; F igual a 0, I igual a 1, L igual a 50, I igual a 1, I igual a 1, D igual a 500, E igual a 0, I igual a 1. La expresión latina VICARIUS FILII DEI formada de esa manera con tales letras y que significa "en lugar del hijo de Dios", se usa así para que produzca el 666 y para que éste represente a dicha expresión. Se dice que esta expresión está escrita en la corona que se le pone al papa durante la ceremonia en que es investido de la dignidad pontificia. Así pues, según este sistema, el papa es la persona sobre quien pesan los cargos de la acusación que hace Juan. El año de 1941, en la clase de Nuevo Testamento del autor de esta obra uno de sus alumnos dijo que si se concedían a las letras del alfabeto inglés unos equivalentes numéricos de la siguiente manera: A igual a 100, B igual a 101, C igual a 102, etc., podría tenerse el arreglo que a continuación se expresa: H igual a 107, I igual a 108, T igual a 119, L igual a 111, E igual a 104, R igual a 117; y entonces el total sería: HITLER, igual a 666. Sin duda en ese tiempo mucha gente ha de haber aceptado tan interesante resultado. Desafortunadamente aquel estudiante no tuvo buenas razones para explicar por qué comenzaba su evaluación con 100 en lugar de comenzarla con otro número; y esto llegó a ser únicamente otro misterio matemático. Hemos presentado aquí esta manera de tratar el asunto utilizando el procedimiento lógico llamado reductio ad absurdum a fin de indicar la futilidad de tales esfuerzos para llegar a la verdad. Haciendo uso de este método criptográfico, el número de que estamos ocupándonos se ha aplicado a varios papas y a un gran número de personajes políticos a través de la historia del mundo. Una lamentable pérdida de tiempo, de pensamientos y de habilidad matemática han caracterizado al trabajo de un interminable número de hombres que han intentado resolver el enigma de este número místico y de aplicarlo a alguno de sus contemporáneos. El número, y no el nombre, es la cosa significativa. Sin duda el nombre, considerado en sí mismo, ha de haber sido ominoso; pero el número es lo verdaderamente ominoso. El número "6" despertaba un sentimiento de temor en el pecho de los orientales que "sentían" el significado de los números. Se decía que como el "6" no había llegado a ser el sagrado "7", era un número malo o de mal agüero; por lo mismo para los orientales el número "6", cuando estaba solo, significaba ruina. Al convertir el "6" en una serie —por ejemplo, "666"— se representaba un gran poder, capaz de hacer un mal tan grande que no podía ser excedido por otro; se representaba un destino tan terrible como no podía haber otro peor. Como símbolo el
número 666 es el mal elevado a su potencia más alta.5 La bestia a la cual Juan aplicó el número representa la combinación de poderes maléficos incorporados en la autoridad política y en la falsa religión; y el nombre expresa la naturaleza interna de aquel a quien se aplica. Varios intérpretes6 han observado que el misterioso número "888" fue usado en los Oráculos Sibilinos (1:324) como un símbolo de Jesús: de esta manera se simboliza a Jesús excediendo, y con mucho, a la serie "777" que representa lo perfecto; y al no poder simbolizar a la bestia con esta serie de sietes se le representó con el número 666. Esta sarta de seises, simbolizaba para los cristianos todo lo desagradable, malo, terrible y brutal; y el perseguidor emperador romano y la obligatoria adoración que se le había de rendir era ese "todo", pues en sus intentos de destruir a los cristianos se había hecho aliado del diablo. Por lo mismo, si el número 666 debe aplicarse a un hombre, todo hace pensar que Domiciano — monstruo de pecado, de crueldad y degradación — es el indicado. David Smith se aproxima a esta interpretación al opinar que el número 666 representa a Nerón redivivo. (2) La segunda bestia: Esta es símbolo de una comisión encargada de hacer forzoso el culto al emperador romano, 13:11-17. La segunda bestia hizo alianza con el dragón (el diablo) y con la primera bestia (el emperador) para destruir a los cristianos. En el griego se usa, para referirse a esta bestia, la misma palabra que se usó para referirse a la primera: alude a una bestia extraordinaria: tenía dos cuernos como de carnero, pero cuando hablaba su voz se oía como la de un dragón; ejercía el mismo poder que tenía la primera bestia, poder que le fue dado a esta por el dragón. El deber que oficialmente tenía que desempeñar la segunda bestia consistía en forzar a las gentes a que adoraran a la primera bestia y en hacer que pareciese que hablaba la imagen que había sido erigida para que el pueblo la adorara. La segunda bestia tenía también como parte de su ocupación el trabajo de poner una marca —ya fuera el nombre de la primera bestia o el número de su nombre— en cada persona que adorara a esa primera bestia; además, a todos los que se negaban a adorar a la primera bestia y eran señalados por esto, les prohibía comprar o vender en los mercados. Este es el simbolismo del tercer miembro de las fuerzas del mal. Hay cuatro características que ayudan a identificar a esta segunda bestia, y en seguida pasamos a considerarlas: Los dos cuernos parecidos a los de un cordero simbolizan una apariencia de religiosidad: recuérdese que el cordero era un símbolo religioso. El hecho de que la bestia tuviera dos cuernos puede simbolizar un poder limitado en contraste con el poder simbolizado por los siete cuernos que tenía el Cordero de Dios (5:6). La voz semejante a la de un dragón, emitida por la segunda bestia, indica que esta hablaba con la diabólica autoridad de Satanás. La segunda bestia ejercía el poder de la primera bestia: es decir, la segunda bestia ejercía ese poder porque se lo había concedido el Estado Romano o sea el emperador. El trabajo de la segunda bestia consistía en hacer obligatoria la adoración al emperador. Parece que por todas estas características la segunda bestia queda identificada como la "Commune" o como el "Concilio"7 establecido en Asia Menor para forzar a la gente a que practicara la religión del estado. Esta organización era un cuerpo oficial que tenía a su cargo el sostenimiento de la religión oficial y una parte de su deber era obligar a toda la gente a rendir homenaje a la imagen del emperador. Cristo tuvo sus apóstoles para que propagaran la religión que él había establecido; el Anticristo también tuvo sus apóstoles, o seudoapóstoles, para que realizaran la obra que él había comenzado además, los apóstoles de Cristo hicieron milagros, y los seudoapóstoles del Anticristo hicieron seudomilagros. David
Smith dice que el clero pagano que administraba o dirigía el impío culto que se rendía al emperador estaba simbolizado por la segunda bestia, y que esta era una contraparte del Cordero que fue muerto y que es nuestro Gran Sumo Sacerdote.8 Juan y sus lectores sabían lo que significaba el culto imperial, puesto que en Asia Menor estaba mejor organizado y era más obligatorio que en cualquier otra parte del Imperio Romano. Esa organización encargada de fomentar el culto que se había de tributar al emperador estaba compuesta de unos comisionados que tenían que hacer que se fabricaran imágenes de Domiciano, que se construyeran altares para esas imágenes, y también tenían que legislar de la manera que ellos consideraran como la mejor para que por la fuerza se practicara la religión del estado. Por tanto, la adoración al emperador era una severa prueba que los cristianos encontraban en cada aspecto de la vida, ya que hasta en los mercados eran "boicoteados". Las declaraciones matrimoniales, los testamentos, los traslados de propiedad, etc., carecían de valor legal si sus documentos no llevaban el sello del emperador; y por causa de esto último, esa costumbre legal que no tenía ninguna mala intención llegó a tener para los cristianos un significado religioso repulsivo; por lo mismo, esto llegó a ser para los cristianos como los sellos que en las religiones paganas se usaban para marcar a sus adherentes. Parece que el apóstol Pablo se refirió simbólicamente a esa costumbre, cuando dijo: "...yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús" (Gál. 6:17). Todas esas cosas aumentaban las dificultades para los cristianos y también aumentaban el poder de sus perseguidores. Así pues, encontramos a tres miembros de las fuerzas del mal en combate con las fuerzas de la justicia y del bien: el primero de esos tres es el dragón que ya quedó identificado como el diablo con todos sus ardides, astucias, poderes y maldades; el segundo es la primera bestia, la cual quedó identificada como el malvado emperador Domiciano que recibía del diablo el poder; el tercero es la segunda bestia, la cual quedó identificada como la organización llamada Concilio Romano, que en el exterior ostentaba mucha religiosidad pero en el interior era diabólica: era así para hacer obligatoria la adoración al emperador y para castigar a todas las que se negaran a tomar parte en las ceremonias de la religión del estado. Estos tres miembros de las fuerzas del mal representaban con toda claridad a lo peor que había en ferocidad y malignidad contra el pueblo de Dios. Parecía que aquellos tres aliados eran invencibles; pero de esta escena de tenebrosidad desesperante, Juan pasa a otra y nos la presenta: una escena gloriosa en que se puede ver cómo los ejércitos de la justicia y del bien por fin derrotan a los ejércitos del mal. 2. Los ejércitos de la justicia dirigidos por Dios (14:1-20). La escena que acaba de terminar en este cuadro de la redención era una visión espantosa, visión que infundía muy poca esperanza en el corazón de los cristianos. Estos, por supuesto tenían la seguridad de que el éxito de estos tres impíos era únicamente temporal —sólo duraría tres años y medio, simbólicamente —; pero aquella insinuación que les daba una seguridad de su triunfo no era suficiente para que todo el cuadro les infundiera toda la esperanza que necesitaban. Por esta razón a los cristianos misericordiosamente les fue presentada otra escena, para que aumentara el consuelo y la seguridad que ya tenían: esta escena era tan refulgente y gloriosa como aquella había sido ominosa y obscura. La última escena presentó la perspectiva ventajosa para los cristianos; esta escena muestra la perspectiva ventajosa para Dios y las huestes celestiales; y no queda ninguna duda en cuanto al resultado: este será glorioso para los cristianos. El diablo tiene dos instrumentos que puede usar en la batalla: la primera bestia y la segunda bestia; y Dios también tiene dos instrumentos que puede usar: el Cordero, que es Cristo, y la hoz, que es el juicio de Dios. (1) El Cordero sobre el monte Sión (14:1-13) es la primera de las fuerzas de la justicia
que Dios usa. No hay duda en cuanto a lo que este símbolo significa: se refiere al Cristo triunfante. Después de la amenazadora y tenebrosa escena referida en los últimos dos capítulos se levanta el telón y en el escenario aparece el Cordero a salvo en el monte Sión con él ciento cuarenta y cuatro mil (un número perfecto) de sus redimidos: estos tienen una señal que los identifica así como quienes practicaban la adoración al diablo-emperador tenían una. La marca que los redimidos tenían en sus frentes no era señal de nada malo: al contrario, tenían "su nombre (el del Cordero) y el nombre de su Padre" ("tenían el nombre del Cordero y el de Dios su Padre", V. H. A.; "tenían su nombre y el nombre del Padre de él", V. M.). Esta escena triunfante fue presentada con la finalidad de que el corazón de los cristianos saltara de gozo: podrían ver a su Cordero-Redentor, su caudillo, capitaneando un ejército completo de justos en la cumbre del monte Sión; y los que estaban con él Cordero cantaban un himno, un nuevo himno de victoria, el significado del cual era conocido únicamente por los redimidos que estaban con él Cordero: estaban con él, y victoriosos, porque se habían conservado impolutos, pues con mujeres no fueron contaminados, lo cual es símbolo de que no cometieron el pecado de fornicación espiritual porque no adoraron a los ídolos. Estos (los "ciento cuarenta y cuatro mil")... siguen al Cordero por donde quiera que fuere: es decir, han sido y son absolutamente leales a él; y en sus bocas no ha sido hallado engaño: no negaron la supremacía de Cristo. Cuando el Cordero es representado así —victorioso y a salvo en el monte Sión y acompañado del número perfecto de redimidos— no puede haber duda en cuanto al resultado final de la batalla: los redimidos no serán derrotados, pues siendo leales al Cordero obtendrán la victoria y estarán con él. Además de esta seguridad de victoria infundida a los cristianos, se les da otro símbolo de la victoria que alcanzará el Cordero en la guerra en que está. He aquí el símbolo: según los versículos 6 y 7 Juan ve a un ángel volar por en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los que moran en la tierra, y a toda nación y tribu y lengua y pueblo: es el "evangelio eterno" o "buenas nuevas" de la victoria de Dios. Después de anunciado esto se invita a todos los hombres a temer a Dios y a darle honra y adoración, porque es el Omnipotente Creador que ha hecho el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas; y más que por esto, porque la hora de su juicio es venida. Todo esto indica que la victoria del Cordero es tan segura, que un ángel anuncia el triunfo y la victoria antes que la batalla comience. Ya nos hemos dado cuenta de que Juan usa frecuentemente este método de presentar los asuntos en el Apocalipsis. Después de que un ángel anunció el triunfo y la gloria y el juicio de Dios, apareció otro ángel volando y anunciando la ruina de la Roma imperial (versículo 8). Para los judíos Babilonia representaba lo malo y lo repulsivo, y aquí se usa como símbolo de Roma, de la cual se anuncia su caída, su ruina, por haber obligado a la gente a cometer fornicación espiritual mediante la adoración idolátrica; y esta ruina es tan segura, que se anuncia como ya consumada. El tiempo aoristo del verbo griego que se usa en este pasaje es un "aoristo constativo", por medio del cual se considera todo el proceso de la caída de Roma como una caída que ocurrió en un momento, súbitamente. En los pensamientos y en los propósitos de Dios la caída de Roma es tan segura, que se habla de ella como si ya hubiera acontecido. En los versículos 9-12 se anuncia, por medio de un ángel, la destrucción de todos los que adoraron al emperador. Aquí se presentan los horrores que tendrían que sufrir quienes adoraran al emperador en el primer siglo del cristianismo: quien adorara a la bestia o a su imagen, o recibiera su marca, tendría que experimentar la ira de Dios sin ninguna atenuación, por lo mismo está escrito: beberá del vino de la ira de Dios, el cual está echado puro en el
cáliz de su ira. Este vino de la ira de Dios, sin diluir o sin ser atenuado, es el tormento de fuego y azufre ardiendo: y este tormento no se acabaría pronto, sino que durará siempre, pues también está escrito: el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás. Y los que adoran a la bestia y a su imagen no tienen reposo día ni noche... Este castigo es terrible en contraste con los sufrimientos de los mártires cristianos: estos al ser quemados en las hogueras, eran atormentados durante unos pocos minutos y tenían la seguridad de que poseían vida eterna en compañerismo con Dios; en cambio, quienes adoraban al emperador caían bajo el juicio de Dios e iban a pasar la vida eterna quemándose en el azufre ardiendo. En el versículo 12 se agrega: Aquí está la paciencia de los santos ("en esto ha de manifestarse la paciente perseverancia de los santos", N. P.); los que guardan los mandamientos de Dios (no los del Concilio Romano), y la fe de Jesús (no la de Domiciano). Lo que se dice en este versículo es una alabanza a la paciencia de los cristianos y un estímulo para que en el futuro la ejerciten. El versículo 13 presenta uno de los frecuentes contrastes que produce Juan, y se inserta aquí para producir vivacidad. Oí una voz del cielo: una voz con autoridad divina dio la orden de escribir la bienaventuranza que aquí se menciona, la cual es una declaración de Dios, no de Juan: Bienaventurados los muertos que de aquí adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, que descansarán de sus trabajos. Esta bienaventuranza no fue pronunciada a favor de todas las personas que mueren, sino únicamente a favor de los cristianos que mueren; pues estos, desde el momento en que mueren son bienaventurados con dos bienaventuranzas: Primera bienaventuranza: descansarán de sus trabajos. La palabra griega de la cual se traduce "descansarán" —anapaésontai— literalmente significa: "se les darán nuevas fuerzas", o "serán vigorizados de nuevo", o "serán renovados", o "serán vivificados". La palabra griega de la cual se traduce "trabajos" —kópon— literalmente significa: “faenas o labores que se desempeñan bajo condiciones muy adversas". Así pues, de esos cristianos se dice que serán vigorizados de nuevo, que se les darán nuevas fuerzas, etc., después de los arduos trabajos que afanosamente han desempeñado y de las penalidades que han sufrido. Nuestro Señor Jesús se refirió a esto en sus enseñanzas cuando dijo: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar" (Mat. 11:28). Tomás Gray en su "Elegía Escrita en un Cementerio Rústico" alude al descanso que un labriego esperaba tener después de terminadas sus faenas del día: "El labrador, cansado, hacia su hogar camina la tediosa senda." Este campesino, según el poeta, después de la ardua labor esperaba adquirir nuevas fuerzas en su hogar, esperaba revigorizarse o renovarse. Así podríamos decir que para el cristiano la muerte es la entrada a un hogar donde puede reposar, descansar, ser revigorizado o revivificado, etc., después de los trabajos y molestias sufridos en este mundo. Segunda bienaventuranza. Sus obras con ellos siguen: sus esfuerzos constituyen una puerta de las muchas y variadas actividades que los conducen a la final victoria.9 Esto es cierto; sin embargo, este pasaje encierra otra enseñanza más: el cristiano que muere triunfalmente en el Señor no pierde sus obras, no es salvo así como por fuego, pues hace una entrada abundante con todas las obras que ha hecho sinceramente para el Señor y en nombre del Señor; no va con las manos vacías como fue el siervo que recibió un solo talento, sino como un siervo que ha aprovechado todas las oportunidades que se le han presentado para servir de manera fructífera a su Señor. (2) La hoz aguda (14:14-20) es la segunda de las fuerzas o ejércitos de la justicia que Dios opone a las fuerzas o ejércitos del mal. Las declaraciones están hechas de tal manera que no dejan lugar a duda en cuanto a lo que está simbolizado por la hoz: el juicio divino. Recordemos que en otras partes de la Biblia la hoz se usa para sugerir esta idea.10 Cristo
aparece como Rey (pues tenía en su cabeza una corona de oro) y como Juez (pues tenía en su mano una hoz aguda); y cuando se le da la señal divina mete la hoz en la mies para segarla porque ya está madura y lista para la siega; y cuando se le da la segunda señal mete la hoz en los racimos de las uvas maduras; después las uvas fueron puestas en el grande lagar de la ira de Dios: cuando las uvas fueron pisoteadas en el lagar se produjo una corriente de sangre tan profunda "que llegaba hasta los frenos de los caballos", y tan larga que se extendió por espacio de mil y seiscientos estadios: poco más de trescientos setenta kilómetros. Existe la opinión general de que lo que se acaba de decir representa el juicio; sin embargo, existe desacuerdo en cuanto a lo que representan los dos símbolos. Algunos comentaristas11 sostienen que la cosecha del grano simboliza el juicio de los justos, y que la cosecha de las uvas simboliza el juicio de los malvados. Otros comentaristas12 dicen que no se debe hacer tal diferencia y que los dos símbolos representan el hecho de que el juicio en manos de Dios es un instrumento para derrotar a las fuerzas del mal. Cada una de estas dos opiniones tiene sus evidencias; sin embargo, parece que el contexto favorece a la segunda de ellas: que el juicio es un medio para derrotar a las fuerzas del mal. Ninguna de las autoridades citadas que opinan que hay diferencia entre los dos símbolos afirma que este pasaje hable de dos juicios separados. La opinión de que este pasaje trata de dos juicios queda bien en labios de los futuristas, quienes se deleitan en encontrar numerosos juicios. Este símbolo, el de la siega y la cosecha, es un medio de presentar dramáticamente el hecho del juicio divino: el terror que infunde está manifestado en la corriente de sangre de que se habla en el versículo 20. El literalismo de los futuristas y de los restauracionistas les produce dificultades en la interpretación de este pasaje porque no pueden encontrar en Palestina lugar que mida mil y seiscientos estadios, o sea más de trescientos kilómetros de largo para que exista un río de esa longitud, ya sea de agua o de sangre; sin embargo algunos procuran encontrar espacio para dicho río.13 Las fuerzas del mal son poderosas: es decir el diablo y sus dos aliados, que son el Anticristo y el Concilio Romano; pero las fuerzas de la justicia son más poderosas: Dios con sus dos aliados, que son el Cristo Victorioso y el Juicio Divino. Al terminarse esta escena se produce gozo en los corazones de quienes están presenciando el espectáculo.
INTERMEDIO: TRIUNFO Y SUMO GOZO DE LOS REDIMIDOS (15:1-4); y TRANSICION: EL TABERNACULO DEL TESTIMONIO (15:5-8) Los últimos símbolos de que tratamos representaron a los dos poderes antagónicos, el de la justicia y el del mal, ya dispuestos para una lucha a muerte. El intermedio (15:1-4) que está entre los símbolos seis (14:14-20) y siete (15:5-8) de esta sección es muy breve. La siguiente serie de símbolos se refiere a las copas de la ira de la final retribución que será derramada sobre los enemigos del evangelio (16:1-18: 24). Se inserta el intermedio de alabanza y de acción de gracias que acabamos de mencionar, para mostrar el sumo gozo que los redimidos experimentan al cantar el cántico de Moisés y del Cordero.
Juan vio un mar de vidrio mezclado con fuego: este aspecto quizás era producido por la reflexión de los rayos del sol que caían sobre el gran volumen de agua del mar, haciendo que Este se viera de un color rojo encendido. El comentarista David Smith14 opina que el mar de cristal que se menciona en el capítulo 4 se torna rojo en el pasaje que estamos considerando, por causa de la espeluznante conflagración producida por la persecución furiosa que estaba esparciéndose sobre la tierra. El comentarista Milligan15 opina que este mar representa o el fuego del juicio de Dios o las pruebas por las cuales Dios purifica a su pueblo. Esta opinión es algo parecida a la de Smith. Nótese que a quienes quedaron victoriosos porque no se doblegaron ante las exigencias de adorar al emperador se les representa estando sobre (epi con el acusativo significa "en", "sobre", "encima de"; cuando significa "junta a", o "ante", se usa con genitivo) el mar de vidrio. Al estudiar el capítulo 4 nos dimos cuenta de que el mar de cristal simbolizaba la trascendencia de Dios: en virtud de este atributo los hombres no podían acercarse a Dios; y al estudiar este capítulo 15 observamos que el mar todavía existe: Dios todavía es trascendente y por lo mismo el hombre todavía no puede aproximarse a él. Pero el mar no impide que se acerquen a Dios quienes son de él y ya murieron: están sobre el mar en la misma presencia de Dios. Por el capítulo 21 versículo 1 sabremos que, después de que haya pasado la consumación, "el mar ya no es" y que todo el pueblo de Dios estará en íntimo compañerismo con él. Según el capítulo 15 que aquí estamos considerando, los santos que han pasado por el martirio para estar en la presencia de Dios tienen en sus manos unas arpas celestiales, lo cual es símbolo de alabanza: cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero; esos cánticos se combinan para entonar loores por la omnipotencia de Dios, por la salvación que él da, y por el carácter justo que lo impulsa a conceder dicha salvación. Las copas de la ira que pronto serán derramadas presentarán una terrible experiencia en el mundo. Los fieles cristianos que sufren persecución necesitan fortaleza, y también necesitan darse cuenta de cómo se ve desde el cielo la condición en que ellos están: por lo mismo se les permite tener una visión que les muestra la condición en que están aquellos que han perecido en la persecución y también les permite ver la condición que espera a los que todavía están en la tierra, en caso de que sean perseguidos y mueran en la persecución. A los santos que están en los cielos se les presenta triunfantes, jubilosos y dispuestos a infundir ánimo y consuelo a los santos que moran en la tierra porque están pasando por tiempos calamitosos.16 El templo del tabernáculo del testimonio fue abierto: parece que esto simboliza el lugar celestial donde se guarda el pacto de Dios. No se habla de esto como si se tratara del Templo de Salomón o de alguno de los que hubo después: es "la tienda del testimonio" o "el tabernáculo del testimonio" que estuvo en el desierto.17 En este pasaje no se dice que el tabernáculo esté abierto para dejar visible el área del pacto, como en 11:19 se dice que "el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el área de su testamento fue vista en su templo." Según el pasaje que venimos estudiando "el templo del tabernáculo del testimonio fue abierto en el cielo" para permitir a los siete ángeles que salieran del lugar de la presencia o tabernáculo del testimonio para derramar sobre la tierra las copas de la ira retributiva de Dios. Puede notarse que los ángeles estaban vestidos como los sacerdotes de la antigüedad y que actuaban como agentes de Dios para derramar estas últimas siete plagas. Uno de los cuatro seres vivientes dio siete copas de la ira de Dios a los siete ángeles: una a cada uno. El número completo "7" simboliza que la ira completa, toda la ira, ya va a ser
derramada porque el tiempo ha llegado. Mientras sucedía esto, el templo se llenó de humo; esto simbolizaba la poderosa presencia de Dios. El templo estaba tan completamente lleno de humo que ninguno podía entrar en el templo, hasta que fuesen consumadas las siete plagas de los siete Ángeles (15:8). Esto simboliza que la ira de Dios había llegado a su máximo —a los mártires mencionados en el capítulo 6 se les había dicho que esperaran todavía un poco de tiempo porque no había llegado aun el momento propicio para que se manifestara la retribución de Dios — y que durante esta demostración de la ira de Dios ya no habría oportunidad para que se le dirigieran rogativas.18 Todo esto nos ayuda para que fácilmente efectuemos una transición al estudio del derramamiento de las siete copas de la ira. III. LAS COPAS DE LA IRA, 16:1-20:10 Algunos han calificado a esta visión de salvaje y fantástica. Esto no es una escenificación figurada de acontecimientos verdaderos que los cristianos de Asia hubieran visto; simboliza que la ira de Dios sería rápidamente ejecutada para consumarse con gran poder al caer sobre el Imperio Romano. Este Imperio todavía estaba fuerte y no parecía que hubiese algún peligro de que se desintegrara. Mas, para uno que estaba iluminado por el Espíritu de Dios como lo estaba Juan, el Estado ya estaba en ruinas. Así pues, el apóstol deja atrás la historia y navega en la imaginación hacia un futuro todavía desconocido; 19 y cuando a los ángeles se les permite volar van en rápida sucesión a ejecutar la ira de Dios sobre el gran enemigo de su causa divina y de su pueblo. Hay muchas semejanzas entre estas plagas y las producidas por las trompetas: como las plagas producidas por las trompetas, así también las producidas por las copas representan calamidades sobre la naturaleza y sobre el hombre; y una parte de las plagas simbolizadas en este pasaje es paralela a las plagas egipcias, como en el caso de las plagas producidas por las trompetas. Sin embargo, hay algunas notables diferencias entre las plagas producidas por las trompetas y las producidas por las copas, por ejemplo: los juicios consumados por las trompetas fueron llamamientos a la gente para que se arrepintiera, mas los juicios consumados por las copas eran castigos que vendrían cuando ya hubiera pasado toda oportunidad para arrepentirse; los juicios consumados por las trompetas eran parciales, pues afectarían solamente a una tercera parte de los objetos a los cuales eran dirigidos; en cambio los juicios de que tratan las copas eran finales, pues alcanzarían a todos los objetos a los cuales eran dirigidos; los juicios de las trompetas no perjudicaron a los hombres sino hasta que fue tocada la quinta, mientras que los juicios de las copas desde el principio dañarían a los hombres. Así pues, el simbolismo de las trompetas y el de las copas son paralelos. En la quinta calamidad de estas series que estamos mencionando, los medios usados como símbolos son diferentes; pero el objeto o fin simbolizado es el mismo. A medida que copa tras copa es derramada, el juicio va progresando hasta que al fin llega a la ciudad imperial. Cualquier intento que se haya hecho para determinar el significado especial de los objetos así castigados por la ira de Dios —la tierra, el mar, los ríos, el sol— todavía no ha tenido ningún éxito, y parece que cualquier intento que se haga para conocer dicho significado tampoco tendrá ningún éxito. Parece también que lo único importante en este pasaje es el efecto general de la ira retributiva de Dios. Por otra parte, puede notarse que las copas están agrupadas o distribuidas así: cuatro, dos, después un intermedio, y en seguida una copa más: exactamente como estuvieron distribuidos o agrupados los sellos y las trompetas.
1. La primera copa (16:1, 2) fue derramada sobre la tierra. El contenido de esta copa no quemó a la tierra como lo hizo el fuego que se produjo después de que fue tocada la primera trompeta; sino que cayó sobre los hombres que estaban marcados con el nombre de la bestia y les produjo unas úlceras pestilentes y malignas. 2. La segunda copa (16:3) fue derramada en el mar: sus aguas se tornaron sangre, y todo ser viviente que había en ellas murió. 3. La tercera copa (16:4-7) fue derramada sobre las aguas dulces y, también estas se convirtieron en sangre. Entonces se oyó una voz que proclamaba la justicia de Dios al realizar este acto, puesto que él castiga teniendo en cuenta el pecado: como el Imperio en cierta ocasión hizo correr la sangre de los mártires cual si hubiera sido agua, así también todo lo que el Imperio encontraría para beber sería sangre: y lo merecía. ¡Los juicios de Dios son justos! 4. La cuarta copa (16:8, 9) fue derramada sobre el sol; entonces el sol envió sus candentes rayos para quemar con fuego a los malvados: estos estaban tan depravados que, a pesar de que estaban en medio del castigo, blasfemaban del nombre de Dios y no se arrepentían de los pecados que habían hecho. Aunque las primeras cuatro plagas fueron lanzadas contra la naturaleza, su efecto fue sentido por los hombres; y las dos siguientes plagas fueron derramadas particularmente sobre los hombres. 5. La quinta copa (16:10, 11) fue derramada sobre el trono de la bestia: y su reino se hizo tenebroso, los súbditos padecían grandes dolores y por causa de estos se mordían la lengua; pero, sumidos en su perversidad, se negaron a abandonar sus cultos idolátricos. 6. La sexta copa (16:12) fue vertida en el río Éufrates: el río se secó, y quedó abierto el camino para que del oriente pudieran venir los enemigos del Imperio. INTERMEDIO: LAS TRES RANAS, AGENTES RECLUTADORES AL SERVICIO DE SATANAS 16:13-16 Este intermedio está colocado entre el sexto y el séptimo símbolos de esta visión de las copas, exactamente como en las otras visiones. Cuando la sexta copa fue derramada quedó preparado el camino para la llegada de los partos, los cuales eran enemigos de Roma. Lo que se dice en este pasaje, por supuesto, es símbolo del ejército invasor que sería manejado por Dios en la guerra contra Roma. Cuando los tres aliados de las fuerzas del mal se dieron cuenta de la posibilidad de que los partos los atacarían, comprendieron que tenían que reunir a los reyes del mundo para combatir y derrotar a los mencionados partos. Juan ve tres espíritus inmundos a manera de ranas: aparecieron fuera de las bocas del dragón, de la primera bestia, y de la segunda bestia, la cual es llamada falso profeta. En el idioma original no se usa ningún verbo para indicar de que manera aparecieron, pues el griego simplemente dice: "Y vi fuera de la boca del dragón..." Dana20 dice que las ranas fueron vomitadas; Swete21 opina que fueron exhaladas como el aliento, como cuando se arroja el aire hacia afuera: es decir, que el aliento de los tres aliados se volvió ranas. Lo repugnante de la visión nos inclina a aceptar la opinión de Dana; y la idea de que malas influencias fueron exhaladas nos hace admitir la opinión de Swete. Tal vez esto se refiere a algo inmaterial. Estas tres ranas, a las cuales se les llama también espíritus de demonios, son enviadas por los tres malvados aliados para que engañen a los reyes de todo el mundo y los hagan partidarios de Roma en el conflicto que se aproxima. Esos "espíritus de demonios" o "ranas" cumplieron su
comisión de engaño y reunieron a los reyes en el campo de batalla, en un lugar llamado Armagedón ("Harmagedon"); pero esta batalla no se libró desde luego, sino hasta después de que ocurrieron otros acontecimientos, y de ella se habla en el capítulo 19. Lo que acaba de mencionarse es el símbolo; y ¿qué es lo que significa? Los intérpretes futuristas22 no encuentran dificultad en esto, pues no creen que sea necesario dar una interpretación de Armagedón, lo cual termina la historia del mundo y asegura el trono de Dios para sí mismo. Ni esta opinión ni la de quienes siguen el método histórico-continuo de interpretación tienen ningún significado para quienes necesitaban más el mensaje de Juan: los perseguidos cristianos de Asia Menor. El grupo mencionado en segundo lugar23 aplica todos estos símbolos a la apostasía de la Iglesia Católica Romana; por lo mismo dice que el hecho de secarse el río Éufrates simboliza la enseñanza que impartió la Reforma para contrarrestar la enseñanza de la citada Iglesia Católica, que las ranas simbolizan (1) la declaración del Concilio de Trento, (2) la declaración del Concilio Vaticano, y (3) las encíclicas papales, particularmente aquellas que sirvieron para completar el sistema de la mariolatría; y que la susodicha batalla es la lucha que existe entre el catolicismo y la verdadera iglesia. Por más esfuerzos de imaginación que se hagan no podremos llegar a la conclusión de que estas interpretaciones tenían algún significado para los cristianos para los cuales fue escrito el libro. Este párrafo del intermedio (16:13-16) es simbólico: se refiere al diablo, al emperador, y al Concilio: a los tres haciendo esfuerzos para reunir y animar a sus ejércitos para que peleen contra las huestes de la justicia. Teniendo en cuenta que las tres ranas salieron de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tal vez simbolizan alguna clase de propaganda perversa; pues son hijas del diablo, del gobierno ateo, y de la falsa religión; simbolizan a los verdaderos enemigos de Cristo. La verdadera religión no tiene peores enemigos y Satanás no tiene mejores aliados que la propaganda de falsedades. Desde los encantadores que intentaron menospreciar la obra de Moisés en presencia del Faraón, hasta esos productos del primer siglo del cristianismo como Simón el Mago y otros de nuestros días, ha habido muchos que han pretendido obrar milagros, milagros que los crédulos de la época han atribuido a un poder sobrehumano. Así pues, estos agentes de Satanás, reclutadores al servicio de él, producen esas señales para alistar a sus seguidores. (El termino señales expresa el concepto que Juan tenía de los milagros). El anhelo vehemente de poseer el poder y el odio que siente la falsa religión están expresados en el esfuerzo que hacen dichos agentes para fortalecerse. Detrás de tales agentes está el diablo empujándolos. Muchas veces las naciones han estado dominadas por una sombría pasión por la guerra, pasión que para los historiadores no ha sido fácil explicar. Ese conflicto queda retratado aquí; pero es espiritual más bien que material. Estos aliados reúnen sus ejércitos en el campo de batalla llamado Armagedón, el cual fue un famoso campo de batalla hebreo: allí Gedeón y sus trescientos derrotaron a los madianitas; allí el rey Saúl fue derrotado por los filisteos; allí Débora y Barac derrotaron al rey cananeo, Jabín; allí el rey Ochozías murió por las saetas de Jehú; y allí Faraón Nechao derroto e hirió al rey Josías de Judá, de resultas de lo cual éste murió. Así pues, ese lugar estaba bien grabado en la mente de los judíos; y las endechas o lamentaciones que se pronunciaron por causa de la derrota del rey Josías en el valle de Mejido y de su muerte, durante mucho tiempo después fueron repetidas como una expresión de dolor nacional. Por lo mismo el campo de Megido acertadamente simboliza la desgracia mundial de una guerra a muerte en la que la justicia y la maldad se combaten mutuamente. Esto no se refiere a un combate real con espadas
y lanzas materiales: si tuviera que ser así, sería contrario a todas las enseñanzas del Nuevo Testamento, a los ideales que sostuvo el Señor Jesús, a su muerte en la cruz, y a todos los propósitos de gracia que Dios tiene. Los instrumentos o medios que usaba Jesús nunca fueron los de la espada: su espada era y es la espada del Espíritu: la Palabra de Dios. Por lo tanto, si alguien espera que esto sea una batalla literal y material, debe esperar que el ejército esté dirigido por un triunvirato de ranas. Las dos figuras son simbólicas, ninguna es literal, pues no hay razón para que una sea literal y la otra simbólica: el Armagedón mencionado en el libro del Apocalipsis no está en ningún lugar de los mapas del mundo, no pertenece al espacio, pertenece a la lógica; y la batalla no es una en que los armamentos materiales o físicos decidirán el triunfo: la batalla es entre la justicia y el mal, y ciertamente la justicia será la victoria. 7. La séptima copa (16:17-20:10) es derramada, y se revela que todas las fuerzas del mal no pueden derrotar a la causa de la justicia. Cuando el contenido de esta copa fue derramado por el aire, se oyó una voz que salía del trono que estaba en el templo, diciendo: Hecho es (tiempo perfecto). Con esta última expresión de la ira de Dios hubo también manifestaciones de la ira divina: relámpagos y voces y truenos, y un terremoto grande; además, la ciudad imperial, Roma, fue dividida en tres partes: este número divino indica que la ira divina demolió la ciudad. Babilonia (aquí se refiere a Roma) era considerada como el supremo poder mundial antidivino.24 Y así es recordada por Dios: entonces su divino poder destructivo cae con tanta eficacia que el terremoto hace que se hundan las montanñas y que las islas se sumerjan, lo cual simboliza la destrucción de las fortalezas militares de Roma; hay una lluvia de granizos, de los cuales cada uno pesa como cuarenta y seis kilogramos, y caen con tal fuerza destructiva sobre los hombres impíos, que estos continúan blasfemando el nombre de Dios por ser el responsable de estas cosas: todo esto es una descripción del juicio de Dios. En esta parte, como en otras del Apocalipsis, puede notarse que tres causas produjeron la ruina del Imperio Romano: las calamidades naturales, la corrupción interna, y la invasión externa. Así pues, Roma estaba predestinada a la destrucción. Y Juan presenta de esta manera el juicio de Dios que caerá sobre los opresores de su pueblo. Ninguna ventaja obtuvieron los aliados al enviar sus ranas reclutadoras, pues el poder de Dios hizo añicos a Roma. Después que Juan vio que el terremoto y los gigantescos granizos se habían combinado para reducir a escombros a Roma, uno de los ángeles que poco antes había comenzado a distribuir la ira retributiva de Dios le dijo que se le acercara para presenciar otra etapa del castigo y para que se diera cuenta detalladamente de lo que acababa de ver en conjunto acerca de la pronta caída de la ciudad. Lo que Juan vio en seguida abarca la última escena del conflicto entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal. El estudiante del Apocalipsis debe ser cuidadoso para no confundir los materiales de esta sección (17:1-20:10) con un programa escatológico fantástico. Esto ha sucedido con frecuencia, dando por resultado una pérdida de tiempo y una perversión de las verdaderas enseñanzas de la Escritura. Estas escenas de que hemos hablado no componen una escena de eventos conectados con el propósito de satisfacer nuestra curiosidad acerca del futuro; aunque cierto es que todos poseemos esa curiosidad, y unos la dominamos mejor que otros. Estas visiones están destinadas a manifestar la promesa de que al fin la justicia triunfará sobre todas las fuerzas del mal que se le opongan. Este era el mensaje para los cristianos del Asia Menor por el año 95 después de Cristo, y les infundía la certidumbre de que el cristianismo obtendría la victoria sobre Roma. De semejante manera el libro del Apocalipsis en los tiempos presentes nos infunde la certidumbre de que la causa de Cristo triunfará sobre la causa del mal en todos los siglos. Se nos hace ver esto por medio de lo que simbolizan los varios cuadros que presentan la ruina de Roma. En este respecto la filosofía
del método histórico de interpretación es correcta. (1) LA MUJER DE PURPURA Y ESCARLATA: ROMA, 17:1-18 Tan grande era el poder que Roma tenía como centrado perseguidor de los cristianos en el primer siglo del cristianismo, que se dedican tres capítulos completos para hablar de su ruina. Esto constituye una serie de escenas que muestran el destino que le está reservado a Roma, como ya se ha anunciado en 14:8 y 16:19. En el pasaje que vamos a estudiar se describe a Roma como una gran ramera sentada sobre muchas aguas y practicando sus actos de fornicación con muchos reyes de la tierra; y también aparece como culpable de la fornicación espiritual que se practicaba en la adoración idolátrica que enseñaba; y al paso que conquistaba provincias, inducía a los reyes de estas a que participaran de los pecados que ella practicaba. Las aguas sobre las cuales la mujer ramera estaba sentada son simbólicas de las gentes sobre las cuales reinaba: esto es lo que el ángel dijo a Juan; pero cuando estos dos siervos de Dios llegan al escenario donde está siendo presentado el drama, Juan ve a la mujer sentada sobre una bestia bermeja llena de nombres de blasfemia y que tenía siete cabezas y diez cuernos. La bestia, que tiene el color del dragón-diablo del cual se habla en el capítulo 12, es sin duda el Imperio que sostiene a esta ciudad malvada. La mujer estaba vestida con un lujo esplendoroso y vano; y en su mano tenía una copa, y la copa tenía la suciedad de su fornicación. Esta mujer es evidentemente la misma de quien se habla en el versículo 6, donde se dice que la mujer estaba embriagada todo el tiempo (en el idioma griego se usa un participio presente) de la sangre de los santos y de la sangre de los mártires de Jesús. Así pues, la suciedad de su fornicación son las perversidades que han resultado de la adoración idolátrica y de la persecución. Notemos que sus "hijos" son diferentes de los de la "mujer gloriosa" a la cual se alude en el capítulo 12. La mujer ramera tenía escrito su nombre sobre su frente: MINISTRO, BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS FORNICACIONES Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA. Esa mujer era un misterio, un enigma, algo extraño. ¡Qué mujer, y qué bestia, para ser cabalgada por tal mujer! Esa mujer es la grande ramera, la principal responsable de que al emperador se le rindiera un culto idolátrico, y es la madre de una familia de rameras; además, se deleita bebiendo la sangre de los mártires y está intoxicada con ella. Muchos de los futuristas sostienen que esto se refiere a la ciudad de Babilonia que será restaurada en los días postreros; y el grupo partidario del método histórico-continuo de interpretación dice que esto se refiere a la apostata Iglesia Católica Romana. Tal vez el mejor método consiste en aceptar la explicación que el ángel da al apóstol Juan; ¿Por qué te maravillas? Yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la trae. Y el ángel explica: La bestia que has visto, fue, y no es; y ha de subir del abismo, y ha de ir a perdición. Esto es una alusión al mito del Nerón redivivo. De esta manera se presenta al Imperio Romano como personificado en Domiciano como si este fuera la reencarnación de Nerón. Además, el Imperio está a punto de sufrir su destrucción; y el mundo pagano está ansioso de saber lo que le sucederá a Roma. Sin embargo, los cristianos no se preocupan por esto porque saben que Roma está sentenciada a ser destruida. En el versículo 9 comienza la explicación que hace el ángel, el cual dice que Las siete cabezas son siete montes: Roma estaba edificada sobre siete colinas. También hay siete reyes que han formado la base del gran imperio: 25 Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón, Vespasiano y Tito. Hay un octavo rey que va a tener parte en esta historia; pero es uno de los siete ya mencionados: era y es la reencarnación de la malvada obra de persecución que había
hecho Nerón. Los diez cuernos de la bestia representan el poder del Imperio: su poder, en cierto sentido, radicaba en las provincias; por lo mismo este símbolo que el ángel identifica como diez reyes, que aun no han recibido reino; mas tomaran potencia por una hora como reyes con la bestia debe referirse a los reyes vasallos, gobernantes de las provincias de Roma, los cuales recibieron su autoridad de Roma y la disfrutaron durante muy corto tiempo: una hora. Estos reyes tenían un solo pensamiento: obedecer al Imperio Romano, el cual estaba personificado en Domiciano. Por esa razón esos vasallos perseguían tan celosamente a los cristianos. Esta es la causa por la que el ángel declaró: Ellos pelearon contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque es el Señor de los señores, y el Rey de los reyes. Además, vendría el tiempo en que estas provincias participarían en la obra de destruir a Roma: y por esto Roma tenía un gran temor. En muchas partes del libro de los Hechos de los Apóstoles hay indicaciones de que Roma sufría ese temor, pues pensaba que cada tumulto y manifestación de descontento que se hacía degeneraría en una revolución. El capitulo 17 termina con la declaración de que la mujer, la ramera que sufriría esta destrucción, era la grande ciudad que se había enseñoreado de los reyes de la tierra. Así pues, el primer triunfo que Juan describió para los cristianos es el que se refiere a la ruina segura de la Roma Imperial. (2) Los oráculos de la ruina: los aliados de Roma, 18:1-20 En toda esta sección la principal cosa en que el escritor está pensando es la caída de Roma: la ve desde diferentes puntos de vista y por énfasis hace algunas repeticiones. Una gran parte del capítulo 18 tiene un lenguaje muy parecido al que se usa en el Antiguo Testamento en relación con la antigua ciudad de Babilonia: lo que se dijo de ella en ese tiempo, en el de Juan ya se había cumplido; y eso mismo que se dijo de ella se usa aquí para describir la destrucción de la Babilonia del Nuevo Testamento: Roma. El primer ángel de la visión anunció la caída de Roma por causa de su fornicación espiritual. Esto incluye la declaración de la manera en que los mercaderes del mundo se habían enriquecido por causa de la lascivia y del desenfreno y de la fornicación de Roma, y por lo mismo habían llegado a ser aliados de Roma en la maldad. En un párrafo posterior se mostrará la ruina de esos mercaderes en conexión con la del Imperio. Una segunda voz hizo un llamamiento al pueblo de Dios para que no se asociara con esa mujer lasciva y desenfrenada, y para que no practicara los pecados que ella practicaba, porque en caso contrario sobre él caerían las plagas (o golpes) que tenían que caer sobre ella; también se le asegura al pueblo de Dios que las iniquidades de la mujer han llegado hasta el cielo y Dios las ha recordado, y que ella ya va a recibir un castigo (v. 6) parecido a su pecado y un doble tanto de lo que pecó. Ella se ha jactado de sí misma, se ha llenado de orgullo, y ha dicho: ...no veré llanto. Pero como castigo de sus maldades va a recibir el doble de las que ha hecho. En una hora —en muy poco tiempo— la visitarán las plagas, el hambre, la muerte y el luto, y será absolutamente destruida. Esto es un cuadro de la destrucción de ella; pero, ¿qué se dice de sus aliados? A éstos se les presenta en dos grupos llorando por causa de ella; pues Roma debía su existencia a dos cosas: a las conquistas territoriales y a la expansión comercial. Así pues, los dos grupos se lamentarían porque serían destruidos juntamente con Roma. En el primer grupo están los reyes de la, tierra, los cuales se lamentarían por causa de la caída de Roma: éstos eran sus aliados que, por estar bajo su poder, participaban de la fornicación espiritual y de los pecados de ella, y llorarían, gemirían y se lamentarían por causa de la súbita destrucción de la gran ciudad. En el segundo grupo están los mercaderes de la
tierra, los cuales se lamentarían por la destrucción de Roma, porque con tal destrucción se acabaría el mercado para sus mercaderías. De estas se mencionan por lo menos veintiocho artículos negociables. Los comerciantes, para crear un negocio tan grande como el que poseían habían tenido que participar en los actos pecaminosos que practicaba el Imperio, y tenían que caer con este. Nada puede ser económicamente bueno si es moralmente malo. El mismo destino está reservado a cualquier nación que es culpable del mismo pecado. Los mercaderes, y los marineros que transportaban las mercancías de aquellos, se alejarían de Roma, echarían polvo sobre sus cabezas, y llorarían por causa de la destrucción de la ciudad. El incendio de Roma por Nerón y el sufrimiento que esto produjo eran pequeños comparados con los efectos de la ira que Dios descargaría contra el Imperio y sus coligados: la ruina tenía que ser para todos. Al llegar a esta parte donde se muestra el segundo triunfo que se presenta en el drama parece que se cierra el telón; y aunque ha quedado una escena de desolación, también ha quedado otra en que se observa el gozo que los cristianos experimentan al darse cuenta de otra indicación del poder de Dios y de que seguramente él los salvará. (3) La piedra: destrucción de la ciudad de Roma, 18:21-24 El tercer triunfo ilustra gráficamente la destrucción de la ciudad de Roma. Se estaba haciendo saber a los cristianos que primero sería destruido el Imperio, después lo serían los aliados, y en seguida —con violencia— caería la ciudad imperial. Se repite esta información a los cristianos para hacer énfasis en el triunfo y para infundirles seguridad: ellos necesitaban saber que obtendrían el triunfo y también necesitaban tener la seguridad de que triunfarían. Y un ángel fuerte tomó una piedra como una grande piedra de molino, y la echó en la mar, y declaró que esto ilustraba la manera en que Roma caería y que nunca jamás volvería a ser hallada; además describió la cesación de las tres cosas principales en la vida de Roma: Las diversiones (v. 22) se acabarían: ya no iban a tener músicos: ya no se iban a oír las voces de los cancionistas de cantos populares, ni los acompañamientos o piezas tocados por los arpistas, por los flautistas, o por los trompetistas. Se acabaría todo medio para producir un regocijo pecaminoso. Las industrias (v. 22) se acabarían: no sería hallado ningún artífice de ningún oficio, ni sería oído el ruido que producían los molinos o las fábricas al trabajar. La vida del hogar (v. 23) se acabaría: a tal grado llegaría esta situación que las casas no tendrían luz y quedarían deshabitadas, y no se oirían las voces de las familias, ni la del esposo ni la de la esposa. Con la destrucción de estas tres cosas, Roma, la gran ciudad, quedaría asolada... nada quedaría en ella, nada sería encontrado en ella, excepto la sangre de los mártires que había sido regada en las persecuciones, y esto era una de las causas de su destrucción. Ante los ojos de Juan esa ciudad ya estaba destruida; pero en sus escombros quedaba la sangre de los mártires como un eterno testimonio en contra de Roma y a la vez como un testimonio de la lealtad de los cristianos. En relación con esto debemos decir que quienes se oponen a este método de interpretación suelen mencionar el hecho de que Roma todavía existe. Esto es verdad; pero no es la perseguidora Roma del tiempo de Juan, pues hace mucho tiempo una combinación de circunstancias la exterminaron. El movimiento cristiano que aquella Roma pretendió suprimir continua todavía, y continuara cuando todas las otras "Romas" por causa de su corrupción hayan desaparecido, como la antigua Roma desapareció.
(4) Los santos gozosos, 19:1-10 La terminación del símbolo del completo asolamiento de Roma dio ocasión para que fuera mostrado el cuarto de los triunfos de la consumación. Este triunfo describe el sumo gozo de los santos redimidos. La escena comienza con una numerosa multitud que estaba en el cielo, la cual entonaba un jubiloso aleluya, y en ese mismo canto decían que la salvación, la honra, la gloria y el poder pertenecen a Dios por causa de sus justos juicios que ha derramado sobre la malvada y perseguidora Roma. Este canto no es de regocijo por causa de los males que le han sobrevenido a Roma, sino más bien es un canto de regocijo por causa del triunfo de la justicia y la verdad. Aunque eran muchos los lamentos de los reyes caídos, de los mercaderes, y de los marineros, y aunque era ensordecedor el estrépito que producían las casas al incendiarse y los muros al derrumbarse, sobresalía y podía oírse el canto que los santos gozosos entonaban porque la justicia había triunfado sobre el mal. La destrucción que se describe al hablar de la caída de Roma era grande; pero no era mayor que la que se hubiera efectuado si se hubiese permitido a los hombres, mujeres y naciones impíos continuar sin reconvención y sin impedimento en el camino de la crueldad, de la degeneración, y de la persecución del justo pueblo de Dios. Este triunfo de la justicia hace que los santos redimidos expresen su gozo por medio del himno en el que cantan el aleluya. Después el coro celestial repite el aleluya. Nótese que Juan llama la atención al hecho de que este segundo aleluya hizo que el humo de Roma saliera y estuviera ascendiendo para siempre. La destrucción de Roma no se presenta aquí como la de una ciudad de la cual se queman hasta sus cimientos y a la que pueden ir después los hombres para remover los escombros: la destrucción se presenta como una destrucción eterna, como un incendio eterno: siempre hay combustible para conservar el incendio de manera que el humo esté ascendiendo por los siglos de los siglos, y así nunca jamás será reconstruida esa ciudad. El canto de este segundo aleluya también dio ocasión para que aparecieran los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes, y se unieran en el canto de triunfo y dijeran; Amen: Aleluya. En seguida se oyó una voz que hablaba desde el altar y ordenaba a los siervos de Dios que lo adoraran: Load a nuestro Dios todos sus siervos. Estaban pronunciando esta alabanza cuando Juan oyó a los redimidos —como si fuera la voz de una inmensa multitud, como si fuera el ruido de muchas aguas, como si fuera la voz de grandes truenos— que cantaban: Aleluya: porque reinó el Señor nuestro Dios Todopoderoso. Los redimidos cantaban en esta gozosa ocasión porque pensaban que ya se iba a realizar la boda del Cordero y de su esposa. La esposa representa a la iglesia, la cual ha conservado sus vestiduras limpias y brillantes para esta ocasión; y el esposo es el Cordero, el cual ha estado preparando un lugar para su esposa. Los redimidos pensaban que la hora feliz para la reunión había llegado; sin embargo, parece que los redimidos pensaron todo esto muy anticipadamente, porque en realidad no había llegado aun el momento para que se realizara la boda, pues el Cordero todavía tenía que pelear otra batalla para que desaparecieran todos los obstáculos que se oponían a la boda. En seguida uno de los mensajeros, para mitigar la desilusión que por esto experimentaban los redimidos, le dijo a Juan: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena del Cordero (“... a la cena de las bodas del Cordero"—V. H. A., V. M., N. P.). Así pues, todos los redimidos estarán en esa boda; pero el tiempo todavía no ha llegado. Tengamos presente que el libro del Apocalipsis no nos revela o describe la boda del Cordero y la iglesia. Sin embargo, en el capítulo 21, cuando parece que ya se va a hacer la revelación o descripción de la boda, la figura cambia, y no se vuelve a mencionar la boda
aunque ya se hace referencia a una unión perfecta entre Cristo y los redimidos. Juan frecuentemente deja inconclusas las figuras o visiones; parece que no deja que lleguen a su fin. Esto sucede en varios casos; por ejemplo: cuando se refiere a los cuatro ángeles que estaban deteniendo los vientos de la retribución para que no soplaran en la tierra, esos vientos siempre se quedan detenidos, nunca son puestos en libertad para que soplen (7:1); al hablar de los ángeles que recibieron las trompetas, cambia la figura o visión e intercala otras figuras o visiones antes de que los ángeles hayan acabado de tocar sus respectivas trompetas (8:1-11:19); habla de los ejércitos partos que invadirían a Roma (16:12), sin embargo nunca los presenta en batalla punitiva y conquistadora, pues cambia la figura o visión, y en cambio presenta un grande terremoto con relámpagos y truenos y granizos gigantescos que hacen su labor destructiva. En todos estos casos se alcanzó la finalidad deseada; y lo mismo sucedió en cuanto al símbolo de la boda: hubo indicaciones de que se efectuaría, y aunque no se describe o presenta la boda misma, sí se puede notar que se ha alcanzado su finalidad: la unión del Cordero y de su iglesia. Seguramente la visión de que se viene hablando es simbólica; sin embargo unos cuantos interpretes opinan que esto será literal, y dicen cuando, quien, que, y todo lo que se relaciona con una interpretación literal de la visión. Alguien ha dicho que la boda de que se habla aquí será una boda en realidad y que el apóstol Pablo practicará la ceremonia, porque él con su trabajo como misionero contribuyó mucho para que se llegara a esa finalidad: la realización de la boda. Todas estas ideas son simples fantasías y nada más. Conviene que recordemos, en relación con el asunto que estamos tratando, que las bodas orientales eran acontecimientos grandiosos en los cuales había mucha felicidad; pero las ceremonias de las bodas públicas en el tiempo de Juan habían degenerado tanto y se realizaban con tanto libertinaje que los cristianos no podían concurrir a ellas. Mas, la boda de que nos habla el Apocalipsis es una a la cual si pueden concurrir y concurrirán todos los redimidos: ellos serán la esposa cuando esa feliz y final unión con el Señor acontezca. Así pues, esa boda era un bello símbolo de unión de Cristo y su iglesia; y esta boda fue la causa de que los redimidos triunfantes entonaran ese cántico de júbilo. (5) El guerrero victorioso: Cristo, 19:11-20:10 El siguiente triunfo que se presenta en esta serie es el de Cristo. Antes se ha hablado de Cristo como de "el León", "el Cordero", "el Juez"; y ahora se habla de él como del Guerrero victorioso. No hay ninguna duda de que Cristo aquí está simbolizado de esta manera. Aquellos primeros cristianos al leer el libro se daban cuenta del drama, y también se daban cuenta de que al abrirse el telón aparecía el jinete que cabalgaba en un caballo blanco, como símbolo de la victoria. El jinete se llamaba Fiel y Verdadero (v. 11) y también El Verbo de Dios (v. 13); además, en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores (v. 16). Estos nombres identifican a este personaje como el Cristo. De la manera en que a Cristo aquí (19:11) se le llama Fiel y Verdadero, así también al principio del libro del Apocalipsis se le llamó el testigo fiel (1:5), el Verdadero (3:7), y el testigo fiel y verdadero (3:14). Y en relación con el título que se le da al fin del versículo 12, El Verbo de Dios, recordemos que es uno de los términos favoritos de Juan para referirse a Cristo. Este nombre: El Verbo de Dios, es la expresión de Dios para con los hombres. El Cordero, según 17:14, es el Señor de los señores, y el Rey de los reyes. Además de estos nombres hay otras características que identifican a Cristo: sus ojos como llama de fuego (1:14; 19:12); de su boca salía una espada aguda de dos filos (1:16; 19:15); él va a regir todas las gentes con vara de
hierro (12:5; 19:15); vendimió la viña de la tierra, y echó la uva en el grande lagar de la ira de Dios (14:19; 19:15); y estaba vestido de una ropa teñida en sangre (Apoc. 19:13; Isa. 63:2, 3). El Guerrero victorioso no estaba solo: los ejércitos que están en el cielo le seguían en caballos blancos, y los jinetes de aquellos ejércitos tenían vestidos de lino finísimo, blanco y limpio (v. 14): todo esto es símbolo de victoria, Obsérvese que no se dice nada en cuanto a si tales ejércitos estaban armados o no; eso sí: el Caudillo iba al frente de ellos y estaba armado con una espada aguda que salía de su boca (vv. 14, 15): con esa espada herirá a sus enemigos, los someterá a su dominio, y después los regirá con vara de hierro. La espada está bien identificada como el "arma espiritual de irresistible poder". Algunos intérpretes han dicho que esa espada es la Biblia, puesto que de la Biblia se dice que "es la espada del Espíritu" (Ef. 6:17). Otros comentaristas dicen que esa espada es el "Juicio", porque la espada es un símbolo semejante a la hoz mencionada en el capítulo 14. Cualquier cosa que sea lo que represente la espada, eso es un arma espiritual de irresistible poder. ¡Con esa espada el Guerrero gana la batalla: obtiene la victoria! Este triunfo es anunciado antes que empiece la batalla: un ángel que estaba en el sol — de donde procede la luz para un mundo entenebrecido por el mal— invita a las aves de los cielos a que asistan a una fiesta que Dios preparará para ellas: fueron invitadas a comer carnes de reyes, de capitanes de ejércitos, de hombres fuertes (o poderosos), de caballos, de jinetes, de todos (los hombres), de libres y siervos (esclavos), de pequeños y de grandes: la matanza de los enemigos de Dios tiene que ser muy grande. Después se ve a las aves de rapiña reunidas en grandes cantidades en el campo de batalla hartándose de las carnes de esos enemigos.
a. Victoria sobre la primera y la segunda bestias, 19:19, 20. La batalla se acaba pronto: la bestia, los reyes de la tierra que estaban aliados con ella y el falso profeta no pudieron competir con el Guerrero victorioso ni oponerse a la espada aguda que salía de su boca: fueron derrotados; y la bestia y el falso profeta fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego ardiendo en azufre; y los otros fueron muertos con la espada que salía de la boca del que estaba sentado sobre el caballo, del Cristo victorioso. ¡La destrucción fue completa; la batalla se terminó; y el Cristo quedó victorioso! Se ha discutido mucho en cuanto a la correcta interpretación de estos símbolos, de la misma manera que se ha discutido mucho en cuanto al significado de otras partes del Apocalipsis. Los futuristas opinan que esta batalla es una batalla literal por la cual el reino de Dios será introducido. Puede observarse cuán literal es esta batalla cuando Seiss26 llega a la conclusión de que los jinetes y los caballos son literales. De parecida manera opina Ottman al decir que las aves de rapiña invitadas a la fiesta representan buitres literales que se alimentarán y engordarán con los cuerpos de los muertos.27 Algunos de los escritores que son partidarios de este método de interpretación dicen que la bestia es el Anticristo que en persona aparecerá en los últimos días, y dicen que el ejército que él tendrá bajo sus órdenes será una fuerza militar que llevará a Palestina para pelear contra los judíos, que en esa ocasión se apoderará de esta tierra; y que el Señor y su ejército lo derrotarán y establecerá un reinado de mil años. Quienes son partidarios del método histórico-continuo y han considerado a la bestia como la Iglesia Católica Romana, para permanecer consecuentes deben encontrar en este pasaje un conflicto por el cual ese poder acabado de mencionar será destruido. Puesto que la Iglesia
Católica Romana todavía existe, aquellos intérpretes enseñan que el Armagedón todavía está en el futuro.28 A este método de interpretación todavía se le puede oponer la objeción que antes se ha presentado: ¿Qué hubieran significado estas ideas para los cristianos del tiempo de Juan? Para hacer una apropiada interpretación del Apocalipsis siempre debemos buscar un punto de partida en la época y en las circunstancias en que estaban el escritor y aquellos para quienes él escribió este mensaje de instrucción, de seguridad y de consuelo. Este libro se adapta muy bien a los tiempos en los cuales fue escrito. Armagedón no es el nombre de un lugar: es el término simbólico de un conflicto decisivo. A Cristo se le presenta descendiendo del cielo; pero esto no se refiere a su segunda venida, pues a ésta se alude en otras partes del Nuevo Testamento. Esta escena apocalíptica simbólicamente representa la venida de Cristo para ayudar, con auxilios del cielo, a los cristianos perseguidos que padecen conflictos espirituales. Si la bestia queda identificada, como lo ha sido en este libro, con el emperador ya que él personificó al pagano y perseguidor Imperio Romano, entonces no hay otra explicación acerca de esta batalla: es una vívida y simbólica representación de la victoria final de la causa y del pueblo de Cristo sobre ese Imperio pagano. La primera bestia (Domiciano) y la segunda bestia (el falso profeta, el Concilio Romano, el sacerdocio de la religión del estado) fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego ardiendo en azufre. Esto es símbolo de la destrucción de ambas bestias: Cristo las vence, y los cristianos nunca más son molestados por ellas. Así pues, el conflicto descrito aquí es un conflicto espiritual.29 b. Victoria sobre los aliados de las bestias, 19:21. Es interesante notar que aun entre quienes sostienen la interpretación que acabamos de presentar, hay mucha división en cuanto a los pormenores. Por ejemplo, no todos los eruditos opinan lo mismo acerca del significado de la siguiente declaración: los otros fueron muertos con la espada que salía de la boca del que estaba sentado sobre el caballo, Un grupo30 sostiene que esto significa la conversión de los aliados de Roma efectuada cuando se dieron cuenta de la ruina de ella; de esta manera fueron contados como pérdidas para la causa de Roma, ya sea que se hayan convertido o que se hayan mostrado desafectos a ella o que por alguna razón hayan estado incapacitados para dar por más tiempo su apoyo a la política de persecución. Otros31 sostienen que esto es una indicación del poder del Señor manifestado en los juicios que pronuncia: poder que es el que tiene el Mesías para pronunciar la sentencia de muerte contra sus enemigos. Otros más32 no adoptan ninguna posición definida al tratar de los pormenores de estos símbolos; pero uno de tales eruditos33 osadamente adopta una posición que abarca a las dos primeras: sostiene que la espada es la que menciona Pablo en Efesios 6:17, y que al interpretarse el pasaje apocalíptico que estamos considerando probablemente debería darse oportunidad para que pareciera que se ejecutan operaciones tanto punitivas como restaurativas; pues la palabra mata tanto al pronunciar sus juicios contra el pecador como también al sujetarlo a la obediencia de la fe. Pero ese erudito también cree que probablemente el segundo procedimiento —el restaurativo— es el que principalmente se tiene en cuenta. Con tan buenas evidencias por ambos lados del problema, esta solución proporciona una solución conveniente. Algunos eruditos han presentado objeciones a todo este método de interpretar esta simbólica batalla: hacen las objeciones basándose en el hecho de que el lenguaje usado es de un
carácter muy bélico y severo, y por lo mismo no permite tal interpretación; opinan que todos los pormenores son severos: ojos como llamas de fuego, espada desenvainada, vara de hierro, lagar de la ira, vestidos teñidos en sangre... ; y dicen que esto se encuentra en mejor armonía con la idea de la destrucción producida por la verdadera guerra que con la idea del juicio espiritual sobre los hombres. En conexión con esto último diremos que debemos tener presente que en nuestros himnos cristianos se usan muchos términos bélicos como los susodichos; por ejemplo: "Firmes y adelante, Huestes de la fe, Sin temor alguno Que Jesús nos ve. Jefe soberano, Cristo al frente va, Y la regia enseña Tremolando esta," Etc. Otro ejemplo de esa clase de cantos cristianos es el siguiente: "¡Luchad, luchad por Cristo, Soldados de la cruz! ¡Alzad triunfal bandera! ¡Enhiesta por Jesús! ¡De triunfo en triunfo siempre, Sed guardas de su honor, Y haced que el enemigo Se humille ante el Señor!" Etc.
Otro ejemplo es el que sigue: "Despliegue el cristiano su santa bandera Y muéstrela ufano del mundo a la faz. ¡Soldados valientes: el triunfo os espera; Seguid vuestra lucha constante y tenaz! Coro: Cristo nos guía, es nuestro Jefe, Y con nosotros siempre estará; ¡Nada temamos, él nos alienta, Y a la victoria llevarnos podrá! Etc. Un ejemplo más:
"¡Ved al Cristo, Rey de gloria, Es del mundo el vencedor! De la guerra vuelve invicto, ¡Todos démosle loor! Etc. Los anteriores fragmentos de himnos, y el resto de ellos, así como también otros himnos parecidos, no representan otra cosa sino conflictos espirituales que ocurren a medida que el evangelio progresa; por lo mismo tales himnos son realistas y enérgicos. Un misionero informó que la policía japonesa en cierta ocasión oyó a los cristianos coreanos cantar himnos como los citados y creyó que estaban en un complot fraguando una revolucion.34 En este capítulo del Apocalipsis se usan unos símbolos militares muy comunes, con la intención de crear una impresión correcta: la de una victoria segura para la causa de la justicia, al derrotar a la bestia, al falso profeta y a sus aliados. Esto significaba que los cristianos quedarían a salvo de la persecución; que la religión pagana y el ateo gobierno de Roma estaban sentenciados a la ruina; y que cuando estos perecieran, entonces la causa de Dios, el pueblo de Dios, y los propósitos de Dios continuarían viviendo y progresando. En algunas partes del Apocalipsis como esta se apoyan algunos partidarios del método de la filosofía de la historia para insistir en que su opinión sobre este particular, que es la que sigue, sea aceptada: "Esto simboliza la victoria del Hijo de Dios sobre las legiones del mal, no solamente en el tiempo de Juan sino también en cualquiera otra época de la historia del mundo." Esto es cierto; pero en el Apocalipsis el énfasis principal se hace en la victoria que se tendría sobre la falsa religión pagana que predominaba en Asia Menor por el año 95 d. de J. C. c. Victoria sobre Satanás, 20:1-3. La victoria sobre Satanás se representa por medio del encadenamiento de Satanás, encadenamiento que dura mil años. Desde el capítulo 12 hasta este lugar se han mencionado tres enemigos de Cristo y de su pueblo, los cuales se aliaron para hacer obra de oposición en contra de Cristo y de dicho pueblo. De esos tres aliados, según 19:19, 20, los dos primeros fueron derrotados por el Cristo victorioso. Sin embargo, no se puede decir que ya se tiene una completa victoria mientras el tercer aliado permanece libre para actuar a su arbitrio; por lo tanto, en estos versículos se habla de su destino. Debemos notar que Juan no está comenzando aquí la discusión de un asunto nuevo, sino que continúa con algo que anteriormente ha sido tratado. (Esta parte es otra en la cual la división de los libros bíblicos en capítulos constituye una dificultad más bien que una ayuda.) Recordemos la manera en que estos tres poderosos enemigos de los cristianos —el diablo, la bestia, y el falso profeta— han estado obrando: esos tres fueron los principales enemigos del Cordero, y de una manera o de otra fomentaron los ardides que contra él fraguaron los reyes de la tierra, sus partidarios, y sus ejércitos; durante algún tiempo parecía que estaban teniendo éxito en sus maldades al robar a los cristianos sus cosas, al perseguirlos de muerte, al desterrarlos, o al asesinarlos; pero esto no debía continuar: era necesario mostrar que el triunfo final sería para quienes sufrieran por causa de la justicia. Este triunfo está representado en varias escenas: por la caída del Imperio Romano, la calda de los aliados de Roma, la caída de la ciudad de Roma, por el gozo de los santos, por el destino o lugar final a donde son arrojados los dos grandes enemigos: la bestia y el falso profeta. El
destino o lugar final del tercer enemigo —el diablo— queda pendiente; pero al fin el diablo es arrojado a ese lugar, como está dicho en 20:10. Los versículos que siguen a esto describen el juicio de quienes obedecieron al diablo, y describen también el triunfo completo de los cristianos y su unión con Cristo. Estas consideraciones por sí mismas son suficientes para mostrar que la derrota de Satanás, y no el reinado de mil años, es el tema principal de los primeros diez versículos de este capítulo. En esta escena hay una simbólica anticipación de la victoria final que obtendrán los perseguidos cristianos de Asia Menor. Por otra parte, debemos tener en cuenta que este capítulo debe ser tratado con gran humildad de espíritu, reconociendo sus dificultades, evitando declaraciones dogmáticas, y respetando las interpretaciones que honradamente hagan otros comentaristas. Durante muchos siglos este capítulo ha sido objeto de acaloradas discusiones por parte de los cristianos. Richardson35 declara que la interpretación que cada uno haga de este capítulo decidirá si se hace premilenario, postmilenario, o si no acepta el milenio. Juan, mientras permaneció en la isla de Patmos teniendo sus visiones, nunca pensó que sus lectores discutirían y se dividirían por causa del contenido de este capítulo. Sin ningún género de duda es cierto que Juan no se propuso presentarnos una serie de acontecimientos relacionados entre sí para satisfacer nuestra curiosidad acerca del futuro: nos narro estas visiones para presentarnos la promesa de un triunfo final y seguro de la causa de Cristo y de quienes estaban siendo tan severamente perseguidos. Las limitaciones de esta obra nos impiden presentar una información pormenorizada de las interpretaciones contradictorias entre sí que se han hecho en cuanto al "milenio". La palabra "milenio" no se encuentra en el Nuevo Testamento: se deriva de la expresión mil años que se usa en este pasaje (20:2- 7). Si los versículos 4, 5 y 6 acabados de mencionar hubiesen sido omitidos, nadie hubiera soñado en un reinado literal de Cristo sobre la tierra durante mil años, es decir, que Cristo establecerá su trono temporal en Jerusalén y que inaugurará su reinado de mil años como si fuera un monarca terrenal. Sin embargo, completos sistemas de escatología, de teología y de filosofía de la historia han sido construidos sobre las precarias bases que ofrecen estos muy simbólicos versículos. A continuación ofrecemos un resumen de la acción que se narra en el párrafo que estamos considerando: Un ángel descendió del cielo trayendo en su mano la llave del abismo y una grande cadena; con esta cadena ató al diablo, y lo arrojó al abismo, donde lo encerró por mil años para que no engañe a las naciones: después de esto el diablo quedó libre por un poco de tiempo. En la siguiente escena se puede notar el destino de quienes no adoraron a la bestia ni a su imagen y perdieron sus vidas por el testimonio de Jesús: se les presenta vivos y reinando con Cristo mil años: a esto se le llama la primera resurrección, y se mencionan algunas bienaventuranzas a favor de quienes participan en ella. Después, al cumplirse los mil años de encadenamiento y de encarcelación del diablo, este queda en libertad y comienza de nuevo a poner en práctica sus tácticas antiguas: engaña a las naciones, las reúne, y atacan a la ciudad de Dios; pero entonces desciende fuego y a todas las destruye; y en seguida el diablo ... fue lanzado en el lago de fuego y azufre donde está la bestia y el falso profeta, pues estos dos ya antes habían sido lanzados a ese lugar (19:20). Después sigue el juicio que precede del gran trono blanco. Haciendo caso omiso del "premilenismo" y del "postmilenismo" y de todas las interpretaciones preconcebidas, preguntémonos: ¿Cuál fue el probable significado de esta escena para Juan y los perseguidos cristianos del año 95 d. de C.? Debemos recordar la condición en que estaban Juan y aquellos cristianos, también que dos de sus enemigos ya
habían sido depuestos, y que este acto del drama es el que revela el destino que está preparado para el poder que está dirigiendo a los otros dos malhechores: tal poder es el dragón, es decir, el diablo. Aquellos cristianos recibirían poco o ningún provecho con saber que cientos de miles de años después de su época sería restaurada la teocracia judía, aparecería un Anticristo personal, se tendría un sangriento Armagedón y por fin la victoria (esto según la teoría premilenaria). Esos cristianos recibirían poco o ningún consuelo con saber que pocos miles de años después de predicar el evangelio los asuntos del mundo serían tan buenos y el gobierno del mundo tan perfecto, que no tendrían éxito los esfuerzos del diablo para hacer caer en pecado a dichos cristianos y para apoderarse de ellos (según la teoría postmilenaria). Estas cosas no beneficiarían a dichos cristianos: y el Apocalipsis fue escrito para aquellos cristianos más bien que para otros. Además, ¿cuáles de las cosas que dieron consuelo y fortaleza a esos cristianos fueron descubiertas por ellos en ese libro? Si podemos encontrar esto, habremos hecho la interpretación más digna de confianza. Aquellos cristianos vieron que a su gran adversario, el diablo, con éxito se le había hecho que dejara de engañar a las naciones en lo que se refería a la adoración del emperador: ya que en el capítulo 13 se dijo que el diablo estaba practicando esa clase de engaño, y, según hemos visto, después fue encadenado y arrojado en el abismo para que durante mil años no practicará tales engaños. Téngase presente siempre que todo el trabajo del diablo no consiste únicamente en "engañar a las naciones", pues esta expresión se refiere particularmente al hecho de engañarlas haciéndolas creer que el emperador era divino y digno de adoración. Además, también debemos tener presente que la cadena mencionada no es una cadena material, pues sería imposible usar una cadena material para encadenar a un ser espiritual. Asimismo el período de mil años no es más real que la cadena; pues en el Apocalipsis los números son simbólicos. Por ejemplo: el "diez" es un número que representa lo completo, y el "mil" es un múltiple muy elevado del "diez". Por lo tanto, debemos tener presente que este número mil representa una idea de lo completo; pero no representa un período de años antes o después de la segunda venida de Cristo. Más bien parece que el número de que estamos tratando sugería a los lectores de este libro de Juan, que al diablo se le impediría completamente que engañara a las naciones diciéndoles o haciéndoles creer que deben adorar al emperador. Sin embargo, se observa que al diablo se le deja salir cuando está completamente encadenado, y sale para continuar su obra de maldad y hacer el último esfuerzo para engañar a las naciones (20:3, 7-10); pero el resultado de ese esfuerzo es vano, pues el diablo queda reducido por completo a la perpetua impotencia. d. La victoria de los mártires, 20:4-6. ¿Qué vieron Juan y los cristianos en la escena que se refiere a los santos que reinarán con Cristo mil años? Vieron el triunfo de los mártires que habían muerto como resultado de la obra del diablo, de la primera bestia y de la segunda. Precisamente cuando el diablo quedó atado por completo (20:2, 3), los mártires quedaron victoriosos por completo. Recordemos que no debemos considerar como literal el período de mil años, sino como simbólico de lo completo; además, también tengamos presente que en este pasaje no se ve a los mártires pidiendo venganza, como se les mostró en el capítulo 6 (v. 10). Según los versículos que estamos considerando, los mártires están sentados sobre unos tronos y allí están reinando con Cristo. Esto es así porque la copa de la ira retributiva de Dios ha sido llenada y ha sido derramada sobre los opresores de su pueblo, y como resultado de este derramamiento de la ira divina dichos opresores fueron derrotados, los oprimidos fueron glorificados y reinaron con Cristo
mil años: esto es un retrato de una perfecta bienaventuranza. No hay duda de que esos mártires son los del tiempo de la persecución favorecida por Domiciano: esos cristianos fueron muy valientes y se negaron a adorar a la bestia y a su imagen, no permitieron que en sus frentes se les pusiera la marca de la bestia, y por causa de esos testimonios de lealtad a Cristo fueron decapitados. Solamente torciendo las Escrituras se puede hacer que el símbolo represente otra cosa. Según este pasaje, los mártires que han sufrido tanto por Cristo, están completamente victoriosos con Cristo. Este mensaje daba consuelo a los atribulados santos que vivían en Asia Menor: era un mensaje que les infundía la seguridad del glorioso destino reservado para sus amados que habían caído bajo el hacha de sus perseguidores. A este triunfo de los mártires se le llama la primera resurrección; y la "segunda resurrección", que no se menciona pero se sobreentiende, debe ser la resurrección general de la cual se habla mucho en el Nuevo Testamento. Además, la "primera muerte", que tampoco se menciona pero se sobreentiende, debe ser la muerte física; y la segunda muerte, que es la que se menciona aquí, es símbolo de una eterna separación, de un castigo en el lago de fuego. Los mártires a quienes aquí se presenta triunfante son bienaventurados porque han pasado la primera muerte (la física), y la segunda muerte (el hecho de estar uno separado de Dios eternamente) no los perjudica en ninguna manera. Así pues, la causa de esos mártires cristianos triunfa con ellos: y ellos quedan victoriosos con el Cristo por quien murieron. En estos símbolos no hay ninguna base para sostener que Cristo y los santos reinarán literalmente mil años sobre la tierra antes o después de la segunda venida de él; tampoco se encuentra ninguna base en estos símbolos para sostener la afirmación de que habrá varios juicios y varias resurrecciones. Hay algunos sistemas teológicos que han hecho énfasis en una interpretación literal de estos versículos, y por haber interpretado las claras enseñanzas del Nuevo Testamento a la luz de la obscuridad han descubierto que se enseñan varias resurrecciones y varios juicios. Tales sistemas también han descubierto una resurrección de creyentes en lo que llaman "el rapto", es decir cuando Cristo venga para llevar de la tierra a su pueblo antes que acontezca la gran tribulación que también se considera como futura. Los partidarios de tales sistemas dicen que siete años después, cuando acontezca "la revelación" (es decir, la segunda etapa del proceso de la segunda venida de nuestro Señor), se realizará una resurrección para quienes hayan llegado a ser creyentes y hayan muerto durante el período de siete años que hay entre "el rapto" y "la revelación". Además, según opinan los partidarios de este sistema, la gente se convertirá y morirá durante el milenio, el cual será establecido cuando acontezca "la revelación". Así pues, juzgando por lo que dicen estos intérpretes, la resurrección de este grupo debe realizarse al final del milenio terrenal, cuando quede establecido el orden celestial. Ahora bien, si los impíos que están muertos van a resucitar en un juicio separado, entonces ese sistema tiene por lo menos cuatro (quizás más) resurrecciones; y de semejante manera, los aludidos partidarios de ese sistema descubren múltiples juicios: desde dos (uno antes del milenio y otro después de este) hasta siete, dependiendo de cada intérprete la cantidad de juicios. La interpretación que acabamos de mencionar es pura fantasía convertida en una interpretación literal de estos versículos altamente simbólicos. Utilizando el procedimiento de "la prueba del texto" uno puede demostrar prácticamente cualquier proposición mediante el uso indebido de los pasajes de las Escrituras. Cuando uno estudia todo el Nuevo Testamento, puede descubrir que esta parte de la Biblia enseña solamente una resurrección general (de los buenos y de los malos) y un juicio general (para los buenos y para los malos), y que tanto esa resurrección como también ese juicio están directamente relacionados con la segunda venida de
Cristo, la cual pone fin a la condición en que está el mundo e introduce una condición celestial y eterna. Tenemos el proyecto de presentar un estudio completo de este asunto y de otros relacionados con la escatología; pero no se puede tratar extensamente en este libro. e. La victoria completa: la derrota de Satanás, 20:7-10. En los versículos 1-3 de este capítulo fue presentado un cuadro en el que podía verse al diablo encadenado para que ya no engañara a las naciones haciéndolas creer que el emperador era divino y que debía ser adorado. Pero los cristianos no habían de esperar que el diablo se diera por vencido sin luchar; pues precisamente cuando parece que ya está atado para siempre, se presenta otra vez y hace nuevos esfuerzos para engañar a las naciones con el objeto de que abandonen a Cristo y se adhieran al emperador. Nótese que bajo los nombres de Gog y Magog se alude a las naciones; además, estos nombres nos hacen recordar a los antiguos enemigos del pueblo de Dios. Tales nombres fueron muy discutidos al tratarse de los escritos apocalípticos, y el Talmud los consideró como los de los enemigos del Mesías. En Ezequiel 38, Gog es el nombre que se da a Antíoco Epifanes, y Magog es el que se aplica a la nación a la cual él gobernaba. Ese gobernante fue un odiado enemigo del pueblo de Dios en el período intertestamentario, profanó el templo al ofrecer carne de cerdo en el altar de los sacrificios, y sus obras perversas llegaron a su fin por la revolución que dio a Israel su única oportunidad de disfrutar de libertad nacional desde el tiempo en que sufrieron la cautividad en Babilonia hasta el tiempo presente. Los términos Gog y Magog son símbolos de los pueblos bárbaros que se unieron con el diablo y circundaron el campo de los santos, y la ciudad amada. Pero los esfuerzos del diablo no tuvieron ningún éxito; pues descendió fuego del cielo y destruyó sus obras malas. Así pues, no es el poder mundano sino el poder celestial el que finalmente pone término a las obras diabólicas de este archienemigo del pueblo de Dios. Y el diablo,.. fue lanzado en el lago de fuego y azufre para que juntamente con Domiciano y con los jefes encargados de hacer obligatoria la adoración al emperador y la práctica de la religión del estado, se retorcieran de dolor: el tormento incesante y eterno sería su destino: pues serán atormentados día y noche para siempre jamás. De esta manera triunfa la causa de la justicia y de los perseguidos cristianos de Asia Menor. Las fuerzas del mal y las fuerzas del bien se han encontrado, se ha tenido el combate, y las fuerzas del bien han ganado. Dios con sus dos aliados (el Cordero redentor y el Juicio eterno) ha triunfado sobre el diablo y sus dos aliados (el emperador y la comisión encargada de hacer obligatoria la adoración al emperador). ¡Estos tres enemigos han sido arrojados al lago de fuego! Al hacer un estudio de las Escrituras solamente, sin la ayuda (?) de los sistemas de escatología preconcebidos, se infiere que Juan no supo nada del "milenio" en ningún sentido en que la palabra se usa como término teológico. Los premilenarios38 dicen que Cristo vendrá e iniciará un período de mil años en el que habrá una paz y una justicia utópicas. Los posmilenarios dicen que el evangelio originará un período de mil años en el que habrá paz y justicia, y que al fin de ese período Cristo vendrá. Los amilenarios dicen que en el Nuevo Testamento no se enseña nada en cuanto al milenio. Los preteristas dicen que el milenio comenzó cuando el cristianismo quedó libre del peligro del paganismo por el año 300 d. de C., y que actualmente estamos en él; y algunos opinan que el milenio comenzó cuando Cristo murió. Por causa del conflicto que existe entre estas opiniones han resultado muchos males en la historia del cristianismo: se ha engendrado un celo fanático que ha dividido iglesias y comunidades y hasta se ha destruido el compañerismo y la amistad; además, con frecuencia se
ha retardado el progreso del reino de Dios porque se ha insistido en que estos pasajes, que son sumamente simbólicos, tienen un significado literal. Todo esto ha sido una experiencia inconveniente en gran manera. Según parece, la mejor cosa que se puede hacer es estudiar el pasaje en relación con su contexto y teniendo en cuenta las condiciones o circunstancias que prevalecían cuando fue escrito, y así determinar lo que significó para Juan y para aquellos a quienes primeramente fue dado para su beneficio: los perseguidos cristianos que vivían en Asia Menor durante el primer siglo. Tal ha sido el propósito del presente estudio; sin embargo, suponemos que las soluciones sugeridas tal vez no explican todos los pormenores, pues nunca se puede alcanzar la unidad de opinión en cuanto a esos pormenores. A pesar de esto creo que la interpretación que hago se aproxima a la verdad que Cristo anhelaba que fuese vista por los quebrantados, perseguidos y desalentados cristianos. El libro del Apocalipsis o Revelación es una serie de imágenes apocalípticas dadas para infundir en el pueblo de Dios la seguridad de que Cristo quedará victorioso sobre todos sus opositores; y a los cristianos del tiempo de Juan les fue dada tal seguridad mostrándoles la victoria de Cristo sobre la religión organizada en que se adoraba al emperador, porque esa religión era el más poderoso enemigo de Cristo en aquel tiempo. La misma seguridad se imparte a todos los cristianos de todos los siglos. Descúbrase al más grande enemigo de Cristo (ya sea la religión corrompida, ya un gobierno ateo, la anarquía social, u otra cosa cualquiera), póngase en el lugar del culto al emperador, y se verá su inevitable fracaso al mismo tiempo que se ve al Cristo viviente, al Cordero redentor, marchando hacia la victoria y poniendo en orden las condiciones caóticas del mundo: ¡Digno es el Cordero!
Capítulo 9 – El Cordero y el Destino Eterno (Apocalipsis 20:11-22:5) En el último acto del drama de la redención se presenta el juicio de Dios y el destino final del hombre; pero no se nos dice la manera exacta en que esto está enlazado con el relato total de la visión de Juan. Los escritores del Nuevo Testamento, obedeciendo el mandamiento del Señor: "Velad", esperaban que en los tiempos en que vivían se realizara la segunda venida de él y la consumación de su reino. Desde entonces ésta ha sido la actitud cristiana a través de los siglos. Quizás teniendo en cuenta esto y vislumbrando el triunfo de Cristo sobre la adoración al emperador, Juan esperaba que el juicio final y el establecimiento del orden eterno se realizaran al tener Cristo la victoria sobre Domiciano, sobre su sistema de gobierno y sobre el culto que a él mismo se le rendía como emperador. Sin embargo, estas esperanzas de Juan no fueron una realidad, y ello no es contrario a la integridad de las Sagradas Escrituras. El tiempo en que vendrá el fin solamente Dios lo sabe y permanecerá escondido hasta para quienes fueron inspirados por Dios para escribir acerca de esto. El fin acontecerá en el tiempo que Dios tiene designado y de acuerdo con sus propósitos divinos: Dios no nos ha dicho cuando sucederá esto; pero sí nos ha dicho algo de la naturaleza de tal acontecimiento. De esto trata el presente acto del drama. La estructura de esta visión está en armonía con el mensaje que se va a dar. Cuando llega el tiempo para el juicio eterno, los hombres todavía están en dos grupos: los redimidos, y los no redimidos; por lo mismo la visión que este pasaje relata se divide basándose en esta clasificación de los hombres. Los dos grupos se discuten juntos; pero téngase presente que hay una amplia división general entre ellos: el escenario terrenal del drama se cierra; pero se abre el escenario celestial para revelar los destinos eternos. I. EL DESTINO DE LOS NO REDIMIDOS 20:11-15; 21:8, 27; 22:15 Juan vio un gran trono blanco y al que estaba sentado sobre él. El trono blanco simboliza la justicia santa y soberana: nadie osa contradecir los veredictos que emite ese juez, pues él tiene todas las evidencias, sabe cómo pronunciar un veredicto justo y sabe cómo ejecutar la sentencia; se podría decir que ese juez al mismo tiempo que es juez es jurado y también acusador. En seguida Juan vio los muertos, grandes y pequeños que estaban delante del trono listos para recibir sus sentencias. En cuanto a estos muertos grandes y pequeños no se dice nada que indique que pertenecen a un grupo especial: parece que simbolizan a todos los muertos en general. Además, se observa que el juicio es impartido de acuerdo con lo que está escrito en los dos libros. Primero: Los libros fueron abiertos; estos libros contenían el registro de las obras realizadas por quienes iban a ser juzgados. Recordemos que en las Sagradas Escrituras con frecuencia se expresa la idea de que Dios conserva un registro: esto sin duda es una manera de decir figuradamente que Dios conserva un cuidadoso registro de lo que hacemos mientras estamos en la carne: ninguno de nuestros actos puede quedar oculto a su mirada; pero esto no quiere decir que Dios a fuerza tiene que escribir esas obras en una colección de libros para recordarlas. Segundo: el libro de la vida fue abierto. Este libro es el "libro de la vida" en contraste con el "libro de las obras" al cual antes se hizo alusión. Los muertos fueron juzgados de acuerdo con las obras que de ellos estaban escritas. Y si el nombre de alguna persona no estaba escrito en el libro de la vida, entonces por lo que de ella estaba escrito en el libro de las obras, era condenada y lanzada en el lago de fuego. Aunque no se afirma, parece que se
sugiere, en conexión con las enseñanzas del Nuevo Testamento, que si el nombre de una persona era encontrado en el libro de la vida del Cordero, tal persona quedaba a salvo del juicio de condenación y adquiría un lugar en el inmenso grupo de los redimidos, del cual se habla en el siguiente capítulo. Una de las cosas más difíciles en el estudio del Nuevo Testamento es elaborar un sistema escatológico armónico, usando los pasajes bíblicos que tratan de la muerte, de lo que ocurre en el tiempo que hay entre la muerte y la resurrección, de la resurrección misma, y del juicio. El Señor Jesús habló acerca de un juicio de "ovejas" y "cabritos"; y Juan escribe aquí acerca de un juicio que se hará en un gran trono blanco. Algunos eruditos en asuntos del Nuevo Testamento sostienen que los dos juicios son juicios separados1 y que la persona que cree de otra manera es un hereje y es infiel a la "clara enseñanza de las Escrituras." Otros eruditos sostienen que esos dos juicios son simplemente dos maneras diferentes de referirse al mismo juicio. Y por justicia a todas las enseñanzas de las Escrituras diremos que parece que esta interpretación es mejor que la anterior. Cuando uno se da cuenta de toda la confusión que aparece al procurar elaborar la escatología del Nuevo Testamento, se inclina a creer que el Señor tuvo alguna razón para separarse de la tierra como lo hizo; pues el hombre necesita saber que habrá resurrección, juicio, y vida después de la muerte, aunque para su salvación no es necesario que conozca todos los pormenores de estos asuntos. Si esto hubiese sido necesario, seguramente Dios lo hubiera revelado de manera más clara. De acuerdo con la economía de la revelación de Dios, Dios muestra al hombre lo que sabe que éste necesita saber para su progreso espiritual: las demás cosas deben dejarse a Dios aunque *La distinción hecha a menudo es que el juicio de "ovejas" y "cabritos" se hará sobre las naciones, que ocurrirá antes del milenio para decidir cuales naciones continuaran existiendo durante el milenio, y que la decisión se hará teniendo en cuenta el trato que hayan dado a nuestro Señor Jesucristo; y, según este mismo sistema escatológico, el juicio que se haga en el "gran trono blanco" se efectuara al fin del milenio y será sobre los individuos. él sea el único en saberlas. Hay algunas cosas que el hombre no necesita saber, y debe estar satisfecho con que Dios sea el único que las sabe. La visión que estamos considerando fue dada con el mismo propósito con que fueron dadas las otras varias enseñanzas referentes al juicio: que el hombre se dé cuenta del hecho o realidad del juicio y de lo terrorífico de él, y a la vez que tenga la seguridad de que el terror no existe para las personas cuyos nombres están en el libro de la vida: las personas redimidas por la sangre de Cristo. Este breve párrafo no dice todo lo que se refiere al destino de los impíos, pues en otras partes de las Escrituras hay versículos que describen esa condición en contraste con la bienaventurada condición de los redimidos. Algunos de los versículos que estamos considerando dicen claramente quiénes son los que tienen su parte en el lago de fuego: Los temerosos e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras, los mentirosos... ninguna cosa sucia... los perros, los disolutos, y cualquiera cosa que ama y dice mentira (21:8, 27; 22:15). Esto no es una lista de quienes van a recibir el castigo y condenación eternos, es más bien una descripción del carácter de quienes estarán eternamente condenados. II. DESTINO DE LOS REDIMIDOS, 21:1-22:5 En contraste con los pocos versículos que describen el destino de los impíos, Juan presenta un largo pasaje que describe el destino de los redimidos; y esto es lo que principalmente deseaban saber los cristianos de aquellos tiempos, como lo desean los de los
tiempos presentes. Ahora bien, el destino de los redimidos se describe por medio de tres símbolos que muestran el estado de perfección en que estarán los mencionados redimidos, y desde tres diferentes puntos de vista se hace una revelación del cielo.1
1. Compañerismo con Dios, 21:1-8 El tabernáculo, que es el símbolo del perfecto compañerismo con Dios, es el primer símbolo. Así como el tabernáculo era el lugar en que Dios moraba con su pueblo mientras éste caminaba por el desierto, así también el nuevo cielo y la nueva tierra serán su morada donde él y sus redimidos morarán por la eternidad: allí él tendrá perfecto compañerismo con ellos, los redimidos ya no estarán separados de Dios porque en el cielo nuevo y en la nueva tierra el mar ya no es. Para Juan, cuando estaba en la isla de Patmos, el mar lo separaba de las cosas que eran más queridas para él: las iglesias de Asia. Según la visión que Juan tuvo de Dios, narrada en el capítulo 4, un mar conservaba al pueblo separado de Dios; pero una vez que se ha decidido el destino de los redimidos, el mar ya no es, y entonces el hombre llega a estar en íntimo compañerismo con Dios.2 Juan oyó una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y morará con ellos; y ellos serán su pueblo. Esto fue oído inmediatamente después de que la santa ciudad, la Jerusalén nueva, fue vista descender hermosa y gloriosa como una esposa ataviada para su marido. Así pues, la Nueva Jerusalén es un tabernáculo donde Dios mora con su pueblo: allí Dios limpia toda lágrima y hace que nunca haya dolor ni clamor ni llanto ni muerte: los redimidos ya sufrieron todo esto cuando estuvieron en la tierra; ahora todas las cosas son nuevas, pues Dios hace nuevas todas las cosas. Y como una garantía de que los redimidos pueden estar seguros de que así será esto, Dios dice a Juan que escriba que estas palabras son fieles y verdaderas porque el que es Alpha y Omega es el poder que hará que esto se realice. 2. Protección por Dios, 21:9-26 La ciudad, que es símbolo de protección perfecta, es la siguiente figura. El cielo nuevo y la tierra nueva deben tener una capital cuyo esplendor está en armonía con el del cielo nuevo y el de la tierra nueva. Nada le falta a la visión que recibe Juan: éste vio a la Nueva Jerusalén, gloriosa, como una esposa ("novia", V. H. A.) que tenía la luz del favor de Dios sobre ella. La ciudad tenía un muro grande y alto —en aquellos antiguos tiempos los muros de las ciudades servían de protección— este muro alto y grande simbolizaba una protección perfecta. Además, la ciudad tenía doce puertas, las cuales simbolizan una entrada abundante —las ciudades antiguas tenían una sola puerta grande, la cual era cerrada durante la noche o cuando el enemigo se aproximaba: si alguna persona se quedaba afuera y era aprehendida, esto significaba la muerte para ella—; en contraste con las ciudades antiguas, la Nueva Jerusalén, no tiene solamente una puerta, sino doce, lo cual simboliza un número perfecto. Asimismo está escrito que estas puertas nunca se cerrarán: esto, como se dijo antes, simboliza la seguridad de que puede haber una entrada abundante. También escribe Juan que cada puerta estaba hecha de una perla muy grande: esto simboliza el hecho de que la entrada en el cielo se efectúa por medio del sufrimiento —del sufrimiento que nuestro Señor Jesucristo padeció en el Calvario, hasta morir, en substitución de los pecadores— pues la perla es la única joya producida por medio del dolor
y del sufrimiento que se padecen al luchar y triunfar sobre las dificultades. Llama nuestra atención el hecho de que el muro de la ciudad tenía doce fundamentos, esto indica que los cimientos eran tan perfectos que nada podría estremecerlos. También es interesante el hecho de que la ciudad fuera perfectamente cuadrada: la largura y la altura y la anchura de ella son iguales, median doce mil estadios. Ahora bien, si usáramos literalmente esta cantidad destruiríamos su simbolismo, pues podemos decir que los doce mil estadios son equivalentes a mil quinientas millas modernas, y esta cantidad no simboliza nada. Los esfuerzos que han hecho muchos intérpretes para determinar la cantidad de personas que podrían vivir en una ciudad de esas dimensiones y el espacio que ocuparía cada una de esas personas han sido fútiles. Como el número "12,000" es un múltiplo de dos números perfectos, el "12" y el "1,000", en este pasaje fueron usados para crear la idea de lo perfecto y de lo completo. Por lo tanto, habrá suficiente lugar para todos los redimidos; y nadie podrá determinar cuántos redimidos cabrán en el cielo, con solo decidir cuánto espacio habrá de ocupar cada persona, y en seguida saber cuántas veces ese espacio cabe en 1,500 millas. La finalidad de este símbolo es representar una ciudad hermosa, fuerte, espaciosa, perfecta, donde los redimidos de Dios morarán con él en perfecto compañerismo. Así pues, el intento de hacer que dicha ciudad sea una ciudad literal, es forzar el designio del libro. Algunos intérpretes han sostenido que aquí se trata de una ciudad literal y han llegado a conclusiones muy absurdas; por ejemplo: han dicho que la ciudad tiene 1,500 millas cuadradas, y se dan cuenta de que Palestina, que es donde debe estar situada la Nueva Ciudad o Nueva Jerusalén, no tiene más de 150 millas de largo por 70 de ancho; por tanto dicen que la Nueva Ciudad estará suspendida en el espacio, encima de Palestina, y que tal vez permanecerá estacionaria, mientras abajo la tierra continúa su movimiento giratorio. En realidad, lo que el Apocalipsis hace es presentar un retrato simbólico en el cual se ve una ciudad que tenía cimientos o fundamentos de jaspe, zafiro, calcedonia, esmeralda, sardónica, sardio, crisólito, berilo, topacio, crisopraso, jacinto, y amatista. Ya se ha dicho que cada una de las doce puertas era una perla grande; además, se dice también que la plaza de la ciudad era de oro puro. Como el Cordero era su lumbrera, dicha ciudad no tenía necesidad de otros cuerpos luminosos que le sirvieran como lámparas o lumbreras; además, también estaba iluminada por la claridad de Dios. Tampoco había templo en esa ciudad; en relación con el templo podemos recordar que éste era el lugar donde el pueblo se ponía en comunión con Dios, donde se ofrecían sacrificios por los pecados cometidos, y donde se hacían las rogativas a Dios; pero en la Nueva Jerusalén no es necesario el templo, ni el altar, porque allá no hay pecado que deba ser expiado y porque el pueblo ya está en la inmediata presencia de Dios, ya está con Dios. Además, gentes de todas las naciones habitarán en la Nueva Jerusalén y podrán disfrutar de la protección de ella. 3. Provisiones de Dios, 22:1-5. El huerto, que simboliza el gozo perfecto y la satisfacción de todas las necesidades, es el tercer símbolo que describe el destino de los redimidos. En este pasaje se presenta un huerto con un hermoso río limpio, de agua cristalina, que es el agua de vida; y el río salía del trono de Dios y del Cordero. De la una y de la otra parte del río estaba el árbol de vida, allí crece, y produce doce frutos, dando cada mes su fruto: y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Dios proveyó ese árbol de fruto perenne, de fruto que nunca se acaba, y de hojas que tienen un poder salutífero. Ahora bien, recordemos que hay tres cosas indispensables para la conservación de la vida: el agua, el alimento, y la salud. Este cuadro simboliza que Dios ha
provisto para los suyos todas estas tres cosas. El agua de vida y el fruto perpetuo del árbol de vida sirven como bebida y alimento, y las hojas con su poder curativo dan salud. Todo esto, reunido, simboliza el cuidado y sustento de Dios para su pueblo. Ahora preguntémonos: ¿Cómo puede un hombre vivir eternamente? La respuesta surge inmediatamente y procede del trono de Dios y del Cordero: Dios tiene todo lo que se necesita para que el hombre tenga vida eterna. En este huerto, el hombre redimido, teniendo una vida divinamente sustentada, servirá a Dios perpetuamente. Tal hombre ha de haber procurado servir completamente a Dios en la tierra; pero no le fue posible porque se lo impidieron muchos obstáculos: en el cielo no habrá obstáculo alguno, y sus siervos les servirán. Otro hermoso pensamiento se encuentra en esta expresión: y verán su rostro. En este mundo el hombre frecuentemente ha experimentado este anhelo, el de ver a Dios, y algunas veces lo ha exteriorizado en himnos y poemas, y otras ocasiones lo ha experimentado en las profundidades de su corazón, cuando está angustiado y nadie puede saberlo. Pero cuando esta tierra haya pasado y el hombre se encuentre en la eterna presencia de Dios, entonces mirará el rostro del Dios Redentor y le servirá eternamente. ¿Hay gozo más grande que este al cual pueda uno aspirar? Esta es la respuesta que Dios da al hombre que anhela saber acerca de la vida futura. Bien podríamos decir que parece que Dios se expresa de la siguiente manera: "Los cielos son un lugar de perfecto compañerismo, de perfecta protección, de perfecta provisión para satisfacer las necesidades, de perfecto servicio a Dios." ¡Cuán grande es el contraste que hay entre el destino final de los no redimidos y el de los sí redimidos! Conclusión (Apocalipsis 22:6-21). El drama se ha terminado, y el telón se ha cerrado definitivamente. Juan ha visto estos cuadros en que ha descubierto el cuidado que Dios tiene a favor de su pueblo en las tribulaciones que sufre, asimismo ha descubierto que existe la seguridad de que triunfarán sobre las terribles condiciones en que estaban en ese tiempo, y ha descubierto también que hay una gloria que está más allá de la tumba y que está abierta para ellos. Todo lo demás es necesario para impresionar una vez más, con la importancia de este mensaje, la mente de ese pueblo. En seguida el Redentor se pone en pie delante del telón para decir una palabra final. En los versículos 6 y 7 asegura a los oyentes que este mensaje está autorizado divinamente; es un mensaje que, basándose en la autoridad de Dios, anuncia la pronta liberación de este pueblo que está sufriendo muchas penalidades y acto continuo pronuncia unas bendiciones para quienes en obediencia a él vivan la vida de triunfo de que se ha hablado en este libro. En los versículos 8 y 9 Juan agrega su testimonio personal a favor de la autoridad de este libro, pues sabía que su testimonio significaría mucho para los cristianos que vivían en Asia Menor. En los versículos 10 al 15 se alude a lo importante que era el libro para satisfacer las inmediatas necesidades espirituales del pueblo de Dios. En seguida, a Juan se le ordena que no selle el libro, que lo deje abierto para las generaciones futuras, aunque el contenido del libro es primeramente para los cristianos que vivían en el tiempo en que Juan vivía (versículo 10). Después se dice que ha terminado el período en que Dios ha sometido a sus enemigos a la prueba (versículo 11), que es inminente el juicio que va a hacer sobre ellos (v. 12), y que por lo mismo la gente debe esforzarse para reunir las condiciones que la capacitará para que tenga la potencia requerida para que entren por las puertas de la ciudad (v. 14).
El versículo le llama la atención de los redimidos al hecho de que este mensaje no es meramente humano, sino que es del Señor Jesús mismo. En el versículo 17 se invita a los hombres a que acepten la munificencia de Dios: el Espíritu invita, la Esposa3 invita, y los redimidos deben invitar; la invitación se hace extensiva a todas las personas que deseen satisfacer las condiciones que la misma invitación indica. En los versículos 18 y 19 se hace una amonestación para que el libro sea protegido, pues en el tiempo de Juan los libros apocalípticos eran tratados sin mucho cuidado: la gente cortaba la parte que le gustaba y menospreciaba el resto. Pero este Apocalipsis no es un apocalipsis ordinario; y por lo mismo, quitarle algo o agregarle algo es incurrir en un delito que desagrada a Dios y que trae graves consecuencias; y para asegurar la conservación de este libro se pronuncian severas sentencias contra quienes lo alteren. El versículo 20 declara que el Señor Jesús tenía el propósito e hizo la promesa de regresar pronto para auxiliar a su pueblo que estaba sufriendo persecución. Y Juan, como un testimonio de que acepta esa promesa y como demostración de una actitud de paciencia y confianza, reverentemente inclina su cabeza y ante sus lectores dice en voz baja esta oración: AMEN, SEA ASI, VEN, SEÑOR JESUS. Nadie puede leer este libro que está impregnado de un aliento de fe victoriosa y de valiente confianza en Dios, sin atesorar la infalible seguridad de que se realizarán los propósitos divinos, de que se realizará la victoria del Cristo de la cruz, del Cristo del sepulcro vacío; nadie puede leer reverentemente este libro sin exclamar con los redimidos que en el mismo libro se mencionan: Digno eres de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y nos has redimido para Dios con tu sangre... El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder y riquezas y sabiduría, y fortaleza y honra y gloria y alabanza... para siempre jamás. Amén.
REFERENCIAS Primera Parte Introducción 1 C. F. Wishart, The Book of Day (New York: Oxford Press, 1935), p. vii. Capítulo 1 *"Descubrimiento" en el sentido de descubrir lo que está encubierto; quitar el velo; mostrar a la vista. N. del Trad. 1 C. H. Alien. Message of the Book of Revelation (New York: Abingdon-Cokesbury Press, 1939), p. 15. 2 Allen, Dana, Wishart, Beckwith, in loco. 3 Daniel 2:44. 4 R. H. Charles, Religious Development Between the Old and the New Testaments (New York: Henry Holt and Co., n. d.). 5 R. H. Charles, A Critical History of the Doctrine of a Future Life in Israel, in Judaism, and in Christianity (2d ed.; London: Adam and Charles Black, 1913), p. 178. En las notas subsecuentes este libro se mencionará por su título más corto: "Eschatology." 6 Charles, Eschatology, pp, 200 y sigtes. 7 Allen, op, cit., p. 18. 8 Apocalipsis 1:1. 12; 4:1; 5:1. 2, 11; 22:8, 9; y otros más. 9 D. W. Richardson, The Revelation of Jesus Christ (Richmond; John Knox Press, 1039), p. 20. 10 Wishart, op cit., pp. 19-30. 11 Ap. 11:3-12. 12 Ap. 13:1-18. 13 Ap. 12. 14 A . 13. P 15 Ap. 15. 16 James Moffatt. The Expositor's Greek Testament (Gran Rapids: Wm. B. Eerdman's Publishing Company, n. d.), V. 301. Capítulo 2 1 Juston A. Smith, An American Commentary on the New Testament (Philadelphia: The American Baptist Publication Society, 188, reprinted, 1942). VII. Part. III. 4. 2 Richardson, op. cit. p. 43. , 3 Abraham Kuyper, The Revelation of St. John, trans. John Kendrik de Vries (Grand Rapids: William B.
Eerdman's Publishing Company, 1935). 4 Kuyper, Chiliasm, The Doctrine of Premillennialism, trans. G. M. van Pernis (Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1934). 5 Albcrtus Pieters, The Lamb, the Woman, and the Dragon (Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1937). pp. 56-60. 6 Clarence Larkin, The Book of Revelation (Philadelphia: Meyer and Lotter, 1919), pp. 180-191. 7 Larkin, op. cit., p. 183.
8 Lo que se dice aquí es una condensación de lo que dice Pieters en The Lamb, the Woman, and the Dragon, p. 60, acerca del siguiente libro de Henry Frost: The Second Coming of Christ. 9 Mat. 16:21. 10 2 Tim. 4:9.
11 Pieters, op. cit., p. 61. 12 Albert Barnes, Notes on the Book of Revelation (New York: Harper and Brothers Publishers, 1864). 13 E. B. Elliot, Commentary on Revelation (London, Seely, Burnside, and Seely, 1844), I, 292-297. 14 D. N. Lord, Exposition of Apocalipsis (New York: Harper and Brothers, 1847), p. 515. 15 Henry Alford, The Greek Testament (London: Rivingtons, Waterloo Place, 1862), Part II. 251. 16 Richardson, op. cit., p. 64. 17 Pieters, op. cit., pp. 40-43.
18 H. B. Sweete, The Apocalypse of John (2d ed.; London: Macmillan and Company, 1907), p. ccxiii. 19 Dana, op. cit., p. 86. 20 William P. King, Adventism (Nashville: Abingdon-Cokesbury Press, 1941), pp. 100 y sigtes. 21 Pieters, op. cit., p. 69. 22 Pieters, op. cit., p. 73. Capítulo 3 1 Ap. 1:1, 4, 9; 22:8.
2 Charles, "The International Critical Commentary," The Revelation of St. John, Vol. I, p. 38 y sigtes. 4 La idea de que el autor del Apocalipsis había vivido en Galilea, es aceptada por muchas autoridades; no solo
porque se ha supuesto que la mayor parte de las obras apocalípticas fue escrita en Galilea, sino también porque parece que el escritor había estado familiarizado con estas obras.
5 Ap. 2:9 y 3:9. 6 Ap. 13:1-18. 7 Ap. 17:5. 8 Ap. 19:15a. 9 Ap. 6:16f.
10 Ap. 19:15b.
11 H. E. Dana, The Ephesian Tradition (Kansas City: Kansas City Seminary Press, 1940), p. 167. 12Ibid. p. 167. , 13 Justino Mártir, Dialogue with Trypho the Jew, The Ante-Nicene Church Fathers (New York: The Christian Literature Company, 1890), I, 240. 14 Ireneo, Against Heresies, chap, xxx, The Ante-Nicene Church Fathers, op. cit., I. 558. 15Ibid., I, 560. 16 The Ante-Nicene Fathers, II, 504. 17 Ibid., III, 333.
18 Eusebius Pamphilus, Ecclesiastical History, trans. C. F. Cruse (12th ed.; Philadelphia: J. B. Lippincott and Company, 1869), Book VI, chap. xx, p. 246. 19 Pieters, op. cit. p.15. 20Pieters, op. cit. p. 15.
21De esto se tratará en una parte subsecuente de esta obra.
22 Discutiremos las desemejanzas cuando lleguemos a la sección que trata de las evidencias contrarias a la paternidad literaria de Juan. 23 Si se cuentan las veces que se repite la alusión en algunos pocos versículos, entonces son veintiocho. 24 Kiddle, The Revelation of St. John, en "The Moffatt New Testament Commentary", p. xxxiii. 25 Citado en Eusebio, Church History, p. 297.
26 Citado en Eusebio, Church History, pp. 297 y sigtes. 27 Eusebio. Church History, pp. 124 y sigtes.
28 La mayor parte del siguiente argumento es una condensación de la obra de A. T, Robertson: Epochs in the
Life of the Apostle John (New York: Fleming H. Revell Company, 1935), pp. 22-29. (Este libro, traducido al español con el título de Épocas en la Vida del Apóstol Juan, y editado por la Casa Bautista de Publicaciones, de El Paso, Texas, EE. UU., en sus páginas 23-30 tiene el citado argumento. —N. del Trad.) 29 Dana, The Ephesian Tradition, p. 168. 30 Véanse Luc. 6:13-16; Mat. 10:1-4; 1 Ped. 5:1. 31 Eusebio. Church History, Book III, p. 21.
32 Este párrafo es una condensación de la obra de H. E. Dana, The Ephesian Tradition, pp. 156-158. 33 E1 siguiente párrafo es una condensación de lo que Dana dice en su obra: The Ephesian Tradition, pp. 161 y sigtes. 34 A. T. Robertson, Epochs in the Life of the Apostle John (New York: Fleming H. Revell Company, 1935), p. 28. 35 Eusebius, Church History, p. 297. 36 Eusebius, Church History, pp. 797 y sigtes.
37 Smith, The American Commentary on the New Testament, VII, Part. III, ii. 38 Dana, New Testament Criticism, p. 312.
39 Arthur Weigall, Nero (New York: G. P. Putnam's Sons. 1930), pp. 3... 394... 40 La teoría presentada aquí es la que siguen Swete, Beckwith, Hengs-tenberg, American Commentary, Dana, Pieters, y Expositor's Greek Testament. 41 Weigall, op. cit. p. 359. 41ª En su obra Refutation del Gnosticismo.
41b "Hoy se llama Kedus o Saborat" (Dicc. Enc. Hisp. Am.—Art.: Hermo}. N. del Trad. 41c Río Luco (Dicc. Enc. Hisp. Am.—Art.: Laodicea), N. del Trad.
41d Meandro, o Mendere, o Meinder (Dicc. Enc. Hisp. Am.-Arts.: Meandro, Mendere).—N. del Trad. 42 Estas razones son una condenación de lo que dice Allen, op cit., pp. 59-63, y A. H. Newman, A Manual of Church History (Philadelpia: The American Baptist Publication Society, 1899), I, 148-150. 4 3Ante-Nicene Fathers, III. pp. 98 y sigtes.
44 Dana, Epistles and Apocalypses of John, p. 94. 45 Una gran parte de esta sección está tomada de la obra citada de Allen, pp. 27-53; de la de E. G. Hardy,
Christianity and the Roman Government (New York: The Macmillan Company, 1925), pp. 68-77; y de la obra de W. M. Ramsay, The Church in the Roman Empire (New York: G. P. Putnam’s Sons, 1912), 11. 274-290. 46 Hardy, op. cit., p. 72. Segunda Parte -- Interpretación 1 R. G. Moulton, The Modern Reader's Bible (New York: The Macmillan Company, 1920), pp. 378-388.
2 H. E. Dana, the Epistles and Apocalypse of John, pp. 95-98. *Nota de los Editores: Los pasajes bíblicos usados en esta traducción son de la Versión de Cipriano de Valera, y se han impreso con letra cursiva; y cuando ha sido necesario, para dar más claridad al texto bíblico se han usado el Nuevo Pacto (N. P.), la Versión Moderna (V. M.), y la Versión Hispano-Americana (V. H. A.). 3Véase p. 56. 4Véase p. 121, III. Los Receptores del Apocalipsis. Capítulo 4 *"domingo" (V. M. y V. H, A) 1 Algunos intérpretes opinan que esto significa que el Señor protegerá a los suyos,
2 Este simbolismo es una condensación de lo que dicen Beckwith, Dana, Hengstenberg, Richardson, Smith, y otros muchos in loco.
Capítulo 5 *Hch. 19:1-10. 1 W. M. Ramsay, The Letters to the Seven Churches (London: Holder and Stoughton, 1904), pp. 292 y sigtes. 2 Morgan, op. cit., pp. 72 y sigtes., dice que puede ser una combinación de los cuatro. 3 Carroll, op. cit., vol. Revelation, p. 72. 4 Dana, The Epistles and Apocalypse of John, p. 108.
5 Ramsay, Letters to the Seven Churches, p. 359, sigtes. 6 David Smith, The Disciple's Commentary (New York: Ray Long and Richard R. Smith, Inc., 1932), V. 611. 7 Véase Hech. 14:27; 1 Cort. 16:9.
8 Edward Gibbon, The Decline and Fall of the Roman Empire (Chicago; Thompson and Thomas Publishers, n. d.), IV, 381. 9 Smith, op. cit., V. 671, citando a Estrabón. Capítulo 6 1 Dana introduce esta sección así en The Epistles and Apocalypse of John, p. 112. 2 Richardson, op. cit., p. 67 3 CarrolI, op. cit., on Revelation, p. 111. 4 Dana, Ibid., p. 114.
5 Hengstenberg, Richardson, Allen, Pieters, D. Smith, and J. Smith, in loco. 6 Dana, Ibid. p. 115. 7 D. Smith, J. Smith, Hengstenberg, Richardson y otros, in loco. 8 Smith, op. cit., p. 80. 9 Dana, Ibid., p. 116. 10 D. Smith, The Disciple's Commentary, p. 624. 11 Hengstenberg, op. cit., p. 277. 12 Richardson, op. cit., p. 71. 13 Beckwith, op. cit., p. 510. 14 Ibid, p. 510. 15 Ibid, p. 118. Capítulo 7 1 Richardson, op. cit., pp. 79 y sigtes., presenta la explicación más clara de esta teoría.
2 Véase a Allen, Dana, D. Smith, Expositor’s Greek Testament, Ramsay, Charles, y otros.
3 Moffatt, Expositor's Greek Testament, V. 390. 4 D. Smith, The Disciple's Commentary, V. 629; Moffatt, Expositor's Greek Testament, V. 390. 5 Dana, Pieters, American Commentary, Charles, Hengstenberg, in loco.
6 Richardson, Moffatt, Kuyper, in loco. 7 Pieters, op. cit. p. 126. f 8 Charles, The Revelation of St. John, Vol. I, "The International Critical Commentary" p. 183; Swete, op. cit. p. 93. 9 Moffatt, op. Cit., p. 394. 10 E1 juicio de Dios representado como un viento es una idea importante en el Antiguo Testamento. Véanse: Jer. 4:11, 12; 18:17; 49:32, 36; Ezeq. 5:2; 12:14; Sal. 106:27; Job. 38:24: Isa. 41:16.
11 Dana, The Epistles and Apocalypse of John, p. 123. 12 Stuart, op. cit., II. 171 y sigtes. 13 Larkin, op. cit., p. 65 es buen ejemplo de este grupo. 14 Pieters, op. cit., p. 129. 15 Richardson, op, cit., p. 88. 16 D. Smith, The Disciple's Commentary, V. 632. 17 Swete, op. cit., p. 99. 18 Beckwith, op. cit., pp. 535, 539.
19 Charles: The Revelation of St. John, Vol. II, "The International Critical Commentary," pp. 206, 209. 20 Hengstenberg, op. cit., I, 363, 371.
21 WiIliam Milligan, The Book of Revelation (New York: A. C. Armstrong and Son, 1889), pp. 116 ... 22 Véase Juan 17:12. 23 Charles, The Revelation of St. John, Vol. I, "International Critical Commentary", p. 211. 24 Moffatt, op. cit., p. 398. 25 Swete, Dana, Hengstenberg, Richardson, Beckwith, Milligan, in loco. 26 Moffatt, op. cit., p. 399. 27 Milligan, op. cit., p. 135.
28 Pieters, Richardson, Dana, Beckwith, D. Smith, Moffatt, Swete, y Kiddle, in loco. 29 Dana, The Epistles and Apocalypse of ]ohn p. 124. t 30 Kiddle, op. cit., p. 148. 31 Apocalipsis 9:21.
32 Hengstenberg, op. cit., I, pp. 429 y sigtes. 33 Dana. The Epistle and Apocalypse of John, pp. 126 y sigtes.
34 D. Smith, Dana, J. Smith, Kiddle, Moffat, Swete, Charles, Stuart, in loco. 35 Richardson, op. cit., p. 101. 36 Véase Zacarías 2:2.
37 Larkin, op. cit, pp. 84 y sigtes. 38 Carroll, op. cit., pp. 150 y sigtes.
39 Dana, Kiddle, Richardson, Pieters, D. Smith, Hengstenberg, Swete. Capítulo 8 1 Swete, op., cit., pp. 39 y sigtes. 2 Pieters, Richardson, Kiddle, S. Smith, Beckwith, Stuart, Swete.
3 Dana, Moffat. 3 Así lo indican la V. H. A. (12:18) y la V. M. (13:1): pero el N. P. (12:18) y la V. de C. V. (13:1) indican que Juan se paró sobre la arena del mar. N. del Trad. 4 Granger, The Beast That Was and Is Not. 5 Richardson, Pieters, Dana, Milligan. 6 Swete, Richardson.
7 Hardy Christianity and the Roman Government, p. 72. , 8 D. Smith, op. cit., p. 663. 9 Dana, The Epistles and Apocalypse of John, p. 138. 10 Joel 3:13; Mat. 13:39.
11 Richardson, D. Smith, Milligan, Swete, in loco.
12 Stuart, Ramsay, Dana, Kiddle, Moffat, Beckwith, in loco. 13 Larkin, op. cit., p. 173. 14 D. Smith, op. cit., p. 672; Swete, op. cit., p. 194. , 15 Milligan, op. cit., p. 260. 16 D. Smith, Milligan, Dana, Richardson, Swete, Beckwith y Kiddle, in loco. 17 Números 9:15; 17:7; 18:2. 18 1Reyes 8:11 dice: "Y los sacerdotes no pudieron estar para ministrar por causa de la nube." 19 D. Smith, op. cit., p. 675. 20 Dana, The Epistles and Apocalypse of John, p. 141. 21 Swete, op. cit. p. 207. , 22 Larkin, op. cit., p. 144 ... 23 Para un ejemplo véase a Barnes, in loco.
24 Moffatt, op. cit., p. 449. 25 Para una completa discusión de este símbolo véase la sección de este libro donde esta serie de reyes se discutió al tratar de la "fecha" del libro. 26 J. A. Seiss, The Apocalypse (Philadelphia: School of the Bible, 1865), III, p. 250. 27 F. C. Ottman, The Unfolding of the Ages (New York: Publication Office, "Our Hope," 1905), p. 421. 28 Barnes, Carroll, Lord, in loco. 29 D. Smith, J. Smith, Pieters, Dana, Richardson, Alien, Beckwith, Milligan, Kiddle, Swete, in loco. 30 Pieters, J. Smith, in loco. 31 MilIigan, Kiddle, Beckwith, in loco. 32 Dana, D. Smith, in loco. 33 Swete, op. cit., p. 259. 34 Pieters, op. cit, p. 288.
35 Richardson, op. cit., pp. 156 y sigtes. 38 Mucha gente ha identificado erróneamente al "premilenismo" con las enseñanzas del Nuevo Testamento
referentes a la segunda venida de Cristo. Pero el Nuevo Testamento enseña que el Señor puede venir en cualquier momento. Esta creencia fue sostenida por Pablo, Juan, Pedro, Santiago y otros; y uno puede aceptarla sin aceptar las ideas del sistema premilenario referentes al establecimiento de un reino terrenal, etc. Muchos cristianos se llaman "premilenarios" cuando lo que quieren decir es que creen que la segunda venida del Señor es inminente. Téngase en cuenta que estas dos cosas no son sinónimas.
Capítulo 9 1 Esta opinión es la que tienen, aunque con algunas variaciones, Richardson, Pieters, D. Smith, Dana, J.
Smith, Beckwith y Swete, in loco. 2 Swete, Pieters, Beckwith, D. Smith, Dana, y Richardson, in loco. 3 La "Esposa" puede ser la iglesia, como en 19:7; o puede ser el cielo, como en 21:9. Cualquiera de estas dos interpretaciones puede ser acertada.
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