Diez Trucos Para Escritores Noveles

April 11, 2017 | Author: Alfonso Torres | Category: N/A
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Primer truco: consejos para empezar Antes de empezar a escribir debes tener claros los aspectos fundamentales de la historia. A continuación te indicamos varias cuestiones que debes plantearte y resolver, así como algunos consejos básicos para iniciarte en el camino de la escritura. — ¿Quién es tu protagonista y qué es lo que quiere? Recuerda que el deportista que quiere hacer ganar a su equipo el gran partido o la víctima de accidente de tráfico que quiere sobrevivir no son los únicos personajes interesantes. — Cuando comienza la historia, ¿qué acciones moralmente significativas ha emprendido tu protagonista para lograr su objetivo? “Moralmente significativas” no quiere decir que el protagonista tenga que ser convencionalmente “bueno”, sino que él o ella ya debería haber hecho una elección consciente, con repercusiones que impulsen el resto de la historia. — ¿Qué consecuencias inesperadas, directamente relacionadas con los esfuerzos del protagonista por alcanzar su objetivo, incrementan la energía emocional de la historia? Ten presente que las consecuencias inesperadas obligarán a tu protagonista a hacer una nueva elección, lo que a su vez dará lugar a nuevas consecuencias. — ¿Qué detalles del escenario, de los diálogos y del tono ayudan realmente a contar la historia? No vaciles en cortar cosas superfluas, como el personaje A diciéndole al personaje B algo que ya ha sido narrado previamente, o escenas que describen viajes y desplazamientos.

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— ¿Qué decisión moralmente significativa hace tu protagonista en el clímax de la narración? Aunque el lector debe darse cuenta de esa decisión, lo ideal es que no la haya visto venir. Evidentemente, basarse en experiencias tales como ganar un partido importante, recuperarse después de una enfermedad o lesión, o hacer frente a la muerte de un ser querido, son opciones atractivas para los escritores noveles que buscan un tema impactante. Sin embargo, la descripción de experiencias emocionales fuertes no es lo mismo que la generación de respuestas emocionales en el lector. Para aquellos que buscáis estrategias de escritura a largo plazo, he aquí algunas ideas adicionales. •• Mantener un cuaderno de notas. Los cuadernos son “incubadoras” donde mantener a la espera de un posterior desarrollo fragmentos de conversaciones oídas por casualidad, frases expresivas, imágenes, ideas e interpretaciones sobre el mundo que nos rodea. •• Escribir regularmente, todos los días. Siéntate y compón frases un par de horas todos los días, incluso si no tienes ganas. •• Recoger las historias de todos los que conoces. Colecciona las historias que cuenta la gente a tu alrededor y utilízalas para tus propios fines. Estudia en ellas sus significados subyacentes y aplicaos a la comprensión de la condición humana. •• Leer, leer y leer. Lee todo Chéjov. A continuación, vuélvelo a leer. Lee a Raymond Carver, Ernest Hemingway, Alice Munro, y Tobias Wolff. Si no tienes tiempo para leer a todos estos autores, no dejes a Chéjov. Él le enseñará más de lo que cualquier profesor o taller de escritura podría enseñarte.

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Segundo truco: escribe un buen primer párrafo Veamos ahora daremos algunas ideas sobre la manera de crear un buen primer párrafo que invite al lector a continuar leyendo. En el acelerado mundo de hoy en día, la primera frase de tu relato deberá llamar la atención del lector con lo insólito o inesperado de una acción o un conflicto. De otro modo, te arriesgas a perder su atención cuando apenas ha leído las primeras líneas. Por ello, debes comenzar con tensión, vigor y suspense. Ten presente que los relatos deben empezar cerca de su fin. Veamos ahora algunos ejemplos. Incorrecto: Oí gritar a mi vecino a través de la pared. Este comienzo es sin duda poco interesante. Correcto: Nuestro vecino de atrás practica una terapia de gritos en la ducha casi todos los días. Sin embargo esta frase capta la atención del lector desde el primer momento. ¿Quién es ese hombre que grita en la ducha todos los días? ¿Por qué hace eso? ¿Qué es, exactamente, una “terapia de gritos”? Sin duda este planteamiento incita a seguir leyendo: La primera vez que le oí, me quedé en el baño que comparte muro con el suyo escuchando durante diez minutos y dudando sobre la conveniencia de llamar a la policía. Aquello era muy diferente de lo que solían hacer los vecinos de mi anterior piso, un matrimonio de mediana edad con dos hijos. El resto del párrafo introduce un conflicto interno en el que el protagonista duda sobre si emprender una acción, de modo que el lector querrá saber si llamó o no a la policía. Pero también introduce un contraste intrigante entre pasado

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y presente que nos permite saber un poco más sobre el protagonista (se ha mudado recientemente), a la vez que plantea nuevas preguntas al lector (¿por qué se ha mudado?) Es importante comprender y tener claros los elementos básicos de una historia antes de unirlos para formar un todo. Este proceso es comparable a la producción de algo delicioso en la cocina: cualquier ingrediente que se añada afecta al resultado final. Para crear un plato perfecto, se deben equilibrar los ingredientes, tener en cuenta el tiempo de cocción y cuidar la presentación final. Exactamente igual ocurre con la escritura de ficción. Y como muestra, una de las primeras frases más impactantes de la literatura: el inicio de Crónica de una muerte anunciada, del Premio Nobel Gabriel García Márquez. ¿A que apetece seguir leyendo? El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo.

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Tercer truco: desarrolla los personajes Además de escribir un primer párrafo que capte la atención del lector y que le incite a continuar leyendo, también es importante la manera en que desarrollamos los personajes. Ellos son quienes llevan la acción, por tanto es preciso comenzar a trabajar en los personajes de tu historia desde un primer momento. El verdadero trabajo del escritor pasa por crear personalidades complejas y situarlas en un escenario, haciendo a continuación que hablen, sufran, piensen, amen, rían y, en definitiva, vivan, en el espacio que dura la novela o relato. Tal vez aquello que hagan tendrá un significado más allá de las circunstancias pasajeras que permita —en palabras de Chéjov— vislumbrar lo que el ser humano es. Para desarrollar un personaje vivo, que respire y con una personalidad bien facetada es necesario hacer acopio de más información de la que finalmente usarás en la obra. Aquí está una lista parcial de los detalles en los que se debe trabajar para empezar. Una buena idea es disponerlos en forma de ficha: •• Nombre •• Edad •• Trabajo •• Aspecto físico •• Lugar de origen •• Lugar de residencia •• Aficiones •• Religión •• Estado civil •• Cómo es su familia •• Temperamento •• Amigos •• Manías •• Fracasos •• Secretos Por ejemplo, digamos que queremos desarrollar el personaje de una estudiante

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universitaria. ¿Qué debemos saber de ella? Su nombre es Carolina Perea Davó, aunque todo el mundo la llama Carol. Tiene 21 años de edad. Es española, nació en Valencia pero vive en Madrid. Es de piel blanca, ojos marrones, pelo largo castaño, aunque se tiñe de rojo. Mide un metro setenta. Es bastante tranquila y tímida. Le gustan los gatos y tiene uno,  llamado Café. Suele montar en bicicleta y le gusta la fotografía. Vive en un piso compartido con otras dos estudiantes: Isabel y María. Estudia Ciencias Biológicas. Está soltera y no tiene novio. Le encanta la tortilla de patata y el té negro. Se muerde las uñas cuando está nerviosa. Su madre se acaba de suicidar. Imaginar todos estos detalles te ayudará a conocer a tu personaje, dándole verosimilitud a sus acciones, sus diálogos y su manera de reaccionar a los conflictos que se le presenten en la narración. Ahora bien,  no es necesario que consignes toda esa información en el texto (especialmente si es un relato), puesto que al lector le bastará con saber lo referido a cuatro aspectos principales: •• Apariencia: que le dará al lector una comprensión visual del personaje. •• Acción: el lector comprenderá mejor al personaje a través de los actos de este que por medio de un listado de adjetivos. •• Personalidad: debes desarrollar la personalidad del personaje como si fuera una persona real, incluyendo su manera de hablar. El carácter del personaje no debe desprenderse únicamente de sus actos. •• Pensamiento: conduce al lector a la mente de tu personaje para mostrarle recuerdos no expresados, temores y esperanzas. Los pensamientos del personaje deben ser expresión viva de su carácter. Pero, sobre todo, cuida la naturalidad de tus personajes. Ten siempre presente el consejo de Chéjov: “En la vida la gente no se suicida, no se ahorca ni se enamora, ni dice cosas geniales a cada minuto. Pasa la mayor parte del tiempo bebiendo… o diciendo tonterías… La vida  en escena debe ser lo que es en realidad, y la gente, por lo tanto, debe andar naturalmente y no sobre zancos.”

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Cuarto truco: elige un punto de vista Una vez que ya tenemos claro la historia que queremos contar y hemos trabajado los personajes que la desarrollarán, hay que decidir desde qué punto de vista acometeremos la narración. El punto de vista es la narración de la historia desde la perspectiva de la primera, segunda o tercera persona. Como escritor, es necesario determinar quién va a contar la historia así como la cantidad de información que se va a ir proporcionando al lector a lo largo de la narración. Además, hay que decidir si el narrador está directamente implicado en la acción y narra esta por tanto de manera subjetiva, o bien si el narrador sólo puede informar de la acción objetivamente. •• Primera persona: La historia es contada desde el punto de vista del “yo”. El narrador puede ser el protagonista, el personaje principal directamente afectado por la evolución de los acontecimientos;  también puede ser un personaje secundario que cuenta la historia que gira alrededor del protagonista. Esta es una buena opción para escritores noveles porque resulta más sencilla de escribir. Vi una lágrima correr por su mejilla. Jamás había visto a mi padre llorar. Miré hacia otro lado mientras él se secaba la cara furtivamente. El narrador en primera persona logra una conexión especial entre narrador y lector, puesto que permite mejor que ningún otro punto de vista que el lector comparta las percepciones de un personaje. Sin embargo, también puede ser motivo de que los lectores logren una empatía menor con el resto de los personajes de la narración. •• Segunda persona. La historia es contada directamente a  un “tú”. Ese “tú” puede ser un personaje que intervenga directamente en la historia o bien puede actuar sólo como oyente. Un ejemplo arquetípico de uso de un narrador en segunda persona es Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes. Este tipo de narrador presenta la ventaja de facilitar que el lector se sienta

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interpelado, dando la sensación de que participa directamente en la acción. Te reíste a carcajadas con el número de los payasos, aplaudiendo con alegría. La segunda persona aumenta la sensación del lector de ser testigo de los sucesos narrados. Sin embargo, es importante colocar a los personajes en un entorno tangible, cuidando de no omitir aquellos detalles que el lector necesita para representarse las escenas con claridad. •• Tercera persona. La historia cuenta lo que “él” o “ella” hace. Aunque hay que tener presente que el narrador también puede ser un animal, objeto o ser imaginario. La perspectiva del narrador en tercera persona puede ser limitada: contando la historia desde la perspectiva de un personaje; u omnisciente: donde el narrador sabe todo sobre todos los personajes. Corrió hacia el coche evitando a los peatones que caminaban por la acera. La tercera persona omnisciente permite explorar todos los pensamientos de los personajes y sus motivaciones. Sin embargo, al usarla hay que cuidar muy especialmente las transiciones al pasar de un personaje a otro. Por su parte, la tercera persona limitada es perfecta para ofrecer la perspectiva de las percepciones de un determinado personaje, aunque el escritor debe cuidar el manejo y la manera de proporcionar aquella información que el narrador limitado no puede conocer. Para finalizar, no olvidemos que el narrador puede tomar partido en el conflicto que presenta, puede ser absolutamente imparcial, o bien puede tratar de defender una postura que como autor quieres que tu lector se cuestione.

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Quinto truco: escribe diálogos con significado Vamos a ver a continuación cómo construir diálogos plenos de significado, que aporten al desarrollo de la narración y que sean expresión propia de nuestros personajes. El diálogo es lo que los personajes se dicen unos a otros (o a sí mismos). Cada parlamento de un personaje ocupa su propio párrafo y en él se incluye no solo aquello que el personaje dice, sino también todo lo que el narrador desea explicar sobre lo que el personaje hace al hablar. Hay que tener presente que, para evitar confundir al lector, se deben marcar claramente las acotaciones del narrador, distinguiéndolas de las intervenciones del personaje. En español lo correcto es usar para ello el guion largo (—). Puedes insertar de manera sencilla este signo si pulsas al tiempo las teclas Control y Alt, junto con el signo menos del bloque numérico de tu teclado. El objetivo es conseguir que los lectores oigan las pausas entre las frases, que vean al personaje inclinarse hacia adelante, juguetear con sus cutículas, evitar los ojos de su interlocutor o descruzar las piernas. Veámoslo como siempre con algunos ejemplos: ¿Dónde vas?, preguntó Juan nervioso. De compras, contestó María mientras iba hacia la puerta. Otra vez no. Se plantó ante ella para cortarle el paso. Has agotado el crédito de la tarjeta. El párrafo anterior es confuso porque no presenta un discurso claro. Es difícil distinguir cuándo interviene cada uno de los personajes y cuándo lo hace el narrador. —¿Dónde vas? —preguntó Juan nervioso. —De compras —contestó María mientras iba hacia la puerta. —Otra vez no —se plantó ante ella para cortarle el paso—. Has agotado el crédito de la tarjeta.

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El segundo ejemplo es gráficamente correcto, ya que utiliza un párrafo aparte para presentar cada parlamento de cada personaje según avanza la conversación. Sin embargo, el material narrativo intercalado entre las citas directas es, como explicaremos a continuación, casi del todo inútil. “Juan preguntó nervioso” es una acotación narrativa explícita. El autor podría escribir “preguntó Juan muy nervioso” o  incluso “preguntó Juan, tan nervioso que su voz temblaba”, pero eso no hará la historia más sutil. ¿Cómo puede el autor transmitir el estado de ánimo de Juan, sin decirlo al lector directamente? Por inferencia. Es decir, mencionando un detalle que evoque en la mente del lector la imagen de una persona nerviosa. Por ejemplo: —¿D-dónde vas? —Juan se levantó. —¿Dónde vas? —balbuceó Juan mirando sus zapatos. Tras una espiración profunda, Juan se atrevió. —¿Dónde vas? Pero no: Juan se levantó de la silla en la que estaba y respiró hondo. Sabía que su enfrentamiento con María debía ser en ese momento o nunca tendría lugar. —¿Dónde vas? —tartamudeó nerviosamente, mirando sus zapatos. La mesura es la clave. Con un simple detalle el lector comprenderá lo que el escritor busca decir. Ser demasiado prolijo en las explicaciones es tan poco recomendable como ser demasiado explícito. El lector es el encargado de completar la obra, si el autor explica todo de forma demasiado pormenorizada no está dejando lugar a que el lector imagine y recree aquello que se narra con libertad y usando su imaginación, lo que puede hacer que pierda el interés en tu historia.

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Sexto truco: trabaja los ambientes Otro aspecto fundamental a la hora de trabajar un texto narrativo es crear el ambiente adecuado para nuestra narración. El ambiente hace referencia al tiempo, el lugar, el contexto y la atmósfera en los que la trama se desarrollará. Una atmósfera capaz de apelar a los lectores es aquella que contribuye a un todo orgánico. Desde el principio debemos tener claro que nuestros personajes habitan en un lugar y tiempo concretos. Un buen ejercicio consiste en imaginar a los personajes en el desierto, la selva o un barrio de las afueras, donde sea que vaya a transcurrir la acción. Hacerlo así contribuye a crear un conjunto equilibrado entre la caracterización de los personajes y el espacio con el que estos van a interactuar. Hay cuatro aspectos que siempre debemos tener presentes: •• Combinar adecuadamente ambiente, personajes y trama. Todos se afectan entre sí y esa relación debe hacerse patente en el desarrollo de la historia. •• Incluir suficientes detalles como para permitir que el lector se cree una imagen clara de la escena, pero cuidar siempre de que esos detalles aporten algo a la historia. Por ejemplo, no hace falta describir que María cerró la puerta de casa, caminó por el patio, abrió la puerta del garaje, puso aire en las ruedas de su bicicleta y se  montó en ella; esos detalles son accesorios, porque lo realmente importante es que salió a la calzada sin mirar y no vio el coche que se abalanzaba sobre ella. •• Usar dos o más sentidos en las descripciones de los ambientes. A menudo nos centramos solo en la vista y nos olvidamos del resto de los sentidos. Pero el truco para crear ambientes sólidos es dejar constancia de los olores, de los sonidos e incluso de los sabores y texturas.

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•• No abrumar con datos, crear sensaciones. En lugar de proporcionar a los lectores datos abstractos sobre el clima, estadísticas de población, o la distancia en metros hasta la tienda de comestibles donde el protagonista hace la compra, mejor proporcionemos detalles descriptivos que permitan que el lector experimente los paisajes, las estancias y las atmósferas como los propios personajes lo hacen. Como ejemplo de una atmósfera bien trabajada, en la que se imbrica el protagonista con sus deseos y temores, nada mejor que un fragmento de La carretera, de Cormac McCarthy: Cuando hubo clareado lo suficiente observó el valle con los prismáticos. Todo palideciendo hasta sumirse en tinieblas. La suave ceniza barriendo el asfalto en remolinos dispersos. Examinó lo que podía ver. Segmentos de carretera entre los árboles muertos allá abajo. Buscando algo que tuviera color. Algún movimiento. Algún indicio de humo estático. Bajó los prismáticos y se quitó la mascarilla de algodón que cubría su cara y se frotó la nariz con el dorso de la muñeca y luego miró otra vez. Se quedó allí sentado con los gemelos en la mano, viendo como la cenicienta luz del día cuajaba sobre el terreno. Solo sabía que el niño era su garantía. Y dijo: Si él no es la palabra de Dios, Dios no ha hablado nunca.

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Séptimo truco: cuida la trama Hemos mencionado la necesidad de equilibrar ambiente, personajes y trama. Pues bien, ¿qué es la trama? La trama es lo que pasa, la historia, la acción. Es la forma en que el escritor plantea la situación, coloca los puntos de giro y hace que actúen los personajes. En resumen, la trama es una serie de eventos organizados deliberadamente con el fin de revelar su significado dramático, temático y emocional. Comprender los diferentes elementos que conforman la historia, hacen que se desarrolle la acción y la conducen hacia su final, te será de ayuda a la hora de escribir tu siguiente novela o relato. Helos aquí: •• Gancho. Ese acontecimiento emocionante o problema apasionante que capta la atención del lector de inmediato. •• Conflicto. Cuando un personaje, por lo general el protagonista, se enfrenta a una lucha interna o debe afrontar un obstáculo externo (o ambos). •• Exposición. Conocimientos previos que el autor debe proporcionar para situar a los personajes y a la acción en su contexto. •• Complicación. Uno o más problemas que impiden que un personaje cumpla sus objetivos, que resuelva el conflicto. •• Transición. Aquellas partes (pueden ser descripciones, narraciones o diálogos) que actúan como nexo de unión entre una escena y la siguiente. •• Flashback. Recuerdo breve de algún acontecimiento sucedido en un tiempo anterior a aquel en que se sitúa la acción. •• Clímax. Cuando la tensión que acumula la narración llega a su cumbre.

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•• Anticlímax. Momento en que la tensión vuelve a descender después de alcanzado el clímax. •• Resolución. Cuando el conflicto (interno o externo) planteado a lo largo de la historia se resuelve. Si te cuesta encontrar la forma de desarrollar una trama, nada mejor que hacer una lluvia de ideas. Haz una lista con las diferentes situaciones que pueden derivarse de una tesitura dada. Seguro que hay una que te resulta atractiva y sobre la que puedes empezar a trabajar. Por ejemplo: la esposa de un hombre le anuncia que le deja. ¿Cuáles son las acciones que pueden derivarse de esta situación? •• El hombre se vuelca en su trabajo. •• Los hijos de la pareja quieren irse con su madre. •• Deben vender su casa. •• La mujer regresa y su marido la acepta. •• La mujer regresa pero su marido no la acepta. •• El hombre vuelve a vivir con sus padres. •• El hombre se suicida. Las posibilidades son muchas. Basta con elegir la que más nos atraiga y desarrollarla. Una vez que decidas cuál es tu historia siempre puedes hacer una nueva lluvia de ideas para ver cómo continuas.

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Octavo truco: desarrolla el conflicto Acabamos de ver la importancia de la trama y, al hacerlo, hemos mencionado el conflicto como uno de los elementos que la forman. De hecho, el conflicto es el núcleo, el eje sobre el que debe girar toda la acción. Se puede decir que sin conflicto no hay trama. El conflicto produce la tensión que funcionará como motor de arranque de la trama. La tensión surge por la oposición entre el personaje protagonista  y determinadas condiciones internas o externas. Al equilibrar las fuerzas opuestas del conflicto mantendrás a los lectores pegados a las páginas preguntándose cómo terminará la historia. El conflicto es el elemento fundamental de la ficción, porque en la literatura el conflicto es lo verdaderamente interesante. De modo que elige para tus historias conflictos que giren en torno a alguno de los grandes problemas de la vida: el nacimiento, el amor, el sexo, el trabajo o la muerte. Algunos conflictos posibles son: •• El protagonista contra otro individuo. •• El protagonista contra la naturaleza o la tecnología. •• El protagonista contra la sociedad. •• El protagonista contra Dios. •• El protagonista contra sí mismo. Un buen conflicto debe contener los siguientes elementos: •• Misterio: explica lo suficiente para interesar a los lectores, pero nunca esclarezcas todo por completo. •• Ecuanimidad: ofrece el punto de vista de ambos oponentes, de las dos partes implicadas en el conflicto.

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•• Progresión: aumenta gradualmente la intensidad del conflicto, aumentando con sutileza el número o la importancia de los obstáculos a los que se enfrenta el protagonista. •• Causalidad: los personajes de ficción deben asumir sus actos de manera distinta a como sucede en la realidad. En narrativa, es frecuente que los personajes que se equivocan paguen y que los héroes sean recompensados. •• Sorpresa: crea una trama lo suficientemente compleja para evitar que los lectores predigan con demasiada anticipación qué va a suceder. •• Empatía: fomenta que el lector se identifique con los personajes (especialmente con el protagonista), los escenarios y las situaciones. •• Conocimiento: revela algo sobre la naturaleza humana. •• Universalidad: plantea un conflicto que tenga significado para la mayoría de los lectores, aunque la historia mediante la cual lo cuentes sea única. •• Interés: convence a los lectores de que el conflicto que planteas es vital. Ten presente que los conflictos triviales suelen producir ficción trivial.

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Noveno truco: construye el clímax Acabamos de ver cómo actúa el conflicto como motor de la trama. Pues bien, el conflicto debe desarrollarse hasta llegar a un clímax o punto álgido que genere una crisis a partir de la cual la historia avance hacia su desenlace. El clímax es el punto de inflexión de la historia, el momento más emocionante y dramático. La crisis puede ser un reconocimiento, una decisión o una resolución. En el momento del clímax el protagonista comprende lo que antes no comprendía, se da cuenta de lo que debe hacerse para resolver el conflicto y finalmente decide hacerlo. Sin duda toda buena historia necesita una crisis. Pero ten presente que un evento al azar, como un accidente automovilístico o una enfermedad repentina, no son más que situaciones extremas; a menos que al escribir sobre ellas crees un conflicto que logre atraer la atención del lector sobre los personajes. El clímax juega un papel crucial en el tiempo del relato: si la crisis ocurre demasiado pronto los lectores esperarán todavía otro punto de inflexión. Si se produce demasiado tarde, los lectores se impacientarán porque considerarán que el protagonista es demasiado lento en sus resoluciones. Por otra parte, el clímax siempre debe ser presentado como una escena. Es “el momento” que el lector ha estado esperando, por lo que lo mejor es apostar por la descripción. Evita dar cuenta de la crisis a través de un diálogo: la crisis es un momento de introspección del protagonista, de propio reconocimiento, de autoanálisis. Por tanto, el objetivo es mostrar de manera efectiva qué sucede en su interior, cuáles son sus pensamientos, sus sentimientos y sus emociones, dejando constancia del intento del protagonista por encontrar un camino moral que tenga en cuenta todas las circunstancias que han jugado algún papel hasta el momento en su historia. En definitiva, la narración de la crisis debe dejar constancia de un cambio en el protagonista que nos conducirá hasta el desenlace.

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Décimo truco: encuentra un desenlace Hemos llegado al final y, por tanto, toca hablar del desenlace. El desenlace de la historia debe venir marcado por la resolución del conflicto que se había planteado. Esta resolución no tiene por qué ser completa: a veces basta simplemente con mostrar que los personajes están empezando a cambiar de alguna manera, empezando a ver las cosas de forma diferente. Este tipo de final no del todo concluyente (pero dónde sí se indica el inicio de una conclusión) suele ser común en la ficción corta, donde la extensión de los relatos dificulta proporcionar una solución completa. Veamos algunas de las opciones para concluir una narración. •• Final abierto: el escritor plantea una opción no del todo definida y son los lectores quienes acaban de completar la historia. •• Final resuelto: el final es claro y nítido. •• Final circular: de alguna manera el protagonista vuelve a encontrarse en una situación semejante a la del inicio de la historia. •• Monólogo. La narración se cierra con un monólogo reflexivo del protagonista donde valora los acontecimientos que se han narrado y el cambio que la resolución del conflicto ha producido en él. •• Diálogo. Una conversación entre los personajes (pueden ser los principales o no) pone el punto final a la historia. Como en el caso anterior, deben valorar tanto los hechos acontecidos como, especialmente, las perspectivas que ahora se abren. •• Imagen literal. La descripción de un personaje, un paisaje o una situación pone el colofón a la historia. Por supuesto, esa imagen debe resumir el sentido del final propuesto.

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•• Imagen simbólica. Como en el caso de la imagen literal, se trata de cerrar la historia con una descripción, pero en este caso esta debe ser alegórica, representando de manera simbólica el sentido del final. Cada historia pide un tipo de final. Lo aconsejable es valorar cuál es la manera de plantear el desenlace que resulta más apropiada para tu narración.

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Esperamos que estas siete correcciones te hayan resultado útiles y te hayan abierto las ganas de escribir. Seguro que ahora estás deseando ponerte manos a la obra, por eso te esperamos en Sinjania.com con nuestros artículos y cursos.

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